EXAMEN
}

EXAMEN


C R I T I C O


DE LAS REVOLUCIONES


DE ESPAÑA.
T O M O I » .




E N L A I M P R E N T A D E C R A P E L E T ,


C A L L E D E V A U G I R A H D , N ° 9.




ft. 4&€8


EXAMEN


CRITICO


DE LAS REVOLUCIONES
un


DE ESPAÑA
DE 1820 A 4823 Y DE 4836 .


Chari sunt parentes, chari liberi, propinqui, familiares ;
sedomnes omnium charitatcs patria una complexa est,pro qua
i/iiis bonus diibilet. mortem oppelere, si ei sit profuturus? Quo
est delestabilior istorum immanitas, qui lacerarunt omni sce-
lere palriam, et in ea funditus delenda oceupati et sunt,
:'t fuerunt.


CICEBO , de Officiis , lib. i , cap. 18.


T O M O P R I M E R O .


/ - •


V


EN PARIS ,


m L A L I B R E R Í A D E D E L A U N A Ï ,
E N E L P A L A C I O R E A L -






ADVERTENCIA.


ESTA obrilla debió haber salido à luz en i 8a5 r


que es cuando pudiera haber producido los bue-


nos resultados, que su autor se propuso al escri-


birla. Para ello se hicieron algunas de las muchas


diligencias, que entonces se requerian para su


impresión y circulación; pero desde los primeros


pasos se echó de ver la imposibilidad material de


obtener el necesario permiso, y la ninguna dispo-


sición moral de los que en aquella época podian


tener influjo en los destinos de los hombres para


correjir el equivocado sistema de su gobierno con


el conocimiento de la verdad. Hubiera sido fácil


publicarla en francés, mas no por eso se hubiera


conseguido el objeto principal de ella, que no es


otro, sino el de señalar las causas y las personas


que influyeron en la destrucción del regimen


constitucional en España.


Por otra parte, fue tal el diluvio de relaciones,


folletos, y artículos, en que con mas ó menos




VJ ADVERTENCIA,


pasión se desfiguraban hechos recientes, y se i n -


terpretaban las intenciones mas puras, que hubi-


mos de renunciar al deseo de decir la verdad á


quienes no querían escucharla, ni marcar la senda


del acierto á los que se complacían en su marcha


temeraria hacía el precipicio. El gobierno español


era incorregible en sus ideas de reacción, y por


mas que el monarca indicó algunas veces cierta


intención de suavizar las consecuencias del go-


bierno interino, que precedió á su saudade Cadiz,


siempre le fue forzoso mostrarse inexorable con-


tra todo el partido liberal.


El gobierno francés, sin arrepentirse de la in-


tervención egercida en nombre de la santa alian-


za, y reclamada por la violencia misma de los


hechos, asi como por la voluntad de la mayor


parte de Españoles, deploraba el corto fruto, que


su empresa habia producido para la tranquilidad


de la Europa, y la consolidación de las verdaderas


ideas sociales. Se felicitaba de haber hecho lo


bastante para reprimir los principios demago-


gicos, mas no lo necesario para sentar las bases


del orden, que nunca pueden ser otras que las


de la justicia acompañada de una prudente tole-


rancia. En una palabra veia viciado el fruto de




ADVERTENCIA. Vlj


sus buenas intenciones y que el resultado de su


noble empresa no habia sido otro que el de arran-


car el puñal de las manos de un partido para


colocarle en otras no menos feroces y sanguina-


rias. Sus esfuerzos se limitaron en adelante á


aconsejar lo que hubiera debido prescribir, y tal


vez á reprobar lo que no estaba lejos de aplaudir


interiormente.


Sola la opinion general, asi en Francia como


en Inglaterra y en España, hacía la debida justicia


á los hombres y las cosas, y tal vez hubiera bas-


tado su influjo para el remedio de muchos males,


si la impaciencia y el deseo de venganza de los


emigrados no hubiese venido á justificar rigores,


que todo el mundo tenia por escesivos. Las dife-


rentes empresas temerarias, que intentaron contra


el gobierno de su pais, dieron sobrado pretesto


para que fuesen mirados no solo como revolu-


cionarios incorregibles, sino como enemigos de


su patria.


No lo eran ciertamente los que de ella habían


salido en fuerza ó por temor de las persecuciones,


que podían ejercerse contra sus opiniones poli-


ticas; mas no nos atreveríamos a decir lo mismo




viij ADVERTENCIA.


de una multitud de vagos y gente de mal vivir, que


usurpando la honrosa denominación de liberales,


inundaron la Francia y la Inglaterra, y se apro-


vecharon de los generosos socorros destinados


en ambas naciones á la desgracia y á la virtud.


Todos cuantos escesos ó crimenes puedan echarse


en cara á algunos individuos refugiados, deben


sin duda alguna atribuirse á esa clase espuria y


pegadiza, que parece no haber tenido otro objeto


que desacreditar y envilecer al partido liberal.


Ha sido necesaria una larga serie de casualidades,


para que vuelvan á sus hogares muchas familias,


malamente confundidas con otros millares de


tránsfugas.


Fue ciertamiente doloroso para esta parte de


la historia contemporánea, que una prematura


muerte nos privase de la continuación de la obra,


que principió á publicar el señor vizconde de Mar-


tignac, porque en ella se hubieran insertado do-


cumentos, que confirmarían la mayor parte de


los hechos, que asentamos en los últimos capí-


tulos de esta obrilla y que recibirían notable


fuerza en la autoridad de su pluma. Mas aunque


hemos tenido una gran parte de ellos en nues-


tras manos, no creemos deber publicarlos por no




ADVERTENCIA. ix


ser ni propiedad nuestra, ni del publico. Ademas,


los sucesos mismos, que referimos, son tan cono-


cidos en ambas naciones, que no necesitan de


comprobación, sino de un examen imparcial.


Este ultimo trabajo no lia sido desempeñado


hasta ahora por nadie, y ya es tiempo de que acabe


de fijarse la opinion histórica, si es que ha de


servir de norte para otras épocas, en que puedan


reproducirse las mismas circunstancias y tal vez


los mismos errores. Ya desgraciadamente se em-


piezan á notar muchos de los estravios, que hizie


ron naufragar la libertad y el orden en nuestro


fértil suelo. Ya la guerra civil con todos sus hor-


rores sirve de pábulo y pretesto á la impunidad


de muchos crimenes, y ya por ultimo la paz de


ia Europa amenaza turbarse con ocasión de la si-


tuación critica de España. No porque tenga nada


de nuevo que en ella se combatan, como se han


combatido en otros muchos pueblos, las cues-


tiones de sucesión y de principios gubernativos,


sino porque un tratado reciente ha dado una os-


tensión europea á lo que solo debió ser nego-


cio domestico y objeto de la decision de la ma-


yoria.


Podra servir también este ligero examen para




K ADVERTENCIA.


apreciar debidamente y resolver tal vez la celebre


teoria sobre las intervenciones. Nosotros nos


guardaremos de emitir nuestra débil opinion so-


bre un punto, que ofende y humilla nuestro amor


proprio, porque blasonamos antes de todo de ser


Españoles. Pero no tememos asegurar que en el


caso urgentísimo de la necesidad (único en que


este remedio no es humillante ) preferiríamos dos


cosas, i a que una sola potencia ausiliase con sus


fuerzas las del gobierno español, que para noso-


tros es el de la reina Isabel; ia que si se verificase


este triste caso, la intervención fuese directa, lata,


y estensiva no soloálos sucesos militares, sinotam-


á la organización política, mientras que el go-


bierno español, fuerte con una inmensa mayo-


ria, pudiera ejercer la superioridad, que le perte-


nece dentro de los limites constitucionales. Todü


otra manera de intervenir, y sobre todo la ii>


completa y dudosa, con que se está haciendo en


el momento que escribimos estas lineas, nos


parece la mas funesta de todas. La lucha actual


de España, cruel y obstinada de suyo, se ha


prolongado indefinidamente por las simpatías.que


"la han proporcionado esas medias intervenciones,


que envilecen al gobierno, sin aiisiliarle con efi-


cacia : y muchos de los instrumentos arrojados




ADVERTENCIA. Xj


para acelerar el triunfo, parecen espresamente


elegidos para imposibilitarle ó hacerle temible


á los hombres de bien. Plegué á Dios, que antes


que nuestros vaticinios empiezen á cumplirse, un


rayo de luz ilumine á los dos grandes gabinetes,


que tienen mayor interés, en que la España no


se destroze á si misma con guerras intestinas. La


naturaleza, la razón, y la politica quieren que


sea su aliada, no su victima ni su sierva; pero


acuérdense una y otra de que jamas un aliado


pobre y ni un vecino infeliz sirvieron para nada
en el mundo.






E X A M E N


C R I T I C O


DE LAS REVOLUCIONES


DE ESPAÑA
l í K 1820 A Y ni? 1836.


I N T R O D U C C I Ó N .


L·A revolución de España será sin duda un acon-
tecimiento notable en los anales del mundo. Una
nación que pasaba por apática, y de la cual solo
se hablaba alguna vez para zaherirla , toma de
pronto el aspecto mas imponente, y varía la forma
de su gobierno, casi sin derramar una gota de
sangre. A la libertad sigue bien pronto la licen-
cia ; esta produce immediatamente la anarquia;
tras de ella viene la guerra civil; cuatro años de
convulsiones crean nuevos intereses, desquician
enteramente la antigua monarquia , y sin embargo
un egercito estrangero, poco numeroso para tan
grande empresa, invade todo el reino casi sin
pelear., y la contrarevolucion queda terminada
en seis meses; pero el orden no se restablece, ni


i




•2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


se pone termino á la efervescencia y á la agi-
tación.


Es sumamente curioso examinar las causas que
produjeron tan estraordinarios efectos, y no es
menos importante el conocerlas para formar un
juicio exacto de la situación de España. Hasta
ahora creo que apenas se tiene noticia en Europa
de la revolución de aquella potencia, sino por las
relaciones exageradas y contradictorias de los pe-
riódicos , y hay motivos para creer que esta falta
de datos se es ti ende también á los gobiernos. Aun
en la misma peninsula la diferente posición en
que cada uno se encuentra, y el espiritu de par-
tido hacen formar ideas inexactas y falsas, y ge-
neralmente son poco conocidas las causas de la
revolución, su marcha , y el estado actual de las
cosas.


Persuadido de que esta es una de las principales
causas de los males que aüigen á mi patria, me
he decidido á tomar la pluma con el objeto de que
todos los que tienen alguna influencia en los ne-
gocios y en la opinion publica, fijen de un modo
irrevocable su concepto sobre la revolución de
España y contribuyan eficazmente á que se res-
tablezca el orden en aquel pais. Como cada dia es
esto mas urgente, me acomodo á las circunstan-
cias , y ni aun me tomo el tiempo necessario para
corregir este escrito. Los hechos no se desmen-
tirán, y como no busco aplausos, me importa




DE 1 8 2 O A l 8 2 3 Y DE 1836. 3


poco que el estilo parezca descuidado, y que se
eche menos alguna corrección : la verdad nece-
sita pocos atavíos.


Testigo de muchos de los hechos que refiero,
sin que haya tenido en ellos una parte esencial,
libre del espíritu de partido, del que siempre pro-
curé conservarme independiente, y sin mas pre-
tensiones que la prosperidad de mi patria, en la
que debo encontrar la mia, no me ha sido difícil
revestirme de la mas severa imparcialidad. Co-
nozco bastante el mundo para prevéer que este
trabajo va á suscitarme enemigos, por que no
disimulo ni las faltas ni los crímenes, y procuro
que las cosas aparezcan buenas ó malas como son
en si. No ignoro tampoco cual es el poder de los
partidos, y con que encarnizamiento persiguen
à los que se atreven á combatirlos de frente, pero
tengo bastante valor para correr estos peligros,
y habiendo llegado á creer que esta obrita puede
ser útil, no titubeo en publicarla, porque mi
corazón palpita de gozo al pensar que puedo lla-
mar la atención sobre España, y contribuir de
este modo al bien estar de mi patria : Pro qua
quis bonus dubitet mortem oppetere, si ei sit
profuturus?


No terminaré esta breve introducción sin hacer
presente á mis compatriotas que se ven precisados
Á mendigar el amparo de los estrangeros, que si
se proponen abrazar aun los objetos caros á su




4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA.


corazón, si quieren volver à pisar el suelo que los
vio nacer, y si desean que amanezca en su patria
un dia de calma y de prosperidad, deben emplear
para conseguirlo las armas del raciocinio, de la
prudencia y de la moderación. Cualquiera tenta-
tiva violenta solo servirá para que perezcan mil-
lares de victimas , y para prolongar los males que
agobian á la desgraciada España.




REVOLUCIÓN DE 4820


Y C A U S A S QUE L A P R O D U J E R O N .


CUANDO se trastorna en una nación el sistema
de gobierno que la ha regido por muchos años,
preciso es que hayan concurrido á producir este
efecto diferentes causas lejanas, y que el mismo
gobierno haya cometido faltas de gran trascen-
dencia. El examen de los motivos que dieron mar-
gen á la revolución de España en el año de 1 8 2 0 ,
no puede dejar de ser útil á todos los gobiernos ,
y particularmente al español, pues, conocido el
origen de aquellas novedades, es fácil evitar que
se renueven.


Los que no reflexionan sobre los sucesos, no
ven en la revolución de España mas que una cons-
piración militar, y dan por supuesto que los
pueblos estaban contentos con el gobierno que
entonces habia. Pero como no se pueden desmen-
tir los hechos, y como era imposible que algunos
miles de conspiradores diseminados en toda la
peninsula consiguiesen hacer adoptar, casi sin opo-
sición alguna, la constitución de 1 8 1 2 , sin que la
masa de la nación se prestase ó accediese á sus
tentativas, seria una temeridad el negar que el
animo de los Españoles se hallaba en 1820 dis-
puesto á novedades. ]No diré yo que quisiesen los
pueblos la constitución, pero es innegable que




6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


descontentos con la marcha incierta de los nego-
cios y con la debilidad del gobierno, deseaban un
nuevo orden de cosas y el espiritu publico habia
llegado á tal punto, que un puñado de agitadores
podia trastornar impunemente el estado.


Pero como los pueblos llegaron á interesarse
tan poco por el gobierno que los regia, y por-
que germinaron en el egercito las semillas de la
rebelión?


La España, en 1 8 1 4 , recibió con entusiasmo
á su rey que regresaba de la cautividad, y esta
época, para tener todo el prestigio de afortunada,
coincidió con las victorias conseguidas sobre los
egercitos franceses, que se vieron obligados à eva-
cuar la peninsula. Pero mientras que no se per-
donaron los mayores sacrificios para conservar
la independencia, y mientras que en seis años de
la guerra mas cruel, los Españoles no cesaron
de sellar con su sangre el amor que tenian al rey
Fernando, creyeron muchos que habia llegado
la época de hacer innovaciones en el sistema de
gobierno, y que era tiempo oportuno de cerrar
para siempre la puerta á los infinitos males que
habia acarreado á la nación un privado en el rei-
nado anterior ( i ) . Mas en lugar de retocar el edifi-


(i) N o fue el privado solo la causa de los males de España,
sino la ausencia total de instituciones y garantías , que p r i n -
cipiaron á faltar desde la reunion de las coronas de Castilla
y Aragón , y faltaron del todo en el reinado de Felipe x> A




DE l820 A 1 8 2 5 Y DE l83Ó. 7


ció de la monarquia, puede decirse que se destruyó
el antiguo, y sobre sus ruinas se levantó otro
nuevo que fué la constitución de 1 8 1 2 . Por des-
gracia, esta constitución era imperfecta (1), porque


siguientes. E n esta parte el favorito se lo encontró todo
hecho por otros que sin ser designados en la historia con
semejante titulo, administraron con la misma arbitrariedad
que los favoritos. Se ha hecho mención de este por haber
sido el mas celebre de los tiempos modernos , el mas
inmediato á nuestra época , y el que por mas largo espacio
conservó el favor esclusivo de sus reyes , mas no por
haber sido el mas perjudicial á los intereses bien enten-
didos de su patria.


(1) Los defectos de la constitución de Cadiz son de
tanto bu l to , que el indicarlos solo exigiria un capitulo
tan largo como esta obril la. Pero nuestro animo no es
hacer el examen , ni mucho menos la critica de esta pro-
ducción de la necesidad. Baste saber que aun cuando se la
quiera suponer la mas perfecta de todas , la sola c i rcun-
stancia de ser casi una copia literal de la constitución fran-
cesa de 1791, á pesar de lo que falsamente se asegura en el
discurso preliminar, la quitaba el carácter nacional de que
en vano quisieron revestirla sus autores. N o , la constitución
de Cadiz no era una resureccion de las antiguas libertades de
las monarquías Castellana y Aragonesa , sino un ensayo
nuevo y peligroso de la mejor de las repúblicas, según el
verdadero sentido de la expresión de Lafayette. Aun en las
mas demagógicas de entre estas ultimas, inclusa la francesa,
se consideró siempre indispensable un poder conservador,
que se interpusiese entre las exigencias del partido popular ,
y las tendencias al despotismo de que suele adolecer el poder
ejecutivo. Pero en la constitución de Cadiz, que se denomi-
naba esencialmente monárquica , no se pensó siquiera en
poner la menor traba al despotismo popular , pues aun el
mismo consejo de estado tenia que lomar origen en la p r o -
puesta de las cortes.




8 DE LAS KEVOLUCIOJNES DE ESPAÑA


(1 ) Si este escrito se hubiera publicado cuando se quiso dar


á la prensa y no se permitió, que era en fines de 1 8 2 5 ,


nada añadiríamos respecto de los liberales de Cadiz, porque


entonces se hallaban injustamente perseguidos. Pero en c'


día no militan las mismas razones para dejar de decir (pie


no dejaba á la autoridad real la latitud que es ne-
cesaria para que sea reprimida la anarquia, y la
representación nacional no estaba en ella combi-
nada de tal modo, que se pudiese sostener el equi-
librio de los poderes respectivos.


El rey no quiso reconocer la constitución, y
declaró nulo lo obrado por las cortes. Los pue-
blos aplaudieron esta medida, porque todo lo
esperaban del rey, que era entonces su idolo, y
al cual hacian interesante no solamente sus per-
secuciones, sus trabajos y su cautiverio, sino
también el que sus infortunios tenían por autores
á los mismos que habían causado las desgracias de
la nación. Pero'no dejó de producir disgusto la
prisión de los diputados que mas se habían distin-
guido en las discusiones de la constitución. Quizá
aquellos hombres habian manifestado principios
poco monárquicos, y quizá sus intenciones no
eran buenas, mas esto no estaba claro, y en lo
que no podia caber la menor duda era en que
habian sido los mas firmes defensores de la inde-
pendencia, y los que habian establecido por base
de todas sus operaciones el principio de que Fer-
nando VI I era el rey de España ( i ) .




DE 182O A l8a5 Y DE l856. 9


Por otra parte habiendo quedado la nación
abandonada á si misma, y no pudiendo resistir á
la opresión sino por medio de esfuerzos y de me-
didas extraordinarias, eran disculpables hasta
cierto punto las opiniones que se habian mani-,
festado, porque aun las mas exagerados, dando


pocos poquísimos de entre ellos contribuyeron eficazmente
al buen éxito de la guerra de la independencia , como ha
querido persuadirse. Muchos acudieron á Cadiz en aquellos
aciagos días , pero rarísimo el que no fué conducido al l í
en busca de algun empleo futuro que le .eximiese de servir
activamente á la patria. Cadiz no fué durante los años
de 1810, 11 y 12 sino una vasta antesala ministerial, donde
se solicitaban y concedian todos los empleos deia monarquia,
regada entonces con lo sangre de millones de Españoles, que
ni estaban en Cadiz , ni se apell idaban l iberales, ni preten-
dían una gratitud y una recompensa esclusiva. Estos sufrían,
peleaban , y morían en silencio ; aquellos gritaban , p r e -
tendían , sitiaban á los ministros , y conseguían al fin todas
las plazas vacantes.


No es esto decir que algunas docenas de ellos no acudiesen
á Cadiz con el mas puro y desinteresado deseo de substraerse
á la dominación enemiga y servir á la patria con sus con -
sejos y ejemplo. Pero repetimos que estos fueron muy
contados y que á su sombra se formó en seguida un tropel
de beneméritos bastardos, tan insaciables en sus exigencias
como injustos en la parte que solicitaban de la gratitud
real y nacional. Este tropel de vampiros fué quien mas con-
tribuyó con su insolente lengnagc á enagenar los ánimos
de los Españoles contra este partido y á privar de protec-
tores á los que inocentemente le habian dado el nombre E l
gobierno hizo tan mal en mostrarse severo contra los que
habian sobresalido en las cortes , como en recompensar á
los que no probaron otro servicio que el de haber residido
en Cadiz.




LO DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


( i ) Cada provincia nombró una junta compuesta de indi-


viduos elegidos entre las diferentes clases del estado , ó


saber, la nobleza , el clero secular y regular , el comercio ,


y los propietarios. De modo <jue cada junta representaba


una imagen en miniatura de las antiguas cortes por esta-


cierto impulso á los ánimos, contribuyeron tam-
bién á que se desplegase mas energia contra los
Franceses. Los que aconsejaron ál Rey que hi-
ciese prender a varios diputados á cortes, y otras
personas, debieron enterarle del verdadero estado
de las cosas, y manifestarle que era muy conve-
niente dar muestras de que en todos los Espa-
ñoles no veia el monarca mas que subditos fieles,
que habian hecho los mayores sacrificios para res-
tituirle al trono. Asi cumplía el Rey con lo que
debia aun á los mismos constitucionales, por la
parte que habian tenido en la derrota de los Fran-
ceses , y en su rescate, y no aparecía al frente de
un partido que se formó en las cortes, y que se
aprovechó del regreso de S. M. para perseguir
encarnizadamente á los del bando opuesto.


Los pueblos, que para resistir á los Franceses,
crearon ellos mismos autoridades, que no pocas
veces se vieron en oposición las unas con las
otras, y que en medio de la confusion y del des-
orden que agitaban la peninsula, se acostumbra-
ron en gran parte á no obeceder sino al mas fuerte,
habian quedado después de la guerra en una espe-
cie de anarquia ( i ) . Los partidos formados en las




DE Ï820 A I8T5 Y DE I836. I I


cortes y sostenidos y propagados por los periódi-
cos, y las doctrinas que esparcieron los Franceses
en los pueblos que dominaron, habian sembrado


no poca division en los ánimos. La España de 1 8 1 4


no era la España de 1 8 0 8 , como se hizo creer al


Rey, y el gobierno necesitaba tener mucha ener-
gia , y marchar con firmeza , siempre à un mismo
obgeto, para reunir tantos elementos, y resta-


blecer el orden. Mas las riendas del gobierno pa-


saron por tantas manos, que aun cuando hubie-


ran sido diestras , era imposible que los negocios


dejasen de resentirse de tan repetidas mudanzas;


y distaban también mucho de ser hombres de es-
tado los que fueron llamados succesivamente al


ministerio. Si se examina la larga lista de los que


gobernaron la España desde mayo de 1 8 1 4 hasta


marzo de 1820, apenas se encontrarán en ella tres


ó cuatro sujetos á proposito, para desempañar tan


difícil encargo. El mismo ministro que firmó el


decreto de 4 de mayo de 1 8 1 4 , en el que se de-
claraba nulo todo lo hecho por las cortes, fué


arrojado poco después de su puesto con ignomi-


mentos , como que no se conservaba en España ninguna
otra idea tradicional de representación. Que de males se
hubieran evitado á la peninsula , si en lugar de adoptar
ias bases de la constitución francesa de 1791 , hubieran los
diputados de Cadiz formado sus cortes por el método cono-
cido y reclamado por tantos hombres ilustrados! Inde malí
¿abes




i 2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1 ) D . Pedro Macanáz , primer ministro de gracia y justicia


del rey Fernando después de su vuelta de Franc ia , tenia en


su compañía una especie de ama de gobierno que trajo de


Francia en quien había depositado demasiada confianza. E l


rey recibía continuas quejas de la corrupción que reinaba


en la distribución de algunos empleos , de cuyo trafico era


instrumento aquella muger y no del todo ignorante el m i -


nistro. U n dia fueren tan especiales las señas , é indicado


con tanta claridad el sitio y la cantidad en que se había


vendido una gracia , que S. M . quiso convencerse por sí


mismo , y l levando en su compañía un escribano llamado


Negrete, se trasladó en persona á la habitación de Macanáz


y sorprendió en su casa el mismo paquete de onzas de oro


que habia servido de precio á la corrupción. El castigo


no correspondió á la enormidad de la culpa , y se perdió


el fruto del escarmiento con harto desaire de la magestad


soberana.


nia, y €l Rey no se desdeñó de adquirir personal-
mente las pruebas del abuso que se hacia de su
confianza ( i ) .


Pero aun cuando no hubiesen sido tan conti-
nuas las mudanzas de ministros, y aunque hubie-
ran ocupado estos destinos hombres capaces de
dar al gobierno la fuerza de que tanto necesitaba,
no por eso debían esperarse grandes ventajas,
porque el ministerio tenia atadas las manos. No
hay nadie en España que ignore, que existía en
la corte una reunion de personas con quienes el
Rey tenia mucha deferencia, y esta reunion era
conocida con el titulo de camarilla. Los sujetos
que la componían eran los que daban casi todos




DE 1 8 2 O A l 8 2 3 Y DE l836. l5


ios destinos. Su ambición no se estendia á dictar
decretos, ni reglamentos, ni planes, y se conten-
taban únicamente con disponer de los empleos,
y sostener en ellos á sus hechuras y á" sus amigos,
y con derribar a los hombres de mérito. De este
modo, los ministros poi1 lo regular no tenian fa-
cultades para encargar la egecucion de sus provi-
dencias á hombres capaces de llevarlas ai cabo,
porque muchas veces recibían orden para nom-
brar á las personas designadas por la camarilla, y
asi se frustraba hasta la responsabilidad de opi-
nion que tienen los ministros aun en los gobier-
nos mas despóticos.


En efecto, cualquiera que sea el sistema de
gobierno de una nación, bastara que en ella se
discurra para que el ministro se averguence de
haber nombrado para un destino en rentas á un
malversador de la fortuna publica ; para el mando
de una provincia ó de una plaza á un militar
inepto, cobarde y avaro; para ponerse al frente
de un egercito á un general desmoralizado, am-
bicioso y despota, y para administrar justicia á
un abogado ignorante, venal y lleno de vicios.
Pero en España ni aun existía esta especie de res-
ponsabilidad, porque quien real y verdadera-
mente empleaba à sujetos parecidos à los que aca-
ban de describirse era un hombre oscuro, que
no tenia obligación de conducirse de otro modo,
y el condescendiente ministro no hacía mas




1 4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


que prestar su firma para autorizar el nombra-


miento.
Y á cuantas reflexiones no daria lugar el exa-


men de los infinitos decretos espedidos por el go-
bierno español desde 1 8 1 4 hasta 1 8 2 0 ! En vano
se dispuso que todo volviese al ser y estado que
tenia en 1 8 0 8 , porque el gobierno empezó desde
luego à hacer innovaciones en casi todos los ra-
mos. Se anuló el decreto de las cortes sobre seño-
ríos, pero el Rey incorporó á la corona los dere-
chos que tenían los señores juridicionales. Se esta-
bleció una contribución directa, y los bienes de
la nobleza y del clero quedaron sujetos á ella.
Por otro decreto, se abolió el privilegio que tenia
la nobleza de no reemplazar el egercito. Estas
providencias produjeron mucho disgusto en las
clases superiores, y los pueblos no quedaron sa-
tisfechos con ellas; porque los jueces nombrados
por las autoridades reales no fueron mejores que
los que elegian antes los señores jurisdicionales,
y porque la contribución directa se repartió con
una desigualdad monstruosa, pues no habia datos
estadísticos, y para adquirirlos, se poblaron las
campiñas de comisionados, que exigieron de los
pueblos crecidas sumas por sus lentos y casi siem-
pre inútiles trabajos. Los del estado llano tam-
poco agradecieron el que se obligase á los nobles
á entrar en quintas, porque este favor venia mez-
clado con la pension de contribuir cada año con




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l83tí. l 5


un contingente para reemplazar el egercito, lo
cual antes de 1808 no se verificaba, sino muy de
tarde en tarde.


Pero la enfermedad mortal del gobierno era la
apatía y la falta de carácter y de sistema. Las con-
tribuciones no se exigian con puntualidad, per-
mitiéndose á los pueblos el que se recargasen con
grandes atrasos. Las atenciones del estado se pa-
gaban muy mal, y con una enorme desigualdad.
Los empleados en rentas nadaban en la abundan-
cia ; á los civiles se les debian muchos meses, y las
viudas y los retirados perecían. El egercito tenia
grandes atrasos, pero con una monstruosa dife-
rencia; pues unos cuerpos estaban vestidos con
lujo y bien pagados, al paso que en otros los sol-
dados no tenian con que cubrirse las carnes, no
salian de los cuarteles porque estaban descalzos,
y tomaban al fiado en las tiendas los víveres, que
necesitaban para su sustento diario. En un mismo
cuerpo, unos cobraban mas de lo que les corres-
pondía , y otros eran acreedores á grandes canti-
dades. En fin todo era desorden, y el gobierno
nada hacia para remediar tan fatales abusos. Fá-
cil es conocer que descontento no produciría, y
cuantos desordenes no llevaria consigo la falta de
recursos, y sobre todo la injustísima distribución
de lo poco que habia. En muchas provincias era
publico el trafico que no solamente los particu-
lares, sino los mismos cuerpos militares, hacian




i G DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


con sus créditos, pues se veian precisados á ceder
una buena parte de ellos á favor de los mismos
que debían pagarlos Íntegros ( i ) .


Aunque es casi imposible que un gobierno que
consiente tal abandono en la repartición de los
fondos, y que de este modo hace un numero tan
grande de descontentos, tenga prevision y fuerza
para dirigir ningún ramo, sin embargo aun po-
dria creerse que el ministerio español se ocupaba
con eficacia en conservar la tranquilidad interior.
Pero las conspiraciones se sucedían las unas á las
otras, y todas tenían por motivo ó por pretesto
restablecer la constitución de 1 8 1 2 . Los agentes
del gobierno, ó no tenían conocimiento de la
mayor parte de estas maquinaciones, ó no querían
tomar providencia alguna con respecto á ellas
hasta que habian estallado, y de este modo se
multiplicaban los males y los escándalos. Aun
después de descubierta una conspiración, después
de haber sido cogidos las sublevados con las armas
en la mano, el gobierno no tenia fuerza ni para
castigarlos ni para perdonarlos. Fueron ajusticia-
dos Porlier y Laci, pero las causas, que se forma-
ron á los que los habian seguido, caminaban con
la mayor lentitud. En fines de 1 8 15 se verificó la


(1) Durante algunos años el único medio seguro de cobrar


sus sueidos , era sacrificar el ocbo ó el diez por ciento de su


importe en favor de algunos empleados corrompidos de las


tesorerias.




DE 1 8 2 O A ] 8 2 3 Y DE í 856. 17


conspiración de Poríier : la constitución de 1 8 1 2
se publicó en la Coruña, fueron arrestadas las
principales autoridades y el gefe de los sublevados
fué cogido con muchos oficiales, cuando marchaba
á apoderarse de Santiago. Porlier fué ahorcado á
los pocos dias , pero las causas de los que le acom-
pañaban tardaron en verse hasta fines de 1 8 1 9 .
Entre tanto los procesados escitaban la compa-
sión general, porque todo el mundo conocía la
debilidad del gobierno, y creía que no era un
crimen muy grande el desear un nuevo orden de
cosas. Llegaba á tanto el influjo de esta opinion,
que en algunos puntos los oficiales, que conspira-
ron con el general Porlier, disfrutaban de libertad,
sin embargo de que en el proceso constaba que se
hallaban todos en cárceles y en castillos; pero los
comandantes de las guardias Jes permitían entrar
y salir cuando les acomodaba, y el que no les daba
libertad era muy mal visto entre sus compañeros.
Los gefes de los cuerpos , los gobernadores de las
plazas y las autoridades superiores de las provin-
cias consentían esto : el gobierno no debía ímio-
rarlo, y sin embargo el desorden duró años en-
teros. Y una conducta tan estraña por parte del
gobierno y de las autoridades -̂no fomentaba las
conspiraciones? ^Como los oficiales jóvenes y
la tropa habian de mirar con horror el crimen,
cuando veian ;í los criminales gozando de grandes
consideraciones , y que su desgracia era un titulo


•?,




18 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1) E l egercito español , comprendiendo las tropas do la


grande espedicion que estaba destinada á Buenos A i r e s , se


componia en el principio de 1820 de 39,6.52 hombres de


infanteria, de 7 ,859 de caballería, de 6 ,114 cabal los , éntre-


los cuales solo se contaban 2,975 utiles; de 5,459 arti l -


leros , y de 736 zapadores. L a guardia real ascendia á


5,472 hombres.


pora que se les facilitasen ausilios , dispensados à
veces por los mismos agentes del gobierno?


No se procedió con mas acierto en la organi-
zación del egercito ni en disponer las espedi-
ciones que fueron ó debian ir á America. El eger-
cito español era demasiado numeroso al fin de la
guerra, y con venia disminuirle , pero no tanto
que se redujese como se fué reduciendo á casi
nada A la dotación suficiente de oficiales que
tenia cada cuerpo, se agregaron los muchos
que se hallaban prisioneros en Francia, y que
regresaron á España á la paz general. Era impos-
sible acomodar en los regimientos á tantos ofi-
ciales, y aunque se permitió pasar á milicias
con medio sueldo á los que lo solicitaron, esta
medida no fué suficiente para reducir el numero
á los precisos. Las reformas se sucedían sin em-
bargo unas á otras : se suprimieron muchos
regimientos; los de infanteria quedaron con
solos dos batallones, y los cinco oficiales que
antes tenia cada compañía se redujeron á tres.
De esto resultó un esceden te de tres cuartas




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l856. i g


partes de oficiales, á quienes, en lugar de darles
licencias para que se retirasen á sus casas con
medio sueldo hasta que fuesen necesarios, se
les obligó á permanecer en los cuerpos con el
nombre de agregados y de supernumerarios, sin
tener mas ocupaciones que el servicio de armas,
bien ligero repartido entre tantos. Vieron -
se entonces en los regimientos pocos menos
oficiales que soldados, y la reunion de tantos
jóvenes ociosos y sin estimulo, por que el gran
numero de sobrantes en cada clase imposibili-
taba les ascensos, y sin medios, porque no se
les abonaban sus haberes, debia producir y pro-
ducía en efecto las mas fatales consecuencias.
Era preciso que el gobierno y las autoridades
cerrasen absolutamente los ojos, para no ver
que los vicios, la murmuración y el libertinage,
eran el fruto de una ociosidad continua, y que
en cada cuerpo se sostenia un semillero de hom-
bres dispuestos siempre á abrazar cualquier par-
tido que les ofreciese yen tajas. La lealtad, la
virtud y la resignación en los trabajos y en las
privaciones, son prendas que adornan á muchos
militares; pero sola la disciplina es capaz de con-
tener en sus deberes a' un egercito.


En cuanto á Jas espediciones ultramarinas , el
gobierno dio el primer paso para que las tropas
fuesen á ellas descontentas, porque ofreció un




J.O DE L A S - R E V O L U C I O N E S DE ESPAÑA


grado mas á todos los oficiales destinados á Ame-
rica. El egercito miró esta gracia como una re-
compensa que se preparaba para los trabajos cs-
traordinarios que habia que sufrir en ultramar. Si
en efecto eran escesivos, premiasense en hora
buena en estando allá, pero recompensarlos de
antemano, era retraer á los oficiales de hacer seme-
jante viaje, y sobre todo era alarmar mucho los
ánimos de los soldados, para quienes no se seña-
laban recompensas. Por esto á pesar de la miseria
que agobiaba al egercito, y á pesar de las poquí-
simas esperanzas que habia de obtener un solo
ascenso, eran muy raros los oficiales que toma-
ban voluntariamente el partido de ir á America.


Con estos antecedentes prepara el gobierno una
espedicion considerable, y empieza por ir reu-
niendo muy de antemano las tropas en Cadiz y
en sus inmediaciones, sin estar prontos los trans-
portes, ni equipados, ni aun .organizados los
cuerpos, algunos de los cuales permanecieron á
la orilla del mar años enteros. ¿Era tan difícil or-
ganizar la espedicion en diferentes provincias ma-
rítimas, evitando de este modo los incoïn-emen-
tas de reunir tantos descontentos? Aun cuando
no hubiese motivos políticos para esta medida, la
reclamaba imperiosamente la salud de los soldados
y de los pueblos, porque debía presumirse que si
retoñaba en Cadiz la fiebre amarilla, como era




UK 1820 A l 8 2 3 Y DE 1856. 2ï


muy probable, se contagiase el egercito, y se
malograse la espedicion ( 1 ) .


A mediados de i 8 i q aparecieron en el egercito
espedicionario los primeros síntomas públicos de
rebelión, y faltó poco para que se verificase en-
tonces lo que sucedió pocos meses después. Se
arrestaron algunos gefes; mas tarde se quitó el
mando al general, y á esto se redujeron las medi-
das que tomó el gobierno. Era, sin embargo,
bien fácil prevecr que la semilla de la sublevación
había infestado aquellas tropas, y que solc sepa-
rándolas, ó dándolas un gran impulso de activi-
dad, podían cortarse las raices del mal. Entonces
se echó menos que el infante generalísimo no se
acercase á examinar el espiri tu de un cuerpo de
egercito bastante numeroso, y que de las manos
de un general intrépido y emprendedor había
pasado á otras, cuja aptitud era poco conocida en
el egercito.


Declaróse, en efecto, la fiebre amarilla en Ca-
diz, en el otoño de 1 8 1 9 , y las tropas se acanto-
naron à pocas leguas de aquella plaza , con la for-
tuna de que no llegó á ellas el contagio; porque
entonces hubiera sido muy difícil, ó casi impo-


(1 ) Prescindinos enteramente de la cuestión que tanto agitan


los medicos en el dia sobre si la fiebre amarilla es contajiosa


ó 110, pues nuestras reflecsiones se apoyan en la idea gene -


ralmente recibida en Europa de que lo es efectivamente.




22 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


sible, formar un cordon, y es probable que la
epidemia se hubiese estendido en una gran parte
de la peninsula. En algunos de estos cantones
fué donde el dia i ° . de enero de 1820 se pro-
clamó la constitución de 1 8 1 2 .


Por mas que se hubiese trabajado de antemano,
para que todas las tropas espedicionarias siguiesen
el impulso dado por algunos batallones, no fué
posible que los conjurados lo consiguiesen, y la
mayor parte permaneció fiel al Rey. Los subleva-
dos, de resulta de haber rehusado unirse á ellos
algunos generales á quienes ofrecieron el mando,
se vieron en la necesidad de elegir por su gefe á
un oficial de poca graduación, que no tenia en el
egercito una opinion muy ventajosa. Sus prime-
ros pasos se dirigieron á la isla de Leon, con
animo de apoderase también de Cadiz, donde
contaban con que sus partidarios serian bastante
poderosos para facilitarles la entrada, en el caso de
que se opusiesen las autoridades. Pero sus pro-
jectos quedaron frustrados; la guarnición de Ca-
diz y la escuadra tomaron una actitud imponente
contra ellos, y se vieron precisados á encerrarse
en la isla. El numero de los sublevados no llegaba
á cinco mil hombres, entre los cuales habia mu-
chos reclutas, y muchísimos descontentos. El
disgusto era cada dia mayor, viendo que se iba á
concluir el mes de enero, sin que recibiesen so-
corros de ninguna parte, y que una tentativa, que




DE 182O A l8y5 Y DE l836. 23


se hizo en Cadiz el 24 para abrirles las puertas,
fué reprimida immediatamente por la guarnición,
que cada dia se mostraba mas inaccesible á las
promesas de los revolucionarios.


Para examinar el estado de la opinion publica ,
reunir fondos y viveres, y atraer aquellos cuya
lealtad vacilaba, hizo Riego una salida, el dia
27 de enero, con mil y quinientos hombres de
las mejores tropas, y se dirigió á Algeciras, po-
niéndose cu comunicación con Gibraltar, de donde
recibió algunos auxilios. De suerte que casi hacía
un mes que los sublevados permanecian en la isla
de Leon, y todavía no habia sido bloqueado aquel
punto, sin embargo de que ademas de las nume-
rosas tropas del egercito espedicionario que no
habían tomado parte en la rebelión, eran muchos
los cuerpos peninsulares de linea y de milicias
que estaban en Andalucía , sin contar con los que
llegaban de otras provincias. Riego permaneció
en Algeciras hasta el 7 de febrero, y habiendo
vuelto á tomar el camino de la isla, supo el 8
en Bejer, que aquel punto estaba ya bloqueado,
y después de una indecision de algunos dias, de-
terminó por fin dirigirse á Malaga, en donde es-
peraba ser bien recibido. Es muy notable que
siendo muy superiores las fuerzas que obraban
contra la columna de Riego, no fuese este atacado
hasta el 17 de febrero, sin que aquel encuentro
le impidiese seguir el camino de Malaga, y es




1L\ DE L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


también digno de reparo el que Riego después
de su salida de la isla no hubiese aprovechado los
primeros momentos, marchando sobre algun
cuerpo de tropas, porque solo un golpe de au-
dacia podia sostener su partido, y no era difícil
atacar con ventaja algun destacamento aislado.
Pero se contentó con evitar un encuentro, al
paso que sus contrarios maniobraron con mucha
tibieza, hasta que muy disminuido el numero de
los sublevados por la fatiga et por la deserción,
ofrecían un triunfo seguro, donde quiera que se
les alcanzase.


A últimos de febrero, Riego huia ya sin plan,
sin concierto y sin que los pueblos tomasen las
armas para hacer causa común con los sublevados,
ni tampoco cometiesen contra ellos hostilidad
alguna. El día 7 de marzo, Riego, cuya fuerza es-
taba ya reducida á trescientos hombres desconten-
tos, y desanimados, entró en Cordoba, atrave-
sando el puente que hay sobre el Guadalquivir,
y permaneció en la ciudad hasta el dia siguiente.
Debe advertirse que en aquella ciudad habia parte
de un regimiento de caballería, varios destaca-
mentos de infanteria, y que encierra una pobla-
ción de mas de treinta mil almas. Sin embargo,
nadie inquietó á los rebeldes , que se acuartelaron
en el convento de San Pablo, recibieron todos
los auxilios que necesitaban, y al dia siguiente
continuaron tranquilamente su camino. Esto pa




DE [820 A l 8 2 3 Y DE l836. 25


saba en Cordoba cuando por todas partes se hal-
laba rodeada de tropas realistas, y de aqui se
puede inferir cual era el espiritu que en aquella
época dominaba á los Españoles, y si es cierto
que- tenían á la revolución el odio invencible
que se quiere suponer.


El desaliento y el terror se habian apoderado
también de l'espiritu de los sublevados de la
isla, porque veían frustrados todos sus planes,
y no podían creer que triunfase el partido que
habian abrazado. El miedo á la horca les sostenía
aun, y los gefes y oficiales se hallaban continua-
mente en la linea para evitar la deserción de
la tropa descontenta ya , y amilanada. No es di-
fícil calcular cual hubiera sido en semejantes
circunstancias el resultado de un ataque dirigido
por mar y por tierra contra la isla, pues todos
los antecedentes nos inclinan á creer que hubiera
esperimentado poca ó ninguna resistencia. Sin
duda el general que mandaba el egercito del Rey
creyó que era mas ventajoso sujetar á los suble-
vados sin derramar sangre, y esto se hubiera
conseguido infaliblemente á no haber mediado
otros sucesos, que cambiaron enteramente el
aspecto de las cosas.


De este modo se pasó todo el mes de enero y
los dos tercios del de febrero, sin que en nin-
guna otra parte de la monarquia estallase conspi-
ración alguna. El gobierno entretanto no veía sino




26 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


lo que pasaba en un estremo de Andalucia, y
amontonaba en aquella dirección casi todas sus
fuerzas disponibles, dejando desguarnecidas pro-
vincias enteras. Todo se hacia en el silencio y
en la oscuridad; no en aquel silencio que impone
y llena de terror á los conspiradores, sino de un
modo que indicaba miedo, y que alentaba sobre-
manera las facciones. No ha llegado á noticia del
publico, ni aun de los que observaban aten-
tamente la marcha de los negocios, que el go-
bierno tomase ninguna medida vigorosa ni aun
prudente. Parecía regular que en semejantes cir-
cunstancias no se perdonase medio de asegurar
la fidelidad del egercito, dirigiéndose á los capi-
tanes generales, á los inspectores y á los gefes
de los cuerpos, dando impulso á todos los ramos
del servicio militar, removiendo á los gefes y
oficiales de quienes se sospechase con funda-
mento , é inspirando á la tropa sentimientos de
disciplina y de lealtad. Nada de esto sucedió, y
todo seguia el curso apático que habia tenido hasta
entonces.


Se cre}^ó que el infante generalisimo marcharía
á ponerse al frente del egercito de Andalucía,
y no hay duda que su presencia, al paso que
hubiera entusiasmado aquellas tropas, hubiera
también acabado de abatir á los sublevados.
Era opinion general que si S. A . les dirigia la
palabra y permitía que algunos de los principales




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 27


(1 ) E l duque de San Fernando era entonces ministro de
Estado y presidente del consejo de ministros.


conspiradores se salvasen fuero del reino, entre-
garían las armas antes de concluirse enero, y
todo se terminaria sin disparar un tiro.


Entretanto se iban familiarizando los pueblos
y las tropas con la sublevación de la isla; el espí-
ritu de partido y el deseo de novedades ensal-
zaban á los gefes que la dirigían, hacían admirar
sus proyectos, y en una palabra la revolución
se alimentaba con la falta de energía y con la
indecision del gobierno ( 1 ) . Los revoluciona-
rios que estaban encargados de sublevar las pro-
vincias, trabajaban casi á cara descubierta, y
su actividad se redoblaba en proporción de los
apuros de sus compañeros de la isla, porque
estaban bien convencidos de que reducidos aquel-
los á si mismos, iban bien pronto á sucumbir.
Las autoridades estaban ciegas y sordas, y no pa-
recía sino que ellas mismas facilitaban los medios
de que se trastornase el orden de cosas existente,
y que participaban de la misma especie de letargo


% que habia adormecido y adormecía aun al go-
bierno. La única señal que este habia dado de
vida, era enviar a Andalucía tropas sin cuenta, ni
razón, sin tomar en ninguna otra provincia las
medidas que tan imperiosamente reclamaban las
circunstancias.




28 DE L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


Llegó en esto el 21 de febrero, día en que-
»e proclamó la constitución en la Coruña. Si en
todas partes eran notorios los esfuerzos de los
conspiradores para hacer una diversion en favor
de los de la isla, mucho mas en la capital de Ga-
licia, donde apenas habia quien dudase de lo que
iba á suceder. En aquella ciudad habia estallado
la conmoción de 1 8 15 , á cuyo frente se puso el
mariscal de campo D. Juan Diaz Porlier, que
consiguió apoderarse de las personas del capitán
general y del gobernador. Parecia' que esta sor-
presa debia ser borrón para aquellas autoridades,
que cuando menos eran culpables de falta de
vigilancia, y de ignorar absolutamente lo que
pasaba á sus inmediaciones. Sin embargo el
gobierno no les hizo ningún cargo, y desconcer-
tados los proyectos de Porlier, volvieron desde
la prisión Ú ocupar sus destinos. Ni la experiencia
los hizo mas precavidos, pues á su vista se
volvió á anudar el hilo de la conspiración, que
en diferentes ocasiones antes del año de 1820
se creyó que iba á estallar. Tal era el abandono
del gobierno, que mantuvo en destinos tan im-
portantes á hombres que habian demostrado pal-
pablemente que no eran á proposito para des-
empeñarlos.


A pesar de los preparativos anteriores no tomó
por el pronto parte acti\a en la revolución de la
Coruña sino un puñado de oficiales y de soldados.




DE 1820 A l8^5 Y DE l836. 29


Se proclama la constitución; el capitán general,
el gobernador de la plaza y otros varios gefes
son arrestados. Una casualidad pone en salvo al
teniente general que estaba declarado segundo
del capitán general, y que en su ausencia habia
mandado muchos meses, y en lugar de tomar
una determinación vigorosa, presentándose en
algun cuartel para que Ja tropa no olvidase su
deber, ó en lugar al menos de retirarse á un
punto, en el cual reuniese los cuerpos que estaban
diseminados en la provincia, y los regimientos
provinciales; en vez de cumplir con su deber ha-
ciendo frente á la revolución por cualquiera de
estos medios, tomó el cobarde partido de presen-
tarse á los sublevados para que le arrestasen :
como si un oficial general y una autoridad de
su clase cumpliese con lo que debia al Rey en
circunstancias tan criticas no tomando parte en
la rebelión ( 1 ) .


La noticia de la revolución de la Coruña llegó
bien pronto al Ferrol, y sirvió para que los
amigos de novedades siguiesen el egemplo de la
capital de la provincia. En cuanto á las auto-
ridades, ni reunieron las tropas, ni las hablaron,
ni tomaron medida alguna vigorosa, y cuando


(1 ) Içual conducta acaba de imitar en "Valencia el general


Oarratalá , para que ni aun en esto se desemeje una. revo-


lución de la otra.




5o DE L A S R E V O L U C I O N E S DE E S P A Ñ A


el 23 de febrero se publicó la constitución, no
tubo el gobernador mas animo que para dejarse
arrestar en su casa. Lo mismo sucedió en Vigo.
Pero el comandante de Santiago, que era un te-
niente general, se declaró por el gobierno exis-
tente , tomó el mando de Galicia, hizo poner
sobre las armas los regimientos de milicias y
reunió alguna tropa veterana. Sin embargo deque
todos los esfuerzos de los sublevados no podian
ser suficientes para dirigir sobre Santiago quini-
entos hombres en los primeros momentos, el
nuevo capitán general tomó el partido de retirarse
á Orense que dista veinte y cinco leguas de la
Corana. Los habitantes y los soldados adictos al
Rey debieron formar una idea abultada de los
recursos y de las fuerzas délos sublevados, viendo
que se les abandonaba la ciudad mas rica y mas
populosa de Galicia, al paso que los conspira-
dores, que al menor amago de resistencia hubi-
eran sido abandonados por sus soldados, pudieron
persuadirles que no tenian nada que recelar.


Llegaron los sublevados á Santiago, y el con-
vencimiento de su debilidad les obligó á perma-
necer algunos dias en aquella ciudad, en la cual
apenas se contemplaban seguros. Entretanto el
nuevo capitán general reunia en Orense varios
destacamentos de tropas de linea y cinco regi-
mientos de milicias, hallándose prontos á incor-
porársele otros dos, un batallón de infanteria




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 3 l


y algunos escuadrones. Es cierto que entre los
milicianos habia muchos desarmados; ¿pero como
puede disculparse el abandono del gobierno y
de las autoridades superiores, que no facili-
taron armamento á unos cuerpos con cuya fide-
lidad contaron siempre ? ¿ Que prueba puede
darse mas clara del desconcierto que se notaba
en todos los ramos? sin embargo Jas fuerzas del
capitán general eran imponentes , y aunque en la
mayor parte se componían'de milicianos, todos
los oficiales de estos cuerpos, á no ser algunos
subtenientes, y los mas de los soldados habian
hecho la guerra de la independencia. Contaba ya
con diez hermosas compañías de granaderos, y de
un momento á otro podían incorporársele otras
cuatro. ¿Y que era lo que los sublevados podían
oponer á estas fuerzas? Apenas.unos ochocientos
hombres, los mas de ellos reclutas que 110 inspira-
ban confianza bajo ningún aspecto. A pesar de
todo los conspiradores tomaron el partido de
marchar sobre Orense, porque conocían que solo
á fuerza de actividad y de movimientos podían
imponer algun tanto y conservar sus soldados. El
capitán general no solamente contaba con una
gran superioridad de fuerzas, sino que ocupaba
una posición ventajosísima. Para llegar á ella te-
nían los conspiradores que atravesar el Miño que
corve por debajo de h misma ciudad de Orense, y
que iba entonces muy caudaloso, no siendo vadea-




r >2 DE L A S REVOLUCIONES D E E S P A Ñ A


(1) Las cortes por estamentos , que era la representación


nacional de la antigua monarquia castellana , se componían


de nobleza , clero y procuradores de las ciudades , y eran


ble por ningún punto, y hallándose el puente
mas immediato á diez leguas de aquella ciudad.


Todas estas consideraciones no fueron suficien-


tes para que el nuevo general permaneciese en su
posición, y se retiró á Castilla, estableciéndose en
Benavente que dista de Orense cuarenta leguas.
De este modo un puñado de sublevados casi sin
disparar un tiro llevaron delante de si á fuerzas
cinco veces mas numerosas, y todo el reino de
Galicia, que equivale á la séptima ú octava parte
de la España se sometió á sus ordenes. Los pue-
blos permanecieron enteramente pasivos , y no
tomaron ninguna parte en la contienda.


Me he detenido de intento en referir como se
verificó la revolución en Galicia, para que pueda
formarse juicio cabal del estado en que se halla-
ban los pueblos, y de la resistencia que opusieron
las autoridades. Es imposible que un aconteci-
miento tan escandaloso hubiera llegado jamas á
suceder, si el deseo de novedades no hubiese cun-
dido por todas las clases.


Los sucesos de Galicia tubieron en la corte una
gran influencia, y el gobierno sobrecogido em-
pezó á transigir con la revolución, ofreciendo
cortes por estamentos ( i ) . Desde este momento no




DE 1820 v 1 8 2 J Y DE ¡856. 33


hubo ningún hombre de ilustración y de pruden-
cia que no conociese que el termino del orden de
cosas existente habia llegado ya, porque un go-
bierno que empieza á perder terreno á la vista de
los conspiradores, es perdido sin recurso. Aquel
decreto no satisfizo á nadie, porque los revolucio-
narios se habian fijado en la constitución de 181 2 ,
y los defensores de la antigua monarquia tenían
por inoportuna y aun insignificante la promesa
de cortes por estamentos, porque en el decreto
de 4 de mayo de 1 8 1 4 > por el cual fue abolida la
constitución , ofrecía también el Rey que convo-
caría cortes, y sin embargo no se convocaron.


Animados los conspiradores de la corte con la
debilidad del gobierno, trabajaron abiertamente
para conseguir su objeto , y el 7 de marzo prome-
tió el Rey que juraria la constitución. Por una
combinación de cosas bastante rara, el mismo ge-
neral, á quien el Rey habia mandado venir á la
corte para salvar la monarquía , llegó á tiempo de
decir á S. M. que era preciso prestar el juramento.
Y por otra combinación no menos estraña el Rey
juró la constitución el dia g de marzo, cuando
los sublevados de la Isla habian llegado á los últi-
mos apuros, cuando la colunna de Riego, que
apenas conservaba ya algunos hombres, tuvo que


una especie de estados generales , pero formaban una sola


f i lmara.
r


:>




34 DE L A S REVOLUCIONES D E E S P A Ñ A


disolverse el 1 1 , y cuando la guarnición de Cadiz,
se oponía abierta y aun atrozmente á que se pu-
blicase la constitución en aquella plaza.


No hubo por parte del gobierno, ni de las auto-
ridades de la capital mas energia ni mas decision
que en las provincias, y parece increíble que
haya podido llegarse jamas á tal grado de inacción
y de inercia. La guarnición de Madrid se compo-
nia de los dos regimientos de infanteria de la guar-
dia real, del cuerpo numeroso de caballería de
guardias de la Persona, de dos regimientos de in-
fanteria de linea, de dos de caballería y de un
escuadrón de artillería ;í caballo. La guardia i v a '
de infanteria era una hermosa division de mas de
cuatro mil hombres escogidos, y los sucesos ma-
nifestaron después el espíritu que animaba á estos
soldados, asi como ;í los guardias de la Persona y
en general ;í toda la guarnición. ¿ Que hizo pues
el gobierno , no digo yo para a ¡raer á estas tropas
y que se conservasen fieles á sus deberes, sino para
saber cual era el espíritu que las animaba? Abso-
lutamente nada. En lugar de aconsejar al Rey que
hablase á su guardia, y que hiciese demostraciones
para que los soldados conociesen que de ninguna
manera quería las innovaciones que se proyecta-
ban, en lugar de hacer que el Infante generalí-
simo recorriese los cuarteles y velase de cerca
sobre la conducta de los generales, de los gefes y
de los oficiales; en lugar de ensayar la fuerza




DE 1820 A. 1 8 2 5 Y DE ï836. 35


contra los grupos que se presentaron en la plaza
de palacio, se contentó el gobierno con reunir,
ja en la misma crisis, á los gefes de los cuerpos ,
que en general no dieron razón del estado de sus
regimientos, j la inacción j el abandono se arrai-
garon mas j mas. De este modo fue fácil que unos
cuantos amotinados obligasen al R e j á abrazar la
revolución. Dicen que lo que mas fuerza hizo
para que se tomase aquel partido, fue el haberse
presentado una lista de oficiales de guardias que
entraban en la conspiración. Pero la lista distaba
mucho de ser autentica, j aun cuando lo fuese,
^ era imposible arrestar a' muchos de los compren-
didos en ella j remover á otros? ¿ Y como los co-
roneles , los comandantes de los batallones j los
capitanes , de cuyas clases parece que la lista no
contenia casi ninguno; como estos gefes podian
ignorar el manejo de sus subalternos con la tropa,
por poco que cumpliesen con sus deberes? El
hecho es que los soldados de guardias y los de toda
la guarnición se quedaron tan atónitos con la no-
ticia de que el Rey habia jurado la constitución,
como los mismos dependientes de palacio; y es
constante que la mas pequeña demostración de
vigor por parte de las autoridades hubiera des-
concertado los projectos del (-orto numero de
conspiradores que habia en Madrid. Juzgúese pues
quienes fueron mas culpables en el juramento del
Re j , si los revolucionarios mismos , ó el gobierno




56 DE L A S R E V O L U C I O N I S DE ESPAÑA


y las autoridades que nada hicieron para conte-
nerlos.


Jamas se hubiera alterado la tranquilidad en
Madrid, ni se hubieran hecho peticiones al R e j ,
sino se hubiese contado con el aturdimiento y con
la nulidad de los que mandaban, j un solo batallón
de guardias bastaba para que todo volviese á entrar
en el orden aun en el mismo dia 7 de marzo. Esto
hubiera producido la rendición de la Isla; la co-
lumna de Riego se disolvió el 1 1 de marzo, y las
tropas realistas que estaban en Benavente podían
marchar en seguida á la Coruña, seguras de que no
encontrarían en el camino ninmín obstáculo. El
Rey, disipada la terrible tempestad que se habla
formado por la impericia y por la desidia de los
que mandaban, podia ocuparse seriamente en con-
ciliar los ánimos y en sofocar los partidos, esta-
bleciendo un sistema de gobierno mas conforme
con las necesidades de los pueblos. ^ Y á quienes
culpará la historia de que esto no sucediese , y de
que no se evitasen los infinitos males que sufrió y
sufre aun la desventurada España ?


No es mi animo disculpar á los que fueron los
autores de aquella rebelión. Cualquiera que con
las armas en la mano trastorna un gobierno, por
malo que sea, prepara á su generación males sin
termino. Pero los sucesos hacen también los mas
graves cargos al gobierno que cometió tan enor-
mes faltas, que obró con tan poco tino, y que




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 37


tuvo tan poca energia. Hay sin duda hijos discolos
á quienes no hacen virtuosos ni la buena educa-
ción , ni los escelen tes egemplos de sus padres x y
sobre ellos solos recae la odiosidad de sus malas
acciones. Pero si en la casa paterna solo hallaron
indolencia, desidia, y malos egemplos; si se les
hizo carecer de lo necesario; sino se puso tasa á
sus furores ni á sus caprichos; los vicios de que
adolezcan, los crímenes que cometan, refluirán
también sobre sus descuidados padres, y aun estos
serán mirados como la principal causa de la mala
conducta de sus hijos. Si el egemplo de los padres
es aplicable á los gobiernos, á ninguna clase del
estado lo será tanto como al egercito, compuesto
casi todo de jóvenes á quienes solo sujeta la disci-
plina. Si el gobierno y las autoridades consienten
que esta se relaje, si se abre la puerta al ocio, si
sedan poderosos motivos de descontento, y si la
debilidad y la apatía son el distintivo de los que
mandan ¿ que estraño es que la juventud se desca-
mine, y que las naciones enteras sean victimas de
su frenesi ?




38 DE L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


PRIMER MINISTERIO CONSTITUCIONAL.


Jurada por el Rey la constitución de 1 8 1 2 ,
siguieron immediatamente este egemplo les pue-
blos y las tropas que aun permanecían fieles al
antiguo gobierno ; y por mas que hayan sido des-
pués amargos los frutos de este juramento, por
mas que se empeñen algunos en hacer creer que la
violencia le arrancó de casi todos los Españoles,
es innegable que se esperimentó un gozo universal,
cuando se supo que el monarca habia adoptado
aquel partido. Solo un cortísimo numero de per-
sonas conocía que la constitución tenia defectos
esenciales capaces de alterar la forma del gobierno
monárquico, y los pueblos y el egercito que en el
año y medio que rigió hasta el regreso de Francia
de Fernando V I I , se ocuparon mas eu hacer la
guerra que en materias políticas, no habian tenido
lugar de examinar sus nulidades. Ademas todavía
no se habia ensayado en la parte mas importante,
pues el Rey se hallaba ausente, y solo existia un
consejo de regencia, al cual las cortes no habian
concedido sino una parte de la autoridad que Ja
constitución señalaba al monarca. Y no se trataba
tampoco de examinar las buenas ó malas doctrinas
de la constitución, pues los mas de los que cons-




DE IÓ20 A. 1 8 2 5 Y DE i836. 3g


piraron para restablecerla no la habian leido, ni
tampoco la immensa mayoría de los pueblos : lo
que principalmente se queria era destruir un go-
bierno débil e impotente, y dar curso al espirilu
de novedades que agitaba á muchos.


Por otra parte desde los primeros dias de enero
de 1 8 2 0 , hasta que juró el Rey la constitución, y
particularmente en los últimos dias de febrero y
los primeros de marzo, en que se multiplicaban las
conspiraciones, la nación estuvo en una continua
y penosa alarma. El mal habia cundido ya tanto
que parecía difícil librarse de el sin aplicar reme-
dios sangrientos, y la guerra civil con todos sus
horrores se presentaba sin cesar á la imaginación
de los Españoles en aquellos dias. La condescen-
dencia del Rey disipó al pronto el nublado, y la
multitud que prevée poco , y a quien por consi-
guiente apenas inquietan los males lejanos, se
alegró di; \ or desvanecidos los peligros que creia
próximos.


A tres clases pueden reducirse los descontentos
de aquella época. Primera : la de los hombres ilus-
trados y prudentes que no solamente conocían las
nulidades de la constitución, sino que creían que
no se observaría, porque el gobierno no seria
bastante prudente, ni bastante fuerte para sujetar
á ningún orden de cosas el espíritu de rebelión
que trastornó el sistema anterior. Segunda : la
de aquellos que rehusaban toda innovación, por-




(O DE L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA.


que estaban persuadidos de que corrian mucho
peligro sus intereses. Finalmente algunos de los
mismos revolucionarios, que viendo destruida la
antigua monarquia antes de que ellos hubiesen
conseguido alguna parte de sus despojos, no po-
di an estar contentos, y deseaban que habiendo
rehusado el Rey prestar el juramento, se hubiera
encendido la guerra civil, de la cual se prometían
sacar grandes ventajas. El primer cuidado del
nuevo gobierno debió ser el de atraer á las dos
clases primeras, dando esperanzas á los unos de
que se reformarían los defectos de la constitución,
y prometiendo á los otros que se respetaría toda
especie de propiedades. Los anarquistas compren-
didos en la tercera clase debieron ser observados
constantemente para reprimir sus proyectos.


Establecido en España el nuevo orden de cosas,
dejaron el ministerio los sujetos (pie le ocupaban,
y fueron reemplazados por los que mas persegui-
dos habian sido en 1 8 1 4 por sus opiniones, vi-
niendo algunos desde los presidios á desempeñar
las secretarias del despacho ( 1 ) . Parece que esto
era entregar el estado en manos de un partido,


(1 ) Para estado, D . Evaristo Perez de Castro.


Gracia y justicia , D . Manuel Garcia Herreros.


Hac i enda , D . José Canga Arguelles.


Gobernación de la Peninsula, D . Agustín Arguelles.


D e U l t r amar , D . Antonio Porcel.


Gue r ra , el marques de las Amaril las.


Mar ina , D . Juan Jabat.




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 4 T


del mismo modo que en aquella época se dejó á
discreción de otro, y en efecto asi sucedió. Ls
nuevos ministros no se señalaron persiguiendo á
las personas , pero manifestaron una obstinación
de principios, que produjo las mas fatales conse-
cuencias. Por otra parte era imposible que el Rey
tuviese confianza en unos hombres, a quienes no
conocía sino por la pintura poco ventajosa que le
habian hecho de ellos sus enemigos en 1 8 1 4 , y
tampoco los ministros podían mirar al monarca
con el ínteres y el respeto que era necesario, su-
puesto que estaban recientes los malos tratamien-
tos que habian sufrido por orden suya, y que de
ningún modo le agradecían su exaltación al mi-
nisterio, que era efecto de las circunstancias y 110
de la voluntad del Rey. De este modo tomaron las
riendas del gobierno unos ministros enteramente
populares, cuando mas se necesitaba que mirasen
por la autoridad real y que la sostuviesen con
energia.


Cuatro meses se pasaron desde el juramento
del Rey hasta la instalación de las cortes, y en
este tiempo muchas provincias fueron gobernadas
por juntas, y en la capital se estableció una con
el titulo de provisional, con la cual el gobierno
consultaba todos los negocios importantes. Estuvo
entonces de hecho suspensa la autoridad real,
reinó la confusion, y a' su abrigo se multiplica-
ron los anarquistas.




42 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


Vieronse aparecer en aquella época las socieda-
des patrióticas, establecidas algunas con la sana
intención de dirigir bien el espiritu publico. Estas
concurrencias atrageron desde luego á todos los
ociosos de los pueblos; el deseo de distinguirse y
de ventilar las cuestiones mas importantes se hizo
una especie de furor, y bien pronto la modera-
ción , la prudencia y el saber, abandonaron las
sociedades, dejándolas en manos de la exagera-
ción, de la ambición y de la petulancia. De las
discusiones sobre materias generales se pasó á
tratar del gobierno, de las personas que le com-
ponian , y hasta de los mas insignificantes emplea-
dos, hallando en todos ellos motivos de reproba-
ción , porque lo que se deseaba era arrancarles los
destinos para ocuparlos los declamadores y sus
amigos. Vióse ya entonces una diputación de una
de estas sociedades dirigirse al palacio real, y pe-
dir la destitución de un digno ministro; vieronse
asonadas y vióse enfin el ensayo de todo cuanto
ha llorado después la triste España. Asi se iba
anulando mas y mas el gobierno, precisamente
en la época en que debia tener la mayor firmeza,
porque era preciso sujetar y contener los elemen-
tos de anarquia que se habian desplegado para
trastornar el sistema anterior.


Instaláronse por fin las cortes, compuestas en
gran parte de los mismos que habian sido ya dis-
putados en las estraordinarias de Cadiz, y de otros




DE 182O A 1 8 2 3 Y DE l836. 45


muchos hombres moderados ; he dicho que por la
obstinación de sus principios podia creerse que
el ministerio en general pertenecia á un partido,
y esto mismo era aplicable á los mas de los dipu-
tados á cortes. Muy satisfechos los unos con la
constitución que habia sido obra suya, y juzgando
otros ó que no tenia defectos, ó que no era toda-
vía tiempo de tocar á ninguno de sus artículos,
se defendieron todos con calor, y se tuvo por in-
tempestivo, por impolítico y aun por criminal,
el proponer algunas reformas utiles. Las cortes
empezaron sus tareas con el firme proposito de
llevar adelante la constitución tal cual habia salido
de manos de los diputados de las estraordinarias ,
y el ministerio se unió intimamente con ellas.


No tardaron las cortes en desacreditarse con
todos los partidos. Los exaltados, que habian
creído que iban á arreglar immediatamente todos
los ramos del estado, y que vieron que se pasó
el primer mes de las sesiones sin determinar casi
ningún asunto de importancia, empezaron á mur-
murar porque los decretos no salian á borbol-
lones , digámoslo asi, y porque no se acababa de
desquiciar todo cuanto restaba aun del antiguo
regimen. Por el contrario, el partido que no
veia en la revolución sino peligros y desastres,
miró con asombro algunas proposiciones que se
hicieron en las cortes, y los hombres juiciosos
creyeron también que se trataba de precipita]1 las




4 4 DE L A S R E V O L U C I O N E S DE ESPAÑA


reformas, y por consiguiente de descontentar á
una gran parte de la nación, y de escitar la am-
bición y la codicia de otra porción también con-
siderable.


Empezó entonces la distinción de liberales de
181 2 y liberales de 1820. Los primeros eran los
autores de la constitución y los que fueron per-
seguidos en I 8 I 4 J y en los segundos entraban
todos los que habian conspirado para restable-
cerla. Vociferaban estos que á ellos se les debia
todo; que los de 1 8 1 2 eran hombres sin previ-
sion y sin energia; que se dejaron arrestar y con-
sintieron en el trastorno de la constitución sin
hacer ninguna resistencia. Anadian que satisfecha
ya la ambición de los de 1 8 1 2 con el ministerio,
con la diputación á cortes y con otros destinos
de primer orden , se habian hecho moderados,
y no hacian marchar la revolución. Los de 1 8 1 2
hubieran podido echar en cara á sus antagonistas
que todas sus demostraciones tendían á la anar-
quía , y que atentaban contra la misma constitu-
ción que se vanagloriaban de haber restablecido.
Pero el gobierno y las cortes temían una reacción
del partido absolutista, y creian que era preciso
tolerar á los que habian hecho la revolución y se
manifestaban resueltos ;í defenderla, por mas
exagerados que fuesen sus principios. El numero
de los exaltados se engruesó estraordinariamente
con todos los pretendientes desgraciados y con




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l856. 45
cuantos hombres turbulentos habia en España, y
bien pronto este partido no guardó ya miramien-
tos , y en su folletos y en las tribunas de sus clubs
fueron atacados e insultados los ministros, las
cortes y el Rey ( 1 ) .


Los gefes de la sublevación de la isla, promo-
vidos á generales después del juramento del Rey,
formaron un cuerpo de egercito compuesto de
las tropas que los habian seguido y de otros ba-
tallones , que no habian tomado parte en la re-
belión ; porque prefirieron aumentar sus fuerzas
á mandar únicamente á los que les habian sido
fieles. Estas tropas, á las que se prodigaron los
empleos, y los sueldos, bien pronto amenazaron
al gobierno, y fueron el punto de apoyo de los
exaltados. Fue pues preciso tratar de disolver
aquel egercito como no necesario, diseminando en
diferentes guarniciones ios cuerpos que le compo-
nían. Se represent*') contra las primeras ordenes,


(1) U n a de las principales razones , sino la única , que nos
lia decidido á publicar este escrito , es ver cuan pronto la e x a -
geración de los principios ha vuelto á suscitar en España la
antigua y funesta lucha de unos liberales contra otros . si es
que á los exagerados se les puede dar el nombre de liberales.
Olvidados de las tristes consecuencias que de ella se siguie-
ron hace trece años , han vuelto á encarnizarse unos contra
otros con mayor furor que en la época de su efímera domi-
nación. Los resultados pueden ser los mismos y aun peores ,
porque la reacción seria infinitamente mas violenta , y esto
es lo que quisiéramos evitar. E l lector imparcial no necesita
que ampliemos nuestras reíleesiones.




46 DE L A S R E V O L U C I O N E S D E ESPAÑA


se pusieron dificultades y se inventaron pretes-
tos; pero constante el gobierno en su resolución,
todo lo concedia, aunque fuese á costa de los
mayores sacrificios, concluyendo siempre por
mandar que se disolviese el egercito.


Estrechados los gefes de la isla ó á obedecer las
ordenes del gobierno, ó á declararse contra el y
contra las cortes que le sostenian, tomaron el
partido de que Riego, que mandaba en gefe en
ausencia de Quiroga, que era diputado á cortes ,
se presentase en Madrid. Es difícil formar idea
de la petulancia y altanería con que aquel joven
inconsiderado apareció en la capital, y se pre-
sentó al Rey y á los ministros. Exaltada su cabeza
con el incienso que no cesaban de tributarle sus
partidarios, y con la escandalosa ovación que le
prepararon, haciéndole correr en triunfo las
principales calles de Madrid, se atrevió á todo; y
si la sensatez de la guarnición y de la milicia na-
cional, que entonces se componia de hombres
amantes del orden, no hubiera frustrado sus
planes, Riego destruye entonces mismo la con-
stitución , que pocos meses antes habia procla-
mado ( i ) .


( i ) Apesar de los grandes defectos que hemos señalado en


el carácter y conducta del general Riego no debe un histo-


riador imparcial pasar en silencio sus buenas cualidades. N o


se crea que este sea un mero tributo que pagamos á la memo-


ria de su trágico fin , sino el convencimiento en que estuvi-




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE 1836. 4?


Triumfó en fin el gobierno aunque no sin dar
muestras demasiado notorias de lo que temia á
sus enemigos; se disolvió el egercito de la isla, y


mos siempre de que este desgraciado joven fue victima de
los pérfidos consejos de los que se l lamaban sus amigos , no
de su propia perversidad.


Nacido cu Oviedo de una familia nob le , aunque de escasa
fortuna, entró á servir en el real cuerpo de guardias de
corps, donde permaneció basta que en fines de 1 8 0 8 , con
ocasión de la invasion francesa y dispersion de la corte de
los Borbones, fue disuelto aquel cuerpo. Entonces hizo Riego
lo que todos ó casi todos sus honrados compañeros, que fue
presentarse ;i la junta provincial mas inmediata y pedir ser-
vicio en el ejercito para defender la independencia de su pa -
Iria. L e destinaron de teniente á un Te j imiento de infantería ,
donde sirvió con zelo y con valor hasta que le hicieron p r i -
sionero v llevaron á Francia , donde permaneció hasta la paz
Alli es donde leyó algunos libros y tomó una ligera tintura
de instrucción que hubiera sido mas provechosa si hubiese
recaido sobre una primera educación algo mas esmerada.
Cuando volvió á España le incorporaron en el regimiento de
Asturias , donde ascendió con el tiempo al grado de capitán ,
hasta que habiendo sido destinado su regimiento á la exped i -
ción de America , obtuvo , según la costumbre antigua espa -
ñola , un grado mas , como todos los oficiales que se emba r -
caban para aquel las regiones.


E ra pues ya comandante del 2 o batallón de Asturias cuando
se fraguó la conspiración l lamada de la isla ó de las Cabezas ,
de que ya hemos hablado al principio. N o fue el ciertamente
quien la concertó ni quien formó el plan , sino otros que
lejanos de los peligros y aun de su responsabilidad ponian en
acción estos dóciles instrumentos. Pero Riego fue el elejido
entre todos los conjurados para la parte mas difícil y pe l i -
grosa de la empresa, cual fue la de dirijirse con su batallón
y el de Sevilla á Arcos de la frontera para sorprender el
quartel general , arrestando ai general en gefe y á todo su




4 8 DE L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


estado mayor. Este solo encargo, y mucho mas la felicidad con


que le desempeñó, prueban el justo concepto en que le tenian


sus compañeros y la confianza que habia logrado inspirarles.
N o contento con llenar el objeto de que se hallaba encargado,


suplió á fuerza de valor y buenas combinaciones , no solo la


falta del batallón de Sevilla que se habia retardado á causa


del mal tiempo , sino que , ganando el batallón de Guias del


general , pasó con el á Eornos y sorprendió el de Aragón que


se hallaba acantonado en aquel puento. De allí pasó á Jerez


de la frontera , al Puerto de Santa Maria y últimamente á la


isla de Leon , conduciendo siempre consigo á los prisioneros


que depositó en el castillo de Sancti Petri, sin haberles hecho


ni á ninguna otra persona el menor insulto ni mal trata-


miento.


Es claro pues que Riego habia dado por si solo un aspecto


imponente á la sublevación , mientras que Quiroga , á quien


habian nombrado general de ella por ser coronel , no habia


hecho nada mas que ser rechazado en su tentativa sobre Cadiz,


como ya hemos dicho. A Riego se debió también la deserción


del regimiento de Canarias , y la de una brigada de artilleria


que venían de Osuna , á quienes hizo creer que toda la nación
se hallaba ya declarada en favor de la revolución.


Dueño de estas fuerzas se atrevió a atacar la celebre corta-


dura de Cadiz, que no pudó ocupar, y donde recibió una fuerte


contusion al caer de la muralla. Apenas restablecido , se e n -


cargó de otra espedicion mucho mas difícil y aventurada que


la pr imera, cual fue la de ponerse al í'ren'e de una columna


movible , asi para buscar viveros como para sublevar las pro-


vincias inmediatas. Ya hemos indicado el poco fruto que pro-


dujo este paseo militar por la poca disposición que mostraron
los pueblos á tomar parle ni en pro ni en contra de tales mo -


vimientos. Pero siempre prueba de parte de Riego un animo


grande y un valor á toda prueba . asi como también demues-


Riego fué enviado de cuartel á Asturias. Pero no
se destrujó el impulso que habia dado á los exal-
tados, ni el descontento de todos los hombres




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE 185(5. 4 9


sensatos de la capital al ver en el que se llamaba


primer héroe de la revolución un joven atolon-


drado, capaz de los mayores desaciertos, que ni


tenia ideas fijas, ni era mas que el juguete de unos


cuantos malvados, que abusaban de su impru-


dencia y de su arrogancia. Estos tristes efectos de


la aparición de Riego en la corte, tal vez produ-


tra la falta de energia del gobierno y la frialdad en que se


hallaban las tropas del Rey .


No es de nuestro intento referir la historia de los m o v i -


mientos y total dispersion de esta columna , sino únicamente


manifestar las cualidades morales de quien se puso á su


frente , colocándose por este solo hecho en la primera linea


de los revolucion-arios. Asi es que el nombre de Riego obscu -


reció inmediatamente los de Quiroga , Lopez Baños , A rco -


Aguero , etc., etc., todos iguales ó superiores en la gerarquia


militar.


Cuantas personas conocieron y trataron á Riego en los p r i -


meros meses de su exaltación al aura popular , antes de su


ida á Madr id , se hacían lenguas de su sencillez , su natura -


lidad y su modestia , sin que jamas hayan citado sus propios


enemigos ni un solo rasgo de ambición ni mucho menos de


deseo de venganza. El veneno de la lisonja , mucho mas ac-


tivo en las cortes que en las ciudades y pueblos de provincia ,


fue quien intentó tal vez y consiguió ciertamente estraviar las
excelentes disposiciones de este joven hasta precipitarle en el


fango de la anarquia y hacerle perecer en un cadalso. Si el


rey Fernando hubiese conocido mejor sus propios intereses,


y los de su reinado, en lugar de entregarle al ultimo suplicio ,


hubiera debido interesarle en su servicio, dándole un destino


proporcionado al rango en que se hallaba cuando se principió


la revolución. ¿Que de desastres habria evitado este ejemplo


de grandeza de alma y este resorte politico ?


4




5o DE L A S REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


jeron mas males que los que hubiera causado al
frente del egercito de la Isla. Mientras que
iba marchando á su destierro no resonaban en
los clubs mas que los ecos de sus elogios, y
las declamaciones mas violentas contra el go-
bierno y contra las cortes. Grupos de hom-
bres recorrían las calles de Madrid, y se para-
ban en los sitios mas públicos victoreando á
Riego, y lamentándose altamente de las injusti-
cias que con el se cometían. El gobierno se con-
tentó con su eíimero triunfo, y dejo que se aren-
gase y se gritase contra e l , sin tomar mas provi-
dencias que la de poner á cada paso la guarnición
sobre las armas, no con ordenes de que despejase
las calles y dispersase los grupos, sino para evitar
el que se llegase á formar un alboroto general.
De este modo, los gritadores se fueron familiari-
zando con la tropa, y los soldados se fueron acos-
tumbrando á oir voces subversivas, sin tener or-
den para arrestar á los que las proferían; de suerte
que poco después ni los que formaban las asona-
das tenían miedo á la guarnición, ni esta podia
mirar ya como criminales unos desordenes tantas
veces y tan impunemente repetidos.


Desde que Riego llegó á Madrid, la agitación
fue continua, y las sesiones de las cortes toma-
ron un carácter de turbulencia que no habian
tenido hasta entonces. Se sentaron y sostuvieron
proposiciones escandalosas, y puede decirse que




DE 1 8 2 O A l 8 2 5 Y DE 1836. 5 í


se quitaron la mascara los diputados que querían
precipitar la revolución.


El ministerio dio pruebas evidentes de que no
tenia ni la prevision ni la energia que se necesi-
taban para afianzar el orden publico. Al paso que
mantuvo sus providencias en lo relativo á Riego,
y al egercito de la Isla, daba una satisfacción á los
descontentos 5 haciendo que abandonase su puesto
el ministro de la guerra, que era quizá el único
general, que en aquel tiempo podia organizar el
egercito, y restablecer la disciplina. Asi sacrifi-
caron los ministros el interés publico, y su pro-
pia conveniencia, al deseo de conservar la popu-
laridad , y se contentaron con paliativos, cuando
las circunstancias exigían medidas fuertes, vigo-
rosas y enérgicas. Jamas el gobierno se esplicó
con franqueza en las cortes, en las importantes
sesiones de los primeros dias de setiembre, en las
cuales fueron llamados muchas veces los ministros
para informar sobre el estado de la tranquilidad
publica. Siempre digeron que no habia cosa que
pudiese dar cuidado, y que estaban tomadas todas
las medidas necesarias para que no se alterase el
orden. Estas medidas se reducian á fatigar inútil-
mente la tropa, manteniéndola casi todas las no-
ches sobre las armas, á consentir que en las tri-
bunas de las sociedades se predicase abiertamente
la insurrección, á tolerar asonadas, y en fin á
permitir que se faltase al respeto al gefe politico




t)2 DE LAS HEVOLUCIONES DE ESPAÑA


de Madrid, que se le persiguiese, y que fuese alla-
nada su casa, sin duda para asesinarle, si los amo-
tinados le hubieran hallado en ella. ¿Porque el go-
bierno nó esponia á las cortes estos desordenes,
cuando le preguntaban si los habia, y porque
viendo desplegarse con tanta fuerza los elementos
destructores del orden social, y amenazada hasta
la existencia de las primeras autoridades, no se
tomaron las medidas mas enérgicas contra los
alborotadores ?


La causa principal de la debilidad de los mi-
nistros dimanaba de sus escesivos recelos de que
los absolutistas hiciesen una contrarevolucion.
La idea de lo ocurrido en mayo de 1 8 1 4 , . y l ° s


trabajos que habian padecido de resultas de aquel-
los sucesos, estaban tan fijos en su imaginación,
que apenas veían otros peligros. Conocían los
escesos y los estravios de los que invocando la con-
stitución desechaban todo yugo y la infringían
abiertamente; no podia ocultárseles la tendencia
demagógica de los que manejaban los clubs y dis-
ponían las asonadas; pero no los temían tanto
como á los absolutistas, y creian que estos debían
estar siempre abatidos, y que la continua efer-
vescencia en que los exaltados mantenían la capi-
tal y las provincias producía este resultado. Este
equivocado concepto fue sin duda la base de la
conducta incierta y apática de aquel ministerio.
Sin embargo era bien fácil prevéer que los que




D E 1820 A. 1 8 2 3 Y D E l836. 53


se llamaban serviles ganarían terreno y aumenta-
rían su partido, en proporción de los desordenes
que cometiesen los llamados liberales. Era natu-
ral que los hombres que de buena fé habian de-
seado el restablecimiento de la constitución, para
que se remediasen los abusos del gobierno ante-
rior, se separasen de sus partidarios viendo que
no se observaba; era natural que se declarasen
enemigos del nuevo orden de cosas los que creían
que el Rey había adquirido títulos al reconoci-
miento , jurando la constitución para evitar la
guerra civil, y veian que era insultado en los
clubs y en los corrillos; y era en fin natural que
estubiesen descontentos todos los propietarios que
en la corte y en las grandes poblaciones vivían
en una continua agitación, recelando motines,
saqueos, y todo genero de horrores.


Bien pronto se palparon los funestos resultados
de los errores del ministerio, y los fatales suce-
sos de noviembre serán eternamente un cargo
contra los hombres que le componian. Goberna-
ban estos la nación en nombre del monarca, pero
sin haber ganado su confianza, ni aun haber he-
cho nada para conseguirla. En una época en que la
autoridad real debía ser sostenida á todo trance,
porque era preciso reprimir la anarquia y resta-
blecer el orden, que tanto habia sufrido en la re-
volución misma y en los meses transcurridos
hasta la instalación de las cortes, en esta época




54 ÜE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


los ministros prefirieron el aura popular á la ín-
tima union con al Rey.


Las cortes se ocupaban en la estincion de los
monacales y en la reforma de los mendicantes,
y esta medida , en los términos en que se propo-
nía , era precipitada, y de ningún modo se con-
formaba con las reglas ni de la política ni de la
economia. Los ministros tenían en las cortes una
influencia considerable; dimanaba de su amistad
con muchos diputados, de la opinion de su cien-
cia, de la notoriedad de sus persecuciones y pade-
cimientos y de las virtudes de algunos de ellos;
y si hubieran formado empeño en que las cortes
no deliberasen sobre la estincion de los mona-
cales , es mas que probable que no se hubiese dis-
cutido la proposición; y aun cuando se hubiese
deliberado sobre ella, hubiera sufrido el decreto
modificaciones esenciales. Esto debían hacer los
ministros, atendida la conveniencia publica, y
aun cuando la voluntad del monarca estuviese
enteramente resignada á la suya. ¿Pero si lejos
de esto no podían ignorar que la estincion de los
monacales podia repugnar á los principios y á la
misma conciencia del Rey, porque no consulta-
ron su voluntad? porque no calcularon los males
que habia de producir la repugnancia del Rey ;í
sancionar el decreto, la cual repugnancia era ma-
nifiesta? Si el Rey negaba la sanción, aparecía
en contradicion con las cortes, lo cual debía.




D E 1820 A 1 8 2 3 Y D E l836. 55


«vitarse en aquella época; y si la concedia, no
podia menos de resentirse y de tener por iluso-
rias las facultades que le atribuía la constitución.


Pero no habiendo querido los ministros que se
entorpeciese este asunto, y habiéndole apoyado
ellos mismos, se decretó la reforma de los mendi-
cantes y la estincion de los monacales. El sordo
murmullo, que desde entonces se empezó á sentir
en todas partes, daba indicios ciertos de que es-
taba muy próxima Ja tempestad, y de que no era
tan fácil, como Jas cortes y los ministros habian
creído, desarraigar añejas preocupaciones, y com-
batir los intereses de tantas personas, mucho mas
cuando el gobierno no tenia la estabilidad nece-
saria para intentar operación tan delicada. Las
cortes cerraron sus sesiones á principios de no-
viembre , y los enemigos de las reformas publi-
caron escritos, y se insinuaron de tal manera en
el animo del Rey, que estaba en el Escorial, que se
decidió á no aprobar la ley de regulares,^ sola
la violencia pudó arrancarle la sanción.


El haber nombrado por aquel tiempo el Rey
al general Carvajal capitán general de Castilla la
Nueva, sin la formula de pasar el nombramiento
por el secretario del despacho de la guerra , sir-
vió de pretesto para que se supusiesen peligros, y
se prepararon escándalos, cuyos resultados han
sido tan funestos y tan trascendentales. Es cierto
que al nombramiento del general Carvajal le fal-




50 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


„ taba una formula constitucional; pero ¿á que fin
darlo á entender al publico y dejar en descubierto
al monarca? Si Carvajal era sospechoso en tal
grado que el ministro de la guerra creyese que
no debía autorizar su nombramiento, fácil era
llegar al Escorial en tres ó cuatro horas, y hacer
presentes à S. M. los motivos que se oponian á
su elección. Si el Rey no los apreciaba, y el mi-
nistro de la guerra continuaba pensando que no le
era licito firmar tal nombramiento, hiciese su
dimisión que era el único recurso que le que-
daba. Fatal pretension la de aquel ministerio de
egercer la autoridad real contra la espresa volun-
tad del Rey !


Los ministros , viendo tpie se nombraba por
capitán general de Madrid á un hombre que no
merecía su confianza, se tuvieron por perdidos,
y creyendo, como creían firmemen te, que con
ellos caía también la constitución, se ligaron con
los directores de los clubs, y se verificaron los
alborotos que no contuvo la guarnición, porque
los veia sostenidos por las autoridades. En esta
ocasión fue cuando el ayuntamiento de Madrid,
atropellando sus atribuciones constitucionales,
empezó á querer gobernar el estado, imitando la
conducta de la commune de Paris en los días mas
deplorables de la revolución francesa. Hizo repre-
sentaciones atrevidas, pidiendo que el Rey vol-
viese á la corte, y el ministerio las acogió con




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE 1836. 5j


entusiasmo. Los corrillos y las tribunas de los
clubs se deshacian en amenazas contra el Rey, se
formaban reuniones numerosas, compuestas de
los verdaderos anarquistas, de los curiosos y de
los pocos hombres de buena fé , que creian que
aquel movimiento iba á impedir mil males. ¿Que
estraño es que sean muchos los alucinados, cuando
las autoridades consienten y aun promueven la
insurrección? La diputación permanente de cor-
tes , rodeada de los amotinados, representa tam-
bién al Rey pidendole que vuelva á Madrid, los
anarquistas amenazan que le irán á buscar al Es-
corial, la guarnición permanece tranquila espec-
tadora de tan enormes escándalos, y el monarca
revoca el nombramiento del general Carvajal y
vuelve á Madrid.


Le esperaban á las puertas de la capital los amo-
tinados de los dias anteriores, que ufanos con el
triunfo que acababan de conseguir, querían ver
por sus propios ojos como se egecutaban sus or-
denes. El Rey, la Reina, los Infantes, todos fue-
ron insultados por una multitud desenfrenada,
que ya no conocia ni respetos, ni miramientos,
ni subordinación. Desde este momento, el pala-
cio no debió ser á los ojos del Rey, sino una pri-
sión, y la constitución un espantajo, al abrigo
del cual mandaban los ministros, invocando su
real nombre contra su espresa volundad. Desde
entonces, no pudó menos de desear el trastorno




58 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


de un orden de cosas que le precipitaba del trono,
y que le esponia á desacatos , á insultos y á ame-
nazas. Si los anarquistas daban cada dia vuelta á
una hoja de la historia de la revolución de Fran-
cia, para imitar lo mas detestable que se encuen-
tra en ella , ¿ podia el Rey menos de pensar en la
suerte de Luis X V I , y de comparar su vuelta del
Escorial con el viaje que hizo el monarca francés
desde Versalles á Paris, escoltado por el popula-
cho de aquella capital? Los disgustos del Rey y
los escándalos, de que era teatro la corte, produ-
jeron un sin numero de descontentos, y eí sys-
tema constitutional marchaba á pasos largos á su
ruina. No le querian muchos hombres de buena
fé , porque le atribuian los desordenes que se es-
perimentaban, y también le detestaban los cori-
feos de los clubs, porque oponía algunas trabas
á sus proyectos desorganizadores.


Para completar el cuadro de los escándalos del
mese de noviembre de 1 8 2 0 , será conveniente
transladar aqui lo que los mismos alborotadores,
á quienes no alcanzaron los premios, decían al
Rey, un mes después, en una representación para
que mudase el ministerio. La representación se
hizo en el club que se reunia en el cafe de la Cruz
de Malta, y fue suscrita por una multitud de indi-
viduos de aquella sociedad patriótica.


« Nosotros hemos contribuido inocente-


« mente, decía entre otras cosas la representa-




DE I Ò 2 0 A l 8 2 3 Y DE l836. 5cj


« cion, á la ultima farsa del 16 de noviembre, en la
« cual el crédito de la nación se arriesgó sóbre-
te manera, como lo prueban las ocurencias del
« empréstito y otras, y en la que una infinidad
« de medidas estraordinarias nos hicieron creer
« en V . M . alguna novedad de consideración ca-
« paz de hacer vacilar nuestro sistema.


<t Nosotros vimos a V. M. en la precision de
«• volver á esta corte por Ja influencia de los mi-
tt nistros, y en necesidad de despedir á su confe-
ti sor, de cuja conducta debieron sospechar al-
te guna cosa relativa á sus destinos; y esto sucedió
« de modo que nadie lo ignoró en la peninsula,
« por los infinitos pliegos que despachó á las pro-
« vincias el ministro de la gobernación; aconte-
ce cimiento memorable en que vimos abusar tan
<( osadamente de la sagrada voz : la patria esta en
« peligro! y en el que fueron sorprendidos á un
« tiempo nuestro patriotismo y nuestra creduli-
ty dad, con inminente riesgo de la tranquilidad
« publica. »


Es también muy notable que, mientras que
en el club de la Cruz de Malta se declamó con-
tra el monarca y se predicó la insurrección,
las autoridades no hicieron alto en aquellos es-
cándalos, ni intentaron reprimirlos; pero asi
que se estendió contra los ministros la repre-
sentación que queda citada, se tomaron medi-
das para disolver el club, y por fin se desplegó




( ) 0 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA
i


todo el aparato de la fuerza armada, y el cafe de
la Cruz de Malta se cerró á la hora en que solia
reunirse la sociedad patriótica.


Mientras que todo era luto en palacio, y en
tanto que los hombres de bien gemían sobre la
suerte de la desgraciada España, los ministros se
ocupaban en cumplir las promesas que habian
hecho. Cuando buscaron el apoyo de los anar-
quistas, no dejaron estos de producir sus quejas,
y de pedir desagravios que desde luego ofrecieron
los ministros. Riego, que dos meses antes habia
sido el escándalo de la capital, que habia degradado
en ella su nombre y su graduación, que se habia
presentado en la corte amenazando al gobierno,
que habia escitado todas las pasiones, que habia
reunido al rededor de si los hombres mas turbu-
lentos, el mismo Riego, á quien los ministros ha-
bian confinado á Asturias, fue nombrado capitán
general de Aragón ( i ) . Los principales directores


(1) Este destierro de Riego á Asturias fue provocado por su


paisano Arguelles , ministro entonces de la gobernación de la


Peninsula , que no tuvo reparo en decir en las cortes q u e , si


descubriese las famosas paginas de su pol ic ia , tal vez apare-


cería mucho mas criminal de lo que se imaginaban algunos.


Pero lo cierto es que no las descubrió , ni se le formó causa ,


ni se hizo otra cosa que dar un nuevo pretexto á los apasio-


nados de Riego para que le hiciesen pasar por victima de los


celos y rivalidad del ministerio contra este gefe de la Isla,


j Que de daños hizo á la libertad esta lucha entre los liberales


del año 12 y los del año 20 ! Plegué á Dios que sirva de l ec -


ción á los que estan promoviendo y aun encarnizando igual




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l 8 5 6 . 6 l


tie los clubs fueron promovidos á empleos distin-
guidos. Este estimulo dado á los anarquistas
produjo su debido efecto; pues los desordenes
fueron en aumento, porque aquellos que los pre-
paraban tenían esperanzas de llegar á conseguir
un buen» empleo por semejantes medios.


Continuaban los insultos al Rey, y una tarde,
que habia salido á paseo, se esparció la voz de que
habia sido detenido el coche, y que se atentaba
contra S. M. Al recibir esta noticia el gefe, que se
hallaba en eí cuartel de guardias de la persona,
hizo montar á caballo los escuadrones, y salie-
ron en la dirección que habia llevado el Rey.
S. M. regresó á palacio por otra parte, y ape-
nas lo supieron los guardias volvieron á su
cuartel. Es de advertir que ni los mas acalora-
dos calumniadores de los guardias han dicho ja-
mas que en esta correria se metiesen con na-
die, ni diesen la menor señal de sedición. Lo
único que se pretestó para los escándalos que
sucedieron inmediatamente, fue el que unos guar-
dias , que no estaban de servicio , habian maltra-
tado á un nacional en las inmediaciones de pala-
cio, y habian proferido algunas voces subversivas,
lo cual creo que jamas se ha probado. ¿Podrá
creer la posteridad que esto solo bastó para que


rivalidad entre los llamados fusioni.stas y los del progreso
indefinido.




62 D E L A S R E V O L U C I O N E S D E E S P A N A


se formase una asonada contra Jos guardias de Ja
persona, para que las autoridades pusiesen sobre
las armas la guarnición, y sitiasen el cuartel, y
para que el gobierno extinguiese el cuerpo? Si
algunos guardias habian faltado á su deber, easti-
garaseles en norabuena ; pero la conducta del
cuerpo en aquella tarde merecia los elogios de
todo el que no estubiese dominado de una injusta
y fatal prevención. Su instituto era defender la
persona del Rey , y sacrificarse por su conserva-
ción ; les digeron que estaba en peligro, y vola-
ron á socorrerle. Es cierto que semejante con-
ducta daba en cara con la que observaban diaria-
mente las autoridades, no tomando medida alguna
para poner al Rey á cubierto de los insultos y de
las amenazas, y solo bajo este aspecto pudo mi-
rarse como reprensible.


Tres dias duró la efervescencia, tres dias estuvo
sitiado el cuartel de guardias, y tres dias tembla-
ron todos los vecinos honrados de Madrid, que á
cada momento esperaban un desenlace fatal. Sino
le hubo, si los guardias de la persona no salieron
de su Guartel á caballo y espada en mano, si la
guardia real de infanteria no los apoyó, fue por-
que se resignaron á sufrir toda clase de insultos,
porque no tenian plan ni deseo de conspirar, y
porque su moderación fue sin egemplo , y escedió
los limites de la prudencia. Entretanto el go-
bierno, aturdido, sin energia y sin prevision,




D E 1820 A 1 8 2 3 Y D E 1836. 63


apenas dictaba una orden cuando la revocaba. De-
cretó que los guardias de la persona saliesen á Al-
calá , pero no habiéndose conformado con esta
providencia ni el ayuntamiento ni la guarni-
ción , determinó por fin que se estinguiese el
cuerpo, y que dejando en el cuartel caballos y
armas, saliesen los guardias á situarse en otros
edificios, en donde permanecieron detenidos.
Asi se privó al Rey de una guardia á la que estaba
tan acostumbrado, y de la que era colonel, y de
este modo el ministerio y las autoridades hacian
marchar la constitución, dando libre curso á los
furores de los dema«-o£Os. Convenia sin duda ha-
cer algunas reformas en la organización de aquel
cuerpo ; pero debian ser el resultado de la medi-
tación y de la prudencia, y no de los motines y
de las tropelías. En esta escandalosa asonada, el
ayuntamiento de Madrid y los alborotadores die-
ron la ley al gobierno, que debió conocer en ton
ees cuanta fuerza habian adquirido los exaltados
con su tolerancia y con sus transacciones.


El dia i ° . de marzo de 1 8 2 1 , volvieron las cor-
tes á abrir sus sesiones, y el Rey fue á depositar
en el seno del congreso los pesares y las aflic-
ciones que habia sufrido desde el mes de no-
viembre. La conducta del Rey fue franca, y sus
espresiones merecen copiarse. Después de mani-
festar en su discurso la situación politica de la
nación y el estado de sus relaciones esteriores,




64 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


continuó : « De intento he omitido hablar de mi
te persona hasta lo ultimo del discurso, porque
te no se crea que la prefiero al bien estar y feli-
t t cidad de los pueblos que la divina Providencia
ce ha puesto á mi cuidado. Me es preciso sin em-
(( bargo hacer presente, aunque con dolor, á este
« sabio congreso, que no se me ocultan las ideas
« de algunos mal intencionados, que procuran
« seducir á los incautos, persuadiéndoles que mi
te corazón abriga miras opuestas al sistema que
te nos rige; su fin no es otro que el de inspirar
K una desconfianza de mis puras intenciones y
« recto proceder. He jurado la constitución, y he
« procurado siempre observarla en cuanto ha es-
te tado de mi parte; ¡ ojala que todos hicieran lo
te mismo! Han sido públicos los ultrages y desa-
te catos de todas clases cometidos contra mi digni-
te dad y decoro, contra lo que exige la constitu-
te cion, el orden y el respeto que se me debe tener
te como rey constitucional. No temo por mi exis-
te tencia y seguridad; Dios, que vé mi corazón,
« vela y cuida de una y otra, y lo mismo la
te mayor y mas sana parte de la nación; pero no
te debo callar hoy al congreso, como principal
te encargado por la misma en Ja conservación de
te la inviolabilidad que quiere se guarde á su rey
t< constitucional, que aquellos ultrages y aquel-
t t los insultos no se hubieran repetido segunda
te vez, si el poder egecutivo tuviese toda Ja ener-




D E 1820 A 1 8 2 3 Y D E 1836. 65


« gia y vigor que la constitución previene y las
« cortes desean. La poca entereza y actividad de
« muchas de las autoridades ha dado lugar á que
« se renueven tamaños escesos; y si siguen, no
«• será estraño que la nación española se vea en-
« vuelta en un sin numero de males y desgracias.
f< Confio que no será asi, si las cortes, como debo
« prometérmelo, unidas intimamente á su Rey
« constitucional, se ocupan incesantemente en
« remediar los abusos, reunir la opinion, y con-
« tenir Jas maquinaciones de los malvados, que
« no pretenden sino la desunión y la anarquia.
« Cooperemos pues unidos el poder legislativo y
« y o , como á la faz de la nación lo protesto, en
(( consolidar el sistema que se ha propuesto y
« adoptado para su bien y completa felicidad. »


Hecha por el Rey esta manifestación en las cor-
tes, por decreto del dia siguiente 2 de marzo
exoneró de las secretarias del despacho á los su-
jetos que las desempeñaban, y solicitó de las cor-
tes el que le indicasen las personas que debian
ocupar el ministerio, á fin de asegurar mas y mas
el acierto que tanto deseaba. Vióse en esta oca-
s i ó n el partido que los ministros tenían en las
cortes, y poco faltó para que estas en medio del
calor con que abrazaron la defensa de los exone-
rados, no tomasen alguna medida imprudente, y
declarasen inconstitucional la parte del discurso
del Rey que queda copiada, bajo el pretesto de


5




66 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1 ) Mas 110 dejaron de señalarles 60 ,000 r. de retiro a


cada uno , lo cual prefirieron sin duda á todas las declaracio-


nes de ser ó no beneméritos de la patria.


(2 ) Decimos esprcsamente con arreglo á la constitución de


Cadiz , que es la que entonces regia , pues no ignoramos que


en las actuales de Francia é Inglaterra los ministros son res-


ponsables de todos y cada uno de los'párrafos del discurso del


trono , como que le acuerdan y le firman. En España no su-


cedía lo mismo por la falta de garantías en que la tal constitu-


ción de Cadiz habia dejado al poder real.


que no estaba comprendida en la minuta que fir-
maron todos los ministros, y que fue presentada
en las cortes, ( i ) como si el Rey, con arreglo á
la misma constitución, al hablar al congreso tu-
viese necesidad de ceñirse á lo que le aconsejasen
los ministros , ni aun de tomar su parecer, y como
si fuese lo mismo una orden que un discurso ( 2 ) .
Solo la parcialidad podia cegar á los diputados
hasta el punto de no conocer que en toda la alo-
cución de S. M. no habia párrafo, mas fundado
ni mas cierto que el mismo que se tachaba de in-
constitucional. ¿A quien que hubiese residido en
Madrid los tres meses últimos no le constaban
los insultos hechos á la persona del Rey y á su
autoridad, y la apatía y debilidad con que el go-
bierno habia procedido, no tomando ninguna me-
dida ni para castigar á los delincuentes, ni para
prevenir nuevos y mayores desordenes ? ¡ Como
pudo citarse la insolente esposicion del ayunta-
miento de la capital sin mandar que se tomasen




D E 1820 A T 8 2 5 Y D E I836. 67


providencias contra aquella corporación, que


tanto se escedia de sus atribuciones? No se que-


jaba el gobierno del gobierno mismo, como se


dijo en las cortes : « Se quejaba el Rey del mi-


nisterio. » No habia tomado las medidas á que


le autorizaba la constitución, porque veia que


esta no se observaba, porque creyó que si antes


de la reunion de las cortes hubiera exonerado á


los ministros, los desordenes se hubieran aumen-


tado en Madrid, se hubieran multiplicado los


insultos á su persona, y se le hubiera obligado á


reponerlos. Estos recelos eran justísimos, y sin


duda se hubieran verificado, asi como se verifi-


caron con respecto á otros ministros, el dia i g de


febrero de 182 3.


Por fin, las cortes contestaron al Rey que no


creían conveniente designar las personas que de-


bían ocupar el ministerio; y S. M. , habiendo con-


sultado al consejo de estado, nombró nuevos mi-


nistros el 4 de marzo. Los antiguos fueron llama-


dos á las cortes para dar cuenta del estado de la na-


ción, y responderá varias cuestiones,- mas ellos


escudándose con que no eran ya sino unas per-


sonas privadas, se negaron á entrar en materia


sobre ningún asunto; y la moderación y la pruden-


cia que manifestaron en esta ocasión critica no


contribuyó poco á que fuese calmando la efer-


vescencia de los diputados.


Asi se terminaron estas desagradables ocurren-




68 Dh LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


cias, y el nuevo ministerio debió verse bien em-3


barazado al tomar las riendas del gobierno; pues
hallaba la capital y las provincias en una*agitacion
continua, fermentando las conspiraciones en to-
das partes, y desplegando los anarquistas sus doc-
trinas y sus proyectos con la mayor osadía. La
impunidad de los que habian promovido* tantos
desordenes, y lo que es mas , los empleos repar-
tidos de resultas de los sucesos de noviembre á
los que habian manifestado ideas mas exageradas,
dieron tal impulso á la demagogia, que parecia
ya muy difícil cortarla los vuelos. Por otra parte,
los ministros nuevamente elegidos no tenían nin-
guna influencia en las cortes, donde al principio
fueron mal mirados, porque duraba aun la espe-
cie de idolatria con que muchos de los principales
diputados veneraban á sus antecesores.




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836.


. S E G U N D O M I N I S T E R I O .


No estaba el nuevo ministerio compuesto de
hombres de tanta opinion como el anterior; pero
tampoco podia tacharse á los que le formaban de
desafectos á la constitución; puesto que algunos
habian sufrido prisiones y persecuciones por sus
ideas liberales ( 1 ) . Por otra parte, la marcha que
desde Juego emprendieron manifestaba que cono-
cían bien el estado de las cosas, y la necesidad
que habia de reprimir la anarquía. Todos sus pa-
sos se dirigieron á este objecto y á sofocar las
conspiraciones de los llamados realistas „que em-
pezaban á presentarse en pequeñas partidas en
varios puntos. No les fue fácil contener á los
exaltados, que habian tomado ja mucho incre-
mento, j á pesar de la le j que habian dado las
cortes, anulando en cierto modo las sociedades
patrióticas, continuaban aquellos clubs sus tur-
bulentas sesiones, y amenazaban á cada paso la


(1) Para estado, Bardají .


Para guerra , Moreno y Daoiz.


Para marina , Escudero.


Para la gobernación de la Peninsula , Va ldemoro.


Para idem de Ultramar, Feliu.


Para gracia y justicia , Cano Manuel .


Para hacienda ; Barata.




JO DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


tranquilidad de la capital. El mal habia llegado
ya á tal punto, que muchos sujetos condecorados
con empleos distinguidos y con altas dignidades
creyeron que podían satisfacer su ambición alis-
tándose entre los anarquistas y valiéndose de su
apoyo. Asi es que las ideas exageradas tenían mu-
chos partidarios y promovedores en las cortes,
y no pocos en todas las demás clases. Y como
habia muchas autoridades encargadas de la tran-
quilidad publica que las profesaban, los alboro-
tadores podían desplegar libremente sus planes,
y turbar á todas horas el sosiego de los hombres
de bien.


Súpose por este tiempo la entrada de los Aus-
tríacos en Ñapóles, y aquellos sucesos dieron
margen á que los exaltados de España cobrasen
mas audacia de la que tenían, y marchasen de
frente á destruir el gobierno. Por medio de mo-
tines se obligó á las autoridades de Barcelona á
que arrojasen de aquella provincia á varios ̂ suje-
tos distinguidos; y en Galicia, el gefe politico,
que estaba enteramente á las ordenes de los exal-
tados , hizo prender á mas de cien personas visi-
bles, las cuales fueron conducidas á la Coruña; se
procuró escitar al pueblo á que las asesinase; y
por fin mas de cuarenta fueron embarcadas, y
deportadas á Canarias. Se mandó formar causa,
tanto á los deportados como á los que quedaron
presos, y todos fueron inmediatamente absuel-




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. y \


L o s , porque 110 habia ni un solo cargo contra
ellos.


Entretanto sucedía en Madrid un escándalo
todavía mayor. Un capellán de honor de S. M.
fue preso, y acusado de haber formado un plan
de conspiración, y de haber esparcido varias pro-
clamas subversivas. Se siguió la causa, y en pri-
mera instancia fue sentenciado á diez años de
presidio. No satisfizo esta pena á los exaltados,
que creían debía espirar en un patibulo, y reu-
nidos en bastante numero en uno de los sitios
mas públicos de la capital, á las dos de la tarde
del dia 4 de mayo de 1 8 2 1 , marchan á la cárcel,
fuerzan la puerta, porque la guardia ó no pudó
ó no quiso defenderse, entran en el cuarto donde
estaba el acusado, le asesinan bárbaramente, y
recorren en seguida algunas calles haciendo alarde
de su triunfo. Estuvo también en mucho peli-
gro la vida del juez que sentenció la causa; pero
pudó salvarse á tiempo.


Atentados de semejante naturaleza dan bien á
entender hasta que punto habia llegado el desor-
den, y el incremento que habia tomado Ja anar-
quía. El gobierno no tenia bastantes medios para
remediar enteramente el mal; pero se esforzaba
para restablecer el orden. No solo desaprobó alta-
mente las deportaciones y tropelías de Galicia
y de Cataluña, y mandó que los arrestados fue-
sen puestos en libertad, sino que exoneró al gefe




y 2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


político de Galicia, poniendo en su lugar un
hombre de mucho carácter, y de conocida pro-
bidad y moderación , que hizo frente con el me-
jor éxito á la anarquía en aquella vasta provincia.
Persuadidos los ministros de que la tranquilidad
de la capital era de la mayor importancia, y con-
vencidos de que el asesinato del capellán de honor
nunca se hubiera verificado si las autoridades hu-
biesen tenidos buenos deseos y la energia nece-
saria , nombraron capitán general de Madrid al
conde de Cartagena, y gefe politico al brigadier
D. Jose Martinez San Martin, porque contaban
con que estos sujetos, cuyos principios modera-
dos y cuya firmeza de carácter eran bien conoci-
dos, lograrían desconcertar los planes de los
demagogos.


Para que se forme una idea de los medios con
que contaban los alborotadores, y por consi-
guiente de los embarazos del gobierno, conviene
tener en consideración no solamente la fuerza
que les daba el abuso que se hacia de una libertad
mal entendida, sino también el poderoso influjo
que manejaban en todas partes por medio de las
sociedades secretas. Por este medio se combinó
la revolución de 1 8 2 0 , y las conspiraciones que
habian estallado antes. Pertenecían á la única que
existia entonces en España (la masoneria) mu-
chos hombres que, por curiosidad ó por otros
motivos, se habian alistado en ella, y entre los




DE 1 8 2 O A l 8 2 3 Y DE l836. 73


que tomaron parte en los sucesos de 1 8 2 0 , habia
un gran numero que se distinguía por su mode-
ración. Sin duda estaban disgustados con el or-
den de coáas que existia en España; pero sus
intenciones eran buenas, y sus deseos quedaron
satisfechos después que se publicó la constitu-
ción. Creyendo entonces que ya no habia nece-
sidad de sociedades secretas, no veían sin disgusto
que continuasen las reuniones, y no disimulaban
su opinion en esta parte. Los grandes debates
que hubo entre el gobierno y los gefes de la Isla,
con motivo de la disolución de aquel egercito,
acabaron de introducir la division en las logias,
porque los moderados que habia en ellas opina-
ban con el gobierno, y los exaltados sostenían
la permanencia del egercito. Como en general
aquellos llevaban la voz en la sociedad, creyeron
que retirándose recibiria un golpe mortal, y ha-
bría aquel foco menos de insurrección. Abando-
naron en efecto las logias; pero estas no queda-
ron desiertas, porque se apoderaron de ellas al
momento los exaltados y los ambiciosos. Hasta
entonces parece que se habia procedido concierto
miramiento en la admission de socios; pero desde
aquella época, se atendió únicamente á aumentar
el numero de los comprometidos, y á estender la
masonería en todos los pueblos de consideración.
Ya no se ocupó la sociedad sino en negocios po-
líticos, proponiendo ponerse al frente de los que




74 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


manifestaban principios exagerados, y hacer la
guerra á todos los ministros, hasta que consi-
guiese gobernar la nación.


Fácil es de conocer cuanto daño harían y cuanto
estraviarian la opinion las infinitas logias que habia
en España, y que, recibiendo un mismo impulso,
elogiaban ó vituperaban las personas ó las cosas
que tenían orden de elogiar ó de vituperar. Si
alguna autoridad hacía sombra à sus proyectos,
mil voces repetían á un tiempo en diferentes pun-
tos las mismas calumnias, y por el contrario si
querian sostener á alguno de los suyos, ó en-
salzarle, hacian resonar sus elogios en todas partes,
y de este modo se iba formando una falsa opinion
publica, y los directores conseguian su objecto.
En las secretarias del despacho , en las oficinas de
los gobiernos políticos, en las de correos y en
todas partes tenían agentes que informaban á la
sociedad de cuanto pasaba, y de este modo no
pocas veces las logias recibían orden de preparar
los ánimos contra un decreto ó contra una pro-
videncia que aun no se habia publicado.


Algunos masones de los mas exaltados se sepa-
raron de la sociedad á principios de 1 8 2 1 , y crearon
la Comunería que parece que al pronto se propuso
hacer la guerra á los masones. Entraron comune-
ros muchos hombres de buena fé, que cansados de
ver la preponderancia de los masones, y recelando
que trastornasen el estado , abrazaron aquel par-




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 75


tido, creyendo que no habia otro medio mas eficaz
de sostener la constitución. Pero la division entre
las dos sociedades duró poco, porque los masones
mas astutos que los comuneros, y perfectamente
enterados de los secretos de estos, los atrajeron á
sus intereses, y el odio al ministerio fue el punto
de reunion de unos y de otros.


Las representaciones que se dirigían contra los
ministros, las asonadas, las insurrecciones, todo
era el resultado de Jas maniobras de las socieda-
des secretas, que cada dia adelantaban un paso en
Ja carrera de la desorganización del estado. Su
fuerza era respetable y sostenían periódicos, que
esplicandose en su sentido, haciendo la apologia
de los que pertenecían á su bando - y calunniando
á los que no eran de su facción, sembraban en
todas partes la cizaña. Otras sectas infestaron tam-
bién el suelo español, pero hicieron muy pocos
progresos, y tuvieron que agregarse á los ma-
sones y á los comuneros. Por fin después de haber
trabajado incesantemente en estraviar el espíritu
publico, y después de haber ensayado y cometido
no pocas iniquidades, llegaron los masones á apo-
derarse del gobierno de resultas de los sucesos del
7 de julio de 1 8 2 2 . Poco tiempo después los co-
muneros se declararon enemigos suyos, y estas
dos sectas se combatieron mutuamente hasta los
últimos momentos del sistema constitucional.


Son incalculables los daños que las sociedades




j6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1) Los comuneros daban este nombre á los sitios en que


acostumbraban reunirse.


secretas han producido en España. Ellas han sido
constantemente un semillero de doctrinas anár-
quicas, de motines y de insurrecciones, y no han
cesado de conspirar, hasta que una de ellas invadió
el ministerio. La juventud inesperta é ignorante
corria á alistarse en las filas de las sociedades se-
cretas, y llena de orgullo con las relaciones que
adquiria por este medio, creia que fuera de las
logias ó de las torres ( i ) , no habia ni ciencia, ni
virtud, ni patriotismo. De este modo en el seno
de la libertad, ó por mejor decir de la licencia ,
crecia una generación intolerante y fanática, que
se figuraba que por medio de unos cuantos gestos,
y ataviándose con ciertos distintivos estravagantes,
se llegaba al pináculo del saber, y se adquiria la di-
ficilisima ciencia de gobernar á los hombres.


Los malvados que tenían en su mano el hilo de
estas inicuas tramas, y que ya no eran contra-
riados por los hombres de bien, que, según he
dicho, se retiraron de la sociedad en el mismo año
de 1 8 2 0 , podian trastornar á su antojo el sosiego
de uno ó de muchos pueblos. En diciendo ellos
que la libertad peligraba , que los intereses de la
secta estaban comprometidos, volaban sus alum-
nos á declamar contra las autoridades, á formar
una asonada, á hacer prender y deportar á mu-




DE 1 8 2 O A l 8 2 3 Y DE l836. f 77


chas personas, y á veces á ensangrentar el puñal,
con que armaba sus diestras el mas estupido fa-
natismo. Ufanos de los desordenes que habian
promovido, hacian alarde de ellos en sus tene-
brosas sesiones, y alli recibían premios, según
los servicios que habian prestado á la secta, es
decir, en proporción de lo que habian adelantado
en el trastorno del orden de cosas existente. Y es
de notar que los mas de los jóvenes entraban de
buena fé en estos tortuosos y criminales manejos,
creyendo que de este modo hacian grandes servi-
cios á su patria.


No debo pasar en silencio otra prueba de la
posición critica en que se hallaba el gobierno y
de la insolencia con que se atentaba á la constitu-
ción y al orden social. Acercándose el tiempo en
que debia procederse al nombramiento de dipu-
tados á cortes para Ja legislatura de 1 8 2 2 y 1 8 2 3 ,
el ministro de la gobernación de la Peninsula pasó
una circular á los gefes políticos encargándoles
que visitasen sus provincias, y que procurasen
difundir las mejores máximas para que las elec-
ciones fuesen acertadas. Esta circular era reser-
vada, pero sin embargo parece que el gefe politico,
antecesor del señor Martinez San Martin, la leyó
publicamente en un café, y al momento levantaron
la voz contra ella los periódicos anarquistas, los
oradores de los clubs y los que pertenecían á so-
ciedades secretas, presentándola como el mayor




•JQ IXE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


abuso de la autoridad, y pidiendo que se exigiese
por ella la responsabilidad al ministro de la gober-
nación . Para que se vea hasta que punto se habia
estraviado lo que se llamaba espíritu publico, in-
serto aqui la circular de que se trata, que al píe
de la letra decía asi :


« Acercándose la época en que deben celebrarse
« las elecciones de diputados en cortes para la
ce legislatura de 1822 y 182%, no puede el gobierno
« dejar de llamar la atención de V. S. hacia un
« negocio de tanta importancia, porque es indu-
ce bitable que del acierto depende absolutamente la
te consolidación del sistema. Asi es que S. M. me
ce ha mandado que yo escite (como lo egecuto)
« el celo y patriotismo de V . S. para que con la
te debida anticipación adopte cuantas medidas
<( crea oportunas para conseguir el objeto esencial
« de que las personas, en quienes pueda recaer la
ce elección para encargo tan delicado, reúnan las
te circunstancias siguientes.


« i a Adhesion á la constitución y al Rey consti-
<e tucional.


ce 2 a Que hayan dado pruebas de su amor á la
ce independencia de la patria, y que en la ultima
ce invasion de los Franceses no hayan obtenido
ce destino del gobierno intruso, ni mantenido re-
ce laciones que hagan dudoso su patriotismo.


ce 3a Que no pertenezcan á los que la opi-
ce nion publica designe fundadamente como pro-




DE 1 8 2 O A l 8 2 5 Y DE l836. j q


« move dores de principios y opiniones exa-
u geradas.


ee 4A Que los elegidos sean tan amantes de las
« nuevas instituciones, como interesados en la
(c tranquilidad de su patria; y que para esto- y si-
te guiendo el espiritu del articulo 9 2 de la consti-
te tucion, se procure que en lo posible sean pro-
ce pietarios, ó de aquellos que por su posición y
« por sus relaciones en la sociedad deben resistir
a innovaciones peligrosas y contrarias á la misma
te constitución.


« 5a Que como los eclesiásticos, que puedan me-
tí recer la confianza publica para ser nombrados
(( diputados en cortes, seran mas utiles emplean-
te dose en ilustrar al pueblo en sus respectivas dio-
te cesis, convendrá que los que vengan al con-
te greso sean en muy corto numero.


ee Tales son las advertencias generales que
te S. M. se ha servido resolver que se hagan á los
te gefes politicos, y de cuya utilidad y ventaja
te debe V . S. persuadir á los habitantes de esa pro-
te vincia; valiéndose en unos casos déla imprenta,
te y en otros del influjo de personas ilustradas y
te de reputación, para que de este modo se forme
« una verdadera opinion publica , y se resistan y
te destruyan las intrigas y maquinaciones de los
te enemigos de la constitución en cualquier sen-
té tido.


<e Para todo esto y para otros objetos podria ser




8o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« conveniente el que con oportunidad visitase
«• V. S. los pueblos de la provincia de su mando,
« y estableciese relaciones que asegurasen el re-
te sultado de las próximas elecciones, en inteli-
« gencia de que los gastos, que con motivo de este
« viage se originen, serán satisfechos à V. S. como
« invertidos en el servicio mas importante que
« puede hacerse á la nación, y en lo de que S. M.
« espera ver confirmado el buen concepto que le
« merecen su patriotismo, celo por el bien pu-
(( blico y amor á su real persona y á las institucio-
« nes que nos rigen. Madrid, 27 de julio de 1821,»


Contra este documento se escribió, se vociferó,
y se representó con el mayor calor, y llegó el es-
cándalo hasta tal punto, que habiendo publicado
el respetable gefe politico de Asturias una pro-
clama en el mismo sentido que la circular, fue
denunciada al alcalde de Oviedo, y el jurado la
declaró subversiva. Tan general era el contagio y
tanto chocaban ya entonces en España los buenos
principios á los que hacian alarde de llamarse
exaltados ( 1 ) .


(1 ) Como el objeto de la publicación de esta obra no es


otro que el de dar á conocer los acontecimientos pasados, á fin


de que no se pierdan las terribles lecciones de la esperiencia


en las actuales circunstancias , que por desgracia nos parecen


muy semejantes á las otras , debemos llamar la atención sobre


los hechos mas notables que ocurran. En el mes de febrero


de este año de 1836 se quiso publicar en Madrid un folleto


con algunas advertencias oportunas y bien intencionadas a




D E i8ao a 1 8 2 3 Y D E i836. 81


Sin embargo el gobierno no cedia, y las nuevas
autoridades de Madrid reprimían los movimientos
de los alborotadores en su origen y frustraban sus


FIN de que las elecciones no saliesen, como era de temeren
el sentido de una exageración eslremada. Pero como el m i -
nisterio de Mendizaba l tenia empeño en todo lo contrario , es
decir, en que no saliese reelecto ni elegido de nuevo ninguno
de los que pcrtenecian á la oposición moderada , hizo que el
gobernador civil de Madr id Olózaga, bajo pretexto de ciertas
faltas de formalidad que debían preceder á la publicación del
folleto , diese el escándalo de atropellar por si mismo y á
deshora de la noche la imprenta de Jordan , detuviese y re -
gistrase la correspondencia publica para impedir que c ircu-
lase á las provincias, y tomase otras providencias que daban
el carácter de sedicioso á esle escrito, y ofrecían al publico
la idea de una gran conspiración abortada. L a verdadera
conspiración , si tal puede l lamarse , era la que entonces
mismo dirijia el ministerio por todos los medios lícitos é ilíci-
tos que tenia en su mano, para hacer que las nuevas eleccio-
nes recayesen ó en dependientes suyos ó en gentes decididas
por el mas rápido movimiento. H a llegado á tal punto su fal'a
de delicadeza en esta materia , que el mismo Mendizaba l se
hd hecho nombrar por siete provincias distintas , aunque en
ninguna de ellas tenia hace seis meses un palmo de tierra en
propiedad. Volviendo al folleto en cuestión, fueron inútiles
lodas las maniobras del gobernador civil para impedir su p u -
blicación, porque habiendo obtenido el pase de la censura ,
* asi todo% los periódicos se apresuraron á insertarle en sus
columnas , haciendo ver al paso que lo inofensivo de sus
máximas la poco decente animosidad del obsequioso mag i s -
trado. Decía asi. « Todavía la patria, la libertad y el trono


podran salvarse de la presente crisis. Cuantos aman á su
patria , cuantos se interesan por la suerte de esta desgra -


•.i ciada .nación , espuesta ;'; lodos los horrores de la guerra
civil y á las convulsiones de la anarquía , deben recomen—


«• dar por todas parles con el celo que les sugerirá su pairio--




'02 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« t ismo,el que las próximas elecciones recaiygan en personas


« liberales si , pero de un liberalismo puro y verdadero , que


« se reconozca por sus actos y por su adhesion á los pr iue i -


<( pios y formas de la l ibertad; no por el frenesí de su v io-


« leucia , de su intolerancia y de su espíritu de partido ; por-


« sonas ademas i lustradas, independientes y de carácter


« firme, á prueba de las seducciones del poder y de las ame-


«i nazas y ahullidos de las facciones de diferentes colore*.


« O r d e n , reposo y justicia son las primeras necesidades


« de toda sociedad. Sin tales elementos la libertad const i tu-


« cional no solo no puede desenvolverse , sino que no puede


« existir. Los hombres conocidos por su odio á toda autoridad,


« á todo gobierno , por su antipatia al orden y á una prudente


« moderación , por su adhesion á ideas ó doctrinas desorga-


« nizadoras , incompatibles con los sanos principios en que


« se apoyan los sistemas constitucionales usados en E u r o p a ,


« deben ser á toda costa excluidos de un cargo que consagra-


« rian al triunfo despartidos estreñios y violentos, que son el


« verdadero pe l ig ro , la gran calamidad de nuestra época ,


« y el escollo en donde por tercera vez amenaza naufragar


« nuestra felicidad. Las buenas intenciones no bastan en po-


« l i t ica , ni son nn preservativo contra los resultados de las


« malas doctrinas. Estas han de producir las consecuencias


u que la sabiduría fundada en la esperiencia tiene sefiala-


« d a s , y los buenos deseos de los imprudentes, y sus esfuerzos


<c para contener el torrente cuando le han soltado, no prolejen


« á la sociedad de la devastación y ruina que la han procu-


« rado ,s in querer tal vez, y por efecto solo de imprevisión y


« falta de juicio. Nada pues de díscolos , exagerados ni p e -


te dantos. Los electos deben escogerse con relación al primer


« objeto para que se i •enríen las próximas Cortes, que es el
« de constituir un cuerpo electoral capaz de fundar y man™


planes. Creyeron los anarquistas que podrían ade-
lantar terreno, y tal vez aspirar á cosas mayores ,
paseando por las calles de la capital el retrato de




D E 1820 A l 8 2 3 Y D E l836. 83


Riego, llevándole á palacio y formalizando una
asonada, cuyos resultados pudieron haber sido de
la mayor trascendencia. Contaron para esto con


« tener las instituciones , de que han de depender la suerte


« de la libertad y l a ventura de la patria.


« Delante de tan sagrado fin olviden todos los hombres de


« bien sus rencillas y divisiones : sacrifiquen en el altar de


« aquellas divinidades sus resentimientos y otras pasiones


« menos nobles. U n interés común nos l iga. E l egoísmo no


« nos preservará de las consecuencias del menosprecio que


« hagamos ahora de nuestras obligaciones de ciudadanos.


« Obrando muchos no hay riesgo : abandonando el campo á


•< la exajeracion, todos seremos victimas de sus furores. N o


< hay nadie que no tenga medios de ser ú t i l , que no pueda


< contribuir con sus recomendaciones y su celo al buen éxito


< de esta obra de salvación. Este esfuerzo vale por muchos.


•< Posible es que el solo dote al pais de un buen cuerpo e lec -


< toral que afianze para siempre en España la civil ización,


< precaviendo á la libertad de perecer entre los brazos de la


anarquía ó de la desorganización , que son los mas p o d e -


rosos auxiliares del absolutismo y de la tiranía.


« Busquense , pues , para misión tan elevada los sugetos


mas dignos y que mas pruebas tengan dadas de verdadera


ilustración, de tacto en los negocios , de alta prudencia ;


que tengan mucho que perder y nada que ganar por medios


ruines. Entre ellos la gratitud y el buen comportamiento


ya esperimentado deben colocar en primer lugar los bene-


méritos varones é ilustres ciudadanos que han sido objeto


del escarnio de los atolondrados por la independencia de


un voto que tanto honor Jes hace , y permite confiar que


España logre por fin alcanzar instituciones semejantes á las


que hacen la gloria y el orgullo de la Francia , que se halla


á la cabeza de la civilización europea, y cuyo sistema e lec -


toral trataban ellos de apropiar a nuestro pais como el mas


liberal y el mas perfecto posible , mal que les pese á los




84 DF. LAS REVOLUCIONES DE ES PAN A


« que tachándolo de oligárquico , caminan, sin conocerlo, a
« la disolución y á la muerte.


« Que se penetren de estas ideas los hombres de bien ; que
« obren con arreglo á ellas cuantos desean la paz y el orden,
* y todavía la patria, la libertad, v el trono podrán salvarst:
« de l a presente crisis. »


algunos cuerpos de la guarnición, y empezaron el
paseo llevando el retrato á varios cuarteles, donde
fraternizaron con los oficiales y con la tropa; y
habiendo adquirido de este modo mas osadía, se
dirigían con eran algazara á la casa de ayunta-
miento y á palacio, cuando el gefe politico les
salió al encuentro y les intimó que se retirasen.
No lo verificaron, y los insultos y las amenazas
fueron la contestación que dieron á aquella auto-
ridad, que poniéndose al frent(! de una compañia
de granaderos de la milicia nacional, marchó á su
encuentro y los dispersó de tal modo, que dejaron
abandonado en la calle el retrato de Riego.


Por aquel tiempo se verificaban en Zaragoza
otros acontecimientos de la mayor importancia.
He dicho que de resultas de la fatal transacción
que el ministerio de 1820 hizo en noviembre con
los alborotadores, fue sacado Riego de su des-
tierro de Asturias y promovido á la. capitania ge-
neral de Aragón. Desde que llegó á aquella pro-
vincia, estuvo siempre rodeado de hombres de las
ideas mas exageradas, que no podían tolerar el
que se hablase de moderación, y que abusaban




Drc T 8 2 0 A iSaf» Y DE 1836. 85


escandalosamente de su inesperiencia y de su ato-
londramiento. Entre ellos no faltó un aventurero
francés llamado Montarlot, que le propuso el
proyecto de presentarse con una colunna en la
frontera de Francia y enarbolar allí la bandera
tricolor. Los resultados no eran dudosos para
aquellas cabezas exaltadas, y ya veian venir hacia
ellos todo el antiguo egercito francés, y que las
provincias llenas de entusiasmo arrojaban las lises,
para ensalzar de nuevo Jas águilas. Por fortuna el
brigadier D. Francisco Moreda, gefe politico de
Aragón, estaba dotado de toda la prudencia y sa-
gacidad que se necesitaban para ir conteniendo la
fogosidad de Riego, y los rectos principios de
moderación y de justicia que distinguen á aquel
gefe, paralizaban en cierto modo los malos efec-
tos que debia causar el fatal exemplo del capitán
general. Salió este á recorrer la provincia con el
objeto sin duda de contar el numero de sus parti-
darios, y en cada pueblo por donde pasaba, esta-
blecía un club, que estendiese las. mismas doc-
trinas que el profesaba. Entretanto en Zaragoza
se hacian preparativos para llevar adelante Jos
proyectos del tránsfugo francés; y el gefe poli-
tico Moreda, que seguia los pasos de los conspi-
radores , dio cuenta de todo al gobierno, y tomó
por su parte las medidas que creyó convenientes
para frustrar los planes de aquellos. El gobierno ,
justamente alarmado de las consecuencias quepo-




86 UB I»AS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


dia tener la menor iniciativa de atentar á la tran-
quilidad de la Francia, y de lo que un aconteci-
miento de esta naturaleza le comprometeria con
todos los gabinetes de Europa, dio inmediata-
mente la orden al brigadier Moreda para que reu-
niese el mando militar al politico, y para que
previniese á Riego que, sin perdida de tiempo,
pasase de cuartel á la plaza de Lérida. Hallábase
este entonces en la correria de que dejo hecha
mención, y á pesar de la orden del gobierno se
disponía á volver á Zaragoza, cuando supo que
no le era favorable la efervescencia que habia en
aquella ciudad, y tomó el partido de dirigirse á
Lérida. *


Fácil es conocer hasta que punto exasperaria
á los exaltados la conducta firme del gobierno,
y si una circular como la que queda copiada bastó
para alarmarlos, ¿cual seria su escándalo al ver
exonerado á Riego del mando que tenia, confi-
nado á una plaza de guerra, y frustrados los
proyectos, que con tanto fundamento habian for-
mando sobre Aragón? En todos los ángulos de
la monarquia no resonaron mas que injurias y
amenazas contra los ministros; y no pudiendo
acusarlos á las cortes, porque en sus operaciones
habian marchado con la constitución en la mano,
tomaron el partido de formar asonadas en mu-
chas capitales de provincia, y de hacer que las
autoridades se reuniesen y representasen al Rey




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 87


€011 tra el ministerio, amenazándole, que no seria
obedecido sino mudaba los ministros. Permí-
taseme que inserte aqui parte de una carta que se
publicó entonces en algunos periódicos de la ca-
pital , porque en ella se hacen observaciones im-
portantes, que manifiestan cual era la opinion de
los moderados en aquella época, Está escrita en
la Coruña, y su autor se proponía referir el modo
con que se hizo alli la representación contra el
ministerio. Después de manifestar los medios de
que se valieron los exaltados para reunir las auto-
ridades y la violencia CQn que las trataron, des-
pués de decir que aquella representación, asi
como las de Sevilla, Cadiz, Badajoz y otras, eran
el resultado de una misma maniobra, continua
así :


ce Es indudable que la nación entera se halla en
« una agitación estraordinaria, porque las cir-
ce cunstancias nos han conducido naturalmente á
ce este estado. Para romper los débiles vinculos,
ce que nos unían al gobierno anterior, fue preciso
ce dar á los ánimos un impulso que los moviese
ce á correr tras de una felicidad de la cual carecían
te entonces enteramente, y no se adoptó el regí-
te men nuevo sin© para mejorar de fortuna; pero
te muchos no calcularon que su bondad no con-
<e siste en la prosperidad de este ó del otro indi-
ct viduo, sino en la que disfrutase la comunidad,
te y creyeron que al momento que se proclamase




88 1)E LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


<( la constitución, se iban á esperimentar los efec-
te tos de un buen gobierno. Los que habian obte-
« nido empleos en el regimen anterior se creyeron
te con derecho á conservarlos, porque dijeron
te que no habian cesado de servir á la nación; los
te que contrajeron méritos en el alzamiento se per-
te suadiéron que eran acreedores á ser colocados,
te y á proporción que nos vamos alejando de la
« época de la restauración , se va multiplicando el
te numero de los que dicen que tuvieron en ella
te una parte activa. No se necesitan otros elemen
« tos para que haya una efervescencia continua
« en todas las ciudades*, en las cuales existen mu-
te chos empleados y muchos pretendientes.


(( Por lo que toca á ia masa de la nación que
« no vive del erario, se la persuadió que las contri-
te buciones se disminuirían, que cesarian las in-
te justicias, y que, libre de trabas y de vejaciones,
te podria cada uno egercer su industria del modo
« que mas le acomodase. Algunas de estas espe-
te ranzas se han realizado ; pero distamos aun mu-
te cho de lo que prometimos. Contribuciones casi
te todas enteramente nuevas han reemplazado íí
« las antiguas; los ayuntamientos, compuestos de
te hombres que viven de su propiedad ó de su tra-
te bajo, se han vi-sto recargados con una multitud
te de atenciones, que pesaban antes sobre los fu r i -
te cionarios públicos, sin que estos se hayan dis-
te minuido, ni tampoco las contribuciones; el eger-




DE í8-20 A l 8 2 5 Y. DE 3 856. 89


« cito lia sido reemplazado; se han hecho grandes
« reformas que han envuelto á clases numerosas
« y de influencia., y la peste aflige á una parte de
« la peninsula : cuantos y cuan grandes motivos
« de agitación y de descontento !


« En tal situación abundan los motivos de que-
« jas, y la nave del estado se halla en mucho pe-
er ligro de zozobrar entre tantos escollos , sin que
« sea licito dudar de esta verdad á ninguno que
ce observe la marcha del espíritu publico. Pero las
« quejas son proporcionadas á las clases de per-
re sonas que las promueven. En las ciudades,
<e donde existen hombres mortificados de una
re ambición sin limites y que calculan sobre las
re desgracias de su patria para aprovecharse de
ce ellas, después de haberlas promovido con todas
<e sus fuerzas, se hace Ja guerra á las personas que
K componen el gobierno para reemplazarlas, y
ce se exagera la translación de este empleado, la
cr colocación de aquel, el nombramiento del otro,
re como si fuera la mayor de las calamidades pu-
re blicas; y aun que he dicho en las ciudades, no
re debe entenderse esto con todos ni con la mayor
ec parte de sus habitantes, sino con los ambiciosos
« que arrastran tras de si á los que viven en la
rr ociosidad y en los vicios, á los amigos de nove-
re dades, y á facciones enteras que siguen maqui-
<r nalmente el impulso que reciben de sus di-
" rectores.




C)0 DE I,AS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« Pero la masa de la nación , todos aquellos que
« tienen un verdadero interés en que el gobierno sea
«justo, y en que las leyes proporcionen el mayor
« grado de prosperidad posible, no claman contra
« estas ó las otras personas, ni aun creen que el
(( poder egecutivo puede por si solo remediar los
« males que recelan y que tocan en gran parte.
(( Piden que el numero de empleados públicos se
« disminuya, para que se disminuyan también las
« contribuciones; piden que las cortes y el go-
«b i e rno , en lo que pueda corresponderle, se
«esfuercen en fijar, digámoslo asi, la revolu-
« cion, estinguiendo el furor de las pasiones, re-
tí concillando los ánimos, y no tolerando que se
« dé á entender por mas tiempo que la mayoria
(( de la nación se opone á la felicidad de la nación
« misma, y que solo un puñado de gentes cono-
te cen sus verdaderos intereses y son capaces de
<( conducir á los demás. Desea con ansia que se
« restablezca la confianza, que se mejore la ad-
u ministration del crédito publico, y que ningún
« pueblo ni fracción de el se crea con derecho á
« impedir á las autoridades constitucionales el
« uso de las facultades que los concede el pacto
(( fundamental.


a Partiendo de estos datos, que no desmentirá
« la nación, fácil es conocer que las representa-
« ciones hechas aqui y en otras partes no son la
<( espresion de la opinion publica, sino el desa-




DE 182O A. l 8 2 3 Y DE l 8 3 6 . 91


«i iogo de las pasiones y de la imprudencia, y
(( que los verdaderos males, que afligen á la patria,
« distan mucho de consistir en los puntos que los
«•tales escritos marcan como cardinales. También
« es bien fácil advertir que lo que quiere la masa
« de la nación es justo, justísimo; y que si muy
u pronto no se toman en consideración sus la-
« mentos, si las leyes y sus egecutores no agotan
« todos los recursos para calmar la efervescencia,
(f y para que la justicia presida á todos los actos
« del gobierno, entonces los males tomarán un
« incremento tal vez alarmante, los partidarios
(( de la anarquia y los agentes de la arbitrariedad
« se aprovecharán de esta difícil situación, y no
« es posible calcular hasta que punto podria llegar
« el desorden. »


Me persuado que no se llevará á mal que haya
insertado estas observaciones, porque dan bien á
conocer las verdaderas calamidades que afligian
á la España, y cuan espuesto era no aplicar el
oportuno remedio. Este fue siempre el lenguage
de los moderados, que nunca se equivocaron so-
bre los intereses de su patria.


Pero las representaciones de los exaltados no
eran sino anuncios de la furiosa tempestad que
iba á descargar sobre la nación. Sevilla y Cadiz
se declaran en insurrecion contra el gobierno,*
no son admitidos los funcionarios públicos que
el Rey envia á aquellas provincias; los alborota-




Q2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


dos nombran los que han de mandarlos, ó mas
bien los que han de egecutar sus ordenes; y de-
claran formalmente que seguirán siendo rebeldes,
mientras que no sea renovado el ministerio. Las
representaciones mas furiosas se dirigen al Rey y
á las cortes, y circulan por todas partes; se in-
voca la constitución, y se despedazan las atribu-
ciones que señala al poder egecutivo ( i ) .


( 1 ; E l teniente general V e n e g a s , marques de la Reunion,


viendo la oposición que hacian los patriólas gaditanos, renun-


ció la gracia que acababa de hacerle el Rey nombrándole


comandante general de Cadiz. E n su lugar se nombró* al barón


de Andi l la , que tampoco fue admitido, declarando los amoti -


nados que ni este ni ningún otro que nombrase S. M . seria


admitido, mientras no mudase el ministerio. E l empeño era


que continuase en el mando militar y politico de aquella


ciudad y provincia D . Manue l Francisco Jauregui , cabeza de


la insurrección. Tuvo este militar la insolencia de escribir al


Rey una carta en que sincerándose , al parecer, de su deso-


bediencia , le echaba en cara ser causa de todos los males


del estado.


Para formalizar la resistencia, en caso de que el gobierno


tratase de hacerse obedecer por la fuerza, se confederaron con


los patriotas de Sevilla , donde « r a comandante militar el


general Velasco, y gefe politico D . Ramon Luis Escobedo.


Tampoco estos quisieron ceder el mando á las nuevas autori-


dades nombradas por S. M . , que fueron el general Moreno


Daoiz , que habia dejado el ministerio de la guerra, y D . Joa-


quin Albistur. Empezaron á repararse las fortificaciones de


Cadiz , se aprontaron las tropas de las dos provincias , y aun


se trató de cortar el puente de Zuazo , á propuesta de un di-


putado á cortes l lamado Moreno Guer ra , que se hallaba en


Cadiz en aquella sazón. Que de reflexiones suministran estos


hechos para esplicar el levantamiento de las juntas de varias


provincias en agosto de 1835 contra el ministerio Toreno !




oií 1B20 A 1825 Y DE 1836. C)3


Otro tanto se verificaba en la Coruña, porque
el gobierno, no desconociendo la fatal influencia
que cgercia Mina siendo capitán general de Gali-
cia, y enterado de que era el punto de reunion de
todos los demagogos, firme en su proposito de
no consentir que se predicase ni se apoyase la
anarquia por las primeras autoridades, le exoneró
del mando, y se le confió ai brigadier D. Manuel
de Latre, que era también gefe politico de aquella
provincia. Esta providencia dio margen á que es-
tallase en la Coruña un motin, dirigido por el
mismo Mina y sus amigos, y en el que entró parte
de la guarnición y de la milicia nacional. Es muy
fácil sorprender a los cuerpos militares, cuando
en ellos hay algunos conspiradores, y cuando
el que los manda se pone á la cabeza de la facción.
Latre fue desairado y atropellado, y Mina volvió
á encargarse de la capitania general, en medio de
una efervescencia, que hacia temer las mayores
desgracias.


Parecia que ya nada podia oponerse á los planes
de los anarquistas, y que, triunfantes en Galicia,
en Andalucía y en otras provincias, iban à reu-
nir fuerzas para marchar á Madrid, á destruir el
gobierno y las cortes, y á precipitar la revolu-
ción. Ellos mismos descubrían estos proyectos
en sus tribunas, en sus periódicos y en sus corril-
los, porque, contando con que era infalible su
triunfo, tenían ya por inútil la reserva.




C)4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


Sin embargo, aun no fueron decisivas las ven-
tajas que consiguieron en esta ocasión. El briga-
dier Latre, conociendo las funestas consecuen-
cias que debia tener su permanencia en la Coruña,
como agente de un gobierno que ya no era alli
reconocido, se evadió de la vigilancia de los al-
borotados, se retiró á Lugo, y circuló orden á
todas las autoridades, que le reconocieron como
gefe politico y como capitán general interino,
quedándole solo á Mina el mando de la Coruña.
Ya en algunos puntos de Galicia se habian mani-
festado sintonías de contrarevolucion, y la pro-
vincia iba á arder en disensiones , sin que pudiese
ponerse en duda el triunfo de los exaltados, que
disponían de las tropas y eran los mas fuertes en
las plazas y en los pueblos de consideración. Pero
todos los recelos desaparecieron á la voz de Latre,
que unió los ánimos y los contuvo en el punto
que era necesario para que impusiesen á todos los
conspiradores. Mina salió de Galicia, según lo
dispuesto por el gobierno, y triunfaron el orden
y las leyes.


Este acontecimiento al paso que desconcertó en-
teramente los planes de Andalucía y de otras pro-
vincias, alentó al gobierno, que, rodeado de dis-
gustos y de apuros, no sabia donde volver la
vista, porque en ninguna parte hallaba apoyo.
Por fortuna, no estaba oprimido de cerca, por-
que, gracias á la constante actividad y energia




DE 1820 A. l 8 2 3 Y DE 1856. Ç)5


del conde de Cartagena y D. José Martinez San-
Martin , los anarquistas de la capital no se atre-
vían á emprender nada, y permanecían simples
espectadores de los desordenes de las provincias.
La imprenta vomitaba sin cesar el veneno mas
activo; pero no estaba en manos del gobierno po-
ner remedio á tan grave mal, porque las cortes
habían establecido, para los abusos de imprenta,
el juicio de jurados, y estos, elegidos por los
ayuntamientos, ó pertenecían al partido desor-
ganizador, ó no tenían casi nunca bastante reso-
lución para condenar sus principios.


Se hallaban entonces las cortes reunidas en se-
siones estraordínarias, y el gobierno, rodeado de
apuros, acudió á ellas con un mensage del Rey,
para que tomasen en cuenta los desordenes que
se iban haciendo familiares en algunos puntos,
y apoyasen al gobierno cqn medidas legislativas.
El mensage decia asi :


a A las Cortes. Con la mayor amargura de mi
« corazón, he sabido las ultimas ocurrencias de
« Cadiz, donde, so pretesto de amor á la consti-
a tucion, se ha hollado esta, desconociéndose
((las facultades que la misma me concede. He
a mandado á mis secretarios del despacho que
« presenten á las cortes la noticia de tan desagra-
« dable acontecimiento, en la intima confianza
« de que, penetradas de el, cooperarán energi-
« camente con mi gobierno á que se conserven




í)() DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


«• ilesas, asi como las libertades publicas , las pre-
« rogativas de la corona, que son una de sus
f< garantías. jVlis deseos son los mismos que los de
« las cortes, á saber, la observancia y consolida-
K cion del sistema constitucional; pero las cortes
<( conocen que tan opuestas son á ellas las infrac-
(c ciones, que pudieran cometer los ministros
« contra los derechos de la nación, como Jas de-
« masías de Jos que alen ten contra los que la con-
« stitucion asegura al trono. Yo espero que, en
« esta solemne ocasión, las cortes darán á nues-
« tra patria y á la Europa un nuevo testimonio
« de la cordura que constantemente las ha distin-
t( guido, y que aprovecharán la oportunidad que
(( se las presenta para contribuir á consolidar del
« modo mas estable la constitución de la monar-
« quia , cujas ventajas no pueden esperimentarse,
ce y aun estarían espuestas á perderse, sino se con-
ec tienen al nacer los males que empezamos á sen-
u tir. San-Lorenzo, 2 5 de noviembre de 1 8 2 1 .
« F E R N A N D O . »


Las cortes dividieron en dos partes la contesta-
ción á este mensage. En la primera, desaproJiá-
ron altamente la conducta de los alborotadores
de Cadiz y Sevilla , y se puso en manos del íiey
antes de discutir la segunda paite. \a entonces
el partido exagerado contaba en las cortes, sino
una mayoría, al menos numerosos y acalorados
partidarios, y asi es que no faltaron celosos apo-




DE 1 8 2 O A l 8 2 5 Y DE l836. 97
logistas de los desordenes de Andalucia. Se hicie-
ron al ministerio los cargos mas infundados, se
procuró degradar en las sesiones á los individuos
crae le componían, y ya que no pudo exigirseles
la responsabilidad, porque no habian hecho mas
que atenerse á la puntual observancia de la con-
stitución , se dijo al Rey, en la segunda contesta-
ción al mensage, que convenia que exonerase á
los ministros, porque habian perdido la fuerza
moral ( 1 ) Nuevo genero de inculpación que
podia servir en adelante, como sirvió en aquella
desgraciada época, para procurar poner tachas á
hombres que no las tengan legales. No es fácil
saber lo que quisieron decir las cortes espre-
sandose tan vagamente, ni se concibe que espe-
cie de fuerza moral han de tener los gobernantes,
que se atienen exactamente á sus atribuciones , y
que se afanan por egecutar las leyes y por soste-
ner el orden publico. Y aun cuando se tratase del
concepto personal en que pudiesen ser tenidos los
ministros, ó sease de la opinion publica que dis-
frutaban 1 quien dijo á los diputados á cortes que
ios tales ministros eran mal mirados sino de los
anarquistas, que no podían tolerar el que con
tanto ahinco se opusiesen á sus planes? Todos
los amantes de la monarquia , todos los que que-


(1) E l redactor de este informe , y el inventor de esta sin-


gular calificación fue el diputado D . Jose M. Calatrava.


7




i)6 DE LAS REVOLUCIONES DE ES I ' A , \


rian el orden, apreciaban á un ministerio que,
en medio de los mayores peligros, habia com-
batido la demagogia con una constancia heroica;
pero algunos diputados á cortes tenian sin duda
la pretension de que ios ministros, siguiendo el
fatal egemplo de sus antecesores, capitulasen con
los gefes de los motines y con ellos mismos. No
obstante, los hombres sensatos y prudentes que
habia en las cortes proclamaron solemnemente
en esta ocasión los verdaderos principios del or-
den social. A pesar de la primera contestación al
Rey, los rebeldes se resistían aun en Andalucía
á obedecer al gobierno, gracias al apoyo que hal-
laban en las mismas cortes, las cuales examina-
ron las nuevas representaciones de Cadiz y Se-
villa, y decretaron que se formase causa á aquellas
autoridades.


Las cortes estraordinarias se ocupaban también
en reformar el reglamento de la libertad de im-
prenta, porque la esperiencia de pocos meses ha-
bia acreditado que daba margen á que se come-
tiesen impunemente los mayores abusos. El go-
bierno propuso una ley represiva que corregia
algunos; pero dejaba sin embargo tanta ampli-
tud , que la licencia fue cstremada aun después de
publicada la ley. Los anarquistas, ó bien porque
no querían ni aun las mas insignificantes trabas,
ó porque se aprovechasen de esta ocasión para
vengarse de los diputados que se habian pronun-




D E 1820 A 1825 y D E i 8 3 6 . 99


ciado con mas calor contra los escándalos de An-
dalucía , intentaron asesinar á los señores conde de
Toreno y Martinez de la Rosa, y lo hubieran con-
seguido , si las autoridades hubieran sido menos
vigilantes y celosas. La casa del conde fue alla-
nada , y escapó con mucho trabajo de las manos
de los asesinos.


Mientras que el gobierno peleaba con tanto
tesón con la anarquia, tuvo que tomar también
algunas disposiciones contra los llamados realis-
tas, que empezaban á formar pequeñas partidas
en varios puntos. No se vio al frente de ellas á
ningún sujeto de opinion ni á ningún militar de
mérito. Las mandaban hombres oscuros, ó nue-
vos en esta especie de guerra, ó que se habian
ensayado ya en la de la independencia. Donde
quiera que hallaban tropas constitucionales es-
perimentaban derrotas, y reducidos á vagar por
las sierras y por los montes, era una verdadera
calamidad para el pais que pisaban, porque ade-
mas de no poder proveerse los pueblos para sus
necesidades, sufriañ el pillage de aquellas cuadrillas
indisciplinadas, y de los soldados que las perse-
guían , y no pocas veces las rapiñas de los gefes
de uno y otro partido. También causaban un gra-
vísimo mal á la nación en general, porque daban
terribles armas á los anarquistas, los cuales que-
rian hacer autores y complices en estas conspi-




TOO BE LAS REVOLUCIONAS DE ESPAÑA


raciones á la nobleza, al clero, á los moderados>
á la familia real y al Rey mismo; y á fuerza de
ponderar los peligros, y de amenazar á las clases
mas respetables de la sociedad, conseguían estra-
viar el espíritu publico y adelantaban mas y mas
en sus proyectos.


En medio de esta confusion, cuando todo era
amenazas por una parte y recelos por otra, cuando
los mas de los hombres de bien no se atrevían á
manifestar su opinion, y cuando todo anunciaba
la disolución del estado, se verificaron las elec-
ciones de diputados á cortes para la legislatura
de 1822 y 1 8 2 3 . Era imposible que los nombra-
mientos dejasen de resentirse de la preponderan-
cia que tenían los exaltados. No se crea por esto
que todos los elegidos eran anarquistas, pues ha-
bia entre ellos muchos de las mejores ideas, por-
que los exaltados, para conseguir su objeto,
tuvieron que conceder algo á los electores que
procedían de buena fé, y por otra parte algunos
de los elegidos por aquellos en el concepto de que
profesaban ideas exageradas, se condujeron con
la mayor moderación. Sin embargo, se vieron
diputados nombrados por provincias en las cuales
ni tenían vecindad, ni bienes, ni opinion, ni aun
eran conocidos; se vieron otros que constante-
mente habian estado á la cabeza de los motines;
algunos estaban procesados criminalmente, y ha-




DE 182O A 1826 Y DE l856. IO I


bia muchos sin propiedades, de quienes podia
asegurarse que nada tenian que perder ( 1 ) .


El año de 1 8 2 1 hubiera sido sin duda el ultimo
de la monarquia constitucional en España, si el
gobierno no hubiese mostrado tanta firmeza, si
las autoridades de Madrid no hubiesen desplegado
tanta energia y decision, y si Moreda en Aragón,
y Latre en Galicia , no hubiesen contrariado y
paralizado los planes de los demagogos. Las miras
de estos se estendian á destruir la monarquia; asi
lo daban á entender en sus escritos, asi lo espre-
saban en las tribunas de sus clubs, donde se hacia
el elogio de la guerra civil ( 2 ) , y asi en fin lo
demostraban en sus obras no obedeciendo al go-


(1) Ma lo fue el que entonces hubiesen sido elegidos para


diputados hombres que reunían tales nulidades; mas al fin


podía servir en cierta manera de disculpa la falta de espe-


riencia y de las lecciones del escarmiento. Pero que en el año


de 1836 , después de todo lo pasado y después de haberse


dilucidado tanto estas cuestiones elementares del gobierno


representativo, se hayan renovado las mismas faltas, los


mismos errores y las mismas infracciones de la ley , es cosa


que quita el juicio y que cuesta trabajo comprender. E l menor


de los inconvenientes que produce este abuso de la fuerza


material de los partidos es la persuasion que inspiran al p u -


blico, de que las Cortes asi reunidas no son la espresion de la


voluntad nacional, y que todo cuanto ellas determinen carece


de la lejitimidad, que solo puede comunicar la libre y estricta


observancia de lo dispuesto en la constitución del estado.


(2) E l diputado Romero Alpuente predicaba en el café de


Lorencíni que la guerra civil era un don del cielo.




J02 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


bierno, ni respetando la constitución. También
contribuyó mucho a detener el torrente revolu-
cionario el haber negado el Rey la sanción á la
ley de señoríos, pues cualquiera que fuese la jus-
ticia primitiva de este decreto, equivalia en las
circunstancias, en que se daba, á autorizar á los
colonos á que no pagasen ningunas rentas, y á
encender una guerra de esterminio entre los pro -
pietarios y los labradores. El monarca, negando
la sanción á esta ley inconsiderada, impidió que
la anarquia recibiese un impulso formidable, y
que triumfasen los niveladores. Tal vez algunos
de los diputados, que declararon que los minis-
tros carecian de fuerza moral, tuvieron entonces
bien presente que el ministerio se habia opuesto
á que se sancionase el decreto de señoríos.


A pesar de la famosa declaración de las cortes,
sobre la fuerza moral de los ministros, el Rey
conservó los que tenia hasta fin de febrero. En-
tonces eligió nuevo ministerio, compuesto la
mayor parte de los que habian sido diputados en
la ultima legislatura , pues de los siete nombrados,
cinco acababan de dejar los bancos del palacio de
las cortes. Los escogió entre los que habian mani-
festado moderación y conocimientos, y los anar-
quistas, que no habian perdonado medio para im-
pedir el nombramiento, hicieron grandes esfuer-
zos para anularle después de verificado.


He dicho que el segundo ministerio no se com-




DE l82ü At l 8 2 3 Y DE l836. IOS


ponia en general de hombres de tanta opinion
como el primero, y antes de concluir este arti-
culo , conviene añadir que el alma de este minis-
terio fue el señor don Ramon Feliu, secretario de
estado y del despacho, primero de la goberna-
ción de ultramar, y después de la gobernación de
la peninsula. Casi todas las demás secretarias fue-
ron ocupadas alternativamente por varios minis-
tros , algunos de los cuales estaban muy distantes
de tener los conocimientos y la practica de nego-
cios en sus respectivos ramos que era tan necesa-
ria en aquella crisis. El distintivo de este minis-
terio fue su decision por el orden y por los
principios monárquicos, y la guerra que hizo
constantemente á la anarquia aun en medio de
los mayores peligros. Bajo este concepto merece
elogios, y los hombres de bien de todos los países
deben estarle reconocidos por los multiplicados
esfuerzos que hizo para desconcertar los planes de
los alborotadores. Si otros hombres de princi-
pios menos constantes y de un carácter menos
firme, hubiesen ocupado las sillas ministeriales
cuando ocurrieron los sucesos de Aragón, de An-
dalucía y de Galicia, la revolución se precipita,
y entonces mismo desaparece la monarquia.




I O/f DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


TERCER MINISTERIO.


Las circunstancias en que entraba á gobernar
el nuevo ministerio eran terribles ( i ) . La nación
estaba en estremo agitada, y la confianza habia
desaparecido enteramente. Los demagogos, dueños
de las tribunas y de las imprentas, adquirían cada
día mas insolencia y nuevos seguaces. Las parti-
das de realistas tomaban incremento en Cataluña,
y finalmente iban á abrir sus sesiones unas cortes,
en las cuales el ministerio no podia prometerse
ninguna influencia, porque se anunciaban como
de ideas las mas exageradas.


Se instalaron en efecto las cortes el dia i ° . de
marzo, y j a en la ultima junta preparatoria ha-
bian nombrado á Riego por su presidente. Decíase
que una de las primeras proposiciones que se ha-
bian de hacer era la de que se declarase al Rey in-
hábil , y circulaban otras muchas especies pare-


(1) Para estado , Martinez de la Rosa.


Para gobernación de la Peninsula , Moscoso.
Para idem de U l t ramar , rlodega.


Para guerra , Balanzat.
Para mar ina , Romarate.
Para hacienda, Sierra Pambley


Para y gracia justicia , Garcli




DE ¡820 A iSaS Y DE l836. Io5


cidas á esta, las cuales nadie se atrevia á desmentir,
porque se tenia en muy mal concepto á muchos
diputados, y los elogios que de ellos hacian los
exaltados, y lo satisfechos que se manifestaban,
indicaba que habia mucho que temer.


Desde las primeras sesiones se notó en las cor-
tes una tendencia decidida á las medidas estremas.
Muchos diputados se complacían en hacer la apo-
logia de los desordenes de Andalucia y de Galicia,
pintando como encarnizadas persecuciones las
causas que se formaban de orden de las cortes
anteriores á algunos de los principales alborota-
dores, y abogando por ellos como por personas,
que mas bien merecían premio que castigo. ¿Y
como era posible que se condujesen de otra ma-
nera, cuando ellos mismos habian tenido parte
en los alborotos, y á favor del desorden habian
invadido el puesto que ocupaban ? Uno de los mi-
nistros habló de los peligros á que esponian la
causa publica los principios exagerados, y fue
interrumpido por el presidente de las cortes, que
le advirtió que el estaba al frente de los hombres,
à quienes se llamaba exaltados. Citó también el
ministro las prerogativas del Key, y al momento
el presidente le dijo que se espresasc en otros tér-
minos, porque el Rey no tenia prerogativas, sino
deberes. La observación del presidente manifes-
taba el deseo que habia de contrariar á los mi-
nistros y de deprimir la autoridad real, y era




I 0 6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


enteramente falsa, porque el articulo 1 7 1 de la
constitución dice asi : « Ademas de la prerogatwa
« que compete al Rey, de sancionar las leyes y
« promulgarlas, le corresponden como princi-
« pales las facultades siguientes, » etc. Enfin rei-
naba en las cortes el mayor acaloramiento, y
olvidando absolutamente todos los negocios, se
occupaban algunos diputados en referir las noti-
cias que recibían, dando una ridicula importan-
cía á cualquier acontecimiento, y deduciendo
siempre consecuencias poco favorables al go-
bierno. Se descubría un odio ilimitado al nuevo
ministerio, en el cual los exaltados no podían
menos de reconocer un formidable enemigo.


Las declamaciones de los diputados contra el
gobierno se sucedían unas á otras sin intermisión,
y finalmente fueron convocados los ministros, la
noche del 9 de marzo , para dar cuenta á las cor-
tes del estado de la nación. Todo indicaba que
aquella sesión iba á ser decisiva para el ministe-
rio, y se tenia por muy difícil el que pudiese sos-
tenerse, atendida la prevención y la animosidad
que se manifestaba contra el. Sin embargo, su
triunfo fue completo. El furor de que estaban po-
seídos los exaltados de las cortes no les permitió
ceder la palabra á aquellos de sus compañeros que
podían hablar con algun tino; todos quisieron ha-
cer cargos, en los que aparecieron de manifesto
la mala fé , la ignorancia y hasta la grosería. Los




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. IO7


(1 ) L a constitución daba facultades al Rey para negar la


sanción á una ley decretada por las cortes, que no podian volver


a tratar del mismo asunto en aquel periodo de sus sesiones.


Si en el siguiente las cortes aprobaban de nuevo la ley no


sancionada , el Rey podia negar la sanción segunda vez : pero


si el decreto era aprobado por las cortes tercera \ ez 'el año


siguiente , el Rey tenia que sancionarle.


ministros opusieron la razón, la calma y la pru-
dencia, á los impetus frenéticos de sus adversa-
rios; quedaron estos confundidos, y sus mismos
corifeos terminaron esta memorable sesión, de la
cual salieron muy avergonzados.


Desde entonces el ministerio tomó ascendiente
en las cortes. Su partido, que era el del orden y
de la monarquia, se aumentó entre los diputados;
los demagogos se desacreditaron, y el gobierno
pudo hacer frente con buen éxito á los reiterados
ataques que sufría. Las cortes volvieron á exami-
nar, y aprobaron la ley de señoríos, decretada
por las anteriores, y no sancionada por el Rey,
que negó segunda vez la sanción ( 1 ) . También se
ocuparon en el reglamenfb para el gobierno de
las provincias, y en sus operaciones procuraban
siempre disminuir la influencia del gobierno, y
privar á sus agentes de los medios de sostener el
orden y de hacer egecutar las leyes. De suerte
que tendiendo ya la constitución á la democracia,
los decretos y reglamentos de la cortes solo ser-
vían para desnivelar mas y mas el edificio de la




I ü 8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


monarquía, á fin de que se desplomase cuanto
antes. Las cortes querían invadir todos los ramos
de la administración publica, j hasta se ocupa-
ron en la tranquilidad de Madrid, nombrando
una comisión que fuese á examinar si se reunían
gentes sospechosas en uno de los arrabales, y
dando una ridicula importancia á varias quimeras
de taberna, que se habian suscitado aquellos dias.
Estos pasos tan imprudentes, mezclados con pro-
testas, de decision y de impavidez que se hacían
cuando ja se sabia que no habia nada que recelar,
ridiculizaban en estremo a las cortes, j contri-
buían sobre manera á neutralizar el funesto efecto
de sus doctrinas anárquicas. Si en general los di-
putados, asi como estaban poseídos de ideas exa-
geradas y de principios destructores del orden
social, hubieran tenido mas ciencia, j hubieran
observado una conducta mas prudente, es seguro
que las cortes hubiesen trastornado el gobierno
en el primer mes de sus sesiones.


