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MEl\[ORIAS BISTORICAS


1; FERNANDO VII,
publicadas .en ingle" y en Frauees


POR MICHAEL J. QU)N:
Síguense el


EcsámencríticodelarevoluciondeEspaña de 1820 á 1823~
e YEspaiia en el siglo. die:z·y nueve ~


'tre.& tomos .en 8.0 moyor.


1'l\.ADllCID08 AL CASTELLANO


---~¡¡¡¡;;:.---




Esta ubra es propierlad del Edilm', quien demandará an-
te la ley los ejemplares que no lleven la contraseña que
á su tiempo manifestará.


VALENCIA':; UIFUEN'1'A DE GUlEl\;O. 1840.
,.


.. ."'"'.. ...-....




Razones de prudencia, que comprenderá
fácilmente el que atienda al estado actual
de Espaiía (1), impiden á su autor poner
el nombre al frente de esta obra. Dester-
rado de la península como m uchos de sus
compatriotas á causa de los funestos acon-


(1) Publicáronse por vez primera estas MEMOUI,,~
en los días aciagos del despotismo, cuando aun ec-
sistía el rey Fernando,




IV


tecimientos de que ha sido teatro, ha de-
jado en ella parientes y amigos qne no
quiere esponer á los rigores del gobierno.


El objeto de estas MEMOI\IAS es pre-
sentar una pintura fiel del carácter de
Fernando VII. No solamente las alterna-
tivas de su vida, sino hasta las propensio-
nes de su corazon y las cualidades de su
espíritu, han ejercido una influencia suma
é inevitable sobre el destino de sus estados
desde su edad viríl hasta el momento pre-
sente. En un pais como la Inglaterra, don-
de el soberano ecsiste Laja el poder de las
leyes, es raro que su carácter personal
tenga consecuencias políticas de importan-
cia: mas no sucede asi.en las monarquías
absolutas como la española. Las pren-
das personales del soberano influyen po-
derosamente sobre todas las ramas del go-
bierno: todo emana de su única voluntad:
y cuanto puede obrar, de cualquier modo
que sea, sobre esta voluntad debe ocupar




v


un lugar en la historia política de la na-
cion.


Como el cuadro de los seis años que
siguieron á la restauracion del rey Fer-
nando en 1814, es de los mas deplorables
qne puedan presentarse á la vista de un
filósofo y de un historiador, no es muy
fácil al autor usar del lenguaje de la tem-
planza y de la moderacion. Se ha impues-
ta sin embargo sumo respeto en este pun-
to: y ha conocido la necesidad de hacerse
superior á las pasiones del momento y de
referir los hechos de que tratan las ME-
l\lORIAS qlle publica, con la misma impar-
cialidad que usaría al describir la época
de Felipe 11. Si ha cometido algunos er-
rores, sus numerosos compatriotas que ac-
tualmente residen en Inglaterra podrán
fácilmente cerrejirlos.






ME~IORL\S HISTORICAS'
sonna


REY DE ESPAÑA.


F ernando de Borbon nació en el Escorial el 14
de octuhre de 1784. Desde sus mas tiernos aüos
fue víctima de dos circunstancias que influyeron
poderosamente sobre los sucesos de su vida; su
temperamento débil y delicado , y el odio que le
profesaba su madre María Luisa (1); odio que se


(1) Teresa María Luisa, esposa de Cárlos IV, na..
ció en Par-na en 17,5,1 y murió en Roma en 1819: era
bija del infante don Felipe. En 1765 se casó con el
príncipe de Astllrias, y apenas se hubo firmado su
contrato matrimonial .narufest ó la princesa el carac-,
ter imperioso con que se distinguió mas tarde. Ecsijió
que le tributasen los honores dtJhidos á su nuevo ran-
go, ocasionando de este modo continuas reuci.llas eu-
tre ella y su hermano el duque Fernando, Un d ia arre.
hatada de cólera le dijo: »Yo te euseñ rré á respetarme
Como debes , ponilla llegará el dia en qlle seré reina




8
aumentó ~ proporción del incremento que tomaba
su amor á don Manuel Godoy, principe de la
Paz (1). '
de España, mientras tu telldrás qne contentarte con el
ducado de Parma." Su hermano le respondió; D En ese
caso el duque de Parma tendrá el honor de dar un ho-
feton á la reina de España:" y asi lo hito acto contf-
n uo, Cuando vino á España á reunirse con su esposo,
Carlos III la recibió con una frialdad mhy notable; y
dispuso v ijil ar sus p1S0S cuidadosameute , sobre todo
desde que descubr-ió que daha de incó¡;nito sus paseos
por las calles de Madrid acompañada de dos darnas jó-
venes de la córte, y algunas v e aes sola, Gradmdmente
tomó sobre su marido un ascendiente irresistible que
conservó hasta el fin de sus dias. S us re laciones Ínti.
mas con Godov tuvleron tambien días de borrasca:
y una vez inten'tó perderle en el ánimo del rey; pero el
cariño ele Carlos IV á su favorito destruyó esla tenta-.
ti va de la reina, <jue en el fondo procedía de un acceso
de celos. En sus líltimos años se hizo devota.


(1) Don Manuel Godoy nació en Badajos en
1764. Dicen que su Familia era noble; lo cierto es
que estaha en las puer tas de I~ indijencia. Env idron ,
Ie muy jóVetl á Ma'.ll·id en compañía de su hermano
Luis , sin otros recursos quela capa yla espada, muy
buena este tura , rostro interesante y tina suma habilla
dad en el arte de tañer la guitarra. Vencidas alguna~
dificultades, ambos hermanos entraron en el cuerpo de
guardias de corps , donde tuvieron que atenerse por
mucho tiempo al escaso sueldo que allí gozaban y que
era su ünico recurso. En esta época ele la vida de Ma-
nuel que tan singularmente contrasta con los encum s
hrad os destinos qúe le.aguardaban 7 sufrió algunas ve-




9
Confiaron esclusivarnente la educaeion de Fer-


nando á hombres escojidos por el favorito, y que
le dehian toda su fortuna por la protección que


ces la escasez mas absoluta: su hermano Luis fue el
primer escalon de su rápida fortuna. Tenía cierta intriga
amorosa con una dama de la reina, y conociendo Sil
enamorada el talento de Luis para la rndsica quiso que
Ie oyese su augusta señora. Apld~dió su habilidad la
reina y Luis se a provech6 de este momento para decir:
liAr, señora! qué diría vuestra Majestad si oyese á
mi hermano?" Al instante fue llamado Manuel y no
volvió á tr-atarse de Luis; sin que por eso se menosea ..
base la amistad que los unía. Luis murió en 1801 ca pi-
tan jeneral de Estre~\adura. No tardó la reina en dar
pruebas de la pasion que la dominaba y que la subyugó
todo el resto de su vida. Hizo al rey su esposo part íci ..
pe del entusiasmo que la poseía por Godoy, quien fue
nombrado luego mayor de' cuerpo de que era simple
guardia, y á poco tiempo consejero de Estado. Carecía
de grandes talentos y de instrucciou; pero espllcábase
con gracia y soltura, eesistiendo muchos puntos de se-
mejanza entre este favorito y Buckingham, que suce-
sivamente gozó la privanza de Jacobo 1 y de Cárlos 1
de Inglaterra.


Cuando comenz6 la revolucion francesa pronuncié»
se contra ella don Manuel Godoy, y el viejo conde de
Aranda que tomó el partido contrario sufl'ió un pronto
destierro. Al dla siguiente recayó en Godoy el nombra-
miento oe secretario de Estado, y á Jos pocos dias el
ele primer ministro con el título de doque de la Alcu-
dia. En 1795 mu dri de rumbo político y firmó la paz
con FralJcia; porque comenzaba á conocer que debía
buscar en el ester inr un apoyo contra el descontento
[eneral que despertaba su administracion, Veíase eo-




10
les había dispensado. Uno solo se dist.inguía por
sus conocimientos literarios; era este don J uan
E3coiquiz , conónigo de Toledo, que á sus talen-
tos añadía un carácter em prendedor y osado (l).
touces el favorito en la cumhre del podar. Creado prín_
cipe dé la Paz , colmado de dOlles y de ril]uezas casóse
eu fin con una par ierit a del rey, no ohstaute sus rela-
ciones cnn la señorit aTudó , hija de un jenl.il hombre
á quien hahía nomhrado gobernador del Ret iro , pala-
cio contiguo á Madrid. Con la induljencia que los ca-
raoter-iz a en todos los paises los jenealojistas probaron
que Godoy descendía de Motexo ma,


Ad ve r t enci a á la nota anterior: Cuando el autor
publicó csta obra aun no habi an visto la luz púhlica las
Memorias del príncipe de la Paz, impresas reciente.
mente en lengua francesa y castellana.


(1) El canóuigo Esnoi q uiz comenzó su carrera siendo
paje ell la cérre de Cárlos IIl, Había recibido una educa.
ci o n esmerada, y nunca cesó de cultivar la literatura,
traduciendo algunas obras inglesas de Mílton y de Youllf\,
y publicando varios folletos y escritos sohre la i nst ruccion
de la juventud. Dedicóse á la educaciou del príncipe
Fernando, cuyo preceptor era y fue en las ocasio.res
mas irnport autes uno de sus consejeros mas celosos, y si
se quiere lilas Geles: pero de siniestro augurio para
Es paü a causando sus mayores infortunios. La historia
conservará su conversacion en Bayona con Napoleon•
..CanÓn igo, us ted sabe mncho" le dijo el Emperador
con aire de zumba. Fernando le desterró á Murcia, le
v olvró á llamar á la córte y después le desterré segun-
da vez á Andalucia. Es autor de un poema, titulado:
La conquista de Méjico; y t.radu]o en verso español,
como arriba indicamos, Las noches de Young y el Parai-
$0 perdido, del cétebre é inmortal poeta juolt::s Milton.




11
Al plantear el curso de educación del príncipe


de Asturias, Godoy adoptó principios semejantes
á los que habían seguido en otros paises Mortimer,
Richelieu y Bute. Su interés ecsijia que el herede-
ro de la corona no saliese de la dependencia, de
la sumisión y si posible era, de la nulidad: porque
su permanencia en el poder era incorn patible con
las ideas que el príncipe debía naturalmente adqui-
rir: asi que no 01 viló ninguno de los medios pro-
pios para llegar al fin que se proponía. Los pre-
ceptores de Fernando veíanse obligados á seguir
la linea de conducta que les había trazado el prín-
cipe de la Paz, quien había rodeado al augusto
jóven de espias J y hahía formado su córte con los
hombres mas ignorantes que no tenían otro desti-
no que perpetuar su infancia y alejarle de los ne-
gocios públicos del reino.


El principe de Asturias vivía pues en la córte
de su padre en una absoluta dependencia. Ni la
mas lijera satisfaccion suavizaba la aspereza de su
suerte ; y ninguno le recordaba la importancia po-
lítica que debía darle el lugar que ocupaba cerca
del trono, En efecto, las consideraciones de esta na-
turaleza cedian al poder absoluto, al lujo oriental
y á la influencia ilimitada del príncipe de la Paz.
La reina qrle preveía los infortunios que amenaza-
ban á su favorito, si el príncipe de Asturias abría
una vez los ojos sobre su situación y procuraba
recobrar el rango y la influencia que le pertene-
cían de derecho, serviase con actividad de todos




12
los medios que podian suministrarle su carácter
intrigante , sus tesoros y el poderio sin limites
que ejercía en la córte de Cárlos IV I para perse-
guir á su hijo primojénito , para turhary empon-
zoñar el curso de su vida. De aquí se orijinó Una
guerra doméstica de la que los españoles no podian
permanecer espectadores indiferentes. Aunque no
podamos decir con ecsactitud que el pais se divi-
dió en dos partidos políticos, sin embargo ecsis-
tian dos opiniones distintas que se manifestaban
con señales claras: la una era favorable al prín-
cipe de la Paz y la otra al príncipe de Asturia, En
torno del primero habíanse colocado naturalmen-
te el maJor número de los ambiciosos, los jefes
del ejército , y algunos optimistas políticos que es-
peraban que el ministro obraría en las institucio-
nes de la monarquía el cambio y las reformas ne-
cesarias para la ventura del pais : pero la masa de
la nacion que por una parte veía el desórden y las
desgracias de que era víctima el Estado desde que
Godoy empuñaba sus riendas, y por otra parte se
lastimaba con la suerte desventurada de un prín-
cipe destinado á ocupar un dia el trono de Espa-
ña, cobrábale de dia en dia mayor afecto, y aglo-
merábanse poco á poco esos elementos de ecsas-
peracion y de odio que debian necesariamente
producir pronto Ó tarde una esplosiou decisiva.


No desdice de nuestro objeto el echar una mi-
rada rápida sobre el estado moral de la nacion es-
pañola en la época de que tratamos. El hombre




13
que dirijía entonces sin opinión ni obstáculos los
destinos de Iberia, habíase encumbrado al puesto
brillante que ocupaba pOI' unos medios que se 01'0-
nian á los mas simples deberes del decoro públi-
co y á las obligaciones mas sagradas que impo-
nen á la sociedad las leyes divinas y humanas.
Este funesto gérmen de corrupcion produjo en
poco tiern po las mas terribles consecuencias; y
las altas clases de la sociedad olvidaron Ó trastor-
naron las ideas de la moral. Arrastrados por el de-
seo desenfrenado de engrandecerse, y por el ansia
de incensar al ídolo del dia, sacrificaban los cor-
tesanos todos los miramientos: y el soberano que
parecía á los ojos de sus súbditos condenado á esa
especie de desgracia que tan dificil mente soportan
hasta los hombres de la mas ínfima clase, sancio-
naba con su tolerancia ó su neghjencia los desór-
denes mas incompatibles con el bien del Estado.
1..3 corrupcion caminaba Con pasos rápidos y de-
testabIes , y venia á ser el único medio de satisfa-
cer la ambician, y algunas veces también de con-
seguir justicia. El marido vendia á su mujer, el
padre á su hija, el hermano á su hermana, Los
empleos públicos, las riquezas del Estado, el fa-
vor del rey todo estaba en manos de un solo hom-
bre, que disponía de ellos segun los caprichos de
su imajinacion, ó el impulso de sus pasiones. Los
tribunales no pronunciaban sentencia alguna sin
haber consultado antes ó sus intereses Ó sus incli-
naciones, y el clero colocaba en el altar el retrae




14
to de Godoy al lado de la imájen del hijo de Dios.
El curso de los negocios públicos y la administra-
cion de todos los ramos que componen el sistema
de gobierno seguían la irnpulsion que recibían del
centro de estos desÓrJenes. La confusión que rei-
naba en la hacienda, los actos arbitrarios de
los que ejercían alguna autoridad, la necesidad
de sostener un poder ilejitirno por medios violen-
tos y pérfidos, el s¡¡queo del tesoro nacional por
un hombre insaciable de riquezas, y en fin las
persecuciones crueles ejercidas contra las perso-
nas distinguidas que procuraban oponerse á los in-
fortunios que abrumaban el reino, eran para un
observador atento otras tantas señales ciertas que
indicaban la prccsirnidad de una de aquellas crisis
que rejeneran ó destruyen las naciones.


Iba á llegar una época que despertaba nuevas y
consoladoras esperanzas, y que parecía debía der-
rocar sin violencia el poder inmenso levantado so-
bre las ruinas del honor y de los verdaderos inte-
reses de la nacion. El matrimonio entre Fernan-
do y María Antonia de Barban, hija del rey de
Nápoles, estaba á vísperas de concluirse; y Espa-
ña entera esperaba los mas felices resultados de
esta union , deseándola ardientemente el príncipe
mismo como que le presentaría ocasion favorable
para libertarse de la penosa esclavitud en que [e-
mía, y para tomar en fin entre los hombres el ran-
go que hasta entonces le habían rehusado sus con-
trarios. Celebráronse en Barcelona con pompa y




15
Con grandes dpmostraciones de alegria estas bo-
das, y lns de la hermana de Fernando la prince-
sa Isabel con el heredero presuntivo de la corona
'de Nápoles, No obstante que un acor.tecirnie nto
de tanta importancia escitó naturalmente la aten-
sion jl neral , no bastó á eclipsar pOI' un momento
el esplendor de Godoy ni causó el menor del ri-
mento á su omnipotente influencia. Llegaron Jos
príncipes á la capital, y cuantos deseaban una mu-
danza en la direccion de los negocios publicos,
fijaron sus observadoras miradas en la princesa de
Asturias.


Hallábase adornada esta bella princesa de un
espíritu brillante .y de un carácter decidido: y la
educacion que había recibido de su madre era al
propósito para desarrollar y aumentar sus cuali-
dades naturales. Poseía familiarmente las princi-
pales lenguas de Europa, y conocía la literatura
antigua y moderna: ni tampoco ignoraba las teo-
rías lejislalivas y políticas que en el discurso de
tantos años han fijado la atencion de los varones
mas eminentes en d mundo filosófico. La inde-
pendencia natural de su caráctel' habíase fortaleci-
do y acrecentado con UD corazon en que Il-JS reglas
despóticas de la etiqueta habían sufrido modifica-
ciones muy considerables: y los conocimientos
que había adquirido de la situacion funesta de su es,..
poso, le inspiraron la noble ambicion de restituirle


.á la dignidad de que hasta entonces le habían pri-
vado. La familia real de Nápoles, educada en la




16
escuela del infortunio, había luchado contra la
suerte, y esperirnentado todas las consecuencias de
las vicisitudes humanas. Habíase pues despertado
del letargo en que yacen ordinariamente los prín-
cipes mientras que sucesos estraordinarios no vie-
nen á turbar su tranquilidad, y á disipar las ilusio-
nes del poder y del esplendor que los rodean. La
reina Carolina que había gobernado el Estado du-
rante los peligros á que la revolucion francesa y
la invasion de Italia habian espuesto su trono,
preveyó clarame-nte las humillaciones que amena-
zaban á su hija en una córte en que el !>DIo titulo
de esposa de Fernando bastaba para suscitarle mu-
chos y poderosos enernigos : habíale pues dado to-
dos los consejos que creia necesarios para que lo-
grase destruir á sus contrarios y apoderarse de su
caida.


Ningun efecto produjeron sin embargo los dones
de la naturaleza y de la educacion y las previsiones
de la política: porque la influencia y las intrigas
de Maria Luisa desvanecieron tan lisonjeras y bien
fundadas esperanzas, y Antonia lejos de· ser la li-
hertadora de su esposo fue la compañera de su
servidumbre y de su desgracia. Al cabo de algu-
nos años quedó rota esta unían desventurada bajo
todos conceptos con la muerte prematura de la
princesa J atribuida jeneralmente alodio de sus
perseguidores. El suicidio cometido algunos meses
después de este suceso por el boticario de pala-
cio, y el afan conque la policía biza desaparecer




17
prontamente Una carta que habia escrito antes de
quitarse la vida, fortalecieron las sospechas, au-
mentaron la ecsasperacion de los españoles y es"
citaron UI1 deseo [eneral de poner término á 111a'"
les de naturaleza tan grave y tan terrible.


El príncipe habla adquirido en la conversacion
con su esposa algunas ideas que le dieron á Conocer
toda lo estension del deg¡;atl(lllte estado en que le
ÍJ<lbian sumirlo; y le inspiraron el deseo de salvarse.
Entreteuia sus esperanzas la discordia que reinaba
en el real palacio. El cuarto del príncipe era el
plinto de ..eunion de Un gran número de cortesanos
que aun no habian perdido el sentimiento de su ho-
nor y de su virtud. rjscoiquiz no se lomaba el tra-
bajo de ocultar su irhlig::wcion, y t rabajuba pura en-
cender la de Fernando ¡ de esta efervecencia resul-
tó que otras muchas personas se declaruron contra
el Iavorito. Mezdáronse, en los dos partidos, chis.
rnosos é int¡'igalHesj y concibiese COn suma irnpr-u..
dencia la espf'ranza de un triunfo que mirahan co.
mo indudable. Así despertaron \.1\ ateucion del ban-
do mas fuerte J y no tardó en quedar completa-
mente aniquilado el mas débil ¡ Escoiquis rué en-
viado ~ su catedral de toledo acompañado d~ una
escolta. Desterraron á todos los criados del prfn-
cipe , y redujeron su corte á cuatro ó cinco iudi-
viduos los mas estúpidos , dándoles las instruccio..
.nes mas minuciosas y que se estendian á las diver-
siones; que dehian permitirse al prlnci pe y á LIS
.couversaciOl1es que uo le estaban prohibidas, Por


TOM. t. 2




18
sete tiempo D. Manuel Godoy fué nombrado al-
mirante y general en gefc del ejército español, No
satisfecho con el poder inmenso (lue acumulaba
sobre sus hombros, hizo firmar al rey un decreto
en que concediéndole menos atribuciones, casi le
igualaba Con el monarca. E~Laba á sus órdenes el
ejército entero, y el cuel'po de artillería que siem-
pre se ha mirado como el mas respetable de las
fuerzas militares de España, pintó las armas de Go-
doy en sus banderas.


Así se abusaba de la paciencia de los españoles',
de un pueblo ya irritado, no solo por la ambician
desmesurada de este hombre, sino tambien por la
facilidad con que se violaban y destruian las leyes
y las costumbres del reyno para contener la sed
de honores que lo devoraba. Las criaturas del prln-
eipe de le Paz que ejercian el poder militar y po-
lítico en las provincias, orgullosas con la proteo-
cion poderosa que las sostenia , oprimian al pueblo
y le escandalizaban COn su insolen cid , su audacia
y les desórdenes de su conducta. El tesoro estaba
agotado apesar de las sumas inmensas que propor.
cionaban las Colonias: y para recurrir á las nece-
sidades imperiosas del Estado y satisfacer la avari-
cia insaciable de Godoy rué preciso recargar al pue-
blo COIl nuevos impuestos, que llegaron á ser tales
que en muchos establecimientos de comercio se
desconocieron abiertamente los derechos de pro-
piedad. Cada uno de estos abusos aumentaba el mí.
mela de los descontentos, que no tardaron en es-




19
presar en alta voz sus quejas á pesar de los esfuer-
zos de una poli ~ía muy activa que se babia or-
ganizado únicamente para asegurar el poder del fa-
vorito. Los amigos del príncipe de Asturias vieron
estenderse de dia en dia la esfera de sus esperanzas,
y reunieron sus fuerzas para intentar un nuevo es·
fuerzo.


Escapóse Escoiquiz de Toledo á favor de un
disfraz y regresó á Madrid, donde en medio de !lIS
mayores precauciones logró tener al:.;unas entrevis-
tas Con varios personajes que podian ayudarle en el
negocio que intentaba en favor de Fernando. El
conde de Beauharnais , emhajador de Francia , se
mostró principalmente favorable á los intereses del
heredero de la corona de Esparta, y como veremos
mas adelante, se comprometió personalmente pro-
curando ser Mil. EL duque del Infantado á quien
la enemistad de Godoy habia desterrado de la cnr-
te y despojado de tojos los cargos que en ella obte-
nía, ofreció su crédito y fortuna. Otros grandes de
España, como Orgaz, Ayerbe y San Carlos entra-
ron en sus miras; y distintas personas de un ran-
go inferior en la servidumbre de Fernando prome-
tieron cooperar á la empresa con todas sus fuerzas.


Fernando deseaba en estremo que sus amigos
tomasen algunas medidas decisivas antes de la ce..
Iebracion de su matrimonio con la hermana de la
princesa de la Paz, hija del infante D. Luis, her-
mano de Carlos III. Godoy habia concebido el pro-o
yecto de este enlace; y el desventurado Fernando




~o
Jlabia ya prestado su consentimiento. En el instan-
te en que todo estaba dispuesto para llevarlo á efeo-
to , Fernando dirijió á Napoleon una carta desde
eL Escorial Con fecha de II de octubre de 1807,
en la que despues de haber expresado en los térmi-
nos mas enérjicos 105 sentimientos de respelo , de
estimación y de afecto « que profesaba á un héroe
que eclipsaba á todos los que le habian precedido,
y que la Providencia habia enviado para libertar la
Europa dela anarquía que la amenazaba," pinta-
ba la desagradahle situación en que se enconl raba,
atribuyéndola al egoismo y á la perfidia de los hom-
bres que rodeaban el trono de su padre. Concluía
esta carta manifestando el deseo que tenia de unir-
se á la augusta familia de Napoleon: rogándole que
le concediese este favor, por el que se mostrarla hi-
jo reconocido, y declarando que estaba deterrni-
nado á desechar toda alianza que no obtuviese la
aprobación de su majestad imperial. (Apéndice mí.
mero 1").


Pasemos á esplicar el plan que hahian Iorrnado
los partidarios del príncipe de Asturias. Uno ó dos
días despues de escrita la carta de que acabamos
de hablar... debia Fernando pasar al cuarto del rey
su padre y entregarle una memoria en la que pin-
tase el estado de su nscion y los males que la abru-
maban, y que provenian indudablemente del pode.
río sin limites que ejercia el príncipe de la Paz,
Fernando debia leer esta memor-ia á su padre y ha-
blarle con este motivo de una manera firme y de-




2.
eidida. En el caso en que el rey no se rindiese á
íus instancias,lIamaria para atestiguar sus asertos
y apoyar sus ruegos, á las personas distinguidas con
éuyo acuerdo obraba: mas no se presentó ocasión
propicia para ejecutar pi plan convenido. Habiulo
descubierto todo Godoy, y habia instruido al rey
del proyecto representándoselo como una conspira-
cion contra su vida y la de la reina. Carlos 1V sor-
prendido dolorosamente con un acontecimiento
tan imprevisto y tan horrible, y fascinado mas que
nunca con la confianza que dispensaba al enemigo
declarado de su hijo, dejase guiar enteramente por
IlUS consejos. Por sujestion del ministro púsose á la
cabeza de sus guardias, dirijióse al cuarto de su
heredero en el Escor-ial el 29 de octubre de 1807,
Y le mandó conducir en fin á un aposento que qu~"
dó trasformado en verdadera prisión, Allí en pre...
sencia de sus ministros le pidió su espada; le anun..
ció que quedaba arrestado, y le dejó custodiado
por dos centinelas y cercado de personas entera-
mente vendidas á Godoy. Apoderáronse de todos
los papeles del príncipe, y verificárcnse numero...
sos arrestos en el Escorial y en Madrid.


Entre los papeles que:.e encontraron en el cuar-
to del príncipe figuraba la memoria cuya lectura
y preseutaoion habian de servir de odjen á la pre~
tendida conspiracion ; y estaba toda entera escrita
de puño de Fernando, conteniendo verdades amar-
gas, espresadas en el lengua¡e mas enérjico. A mas
l;\eesle úocumento )lallal'on un pa¡lel en el que se




2'l
hablaba bajo nombres supuestos de la alianza pro-
yectada entre Fernando y su cuñado el príncipe de
la Paz; una carta escrita por Escoiquiz; la clave
que bahia servido para la correspondencia de la
princesa de Asturias Maria Antonia Con su madre,
y en fin un despacho de generalísimo en favor del
duque del Infantado, dsndole amplios poderes pa.
ra obrar en norn bre de Fernando, en el caso en
que muerto Carlos, quisiera alguno oponerse á su
elevaciou al trono.


Al dia siguiente Fernando sabiendo que su pa-
dre hahia salido á caza, envió á un individuo de la
servidurnbre á su madre rogándola que pasara á su
prisiou, 11 que le permitiese visitarla parJ correr el
velo á muchos secretos de la maJar importancia. La
reina mandó responderle que no le era posible ac-
ceder á sus deseos; pero que podia comunicar cuan-
to juzgase oportuno al marques Caballero, minis-
tro de gracia y justicia. Presentóse en seguida Ca.
ballero en el cuarto del heredero del trono, qUIen
escribió y firmó cn su presencia una relacion en
que revelaba espontáneamente todos los detalles
del suceso por el que habia perdido su libertad.
Dió cuenta de la carta que habia escrito al empe-
rador de los franceses; descubrió la parte que ha-
bia tomado Escoiquiz en la redaccion de la memo-
ria que habla de panel' en manos del rey, y las
otras medidas relativas ;Í la conspiraciou, y espresé
Jos nombres de los que hahian servido de confi-
dentes ea la empresa. En virtud de esta declaracion




23
fueron arrestadas algunas personas que hasta en-
tonees habian estado al abt'igo de las sospechas.


Carlos IV participó á Napoleon este suceso en
términos que demostraban fácilmente el ascend ien-
te que habia tomado sobre su ánimo el príncipe de
la Paz. La carta escrita toda de puño del monarca
encerraba la terrible acusacion contra Fernando
de haber intentado destronar á su padre, y haber
tenido el designio de hacerle morir juntamente Con
su madre. A mas declara (Iue la ley de sucesion al
trono debe .ser revocada, y que debe ocupar el lu-
galo de Fernando en el sólio y en el corazon de sus
parientes un hermano suyo. (Apéndice número :¿O).


Al propio tiempo el rey mandó publicar un
manifiesto dirijido al pueblo español , en que decia
que la Providencia acababa de salvarle de un peli-
gro inminente; que su vida servía de obstáculo á
la elevacion de su sucesor, que violando los prin-
cipios de la religion habia formado el proyecto de
destronarle ; que su majestad habia querido con-
vencerse por sí mismo de la verdad de los hechos;
que habia descubierto la clave de la corresponden-
cia que mantenia Fernando con sus parciales; y fi-
nalmente ... que no queria ocultar á sus súbditos una
desgracia tan cruel, y que le harian soportar mas
fácilmente las seguridades de su amor al monarca.


Mandaron cornparecer á Fernando en presen-
cia del rey .Y la reina, de los ministros y del pre-
sidente del consejo de Castilla, y quisieron hacer-
le confesar que habla tenido el designio de asesi-




24
tllliotO!l y da destronados. Mas fueron vanos tantos
esfuerzos: el príncipe de Asturias sostuvo con cons-
tancia y fortaleza que 110 Iiahia abrigado otros prQ-
Jectos que los contenidos en los papeles c¡ue Se ha..
Íiian encontrado en su cuarto.


Sin embargo'. luego que volvi6 ~ su prision, al..
gunos perSO~la[es de la corte que habi ..n ido á visi-
tarle, le manifestaron que no ecsistianotros medios
de libertarse del castigo mas severo, que confesar
franc¡Jnlente el crimen qlle le imputahan. Siguien"
do sus consejos Fernando lo confesó con las pa la-
hras mismas c¡ue le dictaron; y escribió dos cartas,
una para su padre y atta para su madre, pidiéndo..
les pcrdon del modo mas surniso , declarándose
culpable 110 solo del crimen enorme de que le acu-
fiaban contra los autores de sus dias , sino tambien
ue culpable obstinacion por haber hasta aquel mo..
mento persistido en negar la verdad. Concluia ro-
gando á sus padres que le permitiesen an:oj¡nse a
MIs pies. (Apéndice número 3°). Otorgáronle J¡) gra..
ci , solicitada, en presencia del príncipe de la Pa?l~
(Jue intercedió con el rey y con la reina para ql.le
le perdonasen sin restriccion : así es que Fernando
<lió á Godoy las maJoloes seguridades de su estima-
cion y de su confianza, Carlos 1V mandó publ icar
al otro clia las dos cartas en toda Españ¡¡"; decla-
r,\[~do al propio tiempo que aunque hahia perdona-
do á SU lujo, no por eso dejarla de continuar el
curso de la causa, y que insi ruiria á la nacion de
sus resultados para disipar la alarma que habla ori-




25
\lnado el peligro del monarca. En su consecuencia
continuóse el proceso; mas los [ueces á pesar del
terror que les habia inspirado la omnipotencia del
príncipe de la Paz, no .encontraron motivos sufí-
eientes para imponer á los acusados el mas lijero
castigo: no obstante el monarca los desterró gu~
hernativameQle á diferentes puntos del reino.


D. Manuel Godoy envió al gran duque de Berg
una ralacion detallada de estos acontecimientos pa~
fa que la enseñase al emperador Napolcon: na es
difícil adivinar la aspere~a y el espíritu de parcia-
lidad que caracterizaría su relato. Sin embargo·
apuntó una circunstancia propia para dar pie á irn..
portantrs resultados; esto es, la intelijencia que
ecsistla entre Esoúiquiz y el ernba[ador Irances
Beauharnais, can la promesa que este hahia hecho
á Fernando de la proteceiou del emperador. Des-
agradó en alto grddo á Napoleón el último estre-
mo , y riiló severamente áBeauharnais, privándole
del conocimiento confidencial y auténtico de los
planes que formaba su amo sobre España.


Tenian su orijen estos planes en los artículos
secretos del tratado de Tílsit , en el qQe se habían
concluido estipulaciones pura destronar la rama de
)3ol'ban que reinaba el) la Península, y para colo..
ear en el sólio á uno de los hermanos de Napoleon.
Para llevar á cima semejante empresa, Napolcon
fingia prestarse á los designios que la ambician de
Godoy babia hecho adoptar al gabinete español;
y en 27 de octubre de 1807 Iirmóse en Fontaine-




26
bleau un tratado secreto (Apéndice número 4°),
entre el emperador representado por el mariscal
Duroc y Carlos IV, representado por D. Eugenio
Izquierdo, consejero de Estado (1): tratado que
debe mirarse como el manantial de los espanto-
sos acontecimientos de que no Lardó en ser tea.
tro la nación española.


En virtud de este convenio el rey de Austria de-
bia ceder á Napoleon sus posesiones en Toscana, y
recibia en cambio la provincia de entre Duero y
Miüo y la ciudad de Oporto en Portugal, ccn el
título de rey de la Lusitauia Septentrional. l ..a pro-
vincia de Alentejo y el reino de los Algarves en
el mismo Portugal, debian pasar al dominio del
príncipe de la Paz con el título de príncipe de los
Algarves: las otras provincias portuguesas queda-
rian en depósito hasta la paz general, firmada la
cual Carlos IV J" Napoleon podrian disponer de
ellas como juzgasen mas conveniente. Contenia
tambien el tratado otros arreglos que tendian todos


. á favorecer el vasto proyecto que había concebido


(1) D. Eugenio Izquierdo, natural de Zaragoza..
pertenecia á lIIJa familia pobre y ()SCUI'~. Encargóse de
los gastos de lIU t'c1ucacioll el conde de Fuentes, quieu
le presentó despues en la corte á título de protector. N o
tard6 en ser consejero de Estado y ajente confidencial
del pr-íncipe de la Paz Despnes del tratado de FolJtai~
nebleau no tomó ),a parte en los negocios políticos: pue_
de colocarse á Lrquierdo en el catálogo de los espa ñ o-,
les (lue hau coutribu.ido á las desgracias de su pátria.




27
Napoleon para hacerse dueño de la Europa. Mas el
convenio unido á aquel era de mayor importancia
que el tratado mismo (Apéndice número 5°). En
efecto, para poner en planta lo estipulado, firma.
ron el mismo día un convenio, en virtud del cual
las tropas francesas y españolas habian de ocupar
á Portugal; concediendo á las primeras el paso
por el territorio de la Península; medida que de-
bia considerarse preparatoria para un gran cambio
en la ecsistencia política de España , si se tomaba
en cuenta la ambicion desmesurada de Napoleon
y la ninguna importancia que dab.aála eleccion
de los medíos propios para lograr el objeto que se
propollla.


Tal era la situación de los españoles y la ecsas-
peracion de los espíritus á consecuencia de los des.
órdenes á que se entregaba el gobierno, .Y del dé-,
ficit que habia en las rentas, cuando los franceses
comenzaron á ocupar la Península Ibera para eje-
cutar el convenio, siendo recibidos como liberta-
dores y como amigos. Habíase [eneralrnente es.
tendido la instrucción por las clases elevadas de
la sociedad, no obstante la poderosa oposicion del
clero y las severas prohibiciones de la inquisición,
y vagos deseos de grandes reformas poI íticas ají-
tahau poco á poco los espíritus. La perspectiva de
las riquezas y de la preponderancia de la nacion
francesa despertó el orgullo nacional; .Y de allí
emano la opinion comun de que sus ejércitos no
podían conducir sino á circunstancias favorables




28
Y á mudanzas útiles y de importancia Los es-
pañoles instruidos deseaban ardientemente ver es-
tablecida en su pátria la libertad de cultos; desea-
han igualmente una representación nacional, un
sistema económico y judicial fundado en la sabi-
duria, en una palabra, todas las mejoras del es-
tado social que la cultura de la razon habia pro-
porcionado á los pueblos modernos. Y alimenta-
ban la esperanza de que todos estos bienes serian
una consecuencia necesaria de la presencia de los
soldados franceses.


Los ejércitos imperiales, mucho mas nume-
rosos de lo que se habia estipulado en el conve-
nio , se derramaron por Castilla la Vieja, Navar-
ra, Vizcaya y Cataluña, y se posesionaron de ellas
sin esperimentar la menor resistencia, apoderáu-
dose de las principales ciudades fortificadas de es-
tas provincias. En todas partes donde se presenta-
han los franceses eran bien recibidos de los habi-
tantes, principalmente de las clases elevadas, que
los trataban magníficamente y vivian con ellos en
las mas perfecta armonía. Al principio el pueblo
no tuvo motivo para quejarse de violencias ni de
falta de disciplina¡ porque si un soldado frances
eornetia el menor esceso , acto continuo le casti-
gaban severamente sus oficiales. Procuraban estos
IJor todos los medios posibles captarse el afecto
del pueblo y del ejército español, que lejos de re-
cibir las tropas francesas con animosidad aguar.:la.
ha que su organizacicn y su disciplina servirla de




29
modelo al ministerio español para arreglar las
fuerzas nacionales bajo el mismo pie.


Al propio tiempo la impaciencia natural de
Napoleon, y el veemente deseo que le ajitaba de
cumplir prontamente sus proyectos sobre la Pe-
nínsula, estimuláronse aun mas con la discordia
que reinaba en la fa milis real y con la siluacion
moral en que ésta discordia colocaba el país. No
ignoraba el Emperador que apesar de la huen a in~
telijencia que hasta entonces habia reinado entre
sus tropa'! y los espaüoles , la ocupación militar
del territorio hispano podria con el tiempo encon-
trar poderosos obstáculos. Conocia igualmente que
el interés [eneral que inspiraba el príncipe de As-
turias desperlaria un dia el carácter nacional y sa-
caria la ERpaña del profundo letargo en que yacia.
No dudaba que la carta' que el principe le habia
escrito, y la conducta que el marques de Beau-
harnais su embajador, babia observado en Madrid,
hacian creer k los españoles y á la Europa entera
que la córte de Francia estaba dispuesta á favore,
cer y patrocinar las ideas y lag esperanzas del he.
r~dero de la corona; y por resultado de todas es·
tas consideraciones preveis las grandes dificultades
que se opoud rian IÍ su proye?lO de ceüir á un Bo-
napart e la hrillante diadema de las Españas.


Habíase ya pueslo en plauta, en parte, el trata,
do de Fontainehleau con la entradade las tropas
francesas ,c:uando destronada la familia real de
Etruria llegó á Madrid buscando un asilo en el




"30
'palacio de sus antepasados. Napolecn no podia di-
ferir por mas largo tiempola ejecucion de su gran
proyecto, sin esponerse al peligro de que se frustré-
ra en todos sus puntos. Sintió vivamente la vio-
lencia de la crisis á que se veia arrastrado; y asi
es que nunca pareció ni mas ajitado ni mas irreso-
luto. Los ministros franceses Ilamaban-de continuo
al principe de Mnsserano , embajador de España,
y á don Eujenio Izquierdo, ajeute de Godoy, pa-
ra que aclarasen las dudas é incertidumbres de
8U espíritu. En fin no le fue posible ocultar por mas
largo tiempo sus peusarnientos ; y sin miramiento
á los tratados ecsistentes que habian sido 'ya san-
cionados por la reunion de la Toscana al imperio
frances, envió á Izquierdo á Madrid en el mes de
febrero de 1808, para declarar á Cárlos IV que
en el estado actual de Europa, el interés de la
Francia ecsijía imperiosamente la reuniou al irn-
perio francés de las provincias situadas entre los
Pirineos y el Ebro. »EI Emperador esperaba, mane
dibale decir, que el gabinete español Se coufor-


"maria con sus deseos, y ofrecia en compensación
á S. M.C., Portugal entero y todas las ventajas
que le pareciesen compatibles con la seguridad y


"la dignidad del solio imperial."
Napoleón otdenó á Izquierdo partir á Madrid


en posta y traerle la respuesta con toda la cele-
ridad posible: porque de esta respuesta debían de-
pender las medidas ulteriores que irrevocablemen-
te tomaría segun las circunstancias. No contento




31
con esto, despachó á la villa y córte madrileiía
un correo tras 01ro; y en el intervalo mandó á
su guardIa imperial que se acercase á los Pirineos.
La Francia entera se puso en movimiento, lJaGien-
do nuevos sacrificios de hom bres y de dinero.


Antes de la llegada de Izquierdo, el principa
de la Paz habia conocido las fatales consecuencias
de su docilidad y preveido los resultados que de-
bían necesariamente seguir á las medidas estraor-,
dinarias que se tomaban relativamente á España.
»Tengo muy grandes temores, decia escribiendo
á Izquierdo: el tratado no ecsiste ya; el reino se
ve inundado de tropas; están á punto de ocupar
las fronteras de Pcrtugal ; Junot manda en jefe, y
el gabinete frances ha ecsijido el coutinjente de
nuestras tropas que van á unirse á las del empera.
dor Napoleón. Todo es intriga y falsedad. ¿Cual
ser~ el fin de tanta incertidurnbre] " ,


No tardaron en desvanecerse las tinieblas. El
mensaje de que era portador Izquierdo no dejaba
dudas sobre las verdaderas intenciones de Bona-
parte. Por otro laja sus propias observaciónes y
las noticias que habiaadquirido en Francia de
hombres muy al corriente de los públicosnego-
ocios y de las intenciones del gobierno de Ías Tu-
lIerias, eran todavia, si cave J mas alarmantes.
Efectivamente; demostró con toda iclaridad que
el Emperador deseaba una respuesta negati va para
tener un pretesto de tomar medidas fuertes y de-
cisivas; que los comandantes de las tropas france-




32
sQs en España habían recibidoinstrucciones parti..
culares relativamente á la familia real ¡ que el es-
tablecimiento de un príncipe de la familia de Na.
poleon en el trono de España era el único objeto
importante que podía desear en el estado actual de
Europa, y con el sistema que el Emperador habla
seguidú hasta entonces ; que los intereses de su po·
Íitica no podian conformarse Con la ecsistencia de
tina rama de la familia de los Borboues en el con-
tinente; y por fin que la ~ituacion geográfica de
la Península Ibera J el número y la comodidad de
SUs puertos, y los recursos i 11l portantes que podia
ofrecer en una guerra marítima, eran muy propios
para facilitarle la estension del bloqueo continen-
tal, primer principio y fundamento de su politi-
ca contra la gran Bretaña. A estos argumentos
añadió Izquierdo algunas observaciones que le su-
ministraba el conocimiento de los negocios po-
Iiticos y que había meditado durante su larga per-
manencia en Paris. Aseguró que de la resolucion
que adoptase el ministerio español en tan difici-
les circunstancias , iba á depender 110 solo la suer-
te d~ la Península, sinó la de todo el continente.
Observó que si el rey resolvia resistir al torrente
y permanecer en su reino, corria el riesgo de ir..
ritar á Napoleon y arrastrarle á medidas viulen-
tas: que si por otra parte tornaba el partido de
retirarse á sus estados de América; las tropas
francesas ocuparían el territorio hispano como lo
habian hecho en Portugal con un pretesto serue..




33
jante; que ante todo requeríase necesariamente,
y lo mas pronto posible , sondear el espíritu del
pueblo J' del ejército; y que cualquiera que fue-
se el partido que se abrazase debia ser la resolu-
cion pronta,. pOl'que Napoleon era tan activo en
la ejecución de sus planes cuanto osado en conce-
birlos. Dc dia en dia aurnentáronse los temores y
no quedó duda sobre el asunto; en semejante es-
tado .. y po~o después de la llegada de Izquierdo,
Napalcon envió al rey de España un [entil hombre,
con el presente de catorce caballos normandos y
U:IJ carta en la que le prevenia que habia resuelto
visitar la Península, no solo para tener el placer
de conocer personalmente á su augusto aliado, si-
nó tambíen para terminar amigablemente, y sin
el ausilio de las formas diplomáticas, las negocia-
ciones relativas al estado político de España y de
Portugal.


Ved aqui en sustancia ]0 que con tenia la res-
puesta al mensaje de Izquierdo, S. M. C. censen-
tia en la reunion al imperio frances de las provin-
cias situadas entre los Pirineos y el Ebro; y en
cuanto á la compensacion que ecsijian esta renun-
cia y la del reino de Etruria , la España se en-
comendaba á la justicia y á la magnanimidad dal
Emperador, y esperaba que no miraría Con ojos
indiferentes los intereses de un gobierno que le
hahia dado tantas pruebas de fidelidad, de adhe-
sion y de afecto.


La respuesta de Carlos IV no dió á conocer
TOM. 1. 3




34
al público el motivo del viaje á España que pro-
yectaba Napoleon ; pero se sabe que regresado Iz-
quierdo á París comenzaron de nuevo las negocia-
ciones entre este enviado y los ministros Iranceses,
a los últmros ignoraban los verdaderos designios
de Bouaparte sobre la Península, ú obraron con
perfidia continuando en representar el papel de
negociadores. Y positivamente presentaron nuevas
proposiciones sobre la division territorial del rei-
no hispano, sobre una alianza ofensiva y defen-
siva, y entraron en la discusion de pormenores ab-
solutamente incompatibles con la invasión de la
tierra española , que se verificaba en aquellos mo-
mentos en que se discutian tamaños intereses.


Tiempo era ya de que Cárlos IV adoptase su
partido; desgraciadamente no podia hacer Una
huena eleccion y de la que resultasen de algun rno-
do felices consecuencias, Godoy apremiado por la
procsimidad de los franceses, y por el odio del
pueblo madr-ileño que se manifestaba ya con de-
masiada claridad y enerjía para que se engañase
sobre sus ideas, PI'OPUSO á la familia real retirar-
se á Sevilla, y de alli darse á la vela para Méjico.
El rey y la reina adoptaron el plan, y convinie-
ron en mantenerlo secreto hasta el momento de
ponerlo en planta. Comunicáronlo únicamente á
Soler, ministro de hacienda , que debla acompa-
ñar al monarca en su viaje: mas los cortesanos
no tardaron en penetrar su inteuto , y el mar-
ques Caballero, secretario de gracia y justicia,




35
despues de una larga conferencia con Cárlos IV,
en la que le manifestó los desastrosos resultados
que acarrearia su ausencia necesariamente, legró
la revocacion del decreto del 'Viaje que estaba ya
preparado, y aconsejó al monarca aguardar con
firmeza la llegada del que debia mirar desde en-
tonces como enemigo, y de confiar en la provi-
dencia y en el amor de la nación, Este fue un
golpe funesto al príncipe de la Paz, no sol0 por-
que eclipsaba el ascendiente que hasta aquel dia
hahia ejercido sobre el espíritu del rnouarca , si-
no tambien porque conoció que cualquiera que fue-
Se el .jiro que tomasen las cosas, nunca llegaría
el Caso de que se mostrase la suerte próspera á
sus deseos. Por iguales razones euusó sumo placer
al príncipe de Asturias y á sus partidarios el con-
sejo ciado por Caballero al rey Cárlos j yasi es que
llenaron de repetidos elojios al ministro, y
prornetiéronse los mas lisonjeros resultados del
triunfo que acababa de obtener.


Sin embargo el ejército, cual si hubiesen que-
rielo arrebatar esta esperanza, permanecia á las
órdenes inmediatas de Godoy: y como habia da-
do varias disposiciones militares para secundar el
viaje proyectado, los movimientos de las tropas
escitaron la atención pública é inspiraron los mas
fundados recelos. Hallábase á la sazon la corte en
Aranjuez, donde comenzaron á llegar, contra la
costumbre que reinaba en tules ocasiones, no 80·
lo los rejirnientos españoles de la gual'Jia sino tam-




36
bien los rejimientos valones y otros muchos cuer-
pos del ejército. Al mismo tiempo fueron llama-
das las tropas que marchaban á Portugal Con la
órden de que se dirijiesen á Córdoba .. Sevilla y
Cádiz.I.a administracion de la marina en esta úl-
tima ciudad recibió un decreto para que apresta-
se y tuviese dispuestos muchos barcos de guerra.
El pueblo de Madrid, compuesto en su mayor
parte de personas que viven de los gastos escesi-
vos de la córte, no podia mirar con indiferencia
un suceso que alejando á la familia real cegaba
el manantial de su prosperidad. El descontento
público comenzó á manifestarse con mas fuerza
y enerjia de la que naturalmente debia e~perarse
de uu pueblo que pOlo tan largos años yacía en-
corbado bajo el yugo del poder absoluto. Esta
sorda ajitacion, estendióse de Madrid á la Mancha,
provincia situarla cerca de Araujuez donde residia
la rejia familia, y que en la época de que se tra-
ta era la mas rica, la mas populosa y la mas flo-
reciente parte de la Península. Por otro lado nu-
merosos ajentes secretos del partido de Fernando
se habían derramado por los contornos y villas
inmediatas; distribuian dinero á los habitantes
y les piutaban con los mas vivos colores el estado
de opresión á que el priucipe de Asturias se veia
condenado..)" la tirania que Godoy, su mayor ene-
migo, ejercia sobre todos los ramos del gobier.
no, El pueblo de la Mancha que había mostrado
su carácter ardiente y noble en todos los sacudi-




37
mientes políticos de su pátria, resintióse viva-
mente con la funesta discordia de la familia real.
Reunióse una inmensa muchedumbre y se enea-
minó á Aranjuez; su presencia y las intenciones
que parecian animarle inspiraron á Godoy y á los
ministros de su partido las mayores alarmas, y
re501v-iéronles á persuadir á la familia real la sa-
lida para Sevilla, durante la noche del 17 de mar-
zo de 1808, sin guardia y sin servidumbre. Pre-
teudian evitar de este modo, si era posible, el
que fuesen reconocidos por el pueblo que ocupa·
ha las avenidas de palacio.


Fernando, informado de este proyecto y esti-
mulado con las señales de amor que principiaba á
recibir del pueblo, comunicó la mañana misma
de este dia á distintos personajes del alcázar, la
noticia de que se habia fijado la partida para aque·
Ha noche y que estaba resuelto á no abandonar
Aranjuez. Sus palabras corrieron de boca en boca
entre los guardias y los cortesanos, acrecentando
la conmocion popular, y dieron á entender que el
príncipe de A~turias contaba con su apoyo. Nume-
rosos grupos armados de palos se formaron yatra.
vesaron en silencio las calles del sitio real y los
jardines del palacio. Poseidos de la idea de que el
monarca queria abandonarlos, los descontentos
convinieron en el acuerdo de oponerse al viaje
proyectado. Las Lropas de línea y la mayor parte
de la guardia real participaron de este deseo y rna,
niíestáronse animados de los propios sentimientos.




38
A las siete de lanoche , la guardia del príncipe de
la Paz que se babia hecho odiosa al pueblo y al
ejército á causa de los privilejios que disfrutaba,
se puso en movimiento. Un soldado de este cuer-
po quiso reconocer el semblante de cierta dama que
li:.llia u(~1 alcázar del príncipe, y habiendo opuesto
aquella alguna resistencia disparó un tiro al aire.
El t.rompeta de guardias creyendo que era la señal
de comenzar el viaje , en el que la gu¡¡rdia del
príncipe habia de servir de escolta, hizo resonar
sus croas; y los descontentos persuadidos de que
habia llegado el momento propicio de oponerse á
un suceso que desaprobaban altamente, mostraron
intenciones hostiles. Rodearon pues el palacio, se
apoderaron de todos los pasos por donde era posi-
ble salir del sitio y atacaron la casa de Godoy, que
logró ocultarse y evitó por el momento el furor
de sus enemigos. El rey se presentó en el balcon
y ofreció al pueblo que no se verificaría el viaje;
con esta certidumbre retiráronse todos, persuadi-
dos de que el favorito habia emprendido la fuga al-
gunas horas antes, y que se hallaba ya á larga dis-
tancia de Aranjuez (Apéndices número 6).


Al dia siguiente aparecieron nuevas señales de
inquietud; el pueblo no estaba satisfecho Con lo
que hahia logrado hasta entonces, y el ensayo que
acaba de hacer de su fuerza le inspiró el deseo
de servirse de ella de un modo mas decisivo. Ins-
truyeron á Cár los IV de que no cesaban los prepa-
rau vos IJara escitar nuevos tumultos durante la no-




39
che; Jos ministros intentaron obligar á Jos coman-
dantes de las tropas á que se opusiesen á los des-
contentos y los reprimiesen por la fuerza; mas los
jefes militares se negaron todos á encargarse de
Una mision tan peligrosa, de la manera ma~ positi-
va, y declararon que solo el príncipe de Asturias
podia hacerles renunciar á sus deseos. Fernando
fue llamado acto continuo á la presencia de sus
padres abrumados de pesares y de temores; afirmó
que no tenia el menor conocimiento de los pro·
yectos de la muchedumbre sublevada: no obstan-
te, ofreció enviar algunas personas que ejercian
sobre ella suma influencia, y que les rogaria que
compeliesen al pueblo á entrar en lJ camino del
deber. Aüa:lió que estaba dispuesto á tomar todas
las medidas necesarias para asegurar la tranquili-
dad y la dignidad de los autores de sus dias.


Mas mientras trabajaba Fernando para cum-
plir sus promesas sobrevino un acontecimiento
que aceleró el desenlace del drama: Godoy que se
habia mantenido oculto entre esteras desde el 17..
en que fue atacada su casa, se vió precisado á des-
amparar su escondite agoviado por la sed que
le devoraba. Pidió un vaso de agua al primer ceo-
tinela que encontró, ofreciéndole en recompensa
un magnifico reloj de repetición y algunas mone-
das de oro. El soldado en vez de aceptar la oferta
prorumpió en grandes gritos, diciendo que allí es-
taba el traidor, J en el momento rodeó al príncipe
una muchedumhre inmensa que le bajó arrastran-




40
do por la escalera, Mallralároule é hiriéronle re-
petida, veces, y hubieraule asesinado infaliblemen-
te, si Fernando á ruego> de Cárlos IV no se hu-
hiese presentado acompañado de algunos indiví-
duos de la gual'dia. Manifestó á los amotinados
que habia respondido de la persona de Godoy y
qu::) era necesario dejarle la vida para poder des-
cubrir los cómplices de sus delitos , instruyendo el
conveniente proeeso. El pueblo obedeció con res-
peto y el desventurado favorito fue conducido á la
prisión entre dos filas de guardias y atravesando
por medio de una multitud de cerca de cuarenta
mil personas que le abrumaban á insultos y á mal-
diciones. Encerrado en la cárcel no tardó en pre.
sentarse un juez á dar principio al pl'oceso reci-
hiéndole declaracion.


Fernando regresó á palacio en medio de los
gritos del pueblo que le saludaba con el nombre
de rey, y cercado de muchos individuos que el
dia antes eran los aduladores de su enemigo. E.I rey
y la reina, á cuyo rededor solo habían quedado
algunos antiguos y fieles servidores , yacian en el
mas profundo desconsuelo: Fernando procuró sua-
vizar sus penas asegurándoles que na babia resona-
do una sola palabra contra ellos y que no tardaria
Aranjuez en verse libre del inmenso vulgo que
alli se h ibia reunido. Cdrlos IV cargado de aüos
y de enfermedades, y viéndose privado del apo-
yo de un hombre á quien por tanto tiempo habia
entregado su coufianza; naturalmente enemigo de




41
Jos negocios , ~ incapaz de tomar medidas enér·
jicas en tan dif'í·ciles circunstancias, consult ó á los
ministros)' á algunas personas de su córte sobre
la conducta que debía observar en el estado ac-
tual de las cosas. Todos le aconsejaron unánime-
mente abdicar en favor de su hijo: y Maria Luisa
que habia perdido la esperanza de que Godoy vol~
viese á cobrar el poder que habia disfrutado por
tantos años, no alimentaba otro deseo que el de
libertarle de las gal'ras de sus enemigos .Y pasar en
su compañía el resto de sus dias en cualquier rin-
COIl del mundo: asi es que no se opuso á semejante
resoluoion. Cárlos IV , pues, firmó el 19 de mar-
zo el decreto de abdicacion en favor de Fernando
su hijo.


El anciano monarca en una carta dirijida al
Emperador de los franceses dándole cuenta de es-
te importante acontecimiento, dice q'le como su
salud de dia en dia era mas débil, habia juzgado
oportuno retirarse á un clima mas suave y abando-
nar el gubernalle de la nave del Estado: que en
virtud de tal acuerdo habia abdicado la corona en
favor de su amado hijo el príncipe de Asturias; y
que esperaba, que en consideracion á los vínculos
que unían entrambos paises, y del objeto particu-
lar que profesaba á la persona de S. M. I. , se dig-
naria aprobar la medida adoptada. Arladía que
abrigaba esta esperanza tanto mas confiado, cuan-
lo mas profunda era la impresion que habian he-
cho en el ánimo de su hijo los sentimientos que




42 ,
habla procurado inspirarle á favor de S. M.; y que
no cabia duda en que emplearía todos los medios
posibles para estrechar aun mas los lazos que
unjan las dos naciones.


Fl!rnando fue, pues, proclamado rey por un
pueblo éhrio de alegria y colmado de risueñas es-
peranzas. El propio entusiasmo reinó en Madrid,
donde los habitantes 8aquearon las casas de Godoy
y de sus prmcipales partidarios, Todavía creció el
gozo hasta el mas alt.o punto cuando dias después
vieron al jóven monarca encumbrar á los prime-
ros puestos del gobierno á los hombres mas ilus-
trados y mas liberales de España, desterrados Ó
perseguidos á causa de la severidad con que habían
censurado las medidas y los abusos del poder del
favorito.


Godoy, aunque encerrado en una estrecha pri-
sion , cubierto de heridas y rodeado de espias no
se dejó abrumar con el peso de sus infortunios.
No abandonó un instante el hábito de superiori-
dad que mostraba en los dias prósperos de su for-
tuna, y con el que le habian familiarizado tantos
años de favor. Sabia que los acontecimientos que
habian sobrevenido en Aranjuez d ebian acelerar
la marcha de las tropas francesas á Madrid y tenia
poderosos motivos para fundar sus esperanzas en
la persona de Joaquin Murat , gran Juque de Bel'g
Con quien habia mantenido por alguu tiempo ínti-
ma correspondencia. O bien sea que apesar de la
vijilancia de sus carceleros hallase medio de co-




43
municar sus ideas á la reina Maria Luisa, ó bien
que la reina misma, que conccia perfectamente
el [énero de negociaciones que seguia el príncipe,
concibiese los mismos proyectos, ó bien Iinalrnen-
te que la reina de Etruria , enemiga declarada de
Fernando é intima amiga de Godoy, considerase
el estado de las cosas bajo un punto de vista dife-
rente del rey y la reina, y desease sacarlos victo-
riosos de la lucha, lo cierto es que Cárlos IV fir-
mó el 21 de marzo una solemne protesta contra
su ahdicacion. Declaró que. este acto debía mirar-
se como nulo, pues se habia visto forzado :\ adop-
tal' semejante medida para precaver las mayores
desgracias é impedir la efusion de sangre de-sus
gobernados.


En su consecuencia escribió á Napoleon para
anunciarle la resolución que habia tomado de ir. á
arrojarse en sus brazos y de ponerse enteramente
á su disposicion ; porque solo el Emperador podía
asegurar su ventura, su tranquilidad y la de su fa-
milia y de su reino, Aseguraba que habia firmado
el acto de abdicacion en medio del estruendo de
las armas y de los clamores de una guardia suble-
vadu , y con el convencimiento íntimo de que te'
nia que escojer eutre la vida y la muerte suya y
de la reina; y que considerándose ahora mas se.
guro habia determinado dejarlo todo á la uecision
del Emperador pOI' lo que tocaba á la reina, al
príncipe de la Paz y al rey mismo.


Mientras que tan estraordinarios sucesos des-




44
pertaban la atenciou de los españoles y los sacaban
del estado de una obediencia ciega y pasiva, á
que por largo tiempo se habian acoslumbrado,
Mural que mandaba en jefe las tropas francesas en
España aceleraba su marcha á Madrid. En Aranda
de Duero había sabido la insurreccion de Aranjuez,
y Maria Luisa y su hija aguardaban con impacien-
cia su llegarla. Deseaban no solamente sacar á Go·
doy de la funesta situacion en que se encontraba,
sino tambien hacer que naciese la .livision entre
los franceses y Fernando, é impedir que el Empe-
rador le reconociese por rey lejitimo de España.


Con este doble objeto, Maria Luisa entabló
Con Murat una correspondencia que continuó por
muchos dias con actividad J tanto por su parte
como por parte de su hija la reina de Etruria y
quizas tambien pOI' la de Cárlos IV. En su prime-
ra carta, fecha de 21 de marzo en Aranjuez, la
reina anunciaba que su esposo no podia escribir á
causa del mal estado de su salud; pero que desea-
ba ardientemente saber si el gran duque de Berg
se hallaba dispuesto á emplear su influencia con el
Emperador para asegurar la vida del príncipe de
la Paz. Pedia en seguida que se concediese al prín-
cipe el tener en su prision algunos criados y cape-
'llanes , y que el gran duque le visitase y le con-
solase puesto que eran íntimos amigos, En cuanto
á ella y al rey, decia , solo deseaba obtener del
Emperador un honesto retiro y el permiso de
acabar su vida con el príncipe de la Paz. Afirma-




45
,ha que DO debían esperar de Sil hijo sino desgra-
cias y persecuciones; que se habian fl'aguado las
mas grost:I'as imposturas para hacer odioso el prín-
cipe de la Paz al Emperador, pero el gran duque
QO debla dar crédito á tales imposturas. Couctuia
espresando su reconocimiento y el del rey á Bo-
naparte, por las tropas que había enviado; y de.
claraba que se ponian enteramente bajo su proteo-
cion, persuadidos que un héroe tan grande y un


. monarca tan [enerosc no les rehusarla el favor que
imploraban.


Otras muchas cartas espresaban ideas y senti-
mientas en un lodo semejanies , entre las que se


·distinguian las de la reina de Etruria por la fuerza
de las instancias y por el tono de ternura y de fa-
miliaridad que en ellas reinaba, como tambíen por
lo áspero de las acusaciones contra su hermano
Fernando (Apéndice número 7). Antes de JJegar
á Madrid , Murat despachó á Cárlos IV Uno de sus
ayudantes, y des pues le envió un cuerpo de tropas


. francesas que le acompañaron al Escorial. Tiempo
despues pidió que se le entregase la persona del
príncipe de la Paz, y cuando lo hubo conseguido
le hizo partir en seguida para Francia, bajo la sal-
vaguardia de una escolta francesa.


El jeneral llegó á Madrid el 23 de marzo á la
cabeza de numerosas tropas y de un brillante es-
tado maY{1r , en medio del cual descollaba por sus
ventajas personajes y por una magnificencia medio
asiática y medioeuropea. Las tropas francesas ocu-




46
paran los cuarteles que les hahian sido señalados,
dejando la guardia de la villa en manos de los es-
pañoles -' como si el [eneral mandase las tropas
de arn has paises. Desopues de permanecer algunas
horas en el palacio del Retiro, lo abandonó para
trasladarse al alcázar de Godoy, convertido des-
pues en saIon de las Córtes,


Los franceses fueron recibidos en Madrid con
las demostraciones mas sinceras y mas ardientes
de amistad y de entusiasmo, no solamente á causa
de la admiracion que escitaban su aire marcial, su
brillante aspecto y la perfecta disciplina, sino
tambien porque se creía [eneral mente que tan
solo haLian venido á ausiliar al nuevo rey y á es-
trechar de este modo los vínculos que hermanaban
las dos naciones. Asi es que todos vivinn persua-
didos de que iban á cesar p:Jra siempre las desgra-
cias de la Monarquía, y solo hablaban de [a fideli-
dad y de la gloria que esperaban á la nacion espa-
ñola, cuando bajo los auspicios de Napoleon , re-
cobrase sus riquezas y su antigua preponderancia.


Fernando verificó su entrada al dia siguiente
en medio de una multitud inmensa ébria de ale-
gria, y que proclamaba en altas voces el afecto que
profesaba al nuevo soberano. El rey espidió al ins-
tante varios decretos en los que se traslucian mi-
ras benéficos y patrióticas: y los habitantes de Ma-
driJ no cesaban de admirarle y aplaudirle. Los
varones instruidos y virtuosos, desterrados y per-
se'buil\Qs en. el te\n.ad.1) an.\,et\ot ) cot\:ieton. á la ca-




47
pital de todos los puntos del reino, para recibir allí
la recompensa debida á su constancia y á Jos pa-
decimientos que hahian pesado sobre ellos. No
obstante, un acontecimiento estraord inario vino á
oscurecer tan brillante perspectiva: el jeneral en
jefe de las tropas francesas, cuñado de Napoleón,
y depositario de sus secretos sobre la Península
Ibera, no solo no habia reconocido á Fernando
como rey, sino que ni aun le habia visitado. A los
ojos de los que conocian la política y el carácter
del Emperador, semejante circunstancia parecia
muy importante y digna de llamar la atencion , y
presajiaba para lo futuro sucesos que bajo ninaun
aspecto podian ser satisfactorios. Conduela tan es-
traordinaria motivó y dio pie á negociaciones y
esplicaciones entre las personas que gozaban de la
confianza Íntima del rey y de Mural. Finalmente,
el [eneral confesó que aguardaba instrucciones del
Emperador para obrar en Caso tan imprevisto;
mas aseguró que debia recibirlas de un dia para
otro, y con ellas amplias facultades para veriticar
el reconocimiento del rey Fernando.


Engailado con tal esperanza el hijo de Carlos
IV , dirijió al Emperador una carta en la que le
daba cuenta circunstar-ciada de los sucesos á que
debia su prematura elevación al trono; reiteraba
la firmeza del deseo que tenia de unirse con una
princesa de su familia, y le suplicaba que cum-
pliese tan luego como le fuese posible la promesa
que habia hecho á Cárlos IV de verificar su viaje




48
á España. Fernando vivia entonces tan persuadido
de la prócsirna llegada de Napoleon , que dió las
órdenes mas terminantes para prepararle magnÍfi-
cas habitaciones en el palacio, y mandó formar
el programa de las fiestas que debian celebrarse en
Madrid durante su permanencia.


En la misma época entabló Murat con el an-
ciano rey y con la reina secretas conferencias , y
recibió por conducto del ¡enrral Monlhion el acto
de protesta de que hemos hablado y cuantas noti-
cias é instrucciones podian poner en duda la lega-
lidad de la elevacion de Fernando ai trono. El
objeto principal que parecia estimularle ahora era
adquirir datos para poder demostrar á la Europa
que la familia real de España ,despedazada por la
discordia, se presentaba de todos modos indigna
del rango elevado que ocupaba. Por esta razon,
las cartas y relaciones que pasaron por sus
manos y que se publicaron después en los perió-
dicos de Europa, hacian tan poco honor á Cárlos
IV , á María Luisa y á Fernando.


Para desvanecer en el corazon del nuevo rey
toda especie de temores, Mural continuó repitien-
do cada dia las seguridades de la prácsima llegada
del Emperador; y Fernando la creyó hasta tal
punto, que envió tres grandes de España á reci-
birle en la frontera. ToJOS tres personajes iban igual.
mente autorizados con los poderes necesarios para
hacer formalmente la demanda de una princesa de
la familia imperial. En resolucion , el infante don




49
Cárlos tomó el camino de Francia con la esperan-
za de encontrar 'ya al Emperador en territorio his-
pano.


y unos y otros llegaron á 13 raya sin observar la
menor apariencia de tan importante viaje; y sin que
en la córte se recibiese esplicacion Illguna de su
estraño proceder. Solamente Murat podia darlas;
mas uegáb3se á ver al rey, porque se hubiera vis-
to obligado á tratarle con el título de majestad que
le era debido. En este tiempo llegó á Madrid el ¡c-
neral Savary , encargado de una mision especial
para visitar al monarca y conferenciar con sus mi.
nietros de órden de Napoleon : y obtenida por con-
secuencia una audiencia del rey, anunció que ha.
hia venido á felicitar al monarca en nombre del
Emperador, quien no tardaría en reconocerle co-
mo rey de España y de las Indias, si S. M. conti-
nuaba mostrando por lo tocante a la Francia los
mismos sentirnientns quP, habian guiado ásu <Jugus-
to padre, Fernando respondió en 'os términos mas
afectuosos y citó en prueba de sus sentimientos y
de la conducta que deseaba seguir, la demanda que
ya habia hecho de su alianza con una sobrina
del Emperador. Savary respondió que S. M. L se
hallaba ya en los contornos de Bayona , y que no
tardaria muchos dias en pisar Madrid.


El astuto enviado, despues de haber lisonjea-
do á Fernando con tan brillantes esperanzas J re-
novó su visita y le persuadió que sería convenien-
te salir al encuentro del Emperador) que por la vez


TOM. l. 4




50
primera abandonaba sus estados sin tomar el ade-
rnan de conquistador. Aseguróle que una prueba
tan terminante de afecto sería muy grata á Napa-
leon, y que facilitaria los medios Olas eficaces y
mas favorables de terminar las disensiones relati-
vas á la familia real de Espalla en favor de un mo-
narca que parecia llamado al trono por el voto [e-
neral de la nación, en cuyo trono le sostendria sin
duda alguna el regulador de los destinos de Euro-
pa.


Conformábase esta proposición con los intere-
ses y los deseos de Fernando y de sus consejeros:
Escoiquiz , San Cárlos é Infantado dijeron á S.M.
que era preciso no perder momento y que la oca-
sion que se presentaba era la mas feliz que podia
proporcionarse en las circunstancias criticas en que
se hallaba el reino. Con sumo disgusto del pueblo
de Madrid, ordenaron al instante los preparativos
para el viaje con la m<lyor precipitacion ; y cundió
la opinion de que el monarca no pesaría de Bur-
gos; en cuya creencia estaban S. M. y sus pro.
pios consejeros. Savary corroboraba también la
idea esparcida por todas partes en las tertulias que
frecuentaba, que habia recibido cartas del Empe-
rador que no dejaban duda alguna de que estaba
ya en caOlIOO.


Fernando, instruido de las intrigas que se ur·
dian en la córte de su padre, resolvió antes de
partir no dejarle ningun protesto rara disputarle
la lejitimidad de sus derechos al trono. Con este




51
objeto envió á Cárlos IV Una carta muy respetuo-
S8, con fecha 8 de abril , en laque le decia que
estaba muy satisfecho de la entrevista que habia
tenido con Sav¡¡ry , de la buena fe que manifesta-
ha el enviado imperial, y de la perfecta armonía
que reinaba entre su persona y la de Napoleon.
Hepresentábale que le era necesario el que su au-
gusto padre le diese una carta para el Emperador
de los franceses felicitándole sobre su viaje y ase.
gUl'ándole que su hijo abrigaba respecto á S. 1\1. l.
los mismos sentimientos que el padre. Fernando
añadia que deseaba le remitiese esta carta lo mas
pronto posible, porque habia decidido partir den.
tro de dos dias , y quedaban dadas las órdenes
oportunas. María Luisa indujo á su esposo á que
respondiese á esta carta de una manera evasiva é
insignificante; y acto continuo trasladaron al Du-
que de Berg copia de la respuesta, rogándole que
les dictase la conducta que en este asunto delnan
observar. El príncipe Mural respondió que Cárlos
IV no debia , hajo pretesto alguno, acceder á la
peticion de su hijo; de este modo fomentaba el
odio que la reina babia tenido siempre á Fernando,
é inspiraba nuevas esperanzas á sus cortesanos, quie-
nes divulgaron la voz de que Napoleon venia á res-
tablecer á Cár\os 1V en el trono y libertar á don
Manuel GoJoy de las garras de sus enemigos. Ta..
les noticias cundieron rápidamcnte por Madrid,
y aumentaron considerablemente la ajitacion que
reinaba ya en la capital.




5'1
Estos acontecmnentos , cuya importancia se


ecsajeraba en el interior del real palacio á Causa
de la diverjencia de opiniones que allí reinaba...
no dejaron de despertar la atención de Fernando
y de los que le aconsejaban que emprendiese el
malogrado viaje. Las circunstancias se presenta-
han tanto mas graves, cuanto cada dia se recibian
nuevos detalles de la conducta casi hostil de las
tropas francesas que ocupaban el norte de España.
Femando llamó por consiguiente á Savary y le
representó francamente sus temores, no solamen-
te sobre el viaje del Ernperador , sino tambien
sobre las intenciones de este soberano pata reco-
nocerle ó no por rey de España. Savary replicó
que réspondia con su cabeza si S. M. 1. no cum-
plia sus promesas; y añadió que si en la primera
entrevista que el rey le hubia concedido le habia
dado solo el tratamiento de alteza, habia sido á
causa de la etiqueta, pero que no tardaria en pro-
digarle el título de majestad,


Seguridades tan positivas no destruyeron, sin
embargo, las sospechas enjendradas en el ánimo
de Fernando , na obstante que partió para Burgos
el f O de abril despues de haber confiado el gobier-
no de sus estados á una junta presidida por su tia
el i;lfante don Antonio. El pueblo madrileño vió
la partida de su idolatrado príncipe con el silen-
cio que manifiesta el temor y la sospecha; y aun-
que su presencia en los lugares por donde pasaba
escitase las aclamaciones mas ardientes, fácil era




53
conocer que estas demostraciones de alegria iban
mezcladas con el sentimiento de compasion que
escitaha el jóven monarca, destinado probable-
mente á ser la víctima de la mala fe del mas ambi-
cioso de los conquistadores.


Savary acornpaüaba á Fernando en uno de los
coches de la comitiva, y no le perdia de vista·
sino en los instantes precisos. A su llegada á BUl'-
gas admirado en estremo el rey de no encontrar
allí al Emperador, ó al menos una carta que des-
marañase el misterio ó diese señales del punto don.
de se hallaba, titubeó en su acuerdo. El doloso
¡eneral persistió con veernencia en sus últimos
asertos, y aseguró que el Emperador Bonapart6
se encontraba en aquel momento eu la ciudad de
Vitol'ia: rogó á Feruando que siguiese el camino
y se acercase al punto indicado, Consintió el prín-
cipe Con repugnancia, aunque sus obstinados cor-
tesanos le alentaban en tan funesta empresa, por-
que no preveian los infortunios que acarreaban.
Jamás concibieron el mas mínimo temor de las in-
tenciones del Emperador de los franceses, y por
el contrario alimentaron las esperanzas mas lison-
jeras, y juzgaron que Fernando no tardaria en
estar de vuelta en Madrid enteramente afirmado en
BU trono, y enlazado por los vínculos del matri..
monio , con una dinastía que progl'esivamente se
apoderaba de todos los cetros de Europa.


ElÍ Vitoria el negocio comenzó á tomar un
rumbo distinto, porque no ecsistia en la ciudad




54
el menor indicio del viaje del Emperador. Detú-
vose Fernando para deliberar la conducta que de-
bia tener en tan difíci\es circunstancias, {mes
no le parecia licito pasar adelante sin recibir dalas
positivos sobre el estado real de las cosas, y sin
obtener esplicaciones claras sobre los sucesos os-
euros y contradictorios que hasta entonces habían
sobrevenido. No halló mejor medio de salir de la
inctlrlidumbre en que estaba, que entrar franca-
mente en correspondencia con el Emperador de
Jos franceses.


Con este intento dirijió el f 4 de abril una car-
ta á Napoleon , en la que le decia que habiendo
sido encumbrado al solio por la abdicacion libre
y espontánea de su augusto padre, habia observa-
do con el mayor sentimiento, que ni el gran du-
que de Berg ni el Embajador frances , le habían
felicitado por su ascenso al trono. Semejante con-
ducta no podia atribuirla sino á la falta de instruc-
ciones; y sin embargo podia asegurar en alta voz
que desde el principio de su reinado no babia dejado
escapar ocasión alguna de dar al Emperador los testi-
monios mas sinceros de su fidelidad y de su afecto.
Uno de los objetosdequesehabia ocupado desde lue-
go, hahia sido el suministrar á las tropas [rancesas
alojamientos y provisiones, apesar de la estrema-
da penuria del tesoro. Eu todas sus carlas al Em-
perador habia manifestado el mas vivo deseo de


.est rechar y de hacer indisolubles los lazos que
unian á su augusto padre y á S. M. 1. Con esta




55
mira habia enviado al Emperador una diputacion
de tres grandes de España , y en seguida al infan-
te don Cárlos , su hermano. Rogaba que le per-
mitiese espresar su pesar por DO haber recibido
todavia respu~sta alguna de S. M. I.; Ysu pesar,
decia , era tanto mas vivo) cuanto el [eneral Su-
vary le habia preguntado si su advenimiento al
trono ocasionarla alguna mudanza en las relaciones
amigables de entrambos paises) y que le habia
contestado en los mismos términos de que se ha-
bia servido siempre en sus cartas. Con la propia
confianza habia aceptado voluntariamente la invi-
tacion de salir al encuentro de S. M. l. para an-
ticiparse el placer de conocerlo personalmente.
Concluía suplicando al Emperador le sacase del
penoso estado en que le habia sumido su silencio,
y asegurándole que una respuesta favorable de su
parte, disiparla sin duda alguna todos los temores
que no podia menos de orijinar entre sus súbditos
una incertidumbre por tanto tiempo prolongada.


Savary se encargó de poner esta carta en rna-
DOS del Emoerador, que aquel mismo dia habia
llegado á Bayona, Al despedirse de Fernando le
reiteró sus protestas, ordinarias y al propio tiempo
dejó las órdenes secretas que creyó oportunas pa.
ra impedir el regreso á Madrid, Ó que tomase el
príncipe otro camino que el de Bayona. Enla épo-
ca de la llegada de Savary á Madrid dos perso-
nas, Macanaz y Vallejo, gozaban de la amistad y
de la confianza de Fernando y de Escoiquiz. Pe-




56
netraron estos las intenciones del Emperador fran...
ces y de su córte can respecto á Fernando, y pre.
vf'yeron la procsimidad de la borrasca que por to~
das partes le amenazaba. En su virtud escribieron
á Vitoris , y advirtieron á sus amigos que se pre...
parasen á sufcir los mayores infortunios, y la rui-
na total del partido que hahian abrazado.


A tan funestos augurios uniéronse otros de ma-
yor importancia en tan críticas circunstancias. Don
Mariano Luis de U rquijo (1), ministro de Jlego~
eios estranjeros bajo el gobierno del príncipe de
la Paz, .y que despues habia sido perseguido pOI'


(1) Don Mariano Luis de Urquijo era nativo de
Castilla~ y habíase educado en hlglaterra, por la flU\,!
conservó slempre suma aficiono D~ vuelta de SUB via ..
jes fue elevado al ministerio en 1798, Y no tardó en
dar á conocer la marcha política que intentaba se ..
glJir. Puso trabas á la inquisiciolJ; y SlIS inmensos
bienes dehi an contribuir á crear establecimientos dlJ
ufilidad püblica. Los fanáticos alz aron su voz contra
'U'rquijo ; J' algunas agudezas intempestivas le priv ....
ron de la prot eccion de don Manuel Godoy, J fue
encerrado en un castillo por espacio de dos años, y
despues desterrado. Orr¡ u jjo fue secretario de Esta ..
00 en tiempo del rey José Bonaparte, y le siguió á
)?ranpi;¡, donde permaneció durante la rest auracion
de Fernando, A sus gqndes talentos, ~ sus profun s
dos y variados conocimientos, unía u n arrojo á to-
da prueba y suma sencillez e n sus modales. Mudó en
Paris el! 1817. Algunos segundos antes de espirar di.
jI) á su criado. ~,V as á ver como muere un hombre.'~




57
el favorito y desterrado á la provincia de Guipúz..
coa, supo con pesar durante su corta permanen.
cia en Vitoria , la ilusión en que vivia el rey y sus
consejeros sobre la suerte que les esperaba. En una
larga conferencia que tuvo á este propósito con el
duque del Infanta Jo, Escoiquiz y algunos otros
personajes que disfrutaban de la confianza del mo-
narca, pintó con viveza los peligros de la falsa po.
sicion en que se habian colocado. Urquijo estaba
muy versado en la política estranjera, y no partici-
paba del optimismo político de los demas españo-
les. Llamó principalmente su atención sobre la
manera conque el Monitor habia dado cuenta del
levantamiento de Aranjuez, y sostuvo que el len-
guaje de este periódico oficial indicaba claramen-
te los designios del Emperador. La intencion de
Napoleon, decía, desde 1805 era arrebatar el ce-
tro hispano de manos de la dinastía actual, como
incompatible con la estabilidad de su poder. Aña·
dió que tales proyectos esplicaban la ocupacion de
la Península por lag tropas francesas, y que no du-
daba que en el sitio mismo en que se encontraba,
allí, en la ciudad de Vitoria , el rey y los que le
acompañaban debían considerarse prisioneros, y
que estando Jos puntos de parada ocupados por
las tropas y las personas que las mandaban, no de·
[aban duda alguna sobre el asunto. Urquijo dis-
cutió en seguida cual podia ser el ohjeto del vía-
[e de Fernando: preguntó corno era posible tole-
rar semejante atentado público Contra su dignidad,




58
Y permitir que le condujesen á un reino estranje-
ro, no solo sin las formalidades de costumbre,
sino tambien sin haber sido reconocido por rey
de España.


Los consejeros de Fernando replicaron que el
viaje no tenia mas objeto que satisfacer la arnbi-
cion de Napoleon Con algunas concesiones mercan-
tiles y territoriales. Si el Emperador abrigaba in-
tenciones hostiles, la guerra seria eterna entre am-
bas naciones, porque la España podia levantar en
los Pirineos formidables fortificaciones y mantener
siempre sobre las armas ciento y cincuenta mil
hombres. Facilmente destruyó Urquijo ideas tan
quiméricas, y sus observaciones causaron una irn-
presión mas profunda en el duque del Infantado
que en las demas personas; así es que espresó con
señales de abatimiento su sorpresa de que cómo era
posible creer que un héroe tal como NapoJeon fue.
se capaz de eclipsar su nombre con Un acto de pero
fidia. En respuesta Urquijo le dijo que abriendo
las obras de Plutarco encontraria que todos los hé-
roes de Grecia y de noma habían adquirido su glo-
ria pasando por encima de miles de cadáveres; que
no debia ponerse en olvielo cuántos reyes había
destronado Carlos V, Yla violencia que habia em-
pleado contra los monarcas que cayeron en m
poder, lo que no habia impedido sin embargo que
se le prodigase el título de héroe. Los españoles,
continuó, han tratado elel mismo modo á los in-
dios, á los emperadores y reyes; y lo que en aque-




59
Uos tiempos se habia hecho bajo el preteslo de re-
lijion, podia repetirse ahora por motivos de pohti-
ca. La histe-ria de España abunda en ejemplos de
reyes asesinados por los usurpadores de su trono:
y muchas dinastías de Europa deben su orijen á
iguales acontecimientos. Bajo cualquier punto de
vista que considerase las circunstancias presentes,
preveia la procsimi.Iad de una crisis terrible, que
probablemente destrouaria para siempre Ja familia
real de Iberia.


El diestro político pasó en seguida á 011'0 obje-
to que en el momento actual merecia la mas pro-
funda atencion ; á saber, la abdicación de Carlos IV
en Aranjuez , abdicacion que debia mirarse como
nula é ilegal, tanto mas cuanto se hahia verifica-
do en medio de la ajitacion y del desórdeu de un
levantamiento popular. Citó el ejemplo de las ab-
dicaciones de Carlos V y de Feli pe V, verificadas
remando la mas completa tranquilidad, y manifes-
tó en seguida el temor de que Bayona no fuese el
teatro de las quejas del padre contra el hilO,Yque
resultase de ellas la pérdida del cetro de sus ante-
pasados para ambos.


A tan sólidos y convincentes argumentos, los
que habian aconsejado el viaje juzgaban responder
de una manera victoriosa diciendo que si Napoleón
cometía semejantes atropellos, la Europa entera y
la misma Francia se levan tarian simultáneamente
contra el tirano, y que España podria hacerse for-
midable al usurpador uniéndose á Inglaterra.




80
Urquijo respondió á tales objeciones manifes-


tando que la Europa estaba pobre y sin medios pa-
ra emprender nuevas guerras, y que I...:s diferentes
naciones se hallaban separadas unas de otras por
las miras ambiciosas y aisladas de sus monarcas.
La oposicion de los gabinetes del continente á los
proyectos de Napoleón no habían producido hasta
entonces sino planes mal combinados y vergonzo-
sas derrotas, resultado necesario del aumento de
poder del enemigo comun, Únicamente el Austria
se hallaba en estado de oponerse á las empresas de
BOnJpal·te sobre España j mas esta petenera uo sig-
nificaba mucho en comparacion de la Rmia y de
los estados de Alemania que parecian estrechamen-
te ligados con la Francia, y resueltos á ausiliarla
en todos sus proyectos y á seguir enteramente la
conducta que se dignase prescribirles. Demostró
'en seguida que no debia esperarse cosa alguna de
los franceses, nacion entusiasta por la novedad y la
gloria, y cuyo espíritu público depende entera-
mente del impulso que recibe del gobierno. Me-
diaba por otra parte el interés de los franceses de
que ambas diademas perteneciesen á dos soberanos
de la misma familia á causa de las mutuas venta-
jas que las dos potencias reportarían para su co-
mercio. Habíanse arraigado en Francia lluevas in-
tereses ya consolidados, y enteramente opuestos á
la dinastía de los Borbones. La jeneracion actual
debia contemplar con regocijo la caida de la rama
española de esta casa, y así venia á ser á cada puna




61
to mas probable que un miembro de la familia im-
perial la succediese en el trono,


En cuanto á los medios con que contaba Espa-
ña para sostener una guerra con la Francia, Ur..
quijo observó que la nación española habia desgra-
ciadamente dejado de ecsistir desde Carlos V, por-
que carecia de un cuerpo representativo para discu-
tir y coordinar los intereses comunes. Debia consi-
derarse la península como un edificio gótico forma,
do de partes incoherentes J heterojéneas, tales por
ejemplo, como Jos derechos, Jos privilejios , las
leyes y las costumbres de diversas provincias, No
tenia espíritu público j y el gobierno no contaba
con bastante solidez, ni fuerza. La ajitacion y el le.
vantamiento del pueblo debian ser de corta dura-
cion ; y los desórdenes de las provincias produci-
rian los mas funestos resultados en las colonias es-
paüolas, porque el gabinete de Saint-Jarnes se apro.
vecharía de las desgracias de España para separar
de la metrópoli sus posesiones de Ultramar. En fin
Urquijo concluyó proponiendo se le enviase de ern-
ha [ador á Napalean pa~a procurar poner fin con la
menor desventaja posible á las negociaciones, en-
yo principio habia sido tan mal dirijido. Insistió
principalmente en la necesidad en que se hallaba
el monarca de escaparse de Vitoria, aunque fue-
se disfrazado -' y se obligaba á proporcionar los
medios de ejecularlo. Estaba, decia , persuadido
que si Napoleon veia á Fernando en libertad, se
encontrarla precisado á mudar de política y á con-




62
sentir-en medidas ausiliadoras y definitivas.


Sus esfuerzos fueron infructuosos porque los
cortesanos que cercaban á Fernando no quisieron
escuchar sus consejos tao esactos como prudentes.
Solo aguardaban para continuar el viaje la respu"s-
ta de Napoleoll á la carta de que habia sido porta-
dor el general Savary. El artificioso diplomático
no la hizo esperar largo tiempo, y puso en manos
de Fernando la siguiente carta que debe colocarse
entre los documentos mas importantes de la histo-
ria moderna; por esta razon la copiamos á la letra.


«Hermano mio. he reciLido la carta de V. A. R.:
ya se habrá convencido V. A. por los papeles que
habrá visto del rey su padre, del interés que
siempre le he manifestado: V. A. me permitirá
que en las circunstancias actuales le hable con fran-
queza y lealtad. Yo esperaba, en lIegalAdo á Ma-
drid , inclinar á mi augusto amigo á que hiciese en
sus dominios algunas reformas necesarias, y que
diese alguna satisfacciou á la opinion pública, La
separacion del prínci pe dc la 11~IZ me purecia una
cosa precisa para su felicidad y la de sus vasallos.
Los sucesos del Norte han retardado mi viaje: las
ocurrencias de Aranjuez hall sobrevenido. No me
constituyo juez de lo que ha sucedido, ni de la
conducta del príncipe de la Paz; pero lo que sé
muy bien es que es lIIuy peligroso para los reyes
acostumbrar sus pueblos á derramar la sangre ha-
ciéndose justicia por sí mismos, Huego á DJOs que
V. A. no lo esperimente un dia, No seria coníor-




63
me al interés de la España que se persiguiese á un
príncipe que se ha casado con una princesa de la
familia real, y que tanto tiempo ha gobernrdo el
reino. Ya no tiene mas amigos: V. A. no los ten-
drá tampoco si algun dia llega á ser desgraciado.
Los pueblos se vengan gust0.50S de Jos respetos que
nos tributan. Ademas, ¿cómo se podria formar
causa al príncipe de la Paz sin hacerla tam bien al
rey y á la reina vuestros padres? Esta causa lomen-
taria el odio y Ias pasiones sediciosas; el resultado
seria funesto para vuestra corona. V. A. R. no tie-
ne á ella otros derechos sino los que su madre le
ha transmitido: si la causa mancha su honor, V. A.
destruye sus derechos. No preste V. A. oídos ~
consejos débiles y pérfidos. No tiene V. A. derecho
p:Jra juzgar al príncipe de la Paz; sus delitos, si
se le imputan, desaparecen en los derechos del tro-
no. Muchas veces he manifestado mi deseo de que
se sepal'ase de los negocios al príncipe de la Paz:
silla he hecho mas inst ancias ha sido por un efecto
de mi amistad por. el rey Carlos , apartando la vis-
ta de las flaquezas de su afecciono ¡Oh miserable hu-
manidad! Det.-ilidad y error, tal es nuestra divisa.
Mas todo esto se puede conciliar : que el príncipe
de la Paz sea desterrado de España , y yo le ofrez
co un asilo en Francia.


En cuanto á la abdicación de Carlos IV, ella
ha tenido efecto en el momento en que mis ejérci-
tos ocupaban á Espaüa , y á los ojos de la Europa
y de la posteridad podría parecer que yo he envía-




64
do todas esas tropas Con el solo objeto de derribar
del trono á mi aliado y mi amigo. Como soberano
vecino debo enterarme de lo ocurrido antes de
reconocer esta abdicacion. Lo dIgo á V. A. R. , á
los espaüoles , al universo entero; si la abdicacion
del rey Cárlos es espontánea, y no ha sido forzado
áella por la insurrección y motin sucedido en Aran-
juez, yo no tengo dificultad en adrnitirla , y en re-
conocer á V. A. H. como rey de Espufl3. Deseo
pues conferenciar con V. A. R. sobre este partí..
cular,


La circunspeccion que de un mes á esta parte
he guardado en este asunto, debe Convencer á V. A.
del apoyo que hallará en mí, si jamás sucediese
que facciones de cualquiera especie viniesen á in-
quietarle en su trono. Cuando el rey Cárlos me
participó los sucesos del mes de octubre prócsimo
pasado, me causaron el maJor sentimiento, y me
lisonjeo de haber contribuido por mis instancias
al buen écsito del asunto del Escorial. V. A. no
está esento' de faltas: basta para prueba la carta que
me escribió, y que siempre he querido olvidar.
Siendo rey sabrá cuán sagrados son los derechos
del trono: cualquier paso de un príncipe heredita-
rio cerca de un soberano estranjero es criminal.
El matrimonio de una princesa francesa con V.
A. R. le juzgo conforme á los intereses de mis
pueblos, y sobre todo como una circunstancia que
me uniria con nuevos vínculos á una casa, tÍ quien
no tengo sino motivos de alabar desde que subí al




65
trono. V. A. R. debe recelarse de las' consecuen-
cias de las emociones populares: se .podrá cerne-
ter algun asesinato sobre mis soldados esparcirles¡
pero no conducirán sino á la ruina de España. He
visto con sentimiento que se han hecho circular
en Madrid unas cartas del capitán general de Ca..
taluña , y que se ha procurado ecsasperar los áni..
rnos. V. A. R. conoce todo lo interior de mi Cl?.,
razón : observará que me hallo cónlpatido' .porva-
rias ideas que necesitan fiiár5~; pero puedej'eslíH'
seguro de que en todo caso me. conduciré con SJJ
persona del mismo modo que lo he hecho .con¡el
rey su padre. Esté V. A. persuadido de mi.deseo
de conciliado todo; y de encontrar ocasiones de
darle pruebas de mi afecto y perfecta estirnaeion,
Con lo que ruego á Dios 08 tenga, hermano- mio,
en SI1 santa y digna guarda. En Bayona 16 de abrid:
de 1808.=Napoleon." ~;#,


Si la mas estraña ilusión no hubiese cegado IÍ,-
Fernando y á sus cousejeros , lo anterior carta de-
bió bastar para desengailar)o" y demostrarles el er-
rol' en que se habian precipitado. Considerando el
caracter de Napoleon , recordando que sus tropas
ocupaban la mayor parte de EsplliJa, y que su iete..
rés estribaba en derrocar de los tronos de Eürop~
á cuantos príncipes llevaban el nombre de Borbon,
era fácil conocer que la carta equivalia á un mani-
fiesto contra Fernando. Las Judas y las oscilaciones
que en ella manifestaba eran evidentemente los pre..
cursores del golpe decisivo que queria descargar


TOM. 1 $




66
sétlrela casa reinante, patoa el engrandecimiento de
tfll¡\familia que habia dado ya tan ajigantados pasos
:hácia elpoder-ilustrado. Fernando sin embargo in-
sis~ió"e.n'su aé'Mrdo) 'i lé jos de preveerTas lunes-
ffi{'e'Onsecuenclas de su error escribió á su tia y á
la junta partieipándoles que estaba muy satisfecho
de 'la conduela del Emperador por lo tocante á su
persélna.;; ., .i"; ¡ • .
. .:Tar~hi'énesbribi'Ó'¿~sdBVitoriaá Napoleon anun-
ciáindole que 'IYdbia recibi.lo -Ia carta que S. M. I.
Sf;lha'bia.dignadoenviarle por conducto de Savary,jo espres'ando la confianzaque le inspiraba y el de-
~eó que tenia de convencer al Emperador de que
la: abdicación del rey su padre había sido entera..
niente voluntaria .. y que por lo mismo habia re-
suelto seguír el comenzado camino hasta Bayona.
Añ~diaque estaba á punto de salir de la ciudad pa oe


.rjl llegar dentro de tres dias á Marac donde resi..
Aia' entonces S. M. I.
-~.: Los habitantes de Vitoria veian acercarse la
partida con general disgusto, y cm picaban todos los
Ínedios posibles para estorbada. Llevados de su en-
tusiasmo llegaron á cortar los tirantes de las mulas
preparadas para el coche de Fernando: muchos
vecinos, los mas respetables y íos mas influyentes


. de la- provincia ofrecieron á todo trance y en va-
rios ·proyectos sus servicios para proporcionar la
fuga' del rey, no obstante la estrerna vijrlancia de
las tropas francesas y los movimientos sospechosos
que habían verificado los tres dias anteriores. Fer..




67
nando desde el coche arengó al pueblo en la plaza
de Vitoria, asegurándole que por su propio im pulso
iba á ver á su amigo el Emperador de los franceses,
porque tenia razones muy poderosas para fiarse
de I'U sinceridad y de su proteccion, y que no tar-
daria en regresar á Vitoria despues de haber ter-
minado completamente, y de una manera sutisfac-
toria los negocios pertenecientes á su reino. En se-
guida salió de Vitoria (1) con toda su servidumbre
y tomó el camino de Francia.


El mismo dia llegó :í Irun y se alojó á alguna
distancia del pueblo en una casa que pertenecía á
Uno de lO!1 hombres mas distinguidos de la provine
cia. Aun allí se renovaron los ruegos para disuadir-
le de su entrada enFrancia, y proporcionarle re-
petidos proyectos para fugarse con la mas perfec-
ta seguridad. El dueño de la casa cfreció poner en
pocas horas á Fernando á bordo de Un barco en la
bahía de san Sebastian , y muchas personas del ve-
cindario, que rnantenian relaciones en Bayona, au ..
mentaron los temores que generalmente se habjan
concebido, Con numerosos detalles [nas ó menos
alarmantes, sobre los preparativos militares que se
observaban en la frontera y en toda Francia, so-
bre las intenciones de Napoleon y sobre los rumo-
res á que daban rnarjen semejantes circunstancias.
Añadieron aun otras consideraciones propias para


(1) 19 de abril.




68
justificar las medidas que adoptase Fernando por
mas violentas que fuesen para sustraerse de una ca.
tástrofe de que se hallaba advertido por hechos tan
numerosos y tan convincentes. Mas Fernando per-
manecia inecsorable en su resolución , y para que
Napoleon no pudiese sospechar que se habia aleja-
do, escribióle el 19 desde Irun , previniéndole que
saldría de allí á las ocho horas de la siguiente rua-
ñana para trasladarse á Marae, residencia del Em-
perador frances , con el objeto de tener la satisfac-
cion de conocer á S. M. I., si se dignaba conce-
derle su permiso.


Fernando , acompañado de una comitiva poco
numerosa, entró el 20 en Bayona, siendo luego
visitado por Napo1eon. Esta entrevista que duró
breves minutos, se gastó enteramente en cumpli-
mientos sin pronunciar una sola palabra que tuvie-
se analojia Con los asuntos políticos. Cuando el Em-
perador se hubo retirado, llegó el [eneral Duroc, y
en nombre de su amo convidó á Fernando á comer
en Marac. No hubo en la comida cosa alguna notable
sino su corta duracion ; y habiendo partido Fer-
nando al alojamiento que se le habia preparado,
presentóse algunos instantes des pues el [eneral Sa-
vary, anunciando en nombre del Emperador que
la dinastía de los Barbones habia cesado de reinar
en España; que dehia ser reemplazada por la fa-
milia de Napoleon Bonaparte ,y que en consecuen-
cia Fernando habia de renunciar por sí y pOI' to-
dos los príncipes de su familia á la corona de Es-




69
paña en favor ele S. M. l., al tenor de las condi-
ciones de un tratado que dehia celebrarse para es-
tipular las compensaciones y demas arreglos que
eran necesarios en una medida de tanta impor-
tancia.


Fernando perma neció por espacio de algunos
minutos sin fuerza para responder: tanta fue la
sorpresa que le causó comunicacion tan inespera-
da. Cuando consiguió recobrar su ánimo ,respon-
dió gruvemel1te y con dignidad que veia á las
claras la situación en que se encontraba :¡ la vio-
lencia empleada con su persona; y que apesar del
respeto que le inspiraban los deseos del Empera-
dor, y cualquiera que fuese su resolucion por lo
tocante á sus derechos personales, no podía dispo-
ner de los de los otros príncipes de su familia, y
que por lo mismo le era imposible aceptar seme-
jante proposicion.


Napoleon , que todavía no estaba en el caso de
descargar el golpe decisivo, recurrió á la seduc-
cion y' á las negociaciones. Despuee de haber pro-
digado las mas hrillantes promeslls á todos los es-
pañoles de distincion que residían actualmente en
Bayona, ordenó á Champagny , su ministro de
negocios estranjeros , que entablase conferencias
sobre el asunto con don Pedro CebaHos (t), mi.


(1) Don Pedro Caballos nació en Santander en
1764, Y se consawó desde muy temprano á la car-,
rera diplomática; Godoy. para atraerlo á sus miras,




70
nistro de estado español. No contento con esto..
asistió en persona á la conferencia; y viendo que
Cebollas insistia con Ilrrneza en la negativa, ale·
gando. por razón no solo su afecto á la familia ac-
tualmente reinante, sino también su amor á la
pátria , Napoleón le dijo qu~ debía sacrificar al úl-
timo de estos sentimientos el primero, que solo
dependía de un afecto personal. Aseguró que sus
intenciones eran hacer la felicidad de España,


lo casé con una prima suya. Ejerció el cargo de mi.
nist ro de Estado; mas el pr íucipe de la Paz le ocul-
tó cuidadosameute sus negociaciones secretas con N3"
poleon. Cuando Savar,r llegó á Madrid para perslJa-
dir á Fernando su viaje á naJQna~, Ceballos se opu~
so con enel'jía: y durante las conferencias en aque-
Ila ciudad desplegó una fuerza de car:íeter y un ta~
lento que le hicieron notable á 105 ojos mismos de
Napoleon. Para libr-arse de la especie ele cautiverio
en que se veja envuelto, hizo parte del ministerio
formado por el rey José; pero á Sil llegada á Ma-
drid rompió el eli&imulo,. se lIeparó de los negocios
y se retiró á su provincia, dando á luz e.1J' 1808
uua memoria titulada: "Man16esto de los medios em-,
pleados. por el Emperador Napoleon para usurpar la
corona de España." Napoleon se irritó basta tal pun_
to que le mandó declarar traidor á ambas coronas.
Durante la guerra de la Península llenó con buen
écsito distintas comisiones diplomáticas. Fernando en
tiempo de la restauracion le volvió á su servicio, y
en seguida le desterró á Santander, y por fin le con-
fió la Embajada de Viena en 1817.





71
dándole instituciones semejantes á las de los de,·
mas paises ilustrados, y arrancando el jérmen de
los males que la consumían; que todos los horn-
hres sabios y despreocupados habian de aplaudir tal
medida, y que Cehallos debia por lo mismo ausi-
liar con toda su influencia el pacífico cumplimien-
t.o de tan estraordinario cambio político, á fin de
que ningun obstáculo se opusiese al venturoso des-
tino que aguardaba á una nación tan digna de ocu-
par un rango importante en la jerarquía europea.


Escoiquiz , que habia conocido aunque tarde
lo aéreo de sus esperanzas, intentó reparar los de-
sastres que su terquedad habia causado. Consiguió
una entrevista con Champagny, y procuró probar-
le que el Em perador eclipsaria su gloria destronando
á un príncipe que con tan ciega confianza habia ve-
nido á arrojarse. en sus brazos. Continuó diciendo
que entraba en los intereses de la Francia que Fer-
nando reinase en España; que el resultado necesa-
rio seria una estrecha alianza entre ambas córtes;
y que este sería un golpe mortal para la política
de Inglaterra. Apoyó sus argumentos en los peli-
gros q~e correrianlas tropas francesas en España,
si la nacion justamente irritada ee levantaba en fin
para vengar á su monarca, y para sacudir un yu·
go estranjero que intentaban imponerle por la
fuerza de las armas y violando todas las leyes res-
petadas por el [énero humano.


La única respuesta que dió Champagny al ve-~01c~iscurso del canónigo de Toledo, fue .co-
#' .




72
municarle una nueva proposieíon que estaba auto..
rizado para presentarle de parte de S. M I. He-
ducíase esta en sustancia, á dar á Fernando el tro-
no de Etruna , cuya sucesión se arreglaría por la
ley sálica. Garantizaba la integridad del territorio


. español bajo el gobierno de Napoleón , y concedía
6 Fernando en matrimonio una princesa de la fa-
milia imperial. Sino aceptaba las proposiciones
enunciadas, quedaba Fernando condenado á no
tecibir indemnidad alguna por el trono de Espa..
jía , perdido irrevocablemente para los Borbones,


Quedó Escoiquia IDllY satisfecho del lluevo ji..
ro que se daba á la negoeiacionq mas no pensa.
ron del mismo modo los demás consejeros de Fer-
nando. Y como Champagny ecsijia una pronta
respuesta de Fernando, autorizó á don Pedro La-


. hrador para que tratase tan delieado negooio con
el ministro. Labrador recibió por escrito las ins-
trucciones á que debia arreglar Su conducta: en
primer lugar habia de pregllntar si el rey era libre
de vol ver á sus estados; y si la respuesta fuese ne-
gativa, debia declarar nulo y sin efecto cuanto SQ-
cediese en Bayona. Estaba autorizado para decla-
rar que el rey habia resuelto no acceder á los de-
seos del Emperador, y que los españoles no po·
dian ser obligados por potencia alguna estranjera
á reconocer otra dinastía , ni privados del derecho
qQe les asistía de elejir monarca en QOa nueea fa-
rnilia en el caso de estinguirse la rama reinante,
Por fin, las iastruooiones determinaban q.ue el rey




73
no podia aceptar la corona de Etruria porque per-
tenecia de derecho á otro príncipe, y que si el
Emperador babia recurrido á medios violentos, el
rey confiaba en la divina providencia.


Entonces Champagny presentó al emperador
una relacion circunstanciada de los asuntos de Es-
paña. Principiaba afirmando que este pais se veia
amenazado por la mas horrorosa anarquía, á cau-
sa de las maniobras del gobierno ingles: observaba
que pertenecia al Emperador el salvar la España del
largo catálogo de males qUe iban á caer sobre el pais,
sentando en el trono á un príncipe de su familia.
De todos los estados de Europa ninguno estaba tan
íntimamente unido Con la Francia como la Penín-
sula: odios sangrientos habian reinado entre ambas
naciones, hasta tanto que Luis XIV reunió entram-
bos tronos con los lazos de la sangre. La revolú-
cion francesa habia roto tales nudos, y desde este
suceso el gabinete hispano habia obrado con su-
ma perfidia uniéndose en secreto con la Inglater-
ra, apesar de sus amigables relaciones con la Fran-
cia, al menos en la apariencia. El momento ha-
bia llegado de dar á esta potencia límites fijos y
seguros á la otra parte de los Pirineos. El minis-
tro descendía despues á describir circunstanciada-
mente el estado interior de. Esparla, ecsaminando
los males que la aflji,\ll , la decadencia de su ma-
rina , el desórden de su hacienda y la enormidad
de la deuda pública, y sostenia que no era posi-
ble remediar tan numerosos y tan complicados




74
males sino adoptando medidas violentas y vigoro-
sas, Recordaba al Emperador, que su objeto prin-
cipal era la guerra con la Inglaterra, porque este
gabinete se negaba á toda especie de vias conci-
liadoras , y porque continuarla obrando del mis-
mo modo mientras pudiese sostener la guerra. Es-
paña, proseguía, cuenta con muchos recursos ma-
rítimos que en este momento están perdidos para
los franceses, y es necesario restablecerlos con la
ayuda de un buen gobierno, acrecentarlos con
una organizacion juiciosa y dirijirlos contra el ene-
migo cornun. Los mismos intereses reunirán las
dos Iarnilias reinantes en Francia y en España, y
de otro modo la que empuñase el cetro en la Pe-
nínsula seria siempre la enemiga secreta del go-
hierno de las Tullerias. Si la política ecsije una
medida grande y decisiva, la justicia autoriza al
propio tiempo esa misma medida. El comercio
frances ha esperirnentado toda clase de vejaciones
por parte de las aduanas españolas (1), y las cir-
cunstancias en que se encuentra el Emperador no
le permiten guardar neutralidad en los negocios
del pais. El rey de España ha sido derribado de
su trono, y al Emperador pertenece decidir entre
el padre y el hijo. No es posible dejar á Fernan-


(1)' !\fr. Chsmpagny se queja de la conducta de
algunos ·a¡)uanéros españoles. ¡Frívolo pretesto para
una guerra tan larga y tan desastrosa!




75
do sentado en e\'so\io \)ispano siri el!:poner\e a\ mis-
mo tiempo al pesado yugo de la Gran Brelaila , y
tampoco se conseguirá poner otra vez la corona
en las sienes de Carlos IV sin inundar de copio-
sa sangre el desventurado reino. Finalmente, des-
pues de otras muchas observaciones con~ue ci-
mentó las anunciadas opiniones, concluyó el mi-
nistro , advirtiendo al Emperador que velase so-
hre la seg uridad de sus Estajlos , y sustra jese la
.Península de la influencia de los ingleses.


Cha:npagny en sus conferencias con Labrador
no faltó nunca á los principios contenidos en su
memoria anterior, y como el plenipotenciario es-
pañol no salia de la letra en sus instrucciones, las
negociaciones fueron infructuosas, y no tardó en ve-
rificarse su rompimiento,


Los consejeros de Fernando preveyeron que .
era necesario salir prontamente de tan funesta cri-
sis; y Napoleon por el contrario, como igualrnen-
te sus ministros, procedían Con una lentitud calcula-
da adivinando en cuanto era \)osÚ)'e la marcha de
los acontecimientos. Aguaruábase la negada del rey
y de la reina, de quienes necesitaba Napoleon para
ejecutar sus proyectos, y de aquí dimanaba la cau-
sa de la variedad de su conducta. Fernando c1e#~~-'­
temerlo todo de las disposiciones que c9rii~a .~ -:.' ..
persona habian manifestado, y esto le da~~w~dQ-·~.~
hle píe para salir de tanta illcertjdumbreh~~l~'~s- . :'i
te con~epto Ce~~Jlos escribió á Cha~l.pa.g~,el 28. '.~ ~,~~
de abril, anunei.indola que el rey habla resue~ ..... '. .>;




76
gresar á España á fin de calmar los temores de sus
súbditos: y rogó al ministro frances que participa-
se su resolueion al Emperador, añadiendo que el
rey de vuelta á sus Estados no cesaria de ocuparse
de las proposiciones que se le habian hecho sobre
los puntos en cuestiono


El Emperador no dió respuesta alguna, y los
ministros de Fernando conocieron abiertamente
que Napoleon había tomado su acuerdo, y que nin-
guna atencion prestaría á las promesas que habían
arrastrado al monarca á emprender el funesto via..
je. Desde aquel punto el alojamiento de Fernando
se convirtió en un teatro de turbacion y de tribu-
laciones; continuamente se veian entrar y salir en
la casa españoles de alta dignidad, que se interesa-
han en la causa de su rey, y que deseaban vivamen-
te poder libertar su persona del no dudoso cauti-
verio en que comenzaba á jemir por la impericia
de sus cortesanos. Unos referían noticias mas ó me·
nos alarmantes; otros proponian planes, en los que
no siempre consultaban la prudencia; y muchos
espías, que pasaban por personas seguras y adictas
á la causa de España, rodeaban sin cesar al rey y
á sus consejeros. Una guardia importante se habia
colocado inmediata á su alojamiento. El rey ma-
nifestó en estas circunstancias un carácter firme y
determinado, quo. todavía se aumentó con las noti-
cias 'CIue recibió de la Península de que la nación
corneosabs á cansarse de los franceses ,y á mani


..,iestar el odio que les profesaba. Para aprovechar




77
tan dichosa coyuntura quiso enviar á Madrid dos
correos con despachos para el infante D. Antonio
y para la junta; mas las autoridades de Bayona se
opusieron á su salida (Apéndice número 8). Ceba-
Has pidió esplicaciones-sobre tan estraña conducta;
y le respondieron que el Emperador no reconocia
mas rey de España que Cárlos IV; y así que Ceba-
llos como ministro de Fernando no debía autori-
zar pasaportes en su nombre, y que en cuanto á las
cartas de que debían ser portadores los correos es-
traordinarios, se habian confiado á la direccion ge 4
neral de correos para que llegasen con seguridad á
8U destino.


Pasáronse algunos días en tanto que acontecian
Jos sucesos referidos; y el rey CárJos y la reina lle-
garon á Bayuna el 30 de abril. Habíales precedido
un breve espacio de tiempo el príncipe de la Paz,
escoltado por tropas francesas, y casi restablecido
de las heridas que había recibido en Aranjuez. Cár..
Jos IV y María Luisa habian escrito desde Aranda
á Napoleon en los términos de la mas Íntima y con-
fiada amistad. Al instante que hubieron fijado la
planta en Bayona aseguráronJe boca á boca los sen-
timientos q,ue los animaban, y concertaron con el
Emperador de Jos franceses el plan de conducta
que habían de observar todos con Fernando. En
su consecuencia en la primer entrevista que tuvo
con su híjo, Cárlos le mandó en un tono decidí-
do y perentorio que renunciase en su favor todos
los derechos que creyese tener á la diadema espa-




78
ñola en virtud de las actas de 19 de marzo. Fer-
nando respondió respetuosamente que le era impo-
sible en aquel momento tomar Un acuerdo difiniti-
vo ; pero que se aconsejaria de las personas qu~ le
habían dado pruebas de afecto, y se apresuraria á
dar la respuesta por escrito.


En efecto, Fernando al día siguiente envió á su
padre una carta,en la que despues de algunas oh-
servaciones generales para justificar su proceder) le
decía que estaba dispuesto á cederle la corona con
las condiciones síguientes: Que Cárlos IV regresa-
ria á Madrid, donde Fernando le acompañarla con
el mas profundo respeto: Que serian convocadas
las cortes en aquel punto, Ó en su lugar los tribuna.
Ies y los diputados del reino : Que la renuncia de
Fernando al trono se comunicaria oficialmente á
Ia asamblea: Que Carlos IV no volvería á Espa-
fía acompañado de las personas que se habian atrai-
do el odio de la nacion : Que en el caso que S M.
rehusase regresar á la Península Fernando goberna-
ria el pais en nombre suyo: y que si tales condi-
ciones quedaban aceptadas, Fernando se mostraria
á los españoles diciéndoles que prefería su tran-
quilidad y Jos intereses de sus súbditos á la gloria
de gobernarlos.


Cárlos IV y María Luisa comunicaron al pun-
to estas cartas al Em perador, rogándole por su par-
te que se dignase dictar la respuesta que debían
dar á su hijo. No aguardó Napoleon que se lo pi-
diesen segunda vez; y determinado á descargar el




79
último gol pe contra la dinastía de los Borbones
que reinaba á la otra parte de los Pirineos, y te-
niendo á su disposicion cuanto necesitaba para eje-
cutar proyecto tan importante, creyó que no de-
hia disimular por mas tiempo. Por otra parle po-
seia la certidumbre de que el rey y la reina no
opondrian obstáculo alguno al destronamiento de
su familia del solio hispano; y sabia que Maria Lui-
sa no alimentaba deseos de volver á ver un pais en
el que su favorito era el objeto del odio [eneral,
Cárlos IV , abrumado por los años, los padeci-
mientos físicos y las turbulencias de su reinado,
no debia mirar como un gran sacrificio el.abundo-
no de un cetro que hahia llenado su vida entera
de amargura. Arnás , la antigua córte y cuantos
habían permanecido adictos á Cárlos IV y á su es-
posa, verian con placer el trono ocupado por un
príncipe estranjero , como medio el mas seguro de
alejar para siem pre á Fernando, objeto de su ines-
tinguible odio.


El Emperador envió al rey y á la reina la mi-
nuta de la respuesta á la carta de su hijo. Cárlos
IV la mandó traducir en el acto, y habiéndola {ir.
mado , la remitió á Fernando. Su contenido era
el siguiente (1).


(1) Esta carta, escrita por Napoleon para servir
á sus miras, se encuentra en el lIfonilor y en todas
las colecciones de piezas oficiales de aquella época.




80
»Hi]o mio: los consejos pérfidos de Jos hom..


hres qne os rodean han conducido la España á una
situaciou crítica: solo el Emperador puede sal..
varia,"


»Desde la paz de Basilea, he conocido que el
primer interés de mis pueblos era inseparable de
la conservacion de buena inteli [encía con la Fran-
cia. Ningun sacrificio be omitido para obtener es-
ta importante mira; aun cuando la Francia se
hallaba dirijida por gobiernos efímeros, ahogué
mis inclinaciones particulares para no escuchar si-
no la política, y el bien de mis vasallos."


»Cuando el Emperador hubo restablecido el
órden en Francia, se disiparon grandes sobresal-
tos, y tuve nuevos motivos para mantenerme fiel
á mi sistema de alianza. Cuando la Inglaterra de-
claró la guerra á la Francia, logré felizmente ser
neutro, y conservar á mis pueblos los beneficios
de la paz. Se apoderó después de cuatro fragatas
mias J y me hizo la guerra aun antes de habérse-
la declararlo; y entonces me vi precisado á opo·
ner la fuerza á la fuerza, y las calamidades de la
guerra asaltaron á mis vasallos."


»La España, rodeada de costas , y que debe
una gran parle de su prosperidad á sus posesiones


Advertencia d la nota. El autor se equivoca atri-
buyendo á Napoleon la carta. Por no alterar el tes-
to 6lrijillal, y á ley de trad uctores , dejamos pasar
esta y otras opiuioues de qlle no participamos.




81
ultramarinas, sufrió con la guertli mas que cual-
quiera otro estado: la interr upcion del comercio,
y todos los estragos que acarrea, aílijieron á mis
vasallos, y cierto número de ellos cometió la in.
[usticia de atribuirlos á mis ministros."


»Tuve al mena'! la felicidad de verme tran-
quilo por tierra, y libre de inquietud en cuanto á
la integridad de mis provincias, siendo el único
de los reyes de Europa que se sostenía en medio
de las borrascas de estos últimos tiempos. Aun go-
zaria de esta tranquilidad sin los consejos que os
han desviado del camino recto. 08/ habeis dejado
seducir con demasiada facilidad por el odio que
vuestra primera mujer tenia á la Francia, y ha-
heis participado irrcflecsivarnente de sus injustos
resentimientos contra mis ministros, contra vues-
tra madre y contra mi mismo."


»Me creí obligado á recordar mis derechos de
padre y de rey: os hice arrestar, hallé en vuestros
papeles la prueba de vuestro delito: pero al aca..
bar mi carrera, reducido al dolor de ver perecer
á mi hijo en un cadalso, me dejé llevar de mi
sensibilidad, al ver las lágrimas de vuestra madre.
No obstante, mis vasallos estaban ajitados por las
prevenciones engañosas de la faccion , de que os
habeis declarado caudillo. Desde este instante per-
dí la tranquilidad de mi vida J Y. me vi precisado
á unir las penas que me causaban Jos majes de
mis vasallos, á los pesares que debí á las disen-
siones de mi misma familia."


TOM. l. 6




82
»Se calumniaban mis ministros cerca del Em-


perador de los franceses, el cual, creyendo que
los españoles se separaban de su alianza, y viendo
los espíritus ajitados (aun en el seno de mi fill11i.
lia), cubrió ha jo varios pretestos mis estados con
sus tropas. En cuanto estas ocuparon la ribera de.
recha del Ebro, y que mostraban tener por objeto
mantener la comunicacion con Portugal, tuve la
esperanza de que no abandonaría los sentimientos
de aprecio y de amistad que siempre me habia dis-
pensado; pero al ver que sus tropas se encamina-
ban hacia mi capital, conocí la urjencia de reunir
mi ejército cerca de mi persona, para presen-
tarrne á mi augusto aliado corno conviene al rey
de las Españss. Hubiera yo aclarado sus dudas, y
arreglado mis intereses: di órden á mis tropas de
salir de Portugal y de Mad"iu , y las reuni sobre
varios puntos de mi Monarquía, no para abando-
nar á mis vasallos, sino para sostener dignamente
la gloria del trono. Adema'>, mi larga esperiencia
me daba á conocer que el Emperador de los fran-
ceses podía muy bien tener algun deseo conforme
á sus intereses, y á la política del vasto sistema
del continente, pero que estuviese en contradic-
cion con los intereses de mi casa. ¿Cual ha sido
en estas circunstancias vuestra conducta? El haber
introducido el desórden en mi palacio, y amoti-
nado el cuerpo de guardiar. de corps contra mi
persona. Vuestro padre ha sido vuestro prisioue-
ro: mi primer ministro, que habia JO criado y




83
adoptado en mi farnilia , cubierto de sangre, fue
conducido de un calabozo á afro. Habeis desdo-
rado mis canas, y las ha beis despojado de una co-
rona poseida C\H1 gloria pcr mis padres, y que ha-
bia conservado sin mancha. Os hubeis sentado so-
bre mi trono, y os pusisteis á la disposicion del
pueblo de Madrid y de tropus cstranjeras que en
aquel momento entraban."


»Ya la conspiracion del Escorial habia obteni-
do sus miras: los actos de mi administracion eran
el objeto del desprecio público. Anciano y agovia-
do de enfermedades, no he pedido sobrellevar es-
ta nueva desgracia. He recurrido al Emperador de
los franceses, no como un re)' al frente de sus
tropas, y en medio de la pom pa del trono, sino
como un rey infeliz y abandonado. He hallado
proteccion y refujio en sus reales: le debo la vi.
da; la de la reina, y la de mi primer ministro,
'He venido en fin hasta Bayona , y habeis conduci-
do este negocio de manera que todo depende de
la mediacion de este gnm príncipe.'


»El pensar en recurrir á ajitaciones populares,
es arruinar la España y conducir á las catástrofes
mas horrorosas á. vos, á mi reino, á mis vasallos
y mi familia. Mi corazon se ha manifestado abier-
tamente al Emperador: conoce todos los ultrajes
que he recibido, y las violencias que se me han
hecho, me ha declarado que no os, reconocerá [a-
mas por rey -' y que el enemigo de su padre no po-
drá inspirar confianza á los estraños. Me ha mos-




84
trado además cartas de vuestra mano, que hacen
ver claramente vuestro odio á ,la Francia,"


»En esta situacion , mis derechos son claros,
.y mucho mas mis deberes. N o derramar la san-
gre de mis vasallos ~ no hacer nada al fin de mi
carrera que pueda acarrear asolamiento é incendio
á la España, reduciéndola á la mas horrible mi-
seria. Ciertamente que si fiel á vuestras primeras
obligaciones y á los sentimientos de la naturaleza,
hubierais desechado los consejos pérfidos, y que
constantemente sentado á mi lado para mi defensa,
hubierais.esperado el curso regular de la natura-
leza, que deLia señalar vuestro puesto dentro de
pocos años , hubiera yo podido conciliar la políti-
ca y el interés de España con el de todos. Sin du-
da hace seis meses que las circunstancias han sido
críticas; pero por mas que lo hayan sido, aun hu-
biera obtenido de las disposiciones de mis vasa-.
Ilos , de los débiles medios que aun tenia, y de la
fuerza moral que hubiera adquirido presentándo-
me dignamente al encuentro de mi aliado, á quien
nunca diera motivo alguno de queja , un arreglo
que hubiera conciliado los intereses de mis vasa-
llos Con los de mi familia. Empero arrancándome
la corona, habeis desecho la vuestra, quitándola
cuanto tenia de augusta y la hacia sagrada á todo
el mundo."


»Vuestra conducta conmigo, vuestras cartas
interceptadas ~ han puesto una barrera de bronce
entre vos y el trono de España; y no es de vues-




85
tro interés ni el de la pátria el que pretendáis rei-
nar. Guardaos de encender un fuego que causaria
inevitablemente vuestra ruina completa, y la des-
gracia de España."


nYo soy rey por el derecho de mis padres: mi
abdicacion es el resultado de la fuerza y de la vio-
lencia, no tengo pues nada que recibir de vos,
ni menos puedo consentir ninguna reunion en jun-
ta: nueva y necia sujestion de tos hombres sin
esperiencia que os acompañan;'


»He reinado para la felicidad de mis vasallos,
y no quiero dejarles la guerra civil, los motines,
las juntas populares y la revoluciono Todo debe
hacerse para el pueblo, y nada por él: 01 vidar es-
ta mécsirna es hacerse cómplice de todos los deli-
tos que le son consiguientes. Me he sacrificado to-
da mi vida por mis pueblos; y en la edad á que
he llegado no haré nada que esté en oposición con
su relijion , su tranquilidad y su dicha. He reinado
para' ellos; olvidaré todos mis sacrificios: y cuan-
do en fin esté seguro que la relijion de España, la
integridad de sus provincias, su independencia y
sus privilejios serán conservados, ha jaré al sepul-
ero, perdonándoos la amargura de mis últimos
años."


»Dado en Bayona , en el palacio imperial lla-
mado del gobierno á 2 de mayo de 18Ü8.-Cárlos."


Esta carla sembró la consternacion entre los
amigos de Fernando J y al punto que conocie-
ron el verdadero oríjen de donde habia dimana..




86
do, perdieron enteramente las esperanzas que has-
la entonces habian alimentado. No obstante, Es-
coiquiz redactó una larga respuesta que firmó Fer-
nando: diri [íase á refutar uua por una las acusa-
ciones contenidas contra el príncipe heredero, y
á renovar la proposición de abJicar en favor de su
padre, y de administ.rar el reino en su nombre, si
S. M. se negaba á tomar otra vez las riendas del
gobierno. Concluía esta respuesta COIl dos obser-
vaciones muy notables, y espresadas en los tér-
minos mas enérjicos. La primera se referia á la
residencia de Cárloe IV en la Península, y la se-
gunJa al proyecto que evidentemente habian con-
cebido de despojar del trono la familia á que per-
tenecia , para sentar en su silla á un príncipe de
Ia casa de Napoleon. Fernando declaraba que nun-
ca suscribiria á semejante medida sin la ap1'obacion
de todos los que tenia n derechos á la corona, y el
consentimiento solemne de la nacion española,
representada por sus diputados. (Apéndice núme-
ro 9.)


Mientras que las negociaciones seguían su cur-
so en Bayona, sobrevenian en Madrid aconteci-
mientos, cuyas consecuencias no debían ser de
menor importancia. Desde la revolucion de Aran-
juez el pueblo de la capital continuaba tomando
una parte activa en los negocios públicos: las es-
peranzas que hahian inspirado el arresto del prín-
cipe de la Paz, la procsimidad de las tropas fran-
cesas, y la elevación de Fernando al trono) ha.




87
bianse disipado con la proteccion concedida por
los franceses al favorito, con su conducta equívo-
ca, y principalmente con el viaje de Bayona, que
habia orijinado serios y bien fundados temores. La
junta de gobierno vió por otra parte Con indigna-
cion ~ que el duque de Berg quería que recono-
ciese á Cárlos IV por rey ,y (lue sus soldados
se conducian mas bien como enemigos que co-
mo aliados. Conoció por las primeras noticias que
recibió de Bayona, que todo debia temerse dé
parte de un hombre ambicioso, que habia violado
descaradamente las leyes de las naciones y las re-
gIas de la probidad mas cornun. Por lo tanto,
resol vió consul tar á Fernando sobre la conducta
que Jebia observar en tan difíciles circunstancias.
Impulsada por tales miras, envió á Bayona á dos
personas de su entera confianza, el mariscal de
campo don José Zdyas 'i don Evaristo Perez de
Castro, para que recibiesen las órdenes de Fer-
nando sobre tres puntos importantes. La junta pe-
dia: primero, que S. M. la autorizase par,a dele-
gar sus poderes á una ó mas personas sacadas de
su seno, ó de fuera de él: segundo ... que decidie-
se si dehian ó no comenzar las hostilidades contra
la Francia: tercero, y que si quería que se convo-
caren córtes, El rey encargó la respuesta al [ene-
ral Palafox , reducida, áque estando privado de li-
hertad ,y no pudiendo ejercer en persona su po·
del', autorizaba á la junta. de la manera mas so-
lemne , na solo para obrar en cuerpo J sino tam-




88
hien para transferir sus facultades á uno ó mas in-
dividuos que la representasen, á retirarse al pun.
to que creyese conveniente, y en fin á desernpe-
ñar en nombre del monarca todas las funciones
de la soberanía. Deseaba que principiasen las hos-
tilidades tan luego como fuese internado S. 1\1. en
Francia por órden del Emperador, hecho á que
únicamente se sujetaria obligado por la fuerza. En
tal caso, ordenaba que la junta emplease todos
los medios que estuviesen á su disposicion para
impedir la entrada de nuevas tropas en la Penín-
sula. Al propio tiempo, Fernando dió un decreto
dirijido al consejo de Castilla, por el que le auto-
rizaba para convocar las córtes en el sitio que le
pareciese mas á propósito, y recomendaba que
Una vez reunidas, Se ocupasen de las medidas ne-
cesarias para la defensa del reino, despues de lo
cual podrían continuar en sesión para arreglar los
demas negocios que sobreviniesen.


Semejantes prevenciones llegaron demasiado
tarde 'o porque en el entretanto el príncipe Mural,
gran duque de Berg , habia resuelto apoderarse de
la autoridad que hasta entonces había ejercido la
junta, El primero de l'nayo el príncipe Murat es-
cribió al infante D. Antonio, diciéndole que toma-
se las medidas necesarias para que el infante DaR
Francisco y la reina de Etruria partiesen al dia si-
guienteáBayona,á donde los llamaba elEmperador.
Las tropas franeesas hicieron a1 propio tiempo al.
gunos movimientos «¡ue denotaban la resolución de




89
apoyar con la fuerza una medida que estaba en opo-
sicion directa con los sentimientos del pueblo ma-
drileilo. Los habitantes se reunieron al otro dia en
número muy grande en la plaza de palacio para
presenciar la partida de los augustos personajes. La
reina de Etruria subió en el coche y atravesó la in-
mensa muchedumbre sin encontrar obstáculo al-
guno; mas á la vista del infante D. Francisco el
pueblo no pudo contenerse por mas tiempo y co-
rnenzó á dar señales no equivocas de su ajitacion,
Varios hombres atrevidos se acercaron al coche y
cortaron los tirantes de los caballos ; las tropas
francesas que componian la escolta hicieron fuego
al pueblo, y al momento se levantó en masa la vi-
lla de Madrid. Perecieron algunos franceses en las
calles, como igualmente muchos españoles asesi-
nados por 10& invasores, y un número mucho ma-
yor rué fusilado en el Prado, donde los soldados
imperiales conducian á cuantos encontraban dis-
parando sin cesar contra ellos (1).


Tales sucesos precursores de un sistema de vio-


( 1) Las consecuencias del combate que se di6 el2
de mayo en 139 calles de Madrid, han sido en estremo
ecsajeradas. El consejo de Castilla en su proclama no
cuenta por parte de los españoles sino ciento y cua-
tro muertos y cincuenta y cuatro heridos; mientras
que los franceses perdieron mas de quinientos hombres.
Sin duda no fueron estos los l{ue provocaron tan san-
srientas escenas que dieran la señal á la guerra.




90
lencia y de despotismo, esparcieron en un instante
por toda España el horror á Jos franceses y la resn-
Iucion de declararles una guerra de" 'esterminio. El
duque de Berg publicó un decreto en el que se pro-
clamaba presidente de la junta en virtud de las fa-
cultades que le habia concedido ClÍrlos IV , único
rey lejítimo de España; y Jos consejos y las <lemas
autoridades de la capital se sometieron á su de-
creto.


La ecsasperacion era profunda y [eneral entre
los habitantes de Madrid que algunas veces la ma-
nifestaban con sus murmullos, aunque otras les im-
pusiese silencio el terror que inspiraba el ejército
estranjero preparado siempre para ejecutar cou vio-
lencia las órdenes de su gefe. Hetiráronse á las pro-
vincias un sinnúmero de personas Ilevando.consigo
y derramando por los pueblos el espíritu de ven-
ganza y la esaltacion del patriotismo que habia en
sus pechos. El clero que preveia su ruina si los im-
periales gobernaban uu dia la Península, unió su
causa á la de la nacion ; el ejército aunque disper-
so se puso en movimiento, y en la juventud del
pais rebosaron el ardor y la indignacion. La rela-
lacion de la autoridad producida por la violencia
ejercida contra los jefes del Estado comunicó nue-
va fuerza á las pasiones, y dió á conocer al pueblo
sus fuerzas y su impnrtaucia, Todo anunciaba la
procsimidad de una de las grandes crisis que reje-
neran ó destruyen los reinos, que los encumbren
al pináculo de la gloria y de la independencia ,Ó




91
que los sumerjen en el abismo de la esclavitud y
del oprobio.


Aunque Napoleon no preveyó la enerjia que de-
hia resultar de tantos elementos de resistencia, es-
peraba sin embargo encontrar algunas dificultades,
y para vencerlas resol vió , enlazando los intereses
de su dinastia con los del pueblo en que pretendia
reinar, hacer cesar la incertidumbre de los espí-
ritus y revestir de formas legales la mas violenta é
inicua de las usurpaciones,


Con este objeto concluyóse en Bayona una con-
vencion el 5 de mayo entre Napoleon , representa-
do por el general Duroc , por una parte, y por
otra C~rlos IV, á quien representó el príncipe de
la Paz. Por este tratado Cál'los IV cedia al Empe-
rador todos sus derechos al trono de España y de
las Indias, con la condicion de mantener la inte-
grida-l del reino, y de que la relijion católica si-
guiese siendo la relijion dominante del pais. Ann-
lábanse las medidas tomadas contra los españoles
que habían contribuido á la revolucion de Aran-
juez: se concedia un asilo á Cárlos IV, á su esposa
Maria Luisa, á su familia, al príncipe de la Paz, y
á las demas per,sonasde su servidumbre. Cárlos de-
bia durante su vida poseer el palacio de Compieg-
ne, y gozal' de una renta anual de treinta millones
de reales, inscrita en la lista civil: En caso de so-
brevivirle la reina debia cobrar durante el tiem,
po de su viudez dos millones de reales; señalábase
igualmente á los infantes una suma de cuatrocientos




92
mil francos por año, cediendo á Cárlos el palacio
de Chambord.


Napoleón propuso los articules de este tratado,
y el rey Cárlos, MarÍa Luisa , Godoy, y los demas
individuos de la corte los aceptaron sin repugnan-
cia, sin discusion, y sin la menor enmienda ni mu-
danza alguna en sus cláusulas. Mas mientras se llena-
han las formalidades necesarias para la aprobacion
del tratado, llegó á Bayona la noticia de los suce-
sos ocurridos en Madrid el 2 de mayo. No eS facil
describir el efecto que produjo en los diferentes
personajes que ocupaban entonces aquel recinto..y
en los distintos partidos políticos que habia orijina-
do la marcha de los negocios públicos. El Empera-
dor sintió sus tropas amenazadas, el prestijio de su
nombre destruido, y vió nacer terribles dudas so-
hre el écsito de una empresa que miraba ya como
la base principal de su política. Cárlos y su corte
conocieron, aunque tarde, el inmenso partido con
que contaba Fernando.


Conociendo por esperiencia el caracter espa-
ñol, su tenacidad ysu horror á un yugo estranje-
ro, y sabiendo por otra parte los recursos de que
podia echar mano la nacion , temieron una guer-
ra cruel é interminable. Fernando y sus amigos
confesaron la enorme falta que habían cometido,
y las ventajas que hubieran podido sacar de un
pais que. acababa de despertarse de su estupor,
y que parecía dispuesta á recobrar la antigua
enerjía,




93
Napoleon pasó al alojamiento de C~rlos para


comunicarle la noticia que acababa de recibir y
acelerar el fin de las negociaciones comenzadas,
para que su hermano pudiese partir sin dilaciones
á sentarse en el trono español, y destruir de es-
te modo para siempre las esperanzas de los que ha-
bian tomado las armas por Fernando. Cárlos lla-
mó en el mismo acto á su hijo, y en presencia
del Emperador y de la reina le dió en rostro amar-
gamente con los infortunios que su precipitado
proceder babia ocasionado;' díjole que era el único
responsable de la sangre que fe habia vertido, y
de la que en adelante se derramase en lucha tan
desigual. Concluyó mandándole en el tono mas
absoluto, que le enviase enseguida su ahdicacion
pura y simple bajo pena de ser tratado como un
conspirador.


Fernando, confuso y ajitado no respondió sino
con frases que nada significaban y se retiró al mo-
mento: no tardó en escribir al Emperador trasmi-
tiéndole copia de una carta que se proponia dirijir al
dia siguiente á su padre , en la que le declaraba que
abdicaba la corona. Suplicaba tambien á S. M. I.
que le tomase hajo su proteccion..como igual mente
á su hermano D. Cárlos, y proveyese á su seguri-
dad personal y á la conservacion de las propieda-
des de los que le habian acompañado en su viaje.
La carta de abdicacion se reducia á cortas líneas;
renunciaba la real diadema en favor de su padre
para darle esta nueva prueba de su afecto, de su




94
obediencia y de su sumision , y recomendaba á su
indul [encia á los que le hahian servido desde el19
de marzo. Fernando envió uua copia de la carta á
su tio D. Antonio, creyéndole todavía presidente
de la junta de Madrid; y revocaba después los po.
deres que le habia dado antes de su salida de la ca.
pital de la monarquia , ordenándole que se some·
tiese á las órdenes de su padre, y recomendando á
la nación que le obedeciese así como al Emperador
Napoleón, cUJo poder y amistad podian solos man-
tener la independencia de la Península y la ir.te-
gridad de su territorio. Terminaba advirtiendo á la
nacion que viviese alerta contra los lazos de nues-
tras eternos enemigos, (los ingleses) evitando la
efusion de sangre, y finalmente libertándose de los
males que el estado actual de las cosas le acarrea-
ría si cont.inuaba en dejarse guiar por el espíritu de
revolucion y de discordia.


Despues de los hechos referidos, Cárlos publicó
una proclama en BaJona con fecha de 8 de mayo,
dirijida á la nacion española: decia en ella que en
las circunstancias estraordinarias en que se encon-
traba, quería dar una nueva prueba de afecto á sus
pueblos, cediendo todos sus derechos á la corona
de ambos mundos en favor de su augusto amigo el
Emperador de los franceses, y encargándoles que
se uniesen estrechamente con aquel monarca, y so-
bre todo que evitasen los desórdenes y la rebelión,
El anciano monarca habia perdido casi del todo sus
fuerzas cuando firmó esta proclama, porque los




95
acontecimientos estraordinarios de los meses ante-
riores hahian causado una impresión funesta en su
salud. Su esterior manifestaba claramente el aba-
timiento y las angustias del espíritu: María Lui-
sa por el contrario parecía rejuvenecida en aquellos
días. Cercábanla de continuo sus cortesanos, y se
adornaba con el mayor cuidado colmando de mues-
tras de atencion y de consideraciones al príncipe
de la Paz, como si quisiese recompensarle de sus
padecimientos en Aranjuez y resarcirle del odio
que le profesaba la nacion entera.


Algunos días después el Emperador de los fran-
ceses y Fernando concluyeron un tratado que fir-
maron el general Duroc y el canónigo Escoiquiz,
Estipulébase allí que el príncipe de Asturias con-
firrnaria la cesion hecha al Emperador por el rey
Carlos de sus derechos á la corona de España y de
las Indias, y que Fernando renunciaria por su par.
te los derechos que reunia á dichas diademas en
calidad de príncipe de Asturias: El Emperador le
otorgaba el título de alteza real, con el tratamien-
to y las prerogativas de que gozaban los príncipes
de su rango, y á sus descendientes los de príncipe
y alteza serenísima. Conccdia y daba en propiedad
á Fernando y sus descendientes los palacios, par-
ques, bosques y dominios de Navarra, para que
pasasen á falta de hijos sucesivamente á las fami-
lias de los infantes D. Cárlos , D. Francisco y Don
Antonio, y les señalaba ademas una pensión anual
de cuatrocientos mil francos, con las mismas con.




96
dieiones de sucesion , y á laque añadía una renta
eventual de seiscientos mil francos. Losidernas ar-
tículos ordenaban el rango, los bonores y el trata-
miento de los señores infantes, etc. (1).


(1) Diez y seis años han trascurido , cuando esto se
'escribe, desde que acontecieron los memorables sucesos
de Bayona, y está ya pronunciado el juicio sobre la
conducta de Napoleon. El mismo Emperador ha consig.
nado en el diario de santa Elena una especie de manifies ,
to justificativo. Había sacado frecuentemente partido de
la credulidad de la masa de los hombres, y parecia con«
tar aun con ella; mas los tiempos erau distintos y el
prestijio se hahia desvanecido. Copiaremos para que los
ecsaminen nuestros lectores algullos trozos de este sin-
4;ular discurso: nuestras observaciuues serán cortas , 1
quizás innecesarias.


Habla el Emperador.
"Me abrumaron entonces Con cargos que no merecía:


la historia me defenderá. Me acusaron en este negocio
de perfidia, de asechanzas y de mala fé, etc, y todo
era falso. N unca , aunque lo hayan dicho, falté á la fé,
ni violé palabras dadas, mucho mas á Espaüa que á
otra potencia alguna.


"Algun dia se sabrá con certidumhre que en los
grandes negocios de España permanecí enterarnent e es.
t.'año á las intrigas interiores de su corte; que no falté á
la palabra, u] á Cárlos IV, ni á Fernando VII j que no
quebranté empeño alguno ni con el padre ni con el hi.
jo: que no empleé la mentira para atraerlos á Bayona,
sino que ambos corrieron á aq uella ciudad en solicitud
y acecho el UllO del otro. Cuando los ví á mis plantas,
cuaudo pude juzgal' pGr mi mismo de su incapacidad,




97
Fernando y su hermano D. Cárlos que no se


habian separado desde su encuentro en Bayona,
como igualmente su tio D. Antonio que aoababa de
llegar de Madrid, permanecieron estrechamente
unidos, y obtuvieron de Napoleon la promesa de
que nunca se separarian, Los tres mencionados per-
sonajes se hallaban tan profundamente convenci-
dos de la imposibilidad de volver á entrar en Es..


me compadecí de la suer te de nn a nacion numerosa, y
así de los cnhellos la ocas ion -única qne me presentaba
Iafortuna de rejenerar la España, arrebatar su iníluen-,
cia á la Inglaterra, y unirla íut imarneute á nuestro sis«
tema. A mi modo de ver, esto era panel' una de LIS bases
fundamentales al reposo y á la seguridad de Europa.
M¡¡s léjos de emplear ignobles y miserables rodeos ,co_
mo ~e ha dicho, si falté, rué al contrario por una osada
franqueza y un esceso de enerjía, Rayona no sirvió de
teatro á una alevosía, sino á u n golpe de Estado.... "
(Memorial de santa Elena en 1:l°, tomo 4', pá~. 237).


Los proyectos de Napoleon fechaban de antiguo, y
el mismo Emperador lo confiesa en su conversacion
con Escoiquiz ~ y por otra parte todo lo demuestra. La
proclama del príncipe de la Paz durante la guerra de
Prusia, le habi a probado, decia ,.q ue los Borbones de
Espacia serian siempre sus enemigos encubiertos. Eu
virtud del conveniode Foutaineblean habia enviado tro_
pas á España si u OCUP:HSP. de la ejecucioll de otros ar-
tículos del tratado: parte del ejército ('spañol habia si-
do enviado á Alemania, y habia tomado medidas pllra
asegul'arse de SlIS intelijencias en América. Todo en fin
probaba la premeditaciun mas fria y mas calculada. Y


TOM. 1. 7




98
paña , yde la falta de enerjía y de luces en el go-
bierno de su patria, que se conformaron con su
suerte con una facilidad y una presteza admirables.
En todas sus conversaciones, sea entre sí ~ sea con
los que los rodeaban, y con algunos españoles de
distinción que se encontraban á la sazón en Bayo-
na, manifestaron la buena fé mas perfecta, una
sincera admiración por el Emperador de los Fran-
ceses, y la mas ciega confianza en su apoyo y en


no IJ'abia ni perfidia ni aset-bansas! Y el viaje de Sava-
r)" á Madrid ~'sns protestas en nombre de Napoleon, de
reconocer pOI' rey á Fernando: la fuerza indirecta y las
falacias empleadas para hacerle llegar á Bajona : las
amenazas de qtle se valieron enseguida para obtener la
;¡bdicacion forzada de Fernando: la violencia hecha al
duque del Infantado para obligarle á reconocer al rey
José en Hombre de los grallJes de España, ¿qué son?
Estos hechos y otros muchos que no admiten dudas, nos
dan derecho para afirmar que hubo perfidia y ase-
chanzas.


El Emperador pretende que todo pasó amigable_
mente, y en seguida nos dice: "EI príncipe de Astu-
rias llO resistió de una manera estraordinaria sin que
se empleasen contra su persona ni la v iolencia ni las
amenazas: y si el miedo le decidió, como creo, á él de-
bedarse la culpa."


En resúmen, M. de Las Cases pOlle en boca de Na-
poleon: "Me atreví á descargar el golpe desde las nu-
bes: quise obrar como la ProvidenciJ."


É'l enemigo mas encarnizado del Emperador no hu_
hiera escrito con mas acierto su acusacion.




99
sus promesas. Mostraban al propio tiempo una tran-
quilidad y una fuerza de alma, que en otros hom-
bres hubieran podido atribuirse al esfuerzo mas su-
blime de fa razan y de la filosofía.


Hechos positivos y notorios no dejan duda so-
bre esta disposición del espíritu de Fernando: pa.
ra preveer las consecuencias de las órdenes secre-
tas que babia dado á la junta, y cuyo contenido
era enteramente opuesto á Jos tratados que acaba-
ba de firmar, despachó en secreto á D. Evarrsto
Pcrez de Castro para que las revocase. Encargaha
á los individuos de la junta, que se sometieran al
nuevo estado de cosas que se. preparaba , que no
continuasen en una resistencia inútil y que debia
tener funestos resultados. Envió tamhien á Aragon
al marqués de Lazan para que Se avistase con su
hermano D. José Palafox, y Íe indujese á romper
las medidas que habia adoptado para sublevar la
provincia aragonesa contra Jos franceses. Ambas
misiones produjeron efectos Illuy distintos: la jun..
ta presidida por el duque de Berg , cedió á las cir-
cunstancias, y convirtióse en instrumento dócil de
las miras políticas del Emperador. Palafox por el
contrario no abandonó sus nobles designios; .Y el
impulso y entusiasmo que comunicó á Jos aragone-
ses se manifestó con el tiempo en la heróica de-
fensa de Zaragoza, que la historia ha colocado al
lado de las mas brillantes hazañas de Jos tiempos
antiguos y modernos.


El 11 de mayo, Fernando y Jos dos infantes,




fOO
acompañados de una comitiva poco numerosa,
compuesta mas bien de amigos [nt irnos que de cor-
tesanos, tomaron el camino de Valencey , y alo-
[áronse en una casa de campo magnífica , pertene-
ciente al príncipe de Talleyrand, que solicitó el
honor de dar alojamiento á tan ilustres persona-
jes (1).


Al dia siguiente detuviéronse en Burdeos, y los
príncipes aprovecharon esle momento para hacer
un nuevo esfuerzo con el fin de asegurar la tran-
quilidad de España.


Guiados por tales intentos, publicaron Una pro.
clama, en la que declaraban que llenos de reco-
nocimiento á la fidelidad y al afecto que el pue-
hlo español les habia testificado, veían con el mas
profundo pesar á la nación prócsima á precipitar-
se en el desórden , y amenazada por los mayores
infortunios. Constábales, segun decian , que tales
desgracias nacerian de la ignorancia en que estaba
el pueblo de los motivos que habian impulsado á
sus altezas reales y serenísimas para obrar como
habían obrado, y de los proyectos que se habian
trazado ya para la felicidad de los españoles. llar
esta razón miraban como un deber sagrado dar-
les saludables consejos para remover cuantos obs-
táculos pudiesen oponerse á su ejecucion. Sus al.


(1) Nota de la edicion francesa. Es falso que lo so-
licitase el príncipe de 'I'allejrand.




101
tezas reales 'y serenísimas hahianse visto en la ne-
cesidad de e1ejir entre varias medidas la que me-
nos males produjese, es decir, el via je á Bayoua,
Fernando despues de su llegada á esta ciudad, ha-
hia sabido que su padre protestaba contra la abdi-
cacion de Ar,mjuez : su respeto filial le habia indu-
cido á restituir el cetro al rey Cárlos , quien lo
habíapuesto en manos del Emperador de los fran-
ceses , para que S, M. I. atendiendo al interés de
la nación española, nombrase una persona que lo
empuñase. En este estado de los negocios, sus al-
tezas [leales y serenísimas consideraban las tentati-
vas hechas por el pueblo ibero, no solo como inú-
tiles , sino tambien como injuriosas, tendiendo á
la efusion de sangre y á la pérdida segura de va-
rías provincias de la Península, como tambien á
la ernancipacion de las colonias de ultramar , El
medio menos dudoso qne hahian encontrado sus
altezas reales y serenísimas de evitar tamaños in..
fortunios lera suscribir á la renuncia que había he--
cho Carlos IV de sus derechos. al trono de España¡
porque en este caso el Emperador de los franceses
se hallaba obligado á sostener la independencia ah-
soluta de la Península , y la integridad del reino y
de sus colonias. Veríase igualmente precisado á
mantener la unidad de la relijion católica, las pro-
piedades ~ las leyes y las Costumbres del pais. Sus
altezas reales y serenísimas habían sacrificado al
bien [eueral sus intereses personales, consintiendo
en esta cesion sin restricción alguna. Bedimian 4\




102
los españoles de cuantas obligaciones habian Con-
traido con sus altezas, y los ecsortaban á que se ocu-
pasen únicamente de los intereses jenerales de su
patria, perruaneciendo sumisos y aguardando el
complemento de su ventura, de la sabiduría y del
poder del Emperador Napoleon. Concluían decla-
rando que los españoles no podian dar una prueba
mayor de fidelidad á sus altezas, que el someterse
á los referidos t.ratados , ya que los infantes les ha-
hian dado el testimonio mas auténtico de su afecto
paternal haciendo el sacrificio de sus derechos y de
sus intereses personales á la felicidad de su pais.
Con motivo de su renuncia el duqne del Infantado
en un discurso de ceremonia reconoció al rey Jo-
sé 1 en nombre de los grandes de España (1).


(1) El duque del Infantado pasé su primera juven.
tud en Francia, y en 1793 levantó un rejimieuto á sus
espe lisas y sirvió en Cata'ulla. Declaróse desdo el prin-
cipio contra Godoy, y rué uno de los apoyos del parti-
do de Fernando. En Rayana vióse obligado á pronun_
ciar en nombre de los grandes de España un discurso
que debla coutener el recouoci miento formal del rey
José, y el duque procuró eludir el compromiso no pro.
nunciaudo, silla frases insignificantes. El Emperador que
no realizaba sus proyectos con palabras, no se conten-
taba con arengas llenas de te r nura y de esperauz a, y así
acalorado se encolerizó contra el duque: del sa lon in-
mediato se oían distintamente todas sus palabras: "No
es pcrmi tido terjiversar, caballero: ó reconocer franca-
mente ó rehusar' del mismo modo el reconocimiento.




103
Fernando y su .comitiva llegaron á Valencey


el 18 de mayo, y el príncipe y la princesa de Be.
navento los recibieron al apearse del coche y los
introdujeron en el palacio, que desde aquel dia se
convirtió en una especie de plaza fuerte,guardada
pOI' una gua.rnicion numerosa y mandada por un
jefe militar. Los príncipes desde el momento de
su llegada conocieron que no se ejecutaría muy fiel-
mente el tratado de Bayolla; que el palacio que
habitaban sería en adelante su morada; y que sola-
mente serian considerados como simples iudivi-
duos , y alejados para siempre de los negocios pú-


¿Quiere usted regresar á España y ponerse á la cabez a
de los sublevados! Doy á usted mi palabra de que lIe-
1;3rá con seguridad: pero no lo niego, usted hará de
modo que será fusilado dentro de ocho dias ;.•.• no , ..••
dent ro de veinte y cuatro horas." El duque ño parecia
seducido por la oferta del sal va- conducto , y habiendo
vuelto Napoleon á la carga triunfó, y plegóse el duque
á su voluntad, De aquí resultó el discurso que se en-
cuentra en el Monitor de 18 de junio de 1808. (Péase
la obra de M. de Pratd.¡ Aceptó el mando de un reji-
miento de la guardia real del rey José, mas luego que
-ell\".1;(l en España se unió á los patriotas, y N apoleon le
hizo condenar á muelle por contumas, Mandó una di-
visiQIJ del ejército y solo esperimentó reveses: envia-
ronle á Londres en calidad de embajador, y mas tarde
fué nombrado presidente elel consejo de rejencia.Fué
'uno de los primeros que abandonaronlas cortes, y en
'181~ llenaba las altas funciones de presidente del eOIl-
-lt\l!.q de C"atiUa.




104
hlicos. Con este convencimiento adoptaron un 113-
nero de vida conforme con sus inclinaciones y su
situacion actual. Los deberes relijiosos ocupaban
una gl'an parte de la mañana ; la lectura, el p¡.¡.
seo, las conversaciones con algunos habitantes de
Jos contornos, el teatro y otras diversiones llena.
han el resto del dia,


Poco tiempo después de Su llegada, Fernando
Ia participó al Emperador en una carta lll!1Y res-
petuosa: escribióle otra vez pasados algunos días,
felicit~lldole en su nombre y en el de su herma"
no y de su tia por la instalacion del rey José enel
trono de las Españas, Era imposible, segun decia,
babel' colocado al frente de esta nacion un rno-
narca á quien sus virtudes hiciesen mas propio pa..
ra labrar la dicha de sus dignos ciudadanos. Faro-
nando añadia que deseaba ardientemente verse hon-
rado con la amistad de aquel príncipe, y suplica-
ba á S. M. 1. que le comunicase su carta. Los que
eomponian la comitiva de Fernando escribieron el
JlliSQ10 dia al rey José, diciéndole que la vo~ pn-
hlica les habia revelado su ascenso al sólio español;
y que deseando someterse á las leyes de su país, y
considerando como un deber sagrado el canfor-
marse con el sistema adoptado por la nacion , se
apresuraban á presentar á S. M. el homenaje de su
adhesión y de su respetQ. Ofrecian servirleconel
mismo celo que, al gobierno anterior; y le rogaban
que les pernuuese permaneceral lado de los prín-
cipes, á cuyo servicio hahiau estado hasta enten-




105
ces, sin perder por eso el carácter de fieles v~~
salios de S M. C. , prontos á obedecer á sus me-
nores mandatos. Regocijábanse al ver la nacion es-
paüola en vísperas de ser Feliz para siempre bajo
las leyes de un monarca tan justo, tan humano y
tan grande en todos conceptos: concluian dirijien-
do á Dios los mas fervientes ruegos por el cum-
plimiento de sus esperanzas y la conservacion de
S. M. durante Una larga serie de años (1).


. Napoleon respondió á la carta de Femando , y
entró en algunos pormenores sobre su nueva situa..
ciou ha]o el punto de vista económico. Mucho li-
sonjeó al príncipe semejante eorrespondencia, y así
es que no olvidó ninguna ocasión de continuarla;
y que llenó sus cartas de las espresiones de su ad-
miracion , de su entusiasmo y de su afecto. El 23
de julio de 1809 pidió al Emperador permiso pa..
fa correr á su encuentro cuando regresase de Ita...
lia , para tener de este modo la satisfaceion de re-
novar personalmente sus homenajes. EI6 de agos-
lo del O1iso10 año 1809 le felicitó en los térmi-
nos mas respetuosos por las victorias con que la
Providencia coronaba sus armas; y el 21 de agos-
to de 1810 despues de haber dado gracias al Ero-
peradorcomo un hijo reconocido por los bensfi-


.. (1) 'Eitulabase este documente: Acta de obediencia
y juramento de fidelidad al rey José 1" de los señores
duques de sao Cárlos, D. Juan Esco iquis , el marqués
'de Ayerhe', D~ Pedro l\'Iacanaz y otros.




106
cios de que le habia colmado, le aseguró que su
conducta no desmentiria nunca sus sentimientos, y
que jamás faltaria á la ciega obediencia que debia
á la voluntad y á la.. órdenes del monarca que em-
puñaba el cetro de las Tullerías. (Apéndice núme-
ro 10). .


De hecho , su conducta parecia en un todo
conforme con su lenguaje; y lejos de atestiguar al-
gun pesar por la pérdida de un trono tan gloriceo
cornoel de España, y de conservar la mas leve es-
peranza de recohrarlo un dia , manifestaba en sus
acciones que habia renunciado completamente á
ellas; quelle sornetia á los decretos de la Provi-
dencia, y que habia tomado el jeneroso acuerdo
de sacrifica.' sus intereses personales á la ventura
y á la gloria nacional. Esta ti anquilidad de espí-
ritu ejerció suma influencia sobre todos sus actos,
y jamás habia disfrutado dias tan serenos, ni nun-
ca habia vivido mas libre de las pasiones y de los
digustosque le habian perseguido tantos años; y
su almadesembarazada de los pesares pasados y de
los temores futuros, se entregó toda entera al ejér-
cicio de la beneficencia. Los pobres del departa-
mento estaban seguros de encontrar en Valencey
consuelo á sus padecimientos. La anécdota siguien-
te prueba que Fernando babia adquirido cierta ele-
vacion de ánimo, que rara vez se encuentra en las
personas que han esperimentado grandes iufortu-
nios y un cambio tan repentino de situación.


Al pasar por Vitoria , Fernando recibió. en el




107
número de sus criados á un sugeto llamado Ame";'
zaga, que Escoiquiz le recomendó como pariente
suyo, aunque en grado remoto. Durante la per-
manencia de la corte en Bayona, Amf'zaga se ven-
dió enteramente á la policia francesa, y al punto
que los príncipes llegaron á Valencey , obtuvo del
gobierno frunces el nombramiento de intendente
del palacio En el desempeño de su destino, con-
clújose con Fernando mas bien como un carcelero
y un tirano que corno un criado: trazóleen elto-
no mas imperioso el plan de vida que debia seguir;
seüalóle los límites de los paseos y las diversiones
á que podia entregarse. Descendia igualmente á la~
particularidades mas minuciosas y despreciables;
y tanto rigor, unido al modo duro y poco respe-
tuoso conque se portaba, irri taren al ilustre cau-
tivo y le incitaron á quejarse amargamente á Na..
poleon de un tratamiento tan cruel. Napoleon in-
dignóse [ustameute ; destituyó en el acto á Ame.
zaga de su empleo y lo desterró á otro departa-
mento. Sin embargo, sabiendo Fernando que ca..
recia de medios de subsistencia, le mandó dar
antes de su partida una suma suficiente para que
pudiese comprar algun terreno.


No obstante cuanto acabamos de decir de las
inocentes ocupaciones de Fernando y de su nuli-
dad política durante su estancia en Valencey, no
dejaba Napoleol1 de concebir temores por su segu-
ridad, y la policía le vijilaha con el mayor cuida-
do. Una mujer que conservaba los vestijios de su




108
belleza, y que de la clase mas humilde de la so-
ciedad habia subido á un rango elevado, adqui-
riendo en su nuevo estado sumo talento para la in-
triga, tomó á su cargo la empresa de inspirar áFer-


. nando las pasiones naturales en su edad, y que con-
ducen ordinariamente á una confianza ilimitada
con la persona que es el objeto del culto. Fernan-
do rechazó sus seducciones con nobleza y digni-
dad: mas el duque de *t cayó en el lazo tendido
á su amo, y cedió á las insinuaciones de la astuta
Cortesana. No obstante, los secretos que le confió,
aunque sinceros , eran tan insignificantes que úni-
earnente sirvieron para confirmar al Emperador
en la idea que del carácter de Fernando había
formado algun tiempo hacia.


La importancia que se daba al nombre del
príncipe cautivo en la lucha que se habia empeña-
do en la Peninsula , era uno de 108 ajentes mas po-
derosos en tan memorable crisis. Mientras que los
españoles combatian por la libertad de su menar-
ca lejítimo , despojado de sus derechos por la vio-
lencia , y arrancado á sus estados por ·Ios medios
mas pérfidos, la política inglesa señalaba entre
las causas que la obligaban á hacer la guerra á la
Francia, el ultraje cometido contra la dignidad
real, y el golpe descargado en la persona de Fer-
nando contra la seguridad de 108 tronos en [ene-
ral, Su nombre habíase convertido en el grito de
guerra de ambas naciones, y el gabinete de Saint-
James estaba íntimamente convencido de la im-




109
portancía que adquiririan Jos derechos que Jos es·
pañoles defendian , si conseguian que Fernando
entrase en el seno de sus estados. Si este príncipe
fuese arrancado de las manos de Napoleon y colo.
cado en Una situación donde pudiese espresar alta-
mente sus verdaderos sentimientos, no podía me-
nos de manifestar á los ojos de la Europa entera
la violencia ejercida contra su person8, protestan-
do contra semejante acto de tiranía y represen-
tando á Napoleón como un osado usurpador, pa.
ra quien ninguna cosa era sagrada, cuando hahia
resuelto ejecutar los planes que le dictaba su arn-
hicion desmesurada. Fácil era de este modo irri-
tal' á los soberanos del continente, inspirarles temo-
res, sacarles del estado de pasiva SUI111Sl0n J' des-
cargar de este modo un golpe de muerte sobre el
poder continental de la Francia. Grandes diíicul-
tades presentaba la empresa; sin embargo ; en-
centraron una persona que se encargó de reali-
zarla: era este el baron de Kolli (1), natural de


(1) Nota de la edicion francesa. El baron de Ko-
)Ii, desp ues de escrita esta obra, publicó u na memo-
ria sobre tan interesante episodio, de la vida de Fer_
nando. Los detalles que contiene están en contr-adic-.
cion en algnnos puntos con la relacion de nuestro
autor l que ha seguido al pie de la letra el testo de
los partes puhlicados en el lJ'Ionitor, pe riód ico ofi-
cial. Si las memorias de Kolli contienen asertos muy
atrevidos, tamhien es digno de observarse que hasta




110
Irland~, acostumbrado á desempeñar misiones se.
cretas y peligrosas, y muy astuto para encontrar
Jos medios de plantificadas. Protejido y recomen-
dado por el duque de Kent , el baron espuso bUS
ideas á los ministros ingleses y obtuvo su aproba-
cion ; porque sus medidas parecian tan bien to-
madas y sus cálculos tan infalibles, que los mi.
nistros pusieron á su disposicion todos Jos medios
que pidió , tanto-en dinero como en letras de cam-
bio y diamantes. Una escuadra inglesa que debia
cruzar por las costas de Francia, fue puesta á sus
ordenes para trasportar á Fernando: tambien oh-
tuvo el título de embajador de Inglaterra cerca
del príncipe cautivo. Sus credenciales consistían
en UDa carta autógrafa en latin, de Cárlos IV á
Jórje III , escrita en 9 de setiembre de 1802 , que
anunciaba el matrimonio de su hijo Fernando con
la princesa Maria Antonia de Austria: en una co-
pia de los poderes del embajador ingles Sir Enri-
que Wellesley, cerca del gobierno de Fernando


el ,lía no han silla desmentidas formalmente, Por otra
parte, el baron se apoya en documentos oficiales, cu-
Ja autenticidad ninguno ha puesto en duda.


Kolli es un hombre astuto, y segun su propio di~
cho, apenas podríamos creer que el ministerio ingles
hubiese escojido tal ajellte para llenar una mision tan
delicada y tan tlifícil, sino nos constase que de trei 11.
ta años á esta parte, aquel gabinete se ha servido
siempre de hombres semejantes en el continente. Ko·}




fll
VII, escritos en latin; yen una carta de Jorje III al
príncipe .. en la que le daba las mayores segurida-
des de su arnistad , le recordaba los esfuerzos que
la Gran Bretaña habia hecho en favor de España,


1Ii, dice, que hacia ya tiempo que desempe ñ aba mi.
sienes secretas, y q'} e lord We lIesley le bol J)ia dado
la singular recompensa de un sable de honor. Halla-
hase en Ambcres cuando le encargaron poner "en li-
hertad á Fernando, y para ocurrir á los gastos del
proyecto y su ejecucion, remitieronle diamantes e n
valolfde mas de doscientos mil francos, Esperaba el
momento de partir á Inglaterra, cuando trabó amis_
tad con MI'. Alberto de Saint.B*", cUJa fisonomia uul.
ce y llena de franqueza le inspiré desde luego una
confianza sin límites. Nombróle su secretario y le pre-
sentó en calidad de tal al duque de Kent, al mar.
fIues de Wellesley y al almirante Cockburrr. Verifi«
cáronsealguoas citas misteriosas con estos persona.
jes, y pasado algun tiempo, el baron se llenó de ad~
miracion al ver que la policía francesa estaba ente.
ramente instruida de los pormenOl'es de ta les con ~
ferencias, Kolli partió en fin cargado de diamantes,
COD pasaporte falso, falsos itinerarios, vasos y orna-,
mentes de iglesia, y acompañado de 1111 sacerdote
para celebrar la misa. Habíase provisto igualmente
de instrumentos de astronomía para enhetenimiento
del monarca: y llegado á la bahia de Qlliberon • en.
contró otro baron emisario llamado Ferriet, que le
propuso el asesinato de Napoleou. No aprobó Kolli
la propuesta y desconfiando de su cofrade ,cometió
no obstante la imprudencia de descllbride el motivo
de su viaje. Ferriet desembarcó el primero y se




112
Y suplicaba ~ Fernando tomase las medidas mas
acertadas y eficaces para volver á entrar en su
reino.


El baron frustró la vijilancia de la policiafran-


apresuro a comunicar á \a poúcia de Paris las luces
que acababa de adquirir ~ el haron y su amigo Al.
herto saltal'on á tierra y comenzaron su peregrina_
je á Valencey. La noche era OS';Ul'a, los camiuos
dificultosos, y el secretario declaró .qne no le era po-
sible pasar arle laute . Kolli le hizo beber inútilmente
un vaso de vino de Madera, se despidió con el mas
v iv o pesar y le entreg6 diamantes en valor de vein-
ticinco mil francos; y la primera persolJa que encon-
tró en la cabaña donde se paró fue Alberto, sentado
tranquilamellleal fuego.


El secretario se le reune para dej8l'Je de nuevo, y
cuando el baron fue arrestado Alberto continuó en
Iihertad.. Sea lo que fuere, cada vez que su pluma
traza el nombre de Albedo, manifiesta tauta sen si.
hilidad que el leclor no sabe que pellsar.


Kolli se dirije eu seguida á reconocer el palacio
de Valencey y cornete toda clase de imprudencias..
propias para despertar la atencion de las autodda ..
des: habia dejado en diferentes puntos cnhallos <le Ola.
no y carruajes con las cort inas corridas. Toma Juego
el camino de Paris , se une al señor Richard, á quien
confia su secreto , porque Richard hablaba en favor
de los Borboues , y decia haber sido herido en la guer_
ra de la Yend ee. En fin, en la mañana del 24 de
m arz o le entrega dosmil setecientos francos para ha-
cer los preparativos del viaje, y algunos momentos
despues , el referido Richard abre la puerta á once




113
cesa hasta su llegada á Paris; mas Juego que pisó
la capital del imperio fue descubierto y arrestado.
Apoderóse la policia de sus papeles y de otros efec-
tos, y encerráronle en el castillo de Vincennes,


ajentes de policía qne se apoderan ele I:¡ persona del
haron. No se hizo de rogar para declarar cuanto sa ..
hia , mucho mas cuanto no tardó en conocer que no
podia clecir liada nuevo á la policia: propusiéroule
que sigui e se desempeñando su papel, con la seguridad
de (Iue conservaria para sí las riquezas de que ve-
lIia cargado: negóse el barón y fue sepultado en un
calabozo elel castillo de Vincennes. El asunto tornó
desde entonces un jiro enteramente oblicuo: Fou-
cllé encargó á Richard que remedase la persona de
Kolli yse trasladase á Valencey. Debia procurar
hacer entrar á Fernando en sus miras para que ca-
yese en tan horrible lazo, Confiamos en hcuor de la
especie humana J que las instrucciones dadas á Richard
por el duque de Otranto, y que se encuentran en
las memorias de Kolli que analizamos) son apócri-
fas, Entre otros pasajes curiosos copiamos los siguien-,
tes .


• Descubrid á Fernando los medios conqne cuen-
ta para facilitar su fuga y conducirle á las costas de
Normaudía, donde le espera la armada. Insistirá ea
que el príncipe parta solo, ó cuanto mas acompaña-
do de una sola pel'solla: en uno y otro caso el go·
hernador le dará dos ó tres hombres de su con/iau-
za que pasar.iu por ajelltes suyos. Si es necesario
favorecerá la fug:t por medio de órdeues falsas, que
el gobernaJor tendrá cuidado de snmi nist rar-la , &c."


»EII vez de conducir al príncipe á la costa, será
TOM. l. 8




114
donde permaneció hasta la entrada de los aliados:
el gobierno frances quiso valerse de este descubrí-
miento.


Con este objeto enviaron á Valencey un falso


encaminado directamente al castillo de Vincennes, &c."
El falso baron debía pJnerse de acuerdo con M.


de Be rthemy sobre lo; pormenores de la ejecucionr
si hemos de dar crédito á Kolli , el emisario no co «
nocieudo personalmente á Fernando , se dirijió e1lui-
vocadamente á su tio don Antonio que avisó al ins-
tante al gobernador, y la policia suplantó una carta
de Fernaudo para dar á entender que estaba satis-
fecho de su suerte.


Por mas estracrdinaria que parezca esta relación..
lo es auu mas el certificado dado á Kolli por el du»
que de Otrauto en 1814.


mEI duque de Otranto certifica, que el haron de
Kolli, encargado de una mision del gobierno ingles
cerca del rey Fernando VII, ha hecho cuanto ha es-
tado de su parte para desempeñarla con celo, honor
y Iide.idad , que el arresto del haron estorbó solamen-
te su ida á Valeucey , que fue enviado 'en su nom«
hre un sujeto llamado Richa· d : Y que los efectos,
la plata y los dia mautes de Kol1i quedaron de poai-
t ados en el ministerio de la policia jeneral. El duque
de Otranto cer-tifica por otra parte> que cuanto se
ha impreso relativo al barou y á su misjou , es una
fábula inventada para ocultar la verdad. El duque de
Otranto se ha prepuesto no hacer prihlico este ne_
gocio, y enviar á Kolli al IDarrjUeS de Wellesley , pa .•
ra darle UD nuevo testimonio de su cOlllsidel'acíon."


mFirmado el duq uede Otrauto,"




1f5
baron de Kolli j para persuadir á Fernando que se
escilpase del palacio y se refujiase en la escuadra
inglesa que le esperaba. Lejos de consentir' el
príncipe en lo que le proponían j se negó abierta•


• Paris 20 de mayo de 1814."


Nos abstenemos de manifestar nuestra OpIO Ion so-
bre la autenticidad de este relato impuro, advirtien-
do no obstante, que el señor Richard afirma bajo ju-
ramento, que tales eran sus instrucciones, cuyos ori-
jinales dice Kolli poseer.


El resto de las memorias se parece en estremo á
las elel baron de Trenck. El pobre Kolli conoció pron-
to qlle era mas fácil hacerse er.cerrar en Villceulles
que pl'ocurarse la salida, y sus esfuerzos, dur;¡nte
cuatro años, para romper los hierros de su prision
pueden compararse con los del prisiot.cro de l\1ag.
debourgo. A semejanza de este, abre paso á la luz por
entre las mural/as, después de haberse ar rancado 110
sin dolor una barba de diez meses. Esto 110 impide
que le p reud au en los fosos del castillo, no obstan.
te de haber burlado la v ijil an cia de dos gralldes per..
ros, cUJo afecto se habia conciliado arrojándoles de
tiempo en tiempo una parte de su comida. Au men,
t ar-ouse entonces los rigores de su cautivcr io , Sil es-
píritu se abatió, y ahri ése alg(lI1['s heritlas COII unas
tijeras. S,l initacion subió á tal punto ... que habién-
dole cierto dia hecho esperar la comida un carcelero,
el baro» le dejó moribundo con un golpe de trouco,
Semejallte desgracia pLISO el colmo á su ajitacion, yator..
mentáronle por mucho tiempo horribles eusue ños,


Los aliados se acerca han á Vincenlles, y la hora




"6
mente á dar un solo paso, y escribió en el mismo
acto al gobernador de Valencey , partici pándo-
le el proyecto. El gobernador se present ó en el
cuarto del príncipe y le encontró tan turbado y


de la libertad iba á sonar para el baron: entonces
le trasladaron á Sanmur con los demas prisioneros
de estado. Pretende haber visto con sus propios ojos
las instrucciones dadas por el duque de Rovigo en
la parte que le pertenecia. "Como el llamado Kolli,
escribia Savary, es uno de los prisioneros de esta-
do mas peligrosos, quiero mejor que me comuniquen
su muerte que su fuga." Quizás el baron en esta oca-
sion, como en otras, ha sido víctima de alguna bur-
la demasiado pesada.


Rompiéronse últimamente las cadenas de Kolli y
apresuróse á reclamar sus diamantes: contentáronse,
segun Sil dicho, con devolverte quince mil francos
en oro que le habian tomado ~ y prometiéronle en-
tregarle 51¿ sable de honor si lograban encontrarle.
En cuanto á los diamantes fueron declarados buena
presa, y acusa sin vacilar á UII personaje poderoso
de haberse utilizado de ellos.


Partió en el acto á España, y afirma que las
sonrisas del monarca le han recompensado ampliamen-
te de sus padecimientos en Vincennes.


Llegó la época de los cien dias, y púsose el ba-
roo á la cabeza de un cuerpo franco en las fron-
teras españolas para defender la lejit imidad. Los fran-
ceses batieren al desventurado Kolli , le hicieron pri.
sionero y estuvo á punto de ser fusilado: su vida
publica termina en la segunda resta uraciono Retira.
do al seno de su familia .. complácese con los recuer»




117
tan ajitado que no es fácil describir su situacion,
»Los ingleses, dijo Fernando, han causado mu-
chos males á la nación española y se sirven de mi
nombre para hacer derramar la sangre, El minis-
terio ingles, seducido por la idea de que estoy aquí
á pesar mio, y detenido por la -violencia , me ha
ofrecido el medio de salvarme. Me ha enviado un
emisario que bajo pretesto de venderme objetos
artísticos, no llevaba mas fin que entregarme un
mensaje del rey de Inglaterra." El falso harón,
que no ¡se apresuraba mucho á ponerse en salvo
después del descubrimiento del proyecto, fue de-
tenido, enviado á Paris y en seguida puesto en li-
bertad, Fernando se aprovechó de esta ocasion
para escribir al Emperador, y suplicábale se digo
nase adoptarle por hijo ; le concediese en metri-


dos de su brillante y romántica carrera.
Advertencia del traductor español, Kolli escribió


y publicó sus fabulosas memorias despues de haber
est ado en Esp a ñ a y recibido de F'er n-mdn repetidos
dones y gracias; entre ellas un pr iv i lejio para intro.
ducir granos en la isla de Cuba por espacio de al-
gun tieu.po , cuyo monopolio le produjo sumas de irn-
portancin , En agradecí miento á las mercedes recibi-,
das, dió á luz su inverosímil relacion , que se opo-
ne no solo á los partes de oficio puhlic ados en el Mo.
nitor frunces , sino á cuanto dijeron en aquel tiem,
po los periódicos ingleses, y á lo que han consig-
nado en sus memorias respectivas los personajes del
imperio que tuvieron parte en aquellos hechos.




118
monio una princesa de su familiia, y confiase á su
hermano Cárlos un mando en sus ejércitos. Inú-
til es advenir que Napoleon no respondió palabra
á semejantes demandas, que solo causaron risa en
las Tulleriaa, .


Despues de este suceso no vuelve á encontrarse
ya en la historia el nombre de Fernando, hasta la
époc'l en que la fortuna comenzó á abandonar al
guerrero á quien hahia por tanto tiempo favoreci-
do, y á levantar y engrandecer á los que tantas
veces aquel habia vencido. (Apéndice núm. 11.)


Los infortunios de Napoleon tornaron princi-
pio en España: los prodijios de valor de sus ejp.r-
citos no habian bastado para someter Una nacion
[lena de entusiasmo y de patriotismo, defendida
por unos oiu.ladanos tan valerosos como ilustra-
dos. La Inglatel'ra ,en efecto, tenia el mas alto
interés en sustraer la España del yugo que pasaha
sobre el contineute , y en disminuir la omnipoten-
cia del hombre q1le habia esclavizado la parte mas
interesante de Europa. Los franceses habian COn-
seguido victorias en la Península , se habian "po-
derado de plazas fuertes, habiaQ conquistado pro~
vincias j pero habian siJo derrotados en los corn-
bates parciales. No podian contar con la fjdeH'iad
de una nación conquistada, y pOlo otra parte te-
rrian qQe defenderse de esos actos horribles. de os-
tilidad } que el odio fl!qdudQ en tan [ustos moti-
vos podia solamente inspirar. Hahia llegado el Q10-
mento f.worllble para las operaciones mas impor-




119
tantes y decisivas; la primera que produjo mas
felices resultados fue la batalla ganada por los es-
pañoles y los ingleses contra el mariscal Marrnout,
Por consecuencia de esta jornada, los franceses
con el rey José á su cabeza, se vieron obligados
á abandonar la capital de la monarquía y á reti-
rarse á Valencia, donde el mariscal Soult na tar-
dó en reunírseles con todas las tropas que ocupa-
ban las provincias meridionales. El rey José re-
gresó á Madrid en el mes de octubre de 1812, y
de alli marchó sobre Salamanca con un ejército nu-
meroso: Lord \V ellington se retiró á Portugal don-
de supo mantenerse hasta que los desastres de Hu-
sia forzaron á Napoleon á disminuir el número de
tropas que tenía en España. Quince mil homhres
de la guardia imperial abandonaron la Penínsu-
la, seguidos después de cincuenta mil de tropas
de línea, de los que ocho mil eran de caballería.
El rey José y los mariscales del imperio recihie-
ron órden de atenerse á la defensiva , h',.:ta tanto
que supiesen el resultado de las operaciones del
Norte.


Tan inesperados sucesos enardecieron el valor
y las esperal17;a~ de los españoles , y dieron á sus
aliados Jos medios de consumar la obra que ha-
bian comenzado. El 21 de junio de J8 J3 se llena-
ron de gloria los ejércitos de la Península con la
famosa batalla de Vitoria: los franceses fueron com-
pletamente derrotados y obligados á evacuar el país,
y tan señalado triunfo despertó el patriotismo y el




120
entusiasmo del Norte contra el hombre que COI.
tanta frecuencia lo babia vencido. Al ver que Na-
poleon rehusaba las proposiciones que le hicieron
despues del congreso de Prada , proposiciones que
de hecho eran enteramente incompatibles, no so-
lo con sus miras ambiciosas, sino tambien con los
principios fundamentales de su politica ; el Austria
tomó parte en la lucha y se unió á la Prusia y á
la R-usia. La defección de la Baviera, de Wurtem.
berg, de Westfalia .Y de la Sajonia, ejerció la ma-
yor influencia sobre el écsito de esta campaña, que
puso fin al poder de Napoleón sobre el continente,
y le obligó á cambiar de rumbo y á sacrificar á la
seguridad de su imperio 108 planes inrnensos , pa-
ra cuya ejecucion hahia traba jada hasta entonces
con tanto suceso. Tales circunstancias le obliga..
ron á comenzar á ceder por España, cuyos dere-
chos tan injustamente hahia atacado y á la que ha..
bia hecho tan pérfida guerra, Así es que el 12 de
noviemhre de f813 escribió á Fernando anuncian-
dole que deseaba poner término á los asuntos de la
Península: porque la Inglaterra, decia J, fomenta
la anarquía y eJ jacobinismo en aquel pais, y pre-
tende destruir la monarquía, acabar con la noble-
za y fundar una república. Deseaba vivamente qui-
tar á los ingleses los prelestos de ejercer su iníluen-
cia, y restablecer los lazos de amistad y de alianza
que hahian ecsistidc por tanto tiempo ent re ambas
naciones, Envió pues á Fernando el conde de Lafo..
rest bíljo un nombre supuesto 1 y le previno que




121
diese fé á cuanto le dijese dicho enviado.


El conde de Laforest se presentó á Fernando,
pero esperimentó dificultades que no esperaba: el
príncipe y sus consejeros eludieron las proposicio-
nes del diplomático, y la respuesta se redujo en
sustancia á que no podia hacer nada sin el consen-
timiento de la nacion española y de la rejencia que
la gobernaba: que S. !\l. 1. podia tratar con aquel
cuerpo, Ó bien enviar la rejencia diputados al prín-
cipe para darle á conocer la situaciou de Jos nego-
cios y ayudarle á encontrar los medies de asegurar
su prosperidad. (Apéndice número 12).


Sin embargo, habiendo descendido á nuevas
esplicaciones , lograron entenderse y quedó con-
cluido un tratado en Valencey el 11 de diciembre
entre el conde de Laforest en nombre del Empera-
dor, y el duque de san Cárlos en el de Fernando.
Los principales artículos de este tratado determi-
naban: Paz y amistad debian ecsistir en Jo futu-
ro entre ambos monarcas: y el Emperador de los
franceses reconocia {lor reyes de E~'\laüa y de las
Indias á Fernando y á sus succesores. Reconocia
del mismo modo la integridad del territorio cspa-
ñol ; las provincias s las plazas fuertes que se halla-
han entonces en poder de los franceses, debían pa-
sar en el estado que tenian á poder de los goberna-
dores y de las tropas españolas que el rey designa-
se. Fernando por su parte se comprometia á man-
tener en toda su integridad el reino hispano, las
islas, las plazas fortificadas J sus guarnjcjolles res~




122
pectivas, principalmente Mahon y Ceuta, y ~ hacer
retirar las tropas inglesas de las provincias y de los
puntos fuertes que ocupaban. Dos comisarios, uno
frances y otro español, debían ponerse deiutelijen-
cia sobre los medios de hacer salir simultáneamen-
te de la Península las tropas francesas é inglesas.
Ambos monarcas ofrecian sostener la independen-
cia de sus derechos maritimos del mismo modo y
en los términos mismos estipulados en el tratado de
Utrecht, y como lo hahian verificado las dos na-
ciones hasta el año 1798. Los españoles que habian
servido al rey José y desempeñado en su reinado
empleos civi\es, politices ó militares , debían con-
servar sus honores, derechos y prerogativas: y ha.
hian de entregarse en el estado que tenian antes de
la guerra, los bienes muebles ó inmuebles situados
en España que perteneciesen actualmente á fran-
ceses Ó italianos. Del mismo modo se restituirían á
sus dueños las propiedades españolas secuestradas
en Francia ó en Italia, y se nombraban comisarios
de las naciones interesadas pai a allanar y resolver
las dificultades que se encontrasen en la ejecución
de tales medidas. Obligáhanse ambos paises h dar
libertad & los prisioneros: la guarnicion de Parn-
plena y los prisioneros de Cadiz , de la Coruña, de


las islas del Mediterráneo, y los que habian sido
cojidos en otros puntos y enviados á Inglaterra,
volverian á su pais, El rey Fernando se obligaba á
pagar á Cárlos IV y á la reina su esposa la suma
anual de trein ta millones de reales) y en caso de




123
ocurrir la muerte del rey Cárlos , dos millones de
francos, tarnbien anuales , á la reina mientras vivie-
se. Debia concluirse un tratado de comercio entre
España y Francia.y mientras SE' estahlecian los nue-
vos lazos mercantiles , seguirian bajo el mismo pié
de 1792. El último artículo del tratado de Valen-
cey, establecía tlue seria ratificado en Paris den-
tro de un mes Ó antes si era posible.


Fernando pidió permiso par.. escribir á la re-
[encia que gobernaba la Península en su nombre,
y que habia sido establecida pOr las cortes ordina-
rias en virtud de las facultades que para este caso
les habla concedido la constitucion política de 19
de marzo de 1812. Consintió NapoJeoll en que Fer-
nando diese este paso: y el 18 de diciembre de
1813, el príncipe escribió una carta á la rejeucia,
en la que decia ,que la Providencia le había con-
cedido la salud, la fuerza y el consuelo de no ha·
herse separado un instante de su hermano y de su
tia los infantes D. Cádos y D. Antonio; que habia
recibido la mas [euerosa hospitalidad en el palacio
de Valeucey j qlle su permanencia en este sitio ha-
bla sido tan agradable, cuanto perrnitian las cir-
cunstancias , y que babia empleado el tiempo de la
manera mas ventajosa á su nueva situacion ; que
ningun conocimiento tenia de los negocios de Es-
paña, sino el qll3 habla podido adquirir con la lec-
tura de los periódicos franceses, lo cual le bastaba
para formarse una idea de los sacrificios que la na-
cion habla hecho en IlU favor, de la constancia mag-




f24
n'nima é inflecsible de sus fieles súbditos, de los
socorros que habia suministrado la Gran Bretaña,
y en fin, de la admirable conducta del jeneral en
jefe de las tropas inglesas lord Wellington, como
igualmente de la de los oficiales españoles y es-
tranjeros que se habían distinguido. Añadia que el
ministro inglés habia declarado públicamente en
su comunicacioll de 23 de abril del año anterior,
que la Gran Bretaña se hallaba dispuesta á escu-
char proposiciones de paz, y que no obstante las
desgracias de la patria se prolongaban j que elErn-
perador de los franceses le habia hecho reciente-
mente proposiciones fara llegar á un acomodamien-
to por medio de su embajador el conde de Lafo-
rest , proposiciones cuyas bases eran su restableci-
miento al trono, la integridad é independencia de
sus estados, sin condiciol1 alguna incompatible con
el honor, la gloria y los intereses de la nación es-
paüola j que convencido de que despues de una
larga serie de victorias no podria jamás la Penín-
sula obtener una paz mas ventajosa, habia auto-
rizado al duque de san Cárlos para discutir un pun-
to tan interesante con el embajador frances; que
se habia concluido felizmente dicho tratado, y que
habia encargado al duque presentarlo á la rejen-
cia para que lo ratificase y lo volviese á enviar en
el acto revestido Con las fórmulas necesarias; que
la felicidad mas apetecida de S. M. era contener
la efusion de sangre y poner un término á tantos
infortunios; y que aguardaba con impaciencia el




125
momento de verse rodeado de una nacion que aca-
baba de dar al mundo entero un ejemplo de su
amor al monarca, y de su caracter tan noble y tan
jeneroso.


Las cortes y la rejencia no podian aprobar el
tratado de Valencey sin violar una ley promulgada
en la isla de Lean el 10 de enero de 18JI; ley ori..
jinada por las circunstancias en que se encontraba
el pais entonces , y fundada sobre los principios
mas ciertos del derecho público, y sobre las cap.
diciones mas indispensables á la independencia y
á la seguridad de las naciones. En efecto, despues
de referirse al decreto de 24 de setiembre de 18í 0,
por el que se declararon nulas las renuncias hechas
en Bayona, las cortes proclamaron por esta ley que
no reconocerian acto alguno, tratado, convenio ó
arreglo de ninguna especie aprobados por el rey
ó concluidos durante su cautiverio, ora fuese en
pais estranjero , ó bien dentro del territorio espa.
[101; Y ordenaron que todo acto contrario á esta
medida seria mirado como una hostilidad contra
el pais, y el culpable entregado al rigor de las leyes.
A~el{,u~abau po~ ot~a pa~te que la naciou \euerosa
que representaban no dejaria las armas ni escucha-
ria proposicion alguna hasta que las tropas francesas
hubiesen evacuado enteramente España y Portugal;
porqne habían resuello por voto unánime de la na-
cion entera no abandonar el campo de batalla hasta
dejar asegurada la reli ¡ion de sus abuelos, la liber-
tad del monarca y la independencia del reino.




126
La reiencia trasmitió á Fernando una copia de


la anunciada declaracion , y le devolvió el tratado
tle Valencey sin ratificar, con UnaCarta muy enér-
jica y respetuosa, en la que le felicitaba por su per-
fecta salud y por la dicha que le habia cavido de
vivir en compañía de sus augustos hermano y tio;
dábale las gracias en nombre dela nacion por los
sentimientos de afecto y de reconocimiento que
contenia su carla; escusábase de no poder ratificar
el tratado porque no debia contravenir á las dispo-
siciones del poder lejislativo de las Españas. Con-
c1uia asegurando á S. M., que aunque la rejencia,
las cortes y la nación deseahan ardientemente Ver-
le restituido á sus fieles súbditos, preferian sin ern-
ha.·go deher tan dichoso acontecimiento antes al
valor y patriotismo de las tropas, que á un trata-
do propuesto por el enemigo grande de S. M. y
del pueblo; tratado por 01 ra parte CUYllS condicio-
nes no podian aceptarse en las circunstancias en que
se hallaba la Península.


La respuesta de la rejencia tenia la fecha de 8
de enero de 1814. Algunos dias antes, Napoleon
que deseaba arreglar prontamente los asuntos de
España y sacar de ella todas sus tropas á la vez,
mandó que el conde de Laforest entregase á Fer-
nando una nota diplomática relativa á la suspen-
sion de hostilidades y á la ejecucion del tratado.
El príncipe envió la nota á la rejencia Con el jene-
ral Palafox , portador de una carta en la que es-
presaba en los térruinos mas fuertes su deseo de




127
que la rejencia aceptase las proposiciones que se le
hacian , y se conformase con las instrucciones se-
cretas que habia dado á este [eneral, Las instruc-
ciones se concretaban áque se diesen acto contínuo
las órdenes necesarias para una suspension jeneral
de hostilidades; que se nombrase un comisario pa-
ra la ejecución del tratado, y para presidir á la en ..
trega de las plazas fuertes ocupadas por les france..
ses J y en fin ~ que se verificase en seguida el cam..
bio de prisioneros.


