MElIORIAS IIISTORICAS FERNANDO VII, Jlon. iUCnAI~L .J. Q'CIN: Sigucnse el ...
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MElIORIAS IIISTORICAS


FERNANDO VII,


Jlon. i\UCnAI~L .J. Q'CIN:
Sigucnse el


El'súmcn cr{ricn de la rCI'07I1c/rH/ dI' E.~pnjia dI' 1 S20 á 1823.
Y Espaiia en e7 sili'u die ~ y nueve>


TRADUCIDOS AL CASTErLANO




ES/!I /l1'/'1I rs !J/,()rn'cd(/({ dcf Edi/o/' , !filien !le/1l(/1J(l((/'tÍ an-
ti' /1/ {Py I/lS (jl'IiII'{O)'(OS l/l/e 1111 /{{'I'en {n rortlru$('iia que
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lALI:.\CIA: I.\IPRI~¡\TA UE GBm~O. 1~40"




ECS11IEN CRITICO
DE LA


de






Entre las historias de la revoluciolZ de Es-
palia de 1820 á 1823 que se han dado d luz
en las naciones estranjeras , me ha parecido
la presente priferible por muchas razone$. La
publicada por el vizconde de Martignac hubie-
ra tenido la prifereuciu, á no dominarla el es-
píritu de partido hasta el punto de cifear indis-
tilltamente todos los actos de los liberales y co"
justicia ó sin ella J y de pasar en silencio los
escesos de sus contrarios , algo mas vitupera-
bIes. Qui::,ás si la muerte no hubiera arrebatado
á Martignac ,y privádonos de los tomos suce-
sivos de.slt escl ito ... hubiese aquel inculpado á la
reaccian .sanguinaria ... ljz<-e si¡;uió á la caida de




vr'


la Constltuciou (le 1812, cOmo l,dzac~ el autor
de la obra que público.


Pero aun asi debo repetir lo que dije en una
nota del tOIltO primero de estas Memorias ~ á
sabpr, que no erto)' cOliforme en todas las
opiniones que aquí manifiesta el escritor~ por
acertadas que seOll, Jr equivocadas las mí(/s: y
que lÍllicamellte para no hacer alteraciones im-
portantes en el testo, no he mudado la ltllrra-
cian en alganos casos. Traducir no es como
poner. Aunque parezca inútil esta advertencia,
no lo es en mi conceptu en tiempos lle ajitacio-
ne .. , de partir/os, en tiempus en que con tanta


facilidad se califican las ideas de Los hombres,
J" en que adoptada ulta nomenclatura, se ball-
tiza con ella acertada ó desacertadamente á 10$
que .fe quiere abatir ú encumbrar.




INTRODUCCION.


Los anales del mundo colocarán la re-
volucion espafiola de 1820 en el ran-
go de uno de los sucesos mas notables
de aquella época. U na nacion reputa-
da jeneralmente por ap.'itica, y que víc-
tima del despotismo sufria los sarcasmos
de los dernas paises, toma súhito el as-
pecto mas imponente y cambía la for-
ma de su gobierno, sin que semejante


. , .
. ; t


.: .' .~.




VU1


revolucion le cueste apenas una gota de
sangre. Mas no tarda en eclipsal'se la
libertad, apareciendo en su lugar la li ...
cencia, y sucediendo á esta inmediata ...
mente la anal'qnía, cuyo resultado ine-
vitable es la guerra civil; cuatro años
de convulsiones crean nuevos intereses,
y demuelell pieza por piezél el edificio
de la antigua monarqllÍa. Sin embargo
un ejército estranjero poco numeroso
paré!. tan vasta empresa, invadió el reino
entero casi sin combatir, y seis meses bas ..
taro11 para terminar la contrarcvolq-
clon; mas el órden no se restableció,
y la efervecencia y la ajilacion conser.
varon todo su ardimiento.


El ecsámen de las causas que pro-
dujeron tan estraordinarios efectos des.
pierta la curiosidad, y es muy impar-
tanto profundizarlas para formar un jui ..
do completo de la sttuacion de Esp~ña.


Esto y conve.lcido da que hasta el




IX


presente la Europa carece de noticias
ecsactas, y no conoce el verdadero
rumbo que siguió la revolucion desfi-
gurada por el espídtu de partido" que
ha llenado los periódicos de .relaciones
contradictorias y ecsajeradas. Tales son
los documentos únicos que tienen los
pueblos para juzgarla; y si es permiti~
do deducÍr consecuencias de los hechos,
no están mejor instruidos los gobier-
nos. En la Península la situacion parti-
cular dé cada individuo y el amor pro-
pio, inspiran ideas falsas, ocasionando
el que en el mismo suelo que le sirvió
de teatro permanezcan oscuras las cau-
sas de esta revuelta, su marcha y el
espantoso caos que siguió á su venci-
mlento.


Seguro de que aque Ua situacÍon es
el principal motivo de los males que
aflijená mi patria, me he decidido á
tomar la pluma para procurar ilustrar




x


y fijar las ideas de los que ejercen al ..
guna influencia en los negocios y en la
opinion púhlica, para presentarles en
su verdadero punto de vista la revolu-
CÍan espafiola, y contribuir en cuanto
pueda al restablecimiento del órden en
lan delicioso pais. Como la urjencia de
remediar tamaños males crece de dia
~n dia, me someto á la ley de las cir ..
cunstancias, q1le no me dejan el tiempo
necesario para pulir y perfeccionar mi
obra. Los hechos son constantes, y nQ
temo que me desmientan; y como por
otra parte no busco los aplausos, me
importa poco la censura de mi estilo ó
que digan que no corresponde á la
elevacion del asunto, porque la verdau
no necesita de ornamentos.


Testigo de la mayor parte de los
hechos que refiero, sin haber tomado en
ellos una parte activa; libre del es ..
píritu de partido, del que siempre h~




XI


procurado defenderme; sin mas o})jeto
que la prosperidad de mi patria, en la
que estriba la mia, he logrado sin vio-
lencia contenerme en los límites de la
mas severa imparcialidad. No tengo tan


. . . poca espeflenCla que no prevea que mI
trabajo me producirá enemigos, por-
que no paso en silencio las fa Itas ni los
delitos, y porque presento al lector las
acciones y las cosas tales como son,
buenas ó malas pOL' su naturaleza.


N o se me oculta tampoco el poder de
los partidos y el encarnizamiento conque
persiguen á los que osan atacarles frente
á frente: mas no me falta valor para ar·
rostrar el peligro ,y con el convenci-
miento de que mi trabajo puede ser útil;
no vacilo en darlo á la luz pública,
porque mi corazon palpita de esperanza
al pensar que puedo fijar la atencion en
Espaiía y contribuir así á la dicha de mi
cara patria! pro gua guis bonus dubilet
mortem appetere" si ei sÜ profuturu$?






MEMORIAS HISTORICAS
~OBRE


-.. ,-


ECSA1I.CmN
DE LA BEVOLUCION DE ESPAÑA~


DESDB 1820 A 1823.


Para que sea destruido el sistema de gobierno
que ha rejido en una nacion durante un largo
espacio de tiempo, es necesario que muchas
.causas remotas concurran á este resultado, y
que el gobierno mismo haya cometido errores
nluy graves. El ecsámen de las causas que .ori-
.jinaron la revolucion española e~ 1829) p1,lcde




2
ser útil á todos tos gabinetes, y principalmen-
te al de Madrid, porque es mas fácil evitar los
tropiezos ,cuyo oríjen conocemos.


La falta de refletsion es causa de que mu ..
ehos solo cori1>ideren aqudla revuelta como una
conspiracion mil.ilar ,afirmando qüe el puebl&
vivia contento con el gobierno que ecsistia. Mas
los hechos no pueden desmentirse: ¿y como
era posible que algunos miles de conspiradore~,
diseminados por la Península, hubiesen obliga-
do á adoptar sin resistencia alguna la Constitu-
cion de t 812, si la masa d el pueblo no hubiese
aprobado ó tolerado su tentativa? Habria in-
consecuencia en contestar que el espíritu públi-
co se vió arrastrado en 1820 á .la mudanza de
las leyes. No Jiré que la nacion anhelase aquel có-
digQ; pero se puede negar que el descont.énto
causado por la ¡;narcha tortuosa de los negocios,
y por la debilidad de los gobernantes, inspiró
deseos de un nuevo órden de cosas, y que
la opinion pública habia llegado en 1820 á -tal
'ilunto de 'nadurez , 'que' un puñado de ajitado-
'respodia impunemente derrocar el estado •


. '¿Mas como nació~l aborrecimiento del pu~
blo al gobierno, y por qué las semillas derebe-
lion fermentaron tanto en las filas del ejército? .


La España de 1814 recibió con entusiasm()
'á SQ rey , que· volvia' del cautiverio l 1a derrota




3
de los franceses obligados ~ abandonar la Pe-
nínsula, aumentaba el prestijio de felicidad que
se presentaba delante de todos los ojos. Al pro-
pio tiempo que consinlieron en los mayores sa-
crificios para conservar la independencia nacio-
nal, al propio tiempo que derramaron su san.
gre en defensa del monarca, creyeron muchos
ciudadanos ilustrados que habia llegado el mo-
mento de introducir algunas mejoras en el sis-
tema gubernativo ~ y que era la época de hacer
cesar el enjambre de ma!es conque el favorito (1)
babia abl'umado la patria en el reinado anterior.
En vez de reparar el antiguo edificio de la monarA
quía lo destruyeron para levantar sobre sus rui-
nas otro enteramente nuevo, la Constitucion
de j 8/2. Desgraciadamente este código tenia


(1) El favorito no rué la causa I~nica de los males
de Espaiia; dehe atribuirse tambien á la carencia
absoluta de instituciones y de glrantias que comen.
zaron á perderse en la reunion de las·dos coronal
de Castilla y Aragon , y desaparecieron enteramen-
te en el reinado de Felipe V y de sus sucesores.


En este puuto el privado Godoy ~ lo encontró to-
do hecho por otros hombres que sin esta¡' designa:'
'dos en la historia con el dictado de favoritos', admi-
nistraron el reino con la misma arbitrariedad. He;.
mes citado á Godoy, porque ha gozado de mayor
celebridad en los tiempos modernos, porque es el




4
defectos (1) Y 'no daba al poder realla fuerza
necesaria para reprimir la anarquía, ni estable-
cia la representacion nacional de manera que
mantuviese el equilibrio entre los brazos del
estado.


El rey no quiso t'econocet' \a Constitucion,
y declaró nulo cuanto habian resuelto y acor.


mas inmediato á nuestra época, y porque disfrutó
mas largo tiempo del favor esclusivo de los reyes.
Sabido es el estremo á que le ha conducido la foi"_
tuná: el que gobernó por espacio de veinte años
una nacían poderosa, se vé reducido despuf's de
treinta y dos de destierro á especul3l' sobre sus es-
critos.


(1) Los defectos y los IIciertos de la Constitocion
de Cádiz son tan importantes, que se necesitaba escri.
hir un tomoá propósito; maS no tenemos intenciOIl de
detenernos en Sil ecsámen y mucho mellos de hacer la
crítica de esta obra de la necesidad. Baste decir que
aunque fuese perfecta, en el mero hecho de haber
imitado y copiado articulos de otras constituciones,
no obstante lo que se dice en el artículo pl'eliminal',
carécía del carácter, del tipo nacional que pensaron
darle sus autores. - No: el código de Cádiz no es
el renacimiento de las antiguas libertades de la mo-
narquía castellana ó aragonesa, sino un ensayo
nuevo y peligroso de la mejor de las rep¡¿blicas , se-
gun el sentido verdadero de la espresion de La-
fayalte.




5
dado las córtes. El pueLlo aplaudió la reBoJu-
cian del rey que se babia convertido en ído!o de
los españoles, no solamente á causa de la perse-
cucion que habia sufrido, de sus.p:ldecimientos
y de su cautiverio, sino porque su infortunio
tenia el mismo oríjen que los males que hahian
asolado la nacion. No ob.\ltante vióse con hor-
ror el encarcelamiento de los diputados que
mas se habian distinguido en la discusion del
código del año doce, y que habian drsfll'rolla-
do en el congreso sustalentosy suelocuencia.Es
verdad que habian manifestado principios poco
acomodados á la Índole de la monarquía, y
que quizás se J)abian estraviado en algunas ma-
terias; pero estos lunares ni eran grandes ni sal-
taban á los ojos lle todos, mientras que ningu-
no ignoraba que habian sido los mas firmes de-
fellwres de la independencia, las colulUnas de
la libertad, y que la base de su política, de sus
operacione,; y de sus miras habia sido coo~tan­
temente el principio de que Fernando VII era
rey de Espaila, Por otra parte habiéndose hallado
la nacion abandonada á sí misma, entregada á
su heroísmo, sin guia, sin piloto que la dirijiese
por el proceloso mar de la sangrienta g uel'ra, y no
pudiendo resistir á la opresioll sino con esfuerzos
y medidas estraordinarias, c:¡taban justificadas


TOMO 11. 2




6
hasta cierto punto todas las OpinIOneS, porque
aun las mas ecsajeradas, conmoviendo los espíri-
tus hahian contribuido á que se desplegase ma·
yor enerjía contra los franceses. Los que acon.
sejaron al rey que encarcelase á tantos diputa-
dos á córles y á otras personas, hubieran debi-
do por el contrario manifestarle el verdadero
estado de las cosas, y cuan útil era probar pú.
h!icamente que Fernando no veía en los espa-
iíoles sino súbditos fieles, cuyo amor no ha-
hian deLilitado los mas increibles sacrificios
para restituirle al trono. Obrando así el prínci-
pe pagaba su deuda á los constitucionales, por
la parte que habian tomado en la derrota de los
franceses y en su rescate, y no se manchaba con
el dictado de ingrato, ni ap:trecia colocado á la
cabeza de un partido, que se habia formado en
las mismas córles y que supo aprovecharse
de su vuelta para alacar con encamilamiento al
lado opuesto.


El puebb para resistir á los france!'es habia
creado por SI mismo autoridades que se encon-
traron muchas veces en oposicion las unas de
las otras, y que en medio de la confusion y del
desórden que reinaban en la Península, se acos-
tum braron á obedecer tíuicamente al mas fuer-
te) resultanJo de aquí una especie Je anarquía.




7
(1) Los partitlos que dividian las córles sosteni-
dos y propagados por los periódicos, y las doc-
trinas sembradas por los invasores estranjeros
en todos los puntos á que se estenrlia su domina-
cion, habian producido la discordia en los espí-
ritus. La España de J 8 {4 no era la Eflpaiia de
j 808 como dieron á entender al monarca, y el
gobierno necesitaba suma enerjía y una mOl'cha
firme y constante para reunir elementos tan en-
contrados y restablecer el órden, Empero las
riendas del estado pasaron por tantas manos, que
aun cuando hubiesen sido mas diestras, toda-
vía se habrían resentido los negocios de tan


tI) Cada provincia nnmbró una junta cOlllpnesta
de ill(lividuos elejidos por las diferentes .::Iases de la
sociedad; la nohleza, el clero seculat' y regular, el
comercio, los prcpietarios : de suerte qUt! CJd:l j'lIl-
ta presentaba una imájen en milliatura d~ las allti_
gnas córtes por estamelltos. i Tan cierto es que la
tradicion no conservaba sillo esta idea de la rellre·
seutacion nacional! ¡Cuántos males se huLiel-;¡n evi-
tado en la Península si en vez de adoptar las h,1ses
de constituciones estranjeras, los diputados de C;;cliz;
hubieran tenido la felicísima idea (le formal- las cór-
tes siguiendo aquel método conocido, ,'eclamado
por tautos varones ilustrarlos ... y principalmente por
el inmortal D. Gaspar Melchor de J avellanos! lilde
mali labeli.




8
continuas mudanzas; y mucho mas debian ha ...
cerIo cuando los que fueron llamados al minis·
terio sucesivamel;lte carecian de la dote de
hombres de estado. Si fijamos los ojos en la lar-
ga lista de los gobernanles españoles desde el
mes de mayo de 1814 hasta el mes de marzo de
1820, apenas hallaremos tres ó cuatro nombres
dignos de tan difícil puesto. El secretario mis-
mo que firmó el decreto de 4 de mayo de '8' 4
que destruia la obra del congreso nacional,
D. Pedro Macanaz, no tardó en salir de la se-
cretaría con ignominia, y no se desdeiló el rey
de cerciorarse por sí propio de las pruebas que
descubrian el modo con que abusaba de su real
confianza (2).


(2) D. Pedro Macanaz, primer ministro de Gra ..
cia y Justicia del rey Fernando despues de su regreso
de Francia> tenia en su compañía una especie de
luna de gobierno, en la que habia depositado su ente_
ra fé. El rey recibia eontílluas quejas de la eorrnp_
cion que reinaba en la distribucion de varios em-
pleps, con los que traficaba aquella mujer; elminis-
tro 110 lo ignoraba todo. Los cortesanos dieron un
dia noticias tan ecsactas ~ indicHon con tales serIales
el punto donde se habia depositado la slIma recibida
en recompellsa de un favor vendido, qne el prínci-
pe 'l.~iso convencerse eOll sus ojos: seguido de un




9
Aun cuando el cambio de ministros no hu ..


biera sido tan rápido y hubiesen sido capaces
de dar al gobierno la fuerza de que tanta nece-
sidad tenia, no por eso hubieran resultado gran·
des ventajas, porque los secretarios del despa-
cho tenian las manos atadas. Nadie ignora por
desgracia que ecsistia en la córte una reunion
de hombres que goz.aban por varias razones la
iutill1idad del rey, reunion que era conocida
con el nombre de camarilla. Nombraba casi
todos los dt!stinos; su ambicion no se estendia
á dictar decretos, reglamentos ó planes de ad·
ministracionj contentábase con esplotar la mina
de los empleos públicos, con conservar en ellos
á sus hechuras, á sus amigos yen despojar de los
mismos á los funcionarios de mérito. Los minis-
tros nO podian por lo comun encargar la eje.
cucion de las medidas adoptadas á las personas
que les merecian confianza, porque recibian la
órden de emplear á los individuos designados
por la camarilla. Así desaparecia hasta la res.-


escrillano llamado N egrette trasfadóse en persona á
]a casa de Macan3z, y se apodero del oro y de los pa.
peles del ministro. El castigo sin embargo no corres--
pondió á la eoormida(l de la falta, y perdióse el fru._
to de la lec¡;iQll COI) gl"al1 detrimento de la maiestad.




20
ponsahilidad moral á que viven sometidoslolJ
secretarios del despacho en los gobiernos maS
arbitrarios.


En efecto, cualquiera que sea el sistema
político de un pueblo" hasta que este pueblo
conserve su razon natural, para que un minis-
tro se avergüence de haber confiado los em-
pleos de hacienda á dilapidadores conocidos;
el mando de una provincia ó de una plaza á un
militar sin talent.o, avariento y cobarde; el
haston de un ejército, á un leneral ambicioso,
poco delicado en los medios de llevar á cima
el objeto que se le propoue y déspota por ca·
rácter; la udministracion de justicia, á un abo-
gado venal, tachado de ignorante y lleno de vi-
cios públicos. Pues en España habíase perdido
hasta la sombra de la responsabilidad, porque
realmente el aulor de tan m,alas elecciones era
.un hombre oscuro, á quien nadie conocía, que
no tenia motivos para obrar de otro modo; y
el complaciente ministro únicamente prestaba
su firma para autorizar el nombramiento.


y cuantas reUecsiones no despierta el ecsá-
rnen de los numerosos decretos que vieron la
luz del dia desde 18/4 hasLa 1810! En vano
}Jroclamaron los absolutistas que todas las Cosas
debían volver al estado que tenian en 1808,
puesto que el Sfl}Jlerno no lardó en hacer inno-




". u
vaciones en casi todos los ramos de la adminis-
tracion. Anuló el decreto de las córles sobre
los derecho~ señoriales, incorporando al propio
tiel11p~ á la corona los derechos de los seftol'es
pt'ivativos; estableció una contribucion directa,
á la que quedaron sujetos los bienes de la noble-
za y del clero. Abolióse en otro decreto el pl'i-
vilcjio que gozaba la nobleza de no contribuir
al reemplazo del ejército. Tales medidas pro-
dujeron el desafecto de las cIases privilejiaJas
sin contentar al pueblo, porque los jueces nom·
hrados por la autoridad real no se condujeron
con mas comedimiento é imparcialidad, que los
que ántes colocaban los señores; porque la Con-
tribucion direcla se distrihuyó con una mens-
truosa desigualdad, y careciendo de datos esta-
dísticos para adquirirlos, llenaron los pueblos de
comisionados que hacian pagar á los vecinos
muy caros sus lentos y casi siempre inútiles
trahajos : en fin -' porque el sometimiento de los
nobles al sorteo de la quinta, se puhlicó al mis-
mo tiempo que la obligaciQn de aprontar un
conLinjente anual de reemplazo, siendo asi que
anLes de 1808 se verificaba con largos interva- .
los de tiempo.


y la enfermedad mortal del gobierno era
la apatia, la falta de carácter, la carencia de
Un sistema. Las coulribQciones DO se eesi ¡ian




12
con puntualidad, y por (,1 contrario se acumu-
laban atrasos considerables: los servicios se
pagaban mal y resaltaba la enorme diferencia
Con que se verificaba. Los empleados de hacien-
da nadaban en la abundancia, mientras se de-
hían muchos meses á los cIernas ramos de la
adminÍstracion, y mientras las viudas y los re-
tirados perecian de hambre. El ejército esperi.
mentaba igualmente un alraso con!:iderable en
las pagas" y la distribucion ofrecia anomalias
difíciles de justificar: ecsistian cuerpos bien pa-
gados, vestidos con lujo; y otros cuyos solda.
dos no tenían conque cubrir sus carnes, que
no podian salir del cuartel, porque hasta la ca·
misa les faltaba, y que tomaban Gados los co-
mestibles para el día. En un mismo cuerpo
UnoS recibían mas de lo que se les debía, en-
tretanto que otros alcanzaban fuerLes sumas al
erario: en fin, todo 'era desórden, y el gobier-
no no daba paso alguno para remediar tan per-
niciosos abusos. Facil es adivinar el desconten-
to que escitarian , y los desórdenes que debian
l)foducir la f-llta de medios, y sobre todo la
estremada injusticia en la disLribl1cion de los
pocos recursos que se recojian. En algunas pro-
vincias los particulares y los cuerpos de la mili-
cia hacian públicam~nle el tráfico de los crédi-
tos contra el gobierno, cedidos muchas veces




13
con rebaja á 105 mismos que debían verificar
intt'grarnente su pago. Durante algun tiempo
los empleados contaban con la seguridad de
cobrar los sueldos, haciendo el sacrificio del
8 por 100 á favor de ciertos jefes usureros de
la tesorería.


Parece casi imposible que el gobierno que
es capáz de tanta desidia en el rellartimiento
del tesoro del estado, y que crea un número tan
asombroso de descontentos con su conducta,
esté dotado de previsioll Ó de enerjía en los de-
mas ramos de la administracion. Creeráse que
~ al menOS el ministerio español se ocuparia en


cónsel'var la tranquilidad interior, y no era así.
Las conspiraciones se sucedian unas á otras ol'i-
ji nadas del deseo que proclamaban los jefes de
ellas de restablecer la Constitucion de 1812; y los
aientes Jel gobierno no tenia n conocimiento
alguno de la mayor parte de tales maquinacio-
nes, y como no se tomaban medidas preventi.
vas antes que se verificase la esplosion, multi-
plicábanse el mal y el escándalo. Y cuando se
descubria una conspiracion, y los conspiradores
eran cojidos con las armas en la mano, hubo
ocasÍon en que los gobernantes crueles y tími-
dos al propio tiempo, aparecieron sin el vigor
necesario para el castigo y para la amnistía. Por-
liee y Lacy subieron al cadalso, pero el proceso




14
lle los que les habian acompañado en la revuelta
se hizo eterno: la conspiracion de Porlier se ve-
rifico á fines de 1815, publican Jo en laCoruiia
]a Constitucion de J 812 Y procediendo al ar-
resto de las' principales autoridades. Preso el
Jesgraciado jefe de los sublevados con muchos
oficiales en el camino de Santiago, pereció en
el patíbulo pocos dias despues, y á fines de /8/9
duraba todavía la causa de sus compañeros Con-
sumillos y trab¡¡jados en los calabozos.


Los que se hallaban encausados escitaban la
compasion ¡eneral, porque todo el mundo co-
nocia la debilidad de los gobernantes y no juz-
gaba criminal el deseo de un nuevo órden de
cosas. La ¡nGuencia de la opinion pública sobre ,-<.,
este punto era tan poJerosa , que algunos oficia-
]es complicados en las tramas que se habian ur-
dido gozaban de libertad, no obstante que en
]a causa constaba su presencia en la cárcel ó en
Jos castillos: mas los militares encargados de
su custodia les permitian la libre salida, y el
que se negaba á concederles esta gracia era mal
mirado por sus compañeros. Los jefes de) cuer-
po, los gobernadores de las plazas, las autorida-
des superiores de las provincias aprobaban se-
mejante modo de obrar ~ por consiguiente el
minislerio no debia ignorarlo, y sin embargo
duró años euleros. ¿Quién no conoce que liln




15
estraña conducta en unos gobErnantes que con-
denaban al suplicio á ¡enerales beneméritos sin
jenerosidad para perdonar su patriotismo., fo-
mentaba las tentativas de los liberales 7 ¿ Como
los oficiales jóvenes ni los soldados habian de
mirar con horror el intento de proclamar la li-
hertad, cuando vejan á los tenidos por culpables.
gozando en la opinion pública de tantas consi-
deraciones, y observando que su iufortullio se
convertia en un título de gloria yen un Juanan-
tial de proteccion por parte de los ajente!> mis-
mos de los que empuñaban las riendas del es-
tado?


No se procedió con mas detenimiento ni
prudencia en la organizacion del ejército, y en
los preparativos de las espediciones que se diri-
¡ieron ó que debian diriiirse á América. El ejér-
cito español era muy numeroso al fin de la
guerra; con venia reducirle, mas no á cero (1):
al esceso de oficiales de los cuerpos unióse la
multitud de prisioneros que regresaban de Frun ..


(1) El ejército español, comprendid as las tropas
ele la grande espedicion destinada á Buenos Ayres,
se componia á principios de 1820, de 39652 hombres
(le infantería, 28.59 de caballería, 5459 3l'ti,lero5 y
736 zapadores. La guardia real ascendia á 5472 in-
dividuos.




16
cía á la tierra natal con motivo de la paz esta-
hlecida. No era posible colocar á todos en los
rejimientos, y aunque se permitió á los que lo
solicitaban pasar á la milicia con medio sueldo,
esta medida no produjo de mucho la reduccion
necesaria. Sin embargo las reformas se bUCe-
dian : suprimíanse los rejimientos; los de infan-
tería conservaban únicamente dos batallones,
y los cinco oficiales de cada compañía se re-
hajar:'l á tres. De aquí se orijinó que las tres
,cuartas partes de l~s oficiales resultaron sobran-
tes, y en vez de despedirlos para que se reti-
rasen á sus casas Con medio sueldo basta tan-
to que se pudiese emplearlos, se les obligó á
permanecer en los cuerpos con los nombres de
agregados y supernumerarios, sin mas obli-
gacion que dar la guardia, servicio muy leve
repartido entre ta~tos. Contáronse entonces en
los rejimienlos casi tantos oficiales como solda-
dos, y la reunion de numerosos jóvenes ociosos
siempre, sin estímulo, porque la muchedum-
bre de supernumerarios de todas clases hacia
imposibles los ascensos, sin medios de subsis-
tencia, porque no les pagaban, debia tarde ó
temprano producir las mas fatales consecuen-
cias. N ecesal'io era que el ministerio y las auto-
ridades subalternas. cerrasen los ojos entera-
meule para no ver que los vicios) la crítica de




,


17
sus actos y el libertinaje eran los frutos natura-
les de su contÍnuo ocio, para no adivinar qU,e
mantenia en cada cuerpo, un enjambre de
hombres prontos á arrojarse en los brazos del
primer partido que les ofreciese venta1as. La
lealtad, el arrojo, la resignacion en las priva-
ciones , I:!n las fatigas, virtudeR son que adornan
á muchos guerreros; mas á una masa de mili-
tares, á un ejército, solamente se le contiene
en los límites del deber por medio de la disci-
plina.


En cuanto á las espediciones de América,
el ministerio suministró á las tropas que debian
componerlas el primer motivo de descontento,
ofreciendo un grado mas á los oficiales envia4
dos á ultramar. El ejérCito vió en este favor,
aunque lo autorizase la costumbre, una recom-
pensa anticipada de las fatigas, de los peligros
estraordÍnario~ que habia de correr. Nada pa-
recía mas justo que galardonar á los guerreros
valientes en los sitios mismos donde lo mere-
ciesen; pero conceder el premio antes del mere-
cimiento era disgustar á los jefes de la espedi-
cion , y sobre todo desalentar á los soldados á
quienes no se otorgaba cosa alguna: asi es que
no ob3t.ante la miseria que reinaba en el ejérci.
to" y no obstante la ninguna esperanza de as.
cender , pocos oficiales abrazaron voluntaria-




':18
mente el partido de embarcarse para las colo-
nias americanas.


Así corría la cosa pública, cuando elgo-
bierno pt'cparó una espedicion considerable,
danJo principio por reunir las tropas en Cádiz
y sus contornos, antes de que estuviesen dis-
puestos los barcos de trasport.e, antes de equí-


. par los éuerpos y organizarlos, de modo que
algunos permalleciet'on años euteros en la cos-
ta. l Tan difícil era preparar la espedicion en
"arios puertos, evitando de esta suerte la reu·
nil)n de tantos descontentos? Aun cuando las


. causas políticas no hubieran aconsejado el últi-
mo partido, ecsijíalo imperiosamente el cuida-
do de la salud de los soldados y de los habitan-
tes, porque era de presumir, que si la fiebre
amarilla se encendia de nuevo en Cádiz , como
era prohable, contajiaría al ejército y destrui-
ría la espedicion.


Los primeros síntomas aparentes' de rebe·
lion se manifestaron en los cuerpos espedicio-
narios á mediados de J 819 , Y poco faltó para
que tuvie~en el resultado que mas tarde produ-
jeron. Fueron arrestados algunos jefes, y se
despojó del mando al jeuera} conde del Abisbal",
concretándose el gobierno á adoptar estas me·
didas. No se necesitaba sin embargo mucha
prevision para augurar que las senüllas de la




19
revuelta habían fermentado en las tropas, y que
el único medio de arrancar las raíces de la ma~
la yerba se reducia á diseminar los batallones Ó
á dar á su actividad un nuevo impulso, Desde-
iláronse de encargar al infante don Cárlos , je-
uel'alísimo entonces de la millcia y pretendien-
te ahora de la corona, el ecsámen del espíritu
de un cuerpo tan numeroso, y que de las ma-
nos de un ¡eneral intrépido y emprendedor pa-
saba á las de un hombre nulo y sin talento:
aunque en aquel estado poco hubiera consegui-
do Con su revista la impericia de don Cárlos.


Declaróse ]a fiebre amarilla en Cádiz en el
otoño de 1819, Y acantonáronse las tropas á
algunas leguas de la plaza, con lo que feliz-
mente se preservaron del contajío , porque hu-
biera sido dificil, ó materialmente imposible,
formar un cardan, y hubiérase propagado la
epidemia probablemente por una gran parte de
]a Península. En estos acantonamientos se pro-
clamó la Constitucion de 1812, el l. o de ene-
ro de 1820.


Aunque se había trabajado largamente para
que todas las tropas espcdicionarias siguies«:'n


. el impulso dado por algunos batallones, no pu-
do conseguirse ';)1 el mayor número permane-
ció fiel al monarca y al sistema establecido. Ha-
hien10 rehu&ado encargarse del mundo varios




2Q
fenerales, los conjurados se vier('ln en la nece-
sidad de elelir para lefe un oficial de un grado
poco elevado, y que no gozaba en el ejército una
reput.acion estraol'dinaria ,él coronel Qu~roga.
Su rrimer acuerdo fue trasladarse á la isla de
Lean, con el intento de apoderarse igualmen-
te de Cádiz, donde cl'eia que serian bastante
fuertes sus partidarios para abrirle las puertas,
aun cuando las autoridades quisiesen pre~entar
resistencia. Mas aguóse el proyecto, porque la
guarnicioll de CPidiz y la armada tomaron una
actituJ imponente contra los levantados, que
se vieron obligados á encerrc;rse en la isla. Su
número apenas llegaba á cinco mil hombres,
entre los cuales se contaban muchos reclutas y
aun mas descontentos, Crecia de día en dia el
disgusto de verse mezc1aJos en tamaña empre-
sa , al ver que espiraba el mes de enero sin re-
cibir socorros, y al ver que la tentativa para
apoderarse el 24 de las puertas de Cádiz, habia
sido inmediatamente reprimida por la guarni.
cion que se mostraba mas y mas inaccesible á
las promesas de los liberales, particularmente
los rejimientos de Guias y de la Lealtad.


Con el objeto de reconocer el estado verda-
dero de la pública opinion; de reunir víveres
y dinero; y de alentar y entusiasmar á los hom-
bres de espíritu débil ¡ salió Hiego el t 5 de ene-




21
ro de la isla de Leon con mil y quinientos bom-
hres de las mejores tropas, y se dil'ijió á Alje-
cirils) poniéndose en comullicacion Con Jibral-
tal', de donde sacó algunos socorros. Habia
trascurrido pues cerca tle un me~ J desde que
los liberales se habían señoreado de la isla de
Leon, y todavía no la habían bloqueado los
soldados del rey, apesar de que sin conlar el
número considerable de tropas de la espedicion
que no habian tomado parte en ]a revuelta ...
eCf>istian algunos rej~mientos de linea y de mi-
licias provinciales en Andalucia, y venian tro-
pas dd refresco de oLras provincias. Riego se de-
tuvo en AI.jeciras hasta el 7 de febrero, y á su
regreso supo el 8 en Bejar que se habia comen-
zado el bloqueo de la isla, y despues de una
indecision de algunos dias se determinó á di·
rijirse ~ Málaga, donde esperaba ser bien reci-
hido. Es digno de colarse, que la columna
mandada por don José O·Douell, hermano del
conde del Abisbal ,que perseguia á Riego, aun.
que muy superior en fuerzas no ]0 atacó hasta
el t 7 de febrero, sin que tal encUenlro le es-
torbase continuar su marcha á l\Hlaga. Ni se
presenta menos singular que R ¡ego, . salido de
la isla de Leon no aprovechase Jos primeros
instantes de aturdimiento para caer sohre algun
cuerpo de tropas, puesto que únicamente un


TOM. lI. 3




22
golpe de audacia podia sostener su partido, y
que sin duda no ofrecia grandes dificultade~ el
alacar un def>tacamento ai~lacio. Conlenlóse por
el conlra:-io con evitar los encucn! ros, al propio
tiempo que sus Enemigos maniobraban tumbien
Con tibieza; y semejante conducta por parte de
ambos baRdos, duró hasLa que habiendo la fa-
tiga y la descrcion reducido el número de Jos
constitucionales, ofrecian estos un triunfo' fá-
cil al primero que corriese abatirlos.


A últimos de febrero , ~iego huia sin plan,
sin proyecto y sin que la poblaeion tomase las
armas para reunirse á su escasa tropa; conten-
táhase con no hostilizarla: y el 7 de marzo, re-
ducida su fuerza á trescientos hombres, des-
contentos y desalentados, entró en Córdoba
atravesando el puente del Guadalquivir, y per-
maneció en aquella ciudad hasta el dia siguien-
te. Debemos observar que habia entonces en Cór-
doba un escuadron de caballería .J varios destaca ..
mentos de infanteria , y que su poblacioll ascien-
de á mas de treinta mil almas. Sin embargo, na-
die inquietó á Jos constitucionales que pasaron la
noche en el convento de san Pablo, recibieron
los socorros que pidie,ron , y;Í la siguiente ma-
IJana continuaron tranquilos su marcha, no
obstante la') tropas realistas que habitaban los
contornos. Este hecho soJo manifiesta él estado




23
del espiritu público en Españ!l en la época de
que hablamos. l Se dirá todavia que los esp:;ño-
les aborrecían la libertad tanto ctlm'l suponen
algunos histol'iadores? Del mismo modo, el tea
mor y el desaliento se habian apoderado de los
constitucionales que segulan en la isla ele I~eon,
porque veian desbaratados lodos los planes y
dudaban enteramente de que triunfase el parLia
do, cuyo estandarte habian enarbolado. El mie-
do de ser sacrificados sostenía los aun, y los jea
fes y los oficiales tenian que permanecer de con-
tÍnuo en las filas para impedir la desea'cion de
los soldados. No es dificil calcular cual hubiera
sido en aquellas circumtancias el resultado de
un ataque, por mar y por tierra, contra la isla
de Leon: los antecedentes que acabamos de re-
ferir, nos inducen á creer que no hubiera en-
contrado suma resistencia. El jcneral que man-
daba el ejércit9 real .. creyó sin duda que era
preferible someter el pI'onunciamiento sin dCI"
ramar u~a gota de sangre;" y lo hubiera conse-
guido, á no sobrevenir otros aconteclO1íentos
que caulbiaron enteramente el aspecto de }o~
negocios.


Trascurrieron el mes de enero y dos ter-
ceras partes de febrero, sin que estallasen cons-
piraciones en punto alguno de la mOlJarquía~
El g oJJlernO tenia úJJ~cameJJte ti jos los ojos en los




24
confines de And~lucia: y acumulaba en aquella
direccion todas las tropas disponibles, dejóndo
de todo punto desguarnecidas las demas provin-
cias. Todo se hacia en silencio, no en el silencio
que llena de tl'rrót' á los conspiradores, sino
como al descuido, y en el silencio del miedo
que alienta hasta el último estremoá los que
han levantado el estandarte. Ni el público, ni
los observadores mas atentos de los sucesos que
corrian, tuvieron conocimiento de una sola
medida vigorosa, ó tan solo prudente tomada
por el gohierno : sin emhargo , parecia natural
que en tan críticas circunstancias no se pusiese
en olvido medio alguno de asegurar la 6delidad
del ejército, dirijiéndose á los capitanes jene-
rales , á los inspectores, á los jefes de los Cuer-
pos J dando un vigoroso impulso á todos los ra-
mos del servicio militar; separando á los je-
fes y 06ciales que mereciesen desconfianza, é
inspirando al soldado los sentimientos de dis-
ciplina y de amor al monarca. Lejos 'de em-
prender este rumbo I insistieron en la marcha
apática que siemprehabian seguido.


Propalábase que el infante jeneralísimo,
correría á ponerse á la cabeza del ejército de
Andalucia para que su presencia, escitando el
enlusiasmo en las filas de los realístas, contu-
viese á 1,0s .que intentasen pasarse á la bandera




25
de la libertad, Jeneralmente se creia que si el
príncipe hablaba á les sitiados ,si dejaba esca-
par del reino á las cabezas principales del le-
vantamiento, los demas entregarian las armas
antes de espirar el mes de enero, quedando
de este modo apagada la tea, de la discordia sin
disparar un tiro ue fusil.


Mas los pueblos y las tropas se familiariza-
ron con los liberales de la isla de Leon: el es ..
ptritu de partido, el deseo de un cambio polí-
tico , engrandecian á los jefes que los dirijian,
y hacia n admirar sus proyectos: la revolucion,
pal'a decirlo de una vez, se alimentaba con la
falta de ene!'jía. y las oscilaciones del ministe-
rio , cuya silla de estado y presidencia ocupaba
entonces el duque de san Fernando. Los libera.
les encargados de levantar las provincias traba-
jaban casi abiertamente, á la luz del día, y su
actividad. se redoblaba á proporcioll que crecía
la penuria de sus compañeros de la isla, por-
que vivian convencidos de que abandonados ésw
tos á sus propios recursos, no tardarían en su-
cumbir. Las autoridades permanecian ciegas y
sordas, cual si contribuyesen con todas sus fuer'"
zas á aplicar la palanca que iba á derrocal: el
óruen del gobierno establecido, participando
asi ue la especie de letargo en que habian ya-
cido , en que yacian aun los minist~os. La única




26
señal de vida que habian dado, consistia en el
desordenado é impolítico envio de tropas á las
orillas del Betis, despreciando en su imprevi-
sion las medidas tan imperiosamente reclama-
das por las circunstancias. Así brilló el 21 de
febrero, en cuyo dia resonó el grito de Cons-
titucion en la Coruña. Si los esfuerzos del ban-
do liberal para divertir la atencion fija en los
sitiados de la isla, eran püblicos y conocidos
en todas partes, rayaban en evidencia en la ca-
pital de Galicia, donde ninguno, por decirlo
asi, ignoraba de antemano lo que iba á .suce-
der. Allí habia estallado el movimiento de 1815,
á cuya frente Se colocó el mariscal de campo
don Juan niaz Porlier, que logró apoderal'se de
las personas del capitan ¡eneral y del goberna-
dor. Parecía qua esta sorpresa debía ser una
mancha para las autoridades, culpables al me-
1l0S de falta de vijilancia, culpables de ignorar
Jo que pasa ha á su lado: nO obstante el gobier-
no no les hizo cargo alguno, y fl'ustradoslos
proyectos de Portier, el capitan jeneral y el
gobernador salieron de la cárcel para recobrar
su destino. La esperiencia ho les dió tampoco
mas prevision , y el hilo de la trama se ató otra
vez á sus propios ojos con indicios que clara·
mente descl¡brian que iba á verificars~ de nue-
vo el movimiento, y las señale!! se repitieron




27
en distintas ocasiones antes de 1820. Y era tal
Ja modorra· de los ~ecretarios del despacho, que
conservaban en empleos de tanta importancia
á hombres que acababan de dar tan pal pables
pruebas de su incapacidad para desempefIarlos.


Apesar de los preparativos de los liberales,
únicamente algunos ·oficiales y soldados toma·
ron parte en la revuelta de la Coruña ,procla-
mando el código político de 1812. Encarcela-
ron al capitan jeneral ,al gobernador y á otros
muchos jefes, y la fúrtuna salvó al segundo
caho, que tantas veces habia desempellaJo el
mando superior en ausencia del capitan jene-
ral. Debia, pues, haber tomado un acucl'do
vigoroso, haberse presentado en los CUólrteles
para estol'bar que la fuerza armada olvidase sus
deberes, ó al meDOS retirarse á un punto don-
de pudiesen reunirse los cuerpos diseminados
por la provmcia, como igualmente los rejí-
mientos de milicias provinciales. Y en vez de
llenar su obligacion, de resistir al movimien-
to por uno de estos medios, cometió el jene-
ral la increible imprudencia ue present3Fse á
los pronunciados para que le arrestasen, cual
si en los casos espinosos bastase á UD oncial je-
neral, á una autoridad de su esfera, no lomar
parle enla revolucion!


La noticia de haberse proclamado el Gó,.




Z8
digo político de J 812 en la Coruña, llegó vo·
lando al Ferrol J y fue hl señal para' los amigos
de la libertad que siguieron el ejemplo de la
capital de la proviMia. in cuanto á las auto·
ridades no adoptaron precauciones fuertes, ni
reunieron las tropas, ni hablaron á los sol·
dados, ni el gobcmador se' sintió con fuerzas,
hasta e\ 23 de febrero en que se publicó la
COllstitucioll, para mas que para dejarse pren-
der en su casa, sucediendo otro tanto en Vigo.
El comandante jencral_de Santiago, conde de
San Roman , se declaró á favor del gobierno, y
reasumió el mando de Galicia , poniendo s(lbre
las armas los rejimientos de milicias provincia.
les y reuniendo algunos soldados viejos. N o obs-
tante la imposibilidad en que se hallaban los
liberales de enviar quinientos hombres contra
Santiago, aun cuando hiciesen Jos mayores es-
fuerzos, el nuevo jeneral acordó en los prime-
ros momentos de turbacion retirarse á Orense,
que dista veinte y cinco leguas de la Coru[]a.
Los habitantes y los soldados que habian per-
manecido fieles al rey, debieron formar5e una
idea ecsajerada de los recursos y de las fuerzas
de la insurreccion , al ver que el jeneral aban-
donaba la ciudad mas rica y ma'! populosa de
Galicia, al mismo tiempo que los' levanLa-
dos, de cuyas banderas hubieran desertado nu-




29
merosos individuos si les hubiesen opuesto re-
sistencia, lograron persuadirles con la fuga
del conde que no debiao temer cosa alguna de
sus contrarios.


Entraron los liberales en Santiago, y la de-
bilidad de sus fuer~as les obli((ó á permanecer
algunos dias en aquella ciudad donde apenas se
creian seguros. En el entretanto, el nuevo ea-
pitan jeneral reunia en Orense diversos desta-
camentos de tropas de Hnea, y cinco batallo~
nes de milicias provinciales: hallábanse igual.
mente dispuestos á secundar sus deseos otros
des rejimientos, un batallon de infariteria y
distintos escuadrones. Verdad es que muchos
individuos de las milicias provinciales earecian
de armas, y que no tan facilmente puede es·
cusarse la neglijencia del gobierno y de las au-
toridades superiores, en no facilitar el arma·
mento á un 'cuerpo con euyn fidelidad contaba.
Sirva semejanLe descuido de prueba del desór.
den que reinaba en todos los ramos de 19 pú-
blica admini~tracion. Sin embargo, no cabe
duda en que las fuerzas del capitan jeneral eran
imponentes, y aunque formadas en mucha
parte de las milicias provinciales, todos los ofi-
ciales, esceptuando algunos subtenientes, y ca-
si todos los solJados, habian peleado denoda-
damente en la gloriosa guerra de la inJepen-




30
dencia. Contábanse ya sobre ]as armas diez be-
llas compañias de granaderos ,- y de un mo-
mento á otro iba' á verificarse )a reunion de
otras nuevas: ¿ y que podian oponer á ellas
los que habian dado el grito de Constitucion?
Ochocientos hombres escasos, la mayor parte
reclutas, que no inspiraban confianza bajo nin-
gun concepto. Mas los liberales alentados con
su primer "triunfo" tomaron el partido de mar-
char sobre Orense , porque eonocian que úni-
camente á fuerza de actividad y de movimien-
to ,podian esperar un écsito dichoso, y conser-
var en las tilas á los soldados. El conde de San
Roman no solo contaba Con una grande supe-
rioridad de hombres, sino que ocupaba al pro-
pio tiempo una situacion muy ventajosa ~ te-
niendo sus contrarios para atacarle que pasar el
Miño, que corre al pie de las murallas de Oren-
se, y que viniendo entonces muy hinchado no
ofreciavado alguno, distando de allí el puente
mas inmediato diez leguas.


Todas estas consideraciones no bastaron
para que el capitan jeneral conservase su pues-
to ; y Se retiró por el contrario á Castilla, sen-
tando los reales en Benavente , situado á la dis-
tancia de cuarenta leguas de Orense. Asi un pu-
ñado de hombres que habian levantado el es-
tandarte de la libertad de la patria,) sin disparar,




31
por decirlo osi, un solo tiro de fusil, empujó
delante tropas cinco veces mas numerosas, y
todo el reino de Galicia ,que equivale por su
estension á la séptima parle de España, se so-
metió á sus banJeras, permaneciendo entera-
mente pasiva la poblacion y sin tomar parte al-
guna en la querella. Me he detenido de propó-
sito en analizar los principios de la revolucion
de Galicia , para dar una idea eCsacla de la nin-
guna resistencia opuesta por las autoridades, y
del estado en que se hallaba la nacion. Imposible
es que semejante escándalo se hubiese verifica-
do, sino hubiera sido jeneral en todas las cla-
ses, el deseo de un cambio político. Los acon'-
tecimientos sobl'evenidos en Galicia produjeron
sumo efecto eu la capital de la monarquía, y
el gobierno, aturdido con la sorpresa, comen-
zó á lransijir con la revuelta ofreciendo reunir
córtes por estamentos, que eran la representa-
cion nacional de la antigua Espai'ta. Componíaq-
se ue diputados de la noblez'!, del clero Y. de
las ciudades, y formaban una especie de esta-
dos jenerales en una sola cámara, No hubo des-
,de este momento español ilustrado á quien acorn-
paüase la prudencia, que 110 viese llegado el
término del órden de cosas ecsistente, por-
que un gobierno que comienza por ceder el
terreno á la vista de las conspiraciones, piérde.




32
se sin recurso. El decreto que prometia con·
vocar córtes por estamentos á nadie satisfizo,
porque los revolucionarios se habian fijado en
la Constitucion de 1812 ,y los defensores del
viejo despotismo creian importuno y aun in-
significante la promesa de la asamblea nacio-
nal , puesto que en el decreto de 4 de mayo de
1814 , en que se anuló la Constitucion gadita-
na, Se consignaba igual oferta de convocar cór-
tes, la cual se habia despreciado y no cum-
plido. '


Los liberales de la capital, estimulados por
la debilidad é impericia de los gobernantes,
trabajaron abiertamente en la mudanza del sis-
tema político, y el 7 de marzo prometió el
rey que juraria el código de Cádiz. Por un con-
CUrSO de circunstancias digno de estudiarse, el
mismo ieneral, llamado á Madrid por el rey
para salvar la monarquía absoluta, don Fran-
cisco Ballesteros, llegó en el momento críti-
co ,J sin mas tiempo que para decir al monarca
que era preciso prestar el juramento á la Cons·
titucion , y por una circunstancia no menos es-
traña, Fernando juró la Constitucion el 9 de
lllarzo cuando los sitiados de la isla de Leon
habian llegado al último apuro; cuando la co·
IUl1lna de Riego, reducida apenas á doscientos
hombres, se veía en la necesidad de dlsolverse




33
e11' de marzo, y cuando la guarnicion de Cá ..
diz pronunciándose abiertamente á favor de la
tiranía, se oponía de un modo sangriento á que
se proclamase en el puerto la ConsLÍtucion de
1812.


El gobierno y las autoridades de la capital
no desplegaron en' los lances apurados, mas
ellerjia, mas decision que la que mostraron sus
subalternos en las provincias. Parece venlade-
ramente increible que llegasen á tan alto punto
la inaccion y la ineptitud: la guarnicion de Ma-
drid se componía de dos rejiOlientos de infan-
tería de la guardia real, de los que era coronel
el famoso duque del Infantado, del numeroso
cuerpo de caballería de los guardias de corps,
de dos rejimientos de infantería y otros tantos
de caballería, y de un escuadron de artilleria
volante. La infantería de la guardia real aseen-
dia á cuatro mil hombres de h~rmosas y aguer-
ridas tropas; y posteriores acontecimientos de-
mostraron con el tiempo el espíritu que anima-
ha á los soldados .. á los guardias de corps, y en
jeneral á todos los individuos de la guarniciono
¿ Que hizo, pues, el ministerio, no digo yo pa-
ra empeñar las tropas en que se .mantuviesen
firmes en su deber, sino úmcamente para inda-
gar los sentimientos, las ideas que dominaban
los cuerpos? ... A~solutamente nada. En vez




34
de aconsejar al monarca que hablase á su guar-,
dia, que testificase á los soldados de un modo
significativo que no queria oír hablar sin con-
diciones de la mudanza que se preparaba por.
medios revolucionarios; en vez de encargar á
personas de confianza que visitasen los cuarte.
]es, que velasen sobre la coñducta de los jene-
rales', de los jefes de los cuerpos, de los ofi-
ciales; en vez de disipar con la fuerza, sino ce-
dian al convencimiento los grupos que se pre-
sentaban cnla plazuela de palacio, cOlltenlóse
el ministel'io con reunir en medio de la crisis
que habia comenzado, á los jefes de la fuerza
armada, que jeneralmente le dieron matas res-
puestas, y desde entonces por un aturdimien-
to indeunible reinaron la inaccion y la negli.
jencia. Siempre son medios poco agradables
para los motines un rey que debia haber toma.
do por sí el acuerdo de conceder la libertad
al puehlo, y no ceder á los gritos y á las ame-
nazas, Díjose entonces, que el medio mas po-
deroso empleado para determinarle á abrazar
este partido, fue presentar á S. M. una lista de
los, oficiales de la guardia que entraban en la
corrspil'acion. La lista distaba mucho de la au~
tenticiJad; masau" cuando hubiera sido verda-
dera ,'no era imposible arrestará algunos de los
jefes en eUadesignados, alejar á·otros yallllis-




• 35
mo tiempo proclamar la libertad para demos-
trar que el gobierno no cedia á las amenazas,
sino que ele su propio grado entraba en el ca-
mino de las rerormas justas. l Y como los coro·
neles y comanclantcsde batallon , de cuya clase
apenas contenia un solo nombre la lisIa, po-
dian ignorar la trama urdida por sus subalter-
nos y por la tropa, si lleuaban la mas mínima
parte de sus deberes? El hecho es· que los sol-
dados de la guardia y los demas de la guarni-
cion se sorprendieron con la noticia de que el
rey habia jurado la Constitucion , como igllal~
mente los criados y empleados de palacio. No
cave duda en que la menor demostracion de
firmeza por parte de las autoridades hubiera
desconcertado á corto número de turbulentos
que habia en Madrid, y que no se contentaban·
con el cambio de sistema sino lo conseguian
por la via de la revoluciono Pero tengamos pl'e-
sente, y no 01 videmos en los sucesos poste río.,.,
res, que mas culpa tuvieron en el juramento
del rey á la Constitucion el gobierno y las au.
toridades, que por desidia no contuviel'on el
ímpetu popular, que no los mismos jefes y ca-
hezas de motin. Ni la tranquilidad pública se
hubiera alterado en Madrid, ni hubieran puesLo
en manos del monarca peti~iones de· esta cla'Je
sino hubieran contado lospromo.ve.dores con la




36 •
lijereza, la nulidad de los que gobernaban el ti.
mon del estado, y un solo batallon de guardias
1mbicra bastado para que todo volviese á entrar
en el carril del órden , aun el mismo dia 7 de
marzo, y hubié.'ase seguido la sumision de la is-
la de Lean. Disolvióse, como . llevamos di~ho,
la columna de Riego el I J de marzo, y las tro-
pas realistas que se hallaban en Benavente po-
dian marchar al instante sobre la Coruña, segu ..
ras de no tropezar con graves obstáculos en el
camino: luego las insurrecciones militares, co-
mo dicen los estranleros , no obligaron á Fer-
nando á someterse al juramento que se le ecsi-
jia, Una vez disipada la terrible tormenta sus-
citada por la inercia, por la incapacidad de los
gobernantes, el trono poJia ocuparse seriamen-
te en conciliar los espíritus J ahogar los partidos
y establecer un sistema de gobierno mas análo-
go á las necesiJades de los pueblos. l A quien
debe acusar la historia de que no aconteciese
asi , de que no se evitasen y precaviesen los nu-
merosos males que abrumaron, y que todavía
abruman á la desventurada España 1


No trato de discul par á los autores de la re-
vuelta: el que destruye un gobierno, sea el que
fuere, con las armas en la mano, aunque estin ..
ga la tirl)nia y siembre la libertad para los siglos
futuros, prepara males sin término á .la jenera-




31
cion presente: pero los hechos acusan tambien
de la manera mas grave al gobierno que come-
te tan enormes fallas, que se conduce con tan
poco criterio y que manifiesta no tener enerjía.
Ecsisten ~in duda hijos ingratos, que la educa-
cian y el buen ejemplo de los padres no alcan~
zan á guiar á la virtud; sobre ellos solos debe
caer el odio á las malas acciones; mas si única-
mente se ven en la casa paterna la inrlolencia,
la impericia, 108 :malos ejemplos; si' falta á los
hijos lo necesario, sino se pone freno alguno á
sus caprichos y á sus pasiones; los vicios que
Jos deshonran, los crímenes de que se cubren
caen tamhien con todo su peso sobre la cabeza
de los padres imprudentes, considerados como
los autores Frincipales de su mala conducta. Si
Ja comparacion de un monarca con un padre
es ecsacta, jam6s se aplica con mas verdad que
cuando se trata del ejército, compuesto calti
todo de lóvenes que solo se someten á la discí.
plina. Cuando el gobierno y las autoridades Con-
sienten que aquella se relaje, cuando se abre la
puert.a al ocio J cuando Se dan justos motivos de
descontento, cuando la debilidad y la apatía
son las cualidades distintivas de los ministros,
l que estraño es que la juventud se estravie y
que naciones enteras sean vÍctiluas de su fre-
nesÍ?


TOMO U. 4




PRIMER MINISTERIO
C01TSTITU'OIOll AL.


Cuando el rey hubo prestado juramento á
]a Constitucion de J S12 , los pueblos y las tro-
pas que hahian permanecido fieles al gobier-
no absoluto siguieron su eJemplo. Por amargos
que hayan sido los frutos de aquel juramento, y
por mas esfuerzos que Se hayan intentado para
hacer creer que ]a violencia lo arrancó á todos
los eepañoles , no debe pasarse en silencio la ale--
gria universal esparcida con la nueva del parti-:




39
do' tom aJo- por el monarca, porque muy pocas
personas conocian que la Constítucion adolecía
de defectos eseuciales, capaces oe alterar el
principio mon~rquico del gobierno. El pueblo
y el ejél'cito rejidos por la Constitucion duran-
te 108 diez y ocho meses que precedieron á la
vuelta de Francia de Fernando VII, se ocupa-
han entonces de la guerra mas que de materias
pc>lÍLicas, y no habian tenido tiempo para eesa-
ulinar sus lunares. Amás faltaba ensayar la par ..
te mas importante r.le la Constitucion, porque
el rey encontrábase ausente y solo ecsistia un
consejo de rejencia al que las córles habían Con.
cedido una débil ráfaga de la autorirJad atribui·
da por la ley al monarca. La cuestion no ver:;a.
ha de modo albuno sobre las doctrinas buenas ó
malas de la Constitucion, ni se trataba tampoco
de su análisis, porque la mayor parte de los que
trabajaron en su restablecimiento no ]a habian
leido, ni mucho menos la mmensa mayoría de
la nacion. Deseábase sobre todo la destruccion
de un gobierno débil, impotente, para :Jbrir la
carrera al espíritu de reforma que a jitaba á las
masas.


Por otra parte desde Jos primeros dias de
enero de 1820 hasta que el rey juró el código
gaditano, y particularmente en los últimos días
de febrero yen el principio de mal'zo en que se




40
multiplicaron las conspiraciones contra la odio-
sa tirania, la- nacion entera vivía en una alarma
continua, y el mal habia llegado á tal punto
que parecia difícil salir del abismo si"n remedios
sangrientos, y la guerra civil con todos sus hor-
rúres presentábase entonces sin cesar á los ojos
de los españoles. La condescendencia del rey
desvaneció la borrasca, y la muchedumbre poco
previsora, y que apenas se inquieta por los in-
fortunios remotos, gozóse al verse libre de los
peligros que juzgaba tan cercanos.


Podemos reducir á tres clases los desconten-
tos de aquella época: los hombres mas ilustra-
dos y mas prudentes que conocian no solamen-
te los defectos de la Constitucion jurada sino
que adivinaban tambien que no se observaria,
porque faltaban al gobierno la prevision y la
enerjía necesarias para someter al nuevo órden
de cosas que se babia proclamado el espiritu de
bulliciosa sedicion que acababa de destruir el
gobier'no anterior: en segundo lugar entraban
los enemigos de toda mudanza, porque temian
los riesgos que corrian sus intereses privados:
y finalmente algunos revolucional'ios que al ver
destruido el despotismo sin haber conseguido
los restos de sus despojos, consideraban las ven-
tajas que les hubiera proporcionado la guerra
civil escitada por la negaLiva del monarca á




41
prestar el juramento ecsijido. El primer cuida-
do de los gobernantes debia ser ah'aer á sí á las
dos primeras clases de descontentos, dando á
la una la esperanza de modificar la Constitu-
cion y á la otra la seguridad de que se respeta-
rian las propiedades de todo jénero : debian al
propio tiempo no perder nunca de vista á los
anarquistas ,que formaban la tercera clase, para
reprimir sus proyectos.


Derrocada la tirania y jurada por S. M. la
Constitucion promulgada en 1812, los secreta-
riosdel despacho que habian servido al absolut¡s~
mo .. desocuparon sus sillas y sentáronse en ellas
los hombres que Olas perseguidos habian sido en
1814 por sus opiniones. Eran estos D. Evaristo
Perez de Castro que entró en la s~crelaria de
E5tado, D. Manuel Garoía Hert:eros,en la de
Gracia y Justicia, D. José Canga Argüelles en
la de Haciencia, D. Agustin Argüelles CJ;¡;,}¡\.dQ
la Gobernacion, el marqués de las Amarill",s eu
la de Guerra, D. Juan Jabat en la de Marina y
D. Antonio Parcel en la de Ultra!l1ar. Algunos
salieron de . los presidios para encargarse del
ministerio, y como llevaban escritos en el co-
razon sus agravios, pareció que se arrancaban
las ri,endas del gobierno de las manos de uu
partido para entregarlas á otro, como habia
acontecido tiempo atrás) y. como en efecto se




42
verificó ahora. Los nuevos ministros no se ma;'
nitestaron perSeguidores, pero hicieron alarde
de una obstlriacion de principios que produjo
las mas funestas consecuencias. Por otro lado
era imposihle (lue Fernando tuviese confianza
en unos sugetos á quienes solamente conocía
por QI retrato desventajoso que de ellos le ha-
hian Ifecho sus €nemigos en /8/4; Y era igual ..
mente imposible que los ministros recien nom-
brados sintiesen el respeto y el afecto necesario
á un monarca, pr)r cuyas arbitrarias órdenes
acababan de sufrir tantas y tan recientes desgra-
cias: porque tampoco podrían tener gr3tlluJ al
rey por su nueva elevacion debida á las circuns-
tancias yde ningun modo á su Iihre alhedl'io.
Así eltimon'de la deshecha y comhatidanave del
estado, pasó á la diestra de unOs secretarios de
opinio'ne's cnteralllente populares, cuando se ne-
cesitaba que velasen por el sosleninlienL'J de la
Ilutúridad real y que 'la conservasen con enerjía.
Cuatro meses trascurrieron desde el iuramenló
tiel príncipe hasta la instalacion de las córles,
y en este espacio de tiempo goberuárollse algu-
nas provincias por juntas que se nombraron"
habiéndose establecido en la capital de la 010"
narquía la titulada junta provisional, á la qú~
consultaba el ministerio sobre' tooos·'los asuntoS
importantes. Hallóse la autorid:adcómo suspen-




43
dida de hecho, reinó la confusion en algunos
puntos, yen aquella especie de interregno mul-
tiplicáronse los anarquistas, que á la sombra de
BUS nuevas doctrinas llevaban el objeto de apode.
rarse de los empleos. En esta época aparecieron
las sociedades patrióticas, de las que algunas
se establecieron con el noble objeto de d:rijir
el espíritu público; pero que atrajeron á su seno
á los ociosos de todos los pueblos: el deseo de
distinguirse, de discutir las cuestiones mas im-
portantes, se convirtió algunas veces en una
especie de furor, y la moderacion, la pru3en-
cia y el saber cedieron el terreno en estas socie-
dades á la ambicion y á la violencia. De la dis.
cusion de los objetos de interés ¡eneral pasó se á
tratar en la sociedad patriótica de la córte, del
gobierno, de las pelson3S que lo componian,
y luego de los empleados subalternos, en los
que se buscaban motivos de reprobacion, por-
que se queria destituirlos para conceder su
puesto á los declamadores ó á sus amigos. Vió·
se entonces con escándalo á una diputacion del
seno de aquella presentarse en el real palacio
pidiendo la destitucion del ministro de la Guer-
ra, marqués de las Amarillas; viéronse moti-
nes promovidos en la misma, y vióse el en-
Sayo de todo Jo que ha sufrido en 108 años pos-
teriores por consecuencia del desórden , la dt.'s~




44
venturada España. Así se debilitaba poco ~ po.
co el nuevo gobierno precisamente en los mo-
mentos en que debia desplegar Ja mayor fir-
meza para someter y conteneI' los elementCls de
anarquía, que acababan de destruir al viejo des-
potismo y á los amigos que lo habian defen-
dido, para cimentar sobre su triunfo la hermo-
sa libertacl de la patria.


