DE LA LEGISLACION
}

.urazeisco_treij,
CIENCIA


DE LA LEGISLACION
ESCRITA EN ITALIANO


POR EL CABALLERO


CATETANO FILANGIERI,
Y TRADUCIDA AL CASTELLANO


POR


DON JAIME RUBIO,
abogado de los reales consejos.




"9
TERCERA EDICION


. corregida y afiadida con discursos anali-
ticos en cada libro.


•-




..N
TOMO III.


MADRID
IMPRENTA DE NUÑEZ


1822.




XH)C.EX XXXXXXXXXXXX XX XXX XXX X XXX XXX


Ovz Isi`£7 7..077.'./Y ”Y-C3 gromt la•M"'
71,5•11/715.


Nihil est civit(itl.pr,estantius quarn, leges




reste psitte, Eurip. Sup.


DISCURSO SEGUNDO


DEL TRADUCTOR
SOBRE


Zas leyes políticas y económicas.


La sociedad no puede subsistir
sin un gobierno interior que cein-
serve la tranquilidad de los ciu-
dadanos, y sin tener fuerzas bas-
tantes para defenderse de los ene-
migos exteriores. Este órden y
estas fuerzas no tienen por objeto
sino hacer gozar á los ciudada-:-
nos sin ningun temor de sus bie-
nes y de su vida. Y así es nece-
sario para este fin hacer el sacri-
ficio de una parte de estos bienes
y de sus fuerzas para tener y con-
se•var siempre el deposito gene-


a 2




(IV)
ral de ellas que sea superior á
la de los particulares, y capaz
de resistir á las de las otras na-
ciones. Este es el principio y la
razon fundamental que nos ma-
nifiesta la necesidad, la utilidad
y la justicia de las contribucio-
nes , sin las quales no habria ni
gobierno interior , ni fuerzas ne-
cesarias para la tranquilidad y se-
guridad del Estado.


Estas contribuciones las de-
ben pagar todos los individuos
que forman el cuerpo político;
pero no en la misma cantidad por-
que no todos tienen los mismos
bienes que conservar, ni igual in-
terés en la conservacion del Orden
y de la tranquilidad pública. Es
cierto que el pobre mas infeliz, y
el rico mas acomodado, tienen un
interés comun en la conservacion
del órden ; pero no es en el mis-
mo grade. El rico recibe de la so-
ciedad un beneficio muy grande,


(V)
y el pobre muy pequeño; no de-
be, pues , pagar lo mismo éste
que aquél. De donde se infiere,
que el pago de los tributos debe
ser á proporcion de los intereses
que cada ciudadano posée ; y es-
ta es la regla que se debe seguir en
el reparto de las contribuciones.


La cantidad que en general
debe pagarse, no se puede medir
sino por una regla general, es á
saber, que la cantidad de las con-
tribuciones debe ser proporcionada
á las necesidades del Estado, pues-
to que se dán para este .fin. i Pero
qué necesidades son éstas'? Las de
la conservacion de la tranquili-
dad y seguridad de la sociedad,
que es el fin para que se dan. Es-
tas son las necesidades verdade-
ras que no deben confundirse con
los gastos excesivos que hace un
Soberano para enriquecer á un fa-
vorito , ó con los de un ambicio-
so conquistador, ó con las espe-




(VI)
culaciones voraces de un mih4s-
tro, ó con la rapacidad de los
cortesanos, ó con un lujo exce-
sivo y extravagante con que se
quiere hacer brillar el trono para
hecerlo mas respetable, antes que
con las virtudes benéficas que le
concilian el amor y la admira-
don de todos los súbditos. Estas
no son necesidades del Estado. Si
los Soberanos que gobiernan en el
dia en la Europa, los quales es-
tán tan llenos de moderacion, lle-
gasen á' hacer una reforma en la
tropa permanente, que todo lo
consume y quita tantos brazos á
la agricultura y á las artes, sin
que sea útil ni para el Estado
ni para los tronos, se disminui-
rian mucho las necesidades del
gobierno , y el pueblo no estarla
oprimido con el peso enorme de
las contribuciones.


Estas no deben exceder las
fuerzas de los ciudadanos ni re-


(VII)
decirlos con el pago á la miseria,
porque se pagan y están deSti-
nadas para hacerlos felices yédi/-
servarlos en la felicidad. Si . la
coniribucion los hace infelices,
ya' rió 'hay rnotivó ,Ipara irripont
la, ni derecho palla-'exigirla-, tiá
obligacion de pagarla. Y así las
verdaderas necesidades del Esta-
do sodprecisamente aquellas que
sin agravar demasiado al pueblo,
sin reducirlo á la miseria, y 'á' la
infelicidad, pueden pagarse. Si un
labrador, un artesano ó cóhier-
élahte,.6 qualquierá otra clase-de
pérsohá 'tiene sobre sí una con-
ttlibucidn tan exórbitante que rlole
deja lo bastante para mante¿eliSé
con su familia, no con esdá3l,'
Binó con comodidad, la cohtliz
budon es excesiva , el gobielh§
le hace pagar la seguridad de0,Z
seer sus bienes , quitándoselos ;'Sst
así obra contra 'el pacto primiti
vo en que ha entrado en la ShCil,




(VIII)
dad, y contra el pacto esencial
que ,


la constituye y la conserva;
de manera que si impusiera :igual
contribucion á todos los indivi-
duos.de la sociedad, ésta se disol-
Yia., y cada uno .recobraba su in-
dependencia. Lyrnismo debe de-
pirse del particular que está opri-
mido con el¡pelO _de la contribu-
Oon , porque el gobierno quebran-
ta el pacto esencial que tiene con-
traido con él.


No,...obstante2 que las contribu-
ciones .sean proporcionadas á las
necesidades del .Estado y muy
moderadas , puede suceder que
013,5419p .á .191 ciudadanos y á la
nacipn no estando puestas donde
deben estar. Un peso aunque sea
1:1e, mucha cantidad se puede lle-
yar con facilidad, y sin ninguna
fatiga , colocado en los hombros


en la cabeza; y puesto en la nariz,
¿:en la punta de los dedos, la centé-
sima partede él no se puede llevar.


(IX)
La teoría de la hacienda pú-


blica está muy intrincada y llena
de obscuridades para el que quie-
re penetrar en ella y explicarla,
sin servirse de ciertas reglas que
lo guien para no llenarse de confu-
sion y perderse en este laberinto.
Ante todas cosas es necesario for-
marse una idea clara y distinta de
la naturaleza de los tributos ó con-
tribuciones. Yo las distribuyo en
dos clases, conviene á saber, en
contribuciones directas é indirec-
tos. Por mas que los economistas
mas célebres se hayan esforzado en
manifestar las grandes utilidades
que resultan al ciudadano y al Es-
tado de las contribuciones direc-
tas, y por el contrario los graves
perjuicios que ocasionan las indi-
rectas á la agricultura, á las artes,


comercio, y en fin , á la prospe-
ridad del Estado; en muy pocas na-
ciones se ha adoptado hasta ahora
el sistema, de las contribuciones




(X)
directas. Se sigue la costumbre in-.
veterada, y no se quiere hacer
ninguna reforma ; mas adelante
explicaré los motivos que influyen
para esto despues de haber dado
una idea sencilla de estas contri-
buciones indirectas para hacer co-
nocer su naturaleza , porque Cd-
nocida bien ésta, ella misma nos
manifestará su irregularidad y su
incoherencia. La contribucion in-
directa es real ó personal , por-
qbe puede imponerse sobre las per-
sonas ó sobre las cosas; una y O•-•
tra es opuesta á los- principios pót
donde debe dirigirse el legislador
en las imposiciones.


Empecen-los por la capitacion,
que es la personal; ¡qué otra co-
sa es esta contribucion sino la
marca de la servidumbre impre-
sa sobre la frente del ciudadano
para tasar su cabeza , sin rela-
cion ni ,á lo que dá ni á lo-gné-
puede dar al Estado sino arbi


(XI)
trariamente ? Porque ó esta tasa
es igual para todos, y en este ca-
so es injusta obligando á pagar
tanto al pobre • como al rico, es-
tando aquél oprimido con el peso
de la contribucion , mientras que
otros defraudan al Estado lo que
le deben; átstelativa á su 'condi-
cion y á Sus facultades, y en este
caso necesariamente es arbitraria.
Por dónde se arreglará lo que


cada ciudadano debe pagar al. Es-
tado? ¡SerIpor la declaracion que
él mismo liará? Para que se pudiera
das fé á esta declaracion; 'era ne-
cesario estar seguros de que todos
estaban dominados del amor del
bien común 'de la patria.-Mas a-
tendida la conducta de los ciuda
danOs, se ptiede'asegurar que hay


pocos en quienes se pueda
t&ler- está - Códfianza, y' suponer
que proceden de buena fé con el
gobierno.
- Si se so.Speehase que en estas




(XII)
declaraciones faltaban á la ver-
dad, sería necesario nombrar co-
misionados que entrasen en las
casas , y penetrasen en lo interior
de las familias, para descubrir y
averiguar lo que ellos no quieren
revelar; ¿, y no sería , éste un aten-
tado contra la tranquilidad pú-
blica , y ocasion de mil fraudes,
de opresiones y violencias que
harían sufrir á los pacíficos ciu-
dadanos los inquisidores del fisco.
El labrador y el artesano sufri-
rían las mayores vejaciones, y se
les obligarla á pagar mucho mas
de lo justo; pero el rico y el po=r
deroso , redimiendo su vejaciori,
pagarían mucho menos de lo que
exigen sus facultades. Y así para
evitar la violencia, todo el mundo
procuraria ocultar lo mas que pu-
diera el estado de sus intereses ; de
manera que el resultado de esta
inquisicion fiscal no serviria si-
no para' poner una desconfianza


(XIII)
general en toda la nacion y des-
truir la libertad civil, sin llegar
á conseguir un conocimiento cier-
to de todas sus facultades.


Mas aun guando con esto se
llegara á tener todo el conoci-
miento necesario para considerar
lo que cada ciudadano debla con-
tribuir, de nada serviria para es-
te efecto , á no ser que todos los
años se repitiese la misma opera-
cion. Porque es cosa cierta y cons-
tante que las facultades de los
ciudadanos varían infinito todos
los años por la incertidumbre de
los productos de la tierra, por la
contingencia de los industriales y
comerciales, y por todas aquellas
causas y desgracias que dismi-
nuyen los intereses de las fami-
lias. Por todo lo qual se vé con
evidencia que la capitacion ó tasa
personal no puede repartirse por
una justa proporcion, y que ne-
cesariamente ha de ser arbitra-




(XIV)
Tia y poco útil para el Estado.


No se hallan menos inconve-
nientes en la contribucion real, la
qual comprende todos los produc-
tos así nacionales como extran-
geros ; los de la tierra, y los de
la industria; los de primera nece-
sidad, y los del lujo ; los impues-
tos sobre el consumo, y la circu-
lacion interna, y sobre la extrac-
cion y la introduccion de ellos,
,lo que no puede menos de arras-
trar la ruina de la agricultura, de
las artes, y de la pobladora Por
otra parte nunca pueden propora
cionarse al valor de los frutos,
porque varía infinito en el discur-
so del año. La esterilidad y la a-
bundancia, la sequedad ó las llu-
vias, y otros accidentes, aumen-
tan ó disminuyen el valor de los
frutos de la tierra, y por consi-
guiente el de las manufacturas y
de las Artes. Será, pues, necesa-
rio, ó hacer todos los años una


(XV)
nueva tarifa de las imposiciones


tributos, exponerse al peligro
de imponerlos sin ninguna pro-
porcion á su valor; de manera
que en un año se cargará la vigé-
sima sobre el valor de ellos, otro
la décima, y otro el quinto. Esta
irregularidad é inconstancia no
puede menos de ser muy perjudi-
cial al Estado , y á los ciudada-
nos en particular. Para convencer-
se de esta verdad no hay mas que
considerar con alguna atencion
los diferentes objetos sobre los
quales recaen estas imposiciones,
y luego se conocerá el desórden
que llevan consigo.


Los impuestos sobre los gene-.
ros de primera necesidad son sú-
mamente perniciosos á la agricula
tura y á las artes, porque enca-
reciendo la subsistencia disminu-
yen la poblacion, pues ésta siem-
pre está en proporcion con la fa-
cilidad de subsistir: tampoco pue-




(XVI)
den repartirse con proporcion, por-
que siendo el consumo de ellos co-
mun al pobre y al rico , puede su-
ceder muy bien, que el pobre te-
niendo mas hijos, consuma mayor
cantidad; y pagará mayores tribu-
tos al Estado el infeliz artesano que
no gana para mantener su muger y
hijos , que no el rico y poderoso
que están llenos de comodidades
Así esta contribucion será insopor=
table á la mayor parte de los ciu-
dadanos que son la clase de los
pobres, debiendo quitárselo de su
subsistencia precisa para pagarla;.
de manera que el jornalero que ne-
cesitaba quatro panes al dia para
mantener toda su familia, tendrá
que contentarse con solos tres, de-
jando uno para el pago de los tribu-
tos: no es ésta una horrible cruel-
dad y una injusticia manifiesta ?


La naturaleza ha dado al hom-
bre el derecho de conservarse y
de subsistir , derecho que es an-


rwzdscoP.ectfia(XVII)
terior á todas las leyes civiles, su-
perior á ellas, invariable, inhe-
rente á la naturaleza del hombre,
y que no hay potencia humana
que se lo pueda quitar ; por esta,
razon no se le puede obligar á que
pague mas de lo que puede de
los frutos de la tierra, sin des-
truir la poblacion , enervar la a-
gricultura, hacer decaer las ar-
tes, reducir los ciudadanos á la
desesperacion , llenar de indigen-
cia y de miseria el Estado, y po-
nerlo todo en desórden y confu-
sion. Estos son los efectos que
produce la contribucion impues-
ta sobre los géneros de primera
necesidad.


No son menos funestos si se
imponen sobre la extraccion de
los frutos ; porque disminuyendo
la libertad del comercio ,
den los progresos de la agricultu-
ra, y hacen caer las artes y la
industria que están fundadas so-:


To MCI III,




(XVIII)
bre ella, disminuyen la pobla-
cion, y arruinan el Estado , co-
mo lo hemos demostrado en otra
parte. Si consideramos la contri-
bucion impuesta sobre los géne-
ros menos necesarios, hallaremos
nuevos motivos para condenar
el sistema de la contribucion in-
directa. Esta contribucion pue-
de imponerse, ó sobre los frutos
nacionales de este género que cir-
culan en el reyno, ó sobre los
que se extraen fuera de él, ó so-
bre la introduccion de los frutos
extrangeros. La imposicion hecha
sobre los frutos nacionales arrui-
na la industria, bien se cargue
sobre su extraccion ó sobre su
circulacion. Si se carga sobre la
extraccion lo paga el vendedor,
y no el comprador, porque aquél
debe arreglar su valor sobre el pre-
cio que tienen en las demás na-
ciones sopera de quedarse sin
venderlos; y esto sucede aunque


(XIX)
el fruto sea privativo de alguna
nacion que lo posea sola y pueda
darle el precio que quiera, por-
que si aumenta su precio se' dis4
minuirá su consumo, y perderá la
mina que ella sola poseía y era
única propietaria.


Tenemos un ejemplo evidente
de esta verdad en España. La bar-
rilla es una produccion tan pecu-
liar de este pais que casi no se
cria en ningun otro de Europa:
el gobierno fiado en su exclusiva
ha cargado un impuesto sobre la
extraccion que iguala á la mitad
de su precio ; y desde luego ha
empezado á disminuirse la extrac-
cion en tanto grado, que resultan-
do al labrador muy poco prove-
cho de su cultivo, casi lo ha aban,
donado enteramente, privándose
el Estado' de esta, mina preciosa
que la naturaleza le habia,dadq:


Quando el impuesto carga so{
bre la circulacion interna de. es`


b 2




'(XX)
tos productos , entorpece la in-
dustria y el comercio separando
la union y comunicacion que de-
ben tener entre sí las provincias
de un mismo Estado. Porque, ¿qué
cosa mas molesta, mas injusta, y
mas gravosa para los comercian-
tes, que hacerles pagar las telas
y paños que se hacen en una pro-
vincia guando los pasan á otra,
que á cada paso encuentran adua-
nas y guardas que los detengan,
los visiten , tasen los géneros que
llevan, y les hagan pagar la ga-
vela , poniéndoles de este modo
una contribucion que es tan con-
traria á la libertad y al comercio,
á. la agricultura, á las artes, y á
la industria? Todas estas vejacio-
nes y ultrajes que sufren los co-
merciantes, ¿no son otros tantos
testimonios de la servidumbre en
que está el comercio, y otros tan-
tos decretos de miseria y de ruina?
Porque el comercio _interno es el


(XXI)'
fundamento del externo ; y si
aquél cae con el peso enorme de
las contribuciones y de los im-
puestos, éste necesariamente ha
de ser arruinado. Los impuestos
que se cargan sobre los géneros
extrangeros que se introducen, no
causan menos perjuicio al Estado,
por mas que algunos ineptos y
miserables políticos quieran ser-
virse de este medio para fomentar
las artes y manufacturas nacio-
nales, levantar la industria pro-
pia sobre la ruina de la agena,
impedir que salga el dinero del
Estado, y obligar á los ciudadanos
á que usen de los géneros del pais
con preferencia á los extrangeros.


Si estos políticos ignorantes se
hubieran detenido un poco en con-
siderar las consecuencias de este
principio , hubieran visto que si el
extrangero vende poco de sus gé-
neros, tambien compra poco de los
productos del pais; que el comer-




(XXII)
bio no clá: sino á. proporcion de
lo. que 'recibe-, que si alguna na-
cion quisiera y pudiera vender
sus géneros álos extrangeros sin
comprar nada de .ellos sería de-
masiado rica , y este exceso de
las riquezas destruiria las artes,
la industria, y el comercio, porque
encareciéndose excesivamente el
valor de los générds-y de los jor-
nales, no podriañ sostenerse en la
concurrencia con las demás na-
ciones y dejarian de venderse , y
aun los mismos ciudadanos pre-
feririan los géneros extrangeros á
los nacionales, y de este modo
reducirian el.Estado á la antigua
pobreza.


Este efecto pernicioso han pro-
ducido las excesivas riquezas en
España y Portugal; y lo mismo
hubiera sucedido en Inglaterra si
no hubiera dado salida á la abun-
dancia de su dinero por medio de
las guerras que hace tanto tiempo


(XXIII)
que sostiene. El impuesto de la
décima que se paga igualmente
por el que posée un terreno esté-
ril, y el que lo posée fecundo, re-
partida con tanta desproporcion y
desigualdad, produce los mismos
efectos funestos contra el Estado,
y causa gravísimos perjuicios á la
agricultura. En fin se puede sen-
tar por principio constante y cier-
to: que todo tributo que sigue in-
mediatamente al acrecentamiento de
la industria y de la cultura, des-
truye igualmente la una y la otra.
Además de las razones sobredi-
chas que manifiestan la irregula-
ridad y la oposicion que tienen
los impuestos y la contribucion
indirecta con los principios que
deben servir de regla en esta ma-
teria, los gravísimos inconvenien-
tes que tienen , y los desórdenes
que causan al Estado , hay otra
razon muy poderosa que no deja
en esto la mas leve duda , y es la




(XXIV)
siguiente: la contribucion no pue-
de imponerse sino sobre la renta
líquida y pura que tiene toda la
nacion, esto es, aquella que queda
en líquido deducidos todos los
gastos ; porque no siendo así, es
necesario que se arruine la pro-
piedad, y esto ha de arrastrar
consigo la ruina del Estado.


Supongamos por un momento
que la renta total de un ciudada-
no sean doce mil reales , de los
quales necesariamente deba em-
plear quatro mil para los gastos
de la cultura; si la contribucion
se carga sobre los doce mil , es
necesario que suceda una de dos
cosas, ó que al labrador le falte
lo necesario para el mantenimien-
to de la familia, ó para el cul-
tivo de las tierras ; y así el resul-
tado de la imposicion de esta con-
tribucion ha de ser la diminu-
cion de la cultura, de la produc-
cion de ros frutos, y de la ruina no


(XXV)
solamente de esta familia sino de
otras muchas. Y en la suposicion
que el impuesto sea de la misma
especie en toda la nacion, la ruina
de la agricultura será general, y
la falta de subsistencia dejará des-
poblada la nacion, y el Estado
arruinado. Es evidente por esta
sencilla retlexíon que la contribu-
cion no puede cargarse sobre el
total de las rentas , sino sobre las
rentas puras y líquidas deducidos
todos los gastos.


Además de esto en la contri-
bucion indirecta es imposible co-
nocer el líquido puro de las ren-
tas , cárguese sobre el objeto que
se quiera, ó sobre el consumo, ó
sobre las artes, ó sobre el comer-
cio, porque el producto de todas
estas cosas dependiendo de infini-
tas contingencias, no hay regla
ninguna para poderlo determinar;
y así el gobierno procediendo sin
ningun conocimiento , es necesa-




(XXVI)
rio que esté incierto, si la su-
ma de la contribucion excede 6
no las facultades de los pueblos
que la pagan; y no llegará á co-
nocer que es excesiva, sino guan-
do vea la ruina del Estado, ó al
menos de varios productos de él,
que sería imposible repararla. Al-
gunas veces, temoroso el gobierno
de cargar demasiado á los pue-
blos por evitar estos graves in-
convenientes, exigirá mucho me-
nos de lo que pueden y deben pa-
gar con grave perjuicio del Esta-
do , que tendrá que suplir este
deficit de otros ramos que serán
muy perjuciales á aquellos pro-.
duetos , sobre los quales recaiga
este aumento.


Esta sola consideracion pare-
ce que debia desterrar para siem-
pre de todos los gobiernos, y ha-
cerles mirar con horror el sis-
tema de las contribuciones in-
directas , y subsistituirse el de


(XXVII)
la directa que es tan fácil y tan
sencillo.


Las diferentes especies de im-
posiciones que de necesidad debe
haber en el sistema de contribu-
ciones indirectas , debe llenar de
confusion y de desórden este sis-
tema , y le hace pagar al ciuda-
dano en cien veces lo que podria
pagar de una sola vez sin sufrir
tantas vejaciones que le quitan
su libertad, y llenan de miseria.
Por otra parte, ,qué utilidad re-
sulta al fisco de estas contribu-
ciones, y qué consuelo al Sobera-
no? Pues si tiene humanidad, y
desea de veras la felicidad de sus
súbditos, no puede menos de lle-
narse de dolor viendo que la ter-
cera parte de las rentas es nece-
sario invertirla en mantener se-
senta ó setenta mil hombres ocio-
sos, vagos, inútiles absolutamen-
te para el Estado, é infieles al So-
berano que los paga , y ladrones




(XXVIII)
del fisco mas que los mismos ciu-
dadanos que por la necesidad en
que se hallan le defraudan sus de-
rechos; hombres que causan infi-
nitas vejaciones á los infelices que
no tienen dinero para redimirlas,
que solo manifiestan un gran celo
en el cumplimiento de su obli-
gacion con los débiles , pero no
con los poderosos; y se sirven de
esta severidad aparente para ar-
rancar con mas facilidad el oro
ó la plata á fin de no ser visita-
dos , porque comunmente se sir-
ven de este artificio para este fin.
Si la contribucion indirecta cau-
sa tantas vejaciones á los ciuda-
danos, es tan perjudicial á la a-
gricultura, á las artes, y al comer-
cio, y de tan poca utilidad para el
Estado „ tan intrincada , y tan
llena de desórden y confusion , es
necesaria otra mas sencilla y me-
nos gravosa , y esta es la contri-
clon directa.


(XXIX)
La contribucion directa es la


tasa que se impone sobre las tier-
ras, que son la fuente verdadera de
la riqueza nacional , la única que
deberia llevar el peso de las con-
tribuciones, porque de este modo
se repartian entre todos los ciu-
dadanos con proporcion á sus fa-
cultades ; pues consumiendo to-
dos necesariamente sus produc-
tos unos los de primera necesi-
dad , y otros los de comodidad
y de lujo , segun sus facultades,
es preciso que todos contribuyan
á pagar la contribucion. El ter-
reno debe tasarse con arreglo á
su producto líquido, así cada u-
no pagará á proporcion de la ca-
lidad del terreno y de las produc-
ciones que tenga. El labrador á
proporcion del tributo que haya
de pagar encarecerá sus frutos, los
artesanos y manufactureros sus
producciones industriales , y los
Jornaleros su trabajo; y así esta




(XXX)
contribucion como todas las otras
se extenderá generalmente á to-
das las clases de ciudadanos: mas
no todas las demás tienen para
esto igual fuerza, ni se extienden
con la misma velocidad que la
directa impuesta sobre la tasa de
las tierras.


Para que las demás contribu-
ciones puedan nivelarse sobre to-
dos los individuos de la nacion
se necesita mucho tiempo, y se
hace con mucha lentitud; porque
si el jornalero quisiera subir sus
jornales á proporcion de lo que
se le hace pagar, no hallarla
quien quisiera servirse de sus trw-
bajos, y entonces perderia mucho
mas. Es necesario que esto lo ha-
ga con mucha lentitud, y lo mis-
mo debe decirse de los artesanos
y manufactureros. Si de repente
quisieran subir el precio de sus
producciones, ó no se comprarian,
ó se comprarian muy pocas, y así


(XXXI)
tardarian muchísimo en poder re-
sarcirse de las contribuciones. Pe-
ro en la tasa impuesta sobre los
propietarios del terreno no suce-
de así, porque como el consumo
de sus productos es de una nece-
sidad forzosa en los de primera
necesidad , pues sin ellos no se
puede subsistir, y los de comodi-
dad y de lujo los gastarán siem-
pre los hombre ricos y acomoda-
dos ; el labrador para resarcirse
de la contribucion aumentará el
precio de sus frutos , y los jorna-
leros , criados, artesanos , y to-
dos los que contribuyen para el
uso y ejercicio de la labranza, ha-
rán lo mismo con el precio de sus
trabajos y de sus obras industria-
les; y así en muy poco tiempo, y
con mucha fuerza, se extiende á
proporcion por todos los indivi-
duos de la nacion sin que ningu-
no pueda eximirse. Esta propie-
dad hace el sistema de la contri-




(XXXII)
bucion directa preferible á todos
los otros, si debe hacerse la lec
cion por principios de la razon,
y no por los de la pasion y de
la preocupacion. Pero veamos las
propiedades de esta contribucion
directa que la hacen tan reco-
mendable. La primera es la uni-
dad, que es una grande utilidad
para toda la nacion, porque libra
á sus individuos de infinitas veja-
ciones que causan la multitud de
hombres destinados para la co-
branza de la otra multitud de im-
puestos que componen la contri-
bucion general. Tambien lo es pa-
ra el Soberano, porque no tiene
necesidad de repartir una gran
porcion de contribuciones en las
personas que emplea para su co
branza; y si desea la felicidad del
pueblo, puede fácilmente aliviar
la carga que les oprime.


El, pueblo en la contribucion
directa sabe que todo lo que pa-


(XXXIII)
ga llega á manos del Soberano,
y es en beneficio del Estado, sin
que se pierda nada en las de es-
tos hombres que tanto aborrece,
y .que siempre tiene por sospe-
chosos. Para 'cobrar la contribu-
cion directa , es menester muy
poca gente, ó por mejor decir no
debe emplearse determinadament
te. ninguna. persona, sino que se
debe.tneargar á los alcaldes, co-
mo en. Aragon , los quales deben.
cobrarla con muy poco...ernolth.
mento, y ponerla en las intenden-
cias respectivas, lo que obligaria
á aplicarse á las artes, á la agri;
cultura , al comercio, y á la mi-
licia,á sesenta ó setenta mil hom-
bres ociosos y vagos que son tan
odiosos al pueblo, empleados en
la cobranza- de los tributos,.ó


-en
el resguardo de las reatas públi--
cas; y el Estado sería mucho mas
rico con un tercio menos de ren-
tas. Si la contribucion directa es.


Tomo




(XXXIV)
tuviese puesta solamente::sobre el
producto líquido- dé'.;las tierras,.
el número de los .contribuyentes
se reduciria á solos los propieta-
rios, por consiguiente serian. mu-
cho menos las vejaciones y la
cobranza mas fácil; y como he-
mos dicho se necesitarian menos
gentes para las exácciones. Esta
es la primera utilidad que resul-
taría á los ciudadanos, al Sobe-
rano y al Estado de la contribu-
cion directa.


La segunda que es aun mucho
mayor sería el quitar tantos obs-
táculos como pone el sistema con-
trario á la agricultura , á la indus-
tria y al comercio, dejando en li-
bertad á las gentes para que con
su genio y su industria adelanten
los progresos de todas estas artes,
y las lleven á la perfeccion, con-
tribuyendo infinito de este modo
para aumentar las riquezas de la
nacion , la poblacion, y las fuer


(XXXV)
zas del Estado. Habria también'
muchos menos delincuentes en las
cárceles públicas, y en los presi-
dios, condenados por las leyes del
fisco sin otro motivo que haber
ejercido su industria, ó por ha-
ber puesto en ejecucion las espe-
culaciones comerciales que habian
hecho en su gabinete. Esta es una
parte de. los felices resultados de
la contribucion directa.


La tercera utilidad que tiene
esta :contribucion es la facilidad
,con que se puede repartir. Es muy
fácil saber el valor de todos los
fundos del Estado, y de su pro-
ducto líquido, y arreglar sobre
estos datos la contribucion pro-
porcionada, justa y moderadalT
en el caso que las urgencias del
Estado obligasen á hacer algun
aumento de ella , podría hacerse
con la mayor facilidad é igual-


, dad, sin fraudes y sin arbitrarie-
dad; y el propietario que se ore-


e 2




(XXXVI)
yese agraviado por la imposicion,
podria reclamar contra ei'diree-
tor de los impuestos, y justificar
su queja por medio de la tasa del
valor y productos de sus here-
dades, que suponemos haberse he-
cho con la mayor providad, pre-
cision y exáctitud, y fijada la im-
posicion por una regla general, cc,•
mo el tres, el quatro, cinco 6 seis
por ciento del producto líquido.


Porque supongamos que las
prápiedades que tenga sean esti-
madas en cien mil reales , y su
producto líquido en diez mil; que.
esta estimacion del valor y del
producto conste por el catastro,
y que la contribucion que se exi-
ge es el quatro por ciento dapro-
dueto líquido, es claro que no de-
be pagar sino quatrocientos reales
de contribucion; y en el caso de
cargársele mas, le sería muy fácil
justificar el agravio y hacerlo en-
mendar. El Estado interesa mu-


(XXXVII)
chísimo en saber el producto lí-
quido de todas las propiedades ,
de todo el territorio de la nacion,
para hacer con facilidad la impo-
sicion de los tributos necesarios
para sus cargas , sin gravar de-
masiado á los individuos, ni cau-
sarles los perjuicios que en el sis-
tema contrario son inevitables.
Esta es la grande utilidad que re-
sulta de la contribucion directa.


En la indirecta como hemos
dicho todo se hace á ciegas y sin
ningun dato fijo; y así no se pue-
den conocer los males que causa al
Estado sino por los efectos, y al-
gunas veces no se llegan á sa-
ber sino guando son irremedia-
bles , y la nacion está ya próxi-
ma á su ruina. Es muy fácil ha-
cer la tasa de los fundos, y cono-
cer su producto líquido de la ma-
nera siguiente. Si el fundo está ar-
rendado , el precio del arriendo
es el valor líquido del producto,




(XXXVIII)
porque el colono deduce todas las
cagas de la cultura y de la sub
sistencia para convenirse con el
propietario sobre el precio del
arriendo; y si no está arrendado;
se puede calcular su producto lí-
quido por el de los inmediatos
atendidas las qualidades del ter-
reno , ó por los productos de un
quinquenio se puede formar un
cálculo aproximado; y en los pai
ses donde se paga la décima por
el pago de ella, especialmente si
se paga de todos los frutos , se
puede saber el producto total del
fundo , y es fácil deducir los
gastos para sacar el producto
líquido, y gravarlo con la impo-
sicion del quatro 6 cinco , &c.
de manera que ni oprima dema-
siado al propietario , ni destru-
ya la agricultura. ¿, Y deberá car-
garse lo mismo á los fundos que
por descuido del propietario de-
jan de dar los:' frutos que por la


(XXXIX)
calidad del terreno podrían pro-
ducir ? Sí : su producto líquido
debe deducirse y arreglarse por
el de los vecinos que son de la
misma naturaleza, y están bien
cultivados; porque el descuido del
propietario, ó su inaplicacion que
es tan perjudicial para sí y para
el Estado , no debe ser un moti-
vo que se 1e rebaje la contribu-
cion, antes bien se le deberia au-
mentar para ,excitar su pereza y
hacerle, mas aplicado ; mas usan-
do de benignidad, y no de ; igor,
por quanto por algunas causas jus-
tas podría estar el fundo inculto,
sería bien el primer año hacerle
la rebaja de la contribucion , no
obligándole á pagar sino el tanto
por ciento por el producto líqui-
do que justificase haber tenido.


Para establecer de esta mane-
ra la contribucion directa , sería
necesario fomentar la agricultu-
ra quitándole todos los obstácu-




(XL)
los que retardan sus progresos, y
facilitándole todos los medios pa-
ra esto, que al paso que promo-
verían la felicidad .de los labra-
dores, tendrian una influencia su-
ma sobre todas las artes y el co-
mercio , y redundaría en mayor
aumento del tesoro público. El
valor de las tierras se aumenta-
ria á proporcion que darian mas
frutos, y la tasa siempre parece-
ria mas soportable, puesto que el
fundo que antes pagaba á razoñ
del cinco por ciento doscientos
-reales , y le quedaban al propie-
tario tres mil ochocientos, des-
pues con el aumento de frutos,
quedando siempre la misma tasa,
llegaria ésta á disminuirse tanto
que pasados algunos arios bajaria
al dos , ó al uno por ciento , ha-
ciéndose absolutamente insensi-
ble para el labrador.


En fin, la última utilidad que
-resultaria de la contribucion di-


(X LI)
recta, sería estrechar mas los vín-
culos del Soberano con el pueblo,
lo que no sucede en el sistema de
la contribucion indirecta; porque
en ésta, la contribucion se impo-
ne y se aumenta sin luces ni co-
nocimiento, el pueblo se crée o-
primido con ella, persuadido que
se le obliga á pagar mas de lo jus-
to; y esto le hace aborrecer al go-
bierno, y procurar por todos me-
dios librarse de parte de ella , é
indemnizarse de la que no puede
evitar(de pagar con perjuicio de
la hacienda pública sin ningun
remordimiento de su conciencia.
Este es el orígen de la contradic-
cion perpetua que se observa en-
tre el,--pueblo y el gobierno , la
,qual debilita su fuerza, y última-
mente causa su ruina.


Un gobierno que es aborreci-
do de los ciudadanos no puede
subsistir mucho tiempo, porque
está sin el apoyo que hacia toda




(XLII)
su fuerza. Esta misma causa des-
unió al pueblo Español de su So-
berano el Sr. D. Cárlos IV en los
últimos años de su reynado, ha-
ciéndole odioso al pueblo la insen-
sata y arbitraria conducta de su
ministro, inventando siempre re-
cursos para aumentar la hacienda
pública , con los quales oprimia
al pueblo, y destruía la agricul-
tura , las artes y el comercio. Si
las esperanzas de mejorar de suer-
te por la justicia , la humanidad
y la clemencia del Sr. D. Fer-
nando VII, su dignísimo sucesor
en el trono, no hubiera conteni-
do su ódio, quizás el cetro inmor-
tal que llevaba en sus manos el Sr.
D. Cárlos IV no se hubiera trans-
mitido á su posteridad, y hubiera
salido para siempre de la familia
de los Borbones. ¡Tan cierto es
que un Ministro de hacienda in-
sensato é imprudente es el azote
mas terrible del Estado, y el ene-


(XLIII)
migo mas funesto del trono! Pero
si el Soberano cargára moderada-
mente los tributos sobre el pro-
ducto líquido de los fundós'; no
podría menos de hacer prosperar
la agricultura, que es la fuente de
las riquezas del Estado y de los
particulares, y el pueblo viendo
que se invertian para su seguri-
dad y felicidad , los pagaría con
mucho gusto sin usar de fraudes
ni artificios para dispensarse de
no pagarlos; por donde se vé que
el sistema de la contríbucion di-
recta estrecharia mas los víncu-
los de la union que debe haber en-
tre el pueblo y el Soberano.


Mas es preciso confesar que á
pesar de las utilidades que resul-
tan á los particulares y al Esta-
do de la contribucion directa, es-
te sistema tiene contra sí grandes
dificultades, y la principal de e-
llas es la siguiente.


Si todas las contribuciones y




(XLIV)
tributos deben refundirse solamen-
te en la directa, los propietarios
deberán aumentar considerable-
mente el precio del producto de
sus tierras; y en este caso, si ex-
cede el de los frutos extrangeros
serán éstos preferidos á los del
pais , y aquéllos se quedarán sin
vender, ó deberá igualarse su pre-
cio con el de los extrangeros: si-
no se venden, ó su precio se re-
baja de manera que no pueda re-
sarcir la carga de la contribucion,
la agricultura cae, y arrastra en
su ruina toda la nacion. Esta difi-
cultad que á primera vista parece
tan grande, toda está fundada so-
bre la hipótesi que el valor de los
frutos del terreno debe crecer á
proporcion del valor de la tasa;
mas esta suposicion es falsa. Si los
otros tributos no se suprimieran
habiendo establecido la contribu-
cion directa, los propietarios para
resarcirse deberian aumentar el


(XLV)
precio de los frutos; pero guan-
do se establece la contribucion
directa deben suprimirse todos los
otros tributos , y así no sería ne-
cesario aumentar el precio de los
frutos, siendo tan á su favor la su-
presion de los demás tributos. En
todas las naciones el pago de los
tributos de qualquiera clase y es-
pecie que sean siempre viene á re-
fundirse en el propietario, porque
sirviendo todos los ciudadanos al
labrador; unos con sus fuerzas é
industria ayudándole á cultivar
los campos, otros proveyéndole de
lo necesario para este fin, todos
éstos quieren descargarse de los
tributos aumentando el precio de
su trabajo, ó de los productos in-
dustriales para recargarlo sobre el
propietario. Por esta razon si se su-
primiesen todos estos tributos, y
se refundiesen en'solo la contribu-
clon directa cargada sobre el pro-
ducto líquido de las tierras, se me-




(XLVI)
joraria la suerte del labrador
necesidad de aumentar el valor
del precio de los frutos , antes
bien Ilegaria á disminuirse.


Mas si se estableciera la con-
tribucion directa, ¡no se perjudi-
carian algunos cuerpos priván-
doles de todos los privilegios .y
exenciones que tienen de no pa-
gar, contribucion ? Sí; y esto es
muy justo , porque siendo todos
ciudadanos, y gozando todos de
los beneficios de la sociedad , de-
ben por su parte contribuir á pro-
porcíon de sus facultades para
la seguridad y . tranquilidad pú-
blica. Es una injusticia y un abu-
so de la autoridad suprema des-
cargar á una parte de los ciuda d-
danos de esta obligacion necesar
ria é indispensable, y recargarla
sobre los demás. Y así no consi-
derarnos nosotros la abolicion de
estos privilegios y exenciones co-
mo un desórden, sino como un ac


(XLVII)
to de justicia que restablece las
cosas en su órden natural.


Mas., ¡se hallará en el dia al-
guna nacion en la Europa que
pueda emprender una reforma co-
mo esta en las contribuciones, sin
exponerse á una ruina total? Los
impuestos por todas partes opri-
men á los ciudadanos,, son una
carga que excede sus facultades;
y aun así no puede cubrir las ur-
gentes necesidades del Estado.
¡Se podrá en estas circunstancias
destruir de repente todo el siste-
ma antiguo de contribucion indi-
recta , y establecer el nuevo de
la directa ? Sin embargo de esta
dificultad que parece tan grande,
digo que puede y debe establecer-
se el nuevo sistema sin temor de
exponer la nacion á la ruina que
se supone. Por que., á los diferen-
tes tributos que se exigen de los
ciudadanos por la contribucion in-
directa excede las fuerzas de los




(XLV III)
pueblos que los pagan; y son su=
periores al producto líquido ter-
ritorial de la nacion, ó no? Si son
superiores á este producto, y si ex-
ceden las fuerzas de los pueblos,
la ruina del Estado es inevitable,
como lo sería la de un particular
que gastase un maravedí mas de
la renta que tiene. Y así para con-
servarse es necesario disminuir
esta renta ó esta carga de la na
cion, cercenar los gastos del go-
bierno,- y seguir en las contribu-
ciones la regla siguiente, que ha-
ce la felicidad de los pueblos al
mismo tiempo que asegura los go-
biernos: que. la contribucion que el
gobierno cobre sea la menor que sea
posible , y que el alivio que se dé
á los pueblos sea el mayor que sea
posible. Esto no puede conseguir-
se con todo rigor sino por la con+
tribucion directa.


Si alas contribuciones no exce,-
den las fuerzas del pueblo, ni el


(XLIX)
producto líquido territorial de la
nacion, recayendo todos los im-
puestos sobre el propietario con
gravísimo perjuicio , no solamen-
te de ellos sino del Estado, ¿qué
inconveniente puede haber en que
se establezca el nuevo método de
la contribucion directa guando
por ella el Estado gana y Cam-
bien los particulares, debiendo re-
sultar necesariamente las grandes
utilidades que hemos dicho á la
agricultura, á las artes, al comer-
cio, y á todo el Estado? ¿Pero se
podrá hacer de repente esta mu-
tacion? No por cierto: es necesa-
rio prepararla de antemano con
mucho cuidado y ejecutarla po-
co á poco por grados , empezan-
do á ponerla en práctica en algu-
nas provincias ; porque los males
in veterados de los cuerpos políti-
cos, como los de los cuerpos físi-
cos, no se pueden curar de re-
pente; es necesaria una prudencia


TQ ?)1U




(L)
consumada , y todas las precau-
ciones posibles para ejecutar una
operacion tan arriesgada. Si el go-
bierno quiere remediar con un de-
creto absoluto estos males tan
grandes , todo se pone en confu-
sion , y la máquina del Estado se
desploma y viene al suelo.


Ninguna prueba puede darse
mayor de ineptitud , de impru-
dencia , de falta de luces, y del
arte de gobernar , que el preten-
der en una vasta monarquía re-
mediar los males de las imposi-
ciones y tributos que se han es-
tablecido en ella por diferentes
ministros (mas codiciosos que ins-
truidos) por solo un decreto ab-
soluto, destruyendo generalmente
el antiguo sistema de la contri-
bucion indirecta, y substituyendo:
el nuevo de la directa.


Para establecer ésta el legis-
lador debe empezar quitando to-
dos los obstáculos que se oponen .


(Li)
á los progresos de la agricultura,
que nacen del sistema de la con-
tribucion indirecta; despues man-
dar apreciar por hombres peritos,
íntegros, justos, y reconocidos por
tales pblicamente, el valor del
terreno de todo el Estado, hacien-
do saber á todo el mundo que se
hace para este fin , sin usar de
violencia ni de extorsiones. Al
mismo tiempo el legislador debe
hacer que los escritores públicos
instruyan al pueblo , y le hagan
ver la utilidad que les ha de re-
sultar de la nueva reforma de las
cont ribuciones, esto es, de la con-
t ribucion única territorial, y las
consecuencias funestas del siste-
ma antiguo. Derramadas de este
modo las luces en la nacion, de-
be empezar s uprimiendo uno delos


a eltributos antiguos el que mira-b pueblo con mayor ódio , ma-
n ifestar al público la renta que de


percibia el Estado, y substi-
d 2




(LII)
Luir otra igual sobre el producto
líquido de la tierra. De esta ma,
vera, y con este método, deberia•
procederse en la abolicion de los
impuestos antiguos, no aboliendo
jamás el segundo sin que el sub-
rogado al primero estuviera ya
establecido completamente , para
que el pueblo por la experiencia
conociera la grande utilidad que
le resultaba.