El cardenal de Borbon respondió en nombre
de la rejencia de que era presidente: felicitaba cor-
dialmente al rey por los sucesos que anunciaban
su prócsirna vuelta al seno de su pais , y prodiga-
ha á S. M. los mayores elojios por la conducta
que había observado en tan difícil é importante
crisis. En cuanto al objeto de la mision del [ene-
ral Palafox , la rejencia se releria á la respuesta
que habia dado al duque de san Cárlos: solamente
añadia que hahia nombrado un embajador est raor-
dmario con plenos poderes para asistir en nombre
de S. 1\'1. al congreso que las potencias beli [eruntes
iban á celebrar para pacificar la Europa: que en
este congreso se concluiria un tratado de paz [ene-
ral que seria ratificado, no por la rejencia sino por
S. M. misma en su palacio de Madrid, ó en el pun~
to donde se encontrase absolutamente libre para
ocupar el trono que el heroísmo de los españoles
le habia conservado.


Olvidaremos por un momento á Fernando pa-




'128
ra ocuparnos de Jos grandes acontecimientos poli..
ticos enlazados Con su nombre y con sus intereses,
y que habian cambiado la situacion y los destinos
del pueblo español.


Las cortes estraordinarias , á quienes se babia
devuelto el poder soberano despues de la disolu-
cion de la junta central, habian proclamado una
constitución. Los principios populares que conte-
nia, la costumbre de vivir sin rey, ni corte, ni
aparato de realismo, habian inspirado á los que
amaban á su patria el amor de la libertad y el te ..
mor de verla destruida por la restauracion del rey
y el restablecimiento de los antiguos abusos del po-
der absoluto. Los representantes de la nacion y los
depositarios del poder ejecutivo obrando segun Jos
principios de la nueva coustitucion , habian salvado
Ja España de Jos males que la amenazaban, y no
podían soportar la idea de perder en un momento
el fruto de tantos trabajos, y renunciar la perspec-
tiva de la felicidad pública que les ofrecian Jostriun-
fos que habian conseguido. Con estos temores la
noticia del prócsimo regreso del rey despertó la
atención yel celo de los diputados de las cortes y
de los miembros de la rejencia, y reunieron sus
esfuerzos para asegurar la couservacion del nuevo
órden de cosas por las condiciones que impusieron
al rey , pretendiendo que reconociese una autoridad
superior á la suya.


La rejeneracion de España y el establecimiento
del sistema constitucional se verificaron en Cadiz,




129
Y así es que los habitantes del puerto estaban im-
huidos de ideas favorables á aquel sistema, y ha-
hian recibido con entusiasmo los principios de la
soberanía del pueblo, de la responsabilidad de los
ministros, de la representación nacional, .Y los de-
más principios políticos que naturalmente resultan
de ellos. Evacuada la Península por las tropas fran-
cesas, el pueblo de Cadiz Se opuso á que las cortes
se trasladasen á Madrid, convencido por una par-
te del peligro que corrian en la capital, y por otra
de la tranquilidad de que gozarian en Cadiz á can-
sa de m posicion intomable, y del valor y buen
espíritu de su numerosa milicia nacional. Los di-
putados no hicieron caso de un aviso tan prudente
y se diri ¡ieron á Mad rid, donde continuaron sus se-
siones, mientras que la rejencia mantenia con Fer-
naudo la correspondencia de que hemos hablado.


Los rejentes presentaron al congreso las cartas
del monarca ... y la asamblea resolvió deliberar so..
bre la conducta que debia observarse COn el rey si
entraba en España antes de la conclusion de la paz
leuera\. Las cortes decretaron el 8 de febrero, des-
pues de haber oido al consejo de Estado, que no
cousiderarian al rey como libre, ni le obedecerían
hasta que S. M. hubiese jurado observar la consti-
tucion , en medio del congreso nacional, conforme
al artículo 173: que los jenerales que mandaban
en las fronteras debian tornar todas las medidas ne-
cesarias para participar á la rejencia por correos es-
traordinarios cuanto supiesen sobre la venida de


TOM. 1. 9




130
S. M. para que pudieran disponerse los preparati-
vos para recibirle en la raya: que no dehiau per.
rnitir que entrase con el monarca fuerza armada,
y que si algunas tropas in.entaban traspasar los lin-
des, debían resistirse y rechazarlas segun las leyes
de la guerra. En el caso en que las tropas que
acompañasen á S. M. se compusiesen de soldados
ó de oficiales que hubiesen sufrido la suerte de pri-
sioneros, los [enerales que los mandasen debían
conformarse con los decretos ecsistentes sobre el
particular. El ¡eneral en jefe que tuviese el honor
de acompañar al monarca, le daria la escolta con-
veniente: ningnn estranjero, cualquiera que fuese
su rango, podria seguir al rey, ni en clase de em-
pleado subalterno, ni de criado. Los españoles que
hubiesen aceptado destinos de Napoleon ó de su
hermano José, no podían regresar á España con Fer-
nando bajo pretesto alguno: Ja rejencia determi-
naria el camino que S. M. habia de seguir, y los ho-
nores que se le deberian hacer. El presidente de la
rejencia saldria á recibir al príncipe á la frontera
para acompañarle á Madrid, y le entregaria una
copia de la constitucion para que S. M. pudiese
enterarse y jurar su observancia con perfecto co-
nocimiento de causa. El rey, á su llegada á la ca-
pital de la monarquía, iria en derechura al salon
de las cortes para jurar el código de 1812 con las
ceremonias prescritas en el reglamento: hecho lo
cual, S. M. se encarninaria á su palacio seguido de
treinta diputados para recibir de mano de la re-




131
[encia el depósito del poder ejecutivo. Finalmen-
te, las cortes instruirían á la nación de esfe suceso
en un decreto que enviarian al rey por medio de
una cornision compuesta de otros treinta miembros
de la asamblea.


Al propio tiempo las cortes publicaron una
proclama en la que declaraban, que únicamente se
habían propuesto precaverse coutra la influencia
perniciosa de la Francia; consolidar las bases de
una constitución universalmente adoptada: preser-
var al rey cautivo, en el momento crítico de su
restauración al trono de sus antepasados ~ de los
consejos pérfidos de los estranjeros y de los traido-
res, y libertar la nación de las desgracias que la
prudencia humana pudiese preveer.


Mas la asamblea no acompañó tales declaracio-
nes y acuerdos con las medidas necesarias para ase-
gurar los resultados de estos cambios potiticos. Co-
mo las tropas france!>as habian ocupado por espa-
cio de seis años la mayor parte del territorio espa-
ñol, la cousritucion promulgada en Cadiz no era
conocida al tiempo de partir los estraujeros , sino
de los habitantes de Cadiz y del ejérci to (1). El in-
tervalo que medió entre esta partida y la llegada del
rey, fue demasiado corto para que el pueblo pudiese


(1) Nota del traductorfrances , El autorse engaña:
sin duda ha copiado en esta parte á M. Pradt: debió
haber sabido que antes de la restauraciou de Feruau»




132
enterarse bastante de las nuevas instituciones. Las
cortes hubieran salvado tamaño inconveniente, y
suplido á la falta de popularidad que tenia la cons-
titucion, haciéndola amable á los soldados, y con-
fiando su defensa á unos hombres que acababan
de abandonar el campo de batalla que habia sido
teatro de sus victorias. Mas en vez de obrar así,
descontentaron y acabaron con el entusiasmo de
las tropas, condenándolas á toda especie de priva-
ciones " y manifestando opiniones poco favorables
á la milicia en el congreso nacional. Un diputado
célebre por su influencia, dijo públicamente, que
nunca quedaria asegurada la independencia de la
nación mientras ecsistiesen en España cuatro sol..
dados y un cabo mercenarios. Si á esta circunstan-
cia añadimos la poderosa influencia del clero, ene-
migo mortal de las nuevas instituciones que ame-
nazaban sus riquezas y privilejios; si observamos
cuán poderosamente habia contribuido á ecsaltar
los ánimos en la lucha que espiraba, las intrigas de
este cuerpo dando á la guerra el carácter relijioso
que tan formidable la había hecho; si atendemos
á que el mismo clero se atri buia todo el honor de la
victoria, y que por cOl1~iguientedeseaba recojer en-


do, la constitucion promulgada por las cortes no solo
era conocida, sino que tambien estaba en v ígor en to-.
das las partes de España que no ccupabau las tropas
francesas.




J33
tero el fruto , podremos formarnos una idea de las
causas queintluyeron en la conducta de Fernando en
el momento de su entrada en el territorio español.


Mientras habia permanecido en Valencey, no
babia adquirido mas ideas de la constitucion gadi-
tana , que las que suministraban los periódicos fran-
Ceses que la impugnaban. Sin embargo, era eviden-
te que habia reconocido su validez, como igual.
mente los poderes que de ella emanaban, puesto que
rehusó ~ como hemos visto mas arriba, responder
á las primeras proposiciones de Napoleon antes de
consultar á la regencia, cuya autoridad dimanaba
de las cortes, y la de éstas de la constitucion. La
primera copia auténtica del código político que lle-
gó á las manos de Fernando} fué la que le entregó
el ¡enel'al Palafox (1). Fernando la leyó en el coche


(1) D. José }Ielzi y P alafo x, el menor de los tres her-
manos, de una familia noble de Aragon , entró muy jó.
ven en la servidumbre milita)' del rey, Habíase pronun.
ciado ardientemente en favor de Fernando, y cuando ea-
yó el favorito en Aranjuez, confiaronle su custodia á las
órdenes de Castellar. Fué uno de los pr-imeros que se
escaparon de 'Bay on a cnando Na poleon se apoderó de
la corona de España. Vivia hacia algun tiempo ret ira-,
do en sus tierras, cuando el consej o de Aragon cono-
ciendo la influencia qne t eu ia sobre sn s compatriotas,
le invitó á trasladarse á Zaragoza para contribuir con
sos esfuerzos á la defensa cornun : algunos paisanos ar--
mados le comunicaron la órden en su casa de campo y
le acompañaron á la capital de Al'agon. Snblevóse el




134
al atravesar [a Francia, y manifestó varias veces á
las personas que le acompañaban que aprobaba la
mayor parte de los principios establecidos en ella,
y que los encontraba en armonía con las antiguas
leyes y costumbres de la monarquía. Mas luego
que llegó á la raya, lo primero que hizo fué mu-
dar el camino que le habían seüalado las cortes, y
dirijirse á Zdragoza sin miramiento alguno á los de-
cretos de la asamblea. gn esta ciudad, los enerni-
gos de la constitución comenzaron á valerse de los
medios que habian imajinado para destruir de ar-
riba á abajo un sistema, al que daban el nombre
de código del jacobinismo, y de la impiedad, de
estandarte de la discordia, y de la anarquia , y de
presajio para el rey de una suerte semejante á la
que cupo á Luis X VI. Desgraciadamente cuanto


pueblo, y oblig6 á la junta á nombrar á Palafox capi-
tan jeueral de la provincia, no obstante que solo contaba
veinte y ocho años, y que no pasaban de la mediania
sus conocimientos militares 1 porque siempre habia vi-
vido en ellaberiuto de la corte. No podia hacerse el
nombramiento en un instante mas crítico, pues las tro-
pas francesas marchaban contra Zaragoza en distintas
direcciones 1 y Palafox solamente tenia á su disposicion
doscientos veillte hombres de tropa de línea. Su activi-
dad r enerjía suplieron la debilidad de los medios; arm6
los vecinos: formó cuerpos de esto d iantes: su hermano el
mar-qués de Lazau le proporcionó un refuerz o ; en fin,
hizo uo alistamlento en la provincia, y no tardé tu Cae
meuaar un sitio comparable con el de la antigua Sagun.




135
habia visto el monarcay cuanto presenciaba todos
los dias con sus propios ojos, contribuia á confir-
marle en aquella opinión, y á hacerle creer que la
constitucion era la obra de un partido débil y ais-
lado, rechazado por la masa de la nacion. En too
das las ciudades por donde pasaba el monarca, el
vulgo escitado por los frailes y por el clero arran-
caba la piedra de la constitución , y profería con-
tra ella los mas denigrantes insultos, y contra las


too La intimacion fué brev e , y hreve la respuesta: la
iuvitacion par'a que capitulase no cou teu ia mas que es-
tas pa lahras . Cuartel [eneral de santa Engracia. Capi-
tulacion. Palalo x respo nd ió : Cuartel [eneral de Zara.
goza Guerra á muerte, Los fr au ceses 110 t ard arou en
penatrn r en la ci ud ad r pero cada calle era un campo de
batalla; cada casa uu a fortaleza. Al cabo de sesenta y
un dias de tan sangrienta lucha, los sitiadores se retiraron,
y Palafox. , cuyas fuerz as recibieron entonces aumento,
arriesgé la suerte de una hatalla , quedando venc ido en
Tude!a, El sitio comenzó de nuevo: la ciudad se defen-
dió con el arrojo de la desesperacion ; el bombardeo el u-
ró mas ele un mes l y el paso de cada puerta, de cada
escalera, disputábase cuerpo á cuerpo. Era preciso ca-
pitular; Palafcx no pudo resolverse, y dió sn di misiou
dejando al succesor tan penoso encargo. Cincnenta y
cuatro mil personas habían perecido durante el sitio; y
'Napoleon se m ost eé poco ¡eneroso, ó por mejor decir,
injusto endemasía al mandarle encerrar en el castillo
de Viocennes. Permaneció prisionero hasta el tratado
.de Valencey, y e ut ró en Españ a con el monarca ,OC"-
'Pando después un raugo entre los adictos al príncipe.




136
cortes y los liberales. En Valencia pusiéronse en
movimiento otras maniobras no menos eficaces pa-
ra mover el ánimo del rey: allí se habian reunido
los escritores, los intrigantes, y los miembros mas
osados del partido anti-constitucional. Algunos, co-
mo eljeneral Elío, sedujeron la tropa para que
proclamase al rey absoluto: y otros, como el pu-
hlicista , encubierto bajo el nombre de Lucindo,
publicaron las mas sangrientas sátiras, las diatri-
has mas violentas , y las calumnias mas absurdas
contra las ideas liberales y con! ra los que las pro-
fesaban. Muchos miembros de las cortes que per-
tenecian á la misma faceion , habian enviado cier-
to número de individuos á Valencia parapresen-
tal' á Fernando la famosa representacion llamada
de los Persas, porque comenzaba con una alu-
sion á las costumbres de aquel pais: en cuya re-
presentacion un gran número de diputados del
pueblo protestaban contra la ecsistencia legal del
cuerpo mismo á que pertenecian, y contra los actos
de él emanado. Por otra parte los que habian acom-
pañado al rey en su cautiverio, y en quienes de-
positaba su mayor confianza, procuraban con to-
dos sus esfuerzos apartarle del sistema constitucio-
nal, y le aconsejaban que lo derribase enteramen-
te, y castigase á sus autores y á cuantos eran su
sosten.


El presidente de la regencia en vez de ir á la
frontera al encuentro del rey, conforme al decre-
to de que hemos ya hablado, le recibió en Valen-




137
cia , porque el monarca habia tomado un camino
diferente del señalado por la asamblea: presentóse
en aquellos contornos á S. M., Y después de ha-
berle tributado el debido homenaje, se abstuvo en
virtud de las instrucciones que habia recibido de
las cortes, de besar la mano real segull la antigua
costumbre de la corte española. El monarca, pre-
venido secretamente de 8U intencion , y resuelto
á recobrar todo el poder de sus antepasados, man-
dó en t0l10 áspero al cardenal que le besase la ma-
no. Luego que obedeció, Fernando le volvió la
espalda sin prestar oido al discurso que el cardenal
habia comenzado. Aquel mismo dia le despojó del
arzobispado de Sevilla para que estaba nombrado,
y puso en su lugar á un hombre, que entre todo
el clero español era el que se veia animado del es-
píritu mas violento de fanatismo y de persecucion.


Semejantes acontecimientos no eran sino el
preludio del golpe decisivo que estaba á punto de
descargar para destruir por su base el nuevo órden
de cosas, creado y sostenido por las cortes. El 4
de maJO publicóse en nombre del rey un decreto,
obra del ministro Macanaz, de quien no tardare-
mos en hablar. S. 1\1. declaraba que la asamblea
de las cortes de Cadiz era ilegal, .Y por consiguien-
te la constitucion que habian proclamado nula, y
á mas viciosa y perjudicial; que las luces del siglo
no le permitían gobernar á sus súbditos despótica-
mente, y que por lo mismo S..1\-1. ofrecia congre-
gar Legalmente las cortes de España y América) y




138
de acuerdo con ellas dar al pueblo una constitu-
cían que precaviese el reino contra los peligros del
despotismo; que concederia por este acto a los es-
pañoles la libertad de publicar sus opiniones por
medio de la prensa, y solamente con las precau-io-
Des necesarias para impedir sus abusos; que S. ~1.
aborrecía la tirania, y que no queria gobernar sino
segun las leyes, respetando la libertad individual:
que quedaban disueltas las cortes; y finalmente,
que seria castigado con la pena de muerte el que
hablase en su favor Ó tomase la defensa de la cons-
titucion,


La importancia de este documento es tal que
nos obliga á trasladarlo aquí integra mente.


»Desde que la divina providencia por medio de
la renuncia espontánea y solemne de mi augusto
padre me puso en el trono de mis mayores, del
cual me tenia ya jurado sucesor el reino por sus
procuradores juntos en córtes , segun fuero y cos-
tumbre de la nacion española , usados de largo
tiempo; y desde aquel fausto dia en que entré en
la capital, en medio de las mas sinceras demos-
traciones de amor y lealtad con que el pueblo de
Madrid salió á recibirme, imponiendo esta maui-
festacion de su amor á mi real persona á las hues-
tes francesas, que con achaque de amistad se ha-
bian adelantado apresuradamente hasta ella, sien-
do un presajio de lo que un dia ejecularia este he-
roico pueblo por su rey y por su honra, y dando
el ejemplo que noblemente siguieron todos los de-




139
mas del reino: desde aquel dia, pues, puse en mi
real ánimo para responder á tan leales sentimien-
tos, y satisfacer á Ias grandes obligaciones en q.ue
está un Rey para con sus pueblos, dedicar todo
mi tiempo al desempeño de tan augustas funcio-
nes, y á reparar los males a que pu,lo dar oca-
sion la perniciosa influencia de un valido durante
el reinado anterior. Mis primeras manifestacio-
nes se dirijieron á la restitucion de varios majis-
tracias y de otras personas á quienes arbitraria-
mente se habia separado de sus destinos; pero la
dura situación de las cosas y la perfidia de Bita-
napurte , de cuyos crueles efectos quise, pasando
á Bayona , preservar á mis pueblos, apenas dieron
lugar á mas. Reunida alli la real familia, se co-
metió en toda ella, y señaladamente en mi perso-
na , un tan atroz atentado, que la historia de las
naciones cultas no presenta otro igual, así por sus
circunstancias, como por la série de Sucesos que
alli pasaron; y viajado en lo mas alto el sagrado
derecho de [entes , fui privado de mi libertad, y
de hecho del gobierno de mis reinos, y traslada-
do á un palacio Con mis muy caros hermano y
tia, sirviéndonos de decorosa prision casi por es-
pacio de seis años aquella estancia. En medio de
esta afliccion siempre estuvo presente á mi memo-
ria el amor y lealtad de mis pueblos, y era gran
parte de ella la consideraciou de los infinitos ma-
Ies á que quedaban espuestos: rodeados de enemi-
gos j casi desprovistos de todo pJra poder resistir-




140
les; sin rey y sin un gobierno de antemano esta-
hlecido , que pudiese poner en movimiento y reu-
nir á su voz las fuerzas de la naeion y dinjir su
impulso, y aprovechar los recursos del estado pa-
ra combatir las considerables fuerzas que simultá-
neamente invadieron la Peuinsula , y estaban ya
pérfidamente apoderadas de sus principales plazas.
En tan lastimoso estado espedi, en la forma que
rodeado de la fuerza lo pude hacer , como el úni-
co remedio que quedaba , el decreto de 5 de ma-
yo de 1808, diri ¡ido al Consejo de Castilla, y en
su defecto á cualquiera Chancillería Ó Audiencia
que se hallase en lihertad, para que se Convoca-
sen las Cortes ; las cuales únicamente se habrian
de ocupar por el pronto en proporcional' los arbi-
tries y subsidios necesarios para atender á la de-
fensa del reino, quedando permanentes para lo
demas que pudiese ocurrir; pero este mi real de-
creto por desgracia no fue conocido entonces; y
aunque despues Jo fue, las provincias proveye-
ron, luego que llegó á todas la noticia de la cruel
escena provocada en Madrid por el jefe de las
tropas francesas en el memorable dia 2 de mayo,
á su gobierno por medio de las juntas que crea-
ron. Acaeció en esto la gloriosa batalla de Baylen;
los franceses huyeron hasta Vitoria; y todas las
provincias y la capital me aclamaron de nuevo
rey de Castilla y de Lean, en la forma con que
lo han sido los reyes mis augustos predecesores.
Hecho reciente, de que las medallas acuñadas por




14f
todas partes dan verdadero testimonio, y que han
confirmado los pueblos por donde pasé á mi vuelta
de Francia con la eíusion de sus vivas, que COD~
movieron la sensibilidad de mi corazon , adonde
se grabaron para no borrarse jamas. De los dipu-
tados que nombraron las juntas se formó la Cen-
tral, quien ejerció en mi real nombre todo el po-
der de la soberanía desde setiembre de 1808 hasta
enero de 1810, en cuyo mes se estableció el pri-
roer Consejo de llejencia , donde se continuó el
ejercicio de aquel poder hasta el dia 24 de se-
tiern bre del mismo año, en el cual fueron instala-
das en la Isla de Lean las Cortes llamadas jenera-
les y estraordinarias , concurriendo al acto del
juramento, en que prometieron conservarme to-
dos mis dominios, como á su soberano, J04 di-
putados , á saber, 57 propietarios y 47 suplentes,
como consta del acta que certifió el secretario de
Estado y del despacho de Gracia y Justicia don
Nicolas María de Sierra. Pero á estas Córt.es con-
vocadas de UI1 modo jamas usado en España, aun
en los casos mas árduos , y en los tiempos turbu-
lentos de minoridades de reyes, en que ha. solido
ser mas numeroso el concurso de procuradores
que en las Cortes comunes y ordinarias, no fueron
llamados los estados de Nobleza J Clero, aunque
la Junta Central lo habia mandado, habiéndose
ocultado con arte al Consejo de Rejencia este de-
creta, y tarnbien que la Junta le hahia asignado
la presidencia de las Córtes , prerogativa de Ia so..




142
herania ~ que no habría dejado la Rejencia al ar-
hitrio del Congreso, si de él hubiese tenido noti-
cia. Con esto quecló todo á la disposicion de las
Córtes , las cuales en el mismo dia de su instala-
cion, y por principio ele sus actas, me despojaron
Je la soberanía poco antes reconocida por los mis-
mos diputados, atrihuyéndola nominalmente á la
nacion para apropiársela á sí ellos mismos, y dar
á esta des pues sobre tal usurpación las leyes que
quisieron, imponiéndole el yugo de que forzosa-
mente las recibiese en una nueva Constitucion,
que sin poder de provincia, pueblo ni junta, y
sin noticia de las que se decian representadas por
Jos suplentes de España é Indias ~ establecieron
los diputados ~ y ellos mismos sancionaron y pu-
hlicaron en 1812. Este primer atentado contra
las prerogativ6s del trono, abusando del nombre
de la nacían, fue como la base de los muchos
que á este siguieron; y á pesar de la repugnancia
de muchos diputados, tal vez del mayor número;
fueron adoptados y elevados á leyes, que llama-
ron fll1u{amentales, por medio de la grilería, ame-
nazas y violencias de los que asistían á las galerias
de las Cbrtes , con que se imponia y aterraba ; y
á lo que era verdaderamente obra de una faccion ,
se le revestía del especioso colorido de voluntad
[eneral ~ y por tal se hizo pasar la de unos pocos
sediciosos, que en Cádíz, y después en Madrid,
ocasionaron á los buenos, cuidados y pesadum-
bre. Estos hechos son tan notorios, que apenas




143
hay uno que los ignore, y los mismos Diarios de
las Cortes dan harto testimonio de todos ellos. Un
modo de hacer leyes , tan ajeno de la nacion espa.
ñola, dió lugar á la alteracion de las buenas le-
yes con que en otro tiempo fue respetarla y feliz.
A la verdad casi toda la forma de la antigua cons-
titucion de la monarquía se innovó; y copiando
los principios revolucionarios y democráticos de
la Constitucion francesa de 1791 , Y faltando á lo
mismo que se anuncia al principio de la que se
formó en Cádiz , se sancionaron, no leyes funda-
mentales de una monarquía moderada, sino las
de un gobierno popular, Con un jefe ó majistrado ,
mero ejecutor delegado, que no rey, aunque allí
se le dé este nombre para alucinar y seducir á los.
incautosy á la nacion. Con la misma falta de li-
bertad se firmó y juró esta llueva Constitucion ; y,
es conocido de todos, no solo lo que pasó Con
el respetable Obispo de Orense, pero tambien,
la pena con que á los que no la firmasen y ju",:.
rasen se amenazó. Para preparar los ánimos á
recibir tamañas novedades.. especialmente las fES-
pectivas á mi real persona y prerogativas del
trono, se procuró por medio de los papeles pú:
blicos.. en algunos de los cuales se ocupaban di-
putados de Córtes , y ahusando de la libertad de
imprenta) estahlecida por estas) hacer odioso el
poderlo real; dando á todos los derechos de la
magestad el nombre de despotismo , haciendo
sinónimos los de rey J' déspota, y llamando ti.




144
ranos á los reyes, al mismo tiempo en que se
per:>eguia cruelmente á cualquiera que tuviese fir-
meza para contradecir, ó siquiera disentir de este
modo de pensar revolucionario y sedicioso; y en
todo se afectó el democratismo , quitando del ejér-
cito y armada, y de todos los establecimientos
que de largo tiempo habian Jlevado el título de
reales, este nombre, y sustituyendo el de nacio-
nales, con que se lisonjeaba al pueblo; quien á pe.
sal' de tan perversas artes conservó, por su natu-
ral lealtad, los buenos sentimientos que siempre
formaron su carácter. De todo esto luego que en-
tré dichosamente en el reino, fui adquiriendo fiel
noticia y conocimiento, parle por mis propias ob-
servaciones, parte por los papeles públicos, don-
de hasta estos dias con impudencia se derramaron
especies tan groseras é infames acerca de mi ve-
nida y mi carácter, que aun respecto de cualquier
otro serian muy graves ofensas, dignas de severa
demost racicn y castigo. Tan inesperados hechos
llenaron de amargura mi corazon , y solo fueron
parle para templarla las demostraciones de amor
de todos los que esperaban mi venida para que
con mi presencia pusiese fin á estos males y á la
opresion en que estaban los que conservaron en
su ánimo la memoria de mi persona, y suspiraban
por la verdadera felicidad de la patria. Yo os juro
y prometo á vosotros, verdaderos y leales españo-
les, al mismo tiem po que me compadezco de los
males que habeis sufrido, no quedareis defrauda-




145
dos en vuestras nobles esperanzas. Vuestro sobe-
ralla quiere serlo para vosotros) y en esto coloca
su gloria J en serlo de una nacion heroica, que
con hechos inmortales se ha granjeado la admira-
cion de todas, y conservado su libertad y su hon-
ra. Aborrezco y detesto el despotismo: ni las lu-
ces y cultura de las naciones de Europa lo sufren
ya, ni en España fueron déspotas [amss sus ¡'eyes,
ni sus buenas leyes y constitucion lo han autori-
zado, aunque por desgracia de tiempo en tiempo
se hayan visto, como por todas partes, y en todo
lo que es humano, abusos de poder que ninguna
constitucion posible podr4 precaver del todo; ni
fueron vicios de la que tenia 'a nacion , sino de
pe¡'sonas y efectos de tristes, pero muy rara vez
vistas, circunstancias que dieron lugar y ocasion
á ellos.


Todavía, para precaverlos cuanto sea dado á·
la previsión humana: á saber, conservanrlo el de-
COl'O de la dignidad real y sus derechos, pues
los tiene tIc snyo, y los que pertenecen á los pue-
blos, que Son igualmente inviolables; Yo trataré
con sus procuradores de España y de las ludias;
y en córtes lejítimamenre congregadas, compues-
tas de UIlOS y otros, lo mas pronto que, restable-
cido el órden y los buenos usos en que ha vivido
la nacion , y con su acuerdo han establecido los
reyes mis augustos predecesores, las pudiere jun-
tar; se establecerá sólida y lejítimamente cuanto
convenga al bien de mis reinos, para que mis va-


lOTM. 1. 10




.46
salles vivan prósperos y felices en una relilion y
un imperio estrechamente unidos en indisoluble
lazo; en lo cual, y en solo esto consiste la felici-
dad temporal de un rey y un reino, que tienen
por escelencia el titulo d~ catolicos ; y desde lue-
go se pondrá mano en preparar y arreglar lo que
parezca mejor para la reunion de estas córtes,
donde espero queclen afianzadas las bases de la
prosperidad de mis súbditos, que habitan en uno
y otro hemisferio. La libertad y seguridad iudioi-
dual v real quedarán firmemente aseguradas por
medí; de las leyes que, afianzando la pública tran-
quilidad y el órden, dejen á todos la saludable
libertad, en cuyo goce imperturbable, que distin-
gue á un gobierno moderado de un gobierno arbi-
trario y despótico , deben vivir les ciudadanos que
están sujetos á él. De esta justa libertad gozarán
tambien todos para comunicar por medio de la
imprenta sus ideas y pensamientos, dentro, á sa-
ber, de aquellos límites que la sana razon sobera-
na é independientemente prescribe á todos para que
no dejenere en licencia; pues el respeto que se
debe á la relijiou y al gobierno, y el que los hom-
bres mutuamente deben guardar entre sí, en nin-
gun gobierno culto se puede razonablemente per-
mitir que impunemente se atropelle y quebrante.
Cesará tambien toda sospecha de disipacion de las
rentas del estado, separando la tesorería ele lo que
se asignare para los gastos que ecsijan el decoro de
mi real persona y familia, y el de la nación á quien




147
tengo la gloria de mandar, de la de las rentas que
Con acuerdo del reino se impongan yagignen ra-
ra la conservación del estado en todos los ramos
de su administracion. Y las leyes qne en lo suce-
sivo hayan de servir de norma para las acciones
de mis súbditos, serán establecidas con acuerdo de
las córtes. Por manera que estas bases pueden ser-
vir de :;eguro anuncio de mis reales intenciones en
el gobierno de que me voy á encargar, .Y harán
conocer á todos no un déspota ni un tirano, sino
un rey y un padre de sus vasallos. Por tanto ... ha-
hiendo oido lo que unánimamente me han infor-
mado personas respetables por su celo y conoci-
mientos, y lo que acerca de cuanto aquí se con.
tiene se me ha espuest.o en representaciones, que
de varias partes del reino se me han dirijirlo , en
las cuales se espresa la repugnancia y disgusto con
que a"i la constitucion formada en las cortes [ene .
rafes I estraordinarias , como los demás estable-
cimientos poluicos de nuevo introducidos son mi-
rados en las provincias; los perjuicios y males que
han venido de ellos, y se aumentarian si Yo auto.
rizase COIl mi consentimiento, y jurase aquella
constitucion ; confirmándome con tan decididas y
lenf'rales demostraciones de la voluntad de mis
pueblos , y por ser ellas justas y fundadas, decla-
ro que mi real ánimo es no solamente no jurar ni
acceder á dicha constitucion ni á decreto alguno
de las cortes [enerales y estraordinarias , y de las
ordinarias actualmente abiertas, á saber, Jos que




'f48
Sean depresivos de los derechos y prerrogativas de
mi soberanía, establecidas por la constitucion y las
leyes en que de largo tiempo la nacion ha vivido,
sino el declarar aquella constitucion y tales decre-
tos nulos y de ningun valor ni efecto, ahora ni
en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado
jamas tales actos, y se quitasen de enmedio del
tiempo, y sin obligacion , en mis pueblos y súb-
ditos, de cualquiera clase y condicion , a cumplir-
los ni guardarlos,


y como el que quisiese sostenerlos, y contra-
dijere esta mi real declaracion , tornada con dicho
acuerdo y voluntad, atentaría contra las preroga-
tivas de mi soberanía y la felicidad de la nacion,
y causaria turbación y desasosiego en mis reinos,
declaro reo de lesa Majestad á quien tal osare ó in-
tentare, y que como á tal se le imponga la pena
de la vida, ora lo ejecute de hecho, ora por es-
crito ó de palabra, moviendo ó incitando, Ó de
cualquier modo eshortando y persuadiendo á que
se guarden y observen dicha constitucion y de-
cretos. Y para que entretanto que se restablece
el árdeo, y lo que antes de las novedades intro-
-ducidasee observaba en el reino, acerca de lo
cual sin pérdida de tiempo se irá proveyendo lo
que convenga, no se interrumpa la administracion
de justicia, es mi voluntad que entretanto con ti-
nuen las justicias ordinarias de los pueblos que se
hallan establecidas, los jueces de letras adonde los
hubiere, y las audiencias, intendentes y demas




149
tribunales de justicia en la administracion de ella;
yen Jo político y gubernativo los ayuntamientos
de los pueblos segun de presente están, y entre-
tanto que se establece lo que convenga guardarse,
hasta que, oídas las cortes que llamaré, se asiente
el órden estable de esta parte del gobierno del
reino. Y desde el dia en que este mi decreto se
publique, y fuere comunicado al presidente que
á la sazón lo sea de las córtes que actualmente se
hallan abiertas, cesarán estas en sus sesiones; y
sus actas y las de las anteriores, y cuantos espe-
dientes hubiere en su archivo y secretaría, ó en
poder de cualesquiera individuos, se recojan por la
persona encargada de la ejecucion de este mi real
decreto, y se depositen por ahora en la casa de
ajuutamicnto de la villa de Madrid, cerrando y
sellando la pieza donde se coloquen: los libros de
su biblioteca se pasarán á la real , y á cualquiera
que tratare de impedir la ejecución de esta parte
de mireal decreto, de cualquier modo que lo ha-
ga, igualmente le declaro reo de lesa majestad,
y que como á tal se le imponga la pena de la vi-
da. Y desde aquel dia cesará en todos los juzga-
dos del reino el procedimiento de cualquier cau-
sa que se halle pendiente por infraccion de cons-
tiuicion ; y los que por tales causas se hallaren pr~
sos, ó de cualquier modo arrestados, no habien-
do otro motivo justo segun las leyes, sean inme-
diatamente puestos en libertad. Que así es mi vo..
luntad , por ecsijirlo todo así el bien y la felici-




150
dad da la nacion.-Dado en Valencia á 4 de ma-
yo de f814.-YO EL REY.-Colllo secretario de
del rey con ejercicio de decretos, y habilitado
especialmente para este.-Pedro de Macanaz.


El mismo dia apareció otro decreto sobre la
libertad de la prensa, ordenando que mientras
no se publicase una ley definitiva quedaban lodos
los escritos su jetos á la censura previa,


Publicados ambos decretos en Madrid, las
córtes reunidas en la capital de la monarquia, que
celebraban sus sesiones como en los tiempos mas
tranquilos sin haber tomado la menor precaucion
para sostener el sistema constitucional, fueron
disueltas por los que vinieron de Valencia á apo-
derarse de las riendas del gobierno autorizados
por Fernando. El ejército que ocupaba la provin-
cia de Valencia declaróse abiertamente á favor del
ahsolutismo , y Una de sus divisiones, mandada por
Un jeneral estranjero; ofreció reducir Madrid á
Ia obediencia, si era neeesario, Pero la oferta
era inútil; pues aunque ecsistian en la capital
bastantes tropas para oponer resistencia, la ningu-
na esperiencia del [efe que las mandaba, 1::1 des-
contento que entre ellas reinaba, y el entusiasmo
jeneral de la clase mas baja y mas numerosa del '
pueblo de Madrid en favor del rey, hubieran bas-
tado para paralizar los esfuerzos que pudieron ha·


-cerse para salvar una causa tan mal defendida
hasta entonces.


La entrada del rey en Madrid y los trasportes




151
de alegria con que sus vecinos le recibieron au-
mentaron todavía la ecsasperacion contra las cór-
tes y el sistema representa ti va, Presentóse Fe¡'.
nando en la capital de su reino rodeado de los
hombres que durante su cautiver-io nada habían
hecho para merecer su reconocimiento, y que le
aconsejaban medirlas tan violentas como ilegales.
Asi sancionaron el triunfo de uno de los partidos
que haLian dividido la España en el período que
habia espirado: y desgraciadamente entre todos
los bandos el vencedor era el mas desprovisto de
hombres de mérito. Muchas personas distinguidas
se habían alistado bajo las banderas de Napoleon
ó de la representación nacional; y la faccion que
sosteuia Ja Causa del despotismo se componia por
el contrario de la parte menos ilustrada de la no-
hleza y de los conventos, y de las heces del vulgo,
que en España depende enteramente de las dos
primeras clases.


Este triunfo del partido enardeció hasta el mas
alto punto la ambician de los serviles, y los arras-
tro á los mas violentos escesos: cercaron á Fer-
nando una muchedumbre de [entes tan oscuras co·
mo insolentes, clue reclamaban abiertamente su pa-
ga por las denuncias, las acusaciones y por todo
lo que habían hecho en favor del nuevo órden de
cosas. El único tít.ulo para conseguir los empleos
de cualquiera clase que fuesen, era no una adhe-
sion leal á la persona del rey, sino el odio mas in"
veterado contra las instituciones libera les.




152
En un brevísimo espacio de tiempo fueron se..


parados de sus destinos cuantos habian servido
hajo el gobierno constitucional, y los negocios
públicos confiados á las manos de una multitud de
entes oscuros, incapaces de desempeñar sus fun-
ciones, desprovistos de toda especIe de conoci-
mientos, y que pOI' lo tanto no podian sostenerse
en los puestos de que se habian apoderado sino
continuando en hacer una guerra cruel y pérfida á
las opiniones que habian causado la ruina de sus
antecesores, El mal era [eneral y sin escepciones,
Los tribunales, las iuteudencias , el ministerio,
las catedrales, el ejército, todo cedía al espíritu
de partido que se había sentado en el trono , y lo
peor de tantos males; y lo que mas contribuyó á
desmoralizar á los españoles , fue que el espionaje,
la delacion, la persecuc ion y la intolerancia ser-
vian de escalones para el logro de grandes recom-
pensas. El oficio de espia no solamente se veia au-
torizado , sino que al propio tiempo á los ojos del
gobierno era honrado y lucrativo: y asi es (lua
loejercian descaradamente y á la luz del dia. Has-
ta el mismo confesonario en su santo retiro fa-
vorecia tan perniciosa doctrina , cuando lo ocupa-
han hombres virulentos y ecsajerados. .


Entre los personajes osados que rodeaban al
rey y eran las principales causas de la conduela que
observaba, Macanz y Ostolaza se diElinguieron
por la confianza que en ellos babia depositado el-
monarca , y por el modo escandaloso con qu~ abu.




153
saban de ella, lo que al fin produjo su propia ruina.


Macanaz era el autor del famoso decreto de
Valencia, y el principal instigador de las persecu-
ciones de que no tardaremos en hablar: y al pun-
to que llegó Fernando á Madrid, fué nombrado
ministro de graciay justicia. (Apéndice núm. 13).
Tenia por consiguiente á su disposición todos los
empleos de la Ola [istrutura y de la iglesia: y solo
pensó en venderlos al que mas diese, sin mira-
miento alguno á las dernas consideraciones , sino á
la suma que el nombramiento dehia producirle.
Tan escandaloso tráfico se hacia público y abier-
tamente por el intermedio de cierta señora llama-
da P***, que dcspues de haber estado en Paris , en
Palais-Hoyal , vivía sin misterio con Macanaz ; la
cual desde la clase mas humilde del pueblo habia-
se encumbrado á ser la dispensadora de Jos desti-
nos de un gran reino. La publicidad y el escánda-
lo de semejante conducta fueron tales, que Fer-
nando, á pesar de su afecto á Macanaz, recono-
ció que le era absolutamente necesario poner un
término á tanto desórden , y acordó tomar sus me-
didas sobre este asunto : mas el modo con que eje-
cutó su designio, manifestó que la causa real de la
desgracia de Macanaz , era mas bien alguna ofensa
personal. En efecto, el rey mismo acompañado de
su mayordomo se dirijió al aclarar el dia á casa
del ministro, y acercándose á la cama en que dar-
mia Macanaz , le pidió la llave de cierto escrito-
rio. Sacó todos los papeles que contenia ,y ponién..




154
dolos en un pañuelo se retiró á palacio , dejando
al ministro lleno de admiracion y custodiado por
una guardia numerosa.


Al dia siguiente Macanaz fué encerrado en el
castillo de san Antonio, y publicóse en la gaceta
un decreto enigmático, que soló hablaba ele algu-
nas sumas de dinero que debía restit uir. Difícil es
saber ecsactarnente qué papeles eran estos que tan-
to alteraban al rnonarca : díjose en aquella época


.que se reducian á su correspondencia con Napo-
leon el UI'a r.te la permanencia en Valencey , y que
el favorito se habia alabado desacordadamente de
que podia causar grave daño al rey si la pubhcaba,
Otros pretendieron que el principal objeto de su
inquietud dimanaba solamente de una carta de
que se habia hablado mucho ,y era aquella en que
felicitó á José Bonaparte por el écsito feliz de la
batalla de Ocaña, Sea lo que fuere, Macanaz per-
maneció encerrado en el castilio de san Antonio,
que es una de las prisiones mas seguras de Es-
paña , hasta que el restablecimiento del sistema
constitucional rompió sus hierros. Recobró enton-
ces la libertad y regresó á Madrid, donde no es-
perimentó ni insultos ni persecuciones, La señora
P*** le habia precedido y obtenido de las autorida-
des constitucionales la restitución de ljlgunos efec-
tos que babian sido confiscados juntamente con las
propiedades de su protector, y que probó perte-
necerle,


Ostolaza , otro favorito de Fernando, durante




155
Jós primeros meses de su reinado era un eclesiásti-
co americano , que á todos los vicios que degra-
dan al hombre unia las pasiones mas violentas,
y una audacia que le hacia capaz de utilizarlas en
los proyectos mas vastos .Y mas importantes. Era
confesor del rey en Valencey; mas escapóse de
aquel punto, y logró introducirse en Cadiz y ha-
cerse nombrar miembro de las cortes. Descolló en
la asamblea declarándose cabeza de los serviles, y
es dIgno de notarse que aunque se oponia á la abo-
licion del santo oficio)' á cuantas medidas tendían
á disminuir la infiuencia y las riquezas del clero,
lomó parte en las discusiones sobre la forma de la
constitucion , votó en favor de algunos artículos
muy liberales, y juró defenderla como los dernas
diputados, Al regreso del rey apresuróse á pedir
Una recompema por los ultrajes con que le habian
abrumado en Cadiz cuando se hallaba al frente de
los serviles: colrnáronle al momento de bienes y
honores haciendo participes á sus parientes y ami.
gos. Sin embargo, Fernando que no gustaba de
lecciones ni de eshortos , Ji~gustóse pronto de los
que no cesaba de dilijirle Ostolaza , y le privó de
la confianza que hasta entonces le había dispensa-
do (Istcluza tijó pues los ojos en el infante D. Car-
los, que le nombró su confesor: y de tal suerte lo-
gró llenar su espíritn de terrores, escrúpulos yen·
sueüos ascéticos, que el mal parado infante destruía
de dia en día su salud con las privaciones y las pe-
nitencias á que se entregaba. Al mismo tiempo Os-




156
tolaza procuraba con sus intrigas volver á la gracia
del monarca; mientras que los nuevos favoritos
habiau resuello desembarazarse á todo precio de
tan peligroso rival. Las inmensas rentas que saca-
ha de sus beneficios le proporcionaban los medios
de vivir con esplendidez j mas habiendo sido norn-
hrado superior de un colejio de niñas, sus desen-
frenadas pasiones corrieron Una carrera sin lími-
tes, y le atrajeron una desgracia estrepitosa. Qui-
so convertir en serrallo el colejio de que era direc-
tor, y empleó todos los medios que el espíritu mas
diabólico supo inspirarle, para seducir á las jóve-
nes mas bonitas que allí habitaban, Con las unas
recurrió á la violencia, con las otras finjió el amor
mas ardiente y mas indomable, COIl aquellas en fin
se valió de la impostura y de los medios místicos
que herían su imajinacion, La preñez de algunas,
el escándalo que resultaba en la provincia de una
conducta tan abominahle , las quejas de otras , la
fuga de muchas , despertaron en fin la atencicn de
la autoridad eclesiástica. Ostolaza fué arrestado
por órden del obispo, mas la inquisición llamó la
causa á su tribunal, porque descubrió que uno de
los medios de seduccion consistía en enseñar á las
jóvenes doctrinas heterodoxas é impías sobre la
inocencia de ciertas acciones que la relijion y la
moral condenan. Destináronle al famoso conven-
to de las Batuecas , donde sigió entregándose á las
pasiones que lo dominaban, y de allí rué condu-
cido á un monasterio de Andalucía. Puhlicáronse




157
después de restablecida la constitucion las piezas
de su proceso, que ofrecen un cuadro muy curio-
so aunque deplorable de la pasion, de la dehilidad
y del crimen. Semejantes detalles no necesitan co-
mentarios ni carecen de utilidad,


Mientras que Jos ministros españoles se entre-
gahan á todos Jos eseesos del despotismo, y á todos
los desvaríos del capricho, la faceion á cuya ca-
heza se habian colocado y que gobernaba en nom-
bre del monarca, fulminaba la mas rigurosa per-
secucion contra cuantos se habian distinguido en
el período anterior. Los tribunales sin uúrnero ,
restablecidos al tenor del antiguo sistema, no po~
dian suministrar á los autores de la persecucion los
medios ele satisfacer su veng~lI1za; creóse pues una
cornision de estado ,compuesta de los miembros
mas implacables de la majistratura , cornision que
no seguia mas código ni mas regla que las pasiones
que la animaban. Hallábase al frente de este cuer-
po el famoso conde del Pinar, firme sostenedor del
partido anti-constitucional durante la permanen-
cia de las cortes en Cadiz. El embajador ingles sir
Enrique Wellesley , habia pedido y obtenido en
Valencia, en nombre de su gobierno, que no se
impusiese la pena de muerte por delitos políticos,
Así es que la cornision no podia enviar víctimas al
cadalso J pero en cambio prodigaba presidios, des.
tierras, mult.as, confiscaciones y arrestos.


No solamente sufrian el odio del partido dorni-
nante los diputados, los escritores políticos y los




158
jefes del bando liberal, sino tambien los ciudada-
nos mas inactivos é insignificantes que únicamente
habian sido espectadores. Castigábase á los (Iue 11a.
bien convidado á comer á un diputado, Irecuen-
tado las galerías del salon de cortes, leido habitual-
mente los periódicos y folletos; á los actores que
habian representado papel en los dramas patrióti-
cos; á los abogados (lile en los pleitos hablan sos-
tenido las nuevas doctrinas ; y á los jueces que se
habian guiaJo en las sentencias por los principios
de la constitución que juraron observar. lnútil es
advert.ir que la comision de estado nunca tuvo mas
miras que satisfacer el resentimiento personal de
los jueces que la cornponian y el de los jefes del
partido á quien serv ia : cada personaje de es!os en-
vió á la comisión una lista de los individuos que
habian caído en su desgracia, y al punto se pro-
nunció contra ellos una condenacion. No se obser-
vaban en estos procesos ninguna de las formas que
las naciones civilizaJas han adoptado para ilustrar
la eoncieucia de los [ueces y defender los derechos
del inocente. El encarcelamiento y las deporta-
ciones eran las únicas medidas del tribunal, que
llenaba de este modo los calabozos y los presidios
de varones sin tacha y honrados: gran número de
familias viéronse privadas de su jefe, y reducidas
á la miseria.


Para dar un pretesto plausible á tantas cruel-
dades, necesario era inventar crímenes, pon1ue no
ecsistian : creyeron pues los consejeros de Fernan-




·'59
do que el mejor medio de encender el odio de la na.
cion contra los acusados, era suponer que tenian
un proyecto para establecer la república. Para co-
lorar tales acusaciones con alguna aparrencia de
verdad, anunciaron en los periódicos que un co-
ronel frances que desertó al retirarse el ejército
imperial hahia despertado las sospechas de la au-
toridad, Llamábase Audinot, y reducido á prisión
confesó al juez que le interrogaba, que juntamen-
te con Argüelles babia trazado el plan de una re-
pública. Trasladáronle á Madrid, en cuyos calabo-
zos yacia D. Agustin Argüelles: el falso coronel ca-
yó en tales cont.radicciones y vomitó tales absur-
dos, que el conde del Pinar, juez de la causa y uno
de los inventores de la pretendida trama, no pudo
por mas tiempo sostener la acusacion. El cor-one],
Audinot , que era un mozo de cocina de la conde-
sa de Benavente, causó entonces bastante embara-
zo al partido que lo babia empleado. Reducido á
la dcsesperacion al ver que no le ponian en liber-
tad, y que nunca le cumplirian las magníficas pro-
mesas con que le habian arrastrado á la impostu-
ra, descubrió á cuantos fueron á visitarle á la cár-
cel la verdad sobre la pretendida repú blica , y los
nombres de los verdaderos autores. Aun hizo Olas:
logró escapar del calabozo donde eslaLa ,y subien-
do á una torre del edificio, y llamando desde allí
á grandes gritos á los que pasaban pnr la calle, re-
pitió las revelaciones que ya habia hecho, y aña-
dió que podía asegurar que le restaban pocas horas




160
de vida: cumplióse su profesion, y divulgóse la
voz de que se habia degollado con una navaja de
afeitar, aunque muchos atribuyeron su muerte á
los efectos del veneno.


Terminados en fin tan bárbaros procedimien-
tos, comenzó entonces para España una época en-
teramente nueva en los fastos de la historia mo-
derna, época que caracterizan rasgos particulares
que en vano buscaría el lector en los siglos mas re-
motos. Mas como los aconte cirnientos que perte-
necen á esta época van enlazados naturalmente á
las diversas ramas de la adrninistracien , juzgamos
útil para el órden y la claridad de la narraccion,
clasificarlos bajo sus diferentes jefes. As! la histo-
ria de los seis años que trascurrieron desde la res-
tauracion de Fernando hasta el restablecimiento de
Ia constitucion en 1820, Se dividirá en artículos
que llevarán los títulos siguientes: Ministerio de es-
tado: gobierno del interior: ministerio de gracia y
justicia: hacienda: ministerio de la guerra y mari-
na: y por fin, la última seccion contendrá una
porcion de hechos aislados, y anécdotas propias
para dar una idea de las costumbres y del carácter
de la época que nos ocupa.




MEMORIAS DISTORICAS
SOBRE


H¡ll'IST:m~IODE ESTADO.


Cuando los reyes se vieron restablecidos á la
tranquila posesion de sus tronos por la enerjía y
el arrojo de los pueblos, debieron naturalmente
temer una reacción de su parte, si, en recornpensa
de su patriotismo y de sus sacrificios querian con-
tinuar sujetándolos al yugo de un goLiernoabsolu-
too Por esta razon , moderaron tanto su lenguaje
los reyes y dieron á sus súbditos las mas .brjlllan-
tes esperanzas. Los diplomáticos mas ilustrados de
Europa creyeron que era preciso hacer algunas
concesiones á la clase media de la sociedad, que
tan poderosamente habia contribuido á destruir el
enemigo cornun ; y el que se hubiese atrevido á
proponer en los consejos de Jos monarcas reinan-
Les la esteusion del poder real (lue despues adqui-


TOM. l. "




162
rió en Europa, hubiera sido mirado indudable-
mente como un consejero terrierario , ó como el
enemigo de las testas corona-les. La Santa Alianza
se encontraba entonces precisamente en el caso de
aquellos que, deseando llevar á cabo una grande
ernpresa , temen dar el primer paso, y encuentran
otra persona menos prudente ó menos tímida que
se espone á los peligros de la esperiencia , y mues-
tra con su ejemplo los males ó los bienes que de
ella pueden esperarse, Los monarcas vieron en Es-
paila el sitio idóneo para verificar el fatal esperi-
mento, y dejaron obrar á Fernando para asegu-
rarse del grado á que podía llegar la docilidad de
las naciones,


Fernando, pues, fue considerado como el ins-
trurnento mas útil á sus designios; y no tardó en
ser el objeto de sus mas señaladas atenciones. Las
relaciones diplomáti-ias entre las grandes potencias
y lácórte de España, llevaban el sello de la mas
fina benevolencia y de la amistad mas Íntima: J'
los embajadores enviados á Madrid gozaban de la
confianza particular de sus respectivos monarcas.
Fernando los recibió con la misma confianza y los
trató además con la mayor familiaridad: el go-
bierno ingles mostró en este caso tanta prudencia
como sabiduría y moderación, No cahia duda en
que ejercia secretamente en .Esp¡¡iJa grande in-
fluencia , y sin embargo su ministro fe rnantenia
apartado de las intrigas políticas en que tan activa
parte tomaban sus compañeros. En una sola oca-




163
sion intervino directamente en los negocios públi-
cos , para reclamar el cumplimiento de la prome-
sa hecha en Valencia de no castigar con la pena
de muerte á los q~le fuesen acusados sr-lamente
de opiniones liberales. El famoso cojo de Málaga
hubiera sido sin duda alguna arrastrado al cadalso,
si MI'. Vaug han no hubiese despl egado en este ca-
so una enerjía y una actividaJ que le honran en
estremo. Ecsijió de Ceballos el perdon del preso,
le amenazó con la justa indignacion del gabinete
de Saint James, y fijó la hora para recibir una
respuesta del ministro; sería de desear que la po-
lítica eUl'Opea nos suministrase rasgos semejantes
á éste.


El Austria no mantenia Con España otros la-
zos que los que se derivaban de la semejanza de
sus principios políticos; el ministro de est a po.
tencia era U3 veneciano sin talen lo y sin inílucn-
cia, pero en cambio enemigo formidable de la
libertad.


El conde de Werther, hombre muy ilustrado,
era el representante de Prusia, y fue reem plazado
por un aventurero hanoveriano que hahia sido sim-
pie soldado en un rejimiento español y se había
distinguido por su bravura en la guerra de la in.
dependencia. La historia de semejante hombre no
pertenece á los negocios pollticos , á menos que
no se considere su perrnaneucia en España como
una prueba de la indiferencia de la Prusia por la
corte á que enviaba tan insignificante personaje.




164
Las negociaciones que mediaron en esta época


con el gobierno de los Estados U nidos tenia n una
alta importancia: tratábase de la cesión de la Flori-
da, y se concluyó el asunto con muchas ventajas
para el gabinete Washington. Creyóse [eneralmen-
te que debia atribuirse el resultado á un diplomá-
tico español que no fue inaccesible al oro de los
americanos, y que despues descifró su equívoca
conducta faltando á los deberes que la nacion le
hahia impuesto.


La Francia acreditó de embajador en la córte
de Fernando á un Montmorency ,esclusivamente
consagrado á la familia de los Borbones , y para
recompensarle de su fidelidad á toda prueba, el
rey le concedió el título de grande de España y
las decoraciones de la órden del Toison de oro y
la gran cruz de Cárlos III. Sin ernbargo , debe-


.mos confesar que mientras permaneció en Espa-
ña conservó este embajador una conducta siempre
franca y noble. Su nombre no figura en ninguna
de las intrigas diplomáticas de que fué entonces
teatro la Península: así el duque de Montrnoren-
cy abandonó su puesto al punto que se resolvió
destruir el sistema constitucional, y que para He·
gar á este objeto se emponzoñaron con la cormp-
cion todos los manantiales de la felicidad del pais;
se organizó la traición , y se fomentó la guerra
civil por todos los medios posibles. Reemplazóle
un hombre que profesaba principios muy dis-
tintos.




·165
Aunque la Rusia parezca tan separada de Es-


paña pOI' sus intereses políticos y por su posicion
geográfica, sin embargo, sus relaciones con el
gabinete de Madrid eran mucho mas íntimas y
gozaba de mayor inftuencia que \a!'> dema5 nacio-
nes, La Europa habia silla testigo de la humilla-
cion á que las armas de Napoleon redujeron el
imperio ruso: la córte española habia visto la de.
ferencia que Alejandro mostró despues al capitan
del siglo; y sabía en fin que el emperador de Ru-
sia habia consentido en la servidumbre de España
y en la elevacion de José al trono. Es probable
que la vigorosa resistencia de los españoles para
rechazar tan injusta invasion , fue una de las cau-


. sas que inspiraron á Alejandro el deseo de sacu-
dir el yugo que Napoleon le queria imponer ..y el
proyecto de rejenerar el mundo civilizado. El go-
hierno constitucional encerrado dentro de las mu-
rallas de Cádiz y sosteniendo una guerra tan por-
fiada como atrevida, resolvió entonces utilizarse
de este principio. Con tal objeto, envió á San
Petersburgo á don Francisco Cea Bermudez , va
ron tan distinguido por la elevación de sus senti--
mientas como por su tacto en el manejo de los
negocios mas delicados. Sin embargo, los conseje-
ros de Alejandro consideraron su misión como una
tentativa criminal: rehusaron reconocer el carác-
ter diplomático que le habia conferido un gobier-
no lejitirno , y negándose á escuchar sus proposi-
ciones le prohibieron residir en la capital del im-




f()6
perio ruso. No por eso se amilanó Cea Bermurles,
y conociendo perfectamente la mudanza que es..
perimentaban las opiniones del norte de Europa,
adivinó que se acercaba el momento en que su
presencia debía ser útil y en que su rnision seria
considerada bajo un punto de vista mas favorable.
No se engañaba: los pueblos fatigados de una guer-
ra continua, tomaron las armas para la defensa
cornun , y el ejemplo de España despertó Ias na-
ciones de su letargo jeneralizando la guelT3. Ale-
Jandro reconoció entonces la lejitirnad del gobier..
no español y el carácter de su embajador, como
habia reconocido hasta entonces la lejitiruidad de
José y el carácter de su plenipotenciario PaLio
Figueroa. Mr. de Tatistcheff fue nombrado re-
presentante de la córte de San Petersburgo en 1\1a·
drid, y con la llegada de este ministro á la capi-
tal de la monarquía princi pia una nueva época en
los anales de la diplomacia.


Fernando, mucho mas juicioso que sus igno..
rantes consejeros, conoció pronto la necesnlad de
los socorros estranjeros para ponerse en estado de
resistir á los ataques· que la opiuion pública pudie-
se dirijir contra su sistema de gobernar. La Eu-
ropa había reconocido la constitucion proclama-
da en Cádiz J y la indignacion de los hombres mas
ilustrados contra la marcha que habian adoptado
los ministros de Fernando espresábase con vigor
en los periódicos ingleses y franceses. La mayor
parte de los liberales españoles que habian logra-




167
do huir de su patria, residían en Lóndres ó en Pa-
ris , donde su presencia sola bastaba para condenar
á sus perseguidores. Mas de una vez resonaron las
invectivas mas violentas contra los ministros de
Fernando en las asambleas de ambas naciones, y
la apolojía que hacia el Correo dictada y pagada
por un diplomático espuñol , que cuando esto se
escribe representa á su nación en una de las cór-
tes del Norte, servia solamente para ilustrar mas
y mas la opinion pública sobre la tiranía que afli-
jia á los desgraciados españoles. En tales circuns-
tancias, Fernando consideró la amistad de Alejan-
dro corno un consuelo que le enviaLa la provi-
dencia. El emperador de Rusia comenzó con su-
ma satisfacción su correspondencia íntima con U11
prÍncipe cuya historia habia interesado á todos los
corazones sensibles. Tatistcheff sabia muy bien
cuanto partido podia sacarse de estas disposi-
ciones recíprocas, y hahia penetrado prontamente
el carácter de Fernando y reconocido la facilidad
con que cedia al impulso ajeno. En su vista pro-
curó descubrir el mejor modo de utilizar tales re-
cursos, no solo en beneficio de sus ventajas parti-
culares, sino tarnhien para favorecer el sistema
jeneral que se había propuesto la Santa Alianza.


Fernando se convenció de que la estabilidad
del trono que .ocupaha y de su familia dependian
de la voluntad del Emperador, y por consiguien-
te que sus relaciones Íntimas con aquel monarca y
una deferencia ciega á todas sus insinuaciones,




16&
eran los únicos medios de evitar los infortunios
que le amenazaban por todas partes. Muchos cor-
tesanos de Fernando estaban interesados en entre"
tener y prolongar su ilusion , unos á causa de su
odio á la Inglaterra que, gobernada por institucio-
nes liberales, infundia terror á los fanáticos y á
los perseguidores: los otros á causa de su ambi-
cian y de su interes personal; aquellos, en fin,
obligados por las relaciones que hablan ya forma-
do Con el embajador ruso y pOI' los ausilios que
le habian prestado para concertar los planes que
despues ejecutaron. Ponian de COlltÍ(JUO á la vista
de Fernando los números del Times ; de el Edin-
burgh. review , de la Minerva, del Constitucional
y de otros periódicos que hablaban de su persona
del modo mas satírico, y le acusaban de los desig-
nios mas sangrientos. Hacianle creer que tales in-
vectivas eran la espresion de las opiniones, no so-
lo de los pueblos sino tambien de algunos reyes y
grandes personajes de Europa; que los desconten-
tos de la Península contaban can los socorros es-
tran jeras; que las sociedades secretas de todos los
paises habian jurado su pérdida, y que la Rusia,
cuya influencia continental Se hahia aumentado de
Una manera tan estraordinaria por los últimos
acontecimientos políticos, podia solamente prote-
jerle contra tantos enemigos y tan poderosos. El
embajador ruso no despreció ocasiOll alguna de
prevalerse de estos temores y esperanzas conque
habiau preocupado tan fuertementeelespíritu del




169
rey, y muchos grandes funcionarios de España se
consagraron enteramente á Tatistcheff. Eguia, mi-
nistro de la guerra en esta época, vino á ser el
instrumento ciego de su voluntad, y prevalida de
este ministro la camarilla (1), poder formidable
é invisible de que tanto se ha hablado en Europa,
y que tan grande influencia ejercía en los destinos
de España, na se movia sino á impulso de la vo-
luntad de Alejandro.


Con el fin de hacerse dueño absoluto de este
consejo secreto, colocó á su cabeza á un hombre
que gozaba de toda su confianza, y que no hubie-
ra salido de la oscuridad en que había nacido, si.
no á favor de la anarquía que reinaba entonces en
la Península española.


Antonio Ugarte fue esportillero de Madrid, y
despues ajente de negocios, en cuyo desempeño
desplegó mucha actividad: empleáronle en clase
de tal el ministro ruso á su llegada á España, y
algunos jenerales franceses durante su permanen-
cia en la Península. Las funciones que desernpe-


(1) La camarilla, sala donde aguardahan al pie
de la campanilla los criados de la servidumbre que
estaban de servicio. De aquí se llamó camarilla á
la reuu ion de los hombres que alli se juntaban para
árreglar los negocios mas importantes de la mona r-,
quía. En Inglaterra se ha darlo á esta accion secre-
ta el nombre de influence bchind the throne (iullucn»
cia de detras del trono).




170
ñaba Ugarte eran de mi órden tan inferior , que
Tatistcheff le trató mucho tiempo como uno de
sus últimos criados: viéronle mas de una vez en
el cuarto del portero hablando familiarmente
con el, mientras esperaba una audiencia de su
amo. No tardó la política en tornar parte en estas
iutrigas , que al principio parecian insignificantes;
y el ojo diplomático descubrió pronto que un
hombre tal como Ugarte, podia serie útil en el
gabinete español : finalmente, por los esfuerzos y
Ia influencia de Tatistcheff , Ugarle llegó á ser el
amigo y el consejero Íntimo de Eguia. Ejerció su
despotismo en el ministerio de la guerra.1 y logró
despues ser admitido á la intimidad del monarca:
por espacio de algunos meses, su favor tanto mas
poderoso cuanto mas ocultos eran los medios que
lo sostenían , no pudo compararse sino al de Go-
doy en su mas brillante período ; sin embargo, la
ambicion de Ugarte no se hallaba satisfecha COIl
un estado equívoco que le ponia á cada instante
en la necesidad de guardar ciertos miramientos
con los ministros: creóse pues·, á propósito, un
nuevo poder de que se encargó esclusivarnente,
siendo nombrado director [eneral de las espedi-
cioues destinadas á conquistar y á pacificar la Amé-
rica,


Es imposible echar una mirada sobre la época
de que hablamos, sin penetrarse de la mas vive
indignaciou contra los ambiciosos y cobardes qUE
fomentaron guerra tan cruel y antisocial. La Pe




171
ninsula habia salido apenas de una crISIS violenta
que la babia debilitado; sus manantiales se veian
agotados; sus habitantes comenzaban entonces á
reparar sus pérdidas y solo pediau la paz y el re-
poso. El estado político de Europa daba e~p~ran·
zas de tranquilidad por algunos años, yen lan de-
licada coyunlura el gohierno Cl'pañol, fasciuado
por ideas quiméricas, obligaba á la nación á ha-
cer los mayores sacrificios y á enviar la flor de su
juventud á enterrarse en las savánas de América,
sin perspectiva de gloria ni de recompensa. A los
ojos de los consejeros de Fernando, la empresa
de someter de nuevo al yugo de la esclavitud las
naciones que lo habían sacudido era Justa; y en su
delirio pensaban facilmente reconquistar con Un
puñado de soldados descontentos, un pueblo nu-
meroso y valiente, en el que las ideas de indepen-
dencia habian despertado el entusiasmo que tal1
invencible hace la bravura, y tantos medios su-
ministra para crearse recursos. La espedicion que
se preparaba con este objeto en España se campo-
nia de las mejores tropas del ejército, y para ocur-
rir á los gastos de su equipo tomáronse por el mi-
nisterio dé hacienda las medidas maro¡ violentas y
mas absurdas. Cuando se hubieron agotado el te ..
soro público y el comercio de Cádiz, impusieron
en toda la Península é islas adyacentes contribu-
ciones arbitrarias , sin regla alguna de justicia,
para hacerlas mas soportables, y ecsijióse su pago
Con estraordinario rigor. La suma inmensa que




172
produjo, como todos los fondos destinados &
espedicion, debían pasar por las manos de Ugar
que no estaba obligado á rendir cuentas á nadi ,
del destino que desempeñaba" ni á consultar á 1 ~
ministros sobre las medidas que ecsijiau tan vas
tas operaciones. Sostenía comunicaciones directa
con los jenerales, los intendentes y demas funcio-
narios que dependian de su adrninistracion , y que
no teuian mas recurso que obedecer ciega y esclu-]
sivamente sus mandatos.


Al parecer, los servicios de U garte en el em.~
pleo singular á que Se veia encumbrado, no d~sa-;
gradaron al Emperador Alejandro" porque S. M.J
1. le concedió la cruz de Santa Ana, y en cambio j
Tatistcheff fue creado caballero del Toison de oro,
y recibieron la cruz de Cárlos III los indi viduos
que componían la legacian rusa.


La influencia de la Rusia no se limitaba á los
salones de palacio: dominaba igualmente en los
oficios y despachos de la policia de Madrid. Las,
recomendaciones del diplomático ruso eran siern-
pre eficaces y producian una decisión favorable á
la persona recomendada, cualquiera que fuese el
asunto de que se trataba: y así mientras que los
ejércitos españoles obedecian, por conducto de
Egaia las órdenes de Tatistcheff, las cárceles se
abrian para dar libertad á aquellos á quienes pro-
tejian sus subalternos.


En esta época se concluyó el famoso convenio
para la compra de las fragatas rusas J convenio en




173
que la córte de san Petersburgo I'lanifestó los mas
vivos deseos de suministrar á la Península los me-
días de continuar la guerra contra los america-
nos, y al propio tiempo desembarazarse de tres
barcos podridos en pago de los que recibió una
suma considerable (1). No tardaron en reconocer
en Cádiz la inutilidad completa de tales barcos,
y Alejandro ofreció al gobierno español otras dos
fragatas en mejor estado: tan propicias circuns-
tancias suministraron á su representante nuevas
ocasiones de ejercer su influencia sobre el ánimo
de Fernando.


Tatistcbeíf se trasladó á Cádiz, y los minis-
tros Pizarra y Garay quisieron aprovecharse de
su ausencia para verificar la rejeneracion política
del pais , Ó 'al menos para libertar al rey de la
especie de tutela en que se hallaba. El primero
de estos dos ministros era detestado por el parti-
do que dominaba en el palacio, y al segundo
temíanle los que vivian á espensas del tesoro y
del desórden que en él reinaba. En efecto, Garay
habia procurado introducir en la adrninistracion
de la hacienda un nuevo plan fundado principal.
mente en el sistema de una contribución directa.
Toda la faceion, á cuya cabeza se encontraban


(1) M'lc!Jos niegan que haya pagado España Jos
referidos harcos: lo cierto es, que se prohibid hahlar
mal de la flota rusa; y los l1ue murmuraban eran
mirados COIllO herejes.




174
Tatistchf.'ff , EgtJ~:l Y Ugarte, babia resuelto Ja
ruina de dos enemigos tan poderosos, y le fue en
estrerno fácil llevar á cabo su proyecto. Habien-
do trabajado cierta noche el monarca hasta una ho-
ra muy adelantada con los dos ministros Pizarra y


. Garay , se despidió de ellos con 'la fan.iliaridad
que le caracteriza. Algunas horas despues fueron
arrebatados de su cama por mandato del rey, y
en medio de las tinieblas de la noche, y sin dar-
les tiempo para hacer preparativo ¡¡lguno 'de via-
je , recibieron órden de partir con una fuerte es-
colta de caballeria el uno á Aragon y el otro á
Valencia. No paró aqui la persecución : escitó el
interés [eneral la esposa de PiZélITO, señora de
mucho mérito y muy adelantada en su preñez..
por el modo inicuo con que la trataron. Como si
á los ojos de los enemigos de su maridofuese un
crímen el ser espesa de Pizarra, mandáronla sa-
lir de Madrid en e: mas breve espacio de tiempo,
sin dar oidos á sus ruegos y sin miramiento á los
peligros que iba á correr su vida. Entrelanto Ta-
tistcheff habia negociado en Cádiz con el marques
de Casa Irujo (1), Y ofrecídole la secretaria de esta-
do á precio de una ciega obediencia. El marques


(1) El marques de Casa Irujo se portó con mu «
cha templanza en las dos épocas en que fue miuis «
tro, y estaba adornado de apreciables circunstan-
cias.




175
poseia todas las cualidades necesarias para ser com-
pañero de Eguia y dependiente de Tatistcheff, y
asi no tardó en tomar posesion del ministerio, lle-
nando y cumpliendo escrupulosamente las condi-
ciones con que lo habia obtenido.


Podemos afirmar sin temor de que nos contra-
digan, que mientras permaneció Tatistcheff en la
Península no se tomó medida alguna sin su asenti-
miento, por poco importante que fuese. Los que
están enterados de la época de que hablamos sa-
ben que el embajador ruso nunca ejerció su in-
fluencia sino para favorecer los proyectos que ten-
dian á degradar la nacion española. Encumbraba
en los destinos públicos á hombres ignorantes y
fanáticos, con el fin de sostener el sistema ruino-
so de las espediciones lejanas y de destruir toda
esperanza de reformas útiles en la esencia del go-
hieruo ,


Este período de la historia de Fernando ofre-
ce un manantial fecundo de observaciones. Por
Una parte vemos al monarca ruso proclamar en
Polonia el triunfo de las ideas liberales; y por
otra vemos á su ministro perseguir con encarniza-
miento las mismas ideas en un país en que babian
salvado la independencia. No es fácil esplicar por
que la Rusia procuraba consolidar en Mauríd el
gobierno absoluto y estrechar los lazos que la
unian á Fernando á proporcion que este príncipe
aumentaba la esclavitud de sus snbditos , y se alia-
ba en Italia con los descontentos ,penetrando en




176
el seno de las sociedades secretas, ofreciéndoles
toda especie de socorros y designándoles el hom..
hre mas digno de ser colocado a su cabeza para
unir las provincias de la hermosa Italia bajo un
gobierno liberal y representativo. Las relaciones
íntimas del príncipe de Carignan con el Embaja-
dor ruso, en la córte de TUNn, contribuyeron
en estremo á alucinar á los italianos que creian
que el gabinete de Rusia deseaba espulsur á los
austriacos de la Lombardía. Digno es de notar..
se que el espíritu de libertad y de patriotismo que
mas tarde resonó en las Cabezas de San Juan,
nació en medio de las espediciones desastrosas de
Ultramar. Desarrollóse rápidamente el contajio
liberal entre un pueblo que ha amado siempre la
independencia, y ocasionó con el tiempo las mas
vivas alarmas, al que habia reunido los materia-
les de tan vasto incendio. Podemos pues mirar á
la Rusia como el instrumento de que se valió la
Providencia para Sacar la España del estado de
letargo en que yacía, y darle á conocer, aunque
por corto espacio, la libertad.


Tatistcheff fue llamado á san Petersburgo po..
cos días antes de verificarse la revuelta de la isla
de Leún , ó bien porque el Emperador necesitase
emplear en otra parte su destreza diplomática, ó
bien porque llegase á sus oídos el clamor de algu..
nos españoles celosos. Las relaciones Íntimas que
hablan ecsistido hasta entonces entre las dos cór-
tes, cesaron en gran parte con su ausencia, por-




177
que su sucesor tenia poca ambician y menos tacto
para las intrigas de palacio. Procedió hasta cierto
punto con suma reserva, y aun se decia que des-
aprobaba el sistema que había hecho tan odioso
en la Península el nombre de la Rusia.


Por esta época se verificó el matrimonio de
Fernando con Maria Isabel, J' el de su hermano
don Cárlas con Maria Francisca de Braganza, hi-
jas del rey de Portugal. Un fraile oscuro de san
Francisco fue el negociador de esta alianza, cuyas
consecuencias políticas eran tan importantes. Las
turbulencias de América habían obligado al buen
fralle á refujiarse en el Brasil, donde hallando
medio de introducirse en la familia real, propu~o
ambos casamientos y vino á España á pedir á los
príncipes las albricias. Fray Cirilo Alameda fue
perfectamente recibido, su propuesta aceptada,
y en recompensa da un servicio tan importante
nombráronle [eueral de la órden de los francisca-
nos, )' grande de España de primera clase (1).
Aciharó tan feliz suceso una circunstancia digna


(1) Siempre ha sido en España un destino de la
mayor importancia el de [eneral de los franciscanos;
por la iufluencia sin límites '1ue ejercia sobre la mu-
chedumbre de frailes mendicantes: componía parte
de su renta una coutrjbucion hebdomodaria, que con-
sistia en pagar cada convento de la orden una pe-
seta diaria, Aseguran que antes de la entrada de los
franCeses en España, llegaban á doce mil los COI1-
ventes de franciscanos que en ella habla,


TOM. 1. 12




178
de notarse : Acercábansc ya las princesas á la cos..
ta de España, cuando llegó á Madrid la noticia de
que los portugueses se habian apoderado de Mon-
te-Video. Irritóse el orgullo español, y ardió de
nuevo el antiguo odio que los castellanos profesa-
ban á los portugueses El consejo de estado opinó
que el matrimonio proyectado no debia verifi-
carse , y el infante don Antonio fue de dictamen
de que se retuviesen en rehenes las princesas basta
que quedase restituido el territorio usurpado: mas
la reina no tardó en desarmar tan justa cólera COn
su hermosura, sus gracias y la dulzura de sus mo-
dales. Cuando la bella Isabel se sentó en el trono
concibióse jeneralmente la esperanza de que liLer..
taria el pais del yugo que lo oprimía : y esta espe-
ranza crecia á medida que la reina desarrollaba
las cualidades amables de que la había dotado la
naturaleza. La ilusion fue breve, y el dolor de los
españoles tan grande como sincero cuando supie-
ron que S. M. estaba prócsima á espirar. Su her-
mana que gozaba de mejor salud, y cUJo casa-
miento prometia considerable aumento á la Iarni-
lia real, nunca despertó en la Península los mis-
mos sentimientos de admiracion y de amor, por·
que enemiga de la libertad, y no menos orgullosa
ni menos emprendedora que su madre, incitó con
frecuencia á Fernando á tornar medidas violentas
contra el sistema constitucional , que tantas veces
babia ofrecido observar: en tales circunstancias la
presencia de la -princesa Francisca en el palacio




179
no contribuyó poco á aumentar los disgustos con-
tinuos que abrumaban á Jos hombres distinguidos
que lo habitaban.


El marqnes de Cerralbo negoció el tercer ma-
trimonio de Fernando con Maria Josefa Arnalia de
Sa¡onia, princesa tan notable pOl' las gracias de Sil
persona, corno por la elevación relijiosa de su es·
piritu, y que nunca quiso tomar parte en los ne-
gocios políticos sino para suavizar la violencia de
ciert~s medidas.


El cuadro que acabamos de trazar, nos de-
muestra cuan débiles é imprudentes Son los pro-
yectos qne se fundan en intereses incompatibles
con el bien [eneral , y en una política egoista y
esclusiva que no toma en cuenta la ventura plíbli.
ca. Los esfuerzos hechos por la política estranjera
para sostener el gobierno absoluto de Fernando,
resultaron en perjuicio de este princi pe, y en el
momento mismo en que mas vivamente le apre·
mia hao para que avanzase en la carrera desastrosa
que le habían trazado, tratábunle con menos mi-
ramient.o que á las demas potencias, En el arreglo
concluido en Paris por las naciones helijerantes
para arreglar las indemnidades, no solamente no
señalaron parte alguna ;Í España, que era sin duda
la que mas habia sufrido, silla que no le permitieron
tornar parte en el congreso que dehia decidir de Jos
destinos de Europa. Tampoco le consintieron en.
vial' un comisario á Santa Elena á semejanza de
los monarcas que .:le hahian convenido en París.




180
Como las relaciones que ecsisten entre la Pe..


ninsula y la Santa Sede pertenecen naturalmente
á los negocios eclesiásticos, hablaremos con esta
ocasion de aquellas; únicamente añadiremos qne
el partido que en la córte de las Tullerias sostenia
los principios que Fernando pouia en práctica,
admiraba la conducta del mal aconsejado príncipe,
y proponia á toda Europa su gobierno como un
modelo digno de imitarse. El vizconde de Cha-
teaubriand publicó en diciembre de 1819 un es-
crito muy elocuente, en el que procuraba probar
la solidez, la belleza , la justicia y los grandes re-
sultados de semejante sistema de gobierno. Hallá-
hase Fernando leyendo este folleto cuando recibió
la noticia del pronunciamiento de las Cabezas de
San Juan.




GOBIERNO INTERIOR.


Por espacio de muchos siglos el gobierno de
España había sido puramente municipal, y por
consecuencia suave y popular. Las guerras contí-
nuss , las frecuentes divisiones del territorio y el
carácter de la nacion muy inclinado al gobierno
federauvo , fueron las causas principales que con-
tribuyeron jeneralmente á que se adoptara seme-
jante sistema, que sostenido por 111 influencia de
los ayuntamientos, que aunque aislados eran muy
útiles, propendia á remontar al mas alto grado de
prosperidad a la agricultura y á las artes. Cuando
el despotismo de la casa de Austria vino á des,
truir este sosten de las libertades públicas, fue ne-




182
cesarlo concentrar el poder soberano para que pu-


.diese oponer mayor resistencia, porque si las ciu-
dades hubieran conservado sus antiguos privilejios,
jamás hubiese podido consolidarse la tiranía. Por
una convinacion mal calculada, el consejo de Cas-
tilla (1) se hallaba casi esclusivarnente revestido
de la autoridad administrativa. En UIlOS casos ha-
cia las veces de tribunal de primera instancia, y
en otros de tribunal de apelacion que juzgaba en
último resultado: cornponiase de hombres educa-
dos en la Iejislacion de las escuelas, que habian
encanecido el) la rutina, en la lentitud y en las
trabas de ·los tribunales inferiores. No era posible,
put's, colocar tales majistrados al frente de los
negocios públicos sin paraliza.' su ~Ul'SO y estable-
cer en la administracion la marcha arbitraria que


(1) 1<;1 gohierno español, convertido en absoluto,
p~octl"6 suprimir gradualmente las instituciones que
tienden mas ó menos á defender las libertades de los
pueblos; y asi sobre las ruinas de las cártes levan-
tóse el consejo de .Cast.illa, Aun(lue la autoridad de
las eórtes fuese reconocida nominalmente, siuem ba r»
go desaparecieron casi del todo desde que el hijo mu-
1101' de Luis XIV subió al trono de Esp añ a. Felipe
V creyó, no obstante, que su autoridad era necesa-
ría para consag.-ar la mudanza que intentaba esra-
btecer en el órden de sncesion al trono. La última
vez (Iue se reunieron las córt.es fue en 1789. Com »
pouiause de los grandes de España, del clero 1 de




183
acompaña siempre á un poder sin freno.


La dinastía de los Borbones trató de consoli-
dar este sistema, que sinembargo sufrió lijeras
alteraciones bajo el reinado de Cárlos Tercero: su
ministro J Floridablanca J estendió las facultades
del ministerio á espensas del consejo de Castilla.
Asi introdujo en este caos de reglas arbitrarias un
nuevo elemento de discordia y de rivalidad: ver-
dad es que los ayuntamientos conservaban toda-
via algun poder en las provincias , mas en todas
partes cedian á los mandatos del capitán jeneral,
especie de ba já que reunía en su persona Una 3U·
toridad Ilimitada. En efecto J mandaba la fuerza
armada en su provincia, presidia la audiencia
que allí residía J y era jefe absoluto de todos los
tamos de la administracion J de la policia y del
gobierno civil. Godoy aumentó todavia el poder


Jos diputados de las ciudades que representaban el
estado llano. NJanifesló esta asamblea que no care-
cia de vigor ~ y al instante fue disuelta : el consejo
de Castilla vino á ser entonces el primer cuerpo del
estado. Desempeü aba al mismo tiempo las funciones
de gran consejo de adm inistraciou del reino y de tri-
hunal snpremo de apelacion: como consejo tenia la
iuspeccion de todas las operaciones interiores que in-
teresan al bien publico. Di v idíase en cinco cámaras
que gozaban diferentes at r ibucioues r los miembros
del consejo, y principalmente eJ presidente, tenían
JJll\ch.as prerogati vas.




184
de estos Iuncionarios, mas la constitucion de 181'1.
puso dichoso fin á tantos abusos, creando los je-
fes políticos y las diputaciones de provincia, cu-
ya autoridad, como la del ayuntamiento, dehia
encaminarse á la felicidad del pueblo.


Cuando el sistema constitucional quedó des-
truido , vol vieron á aparecer los antiguos desórde-
nes y aumentáronse, si es posible, por las pasio-
nes horribles de aquellos á quienes Fernando con-
fió 105 destinos públicos: parecía que el gobierno
español no tuviese ni mas objeto, ni mas deberes
que cumplir que perseguir á los liberales, á los
francsmasones, á los afrancesados, en una palabra,
á toJos los ciudadanos apreciables é ilustrados.
Desde los ministros hasta el último subalterno de
policia, los numerosos ajentes de la autoridad no
se ocupaban de otra cosa que de llenar de victimas
las prisiones, y de buscar en las acciones mas
inocentes y aun en los mas nobles rasgos de pa-
triotismo, pretestos para intentar procesos tan
largos como rigurosos. Tan vasta y sorda pers~..
cucion , recibió todavía mayor estension yactivi.
dad por 105 nombramientos imprudentes 'de capi-
tanes jenerales de las provincias, que recayeron
en personas conocidas por su carácter inmoral y
sanguinario, Rivalizaron en celo para lograr el
agrado de la faccion J á quien servian J y para ha..
cerse notables en su nueva carrera: entre todos
distinguiéronse principalmente el conde del Abis-
hal en Cadiz , y don Francisco Javier Elio en




185
Valencia. Dos escenas importantes de la época de
que hablamos, ecsijen de nosotros que entremos
en algunos detalles.


Enrique Odonell ('), hijo de un oficial irlan-
des, que se habia distinguido al servicio de Espa-
ña , era coronel de un rejimiento de infantería
cu.mdo comenzó la guu'ra de la Independencia.
Descolló por su hrillante denuedo y por la destre-
za y la actividad que desplegó en la organización
de su cuerpo: prornoviéroule pues al grado de [ene-
ral, y obtuvo el mando de un cuerpo considerable
del ejército de Cataluña; mas en este nuevo pues-
to no pudo sostener su primera reputacion. Igno-
raba corn plctarnente la estratejia , y Ialtabale aquel
golpe de vista militar, tan necesario para conducir
las operaciones, y la fuerza de espíritu que se re-


(1) El conde del Abisbal rué el objeto de las mas gra-
ves acusaciones durante su carrera política. Pretenden
que no contento cou haber ejercido los actos de tiranía
de que hahla el autor de la~ presentes memorias , y de
haber representa doel papel de ajente intrigado!", in-
tentó en les acontecímienlos de la isla Je Leon engailar
á un mismo tiempo al rey y á los constitucionales. Han
llegado á acusarle tarnhien de haber quer-ido levantar-
se al poder Supremo: una carla insertada e n el Espa-
ñol constitucional, que se publica en Loudres , cootie-
ne det a lles muy curiosos sobre este asunto. Abisbal ha
poseido el arte de encubrir Sil conducta 130 el laberin-
to de los misteeios . á I:¡ historia toca dar á conocer la
verdad,




.86
quiere para las concepciones vastas y bien eombi-
nadas: así comprometia sin cesar la seguridad de
su ejército, esperimentando pérdidas de mucha
importancia. Confiriéronle las cortes el título de
conde del Abisbal, nombre del pueblo donde con-
siguió una ventaja de poca consiJeracion, y le nom-
hraron por otra parte rejente del reino. En tan
encumbrado puesto dió tantas pruebas de amor á la
constitución y mostróse tan celoso partidario de
las ideas liberales, que los patriotas se convencie-
ron de que era uno de sus mas firmes apoyos- Mi-
rábanle como á Un [enerul que seria en estremo
útil, si en época alguna tratase el despotismo de
levantar su cabeza: mas al regreso de Fernando
apresuróse el conde á abjurar sin restriccion sus er-
rores políticos, y en recompensa de esta muestra
de adhesion á la persona del rey, revistiéronle
con el mando del ejército que debia entrar en Fran-
cia durante 105 cien dias. Por resultado de tan bre-
ve é insignificante campaña, Q·DonelJ fué nom-
hrado capitan [eneral de Andalucía ,y gobernador
de Cadiz.


Para comprender la importancia de semejante
nombramiento, debe tenerse presente que el go-
bierno no cesó nunca de concebir los mas vivos te-
mores de Cadiz , cuna de las ideas liberales. En el
momento de la vuelta del monarca, hallábase el
puert:> ocupado militarmente, y sus habitantes en-
tregados del todo al comercio, habíanse manifes-
tado siempre enemigos de los abusos y de los esce-




187
sos: imposible parecia que tantos elementos de re.
sistencia y tantas causas de indignacion perrnanecie-
sen tan largo tiempo inactivas 1;05 funcionarios pú-
hlicos enviados á eadiz desde el establecimiento
del poder absolutista , tuvieron mucho cuidado en
prolongar los temores del gobierno, no solo para
eternizar el sistema de venganza que cada emplea-
do habia adoptado, sino tambien para obtener el
favor del re)T y de los ministros, haciéndoles creer
que su celo y actividad habian contribuido á pre-
caver una revolucion. Q·Donell, animado de los
mismos sentirnientos , rnostróse del propio modo
eu una ciudad donde anteshabia hecho alarde de
sus opiniones liberales con toda la fuerza del entu-
siasmo, y su presencia llenó de terror al pueblo
entero. Ni el conde, ni la multitud de hombres
in morales que le rodeaban, ocultaban en modo
alguno sus designios: decían en alta voz que venian
á desenmascarar á los conspiradores, castigarlos, y
esterrninar á Jos impíos liberales que habian en-
contrado un refujio en Cadiz.


Lejos de conspirar contra el gobierno los veci-
nos de\ puerto, no pensaban sino en Iibertarse ue
Jos males que los habían amenazado: y O-Denell
que no se acomodaba con la tranquilidad de Jos
gaditanos, quiso turbarla forjando una conspira-
cion , U na-noche que yacia Cadiz sepultada en el
mas profundo reposo, mandó tocar jenerala, po-
nCI' sobre las armas á los cuerpos que la guarne-
cian , y colocar cuatro cañones en la magnífica pla-




188
~ de san Antonio, que sirve de paseo público:
tarnbien situó una numerosa guardia de caballería
en los salones del café de Apolo , abierto en la
misma plaza. Dió á su dueño órdcn de levantarse
de la cama (1), donde estaba gravemente enfer-
mo , y le previno que enviase á buscar en el acto
un pintor que mudase la inscripción de cofé de
.Apolo en el de café del re.r. Llenó las calles de
patrullas, y al amanecer publicó las órdenes mas
severas, acompañadas de las mas sangrientas ame-
nazas y de redículos reglamentos contra las reu-
niones. No es posible pintar el horror que se apo-
deró de Cádiz cuando sus habitantes se enteraron
de las medidas sancionadas, y ninguno podia adi-
vinar las causas que habian dado pie ~ tan impo-
nente aparato. No se notaba en el puerto la me-
nor señal de sedicion , mas por la misma razón de
que faltaban los pretestos para escojer las victi..
mas, cada uno temia naturalmente por su persO'"
na. Por fin disipóse la borrasca, sin mas resultado
que el conceder á O·Donell la gran cruz de Cár-
los IlI, para recompensarle del celo que habia
desplegado, precaviendo la catástrofe que amena-
zaba á la nacion.


Réstanos hablar de su carácter sedicioso: el
santo oficio habia solicitado la cooperac~on de las


(1) Esle desgraciado murió de resultas del terror
que le iuspiré el conde.




189
autoridades públicas contra el libertinaje y la im-
piedad, y quejábase amargamente del ningun
respeto y de la indecorosa conducta que algunos
jóvenes observaban en la iglesia. El consejo de
Castilla que había perdido hasta la sombra de sil
antigua consideración , y no era ya sino el ciego
instrumento de las pasiones y de los caprichos
del despotismo, publicó una circular encargando
á las autoridades que hiciesen guardar severarnen-
te el respeto debido á las iglesias, y ordenándoles
imponer los mas rigurosos castigos á los que con-
traviniesen á la circular. El conde del Abisbal
buscó las ocasiones de esta clase para mostrar su
adhesion , y estando un dia en misa en la iglesia
parroquial de san Antonio de Cádiz, observó á
dos hombres que perrnanecian en pie en el mo-
mento de la elevacion, y mandándoles prender en
el acto fueron condenados á algunos años de en-
cierro en una fortaleza. Los desgraciados reos ha-
bian probado hasta la evidencia que padecian do-
lores que les impedian arrodillarse; mas su justi-
ficacion no suavizó la suerte á que estaban desti-
Dados.


La conducta de Elío (') en Valencia fue to-


(1 ) Elio , antes de mandar en Valencia, habia
sido gohernador de Monte- Vídeo, y siendo atacado por
el ¡elleJ,a1 Al'tigu:u no mostr6 talentos militares, y
aun d~jó en duda su valor, pues aUlllIue sostenido




190
davia mas cruel y mas sanguinaria. Ejercía suma
influencia en el ánimo del rey después de su vuel-
ta á España, y hemos visto ya el uso que de ella
hizo en una ocasión memorable. Puesto á la cabe-
za de un partido que tan completamente habia
triunfado, dueño absoluto de una provincia ajita-
da de contÍnuo, y que durante el corto espacio
del gobierno representativo habia manifestado con
tanta enerjia su amor á la libertad, hall.ibase Elío
en las circunstancias mas favorables para satisfa-
cer á la vez sus resentimientos públicos y particu-
Iares, y asi lo hizo con toda la violencia y la cruel-
dad que eran propias de su carácter. No es posible
comparar el sistema de policia que estableció en
Valencia, sino á las persecuciones continuas de
los dictadores romanos ó de los decernviros france-
ses: poblaban la ciudad numerosos espias , cuyo
empleo consistia en ir á caza de víctimas, y que
para este objeto interpretaban de un moilo crimi-
nal las acciones mas inocentes, convirtiendo en


por 1M portugueses firm6 la paz con el gobierno [le
Buenos Aires. En 1814 ofreci6 á Fernando el apo}o
de Sil ejército para destruir la constitucion ; y ma n-,
tüv ose siempre firme sosten del poder absoluto, po_
n ie ndo un término á sus crueldades y á su vida la
r ev olucion de 1820. E lío , que habia mandado en Va-
lencia como un sultán, file condenado pclr el crí-
me n de alta traicion á morir en el cadalso ler anta-
do delante de un jardin (lue habia plautado•.




191
crímenes las relaciones de la amistad y 10& desaho-
gos de la confianza. Los jueces de aquella audiencia,
los individuos del ayuntamiento, el inr endeute,
los oficiales de la guarnicion, y en una palabra
cuantos dependían de Elío , servían de ajen tes de
sus injusticias. De dia en dia las cárceles rebosaban
mas y mas de hombres honrados, cuyos delitos
nadie conocia ; y á consecuencia de sentencias iní-
cuas, motivadas jeneralmente por la acusacion de
un enemigo ó de un ajente secreto del gobierno,
lrasladábanlos á los presidios de Africa, consuman-
do su pérdida con la confiscacion de los bienes
que poseian, Violóse ~entre las tinieblas de la no-
che el domicilio de los vecinos mas respetables y
mas pacíficos: hombres del mas infame carácter
arrancaban los secretos de las familias y penetra-
ban en el retiro mas sagrado de la vida domésti-
ca. El servicio militar se ejecutaha como en Una
ciudad sitiada; ningun forastero podia residir en
ella sin ser conducido antes delante de las autori-
dades subalternas, las que le ecsaminaban riguro-
samente, y algunas veces bajo los pretestos mas
frívolos le negaban la entrada y le mandaban acom-
pañar por la policia fuera de las murallas. Todos
Jos días se anunciaban nuevas conspiraciones, y á
tan fatídicos anuncios seguian siempre nuevos ul-
trajes y nuevas medidas de policia las mas riguro-
sas y absurdas: por fin hasta la apariencia misma
de la alegl'ia , de la tranqui.lidad , de la seguridad
desaparecieron de aque\ pueb~o; y no ecsistia un




192
solo vecino que no temiese á cada instante la lle-
gada de la orden fatal que debía arrancarle del
seno de su familia, y privarle de sus bienes y de
su libertad.


El resultado que se proponia EHo con sus vio-
lentas medidas era cansar la paciencia de los va-
lencianos, para obligarlos á precipitarse á algun
acto de sedicion y valerse de aquel pretesto ipara
mavores crueldades, como en efecto sucedió. Al.
gu~os jóvenes entusiastas, aburridos con tan pesa-
do yugo, formaron el plan de asesinar á Elio , y
ganaron con SUi promesas parle de la guarnicion
que ofreció favorecer la trama. Elijieron á. Valen-
cia como punto céntrico de una revolucion polí-
tica, que con el tiempo debia eslenderse á todo el
reino. El plan estaba bien concertado, y guarda-
ron relijiosamente el secreto los conjurados, hasta
que la víspera de la ejecucion uno de sus indivi-
duos, espoleado ppr el aguijon del miedo ó hala-
gado con la esperanza de la recompensa, se pre-
sentó á Elío y se lo descubrió todo. El [eneral .. á
quien no es justo negar el mérito de su arrojo
personal, se dirijió en el acto seguido de una guar-
dia poco numerosa al sitio donde se hablan reuni-
do los conspiradores. ALurdidos estos saltaron unos
por las paredes del huerto .. y Vidal, que era un co- .
ronel que se habia puesto al frente de la trama,
salió al encuentro de Elío y trató de dispararle una
pistola, cuyo tiro no salió: entonces Elío metién-
dole la espada por detras le pasó de parte á parte.




193
Los dentas conjurados que no se habian escapado,
Be entregaron á la tropa y fueron conducidos á los
calabozos, á escepcion de un capitán que se suici-
dó. Concluido el Pl'OCf'SO, cuya precipitacion y
falta de formas legales cuentan pocos ejemplos,
fueron ahorcados junto á las murallas de Valencia,
muriendo con un arrojo indecible, principal.
mente el [óven Beltran de Lis, hijo del banque-
ro de este nombre. Muero contento, gritó cuando
marchaba al suplicio, muero couteuto porque mi
muerte sed vengada, Algunas horas despues de la
ejecucion, Elío vestido, de gala', se presentó á
cerciorurse con su" propios ojos de la muerte de
los reos, insultando asi impíamente sus cad;~vc~
rrs. Vidal, moribundo , hubia sido conducido al
cadalialso en una parihuela, mas espiró antes de
subir (¡ la horca,


De tal suerte se habían multiplicado y compli.
cado las diversas ruedas del gobierno, que ya casi
no se conocía la autoridad sup,"ema. El conse]o de
Castilla, con su presidente el duque del Infanta-
do, los alcaldes de casa y córte , el correjidor de
Madrid, el ayuntamiento, el capitán jeneral de
la provincia, el gobel'nndor de la plaza y lo, d03
tribunales de la inquisición que alli residían, eran
otros tantos centros de autoridad que J 8111lqUC Sé


-]Jallase repartida en diferentes ramos, cada cual
pr ocuraba usurpar-la lurisdiccion del otro y obra..
ha sepnradnmente con igual grado de poder -' Cuan-
do s.e trataba de los negocios políticos ó reli [iosos,


TOM. l. 13




194
Eguia (1) ~ durante su ministerio, aumentó toda..
via el desórden ~ introduciendo en el ejército un
sistema de intolerancia relijiosa y una amalgama
de leyes militares é inquisitoriales ~ que forma
uno de les caracteres mas marcados del presente
período. Egllia ha encanecido en la rutina militar,
sin haber abierto nunca un libro, ni adquirido
ideas ó conocimientos que le sacasen del nivel de
la clase mas ínfima de la sociedad. Su odio á la-
da clase de novedades subia tan alto, que en sus
últimos años aun llevaba el cabello sin cortar,
como en tiempo de FedericoIl ; dando lugar á
cJue le apodasen coletilla, con cuyo nombre era [e-
neralmente conocido. Supersticioso, enen igo del
saber y de la juventud, implacable en su venganza


(1) D. Francisco Ramon de Eguia, nacido en Da-
rango en 1751 ~ sobresalió en la gt1erra de la iu deperr-
dencia , y al termina-se la última campalía mandaha
una division en el ejél'cito de Elio. Eguia marché el pri-
-mero á Madrid, y encarceló en may., de 1814 un ntime-,
ro considerable de diputados y de otras personas distin-
guidas. Fuéelevado al ministerio de la Guerra, qne era
incapáz de desempeñar, á causa de su espíritu minucio-
so, duro y fanático, y nomhraroule UeS!lUeS ¡eneral de
Castilla. Por consecuencia de las oscilaciones que ca-
racterizan la épuca de que hablamos, fué llamado de
nuevo al ministerio, de donde uo tarl!cí á ser separado
segunda vez. Su presencia en el reino de Grallada, cuya
capitanía ¡eneral ohtuvo pasado algun tiempo, fué la
señal de las persecucioues , y las cárceles de la ioquisi-
ciou no tardaron en rebosar de presos.




195
Y dominando el ánimo real, no era dificil que
se abandonase enteramente á sus opiniones y á sus
paSlOnei favoritas : para satisfacerlas , sirvióse de
torios los medios que tenia en su mano. La inqui-
sicion le ofreció sus calabozos, y sus tormentos
cuya oferta aceptó regocijado , y de allí se orijinó
una [urisdiccion llueva, secreta , tortuosa, cuyo
objeto era perseguir y castigar á los soldados sos-
pechosos de impiedad, de liberalismo y de franco
masonerra.


El proceso que en tales casos se instruia era
digno de los siglos mas bárbaros. Al momento que
se recibia una acusacion de este [éuero , eucerra-
han al presunto reo en los subterráneos de la in-
quisicion: nombraban despuos dos ajentcs fisca-
les, el uno militar y el otro miem bro del santo
oficio, que comenzaban dos distintos espedieutes
tan arbitrario el uno como el otro. C<'ncluidas las
declaraciones sin número , las acusaciones , las in-
jurias, y los golpes descargados por los jueces mis-
mos (1), el acusado no volvia á oir hablar de su
proceso, ni veía mas que á su carcelero que le


('2) El juez Galinsog3, en 1:1 cansa dEl un j(iven 11.1.
mado Belda ~ ljue des pues fué diputado á Córtes , lIer6
su crueldad al estremo , r mandóle encerrar yencade-
nar en ti 11 ca la bozo estrecho y htimedo ; llegó á veces
su barbaridad hasta golpear y maltratar gravemen-
te al preso.




196
presentaba una miserable raciono Tan cruel en-
cierro, que hacia amable la muerte, no tenia tér-
mino señalado, y sin duda alguna no hubiera ce-
sado sino con la vida de las víctimas, si la revolucion
de I .o de enero de 1820 no hubiese abierto las puer-
tas de las cárceles, y vuelto á la sociedad mas de
cuatrocientas personas que habían desaparecido de
la capital de la monarquía sin saher como. La ma-
yor parte de ellas habian sido aprisionadas como
individuos de una vasta sociedad masónica, des-
cubierta en Granada, cuya historia aclarará en su-
mo grado las tinieblas de la época que describí-
rnos.


La francmasoneria se habia introducido en
España desde el reinado de Cárlos 111, pero obli-
gada á precaverse de las persecuciones de la inqui-
sicion , mucho mas irritada contra esta sociedad
que contra las herejias mas señaladas , su ecsisten-
cia fue precaria y careció de importancia. Al pun-
to que las tropas de Napoleón invadieron la Es-
paña, estendióse esta sociedad rápidamente, y Con-
taba ya Un gran número de prosélitos, cuando las
córtes abolieron el tribunal de la fe. El restablecí-
miento de la inquisicion y las persecuciones ful-
minadas contra' las ideas liberales, y contra las
luces del siglo, comunicaron á las reuniones de la
francmasoneria cierto carácter político y una apa-
riencia de conspiracion; mas los francmasones 10-
gral'on al principio evitar las miradas escudriña-
doras de sus enemigos. Su primer triunfo les dió




197
mayor consistencia, inspirándoles poco á poco tanta
confianza, que vino á dejenerar en imprudente osa-
dia: Ol'ganizáronse en fin, en un solo cuerpo) diriji-
do por el Gran Oriente, que se estahleció en Gra.
nada. Contahan en sus lójias muchos personajes de
alta categoría, y muy distinguidos por sus talentos,
BUS riquezas y su influencia; y el Oriente de Gra-
nada, confiando en las ideas liberales que dorni-
nahan en aquella ciudad, llamada entonces la Ate.
nas espuüola , no tomó las precauciones necesarias
pal'a asegul'ar la eosistencia de toda sociedad se-
creta, en un pais en que gran parte de sus habi-
tantes las miraban con malos ojos, aunque sus
miembros desafiaban hasta cierto punto las autori-
dades, jactándose de que poseian un poder mucho
mayor que el suyo. Todos los individuos del Gran
Oriente , á escepcion de dos ó tres que lograron
escaparse, y un gran número de iniciados disemia
nadas en la Península, y principalmente en las
provincias de Andalucia , fueron presos á un mis.
mo tiempo, sepultados en los calabozos y tratados
con suma crueldad, En este número se contaba
donJuan Vanhalen .. cuyas singulares aventuras no
carecen de ínreres bajo muchos aspectos.


J..os crímenes de que acusaban á Vanllalen,
parecieron á Eguia y á sus consejeros de naturale-
za tan gl'ave y tan importante, que aunque habia
sido preso en Murcia, cuya inquisicion era mas
severa que las restantes de España, juzgaron con-
veuiente mandarle trasladar á Madrid" donde I~




198
sepultaron en uno de los calabozos mas oscuros
del santo oficio. En SU3 interrogatorios, Vanhalen
mostró desde el principio una firmeza y una osa-
Uta de que hay pocos ejemplos en la historia de
aquel tribunal: no s¿ presentaba en la actitud de
uu hombre abruma.lo con el peso de una terrible
acusacion , sino mas bien con la de un entusiasta
que hace la apolojia de un crimen , cuyas conse-
cuencias carga sobre sus espaldas : erijióse en após-
tol de las ideas liberales y patrióticas, y acusó
con euerjia á sus perseguidores}' á sus enemigos.
Fatigado de tantas preguntas, que sus jueces re-
novaban á cada instante, para descubrir' sus pla-
nes y SIlS cómplices, respondió que á la verdad
ecsistian vastos proyectos., y una muchedumbre
inmensa y formidable de conspiradores; pero que
nada declararla sino al. rey en pel'sona; y que si
S. M. se dignaba concederle una audiencia parti-
cular, 110 solamente le revelaría cuanto deseaban
saber los jueces, sino otras muchas cosas de Ja mas
grave importancia.


Fernando instruido de tales circunstancias ac-
cedió á la demanda, y manió conducir á Vanhalen
á su presencia: mostró aquel delante del monarca
tanta calma y firmeza como habia desplegado de-
lante de los jueces: declaró que la frac masonería
habia echado raices tao profundas en España que
todo el poder del gobierno, y aun el terror dela
muerte, no bastaban á estirparlas; que los destinos
de la capital de la monarquía y de Ias provincias,




199
los rejimientos del ejército, y hasta los conventos
y el clero de las catedrales estaban ocupados y mi-
nados por una multitud de fracmasor.es, Que su
objeto era in! roducir en el pais una forma de go,
hierno que guardase armonía con las ideas del si.
glo, apagar el espíritu de fanatismo y de pl.'rsecu-
cion que habia oprimido y degradado el reino, y
colocarlo así al nivel de las naciones mas ilustra.
das y mas Ilorecieutes de Europa. Sostuvo que le-
jos de abrigar la intencion de cometer el menor
ate ntado contra la persona del rey, ó de querer dis-
mi nuir d e modo aIguno su legÍlima autoridad, se
hallaban dispuestos a defenderle contra toda clase
de peligros, y á otorgarle un poder mas elevado y
mas firme clue el que entonces ejercía: que S. M.
debia imitar el ejemplo de algunos monarcas de
Europa que en circunstancias difíciles, convenci-
dos de la utilidad y venta ¡as de las sociedades
masónicas, se habian colocado á su cabeza y ro-
deádose por este medio de partidarios ilustrados.
Vanhalen añadió que si las opiniones relijiosas de
S. M. se oponian á la frac m asoneria á causa de
las diferentes bulas que fulminaban anatemas con-
tra los individuos de aquella sociedad, sería fá-
cil obtener del Papa reinante y del cardenal Gon-
zalvi, que estaba al corriente de lo que pasaba en
Europa, la abolición de las bulas realmente iluso-
rias j en el estado actual de los negocios; en fin
que S. M. debia persuadirse de que cuanto mas
persiguiese á los Iracmasones , y mayores rigores




200
emplease contra ellos, mas estension tomaría la
secta, y adquiriría fuerzas suficientes para llegar al
objeto político (Iue se habia propuesto. El reyes-
cuchó su discurso con suma utencion, .Y qujz~s le
hubiera causado una impresion profunda, si los ti-
sonjeros (I'IC le rodeaban no le hubieran rlistraido
insinuando en su ,ínimo errores fatales é inspiráu-
dale una ciega seguridad. Sin embargo no puede
llegarse (Iue trató á Vunlwlen con mucha bondad,
y al saber que lo que mas habia sentido en el cala-
bozo era la privacion del tabaco, le regaló una
porción de cigarros de la Habana de los reservados
para su uso.


Vuelto Vanhalen ~ su calahozo, sus enemigos
atormentáronle mas (lue nunca con lluevas cruel-
dades, porque el atrevimiento conque hahia habla-
do al rey era imperdonable á los ojos de Eguia y de
los inquisidores. Poco satisfechos de las primeras
respuestas que habia dado sobre sus cómplices, re-
produgeron de nuevo las mismas preguntas con mas
encarnizamiento; y viendo que todos sus esfuerzos
eran inútiles mandaron aplicar á Vanhalen el ter-
mento del brazalete, que consiste en colgar al acu ..
sado de un brazo y atormentarle al propio tiempo
por medio de un brazo de yerro vacío en el que se
introduce el de el paciente. Vanhalen sufrió sin
proferir una sola queja tan bárbaro suplicio} del
que todavía conserva las dolorosas señales,


En vista del encono de los inquisidores, era
muy probable que tuviesen la intención de entre-




201
garse á los últimos estrernos contra el preso que
babia escitudo su cólera, ó al menos de dejarle pe·
recer lentamente en su horrible calabozo. Así hu-
hiera sucedido sin duda alguna, si la divina Provi-
dencia no le hubiera suministrado los medios de li-
bertarse de un fin tan miserable. La cárcel inqui-
sitorial en que estaba encerrado es un edificio
construido de tal suerte, que un solo hombre basta
para su custodia: las galerías'y los corredores for.
man laberintos oscuros y difíciles, y todos los pa-
sos vienen á desembocar en el aposento del caree-
lero, que es necesario atravesar para salir á 1.1 calle.
El sugeto que en esta época desernpeñaba el oficio
de carcelero vivía perfectamente tranquilo sobre
los presos confiados á su guarda, y esta tranquili-
dacl se fundaba en el conocimiento completo que
tenia de las dificultades que presentaban aquellos
tortuosos corredores, Servíale una [óven de 13
años , que arrastrada por la curiosidad natural en
su edad y en su sexo} ó quizás por un sentimiento
de compasiou, acechaba cuantas veces podía por el
agujero de la llave del calabozo á Vanhalen. No
tardó este en conocer que eesistía en el mundo un
ser que se interesaba por su suerte, y habló á la
[óven y le pidió ausilio para salir de su desventu-
rada situaciou. La niña deseando vivamente ser-
vir á su protejido , le procuró los medios de escribir
Una carta} y se encargó de entregarla á la persona
á quien iha dirijida. Así comenzó su larga corres-




201
pendencia con los frac masones de Ma::1riil, concer-
tando un plan diestramente concebido para liber-
lar á Vanhalen del abismo en que se veía sepulta-
do. Inmensas eran las dificultades de la tentativa,
mas todas cedieron al arrolo Y á la prudencia. Era
necesario que el preso conociese perfectamente la
disposición interior del edificio, que no babia podi-
do observar bastante las pocas veces que lo había
atravesado, y las instrucciones minuciosas de la
[óven que servía de confidente salvaron la dificul-
tad. Preciso era tambien que se enterase de las lo-
calidades esteriores , para que supiese por donde
debía dirijirse en el caso en que lograse pisar la ca-
lle: para esto sus amigos le enviaron un mapa ec-
sacto de los contornos de la inquisicion, y le traza-
ron el camino que habia de seguir para encontrar
á los encargados de acompañarle y .protejerle , Mas
el obstáculo principal consistía en salir, y no podía
verificarlo sin abrir muchas puertas y sin pasar por
la ha bitacion en que vivía el carcelero con toda su
familia. Este hombre se prestó felizmente á Jos in-
tentos del preso, sin saberlo, allanando de este
DIodo la parte mas difícil de la empresa: rogó á
Vanhalen que le diese algunas lecciones de lengua
francesa, y fácil es adivinar el gozo conque el pre-
so aceptó la propuesta. Las lecciones contribuye-
ron á inspirar al discípulo mayor confianza en su
maestro, y á darle el tiempo suficiente para concer-
tarse con sus amigos sobre todos los puntos del




203
proyecto, y para fijar el dia de la ejecución. '


La manera conque el preso logró escaparse era
tan diestra como atrevida: una noche de invierno
ocupab inse Vanhalcn y el carcelero en su leccion,
teniendo el segundo la espalda vuelta á la puerta,
que permanecía ahierta : de l"l:'pente asiéndole el
preso le echó en la cama con fuerza, ahalanzóse
acto continuo fuera del calabozo, cerró la puerta
con llave, atravesó los corredores siguiendo las
instrucciones de la jóven, y llegó á la hahitacion
del carcelero, sorprendiendo á su mujer y á su hija,
únicas personas que allí se hallaban en aquel mo-
mento. Las mujeres en vez de perseguir al fujit'ivo
irnajiuaron qu~ habría sucedido algull descalabro
al carcelero, y corrieron á socorrerle, mientras
que Vanhalen logró pisar la calle y encontrar á sus
amigos. Algunos meses después mandaba Vanba ..
len un escuadro n de caballeria rusa en Jos confi-
nes del Cáucaso.


Fernando no se servia largo tiempo de unos
mismos hornbres , DI concedia esclusivarnente su
confianza á un partido: así es que las diferentes
facciones que en el secreto inte r ior del pa lacio se
disputaban el poder, se veían sucesivamente ven..
cedoras ó vencidas segun las esperanzas ó los te·,
mores del monarca. Cada vaiven producia una
mudanza completa en la administracion ,de lo que
resultó que en el trascurso de los seis afIOS que
me liaron hasta el restablecimiento de la Constitu-
cion, contó Fernando mas de treinta ministros




204
(1). Algunas veces desaparecían súbitamente de la
escena política los que parecían mas sólidamente
arraigados y sostenidos mas tenazmente por la ca-
marilla: otras veíanse colocadas las riendas prin-
cipales de la adrninistracion entre las manos de
hombres oscuros, cuyo encumbramiento era un
enigma para el público. A este número pertenecía
D. Juan Lozano de Torres, que sin haber cursado
los estudios necesarios al que ha de desempeñar la
secretaría universal de Gracia y Justicia, sin mas
esperiencias de los negocios que la que pudo ad-
quirir en un empleo subalterno de hacienda, fué
elevado al referido ministerio, es decir, á jefe su-
premo de la iglesia y de los tribunales españoles.
Lozano de Torres fué uno de los que por mas
largo espacio de tiempo se sostuvo en el poder, y
de los que mas confianza merecieron á Fernando.
Imposible seria describir el desorden que introdu-
jo en todos los ramos de su secretaría.


España yacia, pues, sumerjida en un abismo


(1) La suerte que esperimentaban entonces en la
Península los miuiatros que caían en desgracia , pare-
cíase en grau manera á la qne les cave en las córtes
orientales. En España desde 1814 á 1820 la caida de
un ministro era casi siempre segu ida de su destierro,
algunas veces de la prision y otr-as de la confiscaciou de
sus bienes. Por este punto de comparaciou entre los
africanos y los peninsulares, y otros (lue encontró 1.\'1, de
Pradt dijo I que en los pirineos comeusaba Afrioa.




205
de ignorancia y de desórden , é inútil es añadir
que nadie se acordaba del bien público ni de em-
prende.' cosa alguna por el pueblo , permanecien-
do cegadas "las fuentes de la prosperidad nacio-
nal. La educacion, confiada enteramente á las uni-
versidades, conservaba los sistemas de la edad
media (1), y desprectábanse las ciencias moder-


(1) No hay en Europa pais alguno donde ecsistan
mas estudiantes y mas ignorancia. En 1788 segun un
estado formado {le órden del rey contábanse 4:'312 estu-
di a ute s matriculados, aunque muchos de ellos fallos de
subsistencia tenían que enlregarse durante una parte
del dia á las ocupaciones mas humildes: J otros mendi.
gal)an pOI' las calles Parece que no se ha disminuirlo su
nrirner o desde 1'793 en las diez y siete universidades
que cuenta Espa ñ a. La mas célebre desde los tiempos
r-emotos es la de S a lamanea que lenia 15,000 i1lumnosy
sesenta y un eatedrádicos. lIa decaido en est reruo á úl.
timos del siglo pasado, y ni sus profesores, ni su opinion
eorrespoudian ya entonces á su fama, La de Valencia
prolejida pOI' Cárlos IV es la que mas ilustrada se ha
mostrado en la e itada época. y de ella h:J11 salido alga.
110S hombres que la honr-an con sus escritos J t a leut os,
Refil'iéndonossiempre al periodo citado hahia universl-,
da des que tenian profesores de astronomía, pero que
cal'ceian de instrumentos y de observatorio. Un viajcro
nos asegur6 que en 1783 todavía se enseñaba en algu-
nas el sistema de Ptholomeo por órden de la inqoisicion:
que algunos profesores no conocian ni habían visto Ilun.
ca ciertas esper iencias ni aun sabian montar las máqui.
nas recieu venidas de París. La inquisicion se opuso á




t06
nas y los estudios útiles, persiguiendo á los que
los cultivaban, Se prohibía con el mayor· ri-
gOl' la lectura de 109 periódicos estranjeros ; y la
censura previa encadenaba la libertad de la pren-
sa J pues no era permitido imprimir obra alguna
sin que antes pasase por las manos de un inquisi-
dor y de un consejero de Castilla. Los medios de
comunicacion eran de dia en dia mas difíciles á
causa de la destruccion de los caminos: y las espe-
diciones de América J las proscri pciones .Y la pes-
te habían disminuido estraordinariamente la po-
hlacion (1). La fortuna privada se veia aniquilada


que la Academia insistiera en el proyecto que hlllia
concebido de traducir cuid adosamente y dar á la est am-
pa la hermosa historia de América escrita por el ill::,lés
Robertson. Sin emhargo SI'" dignos (le elogio los traba.
jos literarios de la Academia española y su Diccionario,
no obstante tantas. trabas. ¿ Cómo ha de adelantar Es-
paña?


(1) Daremos aquí algunas noticias sobre la pobla-
cion de Espaila J sobre sus medios de subsistencia. Va_
r ios autores han sostenido con veroain-ilitud fine la Pe-
nínsula era antiguamente el pais mas poblarlo de Euro«
pa. Sin embargo en el reinado de Fernando y de Isahel
la poblacion no pasaba de quince millones de habitantes,
CllYO mimero fué disminuyendo hasta el fin del reinado
del primer BOl hon.en cuya época quedaba reducido á seis
millones. Creció después de un morlo prodijioso , y el ceu-
so de 1197 prolUJce ya doce millones. eálculo verdadel'a~
mente ecsajerado, parque el de 1802 hecho con mas cui-




207
casi del todo por un sistema de rentas y de con..
tribuciones complicado, tiránico y absurdo. Los
tribunales estaban vendidos al poder, y los mi-
nistros anulaban segun su capricho las decisiones
jUI'ídicas, y creaban al mismo tiempo comisiones
que [uzgasen las CaU5[lS en que se hallaban intere..
sados, Mientras que los hombres de mérito se
veian obligados á buscar en la oscuridad y el reti-


dado y ecsactitud, l1ápor resultado diez millones cuatro..
cientos nueve mil ochocientos setenta. Contáhanse eu
este nlÍmero entre celibes, relijiosos y viudos 3 257.022:
y 3262.196 relijiosas y viudas. De donde resulta que
ecsistiau entonces cerca de seis millones y medio que no
contribuían al aumento tle la pobtacion. Si recapitula_
mos los elementos de que se compone dicha pohlacion..
veremos cuan difícil es cultivar un nürne ro de tierras
proporcionado al de los ha bitan tes. Los 5/8 de estos com-
puestos de mujeres, niños y ancianos 110 contribuyen
casi á los trabajos ele la agricultura: quedan cerca de
3.803 991 hombres: de elIJO número restando 1 :l21 799
individuos del clero, el ejército de tierra y m ae , los
criados &c. quedará reducido el número pos ihle de
agricultores á 2. 582.212.; J en último ana lisis tomando
en cuenta los que pasaban á las colonias de Vltl'amar,
los mendicantes, los vecinos j r eflecsiouando sobre la
pereza inveterada del español, su; numerosos dias de
fiesta, que en la Diócesis de 'I'oledo por ejemplo solo
dejaban 27l. dias hábiles de trabajo, conoceremos fá.
eilrnente que la agricultura no podi a bastar á las ne ..
cesidades de España.Si» embargo, Osorio y otros escri.




208
ro un refugio contra las sospechas y las delacio-
nes, la muchedumbre de los ignorantes y de los
viles ocupaban los empleos públicos, Los regla-
mentos prohibitorios habian destruido el comer.
cío yestendido el contrabando de un modo es-
traordinario; los caminos aparecían infestados de
ladrones, cuyo número y audacia los hacia n tan
temibles, que el gobierno mismo se veia algunas


tores de fines del siglo décimo séptimo, formaron un
cálculo enr-io-o y v e rosj mi l, 11 allanse soh:e el suelo his_
pano 150000.000 de hanegadas de tiprr;IS Iahorables
que producir ia n en un año cornu n 500000 (lOO tle me-
didas, que contienen cada un a sobre 122 á 125 li-
bras de trigo ó de centeno, y otra tanta echada. Con-
tando libra y media de pall diario á cada persona re-
sulta, que España puede alimental' 85 millones de ha-
bitantes: j y este pais no puede proveer en el di a á
12 000 000 escasos! En cuanto al déficit ecsiste un a no-
tahle diferencia entre los cálculos de MM. Bourgoiug y
de Lahorde: el primero v a lti a la importacion del trigo
estl'anjero al necesario para alimentar 1/30 de la pobla-
cion t mientras que el segulJdo sostiene que España no
alimente sino las 2/j de sus habitantes. Los cálculos ele
:M. Bourgoing se fundan en el número de barcos, "Y en
el cargamento que entraban cada a ño en los pue rtos es-
pañoles. A primera vista pa,"ecen mas riglll'osuS que los
de M. de Laborde , cuya escelente obr-a nunca se medi.
tará bastante por los qne desean adquirir uot icias ecsac-
tas sobre el desgraciado país que 1105 oellpa , donde las
cosas mas sencillas se hallan envueltas en ias riuieblas,




209
veces ohligado á negociar con ellos. No debe
pues admirarnos el que tan las y tan poderosas
causas de corrupcion , hayan ejercido suma iu-
Iluencia sobre el carácter nacional, y que sumido
el pueblo en el cieno de las pasiones, haya perdido
algunas tic las brillantes cualidades que le distin-
guian en las primeras épocas de su historia.


TOM. 1. 14




--_._-----_...•_---


NEGOCIOS ECLESt~STICOS.


Uno de los manantiales mas fecundos en impor-
tantes observaciones, es el ecsárnen de las causas
que han contribuido á consolidar y á estender el
fanatismo relijioso , y á comunicarle el carácter
de persecucion é intolerancia que tanta sangre ha
hecho derramar en España , y tIue la ha reducido
al estado de ignorancia en que al presente se en-
cuentra. En todos los paises católicos de Europa
los progresos de las luces, de la civilizacion y de
la industria, han disminuido la intolerancia reli-
liosa: únicamente debe esceptuarse la Península




211
de esta regla [eneral, La inquisicion (' ) Se ha con-
servado en ella en todo su vigor en el periodo ci-
tado, y á la influencia del clero y de los confeso-
narios, y al impulso de la supersticion se han pos-
pueslo los intereses de la sociedad. Propio es de
nuestro objeto ecsaminar brevemente las causas
que tales resultados han producido ~ porque le.
niendo que hablar muy pront.o del uso hecho de
Ías opiniones relijiosas en el reinado de Fernando,
es necesario recordar las circunstancias que oriji-
naron tan estraordinarios acontecimientos.


En los siglos duodécimo y decimotercero, la


(1) En las guerras civiles se desnaturalizan las
palahras; en otro tiempo la inrlnisicioll era el ¡Ils.
trurnellto de [as persecuciones re lij ios as ; ahora. caur-
hiando de naturaleza, es el instrumento de la po-
lítica, como lo pr'! eba II todos sus actos desde 1814.
Di.fícil es concebir como MM. Dourgoillg,de Labor-
(le, y el mismo M. Clausel de' Coussergne, se hall
cOllv~l·t,ido hasta cierto punto en defeusor ss oficio-
sos de la in q uis ic ion moderna. ]\f. Claussel de Cons-
serg"e afirmó en la tribuna, que los escesos de la
revolucion francesa habian sncrifica do mas víctimas
en un día que la iu q uisiciou en tres siglos: pero el
señor Llorente ha destruido tan est ra ñ a nsercion, En
el reinado de Felipe IV huho 140~O condenados por
el santo oficio. de los (lue fueron quemados vivos
2852: en el de Cárlos U, 6512. de los que murie_
ron en las hogueras 163~: en el de Felipe V, 9120,




2,12
España no estaba mas adelantada que las demás
naciones (le Europa en las ciencias, ni en los otros
ramos de los conocimientos humanos, que consii-
tuyen la civilizacion jeneral, PCl'O se desarrolló en
su seno un mal inveterado que minó la nación por
espacio de muchos siglos, y que influyó en sus
principales acontecimientos: tal fue la guerra re-
lijiosa que desoló el reino entero, yen la que to-
maron parte todas las clases de la sociedad. Prin-
cipió esta guerra en los montes de Asturias y á
las órdenes de Pelayo , y se concluyó en las mon-
tañas de Granada y en el reinado de Fernando y


pereciendo en el fuego 1600; en el de Fernando VI,
170 sentenciados t de los cuales 10 fueron quema-
d08: en el de Cárlos Ll I, 56 Y 4 quemados: en el de
Cárlos IV, 42 sentenciados, mas ninguno á mnerte.


Cuando restablecieron la inquisicion en 1814 Os-
talaza felicitó con este motivo á Fernando del modo
siguiente:


"Apenas ha vuelto V. M. de so cautiverio, ya
quedan curados los males de su pueblo. La sabido-
ria y el talento salen á la luz del dia, recompensa-
dos con los mayores honores ~ y la relijiou sobre to-
do protejida por V. M., sale de las tinieblas como
el astro luminoso del di'a, j Cuán honroso es para
mí ~ señor, el ser admitido á la presencia del mas
grande de los monarcas t del mejor padre de sus
vasallos, del soberano mas amado de su pueblo!"




213
de Isabel. Mientras duró tan prolongada lucha,
fue necesario poner en juego las opiniones relijio-
8a~ para inflamar hasta el mas alto grado el arrojo
de los soldados, y tocar así el blanco propuesto,
que era la espulsion de los Mauros: y de semejan-
te acuerdo resultaron la intolerancia y el espi-
ritu (le persecucion , que tan poderosamente influ-
yen en el destino de las naciones. El triunfo de
Fernando y de Isabel aumentó el mal lejos de dis-
minuirlo, porque ambos monarcas se pusieron en-
teramente bajo la tutela del clero. Los sacerdotes)
con el pretesto de impedir la vuelta de las cre-
encias falsas, y de conservar el cristianismo en
toda su pureza, entretuvieron constantemente la
ignoranoia del pueblo, aumentaron el rigor de la
inquisicion y acrecentaron en estreruo el número
de los monasterios, difundieron las prácticas pue·
riles de devocion , las opiniones dudosas y las cere-
monias faustuosas , sosten ordinario del fanatismo.
No goz.ó menos poder el clero en los reinados si-
guieotes : Cárfos V empleó cuantos medios pudo
en resarcirle en España de las pérdidas que la
confesion de A~sb.urgo le habia causado en Ale-
mania: asi es que trabajó con nuevo ardor para
dilatar su poder. J-lOS reinados de Felipe 111 y de
Felipe IV , Y el de Cárlos U, sobresalen por el
estado de humillacion en que cay6 la nacirín es-
paño-la , abrumada con el Jugo de un despotismo
sanguinario y de una administración relijiosa, que
qisfIgurah.a con chocantes errores Iasverdades de la




214
relijion (1). El primer príncipe de la familia de Bor-
han que subió al trono Hispano, hubiera podido
efectuar Una grande revolucion en la opinion pú-
hlica, si hubiese abrigado como su abuelo el amor
á la'! letras y á las ciencias, el gusto á las bellas
artes y el instinto de la civilizaciou que distin-
guían el siglo de Luis XIV. Mas en vez de obrar
asi Felipe, llevó á la Península nuevos elemen-
tos de corrnpcion. Fernando VI y Cárlos III eran
devotos en toda la estension de la palabra ; yaun-
que en el reinado de Cárlos IV. las opiniones re-
[ijiosas hubiesen perdido una gran parte de la eS-
pecie de idolatría que las! rodeaba." no obstante
puede decirse que en esta época la gran mayoria
de la nacion española, conservaba en cierto modo
las preocupaciones y los sentimientos del siglo ano
tcrior , y que los, progresos hechos en tiempo del
princi pe de la Paz, se limitaron á la alta clase de
la sociedad.


Imposible era que las ideas relijiosas no tomasen
parte en la esplosion jeneral de 1808, esplosion
que los acontecimientos y las pasiones habian pre-
parado de tal suerte, que no podia dejar de sobre-


(1) El autor de estas memorias espera que sus es-
presiones 00 se considerarán como no alaque ni aun
Indirecto , contra los principios fundamentales de la
relij ion de su patria, pues 5010 se trata de los abu-
80S eu ella introducidos.




215
venir, como en efecto sobrevino. Amás de que el
pueblo español se inclina naturalmente á mirar
cuanto pertelJece á los estranjeros como irrelijio-
so, incrédulo Ó herético, el clero que veía su
influencia y sus propiedades amenazadas, se puso
á la cabeza del partido que rechazaba las nuevas
ideas, y fué uno de los ajentes mas poderosos para
sublevar la muchedumbre. Aurnentóse la ecsaspe-
racion COn los escesos que los franceses cometie-
ron en los conventos, y con las medidas que tomó
el gobierno del rey José para conservar el clero
dentro de los límites circunscritos.


La asamblea nacional de las córtes encendió en
Cádiz otra especie de guerra, que el clero se vió
obligado á sostener , sino quería perder la mayor
parte de sus riquezas y de su influencia: el desar-
rollo de las ideas liberales fué la señal de una nueva
lucha. Las medidas que por una y otra parte se adop-
taran, llevaron el sello de estrernamente violen-
tas, aunque de corta duraoion , porque el regreso
del monarca les puso un término. La supresion del
santo oficio arrastró tras las banderas de la resis-
tencia al ejército de frailes y al clero secular. Mu-
chos obispos se negaron á obedecer aquella ley: el
cardenal Gravina , nuncio del Papa cerca del go.
hierno constitucional, se declaró tan enér\lcamen-
te COntra la medida adoptada, qlle se vieron obli-
gados los ministros a mandarle salir del reino. Así
cuando el monarca volvió á entrar en su patria, el
clero se presentó á S. M. como instrumenta de su




216
conservacion , pidióle venganza de sus enemigo! y
recompeusas por los sacrificios que había hecho.
Aunque el rc.y no fuese ni crédulo, ni supersticioso,
sin embargo unió con mucho gozo sus intereses á
los de tan poderosos aliados; y las primeras medi-
das de rigor que tomó, estaban revestidas de un
color que dejaba entrever nuevos obstáculos á los
progresos de la civili?;acion ,y nuevos triunfos á la
. .


19ooroncm.
Apenas regresó á M~drid Fernando, restable-


ció el santo oficio, y el decreto por el que se
ahrian hUS puertas fué recibido , segun dicen, en
casi toda España COn entusiasmo y con las mas
vivas demostraciones de alegría y de reconocimien-
to. Verdad es que este tribunal carecía ya de fa.
eultades para imponer la pena de muerte; mas
apesar de lal restriccion restábanle abundantes me-
dios dd venganza. Conservo en toda su pureza sus
procedimientos tenebrosos, sus encarcelamientos
arbitrarios y su intervención en un sin número de
delitos que nada tienen que vl!lr con la relijion, y
los hombres puestos á la cabeza del odioso tribu-
nal , no dejaron escapar ocasión alguna para ser..
virse de tales instrumentos.


El decreto del restablecimiento del santo ofi-
cio es de aquellos documentos que llevan consigo
el sello de la época, y que deben pasar íntegros á
la posteridad.




217


REST ABLECIMIENTO


IlE LA INQUISICION.


El glorioso título de católicos, con que los re-
yes de España se distinguen entre los otros príncipes
cristianos por no tolerar en el reino á ninguno que
profese otra relijion CJue la católica, apostólica,
romana, ha movido poderosamente mi corazon á
·que emplee, para hacerme digno de él , cuantos
medios ha puesto Dios en mi mano. Las turbulen-
cias pasadas, y la gu~r ra que aílijió por espacio de
seis años todas las provincias del reino: la estan-
cia en él por todo este tiempo de tropas estranjeras
de muchas sectas, casi todas inficionadas de abor-
recimiento Y odio á la relijion católica; y el des-
órden que traen siempre tras sí estos males .. junta-
mente con el poco cuidado que se tuvo algun tiem-
po en proveer lo que tocaba á las cosas de relijiou,
dió 4 los malos suelta licencia de vivir á su libre
voluntad, y ocasion á que se introdujesen en el
reino, y asentasen en muchos opiniones pernicio-
sas por los mismos medios con que en otros paises
se propagaron. Deseando, pues, proveer de re- .
medio á tan grave mal, y conservar en mis rlorni-
nios la santa relijion de Jesucristo, que aman, y
en que han vivido y viven dichosamente mis pue-
hlos , así por la obligacion que las leyes Iundamen-




218
tales del reino imponen al príncipe que ha de rei-
nar en él, Y Yo tengo jurado guardar y cumplir,
como por ser ella el medio mas á propósito para
preservar á mis súbditos de disensiones intestinas,
y mantenerlos en sosiego y tranquilidad; he creído
que seria muy conveniente en las actuales circuns-
tancias volviese al ejercicio de su jurisdiccion el
tribunal del santo oficio. Sobre lo cual Me han re-
presentado prelados sábios y virtuosos, y muchos
ene.'pos y personas graves, psi eclesiásticas corno
seculares, que á este tribunal debió España no ha-
herse contaminado en el siglo X VI de los errores
que causaron tanta afliccion á otros reinos, flore-
ciendo la nación al mismo tiempo en todo jénero
de letras, en grandes hombres .Y en santidad y
virtud. Y que uno de los principales medios de
que el opresol' de la Europa se valió para sembrar
la corrupcion y la discordia, de que sacó tantas
ventajas, fué el destruirle so color de no sufrir las
luces del dia su permanencia por mas tiempo; y
que despues. las llamadas cortes [eoerales y estra-
ordinarias Con el mismo pretesto , y el de la Cons-
titucicn que hicieron, tumultuariamente, con pe~
sadurnbre de la nación le anularon, Por lo cual
muy ahincadamente me han pedido el restahleci-
miento de aquel tribunal ; y accediendo Yoá sus
ruegos, y á los deseos de los pueblos, que en des-
ahogo de su amor á la relijion de sus padres han
restituido por sí mismos algunos de los tribunales
subalternos á sus funciones, he resuelto qee vuel-




219
van y continúen por ahora el consejo de inquisi-
cion y los demas tribunales del santo oficio al
ejercicio de su jurisdiccion, así de la eclesiasrica ,
que á ruego de mis augustos predecesores le dreron
Jo! po-itifices , juntamente con la que por su mi.
nisterio los prelados locales tienen, como de la
real que los reyes le otorgaron; guardando en el
uso de una y otra las ordenanzas con que se go-
bernaban en 1808 ,y las leyes y providencias, que
para evitar ciertos abusos, y moderar algunos pri-
vilejios ,convino tomar en distintos tiempos. Pero
corno además de estas providencias acaso pueda
convenir tornar otras, y mi intencion seamejorar
este establecimiento de manera que venga de él la
mayor utilidad á mis súbditos, quiero que, Jue-
go que se reuna el consejo de inquisicion , dos de
sus individuos, con otros dos del consejo real,
unos yotl'os los que Yo nombrare, ecsaminen la
forma y modo de proceder en las causas que se
tiene en el santo oficio, y el método establecido
para la Censura y prohibicion de libros; y sien
ello hallaren cosa que sea contra el bien de mis
vasallos y la recta administracion de justicia, Ó
que se deba variar, Me lo propongan y consulten
para que acuerde Yo lo que convenga, Tenclreislo
entendido, y lo comunicareis á quien correspon.
da.-Palacio 21 de julio de J814.-Yoelrey~
- A D. Pedro de Macanáz.


LIJ primero que hizo el santo oficio despues de
su restablecimiento, fué publicar una numerosa




220
lista de libros prohibidos. Entre las obras proscri-
tas bajo pena de la mas terrible escornuniou ( lato:
selltentire) figuraban la constitucion de la monar-
quía española , los diarios de córtes y los folle-
tos y escritos periódicos puramente políticos dados
á luz durante el tiempo que estuvo en vigor la
constitucion de Cádiz. La persecucion contra lo!
frac masones comenzó poco despues, y hemos di-
cho ya que se fulminaba de concierto con Eguia,
ministro de la Guerra, llegando á tal punto que el
canónigo Riesco, uno de los inquisidores que ba-
bia intentado envano suavizar tan terrible rigor,
se arrojó á los pies del rey y habló con suma ener-
[ía contra aquel abuso de la reíijion y del poder.
Renuució la plaza de inquisidor, advirtiendo áS. M.
los males que le amenazaban como igualmente á
la nacion, si no los precavia prontamente por me-
dios eficaces.


Al propio tiempo el clero y los frailes de la ca-
pital rodeaban á Fernando y le abrumaban á fíes-
tas , á elojios y á presentes: atribuían esclusi va.
mente al clero secular y regular, la restauración
del rey y el triunfo de lo que ellos llamaban reli-
[ion, Las ceremonias del culto se celebraban con
la mayor pompa, repitiéndose todos los dias, prin,
cipalmcnte en Madrid, y asistían á ellas los miern-
bros de Ia familia real llevando colgados del cuello
estampas, medallas, escapularios y otros emblemas
de devoción. Por lo comun seguia á estas fiestas un
magnifico banquete, al que invitaba el rey á los in-




221
dividuos del clero y ~ los frailes, y en el que S. M.
se abandonaba á la alegría. Rara vez sucedia el que
se terminasen tales asambleas sin que el prior del
convento pidiese al monarca algun destino deterrni-
nado para su sobrino ó para sus protejidos ,el cual
se le concedia sin tardanza y sin que los ministros
tuviesen en ninguna parte su nombramiento. Fre-
cuentemente acontencia que despachando Jos mi.
nietros con el rey le presentaban la lista de los can-
didatos pal'a algun empleo vacante, y S. M. sin fi·
[ar la atención en las personas que le"proponían,
nombraba al individuo que le habían recorúendado
en las asambleas relijiosas (1).


Los frailes eran tan fértiles en recursos, que el
prior del convento de Atocha de Madrid pidió al
rey le concediese permiso para crear cierto núme..
ro de condes y de marqueses, y habiéndoselo con-
cedido, el prior vendió á muy alto precio aquellos
títulos... que algunos juzgaron muy honoríficos. Se-
mejante especulación produjo al convento sumas
considerables. \


Sostenidas por una proteccion tan decidida y


(1) Nos vemos obligados como en otras ocasiones á
sua v izar las espresiones aIgo duras del autor o,igin a1,
que dejándose llevar algunas veces de las ideas que se
ha formado vé los objetos con la imajinaoiou , que es
vidrio de aamento, y UII hecho verdadero en Ja esencia,
abultado se hace sospechoso en Ja historia.




222
tan poderosa las dos órdenes del clero, tomaron so-
hrp el estado J sobre la soc.edad UII ascendiente
de que hablan carecido en el reinado de lo'! últi,
timo'! re.res (1). P<lgábame los diezmos con la ma-
yor regularidad, y no lardó lél i¡;lesia en resacirse
de las pérdidas que habia esperimentado Con la in-
vasion de los franceses; y üunque durante aquel
período borrascoso , la falla de cruarnentos hizo
decaer la pompa de las fiestas relijiosas , no por
eso dejaron de nadar en la opulencia yen las deli-


(1) Jenera Imente se tienen ideas eq u ivocadas sobre
el clero es pañ ol ; Sil influjo es mJS poderoso que el que
ha pMlido hacer sosrechar e l minse ro de sus individuos.
El estado en que se hallaba poco antes de la revolucion
francesa, dará una' iilea del que tenia en el periodo de
que se trata. Eu aqu ell a época, no av eut ajalra la Pe-
nínsula á las demas naciones eUlopeas en postsiolles
relijiosas y monásticas, porllue el clero 'I'JlJcés era pro-
porcionalmente Olas nlHIlCI'OSO)' mas rico. EIl ]';88 se-
l!-Ull los documentos oficiales, el clero regula,- J se e .. lar
de Españ a ascendí" á 14~687, Y en Francia á 46007~;
(le modo qlle el clero de Francia en una pohlacion de
cerca de 25000000 compoui a la quinonujésim a segun-
da parte, micutras queen Esna ñ a solo llegaba á la sestua-
jésima non a parte de SllS 11.000000 de habitantes. Las
riquezas que poseía el clero de Fr-aucia , eran tamhien
mayores á proporcion r y v aluabase su renta en ,O mi-
llones de libras; mas en España se hallaban las rentas
repartid~s con mas desigualdad. El arzobispado de '1'0-
led() valía mas de once millones de reales , y el de otras
diócesis uo llegaba á la tercera parte &c. <




223
eias los canónigos de las catedrales. Tampoco per-
dieron el tiempo los frailes para reponer sus arcas
del menoscabo sufrido en la guerra de la indepen-
dencia , y reedificaron con admirable presteza los
conventos destruidos por los invasores, dando una
nueva prueba , pUl' si era necesaria, de la supers-
ticion del pueblo español, pues para escitar el zelo
y la jenerosidad de los fieles" habían recurrido á
las profecías y á los supuestos milagros. Abriéron-
se seminarios en todas partes , y los obispos confi-
rieron las órdenes sagradas tan pródigamente, que
transcurridos seis meses desde la vuelta de Fer-
nando á su patria , ya se habian consagrado al esta-
do eclesi.istico mas de seis mil individuos.


Las nuevas relaciones que se establecieron en-
tre las córtes de España y de Roma (1) , contribu-
yeron en gran manera á consolidar el poder que
acababa de recibir la iglesia. Pio VII de vuelta á


(1) Por largos años rué la Península' tributaria de
la córte de Hom a j mas libró se en fin de tanta humi lla.,
eion por un coneorda to firmado en 1753. El nornhra.,
miento de beneficiados hahia sido por mucho tiempo un
objeto de discordia , y á escepciou de 52 heneficios re-
tu vo la facultad el rey P ri vad" de este modo la córte
de Boma de un manantial inagotahle de recursos, de-
hia recihir en resarcimiento un millon de escudos ro-
manos, pJgan<fo el interés á raz nn del 3 por ciento. El
Papa se reservó el producto delas dispensas matrimo-
niales &c. que valían unaño con otro treinta mil duros.




224
sus estados despues de la caida de Napoleon, puso
en movimiento todos los resortes para recobrar la
soberanía y el influjo moral de que le habia despo-
jado el conquistador. U no de los primeros actos de
su gobierno, fué el restablecimiento de las órde-
nes relijiosasque miraba como los mas firmes apo-
yos de su poderio. La bula en que asi se ordenaba,
y que se distribuyó profusamente en España, acre-
centó el triunfo del partido dominante. El segundo
paso que dió el Papa, rué restablecer las relacio-
nes íntimas que en otro tiempo ecsistian con la
Península española, medida que era para Roma de
la mas alta importancia, porque ninguna de las
naciones catóiicas, sin esceptuar Italia, suministra
tanto dinero como España al tesoro de San Pe-
dro, á causa de la propagación de las doctrinas ul-
tramontanas en el país y de la ignorancia de sus
habitantes. Habia una multitud de acciones indi-
ferentes en sí mismas ó únicamente prohibidas por
las leyes eclesiásticas, que no estaban permitidas
sin comprar la dispensa de la córte romana. La
secularizacion de un fraile ó de una monja, el ma-
trimonio entre parientes, el permiso para Lener un
oratorio en casa, el de llevar peluca Jos eclesiásti-
cos calvos, y otros muchos, tan poco importantes,
necesitaban de la sancion de la Santa Sede. Como
el .eiercicio de este poder permaneció suspendido
mientras reinó Napoleon, muchos españoles se
hallaron á la caida de aquel coloso con necesidad
de impetrar la absolucion del Papa por alguna de




'2~5
las causas referidas : y tales personas tenían U11 d~.
seo tan vivo de recurrir- al jefe de la iglesia y
comprar las Lulas absolutorias, que en el primer
alío del r'eirrado de Fernando, sacó Roma de la
Península muchísimos millones de reales pagados
por personas privadas, sin contar la cuntribucion
anual que á ejemplo de los reinados anteriores se
comenzó de nuevo á satisfacer Con la mas escru-
pulosa ecsactitud , vuelto el tey á su trono. Fel"-
nando dió al cardenal Gonzalvi, ministro de estado
del Papa Pio VII; una prebenda en la catedral de
Sevilla que valía entonces 111a8 de ocho mil duros
anuales.


El Nuncio de su Santidad cerca de la córte de
Marlrid en el momento de la invasión francesa, era
como hemos dicho el cardenal Ora"ina, arzobispo
de Palerruo , quien siguió el gol)iel'no á Cádiz y sé
puso á la cabeza del clero de aquella ciudad que
era numeroso. Declaró una guerra abierta y obsti-
nada ;í las ideas liberales, ton luego como COmen-
zuron á manifestarse en las cortes y entre el pueblo:
la supresión del santo oficio escité su ihdignacioli
llasta la\ puuto que se espresó sobre este particular
en los términos mas violentos. Las cortes ordena-
ron que el decreto por el que quedaba abolida la
inquisicion se leyese públicamente en todas las ig le·
sias , y habiéndose negadoel clero á obedecer, unió-
se á el Gravina para coordinar la resistencia, Esta
circunstancia unida á otras muchas que probaban
que el Nuncio hahia resuelto contrariar las ideas


Tolli. J. 15




226
dominantes r el nuevo órden de COMS, que algt1no~
monarcas de Europa habian reconocido ya, ubli-
~aroli á las córtes á espulsarle del reino. Hefujióse
Gravina en Portugal, desde donde mantuvo muy
activa corr-espondencia con los jefes de los serviles,
dirijiendo todas las inir.gas de la faccion. Apenas
regresó el rey, present óscle el cardenal como á
enviado de la córte del santo Padre y como una
víctima del partido liheral , adquiriendo con este
doble título sumo influjo en el ánimo de Fernan-
do. Aprovechóse de tan favorable coyunlura para
vengar 8US injurias personales y activar la perslcu-
cion ejercida contra los vencidos: el monarca Je
trataba con mucha familiaridac1,y tarnhien se valió
de la bondad del príncipe para aplacar la sed de
sangre {fue le devoraba, ilegando al estrerno de
presentar á S. M. listas de proscripcion,


Solo faltaba dar un paso para completar el
triunfo de lo que los hombres furibundos se at.re-
vian á llamar relijion ireduciase este á restablecer
los jesuitas, empresa muy importante para el par-
tido proscritor , pero que no dejaba de presentar
grandes dificul tades,


Los jesuitas supri midos por eBrIos Il] babian
poseido bienes inmensos que se habian vendido en
utilidad del estado, destinando las iglesias á distin-
tos usos, que no obstante conservaban todas el ca.
rácter relijioso, La de San Isidro en Madrid , que
habia sido f-uya, fué cedida á un cabildo de canóni-
gos que profesaban [al> doctrinas mas ilustradas,




227
Y que eran conocidos por la pureza ejemplar de
5US costumbres. Estableciese en el convento con-
tig-uo á la iglesia un colc]io que era uno de los me-
jores de la Peninsula , aúudiéurlole la biblioteca
pública tan notable por el número como por la
eleccion de las obras. En IdS provincias no eran ni
menos derlicaJos ni menos importantes les int ere-
Ses que habian reemplazado á jos de la sociedad de
Jesus destruida, y por consiguiente oponíanse otros
tantos obstáculos insuperables á su restablecimien-
to. Sin embargo, la córte romana tocó resortes
muy porlerosos , y presentaron el proyecto al, re'),
que nombró una ccmision de obispos y de majis-
trados para que lo ecsaminasen. Aprobado por la
comision sin mudanza alguua, sometió!e al CO!!-
se]o de Castilla , doode solamente obtuvo un voto
en su CaVOl', Es un hecho digno de notarse <lue el
individuo que emitió este voto,di~tin;.;u¡éndosecon
tal motivo, fué justamente el fiscal del consejo,
Huerta, hombre conocido por su irrelijion y que
como miembro de las cortes habi,! man.festado la
mayor ecsaitacion por las ideas liherales hasta el
momento en que se vendió al partjdo contrario, y
subió así al elevado puesto que ocupaba, y que era
UIlO de los mas importantes de la majistratura es-
pañola.


Finalmente se decretó el restablecimiento de
los [esuitas y la devolución de los bienes que les
habiau perteneculo , encargando la ejecucion de la




228
órden á la misma comision que babia ecsaminado
la propuesta.


Véase en su integridad el decreto digno de fi-
gurar ea esta obra, para que /JO lo olviden Jos ve.
nideros por las mácsimas y absurdas doctrinas 'lue
contiene.


RESTABLECIMIENTO
DE LOS JESUITAS.


"Desde que pOI' la infinita y especial misericor;
dia de Dios nuestro Señor para conmigo J' para con
mis muy leales y amados vasallos, me he visto en
medio de ellos restituido al glorioso trono de mis
mayores, Son muchas y no interrumpidas hasta
ahora las representaciones que se me han dirijido
por provincias, ciudades, villas y lugares de mis
reinos, por arzobispos, obispos y otras personas
eclesiásticas y seculares de los mismos, de cuya
lealtad, amor á su patria é interes verdadero que
toman y han tomado por la felicidad temporal y
espiritual de mis vasallos me tienen dadas muy
ilustres y claras pruebas, suplicándome muy estre-
cha y encarecidamente me sirviese restablecer en
todos mis dominios la compañía de Jesus , repre-
sentándome las ventajas que resultarán de ello á
todos mis vasallos, y escitándorne á seguir el
ejemplo de otros soberanos de Europa que lo han
hecho en sus estados, y muy particularmente el




229
respetable de S. S., que no ha dudado revocar el
hreve de la de Clemente XIV de 2 r de julio de
1773, en que se estinguió la órden de los regula-
res de ]a compañía de Jesus , espidiendo la céle-


.bre Constitucion de 21 de agosto del año último:
Sollicitudille omnlum ecclesiarum etc.


Con ocasiou de tan serias instancias, he pro-
curado tomar mas detenido conocimiento que el
que tenia sobre la falsedad de las imputaciones cri-
minales que se han hecho á la compañía de Jesus
por los émulos y enemigos , no solo suyos, sino
mas propiamente de la relijion santa de Jesucristo,
primera ley fundamental de mi monarquía, que
con tanto tesón y firmeza han protejido mis glo-
riosos predecesores, desempeñando el dictado de
católicos, que reconocieron y reconocen todos
los soberanos, y cuyo zelo y ejemplo pienso y de-
seo seguir con el ausilio que espero de Dios; y he
llegado á convencerme de aquella falsedad, y de
que los verdaderos enemigos de la relijion y de
los tronos eran los que tanto trabajaron y minaron
con calumnias, ridiculeces y chismes para des-
acreditar á la compañía de Jesus , disolverla, y
perseguir á sus inocentes individuos. Así ]0 ha
acreditado la esperiencia , porque si la compania
acabó por el triunfo de la impiedad, del mismo
modo y por el mismo impulso se ha visto en la
triste época pasada desaparecer muchos tronos,
males que no habrian podido verificarse ecsistien-
do la compañia , antemural inespugnable de la re-




230
Hiion santa de Jesucristo, cuyosdogmas , precep-
tos y consejo'> son los que solos pueden formar tan
dignos y esforzados vasallos como han acreditado
serlo los mios en mi ausencia, con asombro jene-
ral del universo, Los enemigos mismos de la coro-
paillu de Jesus que HUS descarada y sacrilegamente
)11In hablado contra ella, contra su santo fundador,
contra su gobierno interior y política, se hun visto
precisados á confesar que se acreditó con rapidez;
la pru.Ieucin arlrnirahle con que fue gobern;,da;
que hu producido ven:aias importantes por la hue-
UéI educación de la juventud puesta á su cuidado,
por el grande ardor con que se aplicaron sus indi-
viduos al estudio de la literatura anligua, cuyos
esfuerzos uo hall contribuido poco á los pt'ogl'€SOS
de la hel la literatura: que prorlu]o hábiles maes-
tros en diferentes ciencias , pudiendo gloriarse bao
her tenido un mas grande número de buenos escri-
tares que todas las otras comunidades relijiosas jun.
tas : que en el nuevo mundo ejercitaron sus talen-
tos Con mas claridad y esplendor, y de la manera
mas útil y benéfica p:ll'a la humanidad : que los so-
üados crímenes se comet ian por pocos: que el mas
grande número de los jesuitas se ocupaba en el es-
tudio de las ciencias, en las funciones de la reli-
jion , teniendo por norma los principios or.linarioa
que separa á los hombres del vicio, y les con-
ducen fÍo la honestidad y á la virtud. Sin embargo
de todo Como mi augusto Abuelo reservó en sí 109
justos y graves motivos que dijo haber obligado á




23f
su peMfsu real ánimo á la providencia que tomó
de estrañar de todos sus dominios á los [esurtas , y
las demas que contiene la pragmática-sancion de
2 de abril de 1767 , que forma la ley III , libro 1,
titulo X.XVI de la novísima Recopilacion; y como
me consta su relijiosidad , su sabiduría, su cspc·
riencia en el delicado y sublime arte de reinar; y
como el negocio pOI' su naturaleza, relaciones y
trascendencia debía ser tratarlo y ecsaminado en el
mi consejo para que con m parecer pudiera Yo
asegurar el acierto en su resolucion , he remitido á
su consulta con diferentes ordenes varias de las es·
presadas instancias, y no dudo que en su cumpli-
miento me aconsejará lo mejor .Y mas conveniente
á mi real Persona y Estado, y á la felicidad tem-
-porul y espiritual de mis vasallos. Con todo no
pudiendo recelar siquiera que el consejo desconoz-
ca la necesidad y utilidad pública que ha de seguir-
se de! restablecimiento de la compañia de Jesus,
y siendo actualmente mas vivas las súplicas que se
me hrcen á ellLe lin ; he venido en mandar que se
restablezca la relijion de los jesuitas por ahora en
todas las ciuJadesy pueblos que los han pedido,
sin embargo de lo dispuesto en la espresada real
pragmálicas:Jncion de 2 de abril de 1767 , Y de
cuantas leyes y reales órdenes se han espedido con
posterioridad para su cumplirniento , que derogo,
revoco J anulo en Cuanto sea necesario, para que
tenga pronto y cabal cumplimiento el restablecí..
miento de los colejios I hospicios, casas profesas y




23~
de noviciado, residencias y misiones establecida.
en las referidas ciudades y pueblos que los hayan
pedido; pero sin perjuicio de estender el restahleci-
miento á todos los que hubo en mis dominios, y
de qQe así los restablecidos por este decreto , como
los que Se habiliten por la resolución que diere á
consulta del mismo consejo, queden sujetos á las
leyes y reglas que en vista de clip tuviere 4 bien
acordc r , encaminadas á la mayor gloria y pros·
peridad de la mouarquia , corno al mejor réjirnen
y gobicrno de la compañía de Jesus 1 en uso de la
proteccion qlle deho dispensar á las órdenes reli-
jiosas instituidas en mis estados , y de la suprema
autoridad económica que el Todopoderoso ha de-
positado en mis manos para la de mis vasallos y
respeto de mi corona. Tendreislo entendido, y lo
comunicareis para su cumplimiento á quien COl'''
responda. En palacio á 2Q de mayo de 1815.= A.
p. Tomás. Moyana."


De todos los jesuitas desterrados de la Pe..
ninsula por Cárlos Uf, quedaban ya muy pocos
retirados en Italia, y de edad muy avanzada; rnan-
daron pues reunir estos ancianos septuajenarios
para que volviesen á España, recobrasen sus bienes
y resucitasen una sociedad enteramente descono-
cida de la [eneracion actual, No siendo posible di-
serninarse á la vez por todos los puntos del reino,
reuniéronse en Madrid, d01~Je entraron luego en
p osesionde Ja magnífica iglesia de San Isidro, mi.
¡'¡'AdQ este suceso corno una hr illante victoria oh..




233
teni~ sobre los discípulos de Jansenio, Los lesuitaa
se apoderaron también del eolejio, y suprimieron
en el acto las cátedras de química y de historia na-
tural J y cuantas tendiau á estender la instrucción
y el buen gusto, como incompatibles con sus pro-
pias doctrinas, porque la ignorancia de los buenos
frailes era entonces tal, que ninguno de los que ha-
bían llegado de Italia pudo encargarse de ramo al-
gUllO de educacion,


En seguida comenzaron 101l recienllegados 4
maniobrar para aumentar su número y hacerse
prosélitos. Para conseguir mas fácilmente su obje-
to establecieron noviciados, en lasque los alumnos
en Ve2; de esperimentar mortificaciones, llenar
deberes penosos y entregarse á la aplicación y al
estudio continuos corno en las dernas comunidades
relijiosas ,se veían al contrario rodeados de place.
res y tratados con suma induljencia, Su OlCS!, po.
dia competir con las mas bien provistas: con..
cedianles con frecuencia ir á pasar días ente.
ros á las Casas de campa de la sociedad de Je-
sns , situadas en los contornos de la corte, don..
de se entregaban á la fervescencia natural en su
edad y á los placeres poco compatibles con los
deberes de una profesión relijiosa.


Pronto se reunieron noventa novicios jóvenes y
robustos , pero ni las seducciones que los rodea-
ban ~ ni la esperanza del ascendiente que dehian
adquirir un dia, bastaron á confirmar su vccacion:
y mas de sesenta se escaparon en un solo dia del




~34
convento de San Isidro, sin que en aquella época
se presentase despues de este suceso pretendiente
alguno al noviciado. Por otra pal'te, los jesuitas ve.
nidos de Italia nunca lograron popularizarse, por.
que habian olvidado durante su ausencia el idioma
y las costumbres de -su pais, El vulgo no radia
acosturn brarse áun'! sociedad relijiosa, cuyos indivi-
daos cornian macarrones y bebian sorbetes; y los
pocos sermones que predicaron solo sirvieren
para desacreditarlos, desalentando al auditorio
Con sus frases estranjcras y la novedad de su esti-
lo Y como trabajaron en vano para introducirse
en la clase alta de la sociedad, la victoria conse-
guida por sus protectores no produjo ventajas sino
á algunos individuos, ni causó en [eneral impresión
alguna sobre jos ánimos ni sobre la orinion pú,
hliea.


Recurrió el partido servil á medios mas efica-
ces para cimentar su triunfo: tales fueron las re-
compensas concedidas á cuantos eclesiásticos secu-
J(jI'CS y regulares se habían distinguido porsu ardi-
dimJeato en oponerse á las doctrinas de las córtes,
desde I'U iustalacion hasta que fueron suprimidas.
L1S mejores mitras, los canonicatos, las plazas del
couse]o de estado, las decoraciones mas hononfi-
cas y las pensione s mas lucrativas fueron el precio
de sernea ntes servicios. La nacían entera se escan-
dalizó al ver conferido el obispado de Ceuta á Ve-
Jez. capuchino, hombre de costumbres relajadas,
solo porque habia puhlicado con el título de De-




235
fensa del altar .r del trono, una larga sériede"
calumnias contra los liberales á quienes acusaba de
rerublicanismo, de at eisrno, de impiedad y de toda
especie de vicios y desórdenes. 0,1'0 folletista Ila-
majo Martin~'z~de un carácter no menos odioso, y'
cuyo'> escritos respir-aban el espíritu mas atróz y
[a venganza mas enea rn izada, fué nom hrado pre-
dicador del rey é individuo de la inquisición. Por
otra parte los diputados eclesiásticos que lubian
abrazado tan ardientemente el p;:¡rtido de los ser-
viles en la' asamblea nacional, y firmado la f:lfllosa
representación llamada de los Persas, fueron con-
decorados con las principales mitras de España.


Protejido X halagado tan abiertamente por el
poder , elevado sobre las ruinas de sus enemigos,
y dueño absoluto de los ánimos de la muchedum-
bre, el clero adquirió un influjo ilimitado en to-
dos I.)s negocios [ndiciales , administrativos y pa-
lílic('s ..y se puso á la cabeza dela sociedad. Acu-
muló sobre ':Ji solo los honores 'Y las riquczas , y
enlazando íntimamente su ecsistencia con la del
trono de' Fernando, convirtió en instrumentos po-
derosos el confesonario y el púl pila, dos manan..
tiales fecundos de influencia, Por medio del pri-
mero penetraba los secretos de las familias, y por
medio del segundo sembraba la discordia ~el1tre
sus individuos, estableciendo como una olJligaciOIl
sagr.lila elque el hi [o debia delata.' á su padre, la
rnuier á su marido, el hermano::l su lrerrnano J el
amigo á su amigo, si profesaba ideas liberales, si




236
leía libros prohibidos ó frecuentaba las reuniones
de los fracrnasones. Oyerónse anunciadas en el púl-
pito doctrinas en oposicion directa Con los precep-
tos del Evanjelio: encarecían y propagaban los
frailes las preocupaciones mas vergonzosas I é in-
culcaban en el espíritu del pueblo un horror sin
límites á todas las inovaciones políticas ó científi-
cas como incompatibles con la relijion , y que ten-
dian á relajar las costumbres y á introducir el
ateísmo.


A pesar de su elevacion, el clero nunca pudo
aprender los modales que distinguen por lo co-
muo á las clases privilejiadas; yen la época de que
hablamos muchos de sus miembros eran ignoran-
tes, groseros, de conducta poco honrosa, dando
pie de este modo á deducir consecuencias poco
favorables á los serviles. Los clérigos y los frailes
no frecuentaban sino las casas de las clases mas
humildes de la sociedad, mas numerosas en la
Península que en los dernas paises: las personas
distinguidas por su rango, su educacion ó su des-
tino, afectaban por el contrario el mayor desden
por el clero, á cuyos individuos rara vez admi-
tian á su confianza. Asi es que aunque en los seis
años del reinado absoluto de Fernando, la masa
de la nación estuvo reducida á un estado ver-
gonzoso de ignorancia y de envilecimiento; sin-
embargo la civilizacion que tantos progresos habia
hecho en los otros puntos de Europa, comunicó
sus nuevas luces á los hombres distinguidos de




237
España. Los libros prohibidos circulaban con la
mayor facilidad ~ á despecho de las amenazas y de
los anatemas ~ y se devoraban con ansia los perió-
dicos estranjeros igualmente prohibidos, no solo
en Madrid sino también en las provincias. En el
recinto mismo del real palacio se estudiaba la quí-
mica, de cuya ciencia bahia fundado una cétedra
el infante don Antonio: y plantificó el sistema de
enseñanza mútua una sociedad de grandes de Es.
paña , que Ja divulgó y protejió con una atención
y un celo digno de los mayorel} elojios,


Desgraciadamente apenas se percibían en la
masa de la nacion tan laudables esfuerzos: la in-
fluencia del partido contrario hahia causado una
impresión demasiado fuerte en el ánimo del pue·
hlo, y apenas es creible hasta que punto llegaron
los infortunios de un pais , donde los fanáticos
convertian la reJi[ion en instrumento de sus mal-
vados designios y de sus pasiones. La poblacion
disminuia tauto , cuanto mas se llenaban Jos con·
ventes de hombres separados de la sociedad, y
despreciábanse las profesiones útiles para gozar
de las gallerías del estado eclesiástico. Las cla-
ses íntimas eran de día en día mas estúpidas,
y siu disfrutar de los beneficios que proporcio-
na á los pueblos la práctica de una fe pura, devo-
raban la Península todas las plagas que provie-
nen del fanatismo y de la superstición.




--','--------------


HACIENDt


De cuantas administraciones ecsistian en Espa-
ña antes de 1808, nir;guna presentaba uu cú-
mulo tan grande de abusos, de errores y de mar-
cas de ignorancia.


Las guerras civiles que hahian desolado la Pe·
nínsula , la diferencia de leyes, de háhitos y de
costumbres en las diversas provincias, la falta de
una representación nacional fundada en leyes po.
sitivas' y revestida de derechos legalmente recono-
cidos , la distribucion viciosa y desigual de las pro-
piedades) la ignorancia de los principios elementa-




239
les de la economía política, y quizás mas que todo
la corrupcion de los funcionarios públicos , eran
otras tantas causas poderosas que contribuían mas
Ó menos á dejar la España at ..ás de las demás na-
ciones en un punto tan delicado y tan importante
de! sistema social. Las contribuciones ecsijidas á 105
españoles del tiempo de Cárlos IV ,se reducian á
los mismos recursos que en el reinado de Carlos V,
de los Felipes y de sus succesores ; pero habianse
aumentado á proporcion de las necesidades del eS-
tado sin fijar la atencion en mas consideraciones
que la ecsijencia del momento. Tales impuestos
habian de ser pues arbrtr... rios porque no se funda-
han en leyes fijas, en principios ciertos ni en bases
razonables; porque se imponían al pueblo de una
manera t iranica á medida que apremiaban los ¡¡PU-
ros del gobierno. La aplicacion del producto de las
alcabalas era tan irregular como el modo de co-
brarlas, y lejos de aplicarse al servicio del estado,
únicamente aprovechaban para enriquecer á las
personas qqe viven de los abusos. Asi Españs con
un suelo fértil, un clima templado y una multitud
de primeras materias tan variadas y abundantes
como útiles y preciosas , Espuüa cUJos habitantes
aacrilicsban la mayor parte de sus riquezas al te·
soro público, Se veía en la época de que hahlamos ,
sin .íuiero , sin crédito y abrumada por una deuda
Iurnensa.que lodos los dias se creía obligada á au-
mentar en vez de disminuir, Puede decirse que
durante la guerra de la independencia carecía de




240
tésoro público: 139 provincias pagaban las Cótltrl~
huciones que los vencedores y los vencidos les irn-
ponian en virtud de leyes militares, y el gohierno
que defendía la causa de Fernando recibía de Amé-
rica y de los ingleses el dinero con que hacía freno
te á las necesidades mas urjentes. Por otro lado el
gobierno del rey José sacaba cuanto podia de las
provincias que dominaban sus armas, y que vi-
nieron á un aniquilamiento tan grande que fié
vió obligado el tesoro imperial de Francia á sil-
mmistrar á José el dinero necesario para sostener
su córte y pagar las jentes empleadas en sil ser-
vicio.


Durante su corta ecsistencia, las córtes carecie..
ron de tiempo y de ocasion para ocuparse en la
mejora de esta parte de las instituciones públicas;
y es probable que aunque se hubiese presentado
una coyuntura propicia j la carencia absoluta· de
hombres capaces de emprender tan árdua tarea les
hubiera impedido llevar á Caha la obra. No será
inútil indicar aquí la causa de la falta de conocí-
mientes económicos en Esparla , como tambien la
ninguna importancia que los gobiernos que se ha-
bian succedido en aquel pais dieron á Un sistema
regular de rentas j y al destino que se daba á Las
contribuciones del estado.


Entre todos los pueblos de Europa ninguno tie-
ne menos necesidades físicas que el español : na-
turalmente sobrio, dotado de una constitucion
vigorosa y robusta, viviendo en un clima muy




241
suave y sobre un suelo fértil que en un corto espa.-
cio produce muchas sustancias nutritivas, nece-
sita muy poco para vivir, y se halla bien sin las


. precauciones y las comodidades que el rigor del
clima, los pl'ogresos del lujo y el refinamiento de
las ideas han hecho indispensables en el dia en las
otras naciones.


De donde proviene que los españoles sienten
mu}' poco las privaciones, y por consiguiente la
canea que las produce no irrita vivamente los áni-
mas, ni escita sérios descontentos como en otros
paises. Los empleados del gobierno permanecen
algunas veces arIOS enteros sin recibir el sueldo, y
no se oyen quejas: los rejimientos viven en algu-
nas ocasiones únicamente de la racion , y sin embar-
go 110 desiertan de sus banderas. Semejante espíri-
tu de paciencia hace á la autoridad perezosa, y co-
mo el peligro no sea muy inminente ó muy grave
no opone esfuerzo alguno para precaverlo: así se
perpetúan los males de toda especie qua aeompa-
ñan siempre á la indolencia y á la pobreza.


Fernando :1 su vuelta al suelo patrio, no adop-
tó plan ó principio alguno capéz de poner un rér-
mino á tantas calamidades. La nacion habia soste..
nido la carga de una gU€rra desastrosa, y sin ern-
hargo no estahan enteramente agotados susrecur-
sos. Las tropas francesas habian esparcido por el
reino una cantidad muy grande de dinero entre
las clases industriosas , y las vicisitudes de los ne-
gocios políticos hahian producido notables mu..


TOM. 1. 16




24~
danzas en las propiedades, haciéndolas pasar de
una en otra mano. Amás la afluencia de los estranje-
ros en algunas ciudades, el comercio que habían
establecido, la sucesion rápida de los aconteci-
mientos y la propagarion de las ideas liberales, des-
pertaron el espíritu de industria que ocasionó la
creación de ~51'andes establecimientos Con emision
de los capitales, y suministró trabajo á numerosos
brazos. De aquí resultó que no obstante el desór-
den que ecsistia en la administracion , los elemen-
tos de prosperidad que todavía restaban hubieran
bastado para levantar la nacion , sino hubiesen
ecsist.ido entre las manos de hombres avaros é ig-
norantes. El objeto único que pareció fijar esclusi-
varnente la atencion del ministerio de Hacienda;
despues de la vuelta del rey, fué procurarse tan-
tos recursos pecuniarios como fuese posible y por
todos los medios imajioables. Así el desórden lle-
vaba tras sí el desórden : la anarquía que reinaba
en Ios negocios políticos se complicaba con la de
hacienda, y acababa de gangrenarlas llagas de la
patria.


No toca á nosotros enumerar las medidas que
sobre el ramo de Hacienda adoptó el gobierno de
Fernando: tarea imposible, de cumplir, porque no
hay un hilo que pueda guiarnos en el laberinto os-
curo é inescrutable de las diversas' ramas de la ad-
ministracion , y porque tales consideraciones no
ofrecian interés alguno,· reducidas á una larga
serie de decretos, reglamentos , esplicaciones,




241
revocaciones é insigniflcantes detalles producidos
por las circunstancias, y dictados muy frecuente-
mente por la ignorancia y la necesidad. Nos limi-
taremos, pues, á trazar algunos. rallgos propios
para caracterizar el sistema de hacienda del pais
que nos ocupa.


LOII primeros ministros de este ramo nombra..
dos por Fernando después de su regreso, no pell-
saron sino en ocurrir .á las necesidades del 1110--
mento, sin inquietarse de las deudas ya contrai-
das , Y sin tomar medidas p:ua lo futuro. Las con-
tribuciones eran casi todas indirectas, y cohrá-
Lame bajo la iuspeccion de los intendentes que
babia en las provincias, Su autoridad era ilimita-
da; y aunque ecsistia un consejo de hacienda des.
tinado á juzgar las dificultades que sobreviniesen,
como estaba compuesto enteramente de hombres
que dependian del gobierno, rara vez decidía á
favor de los recurrentes cuando se trataba de los
intereses del tesoro, como acontecía de ordinario,


Entre los medios empleados para procurarse
dinero J hay uno que merece citarse: elijiéronse
un cierto número de artículos de primera necesi-
dad ,que juzgaron deber someter á un impuesto,
y concedióse el monopolio á un individuo, ó á
una compañía que adquirian el derecho esclusivo
de vender aquel artículo en un pueblo determina.
do, privando asi de UIl ramo de comercio á to-
dos los dernas individuos de la sociedad. Así el
habitante industrioso de aquella comarca no podía




244
vender en ella el producto de su tierra sin p3gar
una enorme retrihucion al arrendador del ramo,
obteniendo antes su permiso. De aqui proviene
que la palabra contrabando, que en otros países
se aplica á las mercancías estranjeras , cuya irn-
portacion se halla prohibida, denotaba en la Pe-
nínsula los productos de la tierra mas Comunes y
mas indispensables. En Jerez era contrabando el
vino, y para impedir su introduecion establecióse
Un sistema de aduanas, tan riguroso como el
que Napoleon organizó en Francia para estorbar la
importación de telas de algodon de las manufac-
turas inglesas.


Estas manufacturas eran principalmente el ob-
jeto del rigor de 105 ministros españoles, que pro-
hibían los productos il1g leses mas severamente que
tojos los demas artículos pernicioso, ála industria
del pais, En vano representaban de continuo á la
autoridad superior, manifestando que las clases
inferiores del pueblo, y principalmente los ha bi·
tantes de las provincias marítimas no podian vi·
vil' sin tales manufacturas; en vano probaban has-
ta la evidencia, que á pesar de las aduanas y de
los presidios, la Península entera se vestia con te-
las de algodon; nada bastaba á abrir los ojos de
los gobernantes alucinados, no obstante que el
tráfico del contrabando se hacia con la mayor
publicidad y de un modo desacostumhra io hasta
el dia, El motivo b , por mejor decir, el pretesto
de las prohibiciones era favorecer las fábricas de




245
Cataluña. Y como si se hubiesen preparado á pro-
pósito los acontecimientos para dar al gobierno
una leccion útil, los catalanes despreciando los
reglamentos prohibitivos dirijidos á protejer sus
manufacturas, disminuyeron poco á poco su afi-
cien á este ramo de industria, para entregarse á
la fabricación de pailas en una época en que era
permitida la importacion de paüos estranjeros,
pagando un derecho moderado.


Las provincias de Vizcaya, que todavia con'
servaban sus antiguos privilejios , consiguieron al-
gunas modificaciones en el sistema prohibitorio,
principalmente por lo respectivo á las telas ingle-
sas. Mas en cambio desempeñaba en Bilbao la pla-
za de director de las aduanas , un hombre tan cruel
como avaricioso, llamado Lanza, que rué largo
tiempo el azote del comercio de aquel industrioso
pais. Durante la guerra de la independencia, había
salido Lanza de la clase mas Ínfima de la sociedad,
para colocarse á la cabeza de una guerrilla, en la
que se distinguió por su audacia y su destreza en
interceptar convoyes. Su odio al gobierno consti-
tucional que manifestó con toda la grosería de un
hombre sin educacion , le concilió la proteccion
de los favoritos de Fernando: algun tiempo des..
pues obtuvo el empleo de que acabamos de hablar,
el que esplotó como una mina abundante de rique-
Zas. Su plan principal era perseguir á 105 contra-
han distas , y cou este pretesto apoderábase fre-
cuentemente de las propiedades de los habitante»




146
Yde las mercancias estranjeras, legalmente impor-
tadas, constándo le que conseguiría siempre una
decisión favorable del tribunal qlle fallase el nego-
cio. Después de haber arruinado de este modo va-
rias casas de comercio de Bilbao, intentó destruir
nna compañía de ingleses. Supuso que ocultaban
en 'sus almacenes jéneros de contrabando venidos
de Manchester , y en su virtud aprehendió cuanto
en ellos ecsistia , sin esceptuar las mercancías per-
mitidas y que habian satisfecho los derechos ordi-
narios. Ven.Iiólos eo pública subasta y obtuvo
lnra este acto de injusticia la sanción de la au-
toridad enteramente sometida á sus órdenes. El
propietario inglé3 recurrió sin pérdida de tiern-
po al ministerio y á los tribunales de la ca-
pital, y conaiguió que el embajador inglés y el
consejo [eneral representasen enérjicamenle contra
Lanza.


Los comerciantes de Bilbao habian presentado
ya al monarca varios escritos pintando las malas
artes del director, y esperaban una medida vigoro-
sa contra el que se habia burlado de un modo tan
escandaloso de la opinion pública, del 11000r na-
cional y de los derechos de las naciones. Sus pro-
tectores mismos parecian tan escandalizados que
hablaban de abandonarle al castigo que su couduc-
ta merecia : mas Lanza supo dar al negocio un
jira que le salvó y escitó su risa á espensas de sus
enernigos. Partió repentinamente á Madrid: pidió
y obtuvo uua audiencia particular del rey J que




247
aprobó su conducta enviándole otra vez á su desti-
no. Regresó triunfante á Bilbao, donde siguió ejer-
ciendo su tiranía y acrecentando sus riquezas.


Semejantes abusos eran muy comunes en todos
los ramos de la administracion; se quería dinero y
Jos gobernantes no reparaban en los medios de ad-
quirirlo. Los apuros que se esperimentaban eran
proporcionados á los gastos escesivos de palacio,
á la rapacidad del partido que gobernaba al rey y
á la necesidad en que se hallaban de recargar de ri-
quezas á cuantos se decian víctimas de su adhesion
al absolutismo.


El tesoro público solo pagaba ecsactarnente á
la guarnicion y á la guardia real, para precaver los
peligros del descontento y de la sublevacion de los
soldados: el resto de los fondos ingresaba en el
tesoro particular de I palacio. Por otra parte los di-
versos establecimientos públicos de la capital, como
la ad ministracion de correos, de loterías, del cré-
dito público (1) vaciaban igualmente en el tesoro


(1) En los seis años del reinado <le Fernando de
que hahlamos, los fondos en que debia estribar el cré-
dito piiblico , eran las propiedades eclesiásticas que se
conservaban íntegras, aunque se habia determinado su
venta en tiempo de Cárlos IV j las minas de la costa de
Granada y las famosas de Almaden &.c. Todo lo demás
era aer ao , consillerados 105 recursos del pais y su des-
proporcionada deuda.




248
real sus productos, que eran muyconsiderables. Y
como no bastaban las sumas referidas hahíanse apo-
derado de los fondos particulares de las provin-
cias destinados al paso del ejército y de los em-
pleados; de suerte que apenas recibian los inten-
dentes dinero de las contribuciones, tcnian ya que
satisfacer las letras libradas en Madrid para el con-
sumo del real alcazar. Tampoco alcanzaban estos au-
silios estraordinarios , y los dilapidadores recurrie-
ron al banco de San Cárlos, á los cinco gremios
y á la compañia de Filipinas, que enviaban alguna.s
veces á palacio carruajes cargados de dinero (1).


A pesar de tantos gastos, el palacio del monar-
ca en Madrid carecia del esplendor y de la ruagni-
ficencia que rodeaban á los dernas príncipes de Eu-
ropa. En efecto, el desórden que allí reinaba" la
profusión y la avaricia de los nuevos favoritos que
mudaba Fernando cada dia , hubieran bastado á
agotar las minas del Perú: así es que la córte con-
sumía inmensos tesoros y se veía sin brillo) sin


(1) El establecimiento del banco de San Carlos,
honra el injenio económico de Cabarnís.. que lo fundó
sobre un principio que no podin convenir á otro pais de
Europa, que á España, El hanco de San Cárlos des-
contaba el ¡por ciento de las letras de cambio libra-
das sobre Madrid, y solda ha el precio de las lanas en-
viadas fuera. POI" su medio pagaba el gobierno sus CI"é.
ditos en pais estraujero ; pero su manantial mas Iecuu-




249
pompa y deslustrada. Los que manejaban las rentas
del estado aumentaban sus riquezas de un modo
escandaloso, y nadie desconocia que Fernando
daba muchas veces órdenes con el único fin de
enriquecer á los que debían ejecutarlas. Gastáion-
se muchos millones de reales en los jardines del
Rellro, en fuentes, en montañas artificiales, en
pagodas, en imitaciones de obeliscos indios y en
otras mil bagatelas sujericlas por el mal gusto: al
propio tiempo ornabau con los mas costosos mue-
hles , con tapices, .con arañas y Con otros objetos
de lujo, los palacios que poseía Fernando en Ma-
drid y en los sitios reales. Todos estos objetos ve-
nian de París, donde el rey tenia un ajente destina-
do á comprarlos. D. Isidro Montenegro, ayuda de


do de riquezas cifrábase en el privil~jil) esclusivo, que
gozaha de proveer los ejércitos de mar y tierra. Como
todos podian adquirir acciones , distribuíanse las veu-
tajas entre unsin mirnero ,le individuos.


Solam'eúlé' el) -la' operacion de estraer el dinero de
América, ganó erbanco mas dp 12000 000 de reales.
Su primer dividendo en 1784 fué de 9 1/? por ciento;
lo en al elevó en Eraucia , y en los de mas paises las ac-
ciones de 2000 á 3040 reales: aumentóse despues el
mim ero de las acciones. y disminuyó e u seguida el favor
de qlle gozaba el establecimiento. Prendieron á su fun.
dador, y estu"o cinco años en la cárcel. El sistema mi.
nistcrial de Fernando dió un golpe fatal al banco do
San Carlos,




250
cámara y favorito del rey, tenia la intendencia de
tales gastos y vivia COn un lujo oriental, despues
de haber procurado á todos Jos individuos de su
familia empleos elevados y lucrativos.


El desórden llegó en fin á tal punto que el rey no
rué bastante poderoso para poner remedio. Los mi-
nistros de hacienda se sucedian Con mucha rapidez,
sin que ninguno alcanzase á desarraigar un mal
que hacía tantos progresos, y cuyas consecuencias
llegaban ya á todas las clases de la sociedad. Los
cortesanos mismos comenzaron á temer que llegase
un dia en que les faltase el dinero para sostener tan
grandes gastos.


En esta coyuntura la intriga cedió á la nece-
siJad, y Fernando buscó un hombre capáz de des-
empeñar empleo tan difícil y tan importante como
era entonces el ministerio de hacienda. Recayó su
eleccion en D. Martin Garay .. que gozaba de suma
r eputaeion de probidad, y que habia mostrado mu-
cho celo por los intereses públicos en los dife-
rentes puestos que habia ocupado. Poseía ade~
mas los principios de la economía política, ciencia
enteramente desconocida de los necios que has-
ta entonces hahian manejado el gubernalle del es-
tado.


Garay aceptó el ministerio de hacienda con el
Íntimo convencimiento de que no le era posible
salvar la nacion de los males que la amenazaban,
sino con una medida vigorosa, cuya ejecucion re-
quería mucha osadía. Desde que entró en el minis-




251
terio trabajó con ardor para conseguir su objeto:
inclináhase al sistema de contribuciones directas,
que basta entonces habia suscitado repetidas discu-
siones entre los economistas españoles. Los obstá-
culos que se oponían á la realiiacionde la medida'
proyectada eran inmensos; mas no le desmayaron,
y reunió 'con uncelo iufatigablé cuan los datos es-
tadísticos pudo procurarse. Con estos datos y los
consejos de muchas personas instruidss , estableció
un sistema de impuestos que no podemos conside-
rar como perfecto, pero que al menos era infinita..
mente superior al que habia prevalecido hasta en-
tonces. Algunos creían que produciria felices resul-
tados, y que era un paso muy im portante para la
reforma de las rentas.


Los que ansiaban las reformas por lentas que
fuesen, saludaron con un vivo entusiasmo la publi-
caciou del nuevo plan, que atrajo á Garay el odio
de la camarilla y de los ministros que de ella de-
pendinn. Por consiguiente hiciéronse insuperables
las dificultades que Garay t.enia que vencer para
llevar á cabo sus ideas, y Jos ministros Lozano de
Torres y Eguia determinaron la pérdida de un horn-
hre que solo era peligroso porque queria introdu-
cir la reforma y el buen órden en la hacienda. No
tardó el rey en firmar el decreto de d estitucion de
G<lray y de Pizarra, á la sazon ministro de estado,
y pusiéronlo al instante en práctica.


Con este suceso aumentó rápidamente el des-
órdeu de las rentas y el estado se hizo insolvente.




252
Es pues muy cierto que si no-hubiese destruido al
gobierno de Fernando el espíritu de independencia
que se manifestó en España á consecuencia deIa
insurreccion de las Cabezas de San Juan, el estado
del tesoro hubiese bastado por sí solo paraprodu-
cir la catástrofe y ocasionar una esplosion tan [ene-
ral y tan decisiva como la de J.o de enero de 1820.




--------_. -----------


MINISTERIO DE GUERRA YDE )IARINA.


A unque la guerra sostenida por la Península para
repeler la invasión de los eslranjerosfué [eneral-
mente popular, sin embargo los actos de crueldad
cometidos contra los franceses provenian mas bien
de la sed de vfllganza y de la ecsaltacion del pa-
triotismo, que de combinaciones regulares y es-
tendidas) ejecutadas por tropas disciplinadas. No
obstante al regreso de Fernando ecsistian todavía
algunos reji mientes bien organizados, y notables
POI' su disciplina y por el arrojo que habían acre-
ditado en varias ocasiones. Las ideas'liberales DO




254
habian echado raices todavía entre las tropas, que
acostumbradas á combatir por Fernando y por la
independencia nacional, solamente tenian un de-
seo vago de reformas políticas concretadas á aque-
llos dos grandes objetos de su culto. De aquí es
que sin encontrar diferencia alguna entre un mo-
narca despótico y un rey constitucional, apenas
divisaron á Fernando pasando la raya, lo acojieron
con entusiasmo, destruyeron á su vista la lápida
de la Constitueion, dándole á entender de este
modo por las demostraciones menos equívocas de
afecto á su persona, que pcdia contar Con ellas
para sostener su sistema, político cualquiera que
fuese. Halláhase 'entonces en Valencia una de las
principales divisiones del ejército mandada por
Elio , y que obedeciendo el impulso dado por
aquel [eneral, abrazó vivamente sus opiniones J se
declaró sin rebozo contra el sistema constitu-
cional.


J.Ja: conducta del conde del Abisbal en este
caso merece. particular atención. Mandaba enton-
ces una división del -ejército , la única quizás que
manifestaba síntomas de liberalismo y habiendo sa-
hido la entrada del rey en España, pero no el par-
tido ,á que se inclinaba S. M. de los dos que di vi-
dian la nacion , envió un coronel de toda su con-
fianza con órden de seguir al rey por el camino
que hubiese tomado, y de entregarle segun la opi-
nion que hubiese seguido el monarca, una de las
dos felicitaciones de que era portador, escritas en




255
sentido contrario. Si el rey se declaraba por la
Constitucion , la felicitacion que debia entregarle
contenia los elojios mas pomposos de este código
político, y las promesas mas brillantes de contri.
buir á la consolidación del nuevo sistema. En el
caso en que se resolviese por el bando opuesto, el
conde en su segunda felicitacion se espresaba en
los términos mas enérjicos contra las peligrosas
novedades de los liberales, y ofrecia su persona y
su ejército al rey para derrocar un órden de cosas
tan incompatible con los intereses del reino, y,
pal'a restablecer el trono en el libre ejercicio de
sus antiguas prerogativas.


El coronel no menos diestro que su jefe eje ..
cutó la comision con la mayor ecsactitud , J' puso
en manos de Fernando el segundo escrito, siendo
ámpliamente recompensado por el celo que habia
manifestado en tan espinosas circunstancias.


La disposicion [eneral de los soldados en favor;
del rey absoluto, y la larga série de combates glo-
riosos en que habían tomado parte para librarle
de su cautiverio, dió al ejército derechos incon-
testables á la benevolencia del monarca. I ...as pri-
meras medidas de su nuevo gobierno respecto á las
tropas, fueron pues seguridades reiteradas y pú-
blicas de su gratitud, espresadas en los términos
mas pomposos, y acompañadas de las promesas
mas magníficas. Propusiéronse los ministros reor-
ganizar completamente el ejército, con cuyo obje-
to nombraron una comision de oficiales [enerales,




256
Publicóse un decreto mandando erijir un edificio
para los soldados inútiles , que en nada dehia ce-
der al famoso cuartel de los inVhlidos de Paris. Al
propio tiempo el monarca recibía á los militares
del modo mas afable; conceJíales pensiones, de-
coraciones y grados) tratando siempre con no-
table deferencia á Jos que habian permanecido fie-
les á los principios de la antigua monarquía) y á
los que hahian aprobado las novedades en materia
de gobierno: recibia con mas agrado y colmaba
de mas importantes favores á los primeros.


Mas al cabo de algunos meses, el ejército en-
tero comenzó á resentirse de los efectos de un mi-
nisterio sin plan) y que en vez de las recornpen-
sas prometidas, solo enviaba órdenes dictadas por
el espíritu de estravagancia , ,y propias para con-
vertir en soldados fanáticos y afeminados á los que
tanta gloria habian adquirido. Prohibiéronse los
cantos bélicos que habian entonado con tanto en-
tusiasrno en los pasados combates: rnandóse resu-
citar la olvidada costumbre de reunirse á la caida
del sol las compañías para,rezar el rosario (i), y
que las músicas militares cesasen de asistir á la


(1) Si Fernando hubiese hecho so ejército verdade-
ramente relijioso, 110 sería justo CCI1SUl'arle tales medi-
(las: el trozo mas sublime del T'asso , es aquel en que
pinta al ejército de los cristianos en oracion en el mon-
te de los Olivos.




TOM. l.


257
misa de los rejimientos ~ como lJ:lsta entonces.
Por otra parte, organizaron en el ejército un sis-
tema de espionaje que indignó hasta á los mismos
tambores.


Los oficiales que se babian distinguido en la
últirna campaña quedaron olvidados en las pro-
vincias, mientras que colocaban á la cabeza de Jos
rejimientos á sugetos enteramente desconocidos,
que 110 hahian tomado parte en la gloriosa lucha
qu" acababa de decidirse, y que solo debiau su
elevacion á la intriga y al favor.