Instaláronse las córtes por fin, compuestas
en mucha parte de los individuos de la asamblea
estraordínaria de Cádiz y de otros miembros
mod~rados. He dicho que por la obstin8cion
de sus principios el ministerio parecía pertene.
cer en ¡eneral á un putido, y la misma obser-
vacion puede 1:tplicarse hasta cierto punto á al-
gunos diputados: sé:ltisfechos estos de la Cons-
titucion porque era obra suya, creidos otros de
que carecía de defectos, ó pensando que no habia
llegado todavía el momento de revisar sus ar-
tículos, defendiéronla todos con entusiasmo y
declararon intempestivo, impolítico, criminal
el proponer en ella la meno1' reforma por útil
que fuese. El congreso dió pI'incipío á sus tra-
hajos con )a firme resolucion de mantener el
código de Cádiz , en la forma misma que babia
salido de las manos de las córtes estraordina-
rías, y en este acuerdo unióse el ministerio á la
asamblea.




45
Pronto decayeron las córtes en la opinion


de los partidos que handerizaball la Espaila.
Los ecsaltados que se habian imajinado que el
congreso ordenaria en el momento todos los
ramos de la administracion, y que vieron tras~
currido el primer mes de sus sesiones sin haher
determinado algun asunto de importancia, co-
menzaron á quejarse de que los decretos no 110-
vjan á docenas, si me es permitido esplicarme
así, y de que no hacia n des<J pa recer has! a los
vestljios dell'éjimen abolido. El partido juicioso,
por el contrario, que solo veía en la revolucion
peligl'os y desastres, escuchó con horror algu.
l)as proposiciones hechas en las córtes; y sus
jefes Se imajinaron que se trataba de precipitar
las reformas, y por consiguiente de desconten-
.tar una gran parte de la nacion , al propio tiem-
po que se inflamaría la amhicion y la avaricia
de otra parte no menos numerosa. Entonces
tuvo arijen la malhadada division entre los lihe.
rales de 1812 y los liberales de 1820: á los pri-
meros pertenecian los· autÜ'res de la Constilu-
cion perseguidos á la vuelta de Fernando; y á
los segundos cuantos habian conspirado en el
trascurso. de los seis años para reslablecerla.
Pregonaban estas que eran ellos los Ilnicos libe-
rales; y que los hombres de 1812 eran jentes
sin prevision .ni enerjía , que se dejaron encar-




46
celar y destruir el código político de Cádiz, sin
oponer resistencia á sus enemigos, y que hil-
hiendo satisfecho su ambician con la entrada
fln el ministerIo y en la diputacion de las CÓ1'-
tee , habíanse hecho modf::raclos y paralizaban
las ruedas de la revoluciono Los liberales de
1812 echaban en cara á sus antagonistas, que
toJas sus demostraciones tendian á la anarquía,
y que atentaban contra la misma Constitucion
que se alababan de haber restablec.iJo. Mas el
gobierno y las córtes temian una reaccion del
partido absolutista, y creian político y necesa-
rio usar de tolerancia con los que habian der-
rocado la tiranía, y que manifestaban la reso-
Jueion de defender el nuevo sistema por ecsa-
¡eradas que fueran la"! consecuencias á que con-
dujesen los principios sancionados. Ellbando
ecsaltado se engrosó de un modo estraordinario
con los pretendientes desatendidos, con todos
los hombres turbulentos que contaba España,
y pronto rompió los diques que le contenian;
sus periódicos mas furibundos, sus tribunos de
las sociedades atacaron, insultaron á los minis-'
tros, hablaron mal de la asamblea lejislativa y
del mismo monarca (1). Los jefes del levan-


- (1) Uno de los principales motivos',siuo es el




41
tamiento de la isla de Leon ascendidos ~ jeneraa
les, habian formado, jurada la CL~.stiLucioll por
el rey, un cuerpo de ejército compuesto de Jos
individuos que los habiau seguido, y de otros
hatallones que no habian tomado parte en los
suceso,~ políticos, queriendo más hien aumentar
sus fuerzas que ponerse al frente de las llnicas
tropas que les habian sido fieles. Elite cuerpo,
al que prodigó el minislerio los grados J las
gratificaciones, se convirlió despues en foco de
ecsijencias al gobierno, y tu punto de apoyo


único que nos ha obligado á publicar esta obra, es
la rapidez con que la ecsajeraciolJ de lüs principios'
ha sliscitadó de lluevo en España la· antigua y fu-
nesta lucha de los liberales los ulloscontra los utros,
si todos mereceu el nomhre de liberalés. OIvidado!t
de los tristes resultados de tan aciaga lucha, atácalJse
con encarnizamiellto y por ¡todos los medios nobles
ó iUllobles, y aUIl qlliz~i con mas furor que en la
época de los t"res años. Las cOlJseclietlcias podrán ser
setnej a ntcs y quizás peores, á ca usa de que la reac.
cion seria mucho mas violenta y que la lihertad se
perderia pararnllcho tiempo: siempre trabajaré por
e,vitar tan amarguísimos dias, y sostener el gobier-
I~"~ representativo, del que dependen la dicha y la
prosperidad tle la patria. Los leclores imparciales
JlO necesitan que dé mayor eslension á estas" r'eUe'c~
siolles.




48
del partidoestremo , con lo que puso á los se.
cretari,Os del .. lespacho en la necesidad de disol-
verlo como inútil, procurando diseminar en
las guarniciones las fuerzas de que se com-
ponia" En vano representaron cuando recibie-
ron las primeras órdenes, en vano opusieron
dificultades é inventaron pretestos; porque el
ministerio, firme en su acuerdo, lo concedia
todo aun á costa de los mayores sacrificios, in-
sistiendo siempre en la órdl!n de disolver aquel
ejército.


Los jefes de la isla de Leon, forzados á so-
meterse al decreto del gobierno ó á declararse
contra los ministros y contra el congreso que
los sos tenia , tomaron el partido de enviar á
Madrid á don Rafael del Riego, que habia em-
puñado eL mando supremo en ausencia de Qui-
roga, nombrado diputado de la asamblea na-
cional. Difícil es formarse una idea ecsacta de
la arrogancia y envanecimiento conque el ines-
perto jóven se presentó en la capital de la mo-
narquía al rey y á los ministros; porque para
cabeza de una revolucion faltábaule la doblez,
la aSlucia , la sangre fria y la incansable previ ..
sionconque se domina á los hombres y á los
aconlecimientos. Con un corazon jeneroso y la
menLe ecsaltada con el incie.nso que no cesaban
de quemar á sus pies los que se llamaban sus




49
partidarios, y entre quienes habia algunos ven-
didos á la corte, y ellsobervccido con la espe-
cie de ovacion que aqucllCls habian preparado
para que recorriese las calles de Madrid en
triunfo, atrevióse á todo ': y si el buen senti.
do de la guarnicion y de la milicia nacional
compuesta entonces dé propietarios amigos oel
órden, no bubiera sido un obstáculo invenci-
ble, el nombre de Riego hubiera servido de
pretesto á los jenios inquietos para herir de
muerte la misma Constitucion, que con tanto a~
dor habian proclamado algunos meses antes (1).


(1) Apesar de los lunar~!I que encontramos en la
conducta y en el carácter del jeneral Riego, el his-
toriador imparcial no debe pasar en silencio 8U~ hoe_
nas cualidades_ N o se crea que este testimonio es
un puro t.-ibuto de compasion á IU trájico fin: siem.-
pre estuve convencido de que el desgraciado jóven
fué víctima de los consejos de los que siniestramente
se llamaban amigos BUyOS, y no de su pl'opensioD na-
natural.


Nacido en Oviedo de una familia noble, aunque
poco halagada por la forluna ,entró en el servicio
de las armas en el cuerpo de guardias de Corps , don_
de permaneció hasta fines de 1808, época en que se
destruyó aquel cuerpo á consecuencia de la invasion
francesa y de la dispersiolJ y destronamiento de la
fa.w.ilia real. l\ieso sisuió el ejemplo de todos sus




SO
Triunfó sin emb8rgo el gobierno, aunque no


sin haber dado prueDils evidentes del temor que
le inspil'aban sus enemigos. Disolvióse el ejérci~
to de la IsI.a y fijóse la residencia de Riego en las
Asturias; mas no alcanzarol) los mini~lros á des-
truir el ímpulso que :habia dado,al partido ee",:
saltaJo, ,¡lÍ ~el descontento de Jos hombres jui-
ciosos de la capital que 8e alarmaron al obser-
var que el héroe principal 'de la revolucion,
como le. llamaban sus apasionados, era un ló.
ven sin esperiencia á quien querían desacreditar
los adletas ocultos, de la tiranía J sin ideas fijas


eompañeros ó de la ma yor pute; esto es, se presen-
tó á la junta provincial mas inmerliala y pidió que
le coloca.sen en el ejército para defender la bandela
de la illdepellllencil de la patria, Nombrárónle te-
nienteen un rejimienta de infantería, en el que sirvió
con zelo y arrojo hasta que le hicieron prisionero y
le conllujeron á Francia, en cuyo suelo permane-
ció hasta la paz ¡eneral de Europa. Allí leyó varios
Jibl'os y adquirió el barniz de la instruccion ~ que le
hubiese sido mas ventajosa si hubiera l'ecaido sobre
Ú'na primera educacion mas esmerada. Cuando re.
gresó á España, incorporáronle en el rejimiento de
Asturia9, donde con el tiempo ascendió á capitan:
y componiendo despues su rejimiento parte de la es-
pedicioll de América, obtuvo segun la costumbre
establecida en Espa,ña , el grado superior de comall-




51
Y juguete de algunos intrigantes que abusa~an
de su imprudencia y del amor propio lisonjea-
do. Los malos resultados que produjo la apari-:
cion de Riego en la córle, fueron quizás supe·
riores á los que pudiera haber causado mandan-
do el e\ército disuelto. Mientras que caminaba á
su destierro de Asturias, las sociedades patrió-
ticas resonaban con sus elojios y con las decla-
maciones mas violentas contra el ministerio y
COl!tra la asamblea nacional ,prestando de este
modo armas á los serviles para desacreditar las
formas representativas, con solo reprpducir las


dantecomotodos los oficiales que se embarcaban COIl
l'Umbo á las colonias.


Riego era pues comandante del segundo b~talton
de Asturias, cuando estalló el levantamiellto llama_
do de la Isla de Leon ó de las Cabezas. Claro está
que Riego no habia concertado ni formado el pro-
yecto, sino otros individuos que apartados Jel peli-
gro y de la responsabilidad de las resultas, ponian
en juego dóciles instrumentos. N o obstante los pro-
movedores elijieroll á Riego para la parte mas dificil
y peligrosa de ¡'a empresa, tlue era marchar con su.
batallon y el de Sevilla á Arcos de la frontera, para
sorprender el cuartel ¡eneral y arrestar al jeneral en
jefe y á todo el Estado mayor. Tan delicada cOI;nisioll
J mas aun el écsito que la coronó, prueban y corl'o_
boran la justa opiDioD que sus compañeros habian




52
s&tiras y los argumentos de los'mismosJibera-
les. N urnerosos g'rupos recorrian las calles, pa-
rábanse el1 los sitios mas públicos y ecsaltaban
á Riego quejándose de las injusticias cometida9
en su persona. Los secretários del despacho
content;'¡ronse eOIl su efímero triunfo, y deja-
ron gt'ilat' y arengar contra sus providencias sin
mas precauciones que ponér á cada instante la
guarnieioll sobre las armas, pero sin mandar
despejar la!) calles, ni dispersar los grupos, y
únicamente con el oLjeto de impedir una suble-
vacion jeneral. Los vociferadores se familiari-


formado de su valol', y la confianza qtle les habia
inspira(to. No cOlltento con llenar el ohjeto princi_
pal de que se habia encargado, suplió COI1 su arrojo
y con Sll~ buellas combinaciones la tardanza del ba..;
tallon de Sevilla I causada por el mal tiempo, y se
atrajo el batallon de guias del ¡eneral y marchando
á su cabeza sorprendió en Bornos el batallon de
Aragon qne se hallaba allí acantonado. Riegopas6
de Bornos á Jerez de la Frontera, al puerto de San-
ta María y en fin á la Isla de Le0':l, conduciendo
siem¡lre los. prisioneros en su compañía, los que de-
positó en un castillo, sin haberles hecho esperi-
mentar, y menos á persona algulla , insultos ni ma-
los tratos_


Es cierto que solo Riego habia dado un aspecto
imponente allevantamienlo, mientras que Quiroga




53
zaron con la tropa, los soldados se acostumbra-
ron á los grites sediciosos sin tener órden de
arrestar á los que los proferían; de suerte que
los motines no temian á la fuerza armada, y la
fuerza armada no miraba ya como criminales
los desórdenes tantas veces y Con tanta impuni-
dad repetidos.


Despues de la llegada de .Riego á Madrid, cre.
ció la ajitacion, y hasta en el seno mismo de la
asa:ublea nacional nolóse una turbulencia des-
conocida hasta entonces: hiciéronse proposicio-
nes alarmantes que algunos diputados sostuvie-
ron: hubiérase dicho que estos representantes
del pueblo, ansiosos de precipitar la revolucion,
habian arrojado !a mdscara. La conducta del


á quien ha bian nombrado j enera l porque era coro-
nel, no hizo otra cosa que desgraciar la tplltatil'a
sobre Cádiz como hemos visto. Debj'óse taUlhien á
:Riego la desercíon del rejimiento de Canarias y la
de uua bri~ada de artillería que venian de Osuna, y
a las que dió á entender que la uacion entera S8
habia declarado á favor de la revoluciono


Riego dueíio de estas fuerzas osó arriesgar el
ata1ue de la célebre cortadura de Cádiz , de que 110
pullo apederarse y doude recibió una fuerte contu_
sion cayendo de la muralla. Apellas restablecido ell_
carg6se de otra comisioll mu.;ho mas difícil y arries_


TOM. II. 5




54
ministerio probaba }lasta la evidencia que no
reunia la prudencia y el 'ligor, necesarios para
cimentar el órden público, porque si habia
dictaJo las medidas relativas á Riego y al ejér-
cito de la isla de Leon , tambien salisfacÍa las
ecsi¡encias de los descontentos separando al mi.
nistro de la guerra marqués de las Amarillas,
el único ¡eneral quiz~s que era capaz en aquella
época de organizar el ejército y restablecer la
disciplina. Los secretarios del despacho inmo"
laban así el interés público y su propia conve-
niencia al deseo de conservar la popularidad, y
contentábanse con paliativos cuando las cir-
cunstancias ecsijian medidas fuertes, vigorosas
y enérjicas. El gobierno nunca se esplicó con


gada que la primera: tratábase de ponerse á la fren-
te de una columna móvil para procurarse víveres y
sublevar las provinci.as vecinas. Indiqué ya el nin_
gun resultado de este paseo militar á causa de la
aversion que tenia el pueblo á tomar parte en favor
ó en contra de los partidos prollunciados; mas siem-
pre sirvió para manifestar en niego grandeza de
alma y valor á toda prlleha, como demostró en el
gobierno la falta de enel'jía yen las tropas el ninguu
eutusiasmo que las poseía.


N o n('!I proponemos referir la historia de los mo-
"imientos y de la dispersioll total de esta columna,




55
franqueza en ]as importantes sesiones de Jos
primeros días de seliembre, en que los minis-


o tras fueron llamados repetidas veces para inter-
pelarles sobre el estado de la tranquilidad pú-
hlica: siempre ~espond:eron que no había fun-
damento para inquietarse, y que se habian to-
mado todas las medidas pal'a impedir que se
perturLase el órden. ReducÍanse las precaucio-
nes indicadas á f,.¡tigar inútilmente á la tropa,
obligándola la mayor partade .las noches á per-


o manecer sobre las armas: á permitir que en las
sociedades patrióticas se predicase abiertamen-
te la insurreccion : á tolerar los motines, á su-
frir finalmente que se ultrajase al jefe político de


sino lílli~amente dar á couocer las cualidades del
que se poso á su cabeza, y se colocó por este solo
hecho el! la primera [da ,le los revolucionarios. Así
es que t;l nombre de P,iego oscureció al instante los
de Qui roga, Lopez Eaños, Arco.Agüero et~, y de
todos sus iguales ó su pedores en la jerarquía mi_
litar.


Cuantos conocieron á Riego y le trataron en los
primeros meses de su elevacion al favor popular,
ántes de su entrada en Madrid, elojiaron su senci-
lIez, subllen natural y su modestia, sin que sus mis-
mos enemigos hayan podido seiiaJar pOI' su parte el
menOl' rasgo de ambicion y !llenOS aun de venganza.




56
Madrid, que se le persiguiese, y que /le asaltase
su casa probablemente con el fin de asesinarlo
si lo hubiesen encontrado sus eoemigos. l Por
qué el ministerio no pintaba estos desórdenes á
la asamblea le¡islativa que le preguntaba si eC-
sistian; por qué cuando veía desarrollarse con
tanta violencia los elementos destructores del
órden social, y que amenazaban la ecsistencia
misma de las primeras autoridades, no mani.
festó mas decisioll contra los perturbadores?
La causa principal de la debilidad de los mi·
nistros, provenía de su temor escesivo á una
contrarevolucion realista. El recuerdo de lo
que habia pasado en t 814, de los infortunios


El ve.neno de la adulacion mas activo en las capita-
les que eu las provincias, fue la causa premeditada
quizás, mas indudablernente positiva !fue estravió
las escelentes di~posiciones del jóvcn militar, hasta
pl'ecipitllrle en el lodazal de la auarquía para que
sus contrarios illicuos le sacrificasen en el cadalso.
Si el rey Fernando huhiese conocido mejor sus in-
tereses y los de su reino, en vez oe hacerle pel'ecer
en el último suplicio, debia haberle alraido á su ser.
vicio dándole un empleo proporcionado á su rango
en los principios de la revoluciono j Cuantos desas-
tres hubieran evitado este ejemplo de gl'anden de
alma y esta conducta' política!




57
que 11abian caido sobre ellos á consecuencia de
aquellos acontecimientos, hallábase tan presen-
te á sus ojos que les impedia hasta cierto punto
ver en otra parte peligros. Conocian los ese€-
80S, el delirio de les que invocaban la Constitu-
cion violándola á las claras: no podia ocultá r~
seles la tendencia demagójíca de los que dirijiall
las sociedades y los tumultos; roas no los temían
tanto como á los realistas, juzgando nO sin ra-
zon que los últimos debían ser siempre abatidos
y contenidos, y que la eferve.::encia encendida
sin cesar en la capital y en las provincias por los
ecsaltados producía seme.jante resultado. Tal er-
ror fue sin duda la causa de la conducta incierta
y apática del primer ministerio constitucional.
Era no obstante muy fácil preveer que el parti-
do llamado servil ganaria terreno y aumentaria
sus fuerz:ls á proporcion de los desórdenes co-
metidos por los que se apellidaban liberales. Por
Un efecto natUl'al los hombres de buena fe que
habian deseado el restablecimiento de la Cons·
titucion de Cádiz para remediar los abusos del
gobierno anterior, se separaron de los partida-
rios ecsajerados de este código tan mal observa-
do; y ademas se declararon enemigos del nue-
vo sistema los que juzgaban que el rey habia
adquil'ido títulos al reconocimiento del pueblo,
jurando el nuevo pacto por evitar la guerra ci·




:)'8
vil , y que ahora le correspondian insultándole
en la:> sociedades públicas yen las plazus. Nalu-
ral era del mismo modo el descontento de los
propietarios de la capital y de las ciudades po-
pulosas que vivian en una contÍnua ajitacion." con
el temor de los tumullos ,del pillaje y de toda
clase de horrores.


No tarJaron en esperimentarse las fataJes
consecuencias del error del ministerio, y los
funestos sucesos de diciembre serán una acusa-
cion ctúna contra los hombres que lo campo-
nian. Gobernaban la nacion en nombre del
monarca sin haber ganado su confianza, sin ha-
ber procurado obtenerla Con sus obras; y en
Ulla época en que la aUloridad real debia con-
servarse á cualquier precio, porque ante todo
era necesario reprimir la anarquía y restablecer
1a calma tantas veces altcl'ada aun en el tiempo
que transcurrió hasta la instalacion de las cór-
tes; eu semejante época los ministros se aban-
donaron :\ 103 vientos populares en vez de afer-
rarse en el gubernalle y echando el áncora unir-
se enteramente al trono.


Ocupáballse las córtes en la estincion de Jos
monacales y en la reforma de las demas órde-
nes relijiosas; el decreto en aquellos tiempos
de fanatismo, y en los términos en que se pro-
ponia era precipitado y de ningun ruodo con-




59
forme con las reglas de la política y de la eco-
nOlllía, como demostró despues la esperiencia.
Los ministros ejel'cian sobre el congreso sumá
inOuencia, sea por los lazos de amistad que los
unían con muchos diputados, por su reruLa~
cion de saber, por las persecuciones, por los
padecimientos que habian esperimentaJo, ó
bien sea por las virtudes que distinguian á al-
gunos de ellos, Si hubiesen querido diferir ó
estorbar la discusion sobre la abolicion de llis
mona~ales, es muy probable que el triunfo hu-
biera sido suyo, y aun cuando se hubiese dis~
cutiJo la propuesta habrianse adoptado modifi-
caciones esenciales: así debian obrar los minis-
tros mirando por el interés público, mucho
mas cuando les hubiera apoyado la volunta"d
real completamente conforme en este pullto.
l y por qué no consultar al monarca siendo así
que no podian ignorar que la estincion de los
monacales repugnaha por el contrario á sus seu-
timientos y á las ideas que habia recibido? Pcr
qué no calcularon los tristes rewILados de su
repugnancia manifiesta á sancionar el decreto?
Si FernanJo rehusaba la sancion aparecia opues-
to al congreso nacional} lo que debia princi-
palmente evitarse en tan críticas circunstancias,
no afianzadas todavía las formas representat.ivas;
y si la otorgaba debia hacerlo con despecho y mi-




60
rando como ilu~oria~ lal'! prerogalivas que le
concedía la Gonslitucion.


Mas los secreta I,jos del despacho ansiosos
de que no se prolougase el negocio, apoyárollle
por sí mismos, y discutióse la reforma de las
órdenes ;-elijiosas, Lo" sOl'C10s murmullos que
se levantaron desde entonces en todas partes in ..
dica ban )a procsi miJad tIc la tormenta: cono-
cieron que no era tan f.ícil como habían creí·
do Jos ministros y el congreso desarraigar laB
antiguas preocupaciones, combatir los inlereses
de tan gran número de individuos, principal.
mente cuan lo el gobierno distaba mucho de
tener la e~;tabilidarl necesaria para tan delicado
arreglo. Gerráronse las sesiones de las córtes
en los principios de noviembre, y los enemi-
gos . ue las reformas publicaron escJ'itos, insi.
Illlát'onse en el ánimo del rey que residía enton-
ces en el Escorial, de tal suerte, que se decidió á
negar la sancion á la ley sobre disminllcion de
las órdenes relijiosas y solamenLe pudo arran-
cársela la violencia.


El nombramiento de Carvajal para capil.an
jel1eral de CastIlla la ]S ueva, sin la firma del
ministro de la Guerról , alborotó fundadamcn-
te á los amigos de la liJJerlad j mas ecsaieraron
los peligros' y pl'CJnraron sucesos escandalosos,
cuyos resultados fueron tan funestos á la causa




61
nlisma que decian defender. Es muy cierto que
faltaba al nombramiento del jeneral Carvajal un
requisito constitucional: l mas con qué objeto
Se dió á conocer al público y se empeñó una lu-
cha abierta contra Fernando, que con la publici-
dad quedaba en descubierto? Si Carvajal apa-
recia sospechoso hasta tal punto que el minis-
tro de la Guerra creye~e deber suyo el no auto-
rizar el nombramiento, éra!e fácil el presantar-
se en tres ó cuatro horas en el Escorial, yespo ..
ner al rey los motivos que se oponian á su
eleccion. Si S. M. no los estimaba en su justo
valor, é insistia el mi uistro en desaprobar el
nombramiento del capilan ieneral, en su ma-
no estaba entregar su dimision, que era el último
medio que restaba por la via constitucional. Fatal
fue la pretension de este secl'etario del despacho
de ejercer la autoridad real contra la espresa vo-
luntad del monarca, é impolítica la lucha que
abrió cuando no era posible blandir las armas.


Los mínistros viendo nombrado capitan je-
neral de Madrid á un horn bre que no merecía
su confianza, juzgáronse perdidos;'y convencidos
de que con ellos perecia la CODstilucioll, uDié·
ronse Con los directores de asonadas; las cua-
les se repitieron sin que la guarnicion las con-
tuvie.,e porque las veía sostenidas por la aulori.
dad. Entollces fue cuando con menosprecio de




62
las atribuciones señaladas en el código políti.
co, el ayuiltamiento de Madrid usurpó faeul.
tades que no tenia, queriendo imitar quizás al
de París en los dolorosos dias de la revoiucion
francesa. El ayuntamiento firmó representacio-
nes osadas pidiendo que el rey regresase á la capi-
tal, y el ministerio las aeojió con entusiasmo.
La~ tribunas de las sociedades, las calles y las
plazas estallaron en amenazas al trono: for-
m4banse numerosas reuniones compuestas de
verdaderos anarquistas, de curiosos y de bom-
hres de buena fé que pensaban que Con estos
movimientos populares se estorbaban los peli.
gros que amenazaban el nuevo sistema. l Y que
estraflo era quese repitiesen semejantes ejemplos
de delirio cU'llldo las autoridades toleraban y es·
citaban la llama de los motines? La dipuLacion
permanente de las córtes asediada por el tumulto
se dirijió igualmente á Fernando ecsijiendo su
vuelta á la capital; los amotinados gritaban que
irian á buscarle al Escorial; la guarnicion perma-
necía tranquila espectadora de aquellas escand~lo­
sas escenas, y el rey revocando el nombramien-
to del capilan ¡eneral Carvajal regresó á Madrid.


Los anarcluislas de los dias anteriores le
aguardaban en las puertas de la capital, OI'gu-
llosos con su triunfo, y deseosos tIe ver como se
ejecutaban sus órdenes. La muchedumbre d.,..




63
senfrenaJa que habia rolo los diques de los mi-
ramientos, del respeto y de la obediencia, y
acalorada con el mal concepto que del príncipe
habia formado por el paso falso que habia dado,
insulló al rey, á la reina y á 103 infantes. Desde
aquel momento el palacio pareció á Fernando
una cárcel y la Conslitucion un espantajo, á
cuyo abrigo los secretarios del despacho gober.
naban en su nombre sin que su voluntad toma-
Se parte en los acuerdos; y desde entonces de-
seando destruir el nuevo órden de cosas que le
precipitaba del trono, que le esponía á los in-
sultos, á las amenazas, á los ultrajes, no Cesó
de conspirar en el secreto de su alcazar, y por
roed io de ocultos ajentes para llegar á Jos amar-
gos dias de la reaceion que tan sangrientas pá ji-
nas presentan. Al ver á los vociferadores co-
piando algunas escenas de la revolucioll france-
sa para imitar únicamente sus errores, Fernan-
do :-ecordó la suerte de Luis X VI, Y comparó
su regreso del Escorial con el viaje del monar-
ca frances de Versalles á París escoltado por el
vulgo. Las afrentas hechas al rey y Jos escan-
dalosos movimIentos de la capital de la monar-
quía produjeron un. número muy considera-
He de descontentos, y el sistema representativo
corrió rápidamente á su ruina. En muchos ciu-
dadanos honrados y de buena fe comenzaba á en-




64
Criarse el ardor conque le habian juradn, porque
le atribuian tanto clesó,'den; y los corifeos de
las sociedades secretas le! detestaban, porque po-
nia trabas á SllS proyectos desorgl111izadores.


Para completar el cuadro de los escesos del
mes de noviembre de t 820, conviene citar
aqui lo que los mismos ajitadores que no ha-
bian sido recompensados por sus esfuerzos, de-
cian al monarca en la representaciol1 que le di-
rijieron, pasado un mes, solicitando la mudanza
del mi!listerio. Redactóse el escrito en la socie-
dad que se reunia en el café de la Cruz de Mal·
ta, y lo firmó Ulla multitud de miembros de la
misma sociedad patriótica.


)) Hemos contribuido inocentemente, decia
la representacion , á la última farsa del mes de
noviembre en la que se ha comprometido el
crédito de la nacion , como lo prueban las cir.
cunstancias del empréstito y otras mu\:hasj
farsa en la qne el gran número de resórtes es~
traordinarios nos hizo creer en V. M. un cam-
bio importante capáz de destruir el sistema
consti tucional."


)Hemos visto á V. M. forzado á vo!ver á la
capital por la influencia de los ministros, y á
despedir á su confesor porque le creia~ poco
favorable á la conservacion de sus empleos.
Todo se ha hecho de suerte que nadie lo igno-




65
re en la Península J enviando el rnini5tro de la
Gobernacion cOIitÍnuos correos á las provincias.
¡Acontecimiento memorable en que se ha abu-
sado con tanta audacia del grito sagrado de:
"Za patria está en peligro! y en el que se
sorprendió nuestra credulidad y nuestro patrio-
tismo, con grave riesgo de la tranquilidad pú.
hlica."


Digno es de notarse que mientras que la so-
ciedad de la Cruz de Malta declamó contra el
rey y predicó la insurreccion, las autoridades
no fijaron los ojos en semejantes escándalos, ni
procuraron reprimirlos: mas desde que las de-
clamaciones se estendieron á los ministros en
la esposicion citada, tomarón se medidas para di-
solver la reunion, desplegóse el &}larato de la
fuerza armada) y cerl'óse el café de la Cruz de
Malta en el momento en que se reunia la so-
ciedad.


Mientras que la consternacion reinaba en pa-
lacio .. y que lo~ hombres de bien deploraban los
infortunios de España, ocupábanse los minis-
tros en cumplir sus empeños de partido. Cuan-
do buscaron el apoyo de los anarquistas, pre-
sentaron estos Sus quejas y pidieron reparacion,
'que no vacilaron los secretarios del despacho
en conceder en el momento. Riego, que dos
meses antes habia cometido tantas impruden-·




66
cias en la córte, que se habia presentado con
las amenazaR en los labios al gobierno, que ha.
hia inflamado las pasiones y reunido en torno· ~
suyo á los hombres mas turbulentos, mas peli .. ·
grosos, Riego confinado por el ministerio á As.
turias (1), fue nombrado por el mismo gobier-
no capitan jeneral de Aragon. Los principales
atizadores de las sociedades secr~tas viél'onse
elevados á ~Itos empleos; y la emulacion dada
á los fraguadores de asonadas, produjo el efee-


(1) El destierro de Riego á Asturias, lo ocasionó
su compatriota D. Agustín Argüelles entonces mi-
nistro de la Gohernacion, quien no vacil6 en decir
en las e6r'tes que si abria las p~iinas (las famosas
pájinas) de la policía, apareceria mucho mas culpa-
hle de lo que imajinaban algunas personas. Mas lo
cierto es que no las abrió, que 110 entreg6 á Riego
á los tribunales para descubrir su culpa, y que no
llizo absolutamente otra cosa que dar un lluevo pre-
testo á los amigos apasionados de aquel jefe, para
que le juzgasen víctima oe los zelos y de la rivali.
dad de I ministerio contra los jenerales de la isla de
Leon, ¡Cuantos males causó á la libertad e~ta lucha
ent¡'e los. liherales de 1812 y los de 1820 ! Quiera el
cielo que sirva de leccion al presente á Jos que esci.
tan y enconan las pasiones eutre los l/amados mode-
rados y p.'ogresistas, que al presente se disputan el
poder con tanto encarnizamiento!




67
lo que era de esperar; los desórdenes crecieron
á proporcion que los que los escitaban tenian
la esperanza de bubir á los mejores destinos por
este camino. Encumbrados al poder, cesaban
de Ser vociferadores y se daban á sí mismos el
nombre de moderados.


Continuaban los insultos á Fernando, <Jue
con ellos se aferraba aun mas en las tramas ur-
didas para destruir el código vijente: y una tar~
de que habia salido á paseo, divulgóse la voz
de que habian detenido el coche y que al.enta-
han á su persona. Con esta noticia, el jefe que
se hallaba en el cuartel de guardias de corps,
mandó montar al escuadron para correr en la
direccion que habia seguido la familia real que
habia vuelto á palacio por distinto camino: los
guardias nO lo supieron hasta que entraron en
su cuartel. Debemos añadir, que Jos acusa-
dores mas ardientes de los guardias, nun-
ca les han dado en rostro con haber insultado
á persona alguna en esta salida, ni con haber
mostrado el menor viso de sedicion. El único
pretesto de las escenas tumultuosas que se si~
guieron fue el que algunos guardias que no es-
taban de servicio, maltrataron á un nacional
en los contornos de palacio, y dieron algu-
nos gritos sediciosos, pero ni aun estos esl.re-
1110S se probaron en el largo ll'ascurso de la




68
causa. ¿ Quien cre~rá que tan leves indicios
bastaron para ocasionar un motin, poner la
guarnicion sobre las armas, cercar el cuartel y
disolver el cuerpo'! Si algunos guardias habian
faltado á sus deberes, debía ca3tigarse en inso-
lencia, mas la conducta del cuerpo entero en es-
te día merecia los elojios de todos los que no es-
taban dominados por una injusta y fatal preven-
cion. Habíase instituido la guardia para custodiar
la persona del mOllarca; debia sacrificarse á su
conservacion; habíase dicho á sus individuos que


_ corria peligl'o, y volaron en su defensa. Verdad
es que semejante proceder era la sátira de la
conducta de las autoridades, que no tomaban
medida alguna para poner al rey á cubierto de
las injurias y de las amenazas; y únicamente
hajo este aspecto eran reprensibles los guardias.


La efervecencia duró por espacio de tres
días, y puede decirse que en todo este tiempo
permaneció asediado el cuartel de guardias de
corps, teniendo consternados á los honrados ha- '
hitantes de Madrid que temian un desborJa-
miento jeneral. Sino sucedió asi , si los guardias
no salieron del edificio á caballo y con sable en
mano, si la infantería de la guardia real no vi-
no en su ausilio, si se resignaron á sufrir toda
clase de humillaciones, es porque no ecsistian
planes de cODspiracion , ni deseos de conspirar:




69
de aquí dimanó que la moderacion nó tuvo
ejemplo y que escedió los límites de la pruden~
cia. Sin embal'go; el gobierno indiscreto, fal ..
to de prevision y de enerjía .. apenas dictaba una
órden cuando en el momento la re\'ocaba: dis-
puso que los guardias se trasladasen á Alcalá,
mas no habiéndose coriformado ni la guarni-
clon ni el (l)'ltntamiento, ,acordó licenciar el
cuerpo y mandó que dejan~o los guardias en el
cuartel los caballos y las armas, pasasen arres-
tlldos á otros edificios hasta el fallo de la causa
formada. A!;j privaron al ecsasperado príncipe
de una guardia que amaba y cuyo coronel se
habia nombrado: y asi los ministros .y las auto-
rídades destruian pá¡ina á pájina la Constitucion,
dando libre rienda al furor demagójico.


No cabe duda en que era conveniente hacer
algunas reformas en la organizacion de aquel
cuerpo; mas debia ser el resultado de la medi-
tacioo y de la prudencia, y no de las sediciones
y de los tumultos. En este escandaloso movi.
miento, el ayuntamiento de Madrid y los per-
turbadores, impusieron la ley al gobierno, que
debió conocer desde aquel punto la fuerza que
habian adquirido los anarqUIstas, gracias á su
tolerancia y á sus transacciones.


Las córtes ubrieron la segunda lejislatura el
1. o de mal'ZO de 1821 , y el rey fue á depositar


TOMO u. q




70
en el seno de la asamblea, las penas, los pesa ..
res que hahia esperimentado en el mes de nO-
viembre. El monarca mostró esta vez suma fran ..
queza, y sus palabras merecen ser citadas: des-
pues de haber dado á conocer la situacion po-
lítica del reino y el estado de las naciones
estranjeras que comprendia el discurso redacta-
do por el ministerio, añadió S. M. de su pro-
pio caudal: » De intento he omitido hablar has-
ta 10 último de mi persona, porque no se crea
que la prefiero al bien estar y felicidad de los
pueblos, que la PrOVidencia puso á mi cuida-
do.-Me es sin embargo preciso hacer presen-
te, aunque con dolor, á este sabio congreso,
que no se me ocultan las ideas de algunos mal
intencionados que procuran seducir á los incau-
tos, persuadiéndotes que mi corazon abliga
miras opuestas al sistema que nos rije, y su
fin no es otro que el inspirar una desconfianza
de mis puras intenciones y recto proceder. He
jurado la Constitucion y he procurado siempre
observarla en cuanto ha estado de mi parte:
j ojalá que todos hicieran lo mismo! Han sido
públicos los ultrajes y desacatos de todas cIa-
se8 cometidos á mi dignidad y decoro, contra
lo que ecsije el órden y el respeto que se me
dehe tener corno rey constitucional. No lema
por mi ecsistencia y seguridad : Dios que ve mi




71
corazon vela y cuidará de Uml y 01 ra, y Jo
mismo la mayor y mas sana parte de la nacion:
pero no debo callar hoy 111 cOligreso corno prin-
cipal encargado por la niisma de la cúnserva-
cian de la inviolabilidad (iue quiere se guatde
á sU rey constituci(jnal , qUe aquellos insultos no
se hubieran repetido segunda vez, si el poder
ejecutivo tuviese toda la enerjia y 'Vigor que la
Constitucion previene y las córtes desean: la
poca entereza y acti1!idad de muchas de las au-
toridades ha dado lugar á qUe se renueVen ta-


o • ,;


maños ese esos : y 51 sIguen no sera estraño que
la nacion eSliáñola se vea en Un sin olÍmero de
males y desgracias. Conlio que no será asi, si
las cónes, como debo prometérmelo; unidas
Íntimamente á SU rey constitucional; se ocupan
incesant.emente en remediar los abusos, reunir
la opirúon y contener las maquinaciones de Jos
malévolos; que no pretenden bino la desunion
y la anarquía. Cooperemos, pues.$ unid:ls el
poder lejislativo, y Yo, COInO á la faz de Ja
nacioo Jo protesto; en consolidar el sistema que
se ha propuesto y adqrlirido para su bien y com-
pleta felicidad.=Fernaudo."


Despues de esta declaracion el rey eCsoneró
á los ministros en un decreto del día siguiente
2 de marzo, y pidió á las córtes que le indíc~
sen las personas que debian reemplazarlos coa




?2
el fin de Megurar el acuerdo que deseaba con-
servar con el congreso. Vióse entonces clara-
mente el poder del partido que tenian los mi-
nistros en la esamblea (1), la que en el ardor de
la discusion empeñada en defensa de los secre-
tarios ecsonerados, faltó poco para que tomase
alguna medida imprudente y no declarase in-
constitucional la parte del discurso de S. M.,
que he citado, bajo pretesto de que no estaba
comprendida en la minuta, firmada por todos 108
81:!cretarios del despacho que se presentaron al
congreso, como si el monarca por la Constitu.
cion de Cádiz estuviese obligado á concretarse·
esclusivamente al hablar á los diputados de la
nacion á lo que le aconsejasen sus ministros;
como si debiese consultarlos sobre este asun-
to, ó como bi un discurso fuese lo mismo que
un decreto. Solo el espíritu de partido podia ce-
gar á los representantes del pueblo hasta el es-
tremo de no reconocer que no habia en todo el
discurso del rey una parte mas fundada en la


(1) La asamblea nacional señaló.i los exminis-
tros 6000 realel de sueldo; lo que equivalía en
aquellas circulI~tancias á una deelaracion de que ha-
bian merecido bien de la patria 'lue miraba su caída
con pesar.




73
razon, mas positiva que la que calificaban de in-
constitucional. No ecsistía un solo indi viJuo
que hubiese habitado la córte en los tres me-
ses anteriores que nO estuviese convencido de
los insultos prodigados á S. M., en su autoridad,
en su persona, como igualmente de la apatía,
de la debilidad del gobierno que no habia adop-
tado medida alguna para castigar á los culpa-
bles, ni para precaver nuevos y mayores desór ..
denes. ¿Cómo podia citarse la osada representa-
cion del ayuntar.l.liento de Madrid sin acordar
las convenientes disposiciones contra el cuerpo
que habia saltado por encima de sm atribucio-
nes constitucionales? El gobierno no se queja-
ha del gobierno mismo, como se di jo en el con-
greso; sino el monarca se quejaba del ministe-
rio que no habia llenado sus deberes echando
mano de los remedios conque le autorizaha la
Constitucion; porque el trono veía que este có.
digo político no se ejecutaba, y porque creía que
si hubiese despedido á los ministros anles de la
reunion de las córtes , hubiérase acrecentado el
desónlen en la capital de la monarquía, hubié.
ranse multiplicado los insultos á su persona, y
hubiera llegado el caso de obligarle á que los.
nombrase segunda vez. Semejantes temores te-
nian sobrados fundamentos para no creer que
tal hubiera sido el curso de los sucesos, como




74
Jo filé al tratarse de otros oúnistros el 19 de fe-
prero ue 182.1,


La asamblea nacional respondió por fin al
rey, que no creía convepiente designar los ~n­
~Hviduos que habiall de ocupar las sillas del mi.
Jliitedo, y S. M. procedió al nombramiento el
4 ue ¡nar~o con acuerdo del consejo de E~tarlo.
Los primeros ministros fueron llamados al seno
uel congreso para que uiearlo CllerJta del estado
del pais y para responder á varias preguntas;
pero escusáronse alegando que solo eran si¡n.
pies p4rticulares y rehusaroll tratar de los nego-


--cios. La prQ,dencia , 1" moderacion que mostra-
ron ell este Caso contribuY(lron en estremO á
~éllqtar la eferveceneia de los diputados.


Tal desenlace tuvieron aquellas desagrada ..
hles circunstancias. El nuevo ministerio se ha~
lió muy embara~ado al empuñar Jas rÍ!mJas del
gobierno en los momentos en ql.le la córte y las
provincias vivian en una condnna ajitacioll, en
que las conspiraciones realistas asornabaQ la ca-
be;z;a en toda~ partes, en que Jos alborotadores
predic~ba-n públicamente sus doctrinas y Jesar·
rollaban SQS proyectos can estraordinario gtre ..
v~miento. La inlPunidad de los ql/.e hapiaQ pro-
movido los primeros motines, y lo ql/.e era peor,
los flmpleos dados en recompensade los aconte-
~ifQientQs de noviembre á los (lue habian mani-




75
festado las ideas mas e~sajeradas , dieron tal im-
pulso á la democracia, que era ya muy difícil
ponerle limites: por otra parte los ministros
nuevamente ele¡idos no gozilban influencia en
el congreso donde estuvieran muy mal vistos.
al principio, porque duraba todavía la especie
de idolatría que muchos de los principales di-
putados mostraban á sus predecesores. .




SEGUNno )JlNISTERIO


El segundo mininisterio se componia de don
Eusebio' Bardají , de estado, don Mateo Valde·
lDoro, de la gobernacion, don Ramon Feliu,
de ult.'amar, don Vicente Cano Manuel, de


. gracia y justicia, don Antonio Barata, de ha-
ci.e,rtd~" don Tomas Moreno, de guerra, y don
FraríoigC9,de Paula Escúdero ,de marina; cu-
yo m~uiste¡io uo gozaba tanta popularidad co-


.' mo ,el: ~nterior, aunque uo pudiesen acusarle
.. :.." .'
. -




17
con justicia de desafecto á la Constitucion, por-
que la mayor parte de los individuos que lo
componían habian sufrido persecuciones y en~
carcelamientos por sus ideas liberales. Por otra
parte, la marcha que siguió desde el principio,
manifestó que conocia el estado de los negocios
públicos y la necesidad de reprimir 1& anarquía.
Todos sus esfuerzos se dirijieron á este blanco,
y al propio tiempo á ahogar las conspiraciones
de los llamados realistas, que principiaban á
inundar el reino en pequeñas partidas. Lo que
mas dificultades presentaba era enfrenar el par~
ti do ecsaltado que crecia y se desarrollaba, por-
que á pesar de la ley dada por las córles para
anular, hasta cierto grado ... las sociedades pa-
trióticas, continuaban estas en sus tumultuosas
sesiones, amenazando á cada instante la tran-
quilidad de la capital de la monarquía. El mal
habia llegado al estreroo de que muchos espa.
floles revestidos Con altos empleos y dignida-
des, unos por satisfacer su ambician y otros
por el secreto impulso que recibian en palacio,
se alistaron en las filas de los ajitadores buscan-
do su apoyo. Las ideas ecsajeradas teuian sus
partidarios y promovedores, aunque en corto
número en el congreso, y muchos en las otras
clases; y como. distintas autoridades encargadas
de velar sobre la tranquilidad pública las profe-




78
saban, los atizadores de la discordia podian eje-
cutar libremente sus planes, y turbar el reposo
de íos buenos ciudadanos.


Súpose por aquellos dias la entrada de los
austriacos en Nápoles; yen vez de contenerse
para no dar ocasion á que los reyes ejercitasen
su pedidia , redoblóse con este acontecimiento
la audacia por parte de los ecsaltados españoles,
que marcharon de frente ¡¡ la destruccion del
gobierno. Por medio de Jos motines obligaron
á las autoridades de Barcelona á desterrar de la
provincia á hombres distinguidos; en Galicia
el jcfe político que alli mandada, consagrado
en un todo á aquel partido, prendió á mas de
cien personas conocidas, que condujo á la Co-
ruña donde oscitaron al vulgo á que las asesina-
se; pero por fin cuarenta fueron embarcadas y
trasladadas á Canariajl. Formóse causa á Jos de-
portados corno igualmente á Jos que habían
q.tedado, mas todos fueron absueltos, porque
en el proceso no resultaba conlra ellos un solo
cargo.


Al propio tiempo representábase en Madrid
una esceua ro ucho mas trá i ica y sangrienta; un
capellan de honor del rey, llamado don Ma-
lÍas Vinuesa , fue preso y acusado de haber for-
mado un plan de conspiracion .y de haber es-
parcido proclamas sediciosas. Abierta y seguida




'9
la causa, el iue~ de primera instancia )e condenó
á die~ años de presidio, que era el mácsimum de
la pena que imponia la ley vijente al conato de
conjuracion, No quedaron satisfechos Jos lijita-
dores con flsta sentencia, porque sin mirami~n­
to á las leyes y sin consultarlas creiall á "inue-
sa digno del último suplicio. Reuniéropse, pues,
en ba~tante número en la puerta del sol, y en
los sitios mas públicos JI frecuentados de la córa
te, á llls dos de la tarde del 4 de mayo de /82',
y encaminándose á la cárcel forzaron las puer 4
tas que la guardia 00 pudo ó 00 quiso defender,
entraron el~ el calabo2;o del aCllsad o, le hirieron
hárbarílmente co.) un martillo y cap puñales
hasta dejarle muerlO , y recorrieron despues las
calles celebrando su triunfo. La vida del Juez
que habia dado la sentencia corrió surno peli-
gro, y solo pudo salvarse con la fuga ¡mticipa-
da, grllcias al aviso que recibió.


Los atentados de esta naturale~a dan á co-
nocel' á que punto habian llegado el desórclen
y la anarquia: el gobierno carecia ya de los me-
dios necesarios para remediar enteramente el
mal ~ y relloia todos sus esfuerzos para restable·
cer la calma. No solo desaprobó altilmente las
deportílciones y los eocilrceJamientos de Gali-
cia y de Cataluña .. sino que mandó restituir la
Jibertad á los presos: destituyó de su empleo al




80
iefe p'olítico de la Coruña, y lo reemplazó con
don lanuel Latre , hombre prudente y mode-
rada, que hizo frente á la anarquía con un écsi-
to feliz en tan vasta provincia. Persuadidos de
lo implJrtante que era conservar la tranquilidad
pú blica en la córte, convencidos de que el ase-
sinato de D. Matias Vinuesa no se hubiera ve-
rificado si las autOl'idales hubiesen tenido bue-
nas intenciones, y manifestado la enerjía ne-
cesaria, los secretarios del despacho nombr)lron
capitan jeneral de Madrid á D. Pablo Morillo,
conde de Cartalena, y jefe político al briga-
dier D. José Martinez de San Martin, cuyos
principios de templauza y la firmeza de carác-
ter tantas veces demostrada, eran una garantía
contra los planes de los perturbadores.


Para concebir con ecsactitud los medios en
que se apoyaban las tramas urdidas y los emba-
razos del gobierno, debe tenerse presente no
solo la fuerza que les daba el abuso de una li~
hartad mal entendida -, sino tambíen la poderosa
influencia que ejercían en todas partes con el
:vehículo de las sociedades secretas. Por seme-
jante lazo se combinó la revolucion de 1820 y las
conspiraciones que la precedieron. Estas reunio-
nes pertenecian á la única sociedad secreta
que ecsistia entonces en España, cuyos indivi-
duos se llamaban masones, la que contaha entre




81
estos' muchos que habian entrado por curiosi ..
dad ó por otro cualquier motivo, y aun enlre
los que tornaron parte en el levantamiento de
1820 ,un gran número profesaba las doctrinas
moderadas. Hallábanse abrumados con el des-
potismo que desolaba la Península española,
mas sus intenciones eran rectas y sus de-
seos quedaron satisfechos cuando se procla-
mó la Constitucion de Cádiz: creyeron desde
aquel instante que habia cesado ]a necesidad
de las sociedades secretas; vieron con disgusto
la continuacion de sus sesiones y no disimula-
ron sus pensamientos sobre este punto. ti: I gran
debate entre el ministerio y los jefes de la isla
de Leon, sobre disolver ó no el ejército, aca-
hó de sembrar la discordia en las lójias , porque
los miembros moderados votaron en el sentido
que quería e] gobierno, mientras que los ecsal-
tados sostenian la permanencia de aquella fuer-
za armada. Los moderados tenia n jeneralmente
la m9Joría en las votaciones, y creyeron que
retirándose descargaban un golpe mortal ~bre
)~s reuniones y apagaban aquella hoguera de
j nsurreccion. Ausentáronse en efecto de las ló.
lías, que no por eso permanecieron desiertas por-
que !le apoderaron de ellas &US contrarios, y los
ambiciosos de todos tiempo~ que siempre están
prontos á vestir la librea del color del dia. Has-




,


82
ta entonces habíase procedido Con cierto dete-.
nimiento en la admision de los afiliados: mas
desde aquel momento solo pensaron en aumen-
tar el número de los individuos comprometi-
dos en sus hlira8 y en eslender la masonería en
todos los pueblos de alguna importancia. La
sociedad no se ocupó ya sino de los aSUntos
políticos; púsose á la cabeza de los que profesa-.
han principios ecsajerados; y declaró la guerra
á los ministros hasta que se apoderó del timon.
de ]a nave y gobernó la nacion.


Déiase entreveer facilmenle cuanto daño eau-
sarian la~ lójias sin número que cubrian la Pe-
nÍnsula, eSlravialldo al pueblo, recibiendo un
impulso uniforme, acalorando ó atacando al
mismo tiempo las personas y las cosaS que reci-
hian árden de alabar á de atacar. Si un emplea-
do de alto tango, si un funcionario hacia som-
hra á la sociedad, mil voces repetian en coro y
en distintos puntos las mismas calumnias: si
por el contrario, se queria sostenet á otro yen-
cumbrarle á los destinos, tcpetíanse en todas
partes las alabanzas. Así se formaba Una falsa
opinion pública, y los dir~ctores conseguian
su objeto: la sociedad tenia diseminados en los
ministerios, en las admioistraciones, en las ofi-
cinas de correos, do quiera en fin., ajentes que
la informaban de cuanto pasaba: y. muchas ve-




83
ces las Jójias recibían órden de preparar á los
incautos contra un decreto ó contra una medida
que aun no se habia publicado.


Algunos masones de los que querian que
la revolucion se consumase, separáronse de la
sociedad en los principios de 1 tl21 ,y crearon la
comuneria que parecia haberse propuesto des ..
de SU aparicion la guerra contra los Olasones.
Muchos hombres de buena fe se alistaron en
las banderas de los comuneros, causados de su ..
rrir la preponderancia de los malOones y rece-
losos de que destruyesen el estado; abrazaron
este partido juzgándole el mejor para afianzar
y sostener la Constitucion que habian jurado.
Mas la division entre las dos sociedades duró
poco, porque los masones, mas versados en la
intriga que los comuneros, maS espertos y co-
nociendo sus secertos, los aLrajeron á sus inte-
reses; el odio al ministerio fue la hase de su
reunion. Las representaciones que se dirijian
contra los secretarios del despacho, las aSona-
das, las insurrecciones eran todas el resultado
de las maniobras de las sociedades secretas que
cada día daban un paso mas en la carrera de
la desorganizacion social. Su fuerza era respe-
table: sostenian periódicos J que, animados de
su espíritu, hacian la apolojía de sus par-
tidal'ios y calumniaban á sus enemigos sem~




84
brando la discordia en todas las provinci89.·
Tambien infestaron el suelo español otras sec·
tas políticas, que no logrando progresar, viéron·
se ohligadas á reunirse á los masones ó comu-
neros: por fin des pues de haber constante·
mente trabajado en eslraviar la conciencia del··
pueblo, despues de haber ensayado y cometi·
do un gran número de desacatos, los masones·
consiguieron apoderarse de las riendas del go-
bierno á consecuencia de los sucesos del 7 de
julio de j 822. No tardaron entonces los comu-
neros en declararse enemigos suyos, y l<ls dos·
fracciones se combatieron mlÍtuamente hasta·
los últimos momentos del sistema representati-
VO, cual sino ecsistiei'en mas españoles, ó cual
si el derecho de mandar en España hubiese de
ser el patrimonio de una sociedad ó de una per·
sona.


Incalculables son los perjuicios ocasionados
á la libertad por las sociedades secretas. Han
sido siempre la fragua de las doctrinas anárqui-
cas , de los motines, de las sediciones, y nunca
cesaron de conspirar hasta que la una invadió
el poder y se sentó en las sillas de la secretaria
del despacho. La juventud ignorante y sin es-
periencia corria á alistarse en las reuniones clan-
destinas, y orgullosa con las relaciones que ad-
quiría por este camino, juzgaba que fuera de




85
las--lójias ó de las torres nO ecsistian saber, vir-
tud ó patriotismo, Asi cl'ecia á la sombra de
la licencia y de la anarquía una leneracion in-
io!erante y fanática, que creía que con algunos
gestos y atavios ridículos trepaba al pináculo de
la ciencia, al arte diticihsimo de gobernar á los
hombres.


Los malévolos que tenian en sus manos el
hilo de tan inícuas tramas, y que no estaban
contrariad05 por los hombres de bien, que co-
.IDO queda dicho se retiraron de aquella socíe-
dad desde 1820 , pudieron turbar á su grado la
tranquilidad y dulce paz de los pueblos, Cuand()
decian que la libertad peligraba, que los inte-
reses de la secta se hallaban comprometidos)
sus afiliados corrían á declamar contra las au-
toridades, á formar un moti n , á hacer encar-
celar ó deportar una multitud de personas, y
aun ansiaban ensangrentar el puñal conque el
ma,. estúpido fanatismo habia armado su brazo.
Fieros con los desórdenes, cuyos ajitadores
eran, gloriáhanse en las tenebrosas sesiones con
sus hazañas, y recibian la recompensa de los
servicios que habian prestado á la sociedad, tsI()
es, de los golpes que habian descargado contra la
libertad, porque at.acarla era el atacar el órden
de cosas que ecsistia. Debe notarse que la mayor
parle de los jóvenes entraban de huena fe en


TOM. ll. 7




86
aquellas tortuosas y criminales asambleas, juz-
gando servir dignamente á la patria eon su alis-
tamiento.


No debo pasar en silencio otra prueba de la
situacion crítica en que se hallaba el.gobierno,
-y de la osadía conque se atentaba contra la Cons-
titucion jurada y cOntra el órden social. Acercá-
hase la época del nombramiento de los dipu-
tados de las córtes para la leji'ilatura de '822 Y
1823) Y el ministro de la Gobernacion dirijió
una circular á los jefes políticos encargándoles
que visitasen sus provincias é inculcasen las
mácsimas y doctrinas juiciosas para que saliesen
bien las elecciones. Esta circular era reservada,
mas parece sin embargo que el predecesor del
jefe político Martinez de San Martín la leyó en
un café. Al instante los periódicos contrarios,
los oradores de las sociedades públicas y los in-
diVIduos de las secretas levantaron la voz con·
tra el referido escrito, representaron ~l hecho
como Un ahuso el mas deplorable de lai autori·
dades, y pidieron que se ecsijiese la respousabili-
dad al mmistro de la Gobernacion. Para que
nuestros lectores juzguen la inesperiencia que
tenian los españoles del gobierno representati-
vo, y el estravÍo de las opiniones de la muche-
dumbre, vamos á copiar la circular •


......-.... " .. '" »Acercándose el momento en que debe verjfi·




87
car~e la eleccion de los diputados á córtes para la
lejislatura de 1822 y 1823, el gobierno no puede
ab~tenerse (le llamar la alencion de V. S. sobre
un negocio de tanta importancia, porque no ,ca~
be duda en que de su écsito depende la consoli-
dacion uel sistema. El rey me ha ma,ndado es'
citar, como lo hago, el zelo y patriotismo de
V. S. para que adopte con la prudencia que
conviene las medidas mas propias para lograr
el objeto principal de que la eleccion para tan
delicado encargo recaiga en personas que reunan
las condiciones siguientes.


1.a Adhesion á la Conslitucion y al rey
constituciona 1.


2.a Habrr dado pruebas de amor á la inde-
pendencia de la patria en la última il1vasion de
Jos franceses, y nO h~ber aceptado empleo del
gobierno intruso ni tenido relaciones que hagan
dudoso su patriotismo.


3.a No pertenecer al partido de los que la
opinion pública designa justamente por I'l'omo~
tores de las doctrina& y de los principios ecsa-
jerados.


4.a Ser amigos de las nuevas instituciones
é interesados en la tranquilidad de la patl'ia, y
para conseguir este objeto y segull el espíritu
del artículo 92 de la Constitucioll deben los ele-
¡idos·, si es posible, ser propietarios Ó del nú ..




88
mero de los que por su posicion y!lUS relacio-
nes sociales han de resistir á las innovaciones
peligrosas y contrarias á la misma Const.it ncion.


5. a Como los eclesiásticos que merecen la
confianza pública para diputados á córtes, serán
mas útiles empleados en ilustrar al pueblo en
su diócesis, conviene que vengan al congreso
en corto número.


Tales son las instrucciones j('neraJes que
S. M. ha querido dar á los jefes políticos. V. s.
debe Convencer de su utilidad y ventajas á los
habitantes de la provincia, valiéndose para ello
de la prensa y de la influencia de las personas
ilustradas y de buena reputacion, para formar
asi la verdadera opinion pública, contrabaian-
cear y destruir las intrigas de los enemigos de la
Constitucion , sean cuales fueren.


Por esla causa y por otras muchas convie~
ne que V. S. recorra á propósito los pueblos de
la provincia, y que forme relaciones para ase-
gurar el resultado de las prócsimas elecciones.'
BdjO el concepto que se abonarán á V. S. los
gastos ocasionados por el viaje, como hecho en
el servicio mas importante que puede prestarse
á la nacion, y en el que espera S. M. poder
confirmar la buena opinion que V. S. merece
por su patriotismo, celo por el bien público,
amor á su persona y á las instituciones que nos




89
rijen.-MadriJ 27 de julio de f 82 t."


Contra semejante documento escribieron los
periódicos, vociferaron,y reclamaron la respon-
sabilidad con el mayor ardimiento, y lort:Íé-
ronse las intenciones hasta el estremo de que el
jefe político de Asturias que publico una pro-
clama en el mismo sentido fuese denunciado an-
te el alcalde de Oviedo , y el jurado la declaró
sediciosa; tanto se habia jeneralizado el cunta-
¡lO y con tanta intolerancia se miraban los par-
tidos en Esp::tña, sin considerar que con sus
ataques minaban el edificio de la libertad, y
que desde palacio Fernando soplaba la tea de la
discordia, para que divididos los liberales pe·
reciesen, y para entronizar segunda vez el san-
griento l'einado de la tirania.


No obstante los embates de sus enemigos
de uno y otro estremo, realistas y perturbado-
res de la paz que se tocaban en la prelension de
derrocar el gobierno, este no cedia y las autCl-
ridades de Madrid reprimian los movimientos
de Jos sediciosos en su nacimiento y desenmas-
caraban sus proyectos. Como desde los sucesos
de la c6rte durante la permanencia de Riego, sU
nombre servia á los unos de grito de alarma y
á los otros de causa de persecuciones, los ecsal-
tados para ganar teneno y quizas con el obje.
to de conseguir Illas importantes resultados,


< •• :-,;"..--• .,.




90
acordaron llevar en triunfo por las calles de
la capital el retrato de Hiego, y paseado por de-
lant~de palacio, organizando así ulla asonaua,
cuyas consecuencias podian ser muy graves.
Cuntaban para la etecucion de este proyecto
con alsunos cuerpos de la guarnici(lll, y co-
menzaron á ejecutar el plan, presentál1l1ose en
las puertas de varios cuartelt's donde fraterni-
zaban c()n la tropa y con los oficiales. Alenta-
dos con sus primeros triunfo:; y con las aclama-
ciones del vulgo, redoblaron la aud.acia y diri ..
jiéronse con suma ülegria hácia hs casas con-
slSloriale~ y h::ícia el alcázar real, cuando el je-
fe poÜtico corrió á su encuentro y ¡es intimó
que se retirasen. Lejos de obede~er respondie-
ron Con insultos y amenazas al majistrado , que
colocándose entonces á la cabeza de una com-
partÍa de granaderos de la milicia nacional mar-
chó contra los ajítadores y Jos dispersó obli-
gándoles á abandonar y tirar al suelo el retra-
to de Riego.