Una de las primeras disposiciones del ministe-
rio fue poner en planta el decreto de las cortes
anteriores, que dividia la España peninsular é
islas adjacentes en cincuenta j dos provincias;
y esta operación bastante difícil se llevó al cabo
inmediatamente con un celo y una constancia
tanto mas dignas de elogios, cuanto las cortes se
oponían á que se realizase. Al frente de cada pro-
vincia se establecieron autoridades políticas j mi-




DE 1820 A 1 8 2 3 Y DE l836. I O 9


litares eligidas en el partido moderado, j puede
decirse que entonces fue cuando empezó a traba-
jarse de acuerdo, j cuando en todas partes se
procuró afirmar y sostener la autoridad real, ata-
car las doctrinas anárquicas y restablecer el or-
den. El gobierno se afianzaba incesantemente
con plan y con concierto, estendia su actividad
y su prevision á todos los ramos, y combatiendo
siempre en las cortes, aumentaba en ellas de dia
en dia su partido, y se acreditaba con el cuerpo
diplomático, portándose con decoro y con fir-
meza .


Sin embargo, su marcha era contrariada por
grandes dificultades. Los exaltados no cesaban
de oponerle obstáculos, y los llamados realistas
hacían progresos en Cataluña , donde la guerra
se iba encendiendo con encarnizamiento entre
los pueblos de la montaña y los de la marina.
Ocurrieron también el 3o de majo los des-
agradables sucesos de Aranjuez j Valencia. En el
primer punto hubo desorden en palacio y se
oyeron voces subversivas; j en Valencia unos
cuantos artilleros se apoderaron de la ciudadela
á las voces de muera la constitución! Uno y otro
acontecimiento se sofocaron inmediatamente, j
el ministerio no desesperaba toda via del orden j
de la tranquilidad publica, ni de cimentar la au-
toridad real sobre bases solidas, cuando los suce-
sos de los primeros dias de julio desconcertaron




I I O DE LAS REVOLUCIONES DE ESPANT


enteramente sus proyectos, y entregaron el es-
tado á discreción de los anarquistas.


Hacia ya tiempo que la guardia real era objeto
de las declamaciones de los clubs, que veian en
ella un poderoso instrumento de orden. La con-
ducta de las compañias de guardias que estaban
en el palacio de Aranjuez el 3o de mayo, y que
parece que no se opusieron con energia á aquel
momentáneo desorden, dio nuevas armas á los
exaltados. Hubo también varias reyertas entre los
soldados de la guardia y los milicianos nacionales de
Madrid en el mes de junio, y las cortes eligieron
precisamente aquella época, para tratar de la re-
forma de la guardia real. Esta imprudencia, unida
al funesto efecto que producían en los soldados las
continuas declamaciones que se propalaban con-
tra ellos, llegó por fin á exasperarlos, y hacerles
tomar un partido que les fue tan fatal, como á
toda la nación. Ya el 3o de junio cuando des-
filaban las tropas, después de haberse retirado el
Rey del palacio de las cortes, que cesaron aquel
dia sus sesiones ordinarias, los tambores de un
batallón de guardias contestaron á sablazos á
algunos insultos que parece se les dirigieron, y
hubo soldados que salieron de la formación para
tomar parte en la reyerta. Pero aquello se apa-
ciguó, y en todo el dia no ocurrió ningún otro
acontecimiento que alterase la tranquilidad de la
capital, pues no tuvo trascendencia en el pueblo




DE i 82O A. l 8 2 3 Y DE l836. I I l


la muerte del teniente de guardias D. Mamerto
Landaburu, asesinado aquella tarde por sus mis-
mos soldados, dentro del palacio del Rey. Mas
en el silencio de la noche cuatro batallones de
guardias toman las armas, y se salen de Madrid;
los otros dos batallones estaban en palacio. Ape-
nas el capitán general tuvo conocimiento de esta
novedad, se dirige á los fugitivos, á los cuales
halló formados á corta distancia. En vano les re-
cordó su disciplina y Ja imprudencia del paso que
daban; en vano les prometió que se les daria sa-
tisfacción de los ultrages de que se quejaban, pues
ellos se obstinaron en no volver á sus cuarteles,
prorumpiéron en algunas voces contra la consti-
tución , é intentaron que el conde de Cartagena
se pusiese á su frente. Entonces ya les hecho en
cara su indisciplina, y no haciendo caso ni de sus
promesas ni de sus amenazas, los dejó cuando vio
que era ya imposible persuadirlos. í os cuatro
batallones marcharon aquella misma noche al
real sitio del Pardo , que dista dos leguas de
Madrid.


Terrible fue la situación del gobierno en estas
circunstancias; la confusion y el terror reinaban
en Madrid, donde nadie sabia el desenlace que
podían tener sucesos de tanta trascendencia. No
era posible reducir por la fuerza á su deber á los
cuatro batallones de guardias que estaban en el
Pardo, porque la guarnición de la capital se com-




i 1 2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ponia únicamente de dos batallones de infanteria
j de dos regimientos de caballería de poca fuerza.
Ni eran solos los guardias del Pardo los que ha-
bia que observar, sino también los dos batallones
que estaban en palacio , los cuales se hallaban en
el mismo sentido que sus compañeros, j era mas
que probable que en el momento en que se em-
prendiese algo contra aquellos, tomasen estos
abiertamente su partido. En palacio habia tam-
bién un escuadrón de caballería de uno de los re-
gimientos de la guarnición, j estaba unido á los
guardias. Las provincias inmediatas á la capital
estaban casi desguarnecidas, porque la major
parte de las tropas se habia dirigido á Cataluña
j á Navarra, para apagar el fuego de la sedición,
que iba abrasando aquellas provincias. Pocos dias
antes habian levantado el grito de contrarevo-
lucion en Andalucia los carabineros reales j el
regimiento provincial de Cordova; j casi al mismo
tiempo se sublevó el regimiento provincial de Si-
güenza j todo aquel pais, que solo dista de Ma-
drid doce leguas.


No habia por lo mismo ninguna probabilidad
de que se pudiese obligar á los guardias á que vol-
viesen á Madrid, j el gobierno, que aunque hu-
biera tenido á la mano egercitos numerosos, no
hubiera apelado á medios violentos sino en el ul-
timo estremo, adoptó el partido de tratar con los
sublevados. Cada momento aumentaba los peli-




DE 182O A l 8 2 3 Y D E l 8 3 6 . I l 5


8


gros, j parecía j a imposible evitar mil catás-
trofes. Los guardias no obraban bajo un plan fijo,
y en las contestaciones que tuvieron con el go -
bierno se quejaban solamente de los ultrages que
habian recibido, j de que aun estaban impunes
los que los habian insultado. Ninguna muestra
daban de querer que se variase la forma de go-
bierno, y la lapida constitucional permanecía en
la plaza del Pardo, como en la de Madrid.


Tampoco la posición de los guardias era tan ven-
tajosa que no tuviesen mucho que recelar sino se
conducían con tino, y si poco á poco no iban ce
diendo á las insinuaciones del gobierno. Al salir
de Madrid, los habian abandonado la major parte
de sus oficiales, muchos sargentos j algunos sol-
dados ; la indisciplina tomaba cada dia mas cuerpo
entre ellos, j no veían á su frente ningún hombre
capaz de sacarles de un apuro, ni de darles el im-
pulso que necesitaban para que no se aventurasen
sus empresas. Es cierto que al pronto no habia á
la mano fuerzas con que darles la l e j ; pero no
podían dudar que acudirían inmediatamente de
todas partes, mucho mas cuando en Andalucia
eran derrotados los carabineros j sus secuaces, j
se veian precisados á huir de aquellas provincias
para rendir las armas en la Mancha.


Mientras que en el palacio de Madrid se delibe-
raba sobre el partido que debería sacarse de los
guardias- mientras que los mismos allegados a




II/y DE L A S R E V O L U C I O N E S DE E S P A Ñ A


S . IYI., aquellos, de cuja fidelidad no podia dudar,
discordaban entre si, porque no convenían en la
especie de gobierno que debia proclamarse, los
vecinos honrados de la corte vivian en una con-
tinua ansiedad, j los exaltados, apojados por el
ayuntamiento, aumentaban en estremo la con-
fusion , y creían que era llegado el tiempo de po-
ner en planta sus proyectos. Desde los primeros
dias se empeñó el ayuntamiento de Madrid en
que debia atacarse á los guardias con la tropa per-
manente, quedando en la capital los nacionales.
Insistió repetidas veces en este empeño, que siem-
pre resistió el gobierno, porque no solamente
conocía las pocas fuerzas de que podía disponer
para el ataque, sino que estaba persuadido de que
las intenciones de los demagogos eran sacar de
Madrid al capitán general con la guarnición, para
envestir en seguida el palacio, apoderarse, si era
posible, de la persona del Rey, y dar á los nego-
cios el impulso que mas les acomodase. Cada hora
recibía el gobierno una nueva prueba de que estas
eran las intenciones de personas, que no podían
disimular los deseos que tenían de que empezasen
las hostilidades. Es un hecho que, dias antesxiel 7,
uno de los principales ídolos de los clubs y del
ayuntamiento empezó á dar ordenes en el parque
de artillería para que se arrojasen granadas á pala-
cio, y á 110 ser por la firmeza con que se resistió
á ello el gefe que mandaba en aquel punto, fr quien




DE 1820 A l 8 2 5 Y DE l836. I l 5


podria calcular las consecuencias de aquel acto
hostil, cometido contra la misma habitación del
Rey ( i ) ?


Pero estas y otras tentativas .se estrellaban con-
tra la actividad, la firmeza y la energia del capi-
tán general y del gefe politico, que ausiliaban las
miras del gobierno con el mayor celo, y que en
aquellas circunstancias, como en otras muchas
anteriores, preservaron de infinitos males la per-
sona del Rey y la población de Madrid.


Llegó el 6 de jul io, y la indisciplina de los sol-
dados de los dos batallones de guardias, que esta-
ban en palacio, iba creciendo en proporción de lo
que se acercaba el momento de declararse abier-
tamente. Sin duda se habia repartido dinero á los
soldados, y el vino aumentaba los síntomas del
desorden. Todo anunciaba dentro de palacio que
era llegado el tiempo de obrar. Concurrían allí
personas que no podían menos de tener parte en
las resoluciones; la satisfaccicjn se leia en el sem-
blante de unos; en otros se notaba también la
alegria, pero mezclada con la desconfianza; y al-
gunos respiraban venganzas y esterminio. Los
soldados impidieron la salida de palacio á los mi-
nistros, al gefe político y á otras personas dis-


( 1 ) Quien dio esta orden inconsiderada fue el general


Riego , y quien le impuso silencio y mandó separar del


parque de artilleria fue el conde de Cartagena.




Ï l 6 DE L A S R E V O L U C I O N E S DE E S P A Ñ A .


tinguidas, cpe se vieron precisadas á pasar alií
aquella noche, precursora de tantas calamidades.


Mientras que esto sucedía en palacio, los cuatro
batallones de guardias, que estaban en el Pardo,
se pusieron en marcha para Madrid, á donde lle-
garon antes del amanecer del 7, j consiguieron
entrar en la capital no solamente sin hallar resis-
tencia , pero aun sin ser sentidos; de suerte que
pudieron combinar sus ataques del modo mas con-
veniente , y con tanta major probabilidad de buen
éxito, cuanto lograban sorprender á sus enemi-
gos. Pero los resultados distaron mucho de co-
responder á tan fundadas esperanzas; j mientras
que la columna principal era rechazada en la plaza
major por un puñado de nacionales j unos cuan-
tos artilleros, otros destacamentos, que parece
debían concurrir al mismo punto, fueron dete-
nidos j aun dispersados en el camino por solas
patrullas. Los guardias fugitivos se reunieron á
la columna que estaba en la puerta del Sol, no
para intentar un esfuerzo, sino para retirarse to-
dos precipitadamente á palacio , tan pronto como
se dirigieron contra ellos algunas fuerzas. Los
tiros j la algazara dieron á la major parte de la
guarnición, j á los habitantes de Madrid, la no-
ticia de que los guardias habían entrado hostil-
mente en la capital. Cada uno concurrió á su
puesto, no á disputar la victoria , sino á saber que
los guardias habian huido á palacio en el mayor




DE 1820 A l 8 2 5 V DE 1836. 1 1 7


desorden. En medio del entusiasmo del triunfo
por todas partes resonaban voces, pidiendo que
se atacase á los guardias, y que se embistiese el
palacio, á cuyo abrigo se habian guarecido. La
facilidad de la victoria conseguida ja alentaba
aun á los mas cobardes, j parecía inevitable el
que disponiendo los vencedores de toda la artille-
ria , j no teniendo nada que temer por parte de
sus enemigos, cuja consternación acababan de ex-
perimental-, parecía, digo, inevitable el que de-
jase de ser asaltado el palacio. Pero el capitán
general, tomando el ascendiente que en tales ca-
sos da siempre un valor sereno e inalterable, á
costa de los mayores esfuerzos consiguió calmar
los ánimos, y los guardias no fueron atacados,
y la habitación del Rey fue respetada, y tal vez
se salvó la vida del monarca. En lugar de embestir
eí palacio, el capitán general envió oficiales á to-
mar las ordenes del Rey, y se determinó que los
cuatro batallones de guardias, que habian venido
del Pardo, dejasen las armas, y se retirasen á los
cuarteles que se les designaron; que los dos ba-
tallones, que estaban en palacio, marchasen arma-
dos , el un á Leganés, y el otro á Vicalbaro, pue-
blos, que se hallan en las inmediaciones de Madrid.
Pero los guardias del Pardo, dudando tal vez de
la generosidad de los vencedores, huyen de pala-
cio, y toman el camino de Estremadura. Los
siguen destacamentos de infanteria y caballeria
con algunos cañones; el desorden se introduce en




I 18 DE L A S R E V O L U C I O N E S DE E S P A Ñ A


(1) Los oficiales que vinieron del Pardo á esta conferencia


fueron D . Luis Mon , y D. Fortunato Florez.


sus filas, se desparraman en todas direcciones, y
ofrecen un triunfo facilisimo á los que los perse-
guían. Unos perecen, los mas se entregan prisio-
neros, y pocos consiguen ponerse en salvo.


De este modo terminaron los proyectos de los
guardias, y antes de examinarlas consecuencias
de aquellos desagradables sucesos, no será ino-
portuno hacer algunas observaciones sobre la clase
de plan que se propusieron, y el modo con que
fue egecutado.


Los guardias no manifestaron abiertamente que
querían hacer una contrarevolución, sino el mismo
7 de julio. Hasta entonces algunos soldados pu-
dieron espresarse con mas ó menos claridad; pero
los gefes, ni en sus contestaciones con el gobierno,
ni en sus demonstraciones publicas, daban á en-
tender cual era el objeto que se proponian. Todo
lo que occurió inclina á creer que se retiraron al
Pardo con animo de esperar allí las ordenes del
Rey, para obrar con arreglo á ellas. Esto es tanto
mas probable, ó mas bien pudiera decirse tanto
mas evidente, cuanto los dos oficiales de guar-
dias, que desde el Pardo fueron á tratar con los
ministros, tuvieron con el Rey una conferencia
reservada, y pudo conocerse que la entrevista
con los ministros no habia sido sino el pretesto
del viaje ( i ) .




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. I I 9


Seis dias esperaron los guardias el impulso que
les diese la corte, y es probable que en este tiempo
fuesen continuas las conferencias en palacio, para
deliberar el partido que podia sacarse de las tro-
pas del Pardo. Los que merecian entonces la con-
fianza del monarca no estaban acordes en su modo
de pensar. Querian unos que el Rey se declarase
absoluto, y que anulase enteramente lo hecho
par las cortes; y pretendían otros que se modi-
ficase la constitución, ó mas bien que se estable-
ciese un gobierno representativo, en el cual la
autoridad real quedase con todas las facultades
y con todo el bril lo, que es necesario para soste-
ner las monarquías. Una y otra opinion debieron
tener muchos partidarios, pues qu-ñ se pasaron
tantos dias sin que se viese ningún resultado, y
se dio lugar á que, en medio de semejante inac-
ción, se recobrasen los patriotas de Madrid del
susto que concibieron, cuando tuvieron noticia de
la retirada de los guardias, y hubo tiempo de pre-
parar algunos medios de resistir sus tentativas,
y de que empezasen á moverse tropas de las pro-
vincias sobre la capital. ¿Quien ignoraba que el
feliz éxito de las empresas de los sublevados pen-
día de la pronta egecucion de sus planes? Cual-
quier partido que hubieran tomado la noche del
3o de junio ó el dia siguiente, es constante que
por el pronto se hubiera egecutado casi sin obsta-
culo, porque nada habia prevenido contra ellos.




1 2 0 DE LAS R E V O L U C I O N E S DE E S P A Ñ A


Si en lugar de salirse de Madrid, donde eran los
mas fuertes, se apoderan, la noche del 3o de junio,
del parque de artilleria y del palacio de las cortes,
y sorprendiendo dos o tres cuarteles, hacen que
los soldados tomen su partido; si al mismo tiempo
detienen á los ministros, á los individuos del
ayuntamiento, á las primeras autoridades, y to-
man posición en los puntos principales; aquella
misma noche quedan dueños de la capital. Y esto
podían hacerlo sin encontrar el menor obstáculo,
puesto que ellos cubrían los mas de los puestos,
eran muy superiores en numero á todas las fuer-
zas reunidas de la guarnición, y conseguían apro-
vecharse de las ventajas de una sorpresa, pues asi
como sin que nadie tuviese noticia de su fuga sa-
lieron de la corte, del mismo modo les hubiera
sido fácil marchar á cualquier punto sin ser sen-
tidos ( i ) . En lugar de abrazar este partido, to-
man el insignificante de salirse de Madrid, y


(1 ) Nada era tampoco mas sencillo que apoderarse del


capitán genera l , del gefe politico, de los gefes de los cuerpos,


del ayuntamiento , del consejo de estado , de la diputación


permanente de cortes y de los ministros ; porque el Rey podia


convocar sin dar ningún recelo á las mas de las autoridades y


al consejo de estado que tenia sus sesiones en el mismo


palacio real : el ayuntamiento estaba reunido casi siempre ;


y en cuanto á la diputación permanente , bastará decir que


los guardias daban el servicio en el palacio de las cortes, para


que se conozca lo fácil que era detener á los individuos que las


componían. Los ministros despachaban en el mismo palacio


real.




DE 182O .1 l 8 2 3 Y DE l836. I 2 F


esto prueba que semejante determinación fue pre-
cipitada , sin plan y sin combinación con el pa-
lacio. Sin embargo, no se debe omitir que cuando
el capitán general habló á los guardias que se reti-
raban, estos manifestaron que iban á unirse con
el Rey, que también habia salido de Madrid. ¡ Pen r
saria tal vez S. M. dejar el palacio aquella noche,
entregándose en manos de los guardias, ó espar-
cirían esta voz los comandantes de los batallones,
para atraer mas bien à los soldados ?


No es probable que el Rey tuviese intención
de abandonar aquella noche la capital, porque,
en este caso, hubiera estado instruido de los planes
de los guardias, y sin duda se hubiera sacado de
ellos un partido mucho mas pronto y seguro. Por
otra parte j si S. M. hubiera querido marchar,
nadie podia impedírselo. Debemos pues creer,
mientras que no lleguen á averiguarse todos los
pormenores de la sublevación de los guardias,
que estos por si, y antes si salieron de Madrid, y
que cuando estuvieron en el Pardo fue cuando
empezó á pensarse que podian servir para trastor-
nar el orden de cosas existente.


Y aunque no se hubiese tenido nor conveniente
apoderarse en los primeros momentos de la corte,
como sin obstáculo pudo hacerse, no por eso los
que dirigían la sublevación debieron dejar de to-
mar las medidas, que podian contribuir al éxito
de sus planes. A ocho ó nueve leguas del Pardo




122 DE L A S R E V O L U C I O N E S DE ESPAÑA


se halla el departamento de artilleria de Segovia,
de donde, sin hallar oposición, no solamente po-
dian sacar artilleria y municiones, sino que era
bien fácil atraer al regimiento provincial de aquella
ciudad, y mucha parte del de artilleria. Otro
tanto pudo ensayarse en Avila, y en otros pun-
tos, con el mejor éxito. Interceptando los cor-
reos, se introducía la confusion en las provin-
cias , y se podian circular las noticias que fuesen
mas favorables á sus miras; pero los guardias ni
detuvieron la correspondencia publica, ni aun
dieron una proclama ó manifiesto que apoyase su
determinación y les atrajese partidarios. Todo
esto corrobora lo que he dicho de que no tenian
ningún proyecto fijo , y que en la incertidumbre
de lo que dispondría de ellos la corte, ni se atre-
vían á emprender operación alguna, ni siquiera
se determinaban á espresar sus sentimientos, por-
que aun no estaban sancionados por el Rey.


Pero aun cuando la estraña indecision de pala-
cio fuese la causa de tanta apatía, y aun cuando
los diferentes partidos, que al lado del Rey se em-
barazaban mutuamente, pudiesen disculpar tan
prolongada indecision, ¿porque, en tanto que se
resolvía lo que habian de hacer los guardias, no
se les daba un gefe que tuviese opinion en la corte,
en el egercito y en. las provincias, que mantu-
viese la disciplina, y que conservase el espíritu
de los soldados siempre dispuesto á obrar? Es in-




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 1 2 3


concebible por que especie de abandono se dejó
al frente de los sublevados del Pardo á un coman-
dante de batallón de la guardia, estrangero, cuyo
nombre era desconocido, y que ni aun en su
mismo cuerpo tenia la influencia necesaria para
hacerse obedecer en aquellas circunstancias. ¿No
habia al lado del Rey generales, que eran conoci-
dos en toda la nación, entre los cuales pudo haber
se eligido uno, que se encargase de las tropas del
Pardo? ¿Faltarian tal vez en aquella ocasión su-
jetos, que se ofreciesen al monarca para prestar
este servicio? JÜo parece creíble; sin embargo,
tenemos el egemplo de que aquellos que en una
época mas reciente y menos espuesta han blaso-
nado tanto de realistas, y han creído que este
titulo les da derecho para perseguir á sus mismos
compañeros, se vieron, en los primeros días de
julio, ó indecisos y enteramente nulos, ó en las
filas de los constitucionales. Cualquiera que haya
sido la causa de no haber tomado el mando de los
guardias un general conocido, lo cierto es que
este error solo puede disculparse con la confu-
sion y el desorden que reinaba al rededor del
trono, en donde tal vez los que tenian mas in-
fluencia se regocijaban estúpidamente, creyendo
que no habia ningún obstáculo para llegar al ter-
mino de sus deseos.


Vengamos ya al momento en que los guardias


se decidieron á entrar hostilmente en Madrid, y




1 2 4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


examinemos el modo con que lo egecutáron. Sin
duda la operación mas difícil que habia que hacer
era llegar á la capital sin alarmar á la guarnición,
y esto lo consiguieron tan completamente, bien
fuese por descuido de los que observaban las ave-
nidas y guardaban las puertas, ó lo que es mas
probable, porque estuviesen de acuerdo con el-
los , como que entraron en Madrid sin que se dis-
parase un t iro, y sin que lo supiesen las autori-
dades. La ventaja estaba enteramente por su parte;
el numero, la calidad de las tropas, y el hallar
á sus enemigos desprevenidos y en un profundo
sueño, les asegurábala victoria. Su principal es-
fuerzo parece que se dirigió á la plaza mayor, y
que debian desembocar en ella por diferentes
calles. No solamente faltó esta combinación, sino
que la columna, que llegó hasta cerca de la plaza,
retrocedió al primer cañonazo, sin intentar nin-
gún esfuerzo. Es imposible hacer una descripción
de las operaciones de los guardias, porque desde
los primeros momentos manifestaron tanta inde-
cision y tanto desorden, que puede decirse que
no hubo ningún ataque combinado, y que no hi-
cieron mas que marchar hasta donde hallaron re-
sistencia , y entonces retrocedieron y huyeron á
palacio.


¿Pero por que causa los batallones, que estaban
en palacio, no hicieron ningún movimiento para
proteger la operación de sus compañeros? ¿No




DE 1 8 2 O A l8a3 Y DE l836. 12.5


era llegado entonces el momento de hacer todos
un esfuerzo, de que al frente de cada destacamento
hubiese marchado un general, y de que un infante
hubiese dirigido los ataques? No podia caber en
esto la mas minima duda, cuando se sabia que los
guardias ten i an mucha falta de oficiales, y que
era necesario no perdonar medio alguno de ase-
gurar la empresa. La esperiencia lo ha demostrado
sobradamente. Los soldados de guardias, casi
abandonados á si mismos, y no viendo á su frente
à las personas que quizá se les habian designado,
perdieron el animo, y aquellos valientes vetera-
nos, la flor del egercito español, que tantas veces
habian arrostrado los mayores peligros, huyeron
de unos cuantos hombres, que apenas sabian hacer
uso de sus armas. ¿Quien no se llenó de indigna-
ción al ver en las manos triunfantes de los mili-
cianos la bandera del primer regimiento de guar-
dias, aquella bandera que recordaba tantas glo-
rias, y que guió tantas veces por el camino de la
victoria, á los que peleaban bajo su sombra? ¿Y
quien no derramó lagrimas de compasión y de ira
á un mismo tiempo al ver los cadáveres de tantos
guardias, que se dejaban matar casi sin resistencia,
y al ver prisioneros á centenares de soldados que
pocos dios antes eran el modelo de la disciplina y
del valor, y que de tantos peligros habian librado
al vecindario de Madrid, imponiendo á los albo-
rotadores ? Aquellos desgraciados escitaban la com-




1 2 6 D E L A S R E V O L U C I O N E S DE E S P A Ñ A


pasión, al paso que no se podia sofocar un movi-
miento de colera contra los que, después de haber
los conducido á Madrid, los habian abandonado.
¿ Que habian de hacer casi sin oficiales y sin sar-
gentos , y sin que viesen realizado nada de cuanto
se les habia ofrecido? No fueron los nacionales,
ni los soldados de la guarnición de Madrid, los
que derrotaron á los guardias; fue el abandono
en que los dejaron, y fue la falta de plan, de
concierto y de energia, la que asesinó á tantos
infelices.


Hemos visto que la conducta militar y política
de los que dirigieron a los guardias fue tal, que
desconcertó enteramente sus proyectos, y que
aun teniendo, como tenían por su parte, todas las
probabilidades de un feliz éxito en las primeras
operaciones que emprendiesen, perdieron las ven-
tajas de su posición por la apatía y por la debili-
dad que manifestaron. Pero ademas su rompi-
miento fue muy intempestivo, y por poco que
hubiesen reflexionado, hubieran conocido que el
ministerio tendia constantemente á asegurar la
autoridad real; que no perdonaba medio alguno
de conseguirlo; que el Rey hacia ya mucho tiempo
que no era insultado, y que no estaba distante la
«poca en la que, de resultas del congreso de Ve-
rona, las grandes potencias hiciesen saber sus
intenciones. Era mas que probable, y la marcha
que habia seguid parecia que lo aseguraba, que




DE l82ü A l 8 2 3 Y D E 1836. 1 2 7


el ministerio, lejos de oponerse á que se hiciesen
en la constitución las modificaciones necesarias,
para que la autoridad del Rey adquiriese toda la
fuerza que le faltaba , abrazaria con ansia este par-
tido ; y entonces, para imponer á los demagogos
de las cortes y de la capital, al mismo tiempo que
el egercito francés amenazase la frontera, conve-
nia sobre manera tener á la mano un cuerpo de
tropas, que apoyase las disposiciones del gobierno;
y este cuerpo debia ser la guardia real. El éxito
entonces era infalible; y aun, cuando los guar-
dias hubiesen sido vencedores el 7 de jul io, 110
por eso se aseguraba su empresa. Sin duda hubie-
ran corrido arroyos de sangre; pero como los
constitucionales tenian el apoyo de las tropas, y
eran dueños de todas las plazas y de las pobla-
ciones principales, podia asegurarse que el triunfo
de los guardias seria momentáneo. Era también
muy diferente el proponer modificaciones dejando
un gobierno representativo, ó el restablecer el
absolutismo. En el primer caso, se podia contar
con numerosos partidarios entre los mismos libe-
rales, sin que pudiese presumirse que el partido,
llamado servil, dejase de apoyar las modificaciones,
porque entonces sus pretensiones estaban redu-
cidas á librarse de la anarquia. Pero proclamando
el absolutismo, se exasperaba á cuantos tenían
alguna parte en los negocios, porque no se po-
drían contar por seguros; y los desordenes, que




ï 28 DE LAS REVOLUCIONES DE ESP'ANA


sin duda hubieran sucedido en Madrid, vista la
indisciplina de los guardias y el partido que do-
minaba en palacio, señalando á los constitucio-
nales y á los exaltados lo que tenian que temer,
les hubieran obligado á hacer un esfuerzo y á
marchar sobre la capital.


El Rey, á pesar del respeto y del decoro con
que era tratado por los ministros, y á pesar de
que no podia menos de conocer su aversion á la
anarquia, y los afanes que se tomaban, y riesgos
que corrian para establecer el trono sobre bases
estables, se condujo con ellos con la mayor
reserva en los sucesos de jul io, y , como he
dicho, la noche del 6 al 7 fueron detenidos en
palacio.


Era imposible que, después del 7 de jul io, se
sostuviese el ministerio, y no podia menos de su-
ceder que el nuevo gobierno se compusiese de
hombres de ideas exageradas. Sin embargo aun
tardaron los exaltados en ponerse de acuerdo, y
hasta principios de agosto no se organizó el nuevo
ministerio. Habia entre ellos dos partidos, que se
apoyaban en dos sociedades secretas, y la descon-
fianza que tenia el uno del o tro , hizo que al pa-
recer ambos permaneciesen en inacción después
del 7 de jul io, esperando cada uno de ellos que
llegaria á apoderarse de las riendas del gobierno.
Triunfaron al fin los masones, y fueron bastante
astutos para que los comuneros consentiesen en




DE ISAO A 1823 Y DE l85G. T2C)


que el nuevo ministerio se compusiese entera-
mente de hombres de su secta.


El tercer ministerio tenia muchas ventajas sobre
los que le habian precedido. No cedia en luces al
primero; poseía el amor del orden en el mismo
grado que el segundo, conocía perfectamente la
marcha de la revolución, estaban intimamente
unidos entre si los que le componían, y no per-
donaron medio de adquirir la confianza del Rey.
Todos los ramos del estado recibieron de este mi-
nisterio un fuerte impulso, y sus conocimientos ,
su tino en el mando, y la firmeza de su carácter,
le dieron un ascendiente mucho mayor de lo que
podia esperarse, atendida la época en que se en-
cargó del gobierno. Hizo á la anarquia una guerra
constante y metódica, y ostentó siempre las máxi-
mas mas monárquicas, 110 perdonando medio de
hacer que el Rey fuese respetado. Enfin este mi-
nisterio estaba animado de los mas vehementes
deseos de fijar la revolución. Tenia para conse-
guirlo mas medios de los que tuvo, ni quizá ten-
drá ningún otro en mucho tiempo, y sino lo con-
siguió, si bajo su dirección no recobró la autoridad
real todo el esplendor de que es susceptible, atri-
buyase esto, no á falta de los ministros, sino á la
intempestiva sublevación de los guardias, y al
poco apoyo que hallaron aquellos en el palacio de
Madrid y on los gabinetes estranfireros.


9




DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


CUARTO MINISTERIO i,.


Lopez Baños, uno de los gefes de la Isla, fue
nombrado ministro de la guerra, y tuvo el en-,
cargo de elegir sus compañeros, entre los cuales
el principal era redactor del Espectador, perió-
dico , que desde sus primeros números no habia
cesado de combatir todos los principios de mode-
ración. Otros tres ministros habian sido diputa-
dos á cortes en la legislatura anterior, y se distin
guiéron siempre por sus ideas exageradas. Ellos
fueron de los que se espresáron con mas calor
sosteniendo, á fines de 1 8 2 1 , la rebelión de Cadiz
y de Sevilla, y dando elogios á la inobediencia y
á la insurrección.


A tales manos fueron confiados los destinos de-
la triste España ! El primer cuidado de los nue-
vos gobernantes fue colocar en los puestos de
consideración á los hombres de su secta, que se
habian distinguido combatiendo el orden y los


( 1 ; Para estado, San Migue l .
Para gue r ra , Lopez Baños.
Para hacienda , Egéa .
Para marina . Capaz.


Para gobernación de la Peninsula, Gaseo.
Para idem de U l t ramar , Badiüo .




DE 182O A 182.5 Y DE l836. 15 I


gobiernos anteriores. No tardaron en esperimen-
tar ellos mismos que, una vez dado el impulso al
desorden, no es fácil que disfruten pacificamente
de su triunfo los que por semejantes medios lle-
gan á apoderarse de los negocios,'y bien pronto
se vieron espuestos á las invectivas de los comu-
neros. Creyeron estos que serian consultados por
el nuevo ministero en los negocios de importan-
cia , y que la revolución marcharía según sus de-
seos, que eran los mismos que habian manifes-
tado los masones; esto es , que reinaría el terror,
y que no quedaría en España persona alguna dis-
tinguida en ningún ramo , con tal que no estu-
viese alistada en sus filas. Se prometían con tanta
mas razón estos resultados , cuanto los periódicos
de la secta entronizada, sus ordenes y todas sus
demonstraciones no habian indicado otra cosa
desde fines de 1 8 2 0 ; desde cuyo tiempo se habia
visto siempre á los masones en las cortes, en los
clubs y en todas partes, declamar contra la mo-
deración, y predicar con furor la demagogia. Mas
bien pronto se desengañaron , porque vieron que
los ministros solo trataban de repartir entre los
suyos el poder y Ja influencia, y de gozar en paz
del fruto de sus trabajos.


Empezó pues á encenderse Ja guerra entre las
dos sectas, y aunque parecía que rodas las ventajas
estaban por parte de los ministros, no obstante
los comuneros que se hal>ian apoderado de la




I 52 DE L A S R E V O L U C I O N E S DE ESPAÑA


causa que se formó sobre los sucesos del 7 de ju-
l io , se valieron de ella para perseguir á todos los
moderados, y publicamente se trataba, en sus
periódicos y en sus clubs, de atacar al mismo
ministro de estado, que habia sido el primer fiscal
de aquel proceso, y al cual atribuían omisiones
criminales en su formación. De resultas de la causa
se decretó la prisión de los ministros que habia el
7 de julio; fueron conducidos á la cárcel el conde
de Cartagena y el gefe politico San Martin; se
fugaron muchas personas distinguidas, y fueron
presos el. duque del Infantado y otros varios. El
objeto era sin duda llenar las cárceles de Madrid
de los hombres mas distinguidos, y atacar hasta
á los Infantes como complices en la conspiración
de los guardias. Nada era mas fácil que lograr es-
tos resultados, formando en ello empeño unos
hombres que no conocían ni probidad ni mira-
mientos, y que presentarían testigos para decla-
rar cuanto conveniese á sus miras, mucho mas
cuando tenían á su disposición mas de mil guar-
dias, que habian sido hechos prisioneros el 7 de
julio. Amontonadas en las cárceles las victimas,
se hubiera procedido con ellas según las circun-
stancias, y ó bien se les hubiera hecho espirar en
un patíbulo, ó se les hubiera asesinado en un
motín formado al intento. La existencia de estos
planes atroces está bien demonstrada, no sola-
mente por la tendencia de los demagogos que los




d e 1820 A. t 8 2 3 Y DE 1836. l53


habian concebido, sino porque sin rebozo los han
espuesto en sus clubs y en sus periódicos.


Empezó el ministerio á ver con disgusto que
sus contrarios tuviesen en la mano tan poderosa
palanca, con la cual podian desquiciar hasta los
fundamentos de su poder. Tan enemigos de los
moderados, como los mismos que formaban la
causa del 7 de jul io, no se hubieran opuesto á que
fuesen perseguidos, y ellos habian dado el egem-
plo con mas constancia que nadie; pero las cir-
cunstancias habian variado, y viéndose ensalza-
dos, quisieron dar á su gobierno cierto carácter
de moderación. No obstante aun, hubieran per-
mitido que la causa del 7 de julio siguiese la direc-
ción que habiá tomado, sino se hubiese tratado
de envolver en ella al ministro San Miguel, y por
consiguiente de hacer la guerra al ministerio. Ya
entonces no se guardaron ningunos miramientos,
y el proceso se arrancó de las manos del fiscal del
modo mas ilegal y mas despótico, y se confió á
otro, que puso en libertad á los principales presos,
y que se limitó únicamente á proceder contra los
oficiales de guardias. A esto deben su existencia
muchos hombres distinguidos, que han hecho ser-
vicios importantes á su patria, y á esto debe atri-
buirse el que no se precipitase entonces la revo-
lución en términos de que desapareciese la mo-
narquía.


Entretanto la «ucrra civil se encendia con en-




í34 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


carnizamiento en las provincias que confinan con
Francia, y ya no podia dudarse que el gabinete
de esta nación protegia la insurrección, viendo
que un general de crédito tomaba el mando de los
realistas de Cataluña, y que en Urgel se estable-
cia una regencia. Se dirigieron á aquella frontera
numerosas tropas, y los ministros eligieron para
mandarlas á gefes casi todos de su secta, pero que
no por eso teman las cualidades militares y poli-
ticas, que eran necesarias para triunfar de los sub-
levados, atraerlos, y conservar á los pueblos en
la sumisión. Muchas operaciones se combinaron
mal, y se egecutáron sin vigor y sin energia, y
semejantes descuidos, que no dejaban de propor-
cionar ventajas á los llamados realistas, los alen-
taban para nuevas empresas. Se hacia una guerra
de esterminio , y se asesinaban muchas veces los
prisioneros, particularmente los que habia entre
ellos que fuesen algun tanto distinguidos. Los
pueblos estaban espuestos á los insultos y á veces
á las exacciones de una soldadesca desenfrenada,
porque el nuevo gobierno habia acabado de rela-
jar la disciplina, y creia que no podia sacar par-
tido de los soldados, sino tolerando la licencia. No
solamente las partidas de realistas se engruesaban
en la falda del Pirineo y hacian frecuentes corre-
rías hasta el Ebro, sino que las provincias del in-
terior estaban infestadas de cuadrillas mas ó menos
numerosas, que interceptaban correos, atacaban:




D E 1820 A I 8 2 5 Y D E l836. 13r>


los pequeños destacamentos de tropas, y sacando
de los pueblos lo que necesitaban, ó mas bien lo
que querían, aumentaban la confusión, y hacían
sumamente difíciles las comunicaciones. Se mul-
tiplicaban con este motivo los robos y los asesi-
natos; y á las mismas puertas de Madrid, se deso-
bedecía al gobierno, y se reunían gavillas.


Es cierto que las tropas constitucionales consi-
guieron en Cataluña grandes ventajas , y que to-
mados los puestos de Castelfullit y Balaguer, la
division de realistas del general barón de Eróles
tuvo que refugiarse á Francia; pero no obstante,
la guerra continuaba aun en lo interior de la misma
Cataluña,y particularmente en la parte que confína
con Valencia. Los ánimos estaban ya encarniza-
dos, y los infinitos desordenes que se cometían
por una y otra parte atizaban mas y mas la dis-
cordia, y producían un furor que era ya difícil
estiuguir. Jamas el gobierno manifestó ni aun in-
dicios de querer pacificar aquel pais, atrayendo á
los habitantes; y los partes oficiales, las observa-
ciones, que se insertaban en ios periódicos mi-
nisteriales, todo respiraba esterminio, y hasta la
elección del general, que mandaba en Cataluña,
daba bien á entender que se contaba con emplear
únicamente el hierro y la llama.


Lo mismo sucedía en Navarra y en Aragón, y
la sangre española se derramaba á borbollones
por los mismos que se proponían regenerar la na




l 3 6 DE LAS 1VEV0LUCIONES DE ESPAÑA


cion y hacerla feliz. Los generales en gefe de los
egercitos publicaban á porfía bandos atroces, im-
poniendo la pena de muerte, de confiscación de
bienes y de espatriacion con la mayor ligereza.
Los pueblos, desde donde se hiciese fuego á ios
constitucionales, debían ser quemados y saqueados
infaliblemente, aun cuando no fuesen los agre-
sores del mismo pueblo, con tal que no los entre-
gasen ; igual suerte se señalaba á los pueblos donde
fuese muerto un patriota , y las penas de muerte
se estendian hasta á los que diesen noticias favo-
rables á los realistas ( i ) .


(1 ) En prueba de lo que varias veces hemos dicho de que


os hombres de partido nada aprenden ni nada olvidan ,


admírense nuestros lectores de leer el siguiente bando p u -


blicado en Cataluña por el general M i n a en fines del año pa-


sado de 1835. Aunque todos los diarios de esta época le han


insertado en sus columnas, nos parece oportuno copiarle solo


para que se observe la completa analogía de errores y cruel -


dades cometidas por los mismos hombres en iguales c i rcun-


stancias. L a única diferencia quel encontramos es un cierto


pujo aristocrático, que se echa de ver en los apellidos con que


encabeza el actual bando .


Bando : « D . Francisco Espoz y M i n a , Munda in , Ardaiz y


« Alemán , teniente general de los reales ejércitos y capitán


» general del ejercito y principado de Cataluña. Cuando los


« enemigos de nuestra Reyna , y de las libertades de la na -


(i cion , lejos de ceder á los repetidos llamamientos que se les


« ha hecho , persisten en su criminal intento de rebelión y


« esterminio , asesinando á cuantos Españoles leales caen en


« su poder, como se ha verificado mas singularmente en estos


« últimos dias , es ya indispensable por parte del gobierno de


« S. M , que la mas inflexible severidad suceda á ruinosas




DE l82Ü A l 8 2 3 Y DE l836. 137


Y estos decretos de furor y de esterminio 110
solamente se llevaban á efecto, sino que se hacia
ostentación de semejantes atrocidades, y el go-


« consideraciones. Por tanto, en virtud de la autorización que


u S. M . la Reina Gobernadora me tiene acordada ;


ORDENO Y MANDO :


« I o . Declaro en estado de sitio todo el distrito de la capi-


« tania general del principado de Cataluña.


« 2 o . Por consecuencia la autoridad militar absorve toda


« la administración del distrito.


« 3 o . Seguiran no obstante las autoridades actualmente


« establecidas despachando los negocios de sus respectivas


« atribuciones locales, en todo lo que no diga relación á


« nuevas disposiciones generales , las cuales cometerán á mi


« aprobación.


« 4 o . M e reservo , durante el pais subsista en estado de


« sitio, alterar esta disposición en dependencias y personas ,


« variando el curso de los negocios, según mejor conviniere


« al servicio.


«< 5 o . A los facciosos se les concede el termino preciso de


« quince días desde la publicación de este bando para que


« depongan las armas y se sometan al gobierno de S. M . la


« Reina.


« 6 o . Pasado este tiempo sin haberlo verif icado, todo r e -


« beldé sufrirá la pena establecida por las leyes.


« 7 o . Seran pasados por las armas todos los que presten a


« los facciosos en cualquier forma ó manera auxilios de a rmas ,


« municiones y víveres, dinero» ú otros efectos. Quedan sujetos


« á la misma pena los conductores de estos artículos , y los


« que promuevan la rebelión y estravien la opinion de los


« pueblos y de los hombres , sea por el medio que fuere.


« 8 o . Igualmente seran fusilados los que trageren corres-


« pondencia con los facciosos y los conductores de e l l a , sea


« esta de la clase que fuere.


•< 9 o . Sufrirán la misma suerte el baile ó el alcalde y el cura




I 58 DE LAS R E V O L U C I O N E S DE ESPAÑA


« párroco de los pueblos , y la persona principal de las í'afni-


u l i asque habiten las ventas ó casas solares, donde se refu-


« jien y abriguen facciosos , á menos que en el acto de ha -


u cerles cargo no justifiquen haberse hallado sin fuetzas para


<i rechazarlos , y haberse dado parte de la existencia de


« aquellos, con toda b revedad , á las tropas de la Reina mas


>i inmediatas , ó á los comandantes de los fuer'es mas proxi -


« mos al pueblo ó casa invadida por los rebeldes.


« 10°. Los padres , tutores ó cabezas de familia de estos


« son responsables con sus personas y bienes de los males que


« causaren los rebeldes á los leales. Las personas seran con -


't finadas á otros puntos, y los bienes de la familia serviran


<( para resarcir á los patriotas los daños que les causaren. .


« 11°. Para ejecutar este resarcimiento no se usarán mas


•t formalidades que la de presentarlos perjudicados una simple


« instancia ante el baile ó alcalde del pueblo y territorio de


« las casas solares , y este funcionario y el sindico del propio


« lugar, pondrán su visto bueno á la reclamación, si la hallan


« en forma justificada; y á la presentación de este documentis


« indiferentemente el comandante de armas mas inmediato,


« ó el alcalde mayor del part ido, pondrán á los reclamantes


•' en posesión de los bienes de las familias castigadas , sean


" muebles ó inmuebles.


« 12°. Si esLos bienes no fuesen suficientes á resarcir el daño


« causado , se hará tm reparto proporcional , según sus ha -


« beres , entre los notoriamente* desafectos á S. M . la Re ina ,


« hasta completar la cantidad demandada ; cuya cualificacion


« de desafectos se hará por los ayuntamientos respectivos. Si


« ocurriesen dificultades en la egecucion de esta providencia ,


« me reservo allanarlas á la vista del sencillo parte, que de-


«i berá dárseme de ellas.


>< 13°. Las autoridades todas de! distrito de Cataluña que~


« dan encargadas, cada una en l o q u e la c o o c i e r f K ' , de la


bienio, lejos de impedirlas, las promovia. Al dar
parte Mina de la toma de Castellíullit, cuyos ha-
bitantes, que no pudieron fugarse , fueron asesi-




DE 1820 A 1 8sí5 Y DE 1856. 1 3 9


nados, dice asi: «4^1 pueblo, enteramente desierto,
« ha desaparecido con sus fortificaciones. Y a fin
(( de recordar á los demás el trágico fin que deben
« esperar de sus locos intentos, si dando oidos á
« las sujestiones de los enemigos de nuestra feli-
ce cidad, se atrevieren á tomar con ellos las armas,
í< para combatirla, en la parte mas visible de uno
u de los muros que han quedado en pie, se ha
(( puesto la siguiente inscription : A qui existió
« Castellf ullit. Pueblos, tomad egemplo ! No
« abriguéis ¿1 los enemigos de la patria. » Y no
se contentó con hacer quemar el pueblo y arra-
sarle, sino que habiendo sabido algun tiempo des-
pués que se construian algunas barracas y casas
por los vecinos de Castellfullit que habian esca-
pado al hierro y á la llama, dio orden para que
los nuevos edificios fuesen demolidos inmediata-
mente, y los habitantes dispersados.


Y para que se forme una idea cabal del espiritu
de conciliación que dominaba á los ministros y á
sus agentes, me ha parecido oportuno insertar
los documentos siguientes :


puntual egecueion de lo contenido en este bando ; bien en-


- tendido, que ;í todas y á cada una las exijiré las mas


« severa responsabilidad , por cualquiera contravención que


< cometieren.


<•- 14°. Se publicará . comunicará v circulará este bando ,


u con todas las formalidades. Dado en Barcelona , á 29 de


<• noviembre 1835 . — F U A N C I S C O E S P O Z Y M I N A




14O DE LAS REVOLUC IONES DE E S P A Ñ A


(1) E l furor vandál ico , desplegado por Mina contra San


Llorens de Morun i s , podrá explicar hasta cierto punto la


obstinación con que , en la campaña actual, se ha embrave -


cido contra San Lorenzo de Píteos , que es la misma cosa. En


sus inmediaciones está el santuario de Nuestra Señora de la


H o r t , en cuyo sitio ha empleado cuatro meses , y casi todas


las fuerzas de su egercito , por solo el placer de pasar á c u -


chillo su escasa guarnición , bajo el calumnioso pretexto de


que le habian fusilado los prisioneros. Sin embargo , el día


que se tomó aquel fuerte , se encontraron en el vivos y sanos


sus prisioneros , es decir, el doble de los que el mismo Mina


decía en sus partes al gobierno que le habian hecho los fac-


ciosos. L a larga carrera militar y política de este general


ofrece otros hechos de esta clase. Pero es preciso confesar


que por entonces no se habia imaginado todavía la ferocidad


de asesinar jurídicamente á las madres de los que seguian


un partido opuesto.


<( Orden general. La cuarta division del eger-
« cito de operaciones del séptimo distrito militar
« (Cataluña) borrará del gran mapa de las Espa-
« ñas al nombrado y por indole faccioso y re-
ce beldé pueblo de San Llorens de Morunis ( alias
ce Piteus) ( i ) , á cuyo fin será saqueado y entregado
« á las llamas.


(( Los cuerpos tienen derecho al saqueo en las
u casas de las calles que se espresan : el batallón
ce de Murcia, calles de Arañas y Balldelfret; Ca-
ce narias, calles de Segonés y Fasurés ; Cordoba,
« calles de Serrones y Ascarvats; partida de la
« Constitución y artilleria, el Arrabal. (Se escep-
« túan las casas de tres personas que se nombran
(( en la orden.) En todo el dia de hoy, se prepa-




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 14 S


« rarán los combustibles en las que deben ser
te incendiadas, cuando se dé la orden para ello. »


Siguen otros pormenores.
í( Bando. D. Antonio Rotten, caballero de la


« orden nacional de San Fernando, brigadier, etc.,
« prevengo y ordeno lo que sigue :


( (Art. i ° . El pueblo que fue de San Llorens de
« Morunis (alias Piteus) ha sido saqueado é in-
« cendiado de mi orden, por la rebeldía de sus
« habitantes contra la constitución de la monar-
(( quia, que jamas quisieron jurar, y por haber
« incurrido en las penas que señala el bando del
» Exmo. señor general en gefe de este egercito
« (M ina ) , de 24 octubre ultimo, en donde fue
(( Castellfullit.


« Art. 2 o . Este pueblo no podrá reedificarse
(( sin el correspondiente asenso de las cortes.


« Art. 3 o . Ninguno de los que fueron sus veci-
(( nos y habitantes podrán fijar su domicilio en
((los partidos de Solsona y Berga sin permiso del
« gobierno, ó del Exmo. señor general en gefe
(( del ejercito.


(( Art. 4°- Se esceptuan las familias de los pa-
ir triotas y beneméritos (siguen los nombres de
(( doce personas).


(( Art. 5 o. Por la obligación que tiene todo ha-
« hitante, ó vecino, del que fue San Llorens de
í( Morunis , de fijar su domicilio fuera de los par-
« tidos de Solsona y Berga, los que se encuentren




ï/y'2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« en ellos serán pasados por las armas, sino jusii-
« íicasen que salieron del pueblo antes del 18 de!
« corriente, dia en que entraron las tropas nacio-
« nales, ó que estuviesen comprendidos en algu-
(( nas de las escepciones ó bandos vigentes sobre
(f facciosos.


« Art. 6 o . Los que hubiesen salido antes del
« 1 8 del corriente, los sexagenarios, las mugeres
(( y los jóvenes menores de diez y seis años, tam-
« poco podrán fijar su domicilo en los referidos
« partidos, sin permiso del gobierno ó del Exmo.
« señor General en gefe, bajo pena de ser expul-
«• sados á la fuerza; en la intelligence, que para
(( salir de ellos', se les concede un mes de termino,
« contadero desde la fecha.


a Art. 7 0 . Circúlese para su cumplimiento á los
« cuerpos y partidas dependientes de la division,
« á las comisiones de vigilancia y ayuntamientos
K constitucionales de las cabezas de partido, para
(( que lo comuniquen á los pueblos de los mismos.


« Dado sobre las ruinas de San Llorens de Mo-
tí runis, á 20 de enero de 1825 . »


Tal era el espiritu que dominaba al ministerio
y á sus principales agentes, y tales medios se em-
pleaban para conciliar los ánimos, para atraer los
pueblos y para terminar la guerra civil. Rotten
fue promovido á mariscal de campo. Parecia que
los que dirigian los negocios habian cobrado un
odio implacable á la misma nación, que se propo-




DE 182O A l 8 2 3 Y DE 1856. 14 7)


nian regenerar. Y esta conducta se observaba
cuando por todas partes se aumentaban los peli-
gros , cuando el numero de descontentos crecía
todos los dias, cuando los recursos se disminuían,
y enfin cuando la santa alianza pretendía inter-
venir en los negocios de España.


¿Pero como se ha de estrañar que las autori-
dades se condujesen de un modo tan impolítico
y tan atroz, cuando las cortes daban el egemplo,
entregando los pueblos á discreción del gobierno
y de sus agentes ?


Eí dia 7 de octubre de 1822 , se habían reunido
las cortes estraordinarias, convocadas por el go-
bierno, para tomar en consideración el estado de
las cosas. En la sesión del 12 del mismo mes
presentó el ministerio una manifestación de las
causas que habian influido en los males que se
esperimentabañ, y de los remedios que convenia
aplicar para estirparlos. Las agitaciones que acom-
pañan siempre á las mudanzas politicas, la igno-
rancia de los pueblos, el influjo del clero, el que
muchos magistrados y autoridades municipales
dejaron apagar el espíritu publico, el haberse se-
parado de sus deberes algunos gefes de la guardia
real, las intrigas de los estrangeros, y finalmente
eí influjo que algunas personas y corporaciones
habian tenido en los pueblos, eran en el concepto
de los ministros las causas principales del mal es-
tado de los negocios públicos. Para remediar estos




144 D E L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


males, proponía el ministerio las medidas sí-
gnenles : i0 -. Que se fijase la suerte del clero.
a0. Que el gobierno señalase las cantidades con
que se debía asistir á los prelados eclesiásticos es-
trañados del reino. 3 o . Que se autorizase al go-
bierno para estrañar de sus respectivas diócesis á
los prelados, curas párrocos y eclesiásticos, que
inspirasen desconfianza. 4 o• Que se concediesen
al gobierno facultades para trasladar de una pro-
vincia á otra á los empleados cesantes. 5 o . Que en
el caso de ponerse un pueblo en estado de de-
fensa, los empleados residentes en el perdiesen
las dos terceras partes de sus sueldos, sino se pre-
sentaban á hacer frente á los facciosos. 6 o . Que
el pueblo, que siendo acometido por un numero
de facciosos igual ó inferior á la tercera parte de
su vecindario, no se defendiese, debería pagar la
fuerza militar que se destinase á ocuparle, y0. Que
las autoridades locales, que no diesen aviso á sus
superiores de que los facciosos estaban en su re-
cinto , serian multados por los gefes militares,
según estos tuviesen por conveniente. 8 o . Que el
gobierno pudiese suspender los ayuntamientos á
propuesta de los gefes politicos. g°. Que se de-
clarase que respecto á los conspiradores habia lle-
gado el caso de suspender las formalidades pre-
venidas en las constitución, para el arresto de los
delincuentes. io°. Que, en las causas de conspi-
ración, deberian los reos pagar mancomunada-




DE 182O A. l 8 2 5 Y DE lS5G. 1 ,^5


mente todos los daños y perjuicios causados á
tercero. n ° . Que se autorizase al gobierno para
devolver al consejo de estado los espedientes de
propuestas de empleados, que no se limitasen á
sujetos adictos á la constitución. 1 2 o . Que se auto-
rizase al gobierno por un termino lijo para remo-
ver y reemplazar en propiedad, y personalmente,
á los gefes militares. i3°. Que igualmente se con-
cediesen facultades al gobierno para reemplazar á
los magistrados que no cumpliesen con sus de-
beres. i4°. Que todo funcionario publico, ó em-
pleado civil ó militar, que se negase á admitir el
destino que le diese el gobierno, quedase privado
del que antes tenia, inhabilitado para obtener
otro, y siendo militar, se le recogiesen los despa-
chos. i5°. Que se creasen sociedades patrióticas
reglamentadas, para fomentar el espiri tu publico.
1 G°. Que, con el mismo objeto, se representasen
en los teatros piezas, que inspirasen amor á la mo-
ral y al exercicio de las virtudes civicas. 1 7 o . Que
se diese un testimonio solemne de gratitud á todos
los que se habian presentado á defender las libertades
patrias, en Madrid, el dia 7 de julio. 1 8 o . Que el
gobierno deseaba que las cortes adoptasen cuantas
medidas les sugiriese su particular celo y amor
al bien publico.


Tal es el es tracto de la esposi cion presentada
por el gobierno á las cortes; y en verdad, que si
la ciencia y el tino de los ministros se han de gra-


T O




l/¡6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


duar por este documento , no podrá formarse de
ellos una opinion muy favorable, viendo la l ige-
reza y la impericia con que trataron un asunto
de la mayor importancia. La exageración de
principios, la exaltación de las pasiones, las me-
didas violentas adoptadas por las mismas cortes
pocos meses antes, la anarquia, descollando en
todas partes, promovida por los que se llamaban
liberales par escelencia, el desenfreno de la im-
prenta, la ignorancia y la rapacidad de muchos
empleados, y enfin el descontento general que se
habia apoderado de la nación desde las chozas


' hasta los palacios, nada de esto era de consecuen-
cia en el concepto.de los ministros, ni podia ser
causa de los males que se esperimentaban.


El mismo tino se manifestaba en los remedios
propuestos. El ministerio, lejos de pretender que
se concillasen los ánimos, que se inspirase con-
fianza á los pueblos , y que se cortasen los vuelos
á la anarquia, que devoraba la España, creyó que
se salvaba la constitución con unas cuantas me-
didas , insignificantes algunas, absurdas y ridicu-
las otras, y dirigidas todas á poner en sus manos
las facultades mas arbitrarias. La constitución se
infringia en algunas de estas medidas; y en lugar
de la libertad y de la justicia tantas veces procla-
madas, pretendían los ministros revestirse legal-
mente del despotismo mas feroz.


En los partes de las autoridades, en los papeles




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. l47


públicos , en las esposiciones del gobierno, en las
sesiones de las cortes, se decía continuamente que
el orden de cosas existente tenia infinitos enemi-
gos; y era natural inferir de los documentos ci-
tados que el numero de adictos era mucho menor
que el de desafectos. Prescindamos, por un mo-
mento, de la injusticia de las medidas propuestas
por el gobierno, y de si merecía la pena de ha-
berse hecho una revolución para entregar en ma-
nos de siete hombres la autoridad que tenia el Rey
antes del 7 de marzo de 1 8 2 0 ; ¿cuales eran las
pretensiones de los ministros y de sus secuaces?
¿ Querían esterminar la mayor parte de los Espa-
ñoles para gobernar sin zozobra y sin enemigos,
ó querían convertir á los desafectos, haciéndolos
victimas de las persecuciones, y entregándolos á
discreción de autoridades arbitrarias y á veces
inmorales? ¿El furor que respiraban los minis-
tros , y sus agentes, era á proposito para conci-
liar los ánimos de los que odiaban la demagogia
y el libertinage ?


Las cortes tomaron en consideración lo es-
puesto por el gobierno, y ademas de acceder á casi
todas sus peticiones, decretaron que á los prela-
dos estrañados del reino no se les atendiese con
cantidad alguna. Autorizaron al gobierno para
que pudiese trasladar de unas provincias á otras
á los empleados, aun cuando estos renunciasen
sus destinos y sueldos. Se suprimieron los con-




l / j8 DE L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA.


(1 ) Los galerías tomaron parte en estas discusiones , inter-
rumpiendo y dando muestras de desaprobación á los d iputa -
dos que manifestaban odio á la arbitrariedad; y los amigos
de los ministros , los mismos que se hallaban intimamente
ligados con ellos , y que defendianí á todo trance , en las cor-
tes , las medidas propuestas , no pudieron menos de calificar-
las de arbitrarias « Las cortes y toda la nación deben tener
« una gran conf ianza en el ministerio actual, dijo un dipu-
u tado, y en el se debe depositar esta arbitrariedad. Esta
« especie de dictatura nacional , ó c o m o si dijésemos la sobe-
« rama de la nación puesta en sus manos, es indispensable
« para aseguar la tranquilidad de todos los pueblos de la
« monarquia , y tendrán en su favor estas medidas la opinion
« publica. » E l mismo diputado citó como un egcmplo digno
de imitarse las medidas que se tomaron en Francia en 1793.


ventos que se hallaban en despoblado, en las pla-
zas fronterizas, ó en pueblos de menos de cuatro
cientos cincuenta Aecinos. Finalmente, se auto-
rizó á los agentes del gobierno para que, sin for-
mación de causa, pudiesen arrestar, por el ter-
mino de treinta di as, á los que tuviesen por
conspiradores ( i ) . El ministerio, que habia he-
cho la prueba de la docilidad de las cortes, no
quiso sancionar esta ultima medida, porque dijo,
que en la constitución y en las leyes hallaba sufi-
cientes medios de prevenir las conspiraciones, y
de castigar á los conspiradores. « La formalidad que
«masque todas parece indispensable, decia el
« ministro à las cortes, devolviendo el decreto no
« sancionado, es la previa información sumaria.
« El proyecto, de que se trata, debilita este ante-




DE 1820 A 1 8 2 3 y DE i836. i4g


(í mural de la seguridad individual, y conmueve
» en cierta manera el edificio social en sus prin-
ce cipales fundamentos. Confia ademas á los gefes
« políticos, es decir, al poder egecutivo, el eger-
« cicio de funciones judiciales, puesto que no
<c pueden caracterizarse de otra manera las facul-
« tades de arrestar y tener incomunicado á un
« presunto delincuente por el espacio de treinta
« dias, y la de estar practicando pesquisas é inda-
ce gaciones durante este tiempo, y recogiendo
ec pruebas del delito, para, según el resultado de
« ellos, ó poner al reo en libertad, ó entregarle á
« disposición del juez.


<c Ademas, si tal articulo se sancionará, serian
« mayores las facultades de un agente del gobierno
« que las del Rey mismo, puesto que no puede
ce este, sin quebrantar el articulo fundamental,
<í decretar la detención por mas tiempo que el de
« cuarenta y ocho horas; cuando por el contra-
te r io , según el proyecto , cualquier gefe politico,
<( ó cualquiera otro delegado suro, podria pro-
ce longarla hasta treinta dias, sin responsabilidad
ce alguna por haber tomado esta resolución. »


Tal es la lección que el gobierno de los siete
patriotas, el mismo que propuso, que se le auto-
rizase con facultades ilimitadas, se vio precisado
á dar á las cortes, para hacer alarde de que estaba
animado de algunos principios de moderación, y
porque las facultades, que concedían las cortes, re*




15o DE L A S R E V O L U C I O N E S DE ESPAÑA


(1 ) <! S i , en circunstancias estraordinarias, la seguridad
« del estado exigiese, en toda la monarquía ó en parte de
« ella , la suspension de algunas de las formalidades presen-
tí tas en este capitulo, para el arresto de los delincuentes,
tí podrán las cortes decretarla por un tiempo determinado. >
Constitución , art. 308.


caían en algunos gefes políticos, que no eran de la
secta de los ministros, y á quienes no podían qui-
tar de pronto los destinos sin gran escándalo, y
acaloradas gestiones de los comuneros. Pero el
ministerio se contradijo á si mismo, y daba en
todos sus pasos muestras de su impericia y de la
estremada ligereza con que trataba los asuntos
mas importantes. « S. M. , dice el ministro en la
« esposicionya citada, abunda en estas mismas
« ideas (las de aterrar á los facciosos y conspira-
« dores), y por lo mismo, su gobierno propuso
u á las cortes que declarasen haber llegado el caso
«de l articulo 5o8 de la constitución ( i ) ; pero
« sin embargo, cree que el proyecto sometido á
u su real sanción no es necesario para conseguir
« aquel saludable obgeto, y que ademas contiene
« disposiciones que producirían inconvenientes
« muy superiores á las ventajas que de el podían
« resultar.


(í Cuando se dice que esta leyr no es necesaria,
« no es porque se suponga que no se está en él
« caso que la constitución previno en el arti-
ce culo 3o8. Al contrario, el Rey está mas con-




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE 1836. l 5 l


u vencido que nadie de la necesidad de apelar á
« medios estraordinarios, para consolidar mas y
« mas el imperio de la ley fundamental, arraigada
« ya en el corazón de la mayoría del pueblo espa-
« ñ o l , pero combatida por algunos, á quienes
« ciega la ignorancia y la superstición, ó preo-
« cupa su propio interés y el oro de que se dejan
« corromper. Pero al mismo tiempo, se persuade
« que con lo dispuesto en ía constitución, y lo
<x que en aclaración suya disponen otras leyes
« posteriores, particularmente la de 1 1 de oc~
« tubre de 1 8 2 0 , se ha provisto bastantemente á
« lo que exige el bien del estado, con respeto al
« arresto de los conspiradores, y que no hay un
<f motivo para sujetarlos á leyes de escepcion, que
«• no sean comunes á los demás delincuentes. »


Esto manifestaba á las cortes el gobierno en la
esposicion, con que devolvía sin sancionar el de-
creto sobre el modo de proceder al arresto de los
conspiradores. El ministerio, por una parte,
creia que se estaba en el caso que previno el arti-
culo 3o8 de la constitución, y no solamente lo
crçia, sino que, en la medida novena, propuse')
á las cortes que lo declarasen asi; y por otra
parte, este mismo ministerio decia espresamente
que estaba persuadido de que no había necesidad
de apelar a medidas estraordinarias, y que se ha-
bia provisto bastantemente á lo que exigia el
bien del estado, con lo dispuesto en la constitu-




i :>2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


cion y en otras leyes posteriores. Pero estas leyes
no son mas que aclaraciones; en ellas no se pres-
cinde de las formalidades que exige la constitu-
ción para el arresto de los delincuentes, y existían
cuando se propusieron las medidas; de suerte que
el gobierno, en esta misma esposicíon, no sola-
mente contradice sus propuestas anteriores, sino
que el contenido de un párrafo está en contradic-
ción manifesta con Jo que se dice en otro. Sin
embargo, estos eran Jos ministros patriotas y los
ministros sabios, en cuyas manos se depositaba
la soberanía de la nación.


Entretanto los soberanos aliados trataban, en
Verona, de oponer un dique al torrente de la
revolución que amenazaba inundarlo todo; yantes
de emplear otros medios, quisieron manifestar su
opinion sobre los negocios de España, y pasaron
á sus embajadores y ministros plcnipotencianos
en Madrid varias notas, para que las comuni-
casen al gobierno español.


Esta era la nota de la Francia :
« Al señor Conde de La Garde. Señor Conde,


<( Pudiendo variar vuestra situación política, á
« consecuencia de las resoluciones tomadas en
« Verona, es propio de la lealtad francesa encar-
<( garos que hagáis saber al gobierno de S. M. C,
(( las disposiciones del gobierno de S. M. Cristià
a nlsima.


t( Desde la i evolución acaecida en España en el




DE 1820 A 1 8 2 5 Y DE l836. l53


« mes de abril de 1 8 2 0 , la Francia, á pesar de lo
« peligrosa que era para ella esta revolución, ha
(( puesto el major esmero en entrechar los lazos
« que unen á los dos rejes, j en mantener las re-
ce laciones que existían entre los dos pueblos.


ce Pero la influencia, bajo la cual se habian efec-
(c tuado las mudanzas acaecidas en la monarquia
(( española, se ha hecho mas poderosa por los
« mismos resultados de estas mudanzas, como
ce hubiera sido fácil prevéer.


ce Una insurrecion militar sujetó al r e j Fer-
ré nando á una constitución, que no habia recono-
ce cido ni aceptado, al volver á subir al trono.


c< La consecuencia natural de este hecho ha sido
« que cada Español descontento se ha creído au-
(( torizado para buscar, por el mismo medio, el
íc establecimento de un orden de cosas mas ana-
ce logo á sus opiniones j principios. El uso de la
ce fuerza ha creado el derecho de la fuerza.


ce De aqui los movimientos de la guardia en
ce Madrid, j la aparición de cuerpos armados en
i( diferentes partes de España. Las provincias limi-
<e trofes de la Francia han sido principalmente el
« teatro de la guerra civil. A consecuencia de este
ce estado de turbación en la peninsula, se ha visto
•:e la Francia en la nececidad de adoptar las pre-
se cauciones convenientes, j los sucesos que han
( ocurrido, después del establecimiento de un
ce ejercito de observación en la falda de los Piri-




154 DE L A S R E V O L U C I O N E S DE E S P A Ñ A


« neos, han justificado la prevision del gobierno
a de S. M.


« Entretanto el congreso, indicado ya desde
t í el año anterior para resolver lo conveniente
(í sobre los negocios de Italia, se reunia en
« Verona.


«• La Francia, parte integrante de este con-
« greso, ha debido esplicarse acerca de los árma-
te mentos á que se habia visto precisada á recurrir,
« y sobre el uso eventual que podria hacer de
« ellos. Las precauciones de la Francia han pare-
« cido justas á los aliados, y las potencias conti-
« neníales han tomado la resolución de unirse á
« ella para ayudarla (si alguna vez fuese necesa-
« r i o ) á sostener su dignidad y su reposo.


« La Francia se hubiera contentado con una
«• resolución tan benévola y tan honrosa al mismo
« tiempo para ella; pero el Austria, la Prusia y
« la Rusia, han juzgado necesario añadir al acto
« particular de la alianza una manifestación de
« sus sentimientos. Estas tres potencias han diri-
« gido, al efecto, notas diplomáticas á sus mi-
ce nistros respectivos en Madrid; estos las comu-
i< nicarán al gobierno español, y observarán en
K su conducta ulterior las ordenes que hayan re-
u cibido de sus cortes.


« E n cuanto á vos, señor Conde, al comuni-
<( car estas esplicaciones al gabinete de Madrid, le
« diréis que el gobierno del Rey está intimamente




DE 1 8 2 O A l 8 2 3 Y DE l 8 3 6 . l55


u unido c O i l sus aliados en la firme voluntad de
te rechazar, por todos los medios , los principios y
« y los movimientos revolucionarios; que se une
((igualmente á sus aliados > en los votos que estos
« forman para que la noble nación española en-
« cuetitre en si misma un remedio á sus males;
u males que son para inquietar á los gobiernos
« de Europa, y para precisarles á tomar precau-
(Í ciones siempre repugnantes.


(( Tendréis sobre todo cuidado en manifestar
« que los pueblos de la peninsula, restituidos á la
« tranquilidad, hallarán en sus vecinos amigos
((leales y sinceros. En consecuencia, daréis al
a gobierno de Madrid la seguridad de que se le
(( ofrecerán siempre cuantos socorros pueda dar
c( la Francia, en favor de la España, para asegu-
(( rar su felicidad, y aumentar su prosperidad;
(( pero le declarareis al mismo tiempo, que la
« Francia no suspenderá ninguna de las medidas
« de precaución que ha adoptado, mientras que
« la España continue siendo destrozada por las
(( facciones.


« El gobierno de S. M. no titubeará en man-
(( daros salir de Madrid, y en buscar sus garan-
« tias en disposiciones mas eficaces, si continúan
(( comprometidos sus intereses esenciales, y si
(( pierde la esperanza de una mejora, que espera
i< con satisfacción de los sentimientos que por
« tanto tiempo han unido á los Españoles y Fran-




3 56 DE LAS REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


« ceses en el amor de sus reyes y de una libertad
«juiciosa.


«Tales son, señor Conde, las instrucciones,
« que el Rey me ha mandado enviaros en el mo-
« mento en que se van á entregar al gabinete de
« Madrid las notas de Viena, Berlin y San Pe-
er tersburgo. Estas instrucciones os servirán para
« dar á conocer las disposiciones y la determina-
ce cion del gobierno francés en esta grave ocur-
« rencia.


ce Estáis autorizado para comunicar este despa-
ce cho, y entregar una copia de el, si se os pidiere.
« Paris, 2.5 de diciembre de 1 8 2 2 . »


He insertado la nota de la Francia, para que se
vea el sentido en que se esplicaba aquel gabinete;
y como las de las otras tres potencias parten de
iguales principios, y son bastante estensas, me
ha parecido que no deben tener lugar en este es-
crito. La de Francia basta para enterarse de que
la santa alianza no reconocia la constitución es-
pañola, porque tenia por vicioso y criminal su
origen, y que estas notas solo se dirigían á abrir
la puerta á transacciones, puesto que no termi-
naban á ningún resultado fijo.


La lectura de unos documentos en que las prin-
cipales potencias de Europa proponian reformas


, en el gobierno y amenazaban en el caso de que
no se verificasen, debia producir en los ministros
las mas serias reflexiones. Era demasiado cierto




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l 8 3 6 . l5j


por desgracia que la guerra civil devoraba la
España, que la anarquia habia hecho progresos
muy rápidos, y que las cosas habian llegado á tal
estremo, que sin modificar la constitución, no
era posible conservar la monarquia. El gobierno
apenas era obedecido, y tampoco tenia energia
ni prevision. Todo lo esperaban de el sus parti-
darios , todo lo prometia en las cortes; el palacio
de estas resonaba continuamente con los elogios
de los ministros patriotas, y los mas de los perio-
distas y todos los que pertenecían á su secta les
ofrecían incienso sin cesar; sin embargo, no ha
habido gobierno en el mundo que haya hecho
menos. A la mas ligera insinuación suya, decre-
taban las cortes contribuciones de hombres y de
dinero , y mientras que destrozando la misma
constitución que con tanto énfasis se proclamaba,
revestían á los ministros de unas facultades ilimi-
tadas , vieron todos los Españoles que apenas se
hizo uso de estas facultades, que tan encarecida-
mente habia pedido á las cortes el mismo gobier-
no. Aun en las provincias menos infestadas de
realistas las contribuciones no se pagaban sino con
mucho atraso, y se debian cantitades enormes.
El contingente de hombres, que las cortes habian
decretado para reemplazar y aumentar el egercito,
se incorporaba en los depósitos con la mayor len-
titud, y los quintos, desnudos, hambrientos y en
la mas deplorable ociosidad, porque ni aun se les




158 DE L A S REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


(1 ) Son tantos los puntos de semejanza que ofrece esta situa-


ción , con la que presenta la España de 1 8 3 6 , bajo la a d -


ministration de Mend i z aba l , que todo este párrafo parece


haberse escrito bajo la influencia de unos mismos aconteci-


mientos. Igua l arrogancia en las promesas, igual ceguedad


de confianza en el cuerpo legislativo; las mismas concesiones


de hombres y de auxilios, sin consultar siquiera la posibilidad


de realizarlos; igual imprevisión , igual debil idad con las


exigencias de los exaltados, igual desobediencia de parte de


los pueblos ; la misma opresión de la libertad de imprenta


para todo lo que tuviese visos de razonable , é igual ignoran-


cia enfin de todos los principios de gobierno, asi para los


tiempos de ca lma , como para los de revolución. San Miguel


y sus camaradas inutilizaron recursos que hubieran bastado


para salvar veinte monarquías como la de España ; Mend i -


zabal y los suyos l levan ya destruidos , ademas de todos los


que crearon los anteriores ministerios, cuantos ha podido


subministrar una dictadura sin limites , y la amistad de dos


naciones poderosas. L a Inglaterra sola ha enviado al gobierno


español , en el momento que esto escribimos , 220,200 f u -


daba la menor instrucción , demostraban el aban-
dono del gobierno, que llegaba hasta el punto
de tenerlos muchos meses en las casas sin desti-
narles á cuerpos. La milicia activa, que debia as-
cender á cerca de noventa mil hombres, según lo
decretado por las cortes en enero de 1 8 2 2 , apenas
constaba de veinte y cuatro mil , y estos é r a n o s
que existían ya en 1820. Pues este mtémò go -
bierno inepto y débil que solo daba mues t t r s^ de
vida, cuando se trataba de proteger á los de su
secta, no titubeó en contestar á las notas de las
grandes potencias, desafiando á toda la Europa ( 1 ) .




DE 1820 A í 8 2 3 Y DE i836. i5o,


Esta fue la repuesta que dirigió al plenipo-
tenciario de S. M. cristianísima. « Al ministro
« plenipotenciario de S. M. en Paris digo con
« esta fecha de real orden lo que sigue :


« El gobierno de S. M. C. acaba de recibir com-
a municacion de una nota pasada por el de S. M .
« Cristianísima á su ministro plenipotenciario en
« esta corte, de cuyo documento se dirige á V . E.
(í copia oficial para su debida inteligencia.


w Pocas observaciones tendrá que hacer el go-
<( bierno de S. M. C. á dicha nota. Mas para que
« Y . E. no se vea tal vez embarazado acerca de
« la conducta que debe observar en dichas cir-
« cunstancías es de su deber manifestarle franca-
(( mente sus sentimientos y sus resoluciones.


si les, 10,000 sables de cabal lería, 50 ,000 carabinas, otras


3,000 rayadas , 3 ,600 pistolas, 3 millones de cartuchos ,


900,000 libras de pólvora ; la artilleria, armas y municiones


necesarias para armar tina goleta, y dos barcos de vapor ; la


legion auxiliar inglesa, 15,000 fusiles para ella , 1,200 mos -


quetes, 850 pistolas, 1,000 sables de cabal ler ía , 600 cara -


binas rayadas , 5 ,280,000 cartuchos con b a l a , 16,720 car -


tuchos con bala de cañón , 18 cañones de b ronce , 986 cohetes


á l a Congreve de sitio, 10 ,892 idem de batalla, 12,108 bom-


bas y balas de cañón , 54 carros de artillería , 28 furgones ó


carros , 392 arneses completos , e tc . , etc.


Todo esto ó casi todo está perdido á estas horas, inclusa
la mayor parte de la tal legion inglesa , y nada , absoluta-


mente nada, se ha pagado todavía. L a Francia ha dado tam-


bién sumas enormes, y lo que es mas , auxiliares muy utiles ,


sin que á la hora de esta se vea otra cosa que engrosarse la


facción , y generalizarse en otras provincias del reino.




l6o DE L A S REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


ce No ignoró el gobierno nunca que las insti-
cctuciones adoptadas libre y espontáneamente por
ce la España causarían recelos á muchos de los
ce gabinetes de Europa, y serian objeto de las de-
ce liberaciones del congreso de Verona; mas segu-
ir ro de sus principios, y apoyado en la resolución
a de defender á toda costa su sistema politico
ce actual, y la independencia nacional, aguardó
a tranquilo el resultado de aquellas conferen-
ce cias.


(( La España está regida por una constitución
(( promulgada, aceptada y jurada en el año de
« 1 8 1 2 , y reconocida por las potencias que se reu-
cc nieron en Verona. Consejeros pérfidos hicieron
(( que S. M. C. el Rey Don Fernando VI I no nu-
ce biese jurado á su vuelta á España este código
ce fundamental, que toda la nación queria, y que
ce fue destruido por la fuerza sin reclamación al-
ce guna de las potencias que lo habian reconocido,
ee Mas la esperiencia de seis años y la voluntad
ce general le movieran á identificarse en 1820 con
ee los deseos de los Españoles.


ce No fue, no, una insurrecion militar la que
ce promovió este nuevo orden de cosas á principios
ce de 1820. Los valientes, que se pronunciaron en
ce la isla de Leon y sucesivamente en las demás
« provincias, no fueron mas que el órgano de la
ce opinion y de los votos generales.


ce Era natural que este orden de cosas produ-




DE 1 8 2 O A 182.3 Y DE l856. l6 l


((jese descontentos : es una consecuencia inevi-
« table de toda reforma, que supone corrección
«de abusos. Hay siempre en toda nación, en
« todo estado, individuos que no pueden avenirse
« nunca al imperio de la razón y de la justicia.


« El egercito de observación, que el gobierno
« francés mantiene en el Pirineo, no puede calmar
<( los desordenes que afligen á la España. La espe-
« riencia ha demostrado, al contrario, que con la
« existencia del llamado cordon sanitario, que
« tomó después el nombre de egercito de obser-
« vacion, se alimentaron las locas esperanzas de los
« fanáticos ilusos, que levantaron en varias pro-
ce vincias el grito de la rebelión, dando asi origen
« á que se lisongeasen con la idea de una próxima
« invasion en nuestro territorio.


a Como los principios, las miras ó los temores
« que hayan influido en la conducta de los gabi-
« netes, que se reunieron en el congreso de Ve-
ce roña, no pueden servir de regla para el español,
« prescinde este por ahora de contestar á lo que
« en las instrucciones del Conde de Lagardc
« dice relación con aquellas conferencias.


« Los dias de calma y de tranquilidad que el
(c gobierno de S. M. Cristianísima desea para la
<( nación, no son menos deseados, apetecidos y
« suspirados por ella y su gobierno. Penetrados
« ambos de que el remedio de sus males es obra
« del tiempo y de la constancia, se esfuerzan, cuan-


11




1 6 2 DE LAS R E V O L U C I O N E S DE ESPAÑA


« to deben, en hacer sus efectos utiles y salu-
« dables.


« El gobierno español aprecia en lo justo las
« ofertas que el de S. M. Cristianísima le hace de
« cuanto pueda contribuir á su felicidad; mas está
« persuadido de que los medios y precauciones,
« que pone en egecucion, no pueden producir
« sino contrarios resultados.


« Los socorros, que por ahora debiera dar el go-
re bierno francés al español, son puramente nega-
« tivos. Disolución de su egercito de los Pirineos,
M refrenamiento de los facciosos enemigos de Es-
re paña y refugiados en Francia, animadversion
ct marcada y decidida contra los que se complacen
w en denigrar del modo mas atroz al gobierno de
« S. M. C , las instituciones, y cortes de España:
« hé aqui lo que exige el derecho de gentes res-
et petado por las naciones cultas.


« Decir la Francia que quiere el reposo de la
« España y su bienestar, y tener siempre encen-
« didos los tizones de discordia, que alimentan los
« principales males que la afligen, es caer en un
« abismo de con tradiciones.


« Por lo demás, cualesquiera que sean las
« determinaciones que el gobierno de S. M. Cris-
ce tianisima crea oportuno tomar en estas circun-
« staneias, el de S. M. C. continuará tranquilo
ce por la senda que le marcan el deber, la jus-
« ticia de su causa, el constante carácter y ad-




DE 1820 A 1 8 2 3 Y DE l836. l63


f ( hesion firme á los principios constitucionales, que
« caracterizan| á la nación, á cuyo frente se halla;
« y sin entrar por ahora en el análisis délas espre-
mé siones hipotéticas y anfibológicas de las instruc-
(( ciones pasadas al Conde de Lagarde, concluye
« diciendo, que el reposo, la prosperidad, y cuanto
« aumente los elementos de bienestar de la na-
« cion, á nadie interesa mas que a ella.


« Adhesion constante á la constitución de 1 8 1 2 ,
« paz con las naciones, y no reconocer el dere-
« cho de intervención por parte de ninguna; he
(( aqui su divisa, y la regla de su conducta tanto
« presente como futura.


« Está V. E . autorizado para leer esta nota al
« ministro de negocios estrangeros, y para de-
ce jarle copia, si la pide. La prudencia y tino de
a V. E. le sugerirán la conducta firme y digna,
u que la España debe observar en estas circun-
« stancias. »


« Lo que tengo la honra de comunicar á V . E .
« de orden de S . M., y con este motivo le re-
ír nuevo las seguridades de mi distinguida conside-
re ración, rogando á Dios guarde su vida muchos
« años. Palacio, 9 de enero de 1 8 2 3 . B. L. M. de
« V . E. su atento y seguro servidor. EVARISTO
« SAN MIGUEL. Señor ministro plenipotenciario
« de S. M. Cristianísima en esta corte. »


Cuando se publicó esta nota, observaron al-
gunos que las facultades intelectuales de San Mi-




l 6 4 DE LAS REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


guel se habian disminuido desde que íiabia subido
ai ministerio, porque generalmente los artículos
del Espectador estaban mejor escritos que el docu-
mento que se ha insertado; pero prescindiendo
de esto, me limitaré á observar que el mismo
ministro de estado confiesa, que ce aunque el go-
ce bienio español no ignoró que las instituciones
ee adoptadas libre y espontáneamente por la Es-
ce paña causarían recelos á muchos gabinetes de
e< Europa, y serian obgeto de las deliberaciones
ee del congreso de Verona, sin embargo aguardó
ee tranquilo el resultado de aquellas confieren -
e< cias. »


Este párrafo manifiesta con la mayor precision
la conducta de los ministros patriotas, que perma-
necieron tranquilos, mientras que les constaba,
que en una asamblea de soberanos se iba quiza á de-
cidir de la suerte de su patria. A ellos solos les
era dado disfrutar de tranquilidad, entretanto que
casi todos los Españoles vivían agitados, esperando
unos y temiendo otros los resultados que podria
tener el congreso de Verona No es posible que
gobierno alguno haya dado muestras de tanta
apatía en semejantes circunstancias, y los mismos
apasionados de los ministros no podrán menos
de confesar que una conducta tan estraña no
pudo proceder sino de la mas estupida igno-
rancia , ó de la mas inconcebible indiferencia.
Doy por supuesto que la intención de los ministros




DE 1820 A i8a5 Y DE i836. i65


fuese no variar en nada la constitución, ni con-
ceder á los estrangeros la mas minima interven-
eion en los negocios de España; ^ se oponía acaso
á esta resolución el enviar á Verona un hábil di-
plomático , que apoyado en la Inglaterra procu-
rase impedir ó al menos retardar una declaración
de la santa alianza poco favorable á su causa ?
<? Por ventura esto mismo no iníluia estraordina-
riamente en la pacificación de la peninsula, dis-
minuyendo las esperanzas de los que se llamaban
realistas? Los ministros como que se desdeñaban
de dar un paso tan necesario, y parece que ellos
mismos provocaban la declaración de las grandes
potencias continentales.


La respuesta dada por el ministro San Miguel
A las notas de los gabinetes de San Petersburgo,
Viena y Berlin, estaba fundada en los mismos
principios que la contestación al gobierno fran-
cés, aunque concebida en términos mas fuertes.
Los encargados de negocios de las tres cortes,
apenas recibieron la respuesta á sus notas, pidie-
ron sus pasaportes, y salieron de España; y el
ministro plenipotenciario de Francia hizo lo mis-
mo pocos dias después.


Llegó á tal punto la petulancia, que no dio el
ministro conocimiento á las cortes de las notas
de las potencias aliadas, hasta después de haber
contestado á* ellas, ni siquiera consultó al consejo
de estado, infringiendo en esto la constitución;




l 6 6 DE LAS REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


(1 ) « E l consejo de estado es el único consejo del Rey, que


« oirá su dictamen en los asuntos graves gubernativos, y


« señaladamente para dar ó negar la sanción á las leyes, d e -


« clarar la guerra , y hacer los tratados. » Constitución ,
art. 236.


pues e l asunto era d e la mayor gravedad ( i ) ; solos
l o s ministros que mandaban entonces eran ca-
paces d e tal inconsideración. Como que les faltaba
e l tiempo para estrellarse con la Europa, y no
parece sino que recelaban hacer participes á otros
d e la gloria, que debia resultarles de atraer sobre
la España un diluvio de calamidades.


Se presentaron por fin á las cortes las notas de
los aliados y la contestación del ministerio, y son
muy notables las espresiones, de que este se valió
al motivar la remisión de aquellos documentos,
(f Aunque el gobierno, dijo San Miguel, sabe
<í que este negocio es de los que no reclaman ne-
« cesáreamente el conocimiento de las cortes, sin
(f embargo, creería faltar á los sentimientos de
(( fraternidad que le unen con el congreso na-
tfcional, sino pusiese en su conocimiento este
« asunto. » Nuevo modo de espresar las relaciones
que debe haber entre los poderes representativo
y egecutivo de una nación: los sentimientos de


fraternidad. Pudiendo alegar tantos motivos para
enterar á las cortes de aquellos sucesos, apeló eí
ministro á la fraternidad, como si quisiese hacer




DE 1 8 2 O A r825 Y DE l 8 3 6 . 167


ostentación de la imprevisión y ligereza con que
se trataban los asuntos mas importantes.


¿ Quien no creería que al ventilarse esta cues-
tión en las cortes se iba á desenvolver con todo
esmero el estado en que se hallaba el espíritu
publico, y los medios que tenia la España de sos-
tener las respuestas del ministerio? Aquella era la
ocasión de averiguar el origen de la guerra civil,
que devoraba las provincias, de examinar el nu-
mero y la clase de los descontentos, la opinion
de la mayor parte de los pueblos y de los que
mas influjo tenían en ellos, el estado del egercito,
de las plazas y del erario; y enfin la decision de
un asunto de tanta trascendencia no parecía po-
sible que recayese, sino sobre el examen mas de-
tenido y mas profundo del estado de la nación
en todos sus ramos. Sin embargo, nada de esto
sucedió. Las cortes ocuparon las sesiones del 9 y
del 1 1 de enero de i 8 2 3 en declamar contra la
injusticia de la santa alianza, en exagerar el pa-
triotismo de los Españoles, recordando sus esfuer-
zos en la guerra de la independencia, y en hacer
protestas de morir libres, etc.; como si los re-
presentantes de una nación debiesen dejarse ar-
rastrar de un acaloramiento, apenas disculpable en
un oficial subalterno, y como si aun cuando los
diputados pereciesen con la constitución de 1 8 1 2
en la mano, dejasen de ser responsables de las
consecuencias de una guerra temeraria! Y si el




] 68 DE LAS REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


(1) En esta sesión tan celebre, como inconsiderada, se


verificó la reconciliación entre Arguelles y Gal iano , que


hasta entonces habian sido perpetuos antagonistas, capita-


neando , el p r imero , el partido de la moderación, y auxi -


l i ando , el s egundo , al de la exaltación. Arguelles perdió


desde aquel fatal momento no solo su influjo, adquirido á


costa de trabajos uti les, sino lo que es peor, la confianza en


la estabilidad de sus principios políticos, quedando solo el


hombre de bien particular, y desapareciendo para siempre el


hombre de estado. N inguna combinación hay ya posible para


que Arguelles .sea otra coba que un instrumento .cnofo de
ideas y de intereses ;¡ genos


respeto á esa constitución, tantas veces infringida
por las cortes mismas, se queria hacer valer hasta
el punto de que no se creyesen autorizadas para
tratar de reformas, ¿porque no se pidieron á los
pueblos nuevos poderes? Aun cuando nunca tu-
viesen intención de transigir con la santa alianza,
su mismo interés les dictaba que debia ganarse
tiempo para preparar los medios de resistir Ja
invasion. Pero ni la razón ni la conveniencia
tenían influjo en las cortes, dominadas ya por
una facción; y hombres de buenos principios,
pero débiles ya en otras ocasiones, mendigaron Jos
aplausos de las turbulentas galerias, y fueron lle-
vados en triunfo al lado de los apostóles de la
anarquia ( i ) .


No era la cuestión si los estrangeros tenian ó
no facultades para intervenir en los negocios de
España, pues que ellos manifestaban estar re-




DE ïS'JO A l 8 2 5 Y DE 1836. 169


sueltos á hacerlo; este punto debió tratarse en
Verona. Lo que debían ventilar las cortes, era si
empeñándose las grandes potencias continentales
en tomar parte en el sistema de gobierno que
debía regir en España, habia medios de oponerse
á sus deseos. Este era el punto que debiera discu-
tirse ; todo lo demás se reducía á vanas declama-
ciones , que, arrancando aplausos de las galerías,
no servían sino para comprometer á los pueblos,
y para atraer sobre ellos desgracias sin numero.
Parecerá increíble á la posteridad la ligereza y la
imprudencia con que se trataron cuestiones de
tanto interés; pues no se hizo una sola observa-
ción sobre el deplorable estado de todos los ra-
mos , y sobre lo evidente que era que la masa de
la nación , que, en 1 8 0 8 , peleó á todo trance con
los estrangeros, los recibiría con los brazos abier-
tos en 1 8 2 3 . Y á esto se llamaba conservar el de-
coro nacional; como si este consistiera en consen-
tir la anarquia, en sufrir toda clase de desordenes,
y en que fuese devorada la nación por la guerra
civil, y gobernada por una secta inmoral y
ambiciosa.


Las cortes elogiaron, admiraron y aprobaron
la respuesta dada por el ministro de estado á las
notas de los soberanos aliados, y en un mensage,
que dirigieron al Rey, ofrecieron contribuir á
que el gobierno 1 10 careciese de nada para hacer
frente á los estrangeros,




¡ y o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


Los acontecimientes demostraron inmediata-
mente cuan inoportunas eran los baladronadas de
los ministros, y hasta que punto'llegaba su im-
previsión, y la de sus agentes. Los que habian
declarado que no temian á las grandes potencias
continentales, se vieron amenazados pocos dias
después en la misma capital.


Un grueso de llamados realistas, que se habia
reunido en las margenes del Ebro, hacia las fron-
teras de Aragón, Cataluña y Valencia, á las or-
denes de un hombre que, pocos meses antes,
habia sido sentenciado á muerte en Barcelona,
por sus maniobras anárquicas, qué tendían á es-
tablecer una república, se avanzó sobre Zaragoza,
llegó hasta los arrabales de la ciudad , y tomó en
seguida el camino de Madrid. El comandante ge-
neral de Aragón , que era uno de los hombres de
la confianza del ministerio, tenia fuerzas mas que
suficientes para destruir á los tres ó cuatro mil
facciosos ó realistas que se habian reunido en su
distrito; pero no solamente no impidió que amena-
zasen á Zaragoza, sino que no hizo ningún esfuerzo
para alcanzarlos cuando se dirigieron á Castilla la
Nueva, y dejó de perseguirlos luego que salieron
de su distrito. Los realistas llegaron hasta la in-
mediaciones'de Guadalajara , que dista unas ocho
leguas de Madrid; y aunque su movimiento fue
muy lento, pudieron sin embargo acercarse tanto
á la capital, sin que hubiesen hallado la menor




DE 1 8 2 O A 1828 Y DE l836. 1 7 1


resistencia. Por fin conoció el gobierno que era
preciso contener sus progresos, é hizo marchar
contra ellos al comandante general del distrito
(uno de los cinco caudillos de la Isla). Las fuer-
zas de que este podia disponer bastaban para der-
rotar á los realistas; pero todo se perdió por las
malas disposiciones del que mandaba, como si
se quisiese hacer ver que los principales agentes
y compañeros de los ministros participaban de su
misma ineptitud. Se obligó á los soldados á que
marchasen rápidamente sobre el enemigo, que se
habia replegado á Brihuega, y se dividieron las
fuerzas, poniendo á disposición del Empecinado
una columna que debia concurrir al ataque. El
comandante general siguió, con las principales
fuerzas, el camino directo de Brihuega, halló á
los enemigos en posición cerca de la ciudad, y
sin contar con la columna del Empecinado, que
aun distaba algunas leguas, dio la señal de la ac-
ción. Vióse entonces cuanta diferencia hay de
entonar canciones é insultos en las plazas y en
las calles, á pelear, y de la disciplina á la licencia
y á la insubordinación. La columna de constitu-
cionales fue derrotada enteramente, perdió su
artilleria, tuvo muchos prisioneros, y sufrió una
dispersion total. Un batallón que pocos dias antes
habia llegado á Madrid, haciendo las mayores de-
mostraciones de exaltación, y entonando la can-
ción que empezaba : « Diga, usted, que viva




1J2 DE LAS REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


Riego!y smo le degollamos, » se desordenó igno-
miniosamente á los primeros tiros. De esta clase
era el patriotismo, de que tanto se prendaban las
cortes y el gobierno, y con el cual contaban ha-
cer frente á la santa alianza.


El comandante general, en su huida, ni aun
tuvo la prevision de hacer saber al Empecinado
lo que habia ocurrido, ni de darle orden para que
se replegase sobre Guadalajara. Por otra parte,
como si á porfía se hubiesen empeñado en come-
ter torpezas, el Empecinado se presentó, á las
nueve de la noche, delante de Brihuega, sin ha-
ber enviado ni siquiera un reconocimiento para
saber lo que se habia hecho la otra columna. Quiso
penetrar en la ciudad; pero hallando obstáculos,
se retiró precipitadamente, abandonando las tro-
pas que estaban empeñadas, y salvándose cada
uno por donde pudo. Los enemigos, ó porque
temiesen una emboscada, ó porque estuviesen fa-
tigados, no siguieron el alcance. Esto sucedió el
¿4 de enero de 182 3.


Esta derrota produjo en Madrid la mayor con-
fusion. El gobierno, atónito, dio disposiciones
para que se hiciesen algunas obras de fortifica-
ción , y confirió al general Ballesteros el mando
de la corte, dando el de las tropas al conde del
Avisbal. Este general, desacreditado en todos los
partidos, y envilecido por los mismos que ahora
le empleaban, habia dado tales pasos, que nadie




DE l8-20 A 182.5 Y DE l836. 175


creia que se hubiese echado mano de el para nin-
gún destino. Pero parece que el conde se habia
reconciliado con la secta de los ministros, y deci-
didos estos á emplear con toda preferencia á sus
partidarios, entre los cuales no se hallaban gene-
rales de crédito; acostumbrados, por otra parte,
á despreciar la moralidad y la opinion publica,
le habian nombrado inspector general de infan-
teria , y ahora le confiaron el mando de todas las
tropas que pudieron reunir.


Llegaron los realistas á Guadalajara, y sin avan-
zar hasta Madrid, pasaron el Tajo casi á la vista
del conde del Avisbal, quç, desde el 2 7 , se habia
dirigido contra ellos, y entraron, el 3o, en Huete,
en donde hicieron demostraciones de fortificarse.
Según el mismo conde del Avisbal, las fuerzas de
los realistas se componían de tres mil quinientos
infantes, y doscientos caballos; y en el parte ofi-
cial del 3o de enero, decia : c< No dudo asegurar
« á V. E. que donde quiera que pueda llegar á las
(( manos con la facción, no solo quedará en mi
« poder la artillería, sino destruida enteramente
te esta horda de enemigos de la libertad de la pa-
ce tria ( 1 ) . » Sin embargo, el mismo conde se pre-
sentó, el 3 j , delante de Huete; y aunque los


(1 ) Esla promesa no puede menos de recordarnos las que ,


con tanta jactancia , lian hecho últimamente los generales


Quesada , Rodil y A'aides en Navarra , y M ina en Cataluña,




í y 4 D E L A S REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


realistas ocuparon aquella ciudad hasta el 10 de
febrero, nada se atrevió á emprender contra el-
los, manifestando que el mal tiempo y las pocas
fuerzas, de que podia disponer, eran.la causa de
esta inacción.


La derrota de Brihuega fue, como he dicho, el
2'\ de enero; el conde del Avisbal tomó en seguida
el mando, el gobierno le dio todos los ausilios
de que podia disponer; y no obstante, el mismo
conde, en el parte del 8 de febrero, dice que sus
fuerzas estan reducidas á dos mil noventa infan-
tes, y trescientos ochenta caballos, sin incluir
el regimiento de Calatrava , que habia destacado á
Cuenca, y que se incorporó el í o. De esto se po-
drá inferir cuales eran los medios y la autoridad
de un gobierno, que, viendo amenazada la capi-
tal, y que permanecían los enemigos casi á sus
puertas, en los dias que mediaron desde el 2 4 de
enero, hasta el 8 de febrero, no pudo reunir dos
mil y quinientos hombres para alejarlos. Y á pe-
sar de todo esto, el ministerio era el idolo de las
cortes y de muchos periódicos, que diariamente
llenaban sus paginas de encomios á la prevision,
á la ciencia, á la firmeza y al carácter de los mi-
nistros, y que no titubeaban en aplicar el epíteto
de traidor al que se tomaba la libertad de criticar
las providencias y la suficiencia de los siete pa-
triotas.


El 1 0 de febrero, mientras que el conde del




DE I8?.Q A i 8 a 3 Y DE i 8 5 6 . 1 7 5
Avisbal Jiacia un movimiento en la dirección de
Cuenca, para proteger la llegada de la columna
que esperaba de Valencia , salieron los realistas
de Huete. Como el movimiento del general Avis-
bal le separaba del camino por donde se retiraron
los realistas, y como la primera noticia, que tuvo
de la marcha de estos, jue un oficio del alcalde
de Huete, no se les inquietó aquel dia. Se retira-
ron á marchas ordinarias, volvieron á atravesar
el Tajo sin obstáculo, y di viéndose, se dirigieron
unos á Aragón, y otros á la frontera de Valencia,
sin que Jas tropas constitucionales consiguiesen
sobre ellos mas que pequeñas ventajas, sin em-
bargo de que no pareciá difícil obligarlos á una
acción general, teniendo ya el conde del Avisbal
mas de setecientos caballos. Esta espedicion, que
duró hasta principios de marzo, no tuvo resul-
tados importantes, y en ella desmintió el gene-
ral, que la dirigia, el concepto de activo y em-
prendedor, que habia adquirido con justicia en la
guerra de la independencia. *


Por este tiempo los patriotas prodigaban elogios
sin termino al 'general Mina : las cortes le man-
daban dar las gracias, y el gobierno le conde-
coraba con la gran cruz de san Fernando, por la
ocupación de los fuertes de la Seu ele Urgel. Perio-
distas, que en todas las materias tomaban un tono
decisivo, comparaban la ocupación de los fuertes á
las mas brillantes acciones de guerra, de que haya




I 76 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


noticia, y encontraban en ella mas mérito que en
otra alguna. Sin embargo, la hazaña consistió en
bloquear á Urgel después de haberse retirado á
Francia el barón de Eróles, y en que los sitiados,
cuando absolutamente les faltaron los víveres,
evacuaron los fuertes, sin que se lo impidiesen los
sitiadores. Por esta misma escala deben medirse
todas las proezas de Mina en Cataluña. Reunida
bajo sus ordenes una gran parte de la fuerza dispo-
nible, que habia en España, no quiso emprender
ninguna operación, hasta que estuvo enteramente
seguro de que no sufriría revés alguno : para ad-
quirir esta evidencia, perdió un tiempo precioso,
y lo que egecutó en el rigor del invierno, pudo
haberlo hecho antes de concluirse el otoño y con
ventajas mucho mas decisivas. Esta perdida de
tiempo debe ser tanto mas notable, cuanto que
si Mina hubiese arrojado de Cataluña al barón de
Eróles, cuando pudo hacerlo, quizá en el congreso
de Verona se hubiera dado á este suceso mucha
importancia, y tal vez de este modo se hubieran
impedido ó al menos retardado sus resoluciones.
Porque no era lo mismo el que los soberanos alia-
dos contasen con una regencia establecida ya en
Urgel, y con un egercito realista, mandado por
un.general de crédito, operando y consiguiendo
ventajas, que el ver fugitiva á la regencia fuera
de España, derrotados los realistas y ocupadas por
los constitucionales las crestas de los Pirineos.




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE ï 8 3 6 . 1 7 7


Apenas restablecido el ministerio del susto, que
le causó la derrota del .24 de enero, y la aproxi-
mación de los realistas á Madrid, se presentó á
las cortes el 5 de febrero, pidiendo que se decre-
tase un reemplazo de treinta mil hombres, para
poner el egercito al pie de guerra, y reclamando
diferentes autorizaciones para si, para las dipu-
taciones provinciales y para los comandantes ge-
nerales de los distritos. Una comisión, encargada
de examinar las propuestas de los ministros,
presentó al dia siguiente su dictamen aprobán-
dolas y aun ampliandolas. En vano algunos dipu-
tados pidieron que digese el gobierno que resul-
tados habian producido las quintas decretadas
anteriormente; los ministros apenas se dignaron
contestar, y seguros del éxito de la discusión, se
contentaron con decir que lo que se pedia se
necesitaba, y se aprobó todo con la mayor lige-
reza.


En seguida hizo presentes el ministerio los
medios, que creia necesarios para cubrir las nue-
vas atenciones, y es imposible que, desde que
hay gobiernos representativos, se haya procedido
con tan poca formalidad y tino. Ni decían los
ministros á cuanto ascendían las obligaciones,
ni cual seria el importe de los recursos, que so-
licitaban , ni sí habia deficit en las contribu-
ciones ya decretadas; en fin nada absolutamente
de cuanto pudiese ilustrar la cuestión. A pesar


1 2




íjS DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


de la condescendencia de las cortes, la comisión,
que dio su dictamen sobre los pedidos del go -
bierno, no pudo menos de rechazar tres de los
artículos propuestos, porque en ellos se infringía
manifiestamente la constitución. No faltaron di-
putados que se opusieron al dictamen, porque
siendo escandaloso el atraso de las contribuciones
decretadas y la apatia é inacción del gobierno,
y de sus agentes, era inútil aprobar nuevos im-
puestos. Los ministros no supieron dar razón ni
de los atrasos de las contribuciones, ni de las
provincias , que debian mas, ni de las cantidades
que se necesitaban, ni de aquellas á que ascen-
dían los recursos que proponian. A pesar de
un abandono tan escandaloso, se concedió al
gobierno casi sin discusión todo cuanto pedia,
á escepcion de los artículos, á que se opuso la
comisión.


El dia i 2 de febrero presentó el gobierno á
las cortes una esposicion reducida á que, en aten-
ción á las notas de las grandes potencias conti-
nentales y al discurso del rey de Francia en la
apertura de las cámaras, tomasen las cortes las
medidas que tuviesen por convenientes. Una co-
misión, que examinó este oficio del gobierno,
propuso los dos artículos siguientes :


« r°. Si desdé que las cortes estraordinarias
<* cierren sus sesiones, las circunstancias exigiesen
« que el gobierno mude su residencia, las cortes




DE 1820 A 18?.3 Y DE i836. 1 7 9


« decretan su traslación al punto, que aquel señale
« de acuerdo con la diputación permanente, y
« si esta hubiese cesado en sus funciones, la hará
« de acuerdo con el presidente y secretarios nom-
te brados por las cortes ordinarias.


« 2o En este caso el gobierno'consultará acerca
« del parage, que crea conveniente para la trasla-
« cion, á una junta de militares acreditados por su
« ciencia, conocimientos y adhesion al sistema
« constitucional.»


Difícil seria concebir como la comisión encar-
gada de examinar un oficio del ministerio en el que
se decia, que las cortes, atendido el estado de los
negocios, tomasen las medidas, que tuviesen por
convenientes, se fijó en el abandono de la capital, y
ya que le ocurrió esta idea, se limitó enteramente
á ella, sin añadir ninguna otra medida. Pero como
era notorio el ascendiente que los ministros, ó
mejor diré, la secta á que pertenecían, tenia en
las cortes, se convinieron con la comisión en el
sentido que debia darse á su oficio, porque sin
duda no creyeron decoroso» por entonces el pedir
ellos mismos la evacuación de Madrid.


Los limites de este escrito no me permiten
estenderme en los pormenores de las sesiones de
las cortes, en que se discutió el dictamen de la
comisión. En ellas se procedió con la mas singular
inconsecuencia, y las bravatas de las notas vinie-
ron á parar en confesar que nada habia prepa-




i 8o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


rado, y que era imposible resistir la invasion. Allí
se dijo, que los Franceses podian llegar á Madrid
con una sola division de ocho ó diez mil hombres :
alli se manifestó, que no habia egercitos ni las
plazas estaban surtidas, y alli enfin se dijo, que
aunque existiesen cien mil hombres bien organi-
zados, y aunque estuviesen fortificados Burgos
y otros puntos intermedios entre el Vidasoa y
Madrid, treinta mil Franceses podian llegar á la
capital en cinco ó seis jornadas, sin que nadie se lo
estorbase. El miedo se habia apoderado de las
cortes, y si algun diputado hubiese propuesto
que en aquella misma semana se abandonase á
Madrid, lo hubieran aprobado, asi como apro-
báronlos dos artículos espresados. Es muy notable
que los ministros no asistiesen á estas sesiones,
pues no consta que despegasen en ellas sus labios,
ni tampoco se pidió, como era regular, que infor-
mase el gobierno sobre los medios, que tenia para
resistir la invasion, y sobre los recelos de que
pudiese el enemigo penetrar hasta Madrid.


Al ver el apuro con que las cortes autorizaban
al gobierno para salir de Madrid en los doce dias,
que faltaban para reunirse en sesiones ordinarias,
se podriá creer que la capital de España dista poco
de la frontera de Francia y que ya los enemigos
habian atravesado los limites. Sin embargo los
Franceses tardaron casi dos meses en pasar el Vi-
dasoa y Madrid se halla á unas cien leguas de aquel




DE 182O A 1 8 2 3 Y DE l836. l 8 l


rio : <? Pero es posible que el miedo cegase de tal
modo á los ministros y al partido dominante en
las cortes, que no conociesen los funestos resul-
tados, que iban á tener sus inconsiderados decre-
tos y sus imprudentes declamaciones? Los Fran-
ceses, que quizá no tenian resuelta todavia defi-
nitivamente la invasion, y cuyo plan tal vez
podria variar de un momento á otro¿ como no
se animarían al ver la ineptitud, la pusilanimidad
y la impotencia del gobierno español ? ¿Y que
concepto formarían los pueblos de sus represen-
tantes, cuando viesen que apenas acababan de empe-
ñarlos en una guerra, hacian publica ostentación
de la falta de recursos, y trataban de ponerse en
salvo, cuando al parecer no existia ningún peligro?
Si contaban con que la nación resistiria á los
Franceses, para que huian de Madrid? y si sabían
que los enemigos no habian de hallar obstáculo,
¿ á que fin empeñarse en una resolución temera-
ria? Al menos los demagogos franceses fueron
mas consiguientes, y arrostraron con mas fir-
meza los peligros : cuando los Prusianos amena-
zaban á Paris, no solamente no se abandonó Ja
ciudad, sino que hubiera sido mirado como traidor
el que hubiese hecho semejante propuesta. Pero
los ministros españoles y el partido que dominaba
en las cortes, no guardaron ningunas consideracio-
nes, ni tuvieron reparo en ponerse con tiempo en
salvo, después de haber comprometido ala nación.




l82 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


El gobierno decretó la formación de dos eger-
citos de operaciones y dos de reserva. El primero
de operaciones, mandado por el general Mina, se
componia de las tropas de Cataluña. El segundo le
formaban las que habia en Santander, en parte
de Castilla la vieja, en las provincias bascongadas,
en Navarra, Aragón y Valencia, y estaba al cargo
del general Ballesteros. El primero de reserva
debia organizarse en Madrid á las ordenes del
conde del Avisbal, y el segundo de reserva, cuyo
general en gefe debia ser el conde de Cartagena,
se habia de formar en Galicia. Fácil es demostrar
que esta distribución de las tropas era viciosa, y
que ni aun en un punto tan trivial supo tomar
el ministerio disposiciones acertadas. Todos cuan-
tos han escrito ó hablado de las operaciones
militares, que pueden egecutarse en España para
guarnecer el Pirineo, han convenido en que es
necesario formar tres cuerpos de egercito, encar-
gado uno de la frontera de Cataluña, otro de la
de Aragón, y el tercero de la Navarra. No es
posible que obren con acierto y puedan aprove-
charse de las circunstancias las tropas que estén
en Aragón, si esperan las ordenes del general en
gefe, que se halle en el Vidasoa, que es la parte
mas amenazada de la frontera. Bien sé que los
ministros no contaban con que se disputase el
paso á los Franceses, porque no habia medios
para defender la frontera; pero esto mismo era




DE 1820 A 1 8 2 3 Y DE l836. l83
una razón mas para formar tres egercitos en lugar
de dos. Debia entrar en sus planes el que los
pueblos harían la guerra á los Franceses, y por
mas absurda que fuese semejante opinion, por
mas que ninguna persona despreocupada dejase
de ver todo lo contrario, como se habia repetido
tantas veces, era preciso tomar al menos algu-
nas disposiciones para facilitar á los pueblos el
que se alzasen contra los invasores, y para dar
un punto de apoyo á las infinitas partidas de
guerrilla, que decian iban á formarse. La pri-
mera consecuencia de haber puesto bajo el mando
de un mismo general todas las tropas que habia
en Santander, parte de Castilla la vieja, Aragón,
Valencia, Navarra, y provincias bascongadas,
fue que el general Ballesteros ni tuvo tiempo de
reunir oportunamente sus fuerzas, ni pudo re-
correr la frontera, ni aun llegó á los puntos mas
amenazados. El mismo general, cuando supo que
habian entrado los Franceses en España, llamó
a si todas las tropas que ocupaban las provincias
fronterizas, y todas las demás de la comprensión
de su mando, y no pudiendo hacer frente á los
enemigos, se replegó sobre Valencia, dejando el
país sin un soldado á escepcion de las guarni-
ciones de las plazas, y disminuyéndose infinito
sus fuerzas en tan larga retirada por la deserción
y por otras causas. Asi es que ni en el Vidasoa,
ni en las estrechas gargantas por donde atraviesa




184 I>E LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


el camino que siguieron los Franceses hasta Vito-
ria , ni en el paso del Ebro, hallaron la menor
oposición; y aun cuando en los pueblos hubiese
existido algun deseo de hacer la guerra, no hu-
bieran podido menos de permanecer pasivos en
vista del abandono absoluto, en que los dejaban
las tropas por las disposiciones del gobierno; y
por otra parte los Franceses, que nada tenían que
temer por sus flancos y retaguardia, avanzaban
directamente al centro de la peninsula.


Las cortes cerraron sus sesiones extraordina-
rias el i g de febrero, no pudiendo prolongarlas
mas tiempo, porque debian abrirse las ordinarias
el i ° . de marzo. El mismo dia ig de febrero el
Rey exoneró á los ministros, encargando el des-
pacho á los oficiales mayores de las secretarias,
hasta la elección del nuevo ministerio. La me-
dida del Rey estaba en los limites de sus atribu-
ciones constitucionales, y ademas era reclamada
imperiosamente por las circunstancias, cualqui-
era que fuese el giro que tomasen las cosas. Si la
razón recobraba alguna parte de su imperio, debia
al momento tratarse con las grandes potencias, y
los ministros, que tan altaneramente contestaron
á sus notas, que no daban ninguna garantia de
orden, y que habian tenido parte en la rebelión
militar, desaprobada en Verona, no eran á pro-
posito para semejantes negociaciones. Pero aun
cuando entrase en los planes de S. M. el hacer




DE 1820 A 1 8 2 3 Y DE l836. l85


la guerra á todo trance, la primera medida, que
debia tomarse, era la de relevar á los ministros
patriotas, porque habian dado demasiadas pruebas
de su ineptitud, y porque la confusion y el aban-
dono en los negocios mas importantes resaltaban
á los ojos de todos. Finalmente, era publico ( lo
habia dicho un diputado á cortes, intimo amigo
de los ministros, y lo confirmaron los papeles
ministeriales), que el ministerio todo entero per-
tenecía á una secta : otra secta estaba en guerra
abierta con el, y exigía el bien general que fuese
depuesto para reunir los ánimos. ̂ Y no deberé
hacer aquí también mención del modo insultante
con que los ministros trataban al R e y , lo cual
dio lugar a que se les designase con el titulo del
ministerio de los siete puñales? A lo menos
Luis X V I , aun cuando alguna vez se le obligó á
tener ministros que no eran de su devoción, y
aun cuando estos marchasen al precipicio, se vio
siempre tratado con el decoro debido al monarca,
y casi todos se interesaron en su suerte. Pero Fer-
nando VI I , menos afortunado en esta parte, no
solamente se veia tratado por los ministros con
desprecio, sino que era insultado á Ja menor opo-
sición que manifestaba á sus ideas. Prescindiendo
pues de las facultades constitucionales del Rey
para mudar el ministerio, infinitas y muy pode-
rosas razones persuadian la necesidad de esta me-
dida.




]86 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


No lo creyeron asi los ministros ni sus amigos
y compañeros. Decididos los unos á conservar el
timón de los negocios para dar al traste con el
navio del estado, y no pudiendo los otros con-
formarse con una providencia, que privaba á su
secta de la influencia que tenia, y tal vez á ellos
de sus destinos, determinaron echar el resto, y
no reparar ya en los medios, con tal de que se
obligase el Rey á reponer el ministerio. La misma
noche del 19 de febrero unos doscientos conju-
rados se dirigieron á palacio, y haciendo resonar
los mas furiosos y atroces gritos, amenazando á
voces al Rey , y penetrando en su habitación, le
obligaron á reponer el ministerio, y la vida del
monarca estuvo en esta ocasión muy espuesta.
Cuanto debió entonces echar menos el Rey los
seis batallones de guardias, tan impolítica é inú-
tilmente sacrificados el 7 de julio, y cuan libre
estaba de semejantes ultrajes, dirigiendo los nego-
cios los ministros que entonces habia, apoyados
en ki respetable fuerza de la guardia real, y en las
dos autoridades que mandaban en la capital! Dias
de desorden, de confusion y de crimenes han
suscitado los anarquistas en Madrid desde 1 8 2 0 ;
pero ningún motín habia tenido el carácter de
atrocidad, que el de la terrible noche del 19 de
febrero de 1 8 2 5 . Mientras que ios amotinados
de la plaza de palacio no perdonaban insultos
ni amenazas para obligar al Rey á qu;' repusiese




DE 1 8 2 O A l 8 2 3 Y DE l836. 187


á sus amigos , otros grupos de gente de la misma
especie pedían á grandes voces á la diputación
permanente de cortes, que se nombrase una re-
gencia. Los gritos de regencia y de muera el Rey!
resonaban en todas partes, y en el sitio mas pu-
blico de Madrid se pusieron mesas para recoger
firmas, pidiendo su destronamiento.


Los directores y principales agentes del motin
habian dado el impulso á todos estos desordenes,
y se mostraban resueltos á cometer toda especie
de crimenes, sino conseguían su objeto; pero una
vez lograda la reposition de los ministros, hu-
bieran querido sufocar en un momento la aso-
nada, y aun borrar la vergonzosa memoria de lo
que habia pasado. Más por pronto que quisieron
contener á los amotinados, no fue posible evitar
que las voces de regencia y los muera conti-
nuasen por mucho tiempo, y los mismos perio-
distas, órgano de la secta de los ministros, que
elogiaron el alboroto , tuvieron el descaro de
asegurar que semejantes voces no las habian pro-
ferido los que le dirigieron; como si no fuese mayor
crimen presentarse delante del Rey con el puñal
en la mano y en aptitud de emplearle contra el,
que gritar muera y pedir regencia, y como si
los que cometieron aquel delito no fuesen ca-
paces de estel


Pero aun no satisfizo enteramente la reposición
del ministerio. El Rey, en su decreto, decia :




188 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« Por ahora, » y los partidarios de los ministros
querian que los declarase perpetuos. La diputa-
ción provincial de Madrid, la de Murcia y otras
corporaciones, exortaban al Rey, en esposiciones
atrevidas, á que suprimiese la clausula de por
ahora, y declarase propietarios á los ministros.
En todas partes, la secta á que pertenecían, hacia
resonar las mismas voces, y cifraba esclusiva-
mente lo que llamaba la salvación de la patria,
en que se sostuviesen aquellos en sus puestos, sin
embargo de que era imposible que los sucesos de-
mostrasen con mas evidencia su ineptitud y su
abandono.


Las cortes abrieron sus sesiones ordinarias el
dia i ° . de marzo. El 2, el Rey puso en su cono-
cimiento que habia tenido por conveniente exo-
nerar á los ministros , designando los sugetos que
habia nombrado para reemplazarlos. Anadia el
Monarca, que para que no sufriesen atraso los
negocios públicos, debian continuar en sus des-
tinos los exonerados, hasta que diesen cuenta á
las cortes del estado de la nación.


El Rey, al prevenir' que los ministros exonera-
dos no dejasen sus puestos hasta enterar á las cor-
tes de la situación de las cosas, tuvo sin duda
presente lo que habia sucedido dos años antes,
cuando reemplazó el ministerio de 1820. Enton-
ces se quejaron en las cortes muchos diputados, de
que hubiesen sido despedidos los ministros en el




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 189


momento en que, con arreglo á lo dispuesto en
la constitución y en el reglamento, iban á dar
cuenta del estado de la nación , y hubo dificul-
tades para admitir en el congreso á los encargados
de las secretarias del despacho, que iban á leer
las memorias formadas por los ministros depues-
tos. Pero el Rey estaba destinado á esperimentar
toda suerte de contradiciones, y asi como las
cortes de 1 8 2 1 manifestaron que la base de sus
trabajos era el que los ministros las enterasen del
estado de la nación, las cortes de 1823 declararon
que esto no era esencial, y aun hubo algun dipu-
tado que lo tuvo por insignificante. Sin embargo,
la situación de las cosas en marzo de 1 8 2 1 , no
era comparable con la de marzo de 1 8 2 3 , y las
criticas circunstancias de esta ultima época de-
bian estimular á las cortes á que los ministros
leyesen cuanto antes sus memorias , en las cuales,
suponiendo las medianamente redactas, era indis-
pensable que constase la clase de recelos, que de-
bia haber de invasion, que esperanzas podian
concebirse sobre la alianza con Inglaterra y con
Portugal, que pasos se habian dado para conse-
guir una y otra, cual era el espiritu publico, que
numero de tropas habia, hasta que punto podian
aumentarse, con que recursos se podia contar
para sostenerlas, si habia deficit en los medios
puestos á disposición del gobierno , y otros mu-
chos punios que eran del mayor interés para en-




ÍOyO DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1) Articulo 81 del reglamento de las cortes : « En el dia


« siguiente de la solemnidad de la apertura de las cortes (2 de


trar en las grandes cuestiones que debian venti-
larse. Es cierto que los diputados podian adquirir
noticias y datos 5 pero nunca tenian el carácter de
oficiales , y era imposible que reuniesen tantos y
tan seguros antecedentes, como debia tener el
gobierno.


Todas estas consideraciones se pospusieron á
conservar en sus puestos á los ministros segunda
vez exonerados, y para eludir la voluntad del
Rey , mandaron las cortes que aquellos suspen-
diesen la lectura de sus memorias hasta nueva re-
solución, con lo cual se obligó al monarca á con-
servar un ministerio, odiado por tantos titulos.
Los amotinados forzaron al Rey, en la noche del
19 de febrero, con insultos y con amenazas, á
reponer el ministerio; y las cortes, en las cuales
se sentarían quizá muchos de los que tuvieron
parte activa en el motin, hicieron violencia al
monarca para que conservase los ministros de-
puestos.


Pero las cortes, suspendiendo la lectura de las
memorias de los ministros, no solamente falta-
ban á lo que exigía la conveniencia publica, y se
oponían á la manifiesta voluntad del Rey, que
usaba de sus atribuciones, sino que infringían su
mismo reglamento y la constitución ( 1 ) .




DE 182O A. l 8 2 3 Y DE l836. i g í


Es de advertir que las personas nombradas por
eí Rey, para componer el nuevo ministerio, no
solamente pasaban por constitucionales, sino que
habian dado pruebas de exaltación, y pertene-
cían á los partidos que estaban en voga. Ademas,
no se les podia disputar que tenían cuando me-
nos tanta practica de negocios y tanta ilustración,
como los exonerados; de suerte que ni la menor
disculpa quedaba á las cortes, para haber impe-
dido el que entrasen desde luego en funciones los
que se hallaban en Madrid, haciendo venir cuanto
antes á Jos ausentes. Si se trataba de la libertad
y de la constitución del año de 1 8 1 2 , los nuevos
ministros podian presentar mas títulos de amarla
que los antiguos, aun cuando estuviese entre ellos


« m a r z o ) , se leerá el acta de la junta preparatoria del 25 de


« febrero , y la lista de las comisiones que se hayan nombrado.


« En seguida, se dará cuenta en estracto de los trabajos p r e -


« parados por la diputación permanente , para que pasen a


« las comisiones respectivas. »


Art 82 . « En el siguiente dia , se presentarán los secreta-


« rios del despacho, y darán cuenta del estado en que se


<« halle la nación , cada uno en el ramo que le pertenece. Sus


« esposiciones, que ban de imprimirse y publicarse, se con-


« servarán en las cortes, para que los datos que contengan


« puedan servir á las comisiones. »


Ar t . 127 de la constitución : « E n las discusiones de las


« cortes , y en todo lo demás que pertenezca á su gobierno y


« orden interior, se observará el reglamento , que se forme


« por estas cortes generales y estraordinarias , sin perjuicio


« de las reformas que las sucesivas tuvieren por conveniente


<• hacer en el. »




i g 2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


uno de los caudillos de la Isla , puesto que los re-
cien nombrados ó habian tenido que emigrar por
los sucesos de 1814, cuando fue derrocada la con-
stitución , ó se habian espatriado, de resultas de
las tentativas que se hicieron los años siguientes
para restablecerla, ó habian sido perseguidos y
presos por el mismo motivo. Algunos habian sido
diputados en las cortes de 1 8 2 0 y 1 8 2 1 , y se dis-
tinguieron en el partido exagerado; otros se ha-
bian hecho notables en las tribunas de los clubs;
el nombrado para el ministerio de la guerra es-
taba mandando en gefe el egercito de Navarra, y
el que debia desempeñar el de marina se hallaba
al frente de una provincia; asi es que no habia
ni el mas minimo pretesto para que las cortes se
opusiesen á su elección. Pero como los nuevos
ministros pertenecían á diferentes partidos, veian
los individuos de la secta dominante que iban á
perder mucho terreno, porque ya no serian es-
clusivos en el manejo de los negocios; el fatal
viage podia esperimentar también alguna deten-
ción de resultas de la mudanza del ministerio; y
de aqui dimanó la asonada del ig de febrero, y
la desatinada resolución de las cortes, de que los
ministros suspendiesen la lectura de sus memorias.


El dia 2 de marzo, en la primera sesión que
tuvieron las cortes ordinarias (pues la del j°. se
reducía siempre á oir el discurso del Rey, y á
nombrar una comisión que contestase á e l ) , pro-




DE 1820 A. l 8 2 3 Y DE l836. ig3


puso un diputado que se declarase la impotencia
del Rey. Las galerías recibieron la proposición
con aplausos estraordinarios. Aqui pudiera repe-
tir lo que he dicho con respecto á las voces de re-
gencia, que se proferieron en la noche del 19 de
febrero. Es muy probable, según el espiritu que
dominaba en las cortes, que hubiesen estas de-
clarado la impotencia del Rey, si en la suspension
de la lectura de las memorias, no hubiesen hal-
lado un medio mas seguro, y menos estrepitoso,
de conservar el poder, sosteniendo en el ministe-
rio a sus compañeros.


La situación de la familia real era sumamente
critica. El Rey estaba sufriendo un ataque de
gota , q'ue se agravó con los sucesos del 19 de fe-
brero; y la Reina, á quien sobrecogieron, como
era natural, los escesos de aquella noche, padecía
convulsiones, que no podian menos de dar cui-
dado, atendiendo á la delicada salud de S. M. Sin
embargo, las cortes insistían en el viaje, y estaba
ya resuelto que fuese la ciudad de Sevilla el punto
á donde el gobierno y el congreso se retirasen por
de pronto. El Rey hizo remitir á las cortes cer-
tificados de siete facultativos, que reconocieron
el estado de su salud, y cinco aseguraban que no
podia ponerse en camino sin arriesgarse mucho.
Estos documentos, presentados á las cortes del
1 2 de marzo, pasaron á una comisión, que dio
su dictamen sobre ellos al dia siguiente, termi-




rg4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


nandole con la siguiente proposición : « Que se
« envié una diputación al Rey, haciéndole pre-
« senté que las cortes esperan que S. M. se sirva
u disponer su partida para antes del 18 del cor-
ee riente mes, señalando dentro de este termino
« prefijo el dia y hora que mejor le pareciese, y
« en el cual ha de tener precisamente efecto, sir-
te viéndose noticiarlo á las cortes, las cuales que-
i< darán en sesión permanente hasta saber la res-
ce puesta de S. M . , para en su vista acordar lo mas
« oportuno. » Esta proposición fue aprobada.


El Rey manifestó á la diputación de las cortes,
que fue á enterarle de lo resuelto por estas, que
estaba pronto á salir á pesar de hallarse en cama;
pero que desearia que la marcha no se verificase
hasta el dia 2 0 . Enteradas las cortes de este deseo
de S. M . , convinieron con e l , dando á la proro-
ga de solos dos dias una importancia tal, que al-
gunos diputados quisieron hacerla pasar por una
singular muestra de atención y de generosidad.


¿Pero en virtud de que articulo de la consti-
tución las cortes violentaban el animo del Rey,
y le obligaban á salir de Madrid, aun hallándose
enfermo? Ninguno las autorizaba para seme-
jante tropelia, y si de alguna manera podian mez-
clarse en la traslación del gobierno, era tratando
este asunto como cualquiera ley, siguiendo en la
discusión todos los tramites prescritos en el re-
glamento, y sometiéndola á la sanción del mo-




DE I (S20 A 1 8 2 3 Y DE 1836. lt)5


«arca. Tal vez querrá decirse que el Rey habia
accedido á emprender el viaje, y aun hablaba de
el en el discurso de apertura de las cortes; ¿pero
quien podia dudar que tanto la aprobación del
Reyj como el discurso, eran obra de unos mi-
nistros, que los asesinos del 19 de febrero le
hicieron reponer, y que las cortes le obligaron á
conservar, contra su espresa voluntad? ¿Como
habia S. M. de espresar sus verdaderos sentimien-
tos , no teniendo otro órgano para comunicarlos
que un ministerio insolente y osado, que tomaba
su nombre sin consultarle? ¿No manifestaba el
Rey bien terminantemente cuales eran sus inten-
ciones , y la repugnancia que tenia á ir á Sevilla,
enviando á las cortes los certificados en que se
decía que tan largo viage podría ser muy perjudi-
cial á su salud? Y finalmente, aun cuando el
animo del Rey hubiese sido salir de Madrid, ¿ bajo
que pretesto se mezclaban las cortes en señalar
un plazo, primero de cinco dias y luego de siete,
dentro del cual debia emprender el viaje? De este
modo, se observaba por las cortes una constitu-
ción que, con tanto énfasis, se decia todos los
dias que era el objeto de su veneración, y el ídolo
de los Españoles; y por no alterar ninguno de
sus artículos, se desafiaba el poder de las grandes
potencias continentales, al paso que apenas se
pasaba dia en que las cortes y el gobierno no la
hiciesen pedazos.




jg6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


No bastaba sacar al Re j ele la capital : era ne-
cesario que, á donde quiera que fuese, le rodease
la misma atmosfera, digámoslo asi, que tenia en
Madrid, y que las cortes y el gobierno llevasen
consigo un firme apojo de sus destructoras me-
didas. Con este objeto se escitó á los voluntarios
nacionales de Madrid, para que siguiesen al go-
bierno, ofreciéndoles partidos ventajosos. La mi-
licia de la capital, compuesta en el principio de
la revolución de hombres que tenian arraigo, ha-
bia dado muchas pruebas de su sensatez, j mas
de una vez habia hecho frente á los anarquistas,
y desconcertado sus projectos. Mas después que
se alistaron en ella infinitos empleados subalter-
nos , y después que se abrió la puerta á los vaga-
mundos, ofreciéndoles el ajuntamiento el ves-
tuario, se crearon nuevos batallones, j el desorden
hizo en ellos rápidos progresos. A la llamada he-
cha en las cortes, j apojada por el gobierno,
respondieron inmedia lamen te todos los quenada
tenian que perder, j que en los seis reales, que
se les ofrecían , hallaban un recurso contra la mi-
sería , al paso que al lado del gobierno se prome-
tían lograr algun destino, en medio de las nuevas
revoluciones, que se persuadían iban á verificarse.
Se formaron dos batallones de estos voluntarios,
que en general lo mismo tenian en Madrid que
en Sevilla, que eran un semillero de desordenes,
y que estaban destinados á demostrar practica-




DE 1820 A 1 8 2 3 Y DE l836. 197


mente á los pueblos de las provincias, que un
rey puede también ser insultado, amenazado y
vilipendiado.


El gobierno dispuso la creación de otro eger-
cito de reserva en Andalucia, á las ordenes del
general Villacampa, y poco después determinó
que el primero y segundo de reserva fuesen ter-
cero y cuarto de operaciones. Pero estos decretos
no aumentaban las fuerzas ni los recursos que
eran indispensables para organizar los cuerpos;
el gobierno en este punto, como en todos los
demás, manifestaba la inacción mas completa. Le
ocupaban sobre manera los preparativos del viage
á Sevilla, y el poco dinero que habia disponible
se reunia con este objeto. También estaban des-
tinadas á acompañar al Rey y á las cortes las mas
de las tropas de que se podia echar mano, aban-
donando muchos puntos en donde eran en es-
tremo necesarias. Ni arredraba tampoco á los
ministros la consideración de que, en los veinte
y tres dias señalados para el viage, no podrían
aplicarse de continuo á tomar las medidas, que
exigia el estado critico de la nación; estaban tan
acostumbrados á no hacer nada, que ni aun les
ocurriría, que su inacción durante la marcha po-
dia dejar algun vacio en los negocios. Por otra
parte, según todos sus recelos, la invasion debia
verificarse durante el viage, y carecerían también
del ausilio de las cortes, que, el 23 de marzo,




10,8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


suspendieron sus sesiones por un mes. Bastaban
estos solos motivos para no hacer el viage, ó por
lo menos para no acelerarle; pero lo que se que-
ría era viajar con toda seguridad y comodidad, y
gagnar tiempo para que, no leyendo los ministros
sus memorias en las cortes, conservasen los siete
patriotas sus puestos.


Salió el Rey de la capital el dia 20 de marzo,
escoltado por los nuevos batallones de volunta-
rios, de que hemos hablado, y por varios cuerpos
del egercito, estando otros apostados en diferentes
puntos, para proteger la marcha. Se habian puesto
en movimiento todos los resortes del gobierno,
los de sus agentes y los de las sociedades secretas,
para que concurriesen al transito de S. M . , no
solamente los nacionales de los pueblos de la car-
rera , sino los de otros mas distantes; y todo es-
taba preparado para hacer una gran ostentación
del patriotismo, que entonces estaba en voga, es
decir, parà que no faltasen gritos. Mas de una
vez, parte de la escolta del Rey se complació en
entonar en la marcha, ó delante de la casa, en que
se hospedaba el monarca, canciones insultantes,
y los exaltados de los pueblos del transito se unie-
ron con los que venian de Madrid para este inso-
lente entretenimiento.


Mientras que los ministros amontonaban al re-
dedor de si todas las tropas de que podian echar
mano, las partidas de realistas tomaban en el




DE I&20 V i 8 2 5 Y DE l856. *99


reino de Valencia mucho incremento, y batian á
un grueso de constitucionales, que iba á atacarlos,*
siguiendo sus ventajas, tomaron casi sin resisten-
cia el castillo de Morviedro (la antigua SagUnto).
La misma ciudad de Valencia fue bloqueada, y
aunque tubieron alguna vez que desistir de su
empresa, la hubieran llevado últimamente al cabo,
si algun tiempo después el general Ballesteros, al
retirarse de Aragón, no hubiera hecho levantar el
sitio.


En aquel tiempo, aparecieron en Portugal los
primeros síntomas de conspiración; pero no
como habian empezado á manifestarse en España,
donde Jos llamados realistas eran capitaneados en
general por hombres sin opinion, y de las ulti-
mas clases de la sociedad; sino fomentada la sub-
levación por personas muy respetables. Silveira,
conde de Amarante, levantó la voz contra la con-
stitución en la provincia de Tras os Montes, y le
siguieron las tropas de infanteria y caballería, y
las milicias que habia en aquella provincia. El
general Luis do Rego reunió una division con la
cual entró en Tras os Montes, se apoderó de Cha-
ves, y Silveira, huyendo de su enemigo, se in-
ternó en la provincia de Zamora, con unos cuatro
mil infantes y quinientos caballos, seis cañones
y un grueso convoy. Esta ocurrencia aumen-
taba los apuros de los Españoles, que no tenian
en Castilla la Vieja tropas que oponer al conde




200. DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


de Amarante. Es cierto que el general Rego, mar-
chando á su alcance, atravesó la frontera; pero la
esperiencia acreditó bien pronto, que solo trataba
de alejar á su enemigo de las provincias portu-
guesas , y aunque tenia á sus ordenes una fuerza
muy superior á la del conde de Amarante, no
quiso venir con el á las manos, lo cual le hubiera
sido sumamente fácil, porque este hacia jorna-
das muy pequeñas, como que su artilleria estaba
tirada por bueyes, y llevaba consigo un gran nu-
mero de carros. Vióse entonces palpablemente
que el egercito portugués distaba mucho de tener
el espiritu constitucional, que habian querido
darle, y desde luego pudieron presagiarse los su-
cesos posteriores. Tengo datos seguros de que el
encargado de los negocios de España en Portugal
contestó á un general español, que se quejaba de
la conducta apática y sospechosa de Rego , en la
persecución de Silveira, que podia esperarse poco
ó nada de aquel gobierno. Esto mismo se sabia en
Madrid, y sin embargo el ministerio y las cortes
estaban empeñados á todo trance en llevar ade-
lante sus quiméricos planes.


El conde del Avisbal era entonces el hombre
de moda para los ministros y para sus compañe
ros. Solo se les oian elogios al valor, á la activi-
dad, cá la energia y á los conocimientos de aquel
general; y para que no hallase ningún obstáculo
en la egecucion de sus proyectos, se le DIO tam-




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 20 I


bien el mando politico de Madrid; de suerte que
el gobierno, que con su salida causaba tan incal-
culables males á la capital, privándola de sus prin-
cipales recursos, todavia quiso hacer mas desgra-
ciada la suerte de aquellos habitantes, dejando
al frente de ellos, y con las facultades de un
dictador, á Avisbal, cuyo carácter violento no
perdonó medio de exigir todo cuanto le hacia
falta.




202 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


E N T R A D A D E L O S F R A N C E S E S E N E S P A Ñ A . —


J U N T A P R O V I S I O N A L . — O B S E R V A C I O N E S S O B R E


L A O B E D I E N C I A Q U E D E B Í A N LOS E S P A Ñ O L E S


A L G O B I E R N O C O N S T I T U C I O N A L .


Mientras que el gobierno español aceleraba los
preparativos de un viage, que solo parece que ha-
bia priesa en emprender, pues se hizo con la mayor
lentitud, los Franceses concluían también los
suyos, y el egercito que debia entrar en España
se hallaba pronto á verificarlo á la primera señal.
Nada habia dispuesto en la frontera para que en-
contrasen resistencia, y el ministerio huia de
Madrid, dejando todos los ramos del estado en el
mayor desorden.


El egercito de Cataluña, primero de opera-
ciones, podria componerse, en aquella época, de
unos veinte y cuatro mil hombres; pero estaban
diseminados de tal manera, que los Franceses no
hallaron cuatro mil reunidos en ningún punto.
Parece sin embargo que no hubiera sido difícil
reunir catorce o diez y seis mil hombres, después
deguarnecidas las principales plazas, abandonando
momentáneamente el pais al cuidado de las mili-
cias nacionales.


El segundo egercito de operaciones, que, se-




DE 182O A l 8 2 5 Y DE l856. 2o3


gun he dicho, se componia de las tropas que ha-
bía en los distritos militares 4°-> 5 o . , 6 o . y 8 . ,
esto es, en los reinos de Aragón, Valencia y Na-
varra , en una gran parte de Castilla la Vieja, y
en las provincias bascongadas y de Santander,
debia cubrir la mayor parte de los Pirineos, y
sin embargo, sus fuerzas eran muy reducidas.
Cuando el general Ballesteros se retiró á Valen-
cia, reuniendo todos los cuerpos que habia en
la comprensión de su mando, no pudo juntar
mas de diez y seis mil hombres, sin que hubie-
sen quedado en las provincias mas tropas que las
guarniciones de las plazas. Es de advertir que este
egercito tuvo mucha perdida en la larga retirada,
que hizo hasta Valencia.


El tercer egercito de operaciones, á las ordenes
del conde del Avisbal, se organizaba en Madrid,
componiéndose en parte de cuerpos nuevos. Ade-
mas del mando militar de Castilla la Nueva, tenia
el conde el de Estremadura, y á pesar de todos
sus esfuerzos, de no reparar en medios, y de las
grandes facultades de que estaba revestido, no
pudo reunir mas de unos doce mil hombres.


El cuarto egercito de operaciones se componia
délas tropas que guarnecian á Galicia, y Astu-
rias, y una parte de Castilla la Vieja, las cuales
se reducían á dos batallones de infantería, tres
antiguos de milicias, seis ó siete de nueva crea-
ción, dos regimientos de caballería y uno de ar-




2C-4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


tilleria. El conde de Cartagena estaba nombrado
general en gefe de este egercito.


El egercito de reserva, que debia formarse en
Andalucía, se componia de los cuerpos que guar-
necían aquellas provincias, y de las tropas que
iban escoltando al Rey y á las cortes.


Las plazas, en general, no tenian ni la guar-
nición, ni los pertrechos, ni los víveres que ne-
cesitaban , y se hallaban en peor estado que des-
pués de la guerra de la independencia, porque no
se habia hecho en ellas reparo alguno. Jamas el
gobierno hablaba de la plaza de Santoña, sin darle
el sobrenombre de importante; y sin embargo,
ni habia en ella víveres, ni artillería, ni muni-
ciones, ni aun guarnición. Si los Franceses no la
ocuparon desde luego, fue porque algunas tro-
pas, que se retiraban de Vizcaya , se metieron en
Santoña, y se sostuvieron por medio de los aco-
pios, que pudieron hacer de pronto, y de algunos
ausilios, que recibieron por mar. Ni aun se hal-
laba en la plaza el gobernador, el cual, ocupado
en despedirse de los habitantes y milicianos de
Madrid, acudió tan tarde á su puesto, que no se
acercó á Santoña ni con muchas leguas. En la
Coruña estaba parte de la dotación de artillería,
pólvora y proyectiles de las plazas de Pamplona
y San Sebastian, sin que el gobierno hubiese to-
mado medidas para que llegase todo con tiempo
á su destino.




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 2o5


Ni se habian dado disposiciones mas eficaces
para que se aumentasen los medios de defensa, y
para proporcionar los recursos, de que en todas
partes se notaba la mayor escasez. Las cortes ha-
bian revestido á* las diputaciones provinciales de
las mayores facultades, é infringiendo la consti-
tución , las habian autorizado para imponer con-
tribuciones. El gobierno, por su parte, habia
ampliado estas autorizaciones, y quería que todo
se hiciese de acuerdo con los generales en gefe de
los egercitos. Sin duda se tuvieron presentes los
servicios, que en el año de 1808 y siguientes,
hicieron las juntas de armamento y defensa, y
aun se les dio este mismo nombre á las diputa-
ciones provinciales; ¡ pero que diferencia tan in-
mensa! Las juntas de 1 8 0 8 , compuestas de hom-
bres celosos de la independencia, mandaban á
pueblos llenos de fuego, que no habia especie de
sacrificios que no estuviesen dispuestos á hacer
para rechazar á los Franceses, y que siempre se
hallaban prontos á tratar como traidor á cual-
quiera que quisiese oponerse á su entusiasmo;
una era entonces la opinion, una la voz de los
pueblos y de las provincias; ¿y quien hubiera
osado contrariarla ?


Pero las diputaciones provinciales de 1 8 2 3 se
componían, en general, de hombres moderados
y prudentes, porque, en 1 8 2 1 , no se habian re-
novado sino en parte, y porque los demagogos,




2o6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1 ) Los diputados provinciales se nombraban al mismo


t iempo, y por los mismos electores , que los diputados á cor-


tes ; pero estos se renovaban enteramente cada dos años , al


paso que el cargo de los diputados provinciales duraba cuatro


años , y cada dos se renovaba una mitad.


( 2 ) Por mas trivial que sea esta idea , no vemos que los


hombres de 1836 estén mas de acuerdo que los de 1 8 2 3 ,


sobre cual es la opinion publica , ni cuales los deseos gene -


rales de la nación española. Cada partido la creé alistada bajo


sus banderas, y toma su nombre con aquel aire de seguridad,


que indica una profonda convicción. Los exaltados hablan


siempre en nombre de ella , porque se les figura que nadie


puede ni tiene derecho á ver las cosas , sino de la manera


que ellos las ven. Asi es que los anarquistas dicen v creen
que todos sus crímenes han sido cometidos por el pueblo , de


contentos con enviar á las cortes muchos hom-
bres de su confianza , no habian pretendido tener
influencia en la elección de diputados provin-
ciales ; pues como estos destinos no tenian sueldo,
eran mas bien una carga que una ventaja ( i ) . La
gran majoria de los diputados provinciales se
hallaba en estremo disgustada de la marcha que
habian tomado los negocios, y compuestas las
diputaciones de sujetos acomodados, no podian
menor de detestar la anarquia y el gobierno,
que, con tanta imprudencia, comprometia la na-
ción. Conocían el estado de la opinion publica,
no por las declamaciones de los periódicos y de
las tribunas, sino por lo que veian en sus pueblos
respectivos, y no podian alucinarse hasta el punto
de creer que se quería la guerra ( 2 ) . Independientes




DE 1820 A l8a5 Y DE l836. 207


del gobierno, sin sueldos, y casi todos ellos sin
pretensiones de ninguna especie, era imposible
que no descasen la paz, y también que la autori-
dad real se consolidase para hacer cesar la anar-
quia y el imperio de las facciones, que amenazaba
destruir las clases y las propiedades. Por otra
parte, no podian dejar de ver que las cortes y el
gobierno, llenando á las diputaciones provin-
ciales de atribuciones, habian faltado á lo preve-


quien ellos se proclaman órgano fiel. Los carlistas , que tam-


bién son del numero de los exaltados , presumen que no solo


está la nación por ellos , sino que la hacen el mayor servicio ,


matando y haciéndose matar por sostener sus opiniones e s -


tremadas. Los moderados se creen los únicos capaces de c o n -
ducir la maquina del estado , regida por las leyes ordinarias,


asi en tiempo de calma como en el de revueltas y motines;


contentándose con demostrar lo que debe hacerse, no aciertan


jamas á egecutar lo que convendría. Su falta de energia legal


les destina por lo común á ser victimas perpetuas de todos


sus adversarios, unos después de otros, y á fuerza de c o n -


fianza en las leyes , las dejan hollar impunemente , sin opo -


ner una fuerte resistencia. Los moderados son indiv idua l -


mente unos hombres estimables , y dignos del respeto pub l i co ;


pero cuando constituyen lo que se l lama un partido politico.


no solo son inútiles , sino que sirven generalmente para irr i -


tar á sus enemigos , sin apoyar á los que no lo son.


D o todo lo dicho resulta, que la opinion publica no está


por unos ni por otros , sino por la quietud , la paz , la econo-


m i a , y sobre todo la justicia. N i las elecciones del año 22 ,


ni las de l -36 , prueban que la nación es partidaria del p r o -


greso ; ni el silencio de los diez años prueba que esté ena -


morada del absolutismo. Lo único que prueba es que , con tal


que la dejen quieta , es capaz de aguantar los sistemas pol i -


ticos mas desatinados.




208 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


nido en la constitución, con el objeto de descar-
gar sobre ellas el peso de la guerra, y la odiosidad
de las violencias y sacrificios, que trae consigo.


Pues en manos de estas corporaciones deposi-
taron las cortes y el gobierno la dirección de los
negocios mas importantes, cegandose hasla el
punto de creer que habian de corresponder á sus
deseos, y que de repente se habian de inflamar
de lo que se llamaba patriotismo, y habian de
renunciar á sus opiniones y á sus interés. Las
cortes y el gobierno, resueltos á huir de los pe-
ligros, querían huir también de Jas dificultades
que ofrecía el estado, en que habian puesto los
negocios, y confiaron la dirección de ellos á cual-
quiera, por no embarazarse en pensar lo que se
habia de hacer, ó mas bien porque sabian que
no podia hacerse nada por sostener su causa.
Lo mismo puede decirse de las facultades conce-
didas á los generales en gefe, que de acuerdo con
las diputaciones lo podian hacer todo. ¿ Y como
era posible que se entendiesen con ocho, diez ò
mas diputaciones que habia en el distrito de al-
gunos? ¿No era fácil calcular el embarazo, que
iba á resultar de una disposición de esta natu-
raleza? Pero aun cuando no resultase ninguno v
que las diputaciones y los generales compitiesen
en celo para crear egercitos y rechazar á l̂os Fran-
ceses ¿ cuales eran en este caso las funciones del
gobierno y de las cortes? Mucho mejor hubiera




DE 1 8 2 O A l 8 2 3 Y DE l836. 209


(1 ) En una palabra, querían dar un iwto de confianza á


quien se dignase admitirle. Poco mas ó menos , lo mismo se


ha hecho después.


sido decir que uno y otras estaban disueltos, que
las provincias se manejasen como quisiesen para
vencer á los invasores, y que después de venci-
dos se reunirían las cortes de nuevo, y los siete
ministros patriotas acudirían también á Madrid
á recoger los frutos del triunfo.


Tales eran las medidas, que se habian tomado
para sostener las famosas respuestas á las notas
de las grandes potencias. No se consultó ni á los
generales que mandaban los egercitos, ni á las
diputaciones provinciales, para empeñar á la na-
ción en una guerra y para desvanecer toda espe-
ranza de transacion : pero cuando llegó el caso
de obrar, después que las cortes y el gobierno
hubieron ponderado bien los peligros, después
que manifestaron que no habia con que resistir
á la invasion, y que los Franceses podian llegar á
Madrid en pocos dias, después en fin que atro-
pellando todos los respetos y la misma constitu-
ción que tanto proclamaban, obligaron al Rey á
salir de la capital : nosotros huimos, digeron á
los generales y á las diputaciones, y os dejamos
el encargo de defender nuestra causa (1).


Los resultados no podian menos de correspon-
der á semejantes antecedentes, y los Franceses


*4




2 l O DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


entraron por todas partes en España sin oposi-
ción. El segundo egercito español se replegó
sobre Valencia casi sin disparar un tiro , y el
primer egercito se vio precisado á encerrarse en
las plazas, después de algunas acciones, en las que
fueron derrotados Mina y sus subalternos. De
este modo los Franceses se hicieron dueños del
curso del Ebro con mucha mas facilidad de lo
que pudieron haber presumido. Dejaron bloquea-
das las plazas, que quedaban á retaguardia, y
mientras que el segundo cuerpo á los ordenes
del general Molitor ocupaba á Aragón, y se ponia
en comunicación con el mariscal Duque de Cone-
gliano, que mandaba en Cataluña, el primer
cuerpo y la guardia real avanzaban sobre Madrid
por las carreteras de Guadarrama y de Somo-
sierra.


Estaban muy persuadidos los ministros y las
cortes de que el Conde del Avisbal disputaría el
paso de las montañas y haría los mayores es-
fuerzos, para que los Franceses no entrasen en
Madrid sin esperimentar insistencia. Si una divi-
sion española arrostró en Somosíerra, en 1808, el
poder del mismo Bonaparte, que conducía un
egercito formidable; si la capital de España cerró
las puertas á aquel conquistador, y solo se las
abrió después de haber disparado los Franceses
cuatro mil cañonazos, y después de haber salido
de la población casi todas las tropas, y si en aquel




DE 182O A. l 8 2 3 Y DE l836. 2 1 1


tiempo 110 mandaba un hombre tan acreditado
de actividad y de intrepidez, como Avisbal ;
los que se complacian en confundir las dos
épocas de 1808 y 1 8 2 3 ¿ como no habian de es-
perar que el \Duque de Angulema hallaría una
firme resistencia antes de entrar en Madrid, tanto
mas cuanto no traia consigo ni la mitad de las
fuerzas que conducía Napoleon? Ademas tenian
los gobernantes una confianza absoluta en la de-
cision del Conde del Avisbal, que habia profe-
sado abiertamente sus principios, y á quien ha-
bian concedido grandes facultades y llenado de
elogios. La misma conducta, que el Conde habia
observado en Madrid, y en las provincias de su
mando, no perdonando medio de aumentar su eger-
cito y de proporcionarle lo necesario, indicaban
el proposito firme que habia formado de hacer
la guerra, y á esto parece que debia también in-
clinarle la consideración del gran numero de ene-
migos, que se habia grangeado últimamente.


Sin embargo, nada sucedió de lo que se espe-
raba , y el Conde, pocos dias antes de llegar los
Franceses á Madrid, publicó un papel, en el cual
manifestaba que era indispensable modificar la
constitución. De este modo quedaban frustrados
todos los cálculos que se hacian en Sevilla sobre la


'decision, la intrepidez, y las cualidades brillantes,
que los periodistas y el ministerio suponían en el
Conde del Avisbal, y que creían las iba ;í emplear




212 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAN4


en defender su causa. El Conde ó no tuvo bas-
tante tino para formarse un partido en el eger-
cito, ó quiso dejar á cada uno en libertad de
seguir su opinion, y el resultado fue que tuvo
que ocultarse en Madrid hasta la entrada de los
Franceses. Mas no por eso dejó de producir en
el egercito grandes consecuencias la conducta
del Conde del Avisbal, porque muchos oficiales
se quedaron en Madrid, la division, la discordia
se introdugeron en los cuerpos, y los soldados se
desertaron en gran numero.


Los Franceses entraron en Madrid el 2 4 de
mayo en medio de la aclamaciones de los habi-
tantes , que no podian menos de desear con an-
sia la intervención de los estrangeros, ya por-
que habian esperimentado las zozobras y una parte
de los males que lleva consigo la anarquia, y ya
porque casi todos estaban interesados en que se
restituyese alli la corte ( 1 ) . Sin embargo de que


( l ) E l ' d e s e o de intervención en la guerra c iv i l , que está


devorando á la E s p a ñ a , es hoy tan v ivo , como lo era enton-


ces, y como lo fue, desde que principió esta segunda lucha.


L a única diferencia consiste en que hoy se publica este deseo,


se discute y se analiza basta en los estamentos, y antes, se


disimulaba por pudor ó por calculo. Pero los pueblos , y en


particular los que eran teatro ú estaban vecinos á los hor-


rores de la gue r r a , ninguna duda tuvieron, desde que esta


se suscitó con tanto furor, de que no bastaban los recursos»


nacionales para terminarla. Testigos de los hechos , y de la


mala fé, con que se daban los partes de los generales, cono-


cieron desde luego que quienes tan poca dificultad lenian eu




DE 1820 A l 8 2 5 Y DE l836. 2 l 5


no hallaron ninguna resistencia desde que pasa-
ron el Vidasoa, pues no merece aquel nombre
una ligera escaramuza que hubo en Logroño, y
que se decidió inmediatamente en su favor, tar-


en ganar á su gobierno y á su nación , no eran hombres á p ro -


posito para salvar á una ni otro. Sin embargo , todos los m i -


nistros , uno después de otro , han tenido empeño en sostener


que con tal que nadie se opusiese á su sistema , ellos acaba-


rían pronto la guerra sin necesidad de los estrangeros. Asi lo


dijeron todos una y mil veces en las cortes j al mismo tiempo


que el uno celebraba el tratado de la cuádruple alianza, cuyo
objeto no era otro que provocar la intervención , ó por mejor


decir, él tratado era la intervención misma. E l otro la pidió


abiertamente , y le fue rehusada. E l tercero l lamó en su aux i -


lio legiones inglesas, francesas y portuguesas, al paso que


ofrecía hacer prodigios sin auxilio de nad i e ; mientras que


cada correo enviaba al embajador en Paris una misiva para


que solicitase del gobierno francés que se dignara intervenir,


sin parecer que intervenía.


Todo esto no ha sido mas que una serie de engaños ó i lu -


siones , para hacer creer que se tenian fuerzas sin tenerlas,


y que se gozaba de confianza, sin poder contar con nadie.


Desde que el señor Martínez de la Rosa subió al ministerio ,


é hizo cargo de la presidencia de e l , debió , ante todas cosas ,


no consultar su sola opinion p r i v a d a , ni sus propios senti-


mieatos de pundonor nacional , sino el verdadero bien de la


nación , que entonces pudo asegurarse con solo deshacer las


masas facciosas; y esto lo hubieran ejecutado los Franceses


en quince dias, obrando en combinación con los egercitos de


la Reina. Pero no es esta la primera vez que se sacrifican los


mas sagrados interés al idolo de una falsa popularidad. L o


mismo que de Mart inez , decimos de los demás que le han


sucedido en el mando. Todos ellos han conocido desde el pr i -


mer dia la necesidad de una fuerza estrangera , todos la han


deseado con ansia , y lodos han andado v andan en disimulos,


para declararlo á la faz de sus compatriotas. Tal vez-, el recelo




2l4 DE L\S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ciaron los Franceses en llegar á Madrid cuarenta
y siete dias después que entraron en España,
desmentiendo los pronósticos de los diputados á
cortes, que para que se adoptase la huida á Se-
villa, dijeron que les era fácil á los enemigos
llegar á la capital en pocas jornadas, y aun hubo
un diputado militar, que redujo á cinco los dias


de que la intervención militar pasase á ser política es la causa


principal de tales disfraces.


Nosotros creemos que , por mas empeño que los ministros


españoles tomen en persuadir que no necesitan interven-
ción y que no la pedirán en ningún caso , será indispensable
que la Francia , ó la Inglaterra , ó ambas naciones, inter-


vengan en los negocios de España . Y no asi como quiera m i -


litarmente , para deshacer las fuerzas d e D . Carlos , sino pol i -


ticamente , para ahogar los principios anárquicos , que con


tanta priesa como furor, se estan desarrollando. N o basta decir,


« No quiero que ninguno venga de fuera , sino quando yo le
l lame en mi auxilio , » sino que es preciso mostrarse bastante


fuerte para vencer todos los obstáculos dentro de su casa ; y


solo entonces se pueden pronunciar esos Noes tan arrogantes.
Lo demás no se l lama , en castellano , sino jugar con dos b a -


rajas ; es decir, nadie venga á participar de mi gloria ni á


interrumpir mis venganzas ; pero venga todo el mundo á pe-


lear por m i , y salvarme del peligro , que mis imprudencias


han hecho casi irremediable.


Repetimos que una intervención es necesaria en España ,


es urgente , y debió haberse verificado el dia después que


D . Carlos pasó los Pirineos ; que aun cuando , lo que no
creemos , puedan las solas tropas de la Reina vencerlas suyas,


no por eso se ha concluido la guerra c iv i l , sino que princi-


piarán otras y otras , porque la nación no se halla en eslado


de perfeccionar sus instituciones, sin que precedan grandes


convulsiones, capaces de ocasionar una guerra general , ó sin


que vuelva á oprimirla el despotismo.




DE 1820 A ] 8 2 3 Y DE l836. 2 l 5


necesarios para andar las cien leguas que hay
desde el Vidasoa á Madrid.


Tiempo es ya de que digamos algo sobre la con-
ducta politica que observaron los Franceses en
España, y este examen es tanto mas importante,
cuanto los resultados han sido inmensos. Para
dar á entender que no se atentaba en lo mas
minimo á la independencia nacional, y que el
objeto de la ocupación era solo restablecer el or-
den y poner al Rey en libertad, el Duque de An-
gulema creó, luego que entró en España, una junta
provisional, que se puso al frente de los nego-
cios, habiéndose instalado en Oyarzun el dia
9 de abril.


Me parece que fue un error el que se crease en
España un gobierno y no se declarase Lugar te-
niente del Reino al serenísimo señor Duque de An-
gulema, mientras que Fernando VI I recobraba su
libertad. En los acontecimientos, que indispensa-
blemente debian seguirse á la ocupación, impor-
taba sobre manera el que todas las ordenes
partiesen de un mismo punto, y tuviesen por
consiguiente un mismo objeto. Era fácil prevéer
que el Duque, como generalísimo del egercito fran-
cés, no habia de tardar en tener motivos de dis-
gusto, por las competencias con el gobierno es-
pañol , y que estas competencias entorpecerían
las operaciones, dividirían los ánimos, y tal vez
serian de gran trascendencia. Por otra parte los Es-




216 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


pañoles estaban en estremo divididos, y era difícil
elegir para la junta provisional hombres, que tu-
viesen opinion en todos los partidos, y lo que aun
es mas, que supiesen olvidar sus resentimientos y
sus pasiones para tratar únicamente de conciliar
los ánimos, en lugar de exasperarlos. El único
argumento que hay contra la opinion de que el
Duque de Angulema debia mandar en nombre del
Rey, es el que dejo apuntado, de que no se creyese
que por este medio se pretendía dar á la Francia
una influencia absoluta sobre la marcha de los
negocios. Pero esta objeccion es insignificante,
supuesto que los pueblos veian en el gefe del eger-
cito francés un principe libertador y estaban muy
distantes de que les causase celos la autoridad de
S. A. R. Por otra parte, si el gobierno de Sevilla
y sus agentes y apasionados pretendían valerse
de este medio para atraerse partidarios ¿ acaso no
podrían emplearlo del mismo modo, tratándose
de una junta creada por el Duque de Angulema?
De suerte, que para los que intentasen alarmar á
los celosos por la independencia, era igual que
gobernase en España el mismo Duque, ó los
hombres nombrados por el; al paso quedos fran-
ceses no debían suponer eme estos tendrían siem-
pre la docilidad necesaria, para cjue siguiesen en
un todo las insinuaciones y las miras del principe
generalísimo.


Pero aun cuando hubiese justos motivos para




DE 182O A l 8 2 5 Y DE l836. 2 1 7


nombrar un gobierno provisional compuesto de
Españoles, desde luego se deja conocer que era
indispensable poner el mayor cuidado en elegir
los hombres, que tanta iníluencia habian de tener
en el restablecimiento del orden. Era imposible
que se consiguiese este objeto tan esencial, y el
primero que se habian propuesto los Franceses
el entrar en España, si los sugetos designados para
ponerse al frente de los negpcios pertenecían á
un partido, y no tenían bastante patriotismo para
atender con preferencia al bien general. Sin em-
bargo la junta provisional se compuso de hom-
bres , amantes sin duda del Rey y de la monar-
quia , pero enemigos irreconciliables de todo
lo que llevaba el nombre de constitucional, quizá
en general poco instruidos en la marcha de la re-
volución de su misma patria, é incapaces de aco-
modarse en nada á las circunstancias. Obligados
á refugiarse á un pais estrangero, ó por sus ma-
niobras contra el gobierno español, ó por no
sucumbir á las injustas persecuciones de los anar-
quistas , no veian en España mas que demagogos,
enemigos suyos, en todos cuantos hombres mode-
rados habia en la nación, y no se fiaban sino de
aquellos, que habian sido perseguidos y que te-
nían injurias que vengar. Ni los individuos de la
junta provisional estaban esentos de las pasiones,
([lie son tan funestas, cuando dan egemplo de
ellas los que mandan.




2 18 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


¿Creyeron los Franceses, que para conseguir
su objeto en la peninsula, necesitaban el apoyo
del partido, que era conocido con el nombre de
Servil? Si cometieron semejante error, seria sin
duda porque los agentes que tenían en España
les enterarían muy mal del estado de las cosas,
ó porque vieron solamente por los ojos de los
refugiados en Francia. Fácil era sin embargo ob-
servar que los que descollaban entre los serviles,
eran un partido estremo, como lo eran también las
anarquistas, y que entre unos y otros estaba la
masa de la nación, la parte mas ilustrada de ella,
y todos aquellos, que deseaban un orden de cosas
estable y solido. No parecía posible ignorar, que
si la revolución en España no habia llegado á los
furores á que llegó en Francia, no fueron los
absolutistas, los que lo impidieron, sino los mo-
derados. Estaban bien recientes los hechos, y
parece que no era licito dudar de ellos ni un solo
momento. No fué, por egemplo, el general Eguia,
el que egerciendo en Madrid la autoridad militar
y política, hizo frente á la anarquia, dispersó las
asonadas, desconcertó las maquinaciones y salvó
cien veces la monarquia y quizá la vida del mo-
narca. No fueron Grim a rest ni Aimerich los que
en Galicia y en Aragón, á costa de los mayores
sacrificios y con notoria esposicion de su exis-
tencia , trastornaron los planes de Riego y de
Mina. Tampoco fueron el marques de Mataflorida,




DE !8?.0 A 182o Y DE I 836.
ni el obispo cle Osma, ni el consejero Calderón, los
que ocupando el ministerio desde marzo de 1 8 2 1
hasta julio de 1 8 2 2 , se opusieron constantemente
á anarquia, trabajaron sin cesar para consolidar
la autoridad r e a l , y se negaron á sancionar el
famoso decreto de Señorios, que á nada menos se
dirigia, que á sublevar los colonos contra los pro-
pietarios , y á precipitar de tal modo la revolu-
ción, que las clases inferiores tomasen una parte
activa en ella. No eran en fin los refugiados en
Francia los que ya en la tribuna, ya al frente de
las provincias, ya por medio de la imprenta com-
batían sin cesar los principios anárquicos, repri-
mían los desordenes, y se esforzaban en sostenerla
autoridad del Rey. Pues á estos sin duda se debia
el que la forma de gobierno no hubiese cambiado
en España desde 1 8 2 1 . Por ellos existia aun la
monarquia y por ellos vivía todavía el monarca.
Ni consiguieron fácilmente en mil ocasiones pa-
rar el carro de la revolución, y anular las tenta-
tivas de los anarquistas : muchas veces sufrieron
las mayores persecuciones, se vieron encarce-
lados , hubieran sido victimas de su odio á la
demagogia, si casualidades imprevistas no los
hubieran arrancado de las manos de los ver-
dugos ( 1 ) .


(i) \ case la causa formada sobre los sucesos del 7 de ju l io ,


de la cual se da una l igera idea en la pag, 132.




2 20 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


Públicos y notorios eran los esfuerzos de estos
hombres, y no podia dudarse que á ellos única-
mente se les debia, el que el terror no hubiese
dominado en España desde los primeros dias de
la revolución, y el que no hubiese seguido los
mismos pasos, que en Francia. Es evidente que
los que clamaban : viva el Rey absoluto! y que-
rian sostener este grito con las armas en la mano,
no contribuyeron sino á aumentar la confusion,
á aniquilar á los pueblos, á hacer odiosa la causa
que defendian, y á dar armas á los anarquistas
para egercer sus furores, y para amenazar hasta
al mismo Rey. ¡Con cuantos egemplos pudiera
aumentar las pruebas de lo que dejo dicho! Pero
es demasiado notorio para que me entretenga en
amontonar razones, y no debo perder de vista,
que no escribo la historia de la revolución de Es-
paña, sino anotaciones para ella.