El ¡coeral Mina (1), que desde la promulga.
cion del código de C~diz se habia mostrado su
filas celoso defensor ~ había observado atentamen-
te la marcha de la op:nion pública y la conduela
de Fernunrlo desde su vuelta á España, Hallábase
en NClvarra, á la cabeza de una division del ejér.
cuo , cuando recibió el decreto dado en Valelleia
en 4 de Mayo. Al'l'ebdtado por la iudiguacion que
sintió ¡JI leerlo , escribió en el acto á todos los 06-


(1) Es tan conocida la conducta heróica de Mina
Jnrallte la guerra de la independencia, fIue los lecto.
res nos clisrcns~ráll el cn trar en detalles sobre este
punto. En 1814 prno uuciósn en favor del gohierno li-
bre y const ituciou al , y vióse ohlig~<Io á buscar un
asilo en la vecina Francia, El g(,hierno español puso
en juego multiplicados resortes para conseguir su en-
tregd, pero Francia que h a sido siempre el ;,silo de los
proscrit os no quiso dar oidos á aquellas hajas ill1¡'igas~


17




2.';3
ciales superiores de los rejimientos que militaban
bajo su mando, proponiémlol es un plan de resis-
tencia á tales medulas, y respondiendo del écsito
con su ca beza, si se le reunian f rancamente para eje-
cutar tan noble designio El mal resultado de este
paso le demostró que la fuerza armada en que fun-
daba sus esperanzas, iba á ser uno de los principa-
les obstáculos de sus deseos. Mas cuando las medi-
das del gobierno llegaron al estrerno de irritar á
los mismos que habian contribuido á sostenerlas,
Mina creyó que ecsistian motivos bastante poilero-
sos para euarbolar el estandarte de la revolucion,
Jefe del ejército de Navarra, aunque el ministro le
habia quitado oficialmente el mando, púsose en co-
mumcncion con la mayor parte de los rejimientos
de que se componía, y trazó el plan de una vasta
conspiración que habia de estallar apoderándose
de la ciudadela de Pamplona.


La vijilancia del partido contrario, ayudada
por la influencia del clero y de los frailes, y por la
destreza del conde de Ezpeleta , espitan jeneral de
Navarra, descubrió la trama urdida, y Mina esca-
pó de los peligros que le amenazaban, refujiándose
en Francia.


El Empecinado (') hizo otra tentativa para po-


(1) El Ernpeclnado es un sobrenombre dado á Ios
del pueblo de que era natural; el d ist inanido guerrero
ee llamaba D. Juan Martill. Era hijo de un pobre la.




259
ner un t~rmjno á los infortunios que abrumaban la
patria. Dirijió al re)' una representacion corta, mas
cnérjica, lIena'le verdades severas V dictada por
el mas noble patriotismo. Observaba en ella que
los monarcas que habían merecido el reconoci-
miento de los hom bres , eran los que habian escu-
chado los ruegos de sus súbditos con la firme re-
solucion de remediar las desgracias. Los espaüolea
pensaban [eneralrnente que S. M. abrigaba seme-
jantes intenciones, y que así oiría favorablemente
las súplicas que le dirijian con la intencion de po-
ner término á los abusos de su gobierno. S. M. es-
taba entonces á merced de los hombres que habian
contribuido á las medidas opresivas de Godoy, y
qlle en vez de tomar las armas en la última guerra,
habian permanecido espectadores tranquilos de los
sucesos , mientras que miles de españoles morian
ea defensa de su independencia. No le movia por
parte suya mira alguna de partido; ni pretendía


hrador, y f\irv:ó durante mucho tiempo en clase de
simple soldado: en 1808 se puso á la cabeza de una
gnerrilla> y se dió á conocer por sus talentos para este
jénero de guerra. Fernando le confirió en 1814 el grado
(le mariscal de campo> y le antorizó para que 11, mara
con el sobrenombre de ~mpecinado. Su reputacion se
había este ndirlo tanto, que hasta un pobre cura t1P. las
Islas Eilipin as le envió en HlJ 7 una cadena de bastante
valor corno un tp.stimOllio de Sil admiraciou, MIlI"ió en
el patíbulo por liberal.




2(iO
aCU!3r á 105 serviles ni defender á los líberales : su
único objeto se reducia á dar á conccer al re}' la
necesidad de una amnistié jenera}, tanto mas ur-
jente cuanto los partidos qne dividían la nacion
eran el resultado de las circunstancias en que aque.
lIa se habia encontrado. Acompañaba una minuta
de proclama, que á su [uicio debia dar el monarca
á. sus súbditos) y afirmaba que los que hablan
aconsejado á S. M. que siguiese el camino opuesto
no hahian logrado sino hacerle perder las colonias
de América, cuya poblacion en masa) ecsaspera-
da por la persecucion , habia resuella perecer mil
veces antes que perder su libertad. SJ S. 1\1. se dig-
naba dirijir una mirada sobre el estado de la ha..
cienda , encontraría en ella un laberinto indifini-
Lic. Para cumplir la promesa solemne que habia
hecho al pueblo era necesario convocar las córtes,
{mico medio de restablecer la confianza y el eré-
dito del estado. Imposible parec ia no conocer que
el clero habia manifestado mucha ingratitud al
pueblo, que con tanto arrojo habia defendido sus
intereses , cuando la dominacion de los Iranceses
amenazaba con una completa ruina. Multitud de
procesos aflijian el pais : y la justicia parecía des.
terrada de España, porque babia desaparecido bajo
las formas arbitrarias y los odios mas inveterados.
Los abusos habían llegado á tal punto, que los (lue
deseaban la ruina de un parieute , de un amigo ó de
Un vecino, no necesitahau hacer otra cosa que di-
rijirse á un juez y acusar al objeto de su odio de




26J
un crimen supuesto. Al momento se mandaba )a
prisión del acusado y se le privaba de comunicar
con su familia, y cuando trascurridos muchos
meses se recouocia su inocencia, el acusador no
tenia que temer castigo, y al contrario algunas ve-
ces el gobierno le recompensaba Con Un empleo.


Esta pintura atrevida de los males que desola-
han Id Espnñu , se divulgó profusamente por el
público: el Empecinado permaneció en lVladrid en
presencia de sus enemigos, y cuando lo juzgó con-
veniente se retiró á 5U pueblo. Allí se consagró eu-
teramente á la agricultura, viviendo como un sim-
ple particular , satisfecho de haber llenado su de-
her de una manera tan noble y tan distinguida,
des pues de haber hecho servicios tan eminentes á
su. pa tria,


Aunque esta leccion parecerla fuerte á Fernan-
do y á sus consejeros, y aunque la aprobación [ene-
ral que tuvo el escrito del Empecinado demostró
que eosistia un gran número de descontentos, sin
embargo en nada se varió el sistema que producía
tantos padecimientos al ejército. El desorden de la
hacienda se couocia principalmente entre los mili-
lares, pues los sueldos devengados que se debían
hasta á los soldados mismos ascendían á una suma
considerable. Los proveedores viendo que no se
les cumplían las contratas, suspendian con fre-
cuencia la entrega de sus provisiones. Los jefes
del cuerpo y los comandantes que estaban de guaro
nicioa se veían entonces obligados á implorar el




26~
socorro de los ciudadanos ricospara prec3\'er que
las tropas se muriesen de hambre, Aconteció mas
de una vez 'lue los soldados tomaron las armas y
atacaron las casas particulares para procurarse co-
mida. Las gual'niciones de algunas ciudades, prin-
cipalrnent e la de Ceuta ~ se hallaban reducidas á
tal estado de desnudez que por falla de vestidos y
para DO ofender la decencia pública, les prchibian
salir á la calle, y algunos hubieran muerto de frio
sino les hubiese ocurrido la idea de calentarlos en
los hornos euque se cccia el pan.


A medida que tales males se acrecentaban, y
que se perdia la esperanza de verlos remediados,
d esarrollabanse rápidamente en el ejército los sen-
timientos de odio contra el gohlerno, Los guerre-
ros que se habían distinguido en la guerra de la in-
dependencia y que se hablan encumhradc ui los
mas altos grados, comenzaron á ser el objeto de
Ia atencion y de las esperam;as de los desconten-
tos, y todos los ojos se fijaron en Morillo, que
había sido nombrado jeneral en jefe de un ejérci-
to de 10,000 hombres, destinados á someter las
colonias americanas. Las tropas estaban en estr e-
mo descontentas: engallaron á varios rejimientos
los jefes, y bajo falsos pretestos los condujeron al
punto donde debian embarcarse: tarnhien se vie-
ron obligados á desarmar otros para lograr que se
diesen á la vela. La repugnancia á UDa guerra colo-
nial unida al temor de los peligros de un largo VIa-
je y de un clima mal sano J se apoderó de tal suer..




263
te del espíritu de los soldados que desde el prime.
ro hasta el último hubieran suscrito y se hubieran
entregado Con alegria á cualquiera otra empresa
por arriesgada que fuese, con tal que los librase de
la espedicion,


Les descontentos que tomaban el nombre de
liberales y tendian á restablecer la Constitución de
·1812, hahian organizado una sociedad secreta,
cuyas ramificaciones se estendian por toda Esparla
y minaban la mayor parte del ejército. Antes de
entrar en comunicucion intima con Morillo, ini-
ciáronle en Cadiz en los misterios de esta sociedad,
y afirman, cJue iniciado en ella le propusieron po-
nerse á la cabeza del movimiento revolucionario,
y que los comerciantes del puerto le ofrecieron
grandes sumas de dinero para facilitar la revuelta.
Sea lo que fuere, lo cierto es que habiendo tenido
Morilio la indiscrecion de corresponder á una se-
ñal secreta que ie hizo uno de los afiliados en aquella
numerosa asamblea, divulgóse por Cádiz la voz
de que era liberal y fracmason. En su vista juzgó
conveniente hacer una especie de penitencia por la
falta cornetida , inscribiéndose en una de las nu-
merosas cofradias del puerto, y asistiendo á la pro-
cesion con una vela en la mano. Pasados algunos
días la espedicion se dió á la vela desvaneciendo las
esperanzas que se habían fundado en ella.


Desde entonces fijáronse las esperanzas en UQ
nuevo objeto J' se concentraron en Galicia, pro-
vincia que habia ejercido siempre suma influencia




264
sobre los aeontecirnieutos políticos de España. Ani-
mábala el espíritu de independencia: disposicion
debida á la presencia del [eueral Lacy que habiá
mandado en ella antes del regreso de Fernando.
No tardó eu manifestarse de un modo inequívoco
el sentimiento que dominaba principalmente en-
(re los soldados. Estaba ya organizada la insurrec-
cíon y tomadas todas las medidas preparatorias:
lo único que faltaba era elejir un íefe que gozase
de la confianza ¡eneral J que fuese capaz de llevar
á.cabo tan delicada empresa. El único hombre de
la provincia que reunía tales condiciones era don
Juan Diaz Porlier, conocido con el nombre del
l\'1arqucsito en la guerra de la independencia, en la
que se habia distinguido por su valor J sus conoci-
mientos en clase de jefe de guerrillas. Mas hallá-
hase entonces encerrado en el castillo de San An-
tonio de la Coruña á consecuencia de haber sido
condenado á cuatro años de encierro por liberal
declarado, y por tener relaciones Íntimas con los
miembros mas señalados de este partido.


Sobrevino una circunstancia favorable á las
miras de los descontentos : Porlier , cuya salud se
habia alterado con las fatigas de la guerra y con la
insalubridad y las incomodidades de la prision,
solicitó y obtuvo el permiso de ir á tomar baños
minerales á Arteyo , donde fue conducido escolta-
do. Apenas llegó á Arteyo , el oficial que manda-
ha la escolta, y que respondía del presa , le ofre-
ció el mando de todos los liberales del ejército de




265
Galicia, y la direccion del movimiento revolucio-
nario que proyectaban para restablecer en aquella
provincia, y des pues en toda España, la constitu-
cion política que el gobierno de Fernando habia
destruido.


Porlier aceptó el encargo, trazando en el acto
el plan de las primeras operaciones, y en la no-
che del 18 de setiembre de /815 entró en la Co-
ruúa acompañado de su escolta. Guardaban las
puertas de la ciudad amigos de Porlier, que le re-
cibieron con entusiasmo y le llevaron en triuufo á
los cuarteles , donde las tropas le aguardaban con
la mas viva impaciencia. Areugóles Porlier y los
electrizó con la fuerza de su discurso; los solda-
dos le reconocieron unánimemente por jefe, y ju-
raron obedecerle. Su primer cuidado fue colocar
hábil mente las tropas en los puestos mas impor-
tantes, dar libertad á los presos constitucionales y
asegurarse de la persona del capitan [eueral y de
)015 damas funcionarios públicos, que habian dado
frecuentes y no dudosas pruebas de su aversión al
código de Cádlz. Dirijió una proclama al ejército
y un manifiesto á la Europa entera, cUJos escri-
tos eran en estremo notables, porque en ellos ha-
cia resaltar el contraste de los males que abruma..
han la nacion , con la ventura de que gozaria bajo
el suave imperio de un gobierno representativo.
Mandó en seguida proclamar con Ia mayor so-
Íernnidad 1" Constitucion de 1812, que fue salu-
dada con los testimonios de la alegria mas pura




266
por la guarnicion, cuyo gl'ito unánime era, pwa
Fernando / pipa el reJ constitucional!


Enviaron circulares al momento á todas las
autoridades de la provincia, invitándolas. á lomar
parte en un pronunciamiento tan felizmente co-
menzado. Aunque sus respuestas no fueron satis-
factorias, na por eso desmayó Porlier, mucho
mas cuando vió llegar destacamentos de diferen-
tes puntos de la provincia, y cuando supo que la
guarnicion de Santiago, capital de Galicia, y su
colegio militar solo aguardaban su presencia para
declararse en favor del gobierno representativo,


Habia entre las tropas que guarnecían la plaza
algunos granaderos de la milicia provincial de Ga-
licia. Esta especie de tropas no prestan constante-
mente el servicio en España: reúnense únicamen-
te cuando las circunstancias lo ecsijen , y cuando
han pasado, los soldados vuelven á las labores de
la agricultura, de donde resulta que cuando están
con las armas en la mano Conservan los hábitos
de paisanos, y principalmente la docilidad y cie-
ga obediencia al clero que caracterizan al pueblo
español, El clero de Santiago, que era en estremo
rico, se puso en movimiento tan luego como su-
po las primeras noticias de la insurreocion de la
Coruña, y recurrió á todos los medios de seduc-
cion, principalmente con los milicianos provin-
ciales, quienes prometieron no solamente no se-
guir el ejemplo de la guarnicion de la Coruña, si-
no tambien resistir á Porlier con todas sus fuerzas.




267
Los jefes del partido realista prefirieron sin em-
hargo á la resistencia el soborno y la intriga, y
la suerte midió sus deseos. Porlier habia salido
ya de la Coruña á la cabeza de ochocientos horn-
hres , y acercábase á Santiago sin encontrar el
menor obstáculo, cuando se detuvo en Ordenes,
pueblecillo que dista dos leguas de la ciudad. A-
provechóse el enemigo al punto de esta circuns-
tancia , para ponerse en relaciones con las tropas
que hahian proclamado la Constitucion, y despues
de haber derramado entre sus individuos mucho
oro, persuadióles que la intencion de Portier era
atacar á Jos granaderos de la milicia. Divulgóse
rápidamente por toda la division tan pérfida voz,
y los sargentos que habian recibido la mayor par·
te de! dinero, tuvieron una junta secreta, en la
que uno de ellos, llamado Chacon , declamó lar-
gamente contra la guerra civil y contra el hor-
ror de una empresa que arrnaria los unos centra
los otros, á los ciudadanos y á los hermanos. El
resultado de esta conferencia fue resolver el arres-
to del [eueral y de los oficiales, y entregarlos al
rigor de las leyes. Los jefes, poco esperirnentados
en operaciones de tan delicada naturaleza .. ha-
hi inse reunido por su parte, escluyendo con suma
imprudencia de la reunion á los soldados, á quie-
nes dejaron de este modo entregados á las manió-
hras de los que deseaban ganarlos. Procedieron
COn tanta neglíjencia que los sarjentos tuvieron
bastante tiempo para apoderarse del mando, reu-




268
.nir las tropas y colocarlas al rededor del pueblo,
de modo que no pudiese escapar ninguno de los
jefes del movimiento. Tomadas estas medidas, Cha-
con, á la cabeza de los sarjentos , entró en la casa
donde se hallaban cenando Porlier y los oficiales:
las voces que oyeron les dieron tiempo para tomar
las espadas, con las que opusieron una resistencia
heroica: mas al fin, precisados á ceder al número, .
Porlier y sus amigos fueron encadenados juntos y
conducidos á la cárcel de la inquísicion de San-
tiago.


La noticia de los sucesos referidos produjo en
la Coruña el efecto que era de esperar: los scrvi-
les triunfaron , el sistema constitucional Quedó
~


otra vez destruido y disipáronse enteramente las
esperanzas de un porvenir mas dichoso. Los hom-
bres reílecsivos veian en esta conspiracion el pre.
sajio de otras muchas, mientras que los que se .
gozaban con su mal écsito y tenia n interés en pro· .
longar los abusos, persuadian al rey que habia lle-
gado el momento favorable de desplegar la :na-.
yor severidad, y de desarraigar para siempre el
espíritu de liberalismo y de descontento. Con esta
mira, espidieron la órden á Galicia para que se
formase en seguida el proceso á los presos que ha-
bian sido trasladados á la Coruña. En el curso de '
la causa vicláronse abiertamente, no solo las re.
gla5 de la humanidad, SiDO que hasta olvidaron
las formas del código criminal de España , el mas
severo de Europa. Trataron principalmente á Por-




269
Iier con crueldad estremada: pusiéronle unos
grillos que pesaban mas de cincuenta libras; yacia
casi desnudo en el calabozo, y despues de haber
dormido varias noches en el suelo, consiguió
por fin con harto trabajo, y á causa del estado
de su salud una estera húmeda y podrida.


Por mas crueles que fuesen tales procedirnien-
tos, Porlier no cesÓ de manifestar deseos de que
le enviasen una persona á quien pudiese revelar se.
cretas de la mas alta importancia para el rey y
para la nacion. Sin duda queria manifestar que
ecsistia en el reino y en el ejército un manantial
perenne de revoluciones y de descontento, que no
era fácil contener con el sacrificio de millares de
víctimas, y que solo cesaria con reformas útiles y
prontas. Los jueces de Porlier no accedieron á su
demanda, porque temian que sus revelaciones des-
cubriesen Jos abusos que cometían las autoridades
de la Coruña : y el 2 de octubre fué condenado á
la degradacion y á la horca, ejecutándose la sen-
tencia al dia siguiente. Porlier mostró una firmeza
poco comun: antes de llegar al cadalso, el escriba-
no que habia instruido el proceso le leyó !'cgun
costumbre la sentencia, y cuando le dijo que ha-
hia sido condenado por traidor, Portier interrum-
piéndole con viveza esclamó: ,,¡traidor, ha dicho
usted! mejor diria el hijo mas fiel de la patria,"


En el testamento pidió que en su sepulcro gra.
vasen esta inscripcion: "Aquí yacen las cenizas de
D.Juan Diaz Porlier , jeueral de los ejércitos es-




270
pañoles ; filé dichoso en cuanto emprendió contra
los enemigos de su pais y murió víctima de las
disensiones civiles. Almas sensibles, respetad los
'restos de un desgraciado."


Porlier rué juzgado solo; y tambien fué el úni-
co que pereció. Abrieron contra sus cómplices un
largo proceso,cuj'O resultado consistió en sentenciar
á muerte á catorce individuos que felizmente se ha-
bian refujiado eu Inglaterra, y en cuyo número se
contaba el [eneral Romay que conservó siempre su
amor á las instituciones liberales.


El funesto écsito de la oonspiracion de Porlier
produjo , como era de esperar, efectos bien dis-
tintos en los partidos que divid ian la nacion : lGS
liberales se unieron mas estrechamente; creció su
despecho; multiplicáronse en número, consoli-
dáronse sus planes y concibieron nuevas e~per::m­
ZaS, Alihonse casi tojos los guerreros que habian
combatiJo por la independencia, y no se conten-
taron con desear un cambio , juraron vengarse.


Los serviles ebrios con sus triunfos vieron en
la conspiracion de Pcrlier nn nuevo pretesto á sus
persecuciones. Infunrlian constantemente terror á
Fernando, diciéndole que los liberales atentaban
contra su vida; y sometiendo así á sus pasiones
dominantes el áni mo del monarca, lograban su.
sanción á las medidas de violencia que adoptaban
para libertarle, segun decian , de los peligros que
corría mientras quedase un liberal en España. De la
ecsistencia de la conspiracion de Galicia y del triun..




271
fo momentáneo que obtuvo en la Coruña, deduje-
ron que el partido que hahia levantado el pendon
era Illuy fuerte y que se hallaba en estado de hacer
tentativas ulteriores y mas importantes. Por esta
razon afirmaban que no debian dar cuartel á sus
contrarios; que debían declarar la guerra á toda
especie de innovaciones mientras ecsistiese la me-
nor sombra de ellas en el pais, y que era preciso
destruir cuanto no llevase el sello de la surnision y
de la obediencia pasiva.


Las medidas tornadas por el gobierno fueron
una consecuencia necesaria de tales principios. El
canónigo Escoiquiz que habia dado tantas pruebas
de amor á Fernando; que habia espuesto su vida
por salvar la del príncipe del resentimiento de
Godoy; que hahia permanecido fiel en medio de
los infortunios, y había hasta entonces lisonjeado
sus pasiones favoritas, salió de la córte dester rado
á Andalucía. Su crimen consistia en haber dicho
al rey con motivo de los sucesos de Galicia, que
los procesos criminales, las persecuciones y los
castigos no lograrian estirpar el [errnen de la in.
surreccion , sino las reformas saludables, y las
medidas de dulzura y de templanza qU"l dictaba la
prudencia. Babia representado principalmente al
monarca, que si no se adoptaba un plan de ha-
cienda que pusiese término á las depredaciones y á
la confusion que reinaba en la adrninistracion , la
revuelta de Porlier seria el preludio de una con-
moción [eneral,




272
Desempeñaba á la sazón el ministerio de la


guerra el ¡eueral Ballesteros (1) que habia inspira-
do al rey un sentimiento de benevolencia mani..
festado por S. M. públicamente y de la manera
mas distinguida en varias ocasiones. La única cosa
notable de su ministerio rué el proyecto presentado
al rey, y sancionado por el mismo de establecer
en toda la Peninsu!a comandancias militares á se-
moianza de la [endarrnet-ia francesa, aunque con
mucha masIatitud en los poderes civiles de Jos
comandantes: el objeto del lluevo sistema era, al
menos en la apariencia, librar el pais de las bandas
de ladrones que infestaban los caminos reales, y
que habian cometido hasta entonces repetidos 1'0-
has con la mas escandalosa impunidad. La faccion
de los serviles que detestaba al ejército, juzgó este
proyecto como un paso inmenso en favor de las
ideas revolucionarias, y IHlr consiguiente el plan
fué descchado , y Ballesteros desterrado, sufrienrlo
igual suerte el Empecinado. Enviáronse ,1 todas las


(1) D. Francisco Ballesteros fue sucesivamente ca-
pitan, aduanero, consejero de estado y ministro. Cuan ,
do el duque de vVellingtoll fné nornbrado jeneralísimo
de las fUCl'Zas españolas, Ballesteros rehusó servir hajo
sus órdenes y fué desterrado á Cent a Suponen que
reunia couocimientos militares , pero lo cierto es que
pJcas veces dejó de ser batido. Antes de entrar en el
ministecio, acusáronle de haberse utilizado de algunos
miles de raciones.




273
provincias numeroses órdenes ; ci rculares é ins-
trucciones las mas severas contra los que gozaban
fama de liberales.


Poco tiempo despues de los referidos sucesos,
don Vicente Richard organizó otra conjuracion
mucho mas osada que la anterior: era comisario
de guerra, y estaba dotado de las cualidades que
se requieren para dar esos grandes golpe8, que
cambian en un instante el aspecto político de las
naciones.


El blanco de la conspiración era apoderarse
de la persona del rey y hacerle jurar y promulgar
la Constitución de 1812. Nada mas fácil de ejecu-
tar que la primera parte de este plan, porque el
rey acostumhraha á pasearse por el camino de
Madrid á Alcalá, acompañado de Una escolta y
de una comitiva numerosa. A cierta distancia
de Madrid de¡aba el coche y la escolta para pa-
searse á pie COn la reina, los infantes y sus espo·
sas , .Y .Iirijirse aeornpañado de muy pocos ~ un
edificio que descollaba en medio del campo , 113 9
ruado la venta. Cuando se hallase, pues, en aquel
sitio, cierto número de hombres á caballo debían
precipitarse de repente sobre el rey, obligarle á
monta... á caballo yconducirle sin perder tiempo
á Aleal", guarnecido por un rejimiento entera-
mente decidido en favor de la Coustitucion. No se
sabe Con certeza la causa que impidió la ejecu-
cion- del proyecto, mas los autores tuvieron la
ocasion y 1010 medios necesarios para realizarlo.


TOM. 1. rs




274
Parece, sinembargo, poco dudoso que abando-
naron la primera idea, y en su lugar deiermilla.
ron asesinar al monarca. El mismo Richard se
encargó de dar el golpe cuando el rey volviese de
paseo y concediese, como acostumbraba, la au-
diencia pública. AforlulHHlamellte uno de los con-
jurados descubrió la trama, y Richard fue preso
en las galerias mismas de palacio: eucoutráronle
el puñal de que debia servirse y á poco tiempo
le ahorcaron en la plaza de Madrid. En sus últi-
mos momentos manifestó suma firmeza, demos-
trando con ella que habia puesto el acero en sus
manos el fanatismo político y no' la vengélnza per~
sODaL .


Apenas se babia calmado la ajitacion , causada
por un suceso de tanta importancia, cuando se
formó otra trama en Cataluña , t rama suficiente
para desvanecer las nubes que ofuscaban los ojos ~
de Fernando sino le hubiera cegado una fatalidad
inesplicable,


Cuando el rey volvió á España, el jeneral Lacy
que hahia desplegado en la gnerra de la indepen-
dencia las prendas de un oficial esperimcntado , y
de Un buen patriota , era capitan jeneial de Gali·
cia, Su aclhesion al sistema constitucional le obli-
gó á desaprobar altamente las medidas tomadas
despues por el gobierno,.y comprendióle por'
consiguiente la proscripcion ¡eneral, siendo en-
viado á Cataluña sin empleo. Alli vivia pobre y
oscuro, pobre, porque su fortuna se limitaba al




27',5
sueldo que no le pagaban 1 oscuro, porque su
modestia natural no le dejaba aprovechar las oca-
siones de darse á conocer. En un viaje que hizo
á Madrid en l816 tuvo varias conferencras sobre
Jos infortunios de España con algunos oficiales ele
mérito, y mostró la indígnacíon de que se halla.
ban po seidos los liberales, adoptando con sus arn i.
gos diferentes medios para acelerar la reforma del
estado. '


Contábase en el número de susnrnigos , .Y de
Ios oficiales iniciados, el conde del Abisbal que
asistió á las reuniones en que se encontró Lacy ,
y juró ayudarle en tan dificil empresa no
obstante que no asustaba á taey el del'gtaciado
écsito de las operaciones de Galicia. En el mes de
marzo de 18j7 fue á tIomar las aguas minerales á
Calddes en Cataluña , .v liabiet1do encontrado á
algunos amigos que participaban de sus opiniones
y de sus esperanzas, creyó que había llegado el
memento de poner en planta en Una provincia
tan favorahlemente dispuesta como Cataluña; el
plan que babia abortado en Otl;05 puntos de la Pe-
nínsula. Las personas que ea Calddes se reunie-
ron á Lacy y ofrecieron ayudarle en sus dt'síg-
nios , gozaban suma influencia en el priliciplldo y
y entre las lropas que lo ocupaban. Reunieron
tocios sus esfuerzos para poder contar Con una
fuerza imponente y no dejar duda alguna sobre el
resultado : hechos estos preparativos" fijaron el
día de la esplosiou [eueral , que debia ser el 5 de


,




2ft;
abril. Mas ya entonces estaba resuelto denunciar-
los: dos oficialesllamados Appentel y Naudin que
sabiau el secreto, y en quienes Lacy confiaba par.
ticularmente, descubrieron todo el plan de la
conspiraciou.


El rejimiento de Tarragona era uno de los que
debian tomar parte en la iusurreccion , y el te.
nientecoronel don José Quer reunió dos compa.
'üías del cuerpo y partió can ellas á Caldetes pa-
ra reunirse al jeneral. Lasala, coronel del re-
[imiento , advertido por los traidores que ha-
bian vendido á Lacy, reunió otras dos compa-
ñias y logró á fuerza de amenazas y de castigos
que salieran en persecucion de los rebeldes. Los
primeros llegaron á su destino y testificaron al
lenera\ Lacy e\ mas vivo QtllUS\aSmo: púsose á su
cabeza el guerrero, y marcharon á la casa de cam-
po del [eneral Milans, uno de Jos principales cons-
piradores, donde pasaron la noche no sin grandes
inquietudes. Al apuntar el dia, algunos oficiales
que venian de Mataró y de Barcelona, anuncia-
ron que el plan estaba descubierto y que era ne-
cesario no perder tiempo. Creyendo que podian
contar á todo trance con las tropas que allí te-
nian, y no desesperando de conseguir otros re-
cursos, resolvieron dirijirse á Matará para suble-
var la guarnicion y los habitantes, y en caso de
frustrarse su esperanza. acercarse á la raya y refu-
[iarse en Francia. Algunos instantes después de
haber tomado el anterior acuerdo , introdujéron..




277
se los emisarios de Lasala , persuadieron á los sol.
dados que abandonasen á Lacy y á sus oficiales... y
volviéronse en seguida á Areñs del Mar. Milans
tocó todos los resortes imajinahles para oponerse
á la seduccion; "mas fueron vanos: los ajentes
de Lasala J y principalmente uno llamado Cuero,
triunfaron: entonces-Lacy. y los que le acompa-
ñaban no debieron pensar ya eh otra cosa sino
en salvarse.


El [eneral Castaños (1) que mandaba en Bar-
celona J no habia tomado hasta aquel momento me-
dida alguna; por babel' creído que la insurreccion
Se derramaria por toda la provincia J y que en tal
caso habría contraido con su neutralidad un méri-
to estraordinario. Mas al ver descorrido el velo
de la conjuracion , despachó un oficial superior
pal'a que se reuniese á Lasala J y obrasen de con-
cierto, cuyos jefes enviaron diferentes destaca-
mentos en varias direcciones para que persiguiesen
á Jos fujitivos. Milans y otros compañeros se es-
caparon; mas no fueron tan felices Lacy y algunos
amigos suyos: seguidos de cerca por los paisanos


(1) Castañ os mandaba el ejército español cuando
capit uló Dupont: sin embargo algunos estranjeros han
atribuido Ia victoria de Baylen al jeneral suizo Reding.
Hallábaseá la cabeza de los españoles en la batalla de
Vitoria: y es reputado por horabre de mas espíritu C]U6
tll¡llln~Q. '




278
que babia enviado el gobernador (le Mataró ~ refu-
[iáronse ~ uua casa ele campo. Ap~nas salieron de
ella con rumbo á la frontera, el dueño los denun-
ció é indicó 4 los paisanos.el camino que habían
tornado: no tardaron los fujitivos en verse rodea-
dos por sus enemigos, que les amenazaban con
hacerles fuego sino se rendían. El [eueral que no
perdió ni un instante su presencia de espiritu , res-
pOI1Jió que 110 entregaría la espada sino ti un sol-
Judo: los paisanos intimidados con el aire impo-
nente de Lacy retrocedieron en tumulto j mas tra-
yendo IUf:Ogo á la memoria la recompensa que les
haLiaQ ofrecillo si prendían al jefe de la conspira-
cion , cout.inuarou prorumpiendo /111 amenazas.
Entretanto llegó un destacamento militar ; y Lacy
jba~ entregar la espada al oficial que lo mandaba,
cuando este le di jo: u V. E, me dispensará qut:no
reciba la espada , pues en ninguna mano estará
mejor que en la suya."


Encerraron áJ~acy en la ciudadela de Barce-
lona, y·condenóle á muerte el consejo ele guerra:
Jl1i1& conociendo Castaños que no era fácil ejecl.t:lr:


"1éI sentencia en Barcelona , sin correr el riesgo de
esperirnentar resistencia por parte de! pueblo y de
la guamicion, en estrerno dispuesta á seguir las
huellas de L3CY, á quien tanto venera1Ja á causa
de sus hazaüas en la última guerra, consultó á 'la
córte lo que debia hacer para salir de su inoerti-
durubre. La opinion pública de tal suerte se "pro ..'
nunciaha en favor del acusado c¡ue ninguno imaji-'




279
nabs que le sacriñcaria el gobierno: y estas espe-
ranzas tomaron Illayor incremento cuando se supo
que habia llegado la órden de trasladar á Lacy á
bordo de un barco que se haria á la vela para Ma-
llorca. El preso mismo creyó desde aquel punto
que le hacian gracia de la vida: mas llegado á la
isla rué encerrado en el castillo de Bell ver, y á
la media noche del cuarto dia que allí estaba
presentóse en el encierro el fiscal para leerle la
sentencia de muerte que hahia de ejecutarse den.
tro de algunas horas. Al dia siguiente al amanecer
fué fusilado en el foso del casti 110, Y recibió la
muerte con firmeza sin desmentir un instante la
magnanimidad que siempre le habia distinguido.


La muerte de Lacy, y principalmente la espe4
cie de intriga con que se habia ejecutado, pusieron
el colmo ála aji.tacion del ejército: el desconten-
to se difundió luego por todas las clases: las socie-
dades secretas Se multiplicaron: en vano los ofi-
ciales superiores desplegaban la vijilancia mas ac-
tivay la mayor severidad; el objeto único que
ocupaba los pensamientos era libertar al rey del
yugo de la faccion que lo dominaba. La conspira-
cion fraguada después en el puerto de Santa Ma-
ría, descubierta por Odonell, denotaba que la lla-
ma no se estinguia tan prontamente; y los aconte-
cimientos de enero de 1820, cuyos detalles no per·
tenecen á esta parte de \a obra, hicieron ver que
los padecimientos de los soldados hablan cansado


, . '


su pacienCia.




280
Digno es de observarse que en el trascurso de,


los seis años que duró el gobier'uo absoluto de
Fernando, no tomaron los ministros una sola me-
dida militar que llQ fuese contraria al honor y al
bien estar del ejército, no obstante que era el mis-
mo que había libertado á Fernando de su cautive.
rio de Valencey ,y le habia vuelto el poder ilirni-
tado que 103 representantes de la nación le hahian
cercenado. Amas parecía natural que buscase en él
III apoyo para sostener' el sistema que sus conseje-
ros y sus ministros hablan de antemano adoptado.


Los males que abrurnaban la marina no eran
menos graves que los del ejercito de tierra: lbs
ministros de Fernando despreciaban hasta tal pUIl'
to esta parte importante de la defensa del estado,
que llegó á verse completamente desorganizada.
Las descabelladas espediciones de América hahian
causado la pérdida de los pocos harcas de guerra
que restaban á España: algunos, como el San Pe-
dro de Alcántara, el mas grande de la espedicion
de Morillo, se perdieron por neglijencia ó por ma-
licia: otros fueron tomados por los insurjentes,
entre ellos la fragata Alejandro, una de las que
la Rusia babia dado á España para indemnizarla de
los barcos podridos que le habia vendido. Los ar-
senales se veian abandouado's y los almacenes des-
provistos ; mas lo peor de todo era la irregularí-
dad de la paga, ó por mejor decir la carencia to-
tal de ella, que la armada naval sufria por espacio
de seis años, pues le dehian setenta años de sueldo.




281
Así sucedía con frecuencia que los comandantes 1
capitanes de navio se veían reducidos á la necesi-
dad de pedir limosna por las calles, y un oficial
murió de hambre en el FerroI. El diario de aquel
pueblo publicó oficialmente este hecho..y el go-
bierno no tomó medida alguna para poner reme-
dio á tantos males.




,.........--...


/~'" <'1 :.;;...._
~ v ,






M'EMORIAS HISTORICAS
~ODnE


ANECDOTAS.




F ernándo , ~ su vuelta á España , abolió en gran
parle las ceremonias de' 'la etiqueta que reinaba
antes en la córte , é introdujo en su lugar una fa-
miliaridad bestaentonces desconocida. En tiern-
pos de susantepasados cada individuo deJa fami-
lia realicornia en su cuarto separado: los' servi•


. cios eran nurnerosos , y las formalidades Con que'
Íoseeompafiahan tenían Ia t'razad~ una especie de
fie~ta 'quellUtlCa variaba. -8ervíanse' los inaniá~
res, procesionalrnente 'y escoltados ,por losguar-
dias ,ytds que se hallaban á su'paso cuando tras-




284
ladaban la' comida ,á la mesa , estaban obligados
á quitarse' el sombrero y á apartarse respetuosa-
mente á un lado. Fernando puso final ceremo-
nial referido, estableciendo la manera mucho mas
cómoda de comer en familia, y convidaba indis-
tintamente ;Í los grandes y á los miembros del ele-
rQ.•.4-costumbrabatambien dar. en, su cuarto al-
gunas di versiones, como conciertos, fantasma-
gorias y otros 'juegos, concediendo á un número
limitado de cortesanos el permiso de poder asis-
tir. El rey no se chanceaba ni divertia en com-
pañía de sus cortesanos; mas en cambio mostrá-
hase muy alegre y decidor en la de sus criados,


. á quienes trataba con suma familiaridad, consin-
tiendo que se tomasen en su presencia las mayo~
res libertades. Descollaba entre ellos el llamado
Chamorro, conocido por las gracias vulgares con
que entretenía en estremo á Fernando, habiendo
logrado tanta influencia sobre el espíritu del rey,
que no era inútil á los que solicitaban destinos.


Esta disposición del ánimo real habiainfluido
en muchos negocios de la mas alta importancia,
porque el monarca escuchaba con complacencia
los cuentos y las anécdotas que sus criados le re-
ferian.relativas á los personajes de mas importan-
cia. Y aconteció mas de una vez, que los indivi-
duos de su servidumbre, interesados en el écsito
de algun asunto, preocupaban tanto su ánimo,
que cuando los ministros se presentaban al despa-
cho, anuuciébales el rey el acuerdo que habia to~




285
mado , y que regularmente era del todo contrarie
al que esperaban,


Grande era él número de los que "se aprove-
ehahan de estas ocasiones favorables y abusaban
con largueza de las bondades del rey; no obstante
que cuando alguno habia llegado á cierto grado de
favor y de confianza, su situacion se hacia dificil',
porque Fernando na quería que creyesen que te-
nia favoritos, y sacrificaba al instante á aquellos ¡$
quienes el público daba semejante titulo, Por esta
razon desaparecieron con tanta rapidez de la esce-
na de palacio, Macanaz, Vargas, Ostalaza y tan'..
tos otros: únicamente dos supieron mantenerse en
su benevolencia hasta la revolucion de 1820 : el
duque de Alagan y don Isidro Montenegro,


El duque de Alagan, soldado, sin mas rnéri-
tos que su cuna, habiaadquirido grande repu-
tacion de galanteria en la córte de Cárlos IV:
Fernando le colmó de bondades J y le confió el
mando de los guardias de su persona, proporoie-
nándole de este modo la ventaja de estar contí-
nuamente á su lado. El duque echó mano de to-
dos los medios para dar a la guardia que mandaba
el esplendor de que era susceptible, y los admi-
nistradores de la hacienda, 'que sabian aprove-
char el crédito de que gozaba, nunca le rehusaban
.el dinero. Han dicho algunos escritores con mu-
ella apariencia de verdad, que las sumas consu-
midas por este cuerpo durante Jos seis años de
que hablamos, hubieran bastado para sostener un




286
ejército numeroso, El 'vulgo creia que el duque
era el a [ente de los amores secretos de Fernando'


. ,


sin embargo.es bien' cierto, que el I'CY nunca tu-
.vo, amantes públicarneute reconocidas por tales;
y sin duda motivaron estas habladurias , algunos
paseos nocturnos que daba el monarca de incóg-
nito. con el duque.


Es un hecho incontestable que Alagon dispo-
nia á su placer del tesoro púhlico , como Jo p:'ue-
ha la anécdota siguiente, qu:e en SU tiempo circuló
rápidamente por Madrid. Un fr~íle. escapado de su
.couvento, y que viviaoculto en Madrid con el te-
.mor de (}ue le persiguieran sus hermanos , Se pre-
sentó UII dia con uniforme de alabardero en casa
de Estéfany, que era director de loterías. Entregó-
le una carta en la que el duque rogaba á E1ltéfiJlJY
que le enviase lo mas pronto posible cierta caní.i-
dar! en oro ,.y el director que solo tenia en caja
plata, pidió al alabardero que volviese dentro de
una hora pues necesitaba salir pUl'a procurarse 01'0.
No le fué fácil conseguir en tan corto espacio todo
el que necesitaba, y se dirijió á casa del duque para
manifestal'le lo que pasaba, Alagon admirado le
respondió que no había enviado á pedir semejante
dinero; finalmente, se descubrió que la carta era
falsa y prendieron al fraile. El suceso demostraba
que no era la vez primera que Estéfany cumplía
mandatos de aquella especie, y para disminuir la
publicidad del caso Se mandó sobreseer en el pro"
ceso.




287
'M ontenegro era individuo de la servidumbre


de Fernando mientras permaneció en Valencey,
y á la vuelta del rey á la Península se vió colma~
do de honores y de dignidades, y nombrado ade-
mas administrador de los reales palacios. Corria á
su ~argo el arnueblaje , ordenaba los paseos del
rey á la campiña, sus diversiones, estaba encar-
gado de la guardarropía y de otras minuciosidades.
Demostró en el desempeño de tales empleos, su
mal gusto y su prodigalidad, sin inquietarse del
contraste escandaloso que hacia su profusion con
la miseria pública. . ,


La reina María Isabel participó á su IIp.gada á
Espafia I del afecto que su esposo profesaba á Mon-
tenegro, cuya circunstancia ocasionó una escena
que movió mucho rudo en, palacio. Ataba la rei-
na un dia la cruz de Cár!os Ill á la banda de la
misma órrlen que dcbia llevar su marido -' y rogó
á Montenegro que sostuviese Uno de los cavas de
la cinta : el cortesano pal'a desempeñar su corui-
sion del modo mas respetuoso, dobló una rodilla
en tierra. De repente entró el rey por una puerta
secreta, y sin saber lo que hacia Montenegro vió
solamente que estaba arrodillado al lado mismo de
la reina. Arrastrado por un movimiento súbito de
celos, y sin tomarse tiempo para asegul'arse de lo
que era, se precipitó sobre el favorito y le separó
con tanta violencia que cayó en el suelo, La reina
dió un grito , los criados corrieron en su ayuda,
Montencgro se levantó todo .confuso y sin profe-




288
rir una palabra se retiró á su aposento. El menar-
ca reconoció luego su error" le mandó llamar en
-el acto y le ofreció un regalo magnífico, volvién-
dole toda su confianza. .


No era cornun que los ministros de Fernando
lograsen inspirarle un afecto durable, aunque la
mayor parle no vacilasen en sacrificarlo todo al
deseo de captarsesu benevolencia con toda esre-
~ie de adulaciones. El único á quien estimó ver-
daderamente rué á D. Juan Lozano de Torres,
cuya historia merece particular atencion, Era so,;
briuo d~l relojero Lozano, bien conocido en Lón-
dres, é hijo de un carpintero de C,idiz. Pasó su
juventud en el puerto vendiendo chocolate, r 'se
le proporcionó ocasion de viajar por Inglaterra,
Suiza y otros paises, mas sin adquirir conocimien-
tos y sin desvanecer sus preocupaciones, corno
aconteciade ordinario á los viajeros españoles. En
la guerra dela independencia logró el empleo de
comisario del ejército, y adquirió cierta repuLacion
de habilidad. Cuando el rey llegó á Valencia, Lo-
zano que se hallaba entonces en Badajoz, le dirijió
una carta tan llena de protestas de afecto á su real
persona, y de invectivas amargas contra los libe-
rales, que Fernando mandó 'le siguiese á Madrid,
Allí se mostró enteramente consagrado al rey, á
quien rendía una especie de culto , y cuyo retrato
llevaba habitualmente pendiente del cuello, condu-
ciéndose al propio tiempo con Fernando, como
un consejero desinteresado que solo ansiaba el




289
bien de su soberano. Ofreciéle el monarca dife-
rentes destinos de allá categoría, que rehusó toza"
no COnstantemente hasta que en Una de las rnu-
danzas de ministros tan frecuentes en el reinado de
Fernando, fue nombrado secretario del despacho,
que aceptó despues de Una afectada resistencia.


Los destinos subalternos del ministerio de es-
tado, los desempeñaban regularmente en España
los que habían ejercido comisiones diplomáticas
en las córtes esrranjeras , y ·hallábanse unidos eh-
tre sí por un espíritu de cuerpo que las vicisitudes
políticas nunca lograron destruir. Su union y sus
relaciones los hicieron tan poderosos, que siempre
quedaron victoriosos en sus querellas con los mi-
nistros , con el rey y con la nación,


Miraron; púes, como un insulto prodigado ul
cuerpo entero; el nombramiento de Lozano del
empleo de ministró de estado, que juzgaban de.
hia pl'oveerse en uno de ellos. Así es que cusndo
(JI nuevo secretario se presentó eh el despacho,
los empleados subalternos en vez de reconocerle
por su jefe, declararon de [a manera mas formal
que no queriau trabajar bajo sus órdenes , )' que
era preciso que el ministro ó ellos renunciasen el
destino. Lozano conoció que todavía noeta bas-
tante fuerte para hacer rostro á la borrasca , y
creyó mas prudente ceder enviando su dimisioh.
Mas el partido que le sostenia no se asustó por etm,
y alglJli tiempo despues fue nombrado ministro
Glegracia y justicia.


TOM, l. 19




29()
Admiróse en' estrerno la, nacion al ver coloca..


do á la cabezacle la iglesia y de la majistratura á
Un hombre sin ta lentos y sinesperieucia. Lozano
resolvió aprovecharse en cuanto pudo de las ven-
tajas inmensas que le proporcionaba el alto,puesto
á que se habia encumbrado, y llevado de estas
miras, mientras que por un lado colmaba de favo-
res á .los fanáticos mas furicsos , empleaba por
otro su crédito para perseguir á los que sospecha-
ha propagadores de las- opiniones liberales ó ins-
truidos. .


Habían persuadido l;acía mucho tiempo al rey
que el objeto principal de los liberales era quitar.
le la vida, y nunca se borraba de su imajinacion
tan horrorosa idea, Lozano se aprovechó hahil-
mente de su temor; lo entretuvo y aumentó du-
rante el tiempo de su ministerio, con una des-
treza y una perseverancia que hubieran honrado
ciertamente su carácter y sus talentos, si las hu-
biese empleado de otro modo. Sabiendo que el
rey no podia dedicarse largo rato á Jos asuntos
serios, procuraba divertirle refiriéndole .las.anéc-
dotas quercco]ia desde el lugar queooupaba: asi
es q~e cuando Lozano despachaba con el rey, el
despacho duraba por lo común algunas horas con
gran admiración de Jos cortesanos, cuya sorpresa
no ,cesó hasta que conocieron Jos medios que em-
p1t:ab,a el astuto favorito.


La causa principal de S11 crédito se fundaba en
IlU amor á. la. ~et~()na. del tey J "út\.ud d.~ n,.)uua en




291
aquella ~poca, yd~ la que sabia utilizarse mas
que ni.oguno. Por este medio Se había apoderado
de tal suerte de la voluntadde Fernando, que in-
tentó hacerle creer que ecsistia entre ambos la
semejanza de temperamento mas extraordinar-ia, y
que la naturaleza habia tenido guste en darles Una
canstitucion física tan ecsactarnente igual, (Iue
debian tener las mismas inclinaciones y los mis-
mos sentimientos.


Presentóse una ocasión favorable para confir-
mar tan estraña idea y sorprender en estrerno al
fascinado monarca. Acostumbraba Lozano á en-
v.iar todas las marianas un criado á palacio para
informarse de como lrabia pasado S. M, la noche:
díjole un dia el cr.iado que el rey había padecido
un cólico violento, y le describió las circunstan-
cias que lo habiun acompañado. Lozano no se ha-
bia vestido torlavia , lo que ordinariamente hacia
eon sumo cuidado; y en su traje de por la rna-
ñsna corrió á palacio y solicitó una audiencia es.
traordinar ia para un asunto ,á su decir , muy im-
PQr1ante. EL rey que se encontraba mejor, y que
nunca se negaba á recibir á sus.ministros , dió ór-
deo que le dejasen entrar , y al ver alteradas sus
facciones l~ preguntó la causa. Lozano de Torres
respondió , que la noche anterior habia sufrido u-o
violento ataque de cólico, é indicó .tods ]0 que
}¡abiil esperirnentado. Fernando pasmado de. la se-
1l)tlianza, de aquellos síntomas COn los que habia
o~eryado, manifesté la admiración que 1~ causa-




292
ha tan singular coiucidencie. »V. M.se admita-
rá quizas , 'replicó T...ozano de Torres; pero yo no:
porque estoy moralmente seguro de que cualquie-
ra cosa que suceda á V. 1\1, me sucederá también
á mi; y que V. M. no puede ser feliz Ó desgra-
ciado sin que yo lo sea igualmente."


Lozano, sin embargo, vió estinguido el afec-
to de Fernando y cayó de su gracia algunos me-
ses antes de la revolución. El monarca mandó
ecsaminar sus papeles), se apoderó de algunos que
importaba mucho á Lozano que no hubiesen cai-
do entre sus manos. Desterróle en seguida de Ma-
drid y habló frecuentemente de él con sumo des-
precIo.


La anécdotaanterior nos recuerda lo que acon-
teció á Ballesteros antes de esta época. Fernando
iba á verle casi todos los dias cuando era minis-
tro de la guerra, y pasaba con él horas enteras
en un pueblecillo de las cercanias de Madrid,
donde el [eneral se habia retirado á causa de su
salud. Un dia díjole el rey, que habia muchos ne-
gocios que despachar y que no' pu.liendo verifi-
cario sin la asistencia del ministro , le rogaba que.
volviese á Madrid. Trasladóse Ballesteros á la cór-
te., y en vez de los negocios que creia, encontró'
Un decreto que' le ecsoneraba del ministerio y le
desterraba de la capital de Id monarquía.


Cárlos IVy Maria Luisa vivian espatriados en
Roma después de la caida de Napoleon , y el res ..
tableeirnientó de 1<>5 Borhones al trono de' Frari..:




~93
eia, Poseía. la reina MoriaLuisl'l muchos y mag-
níflcos diamantes, y Fernando mandó á su emba-
.jador Vargas que los reclamase como pertenecien-
tes á la corona, Vargas ejecutó su comision con
poca delicadeza para m~s agradar á su amo, por-
.que no cabía en isu pecho la idea de l'espetar el
infortunio. La reina se llegó á entregarlos , y de-
claró enpresencia del cardenal Gonsal vi y de otros
personajes distinguidos .de la córte de Roma, que
solamente los abandonaria cuando muriese y que
preferiria arrojarlos al Tibe.. á enviarlos á su hijo,
En efecto _.Jos conservó toda Su vida: lnasapenas
cerró los ojos , Vargas se apoderó de ellos y llevó


.SU celo al estrerno de arrebatar del dedo de la
reina un anillo de ·01'0 de poco .valor, que habia
manifestado querer llevar consigo al sepulcro.


Cárlos y 1\'IoriaLllisa legaron en su testarnen-
topensiones considerables á los que les habian se-
guido á su destierro, y Fernando las recon-oció
todas, á escepcion de las que pertenecianá indivi-
duos que hahian manifestado afecto á Godoy.


Aunque todas las medidas del gobierno de Fer-
nando llevan el sello de-l mayol' rigor, el carác-
ter del monarca no era cruel; mas tenia la des ..
gracia de ceder con demasiada facilidad á las su-
jestiones de los que fe rodeaban. Copiaremos al~
'5'U"fl'C>" ~~\q\\~~ b\)'uye bU -V\08 p-l'1vaua, sacaüos de
la obra.de Mr. Blaquiere , cuyo testimonio r~o es
sospechoso, y que prueban la falsedad de algunas
hahlillas que circulaban relativas á Fernando.•




294
,..En el trato es dulce i afableen pli'acio;',


sus criados, á quienestrata siempre con bondad,
le adoran. La reina Amalia , corno muchas belle..
.zas sajonas, es rubia y blanca ,y tiene una fisono·
mía encantadora: forma un contraste agr"dable
con sU:ictlñadas doña Car40ta y doña Francisca,
á las que distinguen sus negros cabellos y sus her..
-nlO,OS o ¡<Y.:!. Fernando :tieneveinte años mas que
su eSpOS¡I,.,'y sin embargo la reina le ama en estre-
n10:l toda la familia realvive en lit mas completa
armenia. Veamos como emplea-el: rnoúarca espa-
ñol el día: se levanta á las seis Y' se consagraenlas
primeras horas de la mañana ,ti'lbs ejercicios reli-
jimos: se desayuna en compañia de la reina; ha-
hlando familiarmente, mientras lo verifica con su
UJédiGO Ó COn el capitan dd gua"cHas' que está de
servicio, y pasa en seguida Un a Ó 'dos horas arre-
glando los asuntos de su casa yde la administra-
cion interior. Sale despues en su berlina con un
solo criado y sin escolta alguna: visitando en sus
paseos a!gun establecimiento p'Úblicoó sus casas
de campo. De tiempo en tiempo consagra esta par·
te del día al recibimiento de Jos embajadores , de
los grandes de España etc. A las cuatro come S. M.
rodeado de la familia, y se, retira en el acto á fu-
mar sus eigarros : síguese despues un corto paseo
en coche con la reina, y vuelto á palacio d~ una
audiencia pública, á la que nunca falta ~y en Ja
que admite á toda clase de personas iudistintamen-
te, habiendo observado algunas veces en ella á in-




295
dividuos quepedian limosna por .las calles. Cuan.
do Jos dernandantes se retiran, 'pasa á un gabinete
con sus secretarios paraecsarninar los memoriales
que ha recibido. No trascurre un solo dia sin que
despache con los ministros. En las horas restantes
el monarca leeú oye música :el príncipe es aman-
te -de la Iectura, y ducante' supermanencia en
Valeuoey tradujo en lenguaespañolaalgunas obras
frances,!s." (1)


Era Fernando de mediana estatura, el rostro
largo, el color pálido, y pudecia habitualmente
ataques de gota muy violentos: á esta enfermedad
y á los padecimientos de su niñez , debia el ¡,lpa...
rentar mas años de los qu~ realmente tenia. Sus
facciones eran muy marcadas, y quiz is algo des-
medidas: su mirada no carecian de viveza. El h6bi-
to que habia contraído de fumar continuamente,
comunicaba mal olor á su aliento: la movilidad
de sus facciones era tal, que los mejores artistas
hallaban dificultades para sacar la semejanza de su
cara: sus [estos eran sIempre vi vos y algunas ve.'
ces violentos. Hablaba aprisa, y en todas sus ac-
ciones se veía el sello de su [énero de conversa-
cien: no le dominaba pasión alguna, y aborrecia la
caza tanto como la habia amado su padre. Sus
modales con los que gozaban de su intimidad tras-


(1 l. Véause Lettr, de Blaquiere sur l'Espagno,
tOID. n 11321.


,




296
pasaban los límites ordinario. del trato familiar;
y aun en las audiencias particulares que concedía
á las personas que le recornendahan SQS favoritos,
scutáhase en UD sofá , fumaba su cigarro y hablaba
sin ceremonia con aquellos á quienes veía por vez
primera. En último resultado J su carácter era tan
dificil de definir, que las personas que le trataron
una gran pUfte de su vida PQ U~gafon á, conocerle
, fonda.


,




DOeuMENToSO.F1el ALES.


Carta del príncipe €k Asturias Fernando, al. eni ..
perador Napoleon/ ,en j j de octubre de 1807.


"Señor: el temor de incomodar á V. M. I. en
medio de sus hazañas y grandes negocios que lo
ocupan sin cesar, me ha privado hasta ahora de
satisfacer directamente mis deseos eficaces de ma-
nifestar á lo menos por ~scrito Jos sentimientos de
respeto, estimacion y afecto que tengo al héroe




,'. ..298 .
mayor que cuantos Iehen.precedido , enviado por
la providencia para- sa-I-var la Europa del trastorno
total que le amenazaba, para consolidar los tronos
vacilantes, y para dar á las naciones la paz y la fe-
Iicidad,


Las virtudes de V. 1\I. l., su moderacion , su
bonda:I' ap1c~n ~~~~ma~.iniu.s'to~:e h~lplaFables
enemigos, todo en fin me hacia esperal' que la es-
presion de estos sentimientos seria recibida como
efusion de un corazon lleno de admiracion y de
amistad mas sincera.


El estado en que me hallo de mucho tiempo á
esta pal'le incapaz de ocultarse á la grande pene-
tracion de V. M., ha sido hasta hoy ~egundo obs-
táculo que ha contenido mi pluma preparada
siempre á manifestar mis deseos. Pero lleno de
espe ranzas 'de :lialb.i<' ea:- l:il üiágnaníiDidadde
V. M. 1. la protección mas poderosa, me deter-
mino no solamente á testificar los sentimientos de
mi corazon pat'a con su augusta persona, sino á
A~,posit~r los secretos. mas íntimos .en el pecho de
Vd\~. comoeu el de un tierno padre.


Yo soy bien infeliz de hallarme precisado por
circunstancias particulares á ocultar como si fuera
erímen una accion tan justa y tanIoable; pero
tales. suelen se¡' las consecuencias funestas de un
esceso de bondad, aun en los mejores reyes. '


Lleno de respeto y de amor filial para con mi
padre (cu.ro corsean es el mas recto y [eneroso},
no me atreveriaá decir sino á V ~ M. aquello que




299
V. M. conoce tméjor que yo; esto es, qué estll
mismas calidades suelen con frecuencia' servir dé
'instrurnentoalás personasustutas y malignaspara
confundir laverdad á los ojos' u'el soberano, pür
mas propia que sea esta virtud de caracteres se"
mejantes a1 de' riii respetable padre. '


Si los lío 111 bres que lé rodean aquí le dejasen
conoceráfondo elcaráctér de:V~ M. I. como yl)
lo conozco; ¿con qué ansias pt'ócurarían,lipfld re
estrechar los nudos-que deben 'unir nuestras dbS
naciones? Y'¿ha brárlledi()'¡nas' proporcionado' que
J'ogal' á V .1\K 1: el, 'hotldr"de' que -rne concediera
por esposa"U~ja í)fínces~'l1e'su (Ong'á:stá;' f'&m iI¡al
Este es 'eIJ:¿¡~seo\itláhrme delodos los vasailos de
mi padre ~ y no dudo que tambien el suyo rnisrnu
(á 'pesar'ae lOs·esfuérzOs'd.e'uo corto número de
malévolos ) así' q'u:esepala~1ntenciones de' V.d\L F:
Esto es cuanto micorazoa-ápetece; pero-no suce-
diendo así á los egdi'slas 'p'érfr(1ós qué rbdeahá ;riH
padre, y que pueden sor'p~enderJeporun mOllleh4
to, estoy lleno' de terneres-en este puntó, t".


Solo el respeto de V. M. 1. pudiera desconcer-
tar sus planes, abriendo los ojos á mis buenos y
amados padres, y haciéndolos felices al mismo
tiempo que á la nacion española y á mi mismo.
El mundo entero admirarú cada día mas la bon-
dad de V. M. I., quien tendrá en mi persona el
hijo ruas reconoc ido y afecto.


Irnploro pues Con la mayor confianza la pro-
tecciou paternal de V. M., á fin de que no sola-




300
.ente se. digne concederme el honor de dar~
por esposa una princesa de su familia, sino alla-
nar todas las dificultades y disipar todos los obs-
táculos .que puedan oponerse en este único objeto
de mis deseos.


Este esfuerzo de bondad de parte de V. M. l.
es tanto .mas necesario para mi, cuanto yo no
puedo hacer ninguno de mi parte mediante á qu~
seinterpretaria insulto á I~ autoridad paternal, es-
tando ·~Olno estoy reducido al solo arbitrio de re-
sistir (y lo haré con invencible constancia) mi ca..
sarnieuto con otra per~ona, sea la que fuere, sin
el consentimiento y aprobacion positiva de V M.,
de quien yo espero únicamenteIa elección de es-
posa para mi •


.Esta es la felicidadique confio conseguir de
V. M. L, rogando á Dios que guarde su preciosa
vida muchos años. Escrito y firmado de mi propia
manoy sellado con mi sello en el Escorial á 11 de
octubre de 1807. ..,... De V. M. 1. Y R. su mas
afecto servidor y hermano, =;:; Fernando.




El rey de España al emperador Napoleon,


»HERMANO MIO:"


.)En el momento en que me ocupaba en los mea
dios de cooperar á la destruccion de nuestro ene-
migo cornun , cuando creía que todas las tramas
de la ex-reina de Nápoles se habían roto con la
muerte de su hija .. veo con horror que hasta en
mi palacio ha penetrado el espíritu de la mas negra
intriga. ¡Ah! mi corazón se despedaza al tener que
referir tan monstruoso atentado. Mi hijo primo.
jénito, el heredero presuntivo de mi trono, hahia
formado el horrible designio de destronarme, y ha-
hia llegado al estremo de atentar contra los días de
su madre ..Crimen tan atroz debe ser castigado con
el rigor de las leyes. La que le llama á sucederme




· 302.
debe ser revocada , uno de sus hermanos será mas
digno de reemplazarle en mi corazón y ·en el tro-
no. Ahora procuro indagar sus cómplices para
buscar el hilo de tan increible maldad, y no quie.
ro perder un solo instante en instruir á V.M.l.y H.
suplicándole .rue ayudeconsU8 luces y~onííei()s;"


Sobre lo que ruego etc• .:.:..... Cáflós.':- En Sán
I ..orenzo á 29 de octubre de 1807.




Decreto primero.


»Dios que vela sobre las criaturas no permite'
la ejecucion de hechos atroces cuando las vícti ..
mas. son inocentes. Así me ha librado 8U om..'
nipotencia de la 'mas ináudita catástrofe. 'Mi pue-
blo, mis vasallos todoscooocen muy bien mi
cristiandad y mis costumbres arregladas; todos
me aman y de todos recibo pruebas de vene-
racion , cual ecsije el respeto de un padre amante
de sus hijos. Vivia yo persuadido de esta verdad,
cuando una mano desconocida me enseña y des-
cubre el mas enorme y el mas.ináudito planque
Se trazaba en mi mismo palacio contra mi perso-
na. La vida mia que tantas veces ha estado en ries-
go , era Ja una carga.para mi sucesor, que preocu.
pado , obcecado y enajenado de todos los prínci-




304
pios de cristiandad que le enseño mi paternal eul..
dudo y amor, liabiaadmitido un plan para destre.
narrne, Entonces yo quise indagar por mi la Ver-
dad del hecho, y sorprendiéndole en su mismo
cuarto hallé en su poder la cifra de intelijencia é
instrucciones que recibía de los malvados. Convo-
qué al ecsárnen á mi gobernador interino del con-
sejo , para q~e asociado con otros ministros prac-


. ticasen las drtijeneias de indagaeion. Todo se hizo,
y de ella resultan varios reos, cuya prisión he de-
cretado , así como el arresto de mi hijo en su ha-
hiracion, Esta pena quedaba á las muchas que me
aflijen ; p~ro así como es la mas dol orosa , es tarn-
hien la mas importante de purgsr , é ínterin man-
do publicar el resultado, no quiero dejar de ma-
nifestar á mis vasallos mi disgusto! que sel'á me-
nor con las muestras de su lealtad. Tendréislo en-
tendido para que se circule en la forma conve-
niente. En San Lorenzo á 30 de ~clubl'e de 1807.
s= Al gobernador interino del consejo."


Decreto. segundo. "


»La voz de la naturaleza desarma el brazo de
la venganza, y cuando la inadvertencia reclama
la piedad, no puede negarse á ello un padre amo-
roso. Mi hijo ha declarado ya los autores del plan
horrible que le habian hecho concebir unos mal-
vados: todo lo ha manifestado en forma de dere-
cho, y todo consta COD la escrupulosidad que ecsi-




305
[e tll leJ'en tales pruebas: su arrepentimiento y
asombro le han dictado las representacicnes que
me ha dirijido y siguen.


Sl:ÑOR:


Papá mio :he delinquido , he fallado Q V. M.
tomo rey y como padre; me arrepiento y ofrezco
á V. 1\L In obediencia mas humilde. Nada dehia
-hacer sin noticia de V. M•.; pero ruí sorprendido.
He delatado á los culpables, y pido á V. M. me
perdone por haberle mentido la otra noche , per-
mitiendo besar sus reales pies á su reconocido hijo.
= Fernando. = San Lorenzo 5 de noviem1re de
1807.


Mama mia : estoy muy arrepentido del gran-
disirno delito que he cometido contra mis padres
y reyes, y así con la mayor humildad le pido El
V. M. se digne interceder con PilptÍ para que per·
mita ir á besar sus reales pies á su reconocido hijo.
= Fernando. = San Lorenzo 5 de noviembre de
1807.


En vista de ellos y ~ ruego de la reina mi ama.
da esposa pe rdono ri mi hi jo, y le volveré tÍ mi
gracia cuando e011 su conducta me dé pruebas de
una verdadera reforma en su frajíl manejo , y
mando que los mismos jueces que han entendido
en la causa desde su principio; la sigan, permitién-


TOM. 1. 20




306
,dotes -asoéiados si los necesitaren ;.y que coneluida
'me consulténla sentenciaajustada á la ley segun
fuesen la gravedad de delitos y calidad de perso.
nas en quienes recaiga; teniendo por principio
para la formacion de cargos las respuestas nadas
por el príncipe á las demandas que se le han he-
cho ;' paes., todas ,: est~n,;rubri'Cad'as· yfirinadas de
mi puño ,así .eerno.dos papeles aprehendidos-en
sus .mesas , escritos: 'por ·SU! mano; y esta providen-
oiasecomuniqueá¡~isikonsejosytribunales ,:.cir-
culñndola-ámis pueblos, ,pava que reconozcan en
ella mi piedad y justicia yy alivien la aflicciony
cuidado eoque les pusomi primer decreto; pues
en él verán el 'l'ieSgo de su soberano y 'padre, que
como hijos los ama, y así me corresponden. Ten-
dréislo entendido para su cumplimiento. = San
Lorenzo 5 de noviembre de 1807."




.'


Tratado secreto entre el rej de España y el em-
perador de los franceses, relativo ála suerte
futura del Portugal.


N apoleon , emperador de los franceses etc. Ha-
hiendo visto y ecsarninado el tratado concluido)
arreglado y firmado en Fontaiuebleau ,í 27 de oc-
tubre de .t 807 por el jeneral de dí visiou MIguel
Duroc, gran mariscal de nuestro palacio etc. en
virtud de los plenos' poderes que le hemos confe-
rido á este efecto, Con D, Eujenio Izquierdo, Con-
sejero honorario 'de estado y de guerra de S. M. el
rey de España, igualmente autorizado Con plenos




30S
poderes de su soberano, <le cuyo tratado es el te-
nOI' corno sigue:


S. M.EI emperador de los franceses y S. M.
el rey de España queriendo arreghlr de común
acuerdo los intereses de 10s dos estados, y deter-
minar la suerte futura de Portugal de un modo
que concilie la política de 108.008 paises, han
nombrado por 'sus' ministr'ós plenipotenciarios, á
saber: S. M. el emperador de los franceses al [e-
neral Duroc , y S. M. el rey de España á D. Euje-
nio Izquierdo, los cuales despues de haber can-
jeado sus plenos poderes, se han convenido en lo
que sIgue:


1.o La provincia de Entre-Duero y Mino con
la ciudad de Oporto, se dará en toda propiedad y
soberanía á S. M. el rey de Etruria con el título
de rey de la Lusitania septentrional.


2.0 La provincia delAlentejo y el reino de
los Algarbes, se darán en toda propiedad y sobe-
ranía al príncipe de la Paz, para que los disfrute
con el título de príncipe de los Algarbes.


3. 0 Las provincias de Beira , Tras-loa-Mon-
tes y la Estremadura portuguesa, quedarán en de-
pósito hasta la paz [eneral para disponer de ellas
segun las circunstancias, y conforme á lo que se
convenga entre las dos altas partes contratantes.


4. o El reino de la Lusitania septentrional será
poseido por los descendientes de S. M. el rey de
Etruria hereditariamente , y siguiendo las leyes




309
que están en uso en la familia reinante de S. M. el
rey de Espana. '


5.° El principado de Jos AIgarbes) será po-
seido por los descendientes deJ príncipe de la Paz
hereditariarnente, siguiendo las reglas del artícu-
lo anterior.


6.o En defecto de descendientes ó berederos
lejítimos del rey de la Lusitania septentrional, ó
de! pnincipe de los AIgarbes , estos paises se darán
por investidura por S. M. el rey de España, sin
que jamás puedan ser reunidos bajo una misma
cabeza, ó á lá corona de España.


7.0 El reino de 'la Lusitania septentrional Y'
el principado de los AIgarbes, reconocerán por
protector á S. M. el rey de Espaüa , y en ningún
caso los soberanos de estos paises podrán hacer ni
la paz ni la guerra sin su consentimiento.


8. 0 En él" caso de que las provincias de Bei-
ra, Tras-Íos- Montes J la Estrernadura portuguesa
tenidas en secuestro, fuesen devueltas á la paz [e-
neral á la casa de Braganza en cambio de Jibrahar...
la Trinidad y otras colonias que los ingleses han
conquistado sobre la España y sus aliados, el nuevo
soberano de estas provincias tendria COn respeto
á S. M.el rey de España los mismos vínculos que
el rey de la Lusitania septentrional y el príncipe
de los Algarbes, y serán poseidas por aquel bajo
las mismas condiciones.


9.o S. M. el rey' de Etruria cede en toda




JIQ
propiedad y soherania.el. reino de E,~ru.rja ,~ S. M,.,.
el emperador de los franceses.


f.J. Cuando seefectúe.la ocupacion definitiva
de las provincias de Portugal , los diferentes prín-
cipes que deben poseerlas nombrarán de acuerdo
comisarios para {ipr sus límites naturales.


·jl. S. M. el emperador de los franceses sale
garante á S. M. el rey de España de la posesion de
sus est ados del continente de Europa, situados al
medioiliade los Pirineos.
. 12. S. M. el emperador de los franceses se


obliga á reconocer á S. M. el rey de España como
emperador de las dos Américas, cuando todo esté
preparado para que S. M. pueda tomar este título,
J(} que podrá ser, Ó bien á la paz jeneral J Óá mas
tardar dentro de tres afias.


13. Las dos altas partes contratantes ,se ~n­
tenderán para hacer Un repartimiento igual de las
istf,}.~, colonias y otras propiedades ultramarinas
del Portugal.


14. El presente tratado quedará sec~eto , será
ratificado, y las ratificaciones serán canjeadas en
Madrid veinte días á mas tardar después del dia
en que se ha firmado.


Fecho en Fontainebleau á 27 de octubre de
1807.=.Du.roc.=Izquierdo.


Hemos aprobado y aprobamos el precedente
tratado en todos y en cada uno de los artículos,
~pl1.lel\idoseuél; decl·,}.taro.\)~q,\l~ \:.~\.i acep\\\d.Q,




, ""'. ' ... , , , .,31 ,f , '. .Ó " •••• ~ t lO' "
ratificado y; cdli6rmadó "y, prómefeinós':qtili':sérá
observado inviolablemente. Enfé de lo cualihe-
mos dado la presente , firmada de nuestra mano,
refrendada y sellada con nuestro sello imperial en
Fontainebleau á 29 de octubre de 1807. = Fir-
mado. = Napoleon. = El ministro de relaciones
esteriores. = Cham.pag.11yr~pOr.:·~1:eiiipéra-dor·)
el ministro secretario de estado. = Ilugo Maret.




Convencion aneja al tratado anterior, aproba-
da 1 ratificada en las misuio« términos.


AR.TICl/140 t.o Un cuerpo de tropas imperia-
les francesas de 25000 hombres de infantería y
3000 de caballería, entrará en España y marcha.
I'á en derechura aLisboa : se reunirá á este cuer-
p.o otro de 80QO hombres de infantería y 3000 de
caballería de tropas españolas, con 30 piezas de
artilleria,


2.\1 Al mismo tiempo, Una division de tropa»
esp3ñolas de 16000 hombres tomará posesión de
la provincia de Entre-Duero y Miño, y de la ciu.
dad de Oporto; y otra division de' 6000 hombres,




313
compuesta jglialme~ta de tropas españolas, toma.'
rá posesión de la provincia de Alentejo y del rei-
no de los AIgarbes.


3.o Las tropas francesas serán alimentadas y
mantenidas por la España, y sus sueldos pagados'
por la Francia durante todo el tiempo de su trán-
sitopor España. ' ,


4. o Desde el momento en que las tropas com..
binarlashayan entrado en Portugal" las provin-
cias de Beira , TraslosMontes y la Estremadura
portuguesa ( que deben quedar secuestradas }, se-
rán administradas y gobernadas por el [eneral co-
mandante de las tropas francesas, y las contribu-
ciones que se les impondrán quedarán á beneficio
de la Francia. Las provincias que deben formar
el reino de la Lusitauia septentrional y el principa-
do de los Algarbes, serán administradas y gober-
nadas por los jenerales comandantes de las divi-
siones españolas que entrarán en ellas, y las Con-
tribuciones qne se les impondrán quedaran á he-
neficio de la España.


5.° El cuerpo del centro estará bajo las órde-
nes de los comandantes de las tropas francesas ... y
á él estarán sometidas las tropas españolas que se
reunan á aquellas: sin ernbargo , si el rey de Espa-
ña ó el príncipe de la Paz [uzgaren conveniente
trasladarse ~ este cuerpo de ejército, el jeneral
comandante de las tropas francesas y estas mis-
mas estarán bajo sus órdenes.


6.° Un nuevo cuerpo de 40000 hombres de




3J4,
trQpa¡;', francesas, sereuniré :en -Bayona , ~. mas tar-
dar., el 20 de :nqvie'ln~.r~,prócsimo" para estar,
pronto á entrar en España para .trasferiese á Por-.
tugah,n .e],~a~o ,¡;J.e. que los, ingleses enviasen re-
fuerzos; r~q¡el~azas~n atacarlo, Estenuev0 1Gqer ...
Po,uq e.l1tra,rá ,,~in embargo ,en l}:~p!lña hasta ql,le;
las dos altas potencias contratantes se.hayan pues-.
to .de.acuerdo á·este efecto, ,.


,7.°., La pr~sentl;l:convencioA será ratificada, etc.'


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·,r.


Cr(rla del r~J' Cárlos 1p· al emperador Napoleon.
eILA/'al/juez tÍ lB de marzo de 1<:s08.. 1:


»Señor mi ]le~n~ano: hacia bastante tiempo que
el prÍncí'Pe de. la .Pazme habia hec hoirejteradas
instaucias , p<\,:a que Je. admitiese la xlimision de
los enca,rgos de.jenerallsimo ,y almifapte,y he
accedido á. sus megos; pero como norleho p'o~er
en olvido los servicios ,que me ha hecho, y parti-
cularrnente los de haber cooperadoá mis deseos
constantes ~ invariables, de mantener la alianza y
la amistad íntima que me une á Y. M. L. y R.)
yo. le cOllserv~ré mi gracia,




3."6
.. Persuadid~yo de que será muy agradable á mis.


vasallos, y muy conveniente para realizar los im-
portantes designios de nuestra alianza, encargar-
me yo mismo del rnando de mis ejércitos de tier-
ra y mar, he resuelto hacerlo asi , y me apresu-
ro á comunicarlo á V. M. 1. y R., queriendo dar
enesto muevas pruebaadeafecto á la persona de
V. M., de mis deseos de conservar las Íntimas re.
laciones que nos unen , y de la fidelidad 'que for-
ma mi carácter, del que V. M. 1. YR. tiene re-
petidos y grandes testimonios.


La continuacion de los dolores reumáticos que
de un tiempo á esta parte me impiden usar de la
mano derecha, me privan del placer de escribir
por mi mismo á V. M. L Y R.
,Soyco~ los sentimientos de la mayor estima-


cion y delmas sincero afecto de V. M. 1. Y R.
su buen hermano. = Cárlos."


Carta de Cárlos 117 á Napoleon•


. »Señor mi hermano: V.M. sabrá sin duda con
pena los sucesos de Aranjuez y sus resultas; y no
verá con indiferencia á un rey que, forzado á re-
nuneiar la corona, acude á ponerse en los brazos
de un: grande monarca aliado suyo, subordinán-
dose totalmente á la disposieion del único que
puede darle su felicidad, la de toda su familia y
la de sus fieles vasallos;"


»Yo no he renunciado en favor de mi llijo si..




3t7
.DO por la fuerza de las circ.unst,ancias, .cuando el
estruendo de las armas y los clamores de una guar-
dia sublevada me hacían conocer bastante la ne-
cesidad de eseojer la vida ó la muerte, pues esta
última hubiera sido seguida de la de la reina."


» y o fui forzado á renunciar; pero asegurado
ahora con plena confianza en la magnanimidad y
el [enio del g.raqde.hoJ;upre que.sieQ1pl;~.h~ mps-
trado ser ainlgo' mio, he lOili'adola:resdluciorr''de
conformarme con todo lo que este mismo grande
hombre quiera disponer de nosotros y de mi suer-
te, la de la reina y la de el príncipe de la Paz."


"Dirijo á V. M. 1. Y R. una protesta contra
los sucesos de Aranjuez y contra mi abdicacion,
Me entrego y enteramente confio en el corazon y
amistad de V. M. , con lo cual ruego á Dios que
0& conserve en su santa y digna gU\lrda."


llDe V. M. I. Y R. su .mas afecto hermano y
amigo. = Cárlos. = Aranjuez 23 deunarso de
1808."


Protesta.


»Protesto y declaro, que mi decreto de '19 de
marzo en el que he abdicado la corona en favor
de mi hijo, es un acto á que me he visto obligado
para evitar mayores infortunios y la efusión de
sangre de mis amados vasallos; y por· consiguien-
te debe ser considerado como nulo. == Cárlos.=
·Aral1juez 21 de marzo de !808."




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~~ 1 t .., \' \,., ;, •


Nota escrita por la:pet11l7. rleE.fpatirtpara el gran
. {díi'qiie'tÍeBerg,jrél/litidapor la reina de Etru-


"" rids'iii {eC!ta;'


"E1 rey mi esposo (que ~e hace escribir por no
poderlo hacer á causa de los doloresé hinchazon
de su mano) ,desea saber si el gran duque de J3erg
llevaría á bien enc.argarse de tratar eficazmente
con el emperador , para asegul'ar la vída del prín-
cipe de la Paz, y que, fuese asistido de algunos
criados suyos ó de capellanes.


Si el gran duque pudiera ir á librarle, ó por
lo menos darle al.gun consuelo} el tiene todas sus




319 .
esperanzas 'en'el gran;-duqne-, por"ser~u' griltlde
amigo.· Eliespera: todo-de; S."~A;.· y:'del;empera;.
dor, á quien' siempre hasido áfecto~' '. , 'c ••


Asimismo"que 'el gran duque 'consiga' del ern-
'perador que' :ltlrey' miespose, ,11 !rtíi- yál prÍri'tipe
de la Paz, se dé lo necesario pa·rapodervivirlo.
dos tres junlos donde convenga para nuestra salud
sio"mando' ni- intrigas,pues nosotrosno Iasted-
dremos, " \ .:'


.El emperador esjeneroso, es un héroe'IY ha
sostenido siempre á sus fieles aliados.. y aun á los
que son pdrseguidos. Nadie lo-es. tanto como nos-
otros. ¿Y por qué? porque hemos sido siempreíie..
les á la alianza.


De rniln]o no podemos esperar jamás sino mi-
serias· y persecuciones. Han comenzado á forjar y
se continuará finjiendo todo lo que pueda conlri..
buir á que el· príncipe de la Paz (amigo inocente y
afecto al emperador , al graQ duque y á tcdos los
franceses) pa,rezca criminalá los ojos del público
y del emperador. Es necesario que no se crea na-
da. Los enemigos tienen la fuerza y todos los me-
dios de justificar como verdadero lo que en sí es
falso.


llEI rey desea igualmente que yo ver y hablar
al gran duque, y darle por sí mismo la protesta
que tiene en su poder. Los dos estamos agradecidos
al envio que ha hecho de tropas 6uyas y á todas
las pruebas que nos dá de su amistad. Debe estar
S. A. 1. bien persuadido de la que nosotros le he-




32,0
mos tenido .siempre y ~pnser,vaQloilahoF8. Nos 'Pfl-
nemos el}. ,!,,US' manos y,las del emperador , ycon-
fiamos que nes .concederé Io que pedimos.
_ i' Jj:s~O&~P»'"\O~Os nuestroa.rlcseos cuando esta-
mos rp~sto~ en-las manosde tan grande y [enerosc


1 ' "monarca.y ieroe•.


.ÚJr~qd61a reina de-Etruria al gran duque di
Berg , en Aranjuez ti 22 de marzo de 18U8,
con-una posdata del reyerlrlos lF.'


»Señor mi hermano: acabo de ven.al edecán co-
.mandante ,quien me ha entregado vuestra carta,
por la cual veo Con mucha pena que mi padre y
mi madre no han podido tener el gusto de veros,
aunque lo deseaban eficazmente, porque toda su
confianza tienen puesta en vos, de quien esperan
que podl'eis contribuir r. su tranquilidad.


El pobre príncipe de la Paz cuhiertode -heri-
das y contusiones estádecaido en la prision , y no
cesa de invocar el terrible momento de su muer-
te. No hace recuerdo dc otras personas que de su
amigo el gran duque de Berg , y dice que este es
el único en quien confía que le ha de conseguir su
salud.


Mi padre, mi madre y yo hemos hablado con
vuestro edecan comandante. El os dirá todo. Yo
fío en vuestra amistad y que por ella nos salvareis
á los tres y al pobre preso.


No tengo tiempo de deciros mas: confio en




321
vos. Mi padre añadirá dos líneas á esta carta: J'á
soy de corazon vuestra afectísima hermana y ami-
ga. = María Luisa."


Posdata de Cárlos 11/,


»Seüor y muy' querido hermano: habiendo
hablado á vuestro edecan comandante, é informá-
dale de todo )0 que ha sucedido, yo os ruego el
favor de hacer saber al emperador que le suplico
disponga la libertad del pobre príncipe de la Paz,
quien solo padece por haber sido amigo de la Fran-
cia , y asimismo que se nos deje ir al país que mas
nos convenga; llevándonos en nuestra compañia
al mismo príncipe. Por ahora vamos á Badajos:
coníio recibir antes vuestra respuesta, caso de
que absolutamente carezcáis de medios de verr.os,
pues mi ccufianza solo está en vos y en el empe-
rador. Mientras tanto yo soy vuestro muy afecto
hermano y amigo de todo corazón. = Carlos."


Carta de la reina de Esp-aña al gran duque de
Berg , en .draniuez á 22 de marzo de 1808, jun.
ta con la anterior de su hija,


Señor mi querido hermano: yo no tengo mas
amigos que V. A. I. El rey mi amado esposo os
escribe implorando vuestra amistad. En eUa está
únicamente nuestra esperanza. Ambos os pedimos
una prueba de (lue sois nuestro amigo, y e:) la de


TOM. l. 21




322
hacer Conocer al emperador lo sincero de nuestra
amistad y del afecto que siempre hemos profesado
á su persona, á la vuestra i á la de todos los
franceses.


El pobre príncipe de la Paz que se halla encar-
celado y herido por ser amigo nuestro , apasionado
nuestro y afecto á toda Id Francia, sufre todo por,
causa de haber deseado el arribo de vuestras tro-
pas y haber sido el único amigo nuestro perma-
nente. El hubiera ido á ver <Í V, A. si hubiera te-
nido libertad, y ahora mismo no cesa de nombrar
á V. A. Y de manifestar deseos de ver al empe-
rador.


Consígnnos V. A. que podamos acabar nues-
tros dias tranquilamente en un pnis conveniente á
la salud del rty, la cual está delicada como tarn-
bien la mía, y que sea esto en compañia de nues-
tro único amigo, (Jue tambien lo es de V. A.


Mi hija será mi intérprete si yo no logro la
satisfacción de poder conocer personalmente y ha-
blar á V. A. ¿Podriais hacer esfuerzos para vernos
aunque fuera un solo instante dp, noche Ó como
quisierais? El comandante edecan de V. A. con- .
tará todo lo que hemos dicho.


Espero que V. A. conseguirá para nosotros lo
que deseamos, y que perdonará las faltas y olvidos
que haya cometido yo en el tratamiento, pues no
sé donde estoy, y debeis creer que no habrán si-
do por faltar á V. A. ni dejar de darle seguridad
de toda mi amistad.




323
Ruego á Dios guarde á V. A. J. muchos años.


Vuestra mas afecta. = Luisa.


Carta de la reina de Etruria incluyendo otra de
Sil madre la reina de España , para el gran
duque del3erg, en ,Madrid á 26 de marzo de
1808.


»Seüor mi hermano: mi madre me envía la
adjunta carta para que os la remita y la conser-
veis. Hacednos la gracia, querido mio, de no
abandonarnos: todas nuestras esperanzas están en
vos, Concedme el consuelo de ir á ver á mis pa.
dres. Respondedme alguna cosa que nos alivie y
no os olvideis de una amiga que os ama de cora-
zon. ~-"María Luisa."


P. D. II Yo estoy enferma en la cama con al-
go de calentura, por lo cual no me veréis faera
de mi habitación,"


Carta inclusa en la antecedente.


»Querida hija mia: decid al gran duque de
Berg la situacion del rey mi esposo, la mia y la
del pobre príncipe de la Paz.


Mi hijo Fernando era el jefe de la conjuracion:
las tropas estaban ganadas por él; él hizo poner
una de las luces de su cuarto ea una ventana para
señal de que comenzase la esplosion, En el instan-
te mismo los guardias y las. personas que estaban á




3'U
la enbeza de la revoluciou hicieron tirar dos fusi-
lazos. Se ha querido persuadir que fueron tirados
por la gU3rdia del principe de la Paz, pero no es
verdad. Al momento los guardias de Corps , los de
infantería española y los de la walona 58 pusieron
sobre las armas y sin recibir órdenes de sus pri-
meros jefes convocaron á todas las jentes del pu~
hlo y las condujeron á donde les acomodaba.


El rey y yo llamamos á mi hijo para decirle
que su padre sufria grandes dolores, por lo que no
podia asomarse á la ventana, y que lo hiciese por
sí rnismo á nom bre del rey para tranquilizar al
pueblo: me respondió con mucha firmeza que no
lo baria, porque lo mismo seria asomarse á la ven-
tana que comenzar el fuego, y así no lo quiso
hacer.


Despues á la mañana siguiente le preguntamos
si podria hacer cesar el tumulto y tranquilizar los
amotit;ados, y respondió que lo haria , pues en-
viaria á buscar á los segundos jefes ele los cuerpos
de la casa real, enviando tambien &Igunos de sus
criados con encargo de decir en su nombre al pue-
blo y á. las tropas que se tranquilizasen: que tarn-
bien baria se vol viesen á Madrid muchas personas
que habian concurrido de allí para aumentar la
revolucion , y encargaría que no viniesen mas.


Cuando mi hijo babia dado estas órdenes fue
descubierto el príncipe de la Paz. E! rey envió á
buscar á su hijo y le mandó salir á donde estaba el
desgraciado príncipe r.que ha sido v.íclJimapor ser




325
amigo nuestro y de los franceses, y principalmen-
tI] del gl'an duque. Mi hijo fue y mandó que no se
tocase mas al príncipe de la Paz y se le condujese
al cuartel de guardias de Corps, Lo mandó en norn-
hre propio, aunqueIc hacia por encargo de 8U
padre, y como si él mismo fuese ya rey dijo al
príncipe de la P"z »Yo te perdono la vida."


El príncipe á pes.li' de sus gra'1I1cb heridas le
dió gracias preguncindole si era ya rey. Esto alu-
dia á lo que ya se pensaba en ello, pues el rey, el
príncipe de la Paz y yo teníamos la intención de
hacer la abdicaciou en favor de Fernando cuando
hubiéramos visto al emperador y compuesto todos
los asuntos, entre Jos cuales el principal era el ma-
trimonio. Mi hijo respondió al príncipe: »No, hasta
ahora no soy rey; pero lo seré bien pronto." Lo
cierto es que mi hijo mandaba todo como si fuese
rey 'sin serlo, y 'sin saber si lo sería. Las órdenes
que el rey mi esposo daba no eran obedecidas.


Después debia haber en el dia 19 en que se ve-
rificó la abdicacion , otro tumulto mas fuerte clue
el primero contra la vida del rey mi esposo y la
mia, lo que obligó á tomar la resolucion de ah.
dicar.


Desde el momento de la renuncia mi hijo trató
á su padre con todo el desprecio que pued e tratar-
lo un rey, sin consideracion alguna para COn sus
padres. Al instante hizo llamar á todas las perso-
na"! complicadas en su causa, que habian sido des-
leales á su padre, y hecho to do 10 que pudiera




326
ocasionarle pesadumbres. El nos dá prjcsa para
que salgamos de aquí, señalándonos la ciudad de
Badajoz para residencia, Entretanto nos deja sin
eonsitleracion alguna, manifestando gl'aN contento
de s,er ya rey, y de que nosotros nos alejemos de
oqu 1,


En cuanto al príncipe de Ia Paz, no quisiera
que nadie se acordara de él. Los guardias que le
custodiau tienen árden de no responder á onda
que les pregunte, y lo han tratado con la mayúr
inhumanidad.


1\11 hijo ha hecho esta conspiracion para des-
tronar al rey su padre. Nuestras vidas hubieran es -
tndo en granue riesgo, y la del pobre príncipe de
la Paz lo está todavía,


El rey mi esposo y yo esperamos del gran du-
que que hará cuanto pueda en nuestro fa VOl' , por-
que nosotros siempre hemos sido aliados fieles del
emperador, grandes amigos del gran duque, y lo
mismo sucede al pobre principe de la Paz. Si él
pudiese hablar daria pruebas, y aun en el estado
en que se halla no hace otra cosa que clamar
por su grande amigo el gran duque.


Nosotros pedimos al gran duque que salve al
príncipe de la Paz, y que salvándonos á nosotros
nos le dejen siempre á nuestro lado p:lra que poda-
mos acabar juntos tranquilamente el resto de nues-
tros dias en un clima mas dulce, y retirados sin in-
trigas y sin mandos, pero con honor. Esto es lo
que deseamos el rey y yo, igualmente que el prín-




327
cipe de la Paz, el cual estaría siempre pronto á
servir á mi hijo en lodo. Pero mi lii jo (que no tie-
ne carácter alguno, y mucho menos el de la sin-
ceridad) jamás ha querido servirse de él y siem-
pre le ha declarado guerra, como al rey su padre
yá mí.


Su ambician es grande y mira á sus padres
como si no lo fuesen. ¿Que hará con los demas? Sí
el gran duque pudiera vernos, tendríamos grande
placer, y lo mismo su amigo el príncipe de la
Paz, que sufre pOl'que lo ha sido siempre de los
franceses y del emperador. Esperarnos todo del
gran duque, recomendándole tarnbieu á nuestra po-
bre hija María Luisa, que no es amada de su herma-
no. Con esta esperanza estamos prócsimos á veri-
ficar nuestro viaje. = Luisa."


Nota de la reina de España para el gran duque de
Berg, en 2') de marzo de 1808.


»Mi hijo no sabe nada de lo que tratamos, y
conviene que ignore todos nuestros pasos. Su ca-
rácter es falso: nada le alecta : es insensible y no
inclinado á la clemencia. Está diri [ido por hom-
bres malos, y hará todo por la ambiciou que le
domina; promete, pero. no siempre cumple sus
promesas.


Creo que el gran duque dehe tomar medidas
para impedir que al pobre príncipe de la Pazse
le quite la vida, pues los guardias de Corps han




328
dicho que primero lo matarán que entregarle
vivo, aunque lo manden el emperador y el gran
duque. Están llenos de rábia contra él, é inflaman
á todos los pueblos ~ á todo el mundo y aun á mi
hijo que defiere á ellos en todo. Lo mismo sucede
relativamente al rey mi esposo J á mi. Nosotros
estamos puestos en manos del gran duque y del
emperador: le rogamos que tenga \<1 complacen-
cia de venir á vernos : de hacer que el pobre prin-
cipe de la Paz sea puesto en 831\'0 lo mas pronto
posible, y de concedemos tOQO lo damas que tene-
mos supli ual1o.


El embajador es lodo de mi hijo; lo cual me
hace temblar, p,orque mi hijo no quiere al gran
duque ni al emperador, sino solo al despotismo, El
gran duque debe estar persuadido que no digo esto
por venganza ni resentimiento de 18" malos tratos
que nos hace sufrir , pues nosotros no deseamos
sino la tranquilidad del gran duque y del empera-
dor. Estamos totalmente puestos en manos del
gran duque, deseando verle para que conozca todo
el valor que damos á su augusta persona y á sus
tropas, como á todo lo que les sea relativo,"


Carta de la reina de Etruria para el gran dflr¡ne
de Berg, en Madrid á ~9 de marzo de 1808J con
una nota de la reina 'de Espuña su madre.


»Mi señor y querido hermano: mi madre os
escribe algunas lineas. Yo os incluyo Id adjunta




329
mia para el emperador, rogándoos dispongais que
llegue prontamente á su destino. Recomendadrne
á S. M. y prometedme, como os suplico, ir después
de mañana á Aranjuez , Tomad en mis asuntos el
interés que yo tomo en lo relativo á vuestra perso-
na , y creed que soy de todo mi corazón vuestra
afecta hermana y amiga, =" Maria Luisa."


Nota de puño J letra de la reina de España.


»No quesiérarnos ser importunos al gran du-
que. El rey me hace tomar la pluma para decir
que considera útil que el gran duque escribiese al
emperador insinuanuo que convendria que S. 1\1.1.
diese órdenes sostenidas con la fuerza', para qué
mi hijo ó el gobierno nos dejen tranquilos al rey,
á mi y al príncipe de la Paz hasta tanto que S. M.
llegue. En fin, el gran duque y el emperador sa·
hr.iu tomar las medidas necesarias para que se es·
peren su arribo Ú órdenes, sin que antes seamos
víctimas. = Luisa."


Carta de la reina de Etrurla al gran duque de
Berg ..en Madrid tÍ 30 de marzo de 18U8, con .
otra de Slt madre r un articulo escrito de mano
propia de Carlos '1r.


»Señor y hermano: os -remito una carla que
mi madre me ha enviado, y os suplico que me Ji-
gilili si vuestra guardia Ó vuestras tropas han pasado




330
á guardar al príncipe de la Paz. Deseo tambien sa..
her cual es el estado de la salud del príncipe, y
que opina vuestro médico en el asunto. Bespon-
dedme· al instante porque pienso visitar- á mi rna-
dre uno de estos dias, sin detenerme alli mas que lo
preciso para hablar y volver aquí. Id pronto, pUtS
solo vos podéis ser mi defensor, y vuelvo á roga-
ros que me respondais sin detencion : entretanto
soy de corazón vuestra afectísima hermana y ami-
ga. = María Luisa."


Carta de la reina de España citada en la anterior.


»Si el gran duque DO toma á su cargo que el
emperador ecsi¡a prontamente órdenes de impedir
los progresos de las intrigas que hay contra el
rey mi esposo, contra el príncipe de la Paz su
amigo, contra mi y aun contra mi hija Luisa, nin-
guno de nosotros está seguro, Todos los malévolos
se reunen en Madrid al rededor de mi hijo : este
los cree corno á oráculos, y por sí mismo no es
muy inclinado á la magnanimidad ni á la cle-
mencia. Debe temerse de ellos toda mala resulta.
Yo tiemblo, y lo mismo mi marido, si mi hijo ve
al emperador antes que este haya dado sus órde-
nes, pues él y los que le acompañan contarán á
S. M. I. tantas mentiras que lo pOlJgan por lo me-
nos en estado de dudar de la verdad. Por este
motivo rogamos al gran duque consiga del em-
perador que proceda sobre el supuesto de que nos-




331
otros estamos absolutamente puestos en sus rna-
nos, esperando que n05 dé la tranquilidad para el
rey mi esposo, para mi y para el príncipe de la
Paz , de quien deseamos que nos lo deje á nuestro
lado para acabar nuestros días tranquilamente en
un pais conveniente á ruestra salud .. sin que nin-
guno de nosotros tres les hagamos la menor sombra.
Rogamos con la nJayor instancia al gran duque
que se sirva mandar darnos diariamente noticias
<le nuestro amig o cornuu el príncipe de' la Paz,
pues nosotros ignoramos todo absolutamente."


El siguiente artículo está escrito de letra de
Cárlos IY.


Jl Yo he hecho á la reina escribir todo ]0 que
precede, porque no puedo escribir mucho á causa
de mis dolores, =Cárlos."


Sigue escribiendo la reina.


JlEI rey mi marido ha escrito esta línea y me-
dia y la ha firmado para que os asegureis de ser él
quien escribe,"


Nota de la reina de Espatia para el gran duque
de Berg -' remitirla por medio de la reina de
Etruria sin fecha en 18u8.


)IEl rey mi esposo y yo no quisié ramos ser irn-




332
portunos ni enfadosos al gran duque que tiene
tantas ocupaciones, pero no tenemos otro arnigo
ni apoyo que él y el emperador, enqulen están
fundadas todas las espel'anzas del rey, las del prin-
cipe de la Paz amigo del gran duque é Íntimo
nuestro, las de mi hija Luisa y las mias. Mi hija.
me escribió ayer por la tarde lo que el gran du..
que le habia dicho, y nos ha penetrado el cora-
zon dejándonos llenos de reconocimiento y de
consuelo , esperando todo bien de las dos sagra-
das é incomparables personas del emperador y del
gran duque. Pero no queremos que ignoren lo que
nosot ros sabemos, á pesar de que nadie nos dice
nada, ni aun responden á lo que preguntamos, por
mas necesidad que tengamos de respuesta. Sin
embargo mirarnos esto con indiferencia y solo nos
interesa la buena suerte de nuestro único é ino-
cente amigo el príncipe de la Paz, que tambien lo
es del grtlD duque como él mismo esclamuba en
su prisionen medio de los horribles tratos que se
le lracian , pues perseveraba llamando siempre
amigo suyo al gran duque lo mismo que lo habia
hecho antes de la conspiracion , y solia decir
»si yo tuviera la fortuna de que el grao duque es..
tuviese cerca y llegase aquí, no tendría nada que
temer." El deseaba su arribo a la córte y se lison-
jeaba con la satisfaccion de que el gran duque
quisiese acepl nr su casa para alojamiento. Tenia
preparados algunos regalos para hacerle; yen un,
no pensaba sino en (lue llegara el momeuto, y des-




333
pues presentarse ante el emperador y el gran
duque con todo el afecto imajiuahle ; pero ahora
nosotros estamos siempre temiendo que se le quite
la vida, Ó se le aprisione mas si sus enemigos lle-
gan á entender que se trata de salvarle. l No seria
posible tomar por precaucion algunas medidas an-
tes de la resolución definitiva? El gran duque pu-
diera enviar tropas sin decir á qué, llegar á la pri-
sion del príncipe de la Paz y separar la guardia
que le custodia, sin darle tiempo de disparar una
pistola ni hacer nada contra el príncipe ; pues es
de temer que su guardia lo hiciese, porque lodos
6US deseos son de que muera , y tendrán á gloria el
matarle. Así la guardia seria mandada absoluta-
mente por las órdenes del gran duque: y sino, pue-
de estar seguro el gran duque de que el príncipe
de la Paz morirá si prosigue bajo el poder de los
traidores indignos y á las órdenes de mi hijo. Por
lo mismo volvemos á hacer al gran duque la mis-
ma súplica de que haga por sacarle del poder de
las manos sanguinarias, esto es de los guardias de
Corps , de rm hijo y de sus malos lados, porque
sino debernos estar siempre temblando por su vi.
da, aunque el gran duque y el emperador la quie-
ran salvar, mediante que no lo podrán conseguir.
De gracia volvemos á pedir al gran duque que to·
me todas las medidas convenientes para el objeto,
porque como se pierda tiempo, ya no está segura
la vida, pues es cosa cierta que seria mas fácil de
conservar, si el príncipe estuviese entre las manos




334
de leones y de tigres carnívoros.


Mi hijo estuvo ayer despues de comer con In-
fantado, con Escoiquiz , que es un clérigo ma-
ligna, y con San Cárlos ~ que es peor que todos
ellos; y esto nos hace temblar , pOI que duró la
conferencia secreta desde la una y media hasta las
tres y media. El [entil hombre que va con mi hi-
jo Carlos, es prmlO de San Cárlos; tiene talento
y bastante instruccion; pero es un americano ma-
ligno y muy enemigo nuestro, como su primo San
Carlos, sin embargo de que todo 10 que SOH Jo
han recibido del l'ey mí marido a instuucias del
pobre príncipe de la Paz, de quien ellos decian
ser parientes. Todos los que van Con mi hijo Cár-
los, están incluidos en la misma intriga, y son muy
propios para hacer todo el mal posible, y que
sea reputado por verdad 10 que es una grande
mentira.


Yo ruego al gran duque que perdone mis bor-
rones, y defectos que cometo cuando escribo fran-
cés, mediante hacer ya 42 años que hablo españo]
desde que vine á casar en España á la edad de trece
años y medio, motivo por el cual aunque hablo
francés no sé hablarlo bien. El gl'<ll1 Juque COllO·
cerá la razón que me asiste, y disimulará los de-
fectos del idioma en que yo iocurra.s-- Luisa."




335
Nota de la reina de Esp-aña pala el gran duque


de Berg, por medio de la reina Etruria su hija,
sinfecha en J803.


Ayer recibí un papel de un mahonés que que-
ria tener una audiencia secreta conmigo, después
que el rey mi marido estaba ya en cama, dicién-
dome que me daría grandes'luces sobre todo lo
que sucede actual mente.


El quería que yo le diese por mi misma seis ú
ocho millones, diciendo que yo los podría pedir á
la compañia de Filipinas, y que él haria Una Con-
tra-revolucion que librase al prínaipe de la Paz) y
fuese lambien contra los franc-eses.


El rey y yo lo hicimos prender sin permitirle
comunicacion , y permanecerá preso hasta que se
averigue la verdad de todo lo que hay en este asun-
to; pues creemos que sea un emisario de los ingle-
ses para perdernos, supuesto que el rey y (1 prín-
cipe de la Paz siempre han SIdo únicamente ami-
gos de los franceses, del emperador, y en particu-
lar del gran duque, sin haberlo sido jamás de los
ingleses, nuestros enemigosnaturales.


Creemos tambien por muy necesario, que el
gran duque haga asegurar al pobre príncipe de la
Paz, que siempre ha sido y es amigo del gran du-
que, de quien (asi como del em perador) espera-
ba su asilo en la forma que lo tenia escrito por
medio de Izquierdo al mismo grnn duque, y aun
al emperador mismo, bien que no sé si estas car-




336
tas habrán llegado á sus manos.


Convendría sacar de las manos de los guardias
de corps y de las tropas de mi hijo, al pobre prín-
cipe de la Paz su amigo, pues es de recelar que se
le quita la vida ó se le envenene, y se diga que ha
muerto de sus heridas; y por cuanto no tendrá
seguridad de vivir , mientras estén á su Jado algu-
np~ de estos malignos, será forzoso que el gran
duque, después de asegurar la persona ziel prínci-
pe de la Paz en su poder, tome medidas bien
fuertes para conservarle, pues las intrigas -cada
dia crecen contra ese pobre amigo del gran duque,
y aun contra el.rey mi marido, cuya vida tampo-
co está bastante segura.


Mi hijo hizo llamar al hijo de Biergol, que es
oficial de la secretaria de relaciones esteriores, Es,
tuvieron presentes á la sesión Infantado y todos
los ministros. Mi hijo le preguntó qué haLia de
nuevo en el sitio, y qué hacia el rey mi marido:
Biergol respondió lo que hahia de verdad, dicien-
do: » no hay nada de nuevo: el rey sale IllUY po-
ca: la reina no ha salido: se ocupan en prelxlfar
una habitacion para el caso de que el gran duque
y el emperador vayan allí." Mi hijo le dió órden
de volver aqui y de estar al servicio de su padre
hasta que este emprenda su viaje, porque es uno
que interviene en nuestras cuentas com.o tesorero.
A todos los que nos siguen aplican el titulo de de-
sertores, Yo recelo que traman alguna grande in-
triga contra nosotros, y que estamos en grande




337
riesgo, pórque Infantado y los otros son tan rna-
los y peores que los dernus, Me persuado que el
rey) y yo; y el poLre príncipe de la Paz estamos
muy espuestos, pOl'que no manifiestan sino mala
voluntad contra nosotros, y nuestra vida no está
segura sino lo remedian el gran duque y el empe·
rador, Es necesario q'le tomen algunas medidas
para contener las abonnnahles intenciones de estos
ma!igt1Os, y para que mi hijo se canse de dedi-
carse á pensar todo )0 que sea contra su padre y
contra el príncipe de la Paz. Nosotros liemos te-
nido esta noticia despues que salió de aqui el ede-
can. El clérigo Escoiquiz es tambien de los mas
malos. = Luisa."


Caria del rey Cárlos J¡/ ai gran duque de Berg,
con otra de la reina sil esposa en .dranjuez á
1.o de abril de 1808.


) Mi señor y tnl1y querido herrnano : V. A.
'tet'á pOi' el escrito adjunto que nosotros nos inte-
resamos en la vida del príncipe de la Paz mas que
en la nuestra.


Todo lo que se dice en la gaceta estraordina-
ria sobre el proceso del Escorial, ha sido COn,-
puesto ~ gusto dé los que lo eublican, siu decir
nada de la deelaracion qile mi hi jo hizo espontá-
neamente, la cual habrán mudado sin duda : ella
está escrita poi' Un jentil hombre, y firmada su-


-lamente pot mi hijo. Si V. A. no hace esfuerzos
ToM. l. 22




338
para que el proceso se suspenda hasta la venida del
emperador, temo mucho que quiten antes la vi-
da al príncipe de la Paz. Nosotros contamos con
el afecto de V. A. para nosotros tres, fundados
en la alianza y amistad con el emperador. Espero
que V. A. me dará una respuesta consolatoria que
me tranquilice, y comunicará al emperador esta
carta mia, con espresion de que yo descanso en
su amistad y jenerosidad. Escusadme lo mal es-
crita que va esta carta, pues los dolores que pa-
.dezco son la causa. En este supuesto , mi señor y
muy querido hermano, de V. A. 1. Y R. soy su
muy afecto. ==. Carlos."


Carta de la reina.


» Señor mi hermano: yo junto mis sentimien-
tos á los del rey mi marido, rogando á V. A. la
bondad de hacer lo que le pedimos ahora; y espe-
ramos que su amistad y humanidad tomará á su
cargo la buena causa de su intimo y desgracia-
do amigo, el pobre príncipe de la Paz, así como
nuestra propia causa, que está unida á la suya., pa-
ra que as i cese y se suspenda todo hasta que la [e-
nerosidad y grandeza de alma sin igual del empe-
rador nos salve á todos tres, y haga que acabe-
mos nuestros dias tranquilamente yen reposo ..No
espero menos del emperador y de V. A. que nos
concederá esta gracia, pues es la única que desea-
mos. En este supuesto) ruego ~ Dios que tenga á




339
V. A. en su santa y digna guarda. = Seiíor mi
hermano: de V. A. I. Y R. muy afecta hermana
y amiga. = Luisa."


Nota de la reina de Esparta para el gran duque
de Berg, remitida por medio de la reina de
E truria en 1.0 de abril de 1808.


»Habiendo visto la gaceta estraordinaria que
habla solamente de haberse encontrado la causa
del Escorial entre los papeles del pobre príncipe
de la Paz, veo que está llena de mentiras. El rey
era quien guardaba la causa en la papelera de su
mesa, y la confió al pobre príncipe de la Paz pa-
ra que la diera al gran duque con el fin de <Jue
la presentase al emperador de parle del rey mi
marido. Como esta causa se halla escrita por el
ministro de la guerra y de [usticia, y firmada por
mi hijo, este y aquel mudarán lo que quieran co-
mo si fuese orijinal y verdadero; y lo mismo su-
cederá en lo que quieran mudar relativo á los de-
mas comprendidos en la causa, pues todos están
abara al rededor de mi hijo, y harán lo que es-
te mande .J y lo que quieran ellos mismos.


Si el gran duque no tiene la bondad y hu-
manidad de hacer que el emperador mande pronta-
mente hacer suspender el curso de la causa del
pobre príncipe de la Paz, amigo del mismo gran
deque , y del emperador y de los franceses, y del
rey y mio, van sus enemigos á. hacerle cortar la




340
cabeza en público , y Jcspues :\ mi ,pues Jó de-
sean tambien, Yo temo mucho que no Jen tiem-
po para que pueda llegar la respuesta y resolucion
del emperador; pues precipitaráu la ejecucion
p"ra ~ue cuando llegue aquella no pueda surtir
efecto favorable, por estar ya decapitado el prín-
cipe. El rey mi marido y JO, no podernos ver
con indiferencia un atentado tan horrible contra
quien ha sido íntimamente amigo nuestro y del
gran duque. Esta amistad, y la que ha tenido en
favor del emperador y de los franceses, es la cau-
sa de todo lo que sufre; sobre lo cual no se de-
he dudar,


Las declaraciones que mi hijo hizo en su causa
no Se manifiestan ahora, y Caso de que se publi-
quen algunas, no serán las que de vúas hizo en-
tonces. Acusan al pobre príncipe de la Paz de ha-
her atentado contra lá vida y trono de mi bi jo;
pero esto es falso, y solo es verdad todo lo con-
trario. No tratan sino de acriminar á este inocen-
te príncipe de la Paz, nuestro único amigo cornun,
para inflamar mas al público y hacerle creer con-
tra él toda.'! las infamias posibles. .


Después harán ]0 mismo contra mi, pues tie-
Den la voluntad preparada para ello. Asi conven-
drá que el gran duque haga decir á mi hijo que se
suspenda toda causa y asunto de papeles hasta que
el emperador venga, ó dé disposiciones i) tomar
el gran duque bajo sus órdenes la persona del' po·
bre principe de la Paz, su amigo, separando los




341
guardias y poniendo tropas suyas para impedir
(pIe lo maten, pues esto es lo que quieren, ade-
mas de infamarle , lo que tambien proyectan con-
tra el rey mi marido y contra mi, diciendo que
es necesario formarnos causa, y hacer que despues
demos cuenta de todas nuestras operaciones.


Mi hijo tiene muy mal corazon: su carácter es
cruel: [amás ha teni.lo amor á su padre ni á mi:
sus consejeros son sanguinarios, no se complacen
sino en hacer desdichados, sin esceptuar al padre
ni á la madre. Quieren hacernos todo el mal po.
sible , pero el rey y yo tenemos mayor interés
en salvar la vida y el honor de nuestro inocente
amigo, que nuestra misma vida.


Mi hijo es enemigo de los franceses, aunque
Jiga lo contrario. No estraüaré que cometa un
atentado contra ellos, El pueblo está ganado con
dinero, y lo inflamará contra el príncipe de la
Paz, contra el rey mi marido y contra mi, por-
que somos aliados de los franceses, y dicen que
nosotros les hemos hecho venir.


A la cabeza de todos los enemigos de los fran-
ceses está mi hilo, aunque aparente ahora lo COn-
trario, y quiera ganar al emperador, al gran duo
que y á los franceses para dar mejor y seguro su
golpe.


Ayer tarde dijimos nosotros al [eneral coman-
dante de las tropas del gran duque, que nosotros
siempre permanecemos aliados de los franceses, y
que.nuestras tl'opas estarán siempre unidas con las




34'l
suyas, Esto se entiende de las nuestras que tenernos
aquí, pues de las otras no podernos disponer; y
aun en cuanto á estas, ignoramos las órdenes que
mi hijo habrá dado; pero nosotros nos pondría-
mos á su cabeza para hacerlas obedecer lo que
queremos, que es que sean amigas de los france-
ses. = Luisa."


Nota de la reina de Espafia para el gran duque
de Berg, por medio de la reina de Etruria su.
hija ~ en abril de )808.


»Nosotros remitimos al gran duque la respues-
ta de mi hijo á la carla que el rey mi marido le
escribió antes de ayer, cuya copia fue remitida
ayer al gran duque. No estamos contentos con el
modo de esplicarse mi hijo, ni aun con la sustan-
cia de lo que se responde; pero el gran duque por
su amistad con nosotros, tendrá la bondad de com-
ponerlo todo y de hacer que el emperador nos
salve á todos tres; es decir, al rey mi marido, al
pobre príncipe de la Paz, su amigo ~ y á mi. El
gran duque debe estar persuadido, y persuadir
al emperador, que habiendo puesto nuestra suer-
te en sus manos, solo pendemos de la [enerosidsd,
grandeza de alma y amistad que tenga para noso-
tros tres, que siempre hemos sido sus buenos y
fieles aliados, amigos y afectos, y que sino, nues-
tra suerte será muy infeliz.


Se nos ha dicho que nuestro hijo Cárlos va á




343
partir mañana , ó antes para recibir al emperador,
y que sino lo encuentra , avanzará hasta París. A
nosotros se nos oculta esta resolucion, porque no
quieren que la sepamos el rey ni yo, lo cual nos
hace recelar un mal designio ; pIeS mi hi]o Fer-
nando no se separa un momento de sus hermanos,
y los hace malos con promesas y con los at racti-
vos, que agradan á los jóvenes que uo Conocen al
mundo por es periencias etc.


Por esto conviene que el gran duque procure
que el emperador no se deje engailar por medio
de mentiras, que lleven las apariencias de la ver-
dad, respecto de que mi hijo no es afecto á los
franceses, sino que ahora manifiesta serlo porque
cree tener necesidad de aparentarlo. Yo recelo de
todo, si el gran duque, en quien habernos puesto
nuestras esperanzas, no hace todos sus esfuerzos
para que el emperador tome nuestra causa como
suya propia. Tampoco dudamos que la amistad del
gran duque sostendrá y sal vará á su amigo, y nos
lo dejará á nuestro lado para que todos tres juntos
acabemos nuestros dias tranquilamente retirados.
Asimismo creernos que el gran duque tomará to-
dos los medios para que el pobre príncipe de la
Paz, amigo suyo y nuestro, sea trasladado ;Í un
pueblo cercano á Francia, de manera que su vida
no peligre y sea facil de trasportarlo á Francia y
librarlo de las manos de sus sanguinarios enemigos.


Desea mosigualrnente que el gran Juque envíe
al emperador alguna persona (lue le informe de




3H
todo á fondo, para evitar que S. M. 1. pueda ser
preocupado por las mentiras que Se f['aguan aquí
de día y de noche, contra nosotros y contra el
pobre príncipe de la Paz , cuya suerte preferimos
á la misma nuestra, porque estarnos temblando de
las dos pistolas que hay cargadas para quitarle la
vida en Caso necesario, y sin duda son efecto de
alguna orden de mi hi jo, que hace conocer asi
cuál sea su corazon ; y deseo que no se verifique
jamás un atentado semejante cou ninguno, aun
cuando fuese el mayor malvado, y "Oi deheis
creer que el príncipe no lo es.


En fin , el gran duque y el emperador son los
únicos que pueden salvar al príncipe de la Paz,
asi como á nosotros, pue., si no resulta salvo , y
si no se nos concede su compaüia , moriremos el
rey mi marido y yo. Ambos creemos que si mi
hijo perdona la vida al príncipe de la Paz, será
cerrándolo en una peision cruel, doude tenga
una muerte civil; por lo cual rogamos al gran du-
que y al emperador que lo salve enteramente , de
manera que acabe sus dias en nuestra compañia,
donde se disponga.


Conviene sahcr que se conoce que mi hijo te-
me mucho al pueblo; y los guanlias de eorps son
siempre sus consejeros y sus tiranos. = Luisa."


Aunque esta correspondencia contiene muchas
Partas mas, hemos irnsertado las mas interesantes,




· ;.-
\ '


Carta de Fernando PIl al infante don Antonio.


MI QUERIDO ANTONIO.


He recibido tu carta del 24, Y he leido la co-
pia de la de Murat y tu respuesta , que me ha sa-
tisfecho. Nunca dudé de tu prudencia y de tu
adhesion á mi per~Qlla , y no sé corno recompen-
sarte, Ignoro corno acabará todo esto; deseo que
Sea pronto y á satisfacciou de todos. Te preven-
go que Napoleón tiene una carta de Maria Luisa
que dice, que la abdicaciou de mi padre fue for-
zada. Haz como quien lo ignora, pero obra en




346
su consecuencia, y guárdate no sea que los mal.
ditos franceses te jueguen alguna de sus felonías.


Soy tu apasionado hermano. = Fernando.::::lI
Bayona 28 de a bril de 1808.


Carta de Fernando JI'11 á su padre Cárlos 1V.


»Venerado padre y señor: V. M. ha convenido
en que yo 'no tuve la menor inlluencia en los mo-
vimienl.os de Aran juez, diri [idos como es notorio,
y á V. M. consta, no á disgustarle del gobierno y
del trono, sino á que se mantuviese en él , Yno
abandonase la multitud de los que en su ecsisten-
cia dependian absolutamente del trono mismo.
V. M. me dijo igualmente que su abdicacion habia
sido espontánea, y que aun cuando alguno me ase-
gurase lo contrario, no lo creyese, pues jamás ha.
bia (¡rmado cosa alguna con mas gusto. Ahora me
dice V. M. que aunque es cierto que hizo la abdi-
cacion con toda libertad, todavía se reservó en su
ánimo volver á tomar las riendas del gobierno
cuando )0 creyese conveniente. He preguntado en
consecuencia á V. M. si quiere volver á reinar; y
V. M. me ha respondido, que ni queria reinar, ni
menos volver á España. No obstante me manda
V. M. que renuncie en su favor la corona que me
han dado las leyes fundamentales del reino, me-
diante su espontánea abdicación. A un hijo que
siempre se ha distinguido por el amor, respeto y
obediencia á sus padres, oingunaprueba que pue·




347
da calificar estas cualidades; es violenta ~ su piedad
filial, principalmente cuando el cumplimiento de
mis deberes con V. M. como hijo suyo, no están
en contradiccion CO:1 las relaciones que como rey
me. ligan con mis amados vasallos. Para que ni
estos, que tienen el primer derecho á mis atencio-
nes, queden ofendidos, ni V. M. descontento de
mi obediencia, estoy pronto, atendidas las circuns-
tancias en que me hallo, á hacer la renuncia de
011 corona en favor de V. M. bajo las siguientes
limitaciones.


J.8 Que V. M. vuelva á Madrid, hasta donde
le acornpnüaré , y serviré yo cerno su hijo mas
respetuoso. 2. a Que en Madrid se reunirán las
córtes; y pues que V. M. resiste una congrega-
cion tan numerosa, se convocarán al efecto todos
los tribunales y diputados de los reinos. 3. 8 Que
á la vista de esta asamblea se formalizará mi re-
nuncia, esponiendo los motivos que me condu-
cen á ella: estos son el amor que tengo á mis va-
sallas, y el deseo de corresponder al que me pro.
fesan , procurándoles la tranquilidad, y redimién-
doles de los horrores de una guerra civil por
medio de una renuncia dirijida á que V. M. vuel-
va á empuñar el cetro, y á rejir unos vasallos
dignos de su amor y proteccion. 4.a Que V. M.
no lIevar4 consigo personas que justamente se han
concitado el odio de la nacion. 5. a Que si V. M.
como me ha dicho, ni quiere reinar ni volver' á
España, en tal caso yo gobernaré en su real nom-




348
bre como lugar teniente suyo. Ningun otro.pue-
de ser preferido á mi: tengo el llamamiento de las
leyes, el voto de los pueblos, el amor de mis
vasallos, y nadie puede interesarse en su prospe-
ridad con tanto zelo ni con tanta obligacion como
yo. Contraida mi renuncia á estas limitaciones,
comparecerá. á los ojos de los españoles como una
prueba de que prefiero el interés de su conserva-
c\.ou i la g\Qria de manuar\os, y \3 Europa me
juzgará digno de mandar á unos pueblos, á cuya
tranquilidad he sabido sacrificar cuanto hay de
mas lisonjero J' seductor entre los hombres. Dios
guarde la importante vida de V. M. muchos y
felices años que le pide postrado á L. R. P. de
V. M. su mas amante y rendido hijo. = :Flrnan-
do. = Pedro Cevallos. = Bayona J.o de mayo de
13(1.8." =( Véase la esposicion Ó manifiesto de
D. Pedro Cevallos , núm. 7).




Cel'allos ha publicado en elapéndice de sus Me.
morias , la copia de una carta que asegura ha-
ber escrito Fernando con este motivo. Napo-
leon .Y Cárlos no la aprobaron; y sustituJoó.
se aquella de que hemos hablado en el testo:
copiaremos á la letra la mencionada por Ce-
vallas.


Carta de Fernando PiI á su padre Cárlos 1l/.


»Venerado padre y señor: el 1.0 del corriente
puse en las reales manos de V. M. la renuncia de
mi corona en su favor. He creido de mi obliga-
cion modificarla con las limitaciones convenientes
al decoro de V. M., á la tranquilidad de mis rei-




350
nos, y á la conservacion de mi honor y reputa-
cion. No sin grande sorpresa he visto la indigna-
cion que han producido en el real ánimo Je V.M.
unas modificaciones dictadas por la prudencia J y
reclamadas por el amor de que soy deudor á mis
vasallos.


Sin Olas motivo que este ha creido V. M. que
podria ultrajarme á la presencia de mi venerada
madre y del emperador con los tirulos mas humi-
llantes; y no contento con esto J ecsije de mi que
formalice la renuncia sin limites ni condiciones,
so pena de que yo y cuantos componen rr:i comi-
tiva seremos tratados como reos de conspiración,
En tal estado de cosas hago la renuncia que V M.
me ordena 1 para que vuelva el gobierno de la Es-
paña al estado en que se hallaba en 19 de mar-
zo, en que V. l\i. hizo la abdicacion espontánea de
su corona en mi favor.


Dios guarde la importante vida de V. M. los
muchos años que le desea J postrado á L. R. P.
de V. M., su mas amante y rendido bijo.=Fer-
nando. = Pedro CevaUos. = Bayona ti de mayo
de 1808.




He recibido con sumo gusto la carta de V. M. l.
Y R. del J5 del corriente, y le doy gracias por
las esprcsiones afectuosas con que .me honra, y
con las cuales yo he contado siempre. Las repito
á V. M. 1. por su bondad en favor de la solicitud
del duque de San Carlos y de D. Pedro Macanaz,
que tuve el honor de recomendar. Doy muy sínce-
ramente en mi nombre y de mi hermano y tio á
V. M. l. la enhorabuena de la satisfaccion de ver
instalado á su querido bermano en el trono de
España. Habiendo sido objeto de todos nuestros
deseos la felicidad de la [enerosa nacion que habita
su vasto territorio, no podemos ver á la cabeza de
ella un monarca mas digno, ni mas propio por




352
sus virtudes para asegurársela J ni dejar de parti-
cipar al mismo tiempo del grande consuelo que nos
dá esta circunstancia. Desearnos pi honor de profe-
sar amistad con S. M. J J este afrclo nos ha 'dicta-
do la carta adjunta que me atrevo á inclurr , ro-
gando á V. M. 1. que después de leida se c.ligne pre-
sentarla á S. M. e. Una mediación tao respetable
nos 'asegura que será recibida con la cordialidad
que deseamos. Señor : perdonad una libertad que
nos tornanos , por la confianza sin límites que
V. M. 1 nos ha inspirado. Y con la seguridad de
todo nuestro afecto y respeto, permitid que yo
le renueve los mas sinceros é invariables senti-
mientos, con los cuales tengo el honor de ser,
Seüor , de V. M 1. Y R. su muy humilde y muy
obediente servidor. = Fernando. = Valencey 22
de junio de 1808.


)SEÑOR.


El placer que he tenido viendo en los papeles
públicos las victorias con que la Providencia coro-
na de nuevo la augusta frente de V. M. 1. YR.,
nos estimulan áfelicitarle con el respeto, el amor,
la sinceridad y el reconocimiento en que vivimos
hajo la proteccion de V. M. I. Y R."


»Mi hermano y mi tia me encargan que ofres..
ca á V. M. su respetuoso homenaje, y se unen al
que tiene el honor de ser con la mas alta y respe-
tuosa coneideracion , señor, de V. M. 1. Y R. el




353
mas humil de y mas shediente servidor. = Fernan..
do. = Val'llc~ 6 de ngosto da 1809."


Mi respetuoso reconocimiento á las bondades
de V. M. I. )' R. es bien sincero para que pueda
yo diferir un solo momento la respuesta á lá carta
de 16 de este mes con que me honra."


»Doy gracias á V. M. I. Y R. por el interes y
amor paternal que su augusta persona toma en mi
favor, y COn el cual cuento siempre."


llMi afecto á V. M. 1. Y R., Y mi conducta
no desmentirán jamás los sentimientos y la cie-
ga obediencia á las órdenes y á los deseos de
V. M. 1. Y R."


»Señor, yo deposito en el seno de V. M. 1. Y R.
los votos ardientes por la prosperidad de su reina.
do y los sentimientos de mi adhesion mas respe-
tuosa y mas absoluta á su augusta persona. Señor,
(le V. M. I. Y R. el mas humilde y obediente ser-
vidor. == Fernando. == Valcncey 21 da diciembre
de 1809."


TOM. l. 23




Cartq (le Fernando á Napoleon,


Con la mas viva alegría, he sabido la importante
noticia del matrimonio de V. M. I. Y R. con la
archiduquesa María Luisa. Mi profundo y sincero
afecto a vuestra persoDa, me hace celebrar COD
mas fuerza que puedo espresarlo , UD aconteci-
miento tan feliz que asegura á la vez la ventura de
V. M. I. Y R. Y la de sus pueblos, y que prepara
en fia la prosperidad de la Europa entera,




351
Permitid pues, señor, que una mi voz á las


aclamaciones de amor y de [úbilo que resuenan en
vuestro trono, y que. os manifieste en nombre de
mi hermano .y de mi tio , como igualmente en el
mio, los sentimientos de que nos hallamos since..
ramente penetrados, y los ardientes votos que
formamos por vuestra conservación y la de vues-
tra augusta esposa.


¿Me atreveré á recordar á V. M. 1. Y R., en OCa-
sion tan solemne, que mi deseo mas ardiente, el
que me ocupa sin cesar, es el permiso de pasar á Pa-
rís pal'a ser testigo del matrimonio de V.M.I.y R ?
Tanta bondad escita ría mi eterno reconocimiento,
y serviría para probar á toda Europa el amor sin-
Cero que profeso á vuestra augusta persona, Y. que
permanezco y permaneceré siempre fielmente
adicto á V. 1\1. 1. Y R.


Os dirijo, señor, esta súplica, con la mas
perfecta confianza, y espero conseguir como una
prueba especial de bondad el permiso de trasladar-
me á Paris pal'a asistir á la augusta ceremonia del
matrimonio de mi padre, mi protector y mi sobe-
rano.


Si logro este permiso tan vivamente deseado,
podré llevar á mi retiro el recuerdo venturoso y
consolador para mi alma, de haber en ocasion
tan próspera y tan importante, gozado de las pre-
rogativas de príncipe francés; y este favor dobla-
rá el precio que doy á tan glOl'io8o título.


Estad persuadido I señor , que durante mi vida




3)'0
entera apreciaré esta gracia como una pruf\ha evi-
dente de vuestra ternura y de vuestra solicitud
paternal por mi persona. Aprovechará tarn bien
pal'a dar á conocer la franqueza y la sinceridad
de mi conducta, para conf rrna r la buena opinion
de que deseo gozar con V. M. 1. Y R. Y para con-
fundir á sus enemigos.


He encargado .a] conde de Alberg', poner en
vuestras manos esta carta, y renovar de viva voz
los sentimientos qué espresa , aprobando de ante-
mano cuanto tenga la dicha de deciros sobre este
punto. Creo de mi deber aprovechar esta ocasión
para asegurar .í. V. 1\1. 1. Y R. que sentimos viva-
mente la ausencia del conde de Alberg, porque su
conducta para con nosotros nos ha inspirado un
afecto J' una estimacion al conde justamente me-
recidos.


Señor, deposito en el seno de V. M. 1. Y R.
los votos mas ardientes por la prosperidad de su
reino y los sentimientos de la adhesion mas respe-
tuosa y absoluta á vuestra persona. Soy etc. = fir-
mado: Fernando. = Valencey 21 marzo de 18to.


Carta de Fernando 1711 á Napoleon,


SEÑOR:


Las cartas publicadas últimamente en el Moni-
tor, hall dado á conocer al mundo entero los
sentimientos de perfecto amor) de que estoy pe-




357
netrado en favor de V. M. l. Y R.: y al propio
tiempo mi vivo deseo de ser vuestro hijo adoptivo.
La publicidad que V. M, 1. YR. se ha dignado dar
á mi carta, me hace confiar que no desaprueba
mis sentimientos ni el deseo que be formado, y
esta esperanza me colma de gozo.


Peernitid pues, señor , que deposite en vuestro
seno los pensamientos de un corazon que, no va-
cilo en decirlo, es digno de perteneceros por los
lazos de la adopción. Que V. M. I. Y R. se digne
unir mi destino al de una princesa francesa de su
eleccion , y cumplirá el mas ardiente de mis votos.
Con esta union, arnés de mi ventura personal, gran-
jearé la dulce certidumbre de que toda la Europa
se convencerá de mi inalterable respeto á la vo ..
luntad de V. M. I. Y H. Y de que V. l\1. se dig-
na pagar con algun retorno tan sinceros senti-
mientos ,


Me atreveré á añadir que esta union y la publi-
cidad de mi dicha, que daré á conocer á la Europa,
si V. M. lo permite, podrá ejercer una influencia
saludable sobre el destino de las Espaüas , y quita.
rá á un pueblo ciego y furioso el pretesto para
continuar cubriendo de sangre su pat ria en nom-
hre de un príncipe, el primojénito de su antigua
dinastía, que se ha convertido, por un tratado so-
lemne, pOl' su propia eleccion y por la mas glo-
riosa de todas las adopciones, en principe francés
é hijo de V. M. 1. Y R.


Me atrevo á esperar ~ señor , que tan ardientes




35B
votos, y un afecto tan absoluto, tocarán el corazón
magnánimo de V. M. 1. Y que se dignará hacerme
partícipe de la suerte de cuantos V. 1\1. ha hecho
felices.


Señor, deposito etc.;=;: Firmado. ==- Fernando.
~Valeucey 3 de mayo de J810.




Carta de Fernando d. Napoleon,


SEÑOll :


~1 cande de Laforest me ha entregado la carta
que V. M. I. me ha hecho la honra de escribirme
fecha 12 del corriente; é igualmente estoy muy.
reconocido á la honra que V. M. I. me hace de
querer tratar conmigo para obtener el 6n que de.
sea de poner un término á los negocios de España."


V. M. I. dice en su carta que la Inglaterra
fomenta en ellala anarqula J el jacobinismo,.r pra·




360
cura aniquilar la monarquía española. No puedo
menos de sentir en sumo grado la destruecioiiile
una nacion tan vecina á mis estados), con la que
tengo tantos intereses marítimos comunes. Deseo
pues quitar (prosigue V. 1.\'1.) á la influencia in.
glesa cualquiera pretesto , y restablecer los
oinculos de amistady de buenos vecinos que tan-
to tiempo han ecsistido entre las dos naciones. A
estas proposiciones, seüor , respondo lo mismo
que á las que me ha hecho de palabra de parte de
V. M. 1. Y H. el señor conde de Laforest , que JO
estoy siempre bajo la proteccion de V. M. 1., Y
que siempre le profeso el mismo amor, y respeto
de lo que tiene tantas pruebas V. M. 1.; pero no
puedo hacer ni tratar nada sin el consentimiento
de la nacion española, y por consiguiente de la
juntlJ. V. M. I. me ha traído á Valcncey , .v si
quiere colocarme de nuevo en el trono de España,
puede V. M. hacerlo, pues tiene medios pflra tra-
tal' con la junta, que yo no tengo;. Qsi V. M. I.
quiere absolutamente tratar conmigo, no tenien-
do yo aquí en Francia ninguno de mi confianza,
necesito que vengan aquí con anuencia de V. M.,
para ver los medios de hacerla verdaderamente fe-
liz, y para que sea válido en España todo lo que
yo trate con V. M. 1. Y H."


»Si la política de V. M. y lag circunstancias
actuales de su imperio no le permiten conformersa
Con estas condicioncs , entonces quedaré quieto y
muy gustoso en Valeucey, donde he pasado ya




. .


361
cinco años y medio, y donde permaneceré toda
mi vida si Dios Jo dispone así."


»Siento mucho, señor, hablar de este modo á
V. M. pero mi conciencia me obliga á ello. Tanto
interés tengo por los ingleses como por los france-
ses; pero sin embargo debo preferir á todo los in-
tereses y felicidad de mi nacion , Espero que
V. M. I. Y R. no verá en esto mismo, mas que
una nueva prueba de mi injénua sinceridad y del
amor y Ca riño que tengo á V. M. Si prometiese yo
algo á V. M. y que después estuviese obligado á
hacer todo lo contrario, ¿que pensaría V. M. de
mi? Diría qne era un inconstante, y se burlarla de
mi, y adernas me deshonraria para con toda la
Europa .',


»Estoy muy satisfecho , señor, del conde de
Laforest , que ha manifestado mucho celo y ahinco
por los intereses de V. M., Y que ha tenido mu-
chas consideraciones para conmigo."


)1Mi hermano y mi tia me encargan los ponga
á la disposición de V. M. I. YR."


»Pido .. señor, á Dios conserve á V. M.mu-
chos años. = Valencey 2J de noviembre de J813.
= Fernando. j"''''''_
,~~.i,-;::,4'~,


'/ ','~-\'"l'
-} "
, ! i'




APmlT:CIC~ :tT'Ol"~PwO 13. Par, 153.


Circular de 30 demaJ'ó de 1814.
, .


Enterado el rey d~ 'que muchos de l'osque,abier-
lamente se declararon parciales y fautores del go.
hiernointruso, tratan de volver á España i que al-
gunos de ellos-están. en Madrid iY, que de estos hay
quien usa en público de aquellos distintivos, que
únicamente es dado usar á personas leales y de mé-
rito; se ha servido resol ver, para evitar la justa
pesadumbre que en esto reciben los buenos, y las
funestas consecuencias que se podrían seguir, de
permitir que indistintamente regresen á sus domi-
nios los que se hallan en Francia ,y salieron en pos




363
de las banderas del intruso, que se titulaba rey,
los artículos siguientes:


I. QUi los capitanes [enerales , comandantes,
gobernadores y justicias de los pueblos de la fron-
tera, no permitan entren en España con ningun
pretesto: 1.0 El liue haya servido al gobierno in-
truso de consejero Ó ministro. 2. 0 El que estando
antes em pleado por S. M. de cmba [ador ó minis-
tro, de secretario de embajada ó ministerio, ó
de cónsul , haya ad mitido después poder, norn-
brarniento ó confirmacion de aquel gobierno, ó
continuado en cualquiera de estos encargos en su
nombre. 3. 0 El jeneral y oficial desde espitan in-
clusive arriba, que se haya incorporado en las
banderas del espresado-gobierno , ó en alguno de
los cuerpos de tropas destinadas á obrar contra la
nscion , óseguido aquel partido. 4. 0 El que haya
estado empleado por el intruso en alguno de los
ramos de policía, en prefectura, subprefectura o
junta criminal. 5. 0 Las personas de título, y cual-
quier prelado ó persona condecorada con alguna
dignidad eclesiástica, que le haya conferido el
espresado gobierno; ó estándolo ya por ellejítimo,
haya seguido el partido del intruso , y espatriédose
en seguimiento de él. Y si alguna Ó algunas de
tales personas hubieren entrado ya en el remo, las
h<lgan salir de él; pero sin causarles otravejacion
que la necesaria para que esta providencia quede
ejecutada.


Il. Que á los dernas que no fueren de estas 'clases




364
se les permita entrar en el reino; pero no el venir
á la córte , ni establecerse en pueblo que estuviere
á menos de veinte leguas de distancia de ella. Y
allí, y en cualquier pueblo á donde mudaren su
residencia, se presentarán al comandante, gober-
nador, alcalde ó justicia, quien dará aviso al go-
bernador político de la provincia, y este al minis-
terio de Gracia y Justicia , porque haya noticia
de su persona: quedando tales sujetos bajo de la
inspección de los espresados jefes, Ó en su defecto
de la justicia del pueblo, que celarán su conducta
política, y serán de ello responsables.


IlI. A ninguno de estos se les propondrá para
empleos ni comision de gobierno de pública ad-
ministracion ni de [usticia ; ni los oficiales de in-
feriar grado al de capitan , ni los cadetes continua-
rán en sus empleos y uso de uniforme, ni de otro
modo en la milicia. Pero no dando estos y los
demas, á quienes se permite entrar en el reino
con las condiciones dichas, lugar con su conducta á
que contra ellos se proceda, no se les molestará en
el uso de su libertad, y gozarán de seguridad per·
sonal y real como los demás,


VI. A los de las espresadas clases que se bailen
en la córte , y no se hubieren espatriado , se les
hará entender por los alcaldes de casa y córte y
demás jueces de ella) que inmediatamente salgan
de Madrid á residir en pueblo 'que esté á la espre-
sada distancia; á saber , constando que están com-
prendidos en dichas clases,




365
V. Los que antes hubieran obtenido del re;


cruz ú otro distintivo político, no podrán usarle,
y mucho menos se permitirá que le usen los que
hayan recibido del gobierno intruso semejante dis-
tincion , y traten de volver á usar del que les Con- .
decoraba antes. Son estos distintivos premies de
lealtad y patriotismo, y los tales no correspondie-
ron á sus obligaciones.


VI. Las mujeres casadas que se espatriaron con
sus maridos seguirán la suerte de estos: á las de-
mas y á las personas menores de veinte años j que
siguiendo al espresado gobierno se hubieren espa-
triado, usando el rey de benignidad, les permite
que vuelvan á sus casas y al seno de sus familias;
pero sujetas á la inspeccion del gobierno político
del pueblo donde se establezcan.


VII. A los sarjentos , cabos y soldados y jente
de mar que se hayan alistado en las banderas del
intruso, ó tomado partido en alguno de los cuer-
pos destinados á hacer la guerra contra la nación,
considerando S. M. que tales personas mas por
seduccion que por perversidad de ánimo, y acaso
algunos por la fuerza incurrieron en aquel delito:
usando hoy en su glorioso dia, y en memoria de su
feliz restitución al trono de sus mayores, de su na-
turalpiedad, ha venido en hacerles gracia de la
pena que merecieron por él, Y en concedérles su
ind.ulto : si dentro <le un mes los que estuvieren en
España, y de cuatro los que se hallen fuera, y no
siendo reos de otro delito de los esceptuados en




366
indultos [enerales , se presentaren para gozar de
esta gracia á su real persona ,. /) ante algun.capi-
tan [eneral ó comandante de provincia, goherna-
dor ó justicia del reino. Para lo cual se les dará el
conveniente documento, que acredite su presen-
tacion en aquel término; pasado el cual se proce-
derá contra los tales con arreglo á ordenanza, s~
fueren aprendidos en territorio español.


Lo comunico á V. de real órden para su inteli-
[encía y cumplimiento. Dios guarde á V. muchos
años. Madrid 30 de mayo de 1814.


, _•••-~t -, ~ ."


.-'i' .






---.- _ _--


Agradecido el editor á la aceptaoion que han
tenido las primeras entregas, aunque no ° 10 ofre-
ció en el prospecto, acompaña á este cuaderno
un retrato de Fernando VII, que podrá colocarse
al frente de este tomo. .




MEMORIAS IIISTORICAS


FERNANDO VII,


))0]1 iUJCnAI~L .J. QL"IN:
Sigucnse el


Ecsúmcncriticode la rf'l'07I1CirH/ dI' Españ« de 1R20 á 1823.
YEspaiia en et siy7u die~ y nueve>


TRADUCIDOS AL CASTEfLABO




ES/II 011f1l I'S !JI'()!n'l'd(/(l del Editor , quien dem(/11(la¡,tÍ an-
ti' ltl lry /os (jl'm/l/u),(,S I{III' '110 lloren l« cantraecña que
tÍ ,~II / i,'IIiJI1l1ll(IJIII'slofÚ .


.~~~._~,-~-----~----


---.,---------------


lALI:SCIA: IlIPRI~¡\TA UE GBlENO. 1840.




ECS1lIEN CRITICO
DE LA


de


1320 á 1323.






Entre las historias de la revolucion de Es-
palia de 1820 á 1823 que se han dado d luz
en las naciones estranjeras , me ha parecido
la presente preferible por muchas razones, La
publicada por el vizconde de Martignac hubie-
ra tenido la preferencia , á no dominarla el es.
píritu de partido hasta el punto de afear indis-
tiutamente todos los actos de los liberales y C01¡
justicia ó sin ella J y de pasar en silencio los
escesos de sus contrarios , algo mas vitupera-
bles, Quizás si la muerte no hubiera arrebatado
á Martignac ,y prioádonos de los tomos suce-
sivos de su esct itay hubiese aquel inculpado á la
reaccion sanguinaria .. qu.e si¡;uió á la caida de




vr


la Constaucion (le 1812, como l@ haceel autor
de la obra que 'publico,


Pero aun asl debo repetir lo que dije en una
nota del tomo primero de estas Memorias ~ á
saber , que no estoj: conforme en todas las
opiniones que aquí manifiesta el escritor, por
acertadas que sean, Jr equivocadas las mias: y
que tiuicamente para no hacer alteraciones im-
portantes en el testo, no he nuulado la narra-
cioti en alganos casos. Traducir no es com-
poner. Aunque parezca inútil esta advertencia,
no lo es en mi concepto en tiempos tle ajitacio-
ne s , de partir/os, en tiempos en que con tanta
facilidad se califican las ideas de Los hombres,
J" en que adoptada una nomenclatura, se bau-
tiza con ella acertada ó desacertadamente á 10$
que se quiere abatir ú encumbrar.




INTRODUCCION.


Los anales del mundo colocarán la re-
volucion española de 1820 en el ran-
go de uno de los sucesos mas notables
de aquella época. TIna nación reputa-
da jeneralmente por apática, y que víc-
tima del despotismo sufría los sarcasmos
de los dernas paises, toma súhito el as-
pecto mas imponente y cambía la for-
ma de su gobierno, sin que semejante




VU1


revolución le cueste apenas una gota de
sangre. Mas no tarda en eclipsarse la
libertad, apareciendo en su lugar la li-
cencia, y sucediendo á esta inmediata.
mente la anarquía, cuyo resultado ine-
vitable es la guerra civil; cuatro años
de convulsiones crean nuevos intereses,
y demueleu pieza por pieza el edificio
de la antigua mouarquía. Sin embargo
un ejército estranjero poco numeroso
paré!. tan vasta empresa, invadió el reino
entero casi sin combatir, y seis meses has..
taran para terminar la contrarevolu-
cíon ; mas el órdeu no se restableció,
y la efervecencia y la ajitacion conser-
varon todo su ardimiento.


El ecsámen de las causas que pro..
dujeron tan estraorclinarios efectos des.
pierta la curiosidad, y es muy impar.
tanto profundizarlas para formar un [ui-
do completo de la sltuacion de España,


Esto y convencido da que hasta el




IX


presente la Europa carece de noticias
ecsactas , y no conoce el verdadero
rumbo que siguió la revolucion desfi-
gurada por el espiritu de partido" que
ha llenado los periódicos de relaciones
contradictorias y ecsajeradas. Tales son
los documentos únicos que tienen los
pueblos para juzgarla; y si es permití-
do deducir consecuencias de los hechos,
no están mejor instruidos los gobier..
nos. En la Península la situación parti-
cular de cada individuo y el amor pro-
pio, inspiran ideas falsas, ocasionando
el que en el mismo suelo que le sirvió
de teatro permanezcan oscuras las cau-
sas de esta revuelta, su marcha y el
espantoso caos que siguió á su venci-
miento.


Seguro de que aqueUa situacíon es
el principal motivo de los males que
aflijená mi patria, me he decidido á
tomar la pluma para procurar ilustrar




x


y fijar las ideas de los que ejercen al ..
guna influencia en los negocios y en la
opinión púhlica , para presentarles en
su verdadero punto de vista la revolu-
cion española, y contribuir en cuanto
pueda al restablecimiento del órden en
tan delicioso pais, Como la urjencia de
remediar tamaños males crece de dia
en dia, me someto á la ley de las cir..
cunstancias, q1le no me dejan el tiempo
necesario para pulir y perfeccionar mi
obra. Los hechos son constantes, y no
temo que me desmientan; y como por
otra parte no busco los aplausos, me
importa poco la censura de mi estilo ó
que digan que no corresponde á la
elevacion del asunto, porque la verdad
no necesita de ornamentos.


Testigo de la mayor parte de los
hechos que refiero, sin haber tomado en
ellos una parte activa; libre del es-
píritu de partido, del que siempre he




XI


procurado defenderme; sin mas objeto
que la prosperidad de mi patria, en la
que estriba la mia, he logrado sin vio-
lencia contenerme en los límites de la
mas severa imparcialidad. No tengo tan


. . .poca espenenCla que no prevea que rm
trabajo me producirá enemigos, por-
que no paso en silencio las faItas ni los
delitos, y porque presento al lector las
acciones y las cosas tales como son,
buenas ó malas pOL' su naturaleza.


N o se me oculta tampoco el poder de
los partidos y el encarnizamiento conque
persiguen á los que osan atacarles frente
á frente: mas no me falta valor para ar-
rostral' el peligro, y con el convenci-
miento de que mi trabajo puede ser útil;
no vacilo en darlo á la luz pública,
porque mi corazon palpita de esperanza
al pensar que puedo fijar la atencion en
España y contribuir así á la dicha de mi
cara patria! pro gua qnis bonus dubitet
mortem appetere , si ei sit profuturus?






MEMORIAS HISTORICAS
~OBRE


.•.-


ECSAJI.CEN
DE LA BEVOLUCION DE ESPAÑA~


DESDB 1820 A 1823.


Para que sea destruido el sistema de gobierno
que ha rejido en una nacion durante un largo
espacio de tiempo, es necesario que muchas
.causas remotas concurran á este resultado, y
que el gobierno mismo haya cometido errores
muy graves. El ecsámen de las causas que .ori-
jinaron la revolucion española e~ 1829) puede




2
ser útil á todos tos gabinetes, y principalmen-
te al de Madrid, porque es mas fácil evitar los
tropiezos, cuyo orijen conocemos.


La falta de reflecsion es causa de que mu..
ehos solo oonsideren aquella revuelta como una
conspiracion militar ,afirmando que el pueble
vivia contento con el gobierno que ecsistia. Mas
los hechos no pueden desmentirse: ¿y como
era posible que algunos miles de conspiradores,
diseminados por la Península, hubiesen obliga-
do á adoptar sin resistencia alguna la Constitu-
cion de t812, si la masa d el pueblo no hubiese
aprobado ó tolerado su tentativa? Hahria in-
consecuencia en contestar que el espíritu públi-
co se vió arrastrado en 1820 á Ja mudanza de
las leyes. No diré que la nacion anhelase aquel có-
digQ; pero se puede negar que el descontento
causado por la marcha tortuosa de los negocios,
y por la debilidad de los gobernantes, inspiró
deseos de un nuevo órden de cosas, y que
la opinion pública habia llegado en 1820 á-tel
'ilunto de madurez , 'que' un puñado de ajitado-
'respodia impunemente derrocar el estado•


. '¿Mas como nació-el aborrecimiento del pue-
blo al gobierno, y por qué las semillas derebe-
Iion fermentaron tanto en las filas del ejército? .


La España de 1814 recibió con entusiasmo
'á SQ rey ,que· volvia' del cautiverio l -la derrota




3
de los franceses obligados ~ abandonar la Pe-
nínsula, aumentaba el prestijio de felicidad que
se presentaba delante de todos los ojos. Al pro..
pio tiempo que cousintieron en los mayores sa-
crificios para conservar la independencia nacio-
nal, al propio tiempo que derramaron su san.
gre en defensa del monarca, creyeron muchos
ciudadanos ilustrados que habia llegado el mo-
mento de introducir algunas mejoras en el sis-
tema gubernativo ~ y que era la época de hacer
cesar el enjambre de males conque el favorito (1)
babia abrumado la patria en el reinado anterior.
En vez de reparar el antiguo edificio de la monar-
quía lo destruyeron para levantar sobre sus rui-
nas otro enteramente nuevo, la Constitucion
de j 8/2. Desgraciadamente este código tenia


(1) El favorito no rué la causa ünica de los males
de Españ a ; debe atribuirse tambien á la carencia
absoluta de instituciones y de g:Hantias que comen-
zaron á perderse en la reunion de las-dos coronal
de Castilla y Aragon l y desaparecieron enteramen-
te en el reinado de Felipe V y de sus sucesores.


En este punto el privado Godoy ~ lo encontró to-
do hecho por otros hombres que sin esta!' deaigna-
'dos en la historia con el dictado de favoritos', admi..
nistraron el reino con la misma arbitrariedad. He;.
mes citado á Godoy, porque ha gozado de mayor
celebridad en los tiempos modernos, porque es el




4
defectos (1) Y 'no daba al poder realla fuerza
necesaria para reprimir la anarquía, ni estable.
cia la representacion nacional de manera que
mantuviese el equilibrio entre los brazos del
estado.


El rey no quiso reconocer \a Constit.ucion,
y declaró nulo cuanto habian resuelto y acor,


mas inmediato á nuestra época, y porque disfrutó
mas largo tiempo del favor esclusivo de los reyes.
Sabido es el estrerno á que le ha conducido la foi"_
tuná: el que gobernó por espacio de veinte años
una nación poderosa, se vé reducido después de
treinta y dos de destierro á especular sobre sus es-
critos.


(1) Los defectos y los aciertos de la Constitocion
de Cádiz son tan importantes, que se necesitaba escri-
bir un tomoá propósito; mas no tenemos intencion de
detenernos en Sil ecsámen y mucho menos de hacer la
crítica de esta obra de la necesidad. Baste decir que
aunque fuese perfecta, en el mero hecho de haber
imitado y copiado artículos de otras constituciones,
no obstante lo que se dice en el artículo preliminar,
carecía del carácter, del tipo nacional que pensaron
darle sus autores. - No: el código de Cádiz no es
el renacimiento de las antiguas libertades de la mo-
narquía castellana ó aragonesa, sino un ensayo
nuevo y peligroso de la mejor de las repúblicas , se-
gun el sentido verdadero de la espresion de La-
fayatte.




5
dado las córtes. El pueblo aplaudió la resol u-
cion del rey que se babia convertido en ído!o de
los españoles, no solamente á causa de Ja perse-
cucion que habia sufrido, de sus.padecimientos
y de su cautiverio, sino porque su infortunio
tenia el mismo oríjen que los males que habían
asolado la nación. No obstante vióse con hor-
ror el encarcelamiento de los diputados que
mas se habian distinguido en la discusion del
código del año doce, y que habian desarrolla-
do en el congreso sus talentosy su elocuencia.Es
verdad que habian manifestado principios poco
acomodados á la Índole de la monarquía, y
que quizás se habian estraviado en algunas ma-
terias ; pero estos lunares ni eran grandes ni sal-
taban á los ojos de todos, mientras que ningu-
no ignoraba que habian sido los mas firmes de-
fensores de la independencia, las columnas de
la libertad, y que la base de su política, de sus
operaciones y de sus miras habia sido coo~tan­
teniente el principio de que Fernando VII era
rey de España. Por otra parte habiéndose hallado
la nacion abandonada á sí misma, entregada á
su heroismo, sin guia, sin piloto que la dirijiese
por el proceloso mar de la sangrienta guerra , y no
pudiendo resistir á la opresiou sino con esfuerzos
y medidas estraordinarias , estaban justificadas


TOMO n, 2




6
hasta cierto punto todas las OpinIOneS, porque
aun las mas ecsajeradas, conmoviendo los espíri-
tus hahian contribuido á que se desplegase ma-
yor enerjía contra los franceses. Los que acon-
sejaron al rey que encarcelase á tantos diputa-
dos á córtes y á otras personas, hubieran debi-
do por el contrario manifestarle el verdadero
estado de las cosas, y cuan útil era probar pú-
blicumente que Fernando no veía en los espa-
ñoles sino súbditos fieles, cuyo amor no ha-
hian debilitado los mas increibles sacrificios
para restituirle al trono. Obrando así el prínci-
pe pagaba su deuda á los constitucionales, por
la parte que hsbinn tomado en la derrota de los
franceses y en su rescate, y no se manchaba con
el dictado de ingrato, ni aparecia colocado á la
cabeza de un partido, que se babia formado en
las mismas córtes y que supo aprovecharse
de su vuelta para atacar con encarnizamiento al
lado opuesto.


El pueblo para resistir á los franceses habia
creado por sÍ mismo autoridades que se encon-
traron muchas veces en oposicion las unas de
las otras, y que en medio de la confusión y del
desórden que reinaban en la Península, se acos-
turn braron á obedecer úuicarnente al mas fuer-
te, resultando de aquí una especie de anarquía.




7
(1) Los partidos que dividían las córtes sosteni-
dos y propagados por los periódicos, y las doc-
trinas sembradas por los invasores estranjeros
en todos los puntos á que se estenrlia su domina-
cion , habian producido la discordia en los espí-
ritus. La España de J8{4 no era la El'paiia de
j 808 como dieron á entender al monarca, y el
gobierno necesitaba suma enerjía y una marcha
firme y constante para reunir elementos tan en-
contrados y restablecer el órden. Empero las
riendas del estado pasaron por tantas manos, que
aun cuando hubiesen sido mas diestras, toda-
vía se habrían resentido los negocios de tan


tI) Cada provincia nombró una junta compuesta
de indiv iduos elejidos por las diferentes clases de la
sociedad; la nohleza, el clero secu lar y regular, el
comercio, los prcpietarios : de suerte qUI! CJd:) i'lIl-
ta presentaba una imáj en en miniatura de las aJlti_
gnas córtes por estamentos. i Tan cierto es que la
tradicion no conservaba sino esta idea de la rellre·
seutaeion nacional! ¡Cuántos males se hubieran evi-
tado en la Península si en vez de adoptar las h.1ses
de constituciones estranjcras, los diputados de C;;cliz;
hubieran tenido la felicísima idea ele form ar las cór.
tes siguiendo aquel método conocido, ceclamado
por tantos varones ilustrarlos" y principalmente por
el inmortal D. Gaspar Melohor de J avellanos! Inde
mali tabes,




8
continuas mudanzas; y mucho mas debian ha...
cerlo cuando los que fueron llamados al minis-
terio sucesivamente carecian de la dote de
hombres de estado. Si fijamos los ojos en la lar-
ga lista de los gobernantes españoles desde el
mes de mayo de 1814 hasta el mes de marzo de
1820, apenas hallaremos tres ó cuatro nombres
dignos de tan difícil puesto. El secretario mis-
mo que firmó el decreto de 4 de mayo de '8' 4
que destruía la obra del congreso nacional,
D. Pedro Macanaz , no tardó en salir de la se-
cretaría con ignominia, y no se desdeñó el rey
de cerciorarse por sí propio de las pruebas que
descubrian el modo con que abusaba de su real
confianza (2).


(2) D. Pedro Macanaz , primer ministro de Gra.
cia .,.Justicia del rey Fernando después de su regreso
de Francia> tenia en su compañía una especie de
ama de gobierno, en la que habia depositado su ellte_
ra fé. El rey recibia cootíuuas quejas de la corrnp_
cion que reinaba en la distribucion de varios em-
pleos, con los que traficaba aquella mujer; el minis-
tro no lo ignoraba todo. Los cortesanos dieron un
dia noticias tan ecsactas ~ indicaron con tales se ñ ales
el punto donde se habia depositado la suma recibida
en recompellsa de un favor vendido, qne el prínci-
pe q.~iso convencerse con sus ojos: seguido de un




9
Aun cuando el cambio de ministros no hu-


biera sido tan rápido y hubiesen sido capaces
de dar al gobierno la fuerza de que tanta nece-
sidad tenia, no por eso hubieran resultado gran-
des ventajas, porque los secretarios del despa-
cho tenian las manos atadas. Nadie ignora por
desgracia que ecsistia en la córte una reunion
de hombres que goz.aban por varias razones la
intimidad del rey, reunion que era conocida
con el nombre de camarilla. Nombraba casi
todos los destinos; su ambicion no se estendia
á dictar decretos, reglamentos ó planes de ad-
ministracion; contentábase con esplotar la mina
de los empleos públicos, con conservar en ellos
á sus hechuras, á sus amigos yen despojar de los
mismos á los funcionarios de mérito. Los minis-
tros no podían por lo comun encargar la eje-
eucion de las medidas adoptadas á las personas
que les merecían confianza, porque recibian la
órden de emplear á los individuos designados
por la camarilla. Así desaparecía hasta la res-


escribano llamado NegreUe trasfadóse en persona á
la casa de Macan3z, y se apodero del oro y de los pa-
peles del ministro. El castigo sin embargo no corres--
pondió á la enormidad de la falta, y perdióse el fr u;
to de la lección COI) gral1 detrimento de la maiestad.




20
ponsabilidad moral á que viven sometidoslos
secretarios del despacho en los gobiernos mas
arbitrarios.


En efecto, cualquiera que sea el sistema
político de un pueblo" basta que este pueblo
conserve su razon natural, para que un minis-
tro se avergüence de haber confiado los em-
pleos de hacienda á dilapidadores conocidos;
el mando de una provincia ó de una plaza á un
militar sin talento , avariento y cobarde; el
haston de un ejército, á un leneral ambicioso,
poco delicado en los medios de llevar á cima
el objeto que se le propone y déspota por ca-
rácter; la udrninistracion de justicia, á un abo-
gado venal, tachado de ignorante y lleno de vi-
cios públicos. Pues en España habíase perdido
hasta la sombra de la responsabilidad, porque
realmente el autor de tan malas elecciones era
un hombre oscuro, á quien nadie conocia , que
no tenia motivos para obrar de otro modo; y
el complaciente ministro únicamente prestaba
su firma para autorizar el nombramiento.


y cuantas rellecsiones no despierta el ecsá-
rnen de los numerosos decretos que vieron la
luz del dia desde 1814 hasta 1810! En vano
proclamaron los absolutistas que todas las Cosas
dehian volver al estado que tenian en 1808,
puesto que el Sf)})ierno no lardó en hacer inno-




". u
vaciones en casi lodos los ramos de la adrninis-
tracion. Anuló el decreto de las córtes sobre
los derechos señoriales, incorporando al propio
tiempo á la corona los derechos de los señores
privativos ; estableció una contribución directa,
á la que quedaron sujetos los bienes de la noble.
za y del clero. Abolióse en otro decreto el pri-
vilejio que gozaba la nobleza de no contribuir
al reemplazo del ejército. Tales medidas pro-
dujeron el desafecto de las clases privilejiaJas
sin contentar al pueblo, porque los jueces norn-
brados por la autoridad real no se condujeron
con mas comedimiento é imparcialidad, que los
que ántes colocaban los señores; porque la con-
tribucion directa se distribuyó con una mens-
truosa desigualdad, y careciendo de datos esta-
dísticos para adquirirlos, llenaron los pueblos de
comisionados que hacian pagar á los vecinos
muy caros sus lentos y casi siempre inútiles
trabajos: en fin -' porque el sometimiento de los
nobles al sorteo de la quinta, se publicó al mis-
mo tiempo que la ohligacion de aprontar un
eontinjente anual de reemplazo, siendo asi que
antes de 1808 se verificaba con largos interva- .
los de tiempo.


y la enfermedad mortal del gobierno era
la apatía, la falta de carácter, la carencia de
Un sistema. Las contribuciones no se ecsi [ian




12
con puntualidad, y por el contrario se acumu-
laban atrasos considerables: los servicios se
pagaban mal y resaltaba la enorme diferencia
Con que se verificaba. Los empleados de hacien-
da nadaban en la abundancia, mientras se de-
hian muchos meses á los demás ramos de la
administracion , J' mientras las viudas y los re-
tirados perecian de hambre. El ejército esperi,
mentaba igualmente un atraso considerable en
las pagas" y la distribucion ofrecia anomalías
difíciles de justificar: ecsistian cuerpos bien pa-
gados, vestidos con lujo; y otros cuyos solda-
dos no tenia n conque cubrir sus carnes, que
no podian salir del cuartel, porque hasta la ca-
misa les faltaba, y que tomaban fiados los co-
mestibles para el dia, En un mismo cuerpo
unos recibían mas de lo que se les debía, en-
tretanto que otros alcanzaban fuertes sumas al
erario: en fin, todo 'era desorden, y el gobier-
no no daba paso alguno para remediar tan per-
niciosos abusos. Fácil es adivinar el desconten-
to que escitarian , y los desórdenes que debian
producir la f-llta de medios, y sobre todo la
estremada injusticia en la distribución de los
pocos recursos que se recojian, En algunas pro-
vincias los particulares y los cuerpos de la mili-
cia hacian públicamente el tráfico de los crédi-
tos contra el gobierno, cedidos muchas veces




13
con rebaja á 105 mismos que debían verificar
integrarnente su pago. Durante algun tiempo
los empleados contaban con la seguridad de
cobrar los sueldos, haciendo el sacrificio del
8 por 100 á favor de ciertos jefes usureros de
la tesorería.


Parece casi imposible que el gobierno que
es capáz de tanta desidia en el repartimiento
del tesoro del estado, y que crea un número tan
asombroso de descontentos con su conducta,
esté dotado de prevision Ó de enerjía en los de-
mas ramos de la administracion. Creeráse que
~ al menos el ministerio español se ocuparía en


conservar la tranquilidad interior, y no era así.
Las conspiraciones se sucedian unas á otras ori-
jinadas del deseo que proclamaban los jefes de
ellas de restablecer la Constitucion de 1812; y los
ajentes del gobierno no tenia n conocimiento
alguno de la mayor parte de tales maquinacio-
nes, y como no se tomaban medidas prevensi-
vas antes que se verificase la esplosiou , multi-
plicábanse el mal y el escándalo. Y cuando se
descubria una conspiracion , y los conspiradores
eran cojidos con las armas en la mano, hubo
ocasion en que los gobernantes crueles y tími-
dos al propio tiempo, aparecieron sin el vigor
necesario para el castigo y para la amnistía. Por-
lier y Lacy subieron al cadalso, pero el proceso




14
de los que les habian acompañado en la revuelta
se hizo eterno: la conspiracion de Porlier se ve-
rifico á fines de 1815, publicanJo en laCoruiia
la Constitucion de J812 Y procediendo al ar-
resto de las' principales autoridades. Preso el
desgraciado jefe de los sublevados con muchos
oficiales en el camino de Santiago, pereció en
el patíbulo pocos dias despues , y á fines de 1819
duraba todavía la causa de sus compañeros Con-
sumirlos J' trabajados en los calabozos.


Los que se hallaban encausados escitaban la
compasión [eneral , porque todo el mundo co-
nocia la debilidad de los gobernantes y no juz-
gaba criminal el deseo de un nuevo órden de
cosas. La influencia de la opinión pública sobre


'"este punto era tan poderosa , que algunos oficia-
les complicados en las tramas que se hablan ur-
dido gozaban de libertad, no obstante que en
la causa constaba su presencia en la cárcel ó en
Jos castillos: mas los militares encargados de
su custodia les permitian la libre salida, y el
que se negaba á concederles esta gracia era mal
mirado por sus compañeros. Los jefes del cuer-
po, los gobernadores de las plazas, las autorida-
des superiores de las provincias aprobaban se-
mejante modo de obrar ~ por consiguiente el
ministerio no debia ignorarlo, y sin embargo
duró años euteros. ¿Quién no conoce que tan




15
estraña conducta en unos gobErnantes que con-
denaban al suplicio á jenerales beneméritos sin
jenerosidad para perdonar su patriotismo , fo-
mentaba las tentativas de los liberales 7 ¿Como
los oficiales jóvenes ni los soldados habian de
mirar con horror el intento de proclamar la li-
hertad, cuando veian á los tenidos por culpables.
gozando en la opinión pública de tantas consi-
deraciones, y observando que su iufortuuio se
convertia en un título de gloria yen un manan-
tial de proteccion por parte de los ajentes mis-
mos de los que empuñaban las riendas del es-
tado?


No se procedió con mas detenimiento ni
prudencia en la organizacion del ejército, y en
los preparativos de las espediciones qne se dirj-
[ieron ó que debían dirijirse á América. El ejér-
cito español era muy numeroso al fin de la
guerra; con venia reducirle, mas no á cero (t):
al esceso de oficiales de los cuerpos unióse la
multitud de prisioneros que regresaban de Fran..


(1) El ejército español, comprendid as las tropas
ele la grande espedicion destinada á Buenos Ayres,
se componia á principios de 1820, de 39652 hombres
(le infantería, 2859 de caballería, 5459 art i.ler os y
736 zapadores. La guardia real ascendia á 5472 in-
dividuos.




16
cia á la tierra natal con motivo de la paz esta-
blecida, No era posible colocar á todos en los
rejimientos, y aunque se permitió á los que lo
solicitaban pasar á la milicia con medio sueldo,
esta medida no produjo de mucho la reduccion
necesaria. Sin embargo las reformas se suce-
dian : suprimíanse los rejimientos; los de infan-
tería conservaban únicamente dos batallones,
y los cinco oficiales de cada compañía se re-
hajar:'l á tres. De aquí se orijinó que las tres
,cuartas partes de l~s oficiales resultaron sobran-
tes, y en vez de despedirlos para que se reti-
rasen á sus casas Con medio sueldo basta tan-
to que se pudiese emplearlos, se les obligó á
permanecer en los cuerpos con los nombres de
agregados y supernumerarios, sin mas obli-
gacion que dar la guardia, servicio muy leve
repartido entre tantos. Contáronse entonces en
los rejirnientos casi tantos oficiales como solda-
dos, y la reunion de numerosos jóvenes ociosos
siempre, sin estímulo, porque la muchedum-
bre de supernumerarios de todas clases hacia
imposibles los ascensos, sin medios de subsis-
tencia, porque no les pagaban, debia tarde ó
temprano producir las mas fatales consecuen-
cias. Necesario era que el ministerio y las auto-
ridades subalternas. cerrasen los ojos entera-
mente para no ver que los vicios) la crítica de




,


17
sus actos y el libertinaje eran los frutos natura-
les de su continuo ocio, para no adivinar qU,e
mantenia en cada cuerpo, un enjambre de
hombres prontos á arrojarse en los brazos del
primer partido que les ofreciese ventajas, La
lealtad, el arrojo, la resignacion en las priva-
ciones , en las fatigas, virtudes son que adornan
á muchos guerreros; mas á una masa de mili-
tares, á un ejército, solamente se le contiene
en los límites del deber por medio de la disci-
plina.


En Cuanto á las espediciones de América,
el ministerio suministró á las tropas que debían
componerlas el primer motivo de descontento,
ofreciendo un grado mas á los oficiales envía-
dos á ultramar. El ejército vió en este favor,
aunque lo autorizase la costumbre, una recom-
pensa anticipada de las fatigas, de los peligros
estraordinarios que habia de correr. Nada pa-
recia mas justo que galardonar á los guerreros
valientes en los sitios mismos donde lo mere-
ciesen; pero conceder el premio antes del mere-
cimiento era disgustar á los jefes de la espedi-
cion , y sobre lodo desalentar á los soldados á
quienes no se otorgaba cosa alguna: asi es que
no obstante la miseria que reinaba en el ejérci-
to" y no obstante la ninguna esperanza de as.
cender , pocos oficiales abrazaron voluntaria-




'18
mente el partido de embarcarse para las colo-
nias americanas.


Asi corria la cosa pública, cuando elgo-
hierno preparó una espediciou considerable,
dando principio por reunir las tropas en Cádiz
y sus contornos, antes de que estuviesen dis-
puestos los barcos de trasport.e, antes de equi-


.par los cuerpos y organizarlos, de modo que
algunos permanecieron años enteros en la cos-
ta. l Tan difícil era preparar la espedicion en
"arios puertos, evitando de esta suerte la reu-
nion de tantos descontentos? Aun cuando las


.causas políticas no hubieran aconsejado el últi-
mo partido, ecsijíalo imperiosamente el cuida-
do de la salud de los soldados y de los habitan-
tes, porque era de presumir, que si la fiebre
amarilla se encendía de nuevo en Cádiz , como
era prohable, contajiaria al ejército y destruí-
ria la espedicion.


Los primeros síntomas aparentes' de rebe·
lion se manifestaron en los cuerpos espedicio-
narios á mediados de J819 , Y poco faltó para
que tuviesen el resultado que mas tarde produ-
jeron. Fueron arrestados algunos jefes, y se
despojó del mando al [eneral conde del Abísbal,
concretándose el gobierno á adoptar estas me-
didas. No se necesitaba sin embargo mucha
previsión para augurar que las semillas de la




19
revuelta habían fermentado en las tropas, y que
el único medio de arrancar las raices de la ma-
la yerba se reducía á diseminar los batallones Ó
á dar á su actividad un nuevo impulso. Desde-
üáronse de encargar al infante don Cárlos , je-
ueralísimo entonces de la milicia y pretendien-
te abara de la corona, el ecsámen del espíritu
de un cuerpo tan numeroso, y que de las ma-
nos de un jeneral intrépido y emprendedor pa-
saba á las de un hombre nulo y sin talento:
aunque en aquel estado poco hubiera consegui-
do Con su revista la impericia de don Cárlos.


Declaróse la fiebre amarilla en Cádiz en el
otoño de 1819, Y acantonáronse las tropas á
algunas leguas de la plaza, con lo que feliz-
mente se preservaron del contajio , porque hu-
biera sido difícil, ó materialmente imposible,
formar un cardan, y hubiérase propagado la
epidemia probablemente por una gran parte de
la Península, En estos acantonamientos se pro-
clamó la Constitucion de 1812, el 1.0 de ene.
ro de 1820.


Aunque se habia trabajado largamente para
que todas las tropas espcdicionarias siguiesen


. el impulso dado por algunos batallones, no pu-
do conseguirse ';)1 el mayor número permane-
ció fiel al monarca y al sistema establecido. Ha-
hiendo rehusado encargarse del mundo varios




20
fenerales, los conjurados se vieron en la nece-
sidad de elejir para [efe un oficial de un grado
poco elevado, y que no gozaba en el ejército una
r-eputacion estraortiinurja ,él coronel Qu~roga.
Su primer acuerdo fue trasladarse á la isla de
Lean, con el intento de apoderarse igualmen-
te de Cádiz, donde creia que serian bastante
fuertes sus partidarios para abrirle las puertas,
aun cuando las autoridades quisiesen presentar
resistencia. Mas aguóse el proyecto, porque la
guarniciol1 de CPidiz y la armada tornaron una
actitud imponente contra los levantados, que
se vieron obligados á encerrarse en la isla, Su
número apenas llegaba á cinco mil hombres,
entre los cuales se contaban muchos reclutas y
aun mas descontentos. Crecía de dia en día el
disgusto de verse mezclados en tamaña empre·
sa , al ver que espiraba el mes de enero sin re-
cibir socorros, y al ver que la tentativa para
apoderarse el 24 de las puertas de Cádiz, habia
sido inmediatamente reprimida por la guarni.
cion que se mostraba mas y mas inaccesible á
las promesas de los liberales, particularmente
los rejirnieatos de Guias y de la Lealtad.


Con el objeto de reconocer el estado verda-
dero de la pública opinion; de reunir víveres
y dinero; y de alentar y entusiasmar á los hom-
bres de espíritu débil ¡ salió Hiego el t5 de ene-




21
ro de la isla de Leon con mil y quinientos horn-
hres de las mejores tropas, y se dirijió á Alje-
ciras , poniéndose en cornunicacion Con J'ibral-
tal', de donde sacó algunos socorros. Habia
trascurrido pues cerca de un mes , desde que
los liberales se habían señoreado de la isla de
Lcon , y todavía no la habian bloqueado los
soldados del rey, apesar de que sin contar el
número considerable de tropas de la espedicion
que no habian tomado parte en la revuelta...
ecsistian algunos rejimientos de linea y de mi-
licias provinciales en Andalucia, y venían tro-
pas de refresco de otras provincias. Riego se de-
tuvo en AI.jeciras hasta el 7 de febrero, y á su
regreso supo el 8 en Bejar que se habia comen-
zado el bloqueo de la isla, y despues de una
indecision de algunos días se determinó á di-
rijirse ~ Málaga, donde esperaba ser bien reci-
hido, Es digno de colarse, que la columna
mandada por don José G'Donell , hermano del
conde del Abisbal , que perseguia á Riego, aun-
que muy superior en fuerzas no ]0 atacó hasta
el t 7 de febrero, sin que tal encuentro le es-
torbase continuar su marcha á l\HJaga. Ni se
presenta menos singular que Riego,. salido de
la isla de Leon no aprovechase los primeros
instantes de aturdimiento para caer sobre algun
cuerpo de tropas, puesto que únicamente un


TOM. rr, 3




22
golpe de audacia podia sostener su partido, y
que sin duda no ofrecia grandes dificultades el
atacar un destacamento aislado. Contentóse por
el cont.raeio con evitar los encuent ros, al propio
tiempo que sus Enemigos maniobraban también
Con tibieza; y semejante conducta por parte de
ambos bandos , duró hasta que habiendo la fa-
tiga y la deserción reducido el número de Jos
constitucionales, ofrecian estos un triunfo' fá-
cil al primero que corriese á hatirlos,


A últimos de febrero , Riego huia sin plan,
sin proyecto y sin que la poblacion tomase las
armas para reunirse á su escasa tropa; conten-
táhase con no hostilizarla: y el 7 de marzo, re-
ducida su fuerza á trescientos hombres, des-
contentos y desalentados, entró en Córdoba
atravesando el puente del Guadalquivir, y per·
maneció en aquella ciudad hasta el dia siguien-
te. Debemos observar que habia entonces en Cór-
doba un escuadron de caballería .J varios destaca..
mentes de infanteria , y que su poblaciou ascien-
de á mas de treinta mil almas. Sin embargo, na-
die inquietó áJos constitucionales que pasaron la
noche en el convento de san Pablo, recibieron
los socorros que pidieron , y;Í la siguiente ma-
ñana continuaron tranquilos su marcha, no
obstante la'> tropas realistas que habitaban los
contornos. Este hecho solo manifiesta el estado




23
del espíritu público en España en la época de
que hablamos. l Se dirá todavía que los espsño-
les aborrecian la libertad tanto cerno suponen
algunos histcriadores ? Del mismo modo, el tea
mor y el desaliento se habian apoderado de los
constitucionales que segulan en la isla ele Leou,
porque velan desbaratados todos los planes y
dudaban enteramente de que triunfase el parti-
do, cuyo estandarte habian enarbolado. El mie-
do de ser sacrificados sostenía los aun, y los je-
fes y los oficiales tenian que permanecer de con-
tÍnuo en las filas para impedir la desea'cion de
los soldados. No es dificil calcular cual hubiera
sido en aquellas circunstancias el resultado de
un ataque, por mar y por tierra, contra la isla
de Lean: los antecedentes que acabamos de re-
ferir, nos inducen á creer que no hubiera en-
contrado suma resistencia. El jcneral que man-
daba el ejército real .. creyó sin duda que era
preferible someter el pronunciamiento sin der-
ramar u~a gota de sangre;" y lo hubiera cense-
guido, á no sobrevenir otros acontecimientos
que cambiaron enteramente el aspecto de Ios
negocios,


Trascurrieron el mes de enero y dos ter-
ceras partes de febrero, sin que estallasen cons-
piraciones en punto alguno de la mouarquía.
El gohierne tenia úJJ~camente tijos los ojoseolos




24
confines de Andalucia : y acumulaba en aquella
dirección todas las tropas disponibles, dejando
de todo punto desguarnecidas las dernasprovin-
cias. Todo se hacia en silencio, no en el silencio
que llena de terror á los conspiradores, sino
como al descuido, y en el silencio del miedo
que alienta hasta el último estremoá los que
han levantado el estandarte. Ni el público, ni
los observadores mas atentos de los sucesos que
corrian, tuvieron conocimiento de una sola
medida vigorosa, ó tan solo prudente tomada
por el gohierno : sin emhargo , parecía natural
que en tan críticas circunstancias no se pusiese
en olvido medio alguno de asegurar la fidelidad
del ejército, dirijiéndose á los capitanes jene-
rales , á los inspectores, á los jefes de los Cuer-
pos J dando un vigoroso impulso á todos los ra-
mos del servicio militar; separando á los je-
fes y oficiales que mereciesen desconfianza J é
inspirando al soldado los sentimientos de dis-
ciplina y de amor al monarca. Lejos 'de em-
prender este rumbo J insistieron en la marcha
apática que siemprehabian seguido.


Propalábase que el infante jeneralísimo,
correría á ponerse á la cabeza del ejército de
Andalucía para que su presencia, escitando el
entusiasmo en las filas de los realistas, contu-
viese á I,Os .que intentasen pasarse á la bandera




25
de la libertad. Jeneralmente se creia que si el
príncipe hablaba á les sitiados ,si dejaba esca-
par del reino á las cabezas principales del le-
vantamiento, los demás entregarian las armas
antes de espirar el mes de enero, quedando
de este modo apagada la tea, de la discordia sin
disparar un tiro de fusil.


Mas los pueblos y las tropas se familiariza-
ron con los liberales de la isla de Leon: el es..
piritu de partido, el deseo de un cambio poli-
tico , engrandecian á los jefes que los dirijian,
y hacia n admirar sus proyectos: la revolución,
pal'a decirlo de una vez, se alimentaba con la
falta de enerjía y las oscilaciones del ministe-
rio , cuya silla de estado y presidencia ocupaba
entonces el duque de san Fernando. Los libera-
les encargados de levantar las provincias traba-
jaban casi abiertamente, á la luz del dia, y su
actividad se redoblaba á proporcion que crecia
la penuria de sus compañeros de la isla, por-
que vivian convencidos de que abandonados és-
tos á sus propios recursos, no tardarian en su-
cumbir. Las autoridades perrnanecian ciegas y
sordas, cual si contribuyesen con todas sus fuer-
zas á aplicar la palanca que iba á derrocar el
órden del gobierno establecido, participando
asi de la especie de letargo en que habian ya-
cido , en que yacian aun los ministros. La única




26
señal de vida qne habian dado, consistía en el
desordenado é impolítico envio de tropas á las
orillas del Betis, despreciando en su irnprevi-
sien las medidas tan imperiosamente reclama-
das por las circunstancias. Así brilló el 21 de
febrero, en cuyo dia resonó el grito de Cons-
titucion en la Coruña. Si los esfuerzos del ban-
do liberal para divertir la atención fija en los
sitiados de la isla, eran públicos y conocidos
en todas partes, rayaban en evidencia en la ca-
pital de Galicia, donde ninguno, por decirlo
asi , ignoraba de antemano lo que iba á .suce-
der. Allí habia estallado el movimiento de 1815,
á cuya frente Se colocó el mariscal de campo
don Juan Diuz Porlier, que logró apoderarse de
las personas del capitán [eneral y del goberna-
dor. Parecía qua esta sorpresa debia ser una
mancha para las autoridades, culpables al me-
1l0S de falta de vijilancia , culpables de ignorar
lo que pasaha á su lado: no obstante el gobier-
no no les hizo cargo alguno, y frustrados Jos
proyectos de Porlier , el capitán [eneral y el
gobernador salieron de la cárcel para recobrar
su destino. La esperieucia ha les dió tampoco
mas previsión , y el hilo de la trama se ató otra
vez á sus propios ojos con indicios que clara-
mente descubrian que iba á verificarse de nue-
vo el movimiento, y las señales se repitieron




27
en distintas ocasiones antes de 1820. Y era tal
Ia modorra" de los secretarios del despacho, que
conservaban en empleos de tanta importancia
á hombres que acababan de dar tan pal pables
pruebas de su incapacidad para desempeñarlos,


Apesar de los preparativos de los liberales,
únicamente algunos oficiales y soldados toma-
ron parle en la revuelta de la Coruña ,procla-
mando el código político de 1812. Encarcela-
ron al capitán jeneral ,al gobernador y á otros
muchos jefes, y la fortuna salvó al segundo
caho, que tantas veces hahia desempeñado el
mando superior en ausencia del capitan [ene-
ral. Debia, pues, haber tomado un acuerdo
vigoroso, haberse presentado en los cuarteles
para estorbar que la fuerza armada olvidase sus
deberes, ó al meDOS retirarse á un punto don-
de pudiesen reunirse los cuerpos diseminados
por la provmcia , como igualmente los .reji-
mientes de milicias provinciales, Y en vez de
llenar su obligacion, de resistir al movimien-
to por uno de estos medios, cometió el jene-
ral la increíble imprudencia de presentarse á
los pronunciados para que le arrestasen, cual
si en los casos espinosos bastase á un oficial [e-
neral , á una autoridad de su esfera, no tomar
parle enla revolucion!


La noticia de haberse proclamado el eé-




Z8
digo político de J812 en la Coruña, llegó vo-
landa al Ferrol J y fue hl señal para' los amigos
de la libertad que siguieron el ejemplo de la
capital de la provincia, in cuanto á las auto·
ridades no adoptaron precauciones fuertes, ni
reunieron las tropas, ni hablaron á los sol-
dados, ni el gobernador se' sintió con fuerzas,
hasta e\ 23 de febrero en que se publicó la
COllstitucioll J para mas que para dejarse pren-
der en su casa, sucediendo otro tanto en Vigo.
El comandante jencral_de Santiago, conde de
San Roman , se declaró á favor del gobierno, y
reasumió el mando de Galicia , poniendo sobre
las armas los rejimientos de milicias provincia.
les y reuniendo algunos soldados viejos. No obs-
tante la imposibilidad en que se hallaban los
liberales de enviar quinientos hombres contra
Santiago, aun cuando hiciesen Jos mayores es-
fuerzas, el nuevo jeneral acordó en los prime-
ros momentos de turbación retirarse á Orense,
que dista veinte y cinco leguas de la Coru[]a.
Los habitantes y los soldados que habian per-
manecido fieles al rey, debieron formarse una
idea ecsojerada de los recursos y de las fuerzas
de la iusurreccion , al ver que el jeneral aban-
donaba la ciudad mas rica y Ola'! populosa de
Galicia , al mismo tiempo que los' levanta-
dos, de cuyas banderas hubierandesertado DU·




29
merosos individuos si les hubiesen opuesto re-
sistencia, lograron persuadirles con la fuga
del conde que no debian temer cosa alguna de
sus contrarios.


Entraron los liberales en Santiago, y la de-
bilidad de sus fuer~as les obliaó á permanecer
algunos dias en aquella ciudad donde apenas se
creian seguros. En el entretanto, el nuevo ca-
pitan jeueral reuuia en Orense diversos desta-
camentos de tropas de Iinea , y cinco batallo-
nes de milicias provinciales: hallábanse igual.
mente dispuestos á secundar sus deseos otros
des rejimientos, un batallon de infanteria y
distintos escuadrones. Verdad es que muchos
individuos de las milicias provinciales enrecian
de armas ,y que no tan fácilmente puede es-
cusarse la neglijeneia del gobierno y de las au-
torirlarles superiores, en no facilitar el arma-
mento á un 'cuerpo con cuya fidelidad contaba.
Sirva semejante descuido de prueba del desór-
den que reinaba en todos los ramos de 19 pú..
hlica adrninistracion, Sin embargo, no cabe
duda en que las fuerzas del capitan jeneral eran
imponentes, y aunque formadas en mucha
parte de las milicias provinciales, todos los ofi-
ciales, esceptuando algunos subtenientes, y ca-
si todos los soldados, habian peleado denoda-
damente en la gloriosa guerra de la indepen-




30
dencia. Contábanse ya sobre las armas diez be-
llas cornpeñias de granaderos,- y de un mo-
mento á otro iba' á verificarse la reunion de
otras nuevas: ¿y que podian oponer á ellas
los que habían dado el grito de Constitución?
Ochocientos hombres escasos, la mayor parte
reclutas, que no inspiraban confianza bajo nin-
gun concepto. Mas los liberales alentados con
su primer triunfo" tomaron el partido de mar-
char sobre Orense , porque conocían que úni-
camenteá fuerza de actividad y de movimien-
to podian esperar un écsito dichoso, y conser-
var en las filas á los soldados. El conde de San
Roman no solo contaba Con una grande supe-
rioridad de hombres, sino que ocupaba al pro-
pio tiempo una situación muy ventajosa ~ te-
niendo sus contrarios para atacarle que pasar el
Miño, que corre al pie de las murallas de Oren-
se, y que viniendo entonces muy hinchado no
ofreciavado alguno, distando de allí el puente
mas inmediato diez leguas.


Todas estas consideraciones no bastaron
para que el capitán jeneral conservase su pues-
to ; y Se retiró por el contrario á Castilla, sen-
tando los reales en Benavente , situado á la dis-
tancia de cuarenta leguas de Orense. Asi un pu-
ñado de hombres que habían levantado el es-
tandarte de la libertad de la patria, sin disparar,




31
por decirlo asi , un solo tiro de fusil, empujó
delante tropas cinco veces masnumerosas , y
todo el reino de Galicia ,que equivale por su
estension á la séptima parte de España, se so-
metió á sus banderas, permaneciendo entera-
mente pasiva la población y sin tomar parte al-
guna en la querella. Me he detenido de propó-
sito en analizar los principios de la revolucion
de Galicia , para dar una idea ecsacta de la nin-
guna resistencia opuesta por las autoridades, y
del estado en que se hallaba la nacion , Imposible
es que semejante escándalo se hubiese verifica-
do, sino hubiera sido jeneral en todas las cla-
ses, el deseo de un cambio político. Los scorr-
tecimientos sobrevenidos en Galicia produjeron
sumo efecto en la capital de la monarquía, y
el gobierno, aturdido con la sorpresa, comen-
zó á transijir con la revuelta ofreciendo reunir
córtes por estamentos, que eran la representa-
cion nacional de la antigua España, Componían-
se de diputados de la nobleza , del clero Y. de
las ciudades, y formaban Una especie de esta-
dos jenerales en una sola cámara. No hubo des-
'de este momento español ilustrado á quien acorn-
pañase la prudencia, que 110 viese llegado el
término del órden de cosas ecsistente , por-
que un gobierno que comienza por ceder el
terreno á la vista de las conspiraciones, piérde-




32
se sin recurso. El decreto que prometia con-
vocal' córtes por estamentos á nadie satisfizo,
porque los revolucionarios se habían fijado en
la Constilucion de 1812 , Y los defensores del
viejo despotismo creían importuno y aun in-
significante la promesa de la asamblea nacio-
nal , puesto que en el decreto de 4 de mayo de
1814 , en que se anuló la Constitucion gadita-
na, Se consignaba igual oferta de convocar cór-
tes, la cual se habia despreciado y no cum-
plido. '


Los liberales de la capital, estimulados por
la debilidad é impericia de los gobernantes,
trabajaron abiertamente en la mudanza del sis-
tema político, y el 7 de marzo prometió el
rey que juraria el código de Cádiz. Por un con-
CUrSO de circunstancias digno de estudiarse, el
mismo [eneral , llamado á Madrid por el rey
para salvar la monarquía absoluta, don Fran-
cisco Ballesteros, llegó en el momento críti-
co., sin mas tiempo que para decir al monarca
que era preciso prestar el juramento á la Cons-
titucion , y por una circunstancia no menos es-
traña, Fernando juró la Constitución el 9 de
.marzo cuando los sitiados de la isla de Leon
habian llegado al último apuro; cuando la co-
Iurnna de Riego, reducida apenas á doscientos
hombres, se veia en la necesidad de disolverse




33
el l' de marzo, y cuando la guarnicion de Cá..
diz pronunciándose abiertamente á favor de la
tiranía, se oponía de un modo sangriento á que
se proclamase en el puerto la Constitución de
'812.