En los misnios dias representábanse en Za-
ragoza ,escenas aun mas desconsoladoras, y que
prepJraban 103 años de luto y sangre que todos
hemos llorado. Dije en su lugar que á CO:lse-
cuellcia de la fatal transaccion hecha por el pri-
mer ministerio constitucional con los pl'omove-
dores de asonadas, habíase levantado á Riego




91
su destierro á. Asturias y se le habia nomhrada
capitau jeneral de Aragon. Desde su llegada. á la
provincia habiase rodeado de los homhres de
ideas mas ecsajeradas .1 los cuales. ahu¡laron vil y
escal1dalo~amente de su poc~ esperiencia y del
Bl'dor que inUanlaha su patl·iotismo. Descollaba
entre ell~ Ull aventurera llamado Monladot,
que se daba á si misma el titulo de pre¡,idente
del imperio francés., y jeneral en jefe de los
ejércitos repuhlicanos, quien propuso á Riego
presentarse con una columna militar fu la fron-
tera de Francia, y enarholal'· en ella el estand·arte
tricolor. El result.ado no pareeia dudo.so á sus
ecsaltadas imaiinacione~, que veían ya á todo
el anliguo ejército francés corriendo á sus filas,
y á las provillcias llenas. de entusiasmo ,. destru.
yendo las flores de lis y ondeando de l;lUeVQ.
las águilas imperiales. Afortuna.damente. el hri- .
gadier D. Francisco Moreda, jefe político. de
Aragon , se hallaba dotado de la prudencia y s~,­
gacidad necesarias para cootener el al'dor de
Riego; y los verdaderos principios de templan-
Za y de justicia que distinguian al ¡efe político
paralizaban hasta cierto punto el mal efecto,
que debia producir el ejemplo del capitall jene-
ralo Dirijióse este último á recorrer la provin-
cia con el fin de inflamar á su.s partidarios, y.
de €sta\lltlcer en cada punto u.n COn ciliábulo en-




92
cargado de esparcir 9US doct rinas. Entre tanto
hacíanse en Zaragoza prepal'alivos pal'a llevar él
cabo los proyectQs del trallsluga francés.J y el
jefe político Moreda, que seguia los pasos de los
conspiradores, dió cuenta de todo al ministerio
y tomó las precauciones convenienles para frus-
trar la tentativa. Alarma,Jos ius(ame~le losgo-
hernantes con las consecuencias que podia tener
el menor asomo dirijldo á perturba¡' la tranqui-
lidad de la nacion francesa.J y sabienJo cuanto
iha á comprometer :i España con los demas ga-
binetes de Europa, dieron inmediatamente ór·
den al brigadier Moreda para que reuniendo en
su persona el poder civil y mIlitar prescribiese
¡Í Riego que fijase su residencia en LériJa. En ..
camin:ibase entonces este ¡eueral á Z3ragoza de
vuelta de la con'ería que queda referida, y dis-


. poníase á entrar en la ciudad no obstante el
mamlato del ministro, cuando supo la eferves-
cencia que allí reinaba, y como no le era favo-
rable se sujetó á partir á Lérida.


El lector imajinará facilmcnte hasta que es-
tremo ecsasperó á Jos ecsa!tados la conducta !ir·
me de los secretarios del despacho, porque si
una circular como la que hemos copiado bastó
para alarmarlos, l cual debía ser su furor al ver
á Riego privado del mando y confinado á una
plaza fuerte? Los planes que tan siJilmlílmente




93
se 'labian formado en Aragon no tuvieron resuI~
tado alguno; mas en todos los estremos del
reino resonaron injurias y amenazas contra los
que dirijian el gubernalle del estado; no era
posible acusarles ante el tribunal de las cortes
porque habian caminado siempre con la Consti.
tucion en la mano; adoptóse pues el partido de
escitar alborotos en las capitales de provinciá
y obrar de concierto para que las auloridade~
se reuniesen á ello:> y dirijiesen esposiciones al
monarca contra.el ministerio, amenazándole
conque no serian obedecidas sus órdenes sino
accedía á la mudanza ecsi ¡ida. Séame permitido
insertar aqui parte de una carta publicada en
aquella época en vários periódicos de la córte,
porque contiene observaciones imporlantes que
manifiestan el estado de la opinien pú bliea e~
en el tiempo de que hablamos. Escribióse la
'carta en la Coruña, y su autor se propuso dar
á conocer el modo como se hizo en aquella ciu-
dad la esposicion contra el ministerio. Despues
de haber referido los resortes que tocaron los
ajitadores para reunir las autoridades; la violen-
cia que emplearon en ello; des pues de haber
dicho que esta r('presenlacion y las de Sevilla,
Cádiz, Badajoz y otras muchas eran el resulta-
do. de una misma intriga, continúa el escritor
de esta manera. »No h¡¡y Juda en que!a nacion




94
le encuentra en una ajitacion estraordinaria
por consecuencia de las circunstancias: para
romper 108 débiles lazos que nos unian al go-
hiernoanterior, necesitóse dar á los espíritus
un impulso que los hiciese correr detras de
una felicidad de que hasta entonces no había-
mus gozado, y el nuevo sistema se adoptó para
que mejorase la fortuna plíblica: no habian
calculado muchos que esta no depende de la
prosperidad de tal Ó tal individuo, sino de la
luasa jellerdl, y creyeron qq,e desde la procla.
macion del código gaditano iba á esperimenlar
España ¡os resultados de un buen gobierno. Los
que habian obtenido .empleos en tiempo del
despotismo, reputábanse Con derecho á conser-
varios, porque habian, á decir ue ellos, servido
á la nacion : los que hahian contribuido COn éc ..
sito á la mudanza del jiro político, alegllban mas
numerosos mOLivos para ser colocauos ,y á me-
did:! que nos alejamos ue la época de la restau-
racion constitucional vemos aumentarse el nú·
mero de los que han tomado en ella una parte
activa. No es necesario reunir mas elementos
para que reine una efervescencia cOl1tínua en
todas las ciudades donde habitan tantos emplea.
nos y aun mas pretendientes."


llPor lo que toca .í la masa de la nacíon que
no vive del tesoro, se le habia pei·suadido que




95
·las contribuciones se desminuirian, que cesarían
lBs injusticia!> ,que libre de trabas y de vejacio-
nes , cada uno podria ejel'ct!r su industria como
mas útil le pareciese. Hanse realizado algunas
de es~as esperanz lB; pero distamos todavia mu-
cho delcumpiimiento de nuestras promesas.
Nueva~ contribuciones han reemplazado las an-
tiguas; los ayuntamientos compuestos de bom-
h,'es que vIven de su propiedad ó de su trabajo,
se han visto auramados por una multitud de
gastos que pesaban en oLro tiempo s(¡bre el ser-
vicio plíblico, y. por consiguiente no han po-
dido ecsijir menos ni rebujar los impuestos; se
ha renovado el ejército, se han hecho grandes
reformas que comprenden clas'.!~ numerosas é
influj ent.es, y la peste afli je una parte de la Pe-
Ilímu


'
a; estos motivos deajitacioll , de descon-


tenLo no son llIuchos y muy graves?"
)) En semejante situaciol1 las causas de


queja ahundan J y la nave del eslado corre su-
mo peiigro de naufragar entre tantos escollos,
y ninguno que observe cuidauosamfnte la mar-
cha del espirilu público duuJrá de esta verdad.
Mas Jos lamentos son proporcionados IÍ la clase
de lds personas que prorumpen en ellos, En las
ciudades donJe ecsisten hombres devorados por
Una ambicion sin límites, que especulan sobre
las desgracias de la patria despues de haber-




96
las causado y dirijido en provecho suyo ¡Se .~
declara la guerra á los que ocupan los mas en-
cumbrados destinos para reemplazarlos, y se
ecsajera la mUdal1Zl de un empleado, óh colo-
cacion de otro, como si se tratase de una caJa-
midad pública. Aunque he citado las ciudades
no comprendo en ellas á todos los habitantes ni
á su mayoría, sino tan solo á los ambiciosos
que arrastran tras si á los ociosos, á los per-
didos, á los amigos de cambios políticos ... y á
las socidades secretas que siguen maquinal-
mente el impulso de sus directores; pero la
parte sana de la nacion , los que tienen un ver-
dadero interes en que el gobierno sea justo yen
que las leyes proporcionen el mas alto grado
posible de prosperidad, no gritan contra deter-
minados individuos, ni creen que el poder
ejecutivo pueda por si soJo remediar los males
que lloran y que sienten como el que mas:
piden que se reduzca el número de los emplea"
dos para que sea posible disminuir los impues-
tos; piden que las córles y el gobierno trabajen
en todos los ramos que estan á su cargo para
detener y fijar la I'evolucion, estinguiendo el
furor de las pasiones, reconciliando los ánimos,
y no tolerando por mas tiempo que se propale
que la mayor parte de los españoles se opone á
la ventura de la nacion misma I y que un pu-




97
liado de individuos conocen solos sus verdade-
ros intereses, y son los únicos capaces de guiar
á todos los otros. La nacion española desea COIl
ardor l{ue la confianza se restablezca, que la
administracion del crédito p,íblico se mejore,
y que ningun pueblo, ni ninguna fraccion de
pueblo, se crea con derecho de impedir clue las
autoridades constitucionales ejerzan los poderes
que les concede el pacto fundamental."


»Partlendo de estas hases, que Jos buenos
ciudadanos no desminLirán, es fácil reconocer
que las representaciones hechas en esta ciudad
y en otras muchas no son la espresion de la opí.
nion pública, sino el fruto de las pasiones y de
la imprudencia, y que los verdaderos males
que afli ¡en á la pátria están lejos de cornpren4
derse en las causas que en los referidos escritos
se sei'wlan por mas importantes. Es igualmente
fácil de adivinar que lo que quiere la nacion
es justo, justlsimo , y que sino se toman luego
en cousideracion sus quejas, si las leyes y los
encargados de su custodia y ejec1,lcion no adop.
tan rápidos medios de calmar la efervecencia ...
y de obligar á que la justicia presida á todos los
actos Jel gobierno, los infortunios que nos de-
voran tomal'Hn Un horrible vuelo: y aprove-
chándose del error de los partidarios de la anar-
quia los ajentes del poder absoluto nos despefla.




98
rán hasta el borde del abismo, sin que se:l posi-
ble preveer cual será el fUlle!>to desenlace de tan-
tos desórdenes."


No llevará á mal tI lector que baya cop'aJo
Ja'l anle~iores observaciones, porque demues-
tran claramente las verdaderas calamidades que
aflijian á España é indican al propio tiempo
el convenieJ.te remedio, Tal fue siempre el
lel'lgnaje de los hombres previsores que jamás
se engailaron sobre Jos verdaderos intereses de
su pátria, Y no solamente los enemigos inte-
riores dehian obligar á caminar con templanza
y con tino, sino que en el esteriar acunlulá.
hanse Jos elementos de oelio y con ellos los pe-
ligros para la Península española. Roma era el
foco principal de los ti.'anos: allí estaba la fra.
gua donde se f:.bricahan los rayos que con el
tiempo hahían de derrocar del solio de la pá-
tria la libertad, para sentar sobre sus despojos
segunda vez á la tiranía. V éan!le las iD leneío-
nes y las intrigas de la córte del sumo Pon tí.
fice en esta carta re~ervada, que escribió el
Papa á Fernando en setiembre de 1820, COD
motivo de la estincion de los jesuitas.




99
PIO PAPA VII (1).


CarÍsimo. No diferimos responder á Ja car·
ta pal'! icular de V. M. del 17 tle agosto, en
que nos participa que las córtes han resuelto la
8upresion de la compailÍa de Jesus en esos do-
rnmios, tomando las medidas convenientes pa.
ra proveer al decente mantenimiento de sus in-
dividuos comprendidos en dicha resolucion.
Nos, que aunque sin mérito nuestro hemos si-
do colocados por la divina misericordia soLre
la cátedra de la verdad, y hacemos en la tierra
las veces de aquel Dios, que es la verdad por
esencia, no podremos haLlar con n(luie, espe-
cialmente con el rey cat.ólico , que siempre nos
ha sido muy caro, otro idioma que el de la
verdad. Hablándole pues en este lenguaje, le
diremos con libertad apostólica J que persuadi.
dos de las grandes ventajas que sacan la reJi ..
jion y la sociedad de las obras de los jesuitas,
no hemos pedido oír sin un amargo disgusto el
anuncio que V. M_ DOS ha hecho de su estin-


(1) No teniendo á mallo el orijinal de esta carta,
aclo[ltamcs la traducciolJ publicada ell la Gaceta en
1824, que es algo tiria y desaliñada, nu obstante las
Íufulas, bácnlo y nlÍtra del traductor.




100
cíon. El continuo ejercicio de las práctic:'l~ re-
Jijio.'las que ellos promueven con celo infatigaw
hle, la eficacia de ·su buen ejemplo para andar
el camino de la virtud, su cuidado incansable
en la educacion moral y literaria de la juvenw
tud, á que no han podido deiar de tributar el
debido homenaje sus mismos enemigos, el es-
píritu de caridad estendido al socorro de toda
clase de personas que distingue particularmen-
te á la compañía de Jesus, sin ctros tantes mo-
tivos de nuestro justo dolor por 'Verla escluida
de los dominios del rey Católico. Demasiado
hemos podirlo ver en este hecho, uno de aque-
llos golpes tan inesperados y tan vivamente do-
lorosos para nuestra ~dma, que t.anto se repi-
ten ahora en ese reino conlra las cosas de la
iglesia.


Nuestro corazon no puede dejar de pror-
rumpir en profundos suspiros cuando conside-
ramos que aquella nacion gloriosa, la cual ha-
hia sido hasta ahora el objeto de nuestro con-
suelo, va á sernos un manantial de gravisimas
solicitudes.


Conocemos los relijiosos sentimientos de
V. M. y el filial sincerÍsimo afecto que nos prn-
fesa; y por lo mismo sentimos la mayor amar-
gura por la pena que esta nuestra carta produ-
cirá en su bellísimo corazon 1 pero prócsirnos á




101
dar estrechísima cuenta al Eterno Juez de to-
das nuestras obras, no queremos ser reconve.
nidos y castigados porbaber callado á V. M.
los peligros de que vemoS amennada esa íncli~
ta naeion en las cosas de la relijion y de le
iglesia.


Un torrente de libros pernióosÍsimos inun ..
da ya la España en daño de la relijion y de
las bucn3S costumbres: ya comienzan á buscar.
se pretestos para disminuir y cevilecer al cle-
ro: los clérigos que forman la esperanza de la
iglesia, y los seculares consagrados á Dios en los
claustros Con votos solemnes, son obligadQs al
servicio militar: se viola J8 sagrada inmuni(hd
de las person:.ls eciesiásticas; se atenta á la clau-
sura de las vírjelles sagradas: se trata de la abo·
licion tot.al de los diezmos: se pretende sus-
traerse de la autoridad de la Santa Sede en ob-
jetos dependientes de ella; en una palabra, se·
hacen conLÍnuas heridas á 'la disciplina eclesiás-
tica y á las mácsimas conservadoras de Ja uni.
dad cat61íca , profesadas hasta ahora y con tanta.
gloria practicadas en los dominios de V. M.


Hemos dado órden á nuestro Nuncio cerca
de V. M., que hiciese respetuosamente, p~ro.
con libertad evanjélica, las reclamaciones de
que no podemos dispensarnos sin faltar á nues-
tras obligaciones; pero hasta ahoré!. tenemos.el.·


TOMO H. 8




102
disgusto de no haber visto aquel écs\to que de-
bíamos esperar de una nacion que re~onoce y
profesa la relijioncatólica, apostólica, romana,
como la única verdadera,.y que no admite en
!u gremio el ejercicio de ningun falso culto.


Estamos bien distantes de querer atribuir á
las religiosisimas intenciones de V. M. los de-
sórdenes que le hemos inuicado; y queremos
tambien persuadirnos de que todo lo hecho has-
ta ahora, Con sumo dolor nuestro, en daño de
1a iglesia, ha sucedido contra las intenciones
de vaestro gobierno y de los representantes
mismos de la nacion , y por lo mismo rogamos
á V. M. procure valerse de todos los medios
que estan en su mano para aplicar un eficaz re-
medio; pero si apesar de nuestras reclamacio~
nes y de nuestros ruegos tuviésemos la pena de
ver ¡novaciones peligrosas en las cosas eclesiás~
ticas , ó que se introducen falsas doctrinas cor~
ruptoras de la pureza de la fe y de la santidad
de las costumbres, y desorganizadoras de la
disciplina de la iglesia, entonces, debiendo cum-
plir con la mas sagt'ada de nuestras obligaciones
que nos incumbe como supremo maestro y pas·
lor de la iglesia de Jesucrifto, no podremos de.
jar de clamar á V. M. con celo apostólico é in-
vocar la relijion de vuestro gobierno y de una
nacion tan benemérita de la iglesia, á fin de




10J
remover lo~ peligros á que los enemigo.!! de Diol
y del órdcn (JllÍsieran esponer la salud espiri-
tual de esos pueblos. .


Confiados en el ausilio divino, en Ja piedad
de V. M. C. y en la sabiduría de vuestro go-
bierno, depositamos con paternal confianza
nuestras angustias en su corazon, y solo con
pill'ticiparle nuestro dolor ya nos sentimos ali.
viadas, y nos confortamos con la esperanza Je
que á favor de Jos reli¡iosos cuidados de V. M.
y de la cooperacioll de su gobierno, los intere-
ses de la iglesia católica en España serán pre~
servados de IGS males que les amenazan. Con
esta confianza suplicamos al Dador de todo bien
que derrame sobre V. M. y sobre ese Su reino
5US mas cumplidos favores, y con el mas tier-
no afecto da mas á V. M. Y á toda su real fami-
lia la bendiciol1 apostólica.


Dada ¡t J 5 de setiembre del año 1820 yel
21 de nuestr9 pontificado.


En vez de fijar los ojos en las horribles tra-
mas que se fdbricaban fuera de Espaf¡a para
ahogar la libertad, enredáronse en sus hilos sin
saberlo los hombres turbulentos, y SU!! represen-"
taciones fueron solamente los presajios de la
terrible tormenta prócsima á desencadenarse
contra el pais: Sevilla y Cádiz se declanü'on en
insurreccion contra el gobierno.;,; cel?raron las l/'




104
pu~rtas de la ciudad á los funcionarios públicos
enviados por el rey (i): los in~urreccionados
nombraron á los q~e debían mandarles ó por
mejor decir á los que estaban encargados de
ejecutar sus mandatos, y manifestaron formal~
mente que persistirian en su intento hasta el
nombramiento de un nuevo ministerio. Envia·
ron al trono las representaciones mas furibun-
das y tambien al cougreso, las cuales circula-
ron por todos los estremos de) reino; é invoca-
ron la Constitucion al propio tiempo que holla-
han con sus pies las atribuciones que conceden


(1) El teniente jwneral Venegas. marqués de la
Reunioo:t á quien el miniit€rio acababa de nombrar
comandante jcneral de Cádiz, renunció su destino
al ver la oposiciol1 de los que se titulaban á si mis-
nlOs patriotas, Destioado á su ¡'eemplazo el baroo de
Andilla tampoco fue admitido por los ajitadores que
proclamaroll la resolucion que habian fOl'mado de
no reGihir niogun comandante jeneral nombndo por
el monarca, hasta que hubiese cambiado de minis_
tros con el objeto de que permaneciese el coman.
dallte militar y político de Cádjz D. Manuel Fran-
cisco J aUl'cguj, jefe de aquella illSTlrreccioll: este
aealol'ado militar se atrevió á escribir á Ferhalldo
ulIa carta en la que confesando ahiertamente su
,\esoh~diellcia J le aCllSaba de que era c.l autor de to ..




'105'
sus artÍculo5 al poder ejecutivo.


Otro tanto sucedía e.n la Corufía., porque el
gobierno firme en su resolucion oe no toleror
que las primeras autoridades apoyasen ó pr-edi-
casen la anarquía; conociendo]a fatal influen-
cia que ejercia el capitan ¡eneral de Galicia , y
hien convencido de que aquella superior auto~
riJad era el centro de la reunion de los ajitado-
res, le despojó de su empleo y lo confh'ió al
hrigadier D. Manuel Latre, que amás d.e des-
empeñ:;r las funciones de ¡efe político de la p:-o-
viucia habíase distinguido siempre por su tem-


dos loq infortunios que abrumaban al estado.
Para regularizal' la resistencia en el caso en que


el gobierno intentase hacerse obedecer por medio de
la fuerza, c(>nfederáronsc los gaditanos con los pa-
triot.as de Sevilla, donde el jeneral Velasco era co-
lnandallte milital', y jefe político D. Ram(ln Luis
}i:scobedo. Rehusaron estos dejar sus sillas á las uue-
'Vas autoridades nombradas por S. l\f. y que eran el
jelleral Moreno Daóiz, ql1e habia sidl) ministro de
la Guerra, y D. J oaqllin Ahistll!'. Se ql1iso comen-
zar á reparar la fortilicacion de Cádiz.l poner en
estado de malliobra!' las tropas de ambas provincias~
y el diputado Morello Gue!'ra que se hallaba enton-
ces eA ar¡ uella plaza, propuso cortar el pUlIlllte
Zuaz:o.




106
planza y su firmeze. La medida tomada por Jos
secretarios del despacho orijintl Una asonada
dirijida por el jeneral ecsonerado y por sus
amigos, en la que tomó parte la guarnicion y
la milicia nacional: porque es muy faeil sor.
prender los cuerpos militares cuando encierran
en sus filas á algunos ajitadores Ó cuando el que
los manda se coloca á la cabeza de lo~ sedicio-
sos. Latre se vió insu:tado, mallr<J!ado J y el
jefe ecsonerado volvió á ocupar el cargo de ca-
vit,m jeneral en medio de Ulla efervecencia que
)lacia temer 105 mayores infortunios.


Pareci.a que nada se oponía ya ::í los planes
(le los ajitadores y que habiendo lriunfado en Ga-
licia y en A nd31 ucia y en otras provincias, ib:m
á reunir sus fuerzas para marchar sobre Ma·
drid J destruir el gohicrno y las córtes y preci-
pitar la revolucion. Desarrollaban ellos mismos
estos proyectos en la tribuna, en los periódi-
eos, en los corrillo:!, porque pareciéndoles in-
falible su tr!unfo juzgaban inúlil la reserva,


Sin embargo, las ventajas obte!lidas en esta
ocasi:>1l no fueron decisivas; el brigadIer D. Ma-
nuel Latre conociendo las funestas consecuen-
cias de su permanencia en la Corufla J Como
ajeute de un gobiern() que era allí desconocido,
escapóse á pesar de la vijilancia de sus contra-
rjos, y retirándose á Luso ordenó á todas las




10'
autoridades de la provincia que le obedeciesen
como á jefe político y como á capitan ¡euera! iu-
terina. El jefe de los ajitadares se balló solo en
la Corulu. Ya se habian manifestado en, algunos
puntos de Galicia síntomas de cOlltrarevolllcion,
y la provincia iba á consumirse en disensiones.
sin que nadie dudase del triunfo de los iDsul'r(~c­
ciorwdos que disponian de las trDpas.y eran los
mas ruertes en las plazas y en las ciudades po-
pulosas; mus todos los temores se disiparon á
la voz del valeroso Latre que reunió los espí.
rilus y les comunicó COn su entereza el arrojo
necesario paru imponer á sus enemigos. El je-
nera! ecsonel'ado obedeciendo las órdenes del
ministerio luVO que abandonar á· Galicia, y los
sagrados principios en que estriba la sociedad
y las leyes triunfaron tambien esta vez.


Tan importante acontecimiento al propio
tiempo que desconcertó los planes formados en
Andalucía y en otras provincias, reanimó al
minislerio que abrumado de disg.us~os y de des-
gracias na sabia donde vol ver los ojos para en·
contrar un apoyo: afortunadamente no se veía
atacado de cerca, porque gracias á la constante
actividad y á la enel'jía del conde de Cartajena
y del jefe político D. José Martínez de San Mar·
lin, losjenios turbulentos de la capital no osa·
han emprendt!l' COSi) alguna y permanecian sim o




1M
pIes espectadores del t!Q.!lórden de las prOYin"
cias. La prensa destilaba sin cesar el mas acti vo
veneno, y el gobierno no podía aplicar el
oportuno remedio á un mal tan grave, porque
las córtes habian establecido el jurado para los
delitos de la imprenta, y los jueces de hecho ele-
jidos por los ayuntamientos pertenecían al par ..
tido ajitador, ó no tenia n la sullci!'nte fuerza para
condenar los malas pI·incipios. Hallábanse á la
sazon reunidas las córtes en sesion estraordina-
ria; y el ministerio cercado de obstáculos recur-
rió á la asamblea por medio de un mensaje del
monarca para que tomasen en consideracion los
trastornos que tan frecuentes eran en dlsLÍntos
puntos, y apoyasen al poder ejecutivo adoptan-
do y discutiendo medidas represivas de la anar-
quía. El mensaje á la Jetradecia así.


»Con la mayor amargura de mi corazoll he sa-
bido las últimas ocurrencias de Cádilo, donde sO
pretesto de amor á la Constitucion se ha hollado
esta, desconociendo las facultades que la mis-
ma me concede. He mandado á mis secretarios
del despacho que presenten á las córtes la no·
ticia de tan desagradable acoutecimiento , en la
íntima confianza de que penetradas de él coope-
rarán euérjicamente con mi gobíerno á qUt:! se
Conserven ilesas, así como las libertadeb públi-
cas, las prct'ogativas de la corona que son una




109
de sus garantias. Mis deseos son los mismos que
los de las córles, á saher , la observancia y con-
,ol¡dacion del sistema constitucional; pero las
córtes conocen que tan opuestas son á él las in·
fracciones que pudieran cometer los minist.ros
contra los derechos de la nacion , como las de-
masías de los que atentan contra los que la Cons-
titucion asegura al trono. Yo espero que en esta
solemne ocasion las córles darán á nuestra pa-
tria y á la,Europa un nuevo testimonio de la cor-
dura que constantemente las ha distinguido, y
que aprovecharán la oportunidad que se les pre-
senta para contribuir á consolidar del modo
mas estable la ConstiLucion de la monarquÍtl,
cuyas ventajas no pueden esperio1 elllarse, yaun
estarían es puestas á perderse, sino se contienen
al nacer los males que empezamos á sentir.


San Lorenzo 25 de noviembre de 182L=-
Fernando. "


Las córtes dividieron en dos partes ]a reg...
puesta á este mensale. En la primera condenaren
altamenle la conducta de los promovedores de
los disturbios de Cádiz y de Sevilla, y pusié.
ronla en manos del monarca antes de discutir la
segunda. Ya el partido eesa jerado tenia en
las córtes, sino una mayoría pronunciada, al
menos numerosos y ardientes partidarios, y las
revueltas de Andalucía contaron por consí-




110
gui~llte con apolojistas, Hiciéronse al m"iniste·
rio Jos cargos menos fundados, procuróse en
todas las sesiones abaÚt' á Jos individuos que lo
componían, y ya que no pudieron echar mano
de la responsabilidad porque se habian limitado
á la ecsacta observancia de la COllstitucion , di-
ió~e en la segunda parte de la respuesta que con-
venia despojar de su empleo á Jos secretarios
del de~pacbo, porque lwbian perdido lafuerza
moral ( 1)' Nuevo jénero de aensacion que podrá
servil' en lo futuro como sirvió en esta desgracia-
da ép.Jca pal'a condenar la conducta mas legal:
no es facil adivinar lo que querían manifestar
las córtes en esta espresion vaga, ní se concibe
como falla la fuerza moral á los gobernantes
que se atienen escrupulosamente al límite da
f·US atribuciones, esforzándose para que 1l1s
leyes se ejecuten y~el órden~rúblico se COl1ser·
Vi!. y aun cuando se tratase de la idea privada
'lue ins¡>il'asen los ministros á la opioioo pú-
l,lica por lo que á ellos tocaba, l quien decia á
las córtes (lue Jos secretarios del despacho esta-
han mal vistos, sino un partido que no podia so-


(1) El redactor de la respuesta y el autor de in-
veucioll tan ol'ijiual fue el diputado D. José María
Calatrava,




111
portar que se opusiesen Con tanto vigor, con
tanla firmeza á sus proyectos? Los amigos de la
monarquía y de la paz apreci3ban un ministerio
que en medio de los mayores peligros hahia
combatido la democracia Con una cOl1stallcia
lleróicil; mas algunos dipulados de (as córles
qu~rian sin duda que los gobernantes, siguien_
do el falal ejem plo de sus predecesores, capi-
tulasen con las cabezas del motin y con ellos
mismos. Sin embargo, los hombres sensatos y
prudentes que compo:lÍan parte de la asamblea
proclamaron solemnemenLe en esta ocasion los
verdaderos principios tlcl árden social. Apesar
de la primera respu~st.a al rey dada pOI' el con-
Sl'eso lejislativo, lo .. insurreccionados persis-
tian en Allualu~ía en su dcsolJetlicllcia al gobier-
no, escu.]auos con el apoyo que encontraban en
las córtes qut! ecsaminal'on las nuevas r"'presen-
taciones de Cádiz y de SeviUa, y decretaron
la formacion de causa á las autoridddes oe aquel
pUlllO.


Las córtes estraordinarias ocup~hanse en re-
formar el reglamento sobre libertad de impren-
ta, porque la espcriencia de algunos meses ha-
hia bastado para probar que era causa de que
se cometiesen impunemente los m;.¡yores abu-
sos. El ministerio propuso una ley represiva
qJe corrijiese los defectos de mas bulto, pero




112
que dejaba todavía tanta latitud, que aun des-
pues de su promulgacion los abusos rayaron en
licencia. Sea que no quisiesen las trabás mas in-
significantes, sea que aprovechasen la ocasion
para vengarse de los diputados que se habian
pronunciado con maS calor contra los escánda-
los de Andalucía, los ajitadores intentaron ase-
linar al Conde de Toreno y á Marlillez de la


, Rosa al salir del congreso, .y hubiéranlo conse-
guido si las autoridades hubiesen mostrado me-
nús vijilancia ómcnos zelo: asaltaron la casa
donde vivia Toreno, que con mucho trabajo
pudo librarse del furor de sus enemigos.


Mientras que el gobierno combatia con tan-
ta pena contra los promovedores de alborotos,
tenia tambien que adoptar enérjicas medidas
contra los llamados realistas que comenzaban á
formar partidas en distintos puntos. No parecia
á su cabeza ningun hombre conocido, ningun
militar de mérito; mandábanlas hombres oscu-
ros ó ent~ramente nuevos en este lénero de
guerra,. ó qtie habian hecho su aprendizaje en
la guerra de la independencia. Las tropas cons-
titucionales las derrotaban donde quiera que las
alcanzaban y reducíanlas á ir errantes por los
campos ó por los montes: los facciosos eran
Una verda dera calamidad para el pais que atra-
vesaban; porque no solo obligaban á los pue-




113
blos & ocurrir & todas sus necesidad el! , sino
que Jos talaban y saqueaban aquellas bandas in-
disciplinadas, y á veces tambicn los soldados que
las perseguian, aüadiéndose Con frecuencia las ee-
sacciones de los lcfes de uno y otro partido. Por
otra parte causaban un grave perjuicio á la na-
cion en ¡eneral p.-estando un arma terrible á los
ajitadores que acusaban á la nobleza, al clero,
á los moderados, á la familia real y al monarca
mismo, de ser los autores ó los cómplices de
las conspiraciones. A fuerza de abultar los peli-
gros, de amenazar á las clases mas respetahles
de la sociedad, los aientes secretos de la tiranía
lograban estraviar la opiojon pública y acelerar
la eje cncion de sus proyectos.


En medio de esta confusion, cuando solo se
veían amenazas por una parte y temores por
otra, cuando la mayor parte de los ciudadanos
honrados no osaban manifestar su opinion~ cuan-
do todo anunciaba la diso!ucion del estado,
vel'ificáronse las elecciones para la lejislatura de
1822 y 1823. Imposible parecía que los nombra-
mientos no se resistiesen del herbor de la época
y de la preponderancia de las doctrinas €csaje-
radas. No queremos decir con esto que todos
los elejidos perteneciesen á un partido, porque
muchos de ellos abrigaban los mejores senti-
mientos en razon d~ que SUs ·.contrarios, para.




114
con~eguir el objeto que se proponian, tuvieron
que ceder algunas veces á los electores de buena
fe , y porque muchos que fueron nombrados en
el concepto de que profesaban opiniones estle-
mas, se portaron con suma templanza. Viél onse
sin embargo diputad!?s elejidos por provincias
-donde carecian de domicilio, de biene~, de
nombradía y aun de conocimientos: otros que
habian figurado siempre á [a cabeza de las aso-
nadas; algunos que estaban procesados por las
C¡lusas criminales formadas á consecuencia de
108 sucesos de Andalucía, y muchos proletarios,
si puede d3rse este 110m bre á los que no poseían
propip.dades de ninguna clase, ni tenian nada
que perder.


El aüo J 821 hubiera sido el último del go-
hiel'Oo representativo en España, si el ministe-
rio no hubiera mostrado tanta íirme7a; si las
autoriclales de Madrid no hubiesen desplegado
tanta decision y enerjia ; si Moreda en Aragon,
y Lalre en Galicia, no hubiesen contrariado y
paralizado los desacertados planes de 105 opues-
tos partidos. El proyecto de los ocultos jefes
de la trama era destl'uir la monarquía; y mien-
tras la talaban los realistas levantados en ban-
das, los jenios turbulentos descubrían iguales
deseps en sus escritos, manifestábanlos en la
tribuna de las sociedades patrióticas, donde se




115
PTonunciaba el elojio de la guerra cj·.il (1); Y
declarábanlos finalmente en sus obras, pues
desobedeciendo al gobierno desgarraban la Con s-
titucion. La negativa del monarca á~sancionar
el decreto sobre seilOrl0s, contribuyó en gran
manera á contener ellorrente de la revolucion;
porque por mucha que fuese la justicia primiti-
va que habia inspirado esta ley á los diputados
del pueblo, en las circunstancias actuales equi ..
-valia á dar á los arre!1datarios autorízacion para
DO pagar renta alguna, y amás avivaba la guer-
ra de esterminio entre los p,'opietarios y tos co-
lonos. Negando el príncipe la sanci.on {, un de.
cretoque llevaba el sello de la imprevision, pues
era la piedra de escándalo para suscitar nuevos
enemigos en medio de tantos corno combatianla
libertad, privó á la anarquía de un impulso con-
siderable y de un rretest~ á los que baJO mallo
trabajaban para derrocar el imperio deJa Cons.
titucion.Quizás algunos diputado!> de lo!> que
declararon é inventaron que los ministros ca ..


(1) El diputado Romero Alpoente, proclamó en
]a 50c~edad de LOl'ellúni, qne la guerra civil el'a un
don del cielo. Si hubiel'a vivido algunos años mas y
presenciado el sangl'iento cuadro de sus ah·oeidades ..
qu.izás-uo hubiese pe-nsado _ del_lUismo ulodo.




116
recian de la fuerza moral necesaria para gober-
nar, recordaron entonces que los secretarios
del despacho se habían opuesto á la sancion de
la ley sobre señoríos.


No obstante la famosa ueclaracion del con-
greso nacional sobre la fuerza moral que faltaba
á los ministros, conservóJos el rey en su puesto
hasta últimos del mes de febrcl'o de 1821. EH.
jió entonces otro ministerio compuesto en su
mayoría de los representantes de la nacion en
la anterior lejislatura, pues de los siete minis-
tros cinco se habían sentado en los bancos de
las cónes : nombró á los que mas se habían llis-
tinguitlo por sus conocimientos y por el espíri-
tu de templanza; y sus contrarios que no habían
despreciado medio alguno de impedir el nom-
bramiento, hicieron grandes esfuerzos para que
se anulase despues de firmado.


He dícho que el segundo ministerio se com-
ponía de hombres menoS célebres que el pri-
mero, y antes de concluir este artículo debo
3d vertir que el alma de aquella ad mil1istracion
fue D. Ramon Feliu , IJlinistro de Ultramar al
principio y Jespues de la Gobernacion. Casi to-
das las otras secretarías fueron alternativamente
ocupadas por diversos ministros, de los que al-
gunos distaban mucho de reunit· la sabiduría y
la práctica de los negocios necesarios para ad~




111
ministrar el estado en tan azaro~a crisis. Brilló
este ministerio por su constancia en sostener la
tranquilidad pública contra los embates de los
ajitaJores, pur sus principios monárquicos y
por la guerra que nunca cesó de hacer á la
anarquía, escudada bajo el nombre de bandos
op\lestos., y ~iempre arrostrando inminentes
peligros .. Bajo este concepto merece elojios mul-
tiplicados, y los llOrnbres de hien de todos los
paises le deben el reconocimiento de Jos esfuer-
zos superiores que empleó para descubrir las
tramas de los jcnios tUI"bulentos. Si varOnes de
principios menos sólidos y de un carácter me-
nos decidido hubiesen ocupado [as sillas minis-
teriales despues de los sucesos de Aragon , An-
dalucía y Galicia , la revolucion hubiera preci-
pit.ado su curso y paseádose en triunfo por enci-
ma de Jos despojos de la monarquía.


TOM.JJ. 9




TERCER MINISTERIO
00 lTSTITi10IO N AL.


Entraron en el nuevo ministerio don Fran-
cisco Martinez de la Rosa, secretario de estado;
don José María Moscoso, de la gobernacioo;
don Felipe Sierra y Pambley, de hacienda;
don Nicolas Garelli .. de gracia y justicia; don
Luis Balanzat, de guerra; don Francisco Romara-
te, de marina; y don Manuel de la Bodega, de ul-
tramar. Las circunstancias, en medio de las cua-
l!ls los nuevamente nombrados asieron el ti-




119
mon de la nave plíblica, eran muy esrino<;~s:
hallábase la nacion turbada hasta el último esl re-
mo, y la confianza habia desaparecido enlera-
mente. Los ajitadores apoderados de la triLuna
y de la prensa, adquit-ian cada dia nuevo arro-
jo y nuevos partidarios: y las bandas realistas
crecian en Cataluña y Navarra, saltando con';
tÍnuas chispas de insurreccion en las provincias
Ilragonesa y castellana, y en otras varias del rei-
no. Finalmente, las córles iban á abril- las puer-
tas de sus sesiones y el ministerio no podia pro-
meterse influencia alguna en la at'umblea, que
anunciaba estar dominada por Ja3 ideas ma5
ecsaltada:!. Instalóse el congreso nacional el l."
de marzo: en la última junta preparatoria,
Riego habia sido nombrado presidente para os·
tentar los diputados los principios que profesa-
ban, y presentóse en actitud hostil contra el
trono. Alarmado esle con la imprudencia de los
alitadores) no interrumpia el hilo de las conspi ..
raciones, y los serviles para aumentar la alar-
ma, propalaban que una de las prim'3ras propo-
siciones que debian hacerse era declarar la in-
capacidad del monarca: otros muchos rumoreS
de esta especie circulaban y nadie se atrevia á
desmentirlos, porque algunos diputados no go-
zaban de la mejor opinion, y los elojios que
les prodigaban los fraguadores de alborotos y




120
el contento que manifestaban, eran el mas se-
guro indicio de que la Constitucion y las leyes
corrian peligro.


Desde las primeras sesiones observóse en la
asamblea una tendencia decidida á las medidas
estremas: los representantes del pueblo de mas
subido temple se complacieron en hacer el elo-
jio de los desórdenes de Andalucía y de Gali.
cia: pintaban como las mas encarnizadas per-
secuciones Jos procesos formados por órden de
las córtes anteriores, contra las principales ca-
bezas de aquellos sucesos, y lamenlábanse eq
su nombre cual si en vez de castigo merecieseq
recompensa. l y como era posible que se con ..
dujesen de olro modo habiendo tomado parte
algunos de ellos en los acontecimientos, y su-
bido al alto puesto que ocupaban por medio
del favor de los ajitadores? Uno de los minis-
tros quiso pintar los riesgos á que es ponían á la
libertad las doctrinas ecsaltadils, y el presiden-
te de las córtes le interrumpió declarando que
él se hallaba al frente de los hombres á quienes
!le daba el titulo de ecsaltados. El ministro ci-
tó otra vez las prerrogativas de la corona, y el
presidente le invitó á que se sirviera de otras
espresiones, porque el rey no tenia prerogativas
sino deberes. LlS observaciones del presidente
manifestaban el deseo de contrariar á los mi-




121
nistros y de rebajar la autoridad real, ., erlln
en estremo falsas, porque el artículo J 71 de la
Constitucion decia así: l) Amás de )a preroga·
tiva que pertenece al rey de sancionar las le-
yes y de promulgarlas, goza principalmente
las que siguen, &c."


Reinaba en lin la mayor ajitacion en el con'
greso, y diputados habia que olvidando absolu-
tamente los negocios, se ocupaban en referi~
las noLÍcias que habian recibido, dando de este
modo una riJícula importancia á sucesos insig-
nificantes para deducir siempre consecuencias
que acriminasen al gobiemo. Mostraban un (ldio
lIin límites al nuevo ministerio, en el que los
que creian cimentar la Constítucion con los
trastornos no podian menos de reconocer un
formidable adversario. Las declaraciones de los
representantes del pueblo contra los secretarios
del despacho, se succedi:m las unas á las otras
sin interrupcion , y vinieron por último á em·
plazar al ministerio para la noche del 9 de mar-
ZO con el 6n que diese cuenta del estado de la
nacion.


Todo indicaba que la sesion debía ser bor-
rascosa y decisiva para el ministerio, y parecia
muy dificil que pudiese sostenerse atendidas
la prevencion y la animosidad que se manifes ...
taban conLra sus individuos. Sin embargo, su




122
triunfo fue completo: el furor de los homhres
de opiniones eslremas, no les permiLió ceder
]a palabra á aquellos de sus amigos que se hu-
bieran producIdo con mas talenlo, porque 1051
mas ignorantes quisieron lucir su bizarría lan-
zando acusaciones en las que ostenlaron su ma-
la fe, sus escasos conocimientos y hasta su gro·
seria. Los spcretario'\ del llespacho oponian la
razan , la cal ma, la prudencia ai ímpetu frené-
tICO de sus adve¡'sal'io~, que quedaron confun-
didos, obligando á sus jefes á poner (in á esta
memoraLle sesion en que tanta verdad, tanta
elocuencia y tanto convencimiento había salido
de los labios de los ministros.


Desde aquel instante el ministerio tomó su-
mo ascendiente sobre las cÓI'les; su partido que
era el del órden y el de la monarquía, se au-
mentó de dia en dia entre los diputados; los ami.
gas de la democracia pura se desacreditaron, y
el gobierno pudo hacer frente con buen écsito á
los ataques reiterados de que era blanco. Las
córtes ecsaminaron de nuevo y aprobaron la ley
referida de seüorÍos, dec retada por las cóctes
auterjores y no sancioll¡¡da por Fernando, que
segunda vez se negó á aprobarla (1). Ocupárort.


(1) La Constitucioll daba al rey la facultad de




123
8e tambien del reglamento para el gobierno de
las provincias, y eu todos sus actos esludiaban
dmodo de disminuir la influencia del poder
ejecutivo, y por consiguiente de privar á sus
ajp.ntes de los medios de sostener la tranquili.
dal pública y de hacer e¡ecUlar las leyes .. Asi es,
que como la Constitucion tenia ya una tendeu-
cía demoaática , los decretos y los reglamentos
de las córtes procurahan nivelar aun mas el
edificio de la monarquía sin imajinar que as! se
desplomaria mas pronto y nos sepultar~a á to-
dos entre sus ruinas.


La asamblea, siempre recelosa de que triun-
fasen los enemigos del código de Cádiz , queria
entrometerse en todos los ramos de la pública
administracion, y aun se mezcló en asuntos
propios de la policía, nombrando una comision
que ecsaminase si se reuoian en un punto de la
córle ¡entes sospechosas, y prestando una aten-
€ion pueril á insignificantes querellas. Estos pa.-


rehusar su sancion á la ley decretada porel congreso,
que no padia tratar du nuevo del asunto en la misma
lejislatura. Si cn la lejlslatura siguiente las cortes
daban todavía su apl'ohacioll á Id ley IlQ sanoionada,
el rey podía rehusar segunda Vf'Z su saocíon ¡ mas si
13 asamblea aprobaba el decreto tercera vez en el si.
guieute al10, el rey estaba obligado á sanoionarla.




lB
1011 imprudentes ~ mezclados de protestas de
firmez8 y de arrojo hechos en cIias en que era sa·
bido que no peligraba la ley fundament~l, fueron
otros tantos pretestos de que se valieron los se~
viles para ridiculizar hasta el último estremo á
la asamblea; y cont"ibuyeron mucho á desacre-
ditar las doctrinas ardientes conque pretendían
~o."tener la libertad de la patria. Si los diputados
en jeneral , entusiasmados con el ardimiento de
la inesperiencia y defensores de Jos principios
ecsajerados J que en vez de afianzar del'rocan los
gobiernos representativos, hubiesen mostrada
nlas talento y Ulla conducta mas prudente, no
cave duda en que atendido el herbar de la na.
cion hubieran abatido á sus contrarios en el
'Primer mes de sus sesiones.


Una de las primeras disposiciones del minis-
terio fue llevar á efecto el decreto de las córtes
anteriores, que dividí!, la Espafla y las islas ad ..
y~centes en cincuenta y do~ provincias. Esta
operacion harto difícil s.e concluyó C011 un zelo,
con una constancia tanto mas dignas de elojlo
cuanto el congreso se oponía á qQe se realizase:
colocó á la cabeza de cada provincia autorida ..
des políticas y militares sacadas del parLido mo.
derado , y dEsde entonces vióse un pdncipio de
acuerdo entre tod¡ts las partes de ll;l administra, ..
cíon par~ forta\~cer ., cOns~rVar la autoridill;l




125
real, para atacar las doctrinas de la anarquía y
restablecer el órden público en la sociedad, El
gobierno caminaba conforme á un plan, con
reflecsion; estendia su actividad y su prevision
á todas partes, y combatiendo incesantemente
en las córtes á SU!! contrarios aumentaba todos
los dias su partido, y acreditábase con el cuerpo
diplomático con su conducta honrada y firme.


Contrariaban sin €mbargo su marcha nu-
merosas dificultades: los ajitauores no se cansa-
han de oponer obstáculos y los realistas progre ..
saban rápidamente en Cataluña, donde la guel ....
ra se encendia con mayor encarnizamiento en-
tre Jos habitantes de la montaña y de las costas.
)lepre8enLáronse por otra parte en 30 de mayo
escenas desagl'adables en Aranjuez y en Valen ..
cia: en el primer punto ocurrieron desórdenes
en el palacio, donde resonaron gritos sedicio·
sos, y en Valencia algunos artilleros se apode ..
raron de la ciudadela al grito de muera la Cons·
titucion. Apagáronse al instante uno y otro mo~
vi miento sedicioso: el ministerio no desespe-
raba todavía de sostener el órden y la tranquili-
dad pública, de la posibilidad de establecer la
Jlutoridad real sobre bases mas sólidas, cuando
los acontecimientos de los primeros dias de ju-
lio desconcertaron enteramente sus proyectos y
entregaron el estado en Ul¡¡nOS de la anarquía.




126
Hacia mucho tiempo que la guardia real


era el ohjeto de las declamaciones de las socie-
dades patrióticas, que veían en ella un instru·
mento poderoso del órden social, y la conducta


. de las compañías de guardias que se hallaban
en el palacio de Aranjuez e130 de mayo, y que
no se habian opuesto al p~rec€r, con ener'"
jía á lae momentáneas turbulencias del dia de
S.m Fernando, prestó nuevas armas á sus con·
trarios. De aquí resultaron varias querellas par-
ciales entre los soldados de la guardia y los mi-
licianos nacionales de Madrid durante el mes
de iunio, y las córtes escojieron casualmente es·
tos dias pJra ocuparse de la reforma de la guar-
dia real. Su impolítica, unida al funesto efec-
to producido en los soldaUos por las contÍnuas
(]ec1amaciones de que eran blanco, vino por
fin á ecsasperarlos y á obligarles á tomai' un par-
tido que fue tan fatal á los guardias como á la na-
eion entera. Ya el 30 de junio al desfilar las
tropas despues que el monarca se hubo retirado
del palacio del congreso, que terminó aquel
día la l~jislatura ordinaria de t 82'2, los tambo-
res de un batallan de guardias habian respondi-
do á golpes de sdble á los insultos que segun se
dijo jeneralcnente les prodigaban algunos ajita-
dores, y varios soldados salieron de sus filas
para tomar pal'te en la reyerta. Mas ahogáronse




127
aquellas llamaradas sediciosas, y en todo el día
sobrevino acontecimiento alguno que alterase la
tranquilidad pública de 111 capital de la monar-
quía: porque la muerte de un teniente de guar-
dias, llamado D. Mamerto Landaburu, asesi-
nalo por sus propios soldados en el real palacio
aunque ajitó en estrclUo los espíritus y los aca-
loró , no turbó la paz en el interior de la córte.
Mas eu el silencio de la noche cuaLro batallo-
nes de guardias tomaron las armas y salieron de
Madrid: los dos restantes guarnecían el pala-
cio. Apenas el capitan jeneral tuvo conocimien-
to de su salida corrió tras los fujitivos y los en-
conlró á corLa disLancia ordenados en batalla:
hablóles , aunque inútilmente, en nombre de la
disciplina, pintóles la imprudencia Jel paso que
}Jobian dado, y les prometió tambien en vano
la satísf.lccion de los ultrajes de que se queja-
han. Ohslináronse en no vol ver á sus cuarteles,
dieron voces contra la Constitucíon , y propu-
sieron al conde de Carta jeoa que se colocára á
su cabeza: dióles Morillo mas enérjicamente en
rOSlro con su indisciplina, mas los soldados
igual desprecio daban á sus promesas que á SU¡,l
amenazas, y víóse forzado á abandonarlos cuan-
do conoció que no había medio de persuallirlos:
entonces los cuatro batallones siguieron el ca-
mino del Pardo que dista dos leguas de la cÓl'te.




t28
En tales circunstancias )a posicion del go-


bierno fue de las mas alarmantes: la confusion
y el terror reinaban en la villa de Madrid, don-
de ninguno preveía el desenlace que podrian te-
ner tan importantes acontecimientos, No pare-
cia posible reducir por fuerza á su deber á los
cuatro bata lIones del Pard o, pues la guarnicion
de la capital de la monarquía contaba tan solo
dos batallones de infantería y dos escuadrones
de caballería harto escasos. Y los guardias del
Pardo no eran los únicos que habian de comba-
tirse, sino tambien los dos batallones posesiona-
dos del palacio real que pensaban como sus com-
pañeros; y era muy probable que si se acome-
tía á los unos tomasen los otros abiertamente
partido. Habia tambien en palacio un escua ..
dron de caballería de uno de los rejimientos de
)a guarnicion, y se habia reunido á Jos guar-
dias. Las provincias vecinas de la capital esta-
hm casi del todo desprovistas de tropas, ha.
hiéndose encaminado la mayor parte. de las
fuerzas á Cataluña y á Navarra para apagar el
fuego de la sedícion realista que abrasaba aque-
llas provincias. Algunos dias antes los carabine-
ros reales y el batallan provincial de Córdoba
llabian dado el grito de contrarevoiucion en
Andalucía, y casi al propio tiempo el rejimien.
to provincial de Sigüenza se sublevaha junta-




129
mente con toJa la provincia I que dista doce le-
guas de Madrid.


No ecsistia pues en razon de lo que llevamos
dicho probabilidad alguna de que los guardias
regresasen voluntariamente á la córte, y el mi-
nisterio que aun cuando hubiese podido dispo.
Der de ejércitos numerosos no hubiera recurrí·
do á Jos medios violentos sino en el último es ..
tremo, tomó el acuerdo de tratar con los re vol.
tosos. Cada momento acrecia los peligros y se
presentaba casi imposible el impedir las catás-
trofes que amenazaban: los guardias no seguian
un plan determinado y en sus discusiones con
el gobierno se quejaban únicamente de los ul-
tra¡es que habian recibido y de la impunidad
de los que los habian insultado. No manifesta·
han deseo alguno de ver mudada la forma de
gobierno, y la lápida de la Constitucion permaa
necia colocada en la plaza del Pardo lo mismo
que en la de Madrid.


La posicion de los guardias sublevados no
era tampoco tan ventajosa que no tuviesen nada
que temer, sino se portaban Con prudencia y
cedian poco á poco á las insinuaciones del mi-
nisterio. A su salida de la córte la mayor parte
de los oficiales los habia abandonado con algu-
nos sub-oficiales y soldados: la indisciplina to-
Jllaha incremento á medida del riesgo y no oh-




130
servaban á su cabE'za hombre alguno capá:/.: de sa ..
carlos del embarazo, y darles el impulso nece-
sario para no aventurar la empresa. Cierto es
que no habia á mano las fuerzas suficientes para
dictarles la ley; pero tampoco podian dudar
que llegarian prontamente de todas partes, so·
hre todo despues de la derrota de los carabine.
ros y de sus partidarios en AnJalucÍa que se vie ..
ron obligados á huir de la provincia para COrrel"
á la Mancha á rendir las armas.


Mientras que se deliberaba en el real alcázar
sobre el partido que convenia tomar Con los
guardias; mientras que los cortesanos que ro-
deaban al rey .. aquellos de cuya fidelidad no le
era permitido dudar, no podian entenderse so-
hre la especie de gobierno que debia proclamar ..
se, pues el monarCa no se contentaba conque
se reformase la Constitucion y queria el poder
absoluto, los verdaderos liberales de la capital
vivian en una ansiedad conlÍnua, y el partido
ecsaltado que creía realizadas sus predicciones
clamaba justamente contra los facciosos, y apo-
yado por el ayuntamiento queria llevar las cosas
al estremo que apetecía. Desde los primeros
dias el ayuntamiento madrileño se pronunció
por la opinion de que era necesario atacar á los
guardias con las restantes tropas de la capital y
con los milicianos nacionales: insistió varias




131
veces en su parecer, no obstante, Ja resistencia
del gobierno que no solo conocía las escasas
fuerzas de que podia disponer para el ataque,
sino que tambíen se habia per.!luadido quizás
sin fundamento que el plan de algunos ¡enios im-
prudentes y turbulentos era que sali~se de Madrid
el capitan jeneral y las tropas para atacar de segui-
da el palacio, apoderarse si podian de la pfrsona
del monarca y dar á lo~ asuntos el rumbo que
que les conviniese. El gobierno al decir de algu-
nos, recibia á cada instante nuevas pruebas de
que tales eran verdaderamente los deseos de las
personas que tanto trabajaban para que se comen.
zasen las hostilidades; y aun añaden, como po-
sitivo, que algunos dias anLes del sangriento
combate, uno de los individuos mas influyentes
de las sociedades y del ayuntamiento, comenzó
á dictar ordenes en el parque de artillería para
que los artilleros arrvjasen granadas al alcázar
donde se albergaba la real familia. Resistióse con
firmeza el jefe del parque y evitó de este modo
las funestas é incalculables consecuencias que
hubiera tenido la imprudencia de un solo
hombre.


Mas estas tentativas y otras muchas en di ..
ferente sentido, estrellábanse contra fa activi-
dad, la firmeza y la enerjía del capitan jeDeral,
~' el jefe político que secundaban las.miras d~l:




132
ministerio con s~mo celo, y en e~ta circuns-
tancia como en todas las otras que la habian
precedido J preservaron de grandes infortullios
á la persona del rey y al pueblo de Madrid.


Lució el 6 de julio; la indisciplina de los
soldados de los dos batallones de guardias que
guarnecían el palacio iba acrecentándose, á me-
dida que se acercaba el momento de declararse
abiel'tamente. Habíase derramado sin duda el
oro entre los soldados, y el vino aumentaba los
síntomas del desórden; todo anunciaba en el
interior del alcázar que el instante critico habia
llegado, y veíanse llegar personajes que necesa-
riamente debian participar de las resoluciones
adoptadas. Pintábase la satisfacion en el rostro
de unos, otros mostraban una alegria mezclada
de inquietud, y aquellos respiraban la vengan-
za y el esterminio. Impidieron los soldados el
que saliesen del real edificio los ministros, el
jefe político y otras personas de distincion,
á quienes forzaron á pasar alli la noche que pre-
cedió á tantas calamidades.


Mientras que asi corrian las cosa!! en la mo-
rada del monarca, los cuatro batallones de
guardias que se hallaban en el Pardo pusiéron-
se en marcha para Madrid, donde llegaron an-
tes de que amaneciese el funesto día 7 de julio;
lograron penetrar no solo sin resistencia sino




133
tnmbien sin ser sentíJo~. De este modo podian
convinar el ataque como mas conviniese ;Í sus
miras, Con tanta mas confianza de un feliz
resultado cuanto que sorprendían á sus enemi-
gos: mas el écsíto estuvo lejos de corresponder
á tales y tan fundadas esperanzas, y mientras
que la columna principal era rechazada eu la
p!¡¡za mayor por un puúado de milicianos na-
cionales, los otros destacamentos que debian,
á 10 que parece, concurrir ,,1 mi:smo punto,
fueron detenidos y dispersados por simples pa-
trullas. Los guardias fujilivos se reuni.el'on á la
columna clue e&taba en la Puerta del Sol, no
con el fin de hacer un esfuerzo, sino para reti-
rarse todos juntos precipitadamente á palacio,
en el instante en que los acometiese alguna fuer-
za. Los primeros tiros de fusil revelaron á gran
parte de la guarnicion y á los habitantes de la
villa que los guardias habian entrádo hostilmen·
te en la capital J y cada uno corrió á su pueEto,
no para disputar la victoria J SillO para enterar-
se de que los guardias habian huido hácia el ré-
¡ío alcázar en el mayor desórden: y en medio
del entusiasmo y del triunfo, percibiéronbe al.
gunas Voce& que pedian que se atacase á los
guardias y se asaltase el edificio en que habian
encontrado un refujío. La faci!iJad de la victo.
ría ya conseguida daba arrojo á los menos bra-


TOMO n. 10
-.. :>


.... /_~,




134
vos: parecia inevitable que los vencedores, dis-
poniendo de toda la artillería, y no teniendo na-
<la que temer de unos enemigos, cuya desmo-
ralizacion acababan de esperimentar , quisiesen
intentar el ataque de palacio, mas el capitan
jeneral, tomando el ascendiente qrle pertenece
siempre en iguales ocasiones al valor tranquilo
é inalterable, logró con los mayores esfuerzos
pacificar los ánimos. Los guardias no fueron
pues atacados. Respetóse la morada del rey y
salvóse quizas su vida: en vez de embestir el
alcázar, el eapitan jeneral envió oficiales que
conferenciasen con el rey, y resolvióse que Jos
cuatro batallones de guardias que habian veni-
do del Pardo, entregarian las armas y se retira ..
rian á los cuarteles que les fuesen señalados.
Los dos batallones que habian permanecido en
palacio debian salir armados para situarse el uno
en Leganés y el otro en Vicálvaro, pueblecitos
situados en los contornos de la córte: mas los
guardias del Pardo, dudando quizas de la jene-
rosidad de los vencedores, fugáronse del real
edificio y tomaron el camino de Estremadura:
destacamentos de infantería y de caballería los
persiguieron con algunas piezas de artilleria; in·
trodújose el desorden en sus filas, derramáron-
se por todas partes y ofrecieron un triunfo fá-
cil á los que marchaban en su seguimiento:




135
Unos perecieron, la mayor parte cayeron PrI-
sioneros y muy pocos se salvaron.


Tan desastroso (iu tuvieron los funestos pro'
yectos J\~ los guardias. Y antes Jc ecsaminar la~
consecuenc,ías de tan tristes acontecimientos,
no nos parece intempestivo presentar algunas
olFervaciones sobre la especie de plan que se
h<l bian propuesto, y sobre la manera con que
lo pusieron por obra.


Los guardias no manifestaron abiertamente
el deseo de obrar un contra revolucion sino es
el 7 de julio: hasta aquel día podrían algunos
soldndos esplicarse con mas ó menos claridad;
mas los jefos ni en sus discusiones con el go-
bierno, ni en sus demostraciones públicas, da-
han á entender el blanco que se proponían. To-
do lo que sucedió hace pensar que se retiraron
al Pardo, con la intencion de aguardar las ór-
denes del mon;;rca para conforluarse con ellas:
esto es tanto mas probable, ó por mejor decir
tanto mas eviJente, cuanto los dos oficiales de
guardias que fueron á Madrid á tratar Con Jos
secretarios del despacho tuvieron con S. M. una
conferencia secreta. Es digno de notarse que la
entrevista con los ministros no había siJo sino
el prelesto del vía je (J ).


-
(1) Los oficiales que fueron del Pardo á esta con.




t35
L08 guardias esperaron por e~pacio de seis


dias la direccion que debia imprimirles, y el>
probable que durante este tiempo las conferen-
ci~s fueron contínuas en palacio, para delibe-
rar sobre el partido que podia sacarse de la se ..
dicion de las tropas del Pardo. Los confidentes
del príncipe no se hallaban acordes en sus de-
s~os: los unos querian que el rey se declarase
absoluto, que anulase enteramente cuanto ha ..
},ian resuelto las córles: otros pretendían mo ..
dificar la Constitucíon, ó hablando con mas
ecsactitud establecer un gobierno representati-
vo , en el que la autoridad real tuviese todo el
poder, todo el esplendor que se necesita en las
monarquias. Una y otra opinion debieron con ..
tar con ardientes partidarios, puesto que trans-
currió tan largo tiempo sin que apareciesen resul·
tados, dando de este modo ocasion á los liberales
deja córte para que saliesen del primer estupor
que causó el horrible levantamiento de los guar-
dias á favor de la tiranía, y para que preparasen
Jos medios de resistir á aquella soldadesca insur-
reccionada, mientras se acercaban tropas á la ca-
pital de la monarquía. ¿Quien ignoraba que el éc-


(arencia, llamáballse don Luis 1\1011 y don Fortll-
Ilato Flcn'es.