No era pues de esperar que los Franceses con-
tasen solamente con el apoyo del partido servil,
si es que no se les habian desfigurado los hechos,
y sino habian cerrado enteramente los ojos sobre
la marcha de la revolución. Era muy corto el
numero de españoles, que no estaban fatigados
del desconcierto y de la anarquia, y que no tem-
blaban al considerar los horrores en que, de un
momento á otro, podian verse envueltos; y to-
dos conocían que sin la intervención estrangera
no podia establecerse en España un gobierno soü-




DE 1820 V l 8 2 5 Y DE I 836. 22 1
do, sino á costa de infinitos sacrificios y de arroyos
de sangre. Asi es que los Franceses de ninguna
manera podian grangearse mas bien el afecto de
los Españoles, y corresponder á las esperanzas
que se tenian de ellos, y á lo que habian prome-
tido , que siguiendo siempre los principios de la
sana política, y huyendo de entregarse en manos
de un partido.


Los votos de todos los Españoles ilustrados se
dirigian á que se estableciese un gobierno mode-
rado, y á que se huyese de todos los estremos.
Por mas que los absolutistas, apoyados en los es-
trangeros, hayan levantado hasta las estrellas los
gritos de furor y de intolerancia , para que no se
percibiese el lenguage de la razón y de la conve-
niencia publica, y por mas que lo hayan conse-
guido hasta cierto punto, es evidente que el o l -
vido de lo pasado, la moderación, y el gobierno
representativo, tenian en España un gran nu-
mero de partidarios, y entre ellos á los hombres
mas distinguidos de la nación. Copiaré, como
una de las pruebas de esta verdad, la esposicion
que dirigió al duque de Angulema la alta gran-
deza de España, representada por treinta y seis
de sus individuos. Decia asi : «Serenísimo señor;
a Los abajo firmados creeríamos no ser meréce-
te dores del nombre y de los títulos que nos trans-
<e mitieron nuestros padres, si un solo momento
if retardásemos la respetuosa espresion de nuestra




222 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ce gratitud á V . A . R. , y la franca manifestación
« de nuestros puros é invariables sentimientos
ce para con nuestro Rey y nuestra patria.


« La grandeza de España se honra sobre lodo
ce con el deber de distinguirse por los sacrificios
(( que demanden la salud y la dignidad de sus sob-
er éranos legítimos, ó la prosperidad y la gloria
ce del leal pueblo, á quien tiene justamente uni-
ré dos sus destinos é intereses.


« Mas por una singular combinación de cir-
ce cunstancias, después de haber dado esta clase
ce la servidumbre precisa para el fatal viage á la
ce familia augusta de sus Reyes, la presencia en
ce Sevilla ó en los pueblos del transito de cual-
cc quier otro grande, debia considerarse como es-
ce ter i 1 para el servicio de S. M. y del estado;
ce debia servir tal vez para dar armas á los ene-
ce migos del bien, ó para debilitar las de su ataque.


ee Aqui, escelente principe, en la capital de Ja
ee monarquia española, donde, como en su centro,
ee se han ostentado en todas épocas la acendrada
ee lealtad de los españoles hacia su monarca , y su
ce profundo respeto á las antiguas leyes y costum-
cí bres; aqui es, donde encontrábamos el puesto
ee de utilidad para objetos tan sagrados y de honor
ce para nosotros.


« Ahora la oportunidad de desahogar nuestros
ee pechos oprimidos, y de reunir nuestros deseos
ce y nuestras fuerzas para lograr la suspirada res-




DE 1820 A 1 8 2 3 Y DE l836. 223


« tauracion , era el dia venturoso, en que un hijo
« por el amor y heredero por la sangre del pode-
re roso rey cristianisimo de Francia, ha aparecido
« en esta capital misma, rodeado de tantos miles
a de valientes, anunciando el grandioso designio
« de poner en libertad á nuestro Rep, y de hacer
« que reine de nuevo entre nosotros el orden, la
« paz y la justicia.


« De V . A. R. son estas preciosas palabras; el
« juramento de que van acompañadas es el au-
(( gusto nombre de Borbon, tan caro á los Fran-
« ceses y Españoles.


« Nosotros, esclarecido principe, ponemos al
(( cielo por testigo, é invocamos con noble y de-
ce nodado esfuerzo la memoria de la fidelidad y
« del patriotismo de nuestros progenitores, y
« aun nuestra conducta misma durante el otro
<( cautiverio, en crédito de la uniformidad y de la
(í energia de nuestros votos, por que tan grandes
« bienes se restituyan y se aseguren para siempre
« á esta grande nación, tan maltratada e§f este
((triste y ultimo periodo, como benemérita «le
« ellos.


« Acabad, señor, pronta y felizmente el des-
ee empeño de vuestro noble encargo; juntad la
<e libertad de un Rey de vuestra sangre á las jus-
ee tas esperanzas de una nación amiga de la Fran-
ce cia; que de los esfuerzos reunidos de estos dos
ee pueblos generosos resulte eí bien común, y un




22/f DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1) A esta representación ele la grandeza de España, la


ce nuevo y duradero lazo de amistad y de alianza ;
« que ahuyentadas las mezquinas y funestas pa-
ce siones, para hacer lugar á la benéfica concor-
ce dia, formada una sola familia con un solo espi-
cc ritu en rededor del regio trono; puestos enfin
ce los Españoles, en honrosa y sabia armonía con
ce las naciones cultas de la Europa , tan lejos de
ce las intrigas de la arbitrariedad, precursora
te siempre de desastres , como de la inquieta y
ee destructora anarquia, podamos un dia mas di-
te choso, y puedan nuestros hijos decir con ine-
ce fable y permanente jubilo :


ce El rey Ferdinando VII, de Borbon, cautivo
ce en el alcazar de sus mayores, á pesar de sus
afieles subditos, y la magnánima nación espa-
ce hola sojuzgada por la ominosa facción de un
te corto numero, recobraron su libertad y sus
{(fueros, y vieron renacer el suave y útil yugo
K de una religion santa, la moral publica y el
ce saludable imperio de las leyes, con el ausilio
ce de la Francia, y bajo de la dirección de su
te mugusto principe el duque de Angulema.


ce Nosotros mismos ó los que nos dieron el ser,
K fueron testigos, y quisieron ser cooperadores
c< de esta gloriosa empresa, habiendo ofrecido
[< cordialmente para su logro, sus bienes y sus
ce vidas ( i ) . »




DE 1 8 2 O A 1 8 2 3 Y DE l836. 2 25


Debe observarse que la grandeza de España
pedia « que se pusiese en fin á los Españoles en
« honrosa y sabia armonía con las naciones cui-
te tas de la Europa, tan lejos de las intrigas de la
« arbitrariedad, precursora siempre de desastres>
« como de la inquieta y destructora anarquia. »
Esto no era desear que las cosas volviesen al es-
tado, que tenian en principios de 1820 ni en 1808.
Aquel en fin manifiesta terminantemente que,
después de tantas vicisitudes, era ya tiempo de
fijarse en un orden de cosas; y para prueba irre-


sucedió lo mismo que á otros muchos actos , doctrinas y p ro -


posiciones , que se enuncian cuando diferentes partidos tienen


agitadas las repúbl icas , esto e s , que desagradan á todos y no


satisfacen á ninguno. L a representación fue concebida y r e -


dactada por personas , que no eran Grandes , pero que consi -


deraban indispensable poner en acción el principio aristocrat


tico, tan aborrecido de los demagogos de Cadiz, como mal apro-


vechado por los absolutistas de Mad r i d . A ella debió preceder


ú acompañar la oferta de un cuerpo de ocho mil hombres ,


creado á costa de la grandeza , y mandado por individuos de


su seno , el cual debia tomar parte en las fatigas y en la gloria


del egercito francés , dando un aspecto mucho mas nacional


á la expedición que marchaba sobre Cadiz. Dificultades mez-


quinas se opusieron á la realización de este pensamiento , que


tal vez habria evitado ó mitigado al menos la reacción. Pero


al fin , los grandes se apresuraron á firmarla tal cual acaba


de leerse; y apenas se tuvo noticia de ella entre los liberales
de Cadiz ; todosá una voz la anatematizaron, tratando de trai-


dores á los firmantes ; mientras que los consejeros del Rey la


pintaron también , como un agravio hecho á la magestad , y


se pidieron explicaciones sobre su espiritu. ¡ Fatal ceguedad


de todos los partidos!


T 5




2 2 6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


cusable de que este orden de cosas no era la anti-
qua monarquia española, ni el reinado de Car-
los IV, ni el de Fernando V I I , se espresa que ha
de estar en armonía con las naciones cultas de
Europa. ¿Que mas señales se podian dar de que
se deseaba la carta francesa ó la constitución
inglesa?


« Juntad, le decía la grandeza al duque de
« Angulema, juntad la libertad de un rey de
« vuestra sangre á las esperanzas de una nación,
«amiga de la Francia. » Luego los Españoles,
ademas de la libertad del Rey, tenian otras espe-
ranzas. ¿Y á que podian aludir estas, sino á la
reforma del antiguo gobierno?


Es de notar que la grandeza de España, al ma-
nifestar su opinion , se dirige al duque de Angu-
lema, como al único que puede condescender con
sus deseos, porque le supone autorizado para
todo, y en esto veo confirmada la opinion de
que el duque debió declararse Lugarteniente del
rey Fernando. Es también muy digno de. adver-
tirse , que la esposicion de la grandeza es del
a y de mayo, y que la regencia, que, como vamos
á ver, sustituyó á la junta provisional, se habia
instalado el dia anterior. Sin embargo, !a gran-
deza no se dirige al gobierno establecido por eí
señor consejero de Martignac, sino al principe
generalísimo, en quien reconoce la autoridad de
dirigir los negocios. ¿Por que fatalidad han sido




DE 1 8 2 O A i 8 2 3 Y DE l836. 227


(t) Canción insultante que se inventó en Cadiz , que- lleva-
ron á M a d r i d los ayudantes de Riego , y que en todas parles


fue la señal de la discordia.


desechados los votos de la grandeza, á loS 'Cuales
estaban unidos los de la mas sana parte de la
nación?....


El espiritu que dominaba en la junta provisio-
nal, y en algunos de los generales y empleados
que venían con los Franceses, se propagó bien
pronto á todos aquellos que tenian injurias que
vengar, ó que deseaban adular al nuevo gobierno,
para ser empleados. La multitud, de resultas de
la guerra de la independencia, de la apatia de los
seis años anteriores á la revolución y del trastorno
que produjo esta, se hallaba en u n estado de insu-
bordinación , que se asemejaba mucho á la anar-
quia , y era preciso atraerla poco á* poco a l respeto
que se debe á las leyes y á las autoridades. Lejos
de abrazar este partido, se cerraron los ojos á los
desordenes, y se aplaudieron y aun se escitaron
por los mismos que debían reprimirlos. A los
nombres de liberales y de serviles, con q u e se
habian distinguido los partidos, se sustituyeron
inmediatamente los de negros y blancos. Las can-
ciones de los demagogos, hasta el mismo Trá-
gala ( 1 ) , resonaron de nuevo, mudando alguna
que otra palabra, pero conservando siempre el
mismo espiritu de insultos, de venganzas y de




228 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


sangre, y sirviéndose délos mismos tonos, que
empleaban los anarquistas. A las voces de mué-
ran los serviles! sucedieron las de mueran los ne-
gros ! y enfin la multitud desenfrenada corria á
imitar, y aun procuraba esceder, todos cuantos
desordenes habia presenciado en los tres últimos
años. Se han visto mezclados entre los nuevos
patriotas, pidiendo horcas para los constitucio-
nales, y entonando canciones de muerte á los
mismos, que poco tiempo antes se distinguían en
los coros de los anarquistas.


Fue un delito haber dado la mas ligera mues-
tra de aprobar alguno de los actos del gobierno
constitucional; fue un crimen el haber egercido
algun destino publico, ó algun cargo municipal,
y lo fue también el haber sido voluntario nacio-
nal : es decir que se declaró criminal á la quinta
ó sesta parte de los Españoles. Las cárceles se
llenaron de hombres á quienes ni se podía acu-
sar de haber tenido parte en la revolución, ni
de haber cometido el mas mínimo delito, ni de
haber profesado opiniones exageradas; pero ha-
bían dado algunas muestras de ser partidarios del
gobierno constitucional, y este era un crimen
imperdonable. La junta provisional habia man-
dado que los voluntarios nacionales, que hubiesen
abandonado sus casas, se restituyesen á ellas en el
termino de quince dias, y en otro caso, incur-
rirían en una multa ; pero los que se sometieron al




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE l836. 2 2 g


decreto, ó fueron maltratados y conducidos á las
cárceles, (5 cuando menos ellos y sus familias
sufrieron todo genero de insultos. Los nuevos
alborotadores no solamente conservaban las mis-
mas canciones, empleaban los mismos tonos, y
usaban de los mismos dicterios que sus antece-
sores los anarquistas de la revolución, sino que
insultaban y perseguían á las mismas personas á
quienes habian perseguido aquellos : los modera-
dos eran el objeto de la execración de unos y de
otros.


Tal era el aspecto que presentaban los pueblos,
que habian reconocido la junta provisional, y tal
el impulso que en tiempo de este gobierno toma-
ron los desordenes. Nada hizo para remediarlos,
ni para que se sofocasen las pasiones y se respe-
tasen las leyes; sus agentes toleraban y aun diri-
gían los motines, y nadie podrá decir que, en el
mes y medio que duró el mando de la junta, haya
hecho á los pueblos mas beneficios que los que
hicieron los ministros que, al mismo tiempo,
daban ordenes desde Sevilla. Unos y otros pro-
movían la anarquia, y unos y otros darán cuenta
severa á la historia de los males en que precipi-
taron á su nación; pues el titulo de realistas, con
que se cubrían aquellos, no será mas respetable
a' la posteridad que el de constitucionales, con que
se disfrazaban estos.


Luego que los Franceses llegaron ;i Madrid, se




23o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


trató de que cesase en su funciones la junta, ó por-
que el titulo de provisional no pareciese ja conve-
niente , ó porque hubiese algun descontento con
respecto á la conducta politica de los individuos
queia componian. Se determinó establecer una re-
gencia , j en atención á que no podia saberse la
elección del R e j , ni era posible llamar á las
provincias, para que concurriesen á ella, sin
esponerse á prolongar dolorosamente los males
que afligían al Re j j á la nación ( i ) , se convocó
á los supremos consejos de Castilla j de Indias,
para que nombrasen ellos mismos los individuos
que debian componerle. Los consejos contesta-
ron que no se creían autorizados por las lejes del
reino para elegir regencia, j se contentaron con
presentar una lista», de los sujetos que conceptua-
ban mas á proposito para regentes. El duque de
Angulema se conformó con la propuesta de los
consejos, j el 26 de majo , se instaló la regen-


( 1 ) Proclama del 23 de mayo , dada en el cuartel general


de Alcovendas. ¿El señor consejero de estado de S. M . Cris-


tianísima de Marlignac por-quien está suscrita , no reconoce
en las palabras citadas, que en ausencia del Rey , cuando no


puede saberse su voluntad , las provincias tienen derecho


para elegir el gobierno que haya de mandarlas?¿«Y admitida


esta doctrina, no se legitima en cierto modo todo lo hecho por


los representantes de las provincias, durante la cautiviciad de


Fernando V I I en F ranc ia . » ¿ Y que prisa habia de nombrar


regencia? La junta provisional pudo muy bien subsistir hasta


que se reuniesen las provincias, supuesto que %-¿\v era c<!


medio mas legitimo.




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. J23l


cia, compuesta del duque del Infantado, presi-
dente; del duque de Montemar; del barón de
Eróles, teniente general; del obispo de Osma , y
de don Antonio Gomez Calderón, fiscal togado
del consejo de Indias. Claro está que, convocando
a los consejos para que nombrasen la regencia, se
quiso dar á entender que los estrangeros no te-
nian intervención alguna en la elección; pero
ademas de que la resistencia de los consejos des-
concertó este plan, porque tuvo que hacer el
nombramiento el duque de Angulema, hubiera
importado mucho mas que en lugar de estas apa-
riencias, se hubiese cuidado de que los regentes
estuviesen dotados de luces, de prudencia, de
moderación , y de practica en los negocios. Nadie
preguntaba si era el duque de Angulema, ó eran
los consejos de Castilla y de Indias, los que real-
mente habian nombrado los regentes; pero todo
el mundo examinaba cuales habian sido las opi-
niones y la conducta de estos, para congeturar
que es lo que se podia prometer para lo sucesivo.


Dejemos por ahora la nueva regencia, y vol-
vamos a coger elhilo de las operaciones militares.


El tercer egercito español, después de haber
evacuado á Madrid, tomó el camino de Estrema-
dura, á las ordenes del marques de Casteldos-
rius. Los Franceses destacaron sobre el un cuerpo
de tropas, y hubo una acción de retaguardia antes
de llegar á Talavera. Los Españoles, en su reti-




a32 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


rada, se dirigieron desde Estremadura á Andalu-r
cia, siguiéndoles el general Bourmont. Otro cuerpo
de tropas francesas, á las ordenes del general Bor-
dessoult, marchó á la Mancha; y á principios de
junio, una division, mandada por el conde Bourk,
se estableció en Leon , para preparar la ocupación
de Galicia y de Asturias.


El conde Molitor, con el segundo cuerpo del
egercito francés, después de haberse puesto en
comunicación con el mariscal duque de Cone-
gliano, se dirigió sobre Valencia , en cuyas inme-
diaciones se habia detenido el general Ballesteros
con el segundo egercito español. Ballesteros tenia
estrechado el castillo de Morviedro, defendido
por los realistas, y se disponía á romper el fuego
contra el, cuando se acercaron los Franceses, y
tuvo que desistir de su intento, abandonando la
artilleria, y tomando la dirección de Murcia, des-
pués de que su retaguardia opuso alguna resis-
tencia al paso del Jucar por Alzira.


En Cataluña, el mariscal duque de Conc-
iban o , después de haber dispersado el destaca-
mento de tres ó cuatro mil hombres que mandaba
Mina, obligando á este á retirarse á Tarragona,
y después de haber conseguido varias ventajas
sobre la division de Milans , se disponía para blo-
quear á Barcelona.


El conde de Cartagena, que habia renunciado
el mando én gefe del quarto egercito español, se




DE 182O A l 8 2 5 Y DE l836. 2 3 3


vio estrechado por el gobierno á admitirle; pero
no salió de Madrid hasta el 7 de abril, y después
de una corta detención en Castilla la Vieja, se
dirigió á Galicia, á organizar sus tropas.


Los Franceses abalizaban sin hallar casi nin-
guna oposición por parte de las trepas, y sin que
los pueblos hiciesen la mas minima demostración
de estar descontentos con su llegada; antes bien
daban muestras de regocijo y de satisfacción. Un
gran numero de oficiales y de soldados abando-
naba las filas constitucionales; en los cuerpos no
habia ni entusiasmo ni aun deseo de llegar á las
manos, y los gefes mas acreditados, los oficiales
mas valientes, estaban llenos de tibieza, y no po-
dian resolverse á tomar con calor una guerra, que
veian desaprobada por la nación. Las plazas de
Jaca, de Tortosa y de Cardona, abrian las puer-
tas á los Franceses ó á los realistas, y en fin todo
anunciaba que los Españoles no estaban dispues-
tos á seguir el camino, que habian trazado las
cortes y el ministerio.


Entretanto en Sevilla continuaba el mismo
sistema que se habia observado en Madrid, y las
cortes y el gobierno se obstinaban en manifestar
que la guerra era nacional. Las cortes volvieron
á abrir sus sesiones en aquella ciudad el 2 3 de
abril, y no siendo ya posible que se sostuviesen
en el ministerio los siete patriotas, leyeron sus
memorias y fueron dejando los puestos á sus su^




2,34 D E L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


cesores, que ya no eran los mismos nombrados
por el Rey en Madrid el 2 de marzo, porque de
estos unos habian renunciado, y otros fueron
depuestos, sin entrar en posesión. Allí fue donde
las cortes dieron la ultima mano á la ley de se-
ñoríos, á cuya sanción se habian negado los
ministerios de 1 8 2 1 y 1 8 2 2 , y puede decirse que
quedó decretada una guerra encarnizada entre
los propietarios y los colonos, y que se quiso en-
volver á la nación en una interminable serie de
litigios y de desordenes. Ni la injusticia tantas
veces demostrada de aquella ley, en los términos
en que estaba concebida, ni la situación de los
negocios fueron capaces de arredrar á los dipu-
tados que dominaban las cortes, cuyo furor pa-
rece que crecía al paso que se iban disminuyendo
las esperanzas deque triunfase su causa.


Se hallaba al frente de los ministros nombra-
dos en Sevilla un hombre distinguido por sus ta-
lentos, y que, siendo diputado, habia tenido gran
influencia en las principales determinaciones, que
tomaron las cortes en la primera legislatura. Los
ecos de su elocuencia varonil resonaron á me-
nudo en el salon de las cortes, proclamando los
verdaderos principios del orden social j pero la
deferencia que manifestó varias veces á las ideas
exageradas, contribuyó sobre manera al triunfo
de los exaltados, y á el particularmente se le debe
la famosa declaración de la fuerza moral y el




DE 182O A l 8 2 5 Y DE l836. 2 5 5


decreto de señoríos. En el tiempo en que subió al
ministerio, era ya difícil que hiciese ningún bien,
sin embargo, tal vez pudo haber impedido los
escándalos de Sevilla, y era de esperar que no
se dejase llevar por la impetuosa corriente en
la que habian zozobrado sus antecesores. Por un
efecto de las circunstancias, apenas se sabria que
habia sido ministro el señor Calatrava, que tantos
medios poseía para distinguirse, sino hubiese
sucedido en su tiempo el nombramiento de la
regencia de Sevilla, y la traslación del Rey á*
Cadiz.


Los Franceses se adelantaban hacia Andalucía,
y el egercito de reserva, que se formaba á la vista
del gobierno, puede decirse que no existia, porque
no se habian completado los contingentes del
ultimo reemplazo, se había hecho con gran len-
titud la requisición de caballos, y faltaban fondos,
porque se pagaban muy mal las contribuciones.
Esto sucedía en lsp provincias, donde residia el
gobierno, que no tenia vigor, energía ni medios de
hacer cumplir lo que mandaba, y sin embargo las
cortes y los ministros querían que las diputaciones
provinciales fuesen puntualmente obedecidas, y
que en virtud desús providencias la guerra fuese
nacional. Es admirable la inconsecuencia de los
que dirigían los negocios, y no puede esplicarse
por que razón los que tanta prisa habian tenido
para salir de Madrid, los que habian asegurado




2 3 6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA.


á toda la nación desde la tribuna de las cortes,
que los Franceses podian llegar á la capital en
muy pocos dias, los que veian que no se les hacia
resistencia en ninguna parte, y que los pueblos
los recibían como libertadores; estos mismos sé
obstinasen en creer que no serian invadidas las
provincias de Andalucía.


Llega en esto á Sevilla la noticia de que los
Franceses habian atravesado los montes : apode-
rase de las cortes y del gobierno el espanto y el
terror; la confianza se convierte en miedo, y
creen que los enemigos se hallan ya á Jas puertas
de la ciudad. Reunense las cortes el 11 de junio,
convocan á los ministros para que informen sobre
el estado de las cosas : los ministros manifiestan
que sabían muy poco de las fuerzas y de los mo-
vimientos de los Franceses, y dicen que el Rey no
ha resuelto aun sobre la traslación del gobierno,
la cual opinaba el consejo de estado que debia
ser á Algeciras. Se propone á Igs cortes que, como
era de sospechar que los ministros no tuviesen la
confianza necesaria de S. M., se enviase un
mensage al Rey, para manifestarle la necesidad de
trasladarse con toda la familia real á Cadiz, sa-
liendo de Sevilla para el dia siguiente á medio dia.
Una diputación de las cortes llevó este mensage
al Rey, el cual contestó « que su conciencia y el
(( afecto que profesaba á sus subditos no le per-
(f mitiau salir de Sevilla; que, como particular,




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 237


ce no tendría inconveniente en hacer este y cual-
cc quiera otro sacrificio, pero que, como Rey, no
<c se lo permitía su conciencia.» El presidente de la
diputación de las cortes presentó á S. M. algunas
observaciones, que no le hicieron variar de reso-
lución.


Enteradas las cortes de la respuesta del Rey ,
hizo el diputado Galiano la proposición siguiente:
« Pido á las cortes que, en vista déla negativa de
ce S. M. á poner en salvo su real persona y fa-
ce milia de la invasion enemiga, se declare que es
ce llegado el caso de considerar á S . M . en el de
ce impedimento moral, señalado en el articulo 187
ce de la constitución, y que se nombre una re-
ce gencia provisional, que, para solo el caso de la
ce traslación, reúna las facultades del poder ege-
ce cutivo. » Las galerías recibieron con entusiasmo
esta proposición, á la cual se opusieron algunos
diputados, que fueron amenazados de muerte en
las galerias y en el mismo salon de cortes. Estas,
dominadas por el miedo y por el terror, aprueban
la proposición de Galiano y nombran la regencia,
compuesta del teniente general don Cayetano
Valdes, diputado á cortes, presidente, y de los
consejeros de estado don Gaspar Vigodet, teniente
general, y don Gabriel Ciscar, gefe de escuadra.
Es imposible describir el desorden y la informa-
lidad que.reinaron en aquella turbulenta sesión :
las cortes se olvidaron hasta tal punto de la con-




2 38 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


stitucion y del reglamento, que ni aun fue nomi-
nal la votación.


¿En virtud de que facultades las cortes hacian
pedazos la constitución, interpretando disparata-
disimamente el articulo 1 8 7 , y contra lo espre-
samente prevenido en el reglamento, del cual no
les era licito separarse ( i ) ?¿Como podia supo-
nerse el Rey en estado de delirio, porque se
oponía á prolongar los males que pesaban sobre
la nación, y porque se conformaba con la opi-
nion general de los pueblos, que de ninguna ma-
nera querían la guerra, y de lo cual no podia
darse prueba mas terminante que el hallarse los
Franceses en Andalucía? Dirán que la necesidad
y la salud del pueblo obligaban a tomar medidas
estraordinarias,que no se hallaban previstas; pero
si era preciso sufrir la ley de la necesidad, si las
cortes traspasaban tan escandalosamente los li-
mites de sus atribuciones, si la constitución ya


, -1 . , _


(1 ) Articulo 187 de la constitución. « Será gobernado el


« remo poruña regencia, cuando el Rey se halle imposibilitado


« de egercer su autoridad por cualquiera causa física ó moral. »


Articulo 176 del reglamento de cortes. « P a r a asegurarse las


« cortes de si ha l legado ó no el caso de que la enfermedad


« física ó moral del Rey le imposibilite para el gobierno, á


« fin de que tome las riendas de el la regencia en los términos


« contenidos en el articulo 187 d é l a constitución, oirán el


« dictamen de una junta de los medicos de cámara de S. M.


<i y de los demás facultativos que se estime conveniente, y


« después deliberarán lo que mas convenga al bien y gobierno


« de la nación. »




D E 1 8 2 0 \ 1 8 2 3 Y D E i836. 2 3 g


no podia sostenerse, ¿porque se habia de preci-
pitar á la democracia antes que inclinarla hacia
la monarquia? Quien era capaz, no digo j o de
creer, pero ni aun de sospechar, que en el estado
en que se hallaban las cosas, la España podia con-
seguir mas ventajas de la traslación del Re j á Ca-
diz que de tratar con los Franceses ( 1 ) ?


¿Pero que consideración habian de tener con
el bien estar de los pueblos los hombres que lle-
vaban su obstinación hasta el punto de oponerse
manifiestamente á todos los principies de razón j
de justicia, j á la espresa voluntad de la nación?
En medio de su delirio los demagogos que domi-
naban á los demás diputados, deseaban que los


(1 ) Según los principios aprobados en aquella sesión , el


Rey constitucional de España no podia serlo sino en tanto que


accediese á todo cuanto propusiesen las cortes; porque si


manifestaba una opinion contraria, debia suponérsele loco ,


con arregló á la interpretación de Gal iano y de sus secuaces,


y por consiguiente que habia llegado el caso previsto en el


articulo 187 de la constitución. ¿Y porque no lo declararon


asi, cuando en el año anterior negó el R e y la sanción à la ley


de señoríos? Las cortes habian decretado la estincion de


señorios, como habían resuelto que el gobierno se trasladase


á Cad iz , con la diferencia de que en aquella ley se habian


observado todos los tramites del reglamento, y esta resolución


se habia tomado en medio del tumulto y del desorden; y aun


prescindiendo de esta circunstancia, es claro que el Rey tan


loco estaria oponiéndose á una medida como á otra , pues no


habia ninguna regla para determinar cual de las dos era mas


conveniente, ni tampoco era mas infalible Galiano en 1823


que en 1822.




DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


pueblos fuesen saqueados por los Franceses y por
los realistas, y que los habitantes sufriesen toda
clase de estorsiones, para castigarlos del enorme
crimen de no haber hecho la guerra á los Fran-
ceses, y para que aquellos continuasen disponiendo
de la nación española y gobernándola con la
vara de hierro, que siempre habian blandido en
sus destructoras manos. Los Españoles, en su
concepto, ni aun con la muerte espiaban el delito
de no haber preferido la anarquia, el terror, y
la guerra civil, á la intervención de los estran-
geros, que querían que hubiese entre ellos paz,
y que por su propio interés no podian querer
otra cosa. Los que abrigaban tales sentimientos
manejaban á su antojo las cortes, no poique no
hubiese muchos diputados, que conocían la nece-
sidad de poner termino á una oposición tan inú-
til y tan funesta, y que lo deseaban con ansia,
sino porque estaban dominados por los terro-
ristas del congreso y por los que ocupaban las
galerías, que hablando siempre de puñales y de
esterminio, tenian atemorizados á los hombres
de bien. Habia también algunos diputados que
soñando siempre con la guerra de la indepen-
dencia, creian que era mengua el tratar con los
estrangeros, que algunos dias mas de resistencia
podian producir la guerra nacional, y que con
el triunfo se restablecería también el orden, sin
correr todas las borrascas de h revolución fran-




DE 1820 A. l 8 2 3 Y DE l836. 24l
cesa (/). Estos eran muy pocos, sus intenciones
serian buenas, pero desde 1820 no habian cesado
de dar pruebas de su imprevisión y de su falta
de tino para el manejo de los negocios públicos.


Las cortes tomaban la resolución de refugiarse
á Cadiz, y de llevar al Rey á aquella ciudad, des-
pojándole antes de sus funciones, cuando no po-


(1 ) E l mismo empeño hemos visto tomar ahora en la guerra


contra D . Carlos. No hay proclama, ni b ando , ni articulo


de periódico, que no parta del principio de que la guerra, que


se hace al pretendiente, es nacional ; ojalá lo fuera ! pues en«-


tonces se hubiera concluido desde la primera campaña. Si por


nacional se entiende, que conviene á la nación el que no p r e -


valezca el partido d e D . Carlos, porque las máximas, que en


el predominan , son funestas á la España y aun á todo pais .


que aspire á la prosperidad genera l , entonces desde luego


convenimos en que la guerra actual es nacional. Pero si por


esta voz quiere darse á entender, que toda la nación está e m -


peñada en la ruina de D . Carlos y triunfo de la causa de la


reina, á escepcion de las cuatro provincias del norte de España,


esto ni es cierto, ni debe mirarse sino como un niedio oratorio,


que se adoptó en los principios de la lucha para quitar las


esperanzas á los insurgentes. Si la guerra fuese nacional en


este ultimo sentido ¿recorrerian con tanta facilidad las par -


tidas carlistas una grau parte de la superficie del reino sin


que los habitantes se armasen contra ellas? ¿Se cree de buena


fe que Zumalacarregui ó Eguia necesitarían, para adelantar


en su empresa, que viniesen en su ausilio diez mil Ingleses,


otros tantos Portugueses, y pocos menos Franceses ? ¿Hay quien


se persuada de que si la Francia y la Inglaterra ausiliasen


tan abiertamente á D . Car los , como lo están haciendo á


Isabel I I , no estaria ya poseyendo tranquilamente el trono


español? ¿Cree alguno que no sucedería lo mismo con solo que


se declarasen neutrales? ¿Pues donde está la nacionalidad


entendida de ese modo?


16




ií/j.2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


dian tener ni la menor esperanza de que triunfase
su causa , y cuando, en Portugal, desaparecía la
constitución, y el Rey recobraba su antigua au-
toridad. Las cortes portuguesas, viendo que la
opinion publica se pronunciaba contra las nuevas
instituciones, y que para sostenerlas, seria indis-
pensable pasar por los trances de una sangrienta
guerra civil, terminaron sus sesiones. ¿Y el con-
greso portugués se hallaba mas apurado que el
español? ¿Habian acaso los pueblos de Portugal
manifestado tan claramente su odio á la constitu-
ción, como le habian demostrado los de España ?


La traslación del Rey de Madrid á Sevilla ha-
bia hecho ver la oportunidad de la medida de
que formasen parte de la escolta los nuevos bata-
llones de voluntarios nacionales. Semejante egem-
plo no debia perderse, y las cortes, en la misma
sesión del i i , resolvieron que se escitase el celo
de los voluntarios nacionales de Sevilla y demás
pueblos, para que siguiesen al gobierno á Cadiz,
ofreciéndoles las mismas ventajas, que gozaban los
voluntarios de Madrid. No faltaron quienes se
prestasen á esta insinuación; ya porque creyeron
que no podian quedar en Sevilla sin esponerse, y
ya también porque tenian esperanzas de conse-
guir algun destino al lado del gobierno.


Es probable que, al negarse el Rey á salir de
Sevilla, contaba con los esfuerzos que debían ha-
cer para apoyar esta resolución los que trataban




DE 182Ü A l8^3 Y DE l836. 24Í)


tie trastornar el gobierno constitucional. No hay
duda que existia este plan, y es cierto que, según
el espíritu que se manifestó dos dias después en
el pueblo de aquella ciudad y en parte de las tro-
pas, y atendiendo á la proximidad de los Fran-
ceses, no hubiera sido muy difícil hacer una con-
trarevolucion. Pero el arresto de un general
estrangero, Doyle, que parece dirigia aquella em-
presa, y el de varios oficiales, que entraban en
ella, bastó para desconcertar el proyecto.


El Rey salió de Sevilla, con toda la real fami-
lia, el dia 1 2 de junio, á las seis y media de la
tarde, escoltado por los batallones de voluntarios
nacionales de Madrid y Sevilla, por uno de Ma-
rina y por el regimiento de cabalíeria de Almansa.
El viage debió ser sumamente incomodo para
SS. MM. y A A . , aun prescindiendo del estado
de su espiritu, porque tenian que sujetarse al
paso de la escolta de infanteria, y no se les pro-
porcionaban mas que algunas horas de descanso.
A las cinco de la mañana del 13, llegó el Rey á
Utrera, de donde volvió á salir á las dos de la
tarde de aquel dia, no habiendo entrado en Le-
brija hasta las tres de la mañana del 14. Según
dice el coronel de Almansa Minio, en un mani-
fiesto que ha publicado, la vida del Rey durante
esta marcha estuvo sumamente espuesta. No in-
dica por quien se formó el proyecto de asesinar
al Rey, ni aun lo hace verosímil su relato, porque




244 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


asegurando que debió S. M. la vida á los cuarenta
ó cincuenta caballos que llevaba á su inmediación,
deja conocer que ni el general que mandaba las
tropas ni estas entraban en el, porque en tal caso,
ó hubieran alejado del coche del Rey al coronel
de Almansa y á sus soldados, dándoles orden para
ir á otro punto, ó si se resistían, les hubieran
obligado á ello. ¿Que son cincuenta caballos, en
medio de la obscuridad de la noche, contra una
columna de cinco batallones de infanteria? Y aun
cuando el resto del regimiento de Almansa, que
venia á retaguardia, hubiera tomado el partido
del coronel, no por eso hubiera impedido el cri-
men , porque la noche no permetia obrar á la ca-
ballería, y porque habia mil medios de cometerle,
sin causar alarma. Hallo, por lo mismo, muy in-
verosímil, que en aquella noche se hubiese hecho
alguna tentativa contra la vida del Rey; y en caso
de que asi haya sucedido, seria muy parcial, y de
ninguna manera entraron en ella ni el general, que
mandaba la escolta, ni las tropas, ni menos los
individuos de la regencia, porque si lo hubiesen
intentado, les hubiera sido muy fácil conseguirlo.


Tampoco se concibe como hallándose decidido
por salvar al Rey el coronel de Almansa con su
regimiento, y siendo esta la única caballería que
habia eti la escolta, no pudo lograr su intento,
porque nada parece mas fácil que el que el Rey
hubiera montado á caballo, y en la primera noche




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE I 836. 245


de viage ó en la segunda, dando algun rodeo, se hu-
biera dirigido, con el regimiento de Almansa, á
encontrar á los Franceses. Tal vez , habrá habido
para esta operación inconvenientes que yo no
preveo; pero como no se deducen del manifiesto,
que queda citado, resulta del mismo que hubiera
sido fácil poner al Rey en salvo, antes de que
llegase á Cadiz.


No se detuvo el Rey en Lebrija, mas que hasta
la una de la tarde del i4> Y habiendo llegado á
Xerez á las seis de la misma tarde, volvió á em-
prender la marcha á las once de aquella noche,
y llegó al Puerto de Santa Maria á las dos de la
mañana del i 5 . A las ocho de la misma mañana,
se volvió á poner en camino, y llegó á la Isla de
Leon, á la una de la tarde.


El mismo dia i5 de junio, la regencia, que ha-
bia salido de Sevilla con la escolta del Rey, pu-
blicó en la Isla el decreto siguiente : « La regen-
te cia provisional del reino, en vista de haber
« llegado ya S. M. á esta isla gaditana, y sabidora
te en este momento de que ha llegado también su-
te ficiente numero de diputados para deliberar en
te cortes, declara que desde ahora debia cesar, y
te cesa absolutamente en el ejercicio de las facul-
« tades correspondientes al poder egecutivo, que
« le fueron concedidas hasta este caso por el dé-
te ere to de las mismas cortes de 1 1 del actual. »


Este decreto debia entenderse únicamente con




2/|Ò DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


los ministros, para que, en lugar de dirigir las
ordenes en nombre de la regencia, las encabe-
zasen en nombre del Rey, porque ¿como habia
de suponer nadie, que en adelante egerceria el
monarca alguna autoridad, y que no estaria re-
ducido á la nulidad mas absoluta ? ¿ Puede darse
cosa mas ridicula, que hacer bajar del trono á Fer-
nando VI I el 1 1 de junio , suponiéndole en estado
de delirio, porque no queria continuar la guerra,
y volverle á colocar en el el 1 5 del mismo mes,
sin que, por parte del Rey, se hubiese manifes-
tado la menor demostración de haber variado de
modo de pensar? Pero como aun no habia lle-
gado el tiempo de prescindir hasta de las aparien-
cias de la monarquia, quisieron conservarlas á
espensas de las mas absurdas contradicciones.


La mayor parte de los diputados á cortes salió
de Sevilla la mañana del i3 de junio, en el barco
de vapor. La ciudad habia quedado, desde el dia
antes, abandonada por las autoridades , y sin mas
fuerza militar que un regimiento de artilleria á
pie, incompleto, y compuesto casi enteramente
de quintos. El desorden mas espantoso reinaba
en la población , y á breve rato de haber salido el
barco de vapor, sonaron las campanas de la cate-
dral , el pueblo bajo se puso en comocion, y los
equipages y personas que estaban embarcándose
ó para embarcarse, ó los que se hallaban en barcos
inmediatos á la rivera, fueron saqueados entera-




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE 1836. 247


mente. Los gitanos, los habitantes del barrio de
Triana y los de la campiña inmediata, se distin-
guieron particularmente en esta ocasión; pero
como su furor se dirigia mas bien contra los efec-
tos que contra las personas, apenas hubo ninguna
desgracia. Sin embargo, el alboroto iba tomando
cuerpo, y empezaban ya á tener grandes recelos
las gentes acomodadas de todos los partidos,
cuándo el populacho se dirigió á la casa que habia
sido inquisición, donde creyó hallar armas. No
habia en ella sino alguna pólvora, que se incen-
dió, y se voló el edificio, pereciendo, de resultas
de este desgraciado acontecimiento, mas de cien
personas. Esta castatrofe calmó la efervescencia,
y se restableció casi enteramente la tranquilidad.


En el mismo dia i 3 , hubo en la provincia de
Sevilla un movimiento casi general de contrare-
volucion. El general Villacampa, que mandaba
lo que se llamaba egercito de reserva, y consistia
en unos cuantos batallones, hizo presente al go-
bierno la disposición de los pueblos, la imposi-
bilidad de sostenerse, y la necesidad de que se
tratase de acomodo en unas circunstancias tan
desesperadas. La contestación que se dio á sus
observaciones fue, enviar al general Zayas á re-
levarle.


¿A quien representaban las cortes queriendo
llevar adelante su obstinación? ¿Seria acaso á los
dos tercios de la nación, que habian recibido á




2 / t 8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


los Franceses en triunfo? ¿Seria al pueblo de Se-
villa, que perseguia á los diputados á fusilazos,
ó seria al resto de la España, que, como nadie po-
dia dudar entonces mismo, y como la esperien-
cia demostró inmediatamente, solo esperaba una
coyuntura favorable para sacudir su jugo? ¿Ha-
bia de prevalecer la opinion j los intereses de
veinte ó treinta diputados, j la de los demagogos,
que los sostenían contra la voluntad espresa de los
Españoles? ¿Y habrá quien tenga aun por heroica
la resolución de retirarse de Madrid á Sevilla, de
escapar de Sevilla á Cadiz, j de huir de Cadiz á
Gibraltar?


Los que dominaban en las cortes eran hombres,
que nada perdían en emigrar. Sus opiniones, en-
teramente anárquicas, los hacian sospechosos á
todo gobierno. Sus imprudencias, sus insultos j
las persecuciones que habian suscitado, los ha-
cian siempre odiosos á sus conciudadanos, j al-
gunos no tenian mas rentas ni mas oficio que el
de revolucionarios. Semejantes hombres no po-
dian menos de mirar con horror el restableci-
miento del orden; pues cualquiera que fuese la
indulgencia del gobierno que se estableciese, por
mas que una amnistia echase el velo sobre todo lo
pasado, no les seria posible vivir en medio de
gentes que les aborrecían, j por otra parte, ter-
minada la revolución, volvían los mas de ellos á
la nada, y ni aun tendrían recursos para librarse




D E i (Sao A 1825 Y D E i836. 249


tie la miseria. En tales manos se hallaba lo que
ellos llamaban honor nacional, y sin embargo,
aun hay pais en el mundo, donde se censura la
conducta de los que.no siguieron los caprichos
de aquel club, y no se sacrificaron por sostenerle.
Ya se deja conocer que no incluyo en el numero
de estos furiosos á los mas de los diputados, entre
los cuales habia mucha moderación y probidad;
pero estaban amenazados por el puñal de los ase-
sinos, y envueltos mal de su grado en el tor-
rente de los sucesos, se servían de ellos los mal-
vados mientras que los necesitaban, con intención
de sacrificarlos tan pronto como cesasen algun
tanto los apuros. Tampoco es mi animo contar
entre los desaforados anarquistas á* otros dipu-
tados , de los que ya he hecho mención, y qué
por alucinamiento seguían el camino del error;
no es justo confundirlos con los malvados, al paso
que no puede negarse que han causado infinitos
males á su patria.


¿Pero como un orden de cosas tan contrario
á todos los principios sociales, y á la constitución
misma que se proclamaba, podia hallar aun de-
fensores? ¿Porque todos los hombres de bien no
desertaban una causa, cuyo triunfo hubiera sido
la mayor délas calamidades? Esta cuestión es bas-
tante importante, ya porque se trata de calificar
la conducta que observaron muchos Españoles,
y ya también porque se mezclan en ella algunos




25o DE LAS REVOLUCIONES D-E ESPAÑA


principios generales, que ojalá fueran mas cono-
cidos, ó por mejor decir, mas bien observados.


La revolución de 1820 fue una conspiración
criminal, y digna del mayor castigo, porque tuvo
por objeto trastornar el gobierno existente. Era
no solamente licito, sino un deber de los Espa-
ñoles , el oponerse á ella con todas sus fuerzas;
no lo hicieron por las razones que se han espre-
sado, y se estableció el orden de cosas, que pro-
clamaron los conspiradores. Juró el Rey la con-
stitución, el regimen constitucional fue adoptado
en España y en sus colonias, y todas las poten-
cias de Europa le reconocieron. Es verdad que el
Rey juró contra su voluntad, según el mismo lo
ha manifestado después; ¿pero de que modo cons-
taba esto á la inmensa majoria de los Españoles?
En primer lugar, no creían al monarca tan exausto
de medios, que si hubiese tenido una firme y de-
cidida voluntad de no jurar la constitución, no
hubiera logrado conseguirlo, porque, en general,
no estaban ni podian estar en el por menor de
los sucesos, ni aun cuando los hubiesen visto de
cerca, hubieran tal vez variado de opinion. Vie-
ron ademas infinitas demostraciones de que el
Rey no odiaba la constitución, porque sus dis-
cursos al abrirse y cerrarse las sesiones de las
cortes se leian en todas partes, y no siempre iban
mezclados con la idea de coacción y de violencia;
siendo de notar que no todos eran obra de los




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 25 í


(I) Véase la pagina ()."».


ministros, supuesto que en alguno se quejaba de
ellos el Rey, y al paso que se lamentaba de los
desordenes que habia visto, y de los insultos que
habia sufrido, protestaba que nadie era mas con-
stitucional que S. M. ( 1 )


Por otra parte, el testimonio de las naciones
europeas era irrecusable, y aun las personas mas
perspicaces, y mas instruidas en los negocios,
podian dudar con fundamento si la voluntad del
Rey estaba tan coartada, que fuese esto causa de
que no debiese ser obedecido el gobierno consti-
tucional. Porque ¿como podian ignorar lo que
habia sucedido en la corte los embajadores y mi-
nistros estrangeros, que residian en Madrid, y
que, por sus relaciones y por sus mismos desti-
nos, estaban obligados á saberlo todo? ¿Como se
hábia de ocultar la mas pequeña circunstancia á
tantos hábiles diplomáticos, como tenian la vista
íija en el palacio del rey de España , los primeros
dias del mes de marzo de 1 8 2 0 ? Pues á pesar de
tantos testigos oculares de los sucesos, los gabi-
netes estrangeros reconocieron el gobierno con-
stitucional de España, y este paso, dado en una
época en que las grandes potencias se habian
ligado, para sostener en Europa los principios
de la legitimidad, debia tranquilizar enteramente




2Ò2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


aun á los Españoles mas escrupulosos ( i ) . Se esta-
bleció pues en España un gobierno, que juraron
todos los pueblos, y que reconocieron todas las
naciones, con las cuales se hallaba en relación el
antiguo gobierno español. En tales circunstan-
cias , f pudo ser un crimen el someterse al nuevo
orden de cosas? Cada uno siguió el curso de sus
inclinaciones; unos se manifestaron partidarios de
la constitución , otros dieron á entender que no
les acomodaba, ó porque sus opiniones fuesen
mas democráticas, ó por mas inclinados al abso-
lutismo; pero los pueblos todos obedecían las or-
denes del gobierno.


Este párrafo les habrá parecido á muchos de-
masiado largo, y tal vez no habrán podido leerle
todo entero sin esciamar, que pudo haber en Es-


(1) Hab iendo pedido esplicaeiones al gobierno francés el


embajador de S. M . C. sobre los rumores que corrían de que


algunas tropas francesas se acercaban á los Pirineos, contestó


el barón Pasquier, ministro entonces de relaciones exteriores,


desmintiendo absolutamente la especie , y entre otras cosas


decia lo siguiente. « N o se le ha podido ocurrir al gobierno


« francés el tomar ninguna de las medidas, que se han su-


« puesto, y es evidente que el acuerdo del Rey y de la nación


« española , para la adopción de un sistema constitucional,


« no podia turbar la buena inteligencia , que reina entre la


« España y la Francia , cuando esta debe á su soberano las


« ventajas del gobierno representativo; al contrario, es de


u esperar que este será un nuevo motivo para estrechar entre


« las dos naciones los lazos de amistad, que tan esencialmente


« contribuyen á su prosperidad y sosiego. » Esta contestación


es del 14 de abril de 1820.




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 2 5 3


(1 ) Solo dos Españoles reusaron jurar la constitución : el


uno era embajador en Roma y el otro consul en Marsel la .


paña, bajo el regimen constitucional, un gobierno
de hecho, pero que no era legitimo, y que por lo
mismo todos sus actos fueron nulos, y no debie-
ron ser obedecidos. Habrá que repetir aqui lo que
ya se ha dicho : si el gobierno constitucional no
era legitimo, ¿porque lo reconocieron las poten-
cias, que, digámoslo asi, tenian en sus manos y
á su cargo el deposito de la legitimidad europea?
Pero prescindiendo de esto, ¿como puede conce-
birse que cada uno de los subditos de un imperio
tenga derecho para negar la obediencia á un go-
bierno establecido, con el pretesto de que no es
legitimo? 0 ha de ser cada individuo arbitro de
decidir esta cuestión, ó ha de haber un tribunal,
cuya sentencia sea definitiva; ¿y cual será este
tribunal? Los acontecimientos. Cuando en varios
puntos de la peninsula se proclamó la constitu-
ción , antes de que el Rey la jurase, entonces era
tiempo de defender la legitimidad, entonces era
un deber oponerse á la rebelión y sostener el go-
bierno existente, entonces era un crimen obe-
decer á los revolucionarios, si la fuerza no obli-
gaba á ello; pero después que el Rey juró, después
que se estableció un nuevo gobierno con la apro-
bación, ó la aquiescencia de todas las provincias,
de todos los pueblos y de todos los individuos ( 1 ) ,




2 5 4 D E L A S DEVOLUCIONES DE ESPAÑA


¿pudieron estos echar menos su legitimidad para
obedecerle ?


Que midan bien sus palabras los partidarios
de la legitimidad exagerada, no sea cosa que por
sus argumentos quede destruido aquello mismo,
que se proponen defender. Quizá proclamen prin-
cipios tan opuestos al orden social, como los que
fundaban los revolucionarios franceses y espa-
ñoles en el derecho de insurrección de los pue-
blos contra los gobiernos injustos. ¿Cual es el
gobierno, que bajo las bases que sientan los escru-
pulosos legitimistas, de que voy hablando, pueda
presentarse en la palestra, y decir : Yo soy legi-
timo ? En unas naciones, la fuerza de las armas
ha dado y quitado las coronas, y decidido los de-
rechos de sucesión; ¿será legitimo este camino
de llegar á la suprema autoridad? Entonces tam-
bién los Moros fueron legítimos reyes de España,
y también fueron legítimos reyes de Italia, de
Ñapóles y de Holanda, Napoleon, Muraty Luis.
En otras potencias, las intrigas de los palacios, y
á veces los crímenes, han dado coronas, y estos
medios no pueden ser legítimos. En otros en fin,
ha habido insurrecciones, y aunque no se ha cam-
biado de dinastia, han hecho los pueblos ciertas
innovaciones en los gobiernos, que subsisten hace
siglos; y claro está que semejantes gobiernos, in-
novados por los pueblos, no pueden ser legíti-
mos, según los principios de los rigoristas. ¿Y será




DE ï 8 2 0 .4 l 8 2 3 Y DE l 8 3 6 . 2 5 5


licito que los subditos de estas potencias se pon-
gan ahora, a examinar la legitimidad de sus respec-
tivos gobiernos, les falten á la obediencia y cons-
piren contra ellos? ¿Podrán algunos Españoles
renovar la guerra de sucesión, si es que no están
bien convencidos de que la casa de Borbon tenia
mas derecho á suceder á Carlos I I , que la casa
de Austria ? ¿Y pudieron también los Españoles
negar la obediencia á Fernando V I I , en los años
de I 8 I 4 > 1 8 1 5 , 1 8 1 6 y 1 8 1 7 , con el pretesto de
que les quedaban dudas, sobre si debia ser valida
la renuncia que hizo Carlos IV en Aranjuez, en
marzo de 1 8 0 8 , en medio de una sublevación
militar?


Yo no sé que responderán á estas preguntas
los partidarios de la legitimidad exagerada, pero
me parece que, si contestan afirmativamente,
destrujen las bases de todas las dinastías. Tal vez
dirán, que aun cuando en su origen haya sido ile-
gitimo algun gobierno, con el transcurso del
tiempo se há legitimado, porque también en esto
hay derecho de prescripción. ¿Pero cuantos si-
glos, años 6 meses se necesitan para legitimar
un gobierno que no lo es? ¿hay alguna regla de
derecho publico, á la cual deban atenerse los
pueblos en materia tan importante? Y sino la
hay, ni puede haberla, si esta cuestión de la legi-
timidad en el sentido exagerado, en que la toman
los rigoristas, es enteramente nueva, si ellos mis-




2 5 6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


mos no se entienden, y si de sus principios se
pueden deducir las mas perniciosas consecuen-
cias, ¿por que se han de consagrar sus capri-
chos i


El hecho indudable es, que en España se esta-
bleció un gobierno, con el cual se conformó la
nación, y que fue reconocido por las demás po-
tencias; y si quisieran buscarse pre tes tos especiosos
para legitimar el sistema constitucional, podria
también añadirse que la revolución de 1 8 2 0 ni
cambió la dinastia, ni invirtió el orden de su-
cesión á la corona, y que las instituciones, que se
proclamaron, habian regido en España con con-
sentimiento de toda la Europa, menos de Napo-
leon y de sus aliados, y recordaban tiempos de
gloria para la nación. Es cierto, que muy pronto
se echó de ver que la constitución necesitaba
modificaciones , que las cortes precipitaban las
reformas, que el gobierno era débil é inesperto
y que iban tomando cuerpo las ideas exageradas
precursoras de la anarquia. Pero estos males no
eran aun irremediables, y podian atribuirse á
circunstancias del momento, que no era difícil que
desapareciesen. Tocaba á los hombres ilustrados
y de influencia oponerse á los progresos de la
demagogia, no con las armas en la mano, no
añadiendo desordenes á desordenes y calamidades
á calamidades; sino combatiendo la anarquia
por medio de la imprenta, y poniéndose siempre




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 267


T 7


al lado de las autoridades, que sostenían el orden
contra todos los que con cualquier pretesto que-
rían alterarle. Es igualmente cierto que no tar-
daron mucho en aparecer hombres armados, que
se declararon defensores del Rey absoluto : pero
ya he dicho que semejantes hombres de ninguna
manera podian inspirar confianza, y sus débiles
medios y la conducta, que observaban, producían
males sin termino, y aumentaban el partido de
los exaltados. ¿Y quien se atreverá a calificar de
crimen el no haberse unido á estas cuadrillas de
llamados realistas? También en I 8 I4> en i 8 i 5 ,
en 1817 y en 1 8 1 9 hubo conspiraciones contra
aquel gobierno; también eran notorios, pal-
pables y muy trascendentales sus errores, y
sin embargo, ningún hombre de buenos princi-
pios defenderá ni un solo momento que era li-
cito conspirar contra el.


El segundo ministerio y el tercero daban prue-
bas terminantes de principios monárquicos, y
de querer establecer la autoridad real sobre bases
solidas y para conseguir estos obgetos, combatían
sin cesar los desordenes de todas clases y la anar-
quia, bajo cualquiera forma que apareciese, y
eran ausiliados eficazmente por muchas autori-
dades. Aquellas eran las verdaderas banderas de
la patria, y alli debían concurrir todos los Espa-
ñoles , á contribuir cada uno del modo que le
fuese posible á sostener el orden, y á elevar sobre




s58 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


cimientos mas estables la autoridad del Rey. Es
probable que uno y otro se hubiera conseguido
sin las inútiles é imprudentes tentativas de los
llamados realistas, que estuvieron de continuo
dando armas á los del otro bando y que el 7 de
julio dejaron el estado á su disposición, y si las
grandes potencias hubiesen tratado con mas acti-
vidad, y aun añadiré, con mas franqueza los
asuntos de España.


Es preciso confesarlo : la santa alianza se há
manejado con respecto á la España de un modo
poco á proposito para que reinasen en aquella na-
ción los buenos principios, y se sofocasen los
elementos de anarquia, que se desplegaban con
fuerza. Cuando el egercito austríaco ocupaba á
Ñapóles y al Piamonte, de resultas del congreso
de Laibach , y se proscribía en aquellos reinos la
constitución española, declaraban las grandes po-
tencias que semejantes medidas nada tenían de
común con la España, y continuaban sus rela-
ciones amistosas con esta potencia. Por otra parte,
mientras que los enviados de la santa alianza per-
manecían en Madrid, y repetían las protestas de
su amistad con el gobierno español, se organi-
zaban en las fronteras de Francia partidas de
realistas bajo la protección de las autoridades
francesas, y. Cataluña, Aragón y Navarra, eran
devoradas por la guerra civil. El ministerio es-
pañol se ocupaba en reprimir las tenfativas de




DE 1820 \ 1 8 2 5 Y DE l856. 9,5q


Riego en Aragón, ele Mina en Galicia, de otros
corifeos de la demagogia en Andalucia y en varios
puntos; oponia sus constantes esfuerzos para con-
trarestar la exaltación de las cortes de 1 8 2 2 , y
combatia gloriosamente en todas partes la anar-
quia; y entretanto las autoridades francesas au-
mentaban sus embarazos, ausiliando á los que
proclamaban la guerra civil, y abriendo de este
modo una mina fecunda de desgracias, que plu-
guiera al cielo se hubiesen terminado ya.


De suerte que por una parte, dando muestras
de no mezclarse en los asuntos de España, la
santa alianza animaba á los anarquistas, que apoya-
dos en semejantes testimonios, juzgaban que no
tenian mas enemigos que los interiores, y se es-
forzaban á destruirlos : y por oirá parte los ab-
solutistas creían con fundamento que el gabinete
de las Tullerias y por consiguiente las grandes
potencias continentales , apoyaban sus miras y
sostendrían su causa. Que manantial tan inago-
table de desordenes y de crímenes! ¿Y cual seria
en tales circunstancias el puesto de los Españoles
ilustrados, de los hombres de honor, de probidad
V verdaderamente patriotas? ¿Deberían colocarse
al lado de los ministros y de Jas autoridades, que
;i todo trance sostenían la monarquía, y la tran-


quilidad publico, ó irían á engrosar i;;s cuadril-
las, que desde un estreni o déla península daban




260 ' DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


In señal de la desolación y del esterminio ( i ) ? Si
los agentes estrangeros hubiesen dispensado su
protección á los principios moderados, si hubie-
ran tratado de calmar las pasiones en lugar de
irritarlas, y si sus demostraciones hubieran sido
francas y enérgicas, entonces el orden se hubiera
restablecido en España, la autoridad real se hu-
biera consolidado, no habrían perecido tantos
millares de Españoles como han muerto victimas
de la guerra civil, no se hubieran desplegado
con tanta fuerza los odios y los rencores, cpie
tan difícil hacen la perfecta pacificación de la
peninsula, no vagarían las riendas del gobierno
en manos de uno y otro partido, y no se veria
todavía mi patria agitada é incierta sobre su
suerte.


(1 ) N o es esto decir que en las partidas de realistas no
hubiese hombres de las mejores intenciones, y que hubiesen
abrazado aquel partido, porque creyesen que era el único
medio de restablecer la tranquilidad. Sin duda que habia
muchos de buena intención, porque no hay partido ninguno,
á que no pertenezcan sujetos muy honrados. Lo que he pre-
tendido manifestar es, que aquellos que conspiraron de buena
fé contra la constitución con las armas en la m a n o , se equi-
vocaron en los medios que pusieron en planta para lograr su
objeto , porque en lugar de triunfar de los anarquistas, los
fomentaron, dándoles los medios de aumentar el desorden.
La esperiencia demostró esto palpablemente, asi como hizo
ver, que sus esfuerzos eran inútiles , porque hasta que el
egercito francés entró en E s p a ñ a , los constitucionales ven -
cieron en todas partes á los absolutistas.




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 2 6 1


Repetiré lo que ya he dicho otra vez y sobre
lo cual será preciso insistir aun. Los moderados
han sostenido en España los buenos principios :
á ellos esclusivamente se les debe el que los Fran-
ceses encontrasen todavia en la peninsula nobleza,
clero, religion, monarquia y monarca. Sus no
interrumpidos esfuerzos salvaron estos elementos
de la sociedad, que sin los moderados indudable-
mente hubieran perecido, mucho antes de que la
santa alianza con sus pasos lentos y vacilantes
hubiera tomado parte activa en los negocios de
España. Enhorabuena que unos cuantos ilusos de
Paris no viesen en aqueife nación mas amigos de
la monarquia que los miserables, que en los prin-
cipios se alzaron contra el gobierno constitu-
cional, y que otro puñado de fanáticos creyese
que solo podian hacer feliz á la nación española
los que predicaban doctrinas exageradas en las
cortes, en los clubs y en los periódicos, y los que
dirigian las asonadas por las calles de Madrid.
¿Pero como podia ocultársele al gabinete fran-
cés , ni como podían ignorar los de los demás so-
beranos aliados el estado de las cosas, ni equi-
vocarse en los medios de restablecer en España
la paz y el sosiego ?


Pasaron en fin Jas notas, en que las grandes po-
tencias continentales manifestaban, después de
cerca de tres años de consentimiento, que no
aprobaban los sucesos del año de 1 8 2 0 , y que




2 6 2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


para que la España conservase sus relaciones amis-
tosas con las demás naciones, era preciso que
modificase la constitución : porque sin este requi-
sito ni habria paz interior, ni las potencias limí-
trofes estaban libres de ver alterado su reposo
por la propagación délas doctrinas anárquicas,
que se esparcían desde la península. Esta mani-
festación llegaba ya cuando los moderados, colo-
cados entre los dos estiemos que les hacian una
guerra encarnizada, habian perdido mucho ter-
reno. Sin embargo, nunca dejaron de hacer frente
á la anarquía, y concibieron esperanzas de que
las cortes y el gobierna en vista de su impoten-
cia, transigirían por fin, y se restablecerla ei
orden. Las insensatas contestaciones del minis-
terio, aplaudidas por las cortes, fueron miradas
como una fanfarronada pueril, tras de la cual ven-
dria inmediatamente el miedo. En efecto, bien
pronto se dio á la Europa un testimonio publico
de la debilidad del gobierno y de su falta de me-
dios; pero en lugar de sacar de esto mismo la
legitima consecuencia de que era necesario tratar
con la santa alianza, se resolvió abandonar á Ma-
drid, y que las cortes y el gobierno se estable-
ciesen en Sevilla. Esta determinación daba, á la
verdad, una idea de la obstinación de aquellos
hombres, que no pudiendo ocultarse á si mismos su
propia debilidad, se empeñaban en llevar adelante
sus miras, y en que fuese nacional la guerra, que




DE 1820 A l 8 2 5 Y DE l836. 2()3


querían encender. Quedaba sin embargo la espe-
ranza de que los pueblos y las tropas darían tantas
pruebas de desear la paz, y de no mirar á los
Franceses como enemigos, que las cortes no po-
drian menos de abrir negociaciones y de transi-
gir. Los hombres, que no pertenecían á partido,
continuaron aun haciendo esfuerzos para persua-
dir á todos, que era necesario modificar la consti-
tución, que la guerra no podia sostenerse, y que
aun cuando hubiese esperanzas de vencer, el mis-
mo triunfo seria mucho mas fatal que la derrota,
porque seria el triunfo, no de la libertad bien
entendida, sino de la licencia y de la anarquia.


Entraron por fin los Franceses en España; en-
tró con ellos la junta provisional, y entraron
los Españoles refugiados en Francia, y las pasio-
nes de que estaban animados ( 1 ) . Al abrigo del


(1) U n a larga observación y la experiencia , tan repetida


de medio siglo á esta parte , nos obliga á l lamar la atención


sobre los pel igros,que ofrece siempre a l a tranquil idad de los


pueblos la vuelta de los emigrados á su pais,, cuando en el


no hay un gobierno bastante fuerte para sujetar sus exage-


radas pretensiones y la animosidad, de que vuelven poseídos.


Para uno que de buena fé se entregue al dulce placer de


abrazar á los objetos amados de su corazón y gozar las


inesplicables sensaciones, que causa la vista de su patria à


quien por largo tiempo estuvo privado de el la , hay mil que


solo vuelven animados de una ciega ambición y de un pe r -


verso espiritu de venganza. U n gran numero de ellos mira


con desden ó con odio aun á los de su misma opinion, que


prefirieron quedarse en el pais, suponiéndoles un no sé que




2 6 4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


de cobardía ó por lo menos de frialdad en los intereses- de su
partido. Por el contrario, considera y pretende que sea consi-
derada su fuga como un rasgo de valor d de decision superior
á todo elogio. Sabida es la calificación que los emigrados de
Francia de 1791 daban a los que tardaron algo mas en seguir
su vergonzonso exemplo. L lamaban tibios á los de 1792 ,
sospechosos á los de 1 7 9 3 , y traidores á los de los años
siguientes, l legando á punto de formarles causa para cuando
amaneciese el dia de las venganzas. Amaneció en efecto al
cabo de 25 años , durante los cuales ni supieron olvidar ni
aprendieron nada ; y consiguieron lo que era preciso que
consiguiesen , que fue precipitar á la dinastía y hacerla per-
der un trono, que mil extraordinarias combinaciones la ha-
bian proporcionado recobrar.


Poco menores daños hicieron á la España los emigrados,
que volvieron á ella en 1823, y es de temer que escedan á
todos los que le causen estos últimos emigrados, á quienes la
bondad de la Reina gobernadora abrió las puertas de su
patria en 1832. Sus hidrópicas exigencias, su orgullo por la
mayor parte infundado, sus extravagantes teorías y su p a r -
ticipación en casi todos los crímenes , que ensangrientan y
manchan la revolución actual , darán al traste con todo lo
bueno que preparaban los hombres moderados y juiciosos de
todas las épocas, y lograrán hacer odiosa la libertad. Esto, que
decimos del mal espiritu de los emigrados en genera l , admite
asi en España como en todas parles muchas y muy honrosas
excepciones.


egercito invasor se desplegó con fuerza el espí-
ritu, que habia animado al partido absolutista,
y los desordenes y las venganzas fueron el re-
sultado de la protección esclusiva, que se dio á este.
Los que querian que la tranquilidad se restable-
ciese , y que un gobierno fuerte y prudente hi-
ciese callar las vociferaciones de los partidos y




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 2 6 5


encadenase la anarquía, ¿ deberían unirse á los
Franceses para someterse á la junta provisional,
á fin de ser perseguidos , ó de autorizar con su
consentimiento los desordenes de la reacción?
De ninguna manera : sus esperanzas debían fijarse
aun en Sevilla. Si las cortes entraban en transac-
ciones, todavía podían prometérselos Españoles
dias de ventura : aun era tiempo de cortar las
cabezas á la hidra de la anarquia. Esto podria ha-
cerse desde Sevilla, al paso que Madrid ofrecía
una perspectiva tristísima. Los agentes de la junta
provisional y de la regencia gritaban contra la
transacción, del mismo modo que habian gritado
y gritaban todavía los mas furiosos demagogos.
Siempre veremos que estos dos estremos marchan
acordes en desechar todo medio prudente y en
perseguirla moderación. Los anarquistas, en me-
dio de su impotencia, no querian oír hablar de
modificaciones, y amenazaban á toda la Europa,
y los absolutistas, inciertos aun del éxito de su
causa, se pronunciaban abiertamente contra todo
acomodamiento, y sin embargo de que tal vez
de esto pendía la libertad del Rey. Sin embargo
tie que exasperados los que le tenian en su poder
podian cometer el mayor de los crímenes, y sin
embargo deque mil accidentes podian prolongar
la lucha, y aun hacer incierto su resultado, nada
de esto detenia sus furores, y los gritos de into-
lerancia , de muerte, y de esterminio, resona-




266 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ban donde quiera que ellos dominaban. Mas ade-
lante veremos hasta donde los arrastró su am-
bición y su deseo de venganza.


Estas son, en resumen, las razones, por las
cuales un gran numero de Españoles no rompia
abiertamente con el gobierno de Sevilla, y em-
pleaba todos sus esfuerzos en que se verificase una
transacción, en calmar los ánimos, en evitar me-
didas violentas, y en disminuir los males de la
guerra. Es cierto que no consiguieron entera-
mente su obgeto, pero ¿quien , sino ellos, con-
tuvo á los anarquistas, para que en sus últimos
furores no cometiesen toda especie de crímenes?
¿ Quienes fueron los que abrieron los ojos á una
multitud de jóvenes inespertos, que habían fijado
su pundonor en llevar adelante una causa, que en
su concepto era justa?


Es cierto que de día en día se iban disminuyendo
las esperanzas que habia, de que la necesidad obli-
gase á las cortes á hacer proposiciones á los Fran-
ceses. Después de la escandalosa escena del 11 de
junio, en la que se resolvió huir de Sevilla á Ca-
diz, y se estableció una regencia provisional, no
parecía ya licito apoyar aquellas violencias, por-
que faltaba todo pretesto de obedecer á un go-
bierno que, degradando la autoridad real y des-
trozando la constitución, habia disuelto los últimos
vínculos, que ligaban á los pueblos á aquel orden
de cosas. Entonces creyeron los mas de los Es-




DE 182O A l 8 2 5 Y DE l856. 267


pañoles que ya no había lugar á ninguna transac-
ción, al paso que se persuadieron algunos, que
todavía era posible. Estos siguieron obedeciendo
á las cortes, y aquellos tomaron diferentes par-
tidos. Muchos no vieron ya remedio para los
males, que agobiaban á su pais, sino sometiéndose
á la regencia de Madrid, ó uniéndose á los Fran-
ceses , para cooperar á la libertad del Rey, de
quien se esperaba lodo; y otros prefirieron con-
tinuar bajo las banderas de las cortes, porque
aborrecían igualmente los desordenes de Sevilla
y los de Madrid. Se trata de los hombres de buena
fé, no de los verdaderos anarquistas, que seguían
constantemente al plan de hacer pesar sobre Es-
paña todos los horrores de una revolución espan-
tosa. Entre los hombres de bien, sin duda hubo
muchos, que se equivocaron en el camino que to-
maron, y que no se separaron del partido de las
cortes, cuando hubiera convenido que lo hiciesen;
pero en unas circunstancias tan estraordinarias,
no era fácil acertar con el verdadero camino, en
medio de la confusion y del desorden que rei-
naba. Porque es preciso que no nos alucinemos,
y que para formar un juicio imparcial de las co-
sas y de los hombres, nos pongamos en el caso,
en que se ha hallado cada uno. La masa del eger-
cito, y la juventud en general, reflexiona poco;
tres años y medio de continuos y desmesurados
elogios á la constitución, la aprobación que el go-




2 6 8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


bierno constitucional habia merecido á todas las
potencíasela clase de enemigos,que le habian com-
batido á cara descubierta, la memoria de la guerra
de la independencia, el deseo de gloria, todos estos
motivos eran sobrado poderosos para que , entre
los partidarios de las cortes, se encontrasen mu-
chos hombres de bien, á quienes el torrente de los
acontecimientos habia arrastrado hasta el punto en
que se hallaban. En Cadiz, con Riego, con Mina,
en todas partes habia hombres apreciables, pron-
tos á abrazar el partido de la razón en el mo-
mento, en que. se les hiciese ver su alucinamiento.
Por desgracia, este momento no ha llegado aun,
porque á nadie se convence con el hambre, con
las persecuciones y con la horca.


Los Franceses, si bien vieron frustradas sus
esperanzas de terminar la guerra en Sevilla, lo-
graron el que se les uniesen muchos militares
españoles, y que quedasen casi desiertas las filas
de los constitucionales. Merece citarse, en mi
concepto, la conducta que observó en aquella
critica ocasión el conde de Cartagena, general en
gefe del quarto egercito de operaciones. Eran bien
conocidas sus ideas de orden, porque habia sido
notoria la guerra, que habia hecho á la anarquia,
y las persecuciones, que esto le habia suscitado.
Los ministros, constantes siempre en confundir
las épocas, habian creído que la opinion que se
grangeó el conde de Cartagena en la guerra de la




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 2 6 9


inciependencia? y el deseo de adquirir nuevas glo-
rias, seria un poderoso estimulo para que com-
batiese á los Franceses á todo trance, y le obliga-
ron á tomar un mando que habia renunciado. Su
llegada al egercito no fue una calamidad para los
pueblos, antes al contrario; convencido de que
eran inútiles los sacrificios, mientras que el go-
bierno español no adoptase el único partido que
le quedaba, que era de transigir, estinguió, en
cuanto pudo, las pasiones; y las provincias de su
mando no esperimentaron ni contribuciones es-
traordinarias, ni vejaciones de ninguna especie.
Su objeto fue conservar la disciplina en las tropas,
esperando siempre que las cortes tratarían con
los Franceses.


Mas cuando, lejos de ver confirmadas sus espe-
ranzas, supo los escandalosos sucesos de Sevilla,
rompió los débiles vínculos, que le unian con
aquel gobierno, y se negó abiertamente á reco-
nocer la regencia nombrada por las cortes. Pare-
cía que no le quedaba otro medio, una vez di-
suelto el gobierno constitucional, que someterse
á la regencia establecida en Madrid ; pero el conde
de Cartagena no pudo resignarse a' dar este paso,
sin tentar antes el único resorte que quedaba,
dirigiéndose á los Franceses, llamando fuerte-
mente su atención sobre el aspecto fatal, que to-
maban las cosas en España, para no dejar piedra
por mover, con el objeto de aliviar los males que




27O DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1 ) La misma uniformidad de errores vemos hoy entre los


corifeos del partido del movimiento, que domina en las cortes


de 1836 y los partidarios de D . Carlos. Unos y oíros rehuyen


la intervención propiamente dicha, porque ni unos ni otros
conciben otro placer, que el de triunfar de sus enemigos


políticos y exterminarles. Bien (pusieran que alguna fuerza


estrangera les ayudase a vencer sin riesgo, que es lo que


ellos l laman cooperación; ¡¡ero con tal que esta fuerza desa-
pareciese en el momento del triunfo y no sirviese de obstáculo,


para que ellos abusasen de el hasta la ferocidad. Esto es el


único y verdadero sentido, en que deben entenderse los mas


de los discursos que se están pronunciando en el eslamen lo


de Procuradores en la discusión de resp'.iosia :•.] discurso de


la corona , que es cuando escribimos esta noia


lloraban todos los hombres de bien, y cuyo re-
medio parecía que solo estaba en manos del prin-
cipe generalísimo. Pero la determinación del conde
de Cartagena, al paso que estaba dictada por las
mas puras intenciones, y que en ella veian los hom-
bres sensatos el ultimo esfuerzo que se hacia en
España para establecer un gobierno esento de los
furores del espíritu de partido, fue muy mal re-
cibida por Jos anarquistas de Cadiz y por los
absolutistas de Madrid, acordes siempre con los
primeros en odiar todo lo que se dirigiese á con-
ciliar los anim s ( 1 ) . El conde de Cartagena des-
preció igualmente uno y otro partido, y deter-
minó unirse á los Franceses con las tropas que
estaban á sus ordenes, para cooperar á la libertad
del Rey, único termino que se presentaba de los
males, que despedazaban la España. Pero mani-




DE . 1 8 2 0 A l 8 2 5 Y DE 1856. 27 1


festando siempre principios de moderación, y
bien persuadido de que nunca habian sido mas
necesarios que en aquella época, estipuló que na-
die seria perseguido ni molestado por las opi-
niones que hubiese manifestado anteriormente ,
y exigió seguridad para las personas y las propie-
dades, ocupándose enteramente en el bien estar
de los pueblos.


Corrieron por aquel tiempo copias de una es-
posicion, que el conde de Cartagena habia hecho
à S. A. R. el duque de Angulema, y aunque no
puedo responder de la autenticidad de este docu-
mento, como es muy notable su lenguage y de-
masiado ciertas sus aserciones, y como entonces
se hizo gran aprecio de el por unos, al paso que
otros le miraron como una producción revolu-
cionaria, le inserto aqui integro, tal cual ha lle-
gado ámis manos. « Serenísimo Señor; el deseo
«• de ser útil á mi patria, único móvil de mis ac-
((ciones, me obliga á tomarme la libertad de
« dirigirme á V . A. R. Las adjuntas coplas de mis
<( proclamas y de los oficios, pasados al señor te-
re niente general conde Boiírk, enterarán á V. A. R,
<.( de los motivos que he tenido para separarme
« del gobierno de Sevilla, y para unirme á las
« tropas francesas, asi como de las condiciones
Í< que he pedido, y me han sido acordadas, con
'< arreglo á lo que que V. A. R. ha ofrecido á los
(Españoles. Suplico á V. A. R. que se sirva to-




2 7 2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« mar en consideración los espresados documen-
t í tos, y me ceñiría á estractarlos, sino creyese
a que conviene el que V. A. R. los lea íntegros,
í t para que forme cabal juicio de mi posición.


t t Me hallo intimamente unido al señor gene-
t í ral Bourk, y le he ofrecido todos cuantos es-
« fuerzos pueda yo hacer con mis tropas, para
t í que se consiga la libertad del Rey, y la perfecta
« pacificación del pais. Los ausílios, que yo puedo
t í prestar al egercito francés, aunque no tan
t í grandes como desearía, todavía son de alguna
t í consideración , porque podré contener los pue-
t í blos en el orden, y librarlos de muchos males,
t í Mi conducta siempre franca y leal, y el interés,
« que constantemente he manifestado á los habi-
t í tantes, me han dado cierta opinion, que podré
t í emplearme por el pronto en utilidad de estas
t t provincias, y jamas hablaría á V. A. R. de
t t mi mismo en estos términos, sino creyese que
tt cuando media el bien publico, nada se puede
t t callar.


t t Mientras que las tropas, que están á mis or-
t í denes, se esforzaban en poner termino á los
t t males de la guerra, y en contribuir del modo
t t que les fuese posible á la libertad del Rey, que
t t anhelan todos los buenos Españoles, se nos
t t daba el titulo de revolucionarios, á ellas y á
t t mi, en un papel que se publica en esa capital
t t (Madrid), y esta injuria no pudo hacérsenos




DE 1 8 2 O A l 8 2 r ) Y DE l 8 5 í ) . 27 3


u sin el consentimiento del gobierno, porque la
« Gaceta se halla bajo su censura. Presumo, Se-
ct ren i simo Señor, que el no haberme dirigido
ce desde luego á la regencia de Madrid, habrá sido
ce l'a causa de que se me haya tachado de rcvolu-
« cionario con tanta ligereza, y de que, en lugar
ce de conciliar los ánimos y de atraerlos, se pro-
ce cure exasperarlos. Esto me mueve á hablar á
« V . A. R. francamente, sobre los motivos que
ce tuve y tengo aun para no entenderme con la
ce regencia de Madrid.


ce Este gobierno no'ha correspondido, según
ec creemos, á las esperanzas de V. A. R., y los
« Españoles que piensan y que desean la estabi-
cc lidad del trono, y la prosperidad de los pue-
re blos, no observan en su marcha ni la firmeza,
ce ni la decision, que pudiera salvarnos. Con res-
ee pecio á los decretos, puede decirse que no ha
i< dado ninguno fundado en verdaderos principios
<e de conciliación, y mas bien pueden mirarse
ce como reglas, que ha de observar un partido en
ce su triunfo, que como la pauta, que debe seguirse
ce para lograr la union y la paz. Y si tratamos de
« los hechos, aun se presentará menos favorable
ce la perspectiva de la suficiencia ó ineptitud del
« gobierno actual. En todas partes, se oye hablar
ce de desordenes, de prisiones arbitrarias, de in-
te suí tos que se permiten los pueblos, de exac-
re ciones violentas, en fin se desconoce el respeto


18




2 7 4 D E , J A S ' ^ V O L I C I O N E S D E E S P A Ñ A


<( á las leyes, y la anarquia no ha cesado aun de
ce afligir á la desgraciada España.


ce Este cuadro no es exagerado, Serenísimo w S e -
ce ñor, y los hombres mas sensatos de todas las
« provincias se lamentan de que las riendas del
ce gobierno se hallan flotantes, de que las autori-
ce dades proceden con una arbitrariedad escanda-
ce losa, de que el populacho se desmanda y se l e
ce halaga, en lugar de reprimirle, y en fin de que
ce no se observan las leyes.


ce Esta es la verdadera situación de muchas pro-
ce vincias, y no creo que ni las felicitaciones, que
ce recibe la regencia, ni los regocijos desordena-
ce dos de los pueblos á la entrada de las tropas
ce francesas ó de los españoles realistas, alucinen
ce á nadie hasta el punto de hacerle creer que no
ce hay mas que desear, y que la marcha del go-
ce bierno está bien dirigida. Mientras que e l po-
ce pulacho recorre las calles, arrastrando íapi-
« das ( i ) , insultando á veces á personas muy


(1 ) E n la plaza mayor ele cada pueblo estaba colocada ,


con arreglo á un decreto de las cortes, una lapida ó tabla


con la inscripción de Plazade la Constitución. Los exaltados,


que l lamaban á este pedazo de marmol ó de madera el sím-


bolo de sus libertades , se reunían delante de el para entonar


canciones patrióticas, y no dejaban ele saludarle en todas sus


algazaras. La primera di l igencia, que hacían los realistas,


cuandt) entraban en un pueb lo , era derribar la lapida . y a


veces ponian en su lugar un crucifijo. En el mismo sitio


donde estaba antes la lapida constitucional , hav ahora en




« l i 1820 A 18:15 Y DE I 836. 2 j 5


< honradas, profiriendo furiosos mueras! y en-
íí tonando canciones de sangre y de desolación,
« los hombres de bien lloran amargamente la
« suerte de un pais, cuyo destino parece que es
te siempre caer en manos de gobernantes, que le
« lleven de estremo en estremo. Bien conciben
(( los Españoles ilustrados y celosos del decoro de
(( su patria, que hay ciertos momentos, en los
« cuales no se puede reprimir la multitud. ¿Pero
te que juicio deberán formar del estado de los ne-
« gocios, cuando estos momentos, que debían
« ser muy pasageros, se prolongan á semanas y á
« meses ?


u Pues estos hombres, que tantos motivos de
« disgusto tienen en la actualidad, son los mismos,
te que derrocaron el gobierno anterior. Si , Sere-
te nisimo Señor, no puede dudarse. Las cortes,
« despojando á los propietaros de sus bienes, dis-
te tribuyendo los del clero secular y regular, y
te predicando ó tolerando el desorden, hubieran
« atraído á la multitud , y V . A. R. hubiera hal-
« lado en los Pirineos numerosos egercitos de pa-
ït triotas, que se hubieran armado, como sucedió
« en Francia; pues el pueblo español no es ni mas
te ilustrado ni mas amante de sus reyes que lo era


casi todos los pueblos otra lapida con el lema de Plaza real,
y los realistas suelen tener con esta las mismas atenciones,


que los exaltados tenian con la otra * ;


* listo se escribía v iviendo el rey F e r n a n d o V I I




\>.y6 DE LAS lí EVOLUCIONES DE ESPAÑA


(< el francés antes de 1 7 8 9 . Pero los hombres de
<( luces y de probidad, amaestrados por la revo-
te lucion francesa, han opuesto un dique al tor-
tt rente de la anarquia. Los resultados de sus es-
te fuerzos no han sido rápidos; pero han sido
tt seguros. Ellos han ido formando esa opinion,
tt que desacreditó enteramente la demagogia, y
(( que ha hecho, que ni el aliciente del desorden,
te ni el imperio del terror, hayan podido armar á
<t los pueblos para defender la constitución. En
<( el dia solo resuenan las confusas voces de la mul-
te titud; pero la calma sucederá á la efervescencia,
(( y la verdadera opinion ocupará infaliblemente
te su lugar; entonces, ay de nosotros, sino ha sido
(t consultada por nuestro gobierno !


te Quizá he abusado, Serenísimo Señor; pero
« dispense V. A. R., con la bondad que le es carae-
(t teristica , la importunidad de un hombre pro-
« fundisimamente ocupado en el bien estar de su


pais, y que, dirigiéndose á V. A. R., cree que
habla con quien puede tener una gran parte en
la prosperidad de España. Si desde el momento
no se toman por la regencia medidas eficaces


te para conciliar ios ánimos, y enjugar las lagri-
te mas de millares de familias, sino se renuncia á
te los fatales principios de creer que es bueno todo
tt lo que existia antes, y de tener por malo cuanto
te se ha hecho después del año de 1 8 2 0 , en una
<t palabra , si el gobierno no cambia de dirección ,




BE l'Ó2G A. 1 8 ' 2 5 Y DE l83f). 9 n 7


ce no solamente quedarán ilusorias en gran parte
te las miras de S. M . Cristianísima y de V. A. R. ,


sino que , cuando llegue el deseado momento ,
de que nuestro Rey recobre su libertad, habrá
tomado ya cuerpo la anarquia, se creerá que la


« voz del populacho es la voz publica, tal vez será
(^peligroso contrariarla, y el monarca no será
'< enteramente libre de dar á sus pueblos las leyes
« que les convienen.


(( Estos son los motivos que me han obligado á
« no dirigirme á la regencia de Madrid, y cada dia
te tengo nuevas pruebas de que no han sido infini-
te dados. Deseo con el mas vivo interés la libertad
re del Rey, y la compraria á costa de mi vida ,
« porque estoy intimamente persuadido de que
te podria poner termino á la fatal discordia, que
te nos devora. Contribuiré á todo trance á tan im-


portantísimo objeto, en union con las tropas
francesas; pero me tomo la libertad de hacer
presente á V. A. R., que ni los principales ofi-


« ciales de mis tropas, ni y o , reconoceremos la
(f regencia, Ínterin siga la actual marcha, porque
(( entonces seria preciso que fuésemos los egecu-
« tores de sus disposiciones, y no tenemos resi-
« «nación para hacer al pais males irremediables.
« Tal vez, por miras que no estan á mi alcance,
(( se querrá que hagamos aun el sacrificio de re-
te conocer el gobierno de Madrid; en este caso,
(t tengo el sentimiento de decir á V . A. R. que




278 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


<( ni mis principales oficiales, ni yo , podemos.
« acceder á esta condición, y entregando nues-
« tras espadas, nos constituiremos prisioneros de
« guerra.


(( ¿ Tendré la desgracia, Serenisimo Señor, de
« que el lenguage franco de un militar honrado
« se atribuya á altanería, ú á otros motivos poco
« nobles? Me persuado que no , mucho mas hal-
« landose el señor general Bourk bien penetrado,
« como creo se halla, de la pureza de mis inten-
t í ciones, y espero que V. A . R. se dignará no
te ver en este escrito, sino una manifestación de los
« deseos mas ardientes de que, consiguiendo el
(Í Rey la libertad, pueda establecer un gobierno
« sobre bases tan solidas, que jamas mí triste pa-
ï t tria tenga la desgracia de ver una reacción. »


Repito que no puedo asegurar la autenticidad
de este documento, ni si llegó á manos del prin-
cipe francés; parece que el haber reconocido el
conde de Cartagena la regencia de Madrid es una
prueba de que el papel, de que se trata, es apócrifo;
sin embargo, puede que no lo sea , y espero que
se me disimulará el haberlo insertado, porque,
haya existido ó no la esposicion, los principios,
en que se apoya, estan enteramente de acuerdo
con los que he manifestado, y los sucesos no han
hecho mas que confirmar su exactitud. Cuanta
verdad no encierra aquella esclamacion : « Ay de
los Españoles, si su gobierno no consulla la ver-




DE 1 8 2 O A l 8 2 5 Y DE l856. 2 7 0


dadera opinion, y no desecha las vociferaciones
de los partidos! » Cada dia se multiplican en Es-
paña las pruebas de la profundidad de aquella
sentencia.


Si el conde de Cartagena hubiese abrazado con
calor la causa de las cortes, los Franceses hubie-
ran hallado en el un terrible adversario , j a por
sus prendas militares, y ja también por la posi-
ción que ocupaba. En efecto, ninguna provincia
ofrecia proporciones tan ventajosas para formar
un egercito, como el vasto reino de Galicia. Su
población, que no baja de millón j medio de ha-
bitantes, proporciona numerosos reemplazos, asi
como sus producciones facilitan infinitos recur-
sos. La gran estencion de sus costas pone aquel
pais en comunicación con las provincias mariti-
mas de la peninsula, j con los reinos estrangeros,
j desde ellas se podia hacer un daño grandísimo
al comercio francés. A una gran distancia de la
frontera, j muj lejos de todas las lineas de ope-
raciones de los invasores, no podian estos desta-
car sobre Galicia una fuerza considerable, j las
estrechas gargantas, que haj que atravesar, por
cualquiera parte que se quiera penetrar en el pais,
le ponen también á cubierto de una incursion.


A l paso que nadie podrá negar estas ventajas,
que ofrece Galicia, habrá muchos que hagan la
observación de que todas ellas eran inútiles, por
la mala voluntad de los habitantes, que no que-




'l80 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


rian la anarquía. Así es verdad : pero también
es preciso reconocer en esta parte la influencia
de los moderados, que consiguieron separar de
los demagogos á la mayoría de los pueblos. Si
el conde de Cartagena, cuando llegó al egercito
(y pudo haberse incorporado en el mucho antes),
se hubiera unido á los exaltados, si hubiera per-
seguido ó alejado á cuantos pudiesen oponerse á
sus miras, si hubiera hecho publicar el decreto
de las cortes sobre señoríos, y hubiera querido
sublevar á los colonos contra los señores, ¿ duda
alguno, que conozca á Galicia, que hubiera conse-
guido hacer una verdadera revolución en el país,
y que los gallegos hubieran ausiliado eficazmente
sus planes? Que digan los que se declararon contra
la constitución , que partido sacaron de los pai-
sanos gallegos, y si sus partidas llegaron jamas á
tener protección, fuerza, ni estabilidad. Un des-
tacamento de cuarenta constitucionales atrave-
saba el pais en todas direcciones, antes de que
entrasen en el los Franceses, sin hallar oposición
en ninguna parte. Que digan también muchos
de los mismos párrocos, como recibieron sus fe-
ligreses del decreto de la regencia de Madrid, que
mandaba pagar por entero el diezmo, reducido
por las cortes á la mitad, y que examinen las au-
toridades, si la inmensa población rural de Galicia
ha tomado parle alguna en lo que en España se
llama la restauración, y si está mas contenta en




D E 1820 A i 8 a 3 Y D E i856. 281


el dia de lo que estaba á principios de 1828 ( 1 ) .
Crea muy en hora buena el partido, que domina
en España, que las palabras de altar y trono tie-
nen para aquellos naturales una fuerza irresis-
tible, y descanse el gobierno en el concepto de que
la lealtad es la virtud dominante de sus vasallos;
que no por eso dejará de ser una verdad demos-
trada, que la sensación,que domina á los Españoles,
en particular á los habitantes de las provincias
del norte y singularmente á ios gallegos, es la de
su propio bien estar : todos los demás respetos
y consideraciones son en ellos muy subalternos á
este principio general, y jamas pagarán con gusto
ni el diezmo ni el voto de Santiago. Sea esto
dicho para aquellos, que creen que en España un
fraile lo puede todo, y que los Españoles son en
estremo apasionados á las formulas de su antiguo
gobierno ( 2 ) .


(1) Acuérdese el lector de que esto se escribía en fines


de 1824 y principios de 25 .


(2) Cuan general y cuan equivocada es la idea, que se tiene


en Francia del influyo del clero español y en particular del


de los frailes sobre la población! N o negaremos ciertamente


que ejerce alguno y aun confesaremos que es poderoso sobre


¡odas las materias, que tocan inmediatamente á la conciencia.


Pero este influyo cede siempre y en todas ^partes al grito del


inicies y del bien estar. De tiempo inmemorial los frailes son


siempre el tipo ridiculo ó el héroe desalmado de una infini-


dad de cuentos ó consejas que circulan por el pueblo. Apenas


hav marido, que no diga, chanceando, á su muger, que mas


quiere que la visite una compañía de soldados, que no que




2 8 2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


frecuente su casa un fraile. Hasta los aldeanos mas rudos


conocen que las demandas de los frailes por las aldeas y


lugares cortos no son mas que unas socaliñas. E l diezmo se


ha pagado siempre con mucha repugnancia y de muchos años


acá se necesita en casi todas las diócesis el ausilio de la


fuerza civil para cobrarle. E n una palabra el trono es el tínico
que ha sostenido lo que se l lama el altar, mas que el altar
al trono. L a verdad es que en el reinado de Carlos IV se dis-
minuyó hasta tal punto el prestigio del clero y se le cortaron


tanto los vuelos con la disminución de sus rentas , que p ro -


bablemente hubiera quedado reducido á los limites justos,


que debe ocupar en un reino católico. Pero la guerra de la


independencia , en que hizo servicios importantísimos; la


falta de cumplimiento de todas las promesas, que le habia.


hecho el gobierno de José; la estupida persecución, que le


declararon los l iberales, asignándole un campo de batalla,


donde defender su existencia política y material ; la insultante


negligencia de estos últimos en pagar sus asignaciones á lo>


exclaustrados y por ultimo las escenas sangrientas , de que


está siendo vict ima, le han proporcionado un indujo, que


ya costará mucho trabajo desarraigar.


El egercito del conde de Cartagena constaba
en fines de mayo de unos catorce mil infantes y
mil doscientos caballos, porque se habia refor-
zado con las tropas, que se retiraron de las pro-
vincias bascongadas, de Santander y de Burgos.
Según lo decretado por las cortes, debian sacarse
de Galicia mas de seis mil hombres para el reem-
plazo del egercito permanente y de la milicia ac-
tiva, y era muy fácil hacer que tomasen las armas
otros cuatro mil, con solo llamar á una parte de
los licenciados. Ademas el conde contaba con
Asturias y con parte de Castilla, de suerte que




DE 1820 A í 8 2 5 Y DE l856. 285


sin aventurar nada, no seria temeridad el creer,
que antes de agosto pudo tener á sus ordenes
unos veinte y cuatro mil hombres y tres ó cuatro
mil caballos; porque después de la retirada de Ma-
drid estaba destinada al cuarto egercito la her-
mosa caballeria del tercero. ¿Y hubieran los Fran-
ceses llegado á Andalucía, dejando en Galicia un
cuerpo de tropas tan considerable í Entonces el
conde de Cartagena podia marchar á Valladolid,
podía dirigirse á Burgos y si quería, obligar á los
Franceses á que repasasen el Ebro. Sin arriesgar
nada por su parte, podia hacer el mismo movi-
miento, que egecutó el egercito de Galicia en 1808,
y una parte de los egercitos español, inglés y
portugués en 1813 : esto es, atravesar el Ebro
por cerca de su origen, y dirigiéndose por las
cabeceras de Castilla, tocando algo en Vizcaya,
caer sobre Vitoria. A cualquiera parte que se
dirigiese, hallaría el apoyo de los voluntarios na-
cionales y de todos aquellos, que de resultas de
los decretos de la junta provisional y de la re-
gencia , ó de resultas de los desordenes que con-
sentían sus agentes , estaban amenazados y per-
seguidos. Estos eran en gran numero, y en ge-
neral, á proposito para hacer la guerra y dispues-
tos á llevarla á todo trance, porque se les habia
exasperado. En fin, aun cuando el conde de Car-
tagena no hubiera aumentado su egercito, le so-
braban medios para impedir la entrada en Galicia




:>8/¡ DE LAS REVOLUCIONES DE ESl'ANA


á la division del general Bonrk, y nadie podia
obligarle á tomar un partido hasta la decision
total de los negocios.


He entrado en estos pormenores para confun-
dir á aquellos, que entonces manejaban en España
los negocios y que han continuado después in-
fluyendo en ellos, los cuales afectan creer, que
si el conde de Cartagena se unió á los Franceses,
fué porque se vio precisado á ello. Los hombres,
de que estamos hablando, poniendo aun en duda
si el egercito francés fue ó no necesario para
obtener la libertad del Rey, quieren que f t ellos se
les deba esclusivamente : á ellos que ó entraron
en España con la retaguardia francesa, ó solo
fueron conocidos en la peninsula por sus manejos
tortuosos y oscuros. Estos son los que pretenden
arrogarse la gloria de haber derrocado el parti-
dos de las cortes, y que intentan deprimir el
mérito de todos los que no pertenecen á su fac-
ción. Los moderados no les niegan el derecho
esclusivo, que tienen, y del cual han usado tan
escandalosamente, de eternizar la confusion y el
desorden en todos los ramos del gobierno espa-
ñol, de no respirar mas que furor é ignorancia, y
de hacer alarde de las mas negra ingratitud. Mien-


o —


iras que ellos disfrutan de estas fatales prero-
gativas, y precipitan á su patria en una nueva
carrera de males, la historia recoge datos para
decir quienes en el año de i8a3, y en los tres




DE 1 8 2 O A 1 8 2 5 Y DE l836. 2.85


anteriores, se manifestaron verdaderamente apa-
sionados del Rey y de la monarquia, quienes le
sacaron de Cadiz, y quienes fueron les que cu-
brieron de luto la España en unos dias, que solo
debian consagrarse al jubilo y al regocijo.


Y como, cuando se trata de hacer la guerra á
los moderados, se reúnen los Españoles exaltados
del Manzanares y del Tamesis, es preciso no ol-
vidar enteramente á estos, y contestar á sus re-
plicas. De lo que queda espuesto en orden á los
medios, que pudo emplear el conde de Cartagena
para aumentar su egercito, tal vez sacarán la con-
secuencia de que no eran tan infundadas sus espe-
ranzas, y que si se hubiera querido, ó los Franceses
no hubieran entrado en España, ó hubieran hal-
lado en todas partes una resistencia tenaz. Pero
de que esto pudiese suceder en algun caso, no se
debia inferir, que sucediese, y era obligación de
las cortes y del gobierno examinar, si, en efecto,
los ánimos estaban preparados para recibir seme-
jante impresión. La razón y la esperiencia debian
convencerles diariamente de lo contrario. Si el
ministerio ponia al frente de los egercitos hom-
bres de sus ideas y que fuesen por lo mismo ca-
paces de ensayar todos los medios de que pros-
perase su causa; estos hombres, en general, sin
opinion ni militar ni política, contrariados con-
tinuamente por sus subalternos, porque en el
egercito habia muchos moderados, nada hubieran




2 8(3 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


hecho, como se verificó siempre que mandaron.
Era pues preciso, que echase mano de algunos
generales de crédito, los cuales no podian con-
sentir en que la revolución tomase el vuelo, que
querían las cortes. En este sentido se esplicó el
conde del Avisbal, de quien no se esperaban se-
mejantes consideraciones. El general Ballesteros,
aunque se habia manifestado celoso partidario
de la libertad, apenas tomó el mando del egercito,
dio constantes pruebas de moderación; los anar-
quistas, que se hallaban á sus ordenes, fueron tra-
tados, como merecían, é hizo un convenio con
los Franceses, como mas adelante veremos. Igua-
les sentimientos manifestó el general Villacampa,
y yá he dicho como se condujo el conde de Car-
tagena. En cuanto á Mina, digno agente del mi-
nisterio de los siete patriotas, y que con tanto
calor abrazó su causa, no pudo conseguir ningu-
nas ventajas; y A pesar de que habia procurado
poner en todas partes hombres de su confianza,
le abandonaron muchas tropas, se entregaron
al enemigo dos plazas importantes de su distrito,
y Jos pocos esfuerzos, que hizo, fueron siempre
inútiles.


¿Pero cual podria ser el objeto, que se propusie-
sen los gefes de los egercitos y los Españoles, en ge-
neral, en sostener á las cortes? Supongamos que
todos ellos hubiesen sido partidarios de la con-
stitución de 1 8 1 2 ; ¿acaso regía aquella constitu-




D E l82ü A 182.3 Y D E 1836. 287


cion ? ¿No fueron las misraas cortes, las que in-
fringieron la mayor parte de sus artículos y con-
cluyeron por hacer r>edazos su base principal, que
es la autoridad real, y esto del modo mas tumul-
tuario ? ¿Y acaso era fácil restablecer al Rey en su
autoridad, después de haberle despojado de ella,
después de haberle violentado á marchar á Cadiz,
y después de haber degradado y vilipendiado indi-
gnamente el trono constitucional? Los demagogos
conocieron que la época no era á proposito para
hacer un cambio de constitución, pues hubiera
sido una inconsecuencia muy manifesta variar la
forma de gobierno , cuando se estaba predicando
por todas partes, que nada habia mas perfecto, que
la constitución de 1 8 1 2 , y que por eso no podia
consentirse en modificarla. Quisieron pues con-
servar el Rey, aunque fuese á costa del despro-
posito de declararle el 1 1 de julio en estado de
ineptitud moral, y de habilitarle de nuevo el 1 5
del mismo mes. Con cuanta razón se hubiera po-
dido declarar en estado de delirio á los que dieron
aquel decreto!


Esto hicieron los que dominaban en las cortes,
cuando vieron, que apenas podian contar con na-
die, destruyendo la monarquia; pero si el triunfo
hubiera coronado su causa, si los Franceses hu-
bieran sido arrojados de la peninsula, cuan dife-
rente hubiera sido su lenguage! ¿ Como los or-
gullosos anarquistas habian de conservar un Rey,




2 8 8 DE LAS REVOLUCIONES D E ESPAÑA


que se negó á seguir todos sus caprichos, y que
comprometió tantas veces sus planes? Hubieran
llovido de todas partes representaciones para que
se le destituyese, para que se le formase causa, y
no puede dudarse, que estas peticiones hubieran
encontrado apoyo en las cortes. Era ya necesario
trastornar la constitución en sus principales bases,
y era probable que el nuevo árbol de la libertad
se hubiese regado con la sangre de la familia real.
Por mas repugnantes que sean á mi corazón estas
esplicaciones, por mas que el 11 de junio, en me-
dio de la efervescencia y del terror, hubiese mu-
chos diputados, que votasen el nombramiento de
la regencia, sin prevéer estos resultados, ellos eran
absolutamente necesarios, y es también preciso
confesarlos ahora. Es la mayor de las quimeras
pensar que, vencidos los Franceses, no dominase
en las cortes y en toda España la mas desenfre-
nada demagogia, y que, embriagados los anar-
quistas con su triunfo, no consumasen el plan,
tantes veces indicado, de derribar el trono. Que
mediten aun los mas exaltados sobre el estado de
los negocios en España en junio de 1 8 2 5 , y que
digan que partido hubieran tomado las cortes, si
en julio, en agosto, ó mas adelante, hubiesen
vuelto triunfantes á Madrid, libre ya de enemi-
gos la peninsula. No podrán menos de confesar
que era absolutamente imposible sostener la mo-
narquia.




DE 18-¿o A i8y.3 Y D E i<336. 289


Aun hay quizá algunos hombres, alucinados
por la posición en que se encuentran, que creen
de buena f é , que arrojados los Franceses de la
peninsula, y triunfante el partido de las cortes,
tomarían el ascendiente los buenos principios, y
podría restablecerse el orden. Los que piensan
asi no recuerdan sin duda la conducta de las cor-
tes desde el i c . de marzo de 1822, y la del mi-
nisterio délos siete patriotas. Entonces eran infi-
nitos los peligros , y aun subsistían ilustres cam-
peones, que defendían la moderación en las mismas
cortes, y sin embargo, se proclamaron, se decre-
taron y se sancionaron los principios mas demo-
cráticos, ó por mejor decir, los mas antisociales ( 1 ) .
Examínense los discursos de los corifeos del par-
tido dominante en las cortes, y véase si era po-
sible que los hombres que, en medio de los
mayores apuros, se estravian en sus opiniones
hasta el punto que ellos se estraviaron, invocasen
la moderación, cuando el triunfo coronase su
causa. Es un verdadero delirio el creerlo asi, mu-
cho mas cuando cien egemplos, y el terrible de
la revolución francesa, manifiestan todo lo con-
trario.


También es evidente que, arrojados los Fran-
ceses de España, los egercitos españoles no se de-


(1 ) Véase entre otros decretos el reglamento para el g o -
bierno de las provincias.


*9




íQO DE L A S REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


tendrían en la frontera, y que las tropas de toda
Europa volarían al socorro de aquella nación, é
inundarían la península ( j ) . ¿De que serviría en-
tonces el eíime o triunfo conseguido sobre cien
mil Franceses ? ¿ 0 se creerá quizá que verificado
en España el cambio de gobierno, y los grandes
desordenes, que eran una consecuencia indispen-
sable de la victoria de las cortes, aun hallarían
estas aliados en el continente ó en las islas?


Y en cuanto al aspecto que presentaria la na-
ción española , cuando hubiese triunfado la causa
de las cortes, ¿quien ignora que, aun en medio
de sus mayores apuros, nunca han cesado los de-
magogos de concebir planes de esterminio? Mu-
chos habian huido de los pueblos, ocupados por
los Franceses ó abandonados por los constitucio-
nales; los decretos de la junta provisional, los de
la regencia , y la influencia de los agentes de uno
y otro gobierno, en lugar de conciliar los áni-
mos, los exasperaron, y se cometieron infinitos
desordenes y tropelías. No necesitaban de este
estimulo los anarquistas para que, al volver triun-
fantes , sacrificasen un gran numero de victimas
en nombre de la patria. Todo debía perecer, la
nobleza, el clero, los serviles, los moderados;


(1) N o debe olvidarse el lector de que esta obra se escribía


en fines de 1 8 2 4 , en que las relaciones y simpatías de la


Francia con el resto de la Europa no eran las mismas que


ahora.




D12 ï8?0 A l83l5 Y DE 1856. 2 9 1


todos eran enemigos de la libertad, todos habian
conspirado, y todos habian protegido la entrada
de los Franceses. España, sino era ocupada
pronto por los egercitos estrangeros, agitada de


. un estremo á otro por las pasiones mas violentas,
hubiera sido presa de diferentes partidos sucesi-
vamente; todos ellos hubieran ensangrentado su
suelo, y presentaria á la Europa el egemplo de
las nuevas repúblicas americanas. Los gobiernos
se hubieran sucedido unos á otros, y ¿quien se-
ria capaz de señalar la época, en que la aurora de
la paz se dejase ver sobre el horizonte español?
¿Cuantas combinaciones felices no fueron nece-
sarias para que, en Francia, se consolidase un go-
bierno que impusiese silencio á los partidos, y
restableciese el orden ? Todos los que hayan me-
ditado sobre las revoluciones en general, los que
hayan observado la marcha de la de España, y los
planes , y el lenguage de los exaltados en las cor-
tes, en los clubs, y en los periódicos, se hallarán
plenamente convencidos de que el triunfo de las
cortes hubiera atraído sobre aquella nación toda
clase de males, sin que nadie pudiese lisongearse
de señalar su termino.




.> ( ) » DK LAS 1! KVOLIJCI.ON'KS I) lí I. S P \ N A


O P E R A C I O N E S M I L I T A R E S . — R E G E N C I A


DE M A D R I D .


Las cortes se habian retirado á Cadiz, y habian


llevado consigo al R ey ; pero como la mas abso-


luta imprevisión presidia todos los actos de aquel


gob ie rno , se hallaron sin d inero , y con muy po


eos medios de defensa. Apenas se podrá creer


que hubiese llegado á tanto el abandono, cuando


desde que se pensó que el gobierno saliese de Ma-


drid, se habia designado la Isla gaditana, como el


punto de refugio en ultimo apuro. Las fortifica


ciones de Cadiz no se habian reparado desde que ,


en el año de 1 8 1 2 , levantó el mariscal Soult el


sitio de aquella plaza; los cañones estaban des-


montados, y no habia cureñas de repuesto. Tam


poco habia fusiles, y algunos cuerpos no comple-


taron nunca su armamento út i l , particularmente


después de la toma del Trocadero. Para la de-


fensa de la ciudad y de la Isla de L e o n , no habia


mas que setecientos quintales de pólvora; se apele)


á la marina , que pudo proporcionar dos mil quin


tales. Los tropas consistían en catorce batallones,


entre infanteria y voluntarios nacionales de Ma-


drid y de Sevil la; y el total de la fuerza de unos


y otros era de siete mil cien hombres, cómodos-


cientos zapadores, doscientos y cincuenta artí l-


l enos , y sesenta ó setenta caballos de ios volun-




nji 1820 A 1825 Y D E i856. 2qr>
latios nacionales de Madrid. La milicia nacional
de Cadiz, en seis batallones, ascendia á unos tres
mil hombres.


Faltaban absolutamente los recursos, y las cor-
tes hubieran tenido que disolverse á los pocos
dias de su llegada á Cadiz, á no haber conseguido
algun dinero sobre los fondos que debia el go-
bierno francés, de resultas de las indemnizaciones
que se estipularon en la paz general. A España,
la correspondían unos diez y seis millones de
francos, que estaban aun detenidos en Francia;
v se hallaba encargado de cobrarlos un hombre
de la confianza del gobierno, y que se suponia te-
nia ya en su poder una buena parte de ellos. Aun-
que este fondo era de particulares, las cortes lo
habian aplicado á las urgencias del estado, y se
negociaron sobre el unos treinta millones de
reales, que perdieron los comerciantes que los
habian adelantado, porque el comisionado para
recaudar en Francia las indemnizaciones, pro-
testó las letras, que se habian girado contra el ( 1 ) .


Los Franceses se presentaron al frente de la
Isla gaditana el 23 de junio, y empezaron á for-
tificarse, y á levantar baterías, sin emprender
operación alguna. Sus fuerzas consistían en unos


(J ) Quien ignora en Europa la historia de la sustracción


de esíos fondos por el consul general Machado y el pleito


seguido enlre el v el actual ministro Mendizabal?




2g4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


doce mil hombres. El 1 6 de julio, hicieron los
constitucionales una salida por el camino real, y
por el Trocadero, que, si tuvo obgeto, pudo ser
únicamente el de hacer un reconocimiento : se
retiraron con alguna perdida.


Las fuerzas navales de los Franceses se iban
aumentando, pero no conseguían impedir la co-
municación, y los víveres en Cadiz tenian su pre-
cio ordinario, á no ser la carne y el carbon, que
le tomaron altisimo. El pescado escaseaba mucho.


El duque de Angulema salió de Madrid el 28 de
julio, para reunirse á las tropas de su egercito,
que se hallaban delante de Cadiz, y dirigir por si
mismo las operaciones contra aquella plaza. El
1 6 de agosto, llegó al Puerto de Santa Maria, y
el campo francés recibió algunos refuerzos.


El tercer egercito español continuaba su reti-
rada, por Estremadura, á Andalucía,- y Lopez
Baños estaba á su frente. Entró en Sevilla el 1 6 de
junio, no sin haber esperimentado alguna resis-
tencia por parte del populacho de aquella ciudad,
que quiso defender el puente sobre el Guadalqui-
vir ; pero sus esfuerzos fueron poco considerables,
y Lopez Baños penetró en la ciudad, sin haber te-
nido perdida. Recelando ser cortado, si se retiraba
á Cadiz por el camino real, tomó la dirección de
Huelva. Los Franceses, que llegaron á Sevilla el
1 8 de junio, le siguieron inmediatamente, y se
apoderaron de toda su artilleria. La caballería




DE l8 '20 A l 8 2 5 Y DE l856. 2 9 5


tomó la dirección de Estremadura, y de la infan-
teria solo llegaron á Cadiz unos mil hombres, que
se embarcaron en Huelva , con su gefe Lopez Ba-
ños. A este se le mandó formar causa, por haber
abandonado las tropas que estaban á sus ordenes;
pues tuvo la desgracia de no manifestar mas tino,
siendo general en gefe, que el que habia mani-
festado, siendo ministro de la guerra.


En Cataluña, obtenían los Franceses varias
ventajas sobre los restos de los constitucionales ;
y á mediados de jul io, quedó bloqueada la plaza
de Barcelona. Mina habia enfermado de resultas
de las ultimas correrlas, y se habia retirado á
aquella ciudad.


El conde de Cartagena se unió al conde Bourk
el 1 0 de julio, y maniobraron de acuerdo para
restablecer el orden en Galicia. La division fran-
cesa se dirigió sobre la Coruña, embistió aquella
plaza , y al mismo tiempo una brigada entró en
el Ferrol sin oposición. El conde de Cartagena
ocupó á Santiago y a Pontevedra , arrojando de
aquellos puntos á los disidentes, dispersó una co-
lumna de estos en el puente de San Payo, y refor-
zado con la brigada francesa del conde de Laro-
chejacquelain, que estaba á sus ordenes, obligó
á los enemigos á replegarse sobre Orense, y ocu-
pó la plaza de Vigo el 3 de agosto.


Los Franceses no hacian progresos en el sitio
de la Coruña, porque no tenian artilleria gruesa,




2 9 6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


pues solo pudieron sacar del Ferrol ocho cañones
de hierro, y les faltaban también municiones. La
ocupación de Vigo ofrecía bastantes recursos de
una y otra especie, pero antes de que se em-
pleasen, reconoció la guarnición de la Coruña la
autoridad del conde de Cartagena, y aquella plaza
fue ocupada el 2 1 de agosto. Al mismo tiempo
eran arrojados de Orense por las tropas francesas
y españolas los restos de los constitucionales, y
habiéndoles obligado á salir de Galicia, se propo-
nían dirigirse á Estremadura ó á Ciudad Rodrigo;
pero fueron alcanzados antes de pasar el Duero,
y rindieron las armas en numero de unos mil y
quinientos hombres.


El general Ballesteros, perdida la linea del Ji l -
ear, marchó sobre Murcia, y habiéndole seguido
el conde Molitor, se dirigió al reino de Granada,
dejando guarnecidas las plazas de Alicante y Car-
tagena. El 2 8 de julio una division de Ballesteros,
compuesta de seis batallones, fue atacada en el
Campillo de Arenas, y se replegó con perdida.
Ya antes de esta acción el general Ballesteros ha-
bia enviado parlamentarios al cuartel general del
segundo cuerpo del egercito francés, pero las
condiciones, que propuso, no fueron admitidas.
Finalmente el 4 de agosto concluyó con el conde
Molitor un convenio, según el cual el general
Ballesteros y su egercito reconocían la autoridad
déla regencia de Madrid; las tropas debia» ocupat




DE 182Ü A l 8 2 3 Y DE l85G. 2 9 7


los cantones que se señalasen, nadie debia ser
molestado por sus opiniones anteriores al con-
venio ni por los hechos relativos á ellas, y los
generales, gefes y oficiales conservaban sus em-
pleos, sueldos, honores, y distinciones. Este con-
venio fue ratificado por el serenísimo señor duque
de Angulema.


Las plazas de san Sebastian y Santoña perma-
necían bloqueadas y lo mismo las de Cataluña.
Los Franceses hacian preparativos para sitiar ;i
Pamplona.


fíe adelantado algunas indicaciones sobre la
marcha de la regencia de Madrid, y pretendo
ahora examinar brevemente sus principales ope-
raciones, para que se forme un juicio cabal de
lo que contribuyó-aquel gobierno al bien ó al mal
estar de la nación española.


El espiritu de la regencia fue el de la junta pro-
v isional, y ambos gobiernos ostentaron la misma
divisa, que las cortes : no transigir con nadie, que
presentase ideas opuestas en lo mas mínimo á los
intereses del partido. La junta provisional apenas
habia tenido tiempo de desenvolver sus planes, y
habia manifestado siempre una entera dependen-
cia del egercito francés : mas la regencia, que se
creia ya un gobierno consolidado, llevó mucho
mas adelante sus proyectos.


La regencia habia sido establecida para egercer
un poder necesario hasta que el Rey pudiese




2 9 8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ocuparse en consolidar su trono, y en asegu-
rar la felicidad, que debe á sus subditos : en
estos términos se esplicó la proclama del duque
de Angulema, que dio lugar á su creación. Las
atribuciones de la regencia se limitaban á con-
servar el orden, y sus esfuerzos debian dirigirse
á conseguir la libertad del Rey. Sin embargo,
usurpando una autoridad que de ninguna manera
tenia, escediendo los limites de un gobierno inte-
rino, y arrogándose las facultades del soberano,
no solamente declaró nulo todo lo decretado en
la época constitucional, sino que ni aun tuvo por
conveniente restablecer las cosas al estado, en que
el Rey las tenia antes del 7 de marzo de 1820,
y se permitió innovaciones de la mayor tras-
cendencia.


La regencia estableció un sistema de rentas, de
rogando los decretos del Rey, que regían á princi-
pios de 1 8 2 0 , y haciendo una novedad esenciali-
sima, pues dejó abolida la contribución directa,
la cual formaba la parte mas considerable de las
rentas del estado. La organización de las milicias
provinciales, punto también de la mayor impor-
tancia, se alteró enteramente, y á la que regía
en 1 8 2 0 , que estaba bien combinada con los pro-
gresos, que se han hecho en las maniobras de la
infantería, se sustituyó un reglamento de media-
dos del siglo pasado, que probaba la crasísima
ignorancia de los que espidieron el decreto. Si se




DE 1820 A l8a3 Y DE l836. 299


preguntase á los individuos, que componían la
regencia, en virtud de que facultades habian dero-
gado los decretos dados por el Rey , aun antes
de jurar la constitución, es probable que no tu-
viesen que contestar, puesto que ni remotamente
podian arrogarse tal autoridad. Apelarían quizá
á las circunstancias y á la conveniencia publica;
pero ademas de que de ninguena manera es cierto
que lo dispuesto por la regencia fuese mejor, que
lo establecido antes por el Rey, ¿ignoraban acaso
aquellos señores que ni las circunstancias, ni la
conveniencia dan derecho de establecer leyes al
que no le tiene? ¿Debia esperarse que aquellos
que se proclamaban los mas acérrimos defen-
sores de la soberanía del Rey, derogasen los de-
cretos del mismo soberano? No eran solamente
las cortes las que invadían la autoridad real, sino
que también la usurpaba la regencia de Madrid;
y el que el Rey haya aprobado después todo lo
hecho por la regencia, y desaprobado todo lo
que hicieron las cortes, no puede servir de dis-
culpa á los regentes, para haber traspasado los
limites de su interina autoridad.


Uno de los primeros cuidados de la regencia
de Madrid fue ampliar lo dispuesto por la junta
provisional con respecto á la creación de cuerpos
de voluntarios realistas. Las cortes habian esta-
blecido los voluntarios nacionales, los habian
llamado siempre el apoyo mas firme de la consti-




5oO DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


lucio» , y era preciso que la regencia fomentase
¡os voluntarios realistas, como la columna mas
fuerte del absolutismo. El reglamento de la re-
gencia era enteramente igual en sus bases al
de las cortes, y uno y otro tenian al parecer
por objeto establecer en los pueblos una fuerza
armada, que sostuviese la tranquilidad inte-
rior.


¿Pero como, por unos mismos medios, podian
prometerse iguales resultados los constitucionales
y los absolutistas? Las cortes, creando Ja milicia
nacional, se propusieron oponer aquella fuerza
á la del egercito permanente, que, en circunstan-
cias ordinarias, suponian que debia estar á la de-
voción del gobierno. Para que este tuviese en la
milicia la menor intervención, que fuese posible,
se determinó que los ayuntamientos organizasen
esta fuerza, y que los mismos milicianos nom-
brasen los gefes y los oficiales, que debían man-
darles ; de suerte que este instituto era entera-
mente popular. Para sacar de la milicia nacional,
en general, todos los resultados, que se prometían
las cortes, era preciso que la masa de los pueblos
conociese las ventajas de la constitución, y por
consiguiente, se interesase en conservarla; mas
como no habia llegado este caso, las cortes crea-
ron los voluntarios nacionales, en cuyos cuerpos
eran admitidos todos aquellos que lo deseaban, y
que no tenian nota de desafectos á la consti tu-




it


DU 1 8 2 0 A T8 2 5 Y D E 1856. 5 ( ) I


cion. En el año de 1 8 2 0 , acudieron á alistarse en
las filas de los voluntarios nacionales muchos
hombres de arraigo y de principios moderados,
que creían que convenia dar este egemplo a los
demás, y que juzgaban necesario que los consti-
tucionales se reuniesen, para hacer frente á los
partidarios de la contrarevolucion, si osaban pre-
sentarse abiertamente. Pero después que la anar-
quia hizo progresos por la debilidad del gobierno,
y después que las sociedades secretas se propa-
garon , los voluntarios nacionales fueron adop-
tando ideas exageradas; y en muchos pueblos
llegaron á ser el mas poderoso instrumento de los
anarquistas j y los hemos visto seguir al gobierno
de Madrid á Cadiz, donde defendieron con tesón
la causa, que habian abrazado.


Este modelo se propusieron la junta provisio-
nal y la regencia ele Madrid, en la creación de los
voluntarios realistas; y pocos retratos ha habido
que se parezcan tanto al original; pero que dife-
rencia tan inmensa! Las corles establecieron los
voluntarios nacionales, para sostener instituciones
democráticas, y la regencia crea voluntarios rea-
listas, para que sirvan de apoyo al poder absoluto,
y encarga su organisacion á los ayuntamientos
del mismo modo, que lo habian hecho las .cortes.


(r A quien se le oceurrió jamas sostener el absolu-
tismo por medio de instituciones populares, y ar-
mando los pueblos? Estaba reservado á la junta




502 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


provisional, y á la regencia de Madrid, semejante
descubrimiento.


Los voluntarios realistas habian heredado de
los voluntarios nacionales, sus predecesores, el
derecho de alborotar los pueblos, de subyugar las
autoridades, de ser intolerantes, y de fomentar
toda clase de desordenes. Nadie podrá decir que
los realistas hayan dejado perder este derecho;
antes al contrario, han procurado ampliarle todo
cuanto ha sido posible. Donde quiera que con
motivos politicos han sido atropelladas las perso-
nas ó las propiedades, donde quiera que ha ha-
bido motines después de reconocida la regencia
de Madrid, puede asegurarse que alli han con-
currido voluntarios realistas. Y esta proposición
dista mucho de ser aventurada, porque era ne-
cesario que todos los hombres turbulentos, ca-
paces de figurar en la contrarevolucion, corrie-
sen á alistarse en las filas de los voluntarios rea-
listas, en donde se les proporcionaban mil me-
dios de desahogar impunemente sus pasiones, y
adquirían el derecho de examinar la conducta de
todos cuantos no fuesen voluntarios, y de insul-
tar á los que tuviesen ó afectasen tener por con-
stitucionales. ¿Que pasatiempo mas agradable,
para los ociosos y los vagamundos, que el de re-
correr armados á todas horas las calles de los pue-
blos, entonando canciones insultantes y amena-
zadoras , y haciendo temblar á todos los hombres




DE 182O A. l 8 2 3 Y DE l83G. 3o3


de bien ? Asi es, que muchos de los antiguos anar-
quistas , llevados de su afición á esta especie de
diversiones, no han perdonado medio de propor-
cionárselas , y de voluntarios nacionales se han
convertido, casi de repente, en voluntarios rea-
listas. Sus actuales compañeros no tienen ningún
motivo de arrepentirse de haberlos admitido en
sus filas, porque veteranos ya en el arte de los
desordenes y de los insultos, desempeñan admi-
rablemente su papel.


Pero no se reducían á estas las ventajas de los
voluntarios realistas, pues con este titulo se veian
protegidos por las autoridades, y conseguían ade-
lantar sus negocios , mucho mas cuando sus con-
trarios pasaban por constitucionales. ¿Porque,
como era posible, que uno que quisiese contraer
méritos en la nueva carrera del absolutismo, por
mas que estuviese encargado de administrar justi-
cia, se resignase á* confesar que tenia razón un
liberal, que pleiteaba con un realista? Y en el
caso de que ningún modo pudiese negársela, ¿de-
jaria de retardarlo todo lo posible, y de hacer
interminables los tramites? Hemos visto también,
en la Gaceta de Madrid, que en los empleos da-
dos en el ramo de rentas, se advierte siempre que
el nombrado es capitán, oficial ó soldado de vo-
luntarios realistas, con lo cual se deja conocer
cuanto no realza esta circunstancia el mérito de




5ü4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ios pretendientes. El mismo escelentisimo señor
ministro de hacienda es voluntario realista de
Madrid, y es probable que S. E. se presente al
despacho con el uniforme de su cuerpo, asi como
el embajador duque de San Lorenzo se presen-
taba en el palacio de las Tullerias con uniforme
de voluntario nacional.


Quizá la regencia de Madrid no ignoraba el ab-
surdo, que cometia estableciendo los voluntarios
realistas; pero su objeto no era tanto sostener el
trono, como aumentar las fuerzas del partido á
que pertenecía. Porque es preciso decirlo clara-
mente ; los que se llaman absolutistas son un par-
tido , como el de los exaltados en la época de las
cortes, y ni unos ni otros quieren cosa, que se
oponga en lo mas mínimo á sus intereses. Se han
manifestado celosísimos egecutores de la autori-
dad real, siempre que les acomodaban las provi-
dencias ; pero cuando estas son algun tanto con-
ciliadoras, cuando tienden á calmar la efervescen-
cia y á tranquilizar los ánimos, entonces ya no
aparece el mismo entusiasmo, se dice que las co-
sas van mal, que el Rey está rodeado de traidores,
y que el no obedecer es una prueba de lealtad.
Sirva de egemplo la conducta de los voluntarios
realistas, cuando el Rey espidió un reglamento,
que en algun modo hacia monárquica esta insti-
tución. En algunas partes fue desobedecido abier-




D E I8 :K) V I 8>~> Y D E l836. 5O5


lamente, en ninguna se egecutó, y en todas se
habló de el con el mas alto desprecio (1 ) .


Los que esto hacian eran los mas acérrimos ab-
solutistas, á quienes ni aun detenia la considera-
ción de que, conduciéndose de este modo, con-
tradecían palpablemente sus principios. Porque
¿no es cierto que la esencia del imperio absoluto
es que todos los vasallos sean unos seres pasivos,
á quienes no es licito ni contrariar los decretos
del que manda, ni aun murmurar de ellos? ¿No
es cierto que lo que resuelva un rey absoluto ,
bien sea el resultado de su razón, el de sus pasiones,
ó el de sus caprichos, todo es una ley, con tal de
que aquella sea su voluntad? Pues si estas son las
bases del absolutismo, ¿porque se oponen al cum-
plimiento de los decretos los mismos, que dicen
que profesan esta doctrina? Si se responde á esto,
que al rey se le engaña, que no puede mandar
sino lo que sea conforme á sus intereses, etc., en-
tonces se abre la puerta á que cada uno, según
su opinion, preste ó no obediencia á las reales
ordenes; y de tales antecedentes se deducirá ?a


( 1 ) Pluguiera á Dios que se hubiesen contentado con despre-


ciarle ! Pero no se contentaron con eso , sino que encerraron


en un calabozo al ministro de la guerra Cruz , y hubiera


expiado en un patíbulo el crimen imperdonable de querer


reglamentar á los voluntarios , si el embajador francés no


hubiera conseguido su libertad con un simulado destierro á


Francia , que duró hasta el año de 1832-


:?Á)




3o6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


consecuencia de que es necesario un gobierno re-
presentativo. No pueden los vasallos discutir si
lo mandado por el rey absoluto es bueno ó malo;
les toca únicamente obedecer sus ordenes. Tam-
poco les es permitido examinar si se engaña eí
rey, porque el rey absoluto no puede engañarse;
y por otra parte, ¿hay acaso mas pruebas de que
al rey de España le engañase el ministro Cruz,
que de que le engañe el ministro Aimerich?


Les parecerá á algunos, que se exageran las con-
secuencias del absolutismo; pero creo que las
verdades, que quedan sentadas, no tienen replica.
Dirán otros que la monarquia en España es mo-
derada ; á esto responderán los hechos; pero pres-
cindiendo por ahora de ellos, es indudable que
en aquella nación se proclama todos los dias al
rey absoluto por el partido dominante, y esta es
la espresion favorita del señor Aimerich, minis-
tro de la guerra. Véase la arenga, que dirigió á
los voluntarios realistas de caballeria de Madrid,
cuando bendigeron el estandarte. Otras autori-
dades superiores han encabezado sus escritos ofi-
ciales con las palabras de viva el Rey absoluto!
y la Gaceta de Madrid'_, papel que se escribe bajo
la dirección del gobierno, repite con frecuencia-
esta frase, ya en las felicitaciones que se dirigen
al Rey, y ya en producciones de los mismos re-
dactores. Pero sucede con los absolutistas lo
mismo que sucedía con los constitucionales exal-




DE 1 8 2 O A 1 8 2 8 Y DE l836. S o y


tados. Estos no cesaban de victorear la constitu-
ción, y jamas se atenían á lo que mandaba, sino
convenia á sus intereses ó se conformaba con sus
opiniones; y aquellos , proclamando al Rey abso-
luto, estan resueltos á no obedecerle, si se opone
á sus deseos. Unos y otros se han propuesto el
mismo objeto, que es el de gobernar la España á
su antojo. Pero volvamos á la regencia.


Estaba esta bien distante de arrogarse facul-
tades para restablecer el orden en España, y para
consolidar Ja obra del egercito francés. Al con-
trario , protegiendo escrusivamente á los realistas
exaltados , haciendo la guerra sin distinción á to-
dos los que se habian llamado liberales, y con-
sintiendo los desordenes, si es que no los fomen-
taban sus agentes, conseguía perpetuar la discordia,
inflamaba mas y mas las pasiones, y era el instru-
mento de un partido insaciable en sus venganzas,
como en su ambición. Apelo al testimonio de
todos cuantos residían entonces en España, y
ellos dirán si habia ó no desordenes en Madrid y
en las provincias, si las cárceles no estaban llenas
en todas partes, sino era general la persecución,
y si las autoridades no eran las que atizaban el
fuego de la discordia. ¿Pero como no habia de
suceder asi, cuando se elegian los principales fun-
cionarios entre los hombres, que pertenecían á
un partido, y que mas se habian distinguido por
sus principios exagerados?




5o8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


España es deudora á la regencia de Madrid del
famoso sistema de purificaciones ( i ) . En 2 7 de
junio, espidió un decreto, mandando cesar inme-
diatamente en sus destinos á todos los empleados
civiles, que no lo fuesen antes del 7 de marzo
de 1 8 2 0 , quedando también sin efecto los ho-
nores conseguidos desde aquella época. Los em-
pleados, que lo eran antes de la revolución, y que
fueron separados de sus destinos por desafectos á
la constitución, debian ser repuestos. Quedaban
sugetos a la purificación de su conducta política,
á efecto de continuar, ó ser repuestos, los em-
pleados nombrados por el Rey antes del 7 de
marzo de 1 8 2 0 , que al restablecimiento del sis-
tema constitucional no quedaron separados de sus
puestos, y los que desde aquella época habian ob-
tenido ascensos de escala ó estraordinarios, y va-
riado de destinos. Para esta purificación, « se
a tendrán por suficientes los informes reservados
« de su conducta politica, y calificación de la opi-
« nion publica, que hayan gozado en los pueblos


(1 ) N o porque ya no se hubiese puesto en practica este


inicuo medio por los l lamados liberales de Cadiz en 1809


y 1810 , contra lodos los que huyendo de los Franceses, que


ocupaban á M a d r i d y casi toda la monarquia, se presentaban


en aquella plaza , después de correr no pequeños riesgos y


miserias, Pero este bárbaro sistema 110 pudo entonces des-


plegarse con todo el lujo de ferocidad, que adquirió después,


por falta de terreno v de medios de cgercerle , no por defecto


de voluntad en los que le adoptaron y establecieron.




D E ÏS:>.O A i8a3 Y D E I 836. 5o<)


« tie sus respectivos destinos, tomándose á lo me-
re nos de tres personas y estas bien marcadas por
« su adhesion al gobierno real y á la sagrada per-
te sona de S. M . , y exigiéndose individuales, po-
te sitivos y precisos, sin que sirvan los genéricos
te y meramente negativos, y sin admitir las jus-
« tificaciones voluntarias de testigos, presentadas
te por los interesados. » Los empleados superiores
debian purificarse en una junta establecida en Ma-
drid , y compuesta de cuatro individuos. Se creaba
en cada provincia otra junta, compuesta de cinco
individuos, que debia entender en las purifica-
ciones de los empleados subalternos, te Los que,
tt en virtud de esta calificación , no lograsen ser
te repuestos, tendrán el derecho de reclamar ante
te las mismas juntas, las cuales, sin forma de jui-
te ció, procederán á tomar nuevos informes de
;<• otras personas adornadas de las calidades espíe-
te sadas, y en igual numero á lo menos, con cuyo
te nuevo examen determinarán finalmente lo cine
te creyesen justo , sin que de esta segunda califíca-
te cion haya lugar á reclamar. Unos y otros in-
te formes serán sellados y archivados en seguida,
te por exigirlo asi la conveniencia publica, sin po-
te derse hacer de ellos otro uso. »


Este decreto ponia en movimiento un «ran
numero de familias, que agitadas por el terror,
y la esperanza, vivian en un continuo conflicto;
otra porción no menos considerable quedaba des-




3 l O DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


de luego reducida á la miseria. Era indispensable
que desde marzo de 1 8 2 0 hubiesen muerto, as-
cendido, pasado á otras carreras ó pedido su re-
tiro muchos empleados, y que entrasen otros á
ocupar sus vacantes , de suerte que no podia me-
nos de haber un gran numero de empleados nue-
vos. Todos debian quedar sin destino, según el
decreto, y asi sucedió en efecto. Importaba poco
que hubiese entre ellos hombres de mucho mé-
rito, y que se hubiesen manifestado constante-
mente enemigos de los desordenes y partidarios
del gobierno monárquico : la regencia ni se em-
barazaba en esto, ni en el disgusto que semejante
medida debia causar en un gran numero de fa-
milias, porque llevaba dos objetos, á cual mas
importantes. Era el primero tener la satisfacción
de declarar por si y ante si nulo todo lo hecho
por el gobierno constitucional, sin saber cual era
la voluntad del Rey sobre este punto, y sin que
ni remotamente pudiese creerse autorizada para
hacerlo. Pero lo que se deseaba era poner las co-
sas en tan espantoso desorden, y adelantar de tal
manera los intereses del partido, que cuando el
Rey estuviese en libertad, se viese casi obligado
á seguir el plan de la regencia. El segundo objeto
de esta al despedir á los que fueron empleados
después del 7 de marzo de 1 8 2 0 , y á un gran nu-
mero de los anteriores, fue colocar en los puestos
que dejaban á los de su bando; es decir, hablando




DE 182O A l 8 2 5 Y DE l856. 5 1 Ï


(1 ) D igo por lo común, porque esta regla tenia escepciones,
y á fines de 1822 hemos visto ya al frente de los realistas á
algunos generales de crédito.


( 2 ) E l Rojo de Va lderas , Jaime Alonso , etc. ; este ultimo


desertó de los estandardes de l a f é , y se pasó á los anarquistas


en los últimos momentos del gobierno constitucional.


en general, á hombres incapaces de desempeñar
los destinos. Porque debo repetir, que los que con
el nombre de realistas se declararon contra el go-
bierno constitucional, eran por lo común perso-
nas de baja estraccion, sin carrera, sin principios
y sin instrucción de ninguna especie ( 1 ) . Los que
mandaban las partidas pertenecían casi todos á
las ultimas clases déla sociedad, contándose entre
ellos algunos, que habian sido bandoleros ( 2 ) . Los
que seguian á semejantes gefes eran los jornaleros
sin trabajo, Jos mozos que huian de las quintas ,
Jos que sacaban á la fuerza en los pueblos donde
dominaban, y algunos perdidos, que escapando
de las cárceles, se metian á defensores del trono
y del altar.


Estoy bien seguro de que no se me desmen-
tirá con razones; y apelo al testimonio de todos
Jos Españoles imparciales, y de cien mil Franceses,
que han visto esas partidas llamadas de la fé. Ha-
bia en ellas, como ya hé dicho, muchos hom-
bres de bien, y no faltaban algunas gentes de
educación; pero en general el cuadro que acabo
de trazar es exactisimo. Ni podia suceder otra




M2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


cosa, porque toda la juventud de algunas esperan-
zas , atraida por el oropel del sistema constitu-
cional, que se llamaba el de la razón y délas luces,
y seducida por las sociedades secretas, miraba
con el mas alto desprecio á los serviles; y las
tribunas de las tertulias patrióticas, y los perió-
dicos ofrecían no pocos alicientes á la presunción
de ciencia y de talento, al paso que la milicia
nacional voluntaria lisongeaba su espiritu mar-
cial. Aun los jóvenes mas sensatos, que aborrecían
los desordenes y que no tomaban parte en las
sociedades, ni pertenecían á ios voluntarios na-
cionales,: se avergonzaban de que los exaltados
los llamasen serviles, porque esta voz sonaba muy
mal en España, y llevaba consigo la idea de igno-
rancia, de bajeza, y de cobardía. Y como los que
habían hecho servicios positivos para la contra re-
volución eran las gentes de confianza de la regen-
cia de Madrid, fácil es conocer que clase de
nuevos empleados inundaría todos los ramos de la
administración, y cual seria el plantel del nuevo
egercito español. Ya se cogen á manos llenas los
frutos del decreto de la regencia, pues hay mu-
chas oficinas, en las cuales apenas se encuentra
quien sepa escribir; se ignoran hasta las princi-
pales formulas, se dilapidan escandalosamente los
recursos, y el nuevo egercito sin instrucción,
sin disciplina, sin vestuario, y hasta sin armas,
sin municiones y sin espiritu, ni militar, ni




D E 1 8 2 0 A. 1 8 2 5 Y D E i836. 513


politico, está demostrando la ineptitud de los que
le mandan.


Los que eran empleados antes del 7 de marzo
quedaron sujetos á purificar su conducta politica
en virtud de este decreto : ¿pero deque modo?
Los informes reservados de tres hombres decidian
en primera instancia de su suerte, y si reclama-
ban, se tomaban informes, también reservados, de
otros tres sujetos. Estos no tenian ninguna res-
ponsabilidad, porque ya la regencia previno con
todo cuidado « que los informes se sellen y ar-
ce chiven, porque no ha de hacerse de ellos niñ-
ee gun otro uso. » Miserable condición la de los
empleados, cuya suerte dependia y depende de la
intolerancia de los que componen las juntas de
purificación, ó del informe que puede dar un ene-
migo suyo, u otro que pretenda para si ó para sus
allegados sus mismos destinos !


No todo ha sido detestable en España bajo el
gobierno constitucional. La misma libertad de
imprenta, de la que se ha hecho tan escandaloso
abuso, ha servido no pocas veces para que algu-
nos empleados hayan publicado memorias inte-
resantes sobre sus respectivos ramos, y hayan
propagado conocimientos utiles. Tampoco todos
los ministros han estado, durante aquella época,
dominados del espiritu de partido, antes bien ha
habido muchos que han buscado el mérito y le
han premiado; de suerte que un gran numero de




3l4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1) H e aqui una copia de la tal proclama. « Españoles!


<t L a Regencia del Reino os habla en el exceso del mas vivo


« dolor , no ya para excitar la lealtad constante de vuestros


« corazones, que como de inflexibles Españoles, nunca pueden


« dejar de ser fieles al Dios de nuestros padres y á nuestro


empleados han obtenido ascensos por las buenas
cualidades, de que estaban adornados. Estos hom-
bres, que eran el honor del ramo á que perte-
necían, han quedado impurificados, porque ele-
gidos los informantes y los de las juntas de puri-
ficación, según el espiritu del tiempo, éntrelos
mas exaltados realistas, no era posible que tu-
viesen por adicto á la persona del Rey y al go-
bierno real á ninguno, que hubiese publicado
escritos por mas utiles que fuesen, con tal de
que en ellos se hablase de reformas, ó se elo-
giase algun decreto de las cortes, ó alguna pro-
videncia del gobierno constitucional, ni tam-
poco á aquellos, que habian obtenido ascensos.
De este modo en virtud del decreto de. la regencia
de Madrid de 2 7 de junio de 1 8 2 3 , han sido, en
general, despedidos los empleados mas utiles que
habia en todos los ramos, y han entrado á ocupar
sus puestos hombres incapaces de desempeñarlos
con utilidad del servicio publico.


De resultas de los sucesos de Sevilla de 1 1 de
junio, cuando las cortes nombraron una regen-
cia provisional, la de Madrid dirigió á los Espa-
ñoles una proclama ( 1 ) , que fue la señal de




D E 1 8 2 0 A 1 8 2 3 Y D E l836. 3 l 5


que muchos centenares de hombres, que perma-
necían en los pueblos sujetos á la regencia bajo
la salvaguardia, de que no podian ser incomodados


« idolatrado Soberano , sino para templar el cruel exceso de


« su pena y la vuestra , al presentir los males que puede


« producir la critica y dolorosa situación , en que nos han


« sumido los pérfidos enemigos de la patria.


« Buenos testigos sois de la tolerancia, dulzura y suavidad,


« con que han sido tratados los partidarios de la i r re l ig ión,


« del libertinage y de la anarquia : vosotros os habréis tal


« vez lamentado, al ver la impunidad , con que se han p r e -


« sentado en todas partes hombres criminales , y la Regencia


* misma hubiera temido escandalosas escenas, si segura de


« vuestro acendrado y sabio patriotismo, no hubiera c o n -


« fiado en que eran conocidos los motivos de su conducta


« suave y tolerante. Y a es preciso decirlo francamente : la


« l ibertad del Rey y de su augusta fami l ia . . . . H e a qui á


« lo que aspiraba la Regencia del Reino ? Pero se han r e a -


« lizado sus ardientes deseos? Se ha logrado el objeto de


« todas sus tareas ? Mas , ¿ cuando el hombre inmoral é i r r e -


« ligioso ha sido agradecido ?


« E spaño l e s ! sabedlo ; nuestro adorado soberano ha sido


« privado del trono de sus padres. Tan horrendo atentado ha


u sido cometido en venganza de la mas heroica respuesta del


« Monarca á la propuesta de su traslación á Cad iz ; res -


« puesta , cuyas palabras deberían escribirse en marmoles y


« bronces , serán el mejor ornamento de la historia de


« muchos siglos, y para siempre quedarán grabadas en los


« corazones de todos los Españoles. «Aunque , como individuo


« particular, pudiera consentir en mi traslación , ni mi con -


« ciencia, ni el interés de mis pueblos pueden permitírmelo


« como Rey. » Así habló Fe rnando , lleno de grandeza , de


« magostad y de amor á su pueblo. U n a Regencia formada


« por los furibundos demagogos fue la consecuencia de tanto


« heroísmo. Fernando , ademas , con su virtuosa esposa, con


« toda su real familia, fue violentamente trasladado á Cadiz ;




3l6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« á Cad iz , a l l í , en donde nació la secta destructora de la


« Religion y la Monarqu ia ; al l í estará ya el monarca cau -


« tivo , al l í lo estará toda su real familia, y ¿ habrá Español


« que mire este acontecimiento sin indignación y sin horror?


« Españoles ! este es el verdadero momento , en que vuestro


« gobierno se confiesa falto de espresiones , capaces de piu-


« tar delito tan horrendo. Vuestro gobierno se vé precisado


« á acudir á la elocuencia del silencio. »


con arreglo á lo que estaba prevenido, fuesen
encarcelados, con el pretesto de que habian sido
liberales, y que debian servir de rehenes para
ser sacrificados, si en Cadiz se atentaba contra la
vida del Rey; ¿ como si los que fuesen capaces
de cometer semejante crimen, se embarazasen de-
masiado en la suerte de personas, á quienes en
general no conocían , y como sino fuese para
ellos un estimulo el que pereciesen tantas victi-
mas, puesto que no ignoraban, que mientras que
se cometiesen tales atrocidades, duraba aun la re-
volución, al abrigo de la cual se proponían me-
drar! Estas prisiones fueron hechas por las auto-
ridades ó por la multitud, pero consentidas y
apoyadas por el gobierno, que dio pruebas de que
veia con gusto semejantes tropelías , porque no
solamente no hizo nada, para contenerlas, sino
que se opuso á las medidas, que habia tomado
S. A. R. el duque de Angulema para que se re-
primiesen.


El principe generalisimo, cansado sin duda de




DE 1 8 2 O A l 8 2 5 Y DE l836. 5 I 7


que, ai abrigo de sus tropas, se perpetuasen los
desordenes, y no queriendo participar de la odio-
sidad de unos escesos que se cometian á su vista ,
publicó un decreto, según el cual los coman-
dantes de las tropas francesas debían tener cono-
cimiento de las personas, que se arrestasen por
motivos políticos, y de las causas que producían
los arrestos ( 1 ) . No parecerá creíble que la regen-
cia se opusiese al cumplimiento de este decreto,
j a porque todo se lo debia al egercito francés y á
su ilustre gefe, de quien, como he dicho, ema-
naba su autoridad, y ya porque el interés del bien
publico, y el de la libertad del Rey, reclamaban


(1) Decreto tie S. A . R. el duque de Angu lema , dado en


Andújar á 8 de agosto de 1823 , mandando poner en libertad


á todos los presos por opiniones políticas.


(i JNos, Luis Antonio de Arlois , hijo de Francia , duque de


Angu lema, comandante en gefe del egercito de los Pirineos.


Conociendo que la ocupación de España por el egercito


francés de mi mando me pone en la indispensable ob l i g a -


ción de atender á la tranquil idad de este Reino , y la segu -


ridad de mis t ropas , hemos decretado y decretamos lo


siguiente.


Art. I o . Las autoridades españolas no podrán hacer ningún


arresto sin autorización del comandante de nuestras tropas, en


el distrito , en que ellas se encuentren.


Art . 2 o Los comandantes en gefe de nuestro egercito


pondrán en libertad á todos los que hayan sido presos a r b i -


trariamente y por ideas políticas, particularmente á los mi l i -


cianos, que se restituyan á sus hogares. Quedan esceptuados


aquellos, que después de haber vuelto á sus casas, hayan dado


justos motivos de queja.


Art . 3". Quedan autorizados los comandantes en gefe de




318 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


nuestro egercito, para arrestar á cualquiera que contravenga
á lo mandado en el presente decreto.


Art . 4 o . Todos los periódicos y periodistas quedan bajo
la inspección de los comandantes de nuestras tropas.


Art . 5 o . E l presente decreto será impreso y publicado en
todas partes.


LOÜIS ANTONIO .


Por su A . R. el general en gefe ,


E l mayor genera l ,


CONDE GU ILLEMINOT .


Dado en nuestro cuartel general de Andújar , á 8 de agosto
de 1823. »


imperiosamente el que se llevase la mejor armo-
nía con el duque, puesto que, sin los Franceses,
nada podia adelantarse, ó por mejor decir, todo
estaba perdido. Dictaba pues la prudencia y la
necesidad, que la regencia se apresurase á apro-
bar, por su parte, lo dispuesto por el principe,
y á prevenir á las autoridades españolas, que lo
compliesen exactamente.


Pero no solamente era politico y necesario con-
formarse con el decreto del duque de Angulema,
sino que este era justísimo, y el duque tenia fa-
cultades para espedirle. Era justo, y aun indis-
pensable , porque el desorden crecía de tal manera,
y tanto se aumentaba el numero de los persegui-
dos y la furia de los que perseguían , que la tran-
quilidad publica estaba espuesta á cada momento,
y la opinion retrocedia de tal manera, que era de
temer que á toda prisa se fuesen acumulando los ele-




D E 1 8 2 0 A 1 8 3 3 Y D E i836. 3 i g


méritos de una reacción. Las autoridades españo-
las, elegidas por la regencia entre los mismos gri-
tadores, ó sometidas enteramente á estos, no solo
no intentaban reprimir los desordenes, sino que
los veian con complacencia, porque, á imitación
de sus gefes, su ciencia de gobierno se reducía
únicamente á hacçr en sentido opuesto todo cuanto
habian hecho los anarquistas, sin duda para que
se verificase, que en pocos meses fuesen persegui-
dos los mas de los Españoles, y muchos de ellos
victimas y verdugos en un corto intervalo ( 1 ) . El
egemplo del mismo gobierno constitucional, que


(1) U n o de los primeros nombramientos hechos por la


regencia fue el de D . Francisco Agui la r y Conde para la


Intendencia de Z a m o r a , en premio de los muchos servicios,


que habia hecho á su costa à la causa de la restauración. Pero


el club de los absolutistas de aquella c iudad , á cuya frente


estaba el obispo, habia nombrado otro intendente interino,


que se veia precisado á dejar el puesto con la l legada del


propietario , y no se encontró medio mas espedito para con -


servarle en el , que asesinar al recien nombrado . E n efecto, se


armó un motin sobre si usaba zapatos blancos ribeteados de


ve rde , y esto bastó para darle diez y siete puñaladas y un


pistoletazo á quema ropa, que le atravesó el brazo, encerrán-


dole en seguida sin auxilio en un calabozo. Tuvo el infeliz,


sin embargo , medio para hacer pasar un aviso á M a d r i d


de la triste situación en que se hallaba : pero ni la regencia


ni sus ministros dieron la menor providencia en su favor, y


fue necesario que el general francés, que mandaba en V a l l a -


dolid , acudiese á ponerle en libertad. La regencia confirmo


en su nombramiento al inter ino,y el obispo. . . . el obispo fue


algun tiempo después elevado á la dignidad de Arzobispo de


Toledo ! ! ! !




?)20 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1) La constitución tenia defectos esencialisimos; pero á no
ser por los desordenes de los exaltados, se hubiera modifi-
cado sin necesidad de la intervención estrangera.


vino al suelo por los desordenes de los que se lla-
maban sus adictos, no fue suficiente para conte-
ner á los que, ciegos de venganza y de espiritu
de partido, no veian la razón, ni tenia influjo
sobre ellos la esperiencia ( i ) . Era pues preciso
que los Franceses interviniesen en el remedio de
un mal tan grave, y que tratasen con urgencia
de tranquilizar á los infinitos Españoles, que mi-
raban atónitos, que una tirania habia sucedido
á otra tirania, y que la discordia era cada dia
mayor.


El duque de Angulema tenia ademas derecho
para hacer cumplir su decreto, puesto que el ha-
bia prometido á los Españoles orden y paz; se lo
habia ofrecido á la faz de toda la Europa; y aun
en los dias mas tristes de la revolución, no habia
llegado la anarquia á mas alto punto de lo que
llegó en muchos pueblos, después de ocupados
por los Franceses y por los realistas. Ya que no
disolviese la regencia creada por el , porque los
individuos, que la componían de ninguna manera
correspondían á sus ofertas, ni á lo que exigia el
bien publico, podia al menos encargar á los gefes
de su egercito, que tomasen algunas medidas para
que fuese calmando la agitación. Por otra parte,




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 3 2 1


el egercito francés vivia en España con las pre-
cauciones que exigia su situación; y es bien sa-
bido que en tiempo de guerra, en las plazas ó
puestos ocupados por las tropas, las autoridades
civiles, y cualesquiera otras, estan sujetas á la
militar. Seria, en efecto, muy chocante que al
general francés, que mandase en un punto, no
le fuese licito impedir las ocurrencias, que pudie-
sen comprometer la seguridad de sus tropas, y
que el duque de Angulema fiase la existencia de
su egercito al cuidado de los regentes y de los de
su partido, que, en lugar de pacificar el pais,
parecía que solo trataban de ponerle en com-
bustion. Asi es que no podia oponerse ningún
obstáculo racional á la egecucion de lo dispuesto
por el principe generalísimo.


¿Pero de que sirve la razón, cuando el espiritu
de partido dirige los negocios? El duque de An-
gulema tenia facultades para mandar lo que mandó;
su decreto era conveniente y necesario; pero po-
dia resultar de el que alguna venganza quedase
por satisfacer, y que no se diese á los nuevos exal-
tados todo el ensanche, que necesitaban para apo-
derarse de la nación. El decreto podia ser pre-
cursor del orden; establecido el cual, cada uno
tomaria su puesto, y no todos los que manda-
ban , no todos los gritadores, aparecerian celosos
defensores del trono; antes bien se veria que
enere ellos habia muchos, que adularon al gobierno


2 1




BE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


de las cortes, y que casi todos habian permane-
cido pasivos espectadores de los sucesos, y sino
tomaron parte en la revolución, fue porque ó los
desecharon ó no los buscaron por su ineptitud ó
por su mala conducta. Desaparecerla entonces
todo el poder de la regencia y de los suyos, y
quizá se atendería al mérito, y se adoptarían prin-
cipios de moderación. Era preciso alejar para
siempre de España semejante época, ó por lo me-
nos retardarla mucho tiempo, para que los rea-
listas exaltados fuesen esclusivos en la dirección
del reino, y no quedase en el, si posible fuese,
hombre ninguno que hubiese dado iudicios de
desear alguna reforma, á no ser que alistándose
de nuevo entre los absolutistas, diese las mayores
pruebas de que se hallaba pronto á sacrificarles
sus antiguos compañeros. Era también necesario
que el Rey, cuando saliese de Cadiz, no oyese por
todas partes mas que á los del partido de la re-
gencia , y que rodeado constantemente por ellos,
creyese que sus alaridos eran las voces de toda la
nación. Esta fue la base de toda la politica de
aquel gobierno, y dt aqui dimanó el furor con
que recibieron sus partidarios el decreto del du-
que de Angulema, y la imprudente y desatinada
colera, que manifestaron en sus palabras y en sus
escritos.


La division realista, que, en union con las tro-
pas francesas, bloqueaba á Pamplona, hizo con




DE 1 8 2 O A l 8 2 5 Y DE l83G. 3 2 3


este motivo una representación á Ja regencia,
estendida en los términos mas furiosos, y ame-
nazando sin rebozo á los Franceses. Desde la corte,
y por agentes de la regencia, se mandaban hacer
estas representaciones, á las cuales se suscribía
maquinalmente. Sin duda la division navarra se-
ria celosisima de la autoridad de la regencia de
Madrid, cuando, pocos dias antes, casi todos los
cuerpos, que la componían, se habian negado á
obedecer las ordenes del general España, que la
misma regencia haJjia puesto á su frente, y mani-
festaron que no querían tener mas general, que el
conocido con el nombre de Juanito, que fue uno
de los primeros que se declararon, por aquella
parte, contra el gobierno constitucional. De
suerte que buscaron para reclamar la autoridad
de la regencia á los mismos que acababan de des-
obedecer sus ordenes, negándose á reconocer el
general, que habia destinado para que los man-
dase. No bastaba representar, ó por mejor decir,
era inútil hacerlo. Lo que se deseaba era que la
representación corriese, y que produsese el efecto
de hacer odioso el egercito francés y su gefe. Para
conseguirlo, se imprimió en Madrid; pero parece
que el mariscal duque de Reggio lo supo bastante
á tiempo para recoger los egemplares, y denun-
ciar el escrito. La regencia mandó que se formase
causa sobre esto, y la representación se pasó á la
sala de alçades de casa y corte; pero aquella cor-




324 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


poracion, en lugar de procedar á la formación
de causa, contestó con una apologia de la repre-
sentación , adoptando los sentimientos de la divi-
sion navarra. Tal era la conducta de los tribunales,
que se hallaban bajo la influencia de la regencia
de Madrid.


No se contentaron los absolutistas con dar es-
tos imprudentes pasos, sino que se espresaban en
sus conversaciones y en sus escritos con el mayor
calor, y hasta trataban de hacer la guerra á los
Franceses, recordando las glorias del año de 1 8 0 8
y siguientes. Era preciso que sucediese esta par-
ticularidad, para que el partido, que dominaba en
Madrid, se pareciese en un todo al partido que
dominaba en las cortes; y que, asi como este no
reparó en desafiar á la Europa entera, cuando Es-
paña le aborrecía, aquel tratase de romper con
los Franceses, cuando sus fuerzas eran insigni-
ficantes, cuando no tenia fondos ningunos de que
disponer, y cuando, el dia que los aliados se re-
tirasen de la peninsula, era indispensable que los
exaltados realistas se marchasen con ellos. Esta
conformidad dimanaba de que uno y otro partido
querían que se desplomase el estado, antes que
dejar ellos de dirigirle; y lo mismo se les daba á
los absolutistas, por la libertad del Rey, que á los
anarquistas, por la observancia de la constitución.
La transacción con las grandes potencias destruía
la facción á que pertenecían los siete ministros




D E 1820 A 1 8 23 Y D E l856. 3 2 5


patriotas, asi como los principios de moderación
y de orden debian acabar necesariamente con los
llamados realistas, en cuyo sentido obraba la
regencia.


A pesar de tantas contradicciones, y aunque
el duque de Angulema modificó su decreto, no
dejó de producir buenos resultados, porque los
Franceses pusieron á muchos en libertad; y como
la masa de los pueblos detestaba las persecuciones,
este solo paso bastó para contener algun tanto á
los alborotadores, y para que no se volviese á
hablar de rehenes por la vida del Rey. La misma
regencia , no pudiendo negar los desordenes de
que se quejaba el duque de Angulema, y que-
riendo dar á entender que se interesaba en reme-
diarlos, hizo publicar, con fecha i3 de agosto,
un decreto dado por el Rey en i ° . de junio de i8i/j,
en el cual se mandaba que no fuesen molestados
aquellos sujetos, de quienes no se supusiese que
podian comprometer la tranquilidad publica, y
en el se estampaba esta hermosa maxima, que ni
se observó entonces, ni se ha observado después :
« Espera S. M. que la moderación y justicia de su
« gobierno enmendará, mas bien que el terror,
« los escesos de imaginación. »


Pero como si la regencia se propusiese anular
los efectos favorables, que podia producir este de-
creto, le encabezó del modo siguiente. « El ere-
(Í cido numero de prisiones, que los pueblos en el




3 2 6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


M esceso de su celo, y arrebatados de amor, y
ÍÍ lealtad ( i ) á la sagrada persona del Rey nuestro
« señor, ejecutan de varios sujetos; so pretesto de
(( su adhesion al sistema constitucional, etc. n De
suerte que no podia emplear espresiones mas
enérgicas para disculpar los escesos, y en lugar de
pintarlos como el resultado de las pasiones, y de
castigar á los que los cometían, los atribuyaá celo
y amor al Rey; y como nada se ha recomendado
tanto como este amor, serán tanto mas bene-
méritos los realistas, cuantos mas desordenes
cometan, por que esta, según la regencia, será


(1 ) E l error de las cortes y el de la Regencia de admitir


por disculpa de los mayores crimenes eso que se l lama celo y
adhesion á su causa , está reproduciéndose en el dia con
igual ó mayor ceguedad, que entonces. Ciertamente no es


fácil encontrar ejemplos de mayores atrocidades cometidas en


pueblo a l guno , que las que se han perpetrado en España


desde que se publicó el estatuto rea l , sino cu los delirios


de la revolución francesa en 1793 , y sin embargo , los d i fe -


rentes ministerios, que se han sucedido, muchos diputatlos


á cortes, la prensa oficial y oficiosa y aun muchos magis -


trados han encontrado espresiones para atenuar su horror en


el exceso de celo de los delincuentes. Semejante modo de
disculpar no es un error, sino una verdadera aprobación de


semejantes actos, una prueba de cobardía.y de servilidad


vergonzosa a l a fuerza bruta l , una complicidad indigna con


los asesinos, y una prueba patente de que la causa, que de tal


manera se defiende, es viciosa y contraria á la conciencia pu-


blica. T e m a n , los que asi se han expl icado, el dia de una


reacción, porque á las injurias, de que pueden ser vid ¡mas, se


seguirá el desconsuelo de que , lejos de ser vengados, encon


traían otros, (pie aplaudan también el celo desús asesinos.




DE l82() A 18 25 Y DE 1836. 3 2 7


una prueba de que el amor es en ellos mas vehe-
mente.


He dicho que la anarquia reinaba en los pueblos
sujetos á la regencia de Madrid, y ella misma lo
prueba en este decreto, porque de el resulta que
no eran las autoridades las que prendían, sino los
pueblos y donde esto sucede, rige de hecho la
soberancia popular, y por consiguiente se vive en
el desorden y en la anarquía.


El general Ballesteros celebró con el conde
Molitor el convenio, de que ya he hablado y que
aprobó el principe generalísimo. Todos los que
deseaban sinceramente la libertad del Rey aplau-
dieron este suceso, pues aunque el segundo eger-
cito español no se hallaba en el caso de dar golpes
decisivos, sin embargo habia manifestado en la
acción del 2 8 de julio que aun tenia vigor; y el
carácter guerrero de su gefe, unido al conoci-
miento, que tenia de un pais, en el que habia hecho
con gloria parte de la guerra de la independencia,
podia prolongar la lucha con notable perjuicio de
los pueblos, y comprometiendo quizá la libertad
del Rey. Todos sabian que el buen éxito de las
operaciones del egercito francés pendía esencial-
mente de la brevedad, y que prolongada algun
tanto la lucha, no seria difícil que una potencia
poderosa tomase parte en ella de un modo sufi-
ciente para que el termino fuese largo y el re-
sultado dudoso. Bajo este aspecto el convenio ce-




3 2 8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


lebrado por el general Ballesteros era útilísimo,
asi como también por la gran influencia que este
suceso debia tener y tuvo en Cadiz y en los demás
puntos, en donde aun se obedecía á las cortes.
Sola la regencia afectaba ignorar estas particula-
ridades , y aun cuando no hubiese estado ente-
rada de la incertidumbre de la Inglaterra con
respecto á los asuntos de España, aunque no hu-
biese tenido presente, que el embajador de aquella
potencia residía en Cadiz, al lado de las cortes,
bastaba que los Franceses tuviesen per conve-
niente tratar con los gefes de los egercitos espa-
ñoles, paraque el gobierno de Madrid se apre-
surase á ratificar estos tratados, que sin duda
conducían al termino feliz de la guerra.


Pero estaban muy distantes de pensar asi los
señores de la regencia, que nunca se dieron por
entendidos del convenio del general Ballesteros,
contra el cual permitían que sus escritores se en-
sangrentasen todos los dias del modo mas soez,
buscando todos los medios de aburrir á aquel ge-
neral y á sus tropas, para que tomasen un partido
estremo. Lease el periódico llamado, el Restau-
rador, y en el se podrán ver las imposturas y las
iniquidades, que con consentimiento de los que
mandaban, y aun añadiré con su aplauso, se di-
jeron del gefe y de las tropas del segundo eger-
cito español, después que habia celebrado el
convenio con el duque de Angulema, Se espar-




DE 1S2O A l 8 2 3 Y DE l836. 3 2 9


rieron emisarios por todos los cantones de aquel-
las tropas, sobornando á los soldados para que
desertasen, y seduciéndolos para acabar de des-
truir la disciplina. En fin, todo demostraba pal-
pablemente que lo que se queria era precipitar al
general Ballesteros, y obligarle á que empezase
de nuevo las hostilidades, porque ni le importaba
al partido dominante el que los pueblos fuesen
victimas de la guerra, ni el que los Españoles y
los Franceses derramasen sangre inútilmente, ni
el que se prolongase y aun se hiciese incierta la
libertad del Bey. Lo que se queria era que no
hubiese ninguna especie de transacción, y que ni
remotamente pudiesen esperar el ser tratados con
decoro aquellos, que no habian pertenecido á los
clubs del servilismo, ó que no se habian identi-


ficado con los nuevos alborotadores.
Hemos visto al conde de Cartagena unido á los


Franceses, y haciendo en Galicia esfuerzos estra-
ordinarfos para restablecer la paz y contribuir á
libertad del Rey. Habia reconocido la regencia
de Madrid y los Franceses le habian obligado,
digámoslo asi, á que continuase al frente de las
tropas y de la provincia. Los servicios, que estaba
haciendo este general, eran de hecho, no podian
ocultarse, y se leian en los boletines franceses.
S. A . R. el duque de Angulema y todos los gene-
rales de su egercito, que estaban en relación con
el conde de Cartagena, tenian en el una absoluta




53o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


confianza, que llegaba hasta el punto de poner á
sus inmediatas ordenes una brigada francesa. Sin
embargo la regencia, lejos de aprobar lo hecho
por el conde de Cartagena, guardó constante-
mente un profundo silencio sobre ello. Por otra
parte, como aquel general habia tenido la for-
tuna de hacerse obedecer en Galicia, y de que
la gran majoria de los pueblos correspondiese á
sus deseos, ni habia alli prisiones arbitrarias, ni
persecuciones, ni motines, ni ninguno de los
síntomas, que en otras provincias traía consigo
lo que se llamaba restauración. Ni aun permitía el
conde que los nuevos exaltados tuviesen el recreo
de salir por las calles á insultar con canciones y
con apodos á los vecinos, que estaban bajo la
salvaguardia de las leyes : en fin, en Galicia no
se hecho nada de cuanto tenia por esencial el
partido de la regencia para dejar bien puestos sus
intereses. Con el objeto, pues, de suplir estas omi-
siones del conde de Cartagena, envió la regencia
á Galicia dos comisionados regios para reanimar
el espíritu publico, y para que manifestasen á los
pueblos, que el general no estaba de acuerdo con
la regencia, y que hallarían en ella un apoyo
contra sus providencias.