El gobierno y las autoridades de la capital
no desplegaron en' los lances apurados, mas
enerjia , mas decision que la que mostraron sus
subalternos en las provincias. Parece verdade-
ramente increible que llegasen á tan alto punto
la inacción y la ineptitud: la guarnicion de Ma-
drid se componia de dos rejimieutos de infan-
tería de la guardia real, de los que era coronel
el famoso duque del Infantado, del numeroso
cuerpo de caballería de los guardias de corps,
de dos rejimientos de infantería y otros tantos
de caballería, y de un escuadrón de artillería
volante. La infanteria de la guardia real aseen-
dia á cuatro mil hombres de hermosas y aguer-
ridas tropas; y posteriores acontecimientos de-
mostraron con el tiempo el espíritu que anima..
ha á los soldados .. á los guardias de corps , y en
[eneral á todos los individuos de la guarniciono
¿Que hizo, pues, el ministerio, no digo yo pa-
ra empeñar las tropas en que se .mantuviesen
firmes en su deber, sino únicamente para inda-
gar los sentimientos , las ideas que dominaban
los cuerpos? ... A~solutamente nada. En vez




34
de aconsejar al monarca que hablaseásu guar-.
dia, que testificase á los soldados de un modo
significativo que no queria oir hablar sin con-
diciones de la mudanza que se preparaba por.
medios revolucionarios; en vez de encargar á
personas de confianza que visitasen los cuarte-
les, que velasen sobre la conducta de los [ene-
rales, de los [efes de los cuerpos, de los ofi-
ciales; en vez de disipar con la fuerza, sino ce-
dian al convencimiento los grupos que se pre-
sentaban cnla plazuela de palacio, coutentóse
el minister-io con reunir en medio de la crisis
que habia comenzado, á los jefes de la fuerza
armada, que jeneralmente le dieron matas res-
puestas, y desde entonces por un aturdimien-
to indefinible reinaron la inaccion y la negli-
[encía. Siempre son medios poco agradables
para los motines un rey que debia haber toma-
do por sí el acuerdo de conceder la libertad
alpueblo, y no ceder á los gritos y á las ame-
nazas, Díjose entonces, que el medio mas po-
deroso empleado para determinarle á abrazar
este partido, fue presentar á S. M. una lista de
los, oficiales de la guardia que eotraban en la
conspiracionc La lista distaba mucho de la au-
teuticidad; masaun cuando hubierasiclo verda-
dera "no era imposible arrestará algunos de los
jefes en elladesiguados , alejar á-otros yallllis-




• 35
mo tiempo proclamar la libertad para demos-
trar que el gobierno no cedia á las amenazas,
sino que ele su propio grado entraba en el ca-
mino de las reformas justas. LY como los coro-
neles y comandantes de batallon , de cuya clase
apenas contenía un solo nombre la lista , po-
dian ignorar la trama urdida por sus subalter-
nos y por la tropa, si lIeuaban la mas mínima
parte de sus deberes? El hecho es que los sol-
dados de la guardia y los demas de la guarni-
cion se sorprendieron con la noticia de que el
rey habia jurado la Constitucion , como igual-
mente los criados y empleados de palacio. No
cave duda en que la menor demostracion de
firmeza por parte de las autoridades hubiera
desconcertado á corto número de turbulentos
que habia en Madrid, y que no se contentaban·
con el cambio de sistema sino lo conseguian
por la via de la revoluciono Pero tengamos pl'e-
sente , y no olvidemos en los sucesos posterio...,
res, que mas culpa tuvieron en el juramento
del rey á la Constitucion el gobierno y las au-
toridades, que por desidia no contuvieron el
ímpetu popular, que no los mismos jefes y ca-
hezas de motin. Ni la tranquilidad pública se
hubiera alterado en Madrid, ni hubieran puesLo
en manos del monarca peticiones de esta clase
sino hubieran contado Iosprcmesedores con la




36 •
lijereza, la nulidad de los que gobernaban el ti.
mon del estado, y un solo batallon de guardias
hubiera bastado para que todo volviese á entrar
en el carril del órden , aun el mismo dia 7 de
marzo, y huhiérase seguido la sumisión de la is-
la de Lean. Disolvióse, como .llevamos dicho,
la columna de Riego el 1J de marzo, y las tro-
pas realistas que se hallaban en Benavente po-
dian marchar al instante sobre la Coruña, segu.
ras de no tropezar con graves obstáculos en el
camino: luego las insurrecciones militares, co-
mo dicen los estranjeros , no obligaron á Fer-
nando á someterse al juramento que se le ecsi-
jia. Una vez disipada la terrible tormenta sus-
citada por la inercia, por la incapacidad de los
gobernantes, el trono podia ocuparse seriamen-
te en conciliar los espíritus J ahogar los partidos
y establecer un sistema de gobierno mas análo-
go á las necesidades de los pueblos. LA quien
debe acusar la historia de que no aconteciese
asi , de que no se evitasen y precaviesen los nu-
merosos males que abrumaron, y que todavia
abruman á la desventurada España 1


No trato de discul par á los autores de la re-
vuelta: el que destruye un gobierno, sea el que
fuere, con las armas en la mano, aunque estin-
ga la .tirania y siembre la libertad para los siglos
futuros, prepara males sin término á .la [enera-




31
cion presente: pero los hechos acusan tambien
de la manera mas grave al gobierno que come-
te tan enormes faltas, que se conduce con tan
poco criterio y que manifiesta no tener enerjía,
Ecsisten sin duda hijos ingratos, que la educa-
cion y el buen ejemplo de los padres no alean-
zan á guiar á la virtud; sobre ellos solos debe
caer el odio á las malas acciones; mas si única-
mente se ven en la casa paterna la indolencia,
la impericia, 108 'malos ejemplos; si' falta á los
hijos lo necesario, sino se pone freno alguno á
sus caprichos y á sus pasiones; los vicios que
Jos deshonran, los crímenes de que se cubren
caen también con todo su peso sobre la cabeza
de los padres imprudentes, considerados como
los autores principales de su mala conducta. Si
Ja comparación de un monarca con un padre
es ecsacta , jamás se aplica con mas verdad que
cuando se trata del ejército, compuesto casi
todo de [óvenes que solo se someten á la disci-
plina. Cuando el gobierno y las autoridades Con-
sienten que aquella se relaje, cuando se abre la
puert.a al ocio J cuando Se dan justos motivos de
descontento, cuando la debilidad y la apatía
son las cualidades distintivas de los ministros,
l que estraño es que la juventud se estravie y
que naciones enteras sean víctimas de su fre-
nesí?


1'OMO U. 4




PRIMER MINISTERIO
C01TSTIT't10IOllAL.


Cuando el rey hubo prestado juramento á
la Constitución de JS12 , los pueblos y las tro-
pas que hahian permanecido fieles al gobier-
no absoluto siguieron su ejemplo. Por amargos
que hayan sido los frutos de aquel juramento, y
por mas esfuerzos que Se hayan intentado para
hacer creer que la violencia lo arrancó á todos
los españoles , no debe pasarse en silencio la ale--
gria universal esparcida con la nueva del parti-:




39
dotomado por el monarca, porque muy pocas
personas conocían que la Constitucion adolecía
de defectos esenciales, capaces de alterar el
principio monárquico del gobierno. El pueblo
y el ejército rejidos por la Constitución duran-
te los diez y ocho meses que precedieron á la
vuelta de Francia de Fernando VII, se ocupa-
han entonces de la guerra mas que de materias
políticas, y no habian tenido tiempo para ecsa-
minar sus lunares. Amás faltaba ensayar la par..
le mas importante r.le la Constitucion, porque
el rey encontrábase ausente y solo ecsistia un
consejo de rejencia al que las córtes habían Con.
cedido una débil ráfaga de la autoridad atribui-
da porla ley al monarca. La cuestion no versa.
ha de modo alguno sobre las doctrinas buenas ó
malas de la Constitucion , ni se trataba tampoco
de su análisis, porque la mayor parte de los que
trabajaron en su restablecimiento no la habian
leido, ni mucho menos la inmensa mayoría de
la nación. Deseábase sobre todo la destrúccion
de un gobierno débil, impotente, para lJbrir la
carrera al espíritu de reforma que a jitaba á las
masas.


Por otra parte desde )08 primeros diss de
enero de 1820 hasta que el rey juró el código
gaditano, y particularmente en los últimos dias
de febrero yen el principio de marzo en qqe se




40
multiplicaron las conspiraciones contra la odio-
sa tirania , la-nacion entera vivía en una alarma
continua, y el mal habia llegado á tal punto
que parecía difícil salir del abismo sin remedios
sangrientos, y la guerra civil con todos sus hor-
rores presentáhase entonces sin cesar á los ojos
de los españoles. La condescendencia del rey
desvaneció la borrasca, y la muchedumbre poco
previsora, y que apeDas se inquieta por los in-
fortunios remotos, gozóse al verse libre de los
peligros que juzgaba tan cercanos.


Podemos reducir á tres clases los desconten-
tos de aquella época: los hombres mas ilustra-
dos y mas prudentes que conocian no solamen-
te los defectos de la Constitución jurada sino
que adivinaban tambien que no se observaria,
porque faltaban al gobierno la prevision y la
enerjía necesarias para someter al nuevo órden
de cosas que se babia proclamado el espíritu de
bulliciosa sedición que acababa de destruir el
gobier'no anterior: en segundo lugar entraban
los enemigos de toda mudanza, porque temían
los riesgos que corrían sus intereses privados:
y finalmente algunos revolucionarios que al ver
destruido el despotismo sin haber conseguido
los restos de sus despojos, consideraban las ven-
tajas que les hubiera proporcionado la guerra
civilescitada por la negativa del monarca á




41
prestar el juramento ecsijido. El primer cuida.
do de los gobernantes debia ser atraer á sí á las
dos primeras clases de descontentos, dando á
la una la esperanza de modificar la Constitu-
cion y á la otra la seguridad de que se respeta-
rian las propiedades de todo jénero : debian al
propio tiempo no perder nunca de vista á los
anarquistas ,que formaban la tercera clase, para
reprimir sus proyectos.


Derrocada la tirania y jurada por S. M. la
Constitucion promulgada en 1812, los secreta-
riosdel despacho que hablan servido al absolutis-
mo.. desocuparon sus sillas y sentáronse enellas
los hombres que Olas perseguidos habian sidoen
1814 por sus opiniones. Eran estos D. Evaristo
Perez de Castro que entró en la secretaría de
Estado, D. Manuel García Herreros.en la de
Gracia y Justicia, D. José Canga Argüelles en
la de Haciencia , D. Agustin Argüelles en, .la.de
la Gobernacion, el marqués de las Amarill<,ls en,
la de Guerra, D. Juan Jabat en la de Marina .1
D. Antonio Porcel en la de Ultrarnar-, Algunos
salieron de . los presidios para encargarse del
ministerio , 1 como llevaban escritos en el co-
rason sus agravios, pareció que se arrancaban
las riendas del gobierno de las manos de un
partido para entregarlas á otro, como habia
acontecido .tiempo atrás, y. como en efecto se




42
verificó ahora. Los nuevos ministros no se Ola;'
nifestaron perseguidores , pero hicieron alarde
de una obscinacion de principios que produjo
las mas funestas consecuencias. Por otro lado
era imposible (lue Fernando tuviese confianza
en unos sugetos á quienes solamente conocía
por QI retrato desventajoso que de ellos le ha-
hian hecho sus enemigos en 1814; Y era igual.
mente imposible que los ministros recien nom-
brados sintiesen el respeto y el afecto necesario
á un monarca, pr"lr cuyas arbitrarias órdenes
acababan de sufrir tantas y tan recientes desgra-
cias: porque tampoco podrian tener gr3tlluJal
rey por Su nueva elevación debida á las circuns-
tancias yde ningún modo á su libre alhedrio,
Así eltimon-de la deshecha y combatidanave del
estado, pasó á la diestra de unos secretarios de
opiniones enteramente populares, cuando se ne-
cesitaba que velasen por el sostenimiento de la
autoridad real y que 'la conservasen con enerjía.
Cuatro meses trascurrieron desde el iuramentó
del príncipe hasta la instalacion de las córtes,
y en este espacio de tiempo goberuáronse algu.
nas provincias por juntas que se nombraron"
habiéndose establecido en la capital de la 010"
narquia la titulada junta provisional, á la qú~
consultaba el ministerio sobre' too05 '105 asuntos
importantes. Hallóse la autcridadcómn suspen-




43
dida de hecho, reinó la confusion en algunos
puntos, yen aquella especie de interregno rnul-
tiplicáronse los anarquistas, que á la sombra de
5US nuevas doctrinas llevaban el objeto de apode-
rarse de los empleos. En esta época aparecieron
las sociedades patrióticas, de las que algunas
se establecieron con el noble objeto de dirijir
el espíritu público; pero que atrajeron á 8U seno
á los ociosos de todos los pueblos: el deseo de
distinguirse, de discutir las cuestiones mas im-
portantes, se convirtió algunas veces en una
especie de furor, y la moderacion , la pruden-
cia y el saber cedieron el terreno en estas socie-
dades á la ambicion y á la violencia. De la dis-
cusion de los objetos de interés [eueral pasóse á
tratar en la sociedad patriótica de la córte, del
gobierno, de las pelson3S que lo componían,
y luego de los empleados subalternos, en los
que se buscaban motivos de reprobacion, por-
que se queria destituirlos para conceder su
puesto á los declamadores ó á sus amigos. Vió-
se entonces con escándalo á una diputacion del
seno de aquella presentarse en el real palacio
pidiendo la destitucion del ministro de la Guer-
ra, marqués de las Amarillas; viéronse moti-
nes promovidos en la misma , y vióse el en-
sayo de todo Jo que ha sufrido en los años pos-
teriores por consecuencia del desórden , la des-




44
venturada España. Así se debilitaba poco ~ po.
co el nuevo gobierno precisamente en los mo-
mentos en que debia desplegar Ia mayor fir-
meza para someter y contener los elementos de
anarquía, que acababan de destruir al viejo des-
potismo y á los amigos que lo habían defen-
dido, para cimentar sobre su triunfo la hermo-
sa libertad de la patria.


Instaláronse las córtes por fin, compuestas
en mucha parte de los individuos de la asamblea
estraordinaria de Cádiz y de otros miembros
moderados. He dicho que por la obstinacion
de sus principios el ministerio parecia pertene-
cer en [eneral á un partido , y la misma obser-
vacion puede aplicarse hasta cierto punto á al-
gunos diputados: satisfechos estos de la Cons-
titucion porque era obra sUJa, creidos otros de
que carecia de defectos, ó pensando que no habia
llegado todavía el momento de revisar sus ar-
tículos, defendiéronla todos con entusiasmo y
declararon intempestivo, impolítico, criminal
el proponer en ella la menor reforma por útil
que fuese, El congreso dió principio á sus tra-
bajos con [a firme resolución de mantener el
código de Cádiz , en la forma misma que babia
salido de las manos de las córtes estraordina-
rías , y en este acuerdo unióse el ministerio á la
asamblea.




45
Pronto decayeron las córtesen la opinión


de los partidos que handerizaban la España,
Los ecsaltados que se habian imajinado que el
congreso ordenaría en el momento todos los
ramos de la adrninistracion , y que vieron tras-
currido el primer mes de sus sesiones sin haber
determinado algun asunto de importancia , CO~
menzaron á quejarse de que los decretos no 110-
vian á docenas, si me es permitido esplicarrne
así, y de que no hacia n desa parecer has!a los
vesnjios del réjirnen abolido. El partido juicioso,
por el contrario, que solo veía en la revolución
peligros y desastres, escuchó con horror algu-
nas proposiciones hechas en las córtes; y sus
jefes Se imajinaron que se trataba de precipitar
las reformas, y por consiguiente de desconten-
tar una gran parte de la nacion , al propio tiem-
po que se inflamaría la amhicion y la avaricia
de otra parte no menos numerosa. Entonces
tuvooríjen la malhadada division entre los lihe-
rales de 1812 y los liberales de 1820: á los pri-
meros pertenecian los· autores de la Constitu-
cion perseguidos á la vuelta de Fernando; y á
los segundos cuantos habian conspirado en el
trascurso. de los seis años para restablecerla.
Pregonaban estas que eran ellos los únicos libe-
rales, y que los hombres de 1812 eran [entes
sin prevision ni enerjía , que se dejaron encar-




46
celar y destruir el código político de Cádiz, sin
oponer resistencia á sus enemigos, y que hil-
hiendo satisfecho su ambicion con la entrada
en el ministerio y en la diputacion de las CÓ1'-
tee , habianse hecho moderados y paralizaban
las ruedas de la revoluciono Los liberales de
1812 echaban en cara á sus antagonistas, que
todas sus demostraciones tendian á la anarquía,
y que atentaban contra la misma Constitucion
que se alababan de haber restablecido. Mas el
gobierno y las córtes temian una reaccion del
partido absolutista, y creían político y necesa-
rio usar de tolerancia con los que habían der-
rocado la tiranía, y que manifestaban la reso-
lucion de defender el nuevo sistema por ecsa-
[eradas que fueran la"! consecuencias á que con-
dujesen los principios sancionados. Ellbando
ecsaltado se engrosó de un modo estraordinario
con los pretendientes desatendidos, con todos
los hombres turbulentos que contaba España,
y pronto rompió los diques que le contenian;
sus periódicos mas furibundos, sus tribunos de
las sociedades atacaron, insultaron á los minis-'
tras, hablaron mal de la asamblea lejislativa y
del mismo monarca el). Los jefes del levan-


- (1) Uno de los prjuc]palés motivos-yeiuo es el




41
tamiento de la isla de Leon ascendidos ~ [enera-
les, habian formado, jurada la Cc~.stitucioll por
el I"f"Y, un cuerpo de ejército compuesto de Jos
individuos que los habiau seguido, y de otros
batallones que no habian tomado parte en los
sucesos políticos, queriendo más hien aumentar
sus fuerzas que ponerse al frente de las únicas
tropas que les habian sido fieles. Elite cuerpo,
al que prodigó el ministerio los grados J las
gratificaciones, se convirtió después en foco de
ecsijencias al gobierno, y en punto de apoyo


único que nos ha obligado á publicar esta obra, es
la rapidez con que la ecsajeracion de lr.s principios'
ha su scitado de lluevo en España la· antigua y fu-
nesta lucha de los liberales los unos:contra los ntros,
si todos mereceu el nombre de libe ra les, 01vida dos
de los tristes resultados de tan <lciaga lucha, atácause
con encarnizamiento y por [todos los meclios nobles
ó ilJllohles, y aun qlliz~li con mas furor que en la
época de los tres años. Las consecuencias podrán ser
setnej antes y quizás peores, á ca nsa de q!le la reac ..
cion seria mucho mas violenta y qne la libertad se
perderia paramucho tiempo: siempre trabajaré por
e,vitar tan amarguísimos dias, y, sostener el gobie ..-
I~,~ representativo, del que dependen la dicha y la
prosperidad {lela patria. Los lectores imparciales
JlO necesitan que dé mayor eslension á estas" r'etle'c;..
sienes.




48
del partido.estremo , con lo que puso á los se-
cretariosdel ..lespaeho en la necesidad de disol-
verlo como inútil, procurando diseminar en
las guarniciones las fuerzas de que se com-
ponia; En vano representaron cuando recibie-
ron las primeras órdenes, en vano opusieron
dificultades é inventaron pretestos; porque el
ministerio, firme en su acuerdo, lo coucedia
todo aun á costa de los mayores sacrificios, in-
sistiendo siempre en la órden de disolver aquel
ejército.


Los jefes de la isla de Leon, forzados á so-
meterse al decreto del gobierno ó á declararse
contra los ministros y contra el congreso que
los sostenia , tomaron el partido de enviar á
Madrid á don Rafael del Riego, que habia em-
puñado el mando supremo en ausencia de Qui-
roga, nombrado diputado de la asamblea Da-
cional. Difícil es formarse una idea ecsacta de
la arrogancia y envanecimiento conque el ines-
perto jóven se presentó en la capital de la roo-
narquia al rey y á los ministros; porque para
cabeza de una revolucion faltábaule la doblez,
la astucia, la sangre fria y la incansable previ..
sionconque se domina á los hombres y á los
acontecimientos. Con un corazon jeneroso y la
mente ecsaltada con el incienso que no cesaban
de quemar á sus pies los que se llamaban sus




49
partidarios, y entre quienes habia algunos ven-
didos á la corte, y ensobervecido con la espe-
cie de ovacionque aquellos habían preparado
para que recorriese las calles de Madrid en
triunfo, atrevióse á todo ': y si el buen senti-
do de la guarnicion y de la milicia nacional
compuesta entonces dé propietarios amigos del
órden, no hubiera sido un obstáculo invenci-
ble, el nombre de Riego hubiera servido de
pretesto á los jenios inquietos para herir de
muerte la misma Constitucion, que con tanto sr-
dor habían proclamado algunos meses antes (1).


(1) Apesar de los lunar~s que encontramos en la
conducta y en el carácter del jeneral Riego, el his-
toriador imparcial no debe pasar en silencio 8U~ hoe.
nas cualidades. No se crea que este testimonio es
un puro tributo de compasion á '0 trájico fiu: siem e
pre estuve convencido de que el desgraciado jóven
foé víctima de los consejos de los que siniestramente
se llamaban amigos BOYaS, y no de su propenaion na-
natural,


Nacido en Oviedo de una familia noble, aunque
poco halagada por la fortuna ,entró en el servicio
de las armas en el cuerpo de guardias de Corps , don.
de permaneció hasta fines de 1808, época en que se
destruyó aquel cuerpo á consecuencia de la invasion
francesa y de la dispersion y destronamiento de la
fa.w.ilia real. l\ieso sisuió el ejemplo de todos sus




SO
Triunfó sin embargo el gobierno, aunque no


sin haber dado pruebas evidentes del temor que
le inspiraban sus enemigos. Disolvióse el ejérci-
to de la Isla y fijóse la residencia de Riego en las
Asturias; mas no alcanzaron los ministros á des-
truir el impulso que 'habia dadoal partido ee",:
saltado , ni ~el descontento de Jos hombres jui-
ciosos de la capital que se alarmaron al obser-
var que el héroe principal 'de la revolucion,
como le. llamaban sus apasionados ,era un lÓ.
ven sin esperiencia á quien querian desacreditar
Jos adletas ocultos. de la tiranía, sin ideas fijas


eompañeros 6 de la ma }'or parte , esto es, se presen-
tó á la junta provincial mas inmediata y pidió que
le colocasen en el ejército para defender la bandera
de la iudependenci s de la patria. Nombrárónle te-
nienteen un rejimiento de infantería, en el que sirvió
con zelo y arrojo hasta que le hicieron prisionero y
le cornlujer-on á Francia, en cuyo suelo permane-
ció hasta la paz jeneral de Europa. Allí leyó varios
libros y adquirió el barniz de la instruccion ~ que le
hubiese sido mas ventajosa si hubiera recaído sobre
ú'na primera educacion mas esmerada. Cuando re.
gres6 á España, iucorporaronle en el rejimiento de
Asturias, donde con el tiempo ascendió á capjtan¡
y componiendo después su rejimiento parte de la es-
pedicion de América, obtuvo segun la costumbre
establecida en Espa,ña , el grado superior de coman-




51
Y juguete de algunos intrigantes que abusa~an
de su imprudencia y del amor propio lisonjea-
do. Los malos resultados que produjo la aparj-
cion de Riego en la córte, fueron quizás supe·
riores á los que pudiera haber causado mandan.
do el e\ército disuelto. Mientras que caminaba á
su destierro de Asturias, las sociedades patrió-
ticas resonaban con sus elojios y con las decla-
maciones mas violentas contra el ministerio y
contra la asamblea nacional ,prestando de este
modo armas á los serviles para desacreditar las
formas representativas, con solo reproducir las


dantecomotodos los oficiales que se embarcaban COIl
rumbo á las colonias.


Riego era pues comandante del segundo batalíon
de Asturias, cuando estalló el lev nnt arnieuto llama ..
do de la Isla de Leon ó de las Cabezas, Claro está
que Riego no habia concertado ni formado el pro-
yecto, sino otros individuos que apartados Jel peli-
gro y de la responsabilidad de las resultas, ponian
en juego dóciles instrumentos. No obstante los pro-
movedores elijieroll á Riego para la parte mas dificil
y peligrosa de fa empresa, tille era marchar con su.
hatallon y el de Sevilla á Arcos de la frontera, para,
sorprender el cuartel jeneral y arrestar al jeneral en
jefe y á todo el Estado mayor. Tan delicada eomisiou
J mas aun el écsito que la coronó, prueban y corro-,
boran la justa opicion que sus compañeros hahian




52
s&tiras y los argumentos de losmismosliberes
les, Numerosos g'rupos recorrían las calles, pa-
rábanse en los sitios mas públicos y ecsaltában
á Riego quejándose de las injusticias cometidas
en su persona. Los secretarios del despacho
conteut.ironse cou suefimero triunfo, y deja-
ron gt'ilat' y arengar contra sus providencias sin
mas precauciones que poner á cada instante la
guarniciou sobre las armas, pero sin mandar
despejar [as calles, ni dispersar los grupos, y
únicamente con el oLjeto de impedir una suble-
vacion [eneral, Los vociferadores se familiari-


formado de su valor , y la confianza qtle les había
inspirado. No coutento con llenar el objeto pr inei «
pal de que se habia encargado, suplió con su arrojo
y con sus buenas combinaciones la tardanza del ba-
tallon de Sevilla, causada por el mal tiempo, y se
atrajo el batallen de gnias del jeneral y marchando
á su cabeza sorprendió en Bornos el batallon de
Aragon qne se hallaba allí acantonado. Riegopasé
de Bornos á Jerez de la Frontera, al puerto de San-
ta María y en fin á la Isla de Leon , conduciendo
siem¡lre los. prisioneros en su compañía, los que de-
positó eu un castillo, sin haberles hecho esperí-,
mentar, y menos á persona alguna , insultos ni ma-
los tr-atos.


Es cierto que solo Riego habia dado un aspecto
imponente al Ievantamiento , mientras que Quiroga




53
zaron con la tropa, los soldados seacostumbra-
ron á los grites sediciosos sin tener órden de
arrestar á los que los proferian; de suerte que
los motines no temían á la fuerza armada, y la
fuerza armada no miraba ya como criminales
los desórdenes tantas veces y Con tanta impuni-
dad repetidos.


Después de la llegada de Biego á Madrid, ere-
ció la ajitacion, y hasta en el seno mismo de la
asamblea nacional notóse una turbulencia des-
conocida hasta entonces: hiciéronse proposicio-
nes alarmantes que algunos diputados sostuvie-
ron: hubiérase dicho que estos representantes
del pueblo, ansiosos de precipitar la revolucion ,
habían arrojado la máscara. La conducta del


á quien ha bian nombrado jenera I porque era coro-
nel, no hizo otra cosa que desgraciar la tplltatil'a
sobre Cádiz como hemos visto. Debrése tambien á
Eiego la desercio n del rejimiento de Canarias y la
de uua brigada de artillería que venian de Osuna, y
a (as que dió á entender que la nacion entera S8
habia declarado á favor de la revoluciono


Riego dueíio de estas fuerzas osó arriesgar el
ataque de la célebre cortadura de Cádiz , de que no
pullo apederarse y donde recibió una fuerte contu.,
sien cayendo de la muralla. Apenas restablecido en_
carg6se de otra comisiou muchc mas difícil y arries;


TOM. II. 5




54
ministerio probaba hasta la evidencia que no
reunia la prudencia y el vigor , necesarios para
cimentar el órden público, porque si habia
dictado las medidas relativas á Riego y al ejér-
cito de la isla de Leon , tambien satisfacía las
ecsijencias de los descontentos separando al mi.
nistro de la guerra marqués de las Amarillas,
el único [eneral quizás que era capaz en aquella
época de organizar el ejército y restablecer la
disciplina. Los secretarios del despacho inrno-
laban así el interés público y su propia conve-
niencia al deseo de conservar la popularidad, y
contentábanse con paliativos cuando las cir-
cunstancias ecsijian medidas fuertes, vigorosas
y enérjicas. El gobierno nunca se esplicó con


gada que la primera: tratábase de ponerse á la fren-
te de una columna móvil para procurarse víveres y
sublevar las prov incias vecinas. Indiqué ya el oin.
gun resultado de este paseo militar á causa de la
aversion que tenia el pueblo á tomar parte en favor
ó en contra de los partidos pronunciados; mas siem-
pre sirvió para manifestar en niego grandeza de
alma y valor á toda prueb a , como demostró en el
gobierno la falta de enerjía yen las tropas el ninguu
eutusi asrno que las poseía.


No 0('5 proponemos referir la historia de los mo-
vimientos y de la disperaion total de esta columna,




55
franqueza en las importantes sesiones de Jos
primeros dias de setiembre, en que los rninis-


"tros fueron llamados repetidas veces para inter-
pelarles sobre el estado de la tranquilidad pú-
blica : siempre respondieron que no había fun-
damento para inquietarse, y que se habian to-
mado todas las medidas pal'a impedir que se
perturbase el órden. Reducíanse las precaucio-
nes indicadas á fatigar inútilmente á la tropa,
obligándola la mayor parte de .las noches á per-


"manecer sobre las armas: á permitir que en las
sociedades patrióticas se predicase abiertamen-
te la insurreccion : á tolerar los motines, á su-
frir finalmente que se ultrajase al jefe político de


sino líni~amente dar á conocer las cualidades del
qne se poso á su cabeza, y se colocó por este solo
hecho en la primera [da de los revolucionarios. Así
es que ti! nombre de P.iego oscureció al instante los
de Qui roga, Lopez Eaños, Arco.Agüero etc, y de
todos sus iguales ó su peeiores en la jerarquía mi_
litar.


Cuantos conocieron á Riego y le trataron en los
primeros meses de su elevacion al favor popular,
ántes de su entrada en Madrid, elojiaron su senci.
llez , su buen natural y su modestia, sin que sus mis-
mos enemigos hayan podido se ü alar PO," su parte el
menor rasgo de ambicion y 1l1enOS aUIJ de venganza.




56
Madrid, que se le persiguiese, y que se asaltase
su casa probablemente con el 6n de asesinarlo
si lo hubiesen encontrado sus enemigos. l Por
qué el ministerio no pintaba estos desórdenes á
la asamblea Iejislativa que le preguntaba si ec-
sistian ; por qué cuando veía desarrollarse con
tanta violencia los elementos destructores del
órden social, y que amenazaban la ecsistencia
misma de las primeras autoridades, no mani-
festó mas decision contra los perturbadores?
La causa principal de la debilidad de los mi-
nistros, provenía de su temor escesivo á una
contrarevolucion realista. El recuerdo de lo
que habia pasado en t814, de los infortunios


El veneno de la adulacion mas activo en las carita-
les que en las provincias, fue la causa premeditada
quizás, mas indudablemente positiva que estravió
las escelentes disposiciones del jóvcn militar, hasta
precipi tarle en el lodazal de la auarquía para que
sus contrarios inicuos le sacrificasen en el cadalso.
Si el rey Fernando hubiese conocido mejor sus in-
tereses y los de su reino, en vez de hacerle pel'ecer
en el último suplicio, debi a haberle atra ido á su ser-
vicio dándole un empleo proporcionado á su rango
en los principios de la revoluciono ¡ Cuantos desas-
tres hubieran evitado este ejemplo de gt'andeza de
alma y esta conducta' política!




57
que habian eaido sobre ellos á consecuencia de
aquellos acontecimientos, hallábase tan presen-
te á sus ojos que les impedia hasta cierto punto
ver en otra parte peligros. Conocian los esce-
sos, el delirio de les que invocaban la Constitu-
cion violándola á las claras: no podia oculté r-
seles la tendencia demagójica de los que dirijian
las sociedades J los tumultos; roas no los temían
tanto como á los realistas, juzgando no sin ra-
zon que los últimos debían ser siempre abatidos
y contenidos, y que la eferveceucia encendida
sin cesar en la capital y en las provincias por los
ecsaltados producía semejante resultado. Tal er-
ror fue sin duda la causa de la conducta incierta
y apática del primer ministerio constitucional.
Era no obstante muy fácil preveer que el parti-
do llamado servil ganaria terreno y aurnentaria
8US fuerzas á proporcion de los desórdenes co-
metidos por los que se apellidaban liberales. Por
Un efecto natural los hombres de buena fe que
habian deseado el restablecimiento de la Cons-
titucion de Cádiz para remediar los abusos del
gobierno anterior, se separaron de los partida-
rios ecsajerados de este código tan mal observa-
do; y adenias se declararon enemigos del nue-
vo sistema los que juzgaban que el rey habia
adquirido títulos al reconocimiento del pueblo,
jurando el nuevo pacto por evitar la guerra ci-




:)'8
vil , y que ahora le correspondían insultándole
en [as sociedades públicas yen las plazus, Natu-
ral era del mismo modo el descontento de los
propietarios de la capital y de las ciudades po-
pulosas que vivían en una continua ajitacion... con
el temor de los tumultos, del pillaje y de toda
clase de horrores.


No tardaron en esperimentarse las fatales
consecuencias del error del ministerio, y los
funestos sucesos de diciembre serán una acusa-
cion eterna contra los hombres que lo campo-
nian, Gobernaban la nacion en nombre del
monarca sin haber ganado su confianza, sin ha-
ber procurado obtenerla Con sus obras; y en
una época en que la autoridad real debía con-
servarse á cualquier precio, porque ante todo
era necesario reprimir la anarquía y restablecer
la calma tantas veces alterada aun en el tiempo
que transcurrió hasta la instalación de las cór-
tes; en semejante época los ministros se aban-
donaron :\ los vientos populares en vez de afer-
rarse en el gubernalle y echando el áncora unir-
se enteramente al trono.


Ocupábause las cortes en la estincion de Jos
monacales y en la reforma de las dernas órde-
nes relijiosas; el decreto en aquellos tiempos
de fanatismo, y en los términos en que se pro-
ponía era precipitado y de ningun modo con-




59
forme con las reglas de la política y de la eco-
nomia , como demostró despues la esperiencia,
Los ministros ejercían sobre el congreso sumá
inlluencia , sea por los lazos de amistad que los
unían con muchos diputados, por su reruLa~
cion de saber, por las persecuciones, por 105
padecimientos que habian esperirnentado , ó
hien sea por las virtudes que distinguian á al-
gunos de ellos, Si hubiesen querido diferir ó
estorbar la discusiou sobre la abolicion de los
monacales , es muy probable que el triunfo hu-
biera sido suyo, y aun cuando se hubiese dis-
cutido la propuesta habrianse adoptado modifi-
caciones esenciales: así debian obrar los minis-
tros mirando por el interés público, mucho
mas cuando les hubiera apoyado la volunta"d
real completamente conforme en este punto,
l y por qué no consultar al monarca siendo así
que no podían ignorar que la estincion de los
monacales repugnaba por el contrario á sus sen-
timientos y á las ideas que habia recibido? Pcr
qué no calcularon los tristes resultados de su
repugnancia manifiesta á sancionar el decreto?
Si Fernando rehusaba la sancion aparecía opues-
to al congreso nacional} lo que debia princi-
palmente evitarse en tan críticas circunstancias,
no afianzadas todavía las formas representativas;
y si la otorgaba dehia hacerlo con despecho y mi-




60
raudo como ilusorias las prerogativas que le
concedía la Consutucion.


Mas los secretarios del despacho ansiosos
de que no se prolongase el negocio, apoyaronle
por sí mismos, y discutióse la reforma de las
órdenes relijiosas. Los sOl'C10s murmullos que
se levantaron desde entonces en todas partes in-
dica han la procsi midad de la tormenta: cono-
cieron que no era tan Gcil como habian creí-
do Jos ministros y el congreso desarraigar las
antiguas preocupaciones, combatir los intereses
de tan gran número de individuos, principal,
mente cuan lo el gobierno distaba mucho de
tener la estabilidad necesaria para tan delicado
arreglo. Gerráronse las sesiones de las córtes
en los principios de noviembre, y los enerni-
gas' de las reformas publicaron escritos , insi-
nuáronse en el ánimo del rey que residia enton-
ces en el Escorial, de tal suerte, que se decidió á
negar la sancion á la ley sobre disminucion de
las órdenes relijiosas y solamente pudo arran-
cársela la violencia.


El nombramiento de Carvajal para capitán
jelleral de Castilla la Nneva, sin la firma del
ministro de la Guerra, alborotó fundadamcn-
te á los amigos de la libertad j mas ecsajeraron
los peligros' y prCJnraron sucesos escandalosos,
cuyos resultados fueron tan funestos á la causa




61
misma que decían defender. Es muy cierto que
faltaba al nombramiento del [eneral Carvajal un
requisito constitucional: l mas con qué objeto
se dió á conocer al público y se empeñó una lu-
cha abierta contra Fernando, que con la publici-
dad quedaba en descubierto? Si Carvajal apa-
recia sospechoso hasta tal punto que el minis-
tro de la Guerra creyese deber suyo el DO auto-
rizar el nombramiento, érale fácil el presantar-
se en tres ó cuatro horas en el Escorial, yespo..
ner al rey los motivos que se oponian á su
eleccion, Si S. M. no los estimaba en su justo
valor, é insistía el mi uistro en desaprobar el
nombramiento del capitán [eneral , en su ma-
no estaba entregar su dirnision, que era el último
medio que restaba por la via constitucional. Fatal
fue la pretensión de este secretario del despacho
de ejercer la autoridad real contra la espresa vo-
luntad del monarca, é impolítica la lucha que
abrió cuando no era posible blandir las armas.


Los miuistros viendo nombrado capitan je-
neral de Madrid á un horn bre que no merecía
su confianza, juzgáronse perdidosj y convencidos
de que con ellos perecia la C onstitucion, unié-
reuse Con los directores de asonadas; las cua-
les se repitieron sin que la guarnicion las con-
tuviese porque las veía sostenidas por la autori-
dad. Entonces fue cuando con menosprecio de




62
las atribuciones señaladas en el código políri-
ca, el ayuntamiento de Madrid usurpó facul-
tades que no tenia, queriendo imitar quizás al
de París en los dolorosos dias de la revolución
francesa. El ayuntamiento firmó representacio-
nes osadas pidiendo que el rey regresase á la capi-
tal, y el ministerio las acojió con entusiasmo.
Las tribunas de las sociedades, las calles y las
plazas estallaron en amenazas al trono: for-
m ibanse numerosas reuniones compuestas de
verdaderos anarquistas, de curiosos y de hom-
hres de buena fé que pensaban que Con estos
movimientos populares se estorbaban los peli-
gros que amenazaban el nuevo sistema. l Y que
estraño era que se repitiesen semejantes ejemplos
de delirio cuando las autoridades toleraban y es-
citaban la llama de los motines? La diputación
permanente de las córtes asediada por el tumulto
se dirijió igualmente á Fernando ecsijiendo su
vuelta á la capital j los amotinados gritaban que
irian á buscarle al Escorial; la guarnicion perma-
necía tranquila espectadora de aquellas escandalo-
sas escenas, y el rey revocando el nombramien-
to del capitan jeneral Carvajal regresó á Madrid.


Los anarquistas de los dias anteriores le
aguardaban en las puertas tic la capital, OI'gu-
llosos con su triunfo, y deseosos de ver como se
ejecutaban sus órdenes. La muchedumbre de-




63
senfrenada que habia rolo los diques de los mi.
ramientos, del respeto y de la obediencia, y
acalorada con el mal concepto que del príncipe
habia formado por el paso falso que habia dado,
insultó al rey, á la reina y á 103 infantes. Desde
aquel momento el palacio pareció á Fernando
una cárcel y la Oonstitucion un espantajo, á
cuyo abrigo los secretarios del despacho gober-
naban en su nombre sin que su voluntad torna-
Se parte en los acuerdos; y desde entonces de-
seando destruir el nuevo órden de cosas que le
precipitaba del trono, que le esponia á los in-
sultos, á las amenazas, á los ultrajes, no Cesó
de conspirar en el secreto de su alcazar, y por
roed io deocultos ajentes para llegar á Jos amar-
gos dias de la reaccion que tan sangrientas pá ji-
nas presentan. Al ver á los vociferadores co-
piando algunas escenas de la revolucion france-
sa para imitar únicamente sus errores, Fernan-
do recordó la suerte de Luis X VI, Y comparó
su regreso del Escorial con el viaje del monar-
ca frances de Versalles á París escoltado por el
vulgo. Las afrentas hechas al rey y Jos escan-
dalosos movimientos de la capital de la monar-
quía produjeron un. número muy considera-
He de descontentos, y el sistema representativo
corrió rápidamente á su ruina. En muchos ciu-
dadanos honrados y de buena fe comenzaba áen-




64
friarseel ardor conque le habían [urado, porque
le arrihuian tanto desórden ; y los corifeos de
las sociedades secretas le detestaban, porque po-
nia trabas á sus proyectos desorganizadores.


Para completar el cuadro de los escesos del
mes de noviembre de t820, conviene citar
aquí lo que los mismos ajitadores que no ha-
bian sido recompensados por sus esfuerzos, de-
cian al monarca en la representacion que le di-
rijieron, pasado un mes, solicitando la mudanza
del ministerio. Redactóse el escrito en la socie-
dad que se reunia en el café de la Cruz de Mal·
ta , y lo firmó Una multitud de miembros de la
misma sociedad patriótica.


)) Hemos contribuido inocentemente, decia
la representación , á la última farsa del mes de
noviembre en la que se ha comprometido el
crédito de la nación , como lo prueban las cir-
cunstancias del empréstito y otras muchas;
farsa en la qne el gran número de resórtes es~
traordinarios nos hizo creer en V. M. un cam-
bio importante capáz de destruir el sistema
consti tucional ,"


»Hemos visto á V. M. forzado á vo:ver á la
capital por la influencia de los ministros, y á
despedir á su confesor porque le creian poco
favorable á la conservación de sus empleos.
Todo se ha hecho de suerte que nadie lo igno-




65
re en la Península J enviando el ministro de la
Gobernacion continuos correos á las provincias.
¡Acontecimiento memorable en que se ha abu-
sado con tanta audacia del grito sagrado de:
"La patria está en peligro! y en el que se
sorprendió nuestra credulidad y nuestro patrio-
tismo, con grave riesgo de la tranquilidad pú-
blica ,'


Digno es de notarse que mientras que la so-
ciedad de la Cruz de Malta declamó contra el
rey y predicó la insurreccion, las autoridades
no 6jaron los ojos en semejantes escándalos, ni
procuraron reprimirlos: mas desde que las de-
clamaciones se estendieron á los ministros en
la esposicion citada, tomarón se medidas para di-
solver la reunion, desplegóse el aparato de la
fuerza armada, y cerróse el café de la Cruz de
Malta en el momento en que se reunia la so-
ciedad.


Mientras que la consternacion reinaba en pa.
lacio.. y que los hombres de bien deploraban los
infortunios de España, ocupábanse los minis-
tros en cumplir sus empeños de partido. Cuan-
do buscaron el apoyo de los anarquistas, pre-
sentaron estos Sus quejas y pidieron reparación,
'que no vacilaron los secretarios del despacho
en conceder en el momento. Riego, que dos
meses antes habia cometido tantas impruden-·




66
cías en la córte , que se habia presentado con
las amenazas en los labios al gobierno, que ha.
hia inflamado las pasiones y reunido en torno, ~
suyo á los hombres mas turbulentos, mas peli-:
grosos, Riego confinado por el ministerio á As.
turias (1), fue nombrado por el mismo gobier-
no capitán [enera] de Aragon. Los principales
atizadores de las sociedades secretas viéronse
elevados á altos empleos; y la emulacion dada
á los fraguadores de asonadas, produjo el efee.


(1) El destierro de Riego á Asturias, lo ocasionó
su compatriota D. Agustín Argüelles entonces mi-
nistro de la Gohernacion, quien no vaciló en decil"
en las cortes que si abeia las p~iinas (las famosas
pájinas) de la policía, apareceria mucho mas culpa-
hle de lo que imajinaban algunas personas. Mas lo
cierto es que no las abrió, que 110 entreg6 á Riego
á los tribunales para descuhrir su culpa, y que no
hiz o absolutamente otra cosa que dar un nuevo pre-
testo á los amigos apasionados de aquel jefe, para
que le juzgasen víctima de los zelos y de la rivali_
dad de 1 ministerio contra los jenerales de la isla de
Leon. ¡Cuantos males causó á la libertad esta lucha
ent re los. liberales de 1812 y los de 1820 ! Quiera el
cielo que sirva de leccion al presente á Jos que esci-
tan y enconan las pasiones entre los llamados mode-
rados y p.·ogresistas, que al presente se disputan el
poder con tanto encarnizamiento!




67
lo que era de esperar; los desórdenes crecieron
á proporción que los que los escitaban tenian
la esperanza de subir á los mejores destinos por
este camino. Encumbrados al poder, cesaban
de Ser vociferadores y se daban á sí mismos el
nombre de moderados.


Continuaban los insultos á Fernando, <Jue
con ellos se aferraba aun mas en las tramas ur-
didas para destruir el código vijente: y una tar-
de que habia salido á paseo, divulgóse la voz
de que habian detenido el coche y que atenta-
han á su persona. Con esta noticia, el jefe que
se hallaba en el cuartel de guardias de corps,
mandó montar al escuadron para correr en la
direccion que habia seguido la familia real que
habia vuelto á palacio por distinto camino: los
guardias no lo supieron hasta que entraron en
su cuartel. Debemos añadir, que los acusa-
dores mas ardientes de los guardias, nun-
ca les han dado en rostro con haber insultado
á persona alguna en esta salida, ni con haber
mostrado el menor viso de sedicion. El único
pretesto de las escenas tumultuosas que se si-
guieron fue el que algunos guardias que no es-
taban de servicio, maltrataron á un nacional
en los contornos de palacio, y dieron algu-
nos gritos sediciosos, pero ni aun estos estre-
1110S se probaron en el largo trascurso de la




68
causa. i Quien creerá que tan leves indicios
bastaron para ocasionar un motin , poner la
guarnicion sobre las armas, cercar el cuartel y
disolver el cuerpo'! Si algunos guardias habian
faltado á sus deberes, debia castigarse en inso-
lencia, mas la conducta del cuerpo entero en es-
te dia merecia los elojios de todos los que no es-
taban dominados por una injusta y fatal preven-
cion. Habíase instituido laguardia para custodiar
la persona del monarca; debia sacrificarse á su
conservacion; habíase dicho á sus individuos que


_ corría peligro; y volaron en su defensa. Verdad
es que semejante proceder era la sátira de la
conducta de las autoridades , que no tomaban
medida alguna para poner al rey á cubierto de
las injurias y de las amenazas; y únicamente
ha]o este aspecto eran reprensibles los guardias.


La efervecencia duró por espacio de tres
dias, y puede decirse que en todo este tiempo
permaneció asediado el cuartel de guardias de
corps, teniendo consternados á los honrados ha- .
hitantes de Madrid que temian un desborda-
miento [eneral. Sino sucedió asi , si los guardias
no salieron del edificio á caballo y con sable en
mano, si la infantería de la guardia real no vi-
no en su ausilio, si se resignaron á sufrir toda
clase de humillaciones, es porque no ecsistian
planes de conspiracíon , ni deseos de conspirar:




69
de aquí dimanó que la moderación no tuvo
ejemplo y que escedió los límites de la pruden-
cia. Sin ernbargo , el gobierno indiscreto, fal..
to de prevision y de enerjía..apenas dictaba una
órden cuando en el momento la revocaba: dis-
puso que los guardias se trasladasen á Alcalá,
mas no habiéndose conformado ni la guarni-
cion ni el avuntamienta , .acordó licenciar el
cuerpo y mandó que dejando los guardias en el
cuartel los caballos y las armas, pasasen arres-
tados á otros edificios hasta el fallo de la causa
formada. A!;i privaron al ecsasperado príncipe
de una guardia que amaba y cuyo coronel se
habia nombrado: y asi los ministros .y las auto-
ridades destruían pá¡ina á pájina la Constitucion,
dando libre rienda al furor demagójico.


No cabe duda en que era conveniente hacer
algunas reformas en la organizacion de aquel
cuerpo; mas debia ser el resultado de la rnedi-
tacion y de la prudencia, y no de las sediciones
y de los tumultos. En este escandaloso movi-
miento, el ayuntamiento de Madrid y los per-
turbadores, impusieron la ley al gobierno, que
debió conocer desde aquel punto la fuerza tIue
habian adquirido los anarquistas , gracias á su
tolerancia y á sus transacciones.


Las córtes abrieron la segunda lejislatura el
1.o de marzo de 1821 , y el rey fue á depositar


TOMO u. Q




70
en el seno de la asamblea, las penas, los pesa..
res que hahia esperirnentado en el mes de no-
viembre. El monarca mostró esta vez suma fran...
queza, y sus palabras merecen ser citadas: des-
pues de haber dado á conocer la situacion po-
lítica del reino y el estado de las naciones
estranjeras que comprendía el discurso redacta-
do por el ministerio, añadió S. M. de su pro-
pio caudal: »De intento he omitido hablar has-
ta 10 último de mi persona, porque no se crea
que la prefiero al bien estar y felicidad de los
pueblos, que la Providencia puso á mi cuida-
do.-Me es sin embargo preciso hacer presen-
te, aunque con dolor, á este sabio congreso,
que no se me ocultan las ideas de algunos mal
intencionados que procuran seducir á los incau-
tos, persuadiéndoles que mi corazon abriga
miras opuestas al sistema que nos rije, y su
fin no es otro que el inspirar una desconfianza
de mis puras intenciones y recto proceder. He
jurado la Constitucion y he procurado siempre
observarla en cuanto ha estado de mi parte:
j ojalá que todos hicieran lo mismo! Han sido
públicos los ultrajes y desacatos de todas cla-
ses cometidos á mi dignidad y decoro, contra
lo que ecsije el órden y el respeto que se me
dehe tener corno rey constitucional. No lema
por mi ecsistencia y seguridad : Dios que ve mi




71
corazon vela y cuidará de una y 01ra , y Jo
mismo la mayor y mas sana parte de la nacion:
pero no debo callar hoy 111 congreso corno prin-
cipal encargado por la misma de la conserva-
cion de la inviolabilidad (iue quiere se guatde
á su rey constitucional , que aquellos insultos no
se hubieran repetido segunda vez, si el poder
ejecutivo tuviese toda la ener'[ia y 'Vigor que la
Constitucion previene y las córtes desean: la
poca entereza y actividad de muchas de las au-
toridades ha dado lugar á que se renueven ta-


o. _ ,,;
maños ese esos : y 51 siguen no sera estraño que
la nacion española se vea en Un sin número de
males y desgracias. Conlio que no será asi , si
las córtes , como debo prornetérrnelo , unidas
Íntimamente á SU rey constitucional; se ocupan
incesantemente en remediar los abusos, reunir
la opinion y contener las maquinaciones de Jos
malévolos, que no pretenden bino la desunion
J' la anarquía. Cooperemos, pues , unidos el
poder lejislativo , y Yo, COInO á la faz de la
nacion Jo protesto, en consolidar el sistema que
se ha propuesto y adquirido para su bien y com-
pleta felicidad.e-Fernendo.'


Despues de esta declaración el rey ecsoneró
á los ministros en un decreto del día siguiente
2 de marzo, y pidió á las cortes que le indíc¡k
sen las personas que debian reemplazarlos coa




?2
el fin de Megurar el acuerdo que deseaba con-
servar con el congreso. Vióse entonces clara-
mente el poder del partido que teuian los mi-
nistros en la esamblea (1), la que en el ardor de
la discusión empeñada en defensa de los secre-
tarios ecsonerados , faltó poco para que tomase
alguna medida imprudente y no declarase in-
constitucional la parte del discurso de S. M.,
que he citado, bajo pretesto de que no estaba
comprendida en la minuta, firmada por todos los
secretarios del despacho que se presentaron al
congreso, como si el monarca por la Constitu.
cion de Cádiz estuviese obligado á concretarse-
esclusivamente al hablar á los diputados de la
nacion á lo que le aconsejasen sus ministros;
como si debiese consultarlos sobre este asun-
to, ó como bi un discurso fuese lo mismo que
un decreto. Solo el espíritu de partido podia ce-
gar á los representantes del pueblo hasta el es-
tremo de no reconocer que no habia en todo el
discurso del rey una parte mas fundada en la


(1) La asamblea nacional señaló.í los ex minis«
tros 6000 reales de sueldo; lo que equivalía en
aquellas circulI~tallcias á una decl aracion de que ha-
bian merecido bien de la patria que miraba su caída
con pesar.




73
rezon , mas positiva que la que caliticaban de in-
constitucional. No ecsistía un solo indiviJuo
que hubiese habitado la córte en los tres me-
ses anteriores que na estuviese convencido de
los insultos prodigados á S. M., en su autoridad,
en su persona, como igualmente de la apatía,
de la debilidad del gobierno que no habia adop-
tado medida alguna para castigar á los culpa.
hles, ni para precaver nuevos y mayores desór-
denes. ¿Cómo podia citarse la osada representa-
cion del ayuntamiento de Madrid sin acordar
las convenientes disposiciones contra el cuerpo
que había saltado por encima de sm atribucio-
nes constitucionales? El gobierno no se queja-
ha del gobierno mismo, como se di jo en el con-
greso; sino el monarca se quejaba del ministe-
rio que no habia llenado sus deberes echando
mano de los remedios conque le autorizaba la
Constitucion; porque el trono veía que este có-
digo político no se ejecutaba, y porque creía que
si hubiese despedido á los ministros antes de la
reunion de las córtes , hubiérase acrecentado el
desórden en la capital de la monarquía, huhié-
ranse multiplicado los insultos á su persona, y
hubiera llegado el caso de obligarle á que los.
nombrase segunda vez. Semejantes temores te-
nian sobrados fundamentos para no creer que
tal hubiera sido el curso de los sucesos, como




74
Jo fué al tratarse de otros ministros el 19 de fe-
prera de 182.1,


La asamblea nacional respondió por fin al
rey, que no creía conveniente designar Jos in.
dividuos que habian de ocupar las sillas del mi.
nisterio , y S. M. procedió III nombramiento el
4 de marzo con acuerdo del consejo de Estado,
Los primeros ministros fueron llamados al seno
del congreso para que diesen cuenta del estado
del pais y para responder á varias preguntas;
pero escusáronse alegando que solo eran sirn-
pies particulares y rehusaron tratar de los nego-


-cios, La prudencia , la moderación que mostra-
ron en este caso contribuyeron en estremo á
calmar la eferveceneia de los diputados.


Tal desenlace tuvieron aquellas desagrada..
hles circunstancias. El nuevo ministerio se ha-
lló muy embarazado al empuñarlas riendas del
gobierQo en los momentos en ql.le la córte y las
provincias vivían en una continua ajitacion , en
que las conspiraciones realistas asomaban la ca-
heza en todas partes, en que Jos alborotadores
predicaban públicamente sus doctrinas y desar-
rollaban SQS proyectos con estraordinaeio atre..
vimiento, La impunidad de los qqe hahian pro·
movido los primeros motines, y loqqe era peor,
los empleos dados en recompensade los aconte-
cimientos de noviembre á los (Iue habian maní-




75
festado las ideas mas ecsajeradas , dieron tal im-
pulso á la democracia, que era ya muy difícil
ponerle limites: por otra parte los ministros
nuevamente elejidos no gozilban influencia en
el congreso donde estuvieron muy mal vistos.
al principio, porque duraba todavía la especie
de idolatria que muchos de los principales di-
putados mostraban á sus predecesores. .




SEGUNno )JlNISTERIO


El segundo mininisterio se componia de don
Eusebio' Bardají , de estado, don Mateo Valde-
moro, de la gobernacion, don Ramon Feliu,
de ultramar , don Vicente Cano Manuel, de


. gracia y justicia, don Antonio Barata, de ha-
ci.e.rtd~" don Tomas Moreno, de guerra, y don
Frarroisco-de Paula Escudero ,de marina; cu-
yo ministerio no gozaba tanta popularidad co-


.' mo .el: anterior , aunque no pudiesen acusarle
.. ..." .'


. -




17
con justicia de desafecto á la Constitucion, por..
que la mayor parte de los individuos que lo
componían habian sufrido persecuciones y en~
earcelarnientos por sus ideas liberales. Por otra
parte, la marcha que siguió desde el principio,
manifestó que conocia el estado de los negocios
públicos y la necesidad de reprimir 1& anarquía.
Todos sus esfuerzos se dirijieron á este blanco,
y al propio tiempo á ahogar las conspiraciones
de los llamados realistas, que principiaban á
inundar el reino en pequeñas partidas. Lo que
mas dificultades presentaba era enfrenar el par~
tido ecsaltado que crecia y se desarrollaba, por·
que á pesar de la ley dada por las córtes para
anular, hasta cierto grado ... las sociedades pa-
trióticas, continuaban estas en sus tumultuosas
sesiones, amenazando á cada instante la tran-
quilidad de la capital de la monarquía. El mal
había llegado al estrerno de que muchos espa.
ñoles revestidos Con altos empleos y dignida-
des, unos por satisfacer su ambician y otros
por el secreto impulso que recibian en palacio,
se alistaron en las filas de los ajitadores huscan-
do su apoyo. Las ideas ecsajeradas tenian sus
partidarios y promovedores, aunque en corto
número en el congreso, y muchos en las otras
clases; y como.distintas autoridades encargadas
de velar sobre la tranquilidad pública las profe-




78
saban , Jos atizadores de la discordia podian eje-
cutar libremente sus planes, y turbar el reposo
de íos buenos ciudadanos.


Súpose por aquellos dias la entrada de los
austriacos en Nápoles; yen vez de contenerse
para no dar ocasion á que los reyes ejercitasen
su perfidia , redoblóse con este acontecimiento
la audacia por parte de Jos ecsaltados españoles,
que marcharon de frente ¡¡ la destruccion del
gobierno. Por medio de Jos motines obligaron
á las autoridades de Barcelona á desterrar de la
provincia á hombres distinguidos; en Galicia
el [efe político que alli mandada, consagrado
en un todo á aquel partido, prendió á mas de
cien personas conocidas, que condujo á la Co-
ruña donde escitaron a) vulgo á que las asesina-
se; pero por fin cuarenta fueron embarcadas y
trasladadas á Canarias. Forrnóse causa á Jos de-
portados corno igualmente á Jos que habian
quedado , mas todos fueron absueltos, porque
en el proceso no resultaba contra ellos un solo
cargo.


Al propio tiempo representábase en Madrid
una escena mucho mas trájica y sangrienta; un
capellan de honor del rey, llamado don Ma-
tias Vinuesa , fue preso y acusado de haber for-
mado un plan de conspiración .y de haber es-
parcido proclamas sediciosas. Abierte y seguida




'9
la causa, el [uez de primera instancia le condenó
á diez años de presidio, que era el mácsimum de
la pena que imponia la ley vijente al conato de
conjuracion. No quedaron satisfechos los ajita-
dores con esta sentencia, porque sin miramien-
to á las leyes y sin consultarlas creian á Yinue-
sa digno del último suplicio. Reuniéronse , pues,
en hastante número en la puerta del sol, y en
los sitios mas públicos JI frecuentados de la cór-
te, á las dos de la tarde del 4de mayo de 182',
y encaminándose á la cárcel forzaron las puer 4
tas que la guardia 00 pudo ó 00 quiso defender,
entraron en el calabozo del acusad o, le hirieron
hárbar¡¡mente COn un martillo y con puñales
hasta dejarle muerto, y recorrieron despues las
calles celebrando su triunfo, La vida del Juez
que había dado la sentencia corrió sumo peli-
gro, y solo pudo salvarse COn la fuga anticipa-
da, grllcias al aviso que recibió.


Los atentados de esta naturaleza dan á co-
nocer á que punto hahian llegado el desórden
y la anarquia: el gobierno carecia ya de los me-
dios necesarios para remediar enteramente el
mal, y reunia todos sus esfuerzos para restable-
cer la calma. No solo desaprobó altamente las
deportaciones y los encarcelamientos de Gali-
cia y de Cataluña .. sino que mandó restituir la
libertad á los presos: destituyó de su empleo al




80
[efe p'olítico de la Coruña, y lo reemplazó con
don lanuel Latre , hombre prudente y mode-
rada, que hizo frente á la anarquía con un écsi-
to feliz en tan vasta provincia. Persuadidos de
lo importante que era conservar la tranquilidad
pú blica en la córte, convencidos de que el ase-
sinato de D. Matias Vinuesa no se hubiera ve-
rificado si las autoridades hubiesen tenido bue-
nas intenciones, y manifestado la enerjía ne-
cesaria, los secretarios del despacho nombraron
capitán jeneral de Madrid á D. Pablo Morillo,
conde de Cartajena , y jefe político al briga-
dier D. José Martinez de San Martin, cuyos
principios de templanza y la firmeza de carác-
ter tantas veces demostrada, eran una garantía
contra los planes de los perturbadores.


Para concebir con ecsactitud los medios en
que se apoyaban las tramas urdidas y los emba-
razos del gobierno, debe tenerse presente no
solo la fuerza que les daba el abuso de una li-
hertad mal entendida -, sino tambien la poderosa
influencia que ejercian en Ladas partes con el
:vehiculo de las sociedades secretas. Por seme-
jante lazo se combinó la revolucion de 1820 y las
conspiraciones que la precedieron. Estas reunio-
nes pertenecian á la única sociedad secreta
que ecsistia entonces en España, cuyos indivi-
duos se llamaban masones, la que contaba entre




81
estos' muchos que habianentrado por euriosi..
dad ó por otro cualquier motivo, y aun entre
los que tornaron parte en el levantamiento de
1820 , un gran número profesaba las doctrinas
moderadas. Hallábanse abrumados con el des-
potismo que desolaba la Península española,
mas sus intenciones eran rectas y sus de-
seos quedaron satisfechos cuando se procla-
mó la Constitucion de Cádiz: creyeron desde
aquel instante que habia cesado la necesidad
de las sociedades secretas; vieron con disgusto
Ia continuacion de sus sesiones y no disimula-
ron sus pensamientos sobre este punto. ti: I gran
debate entre el ministerio y los jefes de la isla
de Leon, sobre disolver ó no el ejército, aca-
hó de sembrar la discordia en las lójias , porque
los miembros moderados votaron en el sentido
que quería el gobierno, mientras que los ecsal-
tados sostenian la permanencia de aquella fuer-
za armada. Los moderados tenian jeneralmente
la mayoría en las votaciones, y creyeron que
retirándose descargaban un golpe mortal ~bre
las reuniones y apagaban aquella hoguera de
insurrección. Ausentáronse en efecto de las ló.
lias, que no por eso permanecieron desiertas por-
que se apoderaron de ellas sus contrarios, y los
ambiciosos de lodos tiempos que siempre están
prontos á vestir la librea del color del dia. Has-




,


82
ta entonces habíase procedido Con cierto dete-.
nirniento en la admisión de los afiliados: mas
desde aquel momento solo pensaron en aumen-
tar el número de los individuos comprometi-
dos en sus miras y en estender la masonería en
todos los pueblos de alguna importancia. La
sociedad no se ocupó ya sino de los asuntos
políticos; púsose á la cabeza de los que profesa-.
han principios ecsajerados , y declaró la guerra
á los ministros hasta que se apoderó del timen:
de la nave y gobernó la nación.


Dejase entreveer facilmenle cuanto daño cau-
sarian las lójias sin número que cubrian la Pe-
ninsula , estraviando al pueblo, recibiendo un
impulso uniforme, acalorando ó atacando al
mismo tiempo las personas y las cosas que reci-
bian árdeo de alabar á de atacar. Si un emplea-
do de alto tango, si un funcionario hacia sorn-
hra á la sociedad, mil voces repetian en coro y
en distintos puntos las mismas calumnias: si
por el contrario, se queria sostener á otro y en-
cumbrarle á los destinos, repetíanse en todas
partes las alabanzas. Así se formaba Una falsa
opinion pública, y los directores conseguian
su objeto: la sociedad tenia diseminados en los
ministerios, en las admiaistraciones , en las ofi-
cinas de correos, do quiera en fin , ajentes que
la informaban de cuanto pasaba: Y. muchas ve.




83
ces las Jójias recibían órden de preparar á los
incautos contra un decreto ó contra una medida
que aun no se había publicado.


Algunos masones de los que querian que
la revolución se consumase, separáronse de la
sociedad en los principios de 1tl21 ,y crearon la
comuneria que parecía haberse propuesto des..
de SU aparición la guerra contra los masones,
Muchos hombres de buena fe se alistaron en
las banderas de los comuneros, causados de su..
{rir la preponderancia de los masones y rece-
losos de que destruyesen el estado; abrazaron
este partido juzgándole el mejor para afianzar
y sostener la Constitucion que habian jurado.
Mas la división entre las dos sociedades duró
poco, porque los masones, mas versados en la
intriga que los comuneros, mas espertos y co-
nociendo sus secertos, los atrajeron á sus inte-
reses; el odio al ministerio fue la hase de su
reunion. Las representaciones que se dirijian
contra los secretarios del despacho, las asona-
das, las insurrecciones eran todas el resultado
de las maniobras de las sociedades secretas que
cada día daban un paso mas en la carrera de
la desorganizacion social. Su fuerza era respe·
tahle : sostenían periódicos J que, animados de
su espíritu, hacian la apolojía de sus par-
tidarios y calumniaban á sus enemigos senl~




84
brando la discordia en todas las provincias,
Tambien infestaron el suelo español otras sec-
tas políticas, que no logrando progresar, viéron-
se ohligadas á reunirse á los masones ó comu-
neros: por fin despues de haber constante-
mente trabajado en estraviar la conciencia del
pueblo, despues de haber ensayado yeometi.
do un gran número de desacatos, los masones
consiguieron apoderarse de las riendas del go-
bierno á consecuencia de los sucesos del 7 de
julio de 1822. No tardaron entonces los comu-
neros en declararse enemigos suyos, y las dos
fracciones se combatieron mútuarnente hasta
los últimos momentos del sistema representati-
vo, cual sino ecsistiesen mas españoles, ó cual
si el derecho de mandar en España hubiese de
ser el patrimonio de una sociedad ó de una per-
sona.


Incalculables son los perjuicios ocasionados
á la libertad por las sociedades secretas. Han
sido siempre la fragua de las doctrinas anárqui-
cas , de los motines, de las sediciones, y nunca
cesaron de conspirar hasta que la una invadió
el poder y se sentó en las sillas de la secretaria
del despacho. La juventud ignorante y sin es-
periencia corria á alistarse en las reuniones clan-
destinas, y orgullosa con las relaciones que ad-
quiria por este camino, juzgaba que fuera de




85
las-Iójias ó de las torres no ecsistian saber, vir.
tud ó patriotismo, Así crecia á la sombra de
la licencia y de la anarquía una [eneracion in-
tolerante y fanática, que creia que con algunos
gestos y atavios ridículos trepaba al pináculo de
la ciencia, al arte dificihsimo de gobernar á los
hombres.


Los malévolos que tenian en sus manos el
hilo de tan inicuas tramas,y que no estaban
contrariados por los hombres de bien, que co-
mo queda dicho se retiraron de aquella socie-
dad desde 1810 , pudieron turbar á su grado la
tranquilidad y dulce paz de los pueblos, euand()
decian que la libertad peligraba, que los inte-
reses de la secta se hallaban comprometidos)
sus afiliados cor rian á declamar contra las au-
toridades, á formar un motin , á hacer encar-
celar ó deportar una multitud de personas, y
aun ansiaban ensangrentar el puñal conque el
mas estúpido fanatismo habia armado su brazo.
Fieros con los desórdenes, cuyos ajitadores
eran, gloriáhanse en las tenebrosas sesiones con
sus hazañas, y recihian la recompensa de los
servicios que habían prestado á la sociedad, esto
es, de los golpes que hahian descargado contra la
libertad, porque atacarla era el atacar el órden
de cosas que ecsistia, Debe Dotarse que la mayor
parte de los jóvenes entraban de huena fe en


TOM. 1I. 7




86
aquellas tortuosas y criminales asambleas, juz-
gando servir dignamente á la patria eon sualis-
tamiento,


No debo pasar en silencio otra prueba de la
situación crítica en que se hallaba el.gobierno,
'y de la osadía conque se atentaba contra la Cons-
titucion jurada y contra el órden social. Acercá-
hase la época del nombramiento de los dipu-
tados de las córtes para la lejislatura de '822 Y
1823) Y el ministro de la Gobernacion dirijió
una circular á los jefes políticos encargándoles
que visitasen sus provincias é inculcasen las
mácsimas y doctrinas juiciosas para que saliesen
bien las elecciones. Esta circular era reservada,
mas parece sin embargo que el predecesor del
jefe político Martinez de San Martin la leyó en
un café. Al instante los periódicos contrarios,
los oradores de las sociedades públicas y los in-
dividuos de las secretas levantaron la voz con-
tra el referido escrito, representaron el hecho
como Un abuso el mas deplorable de las autori-
dac1es,y pidieron que se ecsijiese la respousabili-
dad al ministro de la Gobernacion. Para que
nuestros lectores juzguen la inesperiencia que
tenían los españoles del gobierno representati-
vo, y el estravío de las opiniones de la muche-
dumbre, vamos á copiar la circular•


................'" »Acercándose el momento en que debe veriíl-




87
esrse laeleccion de los diputados á córtes para la
lejislatura de 1822 y 1823, el gobierno no puede
abstenerse ele llamar la atención de V. S. sobre
un negocio de tanta importancia, porque no ca-
be duda en que de su écsito depende la consoli-
dacion del sistema. El rey me ha mandado es-
citar, como lo hago, el zelo y patriotismo de
V. S. para que adopte con la prudencia qne
conviene las medidas mas propias para lograr
el objeto principal de que la elección para tan
delicado encargo recaiga en personas que reunan
las condiciones siguientes.


1. a Adhesion á la Conslitucion y al rey
constituciona1.


2. 8 Haber dado pruebas de amor á la inde-
pendencia de la patria en la última invasión de
Jos franceses, y no haber aceptado empleo del
gobierno intruso ni tenido relaciones que hagan
dudoso su patriotismo.


s.a No pertenecer al partido de los que la
opinión pública designa justamente por pl'omo~
tores de las doctrinas y de los principios ecsa-
[erados,


4. 8 Ser amigos de las nuevas instituciones
é interesados en la tranquilidad de la patria, y
para conseguir este objeto y segun el espíritu
del artículo 92 de la Constituciou deben los ele-
[idos, si es posible, ser propietarios Ó del nú..




88
mero de los que por su posición Y!lUS relacio-
nes sociales han de resistir á las innovaciones
peligrosas y contrarias á la misma Constit ucion,


5. a Como los eclesiásticos que merecen la
confianza pública para diputados á córtes , serán
mas útiles empleados en ilustrar al pueblo en
su diócesis, conviene que vengan al congreso
en corto número.


Tales son las instrucciones [enerales que
S. M. ha querido dar á los jefes políticos. V. S,
debe Convencer de su utilidad y ventajas á los
habitantes de la provincia, valiéndose para ello
de la prensa y de la influencia de las personas
ilustradas y de buena reputaeion, para formar
asi la verdadera opiniou pública, contrabalan-
cear y destruir las intrigas de los enemigos de la
Constitucion , sean cuales fueren.


Por esta causa J' por otras muchas convie-
ne que V. S. recorra á propósito los pueblos de
la provincia, y que forme relaciones para ase-
gurar el resultado de las prócsimas elecciones.'
Bajo el concepto que se abonarán á V. S. los
gastos ocasionados por el viaje, como hecho en
el servicio mas importante que puede prestarse
á la nacion, y en el que espera S. M. poder
confirmar la buena opinión que V. S. merece
por su patriotismo, celo por el bien público,
amor á su persona y á las instituciones que nos




89
rijen.-MadriJ 27 de julio de f82 t."


Contra semejante documento escribieron los
periódicos, vociferaron,y reclamaron la respon-
sabilidad con el mayor ardimiento, y tercié-
ronse las intenciones hasta el estremo de que el
jefe político de Astul'ias que publico una pro-
clama en el mismo sentido fuese denunciado an-
te el alcalde de Oviedo , y el jurado la declaró
sediciosa; tanto se habia jeneralizado el conta-
[io y con tanta intolerancia se miraban los par-
tidos en España , sin considerar que con sus
ataques minaban el edificio de la libertad, y
que desde palacio Fernando soplaba la tea de la
discordia, para que divididos los liberales pe-
reciesen, y para entronizar segunda vez el san-
griento reinado de la tirania,


No obstante los embates de sus enemigos
de uno y otro estremo , realistas y perturbado-
res de la paz que se tocaban en la prelension de
derrocar el gobierno, este no cedia y las auto-
ridades de Madrid reprimian los movimientos
de Jos sediciosos en su nacimiento y desenmas-
caraban sus proyectos. Como desde los sucesos
de la córte durante la permanencia de Riego, su
nombre servía á los unos de grito de alarma y
á los otros de causa de persecuciones, los ecsal-
lados para ganar terreno y quizas con el obje-
to de conseguir mas importantes resultados,




90
acordaron llevar en triunfo por las calles de
la capital el retrato de Hiego, y paseado por de-
lente-de palacio, organizando asi una asonada,
cuyas consecuencias podían ser muy graves.
Cuntaban para la ejecuciou de este proyecto
con alguncs cuerpos de la guarnici011, y co-
menzaron á ejecutar e\ plan, presentándose en
las puertas de varios cuarteles donde fraterni-
zaban con la tropa y con los oficiales. Alenta-
dos con sus primeros triunfos y con las aclama-
ciones del vulgo, redoblaron la audacia y diri..
[iéronse con suma alegria hácia lss casas con-
sistoriales y hacia el alcázar real, cuando el je-
fe político corrió á su encuentro y les intimó
que se retirasen. Lejos de obedecer respondie-
ron Con insultos y amenazas al majistrado , que
colocándose entonces á la cabeza de una corn-
pañia de granaderos de la milicia nacional mar-
chó contra los ajitadores y los dispersó obli-
gándoles á abandonar y tirar al suelo el retra-
to de Riego.


En los mismos dias representábanse en Za-
ragoza ,escenas aun mas desconsoladoras, y que
preparaban 103 años de luto y sangre que todos
hemos llorado. Dije en su lugar que á cense-
cuencia de la fatal trunsaccion hecha por el pri-
mer ministerio constitucional con los pt'omove-
dores de asonadas, habíase levantado á Riego




91
su destierro á Asturias y se le habia nomhrada
espitan [eneral de Aragon. Desde su llegada, á la
provincia habíase rodeado de los hombres de
ideas mas ecsajeradas .1 los cuales. abusaron vil y
escandalosamente de su poc~ esperiencia y del
ardor que inflamaba su patriotismo, Descollaba
entre ell~ un aventurero llamado Monladot,
que se daba á si mismo el titulo de presidente
del imperio fraucés , y [eneral en jefe de los
ejércitos republicanos, quien propuso á Riego
presentarse con una columna militar en la fron-
tera de Francia, y enarbolar en ella el estandarte
tricolor. El resultado no parecia dudoso á sus
ecsaltadas imajinaciones , que veían ya á todo
el antiguo ejército francés corriendo á sus filas,
y á las provincias llenas de entusiasmo ,. destru,
yendo las flores de lis y ondeando de nuevo
las águilas imperiales. Afortunadamente. el bri- .
gadier D. Francisco Moreda, jefe político de
Aragoll , se hallaba dotado de la prudencia y sa-
gacidad necesarias para contener el ardor de
Riego; y los verdaderos principios de templan-
za y de justicia que distinguian al Jefe político.
paralizaban hasta cierto punto el mal efecto"
que debia producir el ejemplo del capitán jene-
ral. Dirijióse este último á recorrer la provin-
cia con el fin de inflamar 4 sus partidarios, y'
de establecer en cada punto un COn ciiiábulo en-




92
cargado de esparcir 9US doct rinas. Entre tanto
hacíanse en Zaragoza preparativos pa¡'a llevar á
cabo los proyectQs del treusluga francés .. y el
jefe político Moreda, que seguia los pasos de los
conspiradores, dió cuenta de todo al ministerio
y tomó las precauciones convenientes para frus-
trar la tentativa. Alarmados [ustarnente losgo-
bernantes con las consecuencias que podia tener
el menor asomo dirijido á perturbar la tranqui-
lidad de la nación francesa , y sabiendo cuanto
iba á comprometer Ji España con los dérnas ga-
binetes de Europa, dieron inmediatamente ór·
den al brigadier Moreda para que reuniendo en
su persona el poder civil y militar prescribiese
¡Í Riego que fijase su residencia en Lérida. En-
carninábase entonces este [eneral á Zaragoza de
vuelta de la correria que queda referida, y dis-


, poniase á entrar en la ciudad no obstante el
mandato del ministro, cuando supo la eferves-
cencia que allí reinaba, y como no le era favo-
rable se sujetó á partir á Lérida.


El lector imajinará fácilmente hasta que es-
tremo ecsasperó á Jos ecsaltados la conducta ñr-
me de los secretarios del despacho, porque si
una circular como la que hemos copiado bastó
para alarmarlos, l cual debia ser su furor al ver
á Riego privado del mando y confinado á una
plaza fuerte? Los planes que tan sijilossmente




93
se hahian formado en Aragon no tuvieron resul-
tado alguno; mas en todos los estrernos del
reino resonaron injurias y amenazas contra los
que dirijian el gubernalle del estado; no era
posible acusarles ante el tribunal de las cortes
porque habian caminado siempre con la Consti-
lucion en la mano; adoptóse pues el partido de
escitar alborotos en las capitales de provincia
y obrar de concierto para que las autoridades
se reuniesen á ellos y dirijiesen esposiciones al
monarca contra-el ministerio, amenazándole
conque no serian obedecidas sus órdenes sino
accedía á la mudanza ecsi [ida. Séame permitido
insertar aqui parte de una carta publicada en
aquella época en varios periódicos de la corte,
porque contiene observaciones importantes que
manifiestan el estado de la opinicn pú blica e~
en el tiempo de que hablamos. Escribióse la
carta en la Coruña, y su autor se propuso dar
á conocer el modo como se hizo en aquella ciu-
dad la esposicion contra el ministerio. Despues
de haber referido los resortes que tocaron los
ajitadores para reunir las autoridades; la violen-
cia que emplearon en ello ; des pues de haber
dicho que esta r('presenlacion y las de Sevilla,
Cádiz, Badajoz y otras muchas eran el resulta-
do. de una misma intriga, continúa el escritor
de esta manera. »No hay duda en que!a nacion




94
le encuentra en una ajitacion estraordinaria
por consecuencia de las circunstancias: para
romper los débiles lazos que nos unian al go-
hiernoanterior, necesitóse dar á los espíritus
un impulso que los hiciese correr detrás de
una felicidad de que hasta entonces no había-
mus gozado, y el nuevo sistema se adoptó para
que mejorase la fortuna pública : no habian
calculado muchos que esta no depende de la
prosperidad de tal Ó tal individuo, sino de la
masa [eueral , y creyeron qq,e desde la procla-
macion del código gaditano iba á esperimentar
España los resultados de un buen gobierno. Los
que habían obtenido empleos en tiempo del
despotismo, reputábanse Con derecho á conser-
varios, porque habian, á decir de ellos, servido
á la nación : los que habian contribuido COn éc.
sito á la mudanza del jiro político, alegaban mas
numerosos motivos para ser colocados, y á me-
dida que nos alejamos de la época de la restan-
racion constitucional vemos aumentarse el nú-
mero de los que han tomado en ella una parte
activa. No es necesario reunir mas elementos
para que reine una efervescencia continua en
todas las ciudades donde habitan tantos emplea.
dos y aun mas pretendientes."


nPor lo que toca oÍ la masa de la nación que
no vive del tesoro, se le había persuadido que




95
Ias contribuciones se desminuirian, que cesarian
lBS injusticias ,que libre de trabas y de vejacio-
nes , cada uno podria ejercer su industria como
mas útil le pareciese. Hanse realizado algunas
de estas esperanz rs ; pero distamos todavía mu-
cho delcumpiimiento de nuestras promesas.
:Nueva~ contribuciones han reemplazado las an-
tiguas; los ayuntamientos compuestos de horn-
bres que viven de su propiedad ó de su trabajo,
se han visto abrumados por una multitud de
gastos que pesaban en otro tiempo sobre el ser-
vicio público , y. por consiguiente no han po-
dido ecsijir menos ni rebujar los impuestos; se
ha renovado el ejército, se han hecho grandes
reformas que comprenden clases numerosas é
influjentes , y la peste afli [e una parle de la Pe-
ninsu'a ; estos motivos deajitaciou , de descon-
tento no son muchos y muy graves?"


)) En semejante situacion las causas de
queja abundan , y la nave del estado corre su-
mo peligro de naufragar entre tantos escollos,
y ninguno que observe cuidadosamente la rnar-
cha del espíritu público dudará de esta verdad.
:Mas Jos lamentos son proporcionados lÍ la clase
de las personas que prorumpen en ellos. En las
ciudades don.le ecsisten hombres devorados por
Una ambicien sin límites, que especulan sobre
las desgracias de la patria despues de haber-




96
las causado y dirijido en provecho suyo ¡Se,
declara la guerra á los que ocupan los mas en-
cumbrados destinos para reemplazarlos, y se
ecsajera la mudanza de un empleado, óla colo-
cacion de otro, como si se tratase de una cala-
midad pública. Aunque he citado las ciudades
no comprendo en ellas á todos los habitantes ni
á su mayoría, sino tan solo á los ambiciosos
que arrastran tras si á los ociosos, á los per-
didos, á los amigos de cambios políticos... y á
las sociedades secretas que siguen maquinal-
mente el impulso de sus directores; pero la
parte sana de la nacion , los que tienen un ver-
dadero interes en que el gobierno sea justo y en
que las leyes proporcionen el mas alto grado
posible de prosperidad, no gritan contra deter-
minados individuos, ni creen que el poder
ejecutivo pueda por si solo remediar los males
que lloran y que sienten como el que mas:
piden que se reduzca el número de los emplea..
dos para que sea posible disminuir los impues-
tos; piden que las córtes y el gobierno trabajen
en todos los ramos que estan á su cargo para
detener y fijar la revolucion , estinguiendo el
furor de las pasiones, reconciliando los ánimos,
y no tolerando por mas tiempo que se propale
que la mayor parte de los españoles se opone á
la ventura de la nacion misma I y que un pu-




97
liado de individuos conocen solos sus verdade-
ros intereses, y son los únicos capaces de guiar
á todos los otros. La nacion española desea con
ardor que la confianza se restablezca, que la
administración del crédito público se mejore,
y que ningun pueblo, ni ninguna fraccion de
pueblo, se crea con derecho de impedir (lue las
autoridades constitucionales ejerzan los poderes
que les concede el pacto fundamental."


»Partiendo de estas bases, que Jos buenos
ciudadanos no desmintirán, es fácil reconocer
que las representaciones hechas en esta ciudad
y en otras muchas no son la espresion de la opi-
nion pública, sino el fruto de las pasiones y de
la imprudencia, y que los verdaderos males
que afli[en á la pátria están lejos de compren..
derse en las causas que en los referidos escritos
se señalan por mas importantes. Es igualmente
fácil de adivinar que lo que quiere la nación
es justo, justlsimo , y que sino se toman Juego
en cousideracion sus quejas, si las leyes y los
encargados de su custodia y ejecucion no adop-
tan rápidos medios de calmar la efervecencia...
y de obligar áque la justicia presida á todos los,
actos del gobierno, los infortunios que nos de-
voran tornarán Un horrible vuelo: y aprove.
chándose del error de los partidarios de la anar-
quia los ajentes del poder absoluto nos despeña-




98
rán hasta el borde del abismo, sin que sea posi-
ble preveer cual será el funesto desenlace de tan-
tos desórdenes,"


No llevará á mal el lector que baya cop'ado
[as anteriores observaciones, porque demues-
tran claramente las verdaderas calamidades que
aílijian á España é indican al propio tiempo
el conveniente remedio. Tal fue siempre el
lenguaje de los hombres previsores que jamás
se engaiJaron sobre los verdaderos intereses de
su pátria. Y no solamente los enemigos inte-
riores dehian obligar á caminar con templanza
y con tino, sino que en el esterior acumula-
hanse los elementos de odio y con ellos los pe-
ligros para la Península española. Roma era el
foco principal de los tiranos : alli estaba la fra.
gua donde se fabricaban los rayos que con el
tiempo habian de derrocar del solio de la pá-
tria la libertad, para sentar sobre sus despojos
segunda vez á la tiranía, Véanse las in tencio-
nes y las intrigas de la córte del sumo Pontí.
fice en esta carta reservada, que escribió el
Papa á Fernando en setiembre de 1820, con
motivo de la estincion de los jesuitas.




99
PIO PAPA VII (1).


CarÍsimo. No diferimos responder á la car-
ta pal'! icular de V. M. del 17 de agosto, en
que nos participa que las córtes han resuelto la
supresión de la compañia de Jesus en esos do-
mmios , tomando las medidas convenientes pa-
ra proveer al decente mantenimiento de sus in-
dividuos comprendidos en dicha resolución,
Nos, que aunque sin mérito nuestro hemos si-
do colocados por la divina misericordia sobre
la cátedra de la verdad, y hacemos en la tierra
las veces de aquel Dios, que es la verdad por
esencia, no podremos haLlar con nadie, espe-
cialmente con el rey católico , que siempre nas
ha sido muy caro, otro idioma que el de la
verdad. Hablándole pues en este lenguaje, le
diremos con libertad apostólica J que persuadí.
dos de las grandes ventajas que sacan la reli ..
jion y la sociedad de las obras de los jesuitas,
no hemos pedido oir sin un amargo disgusto el
anuncio que V. M.nos ha hecho de su estin-


(1) No teniendo á mano el orijinal de esta carta,
adoptamos la traducciou publicada eu la Gaceta en
1824, que es algo tloja y desaliñada, no obstante las
íufulas , báculo y mitra del traductor.




100
eion, El continuo ejercicio de las práctices re-
lijiosas que ellos promueven con celo infatigaw
hle, la eficacia de su buen ejemplo para andar
el camino de la virtud, su cuidado incansable
en la educacion moral y literaria de la [uven-
tud , á que no han podido dejar de tributar el
debido homenaje sus mismos enemigos, el es-
píritu de caridad estendido al socorro de toda
clase de personas que distingue particularmen-
te á la compañía de Jesus , sin ctros tantos mo-
tivos de nuestro justo dolor por 'Verla escluida
de los dominios del rey Católico. Demasiado
hemos pedirlo ver en este hecho, uno de aque-
llos golpes tan inesperados y tan vivamente do-
lorosos para nuestra alrna , que tanto se repi-
ten ahora en ese reino contra las cosas de la
iglesia.


Nuestro corazon no puede dejar de pror-
rumpir en profundos suspiros cuando conside-
ramos que aquella nacion gloriosa, la cual ha-
hia sido hasta ahora el objeto de nuestro con-
suelo, va á sernas un manantial de gravisimas
solicitudes.


Conocemos los relijiosos sentimientos de
V. M. y el filial sincerfsímo afecto que nos prn-
fesa ; y por lo mismo sentimos la mayor amar-
gura por la pena que esta nuestra carta produ-
cirá en su bellísimo corazon 1 pero prócsirnos á




101
dar estrechísima cuenta al Eterno Juez de to-
das nuestras obras, no queremos ser reconve-
nidos y castigados porbaber callado á V. M.
los peligros de que vernos amenazada esa íncli-
ta nacion en las cosas de la relijion y de le
iglesia.


Un torrente de libros pernieiosisimos inun..
da ya la España en daño de la relijion y de
las buenas costumbres: ya comienzan á buscar..
se pretestos para disminuir y envilecer al ele..
ro: los clérigos que forman la esperanza de la
iglesia, y los seculares consagrados á Dios en los
claustros Con votos solemnes, son obligados al
servicio militar: se viola la sagrada inmunidad
de las person:.ls eclesiásticas ; se atenta á la clau-
sura de las vírjenes sagradas: se trata de la abo..
licion total de los diezmos: se pretende sus..
traerse de la autoridad de la Santa Sede en ob-
jetos dependientes de ella; en una palabra, se
hacen continuas heridas á 'la disciplina eclesiás..
tica y á las rnácsimas conservadoras de la uni-
dad católica , profesadas hasta ahora y con tanta.
gloria practicadas en los dominios de V. l\!l.


Hemos dado órden á nuestro Nuncio cerca
de V. M., que hiciese respetuosamente, pero .
con libertad evanjélica, las reclamaciones de
que no podemos dispensarnos sin faltar á nues-
tras obligaciones ; pero hasta ahora tenemos.el..


TOMO H. 8




102
disgusto de no haber visto aquel écsito que de-
bíamos esperar de una nacion que reconoce y
profesa la relijioncatólica, apostólica, romana,
como la única verdadera y y que no admite en
su gremio el ejercicio de ningun falso culto.


Estamos bien distantes de querer atribuir á
las religiosisimas intenciones de V. M. los de-
sórdenes que le hemos indicado; y queremos
tambien persuadirnos de que todo lo hecho has-
ta ahora, Con sumo dolor nuestro, en daño de
la iglesia, ha sucedido contra las intenciones
de vuestro gobierno y de los representantes
mismos de la nacion , y por lo mismo rogamos
á V. M. procure valerse de todos los medios
que estan en su mano para aplicar un eficaz re-
medio; pero si apesar de nuestras reclarnacio-
nes y de nuestros ruegos tuviésemos la pena de
ver inovaciones peligrosas en las cosas eclesiás-
ticas , ó que se introducen falsas doctrinas cor-
ruptoras de la pureza de la fe y de la santidad
de las costumbres, y desorganizadoras de la
disciplina de la iglesia, entonces, debiendo cum-
plir con la mas sagrada de nuestras obligaciones
que nos incumbe como supremo maestro y pas·
tor de la iglesia de Jesucristo, no podremos de.
[ar de clamar á V. M. con celo apostólico é in-
vocar la relijion de vuestro gobierno y de una
nacion tan benemérita de la iglesia, á fin de




10J
remover los peligros á que los enemigos de Dios
y del órden quisieran esponer la salud espiri-
tual de esos pueblos. .


Confiados en el ausilio divino, en la piedad
de V. M. C. y en la sabiduría de vuestro go-
bierno, depositamos con paternal confianza
nuestras angustias en su corazon , y solo con
participarle nuestro dolor ya nos sentimos ali-
viadas, y nos confortamos con la esperanza Je
que á favor de Jos relijiosos cuidados de V. M.
y de la cooperación de su gobierno, los intere-
ses de la iglesia católica en España serán pre~
servados de IGS males que les amenazan. Con
esta confianza suplicamos al Dador de todo bien
que derrame sobre V. M. y sobre ese su reino
5US mas cumplidos favores, y con el mas tier-
no afecto da mas á V. M. Y á toda su real farni-
lia la bendicion apostólica.


Dada [t J5 de setiembre del año 1820 J el
21 de nuestro pontificado.


En vez de fijar los ojos en las horribles tra-
mas que se fabricaban fuera de Espaf¡a para
ahogar la libertad, enredáronse en sus hilos sin
saberlo los hombres turbulentos, y sus represen..>'
taciones fueron solamente los presajios de la
terrible tormenta prócsima á desencadenarse
contra el país: Sevilla y Cádiz se declararon en
insurreccion contra el gohierno.s. cerraron las l/'




104
puertas de la ciudad á los funcionarios públicos
enviados por el rey (l): los insurreccionados
nombraron á los q~e debian mandarles ó por
mejor decir á los que estaban encargados de
ejecutar sus mandatos, y manifestaron formal-
mente que persistirían en su intento hasta el
nombramiento de un nuevo ministerio. Envia-
ron al trono las representaciones mas furibun-
das y tambien al cOllgreso, las cuales circula.
ron por todos los estrernos del reino; é invoca.
ron la Constitución al propio tiempo que bolla-
han con sus pies las atribuciones que conceden


(1) El teniente jwneral Venegas . marqués de la
Beunion , á quien el minister io acababa de nombrar
comandante jcneral de Cádiz, renunció su destino
al ver la oposicion de los que se titulaban á si mis-
mos patriotas. Destinado á su reempl az o el baron de
Andilla tampoco fue admitido por los ajitadores que
proclamaron la resolucion que habian formado de
no recibir niogun comandante jeneral n omhr-ad o por
el monarca, hasta que huhiese camhiado de mínis»
tros con el objeto de que permaneciese el coman.
daute militar y político de Cádiz D. Manuel Fran.
cisco J auregui , jefe de aquella insnrreccion: este
acalorado militar se atrevió á escribir á Eerr.audo
una carta en la que confesando abiert ameute su
desohediencia J le acusaba de que era al autor de to ..




'105'
sus artículos al poder ejecutivo.


Otro tanto sucedía en la Coruña , porque el
gobierno firme en su resolución de no tolerar
que las primeras autoridades apoyasen ó pr-edi-
casen la anarquía; conociendo la fatal influen-
cia que ejercía el capitán jeneral de Galicia , y
hien convencido de que aquella superior auto-
ridad era el centro de la reunion de los ajitado-
res, le despojó de su empleo y lo confirió al
hrigadier D. Manuel Latre , que amás de des-
empeñar las funciones de [efe político de la p:-o-
vincia habíase distinguido siempre por su tem-


dos los infortunios que abrumaban al estado.
Para regulariear la resistencia en el caso en que


el gobierno intentase hacerse obedecer por medio de
la fuerza, confederárouse los gaditanos con los pa-
triotas de Sevilla, donde el jeneral Velasco era co-
m auda ute militar , y jefe político D. Ramon Luis
}':scobedo. Rehusaron estos dejar sus sillas á las nue-
'Vas autoridades nombradas por S. l\f. y que eran el
jeneral Moreno Daóiz, que hahia sido ministro de
la Guerra, y D. J oaquin Abistur, Se quiso comen-
zar á reparar la Iortificacion de Cádiz.l poner en
estado de maniobrar las tropas de ambas provincias,
J ~I diputado Moreno Guerra que se hallaba enton-
ces eu ar¡uella plaza, propuso cortar el pUlllllte
Zuaz:o.




106
plauza y su Iirmezs. La medida tomada por Jos
secretarios del despacho orijinó Una asonada
dirijida por el jeneral ecsonerado y por sus
amigos, en la que tomó parte la guarnicion y
la milicia nacional: porque es muy fácil sor.
prender los cuerpos militares cuando encierran
en sus filas á algunos ajitadores Ó cuando el que
los manda se coloca á la cabeza de los sedicio-
sos. Latre se vió insultado , maltratado , y el
jefe ecsonerado volvió á ocupar el cargo de ca-
}Jitan jeneral en medio de uua efervecencia que
hacia temer 105 mayores infortunios.


Parecj.a que nada se oponía ya ::í los planes
(le los ajitadores y qlle habiendo triunfado en Gs-
licia y en A ndal ucia y en otras provincias ,ib:m
á reunir sus fuerzas para marchar sobre Ma-
drid, destruir el gobierno y las córtes y preci-
pitar la revolucion, Desarrollaban ellos mismos
estos proyectos en la tribuna, en los periódi-
cos , en los corrillos , porque pareciéndoles in-
falible su triunfo juzgaban inútil la reserva,


Sin embargo, las ventajas obtenidas en esta
ocasiou no fueron decisivas; el brigadIer D. Ma-
nuel Latre conociendo las funestas consecuen-
cias de su permanencia en la Coruüa , Como
ajeute de Un gobiern() que era alli desconocido,
escapóse á pesar de la vijilancia de sus contra-
rios, y retirándose á Lugo ordenó á todas las




10'
autoridades de la provincia que le obedeciesen
como á jefe político y como á capitan [eneral in-
terina. El jefe de los ajitadores se halló solo en
la Coruña. Ya se hablan manifestado en, algunos
puntos de Galicia síntomas de coutrarevolucion ,
y la provincia iba á consumirse en disensiones
sin que nadie dudase del triunfo de los insuerec-
cionados que disponían de las trnpas y eran los
mas fuertes en las plazas y en las ciudades po-
pulosas; mus todos los temores se disiparon á
la voz del valeroso Latre que reunió los espí-
ritus y les comunicó COIl su entereza el arrojo
necesario paru imponer á sus enemigos. El je-
neral ecsonerado obedeciendo las órdenes del
ministerio tuvo que abandonar á Galicia, y los
sagrados principios en que estriba la sociedad
y las leyes triunfaron tambien esta vez.


Tan importante acontecimiento al propio
tiempo que desconcertó los planes formados en
Andalucía y en otras provincias, reanimó al
ministerio que abrumado de disgustos y de des-
gracius no sabia donde vol ver los ojos para en-
contrar un apoyo: afortunadamente no se veía
atacado de cerca, porque gracias á la constante
actividad y á la enerjia del conde de Cartaiena
y del jefe político D. José Mal'tinez de San Mar·
tin , losjenios turbulentos de la capital no osa-
han emprender COSi) alguna y permanecían sirn-




toe
pies espectadores del desórden de las prorin-
cias, La pren!la destilaba sin cesar el mas acti va
veneno, y el gobierno no podía aplicar el
oportuno remedio á un mal tan grave, porque
las córtes habian establecido el jurado para los
delitos de la imprenta, y los jueces de hecho ele-
[idos por los ayuntamientos perteuecian al par..
tido ajitador, ó no tenia n la suficiente fuerza para
condenar los malos principios. Hallábanse á la
saznn reunidas las cortes en sesión estraordina-
ria; y el ministerio cercado de obstáculos recur-
rió á la asamblea por medio de un mensaje del
monarca para que tomasen en consideracion los
trastornos que tan frecuentes eran en distintos
puntos, y apoyasen al poder ejecutivo adoptan-
do y discutiendo medidas represivas de la anar-
quía. El mensaje á la Jetradecia así.


»Con la mayor amargura de mi corazón he sao
bido las últimas ocurrencias de Cádiz, donde sO
pretesto de amor á la Constitucion se ha hollado
esta, desconociendo las facultades que la mis-
ma me concede. He mandado á mis secretarios
del despacho que presenten á las cortes la no-
licia de tan desagradable acontecimiento, en la
íntima confianza de que penetradas de él coope.
rarán euérjicarnente con mi gobierno á qUt:! se
Conserven ilesas, así como las libertades púhli-
cas , las prerogativas de la corona que son una




109
de susgaranfias. Mis deseos son los mismos que
los de las córtes , á saber , la observancia y con-
solidacion del sistema constitucional; pero las
córtes conocen que tan opuestas son á él las in-
fracciones que pudieran cometer los ministros
contra los derechos de la nación , como las de-
masías de los que atentan contra los que la Cons-
titucion asegura al trono. Yo espero que en esta
solemne ocasión las córtes darán á nuestra pa.
tria y á laEuropa un nuevo testimonio de la cor-
dura que constantemente las ha distinguido, y
que aprovecharán la oportunidad que se les pre-
senta para contribuir á consolidar del modo
mas estable la ConstiLucion de la monarquía,
cuyas ventajas no pueden esperirneutarse , yaun
estarian espuestas á perderse, sino se contienen
al nacer los males que empezamos á sentir.


San Lorenzo 25 de noviembre de 182L=-
Fernando. "


Las córtes dividieron en dos partes la res-
puesta á este mensaje. En la primera condenaren
altamente la conducta de los promovedores de
los disturbios de Cádiz y de Sevilla ,y pusie-
ronla en manos elel monarca antes de discutir la
segunda. Ya el partido eesa jerado tenia en
las córtes , sino una mayoría pronunciada , al
menos numerosos y ardientes partidarios, y las
revueltas de Andalucía contaron por consi-




110
guiente con apolojistas. Hiciéronse al ministe-
río Jos cargos menos fundados, procuróse en
todas las sesiones abatir á Jos individuos que lo
componían, y ya que no pudieron echar mano
de la responsabilidad porque se habian limitado
á la ecsacta observancia de la Constitucion , di-
jÓ3e en la segunda parte de la respuesta que con-
venia despojar de su empleo á Jos secretarios
del despacho , porque habian perdido lafuerza
moral ( 1). Nuevo [énero de acusación que podrá
servil' en lo futuro como sirvió en esta desgracia-
da época pat'a condenar la conducta mas legal:
no es fácil adivinar lo que querian manifestar
las cortes en esta espresion vaga, ni se concibe
como falta la fuerza moral á los gobernantes
que se atienen escrupulosamente al límite da
fUS atribuciones, esforzándose para que las
leyes se ejecuten y~el órden~rúblicose conser-
ve. Y aun cuando se tratase de la idea privada
(lue inspirasen los ministros á la opioion pú-
l,lica por lo que á ellos tocaba, l quien decia á
las cortes (lue Jos secretarios del despacho esta-
han mal vistos, sino un partido que no podia so-


(1) El redactor de la respuesta y el autor de in-
veucion tan ol'ijiual fue el diputado D, José María
Calatrava.




111
portar que se opusiesen Con tanto vigor, con
tanta firmeza á sus proyectos? Los amigos de la
monarquía y de la paz apreciaban un ministerio
que en medio de los mayores peligros hahia
combatido la democracia Con una constancia
heróica : mas algunos diputados de las cortes
querían sin duda que los gobernantes, siguicn,
do el falal ejem plo de sus predecesores, capi-
tulasen con las cabezas del motin y con ellos
mismos. Sin embargo, los hombres sensatos y
prudentes que cornponian parte de la asamblea
proclamaron solemnemente en esta o casion los
verdaderos principios del órden social. Apesar
de la primera respuesta al rey dada pOI' el con-
Sl'eso lejislativo , lo", insurreccionados persis-
tian en Andalucia en su desobediencia al gobier-
no, escu.lados con el apoyo que encontraban en
las cortes que ecsaminaron las nuevas rt:'presen.
taciones de Cádiz y de Sevilla, y decretaron
la forrnaciou de causa á las autoridades de aquel
pUlllO.


Las córtes estraordinarias ocup.ibanse en re-
formar el reglamento sobre libertad de impren-
ta, porque la esperiencia de algunos meses ha-
hia bastado para probar que era causa de que
se cometiesen impunemente los m;.¡yores abu-
sos. El ministerio propuso una ley represiva
qae corrijiese los defectos de mas bulto, pero




t12
que dejaba todavía tanta latitud, que aun des-
pues de su promulgacion los abusos rayaron en
licencia. Sea que no quisiesen las trabas mas in-
significantes, sea que aprovechasen la ocasión
para vengarse de los diputados que se habian
pronunciado con mas calor contra los escánda-
los de Andalucía, los ajitadores intentaron ase-
linar al Conde de Toreno y á Martiuez de la


, Rosa al salir del congreso, Y hubiéranlo cense-
guido si las autoridades hubiesen mostrado me-
nús vijilancia ómcnos zelo: asaltaron la casa
donde vivia Toreno, que con mucho trabajo
pudo librarse del furor de sus enemigos.


Mientras que el gobierno combatía con tan-
ta pena contra los promovedores de alborotos,
tenia también que adoptar enérjicas medidas
contra los llamados realistas que comenzaban á
formar partidas en distintos puntos. No parecia
á su cabeza ningun hombre conocido, ningun
militar de mérito; mandábanlas hombres oscu-
ros ó enteramente nuevos en este lénero de
guerra,. ó qtie habian hecho su aprendizaje en
la guerra de la independencia. Las tropas cons-
titucionales las derrotaban donde quiera que las
alcanzaban y reducíanlas á ir errantes por los
campos ó por los montes: los facciosos eran
Una verda dera calamidad para el pais que atra-
vesaban; porque no solo obligaban á los pue-




113
blos & ocurrir & todas sus necesidadel! , sino
que los talaban y saqueaban aquellas bandas in-
disciplinadas, y á veces tambien los soldados que
las perseguian, añadiéndose Confrecuencia las ee-
sacciones de los jefes de uno y otro partido. Por
otra parte causaban un grave perjuicio á la na-
cion en [eneral prestando un arma terrible á los
ajitadores que acusaban á la nobleza, al clero,
á los moderados, á la familia real y al monarca
mismo, de ser los autores ó los cómplices de
las conspiraciones. A fuerza de abultar los peli-
gros, de amenazar á las clases mas respetables
de la sociedad, los ajentea secretos de la tiranía
lograban estraviar la opinión pública y acelerar
la eje cucion de sus proyectos.


En medio de esta confusion, cuando solo se
veían amenazas por una parte y temores por
otra, cuando la mayor parte de los ciudadanos
honrados 00 osaban manifestar su opinión; cuan-
do todo anunciaba la disolucion del estado,
verificáronse las elecciones para la lejislatura de
1822 y 1823. Imposible parecia que los nombra-
mientos no se resistiesen del herbor de la época
y de la preponderancia de las doctrinas ecsaje-
radas. No queremos decir con esto que todos
los elejidos perteneciesen á un partido, porque
muchos de ellos abrigaban los mejores senti-
mientos en razon de que sus .contrarios, para.




114
conseguir el objeto que se proponían, tuvieron
que ceder algunas veces á los electores de buena
fe , y porque muchos que fueron nombrados en
el concepto de que profesaban opiniones esn e-
mas, se portaron con suma templanza. Viér cnse
sin embargo diputados elejidos por provincias
donde carecian de domicilio, de bienes, de
nombradía y aun de conocimientos: otros que
habian figurado siempre á la cabeza de las aso-
nadas: algunos que estaban procesados por las
eausas criminales formadas á consecuencia de
los sucesos de Andalucía, y muchos proletarios,
si puede darse este 110m bre á los que no poseían
propiedades de ninguna clase, ni tenian nada
que perder.


El año J821 hubiera sido el último del go-
hierno representativo en España, si el ministe-
rio no hubiera mostrado tanta firmeza; si las
autoridades de Madrid no hubiesen desplegado
tanta decisión y enerjia ; si Moreda en Aragon,
y Latre en Galicia, no hubiesen contrariado y
paralizado los desacertados planes de 105 opues-
tos partidos. El proyecto de los ocultos jefes
de la trama era destruir la monarquía ; y mien-
tras la talaban los realistas levantados en ban-
das, los jenios turbulentos descubrían iguales
deseos en sus escritos, manifestábanlos en la
tribuna de las sociedades patrióticas, donde se




115
pTonunciaba el elojio de la guerra civil (1); Y
declarábanlos finalmente en sus obras, pues
desobedeciendo al gobierno desgarraban la Con s-
titucion. La negativa del monarca á~sancionar
el decreto sobre señorios , contribuyó en ~ran
manera á contener el torrente de la revolución;
porque por mucha que fuese la justicia primiti-
va que habia inspirado esta ley á los diputados
del pueblo, en las circunstancias actuales equi..
'Valía á dar á los arrendatarios autorización para
no pagar renta alguna, y arnás avivaba la guer-
ra de esterrninio entre los propietarios y tos co-
lonos. Negando el príncipe la sanción á un de.
cretoque llevaba el sello de la imprevision, pues
era la piedra de escándalo para suscitar nuevos
enemigos en medio de tantos corno cornbatian la
libertad, privó á la anarquía de un impulso con-
siderable y de un pretesto á los que bajo mauo
trabajaban para derrocar el imperio deja Cous-
titucion.Quizás algunos diputados de los que
declararon é inventaron que los ministros ca ..


(1) El diputado Romero Alpoente, proclamó en
Ia sociedad de Lor-euz i ni , que la guerra civil era un
don del cielo. Si hubiera vivido algunos años mas y
presenciado el sangriento cuadro de sus atrocidades..
qu.izás-no hubiese pe-nsado_del _lUismo modo,




116
recian de la fuerza moral necesaria para gober-
nar, recordaron entonces que los secretarios
del despacho se habian opuesto á la sanción de
la ley sobre señoríos.


No obstante la famosa declaracion del con.
greso nacional sobre la fuerza moral que faltaba
á los ministros, conservóJos el rey en su puesto
hasta últimos del mes de febrero de 1821. EH.
[ió entonces otro ministerio compuesto en su
mayoría de los representantes de la nación en
la anterior lejislatura, pues de los siete minis-
tras cinco se habian sentado en los bancos de
las cortes : nombró á los que mas se hablan dis-
tinguillo por sus conocimientos y por el espíri-
tu de templanza; y sus contrarios que no habian
despreciado medio alguno de impedir el nom-
bramiento, hicieron grandes esfuerzos para que
se anulase después de firmado.


He dicho que el segundo ministerio se com-
ponia de hombres menos célebres que el pri-
mero, y antes de concluir este artículo debo
ad vertir que el alma de aquella ad ministracion
fue D. Raman Feliu , ministro de Ultramar al
principio y despues de la Gobernacion. Casi to-
das las otras secretarías fueron alternativamente
ocupadas por diversos ministros, de los que al-
gunos distaban mucho de reunir la sabiduría y
la práctica de los negocios necesarios para ad-




111
ministrar el estado en tan azarosa crisis. Brilló
este ministerio por su constancia en sostener la
tranquilidad pública contra los embates de los
ajitadores , pur sus principios monárquicos y
por la guerra que nunca cesó de hacer á la
anarquía, escudada bajo el nombre de bandos
opuestos , y siempre arrostrando inminentes
peligros..Bajoeste concepto merece elojios mul-
tiplicados, y los hombres de hien de todos los
paises le deben el reconocimiento de Jos esfuer-
zos superiores que empleó pata descubrir las
tramas de los [enios turbulentos, Si varones de
principios menos sólidos y de un carácter me-
nos decidido hubiesen ocupado las sillas minis-
teriales despues de los sucesos de Aragon , An-
dalucía y Galicia , la revolucion hubiera preci-
pitado su curso y paseádose en triunfo por enci-
ma de Jos despojos de la monarquía.


TOM.JJ. 9




TERCER MINISTERIO
00lTSTITi10IONAL.


Entraron en el nuevo ministerio don Fran-
cisco Martinez de la Rosa, secretario de estado;
don José María Moscoso , de la gobernacioo;
don Felipe Sierra y Pambley, de hacienda;
don Nicolas Garelli .. de gracia y justicia; don
Luis Balanzat, de guerra; don Francisco Remara-
te, de marina; y don Manuel de la Bodega, de ul-
tramar. Las circunstancias, en medio de las cua-
les los nuevamente nombrados asieron el ti·




119
mon de la nave púhlica , eran muy espinosas:
hallábase la nacion turbada hasta el último est re-
mo, y la confianza habia desaparecido entera-
mente. Los ajitadores apoderados de la tribuna
y de la prensa, adquirian cada dia nuevo arro-
jo y nuevos partidarios: y las bandas realistas
crecian en Cataluña y Navarra, saltando con';
tinuas chispas de insurreccion en las provincias
llragonesa y castellana, y en otras varias del rei-
no. Finalmente, las cortes iban á abril' las puer.
tas de sus sesiones y el ministerio no po.lia pro...
meterse influencia alguna en la asarnblea , que
anunciaba estar dominada por Ja3 ideas mas
ecsaliadas. Instalóse el congreso nacional el l."
de marzo: en la última junta preparatoria,
Riego habia sido nombrado presidente para os-
tentar Jos diputados los principios que profesa-
ban, y presentóse en actitud hostil contra el
trono. Alarmado este con la imprudencia de los
ajitadcres, no interrumpia el hilo de las conspi..
raciones, y los serviles para aumentar la alar-
ma, propalaban que una de las primeras propo-
siciones que debian hacerse era declarar la in-
capacidad del monarca: otros muchos rumores
de esta especie circulaban y nadie se atrevia á
desmentirlos, porque algunos diputados no go-
zaban de la mejor opinion , y los elojios que
les prodigaban los fraguadores de alborolosy




120
el contento que manifestaban, eran el mas se-
guro indicio de que la Constitucion y las leyes
corrian peligro.


Desde las primeras sesiones observóse en la
asamblea una tendencia decidida á las medidas
estremas : los representantes del pueblo de mas
subido temple se complacieron en hacer el elo-
[io de los desórdenes de Andalucía y de Gali-
cia: pintaban como las mas encarnizadas per-
secuciones Jos procesos formados por órden de
las córtes anteriores, contra las principales ca-
bezas de aquellos sucesos, y lamentábanse en
su nombre cual si en vez de castigo mereciesen
recompensa. l y como era posible que se con.
dujesen de otro modo habiendo tomado parte
algunos de ellos en los acontecimientos, y su-
bido al alto puesto que ocupaban por medio
del favor de los ajitadores? Uno de los minis-
tros quiso pintar los riesgos á que esponian á la
libertad las doctrinas ecsaltadas , y el presiden.
te de las córtes le interrumpió declarando que
él se hallaba al frente de los hombres á quienes
se daba el titulo de ecsaltados. El ministro ci-
tó otra vez las prerrogativas de la corona, y el
presidente le invitó á que se sirviera de otras
espresiones, porque el rey no tenia prerogativas
sino deberes. L3S observaciones del presidente
manifestaban el deseo de contrariar á los mi-




121
nietros y de rebajar la autoridad real, '1 eran
en estremo falsas, porque el artículo J71 de la
Conslitucion decia asi: l) Arnás de la preroga·
tloa que pertenece al rey de sancionar las le-
yes y de promulgarlas, goza principalmente
las que siguen, ccc."


Reinaba en íin la mayor ajitacion en el con'
greso, y diputados hahia que olvidando absolu-
tamente los negocios, se ocupaban en referir
las noticias que habian recibido, dando de este
modo una ridícula importancia á sucesos insig-
nificantes para deducir siempre consecuencias
que acriminasen al gobiemo. Mostraban un odio
sin límites al nuevo ministerio, en el que los
que creían cimentar la Constitucion con los
trastornos no podian menos de reconocer un
formidable adversario. Las declaraciones de los
representantes del pueblo contra los secretarios
del despacho, se succedian las unas á las otras
sin interrupción , y vinieron por último á em-
plazar al ministerio para la noche del 9 de mar-
zo con el 6n que diese cuenta del estado de la
nación,


Todo indicaba que la sesion debia ser bor-
rascosa y decisiva para el ministerio, y parecia
muy dificil que pudiese sostenerse atendidas
la prevencion y la animosidad que se manifes..
tahan contra sus individuos. Sin embargo, su




122
triunfo fue completo : el furor de los hombres
de opiniones estrernas , no les permitió ceder
la palabra á aquellos de sus amigos que se hu-
bieran producido con mas talento , porque IOIl
mas ignorantes quisieron lucir su bizarría lan-
zando acusaciones en las que ostentaron su ma-
la fe, sus escasos conocimientos y hasta su gro·
seria. Los secretario'! del despacho oponian la
razon , la cal ma, la prudencia al í l1l petu frené-
tICO de sus adversarios , que quedaron confun-
didos, obligando á sus jefes á poner (in á esta
memorable sesión en que tanta verdad, tanta
elocuencia y tanto convencimiento habia salido
de los labios de los ministros.


Desde aquel instante el ministerio tomó su-
mo ascendiente sobre las córtes ; su partido que
era el del órden y el de la monarquía, se au-
mentó de dia en dia entre los diputados; los ami.
gos de la democracia pllra se desacreditaron, y
el gobierno pudo hacer frente con buen écsito á
los ataques reiterados de que era blanco. Las
córtes ecsaruinaron de nuevo y aprobaron la ley
referida de señoríos , dec retada por las córtes
anteriores y no sancionuda por Fernando, que
segunda vez se negó á aprobarla (1). Ocupáron-


(1) La Coustitueiou daba al rey la facultad de




123
se tambien del reglamento para el gobierno de
las provincias, y en todos sus actos estudiaban
dmodo de disminuir la influencia del poder
ejecutivo , y por consiguiente de privar á sus
ajentes de los medios de sostener la tranquili-
dad pública y de hacer ejecutar las leyes..Asi es,
que como la Constitucion tenia ya una tendeu-
cía democrátiea , los decretos y los reglamentos
de las córtes procurahan nivelar aun mas el
edificio de la monarquía sin imajinar que así se
desplomarla mas pronto y nos sepultaria á to-
dos entre sus ruinas.


La asamblea, siempre recelosa de que triun-
fasen los enemigos del código de Cádiz , quería
entrometerse en todos los ramos de la pública
administracion , y aun se mezcló en asuntos
propios de la policía, nombrando una comisión
que eosarninase si se reunian en un punto de la
córte [entes sospechosas, y prestando una aten-
cion pueril á insignificantes querellas. Estos pa·


rehusar su sancion á la ley decretada porel congreso,
que no podia tratar de nuevo del asunto en la misma
lejislatura. Si en la lejlslatura siguiente las cortes
daban todavía su aprohaciou á Id ley no sancionada,
el rey podía rehusar segunda Vf'Z su sancion ¡ mas si
Ja asamblea aprobaba el decreto tercera vez en el si.
guieute año , el rey estaba obligado á sanciona rla,




lB
1011 imprudentes ~ mezclados de protestas de
firmeza y de arrojo hechos en dias en que era sa·
bido que no peligraba la ley fundamental, fueron
otros tantos pretestos de que se valieron los ser-
viles para ridiculizar hasta el último estremo á
la asamblea; y contr ibuyeron mucho á desacre-
ditar las doctrinas ardientes conque pretendian
sostener la libertad de la patria. Si los diputados
en [eneral , entusiasmados con el ardimiento de
la inesperiencia y defensores de los principios
eosajerados J que en vez de afianzar derrocan los
gobiernos representativos, hubiesen mostrada
mas talento y una conducta mas prudente, no
cave duda en que atendido el herbar de la na.
cion hubieran abatido á sus contrarios en el
'Primer mes de sus sesiones.


Una de las primeras disposiciones del minis-
terio fue llevar á efecto el decreto de las oórtes
anteriores J que dividía la España y las islas ad..
yacentes en cincuenta y dos provincias. Esta
operacion harto difícil se concluyó C011 un zelo,
con una constancia tanto mas dignas de elojio
cuanto el congreso se oponía á qQe se realizase:
colocó á la cabeza de cada provincia autorida..
des políticas y militares sacadas del partido mo-
derado , y desde entonces vióse un principio de
acuerdo entre todas las partes de 11;"1 administra,..
C¡Qn par~ fQrta\~cer ., cOlm~rVar la autoridad




125
real, para atacar las doctrinas de la anarquía y
restablecer el órden público en la sociedad. El
gobierno caminaba conforme á un plan, con
reílecsion ; estendia su actividad y su previsión
á todas partes, y combatiendo incesantemente
en las cértes á SU!! contrarios aumentaba todos
los dias su partido, y acreditábase con el cuerpo
diplomático con su conducta honrada y firme.


Contrariaban sin embargo su marcha nu-
merosas dificultades: los ajitadores no se cansa-
han de oponer obstáculos y los realistas progre-
saban rápidamente en Cataluña, donde la guel....
ra se encendia con mayor encarnizamiento en-
tre Jos habitantes de la montaña y de las costas.
Reprcsentáronse por otra parte en 30 de maJo
escenas desag."adables en Aranjuez y en Valen..
cia : en el primer punto ocurrieron desórdenes
en el palacio, donde resonaron gritos sedicio-
50S, Y en Valencia algunos artilleros se apode..
raron de la ciudadela al grito de muera la Cons-
titucion. Apagáronse al instante uno y otro mo-
vimiento sedicioso: el ministerio no desespe-
raba todavía de sostener el órden y la tranquili-
dad pública, de la posibilidad de establecer la
autoridad real sobre bases mas sólidas , cuando
los acontecimientos de los primeros dias de ju-
lio desconcertaron enteramente sus proyectos y
entregaron el estado en manos de la anarquía.




126
Hacia mucho tiempo que la guardia real


era el ohjeto de las declamaciones de las socie-
dades patrióticas, que veían en ella un instru-
mento poderoso del órden social, y la conducta


. de las compañías de guardias que se hallaban
en el palacio de Aranjuez e130 de mayo, y que
no se habian opuesto al p~rec€r, con ener-
jía á las momentáneas turbulencias del dia de
San Fernando, prestó nuevas armas á sus con-
trarios. De aquí resultaron varias querellas par-
ciales entre los soldados de la guardia y los mi-
licianos nacionales de Madrid durante el mes
de [unio, y las córtes escojieron casualmente es-
tos dias pJra ocuparse de la reforma de la guar-
dia real. Su impolítica, unida al funesto efec-
to producido en los soldados por las continuas
declamaciones de que eran blanco, vino por
fin á ecsasperarlos y áobligarles á tornar un par-
tido que fue tan fatal á los guardias como á la na-
eion entera. Ya el 30 de junio al desfilar las
tropas después que el monarca se hubo retirado
del palacio del congreso, que terminó aquel
día la lejislatura ordinaria de t82'2, los tambo-
res de un batallan de guardias habian respondi-
do á golpes de sable á los insultos que segun se
dijo jeneralcnente les prodigaban algunos ajita-
dores, y varios soldados salieron de sus filas
para tomar parte en la reyerta. Mas ahogáronse




127
aquellas llamaradas sediciosas, y en todo el dia
sobrevino acontecimiento alguno que alterase la
tranquilidad pública de la capital de la monar-
quía: porque la muerte de un teniente de guar-
dias, llamado D. Mamerto Landaburu, asesi-
nado por sus propios soldados en el real palacio
aunque ajitó en estrcmo los espíritus y los aca-
loró , no turbó la paz en el interior de la córte,
Mas en el silencio de la noche cuatro batallo-
nes de guardias tomaron las armas y salieron de
Madrid: los dos restantes guarnecian el pala-
cio. Apenas el capitán [enera! tuvo conocimien-
to de su salida corrió tras los fujitivos y los en-
contró á corta distancia ordenados en batalla:
hablóles , aunque inútilmente, en nombre de la
disciplina, pintóles la imprudencia Jel paso que
habían dado, y les prometió tambien en vano
la satisfaocion de los ultrajes de que se queja-
han. Ohstináronse en no volver á sus cuarteles,
dieron voces contra la Constitucion , y propu-
sieron al conde de Carta [ena que se colocára á
su cabeza: dióles Morillo mas enérjicamente en
rostro con su indisciplina, mas los soldados
igual desprecio daban á sus promesas que á SU¡,l
amenazas, y vióse forzado á abandonarlos cuan-
do conoció que no habia medio de persuadirlos:
entonces los cuatro batallones siguieron el ca-
mino del Pardo que dista dos leguas de la córte.




128
En tales circunstancias la posicion del go-


bierno fue de las mas alarmantes: la confusión
y el terror reinaban en la villa de Madrid, don-
de ninguno preveía el desenlace que podrian te-
ner tan importantes acontecimientos, No pare-
cia posible reducir por fuerza á su deber á los
cuatro bata lIones del Pard o, pues la guarnicion
de la capital de la monarquía contaba tan solo
dos batallones de infantería y dos escuadrones
de caballería harto escasos. Y los guardias del
Pardo no eran los únicos que habian de comba-
tirse, sino tambien los dos batallones posesiona-
dos del palacio real que pensaban como sus com-
pañeros; y era muy probable que si se acome-
tía á los unos tomasen los otros abiertamente
partido. Habia tambien en palacio un escua-
dran de caballería de uno de los rejimientos de
Ia guarnicion, y se habia reunido á Jos guar-
dias. Las provincias vecinas de la capital esta-
hm casi del todo desprovistas de tropas, ha.
hiéndose encaminado la mayor parte. de las
fuerzas á Cataluña y á Navarra para apagar el
fuego de la sedicion realista que abrasaba aque-
llas provincias. Algunos dias antes los carabine-
ros reales y el batallen provincial de Córdoba
hahiun dado el grito de contrarevolucion en
Andalucía, y casi al propio tiempo el rejimien-
to provincial de Sigüenza se sublevaha junta-




129
mente con toda la provincia I que dista doce le-
guas de Madrid.


No ecsistia pues en razon de lo que llevamos
dicho probabilidad alguna de que los guardias
regresasen voluntariamente á la córte, y el mi.
nisterio que aun cuando hubiese podido dispo-
ner de ejércitos numerosos no hubiera recurri-
do á Jos medios violentos sino en el último es..
tremo, tomó el acuerdo de tratar con los revol-
tosos. Cada momento acrecia Jos peligros y se
presentaba casi imposible el impedir las catás-
trofes que amenazaban: los guardias no seguian
un plan determinado y en sus discusiones con
el gobierno se quejaban únicamente de los ul-
trajes que habian recibido y de la impunidad
de los que los habian insultado. No manifesta-
han deseo alguno de ver mudada la forma de
gobierno, y la lápida de la Constitucion perma-
necia colocada en la plaza del Pardo lo mismo
que en la de Madrid.


La posición de los guardias sublevados no
era tampoco tan ventajosa que no tuviesen nada
que temer, sino se portaban Con prudencia y
cedían poco á poco á las insinuaciones del mi-
nisterio. A su salida de la córte la mayor parte
de los oficiales los habia abandonado con algu-
nos sub-oficiales y soldados: la indisciplina to-
maha incremento á medida del riesgo y no oh..




130
servaban á su cabeza hombre alguno capáz de sa-
carlos del embarazo, y darles el impulso nece-
sario para no aventurar la empresa. Cierto es
que no habia á mano las fuerzas suficientes para
dictarles la ley; pero tampoco podian dudar
que llegarian prontamente de todas partes, so-
hre todo después de la derrota de los carabine,
ros y de sus partidarios en An.lalucía que se vie-
ron obligados á huir de la provincia para correr
á la Mancha á rendir las armas.


Mientras que se deliberaba en el real alcázar
sobre el partido que convenia tomar Con los
guardias; mientras que los cortesanos que ro-
deaban al rey .. aquellos de cuya fidelidad no le
era permitido dudar, no podian entenderse so-
hre la especie de gobierno que debía proclamar..
se, pues el monarca no se contentaba conque
se reformase la Constitucion y quería el poder
absoluto, los verdaderos liberales de la capital
vivian en una ansiedad continua, y el partido
ecsaltado que creía realizadas sus predicciones
clamaba justamente contra los facciosos, y apo-
yado por el ayuntamiento queria llevar las cosas
al estremo que apetecía. Desde los primeros
dias el ayuntamiento madrileño se pronunció
por la opinión de que era necesario atacar á los
guardias con las restantes tropas de la capital y
con los milicianos nacionales: insistió varias




131
veces en su parecer, no obstante, la resistencia
del gobierno que no solo conocía las escasas
fuerzas de que podia disponer para el ataque,
sino que también se habia persuadido quizás
sin fundamento que el plan de algunos [enios im-
prudentesy turbulentos era que saliese de Madrid
el capitán jeneral y las tropas para atacar de segui-
da el palacio, apoderarse si podian de la pfrsona
del monarca y dar á los asuntos el rumbo que
que les conviniese. El gobierno al decir de algu-
nos, recibia á cada instante nuevas pruebas de
que tales eran verdaderamente los deseos de las
personas que tanto trabajaban para que se comen-
zasen las hostilidades; y aun añaden, como po-
sitivo, que algunos dias anLes del sangriento
combate, uno de los individuos mas influyentes
de las sociedades y del ayuntamiento, comenzó
á dictar ordenes en el parque de artillería para
que los artilleros arrvjasen granadas al alcázar
donde se albergaba la real familia. Resistióse con
firmeza el jefe del parque y evitó de este modo
las funestas é incalculables consecuencias que
hubiera tenido la imprudencia de un solo
hombre.


Mas estas tentativas y otras muchas en di ..
ferente sentido, estrellábanse contra fa activi-
dad, la firmeza y la enerjía del capitán jeneral,
~' el jefe político que secundaban lasmiras del




132
ministerio con s~mo celo, y en esta circuns-
tancia como en todas las otras que la habían
precedido J preservaron de grandes infortuuios
á la persona del rey y al pueblo de Madrid.


Lució el 6 de julio; la indisciplina de los
soldados de los dos batallones de guardias que
guarnecian el palacio iba acrecentándose, á me-
dida que se acercaba el momento de declararse
abiertamente. Habíase derramado sin duda el
oro entre los soldados, y el vino aumentaba los
síntomas del desórden; todo anunciaba en el
interior del alcázar que el instante critico habia
llegado, y veíanse llegar personajes que necesa-
riamente debian participar de las resoluciones
adoptadas. Pintábase la satisfacion en el rostro
de unos, otros mostraban una alegria mezclada
de inquietud, y aquellos respiraban la vengan-
za y el esterminio. Impidieron los soldados el
que saliesen del real edificio los ministros, el
jefe político y otras personas de distinción,
á quienes forzaron á pasar alli la noche que pre-
cedió á tantas calamidades.


Mientras que asi corrian las cosas en la mo-
rada del monarca, los cuatro batallones de
guardias que se hallaban en el Pardo pusieron-
se en marcha para Madrid, donde llegaron an-
tes de que amaneciese el funesto dia 7 de julio;
lograron penetrar no solo sin resistencia sino




133
también sin ser sentidos, De este modo podían
convinar el ataoue como mas conviniese á sus



miras, Con tanta mas confianza de un feliz
resultado cuanto que sorprendían á sus enemi-
gos: mas el écsito estuvo lejos de corresponder
á tales y tan fundadas esperanzas, y mientras
que la columna principal era rechazada en la
pl"za mayor por un puñado de milicianos na-
cionales, los otros destacamentos que debían,
á 10 que parece, concurrir ..1 mismo punto,
fueron detenidos y dispersados por simples pa-
trullas. Los guardias fujitivos se reunieron á la
columna (lue estaba en la Puerta del Sol, no
con el fin de hacer un esfuerzo, sino para reti-
rarse todos juntos precipitadamente á palacio,
en el instante en que los acometiese alguna fuer-
za. Los primeros tiros de fusil revelaron á gran
parte de la guarnicion y á los habitantes de la
villa que los guardias habian eutrado hostilrnen-
te en la capital, y cada uno corrió á su puesto,
no para disputar la victoria, sino para enterar-
se de que los guardias habían huido hácia el ré·
[io alcázar en el mayor desórden : y en medio
del entusiasmo y del triunfo, pereibiéronse al.
gunas voces que pedian que se atacase á los
guardias y se asaltase el edilicio en que habían
encontrado un refujio. La facilidad de la victo.
ria ya conseguida daba arrojo á los menos bra-


TOMO JI. 10
-.;:>.


.... /-?'


e




134
vos: parecía inevitable que los vencedores, dis-
poniendo de toda la artillería, y no teniendo na-
da que temer de unos enemigos, cuya desmo-
ralizacion acababan de esperimentar , quisiesen
intentar el ataque de palacio, mas el capitan
jeneral, tomando el ascendiente qrle pertenece
siempre en iguales ocasiones al valor tranquilo
é inalterable, logró con los mayores esfuerzos
pacificar los ánimos. Los guardias no fueron
pues atacados. Bespetóse la morada del rey y
salvóse quizas su vida: en vez de embestir el
alcázar, el capitan jeneral envió oficiales que
conferenciasen con el rey, y resolvióse que Jos
cuatro batallones de guardias que habian veni-
do del Pardo, entregarian las armas y se retira..
rian á los cuarteles que les fuesen señalados.
Los dos batallones que habian permanecido en
palacio debían salir armados para situarse el uno
en Leganés y el otro en Vicálvaro, pueblecitos
situados en los contornos de la córte: mas los
guardias del Pardo, dudando quizas de la [ene-
rosidad de los vencedores, fugáronse del real
edificio y tomaron el camino de Estremadura:
destacamentos de infantería y de caballería los
persiguieron con algunas piezas de artilleria; in-
trodújose el desorden en sus filas, derramaron-
se por todas partes y ofrecieron un triunfo fá.
cil á los que marchaban en su seguimiento:




135
Unos perecieron, la mayor parte cayeron PrI-
sioneros y muy pocos se salvaron.


Tan desastroso íiu tuvieron los funestos pro'
yectos de los guardias. Y antes de ecsaminar la~
consecuencias de tan tristes acontecimientos,
no nos parece intempestivo presentar algunas
ob-ervaciones sobre la especie de plan que se
habian propuesto, y sobre la manera con que
lo pusieron por obra.


Los guardias no manifestaron abiertamente
el deseo de obrar un contra revolucion sino es
el 7 de julio: hasta aquel dia podrían algunos
soldados esplicarse con mas ó menos claridad;
mas los jefos ni en sus discusiones con el go-
bierno, ni en sus demostraciones públicas, da-
han á entender el blanco que se proponian. To-
do lo que sucedió hace pensar que se retiraron
al Pardo, con la intención de aguardar las ór-
denes del monarca para conformarse con ellas:
esto es tanto mas probable, ó por mejor decir
tanto mas eviilente, cuanto los dos oficiales de
guardias que fueron á Madrid á tratar Con Jos
secretarios del despacho tuvieron con S. M. una
conferencia secreta. Es digno de notarse que la
entrevista con los ministros no había sido sino
el pretesto del via je (J).


-
(1) Los oficiales que fueron del Pardo á esta con.




t35
L08 guardias esperaron por espacio de seis


dias la direccion que debia imprimirles, y el>
probable que durante este tiempo las conferen-
cios fueron continuas en palacio, para delibe-
rar sobre el partido que podia sacarse de la se..
dicion de las tropas del Pardo. Los confidentes
del príncipe no se hallaban acordes en sus de-
seos : los unos querian que el rey se declarase
absoluto, que anulase enteramente cuanto ha..
},ian resuelto las córtes: otros pretendian mo..
difícar la Constitucion, ó hablando con mas
ecsactitud establecer un gobierno representati-
vo , en el que la autoridad real tuviese todo el
poder, todo el esplendor que se necesita en las
monarquias. Una y otra opinion debieron con ..
tar con ardientes partidarios, puesto que transo
currió tan largo tiempo sin que apareciesen resul-
tados, dando de este modo ocasión á los liberales
deja córte para que saliesen del primer estupor
que causó el horrible levantamiento de los guar-
dias á favor de la tiranía, y para que preparasen
Jos medios de resistir áaquella soldadesca iusur-
reccionada, mientras se acercaban tropas á la ca-
pital de la monarquía. ¿Quien ignoraba que el ec-


farencia, llarnáhanse don Luis 1\1011 y don Fortu-
nato Flores.




131
sito feliz Ó desgraciado de la empresll dependía
de la pronta ejeeucion del plan? Cualquiera reso-
lueion que hubiesen adoptado los batallones su-
blevados en la noche del 30 de junio ó al día
siguiente , hubieran podido ejecutarla sin obs-
táculos , porque nadie pensaba en el ataque y la
resistencia no estaba preparada. Si en vez de sa-
lir de la corte donde eran los mas fuertes, se
hubiesen apoderado en la referida noche del
30 de juuio del parque de artillería, y del pa-
lacio de las córtes , si hubiesen sorprendido
d0S Ó tres cuarteles , y atraido á los. soldados
á que siguiesen su partido; si hubiesen tenido
arrestados á íos ministros, á los individuos del
ayuntamiento y á las primeras autoridades, y
posesionádose de los principales edificios, hu-
hieran quedado en la misma noche dueños de la
capital.y todo esto podia realizarse sin encontrar
la menor dificultad, porque guarnecian los pun-
tos de mas importancia, porque eran mucho
mas numerosos que (as demas tropas de la vi-
lla , porque reunían las ventajas de la sorpresa,
pues asi como nadie tuvo conocimiento de su
fuga al Pardo, de la misma manera se hubiera
ignorado su marcha á cualquier otro punto (1)_


(1) Muy Iacil era apoderarse del oapitan jeneral.




138
MlIs en vez de abrasar este partido elijieron el
errado camino de salir de Madrid, lo que prue-
ha que semejante determinacion era precipita-
da, sin plan y sin el acuerdo y convinacion con
los del palacio. No debemos pasar en silencio una
circunstancia que da algunos rayos de luz, á
saber, que cuando el capitán [eneral , conde de
Cartajena , arengó á los :;uardias en el camino,
al retirarse respondieron estos que iban á reu-
nirse con el rey que babia salido igualmente de
Madrid. ¿Habria pensado el monarca abando-
nar la réjia morada y entregarse en manos de
los guardias, ó se esparció solamente este ru..
mor ea Jos batallones para seducir á los solda.
dos?


del jefe político, de los jeres de los cuerpos, del
ayuntamiento ¡ de la diputacion permanente, de las
córtes y de los ministros, porque el re.f podia con-
vocar á la mayor parte de las autoridades sin des-
pertar sospechas, como tamhien al consejo de estado
que celebraba sus sesiones en palacio. El ayunta-
miento estaba casi siempre reuuido; en cuanto á la
diputaciou permanente, baste decir 'lile los guardias
dahau el servicio en el alcdz ar del congre~o para (Iue
se vea cuau \Iano era retener á los individuos que
la cornponian. Los ministros espedi an sus órdenes
en el palacio mismo donde habitaba-el monarca.




139
No es probable que S. M. abrigase la inten-


eion de abandonar en aquella noche la capital,
porque en ese caso debia estar instruido del
proyecto de los guardias., é indudablemente
hubiera sacado entonces de su movimiento un
partido mas pronto y mas seguro: y por otra
parte, si él hubiese querido. partir, ninguno po.
dia impedirle la salida, estando el alcázar guar-
necido por dos batallones. Parece pues natural
el pensar, mientras ignoramos los detalles en-
teros de la sedicion de los guardias, que salie ..
ron de Madrid por su propio movimiento, y
que únicamente cuando se hubieron trasladado
ya al Pardo fue cuando se principió á utilizar
EU insurreccion, para intentar la ruina corn-
pleta del gobierno representativo y el entroni-
zarniento del despotismo,


y aun cuando no se hubiese juzgado conve-
niente apoderarse en los primeros momentos.
de la capital de la monarquía, como pudieron
verificarlo sin resistencia y sin ohstáculos , no
por eso los autores de la sublevación debieron
dejar de tomar las medidas que podían contri-
huir al écsito de la empresa. Distante ocho ó
nueve leguas del Pardo, hállase la direccion
[eneral de artillería en Segovia , donde sin com-
batir podian apoderarse no solo de las municio-
nes y de los cañones que necesitasen, sino tam-




140
bien atraer á su bando con la mayor facilidad al
rejimiento provincial de la misma Segobia , y á
mucha parte de los artilleros que alli hahia, y 011'0
tanto podian haber hecho en Avila y en otros dis-
tintos puntos Con el mejor resultado. Interceptan.
do entonces los correos hubieran in troducido la
confusion en las provincias y esparcido las noti-
cias que utas conviniesen á sus intereses; mas los
gua! dias no detu vieron la correspondencia públi-
ca, ni dieron proclamas ni manifiestos para apoyar
Su acuerdo y para proporcionarse partidarios.
Semejante modo de proceder justifica lo que
hemos dicho de que no tenían proyecto alguno
determinado, y que en la incertidum bre de lo
que ordenaría el trono, no osaban ni empren-
der una operacion, ni determinarse á manifes-
tal' sus sentiruientos , que no esta han aun apro-
hados y sancionados por el monarca. Mas aun
cuando las oscilaciones del alcázar real hubie-
sen sido la causa de tan prolongada apatia ; aun
cuando los diferentes partidos que rodeaban á
S. M. hubiéranse servido mutuamente de estor-
ho y de embarazo , Lcabe escusa en una indeci-
sion tan larga?


Insistiendo en el plan inicuo de trastornar
la forma del gobierno ecsistente , y mientras
resolvian los cortesanos lo que debían hacer los
guardias, parecía natural darles un jefe que go-




141
zase suma influencia en la capital, en el ejér-
cito, en las provincias; un jefe que mantuvie-
se la disci plina y conservase el ánimo y el entu-
siasmo de los soldados dispuestos siempre á
obrar. No puede concebirse porque escaso de
abandono dejaron á la cabeza de los guardias
del Pardo el comandante de UI1 batallon de la
guardia, estranjero , cUJo nombre era deseo-
nocido , y que aun en su propio cuerpo no
tenia la influencia necesaria para hacerse
obedecer en tan críticas circunstancias. l No
tenia el rey á su lado [enerales conocidos en
toda la nacion ? ¿No podia escojer entre ellos
el que mas mereciese su confianza para que se
pusiese al frente de los batallones del Pardo?
l Faltaron acaso hombres que se ofreciesen al
monarca para que los emplease en su servicio?
No nos parece creible. No obstante que tena-
mas el ejemplo de los que en época mas recien-
te y menos peligrosa han hecho alarde de S11
celo realista, creyendo que este título les daba
el derecho de perseguir á sus mismos compa-
ñeros, mientras que en los primeros dias de
[ulio aparecieron indecisos ó enteramente nu-
los, ó pelearon en las filas de los liberales pa-
ra engañarlos mas completamente y venderlos.
Cualquiera que fuese la causa que se opusiese á
que un [eneral conocido tomase el mando de




142
la guardia real, no puede esplicarse semejante
falla sino por la confusion y el desórden que
reinaban al rededor del trono; ó quizas los que
gozaban de mayor ascendiente se gloriaban es-
túpidamente de su triunfo, pensando que la
realizacion de sus proyectos no hallaria ostácu-
los que vencer.


Llegamos al momento en que los guardias
se decidieron á entrar hóstilmente en Madrid,
ecsaminernos el modo de ejecutar su movirnien-
too Indudablemente 10 mas difícil era llegar á
la córte sin alarmar á la guarnicion ; Ó bien sea
por la neglijencia de los que vijilaban las ave-
nidas y custodiaban las puertas, ó bien sea, co-
mo es probable, que mediase intelijencia, los
guardias tuvieron tan buena estrella que pene.
traron en Madrid sin disparar un tiro de fusil
y sin que las autoridades estuviesen informa-
das. Reunian todas las ventajas: el número, la
calidad de la tropa, la sorpresa, sumidos sus
contrarios en Un profundo sueño, todo les ase-
guraba la victoria. El principal esfuerzo se di-
rijió á Jo que parece contra la plaza mayor, en
la que debian desembocar por diferentes calles:
no solo no se realizó esta combinacian , sino
que la columna que llegó cerca de la plaza
retrocedió al primer tiro de cañón sin probar
esfuerzo alguno. Imposible es describir las ope-




143
raciones de los guardias, porque desde los pri-
meros momentos manifestaron tanta indecision,
reinó tal desórden entre ellos, que propiamen-
te hablando debe decirse que no hubo ataque;
que no hicieron absolutamente otra cosa que
marchar hasta el primer punto donde tropeza-
ron Con la resistencia, retroceder en el acto y
ponerse en fuga para abrigarse en el real pala-
cío. LY porque los soldados de los dos bata-
llones que guarnecian el alcázar no verificaron
movimiento alguno para protejer la operación
de sus compañeros 1 Habia llegado el momen-
to en que para triunfar necesitábase que hicie-
seu todos juntos un esfuerzo, que se colocase
á la cabeza de cada columna un [eneral de co-
nocimientos , y que diri [iese los ataques un per-
sonaje de mucho prestijio, En este punto los
cortesanos no podian vacilar, porque sahian
que los guardias ca recia n de oficiales y que era
preciso no desperdiciar medio alguno de ase-
gurar la empresa. ¿Que misterios son estos,
pues? ¿Se quiso únicamente jugar con la vida
de los hombres y derramar sangre sin plan,
sin prevision , y solo por el placer de que cor-
riese aunque fuese la de los mismos defensores
del trono? ¡Que barbarie! ¡Que crueldadl


La esperiencia lo acreditó suficientemente:
los soldados de la guardia abandonados á sí mis-




144
mos , sin ver á su cabeza á los altos personales
que les habian quizás anunciado, perdieron el
arrojo, desmayaron, y aquellos bravos vetera-
nos, lo mas granado del ejército español que
tantas veces habian desafiado los mayores peli-
gros, huyeron delante de algunos paisanos que
apenas conocian el uso de las arrms. Aunque
los sacrificados fuesen enemigos de la libertad,
¿quien no se indignó al ver el engaño y la per·
fidia conque se les condujo á la muerte? Por-
que la bandera coronela del primer rejimiento
de guardias, aquella bandera que recordabatan-
tas batallas gloriosas, habia de ser abatida y
humillada aunque fuesen españoles tambien, y
españoles amantes de la Constitución los ven-
cedores? Quien no derramó lágrimas de piedad
y de cólera á un mismo tiempo, al fijar los ojos
en tantos cadáveres de guardias que se habían
dejado matar casi sin resistencia; al fijarlos en
tantos centenares de soldados pocos días antes
modelos de disciplina y de valor, y abora pri-
sioneros , gracias á una tentativa infame en que
solo habian brillado el capricho y la crueldad
de la tiranía, y cuyos resultados tan funestos
debían ser á sus autores y á sus enemigos, al
despotismo y á la libertad? Los buenos ciuda-
danos esperimentaban suma compasión por aque-
llos desgraciados, al mismo tiempo que se in-




145
dignaban contra los ¡OlCUOS cortesanos, que
despues de haberlos acalorado y encendido la
sedicion los habian abandonado, ¿Que podian
hacer efectivamente sin oíiciales , sin guias, sin
caudillo, desvanecidas como el humo las ne-
cias esperanzas que les habian hecho alimentar?
Mas que los milicianos nacionales y los solda-
dos de la guarnicion de Madrid derrotaron á
los guardias, el abandono de la córte y la falta
de acuerdo y de enerjía que ocasionó tantos
infortunios.


Hemos visto que la conducta militar y poli-
tica de los que dirijieron á los guardias, fue tal
que desconcertó enteramente sus proYl:'ctos, y
que aunque tuvieron todas las probabilidades
del triunfo en sus primeras operaciones , per..
dieron todas las ventajas de su posicion por la
apatia .Y la debilidad que manifestaron: y por-
que su arrojo fue muy intempestivo. Por poco
que hubiesen reflecsionado habrían conocido
que el ministerio tendía constantemente á
afirmar la autoridad real; que no desperdiciaba
medio alguno de llegar á su objeto; que hacia
mucho tiempo que los ajitadores no hahian in-
sultado al rey, y qu~ se acercaba el momento
en que la reunión del congreso de Verona iba
á dar nuevo jira á los negocios, pues ninguna
persona de relaciones y de previsión ignoraba




146
que alli se determinaria la reforma de la Cons:..
titucion de t812, Y que España ca recia de me-
dios para empeñarse en una lucha con la Euro-
pa entera,


Era pues muy probable y la marcha seguida
por el ministerio parecia ser su garantia , de que
lejos de oponerse los secretarios del despacho á
que se hiciesen en la Constitucion las modifica-
ciones necesarias para dar á la autoridad real la
fuerza que le faltaba, abrazaria con empeño es-
te partido. Por consiguiente importaba mucho
contar con un cuerpo militar que apoyase las
medidas del gobierno, y q:.te contuviese á los
alborotadores al mismo tiempo que el ejército
frances amenazaba la frontera, y este cuerpo
debia ser la guardia real. El écsito era entonces
infalible, mientras que en el 7de [ulio, aun dado
caso de que hubiesen vencido los guardias, so-
lo se encendía la guerra ci vil. Hubieran corri-
do sin du Ia rios de sangre; y como los defen-
sores de la Constitucion de 1812 tenia n [eneral-
mente el apoyo de las tropas, y estaban posesio-
nados de las plazas fuertes y de las principales
ciudades, podemos asegurar que el triunfo de
los guardias hubiera sido momentáneo. Mucha
distancia había de proponer modificaciones al go-
bierno no despojándole de las formas representa-
tivas) á restablecer el absolutismo. En el primer




147
caso se podía contar con numerosos partidarios
de los mismos liberales, sin que debiese presu-
mirse que el partido llamado servil rehusase
apoyar las modificaciones, porque entonces !lUS
intentos se limitaban en mucha parte á líber-
tarse de los males de la anarquía; pero procla-
mando el absolutismo ecsasperábase á cuantos
habían tomado parte en los negocios políticos,
porque no podian reputarse seguros. Desde en-
tonces los desórdenes se hubieran succedido en
la córte , y con la indisciplina de los guardias
y las amenazas del partido que dominaba en pa-
lacio, y que confundiendo á los moderados con'
los ecsaltados descubríales )0 que tenia n que te-
mer, huhiéralos forzado á hacer un esfuerzo y
á marchar contra la capital de la monarquia.


El monarca no obstante el respeto y los
miramientos conque le trataban los ministros;
no obstante su conocida aversión á la licencia,
sus esfuerzos y los peligros que corrian para es-
tablecer el trono sobre sólidos fundamentos,
tratóles durante los acontecimientos de julio con
la mayor reserva, y como dejo dicho, en la
noche del 6 al 7 viéronse retenidos en el réjio
alcázar.


No era posible que despues del desenlace
del 7 de [ulio el ministerio se sostuviese, y ne-
cesariamente debían pasar las riendas del go-




14B
bierno á las manos de hombres que profesaban
ideas ecsajeradas, Sin embargo, tardaron los
jefes en ponerse de acuerdo, y hasta principios
del mes de agosto no se organizó el nuevo mi-
nisterio. Las dificultades fueron grandes, por-
que los ecsaltados se hallaban divididos en dos
partidos que se apoyaban en las dos sociedades
secretas de masones y comuneros; y su mútua
desconfianza las hacia aparecer en una aparen-
te inaccion , esperando apoderarse cada una del
gubernalle del estado. Triunfaron por fin los
masones, y tuvieron bastante destreza para que
Jos comuneros prestasen su consentimiento , á
que el nuevo gabinete se compusiese entera-
mente de individuos de su sociedad.


El tercer ministerio, cai.Io ahora, llevaba
muchas ventajas á los que le habían precedido:
adornábanlo tantas luces como al primero;
;reunia el amor al órden del segundo, y cono-
cia perfectamente la marcha de la revolucion,
permanecieudo los ministros íntimamente uni-
dos entre sí y sin despreciar nunca medio al-
guno de adquirir la confianza del monarca. To-
dos los ramos de la administración recibieron
de este ministerio un impulso poderoso: su pru-
dencia y la firmeza de carácter diéronle un
ascendiente mucho mayor que el que podia es-
perarse en la época en que se encargó del maa-




149
do. Declaró ála anarquía una guerra constante
y metódica , proclamó las mácsimas mas mo-
nárquicas y trabajó incesantemente para que el
rey fuese respetado: finalmente, animaba á es-
tos secretarios del despacho el deseo mas pro.
nunciado de filar la revolucion. Para llegar á es-
te objeto tenia muchos mas medios que ningu-
no de los que le habian precedido, y quizas
tambien que ninguno de los hombres que se
sentaron en sus sil las por espacio de largos años,
Sino pudo conseguirlo; si durante el período
de su administración la autoridad real no reco-
hró el esplendor que de derecho le pertenecía,
debemos atribuirlo no al ministerio sino al ino-
portuno y funesto levantamiento de Jos guar-
dias, al ningun apoyo que 106 ministros encon-
traron en el palacio de Fernando y en los ga-
binetes estranjeroa.


TOM.I1.




CUARTO MINISTERIO
CO lTSTIT'tJ'OIO 11' AL.


Don Miguel Lopez Baños, uno de los jefes de
Ia isla de Leon, fue nombrado ministro de la
guerra; y encargado el despacho de marina á
don Dionisia Capaz; el de gracia y justicia á
don Felipe Benicio Navarro; el de ultramar á
don José Manuel Vadillo; el de la gobernacion
á don José Fernandez Gaseó; el de hacienda á
don 1.\1ariano Ejea , y el de estado á don Eva-




151
risto San Miguel, jefe dd estado mayor de Rie-
go y redactor del Espectador, periódico que
desde los primeros números 00 habia cesado de
combatir las doctrinas y los principios de la
moderación. Tres de los ministros habian sido
diputados de las cortes en la precedente lejisla-
tura, donde siempre habian sobresalido por sus
ideas ecsajeradas , sin fi [ar los ojos en el esta-
do de Europa , en cuya balanza tanto pesaba el
formidable coloso de la santa Alianza, ni en el
estado interior del pais donde la preponderan-
cia del clero, la miseria y atraso de la muche-
dumbre y el sinnúmero de descontentos incli-
nábanla también al lado de la tiranía. Perte-
necian estos ministros á la clase de los que Con
mas ardimiento babian sostenido y defendido
á fines de 1821 la rebelion de C~diz y de Sevi-
lIa, prodigando continuas alabanzas á la deso-
heilieucia y á la in surreccion. A tales manos se
confió el destino de la desventurada España en
unos momentos en qne se necesitaban tanta pru-
dencia ,tanta tolerancia y espíritu de concilia-
cion, para amalgamar encontrados intereses y
reunir los espíritus divididos J enemistados. El
primer cuidado de los nuevos gobem<1otes fue
despojar de los empleos á la mayor parte de los
individuos que los obtenian ,colocando en los
puestos importantes á los miembros de su secta




152
qu« mas habian combatido al órden y á loa
ministerios anteriores. No tardaron en esperi-
mentar por sí mismos, que una vez dado el
impulso hácia el desórden, no es fácil ~ á los
que Ilegaa á apoderarse de la direccion de los
negocios por estos medios el gozar tranquila-
mente de su triunfo. Viéronse abrumados muy
pronto con las invectivas de los comuneros,
que habiendo creido que el ministerio los con-
sultaria en todos los asuntos de importancia, y
que el carro de la revolucion correria por el
camino de sus deseos, conformes en un todo
con los que habian manifestado en sus escritos
los masones, y que se reducian á dominar por
el terror y á no dejar en España un solo perso-
naje elevado que no perteneciese á sus filas t que-
jábanse ahora de que no se realizaban sus espe-
ranzas. Prometíanse los comuneros con tanta
mas razón estos resultados, cuanto los diarios
de la secta entronizada, sus órdenes, sus de-
mostraciones no habian indicado otro obje-
to desde fines de f 810. Desde esta época vió-
se constantemente á los masones en la asamblea
lejislativa , en la tribuna de las sociedades poli-
ticas , en todas parles predicar contra la tem-
planza, y declamar furiosamente á favor de Ja
demooraeia, Mas los comuneros se desengaña-
ron al instante que vieron á los ministros úni-




153
ca mente ocupados en repartir 1"1 poder y la in-
fluencia entre los suyos .. y en gozar tranquila-
m~te del fruto de sus trabajos. La guerra se de-
claró, pues entre ambas sociedades secretas, y
aunque parecia que' todas las venta [as estaban
de parte de los ministros, sin embargo los co"
muneros que se hablan apoderado del proceso
que se seguia sobre los funestos acontecimien-
tos del 7 de jultO, utilizaron la ocasion para
perseguir á los moderados, y hablaron alta-
mente en sus periódicos de atacar al ministro
de estado, don Evaristo San Miguel, qua ha-
bia instruido el primero la causa, y al que
atribuian criminales omisiones. Por consecuen-
cia del referido proceso, ordenóse el arresto
de los ministros del 7 de julio: el conde de
Cartajena y el jefe político San l\1artin fue-
ron encarcelados, como igualmente el duque
del Infantado y otros; y muchas personas dis-
tinguidas se sal varan con la fuga. 'El proyec-
to era, una vez amontonadas las víctimas en las
cárceles, acabar con ellas, elijiendo el medio
que aconsejasen las circunstancias ; ó bien con-
denarlas al cadalso, ó Lien asesinarlas en un
tumulto suscitado con este objeto. La ecsistcncia
de pianes tan al roces queda bien demostrada,
no solo pOI' la tendencia de los ajitadores que
los hablan concebido, sino tambien porque los




151
descl1nr\an y esp\ic'-Ilnn sin vergüenza en la tri-
JllllHj y en sus escritos. El ministerio corneuzó
á mirar con senurniento el que sus adversa¡;ios
tuviesen en &U~ manos una palanca tan rodero.
sa , con la cual podian conmover hasta los ci-
mieutos de su poderío. Enemigos de los mode-
rados , como los mismos que seguian el proceso
del 7 de julio, los secretarios del despacho no
se hubieran opuesto á su pcrsecucion y hubie-
ran dado el ejemplo de encarnizamiento con
mas presteza que nadie; pero las circunstancias
habían carnbiado , y encumbrados al guberna.
11e del estado, deseaban dar á su gobierno cier-
to carácter de templanza. Hubieran no obstante
permitido que se continuase la causa como SI:
habia comenzado, sino se hubiese tratado de
envolver en su curso al ministro de estado, San
MIguel, y por consecuencia de hacer la guerra
al ministerio. Desde entonces no guardaron ya
mas miramientos, y arrancóse La causa de las
manos del juez de la manera mas ilegal y mas
despótica: pusiéronla al cargo de otro que man-
dó poner en libertad álos principales oficiales,
y que se limitó únicamente á proceder contra
Jos individuos de la guardia. Esta circunstau-
cia salvó la vida á un gran número de hombres
distinguidos que han prestado despues irnpor-
tallte~ servicios á su patria, y estorbó á la re-




:155
volucíon que precipitase su marcha hasta abis-
mar la monarquía.


Sinembargo , la guerr~ civil estendíase con
ardimiento por las provincias que confinan con
Francia, y no era ya permitido dudar que el
gabinete de las Tullerias protejia la insurrección
al ver á un [eneral de reputacion ,al bai on de
Erales, tomar el mando de los realistas y es-
tablecerse una rejencia en Urjel. Dirijiéronse
numerosas tropas á la frontera, y los ministros
elijieron para el mando de los ejércitos á los.
iefe~ que pertenecian á su sociedad, y que no
pOI' eso reunian las cualidades políticas y mili.
tares que se requieren para triunfar de los su-
hlevados , y atraer y conservar los pueblos en
la obediencia. Muchas operaciones. se couvina-
ron mal, ó se ejecutaron sin vigor y sin euer·
[ia : y tales faltas, dando venta las ·á los realis-
tas, alentábanlos para nuevas erupresas. La guer-
ra era de esterrninio , y los prisioneros veíanse
muchas veces asesinados, principalmente si go·
zaban de alguna distincion. Los pueblos esta-
ban espuestos á los insultos, y algunas veces,
á las ecsacciones de una soldadesca desenfrena-
da , pues el nuevo ministerio habia acabado de
relajar la disciplina, y creia no poder sacar
partido de los soldados sin tolerar la licencia.
y no solamente se engrosaban las. bandas rea-




BG
listas en la vertiente de los Pirineos, y Iiacian
frecuentes correrlas hasta las márjenes del Ebro,
sino que las provincias del interior se hallaban
tambien infestadas de partidas, mas ó menos
numerosas, que interceptaban los correos, ata-
caban los destacamentos cortos de soldados, y
robando en los pueblos lo que necesitaban ó
por mejor decir lo que querian, aumentaban
la confusion y dificultaban estraordinariarnente
las comunicaciones. Los robos y los asesinatos
se multiplicaban; el gobierno no era obedecido
á las puertas mismas de la capital, donde tam..
bien se formaban bandas de facciosos.


Cierto es que las tropas constitucionales
consiguieron en Cataluña señalados triunfos, y
que despues de la torna de Castelfoliit y de Ba-
laguer, se vió obligada á entrar en Francia,
arrojada por las bayonetas de la libertad, la
division realista, á cuya cabeza marchaba el je..
neral heron de Eroled. Pero la guerra continua-
ha con no menos constancia en la provincia de
Cataluña, y principalmente en la parte que con-
fina con el reino de Valencia. Los ánimos se ha-
llaban ecsasperados , y los desórdenes infinitos
que se cometian por uno y otro partido atiza-
han mas y mas la discordia y producían un fu-
ror difícil de calmar. El ministerio no mostró
nanea el menor deseo de pacificar el pais , atra-




15'
yendo á la conciliacion á sus habitantes: los
partes oficiales, las observaciones que se inser-
taban en los periódicos del Ministerio, todo
respiraba el esterminio , y hasta el nombra-
miento de algunos de los que dirijian las opera-
ciones militares, y que se distinguian por su
crueldad, manifestaban que únicamente se que-
ria emplear el hierro y la llama.


En una nacion dividida , en que tantos años
de despotismo habían creado costumbres é in-
tereses contrarios á la libertad, necesitábase ha-
cerla amable para que conociendo los pueblos
los bienes que producia , se cimentase su impe-
rio. Harto trabajaban el clero y sus amigos en
pintar sus escesos con horribles colores, y al
verlos confirmados en la práctica y en la de-
vastacion jeneral, los hombres ignorantes creian
de buena fe que la licencia era inseparable de
los gobiernos representativos, y aumentábase
el número de sus contrarios.


Las pasiones políticas han sido siempre los
principales ajentes de las proscripciones, sin
que los pueblos ni los gobernantes hayan queri-
do aprender que estas nunca producen el obje-
to que sus autores se proponen, y por consi-
guiente que su maquiavelismo es tan insensato
como inhumano, siguiendo la doctrina de M.
Bignou, COIDO entramos á hablar de la funesta




158
época en que comienzan las negras proscripeio-
nes del partido vencedor, que aunque repren-
sibles no por eso admiten cornparecion con el
horrible esterrninio decretado por el realismo,
desde que triunfó al abrigo de la mancillada
bandera de las lises , no me parece inoportuno
estractar una hermosa pájina de M. Bignon.
Sirva de prólogo á la lúgubre pintura que te-
nemos que· hacer, y. aprendan en él los hom-
bres la leccion que les da su sabio y nunca bien
alabada autor.


En aqu(;Ila época en que la Grecia se com-
pouia de gobiernos populares , el principio de
las proscripciones fue el amor de la igualdad ó
de la democracia. En Roma, Mario proscribió
por el deseo de la dorninacion , Sila por el de
la venganza, Octavio y los emperadores que
le siguieron por el amor del despotismo. Las
proscripciones permanentes de Venecia tenian
por oríjen el amor de la aristocracia: las pe-
riódicas de Florencia , ya el temor de perder
la libertad, ya el anhelo de la prepotencia. El
fanatismo relijioso , orijen fecundísimo de pros-
cripciones, inundó de sangre la Europa desde
los siglos de la barbarie. Este funesto principio
estaba en su .mayor vigor en el siglo décimo
sesto , precisamente cuando empezaban á espar-
cirse las luces que lo han destruido. En el dia




159
est.~ ya en decrepitud: pero ay del que pruebe
las garras del leo n moribundo! Del cuadro que
forma el auLor de las di versas épocas de pl'OS·
cripciones que se han fulminado en todos los
paises , y en todos los tiempos, resulta que si
el principio de las proscripciones 11,1 sido tan va·
riable como lo son las pasiones humanas, sus
efectos han sido siempre los mismos en ledas
partes. No hay proscripción en que no se hallen
crímen , peligro é inutilidad, Todas son suber-
sivas del órden social; todas llevan consigo el
riesgo inevitable de las represalias, todas son
impotentes ó supérfluas para el fin que se pro-
pusieron sus autores: porque en valde grita le
ambicioso maquiabelismo ; la razón y la es-
periencia le responden que la sangre del inocen-
te cae sobre el que la derrama, y que la iniqui-
dad se engaña á si misma. Esta consecuencia
deducida por MI'. Bignon, es el fruto de la his-
toria del mundo entero.


Cuando los tiranos condenan á los ciudada-
nos por hechos relativos á sus opiniones políti-
cas , lejos de afirmar el trono provocan la deses-
peracion y los levantamientos: las proscripcio-
nes, pues, 5011 tarde ó temprano funestas al
despousrno, Cuando la libertad proscribe á sus
enemigos, lejos de alumbrarlos con 5US luces,
los ci~ga : produce la gucfl'a civil, y del medio




160
de ella se ha levantado siempre triunfante el
poder absoluto de una persona, que reuniendo
las opiniones Con la clemencia y el injenio, las
ha forzado á admitir su yugo. La libertad adernas
es una planta tan delicada que solo el cilfiro be-
néfico de la ilustracion , la virtud y la toleran-
cia la reverdece y nutre: pero regada con san-
gre se marchita y muere. Las proscripciones,
pues, perjudican siempre á la libertad y la des-
truyen. Los acontecimientos qué vamos á refe-
rir corroboran esta verdad en España.


Otro tanto que en Cataluña sucedia en Na-
varra y en Aragon , y la sangre española cor-
ria á torrentes á impulso de los dos partidos que
querian, segun decían, rejenerar la nacion y
labrar su dicha. Los jenerales en jefe de los
ejércitos publicaron á porfia proclamas atroces,
imponiendo con la mayor lijereza la pena de
muerte, la coufiscacion de bienes y la deporta-
cion. Los pueblos en que se hiciese fuego á las
tropas constitucionales debian ser incendiados
y saqueados sin piedad, aunque los agresores
no perteneciesen al pueblo, si este no les entre-
gaba. A la misma suerte se condenaba á los lu-
gal'es en que fuese asesinado un patriota, y es-
tendíase la pena de muerte hasta aquellos que
propag.asen noticias favorables á los realistas.


y no solo se ejecutaban estos decretos de fa-




161
ror y de esterminio ) sino que sus autores se glo-
riaban de semejantes atrocidades , y el ministe-
rio lejos de impedirlas las promovia. Al dar
cuenta de la toma de Castelfollit, donde fueron
pasados á cuchillo los vecinos que no se salva-
ron huyendo, Mina se esplicaba asi: » La villa
enteramente desierta ha desaparecido con las
fortificaciones ~ y para recordar á todos el trá-
jico fin que deben esperar de sus empresas in-
sensatas, los que prestando oídos á las sujestio-
nes de los enemigos de nuestra felicidad, osen
tomar las armas para atacarla, he mandado co-
locar en el punto mas visible de un pedazo de
muralla que queda en pie, la inscripción si-
guiente: Aquí ecsistio Castelfollit: pueblos,
tomad ejemplo: 120 abrigueis á los enemigos de
la libertad.,.


No se contentó el jeneral Con hacer incen-
diar y arrasar la villa, sino que habiendo sabi-
do después de algun tiempo que construian al..
gunas casas en aquel sitio los habitantes de Cas-
telfollit , que se habían lihertado del hierro y
de las llamas, dió órden de demoler en el acto
las nuevas construcciones y de arrojar á los ve-
cinos.


Para dar una idea del sistema de terror que
plantificaren los ministros y sus a[entes , me




161
parece convenienteinsertar aqui los documen-
tos siguientes.


Orden jeueral. La cuarta div'síon del ejér-
cito de operaciones del séptimo distrito militar
(Cataluíla) borrará del mapa de EspafIa la
vílla esencialmente facciosa y rebelde, llama-
da San Llorens de Morunis (ó Piteus}, con cu-
yo fin será saqueada y entregada á las llamas.
Los cuerpos tendrán el derecho de saqueo en
las casas de las calles que se líos señalan , á sa-
ber: el batallon de Murcia, en las calles de Ara-
ñas y de B.llldeifred : Canarias, en las calles de
Segories y de Frecsures: Córdoba, en las calles
de Ferronised y Ascarvals, y el destacamento
de la Constitucion y la arti!lería en los arraba-


. les. (Esceptúanse de ser incendiadas, cuando se
de la órden , las casas de doce ó trece patrio-
tas).


Siguen los detalles para la ejecucion de esta
órden.


Bando. Don Antonio Rotten , caballero de
la órden nacional de San Fernando, briga-
dier écc. (1).


(1) En este y en todos los .1ocumentos que en.
eierran las presentes Memorias, se hall buscado los
orijinales y copiado fielme ute cuando ba sido posible




1:61
Ordeno y mando ]0 siguiente:
Artículo 1.0 La villa que se llamaba San


Llorens de Morunis ó Piteus , ha sido saqueada é
incendiada por mi orden, ácausa de la sedición
de sus habitantes contra la Constitucion de la
monarquia ,que nunca han querido jurar, corno
tambien por haber caido en las penas señaladas
en el bando de S. E. el [eneral en jefe de este
ejército ~ publicado en 24 de octubre último,
en el sitio donde ecsistió Castelfollit,


Artículo 2.° No podrá reconstruirse esta
villa sin la autcrizacion necesaria de las córtes,


Artículo 3.° Nmguno de los que la habita-
rou podrá fijar su domicilio en los distritos de
Solsona y de Berga, sin permiso del gobierno
Ó de S. E. el [eneral en [efe del ejército.


Artículo 4.° Esceptúanse las familias de los
patriotas y de los que piensan bien. (Siguen los
nombres de doce personas).


Articulo 5.° En virtud de la obligacion de
los vecinos é hijos de la villa que se llamó San


encontrados: mas en este yen a19un airo caso no
habiendo tenido igual fortuna, se han t raducido le.
tra por letra, de lo que resultará ~n el cotejo con los
los orijinales la diferencia de una palabra, pero nun-
ca de UDa idea. (N ata deltraduetcr.]




264
Llorens , de fijar su domicilio fuera de 10R dis-
tritos de Solsona y de Berga, los que allí se
encontrasen serán fusilados sino justifican que
salieron del lugar antes del 18 del corriente,
dia en que entraron las tropas nacionales, ó
que se hallan comprendidos en alguna de las
escepciones ó bandos que rijen sobre los fac-
ciosos.


Artículo 6.0 Los que hubiesen abandonado
la villa antes del 18 del corriente, los secsajena-
rios , las mujeres y los jóvenes menores de diez
y seis años, no podrán fijar su domicilio en
Jos dos distritos citados sin el permiso del go-
hierno ó del jeneral en jefe, bajo pena de ser
espulsados por la fuerza, y entendiéndose que
se les concede un mes, contado desde este dia,
para la evacuación.


Artículo 7.° Esta órden se comunicará para
su puntual cumplimiento, á Jos cuerpos y des-
tacamentos que pertenecen á la division , á las
comisiones de vijilancia y á los ayuntamientos
constitucionales de ios indicados distritos, pa-
ra que los comuniquen á sus respectivas po-
blaciones.


Dado en las ruinas de San Llorens de Mo-
runis á 20 de enero de 1823."


Tal era el espíritu que dominaba al minie-
terio y á los principales gobernantes que diri-




165'
[ian los negocios públicos ; tales eran Jos me-
dios empleados pllra conciliar los ánimos, para
atraer los pueblos al partido liberal, desenga-
ñarlos J' terminar la guerra civil. Rotten fue
nombrado mariscal de campo para estímulo de
los demas [efes : porque parecía que los que ma-
nejaban el timón de la destrozada nave del es-
tado, profesaban un odio implacable á la na-
cían que pretendían rejenerar, Y tal era la con-
ducta que se seguia en unas circunstancias en
que el número de los descontentos crecia to·
dos los dias , en que los recursos disminuían,
y en que la santa Alianza resolvía intervenir
en los negocios de EspafIa. ¿Y que admiracion
debe causarnos que las autoridades se conduje-
sen de una manera tan impolítica y tan atroz,
cuando las córtes daban el ejemplo, entregan-
do los pueblos á la arbitrariedad del ministe-
rio y de sus delegados?


El 7 de octubre de 1822 se habian reunido
Ias córtes estraordinarias convocadas por el go-
bierno J con el objeto de que tomasen en cansí.
deracion el lamentable estado de la monarquía.
En la sesión del t 2 de este mes J los secretarios
del despacho presentaron una esposicion de las
causas que habian influido en Jos males que
todos lamentaban ~ y de los remedios que
debían aplicarse. Las ajitaciones que acompa-


TOM. u. f 2




166
flan siempre á los cambios políticos, la igno-
rancia de los pueblos, la inflencia del clero ~ la
apatía de un gran número de majistrados y de
autoridades municipales que habian dejado que
se apagase el espíritu público, la conducta
de los jefes de la guardia real que habian falta-
do á sus mas sagrados deberes, las intrigas de
las potencias estranjeras y el ascendiente que
determinadas personas y corporaciones gozaban
con el pueblo, eran en concepto de los nuevos
ministros, las causas principales del mal as-
pecto que presentaban los negocios públicos.
Para ocurrir al remedio de tantos infortunios
el ministerio proponia las medidas siguientes:
1.a Que se fijase la suerte del clero. 2.11 Que
el gobierno determinase la suma que debia sa.
tisfacerse á los prelados estrañados del reino.
3.a Que se autorizase al gobierno para alejar de
sus diócesis á los prelados, curas ó eclasiásricos
que le inspirasen desconfianza. 4.a Que se die-
sen facultades al gobierno para mudar de una
á otra provincia á los empleados separados de su
destino. 5.a Que en el caso de ser atacado el
pueblo de su residencia, los empleados que no
se presentasen para resistir Con las armas en la
mano á los facciosos, perdiesen las dos terceras
partes de su sueldo. 6.a Que la ciudad ó pueblo
atacados por un número de facciosos igual ó m-




161
ferior á la tercera parte de sus habitantes J que
no se defendiese, quedase obligada á pagar la
fuerza militar que fuese destinada á ocuparla.
7. a Que las autoridades locales que no diesen
aviso á la autoridad superior de la presencia de
los facciosos en sus contornos, fuesen multadas
por Jos jefes militares segun lo creyesen mas
conveniente, 8. a Que el gobierno pudiese sus.
pender á los ayuntamientos á propuesta de los
jefes políticos. 9.- Que se declarase que relati-
vamente á los facciosos, hahia llegado el 010-
mento de suspender las formalidades prescritas
por la Constitucíon para el arresto de los acu-
sados. 10. Que en las causas de conspiracion ,
los culpables pagasen todas las pérdidas y pero
juicios irrogados á un tercero. l l , Que se auto-
rizase al ministerio para devol ver al consejo de
estado las presentaciones de 103 empleados que
no fuesen enteramente adictos á la COl1stitucion.
12. Que se autorizase al gobierno por un tiempo
determinado para separar y reemplazar á los jefes
militares. 13. Que igualmente se concediesen fa-
cultades al gobierno para despojar de sus destinos
á los majistrados que 110 llenasen sus deberes.
14. Que todo funcionario público, todo emplea-
do civil y militar que rehusase aceptar el desti-
no que Ie diese el gobierno, quedase privado
'de su empleo, declarado inhabil para obtener




168
otro alguno, y si fuese militar que se le reco-
jiesen los despachos. 1? Que se creasen socie-
dades patrióticas reglamentadas para fomentar
el espíritu público. 16. Que con el mismo ob-
jeto se representasen en los teatros piezas que
inspirasen el amor de la moral J y alentasen al
ejercicio de las virtudes cívicas. t 7. Que se die-
se un testimonio solemne de reconocimiento á
cuantos se presentaron á defender la libertad de
la patria el 7 de julio. '8. Que correspondiendo
á los deseos del gobierno, adoptasen las córtes
cuantas medidas les sujiriesen su celo y amor
al bien público.


He aquí el estracto de la esposicion hecha
por el ministerio ~ las cortes. En verdad que si
se ha de graduar la sabiduría y la prudencia de
Jos ministros por este documento, no podre-
mos formarnos una opinion muy favorable, al
ver la lijereza y la impericia conque trataban
un asunto de tanta importancia. La ecsajera..
cion de los principios , la ecsaltacion de las pa.
siones , las medidas violentas aprobadas por el
congresoalgun tiempo antes, la anarquia des-
bordando por todas partes impulsada por 108
que se llamaban liberales por escelencia , el de-
senfreno de la prensa, la ignorancia y la rapa.
cidad de muchos empleados, y en fin el des-
contento [eneral que reinaba en la nación desde




169
la cabaña hasta el palacio, nada de esto era im-
portante en la opinjon de los secretarios del
despacho, ni podia causar los males que abru-
mabsn el pais.


El mismo tacto manifestaban en la elec-
cion de los remedios propuestos. El ministerio
en vez de procurar conciliar los ánimos, ins-
pirar confianza al pueblo y detener el Curso de
la anarquía que devoraba á los ciudadanos,
creia salvar la Constitucion con medidas insig-
nificantes, absurdas las unas y ridículas las otras,
y que todas tenian por objeto reunir en sus ma-
nos un poder ilimitado. Algunas de estas medi-
das violaban la Constitucion ; en vez de la li-
bertad , de la justicia tantas veces proclamada,
los gobernantes querian revestirse legalmente
del despotismo mas vergonzoso. .


En los escritos de las autoridades, en los
papeles públicos, en las sesiones de las córtes,
decíase de continuo que el órden de cosas ecsis-
tente tenia enemigos sin cuento, y era natural
deducir de los documentos citados, que el nú-
mero de sus partidarios era muy inferior al
bando opuesto. Pongamos por un momento en
olvido la injusticia de las medidas propuestas
por el ministerio, y reflecsionemos si vale la
pena de hacer una revolucion el despojar al rey
de la autoridad que tenia antes del 7 de marzo




tiO
. de f820, para colocarla ahora en las manos
de siete individuos. ¿Cuales eran las pretensio-
nes de los secretarios del despacho'y de SUi
apasionados? ¿Querian esterrniuar la mayor par·
te de los españoles para gobernar· sin inquie-
tud, sin enemigos, Ó querianconverlir á sus
contrarios haciéndolos vícti mas de sus perse-
cuciones, entregándolos al arbitrio de Unas
autoridades despóticas y casi siempre injustas?
¡ Que propio era el furor que inspiraban los se-
cretarios del despacho y sus ajentes , pard con-
Ciliar los ánimos de los que mostraban aborre-
cimiento á las malas costumbres y á la demo-
cracia!


Las córtes tomaron en consideración las
proposiciones del gobierno, y no solo le con-
cedieron cuanto deseaba, sino que escediendo
8US deseos decretaron que nada se diese á los
prelados estrañados del reino. Antorizaron al
ministerio para mudar Jos empleados de Una
en otra provincia, aun cuando renunciasen el
sueldo y el empleo: suprimieron los conventos


.aislados en las fronteras y en los pueblos, ou-
yos vecinos no llegasen al número que se prefi-
jaba. Los ajeutes del gobierno quedaron final-
mente autorizados para arrestar sin forma de
proceso y por espacio de treinta dias , á cuan-
tos les mereciesen la sospecha de conspirado-




171
res (1): mas el ministerio que habia esperimen-
tado ya la docilidad de las córtes con las con-
cesiones, no quiso sancionar la última medida.
Dijo que encontraba en la Constitucion yen las
leyes medios suficientes para precaver las cons-
pi raciones y castigar á los conspiradores. » La
formalidad que parece mas indispensable, decia
el ministro á la asamblea lejislativa, devolvien..
do el decreto no sancionado, es una informa-
cien sumaria preparatoria. El proyecto de que


(1) La galería tomó parte en estas discnsieues
dando señales de desaprohacion á los diputados que
manifestaron aborrecer la arbitrariedad, y los ami-
gos de los ministros, los mismos que estaban íutim a ;
mente unidos COII ellos y defendian á todo trance las
medidas propuestas,...uo pudieron menos de-calificar-.
las de arbitrarias. "Las cértes y la nacion entera ...
decia un diputado, deben tener suma confianza en
el ministerio: debe concedérsele esta arbitrariedad,
esta especie de dictadura nacional, porque, prosigui6
diciendo, la soberania de la nacion puesta en su«
manos es indispensable para asegurar la tranquili-
dad de todos los pueblos de la monarqu ía , y la opi_
Ilion pública aprobará estas medidas." El mismo di.-
putado citó como un ejemplo digno de irnit acion las.
medidas tomadas en Francia en 1793 1 que inunda-
ron en sang¡'e el pais y tantas lágrimas costaron á
los fra nceses, ¿Y cuál fue su resultado? Que lo dilS~
Napoleon.




172
se trata debilita este muro de la seguridad indi-
vidual, y conmueve , por decirlo asi , el edifi ..
cio de la sociedad en su primitiva base: amas
confia á los jefes políticos, esto es, al poder
ejecutivo, el ejercicio de las funciones judicia-
les, porque no puede calificarse de otro modo
el poder de arrestar y de guardar en secreto á
Un hombre sospechoso de culpable, por espacio
de treinta dias, y de practicar pesquisas é inda..
gaciones, y reunir durante este tiempo las prue-
has del delito para ponerle en seguida en liber-
tad , ó bien entregarle en manos de la justicia
segun el resultado."


» Amas si Se sancionase este artículo, los
poderes de UQ ajente del gobierno serian mayo-
res que los del mismo monarca, porque no pue-
de sin violar el pacto fundamental ordenar la
detencion por mas de cuarenta" y ocho horas,
mientras que segun el proyecto, el jefe políti-
co Ó uno de sus delegados puede prolongar el
arresto hasta treinta dias sin responsabilidad al-
guna por semejante acuerdo."


Esta es la Jeccion que el gobierno de los
siete patriotas , el mismo qué había solicitado
que se le concediesen poderes ilimitados , se
vió obligado á dar al congreso nacional para
demostrar que tambíen profesaba principios de
moderacion. Otro motivo ecsistia ademas ; á




1'3
saber, que los poderes otorgados por la 3S3m·
hIea lejislativa recaian en algunas provincias
en jefes políticos, que pertenecían á lo sociedad
secreta contraria á la de los ministros, á quienes
estos no podian despojar todavia de sus destinos
sin un escándalo, y sin dar pie á grandes quere..
HasCon los comuneros. 1\1 as el ministerio se con-
tradecia á sí mismo, y daba á cada paso prue-
has de su impericia y de la lijereza conque
trataba los negocios mas importantes. » S. M.,
decia el ministro en la esposicion ya citada,
abunda en las mismas ideas (de confundir á los
facciosos y á los conspiradores), y por esto
su gobierno ha propuesto á las córtes el decla-
rar que el caso previsto por el artículo 308 de
la Constitucion ha llegado (1); pero sin embar-
go, juzga que el proyecto sometido á la san-
cion real no es necesario para conseguir el fin
que se desea J y que por otra parte contiene
disposiciones que encontrarian inconvenientes


~
\ !'I


'.,','


"e


(1) S i en circunstancias estraordinarias la segn-
ridad de la mon aeqnía Ó de una parte de la monar-
quía ecsijiese la suspension de las fc rma lidades pl'es~
er-itas en este capltulo , para el' arresto de los delin-
cuentes, las córtes podrá n decretarla por. un tiempo
determinado. Art. 308 de la Const.ituciou,




174
muy superiores' la8 ventajas que pudiesen pro-
ducir." .


)) Cuando decimos que esta ley no es nece-
saria , no por eso queremos dar á entender que
no haya llegado el caso previsto por el artículo
~08 de la Constitucion política de la manar-
quia ; el rey se halla por el contrario mas con..
vencido que nadie de la necesidad de recurrir
á medios estraordinarios para consolidar mas y
mas el imperio de la ley fundamental, arraiga-
da en el corazon de la mayoria del pueblo es..
pañol, pero combatida por algunos hombres
ciegos y obcecados por la ignorancia y la su-
perstieion , ó preocupados por sus intereses per-
sonales, y ávidos del oro conque se dejan cor-
romper. Mas el monarca se persuade al propio
tiempo que las disposiciones de la Constitucion
y las de las leyes posteriores dadas en su con..
secuencia, principalmente la de j J de octubre
de 1820, han provisto suficientemente á lo que
ecsije el bien del estado en cuanto tiene rela-
cion con el arresto de los conspiradores, y que
no hay motivo alguno de someterlos á leyes de
escepcion , que no sea comun á los demas cri..
minales."


Así se esplicó el gobierno con el congreso,
devolviendo el decreto que se negaba á sancio-
nar sobre la manera de proceder al arresto de




175
. Jos conspiradores: el ministerio creia por una


parte que habia llegado el caso previsto por el
artículo 308 de la Constitucion ; y no solamen-


. te lo creia , sino que 10 declaraba positivamen-
te en la misma proposición á la asamblea. Por
otra parte el mismo ministerio confesaba que
estaba enteramente convencido de que ninguna
necesidad había de recurrir á medidas estraor-
dinarias , y que se había provisto suficientemen-
te á lo que ecsijia el bien del estado por las dis-
posiciones de la Constitucion y de las leyes pos.
teriores; mas estas leyes no son sino comen-
tarios, y no se ocupan de las formalidades ecsi-
jidas por la Constitucion para el arresto de los
sospechosos: ecsistian ya cuando se hicieron
las proposiciones, de suerte que el gobierno no
solamente contradecia ~us asertos anteriores,
sino que tambien el contenido de un párrafo
estaba en contradicción manifiesta con el otro.
y sin embargo prorligábase á todas horas el
dictado de sabios y de patriotas á estos minis-
tros , en cuyas manos Be depositaba la Bobera-
nia de la nación.


Entretanto, los soberanos aliados ocupában-
se en Verona en oponer un dique al torrente
de la revolucion que amenazaba inundarlo to-
do: antes de emplear otros medios quisieron
manifestar su opinion sobre los asuntos de Es-




1'6
paña , y paliaron á sus ministros plenipotencia.
rios en Madrid diversas notas para que las co-
municasen al gobierno español.


La de Francia decia de este modo,
El presidente del consejo de ministros, en-


cargado interinamente del despacho de nego-
cios estranjeros , al señor conde de Lagarde,
ministro del rey en Madrid.


» Señor conde. Pudiendo variar vuestra si-
tuacion polí.íca á consecuencia de las resolucio-
nes tomadas en Verana , es propio de la leal-
tad francesa encargaros que hagais saber al go-
bierno de S. M. C. las disposiciones del gobier-
no (le S. 1\1. C.ma"


"Desde la revolucion acaecida en España en
el mes de marzo de I~20, la Francia apesar de
lo peligrosa que era para ella esta revolucion,
ha puesto el mayor esmero en estrechar los la-
zas que unen á los dos reyes, y en mentener
las relaciones que ecsisten entre los dos pue-
blos."


» Pero la influencia, bajo la cual se habian
efectuado las mudanzas acaecidas en la menar-
quia española , se ha hecho mas poderosa por
los mismos resultados de estas mudanzas, có-
mo hubiera sido fácil preveer."


»U na insurreccion militar sujetó al rey
Fernando á una Constilucion que no habia re-




177
conocido ni aceptado al volver á subir al tro-
no. La consecuencia natural de este hecho ha
sido, que cada español descontento se ha crei-
do autorizado para buscar por el mismo meo:
dio el establecimiento de un órden de cosas mas
análogas á sus opiniones y principios. El uso
de la fuerza ha creado el derecho de la fuerza."


»De aqui los movimientos de la guardia en
Madrid, y la aparicion de cuerpos armados en
diversas partes de España. Las provincias limí-
trofes de Francia han sido priucipalmente el
teatro de la guerra civil. A consecuencia de es-
te estado de turbacion en la Península, se ha
visto la Francia en la necesidad de adoptar las
precauciones convenientes, y Jos sucesos que
han ocurrido despues del establecimiento de un
ejército de observación en la falda de los Piri-
neos, han justificado la prevision del gobierno
de S. M."


»Entretanto , el congreso indicado ya desde
el año anterior para resolver lo conveniente so-
hre los negocios de Italia, se reunia en Ve-
rona.'


»La Francia, parte integrante de este con-
greso, ha debido esplicarse acerca de los ar-
mamentos á que se ha visto precisada á recur-
rir , y sobre el uso eventual que podia hacer
de ellos. Las precauciones de la Francia han




178
parecido justas á Jos aliados, y las potencias
continentales han tomado la resolución de unir-
se á ella para ayudarla, si alguna vez fuese ne-
cesario, á sostener su dignidad y su reposo."


»La Francia se hubiera contentado con una
resolución tan benévola y tan honrosa al mismo


.


tiempo para ella; pero el Austria, la Prusia y
la Rusia han juzgado necesario añadir á la acta
particular de la alianza, una manifestacion de
sus sentimientos. Estas tres potencias han diri-
jido al efecto notas diplomáticas á sus ministros
respectivos en Madrid: estos las comunicarán
al gobierno español y observarán en su conduc-
ta ulterior las órdenes que hayan recibido de
sus córtes.'


» En cuanto á vos, señor conde, al cornu-
nicar estas esplicaciones al gabinete de Madrid,
le direis que el gobierno del rey está intima-
mente unido Con sus aliados en la firme volun-
tad de rechazar por todos los medios los prin-
cipios y los movimientos revolucionarios: que
se Une igualmente á sus aliados en los votos
que estos forman para que la noble nación es-
pañola encuentre en sí misma Un remedio á sus
males; males que son de naturaleza propia pa-
ra inquietar á los gobiernos de Europa, y para
precisarles á tomar precauciones siempre re-
pugnantes."




t7'
»Tendreis, sobre todo, cuidado en manifes--


tar que los pueblos de la Península, restitui-
dos á la tranqnilidad , hallarán en sus vecinos
amigos leales y sinceros, En consecuencia, da-
reis al gobierno de Madrid la seguridad de que
se le ofrecerán siempre cuantos socorros de to-
das clases puede disponer la Francia en favor
de la España, para asegurar su felicidad y au-
mentar su prosperidad; pero le declarareis al
mismo tiempo que la Francia no suspenderá
ninguna de las medidas de precaucion que ha
adoptado, mientras que la España continúe
siendo destrozada por las facciones."


»El gobierno de S. M. no titubeará en man-
daros salir de Madrid y en buscar sus garan-
tias en disposiciones mas eficaces, si continúan
comprometidos sus intereses esenciales, y si
pierde la esperanza de una mejora que espera
con satisfaccion , de los sentimientos que por
tanto tiempo han unido á los españoles y fran-
ceses en el amor de sus reyes, y de uua li-
bertad juiciosa."


»Tales son, señor conde, las instrucciones
que el rey me ha mandado enviaros en el mo-
mento en qlle se van á entregar al gabinete de
Madrid las notas de los de Viena, Berlin y San
Petersburgo. Estas instrucciones os servirán
para dar á conocer las disposiciones y la de-




f80
terminacion del gobierno frauces en esta gra-
ve ocurrencia."


» Estais autorizado para comunicar este
despacho , y entregar una copia de él 51 se os
pidiese.


Paris 25 de diciembre de 1822."
He insertado la nota de la Francia como


Uno de los documentos mas interesantes en la
historia de España, y para dar á Conocer como
se esplicaba el gabinete de las Tullerias : las
restantes notas pasadas por las tres potencias
del norte parten de los mismos principios,
y son demasiado largas á mi parecer para in.
sertarlas tambien en esta obra. La nota de la
Francia basta para probar que la santa Alianza
no reconocia la Constitucion española, y que
á su modo de ver tenia un oríjen vicioso y cri-
minal; y que estas notas únicamente llevaban por
objeto abrir la puerta á las transacciones, pues-
to que no contenian alguu acuerdo fijo.


La lectura de estos documentos, en los que
las principales potencias de Europa proponian
reformas en el gobierno, y amenazaban en caso
de negativa con realizarlas á la fuerza, debía
producir las mas serias reflecsiones en los mi..
nistros. Era demasiado cierto, por desgracia,
que la guerra civil devoraba la Península; que
la anarquía habia hecho rápidos progresos) y




18t
que las cosas habian llegado á un punto que sin
modificar la Conslitucion no hobia medio de
conservar la monarquía. El gobierno apenas era
obedecido y faltaban la enerjia y la previsión,
Los amigos de los secretarios del despacho to-
do lo esperaban, todo lo prometían en las cór-
tes: el palacio lejislativo resonaba contínuamen-
te con el elojio 'de los ministros patriotas, y la
mayor parte de los periódicos, y principalmen-
te aquellos cuyos redactores pertenecian á la
sociedad de los gobernantes, les quemaban con..
tinuo incienso. No ha ecsistido sinembargo en
el mundo gob~erno alguno que menos haya be-
cho: á la mas Iijera insinuacion por parte suya,
la asamblea lejislativa desgarraba la Constitu-
cion proclamada con tanto eutusiasmo , y re-
vestia á los mandarines con un poder ornní-
modo casi igual al poder absoluto. Sin embar-
go, los españoles vieron que el gobierno apenas
hacia uso de los poderes que con tantas instan-
cias habia solicitado del congreso. Hasta en las
provincias que se rnantenian libres de facciosos,
las contribuciones se cobraban COA un atraso
considerable, restando siempre á deber al teso-
ro sumas inmensas, El continjente decretado
por las córtes para el reemplazo y aumento del
ejército ,se incorporaba en los depósitos con
muchísima lentitud, y los reclutas sin unifor..