Reducidos todos los impues-1
tos á uno solo , y concluida está
operacion tan dificil, se debia p1.41
blicar un edicto con toda la so-1
lemnidad y aparato que es capaz
de hacer impresion sobre el pue-
blo, asegurándole que la tasa im-
puesta no se variaria; y para dar
mayor firmeza á este nuevo siste,
ma de contribucion , convendría
muchísimo que la nacion se jun-
tase, y por medio de sus repre-
sentantes juntamente con el Sobe-
rano se estableciese corno una ley


fundamental del Estado ,
hería jurar observar el heredero
del trono en el momento de su
coronacion.
- La cobranza de esta nueva
contribucion no deberia hacerse
-ni por medio de empleadas por el
gobierno, ni por arrendatarios á-
quienes se arrendase , porque de
uno y otro modo el gobierno sa-
crificaria para la cobranza la quar-
ta ó quinta parte de la contribu-
cion con grave perjuicio del Esta-
do y de los contribuyentes, á quie-
nes se hacen sufrir mil vejaciones
por los cobradores, alterando la
confianza que debe haber entre el
pueblo y el gobierno. Dejo á par-
te los fraudes y los robos que los
comisionados cometerian, sin que
el gobierno lo -pudiera impedir
con las penas mas rigurosas, la in-
certidumbre de la renta, y otros
mil inconvenientes que lleva con-
sigo el modo de cobrar las con-




(LIV)
tribuciones por empleados. Quan,-•
do se arriendan las rentas, los des
órdenes son mucho mayores y
mas pernicioscs , porque se au-
mentan las violencias y las opre-
siones , y turban el Orden y la
tranquilidad pública; y lo mas in-
tolerable es que los arrendatarios
con la autoridad de la ley y del
Soberano persiguen , ultrajan, ve<
jan y oprimen á quien quieren.


Roma tan amiga de la liber-
tad propia , y tan enemiga de la
nena, entregaba á la rapacidad.
de los Publicanos la cobranza de
los tributos en las provincias con-
quistadas; y por los Escritores mas
famosos de esta orgullosa repú-
blica sabemos las vejaciones que
estos hombres avaros les hicie-
ron sufrir, á qué Miseria les re-
dugeron , y á qué grado de deses-
peracion. Este desorden y estos
males son necesarios en la contri-
budon indirecta, sin que se pue-


(LV)
dan remediar, como la experien-
cia de todos los siglos nos lo ma-
nifiesta; pues por mas providen-
cias que los Emperadores Roma-
nos mas crueles dieron contra es-
tos Publicanos, los desórdenes con-
tinuaron , y los clamores de las
provincias fueron inútiles.


Aunque la contribucion indi-
recta no tuviera mas inconve-
nientes que estos , los legislado-
res que quieren la felicidad de los
ciudadanos , y la seguridad del.
Estado y del trono, debian abolir-
la enteramente.


Si se estableciese la contribu-
cion directa, los alcaldes de los
pueblos sin vejacion ninguna, sin
opresion de los súbditos, sin frau-
de , sin que al erario le costase
mas que una cortísima cantidad,
la pondrian cobrada en la teso-
rería de la capital de cada pro-
vincia , como sucede en el reyno
de Aragon , en donde el pueblo




(LVI)
jamás ha dudado de la fidelidad
de los alcaldes , ni de que las
contribuciones llegan al erario pú-
blico.


En este sistema de contribu-
cion no puede haber fraude , ni
arbitrariedad , ni parcialidades.
La tarifa de cada fundo le anun-
cia al poseedor lo que debe pa-
gar ; y en pagando lo que la ley
determina, puede disponer libre-
mente de sus frutos , hacer de
ellos lo que quiera, cultivar sti
campo como quiera ; en fin tiene
una libertad suma que alcanza al
artesano, al comerciante , al la-
brador y al manufacturero sin que
jamás se oiga la voz del fisco, ni
se tema la multitud de espías y de
guardas que hoy se vén por las
ciudades, por las provincias, por
los caminos, y por todas partes,
oprimiendo y sofocando la in-
dustria, las artes, el comercio y
la agrieultura ; poniendo la des-


(LVII)
confianza entre el pueblo y el go-
bierno; encendiendo el ódio entre
los súbditos y el Soberano; y ex-
poniendo la tranquilidad pública
y la seguridad del trono.


Las contribuciones que se pa-
gan en tiempo de paz no son sufi-
cientes para los gastos excesivos
que tiene el Estado en tiempo de
guerra, y en otras ocasiones en
que se le ofrecen gastos extraor-
dinarios. Los ciudadanos deben
pagar los unos y los otros , exi-
giéndolo así la seguridad y tran-
quilidad del Estado; y así puede
establecerse por una regla cons-
tante y fija: que la cantidad de
las contribuciones debe medirse por
las necesidades del Estado. ¿Mas
de qué manera se podrá proveer
á estas necesidades extraordina-
rias establecida ya la contribu-
cion directa sobre el producto lí-
quido de las tierras ? Los anti-
guos reservaron una parte de las




(LVI1T)
contribuciones ordinarias y de
ellas formaban un gran tesoro des-
tinado para este efecto únicamen-
te. Casi todos los historiadores
mas célebres de la antigüedad nos
hablan de estos tesoros sagrados
reservados para las urgencias del
Estado, especialmente para las ne-
cesidades de la guerra, así en los
gobiernos republicanos como en
los monárquicos. Las naciones mo-
dernas han seguido este método
hasta que el comercio ha empe-
zado á hacer grandes progresos.
Desde este tiempo no se han que-
rido tener los tesoros sepultados
y ocultos , y se ha 'puesto el di-
nero en circulacion. Mas luego
que las naciones se han visto ea
la precision de tornar las armas,:


se han hallado en otras ne-
cesidades urgentísimas , no atre-
viéndose á recargar los pueblos,
con contribuciones extraordina-
rias, han recurrido á los préstamos


(L'IX)
para buscar dinero y salir de sus
apuros , empeñando una porcion
de sus rentas á sus acreedores., ó
pagando unos réditos ex6rbitan-
tes que han arruinado las rentas
del Estado, causando gravísimos
perjuicios á toda la nacion que
regularmente debe pagar despues
estas sumas quantiosas con nuevas
imposiciones.


Concluida la guerra, ó habien-
do salido de la necesidad urgen-
te en que el gobierno se habia ha-
llado, se siente el peso enorme de
la deuda que se ha contraido, y
se conocen las fatales consecuen-
cias que vá á causar á las rentas
del erario, y se toman las provi-
dencias para remediar este mal.
Se aumentan las contribuciones de
los pueblos para poder pagar los
intereses de la deuda, quedando
siempre en pie el capital , y ha-
ciendo perpetua la nueva impo-
sicion. Así queda satisfecho el So-


:113'raiacisco Becefia




(LX)
verano de la facilidad con que el.
ministro le ha sacado de sus apu-
ros. En ofreciéndose una nueva
urgencia se recurre al mismo me-
dio, y la nacion se recarga con
nuevos tributos superiores á sus
fuerzas. La agricultura, las artes,
la industria y la poblacion se des-
truyen poco á poco , y arrastran
en su ruina al Estado. No hay
nacion en la Europa que no haya
sentido poco mas ó menos estas
desgracias.


Algunas veces el gobierno con-
trae la deuda con los mismos ciu-
dadanos tomando dinero presta-
do, y obligándose á pagarles unos
intereses quantiosos. Este sistema
no causa menos perjuicios á la na-
cion que el antecedente , porque
fomenta el Ocio, impide la difu-
sion de las riquezas naturales, y
así quita las fuerzas á la agri-
cultura, á las artes, á la industria
y al comercio. Otras veces nuie-


(LX I)
ren salir de sus apuros creando
papel moneda; mas guando el go-
bierno ha perdido su crédito, so-
lo sirve esto para aumentar mas
sus males, porque se conoce me-
jor su mala fé : los naturales y
los extrangeros entran en descon-
fianza, y así se pierden todos los
recursos de poderlos remediar. Se
vé pues que el sistema de recurrir
á los préstamos en las necesidades
urgentes del Estado es perniciosí-
siino á la nacion ; el de tener un
tesoro reservado y sin circular es
contrario al comercio ; el impo-
ner tributos extraordinarios al fin
causa la ruina del Estado. Así es
preciso buscar un método nuevo
que no esté expuesto á estos in-
convenientes, y no es dificil de
hallarlo.


Reservando todos los años al-
gunos millones de la contribucion
ordinaria, y poniéndolos éstos en
manos de los comerciantes mas




(LXII)
acreditados sin ningun interés con
las seguridades correspondientes,
y la condicion precisa de entre-
garlos siempre que el gobierno los
pida, se tenia un recurso para to-
das las urgencias sin gravar á la
nacion, ni perjudicar á la agri-
cultura , ni á las artes, ni al co-
mercio. En pocos años tendria el
gobierno un tesoro abundante pa-
ra todas sus necesidades ; y en el
caso que no alcanzase, era preciso.
recurrir á los impuestos ó contri-
bucion extraordinaria, aumentan-
do algo mas la directa ; como si
se cobraba el quatro por ciento
del producto líquido, podria au-
mentarse al cinco ó seis , que
solo deberia durar mientras la
guerra.


El pueblo no se quejarla de es-
te aumento de contribucion vien-
do la necesidad del Estado , y
que el gobierno habia tentado to-
das las vias para salir de ella an-


(LXIII)
tes de llegar á ésta , y porque
conocerla que era indispensable.
Quando se sabe que las contribu-
ciones se invierten en las necesi-
dades del Estado, todas las cla-
ses de ciudadanos hacen con gus-
to sacrificios proporcionados á sus
fuerzas : la defensa de la patria
no encuentra ningun corazon in-
sensible , ni ninguna mano que
no sea liberal ; mas si la guerra
se emprende por ambicion, por
avaricia, por vanidad , ó por al-
gun otro motivo particular de re-
sentimiento , la nacion regular-
mente se muestra insensible, por-
que no vé en ella un interés co-
mun, sino el de una familia óper-
sona particular..:',‹,"


Para que el gobierno halle re-
cursos en sus necesidades es ne-
cesario que la nacion sea rica; y
ésta no lo será sino lo son los par-
ticulares. Estos no lo pueden ser
no estando bien repartidas las ri-




(LXV1)
solamente son inútiles, sino muy
perniciosas' Y así 'el legislador
despues que haya procurado : ha-
cerlas entrar en el Estado con
sus sabialleyes: ,.debe servirse de
todos—lOs medios que una 'pru.;z,
ciencia consumada pueda suge-
rirle para distribuirlas = con
na justa proporcion en todos
miembros de la sociedad. La le
gislacion presente de la Europa
pone á'esta distribucion obstácu-
los a parecer invencibles , por
que autoriza el interés-de muchi-;.:
simas personas que pretenden es-.
tar solas en la posesion de casi,
todas las riquezas lel Estado pa=
ra tenet:ieloS - de naás en la depen-
dencia y 'dominarles despótica;
mente con' él'emayor orgullo. El
legislador no s debe oponer 'leyes
directas para curar estos males,
porque la resistencia obstinada 'de
tantas gentes poderosas interesa
das en sostener el-presente sisee-.


ma de Cosas, las baria del todo
inútiles; y así es preciso para con
seguir que la reparticion denlas
riquezas se haga con alguna pro-
porcion, que se sirva de medios
indirectos.


Quando hablo de la distri-
bucion de las riquezas, no es mi
ánimo introducir una igualdad
precisa entre los miembros de un
Estado ya formado y que ha lle-
gado á. su perfeccion. Las socie-
dades en su infancia pueden dis-
tribuir en iguales porciones su ter-
reno; pero esta igualdad no pue-
de subsistir mucho tiempo; y aun
guando subsistiera no por esto se-
rianlas familias igualmente ricas,
porque estos terrenos no produci-
rán igualmente en ruanos de unos
y de otros. La d iversidad de 0-e-nio, de i ndustria y de apl icacibon .la diferente n aturaleza y qualicia-des de los fundas; la diversidad
'e medios y fuerzas para culti-


C 2




(LXVIT1)
liarlos, todas estas son causas efi
caces que producirian mayor á
menor abundancia de frutos. La
multitud de hijos, las diversas ne-
cesidades de cada familia, la di-
versa economía que se observa en
las cabezas de las mismas fami-
lias causa siempre la desigualdad
de las riquezas manuales, y cons-
tituye el estado pobre ó rico de
los hombres. Estas razones prue-
ban con evidencia que es impo-
sible que se conserve mucho tiem-
po la igualdad establecida en la
infancia 'de las sociedades; pe-
ro no por eso debemos creer que
no pueda hacerse una distribu-
cion proporcionada de las rique-
zas, que son el instrumento nece-
sario para la felicidad de los hom-
bres , procurando evitar que se
reunan en pocas familias , dejan-
do á los demás sepultados en la
pobreza y en la miseria. Si los
ciudadanos pueden ganar su vida


(LXIX)
cómodamente con un trabajo re-
gular de siete ú ocho horas por
dia se podrá asegurar que la so-
ciedad estará bien ordenada , y
que aquel Estado será el mas fe-
liz de la tierra , donde las ri-
quezas estarán bien distribuidas
entre todas las familias, que es el
objeto que deben proponerse la
política y las leyes.


El hombre no puede trabajar
incesantemente sin destruir su e-
xistencia , porque Dios no le ha
dado fuerzas para esto , ni le ha
criado para una vida tan penosa.
A cada sér le ha dado fuerzas pro-
porcionadas para el fin que le ha
destinado; y habiendo destinado
al hombre para subsistir con al-guna comodidad , seguramente le
ha dado las fuerzas proporciona-
das para este fin, y no quiere que
las emplee sino con aquella limi-
mi tacion que no pueda perjudi-
car á su existencia. Todo trabajo




(LXX)
que excede de siete ú ocho horas,
es constante que la destruye, pues
la experiencia nos hace vér que
aquellos infelices que están con-
denados para poder mantener su
familia á trabajar mas tiempo, sin
tomar el reposo correspondiente
para reparar sus fuerzas, enveje-
cen mas pronto, se hacen inúti-
les , contraen enfermedades que
Ios debilitan, y mueren mas pron-
to que los demás hombres. Una fa-
tiga moderada fortifica ; pero la
eXcesiva oprime y debilita. No
hay mas que echar los ojos sobre
un pobre labrador que está encor-
bado sobre la tierra desde que na-
ce el sol hasta que se pone , sin
mas tiempo de descanso que el de
comer un poco de pan bañado con
su sudor y con sus lágrimas. En
todo su cuerpo y en su rostro se
vén á los quarenta años de edad
señales de la violencia que se ha-
ce á la naturaleza.


(LXXI)
Si no puede hallarse la felici-


dad en un género de vida tan la-
borioso como éste, tampoco se
puede hallar en el ócio acompa-
ñado siempre del enfado y del
disgusto, aun en los mismos pla-
ceres, que no ofrecen al rico vo-
luptuoso sino una enfadosa uni-
formidad. Los .-placeres que son
el alivio del hombre despues de
los trabajos del cuerpo ó del es-
píritu , son el tormento del mis-
mo guando no han precedido es-
tos trabajos. Mudará de placeres,
pero no de disgustos, de penas y
de enfados. Su rostro y sus pala-
bras manifestarán una alegría que
desmiente el. corazon. El rico no
puede encontrar en los placeres
su felicidad. Solo puede gozar de
ella guando satisface las necesi-
dades de la vida; y en esta par-
te el pobre es tan feliz como el
rico, porque Dios les concede á
todos el alivio del hambre y de




(LXXII)
la sed, del sueño y de las otras
necesidades, con el mismo grado
de gusto y de placer. La diferen-
cia de la felicidad entre el pobre
y el rico solo puede hallarse en el
intervalo que media de una nece-
sidad á otra ; y esta felicidad no
puede consistir sino en el modo
de ocupar este tiempo. El rico lo
ocupa buscando placeres y diver-
siones que corno hemos dicho
necesariamente deben estar acom-
pañadas del tedio, del enfado, y
del disgusto; y así es tan infeliz
como el pobre condenado á un
trabajo excesivo á quien oprime
en este tiempo el peso de la mi-
seria. Es evidente, pues, que un
trabajo moderado en el intervalo
de una y otra necesidad , el qual
proporciona los medios para sa-
tisfacerlas puede hacer solamente
al hombre feliz, y constituirle en
aquel grado de felicidad que pue-
de gozar el hombre en este mundo.


(LXXITI)
Para hacer que todos los ciu-


dadanos gocen de esta felicidad
no se necesita sino distribuir bien
las riquezas ; no de manera que
todos sean igualmente ricos, por-
que esto es imposible, sino que
no se hallen estancadas en pocas
manos , y todos los demás con-
denados á la indigencia. Veamos
pues de qué medios debe servirse
el legislador para llegar á este
fin , qué leyes debe proponer, y
qué obstáculos debe quitar.


En todas las sociedades de la
Europa los ciudadanos están di-
vididos en dos clases, es á saber,
en los pobres que con un excesi-
vo trabajo apenas pueden conse-
guir lo necesario para vivir , y
por consiguiente viven en la ma-
yor infelicidad , y esta clase es
la mas numerosa ; y en la de los
ricos á quienes todo les sobra, que
viven en el ócio , en los deleites,
en las diversiones; y ésta por lo




(LXIV)
quezas, las quales causarán la rui-
na de la nacion lejos de hacer su
felicidad si se hallan estancadas
en pocas manos, y la mayor par-
te del pueblo gime en la indi-
gencia. El cuerpo político es una
máquina muy complicada com-7
puesta de muchas piezas: si todas
están gastadas, y se renuevan algu-
nas solamente para evitar su rui-
na, no se hace mas que acelerar-
la. Si son pocos los ricos que hay
en el Estado, y la mayor parte
de los ciudadanos son pobres, a-
quéllos harán esfuerzos de con-
tinuo para oprimir el pueblo; y
no hallando en éste fuerzas para
resistirles, será el juguete de cien
tiranos que le harán sufrir todos
los males del despotismo enmedio
de lós desórdenes de la anarquía.


Qué efectos tan funestos produ-
ce esta desproporcion de las
quezas! 7¿, No sería mejor que to-
dos los individuos de la sociedad


(LXV)
estuvieran en la indigencia ? En
este caso la sociedad conservaria
las virtudes, la libertad y la tran-
quilidad.


Roma y Atenas .han experi-
mentado en algunas ocasiones las
desgracias fatales de la mala dis-
tribucion de las riquezas. Estas
dos célebres repúblicas se han vis-
to muchas veces casi oprimidas
y subyugadas. por un corto nú-
mero de ricos que han :aspirado á
la tiranía y á la opresion de su
patria, y lo hubieran quizás con-
seguido si el amor de la patria.
y de la libertad, que aun no se
habia extinguido en todos los ciu-
dadanos , no hubiera sabido en-
cender en los demás esta gloriosa
pasipn para detener las empresas_
de sus opresores , haciéndoles la-
var con la sangre sus sacrílegos
atentados. 1Qué se, debe concluir.
de todo esto ?. Que la,I;Tiquezas:


están }sien repartidas , no.
To171 0 III.
e




(LXXIV)
comun es mas infeliz que la pri-
mera, porque el enfado y el dis-
gusto le acompaña enmedio de los
mismos placeres. Esta desigual-
dad de condiciones es un efec-
to de la falsa política , y de las
leyes absurdas que se siguen en
la mayor parte de las naciones de
Europa , las quales autorizan es-
te desórden , procurando conser-
var y aumentar las riquezas en las
mismas familias, y disminuir el
número de los propietarios, fo-
mentando esta funesta despropor-
cion por medio de las substitu-
ciones y mayorazgos: sin embar-
go de esto sería muy fácil distri-
buir con una justa proporcion las
riquezas sin ofender el derecho
sagrado de propiedad , ni violar
el decoro de la justicia.


Proscríbanse por una ley per-
petua los mayorazgos y las subs-
tituciones, permítase á los posee-
dores de ellos el libre uso, y el


(LXXV)
entero dominio de todos sus bie-
nes para que los puedan enagenar
libremente, y desde luego vere-
mos salir de las familias privile-
giadas estos vastos dominios que
estaban tan íntimamente unidos
con ellos como los esclavos á la
gleba., y aumentarse el número
de propietarios, todos con sufi-
cientes comodidades para poder
mantener las familias , y crecer
de este modo rápidamente la po-
blacion, las artes , la industria y
la prosperidad del Estado. Los
que no tendrian mas riquezas que
la fuerza de sus brazos halla-
rian siempre donde emplearla
con grande utilidad, porque ha-
bria muchos que los necesitarian,
y era preciso que por este motivo
su precio se aumentase; y lo mis-
mo, y por la misma razon, suce-
deria á los artesanos, comercian-
tes , y demás clases del Estado,
.gozando todos de aquellas como-




(LXXVI)
didades con un trabajo mediano
que es capaz de hacer la felicidad
del hombre en esta vida. 1Pero
podrán abolirse los mayorazgos
en una nacion donde hay feudos?
No hay ningun inconveniente en
abolirlos, porque ó la familia po-
see un solo feudo, y en este caso
el legislador podrá determinar que
la baronía esté siempre afecta á
la primogenitura, y que los fun-
dos del feudo se dividan entre los
hermanos; y si tiene muchos feu-
dos, que se dividan entre todos
los hijos que tienen un derecho
comun á la herencia del padre.
Así el Soberano tendria otros tan-
tos defensores, quanto mayor se-
ría el número de los propietarios.
Es cierto que los grandes propie-
tarios suelen ser los grandes defen-
sores del trono, porque tienen mu-
cho interés en que las cosas se
conserven en el mismo estado, y
se siga el mismo sistema. Pero es


(LXXVII) Francisco illteefla
preciso confesar,que en todas las
naciones su número es muy peque-
ño en compara cion de los demás
ciudadanos , y por consiguiente
son sus fuerzas muy débiles para
la defensa del trono.


Los fundos inmensos que los
eclesiásticos del estado secular y
regular poseen , se oponen tam-
bien á la distribucion de las ri-
quezas, y á que se aumente el nú-
mero de propietarios como lo he-
mos dicho en el discurso prece-
dente, porque todo el estado ecle-
siástico se puede considerar co-
mo una sola familia donde los bie-
nes están detenidos con cadenas
de diamante para que no circu
len. El otro obstáculo es la acu-
mulacion de las riquezas de la
nacion en las capitales donde ván
á desaguar los ríos de oro y plata
que nacen en las provincias, de-
jándolas á éstas sepultadas en la
miseria y haciendo que la capital




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p opoI •suranap SEI U0 apea




(LXXX)
turnbres , y es la causa de mu-
chos vicios , corno nos lo asegu-
ran los moralistas; si debilita las
fuerzas y el vigor de los ciuda-
danos , haciéndolos afeminados é.
incapaces de sufrir los trabajos y
las fatigas de la guerra; si oca-
siona la ruina de los Imperios,
corno la historia nos lo manifiesta
y lo pretenden muchos políticos
as.í antiguos corno modernos, po-:
co. parece podrá dudar el legisla-.
dor en el partido que debe tomar.
Pero si estas cosas son inciertas,
y acaso falsas, y por otra parte
la utilidad que resulta al Estado-
es constante , fácilmente se.resol-
verá el legislador á promoverlo,
y autorizarlo con sus leyes. Voy
á proponer los fundamentos de.
una y otra opinion para que el
lector los examine con seriedad,.
y juzgue lo que le parezca ulas .
conforme á la razon. Mas ante to-
das cosas es necesario dar una


(LXXX1)
idea clara, exacta y precisa del
lujo, que sirva corno de principio
y fundamento á las razones que
por unos y otros se pueden ale-
gar, y se juzgue de su solidez por
esta idea.


El lujo es el uso que se hace
de las riquezas , no para buscar
y adquirir lo que es necesario ó
íitil para la vida, sino lo que es
deleitable; lo que nos puede ha-
cerla pasar con comodidad , lo
.que contribuye á hacernos gozar
.de los deleites lícitos de los pla-
ceres de los sentidos, y de los que
resultan y nos proporciona la so-
ciedad con los otros hombres. Es-
ta es la idea que todo el mundo
se forma del lujo. Si en una na-
cion el lujo es general, es eviden-
te qué todos los ciudadanos tie-
nen riquezas superfluas y por con-
siguiente que están bien reparti-
das: si el lujo está reducido á cier-
ta clase de personas, las riquezas


Tomo HI.




(LXXXII)
están mal distribuidas porque Sé
hallan como estancadas en aque-
lla clase sola; mas el lujo mismo
será bastante poderoso para ven-
cer todos los obstáculos que po-.
drian oponerse á su distribucion,
y romperá los diques del estan-
que del oro y de la plata, para
que estos metales preciosos se der-
ramen por todas partes. Así en el
uno y en el otro caso el lujo es
un bien para la sociedad; en el
primero porque excita ,y sostiene
la actividad , la industria y el
trabajo, y suaviza las costumbres
y hace comunes á todos las ri,-
quezas de la naturaleza, del arte,
y de la industria de los hombres;
y en el segundo porque promue-
ve la distribucion de las riquezas
que dán vigor y vida á todas las
clases de ciudadanos, y promue-
ve los progresos de la agricultu-
ra, de las artes, del comercio y
de la poblacion; y lleva la cul-


(LXXXIII)
tura, los conocimientos y la civi-
lizacion á su perfeccion.


En un pueblo donde no hay
riquezas, no hay artes, ni comer-
cio, ni industria, ni reunion de
hombres, ni comunicacion de i-
deas, y así los entendimientos se
quedan como entorpecidos, sin e-
jercicio, y sin aquella fuerza y
energía que adquieren con la con-
versacion y trato de los hombres.
Un pueblo que no tiene artes ni
comercio, solamente es labrador
6 pastor, ó las dos cosas juntas;
y siempre se queda en la grosería
y la barbarie. Los ciudadanos en
esta nacion deben dividirse en so-
las dos clases, es á saber, en pro-
pietarios y jornaleros: la nece-
sidad ha de hacer á estos últimos
esclavos de los primeros; y si los
propietarios les tratan con dema-
siada dureza , se juntarán con la
cabeza de la nacion para repri-
mir su orgullo, sus fuerzas y sus


f




(LXXXIV)
violencias. Esto ha sucedido en
todas las naciones de Europa.
las riquezas hubieran estado bien
distribuidas , ni los propietarios
hubieran tenido tanto poder , ni
los no propietarios hubieran ge-
mido bajo el peso de la violencia,
ni se hubiera mudado la forma de
gobierno.


El lujo considerado segun la
idea que acabarnos de dar de él,
es evidente que es un bien de la
sociedad ; mas si en nombre de
lujo se entiende el uso que se
hace del dinero para tener una
multitud excesiva de criados y
de coches, gran número de caba
líos y de mulas, muebles sober"
bios y sítmamente ricos y precio-:
sos; en fin, si por lujo se entien-
de el uso que se hace del dinero
para sostener un fausto y magni-
ficencia intolerable, no se puede
dudar que es muy pernicioso, y que
causa infinitos males á la sociedad.


(LXXXV)
La historia nos hace vér este


lujo llevado hasta los excesos que
acabamos de decir en las nacio-
nes bárbaras antiguas y moder-
nas; en los tiempos de barbarie
en las naciones de Europa, en los
barones, condes, duques y los de-
más feudatarios, y lo que es mas
e xtrafio en los obispos, que cada
vez que salian de su ciudad ó pa-
ra visitar la diócesi, ó por qual-
quiera otro motivo, iban acampa-
fiados de una infinidad de caba-
llos, y de un fausto tan excesivo
y escandaloso, que obligó á la I-
glesia á tomar sérias providen-
cias para reprimirlo.


Supuesta esta idea del lujo, y
su distincion en útil y pernicio-
so, veamos si corrompe las cos-
tumbres ó no. Si las corrompe por
íitil que sea á la sociedad, debe
desecharse, 'porque ésta no puede
ser feliz si las costumbres son cor-
rompidas ; mas si no las corroan-




(LXXXVI)
pe, puede admitirse y fomentar-
se. Es fácil resolver esta cuestion
sino confundimos las ideas del
lujo y de las costumbres. Las cos-
tumbres en una nacion son el há-
bito de arreglar sus acciones se-
gun la opinion pública; de ma-
nera que ésta es la que dirige y
determina las acciones , y el uso
que se hace de las riquezas en la
nacion , y por consiguiente del
lujo.


Si la opiníon pública es bue-
na, recta, y conforme á la razon
sobre el modo de arreglar las ac-
ciones, las costumbres en general
serán buenas. Si la opinion es er-
-rónea y falsa, injusta y corrom-
pida, tambien lo serán las costum-
bres ; por donde se ve que el lujo
corno que es una accion particu-
lar , depende del hábito general
de arreglar las acciones que son
las U)sturnbres, y éstas de la opi"
ilion; luego el lujo por sí es ind i-


(LXXXV
ferente, y es malo ó bueno segun
fueren las costumbres; luego el.
lujo no influye en la corrupcion
de ellas.


Supongamos por un momento
que las costumbres determinen y
arreglen el uso del dinero para
fomentar las fábricas, para ani-
mar la industria , para dar vigor
al comercio , para hermosear las
plazas públicas con fuentes y esta-
tuas; para construir puentes, cal-
zadas y otras obras públicas; para
levantar estatuas á los ciudada-
nos beneméritos; para ocupar á los
pintores mas célebres en represen-
tar al vivo las batallas famosas, y
las acciones heróicas de los defen-
sores de la patria; para que sir-
van de una leccion viva y animen
perpetuamente á los ciudadanos
á que imiten á estos héroes ; en
esta nacion , digo , el lujo será
bueno, porque será un lujo de be-
neficencia y patriótiqgyng4011#1*




(LXXXVIII)
nacion los hombres ricos emplea-
rán su dinero en levantar estátuas.
á los hombres beneméritos de la
patria para que todo el mundo
entienda lo que debe ser y hacer
un ciudadano para que sea digno
del reconocimiento público, com-
poner un camino para facilitar
el comercio, introducir una arte
nueva, ó perfeccionar las que yá
habia en la nacion. Este es el lujo
en les paises que hay libertad,
virtud , y amor á la patria.


Pero si las costumbres están
corrompidas; sino hay en la na-
cion ni virtud , ni honor, ni pa-
triotismo, sino ideas viles é in-
teresadas; si las leyes ó el gobier-
no fomentan esta misma corrup-
cion y desórden, concediendo dis-
tinciones á los hombres ociosos,
corrompidos é ineptos, sin vitud,
sin honor, sin amor á la patria,
llenos de orgullo , de vanidad y
de ignorancia , el lujo será cor-


(LXXXIX)
rompido , y el dinero solo se em-
pleará no en fomentar las artes
y la industria , sino en objetos de
fausto y de vanidad que encen-
derán: mas estos vicios en sus al-
mas, en buscar las comodidades
del cuerpo, que son mas capaces
de excitar los vicios de que está
poseido y corrompido su corazon;
y así el lujo será malo , pernicio-
so, y consistirá en tener unos co-
ches magníficos, unos vestidos ri-
cos y preciosos, unas mesas abun-
dantes y delicadas; esto decidirá.
de la consideracion , y del grado
de respeto que se debe á los ri-
cos. Por donde se vé que las cos-
tumbres corrompidas corrompen
el lujo ; pero el lujo no corrom-
pe jamás las costumbres, ni afe-
mina los ciudadanos, porque esto
es tambien un efecto de la cor-
rupcion de las costumbres que los
enerva, y los hace incapaces de
sufrir las fatigas de la guerra; las




(XC)
artes, la industria y el comercio
dán nuevo vigor al ánimo y al
cuerpo. Los Atenienses guando
nadaban en riquezas y guando la
ciudad se llenaba de monumentos
magníficos de las bellas artes;
guando todos los pintores, los es-
cultores, los poetas y los músi-
cos de la Giecia se habian reuni-
do en Atenas, y estaban ocupa-
dos á costa de los ciudadanos mas
ricos en levantar los monumentos
mas soberbios á la virtud. y al
honor de los ciudadanos , á la
gloria de la república y á la ma-
gestad de sus dioses, ó en cantar
y celebrar sus alabanzas; en este
mismo tiempo en que el lujo ha-
bil.: llegado al último grado, triun-
faban de los severos, frugales y
groseros Espartanos.


Entre los modernos la Fran-
cia en tiempo de Luis XIV, en
el qual el lujo estaba en el nias
alto grado, y se conservaban las


(XCI)
costumbres , el honor y el amor
á la patria, ha visto millares de
héroes sacrificarse por ella, y mo-
rir con mas tranquilidad que un
Espartano. La Inglaterra , la na-
cion de mayor lujo del mundo,


quántos héroes ha tenido que han
manifestado en medio del Océano
un valor mas intrépido y mas he-
róico que todo lo que la anti-
güedad ha celebrado de mas ma-
-ravilloso ?


Concluyamos , pues , que el
lujo no quita el valor, la fuerza
y la energía guando las costum-
bres no están corrompidas. Si el
legislador quiere dirigir bien el
lujo, que reforme las costumbres
del pueblo ; y para reformarlas,
que corrija la opinion pública que


• es


la que las forma como hemos
dicho. Es un desatino pensar que
las leyes suntuarias han de hacer
estas reformas. Al hombre se le
debe dejar en libertad , y gober-




(XCII)
darle como un sér racional por las
luces de la razon, y no como á
un niño que se le lleva por la ma-
no. Si el legislador quiere corre-
gir el lujo con las leyes, cada dia
tendrá que formarlas nuevas con
desdoro de su autoridad , porque
el hombre inquieto é irritado por
la prohibicion, substituirá al obje-
to del lujo prohibido otro acaso
mas perjudicial al particular y al
Estado. Las leyes caerán en el des-.
precio y la irrision; y quizás des-
truirán la industria , las artes, y
el comercio en la misma nacion,
prohibiendo los objetos del comer-
cio de las demás naciones. El lu-
jo uno es activo , y otro pasivo.
Algunos políticos han creido que
solo el activo era útil para la na-
cion , pero no el pasivo. Veamos
si esta opinion está fundada en
los principios de la razon; pocas
reflexiones serán bastantes para
resolver esta dificultad.


El lujo pasivo, nos dicen los
éscritores económicos que lo con-
denan, hace salir las riquezas rea-
les de la nacion, é introduce sola-
mente las de lujo ; fomenta la in-
dustria extrangera , y destruye las
artes y manufacturas del pais,
porque sus artefactos y sus géne-
ros en concurrencia de los ex-,
trangeros siempre son abandona-
dos. Estas reflexiones con esta ge-
neralidad pueden hacer ilusion á
los menos advertidos que ignoran
que la teoría de la política, y de
la economía es muy complicada;
y que guando se quieren hacer
demasiado generales las ideas , se
cae fácilmente en el error , por-
que su bondad toda es relativa y
de comparacion. Si se considera
que el lujo pasivo depende ente-
ramente de la industria extran-
gera , se conocerá que puede ser
utilísimo para aquellas naciones
que teniendo riquezas superabun-




(XCIV)
tes necesitan para conservarse en
la prosperidad y en vigor la agri-
cultura y las artes, y darles algu,
na salida para ponerse de este mo-
do en equilibrio con las demás
naciones. Las demasiadas rique-
zas y la falta de ellas destruyen
á las naciones. Y así el legislador
COMO hemos dicho en otra parte
debe evitar estos dos extremos.
En aumentándose el numerario
excesivamente en qualquiera na-
cion , caen las artes, la agricul-
tura, la poblacion y el comer-
cio; y si quiere introducir en su
pais todas las artes y las manu-
facturas para no depender en na-
da de los extrangeros, prohibien-
do para este efecto la introduc-
cion de sus géneros; si el nume-
rario no tiene sa? ida , sino que se
aumenta por las ricas minas que.
posee, perderá tanto de su valor,
que el precio de todos los fru-
tos así artificiales, como territo-


(XCV)
ríales , será súmamente excesivo
en comparacion del de las demás
naciones. En este caso indudable-
mente se proveerán de los géne-
ros extrangeros antes que de los
nacionales , por mas prohibicio-
nes y guardas que ponga el go-
bierno para impedirlo, porque la
ley de la necesidad es mas fuerte
que las otras, y la gran ganancia
sabe adormecer á las espías, guar-
das, y aun á los ministros de ha-
cienda, y obligarles á que contri-
buyan ellos mismos á la introduc-
cion y venta de los géneros ex-
trangeros.


El labrador y los artesanos
viendo que sus frutos se venden
en poca cantidad , empezarán á
disminuir el cultivo y la labor de
las artes y manufacturas que po-
co á poco quedarán casi abando-
nadas, 6 á lo menos reducidas casi
á las necesidades precisas de los
que las cultivan y las ejercen. El




(XCVI)
numerario saldrá del Estado con
la mayor abundancia hasta de-
jarlo empobrecido, miserable, sin
poblacion, sin fuerzas, sin agri-
cultura, sin artes ni comercio, en
fin perdido y despreciable. guan-
do el numerario es excesivo en
una nacion, sino se le dá salida
es inevitable su ruina. Y así si
una nacion tiene ricas minas de
oro y de plata, y un pais que pro,
duce con abundancia los frutos
de primera necesidad, no hay o-
tro medio para dar salida á sus
excesivas riquezas , sino el lujo
pasivo. Porque no puede servirse
de la guerra para este efecto, que
no siendo para la defensa de sus
justos derechos ó los de sus alia-
dos , siempre es ilegítima; ade-
más que es el azote mayor que
tiene la poblacion, excita el ódio
de todas las otras naciones con-
tra sí , lo que necesariamente ha
de causar su ruina; y así la guer-


(XCVII)
rano puede ser medio para dar
salida al numerario. Tampoco pue-
de serlo el consumo de los frutos
extrangeros de primera necesidad,
porque se destruiría su agricul-
tura , que debe fomentarse con
preferencia á todo lo demás por-
que es el fundamento y el apoyo
de la prosperidad de la pobla-
cion y de la existencia nacional.
Si la agricultura se arruina , la
subsistencia del Estado es pre-
caria y dependiente de las de-
más. Tampoco puede dársele sali-
da manteniendo una gran marina,
porque ó ésta sirve para proteger
y promover el comercio y en este
caso debe matenerla, ó para de-
fender las costas y entonces es
á cargo del erario; y así nunca se
puede por este medio dar salida
á las riquezas superfluas de la na-
cion. Es preciso, pues, recurrir al
lujo pasivo, como el único medio
para librarse de su ruina.


Tomo III,




(XLVIII)
. La España y Portugal que pa--
séen minas riquísimas y un pais
el mas fértil deJI.Europa, espe-,
cialmeríte la España por su situa.
don, por la naturaleza de su pais,.
y por- sus posesiones' de la Amé-
rica, podria ser la potencia mas
rica:de todo el universo, la mas
pollada; la que podria estar en
el_estado mas brillante y de ma-
yor prosperidad ; la que podriX-
inundar de granos, vino, aceyte
y de los demás frutos territoria
les á todas las otras naciones; de
paños los mas preciosos, de telas,
y de todos los frutos de la indus-
tria y del arte, pues tiene dentro'
de su casa las primeras materias
con la mayor abundancia y las
mas preciosas; que podría tener
la marina mas formidable sin net
cesidad de buscar ni pedir álos-«-t..
trangeros sino arboladura, y aun
ésta la podria hallar en sus b0,s
ques de los Pirineo s si hiciese nat


Francisco 131-cefl(XLIX)
negables algunos ríos para poder-,
la poner en los puertos.


La España con tan buenas pro-
porciones; sin necesidad de la A-
mérica y sin tener ninguna colo-
nia, podria ser la potencia mas
rica y la mas poderosa de la Eu-
ropa. Los ríos de oro y plata que
le han venido de las colonias es-
tancados dentro de la península,
han sido la causa de la ruina de
la agricultura, de las artes, y del
comercio; han disminuido su po--
blacion , y la han reducido al es-
tado que la vemos. Su poblacion
que podia ascender á treinta mi-
llones está reducida á diez ; y la
falta de brazos tiene mucha ex-
tension de terreno sin ningun cul-
tivo, y las p rovincias están casi
sin ningunas fábricas ni manufac-
turas teniendo tanta abundanciade primeras materias. Su ex6rbi-
tante o pulencia la ha reducido á
una extrema pobreza, El oro y


g2




(C).
la plata, estos metales preciosos
estancados en España por las le-
yes-del gobierno que prohibiañ su
salida, se envilecieron, y se -au=
mentó el precio de todos los frti,-
tos territoriales é industriales; de
manera, que en concurrencia con
los:-, de las demás naciones fueron
preferidos y buscados los de és-
tas, y •aquéllos quedaron abando-
nados; y así los tesoros salieron
de esta nacion dejando arruinada
su agricultura, su poblacion y su
comercio. Si hubiese mirado el oro,
y la plata como un género mer-
cantil, corno un objeto de permu-
ta y como un producto propio, y
lo hubiera dejado salir á las de-i
más naciones no conservando sino
aquel exceso necesario para
clinar la balanza á su favor, se
hubiera conservado en la pros-
peridad y las riquezas necesarias
para animar la agricultura y las
a.rtes; yhubiera podido dar la ley


II,-,tod.a la Európa. De donde se in-
fiere; queel lujopasivo es necesa-
rio á la España mientras posea
las c'olonias para su prosperidad
y conservacion , para dar-salida
al numerario , y para que ano se
envilezca:- Lo mismo debe decir-


Portugal,'y de qualquiera
otra nacion que se halle en las
mismas circunstancias que estas
dos de que acabamos de hablar.


Pero medirá 'alguno , la Es-
paña en.


tierripo -de Carlos V y
Felipe II estaba en la mayor opu-
lencia; la :agricultura en su :ma-
yor 'perfeccion; las arteliMa in-
dustria, el...comercio y sus manu-
facturas en; vigor que surtian
át;tina gran parte de la Europa,
lolque parece-que manifiesta con
toda


• e.videncia , que una nacion
puede. poseer excesivas riquezas
sin que por esto decaigan en ella
la a gricultura y las artes, ni, ne-;.
c.esite del lujo pasivo. No sepue-




(CI!)
de negar que :la:Eiparia en -lo's
reynados de Cárlos V y de Feli-
pe II se hallaba en 'el estado de
prosperidad y abundancia .de ri-
quezas que acabamos de decir,
pues todos los historiadores de a-
quellos tiempos, así naturalelco-
rno extrangeros, lo aseguran; 'mas
tambien es cierto que las riqu'e-",
zas no estaban estancadas
paria , sino que Saltan „-yr.noqtieb
daban en ella sino las necesarias
para hacer caer balanza, eril$0:
favor. La guerra' qti z tu v ierów efS4
tos dos PríncipesTtreta del rg.rditi
en la Holanda; la Italia -Ylet-Afri4
ca contra la InglatOr'faYla'=Ptánb
cía , los , •Su i zos y Jus'; lb su rge álek
de; la Holanda protegidos,:d.:Vai;
rías potencias, agotaron toc101.ái
riquezas de España, aisminlyetón
la poblacion desde ento'nce's
empezaron á catr,111 agricultutá
y las artes, y l'entaníeste:viiilroli
4 . desaparecer, atásirándo en -su


Caída la ruina '4tte.- la nacion , y
reduciéndola al restado misetable
en que estaba .eh todo el siglo pa--
sacio hasta el reyfnado del Sr. Cár-
los III , en que la prudencia y luces
4e algunos ministros empezaron á
dar nuevw:vida á este cadáver,
que antes de llegar á tornar ilue-
vas fuerzas.,.iy ponerse en .tUes-,
tadode robustez que debla tener,
.ha vuelto á ponerse casi en el se--
pulcro. Las sumas que Cárlos
y Felipe II hicieron salir de Es-
paila son incalculables, y asíañO
es extraño que no-,necesitase
lujo pasivo para dar salida á sus
riquezas.


-Que no se diga tampoco que
Holanda por medio del comercio
de economía haradquirido
zas Inmensas, de manera aue


tó-
dos : los años la balanza siempre
se inclinaba á su favor haciendo
entrar en el Estado muchas can-
tidades que aumentaban su nume.




(CIV)
rario; y sin embargo de estas ri-
quezas exórbitantes su comercio
de economía no ha caido, ni ha
necesitado del lujo pasivo para
dar salida á sus riquezas. Por qué
no podrian conservarse España y
Portugal de la misma manera?
Porque estas dos naciones no tie-
nen semejanza ninguna con aqué-
lla; su constitucion , su suelo, su
comercio, el principio de sus ri-
quezas; todo finalmente es dife-
rente de aquel miserable pais es-
téril é infecundo, que no• puede
mantener la tercera parte de sus
habitantes , y es preciso que
ga el comercio de economía para
mantenerse. Este estado pobre y el
comercio de economía, no pueden
sostenerse sino por la frugalidad
de los que lo hacen. Sin embargo
de todo esto, si la Holanda no hu-
biera hecho salir el numerario ex-
cesivo de sus Estados se hubiera
tambien arruinado.


(CV)
Holanda, ha hecho présta'


mos quantiosos á las otras nacioT
nes , ha puesto mucho -dinero en
los bancos públicos -de Francia
é Inglaterra, ha ,tenido guerras
contra los Ingleses que le han cos,
tado sumas inmensas; y no obs-
tante de estas salidas, el oro y la
plata se han envilecido en esta
nacion, se han encarecido los fru•
tos Y los jornales , y por consi-
guiente el precio de sus artefac-
tos y todas sus manufacturas han
desaparecido , y el Estado ha cai-
do en lo miseria y pobreza que
lo hemos visto á fines del siglo
pasado, del qual aún no se ha le-
vantado en éste.


