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DEL
CONDE DI Te;:.4


N5‘) 1119111


MADRID; 1844.


Dtttlreitta Zce a. Vecente Matantat
Calle del Duque de Alba, n. 13.




Si en el exámen de los graves ne-
gocios tratarnos solo de lisongear nues-
tros deseos, nos hacernos un gran mal.
Es necesario juzgar de todas las cosas
desapasionadamente y con imparcial
discernimiento, si no queremos sufrir
los mas terribles desengaños, si no que-
remos esperimentar los mas funestos
resultados. Estas máximas comprobadas
por una constante y jamás desmentida
esperiencia, no han sido observadas en
su gobernacion por los partidos que se
han formado en nuestra patria, en me-
dio de los deplorables acontecimientos
que en ella han tenido lugar. Esos par-




tidos y los gobiernos que alternativa-
mente han impuesto ellos á la nacion,
son los verdaderos autores de todas
nuestras desgracias, de todos nuestros
infortunios, y de todos los conflictos
que mas tarde ó mas temprano han de
sobrevenirnos. Poco versados esos par-
tidos en la ciencia de la política, no han
meditado nunca ni previsto jamás las
consecuencias de proceder sin aquella
calma y detenimiento que requería el
cambio asombroso que se ha intentado
dar á todas las cosas. Reformas precipi-
tadas sin plan ni concierto de ninguna
especie, han trastornado toda la admi:-
nistracion. Innovaciones de incalcula-
ble trascendencia han alarmado y pues-
to en pugna los intereses mas vitales ; y
lean conmovido por sus cimientos el e-
dificio social. Leyes improvisadas en cu-
ya formacion no se ha tomado en cuen-
ta el verdadero estado del pais, ni se han
respetado sus antiguas costumbres ni
se ha contemporizadó siquiera con sus
disculpables preócupaciones, tales le-
ves se resienten de las circunstancias
iurbulentas en que se han hecho, de los


—3
intereses momentáneos de los partidos
que las han propuesto , de las pasiones,
en fin, y del poco sa ber de nuestros ato-
londrados y atrevidos regeneradores.


He aqui los bienes positivos de la
SITUACION que alternativamente nos
presentan y nos encarecen los partidos:
de una SITUACION anómala , indefini-
ble , sin nombre. Y á todo se nos dice
que es preciso que nuestras institucio-
nes estén al nivel de la ilustracion del
siglo; y para eso se nos coloca á noso-
tros, los españoles, al nivel tambien
de las naciones que mas adelantamien-
tos y progresos han hecho en su civili-
zacion y cultura (1). De aqui proviene
la poca duracion,la funesta instabilidad
de los gobiernos que con tanta precipi-


( 1)
Por un artículo de la Constitucion de


1812 se dispensaba hasta el año de 1830 la cir-
cunstancia de saber leer y escribir para ejer-
cer el derecho electoral. A una nacion que se
encontraba en semejante caso, se ladaba aque-
lla constitucion ! Esto manifiesta la necesidad
de una ley que designe con la mayor prevision
las cualidades que han de adornar ¿*1 los q
desempeñen el importante cargo de legis Am,j)
dores.
/ O


0
-a




-4-
tacion se han sucedido unos á otros. Ni
sus ridículas utopias , ni sus impracti-
cables teorias encuentran el menor
apoyo en la nacion, la cual observa con
suma indiferencia los triunfos y derro-
tas de unos y otros ; considerando tales
acontecimientos como trámites indis-
pensables para llegar al término de los
males y padecimientos que hoy la aque-
jan y aflijen.


No nos ocuparemos en designar de-
talladamente las cualidades de los par-
tidos á que en estas observaciones alu-
dimos. Su historia (si ellos tienen ó
merecen tener historia) los califica con
la mas perfecta exactitud. Nos limita-
remos, pues, á decir, que uno de esos
partidos, se distingue por sus princi-
pios esencialmente revolucionarios, por
sus doctrinas manifiestamente anárqui-
cas. El otro, contiene en su seno muchas
personas bien intencionadas; es un par-
tido puramente doctrinario, pero que
no ha gobernado nunca con sus pro-
pios principios, alterándolos ó modifi-
cándolos cuando ha ejercido el poder,
con la idea sin duda de atraerse á sus


adversarios, y de rechazar los epitetos
con que aquellos lo denostan y atur-
den. Este partido atribuye tal impor-
tancia á la diseusion, que la considera co-
mo un medio eficaz (le gobierno en Es-
paña, en donde la mayoria de sus natu-
rales, por cansas que no queremos enu-
merar, manifiesta poco interés en en-
terarse y tomar parte en los negocios de
la política. En ninguno de esos dos par-
tidos abundan las personas que hayan
adquirido la reputacion de hombres (le
Estado, ni que merezcan siquiera el dic-
tado de hombres de negocios. Es nece-
sario, empero, reconocer que uno de
ellos tiene mas dotes (poco envidiables
por cierto) para gobernar á su modo,
esto es, revolucionariamente ; que el
otro para plantear el régimen político
para cuyo establecimiento considera
preparada y dispuesta á la nacion.