TOMO 11. 13




182
me, muertos de hambre, en el mas deplorable
ocio, porql1e no se les daba la filas lijera ins-
truccion , demostraban toda Ja inaccion del go-
Lierno. Estendiase esta basta el estremo de de-
jarlos meses enteros en sus casas sin señalarles
cuerpos: la milicia activa que debia ascender á
cerea de ochenta mil soldados, segun el decreto
de las córtes del mes de enero de 1823 , no llega-
ba á veinte y cuatro mil, que era el número de
hombres que ecsistia en 1810. En fin, este go-
bierno inepto y débil, que no dalia señales de vi.
da, sino cuando se trataba de protejer á los
hombres de su devocion , no vaciló en respon-
der á las notas de la santa Alianza) desafiando
á la Europa entera.


Justo hubiera sido sin embargo ventilar antes
la cuestion , trayéndola á su verdadero terreno,
Porque na se trataba de decidir de parte de
quien estaban la razón y la justicia, sino la fuer-
za : y la política aconsejaba que ;\ las crueldades
de una reacción y al sangriento triunfo de los
que se apellidaban aliados santos, se. prefiriese
la reforma del código vijente , delito que no
era tan enorme, puesto que andando el tiempo
se ha reformado la Constitucion j pero cuando
ya con su caida desastrosa nos habia inundado
en sangre, producido las ominosas proscripcio-
nes de la lunta secreta de Estado;¡ de las comí-




183
sienes militares , y colmado en fin los sepulcros
de víctimas inocentes. Tal será el amnrgo fruto
que cojerán los siempre desventurados españo-
les de la siguiente respuesta del ministerio espa-
ñol, monumento de inesperiencis , de .im polí-
tica y de imprevision , que deben tener siempre
presentes los pueblos para no dejarse precipitar
en el ominoso abismo en que hundió á la Pe-
nínsula la jactancia, y en él quizás estarían aun
sumidos sin la ayuda de un áujel hcnelico que
les teudióla mano, para quesaliesen y trepasen
á la libertad y á la ventura.


nA.l ministro plenipotenciario de S. M. en
Paris digo con esta fecha lo que s;gue.


)lEI gobierno de S. M. Católica acaba de re-
cibir comunicacion de una nota pas" da por el
de S. M. Cristianísima á su ministro plenipo-
tenciario en esta córte , de cUJo documento se
diri]e á V. E. copia oficial p¡¡ra su debida inte-
}I[encia,'


»Pocas observaciones tendrá que hacer el
gobierno de S. M. Católica á dicha Ilota. Mas
para que V. E. no se vea tal Vf'Z ernbaraaado
acerca de la conducta que debe observar en' es-
tas cireuustancias , es de 5U deber nlani~'e8tarle
francamente SU¡i sentimientos y sus resolu-
cienes."


»No ignoró el gobierno nunca que institu-




184
cienes adoptadas libre y espontáneamente por
IlJ España causarian rczelos á muchos de los ga-
binetes de Europa, y serian objeto de las deli-
beraciones del congreso de Verona : mas seguro
de sus principios y apoyado en la resolucion de
defender. á toda costa su sistema político neu-
tral, y la independencia nacional, aguardó
tranquilo el resultado de aquellas conferen-
cias."


"La España está rejida por una Constitu-
cion promulgada, aceptada y [urada en el año
'812 , Y reconocida por las potencias que se re-
unieron en el congreso de Verona. Consejero!
pérfidos hicieron que S. M. Católica, el se-
ñor D. Fernando VII, no hubiese jurado á su
vuelta á España este código fundamental que
toda la nacion queria y que fue destruido por la
fuerza sin reclamacion alguna de las potencias
que le habian reconocido. Mas la esperiencia de
seis aüos y la voluntad ¡eueral le movieron á
identificarse en 1820con los deseos españoles."


llNo fue, no, una insurreccion militar laque
promovió este nuevo órden de cosas á princi-
pios de 1820. Los valientes que se pronuncia-
ron en la Isla de Leon y sucesivamente en las
dernas provincias no fueron mas qne el órgano
de la opinion de los votos jenerales."


»Era natural que este órden de c.osas produ-




185
[ese descontentos: es una consecuencia inevita-
ble de toda reforma que supoue correccion de
abusos. Hay siempre en toda nacion , en todo
estado, individuos que no pueden avenirse nun-
ca al imperio de la r azon y de la justicia."


nEI ejército de observacion que el gobierno
francés mantiene en el Pirineo, no puede calmar
los desórdenes que aflijen á la España. La espe-
riencia ha demostrado al contrario que con la
ecsistencia del llamado cardan sanitario, que
tomó despues el nombre de ejército de observa-
cion, se alimentaron las locas esperanzas de los
fanáticos ilusos que levantaron en varias pro-
vincias el grito de la rebelion , dando así ori [en
á que se lisonjeasen con la idea de una prócsima
illvasion en nuestro territorio."


nComo los principios, las miras ó temores.
que hayan influido en la conducta de los gabi-
netes que se reunieron en el congreso de Vero-
na no pueden servir de regla pal'a el español,
prescinde este por ahora de contestar á lo que
en las instrucciones del conde de Lagarde dice
relacion con aquellas conferencias."


»L08 dias de calma y tranquilidad que el
gobierno de S. l\i. Cristianísima desea para la
nacion, no son menos deseados, apetecidos y
suspirados por ella y su gobierno. Penetrados
ambos de que el remedio de sus males es obra




186
del tiempo y de la constancia, se esfuerzan
cuanto deben en acelerar sus efectos tan útiles
y saludables."


»1';1 gobierno español aprecia en lo justo las
ofertas que S. M. Cristianí8~ma le hace de cuan-
to pueda contribuir á su felicillad; mas está
persuadido que los medios}' precauciones que
pone en ejecucion no pueden producir sino
contrarios resultados."


l) Los socorros que por ahora debiera dar el
gobierno francés al español son puramente ne-
gativos. Disolucion de su ejércilO de los Piri-
neos, refrenamiento de los facciosos enemigos
de Espaüa y refujiados en Francia, anirnadver-
sion marcada y decidida contra los que se com-
placen en denigrar del modo mas atróz al go-
bierno de S. M. Católica, las instituciones y
córtes de España: he aquí lo que ecsije el dere-
cho de [entes respetado por las naciones cul-
las. "


»Decir la Francia que quiere el Líen estar,
el reposo de España, y tener siempre encendí-
dos los tizones de la discordia que alimentan
los principales males que la aílijen , es caer en
Un abismo de contradicciones."


»Por lo demas cualesquiera que sean las de.
terminaciones que el gobierno de S. M. Cristia-
nísima crea oportuno lomar en estas circuns-




187
tancias , el de S. M. Católica continuad tran-
quilo por la senda que le marcan el deber; la
justicia de su causa, el constante caeácter }' ad-
hesion firme á los principios constitucionales
que caracterizan á la nacion á cuya frente se
halla : y sin ent rar por ahora en el análisis de
las espresiones hipotéticas y amfibolójicas de las
instruccicnes pasadas al conde de Lagarde, con-
cluye diciendo que el I'eposo, la prosperidad y
cuanto aumente los elementos del bien estar de
la nacion á nadie interesan mas que á clla. ,>


»Adhesion constante á la Constitucion d~
181 '~ , paz con las naciones Y no reconocer de-
recho de intervencion por parte de llmguna:
hé aquí su divisa y la regla de su conducta tanto
presente como venidera."


lJEstá V. E. autorizado para leer esta nota
al ministerio de negocios estranjeros y pllra de-
[arte copia si la pide. La prudencia y tino de
V. E. le sujerirán la conducta firme y digna de
la España que deba observar en estas circuns-
tancias. "


»Lo que tengo la honra de comunicar á
V. S. de órden de S. M., y Con este motivo le
renuevo las seguridades de mi distinguida con-
sideracion rogando á Dios guarde su vida mu-
chos años. = Palacio 9 de enero de 18:¿3. =
B. L. M. de V. E. su atento y segu~o servidor.




188
_ Evaristo San Miguel. = Señor ministro de
Francia."


Cuando se publicó esta nota observaron las
personas instruidas que el termómetro de los ta-
lentos del ministro de Estado habia bajado mu-
chos grados, porque los artículos del Especta-
dor estaban mucho mejor escritos que e! docu-
mento anterior: mas dejando aparte las observa-
ciones de los literatos me limitaré á esponer que
el ministro mismo confiesa llque aunque no ig.
Doró el gobierno español nunca que instituciones
adoptadas libre y espontáneamente por la Espa-
ña causarian rezelos á muchos de los gabinetes
de Europa, y serian ohjeto de las deliberaciones
del congreso de Verona , seguro de sus princi-
píos y apoyado en la resolucion de defender á
toda costa su sistema político neutral y la inde-
pendencia nacional, aguardó tranquilo el re.
sultado de aquellas conferencias."


Este párrafo pone de manifiesto con estra-
ordinaria ecsaetitud la conducta de los minis-
tros llamados patriotas, quienes permanecieron
tranquilos cuando sabia n que una reunión de
prÍncipes coronados iba á decidir de la suerte
de su patria. Solo á ellos era dado gozar de la
tranquilidad cuando casi todos los españoles vi·
vian en la inquietud, unos coa la esperanza y
otros con el temor de Jos resultados que podía




189
tener el congreso de Varona. No es posible que"
gobierno alguno haya dado jamás pruebas de
tan grande apatia en iguales circunstancias; y
los hombres mas adictos á los ministros no po-
dian dejar de confesar que una conducta tan
estraüa procedía ó "de la mas estúpida igoOlan-
cia ó de las mas inconcebible indiferencia. En
el supuesto de que la intención de los ministros
fuese no alterar una coma de la Constitución
política de la monarquía; de no tolerar por
parte de los estranjercs la mas mínima inter-
vencion en los negocios de España ; ¿ton que se
oponía á su resolucion el envio á Verona de un
diplomático' hábil? Hubiera podido, apoyado
por la Gran Bretaña, im pedir ó al menos re-
tardar una declaracion de la Santa Alianza poco
favorable á su causa: ¿acaso este proceder no
hubiera influido estraordinariarnente en la pa-
cificacion de la Península disminuyendo las es-
peranzas de las bandas facciosas y de todos los
realistas que esperaban en acecho las órdenes de
Verona para lanzarse á la palestra? Desdeñaron-
se los ministros de dar un paso tan necesario,
cual si con él hubiesen de provocar la declara-
cion de las grandes potencias continentales.


La respuesta dada por el secretario de Es-
tado á las notas de los gabinetes de San Peters-
hurgo, de Viena y de Berlín fundábase en los




190
mismos principlos qlle la contestacion al go...
hierno francés, aunque concebida en términos
mas fuertes. Apenas recibieron la respuesta á
sus notas los encargados de negocios de las tres
córtespidieron sus respectivos pas¡·,portes y sa-
lieron de España: otro tanto hizo algunos dias
después el ministro plenipotenciario de Francia•.


El orgullo de los gobernantes llegó al estre-
mo de que el ministerio no diese conocimiento
á las córtes de las notas de las potencias aliadas
antes de responder, y de que no consultase al
consejo de Estado con menosprecio de la Cons-
titucion ~ pues el asunto era muy grave (1 ).


No aconsejaba ciertamente la política el
rumbo inconsiderado que 10i secretarios del
despacho imprimieron á los negocios. Cual si
les faltase tiempo para venir á un rompimiento
con la Europa entera , no querian partir con
otros la gloria que debia resultarles inundando
la España de un diluvio de males y de desgra-
cias que la asolarían por largos años,


Presentaron por fin al congreso nacional las


(1) El consejo de estado es el único consejo del
rey, al que consultará en los negocios graves riel
gobierno, J principalmente en las declaraciones de
guerra J en los tratados. (GolIslitucioll, art, 236).




291
notas de las potencias aliadas y la respuesta dada,
por el ministerio español ; y hasta las espresio-
nes de qlJe se valió el gabinete para dar cuenta
á la asamblea de los referidos documentos S011
dignas de Dotarse. »El gobierno, dijo el mirus-
tro de Estallo, sabe que no tiene necesidad de
someter este asunto á las córtes; mas creería
faltar R. los sentimientos de fraternidad que le
unen al congreso lejislativo , si no pusiese en su
conocimiento la esp resada riegociacion." ¡Nuevo
modo de esplicar las relaciones del poder eje.
cutivo y del poder lejislativa de una nación atri-
huyéndolas á los sentimientos de fraternidad!
Con tantos motivos como habia para cornuni-
cal' á las córtes sucesos tan importantes, recur-
rja á la fraternidad el secretario del despacho
p:ml hacer ostentacion de la inesperiencia y de
la lijereza conque se trataban la viday la muer-
le de la libertad. ¿Y quien no Creería que al
abrirse una cuestión como esta en la asamblea
nacional , ecsarninarian los diputados con la
calma mas perfecta el estado en que se eDCOD~
traba el espíritu público y los medios conque
contaba España pard sostener las respuestas del
gabinete de Madrid, y que esta era la ocasion de
investigar el orijen de la guerra civil que devo-
raba las provincias, de ecsarninar el número y
la clase de los descontentos, la opinión de la




:192
mayoría de los pueblos y de los que gozaban la .
principal influencia en ellos, y el estado del ejér-
cito, de las plazas fuertes y del tesoro? Final.
mente no parecía posible llegar á la sol ucion de
un problema de tanta magnitud sin el ecsámen
mas detenido y mas profundo del estado de la
nacion en todos sus ramos; pero desgraciada-
mente nada de esto aconteció. Las córtes ocu-
paron las sesiones de 9 y de 11 de enero de 1823
en declamar contra la injusticia de la Santa
Alianza, en ecsajerar el patriotismo de los espa.
ñoles recordando sus esfuerzos en la guerra lla-
mada de la indepencia ~ en prote.~tas de morir
libres etc. cual si los representantes de una na-
cion debiesen entregarse á transportes apenas es-
cusables en un oficial subalterno, cual si pere-
ciendo con la Constitucion de 1812 en la mano
dejasen por eso los diputados de ser respons-a·
bies de las consecuencias de una guerra teme..
raria. Si el respeto á la Constituciou tantas ve-
ces violada por la misma asamblea llegaba al
punto de que esta no se creyese autorizad} para
ocuparse de la reforma, ¿por que no pedia
nuevos poderes á la nacion? Aun cuando se hu-
hiese tomado el acuerdo de no transijir nunca
con la Santa Alianza, lo que mas urjia era ga.
nar tiempo para preparar los medios de resistir
á las potencias amenazadoras ; pero la razon y




193
la conveniencia pública no fueron oidas : dnmi-
nada la asamblea por un partido ciego y sin pre.
vision, y por hombres de sanos principios , pero
débiles ya en otras ocasiones, mendigó los
aplausos de las turbulentas galerías y .los dipu-
tados fueron llevados en triunfo colocados los
que se llamaban moderados al lado de los que
habian predicado las doctrinas opuestas (1).


La cuestion no versaba sobre si los estran-
[eros tenian ó no derecho de intervenir en 105
asuntos de España, puesto que se mostraban re-
sueltos á verificarlo: punto era este para haber-


(1) En esta sesion célebre por las !á'lrimas y la
sangre que ha acostado á España en diez años de
horrorosa tiranía seguida de la desastrosa guerra ci-
'Vil, se verificó la rcconciliaciolJ entre Argüellrs y
('..aliauo , que hasta e ntouces habian sido perpétuos
enemigos; sentándose el pri mero á la c:abeza del
partido de la moder-acion y el segundo al frellte de
Ios ecsaltados, Argüelles perdió desde aquel momen-
to fatal, no solo la infl uencia qlle habia adquir-ido á
costa de trabajos útiles, sino 10 que es peor la con «
fianza en la fijeza de sus principio; políticos. Quedó
solo el hombre de hien , J desapareció el horn hre de
estado: llill~Una combiu acion remediará el que Al·..
güelles sea líllicamente el ól'gano eloc uente de las
ideas y de los intereses que le son estrañ os, 'J




194
lo tratado en un caso en Verona. Lo que prin-
cipalmente interesaba á las córtes era saber,
si acordado por las grandes potencias continen-
tales el sistema de gobierno que debia rejir á
los españoles , habia medios de oponerse á su
acuerdo: este era el punto que debia discutir.
se. Todo lo damas estaba reducido á vanas de-
clamaciones que arrancaban los aplausos de las
galerías, pel'o que &010 servían para comprome.
ter á la nación y atraer sobre ella desgracias sin
fin, La lijereza y la imprevision conque se tra-
taban cuestiones de tan alto interes parecerán
increíbles á la posterida.l : ni una observacion se
hizo sobre el estado deplorable de todas las pro-
vincias, y sobre la evidencia del hecho de que la
masa de la nación que habia combatido á todo
trance á los est ran jeros en 1808 los recibiría con
los brazos abiertos en' 1823. Esto se llamaba
conservar el honor nacional, como si consistie-
Se en llamar las huestes enemigas para dejarse
atraillar por ellas, y fuese preferible á la refor-
ma de unos cuantos artículos de la Constitución
la muerte de la libertad y el entrenamiento de
un despotismo sanguirurio , atroz, que ori ¡ina-
ria la reacciou y con ella todos los infortunios
que la acompañan.


I..as córtes llenaron de elcjios , admiraron y
aprobaron la respuesta dada por el ministro de




:195'
Estado ~ las notas de los príncipes que forma-
han la Santa Alianza y en un mensaje al monar-
ca ofrecieron su concurso para que el gobierno
no careciese de medios de hacer frente á los
estranjeros.


No tardaron los acontecimientos en demos-
trar cuan inorportuua era la jactancia de los mi.
nistros y hasta que punto se estendia su error:
los que acababan de declarar que no temian á
las potencias continentales juntas y aliadas, se
creyeron amenazados pocos dias despues por
un puñado de facciosos en la capital misma de
la monarquía.


Habíase reunido una banda de realistas en
las orillas del Ebro, en el punto donde conflu-
yen los límites de Aragon, Cataluña y Valen-
cia, á las órdenes de un hombre turbulento;
llamado don Jorje Bessieres , que meses antes
habia sido condenado á muerte en Barcelona
por sus anárquicas maniobras, que tendian al
establecimiento de una república. Adelantóse
este cuerpo hácia Zaragoza , llegando casi al ar-
rabal de la ciudad y tomó en el acto el camino
de la córte: el comandante jeneral de Aragon ~
que era Unode los militares que merecia la con-
fianza del gabinete, contaba con fuerzas mas
que suficientes para destruir los tres ó cuatro
mil revoltosos que se apellidaban realistas , y




196
que se habían reunido en aquella provincia: y
no solo no les impidió que se acercasen á Zara.
goza, sino que no hizo esfuerzo alguno para al.
canzarlos cuando se dirijieron á Castilla la Nue-
va , dejando de perseguirlos en el momento en
que traslirnitaron del territorio de su mando.
Los realistas partieron á las cercanias de Gua·
dalajara , que solo dista ocho leguas de Madrid,
y aunque su movimiento fue muy lento, logra-
ron llegar á tan corta distancia de la villa y
córte donde residia el gobierno sin tropezar con
la menor resistencia. Las autoridades conocie-
ron por fin que era necesario contener su pro-
greso, y salió á su encuentro el comandante
[eneral de la provincia, Odali , uno de los cin..
ca jefes de la isla de Leon, Las tropas de que
podía disponer sobraban para derrotar á las hor~
das indisciplinadas de Bessieres , y todo se per-
dió por sus desacertadas disposiciones, cual si
la desgracia se empeñase en probar que los
principales ajentes y amigos del gabinete parti-
cipaban tambien de su ignorancia. Las tropas
marcharon precipitadamente contra el enemigo
que se habia replegado á Brihuega, y dividié..
ronse las fuerzas poniendo á las órdenes del Em-
pecinado una columna para que concurriese si-
multáneamente al ataque. El comandante- [ene-
ral Odali " siguió con el cuerpo principal el ca-




197
mino directo de Brihuegs , y baIló al enemigo
formado en las posiciones de los contornos del
pueblo" y sin aguard'!f á la columna del Empe-
cinado que Se hallaba aun á algunas leguas de dis-
tancia, dió la señal del combate. Vióse entonces
la diferencia que mediaba entre entonar cancio-
nes y vomitar injurias en las plazas públicas y
combatir: la distancia que habia entre la discipli-
Day la licencia, y la insuhordinacion que fueron
causa del descalabro. Los facciosos derrotaron
completamente la columna constitucional , que
perdió su artillería, un gran número de prisio-
neros y se dispersó enteramente: Un batallen
qu~ habla llegado á Madrid algunos dias antes
con las mayores demostraciones de ecsaltacion
entonando himnos á Id libertad, se puso igno~
rniniosamente en fuga desde los primeros ti.
ros (1). 'y con este efímero y evaporable entu-
siasmo contaban las cortes y el gabinete para


(1) Los liberales españoles no deben olvidar nun-
ca los infortunios que acarreó la indisciplina de al_
gunos cuerpos: en honor de la verdad debe decirse,
que la lección fue provechosa y que á la disciplina y
brillantes cualidades de nuestro ejército debemos
ahora los triunfos iuáuditos de las armas liberales
contra Jos inícuos defeusores de la inquisicien,


ToM.II. 14




198
triunfar del poder coligado de la infernal a1i~n.
za de los opresores de la humanidad.


El comandante jenera] en su fuga no tuvo
la previsión de hacer saber al Empecinado la
desgracia que habia sobrevenido, ni de darle
la órden de retirarse á Guadalajara. Por otra
parte, y como si reinase la emulación para co-
meter desaciertos, presentóse el Em pecinado á
las nueve de la noche delante de Brihuega , sin
haber enviado antes esploradores que se ente-
rasen de lo que habia sucedido á la otra colurn-
na. Quiso penetrar en la poblacion ; mas ha.
biendo encontrado resistencia retiróse precipi-
tadamente abandonando las tropas empeñadas
en el combate, para que cada uno se sal vase
como pudiese. Los enemigos sea por temor de
una emboscada, sea porque estuviesen fatiga-
dos, no persiguieron á los desbandados: ocur-
rió esta desgracia el 24 de enero de 1823.


La derrota anterior produjo en Madrid su-
ma confusion: las autoridades pasmadas dieron
órden para levantar algunas fortificaciones,
confiando el mando de la capital de la rnonar-
quia al ¡eneral Ballesteros, y el de las tropas
al conde del Abisbal. El conde, desacreditado
en todos los partidos, y despreciado de los
mismos que le empleaban, reunía tales ante.
cedentes que no cabia en la imajinacion de nin-




19P
guna persona sensatA que se le pudiese COnfil!l1"
un mando de importancia. Mas parecf! que el
[eneral se habia reconciliado con la sociedad
á que pertenecían los minist ros , y decididos
estos á no emplear sino á sus partidarios, -ntre
los que rJO encoutrahan un [eneral de repula-


.cíon ; y acostumbrados a no proponerse 011'0
hlanco y á despreciar la opinicn pública, norn-
bráronle inspector jeneral de infantería: y aho-
ra le entregaban el basten de las tropas que
pudiesen reunirse.


Los realistas llegaron á Guadala jara, y sin
adelantarse mas hácia Madrid , pasaron el Ta-
jo casi á la vista del conde del Abishal, clue
desde el 27 de enero iba en su seguimiento el
30 entraron los facciosos en HUele, donde hi-
cieron demostraciones de querer fortificarse. Se-
gun los escritos del mismo conde del Abisbal,
las fuerzas de Bessieres se componían de tres
mil y quinientos hombres de infantería y de
doscientos caballos: en el parte oficial de 30 de
enero esplicábase de este modo. »No vacilo en
asegurar á V. E. que en cualquier punto donde
logre venir á las manos con la faccion , no sola-
mente caerá en mi poderla artillería, sino ~ue
será enteramente destruida esa horda de enemi-
gos de la libertad." Sinernbargo , el mismo je-
neral se presentó el 31 delante de Huete , y




200
aunque Jos facciosos perrnanecieron alli hasta
el JOde febrero, no se atrevió á emprenrler
cosa alguna contra ellos, bajo el pretesto de
que el mal tiempo y la escasa fuerza de que
disponía no le permitían obrar á medida de sus
deseos.


La derrota de Brihuega se verificó, como
llevo dicho , el 24 de enero, y el conde del
Abisbal tomó el mando en el acto: el gabinete
le concedió todos los medios de que podía dis-
poner, y el conde en su parte de 8 de febrero
dice que sus fuerzas se reducian á dos mil y
nuevecientos hombres de infantería y á tres-
cientos ochenta caballos, no comprendiendo al
reiirniento de C'llatrava qu~ hahia destacado á.
Cuenca y que se le reunió el 10. De aquí pode-
mos deducir cuales eran los poderosos medios
y la autoridad de un gabinete , que viendo ame-
nazada la capital donde residía y al enemigo
acampado casi á sus puertas, desde el 24 de
enero hasta el 8 de febrero, no pudo reunir si.
no tres mil y quinientos hombres para ahuyen-
tarlos. A pesar de todo , el gabinele era el ído-
lo de la asamblea lejislativa y de muchos perió ..
dices que llenaban sus pájinas de alabanzas á la
prevision , al saber, á la firmeza J' al carácter
de los ministros, y que no vacilaban en dar el
nombre de traidor al que se tornaba la libertad




201
de criticar las medidas y el ningun talento de
los siete varones, que tenian asido el timonde la
nave pública.


EllO de febrero, mientras que el conde
del Abisbal practicaba un movimiento en di-
receion de Cuenca pal'a protejer la JJegada de
la columna que esperaba de Valencia, 105 fac-
ciosos salieron tranquilamente de Huete. Corno
la marcha de! conde del Abishal le alejaba del
camino por donde se retiraban los contrarios,
y como la primera noticia que tuvo de su sall-
dafue el parte del alcalde de Huete , no se vie-
rou inquietados en su retirada. Caminaron á
marchas comunes, repasaron el Tajo sin obstá-
culo, yhabiéuJose dividido en dos trozos diri-
[iéronse los unos á Aragon , los otros á Valen-
cia , sin que las tropas constitucionales pudiesen
obtener mas que insignificantes ventajas. No
p'-'recla siuembargo difícil obligarlos á una ac-
CiOD [eneral , reuniendo ya el conde del Abis-
hal mas de setecientos caballos. Esta espedicion
que duró hasta principios de marzo no tuvo
resultados de importancia, y el jeneral de las
arruas constitucionales que la mandaba, des-
mintió en ella la opinión de actividad y de in-
telijencia que íustarnente se habia adquirido en
la guerra de la independencia. En esta época
los liberales prodigaban incesantes elojios al




202
jeneral Mina: lai córLes le tributaban scciones
de graciai" 1 ,(:1 gabinete le decoraba con la
gran cruz de san Fernando por la oeupacion
de los fuertes de la seo de- TIrjeL Los periodis-
tas que en todas las materias tomaban un to~
no decisivo, compararon la toma de aquella
fortaleza á las hazañas mas brillantes conocidas
hasta entonces, y encontráronla superior en
mérito á todas las otras. Y aunque el, bloqueo
de Urjel después de la retiradaxlel harón de
Eroles á Francia, y la evacuacion de los sitia.
dos cuando carecieron de víveres sin obligar-
Jos á ello los sitiadores , no. fuesen hechos es-
traordinarios ni asombrosos, despertaron sin-
embargo el entusiasmo porque eran como Una
ráfaga de esperanza que venia á alegrar los
ánimos en medio del jeneral desaliento. Una
gran parte de las fuerzas españolas habíase reu-
nido bajo las órdenes de Mioa, que no quiso
emprender operacion alguna hasta estar seguro
de que no se esponia á esperirnentar el menor
reves: para adquirir esta certidumbre perdió
un tiempo precioso, y lo que hizo en el cora-
zon del invierno pudiera haher]o llevado áca-
bo antes del otoüo , con una ventaja mucho
mas decisi va. Semejante pérdida de tiem po, eS
tanto mas sensible cuanto que si Mina hubiese
arrojado al baron de Eroles de Cataluña cuando




203
pudo haeerlo , el congr~so de VeroDa hubiera
quizás dado á su victoria suma importancia: y
hit vez no hubiera tomado el acuerdo que to-
mó ó lo hubiera retardado Porque no era lo
mismo el que las potencias aliadas contasen con
una rciencia establecida ya en U rjel , y con un
ejército realista mandado por un [eneral de
nombradia, haciendo la guerra y consiguiendo
'Ventajas, Ó el que viesen á la rejencia fujitiva
y fuera de Espaüa , á los realistas derrotados
y la cumbre de los Pirineos ocupada por la~
hayonetas de la libertad.


El rninisterio , recobrado apenas del pavor
que le habian causado la derrota de 24 de ene-
ro y la procsirnidad de los realistas á Madrid,
se presentó á la asamblea Iejislativa para pedir
Una quinta de treinta mil hornbres , destinados
á poner el ejército bajo el pie de guerra, y so-
licitando diferentes autorizaciones para sí , pa-
ra las diputaciones provinciales y para los ca-
mandantes que ernpuñahan el haston en los dis-
tritos militares. La comision encargada de eesa·
minar las propueslas de los secretarios del des:"
pacho , desocupó al día siguiente su cometido,
aprolrindolas y amplificando su contenido : en-
vano algunos diputados pidieron que el ministe-
rio diese. cuenta de los resultados producidos
por los reemplazos anteriormente decretados;




204
los ministres apenas se dignaron responder, y
seguros del écsito de la discusion contentáron-
se con decir que pedian lo que era necesario l'
todo se Qlll'obó COl\ \a m\Sl\~a \\)cl'c',l,a. .


En seguidll esplicó el ministerio los medíos
qUQ le parecían mas urjentes para cubrir los
nuevos gastos; y no íuZgaOloS posible qtlC des-
de qtle ecsisten gobiernos representativos Seha-
ya obrado nunca con menos gravedad y me..
IlOS tino. Los ministros na decían ni á cuanto
ascendian los gastos ni lo que sumaban los re"
cursos que ecsijian l ni si resultaba déficit en.
las contribuciones ya decretadas , (Iue eran los
datos que podían ilustrar la cuestiono No obs-
tante la condescendencia do las córtes, la co-
misión que informó sobre las proposiciones del
gabinete, no pudo menos de desaprobar tres de
los articulas propuestos, porque violaban ahier-
tamente la ConstitQcion. No faltaron represen-
tantes del pueblo que se opusieron á lo que so-
licitaban los secretarios del despacho, porque
viendo el atraso escandaloso de las contrihu-
cienes anteriormente votadas, la apatía y la
inacción de las autoridades y de sus ajcntes,
parecíales inútil el decretar otros impuestos.
Los gobernantes no supieron responder á las
pl'cguntas que les dirijieron acerca de las car..
gas públicas , de las provincias que mas debiaa




205
de las sumas necesarias, ni de los productos
que hablan de quedar líquidos á consecuencia.
de los medios aprobados. Y sin reparar en tan.
tas y tan escandalosas omisiones, el congreso
nacional otorgó á los hombres que merecían su .
confianza cuanto pedían casi sin discutirlo, es..
ceptuando solo tres artículos, á los que se babia
opuesto la comisiono .


El 12 de febrero el ministerio hizo á las
córtes una esposicion reducida, á que en vil'-
tu.l da. las notas de las grandes potencias con-
tinentales, y del discurso del rey de Francia
en la abertura de las cámaras, la asamblea le·
[islativa dehia tomar las medidas que [uzgase
convenientes. La comision encargada de ecsa-
minar el mensaje del ministerio propuso bs
pos resoluciones siguientes:


1/' Si desde que las córtes estraordinarias
cierran sus sesiones , las circunstancias' acsijie-
ran que el gobierno mudare su residencia, las
córtes decretan su traslación al punto que aquel
señale, de acuerdo con la diputación perma..
nente ; y si esta hubiese cesado en sus funcio-
nes ,'10 bará de acuerdo con el presidente y se-
cretarios nombrados por las. córtes ordinarias.


2.a En este caso el gobierno consultará
acerca del paraje á que crea conveniente la tras-
lacion á una junta de militares acreditados por




206
IU ciencia, conocimientos y adhesión al sistema.


Dificil es concebir como la comision encar-
g~ja de ecsaminar .el mensa je del ministerio en
el q!le , visto el estado de Jos negocios, in vita •


.~ al congreso lejislativo á adoptar las medidas
couvenientes , se contentó con el abandono de
la capital de la monarquía, y como al ocurrir-
le esta idea se limitó á ella sin añadir otras pre-
cauciones. Mas como el ascendiente de los go-
hernantes ó por mejor decir del partido á que
pertenecian era notorio, enlendiéronse con la
comisión sobre el sentido que dehian dar al
mensaje, pues no creian muy honorífico para
ellos pedir en aquellos momentos la evacuación
de Madrid.
'. Los límites de este escrito no me permiten
estender en los detalles de las sesiones de la
asamblea, al controvertirse las pro posiciones
de la comisiono Procedióse en ellas con suma
inconsecuencia, y Jos que en la respuesta á las
notas de las altas potencias habian retado á com-
bate jeneral á la Europa entera, vinieron ácon-
fesar ahora que no habia nada preparado, y
que no era posible resistir á la invasión. En es-
tas célebres sesiones se aseguró .que una sola
división de ocho ó diez mil franceses podía
llegar á la córte en breves jornadas; demostró-
se que no ecsistia ejército,y que las plazas care-




207
cian de provisiones: y finalmente se aflrrnóque
aun cuando hubiese cien mil hombres bien orga-
nizados, y entre el Bidasoa y Madrid estuviesen
fortitlcaJosBurgos y otros punlOs, treinta mil


. franceses podían lIf'gar á la capital en cinco ó
seis dias , sin que ninguno pudiese estorbarlo.
El terror se habla apoderado de la asamblea J
y si algUIl diputado hubiese propuesto abando-
nar la corte , aquella misma semana, hubiera..
lo aprobado como aprobó los dos artículos de
la comision-. Debemos notar que los ministros,
ó no asistieron á las sesiones ,ó lo que no ad-
mite duda , no abrieron los lahios y no se les
ecsijió como se debia haber verificado, el que
diesen estensa cuenta de los medios con que
contaban para resistir á la invasión , J que in-
dicasen el fundamento de los temores que ha-
hian concebido, de que el enemigo penetrase
hasta el corazón de la moaarcuia,


. .


Al ver la prisa con que el congreso antori-
zaba á los secretarios del despacho pat'a aban-
donar á Madrid, en los doce dias que media-
ban hasta la reunión de la lejislatura ordina-
ria, creerán algunos que la córte española se
halla á escasa distancia de la frontera france-
sa , y que los enemigos la habian ya pasado.
Sin embargo, los franceses tardaron todavía
cerca de dos meses á atravesar el Bidasoa , y




208
Madrid está situado á cien leguas de aquel río.
Ly era posible que el temor cegase á. los go-
hernantes y á los corifeos del partido que do-
minaba en las córtes , hasta el estremo de no
reconocer los .funestos resultados que producí-
rian sus poco reflecsionados decretos, y sus
imprudentes declamaciones? Los franceses no
habiau qUlzas resuelto definitivamente la época
de la entrada, y podian variar el plan de un
momento á otro. ¿Como no habian de alentar-
les la impericia, el pavor y la impotencia del
gabinete español? ¿Que opiuion habia de for-
mar el pueblo de sus representantes al ver que
al dia siguiente de declarar la guerra hacían púo
blica ostentacion de la falta de recursos, y habla-
ban de ponerse en seguridad sin que ecsistiesen
peligros ni aun en la apariencia? ¿Si creían que
la nacion resistiría á los franceses porque huian
del centro de ella? Y si juzgaban que el enemi-
go no enco.ntraria resistencia alguna, ¿para que
tomar una resolucion temeraria? Al menos los
franceses en su revolucion habian sido conse-
cuentes, y habian afrontado los peligros con
heróica firmeza: cuando los prusianos amena-
zaban á Paris no solo no abandonaron aquella
eiulad, sino que por el contrario declararon
traidor al que hiciese semejante proposicion,
Eu cuanto á los gob~rnallte8 españoles , y al




209
partido que dominaba en la asambl ea lejislati-
va , solo pensaron en procurarse con tiempo la
seguridad despues de haber comprometido á la
nacion.


El gobierno decretó 18 formacion de dos
ejércitos de operaciones y dos de reserva: el
primer ejército de operaciones, que estaba á
las órdenes del jeneral don Francisco Espoz y
Mina, componíase de las tropas que habia dis..
tribuidas en los distritos de Cataluña. For-
maban el segundo las tropas que residían en la
provincia de Santander, en una parle de Cas-
tilla la vieja, en las provincias vascongadas,
en Navarra, Aragon y Valencia, bajo el man-
do del jeneral don Francisco Ballesteros. El
primer ejército de reserva debía organizarse en
Madrid, mandado por el conde del Abisbal,
y el segundo confiado á la pericia y conocidos
talentos de don Pablo Morillo, conde de Car-
tajena ,' habia de formarse en Galicia, Fácil es
demostrar que esta distribucion de tropas era vi-
ciosa, y que hasta en un punto, tribial por decirlo
asi , no supo el ministerio tomar disposiciones
acertadas. Todos los que han escrito ó hablado
de las operaciones militares de que puede ser
teatro la Península española, están acordes en
que para cubrir los Pirineos se necesitan tres
cuerpos de ejército: el primero para cerrar la




710
. frontera de Cat.al11ñll, el segundo [a 'de .~r3gon;
y el tercero la de Navarra, Es imposible que
las tropas de Aragon operen con intelijencia,y
utilicen las ocasiones, si han de esperar lasórde-
nes de un [eneral que se encuentre en las rnér-
[enes del Bidasoa , parte la mas amenazada
de la raya. Bien conozco que los ministros no
contaban conque se disputase el paso á los fran·
ceses, porque faltaban absolutamente los me.
dios para defender los límites de ambas nacio-
nes; mas por esta razón dehian formar mejor
tres ejércitos en vez de dos, En~raba en sus
planes que el pueblo haria la guerra á los es-
trunjeros, y pOI' absurda que pareciese esta opio
Ilion, por contrario que fuese en esta parte el
convencimiento de las personas imparciales, co-
mo lo repetian con tanta frecuencia, era preci-
so tomar al menos algunas disposiciones pUl'a
facilitar el levantamiento del pueblo contra la ~
invasion , para prpstar apoyo á las guerrillas
sin número, que segun decian iban á formar.
se. El primer resultado de haber puesto bajo
el mando del mismo jeneral las tropas que re-
sidian en Santander, en una parte de Casio
tilla la Vieja, en Aragon, en el reino de
Valencia, ea Navarra y en las provincias vas-
congada5, fue q'le el jeneral Ballesteros no tuvo
el tiempo suficiente para reunir con oportuni-




211
dad sus fuerzas, que no pudo recorrer la fron-
tera ni aun acercarse á los puntos mas amena-
zados. Cuando este jeneral SUP() que los france-
ses habian entrado en España llamó á su ladoá
todas las tropas que ocupaban las provincias
fronterizas, á cuantas habia puesto el gobierno
bajo sus órdenes, y no pudiendo hacer frente
al enemigo se replegó sobre Valencia, dejando
todo el pais descubierto y sin un soldado, á
escepcion de las guarniciones de las.plazas fuer-
tes. Disminuyéronse en estremo sus fuerzas en
tan larga retirada, por la desercion y por otras
mil causas: lo cierto es que los invasores fran-
ceses no encontraron la menor resistencia ni en
el paso del Bidasoa , ni en los desíiladercs estre-
chos de los caminos que conducen á Yit oria , ni
al atravesar el Ebro. Y aun cuando el pue.hlo
hubiese abrigado los deseos de tomar parte en
la guerra, no hubiera podido sino permanecer
pasivo, visto el abandono absoluto en que le
dejaban las tropas á consecuencia de las disposi-
ciones del gobierno, y visto que por otra parte,
los franceses que nada tenian que temer en sus
flancos ó en su retaguardia, avanzaban en dere-
chura al centro de la Península española.


Cerráronse las córtes estraordinarias el f9
de febrero: no fue posible prolongarlas por mas
tiempo, debiendo abrirse en virtud de la Consti..




212
tucion las ordinarias el 1. 0 de marzo de 1823.
El mismo dia 19 de febrero ecsoneró S. lU. á
los secretarios del despacho confiando los car-
gO!! interinos á los primeros oficiales de las se..
cretarias hasta el nombramiento de nuevos mi-
nistros. La medida que habia tomado el monar-
ca no escedia los límites de sus atribuciones
constitucionales, y amas reclamábanla las cir-
cunstancias cualquiera que fuese el rumbo que
siguiesen los negocios. Si la razón recobraba
por fin su imperio, debia en el fleto tratarse con
las grandes potencias, y los ministros que ha-
bian contestado con tanta altanería á las notas
de las naciones del norte, que no daban garan-
tia ninguna de defender el órden público, y que
habían tomado parte en el alzamiento militar
desaprobado en el congreso de Verana , no eran
á propósito para entablar las negociaciones ape-
tecidas. Y aun cuando los -proyectos del rey
hubieran sido hacer la guerra á Jos franceses,
su primer afan debia consistir en reemplazar á
los actuales secretarios del despacho que tantas
pruebas habian dado de su escaso valer ., resal-
tando á los ojos de todo el mundo la confusion
y el abandono de los mas importantes nego-
cios. Finalmente era público, y un diputado
amigo íntimo de los ministros lo habia confesa-
do) y confirmado los. periódicos ministeriales}




213
que el gabinete pertenecia á Una sociedad se-
creta y que otro club tambien misterioso lo
hostilizaba abiertamente; yel bien [eneral ecsijia
que se le despojase del mando para conciliar los
Ánimos y establecer la concordia. ¿Y por que no
he de recordar aquí el modo poco decoroso
conque sus secretarios trataban al rey, agriando
aun mas su pecho henchido ya por sí de deseos
de venganza y de despotismo? Los que habían
bautizado con un apodo 8 cada Uno de los mi-
nisterios anteriores, daban á este el dictado de
ministerio de los siete puñales, aludiendo á las
opiniones y palabras escapadas de los labios de
alguno de sus individuos. Al menos Luis XVI
aun cuando se vió obligado á nombrar minis-
tros á personas que le eran contrarias, y
que le conduelan al precipicio, se vió tratado
siempre por ellos con el respeto debido á un
monarca, y así todos se interesaron por su suer-
te : mas Fernando VII á quien tantas conside-
raciones debian guardarse en el estado político
de la nacicn y de la Europa, {ernando que
naturalmente odiaba el gobierno representativo
y trabajaba secretamente para derribarlo, era
de continuo ajado á la menor oposición que
manifestaba á los deseos de los ministros. Así es
que dejando aparte las facultades que la Cons-
titucion le concedia de mudar á los secretarios


TOMO 11. 15




214
del despacho, aconsejábanle la necesidad del
enrubio un millon de poderosas razones.


Los gobernantes, sus amigos y compañeros
no rensaron de este modo; los unos deseosos de'
ccnservar el gubernalle de la nave del estado
para estrellarla contra los escollos; los otros
no pudiendo resolverse á una mudanza que
privaba :i su partido de la influencia que gozaba
y quizás á ellos mismos de sus destinos, resol.
vieron oponerse con todas sus fuerzas sin mi-
rarnieuto á los medios, y obligar al monarca á
confirmarlos en sus puestos. En la misma no»
che del t 9 de febrero como unos doscientos
conjurados marcharon á palacio haciendo reso-
nar los aires con los gritos mas furiosos y mas
atroces, amenazando al rey y penetrando has..
ta su habitacion donde le obligaron á admitir á
los secretarios ecsouerados. Esta es la única vez
que corrió peligro la vida de S. M. j Cuanta
falta hicieron entonces al rey los seis batallones
de sU guardia sacrificados bárbara, impolítica é
inútilmente el 7 de julio! Sin duda alguna que
no hubiera esperimentado en ese caso semejan-
tes ultrajes con los ministros de aquella época
apoyados en la fuerza respetable de la guardia
real y en las autoridades que mandaban en la
capital de la monarquía. Los ajitadores habian
suscitado en Madrid desde 1820 desórdenes,




215
ajit~, y turbulencias; mas ninguna asona-
da habia tenido el carácter atroz de la terrible
noche de 19 de febrero de 1823. Mientras que
los grupos de la plaza de palacio no desperdicra-
ban insultos ni amenazas para forzar al rey á
que volviese á nombrar á los caidos , otros se-
diciosos de la misma especie pedían á gritos á
la diputaciou permanente de las córtes qUd se
nombrase una rejencia. Las voces de rejencia y
muera el rey resonaban por todas partes; y en
los sitios mas públicos de la córte se colocaron
mesas para que en ellas firmasen los que pll!ia 4
han, una representacion solicitando el destrona-
miento de Fernando.


Los directores y los principales ajentes de la
asonada habian dado el impulso y una vez roto
el freno del caballo popular, ni ellos mismos
hubieran podido evitar que se cometiesen cri-
mines y atrocidades para llegar al objeto ql1e se
proponian ~ y ahora obtenida la rehabilitacion
de los secretarios hubieran querido apagar de
un soplo la llama de la aiitacion y borrar para
siempre la vergonzosa memoria de lo que habia
acontecido. Mas apesar de sus acti vas dilijen-
cias para enfrenar desde aquel instante al móns-
trua de la anarquía no pudieron estorbar que
los gritos de rejencia y de muerte continuasen
todavía por largo espacio; y los periódicos mis-




216
mos .. órganos de los ministros que alabaron el


. movimiento, tuvieron la desvergüenza de ase-
gurar que los que dirijian la sedicion no habían
dado semejantes gl·itos. Como sino fuese mayor
crimen invadir el recinto del palacio con el
puña] en la mano, que lanzar deprecaciones
de muerte y de rejencia , Ó como si los que se
arrojaban á cometer el primer delito no fuesen
capaces del segundo•


.Mas la rehabilitacion de los secretarios del
despacho no satisfizo del todo á los interesados
en ella, pOl'que Fernando en el decreto en que
los autorizaba para recobrar el mando, se sir-
vió de la espresion de por ahora, y los partí,
darías del gabinete lo deseaban perpetuo. La di-
putacion provincial de Madrid, la de Murcia y
otras corporaciones eshortahan al monarca en
sus osadas representaciones á que borrase la pa-
.labra por ahora y declarase á sus amigos ministros
en propiedad. Por todas parles el bando áque per·
tenecian heria los aires con las mismas vocifera-
ciones y hacia depender lo que ellos llamaban
la salud de la patria de sostenerlos en su puesto,
aunque no era posible que los acontecimientos
demostrasen de una manera mas evidente su ig-
norancia y su neglijcncie.


Las córtes abrieron sus sesiones ordinarias
el 1.0 de marzo de t823 : y al dia siguiente eL




217
monarca participó al congreso que hahia ere ido
eonveniente ecsonerar á los ministros, y designó
los que debian reemplazarlos, S. M. aüadia que
para remediar que los negocios públicos no su-
friesen retardo ,tos ministros ecsonerados dC 4
hian continuar llenando sus destinos hasta qU"6
hubiesen dado cuenta á las córtes del estado de
la nación.


Fernando al resolver que los secretarios del
despacho no abandonasen sus sillas hasta haber
enterado al congreso de la marcha de los nego-
ciospúblicos , recordó sin duda lo que le habia
sucedido dos años antes cuando reemplazó al
ministerio de t820. Entoncesmuchos represen·
tantes del pueblo se quejaron en las córtes de
que se hubiese despedido á los ministros en el
momento en que Conforme al artículo de la
Constituoion y al reglamento ihan á- enterar á la
asamblea del [iro que habia tomado la cosa pÚ 4
hlica : y opusieron muchas dificultades para ad ..
mitir en el congreeo á las personas encargadas
interinamente de las secretarías, las cuales se
disponían á leer las memorias preparadas por
los primitivos ministros. M-as las contradiccio-
nes se tocaban: las córtes de ~ 811 habian decla-
rado que las bases de sus trabajos eran las me-
morias leidas por el gohierno : las córtes de 18 ~3
anunciaban cIue aquel trabajo no era esencial, Y'




218
aun bubo un diputado que le dio el nombre de
insignificante. Sin embargo la situacion de la
Península española en el mes de marzo de 1821
no era de ningun modo comparable á la de
igual mes de 1823, Y las circunstancias críticas
de esta última época debian inspirar á las cór-
tes el deseo de que los secretarios del despacho
leyesen sin pérdida de tiempo 8US respectivos
escritos. Ysuponiendo que estuviesen mediana-
mente redactados, era inevitable q.ue espusiesen
los fundamentos de la especie de temor que les
inspiraba la invasion, de las esperanzas que se
habían concebido de una alianza con Inglaterra
y con Portugal; que espresasen los Pi'SOIS dados
para obtener Unay otra; que esplicasen el estado
de la opinion pública, el número de tropas, el
aumento que recibirian , los medios de pro-
veer á sus necesidades, si resultaba ó no défi-
cit en los recursos puestos á disposieion del
gobierno y otros muchos puntos del mas alto
interes para entrar de lleno en las grandes cues-
tiones que debian ajitarse. Cierto es que los di-
putados podian haber adquirido noticias y Jeta-
Hes, 'pero carecían de carácter oficial y eran
aisladas y no en bastante número ni con el gra-
do de certidumbre conque las posee el gobierno.


Tantas y tan graves consideraciones cedie-
ron al prurito de conservar en sus puestos á los




219
secretarios , segunda vez ccsonerados , y para
eludir la voluntad del rey, las cortes ordenaron
que los ministros suspendiesen la lectura.de sus
memorias hasta que otra cosa acordasen; lo
cual obligó á Fernando á retener á la fuerza á
unos hombres que por tantos títulos detestaba.
Las asonadas impelieron al rey en la noche del
'9 de febrero por medio de los insultos y las
amenazas á volver á las. secretarías á 10& minis-
tras, y el congreso donde tal vez se sentó al-
guno que hahia tomado parte activa en el
motin , y que cuando esto se escribe pertenece
al partido moderado , violentó al monarca
paTa que los retuviese mas largo tiempo en el
mando.


y la asamblea. al suspender la. lectura de.
Ias memorias ministeriales , no solo faltaba á la
conveniencia pública y se opcnia á la voluntad
manifiesta del rey que usaba de sus Iejitirnaa
atribuciones, sino que violaba igualmente su
mismo reglamento y la Constituciou (1).


(1) Artículo 81 del reglamento de las cdrtes,
"Al dia siguiente del en (lue se verifique la solemne
apertura de las C6rles (2 de marzo), se leerá el aeta
de la junta preparatoria de 25 de febrero y la I~sta
de las comisiones nouibradas. En seguida. se .lar.í




220
Debe advertirse, que los hombres nombra-


dos por el monarca para desempeñer el cargo
de ministros, no solamente eran tenidos por
constitucionales, sino que hablan dado también
repetidas pruebas de ecsaltacion , y pertenecían
á los partidos que estaban en voga. No podia dis..
putárseles el reunir al menos tanta práctica de
los negocios y tantos conocimientos como los
secretarios del despacho ecso nerados , y no ee..
sistia pretesto alguno decoroso, para que 108
que se hallaban en Madrid no se encargasen
al instante de las riendas del gobierno, 1


cuenta por estracto de los traba jos preparados por
la diputacion permanente para someterlos á las CQ ..
misi oues respectivas.


Art.82. Al dia siguiente se presentarán Jos minls-
tras} y cada lino en su ramo darán cuenta del estallo
en que 56 halla la uacion. Sus memorias, qU6 deben
imprimirse y publicarse, se conservarán en el con.
greso para que las noticias que conteugan puedan
servir á las comisiOlles.


Art. 127 de la Coustitucion. "En las discusiones
de las córtes y en todo lo cIlIe pertenezca á su órden,
á su di recciou iuter ior , se o bserv ar á el rrglilmelJto
que se estableced. pOI' las presentes córtes ¡ellerates
estr-aordinari as , sin perjuicio de las reformas que
las c6rtes sucesivas hagan en el mismo,




221
para que Jos otros no volasen á su puesto. Si
se hablaba de libertad ~ de la Constitución de
1812, los recien nombrados podían presentnr
mas títulos de adhesion que los antiguos, aun-
que hubiese entre los segundos un ,jefe del le-


• vantamiento de la isla de Leon, porque los
ahora encumbrados al gubernalle de la nacion,
se vieron obligados á emigrar por los aconteci-
mientos de 1814, cuando el rey destruyó la
Constitucion, ó se habían espatriado á conse-
cuencia de las tentativas que habian hecho los
años siguientes para restablecerla, ó habian si-
do perseguidos y encarcelados por esta Causa.
Algunos habian sido diputados de las córtes de
j 820 á '82' ,y habíanse distinguido en el par-
tido ecsaltado : otros habian descollado en las
tribunas de las sociedades patrióticas j el que
debia sentarse en la silla del ministerio de Ja
guerra mandaba el ejército de Navarra, y el de .
marina hallábase al frente de una provincia;
de suerte, que es preciso repetirlo, no ecsistia
ni una sombra de escusa para que la asamblea
se opusiese á BU nombramiento. Mas los nuevos
secretarios pertenecian á diferentes bandos, y
los miembros del club dominante, considera.
ban que el proyectado cambio les hacia perder
muchísimo terreno ~ despojándolos del manejo
esclusivo de los asuntos públicos; el viaje re-




222
suelto podia esperimentar gran retardo con la
mudanza del gabinete, y este era el verdadero
motivo de la asonada de 19 de febrero, y de la
injusta y arbitraria resolucion del congreso de
mandar que se suspendiese la lectura de las
memorias de los ministros.


E! 2 de marzo , día de la primera sesion de
las córtes ordiuarias (porque la de 1.° de mar-
zo se concretaba siempre á escuchar el discurso
del monarca, y á nombrar una comision en-
cargada de la respuesta) , un diputado propuso
declarar la incapacidad del rey, y las galerías
correspc ndieron á la \lfO\los\c\on con 3\1\\iU.,OS
estraordinarios. PoJia repetir aquí lo que !If'VO
dicho de los gritos de rejencia , que se habian
oido en la aciaga noche del9 de febrero. Y es
probable que si se hubiesen seguido las inspira •
.ciones de una sociedad que á todo trance ansia-
ba apoderarse de la rejencia para estrellar mas
pronto la nave del estado, se hubiera aproba-
do la propuesta; pel'O en la suspensiou de la lec-
tura de las memorias, habia un medio mas se-
guro y menos estrepitoso de conservar el poder
y mantener á sus amigos en el ministerio.


La situacion de la familia real pnesentaba
por otra parte un cuadro digno de ecsámen,
Fernando sufría un ataque de gota que se habia
agravado con el terror que se apoderó de su




223
ánimo la noche del 19 de febrero, y la reina,
horrorizada como es natural en su secso con los
recelos y sustos del referido moti n , esperirnen-
taba incesantes convulsiones de nervios que ins-
piraban cuidado por su débil salud. No obstan-
te, el congreso insistia en la idea del viaje, y
habíase resuelto que el gobierno y la asamblea
Se retirarian al instante á Sevilla. El rey envió
á las córtes los certificados de siete médicos
que declaraban el estado lastimoso de su enfer-
medad: cinco afirmaban que no podia ponerse
en camino sin graves peligros. Estos docurnen-
tos comunicados á las cortes el J2 de marzo,
pasaron á una comisíon que al dia siguiente pre-
sentó su dictamen, que terminaba con la pro.
posicion siguiente : »Envíese una diputacion á
S. M. para esponerleque las córtes esperan que.
el rey se servirá disponer su partida, de modo
que se verifique antes del '8 del mes corriente,
fijando S. M. dentro de este término el dia y la
hora que mas le acomoden ,y ea los que se ha
de verificar necesariamente la salida , partici-
pando su acuerdo á las córtes , que permenece-
rán en sesioa permanente hasta que reciban la
respuesta de S. ,M. para decidir en su vista lo
mas conveniente." Quedó aprobada esta propo· _
sicion. .


El monarca respondió á la diputacion que




224
le participó el acuerdo de lag córtes , que esta-
ha pronto á partir, no .obstante que se hallaba
en cama , p:3ro que deseaba que no se verifica.
se la partida hasta el dia 20. Las córtes , sute-
radas del deseo de Fernando, vinieron á bien
en ello, dando á este retardo de solos dos dias
tanta importancia, que algunos diputados pre-
tendieron hacer pasar la concesión por una
prueba singular de respeto y de [enerosidad,


Mas ¿en virtud de qué artículo de la Cons-
titucion violentaba la asamblea el ánimo del
Fey y le obligaba á salir de Madrid, enfermo ó
no? No ecsiste artículo ninguno en la Constitu-
cion de 1812 que autorice semejante conducta, y
si tenian las córtes un derecho para intervenir de
algun modo en la truslacicn del gobierno , de~
llia ser del mismo modo que en cualquiera otra
ley, siguiendo enteramente en la drscusion la
marcha prescrita por el reglamento y some-
tiéndola á la sancion del monarca. Alegarán
quizas algunos que el príncipe habia consentido
en hacer aquel viaje, y que habia hablado de
él en el discurso de apertura de las córtes : ¿mas
que duda cabe de que la aprobacion del rey y
el discurso de aperLura eran obra de los minis-
tros , que la asonada de f9 de febrero leohli-
gó á admitir otra vez, y que la asamblea le forzó
á conservar contra su espresa voluntad? Fer-




225
Dando habia conspirado por medio de sus ajen-
tes y provocado el rompimiento de las nacio-
nes estranjeras, escribiendo á los monarcas de
la santa Alianza; pero el punto de vista en que
nosotros nos colocamos para ver esta cuesuon
es muy distinto, Las córtes que debian saber
por la luz natural y por el conocimiento que
tenia n del estado del pais , que una nacion ban-
derizada por el príncipe mismo, y eshausta de
.recursos, no podia sostener una lucha contra la
Europa entera, hubieron de considerar que
habia de llegar el dia en que seria preciso ve-
nir á un acomodamiento: ¿y donde podría te-
ner mas feliz resultado, en Madrid, Ó cuando
apurados Sus escasos recursos todo estuviese á
disposicion de la 'espada del vencedor? El rey
no podia de medo alguno manifestar sus ver-
daderos sentimientos, porque el órgano por el
que debia esplicarse era un ministerio intole-
rante é irreflecsivo, que tomaba su nombre sin
consultarle muchas veces, y que no llevaba mas
objeto en su ciega obstinación que precipitar y
destruir el gobierno representativo, ¿Quería,
se una manifestacion mas clara de la voluntad
real ~ de sus deseos y de la repugnancia que
tenia de trasladarse á Sevilla, que el haher en-
viado :\ las córtes los certificados en que de-
claraban bUS médicos que tan largo viaje per-


"':'~'~;' 'i1 1tT
:o;.;,~......




226
judicaria á su salud? Y finalmente, aun cuan-
do S. M. hubiese determinado su salida de Ma-
drid , [bajo que pretesto se mezclaba la asarn-
hlea en fijar el término primero de cinco dias
y despues de siete, en cuyo espacio habia de
realizarse el viaje? Asise observaba una Cons-
titucion , que todos los dias proclamaban con
tanto énfasis ser el objeto de la veneración je..·
neral y el ídolo de los espaüoles ; una Consti-
tucion, que por no modificar ninguno de sus
artículos, costaba á los españoles una guerra


. contra el colosal poder de las potencias del
norte reunidas; y en el momento en que se
anunciaba al mundo que la muerte era prefe-
rible á tocar el libro venerando de [as leyes de
·1812, se desgarraban sus pájinas á cada ins-
tante baj!l el pretesto de que así convenía á la
felicidad de la nacion,


No bastaba sacar al rey de la capital de la mo-
narquía; necesario era que en cualquier punto
donde ecsistiese se viese rodeado de la misma ad..
mósfera, por decirlo así,y respirase el ambiente
mismo que respiraba, y que las córtes y el mi-
nisterio contasen con un firme apoyo de sus me-
didas impolíticas y destructivas de la libertad.
Con este objeto invitóse á los voluntarios nacio-
nales de la córte á seguir al gobierno ofrecién-
deles muchas ventajasjque nunca se cumplieron




227
Y que tan caras les costaron. Aquella milicia
compuesta alprincipio de la revolución de pro-
piet..rios y de pacíficos ciudadanos habia dado
repelidas pruebas de sus honrados sentimientos;
mas de una vez habia hecho frente á Jos ajitado-
res y desorganizado sus planes; mas desdeque
Jos empleados subalternos invadieron sus filas,
como son un elemento tan poderoso de desór-
den que siempre ansían subir y medrar á costa
de los demás, y asen de los cabellos todas las
ocasiones, perdióse mucha parte del brillo qne
antes la distinguia, Al Ilamarniento del congreso
apoyado por el gobierno respondieron en el
acto muchos que no poseían mas bienes que
la esperar¡za de un futuro destino y que en
los seis reales diarios que se les ofrecian halla-
han un recurso contra la miseria: estos eran los
menos; los mas pertenecian á clases acomoda-
das y eran por lo regular jóvenes fogosos que
comprometidos en los pasados disturbios yen-
tusiasrnados con el málicoaliciente de la liber-
tad corrian á defenderla Con las armas en la
mano; pero ardientes unos y otros no eran al
propósito para contener la revolucion y fijarla
el dia en que el gobierno tratase con los estran-
[eros. Formáronse dos batallones con estos vo-
luntarios, á quienes el ardor y la inesperiencia
hacían creer que iban á presenciar sucesos estra-




2Z8
ordinarios; qUf! Espaüa única siempre, y oriji-
nal en el desenlace de sus acontecimientos y
por su arrojo, eclipsaria las revoluciones de
Francia y de Inglaterra sentando mas aIt.a qu~
en nacion alguna á la libertad, y que se llena-
rian de gloria contribuyendo á tan próspero y
dichoso suceso.


El gobierno ordenó la creacion de un nuevo
ejército de reserva en Andalucía, confiando el
mando al jeneral Villacampa, y algun tiempo
despues decidió que los ejércitos primero y se-
gundo de reserva se denominasen tercero y
cuarto de operaciones: mas estos decretos no
acrecentaban ni las fuerzas ni los recursos que
eran indispensables para organizar los cuerpos.
El gabinete sobre este punto como sobre otros
muchos manifestaba la inaccion mas completa.
Ocupábase principalmente en los preparativos
del via je á Sevi lla', reuniendo para este fin el
escaso metálico de que podía disponer. La ma-
yor parte de las tropas de que se podia echar
mano se destinaron á acompañar al monarca y
al congreso lejislativo, dejando abandonados mu-
chos puntos en que eran necesarias en estrerno,
Nada importaba á los ministros la eonsideracion
de que en los veinte y tres dias indicados que
duraria el viaje no podrian aplicarse de un mo-
do .continuado á tomar las medidas ecsijidas




229
por el estado erítico de la nacion; bien que
estaban tan acostumbrados á no tornar provi-
dencias de interes, que no les ocurrió que su
inaccion durante la marcha dejase algun vacio
en los negocios. POI' otra parte segun los mas
fundados recelos, la invasion dehia verificarse
en los dias mismos del viaje, y el pais carece-
ria también del ausilio de la asamblea que el
23 de marzo suspendió sus sesiones por un
mes, Tales motivos eran muy suficientes para
impedir el viaje Ópara hacerlo precipitadameu-
te; mas lo que se queria era viajar cómoda-
mente .. con seguridad y ganar tiempo para
que tardasen en leerse á las córtes las memorias
de los ministros y conservasen sus sillas los siete
llamados patriotas.


El rey salió de la capital el 20 de marzo es-
coltado por los nuevos batallones de voluntarios
de que hemos hablado', y por muchos cuerpos
del ejército, hallándose otros colocados en dife-
rentes puntos para protejer la marcha. Habían-
se tocado todos los resortes del gobierno, de
sus ajentes y de las sociedades secretas para que
se hallasen tendidos al paso del rey y de su fa.
milia, no 2>010 Jos milicianos nacionales de las
ciudades Ó pueblos del tránsito, sino los de los
lugares mas remotos, para hacer ostentación de
un entusiasmo efímero, de que no participaba


')'üMü II. 16




230
como en otro tiempo la nación, y principal-
mente las provincias de Andalucía que tanto
sobresalieron despues en perseguir á los libera-
les. Cual si el carro de la revolucion hubiese
de marchar con e! soplo de los gritos, cornpla-
cieronse los que escoltaban al irritado y venga-
tivo príncipe en cantar en el camino y delante
del alojamiento donde descansaba canciones in-
sultantes ,y muchas veces los ajitadores de la
carrera que seguia la real comitiva uníanse á los
irrcflecsivos vociferadores para proporcionarse
tan indigno pasatiempo.


MIentras que los ministros reunian en torno
suyo cuantas tropas les era posible, las parti-
das realistas tomaban sumo incremento en el
reino de Valencia, y derrotaban una division
de t.ropas constitucionales que habian salido á
su encuentro. Siguieron obteniendo sucesivas
vent.ajas, y tomaron casisin resistencia el casti-
llo de Murviedro ~ la antigua Sagunto. Bloquea-
ron la Ciudad de Valencia, capital de aquel
reino, y aunque leva ntaron el sitio á conse-
cuencia de la procsimidad de una coluna cons-
tirucional, volvieron otra vez á estrecharlo, ba-
tida aquella: sin el heroico sufrimiento y ar-
rojó de su milicia hubiera caido en manos de
los facciosos, á quienes obligó á levantar el
campo la presencia del ejército de Ballesteros




231
que se retiraba de Aragon.


Entonces saltaron en Portugal las ptime.
ras chispas de insurreccion , no aconteciendo
como en España en la época en que comenzó
el levantamiento realista, dirijido por jefes
sin fama, y que jeneralmente pertenecían á las
últimas clases de la sociedad , sino que por el
contrario aparecieron á su cabeza las personas
de mas importancia. Silveyra, conde de Ama-
rantho , se alzó contra la Constitucion en la
provincia de Tras-os-Montes, y secundaron su
ejemplo las tropas de infanteria , de caballería
y de milicias que habia en los contornos. El
jeneral Luis de Rego, reunió Una división
Con laque entró en Tras-os-Montes, se apoderó
de Chaves, y Silveyra huyendo se retiró á Es-
paña y penetró en la provincia de Zamora con
cerca de Cuatro .mil hombres de 'infanteria ,
quinientos caballos, seis piezas de artilleria y
un gran convoy de comestibles. Esta circuns-
tancia aumentó el embarazo de los constitucio-
nales españoles que no tenian tropas en Castilla
la Vieja que se opusiesen al conde ele Amaran-
tho. Verdad es que el jeneral Rego le persiguió
mas allá de la frontera: pero la esperiencia de-
mostró muy pronto que únicamente tenia el
objeto de alejar á su contrario de las provin-
cias portuguesas, y aunque reunía fuerzas muy




/32
superiores á las del conde de Amarantho no
quiso llegar á las manos, cosa que le hubiera
sido muy fácil, porque aquel marchaba á cor-
tas jornadas con la artilleria arrastrada por
bueyes y mucho número de carruajes. Hecono-
cióse entonces de Un 010do evidente que el
ejército portugues distaba mucho de alimentar
el espíritu constitucional que habian querido
inspirarle, y desde aquel momento fue fácil
preveer los acontecimientos posteriores. Me
consta por documentos positivos que el encar-
gado de negocios de España en POI tugal , res-
pendió á Un [eneral español que se quejaba de
la conducta apática y dudosa de Rego en segui-
miento de Silveira; que no debia esperarse ca"
sa alguna de aquel gobierno. Lo mismo se sa-
hia en Madrid; yno obstante el gabinete y las
córtes persistían en sus quiméricos proyectos.


El conde del Abishal era en aquellos dias el
hombre de la confianza de los ministros y de
sus amigos: no se oian sino elojios del valor,
de la acti vidad , de la enerjia, de los conoci-
mientos del [eneral ; y para que ningun obstácu-
)0 encontrase en la ejecuciQn de sus planes dié-
ronle la autoridad política de Madrid.Aei elgo-
bierno que tantos perjuicios causaba á la capital
de la monarquía, privándola de sus principales
recursos I hacia ásus habitantes aun mas desven-




233
turados , poniendo á su cabeza con los poderes
de un dictador al conde del Abisbal , cuyo ca-
ráeter violento no se detenia delante de las di-
ficultades que encontraba para obrar conforme
á sus deseos.




ENTRAnA. DE LOS FRANCESES F.N ESPAÑA.-JUN-
TA PROVlSl"N AL, - OBSERVACIONES SOBRE L.o\.


üBEDlENCI,\ QUE J.OS ESPAÑOLES DEBIAN AL
GOlllEllNO REPRESENTA'!'l VD.


ltlientras que el gobierno español aceleraba
los preparativos de un viaje que á lo que pare-
cia solo habia tenido prisa de emprender por
que se verificó COIl la mayor lentitud, los fran-
ceses ponían un á los suyos, y el ejército que
hahia de penetrar en España hallábase dispues-
to á moverse á la primera señal. No se babia
preparado cosa alguna en la frontera para opo·




235
nerles resistencia , y el ministerio huía de Ma-
drid dejando lodos los ramos de la administra-
cion en el mayor desórden.


El ejército de Cataluña, órprimer ejérci-
to de operaciones, ascendia en esta época á
cerca de veinte y cuatro mil hombres, mas es-
taban diseminados, de suerte que los franceses
no encontraron cuatro mil soldados reunidos.
Sin embargo, en nuestro concepto no hubiera
sido difícil juntar catorce ó diez] y seis mil
infantes, quedando guarnecidas con tropas las
principales plazas, y confiando momentánea-
mente el país á la vijilancia y arrojo de la mili-
cia nacional.


El segundo ejército de operaciones, que se
componia del cuarto, quinto,~sexto y octavo
distritos militares, esto es, de los reinos de
Aragon, de Valencia, de Navarra, de una par·
te de Castilla la Vieja , de las'provincias vascon-
gada~ y de Santander ,~~debia cubrir la. línea
mas dditada de los Pirineos, y no obstante sus
fuerzas eran muy reducidas. Cuando el [eneral
Ballesteros se retiró á Valencia, después de ha-
ber recojido todos los cuerpos comprendidos en
las divisiones que militaban bajo sumando , lJO
pudo reunir mas de diez y seis mil hombres,
aunque no habia dejado en las provincias que
quedaban á su espalda mas que la guarnicion de




236
algunas plazas fuertes: y debemos observarque
este ejército esperirnentó numerosas pérdidas en
su larga retirada á Valencia.


El tercer ejército de operaciones, ~ las ór·
cenes del conde del Abishal , se organizaba en
Madrid y se componía en parte de cuerpoh nue-
vos. Amas del mando de Castilla la Nlleva, el
conde desempeñaba tambien el de Estrernadu-
ra , y apesar de todos sus esfuerzos, de su nin-
gun miramiento en la elección de los medios y
de los grandes poderes de que estaba revestido,
no pudo [untar mas de doce mil hombres.


Componían el cuarto ejército de operacio-
nes las tropas que guarnecian la Galicia , las As-
turias y una parte de Castilla la Vieía , y que se
reducian á dos batallones de infantería, tres
antiguos de milicias, seis ó siete de nueva crea-
cion , dos rejimientos de caballería y uno de
artillería. El conde de Gartajena, D. Pnblo Mo-
rillo, mandaba en jefe las referidas fuerzas.


El ejército de reserva que debia formarse
en Andalucia, compouíase de los cuerpos que
guarnecian esta provincia y de las tropas que es·
coltaban al monarca y á las cortes.


Las plazas en jeneral carecian de la guarni..
cien y de las provisiones de guerra que les eran
necesarias para la defensa: y hallábanse en peor
estado que el que tenian al concluirse la guerra




'lt3'
de la independencia, porque no se babia hechc
en ellas reparo alguno. Nunca el gobierno to-
maba en los labios la plaza de Santoüa sin darle
el dictado de importante, y sin embargo al ec-
saminarla veiasela falta de víveres , de artillería,
de municiones y aun de defensores. Si los fran-
ceses no la ücuparon desde el principio, debió-
se á que algunas tropas que se retirabande Vizca-
ya entraron en ella y se sostuvieron'con algunos
víveres recojidos en el acto y con los socorros
que recibieron por mar. No había en la plaza
ni gobernador, porque ocupado este en despe-
dirse de los habitantes y de los milicianos de la
córte, corrió demasiado tarde á su puesto y no
pudo entrar ni acercarse á algunas leguas de
distancia: parte de la artillería , de la pól-
vora , de las balas destinadas á las plazas de San
Sebastian y de Pamplona se encontraba en la
Coruña , sin que el gobierno hubiese adoptado
medidas para que llegasen coa tiempo á su des-
tino,


Tampoco se habían procurado aumentar los
medios de defensa, ni reunir los recursos in-
dispensables cuya estrema penuria resaltaba en
todas p~rtes. Las córtes habian revestido á las
diputaciones provinciales de facultades omni-
modas, y las habían autorizado con menoscabo




236
algunas plazas fuertes: y debemos observar que
este ejército esperimentó numerosas pérdidas en
su larga retirada á Valencia.


El tercer ejército de operaciones, ~ las ór-
llenes del conde del Abisbal , se organizaba en
Madrid y se componia en parte de cuerpo1> nue-
vos. Amas del mando de Castilla la Nueva, el
conde desempeñaba tambien el de Estrernadu-
ra , y apesar Je todos sus esfuerzos, de su nin-
gun miramiento en la eleccion de los medios y
de los grandes poderes de que estaba revestido,
no pudo Juntar mas de doce mil hombres.


Componían el cuarto ejército de operacio-
nes las tropas que guarnecian la Galicia , las As-
turias y una parte de Castilla la Vieja, y que se
reducían á dos batallones de infantería, tres
antiguos de milicias, seis ó siete de nueva crea.
cion , dos rejimientos de caballería y uno de
artillería. El conde de Cartajena, D. Pablo Mo·
rillo, mandaba en [efe las referidas fuerzas.


El ejército de reserva que debía formarse
en Andalucia, compouíase de los cuerpos que
guarnecian esta provincia y de las tropas que es-
coltaban al monarca y á las córtes.


Las plazas en [eneral carecían de la guarni-
cien y de las provisiones de gucl'ra que les eran
necesarias para la defensa: y hallábanse en peor
estado que el que tenían al concluirse la guerra




113'
de la independencia, porque no se habia hecho
en ellas reparo alguno, Nunca el gobierno to-
maba en los labios la plaza de Santoüa sin darle
el dictado de importante, y sin embargo al ec-
saminarla veíasela falta de víveres, de artillería,
de municiones y aun de defensores. Si los fran-
ceses no la ücuparon desde el principio, debió..
se á que algunas tropas que se retirabande Vizca-
ya entraron en ella y se sostuvierou'con algunos
víveres recojidos en el acto y con los socorros
que recibieron por mar. No habia en la plaza
ni gobernador, porque ocupado este en despe-
dirse de los habitantes y de los miliciano'! de la
córte , corrió demasiado tarde á su puesto y no
pudo entrar ni acercarse á algunas leguas de
distancia: parte de la artillería, de la pól-
vora, de las balas destinadas á las plazas de San
Sebastian y de Pamplona se encontraba en la
Coruña, sin que el gobierno hubiese adoptado
medidas para que llegasen COIl tiempo á su des-
tino.


Tampoco se habían procurado aumentar los
medios de defensa, ni reunir los recursos in-
dispensables cuya estrema penuria resaltaba en
todas partes. Las córtes habian revestido á las
diputaciones provinciales de facultades ornni-
modas, y las habiau autorizado con menoscabo




238
de la Constítucion para que pudiesen imponer
contribuciones: los ministros habían acrecenta-
do aun sus atributos con la única cortapisa de
que obrasen en todo de acuerdo con los [enera-
les en jefe de los ejércitos. No habian olvidado
sin duda los gobernantes los servicios prestados
desde 1808 á f 813 por las juntas de armamento
y de defensa, y se dió tambien este nombre á las
indicadas corporaciones. Mas cuanta distancia
separaba las unas de las otras! Las [untas de
1808 compuestas de hombres celosos de la in-
dependencia nacional mandaban á un pueblo
lleno de entusiasmo, pronto á toda clase de sa-
crificios para arrojar de la Península á los fran-
ceses, y dispuesto á calificar de traición el
menor obstáculo que Se opusiese á sus deseos.
Entonces no ecsistia mas que una sola opinión,
una voz única en las ciudades y en las provin-
cias : Lquien se hubiera atrevido á mostrarse
contrario? Pero las diputaciones provinciales
de 1823 se componian por lo comun de hom-
bres moderados y prudentes, porque no se ha-
hian renovado enteramente en J82' ,y porque
los ajitadores contentos con enviar á las córtes
á los hombres de su confianza, no habian tra-
bajado para influirlen las elecciones de las dipu-
taciones provinciales, porque como este desti-




:J39
no no tenia sueldo _señalado, mas les parecía
una carga que una ventaja (1). La mayoría de
los diputados provinciales se habia disgustado
de la marcha de los negocios, pues como se
cornpouia de hombres ricos detestaba á la anar..
quia y á los gobernantes que consu impruden..
cia comprometían la suerte de la desventurada
patria. Las diputaciones provinciales conocian á
fondo la opinión pública (2), no por las declama.
ciones de la tribuna ó de los. periódicos, sino
porque vivian en el pueblo y no podían hacerse
ilusion hasta el punto de creer que la nacion
desease la guerra. Sus individuos no dependían


(t) Las diputaciones provineiales se nombraban
al mismo tiempo, y por los mismoselectores que los
diputados á córtes, mas estos se renovaban en su to~
talidad cada dos aüos , mientras que el cargo de di ..
putado s provinciales duraba cuatro añosj- se reno-
vaban por mitad cada dos años. Las principales ilJ-
trigas se dirijian á obtener el honor de representar
al pueblo .. porqne era un honor lucrativo y una
fuente de destinos por la natural influencia que con
los ministros debian tener los diputados,


(2) Por trivial que parezca esta idea, no vemos
que los partidarios de ninguna época estén masde
acuerdo que los de 1823 sobre la opinion pública y
sobre el voto jeueral de la uaciou española, Cada




240
del gobierno; sin recompensa 1 casi todos sin
pretensiones de alguna especie era imposible
que no deseasen la paz, la consolidacion de la
autoridad real para que cesase lallicencia, para
que destruyese el dominio de las facciones que
amenazaban arruinar las propiedades de toda
clase. Por otra parte ¿cómo las diputaciones pro-
.inciales podian dejar de ver que las córtes y
el gobierno concediéndole~ las atribuciones que
violaban la Constitucion tenian por objeto des-
cargal' sobre ellas el peso de la guerra, el odio
que despiertan las violencias y los sacrificios á
que conducen?


partida la juzga inscrita en su bandera J toma su
nombre con ese grado de certidumbre (lIJe indica un
eouocimionto profulldo. Los ecsaltados hah lan s iem «
pre en nombre de la naciou , porque se il1l~jillall
que ninguno debe ver las cosas de otro modo que
ellos las ven: los anarquistas dicen y creen qne han
cometido los crfrniues de lllle los acusan pOI' el pue.
hlo de quien son órganos fieles . los carfistas que
pertenecen t amhien á las opiniones estrema s, piensan
qlle no solamente está la n aci on por ellos, sino que
le prestan un servicio eminente haciendo rostro á la
muerte y dándola flor defender sus sangrientas y el:-
sorables ideas. Los moderados lit! reputan loslúnicos
capaces de dirijir la m.íquiu a del estado gQberllán.




241
Entre las manos de tales corporaciones de-


positaban el congreso y el gabinete la direccion
de los negocios mas importantes, cegándose has..
ta el estremo de imajinar que corresponderían
á sus deseos y que ardería en sus pechos la Ha-
ma de lo que se llamaba patriotismo, renun-
ciando á sus opiniones y á sus intereses. La asam-
blca lejislativa y el ministerio resueltos á huir
el peligro procuraban igualmente saltar las di..
ficultades que ofrecía el estado en que habían
precipitado los asuntos públicos. Entregaban el
gubernalle al primero que les había ocurrido


dola con las leyes ordinarias, tanto en los tiempos de :
calma como en los de revueltas y mot iues . con..
téntanse con decir lo que debia hacerse, y nunca co-
mienzan á ejecutar lo que conviene. Su falta de
enerjía legal los condena por lo cornun al papel oe
víctimas de todos sus adversarios, unos después de
otros: y á fuerza de con fianza en las leyes las dej an
desgarrar hoja por hoja sin oponer un a justa resis ..
teucia. Los moderados son individualmente varones
estimahles y dignos del respeto público; mas cuando
constituyen lo qne se llama un partido pol ítico, no
solamente son inútiles sino que sirven por lo coman
para irritar á sos enemigos sin servir de apoJo á sus
amigos.


De ]0 dicho resulta 1 que la opiniolJ pública no




242
para no fatigarse en buscar los medios de salir
de la tormenta en que peligraba la nave, Ó por
mejor. decir, porque su vista poco perspicaz y
ciega ahora no encontraba el camino de s"¡}var-
la. Otro tanto podíamos decir de los poderes
concedidos á los [enerales en jefe, que de acuer-
do con las diputaciones eran omnipotentes. Y
que? ¿Como hablan de poder entenderse con
ocho, diez ó mayor número de diputados que
habia en cada distrito militar? l No era tácil
de calcular el embarazo que habia de resultar
de un decreto de esta naturaleza 1 Mas suponien-


está por los unos ni por los otros; sino por el repo-
so, la paz, la economía y principalmente por la jus.
ticia. Las elecciones Je 1823 no probaban que la na-
cion desease la guerra, ni la ajitacion, como se creyó:
ni las dernasías de los realistas en los diez años prue-
han quc amase el despotismo. La ünica consecuen-
cia que en un caso puede deducirse de estos hechos
encontrados , es que á trueque de que la dejen tran-
quila, es capáz de tolerar los sistemas políticos mas
iuseusatos. Sin embargo, al ver la alegria conque se
reciben las lluevas que tienden á afianzar Ja paz na-
ciente, la union de la familia española, puede ase.
lióurarse que si en algun punto se encuentran todas
las opiniones privadas es en este, porque de él de ..
pende la felicidad.




243
do que no ecsistiese ninguno y que las diputacio-
nes provinciales y los jenerales rivalizasen en
zelo para crear ejércitos y rechazar á los france-
ses , ¿que facultades se reservaban entonces las
córtes y el gobierno? ¿Cuales eran sus funcio-
nes? Mas hubiera valido decir que el congreso
nacional y el ministerio se habian disuelto; que
las provincias se gobernasen como mejor les
pareciese para vencer la invasion , y que obte-
nido el triunfo se reuniria de nuevo la asam-
blea y correrian á Madrid los siete secretarios
del despacho á recojer el fruto de la victoria.


Tales son las medidas que habian dictado
los poderes de la nacion para sostener la famo-
sa respuesta á las notas pasadas por los repre-
sentantes de las altas potencias del norte. Ni
consultaron á los jenerales que mandaban los
ejérc.itos, ni á las diputaciones provinciales pa-
ra precipitar la nacion en la guerra y para des.
vanecer todas las esperanzaR de acomodamien-
to. Mas cuando llegó el momento de obrar,
cuando las córtes y el gabinete hubieron pesa-
do bien los peliaros ; despues de haber publi-
cado en la tribuna nacional que no habia di-
ques que oponer á la invasion y que los france-
ses podian llegar á Madrid en pocos dias ; des-
pues de haber hollado con sus plantas todas las
consideraciones y la Consutucion misma que




244
invocaban sin cesar, obligando al rey á salir
de la capital Lde la Iberia: Nosotros huimos,
dijeron á los jenerales y á las diputaciones pro-
vinciales, huimos, y d vosotros fiamos el cuida-
do de defender nuestra causa.


La razón natural y la sana política aconseja-.
han lo contrario: cuando se trata del valor , el
ejemplo tiene indecible elecuencia. En el su.
puesto de que á los que dirijian los destinos de
la pobre España pareciese acertado emprender
Una guerra con la poderosa Europa sin la certi-
dumbre de la alianza con Portugal é Inglaterra,
debían haber procurado por todos los medios
posibles despertar el arrojo y el entusiasmo del
pais , si era posible conseguirlo. U no de los me-
díos mas poderosos consistía en mostrar con-
fianza en las armas nacionales y defender pal-
mo á palmo el terreno desde la cresta misma
del Pirineo hasta la córte. Quizás así de una
hazaña, de una ventaja que la fortuna regala á
veces al mas débil, hubiera resultado la emula-
cion ó el descontento de los franceses que coro.
hatian con disg U8tO la causa de la libertad, aun-
que la hubiesen manchado los desaciertos de los
que se apellidaban sus amigos. Lejos pues de
abandonar tan anticipadamente la villa y córte
de Madrid, debieron permanecer en ella para
patentizar á los ojos de todos los españoles que




245
confiaban en las armas empuñadas por tan no-
ble causa; que no temian al enemigo, y que se-
guros de la pericia y del denuedo de los ¡enera-
les á quienes se habia encomendado la suerte
de la monarquía, contaban conque se disputa-
ria á los invasores la entrada en el territorio
de la Península, las posiciones difíciles, los
caminos y los pueblos. El injenio multiplica los
medios de defensa: á su brillo los hombres des-
piertan, como al esplendor del dia , J' quizás
una chispa produce un incendio: pero la cohar-
dia y la inaccion, y sobre todo el funesto ejem-
plo de la fuga, no solo abulta los peligros, sino
que amilana Jos ánimos y debilita el ardimiento.


Los resultados debían precisamente corres-
ponder á tan funestos antecedentes, y los fran-
ceses entraron en España sin oposicion ningu-
na. El segundo ejército de operaciones se retiré
á Valencia casi sin disparar un tiro, y el prime-
ro se vió obligado á encerrarse en las plazas
fuertes después de algunos choques parciales, en
los flue Mina y los jenerales que militaban bajo
sus órdenes no Jlevaron lo mejor del combate.
De este modo los invasores se hicieron dueños
del curso del Ebro Con una facilidad superior á
sus mismos cálculos. Bloquearon los puntos for-
tificados que se hallaban detras de esta línea y
mientras que el segundo cuerpo hajo el mando


TOMO u. 17




246
del ieneta\ M~\itol" ocupaba \30 pl"o"lincia de
Aragon y se abria comunicaciones con el maris-
cal duque de Conegliano que dirijia las opera-
ciones en Cataluña , el primer cuerpo y ·Ia guar-
dia real se adelantaban hácia Madrid por los
caminos de Guadarrarna y de Sornosierrá,


Los secretarios del despacho y el congreso
estaban persuadidos de que el conde del Abisbal
disputarla el paso de las montañas y haria los
mayores esfuerzos para que los franceses nolo-
grasen entrar en Madrid sin esperirnentar fuer-
le resistencia. U na di visión española detuvo en
Sornosierra en 1808 al formidable ejército de
NlIpoleon, guiado por el mismo emperador en
persona; y la capital del reino hispano cerró
sus puertas al conquistador para no abrirlas
hasta después de haber recibido cuatro mil halas
de cañon disparadas por los franceses y hasta
clespues de que los habitantes y la maJor parte
de las tropas la abandonaron; y el ¡eneral que
mandaba entonces en Madrid no tenia tanta fa-
ma de activo como el conde del Abisbal. ¿Como
pues los que se complacian en confundir las dos
épocas de 1808 y de J823, no habian de espe-
rar que el Juque de Angulema tropezaria eón
obstáculos irresistibles antes de penetrar en Ma-
drid , siendo así que no contaba Con la mitad
de las fuerzas que seguían al inmortal Napo-




247
leon? Los gobernantes habian depositado acle.
mas una confianza absoluta en la decision del
conde del Abisbal, que hahia profesado públi-
camente y hecho alarde de sus principios y á
quien se hahian dado grandes poderes y col ma-
00 de elojios. La conducta misma del conde en
Madrid y en las provincias de su mando no des-
perdiciando ocasion alguna de aumentar el ejér-
cito y de reunir recursos indicaba su firme pro-
pósito de hacer la guerra, y no debian 01 vid»rse
igualmente el gran número de enemigos que
se habia atraido en la última época.


Sin embargo las cosas no sucedieron como
se esperaban: algunos dias antes de la llegada
de los franceses á Madrid, el [eneral publicó un'
escrito (1) en el que decia que era indispensa-


(1) Los franceses no solo empleaban las armas y
Ia discordia para triunfar de los españoles en la Pe.
nínsula , sino qne el ministro de negocios est ra r.je-.
ros, vizconde de Chateauhriand .. encaq,aLa desde
París á sus ajentes y comisionados que empleasen
las promesas y el oro para inutiliza!' I...s planes ele
los jenerales y el valor del soldado. Entre otras mu-,
chas intrigas fraguóse la traicion mas i n ícu a entre
el bullicioso conde del Montijo y el conde del Abis-
hal. Elevó el primero una esposicion al conde pin-
tándole el estado de la .nacion española, los males




24.8
Lle modificar el código político promulgado en
Cádíz en 1812. Así quedaron burlados todos los
cálculos formados en Sevilla sobre los compro-
misas, la intrepidez y las brillantes cualidades
ccn que los periodistas y el ministerio adorna-
han al conde del Abisbal, juzgando que iban
á brillar nuevamente en defensa de su causa.
No tuvo el conde bastante tacto para hacerse
un partido en el ejército ó quizás quiso que
cada cual siguiese libremente su opinión , y el
resultado fue que tuvo que ocultarse en la córte
hasta la entrada de los franceses. No por eso
produjo su conducta menores consecuencias,
porque muchos oficiales permanecieron en la
capital: la division y la discordia se introdujeron
en los cuerpos y los soldados desertaron en
gran número.


Los franceses entraron en Madrid el 24 de


que habia producido la licencia confundida con la
libertad, yeuan uecesario era ponel' uo remedio á
tautos infortunios, siuo se queria hacerlos incurables,
T ras esto el conde del Abishal en respuesta á Monti..
jo dió á la estampa on manifiesto en <Jue stlculldan-
do las mismas ideas opinaba por la reforma de la
Constitucion , y por dar á la autoridad re al la solí«
del. y latitud que necesitaba en una monarquía 1110..
de!'adJ.. Decia que el Llaneo principal de 51US deseos




249
mayo 'In medio de las aclamaciones del vulgo
y de muchos habitantes que solo deseaban con
ansia la llegada de los estranjeros , cansados de
tantas inquietudes como habían esperimentado
J escarmentados con los infortunios que lleva
tras sí la anarquía; además su interes se cifra-
ha en que la córte regresase á aquel punto. Aun.
que los franceses no encontraron resistencia
después de haber cruzado el Bidasoa, porque
una leve escaramuza que hubo en I ..ogroño, y
que al instante se decidió en favor suyo, no
merece este nombre, sin embargo emplearon
cuarenta y siete dias para llegar á Madrid des-
de aquel en que habían verificado su entrada en
España. Asi desmintieron de un modo estrepi-
toso á los diputados de las córtes, que para que
se adoptase la traslación á Sevilla habían dicho
que los enemigos podían llegar á la capital en


era el' itar 109 horrores de la gnerra en n na nación
dividida en partidos, yen la que tan precisos eran la
union y el concierto de las voluntades para Ilegal' á
un desenlace venturoso y convertir las lágrimas y el
duelo en risas y galas. Mas el ejér.::ito y principal.
mente los jefes con quienes no habia contado el con-
de imprudeutemeute , no participaron de sus opi oio-
JleS, y el conde del Abisbal tuvo que entregar Poi
mando,




250
pocos días; y uno de ellos, que era militar,
redujo á cinco el número de las jornadas nece-
sarias para correr las cien leguas españolas que
median desde las márjenes del Bídasoa hasta el
corazou de la monarquía, centro donde resi-
día el gobierno.


Tiempo es ya de hablar de la conducta po-
litica observada por los franceses en España;
cuyo ecsárnen es tanto mas importante cuanto
mayores y mas inmensos son los resultados.
Para dar á conocer que no se queria atentar en
lo mas mínimo á la independencia nacional, y
que el objeto de la invasion era únicamente
restablecer el órden público y conseguir lo
que se llamaba la libertad del rey, el duque de
Angulema creó á su entrada en la Península
española una junta provisional, que se puso á
la cabeza de los negocios y se instaló en Oyar-
zun el 9 de abril.


Paréceme un error vital el haber establecí-
do en aquella época un gobierno compuesto de
hombres furibundos, cuyo secretario era don
Francisco Tadeo Calomarde , y no haber pro-
clamado lugar teniente del reino al duque de
Angulema hasta que Fernando VI[ recobrase
{·IS riendas del estado, libre de la influencia del
lundo filIe dominaba. En los acontecimientos
que iu.Iispensablerueute debía u seguir á la ocu-




251
pacion de los pueblos, importaba en estrerno
que todas las órdenes partiesen de un mismo
centro y concurriesen por consiguiente al pro-
pio objeto; Fácil era adivinar que el duque
como [eneralísimo de los ejércitos franceses no
tardaria en recibir continuas quejas por el con-
flicto de la autoridad con el nuevo goLierno
provisional, y que este conflicto dehiluaria las
operaciones, dividiria los ánimos y podrra ori-
[iuar las mas tristes consecuencias. Por otra
parte hallábanse los españoles miserablemente
divididos, y era difícil elejir para miembros de
la junta provisional varones íntegros que goza-
sen crédito con todos los partidos, y lo que to-
davía importaba mas, que supiesen olvidar sus
resentimientos y sus pasiones para trabajar úui-
carnente en conciliar los ánimos en vez de ce-
sasperarlos. El único fundamento que podía ale-
garse contra la opinión de que el duque de An-
gulema mandase en nombre del reyes la que


.he indicado" esto es, hacer ver que de así
no se queria dar á I~ Francia una influen-
cia absoluta en la marcha de los negocios. Mas
semejante objecion era insignificante, porque los
pueblos miraban ;en el jefe del ejército fran·
ces un libertador y estaban lejos de temer la
autoridad del príncipe. Y ahora bien, si el go-
hicrnode Sevilla , sus ajentes y amigos hubiesen




252
querido sacar partido del nombramiento del
duque de Angulema para lugar teniente [eneral
del reino entre sus partidarios, l no podian ha-
cer lo mismo con una junta creada y nombra-
da por el mismo príncipe? Igual en un todo de-
hia parecer á los que quisieran escitar el selo
por la independencia nacional que el duque de
Angulema gobernase por sí mismo ó por medie
de hombres de su devocion y buscados por eldu-
que; y los franceses no debieron suponer que
aquellos conservarian siempre la docilidad ne-
cesaria para seguir en un todo las insinuaciones
y las miras del príncipe [eneralleirno.


Mas en el caso de que mediasen justos mo-
tivos para nombrar un gobierno provisional
compuesto de españoles, salta desde luego á los
ojos Ja urjente necesidad de poner el ma'yo l'
'cuidado en elejir unos individuos que tan grande
influencia habían de ejercer en el restableci-
miento del órden. Imposible era conseguir este
objeto principal, el primero que se hahian pro-
puesto los franceses al entrar en España, si
103 ciudadanos designados para colocarse á la
cabeza de los negocios públicos pertenecian á
un partido, y no abrigaban bastante patriotismo
pa('a velar con preferencia por el bien [eneral,
No obstante compúsose la junta de personas
adictas sin duda al monarca, pero enemigas




:¡53
irreconciliables de todo lo que llevaba el nom-
bre de constitucional, personas poco instruidas
en la marcha que habia seguido la revolucion
en su misma patria é incapaces de transijir en lo
mas mínimo con las circunstancias. Obligadas á
refugiarse á los paises est.ranjeros á consecuen-
cia de las t.ramas que habian urdido para derro-
car el gobierno representativo, ó para escapar
de las injustas persecuciones de los ajitadores,
8010 veían en Espaila demócratas y enemigos en
todos los hombres moderados de la nacion , y
no se fiaban sino de los que habían estado perseo
guidos y teuian injurias que vengar. Los miem-
bros de la junta provisional no se hallaban de
modo alguno ecsentos de estas pasiones, tan
funestas cuando los que gobiernan dan el
ejemplo.


¿Im"jinaron los franceses que para vencer
en la Península necesitaban el apoyo del parti-
do conocido con el nombre de servil? Si co-
metieron tal terror, deberÍase á que sus ajen-
tes en España los instruirian con mucha ine-
sactitud del estado de las cosas, ó que solo mi-
rarian los sucesos ocasionados por la revolu-
cion con los ojos de los refujiados en Francia.
Debieron sin embargo haber reconocido que
Jos que descollaban entre los serviles formaban




254
un partido tan ecsaltado corno el de 108 Fragua-
dores de motines, y que entre unos y otros se
hallaba la masa de la nacion , la parte mas ilus-
trada) y los que deseaban un ól'denlde cosas es-
table y sólido. No parece posible que ignora.
sen que la revolucion no habia llegado al des-
hordamiento y á los furores que en Francia, y
.que esto no se babia debido á los absolutistas,
sino á los moderados que habían luchado bra-
zo á brazo con el mónstruo y detenido su mar-
cha: recientes estaban los hechos, y no debian
tan pronto haberse borrado de la imajinacion
de los hombres. No hahia sido, por ejemplo, el
jeneral Eguia el que habia desernpeüado en
Madrid la autoridad militar y política, y pre.
sentado su pecho á los tiros de la anarquía,
salvando en cien ocasiones la monarquía y la
vida quizás de beneméritos españoles : ni Gri-
marest y Aymerich hahi:m en Gslicia y en
Aragon arrostrado los mayores sacriíicios , es-
poniendo evidentemente su ecsistencia para
desbaratar los planes de los enemigos del pú-
hlico reposo. Ciertamente que tampoco fueron
el marques de Mataflorida , ni el obispo de as-
ma, ni el consejero Calderon , individuos
ahora de la junta y unos y otros de la re-
jencia , los que impávidos le sentaron eu las




255
sillas del ministerio en el mes de marzo de
1821 , Y las ocuparon hasta el mes de julio de
1822; los que se opusieron á las oscilaciones de
la licencia; los que trabajaron sin cesar en con-
solidar la autoridad real y rehusaron sancionar-
el famoso decreto sobre señorios s que tendia
á sublevar los arrendatarios contra los dueños
de las propiedades, y á precipitar (le tal suerte
la revuelta que las clases inferiores tomasen
parte en ella. Ni menos hahian sido los refujia-
dos en Francia los que en la .tribuna nacional,
al frente de las provincias, ó por medio de la
prensa hahian combatido incesantemente los
principios de la democracia, reprimido los
trastornos ó sostenido Con sus manos el osci-
lante trono. Por el contrario, se debia á los
que habian observado distinta conducta el que
desde 1821 no se hubiese mudado la forma de
gobierno; por ellos perrnaneciun en pie la mo-
narquía y el monarca, que las conjuraciones
realistas habian puesto en peligro , acalorando
á los ajitadores : .Y UD COn tanta facilidad logra-
ron contener en algunas acasiones el carro de
la revoluciou , y reducir á la inutilidad las ten-
tativas de los anarquistas, pues sufrieron las
mayores persecuciones y hubieran sido vic-
timas de ~u odio á las asonadas y motines, si
circunstancias imprevistas no los hubieran li-




256
bertado de las manos de sus adverversarios po-
líticos ( 1).


Los esfuerzos de tales personas eran públi-
cos, uotorios , y ninguno dudaba que solo á
ellos se debla el qu~ el terror no hubiese dcrni-
nado en España desde los primeros dias de la
revolución , y el que esta no hubiera seguido el
rumbo de las sangrientas ajitaciones que asola-
ron la Francia. Es evidente que Jos que grita~
han viva el rey absoluto, y que querian soste-
ner su grito con las [ar-mas en la mano no con-
tribuían sino á aumentar la confusion , á agotar
Jos recursos, á hacer odiosa la causa que de-
fendían , á prestar armas á los ajitadores para
que ejercitasen su furor y á poner en peli-
gro la vida del propio príncipe cuyo nombre
invocaban. i Con cuantos ejemplos podia pro-
har lo qtle dejo referido, sino fuese tan noto-
rio , é inútil por lo mismo perder el tiempo
en acumular razones! Y no debo olvidar que
no escribo la historia de España, ni de sus


(1) Véase el proceso sobre los sucesos del 7 de
julio en que se mandó la prision del jenerul ,jefe po-
lítíco, de los ministros y de varios personajes de
aquella época.




257
revueltas, sino únicamente unas Memorias,
unas notas para esta misma historia.


No debia ~ pues, esperarse que los france-
ses contasen únicamente con el apoyo del par-
tido servil, sino se les hubiesen disfigurado los
hechos, y sino hubieran cerrado voluntaria-
mente los ojos sobre la marcha seguida por la
revoluciono El número de los españoles que no
estaban cansados del abandono en que yacían
los negocios, y de los peligros de la anarquía,
y que no ternian los horrores en que de un mo-
mento á otro podian verse envueltos, era muy
poco numeroso, y todos sabían que la inrer-
vencion estranjera no podia establecer un go-
bierno estable en la Península ibera sino al pre-
cio de infinitos sacrificios y de rios de sangre.
Asi los franceses no podían asegurarse mejor
del afecto de los españoles, y corresponder á
las esperanzas fundadas en su apoyo y en sus
promesas, sino siguiendo siempre los princi-
pios !le \8 sana po\itica y buyendo de entregar-
se en las manos de un partido.


Los votos de todos los españoles ilustrados
tendian al establecimiento de un gobierno mo-
derado , y á la proscripción de todos los estre-
mos, Por mas que los realistas apoyados por
los estranjeros hayan dado estrepitosos gntos
de furor y de intolerancia para impedir que se




258
escuchase el lenguaje de la razon yde la pú~
hlica conveniencia; por mucho que p"ogresa~
sen en su carrera de esterrninio , no por eso es
menos evidente que el olvido de lo pasado ~ la
modecacton y el gob\crno representativo Con-
taban en la Península un gran número de par.
tidar ios , y entre ellos los hombres mas distin-
guidos de la nación. Copiaré como una prueba
de esta verdad la esposicion que la grandeza de
España, representada por treinta y seis de sus
miembros, elevó al duque de Angulema: de-
era aSI.


»Príncipe : Los que abajo firman no se crea
erian dignos del nombre y de los títulos que
les han trasmitido sus ahuelos , si retardasen
un solo instante la respetuosa espresion de
su reconocimiento á V. A R, ,y la franca rna-
nifestacion de los puros é invariables senti-
mientos que les inspiran su rey y m pitria.


La grandeza de España se gloria prin-
cipalrneme de los sacrificios que siempre ha
prodigado cuando lo han ecsijido la salud y la
dignidad de sus Iejitimos soberanos, ó la pros·
peridad y la felicidad del pueblo fiel, al que
une justamente su suerte y sus intereses. Mas
por una singular combinacion de' las circuns-
tancias, despues de haber suministrado la gran-
deza los mienbros de su clase, nombrados para




259
el servicio de la familia real en su funesto viaje,
la presencia en Sevilla, ó en cualquier otro
punto del tránsito , de algun grande, debía no
Solamente parecer inútil para el servicio de
S. M. y del estado, sino prestar quizás armas
á los enemigos del bien público, ó debilitar las
que contra ellos se emplean.


»Aquí, ó príncipe, en la capital de la mo-
narquía española, como en su centro, ha brilla-
do en todos tiempos la fidelidad de los españo-
les á su monarca, el profundo respeto á las le-
yes y á las ant.iguas costumbres; aquí es donde
podemos ser útiles á objetos tan sagrados para
nosotros y para nuestra ventura.


»Ahora es cuando podemos abrir nuestros
corazones oprimidos, reunir nuestros deseos y
nuestros esfuerzos para obtener la restauraciou
tan deseada; en este dichoso dia , en que el hijo
adoptivo, el heredero del poderoso rey cristia-
nísimo de Francia se presenta en la capital ro-
deado de tantos miles de bravos anunciando el
gran proyecto de poner en libertad á nuestro
rey y de hacer reinar de nuevo entre nosotros
el órden , la paz y la justicia.


»Estas preciosas palabras son de V. A. R.:
la garantia de su cumplimiento es el augusto
nombre de Barban tan caro á los franceses y á
los españoles.




260
»En cuanto á nosotros, príncipe ilustrado,


omamos al cielo por testigo, é inovamos con
noble y firme confianza el recuerdo de la fideli-
dad y del patriotismo de nuestros antepasados y
nuestra propia conducta durante otra época de
servidumbre, como garantes de la uniformidad
y de la enerjía de nuestros votos, para que se
realicen tan preciosos bienes y se aseguren para
siempre á esta nacion grande, tan maltratada
en el último y funesto periodo, corno digna de
mejor suerte.


»Acabad , señor , pronta y felizmente el
desempeño de vuestro noble encargo: juntad
la libertad de un rey de vuestra sangre á las
justas esperanzas de una nacion amiga de la
Francia: que de tos esfuerzos reunidos dc estos
dos pueblos [enerosos resulte el bien comun y
un nuevo y duradero lazo de amistad y de alian-
za: que ahuyentadas las mezquinas y funestas
pasiones para hacer lugar á la benéfica concor..
dia , formada una sola familia con un solo espí-
ritu en derredor del rejio trono, pueslos en fin
los españoles en honrosa y sábia armonía con
las naciones cultas de Europa, tan lejos de las
intrigas de la arbitrariedad precursora siempre
de desastres, como de la inquieta y destructora
anarquía ,podamos un dia mas dichoso, y pue-.




261
dan nuestros hijos decir COD inefable y perma-
nente júbilo.


I>EI rey Fernando VII de Borbon , prisione-
ro en el palacio mismo de sus antepasados, y sus
fieles vasallos, la magnánima nación española
subyugada por la humillante faccion de Un cor-
to número, han recobrado Sil libertad y sus de-
rechos, y han visto restablecido el suavey pra.
vechoso yugo de una relijion santa, la moral
pública y el saludable imperio de las leyes Con
el Concurso de la Francia, y bajo la dirección
de su augusto príncipe el Duque de Angulema.


»Nosotros mismos y los que nos han dado el
ser, hemos apreciado J deseado ser los coopera-
dores de estagloriosa empresa, y hemos ofrecido
cordialmente nuestros bienes y nuestras vidas
para asegurar el écsito (1).


(1) Sncedi6 con esta esposicron de la grandeza
de España que con tantos actos, doctrinas y pro.
posiciones que se publican cuando diversos partidos
ajitan los estados, esto es, qne desagradan á todo
el mundo sin satisfacer á nadie: concibieron y re-
dactaron la representacion personas que no pertene-
cian á la grandeza, peró que creían útil poner en
jUtgo el principio aristocrativo tan aborrecido por
l~democracia anarquista como maltratado por les


TOMO 11. t8




262
Debemos observar que la grandeza de Espa-


Íla solicuaba »que se pusiese en fin á los espaüo-
les en honrosa y sabia armenia Con las naciones
cultas de EuroPa, tan lejos de las intrigas de l~
arbitrariedad precursora siempre de desastres,
como de la inquieta y destructora anarquia."
Ciertamente que sus deseos no eran que las
cosas volviesen al estado que tenian eu princi-
pios de 1820 ni de 1808. Este hecho manifiesta
claramente que despues de tantas vicisitudes y


absolutistas" Debia preceder ó segnir al referido es-
crito la oferta de un cUP'rpo de ocho mil honbres le.
vantado á espensas de la grandeza, mandado por
grandes y destinado á lomar parte en las fatigas, en
la gloria del ejército francés: lo qne daria ciertos vi.
ses de nacionalidad á la espedicion que marchaba á
comhatir á Cácliz. Mezquinas dificultades se opa-
cieron á que se realizase este projecto que quizás
hubiera mitigado, ya que no evitado 1.. reaocioo.Mas
en fin Jos grallde~ de Españ a no vacilaron en firmar
la m3uifestacion de sus sentimientos en los términos
que acabamos de esponer. Apenas llegó á Cádiz una
copia, au atemat izaronla los hombres estremados,
mientr-as que los realistas unánimemente la malde_
cian, y los consejeros secretos del rey la pintaban
como un ultraje hecho á, la autoridad soberana, y
pediau á sus autores esplicaciones terminantes sobre
su couteuido, ¡Que ceguedad!




263
oscilaciones políticas, tiempo era ya de fijarse
en un cierto órden de cosas; y para probar de
un modo irrecusable que el órden apetecido no
era ni el de la antigua monsrquia española, ni
el que rejia en tiempo de Cárlos IV ,ni en el
de Fernando VII, espresase que debe guardar
armenia con el de las naciones civilizadas de
Europa. ¿Que señal mas clara podian dar, de
que deseaban la carta francesa ó la Constituciou
inglesa?


., Juntad, decía la grandeza al duque de
Angulema, juntad la libertad de Un rey de
vuestra sangre á las justas esperanzas de una na-
cion amiga de la Francia. " Luego los españo-
les alimentaban otras esperanzas que las de la
libertad del monarca.l y cuales podian ser es-
tas sino la reforma del antiguo gobierno?


Digno es tambien de observarse que la
grandeza de España, para manisfestar sus sen-
timientos, se dirijió al duque de Angulema
como al único que podia realizar 'lUS votos,
porque le suponia autorizado para llevarlo todo
á cabo, y aquí encuentro corroborada la opi-
nion de que el príncipe debía haberse declara-
do lugar teniente [eneral del rey Fernando. No
merece notarse con menos cuidado el que la
esposicion lleva la fecha del 27 de mayo, y
la rejencia, que como veremos muy pronto




264
substituyó á la junta provisional, se habia ins-
talado el dia antes. Sin embargo , la grandeza
no se dirijió al gobierno establecido por el con..
sejero de estado, MI'. de Martignac, sino al
príncipe [eneralísimc en quien reconocia las fa-
cultades y la autoridad de dirijir los negocios.
l Porque fatalidad no se escucharon los votos
de la grandeza, á los. que iban unidos los de
la mas sana parte de la nacion?


El espíritu que dominaba en la junta pro-
visional y en algunos de los iénerales y em-
pleados que habian venido con los franceses,
propagóse rápidamente entre los que tenian in-
jurias que vengar, ó que deseaban adular al
nuevo gobierno para conseguir destinos. La
muchedumbre, á consecuencia de la guerra
de la independencia, de la apatia de los seis
años que se siguieron á la vuelta de Fernando,
y del súbito sacudimie~to de la revolución,
hallábase en un estado de insubordinación que
se asemejaba mucho á la anarquia: era necesa-
rio atraherla por grados al respeto de las leyes
y de las autoridades. Lejos de abrazar este par-
tido cerraron los ..0 jos á los desórdenes; y los
mismos, cuyo deber era reprimirlos, los apro-
haron J escitaron: á los nombres de liberales y
serviles Con que se habia distinguido á los
bandos opuestos, sucediéronse ahora los de




265
n'Elgros y blancos. Las cancionesde los an~r ..
quistes incluso el famoso Tragala (1), resona-
ron otra vez en todos los angulas del reino con
sola la mudanza de algunaspalabras , pero con-
servando su espíritu de insulto, de venganza,
de sangre, y Con el mismo tono y músi-
ca con que se acompañaban "los ajitadores:
al grito de mueran los serviles', se siguió el
de mueran los negros: 6nalménte la muche-
dumbre desenfrenada corría á imitar y á
aventajar los desórdenes, los escesos de que ha.
hia sido testigo en los tres últimos años. Vióse
mezclados y confundidos con los nuevos patrio-
las realistas, y pidiendo el supliciode los Cons-
titucionales , y entonando cánticos de muerte,
á los mismos individuos que 'poco tiempo antes
figuraban entre los anarquistas. .


Pasó plaza dedeliú> el haber dado la mas
lijera muestra de aprobacion á los actos del go-
hierno constitucional; y reputóse crimen el ha..
her desempeñado un empleo público, un cargo
municipal ó haber pertenecido á la milicia vo-
luntaria. Las cárceles se llenaron de presos á


(1) Canción insultante inventada en Cádir: é in~
troducida en Madritl por los ayudantesde Riego, y
que en todos los pueblos fue la señal de la discordia.




266
quienes no podla acusarse ni de haber toma-
do parte en la revolucion , ni cl..e haber cometi-
do el menor delito" ni de haber profesado opi-
niones acsajeradas; mas habian dado algunos
señales de ser partidarios del gobierno represen-
tativo, y este era un crimen imperdonable. La
junta provisional había ordenado á los volunta-
rios nacionales que habían abandonado su domi-
cilio que regresasen á los pueblos de su naturale-
za, dentro de quince días bajo las penas que se
imponían á los ql1e no obedeciesen al manda-
miento de la junta; y los que obedecieron fue.
ron maltratados y conducidos á la cárcel pública,
Ó cuando menos afrentados Con insultos junta-
mente con su familia. Los nuevos ajitadores no
solo cantaban los mismos himnos, en igual tono
). con idéntico estribillo que sus predecedores
Jos anarquistas de la revolucion, sino que insul-
taban )T perseguian á las mismas personas: los
moderados eran el objeto de la ecsecracion de
Jos unos y de los otros.


Tal era el cuadro que ofrecían las ciudades
que habían reconocido á la [unta provisional , y
t<1\ era el impulso seguido por el desórden bajo
SlI ecsecrable gobierno. No dió un solo paso para
remediar ta.n.iüoajnales ; para amortiguar las
petsiones )' hacer respetar las leyes: sus ajcntes
no solo toleraban jos motines sino que los diri-




2ft'
[ian puestos ~ su frente, y nadie podrádecil'
que durante el transcurso de dos meses sembra-
le la junta mas beneficios sobre el pueblo que
Jos ministros que mandaban en aquella aciaga
época en Sevilla. Unos y otros favorecian el
violento curso de la anarquía: unos y otros
darán á la historia cuenta severa de los infor-
tunios en que sumieron á la nacion precipitando
á la plebe en los escesos , porque el nombre de
realistas, de que se gloriaban los primeros , no
será mas respetado de la posteridad que el de
constitucionales conque se enmescaraban Toa
segundos


Al punto que los franceses entraron en Ma.
drid ocupárouse en despojar de sus funciones á
la junta provisional ,ó bien sea porque este tí-
tulo de interina no pareciese ya conveuiente, ó
hien porque les hubiese descontentado la sang ui-
naria conducta qU'd en politice habian obser-
vado los individuos que la componian. Resol..
vióse el príncipe francés á establecer una reien-
cia, y COIUO no podía saberse la elección del
rey »ni era posible apelar á las provincias para
que concurriesen al nombramiento", sin t'sf'o-
ner se á prolongar dolorosamente les males que
afli¡ian al monarca y á la nación (1), Con-


(1) Pr-oclama de 23 de molJO dada en el cuartel




266
vocáronse los cousejos supremos de Castilla y
de las Indias, para, que nombrasen por sí 105
individuos que debian componerla, Los cense-
[eros respondieron que no se consideraban auto-
rizados por las leyes del reino para nombrar~la
rejencia, y eontentáronse con presentar una lista
de individuos que creían los mas propios para
desempeñar las funciones de rejentes. El duque
de Angulema se conformó con la propuesta de
los consejos, y el 26 de mayo se instaló la re-
jencia compuesta del duque del infantado como


jeneral de Alcobendas. ¿El consejero de estado de
Luis XVIII vizconde de Martignac l que firmaba el
decreto de que hemos copiado las palabras arriba
citadas I no sabia que en ausencia del mouarca y
cuando no podia manifestar su voluntad, ccmpetia
á las provincias el derecho de elejir el gobierno (lile
h abi a de gobernarlas mientras durasen las circuns.
tancias que motivaba el nomhrarnieuto , 6 si' se IIuíe-
re aquel interregno? Y admitida esta doctrina corno
se desprende de las palabr-as del vizconde, no que.
daba enteramente lejitimado lo que hicieron los di.
putados de las espresadas provincias durante el cau»
tiverio de Fernando VII e u Francia? Que pr-isa ct)r.
ria el lIoUl1Jt'aOliellto de la rejencia? La junta pro.
visiona] po di a haher llerUlaneGido hasta (fue lus
pro vincias se hubiesen reunido, pOl'que este modo
era el uras lejítilllo.




269
presidente; del duque de Montemar, del ha-
ron de Erales, teniente [eneral , del furibundo
obispo de Osma y de D. Antonio, Gomez Cal-
deron , consejero de Indias. Claro. está que al
convocar los consejos para que nombrasen la
rejencia se quiso dar- á entender que los es-
tranjeros no intervenían en la eleceion: ade-
mas de que la resistencia de los consejos des-
concertó el proyecto., puesto~ el,::duque de'
Angulema tuvo que hacer el nombramiento:
hubiera sido mucho mas importante en vez de
jugar con las apariencias obrar de modo que
los rejentes hubiesen estado dotados de luces,
de prudencia, de mcderacion y de práctica de
los negocios. Ninguno preguntaba si eran lo'!
consejos de Castilla y de las Indias ó el duque
de Angulema el que habia realmente nombrado
á los miembros de la rejencia , mas todos ecsa-:
minaban la conducta y las opiniones que estos'
hablan manifestado, para conjeturar lo quepo.
dian prometerse en lo futuro.


_Dejemos por ahora la nueva rejencia y to-
memos el hilo de las operaciones militares.


El tercer ejército español despues de haber
evacuado la villa y córte de Madrid tomó el
camino de Estrernadura á las órdenes del mar.
qués de Casteldosrius: los franceses destacaron
en su seguimiento un cuerpo de tropas y hubo




270
un choque con la retaguardia antes de llegará,
Talavera. Los españoles en su retirada se d.ri-
[ieron de Estrernadura á Andalucía perseguidos
por el jeneral Bourmont: otra división de tro-
pas francesas marchó sobre la Mancba manda-
da por el jeneral Bordesoulle , y á principios
de junio los soldados estranjeros que militaban
en las banderas del conde Bourk se establecie-
ron en el reino de Leon para preparar la ocu-
pacion de la Galicia yde las Asturias.


El conde MoUtor , á la cabeza del seaundo
cuerpo del ejército francés Jespues de haberse
puesto en cornunicacion con el mariscal duque
de Cvnegliano, se dirijió á Valencia donde se
habia detenido el [eneral Ballesteros con el se·
gunJo ejército español. Ballesteros tenia ya si.
tiadoel castillo de Murviedro defendido por Jos
realistas, y preparábase para romper el fuego
cuando se acercaron los franeeses : vióse forza-
do á desistir de la empresa abandonando la arti-
llería y tornando el camino de Murcia, despues
de una leve resistencia opuesta por su retaguar-
dia en el paso del Júear por Alcira,


En Cataluña el mariscal duque de Coneglia-
no después de haber batido la division de tres Ó
cuatro mil hombres, mandada por Mina á quien
ohligó á retirarse á Tarragona y despues de ha-
her_conseguido algunas ventajas sobre el cuerpo




271
que mandaba Mitans , se dispuso á bloquear Bar-
celona.


El conde de Cartajena que habia renuncia.
do el mando en jefe del cuarto ejército español
se vió obligado por el gobierno á tornarlo; mas
no salió de Madrid hasta el 7 de abril y despues
de haberse detenido unos días en Castilla la Vie-
ja drrijióse á Galicia á organizar sus tropas.


Los franceses progresaban en su marcha sin
encontrar obstáculos por parle de la fuerza ar-
mada y sin que el pueblo hiciese la menor de-
mostracion de descontento á su llegada, que
el contrario daba repelidas muestras de alegría
y de satisfaccian Un gran número de oficiales
y de soldados abandonaban las filas constitucio-
nales,' no brillaban en los cuerpos ni el entu-
siasmo ni el zelo y afan de venir á las manos,
y los jefes mas acreditados, los oficiales mas
hravosentregábanse á la molicie faltos de ardor
en una guerra que desaprobaba la nacicn. Las
plazas de Jaca, de Tortosa , de Cardona, abrian
sus puertas á los franceses ó á los rea listas ; fl-
nalmente todo, anunciaba que los españoles no
se hallaban dispuestos á seguir el camino <iue
les habian trazado las córtes r el ministerio.


Sin embargo, el sistema observado en Ma-
drid continuaba en Sevilla: el congreso nacio-
nal y el gabinete se obstinaban en proclamar




272
que la guerra era nacional. Las cértes abrieron
8US sesiones en aquella ciudad el 23 de abril , y
como no era ya posible que los siete secretarios
del despacho, tanto tiempo eesoneradosse sos-
tuviesen en el ministerio, decidiéronsepor fin
á leer sus memorias respectivas y á dejar las si-
llas á sus sucesores que no eran ya los nombra,
dos en Madrid por el monarca el 2 de marzo-
porque algunos habian renunciado mientras que
otros se vieron destituidos antes de tomar po-
sesion de sus destinos. Allí dió la asamblea po·
pular la última mano á la ley de señoríos, cuya
sancion habían reusado los ministerios de '82 J.
Y J822: y lo repetimos, por esta ley se declara-
ha una guerra encarnizada entre los propietarios
y sus colonos" cual si se quiesiese precipitar la
nación en una serie interminable de trastornos
y deJ delitos. Ni la tinjusticia tantas veces de-
mostrada de esta ley, en los términos en que
estaba concebida, ni el estado de los negocios
bastaron á detener á los diputados que domina-
ban en las córtes, cuyo efimero ardimiento pa-
recia crecer á medida que se disminuían las
esperanzas de que triunfase'su causa.


Brilla ba á la cabeza de los nuevos ministros
un hombre distinguido por sus talentos, y que
como representante del pueblo,habia ejercido su-
ma influencia sobre lasprincipales deterrninacio-




273
. nes tomadas por el congreso en la primera leji...
Iatura.Su elocuencia varonil resonó COn frecuen-
cia en el salon de la asamblea proclamando los
verdaderos principios del órden social: mas la
deferencia que en varias ocasiones manifestó á
las ideas ecsajeradas contribuyó mas que todo
al triunfo del partido ecsaltado : á él principal-
mente debia atribuirse la famosa declaracion de
que Jos ministros carecían de fuerza moral y el
decreto de señoríos. En los momentos en que
subió al ministerio, era ya difícil que pudiese
derramar bienes sobre el pueblo; restábale sin
embargo el poder estorbar los escándalos de
Sevilla, porque no e~a fácil creer que se dejase
arrastrar por el impetuoso torrente que habia
llevado tras sí á sus antecesores. Apenas sabría-
mos que el señor Calatrava, que tantos medios
tenia de distinguirse, habia sido ministro de Fer-
nando, si el nombramiento de la rejencia de
Sevilla y la traslación del rey á Cádiz no se hu.
biesen verificado durante el tiempo de su minis-
terio.


Los franceses se aprocsimahan áAndalucía y
puede decirse que el ejército de reserva forma-
do á la vista misma del gobierno no ecsistía : no
se habian completado los continjentes del últi-
mo reemplazo, la requisición de los caballos se
habia verificado con mucha lentitud, y falta-




274
ban Jos fondos porque las contribnciones se
pagaban muy mal. Sucedían esta .. cosas en las
provincias en que residia el gobiernoque cure-
cia de vigor, de enerjía y de medios de hacer
c;!lecutar hUS órdenes, y sin embargo Iascórtes
y los secretarios del despacho pretendian que
las diputaciones provinciales fuesen puntual men-
te obedecidas, y que sus decretos convirtie-
sen la presente lucha en guerra nacional. La in.
consecuencia de los que dirijian las riendas del
estado es verdaderamente prodijiosa y no pue-
de concebirse la razón porque los mismos hom-
bres que tanto se habían apresurado á salir de
Madrid, qne hablan asegurado á la naciou ente-
ra desde Jo alto de la tribuna nacional que los
franceses podían llegar en pocos dias al corazon
de la monarquía, que veían que en ninguna
parte se les hacia resistencia y que se les recibía
como libertadores; no puede concebirse, repi-
to , como estos mismos hombres se obstinaban
en creer que no serian invadidas las provincias
de Andalucía.


Mientras corrian así los asuntos políticos
llegó á Sevilla la noticia de que los franceses
habían atravesado las montañas: la consterna.
cion y el terror se apoderaron del gobierno; la
confianza se trocó en miedo y creyóse que los
enemigos llegaban ya á las puertas de la ciudad.




27,)
Reunióse el congreso el JJ de junio y llamó 11
los ministros para que informasen del estado
de la guerr~: los secretarios del despacho de-
clararon que no sabian acsactamente el número
de las fuerzas ni los movimientos de los iuva-
sores , y añadieron que el rey no habia tomado
aun su acuerdo sobre la traslación del gobierno,
que segun el dictamen del consejo de estado
debia verificarse á Al jeciras. Leyóse la proposi-
cion de que como era de presumir que los m¡~
uistros no gozaban la confianza de S. M., se
embiase un mensaje al monarca manifestándole
la necesidad de I trasladarse con toda la famil.a
real á Cádiz, partiendo de Sevilla al medio día
siguiente. Una diputación de las córtes, presidi-
da por el jeneral Valdés, llevó el mensaje al
monarca, que respondió: »Que su conciencia y
el amor que profesaba á sus vasallos no le per-
mitian salir de Sevilla; que como particular no
tendría inconveniente en hacer este sacrificio;
pero que como rey no se lo permitia su con-
ciencia." El presidente de la diputación opuso á
S. M. algunas observaciones que en nada cam-
hiaron su 'acuerdo contentándose con responder
que haLia dicho.


Instruidas las cortes de la respuesta de pI
ff'Y , el diputado Alcalá Galiano hizo la propo-
Ilicion siguiente, »EJ congreso en vista de. la De.




276
gativa de S. M. de poner su real persona y BU
familia á cubierto de la invasión enemiga, de.
clara que ha llegado el caso de considerar á
S. M. en el estado de impedimento moral que
señala el artículo 187 de la Constitucion. Se
nombrará unarejencia provisional que reúna el
poder ejecutivo para el hecho solo de la trasla-
cion." Las galedas recibieron esta proposicion
con entusiasmo y amenazaron de muerte á algu-
nos diputanos que quisieron oponerse,corrienJo
peligro sus vidas hasta en el santuario mismo de
las leyes. Dominada la asamblea por los ajitado-
res y por el terror, aprobó la propuesta de Ga.
liano y nombró la rejencia compuesta del te-
niente [eneral D. Cayetano Valdés, diputado de
las cortes que fuenombrado presidente ... y de
los consejeros de estado D. Gaspar Vigodet, te-
niente jeneral y de D. Gabriel Ciscar, jefe de
escuadra, Imposible es describir el desórden,
la confusion y. el 01 vido de los trámites estable-
cidos que reinaron en esta turbulenta sesion ; la
asamblea despreció tan completamente en ella
el código político de 1812 y el reglamento, que
ni aun votaron sus miembros individualmente.


¿Mas en virtud de que poderes desgarraban
las córtes, la Constitucion interpretando tan
arbitrariamente su artículo J87, Y contrariando
las disposiciones de que legalmente no podían




277
separarse? (t) ¿Como podian suponer á Fernan-
do en delirio porque se opusiese á prolongar los


.males que abrumaban el reino , y porque se
.conforrnase con la opinion [eneral del pueblo
que no quería de ninguna manerala guerra} lo
cual probaba hasta la evidencia la llegada de
los franceses , Andalucía? ¿Se dirá que la ne-
cesidad y la salud de la patria obligaban á to-
mar medidas estraordinarias que no estaban
previstas? Mas si era preciso sufrir la ley de lag
circunstancias j si las córtes traspasaban 3 cada
instante sus atribuciones; si no podia sostenerse
por mas tiempo la Constitucion ¿porque preci-
pitarla hacia la democracia en vez de confor-


(1) Artículo 187 de la Constituoion. "Gobernará
el reino una rejeucia cuando el rey se halle en la im-,
posibilidad de ejercer su autoridad por una cansa
cualquiera física ó moral.:"


Artículo 176 del reglamento de las cértes. , ..Par-a
asegurarse de ~i ha llegado el tiempo de que el rey se
halla en el caso de la imposibilidad física ó moral de
gobe¡Onar, para que la rejencia tome las riendas del
gobierno, en los términos q ue enarca el artículo 187


. de la Constitllcion , las cortes consultarán á una jun-
ta de médicos de cámara y de otros que no lo sean
y que se juzgue conveniente, y deliberarán en se-
guida lo mas útil al bien y gobierno de la naciou,


TOMO 11.19




278
maria con la monarquía? ¿Habia algún diputa..
do capáz , no digo de creer sino de presumir,
que en el ostado á que habian llegado los nego-
cios de la guerra fuese posible sacar mas venta-
jas de la traslaciou del rey á Cádiz que de un
acomodamiento Con los franceses? (1)


¿Mas qué miramientos podían tener con el
bien público Ull08 hombres que llevaban su


(1) Segun los principios aprobados en esta sesión,
el rey constitucional de España no podia sedo sino
mientras accediese á cuanto resolvieran las córt es,
porq ue si manifestaba una opinioo contraria se le
creía loco, y segun la interpretacion de Alea lá Ga-
liano y de sos partidarios , ha hia llegado por consi-
guiente el caso del articulo 187 de la C onstitucion,
¿Por qué no hicieron igual declaracion el año ante-
rior cuando el rey rehusó sancionar la ley de seilO~
ríos? Las córtes habian decretado la estincion de
estos derechos como decretaron el viaje á C;jdiz ; la
diferencia· consistió en que en la primera se observó
la ma rcha prescrita por el reglamento, 'mientras que
la segunda resolucion se tomó en ruedio del tumulto
¡del desórdeu. Mas dejando á un lado esta circuns-
tancia es evidente que el monarca debia estar tan
loco cuando se oposo á la {lila medida como á la otra, .
pueslo que no hahia regla alguna fija para determi»
nar cuál de las dos era mas útil, y que Galiano no
era ma3 infalibt. en 1823 'lile en 1822.




2~9
obstinacion al estremo de oponerse manifiesta-
mente á todos los principios de la razou y de la
justicia, y á la espresa voluntad de la nacion?
En medio de su delirio los ajitadores que domi-
naban á los diputados deseaban que los franceses
saqueasen los pueblos, y que los realistas asesina-
sen á sus vecinos y que estos sufriesen toda cla-
se de estorsiones para castigarlos del crímen
enorme de no haber hecho la guerra á los inva-
sores, y sostenido un partido que solo ansiaba
seguir disponiendo de los destinos de la uacion
española, y gobernarla con la vara de hierro que
no hahian cesado de empuñar en sus destruc-
toras manos- Los españoles, á su modo de ver,
no podian espiar bastante con la muerte el deli-
to de haber preferido la anarquía al terror y á la
guerra civil la intervencion estraujera., porque
al fin los invasores en sus escritos anunciaban
que querian que la paz se sentase en el solio his-
pano y que tal era su interés; y el pueblo no po-
dia adivinar que equivocarían los medios de ci-
mentada, y nos despeñarían en todos los hor-
rores de-la teocracia y la anarquía. Los a[itauo-
res que abrigaban tales sentimientos gozaban
de mucho ascendiente en la asamblea popular,
no porque faltasen ilustrados representantes del
pueblo que conociesen la necesidad de poner
un término á una oposición tan inútil, tan fu-




2'80
nesta y que 10 deseasen con ardor; sino pórque
lo, fraguadores de asonadas y los que ocupaban
lag galerías, hablando siempre de puñales y de
estermino , tenian á los hombres honrados aco-
bardados por el terror. Habia igualmente dipu-
tados, que soñando siempre en la guerra de la
independencia, miraban como una vileza el tra-
tar con los invasores; que pensaban que algunos
dias mas de resistencia eran suficientes para que
la guerra se hiciese nacional (1), Y que con el
triunfo se restableceria el órden sin que atrave-
sásernos las terribles tormentas de la revolucion


(1) L a guerra de la independencia, gloriosa por
las hazañas, y la constancia de los españoles en pe-
lear sin esperanzas contra el héroe del siglo, es el
ma nantial fecundo de los males que han devorado la
Espa ñ a, y que devastan todavía su suelo. De allí
como de la caja de P andora salió ese enjambre de
mónstruos que con el nombre de guerrilleros solo han
subido, con cortas escepciones , saquear, violar, en
riquecerse y asesinar: allí tomó la plebe el €Insto á la
vagancia, al ocio y á la fortuna de las guerrillas,
porqne aunque estas en la Península se remontan á
la guerra de los romanos y á los tiempos de Viriat o,
sin embargo estaba como amortiguada aquella afi.
cion , hasta que la despertó de nuevo el clarin de la
lucha contra los franceses. El hombro que vió que
un carreterro y un saccistan 5.6 ponian la faja de je.




281
francesa. Eran, es verdad, poco numerosos, y
susfntenciones puras y laudables : mas desde
1820 no habían cesado de dar repetidas pruebas
de imprevision y de falta de tacto en el manejo
de los negocios públicos.


Las córtes tomaron el acuerdo de refugiar-
se en Cadiz y fls conducir al monarca á aquel
puerto despojá ndole antes de sus funciones en
un tiempo en que no dcbian conservar la menor
esperanza de que triunfase la Constituoion de
1812, que habia quedado destruida en Por-tugal
recobrando el rey otra vez su autoridad arbi-
traria. El congreso lusitano viendo que la opi-


nerales y nadaban en la opulencia, y adquirian oro y
reputaciou , y que dcspnes observó á Fernando en
1814 aprobando sus grado~ como babia observado á
las córtes llenándolos de honores; aguardó con ansia
el momento de poder lauz arse á la palestra y de en.
cumhrarse COl! tanta facilidad. El infame Merino,
quo tantas veces habia manchado sus manos en san-
gre "española, fuese de quien fnera , no debió haber
recihi do rpcompensas sino la muerte; porque si ell-
tonces h ahi a dP.t'endl<1o un a causa justa, no poresose
hallaba autorizado para despojar de la vida á espa-
ñoles y r¡"allC~'S()S J¡;,jo ningull prdesto. El gobiel'I1o
espnüol desde "13(1) ba sido el protector de los revol-
tosos, que hOJ C01l una rn.isc ar a y mañana COll otr a
110 hall cesado de ajítal' el reino.




282
nion pública se habia pronunciado contra las
nuevas instituciones, y que para defenderlas se
nesecitaba indispensablemente sufrir los sacudi-
mientos de una sangrienta guerra civil, puso fin
á sus sesiones. ¿Hallábanse las córtes portugue-
sas sumidas en mas hondo abismo que las espa-
ñolas? ¿Había el pueblo de Portugal manifesta-
do entonces mas claramente su odio á la Cons-
titucion que el pueblo de España?


La traslaoion del rey, de Mddrid á Sevilla,
hahia patentizado la impclítiea de la medida
adoptada para que formasen parte de la escolta
los nuevos batallones de voluctarios nacionales;
y sin tener presente aquel ejemplo la asamblea
en la misma sesiou , acordó que se escitase el
celo de los milicianos nacionales de Sevilla y
de otros pueblos, para que siguiesen el gobier-
no á Cadiz, ofreciéndoles las mismos ventajas
que gozaban los voluntarios de Madrid. Presen..
tárouse en bastante número al llamamiento
del congreso, ó bien porque juzgaban no po.
der permanecer en Sevilla sin esponerse á Jos
peligros j Ó bien espoleados por la esperanza de
obtener algun destino del gobierno.


Es probable que al negarse Fernando á salir
de Sevilla, contaba con los esfuerzos de los
que habian tramado una conspiracion p'¡ra des-
truir el gobJerno representativo: no cabe duda




~83
en que la trame ecsistia , y taro bien es cierto
que visto el espíritu que se manifestó Jos dias
despues en el pueblo sevillano , y en una parte
de IN tropas al aproximarse los Franceses, no
hubiera sido difícil hacer una contrarevolu-
cion. Mas el arresto del [eueral ingles Doyle,
que dirijia, segun todos los datos la emprp.Hl,
puesto al frente de los conjurados, y la prision
de varios oficiales que habían tomado parte en
la conspiracion , bastaron para desconcertar el
plan misterioso.·


Fernando salió de Sevilla con toda la fami-
lia real el 12 de junio á las seis y media de la
tarde, custodiado por los batallones de volun-
tarios nacionalas de Madrid y Sevilla , por un
batallen de marina y por el rejimiento de ca-
halleria de Alrnansa. El viaje debió fatigar en
estrerno á SS. MM, Y á los infantes, sin habla r
dd estado de tribulacion en que se encontraba
el ánimo del monarca, por que hubieron de
sujetarse al paso de la escolta de infanteria, y
por que únicamente Be les permitían algunas
horas de descanso. El rey llegó el t.) á las cin-
co de la mañana á Utrera y volvió á ponene
en camino á las dos de la tarde del mismo
dia. SI hubiésemos de dar crédito al manifiesto
publicado por el coronel del rejimiento de Al..
mansa, llamado Minio, la viJa del monarca-




284
corrió sumo peligro durante esta marcha: mas
no indica cuales eran 1011 autores del proyecto
formado para asesinar al rey, ni haceverosi-
mil el inicuo proyecto, porque asegurando que
S. M. debió la vida á cuarenta ó cincuenta ca-
ballos que le rodeaban , dá á entender que ni el
jeneral que mandaba las tropas ni las tropas
mismas sabían el secreto, pues en ese caso hu-
hieran alejado del coche al coronel de Almanza
y á sus soldados, enviándoles de descubierta ó
bien los hubieran desarmado si hubiesen dado
señales de resistencia.¿Quc pueden cincuenta ca-
ballos enrnedio de las tinieblas de la noche COn-
tra una col una de cinco batallones de infantería?
y aun cuando el resto del rejimientodc Almansa
que marchaba á retaguardia hubiese tomado
parte en defensa de su coronel, no por eso hu-
biera podido impedir la ejecucion de la trama,
por que la noche no hubiera permitido manió-
brar á la caballeria, y por que habia mil me-
dios de cometer el crimen sin dar pie á la alar-
ma. Me parece pues muy inverosímil que en a-
quelIa noche se hicieren tentativas contra la vi.
da del monarca; si tal deseo existió , concreta-
ríase á la cabeza de algunos [óvenes acalorados,
mas sin conocimiento del [eneral , ni de las tro-
pas que escoltaban la rejia familia y mucho
menos de los rejentes ; por que si se hubiese te·




~85
nido semejante intento ninguna dificultad se o..
puso, ni podia oponerse á su ejecucion.


Por otra parte, no se concibe como el co-
ronel de Almansa que estaba resuelto á salvar
la vida del rey como tamhien su escuadrón que
componía toda la caballeria del acompañamien-
to, no llevó á cabo la empresa. Muy fácil era
que el monarca hubiese montado á caballo la
primera ó la segunda noche del viaje}' que ha-
ciendo un rodeo se hubiese dirijido Con la ca-
hallería de Alrnansa á buscar á los franceses.
Existirian quizas algunos obstáculos para ejecu-
tar tan atrevido pensamisnto , pero confieso
que no me ocurren, ni se deducen de la lectura
del. citado manifiesto , que por el. contrario pa-
tentiza que hubiera sido fácil poner al monarca
en seguridad antes de que llegase al puerto de
Cádiz.


El rey no se detuvo en Lebrija sino hasta la
tarde del (4, Y habiendo entrado en Jerez á
las seis vol vió á salir á las once de la noche,
Ilegaudo al puerto de Santa Maria el 15 á las
dos de la mañana: á las 8· emprendió el carui-
no y á la una de la tarde hollaron SllS pies la
isla de Lean.


El mismo dia 15de junio la rejencia que había
salido de Sevil la con la escolta del rey .publicó en
la isla el decreto si~uiellte.»Larejeucia provisio-




286
nal del reyno , en vista de la llegada del rey á
[a isla de Cádiz y sabiendo que ha llagado tarn-
bien un número suficiente de diputados para
deliberar en córtes , declara: que desde este
momento cesa obsolutamente en el ejercicio de
las facultades que pertenecen al poder ejecuti-
vo que desempeñaba hasta ahora por el decreto
de las mismas córtes de fecha de " del pre-
sente mes, "


Dirijiase este decreto únicamente á los mi-
nistros que en vez de espedir las órdenes en
nombre de la rejencia, debian espedirlas en
nombre del rey; ¿por que quién supondría que
en Jo futuro pudiese Fernando ejercer libre-
mente su autoridad y que no quedaria reduci-
do á la nulidad mas obsoluta? l Pu-de imaji-
narse una cosa mas ridícula que haber hecho
descender del trono á Fernando VII el 1I , su-
poniéndole en estado de delirio por que no que-
ria continuar la guerra, y sentarle otra vez en
el mismo solio el 15, sin que S. M. hubiese
dado la menor señal de mudanza eo su modo
de pensar? Mas como no habia llegado aun el
tiempo de despojar enteramente la monarquía
de sus formas mas nesesarias , se las queria con-
servar á espensas de las mas absurdas contra-
dicciones.


La mayor parte de los diputados de córtes




287
salieron de Sevilla en la mañana del 13 de junio
en un barco de vapor: la ciudad habia quedado
abandonada desde el dia anterior, sin autoridades
y sin mas fuerza militar que un batallon de arti-
llería incompleto y compuesto casi todo de re-
clutas. El desorden mas espantoso reinaln en el
pueblo; y apenas levantó el ancla el barco de va-
porj comenzó un repique [eneral de las campanas
de las iglesias; sublevóse el ern bravecido vulgo y
robaron completamente el equipaje de los que
se embarcaban ó pretendian darse á la vela, y
persiguieron los sevillanos á los liberales, en-
trando y saqueando tambien los bajeles que ha-
bia inmediatos á la playa. Los [itanos , los ha-
bitantes del barrio de Triana y los de los luga-
res vecinos distinguiéronse principalmente por
su furor y espíritu sedicioso; mas su rabia se es-
trellaba mas contra los efectos que contra las per-
sonas , y así es que apenas ocurrieron desgracias.
Sin embargo, el tumulto tomaba incremento y
Jos ciudadanos pacificas r los propietarios de
todos los partidos principiaban á tener recelos
de mayores infortuuios; cuando la pleble se
encaminó al edificio de la inquisicion, donde
pensaba encontrar armas y donde solo habla
pól vora á la que se prendió fuego. Voló la casa
del santo oficio, sepultando entre sus ruinas mas
de cien personas; y enmedio del terror que ins-




288
fundió aquella catástrofe , calmóse la eferve-
cencia y la tranquilidad pública se restableció
de repente.


El mismo dia del tumulto de Sevilla, que
era el t3 de junio, se observó un movimiento
casi [eneral de contrarravolucion en toda la pro-
vincia. Villacampa que mandaba en jcfe el ejér-
cito llamado de reserva, compuesto de algunas
batallones espuso al gobierno el estado de .irri-
tacion de los andaluces, cuan imposible era
sostenerse y la necesidad de tratar de un acomo-
damiento en tan desesperadas circunstancias:
en respuesta á SUq observaciones el ministro
envió al [eneral Zayas en reemplazo de Villa-
cdmpa.


l A quien representaban las córtes persis-
tiendo en su obstinada resistencia '1 LEra por
ventura á las dos terceras parte.'! de la nacion
que habian recibido en triunfo á los franceses?
lO al pueblo de Sevilla que perseguia á los di-
putados á tiros? ¿°al resto de la Península que
comoninguno podia dular en aquellos momen-
tos, y como la espericncia lo demostró bien
pronto, aguardaba solo una conyunLura favora-
ble para sacudir lo que le parecia un yugo, gra-
cias á los motines? ¿La opinión y los intereses
de Ul10S cuantos diputados y de los centenares
de milicianos que los sostenian , tuviesen ó no




289
la justicia de su parte, pcdia prevalecer con-
tra la voluntad espresa de los españoles? Toda-
vía bay algunos hombres alucinados que consi-
deran heróica la resolucion de retirarse deMa-
drid á Sevilla, de huir de Sevilla á Cádiz y que
piensan que el gobierno en la última desespe-
racion debió haber dado la vela para América
sin dejar nunca en libertad al rey Fernando.


Los ajitadores que reclamaban las medidas
estremas nada tenían que perder en la emigra-
cion , porque no poseian bienes; y sus opiniones
anárquicas los hacían sospechosos á cualquier
gobierno que se estableciese en el pais, Sus im-
prudencias, los insultos prodigados por ellos y
las persecuciones que habian suscitado, desper-
tarian siempre el odio de sus conciudadanos, y
otros no tenian ademas mas renta ni empleo
que el fraguar revoluciones. Semejantes parti-
darios no podian menos de mirar con horror el
restablecimiento del órden; porque por indul-
jente que fuese el gobierno que se posesionase
del reino, por mucha espesura que tuviese el
velo de la amnistía conque se cubriesen los de.
litas pasados, no les era fácil vivir en medio de
un pueblo que tanto aborrecimiento les habia
mostrado¡ y sobre todo, como he indicado ar-
riba , terminada la revolucion , la mayor parte
pasaba á la nulidad y ni aun encontraria cami-




290
no para sustraerse de la miseria. En tales ma-
nos se hallaba depositado lo qu~ llamaban el
honor nacional j y no obstar. te , ha habido paises
en el mundo en que se ha censurado ia conduc-
ta de los que se negaron á obedecer ~ los capri-
chos de uu partido, y que no se sacrificaron en su
defensa. Juzgo que mis lectores me har.in la [us-
licia de creer que en el número de los furiosos
no cuento á casi ningún diputado, y principal.
mente á aquellos que brillaban por su modera-
cion y probidad. Mas veíanse amenazados por
el puñal de los asesinos y arrusrrados contra su
vol unta] por el torrente de los acontecimien-
tos, y los Ferversos servianse de ellos mientras
los necesitaban Con la intencionde inmolarlos
luego que se disminuyesen los embarazos que los
contenian. No es mi intención tampoco incluir
en el catálogo de los que tanto daño causaron á
la patria, á los eesaltados de buena fe que impul-
sados por su ardiente entusiasmo y por su enar..
decido espíritu siguieron el camino del error;
no es justo confundirlos con los malvados que
como Regato, Simó y otros muchos, tenian se-
cretas intelijencias con el bando realista, yem-
pujando el carro de la revolución sabian que lo
preci pitaban.


¿Mas cómo un sistema estremo, contrario á
los principios de la sociedad y á la Constitucion




291
misma que se invocaba, podia encontrar toda-
vía defensores? ¿Por qué todos los hombres de
bien no desertaban de una bandera 'lue no era
ya la del gobierno representativo, y que no po.
dia por consiguiente conducir á la gloria .. ni á
la felicidad de España? Esta cuestion es muy i014
portante, porque conduce á calificar la con-
ducta observada por un gran número de espa-
ñoles, ó porque en ella van envueltos ciertos
principios [enerales que seria de desear se (S-
tendiesen mas, ó por mejor decir que fuesen
mas observados.


La revolucion de ·'820, aunque hija de una
eonspiracion criminal .. porque tenia por objeto
destruir el gobierno ecsistente , contaLa con el
apoyo de todas las clases de la sociedad, se veía
secundada por el deseo jeneral de la nacion, por-
que todos detestaban entonces la tiranía y todos
amaban la libertad, juzgándola tolerante, ilus-
trada y fomentadora del bien comun. Mientras
estuvo encerrada en la Isla de Leon , mientras
que su órgano fueron las tramas de la fuerza
armada ó del paisano, mientras el gobierno desde
su centro la anematizó y persiguió, entendemos
fácilmente que tos españoles en cumplimiento
de las leyes que rejian, pudieron oponerse á su
triunfo. Mas el rey juró la Conscitucion de '8' 2
Y se adoptó en España y en las colonias de VI·




292
tramar el ré¡imen constitucional: todas las po-
tencias de lLuropa, sin esceptuar una sola, reco-
nocieron el cambio que se babia realizado en la
Península española. Verdad es que Fernando
declaró' despues que habia jurada á pesar suyo:
¿mas como era posible que adivinase su secreta
intencion la inmensa mayoría de los españoles]
En primer lugar estos no creían al monarca tan
desprovisto de recursos, que si hubiese abriga-
do una voluntad firme y decidida de na jurar la
Constitucion, no hubiese podido triunfar de sus
contrarios, porque en [eneral ni conocian , ni
podian conocer los detalles de los acontecimien-
tos y los secretos del palacio; y aun cuando hu-
hieran presenciado los prirnerós , no por cm
hubieran cambiado de opinion. Fueron testigos
al mismo tiempo de las demostraciones repeti-
das conque el monarca quiso patentizar que nin-
gun odio profesaba al nuevo código político
que habia jurado, porque los discursos conque
abría y cerraba las córtes se veían en todas par-
tes,y no se descubrían en ellos el menor viso de
sujeción ó de violencia: y es digno de observar-
se q)le no todos estos discursos eran obra de los
secretarios del despacho, porque en algunos el
príncipe se quejaba de estos, y así como deplo-
raba los funestos desórdenes de que habia sido
víctima y los insultos conql1e le habían abruma-




'93
do, protestaba que ninguno le escedia en amar
la Constitucion.


Por otra parte el lestimonio de las naciones
europeas era irrecusable, y aun las personas
mas ilustradas y mas instruidas en los negocios,
no podian saber con fundamento que la volun-
tad del rey estuviese violentada, y que este fue-
fe un motivo para negar la obediencia al gobier-
no constitucional. ¿Porque como los embajado-
res y 105 ministros de las potencias estranjeras
que residían en Madrid, y que por sus relacio-
nes y en cumplimiento de eu propio deber de-
bian estar enterados de todo, ignorclban lo que
pasaba en la córte 7 ¿Como podia ocultarse la
menor circunstancia á tantos hábiles diplomáti-
cos que tenían los ojos clavados en el alcázar del
rey de España, en los primeros dias del mes de
marzo de 1820 ~ Pues apesar de tantos testigos
oculares de los acontecimientos; los gabinetes
estranjeros reconocieron lisa y llanamente el
gobierno representativo que se habia promui-
gadu en la Península, y este paso dado en una
época en que las naciones mas poderosas de Eu-
ropa se habían aliado para sostener 108 princi-
pios de la decantada lejuimidad., Lastaba á tran-
quilizar á los ciudadanos mas escrupulosos (1).


(1) Habiendo pedido el embajador de S. M. eató-
TOMO 11. 20




294
Establecióse pues en España un gobierno jurado
por el pueblo entero, y reconocido por todas
las naciones conque se encontraba en relacion
el primitivo gabinete español. ¿En semejantes
circunstancias podia ser un crimen el someter-
Se al nuevo órden de cosas? Cada cual siguió la
corriente de sus inclinaciones: unos se mostra-
ron partidarios de la Constitucion promulgada,
otros manifestaron que no les convenia, ó bien
porque tuviesen ideas mas democráticas ó mas
inclinadas al absolutismo; pero la nacion entera


lica esplicaeiones al gobierno franees , sobre los ru-
mores que circulaban de que algunas tropas france-
sas se aprocsimaban á los Pirineos, el haron Pas-
quier , entonces ministro de negocios estranjeros,
respondió desmintiendo el hecho -de una manera
absoluta, y entre otras cosas decia lo 'lue sigue, "El
gobierno frances no ha pensado en tomar 138 medi-,
dos que se suponen, y es evidente' que el acuerdo
del rey y del pueblo español adoptando un sistema
representativo no'podia turbar la buena intelijencia
que reina entre España y Francia, porque esta debe
á su soberano las ventajas de un gobieroo tambien
representati vo; debe esperarse aquel por el contrario
que será un lluevo motivo para estrechar entre las
dos aaeiones los lazos de amistad' que eoutribnyen
tan esencialmente á su prosperidad y; á su r.eposo-."


La respuesta es Je 19 de abril de 1820.




295
obedeció los mandatos d"e los gobernantes.


Mis observaciones habrán parecido dema..
'siado largas sin duda á muchos que a l leerlas
habrán gritado sin poderse contener, que pudo
muy bien haber en E:>paüa bajo el réjimen cons-
titucional un gobierno de hecho, pero que por
esto mismo sus actos fueron nulos y no mere-
cian obediencia. Fuerza es repetir aquí lo que
Ilevamos sentado: si el gobierno constit ucional
no era lejítimo ¿porque lo reconocieron las po-
tencias estranjeras que por decirlo así, tenian
en sus manos y á su cargo el depósito de la
lejitimidad europea? Mas dejando aparte tal
consideracion ¿como puede concebirse que cada
súbdito de un imperio tenga el derecho de re-
husar la obediencia á la autoridad establecida
hajo prelesto de que no es lejítima? Y será due-
ño cada individuo de decidir la cuestión , ó de-
herá establecerse un tribunal para que pronun-
cie la sentencia definitiva? Y ¿cual será este tri-
hunal? Los acouteeimientos. Cuando la Cons-
titucion fue proclamada en distintos puntos de la
Peninsula, antes que el rey hubiese prestado jura-
mento, entonces era tiempo de defender la leji-
timidad, entonces podia escudarse con el deber
la resistencia al levantamiento que se babia veri-
ficado , y podia defenderse en campo abierto el
gobierno ecsistente , y entonces por consecuen-


'c J
~-.':L·l ';-~ ';~ ..




296
ci~ podie calificarse de -delito la obediencia á los
Ievantados , sino violentaban á ella con la fuer-
za de las armas. Mas despues del juramento del
monarca, después uel establecimiento del nue-
vo sistema que habia recibido la aprobación de
todas las provincias, del pueblo entero que juró
en las iglesias, y de los individuos todos, pues
únicamente dos españoles se negaron á jurar la
Constitucion , el embajador cerca de la santa
sede J' el cónsul de Marsella, ¿podia nadie pre-
testar su ilejitimidad y resolverse á no obe-
decer?


Que los partidarios de la lejitimidad pesen
bien sus palabras J no sea que destruyan con sus
propios argumentos lo que pretenden defender.
En su delirio proclaman principios tan contra- .
rios al órden social como aquellos en que se
apoyaban los revolucionarios franceses y los de
lodos los paises par'a declarar el derecho de in-
surreccion del pueblo contra un gobierno injus-
too ¿Cual es la autoridad que conforme á las ba-
ses sentadas por los escrupulosos lcjitimistas
pueda presentarse en la arena y decir: J"o soy
lejitirnu? En algunas naciones la fuerza de las ar..
mas ha quitado y dado las diademas J decidido
el derecho de sucesion : ¿es este un camino leji-
timo para Iiegar al mando supremo? Entonces
le!' W.~Uro8 fueron soberanos lejitimos de Espa-




297
fía, y Napoleón, MuraLy Luis de Italia, Nápoles
y Holanda. En otros pueblos las intrigas de pa-
lacio y :Í veces los crimines han sido las gradas
para subir al poder, y tales mechas no se pueden
calificar de lejítimos : finalmente las iusurrec-
cioues han derrocado tambien los trouos , y
aunque á veces no hayan mudado las dinastius ,
los pueblos han abolido Ó reformado las leyes
que hahian rejido allí siglos enteros. Claro esta
que los cambios políticos efectuados -por el pue-
blo no sou lejítimos segun ros principios de tales
rigoristas: ¿y seria licito á los súbditos ele tales po-
tencias ecsarninar la lejitirnidad de sus gobiernos
respecrivos , negarles la obediencia y conspirar
contra ellos? ¿Deber.iu renovar la guel'l'a de
sucesion los españoles que no estén convencidos
de que la casa de Borbon tenia mas derecho á
suceder á .Cárlos 11 que la Casa de Austria? LY
estaban autorizarlos otros para no obedecer á
Fernando VIl desde el año '814 hasta 1819, ba-
jo pretesto de que tenian dudas acerca de la va-
Iidez de IJ abdicacion de Cárlos IV en Araujuez;
en marzo de 1808, firmada en medio de una
insurreccion mihtar ?


No sé que responderán Q mis preguntas los
partidarios ecsajerados de la lejitimidad ; pero
me parece que si responden afirmativamente
destruyen por su hase todas las dinastias. Qui-




298
zás responderán que aunque en Sl1 oríjen uogo-
bierno haya sido ilejltirno , con el transcurso
del tiempo se ha lejitirnado , porque en ese' caso
ha adquirido el derecho de iprescripcion. ¿Y
cuantos siglos, años ó meses SOn necesarios
para lejitimar un gobierno? ¿Ecsiste alguna re-
gia en el derecho público á que puedan atenerse
los pueblos en materia tan importante? Si no
ecsiste , sino puede ecsistir , si esta cuesticn de
la lejitirnidad en el sentido en que la toman los
rigoristas es enteramente nueva; si ellos no se
entienden á sí mismos; si de sus principios
pueden deducirse las consecuencias mas perni-
ciosas, ¿por que han de consagrarse en princi-
pios sus caprichos?


El hecho que no admite duda es que se esta-
hleció en España un gobierno. al que se sometió
la nacion , y que lo reconocieron las potencias
estranjeras ; y si se quieren buscar prelestos es-
peciosos para ¡ejitirnar el sistema constitucio-
nal , puede igualmente añadirse que la revolú-
cion de 1820 no cambió la dinastia , ni trastor-
nó el órden de sucesion á la corona, que las ins-
tituciones proclamadas habian rejido ya en Es-
paña con el consentimiento de la Europa entera,
escepto Napoleon y sus aliados,y que recordaban
un tiempog!oriosísiroo para la nación. Cierto es
que no tarjó en manifestarse la necesidad de




299
modíñcar la Constitucion; el gobierno era dé.
hil J sin esperiencia, y las ideas ecsajeradas
que conducen á la anarquia , se estendian y to-
maban incremento. Mas todos estos males no
eran aun irremediables, y podian atribuirse al
choque de las circunstancias que por el curso
regular de los sucesos debían mejorarse. A los
hombres ilustrados y de influencia tocaba opo-
nerse á los progresos de la democracia, no con
las armas en la mano, no añadiendo desórde-
DeS á desórdenes, y calamidades á calamida-
des, sino combatiendo la anarquía por medio de
la prensa, defendiendo á las autoridades que
sostenian el órden público contra los que hajo,
cualquier pretesto querian perturbarlo. Tampo-
co se debe negar que pronto se presentaron hom-
hres armados que se declararon defensores del
rey absoluto; mas ya he dicho que tales perso..
nas no podian inspirar de modo alguno confian-
za: sus débiles medios, su conducta producían
males sin número, y aumentaban la ecsaspera-
cion de los partidos. ¿Quien se atreverá á califi-
car de crÍmen el haberse abstenido de tomar
parte en las bandas que se llamaban realistas?
Tambienen ¡8l t t y 1815, en 1818y 18J9hubo
conspiraciones contra el gobierno: sus errores
eran palpables y de la mas alta importancia, y
sin embargo, ningun ciudadano que profese




300
sanos principios en política defenderá un solo
momento que era permitido conspirar contra Sil
ecsistencia.


El segundo y el tercer ministerio daban
pruebas de su amor á la monarquía y á las doc-
trinas en que se apoya, y de su deseo de conso-
lidar la autoridad bajo bases sólidas, y para lle-
gar á tal objeto combatían sin cesar los d~sór­
denes de toda clase y la anarquía con cualq uier
máscara que se disfrazase, y secundábanlos efi-
cazmente en sus miras muchas autoridades. Es-
ta era la verdadera bandera de la patria, y en
torno suyo debían agruparse todos los españoles
para contribuir cada uno segun sus medios á
sostener el órden y á establecer sobre cimien-
tos mas sólidos la autoridad real. Es muy pro-
hable que se hubieran conseguido tan nobles
fines sin las inútiles é imprudentes tentativas
de loshombres que se gloriaban con el título
de realistas, y que nunca pararon de prestar
armas á los partidarios del estremo opuesto,
entregando el 7 de julio el Estado en sus manos,
y como despojo de su triunfo. La segunda con~
dicion necesaria era que las altas potencias de
la alianza hubiesen tratado eon mas actividad,
y aun debe añadirse que con mas franqueza los
negocios de la península ibera.


Debemos confesar (Iue la santa alianza se




301
portó en España de una manera impropia para
contribuir á que reinasen en aquel país los bue-
nos principios, y para .ahogar los sentimientos
anárquicos que en él se desarrollaban Con tanta
fuerza. Cuando el ejército austriaco ocupaba á
Nápolei y al Piamonte á consecuencia de1 con-
greso de Laybach .. cuando se proscribía en am-
bos paises la Constitucion española, las grandes
potencias declara ban que estas medidas nada
tenian que ver con el reino hispano, y continua-
ban Con su gabinete las relaciones mas amisto..
sas, Por otra parte, mientras que los emba jadores
de la santa alianza perrnanecian en la córte es-
pañola y repetían sus protestas de amistad al
gobierno constitucional , organizaban en las
fronteras de Francia partidas realistas bajo la
proteccion de las autoridades francesas, y la
guerra civil devoraba á Cataluña, á Aragon y
Navarra, El ministerio se ocupaba entonces en
reprimir las tentativas de los a[itadores en las
provincias aragonesa y gallega, y las de los con-
jurados que hablan convertido la Andalucia y
otros varios puntos en teatro de insurrecciones;
oponía constantes esfuerzos para contener y
disminuir la ecsaltacion de las córtes de 1822;
peleaba glúriosamente contra la licencia en
todas partes: y en este tiempo las autoridades
francesas aumentaban sus embarazos prodigan-




302
do ausilios á los que proólamaban la guerra ci-
vil} y alimentaban asi un manantial inagotable
de infortunios, de los que pluguiese á Dios hu-
hiésemos tocado ya el término.


De suerte qu~ la santa alianza anunciando
en la apariencia por una parte que no se mez-
claba en Jos sucesos de España, animaba á Jos
ajitadores que fundándose en tales testimonios
1uzgaban no tener mas enemigos que los ene-
migos interiores, y esforzábanse en destrutrlos:
y por otra parte los absolutistas creían [usta-
mente que el gabinete de las Tullerias y por con-
siguiente las grandes potencias, continentales
apoyaban SU5 deseos y sostenian su causa. j Que
fuente tan fecunda de desórdenes y de críme-
nes! ¿Cual era en tales circunstancias el puesto
de los españoles ilustrados, de los hombres de
honor, de providad, verdaderamente patriotasj
¿Debian colocarse al lado de los ministros y de
las autoridades que defendian á todo trance la
monarquía 1 la tranquilidad pública, ó de-
bian engrosar las bandas de los que desde el
estrerno de la Península daban la señal de la
desolacion y del esterminio? (1) Si los encar-


(1) No es esto decir que en el partido realista no
hubiese algunos hombres q U6 aunque alucinados se




303
gados de negocios de las potencias estranjeras
hubiesen acordado su proteccion á los princi-
pios moderados, si hubiesen intentarlo cal mar
las pasiones en vez de escitarlas , y si sus de-
mostraciones hubiesen sido francas y enérji-
eas , el órden hubiera recobrado su aplomo en
España y la autoridad real se hubiese consoli-
dado: no hubieran perecido tantos miles de
españoles que han muerto víctimas de la guer-
ra civil: los odios, los resentimientos que ha-
cen tan difícil la perfecta pacificación de la


hallasen animados dt' buenas iutencionas , y qne ha-
bian recurrido á tan ecsecrable estremo, porque en
su cortedad de vista no descubrian otro medio de
restablecer lo que ellos llamaban la calma; los habria
sin duda rle muy huello fe, por que no ecsiste parti.
do ninguno á que no pertenezcan personas honra-
das. Quiero manifestar que los que conspiraron cie-
'gamente con las armas t:11 la mauo contra la Consti»
tucion , equivocaron el camino que debianhaher
seguido para conse¡.;uir Sil fin, porque en vez de
triunfar de los ajitadores los hicieron mas poderosos
dándoles pie para aumentar los trastornos. La espe~
riencia lo ha demostrado de una manera pa lpahle ,
asi como ha hecho ver qne sus esfuerzos eran ¡IIlIti-
les, puesto que hasta la entrada del ejército fr auces
en España. los liber-ales vencieron en todas las pro-
vincias á los absolutistas.




304
Península no hubieran estallado con tanta ener-
jia : las riendas del estado no hubieran flotado
de las manos de un partido á las de otro, y mi
triste patria no estaria sin cesar a jitada é· in-
cierta de su suerte.


Repito lo que tantas veces he dicho, lo
que nunca me cansare de afirmar: los consti-
tucionales han defendido en España los bue-
nos principios, y á ellos solos se debe el que
la revolucion primero, y la reacciou después,
no lo hayan destruido todo y el que los fran-
Ceses encontrasen todavia en la Península la
nobleza, el clero .. la rel ijion ,una monarquía
y UI1 monarca. Sus esfuerzos nunca interrum-
pidos salvaron estos elementos de la sociedad,
que siu los buenos ciudadanos hubieran pere-
cido mucho antes que la santa alianza, con su
marcha lenta y dudosa, hubiese tomado una
parte activa en los acontecimientos de España.
Ya sé que los fanáticos de Paris han reconocí-
do á los únicos amigos del órden monárquico
en el reino ibero, en medio de las hordas de
miserables que en d principio se levantaron con-
tra el gobierno constitucional; asi como otros
hombres de escasa instrucción habrán irnajina-
do que únicamente los que predicaban las doc-
trinas ecsajeradas en las córtes , en las socieda-
des patrióticas y en los periódicos, y que diri-




305
jian las asonadas de Madrid, podian hacer ven-
turosa á la nación española. ¿Mas como el ga-
hinete de las Tullerias , como los otros reyes
aliados podian ignorar el estado de las cosas, y
engañarse sobre los medios de restablecer en
la Península la paz y el reposo?


Remitiéronse por fin las notas en las que las
grandes potencias continent ales manifestaban
después de tres años de consentimiento, que des-
aprobaban los sucesos de 1820, Y que para con-
servar sus relaciones amistosas con las otras na-
ciones, debia España reformar su constitucion
política" porque 1510 modificarla careceria siem-
pre de reposo interior y porque las potencias
limítrofes no se hallaban seauras de que no se
turbase en su recinto la calma por la propaga-
cion de las doctrinas anárquicas que se difun-
dian por la Península. Su manifestacion llega-
ha en los momentos en que los verdaderos libe-
rales colocados entre los dos estremos que les
hacían una guerra encarnizada, habían perdido
mucho terrreno. Sin embargo, no cesaron de
oponer resistencia al desbordamiento de la anar-
quia , y concibieron la esperanza de que las cór-
tes y el ministerio conociendo alcabo su impo-
tencia transijirian con los aliados y el órden
quedaria afianzado. Las re8pueslas insensatas del
gabinete aplaudidas por la asamblea lejislativa,




306
se miraron por todas las [entes ilustradas como
una jactancia pueril, precursora del miedo. El
gobierno dió en efecto muy pronto á la Europa
un testimonio de su debilidad y de la penuria
de sus recursos: mas en vez de deducir la ec-
saeta consecuencia de que era necesario tratar
con la santa alianza, acordó el ministerio salir
de Madrid y trasladarse juntamente con el con-
greso nacional á Sevilla. Semejante acuerdo dió
á la verdad una idea de la obsLinacion de algu-
nos hombres que no pudiendo ocultarse á si pro-
pios su debiudad , insistían y se aferraban en
sostener sus proyectos y en hacer nacional la
guerra que pretendian encender, Restaba sin
embargo la esperanZ:l de que el pueblo y las
tropas manifestaban tanto deseo de la paz .que
recibirían en triunfo á los franceses, y las cór-
tes no podian menos de abrir negociaciones y
transijir, Los españoles que no pertenecian á
ningun partido, continuaron haciendo SUIl es-
fuerzos para persuadir á todo el mundo que
era necesario modificar la Constitucion : que la
guerra no podia prolongarse aun cuando se tu-
viese la certidumbre de la victoria, debiendo
ser tan funesto el triunfo como la derrota , por~
que no seria en aquellas circunstancias el triun-
fo de la libertad bien entendida, sino el de la
licencia y el de la anarquía.




307
Entraron los franceses en España y con ellos,


como sabe el lector , penetró la junta provisio-
nal y los españoles refujiados en Francia, en cu-
yos pechos rebosaban las pasiones menos nobles,
ansiosas de salir á la pelea (1). Escudado por el
ejército invasor se desplegó y desarrolló con
enerjía el espíritu que habia animado al partido
absolutista: y los desórdenes y las venganzas
fueron el resultado de la proteecion esclusiva
que se les habia concedido. Los que ansiaban
ver restablecida la tranquilidad y cimentado un
gobierno que poseyese la fuerza y la prudencia
necesarias para hacer callar las vociferaciones de
101 partidos y encadenar la anarquía, Lpodían


(1) Una larga série de observaciones, y la espe-
riencia tantas veces repetida en el último medio si.
glo, llaman la atencion sobre los peligros que ofre»
ce siempre á la tranquilidad de los pueblos la vuelta
de los emigrados poco instruidos ó de las clases in.
ferioves , á su pais; cuando no encuentran un go-
hieruo fuerte que contenga sus ecsajeradas preten-,
siones y la irritacion de que vienen poseidos. Los
hombres ilustr-ados vuelven llenos de conocimientos
que han adq uir-ido ¡ mas entre las jentes del vulgo
por un individuo que se entrega al dulce placer de
recobrar los objetos de su amor, que goza las sensa-,
clones indeíiuibles que causa la vista de la patria al




308
acaso unirse á Jos franceses sometiéndose á la
junta provisional para ser perseguidos, para au-
toriza r coy> su consentimiento los desórdenes de
la nacion ? ¿Debía su esperanza fijarse hasta
cierto punto en Sevilla? Si las córtes transijian,
los españoles podian esperar aun dias de ventu-
ra; aun era tiempo de cortar la cabeza á la hi-
dra de la auarquía: los miembros y los ajentes
de la juuta provisional y de la rejencia gritaban
contra una transacción de la misma manera que
habían gritado y que gritaban aun los mas furio-
sos ajitadores. Siempre encontraremos á los
dos estrernos caminando de acuerdo para re-
chazar las medidas prudentes y perseguirla


que por largo tiempo ha estado priv ado de ella, hay
mil que regresan animados tin ica me nte de una am«
bicion ciega, y de un espíritu funesto de venganza.
U n gran' número mira con desden y con odio á los
de su propio partido que prefirieron permanecer en
su pais: supóneles sentimieutos de cobarrlia y de
frialdad al menos para los intere~es del bando á que
pertenecen , mientras que pretenden por el contra.
r io que su fuga es un rasgo de arrojo y de resolucion
superior á todo elojio. Ya sabemos como los emigra_
dos franceses realistas de 1791 calificaban á los que
tardahan en seguir su vergonzoso ejemplo: llama«
ban tibios á los de 1792, sospechosos á los de 17931




309
moderacion: los hombres acalorados en medio
de su impotencia) no querian oír hablar de mo-
dificaciones ) y amenazaban á la Europa entera;
)' los absolutistas inciertos aun del desenlace de
su causa, se pronunciaban abiertamente contra
toda especie de acomodamiento, sin considerar
que de él dependía la llamada libertad del rey, sin
reflecsionar que los que le tenian en su poder,
desesperados podian aun recurrir á medios mas
violentos, y que mil accidentes podian prolon-
gar la lucha y hacer el écsito incierto. Nada con-
tenia su furor, y sus gritos de intolerancia, de
muerte, de esterminio resonaban por todas par-
tes donde se estendia su domiaacion ; y mas ade-


traidores á los que emigrarou en los años siguientes:
llegaron .Insta el ast remo de formar su proceso para
el dia en que amaneciese la aurora de las venganzas.
Arareci6 en efecto al caho de 25 años, durante los
cuales no supieron olvidar nada, ni aprender cosa
alguna, y llegaron al punto 'lue era natural, esto
es ~ á precipitar la dinastia de un trono qne habia
l'ecobrado por rm' combinaciones estraordinarias.


Los emigrados que regresaron á Espaila en 1823,
IJO cansaron menos daño á la causa qne defendi"n:
ellos hicieron odioso al príncipe, aborrecible su sis-
tema, detestables sus doctrinas: levantaron cadal-
sos para subir despues algunos de ellos; enseñaron


TOMO 11.' 2j




310
Iante veremos hasta donde los empujaron su am-
bicion y su deseo de matanza.


Tal es el resumen de las razones, por las
cuales muchos españoles ilustrados no rompían
abiertamente con el gobierno de Sevilla, y em-
pleaban su conato y sus esfuerzos en trabajar
por la reforma ecsijida , en calmar 101 ánimos,
en evitar los sangrientos caminos, y en dismi-
nuir los horrores de la lucha. Verdad es que no
llenaron enteramente su objeto: ¿mas quien con-
tuvo alleon en sus últimas ajitaciones y seopuso á
que despedazara á sus enemigos? ¿Quien abrió los
ojos á una multitud de jóvenes sin esperiencia,


el camino sangriento de la venganza para que á su
tiempo c~yese sobre su cabeza, y promulgaron leyes ele
eslerminio, que por un milagro de la Providencia
y por un result ado de su juslicia, han serv ido á Sil
tiempo para ¡lugar á los miserables que las couci-,
hieron en su rábia sin mirar adelante, sin observar
la fuerza del espíritu del siglo que todo lo domina.
LO!; realistas han despertado las pasiones populares
en España, las han desencadenado J hall sido vícti-
mas de su encono: así acontece siempre á los tlue suel ,
tan las hestias feroces, porque una vez rota la cadena
que las contenia, en los momentos de fur-or despeo
d az an á su dueño, No culpen á ningun partido de
sus desgr-acias : cúlpense á si propios.




311
que hacian consistir su honor en defender hasta
la muerte una causa justa conforme á sus ideas?


De dia en dia disminuían las esperanzas de
que la necesidad obligase á las córtes á hacer
proposiciones al ejército estranjero ; y despues
de la escandalosa escena del 1I de junio} en
que se resolvió la traslacion de Sevilla á Cádiz,
y en que se estableció una rejencia provisional,
no parecía ya justo apoyar tales violencias, por
que habian cesado los motivos de obedecer á
un gobierno que degradando la autoridad real,
y desgarrando la Coustitucion, habia roto los úl-
timos lazos que unian al pueblo con el código
político de 1812. La mayor parte de los espa·
ñoles creyeron entonces que habia pasado ya el
sueño de un arreglo moderado, aunque algu-
nos todavia sostenian que era posible: los últi-
mos continuaron su obediencia al congreso, y
10:\ primeros siguieron distintos rumbos. UIJ
gran número no vió desde entonces remedio á
los males que abrumaban el reino, y se sometió
á la rcjencia de Madrid ó se unió á los [rance-
ses para cooperar al desenlace y á la salida del
monarca, de quien todo lo esperaban; y otros
por fin prefirieron permanecer bajo la bandera
de las cortes por que aborrecian tanto los de-
sórdenes de Sevilla como los de Madrid. T'rá-
tase aqui de los hombres de buena fe, no de




312
los anarquistas de oficio que seguian constante-
mente el plan de que España corriese las fa-
ces de una revolución espantosa. Entre los
ciudadanos honrados pudo haber algunos que
equivocaron el camino y no se separaron de la
asamblea en el momento en que debían ha~
herlo verificado: pero en circunstancias tan
estraordinarias no era fácil reconocer la verda-
dera senda en medio de la confusión y del de..
sórden que reinaban. Porque es necesario no
hacerse ilusion , y para formar un juicio im-
parcial de las cosas J de los hombres, se necesi-
ta poner~e en su lugar. La mayoria del ejército
y de la juventud no reílecsionan : tres años y
medio Je elojios continuos y sin medida á la
Constitucion : el asentimiento de las altas po~
teucras obtenido por el gobieruo de 1820: la
clase de enemigos que habian combatido á cara
descubierta ; el recuerdo de la guerra de la in-
dependencia y el deseo de la gloria, todos estos
motivos eran mucho mas poderosos de lo que
se requiere para que entre los partidarios de
las cortes se hallasen muchas [entes honradas á
quienes babia arrastrado hasta alli el torrente de
la revolucion, En CAdiz, al lado de )08 jefes mas
furibundos, y en todas partes se veian ciudada-
)IOS apreciabtes prontos á abrazar el partido de
la razón en el instante ero que divisasen la luz




313
de la "er~ad; desgraciadamente hasta la época
en que escribo auu no ha brillado tan ansiado
dia, porque á ninguno convencen, el hambre,
las persecuciones y el suplicio.


Si los francesesvieron frustrada su esperan-
za (le que se terminase la guerra civil en Sevilla,
tamlnen en cambio obtuvieron la reunión de
muchos militares espaüoles , y las filas de los
constitucionales quedaron casi desiertas. La COIl-
ducta observada en ocasión tan crítica pOI' el
jeneral Don Pablo Morillo, conde de Cartajena,
que mandaba el cuarto ejército de operaciones,
merece citarse á mi modo de ver. Sus ideas y
su amor al ór-len eran bien conocidas, porque
la guerra que babia declarado á la licencia
habia sido notoria corno las persecuciones que de
alli le hahiau resultado Los ministros siempre
constantes en confundir las épocas, habían
creído que la opinion abrasada por el conde de
Car~aiena en la guerra de la independencia, y
el deseo de adquirir llueva gloria serian un es-
tímulo muy poderoso para obligarle á comba-
tir á todo trance á Jos franceses J forzáronle á
volver á tomar el ruando que habia dejado. Su
llegada al ejercito no fue para el pueblo una
calamidad; :-.1 contrario bien convencido de
que los sacrificios eran inútiles mientras que el
gobierno español no adoptase el único partido




311
que le restaba, que era el de transijir con sus
enemigos, amortiguó cuanto pudo las pasiones,
y las provincias que estaban bajo sus órdenes
no sufrieron ni contribuciones estraordinarias
ni vejaciones de ninguna clase; su objeto fue
conservar la disciplina en las tropas, esperando
siern pre que el congreso nacional veudria á un
arreglo definitivo con los franceses.


Mas cuando lejos de realizarse sus esperan·
zas tuvo noticia de los escandalosos acontecí..
mientes de Sevilla, rompió los débiles lazos
que le ataban á aquel gobierno, y rehusó abier-
tamente reconocer la rejencia nombrada por las
cortes. Parecia que no le quedaba mas recurso,
una vez disuelto el gobierno constitucional, que
someterse á la rejencia realista que residia en
Madrid; mas el conde de Cartajena no pudo
resolverse á dar este paso antes de tentar el úl-
timo camino, el de dirijirse á los franceses y
llamar enérjicamente su atencion sobre el fu-
nesto aspecto que tomaban los negocios de Es-
palia, para no despreciar ninguna via de alije-
rar los males que deploraban todos los hombres
de bien, y cuyo único remedio estaba en las
manos del príncipe [eneralisimo. Mas la deter-
minacion del conde de Cartajena ,aunque die-
taja por las intenciones mas puras, aunque
todos los hombres de bien vieron en ella el úl-




4115
timo esfuerzo que se hacia en España para fun-
dar un gobierno libre de los furores del espíritu
de partido, escitó á un mismo tiempo la cólera
de los ajitadores de Cádiz y de Madrid, unos y
otros furiosos, y siempre do acuerdo para per.
seguir y anatematizar COn su odio á las perso.
nas que procurasen conciliar los ánimos (1).
El conde de Cartajena despreció igualmente á
Jos dos bandos, y se determinó á unirse á los
franceses con las tropas que militaban bajo su
mando para cooperar á la libertad del monarca
encerrado en C4diz, {mico término que se pre.
sentaba á los infortunios que despedazaban la
pátria. Mas con los mismos principios de OlO-
deracion que nunca le hahiaa parecido mas ne-
cesarios que en esta época , estipuló que ningu-


(1) Los absnlut istas de Madrid 110. q ner ian que.
se les atajase en el camino de los desórdenes y de
las vcngallzJs que ejercian : habían deseado la in-
vasion estl'anjera para v ence r sin peligro á sus
contrarios , pero obtenido ellriqnfo por los medios,
que á ninguno se ocultan, odiaron á los fra...reses
qne quer iau contcnerlos , escribieron contra ellos y
"arias revertas eut re los soldados estraujeros y los"
facciosos'ens angr'cllta ron las calles de la córte. T u-
vieron las a n t or id arles reali~t;¡s que J'eeorclar en sus.
proclamas el heueficin (lue dehian á los franceses, r




316
no seria perseguido por las opiniones que ante-
riormente hubiese mauifestado , y ecsijió segu-
ridad para las personas y para las propiedades,
ocupándose únicamente del bien estar del pUl'''
hlo.


Circularon en aquel tiempo copias de la es-
posiciop elevada por el conde de Carlajena al
duque de Angulema. Aunque no sea posible
responder de la autenticidad de un documento
de esta clase, como su lenguaje es muy Dota-
hle y sus aserciones tan verdaderas, y como
los ciudadanos honrados lo estimaron en tanto
precio mientras que los ajitadores realistas le
dieron el título de produccion revolucionaria,
me parece que debo insertarlo aqui en los tér-
minos en que llegó á mis manos.


fncargar la buena armonia y la paz con los inv aso«
res. y lo que el! mas admirable ~ hasta el millmó
Fernando en vez de entregarse, como parecia natu-
ral, en mallos de la Fraucia , se elltregó á las inspi.
raciones de la Rusia; y el gabinete de las Tullel'ias,
eouuluid a la lucha, sali6 de ella sin influencia nin-
gUIJa, Y rara cOllsf'gnir pn n na ocasiou medidas de
templanza en pI gallinl'tl' de Mad,-iet , t nvo quP 1111-
mj lla rse á men diga r la pr-ot eccion del embajador ru-
so. Tal es la gratitud de los partidos.




317


DE DON PABLO MORiLLO,
CONDE DE CARTAJENA,


AL PRINCIPE DE Al\GULEMA.


Serenísimo señor.


>lEI deseo de ~er títil á. mi p~tria , único
móvil de mis acciones, me obliga á tomar-
me la libertad de diriiirme á V. A. R. Las ad-
[untas copias de mis proclamas y de mi cor-
respondencia con el teniente je\>era\ Bourk, ins-
trurrán á V. A. R. de los motivos que he teni-
do para separarme del gobierno de Sevilla y
unirme á las tropas francesas, como tarnbien
de las condiciones que be puesto , y que me
han sido concedidas conforme & las prome~as
que V. A. R. ha hecho á los españoles, Ruego
á V. A. R. que tome en consideración Jos do-
cumentos citados, y me concretaria á for-
mar su estracto sino creyese conveniente que
V. A. R. los lea íntegros para que se forme
una idea esacia de mi posiciono"




318
«Estoy enteramente unido con el jeneral


Bourk y le he ofrecido todos los esfuerzos po-
sibles por mi parte, y por parte de las tropas que
están bajo mis órdenes para obtener la libertad
del rey y la completa pacificacion del pais. Los
socorros que puedo prestar al ejército frances,
aunque menores de lo que deseo, son de algu-
na importancia, por que podré contener los
pueblos en los límites del órden y evitar mu-
chos males. Mi conducta siempre franca y leal,
y el interés que constantemente he manifestado
á sus habitantes, me han procurado cierto eré-
dito que emplearé desde Juego en provecho de
estas provincias. Jarn-s hablaria de mi en tales
términos á V. A. R. sino creyese que cuando
se trata del bien público no debe callarse cosa
alguna."


»Mientras que las tropas que mando traba-
jan en poner un término á Jos males de la guer·
ra, y en contribuir tanto cuanto les es posible
á la libertad del rey,3 por la que suspiran todos
los buenos españoles, se nos ha dado el título de
revolucionarios en un escrito publicado en 1\Ia..
drid; y no se nos hubiera prodigado semejante
injuria sin el consentimiento del gobierno, pues.
to que la Gaceta sufre su censura. Presumo,
serenísimo señor, que me han tratado con tan-
ta lijereza de revolucionario, porque en vez




319
de conciliar los espíritus y de atraerlos, se pro..
cura ecsasperarlos : porque no me dirijo direc-
tamente á la rejenciade Madrid. Esto me obli-
ga á hablar francamente á V. A. R. de los
motivos que he tenido y que todavia tengo
pal'a no entenderme con la rejencia rnadri-
leña."


» Su gobierno no ha eorrespondido á mi
entender á las esperanzas de V. A. R.: y los
españoles que piensan, los que desean la estabili-
dad del trono, la prosperidad del pueblo, no
encuentran en su marcha ni la firmeza, ni la
decision que podrian salvarnos., En cuanto á
sus decretos puede decirse que no ha dado
uno solo fundado en los verdaderos principios
de conciliacion; podemos considerarlos mas
corno las reglas que be impone un partido triun-
fante, que como las que deben seguirse para
conseguir la union y la paz. Si atendernos á
los hechos hallaremos una apariencia aun me-
nos favorable por lo que mira á la capacidad
del gobierno actual. Por todas parles se oye
hablar de desórllenes, de encarcelamientos
arbitrarios, de insultos permitidos al pueblo,
de esacciones violentas; en fin, se 1~(l1 vida el
respeto debido á las leyes, y la anarquía no
cesa de af1ijir á la desventurada España.


»Este cuadro no está ecsajerado , serenísimo




320
señor, y los hombres mas sensatos de toda!'! las
provincias , se desesperan al ver las riendas del
gobierno flotantes) las autoridades procediendo
con una arbitrariedad escandalosa) y al popula-
cho desencadenado , halagado en vez de ser re-
prjrnido ; al ver en fin que no se observan las
leyes .


nTal es la vedadera situacion rle muchas
provincias , y DO Creo que ni las felicitaciones
recibidas por la rejencia , ni los regocijos des-
ordenados de las poblaciones á la entrada de las
tropas francesas ó de los realistas españoles , CCiU-
sen ilusión á alguno hast a el punto de persuadirle
que no queda otra cosa que desear, y que la
marcha del gobierno es buena y acertada. Mien-
tras que el vulgo recorre las calles y des.
pedaza las lápidas de la Con¡;titucion (1), insul-
tanda á cada paso á las personas mas respetables,


(1) Los- facci(l~os apenas e nt rah a n en un pueblo,
o:rijí;¡llse :í la p'"za nlJyor donde est aha colocada
por le regular la lápida 'Iue deci a pln.za de la COfU-
titucion , y desped az andola :í t.iros, y (Ir~ todos mo-
dos, sustituían otra querlecia pla.za real; para gOl.' la
imitacion tuese ecsact a. Los re a list as h ahi an visto la
especie tle Gestas cO[J[IIJC los ajitarlores se di ..ert iau
cuando at u mu lt ad.. s en nu a plaz u peJían la mudau ,
za de autori da.Ies , la deportacion de íos desafectos ó




321
profiriendo gritos furiosos de muera! y entonan-
do canciones desangre y de desolacion, los hom-
hres de bien lloran amargamente sobre la suerte
de un pais , cuyo destino parece cifrarse en caer
siempre en las manes de gobernantes que le ar-
rojan de estremo en estrerno. Los españoles ilus-
trados y celosos del honor de su patria, conci-
ben muy bien que ecsisten ciertos momentos en
que no se puede reprimir á la muchedumbre;
pero ¿que juicio deberán formarse del estado de
10i negocios, cuando unes momento!' que debe-
rían ser pasajeros, se prolongan semanas y meses
enteros?


»Pues los hombres que esperirnentan ahora
tanto disgusto, son precisamente los que han
derribado al gobierno anterior. Si, serenísimo
señor, no cabe duda alguna. L3s cortes despo-
jando á loe propietarios de sus bienes, distribu-
yendo los de! clero secular y regular , pre-


daban müsicas á sus ami~os; y tomanclo el gusto á
aquellas b aca n ales las repit ie ron en nombre del des,;"
pot ismo , como sus antecesores lo habían hecho en
nombre de fa liceucia. Así la democracia ha reiua do
e n España 1Jajo) Jos foruias opuestas de go1Jie¡"lo; 6
por mejordecj r hace uruch isimos anos que en la Pe-
nínsula no "a h nbido ¡;obil'nJo ~ y solo an ar qu ía dis-
frazada y hautiz ada COII distintas deuouriuaciones,
pero siempre la misma.




322
dicando y tolerando el desórden , hubieran
arrastrado á la muchedumbre á la resistencia,
y V. A. R. hubiera enccntradosobre los
Pirineos numerosos ejércitos de patriotas que
se hubiesen formado como aconteció en Fran-
cia en iguales circunstancias: porque el pue-
Llo espaüol , no es ni menos ilustrado ni me-
nos afecto á su pais que lo era el pueblo fran-
cés en la época de 1789. Mas los varones de lu-
ces y probidad, amaestrados por la revolución
francesa han opuesto un dique al torrente de la
anarquía: el resultado de sus esfuerzos no ha si·
do rápido, pero seguro: han conseguido formar
esa opinion que ha desacreditado completa-
mente á la demagojía, que ha sido causa de.que
ni el estímulo del desórden , ni el imperio del
terror hayan podido armar al pueblo en defensa
de la Constitucion. Ahora solo se presta oidos
á la voz confusa de la multitud: pero la calma
sucederá á la efervecencia y la verdadera opi-
nion ocupará su lugar; y entonces, i desgracia-
dos de nosotros si el gobierno no la ha consul-
tado!"