131
sito feliz Ó de~graciado de la empresa dependia
de la pronta ejecucion del plan? Cualquiera reso-
lucion que hubiesen adoptado los batallones su-
blevados en la noche del 30 de junio ó al dia
siguieute , hubieran podido ejecutarla sin obs-
táculos , porque nadie pensaba en el ataque y la
resistencia no estaba preparada. Si en vez de sa-
lir de la córte donde eran los mas fuertes, se
hubiesen apoderado en la referida nocbe del
30 de juuio del parque de artillería, y del pa-
lacio de las córtes J si hubiesen sorprendidQ
d0S Ó tres cual'teles J y atraido á los. soldados
á que siguiesen su partido; si hubiesen tenido
arrestados á Íos ministros J á los individuos del
ayuntamiento y á las primeras autoridades, y
posesionádose de los principales edificios, hu-
bieran quedado en la misma noche dueños de la
capital,y todo esto podia realizarse sin encontrar
la menor dificultad, porque guarnecian los pun-
tos de mas importancia, porque eran mucho
mas numerosos que (as demas trop!:ls de la vi-
lla J porque reunían las ventajas de la sorpresa,
pues así como nadie tuvo conocimiento de su
fuga al Pardo, de la misma manefa se hubiera
ignorado su marcha á cualquier otro punto (1)_


(1) Muy f<lcil era apoderane del oapitan jeneral.




t3H
Mas en vez de abrasar este partido elijieron el
errado camino de salir de Madrid, lo que prue-
ha que semejante determinacion era precipita-
da, sin plan y sin el acuerdo y c0nvinacion con
los del palacio. No debemos pasar en silencio uua
circunstancia que da algunos rayos de luz, á
saber, que cuando el capiLan ¡eneral , cOIH.le de
Cartajena , arengó á los :;uardías en el camino,
al retirarse l"espondieron estos que ihan á reu-
nir~e con el rey que babia salido igualmente de
Madrid. ¿ Habr13 pensado el monarca abando-
nar la réjia morada y entregarse en manos de
los guardias, ó se esparció solamente este ru ..
mor ea Jos batallones para seducir á Jos solda.
dos?


del jefe político, de lo~ jeres de los cnerpos, del
ayuntamiento ¡ de la diputacioll permanente, de las
córtes y de los ministros, porque el re.f pot\ia COIl-
vocar á la mayor parte de las autOl·idades sin des-
pertar sospechas, eoOJo tamhien al consejo de estado
que celebraba sus sesiones en palacio. El ayunta-
miento estaba casi siempre reuuido; en cuanto á la
diputacioll permanente, baste decir que los guardias
dahan el servicio en el alcáz3¡' del COllgre~o para (Iue
se vea cuan llano era retener á los iudividuos que
la componian. Los ministros espedían sus órdenes
en el palacio mismo donde habitaba el monarca.




139
No es probable que S. M. abrigase la inten-


cion de abandonar en aquella noche la capital.,
porque en ese caso dehia estar instruido del
proyecto de los guardias, é indudablemente
hubiera sacado entonces de su movimiento un
partido mas pronto y mas seguro: y por otra
parte, si él hubiese qucrido. partir, ninguno po.
dia impedirle la salida, estando el alcázar guar-
necido por dos batallones. Parece pues natural
el pcnsar, mientras ignoramos los detalles en·
teros de la sedicion de los guardias, que salie ..
ron de Madrid por su propio movimiento, y
que únicamente cuando se hubieron trasladado
ya al Pardo fue cuando se principió á utilizar
EU insurreccion, para intentar la ruina com 4
pleta del gobierno representativo y el entroni-
zamiento del despotIsmo.


y aun cuando no se hubiese juzgado conve·
niente apoderarse en los primeros momentos.
de la capital de la monarquía, como pudieron
verificarlo sin resistencia y sin ohstáculos, no
por eso los autores de la sublevacion debieron
dejar de tomar las medidas que podian contri·
buir al écsito de la empresa. Distante ocho ó.
nueve leguas del Pardo, hállase la direccion
jeneral de artillería en Segovia, donde sin come
hatir podian apoderarse no solo de las municio-
nes y de los cañones que necesitasen, sino tame




140
bien atraer á su bando con la mayor facilidad al
rejimiento provincin} de la misma Segobia , y á
mucha parte de los artilleros que allí hahia, y olro
tanto podian haber hecho en Avila y en otros dis-
tintos puntos Con el mejor resultado. Inlerceptan.
do entonces los correos hubieran in troducido la
confusion en las proviocia~ y esparci-lo las noti-
cias que Ulas conviniesen á sus intereses; mas los
gua! dias no detu vieron la cor!'~sponrlel1cín públi-
ca, ni dieron pl'oclamas ni manifiestos para apoyar
Su acuerrio y para proporcionarse partidarios.
Semejante modo de proceder justifica lo que
hemos dícho de que no tenían p:-oyecto alguno
determinado, y que en la incertidum bre de lo
que ordenaría el trono, no osaban ni empren-
der una operacion, ni determinarse á manifes ..
tar sus sentimientos.J que no esta ban aun apro-
hados y sancionados por el monarca. Mas aun
cuando las o~cilaciones del alcázar real hubie-
sen sido la causa de tan prolongada apatia; aun
cuando los diferentes partidos que rodeaban á
S. M. hubiéranse servido mútuamente de estor-
ho y de embarazo, ¿ cabe escusa en una indeci-
sion tan larga?


In3isliendo en el plan inÍcuo de trastornar
la forma del gobierno ecsibtente, y mientras
resolvian los cortesanos lo que debian hacer los
guardias, parecia natm'al darles un jefe que go-




141
zase SI1m3 influencia en la capital, en el ejér-
cito, en las provincias; un jefe que mantuvie-
se la disei plina y conservase el ánimo y el entu-
siasmo de los soldados dispuestos siempre á
obrar, No puede concebirse porque escaso de
abandono dejaron á la cabeza de los guardias
del Pardo el comandante de UI1 batallon de la
guardia, eSlral1jcro, cuyo nomhre el'a desco-
nocido, y que aun en su propio cuerpo no
tenia la influencia necesaria para hacerse
obedecer en tan críticas circunstancias, l No
tenia el rey á su lado jenerales conocidos en
toda la nacion? ¿ No podia escoier entre ellos
el que mas mereciese su confianza para que se
pusiese al frente de los batallones del Pardo?
l Faltaron aca~o hombres que se ofreciesen al
monarca para que los emplease en su servicio?
No nos parece creible. No obstante que tene.
mos el ejemplo de los que en época mas recien-
te y menos peligrosa han hecho alarde de S11
celo realista, creyendo que este título les daba
el derecho de perseguir á sus mismos compa-
ñeros, mientras que en los primeros días de
1ulio aparecieron indecisos ó enteramente nu-
los, ó pelearon en las filas de los hberales pa-
ra eng'lñarlos mas completamente y venderlos.
CualqUiera que fuese la causa que se opusie8e á
que un ieneral conocido tomase el mando de




142
la guardia real, no puede esplicarse semejante
falla sino por la confusion y el desórden que
reinaban al rededor del trono; ó quizas los que
gozaban de mayor ascendiente se gloriaban es-
túpidamente de su triunfo, pensando que la
realizacion de sus proyectos no hallaria ostácu-
los que vencer.


Llegamos al momento en que los guardias
se decidieron á entrar hóstilmente en Madrid,.
ecsaminemos el modo de ejecutar su mo'vimien-
too Indudablemente 10 mas difícil era llegar á
la córte sin alarmar á la guarnicion ; ó bien sea
por la neglijencia de los que vijilaban las ave-
nidas y custodiaban las puertas, ó bien sea, co-
mo es probable, que mediase inteliiencia, los
guardias tuvieron tan buena estrella que pene-
traron en Madrid sin disparar un tiro de fusil
y sin que las autoridades estuviesen informa-
das. Reunian todas las ventajas: el número, )a
calidad de la tropa, la sorpresa, sumidos sus
contrarios en un profundo sueño, todo les ase-
guraba la victoria. El principal esfuerzo se di-
rijió á Jo que parece contra la pJ.aza mayor, en
la que debían desembocar por diferentes calles:
no solo no se realizó esta combi.\18cion, sino
que la columna que llegó cerca de la plaza
retrocedió al primer tiro de cañon sin probar
esfuerzo alguno. Imposible es describir las ope-




143
raciones de los guardias, porque desde los pri-
meros momentos manifestaron tanla indecision,
reinó tal desórden entre ellos, que propiamen-
te hablando debe decirse que no hubo ataque;
que no hicieron absolutamente otra cosa que
marchar hasta el primer punto donde tropeza-
ron Con la resistencia, retl'oceder en el acto y
ponerse en fuga para abrigarse en el rf"al p,,Ja-
cío. ¿ Y porque los soldados de los dos bata-
llones que guarnecian el alcázar no verificaron
movimiento alguno para protejer la operacion
de sus compañeros 1 Habia llegado el momen-
to en que para triunfar necesitábase que hicie-
seu todos juntos un esfuerzo, que se colocase
á la cabeza de cada columna un ¡eneral de co-
nocimientcs, y que diri ¡ies e los ataques un per-
sonaje de mucho prestijio. En esLe punto 108
cortesanos no podian vacilar, porque sabian
que los guardias ca recia n de oficiales y que era
preciso no desperdiciar medio alguno de ase-
gurar la empresa. ¿ Que misterios son estos,
pues? ¿ Se quiso únicamente jugar con la vida
de los hombres y derramar sangre sin plan,
sin prevision , y solo por el placer de que cor·
riese aunque fuese la de los mismos defensores
del trono? ¡Que barbarie! ¡Que crueldadl


La esperiencia lo acreditó suficientemente:
los soldados de la guardia abandonados á sí mis-




144
mos , sin ver á su cabeza á los altos personales
que les habian quizás anunciado, perdieron el
arrojo, desmayaron, y aquellos bravos vetera·
nos, lo mas granado del ejército español que
tantas veces habian desafiado los mayores peli·
gros, huyeron delante de algunos paisanos que
apenas conocian el uso de las arnns. Aunque
los sacrificados fuesen enemigos de la libertad,
¿ quien no se indignó al ver el engaño y la per·
fidia conque se les condujo á la muerte? Por-
que la bandera coronela del primer rejimiento
de guardias, aquella bandera que recordahatan-
tas batallas gloriosas, habia de ser abatida y
humillada aunque fuesen españoles tambíen, y
españoles amantes de la Constitucion los ven·
ceJores? Quien no derramó lágrimas de piedad
y de cólera á un mismo tiempo, al fijar los ojos
en tantos cadáveres de guardias que se babian
dejado matar casi sin resistencia; al fijarlos en
tantos centenares de soldados pocos dias antes
modelos de disciplina y de valor, y abora pri-
sioneros , gracias á una tentativa infame en que
solo habian brillado el capricho y la crueldad
de la tiranía, y cuyos resultados tan funestos
debian ser á sus autores y á sus enemigos, al
despotismo y á la libertad? Los buenos ciuda-
danos esperimentaban suma compasion por aque-
llos desgraciados, al mismo tiempo que se io-




145
dignaban contra los 100CUOS cortesanos, que
despues de haberlos acalorado y encendido la
sedicion los habian ahandonado. ¿ Que podian
hacer efectivamente sin oficiale~, sin guias, sin
caudillo, desvanecidas como el humo las ne-
cias esperanzas que les habian hecho alimentar?
Mas que los milicianos nacionales y los solda-
dos de la guarnicion de Madrid derrotaron á
los guardias, el abandono de la córLe y la falta
de acuerdo y de enerjía que ocasionó tantos
infortunios.


Hemos visto que la conducta militar y polí-
tica de los que dirijieron á los guardias, fue tal
que desconcertó enteramente sus proyf:'ctos, y
que aunque tuvieron todas las probabilidades
del triunfo en sus primeras op~raciones, per ..
dieron todas las ventajas de su posicion por la
apatia .Y la debilidad que manifestaron: y por-
que su arrojo fue muy intempestivo. Por poco
que hubiesen reflecsionado habrían conocido
que el ministerio tendía constantemente á
afirmar la autoridad real; que no desperdiciaba
medio alguno de llegar á su objeto; que hacia
mucho tiempo que los ajitadores no habian in·
sultado al rey, y qu~ se acercaba el momento
en que la reunion del congreso de Verona iba
:t dar nuevo jira á los negocios, pues ninguna
persona de relacion~s y de prevision ignoraba




146
que alli se determinaria la reForma de la Cons:..
titucion de t 812, Y que Espaiía ca recia de me-
dios para empeüarse en una lucha con la Euro-
pa eutera.


Era pues muy probable y la marcha seguida
por el ministerio parecia ser su garantia , de que
lejos de oponerse los secretarios del despacho á
que se hiciesen en la Constitucion las modifica-
ciones necesarias para dar á la autoridad real la
fuerza que le faltaba, abrazaria con empello es-
te pal'liJo. Por consiguiente importaba mucho
contar con un cuerpo militar que apoyase las
medidas del gobierno, y q:.te contuviese á los
alborotadores al mismo tiempo que el ejército
frances amenazaba la frontera, y este cuerpo
debia ser la guardia real. El écsito era entonces
infalible, mientras que en el 7 de ¡ulio, aun dado
caso de que hubiesen vencido los guardias, so-
lo se encendía la guerra ci vil. Hubieran corri.
do sin duja rios de sangre; y como los defen-
sores de la Constitucion de 1812 tenia n ¡cneral ..
mente el apoyo de las tropas, y estaban posesio-
nados de las plazas fuertes y de las principales
ciudades, podemos asegurar que el triunfo de
los guardias hubiera sido momentáneo. Mucha
distancia habia de proponer modificaciones al go-
bierno DO despojándole de las formas reprellenta.
tivas) á restablecer el absolutismo. En el primer




147
caso se podia contar con numerosos partidat"ios
de los mismos liberales, sin que debiese presu-
mirse que el partido llamado servil rehusase
apoyar las modificaciones, porque entonces !lUS
intentos se limitaban en mucha parte á liber"
tarse de los males de la anarquía; pero procla-
mando el absolutismo ecsasperábase á cuantos
habian tomado parte en los negocios políticos,
porque no podian reputarse seguros. Desde en-
tonces los desórdenes se hubieran succedido en
la córte, y con la indisciplina de los guardias
y las amenazas del partido que dominaba en pa-
lacio, y que confundiendo á los moderados con'
los ecsaltados descuhrÍales )0 que tenia n que te-
mer, huhiéralos forzado á hacer un esfuerzo y
á marchar contra la capital de la monarquia.


El monarca no obstante el re~petó y los
miramientos conque le trataban los ministros;
no obstante su conocida aversion á la licencia,
sus esfuerzos y los peligros que corrian para es-
tablecer el trono sobre sólidos fundamentos,
tratóles durante los acontecimientos de julio con
la mayor reserva, y como dejo dicho, en la
noche del 6 al 7 viéronse retenidos en el réjio
alcázar.


No era posible que despues del desenlace
del 7 de ¡ulio el ministerio se sostuviese, y ne"
cesariamente debian pasar las riendas del go-




14S
bierno á las manos de homhres que profesaban
ideas ecsajeradas. Sin embargo, tardaron los
jefes en ponerse de acuerdo, y hasta pr;ncipioll
del mes de agosto no se organizó el nuevo mi-
nisterio. Las dificult.ades fueron grandes, por-
que los ecsallados se hallaban divididos en dos
partidos que se apoyRban en las dos sociedades
secretas de masones y comuneros; y su mútua
desconfi-lIJza las hacia aparecer en una aparen·
te inaccion, esperando apoderarse cada una del
gubernalle dél estado. Triunfaron por fin 108
masones, y tuvieron bastante destreza para que
Jos comuneros prestasen '5U consentimiento, á
que el nup.vo gabinete se compusiese entera-
mente de individuos de sU sociedad.


El tercer ministerio, caiJo ahora, llevaba
muchas ventajas á los que le habian precedido:
adol'nábanlo tantas luces como al prirnc.ro;
;reunia el amor al órden del segundo, y cono-
cia perfectamente la marcha de la revolucion,
permane.::iendo los ministros íntimamente uni·
dos entre si y sin despreciar nunca medio al-
guno de adquirir la confianza del monarca. To-
dos los ramos de la admini1Stracion recibieron
de este ministerio un impulso poderoso: su pru-
dencia y la firmeza de carácter diéronle un
ascendiente mucho mayor que el que podía es-
perarse en la época en que se encal'gó del mao-




149
do. Dec1aró ála anarquía una guerra constante
y metód:ca.J proclamó las mácsimas mas mo-
nárquic3s y trabajó incesantemente para que el
rey fuese respetado: finalmente, animaba á es-
tos secretarios del despacho el deseo mas pro.
nunciado de filar la revolucion. Para llegar á es-
te objeto tenia muchos mas medios que ningu.
no de los que le habian precedido, y quizas
tambien que ninguno de los hombres que se
sentaron en sus sil las por espacio de largos aÍlos.
Sino pudo conseguirlo; si durante el periodo
de su adminÍstracion ]a autoridad real no reco-
hró el esplendor que de derecho le pertenecía,
debemos atribuirlo no al ministe"rio sino al ino-
portuno y funesto levantamiento de Jos guar-
dias, al ningun apoyo que 106 ministros encona
traron en el palacio de Fernando y en los ga.
hinetes estranjeros.


TOM.I1.




CUAR TO MINISTERIO
e o lT s T I T 'tJ' "I o 11' A L.


Don Miguel Lopez Baños, uno de los jefes de
]a isla de Leon, fue nombrado ministro de la
guerra; y encargado el despacho de marina á
don Dionisio Capaz; el de gracia y justicia á
uon Felipe Benicio Navarro; el de ultramar á
don José Manuel Vadillo; el de la gobernacion
á don José Fernandez Gaseó; el de hacienda á
don l\lariano Ejea, y el de estado á don Eva-




151
risto San Miguel, jefe dd estado mayor de Rie-
go y redactor del Espectador, periódico que
desde los primeros números nO habia ce¡;auo de
combatir las doctrinas y los principios de la
moderacion. Tres de los ministros habian sido
diputados de las córtes en la precedente lejisla.
tura, donde siempre habian sobresalido por sus
ideas ecsajeradas, sin fi jar los ojos en el esta-
do de Eurol)'} , en cuya balanza tanro pesaba el
formidable coloso de la santa Alianza, ni en el
estado interior uel pais donue la preponueran-
cia del clero, la miseria y atraso de la muche-
dumbre y el sinnúmero de descontentos iucli.
nábanla tambicn al lauo de la ttranía. Perte-
n~cian estos ministros á la clase de los que COll
mas ardimiento babian sostenido y defendido
á fines de 182/ la rehelioll de C~diz y de Sevi-
lIa, prodigando conLÍnu:.¡s alabanzas á la deso-
hediencia y á la in .. urreccion. A tales manos se
confió el destino de la desventurada España en
unoe; momentos en que se necesitaban tanta pru-
dencia ,tanta to)cl'ancia y espíritu de concilia-
cion, para amalgamar encontrados intereses y
reunir los e~piritus divididos J enemistados. El
primer cuidado de los nuevos gobel'nl1otes fue
despojar de los empleos á la mayor parte ue los
individuos que los obtenían, colocando en los
pueslos importantes á los miembros de su secta




152
qu. mlls habian combatido al órdeo y á loa
ministerios anteriores. No tardaron en esperi-
mentar por sí mismos, que una vez dado el
impulso hácia el desórden, no es fácil ~ á los
que tlegaJ;l á apoderarse de la direccion de lo~
negocios por estos medios el gozar tranquila-
mente de su triunfo. Viéronse abrumados muy
pronto con las invectivas de los comuneros,
que habiendo creido que el ministerio los con-
Imltaria en todos Ivs asuntos de importancia, y
que el carrO de la revolucion correria por el
camino de sus deseos, conformes en un todo
con los que habian manifestado en sus escritos
los masones, y que se reducian á dominar por
el terror y á no dejar en España un solo perso-
naje elevado que no perteneciese á sus filas t que-
jábanse ahora de que no se realizaban sus espe-
ranzas. Prometíanse los comuneros con tanta
mas razon eslos resultados, cuanto los diarios
de la secta entronizada, sus órdenes, sus de-
mostraciones no habian inJicado olro oble-
to desde fines de f 810. Desde esta época vió-
se constantemente á Jos masones en la asamblea
lejislativa , en la tribuua de las sociedades polí-
ticas , en todas partes predicar contra la tem-
planza, y declamar furiosamente á favor de Ja
uemooracia. Mas los comuneros se desengaña-
ron al ililstap.ta que vieron á los minÍstros úni·




153
ca mente ocupados en repartir 1"1 poder y la in-
fluencia entre los suyos .. y en gozar trarrquila-
m~te del fruto de sus trabajos. La guerra se de-
claró, pues entre ambas sociedades secretas, y
aunque pal'ecia que' todas las venta ¡as estaban
de parte de los ministros, sin ernbargo los co"
muneros que se habían apoderado del proceso
que se seguia sobre los funestos acontecimien-
tos del 7 de jUlIO, utilizaron la ocasion para
perseguir á los moderados, y habla ron alta-
mente en sus periódicos de atacar al ministro
de estado, don Evaristo San Miguel, qua ha-
bia instl'uido el primero la causa, y al que
atribuian criminales omisiones. Por cons/;Icuen·
cía del referido proceso, ordenóse el arresto
de los ministros del 7 de julio: el conde de
Cartajena y el jefe político San l\1artin fue-
ron encarcelados, como igualmente el duque
del Infantado y otros; y muchas personas dis-
tinguidas se sal varan con la fuga. 'El proyec-
to era, una vez amontOlll:\das las víctimas en las
cárceles, acabar con ellas, elijiendo el medio
que aconsejasen lds circunstancias; ó bien con-
denarlas al cadalso, ó Lien asesinarlas en un
tumulto suscitauo con este oLjeto. La ecsistcllcia
de pianes tan at roces queda bien demostrada ~
no solo pOlo la tendencia de los ajitadores que
los lUtLian concebido, sino tambien porque los




151
descl1br\an y esp\ic",lno sin vergüenza en \a tri-
J)UIHJ y en sus escritos. El ministerio comeuzó
á mirar con seullmiento el que sus auversa¡;ios
tuviesen en &U~ manos una palanca lan rodero.
sa , con la cual podian coornover hasta los ci-
mientos de su podel'ío. Enemigos tle los mode·
rados., como los mismos que seguían el proceso
Jel 7 de julio, los secrelarios dd despacho no
~e hubieran opuesto éÍ su persecucion y hubie-
ran dado el ejemplo de encarnizamiento con
mas presteza que nadie; pero las circunstancias
habian cambiauú, y encumbrados al guberna.
He del estado, deseaban dar á su gobierno cier-
to carácter d~ templanza. Hubieran no obstante
permitido que se continuJse ia causa como SI:
]labia comenzado, sino se hubiese tralado de
envolver en su curso al ministro de estado, San
MIguel, y por consecuen~ia de hacer la guerra
al fUmisterio. Desde entonces no guardaron ya
mas miramientos, y arrancóse La causa de las
Jn¡lnos del juez de la manera mas ilegal y mas
Jespótica: pusíéronla al cargo de otro que mau-
dó poner en liLertad álos principales ol1ciales,
y que se limitó únicamenLe á proceder contra
Jos individuos de la guardia. Esta circunstan·
cia salvó la vida á un gran número de hombres
distinguidos que han prestado Jespues impor-
tallte~ servicios á su patria, y estorbó á Ja re-




:155
vohJcion que preci pitase su marcha hasta ahí,·
mar la monarquía.


Sinembargo , la guerr~ civil e'~tendiase r,on
ardimiento por las provincias que confinan con
Francia, y DO era ya permitido dudar que el
gabinete de las TuBerias protejia la insurreccion
al ver á un jeueral de reputaclOn ,al balon de
Erales, tomar el rnaudo de los realistas y es·
tablecerse una rejencia en Urjel. Dirijiéronse
numerosas tropas á la frontera, y los ministros
elijieroD para el mando de los ejércitos á los.
iefe~ que pertenecian á su sociedad, y que no
pOI' eso reunian las cualidades po!iticas y mili.
tares que se requieren para triunfar de los su·
hleva'jos, y atraer y conservar los pueblos en
la obediencia. Muchas operaciones. se convina-
ron mal, ó se ejecutaron sin vigor y sin ener-
jia: y tales faltas, daudo ventaJas' á los realis-
tas, alentábanlos para nuevas erupresas. La guer-
ra era de esterminio , y los prisioneros veians~
muchas veces asesinados, principalmente si go.-
zaban de alguna distincion. Los pueblos esta-
ban espueslos á los insultos, y algunas vece~
á las ecsacciones de una soldadesca desenfrena-
da , pues el nuevo ministerio habia acabado de
relajar la disciplina, y creía no p.oder saca~
partido de los soldados sin tolerar la licencia.
y no solamente se engrosaban las. bandas ft!a-




BG
listas en la vertiente de los Pirineos, y hacian
frecuentes correrias hasta las márjenes del Ebro,
sino que las provincias del interior se hallaban
tambien infestadas de partidas, mas ó menos
numerosas, que interceptaban los correos, ata-
caban los destacamentos cortos de soldados, y
robando en los pueblos lo que necesitaban ó
por mejor decir lo que querian, aumentaban
la confusicn y diGcultaban estraordinariamente
las comunicaciones. Los robos y los asesinatos
se multiplicaban; el gobierno no era obedecido
á las puertas mismas de la capital, donde tam ..
hien se formaban bandils de facciosos.


Cierto es que las tropas constitucionales
consiguieron en Cataluña señalados triunfos, y
que despues de la torna de Castelfoliit y de Ba-
laguer, se vió obligada á entrar en Francia,
arrojada por las bayonetas de la libertad, la
division realista, á cuya cabeza marchaba el je-
neral baron de Erole:!. Pero la guerra continua-
ha con no menos constancia en la provincia de
Cataluña, y principalmente en la parte que con ..
fina con el reillo de Valellcia. Los ánimos se ha-
llaban ecsasperados, y los desórdenes infinitos
que se cometian por uno y otro partido atiza-
han mas y mas la discordia y producian un fu~
fOl' difícil de calmar. El ministerio no mostró
DIoll1Ca el menor deseo de pacificar el pais, alra-




15'
yendo á la conciliacion á sus habitantes: los
partes oficiales, las observaciones que se inser-
taban en los periódicos del Ministerio, todo
respiraba el ester~inio, y hasta el nombra-
miento de algunos de los que dirijian las opera-
ciones militares, y que se distinguian por su
crueldad, manifestaban que únicamente se que-
ria emplear el hierro y la llama.


En una nacion dividid~, en que tantos años
de despotismo habían creado costumbres é in-
tereses contrarios á la libertad, necesitábase ha-
cerla anlable para que conociendo Jos pueblos
los bienes que producia , se cimentase su impeu
rio. Harto trabajaban el clero y sus amigos en
pintar sus esCesos con horribles colores, y al
vel'los confirmados en la práctica y en la de-
vastacion jeneral, los hombres ignorantes creían
de huena fe que Ja licenci" era inseparable de
los gobiernos representativos, y aumentábase
el llúmet'O de sus contrarios.


Las pasiones políticas han sido siempre los
principales ajentes de las proscripciones, sin
que los pueblos ni los gobernantes hayan queri-
do aprender que estas nunca producen el obje-
to que sus autores se proponen, y por consi-
guiente que su maquiavelismo es tan insensato
como inhumano, siguiendo la doctrina de M.
Dignon. COlDO entraulos á hablar de la funesta




158
época en que comienzan las negras proscripcio·
nes del partido vencedor, que aunque repren-
sibles no por eso admiten comparacion con el
horrible esterminio dec\'etado por el realismo,
desde que triunfó al abrigo de la mancillada
bandera de las lises , no me parece inoportuno
estractar una hermosa pájina de M. Bignon.
Sirva de prólogo á la lúgubre pintura que te-
nemos que· hacer, y. aprenJan en él los hom-
bres la leecion que les da su sabio y nunca bien
alabada autor.


En aqu(; Ila época en que la Grecia se com-
ponia de gobiernos populal'es, el principio de
las proscripciones fue el amor de la igualdad ó
de la democracia. En Roma, Mario proscribió
por el deseo de la dominacion , Sila por el de
la venganza, Octavio y los emperddores que
le siguieron por el amor del despotismo. Las
proscripciones permanelltes de Venecia tenian
por oríjen el amor de la aristocracia: las pe-
riódicas de Florencia.l ya el temor de perdc!f
la libertad, ya el anhelo de la prepotencia. El
fanatismo relijioso , orijen fecundísimo de pros-
cripciones, inundó de sangre la Europa desde
los siglos de la barbarie. Este funesto principio
estaba en su . mayor vigor en el siglo décimo
sesto, precisamente cuando empezaban á espar-
cirse las luces que lo han destruido. En el dia




159
est.~ ya en decrepitud: pero ay del que pruehe
las garras del leo n moribundo! Del cuadro que
forma el auLor de las di versas épocas de PI'OS-
cripciones que se han fulminado en toJos los
pai¡,¡es, y en todos los tiempos, resulta que si
el principio de las proscrip~iones 11,1 sido lun va-
riable como lo son las pasiones humanas, sus
eftlctos han sido siempre los mismos en ledas
partes, No hay proscripcion en que no se hallen
crímen.l peligro é illutiliddd. Todas son suber-
si vas del órdeo social; lodas llevan consigo el
ritsgo inevitable de las represalias, todClS son
irnpúter.tes ó supérfluas para el fin que se pro-
pusieron sus autores: porque en valde grita le
ambicioso maquiabelisrno; la rétZOll y la es-
perieQcia le responden que la sangre del inocen4
te cae sobre el que la derrama, y que la iniqui-
dad se engaña á si misma. Esta consecuencia
deducida por Mr. Bignon, es el fruto de la his-
toria del mundo entero.


Cuando los tiranos condenan á los ciudada-
nos por hechos ftllativos á sus opiniones políti-
cas , lejos de afirmar el trono provocan la deses-
peracion y los levantamientos: las proseripcio-
nes, pues, SOn tarde ó temprano funestas al
despolismo.. Cuando la libertad proscribe á sus
enemigos, lejos de ¡¡lurnLr¡¡r1os con sus luces,
los ci~ga : produce la guena civil, y del medio




160
de ella se ha levantado siempre triunfante el
poder absoluto de una persona, que reuniendo
las opiniones Con la clemencia y el injenio, laa
ha forzado á admitir su yugo. La libertad ademas
es una planta tan delicada que solo el cilfiro be-
néfico de la ílustracion , la virtud y la toleran-
cia la reverdece y nutre: pero regada con san-
gre se marchita y muere. Las proscripciones,
pues,perjudican siempre á la libertad y la des-
truyen. Los acontecimientos qué vamos á refe-
rir corroboran esta verdad en España.


Otro tanto que en Cataluña sucedia en Na-
varra y en Aragon , y la sangre E'spaüola cor-
ria á torrentes á i m pulso de los dos partidos que
querian, segun decían, rejenerar la nacion y
labrar su dicha. Los jenerales en jefe de los
ejércitos publicaron á porfia proclamas atroces,
imponiendo con la mayor lijereza la pena de
muerte, la confiscacion de bienes y la deporta-
cion. Los pueLlos en que se hiciese fuego á las
tropas constitucionales debian ser incendiados
y saqueados sin piedad, aunque los agresores
no perteneciesen al pueblo, si este no les entre-
gaba. A la misma suerte se condenaba á los lu-
gat'es en que fuese asesinado un patriota, y es-
tendíase la pena de muerte hasta aquellos que
propag.asen not.icias favorables á los realistas.


y no solo se ejecutaL:1D estos decretos de fa-




161
ror y de esterminio ) sino que sus autores se gJo-
riaban de semejantes atrocidadt:s , y el miDlste~
rio lejos de impedirlas las promovia. Al dar
cuenta de la toma de Castelfollit, donde fueron
pasados á cuchillo los vecinos que no se salva~
roo huyendo, Mina se esplicaba asi: » La villa
enleramente desierta ha desaparecido con las
fortificaciones ~ y para recordar á todos el trá.
jico fin que deben esperar de sus empresas in-
sensatas, los que prestando oidos á las sujestio-
nes de los enemigos de nuestra felicidad, osen
tomar las armas para atacarla, he mandado co-
locar en el punto maS visible de un pedazo de
muralla que queda en pie, la inscripcion si.
guiente: Aquí ecsistió Castelfollit: pueblos,
tomad ejemplo: 120 abrigueis á los enemigos de
la libertad. ,.


No se contentó el jeneral Con 1lacer incen-
diar y arrasar la villa, sino que habiendo sabi-
do despues de algun tiempo que construian al·
gunas casas en aquel sitio los habitantes de Cas-
telfollit , que se habian libertado del hierro y
de las llamas, dió órden de demoler en Ed acto
las nuevas construcciones y de arrojal' á 10B ve-
cinos.


Para dar una idea del sistema de terror que
plantiucaron los ministros y sus a ¡entes, me




161
parece convenicnteinserlar aqui los documen-
los ~iguientes.


Orden jeT/eral. La cuarta div:sion del ejér-
cito de operaciones del séptimo distrilo milItar
(Cataluíla) borrará del mapa de Espafla la
vílla esencialmente facciosa y rebelde, llama-
da San Llorens de Morunis (ó Píteus), con cu-
yo fin será saqueada y entregada á las llamas.
Los cuerpos tendrán el derecho de saqueo en
las casas de la.i calles que se líos seflalan, á sa-
ber: el batallon de Murcia, en las calle!> de Ara-
Ü;¡s y de B.llldelfred : Canarias, en las calles de
Segories y de Frecsures: Córdoba, en I~s callcs
de Ferronised y Ascarvals, y el destacamento
de la Constitucion y la arti!lería en los arraba-


. les. (Esceptúanse de ser incendiadas, cuando se
de la órden, las casas de doce ó trece patrio-
tas).


Siguen los detalles para la ejecucion de esta
órden.


Bando. Don Antonio Rouen, cab'lllero de
la órden nacional de San Fernando, briga-
dier Occ. (1).


(1) En este y en todos los .1ocumenlos que en ..
eierran las presentes Memorias, se hall buscado los
orijillales y 0opiado fielme llte cuando ba sido posible




1:61
Ordeno y mando ]0 siguiente:
Artículo 1.0 La villa que se lIamaha San


Llorens de Morunis ó Piteus, ha sido saqueada é
incendiada por mi orden, á causa de la sedicion
de sus habitantes contra la Constitucion de la
monarquia ,que nunca .ban querido jurar, comó
tambien por haber caido en las penas señaladas
en el bando de S. E. el jeneral en jefe de este
ejército ~ publicado en 24 de octubre último,
en el sitio donde ecsistió CastelfoUit.


Artículo 2.° No podrá reconstruirse esta
villa sin la autorizacion necesaria de las córtes.


Artículo 3.° Nmguno de los que la habita-
rou podrá fI¡ar su domicilio en los distritos de
Solsona y de Berga, sin permiso del gobierno
Ó de S. E. el ieneral en jefe del eiército.


Artículo 4.° Esceptúanse las familias de los
patriotas y de los que piensan bien. (Siguen los
nombres de doce personas).


Articulo 5.° En virtud de la obligacion de
los vecinos é hijos de la villa que se llamó San


encontrados: mas en este yen a 19un otro caso no
habiendo tenido igual fortuna, se han tra¡lncido le.
tra por letra, de lo que resultal'á ~n el cotejo con los
los orijinales la diferencia de un:! palabra, pero nun.
ca de UDa idea. (Nota del.traductor.)




264
tlorens, de fijar su domicilio fuera de 10R dis-
tritos de Solsona y de Berga, los que allí se
encontrasen serán fusilados sino justifican que
salieron del lugar antes del 18 del corriente,
dia en que entraron las tropas nacionales, ó
que se hallan comprendidos en alguna de las
escepciones ó bandos que rijen sobre los fac-
ciosos.


Artículo 6. 0 Los que hubiesen abandonado
la villa antes del 18 del corriente, los secsajena-
rios, las mujeres y los jóvenes menores de diez
y seis años, no podrán fijar su domicilio en
Jos dos distritos citados sin el permiso del go-
hierno ó del jeneral en jefe, bajo pena de ser
espulsados por la fuerza, y entendiéndose que
se les concede un mes, contado desde este dja,
para la evacuaciol1.


Artículo 7.° Esta órden se comunicará para
su puntual cumplimiento, á Jos cuerpos y des-
tacamentos que pertenecen á la division, á las
comisiones de vililancia y á los ayuntamientos
constitucionales de ios indicados distritos, pa-
ra que los comuniquen á sus respectivas po-
blaciones.


Dado en las ruinas de San Llorens de Mo-
runis á 20 de enero de J 823.-'


Tal era el espíritu que dominaba al minis-
terio y á los principales gobernantes que dirj·




165'
¡ian Jos negocios púhlicos; tales eran Jos me-
dios empleados pllra conciliar los ánimos, para
atraer los puehlos al partido liberal, desenga-
fIarlos y terminar la guerra civil. Rotten fue
nombrado mariscal de campo para estímulo de
Jos demas ¡efes: porque parecia que los que ma·
nejaban el timon de la destrozada nave del es-
tado, profesaban un odio implacable á la na-
cían que pretendían rejenerar. Y tal era la con-
ducta que se seguia en unas circunstancias en
que el número de los desconte.ntos crecia to·
dos los días, en que los recursos disminuian,
y en que la santa Alianza resolvia intervenir
en los negocios de EspafIa. ¿Y que admiracion
dehe causarnos que las autoridades se conduj~­
sen de una manera tan impolítica y tan atroz,
cuando las córtes daban el ejemplo, entregan-
do los pueblos á ]a arbitrariedad del ministe-
rio y de sus delegados?


El 7 de octubre de 1822 se habian reunido
};¡s córtes estraordinarias convocadas por el go-
bierno J con el objeto de que tomasen en cansí.
deracion el lamentable estado de la monarquía.
En la sesion del t 2 de este mes, los secretarios
del despacho presentaron una esposicion de las
causas que habian iefluido en los males que
todos lamentaban ~ y de los remedios que
de.bian aplicarse. Las ajitaciones que acompa-


TOM.II. f 2




166
flan siempre á los cambios políticos, la ¡gno·
rancia de los pueblos, la inflencia del clero ~ la
apatía de un gran número de majistrados y de
autoridades municipales que habian dejado que
se apagase el espíritu público, la conducta
de los jefes de la guardia real que habian falta·
do á sus mas sagrados deberes, las intrigas de
las potencias estranjeras y el ascendiente que
determinadas personas y corporaciones gozaban
con el pueblo, eran en concepto de los nuevos
ministros, las causas principales del mal as-
pecto que presentahan los negocios públicos.
Para ocurrir al remedio de tantos infortunios
el ministel'io proponia las medidas siguientes:
1. a Que se fijase la suerte del clero. 2.11 Que
el gobierno determinase la suma que debia sa-
tisfacerse á los prelados estrañados del reino.
3. a Que se antorizase al gobierno para alejar de
sus diócesis á los prelados, curas ó eclasiásticos
que le inspirasen desconfianza. 4.a Que se die-
sen facultades al gobierno para mudar de una
á otra provincia á los empleados ~eparados de su
destino. 5. a Que en el caso de ser atacado el
pueblo de su residencia, los empleados que no
se presentasen para resistir Con las armas en la
mano á los facciosos, perdiesen las dos terceras
partes de su sueldo. 6. a Que la ciudad ó pueblo
atacados por un número de facciosos igual ó lD~




161
ferior á la tercera parte de sus habitantes J que
no se defendiese, quedase obligada á pagar la
fuerza militar que fuese deslinada á ocuparla.
7. a Que las autoridades locales que no diesen
aviso á la autoridad superior de la presencia de
los facciosos en sus contornos, fuesen multadas
por los jefes militares segun lo creyesen mas
c:lnveniente. 8. a Que el gobieroo pudiese sus.
pender á los ayuntamientos á propuesta de los
jefes políticos. 9.- Que se declarase que relati-
vamente á los facciosos, habia llegado el mo-
ment.o de suspender las formalidades prescritas
por la Constitucion para el arresto de los acu-
sados. 10. Que en las causas de conspiracion,
los culpables pagasen todas las pérj¡das y per-
juicios irrogados á un tercero. ". Que se aulo-
rizase al ministt:rio para devol \'er al consejo de
estado las presentaciones de 103 empleados que
no fuesen enteramente adictos á la Constitucion.
12. Que se autorizase al gobierno por un tiempo
determinado para separar y reemplazar á los jefes
militares. 13. Que igualmente se concediesen fa-
cultades al gobierno para despojar de sus uestinos
á los majistrados que no llenasen sus deberes.
14. Que todo funcionario público, todo emplea-
do civil y militar que rebusase aceptar el desti-
no que le diese el gobierno, quedase privado
'de su empleo, declarado inhabil para obtener




168
otro alguno, y si fuese militar que se le reco-
jiesen los despachos. 1? Que se crea~en socie-
dades patrióticas reglamentadas para fomentar
el espíritu público. 1 G. Que con el mismo ob-
jeto se representasen en los teatros piezas que
inspirasen el amor de la moral J y alentasen al
ejercicio de las virtudes cívicas. 17. Que se die-
!le un testImonio solemne de reconocimiento á
cu.mtos se presentaron á defender la libertad de
la patria el 7 de julio. '8. Que correspondiendo
á los deseos del gobierno, adoptasen las córles
cuantas medidas les sujiriesen su celo y amor
al bien público.


He aquí el estractl) de la esposicion hecha
por el ministerio ~ las córtes. En verdad que si
lSe ha de graduar la ~abiduría y la prudencia de
Jos ministros por este documento, no podre ..
mos formarnos una opinion muy favorable, al
ver la lijereza y la impericia conque trataban
un asunto de tanta importancia. La ecsajera ..
cion de los prin~ipios, la ecsaltacion de las pa.
siones, las medidas violentas aprobadas por el
congreso algun tiempo antes, la anarquia des ..
bordando por todas partes impulsada por 108
que se llamaban liberales por escelencia , el de ..
senfreno de la prensa, la ignorancia y Ja rapa.
cidad de muchos empleados, y en fin el des-
contento ¡euera} que reinaba en la nacion desde·




169
la cabafla llasta el palacio, nada de esto era irn-
portanle en la opin:on de los secretarios del
despacho, ni podia causar los males que abru-
mab:m el pais.


El mismo tacto manifestaban en la clec-
cion de los remedios propuestos. El ministerio
en vez de procurar conciliar los ánimos, ins-
pirar confianza al pueLlo y detener el Curso de
la alJarquia que devoraba á los ciu(ladanos,
creía sCllvar la Constitucion con medidas insig-
nificantes, ahsurdas las unas y ridículas las otras,
y que todas tenian por objeto reunir en sus ma-
nos un poder ilimitado. Algunas de estas medi ..
das violaban la COl1stitucíon; en vez de la li-
bertad , de la justicia tantas veces proclamada,
los gobernantes querían revestirse legalmente
del despotismo mas ver3onzoso. .


En los escritos de las autoridades, en los
papeles públicos, en las sesiones de las córtes,
decíase de conlÍnuo que el órden de cosas ecsis-
tente tenia enemigos sin cuento, y era natural
deducir de los documentús cilados, que el nú'
mero de sus partidarios era muy inferior al
bando opuesto. Pongamos por un momento en
olvido la injusticia de las medidas propuestas
por el ministerio, y reflecsionemos si vale la
pena de hacer una revolucion el despojar al rey
de la autoridad que tenia antes del 7 de marzo




tiO
. ife f 820, para colocarla ahora en las manos
de siete indlviduos. ¿Cuales eran las prelcnsio.
nes de los secretarios del despacho y de SUi
apasionados? ¿Querian esterminal' la mayor par·
te de los espaüoles para gobernar· sin inquie.
tud, sin enemigos, ó querían convertir á sus
contrarios Laciéndolos vícti mas de sus perse-
cuciones, entregándolos al arbitrio de Unas
autoridades despóticas y casi siempre iojmtas?
¡ Que r,ropío era el ruror que ínspirdban los se-
cretarios del despacho y sus aientes , pard con-
Ciliar los ánimos de los que moslra!,an aborre-
cimiento á las mal;'ls costumbres y á la demo·
cracia!


Las córtes tomaron en consideracion las
proposiciones del gobierno, y no solo le con-
cedieron cuanto deseaba, sino que escediendo
8US deseos decretaron que nada se diese á los
prelados estrañados del reino. Antorizaron al
ministerio para fuudar Jos empleados de Una
en otra provincia, aun cuando renunciasen el
sueldo y el empleo: supriúlieron los couventos


. aislados en las fronteras y en los pueblos, cu-
yos vecinos no llegasen al número que se prefi-
jaba. Los ajeules del gobierno quedaron final-
mente autorizados para arrestar sin forma de
proceso y por espacio de treinta dias, á cuan-
tos les mereciesen la sospecha de conspirado-




171
res (1): mas el ministerio que habia esperimen-
tado ya la docilidad de las córtes con las con-
cesiones, no quiso sancionar la última medida.
Dijo que encontraba en la Constitucioll yen las
leyes medios suficientes para precaver las com.-
pi raciones y castigar á los conspiradores. » La
formalidad que parece mas indispensable, decia
el ministro á la asamblea lejislativa, devolvien ..
do el decreto no sancionado, es una ·informa.-
cion sumaria preparatoria. El proyecto de que


(1) La galería tomó parte en estas discnsiones
dando señales de desaprohacion á los diputados que
manifestaron abol'recer la arbitrariedad, y los ami-
·Sos de los ministros, los mismos que estaban íntima_
mente unidos con ellos y defendían á todo trance La.s
medidas propuestas, ... no pudieron menos de calificar-.
las de arbitrarias. "Las córtEs y la nacion entera.,.
decia un diputado, deben tener suma confianza en
el ministerio: debe cOllcedérsele esta arbitrariedad,
esta especie de dictadura naciolJal, porque, prosigai6
diciendo, la soberan[a de la nacion puesta enSÚ8
manos es indispensable para asegurar la tranquili-
dad de todos los pueblcs ne la nloo3l'quía , y la opi.
Ilion p,íblica aprobará estas medidas." El misulO di.-
patado citó como un ejemplo digno de imitacíon las.
medidas tom:¡das en Francia en 1793 , que inunda-
ron en saog¡'e el pais y tantas lágrimas costaron á
lo~ fra :lceses. ¿Y cuál fue su resultado? Que lo disa
Napoleon.




172
se trata debilita este muro de la seguridad indí..;
vidual, y conmu"eve, por decirlo asi, el edifi ..
cio de la sociedad en su ptimitiva base: amas
confia á los jefes políticos, esto es, al poder
ejecutivo, el ejercicio de las funciones judicia-
les, porque no puede calificarse de otro modo
el poder de arrestar y de guardar en secreto á
Un hombre sospechoso de culpable, por espacio
de treinla dias, y de practicar pesquisas é inda ..
gaciones, y reunir durante este tiempo las prue-
has del delito para ponerle en seguida en liber~
tad , ó bien entregarle en manos de la justicia
segun el resultaJo."


» Amas si Se sancionase este artículo, los
poderes de UQ ajente del gobierno serian mayo~
res que los del mismo monarca, porque no pue-
de sin violar el pacto fundámental ordenar la
detencion por mas de cuarenta" y ocho boras,
mientras que segun el proyecto, el jefe políti-
co Ó uno de sus delegados puede prolongar el
arresto hasta treinta días sin responsabilidad al-
guna por semejante acuerdo/'


Esta es la Jeccioo que el gobierno de los
siete patriota~ , el mismo qué habia solicitado
que se le concediesen poderes ilimitados, se
vió obligado á dar al congreso nacional para
demostrar que tambien profesaba principios de
moderacion. Otro motivo ecsistia ademas; á




1'3
saber, que los poderes otorg::ldos por la 3S3m·
hIea lejislativa recaian en algunas provincias
en jefes politicos, que pertenecian á lo sociedad
secreta contraria á la de los minist.ros, á quienes
estos no podian despojar todavia de sus destinos
sin un escándalo, y sin dar pie á grandes quere ..
Has Con los comuneros. 1\1 as el mip.isterio se con-
tradecia á sí mismo, y daba á cada paso prue-
has de su impericia y de la lijereza conque
trataba los negocios mas importantes. » S. M.,
de.::ia el ministro en la esposicion ya citada,
abunda en las mismas ideas (de confundir á los
facciosos y á los conspiradores), y por esto
su gobierno ha propuesto á las córtes el decla-
rar que el caso previsto por el artículo 308 de
la Constitucion ha llegado (1); pero sin embar-
go, juzga que el proyecto sometido á la san-
cion real no es necesario para conseguir el fin
que se desea J y que por otra parte contiene
disposiciones que encontrarían inconvenientes


(1) S i en circllnshnciu estraordinarias la segn-
ridad de la monarqllía Ó de una parte de la monar-
quía ecsijiese la suspellsioll de las f<rOla lidades pl'es~
critas en este capítúlo, para el' arresto de los delin-
cuentes, las córtes po,lrá n decretarla por. un tiempo
determinado. Art. 308 de la Constitucioll.


'. "


(f;




174
muy superiores' la8 ventajas que pudiesen pro-
ducir." .


)) Cuando decimos que esta ley no es nece·
saria , no por eso queremos dar á entender que
no haya llegado el caso previsto por el artículo
~08 de la Constitucion política de la monar·
quia; el rey se halla por el contrario mas con ..
vencido que nadie de la necesidad de recurrir
á medios estraordinarios para consolidar mas y
maS el imperio de la ley fundamental, alTaiga-
da en el corazon de la mayoria del pueblo es-
pañol, pero combatida por algunos hombres
ciegos y obcecados por la ignorancia y la su-
persticion , ó preocupados por sus intereses per·
sonales, y ávidos del oro cónque se dejan cor-
romper. Mas el monarca se persuade al propio
tiempo que las disposiciones de la Constitucion
y las de las leyes posteriores dadas en su con-
secuencia, principalmente la de j J de octubre
de 1820, han provisto suficientemente á lo que
ecsije el bien del estado en cuanto tiene rela-
cion con el arresto de los conspiradores, y que
no hay motivo alguno de someterlos á leyes de
escepcion , que no sea comun á los demas cri-
minales."


Asi ¡;e esplicó el gobierno con el congreso.,
devolviendo el decreto que se negaba á sancio.
nar sobre la manera de proceder al arresto de




175
. Jos conspiradores: el ministerio creja por una


parte que habia llegado el caso previ~to por el
artículo 308 de la Constitucion ; y no solamen-


. te lo creía, sino que 10 declaraba positivamen-
te en la misma proposicion á la asamblea. llor
otra parte el mismo ministerio confesaba que
estaba enteramente convencido de que ninguna
necesidad habi'l de recurrir á medidas eslraor.
dinarias, y que se habia provisto suficientemen-
te á lo que ecsijia el bien del esta lo por las dis.
posiciones de la Constitucion y de las leyes pos.
teriores; mas estas leyes no son sino comen·
tarios, y no se ocupan de las formalidades ecsi-
jidas por la Constitucion para el arresto de los
sospechosos: ecsistian ya cuando se hicieron
las proposiciones, de suerte que el gobi~rno no
solamente contradecia ~us asertos anteriores,
sino que tambien el contenido de un párrafo
estaba en contradiccion manifiesta con el otro.
y sin embargo pror.ligábase á todas horas el
dictado de sabios y de patriotas á estos minis-
tros , en cuyas manos se depositaba la sobera-
nia de la nacion.


Entretanto, los soberanos aliados ocupában-
se en Verona en oponer un dique al torrente
de la revolucion que amenazaba inundarlo to-
do: antes de emplear otros medios quisieron
manifestar su opinion sobre los asuntos de Es-




1'6
paña , y paliaron á sus m'inistros plenipotencia.
rios en Madrid diversas notas para que las co-
municasen al gobierno español.


La de Francia decia de este mo:Io.
El presidente del consejo de ministros, en-


cargado interinamente del despacho de Dego·
cios estranjeros, al señor conde de Lagarde,
ministro del rey en Madrid.


)) Señor conde. Pudiendo variar vuestra si·
tuacion polí:ica á consecuencia de las resolucio-
nes tomadas en Verona, es propio de la leal-
tad francesa encargaros que hagais saber al go-
bierno de S. M. C. las disposiciones del gobier-
no (le S. 1\1. C.ma"


"Desde la revolucion acaecida en España en
el mes de marzo de I ~20, ]a Francia apesar de
lo peligrosa que era para ella esta revolucion,
ha puesto el mayor esmero en estrechar los la-
zas que unen á los dos reyes, y en mentener
las relaciones que ccsisLen entre los dos pue-
blos."


» Pero la influencia, bajo la cual se habían
efectuado las mudanzas acaecidas en la monar-
quia espaüola, se ha hecho maS poderosa por
los mismos resultados de estas mudanzas, có-
mo hubiera sido fácil preveer."


» U na insurreccion militar sujetó al rey
Fernando á una Constilucio11 que 110 habia re-




177
conocido ni nC,eptado al volver á subir al tro-
no. La consecuencia naLural de este !Jecho ha
sido, que cada español descontento se ha crei-
do autorizado para buscar por el mismo meo:
dio el establecimiento de un órden de cosas maS
análogas á sus opiniones y principios, El uso
de la fuerza ha creado el derecho de la fuerza."


»De aqui los movimientos de la guardia en
Madrid, y la aparicion de cuerpos armados en
diversas partes de España. Las provincias limí-
trofes de Francia ban sido principalmente el
teatro de la guerra civil. A consecuencia de es-
te estado de turbacion en la Península, se ha
visto la Francia en la necesidad de adoptar las
precauciones convenientes, y los sucesos que
han ocurrido despues del establecimiento de un
ejército de observacion en la falda de los Piri-
neos, han justificado la prevision del gobierno
de S. M."


nEntretanto, el congreso indicado ya desde
el año anterior para resolver lo conveniente tlO-
hre los nt'gocios de Italia, se reunia en Ve-
rona."


»La Francia, parle integrante de este con-
greso, ha debido esplicarse acerca de los ar-
mamentos á que se ha visto precisada á recur-
rir , y sobre el uso eventual que podia hacer
de ellos. Las precauciones de la Francia 11an




178
parecido justas á Jos aliados, y las potencias
continentales han tomado la resolucion de unir-
se á ella para ayudarla, si alguna vez fuese ne-
cesario, á sostener su dignidad y su reposo."


llLa Francia se hubiera contentado con una
resolucioIl tan benévola y tan honrosa al mismo
tiempo para ella; pero el Austria, la Pru .. ia y
la Rusia han juzgado necesario añadir á la acta
particular de la alianza, una maDifestacion de
sus sentimientos. Estas tres potencias han diri.
jido al efecto notas diplomáticas á sus ministros
respectivos en Madrid: estos las comunicarán
al gobierno español y observárán en su conduc-
ta ~Iterior las órdenes que hayan recibido de
sus córtes."


» En cuanto á vos, señor conde, al éornu-
nicar estas esplicaciones al gabinete de Madrid,
le direis que el gobierno del rey está intÍma-
mente unido Con sus aliados en la firme volun-
tad de rechazar por todos los medios los prin.
cipios y los movimientos revolucionarios: que
se Une igualmente á sus aliados en los votos
que estos forman para que la noble nacion es-
pañola encuentre en sí misma Un remedio á sus
males; males que spn de naturaleza propia pa-
ra inquietar á los gobiernos de Europa, y para
precisarles á tomar precauciones siempre re-
pugnantes."




t7'
»Tendreis, sobre todo, cuidado en manifes--


tar que los pueblos de la Península, restitui-
dos á la tranquilidad, hallarÁn en sus vecinos
amigos leales y sinceros. En consecuencia, da-
reis al gobierno de Madrid la seguridad de que
se le ofrecerán siempre cuantos socorros de to-
das clases puede dibponer la Fraf.1cia en favQr
de la España, para asegurar su felicidad y au-
mentar su prosperidad; pero le declarareis al
mismo tiempo que la Francia no suspenderá
ninguna de las medidas de precaucion que ha
adoptado, mientras que la España continúe
siendo destrozada por las facciones."


"EI gobierno de S. M. DO titubeará en man~
daros salir de Madrid y en buscar sus garan~
tias en disposiciones mas eficaces, si continúan
comprometidos sus intereses esenciales, y si
pierde la esperanza de una mejora que espera
con satisfaccion, de los sentimientos que por
tanto tiempo han unido á los españoles y fran ..
ceses en el amor de sus reyes, y de uua li·
bertad juiciosa."


»Tales son, señor conde, las instrucciones
que el rey me ha mandado enviaros en el mo·
mento en qlle se van á entregar al gabinete de
Madrid las notas de los de Viena, Berlín y San
Petersburgo. Estas instrucciones os servirán
para dar á conocer las disposiciones y la de-'




t80
terminadon del gobierno (rances en esta gra-
ve ocurrencia."


» Estais autorizado para comunicar este
clespacho , y entregar una copia de él SI se os
pidiese.


Paris 25 de diciembre de 1822."
He insertado la nota de la Francia como


Uno de los documentos mas interesantes en la
historia de España, y para dar á Conocer como
se esplícaba el gabinete de las Tullerias: las
restantes notas pasadas por las tres pot-encias
del norte parten de los mismos princIpIOs,
y son demasiado largas á mi parecer para in-
sertarlas tambien en esta obra. La nota de la
Francia basta para probar que la santa Alianza
no reconocia la ConstiLucion española, y que
á su modo de ver tenia un oríjen vicioso y cri-
minal; y que estas notas únicamellte llevaban por
objeto abrir la puerta á las transacciones, pues-
to que no contenian alguu acuerdo fijo.


La lectura de estos documentos, en los que
las principales potencias de Europa proponían
reformas en el gobierno) y amenazaban en caso
de negativa con realizarlas á la fuerza, debia
producir las mas serias reflecsiones en los mi ..
nistros. Era demasiado cierto, por desgracia,
que la guerra civil devoraba la Península; que
la anarquía habia hecho rápidos progresos) y




18t
que las cosas bahirlD llegado á un punto que ~in
modificar la Conslitucion no habia medio de
conservar la monarquía. El gobierno apenas era
obedecido y faltaban la enerjia y la prevision.
Los amigos de los secretarios del despacho to-
do lo esperaban, todo ]0 prometían en las cór ..
tes: el paiacio lejislativo resonaba contÍnuamen-
te con el elojio 'de los ministros patriotas, y la
mayor parte de los periódicos, y principalmen ..
te aquellos cuyos redactores pertenecían á la
sociedad de los gobernantes, les quemaban con ..
tÍnuo incienso. No ha ecsistido sinembargo en
el mundo gob!erno alguno que menos haya be-
cho: á ]a mas fijera insinuacion por parte suya,
la asamblea lejislativa desgarraba ]a Constitu-
cion proclamada con tanto elltmiasmo, y re-
vestia á los mandarines con un poder omní.
modo casi igual al poder absoluto. Sin embar-
go, los españoles vieron que el gobierno apenas
hacia uso de los poderes que con tantas instan-
cias habia solicitado del congreso. Hasta en las
provincias que se mantenian libres de L'lcciosos,
las contribuciones se cobraban COA un atraso
considerable, restando siempre á deber al teso·
ro sumas inmensas, El continjenle decretauo
por las córtes para el reemplazo y aumento del
ejército ,se incorporaba en los depósitos con
muchísima lentitud, y los reclutas sin unifor~


TOMO 11. 13




182
me, muertos de hambre, en el mas deplorable
ocio, porqlle no se les daba la filas Hjera in8-
tru;!cion , demostraban toda Ja inaccÍon del go-
bierno. EgtenJíase esta basta el estremo de de-
jarlos meses enteros en sus casas sin señalarles
cuerpos: la milicia activa que debia ascender á
cerea de ochenta mil soldados, segun el decreto
de las córtes del mes :.le enero de 1823 , no llega.
ha á veinte y cuatro mil, que era el riúmero de
bon~bres que ecsistia eu 1810. En fin, este go-
hierno inepto y débil, que no daba señales de vi ..
da, sino cuando se tralaba de protejer á los
lnmbres de su devocion , no vaciló en respon-
der á las notas de la sanla Alianza) desafiando
á la Europa entera.


Justo hubiera sido sin embargo ventilar antes
la cuestion , trayéndola á su verdadl'ro terTeno.
Porque na se trataba de decidir de parte de
quien estaban la razon y la justicia, sino la fuer-
za : y la política aconsejaba que ;\ las crueldades
de una reaecion y al sangriento triunfo de los
que se apellidaban aliados santos, se. prefiriese
la reforma del código vljente, delito que no
era tao enorme, puesto que andando el tiempo
se ha reformado la Coostitucioo j pero cuando
ya con su caída desastrosa nos habia inundado
en sangre, producido las ominosas proscripcio-
nes de la luota secreta de Estado y de las comi-




133
siones militares, y colmado en fin los sepulcros
de víctimas inocenles. Tal será el amnrgo fruto
que cojeráll los siempre de.;venlurados espaflo-
les de la siguiente l'espuesla del Illiuist.::rio espa-
ñol, monumento de inesperiencia , de im polí-
tica y de imprcvision, que deben tener siempre
presentes los pueb'os para no dejarse precipilélr
en el ol1li~'!Oso abismo en que hundió á la Pe-
nínsula la jactancia, y en él quizáll estarían aUIl
sumidos sin la ayuda de un áujel henéfico que
les telldióla mano, para que salieben y trepasen
á la libertad y á la ventura.


ll11 ministro plenipotenciario de S. M. en
Pal"Ís digo con esta fecha lo que s;gue.


»EI gobierno de S. M. Católica acaba de re-
cibir conlUoicacion de una nota pas" da por el
de S. M. Cristianlsima á su ministro plenipo-
tenciario en esta c6rte, de cUJo documento se
dirije á V. E. copia oficial p¡¡ra su debida inte-
}I ¡encia."


»Pocas ob~el'vaciones tendrá que hacer el
gobierno de S. M. Católica á dicha Ilota. i\l<ts
para que V. E. no se vea tal Vf'Z err,baraz¡¡do
acerca de la conducta que debe ObSt:'1 var en' es-
tas cÍlcuustanci¡¡s, es de 5U deber nlani~'e8tarle
francamente SU¡i sentimientos y sus rt:solq-
ciones. "


,)No ignoró el gobierno nunca que institu.




184
ciones adoptadas lihre'y espontáneamente por
IlJ España causarían rczelos á muchos de los ga·
binetes de Europa, y serian objeto de· las deli-
beraciones del congreso de Verona : mas seguro
de sus principios y apoyado en la resolucion de
defender. á toda costa su sistema político neu-
tral, y la independencia nacional, aguardó
tranquilo el resultado de aquellas conferen-
cias."


,)La España está rejida por una Constitu-
~ion promulgada, aceptada y lurada en el año
'812 , Y reconocida por las pot.encias que se re~
unieron en el congreso de Verona. Consejero!
pérfidos hicieron que S. M. Católica, el se·
ñor D. Fernando VII, no hubiese jurado á su
vuelta á Espaüa este código fundamental que
toda la nacion queria y que fue destruido por la
fuerza sin reclamacion alguna de las potencias
que le habian reconocido. Mas la esperiencia de
seis aitos y la voluntad ¡eueral le movieron á
identificarse en 1820 con los deseos españoles."


llNo fue, no, una insurreccion militar la que
promovió este nuevo órden de cosas á princi-
pios de 1820. Los valientes que se pronuncia-
ron en la Isla de Leon y sucesivamente en las
demas provincias no fueron mas que el órgano
de la opinion de Jos votos jenerales."