Concluyamos , pues , que es
una verdad constante que las ri-
quezas excesivas estancadas en u-
na nacion son causa de su ruina;
que si quiere conservarse en el
estado de prosperidad, y dar siem-
pre. vigor á la agricultura y á las




(eVi)
artes, debe clat'salida á estas
quenas conservando siempre aque-
lla superioridad sobre las de las
otras naciones que tengan la ba-
lanza inclinada á su favor. Elall
gislador que quiere ocuparse en la
felitidad:de4anacion que gobier-
tta,, no debe2peider jamás de vis-
ta estas verdades, ni la de abolir
tantos tributos y tantos' impues-,
tos, que ponen . en cadenas el coz


-mercio, la agricultura y-las artes,
y no dejan hacer á la industria los
esfuerzos necesarios para llevar-
las á la perfeccion. Si quiere que
la nacion corra aceleradamente á
la felicidad -haciendo progresos
rápidos en todos los ramos de la
industra y de la agricultura, que
constituyen la-prosperidad de, las
naciones , las hacen ricas, y 'aun
thentan su poblacion y sus fuer-
zas, que establezca la contribu-
cion directa sobre el valor líquido
del producto de las tierras, en la


(CVII);
qual se refundirán _necesariamen-
te todos los demás- impuestos , y
todos los individuos de la nacion
pagarán con una justa proporcion.


De este modo trabajará el le-
gislador útilmente por la felici-
dad de la nacion , y en breve tiem-
po tendrá el consuelo y la dulce
satisfaccion de verla reanimada
por sus sábias leyes, y que ha da-
do vigor á la agricultura y á las ar-
tes; que éstas hacen progresos en
la perfeccion; que se aumenta la
poblacion; y que el Estado adquie-
re las fuerzas y la prosperidad
conveniente, que debe ser el ob-
jeto de la legislacion.




(CVIII)
INDICE


de los capítulos contenidos
ea este tercer torno.


Página!,


Cap. XVI. De las artes y mán'ufac-
turas


Cap. XVII. Del comercio
Cap. XVIII. Del comercio que con-


viene á los diversos paises, y á
los diferentes gobiernos


Cap. XIX. De los obstáculos que se
oponen á los progresos del comer-
cio en casi íos da la Europa




Cap. XX. De los zelos del comer-
cio, y de la rivalidad de las na-
ciones


Cap. XXI. Otros obstáculos que im-
piden los progresos del comercio
en la mayor parte de las naciones,


(CIX)
derivados de la excesva interven–
cion del gobierno 59


Cap. XXII. Obstáculos que oponen
al comercio las leyes que dirigen
el que las naciones europeas ha-
cen con sus respectivas colonias 67


Cap. XXIII. Ultimo obstáculo del co-
mercio: la mala fé de los nego-
ciantes, y la frecuencia de sus
quiebras 8o


Cap. XXIV. Incoherencia é inefica-
cia de la presente legislacion por
lo que mira á este objeto


82
Cap. XXV. Remedios eficaces con-


tra este desórden


S8
Cap. XXVI. De los impulsos que po-


drian darse al comercio despues
de haber quitado los obstáculos




95
Cap. XXVII. De las contribuciones


generales


107
Cap. XXVIII. De las contribucionet




(Cx)
indirectas


z I/
Cap. XXIX. Continuacion del mis-


mo asunto


126
Cap. XXX. De la contribucion di-


recta
121


Cap. XXXI. Método que debe ob-
servarse para conseguir la refor-
ma del sistema de las contribucio-
nes




1 46 -
Cap. XXXII. De la exdccion de los


impuestos
1 49


Cap. XXXIII. De las necesidades
extraordinarias del Estado, y del
modo de acudir á ellas


zs6Y
Cap. XXXIV. De la distribucion de


las riquezas nacionales 7
Cap. XXXV. Qué deba entenderse


por distribucion riquezas nacio-
nales.


174
Cap. XXXVI. De los medios pro-


pios para conseguir una propor-


(CXI)
donada distribucion del dinero y
de las riquezas en el Estado, y de
los obstáculos que opone la pre-
sente legislacion i8o


Cap. XXXVII. Del lujo
Cap. XXXVIII. Del lujo activo y


pasivo; y de los casos en que el
lujo pasivo es zin bien, y el activo
un mal para una nacion lao




CIENCIA


DE LA LEGISLACION.


CONTINÚA EL LIBRO SEGUNDO,


CAPITULO XVI.


De las artes y manufacturas.


S i la agricultura debe considerarse como
el primer 'manantial , y como el funda–
memo de las riquezas de los pueblos , no
por eso deben ser despreciadas las artes
y las manufacturas. Si éstas no deben
ocupar el primer lugar en el gran sistema
económico, no se les debe á lo menos ne-
gar el segundo. Quando la agricultura
ha hecho los mayores progresos en una
iNacion ; guando se ha aumentado la po-
blacion bajo sus auspicios, y excede á la
que se necesita para el cultivo da la tier-
ra y el buen Orden de la sociedad; quan-


Tomo ¡II.


A




2 Ciencia
do la abundancia misma de las cosas ne-
cesarias para la vida autoriza al hombre
para buscar aquéllas que se la hacen mas
agradable ; guando en fin muchos brazos
quedarian ociosos si no se ocupasen en
dar cierta forma á las producciones del
suelo, entonces una parte de los ciuda-
danos de este pais se aplica á las artes.
Si en estas circunstancias el pueblo no se
entrega al furor de las conquistas ó gime
bajo la opresion de la esclavitud, goza
al mismo tiempo de los beneficios de la
agricultura y de los de la industria, pro-
duce con una mano, y perfecciona con
la otra. Esta fué la suerte de la India, de
la China, de la Persia y del Egipto. Es-
tos paises juntaron á todos los tesoros
de la naturaleza las mas brillantes inven-
ciones de las artes; y la misma suerte
hubiera tenido la Italia si por un momen-
to hubiese dejado de ser esclava ó de
pelear.


En este caso la naturaleza misma de
las cosas excita al pueblo á que se apli-
que al ejercicio de las artes y manufactu-
ras, y el legislador debe dirigirle en esta
nueva carrera. Hablaré en el presente
capítulo de esta direccion necesaria, que
es una de las operaciones mas dificiles


de la legislacion. 3
de la legislacion económica. El carácter
del hombre, que rara vez deja de llevarlo
todo á los extremos , es la causa primera
de esta dificultad. Los dos ministros mas
grandes de la Francia (1) cayeron en
este error, el uno abandonando las artes,
y el otro protegiéndolas demasiado. Se
debe guardar un medio. Es preciso prote-
jer las artes sin perjuicio de la agricultu-
ra, y debe incensarse la víctima sin ul-
trajar la deidad.


Así pues el primer objeto de la legis-
lacio!'


económica, es combinar los pro-
gresos de las artes y manufacturas con
los de la agricultura. Para conseguirlo,
el legislador debe promover con preferen-
cia aquellas artes y manufacturas que
emplean mayor cantidad de las primeras
materias que produce el pais. Esta verdad
que por desgracia es demasiado ignora-
da conviene explicarla.


Supongamos se hallen en un pais dos
artistas que cada uno de ellos gane con
su industria mil escudos todos los años;
pero con la diferencia que el primero con-
suma en su fábrica una cantidad de prime;
ras materias del pais igual á diez, y el se-


(1) Sulli y Colbert.




4 Ciencia
gundo una cantidad igual á mil: pregunto,
¿vial de las dos industrias es mas útil al
Estado? Digo que la del segundo por dos
razones. La primera, porque en el caso
de que las obras de estas manufactu-
ras se extraigan , el primero deja al Es-
tado una cantidad de numerario igual á
mil y diez, y el segundo una cantidad
igual á dos mil. La otra razon es el inte-
rés de la agricultura. Porque si los progre-
sos de ésta dependen del mayor consumo,
la industria del que lo debe emplear en
los productos del pais, consumirá noventa
y nueve veces mas que el otro que no
debe emplear sino diez.


Estas son las ventajas de las manu-
facturas que emplean con respecto ma-
yor cantidad de las producciones del
pais , á las que emplean menor cantidad;
y por esta razon el legislador debe prote-
ger mucho mas las primeras que las se-
gundas: mas esta regla general tiene sus
excepciones. Todo es relativo en la cien-
cia de las leyes. Todos los paises no son
propios para el tuitivo. Hay muchos que
la naturaleza ha condenado á la esterili-
dad, y otros que tienen un territorio muy
pequeño, cuyos productos son muy in-
feriores á lo que exige el consumo bite-


de la legislacion. 5
rior. Como en estos paises las artes y el
comercio pueden ser los manantiales de
sus riquezas, y no la agricultura; como
en ellos el legislador debe procurar mas
bien disminuir el consumo de las produc-
ciones que aumentarle (t), porque todo
ó la mayor parte se debe traer del ex-
trangero , por lo mismo deben preferirse
en este pais las manufacturas que consu-
men menor cantidad de primeras materias
á _las que emplean mayor cantidad de ellas.


Por esta razon, es necesario que las
leyes que dirigen las artes y manufactu-
ras en los paises agricultores , sean ente-
ramente diferentes de las que las dirigen
en los paises estériles.


La diversidad del clima y de la situa-
cion , no tiene menos influencia en esta
parte de la legíslacion económica, relati-
va á las manufacturas y á las artes. Creo
haber demostrado bastante esta verdad
en los dos capítulos del libro primero de
esta obra , en los quales he tratado de la
relacion de las leyes con el clima y con
la situacion del pais , y así tengo por
inútil repetir lo que he dicho. Me con-


(r) Lo que digo aquí de la diminucionclel con-
sumo, no debe entenderse de la diminucion de




6 Ciencia
tentaré solamente con añadir aquí algu-
nas reflexiones que sería culpable omi-
tirlas en una obra que tiene por objeto á
todos los pueblos, y á todas las circuns-
tancias posibles en que pueden hallarse.


Supongamos, por egemplo , que una
nacion sea perfectamente mediterránea,
y que su terreno sea fértil; pero que el de
sus vecinos lo sea igualmente, ó á lo me-
nos tanto que no necesite de sus produc-
ciones. Supongamos que estando distante
de todo rio navegable, y rodeada de mon-
tarlas no pueda transportar sus productos
en especie á las naciones mas lejanas,
ni ofrecerles aquellas manufacturas, que
empleando igualmente una cantidad con-
siderable de sus producciones , son difi-
ciles de transportarse por su volúmen y
por su peso; como en esta nacion no pue-
de esperar el legislador los progresos de
la agricultura, sino de solo el consumo
interior , ni una balanza ventajosa del
comercio exterior sino de las artes y ma-
nufacturas de fácil transporte; en esta
nacion , digo, el número de los artistas
y fabricantes de todos géneros nunca será


la poblacion, cuyos progresos son muy de de-
sear en l9s pa lees estéiiies cena) en les


de la legislacion. 7
excesivo; en ella podrá abrazarse sin pe-
ligro el sistema de Colbert ; en ella final-
mente la facilidad de la subsistencia, de-
rivada de la abundancia de los frutos de
la tierra, podrá facilitar el despacho de las
manufacturas á los paises extrangeros,
por la ventaja que podrian tener en la
concurrencia con las de otras naciones,
y la multiplicacion de los manufactureros
podrá sostener y animar los progresos de
la agricultura.


Mas yo convengo que la prosperidad
de esta nacion no podria ser sino precaria,
pues dependiendo solamente de los pro-
ductos de la industria, duraria mientras
que las otras naciones hallasen su interés
en comprarlos. Mas luego que la balanza
ventajosa de su comercio empezase á mul-
tiplicar sus riquezas; luego que aumen-
tándose la suma de sus riquezas subiese el
precio de los jornales , ó de la obra de
manos ; luego que encareciéndose sus ma-
nufacturas empezasen á perder la venta-
ja en la concurrencia que facilita su des-
pacho , deberia recaer en su pobreza á
que la condena su posicion. Solo habria
un remedio para curar este mal , y sería
tan singular como sus circunstancias. Es-
ta nacion deberia temer igualmente una




8 ciencia
balanza ventajosa de comercio como una
perjudicial. Deberia procurar dar mucho
á los extrangeros para aumentar el con-
sumo interior con el despacho de sus ma-
nufacturas; pero deberia tambien procu-
rar comprar mucho de ellos, y tanto, que
las utilidades ó perjuicios en esta permu-
ta quedasen reducidas á cero. Entonces
Conservándose siempre el precio de sus
manufacturas en el mismo estado , po-
drian tener éstas una ventaja constante
en la concurrencia ; entonces la agricul-
tura, dependiendo en esta nacion de los
progresos de las manufacturas y de las
artes, podria prosperar ; entonces final-
mente podria esta nacion encontrar en
la medianía de sus riquezas aquella pros-
peridad que no conocerla en la miseria,
y que perdería muy pronto en la dema-
siada opulencia. Hay algunas naciones en
la Europa, á las quales podrian aplicarse
estos principios; y sin que yo las nombre,
podrá fácilmente adivinarlas el lector.


Hecha esta breve digresion sobre los
principios particulares que deberían diri-
gir la legislacion económica de este pais,
volvamos ahora á los principios generales
de esta teoría.


Queriendo la Providencia unirá las na-


de la Zegis?acion. 9
dones como á los hombres con los estrechos
vínculos de las mútuas necesidades, dió á
cada una de ellas alguna cosa que le es pro-
pia y particular, que la hace digámoslo así
necesaria á las otras. Debe el legislador
conocer este dón exclusivo, y sacar de él
las mayores ventajas que sean posibles.
Si este dón está en alguna produccion del
terreno debe animar su cultura ; si en al-
guna especie de manufactura , que por el
concurso de muchas circunstancias favo-
rables , como del clima , situacion , na-
turaleza de las aguas, &c. no puede em-
prenderse ni perfeccionarse en otra parte,
debe promoverla mas que todas las otras.
Mas no debe procurar salir de la dependen-
cia de otra nacion forzando su terreno,
la industria de sus ciudadanos, con la in-
troduccíon de aquellas plantas exóticas
que serían siempre estrafias é imperfectas
en su paiS.


Las artes , pues , y manufacturas ne-
cesitan de la tácita direccion de las leyes,
aunque tienen mayor necesidad de su pro.
teccion. ¿Pero en qué consiste ésta? Repe-
tiré siempre lo mismo que he dicho: guan-
do se trata de proteccion, es necesario em-
pezar siempre removiendo los obstáculos.
Los que mas se oponen á los pregresos de




lo Ciencia
las artes y de las manufacturas son todos
aquellos establecimientos, todas aquellas
leyes que se proponen disminuir la concur-
rencia de los artesanos y fabricantes. Por
lo que debernos estar persuadidos de que
los mejores reglamentos del mundo, las
mejores leyes, y los mejores establecimien-
tos , no serán jamás eficaces para mejorar
las labores de las manos de los hombres
sin la emulacion , y sin la concurrencia:
al paso que ésta es mayor, el artífice pro-
cura mejorar su manufactura para superar
á la de su competidor. Sabe que mejo-
rándola , el comprador preferirá la suya á
la de los otros; sabe que siendo muchos
sus competidores, debe hacer mayores es-
fuerzos para superarlos. Pero este racioci-
nio que cada artífice hace por sí mismo,
y que puede considerarse como el único
instrumento de la perfeccion de las artes,
es seguramente el resultado de una gran,
de concurrencia. Concluyamos, pues, que
las leyes que disminuyen ó limitan esta
concurrencia necesaria , son el azote de
las artes y manufacturas. Tales son los
derechos de maestría , las matrículas,
corporaciones.


La idea de reunir en un cuerpo toda
arte y todo ¿ficio ;


y de darle sus estatutos,


de la legislacion. r r
prescribirle la instruccion, examen, y de-
más qualidades que se req uieren para ser re-
cibido en él; el temor de ver desacredita-
das despues entre los extrangeros las ma-
nufacturas del pais por la ignorancia, la
mala fé, y la negligencia de los artífices;
la vanidad y la ambicion de los legisla-


-dores en quererlo dirigir y arreglar todo;
su ignorancia que siempre les ha induci-
do á recurrir á los medios directos, que
como poco antes hemos observado , des-
truyen la libertad del ciudadano sin con-
seguir lo que desean: todos estos moti-
vos, todas estas causas, han producida,
perpetuado , y hecho adoptar general-
mente en la Europa el sistema perniciosísi-
mo de los cuerpos de artistas, y del de-
recho de maestría.


Un hombre no puede ejercer una ar-
te tí oficio mecánico sin el consentimiento
del cuerpo entero de los que le profesan.
Este consentimiento no se consigue sino
mediante cierta suma de dinero , cuyo
valor varía en las diversas artes. Si el
ciudadano no puede pagarla , en vano
procura . mostrar su talento , su destre-
za , y los adelantamiento s que ha he-
cho en aquel oficio. El cuerpo del qual
pretende ser miembro no admite otra con-


Francisco 13taria




12 ciencia
dicion sino la del dinero que le falta;
todas las otras cualidades que en él se
hallan, no son sino un obstáculo para su
admision. Sus talentos , en vez de mere-
cer la indulgencia del cuerpo, arman
á sus competidores , que animados de un
espíritu de liga y de monopolio, temen
la concurrencia que nace del mayor mí-
mero de individuos y de su mérito.


Así no es libre el ciudadano en la elec-
cion del arte ú oficio que le conviene. An-
tes de consultar su habilidad , sus dispo-
siciones naturales, y sus talentos, debe me-
dir sus facultades. Si el precio de la ma-
trícula en alguna arte , en la qual co-
noce puede sobresalir mas que en todas
las demás, es superior á sus fuerzas, debe
abandonarla para elegir otra en la que ha-
ya que pagar menos aunque tenga menor
disposicion para ella. ¿Qué resulta de este
desórden ? Que las artes por lo comun se
llenan de malos artistas. Las que piden
mayor talento se ejercen por los que tie-
nen mas dinero ; y las mas viles y grose-
ras se reservan muchas veces para los que
habian nacido para brillar en otra mas
distinguida. Destinados unos y otros á una
profesion á que no son llamados , olvidan
el trabajo, y arruinan las artes; los


de la legislacion. 13
ros porque son inferiores á ella, y los segun-
dos porque son superiores á su profesion.


De este desórden principal nacen otros
muchos, como pleytos continuos, caba-
las caprichosas, atentados fraudulentos en-
tre uno y otro cuerpo, y entre los indivi-
duos de uno mismo 3 ,pérdida considera-
ble de tiempo en formalidades inútiles y
oficios misteriosos ; paso forzoso de una
misma manufactura por muchos artistas
de diferentes cuerpos; monopolios inevi-
tables; vejaciones y persecuciones conti-
nuas de los magistrados interesados de
estas ridículas repúblicas contra los artí-
fices que procuran distinguirse en su arte.
Tales son las consecuencias funestas de
un establecimiento pernicioso é injusto,
que impide los progresos de las artes, y
ofende la propiedad personal del ciuda-
dano. Por desgracia de la humanidad , la
mas justa y sagrada de todas las propie-
dades, la que el hombre adquiere con su
nacimiento, ha sido en todos tiempos la
menos respetada de los legisladores. Entre
los Atenienses la ley prohibía al ciudadano
ejercer dos artes al mismo tiempo (r); un


(i) Duas artes ate exercetcl. Demost.
Timocrat.




1 4 Ciencia
hombre que era hábil en dos artes di versas
era preciso que renunciase á las utilidades
que podia proporcionarle una de ellas.Nuestros legisladores no han conocido la
injusticia y la barbarie de esta ley, y pare-
ce que de ordinario se han propuesto adop.
tar lo mas absurdo que tienen los antiguos.


Que un hombre cultive una ó muchas
artes, que las cultive bien ó mal, el le-
gislador no debe tornar parte en el ejer-
cicio de esta facultad que le compete.
El juicio del comprador, que siempre es
el mas i mparcial, castigará la ignoranciaó la neg ligencia del artista, ó premiará
sus talentos y vigilancia. Rodeado de
compradores, el artista mas hábil y mas
honrado, obligará á sus competidores á
que sigan su egemplo , ó que mueran de
miseria, sin n ecesidad de que la ley inter-ponga su autoridad.


Lo que se ha dicho de las corporacio-
nes de las artes y de los derechos de maes-
tría se debe entender tambien de los pri,
viiegios ex clusivos, por los quales el go-
bierno concede á un solo hombre con ex-
clusion de los demás ciudadanos el dere-
cho de ejercer algun arte tí oficio; pero
con esta diferencia , si los primeros dismi-
nuyen la c'oncurrcncia y la etnulacion , los




de la legislacicn. I 5
segundos la destruyen enteramente. Así
el primer objeto de la proteccion de las
leyes, con respecto á las artes, deberia
ser animar la concurrencia y la emula-
cion de los artistas , suprimiendo las cau-
sas que la disminuyen ó destruyen. El
otro consiste en librarlas de toda especie
de gavelas 6 contribuciones , de las quales
deberian estar enteramente exéntas. De-
mostrarémos esta verdad guando se trate
de los impuestos.


Quitados en fin todos los obstáculos
sería necesario excitar y estimular la emu-
lacion de los artistas. Algunas distinciones
honoríficas (i), algunos premios pecunia-
rios podrían ofrecer al legislador el medio
mas seguro para animar las artes y las ma-
nufacturas, y promover á unas mas que á
otras, segun lo exijan los intereses del
Estado. Alguna pequefia recompensa, una
honrosa demostracion , lisonjeará la vani-
dad del artista sin gravar el erario. La au-
toridad lo puede todo guando quiere. Si ha-


(1) En Atenas la ley destinaba una dis-
tincion honorífica al artífice que habia hecho
mayores progresos en su arte. Peritior in sua
arte publice in Prytaneo epulator, priniam-
lue seden; occupato. Véase á Petit , Leyes


lib. 5. tit, d. de iirtibur.




16 Ciencia
ce nacer los ingenios y crea los filósofos;
si forma las legiones enteras de los Cesa-
res, Scipiones y Régulos, manejando el
resorte solo del honor, ¿con quanta ma-
yor facilidad podrá hacer florecer las ma-
nufacturas y las artes, que no piden ni el
talento de los primeros, ni el valor de los
-últimos? La primera consecuencia de este
beneficio sería el aumento de las cotnodi-
dades de la vida , de los placeres de la so-
ciedad, y de las riquezas del Estado; y la.
segunda los progresos de las ciencias, y
de los conocimientos.


La antorcha de la industria ilumina
aI mismo tiempo un vasto horizonte. No
hay arte que esté aislada. La mayor parte
de ellas tienen algunas formas, algunos
instrumentos, y algunos elementos que
les son comunes. La mecánica sola, dice
un célebre escritor (i), ha debido exten-
der prodigiosamente el estudio de las ma-
temáticas. Todas las ramas del árbol ge-
nealógico de las ciencias , se han extendido
con los progresos de las artes y de los


(r) El Autor de la Historia filosófica y
política de los establecimientos de los Eu-
ropeos en las dos indias, torn. 8, lib. 19.
caP. 41,


de la legislacion. 17
oficios. Las minas, los molinos, los paños,
los tintes han ensanchado la esfera de la
física. La arquitectura ha mejorado; la
geometría ha encontrado muchas veces
la proporcion antes que la regla ; y de la
experiencia ha deducido la teoría. Antes
que los matemáticos hubiesen demostrado
que el edificio menos firme es aquel en
que la perpendicular que se tira desde el
vértice sale fuera de la base (1), los Egip-
cios habían ya levantado sus pirámides,
y conocido que ésta era la forma mas es-
table que podia darse á un edificio. Los
progresos de las artes y manufacturas son
inseparables de los de las letras. Se po-
drian alegar mil pruebas para demostrar
esta verdad ; pero no siendo propias de
este lugar , me contento con haberlas in-
sinuado para excitar el celo de los legis-
ladores, y que trabajen en acelerar estos
progresos.


De lo que hemos dicho se sigue que
despues de la cultura de las tierras, la de
las artes es la que mas conviene al hom-
bre. La una y la otra hacen hoy la fuer-


(t) En las pirámides la perpendicular que
se tira desde el vértice vá á parar perfecta-
mente al punto del medio de la base, y esto


Tomo 111,




18 Ciencia
za de los Estados ; pero la una y la otra
necesitan de un espíritu que las anime,
y este es el comercio.


CAPÍTULO XVII.


Del comercio.


Despues de haber tratado de la agri-
cultura y de las artes, y analizado muy
por menor estas dos fuentes de las riquezas
de los pueblos, serían imperfectas y de-
fectuosas mis investigaciones si dejase de
hablar del comercio.


El comercio, siempre provechoso, pe.
ro no siempre cultivado por las naciones;
deidad tutelar de los paises pacíficos, y
el blanco á que han dirigido sus tiros los
conquistadores ; el comercio que ha su-
frido tantas vicisitudes en la superficie del
globo, que desde la mas remota antigüe-
dad habia hecho los mayores progresos era
el Asia l t) , que adquirió nueva actividad


es 16 que constituye la forma mas estable que
se puede dar á un edificio.


(r) Eratóstenes y Aristobulo, segun Stra-


de la legislacion.
entre las manos de los Fenicios, que fun-
dó tantas colonias (r), y transportó á Ti-


bon lib. 2, referiati la autoridad de Patroclo,
el qual aseguraba que las mercancías de las
Lidias pasaban desde el Oxo al mar del Ponto;
y Marco Varron como se puede ver en Pli-
nio , lib. 6. cap. 17 , dice que en tiempo de
Pompeyo en la guerra contra Mitridates se
supo que se iba en siete dias desde la India
al pais de los Bactrianos, y al rio Icaro que
desemboca en el Oxo : que desde allí las
mercancías atravesaban el mar Caspio y en-
traban en la embocadura de Ciro: que en fin
no se necesitaban sino cinco dias de camino
para llegar al Faso, por el qual se pasaba al
Ponto Euxino. No hay duda que todas las na-
ciones que habitaban este espacio debian ser
comerciantes. Léase Cambien á Estraboh, lib.,


s, sobre lo que dice del paso de las mercan-
cías desde el Faso al Círo.


(I) Son demasiado conocidas las colonias
fundadas por los Fenicios para el comercio.
Las tuvieron en el mar Rojo y en el golfo
Pérsico, en muchas islas de la Grecia, ea
las costas de Africa y de Esnaila. Penetra-
ron en el Océano , y Hezaron hasta las is-
las Casiterides, esto es, hasta la gran Breta-
ha y á Tusa , que se crée ser la Irlanda; no
les faltó mas que la brújula para llegar á
ser los Holandeses de la antigüedad.


2




20 Ciencia
ro , á Sydon (1) y á Cartago todas las
riquezas del antiguo hemisferio; que des-
pues de haber reynado mucho tiempo den-
tro de los muros de Atenas , Corinto,
.Modas, y de algunas otras repúblicas Grie-
gas , desapareció ante las legiones vic-
toriosas de los Romanos ; que despues se
hubiera extinguido enteramente en la
Europa bajo la barbarie de las naciones
del norte que la subyugaron, si Venecia,
Génova, Pisa, Florencia, y algunas otras
pequeñas repúblicas de Italia no le hu-
bieran conservado á la sombra de su mis-•
ina debilidad ; el comercio, finalmente,
que durante la anarquía de los feudos es-
taba reducido en casi toda la Europa á un
simple tráfico de una villa á otra, de un
lugar á otro , y que rara vez pasaba los
confines de una provincia ; el comercio,
digo, despues de haber sufrido tantas vi-
cisitudes sobre la tierra, ha llegado á ser
hoy el apoyo , la fuerza y el alma comun
de las naciones. Qualesquiera que hayan
sido las causas que han contribuido á pro-


(1) Hornero, segun observa Estrabon lib.
16. solamente habla de Sydon , y hace ver
claramente que el mayor comercio estaba al
principio eu manos de sus habitantes.


¿e legislacion> a
decir este efecto , no me toca á mí exami-
nadas. Lo cierto es que el consentimiento
universal de las naciones, que en otro
tiempo obligaba á todos los pueblos á ser
guerreras, este mismo es el que nos obliga
hoy á ser comerciantes. Habiendo llegado
pues, á ser el comercio el objeto esencial
para la organizacion y existencia de los
cuerpos políticos, no debe ser despreciado
en el sistema de una buena legislacion.
El legislador debe protegerlo y dirigirlo:
él debe examinar qué especie de comer-
do conviene á su nacion , y sea mas aco-
modado á la naturaleza de su gobierno;
debe preservarle de los obstáculos que
pueden oponerle las contribuciones y ga-
velas mal establecidas , de los privilegios
exclusivos , y de las prohibiciones que le
violentan , y de los reglamentos parti-
culares y minuciosos que le retardan. So.
marcha debe combinarla con los inte-
reses de las otras naciones ; combina-
cion dificil , pero necesaria , que hasta
ahora no se ha sabido ejecutar en la Eu-
ropa ni se han conocido sus ventajas; com-
binacion en fin sin la qual la prosperi-
dad de un pueblo será siempre incierta
y precaria.


El legislador es el que debe buscar los





22 Ciencia
medios para dar á la circulacion interior
la mayor celeridad y al comercio exte-
rior la mayor extension que sea posible.
Debe abrazar grandes cosas con pocos
reglamentos; la multitud de éstos es uno
de los mayores obstáculos que se opo-
nen al comercio. En fin , sus leyes deben,
con el rigor de las penas y con otros
medios que despues explicarémos, esta-
blecer el crédito público y privado, que
debe ser la base de la moral y de la polí-
tica de las naciones comerciantes.


De todos estos objetos hablaré con'
distinvion en los capítulos siguientes, y
empezaré por el examen del comercio que
convenga á los diversos paises, y en los
diferentes gobiernos.


CAPÍTULO XVIII.


Del comercio que conviene á los diversos.
paises, y á los diferentes gobiernos.


Fácil es conocer que una especie de
comercio que conviene á un pais no es
útil á otro: un,pais estéril no puede segu-
ramente aspirar al comercie del que sea


de la Zegislacion. 2 3
fértil, y éste no debe aunque pueda imi-
tar el comercio de aquél.


El comercio, por egemplo, de eco-
nomía es el único que conviene á los pai-
ses estériles (1). Desprovistos de todo en
lo interior, es preciso que vivan á expen-
sas de los otros. Deben averiguar lo que
abunda en cada nacion , y saber lo que
le falta; permutar el sobrante de las unas
con el de las otras, y de esta permuta,
siempre ventajosa sacar su subsistencia
y sus riquezas. Esta es la causa porque
en todos los tiempos la vejacion y la vio-
lencia han hecho nacer el comercio de
economía , guando se han visto obligados
los hombres á refugiarse en las lagunas,
en las islas, en las arenas del mar, y
aun en los escollos mismos; de este modo
fueron fundadas Tiro , Venecia y las ciu-
dades de Holanda. Los fugitivos encon-
traron en estos paises su seguridad. Los
elementos combatían por estos miserables,
y contenian las armas victoriosas de sus
enemigos. Mas la misma causa que les
ponia á cubierto de las persecuciones los


(r) Aquí se habla de los piases estériles
bailados por el mar, despues tratarémos de
los mediterráneos,




24 Ciencia
obligaba á morir de miseria, ó á recurrir
al comercio de economía.


En los paises fértiles los hombres no
se vén en la precision de acudir á esta es-
pecie de tráfico para socorrer sus necesi-
dades , porque dándoles la fecundidad
del terreno unida á los beneficios de la
cultura un sobrante en algunos géne-
ros, solamente deben permutar éste con
lo que les falta. El grande objeto de lalegislacion económica en estos paises de-
be multiplicar este exceso y disminuir
este defecto, facilitar mucho la extraccion
de los géneros sobrantes, y procurar que
en la permuta la cantidad de lo que se
dá exceda siempre á la que se recibe, pa-
ra que el resto sea pagado con riquezas
de convencían, cuya i n troduccion conti-
nua, siendo moderada, hará inclinar siem-
pre á su parte la balanza de la riqueza
relativa de las naciones.


Pero además de la fertilidad y esteri-lidad del suelo, deben tenerse presentes la
situacion y extension del pais para deter-
minar el comercio que le conviene. Un pais,
por egempio, de poca extension, que tiene
muchos puertos, ríos y canales nav egables,
es mas propio para el comercio de econo-
mía. Mas pok el contrario, el que e muy


de la legislacion. 25
extenso y que tiene pocos puertos , y so-
lamente le baria el mar por un lado, de-
be siempre preferir el comercio de propie-
dad á qualquiera otro (a). En fin, si á la
infelicidad de la situacion se afiade la
esterilidad del suelo, si su territorio es
pequeño y mediterráneo, entonces el le-
gislador debe promover las manufacturas
y las artes, y levantar su comercio sobre


(a) Si la Rusia, por eget-ripio quisiese
preferir al comercio de sus géneros un co-
mercio de puro tráfico semejante al de los Ho-
landeses, no se hallarian entre los pueblos
que habitan aquella vasta region otros que
conociesen el oro y la plata sino los que están
mas cerca del célebre puerto deCronstad. To•
dos los demás estarian condenados á vivir por
medio de las permutas como hacian sus pa-
dres no hace mucho tiempo. Este comercio
de tráfico es útil á la Holanda, porque las
venas que trasportan el dinero á lo interior
de las provincias unidas son tan cortas, que
la circulacion se hace con una celeridad in-
finita. Mas supongamos que el territorio de
Holanda tuviese la extension del de Francia
6 Espana , y luego verémos retardada esta
circulacion y poco despues interrumpida. A
esta intcrrupcion se seguirá una estagnacion
fatal , y una convulsion que causará necesaria-
Mente la ruina del cuerpo político>


n




26 Ciencia
esto: fundamentos (1). De este modo Gi-
nebra sin mar, y por decirlo así, sin ter-
ritorio, ha llegado á ser una de las ciu-
dades mas ricas de Europa ; y adquirió
la gloria de socorrer á Enrique IV duran-
te la liga , y de resistir á las tropas aguer-
ridas de Carlos Manuel duque de Saboya;
de este modo triunfó de los te ,oros y de
la feroz ambicion de Felipe II ; de este
modo, finalmente, podrian florecer mu-
chos paises de Alemania, á pesar de la
debilidad de sus Príncipes y la miseria
actual de sus moradores. Despues de ha-
ber observado cómo deban influir la ca-
lidad del terreno , la situacion y exten-
sion del pais en la eleccion del comercio
mas propicio y mas Ud', veamos ahora
qué parte deba tener la naturaleza del
gobierno.


Si queremos deducir la regla de los
hechos, y descansar sobre la experien-
cia de todos los siglos, hallarémos que
eI comercio de economía es mas aná-


(1) No me empello en demostrar estas
verd:'des, porque los que hiyan leido segui-
damente esta obra las considerarán corno
otros tantos principios que antes hemos ex-
plicado.


de la legislacion.-27Erncisee.131„e,
logo al gobierno de muchos, y el de pro-
piedad y lujo mas adaptado al de uno
solo. Empezando por la mas remota anti-
güedad, y siguiendo los anales de la
industria hasta nuestros tiempos, verémos
que el comercio de economía floreció en-
tre los Fenicios, en Tiro, en Cartago,
en Atenas, en Marsella, en Florencia, en
Venecia y en Holanda. Y al contrario,
verémos establecido el comercio de pro-
piedad y de lujo en los imperios del Asia,
entre los Persas, los Medos, los Asirios,


en las monarquías modernas de la
Europa.


La razon es muy sencilla. En el go-
bierno de muchos la frugalidad es una
virtud civil , y están proscritos del fausto
y el lujo. Pero esta especie de comercio
que se reduce á un simple tráfico , exige
mucha frugalidad en los que lo ejercen;
Porque para ganar de continuo deben con-
tentarse con una pequeña ganancia , y
menor que la de los demás pueblos para
conservar la ventaja en la concurrencia.
D e esto resulta que esta especie de comer-
cio no puede hacerse por un pueblo en el
qual el lujo es por decirlo así una cosa
inherente á la constitucion del gobierno.
. 1s1 la.misma causa que hace al comercio




28 Ciencia
de economía análogo al gobierno de mu-
chos , hace no lo sea al de uno solo;
pero toda regla tiene sus excepciones.
Puede darse una república á la qual con-
venga un comercio de propiedad y de
lujo, y una monarquía á la qual con-
venga un comercio de economía. Algu-
nas circunstancias particulares, que omi-
to por no entrar en particulares minu-
ciosos , y no repetir lo que se ha insi-
nuado en otros lugares de esta obra,
pueden obligar al legislador á apartar-


de esta regla. La ciencia de la legis-
lacion tiene , es verdad , sus principios
generales, que no debe ignorar el legis-
lador; pero debe usar de ellos como el
orador de los preceptos de la retórica, que
los hace servir á la oracion , y no ésta
á aquéllos.


De la eleccion del comercio paso á
tratar de la proteccion que se le debe.
Este objeto que ha ejercitado la pluma
de casi todos los escritores del siglo, es
el que han mirado con el mayor despre-
cio los gobiernos. Los obstáculos que im-
piden los progresos en todas las naciones;
la esclavitud bajo la qual gime casi toda
la Europa; los atentados que se cometen
continuamente contra su libertad ; las ve-


de la legislacion. 29
;aciones que se hacen sufrir en nombre
de las leyes á los que le ejercen; el es-
pectáculo que ofrecen todas las fronteras
y todos los puertos cubiertos de satélites,
cuyo ministerio es librar al Estado de la
industria de sus ciudadanos , &c. son otras
tantas pruebas que nos demuestran que no
todo lo que se ha hecho por los gobiernos
en favor del comercio es lo que debia ha-
cerse. Empezaron por donde debia aca-
barse; le dieron unos cortos auxilios, pero


° dejaron en pie los obstáculos. Instruido
pues por la experiencia y los errores de
los gobiernos seguiré un método del todo
diverso. Hablaré primero de los obstácu-
los que se deberian apartar , y despues de
los impulsos que se le deberian dar.


CAPÍTULO XIX.
De los obstáculos que se oponen á los


progresos del comercio en casi toda
la Europa.


Pongo á la cabeza de estos obstáculos
el sistema actual de las Aduanas. La po-
lítica de Augusto y las calamidades del
Imperio hicieron nacer este abuso, cuyas
consecuencias experimentan hoy todas las




3o Ciencia
naciones de Europa. Los gastos que exl-
gian la conservacion de una autoridad
usurpada , la prodigalidad necesaria al
despotismo que nacía, la necesidad de las
legiones, la avaricia de las cohortes pre-
torianas, la organizacion superior é in-
ferior del gobierno de un imperio que in-
cluía dentro de sus límites casi toda la
-Europa , y una parte considerable del
Asia y del África; la ex6rbitancia de es-
tos gastos unidos á la manía comun á to-,
dos los tiranos de ocultar á los pueblos las"
inmensas sumas con que pagan sus veja-
ciones, y la pérdida de su libertad, deter-
minaron á Augusto á establecer una im-
posicion general sobre todas las cosas ve-
nales ( t ), una nueva cuota sobre los le-


(a) El impuesto sobre las cosas venales
fué establecido por Augusto despues de las
guerras civiles. Rara vez pasó este derecho
del uno por ciento, pero se extendía á todo
qtz.nto se compraba en las plazas y en las
ventas públicas, desde las mayores adquisi-
ciones en tierras ó heredades, hasta la mas
mínima cosa. Tácito dice que Tiberio se
vid precisado para aplacar al pueblo, que re-
clamaba contra este impuesto, de declarar
por un edicto que la conservacion y subsis-
tencia de los egércitos dependia en gran par'


de la legislacion. 3 l_
gados y herencias (t), y á introducir el
sistema favorito de las Aduanas. Todas
las mercancías que llegaban por mil ca-
nales diversos al centro comun de la o-
pulencia y del lujo , pagaban un dere-
cho , cuyo diferente valor , segun los
diversos objetos sobre que estaba im-
puesto , se extendia desde un quarenta
hasta un octavo del precio de las mer-
caderías (2).


En un pais donde la opulencia de-
pendia de todo menos del comercio; don-
de éste léjos de ser la fuente de las rique-
zas , era un desagüe de las que llegaban
á la ciudad de todas las partes de la tier-


te de esta contribucion. Tácito A' nnal. lib.
5. cap. 78.


(i) Esta cuota llegaba al cinco por cien-
to sobre el valor del legado ó de la heren-
cia ,si llegaban á 5o é, roo piezas de oro. Dion,
lib. cap. 56.


(2 ) A esta contribucion estaban sujetas
no solamente las mercancías extrangeras sino
tambien las de las provincias del imperio,
no solamente las de lujo sino las de primera
necesidad. La diferencia consistía en la can-
tidad , pues era mayor en las de lujo y en las
d e los extrangeros. Plin. Hist. natur. lib. 6.
"P. 23. lib. a. cap. 1 S.




32 Ciencia
ra, la introduccion de estas Aduanas po-
dia ser indiferente, y aun útil, considera-
da bajo algunos aspectos , ¿pero cómo
podria justificarse al presente, guando los
intereses de las naciones son tan dife-
rentes?


Me compadezco de la miseria huma-
na guando veo triunfar el error en me-
dio de tantas luces y del resplandor de
la verdad , que cada dia recibe nuevas
ilustraciones. Imponer una pena pernicio-
sa á todo ciudadano industrioso, obligar
al mercader á pagar una multa del ma-
yor beneficio que hace al Estado, tratar
el comercio comc enemigo, recibir sus
provisiones con las armas en la mano,
rodear todos los puertos , todas las pla-
yas, y todos los pasos del comercio inte-
rior y exterior de satélites y de espías,
séres venales y corrompidos pagados por
el Estado, al qual hacen traycion por el
negociante á quien atormentan, y por el
contrabandista á quien protegen , dando
entrada á todas las vejaciones y fraudes
que pueden idear los ejecutores pensiona-
rios de una ley injusta ; obligar en una pa-
labra al negociante á persuadirse que acer-
cándose á una Aduana se le prepara segu-
ramente una afrenta ó una rapiña. ¿Ha si-


de la legislacion. 33
do esta en algun tiempo la política de las
naciones comerciantes ? Son estos los
principios por los quales debe dirigirse el
sistema económico en un siglo en el qual
el comercio es considerado como el prin-
cipio que decide de la vida de las na-
ciones y del bien estar de los pueblos?
¿Es esta la fuente de donde al presente
deben sacar los cuerpos políticos la parte
mas considerable de sus rentas ? No se
podria , sin disminuir estas rentas , librar
al comercio de un obstáculo contra el
qual es inútil todo esfuerzo ? ¿ No se po-
drian combinar los intereses del fisco con
los del comercio, de modo que los Reyes
fuesen igualmente ricos sin que sus ri-
q uezas perjudicasen á los pueblos ? ¿No
bastaria en fin dar otra forma al sistema
de los impuestos para hacer menos pesado
el yugo sin disminuir el provecho?


La posibilidad de esta empresa ha sido
demostrada hasta la evidencia por los es-
critores económicos del siglo presente;
Pero sus esfuerzos han sido inútiles. La
verdad ilustrada por ellos se ha detenido
delante de las paredes del palacio de los
Príncipes, y no ha podido penetrar hasta
los tronos poniendo en escritos luminosos
Clara la teoría intrincada de las rentas
• Tono ///,•


yyrxd~w.




34 Ciencia
públicas ; solamente han conseguido ha-
cernos mas pesada la carga de los males
que nos oprimen mostrándonos la facili-
dad con que podrian curarse sino fuera
tan grande la indolencia de los que de-
berian remediarlos. Por desgracia de los
hombres parece que los que están encar-
gados de la direccion de los negocios cier-
ran alguna vez los ojos á la luz de quan-
to se les manifiesta con la mayor eviden-
cia. Una reforma en la que la justicia, el
interés público, y el de los Príncipes, se
combinase tan evidentemente, aún no se
ha tentado ni propuesto en los gabinetes
de los Reyes, en los quales no se habla.
sino de comercio, pero sin dejar de per-
seguirlo.


Las cosas han permanecido en el es-
tado que antes tenian ; el comercio ha que-
dado aprisionado entre las cadenas de los
impuestos fiscales ; el tráfico interior y ex-
terior está interrumpido en todas partes;
un ciudadano industrioso tiene sobre sí
mil ojos que le observan ; parece que el
gobierno le teme ; no puede mover el pie
ni pasar de un lugar á otro sin ser dete-
nido y obligado á pagar algun derecho.
Si quiere negociar en ci extrangero , antes
que sepa si,'su especulacion tendrá un éxi-


de la legislacion.
to favorable, la aduana, esta urna de las
Danaidas, y quizás mas voraz que aqué-
lla-, ya le ha arrebatado una parte del be-
neficio futuro. Si procura ocultar su em-
presa , el temor de ser sorprendido le
obliga á cerrar cien bocas que con su aya..
ricia y mala fé disminuyen el 'beneficio
del contrabando sin librarle del terror y
donde quiera que vuelva los ojos encuen-
tra fraudes que precaver, espías que cor-
romper, ó gavélas enormes que pagare.- -


En medio de tantas asechanzas, ¿po-
drá por ventura prosperar el comercio?
Una planta que no puede brotar sino en
el seno de la libertad, ¿ podrá acaso flo-
recer cofre las cadenas de la esclavitud
de la opresion ?