»Quizás abuso, serenísimo señor, de vues-
tro tiem po; pero V_ A. R. perdonará con la
bondad que le caracteriza la importunidad de
un ciudadano profundamente ocupado en el
bien estar de su patria) y que dirijiéndose á




323
V. A. R. cree hablar á la persona que mas par-
te toma en la ventura de España. Si desde este
momento la rejencia no adopta las medidas
mas eficaces para conciliar los ánimos y enju-
gar las lágrimas de millares de familias; sino
renuncia al fatal principio de mirar como bue-
llO todo lo que ecsistia antes, y juzgar por ma..
]0 cuanto se ha ejecutado desde 1820; en una
palabra, si el gobierno no muda de rumbo, no
solamente quedaren frustradas en gran parte
las miras de S. M. C.ma y las de V. A. R., sino
que cuando llegue el instante deseado de que
el rey recobre la libertad, la anarquía habrá
lomado cuerpo ~ se calificará la voz del popula-
cho de voz de la opinion pública; quizás será pe-
ligroso entonces contrariarla , y el monarca no
será libre de dar á su pueblo las leyes que le
combienen.',


» Tales son los motivos que me han obli-
sado á no dirijirme á la rejencia de Madrid, .1
cada dia adquiero nuevas pruebas de que tales
motivos no carecen de fundamento. Deseo con
el mayor ardor la libertad del rey, y quisiera
conseguirla á precio de mi vida, porque es.
toy Íntimamente convencido de que pondria
Un término á la funesta discordia que nos de-
vora. Contribuiré á todo trance á tan impor-
tante objeto, de acuerdo con las tropas Iran-




324
cesas; pero me torno la libertad de manifestar
á V. A R.) que ni los principales oficiales de
mi ejército ni yo reconoceremos á la rejencia
mientras que siga la marcha presente, porque
entonces nos verismos forzados á ser los ejecu-
tores de sus disposiciones, y no tenemos bas-
tante reslgllacion para causar voluntariamente
al pais males irremediables. Tal vez por consi..
derucioues que no penetro, se querrá (lue haga-
mos el sacrificio de reconocer al gobierno de
l\1JJrid: en tal caso tengo el sentimiento de
anunciar á V. A R. que ni mis primeros ofi-
ciale,,; ni )'0 podemos suscribir á semejante con-
dicion, y entregando nuestras espadas nOS
constituiremos prisioneros de guerra."


1) ¿Será tanta mi desgracia que el lenguaje
franco de un militar de honor se atribuya á
orgullo ó á otros motivos innobles? Me persuado
<lue no, mucho mas cuando el [eneral Bourk está
Lien penetrado , á mi modo de entender, de
la pUl'eza de mis intenciones; y espero que
V. A. H no hallará en este escrito sino la
manifestación del deseo mas ardiente de que el
rey recobre la libertad, y de que cimente el
¡;olJierno sobre bases bastante bólidas, para que
mi desventurada pátria no tenga jamás que te·


. "mer una reaccion,
Repito que no puedo garantir la autenticidad




325
de este documento; ni asegurar si llegó efecti'..
vamente á las manos del príncipe frances ; al-
gunos alegarán de que el reconocimiento de la
rejencia realista, por el conde de Cartagena,
desmiente el escrito. Hay sin embargo motivos
para creer que es verdadero, y juzgo que los
lectores no llevarán á mal suillsersion, por
que los principios en que se funda están ente-
ramente de acuerdo con mis doctrinas, y por
que los sucesos no han hecho otra cosa que con.
firmar su esactitud. i Que verdad no encierra
esta esclarnacion! i Desgraciados de los espa.
ñoles si el gobierno no consulta la verdadera
opinion pública y desprecia el grito de los par~
tidos ¡Cada dia se multiplican en España las
pruebas de la profundidad de este pensarnien-!
too c..


Si el conde de Cartajena hubiese abrazado
con calor la causa de las córtes, los franceses
hubieran encontrado en él un terrible adversa-
rio ., ó bien se considere su mérito militar Ó
hien se tome en cuenta la posición que ocupa-
ba. En efecto, ninguna provincia ofrecia me-
dios tan poderosos de formar un ejército como
Galicia ~ su poblacion que raya en millon y
medio de habitantes, podia suministrar nu-
merosos reclutas y recursos muy considerables.
La grande estension de sus costas pone aquel


TOMO U. 22


'."




326
reino en comunicacion con las provincias ma-
rítimas de la Península y COn los paises estran-
[eros , y desde sus puertos podia causarse nota.
ble daño al comercio frances. Hallándose situa-
do á una grande distancia de la frontera , y le-
jos de las líneas de operaciones del ejército de
invasiou , los franceses no podian destacar una
fuerza respetable á Galicia, y los estrechos des-
filaderos que es preciso atravesar por cualquier
PQ.uto que se intente penetrar en el pais , lo po·
nen tarnbien á cubierto de una sorpresa.


Al propio tiempo que ninguno podrá negar
estas ventajas de Galicia, algunos lectores ob-
servarán que eran inútiles por la mala volun-
tad de los habitantes que no eran partidarios de
la licencia. Es una verdad; mas en esto mismo
debe reconocerse la influencia de los moderados
que lograron apartar la mayoria del pueblo de
las seducciones de los ajitadores. Si el conde de
Carlajena á su llegada al ejército, á cuya cabe-
za hubiera podido ponerse mucho antes, se hu-
biese unido á los hombres de opinionesestremas;
si hubiese perseguido ó desterrado á los que po..
diau oponerse ásus designios; si hubiese mandado
publicar el decreto de las córtes sobre señorios
y hubiera querido sublevar los colonos contra
los propietarios, no cabe duda, para el que
conozca el reino de Galicia , que hubiera hecho




327
en aquella provincia una verdadera revol ucion,
y que los gallegos hubieran ayudado eficazmente
á la ejecucion de sus planes. Que los que se de-
clararon contra la Constitucion digan el parti-
do qua sacaran de tos vecinos de Galicia , J" si
S11S bandas encontraron nunca apoyo ó toma-
ron incremento ó arraigo. Un destacamento
de cuarenta constitucionales atravesaba el país
en todas direcciones antes de la entrada de los
franceses sin encontrar en ninguna parte oposi-
cion. Un gran número de curas puede decir
como recibieron sus ovejas el decreto de la re-
¡encia de Madrid, que ordenaba pagar entero
el diezmo que el congreso nacional ha bia re-
ducido á la mitad. Ecsaminen las autoridades si
la numerosa población rural deGalicia ha toma-
do acaso la menor parte en lo que en Espaüase
llama la restauracion , y si se manifiesta mas
contenta hoy dia (') que lo estaba á principios
de 1823. En hor... buena que el partido fanático
que dominó en España crea que las palabras


Ialtar y trono tienen para con este pueblo una
fuerza irresistible, y que el gobierno descanse
en la idea de que la fidelidad es la virtud do-
minante de sus súbditos: por eso no dejará de


. ¡


(1) Esto se escribia á fines de 1825.




326
ser una verdad demostrada que el sentimiento
mas poderoso de los españoles, principalmente
de las provincias del norte y de Galicia, es el
de su propia felicidad: las demas afecciones y
miramientos hállanse entre'ellos subordinados á
este principio [eneral, y nunca pagarán Congus.-
to ni el diezmo ni el impuesto del voto de San-
tiago. Entiéndanlo bien los que se imajinan que
un fraile es omnipotente en la Península, y que
los españoles están en estremo apasionados á
las formas y á las mácsimas de su' antiguo go-
bierno (1).


El ejército del conde de Cartajena ascendia


(1) j Cuan jenera1 y cuan equivocada es la opi-
nion que se han formado los franceses y casi toda la
Europa de la iníluencia del clero español, y parti..
cu larmente oe los frailes sobre el pueblo! No nega-
remos que ha ecsistido y tampoco que ha sido gran.
de en todos los asuntos que guardan relacion inme-
diata con la conciencia: mas esta infiuenciacede
siempre y de todos modos al grito del interes y da
la felicidad. Desde tiempo inmemorial los frailes
han sido siempre el tipo de la ridiculez, ó los hé-
roes desvergonza(1os de un sin numero de cuentos y
de leyendas que circulan por el país, No. ecsiste
quizás un marido que no diga por zumba á su mujer
que prefiere la visita de una compaü ia de scldados




329
al 6n del mes de mayo á cerca de catorce mil
infantes .Y mil y doscientos caballos, porque
habia sido reforzado con las tropas que se re-
tiraban de las provincias vascongadas, de San-
tander y de Burgos. Conforme al decreto de
las córtes , tocaba á Galicia aprontar mas de
seis mil hombres para el reemplazo del ejército
permanente y de la milicia activa, y era muy
fácil hacer tomar las armas á otros cuatró mil
con solo llamar al servicio una parte de los li-
cenciados, A mas, el conde podia sacar recur-
sos de Asturias y de una parte de Castilla, de
suerte que sin aventurar nada no será una te-
meridad el creer que antes del mes de agosto


en su casa al trato de un fraile. Los labradores mas
grosel'Os saben muy biéll CflIe las limosnas que pi-
den tos hermanos de trigo)" otros productos, invo-
cando á los santos,' son gallerías para su regalo. El
diezmo se ha pagado s ie eipre con suma repuguan-
cía, y hacia muchos años que se necesitaba el aosi-
[io de la autoridad civil en casi todas las diiScesis
para su cobro. En una palabra, el trono es el ün ico
sosten de lo que se llama el altar, en vez de sostener
el alt ar ,,1 trono- Lo cierto es que en el rei ua d o de
Cárlos IV el prestigio del clero se desvaneció hasta
tal PUllto, pOI' la d ismiu ucion .de sus rentas ~ que
probahlerneute hubiera quedado encerrado en los




330
hubiera podido contar á sus órdenes veinte y
cuatro mil hombres y tres Ó cuatro mil caba-
llos, porque después de la retirada de Madrid
la brillante caballeria del tercer ejército se des-
tinó al cuarto. ¿Y quién creerá que los france-
-ses hubiesen penetrado en Audalucia dejando
en Galicia un cuerpo de tropas tan numeroso?
Entonces el conde de Cartajena podia marchar
sobre Burgos, y si queria obligar á los invaso-
res á repasar el Ebro sin arriesgar cosa alguna
por su parte, podia repetir ei movimiento que
hizo el ejército de Galicia en 1808, efectuado
segunda vez por los ejércitos ingles y portu-
gues en 1813; esto es t atravesar el Ebro cerca


límites en que debe estarlo en un reino católico. pe-
ro la guerra de la independencia, en la que prestó
servicios muy importantes, el no cumplimiento de
las promesas que se le habian hecho en el reinado de
José, y la estúpida pers ecuc ion que le declararou
algunos homhres inespertos y acalorados, prescutá.
roule un campo de batalla donde defender su ecsis «
ten ci a política y material, y la insultante neglijen-
cia del gobienlo re pr-eseutat.ivo en lIO pagar sus pen-
siones á los frailes secularizados ,junto COII las san-
grientas escenas de la Uoru ñ a y del obispo de Vich ,
r-est itnv eron al clero POl' Jueves instantes su antigua
iuñueucia ,




331
de su oríjen , y dirijiéndose por los lindes de
Castilla , rozando con la Vizcaya, caer sobre
Vitoria. Por donde quiera que se dirijiese hu
hiera encontrado el apoyo de los voluntarios
nacionales, y detodos los que por consecuen-
cia de las proscripciones de la junta provisio-
nal y de la rejencia, ó por resul tado de los
desórdenes tolerados por Jos ajentes de es-
tos -poderes, se veian amenazados y persegui-
dos. Eran estos en gran número, en jeneral
hombres propios para la guerra, y dispuestos á
hacerla á todo trance, porque estaban desespe-
rados. Final mente, aun cuando el conde de
Cartajena no hubiera aumentado su ejército,
tenia á su disposición mas medios de los que
necesitaba para impedir la entrada en Galicia
de la division Bourk , y ninguno podia obligar-
le á tomar el partido que abrazó aun después
del desli:'nlace de los sucesos.


Me he detenido en estos detalles para con-
fundir á los que manejaban entonces los ne-
gocios de E~paña'y á los que han continuado
ejerciendo su influencia sobre ellos ; quienes
afectaron creer que si el conde de Carta [ena se
unió R los fl'anceses fue violentado por la neo
cesidad Los lrornbres de que hablamos ponian
en duda si el ejército Irances era necesario
para conseguir la libre salida de Fernando de




332
la plaza de Cadiz, para atribuir su mérito e$.
clusivarnente á los que entraron en España con
la retaguardia francesa ó se dieron á conocer
en la Península únicamente por sus manejos
oscuros y tortuosos. Ved aqui los individuos
que quieren atribuirse la gloria de haber der-
rocado el partido de las córtes , y que pracu-
ran deprimir los servicios de todos los que no
pertenecen á su facción. Los moderados no les
disputan el derecho esclusivo de que tan es-
candalosamente han, abusado, eternizando la
confusion y la anarquia en todos los ramos del
gobierno español, no respirando sino furor é
ignorancia y haciendo alarde de .Ia mas negra
ingratitud. Mientras que gozan de tan funestas
prerogativas al presente (l) , y precipitan á la
pátria en una nueva carrera de infortunios, la
historia recoje sus notas para manifestar lo qué
fueron los que en 1823 y en los años anterio-
res se dieron el título de adictos al rey y á la


, monarquia , los que le sacaron de la isla gadita-
na, y los que cubrieron la España de luto en
dias que solamente hubieran debido consagrar-
se á la alegria y á la ventura.


(1) No lo olvide el lector: en ld25.




333
Y como cuando se trata de abrir la lucha


con los españoles [uiciosos, las cabezas acalo-
radas del Manzanares y del Támesis se reunen,
necesario es no olvidar tampoco á los últimos
y responder á sus declamaciones. En vista de
los.medios que acabamos de esponer reunia el
conde de Cartajena para aumentar su ejército,
podrá quizás sacar alguno la consecuencia de
que sus esperanzas no carecian de fundamento;
y que si el [eneral hubiera querido, los france-
ses no hubiesen entrado en España ó hubieran
encontrado en ella una valerosa resistencia. Mas
de que una cosa pueda acontecer en ciertos casos
no debe inferirse que necesariamente haya de su-
ceder asi , y obligacion era de las córtes y del
ministerio ecsaminar si en efecto se hallaban
preparados los ánimos para recibir semejante
direccion: la razón y la esperiencia debía ha-
berlos convencido diariamente de lo contra-
rio. Si el gabinete hubiese colocado á la cabe-
za de los ejércitos [enerales imbuidos en tales
ideas, y capaces por lo mismo de emplear to-
dos los caminos para hacer prosperar su ({aU83,
semejantes partidarios carecían por lo cornun de
crédito como militares y como politicos ; y
contrariados continuameute por sus subalter-
nos, porque en las filas se contaban muchos
oficiales de opuesto partido, nada hubieran po-




334
dido ejecutar, como se verificó en todas par-
tes donde empuñaron el baston del mando.
Nece.sitaba, pues, el ministerio valerse de je;'
nerales de reputacion , y estos no podian con-
sentir que la revolucion siguiese la marcha que
deseaban las córtes : en tales términos se espli-
có el conde del Abisbal , de quien no eran de
esperar tantos miramientos. El [eneral, Bailes-
terosauuque se manifestó ze!oso partidario de
la libertad, apenas tomó el mando del ejército
comenzó á dar constantes pruebas de modera-
cion: los ajitadores que militaban bajo sus ór-
denes fueron tratados como merecian y con-
cluyó una capitulación con los franceses, como
vere.nos mas tarde. El jeneral Villacampa mos-
tró los mismos sentimientos, y he dicho ya
como se condujo el conde de Cartajena: tu
cuanto á Mina, defensor del ministerio que díó
la respuesta á las notas de la santa alianza, y
que habia abrazado su causa con tanto ardj-
miento, no pudo conseguir ventajas de consi-
deracion , y aunque en todas partes colocó á
los hombres de su confiauza , varias tropas le
abandonaron , las plazas importantes de su pro-
vincia. se rindieron al enernigo , y sus débiles
esfuerzos fueron enteramente vanos.


¿ Mas cu:il era el objeto que podian propo-
nerse los [efes y los españoles en jeneral, defen-




335
diendo al partido estremo que se había apode-
rado del gubernalle del estado? Supongamos
que todos fuesen entusiastas por la Constitucion
de 1812 , Lse cum plia acaso la letra de aquel
código político? ¿No violó el mismo gobierno
la mayor parte de sus artículos, no concluyó
por hacer pedazos sus principales bases, como
Ia autoridad real, y esto por medio de movi-
mientos tumultuosos? [Tan fácil era restablecer
al monarca en su autoridad des pues de haberle
despojado de ella, haberle violentado á eucer-
rarse en Cádiz y haber degradado y ultrajado
indignamente el trono constitucional! Los ají-
tadores reconocieron que la época no era á pro-
pósito para verificar un cambio de Constitu-
cion: porque hubiera silo una manifiesta in-
consecuencia trocar la forma del gobierno cuan-
do se clamaba en todas partes que el código de
1812 era el mas perfecto, y que por esta razón
no debian sujetarse á su reforma. Quisieron,
pues, conservar la dignidad real, aunque fuese á
precio del absurdo que cometieron declarando á
Fernando el 1I de junio en estado de ineptitud
moral, .Y rehabilitándole el 15 del propio mes.
¡Con cuanta mas justicia se debía haber decla-
rado en estado de delirio á los que dieron amo
bes decretos!


Tal es la conducta que siguieron los libera-




336
les de OplnIOneS estrernas cuando vieron que
no podian contar con nadie para destruir la
monarquia; mas si la 'Victoria hubiese corona-
do su causa" si los franceses hubieran sido re-
pelidos de la Península" como debió haber su-
cedido, distinto hubiese sido su lenguaje. Y en
el conflicto á que habían llegado los hechos,
declarado Fernando por ellos enemigo del go-
bierno representativo, y sin haber cesado de
conspirar para destruirlo, l como hubieran po.
dido mantenerle en el trono? De todos los pun-
tos hubieran llovido las representaciones para
que fuese destituido y sujetado á un juicio, y
no cabe duda en que tales proposiciones hubie-
ran encontrado apoyo y raices en la asamblea
popular y en las mismas autoridades. De aquí
se seguia la necesidad de mudar hasta los, ci-
mientos del pacto que rejia , y es muy proba-
ble que plantado bajo tales auspicios el árbol
de una libertad indefinida huhiéranlo regaJo
con sangl'e los escesos. Estas esplicaciones re-
pugnan al corazón del escritor: conoce que en
1J cÍe junio, en medio de la efervecencia y del
terror hubo muchos diputados que votaron el
nombramiento de la rejencia sin preveer sus
resultados, pero eran inevitables; preciso
es confesarlo ahora, Paréceme un sueño el
imajínar que vencidos los franceses, no hubie-




337
ra dominado en las nuevas córtes que se junta-
sen en España la democracia mas desenfrenada,
y que los inventores de motines, embriagados
con su triunfo, no habrian intentado llevar á
cima el proyecto tantas veces anunciado de es-
tablecer las formas republicanas. Reflecsionen
los españoles mas ardientes el estado á que ha-
hian llegado los asuntos políticos en España en
el mes de junio de t823 , Y digan el partido
que hubiera tomado el congreso lejislativo si
enjulio, en agosto, ó mas adelante hubiese re-
gresado triunfante á Madrid, lihertada la Pe-
nínsula como en el año catorce de la invasion
estranjera : no podrán menos de confesar que
era absolutamente imposible sostener la mo..
narqUla.


Ecsisten todavia algunos españoles alucina-
dos por la posicion en que se encuentran, que
creen de buena fe , que los franceses arrojados
<le la Península y vencedor el partido que ama-
ba la libertad, hubiesen brillado los bue-
nos principios y resplandecido el órden público
en su primitivo esplendor. Los que asi piensan'
no recuerdan sin duda la conducta que obser-
varon las córtes en [. o de marzo de 1822. y la
del nunca bastante criticado ministerio de las
notas. Entonces IQs ;peligros eran mucho me-
nores y ecsistian aun ilustrados campeones que:




3:38
defendian en la asamblea las doctrinas protee-.
toras de la sociedad; y sin embargo se procla..
maron , decretaron y sancionaron los princi-
pios mas democráticos, Ó por mejor decir Jos
mas incompatibles con el reposo y el bien es-
tar consecuente del pueblo (1). Ecsamínense,
los discursos de los diputados que estaban .á la
cabeza del partido que alli dominaba, y véase:
si es posible que los representantes que en me-
dio de Jos mayores embarazos se perdianen
sus opiniones, divagando por reinos imajina-
rios 11''1sta el estremo que llegaron, invocasen
la moderación despues del triunfo de su can-.
sao Delirio seria creerlo asi , mucho mas cuan-,
do repetidos ejemplos, .Y el mas terrible de
todos, la revolucioo francesa pantentizan lo
contrario.


Es del mismo modo, evidente que si los in-
vasores hubieran traspasado los Pirineos aco-
sados por las armas españolas., estas 00 se hu-.
hieran detenido en la frontera, y que los ejér-
citos de las altas potencias de Europa hubie-
ran venido en socorro de la Francia é inunda-


" í


1 Un principio brillante en, teoria es á veces fa-
rrestísimo en la práctica. r,




339
do la Península ibera (1). ¿De que podia apro-
vechar entonces el triunfo efímero conseguido
contra cien mil franceses? A no ser que algu.
nos piensen que despues de la mudanza; de go-
bierno ó de los desórdenes que debian acompa-
ñarla por una consecuencia natural del cambio
y de la victoria, hallaría el gobierno represen.
tatívo aliados en el continente ó en las islas.


En cuanto al cuadro que hubiera presenta-
do la nacion española si el partido estremo que
domiaaba hubiera salido victorioso del puerto
de Cádiz , no olvidemos que en medio cle sus
mayores tribulaciones, por un vértigo inconce-
hible , algunos demócratas nunca han cesado
de concebir planes de esterrninio, Un gran nú-
mero hahian huido de los pueblos ocupados por
los franceses ó abandonados por las tropas
constitucionales. Los decretos de la junta pro-
visional} los de la rejencia, y la influencia de
los ajentes de 'ambos gobiernos, en vez de con-
ciliar los ánimos los ecsasperaban ,y succedian-


(1) Téngase presente qoeentonces las relaciones
ysimpatias de la Francia con las altas potencias del
norte distaban mucho de las que áhoraecsisten,
porque la revolución de 1830 mudó la faz de Jos
lIegucios políticos.




340
se los desórdenes y acumulábanse las violencias.
Los ajitadores no necesitaban tanto motivo, si
la victoria arnanecia en su campo, para sacri-
ficar como víctimas á sus contrarios en norn-
hre de la pátria, Las persecuciones hubiéranse
estendido á la nobleza ,al clero, á los serviles
y principalmente á los moderados: porque á
todos se confundía con el título comun de
enemigos de la libertad, y á todos se acusaba
de haber conspirado ó protejido la entrada de'
los franceses. España sino la ocupaban pronta-
mente los ejércitos estranjeros , hubiera sido
sucesivamente la presa de diferentes partidos;
cada uno de ellos hubiera ensangrentado su
suelo y hubiera ofrecido á la Europa un segun.
do ejemplo de las nuevas repúblicas arnerica-
nas. Los gobiernos se hubiesen succedido unos
á otros: ¿quién hubiera sido capaz de designar
la época en que la aurora de la paz se hubiera
mostrado en el horizonte español? iQue cade-
na tan larga de felices sucesos no fue necesa-
ria para consolidar en Francia un gobierno que
impusiese silencio á los partidos y restableciese
la calma! Cuantos han meditado sobre las re-
voluciones en jeneral y observado la marcha
de la de España, sus planes, el lenguaje de los
ajitadores en las sociedades patrióticas, en las
~ecretas y en los periódicos) se manifestaban




341
enteramente 'Convencidos de que el triunfo del
parlidoestremo liberal hubiera causado á la
nación un torrente de desgracias, cuyo térmi-
no 110 podia designarse del mismo modo que
fluyeron los males de la victoria del bando rea..
lista que nos inundó en sangre. La felicidad hu-
hiérase seguido únicamente á la reforma de la
Constitucion, á la unión y buena intelijencia
de los partidos, los cuales se confunden con
la clemencia, y cediendo cada cual de su de-
recho;' no COD la maerte ¡la venganza. .


TOMO 11. 23




OPERACIONES MILITARES.


Las córtes se habian retirado á Cádiz y
conducido consigo al monarca; y como la im-
prevision mas completa presidia á todos los
actos de aquel gobierno, encontráronse en
la plaza sin dinero y con escasos medios de
defensa. Apenas puede UnO persuadirse que la
neglijencia llegase á tan alto punto, habiéndose
designado por último refugio la isla gaditana',




343
desde el primer momento en que resolvió la
asamblea que el gobierno abandonase la villa y
córte de Madrid. No se habían reparado las
Icrtificacionea de Cádiz desde el año 1812 en
q\le el mariscal Soult levantó el sitio de la pla-
za ; ballábans~ los e..ücnes desrnontados , algu-
nos inútiles, PtfOS sin cureñas; faltaban los fu-
siles,y algunos cuerpos no pudieron nunca
completar el armamento necesario) sobre to-
do después de la torna del Trocadero. Solo q1le...
daban setecientos quintales de pól vora para la de-
fensa del puerto y de la isla de Leon ) y hubo
que recurrir á la marina que pudo suministrar
mil quintales. Las tropas consistian en catorce
batallones de infanteria de línea y de volunta-
rios nacionales de Madrid y de Sevilla, ascen-
diendo 6U fuerza total á siete mil y cien horn-
bres, cerca de docientos zapadores , docientos
cincuenta artilleros y sesenta ó setenta caba-
llos , también de voluntarios madrileños. Los
seis batallones de la milicia nacional de C;idi~
tenian cerca detres mil plazas.Nose contaba COl1
recursos de ninguna clase, J las córtes se hu-
hieran visto obligadas á disolverse algunos días
después de su llegada á la isla, sino hubiesen
conseguido sacar dinero dé los fondos debidos
por el gobierno frauces , á consecuencia de las
indemnidades estipuladas á la paz [eneral , y




344
que llegaban á diez y sietemilJones de francoe
que habian estado detenidos en Francia. Una
persona de )a confianza del gobierno estaba
encargada de cobrar la referida suma, y supo.
níase que obraba ya mucha parte en su poder:
las córtes no obstante que estos fondos perte-
necian á particulares, aplicáronlos á las ne-
cesidades del estado, y negociaron cerca de
treinta millones de reales que perdieron los co-
merciantes que los habian adelantado, por-
que el ajente encargado de la cobranza y con-
tra quien se habian jirado las letras de cambio,
las deló protestar. (1)


Presentáronse los franceses delante de la is-
la de Cádiz el 23 de junio, y comenzaron á
trazar y leventar las baterias sin emprender
operación alguna: rayaban sus fuerzas en doce
mil hombres. El 16 de julio los constituciona-
les hicieron una salida por el camino real y
por el Trocadero, que sin duda no tenia mas
objeto que un reconocimiento" y retiráronse
con alguna pérdida.


(1) Nadie ignora en Europa Ja historia de la sus-
traccion de estos fondos por el consul jeneral Ma-
chado, y el proceso que se siguió contra este y con.
tra su amigo Meudizllbal.




345
Aurnentábllnse 1&~ fuerzas navales de, los


,franceses, mas estos no podian impedir las ca-
municaciones, y los víveres no pasaban dentro
de ,la plaza de su precio ordinario ~ si no es la
carne Jr el carbon que adquirieron mas valor,
escaseando tambien el pescado.


El duque de Angulema salió de Madrid el
28 de julio para unirse á las tropas de su ejér-
cito, que acampaban delante de Cádiz , y para
presidir en persona las operaciones del sitio;
el :16 de Agosto llegó al puerto de santa Maria,
y el cuerpo frances recibió varios refuerzos. .


El tercer ejército español continuaba su re-
tirada á Andalucía, puesto á su frente el [eneral
Lopez BarIOS. Entró en Sevilla el 16 de junio
110 sin haber esperimentado alguna resistencia
por parte del populacho que habita los arraba-
les, y que intentó defender el puente del Gua-
dalquivir: mas sus esfuerzos fueron de poca
importancia, y Lopez Baños penetró en la ciu-
dad sin perdida de tropas. Temiendo verse
cortado si se retiraba á Cádiz por el camino
real, tornó la direccion de Huelva, Los france-
Bes que !legaron á Sevilla el1 8 de junio le si-
guieron sin descanso, y se apoderaron de toda
la artilleria: la caballeria se dirijió á Estrerna-
dura, y únicamente mil infantes que se em-
harcaron en Huelva lograron llegar áCádi:¡ con




346
SU jefe Lopez Baños, Se le mandó formar cau-
sa por haber abandonado las tropas que' mili-
taban áeus órdenes, pues no supo desplegar
mas talento ni destreza cómo [eneral en jefe


! que los que habia mostrado en el ministerio de
la guerra.


En Cataluña los franceses lograban tarnbien
contíuuaa ventajas contra los soldados constitu-
cionales; y á mediados de julio ya se hallaba
bloqueada la ciudad de Barcelona: Mina dere-
sultas de la última campana habia caído enfer-
mo y retirádose al interior de la plaza.


El conde de Cartajena se unió al [eneral
13ourk; y el 10 de julio principiaron á manió-
hrar de acuerdo para restablecer el órden en
Galicia : la division francesa se dirijió á laCo-
ruña y acometió aquel punto al tiempo mismo
que una brigada entraba sin oposición en el Fer-
rol. El conde de Cartajena ocupó á Santiago y
á Pontevedra despues de haber arrojado de alli
lt sus defensores: dispersó Una columna en el
pUt~rto de san Payo, y reforzado con la briga-
da francesa de Larochejaquelin , puesta á sus
órdenes; obligó al enemigo á retirarse á Oren-
se: el 3 de agosto ocupó la plaza de Vigo.


No hacian los franceses progresos en el si-
tio de laCoruña , no teniendo artilleria gruesa
de batir ~ porque solo sacaron del Ferrol ocho




347
esñones .clehierro y les faltaban lag, municio-
nes. La ocupación de Vigo ofrecia recursos su-
ficientes de una y otra clase; mas antes de uti-
lizarlos la guarnicion reconoció la autoridad
del conde de Cartagena y abrió las puertas
de la ciudad el 21 de agosto. En aquellos dias
mismos las tropas francesas y españolas alejaron
de Orense los restos de los constitucionales, y
obligáronlos á sahr de Galicia: intentaron éstos
encaminarse á Estremedura ó á Ciudad-Hodri-
go , mas habiendo sido alcanzados antes de pa-
sar el Duero, rindieron las armas en número
de mil y quinientos hombres.


Eljeneral Ballesteros, despues de haber
perdido la línea del Júcar , penetró en la pro..
vincia de Murcia..y siguiéndole de cerca el con-
de Molitor se internó en el reino de Granada,
dejando guarnecidas las plazas de Alicante y de
Cartajena, El 28 de julio atacaron los franceses
cerca de Arenas una división de Ballesteros,
compuesta de seis batallones, que hubo de re-
plegarse con pérdida. Ya antes de esta accion
el jeneral Ballesteros habia enviado parlamen-
tarios al cuartel [eneral del segundo cuerpo del
ejército frances , pero no se habían admitido
las condiciones que proponia. En fin" el 4 de
agosto concluyó Con el conde Molitor un con-
venio, en el que el jeneral español y su ejército




348
reconocian la autoridad de la rejencia de Ma.
drid : las tropas hahian de ocupar los acantona.
mientes que se les señalasen: ninguno debía ser
molestado por las opiniones anteriores al con-
venio, ni por los hechos relativos á sus opinio-
nes, y los jenerales, jefes y oficiales conserva-
rian los empleos, el sueldo, el cuerpo á que
pertenecian y sus condecoraciones. El duque
de Angulema ratificó el anterior convenio.


Las plazas de San Sebastian y de Santoña
seguian bloqueadas, como igualmente las de
Cataluña, y los franceses hacian sus preparati-
vos para sitiar á Pamplona.


He adelantado algunas indicaciones acerca
del rumbo que habia tornado la rejsncia de
Madrid (f), y ahora voy á ecsaminar hreve-
mente sus principales operaciones, para que
mis lectores puedan formar .un juicio ecsacto é
ilustrado de lo que hizo aquel gobierno por la


(1) Componíase la rejencia de Madrid de las por-
.011311 siguientes.


El duque del Infautado , presidente.
El duque de Morternar.
Don Juall Cavia, obispo -de Osma,
Don Antonio Gomez Caldel'Oll.
Elbaroll do Erales.




319
felicidad ó por la desventura de la nacion es-
pañola.


El espíritu de la re[encia fue el mismo que
el de la junta provisional, y ambos gobiernos
siguieron igual divisa que el partido estremo
que dominaba en Cádiz: no transijir con nin-
guno que abrigase ideas opuestas al interes mas
mínimo de su bando. La junta provisional ape-
nas habia tenido tiempo para desarrollar sus
planes, y había mostrado siempre una com-
pleta dependencia del jefe del ejército invasor;
pero la rejencia que se consideraba ya como
Un poder consolidado llevó mucho mas lejos
sus pretensiones.


La rejencia había sido establecida para
ejercer un poder necesario , hasta tanto que
el rey pudiese ocuparse de consolidar su tro-
no j de asegurar la dicha debida á sus súbdi-
tos: en estos términos se espresaha la procla-
ma del duque de'Angulema ,que precedió á su
creación. Las atribuciones de la re [encia se li-
mitaban á conservar el órdsn , y sus esfuerzos
debían dirijirse á obtener la libertad del rey.
Sin embargo, usurpando una autoridad que de
ningun modo tenia, escediendo los límites de
un gobierno provisional, y apoderándose de
las facultades soberanas , no solo declaró nulos
todos los decretos de la época constitucional,




350
Bino que no juzgó conveniente restablecerlas
cosas en el estado en que el rey las tenia antes
del 7 de marzo de J820 ,. Y permitióse mudan-
zasde la mayor importancia.


La rejencia establecíó un sistema de im-
puestos, derogando los decretos del monarca
que rejian en la materia á principios de t820,
Y establecien-Io una medida nueva y de las mas
esenciales, puesto que aboliala contribucion
directa que cornponia la parte mas considera.
ble de las rentas del estado. Alteróse igualmen-
te la organizacion de las milicias provinciales,
objeto de la mayor trascendencia: al regla-
mento de f820 que estaba bien con vinado con
los progresos hechos en las maniobras de la
infanteria, se sustituyó otro de mitad del si·
glo pasado', que probaba la' vergonzosa igna..
rancia de sus autores. Si se preguntase á los in-
dividuos que componian la rejencia .. en virtud
de qué poderes abolian los decretos dados por
el monarca aun antes de que hubiese prestado
juramento á la Constitucion, es probable que
no sabrian absolutamente qué responder, por·
que no habia razón ninguna ... por remota que
sea, para abrogarse tales facultades. Recurri..
rian quiz is á las circunstancias, y á la conve-
·nienc¡a pública: pero ademas de que no es cier-
to que los decretos de la rejencia valiesen mas




351
quelos promulgados por el monarca, ignora-
han los rejentea que las circunstancias no dan
el derecho de hace!' leyes al que no lo tiene?
Era de esperar que los que se proclamaban los
mas vigorosos defensores de la soberanía del
rey derogasen los decretos del mismo Fernan-
do? Asise observaba con pasmo [eneral que DQ
solo á las c6rtes se podin imputar el haber. in-
vadido la réjia autoridad , sino que á la rejen-
cía realista se la podía calificar de usurpadora,
y;el hecho de, que el rey aprobase cuanto de-
terminasen lascórtes , DO podia servir de es-
cusaá los rejentes para traspasarlos límites de
su autoridad provisional,


U 00 de los; primeros cuidados de la re"
ienciamadrilefla fue estender y ampliar las.dis-
posiciones de la junta provisional, relativas á la
creacion de voluntarios realistas. Las córtes
habian creado los milicianos nacionales, y dá-
doles siempre el nombre del mas firme apoyo
de la Constitucion : la rejencia fomentaba pues
el alistamiento de los voluntarios realistas, co-
mo la mas firme columna del absolntismo. El
reglamento de la rejeucia escedia las bases de-
mocráticas del de la asam blea lejislativa, aun
que uno y otro tenian en la apariencia el obje-
to de establecer en las ciudades una fuerza ca.
paz de conservar la tranquilidad interior.




352
¿Y como los constitucionales Y los absolq.-


tistes podian prometerse iguales resultados de
los mismosmedios? El eongreiOo nacional crean-
do la milicia ciudadana ; queria oponer, su
fuerza á la del ejército permanente J que su-
ponía deber estar en tiempos ordinarios, á la
devocion del gobierno; y para que este tuviese
la menor influencia posible sobre la milicia, las
córtes dieron á Jos ayuntamientos la facultad
de organizarlos, y á los milicianos la de nom-
brar los oficiales y los jefes que debian.mandar-
los ,de suerte que esta institución era entera-
mente popular, Para que la milicia nacional pro·
dujese los resultados que se prometía la asamblea
Iejislativa , era necesario que la masa de la na.
cion conociese las ventajas que le proporciona-
ha el nuevo código político, y se interesase por
consiguiente en conservar sus derechos. Mas
como no habia llegado este caso, las córtes al
fundar la milicia nacional diéronle la base de
voluntaria} admitiendo á todos los que qursie-
ron tomar las armas y que no eran conocidos
por enemigos de la Constitucion, En 1820 un
gran número de propietarios y de [entes mode-
radas que juzgaban conveniente dar este ejern..
plo , se alistaron en las filas de los voluntarios
nacionales: pensaban entonces, imajina ban de
buena fe que era necesario que Jos amantes del




353
~obie¡'no representativo se reuniesen para hacer
frente á los partidarios de la contrarevolucion,
si osaban presentarse á cara descubierta. Mas
despues que tomó incremento la anarquia por
la debilidad del gabinete" des pues que las so-
ciedades secretas se estendieron y propagaron,
los voluntarios nacionales adoptaron ideas ecsa-
jeradas y en muchos pueblos convirtiéronse
en instrumento poderoso de los ajitadoresjpor
eso los hemos visto seguir al gobierno de Ma-
drid á Cádiz, donde defendieron con constan-
CIa la causa que habian abrazado.


Tal es el modelo que se propusieron la
junta provisional y la rejencia realista ; y no
la milicia de 1820 sostenedora de las leyes y
afianzadora del órden establecido, sino la de
1823, maleada 'por los acontecimientos, y
donde habian logrado injertarse ramas estreñas
que destruían la lozanía del árbol en que se
apoyaba la libertad. Mas que diferencia tan no-
table! las córtes establecieron los voluntarios
nacionales para sostener las instituciones demo-
cráticas; la rejencia creó los voluntarios rea-
listas para que sirviesen de apoyo al poder abe
soluto , y encargó á los ayuntamientos de su
organizacion como lo habian hecho las córtes.
~Quien ha tenido jamás la idea de sostener el
absolutismo por medio de institllCiones popula-




354
res, y armando el pueblo ? Semejante desea..
hrimiento 'estaba reservado á la junta provi-
sional y á la rejencia de Madrid. .


Los voluntarios realistas llenos de furor y
rebosando en sus pechos la venganza, habían
heredado de los ajitadores el derecho de tur-
har la tranquilidad de los pueblos, de subyu-
gar las autoridades, de ser intolerantes y de fo-
mentar toda especie de mol ines. Bien público
es que 103 realistas no perdieron este derecho,
y por'el contrario que lo am plíaron y esten-
dieron cuanto les fue posible: en todos los
puntos donde por motivos políticos han sido
atacadas las personas y las propiedades, en to-
dos los puntos donde hubo motines desde el
reconocimiento de la rejencia de Madrid, pue-
de asegurarse que alli concurrieron los volun-
tarios realistas. Mi proposicion está muy le-
jos de ser aventurada, porque los hombres
turbulentos capaces de figurar en la contra re-
volucion, debian necesariamente correr á. alis-
tarse en las filas de los vol untarios realistas ,
donde hallaban mil medios de satisfacer impu-
nemente sus pasiones, donde adquirían el de-
recho de ecsaminar la conducta de todos los
que no eran voluntarios y de insultar á los que
miraban ó afectaban mirar como constitucio-
nales. ¡Quepasatiempo mas agradable para Jos




355
ociosos y vagamundos el de recorrer, á to-
das horas armados las calles de las ciudades,
entonando canciones insultantes y amenazado-
ras, y haciendo temblar á los hombres de bienl
Asi es que muchos de .los antiguos anarquistas,
llevados del amor á esta especie de divertimien-
tos no desperdiciaron medio de conseguirlo, y
de defensores de la licencia , se convirtieron
casi súbitamente en voluntarios realistas. Sus
nuevos compañeros no tuvieron motivo para
arrepentirse de haberlos admitido en sus filas,
porque ya veteranos en el arte de los desórde-
nes y de los insultos, desempeñaron admirable-
mente su papel.


Mas las ventajas de los voluntarios realistas
no se,reducian á tan indignas bacanales, porque
con este título adquirian la proteccion de las
autoridades, y lograban hacer su n-gocio , prin-
cipalmente cuando sus adversarios estaban til-
dados de constitucionales. Porque l como era
posible que un individuo que 'deseaba contraer
méritos en la nueva carrera del absolutismo,
aun cuando estuviese encargado de la adrni-
nistracion de justicia, se resignase á confesar
que un liberal que se querellaba contra un rea-
lista tenia, razon ?Y aun dado el caso de que no
hubiese podido de modo alguno negarse á reco-
noceda ,no retardaría la decisión cuanto pq-




356
diese, no baria interminables las dilaciones, la9
consultas? Veíasa igualmente en la Gaceta de
drid que todos los individuos nombrados para
los empleos de hacienda se designaban como
capitanes, oficiales Ó simples soldados de vo-
luntarios realistas, lo que prueba cuanto resal...
taba esta circunstancia el mérito de los preten-
dientes. El mismo ministro de hacienda era
voluntario realista de Madrid, y es probable
que S. E. se presentaria en el ministerio con el
uniforme del cuerpo, asi como el embajador
español en Paris se presentó en el palacio de
las Tullerias en ocasion no muy oportuna, con
el uniforme de miliciano voluntario.


Quizás la rejencia que residía en la córte
no ignoraba el absurdo que cometia creando
los cuerpos de voluntarios realistas; mas su
objeto no era tanto afianzar el trono como acre-
centar las fuerzas del partido á que pertene-
cia, Ya que es necesario decirlo claramente,
los que se llamaban realistas eran un partido
como el de los hombres turbulentos de la épo--
ca anterior, y ni los unos ni los otros querían
tolerar la menor cosa que se opusiese á sus in-
tereses. Mostráronse celosos ejecutores de la
voluntad real cuantas veces les convenian
los decretos sancionados por el trono, pero
cuando tendían á conciliar los estremos 1 pro-




357
enraban salmar la efervecencia y tranquilizar
IDsáni~nos J entonces no. mapiraban el mismo
~n~u~ia~mo .:propalába,se que los negocios pÚ.-
hlicos iban mal, que el rey~stába rodeado
de tr~~dores~·.y que negarle la obediencia era
<b,r up.a prueba de fidelidad. La.sconducta de
io& volu.u.tarÍo!\ realistas J' cuando 'el monarca
p~.bli~6~n reg.la~lent4?que PQnÍ¡¡ freno á esta
institución anárquica, puede servir de ejem..
plo;:en algunos pueblos desobedecieron ahier-
tarnente ~ en ninguna. parte se ejecutó, y
por donde quiera se habló, con el mayor des-
precio el).


'" Los que asi se conducían eran los absolutis-
tas mas furibundos, sin que en manera alguna
los detuviese la consideraciou de que se4uejan-
te proceder contradecía sus principios: porque


(1) No lleCo,ntentaron desgraciaáameute eón
despreciar el reghO)ento, sino que eucerra ron en
un ealabnz o al miuistro de la guel'ra C,:uz, teniéu-,
dolaa lli m uchos meses "J.}mbiera sin duda plgrdo
en el cadalso el crímen ~~ haber inteutade regla.
mentar á los voluntariüs , si el embajador frauces
no hubiese obtenido su libertad bajo la ap arlen«
cía de Ull destierro á Francia, que duré hasta ol
año 1832.


TOMO 11. 24




358
lno es cierto que la esenciá d'elpode'rá'bsohit'ó:
d\tl\Il.'l13. de que todesrlos súbditos sea:g\entes
pasivos, que no pueden contrariar 10s¿J~ct~,t.os,
del que impera, ni tampoco mur9}urar coritf~
ellos 1 Nú es evidente que cuanto-resuelve un
príncipe absoluto, ó bien sea el resultado de,
la razon , ó' de sus pasiones, Ó de"suscápri~
ohos , es ley, con tal que sea su voluntad, se';
gun I"s tloctrinas de 105 que defienden la tira.
nia? Pues si tales son las bases del despotismo,
¿por que sus partidarios mas ardientes se opo-
nian á la ejecución del deoreto del soberano?
Si responden que el rey se engañaba, que no
podía ordenar una cosa contraria á sus intere-
ses etc. , esto será abrir la puerta á que cada
uno segun su opinion preste ó rehuse la obe-
diencia á las órdenes del monarca; y de es-
tos antecedentes se deduce infaliblemente la
consecuencia de la necesidad del gobierno re-
presentativo. Los vasallos no pueden discutir, si
Joque manda un rey absoluto es justo; soto les to-
ca doblar la cerviz á sus mandatos. Mucho me-
nos les está permitido analizar si el rey Se engaña,
por que un príncipe despótico no puede enga-
ñarse: y por otra parte,ldonde se hallan las
pruebas de que el ministro Cruz no fuese tan
leal á Fernando como el ministro Aymerich1


Juzgarán algunos -¡ue h~blar asi es ecsaje-




359
rar las consecuencias del absolutismo , mas yo
creo por el contrario ,que las verdades c~lle
be sentado no admiten réplica ninguna : otros
espondránque la monarquía española era mo-
derada; loshechos les darán la-respuesta MilIJ
dejando aparle semejante cuestion, no cabe du·
da en que el partido dominante proclamó siern-
pre sbsoluto á Fernando, y que esta palabra era
la espresion favorita del ministro de la guelTl1
AYlllerich. Véase el discurso xlirijido por él á
los voluntarios realistas de caballeria de 1\1a.
drid en la bendicion de la bandera. Otras au-
toridades superiores hao encabezado sus escri-


, tos de oficio, COn la voz de viva el reJ"absoltt..
to , y la gaceta de Madrid, periódico escrito
ha]o la direccion del golúrno, repetia con fre-
cuencia la indicada frase en las felicitaciones en-
viadas al rnonarca , y en los artículos de los
mismos redactores.


Los absolutistas copiaban , pues, entera-
mente á los pasados promovedores de asonadasr
aquellos no hahian cesado de celebrar la C~ns,"
tirucion y nunca se atuvieron á sus mandatos,
á no ser cuando se conforma ban con susjnl~.
reses ó halagaban sus opiniones; y los re~tist;¡s
proclamaban al rey absoluto, resueltos á n~ oh~.
decerle cuantas veces se opusiera á sus deseos:
unos y otros llevaban el mismo fin: goberna r la




360
España á .5IÍarbitr'ío, Mas volvamos á la. rejéa-
CIJ,


Al "usurpar la rejencia los poderes de que
carecía) no la alentaba el deseo de-restablecer
el órden ni de consolidar la obra del ejército
francés. Al contrario, protejiendo de Un modo
esclusivo á losrealistas ecsaltados , haciendo la
g'uerra sin distincion á todos los llamados libera-
les, consintiendo los desórdenes, si sus ajentes
no los fomentaban, lograba perpetuar la dis-
cordia ,inflalilaba mas y mas las pasiones, y
"era el instrumento de un partido insaciable en
sus venganzas y en su ambiciono Invoco el tes-
timonio de cuantos vivian entonces en la Pe.
ninsula , los cuales podrán declarar si hubo Ó
'DO tumultos en la capital de la monarquia y
en las provincias , si las cárceles rebosaban de
presos; y si las autoriIades atizaban ó no el
fuego de la discordia. Y <-cómo no habia de su-
ceder así cuando los principules funcionarios
eran los corifeos de un partido, pues la elec-
cion recaia siempre en los que mas se habían
distinguido por la ecsal tacion de sus principios?


España debe á la rejencia de Madrid el fa.
moso sistemade purificaciones ('). El 27 de


1 Este medio inícuo se habia ya ensayado en




,361
junio de 1823 espidió un decreto; mandando
que los empleados' civiles nombrarlos después
del 7 de marzo de 1820, cesasen inmediata-
mente en su", funciones, quedando sin efecto


. ---los nombramientos hechos despues de aquella
época. Los empleados que se hubiesen separado
de sus destinos durante la revolucion , como
desafectos al código político de Cádiz, debían
ucupnrlcs otra vez: los empleados nombrados


'por el rey antes del 7 de marzo, pero que no
'habian sido separados de sus puesto:> al resta-
blecimiento del sistema representativo) queda.
han sujetos á la puri6cacion de su conducta po-
lítica, como igualmente los de la misma época


. que hubiesen obtenido ascensos ó mudado de
empleo. En aquella purificación n bastaban los
informes secretos sobre su conducta política y
sobre la opinion que hubiesen gozado en los


,tiempo de la guerra de la independencia por los años
1809 y 1810, contra los españoles que huyendo
de los franceses ,que ocupaban la có rt e v casi toda
Ia monarquía: se presentaban en Cádiz afront.an do
los mayores peligros y fa miseria. Mas tan barbar»
sistema uo pudo eutouces tener todo el desarrallo
que ha t en ido deS!HICS, 110 por falta de voluntad do
parte de sus autores, siuo porque no Be bailaban
colocados en una escena tan ..asta.




362
pueblos donde desempeñaron sus destinos, y
Jos informes hahian de pedirse lo menos á tres
perscnas bien conocidas por su adhesión al go-
hierno absoltlto y á 13 sagrada persona de S. M.
Debian ecsijirse noticias individuales, positivas
y precisas , sin que sirviesen los datos [enerales
ó purameilte negativos, y sin admitir las jU5Ü.
ficaciones voluntarias de testigos presentados por
103 interesados." Una junta compuesta de cinco
individuos hahia de purificar á los ernpleados
superiores en la córte , y en cada provincia
e reábase otra [unta Lambien de cinco indivi-
duos para la purificaoion de los empleados su-
1:llteruos. ))L~lS que en virtud de leI califlcacion
de dichas )Untas no deban volver á su destino,
tendrán el derecho de reclamar delante de las
mismas, las que, sin forma de juicio, procede.
r!Ín á pedir nuevos informes á personas que
posean las cualidades arriba espresadas, y cuan-
do menos en igual número. Despues de esta
nuevo ecsámen las juntas determinarán lo que
crean justo, sin que haya lugar á reclamar
contra esta segunda calillcacicn. Loe informes
se bellarán y conservarán en los archivos por
ecsijrrlo asi la conveniencia pública y sin ha.
cer de ellos uso alguno"


Este de'creto alarmó á un gran número de
familias qu~ a[itadaa por el temor y la esperan·




363
D ,vi"ian en, un susto continuo: y. muchas se
hallaban desde entonces reducidas á la miseria.
Preciso era que desde el 7 de maazcde 1820
infinitos empleados hubiesen muei~o ó conse-
guido ascensos, y que otros hubiesen llenado
las vacantes;. de suerte que hahia muchísimos
empleados nuevos, Todos debían quedar fuera
de su puesto segun el decreto anterior, y asi
sucedió. Poco importaba que hubiese entre ellos
hombres de gran mérito, que constantemente
se 'habían manifestado enemigos del desórden y
partidario. del gobierno monárquico: la rejen-
cia no se embarazaba con dificultades ,ni con
la ruina de tantas familias, l)orque habia fijado
Ios ojos en dos o.~elos, el uno mas importante
que elotro. El primero, era la satisfaceio» de
declarar por ,sí y ante sí nulo todo lo que habia
hecho el gohierno constitucional, sin conocer
la voluntad del monarca en el asunto y sin creer-
s,e aílll autorizada para ello de modo. alguno. Mas
se querla env'ol~er los' negocies en un desór-
den tan e~pantoso y llevar tan adelante las miras
de partido, para que- cuando el príncipe re-
cobrase la libertad se viese obligado a seguir el
plan de la rejencia. El segundó objeto que se
proponían los' rejentes al dp.spoiar. de sus pues.
~os.4 los qua.habian consegurdo .SUi empleos,
despues del 7de marzo ·d~ 1820,.y á tantos y




364
tantos empleados antiguos, era colocaren . la.
plazas vacantes á los miembros de su partido,
esto es [eneralrnente hsblendo ~ á hombres in-


,.,.".


capaces de su desempeño. Porque debo repe-'
tir que los que con el nombre de realistas se
pronunciaron en cam po abierto contra el go-
hierno representativo , eran la mayor parte [en-
tes de la ínfima clase, sin carrera, sin princi-
pios y sin instruccion de ninguna clase (1). y
aun los jefes que se pusieron al frente de las
partidas realistas pertenecían á las heces del
'vulgo, habiendo algunos figurado en las bandas
de ladrones (2). Seguian á tales cabezas [orna-
Ieros sin trabajo, quintos que huian del serví-
cío militar y de su disciplina, labradores re-
clutados á la fuerza en los pueblos donde do-


¡f


(1) Digo la mayor parte, porque esta rfgla ad-
mitia cortas 'escepciones ; á triles de 1822 apa recie'.
ron algullos jenerales conocidos á la cabeza de los
facciosos.


(2) El rojo de Valderas, Jaime Alfonso el bar «
bado etc.¡ el postrero desertó de las banderas de la
fe y se presentó en las filas de los liberales; mas en
el último período del gobierno constitucional volvió
á enarbolar el pendon de los servllés .. y habiendo
ido á Murcia, confiando en el part ido á qaie,¡ habia
servido, los franceses le prendieron y fusilaron.




365
minaban las partidas , y algunos malvados es..
.cepados de presidio y de las cárceles públicas,
y convertidos en defensores del altar y del
trono.


Seguro esloy de que no pueden seriamente
desmentirme los mismos realistas, y que con-
firmarán mi aserto los españoles imparciales y
cien mil franceses que vieron á las bandas lla-
madas de la fe. Contaban, no lo niego, algu-
nos entusiastas y fanáticos de probidad y que
corrían espoleados por el celo reli [ioso ; pero
por lo comun la pintura que de ellos he hecho
es I'n estremo esacta: y no radia suceder de t
otro modo, porque la juventud de esperanzas,
atraida por el brillo del sistema- constitucional
que llevaba escritas en su estandarte las palabras
razon y luces} y seducida por las sociedades
secretas, miraba á los serviles con el mas pro.
fundo. desprecio. Las tribunas, las reuniones
patrióticas y los periódicos daban pábulo á la
presuncion del saber , del talento; la milicia
cívica voluntaria lisonjeaba la esperanza mar-
cial; y aun los jóvenes mas sensatos que detes-
taban el desórden, que no tomaban parte en
las sociedades políticas ni se habian alistado vo-
luntarios nacionales, se avergonzaban de que
los liberales los llamasen se-rviles, porque este
nombre sonaba muy mal en España, y embebía




366
la idea de ignorancia, de bajeza, de coberdis,
Corno los que habiaó prestado servicios positi-
vos á la contrarevolucion eran las per~onasque.
merecían la confianza de la rejencia de Madrid,
fácil es conocer la clase y conocimientos de los
nuevo" empleados que inundaron todos los ra·
mos de la adrninistraoion , y cual rué el plan-
tel del nuevo ejército español. Ya se recoje en
este año de 1825 á manos llenas el fruto del
decreto de la rejencia , porque hay cuerpos en-
teros cuyos oficiales degradan la espada que se
ciñen, y entre quienes es una especie de mila-
gro encontrar quien sepa leer; ignoran sus mas
simples deberes, dilapidan escandalosamente
Jos recursos, y el nuevo ejército sin instruc-
cion , sin disciplina, sin uniforme y hasta sin
armas, sin municiones, sin espíritu militar
ni político demuestra la impericia de los que
mandan (1).


Los que habiansido empleados antes del 7


(1) Tal era en efecto en los momentos de la reac-
eio» y aun en 1825 el estado del ejército español;
pero después varió mucho de aspecto. El retiro de
muchísimos de los qlle hahian servido en las bandas
de 101 fé~ j!llltameota COl! I;¡ purificacion de a!gllllos
oficiales de mérito, ramedi aron poco á poco el daño,
y voITió~. recobrar su ant.i¡;IIO esplen dor y b izarr-i a ,




367
de marzo, quedaron sujetos á purificar su COn-
ducta política, conforme al decreto: mas ¿co-
mo había de hacerse la purificacion ] Los in-
formes secretos de tres hombres decidían en
primera instancia de su suerte, y si reclamaban
pedianse mas noticias á otros tres individuos.
No tenia n ninguna responsabilidad, porque la
rejencia habia cuidadosamente prescrito que los
informes se sellasen y custodiasen en los archi-
vos, p'lra, que no se hiciese de ellos otro uso.
¡Miserable condicion la de los empleados, cu-
ya suerte Se cirrab.\ .Y dependía de la intoleran-
cia de los que cornponiau la junta de purifica-
cion , ó de la calumnia de Un enemigo ó de
un pretendiente á su mismo empleo!


Ciertamente que-todo .no fue detestable en
España bajo el reinado ele la Constitucion de
J812: la libertad de la prensa, el arma misma
de que tan escandalosamente se ahusó, sirvió
con frecuencia á los emplearlos para publicar
memorias interesantes sobre la administración,
y para propagar conocimientos útiles No á to-
dos los secretarios del despacho en aquella épo-
ca dominó el espíritu de partido: muchos por
el contrario buscaron el mérito y lo recom-
pensaron, de modo que bastantes empleados
lograron ascensos en recompensa de los talen-
tos que los distinguian. Sin embargo, los horn-




368
bres que eran el ornamento y honor de sus
respectivas oficinas salieron impurificados, por-
que la~ [entes á quienes pediau informes las
jUlltas de, purificacion se buscaban segun el es-
píritu que entonces reinaba entre los mas ecsal-
tados realistas. Semejantes jueces no podian re-
Conocer por adictos al monarca ni al -gobierno
absoluto á ninguno qlle hubiese publicado es-
critos par útiles que fuesen , en los que se ha-
hl~se de reformas, ó se hiciese el elojio de al-
gnnos decretos de las córtes , y mucho menos
á Jos empleados que hubiesen obtenido aseen-
sos. Asi es que por consecuencia del decreto de
la rejeucia de Madrid de 27 de junio de 1813,
fueron destituidos los empleados mas útiles en
todas las carreras, y reemplazados por personas
oscuras é ignorantísimas, incapaces de llenar
su puesto con utilidad del servicio público.
, De resultas de los acontecimientos del JI
de junio en Sevilla, cuando la asamblea lejis-
lativa nombró una rejencia provisional durante
la traslacion del gobierno á Cádiz, los gober-
nantes realistas de Madrid dirijieron á los es-
pañoles UDa proclama (1), que sirvió de señal


(1) He aqui como concluía esta lal'ga proclama
llena teda de declaraciones furibundas.




369
para encarcelar á miles de individuos que ha-
bían pt~rmanecído en los pueblos sometidos á la
rejencia , Y bl!jo la sal vaguardia de las ca pitula-
eionesconcluidas con los franceses; viéronse
aprisionados porque habían sido liberales J y pa.
raservir de rehenes que debian ser inmolados en
el caso de que se atentase contra la vida del mo-
narca. ¡Como siIos-sujetos capaces de cometer
tan negro crimen se hubiesen de detener por
el peligro de personas á quienes jeneralmente
no eonocian ; y como si la .muerte de tantas
víctimas no fuese por el contrario un aliciente;
un poderoso estímulo para aquellos a quienes


"La rejencia del reiuo, consternada á la,!ista de
tan horr ibles alentados, ha tornado y ~oll.tin~l,a ..
rá tomando medidas firmes, vigorosas y en.él'jicas
para castigar á sus autores y para remediar los !Jor.:
ribles males causados por los implacahles elien~¡g68


. de Dius y del monarca. La prudencia y,el rígoi pl'el
sidil'án á todas 'SUf resol uciones; vosotros por 'Vues-
tra parte cooperad para conseguir un objeto tan
:im·portaotey ..t.ail justo ~ confianda en .« uest ro.. g.o-
hiernó qn e será constantemente.inflecsible en perse-
guir á todos aquellos cuya rabia infernal ha lleuado
nuestros corazones de luto." ,


Madrid 19 de junio de J823.=EI duque del in ..
fanlad(1e!1':J duque de 1\1odecnar=Juao. Obispo de
OSIDa....Antonio GOlllcz·Galderoo•.




3;0
devora la sed de sangre! Porque los ajitadorea
no ignoraban que mientras se cometiesen tal'
les atrocidades duraria la revolucion ,á cuy.
sombra querían levantarse y ellriquecerse.T~
les prisiones realizáronlas las autoridades ó (la
muchedumbre , tolerada y apoyada por el go-
hierno que presenciaba Con placer tantas vio"
Iencias , porque no solamente no hicieron cosa
alguna para impedirlas, sino que por el contra-
rio se opusieron á las medidas tomadas por
S. A. .R. el duque de Angulema Fara repri-
mirlas,


El prmeipe jeneralísimo, cansado sin duda
de ver que al abrigo de sus tropas se p~rpelra­
han Jos desórdenes, y no queriendo partici-
par del-odio quP escitaban los escesos que se
coruetian á su vista, publicó un decreto, en
virtud del cual Jos comandantes de las tropas
francesas debian tener conocimiento de los ar·
restos por motivos politices y de las causas que
los promovían ( J ). No parecla creible que la


(1) Este f'~ el famoso decreto de Andlljarode 8 de
:Igosto de 1823 , que ordenaba poner en libertad á
los Ilresospor op inioues políticas.


Nus Luis Antonio de Artois, Duque de Angule-
ma, cumandante en jefe del ejé/cito de los Pirineo••




371
rejencia se opusiese al cumplimiento de este de-
creta, 'ya porque todo lo debía a: ejército
frances y á su ,jefe, de quien, como llevo di-
cho, emanaba su autoridad, ya porque el inte-
rés del bien público y el de la libertad del rey
reclamaban imperiosamente que conservase
la mejor ar.nonia con el duque, puesto que
sin los franceses nada se podia 'adelantar" Ó
por mejor decir. todo estahaperdido.La peu..
dencia y la necesidad 'im ponían ... pues, á·la Te;
[encia la ley de aprobar sincerauiente Tas- dis-.
posiciones del príncipe y dé orJenar á, .las ,au:.,
toridades españolas que las observasen con eBae-
titud.


L~ ",


Considerando que la ocnpaclon de España por el
ejército franees, bajó nuestr-as órdenes, IlOS pone en
la indispensable ob1igacion de ve la r por la t rauqu is
lidad del reino y por la seguridad de nuestr-as tro"
pas, hemos decretado y decretamos lo siguiente.'


Arr ículo 1°. Las autoridades' espaüolas 110 podrán
verificar arresto algullo sjnautor-iz acion del coman-
dante ele nuestras tropas en los distritos en que sil
encuentren.


Artículo 2°. Los comandantes en jefe d~ nuestró
ejército pondrán en libertad:í todos los que h avan
sido arrestados arbitrariamente y por opiu ione s poli.
tieas , part.icu lar-nre.. te :í los milicianos (lile se han
retirado á sus hogares. Eseeptdause aquellos que




372
Y no solo era político .Y necesario conró..,.,


marre.con el decreto del duque de. Angulema"
sino que asi lo ecsijia la just.cia '. porque el
príncipe' estaba autorizado para· dictar tales de ..
cretos. Era justo é inrlispensable , porque el
desórden crecía de tal suerte ,y el número de
las;persecuciolle~y la furia de los perseguido..
res tomaban ¡iuc'remento hasta el punto de ique,
á .G3c1a -instantese uurhaba la tranquilidad pú.
b1icay la. opinion. netrcgradaba, y hacia temer,
qQe seacumulasenIos elementos de una reae..
don. Las autoridades españolas. (1), escojidas


..;


despues de' Ruregreso han dado Justos motivos de
qUf>ja.


Artículo 30. Los comandantes en jefe de nuestro
.ejército están autorizados para mandar arrestar á
los que contrav iuier en á las disposiciones del pre.
sente decreto. .


Articulo 40 • Todos los periódicos y los periódistas
que dan bajo la vijilancia de los comaudautes de
nuestras tropas.


Art ículo 50. El presente decreto se imprimirá y
publicaré en todas partes -Luis Antonio-Por
S. A. R., el jeueral en jere.-E1 mólyor, Conde
Guilleminot. "


(1j Uno de los primeros nombramientos hechos
por la rejencia realista fué el de dou Francisco




TOMO II.


373


por la rejencia entre los realistas ecsaltados ó
sus apasionados, no solamente no procuraban
reprimir los trastornos, sino que los presencia-
han con gusto, porque á imitación de los su-
premos gobernantes, 8US conocimientos políti..
CGS se reducian absolutamente á copiar en sen-
tido inverso las escenas que habian representa-
do los ajitadores : sin duda seria para que en el
corto intervalo de algunos meses fuese perse-
guida la mayoria de los españoles, y muchos
de ellos víctimas succesivamente y verdugos.
El ejemplo del gobierno mismo constitucional
que perecia por los desórdenes de los que se
habían llamado sus partidarios, no basto para


Aguílar y Conde ~ para intendente de Zamora, en
recompensa de Jos numerosos servicios que habia
prestado á espensas suyas á la llamada causa de la
restauracicn, Mas el club de los absolutistas de
ar¡nella ciudad, á cuya cabeza se hallaba el obispo,
habí a nombrado otro intendente interino, que se
v ió forzado á dej ar su puesto á la llegada del pro.
pietario. No hallaron un medio r~as sencillo de con«
servar al primero en el destino que habia perdido
.que asesinar al nombrado por los rejentes de Madrid.
Escitaron efectivamente un tumulto armado contra
Aguilar, bajo el pretesto de qu/e usaba unas chine-
las blancas bordadas de verde , causa suficiente para


25




374
eontener á los absolutistas , ciegos de venganza
y de espíritu de partido, que no vejan la razon
y para quienes la esperiencia carecia de au-
toridad (1). Era pues necesario que los france-
ses mediasen para remediar tan graves infortu-
nios y que se ocupasen con urgencia en tran-
quilizar á,los españoles sin número, que veian
con pasmo que á una tiranía succedia otra tira-
nia , y que la discordia tomaba de dia en día
mayor aumento.


El duque de Angulema tenia amás el dere-
cho de hacer que seejecutase SU decreto, por-


darle diez y siete puñaladas, y dispararle una pisto-
la á boca de jarro, que le atravesó el brazo: yen.
seguida le encerraron en un calabozo. El desventu-
rado preso logró sin embargo que llegase la noticia
de la triste situacion en que se hallaba á Madrid;
mas ni la rejeucia ni sos ministros adoptaron la me'
nor medida ensnfavor, y fué necesario que el jeneral
frances que mandaba en Valladolid, corriese á Za-
mora á ponerle en libertad. La rejencia confirmó al
iuterino , Yel obispo ••• El obispo poco después fu~
elevado á la dignidad de arzobispo de Toledo.


(1) La Constitucion tenia defectos muy esencia-
les, pero sin la resistencia de los ajitadores se ha-
hiera modificado, y la intervencicn oslranjera DO
hubiese llegado.




375
que habia prometido á los españoles el órden y
la paz; hahia pronunciado estas ofertas á la faz
de Europa, y laanarquia en los días mas tri!.!-
les de la revolución , no habia llegado jamás al
alto punto á que llegó ahora en muchos pue-
blos ocupados por los franceses y por los rea-
Iistas, Ya que no destruyesen la rejencia crea-
da por el príncipe mismo, porque los indivi-
duos que la componian no correspondian de
modo alguno á sus promesas ni á lo que pedia
el bien público, Angulema debia al menos en·
cargar á los jefes de su ejército que adoptasen
el camino de calmar la ajitacion. Por otra par-
le, el ejército frances vivia en España Con las
precauciones ecsijidas por su situacion , y es
bien sabido que en tiempo de guerra, en las
plazas yen los puntos que ocupan las tropas,
las autoridades civiles, sean las que fueren, Se
hallan sujetas á la autoridad militar. Ridículo
era en efecto el pretender que el jeneral fran-
Ces que mandaba en un pueblo no tuviese el
derecho de impedir los actos que pudieran com-
prometer la seguridad de sus tropas, y que el
duque de Angulema hubiese de confiar la segu·
ridad de sus huestes á 10§ rejentes y á los miern-
hros de su partido, que en vez de pacificar el
pais parecian haberse propuesto reducirlo á ce ..
nizas, Asi es que no habia ninguna razón Jau-




376
(~able paraoponerFe á la ejecucion de los man-
datos del príncipe jeneralisimo.


¿MlIs que vale la justicia cuando el espíritu
de partido dirije los negocios? El duque de An-
gulema tenia el derecho de ordenar lo que ha-
bia mandado; su decreto era conveniente y ne-
cesario : pero de ahí podia resultar que queda-
se sin satisfacerse alguna venganza particular, y
que no se diese á los realistas ecsaltados toda la
latitud que necesitaban para apoderarse de la
nacion, El decreto podria ser precursor del ór-
den, y si alguna vez se restablecia el órden
cada uno volverla á su puesto, y los partida-
rios y vociferadores acabarian de parecer celo..
sos defensores del trono: por el contrario, se
reconocería que muchos habian adulado al go-
bierno constitucional, que casi todos hablan
permanecido espectadores pasivos de los acon-
tecimientos, y que sino tomaron parte en la
revolución fue porque no les admitió en sus fi-
las , ó porque no lograron hacerse lugar por su
'impericia ó por su mala conducta. Entonces hu-
hiera desaparecido el poder de la rejencia y de
Jos suyos; quizas se hubiera buscado el verda-
clero mérito y seguido los principios de mode-
racion : y era necesario alejar para siempre de
España semejante época, Ó al menos retardar-
la por largo tiempo, para que los realistas mas




377
furibundos quedasen esclusiva mente encarga·
dos de la dirección del reino, y para que, si
era posible, no quedase un solo español que
hubiese dado señales de desear las reforrnas , á
no ser que hermanándose á los absolutistas les
probase con sus escesos que estaba pronto á sa-
crificarles sus antiguos compañeros. Tambien
era necesario que el rey al salir de Cádiz no
0j,ese en todas partes sino á individuos del par..
tido de la rejencia , y que rodeado siempre por
ellos tomase sus uliullidos por la voz de la nación.
Tal fue la base de la política de este gobierno:
de aqui provino el furor con que sus partidarios
recibieron el decreto del duque de Angulema,
y la imprudencia é insensata cólera que mani-
festaron en sus palabras y en sus escritos.


La división realista, que de acuerdo con las
tropas fl'<l11cr::sas. bloqueaba á Pamplona, diri-
[ió con este motivo una representacion á la re-
jl!ncia, concebida en los términos mas furiosos
y amenazando abiertamente á los franceses.
Los ajentes de la rejencia mandaban desde la
capital de la monsrquia á las provincias que
enviasen tales es posiciones , y firmábanse allí
maquinalmente: esta división navarra era por
cierto muy celosa de la autoridad de la rejen-
cia de Madrid, porque algunos dias antes casi
todos los batallones que la componian se ha-




373
bian negado á obedecer Ias órdenes del [eneral,
conde de España, á quien la misma rejencia
había encargado el, mando de la division , pues
pretendian conservar por jeneral en jefe al lla-
mado Juanito , uno de los primeros que se ha-
bian levantado en aquella parte contra el go.
hierno representativo. Asi se buscaba, pues,
para que reclamasen en favor de la autoridad
de la rejeocia á Jos mismos que acababan de
desobedecer sus mandatos, rehusando recono-
cer por jeneral al que enviaba COn el baston
del mando. No bastaba dirijir una representa.
Clan, Ó por mejor decir era inútil dirijirla:
mas lo que se quería era que el escrito circula-
se y que produjese el deseado efecto de hacer
odioso el ejército frances. Para conseguirlo irn-
primiéronle en Madrid, y parece que habién-
dolo sabido el mariscal duque de Reggio, man-
dó con tiempo recojer los ejemplares y denun-
ció la representación. La rejencia mandó que
se formase causa y pasó el impreso á la sala de
alcaldes de casa y córte : y esta corporacion en
vez de abrir el espediente , respondió adoptan-
do los sentimientos de la division navarra y
hacie ado la apolojía de su obra. Tal era la con-
ducta que observaban los tribunales que se ha-
llabau bajo la influencia de la rejencia rea-
lista.




379
Los amigos del despotismo no se conten-


taron con dar estos. pasos imprudentes: espli-
eábanse en bUS conversaciones yen sus escritos
Con el mayor ardimiento, y aun hablaban de
hacer la guerra á los franceses, recordando la
gloria de los anos 18,U8 y siguientes. Precisa
era esta circunstancia para que el bando que
dominaba en la córte se pareciese en un todo al
P<lI·tiJ.O que empuñaba las riendas. en la isla ga.-
ditana : )' asi como el postrero no titubeó en.
desafiar á la Europa entera, no obstante la opi-
Ilion pública del país... el otro hablaba de rorn-
pJr con los franceses, no teniendo. sino fuerzas
iusicnifieantes , sin fondos disponibles ni re-
cursos" J' siendo asi que los ecsaltados realistas.
tendrían necesariamente que salir de España el
día en que la abandonasen los aliados. Seme-
j¡tOle couformrdad nacia de que uno y otro par-
tido prefería que se hundiese el estado á que el
timon de la nave pública pasase á otras ruanos
que las suyas: el mismo caso hacian los, abso-
lu.istas furibundos de la libertad del rey,. que
los ajita.lores de la observancia de, la Consti-
tucion de 1812. La transacción con las altas.
potencias del Norte destruía la sociedad á que
perteneeian los ministros de .aquella época}. asi
corno los principios de órden y de rnoderacion
debían concluir necesariamente con los llama.




380
dos realistas, en cuyo sentido trabajaba la re-
[encia,


Apesar de tantas contradicciones y apesar
de que el duque de Angulema modificó su de-
creto, no dejó de producir buenos resultados,
porque los franceses dieron libertad á muchosj
y como la masa de los pueblos aborrecía las
persecuciones, esta sola medida fue bastante
para enfrenar á los ajitadores y para que no se
vol viese á hablar de rehenes por Ia vida del
monarca. La rejencia misma no podia negar
los desordenes de que se quejaba el duque de
Angulema, y queriendo manifestar que torna-
ha interes en la apariencia del .remedio, man-
dó publicar en 13 de agosto de 1823 un decre-
to de Fernando de 1 de junio de J814, que
prohibia molestar á ninguno que no tendiese á
comprometer la tranquilidad pública, y resal-
taba en el decreto esta hermosa mácsima, que
ni entonces ni despues se puso en práctica:
»S. M. espera que la moderación .y la justicia
de su gobierno correjirán mejor que el terror
los escesos de la imajinacion."


Mas como si la rejencia se propusiese anu-
lar los favorables efectos que debia producir
el decreto, )0 encabezó con un preámbulo
que rlecia asi : »Creciendo el número de las
prisiones ejecutadas por el pueblo en el esce-




381
80 de su celo (J), estimulado por su amor y
Bit fidelidad á la sagraJa persona del rey nues-
tro señor, contra diversos individuos, hajo
pretesto de su adhesion al sistema constitucio-
nal, écc." No podia emplear espresioues mas
enérjicas para disculpar los escesos ; en vez de
pintarlos como el resultado de las pasiones y de
castigar á los 'que los cometían, atribuíalos al
celo, al amor al monarca. Y como ninguna
otra cosa se recomendaba tanto como este
amor al príncipe, los realistas contraian tanto


(1) El error de las cortes y de la r ejencia de re.
eihlr por escusa de los mayores crímenes el zelo y
la adhcsion. á su cansa , produjo funestísimos resul«
tados, porque los escesos se hallaron desde entonces
justificado~ de antemano. Los motines, la desobe-,
diencia , el asesinato de los liberales" fueron ocasio.,
nades por el zelo; yel] pOC03 países se ha n representa-
do tan tr-istes escenas Como en España, si esceptuamos
las que pasaron en medio del delirío de la revolu-;
cien francesa en 1'793. Y sin embargo) 110 solo los
per-iodistas que escri hian en la época clp. fflle se tra-
ta, sino los majistrados qne j1lzgaban las cansas y
los censores á cllJa a pr-ohacion se somet ian I~ s es-
critos, hallaban siempre espresioies para atenuar
el horror que de hiau inspirar hablalJdo del zelo
que habia arrastrado á los culpables. Smnejante
DIodo de escnsar el cr írnen lIO es au simple error.. es




382
mas mérito cuanto mas desórdenes cometían,
porque segun la rejencia , era esta una prueba
de la vehemencia de su afecto á"Fernando. He
dicho que la anarquía reinaba en los pueblos
sometidos á la rejencia de Madrid, y ella mis-
roa Jo prueha en su decreto, pues declara que
el pueblo y no las autoridades procedía á los
arrestos. Donde quiera qu~ acontecen semejan-
tes trastornos, reina de hecho la soberanía po·
pular , como la entienden los ajitadores, esto
es, reinan el desórden yla anarquía.


U!1a verdadera aprobacion ele taJes actos, una prne-
ha de cobardia, una esclavitud vc;rgonzosa 4 la.
fuerza brutal, una complicidad indigna con 108 ase-
siuos , una prueba patente de que la causa asi de-
fendida es v icicss y contraria á la conciencia ptibli-.
ca. Los que asi se esplica 11 deben temer siempre el
dia de una reaccion, porque á las injurias de que
podrán ser víctimas se unirá el dolor, en vez de la
venganza, de ver á los enemigos aplaudir igualrneu_
te el ze lo de sus asesinos!


Lo mismo podíamos decir de époc.JS ann mas re-
cicntes: el que aplaude ó escosa al matador! le
convida á clavar de lluevo el puñal, á teñirse con
otra san¡;re que oí veces suele ser la de l mjsmo que
antes elojió ti dOló la i"iuria ponlue habia recaido en
hou.bres de opiuioll coutrari a ,




~83
El jeneral Ballesteros concluyó con el con-


de Molitor el convenio de que he hablado, y
lo aprobó el príncipe ieneralísimo; y los que
deseaban de veras la libertad del rey aplaudie-
ron el suceso. El segundo ejército español no
se hallaba en situacion de descargar golpes de-
cisivos; pero no obstante habia manifestado vi-
gOl' en la accion del 28 de julio, y el carácter
belicoso de su jefe J sus conocimientos prácti-
cos de un país donde habia hecho con gloria
una parte de la guerra de la independencia,
podian prolongar la lucha con notable perjuicio
de los franceses y comprometiendo la libertad
del rey. Todos sabian que el feliz écsito de las
operaciones del ejército frances dependia de la
prontitud esencialmente, y que si la lucha se
prolongaba no hubiera sido difícil que Una po-
tencia muy poderosa tomase parte en ella de
un modo suficiente para hacer el término in-
cierto y el resultado dudoso. Bajo este concep-
to, el convenio del jeneral Ballesteros era muy
útil, como tarnbien por la suma influencia que
porlia tener, y que en efecto tuvo en Cádiz y
en las plazas fuertes donde todavia se obedecia
al gobierno representativo, U oicamente la re-
jencia afectaba ignorar estos antecedentes; mas
aun cuando no hubiese sabido laincertidurubre
eu que íluctuaba Inglaterra , respeclo á los.ne-




384
gocios de España, ni observado que el emba-
jador de squella potencia no residía en la cor-
te de la monarquía ni había reconocido á la
rejencia , hubiera debido bastar que los france-
ses juzgasen conveniente tratar con los [enera-
les de los ejércitos españolee, para que el go-
bierno de los realistas se apresurase á ratificar
los tratados que indudablemente conduelan la
guerra á su fin.


I..os miembros de la rejencia estaban muy
lejos de creerlo asi. Nunca quisieron reconocer
el convenio del [enerul Ballesteros , contra
quien permitieron á sus escritores que se es-
presaseu diariamente COn furor , en los térmi-
nos mas indignos , y buscando los medios de
irritar á aquel [eueral y á sus tropas para indu-
cirles á tomar un partido estremo. Léase el pe-
riódico llamado el Restaurador y se verán las
irnposturas , las iniquidades empleadas contra
el jefe de las tropas del segundo ejército, con
consentimiento, y aun mejor diré con la apm o
bacion de los que gobernaban, desde el ins-
tante que se firmó el convenio con el duque de
Angulema. Enviaron emisarios á todos los acan-
tonamientos ocupados por los batallones, para
arrastrar los soldados á la desereion y para aca-
bar de destruir la disciplina. Cuantos paso~ da-
ban demostraban de una manera indudable que




38.)'
se quería reducir á la desesperación al [eneral
Ballesteros y obligarle á comenzar de lluevo las
hostilidades. No importaba al partido domiuan-
te ni que el pueblo fuelle víctima de la guerra,
ni que los españoles y los franceses vertiesen
inútilmente su sangre., ni que la salida del rey
se dilatase Ó hiciese incierta. Lo que fe preten-
dia era que no hubiese especie alguna de tran-
saccion , y que no restase la esperanza mas re-
mota de que serian tratados con indul jencia los
que no hubiesen pertenecido á las sociedades
secretas del servilismo, ó que no se hubiesen
identificado Con los nuevos ajítadores.


Hemos visto al conde de Cartajena unido
á los franceses y haciendo en Galicia esfuer-
zos estraordinarios para restablecer la paz y
contribuir á un arreglo difinitivo: habia reco-
nocido la rejencia realista J y los franceses le
babian obligado, por decirlo asi , á permane-
cer á la cabeza de las tropas y de la/provincia.
Los servicios que prestaba este jeneral no eran
dudosos, ni podian ocultarse y Se leian en 108
boletines franceses: el duque de Angulema y
los [euerales de su ejército que tenian relacio-
nes con el conde de Cartajena, habian depo-
sitado en él una confianza absoluta J que lIt'go
81 estremo de poner á SUl! órdenes inmediatas
una brigada francesa) y sin embargo la rejen-




386
cia en vez de aprobar la conducta del" [eneral
Morillo guardó profundo silencio. Por otra par-
te , como el conde habia tenido la fortuna de
hacerse obedecer en Galicia , y como la ma-
yoria del pueblo secundaba sus intentos, no
se conocian alli ni los encarcelamientos arbi-
trarios, ni las persecuciones, ni los motines,
ni ninguno de los frutos que en las otras pro-
vincias producía lo que se llamaba la restaura.
don. Tampoco toleraba el conde de Cartajena
á los nuevos ajitadores el indigno pasatiempo
de andar por las calles insultando Con cancio-
nes y moles á los habitantes que vivian bajo
la salvaguardia de las leyes; y finalmente, en
Galicia no habían reinado las vejaciones y tras-
tornos que el partido de la rejencia reputaba
esenciales para asegurar sus intereses. COD el
objeto de suplir las omisiones del conde de
Cartajena, la rejencia envió á Galicia dos co-
misarios réjios para que reanimasen el espíritu
público, divulgasen por el pueblo que el [ene-
ral no estaba de acuerdo ccn los gobernantes,
y le ofreciesen un apoyo en sus personas con-
tra las medidas del conde.


Aun no satisfecha con tales precauciones... la
rejencia tomó á fines del mes de agosto el acuer-
do de despojar al conde de Cartajena del mando
de la capitanía [eneral de Galicia , y denom-




387
brar en 8U reemplazo al coodede España; y
para colmo de irnprevision envió el nombra-
miento del [eneral España á don Pablo Mori·
Ilo sin aviso alguno, y <;00 el fin sin duela de
ponerle en el trance de abandonarlo tcdo , por..
que no tenia á quien entregar el mando hallán-
dose el nuevamente nombrado delante de Pam-
plona, y no designando los rejentes la perso-
na que debía encargarse del baston en su au-
sencia. Nada contuvo. á los furibundos gober-
nantes del realismo, ni las ventajas que acaba-
ha de conseguir el conde de Cal tajena sobre los
constitucionales, ni su celo y decisicn por el
servicio del monarca, ni la consideracion de
que las tropas liberales ocupaban tcdavia la Co-
ruña, y de que no era imposible que una reso-
Iucion tan repentina é inesperada imprimiese en
Galicia á los sucesos politices un jiro entera-
mente distinto. Necesario era continuar á todo
trance la marcha emprendida y no consentir
que ejerciese la mas mínima influencia en los
negocios el que no parteneciese al partido domi-
nante, aunque se comprometiese' con semejante
conducta la salida del rey. Mas los franceses
qu~ conocían los importantes servicios que ha-
bia prestado el conde de Cartajena se opusieron
enérjicamente á su destitucion , y la rejencia
tuvo que revocar su decreto.




388
Asi la nación se hallaba sumida en UD abis-


mo de infortunios por un gobierno, que lejos
de corresponder á las esperanzas de los que lo
habian establecido y á los deseos de los hom-
bres sensatos, ocasionaba á los españoles nue-
vas turbaciones J' retardaba el término de la
guerra, M~nifestaba deseos de prolongarla por.
que no desperdiciaba medio alguno de irritar á
los jeneraJes y á las tropas que no tomaban
parle en la lucha, ó que peleaban contra los
franceses, con el ánimo sin duda de forzarlas
á declararte, y de que no dejasen las armas de
la mano los defensores de las córtese porque
l quién hahia de decidirse á tratar con un go.


-bierno que se portaba tan impolíticamente 'con
'los defensores mismos de la causa del monarca?
Sin emhargo los absolutistas pretendian persua.
dir á Fernando, y salieron con su intento,
que todo lo debia á su bando, mientras que
'nadie ignoraba que los decretos de la rejencia
escítaban el furor de los que defendian la isla
gaditana; que los desórdenes tolerados y ejecu-
.lados por los rejentes despertaban las .esperan-
.zas de los que en el torbellino de la revolucion
'y al través de las tempestades políticas veían
la salud eomun, al mismo tiempo que los con-
venios del jeneral Ballesteros y del conde de
Cartajena no solamente fueron causa de que




3~9
las Rrm.~ le~ eavesen de las manos sino-que
obligaron dcflnitivaurente á la Inglaterra á uo
tomar parte en los asuntos de 1<\ Península
española, Esta es la demostracion mas evi~len-'
te que se nuede hacer de los servicios tributa-
dos por ambos jenerales en favor de la libertad
de Fernando, y de los obstáculos qu p los gober~
nantes oponian al desenlace definitivo de la
guerra: no pueden desmentirse Jos hechos por..
que están recientes, y las consecuencias son ir-
recusables é infalibles.


La abolicion por la junta provisional y por
la rejencia realista de todos los decretos de las
cortes y de las órdenes del gobierno represen..
tati vo , sometió lo prensa á la censura Como lo
estaba el 7 de marzo de 1820. En la capital de
la monarquía publicábanse la Gacet~ y un pe.
riódico titulado el Restaurador; y como los
ajentes del gobierno censuraban los escritos de
uno y otro, -no cabía duda en que sus mácsi-
mas y sus doctrinas estaban enteramente' de
acuerdo con las opiniones y las ideas de la re-
jencia , que de otro modo no hubiera autoriza.
do ni permitido que viesen la luz del dia, Am-
bos periódicos soplaban sin cesar el fuego de la
discordia, y declamaban abiertamente contra
las personas que ofrecian indicios los mas leves
de moderacion; y eri [idos absolutamente en


rouo rr, 26




390
órgnnos del bando furibundo, habían tomado
sobre sí el encargo de mantener Jos ánimos en
una escitacion continua, La Gaceta se mostra-
ha un tanto mas circunspecta, mas el Hestau-
radar no guardaba límites ni freno (1), ni dis-
frezaba de manera alguna sus sangrientos pen-
samientes : y el furibundo fraile que lo redac-
taba no desdeñaba las ocasiones de recomen-
da~ el desórden , la persecucion y el estermínio
de cuantos no figuraban en las filas de los mas
ecsaltados realistas. Habíase propuesto este pe-
riódico incendiario desacreditar al conde de
Cartajena, insultar al [eneral Ballesteros y á
sus tropas, y abrumar á todos con el peso de
la calumnia; declamar contra cualquier espe-
cie de transaccion ; y en una palabra era la co-
pia de los folletos mas desorganizadores que en
la época pasada habían publicado los homhres


(t) Estaba al frente de este diario infernal el pa.
dre F. Manuel Martinez, á quien valieron sus de-
testables mácsimas la mitra de Málaga. Semejantes
seniciog y otros muchos recompensados succesrv a«
mente por 10& partidos que dominaron entonces en
Espaü a , colocaron á la cabez a de "gonas diócesis
obispos qoeel'ao el oprobio elel cristianismo y el
azote de la ver~a-dera relijion, á la que han causado
J1lucubimo daüo,




.91
de doctrinas mas contrarias é Jos principios de
la sociedad, En el estilo, en la hajeza del len·
gua]e pareciase el Restau¡ador al Zurriago" Ii~
Lelo en que la hez y la escoria de los dernago-
gos. abusaba de la lib-ertad 'de imprenta para ha.
cerla odiosa al pueblo: el mismo espíritu de
partido J el furor mismo de las. pasiones dicta-
ban unosy otros escritos, mas perjudiciales á
la causa que defendian J que las batallas. perdi-
das en campo. abierto y con. las. asmas en la.
mano.


Tal era la doctrina de paz., de. concordia;
de moderación predicada por un feaile que rne-
recia la confianza de los miembros de la rejen-
cia , y que estaba encargada de. propagar las
mácsinras de su partido, El trono puede mo-
meutáueamentc sostenerse con la espada J. aun-
que es imposible que subsista largo tiempo sin
la templanza y la justicia J pero el. altar no, se
defiende sino con la moderación y la, virtud.
El deseo de venga.nza que ajita á los atletas. de
la intolerarrcia , el furor que los posee y con
que pretenden defender su. causa, no sirverr
sino para perderla y p::¡ra que se confundan los •
hombres de buena Io con los. malvados. en el
odio común , que en tanto grado inspiraban el
Restauradcr y bUS cómplices,


Al propiotiempo que los gobernantes prp·




391
tejian tales libelos , oponiae mil obstáculos *
la publicacion de otro periódico en que se in-
culcaban los principios conservadores de toda
sociedad, y que condenaba la anarquia reinan..
te ~ en la que la soherania popular disfrazada
se presentaba bajo distinto aspecto. La censura
suprirnia la mayor parte de los artÍculos; de.
sencadenáhase contra sus autores el Restaura-
dor, espouiendo sino razones, necedades é in-
jurias, y mientras que se prodigaban repetidas
pruebas de consirleracion al fraile Martines,
uno de sus editores, que no habia cesado de
inculcar los principios de la mas sana política,
un hombre que babia sufrido persecuciones, á
quien mil veces habian amenazado los ajitado-
res, que habia esperimentado pérdidas y un
largoericarcelamiento por haber defendido al
mismo trono ; y por haber manifestado las fu.
nestas consecuencias del desorden y de la licen-


, cia: este escritor no solo vió la pluma arreba-
tada de sus manos, sino que tuvo por preci-


. sitio que espatriarse de una tierra donde los es_
_. )te'riros se succedian tan rápidamente.
..' Si alguno piensa que he recargado los colo-


Tesa\' diseñar el retrato de la rejencia de Ma o
:.. -driJ;· únicamente le responderé que me he


. 'propu~'Sl,q decir la verdad y denunciar las priu..
. ~~i,~l~~s"'fdhás , Jos escesos y los desórdenes co-




393
metidos por los gobiernos que han tenido las
riendas de España durante el tiempo de sus re-
voluciones. j Piuguiese á Dios que tuviese has-
tante elocuencia para inspirar el odio á todos
los estrernos , y para rectificar la opinión sobre
UllOS acontecimientos que la Europa no cono-
ce todavía! No encuentro un solo motivo para
tratar con mayor miramiento á los individuos
de la rejencia que á Jos gabinetes que precedie-
ron á su funesta aparicion, La única diferen-
cia que ecsiste entre uno y otro, estriba en
que cuando escribo estos apuntes en t825 , el
gobierno de la rejencia se halla triunfante, y
sus contrarios espatriados , fujitivos y con los
derechos que reclama la inocencia desgracia-
da. Uno y otro partido han causado á la Pe-
nínsula española incalculables perjuicios, y la
historia les dará en rostro siempre con el fu-
ror que ha guiado sus pasos, y con la preferen-
cia que han dado á sus intereses privados so-
bre los intereses jenerales de la nacicn,




AlEl\IORJAS IUSTORICAS


FERNANDO VII,
pnhlicadas en ingles y ('D franees


pon l\IICHAEJ....J. QUIN:
Slguense el


Ecsámen críticode lareoolucion de Espoiia. de 1820 á 1823,
Y Espafia en el siglo diez y nueve,


It""\-'~
~ _~,,:"o~


':011!0 !"!"l~"e C~?wO ~,~, ..-, . -.\- .
.•-. -- ·\rwt~~~


\ .,.. .'/
l'éndeu en Valencia en laimprenta de 6IMENO,' ""~


y en la librería de cASI ANO :u:AIUANA.




Esta obra es propiedad del Editor, quien demandará
ante la ley los ejemplares que tlO lleven la centrase-
ña que á su tiempo manifestará.


VALENCIA: IMPRENTA DE GIMENO. 184.0.




ECSi~MEN CRITICO
DE LA


de


1320 á 1825.






lJa llegada del duque de Angulema á Cii·
diz aceleró los preparativos para el ataque, y
principiaron luego los trabajos contra el T'ro-
cadero : asaltaron sus fuertes los franceses en la
noche del 30 al 31 de agosto, y sorprendiendo
á los qne 105 defendian , apoderándose de ef los
con corta pérdida. La gU<lmiciol1 del Trocarle-
ro constaba de mil .Y ochocientos lromhres , de
los que solo ochocientos rq;l'esarcn á Cadia,




6
dispersos y sin armas; los restantes murieron
Ó cayeron prisioneros. La pérdida del Trocade-
ro desalentó hasta á los mas ardientes partidarios
de las córtes , y algunos días después arriesgá-
ronse los ministros á enviar al jcneral Alava de
parlamentario al duque de Angulema, mas el
príncipe ecsijió por primera y única condicion
que se permitiese al monarca salir libremente
de Cádiz , y dar á los negocios públicos el rurn-
ha que creyese conveniente.


Las circunstancias no eran ya las mismas
que antes de la invasión de Jos franceses en la
Península, y que antes que hubiesen hollado
las fértiles llanuras de Andalucia. Si en los me-
ses de enero, febrero y marzo el gobierno es-
pañol hubiese ofrecido verificar} y el congreso
Iejislativo hubiese verificado realmente algu·
lBS reformas en la Constitucion de 1812, los
franceses hubieran abandonado sus preparati-
vos hostiles: si del mismo modo en el mes de
mayo la asamblea nacional se hubiese ocupado
en molifica.' dicho código político, J' el gabi·
nete .;c hubiese dirijido al duque de Angulema
pidiéndole una suspensión de hosti.idsdes ; si
aprovechando esta coyuntura hubiese patenti-
zado su buena fe con los soberanos aliados, é
interesado en su f¡wor ~ la pi.derosa Inglaterra,
los franceses hubieran evacuado el territorio




7
español , y si se hubiesen obstinado en llevar
adelante la guerra no hubieran podido hacerla
con écsito tan venturoso y tan fácil. Hubieran
carecido entonces del apoyo de los españoles
honrados que se reunieron á ellos, porq ue de-
sesperaron de todo arreglo despues de las eS'
caudalosas escenas de! II de junio. Ni hubie-
ran faltado militares distinguidos que conduje.
sen las tropas al combate, y jamás se hubie-
ran verificado los convenios del conde de Car-
tajeua y del [eneral Ballesteros.


Pero tratar de un arreglo cuando las córtes
se veian reducidas á los estrechos límites de la
isla gaJitana; cuando no tenian ni hombres,
ni dinero, ni armas; cuando los ejércitos es-
piñoles se habian unido á los estranjeros , y
cuando en la Gran Bretaña de tal suerte se
habian pedido las esperanzas de que triunfase
la causa de las córtes , que no habia sido posi-
ble encontrar en aquel reino persona que qui-
siese prestar dinero al gobierno constitucional
bajo condicion alguna: querer negociar en me-
dio de tantos ern b.rrazos era lo mismo quP po·
nerse á discrecicn (Iel vencedor. La respuesta


J del duque de Augu1ema no fue satisfactoria á
los CIlG(!l'l,,,dos en e idiz , y las cortes decreta-
ron fIue no se volviese á hablar de capitula-
cienes.




8
El 16 de setiembre los sitiadores hombar..


dearon la isla gaditana durante el espacio de
diez horas, y lograron introducir en la plaza
una cantidad considerable de balas de cañon
que causaron infinitos daños en los edificios.
El fuego de las baterias de la isla inutilizó un
mortero, y este incidente insignificante produ-
jo en la plaza una alegria estraordinaria , sin
duda porque era la primera ventaja que cense-
guia la guamicion contra los asediadores.


Mas el entusiasmo duró poco, porque el 20
de setiembre la escuadra 1'1 aucesa , protejida
por las baterias de tierra , atacó el castillo de
Santi-Petri que se rin.lió despues de cuatro ho-
ras de fuego, recayendo sobre el comandante
la nota de cobardia , porque los tiros de los
franceses eran muy inciertos á causa de la dis-
taucia , y porc¡ne la guamicion casi no babia
sufrido bajas ni (~'Stahan destruidas las fortifica-
cione s. Este golpe era [ital :í los sitiudos , por-
que aseguraba á los franceses un punto fortifi-
cado en la isla misma de Cádiz, y les facilita-
ba los medios de impedir las comunicaciones
pOI' mar. La situacion de los constitucionales
era muy cru icu después de la pérdida del Tro-
cadero , pOl'que habla batallones á quienes no
pOlria C01lliarse el servicio de la línea, pues
los soldados seducidos pOI' el oro, ó llevados




s
por el desaliento desertaban de sus puestos.
Habiendo sido protestadas, como llevo dicho,
las letras de cambio sobre el fondo de las in-
demnizaciones, no restaban ni crédito ni re-
cursos de alguna especie (1). Las córtes hahian
impuesto al puerto de Cádiz una contribución
de diez millones de reales mensuales, pero era
imposible reunir tan cuantiosa suma. El gobier~
no envió de nuevo al [eneral Alava al cuartel
jeneral del duque de Angulema, mas la res-
puesta á sus pr-oposiciones fue la misma que la
vez prrrneru,


Tal era el estado de los públicos negocios,
cuando el 27 de setiembre el batallon de San
Marcial que era el mas numeroso de los de Cá.
diz y de la isla, hallándose destacado en la cos-
ta J' en la batería de U rrutia, comenzó á voces
contra la Constitucion y llamó á los franceses,
que no quisieron acudir al llamamiento ó bien


(I) Para forrn arse una idea del descrédito en
que haLia cairio en Lóndres en sus últimas agonias
Ia causa de los sitiados de C~dil:, bastad obser-var
que las dos suscripciones abiertas en aquella capital
para ausi liaplcs , la una por Sir Roberto 'Vil, y IOl
otra por el célebre Henrique Huu t , produjo la f,ri-
mera solamente el don de dos fusiles, y la otra una
libra esterlina ofrecida por un jóven ingles.




10
porque no tuviesen órden ó porque recelasen
algun engaño de parte de los sitiados. El jeneral
que mandaba en la isla tuvo tiempo para correr
con otras tropas á la Lateria y contener al bata-
llon de San Marcial: parece que ningua oficial
habia tomado parte en la sedición, que no tuvo
cabeza, y que aun antes de la llegada del [ene-
ral los oficiales mismos del cuerpo disuadieron
de su intento á varias compañías. Al dia siguien-
te fueron fusilados ocho granaderos acusados
de haber sido los autores del movimiento.


Este acontecimiento causó sumo terror, y
los habitantes de los edificios esteriores huían á
C4diz , temiendo que las tropas que manifesta-
han públicamente ea la isla el mal espíritu que
las auimaba , no entregasen SIB puestos yen.
trasen los franceses á silngre y fuego.


El ¡enel'al que desempeü rha el mando de la
isla, dió cuenta al gobierno de que no pudiendo
defender este punto á causa de la posiciou q ue
habia ocupado el enernigo , y del escaso nÚIl13-
ro y IllJL:lS disposiciones Je sus tropas , habia
resuelto abmdonarlo y retirarse ú la cortadura.
AñHlia que no obstante el castigo impuesto á
los ocho soldados de SHI Marcial , no poJía abso-
lutamente contar con la t ropi ni confiar euu-ra-
mente en los oficiales. El gobierno ui indó re-
unir una [uuta de iellcrales que IlillJieuJo cesa-




ESPAÑOLES:


11
minado el parte del comandante de la isla, se
convenció de que su sn uacion era en estrerno
crinca. Las córtes reunidas el :W de setiembre
tomaron conocimiento del estado de los nego-
cios, y decidieron 00 sin algulla oposición que
el rey podia salir de CáJlz y trasladarse al
campo del duque de Angulerila. S. M. acordó
pa~ar el 1.°de octubre al puerto de Santa María,
y el 30 de setiembre publicó el decreto si-
guiente.


»Siendo el primer cuidado de un rey el pro..
curar la felicidad de sus súbditos , é incompati-
ble esta con la incertidumbre sobre la suerte
futura de la nacion y de sus individuos, me
apresuro á calmar los recelos é inquietud que
pudiera producir el temor de que se entronize el
despotismo, ó de que domine el encono de un
partido.


»Unirlo con la nación he corrido con ella
hasta el último trance Je la guerra; pero la ley
imperiosa de la necesidad obliga á ponerle un
término; en el apuro de estas circunsteucias solo
mi poderosa VUl. puede ,dlUyemLlI' del reino las
venganzas y las persecuciones : solo un gobier-
no sáhio y justo puede reunir todas las volunta-
des , y solo rnr presencia en el campo CllCllllgO




n
puede disipar los horrores que amenazan esta
isla gaditana, á sus leales y beneméritos habi-
tan tes y á tantos insignes españoles refugiados
en ella.


»Dedicado pues á hacer cesar los desastres
.de la guerra he resuelto salir de aquí el dia de
mañana; pero antes de verificarlo quiero publi-
cal' los sentimientos de mi corazón haciendo la
mani festacion siguiente:


1.° »Declaro de mi libre y espontánea vo-
luntad , y prometo bajo la fe y seguridad de mi
real palabra, que si la necesidad ecsijiere la al-
teracion de las actuales instituciones políticas
de la monarquía, adoptaré UIl gobierno que
haga la felicidad completa de la nacion afian-
zaudo la seguridad personal, la propiedad y la
libertad civil de los españoles.


2.° »De la misma manera prometo libre y
espontáneamente, y he resuelto llevar y hacer
llevar á efecto un olvido jeneral, completo y
absoluto de todo lo pasado, sin escepcion alguna,
para que de este modo se restablezca entre to·
dos los españoles la tranquilidad, la confianza
tan necesaria para el bien comun y que tanto
anhela mi paternal corazon,


3. 0 "En la misma forma prometo que cua-
lesquiera que sean las variaciones que Se hagan
serán siem pre reconocidas, como reconozco,




13
las deudas y obligaciones contraidas por la na-
cion y por mi gobierno bajo el actual sistema.


4.° »Tambien prometo y aseguro que todos
íos [enerales , jefes, oficiales, sarjentos y cabos
del ejército y armada, que hasta ahora se han
mantenido en el actual sistema de gobierno,
en cualquiera punto de la Península, conser-
varán sus grados, empleos, sueldos y honores.
Del mismo modo conservarán los suyos los de-
mas empleados militares y los civiles y ecle-
siásticos que han seguido al gobierno y á las cór-
tes, ó que dependen del actual sistema, y los
que por razón de las reformas que se hagan no
pudieren conservar sus destinos, disfrutarán á lo
menos la mitad del sueldo que en la actualidad
tuvieren.


5.° »Declaro y aseguro igualmente que así
los milicianos voluntarios de Madrid, Sevilla y
de otros puntos que se hallen en esta isla, como
cualesquiera otros españoles refujiados en su
recinto que no tengan ohligacion de permane-
cer por razón de su destino, podrán desde lue-
go regresar libremente á sus casas, ó trasladarse
al punto que les acomode en el reino con entera
seguridad de no ser molestados en tiempo algu-
110 por su conducta política ni opiniones ante-
riores, y los milicianos que Jo necesitaren oh-
tendrán en el tránsito los mismos ausilios que




14
Jos individuos del ejército permanente. Los es-
pañoles de la clase espresa-la y los estran [eros
que quieran salir del reino ~ podrán hacerlo con
igual libertad y obtendrán los pasaporles cor-
respondientes para el pais que les acomode.


Cádiz 30 de setiembre de 1823. =Fer-
nanrlo "


El monarca salió de Cádiz el l. o de octubre:
el duque de Angulema le esperaba en el puerto
de Santa María, CülUO igualmente el presidente
de la rejencia de Madrid yel ministro de esta-
do , que se habian apresurado á salir de la córte
tras el duque de Angulema p'lra apoderarse del
ánimo del rey al instante que recobrase la liber-
tad. Tambien el ¡enera! Uallestero~ habia corri-
do á felicitar al príncipe. La noticia de la liber-
tad de Fernando divulgóse rápidamente por la
Península española, y la alegria y la inquietud
se pintaron en casi lodos Jos rostros. El regoci-
[o que inspiraba un suceso que ponia venturoso
fin á la guerra era [eneral , y no obstante cada
cual ternia que el rey siguiese una marcha opues-
ta á sus opiniones y á sus intereses. Los venia.
cleros amigos de la monarquía ~ los que querían
cerrar para siempre la puerta :t las revoluciones,
recelaban que el partido de la rejencia ó furi-
bundo rodease al monarca y le hiciese una pin-
tura poco fiel del estado de la nacion , al mismo




1 ,~,)
tiempo que en les absolutistas predominaba el
miedo de que los acentos de la razon resonasen
en les oidos de Fernando j' de que no triunfasen
sus intereses y sus o pinic nes. Mas la incerti-
dumbre Juró breve espacio de tiempo, porque
circuló luego el decreto que á la letra decia así.


EL REY.


»Bien públicos y notorios fueron á lodos
mis vasallos los escandalosos sucesos que prece.
dieron, acampa ñaron j' siguieren al estableci-
miento de la democrática Constitucion de Cá-
diz en el mes de marzo de 1820: la IDas crirni-
nal traicion J la mas vergonzosa cobardía, el
desacato mas horrendo á mi real persona, j' la
violencia mas inevitable, fueron los elementos
empleados para variar esencialmente el gobier-
no paternal de mis reinos, eu un código demo-
crático, oríjen fecundo de desastres y desgra-
cias. Mis vasallos acostumbrados á vivir bajo
leyes sabias, moderadas j' adaptadas á sus usos y
costumbres, y que por tantos siglos habian he-
cho felices á sus antepasados, dieron Líen pron-
to pr uebas públicas y universales del desprecio,
desafecto y desaprobacion del nuevo réjimen
constitucional. Todas las clases del estado se
resintieron á la par de unas instituciones" en




16
que preveian señalada su miseria y desventura.


Gobernados tiránicamente en virtud y á
nombre de la Constitucion , y espiados traidora.
mente hasta en sus mismos aposentos, ni les
era posible reclamar el órden ni la justicia, ni
podian tampoco conformarse con leyes estable-
cidas por la cobardia y la traicion , sostenidas
por la violencia, y productoras del desórden
mas espantoiJo, de la anarquía mas asoladora y
de la indi [encia universal.


El voto jeneral clamó por todas partes con•
. tra la tiránica Constituciou : clamó por la cesa-
cion de un código nulo en su oríjen , ilegal en
su formacion, injusto en su contenido: clamó
finalmente por el sostenimiento de la santa re-
Jijion de sus mayores, por la restitución de sus
leyes fundamentales, y por la conservacion de
mis lejítimos derechos que 'heredé de mis ante-
pasados, que con la prevenida solemnidad ha-
hian jurado mis vasallos.


No fue estéril el grito jeneral de la nación:
por todas las provincias se formaban cuerpos
armados que lidiaron contra los soldados de la
Constitución : vencedores unas veces y vencidos
otras, siempre permanecieron constantes á la
causa de la reIijion y de la monarquia : el en-
tusiasmo en defensa de tan sagrados objetos
nunca decayó en los reveses de la guerra; y




17
prefiriendo mis vasallos la muerte á la pérdida
de tan importantes bienes hicieron patenle á
la Europa con su fidehdad y constancia, (¡ne si
la Espaüa habia dado el ser y abrigado en su
seno á algunos desnuturalrzados hijos de la re-
helion universal; la nacion entera era rel ij iosa ,
monárquica y amante de su lejítirno soberano;
.la Europa entera, conociendo profunda mente
mi cautiverio y el de toda mi real familia) la
mísera situacion de mis vasallos fieles-y leales, y
las mácsimas perniciosas que profusamente es-
parcian á toda costa los ~aicnles españoles por
tajas partes , determinaron poner fin á un esta.
do de cosas que era el escándalo universal) que
caminaba q trastornar tojos los tronos y toda.
las instituciones antiguas camhiándolas en ireli-
[ion y en inrnoral idad ,
Encaq.~a(la la Francia de tan santa ernpresa,


en pocos meses ha triunfado de los esfuerzos de
todoslos rebeldes del mundo reunidos por des-
gracia de la España en el suelo clásico de líl fí-
delidad y lealtad. Mi augusto y amado primo el
duque de Angulema, al frente de un ejército
valiente, vencedor de todos mis dominios, me


.11a sacado de la esclavitud en que jemia resti..
tuyéndorue á mis vasallos fieles y constantes.


Sentado ya otra vez en el trono de San Fer-
.nando por la mano sáhia y [usta del OUlUipo-


TOMO llI. 2




18
tenl P , por las [enerosas resoluciones de mis po-
(~erosos aliados .y por los denodados esfuerzos
de mi amado primo el duque de Angulema y
su valiente ejército, deseando prove(~r de re-
medio ~ las urjentes necesidades de mis pue-
blos... y manifestar á todo el mundo mi verdade-
ra voluntad en el primer momento que he re-
cobrado mi libertad, he venido en decretar lo
siguiente: 1.0 son nulos y de ningun 'Valor to-
dos los actos del ~obierno llamado constitucio-
nal (de cualquiera clase y condicion que sean)
que ha dominado en mis pueblos desde el dia 7
de marzo de 1820, hasta hoy 1.0 de octubre
de ! 823 declarando, como declaro, que en
toda esta época he carecido de libertad, obli-
gado á sancionar las leyes y á espedir las órde-
nes , decretos y reglamentos que contra mi vo-
luntad se meditaban y espedian por el mismo
gobierno: 2,0 apruebo todo cuanto se ha decreta-
do y ordenado por la junta provisional de go-
bierno .Y por la rejencia del reino ... creada aque-
Ha eu Oyarzum el dia 9 de abril , y esta en Ma-
drid ti día 23 de nnyo del presente año, en-
tendiéndose interinamente hasta tanto que ins-
truido cornnetentemente de las necesidades de


.


mis pueblos, pueda dar IdS leyes y dictar las
providencias mas oportunas para causar su ver·
dadera prosi"eridad Y felicidad, objeto constan-




19
te de todos mis deseos. Tendréislo entendido y
lo comunicareis á todos los ministerios, = Hu-
bricado de la real mano = Puerto de Santa-
Maria 1.0 de octubre de 1823. = A D. Víctor
Saez."


El triunfo de la rejencia no era ya dudoso;
puesto que no solo se hallaba confirmado
por el decreto que acabo de copiar ~ sino
tan.bien por otras demostraciones, y porque en
tojo se seguia el plan concertado en Madrid. El
monarca salió de Cádiz en estrerno airado, se-
gun se supo, por la conduela que con él habian
observado: decia que á mas de los numerosos
disgustos que habia sufrido, detestaba cuanto se
habia hecho durante la época constitucional.
Mas habian transcurrido cerca de cuatro años
de revolucion ; opiniones nuevas y nuevos inte-
reses se habian confundido con los intereses y
las opiniones antiguas; y cuando tan útil era
escuchar á los hombres de ideas distintas
para ecsarninar atentamente lo que convenia
determinar, vióse el rey rodeado de ajentes y
de partidarios de la rejencia , qUf' aprovechán-
dose de su prevención no desperdiciaron medio
alguno de fascinarle sobre la manera de terrni-
Dar la revolucion. Sin embargo no estaba tan
remoto el año de 1tl14, Y su ejemplo debiera
haber servido de freno en j 823: Fernando á su




20
q't:rI'so el;' Fr-ancia l¡a!.íaIlC pUI'1l10 en manos
del mi-m» p.HI id,) qlw lo rotle'.!la á Sil salida
..1 j'IJl'I'!<1 di' Senlla María. l Ialuansele dado en-
tÜf;{'!':S los misruos t'ollsejo1\ que al presente , y
la llave del estado SI' l.ubia .'1'1 rellarlo cuando los
mismos hombres manejaban el cuberualle. Casi


"todos eran empleados cuando el rey juró la
Consli!ueion CH 18:W: apenas hubo uno solo
q ue no Sto hle i ese cul pahlo Ó por cgoismo ó por
iucapaci-í.ul : ele suerte que ellos eran los que
habian preparado la revolucion por la maja di-
receion de los negocios; y cuando estalló sorne-
tiéronse á m sacudimiento, sin que Sil zelo
por el trono se est endiese á esponer en lo mas
mínimo su vida para conservar la autoridad
'del rey.


l\Ls en España no podía entonces hablarse
de esí e mo.io , porque los realistas sosteuian con
la mas gJ'()sera i31loranria que la revolucion r.a-
rió de rel'cnte sin que el gobierno diese el me-
nor morrvo " y que si desde 1814 á 1820 se co-
met ió ¡¡!gUlJ error, lue el no ahorcar á la cuarta
parte de les españoles. Si seguimos y observa.
mos la conducta de (lOS personas J de las que una
ha defel!dido constantemente lo autoridad del
monarca; que ha comhatiJo en sus discursos y
f'1l sus escri tos laanan] uia y los desórdenes; (pe
fue p~rseguido , estuvo su ecsisteucia en peligro




21
por defcmle r los principios tutelares dela 010,.,
narquia ry el 011'0 no se 0PUSQ6 ninguno de los
escándalos de la licencia j si conservó su eru-
pleo, ó por mejor decir si se, 19 quitaron por in-
capaz de desempeñarlo, y si en todas -sus pahd
bras ~ sus acciones mosteó el egoisfUo mas re-
finado, si ecsaminarnos la opinion que ambos
gozan al presente (¡ 8'25), hallaremos inf,¡lihle-
urente al primero perseguido y'al sP.gullJo di)..
frutando de la reputación de' verdadero real is,
tao ¿Como es posible esplicar se lUejante fenó-,
meno? El primero lwbrá dicho quizás que los,
sbusos del gobierno antigubJ,;}bia!llOrr~allotan-
to incremento qu~ era necesario hacer algunas,
reforrms ; que los numerosos mayorazgo3 eran
perjudicialesjcomo igualmente el esceso de con-
ventos; mientras que el segundo ha reputado
siempre el gohierno ecsistente el mejor del
mundo, y nunca se ha mezclado en las opinio-
nes políticas. Tal es la escala en que se mide en
España el afecto al rey y la adhesion á las ins-
tituoiones monárquicas: tal es el retrato con
corta diferencia. decasi todos los que rojearon
á Fernando á su llegada al puerto de Santa !\la·
ría, Y para manifestar hasta que punto se apo-
derarou del ánimo del rey, bastará iusertar aquí
el decreto en que se, confirmaba por ministro,




22
de estado al que lo era ya de la rejencia, y que
pasaba por uno de los corifeos Jel partido abso-
lutista.


J) En la desgraciada ajitaeion en que pusieron
á mi corazón el año de t810 sucesos qlle DO
quisiera recordar, no hallaba mas consuelo que
recurrir al Dios de las misericordias para im-
plorar su bondad en favor de mi digna familia y
de mi pueblo, dulces objetos de mis paternales
desvelos. Necesitaba para esto de los ausilios de
un director espiritual de insigne virtud, cien-
cia y prudencia: y hallando estas prendas en
D. Victor Saex , canónigo electoral de la iglesia
primada de Toledo ; vine en nombrarle mi con-
fesor; pero Dios que no estaba aun satisfecho
con las amarguras que continuamente le ofre-
cia, permitió que antes de terminar aquel año,
gustase yo la de su separacion , tanto mayor
para mi cuanto eran' grandes las pruebas que
me habia dado de fidelidad ~ con riesgo inmi-
nente de su vida. Restituido ahora á mi liber-
tad y soberanía, me complazco en volverle ámi
lado, nombrándole como le nombro mi confe-
sor, sin que este nombramiento obste al de fli
primer secretario de estado y del despacho,
cuyo empleo sirve y es mi voluntad que siga
sirviendo. Tendréislo entendido cX"c. Jerez de




• 2~
la Frontera 4 de octubre de 1823. =o El conde
de la puebla del Maestre (1)."


Mas la victoria no podia ser duradera. El rey
habia conocido el amor que profesaban á su
persona y los principios de probidad ,de orden
de (lue estaban penetradas. muchas personas que
Se habian hallado á su lado en las ocasiones crj-
ticas y que no profesaban ideas ecsajeralas. No.
podia el príncipe confundirlas con los anarquis.•
tas porque estaba seguro de sus ideas. rnonár-
quicas y sabia que tales ideas. les habían acar .
rcado terribles. persecuciones. Estos honrados
ciudadanos, libre el rey, salieron los. l\UOS de su
retiro, los otros volvieron de su destierro y em-
prendieron el camino para reunirse con el ruo-
narca : natural era que S. M. desease escuchar
sus consejos sobre el estado critico de los nego ..
cios ; dehian hablarle con franqueza y con ver-
dad , tanto mas cuanto que si en todos tiempos
conviene que los acentos de la razon penetren
en los oidos del rey, mucho. mas lltll es, y de·
bian estar convencidos de ello, cuando las irn-
prudencias pueden producir males irrernedia-
bies. Los que proceden de buena fe desean que


('1) Mas adelante veremos 'Iue la firme vuluutad
del rey apellas duró un ínes.




24
M oignn p3r\"ceres encontrados, principalmente
los de aquellos varones distinguidos por la cien-
cia y esperiencia que tienen de los negocios y
por su lealtad; mas los hombres de perversas
intenciones, los que saben que no tienen razon ,
estorban por todos los caminos imajinables que
se levante una sola Voz contraria á su sistema"
Y'l los intereses tle su partido, y Ílevan al mas
insufri~)le estrerno la intolerancia y la injus-
ticia.


Los abs(jlutista~ creyeron pue~, que todos
los medios eran lícitos para conseguir alejar del'
Jodo del loe}' las per:50uas que pu.liesen gozar al-
gUll asceudieute sobre su ánimo y que no fue';
sen de su opiniou. Pintaron al monarca con los
rilas negros colores á cuantos tenían fama dé
constitucionales , y le persuadieron que su vida
corría peligl"O sino los ahuyentaba del camino
único que debiu seguir. ConfornHÍndose el prin-
eipe con estos princi plos, diri jió el siguient e de~
creta á todos los que habían ejercido algun ern-
rleo bajo el réjlruen representativo.


»El rey nuestro señor desea que durante su
Viaje á lu Capital no se encuentre á cinco leguas
de su paso umgun individuo, que durante el
sistema cuustitucional haya sido diputado á cór-
tes en las dos última" lejislaturas., ni los minis-
tros, consejeros de estado, miembros del tri..




25
bunal supremo de justicia, comandantes [ene-,
rales ,jefes políticos, empleados de los minis-:
teriosy 105 jefesy oficiales tie la estinguida mili-
cia nacional voluntaria, prohibiéndoles para
siempre la entrada en la capital y en los sitios.
reales, á los que no podrán acercarse á quince
leguas en contorno. S. M. quiere que esta sobe-
rana resolución no cornprendaá los individuos
que despues de la entrada del ejército aliado,
han obtenido de la junta provisional ó de la re-
jencia, el nombramiento de un nuevo empleo Ó'
su reintegro en el que habian recibido de S. M.,
antes del 7 de ll1J1'ZO de J820, pero corda rigu..
rosa conrhcion de que UnOS y otros hayan sido
purificados (1 )."


Tal es el lenguaje de la ecsaltacion que no


(1) Dehemos advertir c[ue hasta entonces solo se
ha hi an purifica dn 1111 corto ruime r o de empleados
civiles de los que residian en Madrid j clue ann no
se hahi a establecido el modo d e pur i fica r so los mili.
tares, y I[Ue en cuanto á los d iput a dos á córtes, á
Jos consujeros de estado, y á las dem as clases desig_
nadas en el decreto, no se les adrnit ia á pu r ificac ion ,
sino habían siJo emp ls ad os antes del 'J de m arz o de
1H20, es deeir (lue de los individuos (lile gozaban fa.
VOl' y á quienes esceptu aba el real d euruto , apeuas
hahia urediadoceua q ue estu viesen purificados.




26
respira sino venganza, que no se para delante
de las mas graves dificultades, de las mas pal-
pables. Claro está que mientras no se revocase
el decreto, ninguno de los que Se hallaban en
él comprendidos debía quebrantarlo, bastaba
por consiguiente desterrarlos sin añadir el bár-
baro para siempre. Mas era necesario que bri-
llase en 1.. órden real el furor del partido que la
dictaba y que queria pri var al rey de la facultad
de ser clemente haciendo el decreto irrevoca-
ble por 'Ias palabras para siempre. Este es sin
contradiccion el camino mas corto para tocar
el blanco que se desea.


En todas las clases dest.erradas por el decre-
to contábanse personas que se hahian distingui-
do por su amor al monarca, y que lejos de me-
rece.r castigo rnerecian recompensa. Saltaban á
los ojos la in justicia y la irn prudencia de pros-
cribir por clases ~Y en él supuesto de que hubie-
se habido fundados recelos de que algunos mal-
vados pudiesen atentar á la vida del príncipe
cuando acababa de salir Sano y salvo de la isla
gaditana, ó que se quisiese alejar del rey á los
que mas hubiesen descollado en los desórde-
nes, el número de los desterrados debía ser
muy reducido; pero así no conseguían su obje-
tb los realistas furibundos, porque no llegando
sus rayos á las clases enteras no estorbaban que




:l7
el monarca escuchase la voz de los que á toda
costa deseaban st!parar de su lado. Conseguido
el fin que se habiau propuesto , poco importo-
ha que el número de los proscritos ascendiese á
muchos miles, y que la injusticia y la impolítica
sorprendiesen á tojos los españoles.


Lo que principalmente demostraba lo ab-
surdo del decreto, era comprender en él los
jefes y los oficiales de la milicia nacional vo-
luntaria, porque rernontábase la suma á un nú-
mero infinito de individuos, habiéndose reno-
vado los oficiales Jos ó tres veces. Debemos
recordar que muchos individuos se habían de-
clarado voluntarios, nunquc no lo fuesen, en
un principio , cuando las facciones aun no ha.
hian tornado todo su vuelo, .Y entonces habían
sido elejidos oficiales de la milicia nacional
hombres de la opinion mas recomendable, so-
bre todo de la clvse de propietarios. Muchos re-
nunciaron su destino cuando vieron los grados
que subia el termómetro de la democracia; á
otros se les habia destituido del empleo por
sospechosos, y tampoco faltaban algunos que
habían continuado en el desempeño de sus fun-
ciones para uo esponerse á ser perseguidos.
Tampoco debe pasarse en silencio que en mu-
chos puntos de la Península :os voluntarios na-
cionales habían sido constantemente los defen-




28
sores del ór.len público , y sin emhargo el de-.
creto á ninguno esceptuu ha , hallándose corn-.
prendido en é·¡ los oficiales y los ¡efes de la mi-
licia nacional voluntaria de Pamplona, que fue-
ron desarmados por órden de hu córtes , del
mismo modo que los batallones que desde M-a•.
deid escoltaron el rey á Cárliz,


Por este decreto impouíase á los que ha-
hian sido [efes y oficiales de voluntarios nacio-
nales, y que residían en el carnirío.de saut a
Maria á la córte , ó á cinco legua3 de distancia
Una pena de que quedaban libres 10:1 deuius del
reino yá no ser los de l\ladri\l y de quince le.
gtus del r.idio de la villa, y de Jos dumas sitios
reales ,á quienes se espulsaba p3r,t siempre de
sus hogares. El número de los postreros pasaba
de ochocientos, y casi todos vivian (Id comer-
cio y de la industria que habían establecido en
los pueblos de donde eran arrojados, ó tenian
en ellos propiedades que requerían su presencia
para alimentar las familias. De suerte que a los
otros oficiares Je voluntarios nacionales de Es-
paüa se les irnponia 1.. penJ de no poder acer-
carse á Madrid ó á los sitios reales: algunos Se
veinu obligauos adenias á abandonar su domici-
lio ltaHa qur: el rey hubiese pas.nlo pOI' su pue-
blo, si este se hallaba á cinco leguas del carni-
no; mas los últimos se veiau casligados con la.




29
t errible ppna ,le destierro pnra siempre <1('1 Re--
no de 511 [a milia , sin que ei.t re unos y otros
hubiese mas diferencia de culpa flue el liaher
residido en IlUulos diversos, jO sahiduria de las
ras:olle~! iO prudencia del espíritu de pHtido!


Por otra parte, si los mismos ajitadores
hubiesen trahaj:ldo para convertir ('11 dias de
1I3LtO y de luto los dias que; segun los realis-
tas) clehian consagrarse á la alegria y á la feli-
cidad) ¿hubiesen podido escojer un medio mas
dicaz. que el de sembrar el descontento por el
tránsito del monarca entre UIl gran número de
familias, la mayor parte distinguidas, que al ver
á S. M. no podian meLOS de llorar la ausencia
(le un padre , de un esposo, de un hijo ,de
Un amigo, de un pariente, ausencia causada
]lar la presencia del príncipe'! Quizás recibió
el rey la hospitalidad en casas de donde 1l8h¡a lC 4
nido que alejarse Un hijo ó un amigo Íntimo, en
virtud del decreto que antecede. ¿Podria ser
sincera la alegria manifestada por semejante
familia?¡ Quiz~s en diciendo Yo lo quiero se
.dlOgal'án los sentimientos llue despiertan la
,sangre y la ternura , y se obligará tambicn á
lo!'! hombres al amor y alodio! i A~;i lJ:>('sul'a~
ron al rey el afecto de los pueblos los 0150lu 4
ustas que le rodeaban : tales eran los caminos




30
de eonciliacion y de [usticia que preparaban á
la desvent urada pátria!


¿Mas que importaba á los furibundos rea-
listas que el decreto produjese tan fatales con-
secuencias, si lograban de este modo alejar del
lado del rey á los hombres que podian señalar-
le el verdader-o sendero para resta blecer el ór-
den y la tranquilidad? Las súplicas , el llanto
de tantos proscritos no les interesaban , ni pen-
saban el resultado fatal , prócsimo ó remoto, á
que conducen siempre las grandes injusticias.
Su deseo era desterrar de Sevilla antes de la
llegada de S_ M. á los amigos del monarca y
de la monarquia , que habían dado pruebas no
dudosas de que merecian semejante titulo ¿No
fue espulsado de Sevilla el mismo que el 7 de
julio, derrotados los guardias, cuando la confu-
sien reinaba en el palacio, ofreció en sacrificio
su vida al pie del trono para salvar la de Fer-
nando, mientras que la multitud de cobardes
que habian soplado la sedicion de los guardias
no tenia n aliento sino para temblar y rogar
que los sacasen del abismo en que yacian sin
miramiento á los medios y por humillantes
que fuesen?


Al lenguaje osado y descomedido con que
algunos ministros de corta vista trataron al
rey, succedió el lenguaje de la mas baja} de




31
la mas grosera, de la mas vergonzosa adula-
eion, Las felicitaciones" los discursos, todo es-
taba confeccionado en la vileza , en una espe-
cie de idolstrta que á la pl"lI11era vista descu-
hria cuan forzada era la espresion , y que en
vez de palabras nobles, enérjicas, dictadas por
la conviccion y el sentimiento , se buscaban
ecsajeraciones para hacer alarde de un respeto
y de una sumision que en [en eral estaban lejos
de sentir los que los manifestaban. Quiero evi-
tar á mis lectores el fastidio que les causaría
la lectura de algunos trozos de tan viles do-
cumentos, pero sin duda llevarán á bien que
copie el anuncio inserto en la Gaceta de Ma-
drid de 1.0 de noviembre de 1823.


»)EI ayuntamiento de Sevilla ha nombrado
una diputación de su seno para que acompañe
á SS. MM. Y AA. hasta la córte: y prcveerá
cuantas urjcncias , necesidades , gustos ó de-
seos puedan tener el rey y su familia. S. l\f.
le ha concedido el permiso de (lue continúe y
se presente todos los dias como han suplicado
los comisionados."


Aqui vemos al rey de España viajando á
espensas del ayuntamiento de Sevilla, que no
solamente debía proveer á las urjencias y nece-
sidades del rey J de Sil familia, sino tambien
á SUj' gustos .r tl sus deseos. Asi hacian res-




32
-pftable la autoridad real los hombres qne in-
trrvenian en lo;; negocios, sin pensar que un
.lenguaje de tan vil naturaleza babia de degradar-
la. Amas) si se bulliera cumplido esta runrar·
ronada au.laluza lluiJiérase cometido una grande
iujusticia , porque se hubiera arruinado para
.siempre el ayuntamiento de Sevilla. Mas aun-
'que no se verificase ni fuese posible J los go-
.hernanies quisieron insertar esta est ravaq ancia
en la Gaceta , para que ni España ni la Euro-
.pa entera pudiesen dudar del realismo inmi-
nente, y del entusiasmo que inspiraba la pre-
sencia de Fernando VII, al observar que un


,ayuntamiento se proponia satisfacer sus urjeu-
cias , sus necesidades .• sus gu¡.,los y sus deseos,
'y los de su numerosa familia durante un viaje
de veinte dias.


El duque de Angulema, que corno he in-
dicado, esperaba á Fernando en el puerto de
Santa Maria, no pareció muy satisfecho del
rumbo que habian tomado los negocios en Es-
paña. Aunque no fuese natural el que tan pron-
to se desconociesen los importantes servicios
del ejército frances , cuyos esfuerzos habían
obtenido la libre salida del rey; y aunque el
mas leve disgusto dado al príncipe [eneralísi-
mo debiese recaer no solo sobre el ejército
entero" sino que debía tarnhien ser muy dolo-




33
roso al rey de Francia, hay fundados moti-
vos para creer que el duque esperimentó al
menos mucha falta de mire.nientos , y no pue.
de atribuirse á otra Causa la precipitacion con
que salió de España, cuando tan l'c¡;ulal" pare...
cia que acompañase al monarca hasta su córte,
El príncipe no fue con Fernando á Sevilla, y
á su paso por aquella ciudad, donde residía to-
da ia corte española , no se detuvo mas de
veinte y cuatro horas: prueba evidente de su
di~gusto, y no debe causar admiracion el que
el jefe del ejército frances sintiese que no Be
cumplieran las promesas lwchas á los españo..
les: quizis recordaria tambien el duque enton-
ces el recibimiento que el gobierno español le
hizo en 1815, como igualmente al duque de
Borbon cuando se rcfujiaron en la Península.
El príncipe tuvo razones poderosas para creer
que el mismo espíritu reinaba en la córte e~pa..
ñola en la segunda época que en la primera.


El rey permaneció en Sevilla hasta el 23
de octubre , y llegó á Madrid el 13 de noviem-
bre. Tanta lentitud redoblaba la Impaciencia
jeneral , porC(ue se consideraba corno interino
cuanto se hacia hasta la llegada de Fernando á
la córte, y algunos decretos anunciaban tam-
bien medidas futuras para el momento en que
S. M. fijase las plantas en el palacio de susan-


TOMO ni. ~




34
tepasados. Un enviado estraordinario del Em-
perador de Husia (J) agtJ:mJábale alli para cum-
plímcotarle por su libre salida de Cádiz, y se-
gun 1<1 opinion plíLlica, influyó poderosamen-
te en el norubramiento del nuevo ministerio.
Com púsose en [eneral de hombres mus mode-
rados que el anterior, y el mini..tro de Estado
de la rejencia que ha bia sido confirmado en su
puesto, Como hemos visto por uno de los
primeros decretos espedidos á la salida de la
isla gaditana, el mismo de quien el rey batía
tan pom poso elojio , cayó del mando y salió
de Madrid.


(1) El conde !lOUO di Borgo,




OBSERVACIONES
sobre


La revolucion de España no se terminó con
la salida del rf'Y del puerto tie Cádiz, ni con su
llegada á Madrrd. Tan solo un gobierno esperi-
mentado, prudente }' vigoroso podia ahogar los
numerosos ¡él'menes de descontt'nlo que habían
sembrado los partidos á manos lleuas ; y des-
graciadamente los que diri [ian los negocios pú-




36
Llicos no pOIl~il)n 1!!1~1! cualidades. Ó veían eea-
ti"al'iadas sus miras por los mismos que debían
lt,¡bn'h,s sostenido. Hl~stame todavía añadir un
ca pít lit o ¡i mi CCSq men , y para que dé fruto
dd)() imponerme la penosa tarea de recorrer ra·
pidarnente los principales actos del güLiel'no es·
paüol posteriores á la entrada del monarca en
la capital de la monarquía.


La caída del canónigo D. Víctor Damian
S,H'Z y de sus compaüeros , y su reemplazo por
individuos que no pertenecían al realismo ecsal-
t ado (1'. ccsasperal'on á los realistas mas Iuribun..
cl(¡s que se dieron prisa á suscitar ostáculos al
lluevo ministerio, y á estorbar por todos los ca-


(1) El j('fe del nuevo nii nisterio que reemplazó
al de D. Vjetar Sue z, fi,¡¡!, e l ma r q ués de Casa hujo,
eu \ a spnsib'~ rn n e r t.e causó males sin t é r n.i n o á 14
de sve nl.u rc d a Lsp o ü a. No porque la historia deba
colocarle pOI' sus cualidades e n el rango de Jos horu-,
hres e m i n en t r-s , sipo ponlue e n circuust ancias dalias
'¡iuguno {'(" lIlas á propósIto lIara imprimí¡' á los ne.
gocios est.erinn's é i nteriores la marcha de rnoclera.
cion y de tolerancia (lile conveniao al int e res del
monarca r de la n acio n, Sin {luda ninguna, si QI
marqués ¡{ulliera vivido, 110 hu hiese prevalecido el
est upido srst e ma de Cn lomar-de 1 a.euya iglloruiniuu
direcciou deben atribuirse casi todos toll iufortuujos
dI: la patria,




37
minos lícitos ó vedados el qne Fernando Se en-
tregase confiadamente en sus mallos. Los minis-
tres debian haber encontrado el apoyo de las
per50nas del mas alto rango, que por el contra-
rio declararon la guerra á los proyectos de los
ministros, y emplearon su influencia ca conse-
guir que el monarca adoptase las medida::; ¡lt~
mayor importancia sin consultar á sus secr-eta-
rios del despacho, El príncipe se uegaba al prin-
cipio á sentar en el poder á otras personas par...
que sin duda las cortes del Norte y principal-
mente el gabinete de las Tullerias , le recomen..
daban en estrerno á los (Iue empuñaban actual-
mente las riendas .. mas aunque los sostuviese el
cuerpo diplomático, como enrecian de la con-
fianza del rey, saltábales á cada paso un tropiezo
y renovaban sin cesar la oferta de Sil dimision
que no era admitida. No es difícil adivinar á
que estrerno llegaría el desorden en medio de
una situación tan estraordinania,


El ministerio en [eneral no es respoasable
ni de los males que produjeron los decretos
promulgados, ni del bien que pudiera habes
manado del trono en aquella época, porque se
desechaban cuantas medidas de conciliacion y
de finr}C~a proponía, al propio tiempo que sin
noticia guya se decretaban otras que teudian á
eternisar (tI desorden y Hdar páhulo á las pasio-




38
nes de los realistas ecsaltades ; sin embargo no
todos los ministros se hallaban en el mismo caso;
puesto que vimos á algunos conservarse siern-
pl'e en la gracia de Fernando sin soltar el guber-
nalle del estado, aun cuando caJeron Jos princi-
pales individuos.


El primer cuidado de los gobernantes rué li·
cenciar les restos del e]Sr(;ito constitucional,
es decir los cuerpos que hahian militado bajo
Ja"l órdenes del conde de Ca rta [ena y del Jene-
ral Ballesteros, y los que habian capitulado en
las plazas fuertes, Mas esta operucion se ejecutú
precipitadamente descubrienuo los mas vivos
recelos de las tropas, tratándolas en [eneral
con la mas insultante altaner ia cuando estuvie-
ron desarmadas, y perdiendo la mayor parte de
las ar mas , caballos y uniformes. Dábaose tanta
prisa á disolver los batallones, que no tomaban
ninguna precaucion para Conservar los efectos
perlenecientes al estado , y que sin embargo se-
riau ll1'IY pronto necesarios para organizar un
nuevo ejército. Hasta los mismos reclutas ar-
rancados pocos meses antes de sus hogares es-
pevirnentaron malos tratos en el moJo como
fueron despedidos del servicio: y así es que le-
jos de agradecer los mancebos la licencia que se
les daba, murmuraron contra un gobierno que
los trataba corno criminales, y no solamente no




39
les suministraba ausilio alguno para reunirse á
8U~ familias, sino que tambien los esponia á los
insultos del populacho.


No obstante que se debía á los jefes y á
Jos oficiales un atraso considerable, únicamen-
te se les facilitó un mes de paga, espidiéndo-
les sus retiros sin darles esperanza alguna para
lo futuro. El decreto que señala á los jefes y ca-
pitanes [a mitad de su su-ldo, y las dos terceras
partes á los óficiales subalternos, no se pro·
mulgó hasta el 8 de marzo de 18~4, sien-
do ast que el licenciamiento habia cnrnenza-
do en el mes de noviembre de 1823. Parecia
que se hubiese preferido el partido de ecsaspe-
rar á la mayoria de los españoles y precipitar el
pais en los males de una reaccion ; porque si tal
no hubiera sido la intencion de los que goberna-
hall la nave pública , ¿por que retardar un de.
creta que dado en el momento en que se di-
solvia el ejército, hubiera ahorrado mucha par-
te del descontento que esperimentaba? pero
realmente los que se opusieron en t823 á que
se señalase sueldo alguno á los licenciados, se
opusieron del mismo modo en todas las épocas,
porque su divisa es llevarlo todo al estremo y
no admitir transaccion alguna con los que no
pertenecen á su bando. Y corno no estaba en su
mano ahorcar ó desterrar del reino á los once ó




40
doce mil jefes y oficiales del ejército constitu-
cional , deseaban al menos que un gran número
de ellos muriese de hambre, y que otros tuvie-
sen que lanzarse en el camino del crimen para
conservar la dulce ecsistencia, El resentimiento
de tantos individuos, de sus familias, de sus
umigos y apasionados, la censura de cuantos
deseaban de buena fe el órden público y la paz
y ventur a de la patria, nada significaban á. los
ojos de los realistas ecsaltados , cuya influencia
be daba á conocer demasiado en todos los actos
del gobierno. Pero por fin triunfó la parte mas
sensata del rniuisterio, y seüalóse aun que tarde
el debido sueldo á los oficiales indefinidos , que
así se llamaban, y esta medida contribuyó en
gran manera á calmar la inquietud y á dismi-
nuir la efervescencia.


]\'o se observaron las capitulaciones, con-
venios ni transacciones estipuladas con los fran-
ceses, ni tampoco la, que firmaron los jenera-
les españoles nombrados pOI' el rey despues de
IlU salida de la isla gaditana. Las autoridades es'
pañolas se burlaban de semejantes convenios, y
el partido dominante se indignaba COn la sola
idea de que pudiese darse la menor importancia
{¡ las ofertas bech,.s al conde de Cartajena,al [ene-
ral Ballesteros y ,1 los demas militares que ha-
hian entregado las armas y reunídose á losfran-




41
ceses con condiciones determinabas. Semejante
conducta no pod ia menos de acrecentar la irrita-
cion produciendo el descontento hasta en las filas
del ejército aliado, ba jo los auspicios del cual,
se quebrantaban sin pudor las promesas de sus
[enerales en el mismo momento en que el gabi-
nete de Madrid se apoyaba en sus bayonetas.
Hablóse con fundamento de algunas notas pasa ..
das con este motivo y otros muchos por la cór-
te de Luis X VIII á la de Fernando; mas no pro-
dujeron resultados, porque no todos calculaban
los obstáculos que era necesario vencer para
inducir al gobierno español á las vius de tern ..
plausa , y por el contrarío se 6;jUl'aban que el
monarca accederla á cuanto te pidiesen los fran..
ceses que le habian restituido al trono, y de
aquí deducían la consecuencia de que el gabine..
te Irances no tomaba el asunto con el calor
que hubieran deseado los interesados y que eS-
taba fundado en los principios de la justicia.
De tales supuestos se seguía la idea de que los
jefes franceses nunca habian tenido la intencion
de cumplir las promc.sas estipuladas para facili-
lar el triunfo. Tal opinion es escusable ~ porque
hasta la publicacion de la correspondencia entre
los gobiernos frances y español, se creerá siem-
pre que el primero no hizo los esfuerzos que




42
eran de esperar para el cumplimiento de las ofer-
tas del príncipe que restableció en el trono á Fer-
nando Vil. ¿00 quien podrán liarse los españoles
despues de haber visto que quedaba sin ejecu-
cion la palabra del duque de Angulema? El ca-
rácter personal del príncipe fl'ances fue causa
de que muchos hom bres de bien que nunca hu.
h;eran transijido con la rejencia de Madrid
abandonasen la causa de las córtes , no obstante
que couocian la tendencia y los principios del
partido á que pertenecian los miembro.. de la
rejencia. ArrQjárouse en los brazos del ejército
frances , prestaron servicios 11111Y positivos y
facilitaron á su, jefes un triunfo ficil y ventaja.
so. Apesar de esto, en el momento en que escri-
himos nu nerosos españoles jimen en la mise-
ria , otros viven perseguidos, (,lspuestos á pere-
cer, ó suben al cadalso á la vista y con la cu-to-
dia de los mismos franceses, á cuya victoria
contribuyeron y cUJa proteccioa en vano recla-
man: y no se les imputa mas crimen que sus
opiniones, y su política antes de la salida del
mouarca de la isla gaditana. Mientras que el go-
llierno france,,¡ no dé pruebas públicas á la faz
de Europa , de que trabajó para que se observa-
Sen 105 tratados, para que se cumpliesen las pro-
mesas del duque de Angulema, los españoles




43
tendrán un justo motivo de queja, y quedarán
siempre dudas poco favorables al honor y bue-
na fe de los franceses (1).


No me detendré á probar la necesidad que
tenia Fernando de dar apenas salió de las puer-
las de Cádiz , una amplia amnistía, porque to-
dos los hom bres de talento es!all de acuerdo
en que no hilY otro camino para poner lél'llli-'
no á las disensiones civiles. Desde los últimos
meses de 18'23 no cesaron de ci reo lar rumores
de una amnistía, fundados sin duda en un prin-
cipio tan positivo y poliuco. Susurrábase que
estaba decretada, y qUd se habia consultado ,t'1


(1) El v izennde ele Chatl'annriand en Sil Congre»
so de Ferona y glt~rra de Espmla, suelta algullas
especies sobre el pu ut o e u cuest ion , y otros histc-
r-iadores han hablado de las uot as que de París á !\fa.
drid circularon, r e cl a rnan d o el gabillet.e .Ie las Tu.
Iler ia s el cumplimiento de los trat rdos. Per-o enton-
ces las hajouetas francesas domiuaha n la Peuínsu la ,
y cU311do se C:.Ipnta con u a argumento t a u pOdLfOSO
la logra fácilmente lo 1I'Ie se solicit.r , mucho mas
C'1311do á la fuerza acompaña la j'Hticia. LUl'go el
ministerio Irauces quiso solo dorar las dt>sgra-
cías de Espaü a , lilas Uf) remedi arlaa , pon)ue á
IU querer 110 babia resistencia. Opénese á estóls




.(4
proyecto á la corte de Francia; y á eadaeer..
reo se aguardaba tan benéfica providencia;
trascurrieron sin embargo semallas y meses SIn
que saliese á luz, atribnyéudose á diversas cau-
sas tan estraordinaria tardanza: y lo que no
admite duda es que los ministros mas ilustra-
dos querian que se promulgase una amnistia en
estrerno lata y como la aconsejaba la politica,
Mas los absolutistas mas ecsajerados no atre-
viéndose á combatir de frente la idea en su
esencia, oponían incesantes obstáculos y la re-
tardaban como convenía á sus planes. Corrió
entonces la voz de que el [eneral en [efe del


razones que los t'railes hubieren sublevado el "'li-
no, como se ha dicho al tratar del doereto de An-
dujar por algunos franceses. ¡miserable respuest a!
Los fr ailes hubieran sido destruidos, y Sil poder aui-
quitado sin el apoJo lid ejé.'cito aliado ~ si se hnbie-
Ii~~n erupeü ado en sustener la injusticia y el cr íme n.
no nega!"emos qae el fanatismo dominaba al vulgo,
que contaba el realismo furibundo con u 11 merosos
atletns : pel'o tamhien la libertad, y sobre todo el 61'·
(len priblico y la paz, te ni an muchísimo, dl'l',msore9:
eien mil hav onetas haci an inclinar el P':so de la ha.
lallza al lado donde se colocahau. Al hablar aai cul-
pamos ¡jI ministe rio frailees y á Sil tortuosa m archa ,




,4J
ejército de ocupacion se mezcló en esta intri..
ga J en otras muchas; y aunque respeto rlema..
siado al [eneral para presentar ccmo fundados
~em('iallle5 rumores, no debo p3~arlos en si-
lencio, no 1'010 para darle ocasion de espli-
carse , sino tamLien pcrque coincidieron con
su privacion del mando.


La amnistía tan deseada apareció por fin
en la Gacel" de 24 de mayo de 1824, con fe-
cha del día 1.0. Parécerne importante copiar
equel documento, acompañado de alguUllf. ob-
servaciones, porque muchos de mis lectores no
podrán procurarse tos periódicos de la época
de que hablamos C').


no á la jcnerosa naclon francesa , ni á sus bravos
militares d q uj e nes la fuerza del dehe r , la disciplina
y la negra estrella qne pres idia entonces :í jos desti_
nos 11p Europa contuvieron en la cherl ie nc ia , no
(1h~t;,pte, que Inaldecian la reaccion ~' loÍs crue ltla-
eles que tenían 'jlle autorizar torios los dia~ con su
espada. Asi rf'gl'l~saron á su patria r ohc saudo pn sus
eoraz oues la illdiguacion y llen audo de improper-ios
al despotismo: J cuando en julio de 1H3LJ sonó la
hor a del comba t e , re present óseles 1"1 cuadro de la
t irania que liab ian v ist.o desarrnllado e u EspaDa, J
pelearon I~OOlO leones para líber'tar' 1'1 suelo (Ionde
nacieron de sus horrores " calamidades.


(1) Suprimo el preámbulo del decreto pora ma.




46
DECRETO DE AMNISTIA.


ARTICUlO 1. Concedo indulto y perdón
[ener«l , con relevación de I»s penas corporales
ó pecuniarias en que haJan podido incurrir, á
todas )' c<ld<l uua de las persona~ que desde
principios del año 1810 hasta el dia l. o de oc-
tubre de 18'3, en que fui reintegrado en la
pleniluri de los dereclios de mi lejítima sebera-
nía, hayan tvnido parte en los disturbios, es-
ceses y desórdenes ocurridos en estos reinos
con el objeto de sostener .r conservar la pre-
tendida Con-titucion política de la monarquía..
con tal que no sean de los que se mencionan
en el arriculo SIguiente.


ART. 1I. Quedan esceptuados de este in-
dulto y perdon , y por consiguiente deberán
ser oidos , [uzgados y sentenciados con arreglo
á las leyes los comprendidos en alguna de las
clases que :i continuación se espresan•


••a Los autores principales de las rebelio-


:yor brevedad, y snprimir ia igualmente la alocueion
t1d rey, si Jos sentimientos tIue espresa 110 fuesen
eout r ar ios á los manifestados en otros decretos, y á
las ideas del bando que dominó y devastó la aflijida
España.




47
nes militares de las Cabezas, de la isla de Leon,
CorulJa: Zaragoza, Oviedo y Barcelona , don-
de se proclamó la Constitucion de Cáciiz antes
dI! haberse recibido el real decreto de 7 de
marzo de 1820, como tambien los jefes civiles
y militares que continuaren mandando á los
sublevados J ó tomaron el mando de dIo'! con
el objeto de trastornar las leyes fundamentales
del reino.


2. a Los autores principales de la conspira.
cion tramada (11 Madrid en principios de mar-
zo del mismo año de 1820, á fin de obligar y
compeler por la violencia á la espedicion del
referido real decreto de 7 del mismo y consi-
guiente juramento de la llamada Constitucion,


3.a Los jefes militares que tuvieron parte
en la rebelión acaecida en Ücaña , y señalada-
mente el teniente [eneral don Enrique OdoneJl,
conde del Abisbal.


4. a Los autores principales de que se me
obligase al establecimiento de la llamada Junta
provisional, de que trata el decreto de ~ del
mismo mes de marzo de 1820, y los individuos
que la compusieron.


5.a Los que durante el réjimen constitucio-
nal firmaron ó autorizaron esposiciones diriji-
das á solicitar mi destitución ó la suspensión
de las augustas Iuuciones que ejercía) ó el nom-




48


bramiento de alguna rejencia que me reempla-
zase en ellas, ó el que mi real personll y las de
los serenísimos príncipes de mi real familia se
sujetasen á cualquiera especie de juicio, bien
fuese por las llamarlas cortes ó por cualquiera
otro tribunal) como igualmente los jueces que
hubiesen dictado providencias encaminadas al
propio efecto.


6. 11 Los que en sociedades secretas hayan
hecho proposiciones dirijidas á los mismos ob-
[eros de que se hace espresion en el articulo
precedente durante el gobierno constitucional,
y los que con cualquiera otro objeto Be hayan
reunido ó reunan en asociaciones secretas des-
pues de la abolicion del citado ré iimen,


7. a Los escritores Ó editores de libros ó pa.
pelesdirijidos á combatir é impugnar los dog-
mas de nuestra santa reli [ion católica, apostóli-
ca romana.


8.:l Los autores principales de las asonadas
que hubo en Madrid en J6 de noviembre de
18:W ,yen la noche del 19 de febrero de J823,
en que fue violado el sagrado recinto del real
palacio, y se me privó de eiercer-~la prerogati-
va de nombrar y separar lihremente mis secre-
tarios del Des pacho,


9. 11 Los jueces y fiscales de las causas se.
suiuas y sentenciadas contra el jeneral Elío , y




49
el primer teniente de guardias españolas, don
Teodoro Goffieu , víctima de su insigne lealtad
y amor á su soberano y á su pátria.


'O. Los autores y ejecutores de los asesina-
tos del arcediano don Matias Vinuesa , y el re-
verendo obispo de Vich, y de los cometidos
en la ciudad de Granada, y en la Coruña
contra los individuos que se hallaban arresta-
dos en el castillo de san Anlon, y de cual-
quiera otro de la misma naturaleza, Los asesi-
natos son siempre escluidos de todos los indul-
tos jener.ales y particulares, y deben serlo Con
mayor razón los perpetradores de aquellos que
envol vian ademas el siniestro objeto de pro·
mover y acelerar el movimiento revoluciona..
río.


l l , Los comandantes de partidas de guer..
rillas formadas nuevamente y des pues de haber
entrado el ejército aliado en la Península, que
solicitaron y obtuvieron patentes para hostilizar
al ejército realista y al de mis aliados.


12. Los diputados de las llamadas córtes,
que en su sesión de t I de juuio de 1823 vota-
ron mi destitucion , y el establecimiento da
una pretendida rejencia , y se ratificaron en su
depravado intento, continuando con ella hasta
Cádiz, como también los individuos que ha ...
hiendo sido nombrados rejentes en dicha se-


TOMO 11I. 4




50
sion, aceptaron y ejercieron aquel cargo , y
el jeueral comandante de la tropa que me
condujo á la referida plaza: esceptúanse de es'
ta clase los que despues de aquel escandaloso
suceso hayan contribuido eficazmente á mi li-
bertad y la de mi real familia, segun se ofreció
solemnemente por la rejencia en su decreto de
23 de junio del mismo año,


13. Los españoles europeos que tuvieron
parte directa é influyeron eficazmente para la
forrnacion del convenio Ó tratado de Córdoba,
que don Juan Odonojú, de odiosa memoria,
celebró con don Agustin de Itúrbide , que á la
sazón se hallaba al frente de la insurreccion de
Nueva España.


f 4. Los que habiendo tenido parte activa
en el gobierno constitucional, ó en los trastor-
nos y revolucion de la Península, hayan pasa-
do Ó pasaren después de la abolicion de dicho
gobierno á la América con el objeto de apo-
yar y sostener la insurrección de aquellos do-
minios; y los de la misma clase que permanez-
can en ellos con cualquiera objeto, después de
requeridos por las autoridades Jejítimas para
que abandonen el territorio. Esceptúause de es-
ta clase los que siendo naturales Ó domiciliados
en América se hayan restituido á sus hogares",
viviendo como habitantes pacíficos.




51
15. Los de la misma clase precedente, que


refujiados en paises estranjeros hayan tornado
ó tomen parte en tramas y conspiraciones fra-
guadas en ellos contra la seguridad de mis do-
minios, contra los derechos de mi soberanía..
ó contra mi real persona .Y familia.


ART. III. Todos los que no se hallen com-
prendidos en las precedentes escepciones , Ó
en alguna de ellas , disfrutarán del beneficio
del referido indulto, y por consiguiente goza·
rán de libertad civil y seguridad individual , es-
perando que este acto de mi clemencia y be-
nignidad servirá de un poderoso estímulo para
que volviendo en sí, y reconociendo sus estra-
vios y alucinamiento ~ se hagan dignos con su
conducta sucesiva de ser restituidos á mi gra-
cia.


ART. IV. En su consecuencia" los que se
hallen presos por escesos que no sean de los
que quedan esceptuados , ó lo estén solamente
por opiniones políticas, serán puestos en liber-
tad, y se desembargarán sus bienes, no obs-
tanle que hayan ejercido autoridad judicial po-
lítica militar, administrativa ó municipal, Ó
hayan tenido empleos y desnnos bajo el llama-
do gobierno constitucional; quedando por con-
siguiente revocados por el presente decreto los




52
espedidos hasta aqui sobre la materia, en cuan-
to no sea conforme con las disposiciones del
presente.


A!lT. V. Se observará sin embargo, y ce.
lará por las autoridades respectivas, la conduc-
ta de aquellos individuos que han dado eviden-
tes pruebas de adhesión al réjimen constitucio-
nal; y si su conducta sucesiva fuere la de va-
salios fieles, no serán inquietados en manera
alguna; pero si Con acciones, con escritos, oon
discursos tenidos en público, ó por cualquiera
otro medio, tratasen en adelante de alterar el
órden , serán procesados y castigados con todo
rigor como reincidentes.


ART. VI. Las causas contra las personas
no comprendidas en el presente decreto de in-
dulto, se formarán y determinarán con arre-
glo á derecho en los tribunales superiores de
los respectivos territorios en que se hayan co-
metido los atentados.


ART. VII. El beneficio del presente indul-
to y perdon no lleva consigo el reintegro de
los empleos obtenidos en mi real servicio aa-
tes del 7 de marzo de 1820. La conducta po.
lítica de los empleados se ecsamiaará por los
medios acordados Ó que se acuerden sobre esta
materia; pero la decisión que recaiga en los
espedientes de purificaciou no podrá ser tras"




53
cendental sino á los empleos y goces respecti-
vos á ellos.


ART. VIII. Tampoco se escluye ni invali-
da el derecho de tercero á la reparación y re-
ssrci miento de perjuicios, si se reclaman por
parte lejitirna , ni el que compete á mi real Ha-
ciendu ,p<lfa ecsijir cuentas á los que hayan
manejado caudales públicos , y para obligar á
la restitución de lo malversado ó sustraído en la
citada época.


ART. IX. Los individuos pertenecientes á
las clases escluidas del beneficio del presente
indulto, que se hallen comprendidos en algu-
na de las capitulaciones concedidas por los je-
nerales del ejército de S. M. C.ma, debidamen-
te autorizados, no podrán permanecer en los
dominios españoles sino con la precisa condi-
cion de someterse al juicio y á las resultas de
este, en la forma que queda prevenida para to-
dos los que pertenezcan á las referidas clases
esceptuadas,


ART. X. Las autoridades civiles y milita-
res encargadas de la ejecucion del presente de-
creto , serán responsables de todo ]0 que por
esceso ó por defecto se oponga á su puntual ob-
servancia.


ART. XI. Los M. RR. Arzobispos y los
R H. Obispos, en sus respectivas diócesis, des-




54
}>ue~ de publicado el presente indulto, emplea-
rán toda la influencia de su ministerio para res-
tablece¡' la unión y buena armonía entre los es-
pañoles, eshortándolos á sacrificar en los altares
de la relijion y en obsequio del soberano y de
la patria, los resentimientos y agravios perso-
nales. Iospeccionaráu igualmente la conducta
de los párrocos y dernaa eclesiásticos ecsisten-
tes en sus territorios, para tomar las providen-
cias que les dicte su zelo pastoral por el bien
de la iglesia y del estado.


Tendráse entendido en el Consejo para su
puntual cumplímiento , y para que se publique
y circule á quien corresponda. Está señalado
de la Heoal mano. En Aralljuez , de mayo de
1824. == Al Gobernador del Consejo. ::00= Con
la misma real órden y al propio efecto se re-
mitió igualmente al gobernador del referido
mi consejo la alocución del tenor siguiente:


Españoles: Imitad el ejemplo de vuestro
rey que perdona los estravios , las ingratitudes
y los agravios, sin mas escepciones que las que
imperiosamente ecsijen el bien público y la
seguridad del estallo. Habeis vencido la revolu-
ciou y Id anarquía revolucionaria; pero aun nos
queda qu~~ a~abat' de vencer la discordia, no
menos terui hle. Sacrificad vuestros resentimien-
tos é injurias personales al bien incomparable




55
de la unión y de la p<lZ. interior. No olvideis
-que la desunión y la discordia civil han arr-ui «
nado los mas poderosos irn perios de la tierra.
Sin tranquilidad y perfecta sumísion á las.leyes ,
es imposible que el gobierno se cimente sobre
bases sólidas é indestructibles., ni que renazcan
las agotadas fuentes de la prosperidad pública,
y mucho menos que se restablezca la confianza,
que es madre de la industria y de la riqueza J y
el único apoyo del crédito, que multiplica los
recursos de los estados. Sin ella vuestros capI-
tales y vuestros brazos irian á fecundar y bene-
ficiar la tierra estranjera, dejando yermo el
patrio suelo, que las virtudes de nuestros as-
cendientes convirtieron en tierra clásica del
honor y de la lealtad. Haced que el total resta-
blecimiento del órden en la Península sea el
preludio de la reconciliacion entre vosotros y
vuestros hermanos disidentes de América. Des-
cendientes de los grandes hombres que funda-
ron y acrecentaron nuestro glorioso imperio,
é hicieron resonar el nombre español por todos
los ángulos de la tierra, no dejeis á los vues-
tros una patria destrozada y un nombre vili-
pendiado. Emplead vuestra natural enerjía en
rescatar á la Espa1l3 del abatimiento en que la
1)(111 constituido circunstancias desgraciadas. La
1'01"1 ateza y vigor del gobierno os preservará en




5'
adelante de las ai-it:lcionc~ y trastornos revolu-
cionarios, y la espada de la justicia caerá in-
fa liblernente sobre los que intenten reprodu-
cir entre nosotros los pasados desórdenes; pero
no deis acojida á las pasiones rencorosas ni á los
consejos pérfidos rle los que 8Cl.lSO pueden tener
Un interés en desuniros para perdernos, y para
que no podais estender vuestros brazos j' ausi-
lio á vuestros hermanos de América , qu~ son
víctima, como lo habeis sido vosotros de la
anarquía revolucionaria, y de la ambicien de
demagogos inespertos y mal intencionados. Si
por decreto inescrutable de la divina Provirlen-
cia estaban reservados á vuestro rey tantos dias
de amargura en los primeros años de su reina-
do, cooperad Con él para que los restantes sean
de prosperidad J de ventura , y puedan em-
plearse en fomentar las artes de la paz, y en
restituir á la España su primitiva gloria, á mi
corona su brillantéz y esplendor, á la reli jion su
suave imperio, y á mis pueblos vejados y fati-
gados, la abundancia y el sosiego á que son
acreedores por su insigne lealtad y hcróica cons-
tancia. Aranjuez L° de mayo de 1824. oc::D Yo
el rey.


Puhlicados en el mi consejo pleno estraor-
dinario , celebrarlo en 11 de este mes, COn
asistencia de mis fiscales, el referido mi real




57
decreto y alocucion que quedan insertos, acor-
dó su cumplimiento }' esped ir esta mi cédula:
Por la cual os.mando (¡ to:los.'v cada uno de vosI \¡J. .;
en vuestros lugares, distritos y [urisdicciones la
veais , guardeis) curupl.iis y ejecuteis , y hasaís
guardar, cumplir y ejecutar en todo y por todo
seSua y como en ella se contiene, sin contra.
venirla, permití!' ni dar lu;ar á que se contra-
venga en manera alguua ; ántes bien, para que
teuga su mas puntual y debida observancia, da..
reis las órdenes y providencias que convengan.
y encargo á los M. IHL Arzcbispos , nn. Obis-
pos , superiores de todas las órdenes regulares,
mendicantes, monacales y dernas prelados y
jueces eclesiisticos d e estos mis reinos que en la
parte que les correspon.la la observen como ea
ella se previene: que asi es mi voluntad; y que
al traslado impreso de esta mi cédula, firmado
de D. Valentin de Pinilla , mi escribano de cá-
mara y de gobicl'l1o del consejo, se le dé la
misma fe y crédito que á su orijinal. Dada en
Aranju-z de mayo de 1824. = Yo el rey.


Conócese á primera vista que ,algunos ,artí-
culos del decreto no guardan armenia con las
ideas espresadas en los otros, y men os aun con
la ulocucion del monarca. La diferencia provie-
ne sin duda de que redactado el decreto: por
hombres honrados y conocedores de las circuus-




58
tancias J cayó después en manos de individuos
furibundos , á quienes no asistian las mismas in-
tenciones ni tan puros sentimientos, é interca-
laron varios artículos y modificaron otros de tal
suerte que lo desfiguraron enteramente. Así que
los españoles recibieron casi todos mal la arn-
nistia. Pensaban unos con harto fundamento
que con tenia demasiadas escepciones, mientras
que los realistas juzgaban la gracia demasiado
estensa y la impunidad asegurada á los crimina-
les. Fácil es de adivinar cuanto trabajarian las
sociedades realistas que se habían dilataJo por
todo el reino :Í la sombra de los conventos, en
promover el descontento de los pueblos; porque
sus miembros ciegos de furor no conocian la
época en que vivian , ni querian oir hablar de
indul [encia con quien no profesase sus opinio-
nes. Juzgo que las escepcioues de la arnuistia
eran demasiado numerosas.


Ya que no se querla correr un velo sobre lo
pasado, y la voluntad del rey era vengarse de los
que proclamaron la Constitución de 1~20 , de-
hian re Iactarse las cuatro primeras escepciones
Con suma moderacion ; y debemos confesar
que as\ lo estaban, pues uo comprendían sino á
los pri'j'cipi.lles autores de las rebeliones milita-
res, y se concretaban á determinadas capitales
de provincia , aunque la CI)nstitlJ~ion se procla-




59
m6 en otros muchos sitios antes de que Fernan-
do prestase el juramento. Bajo este punto de
vista las escepciones tenian un barniz de justi-
cia; mas comprendian igualmente á los miern-
hros de la junta provisional , de los que muchos
no tomaron parte en la revolucion , y por el
contrario la junta entera dió pruebas de suma
prudencia y combatió de continuo las pretensio-
nes y la tendencia anárquica de los ajitadores
de las provincias, á quienes indujo á la obe-
diencia del rey. Sucedió así porque los que der-
rocaron en 1810 el órden público en España no
siempre escojieron , y aun podía decir nunca
escojieron á los conspiradores para individuos
de las juntas de gobierno. Cornunmente elijie-
ron hombres en quienes brillaban las ideas li-
berales, pero moderados y de sanas opiniones.
Así, aun dado el caso de que el príncipe se ne-
gase á comprender en la arnnistia á los que hi-
cieron la revolucion , no parecia justo que los
miembros de la junta provisoria se viesen tra-
tados del mismo modo que los principales cons-
piradores, mientras que á la mayor parte ha-
híanlos arrancado de sus retiros para que des-
empeñasen aquellas funciones, y habían pres-
tado servicios de interés jeneral , sin que nunca
se haya dicho que faltaron á los miramientos
debidos al rey, ó que ninguno de ellos había




60
dado pruebas de ecsaltacion en el curso de las
revueltas políticas que sobrevinieron.


La quinta escepcion no me parece úni-
camente injusta é impolítica sino en est re-
mo ridícula. Todos saben en Esparla el des-
precio que inspiraban las representaciones; y
que la mayor parte de los quP, en ellas esta m-
paban la firma ignorab;m su contenido: qne
otros firmaban absolutamente lo contrario de
]0 que hubieran querido firmar, porque si
]0 hubieran rehusado se les hubiese perse-
guido ó mirado como sospechosos, y les cons-
taba por otra parte que su rúbrica nada siglllfi-
caba habiendo llegado á tanto meno-precio las
esposiciones tumultuarias. ¿Como puc.Íe com-
pararse e! error, si hubo error en tales circuns-
tancias , de los que en un cAé , en la calle ó en
Su casa misma solicitados por cuatro ó cinco
individuos de los mas ecsaltados .. y al:;unaR ve-
ces por grupos numerosos, como puede com-
pararse con el crimen de lo'> asesinos de (Iue
hablan las otras escepciones ? Podría alcgarse
algnn viso de justicia si la escepcion recayese en
Íos autores de las representaciones: y aun en
semejante caso seria muy rídiculo Ver al rey
que hahia anulado todo lo hecho desde el 7 de
marzo de 18'20 ,.y declarado que habia carecido
de hbertad durante el reinado del réiimen COIlR-




61
titucional , mostrarse tan zeloso de la autori-
dad que le babia dejado la Constitucion y!la-
mar augustas las funciones que desempeñaba,
Si cuanto se hahia efectuado desde que el có-
digo gaditano se proclamó hasta LO de octubre
de 1823 habia sido un alentado, si el monarca
carecía de Iibertad , ¿que importaba que ataca-
sen Ó restrinjiesen sus poderes? elaro está que
no disfrutaba de ningunos, puesto que no estaba
libre. O me engaño enteramente Ó tal escep-
cion justifica la conducta de todos los españoles
que prestaron obediencia al gobierno de aquella
época. Puesto que era un crimen haber solicita-
do la suspensión de las augustasfunciones cons-
titucionales del rey, no cabe duda en que haber
procurado conservar al príncipe su goce debia
caliticarse de mérito.


Lo mismo puede decirse de la primera parte
de las escepciones de la sesta categoría: en Cuan-
to á la segunda, si la amnistia solo Se esteudia has-
ta la abolicion del réjimen representativo, para
qué esceptuar á Jos que se hubiesen reunido en
sociedades secretas despues de aquella época?


Los libros que trataban clel dogma relijioso,
no podian imprimirse segun el reglamento de
libertad de imprenta decretado por las córtes
sin la censura prévia de los obispos; asi la es-
cepcion séptima era inútil, á menos que no se




62
quisiese estender indefinidamente la palabradog-
ma á la disciplina, á los diezmos y á otros
puntos.


Si el gobierno constitucional hubiese ejecu-
tado las leyes,y si los ajentes de la autoridad no
debiesen considerarse como cómplices de los
tumultos de 16 de noviembre de 1820 y de 19
de febrero de 1823, resultaria como resultaba
en efecto que el castigo debia recaer con el ma-
yor rigor contra los promotores de tales asona-
das. No me admiro pues de que estuviesen com-
prendidos en la escepcion octava. Mas no pue-
do dejar de repetir que esplicarse así es faltar
á los principios de la verdad, porque se dice
que en las tales asonadas se había violentado la
voluntad del monarca, mientras que en otros
decretos se asegura que habia vivido forzado
durante todo el período del gobierno represen.
tativo.


Otra consecuencia importante puede sacar-
se del contenido de la escepcion octava, por.
que en ella se afirma que el 13 de febrero de
1823, el monarca se vió privado de ejercer la
prerrogativa de nombrar libremente sus minis-
tros. Por consiguiente el príncipe la ejerció en
Ias restantes circunstancias, durante el réjimen
constitucional, y tuvo ministros con quienes
permaneció contento, puesto que los nombró y




63
pudo despedirlos libremente. Esta consecuencia
es ecsacta , y prueba la contradiccion que reina
ent re elrlec reto que analizamos y los demás
actos de gobierno, y la dificultad de sostener
los principios establecidos en J. (1 de octubre
de 1823.


Afírmase en España que en el proceso del
leneral Elio se infrinjieron las leyes, y hlÍllase la
prueba en la defensa leida en el consejo de
guerra, defensa que salió despues á la luz pú-
blica. En cuanto á Goffieu el tribunal que le
condenó no era competente, porque le juzgó
un consejo de guerra ordinario en vez de un
consejo de guerra de oficiales [enerales. Mas en
la escepcion nona en que se citan ambos pro-
cesos debieron haberse indicado tarr.hien los
motivos que acabo de esponer, porque en el
sentido en que está redactado el artículo, ó los
jueces de Elio y de Gomeu no debian sufrir
pena alguna, ó todos los tribunales que conde-
naron á muerte á los que habian proclamado
al rey absoluto y conspirado contra la Consti-
tucion debían esceptuarse de la amnistia , por·
que los condenados fueron igualmente víctimas
de su amor á la tiranía,


Los asesinatos de que habla la escepcion
décima no deben comprenderse en arnnistia
alguna; crímenes tan atroces no han de con-




64
fundirse nunca con las revueltas, escesos y des-
órdenes cometidos por los [enios turbulentos
en el delirio del entusiasmo. Parécerne inútil
la escepcion , pues no creo que .10s en! pables
que seüa la se cscusasen'[amés con el artículo 1.°
de la amnistía.


y los que levantaron guerrillas despnes de
haber entrado en la Península los franceses ¿por
que eran mas culpables que los que las levan-
taron antes de la invasion? No adivinamos el
motivo de semejante diferencia: pero lo cierto
es que en virtud de la escepcion undécima fue-
ron encarcelados muchos españoles y se vieron
espuestos á sufrir en el cadalso la pena de muer-
te (1). Muchos de ellos partidarios ardientes
de la Constitucion y de los bandos estrernos,
eontentáronse con recibir las comisiones que
les encargaron las autoridades, sin llegar el caso
de alistar las partidas ni deserubainar la espada,


(1) ¡Que lejos estaban entonces Jos rejentes de
Madrid y los anarquistas oe t0l1(18 los partidos. de,
pensar en la bienhechora macsim a de la abolicion
de la pena de muerte en los crímeues puramente po-
líticos: y ¡cuan distantes están todavia de;,admitirla
en su código y en su cOI'aZOIJ los partidos que se dis.
putan el uraudo en Espaíia! Sin embargo conv éu-




5


65
Y por consiguiente no se les podia imputar cri..
men alguno. ¿Por que pues esceptuar de la arn ..
nistia á los que recibieron comisiones como par.
tidarios y no á los que recibieron cartas de dis-
tincion ? Observamos á cada paso que el decreto
cuyo análisis nos ocupa no;: se redactó cen el
acierto y la justicia que reclamaba un negocio
de tanto interés, y que el deseo de los unos de
acumular escepciones sin discernimiento, y por
solo el espíritu de venganza) y de los otros de
disminuirlas, produjo las mas notorias contra-
dicciones.


Los diputados comprendidos en la eseep.
cion duodécima pudieron ahusar, es verdad, de
sus poderes, y destruyeron la Constituciol1; pero
entonces resulta de este artículo que el rey per..
dió sus facultades el '1 de junio, y por consi-
guiente que habia ejercido su autoridad antes
de aquella fecha. Sin embargo el artículo pri-
mero del decreto de 1.0 de octubre de t823


zanss de';su' necesidad si aspiran á ser los órganos
de una nacion y no d~! un p a r ti do, Francia de qnicn
Europa ha recihido tan buenos y tan malos ejem-
plos, parece haber to m ad o la iu ic iativ a en esta irn «
portante euestion . deseamos (Jue imiten á los fran-
ceses cuanto antes lo permitan las circunstancias los
lejisladores de nuestt o pa is.


TOMO 111.




66
d~cia : »Declarando como declaro que desde el
7 de marzo de 1820 hasta el día de la fccha} he
carecido de libertad y me he visto obligado á
sancionar las Ieyes , espedir las órdenes, de-
cretos y reglamentos que contra mi voluntad se
meditaban y espedian por el mismo gobierno
Occ." Sin detenerme á ecsarninar si era posible
obligar al rey á espedir las órdenes, decretos y
reglamentos, cuando dice que no era S. M.
quien los Jaba, sino que se meditaban j' espedian
COntra su voluntad por el gobierno, esto es por
los ministros, diré únicamenteque admitiendo
como cierta la falta de libertad del príncipe
en todos los actos del gobierno constitucional,
las córtes con el nombramiento de la rejencia
no atentaban á la autoridad real puesto que no
ecsistia , como se indica en el precitado decre-
to y en otros muchos. Porque debia ser indife-
rente el que fuesen tres rejentes ó siete minis-
tros los que gobernasen en nombre del rey con-
tra su esplici ta vol untad.


La escepcion décirnatercera me parece jus-
ta , y la décimacuarta y décimaquinta intempes-
tivas é inútiles, porque la amnistia comprende
solo á los que tomaron parte en las revueltas,
escesos y desórdenes ocurridos desde principio
de marzo de 1820 hasta l.o de octubre de IS'B,
Ó lo qu.e es lo mismo, hasta la abolieica del




6'J
sistema representativo, y los dos artículos pre-
citados hablan de delitos posteriores á aquella
época.


En el artículo nono permítese salir del rei-
no á los esceptuados de la amnistía que hubie ..
sen capitulado con los [eneraies franceses, sin
que puedan permanecer en España, á no ser que
se sujeten & la Iorruacion de causa y á sus re-
sultados. Es probable que este articulo se de-
Lió á las reclamaciones del gabinete Je las Tu-
l/erías: mas aunque en realidad en los puntos
donde se cumplio, arrancó algunas víctimas del
cadalso, ne por eso dejaba de imponerles la ter-
rible peLla de la cspatriacion , siendo así que se
les habia prorneudo que no serian inquietados ni
molestados por la conducta política que hubiesen
observado, ni por las opiniones manifestadas an..
tes de haberse reunido á los franceses. Concede..
rá la jenerosa Francia un asilo á estos desven-
turados? Les dará de que vivir? Los anteceden-
tes no lo indican; no obstante que son notoria.
mente víctimas de la buena fe con que se fiaron
de las promesas del príncipe jeneralísimu, Y
para confusión de los gabinetes mismos que han
encadenado la Península , y para prueba de su
inconsecuencia, vemos que los anarquistas mas
ecsajerados que no cedieron sino á la imperiosa
ley de la necesidad, gozan en Iglaterra peI1gW-




GB
nes, mientras que Jos que abAndonaron las ban-
deras de los de Sevilla.. se reunieron á ¡os [rau-
ceses y les prestaron sl'rvicios positivos perma-
necen en Sil pais espuestos á las persecuciones
de los absolutistas , sin sueldo, sin considera-
cion , presa de la miseria: ó si han sido e~cep­
tuados de la amnistía tienen que abandonar su
pálria sin esperanza de hallar en parle alguna
el pan. del infortunio (1). Huego á los ministros
del poderoso monarca frances (1825) que to-
men en consideración tan singular contraste,
que no guarda armonía con las miras [enerosas
del ilustrado Luis XVIII: y que rellecsionen
que la Lucna fe}' el honor del pabellón frances
no han quedado á cubierto en esta ocasion,


He dicho que el decreto de arnnistia era de
1.° de mayo, y que no se publicó hasta el :W
del mismo mes, no por acaso sino con la mas
dañina inteucion del mundo. Luego que se


_.__._----------------


(1) Cuando se escribieron' las anteriores lineas,
elministeJ'io de las Tullerias 110 hahi a concedido to-
da v ia los 50CülTos;s<>ñalatlos despues á los rcfujia_
dos. ¡l)\u¡;uiese á Dios que tales socorros se couca-
diesen ú n i ca m ent e á los proscr;tos por opiuiuues po_
l'Ílica~, )' 110 á los~qlle bajo t a u honrosa bandera
ocultan el verdadero motivo.de .$U destierro ó de
.u fu~,. H




69
concedió la ammstia por orden confldenciel
{lel. mcnarca , el ministro de gracia y justicia
la comunicó á los intendentes de policia , rar~'
que en sus provincias respectivas hiciesen ave-
riguaciones y formasen las listas de los que de-
hiall 8'1' encarcelados en virtud de bIS escep'
ciones , para que se procediese á su arresto al
mismo tiempo qne se publicase el decreto,
Así es que las prisiones se verificaron no f'l)
consecuencia de una iufcrmacion sumaria de
los tribunales, segun las leyes que mandaba ob-
servar la amnistía, sino por el solo arbitrio de
las p1Siones y del capricho de los intendentes
de policia. En to.Ias ~as naciones la policia tjp-
n- el ca¡'gl) de prevenir los delitos y no se mez-
eL, en las funciones de los tribunales de [usti-
ci.r ; pe¡'o en España se ocupa mucho menos de
sus atribuciones naturales que de servir de ins-
trumento á un partido. Asi es que desprecian-
do un decreto redactado en el consejo con las
f )\'ll1,¡:id:dcs ordinarias, aprobado en reunion
de ministros por árdeo del monarca, y cornu-
nicndo pOLo uno de los mismos secretarios del
despacho coutidencialmente , se deja [emir en
los calabozos donde yacen á numerosos ino-
ccutes. Embrollaron de tal suerte los proceso:.;
judiciales, que los tribunales se vieron llenos
(he dudas y COI1 las manos atadas, porque cuan-




JO
do los ajentes de policia se convierten en acu-
sadores públicos, sus pesquisas son intermina-
bles y resérvense siempre el derecho de dirijir
nuevos cargos; de suerte que fue imposible po-
ner en libertad á los acusados por evidente que
fue~p su inocencia.


Mas asi debia suceder para que la amnistía
fuese mas tol era ble á los furi bundos pa rtida-
ríos del absolutismo, que ansiaban terminar
las contiendas civiles, no con el perrlon y el
olvido sino con la sangre y el esterminio , No
pudiendo impedir que se publicase, encarga-
ron su ejecución al ministro de gracia y jus-
ticia , y á los intendentes de policía que pasa-
ban plaza de realistas los mas ecsaltados y
los mas ardientes de España. Estos compren-
dieron en la designacion de principales autores
de la revolucion á cuantos deseaban encarcelar,
y convirtieron en instrumento de venganza un
decreto dado para conciliar los espíritus y cal-
mar la efervecencia,


El decreto de amnistia , pues, fue la señal
de nuevos arrestos y persecuciones, mientras
que Jos individuos qu~ yacían en los calabozos
sin haberles tomado en diez meses, y algunos
en doce, la menor declaración, y que ahora de-
bian recobrar la libertad en virtud de los artí-
culos 3.0 y 4.o permanecieron en las cárceles,




71
oceeionando aquel acto tan ponderado de cle-
mencia infinitas tropelias , y casi ninguna satis-
faccion. El articulo undécimo encargaba á 103
obispos que empleasen la influencia que les da-
ba su ministerio en restablecer la union y 'la
huena armonía entre los españoles, oficio pro-
pio de los pastores de la iglesia, oficio confor-
me á las macsirnas evanjélicas y á las palabras
del augusto fundador del cristianismo: y sin
embargo de la conformidad del artículo Con la
suave relijion de paz, á cuya cabeza estaban,
casi ningún obispo obedeció la órdeu , al pro-
pio tiempo que toleraban que en sus diócesis
se predicasen la vcuganza y el aborrecimiento.
Pero la mayor parte de los obispos españoles
pertenecian al partido absolutista, y detestaban
las medidas de conciliacíon , porque ciegos de
furor aspiraban á recobrar todo el poder del
antiguo clero por medio del dogal y de la tea,
y aun los pOCOb que obedecieron el articulo ! f
del deoreto , y publicaron pastorales hiciéronlo
con tibieza. Observaremos siempre á los realis-
tas menospreciando las órdenes del gobierno
cuando no guardaban armenia con sus ideas y
deseos, y no temiau propalar que estos deseos
y estas ideas eran de destrucción y de muerte.


Concluyo estas observaciones, eh las queme
he estendido mas de 10 que tenia intencion ,




72
no obstante que facilmente conocerán los lee-
tores (l'le he suprimido voluntariurnente Ull
gl'all número de razones y muchas circuns-
tancias que darian mayol' peso (I mis asertos.
He Juzgado que no porlia dispensarme de inser-
tar en e<~~a obra el decreto de amnistia y las
observacioues que lo acompañan " porque co-
mo el c,¡erpo diplomático cumplimentó á Fer-
nando VII por haberlo Jallo, la Europa ente-
ra creyó que se hahian restablecido en España
el orden y la contlanza.


Como las disensiones continuaban en Ma.
drid entre una parte .le los ministros y los ab-
solutistas ele mas subido temple, la marcha de
los negocios se hallaba enteramente paralizada.
Los ministros á quienes sostenian los embaja-
dores de las altas potencias conseguian de tiern-
po en tiempo varios triunfos: entre ellos debe
contarse la creacion del reglamento de volun-
tarios realistas , espedido por el ministro de la
guerra en 28 de febrero de 1824. Hemos toca-
do ya los inconvenientes le semejante institu-
to; el secretario del despacho intentó dar á los
voluntarios realistas una organizacion tal, que
pudiesen prestar servicios al órden público, sin
que se a jitasen en su seno todos los elementos
de anarquía y de confusion , y quiso que de-
pendiesen del i)ol.>icrno) y que este nombrase á




73
los jefes y á los oficiales. En todas partes"se le-
vantó la tempestad mas terrible contra el re-
glamento: se circulóguna carta del jeneral Ay-
rnerich , coronel de los voluntarios realistas de
Madrid, á los comandantes de los voluntarios
de las ciudades, en Id que afi rmaLa que el re-
gbmento se habia espedido contra la espresa
voluntad del monarca. Eljeueral publicó des-
pues en los periódicos un anuncio asegur.élndo
qua la carta no era suY'" i mas entonces habia
camada ya el d aúo que se deseaba. Lo cier-
to es que una de las primeras medidas del [e-
neral Aymel'ich, cuando se encumbró al mi-
nisterio de la guerra, fue anular el reglamento.
Hubo desórdenes en ditcrentesjpuntos del rei-
no; no faltaron autoridades que se opusieron
abiertamente á su ejecucion , y el consejo de
Castilla en un informe dado al monarca sobre
este asunto, no solamente prodigaba elojios á
los {lue habian desobedecido sino que pintaba
el reglamento como in medida mas destructo-
ra del realismo , y en un acceso del furo r que
dominaba á aquel cuerpo furibundo, atreviese
á decir en el mismo informe qut! el rey estaba
rodeado de enemigos. Finalmente, el decreto
sobre la ol'ganiz<lcion de los voluutarios realis-
tas recibió de los partidarios del absolutismo
una acojida semejante á la que recibió de los




74
ajitadores el proyecto presentado á las cortes
en 1822, por el ministro Mascasa, para la or-
ganizacion de los voluntarios nacionales La
semejanza llegó al estrerno de que á Consecuen-
cia de la medida dictada la democracia realista
quemó en efijie al ministro Cruz, del mismo
modo que habían reducido á cenizas los grita-
dores el retrato de Moscoso. Restos de la afi-
cion á los actos de fe y á sus hogueras que con-
servaba el vulgo de la Península.


Vióse al alcalde mayor del Sepúlveda pre-
sentarse al rey en san Ildefonso con el batallou
de voluntarios realistas de aquella ciuda-I , cu-
yo comandante era, sin I1lRB ohieto que probar
su celo, aunque tuviese que andar para ello on-
ce leguas. Nótese que Sepúl veda es una ciudad
de poquísima importancia, y que los voluntu-
rios realistas eran casi todos labradores del plIe-
hlo y de sus contornos. ¡Que perjuicios no cau-
saria á estos individuos el "\Mnuonar sus casas
por espacio de siete ú ocho días IMra que el al-
calde hiciese pública osteutaciou de su realis-
mo, y solicitase quiz.is una togal ¿QllC idea po-
dremos formarnos de un gobieruo tlue tolera y
aplaude que el majistrado encargado de ailmi-
nistrar [usticia organice fllerza JI·m.da y se (Jon-
ga ~ ~ll cabeza? La gaceta de M!dI'U de:n de
setiembre que cita este hecho, com plácese ea




75
pintar el entusiasmo y la decision de tales la.
briegas, y los redactores que participan del
ardor que animaba sin duda al alcalde mayur
de Sepúlveda , concluyen Con estas 'palabras:
vio« Fernando séptimo de Barban J re]' abso-
luto de los españoles,


He dicho que el [eneral Aymerich anuló el
reglamento á su subida al ministerio ; mas no se
contentó con esta medi.la , y en el mismo de-
creto ordenó á los capitanes jenera les que se
consagrasen sin despreciar medios, fatigas ni
vijilias al aumento en sus provincias respecti-
vas de les voluntarios realistas, JI que Son el
mas firme apoyo de los derechos de la lejitirni-
dall en todos los puntos de la monarquía." A
los dos dias de haber sido nombrado mmistro
espidió otro decreto, concediendo á los vo-
luntarios realistas de Madrid el privilejio de no
poder ser arrestados en las cárceles públicas,
y que cualquiera que fuese el delito de que se
les acusase, pasasen detenidos :1 su cuartel» pa-
ra que no se confundiesen con los malhechores,
y lo que es peor, con los enemigos declarados
de la augusta persona y de la soberanía real.'
Nunca las cortes , 00 obstante la nredileccion
que manifestaron en el últ.irno periodo del ~~;••
jirnen constitucional á los milicianos naciQíla~/
les, se atrevieron á concederles un privil~ii~




76
de esta naturaleza. ¿'y en' que se fundaba el [e-
neral Aymerich para no est euder la gracia ;i
los voluntarios realistas del reino entero? Sin
duda porque queria manifestar una estimación
particular á los de Madrid que tenían el honor
de tenerle por coronel. ¡Que prudencia y que
[ustic ia !


El ministerio logró en la época de que ha-
blamos desterrar de Madrid;1 varios indi virluos
que, segun la opiníon [eucral , hacian la corte
á un personaje de elevada esfera. Fignrabun en-
tre ellos el jcncral de 105 Frailes Irancisranos y
varios obispos, que al mismo :licmpo qUé' po-
nian el gtito en el cielo, porque el gobJerrw
C0l1s1 itucional los ha hi a separado de sus o V"d'
[as , en vez de correr á guardadas ahora que
po.Iian , abandonábanlas para oCflp::trse el! la':!
intrigas palaciegas ; y fue necesario o!J!ig:lrlos
, ., . 1 1 f' Ia reunirse a su qUCl'lL O gan:l l o, ('"11 aqne!:o:-l
dias cesó de salir á la lnz púulica el nest,lft ..
rador , periódico que pre.licubu el est errnino
y la intolerancia como el Alcoruu , y 'Ille no
SI) contentaba sino con el an.qui larniento de la
quinta jeneraciou de los liberales: mucho tra-
La j') costó el imponer silencio <~ sus furiosos
edu.orcs .
. . 'No t,II'I\:) .~ estallar en la pl'()vin:.~il, angGl1e·
sa I.HU COllSPll',ICl(lll , CIlI/II obji'ln 1'1'1 pl\l~;la'




'j7


mar al infante den Cárlos. Afírmase que aque-
lla t ra ma tenia profundas raíces .Y ramificacio-
nes en todas las provincias, yl que los cOillu-
loados estaban eul¡¡zilllos por medio- de las so'
ciedarles secretas , cuya ecsistencia está demos-
trada por mil circunstancias indudables, y por
el dicho mismo de los absolutistas en sus re-
cientes revelaciones. Cuantas veces se publica-
La un decreto que dejase entrever medidas
de couciliacion , los realistas vociferaban que
su idolatrado monarca 110 tenia;.carácler; que
se dejaba engallar á cada instante; que había
sido causa de la revolución de 1820; que des-
pues no Iiabia querido aprovecharse de los me-
dios conque le habían brindado para que reco.
[irase su libertad , y que los negocios no carni-
narran Lien mientras ocupaseel trono. Al mis..
mo tiempo hacia n los mayores elojios del infan-
te don Carlos , pintándole como inspirado por
el amor {I toda prueba á la relijion , valeroso.
en el peligro, y sobre todo incapaz de transi-
jir con el espíritu del siglo; y muy ardiente
defensor de las prerogativas y de los privilejios
del clcrov.Hablaban de este modo sin la me-
nor precaucion ; y sembraban sus doctrinas y
su furor por toda España. A consecuencia da
la S~pspil:ac ion aragonesa, fu ernn a rrestad os
un marisealde campo y;.. otros muchos indivi-




78
duos : 'el [eneral 'Grlmarc!\l se vió despojado
del mando de la capit ania it~neral de la misma
provincia, y se formó causa sobre los sucesos
ocurridos, sin que hasta el presente haya visto
la luz del dia el resultado del proceso. 1.(1 úni-
ca que ha podido conocerse es la diferencia
conque el realismo empleaba su actividad en
castigar á los que daban el: menor indicio de
amor á la Constitucion de 1812, ó á las for-
mas representativas que rejian en las naciones
mas cultas de Europa, y la lentitud conque
procedia contra los acusados de formar tramas
para dar un sucesor á Fernando VII.