Debemos hacer aqui una observa-
cion que nosotros reputamos de suma
importancia, á saber ; que cualesquie-
ra que sean las diferencias que mar-
quen y distingan á esos dos partidos;
por grande que seala saña y el odio que




-6-
entrambos se profesen, ellos tienen un
mismo origen, son hijos gemelos, nos
esplicaremos asi, de una época de opro-
bio y de vergüenza para los españoles.
Ya hemos dicho que los mencionados
partidos se han formado en medio de
los acontecimientos desastrosos que
tanto deploramos. A semejantes cir-
cunstancias deben casi todos los cori-
feos de esos dos bandos, la consideracion
de que disfrutan en el dia , asi como á
esas mismas circunstancias deben tam-
bien sus cuantiosas rentas los nuevos ca-
pitalistas que se han enriquecido con
el patrimonio de la nacion, y con los
inmensos bienes que se han malbarata-
do sin que el pueblo haya esperi men-
tado el menor beneficio, sin que el Es-
tado haya disminuido su deuda, para
cuya estincion se han hecho tan ruino-
sas ventas; y en fin, sin que se haya lo-
grado el objeto económico de dividir y
repartir la propiedad, por el monopolio
escandaloso y por el si n nümero de frau-
des con que se ha procedido en tales
enagenaciones. ¿Podrá ; pues, esperar-
se que esos dos partidos se resignen á


-7-
perder los goces de que están hoy en
posesion, ni que acepten de buen grado
un cambio de cosas por mas favorable
que este sea á los intereses del pueblo,
en cuyo nombre y para cuyo bienestar,
asi. se dice , se han hecho tan trascen-
dentales alteraciones, y se han causa-
do tan graves trastornos? No profundi-
zaremos mas esta cuestion, porque ella
es en sí misma muy resvaladiza y espi-
nosa, y porque nuestras reflexiones po-
drian traspasar el límite que nos traza
la prudencia con que debemos espli-
carnos en asunto tau delicado y vidrioso.


Concluiremos esta somera reseña
de nuestros partidos, observando que
uno de ellos, el progresista, guiado cons-
tantemente por el temor que le inspira
la responsabilidad de los atentados que
se han cometido para elevarlo al po-
der, no se considera seguro sino dando
el mayor ensanche á la revolucion, esto
es , completándola. Esotro , el moderado,
no quiere la revolucion, la terne, pero
se propone resolver un problema impo-
sible , intenta detenerla , espera parar-
la, conservando los principales domen-




-s-
tos que han producido el embrollo y
confusion de estas circunstancias. Tris-
te seria por cierto la condicion del tro-
no, viendo desmenbradassus atribucio-
nes v menoscabadas sus prerogativas
bajo la dominacion de los unos ; y
considerándose indefenso, permítase-
nos esta palabra , bajo el mando de los
otros, si no contara con el incontrares-
table apoyo de la nacion, que asi con-
dena los desmanes y tropelías de los
primeros, como reprueba la imprevi-
sion y apatia de los segundos.
• Es necesario, pues, no equivocar-
nos ni formar castillos en el aire; la
anarquía no admite organizacion de
ninguna clase; sus máximas mas favo-
ritas escl u yen todo género de orden, que
es la basa sobre que estriban todos los
gobiernos de cualesquiera especie que
sean, y el fundamento indispensable
para la subsistencia (le todas las socie-
dades.


Domas cansado el pais con tantos
trastornos, fatigado con tantos padeci-
mientos, y avergonzado con tantos es-
cándalos, pide con universal clamor el


-9-
restablecimiento del órden. Has t a tan_


esto se haya conseguido, no pue-tdo quent it e debe creer que tiene gobierno.
Los gobiernos tienen algo mas que ha-


que reprimir las insurrecciones y
ceescra(Len tar tí sus promovedores. Es
preciso tratar (le tranquilizar los áni-
mos, de apaciguar las pasiones, de
amortiguar los odios. Pero no llegare-
mos nunca á este término, sino con dis-
posiciones dirigidas á conciliar de co-
inun acuerdo los intereses de todas las
clases de nuestra sociedad. Permane-
ceremos en un estado tan precario co-
mo peligroso , y nuestra política será
siempre de circunstancias, las cuales se
complicarán y se agravaran hasta lo
infinito. En una palabra, viviremos su-
jetos á los caprichos de los partidos
que nos dominen, esto es, sin go-
bierno.


Decimos la verdad, la verdad toda
entera, sin embages ni rodeos de nin-
guna clase. La repetiremos todavia en
alta voz, con toda la fuerza que nos
da nuestro íntimo convencimiento. Los
partidos son los verdaderos autores de to-


\.;
3


it


o




-


dos nuestros trastornos, los que han cau-
sado todas nuestras desgracias. Y ahora
añadiremos, que esos partidos ¡ayo.-
canelo unas veces con hipocresía el tro-
no, y proclamando otras con superche-
ría la libertad, serán siempre el prin-
cipal obstáculo para que tengamos go-
bierno, para que se restablezca el or-
den. Cada cija se aumentará la confu-
sion , tan parecida á la anarquía que
nos aniquila y arruina. Con vanas pro-
mesas, con esperanzas ilusorias se pre-
tenderá que olvidemos los males efec-
tivos que nos causan las aberraciones
y delirios de inespertos é incorregibles
reformadores. Nuestros hacendistas ó
financieros, como hoy se dice , nos ha-
blarán del restablecimiento del crédi-
to, en medio del desconcierto é insta-
bilidad en que estamos. Pero el crédi-
to es creer, esto es, tener confianza. En
los negocios del crédito, no sucede lo
que en las demas cosas, que no se sien-
te el daño hasta que llega el mal, cuan-
do en aquellos se esperimenta desde
que amenaza, desde que se teme. Es-
ta teoría la saben y la practican ma-


—tt
ravillosamente los que especulan en
los fondos públicos, aprovechando las •
alteraciones que estos sufren en su co-
tizacion para alguna operacion bursa-
tul , que suele ser tan provechosa para
unos corno ruinosa para otros; sien-
do, sobre todo, de incalculable tras-.
cendencia los males que se originan
cuando un gobierno inmoral abre la
puerta con sus disposiciones á la arn-.
bicion de los agiotistas. Pero este gé-
nero de crédito es pasagero, porque
no tiene un verdadero fundamento, y
porque muy pronto se conoce el ter,
mino de semejantes operaciones. Tales
son las ventajas que nos proporciona
el crédito, de la manera que lo entien,
den nuestros famosos 'economistas. Y
sino, ¿cuántas garantías, cuantas pren-
das pretorias, digámoslo asi, no se exi-
gen al Gobierno para anticiparle por
uno ó dos meses las cantidades que in-
gresarian en el tesoro con un insigni-
ficante quebranto, si fuera otra la con-
dicion . ictual del crédito del Estado?
Cuantos sacrificios no se han hecho,
y cuanto gravamen no pesa hoy so-




bre la Nacion por haber sido nece-
sario . desembargar las rentas empeña-
das para el pago de contratas (1), que
se resentian , corno era indispensable,
del mal estado de nuestro crédito.