Así el primer paso que deberia darsé
l'avor del comercio sería reformar el 'sis-


tema presente de-las- aduanas. , SerWpre-
ciso apartar los obstáculos que éstas opoz.
nen, tanto al comercio ínteríor como?al
exterior , ; ,-T para conseguirlo sin , distra-
nuir las rentas fiscales , y compensar :está
pérdida, sería necesario dar una,_.nu'eva
forma al sistema, general de dos impuestos
Y gavelas.
— Tratarémos de esta materia importante
•quAnd (> hablemos de la, teoría de los


C




36 Ciencia
puestos, que.tambien se comprenderá en
este segundo libro (1).
_ Ahora voy á exponer otro obstáculo


que si no es mas perjudicial que el pri-
rnero.,:á lo menos es mas dificil de supe-
rar; -,un obstáculo que-es el oprobrio de
niuestrolliglo, y dé nuestra política; un
obstáculo en fin del qual todos los pue-
blos sienten los funestos efectos, sin que
xringuno se atreva á ser el primero en po-
nerle Ternedio. Quiero hablar de los celos
del comercio, y de la rivalidad de las na-
dones.


CAPÍTULO XX.
-


Ptios zelos del comercio, y de la rivali-
dad de las naciones. .


. .


Utt principio no-menos injusto' que faI;.:
sonigualmente contrario á la moral-que


laipolítica, ha seducido funestamente :á
losque dirigen los intereses de los pue-
blos.: Se crée comunmente que-una nacion
no puede ganar sin que pierdan las otras;
quemo puede enriquecerse sin que se em-
pobrezcan las demás; y que el grande ob-


- (0.-Se crée comunmente que los dere-
chos .impuestos sobre la extraccion de las


de la legislacion. 37
ieto de la política consiste en levantar la


mercancías nacionales son un mal; mas que
los impuestos sobre la introduccion de las ex-
trangeras es un bien para el Estado..Refuta-
ré esta opinion guando hable de la teoría de
los impuestos, contentándome por ahora de
referir de antemano algunas reflexiones sobre
los hechos que ha producido este sistema erró-
neo en el comercio de la Gran Bretaña.


El gobierno británico , que ha procurado
siempre favorecer la extraccion de los géne-
ros nacionales, ha recargado con derechos
exorbitantes la introduccion de los extrange-
ros. ¿Quál ha sido el efecto de este errado
sistema? t.° La multitud de contrabandos,
que no pueden impedirse con las penas mas
severas, si les acompaña la esperanza de una
grande Utilidad. 2.° La diminucion de su
comercio de economía. Porque aunque hay
una ley en Inglaterra que manda la restitu-
cion de los derechos en la nueva extracción,
este remedio no recompensa el cisfio que los
impuestos que se pagaron á la entrada oca-
sionan en su comercio de economía. Esto es
evidente. El mercader que compra los géne-
ros de la América ó de la India oriental para
extraerlos nuevamente está obligado á des-
embolsar dos capitales; el uno es el precio
de los géneros, el otro el derecho de Adua-
na. En el segundo, que en muchos artículos
es doble del primero por lo excesivo de los




38 Cienciá
propia grandeza sobre las ruinas de las


impuestos de introduccion, pierdedesde luego
una parte del derecho que paga, el qual es
en beneficio de los oficiales de la aduana, y
no se le restituye en la nueva extraccion;
pierde al mismo tiempo el interés de este
capital en el tiempo que se ocupa en fabri-
car ó en preparar su cargamento. Esta do-
ble pérdida le obliga á subir el precio de sus
géneros, subida que de dia en dia disminuye
su despacho en Jos mercados estrangeros.3.° De este mismo principio ha resulta-
do otro efecto funesto para el comercio de
la Gran Bretaña. En una nacion comercian-
te todo aumento en los gastos de transporte
es una pérdida real para el Estado, los quales
no pueden menos de depender de los gastosde construccion, y ésta se ha encarecido infi-
nito en Inglaterra por los derechos de aduana.


4.0 Estos mismos derechos impedian á]os Ingleses reducir á polvo su tabaco de la
Virginia. Este tabaco que se vendia á losextrangeros á dos dineros y medio esterlinesla libra,


se pagaba á ocho y cinco octavos
en lo interior del Estado por los derechos
excesivos de Aduana. La ventaja dei estran-gero sobre el


nacional era de 35 por loo.Estas no son conjeturas, son hechos induda-bles que deberian desimpresionar á los quegobiernan de las preocupaciones vulgares de-
masiado funestas para las naciones.


de la legislacion. 39
,tras. Este principio erróneo que fué la
base de la política de los Romanos y Car-
tagineses (r), y que al mismo tiempo cau-
só la ruina de las dos repúblicas; este mis-
mo principio ha introducido funestamente
en la Europa ciertos celos universales de
comercio, que no son otra cosa entre los
Estados sino una conspiracion secreta para
arruinarse todos sin que ninguno se en-
riquezca.


¿Quién puede describir los males que
esta funesta rivalidad causa al comercio
general y particl lar de los pueblos? Basta
observar el sistema con que al presente se
dirige el comercio de las naciones de Eu-
ropa, para dar una idea superficial de
ellos. Mirándolo de cerca veremos que una
nacion guarda con el mayor celo cierto
ramo de comercio que le es poco prove-


(1) Se sabe con 'quántos celos haci?.n los
Cartagineses su comercio. En la neerociacion
que concluyó Hannon con los Romanos, de-
claró que los Cartagineses no sufririu. que
aquéllas se lavasen tan solamente las manos
en el mar de Sicilia; y se les prohibió á és-
tos navegar atas allá del promontorio Bello,
y de comercial' en Sicilia, Cerdeña y Afri-
ca , á lo menos en las partes sujetas á los
Cartagineses. Léase á Polibio lib. 3 . y á Jus-




4° Ciencia
choso, y que le impide emprender otro que
le traeria mas ventaja, por temor que su
rival no se haga dueño de él. Verémos
que no hay nacion que no se oponga
gustosa á las empresas pacificas de otras,
y que no se alegre de sus pérdidas. To-
das parece que están combinadas unas con-
tra otras. Veremos los rayos de la guerra
enemiga del comercio retumbar de


,
un


polo al otro sobre las costas del Ásia , Afri-
ca y América, y sobre el Océano que nos
separa del Nuevo Mundo, y sobre la vas-
ta extension del mar Pacífico. Verémos la
Inglaterra y la Francia siempre enemigas
entre sí, y siempre vigilantes para apro-
vecharse de las ocasiones de arruinar mú-
tuamente su comercio; la España obliga-
da á defender sus galeones con esquadras
formidables sobre un mar inmenso teñido
tino lib. 43 . cap. 5 . Y por lo que toca á los
Romanos, es bien sabida su política destruc-
tora y su patriotismo exclusivo. Me conten-
taré con recordar aquí una ley de Graciano,
Valentiniano y Teodosio, por la qual no so-
lamente prohibia llevar oro á los pueblos
que llamaban bárbaros, sino que mandaba
usar de todos los medios posibles para qui-
tarles con mafia todo el que tuviesen. Cod.


commerc.
mercator.


de la legislacion.
en sangre, y cubierto de cadáveres en sus
guerras contra los Ingleses; á Portugal
presa de una nacion que le ha causado
mas males por sus tratados, por sus con-
federaciones y su comercio, que el que le
hubiera podido traer con la misma guerra;
á la Holanda, esta república, que mas que
.otra alguna debía respetar la justicia, y
fomentar la libertad general de la indus-
tria y del comercio. Verémos, digo, á la
Holanda olvidar sus verdaderos intereses,
derramar sus tesoros, y preparar su ruina
en aquellas guerras en que no podian em-
peñarla su gloria , su seguridad y su li-
bertad, sino su desmedida arnbicion, sus
celos, y su rivalidad (1). Veremos finalmen-
te que el comercio que por su naturaleza
debe ser el vínculo de la paz, se ha con-
vertido en una causa perenne de injusticias
y de discordias por un efecto de estos
funestos zelos de las naciones, de los qua-
les se resienten aun aquellas que quisie-
ran encontrar en la neutralidad su paz y
sus ventajas.


(1) No hablo aquí de la presente guerra,
en la qual las operaciones de la Holanda no
han sido dirigidas por los zelos y la ambi-
eion, sino por la fuerza y el temor.




42 Ciencia
No hay que lisonjearse mientras sub-


sista este espíritu de envidia y de rivali-
dad, el comercio causará mas males que
bienes, y siempre le verémos en el estado
de decadencia.


Despojándonos de toda preocupadon,
y revistiéndonos de aquel carácter de im-pa


rcialidad que exigen las instituciones pe»
líricas, hailarémos que el interés privado
de cada nacion tan est rechamente unido
con el interés universal; y vice versa, el
interés universal tan est rechamente unidocon el pa rticular, no puede perder una na-
don sin que pierdan las otras, ni ganar sin
que las Otras ganen. Permítaseme una bre-
ve d igresion , y dar una breve ojeada á losin tereses de las naciones de Europa parademostrar esta importante verdad.


Empezando)
por la Espafía hallarémos


tendría grande interés en adelantar su agri-cultura, a umentar su pob l acion, acelerary mejorar su comercio en las Indias Oc-cidentales, y dar una salida á la exórbi-
rancia de sus metales comprando los pro-
ductos de la industria extrangera (1). To-


(r) Remos insinuado esta verdad en el
Cap. 3. del lib. 1. 0 , y la ex p l iCaralOS mejor
,ta el discurso de este lib. 2.°


de la legislacion. 43
da la Europa encontraria su interés era
estas ventajas. Porque á medida que se
perfeccionase su agrieul ,.ura se aumenta-
rla su poblacion; y en razon de este au-
mento sería mayor la necesidad que ten-
dría de la industria extrangera. Quando
mas se aprovecharla del comercio de Amé-
rica, sus naves volverian mas cargadas
de tesoros, y podria pagar mejor las obras
de las manufacturas extrangeras. Enton-
ces la Francia, la Inglaterra y la Italia
verian que las obras de las manufacturas
eran mas buscadas por una nacion que
las pocha comprar mejor que las demás,
venderían mas cara su industria, y COM-
prarian mas baratos los géneros de la
América que se han hecho tan necesarios
para los Europeos.


Pasando de España á Portugal halla-
remos que el grande interés de este pais,
que por no haberlo conocido ó desprecia-
do su gobierno ha causado la extrema
miseria de la nacion , sin embargo de los
tesoros que todos los afios recibe del
Nuevo Mundo; que este grande interés
sería admitir la mayor concurrencia, así
en nla


das
venta de las manufacturas y mer-


ca propias, como en la introduccion
de las extrangeras; ¿y quién no vé que




44 Ciencia
éste mismo sería de las otras naciones
que se hallan en estado de introducirlas?


Lo mismo debe decirse de la Rusia.
Si esta nacion se librase del monopolio
de los Ingleses como debería hacerlo Por-
tugal , si fomentase la concurrencia de
las naciones del Mediodía en su puer-
to de Cronsrad, venderla mas caros sus
productos y comprada mas baratas las
manufacturas extrangeras, y al mismo
tiempo acarrearia grandes ventajas á to-
da la Europa, abriendo un nuevo cami-
no á la industria y al comercio de muchas
naciones (1).


Volviendo de aquí la vista á la Fran-
cia nos convencerémos aun mejor de esta
verdad. Esta nacion feliz por la fertili-
dad de su suelo y la delicadeza de sus
ingenios, arbitra absoluta del buen gusto
y de las modas, y habitada de célebres
artesanos y fabricantes, envia mas géneros
á los extrangeros que reciben de ellos.
Pues si la Francia estuviera tan po-blada como podia estarlo; si sus leyes
no hubieran arruinado la agricultura; si
las máximas y el sistema que sigue en la
administracion de las rentas públicas fu e-


(a) Es justo responder aquí de antemano á


de la 7egislacion. 45
se mas favorable á su comercio, su pros-
peridad sería la admiracion del universo,
y al mismo tiempo baria feliz al resto de
la Europa.


Los extrangeros comprarian á me-
nos precio las producciones de su sue-
lo y de su industria, y ella consumiría
mayor cantidad de los géneros y mercan-
cías extrangeras. Creciendo la prosperi-
dad de sus colonias á prop. orcion de su me-
trópoli , aumentándose su poblacion, y per-
feccionándose por este medio su cultivo,


objecion que se me podria hacer. Se me
cirá: librándose Portugal y Rusia del mono-
Pijo de los Ingleses, como parece que no tar-
Ok..án mucho en conseguirlo, es cierto que
reultarian grandes ventajas á estas dos nacio-
nes y aun al comercio universal de la Euro-
Pa ;; perola Inglaterra no perderia mucho si
esto;ucediese? Y así los intereses de esta na-
ci onal) están unidos á los de las demás ría-
clon; europeas en nuestro caso. Z No pare-
ce ésa una excepcion de la regla ? No. Con-
fieso ue la Inglaterra teniendo que hacer su
corifeTio con la Rusia y Portugal en concur-
renciale las demás naciones, no sacaría de
él tanto utilidades como antes; z pero esta
Pérdid; pasado algun tiempo, no sería com-
pensad; ton la mayor-venta de sus géneros




46 Ciencid
resultarían dos ventajas considerables á
las otras naciones: los productos de estas
colonias, que han llegado á ser necesa-
rios en Europa, se comprarian á precio
mas bajo luego que se aumentase su co-
secha; y al mismo tiempo hallando la
Francia mayor despacho de sus manufac-
turas en América, las de las otras nacio-
nes tendrían menor concurrencia que sos-
tener, no pudiendo competir con ella ni
en los mercados ni en los puertos de Eu-
ropa. Finalmente si no hubiera renuncia-


que serian mas buscados luego que la opuler
cia universal, derivada de la libertad genera.
del comercio aumentando las necesidades
razon de los medios de satisfacerlas,
plicase los pedidos? Aun hay mas. Si la h-
giater r a no se hubiese empellado volunraia-
mente en unas guerras que la han cosido
tanta sangre y dinero, la balanza deniafado
ventajosa de su comercio la hubiera lleado
á una excesiva Opulencia que luego acrrea
la miseria, corno demostraré en su luga• Sin
estas salidas violentísimas, la pérdida.e al-
guna ventaja no solo hubiera sido fumta si,
no ventajosa á esta nacion. Luego ncserian
los intereses de la Gran Bretaña veraderos
y permanentes, sino su excesiva ambeion


...que .podria hacerle sensible esta péridaz::


ale la le gislacion. 47
do casi enteramente á los beneficios de su
pesca y de sus salinas; si supiera aprove-
charse mejor de los dones de la naturale-
za. y de las ventajas de su situacion; si
el Océano que la baña por un lado y el
Mediterráneo por otro, le hiciesen cono-
cer la inutilidad de la tropa de tierra y
la necesidad de la de mar ; si su gobier-
no sepultado tamos años en un profun-
do letargo abriese algun dia los ojos, su
marina levantada á aquel grado de poder
que deberia tener, y al qual parece que
se vá acercando, enriquecería el comercio
del Norte. El imperio del mar disputado
por dos potencias igualmente fuertes para
impedir que alguna de ellas se :o apropia-
se quedaria indeciso, y la libertad del
comercio de la Europa quizás no tendría
nada que temer: de este modo todas las
otras naciones hallarían su interés en la
prosperidad de la Francia (i).


1Mas qué dirémos de Inglaterra? Veo
toda la Europa declarada contra esta re-


(1) Preveo que leyendo este artículo so-
bre los intereses de la Francia se me hará:
otra objecion. Se dirá que el interés de
Francia es fomentar y proteger la piratería
de algunas repúblicas del Mediterráneo, por-
que hacen un gran comercio de tráfico ea


graucisco hecti►a




43 Ciencia
pública; oigo á la humanidad entera ofre-
cer sus votos por la independencia de lag
colonias; y veo en fin dos grandes poten-
cias empeñadas en su ruina. Me compa-
dece este espíritu de venganza, este ódio
casi universal contra una nacion que lo
ha comprado con sus injusticias ; contra
una república que ha sido siempre mas
inclinada á entristecerse de la prosperidad
de las otras que alegrarse de la suya;
contra un pueblo que no se ha cóntenta-
do con hacerse rico, sino que ha procu-
rado serlo él solo. Su patriotismo exclusi-
vo semejante al de los Romanos ha de-
bido atraerle el ódio de todas las naciones
comerciantes; corno las vejaciones que ha
hecho sufrir á sus colonos le han conci-
liado el de todas las almas moderadas,
de todos los espíritus libres, y de todos
los filósofos defensores atrevidos., pero
débiles , de los sagrados derechos de la
humanidad.


Pero veamos si á pesar de los motivos
este mar bajo estos funestos auspicios. Pero
se roe dirá que seguramente no es éste el in-
terés de las otras naciones.


Respondo á esto que no hay duda en que
el interés de las demás naciones sería que su
comercio no 'estuviese expuesto á los peligro


de hy-legislacion. 49
que ha dado la)Inglaterrail las otras na-
-dones paya-alegrarse de sus pérdidas, de-
Iberia la Europa temer la ruina de esta
.nacion antes que desearla. Veamos si en.
esta ocasion el interés universal se une
tambien con el .particular , y si todos los
miembros de la gran sociedad que forma
la Europa deberian temer tanto como la
misma Inglaterra las desgracias que les
amenazan por la independencia de sus
colonias. Supongamos que el suceso jus-
tifique la rebelion de los Americanos, y
que queden libres é independientes; que
esta revolucion tenga las consecuencias
imas funestas para la Inglaterra ; que la
Providencia que decide de la suerte de


que amenaza á una navegacion por un mar
cubierto de piratas. Son muy sensibles los
obstáculos que este temor opone al comercio,
y mi patria tiene de ello pruebas muy con-
vincentes. ¿ Pero qué ventajas consigue la
Francia de este temor universal ? Cierta pre-
ferencia de transporte y de tráfico en este
orar. ¿Pero este comercio de tráfico, de trans-
porte, y de economía, es por ventura el que
conviene á esta nacion? Segun los principios
que hemos expuesto en los capítulos anterio-
res, ¿ la Francia no deheria renunciar á este
comercio que es contrario á la naturaleza de


Tomo




S oCiencia
los imperios haya pronunciado el decreto
de destruccion de la Gran Bretaña : su-
pongamos que esta nacion privada de las
ventajas del comercio que hacia con sus
colonos , y del que éstos hacian por ella;
debilitada por una guerra larga y costosa,
arruinada por su deuda nacional, proscrita
del Nuevo Mundo, y oprimida en el ami-
guo , viniese á perecer ; que su vacilante
libertad sostenida por sus riquezas se con-
virtiese en la mas dura esclavitud, y que
la Gran Bretaña llegase á ser presa de un
conquistador ó víctima de un déspota.


¿Qué sucederia en este caso á las de-
más naciones ? Es verdad que la Francia
se libraria de un vecino terrible, y sus


su gobierno, y á la fertilidad y extension de
su suelo?


El comercio de propiedad, que es el que
le conviene, tiene necesidad de este instru-
mento destructor para prosperar ? Muy al
contrario: este comercio le sería mas prove-
choso al paso que el de las otras naciones
Sería mas libre. Esta verdad es tan evidente
que sería inutil demostrarla. Así la Francia
no tiene interés en fomentar la piratería del
Mediterráneo, y el uso de esta politica des-
tructora infamaría eternamente su nombre
stn acarrearle ventaja alguna verdadera.


de la legislacion. 5
manufacturas sin la concurrencia de los
Ingleses se venderian á mayor precio. La
España recobraria lo que aquella nacion
le ha quitado, y vería otra vez en sus ma-
nos las pretendidas llaves del Mediterrá-
neo. La Holanda, émula de Inglaterra,
sin embargo de la pérdida de las sumas
inmensas que le ha prestado , crecria ha-
berlo conseguido todo con la ruina de
una república industriosa y comerciante
como ella, pero mas favorecida por la na-
turaleza en lo interior , y mas respetada
de los extrangeros. En fin la Rusia, la
Dinamarca y la Suecia verian tal vez con
gusto la caida de una p ptencia que ha
querido dominar en sus mares. ¿Pero es-
tarían bien fundadas estas esperanzas?
¿Estas ventajas aparentes tendrian algo
de 'real? ¿No serian mas bien prestigios de
una fortuna precaria , que se cambiarla
muy pronto con la ruina universal de la
Europa ? Si las colonias inglesas quedan
independientes, qué fuerza podrá conte-
nerlas de los Españoles ; de los Portugueses
y Franceses ? Si el rayo de la independen-
cia llegase á estallar en la América anglica-
na , ¿ no resonaria luego despues en las de-
más partes de este vasto Continente?¿no•
se baria entonces toda la América indepen-


D 2




$ 2 Ciencia
diente de la Europa? ¿Qué sería entonces
de nuestro comercio? ¿Qué podríamos
darles en cambio de sus frutos? ¿ Con qué
podríamos pagarles á los propietarios del
Perú., y á los dominadores del Brasil ? ¿Por
ventura con nuestras producciones? Pero
la mayor parte de éstas se criarían igual-
mente en la América luego que la agri-
cultura los pidiese á su terreno. ¿ Con nues-
tras manufacturas y artes ? Pero éstas flo-
recen ya en la Pensilvania á pesar del es-
trépito de las armas y de los horrores de la
guerra. ¿ Les pagaríamos con los produc-
tos de la India oriental? Pero la pérdida de
la América nos privaría tambien de este
comercio que sostenemos á costa suya. Sin
las minas del Potosí nosotros no sazona-
ríamos nuestras viandas con los aromas
del Asia, ni vestiríamos las hermosas te-
las de Coromandel. Así el comercio de
roda la Europa perecería tal vez junta-
mente con el de los Ingleses si éstos per-
diesen sus colonias.


Exáminando la qüestion de parte de
las colonias, hallaremos que si la depen-
deuda de la Gran Bretaña fuese como
deberia ser una dependencia de gobier-
no y no de esclavitud ; si la libertad de
su comercio y sus derechos fuesen res-


de la legislacion, 53
retados por la metrópoli , como los de
los otros hermanos ; si ésta no hiciese
una distincion absurda entre los intere-
ses de sus ciudadanos de América y los
de sus ciudadanos Europeos ; si olvidán-
dose que el mar los separa , solo viese en
sus provincias americanas una extensiort
no interrumpida de su territorio europeo;
entonces la dependencia de las colonias,
lejos de impedir los progresos de su pros-
peridad, la asegurada mas resguardán-
dola de los peligros á que podria exponer-
la su total independencia ; entonces no
tendrian motivo de temer la ambicion de
algun espíritu atrevido y activo , ni las
discordias intestinas que podrian levan-
tarse en el seno de la paz , ni las disen-
siones recíprocas entre ellas mismas que
la política Griega no pudo precaver en-
tre sus repúblicas, y que solo la pobreza
local quizás ha alejado por tanto tiem-
po de las playas de las provincias unidas;
entonces, finalmente, la Europa sin te-
mer su prosperidad podria tener parte
en ella.


Hecha una brevísima reseña de los in-
tereses de las naciones europeas, dejo con
gusto á los que lean este libro el ellá-
men de los de , Alemania, Dina-




54 Ciencia
marca y Suecia. Los de las dos primeras
fundados sobre las producciones de la
tierra y de la industria ; y los de las
dos últimas, dependientes de su comer-
cio con las Indias Orientales, de sus mi-
nas de hierro y cobre (I) , y de sus
maderas de construccion , &c. están tan
claramente unidos con los intereses de
de toda la Europa, que sería inútil dete-
nerme en demostrar su enlace. Me con-
tentaré con hablar de la Holanda ponien-
do fin á esta digresion.


Los tres grandes manantiales de las
riquezas de esta república son su comer-
do con las Indias Orientales en sus co-
lonias de América, y su comercio de trá-
fico y cabotage en la Europa. Por estos
medios promueve su utilidad y la de la
Europa. Por el primero nos provee de las
drogas y de las mercancías del Oriente,
las quales se han hecho para nosotros ob-
jetos de necesidad ; y proporciona á los
géneros y manufacturas de Europa una
grande salida, que las hace mas prove-
chosas y que valgan mas. Con las co-
lonias de América suple la falta de su


(a) Estas son un objeto muy interesante
del- comercio de la Suecia.


de la legislacion. 55
territorio en Europa ; puede unir las
ventajas de la agricultura con las del co-
mercio ; puede reparar los males que le
causan los progresos de la industria uni-
versal ; puede considerarse como una po-
tencia territorial; en una palabra, no de-
beria hacer sino librar sus colonias de/
yugo de los privilegios exclusivos que las
oprimen, para hacerlas el apoyo eterno
de su prosperidad, 6 para inundar la Eu-
ropa de sus preciosos productos. Final-
mente con su comercio de tráfico y de ca-
botage mantiene la abundancia y la concu-
rrencia en todos los puertos y en todos los
mercados de Europa ; y es el apoyo de la,
industria de todas las naciones, la que les
lleva todo lo que les falta, y compra lo so-
brante de su consumo; en una palabra, la
bienhechora del género humano. 1Seríl
acaso útil á la Europa que pereciese una
república de esta naturaleza ? 1 Este co-
mercio tan útil para la Holanda, no lo es
acaso igualmente para toda la Europa?
Si sucediera por castigo del cielo que
la Holanda fuese en un instante inunda-
da de las aguas del Océano, de las qua-
les su industria superior á la fuerza de
los elementos ha sabido defenderla ,
Europa no necesitaria de algunos siglos




5 6 Ciencia
para reparar esta pérdida ? ¿No perece--
ria con ella una gran parte de su comer-
cio? Es verdad que á medida que crece el
de las Otras naciones, el tráfico de la Ho-
landa en las costas de Europa es menos
activo; mas la concurrencia de los H olande-ses será siempre ventajosa á los Eu ropcos.Persuadidos pues de la estrecha unjanque se halla entre los intereses de cada
una de las naciones con los i ntereses de
toda la Europa, de las funestas canse-
qüencias de los celos del comercio y de
la rivalidad de las naciones, así como delos males que este errado sistema causa
al comercio general y particular de lospueblos, ¿qué nos resta que hacer sino ani-
mar á cada uno de los legisladores paraque procure ser el primero en dar á los
otros gobiernos el egemplo de la mas sa-
ludable empresa, venciendo las antiguas
preocupaciones, abriendo sus puertos átodas las naciones, y echando los fun-
damentos de aquella necesaria libertad,
sin la qual el comercio será siempre tímido,
porque será esclavo y siempre lento, porque
estará oprimido con el peso de las cadenas
que le sujetan? Sí, respetables legisladores
del género humano, hombres tan dicho-
sos talle 'Podels intl ir en la felicidad de


de la legislación. 57
los pueblos; Reyes y Ministros que en-
'mis en aquellos santuarios inaccesibles al
resto de los mortales , en aquellos templos
de los quales salen las órdenes que cier-
ran ó abren el de Jano ; persuadíos de
esta gran verdad, que tanto en el mundo
físico como en el político todo es depen-
dencia, todo es relacion , y nada hay que
esté aislado. Observad como este órden in-
alterable de la naturaleza dió origen á las
sociedades, y hizo nacer el comercio en-
tre los hombres. Tened presente que el obje-
to del comercio es hacer de todas las nacio-
nes una sola sociedad, en la qual todos
sus miembros tengan iguales derechos de
participar de los bienes de las otras ; por
lo que respecta al fin y los medios, supo..
ne el deseo y la libertad concentrada en
todos los pueblos de hacer quantas per-
mutas y cambios puedan convenir á sus
mutuas necesidades. Estad convencidos
que si las naciones con las quales comer-
dais tienen necesidad de vosotros y vo-
sotros de ellas, debiendo crecer su po-
blacion á medida que se aumente su pros-
peridad, hallareis mayor número de com-
pradores de vuestros productos y de vues-
tra industria, y mayor número de ven-
dedores de lo.<2, géneros que os faltan.




58
Ciencia
Renunciad, pues, ese espíritu de ri-


validad y de zelos. Combinad vuestros
intereses y ventajas con las de las otras
naciones. Este es el único medio para.ha-
eer duradera y estable la p rosperidad de
vuestros Estados. Romped esas barreras
crueles, aborreced esas absurdas distin-
ciones entre nacion y nacion, funestas
reliquias de las preocupaciones antiguas
de la barbarie siempre destructoras, pero
en el dia i ndecorosas para un siglo que
se crée ilustrado, y que en efecto debe
serlo. .Abolid aquellos pactos de confede-
racion y alianza que tienen por pretes-
to la defensa, y la invasion por fin y por
vocacion ; que obligan á un pueblo que


tajpodria gozar y aprovecharse de las ven-as de la paz á mezclarse en las pre-
tensiones de otra nacion, á derramar su
sangre, sacrificar sus tesoros, interrum-
pir su comercio para satisfacer la ambi-
cion de un Rey extrangero, para defen-der sus derechos supuestos y títulos frau-
dulentos ó dudosos, sus &líos personales,
su vanidad pueril, sus zelos mal funda-
dos, y sus mismos delirios. Considerad
como un manantial de abusos políticos
aquellos, tratados de comercio que vienen
á ser corno semilleros de guerra y de dis--


de la legislacion. 59
cordia; aquellos privilegios esclusivos que
una nacion consigue de otra para un
tráfico de lujo ó para un comercio de
subsistencia. La libertad general de in-
dustria y de comercio es el único tratado
que una nacion comerciante é industriosa
deberia establecer en su interior, y bus-
car en los paises extrangeros . Todo lo que
favorece á esta libertad es -útil al comer-
cio, y le perjudica todo aquello que la
coarta. Los zelos de comercio y la rivali-
dad de las naciones la coartan en lo exte-
rior los reglamentos demasiado minuciosos
Y complicados; y la excesiva intervencion
del gobierno la destruyen en lo interior.
Por esta razon considero éste como uno
de los principales obstáculos del comercio.


CAPÍTULO XX I.


Otros obstáculos que impiden los progre-
so s del comercio en la mayor parte de las
naciones, derivados de la excesiva inter-


vencion del gobierno.


odo ciudadano sensato debe desear
gne Dios libre á su patria de dos extre-
mos igualmente perniciosos : de la excesiva
negligencia del gobierno, y de su dema-




Go Cica*
siada vigilancia. Querer saberlo toda,
verlo todo, y dirigirlo todo, es una fuen-
te de desórdenes no menos funesta que la
indiferencia y el descuido. Toda la ha-
bilidad del gobierno consiste en el cono-
cimiento y la ciencia de aquella justa y
dificil mezcla de atencion y de abandono,
de i ntervencion y de libertad en los ne-
gocios. Compárese por un instante la di-
reccion de los pueblos con la de los niños.
Si se extiende en éstos la vigilancia hasta
en las menores cosas, si se quiere arreglar
todos sus movimientos y todas sus accio-
nes, el arte no tardará mucho en sofocar
á la naturaleza ; ésta no se reconocerá en
el discípulo, y no será capaz de producir co-
sa alguna. Por el contrario si los abando-
nais demasiado, los vicios se apoderarán de
ellos, y se perderán por un motivo opues-
to. Lo mismo sucede en el gobierno. La
excesiva negligencia hace nacer y per-petúa todos los desórdenes; y la excesivaintervencion destruye toda la actividad
del ciudadano destruyendo su libertad.
La primera nos conduce á las calamida-
des de la anarquía, y la segunda á lasde la esclavitud.


Pues ,quién podrá creer que el co-
mercio de una gran parte de las naciones


de la legi4cioil. 6
europeas se resiente al misma tiempo del
las funestas conseqüencias de estos dos
vicios opuestos? Sufre por la negligencia
del gobierno en quitar los obstáculos que
se le oponen , y padece igualmente por su
molesta intervencion en querer dirigir y
arreglar todos sus pasos, todas sus em-
presas, y todos sus intereses. Abriendo los
códigos económicos de la Europa no en-;
contramos sino leyes prohibitivas, estatu-
tos, y reglamentos minuciosos particula-
res sobre todo lo que tiene relacion con el
comercio. Los legisladores; han querido
hacer las veces del comerciante; pero es
necesario confesar con toda libertad que
de ordinario han sido muy desgraciados
en esta empresa. Es verdad que han pro-
curado favorecer el comercio ; z pero se
le podrá jamás proteger disminuyendo su
libertad?


La Francia creyó asegurar uno de
los principales ramos de su industria pro-
hibiendo la extraccion de todo género de
seda no manufacturada. La seda cruda
solamente teñida, que era uno de los
grandes objetos de su comercio, no pudo
Yá salir del reyno. El gobierno creyó se-
guramente que con la publicacion de es-
14 ley prohibit.iva ponia un obstáculo á




62 Ciencia
los progresos de las manufacturas extran-
geras de esta especie, ya privándolas de
la preparacion y del tinte que los France-
ses saben dar tan perfectamente á sus se-
das, ya obligándolas á sostener una con-
currencia mayor en los mercados de Eu-
ropa; pues los manufactureros Franceses
debian vender á menor precio sus manu-
facturas luego que la prohibicion de ex-
traer la seda cruda les pondria en estado
de comprar mas barata la materia pri-
mera. Mas por desgracia le salieron vanas
á la Francia estas esperanzas. Los extran-
geros buscaron en otras partes las sedas
que compraban á los .Franceses, y la nece-
sidad les hizo aprender el arte de prepa-
rarlas y. teñirlas como se preparan y tiñen
en Leon. El bajo precio de la seda ha sido
causa que en muchas partes de la Francia
se haya deteriorado el cultivo de las mo-
reras blancas. La prohibicion de extraer
las sedas no manufacturadas la ha pri va


-do tarn bien del comercio que hacia con se-
das extrangeras despues de haberlas pre-
parado y teñido; y en fin la industria na-
cional ha quedado padeciendo dos per.im.
cios, por lo que ha perdido, y por lo que
sus vecinos han ganado. Estos suelen ser
siempre los efectos de las providencias


de la legislacion. 63
lid gobierno en materias de comercio.


La misma causa ha producido igua-
les efectos en Inglaterra. Quando el go-
bierno británico prohibió con tanto rigor
la exportacion de sus lanas; guando ol-
vidándose de la moderacion , de la justi-
cia y de la proporcion que debe haber en-
tre las penas y los delitos, condenó por
el estat. 8. cap. 3 . de Isabel á los con-
vencidos de este delito por la primera
vez á la confiscacion de sus bienes, á urr
afio de cárcel y á perder la mano izquier-
da, y por la segunda á ser declarados
culpables de felonía y castigados como
tales; guando la ferocidad de esta ley fué
moderada por el Parlamento en el rey-
nado de Carlos 11 y de Guillermo 111,
Pero sin destruir el objeto ; guando se
substituyeron penas pecuniarias muy fuer-
tes á las antiguas, no tanto para quitar el
escándalo de la barbarie como para impe-
dir la impunidad que nacia del excesivo
rigor de la ley ; guando el gobierno bri-
tánico tomó todas estas medidas para impe-
dir la extraccion de sus lanas, se prometió
las mismas ventajas que la Francia se
Babia prometido con la prohibicion de
exportar sus sedas crudas no manufactu-
radas. Creyó que sus patios tendrian




64 Ciencia
yor despacho comprando los fabricantes
mas barata la materia primera, y creyó
perjudicar á los extrangeros , particular-
mente á los Franceses privándolos de sus
lanas , de cuya perfeccion dependía casi
enteramente la de los paños que fabrica-
ban. El suceso ha manifestado el error de
esta especulacion. No teniendo las lanas
el despacho que antes, y habiendo señala-
do y fijado la ley su precio, se


• han dete-
riorado en la cantidad y la calidad, y la
Francia ha perfeccionado las suyas. Ya
no entra en Inglaterra el dinero que en-
traba antes por la extraccion de sus lanas;
sus paños quizás han perdido aquella
perfeccion que antes tenian , ó á lo me-
nos no se han librado de la concurrencia
de los Franceses; la Inglaterra en fin res-
pecto á este-:objeto, y á otros infinitos,
ha experimentado como las otras rucio--;
nes los funestos efectos de la excesiva
intervencion del gobierno en los negocios
de comercio.


La Francia tiene otra prueba de esto
en el comercio de las Indias Orientales.
Los desastres que ha sufrido la compañía
de Indias en este siglo son demasiado no-
torias; y el célebre autor de la Historia
filosófica 'y política de los establecimientos


de la legislacion. 6$
de los europeos en las dos Indias nos lo ha
explicado con mucha individualidad ()).
Este escritor , que observa siempre los
desórdenes, y descubre con mucha saga-
cidad sus causas , atribuye el origen de
ellas á la intervencion del gobierno. Des-
de que quiso nombrar los directores de
la compañia , y se introdujo un comi-
sario real en la administracion de ella (2),
empezó á decaer y arruinarse. Todo se
dirigió por la influencia , y casi siem-
pre á favor de los intereses y miras pri-
vadas del hombre cortesano.


El misterio , este velo inseparable de
una administracion arbitraria , cubria to-
das las operaciones del comercio; los in-
teresados ignoraban el estado de sus ne-
gocios ; y la pérdida de la libertad fué
seguida de los mas funestos presagios de
la ruina entera de la compañía. El-gobier-
no noticioso de estos desórdenes creyó
poderlos remediar multiplicando el mí-
mero de sus comisarios. Al principio es-
tableció dos, y despues añadió otro. Pero
en lugar de disminuirse el mal , se au-
mentó á medida que se multiplicaron las


(s) Tom. I lib. 4.
(2) Err.el aflo 173.0.
Tomo 111. E




66 Ciencia
;manos que apretaban las cadenas de este
comercio. Reynaba el despotismo guando
habia uno solo, y la division guando fue-
ron dos; pero desde el instante en que fue-
ron tres todo cayó en la anarquía.


En este estado se propuso un proyec-
to de reforma, con el fin de apartar al
gobierno de los asuntos de la compañía.
El proyecto fué ejecutado, y el gobierno
se abstuvo de una intervencion que era
causa de todos los desórdenes ; y en los
cinco años que duró la nueva adminis-
tracion , llegó á tal punto su prosperidad,
que sus rentas subieron hasta diez y ocho
millones cada año, suma á que no ha-
bian llegado hasta aquel tiempo, ni aun
en los que habían sido mas brillantes.


No acabaria jamás si quisiera referir
aquí todos los documentos de la ruina
del comercio causada por la excesiva in-
tervencion del gobierno. Toda la Europa
me suministraria pruebas y hechos para
demostrar esta verdad. La Francia sola
me daria bastantes para llenar un libro, y
la Inglaterra me las ofrecerla en abun-
dancia. Pero las omito por no extenderme
sobre un objeto que solamente he queri-
do observar de paso.


Re,ir 'general: guando veais que en


de la Zegislacion. 7951" hltei
una nacion se entremete demasiado-el go-,
bierno en los asuntos del comercio; quan-,
do veais que se arreglan todas sus operaT
ciones por alguna ley particular ; guando
la multitud de leyes obliga al negociante_
á hacer sus especulaciones con el código,
económico en la mano, sin necesidad de
otros informes no os engañareis ,jamás,
suponiendo en muy mal estado el comer-,
cío de esta nacion.


CAPITULO XXII.


Obstáculos que -oponen al comercio las
leyes que dirigen el que las naciones


europeas hacen con sus respectivas
colonias.


Hoy que todos los intereses, de la Eue
ropa están fuertemente enlazados con los
de la América , y el nuevo hemisferio ha
llegado á ser la factoría de . los Europeos,
factoría siempre destruida y. muchas ve-!
ces ensangrentada por sus nuevos pro-.
pietarios; hoy finalmente que el principal
objeto de nuestro comercio es el que se
hace con la ayuda de las colonias ameri-
canas, no deben omitirse en la Ciencia de
la Legislacion las causas que "destruyen


E




68 ciencia
ó á lo menos impiden los progresos de
este comercio. Yo las deduzco todas de
un principio comun.


Un falso supuesto ha hecho creer á
los gobiernos de las naciones de Europa
que se han establecido en el Nuevo Mun-
do, que para sacar la mayor ventaja po-
sible de sus respectivas colonias, era pre-
ciso obligarlas á un comercio exclusivo
con la metrópoli. Las leyes prohibitivas
con las quales se ha procurado establecer
este errado sistema han sido las mas seve-
ras, y las que mas han destruido aquella
libertad sin la qual ninguno de estos co-
mercios puede prosperar (1). No serán
necesarias muchas reflexiones para de-
mostrar que esta prohibicion es contraria
al mismo tiempo á los intereses de las me-
trópolis y á las colonias, y que arruina
igualmente el comercio de las unas y delas otras.


Dos son las causas que han podido
determinar á los gobiernos á prescribir
esta perniciosísima exclusiva: el aumento
de las imposiciones sobre los colonos por
medio de los derechos de importacion y de


(i) Me abstengo de referirlas porque son
denizsiacio conociaa$.


de la legislacion. 60
exportacion sobre todo lo que reciben de
ellos y se los envian, 6 el designio de ha-.
cer redundar con la ayuda del monopolio
todo el comercio de las colonias en bene-,
ficio de la metrópoli.


Si la primera de estas causas ha de-
terminado á los gobiernos á tomar aquella
yesolucion , pocas luces,son necesarias pa-
ra ver quánto se,han engaladq.„,


Ellos han creido que estás imposicio-
nes indirectas serian pagadas Rol las, co-
lonias,,qyanclo,la metrópoli es electiva,
mente quien las paga. Esta,„verdad se
comprenderá guando se hable de los im-
puestos ipdirectos, :37„entonces clemoslya::;
rémos que éstos siempre recaen sobre
primer vendedor.


Para hacer quedos colonos pyticipa-
sen de las ,cargas de la sociedad que
son miembros; paya, conseguir lo que por
una payt:e9rescribe 11, justicia, y.,14,otra
exige el- interés público; para combinar
los jntereses de la metrópoli con los de
las colonias,eya necesario imponer la con-
triblicion sobrliasLyierras, y no sobre las
mercancías que nps, envian, ni sobre las
,que reciban deppsotros. En este caso , ha-
ciendo mas útil la cultura de los campos
la ,'libertad del comercio el gobierno hu-




7o Ciencia
biera'pódicló 'conseguir de las colonias sin
-exasperadas, injuriadas, ni empobrecer-
las, lo que hoy no puede obtener con la
e5teltisiva del comercio, que las exáspera,
las empobrece, y las háce sentir todo él


-p-e.1o'de .11opresion , con el deseo y la es-
paatiza de'cortar en él primer momento
'favorable- la 'rriarid-' 1"del' que los encadena.


Si el grande _objeto 'de esta fatal ex-
la segunda', es á saber,


próciliaí 1á ifiaYor 'ventaja <de -1a metro=
poli por 'fliónÓPolio con susCo/pnias, nd"ses han- engañado mentís los
gibbiWnds11 Égtki e§ evidente


la metró
o11 yfficle'stis producciones, y t °tupíalas de'ras -colonias al preció corriente qué


tienen en las ferias ó mercados general6;
la exclusiva es :sbpérflua. Si al contrario,
les 1;"-ende tnuy caras sus m ercancías; y
cornPr a "intlY :baratas las snyas, arruina
las colonias, y por Consiguiente su mismo
Comercio. Porque al paso que las emPb=
breíca un comercio tan` ruinoso; consutei-
rán menos géneros de la metrópoli, y le
suministrarán menor cantidad de los su-


-yos : apelarán 'aT" Coffiercio clandestino,
'i.ecurtirán á los cdriffabailelbs , que no
Podrá impedir la codicia de 'la metió 011,


ton las reas severá"perras, ni"ebn él


de la legislación. 71
aumento de espías y guardas, si los con-
trabandista s están animados con la espe-
ranza de una grande utilidad. En este
caso la exclusiva será inútil para los ne-
gociantes de la metrópoli, pero no dejará
de arruinar las colonias; pues este comer-
cio clandestino no podria jamás aprove-
char sino á pocos contrabandista s codicio-
sos y atrevidos, que despojaran al mismo
tiempo por medio de los monopolios á la.
patria y á las colonias. La Inglaterra y
la España nos ofrecen una prueba de esta
verdad.