Ahora se han esperimentado las consecuen-
cias de tantas conspiraciones fraguadas por es-
pacio de diez años con el mayor descaro, y en
las que tanta parte tomaron los conventos, cu-
yos claustros les sirvieron de abrigo. No debe
causarnos admiracion el que don Cárlos haya
tenido partidarios, ni el que estos hayan sido
mas ó menos numerosos, mas ó menos ecsaje-
radas en sus opiniones y en sus deseos; sino lo
que debe pasmar á todo el mundo es la desver-
güenza conque conspiraban los realistas á favor
suyo en la cámara misma del rey; en su pre-
sencia. Aun hay mas: el monarca lo sabia
todo, no solamente porque se lo habian dicho
cien veces, sino porque lo .vió con sus' propios




79
ojos, y luvo entre sus manos las piezas [ustifi-
cativas que tanto convencimiento arrojaban de
sí. Y no obstante nunca quiso castigar a los
conspi redores , ni se resistió [arnás á las reco-
mendaciones de su hermano y de su cuñada en
favor suyo. Fernando presenció en la Granja
en 1817 , en el tocador de la reina, como un
porta-estandarte del batallon de guardias que
estaba de servicio en palacio, tributaba á don
C~rlos los honores reales; púsose furioso, dió
Una fuerte reprimenda al conde de España que
era el comandante de la guardia ... mandó arres-
lar al oficial, y tres dias des pues le concedió un
grado por la intercesíon de la infanta doña Ma-
ria Francisca. Si don Cárlos no usurpó la coro-
na á su hermano en vida, y aun con e.1 consen-
timiento del mismo monarca , debemos atri-
buirlo á sus principios relijiosos ó á su carácter
cobarde, pues no le faltaron ocasiones de ve-
rificarlo.


¿Hablaremos de los privilejios , de la escan-
dalosa alarma que la escasez de granos produjo
en Andalucía y en otros puntos? ¿Del ajiotaje
que hubo con este pretesto permitiendo la in-
troduccion de los granos estraujeros mientras
que habia acumuladas grandes cantidades sin
medios de esportacion para las restantes provin-
cias del reino hispano?




~n
El hecho es que el~!tesoro espsño! se halló


eshausto y en la imposibilidad de llenar sus
obligaciones. Debíanse fuertes sumas por Jos
dos millones de francos señalados al mes para
indemnizar á los franceses de los gastos que les
ocasionaba la ocupucion ; y auoclue no ecsistia
pOI' decirlo asi ejército nacional á quien pegar,
todos los ramos de la ;ad rninistracion SUr! ian
atrasos, y el miserable estado de! tesoro espa-
ñol raya ha en el estremo, porque no babia ni
dinero ni crédito. La dilapidacion mas escan-
dalosa , el dcsórden mas estraorrlinario en todas
partes, la ignorancia y la apatia de los que go-
hernahan convertían la' hacienda española en Un
caos impenetrable, en un manantial p~rene de
robos y de descontentos. ¿Pero que importan
los males del estado comparados con las ven-
tajas que reportan las comunidades relijiosas y
el clero, de que el ministro de hacienda se halle
identificado con los~absolutisl¿¡s?


He hahlado en otra parle del decreto de pu-
rificaciones espedido por la rejencia. El rey
mandó en 25 de octubre de 1823 que se sus-
pendiese la ejecucion de aquella medida hasta
que se hubiesen indicado las reg las que habian
de seguirse en el asunto. Consultó S. M. al con-
sejo y resultó que en l. o de abril do 1824, esto
es cinco meses cumplidos despues , decidióse




81
que se ejecutase puntual y ecsectamente el da ..
creto de la rejencia de Madrid de 27 de juniQ
de J813. Al tenor de la llueva árdeo los elll g
pleados anteriores del 7 de marzo de l82íl y
qQ.e PO habiéndose purificaba no habían vuelto
á sus destinos, recibían parte del sueldo con
tal que no hubiesen cometido verdaderos deli-
tos. Esta medida se imitó sin duda del rniniste..
rio Cang.a Argiielles que par.a colocar á sus fa..
varitas hajo el nombre de amigos del sistema
representativo, gravó el tesoro con sumas enor ..
mes y sembró el descontento por toda España,
l. Para que privar de su empleo á los que QO hu-
hiesen cometido delitos verdaderos Ó falsos?
¿Para que engañarlos con la oferta de una paga
que no debian recibir nunca, puesto que todos
sabian que el tesoro español no podia llenar sus
mas urjentes necesidades 7 '


Para que los ql1.e hubiesen de dar informes
lo hiciesen sin el menor temor de responsebili-
dad , no pareció .J D. Fruncisco Tadeo Calo..
marde, ministro d" Gracia y Justicia, ~JJtjci.ellt.q
g;:¡rantia el hacer sellar }' custodiar en los archi..
1'"0S 10,5 informes i y prescribiese por real órden
de '1 de abril de 1824, que caando se cónsul-
tasen los espedientes con el monarca se enviase
un certificado auténtico de los documentos su-
primiendo »el nombre <le los c¡ue hubiesendado


TOMO IIJ. 6




82
las noticias, cuyos orijinales debían quemarse:"
como lo practicaba la inquisición.


Inevitable era que semejante medida esci-
tase sumo descontento é inlinitos desórdenes.
Solo el número de los espedientes de los em-
pleados superiores que debian purificarse en la
capital de la monarquia acercábase á cuatro
mil: no teniendo número los de las provincias.
Preciso era que trascurriesen muchos años sin
que se terminasen las purificaciones, por el
tiempo que se necesitaba para recojer los in-
formes de varias personas, para elejirlas , para
oir las juntas de purificacion las reclamaciones
de segunda instancia y para otras cien vagate-
las. Los que durante tanto tiempo estaban in-
ciertos de su porvenir ¿podian vivir contentos?
¿Su familia no había de participar del pesar y
de la incertidumbre del jefe de ella? La idea de
que tal Ó cual individuo pertenecía al número
de los informantes inspirábales continuas adu-
laciones, y obligaba á los pobres empleados á
colmarlos de presentes para tenerlos propicios.
l No presentan graves inconvenientes estas ha-
jez'ls que degradan á los hombres? j Cuantas
intrigas, cuantos desórdenes debió producir
necesariamente un sistemade purificaciones tan
insensato y tan lento!


Decretóse por fin la purificación de los mili.




83
tares en iguales términos" forzándolos á presen~
tal' una confesión firmada de todos los actos de
su vida desde principios de 18W, espresando si
fueron masones, comuneros c'-\;c. Los espedien-
les debian decidirse en virtud de informes se-
cretos corno los empleados civiles: una sección
del consejo de ~uerra debia purificar en Madrid
á los jenerales y á los coroneles, y para las
otras clases f;jrmábanse en cada capitanía ¡ene-
ral juntas de jefes ,y de jenerales ya purificados.
Podemos asegurar que si se hubiesen atenido al
pie de la letra á 108 decretos, ni la seccion del
consejo de guerra, ni las [uutas de varias pro-
vincias, hubiesen logrado poner término á 5US
tareas antes de diez a¡lOS. El aserto no parecerá
ecsajerado á los que reílecsionen que hasta los
retirados estaban sujetos á puriflcarse ; que en
la córte y en las ciudades mas populosas llega-
ron los espedientes á Jos ó tres mil; clue para
ejecutar las disposiciones prescritas en las ór-
denes reales era necesario pedir informes á to ..
dos los puntos donde cada oflcial había residi-
do, y que algunos habían recorrido en el tras-
Curso de Jos tres años la mayor parte del rei-
no; que era imposible que los miembros de las
[untas conociesen á los españoles de todos Jos
pueblos para ecsijirles noticias; y que aun su-
poniendo que tale. informes se pidiesen á lo,




8,1
ayuntamientos 6 curas párrocos, no obstante
que el decreto habla espresameute de personas
privadas, na debemos suponer que los ayuuta..
mientas y curas l"inocos conociesen á Lodos los
oficiales que desde 1820 hasta 1823 hubiesen
residido en sus distritos un año " un mes, una
semana: mucho menos que estuviesen en el
caso tIe dar cuenta de su conducta, y finalmen-
te que hahiende sido infinito el número de im-
purificados en primera instancia era preciso to-
mar otras noticias de nuevas personas J eUJas
operaciones eran interminables.


La regla para pronunciar h purificación ó
impurificucion de uu militar no es menos oriji-
nal. El artículo ¡:1 del decreto dice así:


»Las bases que deberán tenerse presentes
para pronunciar la purificacion son: el amor
á mi real persona, á mis derechos y á mi go-
lnerno , su conducta y la opinion que baya go-
zado por consecuencia necesaria de este amor.
Para la impurificacion las bases sedn : adhesión
al sistema constitucional, á su gobierno, á l'U8
rnácsimas y la conducta política y la opinión
que hayan sido las consecuencias de esta adhe-
sron." Confieso que si hubiese pertenecido á una
junta purificadora me hubiera encontrado en
estrerno embarazado para decidir, aun en los
casos mas sencillos , el siguificado y la aplica-




85
eion de tales palabras ~ porque no entiendo ni
una silaba de las bases establecidas en el decre-
to, ni encuentro el menor sentido en semejan-
te galimatirls mas propio para figUI'H en una co-
me.lia , que no al lado del lenguaje grave del
lejisludor, ¿Que se entiende por buena ó mala
conducla política? Hepito que no comprendo
el Hi¡.;uificado de tules bases, y no puedo meno.'>
de eselalllar: j O indefinible sabiduria de Jos
miembros que componian el supremo consejo
de la guerra!


La medida enrecia de sentido comun eu to-
dos conceptos; y así la consideraron en España
los miles de oticiales á quienes cornprcndia, ere-
Jen(!o que Jos ministros redactaron el decreto
en térniuos tan oscuros y metafísicos para evi-
tal' el que jamás lo entendiesen las juntas de pu-
rificacion, No podia inventarse un medio me-
jor para infundir el desaliento y la desespera-
CIOO en esta numerosa clase , que no solo se ha-
líillM abandonada y miserable sino que apenas
recibía la menor parte de la paga ofrecida en el
decreto de 8 de marzo de 1824. Las licencias
indifinidas se espidieron hablando jeneralmente
en los últimos meses de 1823; Y á fines de
í8H había provincias en que los indifinidos ape-
llas ¡Jabian recibido dos meses de su escaso ha-
ber. Preferible hubiera sido que el gobierno




Sf:
les hubiese dicho de una vez que buscasen otro
modo J""vivir, que no conservarlos en el rango
de oficiales y privarlos así del recurso de dedicar-
se ti la industria. Debemos tarnbien advertir que
el decreto de purificaciones militares vió la luz
en 9 de agosto... y á los últimos de octubre aun
no se habían instalado las juntas de las pro·
vincias.


y no solamente se veian los infelices mili-
tares cubiertos da heridas y llenos de mereci-
mientas, privados de sus du'ces esperanzas y sin
la paga que se les habia prometido, sino que los
genízaros del absolutismo los perseguian con
encarnizamiento, y eran de continuo el objeto
del espionaje y de las declamaciones de las au-
toridades. El 3 de octubre de 1824 se publicó
una real ór.len mandando recojer los caballos
propios para el servicio que perteneciesen á los
oficiales indefinidos, y estableciendo tantas Ior-
rnalidades para el pago cual si nunca se hubiese
de verificar. La órden comenzaba así:


»Las quejas reiteradas que se han dado con-
tra la conducta observada jeoeralrnente por los
oficiales indefinidos que provienen del ejército
revolucionario llamado constitucional (1), no


(1) ¿ De que ejército proveudria el jeueral Ay-
merich?




87
obstante los miramientos conque ban sido tra-
tados , y no obstante los favores que les conce-
de el decreto real de perdon y de arnnistia de
1. o de mayo del presente año, han obligado al
rey nuestro señor á decidir C'(c:'


Pretestos tan viles inventados por el furi-
bundo secretario de la guerra, mas digno de
6gur,~r eu la galeria de Maral. que en el minis-
terio de un gobierno que se daba el nombre de
monárquico, para arrebatar á los oficiales in-
definidos el escaso número de caballos propios
p¡lra el servicio que conservaban todavia, son el
colmo de la ridiculez, porque lo mismo se
puede conspirar á pie que á caballo; sirven solo
para patentizar la manera conque el ministerio
trataba á los oficiales, y la idea que se había for-
mado de que sumiéndolos en la miseria y ator-
mentándolos con espias y con persecuciones
obraba aun Consobrado miramiento y les dispen-
saba favor. Hablando así sin duda era la intencion
insultarlos á mansa] va. Apesar de las restriccio-
nes infinitas puestas á la amnistía, parecia al ra-
bioso corazon del [eneral Aymerich demasiado
amplia, y trabajó mientras fue ministro con el
ahinco posible para anularla.


Al comenzar el mes de agosto varios espa-
ñoles espatriados organizaron una espedicion
naval; se apoderaron de Tarifa al grito de viva




e3
inConslitucion de 1812, y recorr-ieron gr811 pat~
te de la costa de Andalusia y de Murcia. Ni el
1111n.1eto; ni 105 medios de (!lIe disponian , ni el
1l0111bre y la clase de los jefes podian inspirar
serios temores al gohiet"liO, y sin embargo el
descontento era tan grande .Y los recursos del
gobierno españo] tan débiles, que si Un fuerte
destacamento ft';¡nces salido de r,ádii~ no hubie-
se sitiado á 'I'arifa , los constuuciouales hubie-
ran permanecido largo tiempo dueños, y quizás
él fuego de la insurreccion Se hubiera comuni-
cado á otros puntos. ¡Deplorable situación la de
Ia córte de Madrid á la que hacen temblar cien
hombres i Hubiérause estos guardado muy bien
de imprimir sus huellas en la costa si los cense-
jetos del monarca no hubiesen sembrado por el
reino entero el descontento y la desesperaciou,
Tarifa fue tomada y lo') conspiradores que lo-
graron salvarse retiráronse á Jibraltar Ó á Afri.
ca. Suceso tan insignificante que en nada hubie-
ra alterado la marcha de un gobim'no regular
produjo los resultados mas decisivos en el go·
hierno de Madrid. Los realistas ecsaltados se
apoderaron enteramente de los negocios) sepa.
raudo á los que hablan procurado sostener é in-
culear los principios de moderacion. Dictáron-
Se medidas escritas Con sangre y la Gaceta de
Madrid se gozaba en contar el número y la cua-




89
lidad de los que espirahan en el patíbulo. La
misma Gvceta refiere que entre los arcabucea...
d08 se cuentan jóvenes de diez y siete años;
por ella sabemos que Gregario It;lesias, á la
tierna edad de diez y ocho años , acusado del
delito de alta traicion y de lesa majestad, es
decir de haber sido masan ó comunero, fue
ahorcado; descuartizado y colocados sus miern ..
hros en la capital de la monarquía eastelluna,


De la propia Gaceta resulto que desd~ el 24
de agosto hasta el 12 de setiembre de , 8~4 fue-
ron fusilados Ó ahorcados como conspiradores
ciento y doce individuos. Digno ('~ de ob..ervar-
se que el número de lus vÍC! i mas creció en Jo
futuro de un modo considerable .. porr¡ue en se-
tiembre no se habia darlo todavía el bárbaro de-
creto que copiaremos mas adelante.


J lízguesc de la íusticia y de !a policia que
baLia en E~;p,lüa en el tiempo que describimos
por el rasgo sj~ uieote.


Doña Jctrudis Castro, vecina de Chiopona,
villa inmediata á San Lucar de Barrarneda fue
acusada de haber proferido espresiones injurio-
sas al rey; y á fllt:l de pruebas del crimen es
trasladó el proccl'O al asiento del libro verde, ó
rejistro secreto de la policia , en Cjuc se halló á
esta miserable anciana con la nota de »mujer
de mucha influencia por su fortuna: adicta al




90
sistema constitucional: masona y patriota ecsal-
tada sin comparaeicn."


Su abogado contestando á la acusación fiscal
de 13 de diciembre de /825, y contraido á la ri-
diculez de esta nota dice: »Doña J el rudis Castro
como resulta de su partida de haut ismo , que
con la debida solemnidad pl'esento, nació á30
de agosto de 1755 y de co isiguiente se halla en
la abaozada edad de 70 aüos : hija y mujer de
labradores, no habia desde su infancia oido ha-
blar rlel soberano sino con una veneración suma.
No sabe escribir, ni leer, todos los dias aunque
sean de trabajo oye misa. Apenas deja de asis-
tir alguna noche al rosario de la iglesia. L;¡ casa
de su propiedad que habita se reduce á una
sala y alcoba con su corredor, y la dilijencia de
embargo folio 33 manifiesta cuan ricamente
está alhajada. Seis sillas altas y seis bajas bastas,
una mesa y una caja de cedro, la cama de ta-
blas y bancos y un velon de metal amarillo,
son los muebles que comprende. No tiene cria-
da que la sirva y posee lo preciso para no mea-
digar. Al folio 33 vuelto y siguiente obra la in-
formacion de vida, costumbres de la acusada
hecha COn testigos nombrados de oficio; sus
declaraciones la conceden unánimes rehjiosi-
dad y buena conducta. ¿Que debed jllz3arse
pues de la nota que fe le habia puesto en el in-




91
dice por el órden de apellidos que se conserva
entre los papeles reservados de la policia y se
estracta a I folio 5. 0 'l G radússe en ella á Doña
Jetrudis Castro de mucha influencia por su for-
tuna. Con la que se ha visto (¡ue tiene ¿se puede
trastornar no digo yo el gobierno de una villa
de 300 vecinos, sino el de la nación entera?
Ique ecsajeracion 1 ¡Que inecsactitud ! Parecién-
dale poco al autor de esta singular nota encon-
trar el último grado de la ecsaltacion del libe-
ralismo en la sangre helada de una septuajenaria
que no sabe leer ni escribir, añade, sin referir-
lo á un rumor vano, afirmándolo positivamen-
te que es Lllasona!!' Dios santo, y tan negra, tan
ridícula calumnia se ve estarnpada , no en Un
pasquin destinado á infamar de cualquier suer-
te á los hombres, sino en Un documento oficial
que debió formarse Con la verdad mas severa?
- Este proceso se halla en el archivo de la es-
cribaniu de Chipiona al cargo de D. Dif'gO Ale·
jos Barroso.


Aquí sobran los comentarios y las reflecsio-
nes: juzgue el lector y saque las consecuencias
que le sujiera su talento.


Dos hombres de la ínfima clase acusados de
haber formado parte de una partida de consti-
tucionales fueron conducirlos presos á Madrid;
reunióse la comision militar, instruyóse la in-




92
formacion sumaria , porque no habia necesidad
de instruccioues regulares en lóls CaUSHIl de esta
naturaleze , y se les condeno á ser fusilados:
pusiéronlos en capilla á las once de la noche y
ejecutóse la sentencia á la muñanu siguiente.
Nunca se vió en España ftlror i¡;lla\ : !i1S leyes J
la costumbre establecen que las culpables per-
manezcan en capilla a1mellas por espacio de vein-
te y cuatro horas como se practica y se ha practi-
cado siempre; y parece que no era permitido á
nadie, pero mucho menos á 103 qne tanto Ca-
careaban SU amor á la relijion católica, el faltilr
á la práctica acostumbrada , pOI'que privar al
condenado de doce horas par:! pl'er"rar~e á morir
era aventurar su salud eterna. ¿Qne importan-
cia podia tener el que dos desgl'acía1los perecie-
sen á impulso del plomo veinte y cuatro horas
filas pronto Ó mas tarde ~Y quien se atreverá IÍ
asegurar que un tribunal que manifiesta serne-
[ante furor no e3 tambien capáz de hollar con
los pies la Justicia y de enviar al patíbulo á los
acusados, cuyos crímenes no estén bastante pro-
bados'l


Para demostrar que no aventuro proposi-
ciones , copiaré algunos ejemplos tomados de las
G;lc(~ta" de Madrd, para que 103 lectores se Ior-
meu U!H1 idea de la manera de arlmini st rur jus-
ticia , de la precipitaciou conque la~ comisiones




93


militares y ejec utivas pronunciaban los fallos é
imponían la pena de muerte, y de la arbitra-
riedad y menosprecio de las 1"Jes que reina-
ban. Estas comisiones militares y ejecutivas
eran unes tribunales de escepcion creados en
todas las capitauias [encrules para conocer de
los delitos de conspiración y de robo.


»Cipriano Laluente y Tomes Murciano, ca ..
bos del escuadren de caballeria de la Reina Ama-
lia , convencidos de culpables en la conspiracion
descubierta en la capital, han sido fusilados
por la espalda el 24 de setiembre de 1824 en
cumplimiento de la sentencia pronunciada en
el juicio sumario del 23.


»Laureano de Fclix, cabo que proviene del
mismo rejimiento de caballería de la Reina
Arnalia , comprendido é iniciado en la conspi-
racion descubierta en la ca pital ,ha sido fusi-
lado por la espalda el 7 de octubre.


»Ciaudio Francisco Grande, conocido por
MonlalvilLo, de edad de cuarenta y cinco aüos,
hi]o de Barajas de Huete , uno de los conspira-
dores que cornponisn la partida revolucionaria
de Tomas Saez , ha sido condenado el lO de
octubre á ser fusilado por la espalda , cuya sen-
tencia se ha ejecutado el 11 del mismo mes.


»D. Nicolás Paredes, de edad de cuarenta y
ocho ¡¡11QS, casado , hijo de Ampudia , vecino




9-1
de la capital, convencido de intelijencia y de
haber formado parle de la conspiracion del pue-
blo de B,.rajas de Huele, ha sido en confor-
midad de las reales órdenes vijeut es de 14y de
20 de agosto úlrimo , condenado ¡í ser arcabu-
ceado por la espalda, cuya sentencia se ha eje-
entado el 12 del propio rr.es.


»Francisco de la Torre, casado, de edad
de cincuenta y cinco aüos , hijo de CÓI'Joba y
avecinJado en la capital de la monarquia, de
oficio zapatero, Justo Darnian, Joaquin del Can..
to , Maria Mancera, Dolores de la Torre, Ha-
mon Fernaudez , Antonio Fernandez, Francis-
co Susunaga , Roque Mirar (contumaz), Juan
de la Torre j' Mema del Cárrnen de la Torre;
habiendo sido juzgaJoll, acusados y convenci-
dos de haber tenido y conservado en su casa
colgado de la pared, y á la vista de todos, el
retrato del infame Riego, y de haber guar-
dado un ejemplar impreso de la Constitucion
de 1812; vista la causa en 24 de setiembre han
sido sentenciados el llamado Francisco de la
Torre á llevar colgado del cuello el retrato
hasta la plazuela de la Cebada de esta villa y
CÓ1'te, donde presenciará la quema del mismo
retrato por mano del verdngo J y arnés á la pe.
na de diez años de presidio. Maria Macera, con-
sorte del anterior, en consideracion á su secso,




95
Y al cargo que resulta contra la misma por la
conservacion del retrato de Hiego, asi como
tambien por la irreverencia y poca devoción á
una estampa de la vírjen Nuestra Señora, su-
frirá del mismo modo la pena de diez años de
galera. Juan de la Torre la de diez años de
presidio correccional en el de Madrid, y Dolo-
res y Maria del C~l'men de la Torre serán pues-
tas €O libertad por no resultar contra ellas car-
go alguno ni eul pa en la conservacion del refe-
rido retrato. Justo Damian , Joaquin del Canto,
Ramon Fernandez , Antonio Fernand ez , Fran-
cisco Susunaga y Manuel Ignacio Rico, el últi-
mo y Justo Damian puestos en libertad bajo
fianza, y los otros absueltos y puestos en libertad
sin que la prision que han sufrido, ni el
proceso que se les ha formado les sirvan
de nota eu adelante. El delator José Domin-
guez será jUzgado sumariamente y se procede-
rá en el acto á su arresto; en cuanto al contu-
maz Roque Mirar ha sido condenado á tres años
de presidio por haberse fugado por el balcon,


Hemos soportado la pena que causan tan
horribles detalles, no solo porque es [usto ane-
matizarlos con la indignacion que merecen, sino
lambien para que sirvan de ejemplo y de lec-
cien á los corifeos de lodos los partidos amigos
de las proscripciones y de la intolerancia:




96
jvean los colores conque pinta la historia sus
escesos l Desgraci'l,lamcnte tales lecciones han
sido perdidas , puesto que hemos visto despues
ejecuciones mucho mas numerosas y motiva-
\d<l~ por el furor f{lle ha ('ayaJo tan alto qae al·
~UntlS veces uo Iia bastado á los acusados ser
juzf5ados y condenados á penas muy graves,
parJ esLll' seguros de no ser juzgaLlos de nuevo
y conducidos al suplicio por sentencia de los
mismos jueces que pocos días antes no los ere..
yeron dignos de la muerte, Infeliz condicion
lmmana á Ia que no corrijen ni la reprobación
ni las maldiciones de la historia!


LQuien podrá ver á sangre fria la precio
pitacion conque eran conducidos los españo-
les al patibulo , cual uu rebaño de ovejas des-
preciables, quién no se escandalizará de la ar-
bitrariedad conque se procedió en la causa for-
mada á Francisco de la Torre y compañeros,
cuya sentencia hemos copiado? No ecsiste de-
creto alguno que prohiba conservar el retrato
de Riego, ni los retratos de los hombres mas
criminales del mundo; las leyes tampoco ve-
dan el que se guarde el libro de la Constitu..
cion de 1812 , que en aquella fecha no se halla..
ha comprendido en las prohibiciones ni Índices
espurgatorios , ni aun se incluyó despues en los
largos catálogos de obras prohibidas que publi-




97
caron los obispos. l Que ley pues habia infrinji-
do el desventurado Latorre , para imponerle
diez años de presidio y castigarle con la pena
infamante de llevar colgado del cuello el retra-
to de Riego, ó cualquiera otro objeto hasta la
plazuela de la cebada , donde se veja levantada
la horcayy de presencial' como la mano del ver-
dugo entregaba á las llamas la efijie del malha-
dads jeneral? ¿Por que se estiende el cilstigo á
su infeliz mujer condenada á diez años de 1)'1 le-
ra? No han cometido acción alguna rerre j;"da
por decretos anteriores, puesto que solo resulta
del estracto de la Gacel;) que guardaban el re-
trato de niego y la Constit ucion , y es bien
cierto que en semejantes estractos se incrimina
cuanto se puede á los reos. L3 única falta pues
que se imputa á la esposa de Francisco de I~;¡·
torre, es haber sido poco reverente con la es~
lampa de la Vírjen. ¿Y quien habia dado pOLle-
res á una comision militar para conocer de los
delitos de esta especie, cuando S~ ha estableci-
do espresamente para juzgar los crimenes de
conspirscion y de robo 7Si por el contrario cas-
tiga á María Mécera , porclue su marido retcnia
la imájen de Riego, Lque debió haber hecho la
infeliz para evitar el castigo atroz de diez años
de galera que le imponia l~ inicua cornisiou ma-
drileüa? ¿L\.rrílllcarlo de J¡¡ pared? ¿Y si su rna-


TOMO 111. 7




98
ricio se resistia ? Entonces, entonces la comision
q uerra ¡horroriza el pensarlo! que la mu irr
hnhie"edelalac1o al marido, porque el espionaje
doméstico era uno de los medios que empleaba
el despotismo. Así ha degradado y envilecido
la edad prcseute , y cojiendo estamos en la des-
moralizacion jeneral el amarguísimo fruto de
las delaciones y de los medios de que echó ma-
no la tirania ,


Esta sentencia es notoriamente injusta , y
prueba hasta la evidencia el modo inicuo de
proceder de la comisión militar de Madrid y
de sus compañeras de las provincias. Si pudié-
semos ecsarnmar todas las .causas que juzgó
i cuantas atrocidades descubriríamos en las pe-
nas ir»puestas, si hemos de dar crédito á las
apariencias!


El presidente de la comision militar de la
capital de la rnonarquia , creyendo sin duda
que, no obstante su bárbara é insac iable cruel-
dsd , restaban todavía muchos delitos impunes,
representó (11 ministerio, y los secretarios del
despacho acojierou con agr:.JJo las observacio-
nes, ó por mejor decir los rabiosos gritos de
aquel tigre sangriento, que solo tendían á sem-
brar el terror y el esterrninio por la nacion que
deshonraba; y el mónstruo de Ayrnerich , rninis-
tro á la sazón del despacho de la guerra, espi-




9!'J
<lió la real órden que sigue con Fecha de 9 de
octuhre de 1824, dirijida al capitán [eneral de
Castilla la Nueva.


»Habiendo dado cuenta al rey nuestro señor
de la esposicion del presidente de la comision
ejecutiva militar de esta córte , y del dictamen
del auditor de guerra conque me la dirijió
V. E. en 5 de marzo del presente año, solici-
tando aquel que se haga una graduacion de pe ..
nas proporcionadas á la mayor ó menor grave-
dad de los delitos que comprende el artículo
segundo de la circular de 13 de enero último,
y enterado S. M. de ella, como igualmente de
las dudas propuestas por la comision militar
de Valencia, con motivo de la causa formada
contra Salvador Llorens , acusado de haber gri.
tado muera el rey; y no pudiendo su real áni-
mo mirar con indiferencia el notorio y vergon..
zoso abuso que los revolucionarios hacen de su
innata clemencia, con desdoro de su digni-
dad, con trascendental perjuicio del bien J' tran..
quiiidad de sus reinos y escándalo de la Eu-
ropa; violentando su natural sensibilidad en be..
neficio de tan caros objetos, tuvo á bien oir el
dictámen de su supremo consejo de la guerra
en este asunto, y conformándose con su parecer
se ha servido S. M. resolver 10 siguiente.


Artículo loLI Que 108 que desde LO de




100
ootuhre <lel año prócsirno pasado se JI")',,n de-
clarado, y los que en lo sucesivo se declaren, con
~!I'mas'ó con hechos de cualquiera clase, enerni-
gos de los lejitimos derechos del trono, Ó par-
tirlarios de la Constitucion publicada en Cádiz
eu el mes de marzo del8l2, son declarados
reos de lesa majestad, y como tales sugetos á la
pena de muerte,


Art. 2.° Los que desde la misma fecha ha-
yan escrito, ó escriban papeles ó pasquines di.
rijidos á aquellos fines, son igualmente com-
prendidos en la misma pena.


Art. 3.t) Los que en parajes públicos hablen
contra la soberanía de S. M. Ó en favor de la abo-
lida Constitucion, si sus COl. versaciones en pú-
blico contra la soberania de S. M. Y en favor
de la abolida Coustitucion no produjesen actos
positivos y fuesen efecto de una imajinacion in-
discretamente ecsaltada, quedan sujetos á la
pena de cuatro á diez años de presidio con re-
tencion, segun las circunstancias , las miras que
en ellas se hubiesen propuesto, y la mayor ó
menor trascendencia de su malicia.


Art. 4.'l Los que seduzcan ó procuren se-
ducir á otros con el objeto de formar alguna
partida? si se probáre que ha mediado algun
acto positivo, como entrega de (linero, urruas,
municiones ó caballos, quedan declarados reos




10>1
de lesa majestad y sujetos á la pena de muerte;
sino ~ ;1 una estraordinarja,


Art. 5,0 Los que proruuehan alborotos que
alteren la tranquilidad pública, cualquiera que
sea su naturaleza ó el pretesto de que se valgan.
para ello, si el alboroto se dirijiese á trastornar
el gobierno de S. M. , ó á obligarle á que con-
descienda en uu acto contrario á su voluntad
soberana, se declaran reos de tesa majestad y
como tales se les impondrá la pena de muerte;
pero si el movimiento tuviese orijen de causa
imprevista y que no se dici]a á tan punible ob-
jeto , se les impondrá la pena de presidio de
dos hasta cuatro años ; y proporcionalmente á
los cómplices y ausiliador es.


Art, G. o No deberá servir de escepcion la
embriaguez para la irnposicion de la pena, pro...
hado que sea que el delincuente era consuetud i~
nario en este esceso , y que le inducia á
otros, así como no lo es para el soldado segul}
la ordenanza jeneral del ejército.


Art, 7.° Queda al prudente é imparcial
criterio judicial, la fuerza de las pruebas en
favor y en contra del procesado,


Art. S." Los que hubiesen gritada muera
el rey, son reos de alta traicion y como tales
sugetos á la pella de muerte.




102
Arto 9.0 Los masones, comuneros y otro.


sectarios, atendiendo á que deben considerarse
corno enemigos del altar y los tronos, quedan
sujetos á la pella de muerte y confiscación de
todos sus bienes para la real cámara de S. M.,
como reos de lesa majestad divina y humana,
esceptuándose Jos indultados en la real órden
de l ." de agosto de esLe año.


Art; 10. Todo español de cualquiera cla-
se, calidad y distincion , queda sujeto á estas
penas, y bajo el juicio de las comisiones mili-
tares ejecutivas en conformidad del real decre-
to de 11 de setiembre de 1814, por el que
s. M. tuvo á bien en las causas de infidencia Ó
ideas subversivas, privar del fuero que por su
carácter , destino ó carrera les está declarado.


Art. I J. Los que usen de las voces alar-
mantes y subversivas de viva Riego, viva la
COllstiLucion , mueran los serviles, mueran los
tiranos, viva la li hartad , deben ef,~r."· sujetos á
la pena de muerte en conformidad del real de.
creto de 4 de mayo de 1814, rOl" ser espresio-
nes atentati vas al órden , y convocatorias á
reuniones dirijidas á deprimir la sagrada perso-
na de S.M..y sus respetables atribuciones.


Lo que traslado á Y. E. de órden de S. M.
para su intelijeucia y cumplimiento en la parte




103
que le toca.-Madrid;9 de octubre de f 824 (1)."


l.QllÍen no se horroriza al leer las penas ter-
ribles impuestas por este decreto á faltas que
apenas merecen el nombre de crimen? ¡U [1
hombre debe morir por haber dicho sencilla-
mente: viva la Constitucion l i viva Biego!. Ó
mueran los serviles! aun cuando tales voces. na
hayan tenido consecuencia y no haya funda.
mentas para pensar que se ha querido sublevar
el pueblo! Mas de cincuenta ó sesenta mil ma-
SOnes y comuneros, é individuos de otras so·
ciedades secretas que había en España , quedan
sujetos á la pena capital, sino se cspontanean,
es decir, sino son delatores de sí mismos, Con-
forme á lo que previene el decreto de 1. o de
agosto citado. Muchos no habían obedecido y
denunciádose por el fundado temor de que sus
declaraciones redundarían quizás en. perjuicio
snyo: no importa; debían subir al patíbu]o aun


(1) Hemos observado que la real órden que an»
t ecede , no se insertó en la Gaceta de Madrid, por.
que se quisieron ocultar á la Europa las atrocidades
que contiene: la hemos copiado del Diario de Madr-id
de 17 de octubre. Dióse á luz y 5B fijó en las esqui-
nas y!plazas de las ciudades y delos pueblos ds toda
la mouarquia española.




104
cuando no se probase que habian continuado
asistiendo á las reuniones des pues de la abolí-
cion del réjimen representativo. ¿Y que dire-
mos de la apolojia hecha en Espcüa de la tira-
nia , condenando al ú1ti rno supl icio ¡Í los que
dijesen mueran los tiranos? Hasta entonces ha.
hianse avergonzado todos los reyes de merecer
semejante dictado: pel'o era tan precioso para
el [eneral Aymerich , y para el consejo supremo
de la guert'a, que destinaban á la horca ti cuantos
lo aborrecian y manifestaban su aborrecimiento.
Es verdad que al eesarninar su conducta ha-
cian hien en creer, (iue cuando se decia en
¡:~paña mueran los tiranos, se bahlaba espre'
sarnente de tales verdugos,


Pero las disposiciones del artículo séptimo
1100 todavia aun mas escandalosas. Por este ar-
tículo quedan abolidas las pruebas legales J y
las sentencias hau de pronunciarte segun el im-
parcial y prudente juicio de las comisiones.
Nunca en los paises civilizados del mundo se ha
procedido con tanta arbitrariedad: escándalos
de esta especie no necesitan comentarios.


Hemos visto que la comisión militar de Ma.
drid se distinguía por el furor y el ciego des-
potisrno conque procedia en los fallos, cual
si un vértigo de muerte , cual si el ardor san-
griento iJuz: 3plah'1 ;Í Marat , poseyera á 8U~




105
miembros: pues el gobierno en una real órden
que circuló ,í. las demas comisiones de la Pe-
nínsula quejándose de su apatía, es decir de que
no ahorcaban bastante aprisa, ofrecióles por
modelo la coruision de la córte , estimulándo-
las á seguir su ejemplo, poblando las ciudades
de cadalsos, regando sus calles con sangre Ii-
beral J ora fuese inocente Ó culpable, Para co-
nocer el efecto~que tales recomendaciones de-
bian producir en el espíritu de jos militares
que componiau las comisiones, por inclinados
que se hallasen sus ánimos á la blandura y á
la justicia, debemos recordar que amas de ser
amovibles, cuando recibieron la circular ati-
zadora del zelo por la horca, casi ninguno
se habia purificado aun; y la conservación de
su empleo, y la subsistencia de su familia, de·
pendian en todo y pOI' todo del afecto que se
grangeasen del gobierno y de sus ajentes. Si en"
tre los individuos de las comisiones se encon-
traba un varnn de bastante entereza é integri-
dad que no cediese al torrente, Jos ministros
lo separaban al instante, reemplazándole con
otro mas dócil que cerrase los ojos al honor y
secundase las miras del secretario del despacho
de la guerra, sediento de sangre inocente.
Cuando los gobernantes que se sientan en los
primeros puestos del estado estimulan á la ma-




106
tanea , y enarbolan la bandera de la iniquidad;
cuando con tantos medios de corromper á los
jueces los impelerr[al camino de la prevarica-
cion sembrándolo de esperaIlZ¡¡,~; Ó los ponen
en la aciaga alternativa de ser injustos Ó perder
su empleo, y conél la subsistencia, "fIue garan-
tias que.lan á los presos de que se les adminis-
trará justicia? ¿Donde , en que punto de la tier-
ra ecsisten corazones enteros y tan grandes,
que prefieran la lenta muerte de la miseria, la
desesperacion de los, hi jos, las reconvenciones
de la esposa á un momento de debilidad? Las
víctimas sacrificadas en la Península al m~gro
furor de Aymerich , á sus viles sujestiones , á
sus depravados estímulos, deben caer sobre su
cabeza ~ no, no los sentenciaron las. comisiones
militares, los sentenció la indigna circular que
pedía sangre.


iO vosotros los que haceis la 'apolojia del
reinado de Fernando VII de España, y maní.
festais todos los dias. el deseo de ver estableci-
do en vuestro suelo un gobierno que profese
8US. principios, fijad por un momento los ojos
en los hechos que he trazado, y ved e11 su
desnudez al ídolo que incensais , por que no
conoceis su historia t l Por que no envia bais
vuestros hilos a España para que a la primera
indiscreción en materias políticas hubieran si-




t07
do fusilados dentro de las veinte y cuatro ho--
ras, ó arrastrado las cadenas del presidio en las
peñas desnudas de la ardiente África l Succeda,
pues, el lenguaje de la razón y de la justicia
al de las pasiones y al del entusiasmo, y no
haya un europeo ilustrado que no abomine los
horrores y las crueldades que se cometían ea
Espaila.


Apenas se publicaba un decreto que no lle-
vase impreso el sello de la ignorancia, del es-
píritu de partido y del furor. Copiemos el
preámbulo de la real órden de 17 de octubre
de J824, en la que se establece un nuevo mé-
todo de elecciones para los cargos de los ayun-
tamientos, privando al pueblo. del derecho
que desde tiempo inmemorial gozaba de norn-
hrar los rejidores y alcaldes , y confiriéndolo á
las audiencias y chancillerías; cuyo. decreto
fue causa de que los empleados municipales se
perpetuasen en un partido y en ciertas fami-
lias, pues los individuos del ayuntamiento pro-
ponian á sus succesores del siguiente año.


»Don Fernando VII, por la gracia de Dios,
rey de Castilla, de Aragon etc., á tos. de mi
consejo etc.


»Con el fin de que desaparezca para siem-
pre del suelo espaift>l hasta la mas remota idea
de que la soberanía reside en otro que en mi




108
real persona; con el IlIslo Hu de que mis pue~
110s conozcun que jamás entrare en la mas pl~'
queüa alteración de las leyes fundamentales dll
esta monarquía, encargué al consejo me con-
sultase lo conveniente á evitar la popularidad
en las elecciones de justicia y de ayuntamiento,
teniendo presente las diversas costumbres auto-
rizadas por su largo uso .Y ordenanzas particu-
lares. Y el consejo considerando que no era
necesario ver ni cesa minar estos usos, costum-
bres y ordenanzas, ni conveniente el hacerlo
por el tiempo que se perdia en adquirir serne..
[antes noticias, consultó: que en todos los pue-
blos se reuniesen el dia l.o de octubre de cada
año Jos individuos del ayuntamiento, á propo-
ner tres personas para cada uno de los oficios
de alcaldes, rejidores y demas de república,
inclusos los diputados del cornun, procurado-
res, síndico [eneral personero, alcaldes de har~
rio y otros que hasta el año de 1820 se hacian
por los pueblos y sus vecinos, remitiéndose
las propuestas á la audiencia ó chancilleria,
Que el consejo nombre los oficios de diputa-
do y personero de Madrid, y los alcaldes de
corte á los de barrio; debiendo hacer lo misrnc
las audiencias en sus distritos. Que luego CJu~
ellas reciban las propuestas ~e los ayuutaruien-
tos, tomen los informes necesarios de perso




109
nas amantes del gobierno monárquico, sobre
las circunstancias y conducta moral y política
de los propuestos, y hallándoles libres de to-
da tacha , les espidan sus títulos."


Por largo que parezca tan insípido escrito,
he creído conveniente copiado entero , pnra
hacer ver el estilo del consejo de Castilla, y la
est ruvagancia de contar en una órden dirijida
al mismo consejo los pasos {lue ha dado y las
de liberacioues que ha sostenido sobre el asunto.
En otras naciones los preámbulos de las leyes
indican las causas que las han motivado, y en
Esparta cuéntanse minuciosamente los detalles del
negocio de que se trata. Este es uno de los nu-
merosos ejemplos de la actividad, rle la intel i..
[encia conque se discutian las cosas mas urjen-
tes, y que pertenecían al buen gobierno del
reino: vemos que para ordenar una nueva ma-
nera de elecciones para 10B ayuntamientos en
la Península entera, se ha necesitado todo el
tiempo que ba trascurrido desde el 2 de di-
cie m bre de 1823 hasta el 17 de octubre de
-1824, Y esto sin consultar ni las leyes ni las
costumbres ecsistentes.


El preámbulo dice, que el monarca se pro-
pone »hacer desaparecer para siempre del sue-
10 fSI'>.lftol llasta'!a idea mas remota de que la
soberanía reside en otro que en su Ileal perso.




11o
na, s que quiere que HU~ puebles sepan que
nunca consentirá en L.. mas lijera alt eracion de
las leyes fundamentales de la monarquía." Y en
la Iinea Hi;.;uient.e deroga la práctica observada
por el pueblo desde siglos inmemoriales en la
eleccion de rejidores y de alcardes , y destruye
las leyes y las costumbres que desde remousi-
mo tIempo reinaban en casi todas las provin-
cias Peninsulares. ¿ Pero cuales serán las leyes
fundamentales de la monarquía, sino se con-
sidera como tales las leyes que tienen oríjen en
la mas Jej<lOa antigüedad J y que se apoyan en
una costum bre nunca desrner.tida , á no ser ba-
jo el gobierno representativo? ¿No es el estre-
mo de la impudencia el citar las leyes funda..
mentales de la nacion, el prometer no alterar-
las jamás en lo mas mínimo en el preámbulo
de un decreto que destruye las leyes 'mas anti-
guas y las mas respetables? (J) En efecto, las
antiguas córtes hahian sido destruidas, y no


(1) Esto era proclamar que no'había en Espa-
ña sino una ley única: la voluntad soberana. Lo
que querían manifestar jdon Francisco Tadeo Ca-
Iomarde y el consejo en la frase lde ! que el rey
nunca consentiría en la menor a~teracion de las le-
yes fundamentales de la monarquía, palabras que
le imprimieron con gruesos caracteres en la gaceta




111
quef1nha Y3 en la Península institucion alguna
que pu.Iiese llamarse fundamental, sino la elec-
cion popular de los ayuntamientos: ¡no es pues
adrnirt.hle béljo esle punto de vista que los es-
P'ILlO!eS 110 pen~¡ISeO que su gobierno se burla-
ba de ellos, y que no contento con establecer
un despotismo de que nunca habia hahido idea
en aquel país, desde el tiempo remoto de los
Mauros, los insultaba al mismo tiempo procla-
mándose celoso defensor del mantenimiento
de sus antiguas leyes?


¿Que idea tenia el ministerio y el ccnsejo de
la soberanía real, cuando creía que era u~urpar­
la al monarca el que las cJUdades y los pue-
blos del reino nombrasen sus alcaldes y rejido-
res, que eran los iudi vid uos encargados de vi-
jilar la buena adrninistracion de los fondos mu-
nicipales?


El conselo que ejerce en España una ins-
peccion suprema en todo lo que toca al go-


de Madrid, era que jamás debia esperar la Penín-
sula el estahlecimieuto de UII gobierno constitucio-
nal. Tal fue su verdadera idea. En cuanto á las
leyes fundamentales de España, hacen sin duda
alusion á las de Córdoha y Granada, cuando es-
tas provincias est ahan hajo el dominio de los Mau-
ros J no á las de Castilla y Angollo




112
hierno interior, y que por consecuencia es el
jefe de los ayuntamieutos cuyM prcrogativas
debia protejer y sostener á todo trance; el con-
sejo que mas de una vez lHI querido ocupar el
lugar' de ia representacion nacional en sus me.
[ores tiempos, Ó cuando ha convenido á su'> mi-
ras privadas; que ha procurado pener trabas á
la autoridad del rey, á ejemplo de los parla-
mentos de Francia; este mismo consejo »cree que
no hay necesidad de ecsarninar las hases , las
reglas de cada provincia para \.1 elecciou de
1011 ayuntamieutos ," sin duda porque mira con
menosprecio esa" mismas bases que afecta
no locar, y que han consagrado las leyes y las
costumbres de SIlS antepasados. Mas ya que se
desea una monarquía enteramente nueva, ya
que los ministros y el consejo toman protesto
de la Constitución de 1812 para abclir l-s le-
yes de remotísimos siglos) al menos que no
invoquen los cimientos fundamentales de la
lejislacion espaüola ; que no digan que Fer-
nando está sentado en el trono de sus abuelos;
porque segun las atribuciones de que lo ro-
deau, su soliose parece tanto al de sus ante-
pasados, como las córtes de Cádiz se aseme-
jaban en sus últimos momentos a las de la
pristina monarquía.


El consejo no solo reputa inútil el eesárnen




tU
de las leyes que rejian en cada provincia de la
Península con el nombre de fueros ó costurn-
hres particulares que habían asegurado sus fran-
quicias por tanto tiempo en la eleccion de ayun.
tanucntos , sino que toma tamLien en cuenta
el largo retardo q ue hubiera esperirnentado la
nueva ley proyectada á causa del tiempo (lile se
hubiera necesitado para reunir los anteceden.
tes y noticias. i Con que el consejo no las tenia!
La autoridad superior de un pais en el ramo de
adrninistracion ignora las leyes por las que se
gobiernan los pueblos y los USO¡; y las costum-
bres de las provincias? No sabernos que adrni-
rar mas si la ignorancia del primer cuerpo
que rejia los destinos de le desventurada Pe-
nínsula, ó la impudencia Con que confiesa y de-
clara al pueblo esta misma ignorancia á la faz
de la Europa y del mundo entero. i De este mo-
do gobernaba el despotismo á la nación ttlpa.
ñola l


Pero oigamos á un autor anónimo sobre es-
te famoso decreto de ayuntamientos.


»y por real cédula de 17 de octubre de
t824, se derribaron las leyes fundamentales
de la monarquia , insertas hasta eu la Novisima
y escamoteada recopilacion de Castilla bajo el
título: Del gobierno civil, económico j polui,
co de los pueblos) despojándolos, con el ausi..
TOIUO m. 8




114
lio de las bayonetas estraujeras , de los fueros O
privilejios que llamó inviolables el famoso de-
creto de Valencia, y que se mandaron guardar
pOi' aquellas leyes que por tantos siglos habían
hecho felices á nuestros antepasados J como se
dijo en el del puerto de Santa María.


»Esros fueros municipales llamados por Al-
fonso VII pactum et fcedus firmissimurn J se
consideraron siempre como parte esencial de
nuestra jurisprudencia. Entre ellos J ya por su
antigüedad, ya por los reyes constituyentes,
ya por las corporaciones y derechos constitui-
dos, parecian dignos J sino del respeto y acata-
miento, á lo menos del ecsámen y considera-
cien del consejo de Castilla: el fuero de la ciu-
dad de Lean dado en el año de 1020 por Alfon-
so V ~ estendido á Llanes ~ Carrion y otros pue-
blos: el de Najera por el rey de Navarra Don
Sancho el mayor, confirmado en 1076 por Al-
fonso VI: el de Sepúl veda, objeto de tantas in-
vestigaciones y elojios : el de Logroño de ¡094
que se dilató con tanto crédito y autoridad por
Castilia, Rioja y provincias vascongadas: los
de Sahagun conocidos, disueltos y renovados
sfgun lo ecsijia el interés público en los reina-
dos de los Alonsos VI, VII Y X: el de Sala-
manca que comprende las ordenanzas hechas
por el ayuntamiento con autorizacion de los




115
reyes: el de Toledo librado por Alonso VI en
I t 18, aumentado y confirmado por San Fer-
nando en t222 ,que lo estendió á Córdoba, Se-
villa, Niebla, Murcia y otras ciudades: el de
San Sebastian concedido en 1150 por D. San-
cbo el rey sábio de Navcrra, y confirmado por
Alonso VnI de Castilla y sus succesores : el del
señorío de Molina, aprobado por A.lonso VII y
aumentado por el infante D, Alfonso: el de Za-
mora que empieza con la ordenanza del aJun-
tamiento , confirmada en 1208 por Alonso IX,
de Lean: los que se otorgaron en el reinado de
Alonso VIII á Valencia y otras ciudades ele! rei-
no: el fuero célebre de Cuenca, tan venerado
en tiempo de Alonso al sáhio , que se hacia eS-
tudio de sus ordenanzas trasladadas en los privi-
lejios de Consuegra, y otras ciudades : los de
MaJrid de 1J45 ampliados y al fin recopilados
con aprobacion de Alonso VIII, en 120'2 : el de
Benavente dado por Alonso IX de Leon : el de
Sanabria concedido por el mismo rey en 1220,
Y mejorado POl' Alonso X en 1263 Y otros mu-
chos, á cuya observancia y cumplimiento se
comprometieron los reyes en términos que
Alonso IX dijo á los Comunes: »:\ tal afirma-
mento vos fago, que nunca por malos conseje-
ros nin por lisonjeros, nin por vuestros ene...
migas, nin por otros homes ~ ninguna cosa ~IOS




116
mengtie de aquesto que VOl( do:" )' Fernan-
do IV en las cortes de Medina del Campo man-
dó en 1305 que» los privilejios, é las cartas le.
vadas contra sus comunes que non valan , nin
usen de pilas,"


» De acuerdo con estos privilejios y seguri-
dades las Jeyes del siglo XIV establecieron, que
todas las ciudades, villas y lugares, se 8oLer-
nasen por las ordenanzas y costumbres que tu-
viesen: que se les guardasen los usos y privile-
jio de elejir los oficios de rejidores , jurados,
escribanos, fieles, mayordomos y otros oficia-
les de sus ayuntamientos", bastando el trascur-
so de cuarenta años para fundar la posesión del
fuero, y el rey D. Juan II en otra del siglo
XV , dijo: llc¡ue las ciudades, villas y lugares,
que tienen el privilejio ó costumbre antigua de
dar y proveer los oficios de concejo en cada
ciudad, villa y lugar, asi como rejimientos y
escribanias y mayordornias y Beldades y otros
oficios, que son de los dichos concejos, que
los puedan libre y descmbarazadarnente dar y
proveer; y persona alguna no se entrometa en
ello: y si algunas cartas contra ello mandare-
mos dar, aunque tengan cualesquier cláusulas
derogatorias , que no valan,"


»He aqui los fueros ó la antonornia que ha-
lló y juró guardar Fernando al subir al trono.




117
»Poco se necesita para reconocer por causa


de estas leyes fundamentales el influjo de la li·
hert ad en el acierto de las-elecciones populares,
encargadas á los qne teniendo el interés mas in.
mediato, el interés mas conocido en la recta
administración de justicia , yen la distribucion
de tos fondos públicos, tienen igualmente
la preporcion de observar de cerca las cua-
Iidades de los nombrados. Los pueblos sue-
len no equivocar la cuenta de sus bienes
y de sus males, mucho menos la califica-
cion de sus goberllantes. Y si en todos tiempos se
han visto los efectos de la confianza que inspira
la elección de personas conocidas por su probi.•
dad, talento y patriotismo, nosotros tuvimos
la gloria de haberlos palpado en la terrible crisis
de J80S, cuando rotos los lazos de la sociedad
por las armas dr Napoleon , se presentaron estas
fracciones municipales á soldarlos con IOU san-
gre) proveyendo al armamento y defensa de
las provincias y al establecimiento de la junta
central, subrogada en el lugar de los príncipes,
que adormecidos con el engranclcclluiento de un
privado, despertaron para ver el desórden de
su casa, el descrédito yaLominacion de su go-
bierno; aniquiladas las rentas de la corona,
destruida 1a escuadra y el prestijio de las pro·
virJl~ia:1 de Tlltramar : sspatriadas las tropas ve-




118
t"ranas, despreciados sus jefes por la emulacion
de una córte corrornpida : inundado el suelo es-
pañol de enemigos, que con el 8<1 l \'"0 conducto
de sus reales órdenes se habian apoderodo de
las principales plazas y fortalezas del reino: su-
hrogada en el lugar de los reyes, que de hecho
y de derecho con fugas, renuncias y solemnes
abdicaciones abandonaron el trono, endozán-
dolo cual letra de cambio á la órden del usur-
pador con desprecio del clamor y demostra-
ciones de los pueblos entregados al recurso de
su espada y á la suerte de la guerra (1) r Y es
hien cierto que la España sola conquistó su in-
dependencia, y ninguna nación ha temdo mas de-
recho para constituirse en el caso reconocido por
W olfio , Gottofredo y 01ros plublicistas : Si reo:
'luí regnllln habet in patrimonio illud alienes,
aut alii subjiciat , doctrina que no pudo ocultar-
se á los disidentes de Caracas, cuando en el ar-
tÍculo 8. 0 del acta de su emancipacion fecha 5


,(1) C'est au x Cortes qu'est dn le triornphe de
l'EUí'OP€ sur' la France . c'est l'Espagne seu le qui
a 3111e1H! l'Eul'ope á París, qui a vaincu Napoleon,
decía UIl escr-itor frailees. -- A las cértes se debe el
t ri un lo de la Europa sobre la Francia: Españn sola
l.a abicrto las puert.as de París á la Europa J venci-,
do á i\iapr)lcon.--




H9
de julio de 1811 dijeron: »Los Borbonss qne
concurrieron á las inválidas estipulaciones de
Bayona, abandonando el territorio espaüol
contra la voluntad de los pueblos, faltaron,
despreciaron y hollaron el deber sagrado que
contrajeron con los españoles de ambos mun-
dos, cuando con su sangre y sus tesoros, los
colocaron en el trono á despecho de la casa de
Austria: por esta conducta quedaron inhábiles,
Ó incapaces de gobernar un pueblo libre , á
quien entregaron como un rebaño de esclavos .,


»Pero ni estos sucesos memorables , ni es-
tos principios trillados, ni las leyes que habian
fundado el gobierno político y económico de
los pueblos sobre el pactum et fcedus firmlssi-
mum , sostenido por una larga y no interrurnpi-
da sucesion de siglos y de reyes, ni el pudor
de incurrir en las contradicciones mas necia, y
absurdas, sirvieron de embarazo para hacar .le-
. I ., F 1 '1 1 "Cel! e consep a ernanr o en esta ce. u a. 011


el fin de que desaparezca para siempre del sue-
lo español hasta la mas remota idea de que la
soberanía reside en otro que en mi real pero
sana rXc.


nNo nos detendremos en pensar lo que en-
tienda la cédula por leyes fundamentales, cuan-
do protesta no alterarlas, en el mismo acto de
destruir las que determinan la forma del go·




120
ti~rn() ..ivi} , político y econérmeo de los pue•
.bloS" que o.yen proclamarle absoluto; ni en re-
señar las órdenes y decretos, que indicando
las circunst aucias de Jos propuestos ó el punto
de que han de salir sus recomendaciones , h
calidad de sus tachas y el carácter y divisa ,Je
Jos censores t han hecho un estanco de caqos
y rentas municipales, un cúmulo de jdril>Jic-
clones disyuntivas ~ un semillero de proserip-
ciones , cohechos y discordias. Mas no pode-
mes menos de notar':


L° La lijereza y modo ignorniniosr conque
el consejo de Castilla~ compuesto en ',u orijen
de cuatro prelados, cu-rro caballeros é cuatro
eibdadanos , consultó despojar á todos los pue-
blos de la posesión en que estuvieron hasta el
año 1820 de elejir libre y desembarazada mente
sus ayuntamientos, hollando la ley espresa con
el nombramiento que se arrogó de diputado y
personero J y añadiendo á esta infraeeion es-
caudalosa 1 á esta usurpacion atrevida, el des-
precio de no estimar siquiera necesario el reco-
nocimiento de sus fueros, usos y costumbres,
mandados guard<lr por diversos príncipes, cuan-
do debia reflecsionar que siendo sus leyes las
mismas que el decreto de 1.0 de octu bre de
1823 llamó sabias j moderadas y adaptadas á
sus usos y costumbres , no debían borrarse sin




121
Un prolijo ecsámen de los antecedentes; reflee-
sionando mucho sobre Innaturaleza de los pactos,
sobre el oríjen y estabiliIal de los privilejios,
sobre los males que ltifallaren; y manifestando
el provecho comunal que resultase de su abro-
gaciol1 para no caer en la nu!idal declarada
por la ley de 1441 Pero el consejo que debe á
Una serie de usurpaciones y tolerancias la va-
riedad de sus formas y el monstruoso hacina-
miento d~ aconsejar J juzgar, hacer leyes, in-
terpretarlas, aplicarlas, anularlas, gobernar y
administrar, desdeña la persuasión y conven-
cimiento del bien que ofrecen los actos lejisla-
tivos con previa deliberacion : y subyugado á
la junta apostólica, profesa los principios Je
ser honesto y lícito todo lo útil y provechoso
para ella, estimando la! cuanto coopere á la
ac1imatacion de la ignorancia], á propagar la
superstición, profundizar y estender 105 cimien-
tos d'31 poder arbitrario, que dispensa del es-
tudio y allana los ostáculos y dificultades de
la penosa gobernacion.


2 o Que con la prevencion indispensable de
pedir á los titulados amantes del gobierno mo-
nárquico los informes reservados para sacar
de la terna pestífera alcaldes, rejidores y de-
mas oficios municipales , se deja, como es vis·
to J la eleccion y nombramiento de ellos á la




112
voluntad y antojo de clérigos y frailes, que en-
capillándose el privilejio de ser los amantes del
gobierno monárquico , se han hecho en todas
partes calificadores natos , de cuya Censura no
pueden separarse los consejeros, ni oidores,
sin temer las resultas de algun Monitorio que
les haga perder las togas pendientes de la ocul-
ta y vengativa mano del clero.


3.° Que siendo .. como es sin duda, la os-
eurielad en el manejo de las rentas el enemigo
que mina y desploma el Estado: el orijen de
lo que padecen las provincias por la desigual-
dad de sus cargas y el manantial de dlsgus~os
que hacen odioso el gobierno, á quien ofenden
las luces, parece que se ha trabajado en agloa
merar todos estos males, perpetuando los car-
gos de justicia y ayuntamiento en Un corto nú.
mero de individuos , estraidos de las hezes y
escoria de los pueblos, y coligados por la es·
tupidez y codicia, para vivir de las varas mi.
lag rosas , engordando con el sudor de los po·
hres vecinos que ven correr el flujo y reOujo
del peculado por el pequeño circulo de uorn-
hres parciales que los absorvun , oculten su
mane]o y nombren á su vez: de ser' nombra"
dos pal·a encubrir, ahsorver y robar: ll.~ robar
para corromper, y de corromper para rolnr
impunemente: pudiendo decir nosotros lo mis-




123
roo que Cicerón. »Videbat enim Populus Ro-
manus , non locupletari quotanniis pecunia
publica, pl'aeter p aucos;"


4. 0 La desconfianza conque los mira, y el
vilipendio conque los trata el mismo gobierno
que los esco]e y destina. - Pruebas. - l.a El
testimonio de Un alcalde nombrado por los ve-
cinos , habia bastado siempre para que la su·
perintendencia de propios abonase á los ayun-
tamientos las cantidades pagadas por la matan-
za de animales dañinos, y habria sido indeco-
roso el dudar de su verdad. Pero en el dia el
alcalde que suele titularse real, porque no
quede vestijio popular, necesita comprobar la
partida, con el visto bueno del cura párroco"
Ó del vicario eclesiástico, que diga lo que no
se cree bajo la firma de todo el escojido y es-
purgado concejo. -- Segunda prueba. - La
real órden de 26 de mayo de 1830, dictando
los medios de evitar las ocultaciones que ha.
cen , son sus palabras , algunas autoridades,
del dinero de las multas correspondientes al
fondo de penas de cámara, establece y señala
las que han de pagar los gobernadores, alcal-
des ysíndicos que cometan ocooperen al robo:
infiriénrlose desde luego J que para estampar en
una real órden y poner en Una gaceta clausu-
las tan denigrativas , era preciso tener, ade-




124
mas de poca consideracion al prestijio de las
antocidades y á las obligaciones del supremo
gobierno, convencimientos dcmostrat ivos de
lo que ocultaron, y razones HlU y poderosas
para publicar, como tamhien se hizo por bm-
dos y edictos, el recelo y presunción de que
Jos gober:ladores, alccldes y síndicos, fuesen
todavia capaces de ocultar la amonestaciou y
seguir la carrera de los latrocinios: y sobre
todo, era preciso haber tocado el fondo de pe-
nas de cámara, propiedad sagrada del const-jo ,
para que saltase el resorte de la indignaciou,
comprimido siete años á vista de las estafas,
cohechos, prevaricacrones, fraudes, saqueos, de-
predaciones, alentados, tropelías, opresiou,
ruina y sufrimiento de los pueblos."


Fácil seria multiplicar las pruebas de la ig-
norancia y de las necesidades de sernejante go-
bierno; pero parécerne que hartas se ban mul-
tiplicado para que los lectores se formen una
idea de la manera conque las autoridades se
portan en el reino hispano, y de los dcsórde-
nes que son la consecuencia inevitable de tal
estado. La confusion mas completa reinaba en
todas partes. Por un lado prohibíase que nadie
divulgase mas noticias que las contenidas en la
Gaceta de Madrid.: por otro se mandaba que
no pudiesen reunirse mas de tres personas sos-




125
pechosas , y se daba este título á todos 105 ofl-
ciales indefinidos: Iras esto se vedaba el uso de
las gorras, llamadas cachuchas , como señales
revolucionarias, y esto en las ciudades y pun·
tos fortificados, donde los oficiales y soldados
franceses las usaban como parte de su unifor-
me: yen varios pueblos establecíanse campa.
iíias de apaleadores que se encargaban de mal.
tratar y herir á cuantos habían empuñado las
armas en defensa de la libertad, ora hubiesen
pertenecido al ejército ó á la milicia cívica, Ó
manifestado ideas liberales; los que si se srries-
gaban á salir por la noche de sus casas eran al
instante asaltados en medio de las calles y aco-
metidos con palos, quedando muchos tendidos
y perdiendo la vida de resultas de las heridas
y del disgusto. Las autoridades imbéciles y fu.
ribundas sembraban el terror por la España
entera, y cubrian de ridiculez las funciones
que ejercian, al gobierno y á sus ajentes. Cada
capitan [eneral , cada intendente de policia,
cada subdelegado era un déspota, que tenia en
su mano la suerte de los habitantes, que los
injuriaba J los maltrataba y los encarcelaba á
su grado. Ninguno estaba tleguro de conservar
BU empleo, porque un dia el gobierno arrojaba
ignominiosamente de su puesto al mismo indi-
viduo que habia colocado la víspera. El pueblo




126
era víctima de la rapacidad de los empleados,
que 8010 pensaban en amontonar oro para cuan-
do los ministros los despojasen de su destino:
el honor, la probidad y tajas las virtudes hu-
mil ladas y desterradas por la camarilla y por la
revulucion , desapsrecian aceleradamente del
suelo de E"'paiia.


No debe sorprendernos el que tantos y tan
poderosos motivos produjesen una masa enor-
me de descontentos, y que el gobierno carga-
se con tanto número de enemigos. Los áni-
mos se hallaban de dia en día mas divididos,
y lejos de empicar los medios de conciliacion,
trahábase solo de ecsosperarlos. Los hombres
de bien, amigos sinceros de la monarquía; que
odiaban las turbulencias pasadas, no podían
vivir tranquilos, porque la ecsaltacion de las
pasiones tomaba incremento, y porque sabian
que el término de tantos Infortunios, de tantos
trastornos, vendria á ser una reacción san-
grienta. No eran ya so\os los partidarios de las
cortes los que pensaban que el gobierno repre-
sentativo llevaba ventajas al órden de cosas que
ecsistia , al ver que el ministerio nada hacia en
favor de la paz, de la prosperidad de la nacion,
y que al furor de un partido habia succedido
el frenesí de otro, sino que los hombres mis-
mas que profesaban principios opuestos, vol-




127
vi~n la espalda al despotismo cansados y desen-
gaflados con tantos escesos. Los muchísimos
oficiales y sarjentos que no tenian de que vivir,
y que se veían á cada paso ultrajados, perse-
guidos sin tregua) eran un elemento poderoso
de turbulencias) porque no podian menos de
desear la destruccion de los hombres que los
habian condenado á la miseria. Hasta el clero,
que era la clase única que gozaba de los bene-
ficios de la restauracion , esta ba incierto de lo
futuro, pcrque recelaba perder lo que habia
adquirido de nuevo, porque conocia la debili-
dad del gobierno que lo sostenia, En íin , las
medidas de terror desplegadas contra el parti-
do liberal) servían solo para enajenar los áni-
mos de todos los hombres moderados de la
monarquía, cualesquiera que fuesen sus ideas
y su color político.


El año 1825 ha comenzado, y semejan-
te órden de cosas es demasiado violento pa-
ra que pueda durar. Miles de emigrados atizan
la llama de la revolucion , y en la Península
millares de individuos sumidos en el despecho...
muéstrense dispuestos sin vacilar á tomar un
partido violento á la mas mínima oeasion que
se presente. La situacion de España en 1822
podía ser peligrosa para las potencias europeas,
y principalmente para el gabinete de las Tulle-




128
rias ; y tal fue la causa que obligó al congresC)
L1e Veroua á tratar de los negocios de liJ Pe-
nínsula ibera, y que decidió la intcrvencion
armada. ReflecGionell les gabinetes de la Santa
Ali.,¡nz<l , y sobre todo los ministros de C4dos
X, Y digan sino subsiste aun el mismo emba-
raza, si creen (Iue la revolucion ha espirado en
España mientras que no siga opuesto rumbo el
Gobierno de aquel pis.


No cabe duda en que los males que les aíli-
[en son difíciles de curar, y ciue lo que hubie-
ra podido hacerse sin inconveniente en : 823
esperimcntaria en la época presente grandes
ostáculos, Pero cuanto mas se retarde el reme-
dio J tanto mas se acrecentará la enfermedad,
y quizás cuando se le querrá aplicar ya será
tarde, porelue habrá sobrevenido una nueva
crisis y ajitarán el reino síntomas de naturale-
za muy distinta á los que actualmente se ob-
servan.


En 1822 las grandes potencias creian que
podia restablecerse el órden en España, modi-
fieando algunos artículos de la Constitucion de
1812 ,y dióse por muy cierto que la Francia,
antes que su ejército pasase los Pirineos, ec-
sijia únicamente que los diputados fuesen pro.
pietarios, como lo prescribia un artículo de
la Constitucion entonces suspendida, y que el




129
consejo de Estado tomase la forma del senado
de los Estados Unidos de América. El 23 de
enero de 1823, el vizconde de Chateaubriand
decia al ministro ingles MI'. Caling: S. M. C ma
ecsi]e que S. M. C. , por sí sola, en virtud de
su autoridad haga las modificaciones necesarias
en las instituciones que ha impuesto á la coro-
na de España la rebelion de un puñado de sol-
dados. Llenada esta condicion , es decir, COl'''
rejidas las instituciones por la mano del rey Fer-
nando, el rey de Francia cree que será con..
veniente añadir una amplia amnistía sobre to-
dos los acontecimientos politices que han so-
brevenido alli desde f812, hasta el día en que
vea la luz pública esta concesión real. Asi de-
saparecerán del código español los defectos que
tiene en el fondo y en la, forma, y que po-
nen en peligro las monarquias lejitimas."


Parece, pues, que en aquella época Jos que
querian intervenir en los negocios de la Penín-
sula se hallaban de acuerdo, tanto sobre la ne-
cesidad de modificar el código gaditano, co-
rno sobre la conveniencia de dejar al pais el
gobierno representativo. El príncipe Fernando
salió de Cádiz, y gracias al ardimiento y á la
veemencia conque los rejentes abrazaron 109'
intereses y la defensa del partido ecsajerado,.'
encontró consumada la contrarevolucicn , y


TOMO 111. 9




130
urucarnenl e hirieron sus oídos los gritos des-
tPlIlplados y furiosos de 10'5 partidarios del ab-
solutismo y del s<!uto oficio. Asi no se trató
de córtes ni pOI' cstarneutos , ni de modo di-
guno, ni de cámaras, ni de otra especie de re-
presentacion nacional. El resultado del absolu-
tisrno proel amado y establecido en Espa [13, no
ha sido de modo alguno ventajoso, y hemos
visto los males graves conque el actual gobier-
no abruma al reino. Un ejem plo práctico y tan
triste ha aumentado el número de los partida-
rios de la cortes y del sistema representativo;
y es opiníon cornun que hubiera consolidado el
orden en E'\¡Jai'"1J, si el monarca lo hubiese
adoptado desde que estampe. sus huellas fuera
de Lis puertas de Cácliz, Por el mismo motivo
juzgan los españoles que no deben esperarse paz
m prosper-idad para 'su patria , rmentras no sea
gobcrcaJa como Francia é Inglaterra. Es muy
cierto; mas no ha de perderse de vista el esta-
do de E~pdiJa , porque tiempo es ya de DO abu-
sar de las teorias, y de reconocer que si tal
forma de golJiel'no produce jeneralmeute ha-
blande mas venta jas que otra, un mismo go-
bienIO es -usceptible de muchas modtlicucio-
nes , segun las circunstancias que, rodean la na-
cion á que se aplica.


Eu tan borrascoso estado 1 cuando los




131
corazones destilan hiel y venganza, es difí-
cil formar en España una asa m hlea cUY:JS opi-
niones no sean ecsajeradas , y por consiguiente
que no produzca infinitos inconvementes á la
causa misma que está desuurda ::í defender Los
miembros que compoudrian las cortes ó las cá-
maras, serian casi todes ..bsolut.stas ~ 18J.5),
porque de cualquier modo que se elijiesen en
medio de la efervecencia actual , el partido do-
minante tendría la mayoriu. Parécerne por muy
probable que uno de los primeros rasos del
cuerpo representativo sena solicitar del rnonar-
ca el restablecimiento de la inquisicion. El tiem-
po cal maria sin duda el furor; las disens ioues
públicas y los partidos mismos que se forma-
rian en la asamblea representativa, t.rabajarian
para facilitar el triunfo de la razono Mas l;'S de
temer que tales progrtsos sean lentos, mien-
tras que el impulso dado por las cortes ó cárna-
ras al bando dominante aumentaría repenuua-
mente los males de Espaüa con UlH horrorosa
proporcion , y daria quizás lugar á un sacudi-
miento que podría tener las mas Iunestas con-
secuencias. Repito que en 1823 hubiera sido
muy fácil, Jo mismo que en el dia presenta to-
do jénero de dificultades.


Lo primero que debe hacerse en la Penin-
sula española es reprimir los desórdenes del




132
partido que se denomina realista, arrancando
de sus manos la preponderancia de que goza en
esto.'> momentos, Un ministerio ilustrado que
met uzca la confianza del monarca; que cuente
con el apoyo del cuerpo diplonuitico ,y que es-
té dotado de vigor y de enerjia ... puede solo po-
ner f('euo al furor de los absolutistas. Cuando
Aymerich, Calomarde y dernas energúmenos
de la tirania , satélites del espíritu infernal de
Marat, hayan desaparecido de la escena; cuan-
do un nuevo ministerio se haya captado el res-
peto de lodos, establecido un ejército bien 01''''
ganizado, y con mano robusta y voluntad inec-
sorabíe alejado del manejo de los fondos pú-
blicos á los vampiros que chupan la sustancia
del tesoro; cuando la mas severa economía,
combinada con un buen sistema de impuestos,
presente la certidumbre del pago de los gastos
y reanime el crédito, desaparecerá la discor-
dia del suelo hispano, el pueblo hallará el ca-
mino de la justicia y la estabilidad porque sus-
pira hace tantos años, los partidos enmudece-
rán y podrá establecerse un gobierno represen-
tativo. Este es mas necesario en España que en
los demas paises, porque la Península se ha
ajítado en diversos sentidos y no puede encon-
trar el reposo sino en un término medio. La
confianza que inspiraba Ferneado en. fSOS Y




7.33
en fa, 4 be desaparecido , y como es natural
en el hombre, principalmente en los tiempos
de efervecencia, saltar de un estremo á otro,
la desconfianza ha llegado en este punto &1 úl-
timo grado; y se ha [eneralizado el temor
de que se abuse de la voluntad del rey. Acle-
mas, en España las leyes nunca hall favoreci-
do la tiranía, y por el contrario es la primera
potencia que gozó en Europa las ventajas de la
representacion nacional, como afirma Marina.


>lEn efecto, dice un autor otra vez cita-
do .. alguna consideracion merecían las leyes
fundamentales de la monarquia , que distan tan-
to del gobierno absoluto, cuanto puede ver-
se: f.o En lo~ antiguos fueros de Sobrarve, que
prohibían al rey juzgar sin la intervencion de!
Consejo de su'! súbditos .. [ura dicere reginefas
esto, nisi adhdnto subditorurn consilio : hacer
guerra, paces, treguas, ni otro negocio de
eonsideracion , sin consentimiento de los senio-
res: Bellum aggrerli, pacem inire , inducias
flgere , remoe aliam magno tnomenti pertracta-
re , caveto rex , praterqltam seniorum anuen-
teconsensu : obligándole á jurar la observan-
cia de los fueros, usos y costumbres del reino,
después de decirle 103 doce rICOS bornes que lo
representaban: ».,1\/05 r¡ue somos tanto COIIZO vos
os fucemos r(;" , á condicion que nos hayades




lH
de gnardar los nuestros fueros; é sinon , non."
A lo que añadió el rey don Iüigo Arista, que
si en algun tiempo intentase contravenir á los
fueros, Ó libertad del reino, pudiese este entre-:
garse á cualquiera otro príncipe, cristiano ó in-
fiel; facultad que dió orijen al privilejio de la
Union para hacer frente al rey y precisarle por la
fuerza á cumphr lo jurado. 2.° En los autigucs .
concilios de Toledo y leyes del fuero ;,uzgo,cita-
das en la nota 21 y en h J.5, tít. 1J , partid'! 2.a,
que manda lLO dejar al re.r facer cosas agrant
daño de su reino , ó por via de consejo, Ó por
via de obra, de guisa que nos venga acaharnien-
too 3.0 En el razonamiento que trae Mariana
del condestable Rui Lopez Dábalos , ofrecien..
do á nombre del reino la corona de Castilla al
infante don Fernando, en la menor edad de su
sobrino don Juan Il, hijo y heredero de Enri-
que HI. 4.° En la crónica de Enrique IV,. año
de 14~6, cap. 66,. dou.le, recordando Palencia
1-, destitucion de don Pedro, que perdió el reí-
110 por su. dura r mala gobernacion; y de Alon-
so X 'Iue lo per.lió pUl' pródigo ~ dice que no
era nuevo en Castilla J' Leon , los nobles y
pueblos elejir rq, é deponerlo , 5.o En el lib.
1.o, ca p. 8.u del Gubei'llwlor cristiano J donde
uu teólogo (lel siglo X V[ tan grave y cir-
cunsptcto como Fr. JLliln Marquez , dice;




13')
»La república, de quien trae su oríjen la
potestad real, no la trasladó al príncipe tan
absol ulamenle, que no la reser vase en SI
para poderle quitar el principado, si las co-
sas llegasen á tanto estrecho: lo contrario
fuera quedar hecha esclava de quien escolió por
ministro. 6.° En la empresa 20 de don Diego
Saavedra , quedice : Ni In de creer el príncipe
qw: es absoluto su poder, sino sujeto al bien
púhlico y á los intereses de su estado ; ní que es
inmenso, sino limitado y es puesto á lijeros ac-
cidentes.... Reconozca tambien el prinoipe la
naturaleza de su potestad; y que no es tan su-
prema que no haya quedado alguna en el rue··
hlo : la cual, ó la reservó al pr'incipio , ó se la
concedió después la misma luz natural para de-
feusa y conservación propia, contra n11 príncI-
pe notoriamente injusto y tirano.Y Y 7.° En el,
Ji b. 1 , cap. 6 de Rejimine princi'p., donde el
maestro de nuestras escuelas dice: ,,'ji ad [us
mulutudinisalicujus pertineat sibi provi.Iere de
rege, non injuste ab eadern rex institutus po-
test .Iestrui , vel refraenari ejus potestas." Todo
prueba que la·libertad es institucion antigua y
sant~ , y el despotismo moderno y profano.


» 'Asi lo confirman nuestras leyes funda-
mentales J y así pensaban nuestros mas clásicos
l:iist;,)~i~dores, cronistas, teólogos y políticos:




136
entre p.~1 O~ citaremos al canónigo don Andres
Muriel , en su traduccion del ingles al frances
de la obra de William Cox: La España, bajo
Jos reyes de la casa de Borbon ,cap. 3. 0 , folio
198; premiado por esta traduccron por el mi-
nistro Calomarde con la cruz de Cárlos III.


»No solo el poder de los reyes jamás fue
absoluto en España, siuo que por el contrario,
nunca hubo pueblo en Europa, que hubiese to-
mado parte de un modo mas positivo en la ad·
ministracion de su país que el español, por me-
dio de sus diputados á córtes , y sin interrup-
cion , durante una época prolongada y vergon-
zosa, en que casi todas las naciones estaban es-
c1avizadas por las instituciones feudales, que
tenian á los pueblos agoviados bajo el duro é
ignominioso yugo que propagó la edad media
con sus tinieblas, por la vasta superficie del an-
tiguo imperio romano. Sin hablar de Cataluñ:J
y Aragon, que fueron en lo antiguo bastante ri-
cos en libertades, sin hablar de Navarra y de
Vizcaya, que aun hoy conservan las mas im-
portantes;, 109 mismos castellanos han visto
constantemente el poder de sus reyes templado
durante largos siglos, por la intervencion de
las asambleas políticas nacionales en todos los
negocies graves del gobierno,


» Un publicista moderno ingles, Hallam ,




137
en su historia de la edad media, ha observado
Con ecsactitud que ha ecsistido una grande ana-
[ojia entre las leyes que rejian en otro tiempo
en Castilla, y las de Inglaterra de la misma épo-
ca (en una época posterior debia decir para
ser mas ecsacto'[. Si se esceptua el juicio por
jurados, que es la base y la gloria de la Cons-
titucion inglesa, todas las dernas libertades po-
líticas y civiles se encontraban en las leyes de .
Castilla.


»Aun al tiempo mismo en que la corona
concibió el designió de arrancar al pueblo sus
privilejíos, y que perseveró en ello con ter.!
quedad, valiéndose de todos los medios posi-
hles para lograrlo, no osó sin embargo de re-
pente romper con el uso de convocarlas, con-
tinuando su reunión en los casos graves y para
obtener los impuestos, tributando asi un horne-
naje respetable á los derechos sagrados del pue-
hlo. Hasta Cárlos II no se descuidó entera-
mente la convocacion de las córtes,


»Que esta representación política hubiese
sido imperfecta, comparada con la de nuestros
recientes gobiernos representativos, es de lo
que menos debemos admirarnos, porque la
ciencia del derecho público es moderna ; y so-
lo de poco tiempo á esta parte, y por combi-
naciones fortuitas han llegado á comprenderse




138
y coordinarse las garantias mútuns , convenien-
tes á consolidar y enlazar las relaciones entre
Jos gobiernos y los gobern3(h)s. El equilibrio
de los poderes es una teoría tan reciente, (r1C'
cuando el proceso (le la desgraci~(1a ruina de
Escocia , Maria Estuarda , dice HatO) en su his-
toria de Illg laterra, que fue la VI;)Z pI'i 'llera que
se oyó hablar del po.ler mon.irquico , arist.o-
crático y democrático, Corno de Jos tres ele-
mentos de que estaba compuesta la Constitucion
inglesa; y eS ridicu.o , añade el mismo Hum«,
el mirar esta, antes de aquella época, como
un plan ordenado de liberta.I.'


»AJemas, 110 portian olvid irse en tan po-
co tiempo las abdicaciones y protestas de Aran-
juez; los tratados concluidos en Bayona en 5 y
10 de mayo de /808; la pr oclama fecha ca
Burdeos en 12 del mismo; la d-spe.lida, has-
ta el valle de Josafat , que escribió el infante
don Antonio Pascu... l á la junta de gobierno
que presidia, y otras circunstancias que pre-
cedieron y acompañaron á estos sucesos.
«T~l1lbien demandaba algun miramiento la


publicacion de estas renuncias y la confesión
(IUC hace el mismo rey Fernando etc." '


Si el carro público sigue en España el rurn-
ho que actualmente sigue, la ruina de la nacion
es inevitable. Entregada en manos de unos mi.




139
nistros que han establecido por nortes de, su
política el f¡¡natismo y la horca, veo que toman
creces el des::ontenlo,:el espíritu de sedicion , y
paréceme que está cercano el instante en que se
realizará una reaccion no para restablecer el
código le 18! 2 , ni para seguir las huellas de la
revuelta de t820 , sino para tornar las cesas en
el punto en (¡ue quedaron en J823, La época en
que deba verificarse la reaccion es inciertay
mil circunstancias pueden acelerarla ó retar-
darla : pero el movimiento es inevitable, á me-
nos que los ministros no hagan el milagro de
consolidar un gobierno enteramente teocrático,
Si en el acto y anbss de ecsonerar el ministerio...
y de haber dado tiempo á los nuevos ministros
de captarse el aprecio y la confianza de la na-
cion , se proclama el gobierno representativo,
los absolutistas emplearán los medios públicos y
secretos que tienen en la msno , y los vol un-
tarios realistas promoverán trastornos sobre'
trestcrnos ;. muchos de los que goz<tn opinión
de liberaleaserán asesinados; empeorará la si-
tuacion de los -uegocios públicos , p~queá
fuerza de gritos yde sediciones logrará n que se'
revoqueel decreto ó' que sedn elejidosrepresen-
tautes del pueblo iés realistas •mas ecsaltados.
No queda pues mas camino en el estado actual
de España que 'nomhrarun 'buen:'t'Dini:.terio y




140
seguir la marcha que he trazado.


Las potencias deben mostrarse las mas in-
teresadas en que así se verifique. Si de las rui-
nas de la revolución .y del despotismo nacen la
paz y la prosperidad, semejantes bienes harán
QI vidar los decretos de Verona; pero si la ig-
norancia y el furor continúan como hasta aho-
ra dueños de la Península, si esta permanece
anonadada, si en su seno fermenta un descon-
tento jeneral y peligroso, si el término de
tantos males es una reaccion , i.los revolucio-
narios de todos los paises no tendrán lusto mo-
tivo para vituperar y aborrecer á los reyes, no
se les presentará una ocasión plausible para pro-
pagar sus doctrinas? LQue dirán los españoles
que creían que un gobierno fuerte, prudente,
conciliador iba á cicatrizar las llagas invetera-
das que causó la guerra de la independencia,
encrudeció el gobierno de los seis años que se
siguieron y gangrenó la revolucion? Ciertamen-
te que no valia la pena de que se reuniesen en
Verona los-soberanos aliados, y de que atra-
vesasen los Pirineos y recorriesen la España en-
tera cien mil franceses para 'destruir ó derro-
cal' el ministerio de Lopez Baños, y sentar en
él á los tigres Ayrnerich yCalomarde; para di-
solver las cortes de Cádiz y reunir el consejo
de Castilla; para abolir la libertad de Imprenta




141
Y crear las comisiones militares que ahorcan y
fusilan á los acusados por delitos politices sin
necesidad de pruebas legales; para proscribir á
los masones y á los comuneros y favorecer á
las sociedades secretas de los realistas; para
anular la venta de los bienes nacionales y res-
tablecer los mayorazgos y el voto de Santiago;
para ¡'amper en una palabra el cetro de hierro
de los anarquistas y entronizar la insoportable
tirania de los esterrninadores realistas.


Lejos de mejorar la situación de España
despues de la llamada libertad del monarca, ha
empeorado en estrerno. Los españoles ilustra-
dos saben que es un absurdo suponer en las po..
tencias aliadas el deseo de perpetuar los desór-
denes de su pais , y las numerosas dificultades
opuestas á las insinuaciones favorables al bien
de la nacion se ven salir de un solo punto:
pero la muchedumbre que no reflecsiona y que
reputa omnipotente á la alianza del Norte, pien-
sa que todo el mundo se ha conjurado contra
su reposo. »Los franceses, dice, que afirma-
ban venir á lihrarnos de los desórdenes de la
anarquia, nos ofrecieron la paz y la prosperidad.
Mas lejos de cumplirse sus promesas, los tras-
tornos continúan, estamos mas divididos que
nunca , en torno nuestro solo se escuchan gri-
tos de ecsecracion , amenazas y quelas : única..




143
mente se vé miseria, sangre y lágrimas, y los
francesei:: 110 nos libertan de tan dura servidurn-
hre, J nuestros males se prolongan sic tér-
ruino.'"'


Sin duda se habrán opuesto numerosos obs-
táculos á que brille tan apetecido momento;
ppro tiempo es ya de vencerlos, si se quiere
que reine la pilZ en EspaiIa. Tiempo es ya de
que las potencias aliadas hagan un esfuerzo y


. de que el rey Fernando conozca los verdaIeros
intereses del pueblo. Concluyan de una VeZ las
funestas equivocaciones sobre el estado de la
Península ibera; ecsumínese atentamente y re-
suene la verdad en París, en Lórnlres , en Vie-
na, en Berlin y en San Petersburgo; y si anun-
eiáda por labios españoles no puede penetrar en
el palacio de Madrid, que respira la adrnósfera
pestilencial del fanatismo y del error, llegue
desde las orillas del Neva, del Danubio, del
Támesis , del Sena y hiera los oidos del prínci-
pe Fernando. Si me fuese permitido dirijirle la
palabra, si pudiese espresarle los ardientes vo-
t03 que hago sin Cesar por la prosperidad de mi
patria;


»Señor, le diria, V. M. no puede desear ni
desea en efecto otra cosa que la ventura del pue-
blo, porque el bien estar de V. M. y la estabi-
lidad de su trono se afianzan esencialmente en




.143
la paz y en el contentamiento de sus súbditos.
Si V. M. se engaña en los medios de llt'gar á
tan apetecido fin, vuestro corazón no loma
parle alguna en los funestos errores que di-
manan de la situacion en que se ha encontra-
do, en que se encuentra V. M. y de la sinies-
tra iuíluencia , por cuyo medio, llevados de la
ig noraucia Ó de la malicia) abusan los conse-
jeros de su bondad.


»V. M. ha esperimentado la desgracia des-
de sus mas tiernos años, Apenas huhiais sacu-
dido el yugo de un simple particular que pre-
tendía perderos, ap~nas se gozaban los españo-
les con el advenimiento al trono de su entonces
idolatrado príncipe) cuando consejos poco re-
flecsionados ó la fuerza de las circunstancias
os sevararon de la nacion española y os condu-
jeron cautivo á un reino estraño, Los esfuerzos
ináuJitos de Jos españoles desconcertaron los
planes de Napoleon : la Europa reconoció que
el colcso no era invencible, se ligó contra sus
huestes , triunfó y V. M. subió segunda vez á
un solio regado con la sangre de mas de Jos-
cientos mil españoles, Tan grandes esfuerzos,
tan inmensos sacrificios per parte de vuestros
súbditos deben obligaros á lIO desperdiciar m e-
dio algullo de hacerlos felices, y siu duda tales
han SIdo siempre vuestros intentos.




144
»Durante vuestra residencia en Francia,


fue necesario cambiar la forma del gobierno
que mandaba en nombre de V. M., y semejante
mudanza no eontribuyó poco á desvanecer las
miras ambiciosas de los unos y las despreciahles
intrigas de 108 otros. Proclamóse la Constitu-
cion de 1812, y los que la formaron y los que
la defendieron rivalizaron siempre en celo para
obtener la libertad de su rey Fernando, y la
obtuvieron por fin. V. M. regresó á España y
abolió en el acto la Constitucion : los pueblos
todo lo esperaban de su monarca y en él creian
encontrar el remedio de sus males.


»Mas los mejores deseos y las intenciones
mas puras no bastan para gobernar bien. V. M.
se entregó en manos de Un partido que no quie-
re las formas representativas: el prestijio que
os rodeaba era inmenso, porque nunca se han
abierto las puertas del tiempo COIl mas felices
augurios. ¿Y sin embargo, los pueblos han dis-
frutado de la ventura apetecida 1¿V. M. hasido
feliz '?


nMe atrevo á decir que lejos de haber goza-
do la dicha, la amargura rebosa en vuestro co-
razono V. M. ha visto abusar escandalosamente
de su confianza á los mismos que todo se lo de-
bían ,y mudando á cada instante de ministros
habeis dado á conocer que no encontrabais va-




145
rones dotados de las cualidades necesarias para
manejar el timon de los negocios.


»Cada año, señor , estallaba una nueva cons-
piracion, El número de los criminales se aurnen-
taba, el de los sospechosos era infinito: la rna-
yor parte de las autorrdades superiores no ma-
nifestaban mas prevision para descubrir las tra-
mas antes que se hiciesen públicas que encr-
jia y resoluciou , que son tan necesarias para
reprimirlas, en el momento en que se desar-
rollaban.


>lV. M. cambiaba el sistema de impuestos,
y nó obstante el tesoro seguia eshausto siempre,
y las obligaciones del estado no se pagaban: al ..
gunos empleados volaban en las alas del favor
mientras otros permanecian estacionados: el
ejército maria de hambre y vivia en la indisci pli-
nay el desórden. l Como habia de ser feliz V.M.
en medio de este cúmulo de desolacion que á fle..
sal' de los esfuerzos de los cortesanos no podia
ocultarse de todo punto á vuestros ojos?


»En vano V. M. depositaba en nuevas ma-
nos las riendas del gobierno: la confusion , la
apatia eran lag mismas y el ediJ.cio del estado
se arruinaba sin que fuese posible oponerle re..
medio. A las nuevas tentativas de los conspira-
dores el ministerio añadía nuevos errores: y


TOMO 111. 10




146
pasmado y desconcertado cuando se acercó el
peligro, dejó á V. M. espuesto á los ti ros de un
partido irritado, de un partido que tantas in-
justicias tenia que vengar, sin hacer cosa algu-
na para evitar la catástrofe. Pregunte V. M. á
los que entonces le rodeaban y le rodean tam-
bien al presente, qué esfuerzos hicieron para
impedir la revolucion de 1820 y para contener
el impetuoso torrente de sus progresos. Sola-
mente podrán responder que no eran revolu-
cionarios y que manifestaron en todas las oca-
siones los deseos mas honrados: [cual si las na-
ciones se salvasen con los deseos y sin actos
positivos y vigorosos por parte de los que go-
biernan!


»Abandonado V. M. por los que debieron
haber sacrificado la vida en las aras de su servi-
cio , juró la Constitucion... y aun en tan críticos
instantes la ventura del pueblo fue el motivo
principal que os decidió. Durante el reinado del
sistema representativo quisisteis sacar partido
de las circunstancias para restablecer el órden
en el banderizado reino; mas por no haber ele·
jido el camino con acierto, todo cedió al em-
puje de la revolucion , y V. M. vió el estado
sometido á los caprichos de la anarquia. Nece-
sario es traer á la memoria aquella época, por.




147
que no hay lecciones mas útiles que las del in-
fortunio por poco que se reílecsione en sus sa-
ludables avisos.


ll¿ No es cierto, señor, que en med io de
los tormentos que esperimenró entonces V. M.
recibió grandes consuelos de mano de los mis-
mos que se llamaban const.tucionales j y que
en tan tristes momentos conocisteis la distan-
cia que mediaba entre los verdaderos amigos
del gobierno representativo y los secuaces de la
anarquia ? ¿No es verdad que V. M. se vió ro-
deado de ministros que le trataron con los ma-
yores miramientos, y que na echaron en olvido
medio alguno de defender el trono de los ern-
batea de la democracia, pues su deseo era que
V. M. reuniese la autoridad necesaria para res-
tablecer el órden? LNo es verdad que en Ma-
drid y en las provincias huho autoridades cons-
titucionales que se opusieron á todo trance á 108
sanguinarios proyectos de los demagogos, que
sostuvieron la monarquía , que salvaron la vida
de V. M?


»V. M. sabe tambien que mientras duró
aquel tiempo en ,que los que se llamaban ser-
viles se contentaban con esparcir alarmas inú-
tiles ó tramaban proyectos insensatos de con-
trarevolucion, no faltaban liberales que os res-




148
petaban J y que arrostrando su propio peligro de-
f~ndia!l vuestra real persona y deseal.an dar la
latitud convoniente á vuestra autoridad. Qui..
z~s sus ideas no estaban de acuerdo ni guarda.
han armonia con las de V. 1\1.: quizás el de..
seo del bien público y la impericia del gobier..
lJO anterior á 1820 los habían estraviado ; pero
la esperiencia moderó su ardimiento y contu-
vo su entusiasmo; y testigos del modo alar..
ruante con que la anarquía desplegaba su funes-
ta influencia, hallábanse unidos de corazón al
solio constitucional de V. M. Y hacían útiles es·
fuerzas para conservarlo J para aumentar su
prestijio,


»V. M. salió finalmente de C~diz y declaró
nulos todos los actos consumados desde el 7 de
marzo de 1820, mandando qne volviesen los
negocios á tomar el rurn bo (lue siguiel'on en
1814, cuando V. M. regresó ele Francia al suelo
natal. Os preguntaré de nuevo, señor , si des-
de vuestra salida de Cál1iz haheis probado un
sorbo de felicidad? es imposible.


»Apenas llegasteis á Madrid, mudasteis
el ministerio alejando de vuestro lado al que
desempeñaba á la vez el empleo de primer un-
nistro y dirijia vuestra conciencia: 10 que hi-
cisteis en 1820 violentado por Jos tumultos




149
de la capital de la monarquia (1), Jo repetis-
teis de nuevo voluntariamente en 18'23. El ¡¡¡clo
ecssjerado Ó el espíritu de partido de los que
rodeaban á V. M. supieron pintarle COn los
mas ne<6ros colores al antiguo ejército, y á
cuantos no habian dado pruebas de oponel'se
á to.la clase de reformas: es decir ~ que tuvis .
teis y teneis por enemigos á una gran parte de
la nacion : no, V. M. no puede gozar del re-
poso mientras que no esté seguro y satisfecho
del amor de sus súbditos. Las querellas de los
principales ministros con las personas de l'<lllgO
mas elevado no pueden menos de allijir á
V. M: la penuria del tesoro siempre eshausto;
la irritaciou que han querido inspirar á V. M.
constantemente contra los liberales ; todos es-
tos motivos y tantos otros habrán llenado VUC3·
tro corazon de amargura, y no habreis podiilo
ser ven tarasa.


»En nombre de V. M. se han publicado
-dccretos de sangre, yen nombre de V. M. se
han conducido numerosas víctimas al suplicio.
Aun cuando hubiesen logrado persuadir á V, 1\1.


(1) Una (\" LIS cO:ldiciones ecsijidas por los mí).
tilles fue el destierro de D. Victor Saez , confesor
del rev




150
que es necesario usar del último rigor y que
se succedan sin cesar los castigos ejemplares;
aun cuando vivais convencido que todos los
hombres que suben al cadalso sen culpables;
debían al menos dárseles todos los medios de
defensa: ¿regocijará á V. M., le hará feliz la
cruel necesidad de que corra con tanta abun-
dancia la sangre y las lágrimas de los españoles
desventurados siempre y siempre [ene rasas ?


»ly na obstante, señor , que ha hecho vues-
tro gobierno? Dígnese V. M. ecsaminar á fon-
do el estado de la nacion y observará que el
espíritu de sus súbditos se halla mas dividido
que un año hace. Hallareis que ·el partido Ven-
cedor ecsaspera al partido vencidoe que este
amenaza al vencedor; porque los desórdenes le
hacen creer Una reacción, no solamente posible
sino necesaria. V. M. notará que los hombres
de mérito son [eneralrnente perseguidos Óviven
solitarios y escondidos; basta el haberse dis-
tinguido en cualquier ramo para ser mirado
corno sospechoso y Como innovador. Vereis al
reducido ejército que en la actualidad ecsiste
mandado por lo cornun por jefes y oficiales
ineptos; las rentas en Un desorden escandaloso;
un gran número de empleados iguorantes ; mu-
chos dilapidadores; la adrninistracion de [usti-




151
cía casi abandonada, y todos los. ramos en la
mayor confusión.


»Sí V. M. consulta á las personas imparcia-
les, si pregunta á los propietarios, á los arte-
sanos , apenas encontrará uno entre ciento que
diga que el pueblo ha ganado la menor ventaja
con la abolición del sistema representativo.
Fácil es á V. M. convencerse por sí mismo de
estas verdades.


»Pero los consejeros de V. M. le dirán que
los revolucionarios los tienen con las manos
atadas; que desean en vano ocuparse de me-
jorar el estado de la nación porque los pro-
yectos de los conspiradores ahsorven todo su.
tiempo, de suerte que se tienen por felices
cuando les bastan las horas para descubrirl os ,
Los revolucionarios, al decir de vuestros con-
sejeros, pululan en todas parles, y do quiera que
el gobierno intenta tender la mano corren al
instante á contrariar sus miras.


"No es estraño , señor, que á los ojos de los
absolutistas se multipliquen los conspiradores,
porque los moderados j' los derl1agogol:i son
para SIl escaso entendimiento la misma cosa, y
los unos y los otros enemigos de V. M. (1) De


-------_. -


(1) El superintendente jencral de policia dll'ijió




152
esta r.j,mera el número es infinito; y no cabe
duda que á fuerza de imposturas, de calumnias
y de persecuciones, lograrán aumentar 1,05 ene-
migos del gobierno, Si son taH numerosos, si
son tan incorrejihles como Se pregona en los
mismos decretos, si los ministros han logrado
persuadirlo así á V. M., ¿como es posible que
vivais sin inquietud, sin Una ajitacion con-
tinua?


»Hace ya mas de Un año que la Constitu-
cien fue abolida , y sin emhargo vuestro go-
hierno no ha sabido e real' todaviu los medios
de sostener el órden público, y cada dia reinan
mus desconfianza y mas temor. Esas continuas
felicitaciones, esas protestas de morir por el
rey absoluto, tan semejantes á las que juraban
Ccustitucion ó muerte; esos batallones de vo-


en 4 de octnbr e de 1824, una circular reservada á
los intendentes de pol icia del r e iuo , prescl'lhiéndo-
lcs que formasen y le remitiesen dos estados, uno
de 105 horn hres y otro (L> las mujeres, de to d os los
individuos de su prov iuc ia que merezcan algnna de
lns notas qne mas ",hajo se e~presan , de cualquier
sexo, edad v coudi cion que sean. Las notas de qne
se t rat a son las siguientes. -- Adicto al sistema re-
presentativo, -- Voluntario n aoi ou al de caballería ó
de ¡utlllteria. -.- A'l'lí el seú or superiuteudeute ech ó




153
Iuntarios realistas; esa resolución de los ester..
minadores de inmolarse en las aras de la tira-
nia j ese odio invencible :que :profesall á las
formas represcntativas ; todo lo cual pinta y ca-
carea con tanto cnlasis la Gaceta de ¡l1ac!l'id,
¿ no son á los ojos del realismo una garantia su-
ficiente contra los revolucionarios? no: porque
se hall formado una idea verdadera de su nú-
mero y de sus recursos.


)) Pero si no es así , si la situación del gobier-
no de V. M. es tan lisonjera como aparece en
las columnas de la Gaceta; ¿no será necesario
ocuparse sériarnente en disminuir el número de
los enemigos, en calmar los ánirnos , en Con-
tener los partidos? ¿no será necesario buscar los


en olvido á los de artillería, pOI'que t arnbjen los
hubo. -- Individuo de una compañía ó batallan sao
grado. -- Reputado por masan. -~ ConociL!o por co-
munero. -- Tenido por liberal ecsa lt a.lo. -- Por rno ,
derado. -- Compr-ador de bienes nacionales. __ Sccu-
lari~;¡llo.


Todos los individuos comprendidos en las Ilotas
anteriores son sospechosos. Debe negarse el pasa-
porte para trasladarse de un punto á otro, á estos,
á sus hijos, á los criados ó dependientes de los mis-
mos, mientras no prueben la necesidad del viaje y
den la liauza correspondiente que responda de su
conducta. Ademas los pasaportes tienen UIJa contra-




154
medios de conciliacion ?¿se quiere triunfar de
tan poderosa resistencia con la horca y las
halas?


»Tiernpo es en fin de poner un término á
tan grandes infortunios, .Y de propcrcionar á
V. M. el reposo de que ha carecido por espacio
de tantos años. Alejad de vuestra presencia á
los que intenten persuadiros que el terror es
el único medio de restablecer el árdeo en Es-
paña. Nunca Se ha cimentado imperio alguno
de esta manera, y el gobierno qne no tiene
mas camino para hacerse respetar que el del
patíbulo, es el mas estúpido, el mas inicuo de


sella que sirve para darlos á conocer á todas las au-
toridades, á quieuos debeu presentarse como sospe-
chosos, )' por las que deben ser v ijila dos.


Nadie duda que en estas indicaciones se hallan
comprendidos miles de miles de españoles. Si el mo-
narca (Ijase los ojos en ellas, n o podria menosdesus-
pirar al reconocer cu au grande es el mimero de los
enemigos de su gobierno. Pluguiese á Dios (lIJe la
consecueucia que sacase de la lectura de tales docn-
mentos fuese cout ra r ia al blanco que se han pro-
puesto los que los han hecho formar, y qne el rey
couven cido de la imposihilidad de estermillar un
nriruero tan imponente de ent<lIligos, Ó de someter-los
por el camino del terror, p.'oenrase atraer/os á su
ha ud er a adoptando una forma de gobierno qIJe con.
cili ase los ánimos,




'155
todos los gohiernos. Casos presenta la historia
en que el castigo ha sido preciso, en que los
castigos han sido numerosos ~ pero aun enton-
ces impusiéronse las penas en un corto período,
y pronto vinieron la clemencia y la reconcilia-
cion á reemplazar á la severidad y á la [usti-
cia misma.


» V. 1\1. sabe por esperiencia cuales son los
sentimientos que adornan á los verdaderos li-
berales, tan calumniados en estos dias : no ig-
nora las virtudes y 16s talentos que los ilus-
tran , que han sido la gloria de su patria y el
asombro del mundo en la guerra de la indepen-
dencia. ¿Que importa, señor , su opinion sobre
la reJuccion del número de mayorazgos, sobre
la abolicion de los jesuitas y del voto de San-
tiago? Siempre se han hallado prontos á defen-
der la patria y el trono, y constantemente han
profesado el principio de que el órden público
es la primera necesidad de los pueblos, el cual
no puede consolidarse si los gobiernos no son
fuertes. No permita V. M. la persecucion de
semejantes hombres... prestando por el contrario
oidos á sus consejos, y habrá dado un paso in-
menso para granjearse los ánimos y conseguir
los dulces frutos de la paz, que sembrando por
el reino la abundancia y el contento produci-
rán sus bendiciones.




15'6
» Entre los constitucionales ecsaltados en-


cuéntranse muchos de buena fe, que siguieron
este camino los unos por falta de luces, los
otros de esperiencia , y mucnísimos arrastrados
por el impetuoso torrente de la revolucion, Si
se les hubiese tratado con miramiento, si se
les hubiesen dado esperanzas pard lo futuro, no
serian al presente enemigos del gobierno; se
hubiera podido sacar partido de un gran núme.
ro de ellos, porque ta mbien se cuentan en sus
filas muy buenos empleados y escelcntes oficia-
les . .Mas se han visto perseguidos, se les persi-
gue aun; se hallan sin recursos y sin esperan-
zas, y necesariamente en vez de abjurar sus ano
tiguas teorias, confirmanse cada dia mas y mas
en ellas, al ver los infortunios que ocasiona la
tirania : solo desean Una ocasión de destruir el
gobierno para procurarse la subsistencia y ven-
gar.-;e de los que los colman de Insultos.


»Jamás en tiempo alguno hubo mas necesidad
que al presente de prudencia .y de luce; en los
que gohicrnan, y nunca las pasiones qLle como
})uten con furor y encarnizamiento al rede.l or
del trono de V. 1\1" han hecho mJS difícil el
que la verdad pueda penetrar por las puertas
de vuestro augusto palacio. En semejante esta-
do , sellar, cuando vos mismo quiz:1s no po-
deis formar un juicio ecsacto de la revoluciou




157
Y cId camino que ha de seguirse para terminar-
la, porque habeis padecido durante su curso,
y Como hombre no podeis estar libre de pre-
venciones y de resentirnientos , es necesario
que V. 1\'1, oiga á hombres de opiniones distin-
tas , y que reciba los consejos de sus augustos
aliados, que 110 pueden serle sospechosos.


»Los espaüoles , señor, esperan de V. M.
la consolidacion del órden de que tanta necea
sidnd tienen y de que son tan dignos. La Euro-
pa desea ver terminada la revolucion de Espa-
ña , y sabe que para lograrlo es necesario con-
ciliar los ánimos, y que solo V. M. se halla
en el caso de conseguir]o, Plegue á Dios que
V. ]\tI, adopte el verdadero camino para llegar
á tan deseado objeto, que goce de la paz y de
la ventura que han huido hasta el dia del alcá-
zar rcal de Esp<Jfla , y que tan preciosos done.
del cielo caigan sobre todos los españoles.',






ESPAÑi\
J) D 111L ~a~ rL ~ J!. aJ!.~


ron M. LUIS DE CARNE.




,




ADl'ERTE\Clt


Al traducir á Mr. Carné, hemos supriml-
do la parle última que trata del reinado actual
de la augusta Isabel. El autor la Ita escrito
bajo la influencia de las pnsioues del momen-
to, acalorada la imajinacion con el tristísimo
cuadro que ofrecia la Penutsula en 1836, cuan ~
do la discordia, la revolucion T la guerra civil
se atropellaban una en pos de otra j cuando la
primera vibraba el puñal , la segunda intentaba
levantar la guillotina, .r la última acumulaba
le/ia en los bosques de Navarra para encender


TOMO IIJ. , 1




hogueras inquisistorioles con su humeante tea.
Pintura tan lúgubre no conviene en los risue-
iios dias en que asoma su cabeza cOIO/UIda de
lwLagiieiias esperanzas la dulcísima paz.


Béstamos solo añadir que hemos aumenta-
do dosó tres citas para dar mas claridadJ'
estension al escrito del Sr. Carné.




~IE~IORL'S HISTORIC:\S
sobre


1 ,u.... U


pon 1\1. LUIS DE CARNE.


La destrucción del antiguo -réjimen español ,
atacado por Fernando el Católico con miras na-
cionales, y pOI' Carlos V en el interés egoísta
de su propia grandeza, habíase consumado al
comenzar el siglo décimo octavo. Esta obra
destructora, á la que tan ardientemente la casa
de Borbon se habia consagrado" habja sido tan-




164
lo mas f~cil cuanto, que esceptuando los ¡me..
blos .-ascongados , cuya situación escepciona]
esponclremos mus adelante, el antiguo derecho
púldico del veino hispano no ecsistia ),a sino en
las incoherentes COI11 pilaciones de los [uriscon,
sultos , todos consagrados Ó sometidos al poder
real. El único peligro que Se CClTe al demoler
las ruinas, es el que nos aplaste su masa, y ni
aun este riesgo ecsistia ya en España para la
nueva dinastía ,\lorque las piednls tocab.m el
suelo y hahian perecido hasta las ruinas. Las
doctrinas del siglo iuvudieronla Península por
dos caminos á la vez: la íilcsofia anti-relijiosa
P cnenó en ella del mismo modo que el siste-
ma <.c1mmis!rativo, unitario y centralista. No
I'cc{:¿i:¡;mos eSl'Cfltr aqui por qué estos dos ór-
denes de ideas se produjeron simultáneamente
en Europa , lo que seria Hcil hacer desechando
la consecuencia que tantas veces se saca de su
pretendida y necesaria conecsiou : báslanos es~
tahlccer el hecho (lue ponen fuera de duda las
rnedidas convinadas por el ministerio español
en el reinado de Cárlos IIl. Mientras que este
príncipe desterraha á ]05 jesuitas, reprimia la
inquisicion y contenía la influencia de Horna,
ebria al mismo tiempo caminos y canales, eS-
rablecia fábricas y asociaciones iudustriosas y
sabias, y el número \le ia pohlacion ,eombina·




t65'
do con el de las producciones agricoI3s, numen-
tábase con tal incremento que esccde todos los
cálculos,


Las universidades recibian entonces del po-
der ministerial un impulso que imprimían á su
vez ,í la nobleza y al clero. El poeta Melendez
Valdés, destinado á morir desterrado en la tier-
ra de donde habían dimanado sus inspiraciones,
iutroducia la filosofía de la época, en su en rso
de bellas letras de Salamanca. Las obras del
sabio Benedictino Feijoo propagaban las doctri-
nas económicas, que no tardaron en hallar en
Jovellauos y Cabanús elocuentes y hábiles in-
térpretes.


L<1 administracion participaba de semejante
iníluencia , ó por mejor decir era el centro de.
ella. Los condes de Aranda, de Carnpornanes .Y
de Florida Blanca, rivales en el poder, pero
discípulos de la misma escuela, secundaban el
movimiento de la reorganizaoion adruinist.rati-
va, que era el único que podia devolver á Es-
paiw su importancia política; y las clases ricas
é ilustradas presentábanle un concurso, que es-
plican facilmente la necesidad de cultivar in-
mensas y estériles posesiones, y de hacer fruc-
tiíicar los capitales, Ó hablando COn mas esac ..
titud , los metales improductivos de América.




166
El príncipe de la Paz siguió, segun la me-


dida de sus fuerzas, un sistema que había e-
chado raices demasiado profundas, para que
pudiese abandonarlo. Si el hien intentado por una
mano degradada .. no estuviese comprometido
por su orijen mismo, deberíamos reconer que
la administración de Godoy no careció siempre
de sistema y de ilustracion. Verificáronse ó se
intentaron diversas mejoras administrativas; y
pocos años antes de su caída, el favorito había
negociado con Roma una bula para regularizar
la venta de una porcion de bienes pertenecien-
tes á maDOS muertas, asi como tambien debia
sufrir importantes mudanzas el réiim~n de los
mayorazgos. La influencia francesa y la alianza
con la Francia fueron mas que nunca la regla
del sistema interior, y la base de las transac-
ciones diplomáticas. Desde que se verificó la
paz de Basílea , el gabinete español se mostró
aliado constante y adicto á todos los gobiernos
que se succedieron en Francia desde la conven-
cion hasta el imperio; y si aquella' intimidad
parecia estar algunas veces á punto de alterarse,
Como en el rompimiento de la paz de Amiens,
y antes de la batalla de ,lena, la causa de tales
enfriamientos estribaba, no en los sentimien-
tos del pueblo español para con la Francia, ni




167
en los de la familia. real, sino. en los intereses
personales. y en las variables preocupaciones
del príncipe de la Paz.


El prestijio que iba unido á la fortuna de
Napoleon , habia herido fuertemente la irnaji-
nacion castellana: entusiasta y mística, y unien-
do á su ardiente fe el fatalismo oriental, incli-
náhase bajo la influencia de aquella estrella que
no se habia eclipsado aun, Bonaparte se presen-
taba ademas en España COIl el carácter que
constituyó toda su fuerza en Europa, y que las
naciones estranjeras comprendieron mejor que
la Francia : la Península veia en él al refor -
mador del órden social, enviado por la 131'0-
videncia , á la espresion mas enérjica del mo-
vimiento, bajo el cual. se abismaba un tiempo
pasado y caduco, y se abrian las puertas á Un
nuevo porvemr.


El restaurador del culto era muy popular
entre el clero del reino católico: y el hijo de
la revolucion., símbolo vivo de la. igualdad ple-
beya, el jefe de un poder intelijente y fuerte,
habíase convertido en la Península española. en
héroe y esperanza de todos los que aspiraban
á levantar su patria del. abatimiento en cJue ya-
cia, con la estirpacion de los abusos, de su
réjimen interior y la fecundacion de sus in-
mensos recursos. Cubierto con la púrpura im-




Hi8
perial) Napoleon era aun para los estranjeros
el hombre de las ideas de 1789, que habiendo
sido coronadas , no por eso habian perdido su
enerjia. El instinto público mostrábase indul-
jente con un despotismo que iba á destruir de
un golpe mas seguro y mas pronto los restos
(le la jcrarquia anterior, y con el establecí-
miento de un sistema de adrninistracion cen-
tral, preparaba el suelo que mas tarde fecun-
darían los trabajos de la industria y la liber-
tad política.


Con este carácter juzgaron á Napoleon, tanto
la Alemania como la Italia, y del mismo modo
Italia que España. Ni las frecuentes transgresio-
nes de su conducta al principio que representa..
ha, ni los atentados mas culpables contra la
independencia de los pueblos, lograron borrar-
lo de su frente: y vemos en efecto que una
vez pasado el dia de la cólera, vuélvense sus
miradas á la gran tumba de santa Elena. Por-
que sobre aquella roca, donde el Prorneteo del
mundo político espió sus errores J yacen unas
cenizas que son á los ojos de Europa la señal
y la prenda de la organizacion unitaria, ci-
rnenta.Ía sobre la igualdad civil y la libre con-
currencia, á la cual tiende, sino Como á un
objeto definitivo , al menos como á un prlNcl"
pio de todos los progresos.




169
La Alemania durante su ardiente reaccion


contra el sistema Irancesyha podido muy bien,
en medio de sus sáhias y solitarias meditacio-
nes , fundar una escuela histórica con el objeto
de reanimar á la antigua Europa , debilitando
la pretendida esterilidad del órden adrniuistrati-
vo y constitucional bajo la viciosa ve¡etacion
de" las antiguas franquicias y de las instituciones
provinciales, contemporáneas de la nacionali-
dad primitiva: pero todo esto solo tiene im-
portancia en los libros, porque el movimiento
europeo se verifica en sentido contrario á este
movimiento, Fácil es pues despertar grandes
recuerdos y hacer progl'esos en la ciencia ar-
queolójica; mas es preciso resignarse al estado
de la política y de las aficiones actuales.


Nos ha sujerido tales reflecsioncs la lectura
de una obra recientemente inspirada por la si-
tuacion de la Península (1), que nos parece ha-
ber desconocido de todo punto el espíritu emi-
nente de su sabio autor, engañado por las me..
maria, de su [unventud y por las preocupacio-
nes escolares. Fúndase en la idea de que baro-


(1) De la Espaiia. Consideraciones sobre su si-
tuacion pasada ~ presente y futura ~ por el bacon
d'Eckstein, 1 tomo en S"




170
nes muy ilustrados y de suma influencia en Eu-
ropa, confiesan que no obstante los adelantos
superficiales y el barniz moderno, ecsiste vio-
lentada y comprimida una antigua España an-
terior al reinado de la casa de Barban, y de los
príncipes austriacos, en la que vive todavía el
espíritu heroico de los vencedores de Boabdil,
y el espíritu provincial y altivo de Bravo y'de
Padilla Infiere de aqui qne el principio de los
infortunios del reino hispano es la funesta é im-
posible aplicacion del método fronces succesi-
va mente ensayado por los constituyentes de
BJ)'ona en 18,08, y por los constituyentes de
Cádiz en 1812, resucitados despues en el reina-
do de Fernando, durante los tres años del réji-
men constitucional y el gobierno de la reina
rejenta, por los afrancesados y los liberales.
Semejante opinión es á nuestro entender entera-
mente opuesta á la verdad, y antes de entrar en
la larga enurneracion de los hechos debemos
ilustrar rápidamente esta cuestión que los do-
mina todos.


( La antigua organización feudal de España,
recibió un golpe decisivo en la guerrr. de la in-
dependencia. La insurrección de 1808, fue el
último suspiro de las viejas edades, a8Í como
la emigraciou habia sido entre nosotros la últi-
ma llamarada de la caballería y de la nobleza.




171
Los diversos reinos de la Península enteramen-
te abandonados á sí mismos hallaron algunas
chispas de vida de donde salieron las juntas de
insurrección de las provincias; pero el movi-
miento era á los ojos de todos tan impotente,
que la primera y la m3S universal necesidad
fue la de una autoridad fuerte y central, y de
ella dimanó la creacion de la junta suprel111 que
dominada ásu vez por las ideas contern poráneas,
después de haber intentado contra ellas una inú-
til resistencia, terminó su carrera Con la convo-
cacion de las córtes de C:í.diz,


Así nació el espíritu de los tiempos moder-
nos en las circunstancias que parecian deber
serie menos favorables, y la Constitucion de
1812 fue el resultado de un movimiento en el
que el pueblo y el clero reanudando la larga
alianza de las guerras sagradas ejercían aun
heróica y decisiva preponderancia, porque
cuanto mas fatal es la ley que im pele las nacio-
nes á nuevos destinos, tanto mas imposible es
reanimar el tiempo pasadoj aun cuando se pelee
en su nombre.


El reinado absoluto de Fernando VII, el
sistema constitucional y el gobierno templado
de Cristina han estado de acuerdo en un solo
punto, es decir, en que todos han aspirado ácons-
tituir una España unitaria, sometida á una mis-




172
rna lejislacion civil y política. En semejante
cuestión el absolutismo profesa en la Península
las mismas ideas que el liberalismo mas ecsalta-
do, y D. Cárlos [uranrlo bajo el árbol antiguo
de Guernica los fueros de Vizcaya, representa-
ba con toda su piedad un papel que no se con-
forma de modo alguno con los principios por
cuyo triunfo combate.


En ninguna parte, sino es en las cuatro
provincias vascongadas, se manifiesta un jenio
verdaderamente distinto y local en lo (IU(~ Con-
cierne á los votos políticos. El tipo orgulloso y
severo de los aragoneses, tal como resplandece
en los escritos del cronista-Zurita; la vida gnll1-
diosa de Castilla; el carácter emprendedor de
Cataluña debido á su contacto con la raza pro-
venzal, y con las naciones maríti mas y el espí-
ritu vivo y democrático de los valencianos) con-
fúndense en teorías uniformes y en simpa-
tias comunes, De un estremo á otro del reino
las pasiones repiten el mismo santo y se hallan
igualm~nte desnudas de espontaneidad. Los ase-
sinatos se han succedido en Aragon yen Castilla,
y Málaga se ha manchado en los mismos críme-
nes dominada por un yugo igual al que pesa sobre
B..rrcclona. Parécenos una estraña ilusión el bus-
car en las juntas populares que derrocaron á su
turno á los ministros 'I'oreno é Isturiz , algunos




173
recuerdos de la [unta santa de Alava y de la
nolrle guerra de los comuneros contra Cár-
los V (1). Estas [untas obedecen el impulso me-
nos espontáneo del mundo , el de una lojia ma-
sónica, Ó el de un comité central, y han triun-
fado en sus propósitos mucho menos por sí mis-
mas que por la desorganizacion universal; y aun
así no se han creido bastante fuertes para asistir
'sin disolverse á su propia victoria. Podemos por
otra parte tener por seguro que sila Península
proclamase alguna vez la república, su primer
cuidado seria decretar que fuese una é indivisi-
ble. No se hagan en esta parte ilusión los espa,
ñoles , ni insulten los manes heróicos de 103
cornuneros con rid ioulas farsas.


Mas no porque la era del federalismo haya
pasado en España, queremos decir que sus
gloriosos recuerdos de [arán de fecundar en ella
las almas. No hay país alguno en el mundo


(1) "Esta variedad en el oríjen de las provincias,
esplica el espíritu de las juntas que se despierta en
este país, bJjo formas fácilmente independientes.
Sobre tal punto para comprender el estado actua 1
de esta nacjo n destinada á confundir. mas de una vez
todas las pr e vioucs de la sahid,uria europea ~ es ne.
ee sario interrogar constautemente lo pasado." (De
E.~1)m1a erc .)




174
donde los hijos comprendan con mas ecsnctitud
la gloria de sus padres : este noble culto puede
conservarse bajo un buen réjimen administrati-
vo mucho mejor que en el caos en que se ha
visto abismada EspaiJa.


Caracteriza nuestro siglo la distinción bien
marcada de la vida ideal y de la vida práctica,
pero de níngun modo el sacrificio de la prime-
ra de las dos ecsisteucias á la segunda. Conce-
deré de muy buena gana á los enemigos de la
administración francesa, sabios restauradores
de la enterrada nacionalidad, que lo que ellos
llaman Con mucha razon nuestro réjimen de
bufete y de abogacia, no habla al alma, ni en-
ciende sublimes afectos: pero permitanme que
.les diga que nuestro réjimen no prohibe recur-
rir á otros manantiales y que pueden tenerse
en buen órden los negocios, la agricultura yel
comercio florecientes , la policia bien servida y
en hacienda sumo crédito, sin renunciar por
eso á la relijion , á Ja poesia y al patriotismo,


Pertenece sin duda á la mediania , la virtud
de dar valor á las tierras y llevar regularmente
las cuentas , pero es muy esencial en la vida y
compadezco á los poetas á quienes el cielo no
la ha concedido juntamente con Jos dones mas
.preciosos que les han cabido. Con mas motivo
compadecerla á una nación populosa, si para




175
conservar su pintoresca fisonomia se privaba de
este beneficio esencial de la ecsistencia de la
sociedad.


Tal es la obra del réjimen administrativo,
tal es el principio de su poder y de su uuiversa-
lidad. El voluminoso Boletiu de las Le]'es es,
lo confieso, una lectura muy insipida , pero si
se introduce en Espaüa 110 por eso desterrará á
Calderon , así como el bill de reforma) que es
el primer paso de Inglaterra fuera del órden
histórico, no perjudicará al antiguo Sbakspeare.
Los resortes complicados de la orgauizacion ad-
ministrativa representan un estado social en
ql,le las relaciones de los hombres entre sí tien-
den á multiplicarse hasta lo infinito; y es nece-
sario que la accion reguladora, poco sensible
donde-reinan conocimientos menos complica-
dos y medios menos densos) si puedo espli-
carrne ll~í ""esté siempre y en tedaspartes pre-
sente, :¡, ,


Napoleon comprendió con su maravillosa
i~t~liiellcia cuáles eran en esta parte las necesi-
dades de España. Mas las turbulencias y los es-
cándalos interiores espusiéronle á una lenta-
cion que fue el odien de todas las calamidades
del pais y al propio tiempo de sus propios in-
fortunios,


, .Ó, /fuvo rasen sin duda en querer continuar




176
mas l\lhi de 10'1 Pirineos el sistema de Luis XVI
que mas I'S tlll acsio ma que un sisterna ; pero
lHlhía~.ele vendido Godoy; la perspectiva de
una soberania en los Algarves hahia estimulado
su ambician, y si se hubiese acelerado á mos-
trarse ecsijeute , el emperador hubiera dobla-
do su popularidad dando con la caida del f1VO-
rito la satisfaccion que reclamaban á la vez el
honor de los tronos y el voto de los pueblos.
Cárlos IV no entendia como pudiese contrariar;
se al gran monarca que le enviaba ta n preciosas
armas de caza , y la facción del príncipe de
Asturias únicamente aspiraba al triunfo para
entregarse á él despues de la victoria. Fernan-
do escribia al emperador desde el palacio dé
los rey~s católicos cartas concebidas y redacta-
das con una humildad de antesala, implorando
primero de su mano una esposa, y después po-
niendo á sus pies y á suarbitrio la carona que
acababa de ceñirle la insurrección de Aran-
juez.


Napoleón ocupando la Península con cien
mil hombres , en virtud del tratado para la
espedicion de Portugal; mandando en Madrid
por medio de su embajador; respetuosamente
solicitado para que uniese su sangre á la de los
reyes católicos, no tenia evidentemente sino un
interés y un deber. Necesario era aprovecharse




171
de aquella ocasion única para ejercer una m-
fluencia saludable y decisiva sobre el destino
de la nacion , que tan noblemente se confiaba
á su buena fe y á sus armas: necesario era
convertirse en rejenerador de España, uniendo
al concurso del poder real las reformas que se
han ecsi ¡iJo después á la libertad con mas pe.
ligro y menos écsito, Tal fue su intcncion pri-
mera: todos los documentos contcmpor.ineos
lo atestiguan, y el alentado de Bayona es de.
mesiado criminal para que la historia añada al
delito en sí mismo el de una larga premedita-
cion,


Desgraciadamente el emperador recibió in-
formes incompletos; no comprendió la revolú-
cion de Aranjuez, que lejos de perjudicar á la
influencia francesa hubiérala consolidado: y al
ver al miedo y á la imprcvision diferir á sus
invitaciones con una milagrosa imbecilidad,
embriagado con un écsito tan fá cil y tan ~e­
guro, »se atrevió á herir desde su altura, como
la Providencia (lue remedia los infortunios de
los mortales pOl' medios algunas veces violen-
tos y 8111 que la detengan los juicios huma.
nos (1 )."


(1) Memorial de S anta Elena. Junio de 1812.
TOMO III. 12




178
Entre todas las pruebas quP la fortuna re-


serva á los hom hres gran-les, la l1l¡íS p('li~rosa
es la facilidad de ahusar de su poder. Na(1I11eOIl
suc u m bió á ella, cuando Ia vista de al uella aíli-
jllla famdia debla haber-le inspirado pieJad,
t ranquiliz.indole cornpletamente sobre los peli-
gros 'lue solo afectaba temer antes para como
prur el dl:l'eclJo de prevenirlos.


En vano el ministro de negocios estranjeros
en una memoria presentada en Bayona le decia
que »la dinastía que gobernaba la España se-
ria siern pre pOl' sus afecciones, sus recuerdos
y sus terrores, la enemiga encubierta de Fran-
cia, y que solamente seria una amiga sincera y
fiel cuando un interes cornun uniria á ambas
casas reinantes (1)." Napoleon no podia mirar
con seriedad tales causas que sirvieron de pre-
testo y no de móvil á su conducta , porque ha-
bia visto á Cárlos IV y á Fernando, prtucipes
tan poco BOl'bones, segun la observacion de
Escciquiz al emperador, que no sabían la dife-
rencia que mediaba entre M.me de Montmo-
rency y las nuevas damas de la emperatriz.


Mas todo estaba ya consumado en su pensa-


(1) Memoria del 22 de abril comunicada al sena.
do el 4 de setiembre.




179
miento, porque el [enio de la política habia
callado delante del demonio de la arnb.ciou.


»Cál·los IV habia p,:rdido el prest.ijio entre
Jos espaüoles , dijo de:;¡llleS al despertar los
amargos recuerdos de a,:¡udlil ópoca de su vida,
y hubiera sido necesarro que F'erl1<lIl,lo ¡ler-
diese igu,dmente el suyo. El plan m as di~11O de
mi, el mas seguro para mis proyectos era una
especie de rneliacion semejante á la de Suiza:
hubiera debido dar una Coustitucion liberul á
la nación española y encargar á Fel'uando el
ponerla en práctica. Si la hubiese ejecutado de
buena fe, la E:;paña hubiera prosperado, y pués-
tose en armonía con nuestras nuevas cost urn-
bres; el grande objeto quedaba consegui.lo ; la
Francia adquiria una aliada Íntima y Un numen-
to de poder verdadorarnente formidable. Si
Fernando por el contrario faltaba á sus nuevos
erupeños , los españoles mismos hubieran veui-
do á solicitar que les diese otro monarca Esta
desgraciada guerra me privó de mis recursos y
de mi crédito en Europa: y fue la causa prime.
ra de nuestras calamidades (1 ).'}


Cáusanos placer el oir en la boca de Na.
poleon esta alta y brillante confesion de Jos


(1) :Memorial de Santa Elena. Junio 1816.




180
11 PC has, que el infort unio hace aI ¡('nio , en re.
compensa de lo que le ha quitado, Mas couvie-
ne colocarse en el punto de vista de un espa,
1101, para llorar incesantemente este crimen,
que fue para su autor Una falta inmensa, y para
sus víctimas un manantial inagot.ible de calami-
dades. Si queremos penetrar en el oríjen de los
males actuales de Espaüa , debemos en efecto
remontarnos á la guerra de la independencia
por lejítima y gloriosa que sea. Aquella lucha
detuvo el movimiento de las ideas francesas en
su aplicacion práctica, dejando á las córtes de
Cádiz que siguiesen la parte teórica y vaga.


Tan sangrienta lid no reanimó, á la verdad,
el cadáver de la antigua Espailil; ni fue la sorn-
hra de sus gl"¡mdes Justicias la que se apareció
á los heroicos defensores de Zaragoza: mas dió
á las masas populares una preponderancia es-
horbitante , de que han abusado succesiva-
~.~t;~~t; t:n f..lvor tic! }Jouer absoluto y de la anar-
quía; inspiró al clero una opinion ecsajerada
de su influencia, y colocó á las clases ricas é
ilustradas, que haLian sido mas ó menos favo-
rabies á los franceses , en una especie de situa-
cion escéntrica en el seno mismo de la nacion.
Tuvo principalmente por resultado, el desar-
rollo en las poblaciones rurales de la afición á
la heroica vagancia, contra la que lucha por




1.81
espacio de tan largo tiempo la Península ibera.


La resistencia fue enteramente española: un
partido ha osado decir que fue de todo punto
monárquica , porque el pueblo pronunciaba con
amor el nombre del cautivo Fernando: otro
partido ha creido que fue solamente liberal,
porque se verificó en el reinado de las córtes
constituyentes, y porque salió el pacto de 1812,
cerno un brillante meteoro, de esta lucha en-
earnizada contra el capitan mas poderoso del
sig·lo. Me atrevo á decirlo á España: los recuer-
dos de la guerra de la independencia} invoca.
60S á su vez en el sentido mas opuesto, no han
dado en ella mas fruto que el de inspirar á los
pueblos un orgullo indecible y un odio á los
estranjeros , que no guarda armenia CGn los
empréstitos contratados por sus representantes.
Esta es la verdadera piedra de tropiezo. No obs-
tante lo impregnadas que estaban las córtes
en las mácsimas filosóficas y gubernamentales,
trasportadas de Francia y de Inglaterra, cre-
yeron haber levantado una obra verdaderamen-
te espaüola , y á esta funesta persuasion , mas
que :.í otra causa cualquiera, se deben las rea-
pariciones succcsivas de un código incoherente
é inaplicable, ~i los españoles hubiesen conoci-
do claramente que en vez de ser orijinal era
un zurcido de la .Constitucion del 91 , con al.




182
g¡¡Il:'~ I'cl:lZOS de Bentharn y varios testes de
JH~ Partidas , no se hubieran ecsaltado por aquel
código, uniendo su memoria á los recuerdos
mas gloriosos y mas durables que sus pájiDas.


Las naciones tienen rara vez. dos caminos
para ¡leMar á un mismo. punto; y cerrado el
que Napoleon señalaba á España desde Santa
Elena, abrióse delante de ella una dilatada car-
rera , por donde marchó siempre sobre un ter-
reno fetlso, porque se babia violentamente in-
terrumpido el órden natural de IQS acontecí..
mientes y de las ideas.•


Obró sin duda con nobleza , pero sin, reflec-
sion al hacer frente á una lucha terrible, cua ..
lesquiera que hayan sido las consecuencias polí-
ticas; y guárdenos Dios de discutir la cuestión
de si des pues del insolente atentada de Bayona,.
la España debió ó no aceptar al rey José, para
vol ver á tomar la senda que desde entonces no
podia seguir sin rubor. Gran número de espa..
ñoles ~ en quienes brillaban las. luces y la noble ..
za del corazou , fueron de este dictamen; por..
que si algunos viles ambiciosos se asociaron á.
la fortuna del príncipe llamado intruso" contó
tarnbien en las. filas de su bando hombres. erni-
nentes , que teniendo delante de IOf> ojoa los fu..
turos peligros, quisieron hacer á su patria un
sacrificio prohibido á las naciones y á los ciuda-




283
danos, el de su consideracion personal. Darles>
la razon y creer que un movimiento admirable
de enerjia universal se haya de perder entera-
mente para el porvenir de un pueblo, seria
blasfemar del heroísmo y someter el entusias-
mo <Í nn peligroso analisis. Confesérnoslo pues:
no hallamos en la historia de las naciones mo-
dernas cosa alguna comparable á la coumocion
de un pueblo entero, que herido en el corazou
por su huesped .Y su amigo, se levanta frente
á frente de sus batallones Con una sombría una-
nimirlad , desde las Rocas de Asturias hasta las
moutuñas de Ronda, como la mar en su Hujo,
cuyas olas se adelantan y se enlazan con una
armenia sublime. Ecsiste un hecho, sin ernbar-
go", que la Europa debe conocer, y que Espa"
ñu confiesa COn dolor s y siempre en secreto,
cuando los tormentos que esperirnenta por es-
pació de veinte años le causan insufribles ago-
ni IS. Cuando el entusiasmo que despierta la
memoria tle 1808 se apaga ante las miserias del
destierro que abruman por turno, por decirlo
asi ) á los partidos, destruidos estos por un des-
porismo sin intelijencia y sin alma, horroriza-
clQ'l aquellos con el terror de las revoluciones,
y considerándolos siempre estériles, interrogan
y se preguntan á sí mismos, si la Consutucion de
Bayona ejecutada por un príncipe estranjero




184
que tanto interes tenia en hacerse popular; si la
unión íntima de la España y del imperio; su
estrecha usociacion á nuestra gloria y á nuestra
prosperidad, hubieran preparado mejor destino
á su patria. Si estudiarnos Con cuidado la Pe-
nínsula J si indagamos el interior de los proscrip-
tos que ese suelo volcanizado nos arroja en tan-
.to número, sorprenderemos este pensamiento
en las almas mas fuertes, y semejante revela-
cion es sin duda un rayo de luz que nos alum-
bra para juzgar lo pasado y lo futuro.


Las arterias de España palpitaron manifiesta-
mente durante aquella crisis, como las vísceras
que la ciencia observa con el escapelo. Con un
solo golpe de vista se vió la enerjia vital de su
constitucion, tal como era, y la inercia de es-
te órden social, en el que las apariencias del
poder absoluto recobraban solamente la impo-
tencia.


El primer grito lanzado en las gargantas de
Oviedo, refujio antiguo de la independencia,
con la noticia de las violencias ejercidas en la
capital de la monarquia por Murat, el funesto
dia 2 de mayo, propagóse como el eco de las
montañas por Galicia, Lean, Sevilla, Granada
y por toda la Andalucia y Estremadura. En un
mes se levantó España entera, sin distinción
de edades ni de clases; y debemos reconocer




185
que en esta parte el último historiador de tan
grandiosos sucesos, dejando al clero la larga
parte que le compele en la resistencia en que
tanta parte tomó, pero de la que no fue el mó-
vil, ha rectificado varias opiniones equivocadas
y secularizado , si es permitido hablar asi, la
guerra de la Península.


Confesemos sin embargo, sin rebajar la an-
tigua grandeza de este espectáculo, que lo man-
charon abominables crueldades. Sin traer á la
memoria los asesinatos de Valencia, los que
presidió por espacio de dos dias un tigre con
rostro humano, y cuya memoria no debe en-
lazarse en la historia contemporánea sino á la
del 2 de setiembre, es demasiado cierto, que
en un gran número de provincias, la declara-
cion de independencia coincidió con la matan-
za de los franceses, de sus partidarios supuestos,
y muchas veces de las autoridades nacionales..
que sin oponerse al movimiento, intentaban
ordenarlo para que fuese mas seguro el écsito ,
La sangre africana de la Península hizo enton-
ces, bajo el estandarte del patriotismo> ese lar-
go aprendizaje del homicidio J que no ha olvi-
dado despues bajo la bandera de las facciones.


J.lO que principalmente caracteriza el levan-
. tarniento de España , es que en todas parl.es se
ve al pueblo en la escena, y que todos Se con-




186
vierten en pueblo en aquellos terribles mornen-
tos. El poder es nulo: no ecsisteu lilas rentas
que los recursos T'ccihi(\os de América, y las
fuerzas marítimas solo se hallan en el papel.
En CUanto al ejércto es valeroso, porque ¡)<~r'
tenace tarnhieu al pueblo; pero casi siempre
es Latido, porque sus jefes no poseen el ins-
tinto del mando y porque carece de discipli-
na. Eclíp"ase com pletarnente delante de las
huestes británica'>, y las nubes de guerrilleros
y de somatenes, hijos osados de Navarra y de
Cal<.tluña J que contrajeron entonces el peligro-
so amor á la vida aventurera, que es uno de los
mayores obstáculos para la acción de los pode-
res rc¡;ular'es en la Peninsula , eclípsause tarn-
bien.


Para formarnos un bosquejo de las ideas
de gobierno que h.rbia en I~sparl1, bastará
dar cuenta de lo que fue la junta suprema,
reunida pri mero en Aranjuez .Y despues en Se·
villa. Allí brillaban, cargados de trabajos .Y de
alias, los despojos del reinado de Cirlos In y
de la escuela filosófica, Florida n:a!lCa y Jove-
llanos, el célebre escritor Qllintall-l' y (Ion
M-trtin Gar,j'y. Otras leiíltlllas reputaciones iÍes-
collaban tamhien alh en medio de los gramles
de Espaüa , de los altos dignatarios, del clero'
y de los hombres que mas i tu portancia se ha.




187
hian granjeado entre los miembros de las jun-
tas provinciales. Sin embargo, ni un plan ha-
hilrnente establecido, ni una iclea fecunda sa-
lieron de aquella reunion con tantas dificulta-
des formada, y esperada con tanta impaciencia.
La junta dominada por el espíritu de rutu,a y
sujeta á todas las viejas fórmulas, despues de
haberse decretado el tratamiento de majestad,
y concedido á cada uno de sus individuos el de
escelencia con el sueldo JI-l seis mil duros, con
el derecho de ornar su pecho con una grande
placa que representaba ambos mundos , pareció
menos ocupada en oq;anizhf t'jél'citos y crear
recursos, que en disputa!' la supremacía al con-
sejo de Castilla y entablar COIl él negoci<lcio-
nes, Este último cuerpo conservador celoso del
estado de la anarqlJla legal., en virtud de la que
acumulaba las atr-ibuciones politicas , adrninis-
trativas y judiciales ~ tan mal deslinrladas co .
1110 poco conciliables: campo atrincherado de
todos los abusos, poderoso por su numerosa
clientela y su invencible terquedad, y cuya
conducta fue después mas que am blgua á la
llegada del rey José á Madrid, se halló súbita-


.mente resucitado por la insurreccion á la sali-
da del postrero de la capital del reino hispano.


l\'las distinguian el levantamiento la auda-
cia y el ansia de emprender, que le ocasiona-




188
han continuos vértigos. No teniendo cuenta ni
con el lento proceder del cense jo ni con HU
gótico protocolo, la insurreccion t endia á la
soberania popular .. y las mas veces para con-
tenerla, el consejo no sabía otro'> medios que
el recordar los derechos supremos (le las cór-
tes. Tamhien daban este gnto desde su seno
las juntas provinciales en cada circunstancia
delicada, y cada vez que se coligaba el poder.
E! gobierno central afectaba reunir el soliera-
no mando, como representante á la vez d(~ Fer~
naudo VII, y de la asamblea suprema de la na-
cion: las juntas locales se lo nega han , dispu-
tanda vivamente sobre si era ó no lejítima se-
mejante representacmll, del mismo modo que
se negaban en Francia los derechos políticos
del parlamento cuando pretendía suplir los es-
tados jenerales. Asi es como una idea nueva,
asaltaba en ladas partes las imajinaciones, ca-
rno una necesidad irn periosa , mientras que la
antigua mujistratura representada por el conse-
jo de Castilla, aspiraba á sujetar la rovo lucion
á su paso, á manera de los bueyes (lue preten.,
diesen arreglar al suyo e\ rápido movimiento
de una máquina de vapor.


Co.npreuderiamos mal en efecto el pronun·
ciarnieuto de 180'3, si iutentáscmos reducirlo
á la cuestión única de independencia. Esta fue




189
sin duda la que puso las armas en las manos de
la muchedurnbre ; mas sin hablar de las clases
ilustradas, cuya tendencia política hemos ana-
Jizado ya, es cierto que en el seno mismo
de las masas populares fermentaba en aquellos
momentos la necesidad universal de reformas.
Sentíase con mas dolor que en otro tiempo el
abatimiento de la patria, y sin curarse mucho
de los medios deseábase sin embargo curar sus
heridas,


Acompañó , dice el conde de Toreno de
acuerdo en este punto Con todos los historiado-
res de la guerra peninsular, al sentimiento uná-
nime de resistir al estranjero, otro no me-
nos importante de mejora y reforma. Cierto
que este no se dejó ver ni tan clara ni tan uni-
versalrnente como el primero. Para el uno so-
lo se requeria ser español y honrado; mas pa-
ra el otro era necesario mayor saber que el
que cabia en una nación sujeta por siglos á
un sistema de persecución é intolerancia polí-
tica y relijiosa, Sin embargo, apenas hubo pro-
clama, instruccion ó manifiesto de las juntas
en que lamentándose de las mácsirnas que ha-
hian rejido anteriormente , no se diese indicio
de querer tomar un rumbo opuesto, anuncian-
"do para lo futuro ó la convocacion de cortes,
ó el restablecimiento de antiguos fueros, ó el




190
desagravio de pasadas ofensas. Infiérase de oqui
cual seria sobre eso la opimou [eneral , cuan-
do nsi se expresaban unas autoridades, que
compuestas en su mayor parte de individuos
de ChlSI'S privilejiadus, procuraban contener mas
bien que estimular aquella jcneral tendencia.
Asi fue que por sus pasos contados, se encami-
nó Espaiw á la reforma y mejoramiento, y con-
gl'egó sus córtes sin que hubiera habido que es-
cuchar los consejos ó preceptos del estran-
[ero (1)."


No obstante, las atribuciones mal definidas
y ¡:Joco conformes de la antigua representacion
nacional en los diversos reinos de la Península,
la memoria de las cortes se conservaba en el
fondo del derecho público , como su principio
vivo y rejenerador. En todas partes resenaba
su nombre. Pronunciábal o el soldado bajo la
tienda de campaña , el guerrillero en las mon-
taüas , el pueblo en las plazas públicas: la pren-
sa cuya accion dejábase percibir por vez pri-
mera en las imajinaciones vírjines y ardientes,
repetía esta palabra misteriosa como Un grito
de esperanza y de salud; y á cada nuevo pro-


(1) Historia del levantamiento, guerra y revo«
lucion de Espaiia, por el conde de 'I'oreno , lib. !&.o




191
greso del enemigo este grito se hacia mas im-
poncnl e y mas im perioso.


Cuando una idea se convierte en santo y se-
ña, y cuando el pueblo la repite sin cOlnpren~
derla, su triunfo es infalible y está cercano.
Mientras que las provincias meridionales no
fueron invadirlas, la junta central tuvo bastante
crédito para diferir su convocatoria que debia
señalar el término de su vida política. Mas al
instante que la paz concluida con Austria des-
pues de la campaña de 1809 permitió á Napa-
lcon lanzar contra la Península sus lejiones vic-
toriosas , conoció la junta que para resistir al
lluevo torrente requeríase Una inmensa fuerza
moral, y las córtes fueron como el último
ejército de reserva que la junta arrojó contra el
enemigo, al abdicar sus poderes.


nEspaüoles, dijo al ordenar la convocacion de
las córtes estraordinarias y constituyentes para
el l .o de marzo de 1810, la Providencia ha
querido que en nuestra terrible crisis, no dié-
seis un solo paso hácia la independencia sin pro-
gresar tambien en el camino de la libertad...•
El primer cuidado del gobierno central á su
instalacion fue anunciaros que si la espulsion
del enemigo era el primer objeto de su aten-
cion , la prosperidad interior y permanente del
pais seria el principio importante. Dejarlo hun-




192
dido en el diluvio de abusos consagrados por el
poder arbitrario, hubiera sido á los ojos de
nuestro gobier-no actual un crimen tan enorme
como el de entregaros en las ruanos de Bona.
parle. Por esta razon cuando las turbulencias
de la guerra lo permitieron, hizo resonar en
vuestros oidos el nombre de córtes que fue
siempre rara vosotros el antemural de la li-
bertad civil y el trono de la majestad nacional:
nombre pronunciado hasta el presente con
misterio por Jos sabios, con .desconfianza por
los hombres de estado y con horror por los
déspotas; pero que será desde hoy en España
la base indestructible de la monarquia .... Esta
augusta asamblea será un inmenso é inestin-
guible volean del que manarán torrentes de
patriotismo para vivificar estos vastos reinos,
inflamando los espíritus en el sublime entusias-
mo que constituye la salud de las naciones y la
desesperación de los tiranos (J)."


Estos no son lugares. comunes de los tribu-
nos inflamados por la embriaguez revolueiona-
ria : el manifiesto desciende de un cuerpo en el
que dominan el espíritu de las clases privilejia-


(1) Manifiesto á la nacion española de 28 de oc-
tubre de 1809. Annual Rejister,




193
das .v las antiguas tradiciones políticas: arzo-
bispos .. grandes, [enerales y cortesanos, librea
de toda violencia material y dominados única-
mente por bs necesidades morales, son los que
lanzan este grita apasionado, al que no tardará
en responder el pueblo con la ConstÍlucion de
Cádiz.


No olvidemos que poco despues y desde el
fondo del mismo palacio, pal'a disminuir el
efecto de tan ardientes palabras, prornetia turn-
bien José la convocacion de las cortes del rei-
no ((): tengamos siempre muy presente que
aca m parlo delante de Madrid el estranjero veía.
se precisado para contener el fuego de la insur-
reccion , á promulgar decretos de reforma so-
bre todos los ramos del gobierno (2); y que el
mismo Napoleon reconocia por la vez primera
de su vida la impotencia de su espada. Dígase
pues si una irresistible preocupacion dominaba
entonces á los españoles, y si las córtes no re-


. (2) Decreto de Sevilla de 18 de abril de 1610.
Monitor de 28 de mayo.


(3) Decretos de Napoleon ~ dados en el campo
de Madrid suprimiendo la inquisicion , Ios derechos
feudales, las justicias señoriales, las adu auas inte-
riores de las provincias, organizando el órden judi-


TOMO 111. 13




194
ci bicron su misión de circunstancias mas ~,ode.
rosos que la voluntad humana ~


Las córt.es de C,ílliz por digna d'.~ censura
que sea su obra, salieron pues df'. un inmenso
sacudimiento del espíritu público , y como nues-
tra asamblea coustituyenca vióronse rodeadas
¡le! mismo entusiasmo y de las mismas ilusio-
nes. Si observamos en. España mas rápidas mu-
danzas y el aban.dono mas completo; si nota-
mos en ella precipitadas y repentinas contra-
dicciones ,acordémonos que en la Península ,
es el pueblo el que ha salido á la escena, el
pueblo <iue nunca concibe sino una idea á la
vez.


La junta central encargó el cuidado de to-
mar las disposiciones necesarias para la reunion
de las córtes á una rejencia de cinco miembros,
á los que los progresos del enemigo obligaron
á encerrarse en la isla de Lean, baluarte de la


ci al , reduciendo el número de los conventos y pro~
hibien do la ad m isjnn de los novicios etc. (4. 12. de
diciembre de lH(8). Decretos de José suprimie ndo
las órdenes ,'elijiosas y militares, las jurisdicciones
eclesiásticas y el voto el!] Santiago, impuesto muy
ou e ros o á la agricllltul'a etc, etc. (18 de agosto, 18
de setiembre y 16 de diciembre de lB09).




19')
independencia que iba !Í convertirse en cuna
de la libertad castellana y en teatro de sus en-
sayos y de sus errores.


Esta rejencia en la que dominaba el temor de
las inovaciones políticas, no cedió en la inst a-
lacion del congreso nacional, que formaba el
objeto primitivo de sus atribueiones , sino á las
ecsijencias ya casi amenazadoras de la opinión
pública y á las representaciones de varios dieu-
tados de las juntas provinciales.


Debemos reconocer por otra parte qne de-
jando á un lado la repugnancia personal de 11111-
eh os de sus miembros, las dificultades que cer-
caban un asunto tan peliagudo, justificaban las
oscilaciones y la tardanza. Les embarazos que
esperimentamos nosotros en la couvocacion de
los estados [enerales , nos darán una idea aun-
que débil de Jos que debían rodear al gobierno
español al resucitar una institucion (lue no re-
presentaba idea alguna precisa y aplicable á la
época contemporánea.


Nacidas en los antiguo8 concilios nacionales
que ejercieron el poder soberano durante la
monarquía de los Godos y de los primeros re-
yes de Leon , las córtes de los varios reinos pe-
ninsulares no tenian ley alguna que {¡íase sus
atribuciones, sus formas y sus elementos. En
este laberinto no se encuentra derecho alguno




196
incontestado , y es nHI!I propio para ejercitar el
talento investiaador de los eruditos que para
suministrar bases seguras á los hombres polí-
ticos.


Las cortes compuestas ele tres estamentos
en la mayor parte de las provmcias de la menar-
quia , componianse en el reino de Aragon de
cuatro brazos, mientras que en los pueblos vas-
congados, pais venturoso que se libertó de la
dominación árabe y del despotismo de Cár-
los V , estas asambleas se presentaban con una
fisonomía esclusivarnente popular y patriarcal.
La coufusion mas completa reinaba en él modo
de votar, en el derecho de eleccion y en las
atribuciones políticas. Si estas se remontaron
primero hasta el derecho de disponer del solio,
sabemos tambien que tales prerrogativas fueron
succesivamente restrmiidas , comenzando des.
de el siglo décimo quinto, hasta el punto de re-
ducirse en el reinado de los príncipes austria-
cos y franceses Ji una estéril ceremonia, y basta
el estremo de que en los ú)!imos tiempos las
córtes se componian solo de treinta y siete ca-
hulleros pr-ocuradores , enviados por ciertas ciu-
dades con la misión de tributar homenaje al
príncipe de Asturias en el solemne acto de la
jura, en que su presencia venia á ser un episo-
dio en que ninguno reparaba, de-las fiestas de la




297
córle y de las corridas de toros.


Un hecho único daba de sí la historia de
Espail;,¡ como titulo y prenda de libertad: esto
es, qu.e habia admitido á los diputados de las
ciudades en el seno mismo de las asambleas na·
ciouales mucho tiempo antes que la Francia los
recibiese en sus Estados lcnerales , lng laterra en
sus panlamentos y Alemania en sus Dietas (1).


Tratábuse pues de regulariza¡' este hecho
con una aplicación [eneral. Dedicarse á resuci-
lar el derecho oscuro de las Partidas era una
tentativa mas inútil aun que la que ha emprcll-
elido intrépidamente un órgano de la prensa
franceSa; amás era necesario pensar en la moder-
na América que no tenia cartas ni fueros que ha-
cer prevalecer-, pero cuyos movimientos de in-
surreccion no se compnimirian sino con la mas.
J)'.~l'fecta igualdad y con una larga difusion de
los derechos políticos.


La junta central concibió el pensamiento.
de conciliar el principio popular con las pra-


(1) Véase á tus diputados de las ciudades en las
có rtes dI') Leou del siglo duodécimo..En las de Cast i-
lía eelAbradas en 1188, prestaron jurame1lto los di-
put.ados de cuarenta y ocho ciudades, Teoria de las
Ctlrt:,s por l\Iartinez Mariu a C~í"iz 1812.




198
rogativas de las clases privilejiadas y de reanu-
dar así la cadena de los tiernpos , obra siempre
intentada y casi siempre infructuosa. Tomó con
este motivo medidas que son poco conocidas
en Europa, pero á las que no siguió por parte
suya, ni por parte de la rejencia, ni auu el prin-
cipio de la ejecucion.


El decreto primitivo de la convocación de
córtes determinaba que se compusiesen de tres
estamentos, eclesiástico, militar ó noble y po-
pular, Mandaba que se espidiesen cartas con-
vocatorias personales á todos los arzobispos y
ohispos, y á todos los grandes de España que
fuesen cabezas de familia y que hubiesen cum-
plido veinte y cinco años,


Otra disposicion prescrihia el modo de las
elecciones fundadas en la población y que de-
hian atravesar los tres grados de juntas de par-
roquia , de distrito y de provincia. A esta re-
presentacion debia añadirse un diputado por
cada ciudad que gozaba la prerogaLiva de voto
en cortes y un delegado de cada junta provi-
sional. Adoptábanse medidas escepcionales para
los puntos que ocupaba el enemigo; y disponía
en fin por esta vez, y á Causa de la distancia,
que Jos Americanos residentes en la Península
elijieseu á los diputados de Ultramar aeomo-




199
dándose enteramente á la base establecida para
la metrópoli.


Causa profunda admiracion el ver que las
disposiciones del decreto relativas á las eleccio-
nes se ejecutan escrupulosamente en casi todas
las provincias, aquí públicamente y Con entu-
siasmo, alli en secreto)' en los cortos interva-
los que dejan las escursiones del enemigo, sin
que se levante una sola voz, ni por medio de la
prensa, ni en el seno de los cuerpos constituidos,
ni en las juntas provinciales, que reclame la
adruision de los prelados y de los gt'undes con-
vocados por la junta central.


El decreto de esta habíase enviado á 'as
juntas provinciales que parecieron darse tanta
prisa en convocar las asambleas de parroquia
C·) \11o repugnancia mostraron en añadir á.Ios
miembros elejidos la convocación de las órde-
nes pri vilejiadas. Pocos obispos estaban en el
caso de pod er hacer frente en aquellos tiem..
pos á los pe ligros de un viaje al estrerno opues-
to en la in vadida España; y en cuanto á la
grandeza, cuerpo de reciente fecha que no ha-
bia gozado ia más de derechos politicos , sus
miembros personalmente poco conocidos esta-
ban tan lejos de haber heredado en la opinion
las prerrogativas de la antigua nobleza que se
sentaba en las córtes de Castilla y de Aragon ,




200
(fue los mandatos de la junta por lo que mira
á los grlllllles no tuvieron cumplimiento, mucho
mas por afecto de universal apatia , que por el
conc.ierto de intenciones concertadas. 1101' otra
parte muchos de los prelados y grandes mas dis-
tinguidos habían recibido directamente el orde-
namiento lejislatívo, y las ideas constitucionales
habian hecho tan escasos progresos en aquel
pais que pareció que bastaba este paso para ga-
rantizar todos los derechos, y los que se ha-
hian mostrado favorables á la conservacion de
los tres estamentos como un homenaje rendida
á las pasadas costumbres de España , no cono-
cieron el riesgo qlle corrian entregando su suer-
te futura al arbitr-io de una asamblea única.


Lo mas estruüo de este olvido. completo e~
que la opinion dejó á los cuerpos privilejiados
sin que sus individuos pensasen en reclamar,
es que la rejencia consultó á los individuos del
consejo de Castiila y al consejo de estado, cor...
poraciones en las que dominaba el espíritu de
la vieja majistraturu y de la nobleza, y la ma-
yoria estuvo de acuerdo en que las córtes estra-
ordinarias debian componer una sola cámara y
proceder de un mismo principio electivo. Fi-
nalmente es iruposible desconocer que si en el
trascurso de sus trahajos, sublevaron las cór-
les contra ellas muchos intereses y oposiciones,




201
nunca hasta despues del regreso de Fernando,
se sucitó la menor duda sobre la lejitimirlad de
sus poderes á causa de la no asistencia de los
Jos primeros brazos.


Semejante indiferencia DO es fácil de espli-
car por lo que toca al clero, cuyo COnCUlSO era
indispensable para modificar la antigua orgaui-
zacion en lo respectivo á las relaciones del esta-
do con la iglesia y á la ecsistencia social de sus
ministros, y para que los pueblos aceptasen sin
escrúpulo tales modificaciones. Mas los que co-
nozcan el estado de España, no Se admirarán del
olvide en que cayó en tan solemnes circunstan-
cias el cuerpo de los grandes, que no se ha ele-
vado mas tarde á la cámara de los próceres
sino confundiéndose COIl Jos altos empleados ci-
viles y militares, y can lo mas florido del in-
[cnio y de la fortuna. La repulsa de la nac ion , Ó
hablando con roas esactitud , su indiferencia
dimanaba menos de las teorías democráticas
que de cierto orgullo nobiliario que reina en
aquel pais , donde la aristocracia de la corte ha-
cia siglos que no gozaba prerrogativas sociales,
donde la nobleza de raza es una pretensión ca-
si universal.


Corno la mayor parle de los acontecimien-
tos del reinado de Fernando tienen su oríjen
aunque remoto en la couvocacion de las prime-




202
ras córtes tan infamadas por el príncipe á su
vuelta á España, y corno en Europa se creen
como artículos de fe las calumnias que sobre
aquella asamblea estampó el famoso decreto de
mayo de 18J4, paréceuos deber ilustrar el
asunto copiando aquí lo que dice el historiador
español otras veces citado.


)) La rejencia consultó sobre la materia y
otras relativas á córtes al consejo reunido. La
msyoria se conformó en todo con la opioion
mas acreditada yy se indinó también á una sola
cámara. Disintieron del dictamen varios indi-
viduos del antiguo consejo de Castilla, de cnyo
número fueron el decano D. José Colon, el
con-le del Pinar y 105 señores Hiega , duque Es-
trada y D. Sebastian de Torres. Oposicion que
dimanaba no de adhesion á cámaras, sino de
oJio á Lodo lo que fuese representaci on nacio-
nal: por lo que en su \'01.0 insistieron par ticu-
larmente en que se castigase con severidad á
los diputados de las juntas que habiHn osado pe-
dir la pr0nta convocacion de cortes.


»Cundió en CáJiz la noticia de la consulta,
junto con la del dictamen de la minoria, y en-
furcc.éronse los ánimos contra esta, nlaJormen-
te no ha hiendo 108 mas de los f rrna ntes daclo al
principio del levantamiento en 1808 grandes
piuehas de afecto J' decisión por la causa de la




203
independencia. De consiguiente conturbáronse
los disidentes, al saber que los tiros disparados
en secreto con esperanza de que se manten-
drían ocultos, hablan rebentado ,i la luz del dia ,
Creció su temor cuando la rejeucia para fuu-
dar sus providencias determinó que se publica-
se la consulta y el dictámen particular. No hu-
ho entonces manejo ni súplica que no emplea-
seo los autores del último para alcanzar el que
se suspendiese dicha resolucion, Así sucedió,
y trauquilizóse la mente de aquellos hornbrrs ,
cuyas conciencias no habian escrupulizado en
aconsejar á las calladas injustas persecuciones..
pero que se eslrernecian aun de la sombra del
peligro. Achaque inherente á la alevosia y á la
crueldad de que muchos de los que firmaron el
voto particular dieron tristes ejemplos años ade-
lante, cuando sonó en España la ILlgubre y acia-
ga hora de las venganzas y juicios inicuos,


I,Pidió luego la rejencia , acerca del mismo
asunto de cámaras, el parecer del consejo de
estado, el cual convino tambien en que no sd
convocase la de privilejiados. Votó en favor de
__ ste dictárnen el marques de Astorga, no obs-
tante su elevada clase: del miSJ1.10 fue don Be-
nito de Hcrmida , adversario en otras materias
de cualesquiera novedades. Sostuvo lo contra-
rio don Martin de Garay .. como lo habia hecho




20·t
en la central y conforme á la opllllon de Jo-
vellanos.


»N o pudiendo resistí¡' la rej·enoia á la uui-
versalidad ele pareceres, decidió que las clases
privilejio.las no asistirian por separs.]o ,í las cór-
les que iban á congre~arse, y qu~ e-tus se [un-
tarian Con arreglo al decreto que hahia circula-
do la central en l ." de enero,


nSeguo el tenor de esta y de la instrucción
que le acompañaba , innovábase del todo el <.111-
tiguo modo de eleocion. Solamente en memo-
ria de lo que antes rejia , se dejaba que cada
ciudad de voto en córtes ,enviase por esta vez
en representaoion suya un in Jividuo de suayull-
tamiento, Se concedia igualmente el rnis.uo
derecho á las juntas de provincia, como pre.
mio de sus desvelos en favor de la indepeuden-
cia nacional. Estas dos clases de diputados no
componian ni con mucho la rnayoria , rew sí
los nombrados por "la. [eueralidad de la rohla-
cían conforme al método ahora adoptado. Por
cada 500()(} almas -' se esccjia un dipulaJo.)'y
tenían voz para la eleccion los españoles de to-
das cluses , avecindados en el territorio, de
edad el" 25 años .Y hombres de casa abierta.
Nomhráhanse los diputados indirectamente,
pasando su eleccion por los tres grados de jun-
tas de parroquia , de part ido .Y de provincia.




20')
No se requerian pnra obtener dicho cargo otras
condiciones que 1118 ecsi [idas para ser el ector,
y la de ser natural de la provincia, quedando
elejido diputado el que saliese de una urna ó va-
siia , en que hahian de sostener los tres sujetos
que primero hubiesen reunido la mayoría ab-
soluta de votos. Defectuoso si se quiere este
métorlo , ya por ser sobradamente franco, es-
tableciendo una especie de sufrajio universal,
ya restricto á causa de la eleccion indirecta,
llevaba sin embargo gran ventaja al antiguo, ó
á lo menos á lo que de este quedaba.


»En Castilla, hasta entrado el siglo X V,
hubo córtes numerosas, y á las que asistieron
muchas villas y ciudades, si bien su concurren-
cia pendió casi siempre de la voluntad de los
reyes y no de un derecho reconocido é inca.
necso. A los diputados Ó sean procuradores,
nornbrábanlcs los concejos formados de los ve-
cinos, ó ya los ayuntamientos, pues estos siendo
entonces por lo comun de eleccion popular,
rpprescntaLan con 11.1ayor verdad Id opinion
de sus comitentes, que después cuando se con-
virtieron sus rejidurias, especialmente lmjo los
Felipes austriacos, en oficios vendibles yena-
jenables de la corona; medida que por decirlo
,le paso, nació mas hieu de los apuros del era-
rio que de miras ocultas en la politica de los




206
reyes, En Aragon el brazo de las universidades
Ó CIUdades, y en Valencia y Cataluña el cono-
cido ,,;o~'l ti nombre de real, constaban de rnu-
chos diputados que llcvuban la voz de los pue-
Llos. Cuales fuesen los {lile hubiesen de gozar de
semejante derecho Ó privilejio , no estaba bien
determinado, pues segun nos cuentan los cronis-
tas Mart.el y Blancas, solo gobernaba la cos-
tumbre. Este modo de representar la jenerali-
dad de los ciu lada nos , aunque inferior sin du-
da al de la central , aparecía, repetimos, muy
superior al que prevaleció en los siglos XVI y
X VII, decayendo succesivamente las prácticas
y usos antiguos, á punto que en las cortes cele-
bradas desde el advenimiento de Felipe V has-
ta las últimas de 1789, solo se hallaron pre.
sentes los caballeros procuradores de treinta y
siete villas y ciudades, únicas en que se reco-
nocia este derecho en las dos coronas de Ara-
gon y Castilla. Por lo que con razon asentaba
I ..ord Oxford, al principio del siglo X VIII,
que aquellas asambleas solo eran ya magni no-
minis umbra,


»Coufertanse ahora á los diputados faculta-
des amplias, pues ademas de anunciarse en la
convocatoria , entre otras cosas, que se llamaba
Ia nacion á cortes jenerales llpara restablecer y
mejorar la Constitución fundamental de la mo-




207
narquia" se especificaba en los poderes que ]08
diputados »podian acordar y resolver cuanto se
propusiese en las córtes , asi en razon de los
puntos indicados en la real carta convocatoria,
como en otros cualesquiera, con plena, franca,
libre y jeneral facultad, sin que por falta de
poder dejasen de hacer cosa alguna, pues todo
el que necesitasen les conferian (los electores),
sin escepcion nilimitacion alguna (1 )."


Grande fue aquel dia , en que reunidas las
córtes en la Catedral de la isla de Lean, en me-
dio de un concurso inmenso, invocaron las
bendiciones del cielo sobre sus tareas y sobre
el pueblo á quien esperaban pagar luego en pros-
peridades el precio de su sublime afecto. En las
grandes crisis de la ecsistencia pública y priva.
da, parece que esta se concentra algunas veces
en el instante único en que se ha ilustrado en-
teramente. Vívese entonces en el delirio de es-
te recuerdo, corno en una santa monomanía, re-
cuerdo que se hace superior á todas las vicisitu-
des, y con frecuencia <i las lecciones de la es-
periencia y de la desgracia.


No debe pasmamos, pues, el ver que el re-


(1) Historia ya citada del conde de 'I'oreuo ,
tomo 3.U




208
cuerdo de' 8 t2 ha resistido en el corazón de
algunos hombres á las pruebas de los presidios
y del destierro, y á las mas instructivas aun de
las revueltas: porque estas son de aquellas erno-
ciones que fascinan para siempre la vida ¡Que
sello tan indeleble debieron en efecto grabar en
el alma! En el estrerno de Europa, schre una
roca combatida por los mares, y rodeada de
Un ejército victorioso, cuyo cañon formaba el
sombrio acompañamiento de las aclamaciones
públicas, proclamóse frente á frente de Napa-
lean la libertad de España , y quizás la del
mundo: los diputados subían por la mañana á
la tribuna, y por la noche velaban en la brecha:
y la historia de la independencia de la patria
que habia comenzado en la cueva de Pelayo,
iba á encontrar su término despues de mas de
mil años en las colunas de Hércules. Adquirió
España tanta gloria á fuerza de fe relijiosa y na-
cional , y no podrán privarla de ella los errores
de su inesperiencia.


Las cortes ) desde las primeras sesiones, to-
maron posesion del vasto campo que se abria
delante de sus ojos con todo el ardimiento rl~
un espíritu ocioso y nuevo. Lanzáronse con
una viva curiosidal, que dimanaba mas del
entendimiento que de las pasiones violentas, en
el ensámen de las doctrinas mas árduas de la




209
sociedad. Acometiéronse.> y se removieron y
resolvieron con aquella confiada facilidad que
se aprende pronto en los libros, y se pierJe
después con el largo UfO de los negocios, las in.
mansas cuestiones de la soberania y de la rcpre-
sentacion nacional, de los lirnites respectivos
de los poderes, de los fundamentos de la jus-
ticia y de sus derechos, y de la libertad de la
prensa.


En la emulacion de las reformas á que se
abandonaron á porfia los miembros de la asam-
blea , con el jeneraso estímulo de nuestra no..
che de 4 de agosto, los unos ostentaban muy
á su placer una erudición bebida de escondite
en los libros del siglo XVIII: otros, clérigos ó
legos, sacaban á luz en la tribuna un entendi-
miento sutilizado por las disputas escolásticas,
y recargado de testas y de autoridades, y casi
todos estraños al manejo de los hombres y de
los intereses públicos, suplian Con bipotesis los
conocimientos que hasta entonces no habian
podido adquirir. Asi salieron á la vez disposi-
ciones inaplicables á la sociedad contemporá-
nea, de las teorias fllcsófieas absolutas, y del
estudio incompleto de lo pasado, cuyos ejem-
plos se imitaron judaicamente sin comprender
su espíritu, y privándolos de su contrapeso.


Una especie de unanimidad presidió por es--
TOMO m. 14




210
pacio de tres nüos á esta larga serie de trabajos,
que .lebia mas tar.le despertar justas objecio-
nes, y <lile entonces la opiniou pública acojia
con una ir rcllecsion entusiasta.


Enteramente entregados á sí mismos, sin
plan y sin direccion, Sea por irn pericia, sea
por la OJala voluntad de algunos miembros de
la rejeucia , las cortes tuvieron la desgra-
cia de comenzar su obra sin influencia algu-
na para contener la vehemencia de cada pen-
samiento que casualmente IdS ocurria: y si
es cierto que la nulidad casi absoluta de la
oposicion no dió lugar al entusiasmo revo-
lucionario, para que se inílanuira con ímpe-
tu mayor, tambien es innegable que su peligro.
sa omnipotencia espuso los diputados á la ten-
tacion de las utopias , y tal fue en efecto el ca-
rácter dominante de sus tareas lejislativas.


La lusticia obliga, sin embargo, á confe-
sar que en muchas cuestiones especiales, resuel-
tas de paso, y en medio de los peligros de una
guerra que ahsorvia todos sus pensamientos... las
córtes estraordinar-ias dieron pruebas de una sa-
gacidad propia de nuestra asamblea constitu-
yente en sus mas gloriosos dias. El congreso
reformó la administracion provincial, y refun-
dió las diversas partes de la organizacion de Jos
tribunales , suprimiendo con la [urisdiccion de




211
los señores, las prestaciones reales y personales
que provenían de orijen feudal: asi se verifica-
ban en Cádiz las mismas reformas que Napa·
leon y José decretaban en Madrid: coinciden-
cia singular que es una revelacion completa del
estado moral de la Península espaüo!a , Entre
los objetos que despertaren principalmente la
solicitud del congreso J figurAron las renta" y
Ja deuda pública, y no obstante los errores en
cuya primera fila debe colocarse la tentativa
de un impuesto progresivo, justo es recono-
cer que los trabajos de Canga Argüelles, en
una materia enteramente nueva en España, re-
velan un entendimiento muy ilustrado.


¿Pero de que serviría traer á la memoria
unas leyes sepultadas Con tantas otras en el
abismo de las revoluciones, y encima de las
cuales no queda ya de toda esta época sino el
código últimamente encontrado en la mochila
de un sarjento , é impuesto en una noche de
agonia á una aterrada princesa? Nos limitare-
mos á recorrer sus principales articulos, no
dando sino un valor histórico aun despues de
su renacimiento, á esa ley que los ministros sa-
lidos de la crisis de san Ildefonso consideran
»rnenos corno institución politic.!lque como
monumento de glorill, porque no ecsiste ni un
español ilustrado que desconozca sus imperfec-




/12
clones, consecuencia inevitable de las fatales cir"
cuustancias que acompañaron su discusión (1)."


Esta constitución que parecia destinada mas á
rejir el reino de Salcnto , que á ser por dos ve-
ces la bandera de una insurreccion militar, con-
tiene en sus trescientos ochenta y cuatro artícu-
los un número de disposiciones inocentes que
piden gracia para las absurdas. Si se quieren
aforismos los hay que edifican, como:


))El amor de la patria es una de las princi-
pales obligaciones de los espaüoles , que deben
ser justos y benéficos (artículo 6)."


O bien:
»El objeto del gobierno es la felicidad de la


nación , puesto que el blanco de toda sociedad
polític a es el bien estar de los individuos que
la componen (artículo 13)."


Si se desean teorías sobre la mas perfecta
division de los poderes lejislativo, ejecutivo y
judicial, pueden recorrerse con fruto sus
largos ca pítu tos. Los primeros contienen una
ley de elecciones indirectas, puesto que pasan
por los tres grados de parroquia, partido y pro-


(1) Esposicion á S. M. la reina rejenta eu 21 'de
asosto de 18.36.




2:13
vincis., sin obrar directamente ni aun en es-
tos diversos escalones. Los vecinos de la parro-
quia no di ~en en efecto al elector del primer
grado, sino que cometen tal fuucion á los once
cornproruisarios , del seno de Jos. cuales salen
los electores de parroquia (articulo 41).


Estos elijen á su vez á los electores de par-
tido en la proporción de tres á uno" relativa-
mente al numero de diputados que Se han de
norn brar (artículo 63); finalmente, los electo-
res de partido, reunidos en colejio de provin-
cia, elijen al diputado á córtes (artículo 6~).


Tales operaciones que se fijan irrevocable-
mente para el L° de octubre, 1.° de noviern-
hre y I:J de diciembre, se conforman mal con
nuestra viveza y con la oposicion que ha en-
contracto siempre en Francia la. elección indi-
recta : mas este no es un motivo para condenar
semejante método en España , donde con algll-
Has rnodificaciones podria aplicarse quizás con
muy feliz écsito,


J....as sesiones de córtes se abren de derecho,
y sin convocacíon anterior, el l. o de marzo de
cada aÜO (artículo 106), La Iejisletura se re-
nueva cada dos a[¡os (artículo 108) ,y el rey no
tiene derecho de disolverla, así como los di-
putados 110 pueden formar parte de la lejisla-
tUl'a siguiente (artículo 110),


Los minist ros, consejoros de estado y em-




214
pleados de la casa real, no pueden sentarse en
el cuerpo lejislativo; los ministros con el bene-
plácito de la.s córtes , obtienen en ella palabra,
pero sin poder asistir á las deliberaciones (ar.
tículo ~2,5). Los diputados no pueden Conseguir
empleo alguno público mientras dure SU mi-
sion , y un año después de' haber cesado en ella
(articulo 130).


La plenitud del poder lejislativo reside en
las córtes, O() gozando el ray sino el veta' sus-
pensivo por tres afIGS (artículo 149).. Por otra
parte la asamblea aprueba antes, de ratificarse
los tratados de cualquier naturaleza que sean,
determina las ordenanzas, relativas al servicio
militar y marítimo, aprueba las. cuentas , ar-
regla cuanto concierne á la administracion de
las aduanas del estado, y ordena. las medidas
jenerales para la conservaciorr de la salud: pú-
blica en el reino &c. <Xc. (artículo 131).


Todas estas atribuciones, en las que: se ha..
llan confundidas las de la junta. de- sanidad y
las del tribunal de cuentas, deben ejercerse en
tres meses, ni mas ni menos, único freno que
supieron encontrar contra. la arbitrariedad de
Una asamblea soberana ~ y que deja hasta cierto'
punto inútil la presencia de la diputación per-
manente, cuya Única misión determinada es
velar por la observancia de la Constitucion y




215
de las leyes, para dar cuenta cuando se abran
las cortes (artículo 160): creacion vaga y azaro-
sa, lomada de la antigua lejislacion aragonesa,
lo mismo que la csclusion de sentarse en las
cortes los empleados de la casa real, y la pre-
sentacion de candidatos en triples listas para
ciertas funciones públicas: 1fatalidad singular,
que uniendo las teorías modernas á los recuer-
dos mas confusos de la historia, dió nacirnien-
to á una lejislacion imposible l


Vemos , pues , que entre el monarca y las
córtes , estas se aplicaron la. parte del lean en
virt ud de aquel principio, que nunca es mas
verdadero que cuando se trata de constituir el
estado: los ausentes no tienen razono Confi-
rieron al rey en thesis jeneral la. plenit ud del
poder ejecutivo (artículo 170) i pero hemos
visto ya que no puede concluir los. tratados sin
dar cuenta á lar córt es, y con su anterior con-
sentimiento; del mismo modo no elije los miem-
bros. del consejo de estado, sino por uua lista.
triple propuesta por las córtcs (234), ni nom-
hra los majist rados (le los tribunales, los obis-
pos y dernas di~oiJatlcs eclesiásticas, sino pOI'
la presentacion del consejo de estado. Puede
per.lonar , mas »ba]o la condiciou de que su
iu.luljcnciu no sea contraria á las leyes;" en fin,
se ve sometido en los actos de su vida civil á




216
restricciones, contra las cuales protestaría el
último de sus súbditos, pues no puede salir del
reino ni casarse sin el consentimiento de las
córtes , y la violación de tales dispoaicieaes
equivale á su abdicación de la corona (172.).


Oigamos sobre la discusión de este código
á un testigo de vista, y diputado al propio tiem-
po de la asamblea, á quien nos vemos obliga-
dos á citar á cada paso.


»Anunciarnos en OtFO libro fa lectura he-
cha á las córt'es en 18 de agosto de t 811 , de
los primeros trabajos de la comisioa de C~ng.;.
titucion , nombrada en el diciembre anterior.
Comprendian aquellos las dos prime-ras par-
tes, ó sea todo lo concerniente al territerio;
relijion , derechos y obligaciones de los indivi..
duos , como igualmente la ferma y facultades
de las potestades lejislativa y ejecutiva, La ter..
cera parte se leyó en 6 de noviembre del mis-
mo año, y abrazaba la potestad judicial , ha-
biéndose presentado la cuarta y última el 26-
de diciembre inmediato, en el cual se determi-
naba el gobieruo de las provincias y de los pue-
hlos , y se cstableciun reglas [enerales acerca
de las coutribuciones .J de la fuerza armada, de
la instruccion públicu , y de los trámites que
debían seguirse en la reforma ó variaciones




:al?
que en lo succesivo se intentasen en la nueva
ley fundamental."


»Acompaüó al dictámen de la comision un
discurso elocuente y muy notuble , en que se
daban las razones de la opinión adoptada, fun-
dándola en nuestras antiguas leyes , usos y cos-
tumbres , y en las alteraciones que ecsijian las
circunstancias del tiempo y sus trastornos. Le
habia estendido D. Agustín Argüelles, encar-
gado por tanto de su lectura: hizo la del texto
D. Evaristo Perez de Castro."


"El lenguaje digno y elevado del discurso,
la claridad y órden del proyecto de la comision
y sus halagüeñas y [enerosas ideas , entusiasma-
ron sobremanera al púhlico ; no parándose los
mas en los defectos ó lunares que pudieran des-
lucirle, porque en EsparIa se conocían los males
del despotismo, no los que á veces acarrean en
punto de libertad ciertas y ecsajeradas teorias.
Así fue que D. Juan José Güereüa, diputado ame-
ricano por la nueva Vizcaya y presidente de las
córtes , á la sazon que se leyeron las dos rrime-
ras parles, si bien desafecto á reforrnas , arras-
trado como los de mas por el torrente de la
opinion , señaló fl"Ira principiar los debates el
25 del propio agosto; plazo sobradamente coro
too Duró la discusíOll por espacio de cinco me-
ses, no habiéndose terminado hasta el 23 del




218
prócsimo enero: fue grave y solennc- y de suer-
te que afianzan-lo la autoridad (le la::; córtes , en-
salzó al mismo tiempo la fama de los iudivi-
duos de esta corporacion."


»Por eso los obst-iculos que quisieron pre-
rentarse al progreso de [as dt~liber3ClOrH!S ven-
ciólos fácilmente la voz pública, y el vivo y
cornun deseo de gO'lar pronto de una COIIStÍtu·
cion libre. De aquellos , húholos de Iuera de
las córtes , y tambien de dentro, aunque no
muy dignos de reparo. H<lblarernos de los pri-
meros mas adelante. COínenzaron los último~
ya en el seno de la cornision , no habiendo que-
rido uno de sus individuos, D. José Pablo Va-
liente, firmar el proyecto á pesar de haber con-
currido á la aprobacion de las bases mas prin-
cipales. Crecieron a[gllrl tanto al abrirse los de-
bates en el congreso. Los contrarios al [XO)'~C­
to , frustradas las espel~anz'ls que habian funda-
do en el presidente Gücl't:ila , reernplazaron á
este el 24, dia de la remoción de aquel e;1r¡;a,
con D. llamon Gíraldo, á quien tenían por ene-
migo de nosedades., y no menos resuelto para
suscitar embarazos en la discusion , que Iecun-
do, á fuer de togado antiguo .. en ardides pro-
pios (bl foro M...~ tarubien en eso se equivoca-
fono Giraldo luego que se sentó en Id silla de la
presidencia mostróse muy adicto ,. la llueva




219
Constitucion , y empleó su firmeza en llevar á
cabo y en sostener con tesen las deliberacio-
nes."


Oigamos ahora la opinion de este diputado
sobre el código de que se trata.


»Hernos tocado algunas de sus faltas en el
curso de la anterior narracion y ecsámen ; ad-
virtiendo que pecaba principalmente en la for-
m» y composicion de la potestad lejislativa ,
como también en lo que tenia de especulativa
y minuciosa. Aparecía igualmente á primera
vista gran desvario haber adoptado para los pai-
ses remoto! de Ultramar las mismas reglas y
Constitueion que para la Península; pero desde
el punto que-la junta central hahia declarado ser
iguales en derechos' los habitantes de ambos
hemisferios, y que diputados americanos se sen-
taron en ras córtes , ó no hablan de aprobarse
reformas para Europa, ó menester era estender-
las 4 aquellos paises. Sobrados indicios. y prue-
has de desuniou habia ya para que las córtes
añadiesen pábulo al fuego; y en donde no ecsis-
tian medios coactivos de reprimir ocultas ó ma-
nifiestas rebeliones, necesario Se hacia atraer
los ánimos, de manera que ya que no se impi-
diese la independencia en lo venidero, se aleja-
se por lo menos elmstante de un rompimiento
hostil y total."




220
)}En lo demás la Constitucion pregonando


Un gobierno representativo ~ y asegurando la li-
bertaU civil y la de la imprenta, con muchas
mejoras en la potestad judicial y en el gobier-
no de los pueblos, daba un gran paso hicia el
hien y prosperidad de la naciou y tic sus indi-
viduos, El tiempo y las luces cada dia en au-
mento hubieran acabado por perfeccionar la
obra todavía muy incompleta."


nY en verdad, ¿como poJria esperarse que
los españoles hubieran de un golpe formada
una constitucion esenta de errores, y sin tocar
en escollos que no evitaron en SIlS revoluciones
Inglaterra y Francia ? Cuando se pasa del despo-
tismo á la lib-rtad , sobreviene las mas veces un
rebosamiento y crecida de ideas teóricas, que
solo mengua con- -la. esperiencia y los desen-
gaños. Fortuna si no se derrama y rompe aun
mas allá, acompañando á la mudanza atrope-
llamientos y persecuciones, Las córtes de Espa-
ña se mantuvieron inocentes y puras de escoses
y malos hechos. ¡OjaH. pudiera ostentar lo mis-
mo el gohierno absoluto que acudió en pos de
ellas y las destruyó!"


»No ha faltado quien piense que si hubieran
las cortes admitido dos cámaras y dado m;¡yo-
res ensanches á la potestad real, se hubiera
Conservado su obra estable y firme. Du.lámoslo.




221
El equilibrio mas bien entendido de una cons..
tituciou nueva cede á los empujes de la ignoran-
rancia ~ y de alborotadas y antiguas pasiones.
Los enemigos de la libertad tanto mas la temen,
la aborrecen y la acosan, cuanto mas bella y
ataviada se presenta. Camino sembrado de abro-
jos es siempre el suyo. Emprendímosle enton-
ces en España; mas para llegar á su término,
aguantar debíamos caidas y muchos destrozos."


Por el resúmeu que hemos hecho habrán
conocido nuestros lectores cual era el réjimen
á que súbitamente pasaba la España de Felipe II,
de Alberoni y del príncipe de la Paz, cayendo
de un depotisrno en otro y atravesando por me-
dio de la libertad: y este era el establecimiento
que la constitución calificaba con el nombre de
mouurquia templada hereditaria. La herencia
era tambien poco mas ó menos tan ilusoria co-
mo las atribuciones reales, \lues el artículo 18 t
irnponia á las córtes la abligacion »de escluir
de la succesion la persona ó las personas recono..
cidas por incapaces de gobernar, ó que hubie-
sen merecido por alguna acción perder la co..
rona."


Si semejante código hubiese sido producto
de una lucha violenta entre la asamblea popu.
lar y el realismo que procura defenderse ; si ta-
les disposiciones hubiesen quedado sancionadas




222
por decirlo así con las derrotas succesivas del
uno y las victorias de la otra, el afecto ordinario
de las resistencias inútiles esplicaria fácilmente
los defectos de la Constitucion de Cádiz. Massuce-
dió todo lo contrario: los obstáculos no se presen-
taron por parte alguna y las protestas sin resul ..
tado no pudieron tener influencia sobre el con.
junto de los trabajos lejislativos, Amas fija la
opinión en una lucha Encarnizada no se hallaba
entonces en el caso de ejercer sobre las córtes
aquella accion revolucionaria é incesante que
entretuvieron desde J820 la guerra civil y las
tentativas mal concertadas, pero demasiado pa.
rentes de la corona. En otra parte pues deben
buscarse las circunstancias fatales á que el mi-
nisterio Calatrava atribuye Con justicia las im-
perfecciones de la chra de 1812.


Sin recordar la enseñanza puramente téori-
ca y casi siempre secreta á que el antiguo réji-
men sujetaba en Espafla á las clases ricas y le-
tradas, y su antipatía demasiado Jejítima á un
árdeo de cosas que habia faltado poco para que
produjese el esterminio total de su gloriosa pa-
tria, debemos no perder un instante de vista,
cuando iuzgamos la Constitucion de C~diz, que
en aquella época y á los ojos del congreso, el
rey cautivo en Valencey tenia una ecsistencia
puramente nominal. Si el trono era un recuer-




't'1~
do , no era ya una esperanza. Como no parecia
posible á la prevision humana adivinar los re-
sultados de la cam paila de Husia y el levanta-
miento [eneral de Europa, justo es reconocer
que en el orden natural de los acontecimientos,
la vuelta de la casa de Barban al trono de Espa-
ña estaba sometida á sucesos muy evenl uales,
y preciso es decirlo, improbables.


De aquí la obligacion de constituir el go-
bierno del país ba[o una forma en la que la ac-
cion directa del rey 116 fuese esencial, conser-
vando empero á los ojos del pueblo el presti-
[io del trono que no por estar vacante era me-
nos sagrado. Por otra parte, aunque hubiese
sido sincera la negativa de las córtes á las pri-
meras proposiciones del gobierno intruso, sin
embargo mas'de u~a vez durante el curso de la
discusion del pacto constitucional, debió pre-
ocupar las el triste y sério pensamiento, que las
trabas preparadas al poder real lIegarian quizás
un dia á aplicarse á un rey estran¡ero , á quien
Espaüa parecia no poder lanzar entonces de su
seno y que acababa de recibir en algunas pro-
vincias una acojid a casi popular. Finalmente si
al través de la distancia y de los acont ecirnien-
tos, ocurría algunas veces á los diputados de
EspaiHl el fijar sus ideas en el palacio de Valen-
cey ) llamado la prisión del monarca, aunque




224
este no aspirase jamás á salir de allí y !Í verter
su sangre en la tierrn natal , sus homenajes á
Napoleon á cada victoria de los ejércitos impe-
riales, sus cartas al usurpador de su corona,
tantos y tan vergonzosos indicios , rechazados
por la incredulidad popular y creídos con des-
pecho por los entendimientos retlecsivos J pu-
dieron no carecer de influencia en la redacción
de un pacto que en vez de ser un contrato de
fidelidad recíproca entre la nación y el trono,
se convirtió en un momento de odio contra lo
pasado y de precaucion contra un porvenir
amenazador.


Mas en tales combinaciones preparadas para
un monarca ausente, habíase omitido contar
con los sucesos imprevistos que nunca debe ol-
vidar la prudencia, porque tambien á veces
deciden de los negocios humanos. Apenas se ha-
hian instalado en Madrid las primeras cortes
ordinarias, despues de la evacuacion de Josfran-
ceses, cuando la agonía del imperio produjo el
tratado de Valencey y la libertad de Fernan..
do VII. Este príncipe atravesó la frontera del
reino en el instante en que la rama mayor de
BU casa volvia al trono de sus padres.


Aquí se desarrolla un desenlace súbito que
fácilmente comprende el que no pierde de vista
la irresistible movilidad de las pasiones popula-




225
res y )09 errores cometidos por Ia asamblea,


cuya imprudencia se opuso de frente á una si-
tuacion conque debia haber contemporizado. En
vez de unirse á ia embriaguez universal, y de
confesar al rey las dificultades de Una posición en
la que era imposible no haberse equivocado al-
gunas veces, las córtes se manifestaron frias,
altaneras y quisquillosas, Prescribieron el itine;
rario al monarca; vedáronle hasta que prestase
juramento á la Constitucion el ejércicio de la au-
toridad real que el pueblo le devolvía con trans-
portee de júbilo; la prensa llevaba á sus oídos
palabras desdeñosas mientras que en su tránsito
veja los caminos sembrados de flores: contras-
te cuyos peligros debian haber comprendido
los hombres políticos en un pais donde entonces
todo era pueblo y soldados, y donde el último
guerrillero creia haber contribuido mas á der-
rocar á Napoleon que no el deshielo de Rusia
y la sublevación de Alemania.