»Era natural que este órden de c.osas produ-




18S
jese descontentos: es una consecuencia inevita-
ble de toda reforma que supoue correccion de
abusos. Hay siempre en toda nacion, en todo
estado, individuos que no pueden avenirse nun-
ca al imperio de la razon y de la justicia."


nEI e~ército de observacion que el goLierno
francés mantiene en el Pirineo, no puec.le calmar
los desórdenes que aflijen á la EspaiJa. La espe-
riencia ha demostrado al contrario que eDIl la
eesistcncia del lIamallo cardan sanitario, que
tomó despnes el nombre de ejército de cLserva-
cion , se alimentaron las locas esperanzas de los
fanáticos ilusos que levantaron en varias pro-
vincias el grito de la reLclíon, dando así ori jen
á que se lisonjeasen con la idea de una prócsirna
invasion en nuestro territorio."


nComo los principios, las miras ó temores.
que hayan influido cn la conducta de los gabi-
netes que se r6lllnieroCl en el congreso de V cro-
na no pueden servir de regla pal'a el español,
prescinde este por ahora de contestar á lo que
en las instrucciones del conde de Lagarde dice
relacion con aquellas conferencias."


»L08 días de calma y tranquilidad que el
gobiel'110 de S. M. Cristianísima d€sea para 1a
nacion, no son menos deseados, apetecidos y
suspirados por ella y su gobierno. Penetrados
ambos de que el remedio de sus males es obra




186
del ~il"mpo y de la constancia, se esfuerzan
cuanto d~ben en acelerar sus efectos tan útiles
y saludables."


»1';1 gobierno español aprecia en lo justo las
ofertas que S. M. Cristianí8~ma le hace de cuan-
to pueda contribUIr á su felici¡lad; mas está
persuadido que los medios}' precaueiones que
pone en ejecucion no pueden producir sino
contraríos resultados."


l) Los socorr/)s que por a hora debiera dar el
gobierno francés al e~rai"101 son puramente ne·
gativos. Disolucion de su ejércilO de los Piri·
neos, refrenamiento de los facciosos enemigos
de Esp'lña y refujlaJo3 en Francia, 3nimadver-
sioa marcada y decidida contrr. los que se com-
placen en denigrar del modo mas atróz al go-
bierno de S. M. Católica, las instituciones y
córtes de España: he aquí lo que ecsije el dere·
eho de ¡entes respetado por las naciones cul-
tas. "


»Decir la Francia que quiere el Líen estar,
el reposo de España. y tener s:ernpre eucendi·
dos los tizones de la discordia que aljll1~tllan
los principales males que la aflijen; es caer en
Un abí'uno de contl'adiccione~."


»Por lo demas cualesquiera que sean las de-
terminaciones que el gobierno de S. M. Cristia-
nísima crea oporluuo lomar en estas circuns-




187
!anejas, el de S. M. Católica continuad tr'~n­
quilo por la senda que le marcan el deber; la
justicia de su causa, el constante ca1'ácter y alt-
hesion firme á los principios constitucionales
que caracterizan á la nacion á cuya frente ~e
ha\la: y sin ent rar por ahora en el an{.lisis de
las espresiones 11Ipotéticas y amfibolójicas de las
instrucciünes pasadas al conde de Lagarde, con-
cluye diciendo que el I'CPOSO, la prosperidad y
cuanto aumenle los elr-mentos del bien estar de
la nar.ion á nadie interesan mas que á ella."


»Adhesion constante á la Conslitucion d~
18/ '~ , paz con las naciones ,y no reconocer de-
recho de intervencion por parte de lllllguna:
hé aquí su divisa y la regla desu conducta tanto
presente como venidera."


lJEstá V. E. &ulorizado para leer esta nota
al ministerio de negocios estranjeros y pllra de-
larle copia si la pide. La prudencia y lino de
V. E. le sujerirán la conducta firme y digna de
la España que deba observar en estas circuns~
tancias. "


»Lo que tengo la honra de comunicar á
V. S. de órden de S. M., y Con este motivo le
renuevo las seguridades de ~1Í distinguida COIl-
sideracion rogando á Dios guarde su vida mu-
chos años. = Palacio 9 de enero de 18:¿3. =
B. L. M. de V. E. su atento y segu~o servidor.




188
_ Evaristo San Miguel. = Señor ministro de
Francia. "


Cuando se publicó esta nota observaron las
personas instruidas que el termómelro de los ta·
1entos del ministro de Estado habia bajado mu-
chos grados, porque los arlÍculos del Especta.
dor estaban mucho mejor escritos que e! docu-
mento anterior: mas dejando aparte las observa-
ciones de los literatos me limitaré á esponer que
el ministro mismo confiesa llque aunque no ig-
noró d gobierno español nunca que instituciones
adoptadas libre y espontáneamente por la Espa-
ña causarian rezelos á muchos de los gabinetes
de Europa, y serian ohjeto de las delibel'aciones
del congreso de Verona, seguro de sus princi-
pios y apoyado en la resolucioll de defender á
toda costa su sistema político neutral y la inde-
pendencia nacional, aguardó tranquilo el ra-
sultado de aquellas conferen~ias."


Este párrafo pone de manifiesto con estra-
ordinaria ecsactitud la conducta de los minis.
tros llamados patriotas, quienes permanecieron
tranquilos cuando sabia n que UDa reuníon de
prÍncipes coronados iba á decidir de )a suerte
de su patria. Soio á ellos era dado gozar de la
tranquilidad cuando casi todos los esp~ñoles vi·
vían en la inquietud, unos coa la esperanza y
otros con el temol' de Jos resultados que podia




189
tener el congreso de Verona. No es posible que"
gobierno algunu haya dado lamás pruebas de
tan grande apatia en iguales circunstancias; y
los hombres mas adictos á los minisLros no po-
dian dejar de confesar que una conJucta tan
eslraila procedia ó "de la mas estílpiJa igoOlan-
cia ó de las mas inconcebible indiferencia. En
el supuesto de que la iotencion de los ministros
fuese no alterar una coma de la Comtitucion
política de la monarquía; de no tolerar por
parte de los estranjercs la mas mínima inter-
vencion en los negocios de Espaila; ¿fn que se
oponía á su resolucion el envio á Verona de un
diplomático' hábil? Hubiera podido, apoyado
por la Gran Bretaiía, im pedir ó al .uenos re-
tardar una declaracion de la S,mta Alianza poco
favorable á su causa: ¿acaso este proceder no
hubiera influido esLraordinariamente en la pa-
cificacion de la Península disminuyendo las es-
peranzas de las bandas facciosas y de todos los
realistas que esperaban en acecho las órdenes de
Verona para lanzarse á la palestra? Desdeñáron-
se los ministros de dar un paso tan necesario,
cual si con él hubiesen de provocar la declara-
cioD de las grandes potencias contillentalt!s.


La respuesta d"da por el secretario de Es-
tado á las notas de los gabinetes de San Pelel'S-
hurgo, de Viena y de Berlín fundábase en los




190
mismos prinCipIos qlle la contestacion al go'"
hierno francés, aunque concebida en términos
lIlas fuertes. Apeuas recibieron la respuesta á
sus notas los encargados de negocios de las tres
córtes pidieron sus respectivos pas¡"portes y sa-
lieron de España: otro tanto hizo algunos dias-
despues el ministro plenivotenciario de Francia •.


El orgullo de los gobernantes llegó al eslre-
mo de que el ministerio no diese conocimiento
á las córles de las notas de las potencias aliadas
antes de responder, y de que no cousultase al
consejo de Estado con menosprecio de la Cous-
titucion ~ pues el asunto era muy grave (1 ).


No aconsejaba ciertamente la política el
rumbo inconsiderado que 10i secretarios del
despadlo imprimieron á los negocios. Cual si
les falt'lse tiempo para venir á un rompimiento
con la Europa enlera, no querían partir con
otros la gloria que debía resultades inundando
la España de un diluvio de males y de desgra-
cias que la asolarian por largos años.


Presentaron por fin al congreso nacional las


(1) El consejo de estado es el único consejo del
rey, al que COlIsuaará eu los negocios graves riel
gobierno, J prillcipalmeute en las declaraciones de
guerra J en los lratados. (GolIslitucioll, ad. 236).




291
notas de las potencias aliadas y la respuesta dada,
por el ministerio espaflOl; y hasta las espresio-
nes de q'Je se valió el gabinete para dar cuenta
á la asamblea de los referidos documentos S011
dignas ele Dotarse. llEl gobierno, dijo el minIS-
tro de Estallo, sabe que no tiene nect'siclad ele
someter este asunto á las córtes; mas creería
faltar R. los sentimientos de fraternidad que le
unen al congreso lcjislativo , si no pusiese en su
conocimiento la esprf'sada negociacion." ¡Nuevo
modo de esplicar la3 reldciones del poder eje-
cutivo y dd poder lejislati vo de una nacion alri-
huyéndolas á los sentimientos de frat~ruidaJ!
Con tantos motivos como había paracomuni.
car á las córtes sucesos tan importantes, recur-
rja á la frateroidael el secretario del despacho
p:ml hacer oSLentacíon de la incsperiencia y de
la lijereza conque se trataban la viday la muer-
te de la libertad. ¿ Y quien no Creería que al
abrirse una cuestion como esta en la asamblea
nacIOnal, ecsaminarim los diputados con la
calma mas perfecta el estado en que se eDCOD~
traoa el espíritu público y los medios conque
contaba España pard sostener las respuestas del
gabinete de Madrid, y que esta era la ocasioD de
investigar el orÍjen de la guerra civil que devo-
raba las provincias, de ecs:llninar el número y
la clase de los desconlentos) la opinion de la




:192
mayoría de los pueblos y de los que gozaban la .
principal influencia en ellos, y el estado del ejér-
cito, de las plazas fuertes y del tesoro? Final.
mente no parecia posible llegar á la sol ucion de
un problema de tanta magnitud sin el ecsámel1
mas detenido y mas profundo del estado de la
nacion en todos sus ramos; pero desgraciada-
mente nada de esto aconteció. Las córtes ocu-
paron las sesiones de 9 y de 11 de enero de 1823
en declamar contra la injusticia Je la Santa
Alianza, en ecsajerar el patriotismo de los espa.
ñoles recordando sus esfuerzos en la guerra lla-
mada de la indepencia ~ en prote.~tas de mot'ír
libres etc. cual si los representantes de una na-
cion debiesen entregarse á transportes apenas es-
cusab!es en un oficial subalterno, cual si pere-
ciendo con la Constitucion de 1812 en la mano
dejasen por eso los diputados de ser respons-a·
bies de las consecuencias de una guerra teme ..
raria. Si el respeto á la Constitucioll tantas ve-
ces violada por la misma asamblea llegaba al
punto de que esta no se creyese autorizad} para
ocuparse de la reforma, ¿ por que no pedia
nuevos poderes á la nacion? Aun cuando se hu·
hiese tomado el acuerdo de no transijir nunca
con la Santa Alianza, lo que mas uriia era ga.
nar tiempo para preparar los medios de resistir
á las potencias amenazadoras ; pero la ra:l.O/l y




193
la conveniencia pública no fueron oídas: domi~
nada la asamblea por un partido ciego y sin pre-
vision, y por hombres de sanos principios, pero
débiles ya en otras ocasiones, mendigó los
aplausos de las turbulentas galerías y Jo~ djpu~
tados fueron llevados en triunfo colocados los
que se llamaban moderados al lado de 108 que
habian predicado las doctrinas opuestas (1).


La cuestion no versaba sobre si los estran-
jeros tenian ó no derecho de intervenir en 105
asuntos de EsparIa, puesto que se mostraban re-
suellos á verificarlo: punto era este para haber-


(1) En esta sesion célebre por las lá'lrim;¡s y la
sangre que ha acostado á España en diez años de
horrorosa tiranía seguida de la desastrosa guerra ci-
'Vil, se verificó la rcconciliacioll entre Argüellrs y
(' .. aliauo, que hasta entonces habian sido perpétuos
enemigos; sentándose el pri mero á la c:abeza del
partido de la moderacioll y el segundo al frente de
]o~ ecsaltadoso Argüelles perdió desde aqnel momen-
to fatal, 110 solo la influetl<!ia que habia adqllirido á
costa de trabajos útiles, sino lo que es peor la con_
fianza en la fijeza de sus prillcipio; políticoso Quedó
Bolo el homhre de llien , J desapareció el hombre de
estado: l)ill~Ulla cOOlbillacioll remediará el que Alo_
güelles sea líllicamente el ól'gallo eloc uente de las
ideas y de los intereses que le son estraños. 'J




194
lo tratado en un caso en Verona. Lo que prin:
cipalmente interesaba á las córles era saber,
si acordado por las grandes potencias continen-
tales el sistema de gobierno que debia rejir á
IooS t'spaüoles, habia medios de oponerse á su
acuerdo: este era el punto que debia discutir-
se. Todo lo damas estaba reducido á vana~ de·
clamaciones que arrancaban los aplausos de las
galerías, pel'o que &010 servian para comprome.
ter á la nacion y atraer sobl'e ella desg racias sin
fin. La lijereza y la imprevision conque se tra~
taban cuestiones de tan alto interes parecerán
increíbles á la posteridaJ: ni una observ<Jcion se
hizo sobre el estado deplorable de todas bs pro-
vincias, y sobre la evidencia del hecho de que la
maSa de la nacion que habia combatido á todo
trance á los est ran jeros en 1808 los recibiria con
los brazos abiertos en' 1823. Esto se llamaba
conservar el houor nacional, como si consistie-
Se en llamar las huestes enemigas para dejarse
atraillar por ellas, y fuese preferible á la refor-
ma de uuos cuantos artículos de la Constituciou
la muerte de la libertad y el entronamiento de
uo despotismo sanguirurio , atroz, que ori ¡ina-
ria la reacciou y con ella todos los iufortunios
que la acompañan.


I .. as córtes llenaron de elújios, admiraron y
aprcharon la respuesta dada por el ministro de




:195'
Estaao ~ las notas de los príncipes que forma-
han la Santa Alianza y en un mens-lje al monar-
ca ofrecieron su concurso para que el gobierno
no careciese de medios de hacer frente á los
estranjeros.


No tardaron los acontecimientos en demos-
trar cuan inorporluua era la jactancia de los mi-
nistros y hasta que punto se estendia su error:
los que acababan de declarar que no temian á
las potencias continentales juntas y aliadas, se
creyeron amenazados pocos dias des,pues por
un puñado de facciosos en la capital misma de
la monarquía.


Habíase reunido una banda de realistas en
las orillas del Ebro, en el punto donde conflu-
yen los límltes de Aragon, eatalurla y Valen-
cia, á las órdenes de un hombre turbulento~
llamado don Jorje Bessieres, que meses antes
habia sido condenado á muerte en Barcelona
por sus anárquica5 maniobras, que tendian al
establecimiento de una república. Adelantóse
este cuerpo hácia ZJragoza , llegando casi al ar-
rabal de la ciudad y tomó en el acto el camino
de la córte; el comandante jeneral de Aragon ~
que era Uno de los militares que merecia ]a con-
fianza del gabinete, contaba con fuerzas mas
que suficientes para destruir los tres ó cuatl'O
mil revoltosos que se apellidaban reahstas, y




196
que se habían reunido en aquella provincia: y
no solo no les impidió que se acercasen á Zara.
goza, sino que no hizo esfuerzo alguno para al.
canzarlos cuando se dirijieron á Castilla la Nue-
va , dejando de perseguirlos en el momento en
que traslirnitaron del territorio de su mando.
Los realistas partieron á las cercanias de Gua~
d"alajara, que solo dista ocho leguas de Madrid,
y aunque su movimiento fue muy lento, logra-
ron llegar á tan corta distancia de la villa y
córte dor;tde residia el gobierno sin tropezar con
la menor resistencia. Las autoridades conocie-
ron por fin que era necesario contener su pro-
greso, y salió á su encnenLro el comandante
jeneral de la provincia, Odali , uno de los cin ..
co jefes de la isla de Leon. Las tropas de que
podia disponer sobrab'ln para derrotat' á las hor~
das indisciplinadas de Bessieres, y t.odo se per-
dió por sus desacertadas disposiciones, cual si
la desgracia se empeñase en probar que los
principales ajentes y amigos del gabinete parti-
cipaban tambien de su ignorancia. Las tropas
marcharon precipitadamente contra el enemigo
que se habia replegado á Brihuega, y dividié ..
ron se las fuerzas poniendo á las órdenes del Em.
pecinado una columna para que concurriese si-
multáneamente al ataque. El comandante- jene.
ral Odali ~ siguió con el cuerpo principal el ca-




197
mino directo de Brihuegs , y baIló al enemigo
formado en las posiciones de los conloruos del
pueblo., y sin aguard¡lf á la columna del Empe-
cinado que Se hallaba aun á algunas leguas de dis-
tancia, dió la señal del combate. Vióse entonces
la diCerencia que mediaba entre entonar cancio-
nes y vomitar injurias en las plazas plíbiic¡¡s y
combatir: la distancia que habia entre la discipli.
nay la licencia, y la insuborclinacion que fueron
causa del descalabro. Los facciosos derrotaron
completamente la columna qonstitucional , que
perdió su artillería, un gran número de prisio~
neros y 5e dispersó enteramente: Un batallon
qu~ habia llegado á Madrid algunos días antes
con las mayores demostraciones de ecsaltacion
entonando himnos á Id libertad, se puso igno~
miniosamente en fuga desde los primeros ti~
ros (1). 'y con este efímero y evaporable enlu-
siasmo contaban las córLes y el gabinete para


(1) Los liberales españoles no deben olvidar nun~
ca los infodunios que acarreó la indisciplina de al_
gunos cuerpos: en honor de la vel'dad uebe decirse,
'lue la leccion fue provechosa y que á la disciplina y
brillantes cualidades de Iluestro ejército debemos
ahora los triunfos ináuditos de las armas liberales
contra Jos inícuos defensora. de la inquisicion.


TOM.II. 14




198
triunrar del poder coligado de la inrernal a1i~n.
za de los opresores de la humanidad.


El comandante jenera1 en su fuga no tuvo
la prevision de hacer saber al Empecinado la
desgracia que habia sobrevenido, ni de darle
la órden de retirarse á Guadalajara. Por olra
parte, y como si reinase la emulacion para co-
meter desaciertos, presentóse el Em pecinado á
las nueve de la noche del::lIlte de Brihuega , sin
haber enviado anles esploradores que se ent.e ..
rasen de lo que habia sucedido á la olra colum-
na. Quiso penetrar en la poblacion; mas ha ..
hiendo encontrado resistencia rcÜróse precipi ..
tadamente abandonando las tropas empeñ<.ldas
en el combate, para que cada uno se sal vase
como pudiese. Los enemigos sea por temor de
una emboscada, sea porque estuv¡esep faliga.
dos, no persiguieron á los desbaudados; ocur-
rió esta desgracia el 24 de enero de 1823.


La derrota anterior proJu¡o en Madrid su-
ma confusion: las autoridades pasmadas dieron
órden para levantar algunas fortificaciones,
confiando el mando de la capital de la monar-
quia al ¡eneral Ballesteros, y el de las tropas
al conde del Abisbal. El conde, desacreditado
en todos los partidos, y despreciado de los
mismos que le empleaban, reunia tales anle-
cedentes que no cabia en la imajinacion de nio-




19P
guna persona sensata que se le pncliese confil!l1"
un mando de importancia. Mas parec!'! que el
jeneral se habia rccollciliacJo con la sociedad
á que fwrtenecian los ministros, y deddidos
estos á no emplear sino á sus partidarios, "ntre
los que rJO encolitraban un ¡eoeral de repula-


. cion, y acostumbrados a no proponerse otro
Llaneo y á despreciar la oplllion pública, nom·
bráronle inspector jeneral de infantería: y aho-
ra le entregaban el basto n de las tropas que
pudiesen reunirse.


Los rc&listas llegaron á Guadala jara, y sin
adelantJrse mas hácia Madl'id, pasaron el Ta-
jo casi á la vista del conde del Abishal, (lue
desJe el 27 de enero iba en su segumJiel1to el
30 entraron los facciosos en HUele, donde hi-
cieron dernostraciones de querer fortificarse. Se-
gun los escritos del mismo conde del Abisbal,
las fuerzas de Bessiel'es se componían de tres
mil y quinientos hombres tie infantería y de
doscientos caballos: en el parte oficial de 30 de
enero esplicábase de este modo. l)No vacilo en
asegurar á V. E. que en cualquier punto donde
logre veni,' á las mauos con la faccion , no sola-
mente caerá en mi poJer la artillería, sino ~ue
será enteramente destruida esa horda de en~mi­
gos de la libertad.'- Sinembargo, el mismo je-
nera! se presentó el 31 delante de Buc:te, y




200
aunque Jos facciosos permahecieron alli hasta
el J O de febrero, no se atrevió á emprenrler
cosa alguna contra ellos, bajo el preleslo de
que el mal tiempo y la escasa fuerza de que
disponia no le permitían obrar á medida de sus
deseos.


La derrota de Brihuega se verificó, como
Hevo oicho, el 24 de enero, y el conde del
Abisbal tomó el mando en el acto: el gabinete
le concedió todos los medios de que podía dis-
poner, y el conde en su parte de 8 de febrero
dice que sus fuerzas se reducian á dos mil y
nuevecientos hombres de infantería y á tres-
cientos ocbenta caballos, no comprendiendo al
reiimiento de C'llatrava qu~ hahia destacado á.
Cuenca y que se le reunió el 10. De aqui pode-
mos deducir cuales eran los poderosos medios
y la autoridad de un gahinete , que viendo ame-
nazada la capital donde residia y al enemigo
acampado casi á sus puertas, desde el 24 de
enero hasta el 8 oe febrero, no pudo reunir si.
no tres mil y quinientos hombres para a]lUyen-
tarlos. A pesar de lo:1o , el gabinele era el ído-
lo de la asamblea lejislativa y de muchos perió ..
dicos que llenaban sus pájinas de alabanzas á la
prevision, al saber, á la firmeza J' al carácter
de los ministros, y que no vacilaban en dar el
nombre de traidor al que se tonlaLa la libertad




201
de criticar las medidas y el ningun talento de
los siete varones, que tenia n asido el Limonde la
nave pública.


El 10 de febrero, mientras que el conde
del Abisbal practicaba un movimiento en di.
receion de Cuenca pUl'a protejer la llegada de
la columna que esperaoa de Valencia, !os fac-
ciosos salieron tranquilamente de Huete. Corno
la marc.ha de! coude del Abisbal Je alejaba del
camino por donde se retiraban los contrarios,
y com~ la primera noticia que tuvo de su sali,
da fue el parte del alcalde de Huete, no se vie-
rou inquIetados en su retirada. Caminaron á
marchas comunes, repasaron el Tajo sin obstá-
culo, y haLiéndose dividido en dos trozos díri-
jiéronse los unos á Aragon , los otros á Valen-
eia, sin que las tropas constitucionales pudiesen
obtener mas que insigniticantes ventajas. No
p'-'recla siuemLargo difícil obligarlos á una ac~
CiOD ¡eoel'al, reuUielJdo ya el coode del Abis-
hal mas de setecientos oaballos, Esta espedición
que duró hasta principios de marzO (lO tuvo
resultados de importancia, y el ¡eneral de las
arruas constitucionales que la mandaba ~ ues4
mintió en ella la opinion de actividad y de in-
telijencia que íustarncnLe se habia adquirido en
la guerra de la llldependencia. En esla época
los liberales prodigaban incesantes eJoilos ~l




202
jenenl Mina: lai córtes le tributahn accioneS
de graciui, 1 ,~l ~abiuete le decoraba con la
gran cru¡ de san Fernando por la ocupacion
de los fuertes de la seo de- U rjeL Los periodis-
tas que en todlls las materias tomaban un to~
no decisivo, compararon la toma de aquella
fortaleza á las hazafIas mas brillantes conocidas
hasta entonces, y enco~lráronla superior en
mérito á todas las otras. Y aunque el. bloqueo
de Urjel despues de la relirada del baron de
Eroles á Francia, y la Cl'acuacioll de los sitia-
dos cuando carecieron de viveres sin oLligar.
Jos á ello los ~itiadores, no.fuesell hechos es·
traordinarios ni asombrosos, despertaron sitl~
embargo el elltu~iasml) porque eran como Una
ráfaga de esperanza que venia á alegrar los
ánimos en medio del ¡eueral desaliento. Una
gran parte de las fuerzas españolas habíase reu-
nido bajo las órdenes de Mina, que no quiso
emprender operacion alguna hasta estar seguro
de que no se eSFonia á esperimentilr el menor
reves: para adquirir esta certidumbre perdió
un tiempo precioso, y lo que hizo en el cora·
zon del invierno pudiera habedo llevado á ca-
bo antes del otoüo, con una ventaja mucbo
nus decisi va. Semejante pér'dida de tiem po, eS
tanto mas sensible cuanto que si Mina hubiese
arrojado al baron de Eroles de CaLaluüa cuando




203
pudo ha~erlo, el congr~so de VeroDa hubiera
quizás dado á su victoria suma importancia: y
hit vez no hubiera tomado el acuerdo que to-
mó ó lo hubiera retardado Porque no era lo
mismo el que las potencias aliadas contasen con
una rejencia establecida ya en U riel, y con un
ejército realista mandado por un jeneral de
l1ombradia, haciendo la guerra y consig,uiclldo
venlajas, Ó el que viesen á la rejencia fu¡itiva
y fuera de Espaiia, á los realistas derrotados
y la cumbre de los Pirineos ocupada por lai
hayonetas de la libertad.


El ministerio.J recobrado apenas del pavor
que le habiao causado la derrota de 24 de ene-
ro y la procsil11idad de los realistas á Madrid,
8e presentó á la asamblea leiisla~iva para pedil'
Una quinta de treil1ta mil hombres.J destinauo$
á poner el ejército bajo el pie de guerra, y so-
licitando diferentes autorizaciones para sí , pa-
ra la9 diputaciones provinciales y para los co-
mandanlps que ampuüaban el baston en los dis-
tritos militares. La comision encargada de eesa·
minar las propuestas de los secl'et¡¡rios del des:"
p1cho, desocupó al día siguiente su cOOletido,
aprobíndolas y amplificando su cOntenido: en-
vano algullos dipuLddos pidieron que el ministe-
rio diese. cuenta de los resulLados producidos
por los reemplazos &nteriormente decretados;




204
los mini.tros apenas se dignaron responder, y
seguros del écsito de la discusion conlelltároQ"
se con decir que pedian lo que era necesario l'
todo se \\\ll'obó COl\ \a m\Sl\~a \\)cl'c'.l.a. .


En seguidél esplicó el ministerio los medioi
lJUQ le parecian mas urjentes para cubrir los
lluevos gastos; y no juzgamos posible que des"
de que eesisten gobiernos represe.ltativos Se ha·
ya obrado nunca con menos gravedad y me ..
nos tino. Los ministros nO decian ni á cuanto
~scendian los gastos ni lo que sum.aban los fe.
cursos que ecsijian l ni si resultaha déficit en
las cOQtribuciones ya decretadéls} (Iue eran los
datos que podian il11strar la cuestiono No obs-
tante la condescendencia do las córtes, la ca·
tnision que informó sobre las proposiciones del
gabinete, no pudo mellOS de desaprobar tres de
los articulas propueslQS J porque violaban abier-
tamente la ConstitQcion" No faltaron represeQ-
tantes del pueblo que se opusieron á lo que so·
licitaban los secretarios del despacho, porque
vie~ldo el atraso escandaloso de las contribu·
ciones anteriormente votadas, la apalia y la
inacción de las autoridades y de sus a¡entes,
parecíales inútil el decretar otros impuestos.
Los gobernantes no supjeron responder á las
pl"cguntas que les dirijieroll acerca de las Car ..
gas p:íblicii3, de l~s provincias que Ulas debían




205
de las sumas necesarias, ni de 108 productos
que habian de quedar líqQidos á consecuencia
de los medios aprobados. Y sin reparar en tan.
tas y tan escandalosas omisiones, el congreso
nacional otOl'gÓ á los hombres que merecian su '
confian~a cuanto pedian casi sin discutirlo, es ..
ceptuando solo tres artículos, á los que se babia
opuesto la comisiono '


El 12 de febrero el ministerio hizo á las
c6rtes una esposicion reducida, á que en vir-
lu(1 da. las notas de las grandes potencias con~
~jnentales , y del discurso del rey de Francia
en la abertura de las cámaras, la asamblea le·
jislativa Jebia tomar las medidas que juzgase
convenientes. La comision encargada de ecsa·
minar el mensaje del ministerio propuso bs
pos resoluciones siguientes:


1/' Si desde que las córles estrdordinarias
cierran sus sasionei, las circunstancias' acsijie-
ran que el gobierno mudare su residencia, las
córtes decretan su traslacion al punto que aquel
señale, de acuerdo con la diputacion perma-
nente; y si esta hubiese cesado en sus funcio·
nes ,'10 hará de acuerdo con el presidente y se-
c,:retarios nombrados por las. córles ordinarias.


2.a En este caso el gobierno cOnsultará
acerca del paraje á que crea conveniente la tras-
lacion á una junta de miliLares acreditados por




106
IU ciencia, conocimientoi y adhesion al sistema.
nifi~il es concebir como la comision enear-
g~ja de ecsaminar .el mensa je Jel ministerio en
el q!le , visto el estado de Jos negocios, in vita.


, ha al congreso lejislativo á adoptur las medidas
cO!lvenientes, se contentó con el abandono de
la capital de la monarquía, y como al ocurrir-
le esta iJea se limitó á ella sin ailadir otras pre.
(:3ueiones. Mas como el ascendiente de los go-
hernantes ó por meior decir del partido á que
pe~teneeiall era notorio, enlendiéronse con )a
Comis,ion sobre el sentido que dt:bian dar al
mensaje, pues no crei'!n muy honorífico para
ellos pedir en aquellos momentos la evacuacion
de Madrid.
'. L~s, límites de este escrito no me permiten
estender en los detalles de las sesiones de la
asamblea, al controvertirse las pro posiciones
de la comisiono Procedióse en ellas con suma
incollsecuencia ,y los que en la respuesta á las
notas de las altas potencias habian relado á corn-
hate jeneral á la Europa entera, vinieron á con-
fesar ahora que no habia nada preparado, y
que no era posible resistir á la invasion. En es-
tas célebres sesio~es se aseguró ,que una so)a
division de ocho ó diez mil francefes podia
llegar á la córte en breves jornadas; demostró •
.se que no ecsistia ejército,y que las plazascare.




207
cian {le provisiones: y final mente se afirmó que
aun cuando hubiese cien mil norllbres hien orga-
nizados, y entre el Bidaboa y Madrid t'stlJ.\Jiesen
fortitlcaJosBul'gos y otros punlos, lreinta onl


. franceses podian IIl'gar á la capital en cinco ó
t;eis dias , sin que ninguno puJit'~e estorbarlo.
El terror se habla apoderado de la !;lsamblea J
y si algul1 diputaq.o lwbifse propuesto abando-.
nar la córte , !;lCJueila misma semana, hubiéra ..
lo aprobado como aprobó los dos artículos de
la comi~ion .. Debemos u()lar que los ministro!tJ
ó no asistieron á hs sesiones, ó lo que no ad-
mite dwla, no abriel'úll los lahios y no :5e les
ecsíjió como se debia baber verificado, el que
diesell estensa cuenta de los medios con que
contaban p¡¡ra resistir á la inva~ion , J que in-
dicasen el fundamento de los temores que ha ..
hían concebido, de que el enen:igo penetrase
hasta el corazon de la mOQarauia.


. .


Al ver la prisa con que el congreso antol'i-
-zaba á los secretarios del despacho pal'a aban-
donar á Madrid, en los doce dias que media-
ban hasta la reunion de la Jcjislalura ordina-
ria, creerán algunos que la córte espailola se
halla á escasa distancia de la frontera france-
I!a , y que los enemigos la habian ya . pasado.
Sm embargo, los franceses tardaron todavía
cerca de dos meses á atravesar el Bidasoa, y




208
Madrid está situado á cien leguas de aquel río.
l y era posible que el temor cegase á. los go-
hernantes y á los corifeos del partido que do·
minaba eu las córtes, hasta el estremo de no
rECOnocer los .funestos resultados que produci-
rian sus poco reflecsionados decretos, y sus
imprudentes declamaciones? Los franceses no
hauian qUlzas resuelto definitivamente la época
de la entrada, y podian variar el plan de un
momento á otro. ¿ Como no habian de alentar-
les la impericia, el pavor y la impotencia del
gabinete español? ¿ Que opioion habia de for-
mar el pueblo de sus representantes al ver que
al dia siguiente de declarar la guerra hacian pú-
hlica ostentacion de la falta de recursos, y habla-
han de ponerse en seguridad sin que ecsistiesen
peligros ni aun en la apariencia? ¿ Si creían que
la nacion resistiría á los franceses porque huian
del centro de ella? Y si juzgaban que el enemi.
go no enco.ntraria resistencia alguna, ¿ para que
tomar una resolucíon temeraria? Al menos los
franceses en su revolucion habian sido conse-
cuentes, y habian afrontado los peligros con
heróica firmeza: cuando los prusianos amena-
z'lban á Paris no solo no abandonaron aquella
ciulad, sino que por el contrario declararon
traidor al que hiciese semejante proposicion.
En cuanto á los gob~rnallte8 espaflOles) y al




209
pllrtido que dominaba en la 8samb) ea lejislati-
va, solo pensaron en procurarse con tiempo la
seguridad despues de haber comprometido á la
naCIOn.


El gobierno decretó la formacion de dos
elércitos de operacione~ y dos de reserva: el
primer ejército de operaciones, que estaba á
las órdenes del jeneral don Francisco Espoz y
Mina, componíase de las tropas que habia dis-
tribuidas en los distritos de Cataluña. For-
maban el segundo las tropas que residian en la
provincia de Santander, en una parle de Cas-
tilla la vieja, en las p,'ovincias vascongadas,
en Navarra, Aragoll y Valencia, bajo el man-
00 del jeneral don Francisco Ballesteros. El
primer ejército de reserva debia organizarse en
Madrid, mandado por el conde del Abisbal,
y el segundo confiado á la pericia y c::onocidos
talentos de don Pablo Morillo, conde de Car-
tajena; habia de formarse en Galicia. Fácil es
aemostrar que esta distribucion de tropas era vi-
ciosa, y que hasta en un punto, tribial por decirlo
asi, no supo el ministerio lomar disposiciones
acertadas. Todos los que han ese rilo Ó hablado
de las operaciones militares de que puede ser
teatro la Península española, e~tán acordes en
que para cubrir los Pirineos se necesitan tres
cuerpos de ejército: el primero para cerrar la




710
. frontera de Caf.alllñll, el segundo [a ·de .~r3gon;
y el tercero la de Navarra. Es imposible que
las tropas de Aragon operen con intelijencia,y
utilicen las ocasiones, si han de esperar lasórde-
nes de un jeneral que se encuentre en las már-
jenes del Bidasoa, parte la mas amenazada
de la raya. Bien conozco que los ministros no
contaban conque se disputase el paso á los fran-
ceses, porque faltaban absolutamente los me.
dios para defender los límites de ambas nacio-
nes; mas por esta raz::m debian formar mejor
tres ejércltos en vez de dos. En~raba en sus
planes que el pueblo haria la guerra á los es-
tranjeros, y pOI' absurda que pareciese esta opio
Ilion, por contrario que fuese en esta parte el
convencimiento de las personas imparciales, co-
mo lo repetian con tanta frecuencia, era preci-
so tomar al menos algunas disposiciones pal'a
facilitar el levantamiento dd pueblo contra la ~
invasion, para prpstar apoyo á las guerrillas
sin número, que segun decian iban á formar.
se. El primer resultado de haber puesto bajo
el mando del mismo jeneral las tropas que re-
sidían en Santander, en una parte de Cas-
tilla la Vieja, en Aragon, en el reino de
Valencia, ea Navarra y en las provincias vas·
congada5, fue q'le el ¡eneral Ballesteros no tuvo
el tiempo suficiente para reunir COD Opol'tuui.




211
dad sus fuerzas, que no pudo recorrerla fron~
tera ni aun acercarse á los puntos mas amena-
zados. Cuando este jeneral SUP() que los france-
ses habian entrado en España llamó á su lado ¡\
todas las tropas que ocupaban las provincias
fronterizas, á cuantas habia puesto el gobierno
bajo sus órdenes, y no pudiendo hacer frenta
al enemigo se replegó sohre Valencia, dejando
todo el país descubierto y sin un soldado, á
escepcion de las guarniciones de las.plazas fuer-
tes. Disminuyéronse en estremo sus fuerzas en
tan larga retirada, por la desercion y por olras
mil causas: lo cierto es que los iovasares fran-
ceseS no encontraron la menor resistencia ni en
el paso del Bldasoa , ni en los de,{iladercs estre-
chos de los caminos que conducen á Vilol'ia , ni
al atravesar el Ebro. Y aun cuando el pueblo
hubiese abrigado los deseos de tomar parle en
la guerra, no hubiera podido sino permanecer
pasivo, visto el abandono absoluto en que le
dejaban las tropas á consecuencia de las disposi-
ciones del gobierno, y visto que por oll'a parle,
los franceses que naJa tenian que temer en sus
flancos ó en su retaguardia, avan7aban en dere-
chura al centro de la Península española.
Cerr~ronse las córtes estraordinarias el f 9


de febrero: no fue posible prolongarlas por mas
tiempo, debiendo abrirse en virtud de la Consti ..




212
tucion las ordinarias el 1.0 de marzo de 1823.
El mismo dia 19 de febrero ecsoneró S. JU. á
los secretarios del despacho confiando los car-
gO!! interinos á los primeros oficiales de las se ..
cretarías hasta el nombramiento de nuevos mi.
nistros. La medida que habia tomado el monar-
ca no escedia los límites de sus atribuciones
constitucionales, y amas reclamábanla las cir-
cunstancias cualquiera que fuese el rumbo que
siguiesen los negocios. Si la razon recobraba
por fin su imperio, debía en el fleto tratarse con
las grandes potencias, y los ministros que ha-
bian contestado con tanta altanería á las notas
de las naciones del norte, que no daban garan-
tia ninguna de defender el órden público, y que
habian tomado parte en el alzamiento militar
desaprobado en el congreso de Verana , no eran
á propósito para entablar las negociaciones ape-
tecidas. Y aun cuando los -proyectos del rey
hubieran sido hacel' la guerra á Jos franceses,
su primer afan debia consistir en reemplazar á
los actuales secretarios del despacho que tantas
pruebas babian dado de sU escaso val.er ., resal-
tando á los ojos de todo el mundo la confusion
y el ahandono de los mas importantes nego-
cios. Finalmente era público, y un diputado
amigo íntimo de los ministros lo babia confesa-
do) y confirmado los. periódicos ministeriales,




213
que el gabinete pertenecia á Una l'Iociedad se-
creta y que otro club tambien misterioso lo
hostilizaba abiertamente; yel bien ¡eneral ecsijia
que se le despoia~e del mando para conciliar los
Ánimos y establecer la concordia. ¿Y por que no
he de recordar aquí el nlodo poco decoroso
conque sus secretarios trataban al rey, agriando
Dun mas su pecho henchido ya por sí de deseos
de venganza y de despotismo? Los que hablan
hautizado con un apodo 8 cada Uno de los mi-
nisterios anteriores, daban á este el dictado de
ministerio de los siete puñales, aludiendo á las
opiniones y palabras esc3p3d~s de los labios de
alguno de sus individuos. Al menos Luis XVI
aun cuando se vió obligado á nombrar minis-
tros á personas que le eran contrarias j y
que le conducian al precipicio, se vió tratado
siempre por ellos con el respeto debido á un
monarca, y así todos iIIe interesaron por su suer-
te : mas Fernando VII á quien tantas conside-
raciones dehian guardarse en el estado político
de la nacion y de la Europa, {ernando que
naturalmente odiaba el gobierno representativo
y trabajaba secretamente para derribarlo, era
de contÍnuo. ajado á ]a menor oposicion que
manifestaba á los deseos de los ministros. Así es
que dejando aparte las facultades que la Cons-
tilucion le cODcedia de mudar á los secretarios


TOMO 11. 15




214
del despacho, aconsej4banle la necesidad del
camhio un millon de poderosas razones.


Lo!'l gobernan! es, sus amigos y comp'3ñer08
no rensaron de este modo; los UnOs deseosos de'
ccnservar el gubernalle de la nave del estado
para estrellarla conl ra los escollos; los olres
llO pudiendo resolverse á unamuJanza que
privaba á su partido dd la influencia que gozaba
y quizás á ellos mismos de sus destinos, resol.
vieron oponerse con todas sus fuerzas sin mi-
I'amiento á los medios, y obligar al monarca á
confirmarlos en sus puestos. En la misma no'"
che del t 9 de febrero como unos doscientos
conjurados marcl~aron á palacio haciendo reso-
nar los aires con los gritos mas furiosos y mas
atroces, amenazando al rey y penetrando has ..
ta su habitacion donde le obligaron á admitir á
Jos secretarios ecsonerados, Esta es la única vez
que corrió peligro la vida de S. M. j Cuanta
falta hicieron entonces al rey los seis batall(¡nes
de sU guardia sacrificados bárbara, impolítica é
imÍtilmente el 7 de julio! Sin duda alguna que
no hubiera esperimentado en ese caso semelan-
t.es ultrajes con los ministros de aquella época
apoyados en la fuerza respetable de la guardia
real y en las autoridades que lilandaban en la
capital de la rnouarquía. Los ajitadores habian
suscitado en Madrid desde 1820 desórJeDes,




215
ajit:rbio1te8, y turbulencias; maS ninguna asona-
da habia tenido el carácter atroz de la terrible
noche de 19 de febrero de 1823. Mientras que
los grupos de la plaza de palacio no desperdicIa-
ban insultos ni amenazas para forzar al rey á
que volviese á nombrar á los caidos , otros se-
diciosos Je la misma especie pedian á gritos á
la diputacioll permanente de las córles qUd se
nombrase una rejencia. Las voces de rciencia y
muera el rey resonaban por todas partes, y en
los sitios mas públicos de la córte se colocaroll
mesas para que en ellas firmasen los que pll!ia 4
ban, una representacion solicitando el destrona-
miento de Fernando.


Los directores y los principales ajentes de la
asonada habian dado el impulso y una vez roto
el freno del caballo popular, ni ellos mismos
hubieran podido evitar que se cometiesen crÍ'o
mines y atrocidades para llegar al objeto qlle se
proponían: y ahora obtenida la rehahilitacion
de los secretarios hubieran querido apagar de
un soplo la llama de la ajitacion y borrar para
siempre la vergonzosa memoria de lo que habia
aContecido. Mas apesar de sus acti vas dilijen-
cias para enfrenar desde aquel instante al móns-
truo de la anarquía no pudieron estorbar que
los gritos de rejencia y de muerte continuasen
todavía por largo espacio; y los periódicos mis-




216
nlOl; .. arganos de los ministros que alabaron el


. movimiento, tuvieron la desvergiíenza de ase·
gurar que los que dirijian la sedicicn no habian
dado semejanles gl'itos, Como sino fuese mayor
crÍmen invadir el recinto del palacio con el
puüal en la mano, que lanzar deprecaciones
de muerte'y de l'ejencia , Ó como si los que se
arrojaban á cometer el primer delito no fuesen
capaces del segunuo •


.Mas la rehabilitacion de los secretarios del
despacho no salisuzo del todo á los interesados
eu ella, pOl'que Fernando en el decreto en que
los autorizaba para recobrar el man,lo, se sir·
vió de la espret.ion de por ahora. , y los partí,
daríos del gabinete io deseaban perpétuo. La di·
putacion provincial ue Madrid, la de Murcia y
otras corporaciones eshortaban al monarca en
sus osadas representaciones á que borrase la pa •
. labra por ahora y Jeclaras~ á sus amigos ministros
en propiedad,Por todas parles el bando á que per·
leneciall heria los aires con las mismas vocifera-
ciones y hacia depender lo que ellos llamaban
la salud de la patria de sostenerlos en su puesto,
aunque no era posible quc los acontecimientos
demostrasen de una manera mas evidente su ig-
norancia y su negli¡cncia.


Las córtes ab,'ieron sus sesiones ordinarias
el 1.0 de marzo de t 823 : y al dia siguiente eL




217
monarca participó al congreso que halJia crcido
~onveniente ecsonerar á los ministt,os, y designó
los que debían reemplazarlos, S. M. añadia que
para l'emediar que los negocios públicos no su·
friesen retardo ,tos ministros ecsonerados dC4
hian continuar llenando sus deslinos hasta qU"6
hubiesen dado cuenta á las córtes del estado de
la nacíon.


Fernando al resolver que los secretarios de}
despacho nO abandonasen sus sillas hasta haber
enterado al congreso de la marcha de los nego-
ciospúblicos, recordó sin duda lo que le habia
sucedido dos ailos antes cuando retlmplazó al
ministerio de t 820. Entonces muchos represen·
tantes del pueblo se quejaron eu las có.'tes de
que se hubiese despedido á los ministros en e~
momento en que Conforme al artículo de la
CODstitucion y al reglamento ihan á- enterar á la
asamblea del jiro que habia tomado la cosa pÚ 4
hlica: y opusieron muchas dificultades para ad""
mitir en el congreeo á las persoilas encargadas
interinamente de las secretarías, las cuales EC
disponían á leer las memorias prepal'adas por
los primitivos ministros. M-as las contradiccio·
nes se tocaban: las córtes de ~ 811 habían deda.
rado que las bases de sus trabajos eran las me-
morias leidas por el gohierno : las córles de 18 ~3
anunciaban cIue aquel trabajo no era esenciaL, Y'




218
aun bubo un diputado que le dio el nombre de
insignificante. Sin embargo la situacion de la
Península española en el mes de marzo de 1821
no era de ningun modo comparable á la de
igual mes de 1823, Y las circunstancias críticas
de esta última época debian inspirar á las cór-
tes el deseo de que los secretarios del despacho
leyesen sin pérdida de tiempo sus respectivos
escritos. Ysuponiendo que estuviesen mediana-
mente redactados, era inevitable q.ue espusiesen
los fundamentos de la especie de temor que les
inspiraba la invasion, de las esperanzas que se
habian concebido de una alianza con Inglaterra
y «on Portugal; que espresasen los Pi'SOS dados
para obtener una y otra; que esplicasen el estado
de la opinion pública, el número de tropas, el
aumento que recibirian, los medios de pro-
veer á sus necesidades, si resultaba ó no défi-
cit en los recursos puestos á disposicion del
gobierno y otros muchos puntos del mas alto
interes para entrar de lleno en las grandes cues-
tiones que debian ajitarse. Cierto es que los di·
putados podian haber adquirido noticias y Jeta-
Hes, 'pero carecian de carácter oficial y eran
aisladas y no en bastante nílmero ni con el gra-
do de certidumbre conque las posee el gobierno.


Tantas y tan graves consideracioned cedie-
ron al prúrito de conservar en sus puestos á los




219
secret.arios, segunda vez ccsonerados, y para
eludir la voluntad del rey, las córtes ordenaron
que los ministros su<;pendiesen la lectura. de sus
memorias hasta que otra cosa acordasen; lo
cual obligó á Fernando á retener á la fuerz.a á
unoS hombres que por tant0s títulos detestaba.
Las asonadas impelieron al rey en la noche del
'9 de f~brero por medio de los iDsul tos y las
arr.cnazas á volver á las. secretarías á 10& minis-
tros , y el congreso donde tal vez se· sentó al.
guno que habia tomado parte activa en el
motin , y que cuando esto se escribCl pertcneee
al partido moderado , violentó al monarca
para que los reluviese mas fargo tiempo en el
mando.


y la asamblea. al suspender la. lectura de·
Jas memorias mini'lteriales, no solo faltaba á la
conveniencia pública y se oponía á la voluntad
manifiesta del rey que usaba de sus Jejítimas.
atribuciones, sino que violaba igualmente s~
mismo reglamento y la Constitucion (1).


(1) Artículo 81 del reglamento de las cól'tes.
"Al dia siguiente del en (lue se vC"'ili,¡ue la solemne
apertura de las C6rtes (2 de marzo), se leerá el acta
de la junta preparatoria de 25 de febrero y la I~sta.
de las comisiones nomb..adas. En seguida. se ,Iará




220
Debe advertirse, que los hombres nombra4


dos por el monarca para desempeftar el cargo
de ministros, no iolllrnente eran tenidos por
constitucionales, sino que habian dado tambien
repetidas pruebas de ecsaltacion , y pertenecian
á los partidos que estaban en voga. No podia dis ..
putárseles el reunir al menos tanta práctica de
los negocios y tantos couocimhmtos como los
secretarios del despacho €CSo nerados , y uo ee ..
sistia pretesto alguno decoroso, para que 108
que se hallaban en Madrid no se encargasen
al installte de las riendas del gobierno, 1


~uentil por estracto de los tr~ba jos preparados por
la Jiputacioll permanente para someterh>s á las CQ ..
IJlisiolles respectivas.


Art.82, Al dia siguiente se presentarán los minis_
tros} y cada lino eu su ramo darán cuenta del estallo
en que 56 halla la nacian. Sus memorias, qU6 deben
imprimirse y publicarse, se conservarán en el con ..
gres o para (Iue las noticias que cOlltengau puedau
servir á las comisiones.


Art. 127 de la Constitucioll. "EIl las Jiscusiones
de las córtes y ell todo lo cIlIe pertenezca á su órdell,
á su direccion illteríol', se o hscl'varáel rrglilmcllto
que &e estableced. pOI' las presentes córtes ¡cllcrales
estra;'rdinal'ias, sin perjuicio de las refonuas que
las c6rtes sucesivas hagan en el nüsmo.




221
para que Jos otros no volasen á su puesto. Si
se hablaba de libertad ~ de la Constitucion de
1812, los recien nombrados pol1ian prel'entar
mas títulos de adhesion que los antiguos, aun-
que hubiese entre los segundos un ,jefe del le-


• vantamiento de la isla de Leon, porque los
ahora encumbrados al gubernalle de la nacion,
se vieron obligados á emigrar por los aconteci-
mientos de 18/4, cuando el rey destruyó la
Constitucion, ó se habian espatriado á conse-
cuencia de las tentativas que habian hecho los
años siguientes para restablecerla, ó habian si-
do perseguidos y encarcelados por esta Causa.
Algunos habian sido diputados de las córtes de
j 820 á '82' , y habíanse distinguido en el par-
tido ecsaltado: otros habian descollado en las
tribunas de las sociedades patrióticas j el que
debia sentarse en la silla del ministerio de la
guerra mandaba el ejército de Navarra, y el de .
marina hallábase al frente de una provincia;
de suerte, que es preciso repetirlo, no ecsistia
ni una sombra de escusa para que la asamblea
se opusiese á su nombramiento. Mas los nuevos
secretarios pertenecian á diferentes bandos, y
los miembros del club dominante, considera-
ban que el proyectado cambio les hacia perder
muchísimo terreno, despojándolos del manejo
esclusivo de los asuntos públicos; el viaje re-




222
suelto podia esperimentar gran retardo con la
lUudann del gabinete, y este era el verdadero
motivo de la asonada de 19 de febrero, y de la
inillsta y arbitl'aria resolucion del congreso de
mandar que se suspendiese la lectura de las
memorias de los ministros.


E! 2 de marzQ , día de la primera sesion de
las córtes ordiuarias (porque la de 1.° de mar-
zo se concreldha siempre á escuchar el discurso
del monarca, y á nombrar una comision en-
cargada de la respuesta) , un diputado propuso
declarar la incapacidad Jel rey, y las galerias
corresp<,ndieroll á la \lfO\loS\C\on con 3\1b.u.,os
e~traordinaflos. PoJia repetir aquí lo que IIf'VO
dicho de los gritos de rejencia , que se habian
oido en la aciaga !loche de 19 de febrero. Y es
probable que si se hubiesen seguido las inspira-
.ciones de una sociedad que á todo lrance ansia-
ba apoderarse de la rejencia para estrellar mas
pronto la nave del· estado, se h\lbiera l,lproba-
do la propuesta; pel'o en la suspensioll de la lec-
tura de las memorias J habia un medio mas se-
guro y menos estrepitoso de conse."var el poder
y mantener á sus amigos en el ministerio.


La siluacion de la familia real pr.esentaba
por olra parte un cuadro digno de ec~ámen.
Fernando sufría un ataque de gota que se habia
agravado con el terror que se apoderó de su




223
ánimo la noche del 19 de febrero, y la reina,
borrca'izaoa como es natural en su seCso con los
recelos y sustos del referido moti n , esperimen.
taba incesantes convulsiones de nervios que ins-
'liraban cuida<lo por su débil salud. No obstan·
te, el congreso insistia en la idea del viaje, y
llabíase resuelto que el gobierno y la asambre'!
Se retirarian al instante á Sevilla. El rey envió
á las Cól'tJS los certificados de siete médicos
que declaraban el estado lastimoso de su eofer·
medad: cinco a6rmaban que no podia ponerse
en canlino sin graves peligros. Estos documen-
tos comunicados á las córtes el J 2 de marzo,
pasaron á una comisioll que al dia siguiente pre·
sentó su dictamen, que terminaba eon la pro.
posieion si5uiente: » EnvÍese una diputacioll á
S. M. para ebponerleque las córtes esperan que.
el rey se servirá (lisponer su partida, de modo
que se verifique :.ntes del '8 del mes corriente,
fijando S. M. dentro de este término el dia y la
hora que ~as le aeomode~ ,y ea los que se ha
de verificar llecesariamente la salida:1 partici-
pando su acuel'do á las córtes J que permenece-
rán en sesion permanente hasta que reciban la
respuesta de S. ,M. para decidir en su vi~ta lo
mas conveniellte." Quedó aprobada esta propo- _
¡¡icion. .


El monarca respondió á la diputacion que




224
le participó el acuerdo de lag córtes, que esta-
ha pronto á partir, no ,ohstante que se hallaba
en carna , p:3ro que dcsp.aha que no 6e verifica-
se la partida hasla el dia 20. Las eórles, IIDle-
radas del deseo de Fernando, vinieron á bien
en ello, dando á oste retardo de solos dos días
tanta importancia, que algunos diputados pre-
tendieron hacer pasar la concesion por una
prueha singular de respeto y de jellel'osidad.


Mas ¿ en virtud de qué artículo de la Cons-
titucion violentaba la asamblea el ánimo del
FCy y le obligaba á salir de Madrid, enfe.rmo ó
no? No eesiste artículo ninguno en la Constilu-
cion de 1812 que autorice semejante conducta, y
si tenian las córtes un derecho para interven~r de
algun modo en la trilslacicn del gobierno , de~
-})ia ser del mismo modo que en cualquiera olra
ley, siguiendo enteramente en la dHicusion la
marcha prescrita por el reglamento y some-
tiéndola á la sancion del monarca. Alegarán
quizas algunos que el príncipe hahia consentido
en hacer aquel viaje, y que hahia hablado de
él en el discurso de apertura de las córtes : ¿ mas
que duda cabe de que la aprobacion del rey y
el discurso de aperLura eran obra de los minis-
tl'OS , que la asollada de f 9 de febrero leobli·
gó á admitir oLra vez, y que la asambiea le forzó
á conservar contra su esPt:esa voluntad? Fel'·




225
Dando habia conspirado por medio de sus ajen-
tes y provocadó el rompimiento de las nacio-
nes estranjeras, escribiendo á los monarcas de
la santa Alianza; pero el punto de vi:Ha en que
nosotros nos colocamos para ver esta cue~Lion
es muy distinto. Las córtes que debian saber
por la luz natural y por el conocimiento que
tenia n del estado del pais, que una nacion ban-
derizada por el príncipe mismo, y eshausta de
recursos, no podia sostener una lucha contra la
Europa enlera, hubieron de considerar que
habia de llegar el dia en que seria preciso ve-
nir á un acomodamiento: ¿y donde podria te-
ner mas feliz resultado, en Madrid, Ó cuando
apurados Sus escasos l'ecursos todo estuviese á
disposicion de la 'espada del vencedor? El rey
no podia de medo algullo manifestar sus ver-
daderos sentimientos, porque el ó'Cgano por el
que deLia e!'lplicarse era un ministerio intole-
rante é irreflecsivo, que lomaba Sli nombre sin
consultarle muchils veces, y que no llevaba mas
objeto en su ciega obsti1l3cion que precipitar y
destruir el gobiErno representativo. ¿Quería.
se una manifestacion mas clara de la voluntad
real ~ de sus deseos y de la repugnancia que
tenia de trasladarse á Sevilla, que el habt:r en-
viado 4 las córtes los certificados en que de-
claraban bUS médicos que tan largo viaje per-


-O;:'/;'i1 1tT
:.;.;,~...,...




226
judicaria á su salud? Y finalmente, aun cuan-
do S. M. hubiese determinado su salida de Ma-
rlrid, [baio que pretesto se mezclaha la asam-
hlea en fijar ellérrnino primero de cinco dias
y despues de siete, en cuyo espacio habia de
redlizarse el viaje? Asi se observaba una Cons-
titucion, que todos los dias proclamaban con
tanto énfasis ser el objeto de la veneraeion je .. ·
neral y el ídolo de los españoles; una Consti-
tucion, que por no modificar niQguno de su§
artículos, costaba á los e:;pañoles una guerra


. contra el colosal poder de las potencias del
norte reunidas; y en el momento en que se
anunciaba al mundo que la muerte era prefe-
rible á tocar el libro venerando de )/lS leyes de
·1812, se desgarraban sus páj~nas á cada ins-
tante baj!l el pretesto de que asi convenia á la
felicidad de la nacion.


No bastaba sacar al rey de la capital de la mo·
narquía; necesario era que en cualquier punto
donde ecsistiese se viese rodeado de la misma ad ..
mósfera, por decirlo así, y respirase el ambiente
mismo que respiraba, y que las córtes y el mi-
nisterio contasen con un firme apoyo de sus me-
didas impolíticas y destructivas de la libertad.
Con este objeto invitóse á los voluntarios nacio-
nales de la córte á seguir al gobierno ofrecién-
dolesmuchas ventajas,que nunca se cumplieron




227
Y que tan caras les costaron. Aquella milicia
compuesta al principio de la revolucion de pro-
piet .. ríos y de pacíficos ciudadanos había dado
repetidas pruebas de sus bonrados sentimientos;
mas de una vez habia hecho frente á los aiifado-
res y desorganizado sus planes; mas desdeque
los empleados subalternos invadieron sus filas,
como son un elemento tan poderoso de uesór-
den que siempre ansian subír y medrar á costa
de los demas, y asen de los cabellos todas lds
ocasiónes, perdióse mucha parte del brillo que
antes la distinguía. Alllamamit!nto del congreso
apoyado por el gobierno respondieron en el
acto muchos que nO poseian mas bienes que
la esperar¡za de un futuro destino y que ell
los seis reales diarios que se les ofrecian halla.
hall un recurso contra la miseria: estos eran los
menos; los mas pertenecían á clases acomoda-
das y eran por lo regular jóvenes fogosos que
comprometidos en los pasados dísturaios yen-
tusiasmados c(¡n el málicoaliciente de la liber-
tad corriau á defenderla Con las armas en la
mano; pero ardientes unos y otros no eran al
propósito para contener la revolucion y fijarla
el día en que el gobierno tratase con los estraDO
jeros. Formáronse dos batallones con estos vo·
luntarios, á quienes el ardor y la inesperiencia
hacian creer que iban á presenciar sucesos esLra"




2ZS
ordinarios; qUf! Espaiía única siempre, y oriji-
nal en el desenlace dI} sus acontecimientos y
por su arrojo, eclipsaría las nvoluciones de
Francia y de Inglaterra sentando mas alt.a qu~
en nacion alguna á la libertad, y que se llena-
rian de gloria contribuyendo á tan próspero y
dichoso suceso.


El gobierno ordenó la creacion de un nuevo
ejército de reserva en Andalucía, confiando el
mando al ¡eneral Villacampa, y algun tietupo
despues decidió que los ejército!l primero y se-
gundo de reserva se denominasen tercero y
cuarto de operaciones: mas estos decretos DO
acrecentaban ni las fuerzas ni los recursos que
eran indispensables para organizar los cuerpos.
El gabinete sobre este punto como sobre otros
muchos manifestaba la inaccion mas completa.
Ocupábase principalmente en los preparativos
del vía je á Sevi lIa', reuniendo para este fin el
escaso metálico de que podía disponer. La ma-
yor parte de las tropas de que se podia echar
mano se destinaron á acompañar al monarca y
al congreso lejisJativo, dejando abandonados mu-
chos puntos en que eran necesarias en estremo.
Nada importaba á los ministros la consideracion
de que en los veinte y tres días indicados que
duraria el viaje no podrian aplicarse de un mo-
do .continuado á tomar las medidas ecsijidas




229
por el estado erílico de la nacion; bien que
e8tahan tan acostumbrados á no tomor provi-
dencias de interes, que no les ocurrió que su
inaccion durante la marcha dejase algun vacio
en los negocios. POI' otra parte segun los mas
fundados recelos, la invasion debía verificarse
en los dias mismos del viaje, y el pais carece-
ria tambien del au~ílio de la asamblea que el
23 de marzo suspendió sus sesiones por un
mes. Tales motivos eran muy suficientes para
impedir el viaje Ó para hacerlo prel.!ipitadanrcll-
te; mas lo que se queria era viajar cómoda-
mente .. con seguridad y ganar tiempo para
que tarJasen en leerse á las córles las memorías
de los ministros y COllservasen sus sillas 108 siete
llamados patriotas.


El rey salió de la capital el 20 de marzo es-
coltado por los nuevos batallones de voluntarios
de que hemos hah1adó, y por muchos cuerpos
del ejército, hallándose otros colocados en thre-
rentes puntos para protejer la marcha. Habían-
8e tocado todos los resortes del gobierno, de
susajentes y de las sociedade3 secrelas para que
se hallasen tendidos al paso del rey y de su fa-
milia, no solo los milicianos nacionalEs de las
ciudades Ó pueblos del tránsito, sino los de los
lugares mas remotos, para hacel' osteutacion de
un entusiasmo efímero, de que no participaba


'J'OMO II. 16




230
como en otro tiempo la nacion, y principal-
mente las provincias de Andalucía que tanto
sobresalieron despues en perseguir á los libera-
les. Cual si el carro de la revolucion hubiese
de marchar con el soplo de los grilos , compla-
cÍeronse los que escoltaban al irritado y venga-
tivo príncipe en cantar en el camino y delante
del alojam:ento donde descansaba canciones in-
sultantes ,y muchas veces los ajitadores de Ja
carrera que seguia la real comitiva unÍanse á los
irreflecsivos vociferadores para proporcionarse
tan indigno pasatiempo.