El interés, pues, de la metrópoli es
conceder una libertad tan entera al co-
mercio de sus colonos, como al de ,los
otros súbditos del Estado. La justicia lo
exige igualmente. Esta deidad, que por
desgracia de la humanidad rara vez in-
fluye en las especulacione s de las rentas
públicas; la justicia que siempre está uni-
da á los verdaderos intereses de las na-
ciones y de los pueblos , y que dicta
siempre al que consulta sus oráculos las
reglas y los medios para levantar la feli-
cidad de los hombres y de los Estados, no
sobre la base vacilante de los intereses
privados , sino sobre los fundamentos
eternos del bien público; la justicia, digo,




7 2 Ciencia
no puede ver sin horror un atentado tan
manifiesto contra los derechos mas sagra-
dos de la propiedad, y de la libertad del
hombre y del ciudadano, un atentado
prescrito, autorizado y legitimado por la
autoridad pública. Es verdad que el go-
bierno tiene derecho de determinar sin
apelacion sobre todo lo que puede ser útil


dañoso al bien general de la sociedad.
Esta es una prerogativa inseparable de la
soberanía. Mas la naturaleza misma de
esta prerogativa nos indica el uso, y nosjdemuestra que debe ejercerse con venta-a de todos los miembros de la union so-
cial. Fuera de este caso ya no es legítimo
el ejercicio de esta prerogativa, si no quedegenera en tiranía, opresion, y despo-
tismo. Así aunque la utilidad de la metró-
poli exigiese esta exclusiva que aquí im-
pugnarémos, el daño que causa á las
colonias bastaría para hacerla injusta.
¿ Por ventura los colonos no son miem-
bros de la sociedad corno los habitantes
de la metrópoli? ¿No son hijos de la mis-
ma madre, hermanos de la misma fami-
lia, -ciudadanos de la misma patria, y
súbditos del mismo Imperio ? ¿No deben
acaso tener, derechos y prerogativas co-
munes; y entre estos derechos, el mas


de la legislación. 73
precioso no es el de la propiedad y li-
bertad de disponer de lo que es suyo?


Estos derechos que adquiere el hom-
bre por su nacimiento, que deben ser pro-
tegidos por la sociedad y por las leyes;
estos derechos inseparables de nuestro sér,
forman la existencia política como el
alma y el cuerpo la existencia física; esr
tos derechos preciosos que no se nos pue,
den quitar sin romper el vínculo que nos
une con el Estado; estos derechos cuya
posesion no se nos puede prohibir jamás,
y solamente se puede suspender su ejerci-
cio por una necesidad urgente, inevitable
y universal de todo el cuerpo social: pero
guando' no existe esta causa como en nues-
tro caso ; guando esta divinidad que se lla-
ma interés público, no puede ser entera
mente aplacada sino con este sacrificio vio-
lento y espantoso; guando no se atreve
á pretenderlo, entonces la supresion de os-
te ejercicio, aunque no sea mas que mo--,
mentánea , es una injusticia espantosa, un
atentado peligroso ,'y una opresion mani-


csta ; estos derechos finalmente que de-
tren ser tan respetados en la persona de un
ci udadano particular y de un simple indi
viduo de la sociedad, ¿podrian negarse á
una parte considerable del cuerpo civil y




74 Ciencia
ser proscritos de la colonia de una nacionI


Pero se dirá : el establecimiento de es-
tas colonias ha costado muchos gastos á
la nacion que las ha fundado y las ha
expuesto á muchos peligros, y la protec-
clon que ahora les concede la obliga de
continuo á hacer otros muy considerables:
¿ estos beneficios no exigen alguna re-
compensa de parte de las colonias ? Sí;
pero esta recompensa debe buscarse en
otra cosa y no en esta exclusiva, la qual
no solamente es injusta y perjudicial á
las colonias, mas como hemos observado,
no acarrea .ninguna utilidad á la misma
metrópoli. ¿ Pues dónde la buscarémos?
Es preciso persuadirse que qualquiera
que sea el estado de los intereses de la
metrópoli, no debe ver en las colonias
sino, un instrumento que le sirve de ali-
vio, para disminuir las contribuciones del
Estado. La gran ventaja que el gobierno
debe buscar en estas provincias apartadas
no debe ser el provecho quimérico de
un comercio exclusivo, sino la diminu-
cion de los impuestos y cargas de la me-
trópoli con el auxilio de las grandes con-
tribuciones que se pueden sacar de una
colonia bien administrada. El producto
limpio de las colonias europeas establecí-


'de la legislacion. 75
das en la América podria ser muy consi,.
derable,- y la porcion que se reservase para
las contribuciones podria ser muy impoN-
tante y de grande alivio para las respec-
tivas metrópolis, si las leyes no hubieran
procurado destruir su comercio y conde-
nar sus habitantes á la ignorancia, á la
miseria, y despotismo mas insoportable.


Así los verdaderos intereses de la na-
clon fündadora , y todas sus esperanzas re-
lativas á sus colonias, están fundadas en
la prosperidad de éstas , y en el aumento
de sus riquezas. solo este objeto debe-
rán dirigirse todos los cuidados de los le-
gisladores Europeos en el nuevo hernisfej-
rio. Esto supuesto, ¿quién no vé que si
los colonos tuviesen la libertad: de bus-
car en su suelo-' todos los géneros que
puede producitele- proveerse-de los que
les faltan de quien quiera que sé-'los ofre-
ciese á menor precio; de comprar y ven-
der á qUalquiera , y de qualquiera nacion
que mas les acomodase; de satisfacer con
la misma libertad , no solamente á las pri-
meras necesidades , sino á las de puro
lujo; quién no vé , digo-, guamo prospe-
rarían las colonias bajo estos auspicios;
guamo creceria su poblacion, sus fuerzas


u comercio ; cómo esta libertad daria




Ciencia
un nuevo precio al suelo que cultivan;
cómo se mejoraría su agricultura ; y cómo
finalmente estas provincias segregadas
que hoy son el teatro de la miseria y de
la opresion de los que obedecen , de la ea
dicia y del despotismo de los que gobier-
nan, de la extravagancia y de la injusti-
cia de las leyes con que son gobernadas,
nos ofrecerían entonces el espectáculo raro
-pero agradable de la riqueza y de la felici-
dad de.tmOis sostenido por la agricultura,
las artes y el comercio ? Así la supresion
sola de esta fatal exclusiva, seria bastante
para hacer lalxrosperidad de las colonias,
y por consiguiente de la metrópoli.


No se me oponga que si estas colo-
nias llegasen á-ser ricas y poderosas des-
deliarian de estar dependientes de su ma-
dre. El peso de la dependencia solamen-
te se hace insoportable á los hombres
guando vá unido con e-1,-,4:1e la miseria y
de la opresion. Las colonias Romanas,
tratadas con aquel espíritu de .modera-
cion que habian inspirado el interés y I?,
política del senado, léjos de aborrecerla
se gloriaban de una dependencia que
constituía su gloria y su seguridad. Su
condicion era envidiada aun de aquellas


. ciudades que incorporadas con R.onia, ha-


de la 77
bian reunido bajo el importante nombre
de municipios , todas las prerogativas de
ciudadanos Romanos á la conseivacion
de sus usos particulares , de su culto, y
de sus leyes. Muchas de estas ciudades
solicitaron el título de colonias, y aun-
que sus prerogativas eran muy diversas,
no obstante bajo el imperio de Adriano
no se sabia quál de estas dos condiciones
debia preferirse (i). Su prosperidad no
las hizo jamás rebeldes, ni les inspiró la
ambicion de la independencia. Lo mis-
mo sucederia con las colonias modernas.
Felices con el gobierno de las metrópo-
lis no se atreverian á sacudir un yugo li-
gero y suave para buscar una indepen-
dencia que las privaria de la proteccion
de su madre , sin la seguridad de po-
derlas librar de la ambicion de un con-


( 1 ) Aulo Geno en el lib. 6, cap. 13 de
lar Noches A ticas dice, que en el imperio
de Adriano las ciudades de Utica en Afri-


en España de Itálica y Cádiz , que go-
zaban de los privilegios de ciudades muni-
cipales, solicitaron y consiguieron del Ernpe•
rador el titulo de colonias, y que otras ciu-
dades siguieron bien pronto su egemplo. Esto
parecerá mas estrado si se reflexiona que las
prerogativ-as de cidadanos Romanos conce-




7 3Ciencia
quistador,


, de las intrigas de un ciudada-
no prepotente , ó de los peligros de la
anarquía. No ha sido el exceso de las ri-
quezas y de la prosperidad el que ha cau-
sado la rebelion de las colonias anglica-
nas , sino el de la opresion ; ésta es la
que les ha forzado á volver contra su ma-
dre aquellas mismas armas que tantas ve-.
ces habian empuñado para defenderla.


¿Pues qué no bastará este egemplo pa-
ra desengañará los otros gobiernos de Eu-
ropa? ¿Por qué en lugar de no vér en la re-
volucion de la América sino un simple cas-
tigo del orgullo ingles, no vén antes una
leccion terrible dada á todas las potencias
que se dividen los despojos de este vasto
Continente? ¿Esperarán que una causa,
comun haga universal esta fatal catástrofe
que separará para siempre un mundo del


didas á las ciudades municipales eran mas
amplias que las de las colonias. Estas no te-
nían el derecho de sufragio que gozaban los.
ciudadanos como las primeras , ni podian
aspirar ni obtener los cargos de la repú-
blica , como lo demuestra Sigonio en ellib. 2. cap. 3. de Antiq. Yure Ital. Es pre-
ciso suponer que la prosperidad y el esplen-
dor de estas colonias no eran tan considera


-


bles qué mereciese un sacrificio tan grande.


de la legislacion. 79
otro? La mina está preparada. Una cente-
na ha sida bastante para hacerla rebentar
en la América anglicana (1). No será me-
nester mas para producir el mismo efecto
en lo restante de este vasto Continente.
La época de este suceso es incierta, pero
inevitable sino se reforma este sistema
erróneo, sino se suprimen estas leyes con
las quales se dirige ó por mejor decir se
destruye el comercio de las naciones euro-
peas con sus respectivas colonias. La pros-
peridad del antiguo y nuevo hemisferio
exige como hemos demostrado esta justa
y saludable reforma, y la rebelion de las
colonias inglesas manifiesta á todos los
Príncipes el peligro que les amenaza sino
la aceleran. Si pudiéramos lisonjearnos de
vér salir del horror de los combates un
sistema de reforma saludable ; si la misma
causa que ha soplado la discordia y en-
cendido hoy la guerra entre los ingleses
Y sus colonias, despedazase las cadenas
que oprimen el comercio del resto de la
América, la filosofia sensible, al paso que
se compadecerla de la aspereza del reme-
dio, á lo menos se consolaria con el nú-
mero de los males que ha estirpado.


l ha
sido
la ct) Ssiesa est


centella.
m posicion sobre elh


'Prtr/'511'—'1




Ciencia


CAPÍTULO XXIII.


Ultimo obstáculo del comercio: la mala fé
de los negociantes, y la freqüencia de


sus quiebras.


Si la confianza es el alma del comercio;
si todas las partes que componen su edi-
ficio se desploman sin ella; si el crédito es
una segunda especie de moneda, sin la
qual toda circulacion sería interrumpida,
y todo el comercio quedarla reducido á
los límites estrechos de la suma del nu-
merario; si este crédito hace circular en
el banco de Amsterdam quince millones
de florines cada dia , y si la misma causa
hace que haya en aquella plaza nego-
ciantes que hacen un tráfico de sesenta
millones cada ario; si el crédito, en una
palabra , es tan necesario al comercio
como los elementos para la subsistencia
de los animales , no puede dudarse que
todo lo que contribuye á disminuirlo,
debe considerarse corno un obstáculo del
comercio.


¿Mas quién no vé que la multitud de
las quiebras en una nacion debe produ-
cir este efecto? ¿Qué confianza se puede


de la legislacion. 8 r
tener en los comerciantes de una nacion
en donde la quiebra entra en la. combi-
nacion de los medios que pueden elegir-
se para mejorar la fortuna del negocian-
te , en la qual un mercader no es rico
sino despues de la tercera quiebra, y
donde el camino mas breve que conduce
á la opulencia es declararse fallido? Pero
quién creeria, que esceptuadas algunas po-
cas naciones, en el resto de la Europa pa-
rece que no está prohibida al comerciante
esta funesta especulacion? jamás han sido
las quiebras tan freqüentes y tan felices,
como en un siglo en el qual todos los ojos
del gobierno están vueltos al comercio.


¡ Qué prueba mas auténtica de la in-
fancia de la presente legislacion! Nues-
tras leyes establecen cierta pena para las
quiebras; pero la impunidad, conseqüen-
cia necesaria de la poca oportunidad de
las leyes, hace inútil su rigor. Exami-
nemos lo que se ha hecho con tan po-
co fruto, y lo que se deberia hacer para
apartar del comercio un obstáculo del
qual se resienten igualmente la moral, la
política, el decoro de las buenas costum-
bres, y el interés público; pero que á pe-
sar de todo esto ha extendido funesta-
mente sus ralees en casi toda la Europa.


2omo /II.




de la legislacion.
/`'etal"


la insolvencia es involuntaria. Una des-
gracia sobrevenida al negociante, la pér-
dida de una nave, la quiebra de un cor-
responsal, &c. le obligan á declarar á sus
acreedores su insolvencia, su quiebra, y
el resto de sus bienes que les ofrece en
compensacion de una parte de su deuda.
La primera es una quiebra voluntaria, es
un hurto hecho al público , tanto mas
perjudicial, quanto está en mano del que
lo hace el determinar su valor. La segun-
da es un azote del cielo, una desgracia
imprevista, que no deja al infeliz que la
padece sino el consuelo de su conciencia,
y la seguridad de su inocencia; pero
esto no le libra del desprecio del público,
de la pérdida del honor, y lo que es mas
extraño, del rigor de la ley. Es verdad
que la misma ley que condena á muerte
al que ha quebrado fraudulenta y volun-
tariamente (i), solamente condena á cár-
cel perpetua al que lo ha hecho con bue-
na fé. Pero pregunto, ¿puede la ley cas-
tigar á un hombre que no ha dejado
de ser justo? Quando la fortuna le ha


(1) Esta es la pena que la mayor parte
de las naciones europeas ha impuesto á la
quiebra fraudulenta.


F 2


82 Ciencia


CAPITULO XXIV.


Incoherencia é ineficacia de la presente-
legislacion por lo que mira á este


objeto..


Los sagrados derechos de la humani-
dad, unidos á los verdaderos intereses del
comercio, nos autorizan para impugnar
aquí la presente legislacion de la Europa.
Las leyes relativas á las quiebras no ha-
cen seguramente honor á nuestros códi-
gos, ni á los legisladores que las han da-
do. Participan de los caractéres mas
opuestos entre sí; siendo al mismo tiem-
po demasiado severas y demasiado indul-
gentes, condenan á la inocencia, y ofre-
cen un camino seguro para la impunidad
de aquellos que son efectivamente reos.
Veámoslo.


Hay dos especies de quiebras. Unas
son voluntarias y fraudulentas, y otras
involuntarias y forzosas. En las primeras
la insolvencia del deudor solamente es
aparente, y los efectos que cede á sus
acreedores no son sino una parte de sus
bienes, habiendo extraido ú ocultado los
restantes,. Al contrario, en las segundas




84 Ciencia
privado de todo lo que poseía, ¿puede la
ley sin otro motivo privarlo tambien de
aquella libertad personal que la suerte le
ha dejado? Estos edificios que el poder
legislativo ha levantado para asegurar
la quietud pública contra la violencia,
contra los delitos, y contra los excesos que
no dejan de turbar el Orden de la so-
ciedad, sin embargo de las penosas fa-
tigas de los legisladores; estos edificios,
cuya existencia humilla la humanidad,
aunque precisos para su seguridad, ¿po-
drán alguna vez servir tambien para des-
truirla? ¿La cárcel puede jamás llegar á ser
habitacion de la inocencia? ¿La ley puede
por ventura aumentar hasta este punto las
desgracias de un infeliz? ¿Qué causa podrá
jamás legitimar un atentado que ella co-
mete contra la libertad civil á la sombra
del interés público? ¿Qué interés mas
grande ni mas comun que el que sea pro-
tegida la libertad del ciudadano? Sin ésta
no hay comercio ni sociedad. Mas dejé-
monos de declamar, y contentémonos con
llorar la imbecilidad de los hombres,
viendo adoptado en toda Europa un error
tan evidente, y que la moral guarde el
silencio mas profundo sobre uno de los
absurdos mas extravagantes de la jurispru-


de la legislacion. 85
dencia moderna. Veamos ahora cómo en
la ejecucion la ley misma ofrece la im-
punidad al verdadero reo; y cómo depo-
sita en mano de los particulares la ven-
ganza pública de un delito público; cómo
concede á los interesados un derecho que
no tiene la autoridad Soberana, es á sa-
ber , absolver al culpable y castigar al
inocente. Veamos finalmente cómo luego
que los interesados firman un contrato
con el negociante fallido, aunque la quie-
bra de éste sea voluntaria y fraudulenta,
la ley se olvida al instante de su severi-
dad, del delito del reo, y del abuso que
éste ha hecho de la confianza pública.


Apenas se ha declarado la quiebra, la
ley permite á las dos terceras ó tres quar-
tas partes de acreedores, que se junten y
decidan de la suerte del quebrado. Si
éstos estipulan algun acomodamiento con
el deudor, y se convienen en renunciar
una parte de sus créditos, aunque la
quiebra sea voluntaria y fraudulenta, to-
do está ya concluido. La porcion de sus
fondos que ha escondido, ó por mejor
decir robado á sus corresponsales, que-
da asegurada para él; empieza un nuevo
comercio con el capital que ha robado,
y si la fortuna favorece su mala fé, se




86 Ciencia
enriquece con la ayuda de la quiebra.


Mas por el contrario si la quiebra es
de buena fé, y causada por alguna desgra-
cia, no deja al negociante honrado algun
fondo con que pueda hacer un ajuste ó
convenio con sus acreedores, si algun in-
terés privado ó el capricho les inspira
la idea de arruinar á este infeliz y hon-
rado ciudadano, la ley que cedió un de-
recho que no tenia, legítima su crueldad,
y permite que retengan en una cárcel
perpetua á un hombre que no ha cometi-
do ningun delito.


Por lo que el interés ó el capricho de
los acreedores pueden quitar á un falli-
do, que es hombre de bien, aquella liber-
tad que no puede perder el ciudadano sin
haber cometido algun delito, y poner á
cubierto de toda inquisicion y de todo
castigo la mala fé, el fraude, y el hurto.


¿De qué sirve, pues, que la ley pon-
ga en la clase de los delitos la quiebra
fraudulenta, que establezca la pena de
muerte contra un delito que ofende la fé
pública, guando el juicio de los acreedci=
res impone ordinariamente silencio á la
justicia; guando la ley en vez de ofrecer
un asilo contra su severidad á favor de la
insolvencia honrada, que gime y se hu7


de la legislacion.
milla ante la presencia de sus bárbaros
acreedores, no hace mas que abrir un ca-
mino seguro á la impunidad por medio
del fraude sagaz, orgulloso y atrevido
que la elude; guando en en su aparente
moderacion solamente es útil al fallido
de mala fé, que ha ocultado su dinero
para sacar mejor partido de la consterna–
clon de sus acreedores?


hay dia que no se oiga hablar de
alguna quiebra en Europa ; mas aunque
por lo comun son fraudulentas, quizás
hasta ahora no se ha oido ' que ningun
negociante haya sido ahorcado por este
delito, ¿Qué extraño es que las quiebras
sean tan frecuentes? Quizás no serían ne-
cesarias penas tan graves para extirpar
este vicio, si la ley en vez de asegurar
le impunidad del delincuente procurase
precaver el mal.


Veamos, pues, lo que se debería
hacer.




88 Ciencia


CAPÍTULO XXV.
Remedios eficaces contra este dero'rdert.


Si la esperanza de la impunidad es el
gran vehículo de los delitos, esta es la
primera que deberla extirparse del cora-
zon de los negociantes para disminuir la
suma de las quiebras fraudulentas. Para
conseguir este fin sería necesario quitar
á los interesados el derecho de decidir de
la suerte de los fallidos, sin permitirles
que se mezclasen en otra cosa que en ve-
lar sobre los medios, de indemnizarse
en la mayor parte que les fuera posible
de los créditos, dejando lo demás á la
decision de los jueces.


Luego, pues, que el negociante se
declara fallido, el gobierno deberia ase-
gurarse de su persona. Despues deberian
los jueces exátninar rigurosamente sus li-bros , sus asientos, su conducta , &c. y
determinar la naturaleza de la quiebra.
Si resultase de esta operacion que el ne-
gociante estaba de buena fé, deberia po-
nérsele en' libertad, obligándole á ceder
á sus acreedores el resto de sus fondos


de la legislacion. 89
en compensacion de sus deudas. Conven-
cida dejar á este infeliz el camino abierto
para probar fortuna , y manifestar al pú-
blico su buena fé y su inocencia.


Pero si la quiebra resultase fraudu-
lenta, en ningun caso deberia librarse el
delincuente del justo rigor de la ley. La
pena de infamia sería la mas oportuna
para este delito imprimiendo con un hierro
hecho ascua en su frente los caractérel
que la expresasen. Privado de la confian-
za pública, deberia ser excluido de todos
los cargos y empleos que exigen honor
en los que los han de servir. Como infa-
me , deberia tenerse por nula é ilegítima
toda obligacion y escritura firmada por
él. Aunque una fortuna no merecida le
pusiera en estado de satisfacer á sus acree-
dores toda la suma de sus créditos, no
deberia borrarse por esto su infamia, al
modo que la restitucion del hurto no li-
bra al ladron de la pena. En fin esta pe-
na deberia ejecutarse con todo aquel
aparato que hace mas terrible la justicia.,
y mas vergonzoso el delito.


De este modo se podria castiga r la
quiebra fraudulenta. Exáminémos ahora
Cómo podria precaverla la ley.


El lujo que tal vez es de desear en




90 Ciencia
algunas clases de ciudadanos del Estado
es perniciosísimo en la de los negociantes,
y es la causa mas frecuente de las quiebras.
La manía de ser tenido por noble con los
diplomas del fausto y de la profusion,
hace que desprecien los comerciantes una
frugalidad honrosa y necesaria. Si se ha-
ce alguna ganancia considerable por me-
dio de una negociacion feliz, no se desti-
na para conseguir otra, ni para compen-
sar una pérdida que puede sobrevenir de
otra negociacion desgraciada. Toda se
emplea en traer un tren fastuoso, y pro-
curar por este medio el imbécil negocian-
te adquirir una excelencia de la qual se
burlan los mismos que se la venden. ¿Qué
resulta de esto? Que su primera negocia-
cion desgraciada le deja arruinado no te- gillt
niendo los fondos necesarios para reparar
su pérdida, recurre á la intriga, y no se
atreve á reformar sus gastos por no ma-
nifestar el mal estado de sus negocios.
Alguna vez suele gastar mas para librar-
se de una sospecha que aceleraria su quie-
bra, la que no pudiendo evitar procura
solamente retardarla con la ayuda de
nuevos fraudes y hurtos.


Estas no son especulaciones metafísi-
cas, ni sueños vanos de la política , son


de la legislación. 9f
hechos que de continuo pasan á nuestra
vista, y que infelizmente causan la ruina
de tantas familias que cada dia se sacrifi-
can sobre el altar del lujo á la mala fé
y á los engaños de los comerciantes.
Sería pues necesario establecer un códi-
go de leyes sumtuarias para la clase
de los mercaderes (1).


La pena que se debería establecer
para asegurar su ejecucion no debe-
ría tener por objeto la infraccion de las
leyes, sino sus efectos. Me explicaré. Si el
gasto que hace un comerciante excediese
los límites prescritos por la ley , los qua-
les deberian proporcionarse á los fondos
que emplea en su comercio, no deberia
castigársele por esta transgresión ; mas en
el caso que negase á quebrar, qualquie-
ra que hubiese sido la causa próxima de
su quiebra, si el juez descubriese por los
libros y las cuentas que le serían presen-
tadas , 6 por el examen de la conducta
del comerciante, que habia gastado mas
de lo que le permitia la ley , podria de-
clararle culpable , y su quiebra vo-


(i) Por mas opuesto que esté á las leyes
su rntuarias en general, como lo manifestaré
loas adelante, debo confesar las ventajas que




92 Ciencia
!untaría y fraudulenta , y condenarle
á la pena que está señalada á semejante
delito. Este establecimiento además de
enfrenar en algun modo el lujo de los co-
merciantes, traería otra ventaja que no de-
be mirarse con indiferencia. Porque sien-
do ya entonces inútil al fallido alterar la
partida de gastos, el bilance dejaria de
ser uno de los secretos del arte de que-
brar con ventaja ; y no encontrarla en la
cuenta alterada de sus gastos un medio se-
guro para ocultar una porcion de aquella
suma que quiere robar á sus acreedores.


El otro secreto del arte de quebrar
con ventaja es el aumento ficticio de las
dotes. Creo que es de mi obligacion des-
cubrir á los legisladores estos arcanos del
fraude y del engaño.


El comerciante que se casa, finge por
medio de una escritura simulada que ha
recibido una dote mayor de la que efec-
tivamente se le entregó. Por esta causa
luego que la quiebra se declara , la mu-
ger se apodera de los mejores efectos pa-
ra indemnizarse de la suma que se expre-


ellas traen respecto de esta clase de ciuda-
danos. Esta es una excepcion que no destru-
ye la regia.,


de la legislacion. 93
sa en el contrato dotal; y entretanto los
acreedores, á quienes la muger es prefe-
rida por la ley, vén que los haberes del
deudor quedan en su familia , sin pode:
reclamar contra un robo que se hace á la
sombra de la ley.


Para precaver este desórden , y quitar
este incentivo de las quiebras , deberia,
pues , el legislador hacer que la dote no
entrase en el fondo del comercio sin el
consentimiento de la muger, dandole al
mismo tiempo derecho á. ésta de pedir que
se hipotecase en bienes raices , como sucede
en las otras clases de ciudadanos ; y no
ejecutándolo así , consintiéndose que su
dote éntre en comercio , deba sufrir las
desgracias que le acompafian, y por con-
siguiente en caso de quiebra quedase pri-
vada de repetirla.


Hay en fin otro secreto de esta arte
que ha hecho tantos progresos en Europa,
que son las pólizas simuladas. El nego-
ciante que quiere quebrar tiene siempre
la sagacidad de convenirse con alguna
persona para que salga á pedir en calidad.
de acreedor cierta suma considerable que
ha sido registrada en sus libros, y por
consiguiente recibida sin contradiccion en
su bilance. Este simulado crédito es cau-




94 Ciencia
sa de que el deudor fallido en el momen-
to que se declara la quiebra, bajo el nom-
bre de este supuesto acreedor hace en-
trar en su bolsa una porcion de aquella
suma que deberia darse por entero en pa-
go de los verdaderos acreedores.


Sí por egemplo este crédito supuesto
es de cien mil escudos, y el fallido cede
el tercio á sus acreedores, está seguro de
quedarse con treinta y tres mil escudos.
¡ Qué estímulo para las quiebras! Para
cerrar esta última puerta á los negocian-
tes de mala fé , la ley debería prescribir
que qualquiera que fuese convenci-
do de haber prestado su nombre á un
mercader antes de la quiebra para acre-
ditar cierta deuda que no existe se-
ría considerado como cómplice de la quie-
bra, y por consiguiente condenado á la
misma pena. Deberia al mismo tiempo
mandar á los jueces que se informasen
con la mayor exáctitud de la condicion
de los acreedores para asegurarse de los
que son verdaderos, y de los que podrian
ser ideales y fingidos.


Estos son los diques que una buena
legislacion podria oponer al torrente de
las quiebras que de continuo inunda la
Europa , y que deja muchas veces por


de la legislacion. 95
donde pasa algunas lagunas hediondas
que destruyen el comercio y la industria.
Este fuego sagrado que los sacerdotes de
la patria y del bien público deberian te-
ner siempre encendido , es el que consti-
tuye la felicidad y la vida de las na-
ciones.


CAPLTULO XXVI.


De los impulsos que podrian darse al co-
mercio despues de haber quitado los


obstáculos.


Estos son los obstáculos que se oponen
al comercio; pero ¿qué diremos de los
impulsos que se le deberian dar? Mas
como la mayor parte de éstos son mas
obra de la adininistracion que de las le-
yes, no haré mas que insinuarlos por no
apartarme demasiado del objeto que me
he propuesto.


Si el comercio interior de un pais es
la puerta del comercio exterior, el go-
bierno deberá poner su primera atencion
en lo interior del Estado. La construccion
de caminos y de canales de comunica-
clon, facilitando el transporte de los pro-
ductos de las varias provincias del Esta-




96 Ciencia
do, acelerando el tráfico interior, y faci-
litando la comunicacion, son , el mayor
impulso que se puede dár al comercio y
á la industria. Reunid los hombres, y los
hareis industriosos y activos; separadlos,
y los liareis rústicos é incapaces de tener
idea ni aun de su perfectibilidad.


Mi patria espera con impaciencia los
frutos de este beneficio, que debe á su
Rey, y á su zeloso Ministro que le acon-
seja. La construccion de caminos de las
dos Calabrias y de la Sicilia, de estas In-
dias de Italia que son las Indias de Eu-
ropa; derramando las riquezas de las mas
fértiles provincias en los dos mares que
la bañan, y los tesoros de los dos mares
en las mas hermosas provincias, forma-
rán la riqueza de todo el reyno y se-
rán la gloria del gobierno. Dios quiera
que una empresa tan útil no sea frustra-
da por los intereses y miras privadas, y
que el bien público triunfe una vez de
la intriga y del engaño.


El otro impulso que la administracion
deberia dar al comercio es el buen arre-
glo de la moneda. Los escritores' econó-
micos del siglo han meditado con tanta
mayor atencion sobre este importante
objeto, quanto habia sido mirado con


de la legislacion. 97
el mayor desprecio por los gobiernos.


La ciega pedantería de venerar hasta
los mismos errores de la antigüedad, ha
hecho creer muchas veces á los gobiernos
que pocha ser arbitrario el valor de la
moneda y depender solamente de la au-
toridad pública. Esta errada máxima adop-
tada por Aristóteles ( t ), y por los juris-
consultos Romanos instruidos en la es-.
cuela de los Estoicos (2), ha ocasionado
muchas veces la ruina del comercio de
algunas naciones de Europa. Si esta má-
xima fué indiferente para los pueblos an-
tiguos, ha sido demasiado funesta para
los modernos. Nuestros legisladores no
han atendido á la diversidad de los tiem
Pos, y á la diferencia infinita de circuns-
tancias derivada de la variedad de los


(1) Lege consisteré , ac runa ren; reti-
neve , non natura , siquidem ipse Princepr,
ipsa respublica, ipsa lex nurnmurn consti-
tuit, quasi (v vomm á qua pretium,


valo-
ren: certum accipit. Aris. Ethic. $. cap. 5.


(2) Electa materia est, dice Paulo, cu-ju: Publica ,ac perpetua astimatio diAcul-
ltibus permutationum ‘equalitate quantita-
tis subveniret , eaque materia forma publica
Percussa, usura dominiunique non tara ex
s'ubst"tia prcebet quam ex quantitate.


Tomo III.




Ciencia
intereses. No han advertido que un valor.
puramente legal dado por Licurgo á su
moneda de hierro era conveniente á los
intereses de Esparta, cuya institucion era
aborrecer el comercio. No han considera.
do que la Seca Romana, dando á algu-
nas monedas ele cobre y de hierro cubiertas
de hojas sutiles de oro ó de plata el valor
de estos dos preciosos metales , de los que
solamente tenian la superficie (r); que
guando Livio Druso en su tribunado mez-
cló en la moneda de plata una octava par-
te de cobre , y Antonio en su triunvirato,
igual cantidad de hierro (a), no tuvieron
erro objeto sino facilitar el comercio in-
terior, que era el que solamente conocían
los Romanos en aquel tiempo. No consi-
deraron el daño que este sistema podria


L. r. D. de contrahend. empt. Obsérvese
que por quantidad se entendia el valor legal,
y no el intrínseco que tiene el metal, como
lo han demostrada Ferizonio de (ere gravi,
y Heineccio en la disertacion de reducti o


-ne monetle ad justum pretium ; y obsérvese
tambieri que la jurisprudencia moderna corri-
gió este error de la antigua. L. Cod. de
vet. ISTumismat. potest.


(i) Léase á X iphilin. in vita Caracalke•
(a) Salinas. de Usar. cap. II. y 16.


de la legislacion.
99


causar al comercio exterior, porque en
aquellos tiempos Roma no quería comer-
ciar con los extrangeros, pues . no cono-
cia mas que á sus ciudadanos , á sus
confederados y súbditos. Su, único objeto
y su único interés era extender los lími-
tes de su'Imperio, y enriquecer á la pa-
tria y á sus hijos con solos los me-
dios violentos de la guerra. Pero no son
estos nuestros intereses. La política mo-
derna no puede seguramente mirar con
esta indiferencia el, comercio exterior.
Si éste es hoy el principal apoyo def,13
prosperidad de las naciones, y la monedla
el medio único de que se vale; i si,ésta no
solo es el instrumento de las permutas
que se hacen entre los miembros de la
misma sociedad, que era el uso que sola-
mente tenia en aquellos tiempos en Ro7
rna y en Esparta, sino que es el instru4
mento de las permutas que se hacen entre
naciones diferentes que no dependen to-
das de una misma autoridad; esto supues-
to , z quién no vé que el valor de la mo-
neda no puede ser en el dia arbitrario, y
que depende no solamente de la autori-
dad del que la acuña, sino tambien del
intrínseco valor de los metales de que se
co mpone? Es preciso hacer lo que por


G 2




TOO Ciencia -
desgracia no se ha hecho siempre : 'es ne-
cesario abandonar enteramente las ideas
de los antiguos por lo que respecta á las
monedas: es preciso seguir á los moder-
nos. Los escritos luminosos quede algu-
nos años á esta parte se han publicado


`sobre esta teoría, la imposibilidad de ex-
plicarla con aquella brevedad que he pro-
metido guardar en todos los objetos que
pertenecen mas á• la administracion que á
la legislacion, me obligan á guardar el si-
lencio y á remitir al lector á las manos
tía es t ra s que han tratado este asunto. No
debo salir de Italia para encontrarlas. El
conde Carli, el célebre marques Becaria,
y el abate Galiani, este ingenio sublime,
digno de toda mi gratitud por el honor
que hadado á mi patria con sus talentos
y con sus escritos; estos tres grandes
hombres, además de otros italianos ilus-
tres• han tratado esta materia con tanta
exáctiiud, profundidad y método , que
sería de desear para el interés universal
del comercio , que todos los gobiernos to-
masen de estas fuentes las instnicciones
necesarias para el buen reglamento de las
monedas (1). Fiado en el mérito de las


(1) El mismo motivo que me hace pasar


de la legislacion. TOL
obras de estos grandes hombres vuelvo
mi vista á las tropas de mar, que es el
grande auxilio que el gobierno debe dar
al comercio exterior. ._ -re 1


El mar, este camino por el, qual.d
negociante hace pasar sus mercancías, el
artista las obras de sus manos, y el labra-
dx_los• productos de su terreno; el mar,
este territorio comun sobre el qual todas
las naciones ,tienen igual derecho; pero
que la preponderancia de las fuerzas de


; .
rápidamente-sobre estos objetos, apenas me
permite.,insinuar,brevemente en esta nota
las ventajas. que. :resultarian al comercio de
la4knif9rmidad !-.de pesos y . medidas. Los an-
tiguos megol;comercijny.essclue nosotros no
olvidaron.esye objetó,. Dkipolítica Griega y
Romana no sqirjel.on,que,entre los ciudada-
nos de un mismo pais hubiese variedad de
pesos y medidas; y por él árlo,. 1silagno in-
trodujo en su vasta-imperio los pesos y las
medidas Rorn?naA.Ar nosotros que no habla-
mos ni pensámOs•zsino en„las ventajas del
comercio , hemos; 91:vidado.,,esta . uniformi-
daucdilsai.endo tan 10,4 'establecerla é intro-


Para hacer,Asta Inecti4 .-jnvariable, y
fácil de


. .Teni,ficapu . y-fcle hallar en todos
tiempos"¡ 4141./ ^Aece6itaria „lin pi arreglarla




102 Ciencia
algunos pueblos procura hacerlo su patri-.
monio privado; el mar finalmente, este
campo de batalla donde las naciones con
mano armada se disputan los beneficios
del comercio y de la navegacion , necesita
ser defendido; y todo pais á-quien.le:ca.,
be la suerte de ser bañado dé sus' aguas;
debe, ó renunciar á su comercia; ó tener
sobre este elemento algunas, fuerzas ca-:
paces para mantener el buen órdeny-U


por la longitud de una péndola simple que
diese los segundos sobre un paraleré'7dete
minado del globo; con este medíole.-podriá"
hacer universal la medida •para.•'.todos
paises del nlund o . ' lLa—reforma-Mt


. los pesos
se seguiria pronto ála-kle'lál Medidas de la§
quales depende. Uná tarifa" :


de reduccion
exacta y ciara quitaria inmediatamente


-la
dificultad para 1-1" reduccion de'precioly dé;
las imposiciones.


En Inglaterra apénas el célebre Huygedi
aplicó el péndulo á los relojes, la sociedad:
real de Undres


. propuSo emplear esta inedi.w
da universal. Este Objeto táni -poco‘ se betíltet
á la sagacidad
Montón astránomci


Leon, á la de Mr. Bougen y de Condamint.
Léanse sus obras y la memoria de Mr. Ben-jainin Corrard, que"vá,jufita reón la de Mr,
Bertrand• sobre las légéPAgrarial &c.


de la legislación. T03
libertad general, que es la única ley que
una nacion debe dar á lós de fuera. Que
se perdone á un escritor amigo de la paz
excitar hoy á las naciones á armarse de
bageles. No se dirigeh sus deseos á la
guerra ni á la .discordia, sino al reposo de
la tierra. El quisiera ver establecido so-
bre el imperio del mar aquel equilibrio
que conserva hoy la seguridad del Caril:
úneme.


'Si la Francia no hubiese descuidado
este :hbjetn; si la avaricia de un ministro,
la ;.1pRifitslon de otro, la indolencia ',11-0
triiiclios; si las falsas miras y pequeños
intereses; si las intrigas de la corre; si
tiña •cadena de vicios y de errores, y una
.m91-tirtd prodigiósa's:Wcausas obscuras y
despreciables, no hiMseti impedido:á'su
marina tomar en los 'tiempos pasados al-
guna consistencial_si eiOugar de :derra-
mar tantas riquezas, y exponer tantos
hombres para dividir .con otras dos gran-
deS > potencias la afreitta de no poder opri-
mir á un elector de Brandernburgo,
gobierno frances hubiese dirigido todos
sus esfuerzos á la parte naval; si el :ex-
plen dor momentánew.,que adquiriA,Su ma-
rina bajo el gobierno de Luis XIVse hu-
biera aumentado y sostenido «in, -el sa-




iO4


Ciencia
orificio de toda 6 de una porcion de sus
tropas mercenarias; si todo lo que debia
haber hecho la Francia, se hubiese he-
cho, su comercio como se ha dicho en
otra parte hubiera tenido los mayores
progresos bajo los auspicios de su pa-
bellon mas respetado , sin estar expues-
to á los golpes fatales que la ,Gran
Bretaña le ha descargado tantas veces
por la superioridad de sus fuerzas marí-
timas.


Del mismo modo, si las otras nacía,
nes bañadas por el Mediterránepichu-;.
bieran conocido la ,importancia las
fuerzas de mar ,. elnpabellon Insultante
clei,,los piratas Berberiscos no In nleltaziA
sw,Çomercio , ni


-expondria 4,,tantos
gros la industria.de sus ciudadanos (I),,


¿Mas---.podrá :por ventura esperarse
este aumento ,d9


_ las tropas marítimas


(i) Parece que esta verdad empieza al
,presente á ser conocida de los gobiernos. Es-
l'os' se han determinado- últimamente á gas-
'tár en fuerzas marítimas aquellos tesoros que
-hasta ahora habian derramado sin utilidad,
• y• lérhpleado en la tropa de tierra. No rserá
-mi! patria la iiltima.que experimente las buen
-4asiresul tas de este.sistema;:


de la legislacion.
sin disminuir las de tierra? La miseria de
los pueblos, y el estado presente de las
rentas públicas , no permite otro partido
á los, gobiernos que:_ ,el de elegir unas
ú otras. Si el yugo que los oprime es
superior á- sus 'fuerzas, ¿cómo se ha de
agravar su peso? Así hasta que se refor-
me; el actual sistema militar, es inútil
proyectar un acrecentamiento de fuerzas
marítimas. Los gastos que exige el man-
tenimiento de una tropa de mercenarios
siempre permanente , no son compatibles
con los.que son indispensables para tener
una-;escuadra capaz de defender las icos-'
tas dela nacion, y hacer respetar su ñata-
bre,en Iodos los mares. He demostrado la,
inutilidad y los inconvenientes de la per-
petuidad de las tropas de tierra; ¿pero
quién podrá describir las ventajas de las
de mar?? -


.Aun guando no considerásemos esto
sino • bajo el aspecto de la fuerza pública,
esto solo bastaria para hacer caer la elec-
cion sobre las segundas. Pueblos, solo en
este elemento pueden ser transportadas
vuestras- fuerzas lejos de vosotros sin pe-
ligro de.: ser destruidas. Si vuestras tro=
pas de tierra quieren hacer una invasion
en paises extrangeros, hallan mil dificul-




t 06
Ciencia


tades. Los montes, los ríos, la escabrosidad
de los caminos, la falta de víveres y de
municiones, la intemperie del climaYto-
do destruye vuestros'-proyectos y multiV>li-
ca los inconvenientes. Sobre el mar al
contrario, la habitacion; la artillería ,'"los
víveres, todo camina con vuestras tropas
por un suelo llano. Hay mas, los marine-
ros son naturalmente los mejores solda-
dos 3. acostumbrados á despreciar 'cóntí-
nuamente los peligros de la muerte, en-
durecidos por su ejercicio en el trabajo y
en el rigor de las estaciones, temen me-
nos_la vista del enemigo, y t ,se rinden
ta-'fácilmente á las fatigas é incomodi-
dades de la guerra.. No dispensándoles
la paz de la r navegacion, no afemina á
estos héroes el Ocio de las guarniciO-
nes. Su subsistencia no es gravosa al
tilico, porque se compensa con los bene-
ficios del comercio que promueven Y de-
fienden. Finalmente, siendo poderosos por
mar, sereis respetados en todas partes;
pero siéndolo en tierra, lo sereis solamen-
te :de vuestros vecinds.


-


:Síguese, pues, dé lceqUI hemos di-
cho, que los caminos, ros-canales lde co-
municacion , un buen-arreglo de las- -nlo-
nedas,:aiiia fuerza suficiente sobre átnar,


de la legislacion. 107
son los littlsos que todo gobierno de-
berá dar aféóinercio.1\ o necesita de otros
auxilios. El interés pfiVado perfeccionará
la obra. Esta es unáTizeizalsiempre viva,
que lo prómueve dé continuo si las cau-
sas externas no se 16 iinpiden.YEntre es-
tas, tomó-: se ha demoárado , el sistema
actual d&-la§-1CÓritribileiones -es la mas
fuerte. Observémos ;=plies,,ldé'F Mas cerca
este terrible colos& ciiieebIráVal mis-
mo tiempo 'su pesdliMglricilltura , las
artes y el conieilibt,'"? YeaMa si pode-
rnos sin disminuVrlógiá'CerT6 mas Propor-
cionado' y menos graWló ) á 10 pueblos
sobre cuya cabezaestia'aPbyaclo. Este 'él
uno de los bbjet61-WeSte libro mas
teresante.


CAPÍTULO XXVII.
Do lai'contribuciones generales-.


Donde hay sociedad' debe haber un
cuerpo que la gobierne en lo interior y
la defienda de los enemigos exteriores; .pa


-ra estos dos objetos se necesitan gastos
que deben ser pagadós por la sociedad
que se aprovecha de'estas ventajaS.' Los




i<511
Ciencia


miembros que la componen deben sacrifi-
car una parte de sus propiedades para
conservar la otra. Es verdad que ha ha-
bido algunas naciones y algunos tiempos
en que los gobiernos sacaban de otra par-
te su s ubsistencia„, y se asignaba-una por-
cion del terreno,delaypaciory para.,los gas-
tos comunes del cuerpo políticoalero es-te sistema. no podi4.,sostenerse.-f'


No p4 sfendo,t g4letrio , cuidar de
sus fundos , tenia ,


cjije.,fi41.121, á .los admi-
nistradores que


,se descuidaban, ó se apro-.
yechaban..,de 1.,tetitas. La agricultura y


poblaCión; clékiazt
sufrir mucho` de la


le,11-1,lion de ,m31.chas propiedades en una
misma mano; y resentirse igualmente los
derechos sagrados de la propiedad. Como
entonces las confiscaciones hubieran sido
el único instrumento para aumentar el
erario del fisco, esta pena que castiga al
inocente con. el reo;,


,
y el,..doix solo


un hombre éri toda su posteridad ; esta
pena contraria á la naturaleza y á la jus-
ticia hubiera sido mas frecuente, que en
tiempo de Tiberio y de los tiranos de
Roma. Finalmente , el mal irreparable es-taba en la extension de este .territorio;
por9u1§las posesiones del Rey eran &-
Irkastiála4s en tierincl


de paz, 6 no erasi


de la legislacion. 109
suficientes para el tiempo de guerra. En
uno y otro caso la libertad de la repú-
blica estaba oprimida. En el primero la
oprimia la cabeza de la nacion , y en el
segundo los extrangeros. Estos desórdenes
obligaron á las naciones á recurrir á las,
contribuciones de los cittcládanos (t). Es-
te es el sencillísimo origen y el derecho
de los impuestos. Veamos la regla que de-
be gobernar en el repartimiento.