(1) No censuraremos nosotros con la vul-
gar y apasionada severidad de los partidos ta-
les contratas. Sabemos que para apoderarse
de los actos de un gobierno y fallar sobre ellos,
es necesario trasladarse á las mismas é idénti-
cas circunstancias en que aquel se,encontró al
tiempo de ejecutarlos. En politica acontece lo
mismo que sucede cuando se desploma un e-
dificio, que no hay tiempo para salvar los ma-
teriales que se podrian emplear con mucha
economia en su reconstruccion. Hay en las
naciones momentos de tanto conflicto, tan .eje-
cutivos y apremiantes, que es indispensable
cerrar los ojos y pasar por todo, una vez que
se consiga lo que se desea. Entonces no se cal-
cula ni se forman las cuentas por el método
ordinario de la aritmética comun , porque va-
ria tambien el valor aritmético de las cifras
que se emplean para el cómputo y compara-
cimi de las ventajas ó desventajas que propor-
cionan los resultados definitivos de la negocia-
dor' que se vá á realizar. Todas las cosas tie-
nen su valor y su precio respectivo, y en esto
influye en gran manera el tiempo en que aque-
llas se adquieren , y los beneficios que al nue-
vo poseedor le resultan. ¿Qué género de sacri-
ficios no hubiéramos hecho los espaholes pa ra
llegar á la situacion en que hoy .nos encontra-


-1:3—
Porque en vano se agotará todo el
diccionario de las charlatanerias, y en


/nos? Con un gobierno de regulaerlposregvoisbiena
con alguna cordura de parte d
dos, se resarcen pronto las pérdidas que se
han'esperimentado, porque restablecido el or-
den y asegurada la tranquilidad , corren es-
pontáneamente, por decirlo asi, todas las fuen-
tes de la riqueza pública, y reviven como por
encanto todos los elementos que constituyen
la prosperidad y grandeza de los Estados.


Diremos aqui de paso, que estas reflexiones
sirven para contestar á los enemigos del ante-
rior ministerio, quien sin arredrarse con las
insurrecciones de Alicante y Cartagena, pro-
cedió discrecionalmente y con toda la energia
que reclamaba el peligro de aquellas circuns-
tancias. El servicio que en aquel tiempo pres-
tó el ministerio Gonzalez Bravo á la nacion y
al trono, es superior á todo encarecimiento, y
digno de la mayor alabanza y de la mayor gra-
titud. ¿Cómo pensar entonces en otra cosa
mas que en destruir y anonadar la rebelion
que amenazaba una conflagracion general?
¿En dónde estaban los recursos pecuniarios
con que pocha contar el gobierno, cuya aten-
cion llamaban por una parte los planes de los
revolucionarios, y por otra los clamores de la
miseria mas espantosa que aflijia y aflijo toda-
via á las innumerables familias que viven de
los sueldos y pensiones con que los socorre el
tesoro público? De qué modo labia de hacerse
frente á los gastos estraordinarios que no da-
Dan espera ninguna, y á los ordinarios que no




vano se emplearán los manejos del
ágio mas interesado y suspicaz; la ver-
era ni .justo ni político desatender en tales
circunstancias? Pues bien, si los resultados de
la empresa que el gobierno acometia hubieran
sido diferentes, si vieramos hoy avasallado el
trono, y en poder de sus mas encarnizados e-
nemigos á la angelical princesa que con tan
legitimes títulos lo ocupa; si la nacion hubiera
vuelto á ser presa de la anarquía que con pa-
sos agigantados la iba corrompiendo y desmo-
ralizando; si la política turbulenta de los re-
volucionarios nos buscara, como es su costum-
bre, nuevos conflictos, alejándonos cada dia
mas de los conciertos y arreglos que tenemos
que hacer con algunas potencias Europeas, y
hasta nos privara, como indudablemente ha-
bria sucedido, (le la amistad y buenas relacio-
nes en que estamos hoy con las dos naciones
mas poderosas del mundo, la Inglaterra y la
Francia ; si se renovaran los desórdenes y a-
tentados sacrílegos (le la mas criminal impie-
dad, promoviendo un cisma en todas nuestras
creencias, y atrayendo sobre nuestra patria la
mayor de las calamidades que pueden afligir
al género humano, como es una guerra de re-
ligion, ¿podrian equipararse entonces los ma-
les y perjuicios 'de toda clase que esperimen-
tarjamos, con los que tanto pondera y exajera
hoy la mala fé y ojeriza de partidos ambicio-
sos? No pedimos, pues, que se nos diga lo que
vale la actual situacion , pero sí preguntare-
mos lo que ella valdrá si el cielo concede a-
cierto en sus determinaciones á los encarga-