No satisfecha la regencia con esta medida, to-
mó á principios de agosto el partido de exonerar
al conde de Cartagena de la capitanía general de
Galicia, nombrando para relevarle al general




D E 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y D E l836. 3 3 1


España. Para colmo de desacierto se envió el
nombramiento de capitán general á favor de Es-
paña al conde de Cartagena, sin hacerle nin-
guna prevención, y con el objeto, sin duda, de
que se aburriese y lo abandonase todo, pues no
tenia á quien entregar el mando, hallándose el ge-
neral España al frente de Pamplona, y no desig-
nándose el sujeto, en quien debia recaer durante
su ausencia. Nada detuvo á la regencia; ni la
arredraron las ventajas, que el conde de Cartagena
acababa de conseguir sobre los constitucionales,
ni eí ceío y decision que habia manifestado en
el servicio del Rey, ni el hallarse aun ocupada por
los disidentes la plaza de la Coruña, ni el pensar,
en fin, que no era imposible, que con novedad de
tanto bulto y tan inesperada, tomasen las cosas
de Galicia diferente aspecto. El caso era seguir á
todo trance la marcha, que se habia emprendido,
y no permitir que tuviese la mas minima influen-
cia en los negocios ninguno, que no perteneciese
á su bando, aunque en ello se comprometiese hasta
la libertad del Rey. Pero los Franceses, que cono-
cían los muchos servicios, que estaba Tiaciendo eí
conde de Cartagena, se opusieron enérgicamente
á que se le quitase el mando, y la regencia tuvo
que revocar su anterior providencia.


De este modo precipitaba á la nación en un
abismo de males un gobierno, que lejos de-cor-
responder á las esperanzas del que le habia esta-




352 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


blecido, y á los deseos de los hombres sensato»,
empeñaba á los españoles en nuevos disturbios,
retardaba el termino de la guerra y manifestaba
deseos de que se prolongase, puesto que no per-
donaba medio de aburrir á los generales y tropas
que estaban neutrales, ó trabajaban á una con los
Franceses, con el objeto, sin duda, de precipitar-
los, y de que no dejasen las armas de la mano
los defensores de las cortes, porque ¿ quien habia
de querer tratar con un gobierno, que se portaba
tan impolíticamente con los que defendían la
causa del Key? Y sin embargo los absolutistas
pretendían y lograron persuadir al monarca, que
todo se lo debia á ellos, cuando es notorio que
los decretos de la regencia llenaron de furor á
los anarquistas de Cadiz, y que los desordenes,
que consentia y fomentaba, les daban grandes es-
peranzas; al paso que los convenios del conde de
Cartagena y del general Ballesteros, no solamente
hicieron que se les cayesen las armas de las manos,
sino que obligaron definitivamente á la Ingla-
terra á no tomar parte alguna en los negocios de
España. Esta es la mejor demostración, que puede
hacerse de los servicios que prestaron los espre-
sados generales, cada uno en su linea, para la
libertad del Rey, y de los obstáculos que opuso
la regencia para conseguir el mismo objeto. Los
hechos no pueden tergiversarse, porque estan
muy recientes, y las consecuencias son infalibles,




D E 1 8 2 0 A 1 8 2 3 Y D E í836. 3 3 3


Abolidos por la junta provisional y por la regen-
cia de Madrid todos los decretos de las cortes, y
todas las ordenes del gobierno constitucional, la
imprenta quedó sujeta á la censura, como lo estaba
antes del 7 de marzo de 1 8 2 0 , y en la capital se
publicaba la Gaceta y un periódico diario con el
titulo de Restaurador. Como el gobierno por
medio de sus agentes censuraba estos papeles
antes de que saliesen á luz, es indudable que sus
máximas y su doctrina estaban enteramente de
acuerdo con Jas opiniones é ideas de la regencia,
por que de otra manera no consentiria que se
publicasen. Uno y otro periódico soplaban sin
cesar la discordia, y declamaban abiertamente
contra todo lo que pudiese tener roce con la
moderación, como que eran el órgano de un
partido exaltado, y estaban encargados de man-
tener los ánimos en continua alarma. La Gaceta
era algo mas circunspecta, pero el Restaurador
no guardaba consideraciones ni se disfrazaba en lo
mas minimo, y el fraile, que le publicaba, no per-
donaba medio de recomendar los desordenes, las
persecuciones, y el estermino de todos los que
no eran exaltados serviles ( 1 ) . Este incendiario


(1 ) E l que dirigía y redactaba este infame periódico era el
padre Fr. Manuel Martinez, mercenario calzado, que después
ha muerto siendo obispo de Ma laga . Por estos y otros m é -
ritos , que se han premiado succesivamente en los diferentes
partidos que han dominado en España , se encuentran m u -




554 D E L 4 S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


chas de sus diócesis presididas por obispos, que son la igno-
minia de la cristiandad y el desconsuelo de la verdadera
religion.


papel estaba encargado de desacreditar al conde
de Cartagena, de insultar al general Ballesteros
y á sus tropas, y de esparcir sobre ellos mil ca-
lumnias, de declamar contra toda especie de
transacción, y en una palabra , era en sus ideas
uní) copia exacta del Espectador, que en tiempo
de la constitución redactaban Jos exaltados, y en
su lenguage se parecía enteramente al Zurriago,
periódico, con que abusaba de la libertad de im-
prenta la hez y la escoria de los demagogos. Ni
podian diferenciarse unas de otras estas produc-
ciones del espiritu de partido y del furor de Jas
pasiones.


Tal era la doctrina de paz, de concordia, y de
moderación, que predicaba diariamente un fraile,
que merecia la confianza de los regentes, y que
estaba encargado de propagar las máximas de su
partido. El trono quiza podrá sostenerse mo-
mentáneamente con la espada, aunque es impo-
sible que subsista sin la prudencia y sin la jus-
ticia : pero el altar solo se sostiene con la mode-
ración y con las virtudes. Ese deseo de venganza,
que agita á los atletas de la intolerancia, ese
furor de que estan poseídos y con el que pre-
tenden defender su causa, solo sirve para acabar




D E 1 8 2 0 A 1 8 2 5 Y D E l856. 5 5 5


de perderla, y para que confundidos los buenos
con los malos, esperimenten unos y otros los
efectos de la execración, que solo merecen el
Restaurador y sus compañeros.


Al mismo tiempo que se protegían estos libe-
los, se ponían mil trabas á la publicación de
algun otro papel en el que se hacian conocer
los principios conservadores de toda sociedad,
condenando la anarquia ó la soberanía popular,
que es lo mismo, bajo cualquiera aspecto que
apareciese. La censura suprimia la mejor parte
de estos escritos, y el Restaurador se desencade-
naba contra ellos, sino con razones, á lo menos
con injurias y con desvergüenzas, y mientras
que el fraile, que le escribía, estaba lleno de con-
sideraciones, alguno de los escritores, que nunca
habian dejado de publicar los mas sanos prin-
cipios de política, contra quien se levantó un
torbellino de persecuciones, que mil veces fue
amenazado por los anarquistas, y que sufrió mu-
chos perjuicios y aun largos arrestos por defender
la autoridad real, y por poner de manifiesto las
funestas consecuencias de los desordenes y de la
exaltación, no solamente tuvo que arrojar la
pluma de la mano, sino que se ausentó de un
pais, donde los estremos se suceden sin inter-
misión.


Si hay quien crea que he cargado demasiado el
colorido del cuadro de la regencia de Madrid, le




336 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


contestaré únicamente, que me he propuesto decir
la verdad, y denunciar las principales faltas, es-
cesos y desordenes, que cometieron los gobiernos,
que hubo en España durante la revolución. Ojalá
que yo tuviese bastante elocuencia para inspirar
odio á todos los estrenaos, y para rectificar la
opinion sobre unos hechos, que distan mucho de
ser bien conocidos! No hallo ni un solo motivo
para tratar con mas consideración al gobierno de
la regencia, que al de las cortes. La única diferen-
cia que hay entre uno y otro es que eí partido de
la regencia se halla triunfante, al paso que el de
las cortes, fugitivo y expatriado, debe ser acree-
dor á los miramientos que inspira la desgracia.
Uno y otro han hecho á España males incalcu-
lables , y la historia no podrá menos de echarles
en cara el furor con que procedieron, y la abso-
luta preferencia que dieron á sus intereses sobre
el bien de la nación.




D E 1 8 2 0 Í 1 8 2 5 Y D E l830.


L I B E R T A D D E L R E Y .


La llegada del duque de Angulema al frente de
Cadiz aceleró los preparativos del ataque, y desde
luego se empezaron los trabajos contra el Troca-
dero. La noche del 3o al 3 1 de agosto, los Fran-
ceses asaltaron aquella posición, sorprendieron á
los que la defendían , y se apoderaron de ella con
muy poca perdida. La guarnición del Trocadero
constaba de mil ochocientos hombres, de los
cuales solo volvieron á Cadiz unos ochocientos,
desalentados y sin armas; los demás fueron muer-
tos ó prisioneros. La perdida del Trocadero des-
animó aun á los mas fogosos partidarios de las
cortes, y algunos dias después, los ministros se
atrevieron á* enviar al general Álava á verse con
S. A . R. el duque de Angulema. El principe exi-
gió, por primera y única condición, que el Rey
saliese de Cadiz, y lo arreglase todo, como tuviese
por conveniente.


Las circunstancias no eran ya las mismas que
antes de que los Franceses invadiesen la penin-
sula , y pisasen las Andalucías. Si en los meses de
enero, febrero ó marzo de 1 8 2 3 , el gobierno es-
pañol hubiese prometido hacer, y las cortes hu-
biesen hecho en efecto, algunas modificaciones




538 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


en la constitución, los Franceses hubieran desis-
tido de sus preparativos hostiles. Si aun en el mes
de majo , las cortes se hubieran ocupado en mo-
dificar la constitución, j el gobierno se hubiera
dirigido al duque de Angulema, pidiendo una
suspension de hostilidades, y al mismo tiempo
manifestando su buena fe á los soberanos alia-
dos , é interesando en su favor á la Inglaterra, los
Franceses habrian evacuado la peninsula; y si se
hubieran obstinado en hacer la guerra, no lo hu-
bieran verificado con tan prósperos sucesos. Les
hubiera faltado entonces el ausilio de Jos Espa-
ñoles moderados, que se unieron á ellos, porque
desesperaron de todo acomodamiento después de
los escándalos del 1 1 de junio; hubieran sobrado
militares distinguidos, que condujesen las tropas
á los campos de batalla, j jamas se hubieran veri-
ficado ni la transacción del conde de Cartagena,
ni el convenio del general Ballesteros.


Pero tratar de acomodamiento, cuando reduci-
das las cortes á las estrechos limites de la Isla ea-
ditana no contaban ni con hombres, ni con di-
nero, ni aun con armas; cuando los egercitos
españoles se unian á los Franceses, j cuando, en
Inglaterra, se habian perdido de tal modo las es-
peranzas de que pudiese irse sosteniendo la causa
de las cortes, que no habia sido posible encontrar
en aquel reino quien prestase dinero al gobierno
constitucional, bajo ningunas condiciones; que-




D E 1 8 2 0 A . 1 8 2 5 Y D E i836. 33g


rer negociar en medio de tales apuros, era lo
mismo que ponerse á discreción del vencedor.


La repuesta del duque de Angulema no fue sa-
tisfactoria para los de Cadiz, y las cortes decre-
taron que jamas se hablase de capitulación.


El 1 6 de setiembre, bombardearon los Fran-
ceses á Cadiz, por espacio de dos horas, logrando
introducir en la ciudad porción considerable de
balas y de bombas, que hicieron bastante estrago
en los edificios. Una bombarda fue echada á pique
por el fuego de los baterias de Cadiz, y este pe-
queño incidente produjo en aquella ciudad un
jubilo estraordinario, sin duda porque era la pri-
mera ventaja, que la guarnición conseguia sobre
los Franceses.


Pero el entusiasmo fue de corta duración, por-
que , el dia 2 0 de setiembre, la escuadra francesa,
protegida por las baterias de tierra, atacó el cas-
tillo de Santi Petri, que se rindió después de cua-
tro horas de fuego, no sin nota de cobardía en el
que le mandaba, porque el fuego de los Fran-
ceses no era certero, como que se hacia á una
gran distancia, y ni la guarnición habia sufrido
perdida considerable, ni estaban deterioradas las
fortificaciones. Este golpe fue fatal para las cor-
tes , porque no solamente aseguraba á los Fran-
ceses la posesión de un punto fortificado dentro
de la misma Isla gaditana, sino que á estos les era
ya también muy fácil impedir las comunicaciones




3/fO DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


por mar. La situación de los constitucionales era
muy critica. Después de la toma del Trocadero,
habia batallones que no podian hacer el servicio
en la linea, porque se desertaban los puestos con
los oficiales. Protestadas las letras, que se giraron
contra el fondo de indemnizaciones, de que ya
he hablado, no habia crédito ni recurso alguno;
y aunque las cortes impusieron á Cadiz la contri-
bución de diez millones de reales mensuales, era
imposible hacer efectiva esta cantidad. El go-
bierno envió de nuevo al general Álava al cuartel
general del duque de Angulema; pero la respuesta,
que se dio á sus proposiciones, fue la misma que
la primera vez.


Las cosas se hallaban en este estado, cuando,
el 2 7 de setiembre, el batallón de San Marcial,
que era el mas fuerte de los que habia en Cadiz y
en la Isla, hallándose destacado en la costa y ba-
teria de Urrutia, prorumpió en voces contra la
constitución, y llamó á los Franceses. No qui-
sieron estos pasar, ó porque no tenian ordenes
para el lo, ó porque recelaron en los constitu-
cionales alguna intención doble. El general, que
mandaba en la Isla, tuvo tiempo de acudir con
otras tropas, y de hacer que el batallón de San
Marcial se contuviese. Parece|que ningún oficial
tomó parte en este movimiento, y-.como no tenia
cabeza, los mismos oficiales del cuerpo retrajeron
á algunas compañías de su primer intento antes




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE l836. 3 4 1


de que llegase el general. Ocho granaderos, acu-
sados de haber sido los autores de la sedición,
fueron pasados por las armas el dia siguiente.


Este acontecimiento causó mucho terror, y las
gentes de las nuevas poblaciones huian á Cadiz,
recelando que las tropas, que publicamente ma-
nifestaban en la Isla su mal espiritu, entregasen
los puestos, y que los Franceses entrasen de mano
armada.


El general, que mandaba en la Isla, manifestó af
gobierno que, no pudiendo defender aquel punto
por la posición que ya ocupaba el enemigo, y
por el poco numero y mal espiritu de la tropa
que estaba á sus ordenes, pensaba abandonarle,
y replegarse sobre la cortadura. Decia también
que, á pesar del castigo impuesto á los ocho sol-
dados de San Marcial, no habia que contar para
nada con la tropa, ni mucho que esperar de los
oficiales. El gobierno hizo reunir una junta de
generales, que, examinando el parte del que man-
daba en la Isla, convinieron en que la situación
era sumamente critica. Reunidas las cortes el dia
siguiente, 2 9 de setiembre, se enteraron del es-
tado de los negocios, y resolvieron, no sin alguna
contradicción, que el Rey podia salir á ver al
duque de Angulema. S. M. determinó trasla-
darse al Puerto de Santa Maria el dia i ° . de
octubre, y el 5o de setiembre, publicó el decreto
óguiente :




3 4 2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(( Españoles! siendo el primer cuidado de un
« rey el procurar la felicidad de sus subditos, é
i< incompatible esta con la incertidumbre sobre
( f la suerte futura de la nación y de sus indivi-
({ duos, me apresuro á calmar los recelos é in-
« quietud, que pudiera producir el temor de que
K se entronice el despotismo, ó de que domine el
« encono de un partido. Unido con la nación , he
u corrido con ella hasta el ultimo trance de la
(( guerra; pero la imperiosa ley de la necesidad
« obliga á ponerle un termino. En el apuro de
(( estas circunstancias, solo mi poderosa voz puede
« ahuyentar del reino las venganzas y las persecu-
te ciones, solo un gobierno sabio y justo puede
(( reunir todas las voluntades, y solo mi presen-
tí cia en el campo enemigo puede disipar los hor-
tí reres, que amenazan á esta Isla gaditana, á sus
tt leales y beneméritos habitantes, y á tantos insig
(enes Españoles refugiados en ella. Decidido,
(t pues, á hacer cesar los desastres de la guerra, he
a resuelto salir de aqui el dia de mañana; pero
tt antes de verificarlo, quiero publicar los senti-
tí mientos de mi corazón, haciendo la manifesta-
<( cion siguiente :


K i ° . Declaro de mi libre y espontanea volun-
te tad, y prometo bajo la fé y seguridad de mi
tí real palabra , que si la necesidad exigiese la álte-
te ración de las actuales instituciones políticas de
tt la monarquia, adoptare un gobierno, que haga




DE 1 8 2 0 A l 8 2 5 Y DE l836. 345


(( la felicidad completa de la nación, afianzando la
« seguridad personal, la propiedad y la libertad
<( civil de los Españoles.


« 2°. De la misma manera, prometo libre y
« espontáneamente , y he resuelto llevar y hacer
« llevar á efecto un olvido general, completo y
« absoluto, de todo lo pasado, sin escepcion al-
ie guna, para que de este modo se establezcan entre
« todos los Españoles la tranquilidad, la con-
t í fianza y la union, tan necesarias para el bien
« común, y que tanto anhela mi paternal corazón.


« 3 o . En la misma forma, prometo que cuales-
(( quiera que sean las variaciones que se hagan,
« serán siempre reconocidas, como reconozco,
« las deudas y obligaciones contraidas por la na-
<( cion, y por mi gobierno, bajo el actual sis-
« tema.


« 4 o . También prometo y aseguro que todos
« los generales, gefes, oficiales, sargentos y ca-
ic bos del egercito y armada, que hasta ahora se
« han mantenido en el actual sistema de gobierno
(( en cualquiera punto de la peninsula, consérva-
le rán sus grados, empleos, sueldos y honores.
« Del mismo modo, conservarán los suyos los
c< demás empleados militares, y los civiles y ecle-
« siasticos, que han seguido al gobierno y á las
« cortes, ó que dependen del sistema actual; y
(f los que, por razón de las reformas que se ha-
ir gan, no pudieren conservar sus destinos, dis-




344 Ü E L A S R E V O L U C I O N E S D E E S P A Ñ A


(( frutarán á lo menos la mitad del sueldo, que en
« la actualidad tuvieren.


« 5 o . Declaro y aseguro igualmente, que asi los
« milicianos voluntarios de Madrid, de Sevilla y
« d e otros puntos, que se hallan en esta Isla,
« como cualesquiera otros Españoles refugiados
« en su recinto, que" no tengan obligación de per-
(( manecer por razón de su destino, podrán desde
ce luego regresar libremente á sus casas, ó trasla-
(( darse al punto que mas les acomode en el reino,
« con entera seguridad de no ser molestados en
« tiempo alguno por'-su conducta politica ni
(( opiniones anteriores, y los milicianos, que los
« necesitaren, obtendrán en el transito los mismos
(( ausilios, que los individuos del egercito perma-
« nente. Los Españoles de la clase espresada, y
«• los estrangeros, que quieran salir del reino, po-
te drán hacerlo con igual libertad, y obtendrán
((los pasaportes correspondientes para el pais ,
'.( que les acomode.


<( Cadiz, 3o de setiembre de 1 8 2 3 .


« F E R N A N D O . »


Salió el Rey de Cadiz el i ° . tte octubre, y en
el Puerto de Santa Maria, le esperaban el duque
de Angulema, y el presidente de la regencia de
Madrid, con el ministro de estado, que se habían
apresurado á salir de la capital, luego que lo veri-
ficó el principe generalísimo, para rodear ni Rey




DE l82Ü A l 8 2 3 Y DE 1856.


en el momento, en que recobrase su libertad.
También el general Ballesteros habia concurrido
á felicitar á S. M. Esparcida rápidamente en la
peninsula la noticia de la libertad del Rey, la ale-
gria y la inquietud se vieron pintadas en el sem-
blante de todos. Era general el jubilo por un
suceso, que terminaba la guerra, y al mismo
tiempo cada uno recelaba que el monarca toma-
ria un rumbo opuesto á ses ideas (5 á sus intereses.
Temian los verdaderos amigos de la monarquia ,
y los que querian cerrar para siempre la puerta á
Jas revoluciones, que el partido de la regencia 6
de la exaltación rodease á S. M . , y le hiciese una
pintura poco fiel del estado de la nación, al paso
que los absolutistas recelaban que los'acentos de
la razón llegasen á oidos del Rey, y que sus inte-
reses y sus pasiones fuesen desatendidas; pero la
incertidumbre fue de corta duración, porque
bien pronto se circuló el decreto siguiente :


« Bien públicos y notorios fueron á todos mis
« vasallos los escandalosos sucesos que precedie-
« ron, acompañaron y siguieron, al estableci-
« miento de la democrática constitución de Cadiz,
« en el mes de marzo de 1 8 2 0 ; la mas criminal
« traición, la mas vergonzosa cobardía, el desa-
te cato mas horrendo á mi real persona, y la vio-
fe lencia mas inevitable, fueron los elementos em
« picados para variar esencialmente el gobierno
< paternal de mis reinos, en un código demoera-




5/j.6 DE LAS «EVOLUCIONES DE ESPAÑA


ce tico, origen fecundo de desastres y de desgra-
K cias. Mis vasallos, acostumbrados á vivir bajo
ce leyes sabias , moderadas, y adaptadas á sus usos
ce y costumbres, y que por tantos siglos habian
ce hecho felices á sus antepasados, dieron bien
<c pronto pruebas publicas y universales del des-
ce precio, desafecto y desaprobación, del nuevo re-
tí «imen constitucional. Todas las clases del estado
ce se resintieron á la par de unas instituciones, en
ce que preveían señalada su miseria y desventura.


ce Gobernados tiránicamente en virtud y á nom-
« b r e de la constitución, y espiados traidora-
amenté hasta en sus mismos aposentos, ni les
ce era posible reclamar el orden, ni la justicia, ni
ce podian tampoco conformarse con leyes estable-
ce cidas por la cobardía y la traición, sostenidas
ce por la violencia, y productoras del desorden
ce mas espantoso, de la anarquia mas desoladora
ce y de la indigencia universal.


ce El voto general clamó por todas partes con-
ec tra la tiránica constitución; clamó por la cesa-
ce cion. de un código nulo en su origen , ilegal en
ce su formación, injusto en su contenido; clamó
ce finalmente por el sostenimiento de la santa re-
ce ligion de sus mayores, por la restitución de s*us
ce leyes fundamentales, y por la conservación de
<e mis legitimos derechos, que heredé de mis ante-
ce pasados, que, con la prevenida solenidad, ha-
ce bian jurado mis vasallos.




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE l836. 347


« No fue estéril el grito general de la nación.
(( Por todas las provincias se formaron cuerpos
« armados, que lidiaron contra los soldados de la
<e constitución. Vencedores unas veces, y venci-
« dos otras", siempre permanecieron constantes
« en la causa de la religion y de la monarquia.
« El entusiasmo, en defensa de tan sagrados ob-
M jetos, nunca decayó en los reveses de la guerra;
« y prefiriendo mis vasallos la muerte á la perdida
« de tan importantes bienes, hicieron presente á
(Í la Europa, con su fidelidad y su constancia,
u que si la España habia dado el ser y abrigado
te en su seno á algunos desnaturalizados hijos de
«• la rebelión universal, la nación entera era reli-
« giosa, monárquica y amante de su legitimo
(( soberano.


ce La Europa entera conociendo profúnda-
te mente mi cautiverio y el de toda mi real fami-
« lia, la misera situación de mis vasallos fieles y
« leales, y las máximas perniciosas que profusa-
(( mente esparcían á toda costa los agentes espa-
« ñoles por todas partes, determinaron poner fin
ce á un estado de cosas que era el escándalo uni-
te versal, que caminaba á trastornar todos los tro-
te nos y todas las instituciones antiguas, cambian-*
te dolas en la irreligión y en la inmoralidad.


ee Encargada la Francia de tan santa empresa ,
te en pocos meses ha triunfado de los esfuerzos de


t todos los rebeldes del mundo, reunidos, por




5/|8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ce desgracia de la España, en el suelo clasico de la
ce fidelidad y lealtad. Mi augusto y amado primo
ce el duque de Angulema, al frente de un egercito
« valiente, vencedor en todos mis dominios, me lia
(( sacado de la esclavitud en que gemia, "restituyen-
ce dome á mis amados vasallos fieles y constantes.


ce Sentado ya otra vez en el trono de San Fer-
(( nando por la mano sabia y justa del omnipo-
(( tente, por las generosas resoluciones de mis po-
ce derosos aliados, y por los denodados esfuerzos
« de mi amado primo el duque de Angulema y su
ce valiente egercito; deseando proveer de remedio
ce á las mas urgentes necesidades de mis pueblos,
ce y manifestar á todo el mundo mi verdadera
ce voluntad en el primer momento que he reco-
ce brado mi libertad, he venido en decretar lo
ce siguiente : •


ce Primero , son nulos y de ningún valor lodos
ce los actos del gobierno llamado constitucional
ce (de cualquiera clase y condición que sean ) , que
ce ha dominado á mis pueblos desde el 7 de marzo
ce de 1 8 2 0 hasta hoy dia i ° . de octubre de 1 8 2 3 ,
ce declarando, como declaro, que en toda esta época
ce he carecido de libertad, obligado á sancionar
ce las leyes y á espedir las ordenes, decretos y re-
ce glamentos, que contra mi voluntad se medita-
ce ban y espedian por el mismo gobierno. Se-
ce gundo, apruebo todo cuanto se ha decretado y
K ordenado por la ¡unía provisional de gobierne!




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836.


« y por la regencia del reino, creadas, aquella en
(( Oyarzun, el dia 9 de abril, y esla en Madrid,
«• el dia 26 de mayo del presente año, entendien-
te dose interinamente, hasta tanto que, instruido
t( competentemente de las necesidades de mis pue-
« blos, pueda dar las leyes, y dictar las provi-
<( dencias mas oportunas para causar su verdadera
« prosperidad y felicidad, objeto constante de to-
te dos mis deseos. Rubricado de la real mano.


u Puerto de Santa Maria, i ° . de octubre de
« 1823 . »


Era ya indudable el triunfo de la regencia,
pues no solamente la confirmaba el decreto, que
se acaba de leer, sino otras muchas demostra-
ciones, y en todo se seguia el plan, que venia ya
concertado desde Madrid. El Rey salió de Cadiz
sumamente agriado por la conducta, que habian
observado con el, y después de los infinitos dis-
gustos que habia sufrido, detestaba todo lo que
se habia hecho durante el regimen constitucional.
Pero habian pasado ya cerca de cuatro años de
revolución, y nuevas opiniones, nuevos inte-
reses estaban mezclados con los intereses y con
las opiniones antiguas. Y cuando era por lo
mismo indispensable oir á hombres de opiniones
diferentes para examinar detenidamente lo que
convenia, el monarca se vio rodeado de agentes
y de partidarios de la regencia, que aprovechán-
dose de la prevención que habia en el animo de




3 5 o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


S. M., no perdonaron medio de alucinarle sobre
el modo de terminar la revolución. Sin embargo,
no estaba aun muy distante el año de 1 8 1 4 , y
aquel egemplo debia ser de alguna utilidad en
1 8 2 3 . El Rey se entrego á su vuelta de Fran-
cia en manos del mismo partido, que le rodeó
al llegar al puerto de Santa Maria : entonces
le dio los mismos consejos que ahora, y el es-
tado se trastornó, manejando ellos mismos las
riendas del gobierno. Casi todos tenian mandos,
cuando el Rey juró la constitución en 1 8 2 0 , y
apenas hubo uno, que no se hiciese culpable en-
tonces ó por egoismo ó por ineptitud : de suerte,
que 'dirigiendo muy mal los negocios, prepara-
ron la revolución, y cuando estalló, ó la con-
sintieron , ó no llegó tan adelante su celo por el
trono, que quisiesen esponer ni remotamente
sus vidas por conservar la autoridad del Rey.


Pero en España no hay que hablar de esto,
pues se defiende con la intrepidez de la mas
crasa ignorancia, que la revolución nació repen-
tinamente, sin que el gobierno hubiese dado el
mas mínimo motivo, y que si desde 1 8 1 4 hasta
1 8 2 0 se cometió alguna falta, fue la de no haber
hecho ahorcar á la cuarta parte de los Espa-
ñoles. Se ven dos hombres, el uno que defendió
constantemente la autoridad del Rey, que com-
batió en sus discursos y en sus escritos los des-
sordenes y la anarquia, que fue perseguido y




D E 1 8 2 0 A 1 8 2 3 Y D E l856. 551


estuvo espuesta su existencia por sostener los ver-
daderos principios de la monarquia, y el otro
que en nada se opuso á ninguno de los escándalos
de la revolución, que conservó su destino, ó
cuando mas se lo quitaron por inepto, y que en
todas sus palabras y acciones demostró siempre
el mas refinado egoísmo; se vá á examinar que
concepto merecen en el dia estos dos hombres,
y se encuentra infaliblemente que el primero eslá
perseguido, ó cuando menos tenido por sospe-
choso, al paso que el segundo disfruta la opinion
de un verdadero realista : ^ Y como puede espli-
carse este fenómeno? muy fácilmente. El primero
de estos sujetos dijo alguna vez, que los abusos
del antiguo gobierno habian tomado tan gran
incremento, que era necesario hacer algunas re-
formas, que los infinitos mayorazgos eran perju-
diciales, y que también lo eran los muchos con-
ventos; al paso que el. segundo siempre há hallado
que el gobierno existente era el mejor del mun-
do, y nunca se ha mezclado en cuestiones poli-
ticas. Esta es la escala, por donde hoy se mide
en España el afecto al Rey y A las instituciones
monárquicas, y he aqui con muy corta diferen-
cia el retrato de casi todos los que rodearon á
S. M. , cuando llegó al puerto de Santa Maria.
Y para que se vea de que modo se apoderaron del
animo del Rey, bastará insertar el decreto, en que
se confirma en el ministerio de estado al que ya




5 5 2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1) Mas adelante veremos <p;e esta voluntad de S. M


apenas duro un mes.


lo era de la regencia , y estaba tenido por uno
de los corifeos de los absolutistas.


(( En la desgraciada agitación en que pusieron
« á mi corazón el año de 1 8 2 0 sucesos, que no
« quisiera recordar, no hallaba mas consuelo
« que recurrir al Dios de las misericordias, para
<( implorar su clemencia en favor de mi digna
<c familia y de mi pueblo , dulces objetos de mis
« paternales desvelos. Necesitaba para esto de los
« ausilios de un director espiritual de insigne
« virtud , ciencia, y prudencia, y hallando estas
ce prendas en D. Victor Saez, canónigo lectora 1
ce de la iglesia primada de Toledo, vine en nom-
« brarle mi confesor : pero Dios, que no estaba
« aun satisfecho con las amarguras, que conti-
ce nuamente le ofrecia, permitió que antes de
te terminar aquel año, gustase yo la de su separa-
ce cion, tanto mayor para mi, cuanto eran grandes
ce las pruebas que me habia dado de fidelidad, con
« riesgo inminente de su vida. Restituido ahora
ce á mi libertad y soberanía, me complazco en
« volverle á mi lado , nombrándole , como le
«nombro , mi confesor, sin que este nómbra-
te miento obste al de mi primer secretario de es-
ce tado y del despacho, cuyo empleo sirve y es
ce mi voluntad que siga sirviendo ( 1 ) . »




D E 1 8 2 0 A 1 8 2 0 Y D E 1 8 3 6 . 3 5 3


Pero el triunfo podia no ser duradero. El Rey
habia conocido la decision, que tenian por su
real persona, y los principios de probidad y de
orden, de que estan penetrados muchos sujetos,
que se habian hallado á su lado en ocasiones cri-
ticas, y que no profesaban ideas exageradas. Sk M.
no podia de ninguna manera confundirlos con
los anarquistas, porque le constaban sus princi-
pios monárquicos, y sabia que por ellos habian
esperimentado muchas y terribles persecuciones.
Estos hombres, que con la libertad del Rey salie-
ron Jos unos de sus retiros y volvieron los otros
de sus destierros, se encaminaban á encontrar á
S. M. Era muy natural que el Rey quisiese oir
su dictamen sobre el estado de los negocios, y
era regular' que ellos le hablasen con la fran-
queza y con la verdad en los labios, mucho mas
cuando debian estar persuadidos de que si en todos
tiempos convenia hacer entender al monarca el
acento de la razón, nunca con mas motivo que
entonces, porque los desaciertos podian producir
males irremediables. Asi como los que proceden
de buena fe quieren que sean oidos todos los
dictámenes,y particularmente los de aquellos, que
se han distinguido por su ciencia, por su espe-
riencia en los negocios y por su lealtad; del mismo
modo los que obran con fines siniestros, aquellos
que saben que no tienen razón, impiden por
todos los medios imaginables el que se alze ni


2 3




554 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


una sola voz contraria á* su sistema y á los inte-
reses de su partido, y llevan hasta el estremo
mas insoportable la intolerancia y la injusticia.


Creyeron, pues, los absolutistas que todos los
medios eran licitos, con tal de que se consiguiese
alejar del Rey á aquellos, que podian tener algun
ascendiente sobre su animo y que no eran de su
misma opinion. Pintaron al monarca con los co-
lores mas negros á todos cuantos habian llevado
el nombre de constitucionales, persuadiéndole
que su vida peligraba, sino se alejaba del camino,
que debia seguir S. M. , á todos los que habian
hecho algun papel durante el regimen constitu-
cional. Con arreglo á estos principios se espidió
el real decreto siguiente.


« El Rey nuestro señor quiere, que durante su
a viage á la corte, no se encuentre á cinco leguas
« en contorno de su transito ningún individuo,
« que durante el sistema constitucional haya sido
« diputado á cortes en las dos ultimas legislaturas,
te ni tampoco los secretarios del despacho, con-
te sejeros de estado, vocales del supremo tribunal
(( de justicia, comandantes generales, gefes poli-
te ticos, oficiales de las secretarias del despacho,
t( gefes y oficiales de la estinguicla milicia na-
ee cional voluntaria, prohibiéndoles para siempre
te la entrada en la corte y sitios reales al radio
te de quince leguas. Esta soberana determinación
ee es la voluntad de S. M. no sea comprensiva




D E i (Sao A. 1825 Y D E \83G. 5 5 5
r


« para aquellos individuos, que después de la en-
te trada del egercito aliado hayan obtenido por
« la junta provisional ó la regencia del reino un
« nuevo nombramiento ó reposición en el que
a tenian por S. M. antes del 7 de marzo de 1 8 2 0 ;
« pero unos y otros con la precisa condición de
« encontrarse ya purificados » ( 1 ) .


Este es el lenguage de la exaltación, que solo
respira venganza, y que no repara en los mas
graves y mas palpables inconvenientes. Claro es-
taba que, mientras que no se revocase aquel de-
creto, no podia infringirle ninguno de los com-
prendidos en el, y por lo mismo bastaba decir
que quedaban desterrados, sin añadir para siem-
pre. Pero era preciso que constase en la real or-
den el furor del partido que la dictaba, el cual
como que quiso privar al Rey de la facultad de ser
clemente, haciendo en cierto modo irrevocable
el decreto, con la palabra para siempre. Pues este


(1 ) Debe advertirse que hasta entonces no se habia pur i -
ficado mas que un numero muy corto de empleados civiles,
de los que se hallaban en Madr id ; que todatia no se habia
establecido el método para purificar á los militares , y que
ni à los diputados á cortes , ni á los consejeros de estado ,
ni á ninguna de las otras clases , que se nombraban en el
decreto , se les admitía á purificarse sino habian sido em-
pleados antes del 7 de marzo de 1820; es decir que de los
sujetos comprendidos en esta real orden , no habia media
docena que estuviesen purificados.




556 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


es, sin embargo, el mejor aspecto que tiene la
real orden.


En todas las clases desterradas por el decreto ,
habia muchos hombres que se habian distinguido
por su amor al Rey, y que, lejos de merecer cas-
t igo, eran acreedores á premio. Era una injusti-
cia notoria é imprudentísima el proscribir por
clases, y dado caso de que se recelara que aten-
tasen contra la vida del Rey algunos anarquistas,
cuando acababa de salir sano y salvo de Cadiz, ó
que se quisiese privar de la vista del monarca á
los que mas habian sobresalido en los desordenes,
debia ser muy corto el numero de los desterra-
dos. Pero de este modo, los absolutistas no logra-
ban su objeto; pues no estendiendo sus medidas á
clases enteras, era imposible impedir que habla-
sen al Rey aquellas personas, á quienes ellos que-
rían alejar de su presencia. Conseguido esto, poco
importaba que el numero de los desterrados fuese
estraordinario, y que la injusticia y la impolítica
resaltasen á los ojos de todos.


Lo que mas demostraba lo absurdo de este de-
creto era el comprender en el á los gefes y ofi-
ciales de la* milicia nacional voluntaria, porque
el numero de estos era de muchos millares de
personas, habiéndose renovado la oficialidad de
aquellos cuerpos por lo menos dos ó tres veces.
Y es preciso tener presente que se habian decla-
rado voluntarios muchos batallones que, al prin-




DE l8 'JO A l 8 2 5 Y DE l836. 5 5 7


cipio, no lo eran, y que en su origen, cuando
las facciones no habian tomado todavia el incre-
mento, que tomaron después, se echó mano para
oficiales de la milicia nacional de los hombres de
mejor opinion , y generalmente de propietarios ,
muchos de las cuales renunciaron sus destinos,
luego que vieron el ascendiente de los demagogos,
otros fueron separados por sospechosos, y otros
continuaron por no esponerse á persecuciones.
También es de advertir que los voluntarios nacio-
nales fueron constantemente en muchos puntos
los defensores del orden. Sin embargo, el decreto
á nadie esceptuaba, y tan comprendidos estaban
en el los gefes y oficiales de la milicia nacional
voluntaria de Pamplona, que fue desarmada por
orden de las cortes, como los de los batallones
que desde Madrid escoltaron al Rey hasta Cadiz.


Por este decreto, se imponía á los que habian
sido gefes y oficíales de voluntarios nacionales, y
residían en el camino del Puerto de Santa María
á Madrid, ó en un radio de cinco leguas, una
pena, de que estaban exentos todos los demás del
reino, á no ser á los de Madrid y quince leguas
en contorno de la corte y sitios reales, á los cuales
se les deterraba para siempre de sus hogares. El
numero de estos pasaria de ochocientos hombres,
casi todos los cuales vivían del comercio ó de la
industria, que habían establecido en los pueblos,
de donde se les arrojaba, ó que tenian en ellos.


9




358 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


propiedades, que necesitaban de su inmediato cui-
dado para dar subsistencia á sus familias. De suerte
que, á los mas de los oficiales de voluntarios na-
cionales de España, solo se les imponía la pena de
no poder acercarse á Madrid ni á los sitios reales;
á otros ademas de esta prohibición, se les obli-
gaba á abandonar sus hogares por el tiempo, que
el Rey tardase en pasar por sus pueblos, ó á cinco
leguas de ellos; y á otros, se les castigaba con la
terrible pena de desterrarlos para siempre del seno
de sus familias, sin que hubiese mas diferencia
entre ellos que el haber residido en diferentes
pueblos. ¡Oh sabiduria de las pasiones! ¡Oh pru-
dencia del espiritu de partido!


Por otra parte, si los mismos anarquistas se
hubieran empeñado en convertir en dias de llanto
y de dolor los que solo debian ser de jubilo y de
regocijo, ¿pudieran haber adoptado otro medio
mas eficaz que el de sembrar el descontento en el
camino, que debia seguir el Rey, en un numero
muy crecido de familias, las mas de ellas distingui-
das, las cuales, al ver al monarca, no podian menos
de llorar la ausencia del padre, del esposo, del
hijo, del amigo ó del pariente, dimanada de la
misma presencia de S. M.? Quizá el Rey se hos-
pedó en muchas casas, de las cuales habia tenido
que salir ó el dueño ó alguno de sus hijos, ó de
sus intimas amigos y allegados, en virtud del de-
creto, ([lie acabo de insertar. ¿Y seria sincera la




DE 1 8 2 0 A l 8 2 5 Y DE l856. 35c)


( I ) E l general Zavas.


alegria que manifestase aquella familia? ¿Pues que,
con decir : « Y o lo quiero, » estan sofocados todos
los sentimientos de la sangre y del cariño, y se
obliga á los hombres á amar ó á aborrecer? Asi
grangeaban al monarca el afecto de los pueblos
los absolutistas, que tenian sitiada su persona, y
estos eran los medios de conciliación y de justicia,
que preparaban á la desventurada España!


¿Pero que les importaba á los pretendidos rea-
listas, que el decreto tuviese tan fatales conse-
cuencias, si por el se conseguía alejar del Rey á
unos cuantos hombres, que podian señalarle el
verdadero camino de restablecer la tranquilidad
y el orden? No les incomodaban las quejas y las
lagrimas de tantos proscritos, ni pensaban en los
fatales^resultados próximos ó lejanos que llevan
siempre consigo las grandes injusticias. Lo que
les complacía era la idea de que, antes de que el
Rey llegase á Sevilla, fuesen arrojados de aquella
ciudad unos cuantos amigos del monarca y de la
monarquia, que habian dado pruebas irrecusables
de merecer este titulo. ¿No fue echado de Sevilla
el mismo que, el dia 7 de julio, cuando, después
de la derrota de los guardias, todo era confusion
en palacio, se ofreció a sacrificar su vida al pie del
trono, por salvar la del Rey ( J ) , mientras que
la turba de cobardes, que habian precipitado «á los




56o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


guardias solo tenian animo para temblar, y para
rogar que los sacasen del apuro por cualesquiera
medios, sin perdonar los mas humillantes?


Al lenguage atrevido é insultante, con que los
demagogos trataban al Rey, se sustituyó el idioma
de la mas baja, mas grosera, y mas torpe adula-
ción. Las felicitaciones, los discursos, todo estaba
atestado de bajezas y de una especie de idolatria ,
que, á primera vista, dejaba traslucirlo forzado
de la espresion, y que, á falta de las palabras no-
bles y enérgicas que dicta el sentimiento y la con-
vicción, se buscaban exageraciones con que apa-
rentar un respeto y una sumisión que, en general,
estaban muy distantes de tener los mismos que
felicitaban. Quiero evitar á mis lectores el hastío
que les causaria la inserción de algunos^asages
de aquellos documentos ; mas espero me disimu-
larán, que copie un anuncio que se lee en la Ga-
ceta de Madrid del i ° . de noviembre de 1 8 2 5 .


<( El ayuntamiento de Sevilla ha nombrado una
« diputación de su seno, para que acompañe á
« SS. MM. y AA. hasta la corte, y proveerá á
« cuantas urgencias, necesidades, gustos y de-
« seos, pueda tener el Rey nuestro señor y su
« augusta real familia. S. M. le ha concedido el
(( permiso de que continue y se presente todos
« los dias, como han suplicado los comisionados. »


Aqui tenemos al rey de España viajando á ex-
pensas del ayuntamiento de Sevilla, que no sola-




D E 1 8 2 0 A 1 8 2 3 Y D E l836. 36í


mente debia proveer á cuantas urgencias y nece-
sidades tuviese el Rey y su familia, sino también
á sus gustos ó deseos. De este modo, hacian res-
petable la autoridad real los que intervenían en
los negocios, y ni aun se les ocurría lo degra-
dante, que era un lenguage de esta naturaleza.
Ademas, si esta fanfarronada andaluza hubiera
llegado á verificarse, se hubiera cometido una
gran injusticia, porque los fondos públicos de la
ciudad de Sevilla hubieran quedado arruinados
para siempre. Pero aun cuando no tuviese efecto,
porque no podia tenerle, quisieron los que man-
daban que se estampase aquella estravagancia en
la Gaceta, porque se figuraban que ni España,
ni la Europa entera, podrían dudar del emi-
nente realismo, que inspiraba la presencia de Fer-
nando V I I , cuando un ayuntamiento se propo-
nía satisfacer sus necesidades, urgencias, gus-
tos y deseos, y los de su numerosa familia, en
un viaje que duró veinte dias.


S. A. R. el duque de Angulema, que, como
queda dicho, esperaba al Rey en el Puerto de
Santa María, parece que quedó muy poco satisfe-
cho del rumbo, que tomaban las cosas en España.
Aunque no era natural que fuesen desatendidos
tan pronto los importantisimos servicios del eger-
cito francés, por cuyos esfuerzos el Rey habia
conseguido la libertad, y aunque cualquiera des-
aire hecho al principe que le mandaba no sola-




562 D E L A S R E V O L U C I O N E S D E E S P A Ñ A


mente refluía en el egercito entero, sino que era
trascendental al mismo Re j cristianísimo, sin
embargo, son muchos los datos que haj para
creer que el duque cuando menos esperimentó
desvíos, j no puede atribuirse á otra cosa la pre-
cipitación, con que salió de España, cuando pa-
recía regular que acompañase á Fernando VII
hasta Madrid. Lejos de hacerlo asi, ni aun fue con
el R e j á Sevilla, j á su paso por aquella ciudad,
en la que residia la corte de España, no se detuvo
en ella, ni aun veinte j cuatro horas; prueba
bien evidente de lo poco satisfecho que estaba; y
á la verdad, no tendria nada de estraño el que el
gefe del egercito francés se lamentase, viendo que
no se cumplía ninguna de las promesas, que habia
hecho á los Españoles. Quizá S. A . R. se acordó
entonces del modo, con que fue acogido en I 8 I 5
pojr el gobierno español, como asi mismo el du-
que de Borbon , que se refugió también en la pe-
nínsula ; j tal vez el principe tuvo motivos para
creer que reinaba en 1 8 2 5 , en la corte de España,
el mismo sistema, que la dirigia entonces.


El Rej ' permaneció en Sevilla hasta el 2 5 de
octubre, j no llegó á Madrid hasta el i3 de no-
viembre. Esta detención redoblaba la impaciencia
general; pues se miraba como provisional todo
lo que se hacia mientras que el Re j no llegase á
la capital, j aun en algunos decretos se anuncia-
ban medidas para cuando S. M. estuviese en Ma-




D E 1 8 2 0 A 1 8 2 3 Y D E l836. 365


drid. Le esperaba alli el conde Pozzo di Borgo,
enviado estraordinario del emperador de Rusia,
que vino á cumplimentarle por su libertad, y
que, según la opinion publica, influyó poderosa-
mente en el animo del Rey para el nombramiento
del nuevo ministerio. Componíase este, en general,
de hombres mas moderados que sus antecesores,
y el ministro de estado de la regencia, aquel, que
fue confirmado en el ministerio por S. M . , en
uno de los primeros decretos que espidió después
de la salida de Cadiz, el mismo de quien hacia el
Rey el pomposo elogio, que hemos visto en otro
decreto (pagina 5 5 2 ) , fue exonerado, y salió de
Madrid.




364 D E L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


OBSERVACIONES SOBRE EL ESTADO


ACTUAL DE LA ESPAÑA (i ) .


La revolución de España no se termino con la
libertad del Rey, ni con su llegada á Madrid; solo
un gobierno esperimentado, prudente y fuerte,
podia sofocar los principales síntomas de descon-
tento y de novedades en aquel país; y por desgra-
cia, los que lian manejado los negocios públicos,
ó no han tenido aquellas cualidades, ó han visto
contrariadas sus miras á cada momento por los
mismos, que debian sostenerlas. Asi es, que aun
tengo que añadir un capitulo á este examen, im-
poniéndome la penosa tarea de recorrer rápida-
mente los principales actos del gobierno español,
desde que el Rey llegó á Madrid hasta el dia, en
que escribo.


La caida del canónigo Saez y de sus compañe-
ros, y el verlos reemplazados por algunos, que no
pertenecian al partido absolutista, exasperó á los
realistas exaltados, los cuales se apresuraron á
oponer obstáculos al nuevo ( 2 ) ministerio, y á


(t) Se acabó de escribir esta obrita en los primeros dias


del mes de noviembre de 1824.


(2) E l gefe del nuevo ministerio, que sucedió al de D. Víc-


tor Saez, fue el señor marques de Casa Yrujo , cuya sentida


muerte ocasionó males sin cuento á la infeliz España. No




D E 1 8 2 0 A i8?.3 Y D E i836. 365


impedir que el Rey se entregase con confianza en
sus manos. No podian menos de conseguirlo, ha-
biendo hallado un grande apoyo en personas de
la mas alta categoria, que contrariaron los planes
de los ministros, é influyeron en que se tomasen
medidas de la mayor importancia, sin contar con
ellos. El Rey no queria nombrar otros ministros,
porque sin duda se le habian recomendado mu-
cho los que tenia, y parece que estaban sosteni-
dos por el cuerpo diplomático; y ellos, no teniendo
la confianza del monarca, y viéndose desairados
á cada momento, repetían las dimisiones de sus
destinos, las cuales no les eran admitidas. Fácil
es conocer hasta que punto debió llegar el desor-
den , en medio de una posición tan singular.


El ministerio, en general, no es responsable
ni de lo malo que se hizo, ni de lo bueno que dejó
de hacerse en su tiempo, porque cualquiera me-
dida de conciliación ó de vigor era desechada, al
paso que, sin contar con los ministros, se adop-
taban muchas, que tendían á que continuase la


porque sus calidades fuesen ta les , que la historia le deba


consignar en el rango de los hombres eminentes , sino po r -


que en las circunstancias dadas ninguno era mas a proposito


que el, para dar á los negocios interiores y esteriores el giro


de moderación y tolerancia, que convenian al Rey y á la


nación. A buen seguro, que viviendo el marques, no hubiera


prevalecido el estupido sistema de Ca lomarde , á cuya igno -


miniosa dirección deben atribuirse casi todas las calamidades,


que han afligido á los Españoles en los últimos tiempos.




366 DK LAS REVOLUCIONES DE E S P A Ñ A


confusion , y á dar pábulo á las pasiones de los
exaltados. No todos los ministros se hallaban en
este caso; pues á algunos de ellos los hemos visto
siempre con favor, y se han sostenido después de
la caida de los principales.


El primer cuidado de los que mandaban fue
licenciar lo que quedaba del egercito constitucio-
nal , que eran los cuerpos de los egercitos del
conde de Cartagena y del general Ballesteros, y
algunos otros, que habian capitulado en las plazas.
Pero esta operación se egecutó atropelladamente,
dando á entender que se tenia miedo á las tropas,
tratándolas, en general, con la mayor altanería
después de desarmadas, y perdiendo la mayor
parte de las armas, de los caballos y del vestua-
rio ; pues se daban tanta prisa á disolver los cuer-
pos , que no se tomaba casi ninguna de las pre-
cauciones necesarias para la conservación de los
efectos, que bien pronto habian de ser necesarios
para la formación del nuevo egercito. Los mismos
quintos, que solo deseaban volver á sus hogares,
de los cuales habian sido arrancados 'pocos meses
antes, se resintieron del modo con que se les des-
pidió del servicio , y lejos de agradecer las licen-
cias que se íes dieron, murmuraban de un go-
bierno, que los trataba como criminales, y que no
solo no les facilitaba los ausilios, que necesitaban
para restituirse ai seno de sus familias, sino que
los esponia á los insultos de los pueblos.




DE 182O A. l8l>3 Y DE l836. 56'7


A los gefes y á los oficiales, sin embargo de que
tenian atrasos de mucha consideración, no se les
abonó mas que un mes de haber, y se les espi-
dieron sus licencias, sin darles ningunas esperan-
zas para lo sucesivo. El decreto, en que se señala
la mitad de sus sueldos á los gefes y capitanes, y
los dos tercios á los subalternos, no salió hasta
el 8 de marzo de 1 8 2 4 , siendo asi, que las licen-
cias empezaron á darse en noviembre de 1 8 2 3 .
Parece que habia un empeño decidido en exaspe-
rar á una gran parte de los Españoles, y en pre-
cipitará la nación entera en los males de una reac-
ción , porque sino hubiese sido esta la intención
de los que mandaban , ¿á que fin se hubiera re-
tardado un decreto que, espedido al tiempo de
licenciar al antiguo egercito, hubiera evitado mu-
cha parte del descontento que se esperimentaba?
Pero en realidad, los que se opusieron , en 1 8 2 3 ,
á que se señalase algun sueldo á los licenciados ,
se opondrían del mismo modo en todas épocas,
porque su divisa es llevar las cosas hasta el ultimo
estremo, y no admitir especie alguna de transac-
ción con aquellos, que no son de su partido. Ya
que no estuviese en su mano ahorcar ó estrañar
del reino á Jos once ó doce mil gefes y oficiales
que habia en el egercito constitucional, querían
al menos que pereciesen de hambre muchos de
ellos, y que otros se arrojasen á cometer crí-
menes, para conservar su existencia. El resen ti-




568 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


miento de tantos hombres, y de sus familias, el
de sus parientes y amigos, y el escándalo de todos
los que deseaban de buena fe el orden publico,
no suponían nada en la consideración de los exal-
tados , cuya influencia se dejaba sentir demasiado
en todos los actos del gobierno. Mas al fin triun-
faron los ministros prudentes, y aunque tarde,
se señaló algo á los oficiales indefinidos; y esta
medida no contribuyó poco á calmar por de pronto
la inquietud.


No se observó ninguna de las capitulaciones,
ni los convenios y transacciones celebradas con los
Franceses, ni aun las que firmaron los generales
españoles, nombrados por el Rey después su liber-
tad. Las autoridades españolas se burlaban de se-
mejantes convenios, y el partido dominante se
indignaba solo en pensar que pudiesen ser de al-
guna consecuencia las ofertas hechas al conde de
Cartagena, al general Ballesteros, y á todos los
que habian dejado las armas, y se habian unido á
los Franceses, bajo determinadas condiciones.
Semejante conducta no podía menos de aumentar
el descontento, y le debia producir también en
el egercito francés, bajo cuyos auspicios, y apoyán-
dose en sus bayonetas, se fallaba sin el menor re-
bozo á lo que sus gefes habian prometido. Se ha-
bló de algunas insinuaciones que, con este y otros
motivos, habia hecho la corte de Paris á la de Ma-
drid; pero como no se han visto ningunos resul-




D E 1 8 2 0 A 1 8 2 5 Y D E i836. 36g


lados, y como el común de las gentes no calcu-
laba los obstáculos , que habia que vencer para
sacar algun partido del gobierno español, porque
se figuraba que el Rey accedería á todo cuanto le
pidiesen los Franceses, que le habian restituido al
trono, y á citya merced puede decirse que sub-
sistia, se juzgaba generalmente que el gobierno
francés no tomaba este asunto con el calor, que
les convenia á los interesados, y que era justo.
De aqui se seguia el que empezase á creerse, que
los gefes franceses nunca tuvieron intención de
cumplir lo que habian ofrecido para facilitar el
triunfo. Esta opinion merece disculpa hasta cierto
punió, porque mientras que no se trasluzcan las
comunicaciones que haya habido sobre esto entre
los gobiernos francés y español, se creerá que
aquel no hizo los esfuerzos que eran de esperar,
para que se cumpliese lo que habia ofrecido el
ilustre principe, que volvió á colocar en el trono
á Fernando VIL ¿De quien podrán fiarse los Es-
pañoles en adelante, cuando ven que no se cum-
plen las palabras de S. A. R. el señor duque de
Angulema? El carácter franco y noble de este
principe hizo que abandonase la causa de las cor-
tes una multitud de hombres de bien, que jamas
hubieran transigido con la regencia de Madrid,
porque conocían los principios y la tendencia del
partido á que pertenecía. Se arrojaron en los bra-
zos del egercito francés, le hicieron servicios muy




3 7 O DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1 ) H e aquí uno de los grandes inconvenientes, que tienen


las intervenciones á medias, como fue la que hicieron los
Franceses en 1823. Intervenir no es otra cosa que asistir con
autoridad á algun negocio, mediar con la fuerza entre dos
partidos ó dos intereses encontrados, no el prestar su apoyo
esclusivo al uno de ellos , con perjuicio del olro. Semejante


modo de intervenir no es mas que arrancar el puña l de unas


manos , para depositarle en otras tal vez mas feroces y san-


guinarias. E l señor duque de Angu l ema , y muchos de sus


generales, bien conocieron esto mismo desde los primeros


dias de su llegada á M a d r i d ; pero la mala acogida que tuvo


en el gabinete de las Tuillerias el decreto de Andújar, que


fue preciso revocar ó dejar sin efecto , le dio la medida exacta


de sus facultades , ó por mejor decir, le hizo comprender el


positivos, no pocas veces pusieron en mano de
sus generales un triunfo fácil, que les ha propor-
cionado grandes vantajas, y muchos de estos Es-
pañoles gimen en la miseria, algunos estan per-
seguidos , y otros ó suben al patibulo, ó estan
expuestos á perecer á la vista y bajo la custodia
de los mismos Franceses, á cuyas victorias con-
tribuyeron , y cuya protección reclaman en vano,
sin que se les achaquen otros crímenes que sus
opiniones y conducta política antes de la libertad
del Rey. Mientras que el gobierno francés no dé
muestras publicas á la faz de toda la Europa de
interesarse en que se observe lo tratado y se cum-
pla lo prometido por el serenísimo señor duque
de Angulema, los Españoles tendrán un justo mo-
tivo de queja, y siempre quedarán dudas poco
favorables á la fé francesa ( 1 ) .




DE l 8 2 ü A l 8 2 3 Y DE l836. 37I


No trataré yo de probar la necesidad que ha-
bia, de que el rey de España diese un decreto de
amnistia tan pronto como consiguió la libertad,
porque todos los hombres razonables estan acor-
des en que no hay otro medio de terminar las di-
sen ciones civiles. Fundadas sin duda en cimientos
tan solidos, desde los últimos meses de 1 8 2 5 , no
cesaron de circular voces de que iba á publicarse
una amnistia. Ya se aseguraba que estaba decre-
tada, ya decian que se habia consultado sobre
ella al gobierno francés, y cada correo se espe-
raba el benéfico decreto. Sin embargo, se pasaron
semanas y meses, sin que acabase de llegar. Se
atribuía á varias causas una tardanza tan estraor-
dinaria; pero lo que parece indudable es que la
parte sana del ministerio estaba decidida á darla


espíritu de las instrucciones, que se le habian dado á su salida
para España. Poco importaba , según pa rece , comprometer
la dignidad de la pa labra de un principe general ís imo, y


vi l ipendiar el decoro de los tratados militares, con tal que el


egercito francés no comprendiese que su misión habia sido


dar la verdadera libertad á un pueblo . E n cuanto á los con-


sejos que después se prodigaron tal vez en demasía , á noso -


tros nos consta su certeza y la buena intención, con que se


dieron ; pero l legaban tarde , y se habia pasado la única oca -


sión en que hubieran podido llamarse eficaces. Mucho p o -


dríamos decir de lo que se escribía desde París á M a d r i d , en
los años 24 y 25 de este s ig lo ; pero dejamos á la historia que


califique estas comunicaciones diplomáticas. Por ahora , solo


nos limitaremos á decir, que si alguna vez piensa la Francia


en intervenir de este modo , vale mas que no intervenga.




672 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


( 1 ) Suprimo el preámbulo de este decreto , en obsequio de
la b revedad ; y por el mismo motivo , no insertaría tampoco
la alocución del Rey , si los sentimientos, que en ella se espre-
san, no fuesen tan opuestos á los que se han manifestado en
otros decretos, y á las ideas del partido que hoy domina y
aflige á España ,


bastante amplia; mas los absolutistas, no pu-
diendo combatir de frente la idea de una amnistia,
oponian obstáculos incesantemente, y la iban re-
tardando, según convenia á sus planes. Dijose en-
tonces que el comandante en gefe del egercito de
ocupación habia intervenido algun tanto en este
y en otros manejos de aquel partido, y yo res-
peto mucho la opinion de aquel general para dar
como fundados semejantes rumores; pero como
coincidieron con su separación del mando del
egercito, no puedo menos de hacer aqui mención
de ellos, aunque no sea mas que para dar motivo
á que el general se esplique sobre estos sucesos.


Apareció por fin la tan deseada amnistia en la
gaceta del 20 de mayo de 1824 con fecha de i ° de
aquel mes, y me parece conveniente insertarla
aqui, para que formen una idea cabal de aquel do-
cumento, y de las ligeras observaciones que haré
sobre el, aquellos que no tengan á la mano los
periódicos que le publicaron entonces (1).


a ARTICULO I o . Concedo indulto y perdón ge-
« neral con relevación de las penas corporales ó
a pecuniarias en que hayan podido incurrir, á




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l 8 3 6 .


((todas y a cada una de las personas que desde
«principios del año de 1 8 2 0 hasta el dia i° de
« octubre de 1 8 2 5 , en que fui reintegrado en la
« plenitud de los derechos de mi soberanía, hayan
« tenido parte en los disturbios, escesos y desor-
« denes ocurridos en estos reinos, con el objeto
« de sostener y conservar la pretendida constitu-
« cion politica de la monarquia, con tal que no
« sean de los que se mencionan en el articulo
« siguiente.


« A R T . II. Quedan esceptuados de este indulto
« y perdón, y por consiguiente deberán ser oidos,
«juzgados, y sentenciados con arreglo á las leyes,
« los comprendidos en alguna de las clases que á
« continuación se espresan.


( ( i a . Los autores principales de las rebeliones
« militares de las Cabezas, de la isla de Leon, CO-
CÍ ruña, Zaragoza, Oviedo y Barcelona, donde
« se proclamó la constitución de Cadiz antes de
« haber recibido el real decreto de 7 de marzo de
« 1820, como también los gefes civiles y militares,
« que continuaron mandando á los sublevados,
« ó tomaron el mando de ellos con el objeto de
« trastornar las leyes fundamentales del reino.


« 2 a . Los autores principales de la conspiración
« tramada en Madrid en principios de marzo de
(( 1 8 2 0 , à fin de obligar y compeler por la vio-
« lencia á la espedicion del referido real decreto
« de 7 del mismo, y consiguiente juramento de
« la llamada constitución.




3y4 D E L A S REVOLUC IONES DE ESPAÑA


« 3 a . Los gefes militares, que tuvieron parte
« en la rebelión acaecida en Ocaña, y señalada-
ce mente el teniente general D. Henrique 0 ' Do -
te nel l , conde del Avisbal.


ee 4a. Los autores principales de que se me obli-
ce gase al establecimiento de la llamada junta pro-
te visional, de que trata el decreto de g de mismo
tt mes de marzo de 1 8 2 0 , y los individuos que
tt la compusieron.


« 5 a . Los que durante el regimen constitucional
(( firmaron ó autorizaron esposiciones dirigidas
ft á solicitar mi destitución, ó la suspension de
te las augustas funciones que egercia, ó el nom-
« bramiento de alguna regencia que me reém-
te plazase en ellas, ó el que mi real persona y las
ee de los serenísimos principes de mi real familia
(e se sujetasen á cualquiera especie de juicio, bien
tt fuese por las llamadas cortes, ó por cualquiera
tt otro tribunal, como igualmente los jueces, que
tt hubiesen dictado providencias encaminadas al
te propio efecto.


(t 6 a . Los que en sociedades secretas hayan
(t hecho proposiciones dirigidas á los mismos ob-
fí jetos, de que se hace mención en el articulo
a precedente durante el gobierno constitucional,
tt y los que con cualquiera otro objeto se hayan
fí reunido 6 reúnan en asociaciones secretas des -
(Í pues de la abolición del citado regimen.


(Í 7 a . Los ecritores ó editores de libros d pape-
te les dirigidos á combatir é impugnar los dogmas




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 3 7 5


« d e nuestra santa religion católica, apostólica,
(( romana.


(Y 8 a . Los autores principales de las asonadas,
« que hubo en Madrid en 1 6 de noviembre de
(c 1 8 2 0 , y en la noche del 1 9 de febrero de 1 8 2 3 ,
».< en que fue violado el sagrado recinto del real
« palacio y se me privó de ejercer la preroga-
« tiva de nombrar y separar libremente mis se-
ct cretarios del despacho.


« 9 A . Los jueces y fiscales de las causas seguidas
« y sentenciadas contra el general El i o y el primer
«teniente de guardias españolas D. Teodoro
« Goffieu, victimas de su insigne lealtad y amor
u á su soberano y á su patria.


« 1 0 a . Los autores y egecutores de los asesi-
« natos del Arcediano D. Matias Yinuesa y del
« reverendo obispo de Vich, y de los cometidos
ce en la ciudad de Granada, y en la Coruña contra
« los individuos que se hallaban arrestados en el
« castillo de San Anton, y de cualquiera otro de
« la misma naturaleza. Los asesinatos son siem-
« pre escluidos de todos los indultos generales y
« particulares, y deben serlo con mayor razón
» los perpetradores de aquellos, que envolvían
« ademas el siniestro objeto de promover y ace-
ce lerar el movimiento revolucionario.


et 1 1 a . Los comandantes de partidas de guer-
(c rilla, formadas nuevamente y después de haber
c< entrado el egercito aliado en la peninsula, que




DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« solicitaron y obtuvieron patentes para hosti-
« lizar al egercito realista y al de mis aliados.


« 1 2 a . Los diputados de las llamadas cortes, que
« e n su sesión de 1 1 de junio de 1 8 2 3 votaron
« mi destitución y el establecimiento de una
« pretendida regencia, y se ratificaron en su de-
« pravado intento, continuando con ella hasta
« Cadiz, como también los individuos, que ha-
« biendo sido nombrados regentes en dicha se-
co sion, aceptaron y egercieron aquel cargo, y el
« general commandante de la tropa, que me con-
ec dujo á la referida plaza. Esceptuanse de esta
« clase los que después de aquel escandaloso su-
ec ceso hayan contribuido eficazmente á mi liber-
« tad y la de mi real familia, según se ofreció
ce solemnemente por la regencia en su decreto de
« 2 3 de junio del mismo año.


« 13 a . Los españoles europeos, que tuvieron
« parte directa e influyeron eficazmente para la
« formación del convenio ó tratado de Cordova,
« que D. Juan 0 ' Donojú, de odiosa memoria,
« celebró con D. Augustin de Iturbide, que á
« la sazón se hallaba al frente de la insurrección
« de Nueva España.


« 14a. Los que habiendo tenido parte activa en
« el gobierno constitucional, ó en los trastornos
« y revolución de la peninsula, hayan pasado ó
« pasen después de la abolición de dicho gobierno
« á la America, con el objeto de apoyar y sostener




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE l 8 3 6 .


« la insurrección de aquellos dominios; y los de
« la misma clase, que permanezcan en ellos con
((cualquiera objeto, después de requeridos por
«• las autoridades legitimas para que abandonen
(( el territorio. Esceptuanse de esta clase los que
« siendo naturales ó domiciliados en America, se
(( hayan restituido à sus hogares, viviendo como
« habitantes pacíficos.


« i 5 a . Los de la misma clase precedente, que
(( refugiados en países estrangeros hayan tomado
« ó tomen parte en tramas y conspiraciones fra-
a guadas en ellos contra los derechos de mi sobe-
(c rania, ó contra mi real persona y familia.


« A R T . I I I . Todos los que no se hallan com-
(( prendidos en las precedentes escepciones ó en
ce alguna de ellas, disfrutarán del beneficio del
« referido indulto, y por consiguiente gozarán
« de libertad civil y seguridad individual : espe-
« rancio que este acto de mi clemencia y benigni-
« dad servirá de un poderoso estimulo para que
u volviendo en si, y reconociendo sus estravios
(Í y alucinamiento, se hagan dignos por su con-
« ducta sucesiva de ser restituidos á mi gracia.


« A R T . IV. En su consecuencia, los que se hal-
«• len presos por escesos, que no sean de los que
« quedan esceptuados, ó lo estén solamente por
« opiniones políticas, serán puestos en libertad
« y se desembargarán sus bienes , no obstante
« que hayan egercido autoridad política, judicial.




5 7 0 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ee militar, administrativa ó municipal, ó hayan
ee tenido empleos y destinos bajo el gobierno Ha-
te mado constitucional, quedando por conse-
ct guiente revocados por el presente decreto los
« espedidos hasta aqui sobre la materia, en cuanto
tt no sea conforme con las disposiciones del pre-
« senté.


te A R T . V . Se observará sin embargo y celará por
te las autoridades respectivas la conducta de aquel-
« los individuos, que han dado evidentes pruebas
(( de adhesion al regimen constitucional, y si su
<t conducta sucesiva fuese la de vasallos fieles, no
te serán inquietados en manera alguna; pero si
« con acciones, con escritos, con discursos teni-
« dos en publico, ó por cualquiera otro medio,
ce tratasen en adelante de alterar el orden, serán
« procesados y castigados con todo rigor, como
a reincidentes.


tt ART. V I . Las causas contra las personas no
a comprendidas en el presente decreto de indulto
« se formarán y determinaran con arreglo á de-
« recho en los tribunales superiores de los respec-
te tivos territorios, en que se hayan cometido los
te atentados.


et A R T . V I L El beneficio del presente indulto y
te perdón no lleva consigo el reintegro de los em-
et pieos obtenidos en mi real servicio antes del 7 de
tt marzo de 1 8 2 0 . La conducta politica de los em-
et picados se examinará por los medios acordados




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE l836. 37g


(( ó que se acuerden sobre esta materia; pero la
« decision, que recaiga en los espedientes de puri-
<( ficacion, no podrá ser trascendental sino á los
te empleos y goces relativos à ellos.


« A R T . V IH. Tampoco se escluye ni invalida el
<( derecho de tercero á la reparación y resarci-
« miento de perjuicios, si se reclaman por parte
« legitima, ni el que compete á mi real hacienda,
« para exigir cuentas á los que hayan manejado
(( caudales públicos, y para obligar á la restitu-
te cion de lo malversado ó sustraído en la citada
« época.


te A R T . IX . Los individuos pertenecientes á las
te clases escluidas del beneficio del presente in-
Í( dulto, que se hallen comprendidos en alguna
« de las capitulaciones concedidas por los gene-
ce rales del egercito de S. M. Cristianísima, debi-
te damente autorizados, no podrán permanecer en
ee los dominios españoles, sino con la precisa con-
te dicion de someterse al juicio y á las resultas de
te este, en la forma que queda prevenida para
ee todos los que pertenezcan á las referidas clases
te esceptuadas.


te A R T . X . Las autoridades civiles y militares
te encargadas de la egecucion del presente decreto
ee serán responsables de todo lo que por exceso
ee ó por defecto se oponga á su puntual obser-
te vancia.


te A R T . X I . Los M . R. R. Arrobispos y los R. R.




38o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« obispos en sus respectivas diócesis, depues de
«publicado el presente indulto, emplearán toda
« la influencia de su ministerio para restablecer
a la union y buena armonia entre los españoles,
« exortandoles á sacrificar en los altares de la
« religion, y en obsequio del soberano- y de la
« patria, los resentimientos y agravios persona-
te les. Inspeccionarán igualmente la conducta de
« los párrocos y demás eclesiaticos existentes en
«sus territorios, para tomar las providencias
« que les dicte su celo pastoral por el bien de
« la iglesia y del estado.


« Españoles : imitad el egemplo de vuestro
« Rey, que perdona los estravíos, las ingrati-
« tudes, y los agravios, sin mas escepciones que
« las que imperiosamente exigen el bien publico
« y la seguridad del estado. Habéis vencido la re-
« volucion y la anarquia revolucionaria; pero
« aun nos queda que acabar de vencer la discordia,
« no menos terrible. Sacrificad vuestros resenti-
« mien tos é injurias personales al bien incom-
« parable de la union y de la paz interior. No
« olvidéis que la desunión y la discordia civil
« han arruinado los mas poderosos imperios de
« la tierra. Sin tranquilidad y perfecta sumisión
« á las leyes, es imposible que el gobierno se
« cimente sobre bases solidas c indestructibles,
« ni que renazcan las agotadas fuentes de la pros-
« peridad publica, y mucho menos que se resta-




DE 1 8 2 0 A 1 8 2 3 Y DE l836. 581


H blezca la confianza, que es madre de la indus-
« tria y de la riqueza y el único apoyo del crédito,
te que multiplica los recursos de los estados. Sin
te ella vuestros capitales y vuestros brazos irian
« á fecundar y beneficiar la tierra estrangera,
te dejando yermo el patrio suelo, que las vir-
« tudes de nuestros ascendientes convirtieron en
« tierra clasica del honor y de la lealtad. Haced
te que el total restablecimiento del orden en la
ce peninsula sea el preludio de la reconciliación
« entre vosotros y vuestros hermanos disidentes
« de America. Descendientes de los grandes horn-
ee bres, que fundaron y acrecentaron nuestro
(( glorioso imperio, é hicieron resonar el nombre
« español por todos los ángulos de la tierra, no
a dejéis á los vuestros una patria destrozada y
te un nombre vilipendiado. Emplead vuestra na-
ce tural energia en rescatar á la España del aba-
te timiento, en que la han constituido circuía-
te stancias degradadas. La fortaleza y vigor del
<e gobierno os preservará en adelante de las agi-
ré taciones y trastornos revolucionarios, y la es-
te pada de la justicia caerá infaliblemente sobre
ee los que intenten reproducir entre nosotros los
ee pasados desordenes; pero no deis acogida á las
ee pasiones rencorosas ni á los consejos pérfidos
ee de los que acaso pueden tener un interés en
f.< desuniros para perderos y para que no podáis
«. estender vuestros brazos y ausüio á vuestros




582 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(( hermanos de America, que son victimas, como
« lo habéis sido vosotros, de la anarquia revolu-
ti cionaria , y de la ambición de demagogos ines-
« pertos y mal intencionados. Si por decreto
« inescrutable de la providencia estaban resérva-
te vados á vuestro Rey tantos dias de amargura
a en los primeros años de su reinado, cooperad
« con el para que los restantes sean de prosperidad
« y de ventura, y puedan emplearse en fomentar
« las artes de la paz y en restituir á la España
« su primitiva gloria, á mi corona su brillantez
« y esplendor, á la religion su suave imperio, y
« á mis pueblos vejados y fatigados la abundancia
tt y el sosiego, á que son acreedores por su insi-
« gne lealtad y heroica constancia. Aranjuez i °


« de mayo de 1 8 2 4 * ^ ° e^ R e y - } )


Se conoce á primera vista que algunos articulos
del decreto no estan en armonía con las ideas que
se espresan en otros, y mucho menos con la alo-
cución del Rey ; y esto procede sin duda de que
estendido por hombres que deseaban el bien y
conocían las circunstancias, otros que no te-
nian tan sanas intenciones pudieron ir interca-
lando algunos articulos y alterando otros de modo
que la obra quedase enteramente desfigurada.
El real decreto fue recibido muy mal por todos
los españoles. Creían unos que contenia dema-
siadas escepciones, al paso que otros juzgaban
que eran muy amplias las gracias, y que dejaba




DE 1 8 2 0 A 1 8 2 3 Y DE l836. 385


impunes á una multitud de -criminales. Fácil es
adivinar que los que asi discurrían eran los rea-
listas exagerados, que ciegos siempre de furor,
ni conocen la época en que viven, ni pueden
oir hablar de que haya indulgencia para con
ninguno de los que no son de su misma opinion.
La mia es que en efecto el decreto esceptuaba á
demasiados.


Ya que no se quisiese echar un velo sobre todo
lo pasado, ya que la voluntad del Rey era castigar
á los que en 1 8 2 0 proclamaron la constitución,
no podían redactarse con mas moderación las
cuatro primeras escepciones, puesto que solo com-
prenden á los principales autores de las rebeliones
militares, y se limita á unas cuantas capitales,
siendo asi que en otros varios puntos se juró
la constitución antes de que lo mandase el Rey.
Bajo semejante aspecto aparecen justas aquellas
escepciones, á no ser la que comprende á los in-
dividuos, que componían la junta provisional,
muchos de los cuales no tuvieron parte alguna
en la revolución, y la junta entera dio muestras
de mucha prudencia, y combatió incesantemente
las pretensiones ó tendencia anárquica de algunos
alborotadores de las provincias, á los cuales atrajo
á la obediencia del Rey. Porque no siempre, ó
mas bien diré, casi nunca Jos que trastornaron
en España el orden publico en el año de 1 8 2 0 ,
echaron mano de conspiradores para las juntas




584 D E L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


de gobierno. Por lo regular, eligieron sujetos de
ideas liberales, pero moderados y de buena opi-
nion. Asi es, que aun en el caso de que el Rey
no quisiese comprender en el indulto á los que
hicieron-la revolución, no parece justo que los
individuos de la junta provisional sean tratados
del mismo modo que los principales conspira-
dores, cuando los mas de ellos fueron buscados
en sus retiros para desempeñar aquel encargo
y prestaron muchos servicios al bien publico,
sin que se haya dicho nunca que faltasen á los
miramientos debidos ai Rey, y sin que casi nin-
guno de ellos haya dado pruebas de exaltación
en todo el curso de la revolución.


La escepcion 5 a . no solamente me parece in-
justa é impolítica, sino en estremo ridicula; todos
saben en España la importancia que se daba á
las representaciones, y que los mas de los que
las suscribían ignoraban su contenido, firmando
otros todo lo contrario de lo que deseaban, por-
que, sino lo hacian, eran perseguidos como sos-


'pechosos, al paso que sabian que sus firmas no
eran de ninguna consecuencia, porque habian
llegado á despreciarse tales esposiciones ¿ Y como
puede compararse la falta, si es que lo era en
aquellas circunstancias, de los que en un café,
en la calle, ó en su misma casa, solicitados por
cuatro 6 seis personas de las mas exaltadas, y á
veces por un grupo considerable, se prestaban




D E . 1 8 2 0 A 1 8 2 5 Y D E i83G. 385


á firmar una representación, con el crimen de los
asesinos de que tratan otras escepciones? Debia
también haberse tenido presente la consideración
de que el numero de firmantes de las representa-
ciones, de que se trata, es muy crecido, porque
s,on sin -duda algunos millares de españoles los
comprendidos en la quinta escepcion. Algun viso
de justicia tendria, si en ella solo se tratase de los
principales autores de las representaciones.


Pero aun asi no dejaría nunca de ser ridiculo
que el Rey, que anuló todo lo hecho después
del 7 de marzo de 1 8 2 0 y que declaró que habia
carecido de libertad durante el regimen constitu-
cional, se manifestase tan celoso de la autoridad,
que le dejaba la constitución, y llamase augus-
tas las funciones, que egercia entonces; si todo
lo que ocurrió desde que se proclamó la consti-
tución hasta el i ° de octubre de 1 8 2 3 , fue un
atentado, si el Rey no estaba en libertad, ¿que
importaba el que se solicitase que se restringiesen
sus facultades, si no teniendo libertad, no disfru-
taba de ningunas? 0 yo me engaño mucho, ó
esta escepcion justifica la conducta de todos los
españoles, que obedecieron al Rey constitucional,
y legitima el gobierno de aquella época. Porque
si era un crimen solicitar la suspension de las au-
gustas funciones constitucionales del Rej, seria
sin duda un deber el conservar á S. M. en el
goce de ellas.




386 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


Lo mismo puede decirse con respecto á la pri-
mera parte de la escepcion 6 a. , y en cuanto á la
segunda parte, si el indulto solo se estiende hasta
la abolición del regimen constitucional, ¿á que
fin esceptuar de el a. los que se reúnan en socie-
dades secretas después de aquella época?


Los libros, que versaban sobre el dogma, no po
dian imprimirse, según el reglamento de libertad
de imprenta decretado por las cortes, sin la cen-
sura previa de los obispos; y asi es inútil la escep-
cion 7 a . , á no ser que se haya querido ampliar ili-
mitadamente el sentido de la palabra dogma,
estendiendole á puntos de disciplina, diezmos y
otros.


Si el gobierno constitucional hubiera egecutado
las leyes, y si los agentes del poder no pudiesen
llamarse complices en las asonadas del 1 6 de no-
viembre de ¡ 8 2 0 y 1 9 de febrero de 1 8 2 5 , Jos
promovedores de aquellos desordenes hubieran
sido castigados severamente. No estraño, por lo
mismo, el que sean comprendidos en la 8 a . escep-
cion , aunque no puedo menos de repetir que se
falta á los principios, porque en ella se dice que
se hacia fuerza al Rey en aquellos motines; y en
otros decretos, se ha dicho que el Rey, bajo el
regimen constitucional, siempre estuvo forzado.


Otra consecuencia importante se puede sacar
del contenido de esta 8 a . escepcion, pues que e»
ella se dice que, el 1 9 de febrero de 1 8 2 3 , se




BE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE 1836. 3 8 7


privó al Rey de egerçer laprerogat'wa de nom-
brar y separar libremente ¿1 sus secretarios del
despacho. Luego, en otras ocasiones, la egerció
S. M . ; y durante el gobierno constitucional
hubo ministros con quienes el Rey estaba con-
tento, puesto que los nombró, y pudo separarlos
libremente. Esta consecuencia es legitima, y
prueba la contradicción que hay entre este y
otros decretos, y lo dificultoso que es sostener
los principios sentados en el de i ° . de octubre
de 1 8 2 5 (pag. 3 4 5 ) .


Se aseguró, en España, que en la causa del
general Elio se prescindió enteramente de las
leyes; y aun puede decirse que esto mismo se
prueba en el alegato leido, en el consejo de guerra,
por el defensor del general, el cual alegato corrió
impreso. En cuanto á Gofieu, el tribunal que le
sentenció era incompetente, pues fue juzgado en
un consejo de guerra ordinario, debiendo verse
su causa en consejo de guerra de oficiales generales.
Pero en la escepcion g a . , en que se trata de estas
dos causas, debían indicarselosmismds motivos que
espongo, pues en el sentido en que está redactada
la escepcion, ó no debe hacerse ningún cargo á
los jueces de Elio y de Gofieu, ó deben ser escep-
tuados del indulto todos los tribunales, que im-
pusieron pena capital á los que proclamaron al
Rey absoluto, conspirando contra la constitu-
ción, porque, según se ha dicho hace un año




r)88 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


en cien decretos, estos fueron también victimas
de su lealtad y de su amor al soberano y á su
patria.


Los asesinatos, de eme se hace mención en Ja
escepcion 10% no pueden comprenderse en nin-
gún indulto, ni en los disturbios, escesos y des-
ordenes cometidos para sostener la constitución,
deben contarse jamas crímenes tan atroces. Esta
escepcion , en mi concepto, es inútil, porque no
creo que los reos, que señala, pudiesen nunca
acogerse al articulo i ° . del indulto.


¿Y serán mas criminales los que solicitaron ó
tomaron patentes de guerrilla, después de haber
entrado los Franceses en España, que los que las
obtuvieron antes ? No se alcanza el motivo de se-
mejante distinción; pero lo cierto es que, en vir-
tud de la escepcion í i a , se hallan encarcelados,
y espuestos á sufrir la pena de muerte, muchos
hombres, que tal vez pudieron tener la tacha de
acalorados partidarios de la constitución, ó del
gobierno de los patriotas, pero á quienes no se
les echa en cara ningún crimen, y algunos de el-
los se contentaron con recibir las patentes con
que les invitaban con instancia las autoridades,
y nunca levantaron partidas. ¿Y porque se escep-
tuan del indulto los que obtuvieron patentes de
guerrilla, y no los que obtuvieron patentes de
corso? Notaremos á cada paso que el decreto no
estaba redactado con el tino y justicia que recia-




D E . 1 8 2 O A 1 8 2 3 Y DE 1836. 0 8 9


ra.aba un asunto de tanta entidad, y que el deseo
que tenian unos de añadir escepciones, comba-
tido por otros que querían disminuir, cuanto
fuese dable, el numero de los esceptuados, hizo
incurrir en contradiciones notorias.


Los diputados comprendidos en la escepcion 12a,
abusaron sin duda de sus poderes, y destruyeron
la constitución; pero también resulta de esta es-
cepcion que el Rey no fue destituido hasta el dia
11 de junio de 1 8 2 5 , y por consiguiente que,
antes de aquella época, egerció autoridad. Sin
embargo, en el art. i ° . del real decreto de i ° . de
octubre de 1 8 2 3 , se dice : « Declarando, como
« declaro, que desde el 7 de marzo de 1 8 2 0 hasta
« hoy dia de la fecha, he carecido de libertad,
« obligado á sancionar las leyes y á espedir las
«ordenes, decretos y reglamentos, que contra
« m i voluntad se meditaban, y espedían por el
« mismo gobierno.» Sin detenerme á examinar,
si era posible que se obligase al Rey á espedir or-
denes, decretos y reglamentos, cuando el mo-
narca dice que no era el quien los daba, sino que
se meditaban y espedian contra su voluntad por
el mismo gobierno, esto es por los ministros,
diré solamente que, admitiendo como cierta la
coacción del Rey en todos los actos del gobierno
constitucional, las cortes, nombrando una regen-
cia , no atentaban contra la autoridad del Rey,
pues que no tenia ninguna, según claramente se




DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


espresa en el decreto citado, y en otros varios.
Era pues indiferente que mandasen tres regentes,
ó que mandasen siete ministros en nombre del
Rey, contra su voluntad.


Tengo por justa la escepcion i 3 a . ; y las 14a.
y i5 a . son intempestivas é inútiles, porque el in-
dulto solo comprende á los que hayan tenido
parte en los disturbios, escesos y desordenes,
ocurridos desde principios de enero de i 8 2 0 hasta
el i ° . de octubre de 1 8 2 3 , ó lo que es lo mismo,
hasta la abolición del sistema constitucional; y
en los artículos citados se trata de delitos pos-
teriores.


En el art. I X , se permite salir del reino á los
esceptuados del indulto, que hayan capitulado con
los generales franceses, no pudiendo permanecer
en España, sino se sujetan ajuicio y á las resultas
de el. Es probable que se deba este articulo á al-
guna reclamación del gobierno francés; pero aun-
que en realidad, si es que se ejecuta lo que pre-
viene, libra del suplicio á algunos, no por eso
deja de imponérseles la gravísima pena de la espa-
triacion, cuando se les prometió que no serian
inquietados ni molestados por la conducta poli-
tica que hubiesen tenido, y opiniones que hubie-
sen manifestado, antes de unirse á los Franceses.
¿Y á estos desgraciados se les concederá un asilo
en Francia, y se les dará con que vivir? No hay
ningún antecedente que lo indique, sin emb.irgo




DE l 8 2 0 A I82 3 Y DE l836. 3 9 1


de que notoriamente son victimas de la buena fe,
con que creyeron las promesas del principe gene-
ralísimo. ¡Que diferencia! Los constitucionales,
que no cedieron hasta el ultimo momento, y los
anarquistas, entre los cuales hay muchos carga-
dos de crimenes y manchados con la sangre de sus
compatriotas , disfrutan en Inglaterra pensiones,
mientras que los que abandonaron la causa de las
cortes, se unieron á los Franceses, y prestaron
servicios positivos, ó permanecen en su pais, es-
puestos á las persecuciones de los absolutistas, y,
sin sueldos ni consideraciones, sumidos en la mi-
seria, ó , si han sido esceptuados del indulto, tie-
nen que abandonar su patria, sin esperanzas de
hallar en ninguna parte el pan del infortunio (1).
Suplico á los ministros del rey de Francia que
tomen en consideración este contraste tan singu-
lar, y tan poco favorable á las miras de la santa
alianza. Tal vez, reflexionando sobre el, hallarán
que la fé y la generosidad francesa no han que-
dado muy á cubierto en esta ocasión.


He dicho que el decreto de indulto era de i e . de


( 1 ) Cuando se escribían estas l ineas, todavía no habia orga-
nizado el gobierno francés los socorros, que luego concedió
eon mano franca á todos los refugiados. ¡ Pluguiera á Dios
que esta generosidad solo se hubiera egercido en favor de los
emigrados por opiniones políticas , y no en el de tantos fugi-
tivos por sus crimenes, que se agolparon á desacreditar la
f migración !




5g2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


majo, y que no se publicó hasta el 2 0 del mismo
mes; y esto no se hizo sino con mucha malicia.
Luego que el indulto estuvo acordado , el minis-
tro de gracia y justicia , en una real orden reser-
vada , se le participó á los intendentes de policia ,
á fin de que, en cada provincia, se hiciesen pes-
quisas y se formasen listas de los que debian ser
arrestados en virtud de las escepciones, para que
se procediese á su prisión al mismo tiempo que se
publicase el indulto. De este modo se verificaron
las prisiones, no como consecuencia de una su-
maria información que hubiesen recibido Jos tri-
bunales , con arreglo á las leyes que por el mismo
decreto se les mandaban observar, sino á impulso
de las prevenciones y caprichos de los intendentes
de policia. En todas las naciones, tiene esta por
objeto prevenir los delitos, y no se entromete en
las facultades de los tribunales de justicia; pero
en España, cuida menos de esta esclusiva atribu-
ción de su instituto, que de ser el instrumento de
un partido. Asi es que, infringiéndose un decreto
publicado en el consejo con las formalidades acos-
tumbradas, y acordado en junta de ministros,
por una real orden comunicada reservadamente
por uno de ellos, se hizo y se hace gemir en las
cárceles á muchos inocentes, y se embrollaron de
tal modo los procedimientos judiciales, quedos tri-
bunales se vieron rodeados de mil dudas, y con los
manos atadas, porque, convertida la policia en acu-




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 3cp


sador publico, sus pesquisas son interminables, y
reservándose siempre el derecho de hacer nuevos
cargos, no es posible poner en libertad á ningún
acusado, por manifiesta que aparezca su inocencia.


Pero asi debia suceder para que fuese algo mas
llevadero á los absolutistas el indulto. No pu-
diendo impedir que se publicase, pusieron su
egecucion al cargo del ministro de gracia y jus-
ticia, y de los intendentes de policia, que en toda
España pasan por exaltadísimos. De este modo
entendieron por principales agentes de la revo-
lución á todos cuantos quisieron llevar á la cárcel,
y han convertido en instrumento de sus ven-
ganzas un decreto, que fue meditado para conci-
liar los ánimos y para calmar la efervescencia.


El indulto fue la señal de nuevas prisiones, al
paso que los que se hallaban presos y en virtud
de los articulos III y IV debían ser puestos en
libertad, permanecieron en las cárceles; de suerte
que el real decreto produjo infinitos disgustos y
poquísimas satisfacciones.


En el art. X I se encargaba á los obispos que
egerciesen toda la influencia de su ministerio para
restablecer la union y buena armonía entre los
Españoles, y casi ninguno ha cumplido con seme-
jante prevención. Sin embargo lo mandaba el
Rey, y ademas ningún paso podia ser mas con-
forme á la religion de Jesu Cristo y al ministerio
que egercian, y tanto por una como por otra




5g4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


razón debían cumplir punctualmente con el ci-
tado articulo. Pero como los mas de los obispos
de España pertenecen al partido absolutista, y
detestan toda medida de conciliación, porque,
ciegos de furor, quieren recobrar toda la influen-
cia del antiguo clero por medio de las persecu-
ciones , es muy raro el que ha publicado pasto-
ral con arreglo al espresado art. X I del decreto.
Siempre veremos que los absolutistas desprecian
las ordenes del gobierno, cuando no se conforman
con sus ideas, y no tienen reparo en manifestar
que estas son de destrucción y de esterminio.


Me apresuro á terminar estas observaciones
porque me he estendido en ellas mas de lo que
era mi intención, y sin embargo es fácil conocer
que suprimo de intento muchas razones y mu-
elas circunstancias que pudieran dar gran peso
á lo que afirmo. He creido que no podia dispen-
sarme de insertar el indulto y de desmenuzarle
algun tanto, entre otras razones, por la de que el
cuerpo diplomático cumplimentó á Fernando VII ,
por aquel decreto, y debió creerse en toda Eu-
ropa que ya quedaba restablecido en España eí
orden y la confianza.


Las disensiones continuaban en Madrid entre
una parte de los ministros y los absolutistas, y la
marcha de los negocios se hallaba enteramente
entorpecida. Los ministros con el apoyo del
cuerpo diplomático no dejaban de lograr de cuan-




DE J.82O A 1 8 2 5 Y DE l836.


do en cuando algunas ventajas y puede contarse
en este numero el reglamento de los voluntarios
realistas, espedido por el ministro de la guerra en
2 8 de febrero de 1 8 2 4 . Hemos visto ja los in-
convenientes de esta institución : el ministerio
trató de dar á los realistas una organización tal,
que pudiesen prestar servicios*al orden publico,
sin llevar en si mismos los elementos de anarquia
y de confusion, y quiso que pendiesen del go-
bierno que nombraba los gefes y los oficiales.
En todas partes se levantó la tempestad mas hor-
rorosa contra el reglamento : circuló una carta del
coronel general de voluntarios realistas de Madrid
(el general Aimerich), á todos los comandantes
de los realistas en los pueblos de alguna conside-
ración ; en la qual se aseguraba que el reglamento
se habia espedido contra la voluntad del Rey. El
general dijo que la carta no era suya, pero á pesar
de esto produjo muy malos efectos, y lo cierto
es que una de las primeras providencias de Aime-
rich, apenas subió al ministerio de la guerra, fue
anular el reglamento. Hubo desórdenes en varias
partes; algunas autoridades se opusieron abier-
tamente á el , y el consejo de Castilla en una
consulta que hizo al Rey con este motivo, no
solo disculpaba y aun elogiaba á los que no obe-
decieron, sino que pintaba el reglamento como
la medida mas destructora, y en medio del furor
que poseia aquella corporación, llegó á decir en




ÓgO DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1 ) Se ha visto al alcalde mayor de Sepúlveda presentarse
al Rey , en San I ldefonso, con el batallón de voluntarios rea-
listas de aquella v i l l a , y su jurisdicion , de que era coman-
dante , sin mas objeto que el de manifestar su celo, y sin
embargo de que , desde Sepúlveda al sitio real de San I l d e -
fonso, hay once leguas. Adviértase, que Sepúlveda es un pue-
blo de poca consideración , y que los voluntarios realistas
eran casi todos labradores de la villa y de las aldeas inme-
diatas, j Que de perjuicios no se seguirían á aquellas gentes ,
de abandonar sus casas y labores por el espacio de siete ú
ocho dias , solo para que el alcalde mayor fuese á ostentar
realismo , y tal vez á solicitar una toga! ¡Y que idea se ten-
drá de lo que es gobierno, cuando se tolera y se aplaude que
el magistrado encargado de administrar justicia, organice la
fuerza armada y se ponga al frente de ella ! L a Gaceta de
Madrid del 25 de setiembre , que trae este hecho, se com-
place en referir el entusiasmo y decision de aquellos labra-
dores, y participando los redactores del fuego, que sin duda
animaba al alcade mayor de Sepúlveda , concluyen el arti-
culo con estas palabras : Viva Fernando Vil de Borlón, rej
absoluto de los Españoles !


H e dicho que el general Aimerich anuid el reglamento,


la misma consulta que el Rey se hallaba rodeado
de enemigos. En fin, el decreto sobre organiza-
ción de realistas tuvo entre los absolutistas la
misma acogida que el proyecto que presentó á
las cortes, en 1822, el ministro Moscoso para or-
ganizar los nacionales, habia tenido entre los anar-
quistas. Hasta hubo la conformidad de que, de
resultas de aquella disposición , el ministro Cruz
fue quemado en estatua por los realistas, asi como
el ministro Moscoso lo habia sido por los nacio-
nales (1 ) .




DE 1 8 2 O A l 8 2 3 Y DE 1856- 5 9 7


apenas subió al ministerio,y no se contentó con dar este paso,
sino que en el mismo decreto previno á los capitanes g ene -
rales que se dedicasen desde luego , sin perdonar med io ,
fatiga ni desvelo , á aumentar en sus provincias los realistas,
que son el mas firme apoyo de los derechos de la legit imi-
dad « en todos los pueblos de la monarquia. » Dos dias des -
pués de haber sido nombrado ministro , espidió otro decreto ,
concediendo á los voluntarios realistas de Madr id el privi le-
gio de no poder ser arrestados en las cárceles publica?, cual-
quiera que sea el delito, que cometan ; pues deben sufrir la
prisión en su cuartel, para que no se mezclen entre ma lhe -
chores , y lo que es mas , « entre enemigos declarados de la
« augusta real persona y soberania. » Jamas las cortes , en
medio de la predilección que en el ultimo periodo de la época
constitucional manifestaron por los voluntarios nacionales ,
se atrevieron á concederles un privilegio de esta naturaleza.
¿Y en que se habrá fundado el señor Aimerich , para no hacer
ostensiva aquella gracia á los voluntarios realistas de todo el
reino? Sin duda porque quiso dar esta muestra de aprecio á
los de M a d r i d , que habian tenido el honor de que fuese su
coronel. La prudencia y la justicia no son cualidades, que
adornan las providencias de S. E.


Por aquel tiempo consiguió el ministerio echar
de Madrid á unos cuantos personages, que se dijo
hacian la corte con mucha frecuencia á un sujeto
de alta categoria. Entre ellos se contaba al general
de los frailes Franciscos y á varios obispos, que
quejándose amargamente de que el gobierno
constitucional los hubiese separado de sus reba-
ños , luego que pudieron ir á guardarlos, los
abandonaban, ocupándose en intrigas de palacio,
y fue preciso que se les obligase á reunirse á sus
ovejas. También cesó de publicarse entonces el




3 9 8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA.


Restaurador, y se aseguro que no habia costado
poco trabajo hacer callar á sus furiosos editores.


No tardó mucho en estallar en Aragón una
conspiración, cuyo objeto parece que era pro-
clamar al infante D. Carlos, y se aseguró que
esta trama tenia vastas ramificaciones en todas
las provincias, y que los conjurados se entendían
por medio de reuniones secretas : la existencia
de estas sociedades entre los absolutistas es indu-
dable. Cada vez que se publicaba un decreto, que
dejase entrever alguna medida conciliadora, los
absolutistas vociferaban que el Rey no tenia ca-
rácter, que se dejaba engañar á cada momento,
que habia sido la causa de la revolución de 1 8 2 0 ,
que después nunca quiso aprovecharse de los me-
dios, que se le propusieron para conseguir su l i-
bertad , y que no era posible que los negocios
marchasen bien, mientras que ocupase el trono.
A l mismo tiempo hacían los mayores elogios del
infante D. Carlos, pintándole como de una reli-
giosidad á toda prueba, decidido aun en los pe-
ligros, y sobre todo incapaz de transigir con el
espíritu del siglo, y acérrimo defensor de todas
las preeminencias y prerogativas del clero. Esto
lo hacian sin el menor rebozo, y asi es publico
y notorio en España. De resultas de la conspira-
ción de Aragón, fueron presos un mariscal de
campo y otros varios, se separó de la capitanía
general de aquella provincia al general Grimarest,




DE 1 8 2 0 A 1 8 2 5 Y DE l836.


y se formó causa sobre aquellos sucesos. Pero
hasta ahora no se ha traslucido ningún resultado,
y lo único que se nota es, que hay mucha dife-
rencia entre la actividad, con que se castiga á
los que dan indicios de amar la constitución, y
la lentitud con que se procede contra aquellos,
á quienes se acusa de haber conspirado para dar
un sucesor á Fernando VI I (1).


(1 ) Ahora se está cogiendo el fruto de las intrigas, que se
pusieron en practica durante los últimos diez años. No es de
admirar que D . Carlos tuviese partidarios, ni que estos fue-
sen mas ó menos exagerados en sus opiniones y deseos ; lo
singular es la deverguenza y descaro, con que se conspiraba
en su favor basta en la misma cámara del Rey . Es de advertir
que este señor no ignoraba nada de cuanto ocurría, no solo
porque se le dijo mil veces , sino porque el mismo llegó á verlo
con sus propios ojos , y tuvo en su mano las pruebas mas con-
vincentes. Con todo eso , no se atrevió jamas á castigar á los
delincuentes, ni supo resistir á las recomendaciones de su
hermano y cuñada Doña Maria Francisca. Pudiera referir
infinitos pasages que probarían esta verdad ; pero baste el s i -
guiente. Cuando S. M . volvió de la espedicion de Cata luña,
en 1827, l legó á su palacio de la Granja , y observó , desde
la pieza del tocador de la Reina , que el oficial abanderado
del batallón de guardias de servicio hacia los honores reales
al señor Infante. E l Rey montó en colera contra el conde de
España , que estaba de cuartel, á punto de preguntarle cuan-
tos reyes habla en sus dominios , y mandó llevar arrestado al
oficial. Todos los circunstantes se persuadieron á que iba á
recaer una resolución terrible; sin embargo, tres dias des -
pués , se vio con admiración que al oficial se le dio el grado
de teniente, por recomendación de la infanta Doña Mar ia
Francisca. Si D . Carlos no usurpó la corona en vida fl'e su
hermano , y tal vez con consentimiento de este ultimo, tlebe




/(.GO DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


atribuirse á sus principios religiosos ó á falta de decision .


pero no á que careciese de ocasiones para conseguirlo,


¿Y que diremos de los privilegios y de las es-
candalosas alarmas, que ha habido en Andalucía
y en otros puntos sobre escasez de granos, y
del agiotage, que se ha hecho con este motivo, per-
mi tiendo la introducción del estrangero, cuando
estaban acumuladas sin salida alguna enormes
cantidades de trigo en otras provincias espa-
ñolas ?


El hecho es, que el erario español se halla im-
posibilitado de cumplir sus obligaciones, que debe
una gran parte de la consigna de dos millones de
francos, señalada cada mes al egercito de ocupa-
ción, que cuando no ha habido egercito ni ape-
nas le hay, se desatienden casi todas las clases,
y que nada hay en el mundo mas miserable que
el estado de la hacienda española, porque ni
tiene dinero ni crédito. Una escandalosa dilapi-
dación, un desorden estraordinario en todos los
ramos, y la ignorancia y la apatía de los que
gobiernan, han hecho de los fondos públicos de
España un cahos impenetrable, y un manantial
perenne de robos y de descontento. ¿Pero, que
importan todos estos males, comparados con las
ventajas, que los cabildos eclesiásticos y las comu-
nidades religiosas sacan en España de que el mi-
nisterio esté identificado con los absolutistas?




DE 1 8 2 O A l 8 2 3 Y DE l836. 4 o l


Ya antes he tratado del decreto de purificacio-
nes espedido por la regencia. El Rey en 2 6 de
octubre de 1 8 2 3 mandó que se suspendiese la
ejecución de aquella providencia, hasta que se
diesen las reglas, que habian de observarse en este
punto; se consultó al consejo y el resultado fue
que en i° de abril de 1 8 2 4 , esto es, después de
mas de cinco meses, se determinó que tuviese
puntual cumplimiento el decreto de la regencia
de Madrid de 2 7 de junio de 1 8 2 3 , con sola la
inovacion de que á los empleados que lo eran
antes del 7 de marzo de 1 8 2 0 , y que en virtud
de no salir purificados no fuesen repuestos en
sus destinos, se les señalase algun sueldo, siempre
que no hubiesen incurrido en verdaderos delitos.
Sirvieron sin duda de modelo para esta provi-
dencia los cesantes del ministerio de Canga A r -
guelles, que por colocar favoritos y adictos al
sistema constitucional, gravó el erario con canti-
dades enormes, y sembró el descontento en toda
España. ¿Porqué quitarles sus destinos, sino co-
metieron delitos verdaderos ó falsos? ¿ Y para
que engañarlos ofreciéndoles un sueldo, que no
se les ha de pagar, pues es notorio que el gobierno
español no cumple con las obligaciones mas ur-
gentes ?


Para que los que hubiesen de dar informes
sobre la conducta de los empleados pudiesen ha-
cerlo sin el menor recelo de responsabilidad,


2 6




4o2 DE LAS ¡'.EVOLUCIONES DE ESPAÑA


no le pareció á D. Francisco Tadeo Calomarde,
ministro de gracia y justicia, suficiente garantia
el que se sellasen y archivasen los informes, sino
que en real orden de 11 de abril de 1 8 2 4 s e Pre-
vino, que cuando se hubiesen de remitir á la re-
solución del Rey los espedientes de purificaciones,
se enviase una certificación autentica de los in-
formes «• suprimiendo los nombres de los infor-
mantes, y que, en su caso, se quemen publi-
camente. »


Era preciso que esta medida promoviese gran
descontento y desordenes de Ja mayor conside-
ración. El numero de espedientes, que se hallan
sin despachar, de solos los empleados superiores
que deben purificarse en la corte, se acerca á
cuatro mil, y en las provincias es mucho mayor.
Se pasarán aun no pocos años antes de que se
acaben las purificaciones, porque el lomar in-
formes de varias personas, el determinar cuales
deban de ser estas, y el oir las reclamaciones de
apelación, lleva mucho tiempo, y los individuos
de las juntas de purificaciones tienen ademas que
atender á otros negocios. ¿Y los que entretanto
si hallan inciertos sobre su suerte futura, po-
drán estar contentos? ¿Y el disgusto y la in cer-
tidumbre 110 agitarán á sus familias? ¿Y el recelo
de que estos ó los otros sujetos puedan ser in-
formantes, no hará que los pobres empleados
los adulen continuamente y tal vez los regalen




DE 1 8 2 0 A 1 8 2 8 Y DE l836. / f 0 5


para tenerlos de su parte? ¿Y estas bajezas, que
degradan á los hombres, no son un gravísimo
inconveniente? ¿'Que de intrigas y que de desor-
denes no ha de traer necesariamente consigo
un sistema de purificaciones tan desatinado y
tan lento!


También se decretaron, por fin, las purificacio-
nes de los militares, á los cuales se obliga á que
presenten una confesión firmada de todas sus ope-
raciones desde el principio del año de 1 8 2 0 , y á
que digan si fueron masones, comuneros, etc.
Los espedientes se han de resolver por informes
reservados, lo mismo que en las purificaciones
civiles, y los generales y coroneles deben puri-
ficarse en Madrid por una sección del consejo de
la guerra, al paso que para purificar á las demás
clases, se debe formar en cada capitania general
una junta de gefes ya purificados. Puede asegurarse,
que procediendo con una mediana actividad, ni
la sección del consejo de la guerra ni las juntas
de algunas provincias terminarán sus trabajos en
menos de diez años. Y este plazo no parecerá
exagerado á los que reflexionen, que hasta los re-
tirados se hallan sujetos á purificación; que en
Madrid y en alguna otra provincia se reunirán
dos ó tres mil espedientes; que cumpliendo con
la real orden hay que pedir informes á todos los
puntos, en que estuvo cada oficial, y muchos en
los cuatro últimos años han corrido la mayor




4o4 D E L A s REVOLUCIONES DE ESPAÑA


parte de España; que es imposible que los indi-
viduos de la junta conozcan sujetos en todos los
pueblos de la nación para pedir los informes :
que aun suponiendo que estos informes se pidan
á los ayuntamientos ó á los cabildos eclesiásticos,
sin embargo de que en el decreto se habla espre-
samente de personas, no puede concebirse que
ni los cabildos ni los ayuntamientos conozcan a
todos los oficiales, que en los años de 1 8 2 0 , 1 8 2 1 ,
1 8 2 2 y 1 8 2 5 estuvieron en sus respectivos pue-
blos una semana, un mes ó un año, ni menos
que sepan dar razón de su conducta; y finalmente,
que debiendo ser muchos los impurificados en
primera instancia, habrá que tomar nuevos in-
formes de otras personas. Estas operaciones son
interminables.


No es menos singular la regla que se dá para
purificar ó impurificar á un oficial. El arti-
culo 1 2 del decreto dice asi. « Las bases, que han
« de servir para la purificación han de ser : el
« amor á mi real persona, derechos y gobierno,
« y la opinion publica y conducta politica, que
« se haya gozado y se goce, como consecuencia
« precisa de dicho amor. Y para la impurificación
« serán la adhesion al sistema constitucional, su
a gobierno y máximas, y la conducta politica y
« opinion publica consiguientes á dicha adhe-
« sion. » Confieso que si perteneciese á una junta
de purificaciones, me hallaría muy embarazado




DE 182O A l 8 2 5 Y DE l856.


para decidir aun en los casos mas obvios, pues
nada entiendo de las bases que establece el de-
creto, ni creo que tenga sentido una algarabía digna
de figurar en la comedia del desden con eldesden.
¿Que es gozar conducta politica? Repito que no
entiendo nada de las tales bases, y no puedo me-
nos de esclamar : ¡ oh insondable sabiduría de los
individuos, que componen el supremo consejo de
la guerra!


La providencia es disparatada bajo todos as-
pectos, y asi la miran en España los muchos mil-
lares de oficiales, comprendidos en ella. Creen
estos que el decreto se há publicado en los tér-
minos en que está, para que nunca llegue el caso
de que se les oiga, y ninguna idea puede haber
mas á proposito para infundir el desaliento y la
desesperación en aquella numerosa clase, que no
solamente está abandonada en este punto, sino
que apenas se la da nada de cuanto se la ofreció
en el decreto de 8 de marzo de 1824. Las licen-
cias indefinidas se dieron, en general, en los últi-
mos meses del año de 1 8 2 3 ; tocamos, ya casi el
termino del de 1824, y hay provincia, en la cual
solo se han dado á los indefinidos dos mesadas.
Cuanto mejor seria que de una vez les digese el
gobierno, que buscasen otro modo de vivir, que
no tenerlos con la consideración de oficiales,
imposibilitándolos para que se dediquen á algun
genero de industria? Es también de advertir que




4o6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


f l ) ¿\ de que egercito procede Aimerich


el decreto de purificaciones militares es de g de
agosto, y en fin de octubre ni estan instaladas
las juntas de las provincias, ni hay indicios de
que se instalen.


Pero no solamente se les priva de toda espe-
ranza, y no se les pagan los sueldos, que se les pro-
metieron, sino que se les persigue con encarni-
zamiento, y son continuamente el objeto de las
pesquisas y de las declamaciones de las autori-
dades. En 3 de octubre de este año, se espidió
una orden real, mandando recoger los caballos
utiles para el servicio, que tuviesen los indefini-
dos, y estableciendo una multitud de formali-
dades complicadísimas para el pago de los cabal-
los, el cual nunca se verificará. La citada real
orden empieza asi : «Las reiteradas quejas, que se
«• producen contra la conducta que observan ge-
« neralmente los oficiales indefinidos procedentes
« del egercito revolucionario, llamado constitucio-
« nal ( i ) , sin embargo de las consideraciones con
« que han sido tratados, y de las gracias conce-
(( didas en el real decreto de indulto y perdón
« general de i ° . de mayo de este año, han per-
te suadido al Rey nuestro señor la necesidad de
« resolver, etc. » Semejantes pretestos, para des-
pojar á los indefinidos del cortísimo numero de
caballos utiles que pueden tener, son sumamente




DE 1820 A l 8 2 3 Y DE l836. 4°7


ridiculos, puesto que también se puede conspirar
á pie; pero marcan bien,el modo con que los trata
el ministro, y la idea que tiene de que dejándo-
los en la miseria, y agobiándolos con sospechas y
con persecuciones, se usa con ellos de demasiada
consideración y se les hace gracia. Al decir esto,
sin duda se ha propuesto insultarlos. A pesar de
las infinitas cortapisas que se han puesto al in-
dulto, todavía al señor Aimerich le parece muy
amplio, y si dura su ministerio, no dudo que le
revócala.


En principio de agosto, unos cuantos aventu-
reros organizan una pequeña espedicion naval; é
invocando la constitución de 1 8 1 2 , se apoderan
de Tarifa, y recorren una gran parte de las costas
de Andalucía y de Murcia. Su numero, sus me-
dios , sus nombres, todo era despreciable; y sin
embargo, era tal el descontento, y tan pocos los
recursos que tenia el gobierno español, que si un
fuerte destacamento francés, que salió de Cadiz,
no pone sitio á Tarifa, los conspiradores hubie-
ran permanecido allí mucho tiempo, y quizá el
fuego de la insurrección hubiera cundido á otros
puntos. ¡Deplorable situación la de la corte de
Madrid, á la cual hizo temblar un centenar de va-
gamundos, que jamas se atreverían á insultarlas
costas de España, si los consejeros del Rey no hu-
bieran sembrado en ellas y en toda la nación el
descontento y la desesperación! Tarifa fue to-




4o8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1 ) Resulta de las Gacetas de Madrid, que desde el 24 de
agosto hasta el 12 de octubre de este año , han sido fusilados


y ahorcados, por conspiradores, ciento doce hombres; y


debe advertirse que el numero de ajusticiados será mucho


mayor en adelante , pues en la ultima fecha que queda citada ,


aun no regia el bárbaro decreto que insertaré luego.


mada, y los conspiradores, que pudieron salvarse,
se retiraron á Gibraltar ó á Africa. Este pequeño
acontecimiento, que no hubiera alterado nada la
marcha de un gobierno regular, produjo los re -
sultados mas decisivos en el gabinete de Madrid,
y los exaltados se apoderaron enteramente de los
negocios, habiendo salido del ministerio los que
hasta entonces habian sostenido algun tanto los
principios de moderación. Se dictaron providen-
cias escritas con sangre, y la Gaceta de Madrid
se ha complacido, y se complace, en referir el
numero y la calidad de los que han espirado en
el patibulo. La misma Gaceta nos dice que, entre
los pasados por las armas, hay algunos mucha-
chos de diez y siete años; y por ella sabemos que
Gregorio Iglesias, de edad de diez y ocho, acu-
sado de crimen de alta traición y lesa magestad
(es decir que seria mason ó comunero), ha sido
ahorcado, descuartizado, y su cabeza y sus miem-
bros colocados en las inmediaciones de la ca-
pital ( i ) .


Dos hombres oscuros, acusados de haber per-
tenecido á* una partida de constitucionales, llegan




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. /1O9


presos á Madrid : se reúne la comisión militar, se
forma la sumaria (porque no se necesita proceso
para causas de esta especie), se les sentencia á ser
pasados por las armas, se les pone en capilla á las
once de la noche, y son fusilados la mañana si-
guiente. Jamas, en España, ha habido un furor
de esta naturaleza. Las leyes y la costumbre quie-
ren, que los reos permanezcan en capilla á los me-
nos veinte y cuatro horas, y á nadie parece que
le era menos licito faltar á esta practica, que á los
que tanto alarde hacen de su catolicismo, porque
privar al delincuente de doce horas para dispo-
nerse á morir, es aventurar su salvación. ¿Y que
podria importar el que aquellos infelices murie-
sen veinte y cuatro horas antes ó veinte y cuatro
después? ¿Y quien se atreverá á asegurar que un
tribunal, que manifiesta semejante furor, no es ca-
paz también de atropellar la justicia, y de enviar
al patíbulo á acusados, de cuyos crimenes no haya
suficientes pruebas?


Y para que se vea que no aventuro nada, co-
piaré aqui algunos egemplares tomados de una
sola Gaceta de Madrid, para que se forme idea
del modo de enjuiciar, de la precipitación con
que se juzga y se impone la pena, y de la inau-
dita arbitrariedad con que se procede. Los tribu-
nales, de que se trata, son comisiones militares,
creadas en todas las capitanías generales para en-
tender en los delitos de conspiración y de robo.




4 l O DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ce Cipriano la Fuente y Tomas Murciano, ca-
er bos procedentes del regimentó caballería, Reina
« Amalia, resultando reos en la conspiración des
(( cubierta en esta corte , sufrieron la pena de ser
<( fusilados por la espalda, el il\ de setiembre
te de 18^4, por méritos del sumario fallado el a3.


(( Laureano de Feliz, cabo procedente del re-
te gimiento caballería, Reina Amalia, como com-
ee prendido en la conspiración descubierta en esta
« corte, fue fusilado por la espalda en 7 de oc-
ce tubre.


ee Claudio Francisco Garcia Grande (alias Mon-
te talvi l lo), de edad de cuarenta y cinco años,
te natural de Barajas de Huete, comprendido entre
te los conspiradores de la gavilla de Tomas Saez,
te ha sido condenado, en 10 de octubre, á la pena
ic de ser fusilado por la espalda, y se ha ejecutado
<e el 11 del mismo.


ee Don Nicolas Paredes, de edad de cuarenta v
te ocho años, de estado casado, natural de Ampu-
te dia y vecino de esta corte, convencido de intel-
te ligencia y envuelto en la conspiración de la villa
te de Barajas de Huete, y en conformidad de las
« reales ordenes de 14 y 20 de agosto ultimo, ha
te sido sentenciado á ser fusilado por la espalda,
te la cual sentencia se ejecutó el 12 del mismo.


te Francisco de la Torre, de estado casado, de
te edad de cincuenta y cinco años, natural de Cor-
te doba y vecino de esta corte, de oficio Zapatero;




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 4 1 1


« Justo Damián, Joaquin de Canto, Maria de la
<( Soledad Mancera, Dolores de la Torre, Ramon
« Fernandez, Antonio Fernandez, Francisco Su-
te sunaga, Roque Mirar (pró fugo) , Juan de la
« Torre y Maria del Carmen de la Torre; resul-
te tando estos procesados hallarse confesos y con-
te victos del delito de tener, en su casa, colgado
te á la vista el retrato del rebelde Riego, y con-
te servando el nefando folleto de la constitución;
ee vista la causa en 24 de setiembre, ha sido con-
ec denado el Francisco á llevar pendiente del cuello
ce el retrato hasta la plazuela de la Cebada de esta
te corte, para que presencie la quema publica del
te mismo retrato por mano del verdugo, y que
ce ademas sufra la pena de diez años de presidio
ce con retención; que la Maria Soledad Mancera,
ce su muger, en consideración á su sexo y á la
te culpa, que resulta contra ella en la conservación
<e del retrato del mismo Riego, y á la irreligiosi-
te dad que usó con una estampa de la Virgen nues-
te tra Señora, sufra asi mismo la de diez años de
<o galera ; Juan de la Torre, la de dos años de pre-
te sidio en el correccional de esta corte; Dolores
ce y Maria del Carmen la Torre , en libertad, por
<e no conceptuarlas culpables en la conservación
te del retrato; y que Justo Damián, Joaquin del
te Canto, Ramon Fernandez, Antonio Fernandez,
<e Francisco Susunaga, y Manuel Ignacio Rico,
« este y el Justo Damián, sueltos bajo fianza, y




4l2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


(1 ) Hemos sobrepujado la violencia que nos causa recordar
tan horribles pormenores, no solo porque era justo anatema-
tizarlos con la indignación que se merecen , sino también
para que sirvan de ejemplo á los corifeos de todos los part i -
dos intolerantes , al ver con que colores pinta la historia sus
escesos. Por desgracia , estas lecciones son generalmente per-
didas, supuesto que boy mismo estamos presenciando ejecu-
ciones mucho mas numerosas y menos motivadas, llegando
el caso de que no basta el que los acusados hayan sufrido las
sentencias de sus jueces, por severas que sean, para estar se -
guros de su suerte. Pues a l menor grito de la canalla feroz, la
cual hoy domina en algunas ciudades populosas de España ,
vuelve á abrirse la causa, y son condenados al ultimo supli -
cio , por los mismos jueces que , pocos dias antes , no les juz-
gaban merecedores de el. ¡Desgraciada condición del genero
bumano , á quien no corrijen ni los ejemplos ni la reproba-
ción de la historia !


((los demás, sean todos absueltos, poniéndolos
a en libertad, sin que les sirva de nota alguna la
a prisión y causa formada; y que al delator José
« Domínguez se le forme sumaria, procediendo
« inmediatamente á su prisión ; y con respecto al
a prófugo Roque Mirar, se le ha impuesto la pena
« de tres años de presidio, por la fuga que ha eje-
te cutado por eí balcón ( i ) . »


¿Quien podrá mirar con indiferencia la preci-
pitación con que se conduce á los hombres al pa-
tíbulo , y quien no se escandalizará al ver la arbi-
trariedad, con que se ha procedido en esta ultima
causa? No hay ningún decreto que prohiba tener
el retrato de Riego, ni el de los mayores crimi-




DE 182O A 1 8 2 8 Y DE l836. 4 J 3


nales del mundo; no hay ningún decreto que pro-
hiba tener el libro de la constitución; pues aun-
que hace poco que han publicado los obispos de
España un largo catalogo de libros prohibidos,
no se halla entre ellos la constitución. ¿Pues á
que leyes faltó el desventurado Francisco de la
Torre , para que se le impusiesen diez años de pre-
sidio con retención, y para que se le castigue con
la pena infamante de llevar colgado el retrato de
Riego hasta el sitio donde está puesto el patibulo,
para que alli le quemase á su vista el verdugo? ¿Y
porque se hace estensivo á su muger el castigo,
condenándola nada menos que ¿ diez años de ga-
lera ? Ellos no han ejecutado ninguna acción pro-
hibida por las leyes, pues que del estracto, que
hace la Gaceta, solo resulta que tenian en su casa
el retrato de Riego y la constitución; y es bien
seguro que en los tales estractos se acrimina todo
lo posible. Lo único que alli se dice, que pueda
llamarse falta, es que cometió la muger irreve-
rencias con una imagen de la Virgen. ¿Y quien
dio facultades á la comisión militar para entender
en delitos de esta especie, cuando terminante-
mente se ha establecido para juzgar los crimenes
de conspiración y de robo?


Esta sentencia es notoriamente injusta, y prueba
ele que modo obra la comisión militar de Madrid.
Si pudiesen examinarse las causas que ha fallado,
¿que de atrocidades no se hallarian en las penas




4 14 D E L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


impuestas, si hemos de juzgar por todas las apa-
riencias que quedan indicadas?


El presidente de la comisión militar de Madrid,
creyendo sin duda que aun quedaban impunes
muchos delitos, hizo una consulta, y acogiendo
benignamente el ministerio todas las observa-
ciones que se dirigen á sembrar el terror y el
llanto en la nación que deshonra, espidió el
señor Aimerich, ministro de la guerra, el real
decreto siguiente, con fecha g de octubre de
1 8 2 4 , dirigido al capitán general de Castilla la
Nueva :


ce Habiendo dado cuenta al Rey nuestro señor
« de la esposicion del presidente de la comisión
(( ejecutiva militar de esta corte, y del dictamen
ce del auditor de guerra, con que me la dirigió
te V . E. en 5 de marzo del presente año; solici-
te tando aquel que se haga una graduación de pe-
f< nas proporcionadas á la mayor ó menor gráve-
te dad de los delitos que comprende el articulo 2 0 .
te de la circular de 1 3 de enero ultimo, y enterado
tt S. M. de ella, como igualmente de las dudas
te propuestas por la comisión militar de Valencia,
te con motivo de la causa formada contra Salvador
te Llorens, acusado de haber gritado muera el
te Rey! y no pudiendo su real animo mirar con
tt indiferencia el notorio y vergonzoso abuso, que
ft los revolucionarios hacen de su i na ta demen-
ti cia, en desdoro de su dignidad, con trascen-




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 4 l 5


t( denial perjuicio del bien y tranquilidad de sus
« reinos y escándalo de la Europa; violentando
« su natural sensibilidad en beneficio de tan caros
« objetos, tuvo á bien oir el dictamen de su su-
« premo consejo de la guerra e*n este asunto, y
(c conformándose con su parecer, se ha servido
« S. M. resolver lo siguiente :


(( Articulo i ° . Que los que desde el dia i° de
« octubre del año proximo pasado se hayan dé-
te clarado; y los que en lo sucesivo se declaren
« con armas ó con hechos de cualquiera clase
« enemigos de Jos legítimos derechos del trono,
« ó partidarios de la constitución publicada en
(c Cadiz en el mes de marzo de 1 8 1 2 , son decla-
re rados reos de lesa magestad, y como tales suje-
te tos á la pena de muerte.


ce Art. 2 o . Los que desde la misma fecha hayan
<e escrito ó escriban papeles ó pasquines dirijidos á
ee aquellos fines, son igualmente comprendidos
te en la misma pena.


<e Art. 3 o . Los que en parages públicos hablen
<o contra la soberanía de S. M., ó en favor de la
<e abolida constitución, si sus conversaciones en
ee publico contra la soberanía de S. M. y en favor
ee de la abolida constitución, no produjesen actos
« positivos, y fuesen efecto de una imaginación
(( indiscretamente exaltada, quedan sujetos à la
te pena de cuatro á diez años de presidio con
<e retención según las circunstancias, las miras




4 l 6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ce que en ellas se hubiesen propuesto, y la mayor
ce ó menor trascendencia de su malicia.


« Art . 4°- Los que seduzcan ó procuren sedu-
ce cir á otros con el objeto de formar alguna par-
ce tida, si se probare que ha mediado algun acto
ce positivo, como entrega de dinero, armas, mu-
ce iliciones ó caballos, quedan declarados reos
ce de lesa magestad y sujetos á la pena de muerte;
ce sino, á una estraordinaria.


ce Art. 5 o. Los que promuevan alborotos, que
ce alteren la tranquilidad publica, y cualquiera
ce que sea su naturaleza ó el pretesto, de que se
ce valgan para ello, si el alboroto se dirigiese á
ce trastornar el gobierno de S. M . , ó á obligarle
ce á que condescienda á un acto contrario á su
ce voluntad soberana, se declaran reos de lesa-
cc magestad y como tales se les impondrá la pena
ce de muerte; pero si el movimiento tuviese on-
ce gen de causa imprevista, y que no se dirija á
ce tan punible objeto, se les impondrá la pena
ce de presidio de dos hasta cuatro años, y pro-
ce porcionalmente á los complices y ausiliadores.


ce Art. 6 \ No deberá servir de escepcion la
ce embriaguez para la imposición de la pena, pro-
ce bado que sea que el delincuente era consue-
ce tudinario en este esceso, y que le inducia á
ce otros, asi como no lo es para el soldado, según
ce la ordenanza general del egercito.


ce Art. 7°. Queda al prudente é imparcial cri-




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 4 1 7


(( terio judicial la fuerza de las pruebas en favor
(( y en contra del procesado.


« Art. 8 o . Los que hubieren gritado Muera el
« Rey, son reos de alta traición, y como tales
« sujetos á la pena de muerte.


a Art. g°. Los masones, comuneros y otros
« sectarios, atendiendo á que deben considerarse
« como enemigos del altar y los tronos, que-
« dan sujetos á la pena de muerte y confiscación
« de todos los bienes para la real cámara de
« S. M., como reos de lesa magestad divina y
ahumana, esceptuandose los indultados en la
« real orden de i° de agosto del presente año.


« Art. 1 0 o . Todo Español de cualquiera clase,
(( calidad y distinción queda sujeto á estas pe-
te nas, y bajo el juicio de las comisiones militares
« ejecutivas, en conformidad del real decreto de
(( j 1 de setiembre de 181 o , por el que S. M. tuvo
« á bien en las causas de infidencia ó ideas subver-
« sivas privar del fuero, que por su carácter,
« destinos ó carrera les está declarado.


« A r t . I I o . J J O S que usen de las voces alar-
te mantes y subversivas de viva Riego! viva la
« constitución! mueran los serviles! mueran los
« tiranos! viva la libertad! deben estar sujetos
« á la pena de muerte en conformidad del real
« decreto de 4 ^e mayo de 1814, por ser espre-
u siones atentativas al orden, y convocatorias á
« reuniones dirijidas á deprimir la sagrada per-


2 7




4 I 8 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


. (1 ) Se ha observado que Ja Gaceta de Madrid no ha inser-
tado este decreto , porque tal vez se han querido ocultar á la
Europa las atrocidades que contiene. Yo le he copiado del
Diario de Madrid del 17 de octubre , y en todos los pueblos
de aquella monarquia , se ha publicado por bando.


« sona de S. M . , y sus respetables atribuciones.
<( De real orden lo comunico á V. E. para su in-
te teligencia y puntual cumplimiento en la parte
tí que le toca ( i ) . »


¿ Quien no temblará al leer las penas terribles
que se imponen en este decreto por faltas, que
apenas merecen el nombre de crímenes? ¿Hade
morir un hombre por haber dicho simplemente
viva la constitución, viva Riego ó mueran los
serviles, si de estas voces no se siguieron con-
secuencias, ni hay datos para creer que inten-
tase amotinar el pueblo? ¿ Y mas de cincuenta ó
sesenta mil masones, comuneros y de otras so-
ciedades secretas que habia en España, sino se han
delatado á si mismos, según previene el decreto de
i ° . de agosto citado en este, porque estan persua-
didos quizá con mucho fundamento de que el uso
que se haga de semejantes delaciones ha de ser
en perjuicio suyo, han de subir al patíbulo, no
probándoles que han continuado asistiendo á las
reuniones después de abolido el sistema constitu-
cional? ¿Y que diremos de la apología, que se hace
en España de la tirania, castigandp con el ulti-
mo suplicio á los que digan mueran los tiranos?




DE 1 8 2 O A l 8 2 5 Y DE l836. /j.ig


Hasta ahora todos se habian avergonzado de me-
recer este titulo, pero el señor Aimerich y el
supremo consejo de la guerra le dan tanta esti-
mación, que destinan á la horca á los que ma-
nifiestan aborrecerle. En verdad que, según la
conducta que observan aquellos señores, hacen
muy bien en creer que cuando se dice en Es-
paña mueran los tiranos, se habla espresamente
con ellos.


Pero aun es mas escandoloso lo' que previene el
articulo 7 0 . del decreto. Por el quedan abolidas
las pruebas legales, y Jos jueces deben fallar se-
gún su prudente é imparcial criterio. Jamas en
ningún pais del mundo civilizado se ha procedido
con semejante arbitrariedad, y tales escándalos
no necesitan comentarios.


Hemos visto que la comisión militar de Madrid
se distinguia por el furor, con que procedia en sus
juicios, y esta misma comisión es la que el go -
bierno ha propuesto por modelo en una real or-
den, que se ha circulado á todas las demás, que-
jándose de su apatía, y exortandolas á que sigan
el egemplo de aquella. Para saber la impresión
que estas excitaciones harán en. el animo de los
que componen las comisiones militares, conviene
tener presente, que ademas de ser todos ellos amo-
vibles, no hay casi ninguno que esté purificado;
y la conservación de sus destinos, y la subsisten-
cia de sus familias, penden de que den gusto al




420 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


gobierno y á sus agentes en todo y por todo. Y
si entre los vocales de las comisiones se encon-
trase algun hombre bastante firme para no ceder
al torrente, bien pronto seria reemplazado por
otro mas dócil. Cuando los que mandan se mani-
fiestan tan insaciables de sangre, y cuando po-
seen tantos medios de corromper á los jueces,
¿que garantia pueden tener los acusados de que
se les hará justicia?


¡ 0 vosotros tos que tantos elogios hacéis del
gobierno español, los que todos los dias manifes-
táis deseos de trasladarle á vuestro pais, fijad un
momento la atención en los datos irrecusables,
que acabo de sentar, y ved cual es el idolo de vues-
tras alabanzas! Enviad á España vuestros hijos,
para que, si cometen una indiscreción en mate-
rias políticas, sean fusilados á las veinte y cuatro
horas, ó destinados á un presidio. El idioma de
la razón y de la justicia suceda al lenguage de la
pasión y del entusiasmo, y que no haya un solo
hombre sensato, que no abomine los horrores que
se cometen en España.


Apenas se publica un decreto, que no esté mar-
cado con el sello de la ignorancia, del espiritu de
partido y del furor. Véase el preámbulo de una
real orden de 1 7 de octubre de este año, en la
cual §e establece un nuevo método de elecciones
de ayuntamientos, privando á los pueblos del de-
recho, que tenian de elegir ciertos cargos munici-




DE ï 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE l836. 4 2 1


pales, y trasladando esta facultad á los tribunales
reales; es decir dando lugar á que los destinos
municipales se perpetuen en un partido y en al-
gunas familias, porque el ayuntamiento es el que
propone los que le han de suceder en el año
siguiente :


(( Don Fernando V I I , por la gracia de Dios, rey
« de Castilla, de Aragón, etc.; á los de mi con-
ec sejo, etc., sabed: que por mi real orden de 2 de
« diciembre del año proximo pasado, comunicada
ce a el mi consejo por mi secretario de estado y del
« despacho de gracia y justicia, tuve á bien man-
ee dar que, suspendiéndose por entonces hasta
(< nueva resolución la elección de alcaldes ordi-
(c narios y demás capitulares y oficiales de los
ce ayuntamientos de los pueblos, me consultase
ce su parecer sobre si convendría la continuación
« de los concejales de dicho año por todo el cor-
ee riente, ó su renovación, atendidas las pre-
ce sentes circunstancias. En consecuencia de esta
ce mi real determinación, y previos informes pe-
ce didos por el citado mi consejo, sobre el parti-
ce cular á todas las cnancillerías y audiencias del
ce reino, y con audiencia de mis fiscales, elevó á
ec mis manos, en 2 8 de abril ultimo, la consulta
ce que por aquella le estaba encargada; y antes de
<c resolverla, se le comunicó también de mi real
ce orden la correspondiente en 2 9 de mayo si-
ce guíente, pidiéndole noticias en razón de las




422 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« bases ó reglas, que rigen en cada provincia para
« la elección de individuos de los ayuntamientos
« y alcaldes ordinarios; y por otra, que igual-
« mente se dirijió, con fecha 10 de junio, le en-
« cargué que, con el jin de que desaparezca para
« siempre del suelo español hasta la mas remota
« idea, de que la soberanía reside en otro que en
« mi real persona, con el justo fin de que mis
« pueblos conozcan que jamas entraré en la mas
«pequeña alteración de las, leyes fundamen-
« tales de esta monarquia, me consultase cuanto
« creyese conveniente, para que las elecciones de
« justicia y ayuntamientos sean uniformes en todo
« el reino, evitándose lo que tenga tendencia á la
«popularidad, teniendo para ello presentes las
« diversas costumbres autorizadas por su largo
« uso ó por ordenanzas particulares, y en espe-
u cialidad lo que se practica en el reino de Ara-
« gon. Dedicado el mi consejo á llenar con pre-
« ferencia á otro asunto las justas miras manifes-
tí tadas en esta mi real orden, y considerando
« q u e , según ella, debia escusar tratar de la de
« 2 9 de mayo citada, porque sobre no haber
« una necesidad de examinar las bases ó reglas
« que tiene cada provincia para la elección de
« ayuntamientos, ni creer conveniente hacerlo,
« por su complicación y estraordinaria variedad,
« dificultaria la pronta y uniforme determinación
« de asunto tan importante el largo tiempo que




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE l836. 4 25


« seria indispensable transcurriese hasta .reunir
u aquellas noticias, meditó este asunto con la cir-
ce cunspeccion y detenimiento conducentes al
ce acierto, y en vista de lo que acerca de el ha-
ce bian representado el capitán -general de Galicia,
u y otras autoridades de diferentes pueblos, y de
« l o espuesto en su razón por mis fiscales, me
ce consultó cuanto le dictaba su celo y estimó opor-
ce tuno en la que me dirigió, con fecha g de agosto
c< ultimo, y por mi real resolución dada á el|a
ce conforme á su parecer, he venido en mandar se
« observen los artículos siguientes, etc. »


Por mas largo que haya parecido este insípido
exordio, he creído oportuno insertarle integro ,
para que se vea cual es el estilo del consejo de Cas-
tilla, y la estravagancia què hay, en que en una
orden dirigida al mismo consejo, se le refieran
todos los pasos que ha dado y consultas que ha
hecho en la materia. En otras naciones, los preám-
bulos délas leyes manifiestan las razones que hubo
para espedirlas; pero en España, se dirigen á ha-
cer patentes los tramites que siguió el negocio;
y por este, se vendrá en conocimiento déla acti-
vidad é inteligencia, con que se tratan los asuntos
mas urgentes, y de lo bien gobernado que debe
estar aquel pais. Aquí se ve que, para mandar
que en toda España se observe un nuevo método
de elecciones de ayuntamientos, se ha necesitado el
tiempo que medió entre el de 2 diciembre de 1 8 2 3




4 2 4 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


( 1 ) Lo que quisieron decir el consejo y el señor Calomarde,
en las palabras de que « jamas entrará el Rey en la mas p e -
« quena alteración de las leyes fondamentales de la monar-
« quia , » las cuales palabras puso la Gaceta de Madrid con
letra bastardilla, fue, que no bay que contar con que se esta-
blezca en aquel pais un gobierno representativo. Esta fue la


y el 17 de octubre de 1 8 2 4 , y esto sin haber con-
sultado ni las leyes ni las costumbres del pais.


Dice el exordio que el Rey se propone « que
« desaparezca para siempre del suelo español hasta
((la mas remota idea de que la soberanía reside
(Í en otro que en su real persona, y que quiere
i< que sus pueblos conozcan que jamas entrará en
((las mas pequeña alteración de las leyes fúnda-
te mentales de la monarquia; » y á renglón se-
guido, se deroga el método que por siglos enteros
han observado los pueblos en la elección de sus
gobiernos municipales, y se destruyen las leyes
y las costumbres, que de tiempo inmemorial re-
gían en casi todas las provincias españolas. ¿Pues
cuales se llamarán leyes fundamentales de aquella
monarquia, si no son consideradas como tales las
que tienen su origen en una remota antigüedad,
y estan apoyadas en una costumbre, que jamas ha
sido alterada, sino durante el regimen constitu-
cional? ¡ Que impudencia citar las leyes funda-
mentales de la nación, y prometer no alterarlas en
lo mas minimo, en el exordio de un decreto, que
destruye las mas antiguas y las mas respetables (1 ) !




DE 182O A 1 8 2 3 Y DE l836.


Porque anuladas de hecho las antiguas cortes, nin-
guna institución quedaba en España que pudiese
llamarse fundamental, sino la elección de los
ayuntamientos. En vista de esto, no es estraño
que los Españoles crean que su gobierno hace
burla de ellos, y que no se contenta con estable-
cer un despotismo, de que no ha habido jamas idea
en aquel pais desde la espulsion de los Moros,
sino que al mismo tiempo los insulta, manifes-
tándose celoso de la conservación de sus antiguas
leyes.


¿Y que idea tendrán el ministerio y el consejo
de la soberanía, cuando creen que se le usurpa
al Rey, porque, en la mayor parte de las ciu-
dades y villas, nombren los vecinos algunos indi-
viduos, que velen en el ayuntamiento sobre la
buena distribución de los fondos municipales?


El consejo, que tiene en España la superior
inspección sobre todo lo gubernativo, y que por
consiguiente es el gefe de los ayuntamientos; el
consejo que mas de una vez ha querido ser el re-
presentante de la nación, y ha intentado poner
trabas á la autoridad real, á egemplo de los par-
lamentos de Francia; este mismo consejo cree


idea de aquellos señores ; y cuando hablan de las leyes fun -


damentales de E s p a ñ a , aluden sin duda á las de Cordoba y


G r a n a d a , cuando mandaban alli los Sarracenos, y no á las


de Castilla y Aragón.




/j.26 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« que no hay necesidad de examinar las bases ó
« reglas que tiene cada provincia para la elección
« de ayuntamientos, » porque sin duda desprecia
estas bases, consagradas por las leyes y por las
costumbres. Pues ya que se quiere una monar-
quia enteramente nueva, ya que los ministros y
los consejeros han tomado pretesto de la consti-
tución de 1 8 1 2 para abolir las leyes de muchos
siglos, al menos que no se invoquen las funda-
mentales, y que no se diga que Fernando está
sentado en el trono de sus mayores, pues, según
los adornos que se le van poniendo, se parece
tanto aquel trono al de sus progenitores, como se
parecían las cortes de Cadiz á las de la antigua
monarquia.


No solamente tiene por inútil el consejo el exa-
men de las leyes, que regían en cada provincia
para la elección de ayuntamientos, sino que con-
sidera que se retardaria la resolución por el largo
tiempo, que se necesitaria para reunir aquellas no-
ticias. ¿Luego el consejo no las tiene? ¿Luego la
autoridad superior gubernativa ignora como se
gobiernan los pueblos, y los usos y costumbres
de las provincias? No se sabe que admirar mas si
la ignorancia de la primera corporación de Es-
paña, ó la impudencia, con que se hace notoria á
la faz de los pueblos. De este modo se gobierna
aquella nación.


Seria muy fácil multiplicar las pruebas de los




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 4 2 7


desaciertos del gobierno español; pero me parece
que basta lo dicho para que se forme una idea del
modo, con que se rige aquel pais, y de los desor-
denes, que son consiguientes á semejante estado
de cosas. La confusion mas completa reina en to-
dos los ramos. En unas partes, se manda que na-
die dé mas noticias que las que traiga la Gaceta
de Madrid; en otros, se prohibe la reunion de
mas de tres personas sospechosas, marcando como
tales á todos los oficiales indefinidos; en otros,
se prohiben las gorras llamadas cachuchas, como
signos revolucionarios, y esto en los mismos pue-
blos en donde las usan muchos oficiales y solda-
dos franceses, como que forman parte de su ves-
tuario; y en varios puntos, se han establecido
compañías de apaleadores , que tienen á su cargo
maltratar á los que fueron constitucionales, y se
descuidan en salir de sus casas por las noches. Au-
toridades furibundas y necias esparcen el terror
por toda España, y ponen en ridiculo las funcio-
nes que ejercen y el gobierno de que son agentes.
Cada capitán general, cada intendente de policia,
cada subdelegado, es un despota que tiene en su
mano la suerte de los habitantes, y que los inju-
ria, los maltrata y los prende á su antojo. Nin-
guno está seguro en su destino, porque el go-
bierno arroja hoy ignominiosamente de su puesto
al mismo, á quien habia colocado ayer. Los pue-
blos son victimas de la rapacidad de unos emplea-




428 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


dos, que solo tratan de hacer dinero para cuando
llegue el caso de que queden sin destino; y el
honor, la probidad y las virtudes todas, muy di-
minuidas ya por la camarilla y por la revolución,
desaparecen apresuradamente del suelo español.


No es estraño que tantos y tan poderosos mo-
tivos hayan producido y produzcan en España
una masa enorme de descontento, y que el go-
bierno tenga un gran numero de enemigos. Los
ánimos estan cada dia mas divididos, y lejos de
emplear medios de conciliación, solo se trata de
exasperarlos. Los hombres de bien, amigos de la
monarquia, que aborrecieron las pasadas turbu-
lencias, no pueden tranquilizarse, porque la exal-
tación de las pasiones va en aumento, y porque
saben que el termino de tantos desordenes ven-
drá á ser una reacción. Los partidarios de las cor-
tes, al ver que nada se ha adelantado en la paz y
en la prosperidad de la nación, y que al furor de
un partido ha sucedido el frenesí de otro partido,
no solamente creen que aquel orden de cosas era
mejor que el que rige, sino que su opinion ad-
quiere cada dia mas crédito. El gran numero de
oficiales y sargentos, que no tienen con que sub-
sistir, y á quienes se ultraja y se persigue con la
mayor indiscreción, son en general elementos
propios para cualquier trastorno, y no pueden
menos de desear la destrucción del actual go-
bierno. Hasta el mismo clero, que es la única




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE l836. 4 2 9


clase, que disfruta de los beneficios de la restaura-
ción, está incierto sobre el provenir, y recela
perder lo que ha adquirido de nuevo, porque co-
noce la debilidad del gobierno que le sostiene. En
fin, las medidas de terror desplegadas últimamente
no hacen mas que enajenar los ánimos de cuantos
hombres moderados hay en la monarquia.


Este orden de cosas es demasiado violento para
que pueda durar..Centenares de emigrados soplan
el fuego de la rebelión, y en la peninsula hay
muchos millares de hombres en un estado de de-
sesperación, que no debe dudarse que tomarán
un partido violento, si se presenta una ocasión
favorable. La situación de España, en 1 8 2 2 , era
muy embarazosa para las demás potencias, y par-
ticularmente para la Francia; esta fue la razón
que obligó al congreso de Verona á tratar de los
asuntos de la peninsula, y que decidió la inter-
vención armada. Reflexionen los gabinetes de la
santa alianza, y sobre todo reflexionen los minis-
tros de Carlos X , si subsiste aquel embarazo, y
si puede crée le que ha cesado la revolución en
España, mien tras*" que el gobierno de aquel pais
no tome otro rumbo.


No hay duda que los males que aquejan á la
nación española son de difícil curación, y que
aquello que pudo hacerse sin inconveniente en
1 8 2 3 , esperimentaria en el dia no pocos obsta-
culos. Pero cuanto mas se dilate el remedio, mas




^3o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


incremento tomará la enfermedad; y quizá, cuando
se quiera acudir, será ja tarde, porque habrá
sobrevenido una crisis, j agitarán aquel pais sín-
tomas de diferente naturaleza de los que le hacen
padecer actualmente.


En el año de 1 8 2 2 , creian las grandes poten-
cias que podria lijarse el orden en España, ha-
ciendo algunas modificaciones en la constitución;
j se tuvo por cierto que, en el ultimatum pasado
por la Francia antes de que su egercito atravesase
la frontera , se exijia únicamente que los diputa-
dos á cortes fuesen propietarios (según lo man-
daba un articulo de la constitución, que estaba
suspenso), y que el consejo de estado tomase la
forma del senado de los Estados Unidos de Ame-
rica. En 2 3 de enero de 1 8 2 3 , decia el vizconde
de Chateaubriand á M. Canning : « S . M. Cristia-
« nisima exige que S. M. Católica, por si y en
« virtud de su autoridad, haga las modificaciones
« necesarias en las instituciones, que han sido im-
« puestas á la corona de España por la rebelión
« de unos pocos soldados. A esta l¿bre concesión
(( de parte del r e j Fernando de las instituciones
« corregidas, cree el r e j de Francia que seria
«conveniente agregar una completa amnistia
« sobre todos los acontecimientos políticos acae-
<<• cidos desde 1 8 1 2 hasta el día de la publicación
Í< de esta real concesión. De este modo, desapa-
« recerian de la constitución española los defectos




DE 182O A l 8 2 3 Y DE 1.836. 4 3 1


(Í de sustancia y de forma, que ponen en peligro
« á todas las monarquías legitimas. »


Parece que, en aquella época, todos los que
querían intervenir en los negocios de España es-
taban acordes en que, al paso que era necesario
modificar la constitución de 1812, convenia de-
jar en aquel pais un gobierno representativo. El
rey Fernando salió de Cadiz, y gracias al esmero,
con que la regencia de Madrid promovió los inte-
reses del partido exagerado, halló que la contra-
revolucion estaba hecha, y no llegaron á sus oidos,
sino Jos gritos de los que clamaban por absolu-
tismo. Asi es que no se trató ya de cortes ni por
estamentos ni de otra manera, ni de cámaras, ni
de ninguna especie de representación. El resul-
tado del absolutismo, que se proclamó y estable-
ció en España, no ha sido nada lisongero, y ya
hemos visto los gravísimos males, que el actual
gobierno hace pesar sobre aquella nación. Este
palpable y tristísimo egemplo ha aumentado el
numero de partidarios de las cortes ó del sistema
representativo, que creen que ya estaria conso-
lidado el orden en España, si el Rey lo hubiera
adoptado al salir de Cadiz. Por lo mismo , juzgan
que no hay que esperar paz ni prosperidad para
aquel pais, mientras que no esté gobernado al
modo que la Francia ó la Inglaterra. Esto es cierto;
pero és preciso no perder de vista el estado de
España, porque tiempo es ya de que no nos alu-




4 3 2 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


*


cinemos con teorías, y de que empezemos á creer,
que sí bien hay una forma de gobierno, que, en
general, debe producir mas ventajas que ninguno
otro, este mismo gobierno es susceptible de mil
modificaciones, según las circunstancias en que
se halle la nación á la cual se quiere aplicar.


Seria muy difícil que se formase inmediata-
mente en España una representación, que no fuese
exagerada, y que no causase infinitos males. Los
individuos, que hubiesen de componer las cortes,
ó cámaras, serian casi todos absolutistas, porque,
de cualquiera modo que se eligiesen, en Ja actual
efervescencia, el partido dominante llevaria infa-
liblemente la voz. Es de presumir, que una de las
primeras gestiones del cuerpo representativo se-
ria pedir al Rey que se restableciese la inquisi-
ción. Sin duda, el tiempo iria calmando el furor;
las discusiones publicas y los mismos partidos que
se formasen en el cuerpo representativo irian faci-
litando el triunfo de la razón; pero era ele rece-
lar que estos progresos fuesen lentos, al paso que
el impulso dado por las cortes, ó cámaras, al par-
tido dominante, aumentaría al pronto las males
de España en una proporción espantosa, y daria
tal vez margen á un sacudimiento, que podria te-
ner las mas funestas concecuencias. Repito que lo
que el año pasado hubiera sido fácil, en el dia se
halla sujeto á mil inconvenientes.


Lo primero que hay que tratar en España es




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 433


de reprimirlos desordenes del partido, que se llama
realista, arrebatando de sus manos la preponde-
rancia, que ahora tiene. Solo un ministerio ilus-
trado, que merezca la confianza del Rey, que
tenga el apoyo del cuerpo diplomático, y que esté
dotado de un carácter vigoroso y enérgico, es ca-
paz de poner brida á los absolutistas. Cuando
hayan desaparecido de los puestos, que ahora ocu-
pan los Aimerich, los Calomarde, y otros ener-
gúmenos por complexion ó por espiritu de par-
tido; cuando el nuevo ministerio se haya hecho
respetar de todos; cuando haya establecido las
bases de un egercito bien organizado; cuando,
con mano fuerte y con carácter inexorable, haya
arrojado del manejo de los fondos públicos á los
vampiros que chupan la subsistencia del erario;
cuando la mas severa economia, combinada con
un buen sistema de rentas, haya dado seguridad
de que se cubrirán las atenciones y haya reani-
mado el crédito, entonces la discordia desapare-
cerá del suelo español, los pueblos ver¿m delante
de si la justicia y la estabilidad, por las que claman
hace tantos años, habrán enmudecido los parti-
dos, y será tiempo de establecer un gobierno re-
presentativo. Este es mas necesario en España
que en ninguna otra nación, porque, agitada en
tan diferentes sentidos, solo puede conseguir el
reposo, adoptando un termino medio. La con-
lianza que inspiraba el Rey, en 1 8 0 8 y en 1 8 1 4 ?


2 8




454 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ha desaparecido; y como es propio de casi todos
los hombres, particularmente en tiempos de efer-
vescencia, abrazar los estremos, la desconfianza
en este punto ha llegado á lo sumo, porque es
muy general el recelo, de que se abusa de la
bondad del Rey.


Si las cosas siguen en España el rumbo, que tie-
nen actualmente, la ruina de aquella nación es
inevitable. Entregada á ministros ignorantes, que
han establecido por ejes de su politica la horca y
el fanatismo, ve crecer el descontento y el espi-
ritu de sedición, y reconoce ya proximo el mo-
mento, en que se verifique una reacción, no para
restablecerla constitución de 1 8 1 2 , no para se-
guir las huellas del movimiento de 1 8 2 0 , sino
para tomar las cosas en el punto, en que queda-
ron en 1 8 2 3 . La época, en que debe haber una
reacción es incierta , y mil circunstancias la pue-
den acelerar ó retardar; pero el movimiento es
necesario, á no ser que los ministros hagan el
milagro de consolidar un gobierno enteramente
teocrático. Si desde luego, cambiado el ministe-
rio , y sin dar tiempo á que el nuevo se haya apo-
derado de la nación, sujetando á todos los parti-
dos, se proclama un regimen representativo, los
absolutistas emplearán los medios públicos y se-
cretos que poseen, habrá desordenes promovidos
por los voluntarios realistas, serán asesinados mu-
chos, que pasan por liberales, y la situación de




DE 182O A l 8 2 3 Y DE l836. 4 3 5


las cosas empeorará, porque á fuerza de voces y
de tropelias, ó se revocará el decreto, ó se con-
seguirá elegir por representantes á aquellos, que
mas se hayan distinguido entre los realistas exal-
tados. Pío queda, pues, otro partido, en la situa-
ción actual de las cosas en España, que establecer
en -aquel pais un buen ministerio, y seguir los
tramites que he indicado.


La santa alianza está muy interesada en que
esto se verifique. Si de las ruinas de la revolución
y del despotismo se hacen brotar la paz y la pros-
peridad, los sucesos sancionan lo decretado en
Verona; pero si continua, como hasta aqui, el
desconcierto y el furor; si la España subsiste su-
mida en la nulidad, si en su seno fermenta el mas
general y mas peligroso descontento, y si el ter-
mino de tantos males es una reacción, ¿no ten-
drán pretesto plausible los revolucionarios para
murmurar de los reyes, y motivos para propagar
sus doctrinas? ¿Y que dirán los Españoles que,
con tanto fundamento, creyeron que un gobierno
fuerte, prudente y conciliador, iba á cicatrizar
las. inveteradas llagas que produjo la guerra de la
independencia, que aumentó el gobierno de los
seis años, y que gangrenó la revolución? ¿Mere-
cía acaso la pena de que los soberanos aliados se
hubiesen reunido en Verona, y de que cien mil Fran -
ceses hubiesen atravesado el Pirineo, y recorrido
toda España, paraarrojardelgobierno á San Miguel




456 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


y á Gaseo, y colocar en su lugar á Aimerich y á
Calomarde; para quitar las cortes, y restablecer
el consejo de Castilla; para abolir la libertad de
imprenta, y crear comisiones militares, que ahor-
casen por delitos políticos, sin necesidad de prue-
bas legales; para proscribir la masoneria y la co-
munería, y fomentar las sociedades secretas de
los realistas; para anular la venta de los bienes
nacionales, y restablecer los mayorazgos y el voto
de Santiago; y para derrocar el cetro de hierro
de los anarquistas, y entronizar la insoportable
tirania de los absolutistas?


La situación de España, si no ha empeorado
mucho desde la libertad del Rey, nada ha mejo-
rado desde aquella época. Bien saben los Espa-
ñoles ilustrados que seria un absurdo suponer en
los soberanos aliados la intención de perpetuar el
desorden en su pais, y aun traslucen muchas de
las dificultades, que han esperimentado las insi-
nuaciones dirigidas al bien estar de aquella na-
ción; pero la multitud, que no reflexiona y que
casi tiene á la santa alianza por omnipotente,
cree que todos se han conjurado contra su reposo.
Los Franceses, dice, vinieron á librarnos de los
desordenes de la anarquia, y nos prometieron
paz y prosperidad. Lejos de haberse verificado
sus promesas, los desordenes continúan; esta-
mos mas divididos que nunca; no se oyen entre
nosotros mas que execraciones, amenazas y sus-




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE l836. 43y


piros; no se ve mas que miseria, sangre y la-
grimas ; y la santa alianza no nos redime de este
duro cautiverio, y nuestros males se prolongan
sin termino.


Sin duda que cuando este deseado termino no
ha llegado aun, mil obstáculos lo habrán impe-
dido ; pero tiempo es ya de que se venzan, si se
quiere que haya paz en España; tiempo es ya de
que los soberanos aliados hagan un esfuerzo, y de
que el rey Fernando conozca los verdaderos inte-
reses de sus pueblos. No mas equivocaciones sobre
el estado actual de España; examínese detenida-
mente, llegue la verdad á Paris, á Londres, á
Viena, á Berlin y á San Petersburgo j y si, pro-
nunciada por acentos españoles, no puede pene-
trar en el palacio de Madrid, rodeado de la pes-
tilente atmosfera del fanatismo y del error, que
venga desde las margenes del Neva, del Sprea,
del Danubio, del Tamesis y del Sena, y que
hiera los oidos del rey Fernando. Si me fuera
licito dirigirle la palabra, si pudiera espresarle los
ardientes votos que hago de continuo por la pros-
peridad de mi patria :


(c Señor, le diria, V. M. ni puede desear ni de-
ft sea, en efecto, otra cosa que el bien estar de sus
« pueblos, porque la felicidad de V. M. y la esta-
fe bilidad de su trono estriban esencialmente en
« la paz y en el contento de sus subditos. Si V . M.
« se equivoca en los medios de conseguir estos




438 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« objetos, el corazón de V. M. no tiene ninguna
« parte en tan funestos errores, que dimanan ya
(f de la posición, en que se ha hallado y se halla
« V . M . , y ya de la siniestra influencia con que,
« por ignorancia ó por malicia, se abusa de su
«bondad.


« V . M . ha esperimentado la adversidad desde
« sus mas tiernos* años, y ha crecido en la desgra-
« cia. Apenas habia V. M. sacudido el yugo de
« un privado que obscurecía el trono, apenas los
(f Españoles empezaban á complacerse con el ad-
(f venimiento de V. M. á el, cuando consejos poco
u meditados, ó la fuerza de las circunstancias,
« separan á V . M. de la nación española, y le
« conducen cautivo á un reino estraño. Los inau-
« ditos esfuerzos de los Españoles desconciertan
« los planes de Bonaparte. La Europa conoce, en
« fin, que el coloso no es invencible, se coliga con-
tí tra e l , triunfa , y V. M. es restituido al trono,
« regado con la sangre de mas de doscientos mil
u Españoles. Tantos esfuerzos, tantos sacrificios
« por parte de sus subditos, obligaban á V. M. a
« no perdonar medio de hacerlos felices; y sin
a duda alguna nunca fueron otras las intenciones
« de V . M.


« Mientras que V. M. permaneció en Francia,
« fue preciso dar varias formas al gobierno, que
« mandaba en nombre de V. M . ; y esto no con-
tí tribuyó poco á desconcertar las miras ambicio-




DE 1 8 2 0 A i 8 a 5 Y DE i836. 4 %


« sas de los unos, y las intrigas pérfidas de los
« otros. Apareció la constitución de 1 8 1 2 ; y los
« que la hicieron y los que la impugnaron, riva-
« fizaron siempre en celo por lograr la libertad
« d e su rey Fernando. Consiguiéronla, en fin;
« V . M. volvió á España, y abolió sin obstáculo
« la constitución. Los pueblos todo lo esperaban
« de V . M . , en quien creian hallar el remedio de
« sus males.


« Pero no bastan para mandar bien los mejores
« deseos ni las mas puras intenciones. V. M. se
« entregó en manos del partido, que no queria la
« constitución. El prestigio de V. M. era in-
« menso, y en ninguna época podia emprenderse
« con buen éxito tanto como en aquella. Sin em-
« bargo, ¿prosperaron los pueblos? ¿fue V. M.
« feliz?


« Me atrevo á decir que, lejos de serlo, su co-
et razón se v ió rodeado continuamente de amargura.
« V . M. vio abusar escandalosamente de su con-
te fianza á aquellos mismos, que todo se lo debian.
« V . M . , mudando á cada paso de ministros, daba
« bien á entender que no encontraba hombres
ee dotados de las cualidades necesarias para mane-
<e jar el timón de los negocios.


te Cada año, Señor, estallaba una nueva conspi-
ee ración. Él numero de criminales se aumentaba,
« el de sospechosos era infinito : las mas de las an-
ee toridades superiores ni manifestaban prevision
« para descubrir las conspiraciones antes de que




44o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


ee se hiciesen publicas, ni tenian la energia y la
« decision necesarias para reprimirlas en el mo-
fe mento, en que rebentaban.


te V. M. variaba el sistema de hacienda, y sin
« embargo, el tesoro estaba siempre exausto, y
ce las obligaciones no se cubrían. Unos empleados
(( robaban, otros estaban muy mal asistidos, y la
« mayor parte del egercito, desnudo y harn-
ee briento, vivia en la indisciplina y en el desor-
ee den. ¿Como habia V. M. de ser feliz en medio
ee de este cuadro de desolación , el cual, por mas
<e que se interpusiesen los cortesanos, no podia
ee ocultarse enteramente á V. M. ?


ee En vano V . M. ponia las riendas del gobierno
ee en otras manos; la confusión y la apatía eran
ee las mismas, y el edificio del estado se desplo-
ee maba sin remedio. A las nuevas tentativas de los
ee conspiradores, el ministerio oponía nuevas faí-
ee tas; y atónito y desconcertado, cuando se acercó
ce el peligro, dejó á V. M. espuesto á el, sin ha-
te cer nada de lo que pudo para evitarle. Pregunte
te V. M . , á los que le rodeaban entonces y le rodean
ee ahora, que esfuerzos hicieron para impedir la
ee la revolución de 1 8 2 0 , y para contener sus pro-
(e gresos. No podrán contestar, sino que ellos no
<( eran revolucionarios, y que manifestaron siem-
<e pre los mejores deseos ; ¡ como si las naciones se
ee salvasen con buenos deseos, y sin actos positivos
< y vigorosos por parte de los que las gobiernan í




DE 182O A 1 8 2 5 Y DE l836. 4 4 l


« V. M . , abandonado por los que debieron sa-
u orificarse en su servicio, juró la constitución,
((y aun entonces mismo el bien estar de sus pue-
u bios fue el principal motivo, que decidió á V- M.
(( Durante el regimen constitucional, quiso tam-
« bien V . M. sacar partido de las circunstancias
« para restablecer el orden en su reino; pero tal
<( vez, por no haber elegido bien los medios, todo
« cedió al torrente de la revolución, y V . M. llegó
« á verse sujeto al capricho de los anarquistas. Ne-
« cesario es recordar aquella época, porque nin-
« gunas lecciones son tan utiles como las que se
u reciben en la adversidad, por poco que se quiera
v. sacar partido de ellas.


<( ¿No es verdad, Señor, que en medio de las
«amarguras, que entonces esperimentó V. M.,
« recibió no pocos consuelos de los mismos, que
« se llamaban liberales, y que en aquellos tristes
« tiempos conocía V. M. perfectamente la dife—
« rencia, que habia entre los constitucionales y
« los anarquistas? ¿No es cierto que*V. M. tuvo
« ministros, que trataron á V. M. con el major
a decoro, y que no perdonaron medio de mani-
« festar, que deseaban que V. M. tuviese toda la
a autoridad necesaria para restablecer el orden?
« ¿No es verdad que en Madrid y en las pro-
« vincias hubo autoridades constitucionales, que
« se opusieron á todo trance á los sanguinarios




442 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


« proyectos de los demagogos, que sostuvieron la
(( monarquia, y que salvaron la vida de V. M.?


« V . M. sabe también que, mientras que los
(( que se llamaban serviles, se contentaban con der-
« ramar lagrimas estériles, ó fraguaban proyectos
« insensatos de contrarevolucion, habia entre los
« liberales muchos, que respetaban á V. M., que
« con mucho riesgo propio defendian su real
« persona, y que querían dar ensanche á su au-
« toridad. Quizá sus ideas no estaban enteramente
« d e acuerdo con las de V. M. , quizá el deseo
« del bien y el desconcierto del gobierno antes
« d e 1 8 2 0 estravió á algunos de ellos; pero cor-
te regida su fogosidad y contenido su celo por la
« esperiencia, testigos del modo espantoso con
« que la anarquia desplegó su funesta influencia ,
« se hallaban unidos de corazón al trono de V. M.,
« y hacian grandes y utiles esfuerzos para conser-
« varíe y para engrandecerle.


« V . M. consigue por fin la libertad, declara
<( nulo todo lo ejecutado desde el 7 de marzo de
<( 1 8 2 0 , y las cosas toman el mismo aspecto que
« tomaron en ï8 i4> cuando V. M. regresó de
« Francia. Y volveré á preguntar ¿ en el año que
« ha transcurrido desde que V. M. salió de Cadiz,
<( ha sido V. M. feliz? es imposible.


< f Apenas habia V. M . llegado á Madrid, ya
« cambió el ministerio, separando de su lado al




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE l836. 445


(1 ) U n a ciclas condiciones, que exigieron los amotinado»,


fue la separación de D Victor Saez , confesor del Rey.


u que desempeñaba á un tiempo el encargo de
ee primer ministro, y dirijia la conciencia de
« V. M . , y lo que hizo V. M. en 1 8 2 0 forzado
« por los motines de Madrid ( 1 ) , lo repitió volun-
te tariamente en 1 8 2 3 . El celo exagerado, ó el
« espíritu de partido de los que rodearon á V. M.,
« supo pintarle con los colores mas negros á todo
<( el antiguo ejercito, y á cuantos habian dado
« algunas pruebas de no oponerse á todas las re-
ce formas, es decir que V. M. tuvo y aun tiene
« por enemigos á los hombres, que componen
« una gran parte de la nación, y es imposible
ce que V. M. goce sosiego, mientras que no repo-
<( se tranquilo y satisfecho del amor de sus sub-
« ditos. Los choques de los principales ministros
ce con personas de la mas alta gerarquía, no podian
ee menos de disgustar á V. M. La penuria del
« erario siempre exausto, la irritación, en que se
<c ha querido tener de continuo el animo de V. M.
ce contra los que se llamaban liberales; estos y
« otros muchos motivos deben haber llenado de
« amargura el corazón de V . M., y no puede ha-
te ber sido feliz.


ee En nombre de V. M. se han espedido dé-
te cretos escritos con sangre, y en nombre de
ee V. M. son conducidas al patíbulo numerosas




444 D E L A S REVOLUCIONES DE ESPAÑA


te victimas. Aun cuando hayan conseguido persua-
« dir á V. M. que es necesario usar del ultimo
ce rigor, y que los castigos egemplares deben su-
et cederse sin intermisión : aunque V. M. esté
tt plenamente convencido de que son delincuen-
te tes todos cuantos suben al cadalso, y que se les
« dan todos los medios de defensa, que pueden
ce desear ¿podrá V. M. ser feliz, mientras que se
ce vea en la triste necesidad de hacer correr tan
te copiosamente la sangre y las lagrimas de los
« Españoles?


a Entretanto, Señor, ¿que es lo que há hecho
« el gobierno de V . M.? Dígnese V. M. examinar
« á fondo el estado de la nación, y hallará que los
ce ánimos de sus subditos estan ahora mas dividi-
« dos que hace un año. Verá V. M. que el par-
ee tido vencedor exaspera al vencido, y que este
te amenaza al vencedor, porque los desordenes le
te hacen creer que no solamente es posible, sino
te necesaria una reacción. Observará V . M. que, en
te general, los hombres de mérito estan persegui-
te dos ó arrinconados, porque basta haberse dis-
te tinguido en algun ramo, para ser tenidos por
te sospechosos y por innovadores. Por consi-
tc guíente hallará V. M. el corto egercito, que
ee existe, mandado en general por gefes y oficiales
tt ineptos, el ramo de hacienda en un desorden
te escandaloso, muchos empleados ignorantes, no
te pocos dilapidadores, la administración de jus-




DE 182O A l 8 2 3 Y DE 1836. 44^


(1) E l superintendente general de policia ha dir ig ido, en


4 de octubre de este a ñ o , una circular reservada á todos los


intendentes de policia del reino , previniéndoles que formen


y le remitan dos indices , uno de hombres , y otro de m u -


geres, de todas las personas existentes en sus provincias, que


« ticia poco menos que abandonada, y todos los
ce ramos en la mayor confusion.