MIentras que los ministros reunian en torno
suyo cuantas tropas les era posible, la's parti-
das realistas tomaban sumo incremento en el
reino de Valencia, y derrotaban una division
de t.ropas constitucionales que habian salido á
su encuentro. Siguieron obteniendo sucesivas
ventajas, y tomaron casi'sin resistencia el casti-
llo de MU1'viedro ~ la antigua Sagunto. Bloquea-
ron la Ciudad de Valencia, capital de aquel
reino, y aunque leva ntaron el sitio á conse-
cuencia de la procsimidad de una colUDa cons-
tirucional, volvieron otra vez á estrecharlo~ ba-
tida aquella: sin el heroico sufrimiento y ar-
rojó de su milicia hubiera caído en manos de
los facciosos, á quienes obligó á levantar el
campo la presencia del ejército de Ballesteros




231
que se retiraba de Aragon,


Entonces saltaron en Portu'ga\ las ptime.
ras chispas de insurreccion, no acontp.ciendo
como en España en la época en que comenzó
el levantamiento realista, dirijido por jefes
sin fama, y que jeneralmenle pertenecian á las
últimas clases de la bociedad, sino que por el
contrario aparecieron á su cabeza las personas
de mas importancia. Silveyra, conde de Ama·
ranlho , se alzó contra la Constitueion en la
provincia de TI'as-os-Montes, y secundaron Stl
ejemplo las tropas de infanteria , de cahallería
y de milicias que habia en los contoruos. El
j'meral Luis de Rego, reunió Una Jivisj')(J
Con laque entró en Tras-os-Montes, seapodel'ó
de Chaves, y Silveyra huyendo se retiró á Es·
paña y penetró en la provincia de ZJmora con
cerca de Cuatro mil hombres de infemteria ,
quinientos caballos, seis piezas de artilleria y
un gran convoy de comestibles. Esta circuns-
tancia aumentó el embarazo de los constitucio.
nales españoles que no tenia n tropas en Castilla
la Vieja que se opusiesen al conde ele Amaran-
tho. Verdad es que el jeneral Rego le persiguió
mas allá de la frontera: pero la el'periencia de.
mostró muy pronto que únicamente tenia el
objeto de alejar á su contrario de las provin-
cias portuguesas, y aunque reunia fuerzas muy




/32
superiores á las del conde de Amarantho no
quiso llegar á las manos, cosa que le hubiera
sido muy fácil, porque aquel marclJaba á cor-
tas jornadas con la artilleria arrastrada por
bueyes y mucho número de carruajes. Recono-
cióse entonces de Un mo do evidente que el
ejército portugues distaba mucho de alimentar
el espíritu constitucioual que habian querido
inspirarle, y desde aquel momento fue fácil
preveer los acontecimientos posteriores. Me
consta por documentos positivos que el encar-
gado de negocios de Esparla en POI tugal , res·
pendió á Un jeneral espaltOl que se quejaba de
la conducta apática y dudosa de Rego en segui-
miento de Silveira; que no debia esperarse co-
sa alguna de aquel gobierno. Lo mismo se sa-
lJia en Madrid; yno ob3tante el gabinete y las
córles persistian en sus quiméricos proyectos.


El conde del Ahishal era en aquellos días el
hombre de la confianza de Jos ministros y de
sus amigos: no se oian sino elojios del valor,
de la acti vidad, de la enerjia, de los conoci-
mientos del ¡eneral; y para que ningun obstácu-
lo encontrase en la ejecuciQn de sus planes dié-
ronle la autoridad política de Madrid.Aú el go-
bierno que tantos perjuicios causaba á la capifal
de la monarquía, privándola de sus principales
recursos I hacia á sus habitantes aun mas dtlSVen-




233
turaJo3 , poniendo á su cabeza con los poderes
de un dictador al conde del Abisbal , cuyo ca-
dcter violento no se de tenia delante de las di-
ficultades que encontraba para obrar conforme
á sus deseos.




ENTRAnA. DE LOS FRANCESES F.N ESPAÑA.-JUN-
TA PROVlSl"N AL. - OBSERVACIONES SOBRE L.o\.


OBEDIENCI/\ QUE J.OS ESPAÑOLES DEBIAN AL
GOIlIEIlNO REPRESEN'I'ATI VO.


ltlientras que el gobierno español aceleraba
105 preparativos ele un viaje que á Jo que pare-
cia solo habia tenido prisa de emprender por
que se verificó COIl la mayor lentitud, los fl'an-
ceses ponían (in á Jos suyos, y el ejército que
habia dc penetrar en España hallábase dispues-
to á moverse á Ja primera señal. No se babia
preparado cosa alguna en la frontera para opo·




235
nerles resist.encia , y el ministerio huia de Ma-
drid dejando lodos los ramos de la adminisLra«
cion en el mayor desórden.


El ejército de Cataluña, órprimer ejérci-
to de operaciones, ascendia en esta época á
cerca de veinte y cuatro mil hombres) mas es·
tab]n diseminados, de suerte que los franceses
no encontraron cuatro mil soldados reunidos.
Sin embargo, en nuestro concepto no hubiera
sido difícil juntar catorce ó diezj y seis mil
infantes, quedando guarnecidas con tropas las
principales plazas, y confiando momentánea-
mente el pais á la vijilancia y arrojo de la mili-
cia nacional.


El segundo ejército de operaciones, que se
componía del cuarto, quinto,~ sexto y octavo
distritos militares, esto es, de los reinos de
Aragon, de Valencia, de Navarra, de uca paro
te de Castilla la Vieja,> de las'proyincias yasCon-
gada~ y de Santander ,~~debia cubrir la. línea
mas dditada de los Pirineos, y no obstante sus
fuerz~s eran muy reducidas. Cuando el ¡cnera!
Ballesteros se retiró á Valencia, despues de ha-
ber recojido todos los cuerpos comprendidos en
las division'!s que militaban bajo su~mando ) no
pudo r~unir mas eJe diez y seis mil hombres,
aunque no habia dejado en las provincias que
quedi:lban á su espalda lllas que la guarnicion de




236
algunas plazas fuertes: y debemos observarque
este ejército esperimentó numerosas pérdidas en
su larga retirada á Valencia.


El tercer ejército de operaciones, ~ las ór-
oenes del conde del AbiJbal, se organizaba en
Madrid y se componia en parte de cuerpo/> nue-
vos. Amas del mando de Castilla ]a N lleva, el
conde desempeñaba tambien el de Estrem¡¡du-
ra , y apesar de tojos sus esfuerzos, de su nin-
gun miramiento en la eleccion de los medios y
de los grandes poderes de que estaba revestido,
no pudo ¡untar mas de doce mil hombres.


Componian el cuarto ejército de operacio-
nes las tropas que guarnecianla Galicia , las As~
turias y una parte de Castilla la Vieja, y que se
reducian á dos batallones de infantería, tres
antiguos de milicias, seis ó siete de nueva crea-
cion, dos rejimientos de caballería y uno de
artillería. El conde de Gartajena, D. Pnblo Mo-
rillo, mandaba en jefe las referidas fuerzas.


El ejército de reserva que debia formarse
en Andalucia, compouÍase de los cuerpos que
guarnecian esta provincia y de las tropas que es-
coltaban al monarca y á las córtes.


Las plazas en jeneral carecian de la guarni ..
cien y de las provisiones de guerra que les eran
necesarias para la defensa: y hallábanse en peor
estado que el que tenian al concluirse la guerra




':13'
de la independencia, porque no se babia Jlecho
en eHas reparo alguno. Nunca el gobierno to-
maba en los laLios la plaza de Santoüa sin darle
el dictado de importante, y sin embargo al ec-
saminarla veiasela fdlta de víveres, de artillería,
de municiones y aun de defensores. Si los fran-
ceses no la 0cuparon desde el principio, debió-
se á que algunas tropas que se retiraban de Vizca-
ya entraron en ella y se sostuvieron'con algunos
víveres recojidos en el acto y con los socorros
que recibieron por mar. No había en la plaza
ni gobernador, porque ocupádo este en despe-
dirse de los habitantes y de los milicianos de la
córle, corrió demasiado tarde á su puesto y no
pudo entrar ni acercarse á algunas Jeguas de
distancia: pal·te de la artillería, de la pól-
vora , de las balas destinadas á las plazas de San
8ebastian y de Pamplona se encontraba en la
Corllña , sin que el gobierno hubiese adoptado
medidas para que llegasen COQ tiempo á su des-
tino.


Tampoco se habian procurado aumentar )05
medios de defensa, ni reunir los recursos in-
dispensables cuya estrema penuria resaltaba en
todas p~rtes. Las córtes habian revestido á las
diputaciones provinciales de facultades omni·
modas, y las habían autorizado con menoscabo




236
algunas plazas fuertes: y debemos observar que
este ejército esperimentó numerosas pérdidas en
su larga retirada á Valencia.


EL tercer ejército de operaciones, ~ las ór ..
llenes del conde del Abi3bal, se organizaba en
Madrid y se componia en parte de cuerpo1> nue-
vos, Amas del mando de Castilla la Nueva, el
conde desempeñaba tambien el de Estrem¡¡du-
ra , y apesar Je tojos sus esfuerzos, de su nin-
gun miramiento en la eleccion de los medios y
de los grandes poderes de que estaba revestido,
no pudo Juntar mas de doce mil hombres.


Componian el cuarto ejército de operacio.
nes las tropas que guarnecían la Galicia , las As-
turias y una parte de Castilla la Vieja, y que se
reducían á dos batallones de infantería, tres
antiguos de milicias, seis ó siete de nueva crea ..
cion, dos rejimientos de caballería y UllO de
artillería. El conde de Cartajena, D. Pablo Mo-
rillo, mandaba en ¡efe Las referidas fuerzas.


EL ejército de reserva que debia formarse
en Andalucia, compouÍase de los cuerpos que
guarnecian esta provincia y de las tropas que es·
coltaban al monarca y á las córtes.


Las plazas en jeneral carecian de la guarni';
cion y de las provisiones de guel'ra que les eran
necesarias para la defensa: y hallábanse en peor
estado que el que tenian al concluirse la guerra




=.13'
de la independencia, porque no se habia llecho
en elfas reparo algullo. Nunca el gobierno to-
maba en los labios la plaza de Santoña sin darle
el dictado de importante, y sin embargo al ee-
saminarla veíasela fdlta de víveres, de artillería,
de municiones y aun de defensores. Si los fran-
ceses no la úcuparon desde el principio, debió ..
se á que algunas tropas que se retirabande Vizca-
ya entrarOIl en ella y se sostuvieron'coll algunos
víveres recojidos en el acto y con los socorros
que recibieron por mar. No habia en la plaza
ni gobernador, porque ocupádo este en despe.
dirse de los habitantes y de los miliciano'! de la
córte , corrió demasiado tarde á su puesto y no
puJo entrar ni acercarse á algunas leguas de
distancia: parte de la artillería, de la pól-
vora, de las balas destinadas á las plazas de San
8ebastian y de Pamplona se encontraba en la
Coruña, sin que el gobierno hllbiese adoptado
medidas para que llegasen COIl tiempo á su des-
tino.


Tampoco se habian procurado aumentar Jos
medios de defensa, ni reunir los recursos in-
dispensables cuya estrema penuria resaltaba en
todas partes. Las córtes habian revestido á las
dipntacionp.s provinciales de facultades omni~
modas, y las habian autorizado con menoscabo




238
de la Constítucion para que pudiesen imponer
contribuciones: los ministros habian acrecenta-
do aun sus atributos con la única cortapisa de
que obrasen en todo de acuerdo con los ¡enera-
les en jefe de los ejércitos. No habian olvidado
sin uuda los gobernantes los servicios prestados
desde 1808 á f 813 por las juntas de armamento
y de defensa, y se dió tambien este nombre á las
indicadas corporaciones. Mas cuanta distancia
separaba las unas de las otras! Las íuntas de
1808 compuestas de hombres celosos de la in-
dependencia nacional mandaban á un pueblo
lleno de entusiasmo, pronto á toda clase de sa-
crificios para arrojar de la Península á los fran-
ceses, y dispuesto á calificar de traicion el
menor obstáculo que Se opusiese á sus deseos.
Entonces no ecsistia mas que una sola opinion,
una voz única en las ciudades y en las provin-
cias : ¿ quien se hubiera atrevido á mostrarse
contrario? Pero las diputaciones provinciales
de 1823 se componian por lo comun de hom-
bres moderados y prudentes~ porque no se ha-
bian renovado enteramente en 182' ,y porque
los ajitadores contentos con enviar á las córtes
á los hombres de su confianza, no habian tra-
bajado para influirlen las elecciones de las dipu-
taciones provinciales, porque como este desti-




:J39
no no tenia sueldo señalado, mas les parecia
una carga que una ventaja (1). La mayoría de
los diputados provinciales se habia disgustado
de la marcha de los negocios, pues como se
componia de hombres ricos detestaba á 1u anar-
quí~ y á los gobernantes que ccn>u impruden-
cia comprometían la suerte de la dc:.venturada
patria. Las diputaciones provinciales conocian á
fondo la opinion públíca (2), no por jas Jeclama-
cioDes de la tribuna ó de los, periódicos, sino
porque vivian en el pueblo y no podian hacerse
ilusion hasta el punto de creer que la nacion
desease la guerra. Sus individuos no dependian


(t) Las diputaciones proviDeiale~ se nombraban
al mismo tiempo, y por los mismos'electores que los
diputados á córtes, mas estos se renovaban en su to~
lalidad cada dos ailOs, mientras que el cargo de di ...
putado s provinciales duraba cuatro añosy se reno-
vaban por mitad cada dos años, Las principales ilJ-
trigas se di.·jjiau á obtener el honor de representar
al pueblo .. porqne era un honor lucrativo y una
fueute de destiuos por la natural influencia que con
los miuistros debian tener los dipntados.


(2) Por trivial que parezca esta idea, no vemos
que los partillarios de niuguna época estén masde
acuerdo que loq de 1823 80bre la opinion pública y
sobre el voto jel1eral de la lIacioll espaflOta. Cada




240
del gobierno; sin recompensa 1 casi todos sin
pretensiones de alguna especie era imposible
que no deseasen 13 paz, la consolidaCion de la
autoridad real para que cesase lallícencia, para
que destruyese el dominio de las facciones que
amenazaban arruinal' las propiedades de toda
clase. Por otra parte ¿cómo las diputaciones pro-
.inciales podian dejar de ver que las córtes y
el gobierno concediéndole~ las atribu~iones que
violaban la ConsLitucÍon tenian por objeto des-
cargal' sobre ellas el peso de la guerra, el odio
que despiertan las violencias y los sacrIficios á
que conducen?


partida la juzga inscrita en su bandera J toma su
lIombre con ese grado de certidurnbre (lIJe indica un
cOllocillliento profulldo. Los ecsaltJdos hablan ~iem­
pre en nombre de la nacioll, porque se il1l~jillall
que ninguno debe ver las cosas de otro modo que
ellos las ven: los anarquistas dicen y creen (file han
cometido los crí1l1ille~ de llue los acusan pOl" el pue.
hlo de quien son órganos lieles: los ca/'Iistas que
pertenecen tamhip.n á las opinione3 estrerna s, piensan
qlle no solamente está la nacinn por ellos, sino que
le prestan un servicio eminente hacienllo rostro á la
muerte y dándola flor defender sus sallgrientas yea-
sorables ¡:leas. Los moderados lit! reputan loslúnicos
capaces de dirijir Ii/. m~quiLla del estado gQberllán.




241
Entre las manos de tales corporaciones de-


positaban el congreso y el gabinete la direccion
de los negocios mas importantes, cegándose has ..
ta el estrcmo de imajinar que corresponderían
á sus deseos y que ardería en sus pechos la lla-
ma de lo que se liamaba patriotismo, renun-
ciando á sus opiniones y á sus intereses. La asam ..
blea lejislativa y el ministerio resueltos á huir
el peligro procuraban igualmente saltar las di.
ficultades que ofrecia el estado en que habial\
precipitado los asuntos públicos. Elltregaban el
guhernalle al primero que les habia ocurrido


dola con las leyes ordinarias, tanto en los tiempos de·
calma como en los de revueltas y motilles: con ..
téntanse con decir lo que dehia hacerse, y nunca co-
mienzan á ejecutar lo que conviene. Su falta de
encl'jía legal los condena por lo comnn al papel oe
víctimas de tOllas sus adversarios, unos despues de
otros: y á fuerza de con fianza en las leyes las dej an
desgarrar hoja por hoja sin oponer Ulla justa resis ..
teucia. Los moderallos son individualmente varones
estimahles y dignos del respeto público; mas cuando
constituyen lo qne se llama un partido poHtico, no
solamente son inútiles sillo que sirven por lo coman
para ilTitar á sos enemigos sin servir de apoyo á sus
amigos.


De 10 dicho resulta 1 que la opinioD pública no




242
para no fatigarse en buscar los medios de salir
de la tormenla en que peligraba )a nave, Ó por
mejor. decir, porque su vista poco perspicáz y
ciega ahora no encontraba el camino de s'11var.
la. Otro tanto podíamos decir de los poderes
concedidos á los jenerales en jefe, que de acuer-
do con las diputaciones eran omnipotentes. Y
que? ¿ Como habian de poder entenderse con
ocho, diez ó mayor número de diputados que
habia en cada distrito militar? l No era tácil
de calcular el embarazo que habia de resultar
de un decreto de esta naturaleza 1 Mas suponien-


está por los unos ni por los otros; sino por el repo-
80, la paz, la economía y principalmente por la jus-
ticia. Las elecciones Je 1823 no probaban que la na·
cion desease la guerra, ni la ajitacion, como se creyó:
ni las demasÍas de los realistas en los diez años prue-
han quc amase el despotismo. La lÍnica consecuen-
cia que en un caso puede deducirse de estos hechos
enctlntrados, es que á trueque de que la dejen tran-
quila, es capáz de tolerar los sistemas políticos mas
iusellsatos. Sin embargo, al ver la alegria conque se
reciben las lluevas qne tienden á afianzar Ja par; na-
ciente, la union de la familia española, puede ase.
"lIrarse que si en algun punto se encuentran todas
las opiniones privadas es en este, porque de él de ..
pende la felicidad.




243
do que no ecsistiese ninguno y que las diputacio-
neS provinciales y los jenerales rivalizasen en
zelo para crear ejércitos y rechazar á los france-
ses , ¿ que facultades se reservaban entonces las
córtes y el gobierno? ¿ Cuales eran sus fllncio-
nes? Mas hubiera valido decir que el congreso
nacional y el ministerio se habian disuelto; que
las provincias se gobernasen como mejor les
pareciese para vencer la invasion , y que obte-
nido el triunfo se reuniria de nuevo la asam-
blea y correrian á Madrid los siete secretarios
del despacho á recojer el fruto de la victoria.


Tales son las medidas que habían diclado
los poderes de la nacion para sostener la famo-
sa respuesta á las notas pasadas por los repre-
sentantes de las altas potencias del norte. Ni
consultaron á los jenerales que mandaban los
ejérc.itos, ni á las diputaciones provinciales pa-
ra precipitar la nacion en la guerra y para des.
vanecer todas las esperanzaR de acomodamien-
to. Mas cuando llegó el momento de obrar,
cuando las córles y el gabinete hubieron pesa-
do bien los pe)i~ros; despues de haber publi-
cado en la tribuna nacional que no habia di-
ques que oponer á la invasion y que los france-
ses podian llegar á Madrid en pocos dias; des ..
pues de haber hollado con sus plantas todas las
consideraciones y la Constltucion misma que




244
invocaban ~in cesar, obligando al rey á salir
de la capital rde la Iberia: Nosotros huimos,
diJeron á los jenerales y á las diputaciones pro-
vinciales, huimos, y d "osotros fiamos el clúda ..
do de dejender nuestra causa.


La razon natural y la sana política aconseja-.
han lo contrario: cuando se trata del valo.r, el
ejemplo tiene indecible elecuencia. En el su ..
puesto de que á los que dirijian los destinos de
la pobre España pareciese acertado emprender
Una guerra con la poderosa Europa sin la certi-
dumbre de la alianza con Portugal é Inglaterra,
debian haber procurado por todos los medios
p03ibles despertar el arrojo y el entusiasmo del
pais, si era posible conseguirlo. U uo de los me-
díos mas poderosos consistia en mostrar con-
fianza en las armas nacionales y defender pal-
nlO á palmo el terreno desde la cresta misma
del Pirineo hasta la córte. Quizás así de una
hazaña, de una ventaja que la fortuna regala á
veces al mas débil, hubiera resultado la emula-
cion Ó el descontento de los franceses que coro ..
hatian con disg usto la causa de la libertad, aUn-
qu~ la hubiesen manchado los desaciertos de los
que se apellidaban sus amigos. Lejos pues de
abandonar tan anticipadamente la villa y córte
de Madrid, debieron permanecer en ella para
patentizar á los ojos de todos los españoles que




245
confiaban en las armas empuñadas por tlln no-
ble causa; que no temian al enemigo, y que se·
guros de la pericia y del denuedo de los jenera-
les á quiene~ 5e habia encomendado la suerte
de la monarquía, contaban conque se disputa-
ría á los invasores la entrada en el territorio
de la Península, las posiciones difíciles, los
caminos y los pueblos. El ¡njenio multiplica los
medios de defensa: á su brillo los hombres des-
piertan, como al esplendor del dia, y quizás
una chispa produce un incendio: pero la cobar-
dia y la ionceion, y sobl'e todo el funesto ejem-
plo de la fuga, no solo abulta los peligros , sino
que amilana Jos ánimos y debilita el ardimiento.


Los resultados debian precisamente corres·
ponder á tan funestos antecedentes, y los fran-
ceses entraron en España sin oposicion ningu-
na. El segundo ejército de operaciones se retiró
á Valencia casi sin disparar un tiro, y el prime-
ro se vió obligado á encerrarse en las plazas
fuertes despues de algunos cboques parciales, en
los flue Mina y los jenerales que mililaban bajo
sus órdenes no Jlevaron lo mejor del combate.
De este modo los invasores se hicieron dueños
del curso del Ebro Con una facilidad superior á
sus mismos cálculos. Bloquearon los puntos for-
tificados que se hallaban detras de esta línea y
mientras que el segundo cuerpo bajo el mando


TOMO u. 17




246
del ieneta\ M~\itol" ocupaba \30 \wo"l\ncia de
Aragon y se abria comunicaciones con el maris-
cal duque de Conegliano que dirijia las opera-
ciones en Catalufía, el primer cuerpo y ·Ia guar-
dia real se adelantaban hácia Madrid por los
caminos de Guadarrama y de Somosierra.


Los secretarios del despacho y el congreso
estaban persuadidos de que el conde del Abisbal
disputaria el paso de las montañas y haria los
mayores esfuerzos para que los franceses no·lo-
grasen entrar en Madrid sin esperimentllr fuer-
te resistencia. U na di visión española detuvo en
Somosierra en 1808 al formidable ejército de
Ntlpoleon, guiado por el mismo emperador en
persona; y la capital del reino hispano cerró
sus puertas al conquistador para no abrirlas
hasta despue·s de haber recibido cuatro mil halas
de cañon Jisparadas por los franceses y hasta
despues de que los habitantes y la mayor parte
de las tropas la abandonaron; y el ¡eneral que
mandaba entonces en Madrid no tenia tanta fa-
ma de activo como el conde del Abisbal ¿Como
pues los que se complacian en confundir Jas dos
épocas de 1808 y de J 823, no habian de espe-
rar que el Juque de Angulema tropezaría eón
obstáculos irresistibles antes de penetrar en Ma-
d."iJ, siendo así que no contaba Con la mitad
de las fuerzas que seguian al inmortal Napa-




247
leon? Los gobernantes habian depositado acle.
mas una confiam,a absoluta en la decision del
conde del Abisbal, que habia profesado pílbli~
camente y hecho alHde de sus principios y á
quien se habian dado grandes poderes y col ma~
00 de elojios_ La conducta misma del conde en
Madrid y en las provincias de su mando no des-
per(liciando ocasion alguna de aumentar el eiér~
cito y de reunir recursos indicaba su firme pro-
p6sito de hacer la guerra, y no debían 01 vid-! rse
igualmente el gran nílmero de enemigos que
se habia atraido en la última época.


Sin embargo las cosas nO sucedieron como
se esperaban: algunos dias antes de la llegada
de los franceses á Madrid, el ¡eneral publicó un'
escrito (1) en el que decia que era indispensa-


(1) Los fr3ncescs no solo empleaban las armas y
h discordia para triunfar ue los españoles en la Pe.
nÍnsula, sino que el ministro de Ilegocios est,-al,je-
ros, vizconde de Chateaubriand .. encaq,aLa desue
París á sus ajentes y comisionados que empleasen
las promesas y el oro para inutiliza!' I ... s planes ele
)05 jenerales y el valor del soldado. Entre otras mll-
chas intrigas fraguóse la traicioll mas illÍCll3 entre
el hullicioso conde del 1\I0ntijo y el conde del Ahis-
hal. Elevó el primero una esposicion al conde pin-
tándole el estado de la .nacion española, los males




24.8
hle modificar el código político promulgado en
Cádíz ~[} 1812. Así quedaron hUl'lados touos los
cálculos formados en Sevilla sobre los compro-
misas, la intrepidez y las brillantes cualidades
ccn que los periodistas y el ministeTio adorna-
})an al conde del Abisbal, iuzgando que iban
á brillar nuevamente en defensa de su causa.
No tuvo el conde bastante tacto para hacerse
un partido en el ejército ó quizás quiso que
caJa cual biguiese libremente su opinion , y el
resultado fue que tuvo que ocultarse en la córte
hasla la entrada de los franceses. No por eso
produjo su conducta menores consecuencias,
porque muchos oficiales permanecieron en la
capital: )a division y la discordia se introdujeron
en los cuerpos y los soldados desertaron en
gran número.


Los franceses entraron en Madrid el 24 de


que habia producido la licencia confundida con la
libertad, yeuan lIeeesafio era ponel' uo remedio á
talltos infortunios, sillose queria hacerlos illcurables.
T ras esto el conde del Abishal en resput'sta á Monti.
jo dió á la estampa on manifiesto en <Jue Itlcuudan-
do las mismas ideas opinaba por la reforma de la.
Constitucion, y por dar á la autoridad real la soli.
del. y latitud que necesitaba en una monarquía 1110 ..
de!'adJ., Decia que el Llauco principal de 5lUS deseos




249
mayo en medio de las aclamaciones del vulgo
y de muchos habitantes que solo deseaban con
8n"ia la llegada de 109 estranjeros , cansados de
tantas inquieturles como habifln esperimentado
y escarmentados con los infortunios que lIaVd
tras sí la anarquía; ademas su i\lleres se cifl'a-
ha en que la córtc regresase á aquel punto. Aun.
que los franceses no encontraron resistencia
despues de haber cruzado el Bidasoa, porque
una leve escaramuza que llUbo en I.Jogroño, y
que al instante se decidió en favor suyo, no
merece este nombre, sin embargo emplearon
cuarenta y siete dias para llegar á Madrid des-
de aquel en que habian verificado su entrada en
España. Así desmintieron de un modo estrepi-
toso á los diputados de las córtes, que para que
se adoptase la traslacioll á Sevilla habian dicho
que los enemigos podían llegar á la capital en


era el' itar los horrores de la guerra en una nacioll
dividida en partidosJ yen la que tan precisos eran la
union y el concierto tle las voluntades para Ilegal' á
un desenlace venturoso y convertir las lágrimas y el
duelo en risas y galas. Mas el ejér.::ito y principal-
mente los jefes con quielles no habia contado el con-
de irnpl'll(lclltemeutc, no participaron de sus opir.io_
JleS, y el conde del Abisbal tuvo que entreg:ir d
manÓo.




250
pocos días; y uno de ell03, que era miJitar,
redujo á cinco el número de las jornadas neCe-
sarias para correr las cien leguas españolas que
median desde las márjenes del Bidasoa hasta el
corazon de la monarquía, centro donde resi.
día el gobierno.


Tiempo es ya de hablar de la conducta po-
litica observada por los franceses en E5paña;
cuyo ecsámen es tanto mas importante cuanto
mayores y mas inmensos son los resultados.
Para dar á conOCer que no se queria atentar en
lo mas mínimo á la independencia nacional, y
que el objeto de la invasion era únicdfnente
restablecer el óruen público y conseguir lo
que se llamaba ]a libertad del rey, el duque dlt
Angulema creó á su entrada en la Península
espaüola una junta provisional, que se puso á
la cabeza de los negocios y se instaló en Oyar-
zun el 9 de abril.


Paréceme un error vital el haber estableci ..
do en aquel!a época un gobierno compuesto de
JlOrubres furibundos, cuyo secretario era don
Francisco T"deo Calomarde ,y 110 haber pro-
elan~aJo lugar teniente del reino al duque de
Angulema J¡a~ta que Fernando VI[ recobrase
liS rientlils del estado, libre de la influencia del
lunJo filIe dominaba. En los aconlecimientos
que íuJispenaablemeute debian seguir á la ocu-




251
pacion de los pueblos, importaba en eslremo
que todas las órdenes partiesen de un mismo
centro y concurriesen por consiguiente al pro-
pio objeto., Fácil era adivinar que el duque
como jeneralísimo de los ejércitos franceses no
tarJaria en recibir contÍnuas quejas por el con-
flicto de la autoridad con el nuevo goLieruo
provisional, y que este conflicto debilltaria las
operaciones, dividiria los ánimos y podrla ori·
iiuar las mas tristes consecuencias. Por otra
parte hallábanse los españoles miserablemente
(fivididos, y era difícil elejir para miembros ue
la junta provisional varones íntegros que goza-
sen créllito con todos los partidos, y lo que to-
davía importaba mas, que supiesen olvidar sus
resentimientos y sus pasiones para trabajar úni·
camente en conciliar los ánimos en vez de ec-
sasperarlos. El único fundamento que podía ale-
garse contra la opinion de que el duque de An-
gulema mandase en nombre del reyes la que


.he indicado" esto es, hacer ver que de así
no se queria dar á I~ Francia una influen-
cia absoluta en la marcha de los negocios. Mas
semejante objecion era insignificante, porque los
pueblos miraban ;ell el jefe del ejército fran'
ces un libertador y estahan lejos de temer la
autoridad del príncipe. Y ahora bien, si el So-
hierno de SlIvilla , sus ajentes y amigos hubiesen




252
querido sacar partido del nombramiento del
duque de Angulema para lugar teniente jeneral
del reino entre sus partidarios, l nO podian ha-
cer lo mismo con una junta creada y nombra-
da por el mismo príncipe? Igual en un todo de-
hia parecer á los que quisleran escitar el zeto
por la independencia nacional que el duque de
Angulema gobernase por sí mismo ó por medi.,
de hombres de su devocion y buscados por eldu-
que; y los franceses no debieron suponer que
aquellos conservarían siempre la docilidad ne-
cesaria para seguir en un todo las insinuaciones
y las miras del príncipe jeneralísimo.


Mas en el caso de que mediasen justos mo-
tivos para nombrar un gobierno provisional
compuesto de españoles, salta desde luego á los
ojos Ja urjente necesidad de poner el m a'y0 l'
'cuidado en elejir unos individuos que tan grande
intluencia habian de ejercer en el restableci-
miento del óroen. Imposible era conseguir este
objeto principal, el primero que se habian pro-
puesto los franceses al entrar en España, si
103 ciudadanos designados para colocarse á la
cabeza de los negocioli plíblicos pertenecian á
un partido, y no abrigaban bastante patriotismo
pa('a velar con prefel'encia por el bien jeneral •
.No obstanle complísose la junta de personas
auictas sia duua al monarca, pero enemigas




:;¡53
irreconciliables de todo lo que llevaba el nom-
bre de constitucional, personas poco instruidas
en la marcha que habia seguido la revolucion
en su misma patria é incapaces de transijir en lo
mas mínim:> con las circunstancias. Obligadas á
refugiarse.4 los paises est.ranjeros á consecuen-
cia de las t.ramas que habian urdido para derro-
car el gobierno representativo, ó para escapar
de las injustas pel'secuciones de los ajitadores,
8010 veían en Espaila demócratas y enemigos en
todos los hvmbres moderados de la nacion , y
no se fiaban sino de los que habian estado perse-
guidos y tenian injurias que vengar. Los miem-
bros de la juuta provisional no se hallaban de
modo alguno ecsentos de estas pasiones, tan
funestas cuando los que gobiernan dan el
ejemplo.


¿Im(ljinaron los francp.ses que para vencer
en la Península necesitaban el apoyo del parti-
do conocido con el nombre de servil? Si co-
metieron tal terror, deberÍase á que sús ajen-
tes en España los instruirian con mucha in e-
sactitud del estado de las cosas, ó que solo mi-
rarian los sucesos ocasionados por la revolu·
cion con los ojos de los refu¡iados en Francia.
Debieron sin embargo haber reconocido que
Jos que descollaban entre los serviles formaban




254
un partido tan ecsaltado corno el de los fragua-
dores de motines, y que entre unos y otros se
hsllaba la masa de la nacion ~ la parLe mas ilus-
trada) y los que de.!leaban U11 ól·denlde cosas es-
table y sólido. N o parece posible que ignora.
sen que la revolucion no habia llegado al des-
hordamiento y á los furores que en Francia, y
.que esto no se habia debido á los absolutistas,
sino á los moderados que habían luchado bra-
zo á brazo con el mónstruo y detenido su mar-
cha,: recientes estaban los hechos, y no debían
tan pronto haberse borrado de la imajinacion
de los hombres. No habia sido, por ejemplo, el
jelleral Eguia el que habia desempeilado en
Madrid la autoridad militar y política, y pre-
sentado su pecho á los tiros de la anarquía,
salvando en cien ocasiones la monarquía y la
vida quizás de beneméritos espailoles: ni Gri-
marest y Aymerich habian en G;llicia y en
Aragon arrostrado los mayores sacrilicios, es-
poniendo evidentemente su ecsistencia para
desbaratar los planes de los enemigos del pú-
bico reposo. Ciertamente que tampoco fueron
el marques de Mataflorida , ni el obispo de o~­
ma, ni el consejero Calderon, iOllividuos
ahora de la junta y unos y otros de la re-
jeucia, los que impávidos le sentaron eu las




255
sillas del mInlsterio en el mes de marzo de
1821 ,y las ocuparon hasta el mes de julio de
1822; los que se opusieron á las o~cilaciones de
]a licencia; los que trabajaron sin cesar en con·
solidar la autoridad real y rehusaron sallcianal"
el famoso decreto sobre señorios ~ que tendia
á sublevar los arrendatarios contra los dueños
de las propiedades, y á precipitar (le tal suerte
la revuella que las clases inferiores tomasen
parte en ella, Ni m~nos habian sido los refujia.
dos en Franci3 los que en la . tribun:\ nacional,
,al frente de las provincias, ó por medio de la
prensa hahian combatido incesantemente los
principios de la democracia, reprimido los
trastornos ó sostenido Con sus manos el osci-
lante trono. Por el contrario, se debia á los
que habian observado distinta conducta el que
desde 1821 no se hubiese mudado la forma d~
gobierno; por ellos permanecian en pie la mo-
narquía y el mouarca, que las conjuraciones
realistas habiau puesto en peligl'o, acalorando
á los ajitadOJ'es: .Y uo Con tanta facilidad logra-
ron contener en algunas a~asiones el carro de
la revolucioll , y reducir á la inutilidad las ten-
tativas de los anarquistas, pues sufrieron las
mayores persecuciones y hubieran sido víc-
~imas de su odio á las asonadas y motines, si
circunstancias imprevistas no los hubieran H.




256
bertado de las mBnos de sus adverversarios po-
líticos ( 1 ).


Los esfuerzos de tales personas erim públi-
cos, nIJtorios, y ninguno dudaba que solo á
ellos se debia el qu~ el terror no hubiese domi~
nado en España desde los primeros dias de la
revlllucion , y el que esta no hubiera seguido el
rumbo de las sangrientas ajltaciones que asola~
ron la Francia. Es evidente que Jos que grita-
han viva el rey absoluto, y que querian soste-
ner su grito con las ¡armas en la mano no con-
tribuian sino á aumentar la confusion , á agotar
Jos recursos, á hacer odiosa la causa que de-
fendian , á prestar armas á los ajitadores para
que ejercitasen su furor y á poner en peli-
gro la vida del propio príncipe cuyo nombre
jnvocdban. i Con cuantos ejemplos podia pro-
har lo qtle dejo referido, SiLlO fuese tan noto-
rio , é inútil por lo mismo perder el tiempo
en acumular razones! Y no debo olvidar que
no escribo la historia de España, ni de sus·


(1) Véase el proceso sobre los sucesos del 7 de
julio en que se mandó la p.>ision del ¡.meral , jefe po-
lítico, de los rniuistros y de varios personajes de
aquella época.




257
revueltas, sino únicamente unas Memorias,
unas notas para esta misma historia.


No debia ~ pues, esperarse que los france-
ses contasen únicamente con el apoyo del par-
tido servil, sino se les hubiesen disfigurado los
hechos, y sino hubieran cerrado voluntaria-
mente los ojos sobre la marcha seguida por la
revoluciono El número de los españoles que no
est!lban cansados del abandono en que yacian
los negocios, y de los peligros de la anarquía,
y que no temian los horrores en que de un mo-
mento á otro podian verse envueltos, era muy
poco numeroso, y todos sabian que la inler-
vencion estranjera no podia establecer un go-
bierno estable en ]a Península ibera sino al pre.
cio de infinitos sacrificios y de rios de sangre.
Asi los franceses no podian asegurarse mejor
del afecto de los españoles, y corresponder á
las esperanzas fundadas eu su apoyo y en sus
promesas, sino siguiendo siempre los princi-
pios !le \8 sana po\itica y bu yendo de entregar-
se en las mallOS de un partido.


Los votos de todos los españoles ilUSf.rados
tendian al establecimiento de un gobierno mo·
deTado, y á la proscl'ipcion de todos los eslre-
mos. Por mas que los realistas apoyados por
los estranieros hayan dado estrepitosos grItos
de fUI'or y de intolerallciapara impedir que se




258
escuchase el lenguaje de la razon y'de la pú~
blica conveniencia; por mucho que p"ogresa~
sen en su ca,'rtra de esterminio, no por eso es
menos ev;d~llle que el olvido de lo pasado ~ la
ulollerac'lOn y e\ gob\crno representativo Con-
taban en la Península un grall número de par-
tidarios, y ent,'e ellos los hombres mas distin-
guidos de la nacioa. Copiaré como una prueba
de es la verdad la esposicion que la grandeza de
España, representada por treinta y seis de sus
miembros, elevó al duque de Angulema: de-
Cla aSI.


»PrÍncipe: Los que abajo firman no se cre-
erian dignos del nombre y de los títulos que
les han trasmitido sus aLuelos, si retardasen
un solo instante la respetuosa espresion de
su reconocimiento á V. A R. ,y la franca ma·
nifestacion de los puros é invariab!~s senti-
mientos que les inspiran su rey y fU pltria.


La grandeza de España se gloria prin ..
cip;llmenle de los sacriflcios que siempre I]a
prodigado cuando lo han ecsijido la salud y la
dignidad de sus lejítimos soberanos, ó la pros·
pe~idad y la felicidad del pueblo fiel, al que
une justamente su suerte y sus intereses. Mas
por una singular combinacion de' las circuns-
tancias, despues de haber suministrado la gran-
deza los míenbros de su clase, nombrados para




259
el servicio de la familia reál en su funesto viaje,
la presencia en Sevilla, ó en cualquier otrd
punto del tránsito, de algun grande, debía no
Solamente parecer inútil para el servicio de
S. M. y del estado, sino prestar quizás armaS
á los enemigos del bien público, ó debilitar las
que contra ellos se emplean.


»Aquí, ó príncipe, en la capital de la mo-
narquía española, como en su centro, ha brilla-
do en todos tiempos la fidelidad de los españo-
les á su monarca, el profundo respeto á ¡as le-
yes y á las ant.iguas costumbres; aquí es donde
podemos ser útiles á objetos tan sagrados para
110sotros y para nuestra ventura.


nAhora es cuando podemos abrir nuestros
corazones oprimidos, reunir nuestros deseos y
nuestros esfuerzos para obtener la restauracion
tau deseada; en este dichoso dia , en que el hijo
adoptivo, el heredero del poderoso rey cristía-
nÍsimo de Francia se presenta en la capital ro-
deado de tantos miles de bravos anunciando el
gran proyecto de poner en libertad á nuestro
rey y de hacer reinar de nuevo entre nosotros
el órden , la paz y la lusticia.


nEstas preciosas palabras son de V. A. R.:
la garantia de su cumplimiento es el augusto
nOlllbre de Borbon tan caro á los franceses y á
los españoles.




260
nEn cuanto á nosotros, príncipe ilustrado,


omamos al cielo por testigo, é ¡novamos con
noble y firme confianza el recuerdo de la fideli·
dad y del patriotislllO de nuestros antepasados y
nuestra propia conducta durante Olra época de
servidumbre, como garantes de \a uniformidad
y de la enerjía de nuestros votos, para que se
realicen tan preciosos bienes y se aseguren para
siempre á esta nacion grande, tan maltratada
en el último y funEsto periodo, corno digna de
mejor suerte.


¡¡Acabad, seftOr, pronta y felizmente el
desempeño de vuestro noble encargo: juntad
la libertad de un rey de vuestra sangre á las
justas esperanzas de una nacion amiga de la
Francia: que de tos esfuerzos reunidos de estos
dos pueblos ¡enerosos resulte el bIen comUn y
un nuevo y duradero lazo de amistad y de alian-
za: que ahuyentadas las mezquinas y funestas
pasiones para hacer lugar á la benéfica coneor ..
oia , formada una sola familia con un solo esrí.
rilu en derredor del rejio trono, pues los en fin
los e!'pañoles en honrosa y sábia armonía con
las naciones cultas de Europa, tan lejos de las
intrigas de la arbitrariedad precursora siempre
de desastres, como de la inquieta y destructora
anarquia ,podamos un dia mas dichoso, y pue.-.




261
dan nuestros hijos decir con inefable y perma-
nente júbilo.


"El rey Fernando VII de Barban, prisione-
tO en el palacio mismo de sus antepasados, y sus
fieles vasallos, la magnánima nacion española
subyugada por la humillante faccion de Un cor-
to número, han recobrado Sil libertad y sus de·
rechos, y han visto restablecido el suavey pro.
veclloso yugo de una relijion santa, la moral
pública y el saludable imperio de las leyes Con
el Concurso de la Francia, y bajo la direccioo
de su augusto príncipe el Duque de Angulema.


»Nosotros mismos y los que nos han dado el
ser, hemos apreciado J deseado ser los coopera-
dores de esta gloriosa empresa, y hemos ofrecido
cordialmente nuestros bienes y nuestras vidas
para asegurar el écsito (1 ).


(1) Sncedi6 con esta esposlClon de la grandeza
de E~paña que con tantos actos, doctrinas y prow
posiciones que se publican cuando diversos partidos
ajitan los estados, esto es, qne dengradan á todo
el mundo sin satisfacer á nadie: cOllcibieron y re-
dactaron ]a representacion personas que no pertene_
cian á la grandeza, peró que creían útil poner en
jUtgo el principio aristocrativo tan aborrecido por
l~ democracia anarquista como maltratado por les


TomO 11. t8




262
Debemos observar que la grandeza de Espa-


jla :solicitaba »que se puúese en fin á los espaiio-
les en honrosa y sabia armonía Con las naciones
cultas de EuroPa, tan lejos de las intrigas de f~
arbitrariedad precursora siempre de desastres,
como de la inquieta y destructora anarquia."
Ciertamente que sus delieos no eran que las
cosas volViesen al estado que tenia n eu princi-
pios de 1820 ni de 1808. Este hecho manifiesta
claramente que despues de taotas vicisitudes y


absolutistas. Debia preceder ó segl1ir al referido es-
crito la oferta de un cuprpo de ocho mil honbres le-
vantado á espensas de la grandeza, mandado por
grandes y destinado á tomar parte en las fatigas, en
la gloria del ejército flOancésj lo que daria ciertos vi.
ses de lJacionalidad á la espediciol1 que marchaba á
cornlJatir á Cácliz. Mezquinas dificultades se opo-
cieroo á que se realizase e~te proyecto que quizás
hubiera mitigado, ya que no evitado 1 .. reaocioooMas
en fiu los grande~ de Esp'lila no vacilaron en firmar
la mauifestacion de sus sentimientos en los términos
que acabamos de esponar. Apenas llegó á Cádiz Ilna
copia, allatematizárollla los bombres estremados,
mientras que los realistas unánimemente la malde_
cian, y 108 const!jeros secretos Jel rey la pintaban
como un ultraje hecho á, b autoritlad soberana, y
pedian á sus dutores esplicaciones telwiuantes sobre
IiLl conteuido. ¡Que cesuedad!




263
oscilaciones políticas, tiempo era ya de fijarse
en un cierto órden de cosas; y para probar de
un modo irrecusable que el órden apetecido no
era ni el de la antigua monarquia española, ni
el que rejia en tiempo de Cárlos IV ,ni en el
de Fernando VII, espresase que debe guardar
armonia con el de las naciones civilizadas de
Europa. ¿ Que señal mas clar'a podian dar, de
que deseaban la carta francesa ó la Constitucion
inglesa?


., Juntad, decia la grandeza al duque de
Angulema, juntad la libertad de Un rey de
vuestra sangre á las justas esperanzas de una na-
cion amiga de la Francia. " Luego los españo-
les alinientaban otras esperanzas que las de la
libertad del monarca.l y cuales podian ser es-
tas sino la reforma del antiguo gobiern')?


Digno es tambíen de observarse que la
grandeza de España, para manisfestar sus sen-
timientos, se dirijió al duque de Angulema
como al único que podia realizar <¡us votos,
porque le suponia autorizado para llevarlo todo
á cabo, y aquí encuentro corroborada la opi-
nion de que el príncipe debia haberse declara-
do lugar teniente jeneral del rey Fernando. No
merece notarse con menos cuidado el que la
esposicion lleva la fecha del 27 de mayo I y
la rejencia, que como veremos muy pronto




264
subsl.ituyó á la junta provisional, se habia ins-
talado el dia antes. Sin embargo., la grandeza
no se dirijió al gobierno establecido por el con ..
sejero de estado, Mr. de Martignac, sino al
príncipe jeneralísimo en quien reconocia las fa-
cultades y la autoridad de dirijir los negocios.
l Porque fatalidad no se escucharon los votos
de la grandeza, á Jos que iban unidos los de
la mas sana parte de la nacion?


El espíritu que dominaba en la junta pro-
visional y en algunos de los lénerales y em-
pleados que habian venido con los frilnGeses,
pl'opagóse rápidamente entre los que tenia n in-
jurias que vengar, ó que deseaban adular al
nuevQ gobierno para conseguir destinos. La
muchedumbre, á consecuencia de la guerra
de la independencia, de la apatia de los seis
años que se siguieron á la vuelta de Fernando,
y del súbito sacudimie~to de la revolucion,
hallábase en un estado de insubordinacion que
se asemejaba mucho á la anarquia: era necesa-
fio atraherla por grados al respeto de las leyes
y de las autoridades. Lejos de abrazar este par-
tido cerraron los .. 0 jos á los desórdenes; y 108
mismos, cuyo deber era reprimirlos, los apro-
haron y escita ron: á los nombres de liberales y
serviles Con que se habia distinguido á los
bandos opuestos, su~ediéroDse ahora los de




265
negros y blancos. Las canciones-de los an~r~
quisuls incluso el famoso Tragala (1), resona-
ron otra vez en todos los angulos del reino con
sola la mudanza de algunas palabras, pero con-
servando su espíritu de insulto, de venganza,
de sangre, y Con él mismo tono y músi-
ca con que se acoinpañaban -los ajitadores:
al grito de mueran los serviles~ se siguió el
de mueran los negros:' finalmente la muche-
dumbre desenfrenada corria á imitar y á
aventajar los desórdenes, los esCesos de que ha.
hi¡¡ sido testigo en los tres últimos años. Vióse
mezclados y confundidos con los nuevos patrjo~
las realistas, y pidiendo el suplicio' de los Cons-
titucionales , y entonando ctÍnticos de muerte,
á los mismos individuos que 'poco tiempo antes
figuraban entre los anarqtiistas. .


Pasó plaza de delito el haher dado la mas
lijera muestra de aprobacion á los actos del go-
hierno constitucional; y reputóse crímen el ba ..
her desempeñado un empleo público, un cargo
municipal ó haber perténecido á la milicia vo-
luntaria. Las cárceles se llenaron de presos á


(1) Cancioll insultante inventada en Cádir: é in~
troducida en Martritl por los ayudantes de Riego, y
que en todos los pueblos fue la señal de la discordia.




266
quienes no podla acusarse ni de haber toma-
do parte en la revolucion , ni cl..e haber cometi-
do el menor delito" ni de haber profesado opi.
niones acsajeradas; mas habian dado algunos
señales de ser partidario~ del gobierno represeo-
tativo, y este era uo crimen imperdonable. La
junta provisional habia ordenado á los vol unta-
J'ios nacionales que habian abandonado su domi-
cilio que regresaseo á los pueblos de su naturale.
za, denlro de quince dias bajo las penas que se
imponían á los qllC no obedeciesen al manda-
miento de la junta; y los que obedecieron fue-
ron maltrataJos y conducidos á la cárcel públICa,
Ó cuando rnenOb afrentados Con insultos junta-
mente coo su familia. Los nuevos ajiladores no
solo cantAban los mismos himnos, en igual tono
y con idéntico estribillo que sus predecedores
Jos anarquistas de la revolucion, sino que insul-
taban y perseguian á las mism,:s personas: los
moderados eran el objeto de la ecsecracion de
Jos unos y de lo,s otros.


Tal era el cu~dro que ofrecian las ciudades
que habían reconocido á la juota provisioo.ll , y
t,,¡ era el impulso s~guido por el de'!órden bajo
su ecsecrable gohierno. No dió un solo paso para
r(~mediar talUlüosmales; para amortiguar las
p,to,¡iones )' hacer respetar las leyes: sus aj':ntes
no solo loleraban los motines sino que los diri.




2ft'
lian puestos ~ su frente, y nadie podrá df'cil'
que Jurante el transcurso de .los meses st!mbl'a.
le la junta mas beneficios sobre el pueblo que
Jos ministros que mRndahan fln aquella aciaga
época en Sevilla. Unos y otros favorecian el
violento curso de la anarquía: unos y otros
daráu á la historia cuenta severa de Jos iufor4
tunios en que sumieron á la nacion precipitando
á la plebe en los esct'sos, porque el nombre de
realistas, de que se glorIaban los primel'Ot;, no
será mas respetado de la posteridad que el de
constitucionales conque se enmascaraban los
segundos


Al punto que los franceses entraron en Ma.
drirl oCllpárollse en despojar de sus funciones á
la junta provisional ,ó bien sea porque este tí ..
tulo de interina no pareciese ya conveuiente, ó
hien porque les hubiese des~ontentado la sang ui-
naria condueta qU'd en politi.:a habían obser-
vado los individuos que la componian, Resol ..
vióse el príncipe francés á establEcer una reien-
cía, y COIUO no podía saberse la eleccion del
rey )¡ni era posible apelar á las provincias para
que concurriesen al nombramiento", sin t'sf'o-
Iler~e á prolongar dolorosamente les males que
afli ¡ian al monarca y á la nacion (1), Con-


(1) Proclama de 23 de m,¡yo dada en el cuartel




266
vocáronse los cOllseios supremos de Castilla y
de las Indias, para, que nombrasen por sí los
individuos que debian compónerla. Los conse-
jeros respondieron que no se consideraban auto-
rizados por las leyes del reino para nombra(la
rejencia, y contentáronse con presentar una lista
de individuos que creían los mas propios para
desempeñar las funciones de rejentes. El duque
de Angulema se conformó con la propuesta de
los consejos, y el 26 de mayo se instaló la re-
¡encia compuesta del duque del infantado como


jeneral de Alcobendas. ¿ El consejero de estado de
Luis XVIII vizconde de Martignac, que {il'maha el
decreto de quP. hemos copiado las palabras arriba
citadas, no sabia que en ausencia del mOllarca y
cuando no podia manifestar su voluntad, ccmpetia
á las provi"cias el derecho de elejir el gl)bierno (lne
habia de gobernarlas mieutl'3s durasen las circulIs-
tancias que D10tivaba el nombramieuto , 6 si' se II uie-
re aquel interregno? Y admitida esta doclrilla corno
se desprende de las palabr,lS (lel vizconde, /lO que.
daha enteramente lejitirnado lo que hicieron lo!! di.
putados de las e~presadas pl',}viucias dllrallte el cau.
tiverio de Ferllalldo VII ell Francia? Que pl'isa ct)r-
ria el Ilow]¡t'allliento de la rejencia? La junta pro-
visional podia haher t'ermaneGido hasta (fue lal
p,'oyincias se hubiesen reunido, pOl'que este modo
era el Ulas lejítimo.




269
presidente; del duque de Montemar, del ha-
ron de Eroles, teniente leneral, del furibundo
obispo de Osma y de D. Antonio, Gomez Cal-
deron ,consejero de Indias. Claro está que al
convocar los consejos para que nombrasen la
rejencia' se quiso dar' á entender que los es-
tranjeros no intervenian en la eleceion: ade-
mas de que la resistencia de los consejos des-
concertó el proyecto -' puesto ~ el,::duque de'
Angulema tuvo que hacer el nombramiento:
hubiera sido mucho mas importante en vez de
jugar con las apariencias obrar de modo que
los reientes hubiesen estado dotados de luces,
de prudencia, de moderaeion y de práctica de
los negocios. Ninguno preguntaba si eran lo'!
consejos de Castilla y de las Indias ó el duque
de Angulema el que habia realmente nombrado
á los miembrós de la rejencia , mas todos eesa-'
minaban la conducta y las opiniones que estos'
habian manifestado, para conjeturar lo que po.
dian prometerse en lo futuro •


. Ddjernos por ahora la nueva rejencia y to-
memos el hilo de las operaciones militares.


El tercer ejército español clespues de haber
evacuado la villa y córte de Madrid tomó el
camino de Estremadl1ra á las órdenes del mar.
qués de Casteldosrius: los franceses destacaron
en su seguimiento un cuerpo de tropas y hubo




270
un choque con la retaguardia antes de llegará;
Talavera. Los españoles en su retirada se lLri.
jjeron de Estrernadura á Andalucía perseguidos
por el jeneral Bourmont: otra divisioll de tro-
pasfrancesas marchó s\)hre la Mancba manda",:
da por el ¡en eral Bordesoulle, y á principios
de junio los soldados estranjeros que militaban
en las banderas del conde Bourk se establecie-
ron en el reino de Leon para preparar la ocu-
pacion de la Galicia y de las Asturias.


El conde Motitor , á la cabeza del se~undo
cuerp:l del ejército francés Jespues de haberse
puesto en comunicacioll con el mariscal duque
de Cvnegliano, se dirijió á Valencia donde se
habia detenido el jeoeral B·,llesteros con el se-
gunJo ejército español. Ballesteros teoia ya si.
tiadoel castillo de Murviedro defendido por Jos
realistas, y preparábase para romper el fuego
cuando se acercaron los franeeses : vióse forza-
do á desistir de la empresa ab~ndonando la arti-
llería y tOlllando el camino de Murcia, despues
de una leve resistencia opuesta por su retaguar.
dia en el paso del Júcar por Alcira.


En Cataluña el mariscal duque de Coneglia-
no despues de haber batido la dlvision de tres Ó
CU.tlro mil hombres, mandada por Mina á quien
ohligó á retirarse á TlIrragona y despues tIe ha-
her_ couseguido algunas ventajas sobre el cuerpo




2';1
que mandaba Milans , se dispuso á bloquear Bar-
celona.


El conde de Cartajena que l1abia renuncia.
do el mando en jefe del cuarto ejército esparlOl
se vió obligado por el gobierno á tornarlo; ma$
no. salió de Madrid hasta el 7 de abril y des pues
de haberse detenido unos días en Castilla la Vie-
ja drrijióse á Galicia á organizar sus tropas.


Los franceses progresaban en su marcha sin
encontrar obstáculos por parte de la fuerza ar-
mada y sin que el pueblo hiciese la menor de-
mostracion de de~cootento á su llegada, que
el contrario daba repelidas muestras de alegría
y de satisfaccian. Un gran número de oficiales
y de soldados abandonaban las filas constitucio-
nales " no brillaban en los cuerpos ni el entu-
siasmo ni el zelo y afan de venir á las manos,.
y los jefes mas acreditados, los oficiales mas
hravosentregábanse á la molicie faltos de ardor
en una guerra que desaprobaba la nacion. Las
plazas de Jaca, de Tortosa, de Cardona, abrian
sus puertas á los franceses ó á los rea Ii"tas; ii-
nalmente todo, anunciaba que los españoles no
se hallaban dlspuestos á seguir el camino (lue
les habian trazado las eórtes y el ministerio.


Sin embargo, el sistema observado en Ma-
drid continuaba en Sevilla: el congreso nacio-
Dél.J y el gabinete se obstinaban en proclí:lrnar




272
que la guerra era nacional. Las córtes abrieron
81lS sesionell en aquella ciudad el 23 de abril , y
como no era ya posible que los siete secretarios
del despacho, tanto tiempo ecsonerados se sos-
tuviesen en el ministerio, decidiéronse por fin
á leer sus memorias respectivas y á dejar las si-
llas á sus sucesores que no eran ya los nombra,
dos en Madrid por el monarca el 2 de marzo·
porque algunos habian renunciado mientras que
otros se vieron destituidos antes de tomar po-
sesion de sus destinos. Allí dió la asamblea po ..
pular la última mano á la ley de señoríos, cuya
s,1ncion habían reusado los ministerios de '82 J.
Y j 822: y lo repetimos, por esta ley se declara ..
]>a una guerra encarnizada entre los propietarios
y sus colonos" cual si se quiesiese precipitar la
nacion en una serie interminable de trastornos
y del delitos. Ni la ~iniusticia tantas veces de-
mostrada de esta ley, en los términos en que
estaba concebida, ni el estado de los negocios
bastaron á detener á los diputados que domina-
ban en las córtes, cuyo efimero ardimiento pa-
recia crecer á medida que se disminuían las
esperanzas de que triunfase:su causa.


Brilla ba á la cabeza de lo~ nuevos ministros
un hombre distinguido por sus lalentos, y que
como representante del pueblo,habia ejercido su ..
ma illfluencia sobre las principales determinacio-




273
. nes tomadas por el congreso en la primera leji ...
latura.Su elocuencia varonil resonó COn frecuen-
cia en el salon de la asamblea proclamando los
verdaderos principios del órden social: maS la
deferencia que en varias ocasiones manifestó á
las ideas ecsaieradas contribuyó mas que todo
al triunfo del partido ecsaltado: á él principal-
mente debia atribuirse la famosa declaracion de
que los ministros carecian de fuerza moral y el
decreto de señoríos. En los momentos en que
subió al ministerio, era ya difícil que pudiese
derramar bienes sobre el pueblo; restábale sin
embargo el poder estorbar los escándalos de
Sevilla, porque no e~a fácil creer que se dejase
arrastrar por el impetuoso torrente que habia
llevado tras sí á sus antecesores. Apenas sabría-
mos que el señor Calatrava, que tantos medios
tenia de distinguirse, habia sido ministro de Fer-
nando, si el nombramiento de la rejencia de
Sevilla y la traslacion del rey á Cádiz no se hu.
biesen verificado durante el tiempo de su minis-
terio.


Los franceses se aprocsimaban á Andalucia y
puede decirse que el ejército de reserva forma-
do á la vista misma del gobierno no ecsistía : no
se habian completado los continjentes del últi-
mo reemplazo, la requisicion de los caballos se
habia verificado con mucha lentitud, y falta;.




274
ban Jos fondos porque las contrihuciones se
pagaban muy mal. Sucedian esta .. cosas en las
provincias en que residía el gobierno que care-
cía de vigor, de enerjía y de medios de hacor
c;!lecutar hUS órdenes, y sin embargo lascórtes
y los secretarios del despacho pretendían que
las diputaciones provinciales fuesen puntual men-
te obedecidas, y que sus decretos convirtie;
~en la presente lucha en guerra nacional. La in-
consecuencia de los que dirijian las riendas del
estado es verdaderamente prodiliosa y no pue-
de concebirse la razon porque los mismos hom-
bres que tanto se habian apresurado á salir de
Madrid, que babian asegurado á la nacion ente-
ra dt'sJelo alto de la tribuna nacional que los
franceses podian llegar en pocos dias al COl'azoa
de la monarquía, que veían que en ninguna
parte se les hacia resistencia y que se les reCibía
como libertadores; no puede concebirse, repi-
to , como estos mismos hombres se obstinaban
en creer que no serian invadidas las provincias
de Andalucía.


Mientras corrian así los asuntos políticos
llegó á Sevilla la noticia de que los franceses
habian atravesado lall montañas: la consterna.
cion y el terror se apoderaron del gobierno; la
confianza se trocó en miedo y creyóse que los
enemigos llegaban ya á las puertas de la ciudad.




27,)
Reunióse el congreso el J t de junio y llamó'
los ministros para que informasen del eshulo
de la guerr~: los sfcretarios del despacho de-
clararon que no sabian 8csaclamenle el número
de las fuerzas Di los movimientos de los iuva-
sores, y añadieron que el rey no habia tombdo
aun su acuerdo sobre la traslacion del gobierno,
que segun el dictámen del consejo de estado
debía verificarse á Al ¡eciras. Leyóse la proposi-
cion de que como era de presumir que los m¡~
nistros no gozaban la confianza de S. M., se
embiase un mensaje al monarca manifestÁndole
la necesidad de I trasladarse con toda la famil.a
real á Cádiz, partiendo de Sevilla al medio día
siguiente. Una diputacion de la~ córtes, presidi-
da por el jeneral Valdés, llevó el mensaje al
monarca, que respondió: »Que su conciencia y
el amor que profesaba á sus vasallos no le per-
mitian salir de Sevilla; que como particular no
tendria inconveniente en hacer este sacrifició;
pero que como rey no se lo permitia su con-
ciencia." El presidente de la diputación opuso á
S. M. algunas observaciones que en nada cam-
hiaron su 'acuerdo contentándose con responder
que haLia dicho.


Instruidas las córtes de la respuesta de pI
ff'y , el diputado Alcalá Galiano hizo la propo~
sicion ~jguiente. »EJ congreso en vista de. la De.