-1E—
dad pura es , que tan nulo era en-
tonces el crédito del Estado, como
es insignificante en el dia. ¿Qué es-
pecie de crédito puede haber en una
nacion que presenta una historia tan
triste como vergonzosa de su deuda, y
donde no se ha pensado nunca seria-
mente en hacer un arreglo que facili-
te y asegure el pago puntual de los in-
tereses; en donde la inmensa masa del
papel que representa esa deuda, y sus
-diferentes categorias, obstruye su re-
gular y proporcionada circula' don ; en
donde se habla de gastos corrientes y


dos de dirigirla, y de hacer efectivos los bie-
nes que ella debe proporcionarnos, con el apo-
yo de una politica previsora y enérgica que se
proponga destruir de• una vez el• gérmen de
las conspiraciones y revueltas (no empleamos
la palabra revotucion, porque con ella calum-
niariamos á la inmensa mayoria de los espa-
ñoles) de los que solo tratan de apoderarse de
la direccion de los negocios públicos para me-
jorar ellos de fortuna, y probarnos en seguida
que no tienen ni los talentos ni las virtudes
necesarias para gobernar una nacion que per-
manece apegada á sus antiguas costumbres, y
que' ha visto siempre desmentidas y nunca
realizadas las promesas y ofertas de sus ofi.
ciosos y desatentados regeneradores,


2
r I jsi




r
-16=


de•gastos atrasados, y existe una cla-
se de deuda y unos acreedores privi-
legiados (1), en donde hay un sistema
vicioso de rentas; y lo que es peor, un
sistema de administracion mas vicioso


(1) Mientras esto sucede , los acreedores
del fondo vitalicio se ven desatendidos, ó me-
jor dicho ., están olvidados. La misma ó peor
suerte corren los dueños de los caudales pro-
cedentes de América, de los cuales se. apoderó
el Gobierno en Cádiz, cuando la Península es-
taba ocupada casi toda por los franceses. Aca-
so tan impolitica determinacion ha sido la
causa principal de que los inmensos capitales
que bufan del continente americano para sal-
varse de la revolucion que estallaba en aque-
llos garages , en vez de dirigirse á España,
hayan ido á radicarse á los paises estrangeros.


No acriminamos á nadie, ni pedimos cosas
imposibles : sabemos que nuestros males vie-
nen de muy atrás, y que las circunstancias ac-
tuales son mas poderosas que todos los esfuer-
zos que pueda hacer el gobierno mas ilustrado
y mejor intencionado. Pero no olvidemos que
el crédito no se mejora con disposiciones aisla-
das, ni se consolida con reformas parciales. Es
necesario que haya un plan cunee" tado, y que


que dá ocasion á mil fraudes,
con se ocultan los datos ne-
ctodn los


'


cesarios para establecer la justicia de
las regulaciones en el reparto de las
contribuciones; en un pais, en fin, en
donde no se trata de hacer economias
formales, por cuyo solo medio se pue-
de conseguir igualar los gastos con los
ingresos del erario, que es la máxima
fundamental de una buena administra-
cion de la hacienda P


Ya que tocamos el punto de las eco-
nomías, diremos aqui , que sin desco-
nocer nosotros las grandes ventajas
que han de resultar de plantear las
leyes que para la organizacion de la
hacienda se han preparado por comi-
siones ilustradas y conocedoras de la
materia; pensamos que el medio mas


á él se conformen todas las disposiciones que
se adopten por las diferentes dependencias del
gobierno. Entonces se hacen con buen acuerdo
las combinaciones que han de mejorar la con-
dicion del crédito; porque entonces hay orden,
y entonces tambien renace la confianza, que es
base de toda clase de crédito.




-18
eficaz y mas conducente para conseguir
el arreglo de tan importante ramo de
la administracion , es el de practicar
todas las economias que disminuyan,
en cuanto son posible, la inmensidad
de los gastos que abruman al erario y
consumen la riqueza de la nacion. ¿No
es un insulto y una burla para esta el
que se le dial que solo para atender á
los sueldos de las clases pasivas, selle-
cesi tan quince millones mensuales? Por
eso pensamos nosotros, que en lugar
de clamar los señores Diputados por,
la presentacion (le cuentas y presu-
puestos, que .no tienen toda la impor-
tancia que hoy se les atribuye en Es-
paña, se estableciera que al principio
de cada sesion dieran cuenta los mi-
nistros á los cuerpos colegisladores de
las economías practicadas én sus res-
pectivos ramos. Entre otras ventajas
que produciría esta disposicion , seria
el que no se plagasen las oficinas del
Estado de empleados ineptos que des-
conocen los primeros elementos de la
profesion en que repentinamente se
encuentran colocados; sin que al mi-


-19—
nistro que los elige le importe nada
el


gravamen que impone á la nacion,
aumentando la lista de gastos del pre-
supuesto de su respectivo Ministe-
rio (1).


fiemos presentado en embrion, y


(1) ' Guarecidos los ministros detrás del
principio vago de una responsabilidad imagi-
naria, para dar colocacion á sus amigos y pa-
niaguados, han destituido arbitrariamente y
sin ninguna medida, á muchos mires de em-
p leadosbeneméritos que desempebaban sus
respectivo s cargos con inteligencia y laborio-
sidad; dejándolos, lo mismo que sus desgra-
ciadas familias, en la mayor pobreza, en la
mas espantosa miseria. Cualquiera alcanza,
como no sean los ministros que tal conducta
han observado, que uno de los males de mas
trascendencia que producen las revoluciones,
es el cambio continuo de los empleados de las
oficinas del Estado. En este sentido puede de-
cirse que los ministros han sido los que mejor
han trabajado por cuenta de nuestra llamada
revolucion , acreciendo hasta lo infinito el nu-
mero de descontentos y agraviados. Es tal e/
desórden que ha habido en este particular,
que el número de empleados que se encuen-
tran hoy en la categoria de cesantes , ú de
mendigos, puede abastecer el personal de cua-
tro ú seis administraciones, pues la mayor
parte de los destinos han producido ocho
diez cesantes. ¿No habrá un medio de conte-




-20
desenvuelto rápidamente algunas de
las circunstancias de una época tan es-
travagante y ridícula, como azarosa y
turbulenta. Por fin, despues de acon-
tecimientos los mas singulares y ex_
traordinarios, en cada uno de los cua-
les se descubre todo el poder y gran-
deza del Dios tutelar de los españoles,
hemos llegado á una situacion en la
que vemos combatir algunos de los
elementos que han producido casi pe-
riódicamente las revueltas y trastornos
que tan tristes recuerdos han dejado


ner tanta demasia, de refrenar tanta arbitra-
riedad? ¿No podria obligarse á los ministros á
que resarcieran pecuniariamente á la Nacion el
gravamen que ellos le causan aumentando los
gastos públicos, para cuya satisfaccion es ne-
cesario aumentar tambien las contribuciones,
que con tanto rigor se obliga á pagar á los in-
felices y esquilmados pueblos? Y decimos pe-
cuniariamente, porque es muy dificil, acaso
imposible, formar una ley (le responsabilidad,
sobre todo en circunstancias tan peregrinas
como las nuestras, que han producido minis-
tros, quienes en otros tiempos no habrian po-
dido justificar su idoneidad y aptitud para ser
escribientes de las últimas dependencias ú ofi-
cinas del Estado.