« S i V . M. consulta á personas imparciales,
« si se informa de los propietarios, de los labra-
<( dores y de los artesanos, apenas entre ciento
(( hallará uno que diga que los pueblos han espe-
« lamentado ni una sola ventaja, después que se
« abolió el regimen constitucional. Fácil es que
« Y . M. se convenza por si mismo de esta verdad.


(( Pero dirán los consejeros de V. M., que los
c( revolucionarios Jes tienen atadas Jas manos, y
í( que en vano desean ocuparse en mejorar el es-
(( tado de la nación, porque los planes de los
(( conspiradores absorben todo su tiempo, y aun
(( asi se tienen por dichosos, cuando llegan á des-
« concertarlos. Los revolucionarios, según ellos,
(( se hallan en todas partes, y á donde quiera que
« estiende la mano el gobierno, alli acuden al
<x momento á contrariar sus miras.


« No es estraño, Señor, que á los ojos de los
a absolutistas se multipliquen tanto los compi-
te radores, porque para ellos los moderados y los
« demagogos todos son unos, y todos son enemi-
« gos de V. M. ( 1 ) De este modo el numero es




446 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


merezcan alguna de las notas, que abajo se dirán, cualquiera
que sea su sexo, su estado y su edad. Las notas de que se
trata son las siguientes : adicto al sistema constitucional; —
•voluntario nacional de caballería, ó infantería ( se le o lv i -
daron al señor superintendente los de artilleria , que también


los hubo ) ; — individuo de compartia ó batallón sagrado; —
reputado por mason; — conocido por comunero; — tenido por
liberal exaltado, ó moderado; — comprador de bienes nacio-
nales; — secularizado. Todos los sujetos comprendidos en estas
ocho notas son sospechosos, y ni á ellos, ni á sus hijos, criados ó


dependientes , deben dárseles pasaportes para trasladarse de


un punto á otro, sino después de probar la necesidad del


v ia je , y de dar fiador seguro. Ademas , los pasaportes llevan


una contraseña, que sirve para que todas las autoridades á


quienes tienen que presentarse conozcan que son sospechosos,


y vigilen su conducta.


Es indudable que estos índices comprenderán á algunos


centenares de millares de Españoles , y si se los presentan al


Rey , no podrá menos de angustiarse, al contemplar cuan


grande es el numero de los enemigos de su gobierno. ¡ Ojalá


que las consecuencias, que deduzca de tales documentos, sean


enteramente contrarias al objeto, que se propusieron los que


las mandaron formar, y que se convenza S. M . de que , siendo


imposible esterminar á tantos , ó sujetarlos por medio del ter-


ror, se hace necesario atraerlos, adoptando una forma de go -


b ierno , que concilie los ánimos !


« infinito, y no hay duda que á fuerza de impos-
te turas, de calumnias y de persecuciones, comi-
té guen, en efecto, aumentar los enemigos del
te gobierno. Si son tantos, si son incorregibles,
tt según se dice en los mismos decretos, y si han
ee llegado á persuadírselo asi á V. M. ¿ como será
tt posible que viva V. M. sin zozobra y sin una
ee continua agitación?




DE 1 8 2 0 A l 8 2 3 Y DE 1836. 44'7


« Mas de un año hace, Señor, que se abolió
(( la constitución, y sin embargo aun no ha sa-
fe bido crear el gobierno de V. M. los medios de
fe sostener el orden publico, y cada dia manifiesta
(( mas desconfianza y mas temor. Esas continuas
<( felicitaciones; esas protestas de morir por el
fe Rey absoluto, tan parecidas á las de consti tu-
fe cion ó muerte; esos batallones de voluntarios
fe realistas; esa decision de los Españoles á sacri-
(c ficarse por el absolutismo; ese odio invencible,
te que tienen á la constitución, según que todo
te ello resulta de Ja Gaceta de Madrid; no les pa-
(c recen á los absolutistas bastantes garantías con-
te tra los revolucionarios. Tal es la idea que tie-
te nen de su numero y de sus medios.


te Pero si esto es asi; si es tan considerable la
te oposición que halla el gobierno de V. M. ¿ no
te será preciso ocuparse seriamente en disminuir
te el numero de los enemigos, calmando los ani-
tt mos, y conteniendo los partidos? No será ne-
te cesario ensayar medios de conciliación? ¿0 se
te quiere triunfar de tan fuerte oposición con el
te cáñamo y con el plomo?


te Tiempo es aun de poner termino á tan gran-
<e des males, y de restituir á V. M. el reposo, de
te que há estado privado por tantos años. Arroje
te V . M. lejos de su presencia á todos cuantos le
te quieran persuadir, que no se restablece el or-
fe den en España, sino por medio del terror. Jamas




448 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


«ningún imperio se consolidó déoste modo,
« y el gobierno, que no tiene mas medios de
« hacerse respetar que la horca, es el mas estu-
fe pido y el mas inicuo de todos los gobiernos.
« Hay casos, en que es preciso castigar, y aun cas-
ce tigar á muchos; pero las penas deben impo-
ce nerse y ejecutarse en un breve plazo, y en se-
ce guida la clemencia y la conciliación deben re-
ce emplazar á la severidad y á la misma justicia.


ce V . M . sabe por esperiencia cuanto se dife-
cc rencian entre si los que antes se llamaban li-
ce berales. V. M. no ignora que hay entre ellos
ce hombres eminentemente realistas y dotados de
ce muchas virtudes y de grandes talentos. ¿ Que
ce importa, Señor, que fuesen de opinion de que
ce no debia haber tantos mayorazgos, y de que
ee debían abolirse los jesuítas y el voto de San-
ce tiago ? Ellos estuvieron siempre prontos á de-
ce fender el trono, y han profesado constante-
ce mente el principio, de que el orden publico es
ce la primera necesidad de los pueblos, y que
ce jamas puede consolidarse, no siendo fuertes los
ce gobiernos. No permita V. M. que estos horn-
ee bres sean perseguidos, antes bien oiga V. M.
ce sus consejos, y este será un paso útil para
ce atraer los ánimos y conseguir la paz.


ce Entre los constitucionales exaltados habia
ce muchos de buena fe, que por falta de luces unos,
<e y envueltos otros en el torbellino de la revo-




DE í8'20 A l 8 2 3 Y DE l836. 440


(( lucion, siguieron aquel partido. Si se les hu-
ff biera tratado con decoro, y si se les hubieran
ff dado esperanzas para lo sucesivo; no serian
ff hoy enemigos del gobierno, y de muchos se
f( podria sacar partido, porque hay entre ellos
« buenos empleados y escelentes oficiales. Pero ,
« como se les há perseguido y se les persigue, y
« al mismo tiempo se ven sin recursos y sin es-
te peranzas, preciso es que estos hombres, lejos
te de abjurar sus antiguos errores, cada vez se afir-
ff men mas en ellos, y que solo deseen una oca-
ft sion para trastornar el gobierno, para tener
ft pan, y para vengarse de los que los han insul-
te tado.


te Nunca hubo mas necesidad de prudencia y
c< de luces en los que mandan, y nunca las pasio-
te nes, que combaten con furor al rededor del
te trono de V . M., han hecho mas difícil el acceso
te de la verdad. En tal estado, cuando V. M. mis-
te mo quizá no puede formar un juicio exacto de
te la revolución y de lo que conviene para termi-
te narla , porque ha sido victima de ella, y como
te hombre, es muy difícil que esté libre de pre-
te venciones y de resentimientos; necesario es,
te Señor, que oiga V . M. á hombres de dife-
rc rentes opiniones, y que reciba V. M. con apre-
té ció las indicaciones de sus augustos aliados,
te cuyos consejos no pueden ser sospechosos.


fe Los Españoles, Señor, esperan de V . M, ¡ 3


29




45o DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAÑA


FIN DEL TOMO PRIMERO.


« consolidación del orden, que tanto echan me-
tí nos, y a que son tan acreedores. La Europa
a desea ver terminada la revolución de España,
(Í y sabe que para esto es necesario conciliar los
(Í ánimos, y que solo á V. M. le es dado hacerlo.
« ¡ Ojalá que V. M. acierte con los verdaderos me-
tí dios de conseguir unos objetos tan necesarios,
tt y que aprovechando las lecciones de la espe-
te rienda, goze V. M. de la paz y de la ventura,
te que hasta ahora le ha faltado, y que estos
« dones del cielo refluyan sobre todos los Espa-
tí ñoles ! »




T A B L A .


ADVERTENCIA , P a c e v


Introducción I


Revolución de 1820 , y causas que la produjeron. . . . 5


Primer ministerio constitucional 3 8


Segundo ministerio. . , Cí>


Tercer ministerio 104


Entrada de los Franceses en España. — Junta P R O V I N


sional. — Observaciones sobre la obediencia que


debian los Españoles al gobierno constitucional, . . . 2 0 2


Libertad del Rey 337


Observaciones sobre el estado actual de la España . . . . 364






E R R A T A S


B E L TOMO P R I M E R O .


Pagina 189, linea 19, redactas, lease redactadas.


2 1 3 , nota , linea 2 7 , ínteres, lease intereses.


2 1 4 , linea 3 , desmentiendo, lease desmintiendo.




eH 1 TICO


DE LAS REVOLUCIONES
~


l1E ESPANA.
TOMO Un.




EN LA IMPRENTA DE CIlAPELET.
r:ALLE DE VAUGlRARD) ti° 9,




EXANLEN
CIUTICO


DE LAS REVOLUCIONES
~-.


DE ESPANA
DE 1820 A 1823 Y DE 1836.


TOMO SEGUNDO.


3& ñii


EN PARIS,
'-::'1 LA LfHH.EI\lA DE DELAU~AL


,. -'" r f jI.\ L.\ f. I o 1; [jo. l.






EXAMEN
CR IT 1 en


DE LAS REVOLUCIONES


DE ESPANA
DE 1820 A 1823 y DE 1836.


REVOLUCION DE 1836.
~


SUCESOR DE QUE FUE PRECEDIDA, ACOMPANADA
O SEGUIDA.


HALLAl'iDOSE bs dos rc"oIuciones, de que trata-
mos, separadas por un espacio de trece años, su-
pOllemos que cllcetor tiene noticia de los sucesos
mas importantes, ocurridos en la monarquia es-
paflOla, durante este periodo. Por tanto, no
hemos pefel'ido la promulgacion de la Pragmatica
Sancion, que abolió la ley Sahca y ni el jura-
mento, que prestaron las cortes á la illf~mta
Dolía Isabel, como legitima heredera del trono
del rey Fernando VII, su padre, ni el falle-
cimiento de este monarca, lli la aclamacion de la
nueva reyna, ni lantos otros acontecimientos


11.




2 DE LAS REVOLUCIONES f)JI ESPANA


intermedios, que son llotorios ú. todos. Cierto:-
de que la generacion presente no puede ignorar-
los, hemos creido que no bahia necesidad (!tc
referirlos.


Desde que se publicó en flanCeS la primera
parte de esta obra, quc fue cn el mes de setiembre
del año anterior, se han agolpado tantos sucesos,
y de tal naturaleza, que hastan ellos solos, 110
ya para ju~tifical' el objeto de toda ella, sino
para suministrar materiales á otra mas estensa,
y mejor compaginada. Pero nuestra pretensioll
no ha sido escribir la historia de los aeon teei-
mientas, sino examinarlos y, juzgarlos COI! im-
parcialidad, y blandura, para qlH: puestos ;1 13
vista los errores de nuestros eontemporaneos,
puedan los H':llidcros c\ itar la repetieion de igua-
les faltas y de semejan tes desas! res.


Son ya en el dia tau de ImIto los que estau
afligiendo á nuestro desventurado pais, que fuera
casi un delito disimular su origen, atenuar sus
efectos, y ocultar sus consecuencias. El espíritu
revolucionario ha sucedido al deseo de las refor·-·
mas; la odiosa intoleraucia está apagando el
soplo filosofico, que inflamaba los pechos gene-
rosos de muchos liherales de huella fé; la impla-
cable anarquia sacude su hedionda cahellera sin
tomarse siquiera ei trahajo rle husear el menor
pretesto á sus furores. Se crée ella misma sel'
un genero de gobierno, y obra como tal, segur;¡




de toda especie de irnpunidadcs; asi es, que dese-
chando todo pudor, pllblica su programa y de-
st'lIyuelve sus deseos momentaneos, como si fue-
sen el producto de un sistema convenido yacor-
dado por toda la llacion. Los asesinatos se suceden
UllOS a otros con el metodo y solemnidad exterior,
propios de los castigos impuestos por los tribu-
nales. Cuando ella depone por cansancio sus vio-
lentas funciones, nadie se oeupa en vengar á la
sociedad ultrajaoa, mas antes los gobiernos, que
la sucedcll, ltacen el panegirico de sus holocaus-
tos, y respetall, y dan parte en Ja administraeion
á Jos que fueroll sus principales instrumentos.
La ~llIm'(Iuia, en fin, cOllserva una dlplltaGÍon
permanente en el seno del gobierno espaiiol,
que se cn:e muy hOllrado, cuando recibe sus ins-
piraciones, y se apl'(~sura á obedcc('rbs. Estas
diputaciones pel'mauelltes son las juntas guber-
nativas, creatbs pOI' los moyimienl.os anarquicos
de bs capitales de pl'O\' incia , y convertidas des-
pues por el decreto de 13 setiembre de 1836 en
juntas de armamento y defensa, las cuales han
f,()brf~vivido y tomado plaza en la maquina guber-
nati\a, aun dcspues d(~ p!'Odam3da la cOllstitucion
del aiío 1812,({UP descolJoce este resorte politico.
1. Pero flue digo partt~ '! ellas son el todo, pues
(jHe todo lo m:mdau, y de todo disponen, ó por
si misma;;, ó por los dipn tados, que de su seno
han enviado y residen en las actuales cortes.




/~ DE LAS IlEVOLUCIONES DE ESPANA


A la anarquía política hemos visto muí en brc\e
suceder la militar, que rompiendo todos los víll-
culos de la subordinacion y disciplina, no tardó
en producir sus inevitables efectos; es decir, las
denotas, la ignominia, los peligros mas immi-
nentes en todas las proviucias de España, los sa-
quéos, los robos, los incendios y la conflagracion
general. j Triste patria mia, dos veces ya en el
espacio de un año te ha visto la Europa ser arras-
trada por algunos perversos hasta el extremo de
atropellar el gobierno y profanar el trono de
una inocente reyna, que debia contar con tu
respeto y proteccion! i Dos veces en uu año has
visto tus provincias paseadas en todos sentidos
casi impunemente por un puñado de enemigos,
cuya fuerza total no ha llegado lIUllea á la vige-
sima parte de los soldados, que tu mantienes!
j Pluguiera á Dios, que estas desgracias fuesen las
ultimas que te preparan los mismos demagógos)
y los que se disponen á seguir sus faciles hucllas :
pero recélo (Iue tu suerte, ya demasiado lamen-
table, no te conduzca al termino fatal, de (Iue
seas borrada del catalogo de las naciones.


Las ultimas palabras, con que termina nuestra
edicion francésa, fueron las que pronunciabamos
eu 25 de agosto ultimo, deseando en el fondo de
nuestro corazon, (IlIe ya que el partido exaltado
se hahía apoderado del gobiel'llo, fuese por los
medios que fnese, proporcionase á la naeion a1-




¡JI, r8:w A r<'l23 y nE 1836. 5
~U1IO de lo ... heneficios, que tantas yceet> ha pre-
conizar/o : (lue terminase la guerra civil; que
fundase ó restableciese alg-un cenero de admi-


'--.J ~ 1


1Jistracion; que m;lIl tm iese el credi to nacional;
qtH~ asegurase la libertad; que pusiese un ter-
mino á hs persecuciones, y á los sacrificios, que
pesaban sohre la infeliz España. A cambio de
estas, tÍ de cualquiera de estas cosas, ya les
perdonariamos, .Y aun ohidariamos los erime-
nes cometidos bajo nombre del pueblo. ¿ Pero
han hecho algo de esto? Los hechos "van á de-
cirlo.


l\las, como repetimos, no es nuestro animo
escribir la historia contemporanea, nos limita-
remos á hacer una resella de los principales acon-
tecimientos de ~sLOs ulti"mos meses desde la re-
volucion de la Granja, para que se forme idea d ..
lo que l1ay que espprar de todo gohierno, á
cuya frente se hallen hombres de principios vio-
lentos ó exagerados. El orden de nuestro examen
será el mismo, que acaha de indicarse: esto es
el de pesar los resultados de su administracion
en cada uno de los ramos que mas inmediata-
mente deben conducir al termino de la guerra
civil, y á la consolidaeion de una libertad bien
Ol'denada. Mas para proceder á este examen no
es posible dejar de dar una idea de la epoca que
precediúinmediatamentc é inHuyó en la formacion
de este ministerio.




(¡ DF L,\i; HEVOLUCIOl\ES DE ESPAI'I'A


DICTADURA DE D. JUAN ALVAREZ DE MI~NDlZAGAL.


Quisiel'amos, bien lo sabe Dios, eyitar los
nombres propios para todo 10 que 110 fuese dis-
tribuir elogios por acciones gloriosas á la natria,
ó provechosas á lo menos á la causa de la liber-
tad; pero es ahsolutamente imposible ordenar
la narracion de algunos acontecimientos, sin de-
sigual' las personas, fIlIe sirv ieron de pretesto ó
de handera para los diferentes partidos, que di-
viden á los liherales españoles. El ministerio
Mendizahal, y su celehre programa de setiemhre
de 1855 forma por si solo UII episodio tan difi-
cil de calificar, que si pOI' una parte repre-
senta en el espacio de pocos meses toda una re-
voluciol1 economica y so¡:ial, ofrece por otra
tantos aspectos yi;)j2ntos y {'str;¡ordinarios, que
no sahe el escritor como !wcerlos verosimiles,
ni la posteridad acertar,í ,í Iwrsuadii.'se, de <pIC
han sido verdaderos.


D. Juan Alval'ez de nTendizabal es uno de aquel-
los personages, que de tiempo en tiempo apare-
cen en los estados y desaparecen de ellos, sin clue
la historia acierte á ciar cuenta tIc los titulos por
que tales séres han llegado á excrcer un grande
influjo sobre la epoca, en que vivieron. Sin naci-
miento distinguido, sin una educacion cuid:Hla,
sin precedentes algunos de aquellos, que inspiran




DE r82<l \ II:b3 Y DE rS3G.
confianza, este hombre, llamado por el coude de
TOl'eno Lí de:;empt'lIal' el ministerio de hacienda,
despues de la injusta é inuecesaria bancarrota,
(lue el mismo acabaha de hacer, pasó de pronto
;í (jcl'cer UlJa dictadura legal, la mas estensa, que
se ha conocido en los tiempos modernos.


Cuando Ml'lldizahal llegó de LOlldres, despues
de haber tocado en Paris y en Lisboa, el minis-
tel'io del conde de Toreuo, de quien iba éi hacer
parte, ha hia caido en tal descrcdi to de casi toda
la nacion, que apenas era ohedecido en Ma-
drid y sus alrededores. Las mas de las capitales
de provincia se hahian declarado en estado de
rehelion, formando juntas de gobierno, que se
revestiall á ~i propias del derecho de soberania,
y le ejercian COII loda la ,-¡olencia y sordidez,
propias de esta clase de oligarquias improvisadas.
Sacaball contribuciones, contrataban empl'esti-
tos, levantaball tropas, disponian de los caudales
publicos, juntabau exercitos, y se disponian á
comhatir, no contra los facciosos ó carlistas, sino
contra el gobierno de S. M. la reí na , á quien al
mismo tiempo aclamahan augusta e inocente.
Llegó la insolencia de tales juntas á constituirse
en gobieruo central, y ,'enit' :í insultar á Ma-
drid con tal de;¡dro, que uno de los llamados
gefes del exercito insurreccional se presentó pu-
blicamcute eu la Puerta del Sol en el mismo dia,
en que la Gaceta del gohierno anatematizaba es-




El DE J,AS REVOLUCiONES DE jcSPA1'iA
tas sublevaciones, y llamaba traidores :{ los que
las fomentaban y sostenian.


En este conflicto la aparicion de l\lendizabaI
en Estremadura, y los conciertos que hizo con
algunos de los principales alborotadores de aquel-
la provincia, al paso que cambiaron las disposi-
ciones de su animo, que hasta entonces habían
aparecido conformes al sistema de la moderacion,
produjeron un efecto maravilloso. El supo aca-
llar las pretensiones de algunas juntas con la
simple promesa de la impunidad por los crime-
nes cometidos, el silencio sobre las cantidades
defraudadas, y la confirmacion de los empleos pro-
vistos. Estas tres promesas fueron exactamente
cumplidas por l\lendizabal, luego que fue ele-
vado á la presidencia del consejo de ministros.
i Pluguiera al cielo, que hubiese tambien cum-
plido las que, con tanta ligereza como inconside-
racion, hizo pocos dias despues á los dos estamen-
tos solicitando la dictadura, bajo el nombre de
voto de confianza.


Despojado Toreno del ministerio en fuerza de
la sublevaeion, llamada de las provincias, conocio,
aunque tarde, que en lugar de un ausiliar habia
trahido un sucesor, y si bien la situacion de
las cosas publicas y la suya particular no debian
hacerle muí dolorosa la separacion de los nego-
cios, recelaba los peligros, que ú veces ocasiona
la malignidad, cuando no respeta la probidad in-




dividual de los que han ejercido el poder. Así
es, que desde entonces tomó la resolucion deci-
dida de sal ir de Espafw, pero tuvo la sensatez
de no apresurar Sil huida, que pudiera haher
sido peligrosa elltonces por el desenfreno de
las pasiones, y por la impunidad de todos
los crímenes. Transigió prudentemente con las
circunstancias, ocultandose del fu rOl' popular;
dió á su sucesor las seguridades de no hacerle
oposicion en bs cortes immediatas, y sohre todo,_
de llO poner eH claro el secreto miste/'ioso, con
que este se propollia sorprender su illconcehible
credulidad.


Desplegó, pues, Mendizahal su celebre progra-
ma de setiemhre, en que ofreció concluir la
guerra civil en el espacio de seis meses, sin au-
silio estrangcro; restahlecer la administracion,
y restaurar el credito nacional, sin imponer nue-
vas cargas al pueblo, ni contratar ningun em-
prestito, y asegurar el orden y la trauquilidad
interior sin medidas excepcionales. Ofertas de
esta especie no podian nacer sino de una persua-
sion mui intima, de un error muí grave, de una
ignorancia clasica ó de una refinada malicia.
Nosotros no créemos esto ultimo en el autor de
tan atrevido programa, por la sencilla razon de
que ningun interes podia moverle á desear el mal
de su país cnningun tiempo, y mucho menos cuan-
do acababa de ponerse en sus manos la adminis-




ro DE LAS REVOLt;ClO:"IES DE ESI'.\:"I.\


tracioll de el. I1uho CITar, lmho ignorancia, huho
UlI es ceso de amor propio, tal vez disculpable eu
({uien, sin saber como, bahia visto ensalzarlo su
nomhre en un reino vecino por los auxilios, (pie
había proporcionado al ex-emperador D. Pedro
en la lucha contra su hermano D. Miguel. Mendi-
zabal ofreció lo que creia poder cumplir, contan-
do el} primer lugar con sus amigos de Londres.
en cuyo numero incluyó el ministerio del lord
Palmerston : en segundo, con sus antiguos cama-
radas los liberales del arlO 23; Y en tercero, con
la docilidad de los dos estamentos, que tembla-
ban ya en presencia de las circunstancias apura-
das de la naciün. Nillgun cargo, pues, haremos
pcrsonalmell te ,í Memlizabal, lli por 10 que en-
tOllces ofreció, lli por lo que dC'spues dejó de
cumplir. Allá se entenderán con el ell su dia
los que ajusten las cnentas i'Jajustables de las
dilapidaciones, lwchas en su tiempo, por sus agen-
tes y sus socios ó comisionados.


Pero no podemos usar de la misma indulgen-
cia con los procuradores y proceres, que, sin
conocer () conociendo á Mendizabal, y sabiendo
perfectamente hien el estado en que se encontra-
han los negocios publicas, otorgaron un voto de
confianza, capaz de desconceptuar á la corpora-
cían mas docil, de (Iue jilmas hayan hecho men-
(-ion Jos Llstos parlamentarios. Personas, que aea-
haban de oir, pocos meses antes, las Memorias




DE 1 8~o A d·h5 \ DE I1.,5(í. [ !
del minisLerio anterior, en que, ;i ',lldtas de no
pocas calnmnias contl'a la adminiÍltracion de los
diez afIos, se vcia uu cuadro espantoso de mise-
ria, grandemellte aumentado COll las elluivocadas
disposiciones dd mismo autor dc la Memoria 1.1);


(1) Si el senor conde de Ton~no no f\lc~e un hombre tan
iluótrado, tal vez no llam:lriamos la alelleion sobre la evi-
dente injusticia, y Illez(juina parcialidad, con fIue se esplicó
sobre el t'stado (le la hacienda en los ultimos años del rei-
nado de FernaIH\o VII. A el menos que á nadie dehia ocul-
tal'-,('!c (ltlC el ',ninistro de hacienda, D. Luis Lopez TIa 11 ['s-
teros, J¡;lhia hecho una especie de prodigio con solo nivelar
los gastos con las entradas, por medio de los presupuestos,
elevando el crcdilo puJJlico á una altura jamas vista en Es-
paüa, desue que alli se conoce la significacion de esta pala-
Iml; satisfaciendo al dia lodos los empleados en todos los ra-
mos, cosa (lile nunca se hahia visto, ni probablcmente sr
verá tan prcslo ; inlro<!uciplll!o el espiril1l d" a~ociacion y de
orden le!!::!l ClI b~ Il'all:;acciont's comerciales; v esto teniendo
'¡lIe balallur dia .Y nochf' "onlrú Hn partido ~llra feroz, que
no tenia otro empello, ljue el de contrariar toda:, S11S bucnas
disposiciolles. Si el sellOr ('omlc llllbier<t ten ido presentes estas
\enlatles, como las telltll';i la Espaila,} huhiera <¡uerido aeor-
dar,;e (¿lInhicn, (le (11lC el ministro Ballesteros sucedió inllle-
diatamcnte '" h adlllinistr;t('ion d"sastrosa, impura y abo-
minable del :1110 23, probablemente hubiera an(lado mas
generuso } mas .justo en el cuadro de 511 :Mcll1oria. El sellor
co"de "0 debe iguo!':'f 'Pll' si el mini"II'o Rallestf'ros no es
un liberal, en ('1 ,cnti(lo ljue hoy suele darse á esta palabra,
lo e, en el que eOllstantcmcntc la da la huena raZOll y la filo-
solla. Pt'l'lHil ido es ;l los tralicantes en el liberalismo desple-
gar ,,, saiia contra los 1lu,enles, (Iue no pueden defenderse,
pero no lo es ni debe serlo á quienes, como el Sel101' coude
de Toreuo , tienen dadas tantas pruebas de que sahell dislill-
¡:lIir de hO/1lbres, de colon:'" .r dl' circunstancias. Dou Lui,




12 DE L.~S REVOLUCIO:\' ES DE ES)'A:\ A


hombres que sahian el iucremento, que habia to-
mado la guerra civil, por la desmoralizacioll, en
que hahia caido el egercito, mas que por los es-
fuerzos de los carlistas; gentes, que acahaban de
presenciar el levantamiento de una porcion de
capitales de .provincia, y aun de la guarnícion de
Madrid; que habian visto asesinar en el sitio mas
publico á un capitan general, y que á las puertas
mismas del estamento hahia estado para perecer á
manos de los asesinos el gefe del gahinete; hom-
bres, que no contahan con ninguna. garantia de
orden legal, sino cuando mas con la obediencia
gratuita de los pocos, á <-Iuienes suple la cohardia,
por la falta de virtud: estos homhres, decimos, se
apresuraron <Í. créer sohre su palabra :i un hombre,
tan poco cOllocido como lUendizahal, creyendo
descargarse por este [ueí} medio de la responsahi-
lidad, que les imponían los cargos hOllrosos de que
se hallahan im'estidos. Créemos no faltar á la jus
ticia, asegurando que pocos ó ninguno de los pro-
curadores y proceres creyó salvar la causa publica
con sem~jante voto, lo cual fue lo mismo, que en-
tregar la suerte de su patria á las inspiraciones de


Lopcz Ballesteros no hizo nunca emprestitos ni bancarrotas,
.Y el dia que se escriba la historia imparcial de su adminis-
tracion , no solo se 'hará la debida justicia á su talento, sino
qnc se tributará el respeto mas sincero á un hombre, que no
era pobre, cuando uscendió á b silla ministerial, y (11lC elisIa
mucho de .-er rico, (Ie~pnc., de haherla ocupado diez años.




UE 18:w A Itb3 y DE 1850. ]3
un acaso, () tal vez fiar sus destinos al capricho y
movihle voluntad del partido anarquico, que des-
plegalJa sus fuerzas.


Lejos, pues, de nosotros la idea de recriminar al
serlOr Mendizahal, por lo que entonces hizo en
virtud de su yoto de confianza, sino que, al con-
trario, le damos las gracias por lo que dejó de
hacer, cuando pudo hundir del todo los recursos
del pais, ó entregarnos con las manos atadas en
las de nuestros enemigos. No imitemos, ni si-
quiera en Cilto, la bajeza de los que le han hosti-
lizado tan cruelmente, despues que salió de su
primer ministerio.


Mas 110 solo reusamos hostilizarIe, sino que le
debemos elogios por ciertas cosas, que la historia
no pasará en silencio. Tales son, por exemplo,
la de lwhel'sc e/ehido ú su illflujo, y al de los con-
venios secretos, que precedieron á su subida al
poder, el haherse dimitido ostensiblemente de sus
funciones casi todas las j untas, que se habian in-
surreccionado; la de haherse despertado una es-
pecie de entusiasmo mas r) menos sincero, pero
que al fin Pl'od lIjO resultados indudables eH una
pOl'eiÜII ele ofertas y dOlla tivos patrioticos, que
ciertamente 110 se hubierall realizado en lIinguno
de los dos ministerios anteriores. A el se le debió
la grandiosa idf'a de !lna quinta de cien mil hom-
bres, cuyo Humero hubiera horripilado ó pare-
cido 1m absurdo;l sus antcc('soJ'f'S. No creemos que




l.·~ DE LA.S ¡lEVOLUCIONES DE ESPA."A


el contase nunca con reunir la totalidad de seme-
jante alistamiento, ni tille tal vez lo deseara rea-
lizar; pero dc cualquier modo consiguió, por me-
dio de las excepciones, un cOllsidcrable recurso á
la exausta tesoreria, para salir de los pI'imeros
apuros. Verdad es, que ni la quinta, ni las excep-
cioues, ni Jos donativos, ni ningun otro recurso
interior, hubiera alcanzado ni alcanzó á mejorar
el aspecto de la guerra civil, porque esta se ali-
mentaba entonces, y se ha aumentado des pues ,


. con los errores legislativos, y con el d'~stornilla­
miento interior de lils pasiones; pero siempre es
de admirar la destreza, COll qne McndizabaI, sin
desmentir abiertamente la promesa, que habia he-
cho de no reclamar auxilios estrangeros, intentó,
y consignó hasta cierto plinto, dar el caracter de
fuerzas propias y mciomlcs á las legiones ingles,)
y francesa, CJlIe hizo contratar ú cualc/uiel' precio.
Acuel'dese el lector de huella fé del aspecto impo-
nente y lisongero, que presentaba entonces la
causa de la Reyna, sostenida con fuerzas tan po-
derosas, en comparacion del quc pocos meses an-
tes ofrecia, aun á los mas confiados, la politica
mezquina, ruin y halbuciente, de las dos :tdmi-
nistraciolles anteriores. Pocos, poquisimos duda-
ron entollces del proximo triunfo, por mas que
deplorasen algunos de los medios, iolentos, de que
hacia uso Mendizabal para conseguir tall impor-
tante fill_




Uno dc cs!os medios, (fue calificamos de ,,-¡0)1'1l-
lüs, fue la resolncioll de concluir de tUla vez e01l
tocIos los comentos de religiosos, sin contar para
nada COll la l'cpresentation llacional, ni con lo
que exigia la justicia de los contratos; sin lwher
ca !culado la i tlsuficiencia dc los recursos, que de-
bian prometerse de tan dura resolucioll, y lo que
:mn acaso es peol' que todo, sill animo de cumplir
tampoco á los illdiyidlloS exclaustrados lo que la
uaturaleza, la sociedad y la política dehian á su
si tuacioll. 1\:1'0 esto, y mas que eslo, encerraha
dentro de si el voto de confianza, y l'IIendizabal
!lO tenia en su mallO hacer milagros para cubrir
laulas necesidades. Creyó, e(Il1ivocadamenle sin
duda, que con los híenes de esla parte del clero,
habría un fondo inagotallJe para suhvclIil' á todos
Jos gastos posibles. A:-;i lo ¡lahia leido en algunos
periodicos ingleses y ft,lIlccses; asi se lo lwhian
asegurado muchos Espaüoles ignorantisimos e1l la
materia, pero (¡ quienes el tenia y telldd hoy tal
\ez por homhres de pró; ) aun acaso le dura ha
todavia en los oidos elreti tltíu de iguales abulta-
das conjecturas J1rOllUllCiadas en amhos estamen-
tos; 1. (jlle esll'aüo es, pues, que ::\IclldizaJxd, para
(luicll era elltel'amellte peregrina esta maleria,
como tluien la mayor y mejor parte de Sll vida de
instruccion practica la IliI pasado en país estran-
gero, tu, iese por cierto que el clero 11l0naca I dt,
Espafla es poderosísimo? OtI'os, COll mas obliga~




[6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPANA
ciones, {Iue este geñor, conservan todavia iguales
ó mayores ilusiones, sin que ni la razon ni la ex-
periencia alcancen á desengaüarlos de cUas. El
clero secular y regular de España es pobrísimo,
en todos sentidos, comparado con el de cualquiel'a
otro pais calolico; pues si la masa de las rentas,
de que el año 34 de este siglo estaba en posesion,
se hubiese de repartir en cada indiv iduo por partes
iguales, no alcanzarían á percibir cuatro reales
diarios cada uno, lo cual es facilisimo de demos-
trar, y se ha demostrado ya mil veces. Pero los
hombres superficiales no paran su vista mas que
en el convento del Escorial, en algunas cartujas,
en algunos monasterios de Geronimos ó de Ber-
nardos, en la mitra de Toledo, en las canongias
de SevÍlla, de Cuenca, de Valencia, de San-
tiago, etc. , y se les figura que cada clerigo, cada
iglesia y cada covento, de los muc1lOs (fue hay en
la monarquia, son otros tantos depositos de ri-
quezas y de bienes amortizados. No nesaremos,
ni lliugun hombre de juicio puede negar, (llle al-
gUllOS de estOtl establecimientos eran sobrada-
mente ricos; (IUC, por la mayor parte, erau inu-
tiles; que algunas mitras y dignidades cclesiasticas
estahan dotadas con profusion; y ({ue, finalmente,
asi el clero secular, como cll'eg-ulal', exigia ulla
verdadera -:/ juiciosa ref onna; ¿ pero era este el
momento y el modo de ejecutada? ¿Calculó el
... erlO!' 1\IendizabaJ la enorme carga con que iha




DI' ¡ibu\ li'h:l \ lJl': 1 ,')3(). 17
,1 agobiarse d estado, suministrando il cada indi-
,iduo la eüüta prometida'! 1 si su intcncion fue
110 s<ltisfaceda, como no se ha satifccho á nin-
guno, 1. mcditó las cOllsecuencias politicas que po-
dria tracr la justa exaspcracion de Ulla clase, á
quiell se supone dueüa de las consciencias de mil-
lones de EspaflOles '! Diganlo los acontecimientos
inmediatos, y el aumento y mulLiplicacion rapi-
disima, que tomnron las partidas carlistas en casi
toda la monarquia; pero fuesell tÍ no efecto de
{';,ta imprudente medida, la vq:rlad es, que con
ella se recargtJ al erario publico con una obliga-
cion que, ni ahora 11i ell mucho tiempo, podrá
s;¡tisfacer, sino con promesas. Esos hienes y ren-
tas del clero !lO eran en la realidad mas (IUC una
excelente llipotc(';!, y nna parte muy saneada de
las j'(~!1las del estado, que destruid infructuosa-
mClJ te todo el que, como el sellOr Meudizabal,
pretenda matar la gallina, que ponia los huevos de
oro (1).


(1) AUllqne , r~r~ cí~l'¡ns gen les , sea inutilloda d('m05tr~­
cíon (Iue convellza, 110 ya de la injusticia, sillo de la imposi-
],iliJad, en 'luC rOl' ahura es la el gubierno español de apode-
rarse de lo, Lieflcs del clero, sin dar un golpe mortal á las
rentas pllhlicas, con todo eso, bueno es que sepan, los que
lo ig'lloran , cuales son las ventajas que el estado reporta de
los bi('nes cdesi;lstieos, ó lo que es lo mismo, cuanta es la
conlribucioll directa, que el clero español paga al estado.


1". Percihe el erario publico 1111 noveno extraordinarin de
("fla la ma", ,í aCérvo cnll111n decimal.


[1.




Tampoco dehe olvidarse, ('!I elogio del mismo,
una circunstancia de que :Ili aun sus am¡r;os y dp-
fensores han hecho cuenta, para sacarJe airoso ell


2". Las ten'ias reales en las iglesia;; de la eorona de Cas-
tilla y Leon.


3°. U na easa mayor e,('llsa¡]a e,l "<ida pila, rle¡.6<la ton
preferencia.


4°. Todos los diezmos de exeutos.
;)0. Los de las iglesias ele real patronato especial de S. J\:I.
6°. Los novales.
7n • El aumc;uto sobre los antignos, pro('e(~entC's rJ¡· nlle"r,


neo'o .. So.' Los enfeuJ.aJ.~s de Aragon y Calalulla.
9°. Las primicias legales en las mi.,mas provincia,.
10°. Los maestrazgos.
11 0 • Las encomiendas de las e11alro ordenes militares y r!,.


la de San Juan ¡le Jenbalem.
12". La antigua media anata f'('lc,iastica ,le tOllos l()', ]w-


Ilcfieios Úl/r: cllra.
13°. Una mcsada de los curados, ¡udt,""" la., mitr:ts.
14°. Una unualirlad ¡le todas tlS dignidade,'y prebcndnc.
15°. Dos ai'íos de YlIcantc (le las misma", (>scepto las pri-


meras sillas con presidencin.
16°. Seis anualidades, a(lcmas de b anligua media anata de


lodos los beneficios simples, t~nto de prcscutacion real, COltW
de libre colaciol1 Ó patronato cclesiastico.


17". Los mismos frutos de todos los eCOllomatos , desde r·1
fallecimiento del parroco hasta la institllcioTl (':lIlOIJica ,11' Sil
Sllcesur, cubiertas las cargas de justicia.


18°. Lo mismo de las dignidades y pl'chclltbs ~nt(', pt:rl(·.
nccientes al estinguido fisco de la inquisicioll.


1 !:Jo. La decima parte (le torlos Ins frittos de las reJllas, pl'i'-
lli'ndas y beneficios, que ll!'gall á l:t ('ongrna de ,('i,ej"nt",
"[u·ados.


2()o. rn do,; y medio por cielito ,If'] prorlUt·tll ,mll,ti de
ludd~ la~ don:.lcionf'~ r(';¡l('~ rH'l'IeIlPt'i\'Jlle:-: {t ];l,'i i~d('si:,~




I ~ I


h hU'ga poiemica, que suscitaron los dial'iblas des-
pues que se le (¡nite) la pl'psidencia del consejo.
Esta lile la admirable condllela, que hahia ohser-


._ .. - .. ~-.. _.'-"" -._"._------


21". (Tn veinle y siete por "ienio de todas las all(lui,ieiolle~
'!(' las TllisIllc:\S.


:22". El s'¡Dsidio, hoy lija(lo en veillte millones.
2:5". Un ljuindellio ¡]l' lodas las pensioncs impuestas sobn'


bs digniuaues, prchendas y heneficios edesiasticos , en pI
concqlto ue lwrpetuas, ,¡ saher ;


24". A favor de las reales ordencs de Carlos III , Isabel la
Catoli('a. feal cnpi\b y varios est<lblccimientos de henefi-
'Tocia é illslru('('ion publica, á los cuales se halbn tamLien
"plicadas en su tOlali(bd las rentas de va,'ias dif)'nidudes )'
prebendas.


23". l' na tercera parle del valor de todos los frutos, en sede
¡¡{rnú, (le las mitr.ls. destinada {l pensiones, á diocrecioIl de
la corona.


2G". Los espolios .r vacantes de las mismas mitras , d,~ '1ue
hace t,emjw "ielle disllOllicndo el ¡l0hicrno, ya con deslino á
¡Iensionc,; J .~ •• \il 1'011 ,./ de acudir <Í las urgentes .Y perentorias
npcesidades de /a hacienda pllblica.


2io .¡;ltimaTllcnt(·, llIedio 1l,illon de rea le,; impuesto sobre
lodas la., rentas del c!CI'O, para cubrir el pri'slIpw:sto drl tri-
hunal de la Rota y sus (lPpendencias, (Illf: antes ,e pagaba
por tesoreria na~ional.


ObSel'l'Ociol!. Calculan algunas '/Ile el to!al de (~stas dcduc-
"iones é imptH'stos sobre las rentas ec!csi;lsticas asciende ;í
liD ochenla por ciento, olros le l'clluCP:l al setenta y cinco, y
ninguno le haja ,lel s('[ellla. Es decir (Iue por la parte mas
"orta pereill(' el I:rario, (le L.s rentas (¡lIe se llaman eclesias-
,ica . ;, ¡JI) sctpIIla por cielito li(IUido, siendo de :¡dvertir, que
'lIla g-rall parle [le ellas fOfma la base de los estahlecimientos
de caridad, bCllcI,ccneia (. illsll'llcClon puhlica. Hasta la des-
tinada [¡pensiones cst,í ,) (lebe eslar circunscrita á \ iuda,. ,
huertanos de militares, ó tlc o[!'Os Espaüoles. henemeritos de
b patria. S('ria pllC~ iudispensable. '~n caso (/(' resolvr'rse ,;




\;ldo el egercito de! Nort(~, dlil'antc h ¡'SC1SIOll
anarquica de la" pro\' incias; pues asi como se acos-
tumbra hacer car~üs al ministerio por todas las


desposéer al clero de ]", diezmo." (Tenl' ,d 1I11"1l10 li"I11I'o
cuatro contribucione, c'Illivrtll'llIl'S :i en!>rir :


1 ". El cnlto )' "IS minist!'os: cua!l!1Lil'l'a (Iue ';l'a SlI doiacin',
y presupuesto.


2°. I-a parte 'iue percibe la hacienda pullliea , y cuyo Ya-
('io se ha de sl'ntjr.
;~". I-a comjlclIsacion quc se haya de dar, sq,;ulL es,,; d,,···


..]arado pUl' las llli~lllas ('ortes, ú los participes l('gos, qlle IU
,(HI por titulas y contratos onerosos.


4°. Lo necesario a la exislcncia .Y cOLLscJ'yacion de los (:st;l-
Llecimicntos de bendicencia (. illstl'~¡cciuLl tlllhlica, y dc la,
familias y individuos pensioll;¡i!os, 'llIe en la dnsilicacioli
pendiente se dedan·u acréedores ;; su contilluacion , por ha-
be:r scni<lo y mcreci,[o bien de la patria.


De ('"tos alllecedclllt's ,c deduce, (l'](~ lolla la l"uestioll tieno.·
;. l'e.'oIH'r el pwlJlcllla sigILiellte : ,. (',; 1I1:1S I;lcil , )' ofrece me··
1l0S iiH'Ull\CnÍente, sl1j1riulir aun el Il}(:dio dil'Zlllfl (') :-,11 lolilli-
tiad) y ~lILrogar en sn lugar cuatro Jl1LCVílS cuntl'ihucio()('s. q l1l'
llenen los yacios (ILle aquel dejará, ó ma.< hicn, cOllsiderall-
d,,1e COLno la \lniea cOldribucioll ,[in'cla territorial po,iblc.
<.'ullocida eu EspaLJa desde el liempo de los l\.o¡;nanos , l'ni-
¡(n'marla y re¡(u\:trizada en todas bs provincias, per1'cccio-
nando los melodos de su recal1dacioll, y buscar dentro <1"
dla, ó con sus producco:i, ¡¡O solo lo Il(:cesario para eubl'i,·
los objetos arriba illdicados, silla aun ..l e'l "¡vaiente ,le i"
unica cDlLlribucioll (¡,reda, qn<:' ,,1 gobi('n[(l ha procurado ('11
~·allO o:stableccr por otro, ID(,dios? He a'llIi, al pal'('ccr, el '<'r"
daderu punto de vista de la cuest.ion. Los oL.,iaculos, ('11 'jIH'
ha,·ta ahora s~ han c,trell,ulo las d:ferl'ntcs tentativas para
"stableClT en Espill.:! \:¡ coniL'ibllrioll dircl'la territurial, ""1
llenlasiado l'ono('Ldu~. A IlH'din.,lo;o; del .... ig]o pns':ldo, ~(~ hizp el
primer .'nsa,o 1'11 la, 1'1'(l\ inei:" de Ca,tilla: T,"1I11 ; .' <1".":-
plH.,':' tit' ¡uCnito .... lj';l!j;~~ih _ \ ~i-' Ull gt.lslo dt' l)t·ht'lIta ~ {';~·tl




dt~sgl'at:ia~ pllhlicas (fLlt' ,~ucl'lkn ('11 Sil tiempo,
;\S1 tamhicn exige la etInid;¡d {pie se le atl'ibllya
ulla pal'te hO!lr()s~ en las yen tajas y sucesos pros-


milloncs en 01H'l'acion['s ('sta,listicas, fne preciso desistir del
pensamicJlto. En 181:~ , la estableciu'on las eorles por la suma
de ,[uiuientos y diez y spis millones'y pico de reales; pero tam-
Líea '111(',16 sin dcelü. En 1817, la intentó y redujo el go-
bien,o absoluto, IJ"jo la direccioTl ,Id scuor Garay, por clo;-
cientos y ciucuenta millo!!cs; y lampoco pudo planlarse,
En 18'20, volvieron las (,oI'tc's al mismo pensamiento, eiueu-
dosp. :" cienlo .r veinte y cinco lllillcnes; pero tambicll fueron
¡nfl'l1ctllosOS ('.~t,J:-; ~ollatos.


De es"" observaciolles se deduce que la uniea y Y!'I'(latl¡;ra
cunlribu,'ion dirccU, (l'ITilorial )lf)sible, recibida elltrc lo;
ESP,11-,ole,;, eonsÍ"le en el diezmo; y que todo lo que h:Jy
'!"C hacer es nniCol'lllar y regularizar la cüota sohre la, bases
de ¡s'ualdad l'Ollllllles a toda eontribucion, y darle una llueva
apiicacioll, cntr:llldo en ella 1" parle nccesaria al cuJio y mi-
ni,tros, prcy¡" la Jl"(;"SarLa , i"evil"blc y pronta reforma de
'l'w ¡¡O SC' (itlcdc I'l'e:idndir; siendo illdutlahle, t¡ne al paso
'¡llC el diez¡¡'" asi rI';:'1l1a¡'iz:ido ofrecer:; ,o]¡radisimos recurso,
pan, todos los objetos antes indicados, proporcionará [:nll-
bien el r"stlllado, '¡lIe podia esplTarSl' de la c()n(ribucion di-
reela l<-rritoríal , incl"llCndiell!c' ,le el, !'cullielH]o al mismo
tiempo la condicioll de S('I', :i lo menos por "hor:1 , en mucl]()
ti'~Tllp() la unica poslhle, l'0,1111 lo ha acreditado la esperiellcia,


Hasta ahora no se ha lI'lIido ulIa ldea apruximada ele lo <Jll<:
el diezmo ha producido en E"paüa , ni de lo quP uniformado,
mejor recaudado y bClIeneiado, eleberia producir. Cousidl'-
rcs(' sülal1lClIll~ 'lile el diezmo, tal corno es!;" signillca la ,!c-
cima parte l,rata de lodos los frlLtos de la tierra; que estcs
fmlos, reducidos ;Í ¡iquicIos, dalL una riqueza territorial que,
"ll d calclIlo ma" (,(,llido . uu baja ,k oure {\ duce mil IIlillo-
Hes; ) (lile por cOll~iglli(,ll{e ('1 <li('ZtHO, igu(',l::Hlo y hit'!) nd--
ltlini,lraclü, 110 ([('\)el'í" hajar dé' mil ,~- cielito ,í mil y cl'bCi,'""
los lllillnt"'",




/./. DE LAS I\EVOLUCIOi\ES DE ESPANA


peros, que ocurran dUl'aute su aelministracion.
(' Que huhiera sido ele la libel'tad y dd trono espa-
ñol, durante los ultimos meses del arlO 1835, si


Si se ahonuase un poco sobre su prouucto en el aüo coml'U
corrido desde 96 á 800, ambos inclusive, se palparia L
aproxill1acion ue este calculo, (llH! varios e('onomist<is hall
hecho y hacen soLre otras difcreutes Lases , viniendo SiCIll¡ll'!:
Ú cOI:cluir en el mismo resultado, y cOllclll'l'icndo en el (!i"
la circunstancia dd notable aumento, que se ha dUllo al des-
monte y cultura de lluevas tierras.


Lo que en el dia sucede es, [ulemas de todas SlIS irrcg'ula-
ridu(!es .Y desigualdades hien conocidas, 'Ine para UIlOS ha
perdido el piadoso respeto, (¡ue inspiraba el precepto eelcsia,-
tico de pagarle, y tampoco rClIue la cOllSid,'rac ion ni a pre-
mios de una contribnei,;n eil'iI; y por consiguiente, ha p~-'
decido una gran 'luie},r", urgit'ul!o por lo mismo tomar
sobre el una pronta rcsolucioll, pero rel1nicnrlo antes, )
teniendo ,i la ,'ista, los (latos convenientes; y asi se' pro-
puso al gohierno en otro tiempo, como ig1Jalmcntr~ las f'ncIl-
tes y uepositos donde JcI)('riall Lnscal'.<e; p,'ro todayia 110 ';c
ha hecho.


A todo lo dicho ,010 hay <¡tle aüadir, '(lIe no deLe pt'rdel'';'"
de \'ista que, por un efecto de las circunstancias, "an d('salw-
l'ecicudo, y cada dia desaparecerall lllas de la Espaila, las
especies metalieas, y por consiguiente habrá que recurrir ,;
esta cuutribucion en frutos, '¡lIC rC\lIle ;Í su favo!' la cosLullt-
hre, el tiempo y la oportunidad, con ll"e Se' exijc.


ti ltimamente , excusado es decir qll/' si 'lJltrs se tenia PO]
Ulla gran preocupacion el crí~er (lile los rliezllIos eran (le de-'
1'echo divino, y que no S(' podia toear ú "llos ,in pOllcr b
Hlano en el altar)" en el illc(~n,al'io, IW ('S IlH'llOS preoculJa-
cían, ni menos ridicula y clespr('~iahle vlllgaridad, C11 odio sol"
<lel nombre, dar en Lierra con la pl'inll'l';l coulrilmcioll'y ullico
recurso, con que en realidad puede ~'JIItar d ¡.;uhi(,l'lIo. La
misma as('mhlca rrancesa , ('O pi ~clchl'e dC['l'elo de ,H e'>till-
;,~ioJl • dije, p"prc:,,;uTlPuh' (111(' .... e "":1!~p('ndj(' . .,t, ..... 11 .j('('(lf'inn hi-tsL"!




d .10\ en caud ¡Ha, (1 ue mandaha jat; tropas, 110
llUbif:se sciloreado el espiritu de ellas, ó permiti-
dolas tomnr parle eu las peligrosas discusiones,
(file ;¡gitahan ;Í las de otras provincias? Cordov;¡
!lO :unab:1 ni creia en el sistcma de Mendizabal ,
porque tiene demasiado talento y conocimientos
de su paJs, para dudar de (fue todo aquello 110
era, cuando J11r1S, sino la espresion de un buen
deseo; pero si n emhargo, afecV; estar persuadido
de la solidez de tales promesas, y logró que su
('gerei lo, Y'l que no consiguiese señalados tri UII-
fos cOlltra los carlistas, no aumentase á ]0 menos
los embarazos del gobierno nacional. En una pa-
hhra , justificó el elogio que uno de los oradores
mas eandidos é inofensivos del estamento de pro-
curadores hizn de el, dieieudo (lue habia vuelto
la espalda ;í las discnsiones domesticas, para no
distr:lP,rse de lwcer fl'ent(~ Ú los enemigos.


Olra de las medidas desacertadas y grandemente
trascendentales, que tomó el serwr ~felldizabal en
la epoca flue recorremos, fue b clandestina resur-
receion del p::lpcl ;írnortizaclo, cuya supereheria,
si es ta n cierta corno dicen sus acusadores, basta
por si sola para desacreditar, no un estado tan


<¡I!(' se aconla.'iCJI y tuviesen ef(:clo los medios supletorios, 0
'\11(''0[1, illlpo,ici()ll~';, para c11hrir aquel dehcit. i Con cuallt<l
!\las razoll 110 dpbe perderse de ,-ista esta consid"rac;on ""
Espa 1\;1 !




21. DE LAS HEVOLLJCIO"'ES HE ESPANA


debil, como lo es la España actual, sino el mas
rico y poderoso, que se conoce en el mundo.
Pero estos y otros errores, que sin duda cometir'i
este ministro, mas bien deben imputarse á los
que le autorizaron para cometerlos, sabiendo
que no era posible cumplir por medios licitas y
legales lo que imprudentemente hahia osado pro-
meter (1).


Entretanto, los estamentos, fingiendo persua-
dirse á si mismos que habian salvado su respon-
sabilidad moral, se entregaban á prematuras dis-
cusiones de poca ó ninguna importaucia, al
mismo tiempo que veian arruinarse pieza pOl
pieza todo el edificio monar([uico y aun el social.
Mientras que ell una de las principales ciudade~
de! reino se degollaban cobardemente los prisio-
neros encarcelados y custodiados por la auloridad
militar; mientras (fue el populacho iuccndiaba
y saqueaba las fabricas establccidas, y mien LI'<l:-
que dos caribes con uniforme daban al muudo
el escandaloso y horrible espectaculo de asesillal'
juridicamente á una madre por solo el delito de
haber parido á un caudillo, que ellos no acertaron
á vencer, se entretenian las cortes cn parlo-
tear sobre si las elecciones sucesiY:ls habian dc


\ 1) Como este cargo se ha repetido Inuch:,s H'CPS, y JI" ,.:
ha contestado, ;Í pe:-ar dt' Sil gT~\rd;¡d, 1H'lllIb ,'n'ido debel
ha",,!, ll1plu'i,," rI" ,,1, " lo 111"110,' "11 hipotl'si,




DE 1 H:J.o c\ 1,'l25 )' DE 183(;. :2'>
hacerse por el orden directo ó indirecto, .:. si
habíall de verificarse en las capitales 6 en las ca-
bezas de partido. Para que no faltélse tampoco
el cOlltraste de ]0 insensible con lo atroz, se
escuchó alli sin imlignacion, y aun con paciencia:¡
un diputado, dc los de mas nombradia, calnmninl'
el cada ver de aquella triste madre, y fingir una
sentencia anterior, que el, y todo el congreso
sabian ({ne lJO hahia existido, solo por sahar
la usurpada reputacion de un amigo politico
suyo (1). A tal grado de hajeza conduce la tira-'
llia del espiritu de partido, que obliga :t comer-
tirse en ahogados del crimen homhres, que pa-
recian destinados ;Í ser los protectores de la
virtud.


Si no temieramos desflorar, digamos]o asi,
la historia de los tiempos actuales, emprendiendo
la re1acion circunstanciada y crol1ol00 ica de los


;")


sucesos, que tuvieron lugar durante la dictadura
(le .:\lendizabal, podriamos Henar uu volumen
d¡~ aneedotas, que parecer¡au inverosimiles, y fine
,j n embargo han pasado a presencia de I.oeb una


11) Este ~mjgo del tal diputado vivia, cuanuo escrihiauHIt,
(',tas lineas. Ha llllterto clespllcs, y el re'peto á SllS cenizas
IJOS obliga á suprimir algllnos trozos eh, estos apuntes, en qllt'
le t'alificahamos con lo, epi lelos 'lue, en nuestro concepto, me-
'CCI<' , )' 'l'Ie no J,. ¡wnlonará la historia imparcial, 'll pa:'"
'¡uc' tall1l'0~o 1" u'hu';:II"; ]0' justo" dog'ios, 'fll<' pudo lIH-reCl'I.
f'llalld" ·,ini,) ,illct'ramentl';¡ '" p:tlria.




nacion. Pero como ya hemos dicho (PW este no e~
nucstro intento, habremos de limitarnos ;t recor-
dar los acontecimientos m:1S notables, fIuC h:11l
pasado desde que sali(, ~{ luz la edicion fi'aJl(:esa.


Ya hemos enumer;¡do las principales disposi--
ciones de Mendizab:1l, dil'ijidas á crcal' recnl'SOS
en grande para terminar de un:1 vez la guerra
civil, al paso que las cortes por un ,lado, y al-
gunos generales por otro, parccian no tcncr otro
intento, quc prolongarla y hacerla interminahlc.
Ni un solo dia de gloria había amanecido desde
la batalla dc Mcndigorria, y sin emhargo, ihall
trascurriendo rapidamente los seis mcscs del prG-
grama, en cuyo termino se habia ofrecido COll-
cluir la guerra. Pues aunque tamhien pudiera
contarse por algo la perezosa toma del fuerte del
santuario, llamado del Hort, en Catalufw, fue tan
feroz, tan injusto y tan sangriento el ahuso, (iue
hizo el vcncedor de su insignificante victoria,
que mas bien deheria cont;¡rse en el numcro de
los mas feos borrones, con que esU manchada la
historia de esta guerra civil. Todo lo demai" fue
nna serie de marchas y contramarchas insipidas
ó ignominiosas, que en vano se esforzaban Jos
periodicos, esclavos del poder, en pintar como
ventajosas Lt su causa.


Llovian los donativos fOrlados de todas Ja~
prmincias, exornando cada cual lo cxigiio de la
¡,ferla con Utl pomposo acompaiiamif'll!o de pa-




DE J ::bo .\ 1.'123 Y DE r ¡HG. 27
labras. Ascelldian :í uu numero prodigioso las
excepciones de la quinta ;t costa de cuatro mii
I'eales "dloll carla una, 10 cual, si hien propor-
cionaha algunos medios economicos para cuhrir
las mas urgentes lleeesidas, d isminuia ell b
misma proporcion los hombres para el sort.eo,
y man ifestaba bien ú las claras, que la lucha 110
era tan nacional, como se hahia cIuerido persuadir
á la Europa. En Uila palabra, se principiaha ;:
ver y ajustar con nlas exactitud lo qne quel'ia
decir el pretendido entusiasmo. Pero esta frialdad
¡4f'neral se ahrigaha perfectamente con la espe-
ranza ó mas hicn certeza del ausilio poderosismo
y decisivo, que ihall :; dar las dos legiones inglesa
y francesa, que sus respectivos gobiernos hahian
permitido reclutar para el servicio de la Espafb.
La primera se fOl'rl1() nuevamente ele gente 111er-
eeuaría, recogida el! las calles ele Londres, como
quien recoGe en los caminos puhlicos las mas
hediondas inmulldicins para estercolar sus cam-
pos, tí mas hien para vender aquel cieno, á quien
necesite comprarle. La España le compró ;t pre-
cios taJl exorbitantes que esta sola compra ah-.
~orhi(í en pocos meses el triplo de lo (Iue habían
dado de si Jas cincuellta mil exenciones de la
«(vinta. Pnsose al [-rente de esta legion inglesa IllI
mimnhro dcl parbmento, y "inieron con d al-
gunos oficiales (pn', segun dicen los ([IIf' los \:0-
Iloeell, ,alp11 algoma., (/W' sus ,~old;tdo".




'.~.'i UF L.b ¡tEVOLUCIONES DE E~P \:'1 \
La legion fi'uncesa enl de muy disti!lta f:Sp:Tj(·;


pues (pie no solo estaba compuesta di: soldados
yerdaderamcnte lale:;, sino que llcg(í prececlieb
de triunfos y servicios hechos en Afl'ica bajo la
disciplina fi'ancesa, ;Í cuyo gohieruo creia conti·
nuar sirviendo sin otra 'variacion, que la cucanb.
Asi es, que apenas desembarcada en Ins coslns de
Cntaluña en numero de tn's mil lluinicnlos hom-
bres sahó la pbza de Tal'ngona, que hubiera
caido indudablemeute eu poder de los carlistas
sin la feliz casualidad de este oportuno rcfurl'zo.
Se hallaba entonces trabajada 3(!U('Il" pnn-illcia
por innumerahles handas de [:ICcÍOSOS, ;Í ([uie-
nes no faltaba tal vez para su completo triunfo
sino la unidad de accion, qne hubiera podido
darles un gefe superior dotado depl'C'sligio y de la
energia suficiente, para hacerse oher!('cl'r de alIne!.
las partidas tan numerosas, como mal discipli-
nadas. Conocida esta verdad por el g:lhinete de
D. Carlos había enviado :1lli al general Gncl'Gllé
desde Navarra, el cual atravesando todo el Ara-
gon, evitando ó venciendo los obsta culos que


. debió encontrar, habia penetrado en Catalnüa y
puesto en combustion todo el principado. El ge-
neral, que alli mandaha por la Reyn;!, (í mas
bien por la junta insurreccional, mas atento á
HO ser ,encido, qtie ;Í terminar la insurrcccion)
se eontentaba con l~ll1plea]' los cincuellta mil llom-
h"ps d(' su mando (~II rlef'f'ndc'¡' Lb mll('ha~ phZ;'~,




2U
de ({ue esL:í ltcl'ízada a([uc{{a pl'CH illcia, y en aco-
meter COl) lodos los reslantes un miserable COll-
'-enlo defcudido por doscientos carlistas.


En estas circullstancias, fue una especie de mi-
lagro la llegada de HIJa parle de la legion francesa
de Argel, á la cual no tardó en seguir el resto
dd numero cOlltratado. Ll1 refuerzo semejante
huhina h~stado, no ya para sujetar, sino para
pacificar la Cataluüa, por poco que una sincera
rellnioll de yoluntalles llllhiera impuesto silencio
:í mal disimuladas ambiciones. Pero el ejemplo
de lo ya ocurrido en Nav~ll'l'a fue tan perdido,
como todas las lecciones de la historia.


Sin embargo, Gucrgué conoció que las circuns-
tancias no le eran favorables; que los Catalanes
no eran t;1U flciles de organizar como los Bascos,
y í[llC las fuerzas de su division, ya muy dismi-
fluidas, aeabarÍan por perecer () yerse precisadas
;í salvarse en Frallcia; todo lo cual le decidió á
cmprcmlcr su retirada, } yolvcl'se por el mismo
camino, por donde hahia venido. El que tenga la
paciencia de lécl' los innumerables partes, arti-
cnlos )" comunicacioncs que, sobrc esta ida y esta
vudta de Gllergui~, se insertaron en la Gaceta de
¡¡({({rir! V en otros mil diarios de la capital v de


v ~


LIs nrmilJ(~ias, encontrará en ellos sin duda un
1


centenar de hatallas y encuentros reñidisimos, en
c;:da HIlO de los cuales Guer3ué y- los sLlyos ha-
¡Iiau "iJo cO/llpletamente destr07.;1dos, y tal ve7,




,',o HE LAS I\EVOI.LCIO\ ES líE ESP.~~A


mw:,rtos; pero la \f~J'(larl es, ({ ue el fue y voh ió, ,í
pesar de la Gacela y de todos los part(~s oIicialf's.


Poco tiempo despues de la llegada de estas dos
legiones, la una por el Mediterraneo, y la otra
por el Oceano, se asomaba tamlJieu por la fron-
tera occidental de España la legion pOl'tugU(~sa,
que, en virtud del tra tado de la cuadruple ali:mza ,
y f'Il correspondencia de igual servicio, se había
estipulado con el gobierno de Portugal. Pedimos
perdon al lector de haber usado de la espresion
poco noble se asomaba) porqtw tlO eneoutramo ...
otra mas adecuada para mauifesl.ar la especie ,le
incertidumbre, lentitud y parsimonia, CO/l que
estas tropas ausilial"es penetrahan por un pais
que, solo estando entregado ;Í Hn df'sgohierno
como el nuestro, podian ellas haber soñado en
pisar. Inconcebible parecerLÍ Ú los ,cllideros, ffuC
lean la relacion de estos sucesos, (lite hubiese lle-
gado á tal puuto la miserable sitn;¡ci~m de la Es-
paña constitucional, que necesitasC' mendigar r.I
socorro dc unos vecinos tales, como los Portu-
gueses, y esto en un tiempo, en que se preconi-
zaba y ciaba por sen tado qne la guerra era lJa-
cional, y los disidentes poqnisimos, cobardes J
miserahles. No lo consideraban ~si los gabinetes
de las tres potencias amigas y ausiliadoras, y a un ,
por eso mismo, se mostraban jan cautos ('n cir-
l"uDse¡'ibir los limites de Jos ausilios y ell la ma-
nrra de darlos. Lihl'PS d(~ las l:l1gaflosas i¡llsiolle~




del espiritu de partido, y amapstl'ados por una
I'spericllcia de mas de dos arlOS de lo poco que
lwbia que contar con la veracidad de los parLes
oficiales, que puhlicaha el gohiel'l1o espaüol; ellte-
rados priyadamellte por ng:elltes, que les daban
cuenta desnnda de los hechos y del estado de la
opinioll, y recelosos dd giro <J.lI<tJ'f(uico, y de las
inspiracioues democl'atieas, que se difundian por
yarias ciudades, conocicl'Ol1 muy prollto el peli-
gro, (Iu(' amenazaha <Í la Enropa de prestar una
Clíop(:racion directa al gobierllo espaüol, mien-
tras 110 (luedase hiell aclarado que, bajo esta pa-
labra, solo hahia de entenderse la causa de la
He:rlla, COIl las instiluciones que ella se hubiese
dignado conceder. Este á lo mellaS fne el sentido
de las instrncciones de la francÍa :í su embajador
"I¡ Madrid, pre,iuicndole cual hahia de ser su
('onducLa en el caso de alguna uueya aherracioll
de los que hJasonaban de inllovadores. Probable-
mente no serian las mismas las que recibió de su
~abillt,te el ministro plenipotencial'io de Ingla-
terra, puesto que ya 'f'l'emos mas adelante cual
fue su conducta en el caso anteriormente previsto.


Asi se ihan pasando los cinco primeros meses
del programa de J\Iendizabat, sin que lli siquiera
'i~ "ibe un indicio de posibilidad, de que se cum-
pliese algnno tk los l'stremos de sus ofertas. La
([llinta se '('ritieaba COl) tal lentitud, tan de mala
~ana y ('Oll tall nwzqulllOs ]'f'sultados, flile el




.):.~ DE LAS I\EVOLUC(oNE~; ¡lE ESPAN \


egercito de Nayarra solo hahia recihido anullcio.-
eepetidismos y frecuentes de <fue se le destinahan
muchos millares de quintos. La 1cgio11 inglesa,
desembarcada par! e en Satltander y parte en San
Sebastian, principiaba ú aprender el exercicio
delltro de sus muros, y se ensayaha Cll el manejo
del arma. Su gefc y oficiales devengaban Hnos
sueldos desproporcionados ú los que en níllgllll
pais del mundo gozan los de igual clase, y no pa-
reeian sufi'ir con impaciencia el blo(1UCO \e1'gon-
ZOSO, en que los tenían encerrados GuaLro halaJlo-
nes carlistas, que ocupaba u el camillo de Hern:llli.
El pago y suministros del ('gcrcito espaflOl em-
pezaba ;t esperimentar uu atraso notahle; los em-
pleados civiles y politicos 110 recibian ninguna
paga; el credito nacional disminnia rapidamcnte,
á pesar de los decretos casi diarios qnc buzaha el
ministerio, crciendo equiyocadamente qne con
cada uno de ellos le habia de hacer revivir; la paz
interior, el orden y la tranquilidad, tan prome-
tidas, habian desaparecido completamente; y por
ultimo, el descontento se iha haciendo general.
No contribuyó por cierto a disminuirle el hom--
bardeo sufrido en la pbza de San Seb:Jstian, a
principios de diciembre, ni la tentativa mal diri-
gida, y peor combinada, por el brigadiel' Yriarte ,
para desalojar á los carlistas d .. las alturas de San
Barlolome el dia 10. de febl'ero de r 8.56, pues
.'011 i.anta sorpresa, r:omo indignacio'J, se le ,i6




DE ¡ ,'1:111 A 1 fh::í y UE [03(l. 53
',ucllmbir;í Ull puf1;¡do de tilcciosos, y volver PI]
desordell;í uua plaza (lile ya por segunda vez veía
fi'ustl';¡rse estas intentonas, y llega ha ;í creerse
bloqueada de por y ida. El gc llfTa 1 dd ejerci to
de N;¡yan;¡ impacientaba al gobierno eOll repl'c-
';('lItaciones encrgicas, en que perlia no tant.o el
aumellto de fuerzas, como Jos auxilios de dinero,
I rasporte,~, ,i\ ('res) prcndas de vestuario, de que
sp le dejaba cal'ceer.


Ardia ciertamente en deseos de gloria, y bU5-
¡':Iba todas las ocasiones de disliuguirse; pero se
haJ hha imposihil i l.ado «le emprender el menor mo-
'\ im!r:nto, (['le cxigir:ra lllla semana, sin compro-
mcLcr la seguridad de sus tropas. Asi es, que luego
(lue sr: puso hajo sus ordenes la legion francesa,
eoncihifí el projccto mas opuesto á sus calidades
personales, pero cicrt:mlCIlLt~ el Ullico capaz de
P(¡/¡(T tenniDo ;í la gUClT:J ci,il, si el gobierno ó
b im pa('icllcia gelleralllo pOli ia n obstaclllo á ello.
¡':stc flH' \lB blo(FICO iUl11ellso ([ue, ahrazando
,lt's(l(~ las 3argalltas dl~ Ronces\aUes hasta las Cl1-
(:arj~\l'iol1c" d(~ Visea}:!, :,,;';::as,' un;¡ cnorn1(' linea
dp ('ircun\'~hcioll, que siniese de barrera impe-
lletr:1hlc ~l eje]'ci!o ]'chd('e. Prcscntahale una
CO} 1l1lllll'<J mil) f;! \orahlc para la rC:1lizacion de
c.~t(' plan, eH prime!' lugar, la ycntaj;¡, (fue se ha-
hía cOtlsegui(lo d(' impedir la union de la faccioll
de Cal:1Julla con las de Ar:lgoll y Na\3na; y en
,('glllH:lo, la huella di,-;posieiol) qlle most.raLall al-


JI.




~I~ DE LAS REVOLUCIONES DE ESJL\ N A


gl1J10S valles del Pirineo ¡í defendel' la causa de la
Reina, tal vez mas bien por rivalidad limitrofe,
que por sentimiento; pero el motiyo era indife··
rente con tal que se consiguiese el ohjeto. Mas
para lograrle era necesario protegerles, y la prin-
cipal proteccion consistia en no series dem;lsiado
gravoso ni exigente. Necesitaban armas y lliUlIi-
ciones, y el gobierno 110 podia darselas . .Fue, pues,
indispensable acudir á la Francia, que facilitó uno
y otro á menos de la mitad del precio que, por
iguales artículos, se estaba pagando ¡í los contra-
tistas ingle~es.


No contento con esto, coloct'¡ en la linea de
Valcarlos á Pamplorl<l, (Iue era el paso por clOlldc
los carlistas recibian mucho,; articulos de primera
necesidad, la legioJ1 fi'ancesa y a Ignnos ha tallonct-
españoles, que cerraban hermeticamente esta es-
pecie de mercado de los coutralxmdistas. Sitw) ,jJJ
cuartel general en Vitoria, amcnazando constau-
temente las lineas de Arlahan; fortificó t.orlos los
pasos del Ebro, y coloc(; fuerzas suficientes en el
valle de Mena, para proteger;í Bilbao y toda la
frontera de Visea}a. Reduciase, pues, el plan del
general Cordova á un immenso asedio, que podia
irse estrechando, ;t medida que llegaselJ Jos llUeyOS
cuerpos procedentes de la quinta de cien mil llOm-
bres, y que aun, reducido al sistema de perpetua
defensa, no podia mellOS de producir la ruilJa df'
la faeeion, por la falta de surtidos de toda especif'




DE ,8':>'0 A 18?3 Y DE 183G. 35
t'lue no podi;) recihir, sino con mucha dificultad,
y :í precios extraordinariamente subidos. Cual
fuese el efecto de e~te bien calculado sistema,
diganlo Jos mismos carlistas y los pueblos ocupa-
dos por ellos, y diganlo sobre todo lol' esfuerzos
que ellos y sus amigos hicieron por desacreditar
este plan y descol1ccptuar;; Sil autor. V(órdad es, que
un sistema semejante uo se ayenia bien con aquella
ridícula y habitual baladronada, que el gobierno
de Madrid hahia adoptado eonslautemente desde
el priucipio de la lucha, y que tanta sangre ha
costado y costad probablemente toda\'ia. Seme-
jante sistema no podia convenir á los que, vi-
viendo siempre (~nvueltos en sus propias ilusio-
nes, creyeron que la "euida de D. Carlos ilO era
mas que la llegada de 1(/1 .(accioso mas; á los
que, ell cualquier encuentro cn que no eran ma-
nifiestarncll te Jxüidos, y aun siendolo, muchas ve-
ces, no omitian en sus partes b frase de rigor,
de que el enemigo estaba completamente derro-
tado) X /Ulia en todas direcciones; á los que ULUlca
hiciel'on el mas insif;i;;ficallte reconocimiento,
~in haber dado un dia de gloria tÍ la nacion)' á
los que, cncerrados siempre en su gabinete, y
l~jos de todo pel igro personal, nunca supieron
designar él sus adversarios politicos, sino con los
dictados de /zordas) caribes) canalla) rebeldes)
rol)(1rdes, y otras mil injurias, que nunca ó rara
"Vez suelen pronunciar las bocas de los valientes;




36 DE L,\:'; I\EVOLlJCIONFS /lE ESPA'i \


y por ultimo, llO podia :licnirse este prudente
sistema con las griterías de la puerta del Sol, ni
con las frecuelltes indirectas, <pIe ya:-.e dil'igi:m en
hs cortes, y fupra de eUas , al presidente del con-
sejo, sohn.~ el no ctlmplimicnto de SIlS promesas,
Uu espeso yelo parecía cuhril' el! ;¡(¡ne!la epo('a
los ojos y el cntendimi;,uto de los hahitantes de
Mac!l'id, J en particular, ll:~ los (llle t(~lIian UlI
contacto inmediato con el ministerio. Los perio-
(¡¡eos, sohre todo, coutaban COll tal s\~(.(uri(hd COH
ia rnína inmediata de D. Carlos y Sil partido, que
se motejaha casi como un;¡ ll':li,'ion Ll mas lijí'l'a
duda, que an¡¡l1ci;¡sc tiiS(()I¡{;:!Il:~::' Se n:fc: ¡;lll éi.
docenas jos (:lIc~,ciJtri!los, CiI qlw siemprp las tl'O-
p::ts ll:J.éionales 1/nahnll lo Jl1(jor, y CSPC1',tllllo d"
dia (~U dia d fjolpp (keisi, o, que se les hahia dí..'
dar, apellas se hallase incorporada la lJlH~,a Ilnillta,
Entre aquellos cho(FH~S, t!f'scol/;¡ha HIJa hl'ill:lIltc
accion, dada por el t\r't1cl'nIPalarca, /'11 los ('am-·
pos de Molina, la cual, ~il1 dej;n' de ser muy pl:.w.
siblc, estaha muy lejos d(~ just.ificar los encomiús,
(1'le d.e ella hizo la Gaceta e:r:lmorrlinaria de ¡j¡'a-
drid. Se (lucria pc-rsu<,dir :t todo el l11lUHlo el
desmayo c,idcutc de la facciOiJ , y sus tl1ll11el'osas
dcserciOlW;, eH todas partes. Eu solo F:';'ud di'-'
¡ ;a ,¡ 1 gobierno su comalldall te, (1 uc ya Sí..' '1' ;:3-


-;';:m presentado mas dc ti'C~ mil, C!l::lldo no Ila--
; ~i~Ul IL ~ado :~ llUa., doet)u;~; v ú ('sl{' t'~ ~lnaudaut~~


" .,
. "1 l' 1 I ¡¡O :,,~ ;,' .:: [11;0,': (;i'st¡ ¡;() pOI' {'I1LHISi,l'I'Ü , como (,{'-




l)ier:l ¡¡;¡j¡(:l'SC Lecho. s;~ !J;lcian c!nZal' POl' los dia-
]'jos IllllllU'OS:!S columllas de quillto,.;, que como
por cllSalmo, se hallaban yestidos, armados y
illS!¡'lI:dGs, eu tCl'lninos de i)oc!cl' entrar Cll cam-
pal1:l; di~ s¡¡el'k (lue, pOI' mucho ([W~ se (lui~ic;;c
cOI!cedcl' :í la n:::f-;CI':l('iOll, no c;'a posible duda!'
del proxiUlo 11'iLlllfo. ) si ll0 s;~ COllSl'~u¡a, solo
~ u


"1 1 1 1 I (' , I pOdla CCPCiWCI' Cee, ;',;ellenH (,!] ::,:'h:, n:ya HIel! ,-
'pacivH deseaba u algullos COl! poca menos allsia ,
ql1(' la tel'mi,wcioB de la guel'ra ci,iL


El! m¡;di~; d(~ eso, no d"jab:~ (k lahra]' ell h
lllcnk de mudJOs homhl'es S(;llsato~ b duda ,í 111::S
bien d enigma de m:llltcllu' lanlClS tropas,)' COll-
dllir la gllCI'l':l si 11 ernpn:sti tos !l ¡llUevas contri-
huciollcs, cuando tan d:Taida,; t',';tahau las anti--
fiuas pOI' las di laíJidaciolll'S .'1 d;~sol'g:lIliza('io¡¡ dc
las l\'j¡ ta:-., \',lll~:;d;l:; po;' los :tl bOl'()tos ,;d \(cl',UlO


, \1 ,. "' 1 " UU!.C]'JoJ', " gllllOS ¡lO jo CITWll pOSllhe y HlIl'3JJall
;'quclla promesa como tilla J¡::L:dl'oaada, dick:
::lul'lliJ:nilí'uL;' siu couo~ill1¡( lltu ni l'I'Hcxioll; pe·
;'0 cslo (:];\ ¡ IIjnl'¡al' d,:m:;siad,) :; tUl liOn"Ll't', ilU';
léllga sitluicl'a lllla polg:¡d;\ í'l'i.'ilk. Otl'os llla:-


, " 1 ' ,
cIrcunspectos SUPOlll;! 11, ti lit' q ti len (¡ft;la J l'l'I)I:il:,
,'OU lal S(;gUl'it~;H¡ y casI di:ll'i<illlcllte S(~il;í:'janLL
okl'la, aJgull ('¡¡!elllo lendl'i;\ t'zH'lJlado, algulI
pj'oycetu ¡raeria en SIL cabeza, (¡U(~, ;mnll11~ le sa-
I ¡es\..: 1:111 id;;, (T<l d fuuJalllC11 tu de su conflanza,
.i~a di¡¡cldlad cst:¡!Ja ('11 :ui¡vit:;ld", j ,;ubn' dio
,'ad:,1 ('ll,;! ,\\I'Il! 1,1'aIJ<l :,11 ('Oi"c[U¡;¡' Lu,', lUd~ ;",:




38 DJ<_ LA~ REVOLUCIONES DE ESPAN,i
illclimban á que el gran secreto del señor Mrn-·
dizabal consistia en apoderarse de todos Jos bie-
nes del clero, ofrcciclIdolc en cambio una dota-
cion, como se lwbia hecho con los rcgulares y
cumpliendola con igual exactitud. Pero. esos bie-
nes en renta no darian por de pronto la gran
suma necesaria para terminar la gucrra en tan
corto tiempo, y si se ponian en veuta 1. (púen
telHlria confianza, para comprarlos'! Cahalmente
aquella medida suscitaria una animadYrl'sion,
que aumentaria los obstaculos, y dismiunil'ia la
esperanza del exito. En tretan lO, las pagas llevaban
ya en el mismo '\bdrid dos meses de atraso: en
las tesorerias de proyincia no hahia un maraVt~cli,
y el ministerio buscaba dinero sobre las contri-
buciones, aun no cohradas ni yencidas, ú cual-
quier premio que fuese.


En medio de la nnlírhd, a fr'(' S{~ lwhian ('011·-
denado los estamentos con el yoLo dc confianza,
se había formado eu ellos una especie de oposi-
cion, que sin merecer propiamente ese nombre,
pues (fue nunca se manifestó con energia en nin-
guna cuestion de las que se llamall de gabinete,
ni aun en la del voto de confianza, iudie;¡ha un
cierto despecho de fplC la dircecion de este hu-
biese salido de las manos, digamoslo así, clasicas
del partido libera], para pasar, como por ensalmo,
,í. las de un incognito en materias políticas. Esta
oposícion se creia con derecho ú emitir su voto




DE 1 (bU A I tb3 y DE I8:i(i. 39
libre, ;Í lo I\wnos en las cuestiones legislativas y
fundamentales; pero el seüor Mcndizabal, que
hahia elltcudirlo <Í su manera el ,'oto de confianza,
no creyó que fnese licito ni mucho menos patl'io-
lico scpararse uu apice de las ideas, que el hubiese
emitido una vez desde su hanco omnipotente.
Asi fue, que por ulla justisima disidencia en la vo-
tacion de un articulo d(~ la ky electoral, el mi-
nisterio se diú pOI' ofendido y tomó la intempes-
tin resolucioll de disolver las camaras. Cuando
esta l'csolncion no fuese de suyo tan peligrosa eu
las circlIllstancias, en ([ue se encoIitraha el país,
hastaría para juzgarla obsenat· el espiritu de los
que se la aconsejaron. El Ecu del comercio, 01'-
gano pel'peL11o del pal'tido anan.{uista, y lo flue
LodaYi~l es peo!', patrono, dcfensor, y apologista,
de cuantas sllhle\;¡cioncs mas Ó men05 sangl'ien-
ta~ se han verificado de tres años á esta parte,
fue el primero, cuando no el unico, á escitar á
:Vleudizabal para que cometiese un error tan tras-
ceudental. Bastaha (Ine esta medida pudiese oca-
sionar trastornos y mo,imientos revolucionarios,
para que el J,-,'co del Comercio la diese la prefe-
rencia Clltre todas las que podi.:m tomarse. Men-
dizabal (Teyé. serrnas fuerte, haciendo un uso
indiscreto de las facultades de la corona, y no
consigui('¡ otra cosa, (Iue debilita.rla y debilitarse.


El primer pcusamiento de Mendizabal fue reti-
rarse; pero el partido anarqnist<l, con quien se




"o DE LAS IlEVOLUClONI"S DE ESP,\;\',


Labia ligado desde su llegada;: B;Hbjoz, como p
hemos iusinuado ;Í los pl'iu(~;píos, tenia el mayor
empeüo eu la discusioll de la ley electoral, 110 el
ministerio. Queria este pal'lido (lll!~ la eleccioll
fuese indirecta en parte, ya (llIe 110 potlia serlo
en el todo, con el fin mallifieslo dc~ mancjar :d
populacho, para <Illc lJolOhl'ase e,leelorc;;, en (Iuie-,
Hes el pudiese inHuir. P('l'djrí este prime!' inleltto"
aprohaudose la cleecioll dil'Ccta pOI' solos los COI1-'
tribuyelltes, y se atl'illcher/. en el articulo de
que la eleccioll se hiciese por pl'ü\ i ¡]('j;¡s, pOI
que reducida á \as capitales, donde el r~rtid()
tiene sus principales talleres, podl'ia [wjlisima-
mente manejarla. PeJ'di/. tambien c,;LI prptclIsion
dcspues de haberla defendido á la desesperada:
pues el estamento "oví, (1U(~ la cleccioll se hieles!'
por distri tos, que dehiall se]' doscic:ltos ei lI('uell ta,
segun el numcro de diputados.


El gohierllo, (Iue hahia pro te:,t;,do IJlW esta
cuestion no le era csencial, instado por el pal'tidu
que le dominaba, fue mostrando suceesivamelllt'
mas iuterrs por ella basta idcntificarse con la eo-
mision tI uc la bahia fijallo, y sost(,1l ia , y tillO '!
otra fueron vencidos.


Creemos pockr asegurar, (lile este \'Cllcimicllto
por si solo no le huhícl'a decidido .í lomal' el
"iolento partido, que ahrn(), sino el 11a !brsc amar-
rado .í cierta sociedad, como el c;ll'a('ol ,í Sil COI1-
cha; y el fundamelllo, CJllt' teuemos P;!I':l "1'(;(>1'1.,




DE I :'L:?o t 1,'b3 y DE r83(). i, ¡
es, ([ue el mismo '\Iendizabal acababa de pro-
testar de su imparcialidad en la maleria. La
ullica razon, (Iue akg(¡ par;:¡ contradecir la elec-
ciOIl por distritos, fue, qne segun el dictamen de
la comisioll de di \ isioll de territorio, se tardaria
dos meses en formar rsos distritos y segun sus
compromisos, de])ia no dilatarse la reunion de
las cortes reYi~oras del estatuto. Esta razou fue
impugnada, ictoriosameute, y tanto, que con la
disolucion de los estamelltos la tardanza debía
ser iufinitamcutc mayor.


La Yerdad es, que Mendizabal esta ha entollCe,.
deseando apnncchar la primera ocasion de dejar
su silln y salir de compromisos, que ya veia no
serie posible cumplir. Su gran secreto era un
plan de: empresas de f~mento, (fue se darían ;Í
cOlllpaiJias illglesas, lucdianle un crecido numero
de mi/lollcs. Pero 10da esucranza se desyaneci()


- !


COII Jos asesi natos de Barcelona, que el 110 se
hallaha con fuerzas p;¡ra castigar. El mismo dijo
publicamcute en '((luellos dias, ípW los suceso:-
de Barcelona le habian perdido, pOl'(jUC lIill-
gun estrangero ({'lCrria emplear un peso duro el!.
Espalla, dOllde solo domitlaba el d.esonl(~1l y la
:lllanIuia. Mas d partido, :í tIue se hallaba ligaJo
pOl' SIlS pecados, le oblig¡í :í que continuase lle-
nalldo los puestos \acautes en el gahinete COI!
personas, que se ,.. designaroll v ;í Ifu;elll'~ 1\0
p"d'i l'I'lInir.




.'~2 DE LAs REVoLUCIONES DE 1,~PANA


El mal no estaba en la oposicioll dl~ las cortes,
ni en su mayor Ó mellor apoyo ;Í las opiniones
de tal ó cual comision, amiga del m~nistcrio : es-
taba, si, eu la guerra civil, de que este no había
podido hacerse dueño : estaba en 110 poder ni
saber acomodarse ,í un regimen legal lli en lo
economico ni en lo administrativo y judicial: es-
taba en las estafas, que casi al descubierto se ha-
cian de todos los caudales publicos por los agentt's
mas desacreditados, que jamas empleó gobierno
alguno : estaba en la arbitrari('dad, COII ([ue se
disponia de los empleos y personas d(~ muchos
ciudadanos honrados; estaha Ctl la confnsiol1 in-
troducida en la administl'acion de la hacienda
publica, esta ha en la impunidad, en que se deja-
ban los Illas horrendos crimenes, con tal ([ue
sus perpetradores perteneciesen ;i eiel'to partido;
estaba eu la ignorancia prüfnmlisi lIla, ([!J(~ mo,;-
traha el ministerio aun eu las materi<ls mas co-
nocidas y vulgares de la administraeiol1 : y por
ultimo, el mal estaba en ser uua mi"rna persona
gefe del ministerio y hanquero y ascutisla. Esta
ultima clIalid;¡rl, por s~r la que se halla mas al
alcance de todos, fue la <111e mas contl'ihllyó al
descredito del millisterio Mcndizabal. Nadie igno-
raba las comisiones lucrativas, ({ue se hahian dado
1Í. un tal Carhouell, hanquero de Londl'es, para
contratar una porcion de articulos IlPces::\rios
para el cjercito, en los cualcs se veia con sor-




presa é in~lignacioll desecharse proposlclOnes
mas equitativas de empresarios españoles, para dar
la preferencia siempre esclusiya » este descono-
cido, que, aunque español en el nombre, no tenia
CJsa ni hogar, sino la que l\Icndizaballe permitía
ocupar en su establecimiento de Londres. Eu
una palabra, se sabia que el ministro, que daba la
comision y el que la desempeflaba y aprobaba
las cuentas, era una misma persona, lo cual so-
braba para inspirar todo genero de desconfian-
zas, aun cuando el desempeilo fuese el mas puro,
y el mas escnlpuloso posihle (1).


(1) No lo fue por cierto, ¡;pgnn las cucntas presentadas por
el mismo Carbonell , las cuales no llegó el caso, ni ha llegado
todavia, de poner.',e il la vista dc las cortes. Por decontado ,
recibió carta ¡,!anca dd s6lOr ,Mcndizabal, para agenciar
lodos los gastos de enganche, y compras de articulos necesa-
rios para la legioll inglesa; y sin aycnturar, ni mucho Illenos
anticipar, un cuarto de su ),olsilio, llcgoció con la casa de
Ardouin, )ll'estamist:l (Id go1lierno espaiiol, (J ue se reserva-
sen á su disposicion trece millones de [r,lllcos , para subvenir
á los primeros desembolsos. Sin cmhaq.!'o , estos desembolsos
,e han (¡uerido hacer pasar como ant icipaeion prQpia suya, y
deven?;ado por ella la correspondiente comisioll. Ademas de
esto, y como por via de ;lgradecimiellto dc esla soüada allti-
("ipacion, le hizo conf'Tir su patrono J\Iendizabal el ~rado y
sueldo de coronel de la referida lc¡.:;ion, qnc está disfrutando
en Londres esLe illlaginario banquero. Es iuulil hablar de
la gr:m rthaja del cambio, a que fueron negociadas en la bolsa
de Londres sus lclI'a s sobre la Lesoreria, asi como de los
enormes precios, ,; 'f1w dijo hal,cr comprado lodos los articu-
los destinados, 'ya para la kg'ion , ya para el ('gercito en g'c-
neral, pucs quedará COll!O proverbio, en España, el de los




j~4 DE LAS HEVOLliClO:\'ES I)E ESI'A;\ \


Agrcguese á esta IlmlLilnd (k eallSCIS d(~ <1{'snm-
tento el 'el", que despncs de mucllOs meses, y al
cabo de ensayar una multitud de combiuaciollcs,
el ministerio permallf:eia incompleto, ya fnese
por el escaso numero de personas, que mere-
ciesen la confianza del p,n'titlo dominador dI'
Mendizabal, ya PO!" ser todayia menos el dc ;¡qlld-
bs, a quicncs el hubiese sabido illSpil'al's(,la" oí pesar
del f::mlOso ,olo de las cortes. Y he aqui una (h~
las razones, que mas eonycnecn de que la COIlCC-
sion de semejante ,oto no fne efecto de la per-
suasiOH interior, lJi una medida dict;l(Ja por el
deseo del bien pnlJlico, sino !I!! ciego ,¡banr/ollo
de los iutereses mas pI'('cios;)s del eSí,ado ;( lo (iU('
diese de si la easn:dicbd, 1. Es posible que Clttl't'
tantos individuos, como n1 los dos estamentos se
prestaron á entregar la suerte de la IwciOtl en
manos de lVlcndizahal y d(~ Sll sistema, IlO S(~ ell-
contrase silluipra media docella de homhres dis-
puestos á unirse;[ el para sacarle adelantcdc sus bel'-
euleos empellOs '! T)arece que no se encontrarOll,
supuesto que 3:101' largos meses esLmo siendo mi-


treinta y siete l'cales cada par de znp('!to..:., (;\' 'TI(' l'H\;1!
nn acopio de selenta y seis mil en nu liempo ('¡¡ {[l'" 111 el:
:Madrid, ni en Barcelona, pas;,!,all de c'mltro pe,ela" ,,] ]'<11
A tres mil reales ]¡izo subir cada moul"r;o ingle,;" d,· la.-
llamadas de pacotilla, cuando, en Espaiia, 110 hllh;cran ,'0,-
tado (Iuinirnlos. En ,,¡('nto y (,,"(uc',lla llliÍ n'"l .. ,; \,1],"; elll"t"
de (',,,la J.ll'llll· .1 .. in", .. i","as ¡"Helad,!.,," 'Iil" "01,, de]'i" cm,;'"
in'inl;} nlil: Y it .... i dí' todpc- 11):,\ df'III<I:-l ~lrlil'III., ....




DF !('):w\ rH?S y DE 183(). 4~1
nislrO ca,¡i mú\cJ'sal, y C[llr nunca ell ¡¡(luclla
primrra epor:¡ pudo jmltal' mas de cuatro com-
p:lüel'os.


:Entl'etallto, la ¡;'uerra presclltaba Ull aspecto
liada lisongcl'o, pues si hiell principiahan ,í co-
bra!' animo los \alJes de ltül!cal y de Erro, que
SI' hahiall drclarado en f"yOl' de h Reina, y cre-
eian las eSpCl',lllZ:¡S dd geBeral ('11 gcC(~ de com-
pletal' el ascílio, en 2y;mdc) <k la f~lcciDn; esta no
pert1ia tampoco el tiempo para aw,wlltaJ' su fuerza
fi~ié'<l y moral, organizando Hn gobierno central
:'u Oúatc, por m( Jio del nombramiento de un
n~¡nistl'o mliHT~al , ,¡ imitaríon de lo que pasaba
C'l! :\Iadl'id, y apodrl'andotic de una porcion de
puntos fOl't iticados. Cnalquiera que fuese el mayor
() mellOl' aciel'lo, COll ([Ile se hulliesen elegido estos
pnuto,-, la \ I'nl::d ('S, que llO solo les incomoda-
/);11\, "ino (¡ue '('s ('oll\eljin mucho lúmarJos, para
~'p(}dcrarsl' de "llS guarniciolles, de sn artillería y
de otros mil ohjetos, de ({ue tellian gl':l\e necesi,
dad. En poquísimo tiempo se hicjeron dnciios los
~~m,listas de Gnclal'ia, Balmaseda, Pl(,llcia y !~:;­
('lH~¡tio, cuyas l)os('sioll~'s los nroycipun de lIll 1./ .l
1'.'1züJl;l!.!c p;¡nluc de artille]'ia, capaz de impolle]'
!'cspeto :í sus Cllcm i!;os; pero no s~ les oen! taha
í'l' ~l'"di() t!f' I.:t!cs yeni;¡jas, cine S11 lwligro conti-
llll:1ria siendo iumillcllte, mientras que no consi-·
L>ui(,l'all 1!('llfTaliza¡' 1:1 ~'lIcJ'l'a ('11 !:Js demas 1)1'0\ in-
\. ~ . ' "


cins dc Espalla; ('11 ll1W palabra, miclItl'as 110




4(j DE LAs REVOLUCIO~ES DE ESPANA
inutilizasen el plan del general Conlova. Con este
objefo, quisieron haccr un pCqUCllO ensnyo del
estado de la opinion, lanzando del otro lado del
Ebro á uu hombre atrevido, (fue, con solos dos-
cicntos infantes y sesenta caballos, pas¡) por Men-
davia casi á la yista de los puestos del ejcl'cito
cristina, y sin mns quc un ligero tiroteo en 1:1s
orillas del rio, penetró por la sierra de Cameros
á la provincia de Soria. No es nuestro animo se-
guir paso á paso la expedicion de Batnllero, lli
mucho menos hacer meneion de las infinitas ve-
ces que fue destruido, captlm.do y muerto cn los
periodicos de Madrid; baste saber, pnra nuestro
intento, que esta imperceptible columna recor-
rió ocho ó diez proyincias de la monarquia, tras-
tornó los movimientos dc v;.lJ'ias div isÍones, que
salieron en su pel'sccncion, cutre ellas la misma
guarnicion de .Madrid, COll su capitall gencral en
persona, y vohic) :í Vizcaya, con poquisima
perdida, sin haber encontrado puehlo chico ni
grande, no solo que se opUSiCSf~ :t sus marchas, sino
que no guardase el mayor secreto sobre sus ver-
daderas direcciones. Esta primera tentatiya fue
tnn significante, que no dejó la menor dud:1 de lo
que se podia esperar de otras mas numerosns, que
se la siguiesen.


Las nuevas cortes debian n;unir'se el día 22 de
marzo, y las elecciones se disputahan COI! tal ar-
dor entre los dos pnrtidos millisterinJ .Y de opo-




!JE !fhO A !K25 Y DE 1856. 47
"ieion, (l por mejor decir, entre Jos amigos y los
cnemigos del estatuto, <pIe apenas habia pueblo,
en que no se llllhiesen puesto eu moyimiento to-
dos los recursos f(~roc('s y yiolentos de las socie-
dades secretas para falsearlas. En Malaga, en
Valencia y en Barcelona, se l¡;¡bia llevado la im-
pudencia lwsta despreciar todas las condiciones
de capacidad exigidas por el reglamento; y en al-
guna de estas eimbdes, 110 se a, ergol1z~lron de
elegir ;t un rel)dde y asesino, pal':! flue viniese ú
OCUP;¡j' los c';callOS del estamento popular. En
I\bdrid mismo, intentaron mas de una v'ez ate-
morizaJ' ~l Jos hombres pacificas con preparatiyos
tl(~ asonadas, é imponel' á la Reyna gobernadora
con represell taciollcs amaüadas del comercio y
de la nobl(~za, eH fayor de JUenrl izaba], ú quien
trata}xlll de pilll!lr como inc,itahle. Asi se logró
qlle le 1I01ll1mlscIl diputado siete proYineias (1).


(1) Como Id Clll'OllO de las jlasiolles ciega siempre á lo;,
hombres, ) les hace abrazar ioJo gl'UITO de medio,; para con-
seguir sus llnes, dehe hacersl' TIlCOl'iOH d,' Hua contienda ridi-
eula, (Iue oCllp6 mucho, en ¡¡(ludIos dias, :í los periodicos .le
"'\:Iadriá. Entre los mas imperterritos opositores, (¡ue habia
tenido el proyceto de ley elecloral solicitado por los amigos
de MeIHliz;,hal ,se hahia distinguido el sellOr Perpiña, dipu-
lado por mla de las provincias tle C;¡talllña. Los periodicos
,ld inO\ ¡miento hahian lu'eho punta fU volver lo negro blanco;
e,to es, en hacer pasar por retrogradas, y aun traidores, á los
diputados, tple votaron por el mclodo de eleeeion mas liberal
y yen1adcro , (OIllO t[lle no ([lwl'ian ahanllonarle {¡ las inll'iga~
ell: la (,{lIlfederacion en las eapitalr, dI' provin"ia, Perpiña




48 DE L'\5 HE\'OLLClOiVl':S DE ESI'\N\
hmtil es añadir, que una gran part~ dc Jos e1egidot.
no solo no contaban con los doce mil reales de
renta, que prevenia el reglamento vigente, nws
ni siquiera con un mar:necli, que 110 fuese de
sueldo; pero se contaha con que en la comisioll
de poderes habria toda la illdlllgeucia, ([Ile cxi-
glCSC el partido. \a Sé' habia dado autes ('1 cjrlTI-


,~.'\('rib¡ó unos cuantos parrafos, vindie:m,lo esta opiuioll ~' rc-
Iirif'lH]() eJ ddJalc del eslamento , Los (,l1~h', "uyi,', (, Ja AI)(ja,
par'l r¡ue los insertase. La redileeioll los prr'senl,¡ :1 la C('II-
sura , donde fueron aprobaclos, y v ¡""do lucgo '1ue dJ1lltahau
mucho para entrar en sus llllllWl'o:, ) lo,; illlpl'irni,', separada-
mentC'. Afl'li el esc:l!](]alo; el .';(,11'''' g'obcL'Ll'Hlor civil Olozaga,
stÍ prete510 (tal yez discurrido d".sr"C,'; .'omo dd'ema) de 'H!)
halwrle pt:di,lo licencia pan la irnl']'(',ion, siendo 1LIL ¡,)lIelo
LlO periodico , se arrojó al forreo Ú media noelH', abrió l<l'
balija, ) y rt'gislró la concspondcncia , para exlraer lu, ¡"I-
presos ,¡ue CIJnt1H iese. AlIan,) '((l'lClla no"he, ,: illvadi,¡ "OlJ
Iropa la imprenta de "urdan, (,Illr;lllrl" l"I,:a ,," '';llll'l; I,iw
lo llli,;mo :11 amant'cer ,'JI ":I.,a ti" Pel'/'¡'-"I; I<mll" d"..!;lI·'l<'ionp"
ú aTnbos; V t()l'lnr'¡ una SIIJHal'j;1 , COlllO ... j ...,c 1J.Jta .... (' dl' un l:l'i-
mcn ,le c,;{ado. Rc,,;o!taba taLlto JLlas el (,Olllra,I,. ,1<- I'sla rig'''-
ro,,\ ilLjns¡i,~ia, cuanto en a'l1Ll~llo~ misHlos días ,,~ hal,,-,,
estallo lolerando la impresioll de liBO'; lI:l1nados R,>I,."llJ.)' /"'-
litil'll,\' > que publ ifaba el Eco riel C()I/IiTe!() , en '[Ile se calum-
niaba) disfarnaha impllllcILlenlc ú hombr<''; llIu)' rcspelab\(',
y distinguidos ,1e la sociedad. E,;\c "scantia[o b"llí'Ta conli-
nuado probabll'lllc'n\e, si lllLO ,1,. ]n, i1¡i·"didos no hullí,.",
dado publiealL1cntc de J)()['clada" al ('(Iilol de t;I!c' inl;ILilia,.
quien, para lnayOl' \ilipcndio dt~ la lI¡¡riOIl, era talilhil'/I diJlIl"
hll:O, y diputado \kl movimielllo. ; C"'llllo Hu:iC ],abr,í ;1\1'1,
g()]~zad() el ';cllOr Olozng-a , ,,1 aco¡'dar", d.· e,!<' ILJ;d ]'n,;ag",
d(,'p11'~S (I11e Sil propia CUIl\ 1""ioLl le h'l ¡,."ido ;i (:oclrilla, miL'
":;Ina~ y lna:-. ~ori<llt·:- !




DE IR~o A 1825 Y DE r85G. 49
plo de las Lrinnpas 1 efl"a 1 es , y ahora se supollía <-jue
110 huhiesc Ilcccsidad de flngir, sino de mandar.


Mas lJO fueron estas intrigas las unicas ni las
mas peligrosas para la causa publica, que se fra-
guaroll en aquel tiempo; otra mas profunda, mas
maqniavclica y de maJor alcance, se urdia COll-
tra la lihertad, SC) prctcsto de flllcjas contra el ge-
neral en gcfc dd ejercito del Norte. Tl'atabase
113d3 menos (lile de repartir el mando mJiversal
de las fuerzas españolas en tre ¡res individuos de
simpatias poco dudoS3S en [ayor de una potencia
rie;], y fIlie sahe premiar con profusioll los ser-
vicios, que se prestan :í sus intereses. El repre-
sen tallte elc c6!.a potellcia CH ~ladricl era el alma
de cste proyecto, sohrc el cual !lO tenemos por
cOllYcnicnte decir mas por ahora, pOl'(lne esta-
mos scgul'Os de (Inc la historia contemporanea,
qllc tal yez se cst:í escriJ)iclldo, le darct {t COllocer
con todos sus pormenores .Y con documentos
irrecusahles.


Llegó por {in el deseado dia de la reuníoll de
cortes, (IUC abrió S. M. la Reyna Gohernadora
con un d isclH'so, en el cual, ;í vucI ta de algUIlJs
frases comunes ;t todos los documentos de esta
clase, se {alt;¡ha tan abiertamente á la verdad
en c~]si todas e1bs, (Iue solo dehía inspirar é ins-
pin') uua tierna y respetuosa compasion, al ,el'
:lrj lldia augusta descendiente de tantos reyes, COI1-
~'.crtida eu iw;l.rlllnento de la miserahlc ::unhicioll


Xl.




de cuatro homhres atl'eyidos y püflUlsuno deli-
cados. Despucs de indicar la clase de trabajos, 1'11
fIue debian ocuparse inmediatamente las cortes,
que eran 1a formacion de la ley electoral y las
uegociaciones para el reconocimiento de los nue-
vos gobiernos de America; dcspues de hacel' una
manifestacion de que Jas potencias aliadas cum-
plían exactamente lo estipulado en el tratado de
la cuadruple alianza, y despues de un justo y pom-
poso elogio al ejercito permanente, y á la guar-
dia nacional, no se avergonzaron los ministro~
de pOller en hoca de S. )¡I. la atroz impostura, de
que no se había altemdo la tra/lquilidad pu-
blica) sino con algunas ligeras turbulencia.l' tai!
prontamente reprimidas J como habían sido pro-
(locadas. Esto se le decia {l una naeion, (¡ue acababa
de ver degollar impunemente centenares de pri-
sioncros cu la ciudadela de Bnrcdon;], despucs de
haberla asaltado el paisanagc, con consentimiento
dc la tropa, que deLia defenderla (1); eual1do


(1) Entre 105 prisioneros se hallaba elllesgraciado D. Juan
O' Dond, ya callgeado , y el presbitero n. José Simon , con
dignidad de pabonle de Santa Maria de Muz, habielHlo sidu
mutilallo el ea da ver del primero, y conducida su cabeza en
triunfo por las calles de Barcelona, cnarbolada cn ulla pica,
por aquellos Caribes, que, " imiLaciull <1(; los salvagcs del
Canadá, llevaron su ferocidad hasta hacer tostar la carne de
esta y otra víclimas, y devorarla entre sus di(~JlWS con la
mayor algazara y regocijo, cual nos rdiere la l,istoria habe,
Pjf.'c'1t,¡rlo "r{'¡('lIos ¡,-""brc" ('011 ¡'h l'rillwro, !'Cf/W" <Id (· .. i,s-




,-
JI


iodayía lmmea]¡a la sau~re de religiosos y de ca-
• • I 7 1 !lODlf;0S aSf'smauo,; eH ""raguza; cnanc.o se aca-


ha];;¡ de sacar al suplicio i la madre anciana y pa-
• ro 1 ('] l' 1 1 l' ] CJ1lca oe _.a Jrera, en represalias ne as cruc «<l(es


cometidas por su llijo; cuallClo este caudillo, inl-
j"do de tau horrendo crimen, le estaba vengando
con usuras en la inocellí.c sallgre de treinta y tan-
tas mugeloes de In ili tares t'spaflolcs, que perliau
justicia y vengauza cOlltra Jos primeros caus,mtes


,) .. o..J


de tan inaudita barbarie; cuando, en Malaga, se
hahían l"olo Jos ... inculos de la snhordinacion al
gohie1'no, rohalldo, deponiendo, enc::ll'celando y
jestcrralldo ¡í IjHiencs se ie-s antojaba .{ Jos anar-
ciuistas; cuallllo, en Valencia, no h:lbia quiell
pll(lies;~ gozar una h()r~ ele sosiego, porque la
anarquia se hahia ell!J"oi1¡~ado de l:n modo pcr-


Sc¡:;nia dCSpllCS el discurso de la Rcyna, ascgu-
r~mdo (jne el anterior congn'so, despues dc haber
,:onccdido generosamente ;Í su gobie,ono un voto
de eonfiallza, le bahia lJ(;gado su apoyo, ca:lJl(/O
mas le había menester. Esta i~dsedad el'a i0'ual-


:1


mente noLoria (Ine las anteriores, pues fllw, como
la hemos dicho, solo habia hahido disidencia en
. ' '


:a I:1:lj'ol'ía ('outra la Opillioll del ministerio, eH
H11 artícnlo de la ley electoral que se estaba el;1-


~1:llll.·dIH), 'jUI' rll~'rnll :1 dihu:dll ~;i 1'1} df'¡ E, al,g.·lií í;Jl I:L
"\ lil'\ o \1 'Indl>




borando, articulo, sobre el cual ¡¡ahía dechrado
el ministerio, que 110 cm cuestioll de gabinete.
Hubiera sido algo mas cierto y explicito hacer
decir :{ la Heyna, qne el congreso :111tel'iol', des-
pues de haber concedido el 'volO de COI!/Úi/I;;,(l ,
no se ha7n·a resuelto ti se!' 1lI1 esclavo del gabz'/iete
.'v de su partido. Con igual impudor se pretendia
hacer créel', que el estado ecollomico y la admi-
llistracioll se hallahan en camino de progreso,
mientras <¡ue nadie estaba pagado, todo el mundo
veia las dilapidaciones mas escandalosas, y la an-
sencia total de todo sistema administl'ati\o; y por
ultimo, se coronaba esta singular pl'oduccion COlI
la oferta mentirosa y ridicula de realizar una
vasta empresa de canalizacio 11 interior del re y HO,
cuando no hahia siquiera la probahililbd de atell-
del' ¿ las mas urgentes ohligaciolle'i de la semalla
proxima. Este disclIrso, quc 110 llflhicramos (PLC-
rido oir en boea tan allgusta, es el compendio (',
mas hien el sello de todo el sistema de l'IIencliza-
hal : of;'ecerlo tod() )' no cumplir nada.


El dia antes de la pronunciaeion de tan estrallO
discurso, habia lanzado la Gacela otro parrafo
no lllenos singular é illoportuno, cual fue una
declaraeion solemne, hecha en nombre del gJhi-
uete, de mon'r, primero que clllJrú',\'C un S% ¡'n-
stante con la ignomi¡¡ia de -valerse de ollos re-
cursos, que de Tos puramente nacionales, par(f
tcrlllill(lf' /a ,<:i/lel'la (./,'1'1. Cmmdo s!' ky(í tan ill'-




DE ¡.')::w.\ 1<':12:) \ DE I 85ti. 5')
l:~perado documento, huho personas (1 (le llebaron
;í dadar si el presidente del consejo habia perdido
enteramcllteeljuicio,ósi intentaba tal \CZ hurlarse
del bucn sentido de la lJacion, ponlue si hien, desde
el principio de la buerra, todos Jos homhl'es sensa-
lOS presintieron la iusuficiencia de tales medios na-
cionales para coucluirla, nunca csta pcrsuasion se
habia hecho mas beneral (Iue eÍl aCluel10s ultimas
días. Lo era tanto, que pnhlicamentc, ell las con-
currencias y en todas partes, se clamaba por la
intcncncion, y se culpaha á los anteriores mi-
nistros, POI'(lue uo la hubiesen solicitado con
mayor ahinco. Tanta era la variacion, que habia
~l1frido lo lfllf se llamaba opinion publica.


Ya hemos dicho, en una nota de esta obra, lo
que habia de verdad en cuanto :i los deseos de los
:lllteriol'('s ministros, sobre este punto de la in-
tenencion eS!l'angcl'a; pero nada era comparable
con los que se manifestahan en el publico, cuando
1:1 Gaeet(l salió con ('sta estrayagancia. Por mas
quc queramos hacer toda la justicia ó fayor .t la
huena fé del ministerio, snponicndole, como lo
5upollcmo;,;, p~!let]'ado de la suficiencia de los re-
cursos nacionales, 110 I::S menos eicrto que habia
escogido an maJio;imo momento para hacer seme-
jante dcdaracioll. La G!llsa principal por que SI'
Jlabiall S(~p~ll'ad() del partido de l\Iemlizabal lo;..
allteriores diplltados, ,} la mayor IXll'tc de los pro-
ec!'cs, '~()n~i.,lja ('l] la d{,~('ol1tíam::i de <fil<' p1v!ie,,('




ternliIlar la guerra ciyil con Jos lnedios, }'" en ia
epoca que lo habia prometido. Solos 105 cxalta-
dos afectahan continuar en arIlleUa pCl'sua:;Íon,
porque, pnra ellos, la cesacíon dc la ~aerra, lejo~
de ser un bi!:;H, era Ulla ruina cierta, como quienes
solo padian medrar culos trastornos y ca1amjdadc~
publicas. Que la Espafía pereciese (:. 110, era 111Ft
cuestioll secundnl'ia; ascenrler al poder por cual-
quiera via, este era el Gn principal de todas sn~
maniobras. Ahora hien; esta decbracioll cxtcm-
pOl'anea de J\lendizabal no equiyalia :1 aIra cOS".
que á una eonfesion publica dc que intentaba
apoyarse en el partído de la exaltacion.


i Mas que c2snalidad tan singular! tres di;(,
despues (llH~ la Gaceta habia anatematizado todo~
los ausilios extrangcros, esto es, el 24 ele marzo,
escribia desde Santand,c'l' el comodoro Jolm Ha v


.;


al general Cordoya una carta muy ;ltcuta, ell la
cual le comunicaba la ardeD, que ~cababa de re-
cibir del gohierno hrit1tlico para prestar .í Sil.'
tropas la cóoperacion mas efidz, asi para impedil
que cayesen en manos de Jos enemigos las p1aza~
de aquella costn, como para recuperal' las que Slé
hubiesen perdido. Cierto, <[ue no podia darse un
mentis mas oportuno á la fallfarrolJada de la
Gaceta, á no ser que se suponga, Jo que nadie
quena créer, esto es, que la Iuglaterra hubiese
determinado emiar estos ausilios de tropas y de
buques, sin contar para n~\ela con d gobierne




cspaüoL Mas fuese de esto lo que se ({uiera, la
verdad es, que el mismo gobierno y el puhlico
agradecieron sohre manera esta demostracion, y
,uspirahan por que de parte de la Francia se hi-
riese la misma, y se ampliase al envio de un po·
deroso exercito capaz de destruir <1. los carlistas.


La rara coincidcncia de estos sucesos dió bas-
tante en que pensar :í los lluevos diputados ;Í
cortes, que aunque elegidos muchos de ellos de
la manera (lue hemos indicado, conocieron que
!la era tiempo de ceder ahiertamente á la exal-
tacion, sino de enfrenarla dentro de los limites
constitucionales del estatuto. Asi es, que las elec-
ciones de presidente y secl'etarios no recayeron
en las personas con quienes contaban los exage-
radas, si hicn fucron conformes á los deseos del
ministerio: pero esto necesita alguna esplicacioll.
Ciertos incidentes, de que no tardará en enterarse
el lector, habian convertido la antigua amistad
de los señores Istnriz y Mendizahal en una espe-
eie de frialdad, (fue 110 Lardó el! convertirse des-
nlles en odio, como sucede ell todas las diver-
.


;.;encias en matc::ri[js politicas. Pcm en el momento
¡:Il que se reunieron !as cortes, 110 habia transpi·
rada todavia en el puhlico el grado de esta frial··
dad. Asi fue, que desde 1:1 primera junta prepara-
toria ohtuvo d scfior Isl,ui'iz casi por unanirnidad
la presidellcia interin;}, !o ('lId, ~lnmlnc no diese
iUl dCl'ccho ¡ne, o...:ahk ,1 la Jumrriiata pn~sit!cnc¡r:




50 ])E L,tS KEVüLUClOi\ES HE E'.il'.\,;>IA
del estamento, daba á lo menos cierta pl'csun-
cion de obtenerla, tanto mas, cuanto el mis-
mo señor hahia dado muestras sClwbdas de su
gran penetraeion é imparcialidad. Estaban, pues,
convenidos taeitamellte los partidos en proponer
para la presidencia en primer lugar ú Istul'iz, en
segundo á Gonzalcz y en tel'cero ,í Arguclles.
Mas eu aquellos dias ocurrió el incidente de ne-
garse Isturiz <Í hacer parte del ministerio, como
referiremos en mas oportuno lugar, y de la noché
á 1a mañana se alteró la meditada combinacioll.
Unos veinte individuos, pnniagllados del minis-
terio, pactaron resenadamente fnItar á Isturiz,
dejandole esta defeccion en minoria respecto cí.
los dos siguientes y ocupando estos por conse-
cuencia la prcsidcncia y ,ice-presidencia. Este
triunfo de Mendizabal, corno gallado á costa de
la lealtad, lejos de serIe pI'0\edlOS0, fue la causa
inmediata de su proxima ruina. En su propio in-
teres debió consen"r en la presidencia á Istu-
riz, donde hasta cierto punto estaria rnns sugeto,
aptes que lallzarle y lanzarle soberanamente irri-
tado, ~t la cabeza de In oposicion. No Lanl() en eo
nocer Mendiz:lhal esta falla desde los primel'o~
debates sobre la respuesta al discurso del trollO;


. pero era ya tarde y la irritarion hahia llegado á.
su colmo.


Estos debates dieron naturalmente oensioll á
flue se ('~plic~~en tal ,el, mas de lo (ille (luel'ian




las diversas opiniones, que reinahan entre los (E-
putados sohre la cncstion de intervencion. En
pmcba de lo que deciamos poco 11á sobre los
,¡"isimos deseos, (Iue tenia el puehlo espaiíol de
que una fuerza extl'angera termin.ase la guerra
civil, ya (fue no bastaban las propias, podría-
mos citar difercntes representaciones hechas
por los ayuntamientos, y juntas provinciales soli-
citando, que se pidiese sin condicion alguna, por
(Iue, en cfccto, hubiera sido malisimo medio para
mm el' el animo dd gabinete francés á hacer el
sacrificio ClIOl'me dc una intervencion, propia-
mente dicha, principiar desconfiando de sus in-
tencioncs. Pero el gobierno espaflOl, desde el
primer dia, en quc comenzcí ú regir constitucio-
nalmente, no parece ltaber tenido otro empeño,
(fue el de mostrar frialdad y desconfianza del go-
hiemo fi>ancés, y adular hajamente al que siempre
supone rival suyo. Fiero al principio y desvane-
cide con la scguridaJ, que creia tener de acabar
encuatl'O dias con la insurreccion carlista, no
solo tuvo por mengua solicitar el auxilio de las
potencias, que le hnbian reconocido, sino que
no pcrdollaba ocasion oportuna ó inoportuna,
en que no hiciese alarde de decir que para nada
necesitaba de sus socorros. Cualquiera que haya
oido sin prevencion algunos de las discursos del
~eilol' Mal'tinez de la ltosa, á quiell, sin emhargo,
hacemos la juslicia de (,[,(~(Tlc de huena fe, y ch-




sentimientos verdaderamente uaciOllaLes, cl'l~cl'ia
que la }'rancia le estaba importunando cada cor-
reo, en solicitud de (Iue se la permitiese inter-
venir. Como si esta empresa de pacificar un
pueblo vecino, que encerraba en su seno mil ele-
mentos de discordia, fuese algun delicioso f;~stin
de bodas, en (lue no huhiera otra cosa que hacer
sino presentarse y recoger aplausos. Cada es-
tracto de las sesiones de las cortes de aquel tiempo,
(Iue llegaba á Paris, en que se leian eS~)S imperti-
nentes arrogancias, era un lluevo mOli,o de admi-
racion p:lra los que las cotejnban con la impo-
tencia absolut:l de quien las proferia. Sin emhargo.
no se pasaron muchos meses, sin que el embaja-
dor de la Reyna solicitase y obtuviese el tratado
de la cuadruple alianza; tratado, (PW si bien era
todo concebido en utilidad del gobicl'llo cspaiíoi
y portugués, unicos <[ue pOI' el pronto podían
necesitar de sostéucs estraüos, distaba infinito de
Jo que rigurosamente se entiende ni por intel'-
vencion ni por cóoperacion directa.


Es de advertir, que siempre que se pronuncia
la palabra intel'veneion, ya cntn~ los quc la de--
sean, ya entre los que afectan dcsdeüarla, se re-
fieren unos y otros á. la intcrvencion francesa,
uniea, que consideran como cucáz para terminar
b presente guerra. No es esto decir, que pOI' ella
~e cxeluya el poderoso influjo de la lHglatern ~
ni C{llC se tenga de d Hua id(';( m('ll()~ ~l'andio~.;,




de la que merece; SillO que estanJo el foco princi-
pal de la J [[cha cnlas vertientes de Jos Pirineos, yen
la orilla izt/ulel'da del Ebro, solo podrú conlribuir
eficazmente á su extiucioll quien pueda disponer
de muchas tl'Opas de operaciones, no quien solo
pueda responder de la St'guriJad ele las costas. A
buen seguro, que si los Ingleses Golos l1ubÍegen
podido dar al gobierno y á las cortes cspaiíolas
la apetecida scguridad, jamas se hubieran oido
en ellas esos escrupulos patrioticos y esas distin-
ciones mctaiisicas, con que ha querido disfrazarse
el espíritu de partido. f:sos mismos oradores, que
tantas baladronadas han dicho contra la inter-
veneion, que reclamaha la opinion general, se
habrían puesto de rodillas para solicitarla del ga-
bincte ingles, cuaksquiera que fuesen sus condi-
ciones, con tal <¡tiC el solo hubiese podido reali-
zarla. Tiempo es ya de que se digan estas verdades,
Fara que no se encuhran con el velo de un falso
patriotismo pasiones mezquinas, odios mal disi-
muladas, y un agradecimiento, que puede rayar
en hajeza.


Durante el ministerio del señor conde de To~
reno, en (Iue ya los peligros de la guerra se habían
aumentado en proporcion de los medios y de la
actitud, que habia tomado la faceion, la idea de
íntervencioll se generalizó mucho mas, sobre todo,
en los quc teuiall otras noticias de la guerra, que
las que pn1l1icahan 10:-' diarios, PCl'O todavía el




(:u DE 1.,\5 I\EVOLLJCWXES DE ESP,\;\,\


partido de la oposicioll quiso hacer UII Cl'llTIt'l1
al gelleral L1auder, minislro de la guelT<1, por
haherse atrevido ¡t indicar, que IlO debia rcnun-
ciarse illwrudenlemenie á este medi() de salpll!'


1


la Libertad. Sin embargo de eso, al callo de muy
pocos dias, la necesidad, este juez supremo de
todas las acciolles de los homhres, obli¡Jf) ;Í ~ol¡-


,)


citar de la Francia esa misma intervcncion, que
tanto se hahia desdcfbdo. Si la :Francia hubiese
tenido tm1 viyos deseos, como la querían supo-
ner algunos demagógos, de mezclarse eH los nc-
gocios de la Peninsula, poco trabajo la hubiera
costado dar orden de pasar el Bi(!:lsoa :i algallo,,"
regimientos de los que estaban en la frontera.
Pcro el gahinete frallces, cuya politica no tiene
por norte 13s ligerezas ni las inconsecuencias de
un partido, sino el hicu sUJo y el g;:llcraI de Etl-
ropa, consultó al gohierno h¡'itallico sobre si se
estaba en el caso de acceder ~í tal demanda, y el
gohierno inglés se decidió por la ncgati va. i Q llieu
sabe los males que habrú producido semejante rc-
soIucion! Pero esto no hace al caso por ahora ~l
nuestro proposito.


Volvamos á la sesion, (lue nos ocnpaha, y Cl"a
.la de la respuesta al discurso de la COl'ona . .Ell ella
hubo diputado, (Gamindez) (lllC tlmí la insolen-
cia de llamar al gobierno de l~uis rciipc un go-
hierno de pandilla, y esto, en mamen tos en (llH'
la simple iwlii{'l'e'tll'ia cid ,~(\hicl'l1() C],;llJ('("S hH-~




]lE 18:w A ¡,eh) y DE I85G. Gl
hiera CClui\alido ;í Hua selltellcia de muert:2 del
sistcma eOllstitllciolla! espa fiol, y cuando, por la
cOlldescclHlcllcia dc cslC principe, estaban atra-
H;s:lIldo por territorio francés hatalloncs espa-
lwks, qne llO podi;lll pas;¡!' de Pamplona :í San
Se!Jasti:lll, sin haeer setenta leguas de rodeo. Unas
nalaJw;ls jan incollsidel'adas fueron inmcdiata-
L


lllcnte rebatidas por otros diputados mas juicio-
sos, y aun por el mismo i\ícnclizabal, el cual, ma·
llifest:mdose enemiso de la intel'yellCioll, declant
que POdÚl, sin embargo) admitirse una cóope-
radml .\'e/J/{~i(l1I!e el la que la Rspatla habia dado
al Portugrt1. Al oi1' esta impertinencia, pues no
mCl'l;ce otro llomhre la deccion de la palabra ad-
m itirs e , otro diputado (Barrio Ayuso) prorrum-
pi() CH esp1'csioIJcs diametralmente opuestas, ;1
.:;;¡1wJ', ({lIe !la solo dehia pedirsc la intervellcioll
;í la Francia y ,í la IllgIntcrra, sino aun á los Ca-
,letcOS )" ;í los Bedllil/o,l'., porquc era tal el estado
del tjel'cito, (lue no poJia co~)tarse con el para
nada: y asi era la '"crelad. Esta s;¡Jida, exagerad;¡
sin duela, arranc(1 repetidos aplausos en las gale-
rias, tanta es la fuerza de las palahras, cU;)lJ(lo


t · . t . ';\.T espresall ílll SCllllnJell o genera1. 1'0 queremos
llilcer mencion aqui tle las distinciones doctorales,
COI! (lllC el diputado Arguelles cansó, como de
costumhre, la atctlcion del congreso, sacando ú
cobcioll todos los ÍUCOII\ cllicntcs, que ticnen ó
!>lwd~'n kll{~i' bs illt'-']'\('llCioJl(,s, " aun las c/;o-




¡i) DE L¡\S REYOLUCIOl"\ES DE ESPt:\.\.
per~L'iOlleS, }' como si nadie dndara de que lo me-
.101' es siempre terminar cada UllO sus propios ne-
gocios. Lo Hllieo que importaba demostrar, era
que la Espafw. no necesitaha de nadie para con-
cluir la guerra civil, y ,'sto (~S prccic;<Imcnte lo
unieo, que olvidó el sellor diputado por Astl1l'ias,
en sn interminable perorata.


Serian ciertamente perdonables estos olvido~
frecncntcs ele todo lo que exige el decoro puhlieo,
y aU~1 la simple cortesania, que debe á lo menos
suponerse en Jos que OCnpéll1 puestos tan emi~.
nentes en la representacíon nacional, si solo pro-
cediesen de nna intima persuasiotl, y no del vago
deseo de ~dnlar á un gabinric estrangero á expen-
sas de otro; y decimos ([llC seria muy disculpahlc,
porcJuc, en efecto, l. á (PÚCll (f'lP mirase la enes-
tion de la guerra, hajo el aspecto que h mirahan
los Arguelles y otros pocos alucillados, podría
persuadirse que trece millones de habitantes no
habían de poder sugetar á su voluntad el medio
millon, que puebla las cuatro provincias hascon-
gadas? Mucho mas debia crecer su admiracion,
suponiendo, como esos seriares suponen, ([ue los
tales trece millones estan poseidos del mismo C11-
tusiasmo, que pintan los periodicos, y con la
misma sed de libertad poliLica, ([ue los ([ne la rc-
claman, tal wz para oprimir ;í Jos tlemas. A los
(fue de tal manera miran la situaeion dI' la E5-
pafia, y ,1 los (lue tan lnal la conocell : permitid l '




DE 1820 \ IH25 Y OE 185G. 63
debe ser delirar ;¡ ratos, y deducir cOJlsecuencias
tan fals::ls, como los principios, en (IUC las fundan.
Por cso, salieron tan fallidas las seguridades con
,¡ue cOlltaha el selJor Martinez de la Rosa, y las
esperanzas que tu \() el conde de Torcno, durante
~us poco felices mi nisterios, porque ni uno ni
otro (plisieron darse cuenta ;í si mismos de la
!liíicultad mili Lar, q\le presentaba la faccioll, y
'>010 dedicaron sUs esfuerzos in telectuales á ]a
dificultad politica. Todayia ,'ive un general de
merito, el primero y uuico que arrolló á la fac-
cion naciente, quien antes de hacerse cargo del
lTI<:1Ildo, en 18')4, pidió para principiar la em-
prensa treinta mil hombres; y faltó poco para
(fue le tuviesen por loco, na solo en el ministe-
rio, sino hasta en el estado mayorgeueral. Cnando
el puhlico sepa esta y otras muchas anecdotas, y
las salJl'á 1;j Il duda, no recaerá la admiracion sobre
como no se ha vencido á los carlistas, sino que
se prcguutará como estos no han acabado mil
veces con sus adversarios. Una quinta de veinte
y cinco mil homhres les pareció á estos primeros
gobernantes, <fue era una especie de lujo ú asten-
taeion de fuerza, que no se sahria en que emplear,
cuando ya ;Í esLas horas, en que escribimos, van
decl'etados mas de doscientos mil hombres, sin
contar la numerosa guardia nacional, y las tres
legiones cstraugeras; } la lucha está tan dudosa
"omo allh'~. F-olo el S6'lOI' 1IclldizalJill apreció,




Gf DE LAS HEYOLUCTONES DE E:;:pA:>A
como era dchido, la dificultad dc la empresa, y
por eso priucipi() decretando UBa quillta de cien
mil hombres, LÍ lo que HO tardó en seguirse otra
de cincuenta mil. i Ojalá que en esta medida no
se hubiesen mezclado miras mcz(luinamelltc eeo-
nomicas, y (lue no se huhiese enccnado en un
circulo vicioso, que le impidio echar J11zmo de los
recursos necesarios y pl'Opol'cionadüs ;Í la idea!
Pero desgraciadamente iba destruycndo con una
mano lo quc cdiflcaha con la otra, y dcjandosc
dominar, como sus antecesorcs, del espiritu di:
partido, en lugar del espiritn Jlacional.


De este mismo crrol' de los mÍnÍstl'Os y de los
diputados, han adolecido mas ó menos todos los
generales, qlle sucesivamente llal1 mandado los
ejercitas, contribuyendo ellos mismos á la per-
dida de su reputacion. La idea primitiva, (Iue todos
ellos han querido dar de su situacioll respecto del
enemigo, al tomar el mando de las tropas 1 ha
sido constalltcmellte la de asegurarlas, á ellas y
:1 los pueblos, que los carlistas eran cohardes,
eran pocos, estahan désunidos, no conocian la
disciplina, carecian de armas, de vestuarios, de
dinero, de artilleria, y sobre todo de prestigio
fuera de las asperas montarlas, en que tenian sus
guaridas; todo esto, mezclado con amellaza~ es-
pantosas, y tal vez con promesas explicitas, no
ya de ,encedos, sino de acabar con ellos en el
primer cncuen!ro etl (lile ,e presentascn. l)udic-




UE T K:w A 182,) Y DE 1836, (j)
.·amo~ copial' sohre esto piezas muy curiosas; pero
fieles ;í nuestros principios de citar los menos
nombres pl'Opios (lue podamos, dejamos á los re-
cllf'rclos del lector la prueha de nuestro aserto,
Has como, por desgracia, ninguna de aquellas


almltadas promesas file coronada de un exito feliz,
y aJglIll;~s fueron seguidas de derrotas parciales ó
de sorpresas Ycrgonzosas, ninguna reputaeion mi-
~itar llel ejerci lo cspañol ha rcsistido ;Í la piedra
de tO([1H~ de la guerra de Navarra. Ahorahiel1, ya
es sahido <Jll'c', en esta elase de juego, nUlIca 1ft
perdida del uno d~ja de enriquecer la fama del
contrario. Si los generales y el gobierno hubiesen
tenido ulla idea mas exacta (h~ la 'verdadera fuerza
{isiea y moral del encmigo, menos presuneion y
mas modcstia, los resultados haJlrian sido hasta
:dlOr!l mellOs flll1estos. (: Pero como encontrar es-
las yirtudes ell (lili:'l1cs partian del principio de
fine la Silcrra ('ra ('1111'(' h. I1:1CiOll )' una mínima
partc de clla '!


Este, este es el grande PITor, que ha dominado
siempre en el partido liho'a¡ y en todos sus inu-
merahles matices, el de creer que toda 1a nacion,
menos mIos cllantos preocupados, compn~l1dia y
apoyaha su:; principios. Mas por poco que se re-
flexione sohre Jos sucesos que han oculTido en
estos tres afios, St' cOllocerá, (lue la inmensa mayo-
ría de los ([l1C hoy SI' encucntran ell el partid(·)
librJ'aJ, Sf~ dphl';í \lila coincidellcia i'\.I¡';¡(jnl:rl:l!'i:¡


Ir.




(' illllepctldiellte d(~ la CI1CStiOl1 PI'Íllcipal. ]\f,,,,
claro: si de las dos cuestiones, que se presentarOIl
repentin:lmrnte en Esp;-¡fla, rí la mllf'I't<~ de Fer-
nando VII, esto cr" la rl(~ sllcN'sion y la dc prin-
cipios u;; herllati,'os, 110 se hubiese resuelto an tes


"


la primera que la segunda, estamos persuadidos,
de que las fibs cld partido lihcl'alcsl¡¡rian mncho
menos pohladas de lo (llV~ apa]'e('(~1l ;w!ll:llmente,
Entre los derechos de la Reyna y de su tio, po-
(Juisima duda pudo haber, y hubo en rfeto, ni
en la nobleza, ni en el clel'o, lli en lo <¡ue se
llama la clase medi" y acomodada de la sociedad,
porque, repetimos, eslrl (']'a una "n"cncia tradi-
cional. Agrf'gahasl' ;í dla ulla presuneioll, hien (')
mal fllndae{;¡, de (Fle el (Caradel' de D. Carlos se
inelil:aha á una intolerancia y scyeridad religiosa,
'ple ¡]ri¡ de ser de moda, llasta en Espafta" Por eso,
fue bu general el pronullci:lIuicnlo cu {;l\ o]' dp
los derechos de la joven Hcyna, mellOS CIl algu-
nos puehlos de Yiscaya, Al:lYa y GlIipllscoa, en
fIue raZOll\cS ele otro gencro, y una prnision lJa
cida de la anterior expel'iellcia del aito 20, les
hizo huscar Ulla handera, que cnbriese sns pecu-
liares lihertades. Comprometidas ya las c!as('s ibls,
tradas cOl1tra D. Carlos, y persuadidas de qw~ t.Jste
HO las perdonaria jamas su dcfcccion, tuvierol\
([ue prestarse á todas las exigencias, (JlIC la emigra-
cion, entonces comp1ctrl y estrechamente unida
al pal'tic!o liberal anterior, tm tÍ ;í bipI) imponel'-




i;, . .,. Ue ac¡ui ha nacido esa perpetua nulidad ;í que,
desde el principio, hemos "isto condenado el rs-
tamellto de proceres, qll(~ ni dió señalcs df' vida
dllJ';lllte su dimera cxistencia, ni siquiera se 110-
I:lrOI1 las l'OlHulsioncs de su emertc. Destino im'"
,itahle ;Í lodas ¡as aristocracias ltisLorica~ y mera-
llH'lItp t<~rritol'!ates, cuando 110 saben conservar
ninguna posieion politica en cual([uier genero de
gohierno, <, qtie pertenezcan. Pero volvamos ,í
IHlcslro proposito,


¡Vlientras ([11(' tod,l\'ia duraban los debates sobre
la respuesta al discurso del trono, ya la fraccion
conspiradora dc los diputados pedia abiertamente,
'pie las cortes se convirtiesen en asamblea cons-
tituyente, rncnospl'ecirmdo el heneficio, que la
illCSpel'ta Reyna GolwI'Iwdorn les hahia concedido
PI) el estatuto J'Gd. Ya b prensa cmpczab,l;í Ian-
l.al' sus gll('I'I'illas (~()IIIYl el ('st:lll1\'llto llel'eclitario,
lI:nnallClolc ¡¡{anta ('.roti('(l y pJ'otIl1Jet'ante eu el
~istcma constitucional, y ya empezahan á darse
bs spüa)cs convenidas con los a{j I lados dc las PJ'()-
vineias, para forzar ]a'i pos¡ci()Il(,,~ del tl'orlO COI I
1I tla Hlteya re, olucion, hajo el nomhre de progrcso
.' ,Ji' 010' ¡mielllo. La constitncion de Cadiz empe"
z;¡ha ya ;[ cil:l!'.'i~' cnmo tl'xtO ó como punto de
t'ompal'acioll, l'cdcada di' una especie de culto y
Ycnel'acioll saCI'OS:lIl!a, <lnc no df~iaha la menor
duda, de (fllt' este era el pUlllo de mira, ;; dOllde se
'lll(~]']a ,'enil' ;í para]' Ya ('nlo!!(,¡,s ('rnpf'z:in'll ;Í




illl[llirtanc ;dgulios miembros del estamellto dc'
proccres, y conoci(~ron que el trono estaba lwa-
,fimo en toda la esiellf'ion d(~ la palal,ra, yaball-
donndo al uuico y "icm}!!'i' trist(~ refugio de h com-
pasion, que inspira :a illoecneia. llera ya era larde
parn pelisar en su tntda, mucho mas cuando el
cons(jo de gohiertlo, qur h;¡bi;¡ dt'si{~wldo el di-
fnnto Fley, no supo lwrsonnrsc, sino para derribar
al nuico ministro, qU(: pensó seriamente en qne
existía una hija y una heredera de su Rey.


J\Iuehos y gra'cs cargos se empezaf¡all ,l h;lcer
~t Mendizabal, sohl'e la faIt;¡ de t'lllnplimiento de
sus promesas, soh,'c h pl'csentac:ioll de los decre-
tos relativos ,t b snpresion de eOll\cntos (1), pero
particularmente sobre las causas, por que no S(~
complf:laha el ministerio. Apenas hahia sesioll ('n
(¡ue 110 se tocasen mas rí menos tod()~~ estos PI!lI-
tos; pero siemprf' l\lelldizahal iogr;-Iha (1'11: 110 S('
I'ntt'asc df' Ilello el! estas clIpstiolles, ya prome-


(1) AjJ<:l'cci,; 1,it'll ch:m el (!csl'onlenl0 g,cIll'l'al en la :'C,iOll
ad dia :\ , con oca,ioll de 'ma prolesla , (l"C hizo el diputado
Parejo, sobre lo~ tl{;Ci"cto:- de' vent~!s dc hienes na('LoH<lle:-. ~
pues no ,010 ftl(, favon,,,i,[a dl' ulla gr:lJl nl:l~-oria , sino lo 'In"
es utas, ap1~1~~d¡dí1 por las t;alerias. Ef{'('li\'all!ellle~ ~Hrncl gran
despoj{J~ 110 ~:olo :'e~IK'('lo de tl)(t;~ b~ CO¡.};:i~idad(' ..... (¡(' L~)l!J­
hrcs, ~LJl í1istineiQll, sino ha~ta de 1;:\5 r.llJ,t~'f~1't·S , CH,' OS con-
n:nlo:, se conservan, y de cuYO:' bienes 110 podia di'jlOlH:r el
<"bierao, po!' ser hipol(;ca de sus (lotes, habia lleg:"¡(¡ :, ilTi-
íal' geHPrah~iI·I1 le alln ;'l lo." InCIHh ~cll¡-iáos de 1.1 c.'.;1 inelon (k·
ng u 1;1.l'!'''.




])E 1()2li A l~hS y DE 18:-;(;, (;~¡
tiendo que 110 se pas:\l'ian ,pillte )" cuatro horas
sin lJa CfI , 10 (lile se dc¡;eaha, 'ya alegando s('crctos
de estado, tille imporlaha no reH~br, ya dalldo
esperanzas misteriosils de un gr;:m lrueuo, como
el decia, quc ,ellc¡r;sC tod:1S las di{icnltades de
1111<\ yez,


-'luello tiCIUPU ha('ia y;! <pH: el st"i'wl' Memliza-
bal deseaba fortilicar Slt minis(nio nor medio de




algunas capacidades parlamentarias, de (lite s('
Lallaha sumamcnte escaso, Gali:mo é lstUl'iz erall
dos homhrc~, (llu: el deseaba reunil';í su adminis-
tracioll, asi por su facilidad eH esplicarse en pu
blico, como por su popularidad y antigua S~­
mejanza de opillioncs; pIón> sif>mpl'e se habíall
presentado difcl'ellt\:s obsiaclIlo;" dqH'udielltes
del mayol' () menor iHll,~o, tille c;.da LUlO de dIos
pretendía dcl)cl' telle/' 01 la mal'('ha gcncrnJ de los
nrgocios. Hubo IlIl/ellas combinaciones intellta-
das, (pIe seria impertinente l't:col'da¡'; pero 110 de-
¡¡cmos pasar en silcllcio la ultima, :¡ue precedi,'¡
de muy pocos dias :í la reuníoll ele las cortes, J
{1ue fue provocada por el mismo ~lclldizahal,
obligado de la necesidad, Don .Francisco J,nicl'
hturiz fue invitado pOi' el para (11l(~ aceptara el
ministerio de ('stado; mas este se resistic) , sin que
precediesen ll'C~ condiciolIes : 1 ". la presidencia
del COllS(;jO de ministros; 2". (lue se habia de aJop-
lar la marcha que el s.:l1alaJ'ia; 5", qlH' IlO hahi;¡
dt: ,\('I'jJlal', autes bicll <file lJl·ül.;st;u·ia 110 com-




pl'euderle la l'e~potlsabí1i(hd dd voto de cou
fianza. El primer pu nto 110 o('¡Tciú gra ti .dificul-
tad; mayor la presclltú el se3uuc!o, tanto mas 7
cuanto no habia el proponente esplicado su sis-
tema, que quiso reservar hasta no estar conveni-
dos en la ultima condicíon, en (Jile pl'eveia, y
encontró, en efecto, la mayOl' resisteucia. ~\fc¡¡di­
zabal no podia ni quería acomodarse ,í hace}
personal su compromiso, coillra la protesta del
presidente futuro, eqt1i\alellte á una po:iitiya <lesa--
probacion, y rompió las conferencias, cor!,!lJ([o
todas sus relaciones con IsLUI'iz y su partido. EsLu
fue lo que dio lugal' á la pcl'Íidia, (fue ya illdic.1-
mas antes, en la eleccion de presidente Jel esta-
mento; mas no por eso podia dispell~arse 1\lclldi·
zabal dc completar su hahillete, de cualquier modo
que fuera, J asi lo hizo llondmm¡}o al :';CIIí:l'aI
Rodil para la guerra, ,l Chacol! para la marina 7
y trasladando ,l Almoaoyar al de Jos llchoeios de
estado. Estos nombramientos no afíadian nin-
guna fuerza parlamentaria al presidente del COll-
sejo, reducido, para salir de todos sus apuros, al
flujo de palahras de Arguelles y :í la csperanza d"
que la casualidad le proporcionase algull triunfo
importante de los ejercitos, cuyas operaciolles
hahían sido hasta entonces poco sif-)uilicautes.


Quiso la bueiw dicha II'H~, d dia 5 de mayo, ];¡
k'gioll inglesa, que ,;eahaha dt~ l'tlllliJ'se ell Sal>
Seh~stjau ell 1ll11I1Cl'O dl' cillco Illil .v (lllilli~llt,.




])E J ;':Lw .\ 1 8 ~:~i y DE j Ki(,. 71
hombres, auxiliados por una brigada espaiíola y
por b gU[ll'llicion de la plaza, que formahan CIl
todo u!w fncrza de ocho á llUCye mil hombres,
~c dccidics\: por fm á forzar las lin¡~as carlistas, ([ue
hloqueaban aquella ciudad. El combate duró tres
horas, e11 mec1:o dc !lila cspaulosa lluvia, y Dics
~abe cnal huhiera sido ¡'l I'esultado, sin la opor-
tUlla llegada de d{¡s \ apon"s in¡,,;lc~e~, mandados
por el comodoro John Hay (d Fe/li:L' y el Sala-
mander) , (pIe desembal'caroll ochocientos hom-
bres, y cuyos fuegos de artillcria, de un alcance
extraordillal'io, pl'odujeron un d'eeto mara;il-
loso, que se complet(', con la rnuct'te easual del
caudillo Sagastibelza; mas este anxilio illesperado
decidi() la jornada, quedalll!o tos lllgleses dw:ftOs
de la pusicioll de Lug<ll'iz, (1ue el'a la lia,,'c: de la
"egullda linea de cil'cull\abcion. Todo el mund,l
creyó <iul:: cOllseguida esta ventaja, y aprove-
chando las fuerzas mas de nwdrupias, que l(~uia
Evalls hajo sus ordenes, se adelantaría :í lo menos
hasta H~rllani, y amenazaria la espalda de las p~­
siciOlles carlistas de Guispnzeoa ; pero el prudente
genel'al hizo alto en aqnel sitio, como sobreco-
gido de hallarse aUí, y está es la hOI'<l, despues de
llueve llh'Si'S, que 1I0 ha cesado dI:: IH'ecauciouarse
COl! lluevas fOl'Lilicaciollcs. ~\Ias de cualquier modo
que se iograse, siempre fue UBa vcutaja para el
ministerio, que Lubicl'a podido ;'tH'ovechar::.t: de
dla, ,j ('11 aqllella" ('in;u!l~Lui<ia" HO hllbiera y"~




7:1. DE LAs IlEVOLUCIOi"E"; DE ESPV\,\


estado herido de muerte en la opinioll puhlica )
en la corte. Sus perpetuos cngaiios, mal ctlbiertos
con un secreto misterioso, sus pactos con Jos
gefes de Jos movimientos :llwrquicos de las pro-
vincias, su doblez en las comhinacioncs para la
formacion de su propio ministerio, su dnC'/o con
Isturiz (1), y sobre todo su dehil (:oudcscelldell-
cia con los conspiradores, para arrehatar {k sus
puestos ,í los inspectores de todas armas, (pIe pasa-
ban justamente por amigos del orden, de la liher-
1"ad, y de ]a monarc{uia, decidieron :t h R(~yna ;Í
admitirle una renuncia, <pIe solo bahia hecho en
el concepto de quc no seria aceptada impune-
mente.


FORMASE OTRO l\IlNISTEltlO, BAJO l.A PHESllJENCU


DEL PROCURADOH ISTUJUZ.


La Reyna gobenwdol'a se coudnjo, CII esta de-
licada coyuntura, con toda la prudcllcia y fir-'
meza, que permitia su situacion, dejaudo;1 Sll or-
gulloso ministro la alternativa entre sus simpatias


(1) Este duelo se ycrificó el dia Hi de ahril , ('H la, cerca-
nias de la herrnita (le San Isidro, sin lilas tl'stig'os, 'It:(' d
conde de las Nayas, padrino de J"turiz , y d com;llul:mle de
la guardia Seoane , que lo fue de Mendiza),nl. Se tiraron ,;
veinte y dos pasos, sin tocarse ¡¡ la ropa; y <[IH'ricn,~() l't'pctiJ
á diez y seis, dijo efco1!de, (¡U(' ya (sta!>a e,,;)i(;I'Lo el expe-
diente; y cada uno tomó por su lado) ,iJl IIllll',;lr:h (;e 1111,.
recoIlciliacion, illllHJ,iblc, clIaJlllo ''s ¡:l!l profuJlda 1" ,'tu'--
mistad.




IJj, 1 o~w a 1 Cl2S y DE .1 o5c;.
ti e partido, tÍ el l'espeto legal, que me.l'eceu jos
altos empIcados de la corona. Lleyó la tolerancia
hasta sufr,jr de lloca del mismo expresiones, filas
que incongruentes, de que los diarios de aquel
tiempo publicaron relaciones detalladas ([); mas
al fin, encal'g() la fOl'macion del núevo gahinete ;í


(1) La Revisln (Id ':W de mayo rf'Y!'lú la historia de la se~
paracioll del ministerio de J'\Ic!lllizab:ll con b:lslnntc exacti-
tud, y aoquirió el mayor gr,alo de certeza con las nola, )
ampliaciones insertas en 1a del :Hl. Los curiosos de l'sta das!'
de Iloticias pueden consultar es le documento, seg-Ul"OS de que
estarán l'1I lo cierto. La lmica rnicellcia, que guardó el edi-
tor, consistio CH omilir las ('''presiones oc que usó ]\[endizabal,
cuando la Reyna gobemadora le instaba á que desistiese de
la exoIlcracion de los g('lJ(~;"ales Cordova y Qnesada. El mi-
nistro la rcspolltlifÍ, (Ille no ccderia, " aun nf(llId" 1/. 11[. lJIl'
lo pidiera de rorlt'lIfls. " Por ]JI)I'O esmerada ([Uf' IllIhic,,~ ,ido
la educacioll del sl'iíor MelId iZ:llwl , no le créemos capaz d,~
Ull olvido laH n'l'ar:'])le , :í 110 haber un empeüo muy cslraor-
<lillario eH el a51111(0; y Ilosolrn.' lenCIlIOS Ooobl"<\llo, motÍvos
para créer (¡Ile "ulJO lllJO lIIny capi(al é irresistihle. ;í lo l!}('-
JlOS, en la "eparacioll del primero. Este ('1111)('00 venia direc-
tamente del cuarlel gellcraldl' D. Carlos, (lui'·11 tuvó desde lo"
principios (le la lucha 1Il1 ag,·nle de gran influjo ('11 la socie-
da,l de los fsrdJClir/Os, cuyo ('II(";'/"g·o !lO era otro) (lile el de
provocar, ,ti color de progr!'so, lodos los desord('l1c,;, (IUI' ba-
ce/l odiih"s J,h revolucioncs. Esta indicacipll dcbe basl'll· "
Io~ <¡ne {t'Ii~~<Ul a.l;J,'lll :llli(){'u]enie tlc los ~accsos; para los de-
""", ,crian i¡¡ulile., otros dctalll", La Yé'rdaJ ('s, I¡OC el Ii',)/!()
e,lu.o (;!llolle,'s mlly alllellazado (]e ruina, y t¡lle Jsturiz le
¡,if.o UIl gTall serricio, ]"e,elan(!o ~ la Heyna todo el plall, ("Ol!
·ill' mcnOl·t"S accc"orios , lo cllal puso a S.1\1". en el caso de re-o
,..:.i:-iti)', cOHIO {'H ('('cclo l'C'~istifl, ú las cxigeneias de su prillHT
\lIini~{i'o. La his1or1a j'CftTil';l pOI' vslt'j)':'>O Iu 'fUf' Ilo~..;otr()~ 11(>
¡tlH,\,t'ln¡¡..; III;:L' 1{1l(' illdic;:11'




ir DE L.b Ht:VOUJCIO'iES DE ES P.\.\ \


Gil advel'sario politico, D. FI'allcj~co .hn ¡Cl' {sllí o '
1'iz. Componiase este de homhres esencialmente
liberales, y aun emigrados, circnllstancia (jlw
desde algun tiempo Iwbia pasado (¡ ser como una
comlicion precisa de cierlo grado dc lihcJ'alisll1.o,
pero que, asustados con el giro qnc veian tomar
á la opinion , se habían hecho moderados, (í esta-
tutistas, por mas ([ue algunos de ellos huhiesen
dado en otra epoca muestras claras de una exalta-
(~ion muy peligrosa para la libertad (1). Por lo
demas, eran hombres de aC¡'ed i tada pureza, de
recursos intelectuales y parlamentarios, de edu-
cacion fina y tiue no tClli:m tacha alguna para
ocupar los bancos ministeriales, y aspirar ;[ la
mayoria en las dos camaras. Isturiz, que repre-
sentaba todo el miuisLerio, no es un hombl'l~ de
estado, ni de los principios políticos, <jLW pTlf~dcil
consolidar un gohierllo; pero el'a el !lOmlwc de
las circunstancias, y el unico (ple por su osadía,
por la firmeza indomable en seguir su proposi [o
y por su sagacidad practica en el manejo de los
partidos, podia frustra!' los planes (k la faccioB


(1) Isluriz, para estado, con la prcsi']¡.llcia ,Iel CI)u"e¡o d,
ministros.


El dllljue de Riyas, para el interior.
Barrio Ayuso '.para grada .Y justicia.
Seoane , para la guerra.
'\guirre Solal'le , para 1¡;H'Jf'Jld(".~. pOI' "'11 I't'illt! ,'Id.


OIaJH'l'ria¡;a .' DL¡lI\,:J.
C,di;UII). P;II';I III;nil\;l




!)Jc Ii3~i() A 18,,3 Y !)~c 185()_ 75
habeliua, y rt'primirb COD t, fllerza; puesto ya
CII el mando queria, como todos, sostener el or-
den, sin permi tir que am ¡gas ni enemigos le }12I'-
tudX1SCIL Mendizabal dccía de el, cuaudo todavia
eran amigos: Yo qlúero 'vivi,. donde mande lstll-
/'i;:,; pero Dios 71/.e Liúre de estar donde el tenga
que obedecer. l\~ro, i cosa si Ilgular! este ministe-
rio sin tacha fue el origen imolnntal'io, 6 el pre-
texto á lo menos, de uua Huna y pe! igrosisilll~1
revoluciono


Mas antes de indicar sumariamente su orig~tl y
progresos, pCl'mitasenos hacer algunas retlexio-
ncs solH'e eso, (lile en Esparta y en otras partes se
llama el partido de la moderacion_ Estas reflexio-
nes nos son tanto mas dolorosas, cuanto nosotros
mismos blasollamos de pertenecer ú el, como se
puede injerir de todo el contesto de esta ohrilla.
fa en una pl'ecedcutc nota hemos dicho, que los
moderados tienen el gran dli/ecto de créerse los
unicos capaces de cOl/ducir la maqllina del es-
lado, regida por la,\' leyes ordinarias, asi en tiem-
pu de caLma como de reílueltas.r motilles, )' que
cOflte/ltarulose con demostrar lo que deúe !zaceF-
.le, !lO ({U-CJ'flfll jamas {( f'jeclltar lo que COll(le/l--
rlrút. Siempl'e se dIce (pie Sil lHlll1CrO es m;:¡yOl-
l'dai.i,ameute al de todos los partidos opuestos,


1 ,- - 1 )' ((l/e e tda (Iue (IU/el'al! entcnc crse, sugetarán
;í la media docella de locos, (pIe propendell;í tdl
,; ('Ilal ('sll'emo- Pelo ¡()~il1~I¡f;1I' ('S, Ifli: nUI1(',;,




'l{) 1>E L \S I\EVOLLClUilES OE !':~'!':, ~"
Hegn t'~LC dia ni puede llegar, scgulI :-.lIS Pl';IICI-
cipios, por fIue tienen por crimen 110 dcscnusar
ciegamente en las leyes, y l¡acc1' uso de su fuerz:!
indiyidual para sostenerse y sostenerlas. Sel~ia UIl
delirio cl'(\~r que los moderados, solo por sedo,
son mas cohardes, que sus adyersal'ios politicos,
y sin emhargo, siempre liU clcsLiuo les lleva ,í t>,~t'
vencidos, cuallclo uo víctimas de todo partido, que
se les opone. Su Jxmdel'a es siempre la :caZOll y
la justicia, así en las discusiones como en la cje-
eucian, y con todo eso, rara'. ez la mnYOl'j;/ ael ¡ya
se deja convencer de sus razones, lli 1.1s presta
el auxilio de su hrazo, eualldo le n'cfanl<1l1. ¡enal
es, pues, el misterio, (Iue dehilita su accioll y deja
in ntiIcs sus buenos deseos? el egoismo y la p('r:~za.
Para una mínima parte de moderados, que lo son
por temperamento ó por vírtlld, ltay Oll;} infini-
dad, que se dan ,i si mi~mos este llOlllhl'(" solo
por conservar la posicioll ~llI(lu¡rida, y (Ine deja-
rían de ser moderados, si la perdiesen. Tardan
mucho tiempo en ehr importancia {l los peligros
y cuando estos se acercan, los miran con terror.
Nunca suponen en sus enemigos la osadia uccesa-
ria para trastornar el orden aetual el!: COs~!S, y en
lugar de procurar vencerlos, se contentan COIl
probarles que llO ticuen razon, corno si lo~
otros lo iguorascil. En una p:!lahra, d p,lrtido
moderado, si le lmhiesemos de deíillil' pOI' los
pl'iIlCipio,'i del doclo!' Gall, diriamos qlw ti('!Ie




nE r8:w A !,'h) 1 DE TB.Si;. ~r-" / /
mnv desarrollado el orgaDO del r;¡ciocinio ,í ex-


.; u


P('IIS~~ del d,' b yolllntad, y- qne suele haccn;(~
despnci:d)lc, pOrf{Ue no sahe L;¡c::rs{~ temihle. Asi
es, f[lIe nunca triunfa, SillO cuando se despoja de
loda model'acion.


El nucyo ministerio fue recibido en el esta-
mento popubr, mas bien como tUl illtruso, que
como delegado de la corona, sin embargo de
quesuprogramaó manifestacion del sistema, fllle
se propollia seguir, era perfectamente acomodado
¿llas cirCullstaucias. Consistia este 1". en as:'gurar
que se seguirian los progresos, pero solo por la yia
legal y sin permitír las commoeiones populares,
antes bien l'cpl'imiclldo los alentados y desOl'de-
nes, (-fue tantos mah~s hnhian ocasionado ;Í la
causa publica: .:.lO. en esci tal' á (fue se diese la
mayol' ('SIClISioll posible al tratado de la cUfldru-
pIe aliailza. UH programa dc esta natut'aieza no
podia convenir ú uua asamhlea de la qnc una gran
parte de ilHlividuos solo habían debido su exis-
tencia ,;' lo~ desordeucs, ú las asonadas :i lo.'" mo-
tines. El'a HIla dcdal'aeion de resistellcia y
una frallca ('OlHlellacion de torio lo heebo ante-
riornwll Le; na todavia m~s, por qne encerraba
ulla tacita anwnaZfl, dé' que ibflll ,í. descuhrirse
los llllmerosos desaciertos cconornicos, ([lw habían
puesto al estado en uua sitaacion r1ificil de dl'finir.
D{'sdc ia pl'imcl'1! sesioll, Hila tm'ha di' ciiptil::dos
pl'!'SClIlr) un;', (,:ipC(~i(~ d~' d,'rlaracioll /¡ pl'otesta




'"1) ])\': J.A~ RE\'OLI!CIONFS IH~ E:-;P\N\


rdatiya ;í qllP 1,1 yoto de confiallza !lO se {'S!ell--
d tese el los actuales ministros;, qne en el caso de
la prob<1blc disoll1cion de bs cortes> no pue! ¡escll
estos imponer ninguna clase de contribuciones,
y por ultimo, (Iue no pudipsen coutratar nillgulI
cmpl'cstito sin 1<1 aut.orizacioll de las cortes. Esta
pl'oposicion, que solo podia ser significa ti \:1 Cll el
primer flrtieuIo, por que en Jos dos restantes
cr<1 perfectamente inulil, fue <1pl'obad<1 sin otro
examen, que el delllombre, (PW sc la h<1hia d(· dar
(pl'otí'sta ó peticioll) por un<1 gran mayoría, la
misma que declar(í dos dias despues, qlle (~llllH~YO
ministerio no merecia f;U confianza. Al concluirse
la scsion , ya corrió g1'<111 peligro el ministro de
marina Galiano, á quien un<1 porcion del popu-
lacho de };¡s tribunas y otros, (lue se encontrahan
en la calle, prillcipiaron (¡ 11(']131' de imprf'caciollcs
y ;-tmcnazas, mezcladas de apLmsos ;t :\fclldizabaL
Es de temer que sin el apoyo, que le di¡'j el pre-
sidente del estamento, y UIl piquete de cahalleria,
mallfhdo por un hijo del ¡ufdiz general Qnesada,
hahria el nue,-o ministro de la marina recihido
1m funesto y tardío descllgaüo del tcrmillo, ;i (pI/'
snelc conducir la pop1llaridad, cnanclo se ancla
conseguirla por toda especie d(~ medios. El! cuan to
;; l\1cndizaba 1, saboreaba su ll'i nnfo popubr al
lado del SerlOl' ministro plenipotenciario illgJ(~s,
qne llO economizó COll Clllillg:un,: de las muestras
,1(; pn:di I ('!'(:i O!1, (¡IlC podia d;I1' al sistema, dn/nif'n




¡JI: j <,hu \ l,eh5 { Di,: ItFí(i, 7~1
\;J'a Ol'gauo, O mas hiell ;í la cOllf(~d(,l'nf:ioll, de
qlle era cscl;no. La holsa tnmhien se habia re-
seutido notablemente aquellos dias por la sencilla
razon de que 11() teniendo el crcdito espafiol otra
hnsf' que Jos ficticios recul'sos de Mendizabal, una
rez derribado este, se acababan las esperanzas de
los tenc:dorcs de fondos en papel.


Quisieramos no recordar las (,sccl!as tlllIlultua-
rias y verdaderamente facciosas, de (fue dieron
ejemplo en aqllellos pocos días uu gran numero
di: diplll;ldos, suscitando las interpelaciones mas
capciosas, las proposiciones mas atre'" idas, y las
('''presiones mas incongruentes, para imposibilitar
al gohierno de tIue pudiese regir la causa publica,
que la mayoria parlamentaria habia puesto el dos
dedos de su ruiua. AlIi se pidió sin rebozo d res-
tablecimiento de los decretos de las cortes de 18:w
;1 25 sobre selloríos, diezmos y mayorazgos, Cal!
el doble ohjelo de poner en yigol' la eOllstitucion
de afiue! tiempo, ó al gabinete en la p"ccision de
conlradecirles. Alli un dipuLado (Olúzaga) tuvo el
atrevimiento de pl'e(.;lallar á los ministros si en
su opinioll 3(Lud gohieruo habia sido legitimo.
Alli se le quiso hacer cargo de todas las perdidas
paráJes, {lU(·lwhia ocasionado la baja de los fon-
dos; y alli por ultimo se declaró por una mayo-
ria de 78 \oLos contra 29 (lue los nombres, tlO
los aelos, por que 1~::;lo era imposiLle 7 de seis
lihel'aie" tenidos has!a ClltOllC(\-; casI por exage-




J'ados~ no merecian b confinm:n del llUevo libe
ralismo espaflOl.


Esta decInracion produjo la disolucion de las cor-
tes, por un decreto de In Reyna, seguido de un ma-
nifiesto de In misma serlOra, en (fue al mismo tiem-
po que se quejaha de las ilegalidades y usurpa-
ciones de la camarn, ofrecia convocal' iumcdia-
t,lll1Cnte otra, qne tendri;¡ por objeto csp~c;nl la
f'cí'ision del estatuto. Para nlladir un nuevo pre-
cio ;Í csta concesion, ya demasiado peligrosa,
se prometió que las proximas clecciollCS se hari;¡n
por el metodo indic;¡do el! hs discusiollcs dc
aquella misma camara, (Iue sr ac;¡h;¡ha ele disoher
por faecios;), y que ni hahiall producido ]'csolu-
('ioll ddillitiva, ni 112.bian sido n~,ist;¡s por el
otro estamento, nj mucho meuos hahian reci-
bido la sancíon real. Eu sustal!cia, se di6 fuerza
de ky :í una simple cOllycrsacio!l p;¡rl:IlTI(~Il!al'ia,
con solo el ol~jeto de adular :í una junta de dcma-
t!ónos. He M{ui UlI r;¡S[fO cal'acteristico de lo (lile
t..} t') .. '
son siempre los partidos moderados, tan cobardes
eu la yjctoria, como tardos en los at::Hlues, y frios
en la pdca : sin acabar de COlncnccrsc de que el
I'nemigo 110 agradece jamas rstas cOllcesiones,
sino que se apoya sohre (~!Ias pal':! reCOllocel' sn
fuel'za y aumcu[ar sus exigcllcias. ~o l"s ba,taha
á los conspiradores la mezquina rcí'orm:l dd cs-
j :lluto, en ({ue ya cOllyenia la corOU:l; Jlecesi lahan
anularle y allatemati¡:al' Sil ol'ig(·n. Poco impol'-




U¡});) ([He en el csltn[esr;n mas () menos garantidos
los derechos dd ciuebdano, ni (lne fuese mas (í
lliClJO:, <lcornodado á h situacioll moral del puehlo


, , 1 l' 1 cspa,lOl: o (pIe sc, aJIOl'I'('Cla ell e era, (JIte pro-
cediese del trolla .Y 110 de la SOhel'allia popular.
'\0 er:m sus c:didadcs, sino su llomhre, el (iue se
iutcutaha p('rsr~~¡¡ir ;'l "in fncr7:a. EsLO es lo qne
\lO compn:mli(í 1" /lngi() no comprender el minis-
terio, ni mncho mellOS d r~rtido, ;í cuya li'enle
Sí' ellcoull'/' con SOl'pl'c:-'<1 de todos, y a 1m de In suya
p,'opia. Si cn esta oeasion los moderados hubiesen
,ido mCllOS preslill t1l0S0S y mas astutos, habrian
U)llOCido la llcccsidad de triunfar ;Í toda costa ó
,;ucumlúl' con todos los prillcipios monartluicos.