A los ojos de las masas estos gloriosos re-
cuerdos, ante los cuales callaban todos los de-
más, concentrábanse en la persona de Fernnn-
do que apareció omnipotente, no oomo rey, sino
como cautivo libertado por ellos. Ilestuhlecido
al trono por una guerra nacional, despues de
haber sido levantado al mismo por la insurrec-
cion popular, espresioa viva del odio español


TOMO 111. 15




226
contra Gonoy y Bonaparte , este príncipe era
para sus sM>c\iIOS el símbolo de sus pasionero y
de sus antipatías .. y no sin razón se creyó fuer~
te con t0I111 la enerjia del pueblo que tenia á sus
espaldas.


Escapóse únicamente á la penetración de
Fernando que los pueblos no reinan mas de un
dia , y que en la nueva situación en que á cama
de la paz iba á entrar España, era mas segu-
ro confiar el destino de su corona á los intere-
ses permanentes y á las ideas futuras que no á
una ebriedad pasajera. ¿ Eesiste algun gobierno
que no lo pueda todo en el instante de su esta-
blecimiento? Antes de la promulgacion de la
carlay de la declaracion de Saint Ouen ¿el conde
de Artois 110 era recibido con trasportes de
alegria en las calles de la capital? Porque re-
presentaba para el pueblo la mas imperiosa de
las necesidades .. la paz. Mas huyo esta notable
diferencia entre la restauración de I..uis XVIII
y la de Fernando VII, que la primera se hizo
pensando en el dia siguiente, y la segunda única.
mente á voluntad de las ciegas pasiones del
dia: aun habia entre la España y la Francia
de , 814 otra diferencia esencial ; que en la
segunda el pueblo ocupaba el primer término,
mientras que en la primera ocupaba el se.
gundo,




227
Fernando acababa de al ravesar varias pro-


vincias, y en todas parles hahian resonado en
sus oidos aclamaciones díri jidas á su pel -ona,
La obra de 18 J2 parecia olvidada, y estábalo en
efecto en medio de aquel desbordamiento del
entusiasmo. Muchos ayuntamientos constitucio-
nales invitábanle COn calor á rechazar las nove-
dades : una minoría considerable de las córtes,
sesenta y nueve diputados conocidos con el
nombre de Persas, habian puesto en sus ma-
nos una representación en el mismo sentido,
Alegando estos testimonios, que teuian buen cui-
dado de calificar en su presencia de unánimes,
dió el 4 de mayo de A8 ¡4 la famosa declara-
cion de Valencia.


Fundíndose en la irregularidad de las elec-
ciones, en la ausencia de los dos primeros esta-
mentos en las córtes constituyentes, en la om-
nipotencia que Se hahian atribuido, y final mente
en las mudanzas radicales introducidas brusca-
mente en las instituciones fundamentales de la
monarquía , Fernando anuló las decisiones, le..
yes y decretos dados por los representantes del
pueblo en las dos lejislaturas; manJó que cer-
rasen inmediatamente sus sesiones, y declaró
reos de lesa ma [estad á los que aconsejasen Ó es-
citasen la observancia de la Constitucion de Cá-
diz,




228
Mas inclinándose al propio tiempo delante


de los necesidades que reconocia entonces, y
de las que se burlnria luego, el rey manifesta-
ba en términos ardientes que profesaba profun-
do honor al despotismo, y contraía á la faz del
mundo el emperJO solemne de tratar á la maJar
brevedad con los diputados de España y de las
Indias en córtes lejitimamente congregadas
pal'a ordenar con su concurso cuanto convinie-
se al bien del reino, segun el estado de las lu-
ces y de la civilización de Europa. La libertad
individual, la libertad de la prensa »encerrada
en los límites que la sana razon prescribe á
todos," la votación de los impuestos y Je los
presupuestos, garantias jenerales de reforma y
de liberta] con las que podemos afirmar que se
contentaba en 1814 y en 18¡o la opinion pú-
blica en España; tales eran las promesas que
descendieron del trono y que tan prontamente
debian ponerse en olvido.


Los defectos evidentes de la Constitucion
de Cádiz y la imposibilidad de ponerla en prác-
tica, la conducta precipitada de las cortes y
las tradiciones monárquicas de España, hacen
apreciar el acto de 4 de mayo bajo un punto
de VIsta que nunca será el nuestro. Verdad es
que al decreto podía seguirse un gobierno re-
presentativo ó un gabinete de camarilla, por-




229
que naif" revelaba torlavia el sistema de perseo
cucion y de ingratitud que ocasionó á la vez el
oprobio yel infortunio del monarca. Mas pron-
to la pena de muerte fulminada contra los de-
fensores de las instituciones de 1812 amenazó á
los que recordaban al trono sus promesas de
Valeucia ,


Cuando un soberano que reina por heren-
cia ó por conquista emplea para sostenerse en
el solio ei plomo de Venecia y los calabozos de
Spie!bcrg , deploranse los rigores que la huma-
nidud esperimenta, sin desconocer que los auto..
riza el derecho de defensa y de la guerra. Mas
cuando un príncipe levantado por la insurrec-
cion al trono que ocupaba su padre; cuando un
príncipe que ha pasado los años lejas del teatro
de una resistencia heróica , sin ambicionar nun-
ca el honor Je participar' de sus peligros; cuan-
do este príncipe entrega á las cadenas y al sol
de les presidios africanos á aquellos cuyo prin-
cipal error consiste en haberse dejado llevar
por el imperio de irresistibles circunstancias,
córnetese uno de aquellos actos de inmoralidad
que alteran en su orijen todos los sentimientos
de un pueblo y producen en lo futuro terr j ..
bies espiaciones,


La Providencia ha hecho sufrir á España
una prueba que e\ poder no ba atravesado en




230
porte ninguna con tanto peligro; la Península
}Ia pasado en menos de medio siglo de los dias
de oprobie y de vergüenza en que Un anciano
monarca entregaba á su favorito el honor de
su tálamo y el de la naciou , á las humillantes
alternativas de ese reinado de egoismo y de irn-
prevision que fue siempre fácil delante de la
fuerza é inecsorable delante de la debilidad:
como si el príncipe cuyo cetro. salió de una re-
volucion de palacio pard abismarse en otra, no
abrigase en sus venas, ni la dulce sangre de
San Luis, ni la noble sangre de Luis XIV o


Las promesas de Valencia debían ser tanto
mas sagradas para Fernando cuanto mas libres
habían sido; mas. no convenían al partido que
queria horrar hasta el último recuerdo de los
seis años anteriores J que creia que las ideas se
fusilan como los hombres, Los empeños con-
traídos parecían respeta r en efecto el principio
de la reforma politica , condenando únicamen-
te los escesos ; mas este mismo principio tendía
á destruir la facción que nada había aprehendi-
do ni en la crisis europea ni en la de América.


Fiel á lo pasado como á un culto, honrando,
á ejemplo de los devotos de la India, al ídolo
llar la razón misma de sus deformidades, no
creia posible aquel partido gobernar á España
sin los tesoros de Méjico para hacer vívir la




231
córte , sm la sopa de los conventos para ali-
mentar al pueblo, sin la inquisicion para per-
seguir á los espíritus innovadores y sin las innu,
merables ruedas del antiguo gobierno par", re.
tardar su accion y hacerlo todo enteramente
imposible. Organizacion maravillosa de la que
al comenzar el siglo habia libertado al reino la
influencia francesa, y que la reacción de 18 ¡ 4
quiso restablecer en su. pureza orijinal. Menos-
preciar la administracion , la hacienda, el cré-
dito, el comercio y la agricultura: y fijar los
ojos tan solo en las naves que venia n cargadas
de Indias, en los mayorazgos, la mesta -' el
santo oficio y el contrabando, habian formado
las. bases del réjimen seguido en la Península
española , y tales debian ser por consiguiente
en adelante.


Para esto únicamente se necesitaban dos
cosas: reconquistar primero la América, sin cu-
JO tesoro el sistema entero se desplomaba por
su base, y después desterrar de la Península, Ó
encerrar en los calabozos á cuantos, sea en las
córtes , sea fuera de ellas hubiesen provocado
las últimas mu.lanzas., y levantar la potencia
en la plazuela de la Cebada, para ahorcar en
ella á cualquiera que OSaSe traer á la memoria
que se hahia consumado una. inmensa revolú-
cien política.




232
Hecho esto, reducidas \as colonias á \a


obediencia, y libre España de los afrancesados,
liberales, constituciona!es, amigos de la indus-
tria, de la adrninistracion y de la hacienda,
los negocios vol verian á tomar su curso con la
mayor regularidad, y veriase entonces lo que
puede la enerjia de UD gobierno que hace fren-
te á los obstáculos: tal es el raciocinio que
emplea el fanatismo y que viene á parar en
fundar el órden público sobre la matanza ó Ja
proscripcion de cuantos no piensan como no-
sotros, cuyo ensayo y aplicac ion hizo tambien
entre nosotros la estóica Montaña.


Siguióse semejante sistema con la ciega obs-
tinacion que en boca de los partidos furibun-
dos se llama firmeza. Negando el movimiento,
persuadiéronse que España no habia marchado
ó dado paso alguno hácia adelante, aunque por
espacio de seis años habla estado sometida á la
accion de la tribuna y de la prensa, y un sin-
número de hombres nuevos se habían elevado
desde la mas ínfima clase á las primeras digni-
dades del ejército. Y estudiaron con tanta efi-
cacia y acierto los abusos para restablecerlos,
cuanta debieran haber empleado para evitarlos.


El buen sentido y la equidad, indicaban 1a
conveniencia de una amuisiia jeneral, al salir
de una época llena de turbulencias y de incer-




233
tidumbres, durante la cual mas dificil hnbia
sido conocer los deberes que practicarlos. Pero
la restauracion , sancionando las proscripciones
autorizadas por la guerra, y que eran un crimen
despues de la paz, decretó el destierro en ma-
sa de diez mil españoles que habian hasta aquel
dia seguido la fortuna de José y de la Francia.
Mandóse el secuestro de todos sus hienes , y
despues de muchos años de mortales agonias lo-
graron parte de ellos acojerse á un suelo estra-
110 donde debian morir (1).


Mascan el objeto de igualar las fortunas,
y como para confundir todas las nociones de la
equidad natural, los españoles que hubian opues.
to la mas enérjica resistencia á la invasión es~
tranjera, sufrían al propio tiempo castigos mas
rigurosos aun. En el momento en que Fernan..
do irnprimia sus huellas en la capital, entrega-
ba sin detencion á las comisiones especiales los
miembros de las eórtes ordinarias y estraordi-
narias, los ministros, los indi viduos de la rejen-
cia , y jeneralmente á todos los que habían
cooperado á la redacciou del código de J812,
Y que se hahian manifestado partidarios Sil-


(1) Decreto de 30 de mayo de 1814 que hemos
copiado en el tOlDO 1, Q




334
yos (1), estableciendo asi tablas inmensas de
proscripcion , en las que la avaricia escribía
tantos nombres como la venganza.


»Lo mas lamentable para los pechos leales,
dice el diputado Villanueva en sus apuntes, es
que su mismo rey, de cuya henigoíJad y [usti-
ficacion tenia u tantas pruebas, hubiese venido
á ser contra su declarada voluntad presa de las
pasiones ajenas, nhunadas par.. llevar á cabo tan
funesto proyecto."


»EI primer paso de él fue prender, en vir-
tud de real órxlen , á varios diputados de las cór-
tes estraordinarias y ordinarias en la noche del
10 de maJo de 18 j 4, cuando aun no hahia
llegado el rey á esta capital, A la prision <le
personas escojidas , se procedió por una lista
dirijida desde Valencia al [eneral don Francis-
co Eguia en 4 del mismo mes: el arresto se en-
cargó á los jueces de policia de Mar1riJ, norn-
hrados para el efecto. Eran estos los señores
don José Muria Puig , que se escusó , don Ig.
nació Martinez de Vd lela , don Antonio Alea-
Li Galiano, don Francisco Leiva y don Jaime
Alvarfz de Mendieta ; los cuales, en oficio de
6 de [ulio del mismo año) protestaron haber


(1) Decreto de 16 de mayo.




235
practicado ) cuantas dilijencias estaban en su
alcance para que tuviese el mas pronto cum-
pliuuento aquella real órrlen , ponderando su
cejo en realizar el arresto, apesar de los gran-
des obstáculos que se presentaban en los prin-
cipios para esta <Jperacion."·


»Hizóse la prisíon con mucha tropa y ~on
el estruendo y aparato que ecsijian UtlOS reos
tan díscolos , tan feroces y ternibles , como se
verá luego. Por medio de estas dilijencias que
estaban al alcance de los ¡ueces, y venciendo
su celo los grandes obstáculos que se les presen-
taban, quedaron presos aquella noche los di-
putados don Joaquín Lorenzo Villa nueva , don
Antonio O¡;vcros, don Diego Muñoz Tvrrero,
don Antonio Larrazabal , Jan José Miguel Ra-
mos Arispe, don Manuel Lopez Cerero, pres.
hiteros ,don Miguel Z:'lInalacanegui, don Fran-
cisco Gutierrrz de Terun , don Agu"lin Ar;üe.
Jles, don José Calatrava , don Franci~co M,jr-
tinez de la Rosa, dOIJ José Cang" Argiíelles,
don Manuel Garcia Herreros, don Dionisia Ca-
puz. Fueron tambien arrestados á la misma ho-
ra don Juan Alvarez Guerra, don Juan O Do.
nojlÍ , el conde de Noblejas y su hermano don
Narciso Rubio, y otros."


»En los días inmediatos se presentaron es-
pontáneamente los diputados don José Zorra-




236
quin y don Nicolás Garcia Paje , por haber sa-
hido que los buscaban .Y quedaron presos. Fué-
ronlo asi mismo al dia siguiente don Hamon
Felm, .Y poco despues don Antonio B~mabcu,
presbítero, .Y don Joaquin Maniau , todos tres
diputados. A don Juan Nicasio G;\lIego, pre-
bendado de Murcia, le mauLló detener en un
convento, estrarnuros de esta ciudad, aquel
reverendo obispo luego que llegó á sus mauos
la famosa atalaya de ¡ 2 de maYI) , de que ha-
blaremos luego: y habiendo darlo cuenta al
gobierno de esta medida de su solicitud pasto-
ral, fue órJen pJra que le trajesen preso, co-
mo se ejecutó, custodiándole una grande es-
colta ."


llPOCOS dias después fue llevado desde Va.
lencia don Vicente Traver , á la isla de Menor-
ca , y desde ella preso á la drcel de córte de
Madrid, donde se le formó causa COOll' á-los
(lemas diputados. Tambien fueron arrestados y
traidos á las cárceles de Madrid los diputados
don Domingo Dueñas, oidor de G('anatla, y
el coronel don Francisco Gollino Estaban tamo
bien comprendidos en la catástrofe) mas pudie-
ron evitarla sal iéudose del reino, los (lipula-
dos conde de Toreno , CUY05 bienes fueron se·
cuestrados , don Joaquin Caneja , Diaz del Mo-
ral , Isruriz , Cuartero, Tacan y Hodrigo. Es·




237
tendióse luego la persecución á otros muchos,
convirtiéndose la Penín~ula en una honrosa
cárcel donde yacian en las tinieblas de los ca-
labozos, Jos mas celosos defensores de la reli-
[ion y de la patria. Pero volvamos al cabo que
quedó suelto."


nAmaneciJo el dia // de mayo, comenzó
á esplicarse la ira por largo tiempo reprimida.
Arrancada aquella mañana la lápida de la Cons..
titucion , se entregó á una porcion de [ente pre.
venida al intento, la cual la arrastró por las ca-
Hes con algazara ~ prorrumpiendo en ecsecra-
cienes contra la Constitucion , contra las cór-


1 "tes y contra os preflOS.
llPara dar á estos el torcedor que les pre..


paró la ira de sus enemigos, y hacerles tragar
otros frutos aun mas amargos, que entraban
en el plan de aquel dia, llevaron esta tumul-
tuaria procesion por la calle escusada donde
está la cárcel de la corona, creciendo á la vis ..
ta de ella con el ansia de los sediciosos, el cla-
mor de los seducidos: algunos de ellos se pro-
pasaron á encaramarse hasta el cuarto princi-
pal , diciendo: »rnueran los liberales." Dentro
de la misma cárcel se oyó una voz que decía:
))10 que se hace con la lápida debia hacerse con
los autores de la Constitucion,"


»Siguieron los insultos de esta facción en los




238
días inmediatos. Viéronse varias de estas cua-
d rillas capitaneadas por eclesiást icos: enl re es..
los caud illos llamó la atención el vicario de la
Trapa , cuyo monasterio acababan de restable-
cer las córtes. 01 vidóse este monje en aquellos
momentos del reuro , del silencio y de la rno-
destia de su profesion. Hasta por las noches
iban á las cárceles á diferentes horas, tropas de
mujeres cantando versos mezclados Con insul-
tos: en una de estas visitas se oyó una voz que
decia : »que nos los entreguen á nosotros que


, I " Fpronto pagaran O que merecen ue esta una
continuada y no reprimida sedición de dias y
noches ; dirijiala una faccion atizadora de esta
corta porcion de la incauta plebe."


Por espacio de dos años aparecieron largas
listas que llenaban los calabozos vacios con las
sentencias de presidio, de destierro ó de confi-
namiento á los monasterios. Los hombres de
mas nota y que gozaban en España mayor pres.
tijio por sus luces y su importancia política, pa-
garon con seis arIOS de presidio en Africa el crí-
men de haber querido salvar la patria sin un
rey á quien su fortuna y su indiferencia pare-
cian haber alejado para siempre del suelo de la
patria (1).


(1) El fragmento que nos ha dejado M. de Madig-




239
Recorramos con Mr. de MarLignac ~ á quien


por sus compromisos con el realismo nadie ta-
chará de ecsajerado, los desventurados años de
1814 en adelante. "Fernando al salir de Valen-
cia para regresar á la capital de la monarquia,
al entrar en la córte en medio de los honores
del triunfo y del júbilo de la restauracion, Fer-
nando al subir las gradas del trono y sentarse
bajo el dosel por tanto tiempo desierto, no de-
bia esperimentar ya ni incertidumbre ni embao
razos : no tenia eleccion ni cabian nuevos acuer-
dos: debia llenar un solo empeño, ejecutar
Una promesa única, que para un homLre, y prin-


nac , con el título dI' Ensayo sobre la re-oolucion.
de Españ.a r la intcrvencion de 1823 ~ presenta u n
cuadro fiel de esta época, A pesar de la estrerna re-
serva (~lIe su sistema político)' su posicio» personal
imponían al autor, el alma de este honrado varon
prO¡'IHnpeell gritos elocuentes al referir tan ásperas
prcse ripciones : J el estallo de España bajo un réji-
men en que "la imprudencia competin con la cruel-
dn-I ;" rara vcz ha sido ecsaminado con un tacto po.
lítico tau segurn y con lIIa)'or moralidad. Semejan-
les doctriuas parecen frias y sin lustre e u los di as
ardicutes de las r-evolu cioues : no obstante en la si-
tu acion de Espilila seria n na dicha recurrir á ellas
para pouer término á las revueltas.




240
cipalmente para un monarca, no admite dudas,
ni rellecsiones.'


»Habia dicho en su decreto de 4 de mayo:
Trataré con los diputados de Esparia J" de las
Indias en cortes lejítilllamente congregadas . . . •
La libertad y la seguridad personal quedarán
garantidas por las leyes . • • • • • • • • • • • • •
... .. . .. .. ..... . . . .. ... .. . . .. ..


»Cuanto mas se profundiza la época memo-
rable de la historia que nos ocupa, tanta mas
admiración causa la sravedad de la falta que
los consejeros de Fernando le obligaron á co-
meter. No tomar en cuenta los seis años que
habían trascurrido; considerar como un abor-
to y como apagadas y sufocadas las doctrinas
conque la prensa y la tribuna habian alimenta-
do al pueblo por espacio de seis aüos ; no in-
tentar cosa alguna que reemplazase á tanta
prosperidad prometida, á tanta libertad puesta
en práctica j obrar así despues de haber procla-
mado su real voluntad de hacer todo lo con-
trario, y lisonjearse con la idea de poder gober-
nar sin revueltas, sin sacudimientos, esto es,
de obtener el sacrificio de las teorias , de las
ambiciones, del odio mismo, es entregarse á
la iiusion mas funesta y al propio tiempo me-
nos justificada."


»Hacer á las circunstancias, á la época, á




2-11
la necesidad concesiones justas y prudentes,
cUY:J estension puede calcularse ecsactarnente
porque se hacen en el momento oportuno, y
porqne se hacen libre y voluntariamente en
virtud de un poder que este mismo acto justifi-
ca y consolida: aprovecharse diestramente de
las disposiciones que produce una restauración
inesperada, para oponer á los recuerdos de la
revolucion hecha en nombre del pueblo Jos
votos del pueblo lejítimarnente manifestados y
quitar así todo pretesto honroso á Jos descon-
tentos y á los ambiciosos; ohrar, sin peligro
de ser arrastrados mas lejos, reformas útiles y
oportunas en favor de una nacion que acaba de
distinguirse por su heroismo; dar un elevado
testimonio de confianza á los que tantos testi-
monios de afecto y de fiJelidad habian dado, y
adquirir en fin el derecho de decirles Un día si
se estraviaban : creed al que nunca os Ita enga-
ñado: tal era el papel que estaba reservado al
prisionero de Valencey vuelto al trono de Es-
paña. Este era el que debian haberle obligado á
desempeñar sus amigos sinceros é ilustrados, y
el porvenir hubiera justificado su sabiduría."
.. . . .. .. .... . .. . . .. .. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. .......


»Despues de seis años de divisiones intesti-
nas, resultado inevitable da una guerra sin ¡efe,
de unausurpacion intentada y repelida, de la


'TOMO 111. '6




242
ausencia del príncipe lejítimo , de la necesidad
en que se hallaba un gran pueblo de defenderse
y de gohernarse á sí mismo; después de dilata-
dos desórdenes cubiertos y ennoblecidos Con
una gloria inmensa; des pues de la milagrosa
restauración de un trono abandouado , la pri.
mera necesidad era la paz interior: las prime-
ras palabras del soberano al entrar en su pala-
cio debían ser olvido J" anunstia,"


))Asílo había comprendido Luis XVIII al
regresar tarnlnen á-su patriadespues dequince
años de destierro , y la carta prometida en Saint»
Ouen y dada en Paris , habia alta y solemne-
mente consagrado este principio saludable, el
único que hace posible la restauracion."


»Fernando VII habló tambien de amnistía,
pero este nombre comparado con el acto á que
se hahia aplicado, tenia á los ojos de todos el
imperdonable colorido del sarcasmo."


»Diez mil españoles que hahian tenido la des-
gracia de unirse al partido deJosé , y habían des.
pues de su rel irada seguido al ejercito frallces
para escapa!' de la violenta reacción que amena-
zabo:\ su vida, fueron desterrados y secuestrados
sus bienes, es decir, que fueron condenados á
perecer de hambre y de necesidad en tierra
estranjera."


»Los miembros de larejencia, los de las




243
córtes , los ministros, los individuos que ha-
hian cooperado á la redaccion del código de
1812 Ó los que se hahian mostrado sus celosos
partidarios, fueron entregados á las cnnusioues
para que los juzgasen sin forma alguna If'gal."


II El número de los condenados fue couside-
rabie: los presidios, el encierro en las ciuda-
delas y el destierro, eran las penas pronuncia-
das ,y el rey cuyo corazou estaba sm duda cero
rada con cal y canto á la piedad pOI' el lengua-
je de los que le rodeaban, el rey olvidaba en
tales ocasiones, en qne tan dulce debia ser re-
cordarlo, que el derecho de perdonar es el mas
bello atributo del poder soberano, "


»Si al menos este rigor impolítico y cruel
hubiese sido corto y pasajero, como una tran-
sic ion , si fuese posible esplicarlo pOI' la efer-
vescencia de un momento de triunfo, por la
presunta necesidad de herir vivamente los es-
píritus con algunos ejemplos, podríamos con-
siderarle como UnO de esos accidentes sinies-
tros, inseparables de nuestras granJes revolu-
ciones: mas el principal carácter de tales ac-
tos fue la lentitud y fria perseverancia con que
se consumaron. Dos arIOS hacia (Iue el rey ha-
bia entrado en la plenitud del poder, y toda-
via rebosaban de víctimas los calabozos, yapa·
recian por intérvalos largas listas de proscrip-




244
cion , cual si se -quisiese entretener y despertar
el terror de las familias."


»Sin embargo debernos decirlo, porque es
un descanso de que necesita el corazon fatigado
con tan lúgubres detalles, no corrió la saogl'e
humana, al menos en el cadalso. Las senten-
cias de muerte se fulminaron solo contra los
ausentes. Un hombre único, un hombre del
vulgo (el cojo de Málaga), conocido por la ec-
saltacion de que habia hecho alarde en las ga-
lerias p¡í blicas de las córtes , fue condenado á
la pena capital y conducido hasta el sitio mis-
mo del suplicio. La intervencion del embaja-
dor de Inglaterra detuvo la espada pronta á
caer, y en la plaza misma de la muerte don-
de había sufrido ya sus mortales agonías, se le
conmutó la pena en la de presidio."


» Mientras que el terror reinaba de este mo-
do en Madrid y en la~ principales ciudades del
reino, la prensa siempre violenta y apasiona-
da, habia salta-lo de un estrerno á otro. Des-
pues de haber predicado la anarquía y el de-
sorden por espacio de tres años bajo la bande-
ra de la licencia, invocaba bajo la protección
de la autoridad real, el despotismo y sus furo-
res, y pedia á cada instante nuevas víctimas."


»A la vista de tantos errores cometidos, de
tantos actos en que la imprudencia competia




~45
con la crueldad , pregunta uno á que [enio in-
ferrllll estaba enLregada la suerte de Espl'lfJa, y
l11Íscanse los nombres de los que encaminaban
á su amo por tan peligrosa senda. Fijase natu-
ralmente el pensamiento en los miembros del
gobiero.o, y hallámonos dispuestos á pedir á los
ministros una cuenta severa de sus consejos y
de sus actos. Sin embargo, cuando leemos sus
nombres y echamos una mirada sobre sus pro..
píos padecimientos, conocemos que el mal no
esta La alli , y que es necesario buscarlo en otra
parte. En efecto, ora se distinguiesen por su
moderación ó su violencia, ora se sintiesen dis-
puestos á una conciliacion , Ó fuesen enemigos
jurados de las transacciones, los ministros de
aquello') tiempos de cólera y de ceguedad, su-
cumbian mas pronto ó mas tarde delante de
una influencia mas poderosa que su autoridad,
y su caida demostraba demasiado la ecsisteucia
de otro consejo en que se disponia de los des-
tinos mas elevados."


nAsi cayó Ceballos, hombre honrado y de
esperiencia : así cayeron el ¡cueral Ballesteros,
guerrero ilustre quedebia su elevacion á su rué-
rito ;PiZlll"fO, ministro fiero y ambicioso, pero
lleno de poi itica y de penetración , y Garay se-
cretario de hacienda, intelijente y capaz de
crear recursos en un pais que tanta necesidad




246
tenia de ellos. Los dos últimos fueron desterra-
dos con sus fanllliils."


»ESt<IS caidas sucesivas herian de pasmo
los ánimos, que no obstante comprendian la
causa, porque sahian que los que deja han las
si lIas del poder, miraban con descontento y
secundaban con repugnancia el sistema de per·
secucion que habia prevalecido hasta enton-
ces. "


»Mas por otra parte, veíase al viento de la
desgracia combatir con la misma violencia á
otros hombres conocidos por partidarios en-
carnizados de aquel sistema lamentable. De este
número eran el viejo [eneral Eguia, el mas te-
naz , el mas inecsorable , el mas determinado
admirador de las tradiciones antiguas, el mas
implacable enemigo de todo lo que no tenia al
menos la fecha del advenimiento de Felipe V.
Echevarri, que encargado de la alta policia se
habia prestado con el zeta mas ardiente á cuan-
lo babian ecsijido de él, yen fin Lozano de
Torres, que despues de haber trabajado en la
caida de sus cólegas, cuya moderacion y pru-
dencia no se acomodahan con su fanatismo, se
despeñó á su turno, sin que la menor sospecha
le hiciese preveer su desg racia,"


»La fr¡lgua de las intrigas en que se maqui-
naban los gol pe~ de estado , en que se escribían




247
las listas de proscripcion , en que se nomhra-
han y se ecsoneraban los ministros, esta ha en
el palacio del monarca, en su gabinete, en su
alcoba, y en sus antesalas. Componiase el con-
selo de despreciables intrigantes, y de criados
oscuros que formaban la famosa camarilla, cu-
ya resistencia en vano negada atestiguan los rna-
les que causó. "


llEI rey no era ni apasionado ni cruel: su
carácter se inclinaba m3S pronto á la deb ilidad
y á la indiferencia; fatigábale el peso de los
negocios , y hubiera querido abstenerse de me-
didas acerbas y penosas; pero la deplorable reu-
nion que se ha bia formado en torno suyo, ins-
piráhale continuas alarmas sobre su segnriclad
personal , mostrándole en todas partes y sin ce-
sar enemigos secretos, conjurados contra el
trono, y hubia aSI usurpado sobre su voluntad
un ascendiente cuyos abusos no tenia valor pa-
ra reprimir."


»A este ascendiente funesto... lo decimos con
dolor, se uni» el que gozaba UIl diplomático
estruujero , y debe causarnos tanta mas admi-
raciou y pena el ver su nombre enlazado á es-
tos tristes recuer.Ios , cuanto mas noble y [ene-
roso era td carácter del poderoso soberano á
qUIen representaba, y por consiguiente mas in-




24~
conciliable parece con el papel que desem-
perlÓ (l',"


Entonces fue cuando se vió reinar una es-
pecie de emulación entre las locuras de todas
clases y las ecsijenoias que distinguen las reac-
ciones en cualquier sentido que se obren. No con-
tento el monarca con devolver á los conventos
Jos bienes de que las córtes habian dispuesto ('2),
echó en olvido las medidas anteriores , nego-
ciadas con la córte de Roma, con el doble ob-
leto de mejorar las rentas de España y la dis-
ciplina eclesiástica, Al propio tiempo que un
decreto real restablecia el santo oficio fundán-
dose en que la » usurpación y las pretendidas
cortes habían considerado la supresion de aquel
tribunal, como una medida muy eficaz para
servil' á sus perversos proyectos (3)," llamába-
se á los jesuitas (4), entregándoles los bienes
que habian pertenecido á su sociedad en el SI-
glo anterior.


(1) Ensayo histórico &c" pOI' el vizconde de
Martignac, pág, 145 Y siguientes. París 1832.


(2) Decreto de 21 de mayo de 1814,
(3) Decreto de 14 de julio de 1814.
(4) Dec1'(~to de 29 de mayo de 1815 y de 6 de


julio de HH6.




249
La administración del reino se entregó adre-


de á la inmemorable coufusion que tantos mi-
nistros habian procurado correjir, En vez de la
hien entendida di vision territorial decretada
pOI' las cortes, reaparecieron las provincias go-
hernadas por los capitanes jenerales, que acu-
mulaban ciert as atri buciones judiciales con la
plenitud de la autoridad militar y administra-
tiva. Fmalmente plra corona de esta [erarquia
levantáronse triunfantes de las revoluciones y
de la csperieacia , los consejos de Castilla, de
Indias, de las Ordenes, de Hacienda, de Mari·
na y de Guerra; autoridades independientes
del ministerio y casi del soberano mismo, á
las que sus tradiciones hacían hóstiles á toda
reforma emprendida por interés del poder ó de
los pueblos, y que convirtieron por tan largo
tiempo el gohierno de la monar quia española
en Un despotismo templado por la impotencia.


Inútil es descender de los hechos mismos á
sus innobles instigadores, y de las lecciones de
la historia á las memorias de los criados de la
haja serviduin breo Es demasiado cierto que al.
gunos sacerdotes intrigantes. de la clase menos
elevada del estado eclesiástico, que varios cria-
dos que servían en las antesalas del monarca,
formaron en torno de Fernando la famosa ca-
marilla , cuya alma fue un ministro estranjero,




250
con el fin sin duda de poder desplegar en los
ocios de una córte de se~t1ndo orden , una ac-
tividad de espíritu que dejó en Madrid tan fu-
nesta memoria.


Lo que mas disgusto despierta contra los
gobiernos asiát icos , es ver á unos seres á quie-
nes no pertenece ni aun el utulo de lrornbres ,
elevarse súbitamente 4 los primeros c.rgos del
Estado en premio de numerosos servicios clis-
pensados en la oscuridad del serrallo, Ji sin em-
hargo, durante seis años la Earoln cont ern p ló
Can un sentimiento anilogo ~ esa Penin-ula , en
otro tiempo tan gloriosa y entonces tan sorn-
hria y ta n 11 tHtida , den.le se cruxa han t ant as
intrigls iuhibiles que carecian muchas veces de
significado alguno político, illt.rigas que sin em-
bargo hacian y c1e:.h'lcian los min.sterros , y cu-
yos hilos se anuduban lejos .Ie todas las mira-
das, en el secreto de la residencia real.


Observemos a(pí un nuevo ejemplo del po-
der ejercido por las ideas oontempor.inea s en
Jos gobiernos, cuy,) única preocup.iciou es huir
de ellas.


El antiguo réjirnen pretendia volver á apo-
derarse ele España , m 1S no poriia conseguirlo
sin recobrar las millas del Nuevo Mundo para
ocurrí r con SU" productos periódicos á la desi-
dia de una admiuistraciou tan IHlll1erOS~1 COHl()




251
inútil, y adormeciendo el [enio nacional con un
monopolio sin concurrencia. Necesario Ha
triunfar de las insurrecciones ya victoriosas ó
cerca de serlo, de Venezuela, de Chile, del
Perú, de Buenos Aires, de Mélico,'y comba-
tir á la vez sobre todos los puntos de ta 1 inmen-
so continente. Morillo fatigado por una guerra
que le llamaba tan pronto á la cumbre de
inaccesibles cordilleras, tan pronto al fondo de
tristes soledades, debía sucumbir infa:ihlemente
si la madre patria no le enviaba prontos y po-
derosos socorros.


Pues para combatir esta revolucion , á la
que se daba el nombre de revuelta, y con la
que no hubiera SIdo entonces irnposrble al rey
Fernando transijir en América como en Euro-
pa, debía ante todo el gobierno procurarse un
ejército, á riesgo de entregarse en manos de la
clase que habia visto con m¡¡yor repugnancia el
restablecimiento del antiguo órdcn de COSas.
Para embarcar el ejército necesit.ibuse una flo-
ta que no habia tiempo ni medios de coustruir,
y que hubo necesidad de com prar á la Rusia; ne .
cesitá banse fina 1mente recursos perentorios pa ra
recobrar aquellos tesoros, base problemática
del edificio tan ternerarismente levantudo ; y
para adquirir dinero fuerza era dirijirse al eré-
dito, y darjuntamente con varias garalllias á la




deuda pública , algunas seüules de buena adnü-
nistracion,


Esta necesidad pareció tan urjente que la
antipatía sostenida contra las reformas y los re-
Iorrnadores , tuvo q-ue plegarse algull<1S veces
delante de ella. La trausaccion se hizo de mala
gana, pero se hizo; y dsí fue COllJ.O los Eguia,
los Lozano de Tones, canlpeones inmóviles de
las costumbres paternales recibieron á su lado
en el consejo del ministerio, á D..Martin Ga~
ray llamado el Necker de España ; y á otros
hombres de la misma escuda.


El minist ro GJray , debia asegurar los pa-
gos sin contar pilra ello cou recurso alguno, 'j;
al propio tiempo mejorar una enorme deuda
pública, á la que acababan de arrebatar sus ga:-
rantias, La parte roas pesada se componia de
vales reales, á los qu.€ las córtes habían dado
algun crédito. seilalall.Jo los bienes de la inqui-
sicion pal'a su reembolso (1) Destruida aquella
hipoteca, necesario era presentar otra: ¿y don-


(11 Ya en lHl.4 pes-iba sobre España un a inmeo-
sa deurla estralljera , J lejos lJ~tnvo de presidir :í su
Ii qu irlac iou la huella fe. La Holanda habia hecho
€1I 1~()7 al miu isterio de Godoy, 1111 préstamo de
?2',OCO,OUO, lJue por largo tiempo vaciló en recono •
cer el iphicruo. Las reclamaciones de los franceses




253
(le buscarla en el estado de penuria que agovia..
ha á España, sino en 105 bienes de las manas
muertas? A pesar de fa mas viva resistencia se
entabló una ncgoci:Jcion en este sentido con la
corte de Homa , que sin conceder todo lo que
reclamaba el ministro, le puso sin embargo en
estado de preparar un plan de hacienda (2). Los
vales hahian primero quedado reducidos al ter-
cio de su valor nominal : un decreto de 3 de
abril de 1818 prescribió que ·105 no consolida..


cuyo arre¡:,lo debió verificarse en vir~ud del conve..
nio de 25 de ahril de 1818, snscit a rou mil dificulta-
des entre ambos gabinetes. En íin , el gobierno espa,
ñ 01110 halló un camino mas espedito para disminuir
la m asa de sus empeños que declarar ·que hahian
perdido el derecho á la liq nidacion los portadores
de lítulos pvr posesion antigua ó por adqu isioion ,
quc los h nhiesen present ado al intruso J hubiesen
obtenido Ia liquidaclon Ó reconocimiento ó inser-ip«
cion en los libr os de aquel gobierno.


(2) Bula de 26 de junio de 1818 ~ que permite
aplicar por espacio de seis años las rentas y produc...
tos de las prebendas y otros beneficios eclesiastlcos
de nombramiento real que vacasen, á la est incion
de la. deuda piiblica , ordena la v acacion de los oene-
ficios de libre colal'ion por espacio de seis años, y la
apticacion de sus rentas y del producto de las anatas
al mismo destino.




2:)'4
dos se admitirian en reemplazo de los otros,
conforme se fuesen estiuguieudo y por medio de
la suerte. El! Iin , una disposiciou jeneral ar-
regló este mismo año la clasilicacion de la deu-
da en dos partes, de las que la una graujeaLa
el ¡..teres de cuatro por ciento, y la otra se
consideraba como crédito reccnocido , pero
sin interés•.
Nad~e ignora este dicho: »Mas quisiera de.


berte tuda mi vida que llegarte mi deuda un solo
instante, A esto ~e Hama ba en 1818 y en 1834
equilibrar el presupuesto. Observemos pues que
tales tradiciones SOD de fecha antigua en España,
y que perteil~(cél1'á todos 10's gobiernos que en
eH:'.! se succeden,


Mas semejantes espedientes no bastaban, y
D. MartiuGara'y, haLia contado con varios
recursos, que la falta completa del comercio y
el estado desastroso de la agricultura, hicieron
mas ilusorios, Los acontecimientos de Améri·
ca reclamaban por otra parte medidas á las
que apenas hubiera podido hacer frente la Pe-
ninsula española en sus mejores di as. Garay
intentó pues, pero sin écsito, plantear varios
planes decretados por las cortes en sus dos le-
lislaturas , como el establecimiento y la distri-
hucion igual del impuesto directo, la supresión
de las inmunidades en materia de hacienda




255
de las provincias y de las corporaciones, la aper-
tura de algunos puertos francos y la modifica.
cien de las antiguas tarifas: todas estas tentati-
vas fueron inútiles.


Nada parecia poder levantar en adelante ni
el crédito, ni la industria hispana, bloqueada
desde Cádlz hasta la Coruña por los corsarios
insurjentes , comprometida COn IOi Estados U ni.
dos por la FIOl'ida, y obligada á comprar la
¡¡parente neutralidad de Inglaterra en la lucha
contra sus colonias. La paralisis de los uegocios,
la miseria del pueblo y la Ialtaalssoluta de con-
fianza que eujeudra y anuncia las revoluciones;
condujeron, en último resultado á aquel triste
gobierno á tal punto de escasez, que necesitan..
do el f;ey de España y de las Indias ,la suma


. de setenta millones de reales para la salida de la
grande espedicion de América ,no pudo obre-
nerla del crédito, no obstante haber fijado el
interés al alto precio del ocho ('>or ciento j y ha.
her hipotecado los fondos de la guerra, y tuvo
que ecsijirlacomo empréstito forzoso .de 8US
súbditos y de los comerciantes estranjeros esta.
hlecidos en sus estados (1).


De día en dia las revoluciones ministeriales
; ;,


.~ ,


(~) . Enero de 1819..




2.16
atestiguaban nuevos embarazos, y las influencias
de baja esfera que los agravabllll todavía. Don
Martin (~;¡ray, don José Leon de Pizarro y don
José Figueroa , hahian caido del poder en 'el
momento en que se creían mas necesarios al
monarca y mas seguros de su favor. Una órdcn
de destierro los arrebató á media noche de la
capital y del seno de su familia: mas aquellos
de sus compañeros á quienes se acusó de ha-
berlos suplantado, fueron sacrificados á su tur-
no, como para probar que los que tenían en
la mano el hilo de las intrigas, eran tan inca-
p~ces de consecuencia en un sentido corno en
otro, Desde entonces la mayor parte de las se-
cretarias se confiaron interinamente, y los cam-
bios se verficaron con tanta rapidez J que de.
hemos renunciar á encontrar significado algu.. ··
no político á las oscilaciones cuotidianas , fru-
tos de la desconfianza y del capricho.


Que en el imperio otomano donde el dog-
JINl relijioso inmoviliza el entendimiento hu-
mano , y donde la ecsistencia privada vejeta
á parte del poder público, el reformador
Mahmoud, anticipándose á la rnision que ha
reeihido de Sus padres y del profeta, encuen-
tre una obstinada resistencia, no debe Causar-
nos admiración, y que en el seno de una na-
cion cristiana, incesantemente trabajada por




2 i7
el espmtn de vida; que en un pais en (fue la
imajinacion tanto tiempo estimulada no ohra
ya sobre ella misma, despierte oposiciones dia-
rias un sistema en que la necedad y la intriga ~e
combi nan pora corn prometerse la U:111 ;i la 01 ra,
y que estas oposiciones encuentren simpatías en
las masas, que habiendo en otro tiern PI) incitado
al monarca á que recobrase el poder absoluto,
se hallan ya prontas á pedirle cuenta de los in-
fortunios de una patria) que se irnajinahau ha-
herle entregado en un estado tal de esplendor:
parécenos muy conforme á Jos huenos princi-
pies de la sana lójica , y por consiguiente debe
causarnos aun menos adrniracion.


Desde que la restauracian española se tras-
formó en violenta reaccion , los entendirnien-
tos ilustrados y previsores conocieron que un
gobierno que no habia sabido cimentar su ec-
sistencia en los intereses futuros -' estaría á la
merced de la soldadesca y de las tramas de los
conspiradores) el dia en que el pueblo volviese
á caer en su indiferencia ó la miseria le crease
necesidades. As; es que apenas se hahia sentado
Fernando bajo el dosel de su palacio, cuando ya
llamaban á sus puertas las insurrecciones. Mina
había intentado levantar la Navarra; Porlier
oyó por un momento á las guarniciones de la
Coruña y del Ferrol responder á su voz tan co-


'l'OMO IlI. 17




258
nocida ; Richard aguzó ~l puñal en el seno de
Madrid, y el torrnenro tan at róz como el asesi-
nato escit ó la piedad á favor del culpable. No
obstant e , Lacy organizaba la insurreccion en
Cataluüa , y su muerte largo tiempo diferida
pareció menos una espiacion que una fría ven-
ganza. De su sangre brotó Vidal , cuyas agonias
fueron menos dilatadas que las que padeció mas
tarde víctima tambien de las pasiones el desven-
turado que fue su Juez(1).


Gran parte del ejército figuraba en la cons-
piracion, y pI poder tenia los ojos cerrados. Mi-
naban la milicia las sociedades secretas, por-
que la perspectiva de pasará América J' de mo-
rir suministraba un estímulo mas enérjico aun
que las opiniones liberales. Habia pasado el
tiempo en que el [enio castellano se lanzaba
confiado á las lejanas playas, y la repugnancia
del ejército español revelaba el écsito fatal que
tendría la espedicion Con mas certidumbre que
las victorias de Bolívar.


Algunos meses antes de estallar el movi-
miento de la isla de Lean, hsbia urdida una
trama en el seno mismo de las tropas reunidas


(l) El jeneral Elio, á quien dieron garrote en
Valencia despues de dos ,¡ÜI.IS J medio de encierro.




259
en el campo de la Victoria. La mayoría de los
jefes figuraban en ella, y el conde de Ahisbal
representando desde entonces el papel que si-
guió después con mas forluna qne lealtad , no
descorrió á los ojos de la córt e silla la parle del
velo necesaria para conservarse en la gracia de
los cortesanos.


Las revoluciones pelíticas se califican ordi-
nariamente por las apariencias ql1e las dorni-
nan : así es qlle la de 18:W se pintará siempre
en Europa corno una insurreccion esclusiva-
mente militar , impresion que pasará probable-
mente á la historia, y que sin embargo no es ee-
saeta. EHa revoluclOn se verificó segun el lipa
que nos dió Tácito hace diez y ocho siglos para
todas las que tienen un écsito feliz: lo que osa-
ron intentar pocos, aprobáronlo muchos y su-
friéron\o todos. Antes del movimiento de las
Cabezas el gobierno real se veia amenazado,
aquí por misteriosas intrigas de las que era
cómplice nna parte de la administracion , allá
por tentativas á mano armada. Hacia ~'a cerca
de un año que numerosas partidas recorrian la
Estremadura y la Mancha, proclamando la Cons-
titucion y restableciendo sus insignias ; y sino
hubiese sido preso y ahorcado un mes antes Mel-
chor, bandido de los caminos reales, se hubiera




260
convert ido qUi7.~S en héroe (le histoi-ia (1).


No olvidemos por otro léldo que si la lenta.
t.ivn de Qlliro~i\ sohre San Fernamlü, .Y la es-
Ilf'dicion temeraria de Hiego á AlIdalucia, no
hubiesen sido secundadas por las demosuacio-
nes populares en las principales ciudades del
reiuo , ia isla de Lean hubiera sido probable-
mente el sepulcro de una insurreccion , cuyo
écsito feliz no era ya de esperar. El movimien-
to Illbl<l estallado el 1.° de enero, y ~i princi-
pios de marzo la columna de Riego haJláLase
casi destruida por los combates y las fatigas.
l ..a isla de Lean no parecia poder presentar
una larga resistencia á los esfuerzos del [enera]
Freire. La revolucion declinaba pues en los si.
tios mismos que vieron su nacimiento, cuando
estallaron los movimientos de Galicia , Nevar-
ra , Aragon:> Valencia y últimamente el de Cá.
diz : movimientos que encontraron en tedas
partes proscritos que los fomentaron y estcndie-
ron; en la Coruña á Agar, antiguo rejenLe del
reino; en Zaragoza á Garay, que habia sido mi-
nistro, yen todas partes á presos que pasaron en


(t) Ahorcaron á Melchor en 1\1 adrid , el 5 de fo-
brero de 1820.




261
Un mismo dia de los calabozos á los consejos
del monarca, En el momento mismo en que el
conde del Abisbal juzgando que esta vez el re-
sultado de la crisis era infalible , hacía procla-
mar ¡a Constitucion al ejél'cíto de la Mancha,
el tumulto de Madríd arrancaba por la maña-
na. al re,Y Fernando la oferta de convocar las
eorres del reino, en cumplimiento de sus pro-
mesas de que se acordaba entonces por la Vez
pr i.meru , J por la noche la proclamación inrne-
diara lid código de. 1812 J>segull la voluntad
jenL:!ral del pueblo (1)." En el Jiadel peligro
no faltaron los consejos del miedo del mismo
modo que no habian faltado hasta entonces los
de la violencia: salian de los labios de los pro-
pios hombres y fueron igualmente escuchados,


Aquella sombria noche del 7 de marzo que
vió resucitada una Coustitucion , á cuyo resta-
hleciruiento iban 3 seguirse tantos inforturuos,
des/mes que tantos males se halnau atropellado
tras su caida , recuerda ahora otra noche mas
reciente. Cuando la creiamos sepultada para
siempre en el largo catálogo de las esperieucias
01 víJaJas) ha reaparecido de la misma manera
que en 10:20) y la escena militar de San Ilde-


(1) Pr0L'LlIlla de , de marzo de 18~O.




262
fonso se l/a repetido tambien en el palacio de
'as .Yecesitlades. Portugal, el pálido satélite de
España ha seguido en su última revuelta al as-
tro, cuya influencia lo domina y con el que
intenta reunirse mas estrechamente aun. A.. la.
aparicion de este espectáculo Jos gobiernos y Jos
pueblos han vuelto los ojos atrás creyendo por un
instante que esperirnentaban las emociones de
otra época: mas e\ instinto público ha conocido
en el acto que tales semejanzas aparentes oculta.
han profundas discordias , y que los mismos
sucesos entre quienes se pretendia descubrir tan-
ta analojia , tenían una fisonomia y un carácter
muy dist.iutos,


En el mes de marzo de 1820, después del
[uramento de su rey que creyó sincero, y que
entonces lo fue quiz.is , España unió el regocijo
unénime de SWI hiio« á la esperanza de mas di.
chosa suerte. Los escritores mas contrarios
i h "l:e'q()\u.c\on no ue~conoceD que tal fue
el sentimiento de los primeros diss , y atribu-
yen la tibieza posterior de la opinión y las irri-
taciones populares, á las medidas subsecuentes
adoptadas por las cortes. Mas en agosto de '836
Madrid ha visto á los soldados victoriosos, vio-
Jando los domicilios para buscar víctimas con
tanto ardimiento como seutian los vencedores
de 18~O , para abrir los calabozos ~ -qa.c\a.tl(}'~".




263
Y Madrid ha visto dividirse con el gozo propio
de unos caníbales los miembros palpitantes del
único hombre t{Lle supo llenar sus deberes. En-
touces España ha temblado por sí misma; su
entusiasmo ha tornado no se qué espresion . do-
lorosa y convulsiva, y lo ha dejado hacer todo
porque parece para en adelante incapaz de es-
torbar cosa alguna.


En los paises estranjeros grande ha sido la
alegria del partido que hace tres años tiene los
ojos fi¡os en Navarra, como en la santa monta-
ila de .londe vend rá el socorro; grande ha sido
el dolor de los hombres que se atrevian á. pre-
decir á la Península ibera mas afortunados dias ,
viéndola libre por la vez primera de la tirania -
de los partirlos esclusivos y de las pasiones ineo-
sorables. Por completa que sea la ilusion que
se ha hecho en Fraucia y en Inglaterra, una
porcion considerable de la prensa sobre este
punto, pareciu difícil dudar el que la eshurna-
cion del código de Cádiz no aprovechase al
mismo tiempo el don Cárlos y á los miembros
de las sociedades anárquicas, y sin embdrgo no
sir viese deliniti vamente á los intereses del pri-
mero , porque sin ser Una ga,·,.mtia para el por
venir de E~p:lüa , seria quizás su refujio en un
dia de borrasca.




261
1.10 que lwbía herido de muerte al líltimo


gohierno , era el sistema de persecucion inicua
contra los liombres , sin ser poderoso pal'a
acabar Con las ideas, La restauracion se hahia
despeñado por haberse asociado a una reaccion
aristocrática y monacal} repelida por la noble-
za ilustrada, ¡. la que se colocaba fuera del de-
recho cornun sin ventaja alguna, y en la que
los hombres de conciencia y de luces encontra-
han una prueba terrible y funesta para el dog-
ma católico J á cuya inmutabilidad se pret~n·
dia asociar las formas transitorias y las institu-
ciones sin vida,


Si la fuerza de un gobierno que se levanta,
.. estriba en el principio que desconocido por el


que le ha precedido ha causado su ruina, la es-
periencio trazaba á las córtes el camino único
que debían seguir. La restauración francesa ha
sucumbido bajo el peso de los intereses de los
ciudadanos que son el punto de apoyo de la
nueva monarquía. La restauraciou española pe-
reció por la falta de crédito esterior é interior, y
por los desórdenes de una adrninistracion que
el gobierno se liabia llegado á refundir , aunque
no hacia ya cíicios de tal. Allí estaba el daño
y alli era necesario aplicar el remedio. Dando
anchas satisfaccioucs á esta necesidad uuiver-




265
sal de las sociedades modernas, el gobierno
representativo era fuerte, porque marchaba en
el sentido de su prineipio.


Modificar profundamente la Iejislacion ci-
vil, volver á la circulación las masas enormes
de las propiedades sustitui.las , corri jienclo las
leyes c{ue arruinan las familias, en manos
de las cuales conservaban los inmuebles sin nin-
gun valor; negociar con Homa una 'reforma
que sin tocar á los derechos espirituales de la
iglesia diese al clero una actitud nueva, y su-
primiese gradualmente aquellas cosas que no
siendo objetos de edrficacion se habian converti-
do en piedra de escándalo; refundir el sistema
de hacienda para dar gal'antias á la confianza
pública ; someter las provincias al derecho co-
mun , convinando un dilatado sistema de liber-
tades locales COIl la unidad de la administra-
cion ; preparill" la ernaucipacion intelectual del
pais , arreglando con prudencia la libertad de
la prensa; no imitar en fin en sus precipitacio-
nes y violencias al gob.ierno, á quien las mis-
mas violencias y precipitaciones habían perdido;
tal era para las córtes la misión providencial
que el poder recibe de las circunstancias en que
nace.


La caída de! réjirnen de la camarilla, el entu-
siasmo de Espd1l3 por una Constitucion que ape-




266
DaR conocía esplicanse Con esta esperanza vaga.
Esperaba gozar de esa libertad cimentad... en el
órden , que no es un lugar común de la lengua
política, sino porque es el voto constante de las
naciones. La Peníllsula no aspiraba H pasar del
parasismo y atónia á la fiebre cerebral, y al
derrocar el gohicrno de los cria.los de 1<1 baja
servidumbre, d;svJoan mucho de su pensamiento
la Jemagojia de la Puerta del Sol, 105 discursos
incendiarios de la FOntana de Oro y la socie-
dad de Landaburu.


Sus. representantes nom brados en todas p1r-
tes con entusiasmo y con órden , segu n el Illé-
todo complicado de 1812, se presentaron la
mayor parte en Madrid COI} un convencimiento
análogo. Si las teorías absolutas aj!tab<l.11 aun al-
gunas cabezas; si profundos resentimientos ha-
hian sembrado la venganza en el fondo de las
almas menos nobles , tarnbieu es cierto que t;~.
sisten instaures soremnes en que tojo parece
olvidarse, porque se halla el hombre doruinado
sin saberlo por miras mas ienerales y elevadas.
l\bs cuando estas miras se eclipsan ante un obs-
táculo que se presenta Ó ante la descoulianz« que
Ir} (Hijilla: cuando la opinion pública coustuute
en el londo en SUs votos, pt.ro incierta en su
marcha, se debilita un día eu presencia de los
partidos cuyo único estudio es reducirla al si-




267
lencio ,entonces las pasiones individuales reco-
bran su curso y las asambleas donde la mayo-
ría ha comenzado por ostentar ideas sanas aon-
viértense en convenciones: entonces se Corre
rápidamente del 10 de agosto al 21 de enero,
y del 21 de enero al 31 de mayo.


Tal hubiera sido, podemos crerlo, la car-
rera del me virniento parlamentario de España
aunque hubiese comenzado por dar la mayoria
á Martinez de la Rosa y al conde de Toreno,
nombres honrosos que apesar de algunos. erro-
res espresan hace largo tiempo, en la desgra-
cia y en el poder, los votos reales y las necesida-
des constantes de su patria. La segunda lejisla.
tura donde al principio dominaban aun ta-
les opiniones se ecl ipsó pronto delante de otro
poder mas formidable. La sangre corrió á los
golpes del martillo, el pueblo pronunció fallos, y
el cadalso estuvo; sus órdenes : empeños horci-
bles se establecieron entre los partidos y el jt.>o
DIO del mal y de la muerte; y á fines de 1822
la nación toda entera parecía empellada en las
sociedades secretas ó en las bandas de la Fe.


La España de 1820 que ha bia dejado despe-
fiarse al poder absoluto)' saludado el réjirnen
constitucional cama la era de una pacífica re-
forma, aquella España parecia abisrnada cien
pies bajo tierra. Del mismo modo despues de




268
la noche de la Granja, la Espal1<l de 1834 ha
guardado silenciu ; y al verla al presente ame,
naz-rda por O, Garlos y por la auarqui a, gran
número de escritores se frotan las marros di-
ciendo: Ya veis como 110 hay en la Peuiusula
opiniones moderadas! Mas un chino que hubie-
se visitado la Francia á tiues) del auo 93, no
huhiera dejado de escrrhir tambien á ~lIS COfa
respoosales de Pekin , que en la gran monarquia
de Occidente no habia sino septernbristas y ven-
deanos , la ernigracion Ó la montaña, No hubie-
ra habido bastante discernimiento en el chiuo ,
para adivinar que la Fralleia del año B~) vivía
bajo el influjo de la tempestad, corno vive al
presente la Et>p¡¡ña dp 1834,y como en 1822 vi-
vía la España de 1820.


¿En que circunstancias , de que modo y por
qué leyes desaparecen y se eclipsan las mayorías
delante de las minorias? Gr,we problema , á cu-
ya solución podrá guiamos. el hilo de losacon-
teciruientos.


Los primeros trabajos de las córtes indica-
ron que comprendían su misiou : el estado de la
hacienda, del ejército .Y de la marina produjo
discusiones Iu rninosas. Votóse Con su mo espíri-
tu de prudencia una ley im portante sobre ma-
)'01',11.:::;0'> que se colocaron en la clase de bienes
libres, .y sus poseedores pudieron d.spouer , bajo




269
ciertas reservas y condiciones [ustss de ellos (t).
El ministerio elejido por el monarca entre 1('8
homhres á quienes hahia precipitado la camari-
Ila, v los liberales condenados á presidio (2), pa-
reció primero [encroso , porque no ostentó con
cruel orgullo la marca de los hierros que habia
arrastrarlo. La resignacion de la Corona y la
ruoderacion de la asamblea, hubiera sin duda
logrado establecer entre sí la armonía posible,
si la resistencia de los vencidos no hubiera he-
cho concebir esperanzas á la una, si las ecsijen-
cias ele los vencedores no hubiesen servido igual-
mente de estímulo á la otra.


El principal embarazo para los poderes que
crea una revolucion, es contener á aquellos á
quienes deben su ecsistencia. Octavio dotaba
con tierras á los veteranos de César; Napoleon
tuvo tambien su lejion de honor y sus dotacio-
nes en pais estraño ; recursos impotentes si el
imperio hubiese atravesado la peligrosa prueba
de la paz. Los gobiernos de tribuna se hallan en
este punto en la misma situación que los go-


(1) Ley de 12 de octubre de 1820.
(2) Los miembros mas importantes de este gabi-


net e eran Jos ArgücHes y Garcia Herreros. Véase el
tomo 2.°




270
hiernos de espada, y España no podia tardar en
e-perimentarlo. Aunque el ejército de la isla de
Leon hubiese casi siempre sido vencido, aquel
pueblo se convirtió en capitolio de la libertad
reconquistada, y unos cuantos batallones se
constituyeron potencia política. Sus jefes, des-
pues de una negativa escrita para figurar en los
periódicos , aceptaron sin dificultad los grados
y aun las recompensa~ pecuniarias, porque el
.desinteres debia ceder al patriotismo.


Sin embargo, las córtes conocieron que
no debían considerarse! libres mientras que otro
poder dominase el suyo. No tardó Riego en ir
á Madrid á insultarlas con su presencia y á re-
cojer los aplausos dirijidos , menos al autor de
Una revolucion consumada, que á un ajitador
dispuesto á intentar otra. Mas no era aun tiem-
po. Entendiércnse esta vez el congreso y el go-
hierno, y el jefe de los hombres de 'S:¿O, de-
clarados enemiges de Jos hombres de , 812,
pasó del triunfo al destierro, aguardando S\1
hora que no podía tardar á sonar (1).


(1) Despues de su primera aparicion en Madrid,
el jeneral Ri.::go destituido de la capitanía jeneral de
Galicia que se le habia conferido , cuando tuvo tér-
miuo la revolucion, recibió órden de salir desterra-




271
Habíanse descubierto en algunas ciudades


conspiraciones contra el nuevo sistema de go-
hieruo. En Zaragoza tomaron parle al parecer
en aquellas tramas muchos miembros influyen-
tes del clero , y en Galicia algunos centenares
de antiguos guerrilleros, de desertores y de
paisanos recorrieron las campiñas y or ganiza-
ron urja junta apostólica, que se ocultaba en los
bosques ;' pero de la que las sociedades públicas
y secretas de Madrid sacaban un maravilloso
partido. Las córtes en vez de emplear la fir-
meza y la calma, pidieron fuerza y ardimiento
á las pasiones que tan mortalmente habian
ofendido ~ y para reanimarlas la asamblea afectó
alarmas de que no participaba todavía.


La discusion de la ley reguladora de las ór-
denes reliliosas se resintió de esta nueva disposi-
cion de los ánimos. El congreso quiso hacer
solo y en un dia la obra de muchos años impri-
miendo así un color de violencia y de sacrrlejio


do á Ov ie do , sn patria. Allí permaneció hasta Sil
nombramiento de capitan jeneral de Aragon. En
otro dia de arrojo, el gobíernole privó de este im-
portante cargo ; pero ya entonces Riego, jefe de los
ecsalt ados, era mas poderoso que el ministerio y el
rey I las córtes y la Constitucioo.




272
á medidas, cuya mayor parl e hubiera sanciona-
do la prudente corte de Roma , apen3~ hubiese
conocido su necesidad. Suprirniend o inmediata-
mente 3' de golpe tantas y tan numerosas con-
gregaciones de relijiosos y pouiendo sus bienes
en venta, creibanse dificultades de mas de un
léllero. Si en Galicia esta medida escitó la in-
dignaciou de los pueblos y engrosó las bandas
de la fe, en Cataluüa .Y en Valencia las tropas
tuvieron que vijilar noche y dia en la puerta
de los monasterios para preservarlos del pilla-
jI' y de la matanza. Aá pues semejante rigor
suscitaba una oposición menos peligrosa por sí
misma que por los malos sentimientos que des.
pertaba.


Alarmada la conciencia del rey hahia vaci-
lado en sancionar aquel decreto, y ea la socie-
dad del Escorial donde hahia ido á buscar des-
canso, y quizás valor, se prestó con demasiada
facilidad á los consejos de sus antiguos palacie-
gas, y se entregó á la arriesgada esperanza de
volver á encontrar el camino de su odio y de su
corazon, Ecsajeráronle las fuerzas deque dispo-
nía la contrarevolucion ,y pintáronle esta como
necesaria á su culto .y como perentoria á su
entendimiento. Una órden estraña dirijida di-
rectamente por el monarca al comandante mi-
litar de la capital de la monarquia, contrariando




273
las fórmulas constitucionales, pareció un indicio
flagrante de contrarevolucion, aunque probable-
mente no era sino una tentativa mal dirijida,
La fermentacion fue entonces terrible, y el mi.
nisterio lejos de contenerla no temió atizarla
en secreto con todos sus medios, con el do-
ble objeto de aterrar al monarca y de prepa-
rar con un acto de cobardía su reconciliacion
con los hombres que se habia esforzado en
contener hasta entonces.


Fernando conoció finalmente el peligro que
habia provocado su imprudencia, conocióle en
toda su estension sin que le quedase un solo
sendero por donde escaparse. Entonces para
salvar su vida puso su Corona al servicio de la
revolucion triunfante, y regresó del Escorial á
Madrid para reinar como Luis X VI á su vuel-
ta de Varennes.


Separóse de sus amigos, de los empleados
de su casa, de su mayordomo, de su confe-
sor, firmando con tanta presteza las órdenes de
destierro para todos, como los decretos que ele-
vaban á los corifeos del partido ecsaltado á las
funciones mas elevadas civiles y militares. El
mando de las principales provincias recayó en
los oficiales de la isla de Leon , y Riego partió á
Zaragoza protejiendo al gobie~no con su clemen-
cia y con su nombre. La revolución española


TOMO 11l. 18




274
pnrecia que intentaba hacerse hombre y elejíalo
de su estatura, Como la revolución francesa
cuando escojió á Napoleou.


Fernando devoró por espacio de tres meses
sin hablar palabra, los insultos que Ieia en todos
los ojos cuando UD los escuchaba salir de tocios
los labios. Sus ministros manteniéndose á 8U la-
do como enemigos personales ~ hiciéronle pagar
cara la tregua que habian pnesto primero á su
venganza, y sus tiros dirijidos al hombre, de-
molieron los restos de la monarquia, Este su-
plicio que oornenzaha en cada paseo para reno-
varse en cada consejo , se le hizo tan intolera-
ble que osó intentar el librarse de 8U tormento
sin calcular las consecuencias de semejante pa-
so. Así después de haber recobrado el prf'ca-
rio ejercicio de su autoridad constitucional,
Luis XVI habia gozado de la última sarisfac-
cion real, ecsonerando al ministro Boland , y
separándose de la Gironda con riesgo de acele-
rar el triunfo de los \0cobinos: áspera resolu-
cion que determinó la crisis de 20 de [unio y la
prolongó hasta ellO de agosto. El acuerdo de
Fernando le comprometió menos, porque no
tardó tan largo tiempo en adoptarlo.


En 1.0 de marzo de 1821 en que se verificó
la apertura de la segunda sesion de córtes , el
monarca sentado en el trono representaba el




275
papel que le estaba señalado y recitaba el dis-
curso, cuya minuta acababan de entregarle los
ministros. Sin ernbnrgo , el escrito se babia
concluido ya y el rey hablaba todavía ; habla-
La y un prolongado murmullo de admiracion
circulaba por el auditorio, mientras que los
ministros pálidos de cólera escuchaban al prín-
cipe que los acusaba de no haber protejido el
trono contra las tormentas de las facciones, ni
á la Constitucion de que era parte integrante.


Ofen.ler cara á cara á unos hombres, para
quienes la injuria iba á convertrrse en premia
de reconciliacion y de popularidad, era un acto
mas temerario que valeroso. 1a mayoría de las
córtes se creyó ofendida en la persona de los
jefes de 1812, Y dividióseen fracciones un par-
tido que hubiera convenido conservar compac-
to contra el bando militar de los demagogos de
1820. Las sociedades patrióticas .y los clubs,
adoptaron en triunfo la causa de los ministros
á quienes antes atacaban Con violencia, .y estos
últimos aceptaron el papel de a,nnistiados á
que los partidos imponen obligaciones tan ru-
liorosas, El congreso que parecla estampar su
acuerdo sobre el de 18 asamblea lejislativa, des-
pues de la ecsoneracion del ministro [irondino,
oec\aro que el gabinete caido merecía la Con..
fianza de la nación y negóse á designar otros




276
hombres á la corona, cuando esta los reclamaba
de las cortes como garantía de sus simpatias,


Dd seno de esta crisis lat'go tiempo prolon-
gada salió sin emhargo el segundo ministerio
constitucional, cuya memoria es un título de ho-
nor para la España y para los miembros que
lo compusieron (1). La mayor parte de los que
aceptaron el poder, lo aceptaron como una car-
ga, sin haberlo ambicionado antes, y todos le


,1) Comptisose oe D. Eusebio nardaji, D. Ra.
mon Feliu , D. Vicente Cano Manllel, D. Antonic
Barata, D. Francisco de Paula Escudero y del je.
neral Moreno Daniz , Mas tarde á consecuencia de
los acontecimientos de Andalucía J de la forrnaeion de
las juntas de insurreccion, el rey tuvo que acep_
t;l"r la renuncia de algllllos ministros cuyas secreta.
r ias confió interinamente á varios individuos de las
mismas. 'I'n n luego como lo permitió el fin de la le.
jislatnra sentó en las sillas del ministerio á Martinez
de la Basa, Gareli , Mosc050 y Bodega, que hablan
muchas veces seguido el curso de las opiniones pa.
cíficas y honradas. Sin embargo de las diversas re.
nov aciones de personas, el sistema continuó sin in.
t.err-u PCiOIl, J debemos remontarnos a11. o de marzo
de lB21, para encontrar un ministerio de resisten.
cia en Españ a, Este gabinete 110 sucumbió sino á la
fatal crisis del 7 de julio despues de diez y seis me-
les dtl una ecsistencia borrascosa.




2í7
dejaron con las manos puras, sin que man-
chasen sus nombres las infames sospechas de
que no se habían librado ciertos hombres IXJ<;~
tan te diestros para poner su reputación I'l'lvada
á cubierto bajo 13 fácil proteccion de las pasio-
nes revolucionarias. Fácil es esplicar como el
sistema de que aquel gabinete fue la espresion
perseverante y valerosa sucumbió á la gran;dad
de los obstáculos , sin que en su caida tuviese
motivo para acusar á la naciou española y para
dudar de sus votos.


La ecsoneracion del ministerio Argiielles y
García Herrero, liabia dado á los ecsaitados en
el seno de las córtes una mayoria accidental
y flotante, y los diputados americanos recten
entrados en la asamblea (1), vinieron en Jos ca·
sos árduos al socorro del partido ooruuuero,
Este era en efecto el medio mas segul'o de (les-
organizar á España y de que fuese irnpotent e con'
tra sus antiguas colonias. El ayuntamiento de
Madrid, fiel á las tradiciones del dema.,¡alo fa-
moso de París, contrariaba de un modo Ior rni-
dable la influencia del congreso. Las socieda-


(1) Cerca de cincuenta dipu tados amer ica» M,
la mayor parte de Méjico, asistieron á la segulltl..
SCSiOll de las cortes.




278
des secretas minaban la representBcion nacio-
nal, y la adrninistraciou entera y sus rniern-
hros gastaban en vociferaciones diarias una
enerjia que se guardaban bien de ir á emplear
en Cataluña ó en Navarra, y que despues de
haber provocado \a invasión francesa no supo
resistirla un dia. Desiguábanse las víctimas á
Jos martillos del populacho, sangrientos aun
del cráneo de Vinuesa, y á los puñales, cuyos
mangos. tenian asidos CU3(Cota mil sectarios,
mientras que una mano invisible dirijia su pun-
ta. Sábe~e en e.fecto que \os an\iat\os de\as Tor-
res y de los Castillos juraban dar la muerte al
que fuese declarado traidor, »votando su cue-
llo al cuchillo , sus restos al fuego y sus cenizas
al viento, si faltaban á su sagrado juramento."


En medio de este desbordamiento de la ima..
[inacion y de las palabras, orgaoizábase la re-
sistencia de los. absolutistas en casi todos los
puntos, menos compacta que en el dia en las
cuatro provincias, pero mas universal. Galicia,
Navarra J Cataluña, Andalucia y ambas Casti-
Ilas , se vejan infestadas de partidas, cuyos
triunfos momentáneos reauim rban las antiguas
ilusiones en el corazou del rey y la cólera anár-
quica en el seno tic los conciliábulos secretos.
J,'l derrota sin combatir de los napolitanos, ha-
hia inundado los cales de las ciudades populo-




2;9
sas de una masa de hombres que intentaban
encubrir Su cobardia con su violencia; Aragon
era la fra3ua de una conspiracion republicana,
urdida á un mismo tiempo contra Francia y
contra España, y hallábase enmarañado en ella
Riego, al decir de la fama, si es que no era su
¡cfe. Las relaciones diplomáticas se hacian ca.
da dia m.is dificiles , porque si en Paris corno
en )ladl'id, los gobiernos deseaban todavia la
paz, Jos partidos opuestos deseaban ardien-
ternente la auerra : la zuerra necesaria alo , b
Uno p;\ra apoderarse del mando, y al otro para
recobrarlo. Fina lmente , para hacer frente á
los peligros del momento y á los del porvenir,
el ministerio se apoyaba en un rey cuyo cora-
zon era tan incapaz de reconocimiento como su
vol untad de decision , y que á los primeros
triuufos brillantes de las bandas de la fe Ó de
losclubistas , hubierase entregado con alegria
á los unos y sin resistencia el los otros.


Colocado en tan terrible alternativa el ga-
hinete , tuvo primero que luchar contra una
maniobra , cuyos plagiarios han sido los horn-
Lreh de 1835, porque en la Península está re-
corrida ya de mucho tiempo á esta parte la se·
rie de todos los de.~órdcne8, y los partidos an~
tiguos pueden leer su destino en su historia.
Organizil'ümc entonces contra el poder esas




280
[untas locales de insurreccion, que son al pre-
sente una rueda habitual del gobierno hispano.


U n comandante militar y un jefe político
habían sido destinados á Cádiz y á Sevilla, y
su eleccion presentaba garantías incontestadas
á la opinión liberal, pero hahiun firmado sus
nombramientos unos ministros )que no goza-
ban la oonfianza de la nacion.' Por consiguien·
te, ¿que Cosa mas heroica que la resistencia
á tiros , cuyo pacto se firmase ínter pocula en
todos los cafes de Andalucía? Juraron, quizás
al pie de la lápida de la Constitucion, » morir
primero que someterse á una opresion tan atroz
(1 )." Las autoridades ecsoneradas habiendo cero
rada con sus manos propias las puertas á sus
succesores .. fueron declaradas por este solo he-
cho modelos de patriotismo, y ya en aquella
época estaban tan relajados los lazos sociales;
que en parte ninguna se opuso resistencia á tan
iusol~(lte tentati 'lél. Carla [eua , Murcia, Valen·


(1) y los que esto juraron) sufrieron despues
po.' "'pacio de diez a u os el ,le.¡potislJlo de Calomar..
de y la fria cnn'lcÍ:1l1 de J,'en¡;¡ndo: r si uua reina
jcncl'()sa 1111 llllhic',e roto Lis e:I(.I!lllaS de la patria, y
aneható.ldo la m ue rlc á SIl esposo, quizás lo sufi-i»
rian ,11111) si es pusihle sacar consec ueuoi as de lo pa.
liado.




281
cia, y la mayor parte de las ciudades meridio-
nales, enviaron diputados á C~diz para prepa-
rar la organizacion y los medios de defensa.
Barcelona misma, pasando de los horrores del
contajio á los de la anarquía, se insucreccioné
contra su capitan [eneral ; soldados y ciudada-
nos al son del himno de Riego firmaron una
representacion , ecsi iiendo la caida del ministe-
rio, última garantia de España centra los es-
tranjeros y contra sí misma. La junta de los in-
surreccionados declaró rotos los lazos de las
provincias confederadas con el gobierno cen-
tral, mientras que no fuesen oidas las justas
quejas de los pueblos can la separación de un
ministerio odioso (1). A esta condicionprinci-
pal iban unidas otras, como la destitucion yen-
cierro de los sospechosos, el pronto juicio de
los culpables y la inmediata ejecucion de los
sentenciados: hag~\telas que suelen ser las ade-
halas ordinarias de los mercados propuestos
por las facciones al poder envilecido. Tal fue el
primer ensayo de ese federalismo demagójico,
al que se han ecsijido garantías de vida para
España, y que si llegase todavía á triunfar se-


------------------


...


(1) Declaracion de la j unta de Cádiz de 17 de di-
ciembre de 1821 ..




281
ría el manifiesto indicio de Una descornposiciou
sin esperanza. Observemos como en aquella
época permanecian los pueblos estraños á una
liga que no cimentan ni intereses, ni creen-
cias, ni recuerdos; yqne solo prueban la impa-
sible calma de los hombros de bien, entre un
gobierno impotente y las pasiones devastadoras,


Conmoviéronse las cortes con semejantes
noticias. Y fue preciso deliberar cuan-lo el mi-
nisterio las requirió en nombre de la Constitu-
cion , de que se decían idólatrns , y cuando se
vieron amenazadas por un torrente que no tar-
daria en arrebatadas. Nombró..e una comision,
de la que se esperó en el acto un acuerdo enér-
[ico : correspondió esta á las esperauz:ls conce-
bidas, pues no propuso nada menos que la for-
macion de causa, con prevenciou de cr-imen
de alta traieion, á cuantos hahian firmado los
manifisstos , á los miembros de las juntas, á los
¡efes de la fuerza armada, y en primer lugar á-
las autoridades coustituirlas que habían osado
desconocer las órdenes del gobierno, y se ha.
bian declarado en rebelion abierta contra el
mismo (t ). Pero la propia comision ilWC!1tÓ un
medio de hacer grato á los insurreccionados el


(1) Iuforrue de Calatrava, 23 de diciembre.




28.:1
golpe que contra ellos descargaba, y ni el mie-
do ni el odio perdieron sus quilates con aquella
firmeza de oropel. En vez. de precipitarse á si
mismos en el abismo para cerrarlo, imajina-
ron que era mas fkil arrojar en él á sus adver-
sarios para que este sacrificio reuniese los. co-
rezones.


Ecsiste en todas las asambleas lejislativas
una fraccion que antepone las enemistades per-
sonales á las obligaciones políticas, y que pien-
sa menos en Id salud de la patria que en las.
manos. encargadas de salvarla: partido iuflecsi-
hle en sus principios y flecsible en su conduc-
ta, menos ocupado en afrentar al crimen que
en buscarle motivos, y que necesita una escu-
sa para cumplir con sus deberes, del mismo
modo que la neeesitarian otros para faltar á
ellos. Calatrava fue el órgano de aquellos hom-
bres que á punto de regresar á sus pueblos
(porque las sesiones tocaban á su térmico y
los diputados no eran. reelejibles}, deseaban á
la vez. prevenir la guerra civil y no hacer de
su desarmado pecho el blanco. de todos los. pu-
ñales. En términos tan enérjicos como hubie-
ran podido desear los ministros mismos, recla-
maron para el poder ejecutivo los. medios que
necesitaba para comprimir las juntas; mas en la
segunda parte de su trabajo destinada á hacer




284
olvidar Ia primera, concluyó declarando q'lC
el ministerio era responsable de los males que
abrumaban la nacion , y que su conducta J su
flojedad habian alarmado lejítima y justamente
los corazones patrióticos. Proponía, pue, ~ que
el congreso nacional reconociese que los secre-
tarios del despacho habian perdido la fuerza
moral.


La aprobacion de esta estraña fórmula no
empeñó sin embargo á la asamblea, como era
de esperar, en una lucha sistemática contra el
gabinete. Creyendo haber recobrado con seme-
jante paso la confianza de las sociedades secre-
tas, esforzábase en no poner dema siadas trabas
á las medidas necesarias á su propia salud, me-
didas cuya peligrosa responsabilidad dejaba á
otros. Cansados de tantas tribulaciones, que la
eleccion consumada bajo la influencia del par-
tido militar agravaria aun mas, varios minis-
tros cedieron á la tormenta; pero mantúvose
el mismo sistema con inesperada dicha en vis-
peras de una desorganisacion inminente. La es-
pada de Morillo continuó protejiendo el órden
en Madrid, donde el jefe político don JoS(~ Mar-
tinez de San Marnu , sostenia su pristino é im;
pasible arrojo. Sus manos arrebataban á una
banda de vociferadores el retrato de Riego,
mientras que en Zaragoza el jefe político More-




285
da, intimando al héroe de las Cabezas la árdeo
del ministerio, le obligaba á partir al sitio de
su destierro.


España puede citar con orgullo estos nom..
bres, á los que las prolongadas tempestades han
añadido pocos nombres nuevos; pnrece agotar.
se en la tierra del Cid el arrojo civil, y si sus
hijos mueren, todavia en el campo de batalla
no saben, como sus gloriosos projenitores, con.
sagrarse 81 culto de una idea y conservar en
medio de la confusión de los tiempos el apre~
cio de los deberes austeros del hombre politi-
ca, y de los deberes delicados del hombre de
honor. Observase una relajacion universal en
los principios que profesan las almas: la vigoro..
sa vejetacion del injenio castellano hállase co-
mo ahogada y comprimida por las ideas impo..
lentes que la atormentan.


El sistema que habia prosperado en Aragon
y en Madrid, no obtuvo igual triunfo en An-
dalucia. El ministerio armado Con los decre-
tos de las córtes , encaminó varias tropas á
aquella provincia, y huyeron los ajitadores á
la vista de un peligro que babian creido con-
jurar cou sus bravatas, pues no se hallaban es-
timulados del valor necesario para oponerte re"
sistencia. El [eneral Campoverde entró en Se-
villa en medio de los unánimes aplausos del




286
pueblo, que se [uzgaba dichoso al verse libre
de los promovedores de asonadas, cuando le
hubiera sido mas honroso haberse libertado
por sí solo del dominio de los primeros. Los
,efes de los sediciosos l>"t\~rl)n desterrados, cu-
yas órdenes obedecieron aceleradamente.


El gobierno comunicó á las cortes parte de la
enerjia quehabia de"plf'gadoen la lucha. La asam-
blea VOlÓ algnl1fls buenas leyes de policía en
los últimos dias de una lejislatura , en la que
faltaron menos las luces que el valor: mas Es-
paña iba :l ver como se'succedia á su congre-
so Jejislativo el constituyente. Hombres nue-
vos que carecian de las prendas de sus prede-
cesores, y que estaban poseidos del deseo de
conseguir mayor acierto, lo que en revolu-
cion significa deseos de obrar de otro modo;
hombres nuevos en fin, elejidos la mayor par-
te baja la influencia de la faccion militar y de
las sociedades masónicas, entraban en el cuer-
po lejislador con disposiciones que aceleraban
Ia crisis y haciun mas inminente la invasion es-
tranjera. El primer acto de la asamblea fue ele-
var á la presidencia al hombre mas aturdido
que cul pable, que habia permitido que se cou-
virtiese en símbolo de desorden el nombre de
un soldado; el segundo fue revalidar la elec-
cion del majistrado, á quien las córtes ante-




287
rieres habian mandado formar causa como au-
tor principal de los acontecimientos de Sevi-
lla (1 J. El congreso entregado ente ramente á
las emociones de la época, se detuvo rara vez
en las cuestiones de interés positivo, y las re-
solvió casi siempre de un modo mezquino y
apasionado.


Así se vió en el principio de las sesiones vol.
ver á enviar con altaneria á la corona, sin con-
sentir ni aun en discutir las enmiendas propues-
tas por los ministros> el proyecto de ley sobre
se ñorios Volado en la Iejislatura anterior » pro-
yecto al que Fernando en virtud de la preroga.
tiva que le concedía el código de 1812, babia
negado lit sancion , movido por el interes del
órden público y de la justicia ~ porque prescri-
hia averiguaciones peligrosas y muchas veces
imposibles. Cada dia los miembros del primer


(1) El jefe político Esccbedo. Decidiése , des-
pnes de nna lar~a discusion por la mayoria de 76
votos contr-a 54, qne tomase asir-nto en las cór-
tes, no obstante la acusacion de alla t raicion ful-
minada contra el mismo, la cual deberia seguir
su curso. No trascurrió mucho tiempo sin que Es-.
cohedo fuese declarado solemuemeute libre de la
cansa.




288
ministerio tan repentinamente despedidos por
el monarca, venian á pedir cuenta á los de-
positurios de su vacilante autoridad de una
situación que otros habian comprometido an-
tes que ellos. En un mensaje solemnemente
discutido ( 1), notificáronle que las córtes ha-
rian pesar sobre el ministerio la responsabi-
lidad de los acontecimientos (Iue amenazaban
el reino. Si las insurrecciones dei partido ahso-
lutista estallaban en varios puntos, los minis-
tros tenian Inculpa, porque las reprimian débil-
mente; si desórdenes de distinta naturaleza per-
turbaban la pública tranquilidad, su culpa era
mas clara aun, porque su sistema de opresión
desesperando á los patriotas, no les dejaba mas
recurso que la violencia lamentable sin duda
en sus resultados, pero justificada quizás en
su principio. Raciocinio del que nuestra larga
esperiencia nos hace adivinar fácilmente lo
demas.


¿Que podia en el seno de una asamblea don-
de penetraban los clamores de fuera de ella, la
"fOZ pura de Martinez de la Rosa, orador y
poeta á quien su naturaleza destinaba á ser el
ornamento de una sociedad floreciente y tran-


(1) 24 de mayo de 1822.




289
quila, y cuya vida ha consag rado á lucliar con.
tra las pasiones ciegas y brutales? ;,Que porlian
entonces los hombres de la misma escuela,
sábios y numerases sin duela, pero á quienes
faltaban igualmente un centro donde reunirse
y una fuerza organizada en que apoyarse? ¿En
que debían íinalmente venir á parar proyectos
mal enlazados que no se atreviau á confesar, ni
en la córte ni en presencia del pueblo, y de los
que se defenrlian como de una injuria los mis-
mos que los habian concebido?


Ecsisten en las crisis políticas varones ilus-
trados que penetran el objeto final de ellas an-
tes que sea posible tocarlo , y cuya suerte es
vivir largo tiempo vencidos sin que la victoria
pueda fijarse sino en sus manos. Así es que para
terminar una revolucion no basta haber triun-
fado de los partidos estrernos ; es necesario que
esos mismos partidos hayan adquirido á conse-
cuencia de largas decepciones el conocimiento
de su propia derrota y de su impotencia, y
que bayan llegado á desear una transacción con
el mismo ardor que deseaban la victoria. Mu..
cho distaban los ánimos en 1822 de esta situa-
cion. El absolutismo balido eu Navarra por Lo ..
pez Baños, y mas tarde en Cataluña por Mina,
reorganizábase mas allá de las fronteras y con.
taba con Una prócsima guerra. Los ecsaltados


TOMO nr, 19




290
agnardah:lIl igualmente que estallase para to-
gr:¡r apoderarse de las rren.las del gohif'rflO y
para Inflamar el espíritu nacional. Y corno 105
pil!'! idos 110 abdican sus pretensiones sino cuando
carecen de esperanzas, fácil es conocer que uo
hs liia Ile:.;ado el momento de conseguir sacri-
ficios. Necesario era que uno y otro depurasen
en el crisol hartas miserias antes q'.w sus restos
se contundiesen en ese partido medio que ter-
mina siempre las revoluciones, porque se con-
serva, por decirlo así, fuera de ellas y reasume
cuanto hay conciliable en las pretensiones
opuestas. Aunque España gravitaba visiblemen-
te desde entonces bácia las formas y la imita-
cion francesa, porque tal es su destino, la opi-
nion de dos cámaras no estaba aun distintamen-
te formada. Si Jos hombres mas ilustrados de
la escuela liberal la habian abrazado ya, habia
sido en secreto, y sin atreverse á confesar ni
los partidarios conque contaban, ni su simbo-
lo: asi es que apareció con ciertas apariencias
de intriga, que la despojó en gran parte de su
fuerza y de su dignidad. Disipóse esta opinion
entre el humo de las descargas del 7 de julio,
sin haberse encontrado en el caso de enarbolar
con franqueza su bandera de conciliacion.


Preséntese aqui el problema de aquella es-
traña jornada) incompletamente ilustrada por




291
las revelaciones históricas , quizás porque todos
los actores se hallaron en una posicion fal~a , y
quizás tambien porque los mas honrados pllra
esplicar su conducta, se verían obligados á eo·
trcgur al desprecio del mundo 4 Un poder pro..
tejido entonces por la majestad del infortunio.
Si es dudoso que el levantamiento de los guar-
dias fuese preparado por los hombres que creian
que las circunstancias eran favorables á una
mod ificacion del código de i 8 ¡ 2 , en el sentido
de la Carta francésa, es al menos cierto que
los Jefes de aquel partido , poderoso entonces,
sino unánime en el consejo dd Fernando VIr,
intentaron aprovecharse de la terrible torrnen-
ta que reinaba en la capital de la monarquía,
para ofrecer á los intereses contrarios Una amo
plia transaccion. Recibieron con este motivo
del trono garantias que mantuvo hasta el ins-
tante en que se creyó bastante fuerte para faltar
á ellas. Porque luego cIue en palacio se juzgaron
en estado de contener la villa y córte , y de
triunfar de los esfuerzos mal combinados de la
milicia; luego que noticias apócrifas anuncia-
ron varias insurrecciones realistas , cesaron de
contemporizar Con aquellos, que despues de
haber sido largo tiempo necesarios, no se pre-
sentaban ya sino como obstáculos. El ministe-
rio se vió prisionero en el real alcázar, por cu-




192
ya seg uridad tantas veces ha bia combatido-
Pero ved aquí ((ue 1<1 escenn carnbia , que Mori-
llo desengafl<ldo de negocitlciones Ialaces , ata-
ca con despecho á los insurreccionados con
quienes Ilabia tratado hasta entonces; que los
gU:1rdias sin dirección y sin jefe se comprome-
ten con falsas maniobras; ved aquí que se les
carca v se les fusila como ¡Í bestias feroces, y


o v


que las puertas de palacio son forzadas-o Enton.
ce!' caen á los pies de los que autus se veían aro
restados , y abrázanlos hurni ldernente para con-
seguir una proteccion que no pueden ya dispen-
sar. Preciso es desde aquel momento entregar-
se sin reserva al vencedor, entregarse despuea
de haber perdido lo que consuela al hom bre
honrado, que sucumbe cumpliendo con su
deber.


Sabido es el resultado de las resistencias
que abortan. El partido ecsaltado se apoderó
del mando; formóse causa á los miembros del
ministerio, y el hombre mas importante del
nuevo gabinete fue don Evaristo San Miguel, je-
fe del estado mayor de Riego. El partido co-
munero se apoderó de los puestos mas impor-
tan tes , recompuso el personal de palacio y las
diversas adrninistraciones , y el ministerio ad-
quirió con su union temporal, con la mayoria
de las córtes, y principalmente con la disper-




29'3
Ñon del ejército de la fe, recientemente conse-
guida por Mina, cierta fuerza para contenerlas
violencias de la asamblea y el movimiento po-
pular de fuera de ella.


Pero la cuestiou estranjera venia por otra
parte á complicar las disensiones interiores,
hasta t::l puuto de hacerlas olvidar enteramente.
Evidente era para quien no careciese de ¡¡rev¡-
8io11 , que las escenas del 7 de julio eu que el
partido de las dos cámaras se lo había jugado
lodo C0l1 tan poca habilidad, hahia decidido la
guel'ra , y que la serie mas ó menos larga de
notas diplomáticas no la haria menos iuevita-
hle, La mediación inglesa no bastaba á preca·
verla, porque se despreciaba con altaneria en
Madrid lo que debía formar su base) la pro~
mesa de modificar el pacto de 1812 y la coope-
raciou activa de la Gran Bretafla > no debia ser
objeto de serias preocupaciones, porque hubie-
ra sido la señal de la liga del continente que
1\11'. Canning no pensaba provocar. La inter-
vencion de 1823 fue para el gobierno de ia ra-
ma mayor de los Borbones una necesidad que
la historia debe comprender, y aunque se 110·
reu los resultados> debernos reconocer que lJU-
hiera sido fácil nacionalizarlos. Si en vez de os-
curecerse en Espa:¡<l (letras de las pasiones reac-
cionarias , nos hubiéramos colocado con osadia




29,1
frente á frente de ellas 7 si hubiéramos aprove-
chado esta ocasión única de cimentar la alianza
de la dinastia con las ideas constitucionales
difundiéndolas en pais estraño 7 la guerra de
"¡ 823, lejos de haberse esplotado contra la res-
tauracion como una memoria ecsecrable , hu-
hiera sido su salvaguardia en los dias de tribu-
laciones.


A fines de 1822 la opinion pública de Eu-
)'opa reconocia unánimemente que la Constitu-
cion de Cádiz era impracticable J y que era ne-
cesario pasar á la república suprimiendo un tro-
no derisorio 7 ó volver á la monarquia revistién-
dole de sus atribuciones esenciales. Ninguno ig-
noraba por otra parte:t que en punto á aptitud
para gobernar el timón del estado J los patrio-
tas de 1810 estahan al nivel de los absolutistas
de 1814. Divididos aquellos en numerosas sec-
tas desde los teoristas comuneros hasta los in-
nobles zurriaguistas , que deletreaban 1., lengua
de Hebert é intentaban los asesinatos en masa
de los Septembristas ; lleno el entendimiento
de lugares comunes, y vacío ~I corazon de los
elementos que constituyen la socie.íad , pare-
cian destinados á combatirse los unos ..~ los otros
sin resultado y sin termino. Por su lado el par-
tido de la fe, á quien Mina uoahaha de des-
truir, había manrfestado su impotencia para




295
terminar por sí mismo y en provecho suyo la
crisis Peninsular. Y adernas el nombre J~ sus
jefes salidos casi todos de las últimas ciases
del pueblo y del clero, descubria en su seno
la presencia de una fuerza dellla¡;ó¡íca) cuyas
manifestaciones serian pronto temibles al pajel'
que consintiese en utilizar tales ele meut.os .


Solo pues del partido moderado podía es·
perar:,e la futura felicidad de ESflalJa, porque él
solo no habia dado todavia el tipo. Dividido en
asociaciones y en matices tan numerosos como
sus adversarios, compuesto de una pardon n o-
table de la grandeza, y de la majistratura , de
oficiales superiores, de comerciantes) de pro~
pietarios, de dignatarios eclesiásticos , de lo
mas selecto de los afrancesados J partido arroja.
do del gooierr.J después de la crisis de julio,
nada podia por el camino legal y menos aun
por la fuerza. Esperar de circunstancias remo-
las que recobrasen eventualmente la influencia
estos hombres numerosos pero aislados, era eu-,
trcgar al temible acaso la cuestion espaüola ,
que todos los gobieruos lie Francia debian pro.
curar decidir en el sentido de su principio. La
iuterveucion francesa podia sola vol ver ;í sus
sillas á aquel partido á quien los acontecimien-
tos habían precipitado, no obstante que era el




296
único capaz de empuñar con acierto las riendas
del gobierno hispano.


Al presente que 105 entendimientos reflecsi-
vos comienzan á apreciar en su valor el siste--
ma seguido por espacio de tres años en nues-
tras relaciones con el gabinete madrileño, na-
die echa en cara al antiguo gobierno una espe-
dicion , ante la cual vaciló largo tiempo, por-
que su error no fue emprenderla, sino no haber
fi jada antes su espíritu. En vez de ponerse hu-
mildemente al arbitrio de la voluntad real, que
110 estaba en estado, ni tenia el derecho de ser
ccsijente, debían habérsele impuesto condicio-
nes, y la perspectiva de la libertad hubiera pa-
recido dulce á Fernando aun á este precio. El]
vez de presentarse como ejecutora de los de-
cretos de la Europa continental, y como van-
guardia de sus ejércitos, tocaba á la Francia,
sin desechar el concurso moral que le habían
ofrecido, obrar por sí misma, conforme á sus
principios y á sus intereses, conforme á su de-
recho muy Irjitirno de asegurar su influencia
en la Península. A la caida de la insurrección
militar, debió seguir un gohierno eonstitucio-
nal , y el vencimiento de Jos principios derna-
gójicos era tan precioso para las potencias, que
se reunieron en Verona , fIue lo hubieran acep-
tado COUlO un don del cielo. En vano el partí.




297
do á cuyos ojos, una operacion combinada con
el doble interés de la dinastia y de la Francia,
era una mera cruzada de derecho divino, hu-
hiera pretendido (Iue al libertar á Fernando no
se dehia sustituir al j'ugo estranjero el de una
faceion; la respuesta era Uluy fácil: no se tra-
taba de ejercer cocrcion alguna sobre la volun-
tad presunta de Un príncipe que lejitirnaba la
intervencion estran jera, sino sobre el car-ie-
ter de uua revolucion incapáz de arreglarse por
sí sola, J que amenazaba nuestras insutuciones y
nuestras fronteras. Desde aquel punto para pre-
venir en Jo futuro los peligros análogos ó de na-
turaleza opuesta , pero igualmente peligrosos, la
Francia tenia el derecho de consultar su polít i-
ca. La intervencion verificada en este sentido,
ejercia en el interior una poderosa influencia
sobre la opinion; despojaba á Inglaterra del pa-
pel que su gabinete quería tomar en las reunió-
nes de la santa alianza, y hubiera podido nacio-
nalizar el principio represetado por la casa
de Borbon , siendo el instrumento de la r ejene-
raciou pacifica de España, y tarn bien sin duda
de Portugal, donde el bondadoso Juan VI hu-
biera abierto de antemano su corazon á las ideas
rectas y [enerosas.


Hubiéranse encontrado tal vez algunas difi-
cultades, menores sin embargo que el concur ;




298
80 activo ofrecido por tantos hombres honrados
á quienes iba á atacar una reacciou brutal. Hu-
biérase oido á los antiguos trllgalistas proclamar
la inquisición y el rey absoluto; el Trapist<l y
Merino hubiesen protestado; B~ssiel'es se hu-
biera hecho fusilar algun tiempo antes, y la in-
surreccion de los agr,wiados en vez de estallar
en 1827 hubiera comenzado á tiempo de que el
ejército frances al salir pudiese acabar con ella.
El gobierno de las Tullerias hubiera conocido,
si los partidos no hubiesen fascinado SIlS o jos y
violentado sus manos, que para él lo mismo que
para España .. una transaccion era mas apeteci-
ble que la victoria. Y el medio mas seguro de
conseguirla era, á lo que parece, ocupada la ca-
pital de la monarquía y amenazados los libera-
les de un ataque ínmediato , negociar en Sevilla
con el rey, con la parte moderada de las cortes
y con la mayoria dd consejo de estado. Apoyá-
hanse entonces en la grand~z" (1) Y en los [ene-
rales casi todos favorables á estas miras conci-
liadoras, que determinaron por sí solas su surni-


(1) Ref,rescntaciou á su alttna real el priue ipe
jeu e ral í i ¡II}() á S II en trada e 11 .\LuJri.1.




299
Ilion (1). Pero retrocedióse ante las sordas resis-
tencias de Par-is mucho mas que delante de la
resistencia de Espaüa, y actos parciales testifl-
curen al mundo que los franceses corupreudian
lodos sus deberes, pero que no se hallaban en
el caso de Heuarlos (1)


Iustalóse una rejencia , cuyo primer acto
fue llamar solemnemente al ministerio á los
hombres mismos que ocupaban sus sillas en
marzo de ¡820, teniendo CUIdado de poner á
la cabeza de esta lista, sin duda prlr etiqueta,
el nombre del confesor del rey D. Victor Saez,
igllora:lle me.liania , cuya misión única era re-
cordar los tiempos que le parecían modelos de
la monarquía española , corno los del padre
Nrthard y de Cárlos JI. Las medidas adoptadas


(1' Carta del conde !lel Ahish 1\ al conde de
MOlltijo de 11 de mayo Proclama de l\1llfillo de
26 ,le jUllio. Gapitulacio!l de Blllesteros 4 de agos-
to ele.


(2) Carta del dUllne de Angulema al rey de Es-
p~lla, 17 de agosto. Or<1flllJlIZa de Andujar, qlle
prohibe á las autoridades españolas hacer arrestos
p'lr causa de :lpilli(}!}es polítiCas si n la a ntor iz ac io n
anterior de los comanrlantcs de las tropas francesas,
)' som et o á la viiillllcia de las mismas á los periódi.
cos J á los period istas.




300
.


en el trascurso de los tres años J y las refor-
mas que se habian verificado en los diversos
ramos de la adrninistracion , se declararon nu-
las y sin ningun efecto J y el despojo de los
acreedores del estado, cuyos contratos habia
garantizado la presencia en Madrid de los em-
bajadores, se proclamó en la presencia misma
del príncipe frances , cuya familia habia acep-
tado las cargas de 10b cien dias ; y cuantos ha-
bian gozado empleos bajo el sistema represen-
tativo fueron declarados indignos é incapaces
de ejercer destino alguno bajo el gobierno ab-
soluto: tristes preludios de los decretos del
puerto de Santa Maria y de las proscripciones
de Jerez.


Si la situacion de la Francia habia comen-
zado por ser falsa, hízose intolerable cuando
Fernando recobrada la libertad, lejitimó tas
violencias, no tomando en cuenta las capitula-
ciones concluidas bajo la salvaguardia del ho-
nor por el ejército que mandaba un príncipe
de su sangre, ni los consejos que repetiau á
su oido los embajadores de Europa, entrcgáu-
dose primero á la venganza ,y consagrando des-
pues el resto de su vida á un egoismo Olas Irio
y mas diestro.


l:i ejército de la restauracion sacó de aque~
Ha campaña en que fue mas difícil encontrar al




301
enemigo que vencerlo, cruces de San Fernan-
do, opiniones mas liberales , el desprecio de
sus ausiliares andrajosos y el horror de las reac-
ciones, En cuanto á los ajentes políticos pre-
velan una catástrofe de la que participaria en
cierto modo la Francia, y reclamaban en vano
una amnistía en cumplimiento de la palabra que
había empeñado su gobierno. Sin crédito y sin
recursos, á vísperas de una bancarrota que no
da realce á opinión alguna, y que sin ernhar-
go no [altaha quien la preconizase, en medio
de la consternación de las altas clases y de la
clase propietaria, heridas todas mas ó menos
en sus innumerables categorias, veían al go..
hierno español pasar de la demagojia de los
clubs á la de Jos voluntarios realistas, sin que
se les concediese el derecho de dirijirle una pa..
labra 'de moderacion , un consejo de prudencia.
Las cárceles rebosaban de presos, y el sable de
los jenizaros reales descargaba fendientes en va-
rios pueblos, iY cien mil franceses miraban!
Tambien al presente miran: pero al menos á la
otra parte de los Pirineos, y la sangre no salpica
ya SUR armas inmóviles.


Dos veces ha faltado Francia á su misión
civilizadora en aquel pais, En f 808 Napoleon
debió tomarla Lajo la proteccion de su [enio y
de su gloria: en 1823 la restauración no se




.J02


atrevió ~ dispensarle el beneficio de uno liher-
t.aJ ordenad", i Ojalá qtl~ Francia no falte ter-
Cera VtZ á sus deberes ! Trtste dest ino el de Es-
paña donde la esperu-nci« parece perdida para
todos, .Y donde un abismo abre otro abismo:
estraño destino el de Francia que se vió ohli-
gada "para conseguir que se suavizase un sistema
que cornpr-cmetia SJ victoria, y que cayese un
ministerio tan inepto como dcsapiudado, á res-
guardarse derrás de la Husia , y á compeler
hácia Madrid al conde Pozo di l3orgo) en au.
siliolde:,su cmb:.t¡ador (1).


Coruo'[nos hemos propuesto referir los he-
chos principales de Espalla y no trazar su his-
toria) no prestaremos á una época transitoria
la atencion conque hemos analizado esas crisis
durante las cuales los partidos se presentan sin
disfraz y sin pudor, tiempos solemnes en que
la naturaleza humana deja ver sus abismos,
como el mar cuando la tormenta subleva las


(1) Este ministerio sncumbiá á instancias del
cuerpo diplomático, y el 2 de diciembre lo reempla-
zó un gabinete en tJlle entraron el rnarqu és de Casa
Trujo, el conde de Ofa lia ... el jenera.\ Cruz, D, Luis
Ballesteros y D. Luis Maria Salazar, hombres mas ó
menos empeií ados en el ca mino de la moderaciou,




303
013S. Si despnes (le los sucesos que hemos cnali-
za.ío puede rleducirse alguna consecuencia en
l" i timo re.su ltado , es la im posibilidad de cons-
tituir un gobierllo con una ú otra de la faccio-
nes de que libraron ~ Espaüa en un mismo año
1¡¡ interver-cion armarla de Francia)' la inter..
vencion diplomática de Europa: facciones que
todavia permanecen en pie una y otra, y que
reclaman por presa ese pais que se les deja, y
qut' hubiera sido facil arrebatarles si el gobier-
no frances hubiera tenido abiertos los ojos so-
bre esta cr isis para terminarla en tiempo útil.
La una pasea por las montañas de Vizcaya su
impotencia, que oculta á favor de una fuerza
local Viva y m3S popular; la otra repite Con una
sangre fria que causa rubor las escenas revolu-
cionarias que nunca despertarán por su causa el
entusiasmo de la marsellesa ni producirán las
victorias en pais estraño : partidos del trágala
y del rey neto, del gorro griego y del bonne..
te sahumado, de los ahorcadores de los frailes
y de los verdugos monárquicos; en los que
reina igual desprecio del hombre y de Dios,


El reinado de Fernando VII, desde la caida
del ministerio Saez hasta los últimos 3ÜOS de
su vida, es una época de un carácter difícil de
determinar, No se proclamó ningun principio
nuevo, ni se repudió solemnemente abuso al-




3tH
guno, ni actos gubernativO'! libertaron legal-
mente á los honrados ciudadanos de las pros-
cripciones ó de la incapacidad que pesaban so-
bre su cabeza: ni una palabra del trono dió
materia á pens2r que se trataria nunca de lIJO-
diiicar aquellas costumbres respetables de los
antepasados , aquel/os derechos absolutos del
trono inseparobles de los de la relijiou , que to-
dos los vasallos fieles debían defender contra
las pretendidas reformas implas I subversivas;
Algunos años despu(~s d e la reaccion de 1823
reasumiause t odavia los deberes del español en
estas tres palabras: .dmar al re.r.> obedecer al
rey Y" morir por su poder absoluto (l). Usába-
se siempre del mismo lenguaje, de las mismas
doctrinas oficiales, y sin embargo bajo la cor-
teza de aquellas muertas fórmulas, España ca.
minaba visiblemente á un nuevo órrlen de co-
fias. Los hombres habian desaparecido y otros
hombres habian ocupado su puesto aplicando
el mismo símbolo, pero con otro espíritu y
con rumbo diferente. Los antiguos pasteleros,
los amantes de la Constitucion , y tambien los
del rey José, esos [udios de España lavada por


(1) Proclama con motivo del estahlecimiento
de la carta brasileña en Portugal; julio de 1826.




303


Fernando su nota de infarnie , cercaban el tro-
no .. conservaban el órden público y daban
cierto brillo á la prosperidad nacional. El infor-
tunio babia concluido por ahog::¡r las pasiones de
este príncipe y dejar solamente vivo el senti-
miento de la sEguridad personal) tan despierto
siempre por la tendencia de los hombres y el
estado de los negocios: no aspiraba ya sino al
reposo, y érale dulce para morir un lecho en el
Escorie 1. ¿Corno hahi a de entregarse en brazos
de un partido , cuyo triunfo hubiera provocado
una reaccion nueva y que proclamaba otro nom-
bre que el suyo? Sabia por esperiencia lo que
podia esperar de la Constitucion : pero no po-
dia ignorar por otra parte que el grit.o de viva
el santo oficio iba unido muchas veces á otro
grito: de ahí deducía la necesidad de aniquilar
á uno .Y otro partido y de sostener entre ellos
una balanza sangrienta, en cuyos dos platos
ecbaba cabezas para equilibrarla el conde de
España. Bessieres pagó pues la muerte del Em-
pecinado; Pep deis Estanys , Rafi Vidal , Bailes-
ter, el padre Puñal pagaron por lar, hermanos
Bazan .. por las numerosas víctimas de Tarifa;
como mas tarde Santos Ladron espió la sangre
de Torrijos. .


No quiere decir esto que Fernando haya abra.
TOMO IIJ. 20




306
zado el justo medio: no pensaba de manera algu-
na en constituir semejante partido, ni en pro-
clamar sus mácsimas , ni en que dominasen IIUIl
intereses. Elije únicamente algunos hombres
que le parecen diestros y que opone con tino
en su consejo á otros hombres necesarios, pero
temibles. Frente á frente de Calomartle y de
Ugarte, criados de palacio políticos; aliado de
Erro, de Eguia, de Aymerich , atizadores del
absolutismo, sienta y tiene en equilibrio á Zea,
á Ofalia, á Recacho, á Búrgos, á Ballesteros,
á Zambrano, innovadores que transiieu con el
espíritu de la revolución hasta el punto de de'
sear que el estado goce de crédito, que se pa-
guen los dividendos, la administración y el ejér-
cito; que la industria y el comercio se reani-
men, y finalmente que los voluntarios realistas
no encarcelen ni asesinen á su arbitrio. Fernan-
Jo supo servirse de todos sin entregarse á na-
die, porque el uno á pesar de su entera adhe-
sion tiene relaciones revolucionarias, el otro vé
en secreto á D. Cárlos y á las dos infantas por.
tuguesas: los constitucionales sonríen á la vista
del primero y los apostólicos tienen confianza
en el segundo: Zea vijila á D. Tadeo Calomar-
de, y en circunstancias delicadas el duque del
Infantado, sirve de contrapeso á uno y á otro.




307
Semejante papel convenia ~ un monarca


que se habia hecho escéptico por la desgracia, y
que uo amaba ya 4 su familia ni era amado de
ella. España por otra parte prestábase á sus man-
datos sin resistencia: porque si en su seno los
partidos corno el poder conservaban los mismos
símbolos, en sus palabras y en sus actos descu-
bríanse el silencio y el ardor que se apaga. Los
voluntarios realistas atropellaban algunas veces
á los negros, perros ó negros que teuian ideas
hberales y dinero; pero al mismo tiempo que
el gobierno elojiaba sus escelentes sentimientos,
atreviese á castigarlos Sin que osasen resistir,
Clamábase todavia por el restablecimiento de
la inquisicion , y algunos cuerpos constituidos
dirijieron representaciones oficiales muchas ve-
ces sobre la urjencia de adoptar una medida
tan útil al altar y al trono: creo que dos pre.
lados la declararon por su simple mandato res-
tablecida en su diócesis (1): mas la mayoría de
los obispos permaneció tranquila, el clero se-
cular se separó de la demagojia turbulenta de
los frailes, y no se restableció el santo oficio.
En vano las primitivas bandas de la fe furiosas


(1) Los obispos de 'I'arragona y de Orihuela,




308
de que les escaseagen las recompensas por el
mal estado del tesoro , se sublevaron en Catalu-
üa contra Fernand o y sus minist ros 1'('(10emaso-
nes: el ejército (le los agraviatlos sucumbió
como todas las facciones, cuyo espíritu ha pa~
sado. Vióse entonces á una mano rnon.irquica,
que sin duda llora en el dia su imprudente obra,
atraer á todas las potencias del principado y á los
jefes de un partido que D. Carlos ha intentado
inútilmente resucitar allí, porque en la crisis
de í 827 su afecto se estinguió con su sangre y
con su fe.


Delante de las mismas causas vemos tamo
bien desvanecerse la efervecencia liberal; por-
que Be condenan á Ía vez todas las ortodojias
políticas. Tarifa y Alrneria , se ven atacadas sin
resultado; los hermanos Bazau J no encuen-
tran quien responda á su voz en Alicante: mas
tarde Milans , se ajita en vano en la frontera de
Cataluña; y lo que es mas grave, el rechazo de
la revolución de julio no renueva una opinion
que parece babel' perdido en fuerza cuanto el
poder ha ganado en íntelijencia. En Navarra
frustranse los planes de Valdés en 1830, como
se habían frustrado en Andalucía en 1824: Tor-
rijos y su tropa, vienen á dejarse fll¡;ilar en las
provincias que contemplan con piedad sin du-




30~
da , pero sin simpatis , su derrota y su asesinato
[urídito : Mina mismo en su fuga salpica Con su
bangre las puota~ de las escarpadas rocas, don-
de trepó tantas veces entre las regocijadas ucla-
maciones de sus compañeros de victoria. Cuan·
tas tentativas hicieron los refu [iados en el tras-
curso de seis años en distintos punlos del reino
y en nombre de la Constuucion de 1812, tLt-
vieron écsito funesto) sin hallar partidarios , sin
que uua com pañía se sublevase, sin que una
ciudad se conmoviese ,ó saliese á campaña guer~
rilla alguna, sin que la puerta del 801 recorda-
se un instante sus bulliciosos días) los dias de
Viuuesa y de Goiffieux ,


Causábalc el que aquellas ideas habían per-
<lijo su fuerza y Cju~ se p¡,cp'lruha eu los espi ri-
tus otro moviruieuto. Los hombres destinados á
ser los instrumentos agrupát'onse pDr instinto
eu rededor de una reina [oven destinada á re-
animar los últimos momentos de una ecsisten-
cj a marchita. La esperauza de la rnterniJad
fijó por primera vez los ojos del triste 100'
narca en el tiempo futuro i y pronto fue nece-
sario defender la cuna en (¡:le su desfallecida
mano arrojó el cetro ~ al impulso del amor J~
p:J,ll".! Y de rey, que los absolutistas de profesiulI
huu condenado" plll'que este parti.lo corno lo
do" los demás 11<:1 sucumbido por el abuso dI




310
sus propios principios. Entonces hubo de cons-
tituirse como una fuerza política el partido de
los hombres que hasta entonces se habian pre-
sentado aisladamente en la escena pública, y ve-
rificóse una revolucion, porque aprovecharon
la coyuntura, y porque el nombre de D. Cár-
los era una amenaza á las ideas y á los talentos
que podian rejenerar ti España con el tiempo.




eoNeL[J SION~,


Ilasta aquí Mr. Carné, que- pasa ahora á pin-
tar los primeros años del actual reinado, que
ni pertenece ya á nuestro plan, ni descubre el
acierto que ha gUiddo primero su pluma. Aüa-
damos uosol ros breves rellecsioues.


Femando VII hizo una revolucion cornple-
la llictando una sola ley, CUY<l importancia nos
obli\;a ,í. co~iarla. al \.\le de la le.l\:a.




312


PRAGMATICA-SANCION


EN FUERZA DE LEY, DECRETADA POR El¡. SE&OR


REY DON CARI,03 IV A PETIClON DE LAS COR-


TES DEI. AÑO DE 1789, y MANDADA PUBLICAR
POR S. M. REINANTE, PARA LA OBSERVANCIA


PERPETUA DE: LA LEY JI, TITULO XV, PAn-


TIDA II, QUE ESTAnu:CE LA SUCCESION REGU·
LAR EN J.A CORONA DI~ ESPAÑA.


Don Fernando VII por la gracia de Dios, rey
de Castilla etc. etc. A, los infantes, prelados, du-
ques, marqueses, condes, ricos-hombrea.priores,
comendadores de las órdenes y subcorneudado-
res, alcaides de los castillos, casas fuertes y llanas;
y á los de mi consejo, pr-esidentes y oidores de
las mis audiencias .Y chanchillerias , alcaldes, al·
guaciles de mi casa y córte , y á todos los COI'"
rejidores J asistente, gobemadores ,alcaldes ma-
YOl'es y ordinarios J y otros cualesquiera jueces
y justicias, ministros y personas de todas las ciu-
dades, villas y lugares de estos mis reinos y se-
ñorios , tanlO:l los que ahora son, corno los
quP. serán de aquí adelante j y el. cada uno y
cualquiera de vos, sabcd : Que en las cortes
que se celebruron eu mi palacio de Buen Hetiro
el <1110 J78~) se trató ;Í propuesta JeI rey mi au-




313
gusto padre, que está en gforia, de la neceai-
dad y conveniencia de hacer observar el méto-
00 regular establecido por las leyes del reino,
y por la costumbre inmemorial de succeder en
la corona de Esp3ña con preferencia de mayor
á menor y de varan á hernhra , dentro de las
respectivas líneas por su ordeniY teniendo
presE'nte los inmensos bienes que de su obser-
vancia por mas de 700 arIOS hahia rreportado
esta monarquia , así como Jos fIlOtiVOS y cir-
cunstancias eventuales qne contribuyeron á la
reforma decretada Pl)l' el auto acordado de t O
de mayo de 17¡3 , elevaron á sus rea'les manos
una petición Con lecha de 30 de setiembre del
referido año de I'789 ~ haciendo mérito de las
grandes utilidades que iwbian venido al reino,
ya antes, ya particularmente des pues de la
union de las coronas de Castilla y Aragon, por
el órden de succeder seúulado en. la ¡.ey 2. a ,
título ¡5, partida :,V, .Y suplicándole qu·e sin
embargo de la novedad hecha en el citado auto
acordado, tuviese á bien mandar se observase
y guardase perpétuamente en la succesion de la
monarquía dicha costumbre inmemorial , ates-
tiguada en la citada ley, como siempre se ha-
bia observado y guardado ,publicándose prag-
mática-sancion , corno ley hecha y formada en
córtes, por la cual constase estaresolucion ,y




3U
la derogación de dicho auto acordado. A esta
peticion se dignó el rey mi augusto padre re-
solver, como lo pedia el reino, decretando á
la consulta con que la junta de asistentes á cór-
tes, gobernador y ministros de mi real cáma-
ra de Castilla. aCOl1.1paÜaroD la petición de las
córtes. Que »hahia tomado la resolución cor-
-respondiente á la citada súplica," pero· man-
dando que por entonces se guardase el mayor
secreto. po.... convenir asi á su servicio, y en el
decreto á que se refiere. »Que mandaba á los de
su consejo espedir la pragmática sancion que
en tales, casos. se acostumbra." Para en su caso
pasaron las córtes á la vía reservada copia cer-
tificada de la citada súplica, y dernas concer-
niente á ella por conducto de su presidente,
conde de Campomanes , gobernador del couse-
jo; y se publicó todo en las córtes con la re-
serva encargada. Las turbaciones que ajitaron
la Europa en aquellos años, y las que e-peri-
mentó después la Península no permitieron. la
ejecucion de estos importantes designios., que
requerian dias mas serenos. Y habiéndose res-
tablecido Felizmente por la misericor.lia divina
la paz y el buen órrlen de que tanto necesita-
han mis amados pueblos; después de haber
ecsaruinado este grave negocio, y oi.lo el dicui-
meu de ministros celosos de mi servicio y del




315
hieu público, pOI' 'mi real decreto dirijido al
mi consejo en 26 del presente mes, he venido
en mandarle que con presencia de la petición
orijinal , de lo resuelto á ella por el rey mi
muy querido padre, y de la certiíicacion de los
escribanos mayores de córtes , cuyos documen-
tos se le han acompañado , publique inmediata-
mente ley y pritgrl.lática en la forma pedida y
otorgada. Publicado aquel en el mismo mi con-
sejo pleno, con asistencia de mis dos fiscales,
y oidos in voce , en el dia 27 de este mismo
mes, acordó su cumplimiento y espedir la
presente en fuerza de ley y pragmática -sancion ,
como hecha y promulgada en cortes. Por la
cual mandó se observe, guarde y cumpla per·
pétuamente el literal contenido de la ley 2. a,
título! 5, partida 2. a , segun la petición de las
córtes celebradas en mi palacio de Buen Retiro
en el año 1789 que queda referida, cuyo tenor
litera I es el siguiente.


»Mayoria en nascer primero es muy grandt
señal de amor que muestra Dios á Jos fijos de
Jos Reyes, á aquellos que la da entre los otros
sus hermanos que nascen después del: ca aquel
á quien esta honrra quier facer, bien da á entena
del' quela.Ielanta et le pone sobre Jos otros
pC'rque lo deben obedescer et guardar asi como
á padre et á señcr, Et que esto sea verdat prué-




316
hase por tres razones: la primera naturalmen-
te, la segunda por ley, la tercera por costurn-
hre : ca segunt natura, pues que el padre et la
madre cobrlician haber linaje que herede lo su-
yo, aquel que primero nasce et llega mas aina
llara cumplir lo que ellos desean, por derecho
dehe ser mas amado de ellos, el el lo debe ha.
her , el segunt ley, se prueba por lo que dijo
nuestro Señor Dios á Abrahan cuando le man-
dó, como probándole, que tomase su fijo Isac
el primero, que mucho amaba, el le degollase
por amor dél ; et esto le dijo por dos razones:
la una porque aquel era fijo que él amaba asi
como á si mesmo, por lo que de suso di jimas;
la otra porque Dios le habia escojido por Santo
cuando quiso que naciese primero, et por eso
le mandó que de aquel le feciese sacrificio ; ca
segunt él dijo á Moisen en la vieja ley, todo
másculo que naciese primeramente serie llama-
do cosa santa de nios. Et que los hermanos le
deben tener en logul' de padre se muestra por.
que él ha mas dias que ellos, et vcno primero
al mundo; et que! han de oLetlescer como ~ Se-
ñor se prueba por las palabras que dilO Isac á
Jd(;ob su ri¡o cuando le d.ó la bendicio n , cui-
dando que era el mayor: tu serás eeñ or de tus
hcrrnuuos , el ante ti se tornaran los fijos tlt" tu
pa.Ire , el al tlue Leudijieres sed beudicho ,.et




317
81 que maldíjieres cayer!e ha la maldicion : on-
de por todas estas palabras Se da á entender
que el filo mayor ha poder sobre los otros sus
hermanos, asi corno padre et señor , et que
ellos en aquel lagar le deben tener. Otro si, se-
gunt antigua costumbre: como quier que los
padres comunalmente habiendo piedat de los
otros fijos, non quisieron que el moyor lo ho-
hiese todo, mas que cada uno del/os hobiese
su p'lrte: pero con todo eso los homes sabios et
entendudos catando el pro comunal de todos,
et conosciendo que esta particion non se porlrie
Iacer en los regnas que destruidos non fLH~5en;
segun nuestro Seüol' Jesucristo dijo, que todo
regno partido astragado serie, tovieron por de-
recho aquel sellaría del regno non lo hobiese
sinon el fijo mayor des pues de la muerte de su
padre. Et esto usaron siempre en todas las tier-
ras del mundo dó el seüorio hobieron por lina-
je, et mayormente en España : ca por escusar
muchos males que acaescieron et podr ien :1UIl
seer fechos , posieron que el señorio del regno
heredasen siempre aquellos, que viniesen por
liüa dereeha, et por ende establescieron que si
fijo varou hi non hubiese, la tija mayor hereda-
se el regno, et aun mandaron que si el fijo ma-
yor moriese ante que heredase , si dejase filO Ó
tija que hobiese de su mujer lejítirna... que aquel




318
Ó aquella lo hobiese , et non otro ninguno: pero
si todos estos fallesciesen , debe heredar el reg-
no el mas propinen pariente que hi hobiere,
sevendu llame para ello et non habiendo fecho
cosa por que lo debiere perder. Olldt! por todas
estas cosas es el pueblo tenudo de guardar el
fi jo mayor del rey, ca de otra guisa non po-
drie seer el rey complidarnente guardado, si
ellos asi non guardasen al regno: el por ende
cualquier que contra esto Ieciese , farie traicion
conoscida el debe haber tal pena como desuso
et dicha de aquellos que desconoscen señorío
al rey."


y por tanto os mando á todos y cada uno
de vos, en vuestros distritos , jurisdicciones
y partidos, guardeis, cumplais y ejecuteis, y
hageis guardar, cumplir y ejecutar esta mi ley
y pragmática.~ancion en todo y por todo, se-
gun y como en ella se contiene, ordena y man-
da, dando para ello las providencias que se re-
quieran, sin que sea necesaria otra declaracion
alguna mas que esta, que ha de tener su pun-
tual ejecucion desde el dia que se publique en
Madrid, y en las ciudades, villas y lugares
de estos mis reinos y señorios J en la forma
acostumbrada, por convenir así á mi real ser-
vicio, bien y utilidad de la causa pública de
mis vasallos: que así es mi voluntad; y que al




319
traslado impreso de esta mi Carta, firmado de
don Valentin de Pinilla, mi escribano de cá-
mara mas antiguo y de gobierno del mi conse-
jo, se le dé la misma fe y crédito que á su ori-
jinal, Dada en Palacio á 29de marzo de 1830.==-
Yo el Hey. = Yo don Miguel de Gordon, se-
cretario del rey nuestro Señor, lo hice escribir
por su mandado. = Don José Maria Puig.=
Don Francisco Marin. =Don José Hevia y No-
riega. = Don Francisco Javier Adel\. = Don
José Cavanilles. = Hejistrada : don Salvador
Mal'ia Granés.=Teniente Canciller mayor: don
Salvador Maria Granés.


Mas adelante, complicadas las circunstan-
cias, los carlistas descargaron su furia centra
la ley anterior, y un publicista rebatió sus ar-
gumentos de este modo. »Cuando los reinos de
España reunidos en córtes han jurado con el
mayor júbilo y entusiasmo por heredera de la
corona á la augusta infanta primojénita Doña
Maria Isabel Luisa: cuando los venerables pre-
lados, los grandes y títulos, y los procurado.
les de las ciudades, rodeando el trono del so-
berano mas querido, han confirmado con un
juramento, que no se violad, loo afectos de
amor y de obediencia al monarca y á las le-
yes fundamentales: cuando resuenan en todas
las ciudades y villas de tan vasla monarquía




320
Jos himnos. en acción de gracias al Todopode-
roso, Jos cautos de [úbilo y el rumor alegre de
las fiestas pl'd)¡icas con que Jos españoles solem-
nizan tan fausto acontecimiento, parece con-
veniente disipar las tinieblas con que pudieran
Oscurecer la verdad en alsuuos ánimos, Ó ig-tl 1,
norantes ó débiles los periodistas y folletistas
est.ranjeros , que por todos los medios que es-
tan á su alcance procur¡¡n perturbar la alegria
comun , y propagar las ducha qu~ afectan tener
acerca de Id iejiiimidad de los derechos que en
este acto solemne y memorable han sido de
nuevo reconocidos. S",ben que los espaiJoles no
se vuelven atrás de lo que una vez prometieron
y juraron : saben que esta ceremonia es la ruina
definitiva de sus ilusiones ó de sus mal concebi-
das esperanzas; y eshalan , de la manera que
pueden, el enojo que los importuna, tenién-
dose por felices si lograsen hacer titubear á
Un solo español en el respeto debido al sobera-
no y á las leyes.


»Todos esas papeles esta n redactados de ma-
nera que no se sabe lo que mas debe sorpren-
der en ellos, porque corren parejas la mala
fe, la ignorancia en la historia de nuestra na-
cion , cllenguaje indecoroso y estúpido, y cier..
to furor concentrado que disimulan muy difí-
cilmente. Pero en fin, como citan hechos,




321
aunque falsos, y raciocinan, aunque mal; y
como nos son ya conocidos todos los argumen-
tos y artificios de que se valen ~ es preciso corn-
hutirlos en su mismo terreno. En una nacian
corno la nuestra, sensata y amante de la reli-
jion y de la justicia, conviene, mas qne en otra
alguna, hacer uso de las armas de la razón. Na-
da es mas propio de un país civilizado que re-
conocer e.1 imperio de la intelijencia ,como su..
perior al de la fuerza ó al de las pasiones.


»Un periódico parisiense , que cree muchos
años há haber recibido del cielo la misión de
dirijir nuestros negocios políticos y administra-
tivos, inserta una serie de preguntas, y las cor-
respondientes respuestas dadas á ellas, segun
dice , por muchas universidades de dentro y
fuera del reino, sin nombrarlas. Todas las con-
sultas son contrarias al principio de la succesion
directa. Nosotros dudamos mucho de qne se
haya consultado acerca de esta materia á ningu-
na universidad ; porque esa costumbre de los
siglos medios, que suponia (y entonces con ra-
zon) concentrada toda la sabiduria en las uni-
versidades, ha mucho tiem po que no está en
práctica: pero sea lo que fuere de estas corpo·
raciones sábias de fuera del reino, cuyo die-
támen debe ser de muy poco peso para los es-
pañoles , sabemos ciertamente que es falso que


TOMO 111. 21




3n
hayan sido consultadas las universidades es-
!,ailoías: porc¡ue es imposible supooer que haya
eu ESpatHl un doctor en leyes, cánones Ó teo-
lojia , tan ignorante de nuestra historia, que
cometa equivocaciones tan torpes de hecho
como las Jos que se notan en dichas consultas.
Una es suponer que D. Sancho, hijo segundo
de Alonso el Sábio , tenio Icjitimo derecho á la
corona: cuando todos saben que sucedió vio-
lentamente , despojando á los hijos de su her-
rnano : otra suponer que no debía ser privado
de este derecho por la ley de Partida, porque
esta no podía tener fuerza retroactiva: como si
el código de las Partidas, aunque escrito por
Alonso X, hubiese tenido fuerza de ley hasta
un siglo después, Estosdos errores , en que no
puede incurrir ningun español , revelan el ori-
[en estranjero de la mencionada consulta.


»Pero veamos el valor que tienen esas pala-
bras májicas de fuerza retroactiva, hayan sido
dichas por quien fe quiera. Nadie ignora que
debe negarse la fuerza retroactiva á las leyes
criminales, porque antes de la ley no hay de-
lito: y á las civiles, porque la permanencia
de los derechos privados anteriores á la pro-
mulgacion, en nada invalida la accion de di.
ehas leyes para lo sucesivo; mas no puede apli-
carse el mismo principio á las leyes fundamen-




tales , porque la!'! haría ilusorjas , y porr¡ue ade-
mas no versan acerca de derechos é intereses
privados, sino públicos, Estas dos considera.
cienes necesitan de un ecsámr-n mas detenido,


nEn to.Ia nacinn ecsiste un poder soberano ,
que tiene j¡¡ facultad de ruodificarse á sí mismo,
alterando las leyes Iundameut.ales : y m1nC]!le L.
sana raznn aconseja que use con mucha pru-
dencia de esta f:,cultad, IlO hay duda que cuan-
do usa de ella, la altcracion es k'jítíma. Ahora
bien: ¿qne altcracion puede hacerse en la ley
fundamental que no destruya algunos derechos
é induzca otros nuevos? ¿DIremos entonces <11
lejislador : suspended la cjecucion de la ley
hasta que querlr-n satisfechos to.ios los derechos
anteriores á ella? Eso seria lo mismo que decirle:
vuestra leyes vana, y no producirá nunca su
efecto. En estos casos, como en otros muchos,
usa el lcjislador soberano, por la razón del
bien público , de la supremacía eminente que
tiene, no solo sobre los del'echos personales,
sino Lambien sobre los bienes y aun las vidas
de los vasallos , como sucede en tiempo de
guerra. Cuando la soberanía se modifique á sí
rnisma , su efecto debe ser inmediato, sopena
de ser nulo. Y no puede oponérsele ningun de-
recho personal, porque contra la soherauia no
hay prescripción.




31t
l)Ad.!m~$) los derechos relativos al ejercicio


del IJoder soberano no son privndos , sino pú-
hlicos : forman un solo cuerpo con la misma
nut ocidurl soberana ~ y sufren necesariamente
to<!nfl las alteraciones y modificaciones que esta
juzgue por conveniente darse á sí misma. No
son derechos privados , sino instuuciones : y
cesan y deben cesar, como las dernas institu-
ciones públicas de órden inferior) cuando el 11'-
[islador supremo, atendiendo al hien ó á las
necesidades de la nacion , establece un nuevo
órrlcn de cosas ó modifica el antiguo,


I>Es tan evidente esta doctrina, que el rp;y
Felipe V, queriendo modificar la ley funda-
mental de succesion en su auto acordado de
1713 ~ destruyó nada menos que todos los de.
rechos preecsistentes é indudables de la casa
de Austria. ¿ Y se negará al acta de cortes de
1789, promulgada en '830, lo que se corree-
dió al auto acordado ? ¿Será licito destruir de-
rechos adquiridos cuando se trata de abolir la
ley antigua y la costumbre inmemorial, y nn
lo ser á cuando se trata de restablecerla ?


»Puhlicistas muy hábiles, entre ellos el ilus-
tre Carnpornanes , niegan al auto acordado el
carácter de ley fundamental) ya per la falta
de convocación y eleccion libre de los diputa-
dos á las córtes de 17 J3 1 ya por la repugnan-




325
cía de ellas á admitir la ley sálica, ya por no,
laber eesistido peticion , siuo consentimiento
de los procuradores, evidentemente forzado:
y asi las córtes de 1789 no anularon el auto-
acordado de Felipe V , que no tuvier-on pOI' le.
g¡¡l : solo pidieron al rey Cárlos IV , que ape-
llar de dicho auto, mandase observar la aut.i-
~lla ley del reino. Son, pues, mas tIue dudo-
Mí> los derechos de antelación que se coucedi e-
NO en 171~ á las ramas colatera les ; pew aun-
(jue fuesen 10/1 mas firmes y valederos, cada-
earon desde el dia que se restituyó la antigua
Jey fundamental, porque todos los derechos
personales ceden á las.leyes que arreglan el ejer-
cicio de la soher.mia.


»Los folletos y escritos que vomitan los pai-
ses esteanjeros , citan el tratado de Ut.recht yy
aseguran que en él se confirmó , sancionó é hi-
zo pa.rle del derecho público Je Europa el au-
to acordado de 1713. Esto es falsísimo. No solo
110 hubo semejante confiriuacion y sancion ,
pero 1lI se insertó ni aun se hizo menciou de
dicho auto en ninguno de los cuatro trataJos
de paz que celebró EspalEl en aquel congreso,
el primero con el duque Je Saboya en l3 de
marzo 1713 (en este no se pud o hablar del
<lulo, que se publiCÓ dos meses despues); el
segundo con Iuglalcrra el 13 de ¡ulio del nusni.:




326
año; el tercero con los Estados jenerales de
Holanda en 2G de junio de 1714, Y el cuarto
con Portugal el G de febrero de 1715. El único
documento relativo á nuestra lejislacion funda.
mental, inserto en aquellos tratados, fue la ley
de ¡8 de marzo de 17 i 3 , sobre la renuncia de
los Borbolles de España á la corona de Frau-
cia , la esclusion de la línea austriaca del trono
español y los derechos de la casa de Saboya á
falta de la descendencia masculina y femenina
del rey Felipe V. Estos derechos fueron ad-
quirnlos balo el imperio de la antigua ley inme-
morial de succesjon , y nada empecen á la succe-
sion directa de las hembras.


»No ecsiste, pll'~s, semejante incorporación
del auto acor dado en el derecho público de Eu-
ropil; y esta es una de las muchas especies que
fe dicen y propagan para estruviar la opinión
público , y alucinar al vulgo sencillo, que no
tiene cblig¡¡cJOn de saber I¡¡ historia. Mas Jire-
mos : las leyes constantes y fundamentales de
una uacion no pueden ser dependientes de sus
transacciones con ot.ras pot.encias , y así en vano
VrOCUl'iln los folleljsta~ alar-marnos con proles-
tacioucs vt'rdadel'd~ Ó falsas, pusudas ó futuras.
To.lo lo (¡tw Europa pue:lr~ rdl:lonalmente ecsi-
jir de bu~ulros) es que jalll'í.s se una uuest ra
corona con otra Lan Illid!~r()sa (lue se altere el




327
sistema de equilibrio político: y esto puede con-
seguirse siempre por medio de renuncias ) sea
cual fuere nuestra ley fundamental. Salvado este
principio, nunca ceded Es¡nña en mat eria de
independencia, ni reconocerá en ninguu esí r.m-
[ero el derecho de intervenir ~;n FU lejisldclOIl
interior, ni alterará su ley y costu m hre i 11.u c-
morial por obedecer á instituciones estraujeras ,
é intrusas en nuestra patria por intereses est ra ~
ños : pues su objeto fue, corno confiesan IOi
mismos folletistas, escluir para siempre del
trono español á la casa de Austria,


»Pero debimos al auto aco rrlado la paz de
Utrecht," Falso; y aunque fuese cierto, (JO era
un grande elo]io del auto: pues Esp.dJ<i quejó
completamente despojada en aquella paz La
verdadera causa de ella fue que el gabinete in-
gles no quiso proseguir la lucha pOI' !JO hacer
mas poderoso al archiduque Cá rlos , que ha bia
subido al trono de Alemania por muerte de su
hermano el emperador José 1.


))En los escritos citados se di~fjguran ó supri-
men, al arbitrio de la pasion , los hechos de
nuestra histor-ia, Se J ice que en tiem po de lo;
fenicios y de los visogo.los 110 I'(~inah,lll muje-
res en ESIl<liia: como si los reiucci l los há r ba-
ros que dividían la P¡'llí'lsula el¡ la primer úl'í)'
ca, ui la grall mouarquia de la segunda hubic"




328
sen sido hereditarios y no electivos. Dicen que
Hormesinda y Adosinda no reinaron, sino sus
maridos D. Alfonso 1 y D. Silo. ¿Y con que de..
recho reinaron, pues no pertenecian á la fa-
milia real, sino con el de sus esposas, como Fe-
lipe el Hermoso en el siglo XV? Ponen duda
en la succesion de doña Urraca, que consta de
todas las historias y documentos, fundándose
en que durante su vida, fue elevado al trono
Alonso VII su hijo: y olvidan las razones po-
derosas que obligaron entonces á los grandes de
Casulla á tomar aquella determinación. En
verdad que no hicieron lo mismo con la pru.
dente y virtuosa Berenguela. Quieren tambien
despojar al reinado de esta gran princesa de su
carácter legal, porque duró poco tiempo: sien-
do así que fue jurada princesa heredera en vida
de su padre antes del nacimiento de su hermano
Enrique 1, succedió á e!'>te sin contradicción, y
renunció la corona, de su propia voluntad en
8U hijo Fernando III el santo.


»No falta quien asegura que »el decreto he-
reditario de las hembras viene de la lejislecion
l'omana:" desatino que no puede haberse dicho
sino para alucinar al vulgo igool'ante. Precisa-
mente la costumbre ele que succediesen las in-
fautas en el trouo se introdujo en Espaüa'y en
otros muchos paises, en la {~poca en que las le-




329
yes de los romanos eran enteramente descone-
eidas en Europa. Se atreven á decir también
que en el reino de Leon , nunca se reconoció
la succesion de las hembras, y 01 vidan que Fer-
nandolde Caétilla succedió en aquel reino por el
derecho de su mujer,


»Pero hablando de Aragon, triunfan, y di-
cen gravemente que aquella corona necesita de
un varen. Si: porque ni en los tiempos remo-
tos se unió el condado de Aragon á Navarra,
por el matrimonio de la hija y heredera del con-
de Endregoto GalinJez, con Garcia Illiguez,
rey de Navarra; ni en tiempos posteriores tu-
vieron los aragoneses por reina á doña Petroni-
la, hija de Ramiro II, con esolusion de la rama
colateral que continuó reinando en Pamplona:
ni en siglos mas modernos (que son los que
manifiestan el último estado de la lejislacion)
juraron por heredera á Juana, hila de los reyes
católicos : ni en nuestros dias votaron sus dipu-
tados, juntamente con los de Castilla, en las
córtes de 1789 , contra la esclusion de las hern-
bras intentada por el auto acordado. Cuando
se lee de esa manera á Zurita y Mariana; cuan-
do se tiene ó se afecta una ignorancia tan era-
sa de la historia, es inconcebible la osadía de
entrar en discusion sobre materias tan irnpor-
tantea.




330
»Convencidos Can tantos ejem plos como nos


presentan los anales de Castilla, Leen , Aragon
y Navarra, confiesan al fin que á la verdad
han reinado hembras; pero no por derecho..
sino por conveniencia y utilidad pública.
De modo, que segun ellos, es lícito in-
frinjir el derecho y la justicia por razon de
estado. Mácsirna abominable, que nunca lldlló
entrada en las almas de nuestros virtuosos ante-
pasados. La verdad es que la utilidad introdujo
la costumbre, y esta se convirtió después en
ley. Alonso el Sabio en su ley de Parti.la , no
hizo mas que consignar por escrito lo que esta-
ba ya establecido por derecho consuetudinario,


»Ni son mas felices en el argumento que sa-
can del orijeu de la soberania , que atribuyen
á la autoridad patriarcal: y á Felipe V, en ca-
lidad de jefe, ó como si dijésemos patriarca
de m dinastia , atribuyen el poder que niega n
á sus succesores , de mollificar la ley funda;
mental. Nosotros no hemos leido el código
de los antiguos árabes ... ni de los beduinos
modernos; y asi no podernos decidir hasta
qué punto son aplicables sus principios á las
Ilaciones civil izadas. Solo diremos q ue no
nos es posible averiguar cuál fue el carácter
patr-iarcal de los visogodos , suevos y alanos,
cuya mousrquia electiva invocan nuestros ad-




331
versarios, cuando se apoderaron violentamente
de la Península. En Gil, creen resolver de un
solo golpe la cuestion , diciendo que )) Felipe V
reinó en España por derecho de conquista, y
asi pudo hacer lo que quiso," A esta paluhra
horrenda, aunque desmentida por la )I j¡ó,I.ÜIia
de tiempos modernísimos, se cubre de rubor
la frente de todo españo] pundonoroso ¿Como
asi ?¿Fue conquistudor el que succedio por de-
recho hereditario llamarlo por el testamento de
su antecesor , reconocido y jurado en todas las
provincias, posesionado tranquilamente del tro-
110 , Y en fin sostenido en él Con el ti inero y
sangre española cunt.ra los enel1ligos (¡ue vinie-
ron de fuera á derribarle? Tanto vald ria deci r
que nuestro monarca el señor don Fernando
VII, cuando volvió de Va!en~ey , entró á rei-
nar como couquistador , ¿Y se atreven á irnpo-
ncr una mancilla tan ignominiosa sobre la na-
cien española ? ¿Y osan dt'gl'adar los derechos
de nuestra augusta dinastia asimilándolos á los
de Gengiskall, Tamerlall Ó lVlaomet II?


Concluyamos. Es inútil disputar con aque-
llos á quienes la pasion ó el interes sacan fuera
de sí , hasta el punto de disfigurar los hechos
mas notorios y desisternatizar los absurdos mas
peligrosos. Pero no es inútil que los españoles
COnozcan cuales SOn las armas, todas de fábri-




332
ca estranjera , de que se valen los enemigos de
nuestra tranquilidad. Tenernos cierta esperan-
za de que ni estas armas, ni otras algunas de
cualquier especie que sean, podrán nunca pre~
valecer contra la nación española , tan amante
de sus reyes como de sus costumbres é institu-
ciones, tan inviolablemente adicta á la fe jura.
da: y que al grito de viva Isabel Luisa se reunirá
toda, como si fuese un solo hombre para de-
fender su lejítima reina, y los derechos de la
independencia española.


»Vea mos como cierra el cuadro de los últi-
mas años de Fernando, MI'. Duverine en su
Ensayo histórico sobre el espíritu de reforma
política en España., publicado en Paris en el
presente año.


»En su consecuencia mandó publicar le re-
vocacion hecha en 1789 por Cárlos IV y por
las córtes reunidas, para [urar príncipe de As-
turias á don Fernamlo ViI, en una época de
plena tranquilidad J con el asentimiento Fne-
ral , dc una lcy estraüa introducida violenta-
mente por Felipe V despues de la guerra de
succesion , cuando este rey secundado pOI' un
ejército J por el deseo de la P3Z, dictaba leyes
á benepl icito suyo y hacia impotente toda de-
rnost raciou. De este 1110do se restableció el ór-
den de succeder eu la corona, segun los usos




333
antiguos de los reinos de la Península, en li-
nea directa sea masculina, sea femenina en pri-
D1l:'I' grado, conforruándcse al mismo tiempo
con la regla seguida [eneralmente en Europa,
y de que solamente F¡'<Hlcia se esceptua. En se-
gundo lugar para combatir las pretensiones del
infante don Carlos ... Cristina volvió los ojos al
partido constitucional doblemente interesado
en el sostenimiento de una Tejislacion que las
córtes de Cádiz habian proclamado. Asi este
partido veia prepararse en Madrid el triunfo de
la causa pública, en la época en que Santos La-
dran y Llauder rechazaban en los Pirineos á los
proscritos, alentados primero en su tentativa
por el gobierno frances , y abandonados mas
tarde por él , con gran detrimento de la justi-
cia y de los sentimientos del honor nacional
y de la sana política. En el siguiente año, Ter-
rijos y sus compañeros aumentaron ccn sus
nombres la dilatada lista de las víctimas de un
noble patriotismo .... y colocáronse al lado de los
Riegos, Porlieres y Lacis.


)lEI dia 10 de octubre la reina dió á luz
una hija, que recibió el nombre de Isabel. Esta
circunstancia sirvió de pretesto á don Carlos
para apoYf1r sus pretensiones en la ley de Felipe
V , como si fuese posible negar, aun en la hi-
pótesis puramente monárquica) á Fernando y




3~t
á los representantes de la naeion el derecho de
reformar una ley establecida pOI' poderes ¡sua.
les á los suyos, es cierto, pero no superiores.


IL'\I¡;un tiempo dcspu"s b reina entregó al
rjéreÍlo las banderas qlle ell" misma babia bor-
dado J y qu~ rt~cij¡i('nJ;l cinco i'!IH:'l'dles. Al po·
lwrlas en sus ma nos Cristiua , manifestó la es-
peranza que babia concebido de que á la somo
bra de c1lP"¡¡OS, eSlnlJdar!es delcn.lerian los de.
rechos de Fernando VII y de su descendencia.


»Ha l!~ !Jase la córte en Sa ti Ildefouso en el
mes de setiembre de /832. El l'f'Y CfiYÓ enfer-
mo de peligro: la gola que le atormentaba hacia
muchísimo tiempo habia subido al estómago) y
el enfermo perdió por algunos momentos el
uso de los sentidos por efecto de la violencia
del mal. Al punto se divulgó la voz por Ma-
drid de que habia espirado. Mientras que la
opinion pública estaba en espectativa , algunos
grandes, reunidos á varios [euerales y á otras
personas de influencia, estimularon al infante
don Carlos á que se sentase en el trono, Ó al
menos á que se encargase de las funciones de
re [ente : pero el infante creia de buena fe en
la superioridad de sus fuerzas, y no quiso dar
un paso que tendria todas las apariencias de la
rebelion viviendo todavia su hermano.


»Encontrándose el 17 de setiembre muy dé·




335
hil Fernando, enviaron al conde de la Alcu-
dia al cuarto del infante con el encargo de in-
formarle de parte del rey, de que iba ~ espedir
un decreto para que la reina tomase el titulo de
rejente luego que muriese S. M.: el mediador
d(~hia al propio tiempo obligar á don C8rlos á
que consintiese en ser el consejero del trono
d urante la menor edad de la reina IsuLe!. El
infante despreció la oferta. Por la tarde el con-
de se presentó de nuevo é invocó los senti-
mientos relijiosos del príncipe, representándo-
le que si persistía en su negativa, la guerra
civil seria inevitable. La segunda entrevista
tampoco produjo resultado alguno, y pasóse
una palIe de la noche deliberando cerca del
lecho del monarca.


)JEl 18 el estado de Fernando era aun mas
alarrnante , y mandó llamar al ministro Calo-
marde , quien pintó los peligros á <lue estaba
espuesto el reino por los esfuerzos de los cons-
titucionales y su inteli [encia con otras nacio-
nes: y añadió que la crisis se terrninaria con
la sangre. Al oír estas palabras Cristina, gritó
que era necesario precaver á cualquier precio
tamaños infortunios: y el monarca preguntó
que dehia hacerse: respondió el ministro que
anular la ley publicada en favor de la línea fe-
menina y contra la succesion establecida por




336
Felipe V. El decreto de 18 de setiembre que
revocaba la praornática-sancion , redactado y
firmado el mismo día, quedó depositado en el
ministerio de gracia y justicia conforme á la
voluntad del rey, que prohibió se publicase has-
ta.después de sulrnuerte.


» En efecto, las palabras calculadas de Ca-
lornarde , y el siniestro cuadro que pintó, pro-
dujeron en el áni mo del rey abatido por los
padecimientos y en el [eneroso y humano ca-
razón de la reina Cristina tanto efecto, que 01·
vidaron en un momento sus mas caros intere-
ses, .Y Culornarde obtuvo asi por sorpresa la fir-
rna de un decreto contrario á las disposiciones
adoptadas en 011'0 tiempo, y despucs de Una
madura deliberación. Sin duda no reílecsiona-
ron entonces que la ley de Felipe V habia sido
revocada por Cárlos IV con el concurso de las
córtes : y que un simple decreto real no podia
anular semejante decision á los ojos de ningun
hombre ilustrado. La ccnsideracion de que don
Cárlos hubiese nacido antes de esta revocacion,
es decir el 29 de marzo de 1788, no destruía
de modo alguno el derecho del rey Cárlos IV
y de los representantes de la nacion á alterar
el órden de succesion al trono, ley á que esta-
ba sometido el infante donCárlos como cual.
quiera otro español.




337
»Don Cárlos se hubiera colocado en una


situacion mas ventajosa, sien vez (le fundar
sus derechos en lo que llamaba la justicia de
su causa, en una ley irn popular en España,
igualmente deshechada y abolida pOI' la menar-
quia de derecho divino y pJr L\ soberania na-
cional , se hubiese presentado como el elejiclo
de la nacion , puesto que se persuadia y pro.
curaba 'darlo á entender en los paises estraños
que tal seria la bandera que habia de tremolar.


»Si los carlistas oponian que Cárlos IV se va-
lió de su influencia sobre la asamblea y que
Fernando se hallaba á la cabeza de un partido,
en fin , que las córtes en tales circunstancias
no podian llamarse nacionales; f~cil era herir
con igual anatema á las córtes de Felipe V , Y
al mismo Felipe V que ejercía la autoridad no
obstante la oposición armada y las protestas de
una parte notable de la monarquía. ¿Que pen..
sarernos pues de los actos del pretendiente y
de los de sus consejeros? Basta ecsarninar el si.
tio en que se han firmado para leer el nombre
de un lugarejo desconocido de Guipúzcoa ó de
Navarra, donde tos que creían tener el dere-
cho por su palte nunca se creyeron un mes
seguros.


¡¡Reprueban tambien en el acuerdo de Cár·
los IV de 1789 el secreto que se guardó y la


TOMO m. 22




338
li'!ta d(l no haberse promulgado.


»No hemos encontrado una base sólida en
paJI l' nÍnt;lllJa , pol'f]ue todas las leyes políticas
creadas por el interes privado y el espíritu de
parl ido, quedarán siempre destruidas por otra
íiccion semejante cuando esta reuna en su favor
el rpo),o de las bayonetas. La verdad sola so-
brevive á las derrotas y constituye un derecho:
JOOi partidos siempre invocan el nombre del ¡me·
blo. En el siglo décimonono esta pretensión es
uienos fuudada que nunca, porque el pueblo
desecha los partidos y se rie de sus esfuerzos,
ó por mejor decir el pueblo no ecsiste , si se
entrende por esta palabra la muchedumbre ig-
norante y asalariada que prestaba su fuerza
brutal á la ambicion de los individuos y de las
clases prjv ilejiadas para servir despues de jugue-
te á los unos y á los otros. Ya no se encuentra
este poderoso ausiliar de la tirania : desde el dia
en que las clases medias han empuñado las ar-
mas ha cesado el imperio de las ficciones polí-
ticas. L'J sociedad vela por sí misma sus inte-
reses morales y materiales, y cada tentativa para
reducir esta escena inmensa á las proporciones
del interés privado ó de familia, es para ella
una nueva leccion Ó la ocasión de un nUeVO
progreso. ,-


»Interrumpamos la narracion de Mr. Duve-




339
rine : los acontecimientos de San Ildcfonso ya-
cian envueltos en tanto misterio que juzga ..
mos útil al interés de estas Memorias presentar
en un cuadro cuantos datos se hallan esparci-
dos en distintas obras. Ved aqui corno refiere
aquellas escenas un testigo de vista, cuya carta
publicaron en su tiempo la m:lyor parte de
los periódicos franceses y uno español.


Carta de un carlista á un amigo SllJ'O.


»Ha de saber V., amigo mio, que en la no-
che del 14 al 15 de setiembre se agravó notable-
mente la enfermedad del rey, y desde aquel
momento se notó grande ajitacion en todas las
clases del estado. Esta ajitacion se fue sumen-
tan.lo al pdSO que la enfer-medad se agrava ha , y
llegando esta ya 11 tal punto que no habia nin-
guna esperanza de vida, empezaron á temer la
reina y sus parciales, porque no dudaban cual
era la voluntad de la naCiDn española con res-
peto á la herencia de la corona.'


»En medio de este conflicto en que se ha-
llaba la reina, pensaron tanto S. M. como sus
partidarios, que el único remedio que porlria te-
ner su causa perdida en el momento en que es-
pirase el señor D. Fernando VII , era compro·
meter al .señor infante D. Cárlos á sostenerla,




310
pues no ígnorahan que si este !'f~ilOr lo ofrecia
lo cu.upliria ; porque l1auclo su palabra jamás
f~lll :~ria á ella!'


»Para couscguirlo hizo la reina que el l'ey
llamase al conde de la Alcudia, y dijese que
quería nombrar á la reina gobernadora de la
monarquia Jurante su eufermedad ; J en caso
de mnrir quedase gobernando mientras durase
h mC-'UOI' edad de su hija; que en este supuesto
esiendiese el nombramiento y en él autorizase
a la reina, para que pudiese llamar al despacho
á la persona que juzgase podría aconsejarla con
mas acierto."


»Eu efecto, llamó el rey á Alcudia el 17, Y
despues de repetirle todo lo dicho arriba, le en-
cargó fuese al cuarto del infante D. C,Írlos, le
enseñase el decreto y le dijera que la reina es-
peraha fuese S. A. la persona que ta aconseja-
ria en el gobicl'l1o."


. llA las dos de la tarde fue el conde al cuar-
to del infante, le hizo relacion de todo lo
ocurrido, y le enseñó el decreto firmado de la
mano del rey. El infante al oir la proposicion
respondió que no se luzgaba con el talento é
instrucción necesaria para servir de consejero á
la reina, y que por tanto esperaba que S. M. le
dispensarla como muy de veras se lo pedía."


»Alcudia trató de convencer al .infante,




341
pero vien.lo que no lo conseguia creyó qnc seria
el motivo de su resistencia el no norn ln-aele
personalmente en el decreto del rey, y ,í poco
de salir del cuarto de S. A. volvió otra VfZ y
trajo otro decreto Iirruado igualmente por el
rey ~ en el cual ya se nombraba á S. A. H. per-
sonalmente llara asistir al despacho y aconsejar
á la reina"


))EI conde de la Alcu.Iia 1 presentó este tIno
creto diciendo ,í S A. que el rev quería que
asistiese al despacho y aconsejase 41a reina .lu-
rante su enfermedad 1 ¡wro que debla da r su pa-
labra de que reconoce ria y sosten.Iria los de-
rechos de su hija la infanta Doüa Isabel en caso
de su fallecimiento."


»El infante respondió que se ratificaba en.
]0 que ya habia dicho, y que solo tenia que arll o
d ir que la condicion que se le pouia era un
nuevo motivo para que sn conciencia no le
pcrrnií ier. admitirlo: (l'lC tenia lejitirnos d,·re·
ellos ;l la corona ,le España.l en Caso del f.dlc·
cimiento del rey, sin que deje hijo varon, y es-
tando resuelto ~ sostener-los 1 porque así lo de.
bi» IDcer tanto pOI' obligacion divina como hu-
mana, no eeconoceria nunca lo contrario: que
sont ia mucho tener qlle h,lblal' así en la OCHS\OIl
de la enlermed:ul tll: su hermano á quien tanto
'1l11<.I!)a y respetaba , pero que juzgaba <teucrio




341
hacer, porque el hombre de honor, y que de-
fiende Una causa justa, habla siempre con cla-
ridad.


»Alcudia quiso disuadir al infante diciéndole.
» Mire bien V. A. las consecuencias que de


su repulsa podrán seguirse, pues mas vale ce-
der en algo y hacer una composicion , que se-
ria fácil de ejecutar , que negarse absolutamen-
te, pues no debe V. A. olvidar que el padre
es el rey."


»Siernpre que mis derechos se reconozcan,
respondió el infante, Y' por ellos los de mis hi-
jos, trataré en amistad con mi hermano de lo
que él quiera: pero sin esta circunstancia, no.
No ambiciono ser rey, antes por el contrario
desearia librarme de carga tan pesada, que re-
conozco como muy superior ámis fuerzas, pero
Dios qUH me ha colocado eu esta posiciou me
guiará en este valle de lágrimas, y no yo sino él
'permitirá cumpla tan árdua empresa."


»Viendo el conde de la Alcudia en esta res-
puesta toda la enerjia y carácter de UI1 prínci-
pe verdaderamente justo, y no bailando por el
momento palahras y razones conque contestar,
se quedó uu poco parado, pero al poco rato es-
clamo. "


»Pero , seüor , tal vez engaila á V. A. su
propia conciencia, y puede que esla misma ec-




343
sija de V. A. el sacrificio que se le pide."


»No estoy engaüado, respondió el infante,
pues sé muy bien que si yo pOI' cualquier mo-
tivo cediese esta corona en quien no tiene dere-
cho á ella, me tomarla Oías estrechisuua cueu-
ta en el otro mundo, y mi con fesor en este no
me lo perdouuria ; y esta cuenta seria aun mus
estrecha perjudicando yo á tantos otros, y sien-
do yo causa de todo lo que resultase; por tanto
no hay que cansarse, pues no mudo de 1110'
do de pensar."


»Volvió Alcudia á ponderar los iucouve-
nientes de lo que S. A, ecsi]ia , y concluyó di-
ciendo. ¿V. A. quiere ser la causa de una guer-
ra civil?"


»Yo no quiero una guerra civil, respondió
con repeso S. A. : vosotros sois los q'Je la que·
reís, puesto que os empeñáis en sostener uua
causa injusta."


J)AI oir esta conveniente y enérjica , asi co-
mo sabia respuesta, se despidió el conde de
S A., Y no volvió mas á su cuarto. La rema
fue encargada del despacho de los negocios, pe·
ro no como gobernadora. "


»El rey viendo lo que babia pasado con su
hermano y Alcudia , y kili ;udose á las puertas
del sepulcro, niaucló llamar al famoso uurnst ro
Caloruurde , y le dijo l'u~lesc un decreto anu




314
Iau.lo la pragmática de 30 de mayo, y se lo
trajese para que inmediatamente lo firmase. Ca.
Iomarde que siempre ha sido un vil adulador,
y que fue el que hizo que el señor Jan Fernan-
do VI! promulgase la pragmática-sancion de ma·
yo, fue el mismo que con muestras de júbilo
estendió el decreto que la anulaba. El rey fir-
mó el decreto en la noche del 18 de setiembre,
en presencia de la reina y de los ministros (me-
110S el de la guerra que se hallaba en Madrid),
y de esto se hizo una acta con la que, aunque
se mandó tener oculta hasta el momento que
Iallecicra S M., se calmaron los ánimos, V to-


"'do el mundo quedó tranquilo, creyendo que
la reina estaría convencida de la nulidad de los
derechos de sus hijos, y no querria seguir en
adelante con una empresa tan injusta , pero es-
lo no fue asi. L..a reina se mantuvo en su pa-
labra mientras temió la muerte del rey, y en
el momento que este empezó {\ mejorarse, pu·
so S. M. de palote su palabra, y se atribu-
yó IBas poder del qne el rey le había dado.


»La nación viendo que el rey era esclavo de
la reina , estaba á punto de sublevarse, preten-
(hendo que el rey estaba fátuo y que no podía
gobernar, y muchos se dirijieron el don Carlos,
y respondió que ~er;d [raído: el que lo intenta-
lit! antes de LJ muerte del rey."




34',
»Se ha visto precisado ¡í obedecer las órdenes


de su confesor, quien le ha mandado en norn..
hre de Dios (jue salga de Esp:1rw para evitar los
males que podrían recaer sobre su familia."


Mr. Duverine continúa así,
) Si Fernando hubiese muerto inmediata-


mente despues de haber firmado el decreto de
18 de setiern bre , la reina y los consti iuciona-
les hubiesen apelado de este acuerJ-o, nulo
á los oías de todas las lejislaciones por las cir-
cunstancias que lo habiun acompañado: pero es
muy cierto (lUC semejante acto hubiese dado
mas confianza al partido de don Cá rlos , y se
hubiera convertido en un titulo de proteccion
al mismo por parte de las potencias estranjeras:
consideracion importante para un príncipe que
á falta de razón y del asentimiento nacional
buscaba fuera de Espaila un apoyo para retener
por mas tiempo el cetro que se le escapa ba,


» Al dia siguipotc ! 9 , el rey despues de ha-
her tocado las puertas del sepulcro vol vió en sí,
y poco á poco recobró bastantes fuerzas para
puJer fijar su pensamiento y enterarse de los
negocios de importancia. Por consecuencia del
error que la violencia del parocsismo habia
ocasionado, Fernando gozaha del triste privile-
jio de Juzgar de la opiuion de la posteridad por
Jo relativo á su persona. Hizo muchas pregun-




M6
tas sobre el aspecto ¡eneral del pais , despues
que se divulgó la noticia de su muerte, y las
relaciones fueron favorables á la causa de la
reina, reanimando los celos que la ambicion de
don Cárlos inspiraba al rey. Fernando no fue
insensible á las reílecsiones que tamaño aconte-
cimiento habia inspirado á la prensa estranjera.


»La infanta doña Carlota, esposa de don
Francisco de Paula y hermana de la reina, que
se encontraba entonces en Andalucia, volvió
precipitadamente á MadriJ al punto que supo
lo que habia pasado, Cuando el rey comenzó
á restablecerse, 1" infanta representó á su her-
mana cuales serian las consecuencias del con-
sentimiento que habia dado á la revocación de
una ley que favorecia á sus descendientes, y
reprendió vivamente á los ministros de no Iia-
berla partici pado el estado de las cosas antes
que el rey firmase el decreto de 18 de setiem-
bre} contrario 4 sus primeras disposiciones."


lLsta aquí MI'. Duveriue. El señor Mariia-
ni , en su Hrstoria poi itica de la Espaüa moti ~ rna
retiere los mismos sucesos del modo ~iguiel\te.


»No a pn-eció asomo de prot.esta cont r,¡ la le-
galidad de aquellu acta de FernanJo VlI, ni
antes ni dcs.iues del nacimiento de su h:i-l Isa-
L~l, emuudccieu.lo all~; D. Cár!os y todo su
haudo. Se fr"ou<lron tramoyas uucubiertas , y




347
se prepararon asaltos contra la nueva ley, que
reponía á las mujeres ('\1 el trono de España,
como habia rejido desde tiempo inmemorial.


»Adolece el rey desahuciaJamentc en otoño
de 1832, Y rodea la ansiada coyuntura. Ar.u~
den los apostólicos y D. Cárlos al lecho del mo-
narca moribundo, y se trata de aprovechar el
trance pJra arrebatarle UDa revocacion del acta
de 29 de marzo de 1830.


»Ni el plan ideado ni los medios conveni-
dos .correspundcn á la uucion española,


»Hailábanse reunidos en la Granja varios
individuos del cuerpo diplomático; conferen-
ciaron íntimamente para ver de lograr á tojo
trance la revocacion de la pragmátíca-sancion,
en la agonia de Fernando VII. Acordes ya en
el rumbo que habían de seguir, Antonini,
ajente de policia, y ,i la sazun enviado de Ná-
poles en I\hdrid, quedó enc;;r¡)aJo de tramo'
yista para la l'jecucion; pues, á fuer de minis-
tro de familia, se le franqueaba mas el palacio,
y Itwgo era de temple Illuy ailecuarlo para el
desempeño de tan rematada iniquidad. Clava~
do Antonilli á las plantas de la reina Cristi
na, en aquel trance de quebranto que traia
como enlutado el palacio entero á la perspecti-
va del rey moribundo, se añadia el azoramien-
to de tanta maquina~ion como se entretejía á




348
diestro y siniestro. E'l (le estrañar que la reina
no lanzase de palacio á un ministro de familia
que, aparentando sumo interés por ella y por
su hija, la estaba acosando Con zozobras, os.
tcntándol e un cuad ro de fracasos horrorosos
que iban á saltear á toda la familia al espirar
Fernando, sino dilijenciaba en precaverlos Con
la revocación de] acta de 29 de marzo de 1810.
Cercada de enemigos, sin arrimo y sin conse-
jeras, Maria C.'islina, postrada con el afan y
los desvelos dedicados con asombroso estrerno
al alivio de los quebrantos de su esposo, asus-
tada con aquella descarga incesante de sinieslros
anuncios, tuvo que amainar á tan redoblado
martirio J se desprendió por fin de la arruen-
cía que le' estaban requiriendo los apostólicos.


»Apresa.la una vez aquella adhesion , desen-
trañada Con los quebrantos de reina y de rna-
dre , encargóse Antonini de avenirse con el
conde de Alcudia, ministro de estado, pan
estcn.ler el acta de revocacion ; pero el conde
previendo allá las resultas posibles de nquel la
tropelia , file ponienIo reparos á la forma y la
sustancia del documento (lue le pe.Iian , .Y pan>
en negarse á Iacilitarlo , diciendo que el acta
corresponIiu al ministerio de gracia y [ust icia y
que acu.liesen á C,doIllJnle, malquisto Insta
entonces cou los consniradores , por autor de




349
la misma acta que estaban ansiando anular.


nAntonini, de suyo perspicáz , se entera de
10 mucho que podrian recabar del mismo Ca-
Iornarde en aquella coyuntura; se encara des-
de luego con este sugeto, se esplaya sobre lo
infinito que arriesgaba, en muriendo el rey para
purgar las ejecuciones sangrientas de 1827 en
CataluiJa, y la fealdad de su delito para con
D. Cárlos, promulgando la ley que lo escluia
del solio. Obvio se le hace el demostrar á Ca.
lomarde que el único arbitrio para de.'agraviar.
le, y arnistarse de nuevo con el bando, al cual
debia su encumbramiento.. es el estender el acta
de revocación accedida por la reina, Ufano da
reencompadrar Con sus camaradas anteriores,
Calornarde se aviene gustoso á la retraccion que
abonaba su conducta pasada. Redactada el acta
por Cruz Mayor, se encargó el conde de Al..
cudia de presentarla al rey, quien la firma en
g3l'abatos inlejibles , que hicieron veces de to-
dos los requisitos.


»Estaha ya el rey oleado y ajeno de todo
conocimiento, y al parecer en el trance de la
muerte; aun se le habia conceptuado difunto
algunas horas antes participándolo así el emba-
jador frauces á la córte de las Tullerias. En-
tonces Peña y Gonzalez , confesores del rey, se




350
entrometieron hasta su dormitorio, y utilizan-
do la postración del moribundo , le amenaza-
ron, con voces solemnes y ademán vehernen;
te, con el castigo sernpiteruo , si no revoca-
ba el decreto que llamaba á su hija al solio.
l\1.Hldaron á la reina, que se hallaba presente,
que lograse de S. M. que hiciese lo que única-
mente podía salvar su alma, y dejarle morir
con la conciencia sosegada.


)lEI rey, con el entendimiento yaenmaraña-
do por la cercama de la muerte, al ver que le
estaban imponiendo terminantemente una ¡es-
tion , sin enterarse de bUS circunstancias , vol-
vió rendidamente la vista hácia su espoba. Tris-
tísima seria la situación del pecho de la reina
en tan apurado trance; y así estrechada por una
parte, y consultada por otra, no le cabia mas
arbitrio que sacrificar toda consideracion terre-
na al alivio de los postreros momentos de un
rey espirando. .concedió la reina su anuencia,
y el conde de Alcudia, que estaba en acecho á
la puerta, entró, á una seña del confesor, con
el decreto ya corriente: la firma real, tal co-
mo puede formarse en aquel punto, se logró
arrebatándola á una mujer postrada y llorosa y
á la mano trémula de un moribundo; y aquella
acta 1 rebosante de injusticia personal, ha sido




351
el manantial de las calamidades nacionales de
España (1 )."


II Alcanzada la firma de Fernando, ú lo que
debía hacer sus veces, los capataces de aquel la
tramoya volaron con el acta al respetable deca-
no del consejo de Castilla, D. José Puig , p¡¡ra
que dispusiese su publicacion; pero aquel dig-
nisimo majistrado se desentendió de todo el
empeño del partido apostólico antes del falleci-
miento del rey, y retuvo en su poder el docu-
mento (2).


»Descuella aquí uno de aquellos decretos in-
comprensibles de la Providencia, ajenos todos
de nuestros alcances; pues los carlistas, siempre
tramadores, acarrearon la promulgacion del
acta que están ahora hostilizando, y Calamar-
de, su hechura y su comodin , es el prornul-
gador de la pragmatica-sancion de 1789, Ylue-
go de la revocacion desencajada á Fernando en
el trance de morir.


»Cuando el rey, ya convalecido, se hizo


(1) Bosquejo de la política inglesa respecto á la
Esp aña , en contestacion á la oLra del cou de Car-.
narvou , intitulada Portugal y Galicia,


(2) Quedó revocada el aeta en la célebre re-
union de 31 de diciembre de 1832.




3)'2
cargo de las tramoyas maquinadas en su an-
gustiosa y dil atada llgonia, despidió á cuantos
ministros iutervinieron en aquella trama, y fue
ya calando los intentos de su hermano y del
partido que acuudrllaba. Formó luego un nue-
va ministerio, se ajuició en sus miras yen fin
mas comedido, atajó el torrente de persecu-
ciones que duraban ya desde nueve años, y así
empezó á rayar por el horizonte la aurora de
otra era nueva. Alternó la reina en la autori-
dad suprema, mediaron razones conciliadoras,
y luego la primera amnistia franqueó las pu~r­
tas de 81.1 patria á un sinnúmero de españoles
desterrados desde 18U. Tras el despotismo
reaccionista asomó una tolerancia efectiva, que
se apellidó luego despotismo ilustrado, contra-
puesta á la realidad mentecata que hasta en-
tonces hahia servido de norma al go~ierno; y
así en medio del idioma intrincado que se esta-
ha usando, aparecian las incertidumbres. Cam-
peaban ya en la nueva potestad los visos del
principio fundamental de la libertad política.
Providenciando así el despotismo, desfallecia
mortalmente en el propio monarca que tanto
lo habia estremado, Zea Berrnudez fue el en-
cargado de aquel tránsito reparable, y desen-
furecida ya la persecución , amaneció allá cierto
miramiento con las opiniones políticas. Se re-




353
montaron los ánimos en alas de aquella toleran-
cia primera, y al paso que se iben entonando,
amainaba mas y mas el poderlo. Hablaba ya
este de reformas positivas, y aun las estaba
apeteciendo; pero al mismo tiempo rechaza-
ba toda reforma política. Despropósito estrañi-
simo en que han incurrido sujetos de injenio ,
pues conceptúan muchos que cabe la reforma
en abusos administrativos, aborto del atrope-
llamiento de los derechos de toda nacion , no
reponiéndola desde luego en su decoroso asien-
to, devolviéndole el ejercicio lejitimo de sus
derechos. Intento desatinado es el de creerse
engreidamente mas pujante á solas, y prescin-
diendo de pensamientos y de empuje, que
obrando á luz del desengaño. Tal aparecería un
caudillo que arrostrando una hueste crecida,
entablase la pelea sin t.ropa y sin ausilios (1 )."


.Fernando VII murió el 29 de setiembre de
1833, á las tres menos cuarto de la tarde (2).


»La augusta viuda quiso que en atención á


(1) Historia política de la Españnmodarna , por
el señor Martiani. Barcelona 1840 ,pág. 92 Y 93.


\2) Son jenel'almente desconocidas las ceremo-
nias del entierro de un rey, y por eso damos cahi ..
da á la descripcion de las de Fernando.


TOMO 111. 23




llabel' sirto tan rpppnlina In muerte , no se re-
moviese 1'1 rf'al C'fld;'lver hasta pasadéls 48 horas:
rn>« f'~tp I ierno ¡j('.'H:O no pudo cumplirse del
lodo por haher mnnifestado los facultativos en
la nlilllana dd 30 que no couvenia esperar mas,
En cousecnencia , el Esenio. señr.r duque de
Hijar, miHi1uPlo1 de Oruni , surn iller dt' Corps (le
S. 1\1. , aco m pail3rlo de los Escmm:. señores mar-
qués de Astorg« ,dUCJllP de Med inace] i. marqués
(le Carnllrasa, marqués de Cerralvo, conde de la
pllf·bla fle! l\1apE'lre, duque de Villahcrmosa,
duque de A hrantes , marques de· Aleai1icf's,
(~onJe de Cenn.llon, conde de Hevillaíi¡édo,
marques de Al'iza y de Estepa, duque de Sé-
daví, conde de Salvatierra, duque de Osuna,
marqués de Villadarills, marquésvde Brnn-
cifort.e , duque de Berwick y de Alba ~ duque
de MontellarlO 'Y del Arco) y conde de Hiva-
davia , [entiles hombres de cámara de S, M., Y
de ocho ayudas de cámara de S. M., vistioal
real cadáver, y le puso las bandas y collares de
las ór.Ieues nacionales y estranjeras , colocán-
dolo en el féretro, cuya parte inferior estaba
cubierta con. los mantos de las reales órdenes,
conduciéndolo despues desde el real dormitor-io
á la pieza en donde esperaba el Escmo, señor
marqués de Valverde , conde de Torrejon, ma-
yordomo mayor de S. M. acompañado de tos




35'5
mayordomos de semana j' dernas servidumbre
del real cuarto, y á presencia del Escmo , se-
üor D. Juan Gualberlo Gonzalez, del consejo
de Estado, secretario de Estado y del despacho
universal de Gracia y Justicia , y notario ma-
yor de Jos reinos de Castilla y de Leon , hizo
el anunciado Escmo. Señor sumiller de Corps,
con la fórmula de estilo, entrega formal del
real cadáver al Escmo. señor mayordomo ma-
yor.


Reunidas las comitivas del real cuarto y
casa, condujeron el real cadáver al salon de


embajadores, en donde ya estaban dispuestos
siete altares portátiles, y lo colocaron en una
magnífica cama imperial preparada debajo del
dosel ... y sobre una tarima cubierta con terciope-
lo carmesí; haciendo el Escrno. señor mayor-
domo mayor entrega á la antigua y noble
guardia de monteros de Espinosa, para que á
su tiempo lo devolvieran á 8. E., custodiándole
y conduciéndole al real monasterio del Esco-
rial. Inmediatamente se situaron dos monteros
á la cabecera del féretro Con la corona y cetro,
y otros dos á los pies de aquel, y mas ad elan-
te fuera del dosel, d03 maceros de las reales ca-
ballerizas. Guardaron ademas el real cadáver
dos [entiles hombres de cámara y dos mayor-
domos de semana , dos ecsentos de guardias de




3%
la real persona , y la cm-respondiente ¡:(u!lrdia de
dicho rea] cue.·po bajo las l)dr'ne!l de su capi-
la n el Escmo, S61OI' d n(lw~ de Alagon, que no
M' separó desde la primera entrega hasta de-
positarlo en el panteon del real monasterio del
Escorial.


El di" f. G del corriente á las doce de la
mañana y á presencia del mayordomo mayor,
[entiles liombres , monteros de Espinosa y Je-
mal comitiva, file colocado el real cadáver en
una caja de plomo con visera) y esta dentro
de otra de madera forrada de tisú) cada una
con dos llaves, y poniéndola encima los colla.
res de las órdenes volvió á quedar con el mis-
mo aparato esp\lesto al público como lo habia
estado hasta entonces) y continuó el siguiente
dia 2, siendo innumerable el concurso que acu-
dia á tributar el último homenaje á su querido
monarca.


En la mañana del 30, despues de colocado
el real cadáver bajo el dosel, entró la real ca-
pilla, presidida por el Escrno. señor D. Anto-
nio Allué , patriarca de las Indias, vestido de
pontifical, y cantó un solemne oficio de difun-
tos, al que asistieron el Escrno. señor sumiller
de Corps Con los Escrnos. señores [entiles hom-
bres de cámara, y el Escmo, señor marques de
Valverde, conde de Torrejon, mayordomo




357
mayor de S. M., presidiendo á los señores ma-
yordomos ele semana. Al dia siguientepor la
mañana concurrieron por su órden las cornnni-
dadc~ de relijiosos de Santo Domingo, San Fran-
cisco, Agustinos y Carmelitas calzados, J des-
pues de la real capilla celebró cada una misa
Con toda su vijilia , concurriendo asimismo
pDr la tarde á cantar el responso; verificando
asimismo ambas cosas el siguiente dia 2 " en
cuva mañana y en la del dia 1. 0 se diierou en


J ,


los seis altares menores dispuestos en el salon
de embajadores todas las misas rezadas que per~
mitió el tiempo.
" El dia 3 por la mañana se formó capítulo
d.e la insigne árdeo del Toison de Oro; ,"Ji de la-
de Cúlos 1[1; Y el caballero mas antiguo de
cada una de dichas órdenes quitó de encima de
la caja el collar de su órdeu , eutreg iruloios
lodos al gttarda+'yas de S. M.


Siendo las seis de la maúana del mismo
día, y estando reunidas las personas destin.vlas
á 1Jat(IL' el real cadiver .. y conducirle (:0 pom-
pa fúnebre al real monasterio de San Lorenzo,
la real capilla, presidida por el EsclIlo. !H'llül' pa-
triarca de las Iudias , cantó un solemne respou-
so, esLindo presentes el Escmo. seunr mar<f',H:'S
de Va 1verde, oouile de Tone iou , m<lyordOlllG
mayor de S. M., y COUlU tal autorizado pap




35'8
este r¡1I : los Escrnos. señores jentiles hombres
de cámara con ejercicio marques de Santa Cruz,
D. José Gutierrez de los Ríos, duque de Me-
dinaceli J y conde de la Puebla del Maestre; el
Escmo.señor duque de Alagan, capitán de
guardias de la real persona; los Esenios. seño-
res duque de Villa hermosa , duque de Herwick
y Alba, marques de Ariza , duque de Abrantes,
marqués de Alcaüices , duque de Sedaví y
marques de Brancilorte , jeutiles hombres de
cámard de S. M., que voluntariamente se ofre-
cieron á acourpaüar el real cadáver; los ayudas
de cá mara, [entiles hom bres de casa y boca,
los iudrvi.luos del real cuerpo de monteros no-
bles de Espinosa que se hallaban de servicio;
los alealdes de casa y córte D. José Lasauca y
D. Manuel GerÚllimo Caballero; la servidum-
bre de la real casa nombrada para este acto, y
el señor D. M¡¡leo Erro, oficial mayor primero
de la primera secretaría de Estado, notario
mayor de reinos, comisionado por S. M. la
Reina Gobernadora para autorizar la entrega
del real cad i ver ,


Acto continuo , y precediendo la cruz de la
real capilla , se~uich de doce capellanes de ho-
nor, se levantó !II real c"d~vé't' á las seis y CUar-
to de diella ru.rúanu , y ejJlp~;¡¡;Ó á marchar la
comitiva saliendo del mencionado salon ; entre




31)9
la real guardia de alabarderos, que-estaba colo-
cada en dos tilas, llevau.lo la caja los seúores
[entiles horu'rres de cámara referídos , y lila-
yor.lomos de semana, ,Í qUienes cor r'espou.lia
hasta el principio de la escalera priucipal ; des-
de .lónde fue conducida por los ¡entjies horu-
bres de casa y boca hasta e] íin de ella, colo-
cán [ola en el coche destinado al efecto, que
precedia á la estufa de ('espeto, ponicu-l o Ilt
misma almohada y paño que habían servido en
la cuma imperial. Colocado así el real cadáver,
siguió la ru.rrchs en la forrna de estilo.


Los batidores de glladias de la real persona
abrian paso al acompaüaruient.o., y ,Í la p.H,tí la
í¿¿'orrespoIlJiente de la ru.sma guardia, s,,'gui:llI
después los monteros d e Espinosa al lado del
féretro, y debute á caballo) alumbrau.lo los
¡ulliles hombres de cállHll'd con ejercicio, y
á su retaguardia un escuad ron de aquel real
cuerpo, cune urrieudo asi mis ruo [as eoruuuila-
des relijiosas y clero que es de costu.uhrc. LiS
tropas de la guamicion , compuestas d~ la bU'Il'-
día real de infantería y c".!l'lllurj¡¡ , de las de lí·
nea lIt: auibas arruas y vuluutarros l'e;¡lisl:l~ .le
las mismas, cubriau la carreri ,y ;,¡' Iwllall.lll
furm:¡d'ls segun se previno CII Id órdeu iCil'~!"Ii
de la plata;'y al p,I",¡r S. M. lucieron l~slas .Y
la arulleria que St: hallaba situu.la en los [JUiJl u',




!6()
~.jcostumbrsdos los honores de ordenanza. En
este órden J haciendo lag paradas y pausas en
los pueblos del tránsito para cantar el responso
de costumbre, caminó la comitiva hasta la vi·
Ila de Galapagar , adonde ileg6 ¡Í las dos menos
cuarto, cubierta la retagallrdia por Un escua-
dron de lanceros de cchallerin de la guardia
real, precedido de dos piezas de artillería de
campaña.


Colocado el real cJ'ld~ver en la iglesia de di-
cha villa sobre una tarima y mesa adormidas,
permaneció asi con el aparato fúnebre y acorn-
pañado de cuatro monteros de Espinosa, dos
de ellos á la cabecera con la corona y cetro,
dos alabarderos inmediatos al féretro , y dos á
la entrada de le iglesia, cuyas centinelas daba
Un piquete de treinta y dos hombres de dicho
real cuerpo, ademas una compañia de la guar·
dia real de infantería y otra do cazadores pro-
vinciales estaban situarlas junto al átrio de la
iglesia. A las tres y media de la mañana. del SI-
guiente día 4 se volvió á emprender la marcha
en el mismo órdeu qlle el tria anterior, y he-
eh" paw,;\ eu el ESei)rial de abajo, para cantar
el rf:spouso aeosturubrado , Ilegf, el entierro y
i\1:ompaiJarnieUlo al real uiouasterio del Esco·
rial á las seis y cuarto de la uiaíiana del men-
eionado tiia.




!61;
Se aprocsimó el coche que conduele el red'


cadáver á la puerta principal del patio-llamado-
de los reyes, y colocado en una mesa que se
hallaba preparaba en el átrio , donde esperaba
el R. P. prior Fr. José de la CrU2} ~ COB capa
pluvial, acompañado de los RR. PP. diputados
y secretaeio , y de la comunidad, celejio y se-
minaria, que estaban coa velas .. cruz y ciri ...
les, leyó el Rmo. P. prior la carta que le-babia
dirijido, la Heina Gobernadora durante la menor-
edad de la Reina nuestra señora Doña Isabel 1I,
en la que norici-ba S. M. la muerte d,el rey
nuestro señor D. Fernando ViI de- Borbon
~(l. E. G. E.), Y el envio del real cadáver para
tIne fuese sepultado con le! solemnidad acosturn-


hrada : se leyó tambien la real cédula en que
8. M. el señor D. Felipe IV decidió la cont~o·
ver.'ia que hahia entre el' monasterio .Y la real
capilla; cantó esta un solemne responso .Y con-
cluido se retiró, así como los individuos de
las órdenes reli.jlosas que, SPgUll estilo, habian
formado parte de la comitiva Iúnebee,


Inruediatamente. entonó la comunidad el
salmo Miserere, y el féret.ro fue conducido ,en
la forma correspondiente hasta el crucero de la
igle!1ia , donde 'despues quelos [entiles bOI11 bres
decámara-pasieron sobre €~ los mantos de las




362
órdenes, fue colocado en un túmulo dispuesto
al intento, y con el mismo paño y almoha.lu ,
que habia t ..aido el real cadáv~l', á cuyo lado
lucia n ocho achas de cera amarilla en otros tan-
tos hlandones , estando ilurninade igual mente el
gran candelabro y los altares; ocupando les
puntos correspondientes Jos Ese-nos. señores
mayordomo mayor, capitan de gunrcl¡as. de la
real persona, [eunles hombres .y dernas de la
comiuva. La comunidad se retiró al coro, y
cantó un solemne oticio de difuntos, celebran-
do la misa de pontifical el R. P. prior Fr. José
de la Cruz: concluida esta volvó la comunidad
al cuerpo de la iglesia.con velas encendidus, y
entonó los responsos y salmos de costumbre. ,;','


Despues de laudes, los [entiles hombres de
cámara, ayudado~ de losll"kl:yon1o/IlOS de se-
mana y dernas de la cornitrva , acorupaúaro n
la caja, conducida procesionalruente pOI' los
[entiles hombres de easa'y boca al palltenn, don-
de se colocó en una mesa que habia delante
del altar; y el Escmo. señor marques de V<11-
verde, conde de Torrejon , mayordomo mayor
de S. l\L,.abrió las dos cerraduras de la caja es-
terior , cuyasIleves doradas , con Hue~ se h;.¡bia
cerrado y .abierto por S. E.,c()llservdba este en
8U poder desde que se cerró diclf" c~ja eu,~1




363
real palacio de 'MaJriJ; y levantando la ruer·.
tecilla de la visera, se vió por su cristal á pre-,
sencia del señor notario mayor de reinos ele.,
nombrado por S. M. la Reina Gobernadora,
para la entrega del real cad iver , que el cuerpo,
que dicha caja contenia era el dt I re)' nuestro
señor D. Fernando de Borbon "cató,lico mouar-,
ca de las Espaüas , séptimo de este nombre; le
vieron asimismo el Escmo. señor patriarca de
las Indias que allí se hallaba presente.; los esee-
Jen!Ísimos señores [entiles hombres de cámara
Con ejercicio , marques.de Santa Cruz , D. Jo·é
Gutierrez de los Hios , duque de Meuinaceh y
~onde (~e.la Puebla J~l Maestre ~ que se hallahan
~e serVICIO CIl el entrerro ; los Escmos. señores


jentiles hombres qn~ voluntariamente han acoro~'
pañado (~I real cadéver ; los señores alcaldes
de casa y córte , los mavorrlorucs de semana y
el H. P. prior y diputmlos de lacornunidad ; en
cuya presencia, la del notario mayor de rei-
nos, la dI' los if'lItiies hombres de casa y boca ,
y ol.ras personas distiugui.las que habían b:ijado
al panteon , dicho Es-rmo. s~iior marqués de
Valverde, conde de Torrejan, mayordomo
mayor de S. M. recibió juramento' en público
de los caballeros mnnterosde Espinosa lIue se
hallaban presentes , de si aque] cadáver que te,




364
nian ála vista ~ era el del católico monarca de
estos reinos el señor D. Fernando VII de Bor-
hon, y después de haberlo reconocido pUl' la
visera, respondieron unánimemente ser aque]
el cadáver de S. M. el señor D Fernando VIl
de Borbon , rey católico de España que se les
habiaentregado y así lo j.uraron.


Hecho esto y reconocido el cadáver por los.
qtle se, hallaben presentes á este acto, con el
referido R. P. Fr. José de Ia Cruz, y los (lipu-
tsdos de la comunidad , se acercó el Escmo. Se-
ñor duque de Alagon, capitan de guardias de la
real persona, que nunca dejó de ocupar el tes-
tero de la caja, y después de inclinar la cabeza.
y pedir silencio, d-ijo en altas y perceptibles
voces coa algunas pilusas de una á otra: SeflO!'?
Señor? Señor ?y no habiendo respondido S. M.
añadió dicho capitan de guardias: l)p.ll;~S que
S. M. no responde, verdaderamente está muer-
to :" y enseguida rompió S. E. en dos pedazos
el baslon que en señal de mando usaba por 1'a·
zon de 5U empleo, cllYos pedazos arrojó á los pies
de la mesa donde reposaba el real cadáver , y
el Escmu. señor marques de Val verde mayor·
domo mayor de S. M. cerró la caja y entregó
las llaves al R.P. prior, quien las recibió y se
dió por entregado del cadáver de D. Fer-




365
nando VII de Borbon que quedó en la caja
sobre la mesa á las doce y media del dia , con
lo que se concluyó este solemne y fúnebre acto,
cesando las descargas de la, tropa y los dobles
clamores de las campanas que se habian he-
cho durante la fúnebre ceremonia."


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Ministerio de estado. .' •• ·.i:r¡'I. 'J, &:·~•• ~6J
Gobiern(jr~elesi&stiu~.,-:¡j "'¡:~:;"!"':',; '4' J8'J


'Negocios eclesiásticos•.•' •.•_•_".'.'" ~ 210
.Béstablecimieatode la ~nquisicioD. el.'.; ~., 2117
Restablecimiento de los jesuitas. • • 228
Hacienda. • • • • • • • • . • • 238
Ministerio de guerra y marina. • 253
Anécdotas. . • • . • • . • . • • • •• 2$.3.'* ."
Documentos oficiales, • • • . • • .' -.. 297 ' ~




• T011Z0 S:s!G111T:CO.""
Nota del t raductor español, . • • .• v
Intreduccion, . • . • • • • • • • •• VII




Ecsámen de la revo111gion .de f 820. •• .,
Primer ministerio co~~titucion81. • •• 38
Seguollo ministerio constitucional, • .• 76
Carla de Pio VII á Fernan-do eoI820.. 99
Tercer ministerio constitucional. . • • • 118
Cuarto ministerio COl;~(ltucioil31. • • •• 150
Entrada de los franceses en España. • •• '233
Representación del conde de Cartajena.. 317
Operaciones militares.-Rejencia de 1\Ia.


drid. • ... .. •• . • .. •• • • •. 342


,'T01C.C ..<~=~~a.~~ .
.Libertad del réy, • • • • • • . • . •• 8
.1(i)hsefvaciones.sobre el estadetie ESpaña,!;;! í .


en ~1825~ , • s. . . . . ~':' '4;.•":'. ~ ~ i...· .: I ~ Si5
Decreto de amnistia., ... ,.' .••• '.L. '¡lo "l" ;46


lEfipaña en.el.siglo XIX. :por Mr.'Luis de. ,.~
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CODcluSi(,)n.. .' .' ,. ¡:. c. •. • • .' '·3;U


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