—ot-
e
o nuestra memoria. Nos complacemos


,en creer que ha llegado para unestra
:patria una época de verdadera restan-
racion. Es verdad que se ha perdido
bastante tiempo , pero no somos de la
opinion de aquellos que piensan que
se ha perdido tambien la 'ocasion yhasta la oportunidad de poner el re-
',medio eficaz que reclaman imperiosa-
vente nuestras críticas circunstancias.
\o somos fatalistas, porque el fatalis-
mo es en política el mas peligroso y
el mas funesto de todos los sistemas
que Hoeys pueden adoptar.que se hallan al frente de los
negocios pnblicos personas tan distin-
guidas por su ilustracion y esperiencia
como acreditadas por su probidad y
patriotismo , debemos creer que ellas
están convencidas de que por el camino
que se ha seguido hasta el dia no se vá
á ninguna parte, permaneciendo todas
las cosas en el mismo embrollo y con-
fusion que tanto deploramos; pues to-
davía subsisten algunas de las causas
de la estravagante. anarquía que tanta
nos ha perjudicado.




--22
No se crea que nosotros queremos


que se vuelva la cara atrás en un sen-
tido reaccionario ; pero cuidado , ¡por
Dios! que atrás está la historia, y en
ella hemos de leer los errores y las
faltas que hemos cometido. Asi es co-
mo podemos conocer la verdadera cau-
sa de nuestros males para aplicarles el
remedio que ha de curarlos radical-
mente. La historia nos presenta Cam-
bien un hecho importante, una verdad
incontestable que nunca debernos ol-
vidar , á saber : que en medio de los
vaivenes y trastornos que nos han afli-
gido, el trono ha sido la única insti tu-
cion que se ha mantenido en pié, resis-
tiendo los embates de nuestras turbu-
lencias políticas, y sin que los mismos
revolucionarios se hayan atrevido á
1)W11111lCiCI


•SC contra los sentimientos y
deseos de la proverbial lealtad (le los
españoles. Esto nos prueba que solo
bajo los poderosos auspicios del trono
se pueden establecer las instituciones
que convienen á las circunstancias de
nuestra patria: instituciones que no to-
leren ni consientan el despotismo, pe-


-23—
- ro que no autoricen ni apoyen la anar-
quía.


Por último , no olviden nuestros
hombres de Estado, que en todas las
empresas ha de empezarse por 'el prin-
cipio (1), y que el principio de la que


(1) En España no se empiezan las cosas
por el principio; por eso tienen ellas un resul-
tado final poco ventajoso, generalmente des-
graciado. No se trata nunca de que sean sóli-
dos y estables los cimientos en que ha de es-
trivar el edilicio ; basta que este presente un
lucido remate, una hermosa cúpula. De aqui
dimana que el ministerio que entre nosotros
se denomina de la Gohernacion de la Península,
al cual se le considera con razon como la base
del gobierno. y á cuya institucion deben sus
principales adelantos y progresos las naciones
mas ricas y poderosas de Europa; que ese mi-
nisterio, decimos, se halle asaz desconceptua-
do en toda la Península, y que muelles le a-
chaquen la desorganizacion, anarquia admi-
nistrativa en que están los diferentes ramos
de sus vastas atribuciones. Es verdad que los
españoles estamos poco familiarizados con los
principios de la nueva ciencia de la adminis-
tracion , pero por eso mismo debemos ser mas
circunspectos, menos atrevidos en la aplica-
cion de sus máximas y teorias. Cuanto no hay
que eitir, por ejemplo, atendidas todas las cir-
cunstancias de nuestro pais, para que los tri-
bunales administrativos de que hoy nos ocupa-




ellos deben acometer es el restableci-
miento del orden. ¿Podrá acaso canse-


mos, en vez de producir los resultados que
pueden. esperarse de tan importante y tras-
cendental innovacion, no sean un nuevo mo-
tivo de confusion y embrollo? El deseo de re-
formarlo todo, produce siempre el trastorno dola administracion.


Los pueblos que no conocen la influencia
que semejantes disposiciones ejercen en su fe-
licidad y bienestar, piden lo que les hace fal-
ta, lo que ellos necesitan ; y asi es que claman
hoy, entre otras cosas, por el restablecimiento
de los pósitos, de esa antigua y beneficiosa
institucion, que depurada de los abusos que
pudiera tener, es de primera necesidad en
una nacion esencialmente agricultora. Cuan-
do se empieza por hacer á los pueblos esta
clase de bienes materiales, se admiten sin re-
pugnancia las demas reformas que se conside-
ran necesarias; porque se tiene confianza en
el gobierno que promueve con inteligencia los
intereses generales , y cuida con solicitud de
todo lo concerniente al procornunal. Por eso
dicen los jurisconsultos, que el buen principio
es la mitad de la cosa.