ObSCnal':l ellcctor, qnc jamas hacemos uso dc la
palabra realistas, COIl la cnal parece que dcheria-
mos t!C!;;gIJaI' !llgllllos de los partidos y personas,
'p1C meJ)cionamos en este f'SCI'Íto. Nos abstenemos
de hacerlo por la ,aria y y iciosa significaeion, (lue
d tiempo y las pasiones hall dado ú esta "OZ,
mCl'cett :1 los almsos y aberr;lciones de los hom-
hres. Tamhien nos abstenemos con ignzd cstHdio
(le la palahra I''l)/lblicanos~, por quc tal vez lJi la
una ni la otra tendrían una aplicacíon exacta en
mla llacion, dondc los mismos, quc la conducen,
no SJÍJCtl adollde Camin<111. Echcmos una ojeada
l'apiela sohre la situacion de los ejercitas en aquel
tiempo,


Desde LI sdida de h~ ijl[~l('s('s de San Scbasliall,
. .'


JI, 6




eh DE I,AS ImVOLUCIOI'iES DE ESI'\NA


verificada como dijimos, el dia 5 de mayo~ solo
habian occurido algunos sucesos ventajosos eu
lo que se llamaha la linea de los valles, que el
general Cordova miraba eon particular prerlilec··
cion, y tenia confiada á la legion del genera!
Bernelle y al baroll de 1\1<,e1', (jlIe manebban en
Pamplona. Los combates de Tir3pc Cai, Esaio,
Zuhiri, Burguete, y otros muchos habian ser-
vido para justificar el calculo, de que podia con-
tarse con la seguridad de la linea de circurnvala-
cion, anteriormente ideada. Ocupaha" las tropaE
del general Cordma las linens clesrle Valcal'los
hasta Pamploua con las fuerzas ya dichas : la
de las orillas del Arga desde Pl1cntc-la-R(~yna has-
ta Miranda con la division mandada por el ge-
neral Tello: la que comprcnde desde el Al'ga al
Ebro C011 la hrigada de la rivera, (lue m:llldaha
lrribarren ; la llamada propiamente del Ehl'o
con la diyision de las dos Riojas al mando de
Espartero, y los pueblos de Logroiio, Tafalla y
Caparrosa, que tenian muy bucnéls guarniciones,
OCllpalJa ademas por la orilla derecha del Ebro todo
el camino real, qne conduce desde LograrlO Ú Mi-
randa de Ebro, y por la izquierda la Guardia,
Peñacerrada y Ti'e, iflO. D;:sde Vitoria :l llilhao
era dueño de Mnrguia,{íuza, Ordufi1 y Ihlmascda,
nuevamente óenpada por las tropas de la Pte)'lla,
que la estaban fortificando con el mayor esmero.


Seria inutil y prolijo enumerar la multitud dr




0.2" UJ


.~lH;ll(;[l Lros, ya pl'ospcros ya adversos, que tu-
'vientll hIgar Cll esta cstcnsa linca, casi diaria-
mente atacada PO)' un enemigo ,igilante y fuer-
temente cmpeí\ado en romperla. Semejanle rcla-
CiOIl, dcspues de SéT molesta y monotona, seria
FOCO propia del olJjeto, fIne nos hemos propuesto
en este escrito. lIahlal'emos ullic;ancnte ele los
acontecimielltos IIIas importallles. Ya liemos in-
sinuado la frialdad c', mas hirn oposiciol1 ahierta
que reinaba flltrc j\'Iendizahal y el general Cor-
don desde que este se apercibió, :mll(JllC tarde,
de b trama urdida contra el, en la que hahia
tnnwdo mas (í mellOS parte un diplomatico, de
quien 110 tenia moti,'os lli ;mtecedelltes para des-
confiar de su huella fé. Agregabase ;Í este otro
lllotiyo mas poderoso y mas nohle, cnal era el
ahsoluto a]Jandollo, eH (IlIC el ministcrio dejaha
la suhsistcncia, ,estuario y calzado del ejercito,
bs pa¡.;;as, los medios de trasporte y eJl una pa-
lahra, torlos los articulos, sin los que cs impo-
sible hacer la guerra. Es vcrdad, que iban llegando
bastant.es quintus, aunque no tantos como dcbiall


I ,'l' . I.Sp~~l'arse (le nn :l JS amIento ta:1 cuantioso, como
í! de los cien mil llOm}wcs; pero estos mismos
rcfncrzos eraD un llUCYO embarazo para la arl-
miuistracion militar, exhausta dc todo recurso
y SiH esperallza de recibir ninguna mejora. Sus
clamoreti !'lal1 contilllws, y las rDSpn(~stas qne se
le (bban eran Siell\pre Ulla serie de llllevos en-




Oq OE LAS H EVOLuCIONES DE ESP\;>¡A
gallOs y de esperanzas ridiculas, que en llada me--
joraban la suerte del soldado; este sufria! mientr:ls
estaba sano, todo genero de privaciones con aque-
lla constalleia, fIue si no nacicl''l de tan Jlohlr
principio, podria merecer el Ilomhl'e de iusen--
sibilidad. 3l;¡s la suerte de los illfelices herido"
y enfermos era tan lastimosa, que r;¡yaria eu ill-
creihle, si mil documentos oficiales, que publica-
ron los diarios y la tribuna de aquel tiempo, no
los elevasen al rall30 de datos historicos. Cordma
sufria el martirio de Sisifo, viendo devorar sa l't;-
putaeion y sus soldados sin tener si([uicra el eou-
suelo de (luejarse en alta voz, por 110 desacredit;u
la causa entera del trOlla y de la libertad, que
cada dia iban perdiendo nucyos partidarios. Pero
le í~tltó la paciencia al oir ;; ~\Iel1dizabal d~;cil' en
pleno cOllgreso, que todas bs olJligaciol1cs esta-
ban satisfechas y los cjcrcitos pag;¡dos y asistidos.
Entonces se resoh-ilí <Í repetir COll mas ahinco
la dimision de su mando, (PW y,¡ habia soli citildo
otras veces; mas no quiso dejar de acompafiarb
con una exposicioll euergica :í S. M., en que ma-
nifestaba toda la falsedad de aquel aserto. Afla--
diause á estos motivos de disgusto las calumnia,
mas ó menos directas, qne bnzahan contr:l c1 lo"
periodicos, llamados del movimiento, los cl1ale~
nunca fueron olra cosa, (file la exprcsioll de lw>
illtenciol1es secretas de ciertas sociedades clamle,.-
tinas y esenc:ahncnte conspiradoras.




DI, lt!:W A tb:¿~ \ !lE li)S(), 85
En caracteres \ j v o.., }' nimiamente pnndono-


cosos, este nlti mo ahijol1eo suele ser mas eficaz,
que todas~ las razones procedentes de un calculo
profundo y sahiamente meditado; y asi estamos
persuadidos á que d fue quien decidió al general
Cordo\a á interrumpir su sistema de defensa
amenazadora con el ataque de las lineas de Arla-
han, por mas glorioso (!1le pudiese ser para las
armas de su mando, Todos los movimientos y
amenazas :t este punto, que habia hecho el gene-
ral en 1:1s dos primeras semanas d~l mes de mayo,
ltnhiau tenido un objeto estrategieo, que hace el
mayor honor á sus talen los militares, pues eon-
sistia en llamar sin cesar la atencion del conde
de Casa-Eguia, ya para inutilizar sus ataques con-
tra BalmasecJa, (Iue se estaha fortificando, yú para
impedide (IlIe estorhase á Evans consolidar sus
obras de uefellSa en la lillea, (rUC hahia recobrado
d dia 5. Todos estos mOvimientos, decimos,
eran utiles, eran necesarios) y coutrihuian á
mantener la fuerza moral del soldado espallOl.
Pero no contento con ellos, creyó (pIe l1cccsitaha
desmentí)' rumores ¡!licuos, y satisfacer impa-
"¡encias jlJ(liscretas ó maliguas, dnndo un golpe
,[nc resonase en la Pucrta del Sol, é imprimiese
silencio á sus infames dctrilctorcs. Por eso, en
nue!,tro jnicio, se decidió el 23 ú ;¡tacar en pcr-
:-.on" las posicio1les carlistas, ({He defelldían ú Ofl:Jtc
¡'[JIre la Galal'cla y la lillea d(~ Ar:mzazn .Y ;1 !lan-




86 DE LAS Fl:VOLUClO:'\E~ DE ESP.\XA
quear las alturas de Arlahan J de que se apoderó,
sabiendo que las dehia abaudonar. 1)01' fortuna,
este sacrificio á la popularidad matritense no fue
tan costoso al estado, como pudo serlo, porque
se ejecutó con bravura y destreza; i.pero quien
le aseguraha que no hubiese podido costar mu-
cha sangre '¡ ("nas line;¡s, que se ocnpall y no se
conservan, lejos de dar gloria solida, la dismi-
nuyen ó la arruinan.


En Catalufla pululaban las guerrillas facciosas
en terminas de no haher punto al!!llllo SE'!!uro"


... ) v?


sino los que ocupahan guarniciones lIumerosas (')
las columnas de la Iteyna, sicmpre en movimiento
y siempre combatiendo ó escoltando convoyes. El
general en grfe casi siempre enrermo ó couya-
lecicnte 110 podia dirigir la gncrr;:¡ en persona
ni creía conveniente dirnitirse lId malicIo, y as!
estaba surcado el principado en tudas dil'ccciones
por las hnmlas de Tristnni, el Ros de Eroles,
Degollat, el JUuehacho, ZOlTilla, Iku.ió, TOlTes,
l\Iallorca, Cahalleria, Boquica y otros innume-
rables cabezillas, que no dejaban eH paz ni á lo:"
pueblos ni ;Í los ,alientes gefcs de columna, (In e
los perseguían. Solos los facciosos Borges y TOlTes
fueron cogidos y fusihdos.


En Valencia todayia era mas critica la situa-
cion, porque desde que Cabrera, Hombrado ge-
neral por el pretendicnte, se reunió con el Ser-


I 0"1 '{"", p " , nv:wl'¡ '-- Ul rz y ('1 r~ll t' i',Sp¡'l'anz<I,' ()f'UpO a l;;u'




HE 102') A 1823 Y DE 1836. 87
ta,ieja, (lile le servia de deposito y almacen para
sus ulteriores empresas. Estas fueron tales, que
recorrio ~í su salvo los mejores pueblos de aquella
fcrtil provincia, reunió una multitud de cabal-
Jos, recogi() armas de las que la nacion habia dado
ú los guardias nacionales, derrot6 enteramente
la columna del coronel Valdés, amenazó la capi-
tal, organiz() la quinta en nomhre de su Rcy, y
llevó el terror por todas las comarcas circun-
vecmas.


Tampoco era tranquilo el estado de otras va-
rias provincias del reyno, pero sus turbuh~ncias
dependían vísiblemell Le y se alimentaban con el
gran fo~o de insurrecciou, que existia en las pro-
vincias exentas, y mas aun con el espíritu de in-
:.ubordinacioll é indisciplina, que á banderas des-
plegadas iha Ctllldicndo en toda la monarquía.
En vallO el ministerio de Isturiz enviaba circula-
res á tnda;; las autoridades, haciendolas respon-
sables del mantenimiento de la tranquilidad pu-
hlica. En Yano la prensa ministerial hacia resonar
diariamente las esperanzas proximas , ([ue ofrecia
el triunfo de Ariilban, y la toma del puerto de
Pasagl:s, verificada el 28 de mayo por las tropas
<lllglo-espaiiolas auxili::tdils por la marina real in-
glesa. En ,ano se arrestaban algunos conspira-
dores de oGeio, como Avilaneta y al3un otro; ,)
en\:tI1O, en fin, el ministerio se empclwha en
pal'eeer fuerte, l'eunirndn it si la inf'rtc mas"




DE LAS Hl':rULLCICIl'\ES VE liSl'V\A


de los moderados, y depolliendo de SIIS cm--
pIeos á los que se le habian mostrado host.iles C11
la camar:l Jisli.elta. El m.al hahia echado ya muy
hombs raices, yel ministerio cOllt<lha dem:lsiado
COH Jos medios meramt:lltc cOllstitucionalcs para
reprimirle. En J\lalaga desde el 2G de mayo ha-
bian vuelto á ponerse en estado de il1surn:ccioll,
no tauto acaso por obt:dccel' Ú la sociedad de lo~
Isabelinos, cnanto por ejercer el contrabando y
robar al erario puhlico con la misma impnnidad.,
con que 10 habian hecho en la iusurrcccioll aJl-
terior. En Cartagena se JwhiaJl cometido horro]'t:s
á vista y paciencia de su gobernador Oda]y, (JIle
se dejó intimidar por los anarquistas. En Barce-
lona cil'cubhall peticiones comminativas :í b
Reynaen nomhrt: de la guardia mlcional, paJ'a que
repusieseelmin¡sterio caído.Era lo p~1:'licular, que
el principal cargo, que los an~lrquisLas lIacian
al nuevo ministerio, consistia cn supoller que
propendía á solicitar la intcrYencion, lo cual
probaba incollteslablemcllle, ({ue los unicos, I[lle
recelahan de ella, er;!IJ Jos ql1e Jlecesitaban de b
guerra civil para cuhrir sus Crim(~lleS y disculpal'
sus desordenes. No les incomoda ha tan to la ide;(
de cooperacion y sobre todo la que estaha f;jer-
cíendo espontanerlll1CII te la ln{~Jatcrra en la costa
de Cantabl'ia, pon{ue, si lIiell Cst3 110 se hahia
cstendido á otra cosa, que ,t hacer retira!' ulla
media legna el hloqueo di' Sa:l Sehasliall, y po·




scsiOlJarse del imm('diaLo p:lcrLo de Pas::lgcs, lcs
,¡ervia ::tdmirahlcmcllte, para impedir que el go-
hierno plleliesf; contar con ningnna entrada dc
dcrechos de aduana }' :mmcnLar sus embarazos.
T::tmbicn les senia de mncho la cooperacion de
105 diarios r::tdicales illgleses, en dOnde se forja-
han la mayor parte de las calumnias, (IUC copia-
han luego los franccses y espaflOles para esparcir
la especie, de que l\Jelldiz,;hal solo hahia s~lido del
ministerio por los esfuerzos de un favorito de
corte y SIL cmlla/'IRa : qu~ la ida del general Cor-
doya á. Madrid (pues en efecto habia ido alli im~
n1(~diatamelltc dcspues del comhate de Arlahan) ,
tenia por ohjeto un plan, de acuerdo con laG
ministros, para restablp.cer el despotismo ilustra-
rlo, que suponian creacioll del scñor Zea : quc el
estamcnto inoccntisimo de proceres abrigaba in-
tcnciones hostiles cOlltra bs lihertades puhlicas,
y otras mil nccedades, que por mas absurdas f:
inverosímiles (Iue fuesen en si mismas) se repe-
tian, se copiaban y se esparcian por medio de
las sociedades secretas, para malquistar los ani-
mos y "iciar bs elecciones.


Est::ts ultim:ls fueron, durante el mes de junio,
col campo de batalla, en q ne se medía 11 las fuerzas de
dos partidos, el! qne estahan ostensiblemente di-
,'idi(~os los liberales, esto es, el de estatutistrlt-
y constitucionales del auo 12, (lllC eJ vulgo d('si-
~naha ('011 ('1 de 1.,·tl/l'¡'(·/.\{fI.\ ,,1/(,/ld¡;:,alJ(I(/.'!w,




~}O nE 1,.\5 REVOLUClO;\ES DE ESl',\XA


No se puerle llegar que en aq nella epoca los mo-
derados salieron algnn tanto de su ordinaria apa-
tia, llevando sus esfllerzos hasta asistir algunos
de ellos ,í las elecciones, y aun hasta aconsejar ;1
otros, que no fa1tasen en tan solemne ocasiono El
ministerio publicó una circular, perfectamente
doctrinaria, prescribiendo á las autoridades el
genero de influjo, que les era permitido ejerce l
en sus administrados, sin menoscabo de la liber-
tad y sin descender al soborno. Era una de estas
piececitas, llamadas cla.'icas~ en que, obsenando
escrupulosamente las reglas de Aristoteles para
ponerse al abrigo de la critica, se olvi(la el fin
principal del drama, (pie es el de divertir é inte-
resar á los espectadores. Por el contrario, los otros
pusieron en contribucion las amenazas, las vio-
lencias, el fraude, la c3lunmia, las hiografias, el
esc311da 10 y todos los medios lwroicos d(~ las re-
voluciones : reserv3t1dose los ultimos recursos
del puñal y la sangre para el caso de que no 31-
canzasen los otros. Hasta los volos de los carlislat'
les parecieron utilisimos, y los buscal'on y mima-
ron con la esperanza de unir las dos oposiciones
extremas, cuyo ejemplo se habia YIsto mas de
una vez en un pais "eciuo. A estos se les decia,
y lo creyeron muchos de ellos, que el principal
ohjeto de la ieb de Corclm<l :í Madrid er:1 mIa
tl'3USaeC!Oll entre n. Cado5 y la Rf')lIa h:~ío lo>
nH~picío\ de h Fl'ilU,·j;l (r()nf"~'1a F;':i¡H'i~l. q ";




DE 18:w .\. 1823 Y DE J83G. ~)I
sabe, que en este partido ha de ser siempre nI!
instrumento inevitable para todos los pensamien-
tos odiosos); y que la Reyna misma, sedncida
por algunos personages, que eran carlistas ocul-
tos, hahia accedido á esta idea, y que Villareal
Ilahia llegado de incognito ;í Madrid, para repre-
sentar á su amo. Cada vez que el general en gefe
era llamado al consejo de ministros, durante su
permanencia en Madrid, se afwdia un rihete mas
:í las fahula~. inventadas por los enemigos del mi-
Histerio, y estas fabulas cundian con maravilloso
resultado. Por ultimo, el empello era tal, que
por la primera vez se inLl'octujo en España la cos-
tumhre de publicarse en los diarios las listas
de candidatos para cada provincia : estilo, que
siendo muy buello en si mismo, cuando los pue-
h105 han adquirido cierta madurez en los usos
constitucionales, no dehia servir por entonces en
Esparta sino de una nueva arena, en que se revol-
casen las infames pasiones de la cln-idia, del odio
y de la feroz pcrsccucion. Asi se debatían unas
elecciones, que dehian inutilizarse por ~nedio de
una revolucion posterior.


Muy distintas eralJ, por cierto, las intenciones
J el ohjcto dd -viaje :í Madrid del general Cor-
do\"a, sobre el cual, sin tener otros datos que Jos
qne arroja d(~ si la polemica, y las noticias parti-
culares de aquel tiempo, crt'emos poder asegurar,
([1le 110 ('1''' otro, que' ,,1 dIo hacer \ P1' al L[ohiel'no




:F DE LAS HEVO].l:UOXES \lE ESPA':I..\
de S. M., cllal cra el verdadero estado del ejercito
de su mando, y las esperanzas ¡', los peligros, que
amenazahan para ]a campafia inmediata. i\Icndi-
za bal hahia dejado, en ocho meses, un d(;f¡'cú,
(pie pasaba de ochocientos millones, los cuales,
por las enormes perdidas con que los hahia Il('go-
ciado, no lIegarian ;Í seiseícutos en su J'calisacioll;
hahia tomado de todos y de todas partes, obli-
gaudo hasta las rentas de 1837, con perd ida de
treinta y aun de cuarenta por ciento; }iahia he-
cho comprar, en Londres, P;¡pel de h denda difi~­
ricIa, y convertidolo en titulos de la ;¡cti, a, (iue
estaba á mas del dohle, y hahia hecho tales cosas,
que no dejaban la menor esperanza de contar con
recul'SOS inmediatos. No defenderemos ))osot1'OS
la oportunidad del referido ,iaje de Cardan
el dia despnes de ulla C'spcdieion, tan gluriosa
cuanto se quiera SUpOIlCl', pero de un rc~nltado
nulo, y que se prestaba facilmenle :í todas las
interpretaciones, qne quisieran hacer de ella sus
enemigos personales. Tal vez huhiera convenido
mejor enviar ,í. la corte un general dc su COIl-
fia¡lza, e'on todas las inslnweioncs llecesal'i<ls al
efecto, quedaudose al fren u~ de Sll ¡'jerci to, no
solo para mantenerle el! la lluidad de di~;ciplill:l,
fIue habia logrado restableccl' en el, si no p:lra
virrilar é impedir los movimielltos nlteriol'es de n
los carlistas, (fue ya se ills¡llnahan COlJlO lIlUy pl'O-
hahlcs f~ jnITlcdi;do-, T;d \f'Z, I'qwlilllo', llLlhíel':l,




VI; ¡fL2í1 ,\. úh'í y DE ¡85(J, ~):'í
s!do mas acertado, supuesto que 5n inteneion na
haccr nombrar millistro de la guerra al gCllCr;¡!
}lelldrz Vigo, corno se wrific(j el dia 8 de junio,
lJal)c!' eucomc1H1ado á estc la reyelaciol1 de todos
lo~ males, que ;j([Uf'jaball al ejercito, y las indi-
caciollcS nccc~arias para remediarlos. Pero el gc-
neral el't')!) , sin dwb, (IllC cra Ilcccsaria su presen-
cia, y lendría raZOlles, ({ue noso tros ignoramos
todavía, para acdera!' su marcha, Lo cierto es,
(jl1e durante las tres semanas de su pCl'manellci~:
eH l\J:¡lj¡,id, asisti() :í \'arios cOllsejos de ministros,
;[ (lue fueron C011\ ocados tambien el de gohierno
y los inspectores gelleralcs de todas armas, lo
cual basta para inferir (Iue en ellos no se trató,
lli pudo tratarse de otra cosa (Inc de la gucl'r:::,
y de los medios de continuarla y fcneccrb. Efcc-
tivamclltc, ;IIII! cuaJldo 110 se mirase esta cuestioll,
mas (lue hajo e) punto ecocomieo, bien se nece-
sitaba un \alo1' exlraol'dillGrio para 110 dcsal]i~
marse:t la vista del cuadro espantoso, el! que habia
dejado tOllos los recursos nacionales la adminis-
t1'aelon anterior. El tiempo solo harú ver al mundo
hasla dOlltle llegaron las operaciones desastrosas,
terminadas UIH1S y emprendidas otras, para llevar
:í J'cmolque ulIa ma(Iuina, que no podia tardar en
hacerse mil pedazos, cnallfliiera qne fuese el exito
de la lucha. l)udierames insertar aqui los dalos J
calculos, (Iue puhlicaron algunos diarios de :lqud
1 ¡etupo; pero rccebmos siempre ',alrrllos de tc"-




94 1)F. LAS I\EVOLUClO7'lES IlE ESPAN1
timonios, (ple pudieran reeusarse, como emana-
dos del espiritu de partido. Baste saber, que para
la simple mallutellcion de ]os ejel'citos, que ya
estaban en pie, se necesi taha 11 sescn La millones
de reales mensuales por lo menos, y (IUC el go-
bierno apenas podia disponer de ~veiilte, sin d(;jal'
completamente desatentidas todas las demas obli-
gaciones del estado.


Una mareta sorda de conspiracion contra el
ministerio corria entretanto por Catalufla y Al'a-
gon, que daba indicios de la estenslOl1 y 1I:\tl11'a-
leza de las illtrigas puest;¡s en practica por los
dubs desorganizadores. Estos habi;¡n resuelto ex-
citar en Barcelona Ulla suLlevaciou dc la gnardia
nacional, que la SCllsa tez de la mayoria de csta,
y el zclo de las autoridades, hahia podido COII-
vertir en una simple expo~icioll conmimLicia ;Í
la Re'yna, segun ya dejamos dicIlO; pero (inc no
reprimida ni c::lstigada, como llingun otro cri-
men de aquel tiempo en aquella populosa ciudad,
les dió animo para asociarse con las guardias ua-
cionales de Zaragoza, 111<15 dispuestos á esta clase
de empresas que ú las de partir con el (jercito
permanente las fatigas y riesgos de la guerra.
Euviaron, pues, sus emisarios con animo de aLizar
el fuego, anunciandüles, que en Barcelona ha-
bia estallado ya la suhlevaciol1, y que era tiempo
de dar tambien el grito en b capital de Ar<1go11;
pero I!O ellcon [raren la disposieioll necesal'ia para




VE 18:w A 18?,5 Y DE 185() 9)
ejecutar cllallce, y solo pudieron conseguir otra
reprBsentacion en el mismo sentido que la de Bar-
celOlw, COll la diferencia de que esla ultima era
:tpoyada con quinientas firmas mas 1:. menos au-
tentieas, mientras que afluella otra no pudo reu-
nir sillo unas pocas, y esas muy insignificantes,
por lo cual solo imprimieron el texto de la repre-
~entacion, sin mas que la Grma colectiva de ser
en nombre de la guardia nacional. En esto hu-
hiera parado seguramente toda la intentona, si al
mismo tiempo no hubiesen llegado de Madrid
¡¡na multitud de cartas, dirigidas á los iuiciados
de Zaragoza, dicicndoles que el ministerio hahia
resuelto liccnciar y desarmar la guardia nacional,
para lo cual cstaba ya en marcha el general Ro-
ten, con orden de rennir sus tropas á las del br:-
gadier Nan aez, J)ajo pretesto de marchar contra
Jos carlistas, pero (n renlidad para sugetar á Za-
ragoza. COll estas noticias, se dirigieron al eapi-
Jan general D. E, al'j'sto San Miguel, pidicndole
explicaciones sobre la ,enlad de estos hechos, y
sohre todo, si semejantes medidas hahían sido pre-
yocaclas por el. San Miguel les contestó, negnndo
ío uno y Jo otro, y aun les ofi'cció, pal'n prL~eha,
hacer uetenel· las tropas en Cariñeua, y enyiar
uu üfi.cial :í Madrid para pedir ordenes é instruc-
cioncs ai gobierno. No dd todo satisfechos con
tal explicacion, exigieron (pIe se fortific:lsen :11-
~l\llOS prmtos, COI! animo de resistir CJl todo cnso




¡¡ti j)t<; L\:,i 1, E\cOl.LCWNE:-; DE ESP.'u'.\
1 t" 1 l 1 . la eu raun un as ropa~, sc~nl1 es prcvcman SU~
amigos de ;,\Iadrid. El general malld() hacer, en
efecto, algunos trahajos de dd'f~1lSa, fIuC igual-
metlte podian servir contra los facciosos, (ll1e CUll-
tra las tropas, y pudo de este modo malltelHI' la
Il'au(luiliebd, ya que 110 evitar el ~J1H' circulasen
las absurdas noticias, (fue comunicahan los direc-
tores dd comz'td de ~\Iadl'id. Una de las carlas, tIlle


('. l' 1 f" con mas enrasls sr; eyo, en os ca ('s lllas concnr-
ridos de aquella ilustre ciudad, decia asi : ( p~­
( tl'iOLas! resistid, aunque sea ;í mano armada, ~í
« este pedido ministerio, que ha decidido yuestro
« desarme; para ello en, ia tropas contra voso-
«( tros, despues de haher h(~eho traicion ,[ llneslra
« causa, y transigido COll D. Carlos. Villal't~al
,( llega en cste iustanle para concertarse COI! el
« ministerio, ktjo lus auspicios de Con1m a y drí
« embajador de Francia > Cl~¡'() go!J¡'('i'I/O ,le ((¡',I-
« pone á gaJ'antir la lllle¡'w'lI.c¡'OIl; pcm tellemos
« en nuestro.!cwor a la IngLate/'ra y X mm cUa/ldo
« sea preciso declarar La guerra, nada tenemos
« que temel'. » Cualquiera pellsaria, al oir las pe-
rifrasis posteriores del diputarlo Argucllcs, que
estos eran los textos, de donde tomaba pie para
sus perdurables discursos.


La tal carta 110 produjo otro resultado tllle la;..
brayatas de costumbre, de mardwr sohre _\fa--
dL'id, despues de derrotar ó de obligar á las [ropas,
¡t que se ulliesen :í jo,"" IHtcionalcs, destruir el llli-




lllstel'io, poner :t 7\1 endiziJ hal, y vol" el' :Í cono.
duir COII los carlistas. POI' fin lle~~í, el dia 19 d"
junio, HU extraordinario de Madrid, anunciando
;¡I capitall general, qne el ministerio aprobaba to-
das sus medidas; <¡ue podia tranquilizar á la po
¡¡laciOll, asegul'andola que jamas se habia pensado
eH des:Jnnar la goardin ll:1ciollal, lli mucho me-
!lUS d:1do orden :í las tropas para p~sar á Znl'agoza ,
sino para reunirse en Alcafliz, C011 el general Ro-
trll, y marchar contra los f;lcciosos, de concierto
t'OIl el gClH~l'al l'alarca, á fiu de destruir, si po-
dian, la hallda de Cabrera. Con esto se calmaron
por e1l tOIlCCS :Hludlas j lIquietudes, que no tenian
otro Ol<gCIl, si 110 las mafluill~ciolles del club di-
l'('ctOl' de Madrid, inLcntnndo subleyn!' á Valen-
cia con el ejemplo de Malnga, (\ Barcelona con el
dl~ Yalcncia, ;; Zaragoza con el de Barcelona, y ;í
loda h naclou, en fil!, COIl ulla serie ele Impos-
lllras y dc: c.¡lumlli:ls de todo gellero (1).


<1) El g(,JH'r~l S~I\ Miguel íllC, en (:fpelo, quien 10m'"
.;"l)1·e si dd('IH:r la clIlrada (\e la divi,ioIl de Nan':wz ('Il Za-
ragoza, mirandola como una t('a, que il,a ;í iucclllliar arllJcHa
I'"hla('ioll. Es JlIuy de crócr que, a!cTlllido el ('ara!'!er duro
de ('sla, ]¡u)Jiera so]¡['cn:lliao algun d('strozo; pero prohaJJlc-
'llClIlc el (',;c:mlliclllo hubiera sido saludahle, Sabido ellH,cho
l'0r el llIilli"tnio , bl ffriz file de o]linion de (\11(' ~ tOllo trancc
'1' lI1:lIH!ase que cnt.rara la tropa; pero su '"010 se quedó solo
,'IJ el COIl,;('jO, ('omo (lile pra eluuico capaz de snplir la 1':111"
dI' ("u(:['('a ('OB ('\ arrojo, Los delll~s no 1(,11ian de elb ni b 1'1':;-
¡¡(ha ¡ji J:, ilu,j"".


lr,




~)8 DE LAS REVOLUCiONES DE ESP.\N \
Un acontecimient.o exterior, d(~ los mas atl'oce~


({ue recuerda la historia, vino :í revelar :í los
hombres observadores los incalculables nrO[~TeSOS


. "


(pIe habia hecho en Espaiia aquel espiritu revo-
lucionario, que, sin perteJlecer mas ,í Ins l'epu-
hlicas, que ¿i las mOlElI'quias templadas {, ahsolu-
tas, supone abierto un foco de corupcioll social
que, mas ó menos tarde, derroca los imperios.
Hablamos del atentado de Alibaud, contra la pre-
ciosa vida del rey de los Franceses, verificado el
25 de junio, por aquel malvado, en el momento
que S. M., acompañado de la Reyna y de b prie-
cesa Adelaida, salia para su quillta de Nellilly; y
llamamos preciosa la vida de este Rey, uo como
un adjetiyo obligado, cuando se habla de la ,ida
de todos los reye~;, de todos los gefes de los esta-
dos, y a'un de todos los hombres, (Iue de cn:1l(plÍ,~r
modo la emnlG1l1 en lItilidad dd bien !,'cncral, L ,
sino porque miramos la vi(Ia ele este princip{'
como mas particularmente preciosa, como esen-
cial tal vez para asegurar la libertad en la actual
generacion, heredera de tantos estravios, tantos
errores, tantas luces y tantos obsta culos , que lla-
hian casi borrado el verdadero camino de encon-
trarla. Pero si esta -vida era tan importante pnra
la :Franeia, para la Illglaterra, y para todos los
('stados de segundo Ol'den, que marchan por ]a
semb dificil de la imit.acion, lo era mucho mas
Fll'<1 la Espaiía, 110\ icia P illf>sp('rta ('11 casi todo-




DE IO:W A 1023 Y DE JoSll. ~)~í
los ramos de la eivilizacion, combatida por I'{'-
cuerdos historicos, que tarde () n:mc~ podrá aeo-
mod;¡I' ;í SllS lIecesidades, des Iluda de elementos
;¡dministratiyos, pobre de recursos y mucho mas
de llOmhl'es capaces de ponerlos en ac<.:Íon, y
sobre todo trah:ljad:l por um. gtierra civil vio-
leuta y encarnizada, Sin embargo de esto, ó por
mejor decir, ;1 eallSa de esto, el atent:ldo de Ali-
banrl y su pronto castigo dieron origen, en Es-
paiü, á nna nue\a asoci~cion, intitulada de Jos
""lIgadore.l' de ('sie monstruo. Cuales fuesen en-
tonrl'S los illdividuos, 'rne compusiesen esta he-
d ¡onda socied;d, y Gllales los lJu~crosos afili:Jnos
([lle dcspues !tan entrado en dla, no es dificil
1 ¡¡fi:rirlo en l111a lIacion, dOllde por tres a110S en-
te/'os Hnos mismos hombres, cOllocidos de todo,;
por Hombres J apellidos, hall estado ejerciendo,
,¡conscjando, (liscuJpando y defendiendo los mas
horrorosos asesiwltos, ,F en masa, y~ en indivi-
tinos pm'tieularcs. Los ([ne, ;í sabiendas de todo
el mundo, han erigido en derecho la su hlevacioll
,y la indisciplina, Jos (Iue han ahrigado, bajo el
rnanto de su sangrienta popnlaridad, ;Í hombres
odiados de todos, solo por w~r sus manos mall-
chad;¡s con la sangre de a}gnn gefc distinguido,
.'lIya cOllcurrencia inspir"ba recelos; los (Iue,
pl'Ostituyemlo la toga legislativa, la hicieron ser-
,ir de esponja donde se empapas(~ la mancha de
un c¡'imen tal Vf'Z illaurlito, aun ('ll los :malcs




lOO DE 1.\S HEVOLUCIONES DE E~PAl\A


de las guerras i II trstÍn¡.¡s; los ([ ue, no CGntcnto~
':011 el horrendo placer (Id asesinato, diel'Oll a!
mundo atouÍto el ya olvidado pjemplo de asar 10&
miembros palpitantes de ~us víctimas, y dc,o-
r~l1'los por las calles, cn elogio de 1:1 li bertad :
t'stos fueroll )' SOlI Jos fUlHbdol'cS de la socí(~d<1d
,le Alihaud, yesos los Ínstrnmclllos, dt~ (lnc se
,~cnia el partido del progreso indeterminado,
para yicíar las decciones.


HcstÍtuido Cordova al ejercito, Ilnó por Ulli(·o
resnltado de su "iage expresiones muy tiC,'lWS d(,
bondad y gra ti tud de parte de la Heyua Gobrl'-
nadora, que el se apreSUl'¡) ,[ COllll111icar al ejer-
cito, por medio de una proclama, muy hiell
sentida y redactada. re ro ya estaha pro:-;ima :í
i :dlan::1rsc la c!Jispa, que hahia de p;'odncir no
inccudío gellcl'al en toda 1:1 mOJ1:1rqllia, j da!'
origen ¡; pl'cteslo <Í llUn:1S y llUCY:1S )'e\oJ ucioues :
hablamos de la expedicion de Gúmcz, para suh.
k"'31' los Astnri:1s, uuico objeto, qU(~ se le al I'¡-
huía por cnt01lces. No es nuestro <mimo dCtC1H'1'-
nos en describir la serie de sucesos de esta expe-
dicion) Ili mucho menos seguir el intrincado
laberinto de sus marchas y conll'amarelws, de sus
Prot.>resos, de sus hazafws, de sus H'veS!'!;, y de ,) .
su reconocimiento, eH fill, de casi todas las pro-
vincias de la mOilarcl'lia. Empresa tan dificil es no
solo superior ú nucslns Cncl'zas, SillO lamhiclI al
C:iI'iH"rl' dd tl'rlha,io qll(' 110': lt:'mo,- }wopues!o,




1 n r


Pero ha sido esta expcdiciOll !;il\ feclluda CII l'e-
:-.ulLados de toda especie, y ha cxcl'eido un illHujo
tall directo sohl'(~ los destinos de nuestra patria,
(lile 110 cs posihle pasar sobre eUa tan por alto,
como sohre otros muchos sncesos de esta epoca.


La expcdicioll de Gomez tm() por origen los
Pllcolltrados intereses de los partidarios del pre-
tell{liente. Satisfechos los unos con asegural'
las libertad('s de su pais, haciendo ver ú la Es-
paña (Iue er:m dignos de ellas, pues que sabían
defenderlas con las armas en la mano, no lo esta-
lJan los otros, <[ue hahian buscado el} el una han-
dera, con que hacer prenlecer sus opiniolles polí-
ticas y religiosas, recuperar su posicion social dl~
Ijue hahian sido desposeídos, justificar sus temo-
I'es de todo ]0 (lile llevaha \ isos de I'evolueion ,
~;:l Lisf:lCel' sus od ios i D\etel';¡dos contra las doctri-
Has (~ las peniollas de mucbos liberales, reconocer
f;:¡VOl'CS y gracias debidas en otro tiempo ú aquel
principe, vengar ofensas personales ó de sus fa-
milias, ,) abrirse por fin UIla llUeva carrera dI'
ambicion ó de gloria. Todos estos anclahan por
tI;!r mas cstel1sion al teatro de la guerra, e011-
[Judo con b ccrteza, que siempre tienen los emi-
grados, de que la opinion general es esclusiva--
mente suya, y de que solo la violencia y oprcsioll
de sus ;¡chel'sarios ('s {luien impide un pro n UI1-
\'ialllicl1lo ;:il'llí'J'al Cl! su {¡'VOl'. Todos Jos ([11(' 1/('-
:~ahall 11 1lI~'amelJtI' del inIc>rior dpl ]'('j no, 1 ()(J:¡,




t (l2 DE LAS In:VULUCIONJ':S DE 1,~I'Al'IA


las cartas, todas las noticias que n'cihi,lIl, l{'~.
pintaban el resLo de la EspafJa, como un inmenso
comlmstiblc, pronto á incendiarse, apenas se
acercara un foco cap,íz de darle algun calor dc
pl'oteccion. Estas disposiciones del partido debíall
lisongear igualmente el animo de HU principe,
([ue solo gozaha del titulo de rey, sin pl'eSfTvarl(>
de todas las pú..-aciones y peligros de un simple
guerrero particlllar. Veia, como todos, ([ue su
sltuacion era precaria, pobre, no solo respecto
de su pel'sona, sillo mas aun respecto de las ohli-
gaciones de gratitud hacia sus vasallos, cuyos he-
roicos sacrificios estaba imposihilitado de premiar>
Deseaba una corte, sino como insll'umrnto dc
fausto, á lo Hienos como un signo de poder, <{He
mas adelante podria atraerle las simpalias ostCtl-
sibles de a]guuas potel1cias de Enropa. En Hila
palabra, necesitaba substraersc ;í nIla tutela (Plt~
de dia en dia 5C le iba IwciclHlo mas moles la (;
insoportable. Sus mismos principios guhel'll::tl-
YOS, con quienes nUllca ha querido hacer h'eglw,
contribuian á eutristecer su situacioll, pUf~S qn,~
se veia obligado á ,,-¡,ir bajo d amparo de cuatro
provincias, eminentemellle cdosas de manteucT
sus gobiernos representativos. 1 .. 0 qll(~ para el de-
biera haber sido UIla leccion, y una esenela pral'
tiea, se iba convirtiendo, por una comhillacioIl
de circunstallciaó., en UBa tortura Ct'OIl ica y grau-
demcnl.f' dolol'o~:I. Se deciditj, pues, :í telllar h




DE r8:w 1. rl'b5 y DE 1836. 103
fortuna, y sondear la \'crdadcl'a opinion del pue-
hlo CSP;¡i'lOl.


rara ello se eehfl m;¡no de un hombre que
reune, segun el testimonio de cuantos le han co-
Ilocido antes y despues de Sil empresa, todas las
cualidades necesarias para lIe,arla á cabo. Dotado
de una hermosa presencia 'varonil, y en una edad,
en que la madurez moral no disminuye todaviu
las fuerzas lisieas, D. :Miguel Gomez, antiguo te-
lliente coronel de ejercito, habia sabido ganarse
el amor y la confianza de sus soldados por medio
de un constaute esmero en procurarles ocasiones
de adquirir gloria, al par que la satisfaccion d(~
sns justas necesidades. Siempre el su lado ó á Sil
frente, jamas habia consentido que estuviesen
priYados de lo necesario, siu t{ue el partif.':ipara
de sus mismas priyacioncs. En los diferentes
mandos, que desempefió hajo las ordenes de Zn-
malacarregui, de qUien fue gefe del estado mayor,
y de Eguia, no solo habia manifestado un valol'
poco eomun, silla tamhien cierta templanza, (:,
mas hien, modcracion en el uso de la victoria,
que le hacia contrastar 'Vcntajosamente con otros
caudillos de UllO y otro bando, cuyos nombre:,;
marcará la posteridad con muy distintos colores.
Sin ser un oficial de grande instruccion, posée
los eOllocimientos necesarios para pasar por HIlO
de los de mayor merito entl'e los que le tieneu,
y esla jllsticia 110 se la JIl<'gall Jl[ aUII sus propio.'




104 DE LA~ HEVOLUClOSES DE ESP,\;>/A
ellemigos. Dices(' {[l/e ('S le C01J\('IWimiel1to ;';Clh:-
rnl de sus hll('IWS cualidades f:](' lo unico ((ne (k-·
cidi() ;Í qup, ;Í pesal' d(~ la l'csist!'lIcia, (llW opolli:¡
el pruvincialismo Cl) la corte de D. Carlos, se k-
confiriesen toebs las facultades discrecionales Il(;-
cesarías para su empresa, de las que nadie ha ahu-
sado m(;nos que el durante sn larga cOI'ITria.


Es de créer (lile el gr~ncl'al Cordova, ~l su ,uella
de Madrid, llO estuviese bastante bien enteradu
de lo pI'oxima que se hallaba la rxpcdi('ioll cal'-
!ista, pues que vimos (IUC toda su atclleioll ('st:i!¡<!
fija sohre la linea militar d(' Navarra, que el ere},';
eH inminente peligro, al sabe)' (lile Carcia, ('011
once batallones, se hahia puesto en movimiento,
am(~lHlzalJ(lo Ú Rerndle. Asi es f[ne, desde el dia
~igllientc (~uí. de ,inllio), se decidí!) :í pal,til' COII
igual numel'O de fuerzas, COII animo de d:ll 1l!1
Bolpc s(~n;;jb!c ú Ja LH'cioll, y hacTl'la 1'(,ll!lIICi~\I
al proyecto de I'ompcl' Sl!S Ji 1J('¡¡S p)'('d dcc\.;¡:;. J\b"
este mo\imiellto de Garcia no era otra cosa (lIl,'


.


un ardid de guerra pnr;J dat, facilidad ;Í OU';) ('u;-
pl'esa mnc)¡o mas seria. l\licul.l':ls qHé' Cm'dO\ <l
marchaba sobre ramplolla, ú dOll(\¡> llegó el :::lti,
Gomez habia ernprendido, el :~3, ~(I. marcha (]¡.
Salinas, COll cillco batallones de CasLilJa, dos es-
c!ladrones y cuatro piezas de al'1iJlcl'ja. Su illl;m-
tcria estaba formada ell dos colllmnas, m;1mhda"
pOi' los cororH']e,," Arroyo)' La Bo(wt!:t. EIl1IU'\'ll-




111('1'011 ()lroc~ tn's h:lL:¡JloIlCS, y lom<Í decidida--
meJlte b dircccion de Asturias. Apellas tlne')
llOlJCW Esp:lrtcro, que en b allscncia de Cor-
dor:l !¡;lJ¡ia \¡t!crblo con el mando, tOIm) las tro-
pas di"ponibles (1'l(~ pudo, y se puso en camino
el! seguimicnto de Gomez; mas Víllareal, sin PCI'-
del' tiempo, corrió :í aprovccharse de la ausenci:1
de Espartero p:lra nt3Cal' Ú PcÜaCCITJda : tocio lo
cud ohligó al general en gefe <Í abandonar lo,;
proyectos, que tuviese sobre el Basbtl1, J' hacer
cOllll'anwrchar J¡:lcia LOgrOrlO las tropas, que ha-
lúa llevado eillco días antes.


Si Espartero huhicse caminado entonces mns
de prisn con sus trece bntallones, y no hubiera
empleado ccrca de cuatro dias (desde el 25 hasta
el ?8) eH :ludar DlleyC leguas, prohablemeute
\¡:¡/)ria c~ilado el des:lstre q!le sufrit) el 26 la co-
¡mulla dd hrigadier Tc1lo, que formaba el cuerpo
de l'cs(~n a, y Comcz !lO hubiera principiado Sil
expedicion con l;lll felices auspicios; pero esta
primera lentitud no era mas que el preludio de
una serie (le errores, yue hahian de durar mas de
cuatro meses. Desde estos primeros dias, princi-
pió Lamhicu olra serie de partes J' comunicaciones
mas ó menos oficiales, en que diaramentc era
alcanzado GOB1ez, batido y disperso, cuando no
cogido y tlcl'1'ol.ado por la columna, ({ue iba ;Í SU~
,:!callc('s; ¡WI'O ;i todos rcspoudia el eco de algul!
~raB lHl\·hlo, ú d(' algulla ('apita! d,' pro\ itwia,




106 DE L.\S l:EVUr.LL:Ol~E6 DE ESl'.\l\A
(lLle habia sido invadida y ocupada por aqlld aVCll-
Lurero, sin que ni las fuerzas <lile le se~;uian ui
bs que intcntaban flanquearle en la pnnincia de
Sautander,y puntos fortificados de la costa de As-
turias, le impidiesen llegar á Oviec!o á jomadas
regulares, detenerse alli dos dias, y pnsar ;Í Ga-
licia, casi en presencia de la colum lla del genera I
:\Lmso, (me consta ha de seis mil hombres. ,


Dtjemosle seguir su inmensa cal'rera por toda
la superficie del reino, y vohamos la vista hacia
la capital, para ver el efecto, que en ella produjo
una novedad tan importaute. Cit'rt,uncntc 110 po-
dia llegar otra mas Ciclvcrsa para el ministcrio, ni
mas plausible para sus eucmigos, CH q !licues bs
desventuras de la patria SOl] siempre un motivo
de celebridad, con tal que puedan conducir al
triunfo ratero de sus opiniones () de sus intej'cses.
No eran, cierto, t<lll ,isihks las l11u,'sl:ras de sa-
tisfaccion que daban los carlistas eOH 10:; progre-
sos de Gomez, como las qU(~ daban los partida-
rlOs de MendizabaJ, al ver humillada la gloria
nacional, en manos de sus adH'l'Sal'ios politicos.
Ninguno que conozca la natnralcza del hombre
en sociedad, y mas en una sociedad corrompida,
cstraüará estas sensaciones, sobre todo, cuaudo
recuerde las ventajas que otros desastres scme~
jan tes , acaecidos ell el año anterior, hahian pro-
'elucido al mism¿ partido. De las desgracias puhlicas
habian tomado nacimiellto la" juntas <lllarquica:-.




de Andalucia, y sus cí'wlltiosas dilapidaciones, y
no mas ilustre origen tenian una porcion de exis-
telJ(~ias politicas improvisarlas, (lile daban en ros-
tro <Í todos los hombres de bieH. Era, pues, muy
natural, que la repeticion de aquellas abriese un
vasto campo de esperanzas y de recursos para el
easo, harto prohable, de que las elecciolles no
salieseu favorables ;í los partidarios del movi-
mienlo. De aqui la exactitud (pOI' desgracia, no
era necesaria la exageracion) con que sus diarios
cOl1signarxl.l1 las ventajas de Gomez, y la ignomi-
lIia de los qne mas parecía que le perseguian ,í
gritos que con las armas; de aquí la recrudescen-
cia, eon que repetian las :mtiguas voees contra el
general COl'dova, acnsaadole no ya de tenel' una
fidelidad dudosa, sino de una traieion positiva;
de aquí los cuadros lastimosos y demasiado cier-
tos de la penuria, á per mejor decir, miserih, en
que sc hallahau los ejercitos, haciendo recaer la
odiosidad sohre el actual ministerio, como si no
fuese evidente que provenia de los continuos des-
aciertos del anterior; de aqui, por fin, la ces;]-
cioll de todo disimulo para medir ahierlament(~
sus fucrzas contra el partido del orden, y coutr:l
el regimen monarquico del estatuto.


El mas funesto apuro para el ministerio COlJ-
"istia en la escasez de fondos, que habia lIrgarlo
,¡ ser hasta ,ergollzosa, elY eua lquiel' país que as-
pire a I ti lulo dt~ ll;l('jon. No solo 110 .'i(' pagah¡t




:-,uddo ui ohligaeioll algml:! ci\ il, silla (Iue 111
aun podian suhmillistral'se á los ejercitas algullas
cantidades á cuenta, La ldtima C;nnal':l, <IlIe TlO
podemos menos ele desigual' corno facciosa, pues
<IHe asi la calificó la corona, habia imposibilitado
al ministerio de acudir á ninguno de ;HJlH:1I0S me-
dios discrecionales, que en todos los sistemas c,('
dejan expeditos para hacer fl'entc ,l las crisis ex-o
11'aordillal'ias (Ine ocurren, y que despncs reguL--
riza uu ,oto de indemnidad. No (luisiero11 que
gobernase eon sujecion, sino (Iue no gobi:l'llaSe
llinpull modo, aun cU~\l1do })c1'eci('ra la soeiedad_


" Este habia sido el espiritu de los patriotas, que
profanaron los hancos parlamentarios. Sin em-
bargo, el ministerio no podia dejar c:itrellal'~;e
impunemente la cftusa COllstiluciol1al, y se deci-
dio ;Í tratar con un capitalista del pnis, estipll-
lando uu adelanto <k cicuto y ,('illte mil!otl(~,~ de
reales, p,'1gaderos en p¡azo~; rncllsuales 7 de los
cuales se habian de entregar cuarenta en el mo-
mento. No es del caso analizar ahOl'a el mayor (',
mellor g¡'avamcn de esta cstipulacion, P01'(1112 S;¡-
bido es que, en circunstancias tall ::puradas, 11 i 11-
huno franquea su dinero, sino COll las mayores
yen tajas y seguridades posibles; COll todo eso,
podemos asegurar (¡ue esta opel'!lcion Ha el':1 ni
('011 mucho tan gravosa como la mas Incida de
cuantas hahia firmadol\'lclIdizabal. COll I:~to~ pri-
meros fOlldo~" pnd i"J'otl jJOIWI'S{' ~'!1 lIlO\' illl i(~lIt()




DE lh~w \ ¡S<i y DE 18::;(;. 109
algunas eolnmn:1s dd interior, p:1l':1 acudir al pf'-
ligro mas inminpllte, (Ine era el de las correrías
de Gomel..


JI;¡S como sí la suerte se hubiese empelwdo C11
(ileílitar el camino ,í los re\'olueional'ios, y au-
mCllt:¡¡· las dificult:1des de la administracion de
L\ladrid, 110 era ya solo Gomez quien recorria las
prm ¡ncias de Asturias, Leo n y Galicia , sino lam-
bi211 otra columna, hajo las ordenes de D. Hasi-
1 io Ga1'cia, que aterraba las de Sori<l .Y Guadn-
Jajarn ~


Otro ncontccimiento no menos j'uidoso, y b-
meutahlc, vino :í ci)lmar el desaliento de todos
los que si UCl'l'amenle se i nleresaban en el trinnfo
de la libertad. Dos meses hien largos se habian
pasarlo y:1 (!csc[;' que los Ingleses de la di, isioll (h,
E\:I11S babíall ocnp:1do 1::1 primera lim'a del hlo-
¡¡!leo de San Sehasl i:111, en donde se estaban for-
tificando COI! Lal solidez, (fue nws parecia se!'
aqlH~i el trrmillo de su,. operaciones, que lJO uu
medio prudente par:1 continuarlas. Cerca deqnincc
mil hombres llegaron á reunir aHí, el mes de ju-
nio, entrc tropas espaüobs, la l(~gion propia-
mente d¡eh;] , ) los auxilios de h marina inglesa ¡
a: mando rlel comodoro Jolm Hay. Todo el mundo
es ta ba cspcl':!IIdo con impaciencia cuando Hegari:1
el di:! dc que estos gravosisimos auxília¡'es eOrrf'&-
pondic¡;en con :dglllJ senicio, proporcionado:í Jo:.;
('nornws s:l("l'ificios, I[n(' Sil f)min()~;;¡ ("olll¡':!!:! b<l-




1 ro DE ¡,AS HE\'OLUCIQ1\ES DE ESPAi\\


hia impuesto ;Í la nacion. Se sabia, por otra
parte, que bs fuerzas de los carlistas, asi en las
lineas, como en los pueblos iumcdiatos de Her-
naui, Irun y :Fuen terrabia, eran insigllificantes,
ó'ompar:Jclas con el Bumero y material, de que po-
dia disponer el general Evans. Amaneció por íin,
el dia 1 1 de julio, y á las cinco de su mañana,
se vieron ellt]'~r por la cmhocadura del Bidasoa,
cinco barcos de Yapor, que se acercaron á :Fllen-
tf'rrahia todo lo que pudo permitirles la m:JI'ea,
al paso que doce trincaduras desemharcahan, ('11
la punGi de la Magdalena, unos doscientos ¡i"a-
aores, quienes protegidos por el fllego de los va-
pores, y el de una fuerte column~ de tropas anglo-
espaflOlas que coronaha las altur::1s del Jaiz([uihel,
tratahan de apoderarse de un pcquefio promon-
torio, que dominaha el río. El aire n'tnmhaba
con el esp:mtoso estruendo dl~ docf' piezas de:í 24,
y el de otras ml1ch;;s de calibres rl('sn~;¡dos, como
de ochenta y noventa, qUf~ montaban los referi-
dos vapores. La artilleria de los enemigos con-
sistia en una sola pieza, que era todo el parque
de la plaza de }'uenterrahia. L;¡s a1Lnras inmedia-
tas de Alldaya y Behohia, {'st~han corolladar. de
espectadores de todas edades y sexos, que hahi:m
acudido ,* ver aquel espectaculo de un comhate
de gigantes contl'a pigmeos, pues tal era la ima-
gen que ofrecian las fuerzas de Evans, respecto
df' un puñ::ldo imperceptible de carlistas. Estos.




DE II)/,O A 18~3 Y DE 1856. f 1 1
sin emhargo, hicieron frente á cuadruple numero
de Ingleses, que hajaroll de la montafla con in-
tento de cercar ;Í Filen terrahi3; pero tuvieron
que irse retirando, por dIado del convento de
Capuchinos, en presencia de los chapelgorris, que
se hicieron dueflos de el, y que los perseguian
por el camino de Irun. A eso de mediodia, sin
saherse por (pIe ni por que no, el ,'aliente gene-
ra 1 Evans mandó tocar la retirada, quc fue lo
mismo que centuplical' las fU!~rza5 de los cm'lis-
tas, los cuales tomaron inmediatamente la ofen-
sin, "\oh·icron :í apoderarse del convento, y ,í
no haher sido por el respeto ({'le les imponia la
columna elc .Tauregui , hubieran ido acuehillando
á Evans? y !l sus soldados, hasta dentro de las
lineas de San Sehastian; mas ya que no pudicscu
lJacerlo á su 5ahor, Ú 10 menos se apoderaron de
¡ .. lA - /\ a poslcwn (e rnczagall:l \ ¡).


Cualquiera (jue considere la justa reputacían
¡lue se han adqnirido en lodas partes las tropas
',enladerarnellte inglesas, lanto de mar como de
t.ierra; el qUf:, como nosotros, respete debida-
mente las cualidades morales ele la nacion inglesa
.Y la alta sahiduria de su gobierno, no podra me-


(1) Si algo pudiese hacer mas ignominiosa esta jornada,
lo seria ,in ,tnJa el saber, que quien manuaba la plaza de
F'¡enterrahia por D. Carlos era un zapalero de lrun, lla-
mado OrianH'IHIi, con ciento y (·illcuenta soldaclns, flue IlP
T('ninll pan fn:l~ que para el dia ~if!.Hi('n~('.




1 I? DE 1.·\5 HEn)L{lCIO;~ES DE ESPIJ'\\


HOS de teller por exagerada la hrcvisima relacion,
t{ue acahamos de hacer, sino huhicscil sido testi-
gos (le dla millares d(~ personas cxtrallas y aun
indifeJ'cutes il la luclJa. I{csaltaha taBto mas lo
['idicnlo de la tal empresa, cnauto mas baladrona"
habían sido las ofcrlas de l\listcJ' E\ans al salir
de Iuglatcrra, pues ofreció ('JI la alocucioll lit-
despedida (¡ SllS electores apoderarse de D. CaJ'!o"
y IlacerIc fusilar immediatamente que llegflsf~,
Tambicn contrastaha muy m::l esta ila([llCZa dI
el campo con el tmpeño d(~ la l('giotl de afcd:11
dentl'o de los mnros de S:m §(·hastian ciertas
maneras militares, cxag(~r;mdo1as, corno snelen
hacer todos Jos malos imita(lOl'eS, Por ('xemplo,
apellas h"hia oficia!cjo, ni eomisal'io ui cllal(juil'l'
cosa, en fin, perteneciente ;¡ la tal lcginll, que no
tmicsc su caballo mantenido, por :"'1m('~() :í
('osta ele b proyincia, ) desde q!!:~ nins amall(·('ia
ya estaban todos ellos montados)' 11'0laIHlo pOI
las calles, yendo ;Í SIlS ,isitas, :: la igksia, ;Í lo,
:dmaccllcs ó á cualquiera 0\)':\ parte con el mis-
mo aparato que si tm ¡csell que hacer una larga
.jol'l1ada. Es de advertir, qUf' con dificll!t;lcl po-
drá medirse en Sall SchasLian distrllleia algu1la,
que necesite diez minutos d,~ tiempo para awbl's('
:í pie. Todavia ofendieron al plll)Jicü, aUll m:l~
<luC lo Ycrgol1Z0S0 de la accion, las iu/ames dis-
cnlpas, con (jUC se quiso dorar aquella i\lconn~­
iJil'¡c retirad;], Díjose) se impl'imi,) ell Sau Se ..




DE 18:20 A db3 y DE 1836. 113
hastian, que aquella salida estaba concertada
anteriormente con los generales Bernelle y Cor-
dova, los cuales habían oli'ecido venir el primero
hasta Irun y el segundo hasta Mondragon para
darse la mano con las columnas anglo españolas,
y que "iendo el general E\ans qué le abandona-
han al enorme peligro de tener que haberselas
el solo con casi dos mil facciosos, hahia creido
prudente retirarse. Esto se permitia decir y pu-
blicar en presencia de un gefe, que tenia bajo
sus ordenes 17 batallones, una flota inglesa y
otra española y una artilleria superiol' á la que
jugó en las batallas de Austerlitz y de :\Iarengo.
Sin embargo, y esto e;; ]0 yel'daderamente dolo-
roso, este figurado auxilio costaba ya á la España
en aquel tiempo sohre J 70 milloll~s de reales,
cuya mayor parte se hahía satisfecho eu dinero
efectivo, y la restallle, con las clemas sumas
que sc hayan ido údcudalldo, no se quedarán
sil! pagar de un modo lí de otro. Baste ya de
legion inglesa, dc la cual no se ha vuelto Ú oir
hablar sino para escuchar sus gritos clamando
por dinero, dinero y siempre dinero (1).


(1) Causa no mcnos verguenza que admiracion ver las su··
mas q IlC ha co"tado) y cuesta cada articulo de la tal legion
in gle:;a ; pero con solo saber el sueldo, que disfruta su llamado
gell\~ral, se podrá formar ulla idea .aproximada. Este simple
comandante inglés se alquiló al servieio de España, mediante
la condicion de ser ascendido de un ¡:(olpe á teniente g-elleral,


JI. 8




r I,~ D: LA:; I\E\'OLCCIO:'iE~ DE ESPAN ,\


Ei que se traslade con la imaginaciol1 c~ la peJ'5-
pectiva, que por entonces ofrecian los negocios,
puhlicos, y se oe cuenta de las rislIclwS esperanzas,
que dehia tener ('l· partido car1ista, no podd
menos de admirarse de la ceguedad, con que los
llamados liberales se perseguían unos á otros.
Hasta entonces la guerra civil, si bien ;¡fectaha
mas ó menos el reposo general de Esparla, podia
considerarse Cil'cullscrila á las cuatro provincias
bascongadas )' á Cataluña; pero ya hemos visto
la rapidez, con que se iha lanzando por todos
los confines de la monarquía. Cabrera estaba ya
en communicaciol1 de operaciones con las nume-
rosas bandas organizadas ele las provincias de
Toledo J Valencia. Gonw7. hahia imadido las
Asturias y la Galici1, donde por mas que no en-
contrase todas las simpatias, que hahian pronos-
ticado los emigrados de Oñate, fueron demasiado
visibles en Santiago, puesto que le recibieron con
colgaduras, repiques y luminarias; y cn todas
partes las suficientes para poner en commociOll
los animos y reducir á uu mero problema lo que
antes se hahia querido hacer pasar pOI' un axioma;
esto es, la decision de los EspailOles de Jo inte-


y percibir trecientos y \'l1arenla mil real .. s (!c sueldo, I'a--
torce raciones de paia y cpbnda diarias, y nueve ,le cada lIllO
de los dema, articulos; mientras los E"paJ¡o\('s",. [>('1'0 m~\s
late ,\cjado.




DE r8·J.O 0\ ,825 y DE 1856. n5
rÍor en favor de un sistema constitucional. Cor-
rian voces mas ó menos fundadas, de que el espi-
ritu de insurreecÍon se estendia hasta Portugal,
donde el partido miguelista estaba lejos de haber
perdido todas SllS esplOranzas. Basilio Garcia }' Ba·
tanero llamaban la atcncion de las provincias de
Aragon, SorÍa y Guadalajara. Cat'lllliia veia ya
amenazadas y ~lUn sitiadas algull;:s dc sus plazas
y capitales, y lo que todavía es peor, veía a!ie-
sillar impunemente al gobernador de alguna de
ellas (1). Sola ]a Extremadura y la Andalucia po-
dian contarse en aquella epoca libres de partid;¡s
numerosas de facciosos.


Fue ciertamcutc llU acontecimiento notable y
'iingularmente ventajoso el descabhro, que sufrió
el dia 10 de julio b banda del faccioso Lopez, que
.uqui('talJa la prmil1cia (/¡~ Salltiago, y que hu-
hiera podido engl'osrll'se extraordillariamente;Í la
Ilr;gdlb de Gornez CII aqueilas comarcas, por que
d general Talre, ([tiC IllUlca pudo disponer mas
(¡U e de tl'e~ mil ¡tomhres, tenia que atendel' :í
ohservar :í t:~t(~ ultimo en la provincia de Lllgo.
Todo pa"ecia amellazar ulla cOllllagl'acion gene-
I'al, .Y todo pl·(~Sellt:.1)a 1111 aspeeto somhrio sin
otl'a ,'i~lumhr(' prohahle que el despotismo tÍ la
<Illanluia. L1S c1eccioucs habian sido mas ¡Jieu.
í':l\ orahIcs que contl'arias al ministerio ell la ge-




tI G DE I,AS REVOI"UCIONES DE ESPANA
neralidad de las prmincias; pero en la capital J
en las poblaciones de p"imel' orden le habian sido
diametralmente opuestas '; sobrc todo en Madrid,
donde se habian ido escogiendo todos los coriféos
de h oposicion, y excluyendo los nombres aun
de aquellos, que en otra cualquiera epoca 1mbic-
1'an estado exentos de toda tacha. Parece que
espresamentc se hahian propuesto los electores
hacer una mala eleccion, solo porque era mala.
Pero no eran las calidades de las pel'sonas las que
determinaban el escrutinio, sino los instrumentos
que se preparaban para UBa pl'oxima revoluciono
Afortunadamente, no habian sido manclwdas con
asesinatos, como lo fueron en otras partes; pero
,í lo menos quiso el partido vencedor insultar al
ministerio c n una serenata en ohsequio de los
elegidos, particularmente de Meudiznbal, que
,'¡via en la calle de Alcalá. El capitan general
Quesada creyó couYel1Íente impedirla, como lo
consiguió, ellviando un piquete de la guardia im-
mcdiatn ; mas aunque se retiraron los ohse(!uia-
dores, no fue si n prornmpir en gri tos de m'va la
ConstÍlucion! y :,in decretar la muerte de aquel
general, que se verificó pocos di as dcspues.


La Reyna se habia marchado al sitio de San
lldefonso por e' ital' los calores, sf'gun la antigua
costumbre de la. corte de Espafta, que tal yez
hubiera convenido intenumpir en ulIas circun-
stancias tan delicadas. rero es de presumir que




DI': 1820 A 1825 \' DE 1836. ] 17
los aduladores, que siempre cerea n al poder, por
limitado que sea, habrian procurado deslumbrar
su penetracion sobre los peligros de mas de un ge-
nero, que podian arnennarla, estando fuer::t del
centro de su golJierno en UIla epoca, en que por mi·
nutos podría hacerse necesaria su autorizacion y
cOllsentimiento. No bastaban las facultades de los
ministros, pOI' mas expeditas que estuviesen, cuan-
do ellos y su autoridad constit.ucional estaban tan
ahiertamente amenazadas por los enemigos inte-
riores, y cuando los estcriores estaban daudo tan
claras muestras de lo que eran capaces de em-
prender. Efectivamente, el 24dejulio hubo ya una
alarma, ó como si dijerramos, un terror panico
con la simple noticia de que la partida de D. Ba-
silio Garcia, compuesta de 1500 homhres, se
habia adelantado hacia Sepulveda, en la provincia
de Segoyia, á 7 leguas de la residencia de S. M.,
en cuya dil'eccioll hahia enyiado una descuhierta.
Sin mas lfue esta simple enunciacioll, una gl'an
parte de cortesanos echaron :í correr hacia Ma-
drid, y dieron muestras poco equivocas de 10 que
hahia que contar con su decisiou y esfuerzos,
en caso de que fueran necesarios. Solo el coman-
dante de la guardia con dos compaiiias de nacio-
nales salió <Í reconocer .. í los carlistas, que yá
se hahian replegado al grueso de su columna.
¿ Pero quien sabc lo que pudo haber sucedido,
si el tal D. Basilio huhiera intentado sorprender




i Id DE LAS I\EV()LlIClOj,E~; DE ESPA¡\c,


seriamente á la corte, como, segun todas las apa-'
riencias, pudo haberlo hecho con la mayor faci-
lidad? Su objeta no era ese ciertamente, sino
escilar la emigracion de los ex-yoluntarios realis-
tas de Madrid, de los cuales salieron en efecto
muchos para reunirse con el. De este prctesto
se valieron algunos nacionales de Madrid, para
empren~er contra Jos que no eran dc su gusto,
acometiendo por las calles publicas ;t palos y
cuchilladas á varios paisanos indefensos: en soJa
la noche del 24 entraron doce heridos en el hos-
pital. Hubo tambien lllla intentaBa, que se frus··
tró, de apoderarse del parque de artilleria. El
plan, que, segun parece, hahian concebido los
revolucionarios, cOllsistia en asesinar á Quesada
y á los ministros; marchar luego á la Granja,
exijir de la Regenta la aeclaracion tle si estaba tJ
no casada, y si respondia a{)rmati,amelll.e, sepa-
rarla del gobierno y estahlecer ellos una rcgcn-
cia, a cuya caheza estuviese la persona, cuyo
nombre se invocaha en todos estos movimientos.


En aquellos mismos dias estaban sucediendo
tales cosas, que cada una de ellas indica])a el
triunfo completo de los revolucionarios. El gene-
ral Cordova acaballa de ser destituido, () 10 qm;
viene á se!' lo mismo, se le habia admitido su
dimision, y confiado el mando ell :~cfe d(~J t:iercito
al gelleral Saríicld, qne despues de dos ,¡¡lOS e~;·
taba ohsclll'ecido en Pamplolla. Dos mesc~ 'Hl iJ .. ;.




DE 1t':l2o A 1825 Y DE ¡(~3G. 119
tal vez esta conccsion hubiera satisfecho mornen-
taneamente las exigencias de los rcvolucio~1arios,
sohre todo si se le daba por sucesor alguno de
sus üloritos predilectos : en el día yá no era
mirada sino como un resultado necesario ele la
conviccíon. Sucesos mayores y planes mas vastos
habian sucedido :1 las mezqui llas pretensiones de
un mando particular. ~1alaga hahin recihido el
santo de la junta facciosa de Madrid, para dar el
primer grito de insurl'eccioll, no ya contra el mi-
nisterio y los illspectores, sino contra el regirncll
total del estatuto y en ün'or de la constitucion
del año 12. No podemos asegurar, ni quisiera-
mos presumir, que al mismo tiempo se les hubie-
se dado la orden :í los afiliados y contrabandistas
de aquel puehlo, para aspsillar ;t las nntoridades,
como ulla especie de bautismo de sallgre, digllo,
sino del codigo que ihau ú proclamal', Ú Jo
menos de la clase de personas, (lue nlli y en otras
partes le tomahan por pl'etesto de sus codiciosas
asonadas. La verdad es, que la guardia uacional
malagueiia, y la corta guaniciotl que a lli habia,
se mallchal'OH con el horrendo crimen del asesi-
nato elel gobel'lladol' civil conde del Donadio y
del comandante militar el hrigadiel' Saillt Just,
(JIte () cometieron elbs mismas, (') no quisieroll
impedirle, pudiell!lo. Para los que dan impOl'tall-
cia Lt la~ coincidencias pxtraordinal'ias, tIlle el
vuigo ~tld(· llamar í'aLalitbd, v IjUC el }mCl\




r 20 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAi'iA


JUICIO de todos los paises atribuye con raZOlJ
. á la providencia, debió de ser un exemplo ter-
rible ,-er perecer á manos de la muchedumbre
al mismo, que un allO antes habia concitado aquel.
la misma muchedumbre para conculcar las leyes
y pisotear el gobierno de su pais. Para nosotros,
que créemos que todas las revoluciones, cual-
quiera que sea el barniz con que se las cuhra,
son un foco abundante de crímenes, el come-
tido en Malaga no pasó de ser un acontecimiento
ordinario y comun á todas ellas. Donadio y Saint-
Just se habian hecho reos del mayor delito, yue
se reconoce en tiempos de facciones politicas ó
religiosas, que es el de haber pasado al bando
contrario, sea el que fuese.


En Zaragoza no se mató ú nadie en aquellos
mismos dias, porque la autoridad, en quien el
gobierno habia puesto su conflanza, y que ella
misma parecia haber desmentido poco antes las
doctrinas de toda su vida, tomó sobre si el cargo
de hacer traicion á su mandato, firmando, ella
la primera, una larga repl'esentacioll, en que con
otros 44 individuos, de que sin duda se compone
el reino de Aragon, intimaha á la Reyna, que no
seria obedecida en adelante.


Estos exemplos fueron imitados en Cadiz, Se-
villa, Cardaba,' Badajoz y Jerez de la frontera,
en cuyos pueblos, segnn iha llegando la noticia
ó la orden, ya se sabia «(ue el grito uniforme ha·




DE 1820 A l8?:) Y DE r856. 121
bia de ser: cOllstitucioll del año 12! destitucio71
del ministerio! y remocion de Ccrdopa! Esto
hizo suspender hasta las amenazas de castigar el
atentado de Malaga, como habia pensado hacerlo
el ministerio, y asi mandó retroceder á los ba-
tallones, que, bajo el mando del principe de An-
glona, habian recibido la orden de ir á sujetar
aquella insurreccion. l. Pero como pensar en aquie-
tar revueltas lejanas, cuando ya la anarquia se
mostraba al descubierto en la capital del reino!
El día:) de 2.gosto, ,ílas siete y media de la tarde,
varios grupos de gente amotinada se presentaron
en la plaza mayor de ;\1adrid, y exigieron del
gefe de la guardia del cuartel de nacionales de
infanteria, que saliesen los tambores tocando ge-
nerala, porque se necesitaba hacer una revol n-
cion; y aunque el oficial opuso algunas dificul-
tades, se le intimid(í, diciendo que, de no acceder
á su demanda, se le tratal'ia como se hahia tra-
tado al general Cantera e , en una circunstancia
semejante. Efectivamente, el movimiento estaba
mandado y dirijido por aquel mismo Cardero,
qne le habia hecho asesinar, y en cuya recom-
pensa hahia obtenido la honra de ser diputado á
cortes, y la ventaja de hallarse con un grado su-
pel'ior desde teniente que era el dia de aquella
lwzaña. Salieron, pues, los t.ambores por las calles,
y á su toque acudieron gran numero de guardias
nacioua les, ignoralldo la mayol' parle de ellos el




objeto de semejante reuuiOIl. Mas no parece que
le ignoraban las autoridades, porque casi al mismo
tiempo se yicron ya acudir fuerzas comidera!Jles
al paseo del Prado, ,í la plazuela de la Cebada y
<Í la plaza mayor, que eran los sitios mas amena-
zados del tumu ho. Mandaba todas estas fuerzas
un hombre de caracter firme, y poco acostum-
brado á dejarse intimid3r por los peligros, ni
menos por las amenazas; pero á quien, si la tumha
no cubriese ya uua parte de sus cenizas, haría-
mos alguna reconyenciou seyera, que lal YCz no
dejará de hacerle la historia de Sil pa i ..... El mar-
ques de Moncayo, m"s conocido por su propio
nombre del general Quesada, es este, de qnicu ha-
blamos, el cual, sin tener cuenta con el nnmei'O
;Í que pudiese ascender el de 105 amotiu:1dos,
pues ya era noche cerrada, y sin acordarse de!
destino infeliz de su antecesor, qne dehia ser muy
pronto el suyo propio, se puso ;1 la caheza de Ull
hatallon del regimiento de Ja Reyna gobcmndOI'a,
y dio orden ,í los dos escuadrones de la guardin
nacional, y á varios pelotoncs de infanteria, de
qne se retirasen, so pena dc que iha ;Í cargar sobre
ellos sin misericordia. O fuera ([ue les impusiese
este t.ono decisivo, ó que, como ya hcmos dicho,
la mayor partc no estaha cn el secreto de la COllS-
piraciol1, lo cierto es qne se disolvieron los es-
cuadrones y los grupos, no sin haber disparado
;llgUIlOs I iro.~ ill('icrto~, ni sin los ~("ostumbr;t(ln-




lJl': T ,'i20 ,~ 1 <"b3 y VE 1 8SG. ] ?:J
gritos de viíJas! y de lIlueras! que siempre se
presentan aparcados en esta clase de asonadas.
El imnediaLo paso, que diO el gobierno, fue de-
clarar ;[ Madrid en estado de sitio; el segundo,
suprimir momentaneamente cuatro pel'iodicos de
los mas seditiosos; el tercero, ponel' en hoca de
S. M. la Reyna una especie de manifiesto, since-
rando sus intenciones, como si estas tuviesen ne-
cesidad de apologia, y menos en un gobierno
constitucional, donde nada hay mas peligroso
que hacer hablar directamente ,i los reyes; y el
cuarto, disolver y desarmar la guardia naciollal
tIc Madrid: cuatro mcdidas, que earacterizap por
si solas, y aun describen, todo el circulo por
donde eorrc il sus anchuras el partido moderado,
en todas las revoluciones. Mientras que los con-
.'piradorcs estahan alli, :í la vista de todos, sil!
ocultar sus miras, sin disfrazar la fuerza con fll1C
conlahau, sin disimular sus proximas esperanzas,
y sobre todo sin habcr tJ'iUllfltlo en el primcr
ensayo, lIue era el mas tCl'1'ibJe, el gobieruo se
entregó ,í la imprudente seguridad de !lacer triun-
far el orden con parl'afos de Gaceta y de algnu
oll'o di:ll'io, q!l(~ le era f;norable : destino pCl'pe
tuo, y siempre deplOl'ab!e, de este dichoso pal'-
t ido, y de las naciones, qnc se en tregan á ei etl
cieltas crisis politicns. La Reyua misma, y su
corte, cOlltimwron f~lI la GI'alJja ;Í pesar dI' I:tlc:-,
110\ cdadf's, dondn la dl'.Í:ll'I·mo..¡ unos di:l.~, l)!i"ll




124 DE LAS HEVOLUCIOl'iES DE ESl'A.NA


tras volvemos la ,ista hacia la parte militar y di-
plomatica, de que en :lquellos momeutos era
teatro nuestro pais.


El gabinete de las Tuillerias, cuyas simpatias
por el triunfo de la Reyna y de la libertad solo
podian ser dudosas á los enemigos de una y otra,
hahia empezado á inquietarse muy seriamente
con el giro favorahle, que de dia en dia ihan to-
mando los llegoeios del pretendiente; veia que,
á pesar de todos los obsta culos fisieos y morales,
que le habia opuesto el tratado fle la cuadruple
alianza, no solo se mantenia firme en la defensa
de su peqneho reino, sino que se habían estendido
sus miras, y aun sus progresos, 3 provincias le-
janas, y digamoslo asi, excentricas de las fIue se
creian uuico punto de su poder; sospechaba, COIl
gravisimo fundamcnto, que la opinion gene!'al
de España, lejos de serIe :lrhersa, como se hahia
supuesto hasta entollces, no le fllesr~ demasiado
favorable) y aument:lse las dificultacles, que al
principio se habian mirado como secundarias;
recibia avisos y comunicaciones cada dia mas
alarmautes del juicioso, y :í todas luces respe-
table embajador en Madricl, conde de RayneYal,
comunicaciones que, desde el })I'incipio de la lu-
cha, debieron haber sido mas creidas, y llHjor
meditadas de lo que cOllStantemel1te flLeron, sin
aguardar á que los hechos desgraciados viniesen
ú darlas una triste confirmaeion; veia muy en




DE J (j20 A 11123 Y DE r836.
claro las ycrdaderas intenciones dc los que recla-
maban J se oponian :í una intcncncion pl'opia-
mcu te dicha, que hubiera ahorrado ,t la EspafIa,
si se huhiese 'crificado :¡ su tiempo, muchos años
de luto y de calamidades; eouocia la insuficiencia
de los auxilios militares dados pOl~ la :Francia y
por 13 Inglaterra, ;l una cansa, que no bastaban
á sostener todos los esfuerzos interiores de la
nacion; y por ultimo, le inspiraban justisimos
recelos las doctrinas democraticas, y aun allti-
sociales, <[11(' pl'incipiahan á cundir en aquel des-
graciado pais. El consejo de ministros de Fran-
cia estaha, segun parece, dividido (1) entre los
que deseaban que se illtcninicse eficazmente, no
solo para terminar la pelea, asegurando el triunfo
de la Rc}na, sino para dar fuerza y solidez á su
gobierllo llIo/larr¡tlico constitucional, bajo las
hases, J a demasiado lihres, del estat uto; los
que ([Herían (flW solo s~ ('¡'¡operase con fuerzas
suficientes para decidir la yicIOria, sín mezclarse
en las consecuencias que esta podria dar de si eH
el orden politieo, y los que rehusaban la una y
la otra idea, dejando á la nacion espafIola que
debatiese sus propios negocios, segun lq yoluntad


( ¡) El qnl' quiera profundizar bien esta cucstion del es-
lado lId gabinete franeés en ~\(Ind tiempo, debe léer las (lis-
eusiones, flue tuyieroll lugar en la camara de diputndos Ile
Francia, sobre la respuesta al discurso de la COTOlla, en los
,1 ¡as dl'sdl' ('1 14 al 29 de l~nel'O !le 1837.




¡:>.G DE L,\'; HEVOLUCIOi'iE~ DE ESI'Al'I\


de la m<lyori<l ll<lcional, que es la que siempre
t.riunfa difinitivamente. No tcnemos bastantes
Iloticias de los secretos de aquel gahinete para
asegurar, como es de costumbre, revelaciones
<[ue prohablemente scrian desmentidas por los
que eslall en el caso de conocerlos; pero es de
presumir, que el gohiel'llo frallcC:s (1 uiso proceder,
110 por espiritu de intriga ni de segunda inten-
cion, como la prensa maligna ha (Iuerido supo-
nel'}o, sino conforme ,í las llIiras de sus princi-
pales aliados, y con un cOllocimiento mas completo
de la situacion dc Espaüa. ral'a eso, adoptt) dcsde
luego el segundo termino de las opiniones ani:xl
indicarlas, que fue el de una c(íopcracion mas ac-
tiva. No f'S esto decir, que llosotros tengamos por
huella l't-,ta determillaciüu, por estar el! medio de
bs otras dos; antes, al coutrario, .i Ilzf.;amos que
era h rnenos acertada en e} el~O y momellto pre-
ciso (ltle recorremos, 110 el! ot¡'O; pero esto no
es de importancia para la uarracion.


1,0 cierto es que, con ('sh~ inmed.iato objeto,
esto es el de anunciar el aumento d(~ la ClíOp''l'a-
CiOll, y comunicar illstrnc('iollcs Y/~rhales al sellO!'
embajador francés y al gohierno de Madrid, f\J1'
CIl\i;do extrnordil~;Il'ianwlltc l\J. Bois-L('(;omtl~,
hi(~ll conocido en Espafw, pOI' habel' residido 11111-
dIOS alíos eu Mndi'id, ya como secrdar'io de em-
hajada, ya como u!carg;Hlo de lIcgo;;ios (k Fl'au-
'·¡a. t'jo" ,JI' o;i'l' ¡'st~l llli~j()l1 1111 ~igllo de fl'i;d,hd




DE dbo \ 1t)?3YDE 1836. 127
en las rclaeioues dd gobierno francés COil el de
b reyna de España, ni mucho menos de descon-
fiallza en el modo de ver de su embajador, era,
por el contrario, un testimonio positivo de la
solicitud, que lc inspiraba el tralla de Isabel 11, y
de la alta consideracion, que le merecía un homhre
de [,mtos respetos, como el conde de Rayneval.
El primer anuncio de M. Bois-Lecomte consistia
en el refuerzo de diez mil hombres á la legion
exlrallgera, (Iue ya se estaba distinguiendo tanto
por SllS servicios en Navarra, sin perjuicio de cóo-
pCl'ar con otra dc igual numero en Cataluña y
AJ'agon, si se consideraha necesario. Para Jos que
miraban los sucesos sin el prisma de la pasion,
era evidente ([ue el envio de estas legiones no era
mas que la vanguardia de nuevas y Hunas tropas,
Ijue, ('11 caso de llecesidad, habrían pasado la
frollterZt) lJasta purgar completamente el pais de
todo elemento de guerra civil, asi de parte del
pl'etendicllte, como de los (lue en otro sentido
amenazahall ekrllizarla; pero, fuese ó no csta la
'vcrdadera intencion del gabinete francés, lo cierto
es que los sucesos se apresuraron t;mto en Es-
paña, (lue solo se realizó la entrada de una co-
lumna de seiscientos hombres, ;¡ las ordenes
del coronel Conrad, la cual subsiste tütJa-yja
alli, rivalizando en valor y en sufrimiento con
';us anirguos compaiíeros y con el ejercito na-·
"ional.




12.') DE LAS REVOLUCIONES DE ESl'ANA


1 NSURRECClON l\IILIT AR DE LA GRANJA; NUEVO


l\1INISTERIO, PRESIDIDO POR D. JOSÉ l\1ARIA
CALATRAVA.


Mientras tanto, se ocupaba el ministerio de 1\1a-
drid, como hemos dicho, en hacer recoger las
armas á la guardia nacional disuelta, y en puhli-
cal' un plan general de estudios, que, aunque
siempre muy util y muy bello, si se haJIa en ar-
monia con el estado moral y economico de la mI-
cion á quien se aplica, era ciertamente entonces
la publicacion mas inoportuna (IUC podia imagi-
narse; los pel'iodicos de su devocion hacinaban á
porfia cuantas noticias lisongeras podian hab(~r a
las manos, ó fraguar en sus oficinas, para reani-
mar el espiritu publico, como si esle no hubiese
dado en los dias tres y cuatro sefíales liada equi-
vocas de que solo necesitaba dirijirse, no ani-
marse. Espartero habia derrotado, por supuesto
completamente ~ á Gomez, Soria á Quilez, Ber-
nelle á Villareal, Burell á D. Basilio, y Gurrea
á todos los facciosos de Cataluña. Los prisione-
ros y los muertos se contaban por cientos ó por
miles, á arbitrio del impresor, y todo debia con-
vencer al puhlico, á fuerza de palabras, de que
no habia motivo ni pretesto para alterarse, ni para
mudar el ministerio de Madrid. Pero en la Granja,
no todos pensaban O('! mismo modo. Ya dijimos




IJI-. ¡ tí);) .\ : ,~:1') \ DE 1 H3G. J 20
__ ¡UC S. !\l. permanecia allí desde los primeros dias
del mes de julio, sill <fue bs importantisimas
ocurrencias de Malaga, Zaragoza, Seyilla, Bada-
joz, y aun las de Madrid mismo, hubiesen sido
bastantcs á indicar la necesidad de tIue s'~ resti-
tuyese ú la capital. Ignoramos si esta funesta per-
manencia fue cfedo de la sobrada confianza del
millisterio, tÍ de la voluntad de S. M.; pero nues-
tro prineirio inalterable es, y sera siempre, atri-
buir :í. lo;; ministros todas las f.1ltas de los reyes,
mientras <[tu: una conviccion de evidencia no nos
obligue á hacer alguna excepciono Créemos pues,
por ahora y cntl'ct<1l1to quc no se sepa cosa en
contrario, que la falta mas trascendental, que co-
metió el minist(~rio del señor Isturiz, fU:e la de
ahandonar las preciosas personas de las dos Rey-
nas á la cllstodia de un simple batallon de la guar-
dia, cuyos aatecedentcs !lO eran los mas reco-
mendables, ni en lo politico ni en lo militar, y
á otro de milicianos provinciales. Así fue, que
,obre ellos solos, fundaron y concentraron sus
esperanzas los conspiradores que habian sido des-
~,rmados en Madrid. El dia 10, salieron para la
Granja unos cuantos de estos, cargados de dinero,
'lue se fue l'epartielldo entre los cabos y sargen-
tos de Jos dichos ha tallones , ya prevenidos de
antemano, y sin conocimiento de sus oficiales.
Dijosell:s qtW todo el ejercito de Aragon y Na-
varra hahia proclamado la constitucion del año 12,


11.




J 3(0 111'. L ~~ I\EVflLLCro,;F.~ DF. ESP\NA
y llue soLo la ohstinacillll de los ministro~, y fle
Quesada, impedia que la H.e y I la la j nrase tamh i en ,
y la mandase observar en toda la monarquia. No
era menester esto ultimo, sobrando COIl Jo pri-
mero, para que estos se insureeeiowlsen :i las seis
de la tarde del dia I?; Y tomando d mando 10i
referidos ~;argentos, en pnrticnlar los lIamado~
Higillio Garein y Alejandro Gomcz, se dirigicl'Ou
al real pabcio, dando feroces gritos de q)iva la
('011 ,"'-tucioll.' Parece tple p) intento era subir lo·-
do~ l:11 tumult.o, en cuyo caso era dificil evitar los
desordenes de toda especie, tIlle hnhierall podido
seguirse; pero, ú i Ilst.ancias del capilau de guar-
dias, se conformaroll en nombrar entre si uua
dipntaeion, eompuesta de los referidos sal'gen-
los, algunos 'soldados, y uno (') dos musicos, 10.-
(;uales, introducidos en la real ca mara , hablaron
;1 la Iteyna en tono de cuart.c/, illlimandola, no
pidicmloJa, ({ue mandas/' puhlicar la constitucioll
del aDo 1 '.>. Ninguno de los que la irHocaban, lIi
:11m ~lCaso Jos que les mo,'iall (¡ (~ste (ksacato, b
fwhian leido siquiera, ni sabia la diferencia (IUf'
portia ('xi"tir (~lltl'e ella y el estatuto; pero sabian
muy J.ieH que aqud atrcyido pa>.o dehia ya]erles
m!a onza de oro á cad;-¡ uno, y I Llego lo (fue la
pmpresa pudiera dar de si. La Reyna, solweco-
gida y f'H extremo asustada, ni supo que decir, ni
lo quP la decian, SillO (1m: l! lIa soldadesca desen-
fn'm¡J;: la fdt;¡La al l'(·speto; y así pl'OrrUlllp¡,;




llunediatament(' en illllal'gas lagrimas, dicielldoles
que bien) que /w/'ia lo que ellos quúiesen, En-
tretanto, la turha, que hahia (luedado abajo, ame-
nazaba ;í tor{os los gefes de p1bcio, y puso presos
alauJlos de dIos, h~,ciclldole~ l'I~sponsahles de la


d .


delcrminacion de la ReYlla. El vino corri::l abun-
dantemente entre todos ellos, ) aumentaba la
algazara y la eJl81'gia dc los gl'itos, (ltl(~ resona-
ban en las escaleras y ('H las alltecamaras; pero
como los mi"mos ejecutores de la escena HO sa-
hian donde h df~h¡an terminar, Juego yHe 'vieron
la docilidad de la Heyua, se dieron por satisfe-
ellOS, Y se saiieron de la camara, como quienes
habian sido illspirados, pel'O no dirigidos. Mas
apenas hajó Higinio, y habló con los repartidores
del vino y del dillpro, le dijeron que no era aquello
solo 10 que se necesitaha, sino que era indispen-
,ahle que ohligasen á la Beyna á firmar el decreto,
~in el cu;.1! no habia que fiarse de su palahra. Vol-
"itÍ, pues, á suhir el hcroe de aqndla jornada, con
sus compañeros, y haeicnuose abril' las puertas
de la camara de S. M., la intimó de nuevo, que
;e preparase á fil'mar el decreto que se la habia
pedido, y que de 10 contrario se atU(!iese á las
resultas. Entn:!:mLo, ya el'a muy entrada la 1l0~
fhe, y 110 era facil eucontrar personas capaces
de enlcnder~e con aquellos forajidos para esten-
del' los du.']'¡;1.o:; en uua fOrina decellte, y que no
¡ndi('(ls(~ll h '1Olencia COI! qll(~"(; ~ll/¡scl'ibja ayuel ,


./.,




',32 DE LAS I\EVOLUCIOi\ES l>E ESl'Ai'lA
aelo. Varias copia~ y borradores sc sacaron alli,
sobre la mesa misma de la Reyna, y algunas fue-
ron hechas pedazos por los soldados, mal 5a tis-
fechos de alguna otra expresion, que no era C011-
formt: con las instrucciones recibidas en la esca-
lera. Durante esta prolija operacion, los unos
est.aban profanando las sillas y sofaes de la Ílahi-
tacioll, donde se sentaron muy comodamente;
los otros se divertian en admirar los muebles}
Jos cuadros; alguno se tomó la libertad de cOGer
eH sus brazos á la Reyna uiüa, lo cual arrallcó un
grito de inquietud á su madre; y todos difundian
en la atmosfera un hedor insoportable :í vino y
aguardiente, de que se les habian prodigado las
libaciones. Al fin, se pusieron en limpio los de-
cretos que habia de firmar S. M., Y pudo ({ueda¡'
libre de tan incomodos huespedes ;Í las tres dc la
mañana.


De esta mauera se l'e,.,tabJeció eu Espaí'ia, pOi'
tercera "ez, un codigo que ni los tIue le aclaman,
ui los ({lIe le combaten, reconocen como posible
de observarse en ninguna combil1acion social; y
;í esta violencia han fluerido dar el nombre de
convencimiento y espontanez'dad de parte de la
reyna Cristina: tal es la desfachatez de todos lo~
partidos, que triunfan en las revoluciones.


Nada de esto se sabia eu Madrid durante la ma-
¡-üllla del 1:'); si hien COI'l'iall ya varios rumores,
que aumen taha Ja fal La Jel parte Jiario ;í la llOra




DI, ri'bo A db?> y DE ¡83(), 13~
acostumbrada. El ministerio enyilí inmediata-
mente al sitio uno de sus individuos, el de la
guerra, para que se informase de todo, recibiese
ordenes de S. 1\1., Y avisase la conduela que se
debía observar en Madrid. Convocó al consejo dI'
gobierno, que, como siempre, solo sirvió para
aumentar los embarazos, si n suministrar el me-
llor auxilio fisico ni moral. El capitan general
Quesada, el presidente del gabinete y los mi-
nistros, eran de opiniou de enviar inmediata-
mente algunas tropas de confianza ú st~jetar los
alborotadores, y poner eu libertad á la Reyna,
(Iurante lo cual, respondia el primero de la tran-
(luilidad de Madrid; pero parece que la mayoria
del consejo de gobierno se opuso ,t esta resolu-
cian, temiendo fIuepeligrasen las vidas deSS. MM.
No es facil calificar, aun despues de sabidos los
sucesos, si estc parecer del consejo era acertado
(') no, porque, por mas desastrosa y peljudicial
(Iue haya sido esta, que se llama revolucion de la
Granja, nunca pueden compensarse 10s males
que ha producido con los que hubiera debido oca-
sionar el doble atentado contra la vida de bs dos
Reynas, delante del cual no eran hombres para
retroceder ni los ejecutores ni sus mandarines; y
el consejo les calificó muy exactamente, supo-
lliendoles capaces de cometerle.


El ministro de la guerra, Mendez Vigo, SP.
¡'(llldujo (~Il d sitio con hast;l\Il.c dehili(bd, ce-




l3'1 DE L lS IlEVOL1JClOl\ES DE E:il'Ai\.\


diendo á las primeras amenazas, y dejanclosc eH-
·vilecer hasta el punto de ser el mismo el portador
del decreto arrancado ,í la Reyna, y trayelido en
su propio coche algunos de los sargen tos ó cabos,
ejecutores de la insureccion. Este general debió
acordarse entonces, de que hay momell tos, en que
Jos gefes, solo por serlo, estan ohligados :í pere-
cer, no solo porque asi lo previene la ordenanza,
sino porque lo prescribe el honor.


El dia lIf, se supo universalmente en l\l;¡drid,
por la llegada del parte, que llBa insureecioll
militar se habia consumado en San Hdc[OllSO, y
que, de sus resultas, la Reyna hahia jurado la
constitucion. Iumediatamentc pl'incipiaron ajun-
tarse muchos corrillos en diferentes sitios, pero
particularmente en la Puerta del Sol, l'(~piLicndo
vivas! y manifestando cstrañeza de que el minis-
terio no publicase UII decrelo tan importante.
1\'1a5 el marques de rvlol1cayo, ({ue todavia no ha-
bia recibido orden de tolerar nillgun movimiento,
reforzah",_ Jos euerpos de guardia, y mandaha sa-
lir numerosas patrullas por las ealles, para dis-
persar los grupos. El mismo sali(í con un picluete
de caballería, con el propio intento, y ú pesar de
sus modales atentos) circunspectos, no dejaJ'on
de dispararle algun tiro, cuaudo desemboc() en la
Puerta del Sol, donde estnhJccj(') piquetes de in-
fan LC¡'Ía, igualmente que en la plaza mayor. Mas
ya entonce< .'(' hahia Il'"harlo una eSr':lI-amUZa en




!)Ji J .'í:W " dh?i y DE ¡o3( l. 135
1.1 calle de Toledo, el) tre alguuos guanlías Ilacio-
Hales y un destacamento de cazadores de la Reyna
Gobernadora, en cuyo encuentro fueron heridos
un guardia nacionnl llamado Goldoni, el teniente
mrollel del regimicnto Calvet, y algunos otros de
ulla y otra parte, Enterado de esta ocurrencia pi
,?npitan general, y sabiendo (fue los guardias nacio--
!Iales se habian dado el santo para l'eunirs(~ y ha-
cerse fuertes en el convento de San Basilio, eln ilí
allí, :l las seis de la tarde, alguna infantería, con
UI1 caiíon, para dCl'rihar las puertas, Jo cuaL no
l;¡n!tí en "cl'iflc:ll'sc; y sorprendidos los guardias,
en el interior de! edilicio, capitularon, y se rin-
dieron prisioneros, á las diez de ]a noche, sin que
lliugul10 de ellos hubiese sufrida el menor 111<11.


El dia 15 113sta las 9 de la mañana todo est.uvo
eH los mj.smo~ fel'millos (pIe el antel'ior, pero el!
af{lle! momento llegó el ministro de la guerra
Mcndez Vigo, acompañado de los sugetos qUe ya
dijimos antes, y trajo la orden de publicar la
constitueion y los decretos en que se destituia :í
todos Jos ministros, y se nomhraba al general
Seo:íne en remplazo del general Quesada. El
lInevo capitan general no perdió un momellto sin
presentarse personalmente en la puerta del Sol,
donde ya le esperaba una immensa turha, que k
rccibílí con gritos de ,¡"as ~ la eonstitucion. Beco·
!nclld6 el ordell y se rdirlJ, Lo mismo hizo el gene·
l':ll Qnc,<;';Hh, :w!lque hajo difcn'l1tes :lllspicios, pOI'




136 DE L\S ItJ<:VOLLJCIONES DE ESI'ANA
que no habiendose!e comunicado orden alguna y
abandonado ú si mismo, se halJaha siclldo d ob-
jeto casi uuico de la rabia y furor de los vence-
dores, contra los cuales no le quedaba otro re-
curso que la fuga. Eu efecto, este fue el partido
que tomó, y ocultandose durante dos dias en la
fabrica real de tapices, segun se dijo, tomo des-
pues el camino de Francia, acompañado de un
solo criado. Se detuvo por su desgracia en Hor-
taleza, a corta distancia de Madrid, donde fue
reconocido por los nacionales del pueblo, quienes
le arrestaron y dieron parte á sus compañeros de
Madrid. Un grito de muerte resonó inmediata-
mente contra el, y una multitud de sahles pene-
traron eu sus nohles entrañas. Quisieramos evitar
al lector la relacion de todos los actos de barbara
crueldad, de que fue acompañada y seguida su
muerte, porque desgraciadamente la gcucracion
actual tiene muchos f'jemplos, con que compararla,
asi en España como en otro paises, donde las re-
voluciones politicas parece que no han tenido otro
empeño, mas que el de disculpar los horrores,
l[ue antes distinguieron á las guerras religiosas.
Baste decir, que los pocos restos, (lue quedaron
del cadaver del general Quesada, fueron custodia~
dos pOl' un piquete de cahallcria, y que las demas
porciones, que habían formado rl cnerpo de este
honrado militar, fueron ú saci:lJ' las innobles pasio-
ncs de los COJ]('lIJTf'nle·s al ca/l> JlIICí)() oc Madrid.




DE ¡<'bo A 1823 Y DE 1836. 137
Casi al mismo tiempo que sucedian estos tristes


acontecimientos, perdia la Francia y con ella
todos los hombres juiciosos de la Península, uno
de los sugetos mas estimables, que han honrado
jamas la diplomacia. El conde de RaynevaI, que
desde ]a llegada de M. Bois-Lecomte á Madrid,
se habia trasJadado al Sitio ú comunicar á S, M.
las instrucciones de su gobierno, acometido de
un:} grave pulmonia, complicada con un ataque
de gota, y afectado de la importancia de Jos aCOll-
tecimientos, que habia previsto y no lc era dado
remediar, rindió el ultimo suspiro it pesar de
todos los esfuerzos de la medicina. Esta perdida
debía ser llorada como una calamidad publica,
y solo sirvió de regocijo á los nuevos coriféos del
poder, para quienes la vista del conde de Reyne-
val era un perpetuo é inexorable fiscal de todas
sus operaciones, cuyo origen y marcha conocía
mejor que ellos mismos. Esta noticia fue recibida
en Francia con pesar dc la corte y de los nume-
rosos amigos de este hombre de estado, y no fue
la que menos contribuyó ~t adoptar la politica
espectante, que vimos inmediatamente suceder :t
las ideas de cóopcraeion, que hahian prevalecido
poco nntes en el gahinete. La resolucion inme-
diata fue disolver las legiones auxiliares, ({ue se
estaban formando eH la frontera, y comunicar
;í 1\'1. BoÍs-Lecomtc y al secretnrio de la embajada
el,· i\bdrid las ol'cI('Iw,~ ma.'i ¡'stredlas p:ll'a !lO com-




J 30 OE LAS RE\-OLUCLONES DI: ESPAN \
prometerse eOlI el nuevo gobierno, sino dentro
de los limites cspl'csarnellte estipulados en el tra-
tado de la euadruple alianza.


La publieacion del nuevo codigo fue recibida
en Espa)¡a con desagrado y con desconfianza
genera], no porque en ella se viese el triunfo de
un partido mas ó menos popular, pues en Espa-
fla 110 hay ninguno que ]0 sea, sino porque, sin
ohtenerse uingun resultado positivo, solo se con-
seguia por el pronto alarmar á la Europa, resfrial'
á nuestros aliados, alejar á los ministros y ellcar-
gados de negocios de otr;lS potencias, que aunque
no lo fuesen, conservaban ciertas relaciones de
;.mnonia con el gohiemo español. debilitar y
aclarar las filas de los liberales, presentar Ull flall-
co ;.t los partidarios del pretendiente, y crear UlI
nuevo germen de diyisioll entre los ortodoxos, ú
ereyenLes en la divinidad del tal C'odigo, y los
cismaticos ó partidarios de su modificacioll. Solo
un priueipio aparecía resaltar como producto de b
ultima asonada, que era el de la soberanía popular,
ya consignado en el tal eodigo y nuevamente foe-
tificado COll la esclusiva accion (lr~ los saraentos á


d


despecho ele sus oficiales o Este principio, algo mas
fecundo en consecuencias que]a democracia pura,
tluedó sin duda alguna consagrado en Espai'ía
por medio de la· revolncion de San Ildefonso, á
lo meilOS hasta tanto que otra revoJucion del
m:,;¡H¡¡ ,; de otro gell'To nwha ;í dcshalocl' JI)




1)J': 1 tl2U ,\ 1823 Y DE 1836. 1 39
que esta quiso edificar, ó tÍ. crear elementos toda-
via mas bajos, que formen la base de otro nuevo
orden de cosas. Por de pronto, las inmediatas con-
secuencias fueron destruir en un momento lodos
los restos, que aun existia!J (le la disciplina mili-
tal': auulal' el influjo de las clases superiores en
el ejercito, tl'asladandole {¡ las inferiores : disol-
,'crse diyisiones entel'as sin otra rnon (lue la de
que no querian obedecer á sus otládes : depo-
nerse en otras á los generales y gefes superiores,
nomnrando en su lugar sargentos ó subalternos,
que gozaban de la popularidad de cuartel: pro-
pasarse los mismos soldados á conferir por si
solos insignias y ordenes militares: y por ultimo,
suscitar una emigracion espantosa de todos los
hombres, <Iue tenian que perder, Jo cual ha con-
tenido en partc el 30bierno á fuerza de tirania y
de vejaciones arbitrarias.


Cuahluiera que vuelva la vista sobre este espec-
taculo y considere 13 ocasion, que estos con-
stitucionales turbulentos dieron al pretendiente
para mejorar su posicion, no sabrá cual ad-
mirar mas, si la imprudencia de los unos, ó
la f:llta d(~ habilidad del otro. Es evidente para
todo d que no ({uiera Cf'ITar los ojos á la verdad,
qHe duranie la cpoc:, , que estamos recorriendo,
la mas leve cOl1ccsion de D, Carlos en favor de un
,;istcma , no did-, l,jgurosamrnLe cOllsti tucional.
¡)P1'0 hJl .',oJo pxento (Ir- los fll!'()J't:_ <Id :1hsoln-




JqO DE L\S REVOLUCIONES DE ESPA~A


tismo, se hubiera He, ado tras si la immen~a
mayoria de cspañoles de todos Jos partidos. Mas
¿ que decimos concesion? la simple ofcrta de no
confundir los errores con los crimcnes y abrigar
bajo su manto á todos los que por un efecto im-
perioso de las circunstancias le habian hostilizado
de cualquier manera, habría bastado para q LlC
una multitud de Españoles se apresurasen ú bus-
car en el un principio de orden y de garantir!
social, que no se encontraba en ningul13 otra
parte. ¡Cuan ú poca costa pudo este principe
enarbolar el ramo de]a oliva, que muy pronto
se huhier::t convertido para el en palma de la
victoria, con solo mostrarse justo, por no decir,
indulgente! Pero el espiritu del error parecia
cubril' con un nuevo y espeso velo el corazon
y la cabeza de sus mas asiduos consejeros. Ani-
mados estos del mismo principio de intolerancia
y furor, que hemos "isto dominar en los conspi-
radores de la Grallja, ningun fin, lIingun propo-
sito, ninguna perspectiva es para ellos lisongera
sino la que les ofrece una feroz y completa ven-
ganza sobre sus ciertos ó supuestos enemigos. No,
los consejeros de D. Carlos, los que han influido
é influyen en que este prineipe se mantenga
inexorable en el estrecho eirr;ulo de sus principios
de intolerancia, ni aman á su pais, ni respetan
su persona, ni le quieren pOi' Rf'y, por mas quc
P¡'('I'on 1 ('('JI Ulla íid,,] id;.d, (111(' desmiell len todo ....




DE 11):>.0 A T(~h3 Y DE r83(j. Il¡.l
sus actos. Del mismo modo que los (jue no te-
mieron trastornar toda España, esponiendola ;í
nuevos y sangrientos horrores por sostener un
coJigo, que ellos mismos reconocen como im-
practicable, ni son constitucionales, ni Espafloles,
ui siquiel'a merecen el titulo de hombres, sino el
de mOllstrnos.


Consumado ya este acto de insuneccion en la
('a pita 1 de la monanIuia, todas las provincias, en
([ue no se hahia proclamado el nuevo regimen,
se apresuraron á proclamarle, } principi6 Ulla
llueva era de interinato legal, pues en el mis-
mo decreto dictado á la Reyua por los sargen-
tos de la Granja decia S. :LVI., que se publicase la
('ollstitucion en el ínterin que, reunida la nacioll
en cortes, mwufestase espresamente sllvoluntad.
Es decir que pOlo el pronto se privaba ú ]a nacioll
de una carta 6 constitucíOll, {¡ llamese como se
quiera, que había sido jurada y aceptada sin
oposicion alguna y á quien no se achacaba otro
defecto substancial, sino el haber sido una con ce-
sion de la corona, para substituir el regimell iu-
terino de otra constitucion, recollocida por todos
como defectuosa; es decir, como mala ynecesitada
de rehacerse. Si los que tal pensaron y obtuvie-
ron, !lO hubiesen renullciado á toda idea de pudor,
hahrian debido COllocer, que en esto solo ya
mallif(~stahan hien ;t las claras que llO era el deseo
del hicll publicu ui el amor a la lihertad, quícu




1 ,'(!- DE L,\S RE\'OLUCIOi\ES DE EsP.\.\'I.


habia provocado su movimiento, sino pasiones
viles y personales, á que sacrificaban la seguridad
y ventura de su patria. Las cortes estaban ya para
reunirse con el objeto especial de reform~n' el eEtn-
tuto, y esta reforma, era en tendido de todos, que
debia consistir en dar mayor amplitud:í la l'cpre.
scntacion nacional. Ninguno hahía tan o.~;,do, (lU!'
se atreyiese it sospechar, ([ue la proyectnda lYvi-
siol! lwhia de ser para limitarle. i Ojal:í {llJe asi
se hubiera pensado y ejecutado, purs que para
nosotros y para todo el (pIe conozca el estado
moral dc la España, lat; lihertades y :c;arantias, COlI-
cedidas por el estatuto, son mur:ho mas estensas,
que las que por ahora convienen ni lla menester
la nacion! Mucho nos elll!allaremos, si las re-


<)


formas, (Iue esas otras cortes \an ;Í emprender
de su eonstitucion querida, la dejan tantos prin-
cipios de orden, y libertad, como teuia el de-
sechado estatuto. En Ull!l palahra, la constitu-
cion de Cadiz adolece de tantos errores, que es
absolutamente imposible hacer de ella otro uso,
que el de refundirla y hacer otra nueva. Menor
trabajo y tiempo hubiera exigido ensanchar ó
estrechar la ley anterior, supnesto (Iue ú lo me-
nos ya tenia bases monarquieo constitucionales,
a las que es indispensable acndir, no solo .~n Es-
paña, sino en toda Europa ¿, Pero y el prillcipio
k la sobcrania '! Este principio estaha ya impli-


,·jt;;¡llcllte consagrado f'n pI estatuto, como lo estú




VJ: 1 <'bo .\ I ('j~'í , DE 1836. J 43
¡~u toda ley fumlall1cntal, que concede él la repre-
sen tarion popular el derecho de votar los presu-
puesto~. Ese principio, ademas, no sirve ahsoln-
tamcJlte pal'a nada en la practica, sino como
fUlldamelllo para nuevas y eternas revoluciones.
Ya \ cremos, cuando llegue el caso de la proyectada
reforma de eonstitncion , si los mismos, que ho.'
hlasollau de cxagf'rados 6 mas bif'l1 de hydropícos
de lihertad popular, HO b reducen tal vez ú
limites mas estrechos, que los que hall combatido
con tau dcsgraciada facilidad.


El asesinato d(~ Quesada huhiera sido seguido,
() aeompailado del de los ministros, si estos no se
huhiesen sustraido con la ocultacion ¡) la fuga á
los puiJales de SllS perseguidores. l.a misma hu-
millacion tuvieron que sufrir otros muchos per-
sonaMes, que con fundrlmento ó sin el, pasaban
pOI' estatutistas, es decir, por fieles ú la ley, que
se les lwhia mand<Hlo jurar y ohedecer, hasta que
unos soldados insurreccionados y \endidos Ú otros
ecvolucional'ios mas cobardes que ellos mismos,
decretaron su abolicion. Llegó la cosa á terminas,
que se hizo una especie de moda el oculrarse, Ú
por lo menos, deciJ' con cierto misterio á sus ami-
gos, que se lwbia rumiado de habitacion : tanta
('la la v('rglwnza, que causaha ;í los hombres
([ue h'uirlll que perder, 1"1 que no se les cow;irk-
rase cllemigos de los cOllSpiradOJ'cs.


Por d cOlltr::niú, eslos ¡'¡¡iUlO:; ¡wciall g:da de




L'i4 DE LAS HEVOLlICJONES DE ESPAl\~
SU facil feclmria, y aun intentaban parodial' eu
cierto modo la revolueion de Paris del mes de
julio de 1830, llamando la patriotica y popular, é
intentando formar de ella una secüela de la revo-
lucion del año 20 i Pero lIue diferellcia de la situa-
cion, en que se hallaba entonces la Espafía y la
(Iue tenia en J83G! Ya hemos dicllO en el primer
volumen de esta obra, t{ue cuando estalló la revoÍu-
cion de la Isla, se hallaba la nacion sepultada en todo
el rigor del despotismo, durante el cual, sabido
es que no pueden obtenerse las reformas, cuando
110 alcanzan las suplicas, sino por medio de revo-
luciones. Pero en 11:136, la situacion era diame-
tralmente opuesta, pues que no solo estaba la
nacion coustituida, sino en el completo gace de
mucha mayor libertad, que la que realmente ne-
cesita ningun pueblo. Repetimos pues, que la
tal insureecion ni fue patriotica, ni liheral, ni
mucho menos necesaria, sino pura y completa-
mente facciosa. ; Plegue á Dios, que á lo menos
sea util y provechosa para los fines, que la sir-
v ieron de pretesto!


Lo singular es, que esta misma insurreccion,
tan desnuda de todas las condiciones c01l3titu-
cionales, halló ceo y aprohacian eu una parte
numerosa de la prensa francesa é illglesa, in-
teresadas, seguü ellas dicen, en ]a civilizacion
de aquel país. Claro es, que 110 hablamos sino df'
iHptclh parte de la pn:nsa, que traílca el1 hacer la




DE 1(520 A 1823 \' DE 1836. ]45
oposicioll y en afectar un radicalismo ~ que ni
comprende ni desea tal vez. La oposicion noble y
franca, en cualquier pais que se ejerza, repre-
senta siempre un principio de gobierno, mas ó
menos en contradiccion con el que siguen los
ministros, á quienes combate. Analiza y censura
sus actos con el objeto directo y muy constitu-
cional de derriharlos del podcr, para apoderarse
de el ella ó sus amigos. Les hace la guerra con
las armas, que la constitucion de] pais ha puesto en
manos de todos, y en esta guerra bien entendida
y noblemente ejecutada, recibe la nacion un gran
beneficio, con tal que en ella se observen dos
condiciones csenciales : b primera, que nunca
se trate de destruir el principio fundamental gu-
herllativo; segunda, (fUC nunca se trunquen ó
desfiguren los hechos, sohre los cuales ha de re-
('aer la analisis 6 la censura. Pero cuando la opo-
sieion toma por blauco la esencia misma del
gohierno, que la permi te escribir, ó cuando des-
llaturaliza los hechos () los inventa con s010 el
objeto de calumniar ó hacer odiosos á sus adver-
sarios, entonces la oposicion es facciosa, criminal
y aborrecible. Tal se mostró la prensa estrangera,
;t que hacemos alusiol1 inmediatamente que llegó
á su noticia la revolucion de la Granja. No la
disputamos el derecho de cl'éerla ventajosa, cuanto
se quiera, á sus miras, ó it su modo de ver en po-
litica, al concepto mas ó menos exacto tÍ equivo-


11. 10




: ,~(; DE LA~ r:EYOLIJCI()\Ei' DE ESP,\ I'i \


carIo, (!ue podía tener tld estado de la España;
nero la rehusamos el derecho de alterar la rela-
J


cion de los aconl(:'cimicutos y la faenl tarl de ca-
lumniar {¡ su propio gobierno. La oposicion no
tenía derecho para asegurar, (lue la Reyna habia
jurado libre y espontaneamentc, cuando sabia
(IlH~ era falso; ,) decimos (1'le lo ,mb¿a, J10 po]'
mera presuncioD , sino por que toe\;:¡s las rehcio-
Hes, aun aquellas mas favorables <Í la insurreccion,
decian csprcsamcnte, que S. 111. habia resistido
cinco horas á las instancias de linos sar{{en-
tos y que se habian introducido en su propio
cuarto (r). ¿Y es esta la libertad, qll<' se l'erluiere
para un acto dr tai importancia '!


Con igual m:da fe se ha I'sp!icado y se esplic:1
la oposiciOll, al deducir las consecuencias inme-
diatas de la re"olncio!1 de la Grallja, esto es, el!
la cuestion de interwllciOIl. Es hjclI s;¡hido, (lLH~
mieutras los lIegocios pnhlicos caminaroll en Es-
p¡¡ña con mas () mellOS felicidad, pero b;¡jo d
inflnxo cOllStitueional del estatuto, la oposiciot)
se mostró rebelde é incxorable contra toda idea
de intel'vcncion (í coopct'acion directa, la cnalno
quería presentar, silJo como HU medio tiranico
de ejercer HU innt~o nocivo :í la l;hcl't~,d é inde-
pendencia de la pellillsn);¡. En ,ano, cuando los


(1) y t'!lSP rl F,() del C()IIII'I'I'Ú¡ (k los d i,l' 11 y 1.") dI' a"o,«"
lt(, 183(;.




üE l<,hu \ lii¿"j Y lIE 183G. 1:47
<arlistas adquirieron ventajas notahles, la voz in-
dividual de Jos E~pañolcs mas seusatos y aun el
ministerio mismo clam(í por la ncccsichd, d(~ f¡Ut'
la Francia tomas!' ;t su cargo la tcrminacion ¡[('
una lucha tan obsti liada. La 0p05icion se emhra~
veeia mas y mas cOlltra ella y :l!l{juraha mil de-o
sastres para el caso, en que se tomÚl'a semejante
resolucion; pero apcn[\s se eOlbUlmi el atentado
de la Granja, pues atentado fue y no otra cosa,
cuando ya todos los organos de esa misma oposi-
cion facciosa se unieron para clamar sohre la
necesidad de d:lr auxilios poderosos á los reyo!¡¡-
cionarios, á fill de 110 bacer dudosa su victoria
asi en Espaiia, como en otra p3rtc. Por muy acos-
tumbrados que ya estemos (¡ las continuas con-
tradicciones, en (PW incide la oposicion anticon-
stitucional de Francia é lug!aterra, no podía
lllf'110S de llamar la at(,llcioll este repentino cam-
hio dt~ lenb"u:ll'f~, (~IIf' sc~ obs!'l'vaha eu una y otra,


, .< •


ni ;; ella misma podia ocult[llse ,-'sta observacion.
Pero consecuellte en su períidia, lIO temió asegu-
rar, que el gohierno 1'ra1l2,'ti ha]);a estado dispuesto
;í ú¡teJ'P{'nll' e/l favor de D. ('ados, como si,
aun qucriendolo, J.uhiera podido jamas verificarlo
din:clameul(', dcspucs del tratado de la cuadntple
alianza. i Hasta tal grado llega el frellesi del espi-
rit.u de partido, y ;í tal envilecimienlo ]¡;¡ l!e¡.;ado
la prcll~a ell paises, (pie se l/allall dI f'l ('Illl' dI' la
,,'ivilizacion I'urupca! JI;¡ ~ido C'sto l<1111.0 1Il;¡,~ 1'1'··




i48 UE LAS REVOLUCIONES DE ESP,\N,\.
parable, cuanlo los priucipales c:Jmpeones, que
han tomado á su cargo fascillar ;Í la Europa y á
si mismos sobre la ultima reyolucÍon de Espa-
üa, pretenden hacerse jueces competelltes de la
euestion por el conocimiento intimo, que alegan
tener de las cosas y de las personas. Pero desgra-
ciadamente olvidan desde las primeras lineas, que
su encargo nD es juzgar, sino abogar por todo lo
que lleve el aspecto de una revoluciono Es csto
hasta tal punto cierto, que no tienen reparo en
derribar los mismos ídolos, que ellos habian 6bri-
cado, desde el momento que no les hallan propi-
cios a seguir todas sus aberrélciolles, cualcsquiera
que ellas sean. ¿ Es necesario, por f'jemplo, en-
vilecer con el dictado de apostatas y retrogrnelos
;Í Jos (fue el dia antes se habian representado, co-
mo modelos del progreso social? Pues no llay
reparo en hacerlo, por mas que en ello se atro-
pelle la decantada amistad y la mas intima con-
viceion. Una ligera pausa, el mas imperceptihle
estremecimiento á la vista de los ascsinatos, les
derriba del concepto de patriotas y populares en
la pluma de estos imaginarios amigo¡;. ;. Que im-
porta que hayan luchado por la libertad, si llO se
precipitan hasta el desorden.? (. D:~ que sirve CJIle
pocos meses antes hnhiescn manifestado su com-
patibilidad hasta con la allarquia improvisada,
si no la rCCOllocell, como unico y perpetuo medio
de asegurar los derechos dd hombl'e? Digan sin-




DE 1820 A ltl23 Y DE 18S(j. 14~)
ccramente los que hubieren leido muchos de los
articulas, que se publicaron en aquel tiempo, si
es ó no exacta la idea, que damos de su espiritu é
iuteuciol1. ¿Pero que podia importarles ú tales
escritore¡¡ sacrificar cstas ó las otras reputaciones
cstrangeras, cuando ningun reparo tenían !li
ticucn en cnvilccer su propio gobierno y aun su
propia patria, en cuanto dice relacion con la revo-
lucion Española? La base principal de sus razo-
namientos sobre este punto ha consistido siempre
en hacer que toda Europa forme un juicio bajo
y despreciador dc la fé francesa; para lo cual
no hall tenido iuconveniente algmios articulistns
franceses en auxiliar el odio de los enemigos de
su nacion. ¡Tan cierto es, quc el espiritu de par-
tido acaba por destruir nun los mas nobles sCllti-
mien tos naciollales!


Vohicndo ú nuestra narracion, diremos, que
la Reyna fue conducida el dia 17 á Madrid, como
en troféo del triullfo conseguido por los exalta-
dos, y recibida por In gn3l'l1iciOll y guardia na-
cional, que solo victoreaba á la constitucion, mas
no ,í las personas de SS. ";\P;L, como se acostum-
hraba anteriormente. Al siguiente ciia fue la en-
trada solemue de la columna hazañera del sitio,
á cuya freule yellia el gcneral Rodil, y á su lado,
mandando la colulllna~ el sargento Higiuiú Gnr-
cia, heroe de la pieza, gozando y sahoreaudo los
hOllor es de b ,ietoria. Pel'o, como si C!l semejan (('s




; 5u DE LAS HEYOLVCIONES VE ESP\JU
esceuas fuese coudicioll es~;neial el del'l'am~llnient(j
de sangre, no se pasaron muchas horas sin que
uno de los batallones de la gU;Jrnicioll de Ma-
drid, del 3°. de la guardia, sc estuviese hatielldo
en las calles con los rccien venidos de h Grallja.
El resultado fue digno de los agentes instigadores,
pues consistió en matarse unos ~o soldados y ('11
s¡)flueal' el euar!el dd mismo tercer regimiento.
que es el fin ordinario de estas patl'ioticas escara-
muzas. Todos los dias inmediaLos fueron sciía-
lados con desordelles mas () mellos parciak." ([Ul'
servian como de confirmaciOll de que bahia finado
la epoca de la disciplilla mil¡tal'. ~bs estos lIega-
rOH <Í su colmo el día 23, cuando el lluevo go-
bierno cansado y<í de tan repetidas esceuas de
insubordiJlacion, les dió la ordf~1l pani salir el!
peJ'secuciou de la banda (k B:L~iljo Garcia : los
heroes de la Grallja rehu~al'oll 1:: ohedicllcia,
como que semejautc salida uO presentaha tal!
halegueñas esperanzas, ni se pagaba tall hiell
como la de invadir la hahitacion de una muge!
augusta, sola y desamparada. Por fin, se dignaron
desembarazar ¡í Madrid de su presencia, con Lal
que saliese acompañandolos y haciendoles los ho-
nores el nuevo capitan gelleral en pcrsolla, como
así se verificó.


Las primeras ClisposicionE's de los nueyos mag-
lla tes fueron, como era de espcl"u', l'ep:ll'lil' (litre
los suyos los ministerio ... } Pl'ilwipale;; destino,




de la nacion. D. JOS(: Maria Calatrava tomó la
presidencia del Gahinete J con el ministerio de
estado, y la orden de proponer los nuevos mi-
ni, tras , siendolo, en aquel mismo dia, D. RamolJ
Gil de la Cuadra para la gobernaeion, D. Joaquin
Ferrer para hacienda, mas por remlUeia de este
ultimo, y despues dt~ uu corto iuterinato de D. Ma-
riano Egea, se posesionó de el, como centro
suyo, el celebre Mcndizabal, CilJO nombre ha-
bia servido de estandarte á la nueva revolucion.
Pocos dias despues, fue elegido Rodil, ministro
de la gucrl'J, comandante gener;>l de la guardia y
beneral ell gcfc dd ejel'(~ito del Norte; D. José
T ,andero y COl'clIado, miuistl'O de gracia y justi-
cia; J un joyen, llamado D. lose l\Iaria Lopez,
OCUP() el puesto <Iue se habia dado;Í Gil de la Cua-
dra, pasando esle :í la marina. Aunque todos estos
nombramiento!, indicaban 1lB destol'l1illamiellto
completo de las ideas, pues n ingullo de tales in-
di" iduos habia dado pruehas de eapac':dad guher-
nativa ni administl'ati,. a, nillguno admil'ó tanto
(pudieramos decir escandalizó) como la simul-
tanea comisioll dada ,í Rodil, de dirigir el mi-
nisterio y mandar eu gefe Ull ejercito, donde,
algunos meses alltes, h:lbia dt;jado consignada ulla
i llepti tUll á toda prueha. Algo mas natura! pare--
ci(~ el nombl'amieuto del general Mina, para ins-
pector {jcIICl'al de la guardia u<lciüna I del reino,
dalldoie por secretario ;í D. Cayclallo C;mk·l'o ,_




152 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPAXA


porque una y otra gracia fueron miradas como el
pago de una deuda contraída por la revolucion;
pero admiró no poco la intrepidez de ~\Iendíza­
bal, de volver á tomar el hilo, tan felizmente cor-
tado para el, de aquellaberinLo de embrollos, en
que habia dejado la administracion publica, sin
arredrarse siquiera por la idea de que el publico
pudiera sospechar, que estos mismos embrollos
hubiesen sido la primitiva causa de tan ruidosas
novedades.


Sea de esto lo que se quiera, el nue\o mini~te.
rio principió su carrera gubernativa, haciendo la
primera justicia á su idolatrado codigo, mau-
dando suspender aquel sin numero de decretos,
con fuerza de ley, emanados del prurito legisla-
dor, de que adolecieron las famosas cortes de los
años 22 y 25, que ya hemos analizado en el prime!'
tomo de esta obra. Cada uno de ellos oli'ecia
un nuevo tropiezo, capaz de paralizar la marcha
administrativa, privandola de todos los recürsos.
Cnando no fuese mas que el relativo á diezmar;,
bastaba por si solo para reducir á una mitad la
entrada mas saneada de cuantas disfruta el tesoro
publico. Ya hemos visto á cuanto asciellde esta
renta del estado, que los homhres irreflexivos
han querido hacer pasar como exclusivamente
privativa de la iglesia. Los ministros empezaron
a ver muy pronto, que no cra todo haher provo-
cado y obtenido una revolucion I sino que se llC-




DE 1820 A 1823 Y DE 1836. 155
cesitaban medios para llevarla adelante. La po-
breza, esta plaga de la Esparta, que ha engendrado
tantas otras, se ofrecia con todos sus horrores á
la vista de la nueva administracion , y esta no en-
contraba otro camilla que seguir, sino el del ter-
ror y la tiranía, en el cual se engolfó desde los
primeros dias. Movilizucion de ]a guardia nacio-
nal, una quinta de cincuenta mil hombres, y un
prestamo forzoso de doscientos millones de rea-
les, fueron las primeras muestras que dió de su
poder, y la prohibicion de dar pasaportes para
país estrangero, y estimular la delacion, las pri-
meras pruebas de su liberalismo. Irritaba bas-
tante su orgullo el ver que una multitud de per-
sonas notables ya por su nacimiento, ya por sus
riquezas, ya por los altos cargos que habian des-
empeñado, y ya por su merecido concepto de
amantes de la liberLad, huian del territorio espa-
ñol, ó dejaban los empleos de que estaban reves-
tidos, por no participar lId contacto de uua revo-
lucion que, cuando no fuese tan sangrienta como
aparecia deber serlo, era á lo menos no necesaria.
Esta irl'itacioll, que los verdaderos homhres de
estado ~ahell ~acrifi.car á la politica, produjo en
nuestl'OS demagógos una nueva cOlltradiceioll de
los prillcipios, que deciau profesar. Providencias
de secuestro, y amenazas de confiscacioIl, eran
el ordinario raciocinio de estos regenerauores de
la lib('I'tad. No contelltos con emiLir J (:jecutal>




154 DE LAS HEVOLUClONE~ DE l':SPANA
estas ideas que, aun en TUl'(luia, pasarian por re-
trogradas, rel10VarOll otra todav la mas abomi-
nable, y contra la cual habi:m ellos mismos hecho
sonar todas las trompetas de la famil, Esta fup, el
nombramiento de una junta de ciTlCO varones,
eminentes env/rtud y en saúer, que calificas(JIl
ti todos los magistrados) desde el tribullaL su-
premo de justiciil haslil el ultimu juzgado d(: pri-
mera instaucia, tantas veces reformados, récm-
plazudos, separados, tras(~gados y pnrificados.
Esta disposicion !lO era otra COS", <¡IW la rcpdi-
cion del barbal'o sistema de j)ll/'~¡;caclones, ill-
veutado en Cadiz, por hombres tiLl(' se deciau
liberales, imitado y sohrccargado despUéS por
los ministro.,; del ahsolutismo. Estil prontitud de!
sellar Calatrava, <Í poner en practica un medio
tan soberanamente injusto, denuncin1J" el celo
propio de la illYCncioll.


Pero hasta los mismos ministros eoncihieron
la necesidad de ponerse al abrigo de otras lllle-
,as invasiones de los anarquistas, y mm YCZ lle-
gados al poder, cualquiera que fuese la impUl'Cza
de su origen, sintieron (pIe era preciso ilpoyarle
en la obsenancía de las leyes qlH~ ellos hahían
pisoteado con tanta impudellcia. La Gaceta (:/~'­
cíal del 31 de agosto vino :1 dar UlJa justa cxpli-
cacion de lo qUe dehe entellderse por sobemnlrt
nacio//al, y elullico sentido, en <fue el ministerio
tolerarl" '1'1;' .,,' ¡mploJ ;i~C. E~I;¡ ('spli(';wioll ('(;\




DE !6:W A 1825 Y DE 1836. 155
Ulla verdadera condena de todos los medios em-
pleados por los ministros, y sus amigos, para
devarse sobre las ruinas del poder anterior, y la
parte concerniente al sagrado nombre de S. 111.
la Re.rna gobernadora, un estigma indeleble
contra jas violencias ejercidas, el dia 12 de ar[uel
mismo mes, en su persona y en su casa. Pero al
fin, era una doctrina sana, y UDa señal de resis-
tencia, sin la cual no puede existir ningun mi-
nisterio en el mundo. Si estas doctrinas, en Jugar
de ser hijas de la situacion momentanea, en <{ue
principiaban á hallarse los ministros, hubiesen
sido un producto de sus propios principios, nin-
gun iueonvelliente tendriamos en aconsejar á los
Españole.'>, que se habian separado del nuevo es-
tado de cosas, q LH~ se reconciliasen con el, Y le
prestasen su apoyo, prescilldiendo tÍ olvidando
la ilegitimidad de su nacimiento; porque, no per-
mitiendo el estado interior del reillo levantar
otra nueva bandera de modcracioll, estando los
\~arlistas amenazando la seguridad comUIJ, exigia
la prudencia todos los sacrificios del amor pro-
pio .. ~Ias era demasiado conocida la hiponesia de
,Hlne! lengl/age, y la illseguridad (le los pl'illci-
pi os de tales homhres, para fiarse de sus pronw-
~as. Hoy imploraba u la le} para que protegiese
:,liS uSlIrpados sillones, y mañana la hollariall el-·
lo.~ mismos para imlwdil· qlH' llillgllll otro ll'~
:WHP;lSt;; hoy ,,¡: I·('\('.~I i,·j<ln di· la ,e; ,Titad It'h;d ,




156 DE LAS REVOLUCIONEt3 DE Et3PANÁ
Y mañana permitirían que cualquiera de los suyot)
se negase rlhiertamente ~. obedecer las ordeucs de
Su propio gobierno. Era necesario, pues, dejar
al tiempo y á los sucesos la iwlicacion de la con-
ducta que debian seguir Jos disidentes, y entre-
tanto, no hacia n poco con seguir íleles á su~
prmCJpIOS.


Entretanto, los negocios de la guerra tomabau
un aspecto cada dia mas alarmante. Basilio Gar-
cia, despues de recorrer impunemen te varias pro-
vincias del reino, de haber a&ustaclo á la corte,
de haber ocasionado y acelerado uua l'eYolucioll
completa eu el gobierllo , y despues de haher fati··
gado una multitud de columnas, que habiall sa-
lido á perseguirle, se habia vuelto muy tle~call­
sadamente á Navarra, pasando el Ebro, el 2G de
agosto, por el vado de Rincon de Soto, y trayendo
consigo, ademas de su colulllna casi illt;¡cLa, seis-
cientos reclutas, y uua cantidad l'espctahle de
dinero, procedente de sus exacciones. Dos dias
despues de su lleg¡,da, otra expedicion carlista,
compuesta de cuatro ha tallones y algunos cabal-
los, al mando de un tal D. Pablo Sanz, paso tam-
bien el Ehro, con animo de renovar las mismas
excursiones ya ejecutadas por Gomez. El ejercito
del Norte, ya muy desmemlH'ado con las dife-
rentes columnas que hahian .salido en persecuciou
de este ultimo, se hallaba adema.s diyidido en opi-
niones sobre ohedecer () no ~t la constitucioll, y




DE r820 A 18:),3 y DE 1836. l57
por decontado, COH poquisima disciplina. Su ge·
llcral en fi(~fe Cordoya, que, aun despues de ad-
mitida sa dimision, habia permanecido á su frente,
f'sperando la llegada del sucesor, se habia refu-
giado en :Francia por recelo de sus enemigoi poli-
ticos, que acababan de triunfar. La faccion de
Gomez, ,í quien Jos diarios de Madrid se empe-
ñahan en pintar casi del todo destruida y en un
estado lleplora1)le, acababa de dar una señal de
vida y de fuerza, atacando y cogiendo prisionera,
en Jadraque, la columna del brigadier Lopez,
compuesta en su mayor parle de aquellos mismos
batallones que, pocos días antes, habian insul-
tado á la Reyna en la Granja. Era evidente, que
aquella derrota no se habia debido mas que á la
indisciplilla de aquellos infames soldados, cuyo
destino parecía ser unienmente dar dias de luto y
de ignomillia á Ja paf.rin. I~as diyisiolles, que de-
bían formar el ejercito de resena de Aragon, bnjo
las ordenes de los generales Montes y Villaeampo,
se habian disuelto por si solas, y retiradose á sus
casas por su propia autoridad. Solo la columna
malldada por el hrigadier lrriharren habia lo-
grado un cija de triunfo, sorprendiendo y derro-
tam!o In division eadista, que mandaba Iturralde
en N,n arra, euyo ventajoso suceso contuvo tal
yez In disolucion del ejercito del Norte.


Mas en d mismo tiempo, la corte de D. Car-
los ofrecía una esperallza de apoyo, no solo ;Í la




I:»H DE L,\S ItFYOLLfCrOI\'E~ DE n~PAN'\
(~onstitnciol] 11Ucvamente promulaad<l, sino al no·.


" ~
hiel'11o de los Cosacos ó dc los Beduinos, como
dijo Barrio Ayuso, si estos huhieran querido mez-
clarse en nuestros negocios. Pues, cuando pare-
cia natural quc los (fue rodean y dirijen ú est.e
prineipe se hubiesen apresurado ;t ac01lsej:11'1(',
que se mostrad como un iris de paz el] aqnella
desecha tormenta; cuando su intcres y su gloria
le mostraban la ocasion oportuna de hacer ver al
mundo, t[ue sus principios de gobierno eran muy
compatibles con la necesidad de la pa:;" que f'S
el vinculo comun, que hoy mantiene el equilibrio
de la Europa; cuando todas las miradas, de un
lado y otro del Pirineo, esta han fijas sobre las
primeras palabras de la corte de Oüate; cuando,
tal vez, no se esperaba mas que la voz de olvido
y tolerancia, para inundarle de adhesiones, la
corte de D. Carlos lanzó una cspeci4~ de mandalo,
ó pastoral, fecha en Azpeitia, ordellando ums
rogativas puhlicns y secretas, invocando la iuler-
cesion de la Virgen de' los Dolores, para acahal'
de destrui!' el partido Jiheral, tplC sin distincion
algnna s~ designnha como impz'o )fero:;, .Y erzeml:go
de Jesll Cristo. Esta incollSidcrad1 prodneeion
fue lln¡¡ proclama, sino una apologin, de los rc-
,-olucionarios esp;lllO!es, y una respuf'st:1 eoll'> ¡U-
z'cute á cuantos nrgumentos intellte hacerlrs la
hUf'na ff y la logica mas roUlllll y tl'illilda. Si
1f~;nll di:l D. C:\r1os, (.) SIlS SllCPSül'('S, t"s¡wl'illlrn-




DI': ¡,'}:lo .\ 1<')).) Y DE ¡85G. I.i)~)
lal! la s!lcrt¡~ Ú 'JUC tod:1S bs a~!aricncias les dcs-
timm I deben ;Iconlarse (lue la dehen priucip;¡}-
me11tc al decreto real.fim/(ulo en Azpeitia y á
?5 de agosto de 1836, por el pretendiente ii la
corona de H,ljJ{ÚW,]' I'f!fi'endado por su ministro
u/I/vC/'sal D . .Juan Bautista de Erro.


Cuando el lmeyO gobierno de 1\fadricl recibió
este singular documento, HO pudo menos de com-
prender todo el :11('ance de un socorro tan ines-
pCTado, y as! se apresuró ;í pnblicarle en todos
'S liS diarios, como nn topico poderoso para calmar
la a::;w/;¡ st~llsacioll, (Lue (~staban produciendo sus
dcrrot;¡s miliUlres. Ya ll:1da le contuvo para hacer
llevar á efecto el repartimiento tan brutal, como
;:1'11; trario, de los doscientos millones, en que,
m;:s hlcn que una allticipacion, se habia pl'O-
p,l(::sto la l'lIiU:l dc todos los capitalist:1s, (pIe 110
('ran de su p¡n'tido; ya 110 huLo reparo en comu-
¡!ic:lI' las ordenes mas estrechas ;Í las autoridades
civiles, para apoderarse de todas las a h~jas y ,asas
s~'gi':1~los, que las iglesias teniau desti nildos a I (~l1lto;
ya se pusieron en venta á puhlica subasta Jos {'di·
ficios y camp~ll¡as de todos los cmlY:'J)!CS supri-
midos, sin temor del m:11 efecto, (file semejante
medida podia pl'OduC'il' en un pa(~blo gcneral-
:iwnte notallo de mas sllpersticioso que dC\'oto,
por queh Virgen de los Dolores se hahi:1 encar-
'2arlo (le l'l'sponder ~ taks escl'upulos; Y;I, ell fin,




r60 DE LA.S REVOLUCIONES DE RSPAN A


creyó llegado el momento de imponer respeto ;Í
las mismas sociedades secretas y republicanas,
ante las cuales habia quemado el incienso de una
reyolueion.


Todas las juntas insureecionalcs de las provin-
cias, excepto las de Malaga y Granada, se habian
disuelto, y :mn estas mismas ofrecian poco mo-
tivo de temor, ú causa del desconcepto que les
hahia dado, singularmente ~l la primera, su con-
ducta sordida, feroz y desorganizadora. Uno de
sus primeros pasos habia sido dar suel ta , y armar
los presidarios de aquel puerto, por medio de los
cuales sostuvieron 3lgull tiemr.o las pretensiones
de los demagógos granadinos, hasta que unos y
otros fueron presa de los carlistas, ó mas bien de
su propia indisciplina, como diremos mas ade-
lante. Pero el ministerio tenia dentro de Madrid
otros enemigos mas osados, por lo mismo que
estaban mas ocultos. La sociedad de los comune-
ros habia vuelto 11 insLalarse bajo la direccion de
un D. Lorenzo Calvo de Rozas, antiguo corifpo
de cualquier partido que pudiese conducirle al
ministerio dc hacienda, ultimo y unico ohjeto
de su ambicion liberalesca; y con el rcnacimiellto
de la sociedad, habian vuelto 11 despertarse sus
antiguas riyalidades con los francmasones. Su
programa, tal ctial puede inferirsc de su mal com-
hinadas maniobras, consistia en una especie de




republica fcderat¡'~l, cuyo centru direclol' habia
rle quedar anexo ;í la junta de sus principales
miembros,:í que parece dan el titulo defol'laleza
sllblúne>' mas en sustancia, el fin pril1ci pal era
dominar :í todo gohicrno establecido, por medio
de sus numerosos afiliados, A esta sociedad se ase-
D1('jaban en el fin, ya que difiriesen en los me-
dios, otras yarias que, con los nombres de isa-
!)elinos, federalistas, carbouaros, jO\en Italia,
joyen Espafla, y otras mil denominaciolles, mi-
nahan la seguridad publica, y eran una traha per-
petua ;Í todo gohierno, que no sacrificase :í cada
una de ellas todos los destinos, Esta condicion
era ya imposilJle de cumplirse por parte de los nue-
YOS ministros, que los hahiall ido repartiendo
IOn tl'e los (lll(~ lcs hahian ayudado á serlo; y de
ahi provino la casi simultauea amenaza de guerra,
que le hicieron los periodicos, que scnian de 01'-
~<lno :í ca(la una de las dichas sociedades. La Le.r)
(Iue siempre fue un periotlico emincntementp.
liberal, y tal! juicioso como bien razonado, habi<l
cesado su puhlicacion, y este silencio era una ta-
cita confesioll dp. que ya los males de Espafla no
podian corregirse con la pluma, sino con la es-
pada. Rt E\pat-lOl, que, ,í escepcion de muy po-
(;05 di<ls, habia hecho alltes, P, hizo despues, una
nohle oposicion ;Í los errores ministeriales, fue
(el primpl'o, (PW mereció las iras del gabinete, pOl"
1m articulo ell que se aLl'c,íc) ;í rlf'f'ir la \f'J'dad él


Jr. 1 J




(l~lJell 110 ({1H'I'i,. oida (1) 1''' Patriota >' el ('as
lel1ano, r,z Fr'() del Comercio. todos los perio-
"jeos I,JI fin> IllPIlOS l({ Revista, cuyo caracter
!'selll~J;d e,~ 110 lelHT nillguno, insinuaron con
bastante claridad, al ministerio, que estaban de-
cididos, bil'l1 ;Í pesar suvo, ;¡ hacerle 11na ,iaorofia


J "


oposicioll, si 110 continuaba marchalldo por las
vias del progreso . .Esta era la palahra enigmatica,
allte cuya solncion hahian perecido todos los mi-
nisterios anteriores, y debe perecer el de Cala-
trava, y cuantos á el se sigan, porque ni en Es-
paña, ni en Francia) ni en ninguna part(~: se han
tomado el trabajo (le- definirla los ,[He b apoyan
11 i los (iue la combat('j). Es un renwdo de a(juella
union hipostútica, por cuya illteligencia sacriJi-
caron (:n alglll1 tiempo los hombres Sl1 libertad,
su independencia) su vida matel'ird .Y poJitica,
El progrr'so cs una idea ele rdaeio!], (Iue indica el
camino j IS espacio, (lile se recorre hacia el fin
qne se propuso al principio andar, Asi, el qne
tienp., por p.jemplo, deseos de subir á una alta
torre, c<lda (~scaJon que yenec ps un progreso,
[lue ha hecho para Ikgar á m fin. 1ln joyen po-
dd subir los hanzos de dos en dos, ó de tres en
tres; UII anciano had mucho ('11 snhi ..Jos uno á
uno, tomando algun descanso dp. ralo ('11 rato;


(1) Este articulo ele la J7 n'dad file inserto ('11 el ¡:,rpañoé
,lpl:10 <k ¡l~'o,to de t83(i.




(j 1: ¡'i '.'" \ I ,c.; ',í ) Il F. 1 ~ y; ; (i-:;
,¡na dehilmugn !OIll:II';í hs mlsm;¡" pJ'ecaueion('~,
¡fue nu anciano; 1Il1 11iüo ir;] :lhallzando eomo
pneda dc cscaloll ('Il ('5(',11011, Y YcnCf'J'a hs din-
,'tdt;lC!es con propon'ion :í SllS fuerzas : pero 1,1
"iúo, ;"]si como el auci,lllO y d jov(~n , habl'Ftn bc-
dIo pl'ogl'f'SOS .Y S(' h,br:¡n :1ciCl'cado mas ó menos
,¡/ objeto C[nc sc propusif'roll. :\bs si el anciano,
la muger y el niño, PO!' imitar ,::1 I'ohusto .ioy(~lI,
;lceleran su marcha, sin consultar la debilidad de
sus fuerzas, /. se rendirán n1 c:lllsancio, rí C:H~,;'t1l
,;d H~Z ¡wsta el pllnto de dOIl(h~ salieron, pel.'-
di('J](!o ell nn illslallU' d frtüo dri progreso de
muchas horas. 1,:1 tOl'l'e, :í qlle los EspaflOles ca-
minan es 1'1 orden {f'f!.'al, lbmado pOI' otro llom-
/')'1', y COll menos C"X~H'litlld, la Jibertacl civil y
politic;"]; sus C'ó,",!()llC'; ~OJl hs reformas, que n:1-
die sino In,; imé)l'IH),'ntc:" ([Hiere ni Pllede VCIl-, ,
j'j'r;[ saltos; y b dif">I'CIlC¡;¡ el,' í'rladcs representa
h. difeJ'Cnt(' sitn;¡cíolJ mor,;! de la Espa!};) respeclo
: jI' 01 ra~ nací Ol1CS , c) dI' (·lIa ]]1 isma n'sJv'clü á otl';¡S
f'POC;¡S, p;:l';¡ \('I]('f'1' las dific¡¡J¡;¡dc6, que 'a C1I-
"Olltrando ('11 sn maj'(·!la. }';K'il seria, Ú (lllisiesi'-
illOS, iJHlical' y ¡J('HlosLrrll' cllal ministerio, d(' io,s


, .'


,íneo (ple St' h;¡ll sllcedido despues de la 1111H'1'1('
dí' Fernando VII, ha ¡Hcllo mas sensihlcs progn'-
,()~ hacia el onkll le!,::!, (1lH' piele y lHj('.'~il;1 la


,> ,1


parte pcnsadOt'a d(' Lis ESp:tIIO!¡'S; ¡)(,1'O !JO ill!I'1l
tamo;, sus('itar I'i\alidad(~ .. , ui dd ... illlpr¡!'t;iI' gl ;111
,'osa) que s('~rpa llw'sl ro ,{'JI! ir ('11 (,.,ta rH)I~m i':1,




¡()4 DE I.\~ HFVOLIJCIIlNES nE ESP.\NA


Baste saber (PW los qlle invocan p(']'petllarn(~I\!c
la necesidad del progreso, sin precisar d termino
donde han de hacer alto, dan fuertes sosppdw,
de que el unico fin, que se propollell es obteller
alguna co]ocacion, con que progresen ellos mis-
mos; y estos son siempre los enemigos mn~ f(l]'-
mida})les para los ministros.


En medio de tantos anulIcios de una tempe,;-
1:1(1, cuando 110 de una derrota inmediata, c·j
nuevo ministerio recihi(') una señal d(~ vida eOIl el
;ll1uncio dd nombramiellto de un cmhajadol' fran
CI~S en Madrid. Esta Iloticia ~ol'pr(,\ldi{í general-
mente, y dehia sorprender, tanto ;í los amigo,"
como ;í los ('uemigos del lluevo orden (le COS;IS
Cotejado pste acto de consentimiento, de parh'
J(~I gahillett~ francés, con la repcn tina disolucioll
de las legioncs destilladas ;\ l'/íopcrar en Espafla o
Pllvoh ia una c;,pecic de cOllfl'adiccioll aparcntc ,
(Iue cada Hno procuraba interpretar segun SU~
disposiciones íntcriorf's, ú su modo de ver en po-
I ¡tica. Los unos afcc\.ahall mirar este paso, como
llll solemne reconocimiento de la revolucioll ,k
la Granja; los otros, como una muestra poco di·
simulada de los temores, (lUC iJlspiraha la situaciol/
personal de la Reyna, :í cuyo lado sc~ enviaha 1111:1
especie de escudo, ante el cllal, como represell
ranle del poder dp la YraIH·ía, ¡¡(·bíall pstrellal',"(~
bs m;:qninaciollcs de los mahados; algunos (PW-
riall vcr CIl el IlB artificio para comullicar;,\: din',·




nE j,')'W \ ,¡oh') y DE 1836. ü;S
I ;\Inclltc el gabinct.p fl'and!- COlI la Reyna , ~ill la
pal'licipaclOu de los ministl'os, aproYf~chandos('
del pl'i,¡lq3io, (file tienell los embajadores, sobre
los simples ministros plenipotenciarios, de pedir
:11ldiencia y penetrar á la real ca mara , sin ponerse
antes de acuPl'do eOIl el secl'etariode estado; y
110 fa luí quien cl'cyesc, y propalase, que cste era
lIU nuevo arliGcio para concerlarse con la Reyna ,
explorar su voluutacl, y preparar una llUCya res-
tauracíon : i t~lIlta es la injusticia con que, en lo
gelleral, ha sido mirada la política fi'ancesa res-
pecto de ]a EspafIa !


Sin embargo, no puede menos de decirse, en
ohsequio de la verdad, que no fue la prensa es-
paflOla, quien sirvió de eco á est.as infundadas su-
posiciones, sino los pcriodicos ingleses. Estos, de
cualquiera opillion (IUC sean, no perdonan jamas
¡ (luicn, de una manera ó de otra, fundada ó
110 fundadamentc, recelan que puede peljudicar
;í los intereses materiales de su país. Los tories
como los whigs, los radicales como los conser-
\adores, todos son Ingleses antes que todo, y esta
hellisima cualidad, digna de elogio y de envidia,
f:'~ lastima qnc algunas veces les haga ser injustos
con Jos tIernas. La nueva revolucion de España,
rntrc los infinitos males á que espuso la libertad
del país, ofrecia á la Inglaterra y ,í su comercio
1111 mercado exclusinl, licito é i¡ícito, donde V3-
,'ial' sus inmensos alrnac(~l1es de todos los articu-




jos, principiando pOl' las armas, y couduyeuclu
hasta ('011 las piezas mas usuales dd ,estuario de
milit.ares } paisanos. La latitud de sus le'y('~
maritimas, y mas ({lIC to(lo, esta costumhre
cOIlwl'cial, que es alli ulla st'gnllda natul'alCZil,
les hace no confutldir jamas la cucstioll de ga-
nancia con la cucstion politica; j' asi les ('S imli-
ferente (Iue los productos de sus fahricas se ill-
fiel'tau eu el triunfo de la 11eyna ó en el de su
competidor. La sola diferencia en esta clase de
contratos se mide por la mayor () nWIlOI' proba,
bilidad del pago de sus suministros. A V. Carlos,
por ejemplo, no se le pllc(k \ellde!' m.as <'jUC ai
contado, pOl'llue, uua vez expelido del territorio,
110 le (luedaria ninguna hipoteca, que rl'spondiese
del pago. A la Rej'lla , pOi' ti contrario, (í ;l sus
ministros, se les ofrecen todas las (;¡ci I ichdes )
termiuos imagillaJ,les, porque, a1ilHluC uua des-
gracia illesperada la hic¡ese perder el trono,
siempre quedaría responsahle la llacioll , Cll CIIY(I
nombre se habrían hecho todas las especulaciollC"',
Agregandose éí esto la rebaja dc aranceles obLelli-
dos de las juntas rebeldes, la facilidad dd cO!ltra-
bando, bajo pretesto <le: slil'tido~ para la Ic~iol!
inglesa, y sobre todo, la poca cscl'up\llo~id;¡d el,
el ministro Mendizahal, para Linu;u' cuallto!> 1ra ..
L¡c!os se quieran, con tal de :¡s,:gm'a¡' ;df;Ull:l ai!'"
ticipacion, para i t' saliendo acldail te, sr: \ (;I':í ;
donde suben los pl'oyechos que la J ngbtel'l'a ~;\I




DE J<':):¿U ." 1025 Y UE r85G. ¡(jI
hace tres años de la guerra civil cspafiola. Todas
las ligeras perdidas que hayan podido ocasionar á
sus habitantes, como ú las del resto de Europa,
las dos hancarrotas de ToreHo y Mendizabal, eH
la disminucion de los valores españoles, son Ulla
gota de agu;l, comparadas con las inmensas gauall-
cias de Sil comercio y de sus f~lhricas. El que se
tomase la molestia de hacer uu calcnlo aproxi-
mado de estas sumas, haria uu gran servicio ú la
nacioll, pr.~selltaudola uu cuadro de los males,
que la ocasionau sus disturbios iUieriores, al paso
que serviria de balauza para pesar la uatm'aleza
de las verdaderas simpatías, (Iue inspirarnos.


Ahora hien, la prensa inglesa, tIlle tanto se 1Ia
opuesto iL la simple idea de interveueioll de pad('
de la FI'aucia, ellla epoca en que esta illtencm:ioll
hubiera cerrado la ruilla de la guerra ci vil, desn ttí
su col era y atropelló todos termillos del decoro,
luego fIne supo la disolucioll de las li'giollcs fran-
cesas, <{ue se preparaban eH la frontera. AlIi fue
el acusar al gabinete, de que se substraÍa;í los com-
promisos tomados en el tratado de la cuadrupIe
alianza: alli el suponer <jll!~ se bahia dado onIcu
para repasar la ji'outera iL los ~tI'gdinos, tIue Sl~
estahall hatiendo (~Il Na~al'\'a : alli d ilnelltal' ~(~­
(Teto" tratados COII O. Cados para colocar/.; ell (~I
trono medianle el matrimonio de Sll primogeuÍtv
nm la reylla Isabel: ;1I1i pOI' Gu subil' hast:l hs
IIl1be.~ lo.s ;Hlxilios de ;II'm;", y IlIlII1H'hm:'.i n;;¡ q:l'




abiertamente se socorria :í sus partidarios. hu to-
das estas calumnios;¡;; aserciones 110 h;¡hia mas quc
tres cosas ciertas : la primera, q!le se habian di-
suelto cfeeti'iamentc las legiones auxiliadoras, de
resultas del nuevo aspecto, que ofi'ccia la recietlte
insurreceion militar de la Granja: la segunda,
(lue el gobierno francés habia tenido que ceder ú
las justísímas (luejas de los labradores y traficantes
de los departementos fronterizos, que cstahall a1'-
ruinandose con la prohibicíon antilegal de no
poder vender sus fl'utos y los objetos de primera
necesidad, que no tuyiesen relacion illmediata con
la guerra, [1 los EspaflOles ; tercera, que los In-
gleses sentian en el alma nO ser los unicos :í surtil'
todos y cada uno de los puntos de la Península
española. En realidad, la segunda de estas mcrli-
das, esto es, el permiso para vender '\ i \ (,l'C~ ;í los
carlistas, les fue il estos de gl'iltldisillla utilidad
durante los meses mayores, tlllC precedieron ,t la
cosecha de I 836; pero 110 podia tampoco el go-
bierno francés prolongar por mas tiempo los ~u­
frimientos y ruina de sus snhrlitos por una causa,
que alUlllue agradable y conveniente;; tiU politica,
al fin uo era suya propia (1). Todas las rlemas


(1) Sin embargo, esta prohibicirlll 1.;1 sidu renuvada ¡W1
,lccrdo de 20 de enero de 1 S~i, y'" muy ,illglllal' (¡ue en
el tiempo en que ma, ,e grita}J" cOllll'a el go]¡icmo ¡"anclo"
pO]'((llf; toleraba '[lle se llev ",e1l ~'ivercs ú los c¡lr]i,la" se e,,-
laha (1I'1'milít'/1d" 1'/1 San Sr'),"._lian :i UIl 1'111 [> 1'1" '''1'i" ,'Iue c--




DE I <'\:W A r 8?!) y IJE J tl3(J. ¡(l9
,¡legaciolles JlO ~olo el'all injustas, porque erall
notoriamente falsas, sitIO que recordaban el ver-
"onzos() contraste entre los servicios que estaba n
prestando la legioll francesa y la nulidad dc los
(iGe lwhia prestado la inglesa. El verdadero carac-
tel' de la politica francesa en aCluel tiempo , fue,
como ya hemos dicho, una politica espectante,
es decir, ulla illtencion sincera de cumplir el
tratado de la cuadruple alianza, pero no mas que
cumplirle, no exagerarle. El que quiera léer sin
pl'eVenCioll este tratado, no hallad. ciertamente en
el uinguua clausula, que diga relacion con uua
intervencion ni ccíoperacion armada, sino la obli-
gacion de guardar las fronteras y prestar un in-
menso apoyo moral á la causa de la Reyua. No
creemos C(púvocarnos dicieudo que hubo tiempo,
l~Jl que la }'rallcia huhiera estado dispuesta á inter-
\ enir con todas las fuerzas necesarias, sino lo hu-
biera resistido la Inglaterra y cl intempestivo
orgullo del gobierno espaiíol. Pero todas nuestras
esperanzas decayeron desde flue oímos aquel de-
lirar de nuestros ministros y diputados en un
tiempo, eH (lile solo ellos podian cegarse sobre su


t rajc,c para ellos llIuchos ccnlcll<ll'cs de quintales de bacalao.
lle sllel'lc, (IU(' mienlras ;c vijilaha csernpulosamcnte en las
puerta, ,le a(ludla ciudad, par;l que Ilingun particular sacaSl
IIna pescada Si1lllil'ra, 'Ille pudi('se ir ú parar:í los facciosos, sa-
ban carrus Clllcros I':lrgatlos dI' ('sta lll!'\'can('ia,I'UIl su papel!',,,
ml'ri~lIk del cmprcs;lri". A.si SOJl los jniciu,; .1(' lo" hUlllbre,




170 DIo LAS HEVOLUCIOi'dc:-; DE E~I'.\l\A


absoluta impotel1cia. Culpellsc pUl'" ;í si mismos y;,
su necia vanidad los tIlle tallta damol'{~all COll I !'a el
espíritu del gabinete fl'ands, y sepall fllle la c:lsi
totalidad de los Españoles, menos los carlistas, á
nadie echal'á en cara Jos infinitos males (Iue estú
sufriendo, sino á los baladrones, (lHe por conse\'-
Yal' Ó adquirir ulla popularidad, que no IIH,TeCCn,
desechaban un auxilio, (luPo nadie les o~]'eeia.l¡¡tell·
tal' despues de eso, que la Francia cóopcrase exclu-
sivamente ('~ll favor de los l'c',olncion<ll'ios d(~ b
Granja, cmmdo no lo hahia hecho p;Jl'a el tl'iilllfo
del estatuto, es conocer muy poco los illt!'reses
de toda Europa, que cada dia mira cün mayOl'
inquietud esa tendencia desorganizadora, flue se
bautiza con el nombre de movimiento. Nosot¡·os
esperamos con confianza, que no I'st:í lejüs el di:l,
en ({ue desengaflados Jüs que inHuycl1 eH Jos desti-
nos de la España de la inutiIiebd de buscaI' sirnp:,-
tias en los delirios, acudirán ,,1 ycrdadcro camillo
de forzar la eóoperacion de sus amigos por medio
de un prudente retroceso hacia las ideas conSCi'V<l-
doras, que son las verdaderamente ~_ocial(~s. P;TO
mientras que el trono y la eOllstitucioll mOllar-
quica de nuestro pai~i nü tengall otras raicf's lpl\
las bayonetas de lillOS solrhdos y la arnhiciu/l d,-
[as socit>dades secretas, Iladi,~ qUCl'l'~ illtCl'\'eHil
ell nuestro fayo]' , sino el que ('11 dIo ell"llCI:tn


. .


'u propIO negoclO.
nl!';1 (k hs tlolin;l'i ('oll·,ohdol"a~. <Jitl' recibi,




,lE 1.'l:W .\ Itb~; \ IH, [83t;, J';!
d ministerio de i\hdl'id file b re,olucion de Lis·
hoa, cj::cutada el dia diez de setiemhre casi en los
mismos tCI'minos (fne la de la Grallja : es decir,
(¡ue era una imitacion perfecta de ella, y que re-
veJaba el mismo Ol'igell y dirccciOlI.La ullica
diferellcia sustancial que debemos observar eu
elb, consiste ell que el! esta ultima el cuerpo di-
plornatico, menos d ministro español, protest(,
contra la violencia ejercida con la Reylla y su es-
poso, mientras que eu España no se veriticó otl'a
protesta, que la salida de los ministros de Austl'ia,
Pru,sia y NapoJes, pero en cambio se dieron mu-
chas y poeo dudosas señales de aprohaciGlI de
parte de algun cllyiado de primer orden; las causas
de esta anomalia 110 serian dificilcs de esp'iear,
por poco fIlie se qllisics(:ll recordar los efecto~
inmediatos, quc produjo la l'estauracioll de la mis-
ma constitucioll el "fIo de J 8'.w el! España y ell
POI'tugal, respecto de sus relacioues comerciale,.
COI! la Inglaterra; pero como esta aualisis !lOS
distraeria algulI Lanto de nuestro principal ohjeto
y alargaria demasiado este escdto, llO~ limi¡arc-
mos ;í indicada ('ll mas oportuno fuga]', Súlo
cOllsiguan:rr:os como 1111 hecho f('cundo cu p:-
flf:xiolH's y la: \í:Z en COllSCClltilCias, (lIJe d gaJli-
ikk inglés di(J selwles dt' "probaciou dd tc,;¡UI;¡-
micuto (!c la GI';m)';¡ y dc dipusto dd de Lisbu;,


• ::l


1"11' Illí'dio de sus 1'í':,/H:c1 i, os ministro:, ('1: ;llI1b",
i'1)rl\'", :,ill ('liIh;lI"go Ik ¡1:alWI :,ido íd,'II!Wd '"




172 DE LI.S ¡,E\'nLlIClOl'IES DE ESPAi\A


naturaleza, el ¡¡ti y aun el modo de e.icclllal'~(·
UBa y otra.


:Mas estas ventajas esteriorcs en nada ml'joJ'ahau
la situacioll interior, (.fue cada día se prcselltaha
bajo un aspecto mas somhrío) y hacia temer
un resultado mas que dudoso. 3Iientras que ya
en las calles de Madrid se oian algUllos f,l'¡ tos
aislados de vúJas á la republica) ({ue afortunada-
mente no hallaron el ceo que ellos huscaban, y


, mientras que la junta de Malaga estaha danrlo el
ultimo golpe ~.( los recursos de la admillistracíon
y de la industria nacional, vendiendo /¡ mas hiell
mal baratando el derecho de clItrada 1ibl'e tk los
algodones ingleses por espacio de 30 clias, Gomel.
verificaba su l'euniol1 con las columnas de Ca-
brera, Quilez, Serrador y Esperanza en la pro-
"incia de eUellCa, formando entre todos Hna
fuerza muy superior ú la que podía oponerles
uinguno de los cuerpos nacionales. La Catalnl1;¡
volvía á dar grandes motivos de inqnietud con la
llegada del general carlista J\1aroto, de (luicn se
suponia, que podia dar unidad á las numerosas
handas que recorrian el principado, y el coronel
Huil acababa de sufrir en Valencia una derrota
muy semejante á la del brigadier Lopez. Todo 10
cual decidió por fin la salida de Rodil de )Jadrid,
l'et:lI'dada hasta entonces por falla de fOl1do~. Esta
,,,Iida coiucidi,) !'Oll una de aquellas Yelllajn:, in--
{',¡wrad;,~, (PW .'lldcll de \I'i', ('11 cuando eamhiar




DE 1,'120 ~ ¡fl?3 y m, 1836. 17 5
tll~Lallt;¡lI('aml~llf.(' el aspecto dc los negocios pu-
bl ieos, cuallllo parecian cstar mas desesperados.
La ,il/a de Itequcna llabia rcsistido con heroici-
dad:í un ligero ataque, ([UC las pal'tidas de Gornez
y de Cahrera le dieron eL dia 13 de aquel mes (se-
tiembre) : }' decimos con heroicidad, porque
aUtlliue es Ulla \'illa de diez :í once mil almas y
eel'cada de HU alltigllo muro, tI~nja poquisima
~uarnieion comparada C0J1 clnumero de Jos que
venían tÍ comhatirla, y no hubiera sido estraüo
(/lle les ahriesen sus puertas, cuando taBLas otras
capitales de proyincias, (¡ne tenían mas medios pa-
ra defellderse, no se habian atrevido él hacerlo.
Sorprendió tallto mas esLa dcfensa en Madrid,
/'llanto :dgUlws horas anles se habia publicado su
"Iltrega COll algullos detalles muy circunstan-
ciado,;.


lJ oc05 di;¡s dcspucs, el :lO del mismo mes, la
di,ision dc Ahix, que en el fondo era la misma
mil ([ue Espartero habia salido cn persecuciou
de Gomez, le alcanzó en VillnlTobledo y por
IHI brillante ata{lue del escuadron de husares de
la princesa, mandados pUl' su bizarro coronel
D. Diego dc LcolJ, cousiguió desalojarle del pueblo
y hacerJ(~ IIlJ millar de prisioneros. Bajo estos
bl'iUallt<~s auspicios s(~ verificaba la salida del ge-
lIeral miJlistl'O dI: la fjllf'lTa marques de Rodil ,
(rUíell CII lugar dc dirijil'sl' con sus ocho hatallones
I'apidamcute ,-¡obre el l'lIeI1l1~O, ;í quiell h victo-




'7:, nE \, b :; EVOI.I elfo;\ ES IlF E:'l'.' " \
¡-in pl'ineipiabn ;í ,ohel' las rspalda:-., se filC IllII.'
tÍ;ospacio ~; Guadabjara y desdp alli :.í BUClldi;l,
desde donde el ?5 de setiemhre :lnlll1ei6 COll
gr~lll cnf[lsis al sellO]' \1 cndiznha!, 'fue habia
I!wxbdo de lntC!-lllO !~1I el ministcl'io d(~ la gll~;l'­
ra, (Iue pcnsaba situarsr (:n Uw'k'. Tkstk t:S!;l
posicioll, drcia, cu!wü :í Madrid, Toledu y CHell-
en, y 01l:;C1'\0 iodo enal1[o puroe ocurrir sobrc
ia orilla izquierda dd Ehro. Con esta mira estoy
('n cOJIlnnicacion con las brigadas de Nanarz,
San Miguel y Alaix, desemhaJ:¡zalldo {¡ este lI!li-
mo del cuidado de los pl'islollcros de Yillal'l'o-
bledo, si es que ya no los 11:1 cutl'q:;;¡do á los eo-
mandalltes generales de las prm ¡neias de Toledo,
Ciudad real ó Albaccte. Por lo dCillas, añadía,
ya he (indo 1111 ,islazo ..,ohre \':-.tas tropas, qnf' por
un efecto ¡ne, it;¡hle de bs circullstancias se kl-
hian imlisciplinado, y cs10y sf:gm'o di' que COIl
ellas podré hacer frente ;Í los clH:migos, cual-
(púera que sea su fuerza numcrica. Era mel1cs!é']'
mucho conocimiento de las personas oí qui(~Hes
se escribian estas cosas para atreverse ;1 firmar HU
conjunto tal de desatinos. Ohservar rI~~sdc 1\llcn-
dia 6 desde Huete, en el centro de la EspZllla, lo
<lile podia ocurrir dd otro hrlo del Ebro, pH('~
t'sa es la orilla iZ(luicrd3, era tan imposible, co-
m,) cubrir :\ Madl'id, TolPdo y CI(('llea COIl ocho
hatallones de gellte ilJ(ljscip!illada y <[ue acahah::.
.le dar rrulisim(\~ ei(,l1lp¡o~ ('11 los pw:hlos; donde




;whia permallecido. ltodil e:':: muy hombre para
hacerse tales ilusiones y para imaginar que cnanto
alcanza su ,ista sobre el mapa, lo yen tambien Sil.'"'
ojos sohl'(~ ('1 pais.