El labrador que gobierna un arado,
y el feudatario que vejeta dentro de los
muros de su palacio, tienen un interés co-
mun en el buen órden y en la seguridad
del Estado, pero este interés no es igual.
Así como el beneficio que el primero
recibe de la sociedad es mucho menor
que el del segundo ; así tambien debe
ser menor el precio con que compra


(i) Diodoro en el lib. I , /22441. 73 y si-
guientes dice , que el terrritorio de Egipto
estaba dividido en tres partes ; una para el
Rey , otra para los sacerdotes , y la tercera
para el pueblo. De la relacion que hace Es—
traban en el lib. 17 se infiere que esta di-
vision habla sido alterada en los tiempos de
José, y que el Rey solamente exigia cierta
imposicion sobre las producciones de la a-
gricultura y de las artes, sin que tuviese la




tio Ciencia
este beneficio. Por consiguiente las facul-
tades de cada ciudadano deben determi-
nar la parte que debe tener en las contri-
buciones públicas , y ésta debe ser la úni-
ca regla del repartimiento ; ¿ pero quál
será su medida ?


No esrnpy dificil encontrarla. La me-
dida de las contribuciones son las nece-
sidades del Estado.'¿ Pero quáles son estas
necesidades ? Pueblos , no os asasteis.
Vosotros os habeis acostumbrado á con-
fundirlas muchas veces con los caprichos
de la favorita de un Rey, con la ambicion
.de,un conquistador, con las voraces espe-
culaciones de un ministro, con la prodi-
galidad de un Príncipe, con la codicia de
los cortesanos, con ei fausto ,:y con todos
los vicios que alguna vez Suelen rodear los
tronos. Pero éstas no eran las necesidades


propiedad de parte alguna del terreno. Lo
que sucedió en Egipto, ha sucedido en la
mayor parte de las naciones. Los Reyes al
principio fueron propietarios como sus stib-
ditos , y despees dejaron de serlo y acudie-
ron á los tributos. La historia de Roma y
la de las monarquías modernas en el ori-
gen , progresos , y decadencia del sistema
feudal, nos ofrecen una prueba de esto.


de la legislacion.
del Estado guando rey naban en Roma
Tiio , Trajano , y Marco Aurelio. Si la
perpetuidad de las-tropas, si este sistema
errado de tener levantados tantos brazos
sobre la cabeza de los pueblos bajo el
pretexto de defenderlos, se aboliese hoy
en Europa ; esta saludable reforma, uni-
da á la moderacion presente de los Prín-
cipes que la gobiernan disminuida mu-
chísimo la suma •de las necesidades del
Estado. Éstas no pueden jamás exceder
las fuerzas del pueblo que las ha de pa-
gar: ellas no pueden jamás ponerle en es-
tado de la miseria. Si para adquirir
conservar su felicidad está obligado un
pueblo á pagar contribuciones, quando el
medio que debe llevarle á ella lo hace
infeliz , falta entonces la causa de la con-
tribucion, es quimérica la necesidad del
Estado , y no hay derecho para exigirle
tributo ni razon para pagado. Las ver-
daderas necesidades del Estado son aque-
llas que pueden satisfacerse sin agravar
al pueblo y sin empobrecerlo.


Mas no basta que las contribuciones
sean proporcionadas á las necesidades del
Estado, para conseguir que no sean gra-
vosas á los pueblos que deben pagadas.
La nacion puede ser oprimida aun siendo




1 12 Ciencia
moderadas. La indigencia del cual() ii64
lírico y la miseria del Estado pueden es-
tar unidas , y ser ambas efecto de las con-
tribuciones mal repartidas. Todo depende
de la manera de colocarlas, porque son co-
mo los pesos : un hombre puede llevar á
cuestas el peso de cien libras, y sucumbe
al de una sola puesta en las narices. De la
explicacion de este solo principio depen-
de todo el conocimiento de la intrincada
teoría de las rentas públicas. Examiné-
TT1OS pues la naturaleza de las contri-
buciones.


Para proceder con órden en el exi-
men de una materia tan obscura , dis-
tribuiré las contribuciones en dos cla-
ses, en directas, é indirectas. Casi toda
la Europa se halla oprimida con el peso
de estas últimas. Las primeras solamente
se hallan en los libros de los escritores
económicos. Quiera Dios que los trabajos
de estos ciudadanos benéficos sean pre.-
miados con sola la moneda que ellos de-
sean, que es la del bien pública, resul-
tado infalible de la aplicacion de sus
principios. El progreso de los conocimien-
tos útiles es inseparable de la prosperidad
de las naciones. Todo nuevo impulso que
se comunica al movimiento de este cuer-


de la legislacion. 113
po es un beneficio que se hace á la hu-
manidad. Sacerdote de esta diosa , ten-
go por indispensable unir mis esfuer-
zos á los de tantos hombres grandes, que
han tratado esta materia antes que yo.
Hablaré primero de las contribuciones in-
directas, y despues de haber demostrado
su irregularidad é incoherencia, procu-
raré dar mayor firmeza al sistema de las
contribuciones directas.


CAPÍTULO XXVIII.
De las contribuciones indirectas.


Estas contribuciones son ó reales ó per-
sonales, y pueden recaer ó sobre las per-
sonas ó sobre las cosas. Unas y otras son
igualmente contrarias á los principios, por
los quales debe dirigirse el legislador en
la eleccion de impuestos.


Empezando por las contribuciones per-
sonales , no veo en la capitacion sino un
sello de servidumbre impreso en la frente
de los hombres para imponerles un tribu-
to por cabeza , que necesariamente ha de
ser arbitrario, no pudiendo ser determina-
do, ni por lo que el ciudadano puede dar
al Estado, ni por lo que puede darle en to-


Tomo III,




I 1 4 Ciencia
dos tiempos. La razon es evidente. O este
tributo es igual en todos los cuidadanos ,
es relativo á su condicion y facultades.
En el primer caso es injusto el reparti-
miento, porque el pobre paga al Estado
lo mismo que el rico. Una parte de los
ciudadanos está oprimida por la contri-
bucion , mientras que la otra defrauda
al Estado lo que le debe.


En el segundo caso el repartimiento
debe ser necesariamente arbitrario. Si de-
'be arreglarse por lo que cada ciudadano
puede dar al Estado, ¿cómo se indagará?
¿Se admitirá acaso la declaracion del mis-
mo contribuyente? Mas para poder dar
é á su dicho sería preciso que entre el
Monarca y el súbdito hubiese una con-
ciencia moral que estrechase á uno y á
otro con el recíproco amor del bien co-
mun; pues el mismo Piaron no se atre-
vió á suponer esta confianza y buena fé
entre los ciudadanos y el gobierno de su
república. imaginaria. Acordémonos de lo
que sucedió en Roma en el Imperio de
Galerio, en que muchos súbditos fueron
puestos en tormento para arrancar de su
boca el estado de sus haberes (1). ¿Y si


(r) Lact. de Mort. pers. cap. 26. y 31.


de la legislacion. 115
no pudiendo fiarse el gobierno de la de-


. claracion del ciudadano, encargase á sus
comisionados el cuidado de indagar el
estado de sus facultades; si les diese el
derecho de penetrar en el santuario de
las familias, y en la casa del ciudadano,
para manifestar lo que éste no quiere ó
no puede revelar, no sería éste un aten-
tado contra la tranquilidad pública, una
violencia atroz, y una fuente inagotable
de fraudes y opresiones para los inquisi-
dores del fisco? El rico abriendo su bolsa
estaria seguro de esconder las dos terce-
ras partes de sus rentas, y el pobre arte-
sano y el infeliz labrador serian opri-
midos.


La libertad civil del ciudadano sería
violada en toda su extension. Todas las
ideas morales del pueblo estarian en gran
peligro de ser destruidas por los conti-
nuOs ejemplos de la fuerza pública ejer-
cida contra los inocentes con la mayor
violencia. Reynaria la desconfianza en la
n aeion , y el ciudadano se verla precisa-
do á ocultar el estado de sus facultades
con el mismo misterio que la infidelidad
de su compañera.


Pero supongamos lo que tengo por
imposible, es á saber, que el gobierno


H 2




I 1-6 Ciencia
pudiera conocer exlictamente las faculta-
des de cada ciudadano, y la parte que la
situacion presente de sus negocios le per-
mitiese tomar en la carga de las contri-
buciones , ¿de qué le serviria este cono-
cimiento ? ¿Por ventura no deben variar
todos los años las facultades de la mayor
parte de los ciudadanos con los produc-
tos inciertos y precarios de la industria?
¿No se disminuyen con la multiplicacion
de los hijos, con la pérdida de las fuer-
zas causada por las enfermedades, por la
vejez, por el trabajo, y con las vicisitu-
des ó mutaciones que el tiempo produce
en todo lo que depende de la naturaleza
y de la suerte (i)? Por consiguiente el
censo deberia exáminarse y reformarse
cada año, ¿y esta operacion no consumi-
rla quizás la mayor parte del producto?
Creo que estas pocas reflexiones bastarán
para persuadir que entre todas las contri-
buciones la mas arbitraria, la mas irri-
tante, y la menos útil para el Estado, es
el impuesto personal. Quando se trata de
capitacion es imposible hacer un repar-
timiento justo y proporcionado. No se


(1) Véase á Rainal en la historia filos6-
fica y política ?


&c. lib. 59. cap. 43.


de la legislacion. 117
hallan menos inconvenientes en las con-
tribuciones reales.


Estas se imponen sobre el consumo y
la circulacion interior, sobre la extracciort
y la introduccion; comprenden los géne-
ros de primera necesidad y los de lujo;
las mercaderías extrangeras y las nacio-
nales; los productos del suelo y los de
la industria. Qué máquina tan compli-
cada, en la qual las ruedas de que se
compone son infinitas , su fuerza incierta,
y su movimiento irregular y por consi-
guiente fácil de arruinarse, y arrastrar
con su ruina la de la agricultura, de la
industria y de la poblacion ! Qbservándo-
las en general, hallaremos qué todas estas
Contribuciones son indeterminables, por-
que no pueden jamás ser proporcionadas
al valor de las mercancías sobre que es-
tán impuestas. Es innegable que el pre-
cio de todos los géneros varía continua-
mente. La abundancia 6 la esterilidad de
una estacion disminuye 6 aumenta el pre-
cio de los productos del terreno, y facili-
tando ó encareciendo la subsistencia del
artífi ce ,


hace tambien que se aumente 6
disminuya el precio de las manufacturas.
Por lo que sería preciso hacer todos los
años nuevos aranceles de los tributos, lo




8 Ciencia
que sería imposible de ejecutarse, ó sería
necesario exponerse al peligro de caer en
una desproporcion infinita entre el tribu-
to que se pide y el valor del género so-
bre que está impuesto. Un afro el tributo
absorverá la vigésima parte, otro la dé-'
cima, y otro la séptima, &c. del precio.
de los géneros. ¡ Qué -irregularidad , qué.
inconstancia, qué peligro! Observándolas
despues en particular, basta poner los ojos.
en los diferentes objetos sobre los quales
debian recaer las contribuciones, para con-:
vencerse de los desórdenes que resultan
de cada uno de ellos.


Sise imponen sobre el consumo inte-
riorde los géneros de primera necesidad,
deben .


ser forzosamente perniciosas, mal
repartidas, é insoportables: á una gran
parte.


de ciudadanos. Deben ser pernicio-
sasa-p&rque encareciendo la subsistencia
sin ser útiles á la agricultura, que nada
gana cori ;este aumento del precio de sus
productos,.disminuyen la poblacion, que
como se ha demostrado, se equilibra siem-
pre con la mayor ó menor facilidad que
tienen los ciudadanos en proveerse de lo
necesario para su subsistencia. Deben es-
tar mal repartidas, porque siendo comun
á todos el consumo de estos géneros de


de la legislacion. i75
primera necesidad, tanto al pobre como
al rico, sucederá muchas veces que el
miserable artista que tiene diez hijos pa-
gará mas al Estado que un ciudadano rico
que solamente tiene uno. Deben final-
mente ser insoportables á una parte de
ciudadanos, porque no excluyéndose á
la misma indigencia de esta contribu-
cion, el ciudadano que no se halla en es-
tado de poder contribuir, y debiendo pa-
garla como los otros, debe quitárselo de
su alimento. Si necesita de tres panes ca-
da dia, debe contentarse con dos para
sacrificar el tercero al tributo que se le
pide. 1Y no es esto una injusticia notoria?


Antes que hubiese en el mundo un
código de leyes , el hombre tenia dere-
cho de subsistir. 1Por ventura lo ha per-
dido con el establecimiento de las leyes?
Obligar al pueblo á pagar los frutos de
la tierra mas de lo que debe y mas de lo
que puede, es lo mismo que robárselo,
es condenarlo á la indigencia, al ocio , á
la desesperacion y á los delitos. Es qui-
tar á las artes tantos artistas, á la pobla-
cion tantas familias, á la agricultura tan-
tos consumidores, á la sociedad en fin
tantos ciudadanos útiles para llenarla de
ladrones, de mendigos y de ociosos. Esto




r20
Ciencia


sucede guando los impuestos recaen sobre
el consumo de los géneros necesarios á la
vida. Pero aun llega á ser mayor el mal
si recaen sobre la extraccion de. éstos.
Creo haber demostrado bastante esta ver-
dad guando hablé de la libertad del co-
mercio de granos. Todo lo que debilita
esta libertad , y todo lo que disminuye
el despacho, perjudica como hemos proba-
do á la agricultura. Nadie duda que las
contribuciones impuestas sobre la extrae-
cion producen estos efctos, y así perjudi-.
can á la agricultura, y por consiguiente
á-la poblacion, al comercio, á la indus-
tria; en una palabra, son la ruina del
Estado. Pasando de las contribuciones
impuestas sobre el consumo y extraccion
de los géneros necesarios á la vida, á las
que se imponen sobre los otros géneros
menos necesarios, hallaremos nuevos des-
órdenes y nuevas razones para destruir
el sistema de las contribuciones indirectas.


Estas pueden imponerse ó sobre la
extraccion y circulacion interior de las
mercancías nacionales de este segundo
género, ó sobre la introduccion de las ex-
trangeras. El golpe fatal que se da á la
industria con las primeras es demasiado
evidente. Por lo que toca á la extraccion :


de la legislacion. 12I
nadie ignora que el vendedor es el
que paga el impuesto y no el comprador.
Obligado á medir sus pedidos por el pre-
cio corriente de las otras naciones , no
puede alterarlos de modo que el impues-
to recaiga sobre el extrangero ; y aun.
guando esto suceda sobre un género que
sea propio y privativo de la nacion, de
modo que por no haber concurrencia
de otras pueda ponerle el precio que
quiera , sin embargo el impuesto no deja
de ser perjudicial, porque queriendo el
vendedor obligar al extrangero á pagarlo
á un precio muy subido, venia disminuir-
se los pedidos y el consumo; y el Estado
venia entonces exáusto en parte un ma-
nantial de riquezas de que era el único
Propietario. La Espafia nos ofrece una.
prueba de esta verdad. La barrilla es una
produccion tan propia y privativa de esta
nacion que no ha podido criarse en nin-
gun otro pais. Fiado en esta exclusi-
va ha cargado su extraccion con un im-
puesto que casi iguala á la mitad del pre-
cio : el extrangero la compra cara, y pa-
ga sin duda este impuesto ; pero ¿qué ha
sucedido? Por una parte el consumo se
ha minorado muchísimo , y por otra el
labrador: que no saca alguna utilidad de


‘117.1.4.,(*.15«1




/22-
Ciencia


este aumento, desprecio que nace del de-
recho de la exportacion , desalentado por
la dificultad del despacho, ha abandonado
casi enteramente su cultivo. Este es el
modo de privar á una nacion de un pre-
sente que la naturaleza le ha hecho.


No es menor el dalia que se sigue
guando estas contribuciones se imponen
sobre la circulacion interior de estas mer-
cancías. ¿Qué cosa mas injusta y mas
molesta para la industria y el comercio
que el que cada miembro del Estado se
repute como extrangero con respecto á
las otras partes del mismo cuerpo ; que
las telas y lienzos fabricados en una ciu-
dad deban pagar gavela para pasará otro
lugar del mismo dominio ; que el viaje-
ro y el negociante hayan de ser dete-
nidos, visitados y pechados en cada paso
que dan ; que la avaricia pálida é inquie-
ta, puesta por decirlo así como en cen-
tinela en los caminos y los ríos , haga tri-
butarios al comercio y al viajero por a-
quellos paises que no son preciosos sino
guando son libres? Tantos brazos arran-
cados á la agricultura y á las artes, tan-
tos tribunales erigidos contra la industria,
tantas declaraciones, tantas visitas , tan-
tas medidas, tantas valuaciones arbitra-


de la legislacion. 123
rias , tantas vejaciones y ultrages , ¿no
son por ventura otros tantos apoyos de
esclavitud y decretos de miseria? El co-
mercio interior, sin el qual no hay agri-
cultura , ni artes , ni comercio exterior,
debe necesariamente arruinarse con el
peso de estas imposiciones. La evidencia
de esta verdad me dispensa el demostrar-
la. Voy á impugnar ahora la preocupa-
cion casi universal sobre la utilidad de
las contribuciones impuestas sobre la in-
troduccion de las mercancías extran-
geras. ¡ Miserables é ineptos políticos!
Esta es la sagrada áncora á la qual acu-
dís todas las veces que se trata de la
proteccion de las artes y manufacturas.
Creeis que este es el ánico medio para le-
vantar-la industria nacional sobre las rui-
nas de la extrangera , para impedir que
el dinero salga del Estado , y disminuir
el consumo de todo lo que no nace ni se
fabrica en el pais aumentando su pre-
cio. Pero no veis toda la ilusion de vues-
tros principios? No sabeis que quanto me-
nos cosas nos vendan los extrangeros nos
Compran menos; que el comercio no dá
sino á proporcion de lo que se recibe;
que éste no es mas que una permuta
de valor por valor ; y últimamente, que




.1-24- Ciencia
una nacion que se pusiese en estado de
no comprar género alguno de las otras,
y de vendérselo todo al mismo tiempo,
no- tardaria mucho en ver arruinado. su
comercio, sus artes y manufacturas por
la demasiada multiplicacion del numera-
rio, que encareciendo el precio de los gé-
neros de las obras , no podría sostener
la concurrencia de las otras naciones , ni
podría impedir que sus mismos ciudada-
nos prefiriesen el consumo de los géneros
y mercancías extrangeras que entonces
se venderian á menor precio que las na-
cionales, y finalmente volveria á la po-
breza por haber querido enriquecerse de-
masiado.


Estos efectos de la demasiada multi-
plicacion del dinero han experimentado
Portugal y España , y hubiera tenido
la misma suerte la Inglaterra si sus guer-
ras no hubiesen sido otras tantas oportu-
nas sangrías contra la plétora que la a-
menazaba (r). Muy en breve explicarémos
mas claramente esta verdad.


En fin por no omitir cosa alguna en
este análisis de las contribuciones indirec-


(1) No debe contarse entre éstas la últi-
ma guerra con las colonias.


de la legislacion. 125
,as, quiero hablar de un impuesto que
aunque en la apariencia manifiesta ser
el mas justo y el mas proporcionado , es
el mas vicioso y el que causa mayores
perjuicios al primer manantial de las ri-
quezas, es á saber , á la agricultura.


Este tributo es el diezmo sobre los
frutos de la tierra. Se ha dicho que las
contribuciones que no son susceptibles de
un justo repartimiento, son siempre injus-
tas y perjudiciales; y éste es puntual-
mente el defecto de los diezmos. Como
esta contribucion no recae sobre el pro-
ducto líquido, sino sobre el total de la
tierra , sucederá necesariamente que el
propietario de un campo estéril , que
para coger ciento ha tenido que gastar
cincuenta en la cultura, pagará igual7
mente que otro propietario de un campo
fértil, que para coger la misma cantidad
de frutos solamente ha gastado veinte (r).


Qué repartimiento mas injusto que éste?
(1) El gobierno de Roma conoció la in-


justicia de este repartimiento : en efecto
guando restituía mediante un cánon ánuo
á los antiguos duefios de las naciones subyu-
gadas las tierras que les habia confiscado,
arreglaba este tributo por la rnolyor ó menor


.fettllidad de los terrenos, Liv. en el lib . 43.




de la legislacion. 127 peo
pasarse en las contribuciones sin causat
la ruina de las propiedades y del Esta-
do. El conocimiento de este término de-
pende de la distincion que hay entre el
producto líquido y el total de las ren-
tas nacionales. El producto líquido es
la renta que queda , rebajados todos los
gastos del cultivo. Las contribuciones
de los ciudadanos no deben recaer sino
sobre una porcion de este producto lí-
quido. Luego que se pasa de esta por-
cion, las contribuciones son perjudiciales,
y no se sostienen sino á expensas de la
reproduccion. El propietario de un cam-
po que exige la tercera parte de la renta
para la cultura , empleará entonces la
quarta ; esta disminucion de gastos en el
cultivo producirá una disminucion de ren-
ta , la qual aumentándose por grados, y
haciéndose comun á todos los propieta-
rios, causará finalmente la miseria y la
ruina de toda la nacion.


Persuadidos, pues, de que las contri-
buciones deben recaer sobre el producto
neto, y no sobre el producto total de las
rentas nacionales, ¿ quál será en las con-
tribuciones indirectas el medio para co-
nocer si pasan de este término ó sino han
legado á él? Se puede asegurar con tu-


126 Ciencia
¿Qué medio mas eficaz para arruinar la
agricultura ? Regla general : el tributo
impuesto inmediatamente al aumento de
la industria ó de la cultura, arruina siem-
pre á la una y á la otra.


CAPÍTULO XXIX.
Continuacion del mismo asunto.


R ecorriendo todos los objetos sobre los
quales pueden recaer las contribuciones
indirectas, hemos hallado por todas par-
tes iguales inconvenientes y desórdenes.
Mas no contento con esto, quiero expli-
car otra razon , la qual consideradas to-
das estas contribuciones bajo un aspecto
comun, no nos hará conocer menos su ir-
regularidad y su oposicion con los princi-
pios por los quales deben arreglarse los
impuestos.


Hay un término del qual no puede


cap. 2. asegura que una parte de la España
pagaba la décima, y otra la vigésima de los
productos de la tierra; é Higin. dice que al-
gunas veces llegaba hasta un séptimo, y aun
hasta el quinto. Léase á Higin. de const. Li-


pag. 198. edit, de Goesio.




122 Ciencia
da certeza que el economista mas hábil
no podrá gloriarse de haber hallado el
medio de resolver esta cuestion. Mien-
tras que la contribucion no recaiga sobre
las tierras, sino sobre los productos , so-
bre el consumo, las artes y el comercio,
el gobierno estará incierto si la suma de
estas contribuciones excede las facultades
de los pueblos que la pagan; y no la ad-
vertirá sino guando la ruina del Estado
le hará ver la exórbitancia de ellas, y
quizás la imposibilidad de remediarla.
Alguna vez temerá que el Estado esté
oprimido, y el Estado pagará mucho me-
nos de lo que podria y debería. Pues esta
sola incertidumbre, este vicio inherente
á las contribuciones indirectas, i no sería
bastante para que los gobiernos las mira-
sen con horror, y les substituyesen el gran
sistema de las contribuciones directas?


La multiplicidad de los impuestos in-
separables del sistema de las contribucio-
nes indirectas, es tambien un azote para
el pueblo y para el Soberano. El prime-
ro paga cien veces lo que pagando una
sola le librarla de todas aquelias vejacio-
nes que destruyen su libertad y causan
su miseria; y el segundo vé por lo menos
una qUarta parte de las contribuciones


de la legislacion.


129
públicas, y acaso una tercera, sacrificada
á los que están encargados de cobrarlas.


Las contribuciones son como las san-
grías. Si nos punzamos en cien partes de
nuestro cuerpo, nos martirizamos sín sa-
car la cantidad de sangre que se hace sal.
tar con sola la insensible incision de una
vena:Frustra fit per plura, quod seque com-
mode fiere potest per pauciora. 1Quál es,
pues , esta vena , quál sería esta única
incision que sin martirizar el cuerpo de
la nacion baria rico al gobierno , y feli-
ces á los ciudadanos ? Busquémosla.


CAPITULO XXX.


De la contribucion directa.


La contribucion directa no es sino el
impuesto que se carga á las tierras, ver-
daderos y perennes manantiales de las
riquezas y rentas de la nacion; ellas solas
deherian sufrir todo el peso de las contri-
buciones. Solos los propietarios las paga-
rian en la apariencia ; mas en la realidad to-
das las clases de los ciudadanos tendrian
parte en esta contribucion, y cada uno con
Proporcion á sus facultades. Los que no


Torno




13(5.Ciencia
poséen pagarian su parte en el consumo de.
las producciones, y los que poséen pagan-
do el impuesto. Los que poséen mas paga-
rian mas, y los que poséen menos paga-
rian menos ; y la misma proporcion ha-
bría entre los que no poséen. Recayendo:
el impuesto sobre todas las tierras con
proporcion á su producto neto, como los
productos de las tierras no solamente'
comprenden los géneros necesarios para
la vida, sino tambien los de comodidad
y lujo , el mas rico consumiendo gene-
ralmente mayor cantidad de estos frutos
pagaría mas al Estado, y el pobre consu-
miendo menos pagada tambien menos.


Es verdad que todo impuesto de qual-
quiera naturaleza que sea tiene una fuer-
za expansiva y propende naturalmente á
nivelarse con uniformidad sobre todos los
individuos del Estado á proporcion del
consumo de cada uno (t); pero esta fuer-
za expansiva no es igual en todos los im-
puestos %


ni el movimento que comunica
es en todos igualmente acelerado. (ban-
do el impuesto cae sobre la clase inferior
del pueblo, ésta hará esfuerzos para re-


(s) Véase á Verri en la ohm poco antes
citada S. 30.


de la legislacion. 131
Sarcirse de ella encareciendo el precio de
su trabajo ; pero no lo conseguirá jamás,
ó lo conseguirá muy tarde. La necesidad
inexórable , que no tiene espera , no le per-
mitirá alterar el precio de su trabajo pro-
porcionalmente al impuesto que debe pa-
gar , ó á lo menos no llegará sino por
grados insensibles , pues de lo contrario
los ricos no emplearian sus brazos como
antes, y entonces perderá en la cantidad
del trabajo mucho mas de lo que ganaria
cori la subida del jornal. Recayendo pues
la contribucion sobre la clase inferior del
pueblo , ésta debe siempre ó á lo menos
por mucho tiempo, pagar una parte del
impuesto encareciendo su trabajo, y otra
disminuyendo su alimento. Pero no sil-
cede lo trismo guando el impuesto re-
cae directamente sobre la clase de los
propietarios de las tierras. Éstos para
resarcirse, arreglarán con la contribu-
cion el precio de las producciones. La
necesidad de proveerle de éstas, sien-
do mas fuerte que la de venderlas , o-
bligará á los río propietarios á acomodar-
se al precio , pagando de este modo la
parte que les toca del impuesto ; y esta
distribucion se hará prontamente y sin
obstáculo , porque en este caso el mas


l




132 Ciencia
poderoso es el que hace la forzosa al
mas débil.


Estas verdades son tan evidentes que
creerla ofender ,á los que leerán este li-
bro si me detuviese en explicarlas. Lo que
principalmente me propongo es demos-
trar todas las ventajas que producirla en
una nacion el establecimiento de esta úni-
ca contribucion , reservándome por -últi-
mo manifestar que todas las objeciones
que pueden hacerse contra este sistema
son infundadas y quiméricas. Por lo que
respeta á las ventajas , la primera es ser
única esta contribucion.


¿Qué beneficio mayor para la nacion
que librarla de las vejaciones de todos
aquellos enemigos interiores que la mul-
tiplicidad de los impuestos hace necesa-
rios para su exáccion? ¿Qué mayor venta-
ja para el Soberano que verse libre de la
obligacion de dividir. sus rentas con estos
exactores? ¿Qué mayor consuelo para el
pueblo, que estar asegurado de que todo
lo que paga redunda en beneficio del So-
berano y del Estado, sin que se malver-
se entre las manos de aquellos hombres
á quienes tanto aborrece, y cuya provi-
dad le es tan sospechosa ? Pocos recauda-
dores serian necesarios para exigir todas


de la legislacion. 133
las rentas del Estado (1), y no se quita-
rian á la agricultura y á las artes tan-
tos brazos, y el fisco podria ser igual-
mente rico con una tercera parte me-
nos de rentas.


¿Quién creeria que en Francia en el
reynado de Luis XIV las contribuciones
llegaron á 75o millones de libras, y que
solamente entraban en el erario 25o mi-
llones (2)?


Á medida que en un estado el núme-
ro de los contribuyentes directos es me-
nor, es menor tambien el número de los
ciudadanos que pueden ser molestados;
son mas difíciles los fraudes, así de par-
te de los contribuyentes, como de parte
de los exáctores; se facilita el cobro , y
se disminuye el número de los ociosos
que hay empleados. En nuestra hipótesi
el número de los contribuyentes directos


(a) Dentro de poco demostrarétnos co-
mo todos los gastos de la exáccion se po-
drian ahorrar, si esta se dejase al cargo
del mismo pueblo, 6 por mejor decir , de
sus representantes.


(a) Léanse las memorias para servir á la
historia general de las rentas publicas de
M. D. de B.




1 34


Ciencia
se reduciría á solos los propietarios de
tierras.


La segunda ventaja, tal vez de ma-
yor consideracion que la primera, sería
la supresion de todos los obstáculos que
el presente sistema de los impuestos opo-
ne, como se ha demostrado, á la agri,
cultura, al comercio, á las artes, y á to-
da especie de industria. ¡ Quántos bene,-
ficios se contienen en este solo! La liber-
tad del ciudadano y del negociante, la
del comercio, de la industria, de la agri-
cultura, y de las artes; tantos menos in-
felices encerrados en las cárceles, en es-
tos albergues del fraude y de los delitos,
que hoy llegan á ser muchas veces el re-
ceptáculo de la industria por el rigor y la
extravagancia de las leyes fiscales. Esto
solamente es una parte de los felices re-
sultados que nacerían de las contribucio-
nes directas.


La tercera ventaja sería la facilidad
de hacer un justo repartimiento de la
contribucion. Es fácil conocer el valor de
las tierras de un Estado, y saber lo que
producen y pueden producir. Como este
impuesto deberia ser permanente y fijo,
no sería necesario sino hacer una sola
vez la averiguacion de las rentas y del


de la legislacion. 135
valor de todas las tierras; y esta importan-
tísima operacion podria hacerse con la
mayor probidad, precision y exactitud.
Conocido el valor y las rentas de todas
estas tierras, y establecida una regla co-
mun y universal , la contribucion no se-
ría arbitraria ni estaria expuesta á los
fraudes.


Cada propietario pagarla con propor-
cion á sus rentas; y si se le hiciese algun
agravio le quedaria el derecho de recla-
mar contra los directores del impuesto, y
sin hacer mucho gasto podria justifica•
su queja.


La facilidad de fijar el impuesto so-
bre el producto líquido sería la otra ven-
taja que se conseguiria .con el estableci-
miento de la contribucion directa. Hemos
visto quán importante es en la imposicion
de las contribuciones el conocimiento del
producto líquido de las rentas nacionales,
el qual es casi inútil en las naciones
en que está establecida la contribucion
indirecta, porque en ellas el gobierno
está siempre en la incertidumbre, y sola-
mente puede conocer por los efectos si la
nacion está oprimida con el peso de las
contribuciones:, y por consiguiente no
puede adquirir este conocimiento sino




136
Ciencia


guando la nacion está próxima á su rui-
na. Mas en la contribucion directa nunca
estaria expuesta á este peligro. No hay
cosa mas fácil que fijar el impuesto de
una tierra sin que sea insoportable al pro-
pietario que debe pagarlo. Luego que se
arrienda una tierra á un colono, el pre-
cio del arrendamiento es un producto
neto; pues los gastos de la cultura y
de la subsistencia del colono, él mismo
los rebajó del total; así lo que pasa á
ruanos del propietario es todo producto
líquido.


Si la tierra no se arrienda, se puede
calcular el producto neto por el precio
del arrendamiento de las tierras vecinas,
é por las cosechas de un afio comun. Co-
nocido este producto, si el gobierno ha
determinado gravarlo en una séptima,
sexta, octava, ó quinta parte, está seguro
que esta irnposicion no oprimirá al pro-
pietario, ni destruirá la agricultura, por-
que solamente absorverá parte del pro-
ducto líquido del campo. En una cosa
sola debe poner el gobierno la mayor
atencion guando se trate de averiguar el
valor de las tierras. Si por falta de culti-
vo un campo produce mucho menos de
lo que deberia, no por esto debe rebajar-


de la legislacion. 137
se el impuesto al propietario; pues no es
justo que se recompense su descuido con
este beneficio. El impuesto de este cam-
po debe ser proporcionado al de los cam-
pos vecinos, y este rigor haría prosperar
la agricultura. El único alivio que se de-
beria conceder al propietario en estas cir-
cunstancias, sería dispensarle del impues-
to el primer afio. Por este motivo el es-
tablecimiento de las contribuciones direc-
tas deberia ser antes preparado con la su-
presion de todos los obstáculos que im-
piden los progresos de la agricultura en
el Estado. Sería necesario ante todas co-
sas procurar que las tierras adquiriesen
aquel valor que nuestras leyes, y los er-
rores comunes de los gobiernos de la
Europa, les han hecho perder. Precedien-
do la supresion de los obstáculos á los im-
puestos, y produciendo el establecimien-
to de éstos la supresion de los que na-
cen del sistema actual de las contribucio-
nes, resultaria que el impuesto no parece-
ria gravoso al principio, y despues se ha-
ría cada ario mas ligero, á medida que
los progresos de la agricultura y de la
opulencia pública aumentasen el valor de
las tierras. Si el impuesto se fijase en un
quinto del producto líquido, el propie-




4 38 Ciencia
tario que al principio pagaría un quinto
de sus rentas, pasado algun tiempo no
vendría á pagar sino la sexta parte, y des-
pues la séptima, supuesto que la renta
del campo se aumentarla quedando siem-
pre el mismo impuesto.


Finalmente, la última ventaja que re-
sultarla del establecimento de esta única
contribucion, sería el estrecho vínculo con
que se unirian los i ntereses del Soberano
y los del pueblo. En el desórden de las
contribuciones indirectas, estos intereses
están siempre en contradiccion. El Sobera-
no que ignora lo que la nacion puede
darle, procura continuamente aumentar
sus rentas sin detenerse por la climinu-
don de las riquezas; y el pueblo, que
siempre se cree oprimido por las contri-
buciones, procura por su parre oponer
una reaccion á esta fuerza dando lo me-
nos que puede al Soberano valiéndose
del fraude.


De esta oposicion de intereses nace
aquel estado de guerra entre el pueblo yel Príncipe, contra el qual se ha decla-
mado tantas veces. Mas por el contrario,
si el Soberano dividiese moderadamente
entre sí y los propietarios el producto lí-
quido de las tierras, no podría dejar de


de la leoq clacion. 139b -
interesarse en la prosperidad de la agri-
cultura, manantial comun de sus rique-
zas y de las del Estado ; y el pueblo por
su parte, viendo que la porcion del pro-
ducto líquido que dá al Soberano cons-
tituye su felicidad y su seguridad , paga-
rla voluntariamente un impuesto del qual
no podria dispensarle ningun fraude ni
artificio. Y así este nuevo sistema de con-
tribucion sería el mas fuerte vínculo para
-unir al Soberano con el pueblo., y estre-
char mas las relaciones que se hallan en-
tre la cabeza de la nacion y la misma
nacion.


Estas son las utilidades que trae con-
sigo el sistema de la contribucion directa.
Veamos ahora las objeciones que se po-
drian hacer contra él. La primera y la mas
fuerte se toma del aumento de precio que
tendrian las produciones de la tierra,


Adoptándose el sistema de reducir to-
das las contribuciones á un impuesto solo
sobre las tierras, debiendo éste ser sufi-
ciente para poder compensar la supre-
' ion de todos los otros, sería preciso que
fu era muy fuerte, y en su consecuencia
los propietarios para resarcirse debe-
rían aumentar considerablemente el pre-
PIO de las producciones. En este caso, en-




1 40 Ciencia
contrando la nacion mayor utilidad en
el consumo de los géneros extrangeros,
las producciones nacionales , ó quedarian
sin vender , ó deberian ser vendidas al
precio de las extrangeras. En uno y otro
caso la agricultura deberia resentirse, ó
del ningun valor de sus producciones,
ó de la pérdida que padeceria en el cul-
tivo de las tierras. La ruina de la agricul-
tura producirla la de la nacion, y en-
trambas serian consecuencias del nuevo
sistema que se ha propuesto.


Toda la fuerza de esta objecion se
funda en una hipótesi que á primera
vista parece verdadera , pero mirándola
de cerca se halla absolutamente falsa.
Creer que suprimiéndose los demás im-
puestos , y cargándose todo el valor de .
ellos sobre las tierras, el precio de las
producciones del terreno se aumentaria á
proporcion del valor de los impuestos,
es puntualmente la hipótesi falsa que fo r


-ma toda la fuerza del raciocinio.
Si se quisiese cargar un impuesto so-


bre las tierras sin suprimir las demás
contribuciones, no se puede dudar que en
este caso los propietarios deberian aumen-
tar los precios de las producciones para
resarcirse 5


pero no es este nuestro caso:


de la legislacion. 141
aquí se trata solamente de gravar las tier-
ras despues de abolidos todos los otros
impuestos . Pues en este caso , Igual sería
el motivo que pudiera obligar á los pro-
pietarios á subir el valor de las produc-
ciones del terreno ? gil quién sería mas
útil esta traslacion de contribuciones que
á los mismos propietarios? Todos los que
se pagan en una nacion agricultora , .¿ no
recaen sobre la clase de propietarios? Los
que se imponen sobre el consumo de los
géneros de primera necesidad, ¿no car-
gan sobre el dueño de los terrenos que
los producen ? Los impuestos sobre la
circulacion interior, y sobre la extraccion,


no siguen la misma suerte? La capita-
eion del pueblo inferior, y los impuestos
sobre las artes que sirven para vestir,
adornar y alojar al aldeano que sola-
mente posée sus brazos, y al jornalero
que vende su persona , 5 no descargan
sobre el propietario que ocupa los brazos
del primero , y compra los servicios del
segundo ? Los impuestos sobre los géne-
ros de lujo , g no los paga igualmente el
propietario , ó comprándolos para sí , 6
haciendo que los compren los que le sir-
ven ? Luego si todos los impuestos en
una nacion agricultora caen indirecta-




1
1 42 Ciencia


mente sobre la clase de los propietarios
de tierras, reducidos aquéllos á una sola
itnposicion sobre los campos , la suerte
del propietario se mejorarla; y se mejo-
rarla en razon de las ventajas que la con-
tribucion directa tiene sobre la indirecta.
Luego adoptándose eI nuevo sistema de
las producciones del terreno, lejos de au-
mentarse deberian disminuir se.


La otra objecion que se puede hacer
és que este método destruida todas las
exenciones de algunos cuerpos del Esta-
do , y todos sus privilegios. ¡ Feliz . efec-
to ! resultado digno de descanse! ¿Es por
ventura justo que una parte de los ciu-
dadanos se aproveche como la otra de
las ventajas y beneficios de la sociedad
sin pagarlos? ¿No sería acaso muy justo
que fuese corregida una infraccion tan
escandalosa de las leyes fundamentales
de toda sociedad? Todos estos privilegios
y exenciones , ¿no son por ventura nulas
y abusivas, en virtud del derecho ina-
genable é imprescriptible que tienen to-
dos los miembros del cuerpo político pa-
ra exigir de cada ciudadano, y cada uno
de todos los otros, la contribucion recí-
proca de fuerzas que se han obligado a
subministrar, para los gastos y seguridad


ti


de la legislacion. 141
comun ? ¿No es un abuso de la autori-
dad dispensar de esta imprescriptible obli-
g,acion á una parte de los individuos de
la sociedad , para hacer caer todo el pe-
so sobre la otra? En Esparta no estaban
exentos de las contribuciones públicas los
dos Reyes ni los Magistrados; no lo esta-
ban en Venecia los nobles ni el dux; ni
en Roma los magistrados, ní los gefes de
la república durante la libertad, ni los mis-
mos Emperadores guando ésta se perdió;
¿y nosotros que nos gloriamos de ser jus-
tos é imparciales, seremos tan pródigos de
los derechos y obligaciones sociales? No
consideremos pues corno un desórden,
sino como uno de los resultados mas fe-
lices de las contribuciones directas, la
supresion de todas estas exenciones y
P r ivilegios, los quales bien considerados
desde cerca no son sino aparentes para
una gran parte de los que están en pose-
sion de ellos.


La última objecion que podria hacerse
es , que quizás no hay hoy ninguna na-
Clon en Europa á quien su situacion le
Permita tentar esta gran mudanza. Por
todas partes se dirá; los impuestos son
ta n excesivos; se han aumentado tanto
los gastos; las necesidades son tan urgen-




144 Ciencia
tes; el desórden del fisco es tan grande,
que una revolucion repentina en el siste-
ma de las rentas públicas alteraria segu-
ramente la confianza y la felicidad de los
ciudadanos.


Para responder á esta objecion pre-
gunto ante todas cosas, ¿ todos estos im-
puestos tan excesivos que exigen en la
mayor parte de las naciones de Europa
el aumento de los gastos, las necesidades
urgentes, el desórden del fisco, y las deu-
das nacionales, son ó no superiores á las
facultades de los pueblos que los pagan?
¿Exceden ó no el producto liquido de las
rentas nacionales ? Si son superiores á las
facultades de los pueblos, si exceden la
porcion disponible de las rentas de la na-
clon, en este caso es preciso disminuirlos
ó aguardar de un momento á otro la rui-
na entera del Estado. El medio único de
disminuirlos combinando los intereses del
fisco con los del pueblo, y cercenar lo
menos que sea posible las rentas del Es-
tado con grande alivio de los contribuyen-
tes, es recurrir al sistema de las contribu-
ciones directas como hemos demostrado.
Pero si la cantidad de las contribuciones no
excede las fuerzas del pueblo en la parte
disponible de sus rentas; y si en fuerza


de la legislacion. 145
de lo que hemos dicho en una nacion,
qualquier impuesto que se paga carga
siempre directa ó indirectamente sobre los
propietarios de tierras; en este caso, re-
duciéndose todas á una sola contribution
territorial, el fisco nada perdía, y la na-
clon conseguiria todas aquellas ventajas
que dependerian del nuevo sistema.


Respecto á los desórdenes que podían
nacer de una mutacion instantánea en
esta especie de cosas, respondo que esta
mutacion no solamente no deberia ser
instantánea, sino que deberia prepararse
con mucha diligencia , y ejecutarse siem-
pre por grados. No pueden repararse se-
mejantes males con un solo acto de auto-
ridad. Los antiguos sistemas de las rentas
públicas son unos edificios viejos que se
han engrandecido poco á poco en diver-
sos tiempos , y por diferentes arquitec-
tos, mas codiciosos que instruidos; son
edificios que amenazan ruina, y es ne-
cesario para repararlos toda la diligen-
cia del artífice y todas las precauciones
del arte. Si no se prepara antes cada ope-
racion , si no se ejecuta poco á poco por
grados, estamos expuestos á verlos des-
plomar de repente, y á quedarnos sepul-
tados bajo sus ruinas.