No pretendernos dar lecciones á nadie,
cuando nosotros estarnos en el caso de recibir-
las de todos. Pero n uestra . insignificante opi-
nion es, que el ministerio de la Gobernacion de
la Península tiene mucho que hacer para pre-
parar el pais antes de entrar en el camino de
las reformas que indudablemente deben prac-
ticarse. A estas les sucede, si son estemporá-


guirse esto, dejando á disposicion de
los que no lo quieren, los mismos ele-


ncos, lo que al grano depositado en la tierra
fuera de sazou ; se pudre y no dé fruto ningu-
no. Por eso pensamos nosotros que lo mas ur-
gente es cuidar de la enseñanza pública, esta.
bleciendo los medios de propagarla, facilitan-
do el modo de adquirirla, y creando los estí-
mulos para alentarla. (No son, en nuestra opi-
nion, buenos estímulos las reales órdenes que
presc • iben,por ejemplo, la observancia de un
tratado de ortografía, por bueno, escelen-
te que este sea. Semejante priviegio produce
siempre cierta especie de agio, ó mejor dicho,
cierta clase de monopolio literario, que con-
traria todas las miras del mismo gobierno que
los concede.) Lo demas viene despues, gra-
dualmente, sin violencia. Cuando se camina
de este modo, se anda mas despacio, es ver-•
dad; pero se llega con seguridad al término de
la carrera. Ademas, en politica no es la linea
recta la que describe la distancia mas corta;
por la curva se evitan los precipicios y der-
rumbaderos que hacen mas peligrosa la mar-
cha, y la alargan con repetidas paradas y con
indispensables detenciones. .„


Pero se nos observará que nuestro discur-
so no presenta mas que reflexiones generales,
aforismos políticos que no pueden tener ya
Una verdadera aplicacion á las circunstancias
en que nos encontramos; y ademas se nos con-. jurará á que digamos categóricamente cuál es
el rumbo que debemos seguir ; qué és lo que
debemos hacer para salir de tan apurada si- pi ta ,


4<>


o
(


'.b41
es




_96_
mentes de citié se han valido siempre
para combatirlo y destruirlo? Esta es la
cuestion cápital que antes de todo es
necesario resolver a certadamente, y sin
miramientos ni escrúpulos de ninguna
especie. Hasta que esta cuestion no es-
té resuelta, ninguna de cuantas se pue-
dan presentar admi te parcial transacion


tuacion. Nosotros podriamos esquivar la res-
puesta, preguntando ta ni en nuestro lu-gar: ¿á dónde nos conduce la ruta que segui-
rnos en la actualidad? ¿La esperiencia de loque ha pasado, y lo que está sucediendo en el
día, no nos advierte nada, ni nos d emuestralas equivocaciones y errores de nuestra incor-
regible politica? Sin que nos arredre, pues, laresponsabilidad de la opinion que vamos a
emitir, contestamos, que lo mas conveniente,
en nuestro concepto, seria el que hiciéramos
alto, que nos parásemos, para que no fuera
tan grande el trecho, que prosiguiendo mas
adelante tendremos que desandar. Hay una
verdad terrible, escrita en el libro de todas las
revoluciones, á saber que despues de los in-
mensos males que causan á los pueblos las cri-
sis politices, el Último resultado es volver al
punto.de partida. Contando, pues, con que no
hemos de formar los españoles una escepcion
deaquella regla como!), procuremos evitar que
la caída no sea desde lo mas alto, y asi será
menos grave ,: menos intenso el dallo que ella
nos cause.
.


particular arreglo. Grande temeri.-
dad seria de parte del piloto que antes
de conducir su nave á puerto de sal-
vamento , pretendiera, en alta mar y
sin haberse serenado la tormenta, re-
parar las averías que aquella esperi-
mentára en medio de una furiosa tem-
pestad. Del mismo modo pensaremos
nosotros de la política que desenten-
diéndose de nuestras verdaderas cir-
cunstancias, se ocupe de formar pla-
nes y de plantear reformas que no han
de tener éxito ninguno, mientras no
haya estabilidad y fuerza en el gobier-
no sosiego y tranquilidad en el pais.


Plegue al cielo que no sean inútiles
para nosotros los ejemplos (lela Iiistoria,
ni perdidas tampoco las lecciones de la
esperiencia. Basta-ya de aberraciones y
delirios, de trastornos y calamidades. A- .
provechemos con prudencia los momen-
tos que la fortuna nos presen'ta para salir
del intrincado laberinto, de la deplora-
ble situacion en que nos han puesto-
las pasiones ambiciosas de los partidos
que hasta ahora nos han dominado.
Convenzámonos de una vez para siem-




,28—
pre, que hasta que no se restablezca el
orden, serán inútiles todos los ensayos
que se hagan para .


establecer un* régi-
men político cualquiera; que no pre-
sentarán ningun resultado las reformas
que se proyecten, y que las alteraciones
que se intenten no tendrán otro éxito
mas que el de aumentar los obstáculos
y las dificultades que presenta la crisis
cuidadosa de estos momentos. Es nece-
sario, pues, que nuestros estadistas, que
nuestros políticos depongan un error en
que están, si en realidad lo padecen. No
se habla con exactitud cuando se dice
que los españoles estarnos en revolucion. En
España es verdad que hay partidos que
con sus trastornos producen los mis-
mos males que causan las verdaderas
revoluciones. Pero esos partidos no es-


. tán, nos esplicaremos asi , dentro de la
nacion; sus intereses no son .los intere-
ses de aquella. Esos partidos ni reuni-
dos ni separados tienen bastante poder
para hacer una revolucion. Esta la hu-
bo en nuestra patria en el año de 1808,
mas no fué en el sentido que hoy se
quiere significar:


Aquel acontecimien-


— 29—
to singular no sucede dos veCes en un •
mismo siglo. Desgraciados los par-
tidos el dia que sea verdad que Espa-
ña está en revolucion ; y desgraciados
tambien todos los que habitamos este
suelo , si el Gobierno no acierta á
evitar con enérgicas y bien meditadas
disposiciones tan terrible é imponente
suceso. Horror y espanto causa á un
mismo tiempo la idea de que puede lle-
gar el dia en que se verifique tan desas-
trosa catástrofe, porque no es posible
que la nacion permanezca muchostiem-
pos mas siendo fria espectadora de
tantos desórdenes, de tantos trastornos.