Pel'() lo Wl(: mas l'Olltrilmia ú confundir, eH
, 1


,HIucHos di;IS, los calculas (k iodos, asi en l\Ia-
rkid, como en tocio el reino, era ver los apuros
en qnc tanto Alaix, como Roclil, se hallaban con
la novedad de los prisioneros, sin hahlal' de otra
cosa, ) sin encontrar otra disculpa á la estraíía
p:ll'aliz:wion de S1.W movi.mientos. Alaix parecía
cl:nado en \'ilbnohledo, y Rodil en Huete, mien-
tras ¡pe Gonwz paseaha :í su sabor las mejores
poblaciollcs de la Maucha , y amenazaba pl~netrar
(:11 Andalucia. Ya entonces debi(í conocer Rodil
líUC (;0 le era [;¡eil obscnar, COIl sus ocho batal-
loues, hs orilbs del Ehro y las del Guadalqui-
,ir; pOI' lo que se dccidifí ('11 el gabinete lbr
el mando en gcfc de! cjcrcíto del Norte á D. Bal-
Jomrl'O :Espartero, y á llodil el de otro ejercito,
fjUe, con la dcnominacÍon del Centro, se hahia
de formar en Alcalú, )' (¡ue, como otras muchas
cosas, se qnedt'. en fillerO proyecto y noticia de
g;¡ceta.


Cada dia que am;:mecia, en las primf'ras sema-
I1:JS dd mes de octuhre, I:rahia nuevas lIoti{~i<lS,
la una m:1S illfausta que la otra, de los progresos
de las marchas de GODWZ. Ya tOth la Alldalucia
f~staha dcchJ'ada ('11 estado de .-itio, lo cual eqlli,




17Ci nE I,,\S n EVOLlICION1':S PE E::iP \:\ ,,"


valia á decir, (iue el f'l1cmigo hnbia penetrado ('H
e1ln, y que todas sus pl'oyincias podian ser ima-
didas de un momento á otro. Su entrndn en Eny-
ien, en Eaeza, en Ubeda y en Audnjar, no solo
indicaba poco recelo de las co)nmnns que ibnn en
su alcallce, sino lo que rs peor, que contaba con
las simpatías de los hahitantes, en el llUevo país,
que iha el recorrer. El capitan general de SeyiJ1a,
Espinosa, se apresuraba ;Í reunir todas las fuer-
zas disponibles y guardias nacionales, coulas que
se acantonaba y fortifleaha en Carmoua y Fuen-
tes de la Campana, ;Í mas de treinta leguas dd
enemigo. Quiroga se daha prisa á provéer la Al-
hamhra de galleta, harina y carnes sa ladas, pnra
refugiarse alli, en caso de (IUC Gomez se hiciese
duc~io de la ciudad de Granada. La unica cspc-
raw"a que tenian los patriotas, consistía en que la
resistencia de la ciudad de: Cordoha podría dar
tiempo, á que se adelantasen las columnas deAlaix
y Rodil, que todavia penetrahan con recelo por
los pneblos de la provincia de Jaen, y aun el ul-
timo no habia salido de la lle Toledo; pero esta
esperanza decayó repentinamente, al saberse la
ocupacion de aquella populosa capital. Eu ella se
habian reunido, es verdad, tres milllaciollales y
doscientos caballos, con animo de hacerse fuertes
pn los edificios de la ilHluisicioll y colegio de San
Pelagiu; pero el populacho ahricí las puertas ;1 los
im asores, y todos aqurlJos valientes cayeron eu




DE I8~o A IH25 Y DE [836. 177
poder del vencedor. :El terror enLonces llegó a
hacerse general en toaa España, 110 solo por la
enormidad del suceso, sino todavia mas por la
cOlIsideracion de los recursos en armas, muni-
ciones, cahallos, voluntarios y dinero, que debian
ser el fruto de una cmpresa tan ati'evida. La An-
dalueia, que hasta entonces hahia pasado en los
diarios por ser una poblacion generalmente lihe-
ral, daha muestras poco equivocas de que, como
todo el resto de la España, lo unico que deseaba
era el reposo, cualquiera que fuese la mano que
se 10 proporcionara. Una semana entp.ra perma-
llcci6 Gomez, siendo soherano dueño de aquella
gran ciudad, donde si hien pudieron cometerse
algunos excesos inevitables en tales casos, y sohre
lodo hastantes exacciones de cauda,les publicas,
no se puede rehl1s;¡r á esie caudillo la merecida
gloria de haher mostrado nna moderacion y tole-
rancia tanto mas admirahles, cuanto tenia pocos
fjemplos que imitar, ni entre los suyos, ni entre
sus adversarios. Entre los muchos prisioneros, que
tUYO la fortuna de hacer en esta v otras muchas oc-


.


casiolles,hahia nombres capaces de despertarresen-
timielltos eH un;) alma menos generosa que la suya,
J estosresentimientos hulúeran podido aumentarse
con la muerte dada al gefe de la caballeria Villalo-
has; pero no solo llO los escuchó, y trató á todos el-
los con la posihle humanidad, sino que acabó por
(Jades lihertad, 6 mas bien por f:¡cilitar que ellos


II. 12




1",8 HE L\~ HEVOI.OCIONES DE Ef;P\:\\
/


mismos S~ la tomasen. Queremos hacer esta jus-
ticia <Í D. Miguel Gomez, por lo mismo qne son
tan pocos los que le han precedido} ni imitado,
en todo el trascurso de la guerra civil, y pOrt[lle
el espíritu d.e partido, eSprtcs;1c/O en la prensa de
:Madrid, se aceleró ;; calumni:u'lc, pllhlicalldo que
habia quitarlo inhumanamcnte b vida ;í Jos prin-
cipales patriotas que hahiall caido en sus mano~;,
lo cual equivalia á confesar (Iue esta era la con-
ducta, que ellos habrian ohsenarlo en igual caso.


A todo esto, la Gaceta (~flci((l gllardaha un
profundo silencio, ó solo le rompia para publicar
los partes mas insignificantes de algullos gefes po-
liticos) ó comandantes de fuerLes, que habian
puesto en derrota alguna partida ele diez homhres,
ó con pomposas descripr.ioncs de planes estl'ate-
gicos, que el general Rodil se entretenia en estcn-
del' 11. sus sola~ en su cuartel general de Orgaz, en
la provincia de Toledo. El ministerio amonto-
naba decretos sobre decretos, saqueaha las igle-
sias bajo pretesto de evitar que las saque;¡s(~n
otros, y creaba un ejercito de empleados de ha-
cienda, qne asi podian contrihuir ;í la termina-
cion de la guerra, como las paralelas de Rodil. La
entrada de los carlistas en Cordoha hahia encon-
trado simpatias en otros pueblos de la pro\" ineia,
como Palma del Rio, Prirgo, Rute, Cal'cabuey y
lkena, que proclamaron ú Carlos V. Otra cons-
pil'acion del mismo genero se aí'ahaha de descu-




DE 1820 A J~h?í Y DE 1836. 179
hrll' en Almuüccar, prOyillCia de Granada, y en
el arrahal dc Seyilla, llamado Triana, se notaban
ya silltoma:i de UJla inquietud amenazadora.


P;¡ra hacer este cuadro todayia mas aflictivo,
~c snpó e;lsi al mismo tiempo (Jlle una parte de
la diYi~i()1l de Gomtz, salida de Cordoba con di-
l'cccioll <Í Granada, habia hastado para destrozar,
en Baeua, la co[mmw rcyoltosa dc !ajunta insur-
reccional de Mabga, al mando de Escabnte;
~iClldo lo mas sensible, que en ella hahían sido
¡ncorponubs algunas tropJs de la capitania ge-
lH~I";:1 de GraDada, donde mandaba Quiroga. Du-
rante esta rapida espcdicioll, la ciudad de Cor-
,loba habia quedado entregada ;Í si misma, y sin
otro gobierno flne el que la sensatez de sus ve-
cinos encontró, y encontrarán siempre las po-
blaciones de Espalia, eH su ;¡dmirable sistema
municipal. El mismo grfc politico tuvo que salir
en busca de Alaix, para esponerlc la situacion
del pueblo, y tratar del callge de prisioneroi>,
despues de nombrar una junta de seis persollas,
que cuidasen en su ausencia del despacho de los
negocios. Alaix le contestó, con una arrogancia
hien ilJoportulla en su posicion, que tria á res-
catarlos á tiros, )" /lO por can¡;e; ¡tanto habia
trastornado la ca}¡cza del pobre caballero el su-
ceso de Villarrohlcdo, en que 110 hahia tenido
otra parte que la de saberle inutilizar! Por fin,
¡) cdho .1" !lidIOS sir!r dias. s,di/. Gornez para




I(',O D1-: L·\S REVOLUC(ONES DE ESP.\N:\


JIontilla, desde cuyo punto amenazaba caer sobre
Sevilla, sobre Granada () sohre Estremadura. En
cada una de estas tres proYIncias, se le e:iPeraba
y se le temia, .y se desconfiaha d(~ poder resistirle.
Alaix entró en Conloba pocos momentos despues
de la salida de Gomcz, y lejos de seguir sns pa-
sos, que neccsal'iamente dehian ser leutos, Ile-


'vando consigo tantos prisioneros y un inmenso
botin, solo parece que se ocupó en formar un
contraste harto vergonzoso entre la conducta de
su tropa y la (lue hahiall seguido aquellas, á quie-
nes llamaban facciosas. Espinosa y Butron llega-
ron á Cordoha el 1 /~ de ocLnhl'e, siete dias des-
pues de la salida de Gomez , para reunirse con la
diyisioll de Alaix, y ohrar COIl mas inmediacion
y concierto) (hnclo tiempo ;Í (1ue el ministro de
la guerra Rodil flles(' echando sus linras, y {or-
mase una red de dOlHlc, cn su concepto, no podia
escapar HU solo homhrc de toda la gabilla de Go-
mcz. Mas el gohierno, y la opinion puhli~a de
Madrid, prillcipiahan ¡l apreciar en sn justo yalor
este ch:lrlatanismo matematieo militar, y tomó
el primero otra resolacion mas accrtada, cual fue
la de lwcer venir <Í. marchas forzadas la divisian
del brigadier Nanaez, cuyo gefe gozaba de nna
reputacion muy supcrior ¡í su grado, ya que no
lo fnrse (¡ Sil m<erito. Este oficial era elllnieo, en
(l'¡ien por entonces se cifraban las esperanzas de
1m que descahrll1 el biel] por si mismo, y no por




DE 1~2U A 1825 Y DE J836. 181
el color politico de quien hubiese de propor-
cionarle.


y ya que Íncidentemente tocamos este punto,
permitasenos hacer una corta digresioll, que acaso
podrá servir de clave para esplicar muchos de los
desastres, y desaciertos, (!ue ha hahido ocasion
de llorar dunmte los tres arIOS, (ple llenmos de
guerra civil. El ejercito español, reducido á lo
estrictamente necellario , durante los ultimos años
de la vida de Fernando VII, por la nimia reduc-
cÍon del presupuesto de la guerra, tenia por ne-
cesidad un gran sobrante de oficiales indefinidos,
ilimitados, impurificados, (~ iuempleados, en fin,
en la unica carrera á que habian cOllsagrado su
Yida. La inmensa mayoria, sino el total de estos
honrados militares, tenia g1'a, isimos motivos de
descontcuto, no t:mto de que su suerte fuese mu-
cho mellOS feliz de 10 quc debiera serlo, cuanto
de que, á la mayor parte de dIos; se ]es llabia
opuesto como uuico cargo de aCllsacion la simple
obediencia á las ordenes del gohi el'll o , ó de sus
gefes legitimos. Cada uno, pues, pcrtenecia á una
eategoria de descontento, ó de rivalid3d, para
con sus compañeros de profesion, (Iue no podia
mCllOS de dar origen á cierta des un ion , siempre
mas ó menos funesta á la causa publica. Ya, desde
la guerra de la independencia, habían principiado
á sllseitarse rivalidades cntre los oficiales antiguos
) los creados pOl' Ja~ .iunta,~ de pnninci;¡, cnlJ'I"




182 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPA¡, k


los guerrilleros y los de linea, entre los de un
ejercito y otro; mas estas diferr:l1cias se acallaron
y des~pareeicroll COllta feliz t!'l'rninacion de aque-
11a lucl!a. Pero 110 bien huho fenecido, cuando
ya la division entre serviles y liherales \-olvi(') ~i
abrir otra arena, que todayia parece no haherse
ensangrentado lo suficiente, supuesto qnc ella
preparó desde entonccs la guerra civil de los afias
desde el 20 al 23, Y ]a qne por desgracia aflige ¡Í
la nacion adualmcnte. En los intt~nalos de estas
tres epocas y aun durante algnna de ('1 las , pasa-
ron á America diferentes cuerpos (lue COH mas {.
menos exito, hicieron la guerra ;Í los (pIe al prin-
cipio fueron mf::ros insurgentes, y desplles pasa-
ron ú ser puehlos, (IUC hatallahan por su indepen-
dencia y lihcrtad. No es nuestro allimo recordar,
ni aun ligermnente, los graude, acontecimielltos
de aquella lucha de pif~mcos, p;¡ra oprimir Ó eman-
cipar regiones gigantescas. Solo queremos decir,
que los oficiales españoles (pIe se emplearon en
ella, aunque con poco suceso, adquirieron cirrtos
habitas de hacer la guerra, muy distiutos de los
que tiene adoptados la ci\ilizacioll enropé;!. ~o
diremos que todos se dejasell pcnctl'al' di' los
ejemplos, que veian, !tasia el puuto de imitarlos,
pero si pod(~mos asegural' (fue Innchos se acos-
tumhraron á clert:1 harharie,qllf: un;¡ \ez ad([nirida
y eOllSidcrada como medio de fuerza, suele ahan~
donarse con difict¡}t,ld. Hulla tamhicll algullo~




lJE I<'Í2U A 18:).3 Y DE ) 836. 183
que pre\'alidos de la di~taneia, (lue les separaba de la
metropoli y del centro del gohierno, se aprove-
charon de la triste facilidad de hacer sus peque~
flas revoluciones, deponiendo y creando gefes <Í
su arlJi trio, y destl'U yelldo la disciplina, que tanto
~e tarda en restablecer una vez pel'dida. Con-
cluida la guerra contra las colonias espaüolas,
volvieron muchos de estos oficiales, cargados de
grados y aun algunos de gloria, en medio del
llingun resultado de sus esfuerzos, y el gohierno
de Madrid no creyó (Iue era politico escarhal', di-
gamos lo asi, sobre su conducta anterior y los fue
empleando <Í tOllos segun Sil posihilidad. La masa
de oficiales, que habia quedado en la Peninsula,
no podia ver con gusto los rapidos ascensos de los
que volvian sin traerse consigo la victoria, y de
al11 se seguían las hahlíllas y una especie de esci-
sion, <Í que siempre las pasiones de los hombres
corresponden con otra. Formaron, pues, los ofi-
ciales superiores venidos de Ameriea una masa
compacta de proteccion reciproca entre todos el-
los, y de enemistad y oposicion contra todas las
reputaciones, que no eran de su escuela. Esta masa
Ó am<Jsijo de oficiales americanos se conoce en
España COi! el ('pit(~to de Ayacuclws y tiene sus
gefes .Y directores, flue la prudencia no aconseja
nomhrar.


Volvamos á b~ marchas de Gomez. Mientras
,¡ue el mitlistl'o Bodil ascf)uraha flue en virtud de




18.í DE LAS HEVOLLJCJO,'lES BE ESPAl'IA
SUS profundas combinaciones, aquel no podia dar'
un paso, sin venír á ser presa de alguna de las
columnas, que le tenían en jaque, el tuvo la osa-
dia de ir á sitiar nada mellaS que dos divisiones
que se hallaban reunidas ell Almaden. Estas dos
divisiones ó columnas eran precisamente a(Iuellas,
á quienes de un modo mas positivo hahia ofre-
cido Rodil, que iria á socorrcrlas mucho antes
de que fuesen amenazadas del menor peligro, y
á esta seguridad se debió sin duda el que ellas
prolongasen por espacio de 29 horas una .defensa
inutil y que comprometití UIJa de las mas ricas
alajas de la monarquia. Mas 110 se crea que esta
ocupaeion del Almaden fuese efecto de alguna
.maniobra atrevida, de aquellas fIue no puede ev i-
tal' la mas activa prevision. Nada de eso: el par-
tidario Gomez despucs de haber dado lihel'tad ¿t
cerea de dos mil prisioneros eH Pozo Blanco,
marcha lentamente por los Pedroches y se dirije
á Almaden : intima la rendicion á los brigadieres
Flinter y Puente: los rinde prisioneros y se ha-
ce dueflo de las inmensas riquezas, que encierra
aquella fabrica de azogues. Si no quiso destruir
los medios necesarios para el trabajo de aquellas
preciosas minas y privar por largo ticmpo al go-
hiel'110 de la RCJna (lt~ una hipotcca importante
de su credito, dehese á la dulzura de su Cal'3Clel',
que otros en iguales circunstancias no hnhieran
escuchado tal vez. Pcro lo mas importante de est[/.




DE J820 A 1823 Y DE 183G. )~5
operacion de Gomez fue haber desharatado en un
i IIstante todas las supuestas comhinaciones del
ministro, intcrponiendose entre el y la division
de Alaix, y abriendo paso sin obstacuJo para
ÍJrradir la provincia de Estremadura, t{ue hasta
entonces se hallaba virgen de enemigos.


Ciertamente, causa verguenza recordar una epoca
de tantos desaciertos é ignominia como resaltaba
sobre el ministerio espaflOl, no solo por la inep-
titud del que tenia á su cargo el departamento de
la guerra, sino mas aun por la ohstinaeion eon
que sus compañeros se empeñaban en ma ntener-
le en su no merecido puesto. Dejemosle ser elludi-
brio de los facciosos de Gomez y dejemos tambien
á este proseguir y terminar su estraordinaria
aventUl'a, para echar una mirada sobre la marcha
general de les negocios publicos. Mas antes diga-
mos dos palabras sobre aquella otra columna, que
bajo el mando de D. Pablo Sanz habia pasado el
Ebro, dos dias despues que le repasó la de Basilio
Garcia.


Esta nueva columna parecia tener por objeto ir
á completar en Asturias y Galicia Jo que Gomez
no habia hecho mas que preparar pocas semanas
antes. M.as bien fuese que los pueblos se hubieran
comenzado á desengañar del poco fruto, que les
resultaba de estas visitas repentinas, () que el
nuc'O gefe no reuniese las cualidades, con que
hemos pi ti tado al prime)'o) la verdad ('5, q He c:-lc




186 DE LA::> ¡U;YOLUC!Ol'Wi; DE ESPArU.
no acertcí ú. despertar las mismas simpatías que
aquel. Sus tentativas sobre (h'ieao fueron infruc-
tuosas, y sin embargo de la poca aCLividad que
desplegó contra el el general Peon, bastó la re-
sistencia, que le opuso el comandante gClIeral de
Asturias y la aproxirnacion de la di,isioll portu-
guesa, al mando del baroll das Autas, paea ohli-
gade á recael' sohre la provincia de Leon, donde
tampoco fue mas feliz. .Mas como en aquella
fatal epoca parecia ser cOl1(]icion esencial, qnc
ningullo de los cuerpos militares, qne defcnrlian
la causa de la Reyna, hiciese su deber, llegó ;Í
tal punto la indisciplina de .la di,isioll de l)eüll,
que despues de cometer mil eseesos de todo ge-
nero, ella misma le depuso del mando y pro-
clamó en su lugar á D. F edel'ico C:lstailon, (llIe se
hallaba de segundo cabo en Castilla b vi(~j:1. J3iclI
fuese que el gobicrllo rece1:1ra ~!par!'Gcr gl';:md(~­
mente rcsponsahle pOl' la deslludez J abandono,
en que habi;¡ dejado aquelbs tropas, ó porque
considerase efectivamente culpahle al general
Peon, ó príyado del apoyo necesario para desobe-
decer abiertamente, como lo han hccho otros
muchos, lo cierto es, (IUC si n darse por en ten-
dido ele la insolencia de la tropa, espidió dos de-
cretos, coufirmalldo en todns sus partes Jos efcc-
tos de estn anarr.¡uia mili!::r. ror el primeJ'o, con
fecha 1'1 de oct.ubre, se llombraha al dicho Cas-
. /


!;¡ÜOl1 por gd'(, d,' la di\'isioll amotinada, dando




DE 1820 A 1<'123 Y DE 1856. !()7
orden á Pcon, para que se presentase en Valla-
dolid ,í dar cuenta de su conducta. Por el se-
gundo, COll la del 19, se ordenaha el arresto de
Peon y su cOlHluccion al alcazar de Segovia,
donde se ic formaria causa. Lo mas admil'able es,
que el gohierno creyó, que ya habia cumplido,
con solo no permitir que se hablase en la Gaceta
ni dc los escesos de los soldados ni de su escan-
dalosa insurrecciono Afortunadamente, CastaflOn
no tardó en alcanzar á Sanz en Salas de los Iu-
fantes, donde le ocasionó alguna perdida, y cles-
pues no se volvio á oir hablar de el, hasta tIue se
supo su incorporaciol"1 con el ejercito carlista
en Vizcaya. Muy desde los principios manifestó
este partidario, (PlC no era homhre del mismo
temple qne su precursor, y asi se decia comune-
mente en los pueblos, que Gomez hacia carlistas
y Sanz pat/'iotrrs. Sin embargo no se puede (lis-
culpar la verguenza de haberle dejado volver al
mismo punto, dc donde parti0.


El ministerio luchaba casi solo contra una mul-
titud de dificultarles y veia dism innirse de dia en
dia, hasta la popnlal'i(bcl momentauea, que le cIaba
su propio partido; por que nada resiste á la impre-
sion funesta, (PW producen las desgracias milita-
res, sohrc todo, cuando los recursos economicos
no permiten aplicarlas un pronto remedio. Au-
mentaha el descontento'y clilicllltaha la situacion
el al'hi tl'ario l'epartilll iell to dl·1 prccitalllo fol'Zoso




188 DE LAS HEVOLUCIONES DE ESPAi\A
de los 200 millones, hecho por !Inas juutas alll-
madas generalmente de parcialidad y sin consul-
tar otros datos, que el concepto de riqueza, de que
gozaban los individuos imponibles. A este COll-
cepto vago de riqueza, que suele estar sujeto a
muchos errores, se agregaba tambicll· el color
político, con que se designaba á los índi, ¡e/llOS; y
así fue, que el (Iue tuvo la desgracia de pasar por
estatutista ó por menos enemigo de D. Carlos de
lo que convenia aparentar, se le cargó la mallO
con una inconsideraeion muy pal'ceida á la sa-
ña (1). La arhitrariedad y la injusticia habían


(1) Podríamos citar millares de ~asos, q"t' demostrariaIl
esta arbitrariedad y esta salIa; pITO nos limitaremos ;t recor-
dar la cliota impuesta al seiíor M"rtinez de la Rosa, ?ladie
ignora en Espaüa, y lllncho menos la junta repartidora, (Ille
este caballero solo disfruta un patrimonio dec('nte , 'IlIe lejos
de haber querido aumentar el actual !)()s(,l'dol', 1" ha r1isllli-
llUido notahleTllente con su co,tosa cdllcacion lite!';;!'ia ,5th
viajes, sus destierros, y mas aun con las inju:;tas persecu-
ciones, que ha sufrido. Lanzado desde muy jOI'CII, Jlor indi-
wl"ion .r por un noble deseo de popularidad, en la earrera
politica, ha ocupado por dos veces el primer destino de la
monarquia, sin percibir de el otra cosa, 'Iue el trabajo, lo,
siusab,ores, los peligros y el rarísimo honor di, servir ,i su
patria sin sueldo, Pero ninguno de eslos titulos alcanzaba ~
lavar en el espiritu de la tal junta el crimen impcnloualJle
de haber sido uno de los autores del ('slatulo , .r asi 11, impu-
,ieron la eüota de sescnta mil reales en esta forzosa l'ontribl¡-
cion. Cualquiera que sea la lin!'a ,Illle sepan' 1I11,',;troS prilL-
.. ipios politicos de lo,; de csl!' homhre de estallo, J pnr ma~
1[11(' algunos momelltos .1(' cITor ¡" hayan hecho ser injusto
t'Oli t~l que l'~cL'ibe c~la;-, Ijllt'a~, nunca ,-\(' l'll1iLi~~rú 1l1l{'~tI'O




HE Ic'Lw .<\. IEh3 y DE 18~6. ]8~)
. .,¡do de tanto hulto, que una reunion de los prin-
cipales comerciantes y capitalistas de Madrid se
resolví!) :í ir ;; hablar al ministro de hacienda y
propollerle la necesidad dc hacer un reparti-
mienlo mas uluitatiyo, ponlue de lo contrario
ninguno pagaria nada. Mendizabal no se opuso
en manera al¡:;nna á la idea, antes bien les suplicó,
({ue ellos mismos se a,cercasen á la junta y pro-
pusiesen las variaciones que exigiera la equidad,
pues á el lo unico (Iue le interesaba era la reali-
zacion de! cobro.


Calatran sufi'ia con impaciencia los ocultos
ataques, que le prcparah:m las sociedades secretas
y con mayor despecho las manifestaciones publi-
cas, quc hacían casi todos los Españoles, á quienes
f~ra pt>rmitido emitir su opinion. Las ordenes co-
mlllJÍcadas ;[ .rGris, Burdeos, Bayona y Marsella,
para qlW CII aqncl10s consulados se recibiese el
jnramento á la constitncion, habian ofrecido una
estadistica muy poco lisonjera, pues esceptuando
aquellos, :í quienes el temor de IIll secuestro ó sus
compromisos particulares obligaron á jurar, los
dcm~s no se a('crcaron siquiera al sitio, eH que se
hélbia dc c.'lehrar b prematura ceremonia. No es
esto decir que lIOSO tras desaprobemos el que un go-
lJiCJ'IIO cn:dqnicra, de heeho ó de derecho, quiera


respeto ,í sus virtudes privaelas y a su nu¡¡ca desmentido
patrio!;;II"),




190 DE L\S REYOLUCTO",ES DE ESI'ANA


s;¡bcr qniem>s, d!' entre Jos que considera subditos
suyos, le reconocen rí no, sino qnc estamos per-
sllaoidos ;\ (lllC antes (Tlle un gobi(~J'llo se alrey;¡
.1 exi::íil' este juramento, debe (¡ 10 mellOS tlreirles
cual l'~ la hase f;1l!lPl'llaliY<l, (rne ti('nc iutencÍon
oe estahlecer. Tal hay, po!' cjrmplo, cntn~ Jos Es-
p~ñoles,qne se resistir:; ,; olwdcccr la comtilucion
de Cadiz, pOI'que h crée, perjudicial al bien de
su pais, segnn sali6 de las manos de sus autores
() promulgadores: tal otro 1::1 preferir;; y se some-
terá á ella sin la multitnd de decretos, (fHe suce-
sivamente la fueron desnatnraliz;¡,ndo, y muchisi-
mos, en fin, de los que llOy en di3 la desaprueban,
podrán mir;¡,rla como una obra pcrfecta ó :í lo
menos como muy util á su pais, deSpllf'S que
las cortes hayan hecho en ella las modifieaciollf:'S
que se proponell. Pero decir Jisa 'J Ilanalfll:llte
quc se jure y preste obediencia ú un codigo, que
en el acto mismo de restablecerse, se protesta de
su imperfeccioJl, envuelve una idea de tirania,
que 110 todos los homhres cstan dispuestos ,t su-
frir. Mas los ScIlOres miuistros 110 mil'ah;m la
cuestioll bajo estos principios logicos y sociales,
sino con la intolerancia propia del espiritu de
parlido. Crée á te mato, di,'C' el principio mu-
sulman : jura á . te secuestro) du:ia el axioma de
los revolucionarios de la Granja.


El joven ministro de la f;obel'nacion de la Pe-
nil1sub se afanaba por agr;nar .las trahas de );1




DE ¡I:bo ,\ 18:/:; Y DE 1836. 191
policia, espidicnclo decretos de expulsion y des-
titTJ'O, sin formarioll de causa, contra un gran
numero de persolws y restituyendo en ..,u antiguo
vigor h!" disposiciones Inas tir:micas del tiempo
del aJJsolulismo. Alguno:.; de los bandos dt, policia,
que ¡!an sali(Jo hace pocos meses, firmados por un
D. Canuto Agllado, .• suhdelegado especial de ella,
se dejahan muy atrasa los fIue tanto habian ofen-
dido hajo la admillislraeion de Calom:U'dc. Era
esto t:t1lto m3S reparable, cuanto el dicho señor
millistl'o de la gobernacion fue uno de los que
mas habian clamado en las cortes contl'd seme-
jante institucioll, Uamandola tiranica y esencial-
mente opresora de la libertad. llera no sed, esta
la ulliea ni la mas peligrosa contradiccion, en
que yeamos incidir ,í estos celehrcs demagogos.
'-crdad ('s, (iLIe luviel'OIl la hellisima ocurrencia
de muda,' el llomJJI'C de policía en el de pro-
tcccion y segllj'idad jJuúlt'ca; pero la dulzura de
la denominacion se (luiso compensar coula mayor
amargura de sus atribuciones.


Mas lo que sobresalía y traspiraha por todos
Jos poros ministeriales era <H{uel odio cOIJtra la
f'r:mcia y su gobicrno, (pIe 1111nea ha sahido disi-
mular cierta ülccioll alltigua, que para desgracia
de la nacion cspafíob ha itl\adida diferentes veces
b dir(;cciOI1 de los lIegacias. CualquiclLl pensaría,
sin riesgo de equi \'ocarse, que la manifcstacíon de
~;st(' odio blJia sido llll:l c()ud ¡cion esencial dI"




19:J. DE LAS REVOLUCIONES DE F:SPANA


ciertas protecciones, que, aunque impregnada!i
de humillacíon y mezquindad, fueron, en fin, una
tabla de consuelo en diferentes naufragios. En
el momento mismo, en que un embajador fran-
cés caminaba para Madrid y daba en ello seilales
evidentes de que su gobierno, lejos de querer
abandonar la causa de la ij..eyna, solo deseaba
que esta no se desnaturalizara ni perdiera las
simpatías, que habia inspirado desde los principios,
un pcriodico de Madrid, cuya propiedad perte-
Hecia :~ uno ele los ministros, acusaha, no al go~
bierno francés, sino á la persona misma de Luis
Felipe, diciendo que la intencion de este era lll)
solo romper el tratado de la cuadruple alianza,
sino influir por todos los medios posibles, en que
la Inglaterra le rompiese tamhien ú su yez y ahall-
donase la Espafla. 1\1as como si no haslase una
ealumnia tall atroz como impolítica, afwdi::t el
mismo diario en d propio articulo « que csto
(( nada importaha : que nos uniesemos para pa-
( cificar pronto la Navarra y que despues podria-
( mas ocuparnos de Luis l'elipe, lo cual no le
( seria indiferente, porque aUll(!Ue para la fran-
( cia la nacion española fuese pora cosa, para
(( Luis Felipe era mucho. )) A tal grado de inso-


. ,-


lencia {) de locura lle,aba el espiritu de seni-
flumbre, á Ulios hombres fIue jamas han podido
hacer nada pOI' sí solos ni en la prospera ni en
hl ad \ prsa fortulla. Si el gobierno francps no




DE 11-):20 A 1\'b3 Y DE IH3(). 193
hubiera despreciado como debia estas nccias :llne~
nazas, (lue nU\lca represcntan el espiritu de una
nacioll llohl(' y generosa, sino el delirio de algu-
¡lOS f:lJIaticos, tal YCZ hubiera nwnifcstado su
n'sc!I ti¡ll i('nto de Ulla mallera sensihle, por q llC
;; lal grado pueden llegar los instlltos y tales po·
dian ser las circunstancias, (Ille le obligasen ;Í no
tolerar suposiciones humillantes. Pero el gabi-
nete francés conocc demasiado su propia fuerza
) dignidad para indicar siquiera que llegahan
hasl:! 1I altura rumores, que venian de sitio tan
hllmihk, y asi 110 alteró cn Ilada las bases de su
política esterior fiuC consistian, re~pecto de la
Esparla, en no abandonar la causa de la Reyna
:í Jos ataques de sus enemigos armados, ni á los
delirios de su pmpio ministerio. La no cóopera-
cion de la rJ'ancia en a(llwlios momentos, asi
como la 110 inten(:llcion en otros anteriores,
era obra esclusiv3 de la Illgla terra, que jamas se
mostró favorable ;Í Ulla ni otra por razones, que
nadie sino los exaltados Espaftoles han podido
ignorar. lMas que ti"llC de ('straüo (fue lo igno-
rasen, cuando ahora mismo parecen persuadidos
df~ que la oposicion francesa clama en favor de
la illleneucioll pul' pura simpatia con sus doc-
b'illas? La oposicioll, lo que desea es derrihar el
ministerio actual y lo demas la es bien indife-
rente.


Las noticias lk la gnerl'<l el'an las (jtH' ya lleva-
1/. 13




: 9t} DE LA~ IlEY()l.liCIOi\E~ HF ES!'\:'O\
mos reff~ridns, sin otra trrgna df~ felicidad que la
qnc pn'sPlltú por aquel tiempo en CataJui"la la
derrota rle ürtaffa por el general Gurrra, verificada
el 4 de octubre, y la huida de Maroto ,l Francia
con Sl1 intcndcut(, Lavandero y la plana mayor
con qne se habia propuesto orgauizar las facciones
del princip~do. Esta H~nlaja, sill sel' tan ruidosa
1'0]]10 otr:lS por el darlO material ocasiollado al
enemigo, era tal vez mas importan! e, porque
aseglll'aba la falta de unión y de concierto, (!ue
tantas COllSI~C!lcncias fatales Ilahia prorl¡¡eido en
NavalTa.


La unica y ycnlacl,Ta cspcr:Jtlza, <pIe debia te-
Iler el ministerio f'n tau deplorables cireullst:lIl-
cias, consistia Cll b pl'oxima reunion de las cortes;
pero esta esperanza deberia tamhir:n cstar acom-
pañada de temor, si eH ellas hubiese receJado Cll-
contrar jnec(:s qne ,'in;rrau :í califjcal' Sil con-
ducta y no UIlOS meros instrumcntos () complices
de sus faltas. Lejos de haberse dado á las elecciones
aquella importancia cQnstitucíonal, que se hahia
notado en las ultimas, lo cual supone siempre
cierta ,italidad en el espiritu puJAico, las pre-
sentes se habian hecho, diGamosio asi, il cencer-
ros ta¡ndns y sin qne lomasf' nadie parte en ellas,
sino los miembros y afiliados de la faccion domi-
nante. Parroquias enteras hubo ,í donde no quiso
cOlleurrir ningun elector, y ell llingulla acudie-
rOll sillo los de UIl<l misma OpilliOlI. Este era el




nE l"':W A 10:>.3, DE lO:¡(j. 19)
illl:OIl\t'lúentc, que tan previsto tCllian los que e11
el estam\:nto de procuradores h,¡hian defendido
COII empflIo la c1cccion dire~ta contra el primt:l'
miuisterio de l\IClldizahal y sus partidarios, y este
d motivo tí pl'ctcsto de las I'e,oluciones post!:
l'iOl·CS. El partido moderado l!ahia hecho su dimi-
sion y sc consideraha vencido sin recnrso para llO
tornarse lli aun la molestia tLe disputar la ,ictaria.
El que 110 habia escapado á }'¡allcia ,1 solicitar lo
i{lW 110 era posible conseguir, se habia cruzado
de hrrtzos CII Espafw, fonnando como ulla rampa
de tl';)!lSl('iOll entre el partido carlista y la consti-
tucioll de Cadiz, auuque inc1inandose mas hacia
aquel, tpte hacia esta, por b scncilla razon de tIue
cutre los dos estrcmos forzosos de despotismo lí
auarquia lladie hay tan loco ni tan perverso, que
110 se declare por (:1 primero. Los ilustres próceres
se dejaron desnudar de los pomposos atayios, con
flue los ellgalanara Mo~coso, sin manifestar siqui-
era aquel ceflO, COlI 'lue los pares pOl'lugueses
protestat'on contra la l'evoluciol1 de Lisboa (I).


: 1) L, "igull'1l1<: proles!" de los pares de Portugal, será
UTl testimo"io elf'rJlo, ele <¡Ile]¿, llo]J]cza dc aquel pequeüo
!'"in'o uo h" ohidado !odayia la, oLliga(·iolles que la ligan,
para no mirar con iJldiCcrc1H:ia el hilen Ó mal gobierno de su
patria .Y las exigencias de su propio decoro. Dice asi : " S(~­
lo,or~, lo,; infrascriptos pares del reino de Portugal no ¡Jan
podido )lj('nos de "el' con la nla ,orpresa, como sentimicllto.
,°1 d"cn:!o IIrm,,,.Io por \'. iVJ. 1'1 dia J O del corriput;- , por el




1 ~)I) DE L\~ H EVO!.LCIO¡\ E:i DE ES!' \ ~ \
Las cortes hubicrall podido l'euHil'se P,ll ¡¡gusto
:'on la misma so]emni(bc1 improvisad:!, con que sr
('OInocarotl para pI 7.1 de octuhre, sin mas (PW
léer una lista de los que babían (k aendír ;; ('on,-


enal \ . j\J. r~cnn()ce como ley jlllhlica del reilto L. "":Jstitn-
cion politica proclamada en d IlIC' ue setiembre de 18:12.


" La carta cOll,Lituciollal ,le esta mouar<Juia, cOllcedida
por un sob¡;l"<ltlo ]'orl ugués, el augusto padre de V . .:\T. , nccp-
lada por las ,li{(~r("ntes clases del e,tauo, solemnc\\lentc ju-
rada por ellos ~. por V. M., llos veces udeudi,.!a por el
cjc,ci\o portugucs, con una. cOllS¡;lIlcia y lalol" dig'llüs de
a'dn:iracion, coutra los aLa'Ines de ¡ropas slllH"rio["c,s en 11(1-
mero, pero inferiores ¡OH allimo: esta carla, decimos, uO
pueue ser revocarla Ji ;tllu!ada, "11 1m ll1olHelllo dc \ ertig'u,
pur UIla fraccioll del mCJlcioJlado .. j .. 1Tilo, ,;ubre jodo cnan,]o
se considera f[u", segun las disjlo,;icioJl('s mismas de la eOIl-
,;tilllcion nuevamente prodamada y bs .1 .. I'Hbs hs nacion("s
cultas, el cjf'l"cito debe sn escl1cialllH'llle o[,edicIlJe, \ 1111
/J7/cr!e j(llila ". "C!Il!¡I".¡~ /'(I/'(I r/,>fi{;("/,{/T ni (lr/opla/' 1"I'.I'''!fli'I';lIl's.


" SCJlOra, en virllHl de la carta ctJll,'Iillll'i(¡nal, ulla j,or-
.. ion dc la ff'prrscntaeiol1 naciollal ("'I'lel'('<':" ;í (0,' (laf(~S del
rcillo; igualrnellll' les pr'rl"[l"(''' \'clar sobn' el manlt'nilllicnto
(le la COIl."itituciull; y ~ill la aproll(l(·jou de su ealllara, no ::;c
!JlH'de hacer la meilor Illudanza el\ ningullo de los articulo,
:[(. Jn ley fon,lament"l.


« Jn~onleslah¡l'm('n\t', son estas prcrog'ativ:" dcmasiad'l
grandes, y demasiado importan¡(" ('"lo" d .. beres, para '¡ne
clllollor Lle lo" pares, la sanlidad de s":uralll('"I,, v !os br-
gas padecimielltos (lll~ han sufrido, p''I"lIlilan 'I"e ~,. IneIlOS-
precl("l.
~( En (If,los ll\oti\o~ ~e rllll¡~all los pan';, (le Portllt!-"td )J~ll'a


dirijir ;t V. ;\1. , como ú ~'d(' "ll']"('IllO de la nacioll ,la pre-
;;(:l1t" pl"otesla contra .. 1 d""]Tto ileg'al, r"fré'"da']o por 11110
t!" \'llestros ministl"Os. E'IH'[";\ll '1'](' V. ;\1. hará de ella (.¡
liSO conveniente para '111(' la ¡"",ion l'()rIU~llCsa , .Y las cMrnIl-
gt~ra~ . .:,{' píT';:Iad:111 (11)(' los parl>,'; rit>' l'('lllD no ":'Ostit-'l}('n III




DE ¡(;:2U A 13~~) Y DE 1836. IS:J7
ponedas, porque llamar cleeeion ú la (iue se
hizo, es como contar por campalla un simulacro
de guerra () nll;l revista ell el Prado.


1\'1'0 faltaha tod:lvia el golpe mas f~ttaJ para la
popularidad del ministerio, y sohre lodo para la
ponderada destreza dcl sellor Melldizabal, en bns-
cal' recursos dOilde llO Jos hubiese. Por lo mismo
que nadie citaha, ni podia citar, UlIO de aquellos
rasgos que suelen distinguir ;í los hombres supe-
riores e1l cualquier genero; por lo mismo que
todas bs medidas pconomicas, adoptadas despucs
de trece meses, uo indicaban mas (llle un'a imper-
turbable osadia para arrehatar todos los fondos,
sin respetar derecho ni propiedad alguna; por 10
mismo que el nuevo ministro de hacienda se ha-
bia esmerado ('ti dar prucb;ls inequivocas de un;l
incapaeilbd é ignorancia supinas en todos los
J'amos de la aclministracioll; por lo mismo, una
gran parte de comerciantes y especnladores en los
fondos publicos se obstiuaha en .'lguardar de el
una especie de nii la gro , cual seria el de resta-
blecer el credito, ó por Jo menos sostenerle con
el pago puntual dr los intereses. Al{uellos mismos
que, eH la juicios3 y canta administracion del
---- --------------------


"IJi'lIf'h:m las reloluciones, .Y (!lle el hUllor .l' el j\lr~lllellto
llO ,OH palabras ~':lllas para ellos.


" Lo,.; illfr<lscl'iplo:i pare,; de] reillo ,;olicilan el ll<JllOf de
ht'~al' 1a:, lnallO:-' (~(' \ . :\1.


Lisbu:! . 1 ~ dl' -'(.¡ ¡1"lnl,!'l' I K:~f;. '. \ t'g{{(;¡ /(i,) fí', ¡(/í:.!




19fi DE 1 .. \:5 nEV(JLl!CIO;~ES DI: ESI' Ud


señor D. Luís Lopez Ballesteros, 110 osa1l"1I :I\en-
turar una oper:lcion de (ruinec días , Sf~ lanza han ,
bajo la palabra de cste llUCVO La1N , ú especnlacio-
nes tÍ termino, cuyas difrn'neias podíilll envoher


__ ;Í cada instante, y cllyohieron de hccllO ;Í JJlll
ehos, en la ruina de su casa y las dp SflS cli(~lJtes.
Esta especie de fé eie¡';':l, 1'11 favor de lUclldizahal ,
se asem.ejaha mucho al eJ'(~dito f{Ue habian gozado,
y goza todavia alli, t'l m(~dieamellto sanalo todo
de le Roi) :i pesar de los juiciosos ~n ¡sos de lo.,
facultativos; y uno y otro prnehallla illjflsta preo-
cupacion que reina, en Espaiía, cont.ra los pro-
fesores de estas dos cienci:ls, y su pl'f'dileccion
por los charlatanes que trafic:m en una y otra. En
vano los que conoci~ll1 á fondo la situacioll del
tesoro, y dt~ la caja de amortizacion, procnr:1haIJ
advertir á sus amigos del rieSGO, (file e. 'l'ri:m ell
contar con el pago de Jos intcl'ese:; de la c!mda
activa; en yano tamhiell Jos periodicos t'strange-
1'05, Y algutlos llaeiol1al('~;, suscitaban dudas muí
probables de que se pudiese safisfaccr aquelh ohli-
gacion; Mcndizabal y sus paniaguados propala-
ban y escrihian a todas partes 'in!' las sumas ue-
c(~sarias para este pago ('sLaball ya l'lltre las man()~
de los comisionados de PaJ'is y Lomlrcs. El <:011-
sul de Bayona, D. Matl'o Dnron, 11;)!'ia recibido
con gran mistf'l~io la orden de ir ;Í huscar ('H
aquellas dos capitales HU pl'eslamo, hajo CIJalf's-.
(111i f'l'n condiciolles (flll' rlleSI', pa!':¡ ('("11';1' Olla




DE ll:l:.;O A l;~:J.3 Y DE Itl36. 199
obligacioll urgente, perentoria, y de la eual de-
pendia, no nsi como quiel'a el mantellimiento ó
la ruina del el'edito actual, SillO la posibilitad de
acudir ;í el en lo sucesivo, como era de recelar
que se necesitase muy pronto. Si Mendizahal hu-
biese sido homl)!'e, llO decimos tal cual le piuta ~
han sus estupidos admiradores, péro siquiera de
un alcance comUll en matcrias de hacienda, hu-
biera podido salir de sus apul'O~, con gramlisima
f~lcilidad, por a(Iuel mi!>Ulo medio que Juego quiso
adoptar Durou, aunque diversamente combinado.
Pero está \isto, que el ministro no conocía otros
resortes que los (lue practica diariamente todo
aquel que gasta mas de lo que tiene, á saber, pe-
dir prestado, mientras encuentra quien se lo dé,
yendel' ó malharatar lo suyo y lo agcllo mientras
halla quien se lo compl'e, y el dia que se con-
cluyen estos recursos, ponerse en medio de la
c;¡lIe ;Í pedir limosna, y chjal' burlados ,í sus
;¡creedores. Para ser ministro de <,sla manera,
no se necesi tan gramlfs cstudio:> , ni (1 uebr;¡del'os
de cabeza.


Sin embargo, esto fuc pUlltualmente lo lllle
hicieron :\'Icndizabai y su comisionado Duran,
con la vergonzosa declaraciou firI.aaJa pOI' este
n/timo, el dja 15 de octllbn', C11 LOIlJl't;~. Llanl(l-
mas la 't~l'gonzosa, 1\0 tanto porque Cll ella s(~ dei>-
('uhria el (h;tado de ill~olve:,cia, el! yue S(~ CIJCOll-
!rah,l /a EspalIa Cllall'O nH'Sl:~ l¡e~p~U's de la ofl'l'la.




200 DE LAS IlEYOLUCIOi'iES DE ESP.\N i


hecha en el discurso d(~ la corona de cl'LIzarla de,
canales, sino porque en ella se presentaba nna
nueva fraude, con que engaiwr ¡í los tenedores de
su papel. Los pagares ú reconocimientos contra
la isla de Cuba eran un engaito manifiesto, siemprf'
indigno de un gobierno, como lo es de todo
hombre, que no haya perdido el ultimo n:st0 del
pudor, y mas cuando se le añade la doble super-
eheria de ofrecer cIue estos bonos llevarian la tIrma
augusta de la Reina gobernadora; como si seme-
jante firma fuese constitucional, como si ella a11a-
diese algun valor al documento, estando la llaeion
en quiebra, y como si el gobierno mismo no su-
piese que sus ultimas libranzas sohre los produc-
tos de aquella isla habían sido protestadas.


No queremos añadir ;Í este cuadro, ya dema-
siado ohscuro por las negras tinlas que representa,
las justas y amargas reflexiones, con ([ue le caJifi-
caron los periodicos estr:mgel'os, lIi mucho me-
nos recordar las sucias sospechas, á que dio lugar
la subida momentanea de estos mismos fondos,
que hahia precedido ¡í la catastrofe , supuesto que
los que maniohraron en ella no parece que se han
dado por ofendidos. Tampoco escita mucho lIues-
tra conmiseracion la suerte de los lpIe perdieron
en tales fondos los intereses y una gran parte dd
capital, porque, por mas flue se dore esta colo-
cacion de dinero con el oropel de la f(~ puhlica ,
y por mas que anaten,aticemos la (·olldwt.a dtC




DE 18:w A I¿b3 Y DE ICl3ti. 201


todo gobierno, sea el que fuere, que se desentiende
de cumplir sus promesas, no podemos menos de
calificar de usuraria la prestacion de sus fondos
con el interés de Ull cunrenta ¡) cíncucnta por
ciento, () lo que es lo mismo, con cincuenta ó
sesenta probabilidades de que su· deudor ha de
quebrar. Lo sensible es, que estas perdidas suelen
recaer 1"11 la clase menesterosa, unica, en quien
puede suponerse la buena fé de la ignorancia, y
tolerarse el deseo de mejorar de fortuna en poco
tiempo.


Hasta el mismo Mendizabal parece que se aver-
gonzó del mal paso dado por su enviado Durou,
supuesto que desaprobó el recurso tan solem-
nemente espresado en Londres, alegando que
no habia comprendido sus instrucciones; pero
prescindiendo de que el medio sustituido por el
ministro era todavia mas insidioso que el de su
comisionado, se nvenia muy mal aquella desa-
probacíon aparente con la circunstancia de l'e-
compensarle con el consulado de Burdeos. Ya
volveremos á tocar este asunto mas adelante.




APEIITVIL\ DE LAS COI\TES, El'i 2!~ DE OCTUBHE,
POIl S. JI. LA REll'iA GOBER1'i,\DORA.


En este estado de cosas S(: H'l'ificó la reuuion
de los diputados en Madrid, quienes celehraron
su junta preparatoria el dia 17 de oct.uhre, :í la
cual contra todos los usos parlamentarios, Sl' pre-
sentó el ministro de la gohernacion eu nombl'(~
de sus compañeros, no con aquel semhlante de
timidez y desconfianza que deberia inspirarle el
infeliz estado á que habian conducido la nacion ,
sino, por el contrario, con toda la arrog1t1cia de
perspectiy;¡ COII que pudiera hacerlo el dia dcs-
pues de una ,ietoria; conocia demasiado la dispo-
sicion de sus jueces para tener la mellor duda de
cual seria su sentencia. No se trataba de O!JtCll(,1'
]a mayoria, mas antes se estaha seguro de la nna-
uimidad, mientras que otros il1tel'eses distintos dc
los de la patria 110 villiesell :í turbarla. Llegado
el dia 24, sc ahrió la sesion real, pronunciando
la Reylla Gohernadora un discllrso eu que se hacia
una ligera reseña de todos los sucrsos ocurridos
dcspues del anterior. Claro es, que tal rcscfia,
como ejecutada por los mismos ministros, no ha-
bia de comprende, la yasta sCJ'ic de derrotas, cri-
lllenes y desaciertos, con que se habia seflalado la
t'pDca de su ministerio; nua coufesiOlI de I'st:1
(-!ase seria sllperiol- oí lo qu(' cxigt' la fl'alHpU'Za;




pero era de esperar ,í lo menos (Iue, una vez ele-
gidos ministros y defensores naturales de la co-
rOlla, no la vilipendiasen en el primer acto pu-
hlico, en que se presentaba á !anacion alIado,
sino al frente de una constitucion, que estaba
~iel1do la mall7:ana de la discordia. Entre los infi-
nitos ¡nnares que, dentl'o y fuera de España, se
observahan eH este mal meditado codigo, era el
priueipal la falta de equilihriJ que tenia el prin-
cipio popular, no solo por la ausencia total de un
cuerpo conservador, silla tamhiell por las muchas
cortapisas, con (pie se hahia entrabado la autori-
dad y rcprcsentaciOll perpetua de la corona. Era
tan importante desvanecer esta ohjecciol1 en la
primera ocas ion solemne, que toda la perspicacia
y esmero de los ministros debió concentrarse á
preselltal' ;Í la Reina COII todo el prestigio y des-
embarazo de un poder á lo menos igual, en el
orden legislativo, al que representaban las cortes;
debian haber hecho gnb de que S. M. ap~lreciese
rodeada de confianza, no solo en el amor de los
demas poderes, sino en los del'edws propios suyos,
emallados de la misma constitueion; dehian por
fin mostrarla grande, libre, collvencida de que
llad:l podia ppnler ele su :1utol'idad y de su fuerza,
pasando desde el estatllto :í la cOllStitucion de Ca-
diz. Pero he aqui precisamente lo primero ([11('
olvidaron los ministros, hacicndola tomar e1letl-
guag<' mas pl'Opil) dI' la slIpli!'a, que t)¡. la diglli-




201f DE L\" ;,,':VOLrC!üf,ES DE ES!''':\ \


dad. Despues de uua larga serie de paITat'o~ i IIsi·
gnificantes los unos, falsos y disinlllblos Jos mas,
se decia en boca de la lleiua : (( Vosotros proce ~
r( dereis ét la reforma de la constitneioll, y C011
(1 mano tan diestra, como firme, ('stahl(~('creis las
(( bases de la 111lera organizacioll social. A esta
(( empresa noble J majestuosa sois prillcipalnli'llte
« llamados: yo por tanto nada propongo ni acolI-
(( sejo como reina, liada pido corno madre. No
(( es posihle imaginar en la geuel'osidacl cspa-
(( iiola, etc. »


Lo que no es posible imaginar ell la gCllcrosi-
dad de nadie es, como seis homhres, (lue han sa-
bido aspirar ú tan altos puestos, no tl1\'ieron
siquiera Ulla 11ocio11 ,nlgal' de b elevacion de sus
deberes para cou el trOllO y para cOllsigo mismos.
l. Es posihle (lue la coron,:, en quien los puehlos y
la constitucioll misma yen el n:presL:lltalltc per-
petuo de sus intereses, de sus derechos y de su
prosperidad, reuullcie espontaucamente ú dcfcu-
del' los suyos propios, hasta el punto de llO pro-
poner ni acollsejar nada, eu el momellto mismo,
en que se iha ;Í reformar la ley fundamental '; Le-
jos de nosotros la ¡dril, de que los millistros (Iui-
sieron á sabiendas humillar ante la repl't'sclltacioll
uacionalla freu t.e de nlla Reilla , y de ulla madre,
que hahlaha en 'Hombre d,' otra Reina ni ¡"a (\ iuo-
cente, en la fuucion mas augllsta de Cllalltas po-
di;! eje1'ce!' ('OIllO madno y t utOi'<I'il1y;¡; tampon,




iT(:l'mOS tjne su inttllto fuese hacerla renunciar
:,n accioll legislaLi, ~ rn la reforma de las leyes
del p:l:s l'OllJiarlo <Í su dirccrion. Si tales hubiesen
sido Ml,; intc!!ciollCS, 110 sr limitaria nuestra cen-
Slll':t ;t su fa ha (h~ hahiJ idad, si no ([ue les aCllsa-
riamos de traicioll y Celoní:l. P::ro estamos mlly
disU,ntcs de atribuir s~~n1ej2\lté: falta <Í otro prin-
cipio (iue al dI' 1111 ClT01' y torpeza im'ollcehiblcs.
Tal 'Iez cn'yCl'Oll que lales f'SP,'CSiOIK'S, en boca de
Ulla H.cilla jO'. ('11 ) amahle, podian ejercer mayor
¡n!llljo en Hila <lsamhlc::l de hombres y de Espa-
1101 ,'s , (Pk' todo ('1 ap;lI';\to y esplendor de las pre-
rogatiY<ls dd trolllL Pero de!)ierall reflexionar, que
nunca es la persona de! monarca la que se esplica
{'n el sautnar¡o de las 1(7es, sino la corona misma,
cr)l/sideuu!a CO/110 instiluczon nacional. Dehie-
rOIl [;¡wJ¡iClJ f.cuc]' presente (fue, por mas eficaz
(PW s(';! b impn'sion de la s:'l1sibi!ir1ad en los co-
l'aZülh'S, al (in su ~Cr::iOll es de suyo pasagcra,
miClltr:lS ([Ute la renuncia puesta eu hoca de una
Rcilla, Cll ocaSlOll semejante, forma Utl precc-
rklltc mny peligroso, del cual 110 se olvidan
IlllilCa J;I,; pas!olles de los hombres, sil'mpn' il1-
(luidas y Si(,IllPI'(~ prontas .l trnspasal' los limites
de la rnOll.
~o f,C mostl';il'OI! los millisLl'O:, lan desprendi-


dos dI' ~ns propios intereses, como de los del
trollo, si biell igualmente desacertados, fn el
palTaí() ¡'ch li ',0 ;i SlI eli'ccioll y :í Sil cUllducla,




w6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPA", \
Ya hahr,íu visto lJuestros lectores, por la rapida
y compcndiosa narracion de los sucesos ocurridos
en el periodo de su administracion, que Jos minis-
tros tenian motiH)s sobreahunclantes para recelar
una scrcra ccnsura de la camara : censura, que hu-
biera sido ine, itahle, :í no estar esta compuesta de
sujetos escogidos, 110 elegidos, por la nacion. Sa-
bian que, alllJ(jlle no todas bs desgracias puhlieas
dehiesen imputal'selcs, ya por tener su origen de
mas antiguo, ya por ser independientps de su
;]('cion gobernativa, habia otros muchos 'Ietos
propios suyos notoriamente :¡]lllsiyos, y casi to-
dos erroneos. Pero por gl'ande que fuese, y de-
biera ser, su confianza eu los indi, idllos de la
cmnara, no quisieron dispensar ;Í b corona de la
humillacion de bajarse hasta el rango de abogada
suya, por medio de las siguientes palahras ; ( Si
{( en algunos de sus actos (los de los ministros)
{( se han y ¡sto precisados ;í salir algun i;¡nto de la
({ esfera de sus f;lcultades, no dudo el ut', ate ud ida
(( la irn~sistible necesidad de salvar pOI' ellos el
« estado, hallen su justificacion ell la q niflad }
« henevolencia dI' las cortes. »


El que lea estas palahras, si tielle la mas lige,'a
i(lea dd mecanismo de un sjsl.~~~na cOllstitucioual,
es preciso quc forme un eon('l'plo bien triste de
la situaeion del trono d(~ Espa)¡;:, en los momen-
tos de ([ue IJahlamos. L('¡os de ser los millistt·os


.1


los (',,,,clldos l'esl'()llsah!es de la corona, esta es la




)) ¡.; liho .\. 1,'h3 y DE 1836. ?07


'pw desciende de su sublime esfera para venir á
{'nbrir 10& errores ó los crimenes de sus minis-
tros, J i( {()I'mar HU alegato, en presencia de otro
poder igual al suyo, que podia escuchar tal vez
la (!qlll'dad y benevolencia ~ tal vez la seíJera jus-
ticia. ;.Y entollces'! Elltollces la corona seria la
desairada, y los ministros nada perdiau en haberla
arrastrado por el fango de tan indecorosa ahoga-
ci:l. Sin emhargo, uno de Jos pecados, eni:1les, (í,
como dice el discUl'so, uno de aquellos actos, en
que se habian visto precisados á salir algllll
tanto de la esfúa de sus facultades) era una han-
carrota nacional espantosa, acompailada de frau-
des y supercherias quc habrian elHilecido el Ilom-
hl'(~ español, si este pudiera depender de la mala
fp de; seis individuos.


No queremos realzar las fn:cuentes falsedades
materiales, de que ahnlldaba alplCl discurso en
todo lo con~ernicnte á la guerra, ú la hacienda,
y á la justicia, porque para ello seria necesario
detl~llerllOs Illas de lo que deseamos. El ({ue por
curiosidad quiera leerle ó repasarle si ya le hu-
hiese leido, puede consultar su conl~stü en esta
nota (1) Y juzgar de la exactitud de lJuestras re-


(J) SEiWRES DIPUTADUS,
Al n~l' al red(,dol' del trono de mi augusta hija lo,; dig'llO;;


rcprcseulalltc', que la JlacioJl cll"ia para d('f(~!l(lerle y COIlsO.
¡¡<InrI!> , y para ai<"1I1er Illuy prilleip,,](,lIIClllc ~ "seg'llrar par"




'~ol1 DE LAS HE\'OL{j(,IO'I'ES nE F,"l',\N.\
tlexiones. Mns para evitarle la molestia de recor~
dar a]gulIos datos comprendidos en el corto espa-
cio de dos meses que habrán trascurrido desde la


.iiempre el estado sobre las ba"es de la libertad, del orden y
de la justicia, no puedo menos de congralnlanne y de COIl-
gr¡üubl'os talllbien, de <¡lIe ~e haya realiza(lo al fin llIl:1 rpll-
Ilion tan neces.lria ,Y deseada.


Sois llnma<1os, SCllOres, ;í uno de los aclos Tllas solemne,
Y mas grandes " (pIe puede ser convocado IIn congreso naeio-
11al; H'llis ;Í revisar la eonstitllclOll que la naciüll española
.>e (lió :í si misma, cuando liDcia tres siglos (jlle no tenia nin-
gllna; cuando sosteuia por su illdcpeu<lcIlcin 1111<1 h ... ha <1.'
muerte con el ]Joder mas colosal del mundo, A tauto mérito
correspondió igual gloria, y este alhor de vuestra libertad f,,!·
\ islo eu muchas parte.; con envidia, s~ludado en otras co"
aplauso, recibido en tOllaS ('OJl henevoleJlcia,


No mellor lauro os csp(~ra á vosotros, que vais á perrenio-
IJaI' la 0111':1 entonces cumenzada , ponlue, sí :uJllPlla bUt'lTa
de agresioll era t<lll espautosa por la fuerza militar) la Sin
igllal c:lpacirbd Je! enudillo que os la hacia, no ('S nWlIOs
terrible en SllS efectos, y e,s nllícllO mas am:lrga en Sil ol'igen,
esta guerra civil 'l'W tan erllellllenle IIOS dcslroz;I, Pa,;ion("
irritadas lJlIe apaciguar, 0l'itliollcS opuestas quc n~'.mir, intc-
¡'cses contrarios que conciliar, enemigos illteriores <¡ue Ycn-
en, intrigas extraúas que desbaratar, .. ; Oh Cllanto elemento
de diflcnltad y desorden! i cuantos ubstaclllos al grandioso
fin que aqui 05 reune, insuperables ;'1 cualesquiera otros pe-
chos, q"C líO fuesen Españoles! Pero lodo es ti" esperar, Se-
flores Di¡mtados , de vuestra constancia y sabi(lllria; y sin
duda los generosos esfuerzos de los <¡He van ú triuufar en esta
segunda prueba, serán seguidos eH la po,'i!f:ridad del mismo
;tplanso y renombre que han seguido ~ s<'guiráll ;í los (/,J('
Iriunf:'lI'oll en la primera,


J\o bien me convencí tIc que era ,erdadera \'oluntarl n3-
,'i"llal 1'(',I,1111ec;'[' la cOllstilllcioll de la 1ll0nilr<llIia proda-
)))ada "11 radi7, cllando me "1'1'l',uré ,¡ jurarla. y ,¡ mand,ll




DE ld20 A J823 Y DE r83G. :wg
revolucion de la Granja, hacemos el siguiente
resumen de los menoscahos, que en ellos hahia
recihido la causa de la nacion y la de la Reyna.


'Jne fuese jurada y ohservada ell todo el reino, como ley fun-
(lamental. Y siendo tamhicn voluntad nacional que esta ley
,ca rcrisada .Y corregida, para (¡lit' n'spanda mejor á los finps
" que se ord(~n(¡ , convoque inme¡}iatamente las corles, ({ue
¡lalJian de deliberar sobre tan snllldah1e reform,(. AllllisIIlo
¡ ¡('mpo , llame cerca tIc mi pel'SOIW y compuse mi gohierno
·,1(, :il1gc~os de mi cntera (·oufiall:t.a , 'lile ya bastantt:mente <'0-
Hoeidos, crt:Í que podian inspirarla tambien ú la II<I('ion. lO
,spero que, 1'11 la cOlulllda gohernativa quc han seguido, no
,k'slllerezcan ('sta confianza; y si, en algunos de sus actos.
,·c han visto prcci,ados {, salir algun tanto de la esfera de sus
1acuItades, no dll<ln que, ntcneliela la irresistihle necesidad
de ,alvar por ello> el estado, hallcn su justificacion en la
"é[uidad y benevolencia de las corles.


Las potencias ('xlrangeras que, en uno y otro hemisferio,
,"conocen los illllispulahlps dere('hos clp mi augusta hija, con-
liTlII<lU lodas en SIl5 anteriores rdaciollcs de amistad y buena
<'orrb]loll(kncia conmigo. Elllre ellas, especialmente los all-
¡.:ustos aliados de: la l\.eilla , sig'lwlarios del tratado de la cnél-
dmple alianza, se manilicstnn siempre displLestos" soslencrlp;
y (on "rreglo ;, el, ,iguell (lreslamlollos la c,íoperacion r
"ruda qlle antes. j\ los cuanl iosos auxilios que ya debiamos
;, la generosidad de S. 1\'1 B., ha ailadiclo deslJUes el de apoyar
las operaciones de nuestro ejercito del Norte eOll la fuerza na-
',al que tallla parte tnvo en la gloria adquirida al frente de San
~('}¡astiall , el ;j dc mayo ultimo; y ~caba de a¡;regar aIlOl''' pi
<1,' fi'ilJlC[ueul'llos olm,; ei"u lIIil fusiles, f(Ue tall importanles
"(lS son t'n nucslr~ sitllncion actual. Dehemos i¡;ualllleule ;'t
:--, :\L (.] Rey de lo, Franceses el refuerzo que, con un digno
¡':'>ller;d, se halla in, orporado.\a ;; la le¡;.ion auxiliar argelina;
,i bien "quel gabincte ha pstimado despues no llevar adelante
las disJlosiciones para ampliar la cúoperacion por parte de 1"
Francia. C"da dia S . .\1. Fideli"ima lile da nllc,'os testiJllO~'


JI. !.¡




Pur dl'CUIlt:Hlo, d g:dúlldc r":lllC("S ¡wbia :-,uslwlí
dido la ('t)oppracioll adiva, qllc acababa d(~ deen~­
tal' cualldo tstall() la rn olucioll de agosto. Algn


---- ._._ .. _ .. _ .. _-- .. _------,--_.


nios de SIl lllH'na "nlullla,l, ) :Jcllla]llIcnlt' ,e eslall pral':'--
cando ('('11 su gohierno gf'f,tj'nH~~ dt' (!1lf: HU' proJl1elo un t(~~J:/,
re,;ullado, para la ulterior~' mil' 1I1il .. "l,·(,;,,'ioll d .. las 1''''')-
w" anxili;Il'I'" porlu,:uc:-a,s.


Las (kmas potcllcjns ,1(, Ellropa, con quielles 110 1',I'lla(1·
"JI iguales r~laci()nes, \lO por l'S') d"jan ti" llwnifest:n'"'' P'l-
"jfíeas h;'lcia E'l'aña , a\1l1flu(, algunas h;lJl mandad" ,etir;lr,,'
,í ]0' f'llcargados dí' SIlS ]eg.,cio!lcs ('a J\fadrid , por lo I'u:oll ..
f'xpptlido igual orden ;'l los 1HI<'"lrl" , en ,;¡" ,'"rtl's r('spedi-
vas, Solo el gahim'li' de la, D'h-Sieili",; 1Ill' ],a d;"lo molivo"
de justns quejas, (]lit' por "11 ~:r;'Vl'{hd, )' por lo fine dl'llil ;.
la lligIlidad de 1<1 nacioll y ,:,,1 t1'llllü .1(' ,u Reillil, Jll(, h;II'
ohligado, muy ú peEar mi", " ll"m,,]' ,; mi ellC:lI'p,<l(jo CII :,\;¡.
poles, y maudar ;,alir de Es!,aJ:a al ag-ellh' de a'l'1('1 goJ.ienlO
Dc ('sll~ desagradable illcidelll(' iJlJurllwr<Í mas por l'xlcllSO ;,
lns cortes mi secretario del ,lespa('!to d" eslado; pero las Illi"
didas adoptada,; no CIl\'ul'lvell por mi parte SClllillliell!o al-
guno d(' hostilidad, ni esloI'Lar<Íll quc eOIl¡ illllC ,,"/'re el ]',,'
anterior el comereio.' la ,'on'csl'0Jl¡]cllcia v,JI,.c los dos pai"',,


IVfi gobicrno os dar;\, ,; su debido liempo, ,'()]\Ocimi"III<,
del progreso fjlle han teJI ido, )' del estado en que SI' 1,:; i in"
las negociaciOllcs enlabIadas con algullos de los Illlel'OS esta-
dos de la Amcriea española; y siempre descoso de ICl'Iuinar-
las, cual n'dama el intt'l'es de la lIwdrc )lalria r (]" a'l0ell",
paises, no tardará e\1 pedir á las ('ortes la :1lltOl'iZ,ICioll ne-
cesaria para concluir los eOll\cnios en que t']'l'a no habcl' di-
¡icultad insuperable.


Ardul) es, por llO decir imposible. atender dciJi(bll1l'UI" ..
en tiempos de agilacioll y tUl'hulcJll'ia, como el ;'ctllal , ;Í Lb
ramos que constituyen la pl'Os]H'l'id;l(1 lmhlica )' d p]'ogl'/,'g"
de In ciyilizacioll, Mi gohierl1ll. si" ('111 J,al'!)'o, ('" cuaJllo 1"
l)/"rmite el estado de bs ('''''1', !lO d¡'ja de cuidar de ,lI COll-
.¡ervarion y pnsild,' ,,'¡cbnt:llllil'llto, Ilcl';llld" ('(Jll'¡"lllelllc"l,




DE l1':ho \ 1'1'» Y DE 1.'):';(;. 2 r 1
¡las de las potencias, que hasta entonces habiall
maIltenido sus repl'CSelltante~ en Madrid, les
dieron ordell de n:tirarse. La corte de Napoles


por guia ha("(~r cOIlOcer pl'actl<'nrnente :1 los puehlos In, ven--
tajas del slstvm;1 l'ollstilU\'iona 1) l'am que, con los lluevo,;
mtereses que crea, todas las da,l's pr •• dllclivns se identifiquen
.'on el. En me/lio ti" estas atl'lICioIl/'S, .;ol"""a le ,,1 cuidado
'Iue se men'cc la milil'ia nacion;,I, fUl'rza pr()teCJor~_ de los
derechos lid ciuuatlano, ba\lIarll' de 1<, lihertad .Y ,Id orden.
Esta institucioll ha r~cibillo llll uola1:.l" anlllento I'n su nu-
mcro, y UlJas mejor;" en 511 arreglo, 'pIe la hacen capaz de
ll('llar los llliles filll~S ;Í '[ue se dirige. Si, por falta de armas,
!lO ha podido pl'csl'ntars'! ¡lasta ahora con el aspecto respe-
ta ble que corresponde, franqu('ad~" como ya estall por el
~ol)ieruo britullic.), en la cantidad que he expresado, los ba-
tallones de la guardia nacional, temidos por su completo ar-
mamento , .;tlI110 lo SOn por su decision heroica y por su pa-
triotisillo, seIan n11 muro inexpugnablc de nuestras institu-
,·ione.s y de lIueSJra independencia,


A pesar de los afanc.e; y cuidados de que se ve rodeado el
lrono de mi augusta hija, no lj(~ desatendido los intereses de
nuestras provincias de ultramar. ta ,iJuacion de aquellas pro-
"iurias no permite ya el completo restablecimiento dd arti-
nllo coustitucional , que, en la designacion de los ministerios,
tleuiea uno ,oJo al gobiefllo poli tic o de ellas; mas consid.c-
rando necesario, para la prosperidad <le aquellos fertiles pai-
;es, que sus negocios gllbcrnativos se dirijan por ulla sola
mano y en un solo lugar, he tenido á bien encargarlos al se-
\'l'etario del despacho de marina, en lIuioll con los negocios
.le comercio, pOI' la pslrecha analogia que todos ellos ticneu
ron 105 de la Ilave~aci()1I mercante y b de guerra, El código
l11ercantil, qUl' necesita de alguna reforma, será en breve
tiempo revisado, y asimilallo á las inslituciones que nos rige11 ,
y presentado :í las ('orles par;¡ sn examen y aprobarloll.


Las mismas dificullade,; llut'. para otro" objeto,' de inleres
llllbliro, ofrec(' d estado pe1lOS0 ('11 I(11C la nacion '" encnen-




),\:1. IH' LAS í\EVOI.l;CIOi\E~ nI<: ¡':';I'A'I\


se habia esplicado ('1\ lermil1o'> t:m formales d\'
desaprobaeioll de lo (lUC pasaha e1l Espafia, que se
habia mandado saLr de ella él I agcll te de aquel


Ira, se hallan para que la ndminislracioJl de justicia sea laH
libre y desemharn:da como d"biera; no obslalltl?, mi ~'o­
hierno se ha ('slonado <Í snpel':1rlas ; y contando "011 la <! 1'1'0-
b:1cion dc las e"I'les, I'l'ep:ll'a los mnlios de organizar este
importantísimo l'amo sobre los dos priueipios cOltl]¡inaJos ele
inamovilidad y estrecha responsabili,l:lfl en lllap;islrad", .Y
jueces_ Ya el código civil sc halla ('ollelliido; el pellal.r el
de proceuimienlos criminales se prescntar"ll Opol'llill:tnl/'JJI,'
:í las eorles; y estan prontos ú Icrmin"l'sl' los ;l¡-¡¡uce!e, ['ara
todos los juzg'ados y trillUnale,; del ¡'(,i!lO_


El estado dc la hacienda publica, ,le'pIH's de tautos suce-
sos contrarios y funestos para tIlle 'liS lllc,lios (~OI'I'('S[l"Jl(lail "
SIIS eargas, se os expolldrá POI- el ,secretario del (Iespacho:í
'Iuien este ramo l'orrespollde_ El mismo os jll'esl'utar<Í faTll-
hipll, con toda l'l'cveda,l , el j1l'l'SUpllcstn de los ga,;!", puhl i-
"05 Y el plan de contrilJ1lc;ones 'IUt' lJaynn dc '~Ilhrjrlo,s, "
cuya fOl'lllaeioH est:i dedicado con Frc/;~'I'(,Jl('i:l ; y jo Jwr:i con
todas las explicacioIles y ,latos lll'ccs:u'ios :í ,alisE¡cer b so-
licilud (I"e , eH materia tau grave, es l:lIl prop;¡; ,1e VlieSln,
ellcargo, Del mismo modo someler'l, al' examen y apl'()ha~i"ll.
de las e,¡rles, los decrelos expedidos cn fayor del CI"',:;ln na-
cional, indicanuo lo que parezca mas oporlnno para reslau-
rarle y extenderle.


Todos los intereses dc la deuda eS]lallOla ('stau pag'ado"
hasta ahora, sin Illas exc('peioll 'lue lIna, llluy ,cIlsil,le ,in
duda para mí, y es el 110 haLcl'sc podido reunir los llledio,
de satisfacer cl semestre pcrte!il~cicntc " la den/la clllitirl,1 el!
el extrangero, 'Iue VCllec cn 1°, del pl'Oximo novicwhn:,
Tengo confianza el; que mi gobirrno vcnCCl';Í los ohsl:lt'ulo,-
'lIlC le han reducido á este extremo, ;; fm de (Ille !lO SI' eXIJ('-
I'impnte sino una corla delllOl'a enlre (,J vellc;lllit'llto de 1"
oblig~l,'i(l/l v '11 pag'o ~ de!llura , 'pI<' "el':í CO/llIll'll.""da con ct




DE ¡8:w .\ ,823 y DE [836. 213
gobicrno. Tamhien habian salido del reino la~
brigadas portuguesas, (Iue estnyicron ohrando dc
concierto eOIl el ejercito español. Los intereses


:'/JOno de ILIl inleres proporcionado duranle el tiempo quc se
larde en realizarle.


Los apuros del tesoro puhlieo , agravados á un tiewpo pO!
las exigencias de la guerra, y por llO hallars" reunida, las
cortes, obligaron á mi gobierno á tomar sobre si la penosa,
pero indispemable I'csolncion de pedir á la naeion"Ull snplc-
mento de doscientos millones de reales, reintegrables en cua-
lro "1IOS , con el produelo de las renlas c~munes, y eOll el
¡nleres de cinco por ciento en cada lJI!o. Las cortes, en su
patriotismo, reconoccrim las causas inevitables ({ue oblig·a-
ron á esta medida, la unica de salvacion, que se ofrecia en
tan congojosos momentos.


Ya estan ejecutadas varias rel'ormas y ahorros en la admi-
uislracion, que se coutiuuar<Ín con constancia y firmeza,
pOr//ue sin lJUcll onlen y economia en los gastos, no hay hases
positivas de [lrospfTidad ni solidez para uingun sistema de
hacienda. Tamhien ,1: eonliJJuar;í b organizaeion general y
ddillitiva (lel ramo, eJltorpeei(la hasta 'lllOra por difáentes
causas, de Ins t:uales alf(llIlas no pueden ser removiebs, sino
por las cortes. El objeto de estos trabajos no es olro ([Ile el de
aprovechar de una vez tOllos los recursos que tiene cll'eino ,
capaces ue reparar las peruidas , de reponer el crellIlo , .Y de
nivelar las entradas dellesoro con los gastos publieos, y.;obr('
todo con la jlnsibilitlad de los pneblos.


ta necesidad preferente, indis¡wnsahle, de dar un nuevo
impulso ;í las operaciones milItares, para terminar la ¡?;uerra
"iva, ha hecho precisas las resoluciones adoptadas para la
llueva quinta de cincuenta mil hombres, y para b moviliza-
cion de In milieia nacional, en los terminos comprendidos
en los ¡leerdos :í 'lllP se refieren. La combinaeion de amba-
medidas aUllIPntal'<Í notahle""'nl('las fuerzas nctivas .,- apl'r-
,nraní el IJlOI1H'lIfo d(' ,pp' ";(' '·(·s!ahlf'7.c.1 ('11 el (' ... t(ldo la par




2J4 DE LA:,; HF.VOLUCloNES DE ESP\J\'A


de la deuda estrallgt'ra habian dejado de pagarse
en los terminos f¡Ut' ya dt'jamos indicados. El
ministerio por si y ante si hahia estahlecido un


yel orden, bases esenciales de toda prosperidad, :t'l publici'
como de particulares.


Entretanto, asi el e.iercito , como la armada, hall cOllti-
lIu<ldo sin cesar dando pruebas admirahle~ de su denuedo, de
su sufrimiento y de su firme decision por la causa de la liher-
tad y la elel trono de mi augusta hija. Impelido el ejercito de
~u patriotismo, se asoció al pronunciamenlo de las prO\ in-
eias en favor de la constitncioll; pero no perdi,; de yisla , ni
por un momento ~olo, el ohjeto principal de su (kst;no, la
p,'rsccucion y destru('eion de lo,; rebeldes, Con la m<1nif"cs-
tacion de la voluntad de nuestros soldados han coincidido sus
victorias: huycn delante de ellos las b:mdas enemigas, que
desgraciadamente han podido f,cnetrar en lu interior del ¡-"ille.
sin hacerles frcute, sin lijar el pie, dando en la velocidad de
Sil fuga lIlas fatiga eu alcanzarlas, que (lillcuhild en vencer-
las. :Males -y estragos causan sin duda por donde pasan, I'omo
10(la plaga pestilencial y funesta; pero tamhicn dejan seJll-
braJo en todas partes cl.iusto hor.l'or que 113C(' d,~ sus desa-
fueros, y llevan el triste escarmiento dl~ /lO c:ucontr-ar varlt'
alguna donde se alce y tremole "O n seguridad y confIanzi.l la
handera de Sil rebelion.


Tal es en SUllla, SellOres Diputados, la sitllaeion d(' la,
('osas publicas, de que os darán mas cumplido conocimiento
mis secretarios del despacho, en las diferentes mrmorias (111('
os presentarán sobre los ramos que rcsjwctivamell1l' admi-
nistrau, Vuestras decisiones serán ,[JI lhda coufol'!ues ,'OB 1:.
urgencia y v;ravedad (le las cin'UIlSI<111,·ias; y en lo, medio:,
que propOI'cioneis ú mi gobierno, y ('11 las medidas fuerte., .'
t'IlPrgicas quc tomei, , ,'sI" ('¡frada la '·Oldianza el" lenllillill
1',la 1astimos:: gucnil ,·i, il . !,rin ... r ,lld)('Jo -y nel"csidad !, .. i-
IlllTa del l'llt'bl" ("'1'~1'1,,1. '1\11' 10'/" 1 .. "·'IJl"l"" dI" "",olr .. ,.


Al HII:'''¡\I/) 11\ Hljl!l PI Hl 4·d~'li'i, .... ;1 1,1 1 ({litIna dI> b j'olL:-t!1 q




prcst.amo forzoso, es decir Hna especie de saqueo
metodizado, de 200 milloncs d.e rcales. Con igual
arhitrariedad J sin otra autol'izaeion ([ue la suy::t
propia, Iwbia decretado Hna quinta de 50 mil
hombl'es, y esto siu tener la menor pl'evisioll de
los medios con que se habia de mantener, vestir
} armar esta gente, asi como no se sabia con
t:uales habia de subsistir lo restante del ejercito


"ioll ; J con mano tan diestra, como tirme , estableccreis las
hases de la nueva organizacion social. A esta empresa noble
,\ magestllosa sois prÍllcipalmente llamados: yo por tanto
nada propongo ni aconsejo eomo r¡;ina , nada pido como ma·
dn:. No es posible imagillar en la generosidad española que
;;afra menoscabo lling'\lllO la prerogativa del trono constitu-
cional por la horfandad y nilícz de la Heina inocente, que
fstá llamada ,¡ ocuparle. La Europa os contempla; ella verá
'1 He amac~t rados por estos veinte y cuatro años de combates,
de infortunio:; y de oscila('iolles crueles, sabeis aprovechar las
lecciones de la expericncia propia, y las del ejemplo ajeno.
Subidos {l la altura Je yu('stra mision sul,lime, sin duda os
,ohrevondreis á todos los intereses parciales y pequeños, á
todos los sistemas exclusivos. La nacíon y el mUIldo civili-
lado espera d(~ vosotros una ley fundamental en que la po-
teslad legislativa delibere y resuelva sin precipitacion y sin
pasiones, en r¡m: el gobierno tenga para su aecion lodo el
,Iesahogo y la fuerza que necesita, sin dar nunca rc<,clos de
'tue oprima, y CII que la administracion de justicia, apoyada
CH una illdepClld('lIcia absolu ta , no dé in'plÍclncles á la ino-
ú'n"ia, ni impunidad ,í los delito,. Tales son sin duda las
miras ('on c¡nc vais á emprender e,ta grande ohra, digna de
vucstra ""hi.Juria y de vueslra prudencia; revisada asi por
dlas, y rcform:da la cOlIslitnci<ln t'spaúola, se granjeará m:ls
re~p('to y f'i'lllptilia {'I11rf' 1(,~ C ... 11'~lij(1 ..... )1I;l:-o aI110r~:->1 (' .... pO"'J-
Ide, \' Illa .... (,<.i;!lli\i!,;H! ¡'lItl t' JI , .. t)lrtl~




.2 lb DE LAS RJ<:VOLUCIONES DE ESPANA.
que ya estaba en pie. A pesar de tantas fuerza~r
ó mas bien por el lastimoso estado en que p-
cian, las bandas enemigas recorrían todo el ter-
ritorio español desde el cabo Creux hasta el de'
Finisterre y desde, }'uenterrahia hasta el estrecho
de Gibraltar. Seria nunca acabar si fuesemos ano-
tando los desastres y desventuras sobre las cuales
recomendaba S. M. á las cortes que cerrasen lo"
ojos en obsequio de los ministros de la revolu-
cÍon, pero ya se sabia á quienes se hahlaba y lo
poco que habia que recelar de semejantes censo-
res. En efecto, su conducta y sus excesos fuerOll
aprobados, no por la recomendacion de la Reylla,
sino por que tal vez huhiera sido mas perjudicial
variar los gefes de la administracion en tan difi-
ciles como peligrosas circunstaucias.


Ya recorreremos á su tiempo los trabajos legis-
lativos de estas cortes, que, como 10 IwbÍamo~
previsto, demostraron practicamcnte la perfectr'
inutilidad de la nue\a revoluciono Pero por el
pronto ya desde la segunda sesion se apresura-
ron á dar un colorido de moderacÍon ú su legis-
latura, cortando de raiz el primer pretcsto, que
pensaban aprovechar los exaltados para dar l'icuda
ú sus pujos democraticos. Una pl'oposicion pre-
sentada el dia 26 de octubre, y 1irmada por Ia~
tres cuartas partes de los di pu tados preseJl Le~ ,
señalab'l á las ~~ortes la necesidad de <¡ue se ('1'11
firmas/' ti ,Ií', H,l({ /lenlil f!,'fIl)(,l'lurr/nf'(/ el titlll,




DE l820 A 1815 Y DE r836. 217
y autoridad de tal, durante la menor edad de
su augllsta lu/a la reina dona Isabel}}; propo-
sicion tan importante y mas estando apoyada en
tan gran numero de firmas, anunciaba la feliz
solucion de dos cuestiones ambas del mayor in-
ten:s. La primera, que debian contarse por fal-
lidas las esperanzas de los que aspiraban á par-


. tícipar de la autoridad sohcrana con el titulo de
co-regentes, y que con esta sola idea habian
provocado y entretenido una division y encono
irreconciliahles hasta en las mas altas regiones
de la sociedad. La segunda, que el espiritu de
las cortes era emprender las reformas de la con-
stitucion en sentido rigurosamente monarquieo
y constitucional, sin detenerse en las trabas apa-
rentes, qne parecian oponer ciertos articulos de
la constitucion de Cadiz. Mas no eran tochnia
estas consecuencias las mas esenciales, que arro-
jaba de si una proposicion tan terminante. ElJ-
cerraba otra leccíon, que sin duda no compren-
dieroll los ministros de la corOlla, pues qne no
supieron aprovecharse de ella, sill embargo de qnc
les huhiel'a becho mucho honor. Consistía esta
en que hahiendo las cortes restablecido, diga ...
moslo asi, la potestad real, ({ue el discurso del
trono habia puesto ;; los pies de la camara popu-
lar, fne lo mismo <Iue indicar á los ministros d
j'amino, por donde debí<l procedersf' ¡í las rdo!
m¡¡s. Mientras que la ;mtoridad real era solo tW;(




218 DE LAS llEVOLUCIONES DE ESPANA


idea, como sucedió en Cadiz cuando se form<i la
constitucion de su nombre, pues d Rey se hal-
laba cautiyo en .Francia, pudieron .Y dehierotl Jos
puehlos adoptar por si mismos la ley fundamen-
tal <{ue les conviniese, atendidas todas las cir-
cunstancias. Pero desde el momento ell que la
autoridad real pasa ,t ser un hecho y hecho ro-
deado del prestigio de los pueblos y de las cortes,
debieron sus consejeros natos hacerla tomar la
iniciation en la ley politica, que se iba :í. estable-
cer. El ejercicio de esta prerogativa Iwhiera sido
no solo conveniente á la situacioll, y al espiritu,
tIue se veia animar :t las cortes, sino lambiell mas
conforme ú las ideas tradicionales é historicas de
nuestro antiguo gobierno y á la practica COllS-
tante de los que hoy- rigen en Europa. Mas esta
leccion fue perdida para el ministerio Calatrava,
,( quien solo veremos tomar h iniciativa para
:>011citar medidas tiranicas, de 2qllcllas {{ue nunca
aprovechan para la tranquilidad puhlica sitIO para
la individual de los ministro,,. que las proponcn.


Otra era y muy- distinta del interes del trono,
12 idea predomimmte, que occupaha la akncioll
del ministerio, á la cual sac¡,ilic31'on sus lllas esen-
ciales deberes. La respuesta :-tI discurso de la co-
rona habia sido en las a t1teriores legisla tur~IS .\
particularmente en la ultima el escollo IJJ;iS di~
¡¡('il de vcncer para que '1Ll('dasell'l'llh¡crta~ lod,l~
las irt,(,~lIlal'i(hd;~, j"d:l~ L:s IbtIlV,H'!<'ll'" y Ip<Lt~




DE ¡tl'JO A 18'>.3 y DE d33G. 219
las falsas medidas, <jlW pudiesen ser objeto de la
n~sponsabilidad de los millistl'os; y para superar
este obstaclIJo, no dehi() parcccdcs escesivo el sa-
crificio de U1W de las mas bellas prerogati\cas de
un trono coustitucionaJ. Asi es, que lograron una
respuesta perfectamente cOllforme á las esperan-
zas, que hahía llebido darles la elcccion de tales
diputados á cortes. Eu poco mas de media hora
({uedaron aprohados todos los parrafos ¡le aquella
(~specie de parafrasis del discurso del trono, sin
que recayese ~iquiera una ligera discusioll en
casi ninguno de ellos. Cualquiera habria dicho
que una misma mano hahia redactado ambos do-
cumentos,


La segunda indicaciol1, en que las cortes mani-
festaron su predileccion monarquica, desmin-
tiendo la1:o sospecJJas que tantos se cmpeñabau en
difundir por Europa, fue In huena acogida que
tuvieron algullas frases de ciertos oradores, en
que ahiertamente sc desaprobaba la incompatibi-
lidad ([ue existía, pOI' la constitllcion de Cadíz,
entre las funciones de diputado y las de ministro,
Estas iudicaciollcs no fueron echadas f'll oh-ido
pOI' el sel101' Calatl'ava, quien algo mas adelante
hizo de ellas un proyecto de ley, que fue aprohado
por las cortes. Aquel articulo cOllstitucional no
ft'uia otro ori¡i,cll (fue la inesperieneia de los que
la n;dadanl1l, ~'II todo lo ql!1' ('()w,iituyp.\ fol'li ..
1;\':1 lo~ ~()¡'icl'I1('~ I"'pl";'~en!;!ti\ •• ;. model'llo'-




220 DE LAS REVOLUCIOr;ES DE EfH'J .. l~A


Fuertemente poseidos de la idea, de que ningull;r
desconfianza alcanzaba contra las usurpacionc"
del trollo y de sus agentes, creyerotl (lue 110
habia otro medio de hacerles poco temibles que
negandolcs el voto el! la representacion nacionaL
Esta nimia desconfianza pudo ser disculpable en
un tiempo en que la nacion se hallaba huerfma,
oprimida por un enemigo poderoso y absoluto,
y cuando estaban tal~ frescas las seüa]es de los abu-
sos ministeriales, que podian repetirse, Gomo C'lI
efecto se repitieron. Pero en las circHnstanci;¡s
que hoy rodean al trono espaliol, que ha venido
á quedar huerfano á su yez, hubiera sido mI
error notable privarle de sus naturalrs defell-
sores en el cuerpo legislativo. No era su propia
causa la que las cortes defenderian, antol'izando
:i los diputados para poder ser ministros, sino la
de la corona, ensanchando el circnlo donde pu-
diese hacer sus llümhr~llnicl1tos y facilitamlo e1
acierto en la eleccion, que solo se consigue cuando
se consulta la opinion publica por mcdio~ vcrrb-·
deramente legales. En una p3labra, la conducta
de esta eamara df'sde los primeros días (k :j]I
reunion servirá de otra prueha mas para los (Iu:'
intentan sostener que las cosas lle Espafl<t jama:-
corresponden á sus apariencias, ni St; termiuan pOi
el estilo que las de otras partes. Poca:; corpora-
('iones se han rel!lIido hajo mas siniestros :lltspicjo.,
para ('1 onkn mon:m/lIi("() Y sin pmkwgo !temo'




DJo: d):w A ]823 y DE [836. 221
... isto constantemente prevalecer en ellas estt;:;
prillcipio social. j Plugnic1'3 Ú Dios quc en todos
hubieran estado igualmente ilustradas y conven-
cidas!


Verdad es, (Jlw 110 dejaban de tener un grande
influjo en esLa conducta de las cortes los acon-
tecimientos militares, que cada día iban de mal en
peor, y daban graves temores de una deseom-
posicion universaL Los succsos de Gomez no solo
,.lcsmenLian los ridiculos partes del general Ro-
di!, sino cIuC dahan muy se.rias im{uietudes sobre
la seguridad de :\Iatlrid. Por esta razon, ó mas
hien, bajo este pretesto, quiso el partido del mo-
,imiento poner cuantos obstaculos pudiese al
proyecto de regencia en favor de la Reylla, y asi
tlllO de sus mas acalorados secuaces hizo la pro-
posicion de (lue se enviasen tÍ los ejercitos repre-
sentantes tIe las cOrles. Por fortuna, 110 se aprobó
esta senil imit<lcioll de lUlO de los fastos ma:-ó
sangrientos de la revol ueion francesa; pero la YO-
trtcion misma bastó para indicar cuan imrnedia-
tos nos hallabamos d(}l fatal camino, que aquella
habia seguido, pues solo dejó de aprobarse por
/~8 votos contra 4/,. El ministerio pl'ocuraba dis-
culpar :1 RotIi], 5010 por disculparse á si mismo,
mas no porque encontrase razon alguna con que
justificar sus enormcs faltas. Destruidos los que
(·1 Ilamaha planes suyos con la ocupacion el!-
,'\Imaden, ,0hi;1 :í priucipiar en Estremadura




222 DE L.b IlEYOLucroi'iE~ DE ESP\i\·\


otra serie dt~ movimientos muy semejantes ;[ los
que se habian vcriíicaclo en Amblueia, <:011 la l~i­
ferencia de que ahora situado Gomez en (;'uada-
lupe, y no teniendo otra columna, que le obser-
vase de cerca mas que la de Rod jI, pues la de
Alaix habia quedado en la pl'o\incia de Toledo,
y la de Ribero en Sevilla, podia en muy pocas
jornadas aproximarse ~ Madrid y ocasionar cuando
menos UlI gran trastorno. l)rohahlemente esta
fue la idea que siempre predominó en llodil, sin
la cual serian del todo incsplicables sus repetidas
torpezas, y tendriamos por muy jnstas las reda--
maciones, que hicieron ... arios diputados de qll(~
respondiese de ellas con su cabeza.


La conducta que Gomez empezaba ~{ observar
en Estremadura era del todo conforme ;Í su ca-
racter ó al plau que se hahia propuesto seguir,
y asi despues de licenciar Jos prisioneros hechos
en Almaden y los que nuevamente hizo en Gua-
dalupe, mando bordar en sus handeras la palabra
Pa;:" debajo de la cual se leia, X guerra si me {a
hacen. Goza}Ja la Estremalrura, sin sahcrse por-
que, de una cierta reputacion de liheralismo su-
perior al de las demas provincias, hien fuese pOl'-
que en ella hubicra mayor numero de guardias
nacionales, ó porque el! sns dos puehlos princi-
pales ejerciesen mayor influjo las socicebdes Sl'-
cretas, ó porc{ue algunos dc sus ayuntamientos
hul)iescn dado ell la mallia dc hacer I'epresenta-




\'¡OIH'~ rlll'ilml1da~ y desorganizadoras; mas 110
porque huhiese d,ldo liillglllW prueba. publica ~
incontestahle de semejante liberalismo. Asi, todos
los pfriodicos se afanaban por anunciar mara-
,jllas desde el momellto ([lIe los carlistas pisasfll
su suelo. Pero precisamenLe esta fue la provincia,
en qne mas claramente se demostró lo que ya
tantas vece:, heIllos indicado en esLa obra, esto
es, (lile el espiritu publico no solo no estaba t;m
decidido, como se queria suponer, sino que no
habi[) semejante espiritu publico. Los nacionale~
cstremeftos fllerolJ los primeros á huir de todas
partes, donde se acercaba aquel caudillo, y no
solo de el huyeron ú se dejaron prender sin re-
sistencia batallones enteros, sino hasta de otros,
f[Ue tenian muchas menOt¡ fuerzas y nombradia.
De esta suerte desmintieron los estremeños todas
las \'oces, que se habiall hecho correr en su elogio
Mas tampoco debe ocultarse, que en esta invasion
de Estremaclura es donde llegó á su colmo ]a
ineptitud, torpeza ó cobardia del general Rodil,
de quien puede decirse, que se escedió á si mismo
en demostrar que le faltaban todas las eüalidades
propias aun ;{ los gefes mas adocenados. Para no
omitir absolutamente ningull defecto suyo, quiso
poner en claro su propension :í.Ia crueldad, publi-
cando una especie de bando á orden del día en
que amellazaba con la pella de muerte á todo
~uardia uacional, ([ue uo se incorporase con el,




221 DE LAS HEVOLUCIONES DE ESPA~A
y declarando á la provincia en estado de SItIO.
Cuando semejante disposicicHI hubiese sido to-
mada por un gefe, que ofreciera proteccion y
diera ejemplo de valor personal, loda, ia seria
durísima respecto á unos ciudadanos , cuyo deber
no era salir á batirse en rasa campaiía, sino de···
fender sus hogares. Mas en boca de RodiJ era
una especie de insulto él la l'azon universal, pues
cuando se le veia tener el mayor cuidado en no
moyer su divisÍon del punto, donde se hallaba,
hasta estar bien seguro de no alcanzar la de Go-
mez, exigia que unos simples milicianos le salie-
sen al encuentl'O y se sacrificasen illulilmeute. Go-
mez llahia ocup3do las ciucladcs de Trujillo y
eaceres y recorrido todas 13s gralldcs pohlacio-
Hes de Estremadura, cuando Rodil se quejaba
desde Jaraiccjo de que no tenia la menor noticia
de la di-vision de Alaix } que carecia de zapatos y
dinero.


Ya llÍjimos anLel'iormente,quc toda la esperanza
de las cortes y de los liberales estaha cifrada ell
el brigadier Nanaez, el cual llegó con su di"i-
sion, á l\hdrÍd, el dia 10. de Jloviemhre, y sali('.
el 4, para ir en derechura al encuentro de Gomez.
Antes de salir, se dijo <fue se le habia ofrecido
el mando de la di"isioll de RodiJ, y ({Uf: ¡lO Jo
quiso acept.arpor la raZOll, muy l)]'opia en 1I11
militar, de no querer ponerse al ti'cutf' dc tl'opa~
1l1tliscipl ¡naJas) cuyo general se habia 'jecho com-




pl¡c(~ Sl1yo. Lo era tallto y tan :í las claras, que
el ministerio mísmo no Luvo reparo en declarar,
:í la f.17. de las cortes, yue si ]]0 se le habia ([ui ..
tado el m:mdo, era por solo el temor de no ser
obedecido. j A tal degradacion é impudencia lle-
garon unos hombres, que se decian ser dueüos (h~
la rcyolncioll, y ft tal humillacion estaban redll-
(:idas lllWS cortes, que concedíall su confianza ú
~cmej~ntes hombres! ¿ Pero fpIe mas? No solo no
se atrevian ú deponer á Rodil por el recdo, al
parecer hien fundado, de que les negase la obe-
diencia, sino que, aun para ordenar que Alaix
S(~ pusiese bajo las ordenes de Nal'vaez, tomaron
la precaucion de negociar secretamente esta ope-
racion con aquel mismo celebre D. Cayetano Car-
dero, illd iv iduo de las cortes, como persona prac-
tica en las illSubordinaciolles. Cierto que 110 podia
rlejirse un instrumento mas el proposito, para
desacreditar la causa liheral en España, que va-
lerse de tal hombre para lal objeto, ni podria
concebirse que aquel mismo ministerio, cuyo
programa habia sido un encrgico manifiesto eou-
tra la mala inteligencia de la soberania popular,
~c valiese de un rehelde, para ser obedecido. Pero
'lUn nos quedan que ver otras cosas mas extraor-
(linarias.


Quiso la buena rlicha, fIue Gomez tuviese mejor
y mas csacto couocimiento del merito respecti\o
de los genen les (lp h R (~i lIa, que Sil gohierno pro-


JI.




):>.6 DE LAS IlEVOT.IJCWNES DE E::il',\N-\
pío, como qlle, en los tres a líos ~ le la gnel'l'<I,
había tenido muchas ocasiOlws d(~ (atlteados, j
de darles su justo valor. Mientras (pW el encargo
de su pers~cucíon estmo confiado;í Jos H.odilf's,
los Lopez, los Alaix, los Flinter, y algunos otro~


. de la misma laya, bicn sahia el poco riesgo que
le amenazaba de malograr su esped il~ioll. Ca(h
11110 de f'Hos hahia manifestado ya sobradamentl'
lo que era capaz de ejecutar. Pcro Nanacz pertt'·
necia :í otra cuerda militar y politica, y Gonwi'
no era hombre para confundirle cuH sus antf'(,(,-
sores. Apenas tUYO aviso (!P ~1l lIegafh :í :\Tadrid ,
cuando pensú seriamente en c"itar su alcance pOl
medio de unas marchas tan precipit;J(las, que api"
nas pl'esentar,í ejemplo de otras tales la historia
militar !le lIillglm puehlo. Ocupú :í Guadalcanal,
y desde allí emprendió el inmenso ro:leo por 1\n
da lucia, donde le hnscaremos ma.s adelallte, ante~
<¡ue ppnt't 1',' ('n V jlé·:lY;]. El g(!hi(~rno tamhicu
IOInI" algullos alipntos In(:go (pl(~ Narvacz Ilegt; ;;
T:l!avera, y SI' atrevíl') ;í exprdíl' puhlieametlle ('1
d('('I'c!o de cxoneraeion d(~¡ m,!l'(fil/:s di> nodil, 110
~in !!r:1YE's recelos de 1111 desaire; nno al Jil! Si-


u 1


consiguió qne entregase d mando de sus tropa-
al general Hihero, en FlH'l1te Obcjnna. A(lUi d"
I,iera ('mpezar la ~lCei()1l de h ley sobl'(~ las oprl'a-
'·¡OlWS lk !:;m inepto gd'('j !H'I'() no h;¡ llegado
'"d;nia, ('1) Esnafia, h ~litH'a de UlI sísl.enJ.1 le!!:!!


! 1 ;:1




Uf, ¡!320 .\ 1~:l2:'i Y DE 183li. '),27
nuevo conUieto COIl las Iloticias que recihiall de
las provincias del Norte. Los carlistas habian
vuelto, por tercera vez, á sitiar ;Í Bilbao, con
tales preparativos y con tan decidido empeño}
(lile, sefíun todas las apariencias, era su intento
apoderarse de el ,t toda costa. Una numerosa ar-
tilleria, sus mejores geí'es y batallones, la pre-
sencia de D. Carlos en Durango, y la del infante
D. Sebastian en el cuartel general del sitio, todo
Indicaba que este iba á lleyarse con el mayor ri-
gor. Efectivamente, antes que en Madrid se tu-
viese la mellor noticia de esta falal ocurrencia, v


.J


antes ({ue el gelleral Espartero hubiese salido de
Vitoria para Villarcayo, ya los carlistas se habian
hecho dueüos ue algunos de los fuertes, que de-
fieuden (lcfuella villa, é intentado el asalto de sus
parapetos el 27 de octubre. Sin el estraordinario
-valor de la gua1'llicioll, de la guardia nacional y
del vecindario todo, hubiera podido caer esta
importante villa, en manos del pretendiente, an-
tes fIue se acercara siquiera el menor auxilio de
nadie. Pero d heroico esfuerzo de sus defensores,
y nnas copiosisimas lluvias qUl~ sobrevinieron
oportnnamcute, inl¡¡¡hilital'on al euemigo de re-
petir Sil ataqlle f'l dia :.>.8, que pudo ser suma-
mente critico, y mas hallanrlos(~ ya arruinados
una multitud (k pdifieios de fa poblacioll. Tuvo,
pues, que lrvantar, /; mas hien suspender el sitio,
damlose por fnOIl la IIqpeb. dd general Espar-




tero al qUe de l\Trl1:1, J' la lJcccsidad de s;¡lír ,!
su encnentro. Efeni, amrlltp, marchó Villarcal
COIl doce ]);¡la!lolw:; v ~1::11l);-: ;ntillfTia, dr'j·alldo


.,J ~I •


entret,mto hloqu:;;!d;l la \ ¡Ila pOI' d resto de b',
tropas, nI rnaudo d(~ S;lr~sa.1 ,~¡ S"i/::l'llieion aproo
Yé'du) todos los insLmtc~ posihlcs, para ]'eparar
t orlos los desastrcs de ,;ns bat(:t'i;\s, y :lIlll Lizo,
el ?i dr llovi'-'mhrc, una salida, COl! el ohjcto de
illcrmli:w alGunas casas, (Iue scni:m de ahrigo ;¡
los sitiadol'cs, lo cual consiguió, a1lll(jllP ;í costa
de alguna perdida; pero C011t;¡ha las II0las (FH'
J'í'tardahall la Heg~lda de ]\Spar[el'O, como un C(lui-
"alente llt'f'.esal'io d,'llcnntallli:~nto dd sitio. Jbs
Espartero no daha sellales dI' "ida, llllas Y('ces,
con prcteslo !l" imprdir la ik:~ada de Sanz, que
Ileg<'. sill emJla1'30' pasando casi ;í la "ista de veillt(~
mil rnemi2'os; otras, COII b de (Iue tenia ordcne~


<l .


del gobirrno para no :1\ cntnl'ar 1lIJ:1 accíoll deci-
siva. Por fOl'tlllla, los carlistas no podiall empl'en-
del' nada serio <,ontra la plaza, tauto pOl" el mal
tiempo, como por la falta de artilleria, y no mu·
eha aJHllHlancia de munieiollcs. Ei conde de C<lsa
E~llia, uuÍco capaz de dirigir eOIl tino ;¡([ndlas
operaciones, estalla ('llt'<:nno en nllrango, y ha-
hia de,~1prol'ado adClll<lS ('1 sist('ma de ;:ta(lue em-
prendido por Yillar('al.Pcro h.1hicJl(lole dado (,1
mando general dd sitio, ,"oh'ió ;t principiarle eJ
9 de novjemhrl', atacando los fnerLes, (Iue prote-
gian bs orillas dr] Nenion y del Cadagua, ais-




laudo de este modo ,Í los si tiados de toda eom ll-
nicacion estcriol'. Los fuel't(~s ue las Banderas,
Bnrcefia, San Mames y Lndlatla, fueron ocupa-
dos succsi \amell Le, y cada día se suspi l aba mas
por la \ cuida dc Espal'kl'O, l'ero este k:bia tam-
hicu Yé,riado dj~ plan, pontu,:, lculIllciando ú la
idea de atacar:í Villal"{:al, sill cl1lIJ<H"¡';o lLe que estl:
tenia mucho [¡:cuor IlUilllTO de tl'OP;!S, se decidi{)
;'[ embarcarse en Castro Urdiales, y pasar pOI" mal'
:í Portugalete, Esla incertidumbre y rodeos di\:-
1'Oll sobradisimo tiemp0;Í los carlistas para ter-
minar su empresa, miellllas que el general cris-
tino se propouia cstcrbarla; pl'l'O fuesen las
copiosas lltn ias, <lllc vohifTOIl con ma) 01' fuern
a(iuellus dias, ú escasez de muuieiones, () 10 tfLle
se ({Uier;l, lo cicrto es, tille liada bicierotl de pro-
,ecIJO, y dieron 1 !lgar ;í sn enemigo paul que
reuniese la di,isioll lid general Aharez, J al
frellte de diez y seit> mil homhres, pndit'se esco-
ger los puntos de ala'llte <Jlle le acomodaran pOl'
la iZ(luierda () pOI' la df'l'ccha di::! Nenioll, Eligió
la primern, é iutculalldo, el dia :~7, atra\l:sar el
Cadngua por Bm'ceüa, fue l\.!chazado con lJastan te
perdida t~]j el mi"mo momento, eu (lue sus ene-
migos tomaban pOI' as;,ito el fuerte de Sall Agus-
till. E"ta Johlc h-'tltaja ait:lll\) ;l los c3rlit;tas, para
illt.imal' la \,(~lldj('jOIl de la plaza (r la I;l!arnit~ioll;
'1laS l'_,!.a IlO cOllk~t\; l ni mlldw Uh~IiUS rlcen)'t') de
J~~lIhO, ('spcl'ando ~ie!npl'\~ ~Jt'2' .~Ut:o~T·~da" Espar·-




23u DE LAS HEVOLUCIONES DE ESPANA


tero pellSÓ ser Jllas feliz sob/'(~ la ol'i lIa den~cha,
pero tambiell fue rechazado CII Asna. Vlle"'e ;¡
pasar el rio, y hace veuil' (k San Schastian art.il-
leria de sitio, para forzar otra '\ez el p<lSO del Ca-
dagua, y destruir el puente (ltlC Jos enemigos ha-o
hian estah!ecido eH el; pero esta empresa tuvo el
mismo J'esultado (lUC las anteriores, y se retira ;í
Portugalete. Lo¡, soldados murmuran, el estado
mayor no disimula su descontento; y el genera!
M' vé precisado ;Í justificarse pOI' nna ol'den del
dia del 18. La escuadl'illa inglesa, COll ~us enor-
mes fupgos, estab1. desesperada dr 'f~r lantas ma-
niobras inutilcs y tanto tiempo p(Tdido. Los si-o
tiados, reducido:> ú lodas hs pellaJjdadt~s y pri-
vaciones de un sitio tan prolongado, llegan Ilast<1
¡'cprelldcrlc, pOl' el telégrafo, de su f~tlla dp ener·
gia, pero sin mostrar pOI' eso la mellO)' debilidad,
Ultimamente, rl :.-!!¡ de ,iiciemhrc, durant.e mI<!
¡lOche hOl'l'ibl¡; de ti·io y de Ilie\e, los vapores
Illgleses rompen el pucllte de Luchana (1), y lo~;


,1) Es illlllil advertir (\ue cuando haLlamo5 de est.os v:,-
porcs iuglc,c" Llne tanta lltiliclad prcolaroll para hacer le-
\'antar el sitio de Bilbaü , no es nuestro animo ('ollfulldir h-
ll'opas, fIlie les montahall, COll las /[IH' COmpOll('TI la ya tanta"
veces mencionalla legioIl :m;..iliar inglesa. Esta ulLillla per-
maneció COllstalltelllcntc ociosa y e!lcerrad" en San Sebasi;;/I' .
jl0f' lilas ordenes)' plegar;: .. " <¡lll' el gelleral Espa]'tI~1'O Jil'i-·
gic.,(, ,í 3U eOlnand.lnh' p;lr;¡ \'t'llir a ~!l :-;0<.:01TO. Por el l'on~
n'al'ln) elJ lo~ HlOlUI'IIlO'" IJli~r(H)f.., f'lI 'IUC' Bilb~lq t':'''i11)~ )leU",.
',uculJlbll ~ 1.1 1t'~IOji ill¡.!,·lt·.~~¡ (/;111,1 1,1 J}\'¡ 111('10>1' ('i('rHpr,,~ di
-...nl¡1(.'Vdl"'l.· ¡IUI f,t!id di' ;r,i;.!,l.




'.oielados de la Reilla, COlI Sil gelleral ~l freute, se
:lpoderan de las alturas y hacel'ias de las Banderas,
1 ibertando una villa que, por tercera vez, ha
merecido el titulo de heroica.


Hemos anticiparlo esta hrevisima re/acioll del
,ilío de Bilbao, por evitar la confuslón, que pro-
duciriall las intcl'l'upciollCS en un acontecimiento
;illl dasico y fí>('llUelO en consecuencias. Nadie
ignora, que <H{ucHa villa carece de todns bs con-
diciones uecesnl'ias para una defensa, y que aun
¡os fuertes este1'iore5, que se habian improvisado,
soja consistian e1l s~is conventos, y cuatro pues"
los fortificados, unidos por una cortina de tierra,
y por barricas de vino llenas de arena. Pero sus
habitantes tienen, COliO sus antepasados, Una
yolnntad dc hierro, contra la cual se estrellarán
siempre todos los esfuerzos de las armas y de la
politica. Su gloria ser;Í pura el! esta como enotl'as
ocasiones, sill (pe nIcancc m:1S que Ulla sombra
de ella al gcncr::d ni al gohierno, que prolongaron
durante dos elernos meses una agonía diaria. Es-
partero disponia por si solo de mnyores fuerzas y
n~eursos (file ludo el ejercito sitiador, y adcrnas
,:ontaha eOIl el bien probado ralor de una guar-
ni(~ion de cualro mil homhres, y el de una guar-
dia naciotlal la m;¡s del:idida del reino. Lejos,
pacti, de ser la lihertatl de Bilhao un titulo de glo-
!'ja :X\J';1 el gcucl'al Espartero, ni mucho menos
para el gobiernu, de qui(,tl dependia, dehió ser un




cargo severo para UIlO y otro, y lo sed siempre,
cuando la fria l'azon juzgue de las operacione~
militares y administrativail de aCjllelb epoca dI:
universal illCfuietud. En cuallto al primero ú lo
mellOS, ya tIue se le disputen las prendas propias
de un general en gefe, nad ie rwerle llI'garle si 11
injusticia la mas heJla cüalidad de un soldado, qUf'
es la del valor, llevado casi cí la linea de la temeri,
dad. Mas en cnanto al segulldo, i. como pllctle
tolerarse que pida partc Cl! el triunfo un ministe-·
rio que tenia en tal abandono la salud y comodi-
dad de los soldados, que estos etltraron eu Bil-
hao, el 25 de diciemhre, eOIl pan talones de 1 ienzo,
hechos andrajos} Sin embargo, fueron tales };¡-
estravagancias, con que los ministros anunciaron
al congreso esta plausihle noticia, (lile si algo Jm-
hiera podido turha1' la alegria gelieral, solo de·,
hiera serlo la ridicula gloria) que pretendieron
adquirir con uu hecho Lan agt~llo de Sll illflnjo.
Bastará, para formar juicio del tcmple dl~ alm¡¡
de tales hom}wes, citar la proposicion hecha pOl
el ministro de la gohel'llacioll en atIuel mismo
dia, redncida á proponer (fue, ya (jue se habia
libertado á Bilbao, eOl1vt~lldl'ia cOlUlenal' a lw
LLamas la villa de O/~ale, pOI' !t({ba sido COI '/1'
del pretendiente (1).


(1) Por ll1as fe,oz.: iuhUlIl¿lJl<l 'lile pan'/.ea esl .. idea, enll-
tHic.\ pOI' .,1 nclllal 1l1;lIi~tro dI' 1;1 gn]lI-'l'Il;ICioJl, 11(1 , ... .Iht,JltI-) ~




()L ro:w .\ I tb:í y DE 1036. 253
POI' 10 (Iue hac(~ á la importancia politica, la


conservacion de Bilbao excede quizá [1. todo lo que
podriamos suponer. POI' decantado, no dudamos
asegurar que si los carlislas se hubiesen apode-
rado de el, como sin duda pudieron y dehieroll
en fines de octubre, cuando Gomez era el terrOl'
de Andalucía, la ocupacion de Bilbao hubiera
equivalido ,lla toma de posesion del trono de Sau
}'ernalldo, Ó por lo menos le hubiera p!testo en
un riesgo inmente. Su ocupacion en fines de dí-
clemhre ya no hubiera producido el mismo pres-
tigio, cualesquiera que fuesen las ventajas, que
huhiera podido sacar el vencedor. Su libertad
debe ser mirada como el acontecimiento mas plau'
sible para la causa de la reina Isabel, no tanto
por la ventaja material y positiva, que siempre
ofrece mas ó menos Ul13 ,ictoria, r,uanto por el
estrago moral, <Iue lla dehido producir en las fuer-
zas del cllemigo; f;¡stima ser:l que el gobieruo


si la escedell las que presentó ú la cowisioll de Icgislal'ioll
pocos dias allle.' ,[ue SI' liLertase JlilLao, y cn:mdo "pelw,
quedahall csper,1!Iws de sah arlc. Estan COll"istiall : 1", cu
dcsposéer ,ioll'lIlamenle :í los nobles de todos su,; hienes, y
dislribuirlos cnl1'e los pmlelarios ; 2J • en enviar colnmn;¡s d"
11'0I'~S, ~(lll el lIomhre de col711lllwS injf;rnale", para inceu·
dial' todos los jmeLlo" donde huhiesen enlrado los facciosos.
sin (,mhargo de bnbrr en ellos mayo!' numero de nacionales.
E"u' es el ¡.;obicnw, '1 Li(' S(' Ijueja de qUf' 110 se n;opera ha."
L1nlt' t~1I Sil l:lynr 1 ,l por 'pIien tilia ~TaJl p,n{(' de EIll'Opd IlP
':;.' :l\'f'rgtH'IIJ,l de 1110:-.tt'~H "';llIP;lli;l" ; Poln·c E:"pall;¡;




:),3{t DE LAS LEVOLtJCIONES DE ESP.\f'I A
espaflolllo aciel't.e á sac;)]' partido de lItl SlH'(:S(¡
tan colosal y tan inesperado (1).


Voh amos .t buscar el hilo de los acontecimicll'
tos. Las primeras noticias que se n~cihieron CIl
:\Iadrid, del sitio de Bilbao, coincidieron desgl'a-
ciadamente con las que se reeihi:lI1 dc Pm·is de!
;tspecto tan serio, como Yel'gonzoso, que princi-
piaba á tomar el asunto de la bancarrota Mendi-
zahal. L:l casa del banquero Hignard, de Nantes,
portador de muchos creditos contra 1<1 España,
habia obtenido un mandato judicial del tribunal
del Sena, para secuestrar todos los nJores r~pa­
fioles, que se hallasen eu poder de los señores Ar-
doin y eompafi ia , bamJllCros de Espaüa en Paris.
En virtud de la misma decision judicial, se aca-
baba de sufrir en llayona el igllomitlioso cspccta-
culo de embargarsc por UlI algnaeil ciertas caja ....
de dinero, que s::dial1 pal'a d ejel'(:ito, y pUl' b pl'i-
m(:r:l vez en su historia, se ¡¡allaba 1" Espafla eH
masa proscrita de todas bs transacciones comer-
ciales en los mel'cados de Europa. Tambicn por


--_._------------------


(1) Escribimos estas lineas el dia 11 ele f..,hrcl'o de 183i,
es de(~ir cuarenta y UllPVC días despup, dI' pste pla llsiblc acon-
tecimiento ,y todavia ocupa el cjl'!'(:ito ('arlista jas misnms po-
,iciones que ocupaba en la orilla iZ'[llÍcnla dd KeI'vion d día
aIltes de la entrada de Espt.rtcro en Hill,;¡o; eslú n'polli"'lfln
la perdida ele su a,rlillf:l'ia _ .Y rOJl,cn;, Hila actitud ;lIl1,'lJaZ!\-
.]"1'iI , ('lwndo deJ)iern haber sido ;l!'o<ado ,va pOI' lo.!,}., 1':'1'1(''' .
: (,llli<:l'il ni", qut' lHl ,,; \1"11' lIil;' apatia lan lncs¡di(';¡]¡!e! '


, 1,(1:-' ;:Hl:¡'~(k Illjllt~lJ l':, d, tU j ,,~,¡., , ji :·1 IIll': dI' 111;11 /,n fl.tH JJt:dllj " f'o
"ll;IH f¡!lldad'l'- ¡'1";lll 'llj1·~"tl,)~ !~'tllI·i




DE lS:>.o \ Ith::l Y DE IK56. 23 r¡
la primera \ez, comenzaba el ~eñor Mendizabal
;t convencerse d(~ que 110 siempre se puede burlar
impunemente la tí' puhlica, uí aun cuando se
toma el JlümJm~ de una gl'amlc nacíon. Entonces
~c ,io precisado ;t acudir ;Í uno de aquellos re-
elll'SOS que, lejos de mejorar la situacíon moral
de un deudor, la empeoran y el1víleceu. No C011-
lento con hacel' ¡mel'lar en algunos periodicos
mgleses la cstraña novedad, de (1 Lle los banqueros
\l'doill y Ricardo se habian separado de sus ius-
i rucciollcs cuando fijaroll, en las holsa;; de 1 .. on-
\ ll~es y 1"a1'is, el a viso de que el dividendo de la
deuda activa seria pagado en libramientos sobre
la isla de Cuba, hizo desacreditar, por medio del
~l()nit()f', :í su eomisionado especial D. Mateo Du·


I'OU, puhlicando, que se hal;i:1 separado de sus
IllsfnlcciollCS. IJara dar mrlyol' solemnidad (, igno··
minia ;í esta dedal'rlciol), se pasó una nota al se-
llOl' D . .Joaquin Mar;a Campuzallo, conde de Re!'·
clWll, ministro plenipotellciario ell Pal'is, para
que hiciese saber en su nombre, á los tenedores
(le rentas cspaflOlas, que la intencioll del gobierno
i'spaflOl !lO h:lbia sido nunca burlar sus esperan-o
,I,as COl! la oferta de lihramientos sobre la isla dc
Cllh:l, sino (PW, al contrario, pensaha dar eo
Glml)io de los CUj)()/le.) , lJOJ1oS contra el tesoro
;'spa1101, ;1 seis y doc(' mn,es de termino, y COI!
!Hl ;n[t'n~s de cill!'\) pUl' ('ieuto (1).




150 DE L.\S nE\'OLlCIO'iES DE E6PA \ \
No sabemos cual <lamirar mas cu Ull doenml:llto


tan estl'aol'dillario, si la implldencia <Id millistro.
Ó 13 resigllacion del seriol' DllI'OIl, POl'fl'W :\ la "'1'-
dad, ¿ Quien puede admitir lli como cicl,to Ili como
pro hable, que los haU(!'ICI'OS ,\rdoill y Hicanlo se
decidiesen á public;:¡r UIl a,iso de tal importancia,
sino en ,irtue! de Jos poderes, de (1 He sc (b·;:: pOJ'-
tadoÍ' el seflOr Dm OH? 1. Ni como so:-.peeha¡·, pOi
otra p~rte que este agente del gohieruo, <jite ocu-
paba Ull destiuo de tanta cOllsidel':tcioll y lltjlid~id,
como el consulado de Bayolla, lwhia de cOnll)J'o-
meter su prohidad y su posicion social, ill\ ell-
tando una especie de tramoya, que por si mi"m;¡
debia y·cnir ahajo dClltro de pocos dias'! ;, l\i P01'-
(jue ocnrrirle de pl'CfCrCllcia la isla de t:uha,
cuando sabia de uu modo illlllldahle, que las 1I1li-
mas letras, presentadas alli, por la Slml:1 rdalj\a-
mente insignificante d,~ 900 ]üil dillOS, a::ahabal!
de ser protestadas'! (: y c!l~d e"a la prucedencia
primitin dc estas leíras, siuo el mismo tesol'O
publico, á (luicll se (!ueria suhstituir como fí~u'al!­
tia del dividendo'! La verdad es, qlle el lIIillislerio
espaflOl di(í uua prueba irrecnsahh' ('1] ('sta ]H'Il-
tal declaraciotl, de (jue estimaha ell lülly p(;('()
la reputacion de sus propios <lgClltes, los cudi's
igualmeute dieron con sa Silr~lL'io el th'C'cllO d,'
(pie el publico !lO les tCllga por ma::. (::'¡;(,;ldo~,
<pIe sus mismo, w<tmbtal'ios.


Pocos dias dCSplll''i de la :lperllll'.: IL, Lb l'OI'k,,;
~e'Llpo \'11 Matf¡-irf la ocupacioll del (!!('J'le d~




HE I''l~W A !(-)'/¡ Y DE Itr'ic.. :J.:J7
Canta,'ieja, ,criticada pOI' las tropas del general
U. Evaristo San Mignd, el 31 de octubre, en viJ'-
¡ud dd aJxlIldollo, r¡l1C ele el hicierOll lo~ carlistas,
lle, andose ('llauLo Íí'llian y sin d('j:n' dentro de el
mas IJ!w los prisiolleros. L::l poblacion toda ente-
ra ~iP;llió :í Jos carlistas, recelando ,¡]gUI10S escesos
de Jas tropas sitiadol'r's, las f:¡¡aJes, segull el parte
de su propio gelleral, habían estado los cuatro
ultimas cEas sin racioll de pan, ,í la illclemenci;J,
y sin siqnicr:l una gota ele ,ino ni agnardientl'.
~f:¡s pOl' eso mismo sobresalia su constancia y
d('('ision, como Jn,bi{'ra sohresalido su Y:1lor, si
!o~ enemigos las hnhicsclI rbdo ocasion de mos-
trarle. La ocupacioll de este punto no dejaba de
ser importante, ponplc despues de mnchos meses
,;rnia, como ya hemos dicho, de ahrigo para
los carli"tas dd hajo Aragon, al paso que era un
almacclI y deposito de sus prisioneros. Aquel
dia recllper(í su ]ihertad el hrigadier Loprz y sus
compañeros, tjue habian sido cogidos en la nccion
de Jadraque.


A pesar de esta yentaja las sesiones (le! COI]-
greso ol'rcei"n un aspecto tumultuoso con las
con til1uas mOCiOlH'S, que se llacian para que el
ministerio dirs(' cuenta del estado de las opera-
l'iOl](,S lIlilit:1I'cs, y de las ordenes é instrncciones
dadas á los g211craJes. Dificilmente poc1ia el defcn-
(hTSC de los cargos que sr; le haci;¡n, no solo
por su impf'l'icia 1Io!ori:l, si1l0 m:l.' :tTlIl POl' la




/:;t) DE L\S RIlVOf.!JCIO:\ES DE ESPANA
inconcebiblc ohstinacion, COll (FlC hahia querido
mallt('nCr en el mando a sn cam<lrada Hodil. EI\-
tonces fue (en la sesion del 2 de noviembre),
cuando el señor Arguellrs di() mas ú conocer
su irresistible comezon de hahlar al punlico,
solo por el placer de escuch;trs(~ y ser escuchado.
Dos horas seguidas se llevó hahlando para probar
que los triunfos de GOl11CZ, y la poca felicidad tk
los generales de la Reyna dependian de la falta dt'
libertad de imprenta y de lo poco que se hahía
parloteado en la tribuna :mtc5 del 15 de agosto
de afIuel ¡¡Ito. De Slwrtc, que si huhiel'3 querido
probar todo lo COll tI'ario de lo ({ue illtentaba,
Imbiera podido hacerlu, sin mas que citar las fe-
chas en I{ue Gomez habia derrotado :í Lopez, pa-
seado la 1\falldlL1, eutrado en Cordoha, tomado ;í
Almaden, cogido á Flintcl' y Puente y enseflo-
I'eadose de la Estremadura ; sucesos todos COI1-
lemporaneos () posteriores ;í la fecha citada por
este seflor dipntado. Es d(~ advertir, que en la mis-
ma sesioll dijo, (Iue preferia le tmiesen por malo
:mtes que por tonto: cualidades amhas, que distan
mucho de este señor, pero (ttH' lIndic debe pro-
vocar, por no csponel'sc á qtH' ie cOllccd:m una y
otra. La verdad era, (IUC los tI'iunfos dd uno J
las derrotas ele los otros eran una conilrcuellcia
immediata yneeesaria de la illdisciplilla y de la
{alta d(~ uniotl y concierto, (lue hahía producido
'1lI:' I'(,í olllcioll de~atillad;¡ el] su ().I~iclo, y VCI'-




DE 18~~1) '" r8??} \' I)E r836. ').3~
"ollzOsa /'11 SUS medios, 1" clJal habia dado origell n ~
;í un ministerio, iIlC;¡PflZ dn dirigir y poner eH
armonia tantos ckmenlos hetel'ogeneos. En vano
~l!S il1dividllOs aCllClian á la muy arbitraria dis-
ndpa de que sus intenciones eran sanas, porque
:UlIl concedido ({ue así fuese, no bastan las Ínten-
i:iol1es para goheruaI' bien, si :í Pilas lIO acompa--
¡\an el tino y la prcY isÍon.


Algo mas positin y menos vaga ({ue el SellOl'
dipntado pOI' Asturias, se mostró la comision l'S-
Jwcial, cllcargada por el congreso de proponer lo!>'
medios mas c1icaces para la pronta terminacioll
de la guerra cÍyil. Y decimos mas positiva, no
por (Iue las medidas ({ue propuso, fuesen mas COll-
ducentes qur: la lihertad de imprenta, para acah31'
I '011 Ia~ facciones, sino por (fue ihan dirigidas ;í
IUl fin cierto y (:,idcllle, cual era la intl'oduccion
dd sistema de ¡error eH E~paila. Componiase esta
romisioll de los sugetos, (pIe IJasahan en el COl1-
~n'so por ser lo~ mas aCfllol'ados partidarios del
movimiento, y aun por abriga¡' opiniones poco
f'avor<lhlcs ;í Ja monarquía, como (pIe cntre ellos
.(~ contahan algunos, ([ue habían entrado en la
¡.lea de nombrar coregentes, y enyiar rcpresen-
Ltlllf'S de las co1't(:5;[ los ejercitos. eno j" otro
f)(~l i~ilmielltü IJ:lhian sirio desechados pOI' ellas,
mas no por eso quisieron perder la ocasion de
!!;¡¡;{']' s:¡lil' de ~11 qHiejo hnst'l la mism;' I'e\'ülucioll,




..líO DE LAS H F\ lH,UClo;'o, E,; DE E"l'AN\


Para ello despues de propoller (fue se cOllcediest'
al gobierno la llutorizacíon, {fue solicitaha para
llacer uso de la milicia nacional movilizada, fuer;:!
de sus provincias respecti ,-as, presentaba en su
segunda parte siete medidas, con las cuales, en su
juicio, concluiría finy pronto la 3uerra. La 1" que
se autorizas!' al gobierno, para 'Iue ;í pesar de lo
prevenido en la orden;\lIza se esclu yesen de las
illas de In milicia nacional las personas, que no
inspirasen confianza, aUllqup tuvieran todos los
iWlnisitos, que previene la ley, y se arlmiticl'll ;~
los que la inspirasen, aunqu(~ por otra parte no
l'eunieran cOlldicioll alguna legal. Es decir, qul' se
admitiera en aquel respetahle cuerpo ,í cuantos
pillos y desalmados hubicra por las calles, y se
desarmase ~[ todos los fIue tenian quc perder.
2". Que se organizase la milicia scdcnt;¡rj;¡ por
hatalloncs : 3". que ,:oP, nomhrara una cOlllision
que propusiese ulla JIlH~Ya ordenanza para la dicha
milicia : ¿~". (lue se estahlecieran eH toctas las pl'O-
yincias tribulIales re\olucionarios, que impusi(~sclI
la p(~na capital á todo el (lue de cnal'luier modo
ayud<lse ú los enemigos, sustanciando el procrso
cn el termino (le 15 djas y sin admitir apclacioll
ni suplica: 5". (Iue se antoriz<lse ;í las j1llltas de
armamento y def('lIsa, (~s decil', oí bs jUlltas ill-
slIrreccionalcs y allanluicas dI' las provinc'ias,
rilra qU(~ le\anlar:m fuerzas y dispusiesel1 de los




DE 18;w A J ~h3 y DE 1836. 2''f 1
fonelos publieos y bienes de los rebeldes para
mantenerlas: 6". quc se pusiesen los suministros
á la disposicion de hs mismas juntas 1 y 7". que
se hiciese ef(~cti\~o el pago de lanzas y medias
31111n!;¡S, permitiendo vender las fincas para reali-
zarle (í YClIdiendolas judicialmente.


Si las medidas propuestas por el señor Arguel-
tes eran del gcnero i Ilsipido , estas otras solo re-
bosaball atrocidad é in,;usticia. Incapaces sus au-
tores de inventar nada nuevo en la ciencia de los
horrores revolucionarios, se limitaron el imitar
senilment.e los ejemplos de la Convencían fran-
cesa, que servir;í de codigo eterno á cuantos de-
magogos ;¡parezc;¡n sucesiyamellte en el mundo.
Pero cstos san¡:;uinarios ejemplos estan siempre
suhordinados ;í las circunstancias y situaciones de
los puchlos, y 1:1s masas del espailol no esta han
tocj;¡yia á la ahul'a de esa ferocidad metodica.
Cuando se nombró esta comision y se eligieron
los miembros, que habian de componerla, era la
inteucion de la mcsa y de los ministros, que ¡n-
Iluyeron en ella, aumenl:tr la fuerza del gobierno
pOtO medio del tenor, que es el arma, con que
los hombres dchiles y limitados piensan suplir la
falta de justicia.PeJ'o los comisionados no que-
I'iau (pie esta arn¡;¡ de dos filos f'stuyif'se en In:lnos
del miuistCl'io (lile podria emplearla contra ellos,
y asi propu~i('l'oll que se colocase ('n las d\~ las
iuntas de armamellto y ckfcllsa, de qUl~ dIos er;m


H. 16




2¿12 DE LAS REVOLUCIO'lES DE ESPANA


ulla especie de <{uinta esencia, o como ya hemo~
dicho, una diputacioll permancllle, El ministerio
no tardó en conocer esta perfidia de sus amigos,
y asi se vió precisado ú mostrarse mas terrorista,
qne la misma comisioll, Los ministros de gl'aci:,
y justicia y de la gobernacioll clec1araron anlr:
las cortes que no deseaban ni se pl'opolli:111 ';1-
Icrse de otros recursos gubernativos, que de 10\
plf/'amente revolucionarios) y el segundo de esto~
sefIores se esplicó aun mas espl icitamente, procla o
mando terror, terror y siemp/'e te/'m/', })ero pOI'
mas entusiastas que se mostrasen los miliisll'O~
en fayor de esta detestable ffif'dida, no querian
tampoco que se emplease por otros instrumentos
que los (Iue ellos eligiesen, y este ¡nleres reci-
proco fue (fuien les puso eu pugna COH la misma
comision, que ellos habian invocado en su auxilio,
Bajo prctesto de crear algunas garalltÍas de orden
y defensa IJatural aun para los asesinatos juridicos,
que proponia la comision, indicó el ministro de
gracia)' justicia tales modificaciones, que varia-
ban csellcialmente su tendencia y espiritu, Esta
especie de contramilla voló la paciencia de uno
de los miembros de la comision, (Olózaga) qne
con mas empellO habia sostenido las medidas, y
declaró, que lejos de apoyar al ministerio, ie bria
la oposicion con todas sus fuerzas, Habia llegado
á ser tan odiosa esta lucha de crueldad ent¡'e (JI
ministerio y Jos comisionados, que pOI' fin SH-




DE 1820 .\ 18:>.3 y DE T 836. 24:)
hlevó contra ellos la indignacion de algunos dipu-
tados. Entre otros el genera] Seoane dijo espresa-
mente, que solo unas personas sin honol' y sin
conciencia podian proponer cn Esp::tña semejantes
medidas. En efecto, no solo era feroz la disputa
entre el millisterio y la comision, como que Sil
ohjeto solo se dirigia á saber quien habia de ser
dUerlO de las vidas de muchos inocentes, sino (lue
era adema s absurda, por que ni unos ni otros
podian contar con las masas, sin cuya completa
cormpcion no puede establecerse el terror de una
manera permanente. Semejantes á los bandoleros,
que se unen para cometer los crimenes, y soLo
se separan y combaten para repartir la presa, el
ministerio y la comision perdieron el fruto de su
abominahle liga, sublevando contra si la indigna-
cían del congl'eso, que desechó con horror sus
planes sanguiuarios. H<lsta las mismas galerias,
por lo general compuestas de gente poco escru-
pulosa en tales materias, manifestaron su ninguna
disposicion al terror, aplaudiendo los discursos
que le comhatian y en particular la interpelacion
del general Scoanc. Asi escapó la España por en-
tonces á un espectacul0 de horrores, que segun
bs serIales parciales, que hemos visto durante tres
arios, habria escedido y dejauose muy atras los
ejemplos ({ue hacen penosa la lectura de la his-
toria.


El mismo tIia, en que las cortes españolas Ji(>




?:¡!. DE LAS REYOLUC:ION ·.S nE ESPA\'\
ron esta puhlica muestra de ({ue eran meno~
revolucionarias que el ministro, llegaron á :'!'Ia-
drid noticias muy alarmantes de Portugal. Desde
que en la capital de a(fuel reyno se hahia procla-
mado por los medios, que ya dijimos, la consti-
tucion del afIO de 1822, que no era mas que una
copia de la de Cadiz, el gobierno inglés hahia
presentado al mupdo una de aquellas anomalias,
que hastarÍan por si solas á descuhrir la naturaleza
de su politica, cuando faltasen otras prue])as para
calificarla. Entusiasta, hasta la incoll;:;ruellcia, de
la revolucion de la Granja, á que habia prestado,
sino la cóoperacion, ~t lo menos el consenti-
miento, no pudo disimular su eeIlO al ver el eco
necesario y pronto que habia tenido en Lisboa.
No habia olvi(lado lli oh-idar{¡ tan pronto, (lue al
proclamarse en aquella ciudad la c:ollstitueioll in-
terina de 18:w, se dió la s<,üal del sacudimiento
dd yugo, h:ljo el cU:ll tenia b Inglaterra humilla-
do el orgullo portugués llasta el punto de tener
por generalismo de sus ejercitos :i un general
inglés, que ejercia las funciones de virrey de la
Gran Bretafla, y monopolizaba en beneficio de
esta todos los productos de :lquel pequeilO, pero
fertil reino. Este crimen ya se sahe, qnc cs im-
perdonable á los ojos de la politica inglesa, ya sea
esta dirigida por manos consenadoras ú progre-
t;istas, porque todas son lllltlS, cuando se trata de
aumentar una guiJlpa m:lS ~I comercio hritanico,




DE 102U ,1. j tb3 y DE 1836. 2/f5
Inmediatamente, pues, f{Ue se SllpO en Londres el
cambio ocurrillo el1 las instituciones del pais, y
que otra conslituciou de siniestros recuel'dos
llahia sustituido el la carta de D. Pedro, enviaroll
sin pcn!er tiempo al Tajo considerahles refuerzos
;1 la esclladra mandada ptW el ahnirante Gage.
Estos refuerzos adyuirieron mucha mayor impar.
tancia COH la l'eunion en bs mismas aguas de la
escuadra francesa del almirante lIugon, cuyas
fuerzas reullidas, cuando 110 fuesen suficientes
para decidir la cucstion, eran una protesta visible
contra el estado actual de cosas y Ulla esperanza
de triunfo para los mal contentos. La Reyna y
su esposo el principe }~ernando habian manifes-
tado una justa repugnancia contra la ultima revo-
lucion, J la aristocracia representada en la Cama-
ra de los Pares hahia protestado uniformemente
contra ellas. S . . M., ;H'ollsejada por los ministros
de Inglaterra y de Belgica, se habia trasladado
desde el palacio de las Necesidades ai de Belhem
para estar mas inmediata al parage, donde se ha-
llaban estacionadas las escuadras, y creyendose
segura del apoyo de la fuerza y de la l'azon, de-
puso al miuisterio revolucionario el dia 4 de no-
,icmhre por la maibna. Los eonsejeros direc-
lores de la con tral'evolncion S2 pusieron de
;lCucnlo con el capi [an, que mandaba la guardia
de palacio, para que esta se pronunciase "'luelIa
misma noche :í favor de la carta de D. ]}edro.




246 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPANA
haciendola entender que Jos Ingleses apoyarian
el pronunciamiento.


Mas no parece que habian contado con la guar-
dia nacional, que siempre en las revoluciones ur-
hanas es el demento de mayor fuerza en todos
los paises, donde sc halla organizada, y asi esta,
sin orden de nadie, se situó en Jos cuarteles,
donde pasó Ja noche. En el mismo instante apa-
recieron dos decretos, el uno declarando que
S. M. habia jurado por fuerza la constitucion de
1822, Y el otro indultando á todos Jos que la
habían proclamado, 10 cual produjo tal sen sacian
que á las 5 de la mañana ya la guardia nacional
salió de sus cuarteles y se dirigió al campo de
Ourique, dOllde se la reunió la guardia municipal
y muchos oficiales superiores" En Belhem estaban
sosteniendo el movimiento reaccionario el hatal-
Ion de lanceros numero lO. Y el de artilJeria nu-
mero 5, aunque este ultimo manifestó, que no
haria fuego contra el pueblo. Su fuerza total no
escedia de 600 hombres mandados por Saldanha,
cuando por la otra parte entre puehlo, guardias
nacionales y municipales no bajaban de 6,000.
En este estado, corrió la voz de que los Ingleses
trataban de desembarcar, lo cual no era todavia
cierto, pues solo algunas de sus lanchas recorri:m
las immediaciones de Bdhem : los Franct:ses se
mantenian espectadores, y los oficiales de esta na-
('ion se estab<111 pascando por la cuidad,




DE ,020 .\ It':h3 y DE ,83(;. J.47
Temiendo no obstante ser :1tacac1os, lo~; del


'.'ampo de Ouriqne cm iaron un piquete a la
puerta de Alcantara, ~,l cual lIegrS en el mo-
mellto) en que el ex-ministro :FreÍre, vestido de
gr:lIl uniforme pasaba en coche con direccion al
palacio de llclhem; pero habiendo sido recono-
cido, fue muerto de tres tiros (Iue le dispararon.
Su cadavc¡' csttno tendido tocl:1 la tarde en el
suelo, sin que ninguno de sus p:1rtidarios acu-
diese á recogerle. En la misma t:Jrde y en visla
de la efervescencia, que reinaba en el campo de
Ouriquc, se el ¡rigil) una diputacíon al palacio de
Belhem, y :i poco rato volvió uno de sus indivi-
duos, el marques de Ficalho, anunciando la lle-
gada de aquella a palacio, donde permanecia cerca
de S. M., y añallielldo (IUC esperaba que todo se
arreglaría por haherle m:1nifestado la Reyna que
no trataría con estrangeros sino con Portugueses,
en cuya consecuencia le parecia que la guardia
nacional podia retirarse ,í sus cuarteles, sin dejar
por eso las armas, lo que verificó ;i las 7 de In
tarde.


Asi sc pasó la noche, en la que se dijo (!'te el
arreglo tendria efecto, nombrando un ministerio
mixto. Pero al amanecer fIel dia 3 desembarcaron
los IlIgleses, lo cual visto por el batallon de al'til-
!cria, que estaba en Bdhem, se p<lSÓ ;¡1 campo de
OuricflH:. El miJli~;tl'o de Inglaterra, lord Howard
de ~Va [den queria a lacar el campo C01J su' Lnlpas




248 DE LAS REVOLUCrONES DE ESI'.\:lA
é invitalm á 1\1. Boís.Lecomte, quc hahia llegarlo
el ,[iD :m~es (lesrl" l\bdrid, ('11 calidad de millistro
plf'n¡pot~nciariü, eu 1'(~(,lIlp!azo de ¡'\Ir. de Saint~
Pripst, para que hiciese desemhal'caJ' los Frallce-
ses con el mismo ohjeto. Mas f'ste ultiIl1'J no ac-
cedi6 á ello, alegando que no podia COllscutil' que
las fuerzas de ~u país atacasen lL 8000 bombres,
(Iue er<.lll los que estahan por la eonslitucion de
1822, para sostener á 500 () 600 que sc lwbian
pron uneiado por la carta. :Esto y la gClleral 1'e-
probacion, que causó el desembarco de los T tl~leses,
les obligó á volver á embarcarse, por cuya razon
)a Reyna se decidió .í cutral' en negociaciones
con los representantes del campo de ÜUl'¡(lue, pro-
metiendo nombrar uu uneyo ministerio eld que
seria gefe Sá da Bandeira, y que las demas condi-
ciones se confiarian á una cam ision q"e S(~ oeu-
paria de ellas, luego que S. ]\J. regresase de Bcl-
hem al palacio de las Necesidades, y ({ue las tropas
y gU:lrdias nacionales se hubiesen retiraflo á sus
cuarteles. Asi terminó la tentatin de contl'al'evo-
lucion de Lisboa, suscitada por el ministro de
Inglaterra, llO cierto con objeto de mejorar las
instituciones de Portugal, pues eran las mismas
fIuC habia protegido y apoyado en EspafIa, sino
con el de alejar el estahlecimiento de un codigo,
bajo cuyo influjo aquella nacion habia d(~jado de
ser colonia suya. Es de creer ql!(~ el ministro
francés, d helga .Y rl almirante Hugolt hubieran




DE IÍ'l?o A d:b3 y DE 183G. 249
celebrado mucho (Iue las cosas huhiesen tomado
otl'O giro; pero sus instrucc iOlles no se estendian
;í otra cosa q!le :í proteger en caso necesario la
persona de la ltcy-n;¡ y los intereses de los Fran-
ce~es I'stahlecidos Cl! Lisboa. Su conducta era
consecuente eJl amhos p;~is,'s, mielltras que la
de InglatcJTa ofrecia uua contradiccion, que daba
en ojos aun ;í los mas prc,cnidos en su favor.


Esta noticia contrihuyó á calmnr Ins illquie-
tudes mortales, en (pIe se hallaba el millisterio de
Madrid y- sus revolucionarios, quienes dificil-
mente huhieran podido evitar otra reaccion se-
mejante en Espaí'ia, si hubiese triunfado la de
PortugaL Las circunstancias ernn escesi\'amente
criticas asi dc parte de la Andalucia como de Viz-
cay-a, donde simuJtallcamente se estaba debatiendo
una eucstioll dc existencia. En Nay::¡rra mismo, á
pesar de la superioridad notable de fuerza, que
teuia el gohiel'l1o, habia sido desgraciada una es-
pedicion dirigida por los generales Lebeau é Irri-
barren contra Estella, con objeto de ocupar esta
ciudad importantisima para los carlistas y- llamar
la atenciol1 de losquesitiaban áBilbao. Uuo y otro
fueron rechazados con bastnntc perdida, sin clue-
darles otro consuelo, que el de haber incendiado
algllnas casas de Oteiza, cuyo resultado estaha
lejos de eomp('lIsar Ili las perdidas sufl'idas ni mu-
cho menos el grande ob.ieto de la espedicon. El
gpneral fl';)nds salió pocos días despnes para Fran-




250 DE LAS REVOLUCIONES DE ESP.\XA


cia, dejando el mando de la legion al SellOr bl'Íg;¡.
dier Conrad. En Cataluüa tampoco presentaban
los negocios un aspecto muy favorable. La gunl'-
lIÍcion de Cardona en una salida, que había hecho
el 8 de noviembre, habia caido cn una cmboscnda
de Tristan y, y perdido ciento y tantos homhrcs.
En consecuencia el genernl Serrallo, que man-
daba interillnmente,dul'ante la mortal enfermedad
del general Minn, dió orden á los guardias nacio-
nnles movilizados de Barcelona, para salir á cam-
pañn; pero estos se arremolinaron diciendo, que
no querian salir, por que no tenia n las prendas de
vestuario propins del invierno, otros se cIuejaball
de que los ricos habian podido esceptuarse del ser-
vicio de movilizacion, dejando esta cnl'ga :1 solos
los pobres, y otros pedian á gritos las cuenlns del
producto de los arbitrios y douativos destinados
á su habilitacion. Fue necesario (fue la cahalle-
ria de la misma guardia y los mozos de escuadra
dispersasen aquellos grupos, con lo que se pudo
conseguir que saliesen unos 1 500 hombres, parle
para Vich, y parte para Esparraguera. Iguales
señales de indisciplina daba la guarnicioll de
Pamplona y casi todas las tropas de la nacion,
menos alguna otra columna mandada por blH~­
llOS gefes, de que por desgracia no es esee~i \O el
numero.


Bajo tales auspicios esta ha e1ahorando su proyec·
to la comision d(~ reforma de eOllstitucion, llom-




DE 1820 A db3 y DE 1836. 251
brada en la sesion del dia 5 de noviembre y com-
puesta dp. los señores Arguelles, Ferrer, Gonzalez
(n. Antonio), Olózaga y Sancho, á los cuales se
agregaron despues en la del 16 los señores La-
borda, Torrens, Acuña y Acevedo. Estos señores
diputados presentaron las hases, sohre las cuales
pedian la aprohacíon del cOllgreso, para proceder
en su trabajo con mas tino y seguridad. Ya las
recordaremos á su tiempo, y calificaremos su es-
píritu y accion en la suerte futura de España, así
como la condenacion manifiesta que envolvian de
la revolucion de la Granja. Mas antes no debe pa-
sarse en silencio, que existia y existe dentro y
fuera de las cortes un partido dificil de calificar
con llinguno de los dictados usuales en politica ,
y que denotan un sistema ó principio de gobierno
biell ó mal concebido. Este partido, de que habla~
mos, no merece otra denominacÍon que la de
revoltoso y por que siendole indiferentes todos los
sistemas gubernatiyos, no aspira á otro objeto
sino á que jamas prevalezca otro, cllle el de sus
cOllgregaciones clandestinas. No eran estas de
opinion, de que se pensase siquiera en rcmovar la
menor particula del sagrado codigo de Cadiz, 110
porque este les merezca ninguna preferencia,
como medio guhernativo, sino antes bien para
ímpedir que á su sombra ó sobre sus despojos,
pudiera llegar ;í crearse uu poder capaz de re-
primir C'stos inHujos sllhtt'lTallcos.EI millisle--




252 DE LA:; ItEVOLUClO:\ES DE E';I'A:\.\.


rio habia recibido ya repetidos ayisos desde 105
primeros dias del mes de noyiembre, de ({lH~ tra-
taban de promover UlW asonada pal'a impl'dil' (Iue
se aprobase la proposicioll hecha por Ull grall
numero de diputados, cOllfil'maudo la regclIeia
del reino en S. 1\1. la Reyua gohernadora. A ('sios
ayisos de fucl'a sc agregaban tambiclI y;:rias tell-
tati,as de dentro del cOl1gn~so, para entorpecer
esta generosa resolucion, como por ejemplo, la
petieion del señor Caballero, de (rue se presentase
en las cortes el testamento del difunto Rey, unico
titulo, eu "irtud del cual estaha rigiendo cll'eyl1o
su augusta "iuda, y el empeño, con que:,¡e dispuso
que las reformas de la coustitncion no pndicr:m
hacl'rsc sino por Ulla mayoria de las dos terceras
partes de TotoS. Queriall persuadir los disidentes,
que solo les mo\ ia !J pretender esta mayor solem-
nidad la importalH:ia misma del asullto, mientras
que el vel'lladero ohjeto no era otro, (tUC la mas
grande facilidad de impedir (Iue se hicíese Ilin-
guna reforma, bastando á cstorbarla tUla tercera
parte de los diputados. Por fortuna, el congreso
comprendír) el verdadero moti"o del respeto Ili-
pocl'ita de los tales señores y se decidió pOI' la
mayoria absoluta. El millisterio por Sil parle
hizo prender unos l'ualltos de los conspiraclOl'es
de fuera, :1 cuya fl'Cllte esta ha Calvo de nozas,
de quien ya hemos hecho mencion en este escrito,
y todo el mUlldo crkhní que se huhiese eortado




nI' dho "\ 1 K?S y DE 1 856. 255
de raiz un proyecto, ({Ile 110 podia producir' sino
S~~llgre e illlJuetudcs. El ,ulgo de los noticieros
hacin el hOllor á los presos y á sus camaradas de
llamarles repuhlicanos; pero en realidad ni ellos
pensaron jamas en republica ni en monarquia,
sino en medrar de cualquier modo y en hacerse
los importantes con cuatro mal disimulados ta-
pUJos.


Sin embargo, elcspil'itn publico estaba suma-
mente agitado, asi con los rumores de esta cOl1spi-
J':¡cioll, como con los (lne se hahian esparcido de
rehelio1les abiertas de cicrlo~generales, cuya ul-
tima lloticia se decia haber ocasionado una sesion
secreta de las cortes, ell la tarde del 15. Fuese ó
no esta la causa verdadera de esta reunion secreta,
es lo cierto (lIle en ella prescntal'on los minis-
tros otro proyecto de medidas escepeionales,
que supliese las que, pocos dias antes, habia
desaprobado el cOllgl'eso. Estas medidas eran las
siguiente;; :


1 a. Que el congreso tenga á bien resol ver pue-
dan ser nombrados secretarios del despacbo los
diputados ;Í cortes, y que no obste esta cualidad
ultima para obtener y descmpeüar empleos del
gobierno.


?". Que con arreglo al articulo 308 de h eon-
stitucioll, y alelldido lo extraordinario de las cir-
cunstancias, decrete el congreso, por el tiempo
<Ine tcuga ;í biell, la :-,uspCl1SiOll de las formali-




154 DE LAS REVOLUCIONES DE ES PANA
dades prescritas en la ley fundamental para el
arresto de los delincuentes, autorizando ademas
al gobierno para que pueda hacer salir de Madrid,
y aUll destinar á las islas adyaccntes, á las perso-
llas cuya permanencia cn la corte, ó en 1a penín-
sula, amenace á la libertad, ó ;Í la consenacion
del orden publico, y ;Í la seguridad del estado.


3a • Que se tornen en eonsideracíon, por las
cortes, Jos escesos de la imprenta, de tan peli-
grosa transcendencia en las actuales círcunstau-
cías, para proceder dpsde luego á la formacioll
de una ley, que concilie la libertad de 1a prensa
con la scguridad del estado.


La primcra de estas propuesta;; no era otra cosa,
que una nueva confirmacion de lo que tantas VC'-
ces hemos dicho, acerca del poco estudio que ha-
bian hecho, y escaso conocimienLo que habían
adquirido, los redactores de ]a tal constitueion,
de Jo que es un gobiemo rcpresentativo. Aluci-
nados siempre con la idea, por otra parte gene-
rosa, de que el puesto de diputado no se convir-
tiese en Ull banco de corrupcion, con perjuicio
de la libertad y de los intereses del pueblo, imi-
taron á ciegas la teoria, entonces f:lyorita suya,
de la constitucion francesa de Ij9I, sin que ni
entonces, ni durante los tres años de 20 á 23, les
diera en rostro tall sustancial defecto. fbn sido
necesarios los ejemplos de toda la Europa consti-
tucional, para (IUf~ nuestros po] i ticos de Cadiz SE:




DE 18~o A 1823 Y DE [836. 255
desengailCl1 de este funesto error, y aun acaso no
hubieran hastado aquellos, sin la estraordinaria
escasez, en (PIC se "ió el ministerio Calatrava de
sugetos disponihles para muchos empleos publi-
cos, fuera del congreso. Escluidos, los unos por
carlistas, olros por apasionados del estatuto, estos
por comuneros, aquellos pOl' desafectos á la re-
\olucion dc la Granja, y otros por cien mil ra-
zones quc seria dificil enumerar, llegaba á ser un
ycrdadero enigma descubrir un hombre dispo-
nible, ni para los ministerios, ni para nillgun
empIco importante. Si en cualquier pais del
mundo seria defectuosa esta incompatibilidad en-
tre la camara legislativa y los destinos de la admi-
nistracion, debia serlo mucho mas en España,
dunde, con pesar sea dicho, es mucho mas escaso
el numero de buenos empleados. El que abní la
Guia de F()ra,\ter()s~ y recorra aquella innume-
rable lista de nombres, que figuran en todos los
ramos de la admillistracion, se encontrará, por
poco que conozca los indi,'icluos, que designan,
con igual vacio que en la nomenclatura de los
generales, de la cual podrian borrarse sin escru-
pulo lail nuc\'e decimas partes. La culpa 110 es
de los Espai'lOlcs, quienes por lo m(~nos valen
individualmente tanto como eual<luier indi"iduo
d.e otra nacion, sino de las instituciones, que les
han regido durante siglos.


Era pues necesaria é indispensable la primera




2:")6 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPANA.
medida, y asi 110 sufrió la mcnor contradiccion
en el congreso.


No diremos lo mismo de la segunda, porque
sobre ser una verdadera dictadllra COII .!rllm(1s
tllalllcas, siempre peligrosa eu mallOs de cual-
tluiera que la solicite, lo era mudlO Hlas ell las
de un ministerio, uacido inmedialarnellte de una
revolucioll militar. Cada uno de sus illdividuos
habia tenido mil veces la modc~,tia de proclamarse
;Í si mismo amigo esclusivo de! pl'Ogreso en la
carrera de la libertad y y sin embargo, 110 con-
tentos con ejercer de hecho lada especie de al'bi.
trariedades, pretcndi:m adquirir el derecho de
aprisionar y desterrar del reino á cualtluiera, que
no fuese devoto ú esclavo suyo. Desde que hay
ministros iujustos y vioJeulos en el mUlldo, no
se podrá citar otro, que mas ancha y m:lS lIecia-
mente haya ahusado de su poder, que el (ille eles~
empefIó el ele gracia y j lIsticia (Becerra), hajo la
presidencia del seÜOl' JJenJizJbal; pero al fin, su
pllel'il alarde de omnipotencia ministerial no 11a-
hia recaído mas que sobre los mngistrndos, á t(uie-
nes hacia recorrer por celJtenares la EspafIa en
todos selltidos. Pero el ministerio actual, m;JS
progresista, como mas ÜlOdel'llO, ({!liso 1]3Cf:1' e3-
tensivo este abuso á todas las clases de ciudad:lllos,
y dilatar su sana fuera de los limites dl~ la pCllin-
snl,1o Todavía resollabau en atplellas paredes las
flll'ibUl1r];:s estr;Jvagan('ias del S(~ÜOl' Loprz, mi-




nistro actual de la gobernacion, cuando era di-
putado y demagógo, en que, Ue\'Dndo hasta el
cstrcmo In il1Yiolahilidad de los derechos del
hom]¡re, pretendia que se .'cspetase hasta la lib~r'
[;¡el de Jos a:-;esinos; )' hoy, mi nistro, no podia
óoportar que un infeliz ciudadano murmur;¡se de
rUJa administracioll qne le mataba de hambre, }
faltaha ;í todos sus compromisos. Cuando su oh-
jeto hubiese sido el de desacreditar directamente
la lJlle,';¡ re"olucion, no podian elegir un argu-·
mento Jl1;¡S poderoso que este, para estigmat;zarla,
,} hacerla ahorrecihlc. i Un ministerio, que por
todos sus poros estaba manifestando su espiritu
csclm,iyamcllte de partido, constituirse jurado y
r:jecutor de pena tan severa como la expatria-
cion! i Unos hombres, fIue habian recibido su
autoridad de mallOS de Hnos sargentos ebrios y
.;uhln'H!os, a Izarse con la dignidad de jueces de
aqnellos mif>mos, :í quienes miraban como enemi-
gos l 1 Un ministerio, que acabaha de proclamar,
como m'°tlio ullico gubernativo, el terror y los
recursos revolllciUl/Cln'os , créerse hastante impar-
cial para no incidir en la tirania! Estas eran las
rcílexiollcs, quc escitaha una peticion tan estraor-
di lIaria, J qne IlO hasta ron para que la comisiOll
de lcr;islacion no In apoyase con SlL ,oto, y par"
que las carIes dejar:m de otorg;¡rla, con muy lige-
ras modificaciol\i:s. Ellin enunciado por los mi-
jlistros en la fliscusion de esta medida, df~ per-


11. Ir:' ¡




"'gOl!' privilegiadamente ;¡ !os ('statntist;¡s, no
podía llH'nl~S dI' I.I:IH'I' f~l'all peso '.'JI \lila ;:s;Jmblca
Il<lCII!a d., la )'("\o!¡¡cíOIJ ele b (;j'all.ia,


La kn'('];] mcdida ('1';) nI ro le,,! imonÍn \ isihle
dd poco ,¡precio, (flH' h;¡ci;)n de la cOllstitncion de
Cadiz Jos Inismos qlH', rll l}omlm: suyo, habial]
'\ ilipendiado el trollo, y pl'epa¡'ado UIW 1'(:\,olu-
cioll social. No se hahia pasado ulla semana de;;-
pues qlle el diputadG A¡'guelks, d,.fl'llSor del mi-
llistnio, habia designarlo la falta (k lil)(,l'l.ad d('
impreuta como C:lusa imncdiata d:: los triuufos
dJ~ GOIl1CZ y de bs d::rrotas dd (jcrcito ('omtiLu-
cional , cualldo ya su~ ¡H'Ol\'gidos \ ellian :í des-
melltirle en p!euo (,ollgrl'~O, y ;\ probar ([ue 10:-
males provnúatl no de la falta, sillo de la sob!':!
lk lihertad que lt:s daba la ley ,igentl'. Efccti\:¡-
l11enf.¡;, la leyera mala, Jl131isima, ('omo t()(!;¡s 1<~~
que se promulgall hajo el ill¡h~jo de las p:lsiolles
del lllomcllto, ) lI"e luego IJO se ref()]'n-.an por
espiritu de obstinacioll y de ¡ll~cia vanidad. Esta
ley habia si(lo rl'dactada por dos seftores diputa-
dos de las cortes de 1820, 1). Francisco i\hrtinez
de la Rosa .Y D. Eugellio de Tapia, sngetos amhos
dot~dos de las mas puras iEf.cnciol1es, pero (Iue
no conociall Jli lUlO ni otro, por eulollcet', oLro
mundo, que el que ellos se hahían creado CIl /a
lectura de sns 'libros y P1I su liOlll'ado corazolJ.
A"i propllsilTOll, y el (,ollgreso acept(), UIJa ley
por medío lk la clla! todo ciudadauo , rll¡,se (lllien




1)1·: J "'~I) \ ,K¡:') , DE lS'){). 2:)~!
i UI~S'·, podia crear un periodico, y edwr á volal'
las doctl'inas mas allélrquicéls y alltisociales, sin
otl'a p¡,rcancioll lli garantía, que comprar la firma
dcl primer presidario, ó del mas abyecto mell-
digo, que quisiera prestarse ú ello por uu mCII-
dl'llgO de pan. De aqui resultó lo que no podia
menos de resultar, y fue, (fue jamas han estado
mas profanadas la lihertad y la moral publica, que
{~n aquel periodo de tiempo, ll:lsta qne ambas
\iuieron ;í tierra por ¡os escesos cometidos ;Í la
_ornhra de esta ley. Esta es, sin embargo, la qut'
('ck, h;l ch, mellOS el di"itw Arguelles para derro-
tar :í los carlistas, y esta ('s la (pIe impugnó, po··
cos dias despues, eOI1 igua 1 prol igidad, apoyando
el pedido del ministerio. ¿ Pero (fuien puede enu-
merar las cOlltradieciolles á (Iue puede da!' lugar
el espacio de Ulla semalla, en uu hombre que ha
rcnunciJdo ;í tener opinioll propia? Ya hemos
visto ;Í e~te misrno seflOl' mnldecir (1) del artÍ-
eulo.508 de la constitucioll, solo porque suponia
posihle el caso, de que se .l'u,lpendiesen algunas
de las formalidades prescritas para el arresto de
los delincuentes, y abog;¡r despllf~s, por qne se
,:oncediese;í sus am ¡gos los ministros el derecho,
!JO asi como quiera dI' aIT{'sf"r culpados é ino-
\;cntes, sino de enviarlos por seis meses á galeras.
,'Qu¡'" Iwmlruun mentes!!! ... . Lo que correspon-




dia al ministerio ell ('ste cnso era formar un IlItell
proyecto de ley, !om:>.r la iniciatiya, .Y pn~sen­
tarJe ;í las eOIotes, para su discllsion y aprohacioll;
¡,pero que le importa al ministerio aetnal el de-
recho de la C01'OI1;1, mientras haya medidas cscep-
cionales '!