276
gativa de S. M. de poner su real persona y su
familia á cubierto de la invasion enemiga, de.
clara que ha llegado el caso de considerar á
S. M. en el eslado de impedimento moral que
señaia el artículo 187 de la Constitucion. Se
nombrará una'rejencia provisional que reuna el
poder ejecutivo para el hecho solo de la trasla-
eion." Las galedas recibieron esta proposicioll
con entusiasmo y amenazaron de muerte á algu.
nos diputanos que quisieron oponerse,corrienJo
peligro sus vidas hasta en el santuario mismo de
las leyes. Dominada la asamblea por los ajitado-
res y por el terror, aprobó la propuesla de Ga.
liano y nombró la rejencia compuesta del te·
niente jeneral D. Cayetano Valdés, diputado de
las córtes que fuenombrauo presidente ... y de
los consejeros de estado D. Gaspar Vigouet, t~.
niente jeneral y de D. Gabriel Ciscar, jefe de
€scuadra. Imposible es describir el desórden,
la confusion y el 01 vido de los trámites estable-
cidos que reinaron en esta turbulenta sesion ; la
asamblea despl'eció tan completamente en ella
el código político de 1812 y el reglamento, que
ni aun votaron sus miembros individualmente.


¿Mas en virtud de que poderes desgarraban
las córtesj la Constitucion interpretando tan
arbitrariamente su artículo J 87, Y contrariando
las disposiciones de que legalmente no podían




277
separarse? (t) ¿ Como podian suponer á Fernan-
do en delirio porque se opusiese á prolongar los


. males que abrumabau el reino.> y porque se
.conformase con la opinion jeneral del pueblo
que no queria de ninguna maóerala guerra} lo
cual probaba hasta la evidencia la llegada de
los franceses , Andalucía? l Se dirá que la ne-
cesidad y la salud de la patria obligaban á to-
mar medidas estraordinarias que no estaban
previstas? Mas si era preciso sufrir la ley de lag
circunstancias j si las córtes traspasaban 3 cada
instante sus atribuciones; si no podia sostenerse
por maS tiempo la Gonbtitución ¿ porque preci-
pitarla hacia la democracia en vez de confor-


(1) Artículo 187 de ]a Constitucion. "Gobernará
el reino una rejeucia cuando el rey se halle en la im-
posibilidad de ejercer su autoridad por una cansa
cualquiera física ó moraL"


Artículo 176 del reglamento de las córtes. , .. Para
asegurarse de ~i ha llegddo el tiempo de que el rey se
halla en el caso de la imposibilidad física ó moral de
gobe¡Onar, para que la rejencia tome las riendas del
gobierno, en los términos q ne enarca el artículo 187


. de la Constitncion , las córtes consultarán á una jun-
ta de médicos de cámara y de otros que no lo sean
y que se juzgue conveniente, y deliberarán en se-
guida lo mas útil al bien y gobierno de la nacion.


TOMO 11.19




278
maria con la monarquía? ¿ Babia algun diputa ..
do capáz, no digo de creer sino de presumir,
que en e\ lIstado á que habian llegado los nego-
cios de la guerra fuese posible sacar mas venta-
jas de la traslacion del rey á Cádiz que de un
acomodamiento Con los franceses? (1)


¿ Mas qué miramientos podian tener con el
bien público Ull08 hombrcb que llevaban su


(1) Segun los principios aprobados en esta sesion,
el rey constitucional de España no podia sedo sino
mie!Jtras accediese á cnanto resoh'ieran las córtl's,
porq ue si manifestaba una opinion contraria se le
creía loco, y segun la interpretacion de Alea lá Ga-
liano y de sus partidal'ios, ha hia llegado por consi.
guiente el caso del artículo 187 de la C ollstitucion.
¿Por qué no hicieron igual declaracion el año ante-
rior cuando el rey rehusó sancionar la ley de seilO~
ríos? Las c6rtes habian decretado la estincion de
estos derechos como decretaron el viaje á C;jdiz ; la
diferencia· consistió en que en la primera se observó
la ma !"claa prescrita por el reglamento, ·mientras que
la segunda resolucion se tomó en ruedio del tumulto
¡del desórden. Mas dejando á un lado esta circuns-
tancia es evidente que el monarca debia estar tan
Joco cuando se opuso á la {lila medida como á la otra, .
puesto que no habia regla alguna fija para determi.
nar cuál de las dos era mas útil, y qlle Galiano no
era ma3 infalibt. en 1823 'lile en 1822.




2~9
obstinacion al estremo de oponerse manifiesta-
mente á todos los principios de la razon y de la
justicia, y á la es presa voluntad de la nacion?
En medio de su delirio los ajitad!lres que domi·
naban á los diputados deseaban que los franceses
saqueasen los pueblos, y que los realistas asesina-
sen á sus vecinos y que estos sufriesen toda cla-
se tle estorsiones para castigarlos del crímen
enorme tle no haber hecho la guerra á los inva-
sores, y sostenido un partido que solo ansiaba
seguir disponiendo de los deslinos de la nacion
espailola, y gobernarla con la vara de hierro que
no habian cesado de empuñar en sus de!>truc-
toras manos- Los espailoles, á su modo de ver,
no podian espiar bastante con la muerte el deli-
to de haber pr.,ferido la anarquía al terror y á la
guerra civil la intervencion eSlranjera , porque
al fin los invasores en sus escritos anunciaban
que querian que la paz se sentase en el solio his-
pano y que tal era su interés; y el pueblo no po-
dia adivinar que equivocarian los medios de ci·
mentada, y nos despeñarian en toJos los hor-
rores de-la teocracia y la anarquia. Los a jitat10-
res que abrigaban tales sentimientos gozaban
de mucho ascendiente en la asamblea popular,
no porque faltasen ilustrados representantes del
pueblo que conociesen la necesidad de poner
un término á una oposicion tan inútil, tan fu-




2'80
nesta y que 10 deeeasen con ardor; sino pórque
lo, fraguadores de asonadas y los que ocupaban
lag galerías, hablando siempre de puñales y de
estermÍno , tenia n á los hombres honrados aco-
hard3dos por el terror. Habia igualmente dipu.
tados, que sOllando siempre en la guerra de la
independencia, miraban como una vileza el tra-
tar con los invasores; que pensaban que algunos
dias mas de resistencia eran suficientes para que
la guerra se hicíese nacional (1), y que con el
triunfo se restableceria el órden sin que atrave-
sásenlos las ternhles tormentas de la revolucion


(1) L a guerra de la independenci a, gloriosa por
las hazañas, y la cOllstancia de los españoles en pe-
leH sin esperanzas contra el héroe del sig!o , es el
lnanantial fecundo de los males que han devo/'ado la
E~paña, y que devastan todavía su suelo. De allí
como de la caja de P andora salió ese enjambre ne
mÓllstruos que con el nOlDlwe de guerrilleros sclo han
subido, con cortas escepciones, saquear, violar, en
riquecene y asesinar: allí tomó la plelJe el €Insto á la
vagancia, al ocio y á la fortuna de las guerrillas,
porqne aunque estas en la Península se· remontan á
la guerra de los romanos y á los tiempos de Viriato,
sin embargo estaba como amortiguada aquella afi.
cion, hasta que la despertlÍ de lluevo el clarin de la
lucha contra los franceses. El homhre que vió que
un ca.neterro y un lacri3tall 5.6 ponían la faja de je-




281
francesa, Eran, es verdad, poco numerosos, y
IUS intenciones puras y laudables : mas desde
1820 no habían cesado de dar repetidas pruebas
de imprevision y de falta de tacto en el manejo
de los negocios públicos.


Las córtes tomaron el acuerdo de refugiar-
se en Cadiz y fls conducir al monarca á aquel
puerto clc~pojá ndale antes de sus funciones en
un tiempo en que no debian conservar la menor
esperanza de que triunfase la Gom,titucion de
1812, que habia quedado destruida en POI'tugal
recobrando el rey otra vez su autoridad arbi-
tral'ia. El congreso lusitano viendo que la opi-


nerales y nadaban en la opulencia, y adquirian oro y
replltacion, y que dtl~pues observó á Fernando en
1814 aprobando sn~ grado~ ~omo habia observado á
las córles llenándolos de hOllores~ aguardó con ansia
el momento de po,ler latlzarse á la palestra y de en-
cumhrarse COl! tanta facilidad. El inf.une Merino,
quo tantas veces habia manchado sus mallOS en san.
gre "española, fuese de quien fllera, no debió haber
reelhiJo rf'eompensag sino la muerte; porque ~i en-
tonces hahia dP.t'endido una causa jasta, no poresose
l¡allaha aut.orizado para despojar de la vida á espa-
iiole~ y r¡"alle~'s()s J¡;,jo nin¡;1l11 prdt'sto. El gobier11o
espai<ol desde t<:lOd bJ sid., el protector de los revol.
tosos, que ho) COlO una mJs¡;ara y mañana COll otl'a
110 han cesado de ajítal' el reillo.




282
Dion plíblica se habia pronunciado contra las
nuevas instituciones: y que para dtlfender,as se
nesecitaba indispensablemente sufrir los sacudi-
mientos de una sangrienta guerra civil, puso fin
á sus sesiones. ¿ Hallábanse las córtes portugue-
sas sumidas en mas hondo abismo que las espa-
ñolas? ¿ Habia el pueblo de Portugal manifesta-
do entonces mas claramente su odio á la Gons-
titucion que el pueblo de España?


La traslacion del rey, de Mddrid á Sevilla,
habia patentizado la impolítiea de la medida
adoptada para que formasen parLe de la escolta
los nuevos batallones de Volul1tarios nacionales;
y sin tener presente aquel ejemplo la asamblea
en la misma sesion, acordó que se escltase el
celo de los milicianos nacionales de Sevilla y
de otros pueblos, para que siguiesen el gobier-
no á Cadiz) ofreciéndoles las mismos ventajas
que gozaban los voluntarios de Madrid. Presen ..
tarouse en bastante número al Hamallllento
del congreso, ó bien porque juzgaban no po.
der permanecer en Sevilla sin esponerse á Jos
peligros j Ó bien espoleauos por la esperanza de
obtener algua destino del gobierno.


Es probable que al negarse Fernando á salir
de Sevilla, contaba con los esfuel·zos de los
que habian tramado una conspiracioll p'¡ra des-
truir el goblerno representativo: no cabe duda




~83
en que la tr1une ecsistia, y tam bit>n es cierto
que visto el espíritu que se manifestó Jos días
despues en el pueblo tlevillano, y en una pa rte
de IN tropas al aproximarse los Franceses, no
hubiera sido difIcil hacer una contrare\'olu-
cion. Mas el arresto del jetleral ingles Dnyie,
que dirijia, segun todos los datos la emprp.~a,
puesto al frente de los conjurados, y la prisioll
de varios oficiales que habian tomado parte en
la conspiracion, bastaron para desconcertar el
plan misterioso.·
F~rnando salió de Sevilla con toda la fami-


lia r'=!al el 12 de junio á las seis y media de la
tarde, custodiado por los batallones de voluu-
tal'ios nacíonalas de Madrid y St:villa , por un
hatallon de mal'ina y por el rejimiento de ca-
halleria de All11ansa. El viaje debió fatigar en
estrerno á SS. MM, Y á los infantes, sin habJ" r
dd estado de tribulacion en que se encontraba
el ánimo del monarca, por que hubieron de
sujetarse al paso de la escolta de infanteria, y
por que únicamente se les permitian algunas
1101'33 de descanso. El rey llegó el t.) á las cin-
co de la maliaua á Utrera y volvió á ponene
en c9mino á las dos de la tarde del mismo
dia. SI hllbié.~elll()s de llar crédito al manifiesto
publicado por el coronel del rejimiento de Al.
mansa, llamado Minio, la viJa del monarca-




284
corrió sumo peligro durante esta marcha: mas
no indica cuales eran 1011 autores (ld proyecto
formado para asesinar al rey, ni haceverosi-
mil el inicuo proyecto, porque asegurando que
S. M. debió la vida á cuarenta ó cincuenta ca ..
hallos que le roueaban , dá á entender que ni el
jeneral que mandaba las tropas ni las tropas
mismas sabían el secreto, pues en ese caso hl1~
bieran alejado del coche al coronel de Almanza
y á sus soldados, enviándoles de descubierta ó
bien los hubieran desarmado 5i hubiesen dado
señales de resistencia.¿Quc pueden ducuenta ca ..
ballos enmedio de las tinieblas de la noche COn"
tra una col una de cinco batallones de ¡nfanteria?
y aun cuanuoel resto del rejimientodc Almansa
que marchaba á retaguardia hubiese tOlllado
parte en defensa de su coronel, no por eiO hu-
biera podido impeuir la ejecucion de la trama,
por que la nocha no hubiera permitido manio ..
brar á 1a caballeria, y por que hetbia mil me-
dios de cometer el crÍmen sin dar pie á la alar-
ma, Me parece pues muy inverosímil que en a·
quella noche se hicieren tentativas cont.ra la vi.
da del monarca; si tal deseo exi"tió, concreta-
ríase á la cabeza de algunos jovenes acalorallos,
mas sin conocimiento del ¡enel,tll, ni de 135 tro-
pas que escoltaban la rejia familia y mucho
menos de los rejelltes; por que si se hubiese te-




~85
nido semejante intento ninguna dificultad se o"
puso, ni podia oponerse á su ejecucion.


Por otra parte, no se concibe como el co-
ronel de Almansa que estaba resuelto á salvar
la vida del rey como tambien su escuadrou que
componia toda la caballería del acompañamien-
to, no llevó á cabo la empresa. Muy fácil era
que el monarca hubiese montado á caballo la
primera ó la segunda noche del viaje}' que ba-
ciendo un rodeo se hubiese dirijido Con la ca-
hallería de Almansa á buscar á los franceses.
Existirian quizas algunos obstáculos para ejecu-
tar tan atrevido pcnsamilluto, pero confieso
que no me acunen, ni se deducen de la lectura
del. citado miinifie:sto , que por et contrario pa-
tentiza que hubiera sido fácil poner al monarca
en seguridad ant<'S de que llegase al puerto de
Cádiz.


El rey no se detuvo en Lebrija sino hasta la
tarde del (4, Y habiendo entrado en Jerez á
las seis vol vió á salir á las once de la noche,
lIeg"anJo al puerto de Santa Maria el 15 á la.s
dos de la mañana: á las 8· emprendió el cami·
no y á la una de la tarde hollaron sus pies la
isla de Leon.


El mismo dia 15de junio la rejencia que había
salido de Sevi! la cou la escolta del rey ,publicó en
la isla el decreto si~uiellte.»La reiencia provisio-




286
nal del reyno , en vista de la llegada del rey á
]a isla de Gádiz y sabiendo que ha llagado Jam-
bien un número suficientp. de diputados para
deliberar en córtes, declara: que desde este
momento cesa ob30lutamente en el ejercicio dt!
las facultades que pertenecen al poder ejecuti-
vo que desempeñaba hasta ahora por el decreto
de las mi~mas córtes de fecha ,fe " del pre-
sente nles. "


Dirijíase este decreto úoic'lmente á los mi-
ni~tr03 que en vez de espedir las órdenes en
nombre de la rejencia, debian espedirlas en
nombre del rey; ¿ por que quién supondría que
en Jo fuluro pudiese Fernando ejercer libre-
meute su autoridad y que no quedaria reduci-
do á la nulidad mas obsoluta? l Pupde imaji-
narse una cosa mas ridícula que haber hecbo
descender del trono á Fernando VII el " , su-
poniéndole en estado de delirio por que no que-
ria continuar la guerra, y sentarle otra vez en
el mismo solio el 15, sin que S. M. hubiese
dado la mp.nor señal de mudanza eo su modo
de pensar? Mas como no habia llegado aun el
tiempo de despojar enteramente la monarquía
de sus formas mas Ilesesarias , se las queria con-
servar á espensas de las mas absurJas contra-
dicciones.


La mayor parte de los diputados de córles




287
salieron de Sevilla en la mañana del 13 de junid
en un barco de vapor: la ciudad había quedado
abandonada desde el dia anterior, sin autoridades
y sin mas fuerza militar que un batallon de arLi-
llerÍa incompleto y compuesto casi fodo de re-
clutas. El lÍesórden mas espantoso reinaln en el
pueblo; y apenas levantó el ancla el barco de va-
por, comenzó un repique ¡eneraJ de las campanas
de las iglesias; suhlevóse el em hravecido vulgo y
robaron completamente el equipaje de los que
8e embarcaban ó pretendian darse á la vela, y
persiguieron los sevillanos á los liberales, en-
trando y saqueando tambien Jos bajeles que ha-
bia inmediatos á la playa. Los ¡ita nos , los ha-
bitantes del harrio tle Trlana y lOi de los luga-
res vecinos distinguiéronse principalmente por
su furor y espíritu sedicioso; mas su rabia se es·
trellaba Illas contra los efectos que contra las per-
sonas, y así es que apenas ocurrieron desgracias.
Sin embargo, el tumulto tomaba incremento y
Jos ciu·.ladanos pacificos y los propietarios de
todos los partidos principiaban á tener recelos
de mayores infortuuios; cuando la plebJe se
encaminó al ~dificio de la inquisicion, dOlllle
pensaba encontrar armas y donde solo habia
pól vara á la que se prendió fu~go. Voló la casa
del santo oficio~ sepultan'.lo entre sus ruinas mas
de cien persollas; y enmedio del terror que ins-




288
fundió aquella cat41strofe, calmóse la eferve-
cencia y la tranquilidad pública se restableció
de repente.


El mismo día del tumulto de Sevilla, que
era el t 3 de junio, se observó un mQviruiento
casi jeneral de contrarrevolucion en toJa la pro-
vincia. Villacampa que mandaba en jcfe el ejér-
cito llamado de reserva, compuesto de algun::ls
hatallones espuso al gobierno el estado de irri-
tacion de los andaluces, cuan imposible era
sostenerse y la necesidad de tratar de un acomo-
damiento en tan desesperadas circunstancias:
en respuesta á SUq qbservaciones el ministro
envió al jeneral Zayas en reemplazo de vma-
cdmpa.


l A quien representabm las córtes persis-
tiendo en su ob~tinada resistencia '1 ¿ Era por
ventura á las dos terceras parte.'! de la nacion
que habían recibido en triunfo á los franceses?
lO al pueblo de Sevilla que perseguía á los di-
putados á tiros? ¿ ° al resl.O de la Península que
comoninguno podia dular en aquellos momen-
tos, y como la espericncia lo demostró biell
pronto, aguardaba solo una conyunLura favora-
ble para sacudir lo que le parecía un yugo, gra-
cias á los motines? ¿ La opioion y los intereses
de Ul10S cuantos diputados y de los centenares
de milicianos que los sosLenian , tuviesen ó no




289
la justicia de su parte, podia prevalecer con-
tra la voluntad es presa de los españoles? Toda-
via bay algunos hombres alucinados que consi-
deran heróica la resolucion de retirar:;e de Ma-
drid á Sevilla, de huir de Sevilla á Cádiz y que
piensan que el gobierno en la última desespe-
racion debió haber dado la vela para AméricQ
sin dejar nunca en libertad al rey Fernando.


Los ajitadores que reclamaban las medidas
estremas nada tenian que perder en la emigra-
cion , porque 110 poseian bienes; y sus opiniones
anárquicas los hacian sospechosos á cualquier
gobierno que se estableciese en el pais. Sus im-
prudencias, los insultos prodigados por ellos y
las persecuciones que habian suscitado, desper-
tarian siempre el odio de sus conciudadanos, y
otros no tenian ademas mas renta ni empleo
que el fraguar revoluciones. Semejantes parti-
darios no podian menos de mirar con horror el
restablecimiento del órden; porque por indul·
jente que fuese el gobierno que se posesionase
del reino, por mucha espesura que tuviese el
velo de la amnistía conque se cubriesen· los de.
litos pasados, no les era fácil vivir en medio de
un pueblo que tanto aborrecimiento les habia
lllostrado¡ y sobre todo, como he indicado ar-
riba , terminada la revolucion , la mayor parte
pasaba á la nulidad y ni aun encontrarla cami-




290
no para sustraerse de la miseria. En tales ma-
nos se hallaba depositado 10 qu~ llamaban el
honor nacional j y no obstar. te , ha habido p¡¡ises
en el mundo en que se ha censurado ia conduc-
ta de los que se negaron á obedecer ~ los capri-
chos de uo p:utido, y que no se sacrificaron en su
defensa. Juzgo que mis leclores me hadn la ¡us-
licia de creer que en el número de los furiosos
no cuento á casi llingun diputado, y pl'incipal.
mente á aquellos que brillaban por su modera-
cion y probidad. Mas veíanse amcl¡azados por
el puñal de los asesinos y arras.trados contra su
vol unta:! por el torren le de los acontecimien·
tos, y los Ferversos servían~e de ellos mienlras
)os necesitaban con la intencionde inmolarlos
luego que se disminuyesen los embarazos que los
contenian. No es mi intencioll tampoco incluir
en el catálogo de los que tanto daho causaron á
la patria, á los eesaltados de buena fe que impul-
sados por su ardiente entusiasmo y por su enar ..
decido espíritu siguieron el camino del error;
no es jusLo confundirlos con los malvados que
como Regato, Simó y otros muchos, tenian se-
Cl'etas intelijencias con el bando realista, yem-
pujando el carro de la revolucion sabian que lo
}lreci pitaban.


¿Mas cómo un sistema estremo, contrario á
los principios de la sociedad y á la Constitucíon




291
misma que se invocaba, podia encontrar toda-
vía defensores? ¿ Por qué todos los hombres de
bien nO desertaban de una bandera que no era
ya la del gobierno representativo, y que no po ..
dia por consiguiente conducir á la gloria .. ni á
la felicidad de España? Esta cuestion es muy im 4
portante, porque conduce á calificar ]a con-
ducta observada por un gran número de espa-
ñoles, ó porque en ella van envueltos ciertos
principios jenerales que seria de desear se (8-
tendiesen mas, ó por mejor decir que fuesen
mas observados.


La revolucion de ·'820, aunque hija de una
~onspiracion criminal .. porque tenía por objeto
destruir el gobierno ecsistente, conta La con el
apoyo de todas las clases de la sociedad, se veía
secundada por el deseo jeneral de la nacion, por-
que todos detpstaban entonces la tiranía y todos
amaban la libertad, juzgándola tolerante, ilus-
trada y fomentadora del bien comun. Mientras
estuvo encerrada en la Isla de Leon, mientras
que su órgano fueron las tramas de la fuelZa
armada ó del paisano, mientras el gobierno desde
su centro la l:Inematizó y persiguió, entendemos
fácilmente que tos españoles en cumplimiento
de las leyes que reiian, pudieron oponerse á su
triunfo. Mas el rey iuró la Constitucion de '812
Y se adoptó en España y en las colonias de VI-




292
tramar el ré¡imen constitucional: todas las po-
tencias de Europa, sin esceptuar una so)a, reco-
nocieron el cambio que se hahia realizado en la
Península espailo\a. Verdad es que Fernando
declaró' despues que habia jurado- á pesar suyo:
¿mas como era posible que adivinase su secreta
intencion la inmensa mayoría de los espallOles?
En primer lugar estos no creían al monarca tan
desprovisto de recursos, que si hubiese abriga-
do una voluntad firme y decidida de nO jurar la
Constitucjon, no hubiese podiLlo triunfar de sus
contrarios, porque en ¡('neral ni conocian , ni
podian conocer los detalles de los acontecimien.
tos y los secretos del palacio; y aun cuando hu-
hieran presenciado los primerós, no por cm
hubieran cambiado de opinion. Fueron testigos
al mismo tiempo de las demostraciones repeti-
das conque el monarca quiso patentizar que niD-
gun odio profc::saba al nuevo código político
que habia jurado, porque los discursos conque
abría y cerraba las córtes se veían en todas par-
tes,y no se descubrian en ellos el menor viso de
sujecioll ó de violencia: y es digno de observar-
se q)le no todos estos discursos eran obra de 108
secretarios del despacho, porque en algunos el
príncipe se quejaba de estos, y así como deplo-
raba los funestos desórdenes de que habia sido
víctima y los insultos conql1e 1~ habian abruma-




'93
do, protestaba que ninguno )e escedia en amar
la Constitucion.


Por ot.ra parte el lestimonio de las naciones
europeas era irrecusable, y aun las personas
mas ilustrada,s y maS insLruidas en los negocios,
no podian s3ber con fundamento que la volun-
tad del rey estuviese violentada, y que este fue-
fe un motivo para negar la obediencia al gobier-
no constitucional. ¿Porque como los embajado-
res y los ministl'oS de las potencias estranjeras
que residian en Madrid, y que por sus relacio-
nes y en cumplimiento de ~u propio deber de-
bian estar enterildos de todo, ignorclban lo que
pasaba en la córte 7 ¿ Como podia ocultarse la
menor circunstancia á tantos bábiles dIplomáti-
cos que tenian los ojos clavados en el alcázar del
rey de España, en los primeros dias del mes de
marzo de 1820 ~ Pues apesar de tantos testigos
oculares de los acontecimientos; los gabinetes
estranjeros reconocieron lisa y llanamente el
gobierno representativo que se habia promul-
gadu en la Península, y este paso dado en una
época en que las naciones mas poderosas de Eu-
ropa se habian ahado para sostener los princi-
pios de la decantada lejltimidad , Lastaba á tran·
quilizar á los ciudadanos mas escrupulo80S (1 ).


(1) Habiendo pedido el embajador de S. M. cató-
TOMO 11. 20




294
EstabJecióse pues en España un gobierno jurado
por el pueblo entero, y reconocido por todas
las naciones conque se encontraba en relacion
el primitivo gabinete español. ¿En semejantes
circunstancias podia ser un crÍmen el someter-
Se al nuevo órden de cosas? Cada cual siguió la
corriente de sus inclinaciones: unos se moslra-
run partidarios de la Constitucion promulgada,
otros manifestaron que no les convenía, ó bien
porque tuviesen ideas mas democráticas ó mas
inclinadas al absolutismo; pero la nacion entera


lica esplicaeiones al gobierno frances, sobre los ru-
mores que circulaban de que algunas tropas france-
sas se aprocsimaban á los Pirineos, el haron Pas-
quier, entonces ministro de negocios estranjeros,
respondió desmintiendo el hecho -de Ulla manera
absoluta, y entre otras cosas decia lo que si'lue. "El
gobierno franees no ha pensado en tomar las medi.
dos que se suponen, y es evidente' que el acuerdo
del rey y del pueblo español adoptando un siste,ma,
representativo no'podia turbar la buena intelijencia
que reina entre España y Francia, porque esta debe
á su soberano las ventajas de nn gobierno tamb¡'en
representati vo; debe esperarse aqnel por el cOllt.rario
que será un lluevo motivo para estrechar entre las
dos Qaciones los lazos de amistad' que cOlltrihnyen
tan esencialmente á su prosperidad y; á ~u r.eposo-."


La respQ.8ita e9 Je 19 de abril de 1820.




295
obedeció los mandatos d"e los gobernantes.


Mis observaciones habrán parecido dema--
·siado largas sin duda á muchos que fll leerlas
habrán gritado sin poderse contener, que pudo
muy bien haber en E:>paüa bajo el réjimen cons-
titucional un goLierno de hecho, pero que por
esto mismo sus actos fueron nulos y no mere-
cian obedietlcia. Fuerza es repetir aquí lo que
llevamo!! sentado: si el gobierno constit ucional
no era lejítimo ¿porque lo reconocieron b~ po-
tencias estranjeras que por decirlo así, tenian
en sus mano!! y á su cargo el depósito de la
lejitimidad europea? Mas dejando aparte tal
consideracion ¿como puede concebirse que cada
stibdito de un imperio tenga el derecho de re-
husar la obediencia á la autoridad establecida
hajo pretesto de que no eS lejítima? Y sCl'á due·
ño cada individuo de decidir la cuestíon , ó de-
herá establecer$e un tribunal para que pronun·
cie la sentencia definitiva 7 Y ¿cual será este tri-
hunal? Los aconteeimientos. Cuando la Cons·
titucion fue proclamada en distintos puntos de la
}1enínsula, antes que el rey hubiese prestado jura-
mento, entOnces era tiempo de defender la leji-
timidad, entonces podia escudarse con el deber
la resistencia al levantamiento que se habia veri-
ficado , y podia defenderse en campo abierto el
gobierno ecsistente , y entonces por consecuen-


.'




296
cj~ podi[1 calificarse de -delito la obediencia á los
l(~vantados, sino violentaban á ella con la fuer-
za de ¡liS armas. Mas despues del juramento del
monarca, despues uel establecimiento del nue-
vo sistema qU!! habia recibido la aprobacion de
todas las provincias, del pueblo entero que juró
en las iglesias, y de los individuos todos, pues
únicamente dos españoles se negaron á jurar la
Constitucion, el embajador cel'ca de la santa
sede y el cónsul de Marsella, ¿podia nadie pre-
testar bU ilejitimidaJ y resolverse á nO obe-
decer?


Que los plrtidarios de la lejitimidad pesen
hien sus pa labras J no sea que destruyan con sus
p,'opios argumentos lo que pretenden defender.
En su delirio proclaman principios tan contra- .
rios al órdeo social como aquellos en que se
apoyaban los revolucionarios franceses y los de
lodos los paises pal'a declarar el derecho de in~
surreccion del pueblo contra un gobierno injus.
too ¿Cual es la autoridad que conforme á las ba-
ses sentadas por los escrupu!o80S Icjitimistas
pueda pr~sental'se en la arena y decir:)"o soy
lejitirnu? En algunas naciones la fuerza de las ar~
mas ha quitado y dado las diademas y decidido
el del'echo de sucesion : ¿es este un camino lejí.
timo para liegar al mando supremo? Entonces
le!' W.~Uro8 fueroo. soberanos lejitimos de Espa.




297
fía, y Napoleon, MuraLy Luis de Italia, Nápoles
y Holanda. En otro,; pueblos las intrigas de pa-
lacio y :1 vr.ces Jos cl'Ílllines hatl sido las gradas
para ~ubíl' al poder, y tales medIOS no se pueden
calificar de lejítimos: finalmente las insurr€c.
cíones han den'ocado tambien los trollOS, y
aunque á veces no hayan mudado las dinastius,
los pueblos hau abolldo Ó reformado las leyes
que habian rejido allí siglos enteros. Claro est,i
que los cambios políticos efectuaJos -por cllme-
b\o nosoulejítimos segun ros principios de tale.¡
rigoristas: ¿y seria licilo á los súbditos de tales po-
tencias ecsaminar la lejitirnidad de sus gobiernos
respectivos, negarles la obediencia y conspiral'
contra ellos? ¿ Deber,ín reUcval' la guel'l'd d¿
8ucesion los espartoles que no estén convencidos
de que la casa de Borbon tenia mas derecho á
suceder á ,Cárlos 11 que la Casa de Austria? ¿ Y
estaban autorizarlos otros para no obeLlec~r.i
Fe1'llando VIl de~de el añ() '8/4 hasta 1819, ba-
jo prelesto de que tenia n dudas acerca de la va·
Iidez de b abdicacion lle Cárlos IV en Ara!Jjuez;
en marzo de 1808, firmada en medio de una
insulTeccion milltar?


No sé que responderán Q mis preguntas los
part.itlilrio~ ecsajerados de la lejitill1idad; pe1'O
me parece que si respondeu afirmativamente
destruyen por su base tollas las dinastias. Qui·




298
zás responderán que aunque en Sll oríien un go-
hier,llo haya sido ilejítimo, con el transcurso
del tiempo se ha lejitimado , porque en ese' caso
ha adquirido el derecho deprescripcion. ¿Y
cuanlos siglos, años ó meses SOn necesarios
para lejitimar un gobierno? ¿ Ecsiste alguna re-
gia en elclerecho público á que puedan atenerse
los pueblos en materia tan importante? Si uo
ecsiste, sino puede ecsistir, si esta cuesticn de
la lejitimidad en el sentido en que la toman los
rigoristas es enteramente nueva; si ellos no se
entie~den á sí mismos; si de sus principios
pueden deducirse las consecuencias mas perni-
ciosas, ¿ por que han de consagrarse en princi-
pios sus caprichos?


El hecho que no admite dula es que se esta-
hleció en España un gobierno. al que se sometió
la nacion, y que lo reconocieron las potencias
estranieras; y si se quieren buscar prel es los es-
peciosos para 1 ejitimar el sistema COIlSlllucio·
nll , puede igualmente afiadirse que la rcvolu-
cion de 1820 no cambió la dil1astia, ni trastor-
nó el órden de sucesion á la corona, que las ins ..
tituciones proclamadas habian rejido ya en Ei-
paña con el consentimiento de la Europa entera,
esceptoNil[loleon y su~ ajiadüs,y que recordaban
un tiempog!oriosÍsiroo para la nacion. Cierto es
que no tarjó en mauife~tarse la necesiJad de




299
moditi~ar la Constitucion; el gobierno era dé.
bil J sin esperiencia, y las ideas ecsajerauas
que conducen á la IInarqula, se e"tenuian y to-
maban incremento. Mas todos estos males no
eran aun irremediables, y podian atribuirse al
choque de las circunstancias que por el curso
regular de los sucesos debían mejorarse. A los
hom!Jl'es ilustrados y de innuencia tocaba opo-
nerse á los progresos de la democracia, no con
las armas en la mano, no añadiendo desó.rde-
DeS á desórdenes, y calamidades á calamida-
des, sino combatiendo la anarquía por medio de
la prensa, defendiendo á las autoridades que
sostenían el órden público contra los que hajo
cualquier pretesto querian perturbarlo. Tampo-
co se debe negar que pronto se presentaron hom"
hres armados que se declararon defensores del
rey absoluto; mas ya he dicho que tales perso ..
nas no poJian inspirar de modo alguno confian-
za: sus débiles medios, su conducta producian
males sin número, y aumentaban la ecsaspera-
cion de los partidos. ¿ Quien se atreverá á califi·
cal' de crÍmen el haberse abstenido de tomar
parte en las bandas que se llamaban realistas?
Tambienen ¡81 Lt y 1815, en 18/8y 18J9hubo
conspiraciones contra e! gobierno: sus erroreS
eran palpables y ,It! la mas alta importancia, y
sin embargo, ningun ciudadano que profese




300
Sanos princIpIos en política defenderá un solo
momento que era permitido conspirar contra Sil
ecsislencia.


El segunJo y el tercer ministerio dahan
pruebas de Sil amor á la OIonarquía y á las doc-
trinas en que se apoya, y de su deseo de conso-
lidar la autoridad bajo bases sólidas, y para lle-
gar á tal objeto combatian sin cesar los d~sór­
clenes de toda clase y la anarquía con cualq uier
máscara que se disfrazase, y secund,íbaulos efi·
cazmente en sus miras muchas i:lutoridades. Es-
ta era la verdadera bandera de la patria, y en
torno suyo debian agruparse todos los espailoles
para contribuir cada uno segun sus medios á
sostener el órden y á establecer sobre cimien-
tos mas sólidos la autoridad real. Es muy pro-
hable que se hubieran conseguido tan nobles
fines sin las inútiles é imprudentes tentativas
de ¡os hombres que se gloriaban con el título
de realistas, y que nunca pararon de prestar
armas á los partidarios del estremo opuesto,
entregando el 7 de julio el Estado en sus manos,
y como despoío de su triunfo. La segunda con~
dicion necesaria era que las altas pot€ocia!J de
la ulianza hubiesen tratado eon mas actividad,
y aun debe ailaclirse que con mas franqueza 105
negocios de la península ibera.


Debemos confesar (lue la siillta alianza se




301
port6 en España de una manera impropia para
contribuir á que reinasen en aquel país los bue ..
nos principios, y para .ahogar los sentimientos
anárquicos que en él se desarrollaban Con lélllla
fuerza. Cuando el ejército austriaco OCUp~bil á
Nápolei y al Piamonte á consecuencia de1 con-
greso de Laybach .. cuando se proscribia en am-
hos paises la Constitucion española, las grandes
potencias declara ban que estas medidas nada
tenia n que ver con el reino hispano, y continua-
ban Con su gabinete las relaciones mas amisto ..
sas, Por otra parte, mientras que los emba ¡adores
de la sélnta alianza permanecian en la córte es-
pañola y repetian sus protestas de amistad al
gobiet'no constitucional , organizaban en las
fronteras de Francia partidas realistas bajo la
protecciou de las autoridades francesas, y la
guerra civil devoraba á Cataluña, á Aragon y
Navarl'a. El minillterio se ocupaba entonces en
reprimir las tentativas de los a ¡itadores en las
provincias aragonesa y gallega, y las de los con·
jurados que habian convertido la Andalucia y
otL'OS varios puntos en teatro de insurrecciones;
oponia constantes esfuerzos para contener y
disminuir la ecsaltacion de las córtes de 1822;
peleaba glúriosamente contra la licencia en
todas partes: y en este tiempo las autoridaJes
fl'allcesas auml!nlabau sus embarazos prodigan-




302
do ausilios á los que prQélamaban la guerra ci-
vil} y alimentaban asi un manantial inagotable
de infortunios, de los que pluguiese á Dios hu-
hiésemos tocado ya el término.


De suerte qu~ la santa alianza anunciando
en la apariencia por una parte que no se mez-
claba en los suceSOs de España, animaba á los
ajitatlores que fundándose en tales testimonios
1uzgaban no tener mas enemigos que los ene-
migo¡; interiores, y esforzábanse en destrUirlos:
y por otra parte los absolutistas creian ¡nsta-
mente que el gabinete de las Tullerias y por con-
siguiente las grandes potencias, continentales
apoyaban SU5 deseos y sostenian su causa. j Que
fueote tan fecunda de desórdenes y de críme-
nes! ¿ Cual era en tales circunstancias el puesto
de los españoles ilustrados, de los hombres de
honor, de providad, verdaderamente p.atriotas?
¿Debian colocarse al lado de los ministros y de
las autoridades que defemlian á todo trance la
monarquía 1 la tranquilidad pública, ó de-
bian engrosar las bandas de los que desde el
estremo de la PenÍmula daban la señal de la
desolacion y del esterminio? (1) Si los encar-


(1) No es esto decir qae en el partido realista no
hubiese alguGos hombres que aunque alucinados se




303
gados de negocios de las potencias estranjeras
hubiesen acordado su proteccion á los princi-
pios moderados, si hubiesen intentarlo cal mar
las pasiones en vez de escitarlas, y &i sus de-
mostraciones hubiesen sido francas y enérji-
cas , el órJen hubiera recobrado su aplomo en
España y la autoridad real se hubiese consoli-
dado: no hubieran perecido tantos miles de
españoles que han muerto víctimas de la guer-
ra civil: los odios, los resentimientos que ha-
ceD tan difícil la perfecta pacificacion de la


hallasen animados de buenas illteociones, y que ha~
bian recurrido á tan ecsecrable estl'emo, porque en
su cortedad de vista no descubrian otro medio de
restablecer lo que ellos llamaban la calma; los habria
sin duda rle muy huello fe, por que no ecsiste parti.
do ninguno á que no pertenezcan p~rsollas honra-
das. Quiero manifestar que los que conspiraron cie-
'gamente con las arlDaS t:ll la mallo contra la COllsti.
tucÍQ[) , equivocaron el camino que debian h~ber
seguido para conseguir Sil fin, porque en vez de
triunfar de los ajitadores los hicieron mas podere,sos
dándoles pie para aumentu los trastorllos. La es pe-
riencia lo ha demostrado de una manera palpahle,
asi como ha hecho ver qne sus ~sfuerzos eran ¡IIlIti-
les, puesto que hasta la entrada del ejército frílllces
en España, los liberal!!s vencieron en todas las pro-
vincias á los absolutistas.




304
Península no hubieran estallado con tanta enP.\'4'
jia : las riendas oel estado no hubieran flotado
de las mallOS de un partido á las de otro, y mi
triste pat.ria no estada sin cesar a jitada é· in-
cierta d~ su suerte.


Repito lo que tantas veces he dicho, lo
que nuuca me cansare de afirmar: los consti-
tucionales han defendido en España los bue-
nos principios, y á ellos solos se deb~ el que
la revolucioll primero, y la reaccioa despues}
no lo hayan destruido todo y el que los fran-
Ceses encolltra'>en todavía en la Península la
nobleza, el clero .. la rel ijion ,una monarquía
y UI1 monarca. Sus esfuerzos nUllea interrum-
pidos salvaron estos elementos de la sociedad,
que sia los buenos ciudadanos hubieran pere.
cid\» mucho antes que la santa alianza, con su
marcha lenta y dudosa, huhiese tomado una
parte activa en los acontecimientos de España.
Ya sé que los fanáticos de Paris han reconocí·
do á los únicos amigos del órdeo moo:lrquico
en el reino ibero, en metlio de las hordas ue
miserables que en d principio se levantaron con-
tra el gobiemo constitucional; asi como otros
hombres de escasa instruccion habrán imajina-
do que únicamente los que predicabau las doc-
trim~s ecsajeradas en las córtes , en las socieda-
des patrióticas y en los periódicos, y que Jiri-




305
jian las asonadas de Madrid, podian hacrr ven-
lurosa á la nacion espailOla. ¿ Mas como el ga-
hinete de las Tullerias, como los olros reyes
aliados podian ignorar el eslado de las cosas, y
engañarse sobre los medios de restablecer en
la Península la paz y el reposo?


Remitiéronse por fin las notas en las que la!!
grandes potencias continen1 ales manifestaban
despues de tres años de consentimiento, que des-
aprobaban los sucesos de 1820, Y que para con-
servar sus relacioues amistosas con las otras na-
ciones, debia España reformar su constitucion
política., porque SIO modificarla careceria siem-
pre de reposo interior y porque las potencias
limítrofes no se halldban se~uras de que no se
turbase en su recinto la calma por la propaga-
cion de las doctrinas anárquicas que se difun-
dian por la Península. Su manifestacion llega-
ha en los mo;uenloS en que los verdaderos libe-
rales colocados entre los dos estremos que les
hacían una guerra encarnizada, babían perdido
mucho terrreno. Sin embargo, no cesaron de
oponer resistencia al desbordamiento de la anar-
quía, y concibieron la esperanza de que las cór-
tes y el ministerio conociendo alcabo su impo-
tencia transijirian con los aliados y el órden
quedaria afiéluzado. Las rC8pueslas insensatas del
gabinete aplaudidas por la asamblea lejislativa,




306
se miraron por todas I .. s jentes ilustradas como
una jactancia pueri\, precursora del miedo. El
gobierno dió en efecto muy pronto á la Europa
un testimonio de su debilidad y de la penuria
de sus recursos: mas en vez de deducir la eC-
saeta con~ecuencia de que era necesario tratar
con la santa alianza, acordó el ministeriQ salir
de Madrid y tl'l'sladarse juntamente con el con-
greso nacional á Sevilla. Semejante acuerdo dió
á la verdad una iJea de la obslÍnacion de algu-
nos hombres que no pudiendo ocultarbe á si pro-
pios su debi.hdad, insistían y se aferraban en
80stener sus proyectos y en hacer nacional la
guerra que pretendian encender. Restaba sin
embargo la esperanz:t de que el pueblo y las
tropas manifestaban tanto deseo de la paz .que
recibirian en triunfo á los franceses, y las cór-
tes nO podian. menos de abrir negociaciones y
transijir. Los españoles que no pertenecian á
ningun partido, continuaron haciendo sua es-
fuerzos para persuadir á todo el mundo que
era necesario modificar la Constitucion : que la
guerra no podia prolongarse aun cuando se tu~
viese la certidumb:-e de la victoria, debiendo
ser tan funesto el triunfo como la derrota , por~
que no seria en aquellas circunstancias el triun-
fo de la libertad bien entendida, sino el de la
licencia y el de la anarquía.




307
Entraron los franceses en España y con ellos,


como sabe el lector , penetró la junta provisio-
nal y los espaflOles refujiados en Francia, en cu·
yos pechos rebosaban las pasiones menos nobles,
ansiosas de salir á la pelea (1). Escudado por el
ejército invasor se desplegó y desarrolló con
enerjía el espíritu que habia animado al partido
absolutista: y los desórdenes y las venganzas
fueron el resultado de la proteccion esclusiva
que se les habia concedido. Los que ansiaban
ver restablecida la tranquilidad y cimentado un
gobierno que poseyese la fuerza y la prudencia
necesarias para hacer callar las vociferaciones de
101 partidos y encadenar la anarquía, l podían


(1) Una larga série de observaciones, y Ja espe-
riencia tantas veces repetida en el tiltimo medio si.
glo, llaman la atellcion sob,'e los peligros que ofre~
ce liiempre á la tnnquilidad de los pueblos la vuelta
de los emigrados poco illStruidos ó de las clases in.
ferio'"es, á su pais," cuando nI) encuentran un go-
bienIO fuerte que contellga sus ecsajeradas preten.
siones y la irritacion de que vienen poseidos. Los
hombres ilustrallos vuelven llenos de conocimientos
que han adqllirido: mas entre las jentes del vulgo
por un individuo que se entrega al dulce placer de
recobrar los objetos de su amor, que goza las sensa.
ciones inde(illiLles que causa Ja vista de Ja patria al




308
acaso UnIrse á Jos franceses sometiéndose á la
junta provisional para ser perseguidos, para au-
toriza r coy> su cousentimiento los desórdenes de
la nacioo? ¿ Debía su esperanza fijarse hasta
cierto punto en Sevilla? Si las córtes traosijian,
los clIpaño\es podian esperar aun dias de ventu-
ra; aun era tiempo de cortar la cabeza á la hi-
dra de la auarquía: los miembros y los aientes
de la juuta p,'ovisional y de la rejencia gritaban
contra una trau3acclon de la misma manera que
hahían gritado y que gritaban aUn los mas furio-
sos ajiLaJores. Siempre encontraremos á los
dos estrcmos caminando de acuerdo para re-
chazar las medidas pruJentes y perseguir la


que por largo tiempo ha estado prindo de ella, hay
mil que regresan animados lÍnicamente de una am-
bicion ciega, y de un espíritu funesto de venganza.
U n gran' número mira con desden y con odio á los
de su propio partido que prefirieron permanecer en
su pais: supóneles sentimielltos de cobardia y de
frialdad al menos para los intere~es del bando á que
pel'tenecen, mientras que pretenden por el contra-
rio que su fuga es un rasgo de arrojo y de resolucion
8tlperior á todo elojio. Ya sabemos como los emigra.
dos franceses realistas de 1791 caliticabatl á los que
tardahan en seguir ~u vergonzoso ejemplo: llama_
ban tibios á los de 1792, sospechosos á los de 17931




309
moderacion: los hombres aca1orados en medio
de su impotencia) no queridn oír hablar de IllO-
diticaciolles ) y ameuazaban á la Europa entera;
y los absolutistas inciertos aun del Jebenlace de
su causa, se pronunciaban abiertamente contra
toda especie de acomodamiento, sin cons:derar
que de él dependia la llamada 1iberlad del rey, sin
reflecsionar que los que le tenian en su poder,
desesperados podian aun recurrir á medios mas
violentos, y que mil accidentes podian prolon-
gar la lucha y hacer el écsito incierto. Nada con-
tenia su furor, y sus gritos de intolerancia, de
muerte, de esterminio resonaban por todas par-
tes donde se estendia su dominacion ; y maS ade-


traidores á los que emigrarou en los años siguientes:
llegaron .Insta el estrf'IlIO de formar su proceso para
el dia en que amaneciese la aurora de las venganzas.
Arareci6 en efecto al caho de 25 años, durante los
(:lules no supieron ol'vidar nada~ ni aprender cosa
alguna, y llegaron al punto 'lue era natural, esto
es J á precipitar la dinastia de un trono qne habia
l'ecobrado por ml'l combinaciones estl'aordinarÍas.


Los emigrados que regresaron á Espa]¡a en 1823,
J)O cansaron menos daño á la causa que defendÍ"n:
ellos hi.:ieroll odioso al príncipe, aborrecible su siSe
tema, detestables sus doctrinas: levantaron cadal.
sos para subir despues algunos de ellos; ells~ñaron


TOMO 11.' 2¡




310
Jante veremos hasta donde los empujaron su am-
hicion y su deseo de matanza.


Tal es el resúmen de las razones, por las
cuales muchos espaflOles ilustrados no rompian
abiertamente con el gobierno de Sevilla, y em-
pleaban su conato y sus esfuerzos en trabalar
por la reforma ecsijida , en calmar 101 ánimos,
en evitar los sangrientos caminos, y en dismi.
nuir los horrores de la lucha. Verdad es que no
llenaron enteramente su objeto: ¿mas quien con-
tuvo alleon en sus últimas ajitaciones y se opuso á
que despedazara á sus enemigos? ¿Quien abrió los
ojos á una multitud de jóvenes sin esperlenCla,


el camino sangriento de la venganza para que á Sl~
tiempo c~yese s(¡bre su cabeza, y promulgaron leyes ele
eslerminio, que por un milagro de la Providencia
y por un resulratlo de ~u juslicia, han ser'vido á Sil
tiempo para ¡lugar á los miserables que las conci.
hieron en su rábia sin mirar adelante, sin observar
la fuerza del espíritu del siglo que todo lo domina.
Los realistas han despertado las pasiones populares
en España, las han desencadenado J hall s:do vícli-
mlls rle su encono: así a;.~ontece siempre á los llue suelo
tan las hestias feroce~, porque una vez rota la cadena
que las contellia, en los momentos de ["ror despeo
dazan á su .Iueiio. No culpen á ningun partido de
sus Jesgy"acias : cúlpense á si propios.




311
que hacian consistir su honor en defender ha¡:¡fa
]a muerte una causa justa conforme á sus ideas?


De dia en dia disminuian las esperanzas de
que la r.ecesidad obligase á las córLes á hacer
proposiciones al t!jército estranjero ; y despues
de!a escandalosa escena del 1I de junio} en
que se resolvió la traslacion de Sevilla á Cádiz,
y en que se estableció una rejencia provisional,
no parecía ya ju~to apoyar tales violencias, por
que habian cesado los motivos de obedecel' á
un gobierno que degradando la autoridad real,
y desgarrando la Constitucion, habia roto los úl-
timos lazos que unian al pueblo con el código
político de 18 12. La mayor parle de los espa·
ñoles creyeron entonces que habia pasado ya el
sueño de un arreglo moderado, aunque algu-
nos todavia sostenían que era posible: los últi-
mos continuaron su obediencia al congreso, y
10:1 primeros siguieron distintos rumbos. UIJ
gran número no vió desde entonces remedio á
los males que abrumaban el reino, y 8e sometió
á la rcjencia de Madrid ó se unió á los france·
ses para cooperar al desenlace y á la salida del
monarca, de quien todo lo esperaban; y otros
por fin prefirieron permanecer bajo la bandera
de las córt~s por que aborrecían tanto los de-
sórdenes de Sevilla como los de Madrid. Trá.
tase aqui de los hombres de buena fe, no de




312
los anarquistas de oficio que seguian constan le-
lllf'ute el plan de que E~paila corriese las fa-
ces de una revolucion espantosa. Entre los
clUdad.mos honrados pudo haber algunos que
equivocaron el camino y no se separaron de la
a~amblea en el momento en que debian ha~
berlo verificado: pero t:n circunstancias tan
estraordinarias no era fácil reconOCer la \'erda-
dera senda en medio de la confusion y del de-
sórden que reinaban. Porque es uecesario no
lHic~rse ilusion, y para formar un juicio im-
parci31 de las cosas J de los hombres, se necesi-
ta ponert;e en su lugar. La mayoria del ejército
y de la juventud no refl~csionan: tres años y
medio Je dOlios c')utÍnuo., y sin medida á la
ConstituciOll: el asentimiento de las altas po ..
tencias obtenido por el gobieruo de 1820: la
clase de enemigos que habian combatido á cara
descu/bierra; el recuerdo de la guerra de la in-
dependencia y el deseo de la gloria, todos estos
motivos eran mucho mas poderosos de )0 que
se requiere para que entre los partidarios de
las córtes se hallasen muchas ¡entes h.,:¡oradas á
quiene¡.; habia arrastrado hasta alli el torrente de
la revoluciono En CAdiz, al lado de )08 jefes mas
furibundos, y en todas partes se vejan ciudada-
)IOS apreciabies prontos á abrazar el partido de
la ralon en el instante ero que divisasen la luz




313
de 1a "er~ad; de¡:graciadamenle ha¡:ta la época
en que e~criho Bua no ha brillado tan ansiado
dia, porr¡ue á ninguno convencen, el hambre,
las persecuciones y el suplicio.


Si los francf'ses vieron frustrada su esperan-
za (le que se terminas~ la guerra civil en Sevilla,
tarnL¡e~l en cambio obtuvieron la reunian de
muchos militares espaüoles" y las filas de los
constilucian¡¡les quedaron casi desiertas. La con-
ducta oLtserv,llla en ocasioll tan crítica pOI' el
¡eneral Don Pablo Morillo, conde de Carlajl'na,
que m,uHlaba el cuarto ejército de operaciones,
merece citarse á mi modo de ver. Sus ideas y
su amor al ór..len eran bien conocidas, porque
la guerra que habia declarado á la Ijo'ncia
ha bia sido noloria corno las persecuciones que de
alli le habian resultado Los ministros siempre
constantes en confundir las épocas, habían
creído que la opiniol1 abrasada por el conde de
Carcaiena en la guerra de la independencia, y
el de.ieo de adquirir llueva gloria serian un es·
tímulo muy poderoso para obligarle á comba-
tir á todo (r,lnee á Jos franCeses J forzáronle á
volver á tomar el malldo que habja dejado. Su
llegada al ejercito no fue para el pueblo una
calamidad; ;..\ contrario bien cOllvencido de
que los sacri(jcio5 eran il1l'lliles mientras que el
gobierno espaüol no adoptase el único partido




311
que le restaba, que era el de transijir con sus
enemigos, amortiguó cuanto pudo las pasiones,
y las provincias que estaban bajo sus órdenes
no !!ufrieron ni contribuciones estraordin"rias
ni vejaciones de ninguna clase; su ob¡elo fue
conservar la disciplina en las tropas, esperando
siem pre que el congreso nacional vendria á un
arreglo definitivo con los franceses.


Mas cuando lejos de realizarse sus esperan·
zas tuvo notic.ia de los escandalosos aconteci ..
mientos de Sevilla, rompió los débiles lazos
que le ataban á aquel gobierno, y rehu¡¡ó abier-
tamente reconocer la rejencia nombrada por las
córtes. Parecia que no le quedaba mas recurso,
una vez disuelto el gobierno constitucional, que
someterse á la rejencia l'caJista que residia en
Madrid; mas el conde de Cartajena no pudo
resolverse á dar este paso antes de tentar el úl·
timo camino, el de dirijirse á los francesp.s y
llamar enérjicamente su atencion sobre el fu-
neslo aspecto que tomaban los negocios de Es-
palia, para no despreciar ninguna via de alije-
rar los males que deploraban todos los hombres
de bien, y cuyo único remedio estaba en las
manoS del príncipe jeneralísimo. Mas la deter·
mioacion del conde de Cartajena ,aunque dic-
taja por las intenciones mas puras, aunque
toJos los hombres de bien vieron en ella el úl-




4115
timo esfuerzo que se hacia en España para fun-
dar un gobierno libre de los furores del espíritu
de partido, escitó á un mismo Liempo la cólera
de los ajitadores de Cádiz y de Madrid, unoS y
otros furiosos, y siempre do acuerdo para per-
seguir y anatematizar COn su odio á las perso-
nas que procurasen conciliar los ánimos (1).
El conde de Cartajena despreció igualmente á
Jos dos bandos, y se determinó á u,nirse á los
franceses con las tropas que militaban bajQ su
mando para cooperar á la libertad del monarca
encerrado en C4diz J {mico término que se pre-
spnlaba á los infortunios que despedazaban la
pátria. Mas con los mismos principios de 0l0·
deracion que nunca le habian parecido mas ne-
cesarios que en esta época,. estipuló qu.e nJl)gu~


(1) Los ahsl}lutistas de l\'Iadrill 110, qlleriall que.
se les atajase en el camino de los desórdenes y de
las vengallzJs que ejercian; habian deseado la in-
'Yasioll estl'anjera para vaneer sin peligro á sus
contral'ios, pero obtenido el lriqllfo por los medio!l.
que á lJinguno se ocultan, odia¡'oll á los fl'311<;eses
que queriall cGntenerl<>s, escribieron contra ellos y
"arias revertas ellt!'e los sol(lados estraujeros y los"
facciosos' ensa ngr'enta ron las calles de la córte. T u-
vic¡'on las antoritla()es reali~t;¡s que J'eeordar en sus.
proclamas el beuelicío (Iue dehían á los franceses, r




316
no seria perseguido por las opiniones qUe ante-
riormente hubiese mauifestado, y ecsijió segu-
ridad para las personas y para las propiedades,
ocupándose únicamente del bien estar del pue-
hlo.


Circularon en aquel t.iempo copias de la es-
posiciop elevada por el conde de Carlajena al
duque de Angulema. Aunque no sea posible
responder de la autenticidad de un documento
de esta clase, como su lenguaje es muy Dota-
hle y sus aserciones tan verdaderas, y como
los ciudadanos honrados lo estimaron en tanto
precio mientras que los ajitadores realistas le
dieron el título de produccion revolucionaria,
me parece que de.oo insertarlo aqui en los tér-
minos en que llegó á lUis manos.


fncargar la huena armonia y la paz con lo~ ¡nvaso_
rl'S. Y lo que el! mas admirable ~ ha~ta el mi~mó
Fernando I'tI vez de entreg.arse, como parecia llato-
ral, el! mallos de la Fr2l1cia, se elltregó á /all illspi_
raciones Je la RUlilia ; y el gabinete Je las Tulle/'ias,
cOIl<J!uida la lucha, sali6 de ella sin influencia nin-
gUIJa, Y rara cOllsf'gnir pn una ocasiOIl medidas de
templanza en 1'1 g~hinpte oe Mad"id , t'lVO quP 1H1-
millarsp. á menrligar la proteccion del embajador fU.
so. Tal es la gratitud de los partidos.




317


DE DON PABLO MORiLLO,
CONDE DE CARTAJENA,


AL PRINCIPE DE Al\GULEMA.


Serenísimo señor.


»EI de'leo de ~er títil á. mi pá.tria , único
m6\'il de mis acciones, me obliga á tomar-
me la libertad de diriilrme á V. A. R. Las ad-
iuntas copias de mis proclamas y de mi cor-
respondencia con el tp.oienl.e ¡e\'>era\ Bourk, ins-
trUIrán á V. A. R. de los motivos que he teni-
do para separarme del gobierno de Sevill ... y
unirme á las tropas francesas, como tamhien
de las condiciones que be puesto , y que me
han sido concedidas conforme & las prome~as
que V. A. R. ha hecho á los espllilOles. Ruego
á V. A. R. que tome en consideracion Jos do-
cument08 citados, y me concretaria á for-
mar su estracto si/lo creyese conveniente que
V. A. R. los lea íntegros para que se forme
una idea esaCLa de mi posiciono "




318
((Estoy entE'ramente unido con el jeneral


Bourk y le he ofrecido todos los esfuerzos po-
sibles por mi plrte, y por parte de las tropas que
están bajo mis órdenes para obtener la }ibertau
del rey y la completa pacificacion del pais. Los
socorros que puedo prestar al ejército frances,
aunque menores de lo que deseo, son de algu-
na importancia, por que podré contener los
pueblos en los límites .lel órden y evitar mu-
chos males. Mi cOrHlucta siempre franca y leal,
y el interes que constantemente he manifestado
á sus habitantes, me han procurado cierto cré-
dito que emplearé desde Juego en provecho de
estas provincias. Jam;8 hablaria de mi en tales
términos á V. A. R. sino creyese que cuando
se trata del bien público no debe callarse cosa
alguna."


» Mientras que las tropas que mando traba-
jan en poner un término á los males de la guer-
ra, y en contribuir tanto cuanto les es posible
á la libertad del rey,3 por la que suspiran lodos
los buenos españoles) se nos ha dado el título de
revolucionarios en un escrito publicado en 1\Ia ..
drid; y no se nos hubiera prodigado semejante
injuria sin el consentimiento del gobierno, pues-
to que la Gaceta sufre su censura. Presurno,3
serenísimo señor, que me han tratado con tan-
ta lijereza de revolucionario, porque en vez




319
de conciliar los espíritus y de atraerlos, se pro-
cura ecsasperarlos: porque no me dirijo direc·
tamente á la rejenciade Madrid. Esto me obli-
ga á bablar francamente á V. A. R. de los
motivos que he tenido y que todavía tengo
paloa no entenderme con la reiencia madri·
leña."


» Su gobierno no ha eorrespondido á mi
entender á las esperanzas de V. A. R.: y los
españoles que piensan, los que desean la estabili-
dad del trono, la prosperidad del pueblo, no
encuentran en su marcha ni la firmeza, ni la
decision que podriJn salvarnos., En cuanto á
sus decretos puede decirse que no ha dado
uno solo fundado en los verdild(lros principios
de conciliacion; podemos considerarlos mas
corno las reglas que be impone un partido triun-
fante, que como las que deben beguirse para
conseguir la un ion y la paz. Si atenuemos á
los hechos hallaremos una apariencia aun me-
nos favorable por lo que mira á la capaci(lad
del gobierno actual. Por todas partes se oye
hablar de desórllenes, de encarcelamíertos
arbitrarios, de insultos permitidos al pueblo,
de esacciones violentas; en fin, se LClI vida el
respeto debido á las leyes, y la anarquía no
cesa de aflijir á la desventurada España.


»Este cuadro no está ecsujerado, serenísimo




320
señor, y los hombres mas sensatos de toda!'! las
provincia~, se desesperan al ver las riendas del
gobierno flotantes) las autoridades procediendo
con una arbitrariedad escandalosa, y al popula-
cho d~sellcadenado, halagado en vez de ser re-
primi(lo; al ver en lin que no se observan las
leye~ .


"Tal es la vedadera situacioll rle muchas
pt"ovincias, y DO Creo que ni las felicitaciones
recibidas por la ['eiencia, ni los regocijos des~
ordenados de las pohlaciones á la entrada de las
tropas francesas ó de los re.:llistas espaüoles, CélU·
sen ilusion á alguno hast~ el punto de per3u,ldírle
que no queda otra cosa que desear, y que la
marcha del gobierno es buena y acertada. Mien-
tras que el vulgo recorre las calles y des.
pedaza las lápidas de la Con¡;titucion (1), insul.
tando á cada paso á las persOllas mas respetables,


(1) Los< facci(l~os apenas p.lltrahan en un pueblo,
o:rijíanse :í la p','Z.1 nlJyor donde pstaha colocatla
por le regular la lápida 'Ine df'ci~ pla-:.a deta COfU-
titucíon, y de~pe'¡a;dntlola á t.iros, y (Ir! to,108 mo-
do~, sustituían otra quedecia p!a'Za real; para goP la
imitaeion hle~p el'l':leta. Los realista~ lta 1lian vi~to la
especie tic 1i.est"s CO[)IIIJC los ajitadores se di t'ertiau
cuando atulJlltltad .. s ell !lila rlaza peJian la muJauw
za tle autoril",les, la depo¡·tacioll dc íos desaf.:ctos ó




321
pr06rien.do gritos furi0sos de muera! y entonan·
do canciones de sangre y de desolacion, los hom ..
hres de bien lloran amargamente sobre la suerte
de un país, cuyo destino parece cifrarse en caer
~iempre en las manes de gobernantes que le ar-
rOlan de estremo en estremo. Los españoles ilus.
trados y celosos Jel honor de su patria, conci-
ben muy bien que ec~isten ciertcs momentos en
que no se puede reprimir á la muchedumbre;
pero ¿que juicio deberán formarse del t'stado de
10i nfgC'cios, cuando unes momento!' que debe·
rianser pasajeros, se prolongan semanas y meses
enteros?