Tom.




de la legislacion. '147
rar el legislador que la nacion conociera
sus verdaderos intereses. Para salir bien de
esta empresa deberia dirigir la pluma de
los filósofos que, siendo magistrados natos
de su misma patria, deben ilustrarla siem-
pre que puedan: su derecho es su talen-
to. Ellos deberian demostrar con sus es-
critos, como lo ha dicho un sabio, las fu-
nestas consecuencias que nacen del antiguo
sistema de contribuciones; la necesidad
de una reforma ; las ventajas de la única
contribucion territorial ; el interés que
tendrian los propietarios en esta novedad;
cuyos felices efectos experimentarian pri-
mero que los otros.


Tomadas estas precauciones, derra-
madas estas luces en toda la nacion, de-
bería el legislador proceder á la ejecucion
de esta grande obra , pero por grados
como hemos dicho. Sería necesario em-
pezar suprimiendo una contribucion,


Ves
sean estos obstáculos, habiendo antes trata-
do difusamente de ellos; solamente haré pre-
sente que antes de establecerse este impues-
to sobre las tierras, debe ser abolida otra
contribucion territorial, como son las déci-
mas eclesiásticas y las de los liarónes. Para
l as primeras sefialarémos en esta obra ti


K


/46 Ciencia


CAPITULO XXXI.


Método que debe observarse para conseguir
la reforma del sistema de las contri-


buciones.


Ya hemos dicho que esta reforma debe
prepararse y ejecutarse por grados. Para
prepararla deberia el legislador empezar
suprimiendo todos aquellos obstáculos que
se oponen á los progresos de la agricultura,
y que no dependen del sistema actual de
contribuciones (r) : despues instruirse
exáctamente del valor relativo de los ter-
renos de todas las provincias del Estado.
Esta operacion no deberia estar envuel-
ta en misteriosas tinieblas , ni ejecutarse
con violencia.


Deberia enviarse á cada provincia un
visitador ó inspector instruido y de probi-
dad , digno de la confianza pública, y ani-
mado de aquellos grandes sentimientos
que suelen ser poco comunes, pero que
producen efectos muy grandes en aque-
llos pocos hombres que están penetrados
de ellos. Al mismo tiempo debería procu-


(a) Tengo por inútil el recordar quáles




1 49 Ciencia
la que fuese mas gravosa para el labra-
dor, y la mas dificil de exigir; calcular
la renta líquida, y establecer un equiva-
lente con un impuesto sobre la tierra, te-
niendo siempre á la vista su valor relativo.
Dado este primer paso, deberia dar el se-
gundo siguiendo el mismo método, y
despues los otros por un órden gradual.
Estas operaciones jamás deberian hacerse
al mismo tiempo, sino que una deberia
empezar guando la otra estuviese entera-
mente acabada.


Para asegurarse de la confianza del
pueblo, el gobierno no deberia ganar ja-
más en estas permutas; procurando que
/o que se substituya no exceda á lo que
se suprime, manifestando al público con
toda evidencia la exáctitud de este cálculo.


Finalmente, terminada la operacion,
reducidos . á una sola contribucion todos
/as tributos, remediados todos los incon-


camino que debe seguirse para abolirlas, sin
privar al sacerdocio de los medios para su
subsistencia; y por lo que toca á las segun-
das en los feudos sujetos á esta carga, la ven-
ta de las tierras valdías presenta al gobier-
no el mejor medio para compensar al Baroo
de la pérdida de las décimas.


de la legislacion. 149
venientes particulares que se pueden coro
regir en una reforma general, mas no pre-
caver ; y un edicto publicado con toda
aquella solemnidad necesaria para hacer-
lo respetar del pueblo, deberia asegurar
á la nacion de la estabilidad y firmeza
del nuevo impuesto. La nacion y el Prín-
cipe deberán dar á este establecimiento
una caucion sagrada. El heredero del tro-
no deberia ratificarlo, los representantes
del pueblo jurar de no reclamar jamás
contra el impuesto establecido, y el Prín-
cipe de no alterarlo. Esta deberia ser una
ley fundamental del Estado, un contrato
entre el Rey y el pueblo, obligacion que
el nuevo Príncipe deberia ratificar en el
momento que por la primera vez subiese
al nono de sus padres.


CAPITULO XXXII.


De la exdecion de los impuestos.


D espues de haber expuesto un sistema
diferente de contribuciones, me atrevo á
proponer otro tambien distinto para su
exáccion. Hasta ahora la cobranza de las
lentas del fisco se ha ejecutada par los en-




'T 50 Ciencia'
cargados del gobierno, ó por los arrenda-
dores de estas rentas. Además de los incon-
venientes comunes á los dos métodos, ca-
da uno de ellos tiene los suyos que le son
propios. Las sumas inmensas que el go-
bierno debe sacrificar para la exáccion de
los impuestos son los inconvenientes co-
munes á los dos, ya se exijan las rentas del
fisco por sus encargados, ya por los arrenj
dadores; en uno y otro caso se sacrifica pa-.
ra la exáccion una tercera parte por lo
menos de estas rentas. Además de que
este sacrificio cuesta caro al Estado , no_
pueda menos de exásperar al mismo tiem-
po á la nacion , y alterar aquella confian-
za que deberia hallarse entre el pueblo y el'
gobierno, confianza quizás despreciable en
un pais donde reyna un tirano, pero ne-
cesaria donde quiera que hay un Príncipe
y el gobierno es moderado.


Estos son los inconvenientes comunes,
exáminérnos ahora los particulares. Los
fraudes continuos, los peculados que las
mas rigorosas penas no podrian evitar,
guando la seguridad de ocultarlos produ-
ce la impunidad , la incertidumbre de
las rentas, el desconcierto del erario, e-
fecto necesario de esta incertidumbre, son
tos desórdenes que produce la exáccion


de la legislacion. T5
hecha por los encargados del gobierno.


Quando las rentas del fisco se dán en
arrendamiento, y la cobranza se hace en
nombre y de cuenta de estos arrendado-
res, en vez de disminuirse los desórdenes
se aumentan y se hacen mas perniciosos.
No soy el primero que impugno este
método absurdo de exáccion que pone en
las manos de algunos individuos el dere-
cho de perseguir en nombre de la ley á
sus conciudadanos. Todos los Escritores
patrióticos, y todos los ingenios que se
han consagrado al bien público, han de-
clamado contra este abuso que destruye'
la tranquilidad pública y el buen Orden
del Estado. Y efectivamente, luego que el
Soberano concede en arriendo á uno ó
muchos ciudadanos sus rentas, al mismo
tiempo les confiere la facultad de vejar,
ofender, perseguir y ultrajar á quien ellos
quieran con las armas mismas de la ley.


Basta leer los anales de la opresion
para persuadirse de toda la iniquidad de
este sistema, cuyo origen es tan antiguo
corno la tiranía misma. Sabemos por las
historias que Roma, la qual jamás amó
la libertad fuera de sus muros , ni pudo
conservarla despues aún dentro de ellos,
Rabia condenado este método funesto de




152
Ciencia


exáccion en las provincias conquistadas;
pero tambien sabemos hasta dónde llegó la
codicia de los Publicanos (i) y la miseria
de aquellas provincias. Sabemos por Sue-
tonio que un arrendador de las Galias
bajo el imperio de Augusto , viendo que
los tributos se pagaban mensualmente,
tuvo el atrevimiento de dividir el año en
catorce meses. Sabemos por Dion que las
quejas de los pueblos del Asia fueron tan
eficaces, que obligaron á César á abolir
en aquella provincia los Publicanos, é in-
troducir un nuevo método en la exáccion.
Sabemos por Tácito que la Macedonia y
la Acaya , provincias que Augusto habla
dejado al pueblo Romano, creyeron ha-.
berlo conseguido todo guando se vieron
libres de esta especie de exáccion. Sabe-
mos en fin por el mismo historiador, que
los clamores de las provincias fueron tan
grandes en el imperio de Neron con-
tra la perfidia y las extorsiones de estos
Publicanos , que obligaron al Emperador
á expedir varias órdenes para poner fre-
no á la avaricia y á la autoridad de los


(t) Este era el nombre de los arrendado-
res de los tributos.


de la legislaci ón. 5 53
Publicanos (1). Estos fueron los desórde-
nes que produjo en las provincias de Ro-
ma el método de dar en arriendo las ren-
tas del fisco. Me abstengo de describir
los que actualmente produce en Europa.
Un mal que aflige á todo el mundo es
conocido de todos , y siempre es menos
peligroso llorar la miseria de nuestros pa-
dres que la nuestra. Me basta decir que
en estos arriendos se estima mas el dere-
cho de vejar y perseguir , que el de exi-
gir. Casi toda la Europa es testigo de esta
verdad.Qualquiera de los dos métodos de
exáccion que quiera elegirse, caerá siem-
pre en graves desórdenes contrarios igual-
mente á los intereses del Soberano y á
los de la nacion. Pero mientras dure el
sistema de las contribuciones indirectas,
no se puede salir de estos dos caminos.
Uno y otro es un mal necesario. Solo pue-
de aplicarse un nuevo sistema de exác-


(1) Quatro leyes publicd sobre esto. Laprimera mandaba que las leyes dadas contra
los Publicanos que hasta entonces hablan es-
tado ocultas se publicasen ; la segunda que
no pudiesen exigir lo que habian dejado de
cobrar en el discurso del año; la tercera que


1




1 54 Ciencia
don á un nuevo sistema de impuestos, y
el establecimiento de las contribuciones
directas podria abrir la puerta á esta im-
portante reforma. Quando no hubiese sí.
no una contribucion en el Estado, y és-ta fuese impuesta sobre las tierras , el
mismo pueblo podría ser exáctor del fis.,
co. Todas las cabezas de los pueblos
deberían exigir los impuestos sobre las
tierras compréhendidas en su distrito, y
enviar las respectivas exácciones de un
pueblo á la capital de las provincias. Co-
rlo todo es fijo , permanente, é inaltera-
ble en esta especie de impuesto , no se
podria sospechar el menor fraude ó par-
cialidad en la exáccion ; el fisco venia en-
trar en el erario sus rentas sin el menor
gasto; y el pueblo viendo que aquellos
mismos que habla elegido para represen-
tarlo y dirigirlo estaban encargados de la
cobranza de los impuestos, estaria lleno de
confianza y.seguro de no ser perjudicado,


se destinase un pretor para que juzgase de
s •)s pretensiones sin formalidades; la guarra
que. :os negociantes no pagasen tributo al–
,uno por 'las naves. Véase á Tácito Alma–


liara lib. 13. y Burman. de vectig. cap. 5..


de la legislación. T51
La industria protegida por la autoridad


inviolable de la ley, no tcndria nada que
temer de parte de los hombres. El arbitrio,
la parcialidad, y el fraude, no tendrian
parte en esta especie de esá.ccion. Las exác-
tas y permanentes tarifas del impuesto de
cada tierra anunciarian al propietario lo
que debe pagar al Estado. El contribuyen-
te no deberia depender sino de la ley y de
sí mismo , siéndole igualmente indiferen-
tes el Odio y el favor de los exáctores. Po-
dría disponer de lo que es suyo á su arbi-
trio, cultivar sus campos como le pareciese,
vender sus frutos á quien mas le acomoda-
se, transportarlos, extraerlos y guardarlos
sin oir jamás el nombre del fisco. El artífi-
ce, el mercader, el pueblo inferior, y el
consumidor ocioso, pagarian su parte sin
sentirlo: el Estado no se verla sobrecarga-
do y embarazado con tanta multitud de e-
xáctores, espías y guardas: la libertad rey-
nad a en las ciudades, en las provincias , en
los caminos , en las playas y en los puertos:
extenderla al mismo tiempo sus benéficos
HiHnj os sobre la agricultura , las artes y el
comercio; y Bariala mayor actividad á la
industria, la mayor tranquilidad al pue-
ble), Y la mayor seguridad al trono.




156 Ciencia
CAPITULO XXXIII.


De las necesidades extraordinarias del
Estado , y del modo de acudir á ellas.


L. e ha dicho que la medida de las con-
tribuciones son las necesidades del Esta-
do; pero éstas no son siempre las mis-
mas. La guerra exige en todos los lugares
y en todos los tiempos mayores gastos
que la paz. Los pueblos antiguos acudian
á ellos con los ahorros que hacian en el
tiempo que gozaban de quietud, reser-
vando sumas considerables para las nece-
sidades extraordinarias de la república.
La historia nos asegura que los reyes an-
tiguos de Egipto, y los Tolorneos succe-
sores de Alejandro (i), los Reyes de
Macedonia (2), los de Siria y los de Me-
(r) Appiano que habia registrado los archi-


vos de Alejandría, de donde era natural, ase•
gura que este tesoro era de 740,000 talentos.


(2) Livio en el lib. 45. cap. 40. habla de
los tesoros que se hablan recogido en Mace-
donia en los reynados de Filipo y de Per-
seo : Veleyo Paterculo en el lib. r. cap. 9•
dice que sin embargo que Paulo Emilio so
encontrd sino una parte de estos tesoros,
llevó á Roma una suma equivalente á nueve


de la legislacion. 157
dia (1) tenian acumulados grandes teso-
ros. La misma Esparta, Esparta, tan fru-
gal y tan enemiga del oro y de la plata,
tenia, segun Platon (2), su tesoro públi-
co. Los Atenienses (3) y las repúblicas
antiguas de los Galos igualmente (4) le
tenian; y sabemos finalmente que los Ro-
manos tuvieron su tesoro público , así du-
rante la libertad de la república como ba-
jo el yugo de los Cesares (5). Este meto-
millones de ducados; y Plinio en el lib. 33.
cap. 3. hace subir esta suma casi al doble.


(e) Plutarco en la vida de Alejandro
dice, que guando este Principe conquistó las
dos ciudades de Susa y de Ecbatana , encontró
en ellas ochenta mil talentos reservados para
las necesidades públicas , y que parte de esta
cuma estaba depositada desde los tiempos de
Cyro. Quinto Curcio en el lib. s. cap. a.
hace subir sola la cantidad encontrada en
Susa á cincuenta mil talentos.


(a) Plutarc. ira e4 lcib.
(3) Tucídides el lib. a. y Diod. Sic.


en el lib. se. nos dicen que los Atenienses
hablan recogido en el espacio de so años que
mediaron entre la guerra de la Media y la
del Peloponeso, mas de diez mil talentos
que se guardaban en el tesoro público.


(4) Estrab. lib. 6.
(5) En el templo de Saturno se guarda-


0,,„encisoo




758 Ciencia
do se ha perpetuado entre las naciones
de Europa casi hasta el penúltimo si-
glo (1); pero desde que se conocieron las
ventajas de la circulacion, y los gobier-
nos se persuadieron que sus tesoros se-
pultados eran la ruina del comercio y de
la industria, abandonaron con razon este
método; mas es preciso confesar que han
caído en un nuevo desórden no menos
peligroso que el antiguo. Luego que los
intereses del Príncipe ó de la nacion les
obligan á tomar las armas, hallándose sin
dinero para la guerra, y no queriendo al
mismo tiempo exásperar á la nacion con
impuestos extraordinarios , recurren á
los empréstitos. El gobierno ha buscado
el dinero, y para conseguirlo ha hipote-
cado parte de sus rentas á favor de sus


ban estos tesoros, de los quales nos hace una
hermosa descripcion Lucano en el lib. 3.


r55. Sabemos quáles fueron las sumas in-
mensas de que se apoderó César en la guerra
civil, y las que reservaron Augusto, Tibe-
rio , Vespasiano y Severo para las necesi-
dades extraordinarias del Estado.


(1) Se sabe que el sistema de contraer
una deuda nacional no se empezó en Espafia
hasta el alío i6ciS , y ésta ha sido una de las
mayores causas de su ruina.


de la legislacion. 159
acreedores. Este sistema erróneo ha arrui-
nado al mismo tiempo al Príncipe y á la
nacion. No entro á exáminar si el Sobe-
rano tenga ó no el derecho de hacerlo,
siendo la corona hereditaria y la admi-
nistracion absoluta ; si no teniendo el
Príncipe el derecho de disponer de la
sucesion al trono; si una perpetua subs-
titucion , privando al usufructuario de
la corona, de la propiedad de las tier-
ras, y prohibiéndole disponer en todo ó
en parte de ellas; no entro, digo, á exá-
minar si esta autoridad paságera que no
puede alterar el Orden de la succesion,
ni dar en lo sucesivo á los miembros del
Estado que gobierna otro Soberano que
el que despues de él es llamado por la
ley al trono, pueda eludir esta disposi-
cion, obligando á la nacion entera por
sus deudas y consumiendo anticipadamen-
te las rentas de sus succesores, cargando
de deudas al erario , cuya propiedad
Pertenece á la corona, y solo el uso al
que la cifie. Dejo á los políticos el exá-
men de esta importantísima cuestion , que
un siglo tan dado á la discusion como es
"1 n uestro no dejará de resolver; y no
quiero explicar mi opinion sobre ella,
Pu es siempre temo guando me atrevo á




16o Ciencia
entrar hasta los tronos, que un Dios me
diga al oido: Titiro, ocúpate solamente
en el ganado (r). Contentémonos, pues,
de considerar este sistema por el aspecto
de los males que produce.


Luego que el Príncipe toma una su-
rna por vía de empréstito, se priva de una
parte de sus rentas para el pago de los
intereses. Su erario, pues, es el primero
que se resiente; pero pasado algun tiem-
po se condena á los pueblos á llenar este
vacío. Si se tomó el dinero para resistir
á los enemigos del Estado, ó para satis-
facer la ambicion del Soberano, acabada
la guerra, y cesando por consiguiente el
temor de exásperar al pueblo, se piensa
luego en una nueva itnposicion. El minis-
terio se cuida poco de que ésta sea con-
traria á las ventajas de la agricultura Y
del comercio, solo atiende á que el pro


-ducto compense el interés que se paga
por la deuda contraida. Hecho el cálculo
todo está concluido. El nuevo impuesto
se publica, y éste y la deuda se eternizar-1i


(i) Cum canerem Reges,6' pralia ,C)111"
thius aurem.


r/ellit,:?admonuit Pastorem, Tityre,pingues
Poseer'e oportet over,—


de la legislacion.
161


y entretanto el Príncipe, viendo la faci-
lidad de tener dinero á costa del pueblo,
se empeña en aquellas empresas que son
superiores á las facultades y fuerzas de la
nacion que gobierna. Sin esta facilidad
Luis XIV no hubiera arruinado la Fran-
cia con su espíritu inquieto de conquista;
la Holanda no hubiera emprendido aque-
llas guerras en las quales se empeñó, no
por la defensa de su libertad ó las ven-
tajas del comercio, sino por su excesiva am-
bicion y sospechas infundadas; finalmente
la Inglaterra no hubiera comprimido to-
dos los resortes del Estado, ni alterado
todos los músculos de su cuerpo político,
ni oprimido su comercio, sus tierras y sus
casas, ni asustado al mismo lujo cón in-
finitos tributos, ni estendido su codicia
sobre las mismas bebidas mas ordinarias
del pueblo, para pagar una deuda de tres
Mil trescientos millones de libras que ha-
bia contraído hasta la última guerra con
Francia y España, deuda que le ha cos-
tado la rebelion de las colonias (i), y que


(1) He dicho que esta deuda le ha cos-
tado la rebelion de sus colonias, porque to-
dos saben que no hubo otro motivo para que


Tomo HL




162 Ciencia
obligará un die á la nacion á declararse
fallida en medio de una renta de doscien-
tos quarenta millones de libras.


Á, este exceso han llegado los gobier-
nos por la facilidad de contraer deudas, y
el método de recurrir á este extraño re-
medio para acudir á las necesidades ex-
traordinarias del Estado. Pero no acaban
aquí los males que nacen de las deudas
de la corona. Ellos se extienden sobre la
agricultura, el comercio y la industria.
:No se necesitan muchas luces para cono-
cer y asegurarse de esta verdad. Porque
por lo comun el gobierno contrae con
sus súbditos las deudas, pues el modo mas
seguro y mas cómodo de emplear el di-
nero es la imposicion en los fondos públi-
cos; como esta especie de renta no está
sujeta ni á las alteraciones del tiempo,
ni á la injuria de las estaciones, ni á la
codicia de los recaudadores, por todas es-
tas ventajas los ciudadanos procuran em-
plear su dinero en esta especie de rentas.
El propietario enagena gustoso sus tier -


el gobierno aumentase las contribuciones sino
la imposibilidad en que se halLba la me-^-
trepoli de ?acudir á las necesidades del Es^


de la legislacion. 163
ras, ó no pone cuidado en mejorarlas; el
negociante abandona su comercio; el hom-


tado, habiendo de pagar iii,577,490 li-
bras de intereses por la deuda nacional. He
dicho tainbien que esta deuda obligará al
gobierno á declararse fallido, porque la na-
cion no puede soportar el peso de las con-
tribuciones á que la condenan los excesivos
intereses que paga por la misma deuda. La
Inglaterra debe, pues , ó librarse de sus deu-
das, ó sucumbir bajo su peso. Se han pro-
puesto infinitos proyectos para salir con fe-
licidad de esta empresa; pero hasta ahora
no han servido sino para manifestar el ce-
lo de sus autores.


La caja de amortizacion, además de ser
un remedio lento para un mal tan violento,
se ha suspendido, y lo estará siempre:, por-
que no permiten este sacrificio las necesida-
des del Estado. El proyecto de hacer un re-
partimiento del capital de la deuda.„ .entre
todos los súbditos de modo que cada uno con-
tribuyese con una suma proporcionada á sus
facuitades para extinguir de un golpe las
deudas públicas, por si mismo está manifes-
tando la imposibilidad de la ejecucion: ¿ cómo
se averiguarán las facultades de cada ciuda-
dano? ¿cómo indagarán el estado de la for-
tuna de todos los negociantes, de los artesa-


I.,




x64


Ciencia
bre industrioso su industria, guando se
trata de emplear el dinero en las rentas


nos, y de todos los que viven del comercio
y la industria ? ¿cómo finalmente obligare-
mos al artista á que desenvoise de una vez
una suma, de la qual apénas puede pagar lo
correspondiente á una anualidad ? El pro-
yecto de penetrar en lo interior de la Áfri-
ca por el Senegal, y conquistar las minas
de Bambuck, de este pais que se llama el
pais del oro, y que tal vez se llamarla el
pais de sangre si los europeos penetrasen
hasta él ; este proyecto, digo, además de
que le costarla mucho á la Inglaterra, por
los gastos precisos para la construccion de
los muchos fuertes que se verla obligada á
construir en los caminos de trecho en tre-
cho para defenderse de las invasiones de los
,andinos y Saracoles, que turbarian y se
opondrian á las nuevas empresas de un co-
mercio, del qual ellos han tenido y poseido
la exclusiva; además de que le costaría mu-
cha gente de que al presente carece; ade-
más de que podria atravesarse algun rival
para impedirle la empresa, ó á lo menos
para dividir con ella sus ventajas, sin con-
tribuir en los gastos; además de todos es-
tos obstáculos que seria muy dificil superar-
los, ¿ quién ,aseguraria á la Inglaterra el en<


de Ja le, Osiacion. 165
del fisco. Todas estas sumas, que emplea-
das en favor de la agricultura, del co-
mercio y de la industria harian rica á la
nacion , no solamente son enteramente
perdidas para el Estado, sino que le son
muy perjudiciales, porque fomentan el
ocio, abandonan el cultivo á manos de
los mas pobres y miserables , impiden
que se difundan las riquezas nacionales,
y finalmente aumentan la poblacion de las
capitales dejando casi desiertos los cam-
pos; y son causa que en lugar de circu-
lar las riquezas por toda la extension del


contrar despues de tantos gastos los tesoros
que eran el objeto de la empresa ? 1Las re-
laciones de pocos viajeros, entre los quales
solamente se conoce á uno llamado Compag-
Pon , factor de la compelía francesa de la
India Oriental ; las relaciones, digo, de es-
tos pocos viajeros, las mas veces falsas, y casi
siempre exageradas, serian suficientes para in-
ducir al gobierno británico á semejante em pre-
sa? Los gastos habrían de preceder á la seguri-
dad del éxito, supuesto que no es permitido á
nin gon europeo penetrar en aquellas regio-
nes, cuyos habitantes conocen bastantemen-
te sus intereses y nuestra codicia para cer-




166 Ciencia
Estado, de fecundar los campos, y de
excitar al pobre ciudadano al trabajo, que-
dan sepultadas en estos asilos de la mo-
licie, de la profusion y de la sensualidad.


Por lo qual si el sistema de acudir á
los empréstitos es el mas pernicioso para
la nacion ; si el tener un tesoro ocioso,
corno lo tenian los antiguos, perjudica al
comercio y á la industria apartando de la
circulacion una gran parte del numerario;
si la política no siempre permite exásperar
al pueblo con impuestos extraordinarios,
que cesasen con la necesidad, cuyo reme-


ramos la puerta. La Gran Rreraria pues se
expondria á acelerar su ruina por los mis-
mos medios que procurarla evitarla. ¿Los
males de esta nacion serán acaso irremedia-
bles? No: á la Inglaterra le queda un recur-
so del qual puede servirse sin ningun peli-
gro, y se lo indica la experiencia y la con-
dicion de sus ciudadanos. Este es una sus-
cri pcion libre y voluntaria que deberla estar
abierta hasta la total ertincion de la deuda.
El entusiasmo, la generosidad, y las riquezas
privadas de sus ciudadanes, no dejarian frus-
tradas sus esperanzas. La legislador/ no de-
baria hacer otra cosa sino servirse de estos
instrumentos para conocer su fuerza.


de la Zegislacion. 167
pica por otra parte sería el mas justo y
menos perjudicial que todos los otros; si
lo que hasta ahora se ha pensado por los
gobiernos es peligroso ó perjudicial, es
necesario recurrir al nuevo método para
atender á las necesidades extraordinarias
del Estado. Voy á proponer sobre este
objeto mis ideas.


¿Por qué causa es pernicioso en el dia
el sistema de Ios antiguos? Se ha dicho
que es por tener tanto numerario fuera
de circulacion. Si se pudiese, pues, tener
un tesoro que no estuviese ocioso, sumas
muy considerables siempre prontas sin
separarlas de la circulacion , podríamos
conseguir todas las ventajas de la políti-
ca de los antiguos sin incurrir en los mis-
mos inconvenientes. ¿Cómo se pueden
combinar dos objetos tan opuestos entre
si? No hay cosa mas fácil. La suma que
la economía de la administracion pueda
ahorrar en cada ario, en vez de sepultar-
la en un tesoro, que se ponga en manos
de aquellos ciudadanos que la busquen,
y que puedan hipotecarla sobre un fon-
do estable que no podrá enagenarse has-
ta que se restituya esta suma al acreedor;
que este préstamo se haga con el pacto


.9Flealgt."1/5111




X68
Ciencia


de devolver esta suma al fisco en qual-
quier tiempo, y en qualquiera ci rcunstan-
cia que la pida; y en fin que no se exija
ningun interés por el préstamo.


Este sacrificio sería necesario porque
multiplicada el número de los que pedi-
rían dinero á préstamo, y por consiguien-
te el Príncipe podria elegir aquellos en
quienes su crédito quedase mas asegura-
do. Tarnbien podria servirse de este me-
dio para premiar á los ciudadanos bene-
méritos del Estado, siendo tan grande eI
beneficio que se hace guando se presta
una suma sin el menor interés. De esta
manera se podria tener un tesoro sin apar-
tar de la circulacion la menor suma de
numerario. Es verdad que éste sería un
tesoro metafísico, pero se baria real y-
efectivo luego que lo exigiesen las nece-
sidades del Estado. Si éstas fuesen tan
grandes que las sumas que ha reservado
el gobierno fuesen suficientes para acudir
á ellas, no quedaba mas recurso en este
caso que servirse de las contribuciones
extraordinarias. Quando el pueblo vea
que el gobieruo ha tentado todos los ca-
minos para no gravarle, y que la nece-
sidad positiva del Estado exige su socor-


de la iegislacion. 169
ro , no se atreverá á reclamar contra un
impuesto, que por gravoso que sea, pue-
de llevarse guando solo dura hasta cier-
to tiempo, es á saber, hasta que cesa la
necesidad (I).


Tomad un muelle; una presion mo-
mentánea por fuerte que sea no hace
mas que excitar su elasticidad ; pero sí se
le comprime algun tiempo, obra con tanta
violencia sobre sí mismo, que llegando
finalmente al término de su elasticidad,
se rompe de repente y lastima la mano que
le comprime. Tal es el pueblo, que (ian-
do llega á este exceso de opresion enseña


(1) El pueblo no se exhspera guando vé
la necesidad que hay de su socorro. Duran-
te la célebre liga de Cambray , la república
de Venecia no se vid obligada á recurrir á
los empréstitos aunque tuvo que resistir á
tantas potencias reunidas. Todos sus ciuda-
danos se sujetaron gustosamente á un impues-
to proporcionado á sus facultades. La Holan-
da tampoco tuvo necesidad de acudir á las
deudas nacionales para levantar en 1672 una
armada, porque todos sus ciudadanos sin
exIsperarse contribuyeron para los gastos
mientras que conocieron la necesidad. Ulti-
m amente, qugndo en Siracusa las mugeres
dieron sus cabellos para hacer las cuerdas




170
Ciencia


una gran verdad á los que tienen la am-
bicion de reducirlo, haciéndoles vér que
despues que los súbditos han padecido
largo tiempo por los delirios de los Re-
yes , éstos sufren despues por sus propios
delirios; que llega el tiempo en que se
desvanece la omnipotencia del déspota; y
obliga al mónstruo que crée estar en po-
sesion de ella á inclinar la cabeza bajo la,
mano poderosa de la necesidad: en una
palabra, que la tiranía se extingue con la
reaccion de los golpes que ella misma,
descargó desde su trono vacilante.


que servian para arrojar los instrumentos de
muerte contra los enemigos; (iando en Ro-
ma las matronas se despojaron de sus joyas,
y las sacrificaron para la defensa de la pa-
tria amenazada por un soberbio vencedor:
todos estos donativos eran dictados por el
corazon, no arrancados por el gobierno : ni
tenían mas estimulo que la necesidad de
la patria, ni mas objeto que la defensa, ni
Inas premio que la gratitud pública. Ningu-
na de estas repúblicas halló la misma gene


-rosidad en sus ciudadanos guando se trató
de socorrer á la patria en una guerra extran-
fiera, dictada por la ambicion, y no por la
defensa; pdr la codicia, y no por la necesidad.


de la legislacion. ¡7!


CAPÍTULO XXXIV.


De la distribucion de las riquezas.
nacionales.


D espues de haber hablado de las ri-
quezas y de los conductos por donde en-
tran en el Estado, y examinado dis-
tintamente los obstáculos que impiden
su entrada y los medios de removerlos,
es preciso inquirir ahora el método
que debe seguir el legislador para dis-
tribuirlas bien ; pues las riquezas mal
repartidas léjos de hacer la felicidad de
la nacion , no hacen mas que acelerar su
ruina. No es esta una paradoja , sino una
verdad que el interés privado quisiera que
estuviese oculta á los hombres; mas la
filosofía intrépida no teme manifestarla
y demostrar su evidencia.


La felicidad pública es el agregado
de las felicidades privadas de todos los
i ndividuos que componen la sociedad.
Quancio las riquezas se reunen en pocas
roanos, guando son pocos los ricos y 17111-
ellos los indigentes, esta felicidad priva-




172 Ciencía
da de pocos miembros no constituye se-
guramente la felicidad de todo el cuerpo;
antes bien , como hemos dicho, causará
su ruina. Al modo que en una máquina
en la qual todas las piezas están deterio-
radas, si se renuevan algunas dejan-
do á las otras en el mismo estado en
que se hallan, el vigor y la fuerza de las
nuevas , en vez de ciar mayor duracion
á la máquina, aceleran su destruccion,
no pudiendo la accion y la resistencia de
las piezas antiguas ser proporcionada á la
accion y á la resistencia de las nuevas;
asimismo en la máquina social, si todos
los individuos que la componen se hallan
en el estado de languidez por su miseria,
á excepcion de pocos que se encuentran
en el estado contrario, esto es, en su ma-
yor fuerza por la exórbitancia de sus ri-
quezas, la facilidad que tendrán éstos de
luchar contra la muchedumbre seguros
de no encontrar una resistencia propor-
cionada á su accion , no podrá menos de
convertirlos en opresores, y atropellado
el pueblo por cien déspotas padecerá en-
tonces todas las desgracias del despotis-
mo en medio de los desórdenes 'de la
anarquía: En este caso las riquezas, par


de la legislacion. 173
ventura Ino acelerarian la destruccion de
esta máquina llamada sociedad? ¿No se-
ría mejor que todos fuesen igualmente
pobres ? ¿ Quáles fueron en Roma las
consecuencias de esta funesta despropor-
cion? ¿La república de Atenas hubiera si-
do acaso oprimida por los treinta tiranos
si el pueblo en aquel tiempo no hubiese
sido excesivamente pobre, y algunas de
las familias de los optimates excesiva men-
te ricas? La impcsibilidad de idear una
buena constitucion que esté unida al sis-
tema feudal, i no 'es por ventura efecto
de La dificultad de combinar el sistema
de los feudos con la distribucion de las
riquezas nacionales con la menor des-
igualdad que sea posible?


Por tanto si las riquezas no solamente
no son inútiles, sino que perjudican á los
pueblos guando están mal repartidas, el
legislador no habrá perfeccionado su obra
haciéndolas entrar en el Estado, sin pen-
sar en repartirlas bien. ¿ Pero de qué me-
dios debe valerse para conseguir este fin?
¿Quáles son los caminos indirectos que
le conducirán á este término sin que lo
conozca el vulgo, y quáles son los impe.-
dimentos que opone la actual legislacion?




174 Ciencia
Pondrémos fin á este libro de las leyes
políticas y económicas con estas observa-
dones interesantísimas; pero ante todas
cosas veamos qué deba entenderse por
distribucion y repartimiento de riquezas
nacionales.


CAPÍTULO XXXV.
Qué deba entenderse por distribucion de


riquezas nacionales.


na exacta distribucion de riquezas
nacionales, y una justa igualdad en las
facultades de los ciudadanos, no puede
verificarse sino en la infancia de las repú-
blicas. Luego que cierto número de fami-
lias se determina á establecerse en una
region , y formar una sociedad, la cabeza.


el cuerpo que la representa empieza se-
balando á cada una de ellas cierta por-
don igual de terreno, y entonces todas
pueden llamarse igualmente ricas. Mas
como los grados de la industria de los
hombres son diferentes, también lo son
su economía y sus necesidades; como la
subdivision de los fundos es relativa al
númerd de hijos, y el derecho de testar


de la le Yislacion.
175


(que hasta ahora se ha eneldo inseparable
de la propiedad) debe con el discurso del
tiempo y la extemion de familias reunir
en una misma persona las riquezas de
muchas ya extinguidas; en fin como una
fuerza atractiva, que constantemente se
observa, hace que el dinero se adquiera
con el dinero, y las riquezas con las ri-
quezas : todas estas causas imposiblitan
que esta distribucion sea inalterable, y
sin pasar la segunda generacion se ha-
brá acabado la igualdad establecida en
el principio de la nueva república. Esta
verdad se ha demostrado evidentemen-
te por Aristóteles en el lib. 2. de Polit.,
donde exámina el sistema de las dos
repúblicas ideales de Platon, y de Fa-
laris Milesio, en las quales se preten-
dia establecer la exácta igualdad de las
fortunas y de las tierras. Las consecuen-
cias que tuvieron las leyes Agrarias de
los Romanos nos ofrecen una prueba de
hecho. No es, pues, posible conseguir
una exácta y precisa igualdad de riquezas
en las familias de un Estado; pero no por
esto es imposible que estén bien reparti-
das. Entiendo por buena reparticion ydistribucion de riquezas en que el dinero




176 Ciencia
esté difundido con una igualdad, que
evitando su reunion en pocas manos,
produzca cierta comodidad coman, ins-
trumento necesario para la felicidad de
los hombres. Quando en un Estado todo
ciudadano puede con un trabajo mode-
rado de siete ú ocho horas al dia acudir
cómodamente á sus necesidades , y á las
de su familia , este estado será el mas
feliz de la tierra, será el modelo de una
sociedad bien ordenada, en él estarán
bien distribuidas las riquezas, en él final-
mente no se hallará la igualdad quiméri-
ca de las facultades, sino la de felicidad
en todas las clases, órdenes y familias
que le componen , igualdad que debe
ser el objeto de la política y de las leyes.


He dicho con un trabajo moderado
de siete ú ocho horas al dia , porque un
trabajo excesivo no es compatible con la
felicidad. Dejemos á los poetas y á los
filósofos entusiastas los elogios de una
vida enteramente trabajosa , y contenté-
monos con llorar la desgracia de aquéllos
que están condenados á ella. La natura-
leza que ha dado á todos los séres una
fuerza proporcionada á la especie de t ra-
bajo que' deben ejercer , no ha criado al


de ¡a legislacion. 177
hombre para vida tan penosa , ni puede
acomodarse á ella sino á costa de su pro-
pia existencia. No nos dejemos llevar del
error. Es falso que los hombres ocupados
en las penosas artes que sirven á la socie-
dad, y que solamente le quedan muy po-
cas horas de la noche para descanso de
sus fatigas; es falso , digo , que estos in-
felices vivan tanto como el hombre que
goza del fruto de sus sudores con el uso
moderado de sus fuerzas. El trabajo mo-
derado fortifica; una fatiga excesiva ago-
via y consume. El labrador que toma en
sus manos la azada antes que sale el sol
y no la deja hasta que anochece, es vie-
jo á los quarenta ó cincuenta años. Sus
días se abrevian su cuerpo se encorba,
y todo manifiesta en él la violencia que
se hace á la naturaleza. No es, pues, po-
sible hallar la felicidad en un género de
vida tan penoso; pero aun es mas impo-
sible encontrarla en la ociosidad. El tedio,
,compafiero inseparable del rico ocioso , le
sigue en todos los lugares , y no le aban-
dona aún en los mismos placeres. Es co-
mo la sombra de su cuerpo que le acom-
paña en todo lugar. Los deleytes casi to-
dos agotados por él, ya no le ofrecen sino


nr)40 HL




T 73


Ciencia
una triste uniformidad que le cansa y a-
dormece. Destinados para alivio del espí-
ritu, despues de las fatigas del cuerpo ó de
los trabajos intelectuales, dejan de ser pla-
ceres guando no están preparados por algu-
na ocupacion. Privado el hombre de este
condimento necesario puede pasar sin in-
terrupcion de un placer á otro; pero no ha-
rá sino pasar de un tedio á otro. En vano
se propone recorrerlos todos : en vano
afecta un rostro risueño y un lenguage
de satisfaccion ; esta es una felicidad de
ostentacion, en la qual no toma ningu-
na parte el corazon. El largo uso se los
ha hecho inútiles, y. son como otros tan-
tos resortes ya gastados que se debilitan
al paso que se comprimen con mayor fre-
cuencia. ¿Qué será guando están siempre
comprimidos?


No, no puede hallar alguna felicidad
el rico ocioso en los placeres. No la gusr,-
taria sino en aquellos momentos en que
satisface á las necesidades de la vida. En
estos momentos todos :Jos hombres son
igualmente felices ; mas la naturaleza no
multiplica en favor del rico las necesida-
des de la hambre , del amor , del suee.
leo, &c. Si , come manjares mas delicados


de la legislacion. 179
que el hombre que vive del fruto de sus
brazos, no por eso goza mas que él satis-
faciendo esta necesidad. Si su lecho es
mas blando, no por eso es mas profundo
su sueño, ni menos expuesto á las incomo-
didades del desvelo. En el tiempo, pues,
que los hombres satisfacen á sus necesi-
dades, todos son igualmente felices. La
diversidad depende de la manera de ocu-
par ,el, intervalo que media entre la nece-
sidad satisfecha , y la que de nuevo se
excita. El rico ocioso que ocupa todo este
tiempo en divertirse, y en buscar los pla-
ceres, es igualmente infeliz que el pobre
que lo emplea en un trabajo excesivo.
El uno sufre durante este intervalo todo
el peso del tedio, y el otro todo el . de su .mi-
.seria. El uno vá en busca de nuevas ne-
cesidades y de nuevos deseos, y el otro
maldice á la naturaleza por haberle da-
do aquéllos que tanto le cuestan satisfa-
cer. Por consiguiente una ocupacion y un
trabajo moderado, guando es suficiente
para satisfacer las propias necesidades, y
llenar el intervalo que media entre una
necesidad ya satisfecha, y otra que debe
satisfacerse , es la única que puede hacer
al hombre feliz , y que llegue á aquel


M




Y 8a


Ciencia
grado de felicidad que la naturaleza per-
mite gozar al hombre.


¿Qué se debe hacer, pues, para que
todos los ciudadanos de un Estado se ha-
llen en el caso de participar de esta feli-
cidad tan digna de desearse, de que solo
debieran estar privados en una sociedad
bien ordenada los locos y los delincuen-
tes? Ya lo he dicho. Para conseguir este
fin no es necesario que todos los ciuda-
danos sean igualmente ricos, sino que las
riquezas estén repartidas con una especie
de proporcion , quiero decir, que no lle-
guen á reunirse todas en pocas manos,
dejando el resto de la sociedad en la in-
digencia. Veamos, pues, qué medíos y
leyes podrian facilitar este repartimiento
necesario, y quáles son /as que á esto
se oponen.


de la legislaciono
v 8


CAPÍTULO XXXVI.


De los medios propios para conseguir una
proporcionada distrzbucion del dinero y de
las riquezas en el Estado, y de los obs-


táculos' que opone la presente le-
gislacion.


S i se observa el estado presente de las
sociedades europeas, se hallarán casi to-
das divididas en dos clases de ciudadanos,
á una de las quales le falta lo necesario,
y á la otra le sobra aun lo superfluo. La
primera, que es la mas numerosa, sola-
mente puede acudir á sus necesidades con
la ayuda de un trabajo excesivo. Esta,
como se ha demostrado, no puede cono-
cer la felicidad. La otra clase vive en me-
dio de la abundancia ; pero expuesta por
el Ocio á que se entrega á todas las mo-
lestias del tédio, y es alguna vez mas infe-
liz que la primera. ¿Estarán, pues, con-
denados la mayor parte de los imperios
á no contener dentro de su seno sino gen-
tes infelices? ¿Será esto por ventura un
decreto irrevocable de la naturaleza, 6




181 Ciencia
mas bien una consecuencia de la extra-
vagancia de nuestras leyes y de los erro-
res de nuestra política? ¿Será acaso im-
posible disminuir las riquezas de los unos,
y aumentar las de los otros, sin violar los
sagrados derechos de la propiedad, y sin
ofender el decoro de la justicia? No pa-
recerá esto dificil guando tratemos de in-
quirir las causas que producen estos des-
órdenes. ;Quién creería que mientras to-
dos Se lamentan de la desproporcion in-
finita que se halla entre las riquezas de
los ciudadanos, procuran nuestras leyes
conservarla y aumentarla? No se puede
dudar que todo lo que se dirige á dis-
minuir el número de propietarios en un
Estado, se dirige al mismo tiempo á afian-
zar y fomentar esta funesta despropor-
don ; y éste es el efecto de las substitu-
ciones y de los mayorazgos.


Vemos que las mas vastas posesiones
pasan sin desmembrarse durante el cur-
so de muchos siglos, de las manos de los
padres á las de los hijos de primogénito en
primogénito, como si las tierras fuesen in-
divisibles, y como si la estabilidad de su sí-
tuacion debiese producir la del dominio.„
En una naoion donde fuesen proscritos es-


.


de la 'legislácion. 183
tos mayorazgos y estas substituciones, las
riquezas estarian sin duda repartidas con
mas igualdad. La herencia del padre di-
vidida igualmente entre los hijos, baria
de éstos en muy poco tiempo otros tantos
pequeños propietarios y padres de familias,
que no teniendo un superfluo excesivo
deberían necesariamente ocuparse en la
mejora de sus tierras; y si éstas no basta-
ban para su sustento elegirian otra ocu-
pacion que les librase de las incomodi-
dades de la ociosidad y de los tormentos
del tédio. Esta subdivision de tierras sería
igualmente útil á la agricultura, á la po-
blacion y á la industria. Los que queda-
sen sin otra propiedad que la de sus bra-
zos hallarian tambien sus intereses en
este aumento de propietarios. Como el
precio del trabajo, al modo que el de los
otros géneros comerciables depende del
número de los concurrentes, siendo mu-
chos los que necesitarian sus brazos por-
que serian muchos los propietarios, y po-
cos los que pudiesen ofrecérselos por ser
escasos los jornaleros, necesariamente de-
beria aumentarse el precio de su trabajo,
con lo que podrian gozar mas fácilmen-
te de alguna comodidad, sin la qua', co-




194 Ciencia
mo se ha observado, no puede hallarse
felicidad en la tierra.


Que no se me oponga la imposibili-
dad de abolir los mayorazgos en los pai-
ses donde hay feudos. Porque ó una fa-
milia posée un solo feudo, y en este ca-
so es justo que la baronía sea del primo-
génito, pero las tierras del feudo podrian
dividirse igualmente entre los otros her-
manos. O tiene muchos feudos, y en este
caso ¿por qué no se han de repartir entre
todos los hijos? ¿ No tienen todos un de-
recho coman á la herencia del padre?
¿Qué principio eterogéneo puede hallar-
se á la investidura de un feudo en la
persona del hijo segundo y de los siguien-
tes? Un feudatario opulento puede mas
fácilmente llegar á ser opresor que el que
posee un solo feudo. Aumentándose, pues,
el número de feudatarios, el Príncipe
tendria mayor número de defensores en
tiempo de guerra, y el pueblo menos
opresores en tiempo de paz. Pero se me
dirá, que el sistema de substituciones y
mayorazgos es conforme á la naturaleza
de la constitucion monárquica; que ha-
biendo grandes propietarios en un Esta-..
do, el gobierno encuentra en ellos gran-


de la legislacion.
185


des socorros en sus necesidades. La co-
rona adquiere con ellos nuevos grados
de seguridad, porque teniendo mucho
que perder, tienen tambien un gran-
de interés en conservar el sistema del
Estado.