En medio de estns y otras discusiones, no pel"
<lian de ,isla algmlOs diput;jdos su antiguo em-
pellO, de hacer prevalecer varios decretos espedi-
dos por las cortes de 1822 y 25, csmcl'andose sobre
todo en sacar ;1 eolacion nquellos que mas ;:¡hier-
lamente habian contrariado la rnon y la opinioll
publica. Entre dIos, les mereció una natural pre-
ferencia el de sellarias, de (llLe varias veces hemos
hecho mencion en la primera parte de ('sla obra;
como si les fuese necesnrio este despique para so-
portar las reformas proximas, de (fue eS(;lha ame-
nazada la consti lucion. i Triste cOlltlicioll de la:.
pasiones, que, <Í trueque de satisfacerse, no quie-
I'en tomarse el trabajo de examinar la huena ('~
mala c<llidad de las ¡(leas, con que se alimenta u !
Ln cllestion de selioríos había sillo debatida, con
toda la lucidez de que es susceptible, en las cor-
tes estraordinarias de Cadiz, pOi' los verdaderos
principios de la libertad y soherania popular bien
entendidos, y de a(luella discusion resultó un de-
(Teto con fecha 6 de agosto de 1811. SlIS dispo-
~IClones se reducían ;1 aholir todos los sCllOrios
leutlab } juri,~di('ional(~s, y foda~ h, \ergonzo-




DE l,'bu ,\ lt;"ój Y DE 183(:;, :!tJl
"'1;' cOllsecueucias que se dCI'ihan <l.' eHos, cllal-
(j tliera 1[ lle fuese el llombre COIl <[W~ se cOllocie-
rallo Pero al mismo tiempo, tributaroll el respeto
dehido :í la propicebd, que nunca dehe aparecer
lilas sagrada, que cuando se re~onocc el impcI'jo
(le la ley. Al esLillguir los seüorios juriscliciolla!es,
sanciollaroll los terri Loriales y solaricgos, cuya
mayor parte 110 esl:t fundada en otro titujo, ([tE,
el de b prescl'ipcioll. Era esta ley tan justa, y l:u¡
l:ol11'ormc al derecho y á las nociones de civiliza-~
CiOIl, que l:mlo ha desenvuelto el siglo actual
basta ell los gobiernos ahsolutos, que ni el des-
potismo de 1 S 1 4, ni la l'estaul'acion de 1825, de-
jaron de conformarse á ella, y corrohorarla COll
Sil adesion. Unicamente se esceptuahan de a({uclla
general disposicion los seflOrios territoriales, cuya
naturaleza les hiciese reversibles á la naci011, ¡'.
{Iue huhiesell caducado, por no haherse cumplido
las comliciones con (Iue se pactó su adl[uisicioll.
Todos los demas clucelaban cOl1Sngrados ('11 h
clase de propiedad particular, )" sugetos por COll-
'iiguientc ;í la ley comUlJ.


Pero con ocasioll de una cOllsulta hecha á la;,
cortes, en 1821, por Ull tribunal de provincia,
~obl'c si de/n'a precede/' la jJresentacion de los
titli{o,\' a La declaraáol7 de propiedad legitima,
[ue tal la COUfllSioll, Y I ales los errores logicos
I'lllitido~ ell allllcilos d"J¡alfs, (Ille la le} de lSI:
quc(k, CIlICl'alllf,llte dC~Il:tllll';¡lil.¿¡(h, Lo que en




:l6:, HE LAS REVOLUCIONES DE ESPAN_\


ella habia sido mera esccpcion, esto es el articulo
relativo á los setwrios reversiMes tÍ la nadoTl) por
no haberse cumplido las condiciones de .'In ad-
quisicion) pasó á ser disposicioll general, por la
eual se manebba que todos los dueños de sella-
rios territoriales y solal'iegos presentasen sus tilll-
los, si ([uerian cOlltinuar eu el goce de sus rentas,
y que en el entretanto los colonos no estuviesen
obligados ú pagarles el canon. Una disposiciou
1,111 ahsurda, y tan contraria á todos los priuci-
pios de la justicia universal, no podia telH~r el
asentimiento del consejo de estado, ni recihir la
sancion de 13 corona, que en efecto la rehusó. Eu
vano el tribunal supremo de jnsticia dccidi(~ ulla·
nimemente que la leyera injusta, pOl'llue des-
truia el titulo de la prescripcion, tau respetaLle
á falta de otros, como todos Jos (flIC garantizan
la posesion particular de los l}icnes; en vano de-
claró que los señores, por scrlo, 110 debian ser
de peor condicion que todos los dem¡:¡s ciudada-
nos, en quienes se respeta la prescripcion inme-
morial, las cortes de 182'1 insistieron CH ([ue
habia de preceder la presentaciOll de los títulos,
porque de esta manel';J, si hien se cornctia nna
atroz injusticia contra los dueños, se adulaha ;;
los colonos, y.se ganaban adictos ;; la cansa COll-
sti tucional, como si jamas los medios inhonestoo,
pudieran producir UlI resultado utiJ. Vol-. i(~I'OIl,
pues, á presentar h ley ;í b sarwion, y ,'oh JI)'




DE I iL'O \ 10:>':> i DE r83ü.
'Ser rehusada por la corona. 1 Jl'g/' el afio :23, )
con ella retirada di' las cortes ,í S,'vilLo, IIpvandosc
al Re)' prisiOlH'l'O, y sin embargo de que tantos
otros ci udados debían llamarles la atenciou, pOI'
el illmillente peligro, en tlue se IwllabaIl la liber-
tad, pudo tanto en ellas el despiclue de flue tlO SI'
huhiese saucionado su notoria injusticia, que exi.
gieron la publicacioll d(~ la h~y, ell \ i [,tue! del arti·
qulo constitucional, que prohibía al Rey negar la
saneion m~lS de dos veces sobre un mismo asunto.
Entonces salió .t luz la desatinada ley de 4 de
mayo de 1823, ohjeto de los clamores de algunos
actuales di putados.


Para los lJlle no tieuen una idea clara de lo que
ha sido y es la aristocracia española, y la confun-
den con lo (Iue hall sido las de otros paises de
Europ3, pal"ecer<Í esta persistencia de las cortes
un signo demostrativo, dI' que solo el esceso de
sufrimiento, y la fí"ccUCllCia de los ah usos , podría
ohligarlas á paS;ll' por alto sohl'c ntl~l injusticia,
á trueque de restablecer el etíuilibrio social. Nada
estrañariamos lJue 10l' estrangel'os, al \ el esto,
juzgasen que la nobleza española era clIemÍga de
la sociedad, y merecedora po]' esto de que se la
proscriha del drrec!lO comu 11. j :\bs cuan lejos
estarían de lo cierto los ([lIe así p'.:nsasen! La al'is-
tocr~H:ia española 110 ha sido nuolca opresora de
los puehlos, ni enemiga de la lihertad; pOI' el
COll tral'io, puede jactal's(~ dI' balwl' igualado " ~ilH,




264 DE LAS REVOLUCIONES DE ESPHd.
excedido á toda.; en sacri1ical'se por el peó comu-
nal. Nunca ha separado sus intereses de los del
pueblo, ni peleado bajo distintas banderas fIne las
suyas. Los antiguos fueros y libcrtades de Cas-
tilla y Aragon fueron cOl1(!uistados y consenados
simultaneamellte por los nobles y por los ple-
beyos, y cuando estos (luedaron sometidos al
yugo del poder monarqnico, no fue mas libre la
condicion de aquellos, si es que uo pesó con m~
dureza sobre sus ilustres ccrvices. Jamas se han
esperimentado en Espafla, de parte de sus Ricos-
Hombres, esas humillaciones y ·yejaciones, que
tanto se mOLejan en otras partes, y el que quiera
encontrar algun ejemplo de dureza l11ctodica, y
digamoslo asi, legal de parte de algun noble Es-
pañol, tendrá que ir el bllscade ca alguna produ-
cion dramatica, no en la historia. En las lucha~
modernas, es bien BoLerio fIue fueroll los prime-
ros en abrazar la causa llacional, asi en 1 80S,
como en todas las que posteriormente han ofre--
cido las circunstancias. Aun reducida esta rdlexioll
á la mera divergencia de los p<trtidos, pl'egulltemc
á si mismos los liberales de hucua fé, Y digan
que seria de ellos, si la nobleza llO se huhiese pre-
cipitado en sus filas. ¿ A qne, pues, esa especie de
saña, con que se pretende hacerlos parecer odiosos
al pueblo, cuyos intel'eses S(~ <plÍcrcn poner en
oposicio{l! Pero no es ('lliberalismo, quien lo de-
~'(,:1;·,,,ino la dcmaf:(lgi;¡, (jlw (¡ni:,icl'a sll.'ililni! nin




llE J O:W A db5 y DE 1 H36. 26D
aristocracia violenta y usurpadora :í 1a que tuvo
por origen el valor y la virtud 1 trasmitidos por
nombres historicos.


Con igual prccipitacion y solo por el empeüo
pueril de salirse COtl la suya, ordenaron el resta-
hlecimiento de otros decretos de las antiguas
cortes 1 cup inutilidad ó peljuício había demos-
trado la esperiencia. Tales fueron el de la estin-
cion de las contadurías de propios y arhitrios del
reino, el de la abolicion de las leyes y ordenanzas
de monte:> y plantíos, encargando a las diputa-
ciones provinciales la formacion de Utl regla-
mento sobre esta importante materia y sin sus-
tituir entre tanto uingul1a jurisdicion, y por ul-
timo, el que confió á las mismas diputaciones los
positos de los pueblos, para subvenir i los gastos
de la guel'ra. Carla uno de estos tres decretos
equivalia á resolv('r la ruina de estos tres manan-
tiales de la prosperidad puhiica, y entreGarla,
como todo,' ,í. ]0 que arrojasc de si la casualidad.
En prueba de que las cortes no procedian en
estas l'~so]uciolles con aCluel pulso, ([ue indica el
deseo del acierto, y q llC parece dcbcr ser el mo-,
y il dc toda novedad legislativa, debemos llamar
la atrncion, sobre la circunstancia de 110 haber
asistido á ninguna de estas discusiones el minis~
tro de la gohcrllacion, ni lwbcr reclamado Sil
.1~L~kllC¡;¡ ningnll ~;cfío]' diputado; ¡.ulaS que cs-
¡rallO delw paree,,!, t",k ;¡halllloll'l del ministro.




«i(i D1: L.b !~EVOLt:CIONES BE ESl'.\\.\
cuando el diputado mismo, que hizo la propo~¡­
cían para que se derogase la ordenallza d,> mOlI-
tes (Calderon de la Barca) cOllfcs<', que uo la
habia leido? Pues así se haciall las leyes en Es-
paila en J 836.


La mayoría obtenida por el ministerio el! su
pedido de leyes escepcionalcs, no habia impedido
que se trasluciese aun por los mayores apasiona-
dos toda la dehilid::rd de su organizacion y la au-
sencia total de principios gubernativos. Elllnico,
en quien desde muí antiguo se conocía cierta
fnerza parlamentaria y hastante robustez en las
ideas era el señor Cabtrava , cuya reputacion de
hombre tenaz y rescnado era contemporanca de
la constitucion de Cadiz. Si este gefe hnhiera
podido reunir á su lado otros homhres capaces
de comprender su marcha y seguirla cou talento
y docilidad, no dudamos que hnhiera s:lbido po-
nerse á la altura de las eil'cunsta ucia~ para el hi(~ll
o para el mal. Pero la bastarda l'e'volucion de
:l~;osto le habia apl'gado á otras plantas hetero-
geneas, con las cuales era imposible preparar ni
menos hacer producir huenos frutos {¡ su admi-
nistracioll. Los tres ramos principales (file dehian
ejercer mayor inilujo ell el I'St:!rlO de las COS;¡S,
es decir, la guerra, la hacienda y b gobcrllat'ÍOll
interior, }Jabian sido elltn~gados por h reroltt-
,'ion ¡¡ manos tan irH'spel'tas, (PW lejos de ausi!ial'
d!,!I'Ce del ~:al!¡ndi', !]{'('¡;s;laha YI'lli; diariamente


" .




DE 1<':\20 A 1<,:1:J.5 Y DE lOSG, :l(;'~
en su socorro cada vez que eran atacados en la
trilmua, Del marques de Rodil ya hemos dicho
lo bastante como ministro y como general en
{~efe, para que los lectores duden de su capacidad
en el desempeño de amhos encargos, Pero por si
aun faltase alguna pillcelada, dehe saberse que cstc
señor á su salida para el ejercito encomendó la
interinidad de su ministerio ;Í un tal D. AmIres
García Camba, brigadier de los reales ejercitos,
de (fuien solo tenia n lloticia cierta Jos aficio-
nados á repasar la Guia de Forasteros, porque se
hallaba fuera de Espaüa haee mas de 20 aftos, y no
tenia la menor idea ni de lo material, ni de lo
personal del ejercit.o. Su merito consistia eu ha-
her hecho la guerra del otro lado de los mares, 10
cual, como ya hemos insinuado, era la mayor
l'ecomendacion á los ojos al señor Rodíl. Asi fue,
que el tal secl'et¡H'io interino manifestó tau á las
claras su a1s01 uta y peren toria incnpacidad, l{ue
casi daba lastima in terpelarle.


Del señor secretario de IHlcicnda Mcudizabal
seria igualmente inutil <luerc!' definirle como
administrador, ponlue, llO ya la Espafía, lilas
la Europa entera tienen formado un juicio bas-
tante esaelo, Mas como orador de tribuna, solo
ha dt'sclIhiel'to hasta altola la facilidad del nauto,
como unico recurso oratorio, de que sab(~ dis--
plHIU'.


"J(J ;¡si '" ~I'IIOI' ! ,OIH'Z, lii;II!S!I'<i (k (;¡ goIH'I'-c




2Gt) DE LAS I\EVOLUCIO:\'ES DE ESPAX\


uaCloll de la Peninsula, por (Iue con (liticnltad
se encontrará en parlamento alguno homhre ma~
aficionado :l tomar la palalml, con tal ({ue para
ello uo se le esija ni oportuuidad, ni raciocinio,
lli orden, ni conocimiento de las cnestiones que
se agiten. Una declamacion contillua j' mOlJO-
tona, frases desaliftadas y atl't~vidas, pasiones de
alt{uiler y un entusiasmo siempre pueril (, il'lT-
flexiyo, componen todo el caudal tribunicio de
este abogado novel. Desde sus pl'imeras asisten-
cias como procurador e11 el estamento popllhu',
dijo un hombre de talento, eompaüero suyo, (IUC
era una especie de rclox, d cual mientras· le du-
raba la cuerda, marchaba hien cí mal, pero <IU('
concluida llO habia ([ue p:'ometerse el menor mo-
vimiento propio. El tiempo ha demOsLra([o qtlf'
esta pequeüa alegOl'ia cra lUla esaeta dd.iuicioll,
Su ignorancia en todos Jos iniinitos l'amos, qUt'
constituyen su depal'tamcllto, es tal, 'lHe ni si-
quiera ha sido posihle encontrarle preparado ;;
elltender de que se trataba, cuando se ha tocado
alguno de estos puntos: por eso huye de pl'csen··
tarse <l las discusiones, en CInc la asistencia del
ministro del interiol' seria l'igm'osamentc necf'-
sana.


El de gracia y justicia, LamIera, es uu abogado
a ntigno, (IUC no ignora aq udbs doctrina:, t'Oll1U-
lH'S <l~' la legislacioll, t'üLJC1Ttadas [¡ eso, (Jue Lodo
!,j IllIIlH!O t! c __ i;:: 11:1 q)1l d nombl'\: de ('lnhl'ol1o .',




DE Itl?O A I~h3 Y DI' 1856. 269
de chicana. Sahe perfectisimamente y semana
nws (, menos, cuanto tiempo puede legalmente
1m dendo!' hurlar !a demanda de uu acréedol'
incxOl'ahIc. COlloce, como el primero, el precio á
(¡ue debe pagarse un alega lo , una c(H1sulta ó un
simple pedimenlu desrlc el merodesp0jo de un
inquilino insohellte hasta la mas complicada
testamentaria. Pero medir el itlflujo de una huena
(', mala magistratura, así en el orden social como
cn las diyersas modificaciones ck las diferentes
clases de gobiernos : comprender el alto minis-
terio, ([ne ella ejerce para mantener la fuerza y
lihertad de las n~ciones y c:llcular la estension,
f{Ue esa misma libertad requiere y necesita en la
independencia de este poder del estado, eso no
('Clt~ á los alcances del sellor ahogado Landero.


Por lo (Iue hace al ministro de marina el señor
Gil de la Clladl'n, es por desgracia tan insignifi-
\:ante su d(:part<lmento en el dia, y tan pocas las
ocasiones, en que ha mostrado su saber el que le
desempeila, ({ue apenas tenemos de el oira noti-
cia que la de la hora avanzada, ~l que se sienta ;Í la
mesa, yeso gracias :( la natural efusion de su
ilustre amigo eL sellOr Arguelles.


Con tales elementos no es estraño que el gabi-
lletc dd señor Calatrava estuviese tan general-
mente desacreditado y se pensase en modificarle
desde fines de noviembre. La discusion sohre lOi>
Irilnlllales ]I'volncional'ios hahia demostrado su




i:dla d~ unidad ) d(~ sistema lijo: la iueertidumbrté
\ \ aeilacioll en calificar la conducta de su m~lI-
-'


guado comp~flt~ro H_odil, patelltizaba su espiritu
.le partido ('11 Jllg;ll'flel ('spiritll nacional. Su manla
'¡p desterrar y prender ;\ diestro y á siniestro,
~ill !()l'In;l(:ion di' cansa, sin dar siquiera UB prc-
testo pl:l1lsihk p;-¡ra tales yiolcucias, indicaha su
nillgll!l rc~pct():í b cI:-:s{~ ele gohierno á que se
derin pCrl(~IWCer : Sil hcwror contra la libertad de
i rn IH'('1l fa y COlltra toda oposicioll If>ga 1 m"nifcs-
jaLa su tendencia hacia la tiranía, y pOI' uhimo
-m imposibilidad de respolHIr-r;í ninguno de los
muchos cargos,f[llediariament(~ se le h;¡.eian, ponía
de plano su cortedad de luces y la ninguna con-
ciencia (l(~ sus pl'opins operaciones. H"sla bs mis-
mas medidas de terrOl', que luhia solicitado J
obtuvo daban iIHlicio d(~ su df~bili(hd. Pero en
lo fIue mas resn!tó su espiritu d(~ discordia y de
intolerancia, fue e11 b di:icltsion de la Sf'hllllda de
estas medidas, cuando para probar la necesidad de
fjercer la dictadura contra los enemigos del go-
bierno, traz() el sellor mtnislro de la gobcl'lucion
un cuadro de ellos, ([He compremlia bs nne,e de-
cimas p:1rtes de 1" nacion. El presidente del COll-
sejo hizo todavia :jlgo 111as, pnes sac/¡ ;í pbz:l ) dit.'
una especie de existellcia puhlic" :í una multitud
de sociedades, . cuyn nom(~nclatllra el';\ iguorada
de lodos. No hablemos dI' Sil I'esislellcia :í maulo
~OII:1S(~ ;; d:lI' CUf'ntas, ni pt'('s(~nlnr estado~, ni




pn'SupUi'stos, ni cosa ([Ile supnsíf'sf' un orden
c'lf1I'¡lliel':1 en b administrarioll, por (111f' sobre
.'sto S(~ han oido cosas de hoca de los tales minis-
tros, (Ille ('scital'i~n la ris~, SillO ~nereciese tanU\s
hgl'imas el ah,llldono, cn (FlC :;C hallan todos los
r;¡mos del ~cn ¡cio.
Pf'n~()se, pues, e11 una modificacion sustrmcial


del gahinf'te, récmplazamlo algunos de sus miem-
b'os por otras persOJws de idcf:s algo m;¡s mode-
]';>(h"" pero el partido (le1 JIloyimiC'llto am¡'lwz(í
~\' \'otlwl'til'ia en una oposicion ,-iolenta,


Fl'i Ilcipiando por :lcusarlcs de cohard ia, pOJ'que
relrocedi;¡1l en presencia de las circunstancias, .Y
conmimmdo con 1ma inmediata asonada. El pre-
;jdente del consejo se intimidó, y la modiflcacion
.,c: redujo Ú llombrar en lugar de Camha á un co-
ronel lhmado Rodrignez Vera: todos Jos dernas
.le res ig/w rOIl , como ellos decian á continuar en
el poder.


Este se hallaba aoemas robustecido con la con-
íirmacioll de la regcDcia CH S. l\I. ]a Reyna Go-
hernadora, con la declaracion de las cortes, de
ílue 110 habia iucompatibilidad entre el destino
de diputado y el de ministro, y con la aprobacioll
dd empn'sti lo forzoso de los 200 millones de
lcales, ;l pesar de la arbitrariedad ó injusticia, con
,¡ue iwhia sido repartido. 1,;¡ comisio11 encargada
d,: infol'llWr sobre tan mOllstruosa opel'acion HO
'pliso \!'l' CI! dla mas qn,; la imperiosa ley dc b




'17'). DE LA~ í\EVOLIJCIO'déS DE ESPAl\A


necesidad, ~ill tomar en cuenta el grave incon-
veniente, que siempre traen consigo las malas ac-
ciones, y rs que su misma malicia suele ser el
mayor obstaculo para la consccusion del ohjeto
á que aspiran. Si el reparto de esta () mayor canti-
dad se huhiese 'verificado conforme ;Í las bases de
justicia y equidad, que un gobicrno no dehe pt;rdcr
jamas de ,ista, la suma pedida se halwia realizado
CH poco tiempo y huhiera podido servir para cu-
hrir las necesidades mas urgentes; pcro del modo
tIlle se hahia hecho ni se realiz() entonces lli ha
podido rcalizarse despues. J\lclldizaba 1 IlO era
hombre para e::lIenlar por si mismo ni la huena
manera de hacer el reparto, ni la suficiencia (1
insuficiencia de este recul'SO para cubrir las alel1-
eiones, por que en el desarreglo completo de su
administracion, f;¡ltahal1 y faltan hoy los dato!>
necesarios para encontrar la proporcion esacta
ni aproximada. Solo se sahia la ahsuJula desnudez,
en que estaban la mayor parle de los cuerpos de!
ejercito y la pohreza horrible e inhumana, ell que
yacian los hospitales, donde no solo llO se podia
~uministrar un caldo ~í ]os enfermos, sino ni
aun calentar una taza de leche para restaura!'
sus fuerzas, por falta de combustible (1). Toda~
las ohligaciones cl,ilcs, econümicas y militares
sufrian un atraso de cinco meses y algullas de ocho




y diez, sin (lue buhicra esperanza ni :nm remota
de cubrirlas. Dl~ suerte (Iue ;111m¡nC se bubiese lle-
nado el I~mp]'cstito en el tirmpo prescrito, no
!;¡¡biCl'a alcalizado sino para las mas urgentes aten-
ciones. Doscientos millones de reales en manos
de UII gohierIlo, qlH~ carece de :ldministracion y
liene ([ue manLener trescientos mil soldados en
d pie de guerra, son uIIa gota de agua para el
palallar lle HU sedienlo.


Tamhien resotvicroll las corles en :H[nellos di;];,
ntra cues¡ion, que ya habia dejado de serlo desde
lI)5;~, esto es, la de la exclusion del sellOr inbnte
D. Carlos de la sucesÍon á la corona de España.
El motivo de esta nueva dcelaracion se encon-
traha Cll el articulo 180 de la constitueion de
Cadiz, en <pIe ;\ falta de la linea direet.a de señor
D. }<'ITllalldo VII eran llamados sus hermanos
y tios por el onkll de primogenitura legitima.
Sitl embargo, esle :lCto dte las cortes era de vercla-
(lera supere!'og:!ciotl, por que f'titando relmjda~
para refundir, bajo elllomhl'e de reforma, la con·
,titncian del afio doce, ninguna urgencia se prc-
"('n taha p:1ra acelerar Ulla discusion semejan te, si
discusion puede llamarse aquella, en que :i nadie
I,~ permitido esponer un dictamen contrario ~l la
pl'oposieion emitida. Por mas que en semejaIltes
"olemuidades ~;e afecte Ulla apariencia de di scu-
"ion, lomando algullos s('ltorcs la palabra en con~
\1'a, como si quisie¡'all tlreil' al~o de provecho, e',


u. 10




)7'f DE L\~ I\E'()LI;CIO~r.!' DE ESP\"
('osa sabida (lile los tales no huscan mas (lne UH
medio (le lIam:11' la ;¡tf'l1cjOll sob\'(~ si, apoyando
COIl maJor ('xaWTacion In mismo (ine apareutah:ln"
comhatir. Y sllcec!p frefTlcll !('111(' 11 1 e, 1[ nI' a(:u~,1!0~
qne flan rn~rh¡¡s ma~ ,isihlf's dr' Sil pOfIu('dad y
('nl)~nlia, n;i:¡l i:l1do rl proposilo qw' :lIIIlIW!;lrO!l
:d lomar 1:1 p:t!::hra, :melf'lI d;:rs(~ ;í si mismo:,
HU ()it,rto aln) de (lI'gllllo y satisfaccióJI (,f>tpl'iOl'
por el valor qne llilll mostrado, Como si cnpif'se
-valor en comhatir sin :ldve)';,ario, ni e1l aCl'ihill:11'
;í bnzadas nn cadaycr. D. Carlos ('slaba )':1 csclnir!o
de b sucfsion ,lb COr01];1 pOI' otras cortes ,¡ lo In('-
nos tan legitimas como bs acl.il,dcs, y estal\dolo (~


.' ~
no, la suerte de la guerr;-¡ sed c111ll lCO y verdadero
trillllllal, que) le COnnf'lle en defillitiYa, no la d('ci-
sioll de f'stas lli tI(' [IcJllelbs cortes.


,\fas 110 df'jó de ofrcccr pste sirnll!ano de disell-
sion algunos rasgos (11W enrncttrÍz:lI1 el espíritu
reyo!ncional'io y feroz, propios de 1:1 epoca y bien
agcnos del lugar, cn CI"c se pronunciaron. El mi-
nistro de la goherllacion propns3 muy seriamcntr'.
([ue se le declarase objeto de e:cecracion universal,
y que se esculpiese la palabra lllaldicion ('/1 la
aji'entosa lapida de su SPplllf'r() (1). El sefio}'
Cahallero presenté. Hua ¡¡díciotl concehida en estos
terminos : 'l'oda alltol'l'dad asi ri"il cOlllomiliüll',
a Cl~rO poder 'venga la pPf'sofln de f). ('a do,'




I/oria Isidro de 1]o/'boll, esta obl/gada bajo .511
)'esponsabilidad II aplicar/e la pella de tmido/',
.\ lal igllominia descieuden las malas pasiones ch'
:¡qneJlos, qne telJicudo que encubrir anteriores ha
jf'Z~S, !lO 5:\bl:'n hacerlo, sinu añadiendo la cnwl
d~d al ell,ilecimien!o, l Y con que derecho ,,1'
!whiJ de aplicJ!' In pet1J de tr;lidor al infante
D. Cari.os, existiendo un tratado, el! ,irtud del
cual el ha concedido la "ida á tantos miles de
pJ'isiolleros? ¡Y cual es su delito, defendiendo Jo,;
(¡ur~ el cree derechos slIyos y en cuya créencia le
ll'om¡xu"ían provillcias enteras y ejercitos numc-
I'QSOS '! Podra f~(lni, ocarsc, y nosotros pensamos
,illcel':uuellte, que se equiyoca; ¡ pero que culpa
tif'[l(~ ele que semejalltes cuestiones no puedan de-
cidirse si 110 por el plomo y el hierro'? Tampoco
Ja tiene de que los mismoi>, ({UC ~Illtes se arrodilla-
ban en su presellcia J melld igahan el apoyo de los
que eran hien recihidos el! su !Jabitacion, calculen
;,hora sobre la exageracioll del odio, para des-
mentir hablilbs, ({Ile sincn ne ohstaculo á nuevas
:¡mhicion('s, 19norrtmos cual punla ser la suel't(~
personal, !fue h PnnidclIcia destina á D. Carlos;
ptTO estamos persuadidos ;í qne si se esceptuan
C!(JlH'lIos, que 110 pueden p(~l'dollarle los beneficios
qUf: le dehicron, todos los demas respetarian un
{'lTUI' muy disculpalJIe y el \alol' de haher venido
: d('fendcrk por si mismo el1 \lU tiempo J ell


J\lj;h ('ll'CIIIl;,I;lIlCi:¡s, ('ji <¡He cj'a Iwccsal,j" lta~la la




'J}(j OH LAS REVOLliCIONES DE ESPAN \
temeridad. Que metal! la mano en ~tl pecho esos
cobardes declamadorcs, y ,can ~i seriall capaccs
de imita¡' su arrojo en igualdad de peligros y en
conformidad de precedentes situacioucs,


CONTINUA LA RELACIOX DE LOS DEBATES P\.HL.\.--


MENTARroS, y SUCESOS lIllLITAHES.


Entretanto las cosas publicas presentaban un
aspecto no solo lamentable, sillo \enladeramenle
critico. Bilbao se hallaba pOI' aquel tiempo amc-
nazado con la ocupacion de la mayor parte de sus
fuertes, obtenida pOl" los carlistas, y mas aun COll
el temor ele; (lUC la escasez de ,iveres y el aumento
de las enfermedades doblegase quizas el heroico
'\'alor de sus defensores. Gomez hahia ahllldonado
la Estremadul'a, pero amenazaba á Seyjlla y uo se
sabia nada fijo ni sohre sus marchas ni de sus
verdaderos proyectos. Aun eu clmismo pais, qne
acababa de eyacuar, una de las partidas subalttr-
na~, que el habia organizado al paso, !Jajo la di-
l'ccciol! dc un tal Santiago LCOll, habja mlquirido
ya bastante fuerza para aprisionar un hatallon
entero de guardi<ls nacionales. Cabrera por su
lado atravesaba la ;VIancha pma ,ohcl'sC á A1'a-
gOll y asustaba ;[ ?\ladrid, COl! solo haberse acer-
cado á Chinchon. Sin emhargo, era cyidente que
toda su fuerza eOllsistia en la debilidad () pereza
de los que no le atac:lh:l1l") 11<. SI' ,:¡I'nldiali, plH"




DE 18').() ,\ 18:'.3 Y DE 1836. 277
{fUC la ,illa abicrta (, illdercllllibk de Quintana)'
de la Orden le hahia rechazado con solo sus
Bual'di~s nacionales. Estc rasgo ele valor y verda-
dero patriotismo cOlltribuy6 eficazmente :í dar
;í conocer á este guerrillero la necesidad de pre-
cipitar, no ya sus r:Jarchas, sino su fuga hacia el
Aragon, donde llegó el 27 de no,-icmbre, ha-
ciendo alto en Huerta, para que descansasen los
muchos potros, que traía de Andalucia. De aHi
tomó por Agreda el camino de la 13aja Navarra,
-e detuvo en Cilltruenigo y se hizo traer raciones
dc Corella y otros puehlos inmcdiatos, llevando
la intencion de pasar el Ehro por R.incon del
Soto. Los generales Iniharren y conde de Clo-
nard hahian salido de Pamplona con seis bata-
lloncs cspañoles y otros seis de la legion fi'anccsa
para impedirle el paso, lo cual no solo consi-
guieroll, SillO que Ic mataron treinta hombrcs y
le hicieron un centenar de prisioneros. Vielldose
imposibilitado ele pasar por aquel punto, tomfÍ
la direccion de )'anguas, donde tamhien sufi'i(')
un rudo dcscalahro, quc le obligt.) a dividirse en
pcquefias bandas, pero no le impidió de pasar
con ellas el Ehro y yolvcr á repasarie y turbar
la. tranquilidad de las provincias de Aragon y
ValelH~ia, doucle permancce.


En cuanto i Gomez, dI' quien ya tantas veces
IH~mos hecho menciou ('11 este escrito, parccia
destinado :í producir en Sil l'ctiradaiguales tl'as-




:17<'1 DE LAS nEVOLLC(O:\E~ íJE E:'P"\i'. {
tornos milit~res ;Í Jos (jllC hahia o('~"ionado en el
gobierno desde los prillcipios de su atrevida em-
presa. Apenas pisó el territorio de la provincia
de Sevilla á su regreso de Eslremadur~, cuando
ya aquella numerosa capital, la srglllltla pohla-
cion del reino, se crey() espucsta;l t'sperinll'llt::!'
la humillante condicion de Cordoba, y se toma-
ron iguales precauciones que SI viuie:-e ¡Í acome-
terla un ejercito de cincuenta mil homb]'e~. T)cro
Gomez sabia muí bien qlte llO ('ra y~i Rodil, (plÍell
teuia el encargo de perseguil'lc, sillo J\:anacz, .)
el eonocia mejor que uadie la difcrclll:i;¡ (lB(
t~xistia entre UIlO y otro gefe.Por lilllto, lejos d"
pellsar eula empresa caballcresca de ¡,;lec!' II't~ml/­
lar en la Giralda el pcndoll de C:n'los V, solo
trató de dirigirse por Ecija y Osuna ;[ la sCl'r;mi:,
de Ronda, donde no eut'ouLn) tautas símp;¡tias,
como se habia prometido, y dOllde sohre todo 110
podia cOlltar con Jos vivcrcs IJ(.:cesarios para man-
tenerse por un tiempo indeterminado. Tal ,ez Si
hubiese recibido la noticia, que con mucha anti-
cipacion le h~bian annuciado de Duraugo, de la
toma illdudahle de Bilbao, hahria illu'lItarlo ha-
ccrse' fuerte en aquellas asperas sierras, dando
ocupacion á la mitad de las ('¡¡el'zas activas del
I'cino, Pero viendo ya reducido d ('sLlclo dd ~iti(}
ú una especie de bloquco t~nlio y d(~ esitu mIli
dudoso, solo tratl) d,' d(~~cmh;II';¡Zal':"e del lllilflC--
l-OSO COJl\ O)', Ifll(' teilia hajo _'u clI~lodia l':Il-;¡ ,'",




In: 10:W A d:b5 y DE 1856. 27~)
"alió de Rouda en la l;mk dd l~) d .. 1l0YiCillbl'f',
dirijiendose ~í Gaucill, desdl~ donde destacó dos
hatallolle~ que escoltasen .Y pusiesen el! salvo en
Gibraltar;{ ul!a po['cion de sujetos, que se hahia:1
iueorp0J'ado COll el, Y de los cuales ;¡lglUl0S se
salvaron y otros cayerOtl ell poJer de UII buqu':
iugiés, que los entregtí al gobierno espaflOl. Est::
columna ,ohiú po;' AIgeciras y Eskpoea y fue la
misma que hatiú Nanaez en Majaceite, creyendo
cqui\oeadameule, que era la faccion entera d(~
Gomez, segul! ¡udiea Sil parte del ~5 que pone-
mos al pie (1). Eu boca de otro caudillo la exa-
jeracioll de este parte hubiera sido escuchada


(1) Parte recibido ':J' la Se~l'el((ria de E.llado.y deL Despac/",
,le la Guerra.


bjerálo dI' "peme/ollc.1' dellVOrlc. - lJivisiol! de 'Vanguar-
'¡ia. - Excmo, Seil()l', ayer al(:anep oí Gomez en el monte de
]\'[ajaceite, pasado el GmHblde; (Tan las .Jos de la tan!',
cuanllo le rompi el fuego; ;Í poco se proDulleió en dC'ITota , y'
seguidamente en dispcrsion; y á las ocho de la noc·he, ('('S(:
de perseguirle con las CUhlJnllaS, pOl' no alcan~:al' elltn~ la
noche h~cja llond(~ St~ dirigia el rl)ayor gruvo ; l'iIYÚln(~O ::-ü}o
las compallias de ¡iradores y c<lvlf1ores en varias direccic:!l('s,
'll1l' aun DO han regresado, Tengo ('" \l.i poder ,ohre ciento
1 ClHI'lH'tlla prj..;iOIH'I'O:-\, (~utre u~il'i~tl('~ y tropa; :y :~OIL tan
jlU'O') (l0]"I1"" el s"l(lado ,e echó el! Ill:tlal'.


Continuo hoy ('()JI Tlíil)'Ol' certf'za b 1)('l'~i.!Cli\·ioll del ene ....
migo, por lo lllle hasla nlaüana no daré á V E. el parte d(·-
¡aliado, ('sF"J"and" t'll el interin ,e s"nir:'l Y. E. dn'ar d
pn'sent(· ,í conocimiento de S. ;\T.


Di(), gllarde :. V. E. Illlldw,.; '1'-'o,s
\reos, d la, I re, ti" la lan],' del i(j d,' "'" ;,·"d)!',· ti,· lb:\íi




2t)0 In: LAS REVOLUCIONE:'; DE ESP.~;\;\


con la reserva, (jl[(~ pr('w:llian tantos y tanto~
desengaños de relaciones de mentidas victorias y
de completrls derrat:ls, tIlle ni si(luicl'a lo habian
sido parciales. !lera Nanacz gozaha de una repu-
taeian mas sentada, y por atra parte acahaba de
dril' una muestra indndable de su deseo de hatil's('
en la rapidez y conslancia de la persecucian di-
recta, (Iue hahia emprendido. Por eso su relacion
produjo en las cortes y en el publico una alegria
estraordinaria y una especie de seguridad, de que
Gomez hahia encontrado su sepulcro en Anda! ll-
cia, porque uo <Juedandole mas que dos míl
hombres de los doce mil (Iue traia, y ('SOS en muy
mal estado, no podia cst'apar de caer en mallm,
de alglllw de Lis tres divisiolles numerosas, que le
tenian como encerrado entre el mal', el GucllbleL("


Excmo. sellor. - RUION l\LUIlA N.H'\AE'I.. - Exeilto" SI'llOt
,ecrcturio de estado :y del dc,;pac]lo llc la g"erra"


p" D" En este momento, y en este punto, me he cnl:OIl-
trado COH la division de la guardia, eoincillencia, que lile b,"j"
lila !lila operacion acaso del mayor resultado, POl"lIUC el ";,"¡IQ,
f\encl"rl] Ribero me presta su cahalleria l'll el 11l'lllH"nlo ,[ti·
recibo olillu del ayuntalllienlo dc Horno" .1il"¡C,,,1"1ll'· '!lli
GOlllez, ('omo con la fuerza 11" dos lllil hOllllllTS (rc"i,luo dI'
'u anterior UllllHTO lle duce lllil) , se hallaha , ;Í ¡Il('dia llOC!J(
de ayer 25, CIl YíllamartÍIl, y (I"t" Inll"ba dI, ,"olllilll1ar 1,
I\fonlellallo, á cuyo l'nnlo, con ib"ual rce!.a, d("1le lle!,""r L,
divi",ioll del señor SClleral Alai\., Y yo, eOIl 1m lIlil ("allallo,.
(rtlr~ 1'''11110, sa]ho .'11 (' .. te instalLle é\\'(IHzadv dI' Illi illl¡IIlll'r[;¡
"n '1(1'1(:11" llin'("rioll. I'"r ,i 10;.\1"0 carde, '"llei 111(1.


n.1 \10'" "1\T.\lU.1 N \1\ \" IlJ




.Y d Gn;lllalqlli\ il'. PITO ('1 hecho es que Nanacz
participó de la ila({t1(~za comUlJ, asegurando, tal
vez de muy hucna fe, un hecho que uo era cierto.
La lal derrota completa se redujo ,t una escal'a-
muza entre los dos hatallones ya dichos y parte
de la (livisioll {ple les' pcrseguia. :Mas en todo caso
llegó mui oporluuamcllte este aviso para calma!'
un gl'~\\ e incideute, que ocurría en aquel mo-
nwuto en Mutll'id.


\',1 helllos dicho el empellO que hahia formado
(·iel'la f;lcciou de dentro y fuera de las cortes eu
(tUl' HO se discutiesen l1i aprobasen las rcforma~
meditadas de la constiLucioll, para lo cual no omi-
tian ninguno de a(lllellos medios, que siempre
tienen ,{ la mano los revolucionarios dc oflcio.
A(ruel 4" l't:jimicnto de la guardia, que habia 5el'-
,ido de principal instrumento para la insuJ'rec:-
cion dl~ la Grallja, continu;:¡ha siendo el escandalo
del ejercito por su indiciplina 6 insultando la opi-
nion publica con nn distintivo, qne adoptaron
desde su primera suble,'acioll. Este consistia ell
unas cintas verdes, que lleyahan en el clzaeo", CiIJ()
;¡JonlO descollocido en la ordenanza, lwbia sido
y;:¡ en otl'O tiempo motivo de discusiones sangrien-
las. Aunque el tal rejimicnto tenia gefes y oficiales
como todos, la indisciplina habia llegado ya éí tal
grado (fue no se conocia en el la menor somhr.¡
de sulJordinacion ; tanlo pucd(' la iIHPullíclad dí'
HU primer delito, ('lIak's(juicl'f' qtie hayan sido S11.'




inmedia t,lS consecuencias. El mi 11 istcl'io pol' Ill,:"
(lue debiese su existencia politica al crimel] d('ií"
rejimiellto, no dejaba de conocer la lleccsidad di'
l'establecer en el la antigua disciplina, J ¡¡si IlOll!~
hl'() por coronel suyo it un oficial IJIlly recomeu-
dable, d cual principió su . malldo pm" illtim;lI
la orden de que lodos se quitasen las ciutas \(!j-
des. Inmediatamente los soldados, eS\~it;ldos por
sus sargentos, empezaron á dar gritos, diciendo
lfue no le querian ohedecer .Y aun llevarOll d
eseeso hasta dispal"ar algunos tiros deutro dd
enarte!. Sucedia esto ;Í las seis de la t,mk del ~!()
de )]OV iembre, en cuya hora alganos de los ofi-
ciales, que pudieron escapar de la illsolelicia de
los soldados, dieron parte a! capi LIl1 gelleral,
quien malld() inmediatamente tocar la generala
para reunir la guardia nacional, la cu~1 ~cndi() (t
Jos puntús que se la desiguaroll. El capitau gene-
ral se presentó en el enarte!, p:lI':l rcpr!~ndcr ;'l lu;,
:nnotinados y h<lcerles 'óohcJ' ,[ su deher, ofre--
cicudoles, segun se dijo, que se les mudaría d(~
curonel. Esta oferta pareció tramluilizado~ y así
sc pasó la noche sin <flw se turbara el orden {'II b
capital; mas no J(~jarot1 por eso dI' eomullical' lu
({Ile habia pasado á las compaftÍ;,;; del mismo r;ji-
miento, que daball la guanli,l el! palacio, y f:I:'s{'
por espiritu de cuerpo .) pol'{[ue estl1"i('~,:~1l t;lll
n)J) tami nados corno los otros de bs ¡Wl'Vt'I'';;¡S SII-
fl"~tíOIl('S de ~\I~ )('dllctoj'/'s, ('IllP:'Z<il'o)],í i:Sp::-




earse en el mismo sentido que sus compallel'Os.
Al dia siguiente á las 9 de la mailana, en cuya
hora debia relevarse 1a guardia, salieroll de su
cuartel 150 hombres y se diJ'igieron ~l palacio,
c:Jlltaudo el himno de Riego y COll todas las seua-
les, de que durante la noche no se les habian esca-
seado los medios acostumbrados de seduccion.
Mas al llegar ;Í la pbza de la armeria, se les intim(~
la orden de suspender su marcha y volver ;Í su
cll:>rtel : ordeu, (fue no fue obedecida IIl:lS que de
los oficiales, só prestesto de que era deshonroso
para ellos el tIlle nillgnn otro cuerpo "iniese .;
relevar ;Í sus camaradas. Entonces ya fue iudispeu"
sable que cargara sobre ellos UlI pitIuete de cora-
zeros y otro de granaderos á cabatlo, que lt's
hicierOll replegarse hasta la plaza mayor, no sin
tIlle dejasell de replicar con algunos tiros. Alli
permanecieron ;¡lgull rato como dudosos del par-
tido, (Iue debian tomar, cuando LÍ installcias dd
brigadier Lopez, que ya habia vuelto de su pri-
SiOll de Cantavieja, y las de alhullos guardias
nacionales, que se habian introducido COIl el los,
se dejaroll conducir LÍ su cuartel:sin illsultar ,í
lladie eu el camino. Entre tanto los soldados dI'
su cuerpo que se hallahan de guardia en palacio
lJÓ se dejaron relevar por ningun otro, lo Cl(;l 1
hizo flue toda la guardia nacional cOlltiuuascsobl'c
las ar111as, porque se recelaba jllstamente «(UC 1\1"
:mwtill<ldo.o.; \'ul\ il'sl'll ;í :-,H (,Hlpe110. Tilda la Li!'(k




:~~)! HE L.\S !~EVOLUCíOi\E~ DE ESPA.N \
del 29 Sí.: pasó ('on lr::uqlli lidad, y ti IIl'a 11 t:: la llodH'
tom6 el ca pi tan gellera) sus disposiciones para re-
ducirles al dia sjglli~:ntc Ú la ohcdiclH:ia. Efcctiva-·
mente á eso de la Hna y media al di;) 3o, se aproxi
mó la artillcria de la guardia para halit, el enart!'l,
.Y los amotinados despues de una Jiget'a dcfell,-a
fueron cercados en b puerta de Fncncarral y tu
vieron l[ue rendirse <Í discreciou. lumediatamentc
lIn consejo de guerra les COndClH) :( la pena ele SPi
([uintados y para dar mayor so!enmichd ú eslc
acto de justicia y terror, Sl' hizo atl'awsar pOI' b:-,
principales calles de Madrid los coches, en que
iban los sacerdotes, que clehian ausilial' :( los ([ue
designase la suerte. Ya tres de ellos habian sufrido
la merecidá pena, cuando llcg¡') una orden dt:
S. M., perdonando la ,ida :1 los restantes.


i Con que placer refeririamot; nosotros J elogia-
riamos los actos de! ministerio Calatr~l\a, si t()do~
ellos, ó algunos siquiera, tuviesen el mismo ca-
l'acter de vigor y justicia (lue' este! Por eso, nos
hemos detenido á contarle con mas individnalidatl
de la qne acostumhramos, sin omitir nillgnna
eircunstancÍa esencial; pero por desgracia, 110 se
ha presentado ningun otro, (lue renna aqnellas
dos circunstancias) desde que tomó las riendas drl
estado, y tcndrémos mas adelante sobr;¡dos mo-
!ivos para echarle en C:11'a Sil flaqueza, su parcia--
lidad y su injusticia. \'o":lInos;Í GOHH'Z,


Desde el segundo P:lI'l!' (Id hl'i~adi('1' Nan ;tez,




nE 18;w .\ l!:¡:l:'i y DE d33G. :;,tL'i
fechado eH O,;nna, el 7.7 de 1I0viembre, ya Jos
dos mil homhrcs de ;Ul'lel caudillo habitm ascen-
dido ;t cinco mil; y cuando llegó á Alcaudcte,
donde t:linlJicll Alaix pretendía haberle batido
el :l9, ya se habian aumentado hasta nueve mil.
li as la vcnl<ld cs, que desde qne se desembaraú;
de su convoyen la sC1Tallia de Ronda, tuvo la ha-
bilidad de {lallqnear ;[ Narvaez, y sah'alldo el
gl'lleSO de su gente, deje, ;[ retaguardia las tres
divisiones, que le perseguían. La de Rib~TO, sin
saherse porque, ni para que, se marcho á Se-
,-illa, y desde: allí emprendió el camino de Sala-
manca, dOltde uingun peligro 13 llamaha, ni ne-
cesidad alguna hahia de ella. Las otras dos no
tcnian lli debian tener otro objeto que alcanza!'
;t Gomez, e jmpedirlc que con la fuga salvase el
¡i'uto de Sil cspedicion; pero era necesario que
aun a csto se opusirs(~ el espiritu de intriga, auxi-
liado por la illdiscipliua casi general. El gobierno
ltahia mandado que J\an acz tomase el mando de
la division Alaix, juntamente COll la suya, con el
ohjeto de tIue hubiese mas unidad en los mmi-
mientos, y nwyor concierto en las opr:raciollcs.
Nada huhiel'a sido mas faeil que conseguir un
!'i':t!l r{'suitado CH Cabra, donde los soldados de
" (;ümcz itahi~!ll llegado rendidos del cansancio de
1an precipitadas marchas. Narvaez estaha eH Ln-
í"'1l~1, ([ue dista dos lc¡;,uas J media, y h;¡\)ia dado
(j¡ d~:u al ('orOllt~ C;:ula, qtH: InaiH~a·!;a !a inf:ul-




A,ü DE LAS HE'ULUCIO~ES DE E:;1'\'[\
teria de la di"ision de A laix , pal'a (PW, ú hora
determii1ada, cayese sobre Cahra. :\1as este, h'jos
de obedecerle, se detuvo en el pueblo de Zapa-
tero, y se concerU) con su tropa, para que esta
dedara~c ahiertamf"lte su inobediencia, como lo
hizo, \elldiC'udose los soldados el! el sucIo el] 1'1'1:-
sCllcia de Nanaez, y diciendo, '[\le ¡lO qlll:rian
pasar addallti', sino \olvia ú mandarlos el gene-
¡'al Alaix, porque este les dejaba hacer fn rn arias
('ortas) X matar á los prisioneros. Era por dcs-
gracia certisimo uno y otro, y esto basta a f'srli-
cal' la admirable facilidad, con qUt~ Gomez hahia
recorrido t:mtas provincias y capitares, mientrns
su persecucion estuvo encomendada ;1 Rodil y :í
su protejido :\ laix. Nanacz se hallaba solo, COH
su gefe de estado mayor y un ayudante, ('n medio
df~ ;Hlnclla tropa l'ebeld(~, y apPllas podia cr/'('r lo
que estaba prcsellciando; pero crpci() su admil'a-
cion y su afrenta al ver Ikgar ;Í aquel mismo
punto el general Alaix, qne, COI! disimulo, hahia
seguido ,i corta distancia su di"isiOlI. ElIlonces se
dirijió ;Í PI, Y le intimó, en virtud de la orc!Pn de
S. M., que le entregase el mando al fl'l'utc de la
division; á lo cual se l1rg") d('SV(,l'gollzadamclltc
Alaix, como si c:-;tm irse de ,,('creto autorizarlo
para resistirle, cosa qn(~ muchos han creido (1).


(1) K, i:w illc'l'lic,t1,le c':., I'''I'¡I~ de la hisloria cOlltempo-
¡;"JI'", , ¡::"Io,; l"s itl('it!"JlIt", '1111' f¡"ll VI'llido:í "flJIlpro¡',,¡




~':il \ isla d,' esto, l'íanaez, que carecia de fuerza
por lell(']' sn division entre Antequera y Gra-
l,;,¡{a, !lO ti 1\ o olro :lrbi!rio que mont~r;Í caballo,
v m:lJ'dwl't>c, Enlretanto, GOlllez? despues de


,~,ta sospecha, '[He casi llega :" ser, en d momento en que
,',;cribilllos, ulla (']'él'llCia general; pO]'(jUC, en efecto, "el' {,
llll oiícial sin llomlH'arl,a, sin precedentes distinguidos y sin
hll'rws de cOilsirleracioll , re,;istiI'5'~ 111Ia y dos vcces á obede-
cer ol'denc:-, b'rn~iuant('s ele su gohierno; i..:oulillUar su COl'rcs-
pm"i,,"cia CIlll ,,1 ; !o]",!'"r '1ne se le conceda ('11 oeguida ¡,OI'
:,1 g¡'IICi'al ¡'n g'.'I',! ,,¡ mando de Hila }li'OViIlCia, r lo 'jUC es
'ni-l.";, \1t':--iplcg(l.f l~na S(','('riclad fl(-'~nsada contra el Inisnlo gc-
lll'J'nl :'1 'illien s,' h .. bia I'('Llsa,[o In obediencia, SOIl cosas tan
fuera d\,l orden l'OlllUn , tan inv(,l'o . ;¡ilni1,¿s , tan esealldalo~as ,
(\UC solo ,\(lmitcu una esplLcacioll ,iolellta, Si ú eso se agrega
la poca escn,pnlosillau Iwbilual del ministerio, sus vinculos
con el partido l:scncialIlll:ute revolucionario, )' el ningun disi-
JllUlo, "011 (\0(' l\itnaCz haee profesion dI' principios modera-
dos " apan'('('l';l mas que probahle la doblez de los ministro,;,
dando ordelles seeretas ú Alaix para que se resistiC'se á obe-
(jeccr las ImiJlicas, .El mini'lerio tlesenba que Nal'vaez batiese
á GOIll~Z, porque era el unico capaz de hacerlo; pero rece-
1;,1a qlle una vez Il'illnfanle, y dueuo de (los di"isioiles, 'lue
fornwban la sola fuerza interior del pais, no le viniesc en
g'alW pasar por M.adrid, y acabar en UlI dia COl) el gobicl'llo
tie la revolucion. El tiempo, ,al vez, aclarar,¡ (',;'e l'11i,,"":I "e
llTl modo menos \'(:r::'0I1Z050 para el millisU'ri" C"l:1 ¡ r;l\",


Pocos dias clt'Spll"S de escrita esta nota, y clIa!!'l" ya el
manuscrito St' hallaba en m:IlH)'i del im]'\'e:"ol', llegó á la~,
nuestras un ('jemplar del manil'l';;to publicado por í\arv:H'z,
",hre lo" :lUCl'S'," 'j lit' ncabamos de l'el'erLf, y '" j,'clura , l('jo-
,le haeei'llos variar nada de lo 'lile dejarno!' dieho, !lOS COIl-
¡inna ('11 la sosp(,l'lla, que lenialllos, ,le la conducla pOl'O ¡Jpli-
""da del ministerio,.v '1' 11<1 alllllt'utado 11 ll",l lI


'


lI!a,: ,'0:1 la
~;l~llI ... illn (·ie l;l~ ,'Ol'!('S IIt,l :~ 1 í!I' "¡¡('i'I) : r~:,:',~




,tH:l DE LAS REVOLUCIONES DE ESl'.\NA
bien descansadas ,;us tropas, tomó el camino (le
Baena y Alcaudete, donde tuvo un ligerisimo en-
cuentro con aquellas mismas tropas indisciplilla-
das de A laix, y llegó al dia siguicn te ;1 1hilell. Su
ruta, desde alli <Í Vizcaya, fue tan admirable,
como todas sus empresas, despues fIue haJjia sa-
lido de aCJIIel punto. Ni Alaix, ni Narvacl., ni
nadie, pudo ni tal vez quiso yolver á darle al-
cance, y llegó sano y salvo á Durango, el 1 7 d\~
diciembre. Es inevitable que, ('11 un itinerario
tan inmenso, sufriese algunas perdidas, 110 tall to
por los combates, que, si se esceptuan el de Vil-
larrobledo y Majaceite, fueron insignificantes,
cuanto por la estraordin:ll'ia celeridad de sus mar-
chas y contramarchas. El que tire ulIa lillca de
color sobre el mapa espaflOl, que demarque con
exactitud el terreno recorrido por este calldillo
desde su salida hasta su 'licita, y Clwntc los des-
cansos, que hizo con S11 di ~ isiol] en todos los pue-
blos de alguua importancia, y rodeado !le tantos
f;jercitos ocupados en su persccucion, apenas po-
dl'fÍ crécr, que pudiera haec¡'se igual viaje por un
simple particula¡' en el mismo illtenalo de tiempo,
y no se crea (lHe, para llegar ;Í Onluna y Du-
rango, tUYO ([ue ab~mdonar ll¡ el botin, lli lo,;
potros, ni aun algllllos cahallos de regalo, (1111"
traia para su Rey, C(JllF) acaso hahníll puhlicado
prl'sonas mal informada:.., porfiuc l~'lIcmos ce 1'-.
li za dt; que fne poqui"imo lo que se le estravió tk




HE I!":W .~ lth3 \ DE 18:;(). 2H~
IIlW y otro, y se presenta en Vizcaya con mucho
mayor Jlumero de inf.1uteria y cahallerja, que la
,¡lIe habja sacndo dd pais. En cuanto al numera-
l·jO, solo sahemos que fue el sufi.ciente, para que al
momento pudiesen darse algullas pagas atrasadas
í todo el ejercito carlista.


El nomhre de Gomez scrá, despues del de Zll-
n¡abcarregui, /) tal yez antes, el quc rcsuene COIl
¡nayol' gloria en los oidos de los partidarios del
¡m-tendiente, sin que deje de inspirar tambien
illl justo rcspeto entre los ,'alientes, qne militan
h~ljO las handeras de la Rellla, porque esta es la
\ent<lja inseparahle de los hombres estraordina-
rios en cualquier genero. Sn espcdiciol1 fue fe-
('lllldisima en acontecimientos, que parecerian des-
proporcionados á su principio motor, sino se
~flpi('se cuanto es el influjo de las mas pequeflas
causas sohre los gr;mdc5 sucesos politieos, cU<lndo
las imagiuaciollcs de los hombres estan en cierto
grado de exaltacioll. Lua simple columna de cua-
tro mil hornbres bastó para dislocar UIl ejercito,
qlH~ constaba en aquel momento de ciento di¡oz
y siete md plazas, y para trastornar un pIau dI'
suerra que, á haberse continuado sin interrup-
cian, hubiera terminado probablement.e ;Í est.ile;
horas la guerra ciyjI. Sus primeros moYimiento~
dcsorg::mizarol1 la reserva de este mismo ejercito,
)" obligaron al gohiel'l1o :t suicidarse, tenienoiJ
que crdl'J' por fuerzn ;; las exigellcias de sus ellc-


11.




290 DE LAS I\EVULUCIONES DE ESl',l.li,\


migas. Sus marchas rapidas y felices dieron aliento
oí un punado de conspiradores, para hacer sin
riesgo una revolucioll fundamental, contra el dic-
tamen de la casi totalidad de 1a nacían. Su curso
veloz por todas las provincias pri VI) al gohierno
tie la Reina, no solo de sus recursos ordinarios,
mas tambien de su cl'edito para suplirlos; y pOI'
ultimo, esta corl'ellia arrastró tras de si todas (í
ea~¡ todas las reputaciones militares, con que se
cOlll:aha, obligando á los revolucionarios mismos,
Ú (!ut~ templasen sus teorias csLI':t\agant('s, y se
acomodasen á las ideas de una salutlahle reforma.


Pero si se mil'a esLa (cspcdicioll bajo el aspecto
que mas directamente la corresponde, <Iue es el
de la utilidad p:Jr;! la causa del pretendiellte, lejos
de haber sido i'ecuuda, la dehemos cOl:siclpr.1l'
~orno esteri l en resultados. (, De (lue sirve que
haya hecho acto de presellcia CIl t.1l1tos cente-
llareS de pueblos, si ,¡ tli IlgUIlO 11a podido asegu-
rar oeho dias de protecciolJ '! ¡,De que el haher
cogido tantos miles de pl'isioller05, si lejos de po-
der conducirlos a tados al carro de su triunfo, te-
nia que deshacerse de ellos, como una carga mo-
lesta )' peligrosa'! l. De (lile sirve (ILIe proyilleias
enteras se bayan mostrado indiferentes al yugo
(Iue quisiera imponcrselas, si ninguna dió aquel
grito terrible, (lue es el ,enladero signo de la Yo-
lnntad gcueral'! Podriamos aüadil' otras muchas
rellexiones J igualmcntt: exaclas, y deducidas de




DE T8?0 \ IÍi?) y DE T836. 291
los hechos, que todas probarian la completa este-
rilidad de la esr;edicion. Decimos mas, y es que
ha sido ¡Ioci,a :í los iutereses del sellOr infante,
porque solo ha sen ido panl destruir el prestigio,
que alirnentahan muchos, de que Sil partido tenía
raíces muy hondas en todos angulos de la mo-
narq uia. (;omez ha podido con\cucersc de que
esto no era, erchd , así como los n~,olucionarios
deben tambicn considerar (pu: las masas, en Es-
pfllJa, sou absolut:1mcn le inertes, y 110 t.omaráu
Vlrtc i'tl la pelea, llnsta que espcrimenten bcnc-
licios positiyos de UlIOS 6 de otros. La lucha 110
es Cll tl'C la nacíotl J un p;-¡rlído rehelde, sino cu-
tre dos partidos qu,: se disputal] el mando, y que
!lO ejercen otro inilujo, que el de la fuerza actual.
:Eu ulla palabra, Gornez ha ilustrado su nombre,
qlwri('udo sen ir ú D. Clrlos; pero los consejeros
Je este, Irjos de saller aprovechar este servicio,
le han cOll.ertido en mayor ruina y descredito
de Sil causa ([).


(1) La sigllicnle carta ,[el ¡;;cncl'al earli<!a Comez, dirigid;]
;Jl re(bclo\' del P({ro de lJa)'ol/({, éomprlleba la exactitllrl del
juicio, fIlie habiaJlws {'Jr)natlo de Sll expedicion, cuuJeSlIuicra
,!,w sean, por otra jl:lrtc, las illlSiOlICS de este ~'efe , en las
r:llale,; no esta[\lOS ci,'rlnnwllte (le acuerdo. Dice asi : "Al Re-
., dactor del Faro. - Gllernil'a,:1O de enero de 1837. - He
" guardado silencio ha.,la ;lIlui , sobre nwnto se Iw dicho en
, Íos paisf's estrallgel'OS , en prú Ó el1 contra, de h psped;cion


(lllC me fue encargada I,ae(: a 19l1ll0,; 111!'''('S para lo i ii lerior
de F>"pall:l. El 11fT Ini :lIllO fJ;1 ft~lIid(l pnl' !'(~n\('lli"fl¡{' .':dl-




'~~p In: LAS REYOLLCJONl':S DE ESP.~i\ \


Dejemos ya de lIua vez las espcdiciol1cs mili-
tares, y terminemos este csc¡~i to analizando las
principales disposiciones de las cortes. Couiir-


" helar mi condncta ;i la pru~ha de 1111 Juicio; y como mi COIl-
K cicl)('in mI: dielé que el resultauo de b sUJllaria 1I0 puede
H lllenos de senne f;l\ol'ahle, lile p;ll'eCC rllllejor partido cs-
" per,.r [ranf]uilo sn ('ouclll~i()u. Elltr('tailto unlllinistro fran-
« cé, a dicho en la tri huna 'j1w mi vuelLa ú las provincias
" delle mirarse COlllO ulla prueha ue las pocas esperanzas, quP
" orree'cnlo, derechos de mi sO]Jcrano cn [()(Io 10 restante del
., n'ino. E,lo es 10 (llIe me oLli~'a ;'t indicar, aunque suraari,l-
" mcnte , los motivos de mi vuella.


" Es 110 solo con,"\¡lJltc, si no talllbicl! confesado pOi' niles-
" Lros enemigos, ¡¡ne mis primcr~s OrCl\l~iones en Andalucia
" pusieron ,d g'obierno de ::\Ia<lrid pntre do, peligros igual-
" mentc inrnilll'lllt's para el. Todo el medio dia de la Pellill-
" sula podia snhleyarsl' ,'n favor de Carla" \ ; IIn ¡¡latlllC del
« ejercito rraliota ,ituado á ~',l(' lado del r~hro po¡]i<l aporlc-
« rnrse l:\: la capital. Sin fncrzas para hacer frcnle ,í e.-I<; dullle
( peligro, csluyu alguno,..:; dias l'l gobierno revolucionario du-
" doso sobre el partido que de]'i" lomar. P"l" /,¡'¡landnse por
" aCI'lt'l ticmpo cOlllpronwlido el ~T"CSO de los ejercitas renle.'
c( en el sitio de Bilb;10 i ('Tlya slllni~j'on era BleDOS in'lportan1e
« q1!e"¡ [('I':lJllamicntll de Alldnlllcia, crcyú jllstnmentc el go-
., Licrno de iII'llll'i.1 (lllC habia llegaJo el caso de de,tacar rOll-
" tra mi todas las fuerzas, ,[ue [('lIia di,ponihlcs desde lIurg'os
" hasta CaJiz. Esla cil'Cunsj¡mcia fl'l' la uuica, que alle]") mi
" posici"n en Anda1l.1cia. Dl'],o t,llllbiclI :u'ia,lir, que no me
« hubiera sido dilicil ,ostenermc con vcnlaja, sin la escalld~­
« lo>u acogida que Luvo cn el territorio ingll''- la colunllla del
" comandante seneral Onlollez, l:UarH[o, el2-! ele lloviembrc,
"hllia derrolada de mi, tropas victoriosas, y si, el día si-
" guiellte , no h\lbier~ll Ilecho [ue;.;o los buques ing'leses s;lbre


mi primera division, en el lllom"nto en 'lile esta pasaba ;i
« Algecil'as por la playa de e ihral!,'r. De lo dic],¡, res;llta, (lile
ti si Tui YIlt'ltct ñ Jete: prn\"in~;;¡;;; 110 f¡l{' unir.·(li!h'¡li .. r;"¡pT'n,in"Hh




Di": llLo \ ! >~C; 1 DE d3C;. 293
¡nada ya la ltCill:1 Go]w!'HndOl'a ('Il la l'cgcncia del
reiuo, y autorizados los dipntados para poder
rlcscmpcii:lr miuisLCJ'ios y otros empleos impol'-


P0l' mis vi;,o,; d",l'o~ ('e Jtaccr al Rey una pintura e:\.acta
" del estadu fal'()l'a]'le de toda ES[l:lila , tanipoco puede alri"
" huil'se de mudo al g-"Il o :í causas permaneIltes é irremediables,
{ No ha tlcl'cildillo mas (J111: de combinaciones accidcnlale, ,
" cuya rcpcticion podr:í cvi [;lrse en lo sucesivo.


« En cuauto al cspiritn mOllarquil'o que reina en E"paüa ,
" no sé como hay ([uien l'UCl1a pOD!:rlo en duda, despues ue
,( haber visto ljue ,in mas fucrzas f¡nr los dos mil y seleciell-


los ill/'antcs, )' cicnlo y sescllta caL"llos , que saque de la,
,{ provinei .. s, hc oCllpaclo "imbdes populosas, y t¡;nido al ~;()­
" lJiefl10 ele :Madl'id ('1) tlB continuo ,;nsto dll\'ante seis meses,
" á pesar de H'l'l\1f' persegllido j'0\, cuerpos mucho mas llU-
'( merosos, que el que yu llevaba hajo mis ordenes. ~;Illy li"on-
,( gero es sin dUlla oir que se all'illl1yc estc' lenomcno ú luí
" capacidad militar; pero llO me eipg:1 mi amor propio hasta
" el ¡>lIulo !Il: I}O ('Olloeer, que esla esplicaeioll es una llueva
" red telldida Jlor el JiJJCI'ali'lllo. Quisiera esle llar una ¡tI,:"
" falsa de la l'l:]'(]ar!c1'a COl/etl/s/un de la hisloria de mi corre-
{( ría, la enaI (J<.be parecer, en eredo , lliW llovela ó una cs-
" peeie de milagro para todos los que inlenlen esplieada por
" las simples reglas de la estrategia, J'{o, no es :í mi habili-
({ (huI, ni tanlpoco á t, in:Jcci(JIl ni á la ignor:ll1C'ia de los t~I'C­
{( raJes enemigos, ú qnicucs dehe atribuirse b feJicid<ld de l11i,
,< marchas, sillo princi pa Imente ú la illten clIcion de los puc-
" lllo,;, es decir, oí aquella henevolencia ofi('iosa, ljue adiviua
" las necesidade, de llJ1 amigo, y nlela p:l1'a socorrerle, miell-
" tras que al enemigo todo se le rebusa, excepto ar¡uello, '1'](;
.< (''(i,ir por medio del rigor ó de ljUe se apodera por la fuerza,
" Muchos ¡llIeMos luvi(,[,oll la osadia de proclamar á Carlos Y,
.• con solo el aviso de (JHe eslabarnos :i pocas l¡'gua, (le dis-


l:l1lcia; 011'm, entusiasmado,; ('OH l:i (licIla de n'l'se lilm's
un nlOn)ento ~ JU) C01Hl'l'illli~'l'on su, .. "¡Yo:' Je~eos, :-;/no !\


" 'uplic<l' llIi:h, pOrtl'l!' yo s:lhi:1 mIl.' "i"JI '[!le all':lbo ¡],




294 ut: LAS REVOLUCIONES DE .1\81',1:\.\
tantes de la nacÍon, ~e hahia dado un gran paso
en el camino verdaderamente COIIstÍtuciollal, (Iue
hacia prcsent;r Ull buen existo C11 las nJonnas.
El:> de diciembre, se hahia 1'1'SW;!to l:llllhiell pOl'
unanimidad la grall cucstioll d(~ la indqwndcllcia
de bs Americas, cUJa decision esperaha con ;Ill."i"


« alo'llI1as horas, el enemigo hulliera c(¡rrcspondirlo ú ello,.
« co~ el ilJ(:elldi~ y la muerte, Todos, sin CSCejWiOIl, .,,' dcs-
« eSlH'raLan de la falta de armas y dd ti('lllpo \l('C(,S;Il'jl) par;',
H organizar una leva eH lnasa ('ll f;n Ol' d(' Hll('~1I'a can:;a. E.",
« esto tan cierto, que hasta lo., diaríos de Madrid dan un tcsti-
« monio autenlico de (,Ho, "ll la I:OlTcspollllellcia de tillO de
« los oficiales de Espartero, el cual e.,crihia d(-,dc Iugo) en
« el mes ele julio, diciendo: Si no se Illlúú:ra pel'seguid() ti
« Gomez con tanta acti"idad, leruLria tÍ es/as 1101'(l.\' se,,'p,nta
" mil hombres.


" Cuando se dice (Iue, en punto ;Í realismo) [1I,la la E,-,
« paña es Yizcaya y Navarra, ;11Inlll'l SI' aprccian lIiell]a., dis--
" posicioucs del reinu. En Navarra y CIl \ izc:!,,-a , b opin ion
« realista está á lo Illenos j"JIlI,lada COlI la gloria militar, y
H (leseansa .Y r(>~p;ra, pOI' {lccirln a"j , (~:l Ji! V('lIg':luza; pero
" en el resto de Espaüa ) la l'xaltacion ,le 103 auimos se du··
« plica por la yiolenei;l misma de la upresiuu, qHe ahoga hasta
" el derecho de (Jucjarse.


" Se e<¡\llYOCa, pues, el ministro f":1ncés en <1('(1\1(';1' (Id e.s-
" tadu de b Espalla ccntral un ar;;\llll~llt() "olltr;, la jll'Oha-
" bilidad del triunfo de Carlo, \ . La gllerra de 'Espú,a "5 la
« de una naciull ('uutra un ('.i('l'ciIO ) y ,j ;lIlltdla 1¡¡[(lies(' 5U-
" c11lohir en la lucha, seria I¡('cesarj" 'IU(') :. b IIlaxinw de
" 'lne Un pllCÚlr, no lIe,,.ú/a l}(f!," ,liT 1i1!1'1' ///(/-> q/le fj//i'I'I'¡-(o J
" sw;tituyescmos esta otra: ¡,'/I/ml/I! III/I.f "ti/oso, cOl/llll que
" l/Tia 've::; /Ilí-'ada el poder, p[{ctle /JI(/I/Irol/('I'.,'C CII d /'(¡lIlm
., todos lo" r ,/i/er7.r:.\' dI'! ¡melJlo /iI'flOl7W!(), --()ucda d" \ llld.
" affmo, ,;cn-idlll'. -- El ~e!l('r" 1 r;,nll-:Z "




DE rS'~/) .\ I(b:'í 1 DE 1856. 295
el comercio, desde que la razon universal habia
compreJldido la inutilidad de toda empresa diri-
gida á someterlas al yugo de la metropoli. Elor-
gullo espaf101 tUYO (Iue ceder al imperio de la
llecesidad, como ceden todos los orgullos huma-
nos, por mas que las pasiones se empellen eu
eréerlos fundados sohre hases indestructibles. Las
medidas esccpeionaJes y aun tiranicas, exijidas
por el ministerio, le hahiall sido otorgadas á pe-
sar de una tenaz resistencia de mnchos diputados,
y lo que es mas, sin embargo de ,'arias represell-
taciones extraleg:-des de diferentes cuerpos, <lue,
contra toda regla c/c huen gobierno, fueron lei-
das en el congreso (] ,l. Natb se habia rehusado a


(1) El aylllltamieuto y .junta provincial de Jhrcelona de-
"aron al congn,:;o unas representaciones muy energicas , con-
tra las medjd~s arbitrarias que habia solicitado el ministerio.
tus razones en quc las {Ullilal';!ll "ran ('on\'ill,~('nt('s; pero la
constitllcioll espailUla , COIllO toda,; hs de-! ]!lll!J(lo, prohibía
j\lstisimamentc e,tas J'('pITsen;aci(Jnc~ coledi,:!.-, 'llle siempre
lle\-an pn si mismas cierta sosl'cdn ,J,. coa"cíoll tí a rncnaza ,
lo enaLno succtle con la, de lo.; particulares, ElIL'l, e11 esia
ocasion, varios ,liplttados (l"e hicieron ver este incollveni(,1I1",
:'" se opllsieron " su 1pc[nr;,; pero prevalecieron los dicta-
menes de oll'Os, (1'((' ail'gnhan la conl'eJliellcia de e,euchar
las, y los IlIlliH'rOSOS ejclIlp1os, tolerados por el congTeso, en
favor de otras corporaci!llH's reprc"(,iltadoras, como los ayun-
tamien10s de Yalcneia, Toledo, \albulolid, Batlajoz, y otros
muchos. La verdad es 'lile sClll('jalltes ejEmplos no debieran
influir par;, <¡\le ,le 1ll1C"O ;;,~ qu('brnnlase la ley; pero ,i en
nl;un caso pudif'ra trallsijir,;c con ella, 5010 seria aquel, ('u
'11;P UJla ('orporaeioIl int('JJta apoyar la !J;¡st· fundamental de




:!'~/i DE L.AS IlEYOLlICJo,'iI':S DE ESI'Al\ \
las exijencias de los ministros, porque todo el
mundo estaba convencido de la necesidad de (brk
fuerza, ya que el mismo se mostraha tan debíl,
por no atreverse:1 ser justo; para enscllarle á ser
severo contra los criminales, se le facultaba á (Ille
pudiera ser terrible contra los inocrntcs. ]Jero
era iuutil, pOl" en lonces, toda cond('scenciellcia
de las cortes, pues fIue, en el mismo tiempo, se
veía al grneral Alaix mofarse impunemente ele la"
ordenes reales, y continuar en su uSUl'paclo mando.
sobre el cual seguia uua correspondem:ia oficial
con el ministerio, quc publicaha sus comunica-
ciones, como las de cualquiera otro general. AlIi·
mado con el huen e'(ito de su primera desohe-
diencia, repitió la segunda, llegandose ;Í entregar
la division al hrigadier D. Diego de Leon, y el
ministerio no supo encontrar otro recurso ell "u
omnipotencia mas que el de illt.cut:u', segnn se
dijo dc publico, Ull:l w1Jle\'<lcioll de la misma di-
vision de Alaix eontra su propio general, suhle-
vaeion que tampoco pudo verificarse, porque Jos
soldados se mostraron mas consecuentes qne el


la justicia, que estaban barrenando las cortl'S, Siu embargo,
las consecuencias inmediatas ('uero!l la.,; (!"e uo podían ¡{,c-
nos de ser, cuan(lo se toleran infral'ciolles de la ley. Lo,; flr-·
manles de Barcelona emplearon la fll.,,'W Fa!'a ol',;ner"l' :í ¡,.
pl1Lliea(·ioll de las facultades eSlraordi"aria,; el día 1.1 d .. l'¡;('~"
,le este ¡¡lio , y Dios sabe ,Hlo[Hl,~ huh¡eran panu!o sus pr<,tcll-
"iones, sin )". fiflllf'z.a r11') grlH'l'a) Parn:I;" , '!'J/? Pllhl¡ró la l.".
n\;lrC~,HJ .




111': I~<~!O ,\ 1l'h3 Y DE Jt)C)().,~)­
millisterio. ¡ En tal(~s mallOS estahan, y estau to-
davia hoy, Jos destinos de la Espaüa!


Pero estos pueden ser todavia muy prosperos,
con tal qlle el el/erro legislativo acabe de comen-
ce]'se de la necesidad de uniformar las institucio-
nes espaflOles al espiritu que rige en las de otrat>
Ilaciones mas adebntarÍ;¡s (l11e nosotros. Curmdo
las cortes dc Espafi:l. llegneu (¡ persuadirse de do:;,
proposiciones que para nosotros son verdaderas.
poco 110S arredrará la mayor 6 meno]' aplitud del
miuistcl'io, ponplC este se muda con facilidad y
sín peligro, mit'utras que la alteracion de: las otr"~
siempre exije mucha dctellcioll, y repetidas me -
ditaciones. La primera proposicion es que bs teo-
rías de 1789, Y siguientes, eran mucho mellO~
Liberales que las de 1836, por lo mismo que estas
ultimas no se contentan con enseflar el camino
de la libertad, ~illO que indican los medios d~ ase-
gurarla y defenderla lcgalmclI te. Por eso, nin-
guna de alluellas ha podido sobrevi yir, ni mucho
menos las que se improvis~,ron á imi tacion suya;
mient¡'as que las que hoy se perfeccioDan ofrecell
grandes Plohahililbdes de solidez. La constitl,-
cion de Cadiz no es precisamente maJa, por ser
demasiado lihre, sino porque lleva en si misma
d germen de destruccion, que debe acabar COl!
dla. Su misma dcscoufianza de la :lntOJ:idad real
la P¡,j \ a de la fUl~l'Za necesaria y cousen,ador;¡ d(~1
,'stadn, haciendo de e/la Hila especie flP anJi hin




::!"\)O DE LAS EEVOLUClüi~ES J)E 1,¡;l'Al\A
entre democracia y monanlnia, sin pertenecer ;t
ninguna de estas dos cbses de gohiel'lw. Ni anll-
fIue se la aplicase á una repnbJica 1'¡gllrOS;¡Hl(~tltc
tal, pocll'ia ser duradera, ponFl:: h Cilla de llIl
contrapeso del poder leGislativo la espowlt'ia (¡
choques diarios, qlle acahari:m mil] pronto con
Stl eflmero artificio.


1"a segunda proposicion se reduce ,tio siguiente.
Los intereses de los puehlos y de los monarcas
constitucionales son absolutamente idellt.icos, le-
jos de ser contrarios, como quicren pel'slIadirse
algunos. Jamas ha sido atacada la illdependencia
del poder monarrj ui co, si Il que haya corrido pe-
ligros la libertad de los puehlos, asi como estos
nunca ltaJl sufrido menoscaho en su justa liber-
tad, sin que el poder mónanlllico haya perdido
una gran suma de su fuel'z~. roco importa que el
poder soherano sea t:jel'cido po!' nn soJo indi, i-
duo, ó por la mayoria dL~1 p!lcblo, delegada en
unos cualltos, porque de~dc el momento en qne
cualquiera de los dos poderes se atrihuya una es-
pecie de omnipotencia legal soLr(' las personas y
propictbcks de Jos subdi tos, desde nI1 OUC('S mismo
empieza la tirania y falta la liJwrtart. N050trn~
estamos illtimamcutc COllY;'I1Cidos de (pe, en el
estado actual de las ideas y de las costumhrf's, IlO
solo de Espaüa, mns d(~ toda Europa, no !Iay mas
que un sistema político qU(~ pueda prevalece!', y
es el de la mOIl:1l'(fui;-¡ templada, 110 (,1 de la lll(l·-




DE li::J20 A 11::LJ.5 Y DE 103Li. 2V~¡
uarquía sujeta. Llamamos morwl'{[u ia templac\;c
ilquellil, en que el podel' mowll'(plico c"l:í limitado
por leyes idelltificadas C01l las coslmnhJ'cs, por-
(fue en estas nltil11~s es doude loman las leyes su
pl'ilici p~l fuerza. Por milS ]'~'scrYas qUf' el espiri tu
filosofico (luiera hacer de lo (llle se llama del'edws
politicos del hombre, y por ll1:1S (pIe esle los con-
signe en un pliq!,o de papelllanndo eonstitucioll,
no hay que pensal' en flue sean lli comprendidos,
ni a preciados, hasta que la cos tUUI bl'e les n ya
infiltrando en Jos animos de Ulla gran parte de b
sociedad. En lOllces, y solo entonces, serán un::t
verdadera g~r~nlia d(~ la lihertad general; pero
mientras que HO pasen de ser una frase sOilora ,
mal comprendida auu de los pocos que b pro-
nuncian, de pOf{uisimo servid un rCllglon filas
Ó menos aüaclido () quitado ~l la constituciolJ,
porque la allanlllia sacad la caheza, y destruid
todo genero de g:ollierno.


De aqui se infiere, (: por 10 menos inferimos
nosotros, que todo lo (Iue no sea dar clIEspaña
yerdadera fuerza al poder real, que es el llllico
que el pueblo comprende, ó lo que vieue ,í sO' Jo
mismo, mientras no se destruya del todo la coo-


"
stituclon de Cadiz, y se forme otra nueya mas
acomodada ú sus costumhres, todo el trabajo y
buena fé, l[lle apliquen las cortes ú la refonna
constitucional, ser;íll absolut<1mellte perdidos. Dc-
jesela c1l1omhl'e que Sr' qnil'l'::, supuesto que pal'~t




lUO DE LAS HE'"OL! eH}', E:; BE ESI'.\i\.\


ajgllllOs esto es ck gl':llldisima i mpOrlancia, pero
variese su esencia, form~mdo una ley fUlldamcll-
tal, (jue ofrezca dnracion, y ('011 cIJa b necesaria
í~stah¡li(bcl en las ideas. Y camos si las cortes han
adoptado el medio convelll('ulp P;¡Ul cOllseguirlo.


Mas en primer lugar, es llccesal'io ([ue eOtlYCll-·
gamos en un punto, y ('s, que prescilldiendo de!
,ic¡oso ol'igrn, qnc ttn·icron las actualf's cortes)
como nacidas de una revolucíon que, en nuestro
COllcepto, fue tan injusta como 110 necesaria, Ull;!
\ ez reunidas á vista y paciencia de la mayoría de
la naeíon, no debe dudarse de que estau aulol'i··
zadas para hacer tO([<1S bs variaciones, que creaLl
convenir en la conslitueion de Cadiz. Estas \':1l'i,t-
ciones pneden llegar hasta el pnnto de dcsltaceri;1
toda entera, pieza por pieza, y formar 01,]'[1 lHICY:r
mas acomodada al estado cId pai~, esto ('5, ;Í SllS
intereses, sus costllmhrc~ y SI/S llCresit!:l(L,s. Todo
lo que haga11 en este sentirlo, y con las formali-
dades y condiciones de la ley, podrá ser mas ó
menos ce11surable, pero será legitimo, sr) pena de
I:llvúl H-:rnos en un circulo, ieioso de c¡ar: llO po-
dría salirse, sino por medio de otra re\olucion.


Sentado este principio, \ cngamos :l las hases
jobre flne se ha emprendido la reforma. En h
"esion del 30 de 110,iembrr, la comisioll encal'-
~~ada de redactar el proy¡clo de ella presentó al
('(lngreso las bases siguielltes :


l". S,, supl'im i l'éí toda h f~al'l(' Iq~lamc¡j¡al'ia",




cnanto dcha corresponder ¡{ los códigos t. ú lns
leyes orgallicas.


2", Las cortes se compondrán de dos cuerpos
colcgisladorcs, que se difcrenciarán entre si por
bs calidades persolJales de sus illdi\iduos, por b
forma ele su lIombr;lJnienlo y pOl' b. dnracion d~:
Sil ell!';ll'ho; pero llill;UIlO de estos dos cuerpos
será herrditario, ui priyilegiado. Serán iguales
('11 facultadcs; pero bs leyes sohre contribuciones
-" cn:dilo pnhlicl) se prcsenlanín primero al c¡,erpo
,:c ]os diputados; y si en el otro sufriesen algull;¡
ailcl'aciOIl (1111; estos dcspues no admitiesen, pa-
sará ;1 la S~lIlCiOIl J'c:,,l lo que los dipUlarlOs apro-
hasen deflniti\amentc.


3", Corresponde a] Rey: primero, la S;lllCiUll
de bs leyes; segnllClu, la facultad de comOC<H'
J~¡S cortes todos los aúos y de cerrar sus sesiones;
1 (,l'cel'O , la ('e prolTo;:::arlas y disolverlas> peru
con la ohligaciol1 eH este ultimo C;¡sO de COl1yocal'
otras y reunidas en un tiempo determiwldo.
,~". I~GS dipulados á cortes se elegirúll por Ull


mctodo directo y podran s(~r réclegidos indefini-
damente.


A estas cuatro proposiciones de la comisi01~
precedia Hua t'sposicion de los motiyos Ó razones
r~¡J:. habian itdl::irlo f'11 dhs y decidido el animo
dí~ sus imlividuos ,í pedir el apoyo de las corte;;
FarOl continuar eH sus tareas. Pero se ohidaron
,,~;{):; s('ñol'VS de <:SpOlH'I' la </11(' mas prillcipal-




''102 lJE LAS ¡¡EVOLUCIONES DE ESPANA


mente hahía influido eH el repentino é inespe-
rado cambio de opinion, que con sorpresa general
se vió en esta pl'opuest:t, respecto de las opiniones,
'lile cada uno de ellos habia emitido mil veces.
Esta raZOl1 ,cnladera "} ullica no era otra que la
dl'scspcracb situacioll, ell qne se hallahan los ne-
gocios, cnrmdo se elahorar01l y presentaron la"
bases; Gomcz posesionado de Cordoha, los car-
listas amenazando :; Bilhao , muchos hombres de
bien huyendo, 6 deseando huir ú pais estrangero,
U1l3 3rau parte del ejercito en insUl'I,t'cciou y
todos temblando de lo que podia ocurrir deutro
de uno ó dos meses. Esta era la yerdadera causa
del prodigio, y 110 las mcnGlladas razones que se
hacinaron eu el dictamell. Estaba demasiado re-
ciente la revolucion de la Granja, para que nillgull
hombre de buena razon cl'eyf's(~ (rue en dla se
habia proclamado Ja cOllstituciotJ COIJ solo el
objeto de destruirla. Pero al {ill, el imptTio ele las
circunst¡mcias ;Í mas que ,t estos milagros se
esticnde.


Con todo eso, 110 puede menos de agradecerse á
1 '1 . estos señores, qne se aproYec larall oc esras lTI1SlllnS


circunstancias, para califica!' dd modo ([ue [o
hicieron la tan decantada cOllStitucion; pues á
yueltas de ciertos elo¡~ios forzatlc)'o, (!ne cn su po-
sicion er~m indispensables, dech l'aron lo mismo
que nosotros dijimos el! la primera parte d,~ esta
n!tra, :í sal)pr, c¡nc :lqud ('odigo no hahia sido




DE IR::10 .\ IO·J.~) y DE 1836. 303
otra cosa (lue un producto de la necesidad. En
d mismo dictamen se dice qne la opinion de todos
los hombres pellsadores" la opinion nacional"
exigia la r<:/hrma de SilS principales bases: que
,'1{ ¿Iolumen era escesivo, po/' haberse compren-
dido en ella /lila liIilltitnd de diclposiciones" que
l/O SON cOJlstituclrJlUlle.l' ni debian tener cabida
en llTl codigo político: que era impertinente la
Jijacion de los Limites del territorio esprlllol I la
r/l>,\l.t.;lIacion de las provincias, de que se compo-
/l/a ell las rl/vcrsas partes del mundo : que era
imposiMc gobernar segun la opinion nacional
~ siguiendo los pasos de la cOllstitncion de Cadiz),
esto es, dando iguaL peso y consideracioll á las
opiniones de todos los ciudadanos" jllTldandose
en ul/a igualdad de derechos puramente especll-
!ativa ; que era úldi,lpensable diíJidir la rrpre-
sentacw/I Iwcl'orwl en dos ClIel]JOS legislatiíJos :
que los E.\pailole.l' 110 solo tienen el sentimiento
de la igualdad, sil/O la posesioll de ella" autol'i-
~ada por SIIS costumbres : que en H,'jXÚUl IlO
hay aristocracia (1) : que era peli'grosisimo
abandonar la I/({('ton (l ti¡ liueJ'lad de imprenta,
á la publicidad de las di.\cllsiunes , al aJpecto de
[as gmlldes jUlltas poplllares ,F al gusto de las


(1) COlejese es la fras(~ con las Jiseusiolll's de la ley de Se-
1l0ri05, y {~Oll .'U prolllUlgaciOlI , y se apreciará el eOllveuei-
miento de eslO' ,('ilores. i Oh Gome~, GOTllt'z, cuan lo hi'.'
'1'1(' ~¡?;raJec('\'lc;




'io"1 DE LAS HEVOLUCIONES DE ESl'.\NA


/lOíJedades : que el poder real y sep,'wl le limita
el articulo T 49 de la cOlistitllclon de Cadi:::. (en
<1 \le se eonrta el derecho de no sancioll~n' las leJes),
Ljos de sel' imlcpcndiente, era nn poder forzado,
pues que se Le obligaba el ejecutul' lo que creia
pmjudicial al bien de! paú: que el me/orfo d('
eíercio/l directa era el llnico ~Je,.rlade/'O, mr'eil--
tras qlle la indirecta, adoptada por la eonstitu-
{'iOH, oj;~ec¡a Ulla ficclon en cada grado de qlll'
consta: que debia desaparecer la i/lcolJl¡mtiU-
lidad que establece la COnstitllcioll (ya hahia tIes-
aparecido) entre el cargo de dljJlltado }' el di'
ministro; y por ultime\, que 1[1Iilandole á la con-
slitucion lo que le sohl'a ) alJadiendole lo qnc Ir
falta, quedaria una cOllstitucion mui bnena_ Lo
mismo decía I\Ioratin (le la comedia de D. EJeu-
tfTio.


Permi tasellOS pl'egnlltar a h01'a : ¡ merecia una
(cl1stitucioll tan dercctllosa, pOI' no decir tan
absurda, que se emprendiese por restallrarla una
revolucion como la de la Granja? {No estaban ya
c,a Iyados en el estatuto cnsi todos sus defectos?
Pero no, no es verdad qlH~ la reyolncion se
hiciese por eHa, asi como hs reformas tampoco
se proponen para asegurar el orden legal en
España, sino pal'a ({ue triUllf(~ un partido, I¡¿¡sta
tanto qne otro Iliginio G;m:ia solicite otra cosa,
(flll' sera mni pro\lto,


; Cuan distinl:1 file ¡,¡ [,¡archa .;¡ogllida por la




representaciotl nacionnl fi'anccsa eu su famo~a
revolucion de julio del afIO 1830, ya que tanto se
la cita para lo que no dehiera citarse1a! En ella
si que puede decirse que hubo victoria y victoria
complet;¡ de parte del pueblo, porque habia ha-
bido ha talla y bntaHa sangriellta, no contra una
muger inerme, sino contra soldados aguerridos,
,:ll la cual la raZOll y el heroismo caminaron ¡í un
mismo fin y obtuvieron juntos un gran resultado.
Sin emhargo ¿que es lo (PC hi~iel'Oll inmediata-
mente los representantes de aquel pueblo? l Fue-
1'011 ;Í desenterrar alguna de sus constituciones
democraticas con el pretesto inadmisible en polí-
tica, si bien admirahle en poesia, de gloriosos re-
cuerdos ni levantamieutos filosoficos? ¿ Trajeron
¡ la I'scel1J. teorias ya muertas y ahogadas en un
dihnio de sangre? Nada de eso: se contentaron
con lJaecr en Sll earta de 18 1 ,~. algunas enmiendas,
(lue redamahun las circunstancias y dejaron re-
posar eH paz los errores de sus autepasados. Mas
en Espaiia parece {l'lC se ha formado empeño en
Imitar todo lo malo de otras naciones y desdeI13r
todo lo hueno, (iue ofrecen {¡ nuestra imitaciol1.
Cualldo podian haher acomodado su estatuto ¡Í
¡as neccsitbdcs e intcreses del pueblo ell poquisi-
lllOS dias .Y COl! una certeza casi completa del
acierto, prefirieron algunos dar á la Europa f'l
escand;¡!o de una re, olucion ignominiosa y co-
h:¡rdc para l'('snrital' ahsurdo,,,, qUf' por mas (fTW


11. ?fl




"e disfracrn, siempre los desechar:í la razOll. L,
Francia de 1 H30 ell medio de la efervescencia SU'i-
citada por tina lf'ulati,r, d{~ d,'spotismo y por nll;~
,ietorÍa l'ccien t(J, lejos de dedarilrsp cllemiga del
trollo y de las instituciones mOlwrqnicas, las di(;
nue'o apoyo, acclcr:H1dose ú llenar el yacio, que
habia dejado eu el la :l1Isencia de Carlos :x y dc
sns saccsorcs dil'ectos; pel'o rodeando (le UIl
doble prestigio la cOIlcesioll magnifica otorgada
pOI' sn IH'l'Il1allo y predecesor. EH EspafIa si 11 , i('~
toria J ~in el menor motin) ni pl'('tc,~to d(~ (llH:ja,
se tira por el sudo d no mellos magnifico 1'ega!o
de la Reyna actual., y SI' pone delante de sus c.~os,
como un fantasma amellazador, un codigo peor
(lile demo('I'atico y ya cO:ldellado :í la mlltilacion
pOI' los mismos, qlle le lle\ahall por halHlcra.


Cuando Sf' discuti('~ la tolalidad del proyecto
de reforma, ('xi,c·ido como yrI It(~mos diclJO por las
('il'Cllllstallclas dr b llacioll, !JI) pOI el cOllYl'llci-
miento <Ir' sus n'presentallles, aproveeharon al-
gunos oradores a(me] rnOIneuto panl disculpal's,'
de la ohsti lIacion, con qne en otro tiempo \'('si~­
tieron ip'ual reforma. Mas como la falta habia sirIo


u


tan ,isihll', lan ;:;~~Ileralmcl!t\~ sClItida y sohre
todo, tan gr~n'c CI1 sus COIlSccllcllcias, no era fací!
salir dd p~so sin calumniar la epoca, las pei'SOWb
y la nacioll ([), El gl'an argumellto con qne el


:1; Es bien sabida la pel',ectlcjollli!iC su f'l'je nlll , dllr¡lIllc la




'.>í"tor AJ'fiudles illtcut(', pCl'snadir que su n~sisten­
¡'ía y la de sus compaüf'I'os hahia sido patriotica
y necesaria, consistía en decir, ({U e cuando la Frall-
¡'¡a, la Illglatcrra, el Aust.ria y la Rusia les itlsta-
h;l\l (,Jl sus notar; :t que lticiesen algunas modiíi-
e~ciolles ell la constitncion de la monarquia, l/O
//(lúial/ eSl'ec~fic([d() ('([tegorlcmJlt'lIte, cllales ha-
"¿an de se/' estas morltfícacúmes, y (}I1C por
conscclwllcia era 111\ lazo (PU' se tcndia :l la n~pri:'­
,;clltacíoll l1a,~iollal para destruirla, cualesquiera
'que fnc,cll sus (,olldescendencias. Confesamo ...
{fHC no ;¡ lcanza nue.~tra Iogiea ;Í comprellder sen1('-
:iantc ¡'aciocillio y {JlH~ solo podemos aam.itir dt~
rol la parte, (lue dice relacion con bs intenciones,
pOl'que !Iingun derecho tenemos p:U'a dudar de
!a~ del Sf'IIOl' Argud les y otros que le <lpOJ<lrOH
{'tl aquella Iarnclllahk l'csislcucia. Mas pOI' lo que


"poca de J 810 ,í 1 s:n , todos lo, (lile pl'oí'e,aLan itl~as mo-
,!<-r;\(!as , bajo pn'll',to de <¡II(' <¡1I('r;.111 introducir las dos ca-
;Il~ra.' en la con,til"c;OIl cspaliola, Llegó <Í talllo la rllania
,olltra los NWlOl'ilL,'/'{),I' (\ (/IIdleros, pues eOIl amhos llOlllhres
..,oliaJl dcsig'llado . .¡, (illl' en ci lnisllH) ~alull d¡~ ia~ eortcs se ]e~
,.¡lItaba como IllaS odio,m <¡ti!' "1 los ji'o/a." del mismo modo
:¡Il'.: ahora Itlu("trall al;:llIlos diplllatl~:i, y todos los ministros,
Illas odio contra los partidarios del estalnto, que cOlltra los
"'Idist,)s. Lo .,i"g,,];,r "S, '1'"' aquella odiosa calificacioll se
;raslIliti,¡ como por h"r,'ncia ,,1 gobierno ah,oluto, durante
,·1 cual lamJ,¡en se IH'ri,igllio con ]]l'l'; ellCOllO (, los apasiona-
dos de la.' dos caDI;,r".', '1"" ;í los frelleli"'h aJoradores de la
!"·c·P'.':it'ntaeioll IlIlH'(J : ¡~ruehi.l lJl('J) ..In!'a de que tod;¡:-; ti";
.<r:lll;:J:' .... (> pal'!'('('11 li¡¡a~;i n11':L....,.




'lot5 DE LAS HEYOLLClO:iE:-> DE E:'-PHU
Ilace á la 1l;1 illral(:za de las mudall'/.;]s (lu!' (!esc;¡han
los frahinetes cslT~m!.!:t'I'OS \' COII cllo,~ !a n:wioli t:'l I...!!l
espafiola toda cutCI'<l, 1111'1\0'; núo,..; poc,;s <¡ne "i-
rian alLí r(;(ir~ldos Cil Sil atmosfí'l'a p<lr!icubr, era
biell cOl1u'ida. S% se (kscaha q¡¡.:; s.' ¡d'ormasC't!
:llgUBOS parrafos conccl'llicl1 (es al :HticlIlo 17 él (11
la cOllstitHcioll, ('l) (lile SI: (,Ilnm('r~n tas restri • .'· ¡ ,
{'iones de la autoridad real, tan gl,neralmcnk
desaprohadas de los homhl'c~ (le juicio, asi f'lI
IOIlCt's como a llOra . TamhjclI se deseaha y ~':
I'l;conocia necesario por todos los amantes sin
('eros del bien de su país el establl'cimieuto di
otra ca mara kgislati';l, tllW tnvicsc el caraeler dI'
"ollservadora, sin la cual estaha, como ha estadil
~wJllprf', herida de IImerte la cOlls,itllcioll de C;"
di:~. Si el sefior Al'gncllcs y los suyos hIlLit'l,;!/,
IlllI'riclo en Lonces COll~l!J tal" /;¡ opinioll gC)H'J'al )
no hubicJ'::1I hosliliz;ldo ('O!] lUla illtolerancia tan
feroz, como la ,'eligima,;í los ({UC por medio lk L.
IInprl'l1ta no ct'sahall de clamar por ('stas modifj
¡';lCiOllt'S, ,í lJneu seguro, (jlW no t-c babriall St"
~~l\ido Jos milles <fue elltollel'S se signicJ'(m. 1':.,
Illuy singnlal' e/raciocillio, que el sr-lior Al'guclle'
emple/t en la misma SCSiOll, de (liJe hab1amo~.
que fn¿' la del [ií ¡ir' dieiemhr('; dice lileralmente
asi : l( Diré una COcó;), HU !techo sellcillo, que Ililr.í
'( reir y lo selltil'l~ 1ll11C11O, poJ'(lue está enlazado
" COIi otl'OS dI' t]'i~,1 ,. !'I'('on/;¡c;ot!. A ¡ principio


'.1,· ',1 ('ilJlPI':¡,'IU11 "\ ¡ilO ;\ Cdíldl:,II' Ull L.,P:IIIO;




de la serJ'311ia de HOlld:l , J lameutanclose de 101.
(snccsos de Espalw, decía.» ¡Si siquiera nos


!lllúicscn. dado las ('aIT/aras! ! ! (¡) ( Hasta esle
,( punto l/eg() la úpillion. Ahandonaron entonces
( al Bohicruo muchos Espahoks poseidos de esta


i( ¡den. Su seüol'ia (el seüor Montoya que com-
, batia el dictamen) habia advertido como yo, la
( alegria CO\l !fue se recihi() en el estrangero el
;( establecimiento de la segunda ca mara , por qn!'
( se creyr) (pIe era el unico medio de salvar todos
( los errores, dC'spropositos y desatinos que se
( cometieron en la epoca anteriore. »)


Si las cortes /lO se podian justificar entonces y
ahora se justifican con semejantes raciocinios, de
temer es que, en el estral/gero y en el nacional, se
la~ tenga pOI' ÍI~j/lst~fi('ables. ¿ Con qne una opi-
llion, (IlIe hahia cundido ya hasta un humilde ser-
rano di; ROllda, 110 era lllB opilliougelJeralmeute
recibida en la nacioll! i. Pues hasta dOllde quiere
el señor A rguelles que penetren las persunsioi1es,
,j no le ha~ta eseucharlns en boca de aqnclln.;
homhres, (PW menos parece 'Iue (kbi;¡1I ocupar:,!'
de Jos negocios pllhlicos'? Aquel pobre serrano,
por mas (ILle le sorprenda y haga reir al ser101'
,\.rguelles, hahin puesto el dedo en la herida }


(1) El doble seulido de esta palabra parece ser el ¡micu
Inotivo Jc l'i.s¡1, 'lile presentia el scuor ArguellE's; pero ú pesal
de lo slIcio de la idea, ninguno ,le los oyentes clió seúa les d~
'1'''' 1" habia "(I/I/]lJ'f"l/lido,




era d illtrrpret(' ti(~1 de la opiniull y d(· la \O!Uít··
tad española, !lO los dt-:datlla¡]o]'es de las ::>CSiOllC"
de febrero dr~ 18'~3. El seúo)' ArguelJes conocc
mejor que llad ie, que l! 11 gobierllo rcprescutati, (J
no es otra cosa, ([Ul' la e,lp"l'SÚJ¡¿ de fa o/lill¡on
gel/e/'al) y si esta era eu Espaiia tal! uni, cl'sal·
mente seutida, que hasta los moutaüescs de BOlld;.
clamahan por ella i. como (luicre persuadil'nw,
yne aqllelbs cortes la escucharon ui estnviero[l
de su parte'! 1 no estandolo l como lJ uierc (pu:
la nacion se uniese á ellas lJi bs sostmiese COlJtI\,
sus enemigos'! La ,erdad es, que las cortes de ) ,':h:)
se suicidaron en 1::Is sesiones del [1 v l:; de fcbn:-


.1


ro, por no habel' (luerido Oíl' la opiuíon de todo
el pueblo, por habers\: aislado de el, por haherse
imaginado falsamentt-:, que ellas eran lasllc/do(¡c ..
ras representantes de la 'voluntad genera/. Eslc
fué el error (pIe ellas y no~otl'Os y todos liemo:-
pagado con h perdida de ulla razOl~ahlc liberlad.
110 las supel'cherías imagillarias ele aquellos gabi-
netes, que tal vez nUlIca llOS hall dado un cOllScjv
mas flesintcl'esado, mas conforme ;í la paz gene-
ral .Y mas eu al'monia con los deseos de todos lo~
hucnos Españoles.


En cuanto ,i la primera hase, P()(luisima di/j.--
cnItad podia ocurrir ni I~n el cOl!gr('so ui de prlltc
de la pl'ema; porque era tan e\'idt~nte (/Ile dehi:l
descartarse de la constilllcion toda la parle l'cgl;\-.
lllcntal'í", como debcria Sipal'al'Se d(· la on]¡.Il:lll7:i.




mintal' un tratado s()bJ'(~ el ataque y defensa de
las pinzas, pOI' hicll (~scrito (Iue estmiese. La C011-
stitucioll de Cadiz con sus 384 articulos era ,tan
mezquiJla el! sus bases, tan confusa en sus porme-
nores, tan pueril en sns precauciones, (Iue mas
hien <pw un codigo politico, pudiera llamarse un
programa de cOllclusiones paJ'a un colegio de se-
gunda enseñanza. Sescllta y cuatro articnlos :-,,~
consagran t:1l ella solo á la ley electoral, lo cual
!Jastaria para dar idt'a de que semejante ley debia
'iC\' muy yiciosa; cincuenta y tres á la celehracion
y facultades de las cortes, sesenta y ocho á la ad-
ministraciol1 de justicia; veinte y nueyc á los
ayuntamientos y gefes polílicos; y diez y ocho ;[
las cOlltribnciones y el mNlo d(~ peJ'cibirlas. Alli
se detallan los ministros qne hall de asistir en las
audiencias <Í las vista~ y revistas de los pleitos, y
basta se destina UIl capilnlo elltero al modo de
procedel' 1'11 matcria (,I'imillal, pOI' PI cual se ase-
gura la compleLa y etel'lla impuuidad de los cri-
minales. A esto lhmaball l"ll Ca<{iz hacer HIJa COll-
stitucioll politica para la monal'qu ia, 1'U(\, ¡ mes,
aprohad:: la primera hase pOI' ullanimidad y sin
l' ,


OlSCUS10Il.


En la "'gllllda, auuql1e tampoco se prolongó
dcma,.;iado, atendida la importancia del asunto, se
di,iC'I'OIl en dla tal{·,~ cosas, y se !lloslní tan peca
lihel'tad de discutir de la Opillioll impuesta po;
lltl partido, <¡ue IlO podelllos lllt'IH¡:" de allalizal'L




51'1 DE LAS HEVOLUCIO¡"ES Dé: ESPAlY\


eon alguna detencion. El primero que tocó la
cuestion francamcnte fué el sellor Caballero, el
cual desde luego declaró (lue solo admitiria los dos
cuerpos legislatiyos, por que veia decidida e1l su
fa"or la opinion del pais; pcro con la condirioll
de que ellluevarnente admitido no habia de sel
ni hereditario ni priyilegi~l(lo en ningun sentido,
ni eligible por la corOlla, ui por mas tiempo n;
por otras personas que el popular. Esto á lo me-
llas era bien esplicito ó bien neto y para acomo-
darnos al lenguage de la epoca. Verdad és, ([lH'
las razones en que apoyó su raciocinio no eran de
lo mas concluyente t{ue podia desearse, por <pw
solo consistieron en que hubiese ecollomia de
elecciones y como si este gasto hubiese de arrui-
narnos. Otras economias se necesitan en Españ:t
mas que las de elecciones, pero al fin po]' algull;¡
::.e ha de empezar, y el sellO/' C:lbaJkl'O t'staL.
muy en sus principios, opolliend.o5c ;í que se ma 1
gastara ni aun el tiempo en hacer ninguna refor-
ma, cuanto menos en elegir una cosa, que .destlt"
luego le desagradaba. Por lo mismo, se opuso ah;er-
tamente ú que la corona fuese illvestida oc; esta
prerogativa ni de ninguna, si era posible, pOI' tjue
todas eran a costa de los derechos de la genera-
lidad de los ESpaTlOles.


El señor Calatrava, como ministro y presidente
,id consejo, tomó entonces la p:dahra poqwimt'r:;
He? "JI In dir-eusiol1. y .~nal1clo SI' '>'I)(')':\ha ípi"




DE '(',141 A ¡c')2::i y DE 183(1. :"'í,"í
huhiese :Ipl'ovechado aquel momento para re\ in··
d¡ea!' los derechos propios del trono, reconocidos
y praeticados ell todas partes, donde se tiene idea
de lo (Jlw l', gohierno representatiyo, solo se limi-
tó ~í decir q ne las dos cama ras debian ser l'eal-
'¡llt~lltc disti litas } no una soja div ielida en . dos
seceiolles, que es lo ([ue hahia querido decir su
preopinante. Tambien pI'otest(í solenmemelltc
l'ontra la idea ~eneralmente esparcida de qll(,
algullos gabinetes cstrangcros hubiesen inHuido
en 135 refórmas, (1 ue se estaban haciendo. Dudamo:i
mucllO (1 ue esta protesta haya hastado á dcsen-
gaflar á todos, pero;; nosotros 1I0S basta que su
Esceleneia lo allUl1ciase asi, p::ra darle entero cre-
dito. Lo que hubiera mas querido en su posicioll
de millistro y para defensa de la corona, es (fue <JI
mismo tiempo que se apresuró .í declarar que esta
y su gohiel'uo se hallalxHl perfectamente aeorde~
COll las bases de la comision, hubiese indicado la
lIecesidad de q ne la nueva camara hubiese sido
siempre elegida por ella. Esta dec!aracion era no
:solo cOIlYeniente SillO esencial en boca de un go-
hierno, (fue estaba ya viendo venir la tendencia
hos1il de muchos diputados contra todo n0l11b1'a-
miento, que 110 fuese popular. Aun fue mueho
mas cstl'aiío el rasgo de erudieion importuna,
eOI1 (file (pliso prohar, que la nohleza, como tal,
1,0 habia ¡(~Ilido nUilel asienlo en la,~ cOl'le.'> de
Ca.",ill;!. ClIilllt!O t'~lí; hecliO fllera (';1'1'10, (jll(' 110




') r '1 ]) E LA;, n E \" O L U e lO :\ E ~ ]) le le;, l' \ \\
lo és, :t ninguno menos (IUC ;í UiI millistl'ü cor-
respondia citarle en un C;lSO s(~mejalltc. Pero esta
es la gran desgracia de (llw los ('OnS(:jITos de la
corona sean homhres de simpalia~; J'cyol nciol1:lJ'ias,
mas que de principios cOllstituciollales. ti tl mi--
llistro, que tm-iese la conciencia de SIL si tU<lcim,
en el caso de que }¡~blamo~, !"jos de dehilitar el
prestigio, con que debe rodearse el lH1CYO cucrpo
cOllsrnador, hacielldole constar de toda especie
de aristocracias, debia mostrar menos desdcll y
mayor aprecio de la del nacimiento, si(luicl'a pOI'
que en ella est~n mnchos llomhres vrrcladel'a-
mente hislo1'icos, y porq ll(~ tambicn sc encuen-
tran en ella los mayores propietarios de la mo-
u;lnluia. Pero prevalé>cia en el seno]' Clhtl'an
la obligacioll mas urgente del momC'uto, que COII-
sisLia en hablar mal del cstatuto y de sus llH:jore:-.
disposiciones '.1).


Como ell una aS:llllhlca S('J11ej:mte 1\0 hahia que
esperar una discilsiOI1 propi:1mente dicha, plH'~
~l11c en el fondo de la cucstion tollos eSl:,ban COIl-


(1) No p()(lcll1oS combinar los pl'ill,'ipio:; scnlados por d,,'
úor lninistro Calatrava, ('1) esta ,v otra~ ~('~iollt,.-; ~ con la ]11:1-
lija dc conceder ¡ilulos al'istocraticos ;Í lo" quc ¡'ilH mel'ecid ..
hien de la patria, En los mi,mns momento,;, (~ll que :,reci<cl",
desprecio dc la aristocracia CI! l.1S ('OI'[P;, nOlllhl'ah" ,'jJ '"
g-ahinelc conde de LnehuuCI al g'cncl'aJ Espartc!'o. " "oIl,le~"
<ir Espoz y Milla á la viuda de c.,te "llimo_ Esto 1'J'lll'b" , en
1I(U"\\,O (oJlceptu, 'ltiC lielle unil "asla ,'olc('cjoll de l'J'iIlCipIO"
]>al';( apli .. adtl,,(·;~I,iJl ,,1 lu;!:I\' ,'JI que lll~ "I!lil",




DE Ii"5').1l \ 182:l Y DE 183l). 3 ("1
venidos, se rednjeron los pocos oradores, que (lui-
8icro11 tomar parte en elb, oí lncir cada cual
sus profulldos conocimientos en el estudio de los
gohiernos }'epresent.ativos. Uno de los que hicie-
ron mas gala d(~ un talenlo de observacion fue el
~wüor SancIlO, militar antiguo en las filas parla-
mentarias, donde 11<1 desempeñado con aciert.o
muchas comisiones ei,i les y eclcsiasticas. Este
seflOr, que como otros muchos de su epoca, hahia
sido enemigo declarado de las dos camaras, y
mucho mas de los que en tiempo OpOl'tUlIO las
dcseaba n i tltroducir en la eonstitucion, dió el
ejemplo laudahle de probar en un largo discurso,
tiue ell niugnll tiempo, ell ningun pais, y bajo
llillguna forma de gobierno rcpl'esentativo habia
dejado de ;](lmitirsc el principio de los doseuerpos
colegislaclorcs, menos en Cadiz y Portugal. Prob6
hasta la c\idem:ia (l11C el sistema reprcscntatiyo
era hijo legitimo del lClldal, po/' l({ selU.·illl·sllll{(
ra;:,on de que U/I padre espul/toso'y monstruu5 ()
liada Úene de estmllo 'lile engendre un lujo ro-
busto.r hermoso, como se 've todos los d/as en
el orden Ilalum!. Con igual fuerza de logica de-
mostní que la camara de diplltados representa
/(( juventlld, la de pares la1Jeje;:, : que la aristn-
cr({úa ha sido siempre pe/judicial en todos los
estados : que ella y no lilas que ella ha reducido
la l/lp,'!alerra ú la situaáOll miserable C/1 que ho.r
'f' 1'/1('/11'1111'([, (1f.!,'{)\'lildrt dI' del/da:, r de (,o/ltri--




:J le; DE LAS HEVOLCClO"ES DE j':SP\'d"
{luciones J malditamente f::,obel'/lada}" en 1lI¿ de-
sorden administrativo espantoso. Solo le faltó".
yes lastima, pre;;,ental' d contraste de la prospe-
ridad siempre progrcsi\a,fl'lC ha adquirido nuestra
Espaí1a, por carecer, segull dicen Jos l'('spetahles
miembros de la comisioll, de esa polilla de /;1
sociedad. Sin emh;Jr~o este seflor es uno de lü~
que créen haberse instruido ,'iajando. Valganos
Dios! ¡Y es posible <{ue quien há estado muchos
allOS en Inglaterra no haya tenido siquiera la cu-
riosidad de léer su historia ni oh servar Sil cOllsti-
tucion, sino bajo el prisma etlg<lll<ldor de hs tco-
rias de Cadiz? l. H<ly ü]gu110 en el mundo, que dude
de que la Inglaterra dehe toda su revolncion á la
nohleza? ¿que en medio de algunosdefeetos yaulI
abusos, que se van reformando poco a poco, llO
hay constitucion alguna en el uni verso, (file tenga
mas probabilidades ele cluracioll! ¿ (lIle sus institu-
ciones, por lo mismo qne est<l11 tan recargadas
de al'istocracia, hall proporcionado al país una
fuerza y prosperidad á que jam;¡s llegó pueblo
¡¡l"uno? '(Iue esa misma nohleza ha sido ulla n e
constante defensora de la liJlertad, eon <¡ue justa-
mente se envanece todo Ingles '! El seuor Sancho
dice qne no, y es preciso cré(:rle, pOl'(PH: lo ates-
tiguó con la autoridad, infalihic para algunos, de
Illonsieur de la ];'ayett(·, y en pl'eseneia ell' UII
¡esto sCllIcjant(· S01l innl i!('s lodos los l';H'ioci-
'lIOS"




DE !(')AU A I ;-h:-) y DE 183G. ~) 17
Mas d.jando ,í parte las opiniones individualrs


de los seí'iores, (Jue tomaron part.e en csta impor-
tante discusion, parece increiblc, que en una aS:llll-
J,Jea tan nnITWl'osa no se Cl1COlltrára lli UIJ solo
ilidividuo, (l11C tomase la palahra cn [ayor de lo
(FW dehe ser uua camal'a conservadora. Cuamlo
fa 1 tasen otras raZOlles, (lLW las m ¡smas espuestas
por los que hablaron ell favor de una segunda
ca mara sin niugun cal'acLel' conservador (cIuC e.~
h que \0 taron las cortes por unallimidad, nw-
IIOS uno), }Jaslarian ellas solas para comhatir!o.~.
Hemos dicho razolles, y no es asi, porque eH
toda la discusioll !lO se espHso mas que UlIa,
esto t'-s, (Ille asi se hacia en otras partes. Pue;;
hil'll, CH otras partes la camara alta, ó de parrs,
,) ti:' Lores, /. de prO('(Tes, {. como quiera llamarSt'.
! jl"lIe d l'ar~lcter de perpetuidad, Lle indepemlcu,
,'ia, (Ir; estahilidad J de fuerza tJ·adicional, qUi~
110 telldr;í ciel'tamente la camara espaüola de
1111('\a ereacioll. Mucho nos engañaremos si ron
·'!'Inf'jante elemento se arraiga el gohierno l'epre·
,;elltativo en Espaib. Pues que; 1. créen esos señorf's
,!ue ulla camara popular, de cualquier modo
(IIIP S(~ cOllstituya, ha tl(~ ser mejor guardadora de
las lilwrtades é intereses del pueblo, que otra e1l
I pw en tre como h;~se f'sencial el elemento aristo-
';ralico '! Nos p::m:c~~ que 110, y la historia de todos
los paises apoya lluestro sentir. Ya hemos visto
;mll el! 11!(('slros dias la ülcilidarl, con quc S(' dejall




) [tí DE L,\S [i EYOLtJClON gS HE ESP.\ 11.\
corromper {l engn tiar las camaras poplllues, J el
celo, con (Iue han defendido]a ]ihcrtad, iHluelIas ,í
quienes una fnlsa preocupacion acusa del caractel'
de opresoras, como si fuese lo mismo aristocracia
que priyilegio, nohle7.a que llsurpacioll. '[;11 '(~Z
tesa misrrw uniformidad, con <lIle en Ins COl'tes f'S-
paiíolas se ha volado esta medida, llO es mas ([ue
una nue\a prueha de la senilidad inherente :t
todo cuerpo, donde no son tolcrad;¡s otras opi-
niones mas que las dOll1.innntes en un partido.
Esas opiniones varianll1 y In scryilidad S{'l,:í /;¡
misma, ora el que domine propenrb ;Í la libertad,
ora exija la inquisiciüll. POI' el cOlltrario, cualldo
hay un cuerpo, cUy:l esencia y cnyo destinü espe-
cial sea la conservacion de los intereses perpetuos
de la socicdad, de las opiniones, por decido así,
iuy;¡riablcs, de las ideas permnnellt.es, C/1 LOIICCS
estas ideas, (~sta:; opi Iliones y estos i II !(T(,~CS ('11-
Cllent.l'an su llatUl'al apoyo en b camala, (ple uo
debe su Ol'igen á. la c!t:ccioll popular. ¿ Creen las
cortes espnllOJas (lile las medidas til'allicas él dicta-
toriales, que ellns concedieron poco ha ;í Jos mi-
nistros de la re\oluciol1, se las halwia otorgado,
;t lo menos sin gr,mdes rest.ricciones, nlla ca mara
aristocratica, aUl1l[lIc fuese la de Pl'oeeres? Pues
'ie engañan, por yuc \lO hay liada en el mUlldo
jan senil ni tan dOcil en todos s(;lltidos como tilia
,~amat"a popular, impuesta PO!' 11Il solo partido.
E~'a y('rc!arl, auuqn¡' no cxpn:sada en los lIli,,-




DE ni:w A ¡h:,:í y DE IB3li. 51~¡
mOs terminos, fue indicada eH la discusion de la
ten~el'a hase, por el sefior Ol()zaga, en un uer-
,ioso discurso, que pronunció el dia Ig, contes-
tando al sellor Domencch. « Estos cuerpos, de-
I( cía, 110 podrían llenar su ohjeto, si no tuyieran
« 1'11 si orbanos de las diferentes opiniones, que
( collsli luyen la opi nioll nacional, para llenda al
I( punto (Iue (;01/\ i,~ne, P0l'LfUC sabido es, que la
( calidad mas esencial es la de ser gobienlOs de pro-
( greso, elc. » i Triste del (lue en las cortes espa-
llOlas dd (jia se huhiese at.revido á espoller ide,ls
contrarias ,í la tendencia democratica, que son
las <fue cstall hoy d(~ moda! Se tolera en ellas la
oposicion, pero solo cuando se trate de restrin-
gir los derechos del trollO, no la que intente am-
pliados 6 consel" arIos. Tamhien esluvo muy feliz
cualldo, eH el mismo discurso, dió la siguiente
esplicaciou de lo quc debe entenderse por sobe-
rania nacioual : rr COllsidel'acla, dijo, como prin-
« cipio de gobierno, es Ull absurdo al] tisocial , é
(r imporla que se conozca asi, para clestt'uir todos
( los sofismas que (lu¡eren deducirse d(~ d. La so-
«( bcrania l1:lcional es uu principio, que h:m tenido
« (Iue reclamal' los pueblos contra otro, que quiso
( trahcl' di 'Cl'SO origen, que, aunque elevado y su-
( hJime, no es menos abslll'do. Todo el mundo
« sabe (Iue el pl'i IIcipio de la :'iobcl'ania es la opo-
I( sicion solemue, uecesaria, indispensahle, de un
'. puehlo contra lo,~ <jllt' hahiall usurpado sus de-o




:>20 DE LAS I\EVOLUCIONES DE ESPAl\A


(( rechos en nomhre del poder divino.)) Lastima
f~S fIlIe HU orador, capaz de comprender y espre-
sal' de este modo verdades que, por In,lI esplica-
chis y comprendidas, han ocasionada tanto daflO
en el mundo, tuviese pocas lincas mas ahajo la
condescendencia de a tribuir las lllud:Hlzas de los
diferentes ministerios ,\erificadas en los ultimos
dos 31105, al "\ oto de cellsura de las camaras,
cuando le constaha que el del conde de Torcuo,
y e1 del seüor Isturiz, solo habian dehido sm
trastornos á dos levantamientos anarqllicos. Solo
el del señor Mendizabal puede decirse que se di-
solvió por el voto nacional lega I y lcgítimamente
espresado; pero precisameule ese es el mismo que
se ha vuelto á restablecer por una reyolueíon anti-
popular. ¿ :\Tas como decir á hs eamaras una ver-
dad tan amarga sobre su origen vicioso? Esto se
hubiera tenido por 1I11 crimen de l',;a-re\o-
lucion.


La tercel'a hase del "\ olo ahsoluto, ó suspen-
~iYo, fue mucho mas combatida que las dos ante-
,'iol'es, asi porque se rozaba mas asperamente con
los principios de la faecion dcmocratieCl del con-
greso, como porque tenian ya prontos los argu-
mentos de que hahian de vCllerse, estando consi-
gnados en los fasto:; de la l'evol ucion francesa; y
asi, el que haya leido las discusiones de la Asam-
hlea Constituyente, ya puede decir que ha leido
¡'uanto se dijo en las sesiones del J 9, .20, 21 .Y




'Uf, Ii3:w ,\ lB?:l y DE 183G, :J?J
.,,? de diciembre en i\ladrid, con poquisimas ,'a-
riaciones. Una de ellas la encontramos en el pro-
1 ijo discurso con que clscüor Al'guelles, apoyando
el dictamen de la comision, dijo que para nada
seniall las citas historicas en esta cuestioll, que
('1';) de suyo practica, corno que el gobierno repre-
"entatlv() no lleva mas qw: dos úg{os de antigllc-
¡Iad, habiendo tenido su princljn'o en Inglaterra.
Perdonen os el seüor Arguelles, si estrañamos en
su hora, mas que en otra alguna, semejantes es-
presiones, pon[ue prescindiendo de lo que el
mismo sellor a dicho mil veces de las constitu-
ciones de Castilla y Aragon, inlinitamente mas
.:mtiguas, que la de Inglaterra, yprescindiendo tam-
biell del empellO, con que se nos quiso hacer eréel'
10 que tanío dislaba de la verdad, esto es, que la
famosa constitucioll de Cadiz era una restauru-
e/Oll de las ¡lidiaS ('ml.\'tltucioncs, tenemos dell-
tro de nuestro propio p~is otras varias, en que se
reconoce todo el mecanismo de Jos acluales sis-
temas represeutativos. i. Que otra cosa son sino,
I;)s que hicieron tan florecientes las proyiucias de
!\ 1;1, a, Vizcaya, Gllipuzcoa y N;1' arra '! (~Hay hoy
(;ll In Inglaterra, ni aun en la de Belgica y de los
Estados UlIidos, tantas garantias contra la tiral1-
! I ia rnonal'Cj uica como en algunas de estas cuatro,
" lJO se puede hahlar el:: rilas, porque est;.Í a lIi el
pn:tendiellt(;2 Lu diputado [aH celoso de b glo]'i;,
\lile/onal !lU parece que dcbier;r h,dwJ' ['('dido ¡al!


Ir. , i




):n VE L\S HEVOLlIC[O\ES IlE ESl'Al\.~
~enerosamente a nadie la palma dp pste progre ... o,
Sin f'mhargo, la "prdad f'S, (IUf' pI gobic\'llo repre-
st'lItati, o, con todos los elemelltos de tal, fue
conocido y pl'acticado PIl Espa í'ia muchos aflOS
antes que en ninguna de las naciones moderuas.
Lo que no se couocia, y pluguiese ~ Dios que 110
se huhiese cOllocido nunca, fup pse perpetuo ah-
surdo de la soberania nacional, segun se emperúm
ell entenderla todos los qnc impugnaroll esta ter-
cera hase. Evidentemente todos los iudividuos
reHuidos de una nacion deben tener la soberania
de ella, si por soherania í'ntcudcmos la flwrza, el
poder, el intel'ps colf'ctivo de la socií'dad, de la
misma manf'l'a qne un regimiento entero puede:
é importa mas qlle SIl coronel. 1. Pero ,~e in[cl'irú
de eso que el regimi¡'nto , y no el coronel, hall (!t~
ejercer el mando é iB~pirar la tlirecl'ion dc sus
movimientos'? No por cierto, asi como no debe el
cuerpo ell trol'O de la socjrodad, y carla UBO de sus
imlividuos, ejercer las fuucioncs de la soberania,
só pretesto de (lllf' todos son iguales en derechos.
Enhorabuena que se insista en desterrar dd mundo
esa larga superchería, con (Iue se ha estado ha-
ciendo crécr que hahia cielt:ls famiiias destinadas
por la providenci:l p:lra ocupar los tronos, mien-
tras que todas las drmas estaban condenadas ,í su-
frir los ef(;ctos de sus errores (~ de sus vicios;
¿pero eslamos acaso en tiempos en {lile semejantes
m:lxim:ls nos obliguelJ ;¡ dar ('1/ pi est.rf'mo opuesto,




nr. TH?'ül J ,'b::í y DE 1836. 3:<)
;, IlIvenLar otra llueva superchcría, lal vez mas pe-
J igrosa (Iue aquella? El primero, que anunció al
mundo el principio dc la soberanía nacional, hizo
ciertamcllte un senicio al genero humano; pcro
los que, apoderandose de este principio, le die-
ron una interpretaciou y una estension vIciosas,
lc han hecho acaso mayor mal que los que pro-
c1amaLan el absurdo cOlltl'ario. Los gobiernos
representativos, á medida que se desenvuelven y
pel'f'ecciouan, van d,:"inizando, por decirlo asi ,
:í los mouarcas, cOllcediendoles todos los medios
dc IIi1CfT el bien, y dificultando les las ocasiones
del m,¡\, pero sin quitarles el Cilracter dc verda-
deros soberanos, porque lo son y no pueden me-
1l0S de serlo, mientras sean gefes de los poderes
ejecutivo y legislati\o. Las asambleas populal'es,
\lO menos usurpadoras y ilmbiciosas (lue cualquicr
otro cuerpo ,) indi ,iduo, h;1I1 dado en la mania
de tratar y dispoller de la soberania, como algu-
nos magistrados distribuycll y manejan la justi-
cia, es decil·, como si fuera una cosa propia suya,
'luC puedcn eOllc('(b, Ó llcg~r;~ ~ll arhitrio . .Fi:'-i u-
l'alldose malamente que ellas solas son las quc l'C-
pl'esentan ,¡ la patria, han HegaJo tamhien ,í persua-
dirse, que pues la soh(~l"ania reside (~sencialmente
ell b naeion, pOI· 11 na cOllsecuencia uatural, debe
residir Cl! ellas la solwrauia. Este es un error muy
~1'",e,deI que collyirlll: dL'M~llgaiiarlasJ para que r('-
nuncien de ulla \TZ Ú HIJa l.HTI CI1CiOIl tan in i u"ta. La


. .




3:>.4 DE LAS lIEVOLUCIONES DE ESP.\NA.
soherania, propiamente dicha, n:side en los tres po-
deres del estado, con perfecta igualdad en UllO yen
otro, porque ningUllo de ellos puede existir aisla-
damente en ninguna soeieebd humana. Asi, tan so-
berano es el gefe del poder rjecntivo como el del
poder judicial, y como el del poder legishriyo, sin
que nadie tenga derecho para desposeerle de este
dictado, ni mellOS para usurparle. llera decir, como
se ha dicllO tantas veces en Espafta, y en aIras
partes, el pueblo soberano, no es mas qne uecir
una solemne necedad, que ya era tiempo de ir ol-
vidando, para no fastidiar ;Í los oyentes. Las cor-
tes espafwlas pudieron algun tiempo créersc ver-
daderamente soberanas, cuando se dieron á si
mismas el tratamielllo de magestad, y sobre todo,
cuando :nocaron ;Í si todas las fUlH;ioncs de los
otros poderes; pero desde que cesó la horf~l1dad,
en que habia qucdado la Pell i Ilsula, Ji desde que
se han ido generalizando las huenas doctrinas
ignoradas en Cadiz, es menester que renuncien ;Í
tan exageradas pretensiones, con la misma doci-
lidad, con que hall renunciado ;Í otras.


Ya hemos dicho que esta tercera h<Jse habia sido
mas comhatida que las otras, y asi, su aprobacian
esperimentó mucha mayor dificultad, pUf:S tmo
cincuenta y siete "otos en eontra. No lo cstraña-
mas, por las razones (llle .va (iucelan i!ldicaclas;
pero no deja de llamar nuestra ~Itencio\l UIl inci-
df'lltc q Uf', ;mlH!m' di: poca i mpol'l a tll·j;¡ CII si




DE 1020 A 1823 Y DE 1836. 325
mismo, conlil'ma lo que ya repetidas veces hemos
illsinuado, yes, que la corona, lE;jos de tener por
defensorcs oí Jos ministros, parece mas bien que
los tiClle pOl' advcrsarios. l. Quien créeria quc
eOIl ocasioll de h;¡hcl' dicho el seiior Montoya, cn
b sesion del elia 23 de diciemhre, que la idea de
modificar la cOllstitucioll habia nacido de la co-
rOlla, se levantase el sci'lor Calatrava á rechazar
esta imputacion, como una grave injuria? No pa-
I't~ce sillo que el pensamiento de reformar una
constitucion generalmente reconocida por defec-
tuosa, y aun por impraticable, era una especie
ck blasfe,mi;¡, de que era preciso sacar inocente al
trono, y esto, cuando se le veia arrastrar por el
lodo, y elltregar ;i la exeeraClon general por va-
rios diputados, mas propios para figurar entre
los admiradol'es de Alibaud, (Iue entre los repre-
sentantes de llillguna l¡acion. ¿Pues tal! mal le
hubiera sentado al gobierno tomar la iniciativa,
no solo para las reformas, cuyas bases se discu-
tían, sino para otras muchas que reclama un có-
digo tan indigesto'? ¿ Es posible que tanto pucda
el espíritu de una mala escuela, que ningl111 dcs-
engai'lo, ninguna posicioll, ningun raciocino,
hayan de alcanzar á corregirle'? Y cuidado, que el
sellO!' Calatran es, como si dijesemos, la flor de
su ministerio, con que ya puede considerarse el
apoyo parlamentario que tendria el trono en sn~
otros compafH:ros,




')26 DE LAS REVOLlJClONES DE ESPAJ\A
La cuarta base, la de la cleccion directa él indí ..


recta, fue todayia mas disputada que la anterior,
y no podia menos de serlo, porque era el caballo
de batalla de los que odialldo, segun dicen, toda
tirania ejercida por otros, gustan de tiranizar
ellos mismos las elecciones. Por eso, todo su em-
peño consistia en que no se fijase como principio,
en la llueva constitucion, cual hubiera de ser d
metodo de ]a eleceion, bastando solo a Ilunciar en
ella (Iue debia ser popular. Por fortuna, la mate-
ria estaha ya tan debatida, y Jo ({ue es mas, S(~
hahian presentado ya tantas pruebas practicas de
los incOIwenientes, que trahe consigo laeleccion
indirecta de dos ó mas grados, que ninguno de
Jos diputados podia alegar ignorancia sobre lo qU(~
debia Yotar. Pero hay ciertas cuestiones, en quC'
no es la ignorancia el mayor ohsLaeulo para el
acierto, sino la malicia, auuque, (,JI 10 general,
suelen est.11' unidas estas dos nulidades. Asi suce-
dió en esta diseusion, en (Iue todos los que tenían
sus motivos particulares para solicitar la decciolt
illdirecta, tuvieron que incidir ell un sil! numero
de inconsecuencias, entre las cuales habia dos, ([ue
debian haberles dado en ojos. J ,a primera Gonsis-,
tia eu que habiendose mostrado admiradores ido-
latras de la constitucion belga, asi pOl' cOlISi-
derarla producto immediato de ulla rewlucioll
sangriellta, sin cuya circunstancia llada hay hueno
para aJgunos, como por ~er la mas avara de prin-




DE IH2U A 1823 Y DE 1836. 527
clpios monarquicos, solo tl'lerian deseellar de
ella el articulo de la eleccion directa. La segunda
era todavia mas palpahle, y mas peljudicial á sus
p.'opios intereso Sabido es el empeño de todos
estos señores, que se declaran á si mismos abo-
gados y protectores oficiosos de los pueblos, por-
que no se restrinja de modo alguno el derecho de
eleccion, y desaparezcan todas las garantias, que
distingu~ll á unos ciudadanos de otros. Sin em-
bargo, deb(~rian considerar que si, en España, se
pidiese illdividualmente el "volo á todos los habi-
tantes mayores de edad, sobre la especie de go-
bierno que desean, de temer es, que desaparecie-
sen á un tiempo todas las ilusiones. Cuando pocos
dias antes acababan de hacer los ministros un cua-
dro tan sombrio del estado de la opillion, cuando
todos los diarios estilhan clamando sohre la mul-
titud de ellemigos (jlH' tenian las nt1eyas institu-
clones, y cuaudo eJ'il sahido de todos t¡l1e solo las
clases instruidas y ci"ilizada~ se ltahian declarado
en S11 favor, l queret' <lbamionar á la ll1nchedumbre
el derecho de elegir sus representantes'? Es nece-
sario estar bieu obcecado del espiri tu de partido,
para aspirar á un trillmfo tan dudoso. Pero esto
es lo que suc('df'~ euallflo se vive 1"11 ulla atmosfera
apartl' de 13 sociedad COtnUll, y cuando uo se COll-
"mIta otra opiuioll que la de los que ;¡ UtlO le 1'0-
de:lll. Esos srflOres estan oyendose decir siempn'
¡¡¡lOS Lí 01."05, (Jlle dIo:> S01l Jo~ l'eprcsellLallte~ dr




"í~!tl DE L\:'; ltEVOLUC[Ol\E~ DE ESI'Ai\A
la opinioll y voluntad general, como si la \olrm-
tad y la opinion pudiesen ser representables, \
llegan á persuadirse que todo el mUlldo piensa
como ellos. Lo mismo les sucede á los carlistas;
y ú los moderados, y á todos Jos que miran el
bien gelleral con re1acion á si mismos. Así sucede
hoy, asi ha sucedido siempre, y asi debe suceder~
pOl>(lue el hombre 110 puede cambiar su natura-
leza. Pero deberían considerar todos los partidos ~
incluso el conspirador, que si hay trinnfos (PW
conducen <.11 predominio momentaneo , h<.1y otl'O"
(lue Uevan en si mismos la ruina y la muerte ine-
vit.able de sus mas halagueüas esperallzas. Apellas
hay garantia que nos parezca suficiente, en el e:,,--
tado actual de Espaüa, para asegurar unas elec-
ciones siquiera regubres, mientras dure la gllerr;\
civil, que amenaza destruir el principio repn:-
sentativo; y sin embargo, hay ell las cortes cspa-
fiotas sesellta y tres individuos, (lne prefieren las
elecciones hechas por medio de motines, COlltra
ochcnta y ocho, c{ue las desean como signo 1'1 es-
presioll del interes general; es occir, tIlle, segun
el resultado de esta votacÍoll, cuatro (fuintas par-
les de las eortes nu tienen reparo en que la hcz
de la sociedad se apodere de eso, ([Ile ellas llaman.
COll tanta impropiedad, la soberania i)Opular.


Baste ya ele hases dl~ reforma, cuya allalisis 110.'
11<1 Itecho ,'iliria» de fastidio, porque lo ('.~ cierta
mt'lItl' 1:1 pr('c¡ ... ioll dI' 1/,;,1' ('011 atellt:ioll Hila mnl-




DE i (~:b() ,\. I tb3 y DE 1 t;:;(i. :; :<~¡
titud de disenrsos, el! Jos cuak;, ,í vuelta de ulla
ti otra idea util y concretada á la cuestion, hay
que devorar un centenar de panegiricos en hoca
propia, tiue forman la lectura mas insoportahle.
Apenas hay orador, de los antiguos ó de los mo-
dernos, que no haga su preambulo diario, elo-
giando su patriotismo, su independencia, sus
grandes servicios, sus virtudes sociales y su desin-
lerC5, de suerte que la mayor parte parecen, mas
hielJ que discursos parlamentarios, relaciol1f's de
meritos p;¡l~a cuamio haya lugar. Sin emhargo, es
menester haccr á las corles la justicia de que, de-
ballse á la causa q uc se quiera las bases adopta-
das hasta ahora, eran de absolula necesidad, y
ofi'ecen espermlZas de que, cuando se las presente
el proyecto de constit.ncion que ha de regir el!
Espafül, haráu todavia ot.ras variaciones, tIue la
pougan en armonia con las de otros pueblos mas
esperimentados en esta cspinosa carrera. Desea-
mos COllla mayor ansia (PW llegue este momento,
para abrir nuestro COraZOll i la esperanza de UD
por "enir menos funesto, que el que hasta allOra
ofrccc la situacion de nuestro pais. Ya dijimos, al
principiar estc segundo tomo, que los males que le
:H¡Ucjan eran, en nuestro concepto, tan graves,
(lue no pueden desconocerse ni disimularse. Cada
dia yaH haciendosc mayores, por la pcnersa di-
rcceiOll d(~ las ideas, y por el illflujo fUtlt'sto dI'
\lll ministerio ignoJ'anlí' (', incapaz de c01TeC(~i()lI,




330 DE LAS HEVOLUCIONES DE l·:~P,\." \
porque ni comprellde la sitllacioll del pais, ni b
del trono, ni la suya propia. La JJamada t'x:Jlla-
cion en los principios constitnciollall~s, qlH', aun
cuauelo fuese sincera, SITia siempre HU man:mtial
de desordenes, no es en Espafw mas que facticia,
mentirosa y servil, sin que nos haya presentarlo
hasta el dia ni un hombre, ni un resultado, que
poder ofrecer á la historia. Sus perpetuas baladl'o-
nadas en los cafés y en el tumulto de los motines,
lejos de proporcionar ninguna victoria sobre los
carlistas, casi siempre han venido i~ parar en .'11-
guua derrota vergonzosa, mieutras que en donde
no se han permitido gri tadol'cs de oficio, como
en Bilbao, y en algull otro pueblo, se han dado
ejemplos de heroicidad. Sus rClluiones, mala-
mente llamadas populares, no han producido
otro fruto, que usurpaciones continuas de la alllo-
ridad, trastornos en el gohicJ'uo, } rohos i1&1-
mes de los caudales puhlic05 y pl'iv<ldos. Su im-
prenta peculiar, lejos de arrojar lIinguna luz para
que los ignorantes lleguen ,í comprender la bO!l-
dad del gobierno representativo, no es m:1S que
una sentiua siempre abierta de calumnias, chis-
mes, acusaciolles infullfbdas, re\elaciones illi-
cuas y escitaciones al crimen. Su principio de
libertad no ha dado de si otra cosa que indisci-
plina, insubordinacioll , ase"inatos y fieras matan-
zas. Los hombres de sllcleccion, de quielles pre-
('ullizahan m:ll';l\ illas, 110 hall sabido dar otro




resultado que aniquilar todos los re~ursos lJacio-
nales, destruir el credito interior y esterior del
estado, matar de hambre y desnudez numerosos
f'jercitos, que hubieran hecho la gloria de )a pa-
tria, envilecer el trono, autorizar la desoLedien-
cia, dando el escandaloso ejemplo de contradecir
con ordenes secretas lo mismo que mandaban en
las publicas, arrancai' medidas escepcionales y
tiranicas como unico medio gohernativo, propo-
ner incendios de pueblos, como elemento de con-
viccion, y por ultimo, comprometer la felicidad
de las pocas colonias, que aun quedaban unidas ,í
la metropoli (1).


Dulce patria mía, digna por tantos titulos de
la felicidad que te roban las pasiones de algunos
de tus hijos, escucha la voz amistosa y sincera de
uno de ellos, CI1 quien la edad, los deseugaños y
la situacion independiente, son otros tantos titulos,
para que la escuches sin dcsconfianza. Tu nombre
era pronunciado con reverencia y admiracion en los
gabinetes estrangeros ; tlllengna, tus costumhres,
tu literatura, tus defectos mismos, eran imita-
dos, aprendidos, tomados por modelo de cultura
y galanteria; tus escuadras surcaban los antiguos
mares y los nueyos, clue tu osadia descuhrió a!


(1) Cuanuo se escrihia esto, se hailaba la isla de Cuba mu'y
agitada con las providencias del general Lorcllzo. Por ¡()l'-
luna, se ha n~stablet'id{l d"'lltle, la tranqllillidad en a<lt1dl<1
coloni" impOl'tanlc




)'l::! DE LAS REVOLUCIONES DE ESP,D'A
nlliverso atouito y emidioso de tu poder; IH~'
handeras tremolaball m~jcsl.UOSils por todo lo
descuhierto de la tierra, y tus armas lIegaroll ,[
ser calumniadas, ~l fuerza de ser temidas. Todo
desapareció rapidamente, porque lodo era eX:1-
gerado, y porque todo quiso ser esclusi, o, Lt
intolerancia emponzoñó los fecundos mananLiales
de tu prosperidad, y robando ú tus hijos las me-
jores prendas de su noble earacter, te hizo odiosa
á los estrangeros, que mil veces se coligaron par;!
tu ruina. Olvidaste tus propias kyes, descono-
ciste las mas bellas paginas de tu historia, con-
\'ertidas hoy en una especie de problema, ([ue
cada uno intenta resolver ú su modo. Tu trono
fue ocupado por familias estrall(lS ,[ tu Jcngua, ;í
tus costumhres y;Í tus intereses; y por ultimo,
tu misma rcligion sacrosanta pcrdi() una p;lr'tc de
aquel brillo sublime de dulzura, de caridad y de
reciproca tolerancia, que habia impreso en ella su
divino autor. Apenas te qucdaron de tn propio
eal'acter otras cualidades II ue el valor y la resi-
gnacion eH la desgracia. Dejaste CH fin de set' 10
tIue, eras por ti misma, para cOllvertirte eH mala
imitadora de los usos y costnmhres de Jos ciernas.
i Si siquiera hubieses acertado ,í irnitarlos!. ....
Pero no; las personas que se eueargaron de 1<1 di-
reccion de tus negocios te cll~)allarOn hasta e1l ('sr"
haciendote cJ'éer quc imitahas 10 ac[ual, lo posi-
ti, (), lo ,('nhdcJ'o, ('l!'llldo ('11 la !'('alirbl 110 ti'




DE 11)),0 A I t-hS y DE 18'36. 533
hacian copiar mas fluC lo antiguo, lo desechado y
lo falso. Por eso perdiste, segunda y tercera vez,
hasta la esper;lllza de recobrar lo que nunca debie-
ras Jwher perdido.


Hila illesperada reuuion de circunstancias ha
\uclt.o tÍ pOller en tus mallOs tu propia felicidad,
sino la desechas por la falsa persuasion de qne
para obtenerla necesitas dc nadie. Ya has visto
pOI' una dolorosa csperíencia ,í dOllde conduce el
despotismo de uno solo y C011 cnanta facilidad
degcllera en tirania. Tambien has esperimentnclo
una parte dt~ los desa!>tres que lleva tras si el despo-
tismo de muchos, no menos insaciable y mas fu-
nesto lfue el otro. Tiempo es ya de quc COnOZC[IS
el verdadero camino, que conduce ;Í la felicidad,
:¡si como las sendas tortnosas, que separan de db.
AI[llCl nunca ser,í sino el de las leyes claras, pocas
.Y analogas ;í tus costumhres. Estas otras son la
arhitrariedad y el nnpcl10 de predominio; ora se
afecte la terllura de un padre, ora te íinj[lll HU
excesi,'o celo superior al de los mejores amigos.
Ni el Ilno ni los otros se proponen labrar tu hien,
sino el s1Iyo propio; y cuando alguna HZ te 1'e-
~1I1t(' alguna uLilidad de :sus oficiosos a!::mes, bien
puedes 11cniUadirte ;Í (PW ha sido accidentalmen te
y como ohj<e(;o secundario, pues el fin principal
siempre fué b satis['lccion de alguna de sus pasio--
Hes. La l()l'ma de tu gobierno no puede se!' otra
q ne 1:1 monarqu ica conslj tuciünai, pero ol'galll-




3;4 DE LAS REVOT,UCIONE!'\ UE ESPANA
zada de tal modo, que en ella apenas se perciha
el impulso popular para otra cosa, que para la
formacion de las leyes puramente ecollomicas.
Asegurese al puehlo español el goce franco, soli-
do, verdadero de tarJas sus libertades civiles;
pero que la ley fnnd:nnental se muestl'e por largo
tiempo avara de cOllcedcrle la plenitud de sus
derechos politicos. Tiempo llegará en que pueda
disfrutar de todos sin riesgo de la sociedad; pero
esto no podrá verificarse mientras no se forme,
digamoslo asi, su cducacion civil por medio de un
largo transcurso de practica en el orden legal y
auxiliada de un;] buena administracion. Mientra¡,
que estos dos grandes elementos dc prosperidad
no csten hien desenvueltos y a3egurados, el pue-
blo no gozará ni comprended siquiera la impor-
tancia de las libertades politicas : marchad de
revolucion en rcvolucion, y cansado dI: luchas y
de sangre apetecerá el despotismo, como una tabla
de salud. No hay (pIe dejarse engailar con los
gritos de los demagogos ni con las frases sonoras
de los adllladol'e:, de la multitud: el puehlo (~sr:!­
ñol no esl,í maduro ni para la lihertad dI' im-
prenta sin grandes restricciones, ni par:! las discu-
siones politicas abstractas, Jli para esas luchas
tumultuosas de poder á poder, que uingull peliflTo
ofi'ccen en los pueblos bien administrados. En
¡,,,tos lI11a l'f'voluciol1lllas (') BWllOS saugl'ieuta 11<1('f~
HIII.!al' 1': gabillete, call1h¡:¡ la dillasti:!, allera,




si es llfcesario, la forma de gobierno; pero al dia
siguiente todas las ruedas administrativas mar-
cban por Sil antiguo carril. No asi en los pueblos
que careceu de sistema y de bases de adminis-
tracíon, por <(lle en ellas el menor movimiento
inusitado lo trastorua todo, y ~odo es menester
crearlo de lluevo. Esto es lo que sucede en Es-
pafia, lo que hú sucedido y suceded, mientras
que en lugar de fijarse la principal atencion de
los II-'gisladores en decidir cuestiones de alta poli-
tica, qne para liada sirven en el dia, lIO la tornen
bacia el lIohle y dificil empeilO de fuudar una
huella administracion, de que carecemo~ abso-
lutamente.


Este debiera St'!', y lo ser:; algun dia, el grande
objeto de las cortes, que se constituyan, con arre-
glo :¡Ja nueV:l ley flLndamental, que esperamos con
ansia. Si ella fuese tal, que en vez de paralizar la
accion hendica dd trono, le da toda la fuerza y
poder necesarios para gobemar ?" administrar y
sin Cl1y;lS circunstancias es inutil una corona,
f'ntollces nuestra sitnacioll no sed torJa via deses-
perada. l\To si por una fatalidad, llLW recelamos,
prepollueran eH el lluevo codigo los falsos princi-
pios, tllle prevaleci(~ron eu el de Cadiz, no hay
que cansarse, nuestro por venir será funesto. Cla-
mamos por trono y clam;lremos sif'mpre, por que
en nuestro concepto la frase de que el Re)' reina
¡W!,f) !lO {jOÚ/N/lO FS Hila J¡(']'egia politica en el




3:"j¡; DE LAS ItEVOLUCJONES DE ESP\lU
estado actual de nuestro pais, donde es indis-
pensable que reine, gobierne ,r mlministre eon
toda la estensíon y desembarazo, que puede per-
mitir un regimen constitucional. El! otras partes
podía DO ofrecer grande~ illcom eniclltes qn(~ el
Hey se limite solo á reinar, pero otras pal'1rs
110 SOl! la Espaf,a, y ~1 nosotros lo (Iue nos in--
leresa es juzgar ,í esta como ella es en si, no com?
se la figuran en Londres y en Paris. Clamamo~
por aristocl'acia y clamaremos siempre, pOl'C{lle
la consideramos como un clemellto político in-
dispensable en toda monarquia templada, como
una salvaguardia heredi:;aria de las leyes y de las
costumbres, y como ulla etlcargada especial de
proteger la libertad civil contra las inv;¡siolleS del
poder sober;¡no y contra los errores y pasiones
populares (1). Cbmamús pOI' HU justo ('(IuiJibrio
(le 105 tres poderes y clam;¡remos siempre, pOI'
([ue estamos persuadidos ;t ([lle :;1 uln:hcion de-
mocralica, ó lo quc es 10 mismo, la centraliza-
cion de todos los poderes en un punto, consc-
cllcnci;¡ necesaria de bs teoria~ (lp h igualdad,
es el c;¡mino mas seguro par;¡ llegar al sistema
opresno, ({ue se tragó la J ilwri;¡d humana en el
Oriente.


(1) Para nos()lro~. (''; nWI \enlad hi,;loriea, (1'11' Lt Ellr0!l"
d..tw 1'S('lnsivalllt'J11c al influio al'i"locralico ,.1"" ¡'"I"" (,,,id,,
\ a 10<1;, ('1¡{t'r:1 lía jo (" Yll!!(J d(\! d(' .... pot i~lllo




OE TS:JU A ltb3 Y DE 1856. 357
Hemos referido los principales sucesos que


precedieron y acomp;1lbron ;Í la revolucion espa-
ñola de 1836 : hern01> juzgado Jos hombres y las
COS;1S, t;1 1 como 1I0S el ieta nuestra conciencia :
hemos illflicado los medios, por los que, en nuestro
concepto, podd todavia la Espnfla salir del estado
miserahle ;í que la hnn conducido errores anti-
guos y estravagancias modernns. Podremos hnber~
nos engnllado en algunos, pero nuestrn intencion
hn sido tall purn corno lo es nuestl~o amor y l1ues~
tro respeto hacia ]a patria, que nos dió el ser,
cuales({uiera que sean su situacíon y la forma de
gobierno, que definitiva,mente adopte.


No quisieramos hacer mcncion de la ligera mu-
danza, que ha sufrido el ministerio Mendizabal
con la salida del dcmagógo Lopez, porque sabien-
dos e que no ha procedido de sus numerosas trai-
cioues ft la corona, sino de miserables desave-
nencias COII sus eompaüeros, ninguna alteracion
sustancial produce la separaeion de este individuo,
ni la entrada en el gabinete de su sucesor Pita
Pizarro. Ambos ignorantisimos en la ciencia de la
administ.racion y amhos alucillados con ieorias
que DO SOll de este siglo, ni lo 3erán ya de nin-
gun otro, en nada pueden contrihuir para me-
jora!' la suerte de la España : al contrario, su
participaeioll del poder es no solo una calamidad,
·;ino una ignominia puhlica. Mas la primera causa
de esla ignominia y ca hm idad reside en las :H'tIW-


!I, ))




?, 3t5 DE LA S R EVOLIJCJO:\ ES DE ESPA" A
les cortes, cuya inmensa mayoria cslá bien pene-
trada de que 110 representa ;í las pnni neias ni
mucho menos á la nacion, ;; quien ultrajau diaria·,
mente su~ discursos. I ú:ts actuales eortes no SOll
oh'a cosa, tIue la torpe t'sprt>sioll de uu pnrlido
predominante pOl' el momeuto, y á (["iclles Tllli-
camen te podria perdollarse lo vicioso de su origell
si penetradas de Sil posicíOl1 y conmovidas de los
males de la patria hubiesen procurado obrar con
di!Tnidad y COll independencia de sus tenehrosos v •
gefcs : ¿ Pero que independellcia lli dignidad ha
de esperarse de una reunían de gentes, coechacbs
las unas, dominadas y (!il'igitbs Lis otlas pOi: sus
cluhs, ignorantisimas las mas hasta de los ter-
minos usuales en hs cuestiones legislativas, até-
mOl'izadas casi todas de que d camhio de minis-
terio las espong'l á peligros pcr'solla]cs, y dowle
algnn otro diputado de talento y tal vez de pro-
bidad, que no sabe por que e~L;Í alli, no se atreye
á nada, porque conoce que no puede contener el
torrente? 1. Como 1m de estraflarse que ni se haya
interpelado al ministerio por la inaccion de los
ejercitos durante tres meses, lli por sus derrotas
tan repetidas con:o vergonzosas! 1. Quien no lw dl~
abodlOrnarse al\cl' (lU'~ pr:ucii)ialh la C1wrta


- " J t I camp~:lla, se Ye~m acnn'[1';JUO:', os res grJIlUC'
ejercítos del nm'te, el uno en ~an Sch"sti'll1, el
otro en Bilbao y el orn) ;'1\ P:!l;!plona, n:tlf:;\!.ras


"j 1 tI' " '1 ' , (Iue tOCO e rí'H;:1 ni~ Ii) p;);~n!.',Uj(~ \,':"j.:~ :~ )\ierl.o ¿{




350
.7


¡numerables partidas que la recorren en todos
sentidos l ¿ Quien puede mirar sin susto la proxi-
midad del vencimiento de los semestres de la
deuda esterior é interior, cuando se sabe que no
hny un maravedí reservado para este objeto ni
p[lra los pagos corrientes de las obligaciones dia-
rias? Y en tales momentos, que es lo que oimos
/:'n las tales cortes '1 Cuestiones futiles sobre el
agua del bautismo, heregias politicas y religio-
sas, proyectos de ruina universal y el rugido de
fí::¡ miserahles, quc piden la responsabilidad del
ministerio lsturiz, por lo nnico bueno que tuvo
tiempo de hacer, cual fue declarar facciosos á ]01'
que lo son en realidad. Con tajes elementos de
legislacion y de gobierno es Ínutil esperar ningun
buen resultado ni en la guerra ni en la paz, sino
desastres J lagrimas sin r:uento para la nacion es-
pallOla, y sordidas y ricas ganancias para los Ingle-
ses y sus ('.~da"os. Lo !mico (Iue presenta alguna
imagen de consuelo ps, ver (fue los carlistas no sao
ben tampoco apl'o\echarse de sus victorias, y asi
el triunfo entre Imi dos partidos estremo¡,¡ parece
resenado, no al que mejor sepa conducirse, sino
al que mellOS faltas ('ometa.




\ P E N l) ICE.


Ai\TES de dejar la pluma debemos hacer melleiof~
de los dos unicos acontecimicntos importantes,
(lue se han verificado durante la impresion de la
sC[~nl](1a parte de csta obra. El primero es la prp-
sentacion ,i las cortes del proyecto de constitncion,
formado por la comision especial nornbr;¡da al
efecto y compuesta de los sujetos, que ya hemo~
dicho. Este proyecto no es una simple reforma
de la constitucion de Cadiz, como pareeia indi-
carse en el espiritu de la revolucion de la GralJja,
y en todo cuanto se ha hahlado elllas cortes,
cuando se discutieron las bases, soJwc que hahía
de girar la correccioll de aquel codigo. t:s una
eonstitucion nueva y por desgracia no masacomo-
dable á la España que la anterior. Nos abstenemos
de copiarla, por ser un documento, que el lector
puede consultar en todos los periódicos de 1\la-
drid del 26 de fchrero de este afío de 1837 Y que
han copiado los de bs provincias y muchos estran-
geros. Consta de 79 articulos, divididos en r 5 ti-
tulas, y ofrece, en lo general. mejor orden en las
idcns qne el que se signi(í ell Cadiz; pCI'O en lo




\I'ENDJCE. 34 r
~lIslal1eial adolece del mismo "icio que aquella y
presentaria iguales () mayores inconvenientes en
su practica, si llegara ;Í aprobarse, que no lo cré-
emos. Con solo cOllSiderar los Jos articulos 13
y lb en (lile se establece el principio de las dos
camal'as, se echar:í de yer la especie de repu-
gnallcia, con <jye la comision se ha resignado ú
adoPlarle. Las co/'tes, dice el aÍ,ticlllo 13, se com-
ponen de dos cuerpos colegisladores : el senado
,Y el congreso de lus (Il]Jutados. Los senadores,
afiadc el 15, son nombrados pOI' el Rey, el pJ'O-
puesta en lista triple de los electores, que en cada
provincia JlOlnúran /1O.r {os diputados tÍ cortes.


Prescimlieuclo dellenguage confuso é inexacto,
con <{lle está espresado este ultimo pensamiento,
se infiere de el, que quien ha de proponer esta
triple lista es el mismo cuerpo de electores, que
elija los diputados: es decir, que asi la una como
la otra camaJ'a han de tcner HlI origen rigurosa-
mente popular. La accioll de la corona (Iuf'da
reducida al estrecho circulo de elegir ulla entre
tres personas, ya designadas para (Iue represcnten
los interes/:s perpetuos de la sociedad, pues csta es
la funcion esencial de la camara conscnadora.
Cuando en mil otras ocurrencias 110 1mbieramos
tenido ocasioll de 110tar la estrechez de miras y
el espiritu rutinero de nuestros pseudo-liberales,
bastaria esta [;rueha (fue nos da la eomision de Sil
"cl'\ilidad , r('speto SUpCl'st j(~i().'() pOI' lod(¡~ !Uc>




)-//. \PEl\DICE.


errores. Encontraron en su malhadada cOllstitu-
cíon de Cadiz, que el consejo de estado habia d,'
ser elegido por el Rey, á propuesta de triple lista
de las cortes, y creyeron hacer acto de conse-
cuentes, acomodando éi tan necia teoria la eleceian
de toda una camara legisladora. El principio (',;
igualmente absurdo en uno que en otro caso,
pero en este ultimo es, sobre absurdo, cminente-,
mente democratico. Desde que ¡lIa corona se la
I'ehusa el derecho de elegir libremente los indi,i-
duos que han de componer el cuerpo consen;¡dor
y por consiguiente el de reforzal'le cuando lo
exijan las circunslanci;¡s, se acabó su accion le-
gislativa y el influjo benefico de su saludable
institueion. Menos mala seria una verdadera re-
publica.


Pudieramos continuar analizando ;¡Iguno~ otl'O~
articulas entre los pocos qnc mel'eef'Jt b p::;na C}('
set' discutidos, como por ejemplo el I!~, en ([lit'
se sienta como base, que el numero de los sena-
dores sera igual á las tres quintas partes de {O,\
diputados. ¿ Y por que no ha de convenir en mil
ocasiones reforzar el numero de los individuos de
esta camara, para oponer un dique, tal vez y muy
frecuentemente necesario contra las uSlIrpaCiOllc~
y ligerezas de la otra? ¿ Pucs f{Ue, la propensioll ,í
la tirania es tan esclusivarnf'ntl! propia de lo~ ill-
clividllOS, <fue no la H':tmo, manifc,tal'sc y tr,l,-
mlt.il'~f' Pll Ia~ ('(ll'rOl'aCI01l1's'! PIlIglli('I',l al ('ido




(1U(~ asi fllese, pel'O la historia nos muestra lo con-
trario. Ahamlollamos, pues, este proyecto á lo
que el es en si, esto es, al cumulo de papelote:-
illutilcs, que componen el inmenso archivo de Io~
delirios humauos. Que se apruebe ó no por las
actuales cortes, ni que el gabinete actual de la
Reyna le apoye ó le combata, todo eso no le dar;í
la vitalidad, que le falta, porque es un pensa-
miento hueco, incapaz de recibil' aplicacion, sine
cuando mas por el tiempo <-pIe dure la guerra
ciúl ; ponjllC sabido es, !.fue mientras esta pre-
\ alezca, 1I0 sed la razon quien presida á los de,-
tillOS de la Esparw, sino la violencia y el espiritu
de partido.


Otro de Jos sucesos uo menos tristes, <-¡ue ha
,en ido ;t fortificar nuestras sospechas, es la diso-
lucion de bs soñadas comhinaciones militares,que
parecía imponer corno una necesidad el libel'ta-
miento de Bilbao. Tres meses enteros ha dejado
correr el inepto minist.erio de la Rcyna sin inves-
tir del mando supremo á algulIo de los generales:
que blasonan de senirla, y otros tres meses ha
dejado á Jos ejercitos en una escasez de medios J
que ha servido de prctesto para imposibilitar un
movimiento {~jo y simultaneo. La impaciencia
publica, el descontento interior y las justas mur-
muraciones de nuestros aliados han obligado por
litl á que d mellos capaz de los caudillos, '/1[('
I jpllell tropas hajo '" m,uHlo, Sp decidí!''i!' ;í 1('11-




\l'ENDICE.


tal' fortuna. No es esto decir, (FW se ill'rojase
temerariamente el llamaelo general E\ans ,í aco-
meter alguna empresa fomidable, pOl'([ue pruden-
temente podia contar con un noventa por ciento
de probabilidad en atencion al numero de sus
tropas, á su inmensa artilleria, ,í Jos illcalculahlcs
ausilios de la marina inglesa y al grandisimo apoyo
de tener una plaza ,í las espaldas. Pero ya hemos
visto en otras ocasiones, que este gefe necesita
adema s , que haya otros dos ó tres ~iercitos (1)
diferentes puntos, que le desarmen al cnemigo,
sin lo cual eada paso suyo es una derrota segura.
La que acaba de esperimentar el dia I6 de marzo
en las lineas de Hernani es exactamente 1a segunda
parte de la que sufrió el 1 1 de julio del aflo pasado
en Fuenterrabia; y nos parece que debiera ser la
ultima prueba, que hiciese el gobierno, de en tI'egar
las vidas y el honor de nuestros soldados ,í lUl
a,-enturcro de tan corta capacidad. Si no nos con-
tuviese la consideracíon del gabinete, de quien de-
pende, le hartamos tal vez otros cargos mas sevcl'OS
que el de la ignorancia, porque HaS dude dema-
siado el verle prortigar inutilmente 5angl'C espa-
flola, reservando la de su nacioll, \Culos atatllleS de
las posiciones peligrosas, cuando parecia (¡ue asi
como sus bandas SOI1 siempre las primeras ;Í devo-
rar las raciones y los tristes recul'SOS del pais, lo
fuesen tambien :í resistir el fuego del enemj~o_
:\Ias va 110 tií'l1<' I'('m,·dio,., ;\1111 dlldal!:," illll d




;~íJhi~L'\IO ,k la Hc)'n;\ lcllga la libertad necesaria,
par;! quitarle el mamlo, porque esas son las humi·
lIan tes cOllfliciollCS, Ú que se sujeta todo el que
cifra su unica eSpel'allZa en la proteccion es-
tl':mgera, sin saber sacar partido ni usar de 1a
fucrza propia. Esclavo de un diplomatieo om-
Ilipotente, tcndd que tragar esta humillacion ó
entregar la Espafla [¡ su enemigo. Ignoramos el
alcallce, que pueda tener la Yergonzosa jornada de
Hem:mi, sobre todo, atendido el acrecentamiento
asomhroso, que han tomado en este mismo inter-
y;¡]o de tiempo las bandas de Catalufla, Valencia,
Aragon y la Mancha. l l ero lo que no dudamos
asegurar es, que jamas la IIlMJaterra podria haher-
nos endosado un gefe mas funesto, que el que est:t
,~ la cabeza de la legion ausiliar de su nacion. No
p;!l'ecc sino (!ue el Portug11 y la Espafw estan
tlestillmbs ú recibil' como un signo de henevo-
lencia, Jo (1U(~ en cua!<fuicra p<1l'te se consideraria
como ulIa mallifestaciOll de odio, cual es haber
enviado para mandar las tropas de aquel pequeño
reino al geueral Beresfort y para deslucir :í las
nuestras, al gcneral EYal1s. Uno y oteo dt;jadn
trisl"es recuerdos de su presencia en el continente.
Soltamos la pluma, poseidGs de los mas tristes
pl't>senLimicntos.




ERRATAS


DEL TOMO SEGUNDu


Pagina 1(), linea 18, covento, lease convento
36, linea 25, Feruel, lrase Teruel.
94, linea 20, las, leruc los.
97, nota, linea 10, fucrca, leas e fuerza.


117, linea 14, dijerramos, tease clijeramo~
15¡; , linea 1, mostrará, lcase mostrar"




T.I\BLA.


I{~volll(:ion de 1 R:Hi. - Sucesos (1p (1'11' ha sido precf'-
d¡d~, acompaü"da o se~uidn ............ Pagina


Dieladllra de D. Juan Alvarcz de ~lendizaLal. ...... ()
Fnrmn'" otro ministerio. b<ljo la presidencia del procu-


rndoT lstllriz.. . . . . . . . . . . . . . . .. ............. 72


Imllrrcceion miJitar de la Granja; nuevo ministerio,
presidido por D. JOS(: Maria Calatrava. . . . . . . • . .. 128


Apcrfl1ra de las cortes, en 24 (le oChLhre, por S. 1\-1. la
Hpvna Gobernadora.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202


(:nntilllía la re!aciOll dI' los deLates parlamentarios, y
"llce~DS InilLial'f\'\ . .. , ........ > ................ . 27li


",PF :,-¡¡¡cr •.... ~4()