En resúmen : la existencia de los
partidos de tan funesta condicion , la
naturaleza de los intereses que ellos
disputan, la tendencia de sus peligro-
sas doctrinas, y los males que nos cau-
san sus repetidas conspiraciones y es-
candalosas revueltas, imponen al go-
bierno el mas sagrado deber de crear
una SITUACION verdaderamente na-
cional , haciendo que desaparezcan to-
dos los elementos que se oponen á nues-
tra felicidad y bienestar. Abramos el




-30
libro de la experiencia, y en él encon-
traremos marcado el rumbo que debe-
mos seguir, y señalados los escollos que
debemos evitar. Las .


leyes que se hacen
en épocas turbulentas, llevan siempre
el sello de tales circunstancias , é im-primen ese mismo carácter en los pue-
blos para quienes se han formado Ne-
cesario es que transcurra muchísimo
tiempo, y que pasen muchas genera-
ciones antes que las cosas vuelvan á to-
mar su natural aplomo , y que se dis-
frute de tranquilidad y sosiego. Triste
'es por cierto la prueba de esta verdad
que nos ofrece la nación francesa, en
donde, despees de haber transcurrido
mas de medio siglo desde que acaeció
su sangrienta revolucion, han tenido
lugar acontecimientos cuyass consecu en.-
cias no se sabe hasta donde habrian
llegado, • sin los estraordinarios talentos
y la ilustrada prudencia del actual rey
de los franceses, á quien deben estos
en mucha parte la paz de que gozan en
el cija, y el que su gobierno haya con-
servado buenas relaciones eón las de-
mas potencias de Europa.


—31
¿Qué quedarla hoy de las institucio-


nes. políticas de nuestros vecinos, si no
estuvieran apoyadas por su bien enteri-
dido sistema administrativo, y por sus
admirables códigos, debido todo esto,no
á los ideálogos revolucionarios de aquel
pais., sino á la prevision del hombre cé-
lebre . (Napoleon) que dirigió con tanta
gloria los destinos de la Francia? De-




masiado conocedor aquel entendido
guerrero y profundo estadista, de los
verdaderos sentimientos del corazon
humano, estaba muy convencido de
que una forma de gobierno cualquiera
se sostiene , y adquiere el apoyo del
pueblo, siempre que haya orden en la
administracion de los intereses públi-
cos, y acierto en el ejercicio de la jus-
ticia. Nadie cambia su bienestar aven-
turándolo al acaso de peligrosas revo-;
luciones, ni admite nuevas esperanzas
por solemnes•que sean las ofertas, si
disfruta con tranquilidad los bienes de
su fortuna , y goza con seguridad de los
beneficios de la justicia. Prosperidad y
justicia pedimos nosotros para la socie-
dad en que vivimos ; y veremos sin


3




-32-
envidia á otras naciones ocuparse en
debates que tienen por objeto la orga-
nizacion de los poderes políticos, con-
siderándola esclusivamente corno la
verdadera garantía de todos los goces
sociales. Sin pensar nosotros que la
forma de gobierno sea una cosa del to-
do indiferente , atribuimos especial-
mente al influjo de buenas leyes el ori-
gen de la grandeza y del poder de los
Estados , y la causa de la felicidad y
ventura de los pueblos.


Tambien los españoles estamos pa-
gando en la actualidad los errores de
los que formaron en Cádiz la Consti-
tucion de 1812; Constitucion que con-
tenia en su seno el gérmen de su pro-
pia destruccion ; en la que establecida
una sola cámara popular con escesivas
atribuciones y facultades, se desaten-
dia el decantado equilibrio de los po-
deres del Estado ; Constitucion , en fin,


• que no se conformaba con nuestros
Usos y costumbres, estando calcadas
muchas de sus disposiciones en hechos
mas ó menos exagerados, y en tradicio-
nes de una historia que representa


-33-
tiempos muy diferentes y circunstan-
cias muy diversas de las que constitu-
yen nuestro actual estado, político y
social. Esta Constitucion ha salido á
plaza en los varios intérnalos en que
hemos visto restablecido en España el
régimen representativo. A dicha ley
siguió el Estatuto Real , cuya existen-
cia fué muy corta, porque la impacien-
cia de los revolucionarios no dió lu-
gar á que la esperiencia nos demostrá-
ra sus ventajas ó sus defectos. Abolido
el Estatuto en medio de una sedicion
sostenida por un corto número de sol-
dados ébrios, capitaneados por dos sar-
gentos,de los cuales el uno obraba sin
duda con instrucciones del pretendien-
te, á cuyas filas se pasó enla primera
ocasion que: se le • presentó ; volvió á
proclamarse la misma Constitucion del
año 12. 'Vinieron entonces las córtes
llamadas constituyentes, y ellas produ-
jeron la Constitucion de 1837. Este có-
digo es sin duda de la misma condicion
que el papel (i e la.denda del Estado,que
solo tiene un valor nominal. Todos in-
vocan, todos hablan de aquel veneran-


;




-34-
do código, en donde están consignados
los derechos conquistados á costa de
arroyos de sangre. Pero, cosa singular,
ni los gobiernos ni los gobernados han
observado ni cumplido una sola vezse-
mejante Constitucion.