¡ Puede darse preocupacion mas desa-
tinada que ésta! Si es verdad que la mul-
titud de propietarios forma la felicidad del
Estado, así en el gobierno monárquico,
corno en todas las otras constituciones t si
la distribucion de las riquezas producida
por la desmembracion de estas grandes
masas daria un nuevo vigor á todas
clases de ciudadanos, no sería en éste un
pequeño número de súbditos privilegia-
dos y unos pocos primogénitos de las fa-
milias ilustres los que velarian y se in-
teresarian en la conservacion del Estado,
sino toda la nacion se ernpeñaria en de-
fender su felicidad , y por consiguicr:e
en sostener la corona en la cabeza del
qu e procuraba hacerlos felices. Puede dar-
se mayor seguridad que ésta.


Por tanto, si las substituciones y los
ma yorazgos son opuestos al repartimiento
d e las riquezas porque reducen á pocas
pianos todas las propiedades del Estado,




86 Ciencia
por la misma razon se op gndrán tambien
á esta division los inmensos terrenos que
poséen los eclesiásticos. En los paises ca-
tólicos donde el celibato vá unido al sa-
cerdocio, todo el clero se puede conside-
rar como una sola familia. Una tercera
parte de las tierras del Estado , digámos-
lo así , poseidas por una sola familia, i no
limitará infinito el número de propietarios
en una nacion? Ya lo hemos observado
en otra parte, y hablarémos mas por ex-
tenso en el lib. V de esta obra.


El otro impedimento finalmente para
la division de las riquezas es la cantidad
inmensa del dinero que vá de todas partes
del Estado á la capital para quedar allí
sepultado. Todo el esplendor de las na-
ciones europeas, en el dia solamente se
halla en las capitales : los que las habi-
tan son los -únicos ciudadanos del Estado:
el resto de los hombres no es mas que un
conjunto de infelices condenados á pasar
toda su vida en los mas penosos trabajos,
con la seguridad de no poder trasmitir
á sus hijos otra herencia que el hábito
al trabar, á la opresion , á la miseria, y
á las imprecaciones vanas de una rabil
impotente.


de lalegiskicion.
137


Hablando del obstáculo que la gran-
deza inmensa de las capitales opone á los
progresos de la agricultura , hemos he-
cho-.


vér con la mayor precision quáles
son las causas que trasladan á ellas todo
el numerario de los pueblos. Observamos
entonces que de estas causas las unas eran
necesarias, y las otras abusivas. Para las
primeras se propuso una compensacion,
y para las segundas una reforma; y na-
da tengo que añadir á lo que se ha di-
cho sobre este objeto en el cap. XIV de
este libro; antes tengo el mayor gusto
de verme muchas veces precisado á no
repetir una misma cosa, y remitir mis lec-
tores á lo que queda antes expuesto, 6
á lo que se ha de explicar despues; por-
que esto me asegura de la conformidad
de mis ideas , y del estrecho enlace de
mis principios.


Exáminadas las causas que impiden
e n la mayor parte de las naciones de Eu-
ropa el repartimiento proporcionado del
dinero , veamos ahora cómo apartadas


':!tiéllas se podria facilitar éste. Qualquier
Im Pnlso por pequefio que fuera bastaría
Para conseguirlo. Una ley por egemplo
que en la compra de las tierras diese cce-




183 Ciencia
teris paribus la preferencia 'á los no pro-
pietarios , y que en la concurrencia de
dos compradores, ambos propietarios, la
diese siempre al que poseyese menor
cantidad de terreno , sería muy útil pa-
ra facilitar la distribucion de las rique-
zas , siempre relativa á la de las propie-
dades. z Pero qué diremos del lujo ? 1 Pue-
de contribuir á la division de las rique-
zas? Examinémoslo.


CAPÍTULO XXXVII.
Del lujo.


E l lujo, del qual han dicho tanto mal
y tanto bien los moralistas y políticos; el
lujo que se admira y se vitupera, que
unos consideran como ornamento de la
sociedad y cosa útil para ella , y otros
condenan y proscriben como un vicio que
la destruye; el lujo , al qual los declama


-dores han atribuido la decadencia de tan-
tos imperios, y la industria le atribuye
la conservacion y los progresos de las at-
tes; el lujo , que segun los raciocin os
vulgares de políticos poco instruidos,
ce pasat las riquezas de un pueblo ag n-


de la legislacion.
139


cultor á las manos de un pueblo manu-
facturero ; pero que en realidad sostiene
á uno y á otro , y conserva el comercio
entre los hombres ; el lujo es sin duda
uno de los medios mas poderosos para
dividir el dinero y las riquezas en un Es-
tado. Si los hombres opulentos no gasta-
sen muchas sumas para alimentar el lu-
jo, se verian dividirse y repartirse estas
masas enormes de riquezas en todas cla-
ses de la sociedad : i cómo podria jamás
esperarse igual reparticion de las rique-
zas en medio de estas lagunas donde con-
tinuamente iría á estancarse todo el nu-
merario de los pueblos ? Infinitos escrito-
res han demostrado esta verdad, y la ex-
periencia la manifiesta todos los dias con
hechos irrefragables. En las naciones don-
de reyna el lujo, á pesar de los obstáculos
de que hemos hablado, las riquezas es-
tán mejor repartidas que en aquellas don-
de está proscrito, aunque no habrá tan-
tos y tan poderosos obstáculos.


Quizás dirán que si el lujo causa este
solo bien produce otros tantos males, y
que el legislador no deberia recurrir á este
medio para conseguir el repartimiento
Igual de riquezas que se desea, Mas ex11--




Francisco ectila


de la legislacion. '191
esta funesta desproporcion , no durará
mucho tiempo, porque el lujo mismo no
tardará en destruirla. Luego en el uno y
en el otro caso el lujo es un bien. En el
primero, porque anima la industria, ins-
pira el amor al trabajo, conserva las ri-
quezas en el Estado, suaviza las costum-
bres, crea nuevos placeres, excita una
actividad saludable que aleja al hombre
de la inercia, derrama por todas partes
un calor vivificante , dá nueva fuerza al
Comercio, y hace comunes á todos los
hombres las producciones y las riquezas
que la naturaleza avara oculta debajo de
las aguas del mar, en las 'entrañas de la
tierra , ó tiene esparcidas en mil climas
diferentes. En el segundo caso es igual-
mente un bien, porque promueve la dis-
tribucion del dinero y de las riquezas,
las quales si son dignas de desearse guan-
do están bien repartidas, son muy funes-
tas guando están estancadas en pocas ma-
11°.s. El laborioso obrero y el hábil artis-
ta > que no poseen terreno alguno, pue-
den esperar entonces ser propietarios y
rios• El lujo abre las arcas del rico po-
seecl°r , y le obliga á pagar un tributo
Voluntario , al que sin este estímulo se


190 Ciencia•
minemos qué males son estos. Veamos si
todo lo que Jos moralistas atribuyen al
lujo deberia mas bien atribuirse á las
costumbres; veamos si el lujo corrompe
las costumbres ., ó si las mabs costumbres
corrompen el lujo; veamos en fin giré se-
ría el lujo en una nacion donde reynasen
las buenas costumbres. Ante todas cosas
detertninémos- la idea del lujo, y distin-
gamos quál sea el útil, y quál el per-
nicioso.


El lujo no.es - otra cosa que -el- uso
que se hace de las.riquezas y de la indus-
tria para procurarse una existencia agra-
dable con la ayuda de los mecllós.- mas
propios para contribuir á aumentar las
comodidades de la vida y los placeres de
la sociedad. Una nacion, pues, en la qual
se halla un gran lujo, debe sin duda
seer grandes riquezas. Si en ella el
es comun á todas-las clases de ciudada-
nos, es señal que las riquezas están:bien
distribuidas ,. y que la. mayor parte de los
ciudadanos tienen cierto superfluo para
emplearlo en su felicidad ; si solamente
Se encuentra en cierta clase , es sella/
que las riquezas están mal repartidas;
si otras causas no cooperan á- perpetuar




de la legislacion. ,193
aumento de su poder un remedio Contra
las violencias de la alistocraci4jElío es
lo que puntualmente ha suceeliclo,en casi
todas las nacionesAeEuropa.Y,I" mijo
biera precavido ,este;


desórden porque
di vid i enríe; las propiedades y la s,,yhíli 04s
habria dado fuerzas; al, pueblo y.41:44-
tado la aristocracia, sin alterar la fopma


192 Ciencia


consumirla en el ocio y en la "Miseria.
Refina , inventa , multiplica las artes y
oficios, aguza los ingenios, y anima al
mismo tiempo la agricultura, puesto que
los propietarios privados por el lujo del
superfluo de sus rentas, se vén obligados
por su interés á cultivar con mayor dili-
gencia aquellas producciones que truecan
por otros placeres. Esta reaccion cuyos
efectos particulares experimentan todas
las sociedades, puede tambien contribuir
en el estado actual de las cosas á la E-
bertad política de una nacion.


En un pueblo grosero y rústico, que
no puede ser guerrero por el espíritu del
siglo y por falta de lujo, se desentiende
de las artes : no se le conoce otra ocupa-
don que el cultivo de la tierra. Toda la so-
ciedad en este pueblo estará dividida en
dos clases, en propietarios, y vasallos ó
colonos. La dependencia de éstos últimos,
determinada por la dura ley de la'necesi


-dad , debe degenerar con respecto á los
propietarios de los terrenos en una depen-
dencia de esclavitud. Si las violencias de
éstos se les hacen insoportables, no tiene
mas recurso el pueblo que no posé e qu .
unirse con el Monarca , y buscar en el


del gobierno.
Considerado.? P9e11clklAj°211gull'll


idea que hemos siempre„y bien;
pero piiede,ser


u9 ,5141, guando genera-
lizando demasiado 111 r idea-


se Conwen-
de bajo este nombre.,tOiclo„gmtq.;10,1ina-
do únicamente al fausto y á la :nng4-
cencia.,, Quitar,


Por, egemplo rnuc,hoAfioni
-bres,deVCultivo de .las tierrakw,5:,09r=


nar las salas de los: ricos, y. qn gran nú-
mero de calá4os de los usos fle 1, agri-
cultura para ocupas,..si wcaballerizas; des-
tinar un vasto terre9O„para i


Jardines y
para la caza;, es un 'AujO, Aed faPstO y deconsumo perjudicial al, nsIcaslip Mas .


éste
no es el lujo.que yo ,he,deppldc51 - sino el
de'iss cioná, bárl;a41.; jo
de los antiguos NroneS en los tiemposferoces y pobres, de la feudalidad y y el
de los principales ple4dos en los tiempos


Tomo 111.


•“Í\-1




Ciencia
=d 3a supersticion. Se sabe que tanto los
> Uños como los otros no se atrevian á dar
Un paso fuera de sus Estados, ó de sus
iglesias, sin ir acompañados de un prodi-1%1'6 , número esclavos- y caballos. Un
é61-411o'celcIradOLe'n Letran el año 1179
téphieba en los Obispos este fausto one-


''Vallii,"qu'e obligaba á las Iglesias y á los
Monasterios por donde pasaban á vender




vasos de oro y de plata para recibir-
les y mantenerles en sus villas (i). Este


fausto llegó á tal extreMoqti“Cié'riece-
lályid que se l'imitase por los élnOnes la


--reiliftiva dedos prelados: La de los Arzo-
- i,bi4pdS'fué 'reducida á cincuenta caballos,
"rá.n cre1:61'4Dbispos á treinta; L;Srild' de los


-..
-'Cárdtlitfiés veinte 'y , cinco. Repito que


€l lujo de la'si'naciones bárbaras,
- 'toñtfaf. 'él'Cli111 : ' jalas podrán "'declamar


bastante la fil-Oáad'Y la razon , y que
de.beria'ériegisladoi ápartar de entre los
hombres, no con lol'iérrtedio's.directos de
las leyes Sunfuárias;SititYcon otros medios
que le perraftiesé effilfeár . él respeto de-
bido á los sagraa -o-laéréChól de la libe r


-tad y de la'Propiedlet.'


'cqp: (11 Cetaib.


de la Zegislacion.
195


Dada la idea verdadera del lujo, y
distinguido el útil del pernicioso, veamos
ahora si es verdad que el lujo pueda cor-
romper las costumbres, como pretenden
los moralistas; ó al contrario, si las ma-
las costumbres pueden corromper el lujo.


Las costumbres de un pueblo consis-
ten en el hábito de arreglar las acciones
segun la opinion , ya sea ésta verdadera


falsa, justa ó errónea, siempre es la
única norma de las acciones del pueblo.
Arreglando todas sus acciones conforme
á esta opinion , arregla tambien por ella
el modo de usar de sus bienes. Así las
costumbres son las que determinan y di-
rigen el lujo en una nacion. Si las cos-
tumbres son buenas el lujo será lo que
debe ser; si las costumbres son corrompi-
das lo será tambien el lujo. Si por egem-
Plo la perfeccion de las costumbres, ó lo
que es lo mismo, si la opinion que arre-
gla las acciones del ciudadano, y el go-
bierno que las dirige ,concede distinciones
á los que se consagran al bien de la pa-
tria, el lujo de esta nacion será un lujo
de beneficencia y patriótico. El ciudadano
rico en esta nacion no hará consistir su lu-
lo en colocar en sus jardines un grupo obs-


N z




190 Ciencia
ceno de Baco y de Vénus, sino que acor-
dándose de laimpresion que hizo en el al-
ma de Temístocles el monumento erigido
en Atenas en honor del victorioso Arísti-
des , hará esculpir por una mano maestra
la estatua de un conciudadano suyo be-
nemérito de la patria para eternizar su.
nombre, y manifestar á toda la nacion có-
mo se debe obrar para merecer su recono-
cimiento. La composicion de un camine
público para la comodidad del comercio,
secar una laguna, introducir una nueva
arte, proteger los talentos, serán objetos
de lujo en esta nacion para un ciudada-
no rico. En efecto, éste es el lujo que ha
echada raíces en todos los paises donde
hay libertad, virtud y riquezas; éste será
el lujo que se verá resplandecer en las
colonias inglesas luego, que la paz acom-
pal:ada de una feliz constitucion, les per•
mirirá gozar de los frutos de su vir-
tud y de su comercio. Mas si al con-
trario las costumbres son corrompidas en
una nacion; si toda idea de virtud; si
todo sentimiento de patriotismo se ha per-
dido en un pueblo ; sí la opinion que ar-,
regla las acciones concede distinciones a


• -los que se han entregado á la molicie Y


de la legislacion.
r97


al ócio, el lujo de este pueblo llevará
entonces la impresion de sus costumbres.
Allí se verá que el ciudadano que apénas
tiene lo preciso para vivir, sin necesidad
de recurrir á sus brazos, propone como un
objeto de lujo dejar crecer sus uñas para
hacer alarde de su ociosidad; el lujo se
manifestará en el serrallo; finalmente el
número de las concubinas y de los eunucos
decidirá de las facultades de cada ciuda-
dano , y de los grados de respeto y aten-
don que se le deben. Este es el lujo de
una gran parte del Oriente.


No se debe, pues, confundir la causa
con los efectos. La corrupcion de las cos-
tumbres causa la corrupcion del lujo;
pero jamás puede el lujo corromper las
costumbres, y del mismo modo no puede
enervar el valor de una nacion. Este mal,
que tambien los moralistas han atribuido
al lujo, no es mas que un efecto de la
corrupcion de las costumbres , que al
mismo tiempo que corrompe el lujo, afe-
mina los ánimos, y hace á los hombres
incapaces de soportar las penosas fatigas
de la guerra. Las artes no debilitan el es-
píritu ní el cuerpo : por el contrario , la
industria , que es una consecuencia ríe-




T98
Ciencia


cesaria de la perfeccion de las artes, dá
nuevas fuerzas al uno y al otro. Por ven-
tura los Atenienses aunque entregados al
lujo ¿no triunfaron muchas veces de la
frugalidad de los Espartanos ? ¿La Fran-
cia mas entregada al lujo que hoy no hi-
zo temblar á la Europa bajo el reynado de
Luis XIV? ¿Qué diferencia puede hallar-
se entre un Saint Hilaire , que herido gra-
vemente muestra á su hijo el gran Ture-
na muerto á su lado por la patria, y el
padre de un Espartano que corre al tem-
plo á dar gracias á los dioses por el hijo
que habla muerto en defensa de la suya?
La nacion de la Europa mas entregada
al lujo, ¿no ha renovado en nosotros la
memoria del valor de sus bárbaros padres?
¿no han nacido por ventura en Inglater-
ra una multitud prodigiosa de hombres
que hubieran obscurecido la gloria de to-
dos los famosos héroes de la antigüedad,
si éstos hubieran combatido sobre el mar
como aquéllos? El Océano ha sido mu-
chas veces teatro de acciones mas valero-
sas que las que se vieron en Platea, Ma-
raton, y en las Tertn6pilas. ; el lujo
no disminuye el valor, la fuerza, y ef
vigor, guando las costumbres aún no se


de la Zegislacion. 199
han corrompido en una nacion. Es un
bien que no puede producir ningun mal
sin el concurso de otras causas. Depen-
diendo de las costumbres de la nacion,
el legislador no necesita sino dirigir éstas
para dirigir el lujo. Si quiere que su na-
cion no se componga de feroces Espar-
tanos , ni de afeminados Sibaritas ; si
quiere evitar estos dos extremos; si quie-
re que se conserve entre ellos el amor á
la fatiga juntamente con las comodidades
de la vida y con los placeres de la socie-
dad; si quiere finalmente que el lujo sea
lo que debe ser , el alma de la industria
y el distribuidor de las riquezas nacio-
nales; que crée y perfeccione las costum-
bres de la sociedad que dirige ; que se
persuada por fin de la ineficacia de todas
aquellas leyes suntuarias que ofenden la
libertad del ciudadano , y que por lo
cc>mun no han sido dictadas por el amor
del bien público , sino por la pasion ili-
mitada que tienen los que están á la fren-
te de los negocios , de querer arreglar
todas las acciones de los ciudadanos, y
que les hace mirar á los hombres como
otros tantos niños que tienen necesidad
de ser llevados por la mano, y no como




200 Ciencia
séres inteligentes que deben ser dirigidos
por las luces de la razon ; que se persua-
da que si quiere arreglar el lujo con las
leyes , sus códigos estarán expuestos á las
vicisitudes de la moda. Si prohibe hoy un
género de lujo que crée pernicioso , ma-
riana dejará éste de ser de moda, y debe-
rá prohibir otro que se le haya substitui-
do. La imaginacion inquieta é irritada
con las prohibiciones , correrá siempre
delante de las leyes. Estas vendrán á ser
otras tantas ordenanzas particulares y ar-
bitrarias , renovadas cada instante con
desdoro del legislador , que á egemplo de
la divinidad debe gobernar á los hombres
con leyes generales y conformes al órden.
Vendrán á ser el objeto del desprecio y
de. la irrision , y arruinarán finalmente
con frecuencia la industria propia del Es,
«lado y su comercio , destruyendo la co-
nexion que tienen con la industria y co-
mercio de otras naciones por el temor
mal fundado de un lujo pasivo, como nos
lo ha demostrado una constante expe-
riencia. Que no tema , pues , jamás los
progresos del lujo sean los que fuesen,
mientras que las buenas costumbres se.,
conserven' en todas las clases de la so-


de la legislacion. 201
ciedad; solamente debe considerarse co-
mo un resorte necesario para la opulen-
cia del Estado , y como el resultado de
la comodidad general que gozan los ciu-
dadanos.


Ha habido muchos políticos que ge-
neralmente han declamado contra el lu-
jo pasivo , y han creido que solo el ac-
tivo es útil á la nacion. En este instante
me ocurren algunas reflexiones sobre es-
te objeto que voy á exponerlas, porque
contienen algunas verdades que no de-
ben ignorarlas los legisladores.


CAPÍTULO XXXVIII.


rY lujo activo y pasivo; y de los casos
e que el lujo pasivo es un bien, y el


activo un mal para una nacion.


Un


ror universal, adoptado por casi
todos I. escritores economistas del siglo,
me
todo


obii
age.


& á una digresion que no es del


tores


de los objetos que me he pro-
puesto tr 'r en este libro. Aun los escri-


que e declaran á favor del lujo




202 Ciencia
declaman contra el lujo pasivo; cotno que
hace salir del Estado las riquezas reales
para introducir en él las de puro lujo;
como que fomenta la industria extrange-
ra; y finalmente como que perjudica las
artes y manufacturas nacionales con la
concurrencia de las mercancías extrange-
ras preferidas siempre por el lujo.


Esta invectiva demasiado general con-
tra el lujo pasivo es un error, que no
puede ser sino efecto de la ignorancia de
las relaciones complicadas de los intereses
de las naciones entre sí, y de las circuns'
rancias particulares de los diferentes pue
blos que habitan la superficie del globo
En este capítulo me propongo preservaá
los legisladores de este error, rogand
los que lean este libro que no me arsen
de haber erigido un altar de nubes die-
pláticas para inmolar en él todos l&nge


-nios que hasta ahora se han consagd° al
estudio de las cosas útiles al gén b hu


-mano, creyéndome yo solo enca,ado de
una mision expresa para reve r a los
pueblos los principios de la vertdera fe-
licidad, y los caminos ocultoPor donde
pueden llegar á ella. Una pr uncion tans
absurda , no puede entrar , el espíritu


de la legislacion.


203
de un filósofo que se declara obligado á
todos los que han escrito y pensado antes
que él. Pero la política, la economía y la
legislacion son teorías muy complicadas,
en las quales es muy fácil caer en el error
guando se quieren generalizar demasiado
las ideas; pues, como se ha dicho, su
bondad es enteramente relativa. Éste ha
sido el defecto de los que se han decla-
rado contra el lujo pasivo en general. sin
observar que este lujo que se alimenta
con la industria extrangera no solamen-
te no es siempre un mal, sino que ro-
dria ser para algunas naciones el único
apoyo de sus riquezas y de su pros-
peridad.


Para persuadirse de esta verdad es
necesario saber que hay un término mas
allá del qual no puede pasar la cantidad
del numerado en una nacion, sin causar
la ruina de la poblacion , de la agricul-
t ura, de las artes y del comercio. Supon-
gamos por egemplo que una nacion que
Posée minas abundantes, ó una balanza
ventajosa de comercio, quiera substraer-
se de la dependencia de las otras, apro-
Pi ándose todas las artes , las manufactu-
ras, y los géneros que puedan servirla para




204 Ciencia
su consumo interior, proscribiendo la in-
troduccion de todo lo que pudiera venir-
le de los extrangeros, por cuyo medio
podria sacar fuera una parte de su nu-
merario; pregunto, ¿qua' sería la suerte
de esta nacion? Si un trastorno de la na-
turaleza no obstruye sus minas; si una
revolucion política no destruye su comer-
cío; si la ambicion del Rey, ó su propia
seguridad, no le obligan á enviar frecuen-
temente fuera del Estado algun ejército
que consuma parte de sus metales, au-
mentándose continuamente en esta na-
don la cantidad del numerario, dismi-
nuirá tanto su valor, que el precio de los
trabajos y de los géneros llegará á ser
tan superior al de las otras naciones, que
sus ciudadanos hallando ventaja en la
compra de los frutos y manufacturas ex-
trangeras consumirán éstas: entonces los
labradores, artesanos y los manufacture-
ros del pais, no pudiendo sostener la con-
currencia con los extrangeros, abandon a


-rán sus tierras, sus artes y sus fábricas;
se retirarán de una patria que no les
ofrece sino la pobreza y la indigencia;
entónces en fin saldrá fuera de! Estado.,
todo el dinero por haberse multiplicado


de la legislador:. 205
demasiado, y por no haber tenido el so-
brante una salida oportuna. Esta es la
catástrofe infeliz de las desgracias que
amenazan á una nacion en la qual se
multiplica excesivamente el numerario.


No hay que esperar que se puedan
evitar estos males con el auxilio de las
leyes prohibitivas, siempre mas débiles
que las de la necesidad. A pesar de las pe-
nas mas severas impuestas contra los in-
troductores de los géneros extrangeros,'
de todas las espías y guardas que se pb-
drian emplear para impedir su introduú-
clon, siendo muy considerable el benefi-
cio de ella, bastará para corromper todas
estas espías y guardas, para inutilizar las
amenazas de la ley, y para hacer de los
mismos dependientes de la hacienda pú-
blica cómplices de las introducciones clan-
destinas. Inglaterra, España, y todos los
paises, nos ofrecen pruebas de esta ver-
dad (1).


(x) La Inglaterra ha creido poder impe-
dir la introducion de algunos géneros extran-
geros cargándoles un impuesto que les dá un
valor ficticio de zoo ó coo por ciento, y afia-
li d° á este impuesto las mas severas penal


Protriscoleerila




2o6 Ciencia
El mal es, pues, irreparable guando


la cantidad del dinero se ha aumentado
excesivamente en una nacion. A la polí-
tica corresponde precaver este exceso dan-
do salida al sobrante que podría produ-
cirlo. Pues para una nacion que tiene la
ventaja de poseer minas abundantes de
oro y plata, ó una balanza ventajosa de
comercio, y además tiene un terreno tan
fértil que puede proveerla con abundan-
cia de todos los frutos de primera nece-
sidad para su consumo interior; para una
nacion, digo, de esta naturaleza, yo no
hallaría salida conveniente para el sobran-
te de su numerario fuera del lujo pasivo.
¿Dónde podríamos buscar esta salida?


Buscarla en la guerra sería un error
contrario á todos los principios de la mo-
ral y de la política. Quando la guerra
no se hace por los derechos de una defen-
sa necesaria, ó por las sagradas obligacio-


contra los contrabandistas; ¿ pero ha conse-
guido su objeto? ¿No se han enriquecido mu-
chas familias con la introduccion clandes-
tina de estos géneros, la qual es tan f,ecuente
cuino de todos los demás que se hacen á vista
41 magistrado y con el permiso de las leyes?


de la legislacion. 207
nes de una alianza, es una injusticia que
ninguna causa puede legitimar; la guer-
ra no solamente consume el numerario
sino la poblacion; la guerra finalmente
en un siglo en que todas las naciones no
desean sino la paz, no produciría otro
efecto que reunirlas todas contra la que
se atreviese á turbarla.


Buscarla en el consumo de los frutos
extrangeros de primera necesidad, sería lo
mismo que constituir á la nacion en la
dependencia de las demás, hacer preca-
ria su suerte, é incierta sus felicidad; se-
ría destruir la agricultura; la qual debe
ser considerada como el primer apoyo de
la prosperidad de los pueblos.


Buscarla en el establecimiento de una
marina considerable, sería recurrir á un
medio muy útil y que puede producir
grandes ventajas, pero no el efecto que
se desea. Porque ó esta marina se destina
para asegurar y promover el comercio, y
entónces se sostiene á su costa; ó se des-
tina á defender las costas de la nacion, y
entónces se mantiene con las produccio-
nes de la misma ; y ni en el uno ni en
el otro caso puede considerarse como una
salida oportuna para el sobrante del nu-




2o3 Ciencia
merado. Á qualquiera parte que volva-
mos la vista no podrémos encontrarla
sino en el lujo pasivo. Esta sangría opor-
tuna para la plétora de que está amena-
zada la nacion; esta salida que puede
cerrarse y abrirse á medida que lo exijan
las circunstancias; este canal de comuni-
cacion que anima al comercio, y sumi-
nistra una dependencia libre y volunta-
ria entre esta nacion y las otras, debe
ser considerada como el único garante
que la política ofrece para la prosperi-
dad de un pais que se halla en términos
de temer su ruina por la e. xórbitancia de
sus riquezas.


Observando atentamente los verdade-
ros intereses de las dos naciones euro-
peas que se hallan precisamente en la hi-
pótesis que hemos supuesto, nos persua-
diremos mejor de esta verdad. La Espa-
ña y Portugul son las dos naciones de
Europa que á la ventaja de poseer mi-
nas abundantes de oro y de plata unen la
de tener un terreno bastante fértil y sufi-
ciente para acudir al consumo interior de
los géneros de primera necesidad. Por lo
que toca á España, ninguno se atreverá
Á negarme que éste sea entre todos los es-




la de legislacion.
209


tados de la Europa, y tal vez del univer-
so, el que puede llegar á ser mas rico
por su situacion natural , por su propio
terreno, y por los dominios de la América;
el que podria con la mayor celeridad acu-
mular mayor cantidad de oro y plata ; fi-
nalmente, el que podria llegar mas pron-
to que todos á aquel grado de opulencia,
á aquel exceso de riqueza, que destru-
yendo como se ha demostrado la indus-
tria, la agricultura y la poblacion, acar-
rea la indigencia, y es causa que el Es-
tado sucumba bajo el peso de sus te-
soros.


Supongamos que su terreno fértil fue-
se cultivado con mayor cuidado, y que
la España se aplicase á manufacturar to-
das sus primeras materias; la Europa en
este caso se vería inundada en poco tiem-
po, segun la expresion de un célebre
autor (1), de sus granos, licores, jabon,
aceyte y frutos; de sus telas de lana y
seda; de sus lienzos y de sus manufactu-
ras de oro y plata , de hierro y acero,


( i ) El autor de los intereses de las na-
ciones , tom. 1. cap. 1.


Tomo 111.
O




210 Ciencia
mientras que su pesca bastaría para su
consumo; y que para mantener la mari-
na mas poderosa, no tendria que buscar
fuera de su pais sino la arboladura que el
norte podria ofrecerle.


Aun guando la España no tuviese
dominio alguno en la América, si qui-
siera dar á la industria nacional el mo-
vimiento de que es susceptible, y abrir to-
dos los manantiales de sus riquezas, con
solo esto podria ser una de las naciones
mas ricas de la Europa, y conservar una
balanza siempre ventajosa en el comer-
cio. Pero ¿podria en su actual situacion
conservar este espíritu de industria, se-
guir este plan que abraza todos los ra-
mos de la industria humana, mantener
esta balanza ventajosa de comercio en la
Europa en medio de los ochenta millones
que recibe cada año de México y del
Perú (1)? No queriendo considerar el oro
y la plata que le viene de América como


(s) Ochenta millones de libras con poca
diferencia es la cantidad de oro y plata que
la España recibe cada año del Perú y de Me-
xico, segun consta por los registros de los
buques de retorno de las Indias Occidentales•


de la legislacion.
a r


género de mercancía, no queriendo con-
siderar estos metales como un objeto de
permuta, y corno produccion de su suelo,
queriendo tenerlos todos dentro de sí,
promoviendo no solamente todos los fru-
tos que puede producir su terreno, sino
tambien todas las artes y manufacturas
que pudieran servir para su consumo y
su lujo; en este caso la España, ¿no ten-
dría en circulacion dentro de quarenta
años lo mas tarde, tanto numerario, que
excederia en dos terceras partes ó mas
al de todas las otras naciones, y sería tan-
to mas excesiva esta cantidad quanto to-
das las otras industriosas se hallarían, res-
pecto de ella, en una pobreza relativa?
¿Su condicion no vendría á ser entónces
la de un pueblo que por la demasiada opu-
lencia vuelve á caer en una extrema po-
breza? Sus producciones y sus manufac-
turas, aumentando su precio hasta lo infi-
nito por la baja de su dinero, ¿cómo po-
drían resistir á la concurrencia de las otras
naciones que vendrian á ofrecérselas á un
precio tenuísimo? ¿Quién podria impedir
al español que comiese, vistiese, y que no
consumiese en una palabra sino géneros y
mercancías extrangeras, las quales compra-


0 2




212 Ciencia
ria dos terceras partes menos que las pro-
pias.? i No saldrian entonces fuera del Es-
tado todos sus tesoros , habiendo antes
precedido la ruina de la agricultura y de
las artes? Supuesto, pues, que es impo-
sible á la España retener entero el pro-
ducto de las minas del Nuevo Mundo, y
debe necesariamente dividirlo con el resto
de la Europa; que toda su política debe
atender á conservar una porcion bastante
para hacer inclinar la balanza á su favor y
á no hacer excesivas sus ventajas para que
sean permanentes; que la práctica de las
artes de primera necesidad , y la, abun-
dancia y excelencia de sus producciones
naturales le bastan para conseguir esta
superioridad; supuesto en fin que la Es-
paña no puede dar salida á la excesiva
cantidad de oro y plata que le viene del
Perú y de IN/léxico , sin renunciar las artes
y manufacturas que no sirven inmediata-
mente para su agricultura ; i quién podrá
dejar de ver en el lujo pasivo el único
instrumento necesario para su prosperi-
dad y conservacion ; el único preservativo
contra la desestimacion de su numerario,
y la única salida de la exárbitancia de sus
tesoros3


de la legislacion.
r3


Lo mismo debe decirse de Portugal:
si su terreno estuviese bien cultivado; si
parte de éste no quedase ocioso por falta
de poblacion , Portugal no tendria nece-
sidad de otra nacion para acudir á sus
primeras necesidades; aun le quedarian
algunos géneros de que abunda , que
podria permutar con los frutos que le
faltan. Si su comercio en las Indias Orien-
tales y las costas de África estuviese bien
arreglado , podria ser tambien un ma-
nantial de abundantes riquezas. Final-
mente, sin contar de los otros productos
del Brasil, con cuya ayuda podria sos-
tener un gran comercie de propiedad en
la Europa, recibe cada año sesenta mi-
llones de sus minas (i). Estos manantia-
les abundantísimos de riquezas , si en
parte no hubiesen sido obstruidos , y en
parte extraviados por las leyes absurdas,
por los errores de la administracion , y
Por el monopolio de los Ingleses ; si un
gobierno ilustrado los volviese á abrir
en beneficio del Estado , se veda clara-
mente que Portugal tendria necesidad de
mantener un lujo pasivo por las mismas


(i) Debe entenderse de libras.




21 4 Ciencia
razones, con las que se ha demostrado
que es necesario en España.


Creo , pues , haber manifestado con
toda evidencia el error de aquellos polí-
ticos que declaman con mucho furor y
con poca refiexion contra el lujo pasivo en
general, sin examinar las circunstancias
particulares de los diversos pueblos, las
qua/es suelen por lo comun destruir las
reglas demasiado generales de la política.
Pero siendo esta una verdad poco cono-
cida, me veo obligado á responder á dos
objeciones que se me podrian hacer. La
primera tiene por objeto destruir lo que
se ha dicho relativo á España.


Esta nacion, me dirán, en el reyna-
do de Carlos V y de Felipe II su hijo,
poseía en la América minas tan abundan-
tes como las que ahora posée; abastecia
sus colonias con sus productos ; hacia el
mayor comercio en las Indias Orientales
y en la Europa; léjos de alimentar su lu-
jo con la industria extrangera, ella mis-
ma alimentaba el extrangero con su in-
dustria. La España , segun lo que nos di-
ce el célebre D. Gerónitno de Ustariz,
contaba sesenta mil telares de seda en sola
la ciudad de Sevilla ; los paños de Sego-


de la legislacion. 215
via y los de Cataluña eran los mas her-
mosos de Europa y los mas buscados;
sus ferias eran frecuentadas de todos los
negociantes de Europa; en la de Medina,
segun se lée en una memoria dirigida á
Felipe II por Luis Valle de la Cerda , se
negociaba en letras de cambio por valor
de ciento cincuenta millones de escudos;
entre tanto quizás la España jamás ha es-
tado tan poblada como entonces, y sus
terrenos no han estado jamás mejor cul-
tivados ; su industria jamás estuvo tan
activa; en fin su opulencia no tuvo en-
tonces necesidad del lujo pasivo que he-
mos creido tan preciso para esta nacion.


Estos hechos son verdaderos , y yo
no me atrevo á contradecirlos; pero por
sí solos no forman la historia entera de
la España en estos dos reynados. No tuvo
necesidad del lujo pasivo , lo confieso,
¿pero por qué? Porque tuvo la salida de
las guerras y de la ambicion de estos dos
Príncipes que la gobernaban. Acordémo-
nos por un instante de los crecidos gas-
tos que estos Soberanos hicieron fuera del
Estado. Carlos, siempre viajando, y siem-
pre en guerra, derramó sumas inmensas
en Alemania, Italia y África. Durante su




216 Ciencia
reynado hizo cincuenta viajes. Las rentas
de la corona salian casi enteras fuera de
la España para acudir á las necesidades
de un Príncipe, que ya por su espíritu
conquistador, ya por la corona imperial
que ceñía, estaba siempre fuera del Es-
tado. Quando envió su hijo á Lóndres
para casarse con la Reyna María, y to-
mar el título de Rey de Inglaterra, remi-
tió á aquella ciudad veinte y siete cajones
de plata en barras, y cien caballos carga-
dos de plata y oro acuñado. Acordémo-
nos finalmente que las célebres minas del
Potosí no fueron descubiertas sino pocos
años ames de acabarse su turbulento rey-
-nado. Por lo que toca á Felipe II se sabe
que este Príncipe sostuvo al mismo tiem-
po la guerra en los Paises Bajos contra
:Mauricio Príncipe de Orange , contra En-
rique IV, en casi todas las provincias de
Francia, en Ginebra y en la Suiza; y
por mar contra los Ingleses y Holandeses:
Su armada de ciento y cincuenta naves,
que envió contra los ingleses y tuvo un
éxito tan desgraciado, no fué una pérdi-
da indiferente para esta nacion. Su des-
potismo en los Paises Bajos , y su ambi-
clon en la Francia, le costaron mas de


de la legislacion. 2 17
tres mil millones de libras. Z Qué mara-
villa, pues, que la España no tuviese en
este tiempo necesidad del lujo pasivo,
para precaver el exceso de opulencia que
suele producir la ruina de la agricultura,
de la industria y de la poblacion? Si se
redujesen á cálculo las sumas inmensas
derramadas por estos dosA)ríncipes fuera
del Estado, seiVeria que eran muy supe-
riores á las que puede extraer el mayor
lujo pasivo que se pueda iíilaginar (i).


La, : otra objecion que 'se me puede
hacer és 'relativa á la Holanda. Si esta
nacion, seidirá, no tiene minas de oro y
plata como; la España y Portugal, está
en posesion de un comercio de economía,
que es para esta repéblica un manantial
de riquezas-en nada inferior á las minas
mas ricas. La balanza de su comercio,
siempre ventajosa, aumenta todos los años
la suma de su numerario. Nadie ignora


(t) 'Basta observar lo que produjo en es-
ta nacion el sistema erróneo de cerrar todos
los caminos que podian trasportar fuera del
Estado una porcion del numerario guando
faltó á lo sobrante la salida que la ambicion




218 Ciencia
que en ningun pais de la Europa se ha-
lla mayor cantidad de moneda ; y sin em-
bargo la Holanda no ha perdido su espí-
ritu de economía en medio de sus tesoros;
y su opulencia hasta ahora; no ha tenido
necesidad del lujo pasivo. No es esta
una prueba que nos hace presumir que
España y Portugal podrian conservarse
tambien sín este remedio ? No: La Ho-
landa nada tiene de comun con estas dos
naciones. Su constitucion , su suelo, la
naturaleza de su terreno, la fuente de sus
riquezas, todo es diferente. España y Por-
tugal na solamente tienen lo necesario
para su consumo interior con las produc-
ciones de su suelo, sino que tambien un
sobrante para permutas. La Holanda por
el contrario no puede alimentar la tercera
parte de sus ciudadanos con los productos
de su suelo. España y Portugal hacen un
comercio de propiedad , y Holanda solo


de estos dos Príncipes le habia dado. La Es-
paña se resiente aun , y se resentirá mucho
tiempo, de la ignorancia de sus legisladores.
Hemos insinuado esto en el cap. 3. del lib. a.
de esta obra.


de la legislacion. 219
de economía. ¿Pues quién no sabe que el
único apoyo de este comercio es la fruga-
lidad de los comerciantes, como lo hemos
observado en otra parte? España y Portu-
gal no han dado hasta ahora dinero á prés-
tamo á las demás naciones; la Holanda ha
puesto sumas inmensas en los fondos pú-
blicos de Francia, Inglaterra y otras na-
ciones. Se computa que las guerras que las
provincias unidas han sostenido despues
de la paz de Ruisvik , y las sumas solas
que han empleado en los fondos públicos
de Francia y de Inglaterra antes de la
presente guerra con sus colonias, han he-
cho salir fuera de la Holanda mas de qui-
nientos millones de libras. Mas á pesar de
todas estas salidas que ha tenido el nume-
rario de Holanda, de las que tiene conti-
nuamente y de necesidad por la pequeñez
de su territorio y esterilidad de su suelo;
á pesar de la economía que exige la natu-
raleza de su comercio, ¿ no se ha visto en
la precision de renunciar el beneficio de
sus manufacturas? El precio demasiado
su bido de los jornales producido del envi-
lecimiento de su numerario, ¿ no ha obli-
ga do á sus ciudadanos á vestirse de telas
Y lienzos de la India? ¿Por ventura no ha




de la legislacion.
221


para hacer conocer mejor su número, su
fuerza y su dependencia relativa; si llega
con esta nueva luz á descubrirse algun
nuevo monstruo oculto en el seno mas re-
tirado de esta caverna; si la ilusion que ha-
bia hecho tomar tantas sombras por cuer-
pos y tantos cuerpos por sombras, se di-
sipa con esta nueva antorcha, daré por


twel.~ hen .1


bien empleados mis trabajos y los peli-.
gros á que me he expuesto.




k


El filósofo debe ser el apóstol de la
verdad, y no el inventor de los sistemas.
Decir que todo está dicho, es el lengua-
ge de los que no saben producir cosa al-
guna, ó no tienen valor para hacerlo.
Mientras no cesen los males que oprimen
a la humanidad, mientras hallen partida-
rios los errores y las preocupaciones que
los perpetúan; mientras la verdad cono-
cida de pocos hombres privilegiados es-
tará oculta á. la mayor parte del género
humano, y esté alejada de los tronos,
la obilgacion del filósofo es predicarla,
Sost enerla promoverla é ilustrarla. Si las
luces que difunde no son útiles para su
Siglo y para su patria, lo serán segura-
mente


iudadano
para


de
otro


todos
y para otro pais.


t..,5 los pueblos, contem-


220 ciencia
adoptado esta especie de lujo extrangeio
que ha hecho necesaria su opulencia ?
Debe tenerse, pues, por cosa cierta, que
el lujo pasivo es para algunas naciones
un recurso absolutamente necesario.


Estos -son los principios y las verda-
des que . he creido deberse explicar en esta
parte de la Ciencia de la legislacion rela-
tiva á las leyes políticas y económicas. Su
objeto, como se ha observado no debe
ser otro sino el de multiplicar los hom-
bres, proveer á su subsistencia, haciendo
entrar las riquezas en el Estado, conser-
vándolas y distribuyéndolas con la menor
desigualdad que sea posible. 1 Pero he des-
empefiado este objeto con la extension de-
bida? He revelado siempre en esta parte
de mi obra nuevos secretos, descubierto
nuevas verdades, -y combatido errores
desconocidos. 1Puedo gloriarme de ha-
ber sido el primero que he examinado
todas las causas que producen la miseria
de los pueblos, y que he propuesto los
medios propios -para extirparlas? No: yo,
no he hecho sino llevar una luz demás a
esta caverna tenebrosa , donde se retira n ,
Ios monstruos devoradores de las nacio-
nes. Si esta nueva luz puede contribuir




222 Ciencia
Foráneo de todas las edades, el universo
es su patria, la tierra su escuela donde
estudia , sus contemporáneos y toda la
posteridad sus discípulos.


Fin del tomo tercero.