El gobierno actual tiene la gloria de
haber sido el primero que ha puesto el
dedo en la llaga, proponiendo á las cór-
tes, en nombre de la corona, la refor-
ma, aunque no tan completa como en
nuestra opinion convenia, dela mencio-
nada Constitucion. De mucho peso han
de ser las consideraciones que han in-
fluido en el ánimo de hombres de Es-
tado tan eminentes y animosos como
son los actuales consejeros de la coro-
na, para que se hayan retraido de hacer
de una vez lo que requiere el estado ver-
dadero de la nacion, y lo que reclaman
los intereses bien entendidos de las ac-
tuales circunstancias. No puede ocul-
tarse á la alta penetracion de nuestros
gobernantes, que en política las medias
medidas nosolo no proporcionan el bien
que se desea, sino que abren la puerta á
los males que se quieren evitar. Ojalá


-35-
que esa reforma interina haga innecesaria
una segunda revision ; y ojalá tambien
que ella alcance á llenar todo el obje-
to que se han propuesto las dignas y
respetables personas que se hallan hoy
al frente de la administracion pública,
restableciendo aquel prestigio moral que
ha servido siempre de norma á los espa-
ñoles, dando al trono todo el esplendor
y todo el poder que necesita para que
su gobierno gobierne, y nos dé la paz y
sosiego que tanto anhelamos en lo in-
terior, y asegure en lo esterior la con-
sideracion á que por tantos títulos es
acreedora la nacion española, á quien
debe toda la Europa el haberse liber-
tado de la dependencia y servidumbre
en que la tenian los planes de un con-
quistador poderoso. Es preciso que sal-
gamos muy pronto del peligroso aisla-
miento en que estamos, y que entre-
mos en la comunion europea por me-
dio del justo reconocimiento de los le-
gítimos derechos de nuestra reina y se-
ñora DONA ISABEL II.


Si tales resultados nos dá la refor-
ma constitucional de que en el dia se




-36-
ocupan las córtes , nos reconoceremos
compensados de los riesgos á que cons-
tantemente se espolien los Estados cuan-
do se suscitan discusiones de tan peli-
grosa naturaleza; y hasta abandonare-
mos la opinion que tenemos formada de
que habria sido mas conveniente que
el venturoso reinado de ISABEL II se
hubiese inaugurado ,,dándonos el tro-
no una Constiiucion estable, á la cual no
pudiera llegar la mano revolucionaria
de los partidos cuando se hacen duefros
del gobierno, y usurpan las atribuciones
de la nacion. ¿Cuántas dificultades no se
habrian allanado por aquel medio, qui-
tándose hasta el menor pretesto que pu-
dieran alegar las potencias que tienen
-interrumpidas . sus rel aci ones di piomáti-
cas con el gobierno de nu ostra reina? Pe-
ro es in átil hablar ya de este asunto, y
acaso nosotros hemos cometido una im-
prudencia sacándolo nuevamente á pla-
za en estos motnentos..:Por eso deja-
rnos aqui la pluma, deseando con 'ledo
nuestro corazon que mas bien seamos
nosotros los que nos veamos obligados
á retractamos de nuestra opinion, que


-37-
el que sean otros los que tengan que
arrepentirse de 'haber cometido una


<alía de tanta trascendencia. Las faltas
M


l


se cometen en política no se reme-
dian nunca con un tardío y estéril ar-
repentimiento. Inmensa es pues la res-
ponsabilidad de nuestros gobernantes
si se equivocan en el discernimiento
de las actuales circunstancias, y si no
aciertan á préveer el porvenir de los
acontecimientos que pueden tener lu-
gar en nuestro pais. No exigiremos que
nuestros hombres de Estado tengan el
don de profetas, pero seria una terrible"
desgracia que tampoco tuvieran la con-
dicion de adivinos.


Mas sin ser ni profeta ni adivino,
cualquiera alcanza, cine el objeto pri-
mordial de nuestra política debe , ser
el que renazca la UNIDAD de la nacion,
destruyendo todos los elementos que
atizan nuestras deplorables discordias;
y promueven nuestras vergonzosas re-
yertas. ¡ La UNIDAD de la Nacionl He
aqui la verdadera garantía para la exis-
tencia y seguridad del Trono; el resor-
te mas poderoso para la prosperidad y




-39-
Estados, y basta se pone en peligro la
existencia misma de los Tronos? ¡Pues
.que! Tan inciertos son los principios de
la ciencia de gobierno, que no se ha
de poder dar un solo paso, ni intentar
una sola reforma, sin que amenacen á
la sociedad todos los desastres de una
revolucion, todas las calamidades ele la
anarquía? O será mas bien toda la culpa
de los que sin saber y sin esperiencia
ninguna, y con un fingido y aparente
patriotismo, se encargan oficiosamente
de regenerar á las naciones, faltando á
todas las reglas, quebrantando todos los
preceptos, y 'despreciando todas las má-
ximas que deben observarse en la eje-
cucion de tan delicado come intere-
sante empresa? Impudentes revolvio-
»arios! ¡Miserables i4114,~3~, efrj el!


-38-
bienestar del pueblo, y el medio mas
eficaz para que los españoles recobre-
mos el lugar que nos corresponde en-
tre las demas naciones, y tengamos la
debida representacion en los conse-
jos de la Europa. Y he aqui tambien
reasumido, en nuestro concepto, todo
el programa de las actuales circuns-
tancias, consideradas estas en el sen-
tido del verdadero interés de nuestra
patria. Diferente será sin duda el pro-
grama de los que quieren que todo se
sacrifique al empeño de realizar la re-
forma política, sin que les arredren los
graves riesgos que en tales crisis cor-
ren las naciones, sobre todo cuando se
alteran arrojadamente sus principales
creencias, cuando no se consideran ni
respetan sus antiguas costumbres, y
cuando no se hace caso y se contrarian
sus mas formales preocupaciones. ¿Cuá-
les deben ser entonces los resultados,
cuáles las consecuencias? ¿De cuando
acá ha sido lícito á nadie hacer ensa-
yos y esperimentos políticos con los cua-
les se altera la tranquilidad de los pue-
blos, se compromete la seguridad de los