»Pues los 110mbres que esperimen!an allera
tanto di~guslo, son precisamente los que han
derribado al gobierno a'nlerior. Si, serenísimo
señor, no cabe duda alguna. L3s córtt's de~ro.
jando á lo/: propietarios de sus bienes, distribu-
yendo los del clero secular y regulClr, pre-


daban música!! á sus ami~os; y tomanc!o el gusto á
aquellas bacanlles las repit ieron en nombro! del des,:,
potismo, o!orno sus antecesores lo habían hecho en
lJombre Je fa licencia_ Así la tleolocracia ha reiuaJo
en Espaüa bajo) Jos forlJJa~ opuestas de goLie¡',¡o; ó
por mejOl-decir hace Illtlchísimus anos que en la Pe-
nínsula no "a hahido ¡;obif'I'IJO ~ y solo all:lrquía dis.
frazada y hautijl:ada con distintas deuoü\illólciones,
pero :iitlllprc la misma.




322
dicando y tolerando el desó,den , Imbieran
arrastrado á la muchedumbre á la resis,tellcia,
y V. A. R. hubiera enccnlrado sobre los
Pirineos numerosos ejércitos de patriotas que
se hubiesen formado como aconteció en Fran-
cia en iguales circunstancias: porque el pue-
Llo espailOl, no es ni menos ilustrado ni me-
nos afecto á su pais que lo era el pueblo fran-
cés en la época de 1789. Mas los varúnes de lu-
ces y probidad, amaestrados por la revolucion
francesa han opuesto un dique al torrente de la
anarquía: el resultado de sus esfuerzos no ha si-
do rápido, pero seguro: han conseguido formar
esa opinion que ha desacredila::io completa-
mente á la demagojía, que ha sido causa deque
ni el estímulo del desórden, ni el imperio del
terror hayan podiclo armar al pueblo en defensa
dd la Constitucion. Ahora solo se presta oidos
á la voz confusa de la multitud: pero la calma
sucederá á la efervecencia y la verdadera opi-
nion ocupar4 su lugar; y entonces, i dEsgracia-
dos de nosotros si el gobierno no la ha consul-
tado!"


»Quizás abuso, serenísimo señor, de vues-
tro liem po; pero V. A. R. perdonará con la
bondad que le caractel'iza la importunidad de
un ciudadano profundamente ocupado en el
bien estar de su patria) y que dirijiéndose á




323
V. A. R. cree hablar á la persona que mas par-
te toma en la ventura de España. Si desde e~te
momento la rejencia no adopta las medidas
mas eficaces para conciliar los ánimos y enju-
gar las lágrimas de millares de familias; sino
renuncia al fatal principio de mirar como bue-
no todo lo que ecsistia antes, y juzgar por ma ..
]0 cuanto se ha ejecutado desde 1820; en una
palabra, si el gobierno no muda de rumbo, no
solamente quedar~n frustradas eu gran parte
las miras de S. M. C.ma y las de V. A. R., sino
que cuando llegue el instante deseado de que
el rey recobre la libertad, )a anarquía habrá
tomado cuerpo ~ se calificará la voz del popula-
cho de voz de la opinion pública; quizás será pe-
ligroso entonces contrariarla , y el mOnHca no
será libre de dar á su pueblo las leyes que le
combienen •• ,


» Tajes son los motivos que me han obli.
sado á no dirijirme á la rejencia de Madrid, .Y
cada día adquiero nuevas pruebas de que tales
motivos no carecen dI: fundamento. Deseo con
el mayor ardor la libertad del rey, y quisiera
conseguirla á precio de mi vida, porque es.
toy Íntimamente convencido de que pondría
un término á la funesta discordia qUe! nos de-
vora. Contribuiré á todo trance á tan impor-
tante objeto, de acuerdo con las t~opas fran-




324
cesas; pero me lOmo la libertad de manifestar
á V. A R.) que ni los principales oliciales de
mi ejército ni yo reconoceremos á la reiencia
mientra:. que siga ia marcha presente, porque
entonces nos veriamos forzados á ser los ejecu-
tores de sus disposiciones, y no tenemos bas-
tante reslguacion para causar voluntariamente
al pais males irremediables. Tal vez por consí-
daaciones que no penetro, se querrá (lue haga-
DIOS el sacrlficio de reconocer al gobierno de
l\bJrid: en tal caso lengo el sentimiento de
anunciar á V. A R. que ni mis primeros ofi·
ciale,,; ni yo podemos suscribir á semejante con-
dicion, y entregando nuestras tspadJs nOS
constituiremos prisioneros de guerra."


1) ¿Será tanta mi desgrocia que el lenguaje
franco de un militar de honor se atribllya á
orgullo ó á otros motivos innobles? Me persuado
<Iue no, mucho mas cuando el jeneral Bourk está
Lien penetri:ldo, á mi modo de entender, de
la pUl'eza de mili intenciones; y espero que
V. A. H no hallará en este escrito sino la
manifeslacion del deseo mas ardiente de que el
rey recobre la libertad, y de que cimente el
¡;olJierno sobre bases bastante bólidas, para que
mi desventurada pátria no tenga jamás que te-
me,· una reaccion."


Repito que no puedo garantir lil autenticidad




325
de este documento; ni asegurar si Jlegó efecti'..
va mente á las manos del príncipe frances; al.
gunos alegaráu de que el reconocimiento de la
rejencia realista, por el conde de Cartagena,
desmiente el escrito. Hay sin embargo motivos
para creer que es verdadero, y juzgo que los
lectores no Jlevarán á mal suinsersion, por
que los principios en que se funda están ente-
ramente de acuerdo con mis doctrinas, y por
que los sucesos no han hecho otra cosa que con-
fir'mar su esactitud. i Que verdad no encierra
ellta esclarnacion! i Desgraciados de los espa.
1ioles si el gobierno no consulta la verdadera
opinion pública y desprecia el grito de los par~
tidos! Cada dia se multiplican en España las
pruebas de la profuudidad de este pensamien-:
too (',


Si el conde de Cartajena hubiese abrazado
con calor la causa de las córt.es, los franceses
hubieran encontrado en él un terrible adversa-
rio ., ó bien se considere su mérito luilitar Ó
hien se tome en cuenta la posicion que ocupa-
ba. En efecto, ninguna provincia ofrecia me-
dios tan poderosos de formar un ejército como
Galicia! su poblacion que raya en millon y
medio de habitantes, podia suministrar nu-
merosos reclutas y recursos muy considerables.
La grande estension' de sus costas pone aquel


TOMO u. 22




326
reino en comunicacion can. las provincias ma-
rítimas de la Península y can los paises estran-
jeros, y desde sus puertos podia causarse nota-
ble daño al ccmercio frances. Hallándose situa-
do á una grande distancia de la frontera., y le-
ios de las líneas de operaciones del ejército de
invasion, los franceses no podian destacar una
fuerza respetable á Galicia, y los estrechos des-
filaderos que es preciso atravesar por cualquier
pQ.uto que se intente penetrar en el pai~, lo po-
Ilen tarnbien á cubierto de una sorpresa.


Al propio tiempo que ninguno podrá negar
estas ventajas de Galicia, algunos lectores ob-
servarán que eran inútiles por la mala volun-
tad de los llilOltantes que no eran partidarios de
la licencia. Es una verdad; mas en esto mismo
debe reconocerse la influencia de los moderados
que lograron apartar la mayoria oel pueblo de
las seducciones de los ajitadores. Si el conde de
Cartajena á su llegada al ejército, á cuya caLe-
za hubiera podido ponerse mucho antes, se hu-
biese unido á los hombres de opiniones estremas;
si hubiese perseguido ó desterrado á los que po ..
dian oponerse á sus designios; si hubiese mandado
publicar el decreto de las córtes sobre seflOrios
y hubiera querido sublevar los colonos contra
los propietarios, no cabe duda, para el que
conozca el reino de Galicia, que hubiera hecho




327
en aquella provincia una verdadera revol ucion,
y que los gallegos hubieran ayudado eficazmente
á la ejecucion de sus planes. Que los que se de-
cldraron contra la Constitucion digan el partí.
dO qua sacarOn de tos vecinos de Galicía , y si
S11S bandas encontraron nunca apoyo ó toma-
ron incremento ó arraigo. Un destacamento
de cuarenta constitucionales atravesaba el país
en todas direcciones antes de la entrada de los
franceses sin encontrar en ninguna parte oposi-
cion. Un gran número de curas puede dfcir
como recibieron sus ovejas el decreto de la re·
¡encia de Madrid, que ordenaba pagar entero
el diezmo que el congreso nacional ha bia re·
ducido á la mitad. Ecsaminen las autoridades si
la numerosa poblacion rural deGalicia ha toma-
do acaso la menor parte en lo que en EspaiJase
llama la restauracion, y si se manifiesta mas
contenta hoy dia (') que lo estaba á principios
de 1823. En hor.1 buena que el partido fanático
que dominó en España crea que las palabras


I altar y trono tienen para con este pueblo una
fuerza irresistible, y que el gobierno descanse
en la idea de que la fidelidad es la virtud do-
minante de sus súbditos: por eso no dejará de


. ¡


(1) Esto se escribia á fines de 1825.




326
ser uq,a verdad demo~trada que el sentimiento
mas poderoso de los españoles, principalmente
de las provincias del norte y de Galicia, es el
de su propia felicidad: las demas afecciones y
miramientos hállanse entre'ellos subordinados á
este principio ¡eneral, y nunca pagarán Con gus.-
to ni el diezmo ni el impuesto del voto de San·
liago. Entiéndanlo bien los que se imajinan que
un fraile es omnipotente en la Península, y que
los españoles estan en estremo apasionados á
las formas y á las mácsimas de su' antiguo go-
bierno (1).


El ejército del conde de Cartajena ascendia


(1) j Cuan ¡enera] y cuan equivocada es la opi.
nion que se hall formado los franceses y casi toda la
Europa de la intluencia del clero español, y parti ..
cu larmente oe los frailes sobre el pueblo! N o nega-
remos qne ha ecsistido y tampoco que ha sido gran ..
de en todos los asnntos que guardan relacion ¡nme.
diata con]a conciencia: mas esta influellciacede
siempre y de todos modos al grito del interes y da
la felicidad. Desde tiempo inmemorial los frailes
han sido siempre el tipo de la ridiculez, ó los hé-
roes desvel'gonza(los de un sin ntímero de cuentos y
de leyendas que circulan por el pais. No. ecsiste
quizás un marido que no diga por zumba á su mujer
que prefiere la visita de ulla coulpañia de 50ldad08




329
al fin del mes de mayo á cerca de catorce mil
infantes .Y mil y doscientos caballos, porque
habia sido reforzado con las tropas que se re-
tiraban de las provincias vascongadas, de San-
tander y de Burgos. Conforme al decrHo de
las córtes, tocaba á Galicia aprontar ma~ de
seis mil hombres para el reemplazo del ejército
permanente y de la milicia activa, y era muy
ficif hacer tomar las armas á otros cuatró mil
con solo llamar al servicio una parte de los li-
cencia1os. A mas, el conde podia sacar recur-
sos de Asturias y de una parte de Castilla, de
suerte que sin aventurar nada no será una te-
meridad el creer que antes del mes de agosto


en su casa al trato ,le un fraile. Los labradores máS
srosel'Os sabell muy biéll qlle las limosnas que pi-
den los hermallos de trigo)" otros productos, invo-
cando á los santos,' sOllgollerías para su regalo. El
diezmo se ha pagado sielllpre con suma re¡mgllan-
cía, y hacía muchos años que se necesitaba el aosi-
lio de la autoridad civil en casi todas las diocesis
para su cobro. En una palabra, el trono e~ el tín ico
sosten de lo que se llama el altal', en vez de sostener
el altal' ,,1 trollo- Lo cierto es que en el reiuado de
Cárlos lV el prestigio del clero se desvaneció h<lst a
tal punto, pOI' la dismiutlcil)l1 ,de sus rentas ~ que
probablemente hubiera quedado encerrado en los




330
hubiera podido contar á sus órdenes veinte y
cuatro n1l1 hombres y tre! Ó cuatro mil caba-
llos, porque despues de la retirada de Madrid
la brillante caballería del tercer e¡ército se des-
tinó al cuarto. ¿ Y quién creerá que los france-
iies hubiesen penetrauo en Andalucia dejando
en Galicia un cuerpo de tropas tan llumeroso?
Entonces el conde de Cartajena podia mar-.;har
sobre Burgos, y si quel'ia obligar á los invaso-
res á repasar el Ebro sin arriesgar cosa alguna
por su parte, podía repetir ei movimiento que
llizo el ejército de Galicia en 1808, efectuado
segunda vez por los ejércitos ingles y portu-
gues en 1813; esto es, atravesar el Ebro cerca


Jímites en que debe estarlo en un reino cat6lico: pe-
ro la guerra de la indepelldencia, en la que prestó
servicios muy importantes, el no cumplimiento de
las promesas que se le hauian hecho en el reinado de
José, y la estúpida perseclIcioll que le declararOI)
algunos homhres ¡nespertos y acalorado~, preselltá-
ronle un campo de batalla rlonde defender su ecsis.
telleia política y matl'rial , y la insultante neglijen-
cia del gobie..,lO represelltlltivo en 110 pagar sus pen-
siones á los frailes secularizados ,junto COII las san-
grientas es~ellas de la Coruiia y del obispo de Vich,
restitll~er()n al clero pOlo Jueves íllstalltes su alltigua
iutlueucia _




331
de su oríjen, y dirijiéndose por los lindes de
Casti'lIa , rozando con la Vizcaya, caer sobre
Vitoria. Por donde quiera que se dirijiese hu·
hiera encontrado el apoyo de los voluntarios
nacionales, y detodos los que por consecuen~
cia de las proscripciones de la lunta provisio!.
~al y de la rejencia, ó por resul tado de los
desórdenes tolerados por Jos aientes de es-
tos -poderes, se veian amenazados y persegui-
dos. Eran estos en gran número, en jeneral
hombres propios para la guerra, y dispuestos á
hacerla á todo trance, porque estaban desespe.
rados. Final mente, aun cuando el conde de
Carla¡ena no hubiera aument,ado su ejército,
tenia á su disposicion mas medios de los que
necesitaba para impedir la entrada en Galicia
de la division Bourk , y niuguno podia obligar-
le á tomar el partido que abrazó aun de3pues
del des'i:'nlace de los sucesos.


Me he deleniJo en estos detalles para con·
fundil' á los que manejaban entonces los ne-
gocios de E~paña'y á los que han continuado
ejerciendo su influencia sobre elios; quienes
afectaron creer que si el conde de Carta jeua se
unió R los fl'anceses fue violentado por la ne-
cesidad Los homb:-es de que hablamos ponian
en duda si el e¡él'cito f.'ances era necesario
para conseguir la libre salida de Fernando de




332
la plaza de Cadiz, para atribuir su mérito e8.
clusivamente á los que entraron en España con
la retaguardia francesa ó se dieron á conocer
en la Península únicamente por sus manejos
oscuros y tortuosos. Ved aqui los individuos
que quier,en atribuirse la gloria de haber der-
rocado el partido de las córtes, y que procu·
l'an deprimir los servicios de todos los que no
pertenecen á su faccion. Los moderados no les
disputan el derecho esclusivo de que tan es-
candalosamente han, abusado, eternizando la
confusion y la anarquia en todos los ramos del
gobierno español, no respirando sino furor é
ignorancia y baciendo alarde de ,la mas negra
ingratitud. Mientras que gozan de tan funestas
prerogativas al presente (J) , y precipitan á la
pátria en una nueva carrera de infortunios, la
historia recoje sus notas para manifestar lo qué
fueron los que en 1823 y en los años anterio.
res se dieron el título de adictos al rey y á la


, monarquia, los que le sacaron de la isla gadita-
na, y los que cubrieron la España de luto en
dias que solamente hubieran debido consagrar-
se á la alegria y á la ventura.


(1) N o lo ol\'ide el lector: en 1625.




333
Y como cuando se trata de abrir la lucha


con los españoles juiciosos., las cabezas acalo-
radas del Manzanares y del Támesis se reunen,
necesario es no olvidar tampoco á los últimos
y responder á sus declamaciones. En vista de
los. medios que acabamos de esponer reunia el
conde de Cartajena para aumentar su ejército;
podrá quizás sacar alguno la consecuencia de·
que sus esperanzas no carecian de funda.mento;
y que si el jenera) hubiera querido, los france-
ses no hubiesen entrado en España ó hubieran
encontrado en ella una valerosa resistencia. Mas
de que una cosa pueda acontecer en ciertos casos
no debe inferirse que necesariamente haya de su-
ceder asi , y obligacion era de las córtes y del
ministerio ecsamÍllar si en efecto se hallaban
preparados los ánimos para recibir semejante
direccion: la razon y la esperiencia debia ha-
berlos convencido diariamente de lo contra-
rio. Si el gabinete hubiese colocado á la cabe-
za de los elércitos jenerales imbuidos en tales
ideas, y capaces por lo mismo de emplear to-
dos los caminos para hacer prosperar su ({aU83 ,
semejantes partidarios carecian por lo comun de
crédito como militares y como polítíc.os; y
conlrariados contÍnuamente por sus subalter-
nos, porque en las 61as se contaban muchos
o6ciales de opuesto partido, nada hubieran po-




334
diJo ejecutar, como se verificó en todas par-
tes donde empuñaron el baston del mando.
Nece.sitaba, pues, el ministerio valerse de 1e;.
nerales de reputacion, y estos no podian con-
sentir que la revolucion siguiese la marcha que
deseaban las córte5: en tales términos se espli-
có el conde del Abísbal, de quien no eran de
esperar tantos miramientos. El jeneral. Balles-
teros aunque se manifestó ze!oso partidario de
la libertad, apenas tomó el mando del ejército
comenzÓ á dar constantes pruebas de modera-
cion: los ajitadores que militaban };Iajo sus ór-
denes fueron tratados como merecían y con-
cluyó una capitulacion con los franceses, como
Vere,nos mas tarde. El jeneral Villacampa mos-
tró los mismos sentimientos, y he dicho ya
como se condujo el conde de Cartajena: tn
cuanto á Mina, defensor del ministerio que díó
la respuesta á las notas de la santa alianza, y
que habia abrazado su causa con tanto· ardí·
miento, no pudo conseguir ventajas ele consi-
deracion, y aunque en todas partes colocó á
los hombres de su conthnza, varias tropas le
abandonat'on, las plazas importantes ue su pro-
vincia. se rindieron al enemigo, y sus débiles
esfuerzos fueron enteramente vanos.


¿ Ma s cu:il era el objeto que podian propo-
ni.!rSe 103 jef,J3 y los españoles en ¡eueral, defen·




335
diendo al partido estremo que se había a pode-
rado del gubernalle del estado? Supongamos
que todos fuesen entusiastas por la Constitucion
de 18/2 , ¿ se cum rlia acaso la letra de aquel
código político? ¿ No violó el mismo gobierno
la mayor parte de sus artículos, no concluyó
por hacer pedazos sus principales bases, como
)a autoridad real, y esto por medio de movi-
mientos tumultuosos? ¡Tan n.cil era restablecer
al monarca en su autoridad des pues de haberle
despojado de ella, haberle violentado á ellcef4
rarse en Cádiz y haber degrarhdo y ultrajado
indignamente el trono consLitucional! Los aji-
taJores reconocieron que la época no era á pro-
pósito para verificar un cambio de Constitu-
cion: porque hubiera silo una manifiesta in-
consecuencia trocar la forma del gobierno cuan-
do se clzmaba en todas partes que el código de
1812 era el Olas perfecto, y que por esta r¡;Zon
no debian hujetarse á su refurma. Quisieron,
pues, conservar la dignidad real, aunque fuese á
precio del absurdo que cometieron declarBndo á
Fernando el 1I de junio en estado de ineptitud
moral, .Y rehabilitándole el 15 del propio mes.
¡Con cuanta mas justicia se debia haber decla-
rad" en estado de delirio á los que dieron am-
bos decretos!


Tal es la conducta que siguieron los Iibera-




336
les de opiniones estremas cu:mdo vieron que
no podian contar con nadie para destruir la
monarquia; mas si la 'Victoria hubiese corona-
do su causa" si los franceses hubieran sido re-
pelidos de la Península" como debió haber su-
cedido, distinto bubiese sido su lenguaje. Y en
el conflicto á que habían llegado los hechos,
declarado Fernando por ellos enemigo del go-
hierno representativo, y sin haber cesado de
conspirar para destruirlo, l como hubieran po.
dido mantenerle en el trono? De todos los pun-
tos hubieran llovido las representaciones para
que fuese destituido y sujetado á un juicio, y
no cabe duda en que tales proposiciones hubie-
ran encontrado apoyo y raices en la asamblea
popular y en las mismas autoridades. De aquí
se seguia la necesidad de mudar hasta los, ei-.
mientos del pacto que rejia , y es muy proba.
hle que plantado bajo tales auspicios el árbol
de una libertad indefinida hubiél'an\o regaJo
con sangl'e los escesos. Estas esplicaciones re-
pugnan al coraZOll del escritor: conoce que en
1 J cÍe junio, en medio de la efervecencia y del
terror hubo muchos diputados que votaron el
nombramiento de la rejencia sin preveer sus
resultados, pero eran inevitab\es; preciso
es confesarlo ahora, Paréceme un sueño el
imaj!nar que vencidos los franceses, no hubie ..




337
ra dominado en las nuevas córtes que se junta-
sen en España la democracia mas desenfrenada,
y que los inventores de motines, embriagados
con su triunfo, no habrían intentado llevar á
cima el proyecto tantas veces anunciado de es-
tablecer las formas republicanas. Reflecsionen
los españoles mas ardientes el estado á que ha-
hian llegado los asuntos políticos en España en
el mes de junio de t 823 , Y digan el partido
que hubiera tomado el congreso lejislativo si
en julio, en agosto, ó mas adelante huhiese re-
gresado triunfante á Madrid, lihertada la Pe.
nÍnsula como en el año catorce de la invasion
estranjera : no podrán menos de confesar que
era absolutamente imposible sostener la mo-
narqUla.


Ecsisten todavia algunos españoles alucina-
dos por )a posicion en que se encuentran, que
creen de buena fe , que los franceses arrojados
tle la Península y vencedor el partido que ama-
ba la libertad, hubiesen brillado los bue-
nos principios y resplandecido el órden público
en su primitivo esplendor. Los que asi piensan!
no recuerdan sin duda la conducta que obser-
varon las córtes en ,. o de marzo de 1822. Y Ja.
del nunca bastante criticado ministerio de Jas
notas. Entonces IQs ; pdigros eran mucho m~­
nores y ecsistian aun ilustrados campeones que:




3:38
defendian en la asamblea las doctrinas protee-,
toras de la sociedad; y sin embargo se probla ..
maron, decretaron y sanrionaron los princi-
pios mas democráticos, Ó por mejor decir Jos
mas incompatibles con el reposo y el bien es-
tar consecuente del pueblo (1). EcsamÍnet;lse.
los discursos de los diputados que estaban .á la
cabeza del partido que alli dominaba, y véase:
si es posible que los representantes que en me-
dio de Jos mayores embarazos se perdian en
sus opiniones, divagando por reinos imójina-
rios 11''Ista el estremo que llegaron, invocasen
)a moder<lcion despues del triunfo de su cau-.
sao Delirio seria creerlo asi, mucho mas cuan-,
do repetidos ejemplos, .Y el mas terrible de
todos, la revolucion francesa pantentizan lo
contrario.


Es del mismo modo, evidente que si los in-
vasores hubieran traspasado los Pirineos aco-
sados por las armAS españolas~ estas na se lm-.
pieran detenido en la frontera, y que los ejér-
citos de las altas potencias de Europa hubie-
ran venido en socorro de la Francia é inunda-


" í


1 UI) principio brillante en, teoria es á veces fa-
nestísimo en la práctica. '.




339
do )a Península ibera (1). ¿De que podia apro-
vechar entonces el triunfo efímero conseguido
contra cien mil franceses? A no ser que algu.
nos piensen que des pues de la mudanza; de go-
bierno ó de los desórdenes que debian acompa-
ñarla por una consecuencia natural del cambio
y de la victoria, hallaría el gobierno represen.
tatívo aliados en el continente ó en las islas.


En cuanto al cuadro que hubiera presenta-
do la nacion española si el partido estremo que
domipaba hubiera salido victorioso del puerto
de Cádiz , no olvidemos que en medio de sus
mayores tribulaciones, por un vértigo inconce-
bible, algunos demócratas nunCa han cetado
de concebir planes de esterminio. Un gran nú.
mero hahian huido de los pueblos ocupados por
los franceses ó abandonados por las tropas
constitucionales. Los decretos de la junta pro-
visional} los de la reiencia, y la iufluencia de
los ajentes de 'ambos gobiernos, en vez de con-
ciliar los ánimos los ecsaspe¡'aban ,y succedian ..


(1) Téngase presente que entonces las relaciones
ysimpatias de la Francia con las altas potencias del
norte distanan mucho de las que áhora ecsisten,
porque la ¡"evolucioll de 1830 mudó la faz de Jos
Jlegucios pulíticos.




340
se los desórdenes y acumulábanse las violencias.
Los alitadores no necesitaban tanto motivo, si
la vicloria amanecia en su campo, para sacri.
ficar como víctimas á sus contrarios en nom-
bre de la pátria. Las persecuciones hubiéranse
estendido á la nobleza ,al clero, á los serviles
y principalmente á los moderados: porque á
todos se confundia con el título comun de
enemigos de la libertad, y á todos se acusaba
de haber conspirado ó prott:jido la entrada de'
los franceses. España sino la ocupaban pronta-
mente los ejércitos e,stranjeros, hubiera sido
sucp.sivamente la presa de diferentes partidos;
cada uno de ellos hubiera ensangrentado su
suelo y hubiera ofrecido á la Europa un segun-
do ejemplo de las nuevas repúblicas america-
nas. Los gobiernos se hubiesen succedido unos
á otros: ¿ quién hubiera sido capaz de designar
la época en que la aurora de la paz se hubiera
mostrado en el horizonte español? i Que cado ..
na tan larga de felices sucesos no fue' necesa-
ria para consolidar en Francia un gobierno que
impusiese silencio á los partidos y restableciese
la calma! Cuantos han meditado sobre las re·
voluciones en jeneral y observado )a marcha
de la de España, sus planes, el lenguaje de los
ajitadores en las sociedades patrióticas, en las
~ecretas y en los periódicos) se manifestaban




341
enteramente 'Convencidos de que el triunfo del
partidoestremo liberal bubiera causado á la
nacion un torrente de desgracias, cuyo térmi.
no no podia designarse del mismo fll«;ldo que
fluyeron los males de la victoria del bando rea ..
lista que nos inundó en sangre. La felicidad hu-
hiérase seguido únicamente á la reforma de la
Constitucion, á la union y buena intelijencia
de los partidos, Jos cuales se confunden con
la clemencia, y cediendo cada cual de su de.
recho;' no con la maerte ¡la venganza. .


TOMO 11. 23




OPERACIONES MILITARES.


Las c6rtes se habian retirado á Cádiz y
conducido consigo al monarca; y como la im-
prevision mas completa presidia á todos los
actos de aquel gobierno, encontráronse en
la plaza sin dinero y con escasos medios de
defensa. Apenas puede UnO persuadirse que la
negHjencia llegase á tan alto punto, habiéndose
designado por último refugio la isla gaditana',




343
desde el primer momento en que resolvió la
a!!amblea que el gobierno abandonase la villa y
córte de Madrid. No se babian reparado las
fortificaciones de Cádjz desde el año 1812 en
que el mariscal Soult levantó el sitio de la pla-
z¡t; ballábans~ 108 c¡;uones desmontado/> , algu-
nos inútiles, otros sin cureñas; faltaban los fu-
siles I y algunos cuerpos nO pudieron nunc~
completar el armamento necesario) sobre to-
do despues de la toml1 del Trocadel'o. Solo q1le ...
daban setecientoi quintalesde pól vora para la de-
fensa del puerto y de 111 isla de Leon , y hubo
que recurrir á la marina que pudo suministrar
mil quintales. Las tropas consistian en catorce
batallones de infanteria de línea y de volunta-
rios nacionales de Madrid y de Sevilla, ascen-
diendo 6U fuerza total á siete mil y cien hom·
bres, cerca de docientos r¿apadore$, docientos
cincuenta artilleros y sesenta ó setenta caba·
llos, tambien de voluntarios madrileños. Los
seis batallone~ de la milicia nacional de C;idi~
tenian cerca de tres mil plazas. Nose contaba con
recursos de ninguna clase, y las córtes se hIJo
hieran vi~to obligadas á disol verse algunos días
despJlBs de sU llegada á la isla, sino hubiesen
conseguido sacar diuero de;! los fondos debidos
por el gobierno frances, á consecuencia de las
indemnidades estipuladas á la paz jeneral, y




344
que llegaban á diez y sietemiJIones de frlincolt
que habian estado detenidos en Francia. Una
persona de la confianza del gobierno estaba
encargada de cobrar la referida suma, y supo ..
nÍase que ohraba ya mucha parte en su poder:
las córtes no ohstante que estos fondos perte-
necian á particulares, aplicáronlos á las ne.
cesidades del estado, y negociaron cerca de
treinta millones de reales que perdieron los co·
merciantes que los habian adelantado, por·
que el ajente encargado de la cobranza y con·
tra quien se habian jirado las letras de cambio,
las deló protestar. (1)


Presentáronse los franceses delante de la is·
la de Cádiz el 23 de junio, y comenzaron á
trazar y leventar las baterias sin emprender
operacion alguna: rayaban sus fuerzas en doce
mil hombres. El 16 de julio los constituciona-
les hicieron una salida por el camino real y
por el Trocadero, que sin duda no tenia mas
objeto que un reconocimiento" y retirárouse
con alguna pérdida.


(1) Nadie ignora en Europa Ja historia de la sus-
traccion de estos fondos por el consul jeneral Ma-
chado, y el proceso que se siguió contra este y con.
tu IU amiso Meudizllbal.




345
Áurnentábanse 1&s fuerzas navales de, los


,franceses, maS estos no podian irr.pedir las ca-
muni~ciones, y los víveres no pasaban dentro
de ,la plaza de su precio ordinario ~ si ,no es la
carDe y el carbon que adquirieron mas valor,
escaseando tambien el pescado.


El duque de Angulema salió de Madrid el
28 de julio para unirse á las tropas de su ejér-
cilo, que acampaban delante de Cádiz, y para
presidir en persona las operaciones del sitio;
el :16 de Agosto llegó al puerto de santa Maria,
y el cuerpo frances recibió varios refuerzos. '.


El tercer ejército e¡;pañol continuaba su re-
tirada á Andalucía, puesto á su frente el jeneral
Lopez BarIOS. Entró en Sevilla el 16 de junio
110 sin habel' esperimentado alguna resistencia
por parte del populacho que habita los arraba.
les, y que intentó defender el puente del Gua-
dalquivir: mas sus esfuerzos fueron de poca
importancia, y Lopez Baños penetró en la ciu-
dad sin perdida de tropas. Temiendo verse
cortado si se retiraba á Cádiz por el caminQ
real, tornó la direccion de Huelva. Los france-
Bes que !legaron á Sevilla el J 8 de junio le si~
guieron sin descanso, y se apoderaron de toda
)a artilleria: la caballeria se dirijió á Estrema-
dura, y únicamente mil inf,mtes que tiC em-
b!1rcaron en Huelva lograron llegar á Cádi:l con




346
SU jefe Lopez Baños. Se le mandó formar cau-
sa por h'iber llbandonado las tropas que' mili-
taban ásns órdenes, pues no supo desplegar
mas talento ni destreza cómo jeneral en jefe


! que los que habia mostrado en el ministerio de
la guerra.


En Cataluña los franceses lograban tal1'lbien
contÍnuas ventajas contra los soldados constitu-
cionales; y á mediados de julio ya se hallaba
bloqueada la ciudad de Barcelona: Mina aer~
Bultas de la última campana habia caido enfer-
mo y retitádose al interior de la plaza.


El conde de Cartajena se únió al- jeneral
13ourk; y el 10 de julio principiaron á manio-
hrar de acuerdo para restablecer el órden en
Galicia : la divi5ion francesa se difijió á taCo-
ruña y acometió aquel punto al tiempo mÍsmo
que una brigada entraba sin 0po5icion en el Fer-
rol. El conde de Cartajena ocupó á Santiago y
á PonteveJra despues de habet arrojado de alli
lt sus defensores: dispersó Una columna en el
pUt~rto de sau Payo, y reforzado con la brigll 6
da francesa de Larochejaquelin, puesta á sus
órdenes; obligó al enemigo á retirarse á Oren-
se: el 3 de agosto ocupó la plaza de Vigo.


No hacian los franceses progresos en el si-
tio de la Coruña , no teniendo attilleria gruesa
de batir ~ porqúe 5010 sacaron del Ferrol ocho




347
e.fiones .clehierro y les faltaban lag, municio-
nes. La ocupacion de Vigo ofrecia recursos su-
ficientes de una y otra clase; mas antes de uti-
lizarlos la guarnicion reconoció la autoridad
del conde de Cartagena y abrió las puertas
de la ciudad el 21 de agosto. En aquellos días
mismos las tropas francesas y españolas alejaron
de Orense los restos de los constitucionales, y
obligáronlos á sahr de Galicia: intentaron éstos
encaminarse á Estremadura ó á Ciudad·Rodri-
go, mas habiendo sido alcanzados antes de pa-
sar el Duero, rindieron las armas en número
de mil y quinientos hombres.


El jeneral Ballesteros, despues de haber
perdido la línea del Júcar, penetró en la pro ..
vincia de Murcia .. y siguiéndole de cerca el con-
de Molitor se internó. en el reino de Granada,
dejando guarnecidas las plazas de Alicante y de
Cartajcna. El 28 de julio atacaron los franceses
cerCa de Arenas una division de Ballesteros,
compuesta de seis batallones, que hubo de re-
plegarse con pérdida. Ya antes de esta accion
el ¡eneral Ballesteros habia enviado parlamen-
tarios al cuartel ¡eneral del segundo cuerpo del
ejército f.'ances, pero no se habían admitido
las condiciones que proponia. En fin ,. el 4 de
agosto concluyó Con el conde Molilor un con-
venio, en el que el jeneral español y su ejército




348
reconocian la autoridad de la rejencia de Ma.
drid : las tropas hahian de ocupar los acantona-
mientos que se les señalasen: ninguno debía ser
molestado por las opiniones anteriores al con-
venio, ni por los hechos relativos á sus opinio-
nes, y los jenerales, jefes y ofiCiales conserva-
rian los empleos, el sueldo, el cuerpo á que
pertenecian y sus condecoraciones. El duque
de Angulema ratificó el anterior convenio.


Las plazas de San Sebastian y de San toña
seguian bloqueadas, como igualmente las de
Cataluña, y los franceses hacian sus preparati-
vos para sitiar á Pamplona.


He adelantado algunas indicaciones acerca
del rumbo que habia tOl1)ado la rejflncia de
Madrid (f), y ahora voy á ecsaminar hreve-
mente sus principales operaciones, para que
mis lectores puedan formar illn juicio ecsacto é
ilustr~do de lo que hizo aquel gobierno por la


(1) Componíase la rejencia de Madrid de las por-
aOIl311 siguientes.


El duque del Infautado, presidente.
El duque de Morternar.
Don luaa Cavia, obispo ,de Osma.
Don Antonio Gomez Caldel'oll.
Elbaroll do Erales.




319
felicidad ó por la desventura de la nacion es·
pañola.


El espíritu de la re¡encia fue el mismo que
el de la junta provisional, y ambos gobiernos
.¡guieron igual divisa que el partido estremo
que dominaba en Cádiz: no transijir con nin-
guno que abrigase ideas opuestas al interes mas
mínimo de su bando. La junta provisional ape-
Das habia tenido tiempo para desarrollar sus
planes, y habia mostrado siempre una com-
pleta dependencia del jefe del ejército invasor;
pero Ja rejencia que se consideraba ya como
Un poder consolidado llevó mucho mas lejos
sus pretensiones.


La rejencia habia sido establecida para
ejercer un poder necesario , hasta tanto que
el rey pudiese ocuparse de consolidar su tro-
no j de asegurar la dicha debida á sus súbdi-
tos: en estos términos se espresaba la procla-
ma del duque de' Angulemd, que precedió á su
creacion. Las atribuciones de la re ¡encia se li.
mitaban á conservar el órden, y sus esfuerzo§
debían dírijirse á obtener la libertad del rey.
Sin embargo, usurpando una autoridad que de
Dingun modo tenia, escediendo los límites de
un gobierno provisional, y apoderándose de
las facultades soberana~, nO solo declaró nulos
todos los decretos de la época constitucional,




350
Bino que no juzgó conveniente restablecer las
cosas en el estado en que el rey las tenia antes
del 7 d"e marzo de J 820 ,y permitióse niu"dan-
~as de la mayor importancia.


La rejencia establecíó un sistema de im-
puestos, derogando los decretos del monarca
que rejian en la materia á principios de t 820,
Y estableciewlo una medida nueva y de las mas
esenciales, puesto que aboliala contribucion
directa que componia la parte mas considera-
ble de las rentas del estado. Alteróse igualmen-
te la organizacion de las milicias provinciales,
obieto de la mayor trascendencia: al regla.
mento de f 820 que estaba bien con vi nado COD
los progresos hechos en las maniobras de la
infanteria, se sustituyó otro de mitad del si·
glo pasado", que probaba la" vergonzosa ¡gno ..
rancia de sus autores. Si se preguntase á los in-
dividuo~ que componian la rejeocia .. en virtud
de qué poderes abolian los decretos dados por
el monarca aUn antes de que hubiese prestado
juramento á la Constitucion, es probable que
no sabricln absolutamente qué responder, por·
que no habia razon ninguna ... por remota que
sea, para abrogarse tales facultades. Recurri ..
rian quiz:ts á las circunstancias, y á la conve-
"niencia pública: pero ademas de que no es cier.
to que los decretos de la rejencia valiesen mas




351
qtie los promulgados por el monarca, ignora-
han los rejentes que las circunstancias no dan
el derecho de hace!' leyes al que no lo tiene?
Era de esperar que los que se proclamaban los
mas vigorosos defensores de la soberanía del
rey derogasen los decretos del mismo Fernan-
do? Asise observaba con pasmo jeneral que DQ
solo á las c6rtes se podia imputar el haber. in-
vadido la réjia autol'idad, sino que á la rejen-
cia realista se la podia calHicar de usurpadol'a,
y;el hecho de, que el rey aprobase cuanto de"
terminasen lascórtes, no podia servir de es'·
cusaá los rejentes para traspasarlos límites de
su autoridad provhliooal.


U 00 de los; primeros cuidados de la re"
ienciamadrilet'la fue estender y ampliar las dis-
posiciones de la junta provisional, relativas á la
creacion de voluntarios realistas. Las córtes
habian creado 105 milicianos nacwnales, y dá-
doles siempre el nombre del mas firme apoyo
de la Constitucion : la reiencia fomentaba pues
el alislamiento de los voluntarios realistas, co-
mo la mas firme colulIlna del absolotisUlO. El
reglamento de la rcjellcia escedia las bases de-
mocráticas del de la asam blea lejislativa, aun
que uoo y otro tenian en la apariencia el obje-
to de establecer en las ciudades ulla fuerza ca-
paz de conservar la tranquilidad interior.




352
¿ y como los constitucionales y los absolq.-


listas podian prometerse iguales resultados de
los mismosmedios1 El congreiOo nacional crean-
do la . milicia ciudadana; queria oponer· su
fuerza á la del ejército permanente J que su-
ponía deber estar en tiempos ordinarios, á la
devocion del gobierno; y para que este tuviese
la menor influencia posible sobre la milicia, las
córtes dieTon á Jos ayuntamientos la facultad
de organizarlos, y á los milicianos la de no01·
brar los oficiales y los jefes que debian O1andar~
los ,de suerte que esta institucion era entera-
mente porula,'. Para que la milicia nacional pro4
dujese los resultados que se prometía la asamblea
lejislativa} era necesario que la masa de la na.
cion conociese las ventajas que le proporciona:-
ha el nUevo código político} y se interesase por
consiguiente en conservar sus derechos. Mas
como no habia llegado este caso} las córtes· al
fundar la milicia nacional díéronle la base de
voluntaria} admitiendo á todos los que qUisie-
ron tomar las armas y que no eran conocidos
por enemigos de la Constitucion. En 1820 un
gran número de propíetar~03 y de ¡entes mode-
rada5 que juzgaban conveniente dar este ejero,.
plo, se alistaron en las filas de los voluntarios
nacionales: peílsaban entonces} imajina ban de
huena fe que era necesario que Jos amantes del




353
~obie¡'no representativo se reuniesen para hacer
frente á 108 partidarios de la contrarevolucion,
si osaban presentarse á cara descubierta. Mas
despues que tomó incremento la anarquia por
la debilidad del gabinete" des pues que las so-
ciedades secretas se e&endieron y propagaron,
los voluntarios nacionales adoptaron ideas ecsa-
jeradas y en muchos pueblos convirtiéronse
en instrumento poderoso de los ajitadoresj .por
eso los hemos visto seguir al gobierno de Ma-
drid á Cádiz, donde defendieron con cOnstan-
CIa la causa que habian abrazado.


Tal es el modelo que se propusieron la
junta provisional y la rejencia realIsta; y no
la milicia de 1820 sostenedora de las leyes y
afianzadora del órden establecido, sino la de
1823, maleada 'por los acontecimientos, y
donde habian logrado injertarse ramas estrañas
que destruian la lozanía del árbol en que se
apoyaba la libertad. Mas que diferencia tan no-
table! las eórtes establecieron los voluntarios
nacionales para sostener lab instituciones demo-
cráticas; la rejencia creó los voluntarios rea-
listas para que sirviesen de apoyo al poder ab-
soluto, y encargó á los ayuntamientos de su
organizacion como lo habian hecho las córtes.
~Quien ha tenido jamás la idea de sostener el


. absolutismo por medio de instituciones popula~




354
res, y armando eJ puehlo? Semejante desea-
hr~mientoestaba reservado á la junta provi-
sional y á la rejencia de Madrid. .


Los voluntarios realistas llenos de fLlror y
rebo:;ando en sm pechos la venganza, habian
heredado de los ajitadores el derecho de tur-
har la tranquilidad de los pueblos, de subyu-
gar las autoridades, de ser intolerantes y de fo-
mentar toda especie de mol ines. Bien público
es que 103 realistás no perdieron este derecho,
y por' el contrario que lo am plíaron y esten-
dieron cuanto les fup. posible: en todos los
puntos donde por motivos politicos han sido
atacadas las personas y las propiedades, en to~
dos los puntos donue hubo motines desde el
reconocimiento de la rejencia de Madrid, pue-
de asegurarse que allí concurrieron los volun-
tarios realistas. Mi proposicion está muy le-
jos de ser aventurada, porque los hombres
turbulentos capaces de figurar en la contra re-
volucion, debían necelial'iamente correr á alis-
tarse en las filas de los vol untarios realibtas,;
donde hallaban mil medios de satisfacer impu-
nemente sus pasiones, donde adquirian el de-
recho de ecsaminar ]a conducta de todos los
que no eran voluntarios y de insultar á los que
miraban ó afectaban mjrar como constitucio-
nales. ¡Que pasatiempo mas agradable para Jos




355
ociosos y vagamundos el de recorrer, á to-
das horas armados las calles de las ciudades,
entonando canciones insultantes y amenazado-
ras, y haciendo temblar á los hombres de bienl
Asi es que muchos de ,los antiguos anarquistas,
llevados del amor á esta especie de divertimien-
tos no desperdiciaron medio de conseguirlo, y
de defensores de la licencia., se convirtieron
casi súbitamente en voluntarios realistas. Sus
nuevos compañeros no tuvieron motivo para
arrepentirse de haberlos admitido en sus filas,
porque ya veteranos en el arte de los desórde-
nes y de los insultos, desempeñaron admirable-
mente su papel.


Mas las ventajas de los voluntarios realistas
no se, reducian á tan indignas bacanales, porque
con este título adquirian la protecciOll de las
autoridades, y lograban hacer su nf'gocio, prin-
cipalmente cuando sus adversarios estaban til.
dados de constitucionales. Porque l como era
posible que un individuo que 'deseaba contraer
méritos en la, nueva carrera del absolutismo,
aun cuando estuviese encargado de la admi-
nistracion de justicia, se resignase á confesar
que un liberal que se querellaba contra Un rea·
lista tenia, razon ? Y aun dado el caso de que no
hubiese podido de modo alguno negarse á re,c::~
nocerla ,no retardaría la decision cuaDto pq-




356
diese, no haria interminables las dilaciones, las
consultas? VeÍasa igudlmente en la Gaceta de
d.'id que todos los individuos nombrados para
los empleos de hacienda se designaban como
capitanes, oficiales Ó simples solJa"dos de vo-
hmtarios realistas, lo que prueba cuanto resal ..
taba esta circunstancia el mérito de los preten.
dientes, El mismo ministro de hacienda era
voluntario realista de Madrid, y es probable
que S. E. se presentaria en el ministerio con el
uniforme del cuerpo, asi como el embajador
español en Paris se presentó en el palacio de
las Tullerias en ocasjon no muy oportuna, COD
el uniforme de miliciano voluntario.


Quizás la rejencia que residia en la córte
no ignoraba el absurdo que cometia creando
los cuerpos de voluntarios realistas; mas su
objeto no era tanto afianzar el trono como acre-
centar las fuerzas del partido á que pertene-
cia. Ya que es necesario decirlo claramente,
los que se llamaban realistas eran un partido
como el de los hombres turbulentos de la épo.
ca anterior, y ni los unos ni los otros querian
tolerar la menor cosa que se opusiese á sus in-
tereses. Mostráronse celosos ejecutores de la
voluntad real cuantas veces les convenian
los decretos sancionados por el trono, pero
cuando tendian á conciliar los estremos 1 pro-




357
euraban. ea\mar lá efervecencia y tranquilizar
los áni~nos J entonces no. ,inspiraba.n el mismo
~n~u~iasmo: propalába,se que los negocios pú.-
bllcos iban .mal, que el rey~stába rodeado
de tr~~dores~'y que negarle la obºdiencia ('ra
dli.r upa. pf~.eba d,e fi.dehdad. La.conducta de
io& voluu.tario!\ tealistas ,. cuando' el monarca


! " ..' , .


pu,blicÓ un. reg.lament4? que ponia freno á estª-
institucion anárquica, puede servir qj! ejem ..
plo;: en algunos pueb!os desl?bedecicron abier ..
taroent,e ~ ,en ninguna parle se ejecutó, y
por donde qui~ra se habló. con el mayor des.
precio (1).


' .. Los que asi se conducian eran lo¡¡ absolutis-
tas mas furibundos, sin que en manera alguna
los detuviese la consideracioll de que setl1ejan-
te proceder contradecia sus principios: porque


(1) No seco.ntentaron desgraciad'amellte eón
despl'eciar el reghO)ento, sino que ellcerraron en
un calabo;r.o al minis,tro de la guel'ra C,:uz, tenién-
dole,alli m'Jeho~ meses ',J"bubiera sin duda plgrdo
en el cadalso el crímen ~~ haber intelJtado regla-
mentar á los vollllltariti$, si el emhajador frailee.
no hubiese ohtenido su libertad bajo la apulen.
cia de Ull destierro á Fraucia, que durú hasta ol
año 1832.


TOMO 11. 24




358
lno es cie'rto que la escnciá elel poder ábsolút'ó:
d\ma'l13. de que todElsf\os súbditos sea:ll\entes
paSlVos, que nO pueden contrariar 10s¿J~ct~,tos,
del que impera, ni tampoco mur9}urar contrI!
ellos 1 Nú es evide,nte que cuanto'l'esiielv~ un
príncipe absoluto, ó bien sea 'e\ resultado de,
la razon, ó' de sus pasiones, Ó de "sus cápri~
clu>s, es ley, con tal que sea su voluntad, se';
gun I"s tloctrinas de 105 que defienden la tira.
nia? Pues si tales son las bases del despotismo,
¿por que sus partidarios nlaS ardientes se opo-
nian á la ejecucion del deoreto del soberano?
Si re~ponden que el rey se engañaba, que no
podía ordenar una cosa contraria á sus intere.
ses etc. , esto será abrir la puerta á que cada
uno segun su opinion preste ó rehuse la obe-
diencia á las órdenes del monarca; y de es-
tos antecedentes se deduce infaliblemente Ja
consecuencia de la necesidad del gobierno re-
presentativo. Los vasallos no pueden discutir, si
Jo que manda un rey absoluto es justo; soto les to-
ca doblar la cerviz á sus mandatos. Mucho me-
nüs les está permitido analizar si el rey Se engaña,
por que un príncipe despótico no puede enga-
Darse: y por otra parte, ¿donde se hallan las
pruebas de que el ministl'o Cruz no fuese tan
leal á Fernando como el ministro Aymerich1


Juzgarán algunos -¡ue h~blar asi es ecsaje-




359
rar las consecuencias del ebsolutismo, mas .yo
crf'O por el conlrario ,que las vCJ'Clades c1ue
he sentado no admiten réplica ning~na; otros
espondt:án .quc la monarquía española era mo·
derada; loshcc~lC'S les darán larespue¡;t~ M<lIJ
dejando aparte semejante cuestion, DO cabe du-
da en que el pal·tido dominante proclamó siem-
predbso)uto á Fernando, y que esta palabra era
la espresion favorita d~l ministro de la guelTl1
AYlllerich. Véase d discursodil'ijido por él á
los voluntarios realislas de caballeria de 1\1 a-
dri,¡ en la bendicion de la bandera. Olras au-
toridades superiores hao encabezado su,; escri.


, tos de oficio, Con la voz de viPG el re)" absolu ..
to.J y la gaceta de Madrid, periódico escrito
l)ajo la direccion del gotúrno, repetia con fre-
cuencia la indicada frase elllas fe¡:cilacioneli en~
yiadas al mo~arca, y en los artículos de 108
mismos redactores.


Los absolutistas copiahln, pues, enle.ra.
mente á los pasados promovedores de asonlidas:
aquellos no habian cesado de cel.t:brar' la C~IlS,"
tiulcion y nunca se atuvieron á sus manuatos,
á no ser cuando se conforma ban con sus jlll~­
reses ó haiagab<ln s~s opiniones; y los re~tist;¡s
proclamaban al rey ab>;o!ulO, n'sueltos á n~ oh~­
decerle cuantas ·veces se opusiera á sus deseos:
unos y otros llevalJJn el mismo fin: gobernar la




360
E,'1pcüa á ,sil arbitrio. Mas volvamos á la reieD~
CIJ.


Al' usurpar la rejen'cía los poderes de que
carecía) no la alentaba el deseo d~restable!~er
el órden ni de consolidar la obra del ejército
francts. Al contrario, protejiendo de Un modo
esclusivo á los rea~istds ecsallados, haciendo la
g'uerra sin tlistincion á todos los llamados libera-
les, consintiendo los desórdenes, sí sus aientes
no los fomentaban, lograba perpetuar la dis-
córdia ,inflalilaba mas y mas las pasiones, y
"era el instrumento de un partido insaciable en
sus venganzas y en su ambiciono Invoco el tes-
timonio de cuantos vivian entonces en la Pe-
níl1sula , los cuales poddn declarar si hubo Ó
'DO tumultos en la capital de la monarquía y
en las pt"ovincias , si las cárceles rebosaban de
presos; y si las autori.laJes atizaban ó no el
fuego de la discordia. Y <,cómo no habia de su-
ceder así cuando los' principale's funcionarios
eran los corifeos de un partido) pues la elec-
cíon recaia siempre en los que ml:ts se habían
distinguido por la ecsaltacion de sus principios?


Es'paüa debe á la rciencia de Madrid el fa.
moso 'sistemadc pttrificaciones ('). El 27 de


1 Este medio inícoo se habia ya ensayado en




,361
junio de 1823 espidió un decreto; mandan(lo
qne los empleados' civiles nombrados despues
del 7 de marzo de 1820, cesasell inmediata-
mente en su,," funciones, quedando sin efecto


. ---Jo~ nombramientos hechos despues de aqnella
época. Los empleados que se hubiesen separado
de sus destino1'l duranLe la revolucion) como
de~afeclos al código político de Cádiz, debían
ocup¡J/'los olra vez: los empleados nomhrados
por el rey antes del 7 de marzo, pero que no
'habian ~ido separados de sus puestos al resta,
blecimienlo del sistema representativo, queda.
ban sujetos á la puri6cacion de su conducta po-
lítica, como igualmente los de la misma época


. que hubies.:n obtenido ascensos Ó mudado de
empleo, 1~11 aquella purificacion » bastaban los
Íuformes secretos sobre su conducta política y
sobl'e la opinion que hubiesen gozado en los


,tiempo de la guerra de la inJependencia por los años
1809 y 1810, contra los españoles que huyendo
de los franceses ,que ocupaban la córte'y casi toda
]a monarquía: se preseiltaban en Cádiz af.·olllando
los mayores peligros y la miseria, Mas tan bárha"g
sis.tcma tlO pudo elJtlJllces teller todo el desarrallo
que ha tCliido des~Hles, 110 por falta de voluntad do
parte oe sus aut" .. es, sillo porque 110 Be bailaban
colocados en una escp.na tan .. asta.




362
pueblos donde desempeñaron sus destinos", y
Jos informes habian de pedirse lo menos á tres
perscnas biep conocidas por su adhesioll al go-
hierno absolato y á 13 sagrada persona de S. M.
Debían ecsiiirse noticias individuales, positivas
y prec'lsas ,sin que sirviesen los datos lenf'ra\es
ó purame"ilte negutivos, y ¡¡in full11iLir las jU;¡ti.
ficaciones voluntarias de lesligo~ presentados por
103 Illteresados.·' Una junta compuesta de cinco
individuos hólhia de purificar á los empleaJos
superiores en la córte, y en cada provincia
cre~b¡¡se otra junta tambien de cinco iurlivi·
tluos para la purificacion de los empleados su-
1:llteruos. ))L~lS que en virtud de leI caiificacioa
<.le dichas )untas no deban volver á su destino,
tendrán el derecho de reclamar delante de las
luisrnas, las que, sin forma de juicio, procede.
rsn á pedir nuevos informes á personas que
posean las cualidades arriba espresadas, y cuan-
<.lo mellos en igual nÚmero. Despues de esta
nuevo ecs.imen las juntas determinarán lo que
crean justo, sin que haya lugar á reclamar
conll'.:\ esta segunda calificacion. Loe informes
se bellarán y conservarán en los archivos por
ecsijlrlo asi la cunveníencia pública y sin ha.
cer de ellos uso alguno"


Este de"creto alarmó á un gran número de
familias qu~ a jitad,,!! por el tclUOl' y la esperan·




363
D ,vi"ian en, un susto continuo: y. muchas se
hallaban Jesue entonces reducidas á la miseria.
Preciso era que desde el 7 de mallzode 1820
infinitos ernpleados hubiesen muei~o ó conse<-
guido ascensos, y que otrO$ hubiesen lIeuado
las vacantes;. de suerte que habia. muclllsimos
enip!eados nuevos. Todos dehian quedar fuera
de su puesto segun el decreto anterior, y asi
sucedió. Poco importaba que hubiese entre ellos
homhl'es de gran mérito, que c(mst:mtcmente
se 'h!loian manifestado enemigos J.el dcsórden y
partidario. del gobierno monárquico: la reien~
cía no se em.barazaba con dificultades ,ni con
)a ruina de tanlas fanulias, ()orque babia fijaJo
los oios en dos o.~etos, el una mas importante
que el otro. El primero., ~ra la sallsfaceion de
declarar por ,sí y ante sí nulo todo lo que habia
becho el gobierno constitucional, sin conocer
la voluntaJ del mOllarca en el asunto y sin creer~
s,e aílll autorizada para eUo de modo alguno. Mas
se querla env'ol~er los' nego.cios en un desór-
den tan e~pantoso y llevar tan adelante las miras
de partido, para que- cuaIldo el rríncipe re·
cohrase la libertad se viese obligado a seguir el
plan de la rejencia. El segundó objeto que se
proponían los' rejentes al dl'lspoiar. de sus pues-
~os4 los que;Jlauian consegul~o. SUi empilaS,
despues del 7 de marzod~ 1820 ,.y á tantos y




364
tantos empleados antiguos, era colocaren ·11.
plazas vacantes á los miembros de su partido,
esto es jeneralmente h&blando ~ á hombres in-


··A


capaces de su desempeño. Porque debo repe-'
tir que los que con el nombre de realistas se
pronunciaron en cam po abierto contra el go-
hierno repre!ientatívo , eran la mayor parte jen.
tes de la ínfima clase, sin carrera, sin princi-
píos y sin instruccion de ninguna clase (1). y
aun los jefes que se puúerou al frente de las
partidas realistas pertenecían á las heces del
'vulgo, habiendo algunos figurado en las bandas
de ladrones (2). Seguían á tales cabezas jorna-
Jeros sin trabajo, quintos que huian del servi-
cio militar y de su disciplina, labradores re-
clutados á la fuerza en los pueblos donde do-


,


(1) Digo la mayor parte, porque esta rfgla ad.
mitia cortas 'escepetones ; á triles de 1822 apa recie' ..
ron algunos jenerales conocidos á la cabeza de los
facciosos.


(2) El rojo de Valderas, Jaime Alfonso el har-
budo etc.; el postrero desertó de las banderas de la
fe y se presentó en las filas de los liherales; mas en
el último período del gobierno constitucional volvió
á eUaI"boiat el pendo!. de los serv'Hes .. y habiendo
ido á MUl'cia, confiando en el (}artido á quiefJ había
serv ido, los fi'auceses le prendieron y fusdaron.




365
minaban las partidas , y algunos m&lvados es ..
-capados de presidio y de las cárceles públicas,
y convertidos en defensores del altar y del
trono.


Seguro estoy de que no pueden seriamente
desmentirme los mismos realistas, y que COll-
firmar.án mi aserto los esparioles imparciales y
cien mil franceses que vieron á las bandas lla-
madas de la fe. Contaban, no lo niego, algu~
nos entusiastas y fanáticos de probidad y que
corrían fspoleados por el celo re\¡ ¡ioso; pero
por lo comun la pintura que de ellos he hecho
es f'n estremo esacta: y no podia suceder de t
otro modo, porque la juventud de esperanzas,
atraida por el brillo del sistema· constitucional
que llevaba escritas en su estandarte las palabras
razon y luces} y seducida por las sociedades
secretas ~ miraba á /05 serviles con el mas pro-
fundo_ desprecio. Las tribunas, las reuniones
patrióticas y los periódicos daban pábulo á la
presuncion del c;aber, del talento; la milicia
cívica voluotaria lisonjeaba la esperanza mar-
cial; y aun los jóvenes mas sensatos que detes-
taban el desórden, que no tomaban parte en
las sociedades políticas ni se habian alistado vo-
luntarios nacionales, se avergonzaban de que
los liberales los .1Iamasen se·rviles, porque e.>te
nombre sonaba muy mal en España, y embl!bia




366
la idea de ignorancia, de bajeza, de cobardia.
Corno lo!! que habiaó prestado servicios positi-
vos á la contrarevolucion eran las per~onasque.
mel"ecian la confianza de la rciencia ~e Madrid,
fácil es conocer la clase y conocimientos de 108
nuevo", empleados que inundaron todos los ra-
mos de la administracion ,y cual rué el plan-
tel del nup.vo ejército español. Ya se recoje en
este ailO de 1825 á manos llenas el fruto del
deGreto de la reiencia, porque hay cuerpos ell-
teros cuyos oficiales degradan la espada que se
ciñen, y entre quienes es una especie de mila-
gro encontrar quien sepa leer; ignoran sus mas
simples deberes, dilapidan escandalosamente
Jos recursos, y el nuevo ejército sin inslruc-
cion, sin disciplina, sin uniformd y hasta sin
armas, sin municiones, sin espíritu milItar
ni político demuestra la impericia de los que
mandan (1).


Los que hahian sido empleados antes del 7


(1) Tal era en efecto en los momentos de la reac-
cioll y aun en 1825 el estado del ejército español;
pero desplles varió mucho de aspecto. El retiro de
m'lchísilnos de los qlle hahian servido el) las bandas
de la fé~ j!llltameota COII \;¡ purificacion de alg!IIlOS
oficille~ de mérito, remedial'on poco á poco el daño,
y voITió~. recobrar 3U ant.i¡;!IO esp\eu(tor y b¡zarria.




367
de marzo, qúMaron sujetos á p~r¡'6car su COn-
ducta política, conforme al decreto: mas ¿ co-
mo habia de hacerse la purific&cion? Los in-
formes ReCrp.tos de tres hombres decidian en
primera instancia de su suerte, y si reclamaban
pediaose mas noticias á otros tres individu(j)s.
No tenia n ninguna responsabilidad, porque la
rejencia habia cuidadosamente prescrito que los
informes se sellasen y custodiasen en los archi·
vos, p'lra, que no se hiciese de e,llos otro uso.
¡Miserable condicion la de los empleados, cu-
ya suerte Se cirrab.\ .Y dependía de la intoleran-
cia de los que cornpollí:nl la junta de purífica-
cion, ó de la calulllUia de Un enemigo ó de
un pretendiente á su mismo empleo!


Ciertamente que-todo ,110 fue detestable en
España bajo el reinado ele la Constitucion de
J812: la libertad de la prensa, el arma misma
de que t.m e'icandalo~a!l1enle se ahusó, sirvió
con frecuencia á los emplearlos para publicar
memorias interesantes sobre la arJministracion,
y para propagar conocimientos útiles No á to-
dos los secretarios del despacho en aquella épo-
ca dominó el espiritu de partido: muchos por
el contrélrio buscaron el mérito y lo recom-
pensaron, de modo que bastantes empleados
lograron aScensos en recompensa de los talen-
tos que los dibtinguian. Sin embargo, los hom.




368
bres que eran el ornamento y hono\' de sus
resp2ctivas oficinas salieron impurificados, por-
que la~ ¡entes á quienes peditllJ informes 13i
juntas de, purificacion se buscaban segun el es·
píritu que entonces reinaba entre los mas ecsal-
tados realistas. Semejantes jueces no podian re·
Conocer por adictos al monarca· ni al -gobierno
absoluto á ninguno que hubiese publicado es·
critos p3r útiles que fues~n, en los que se ha-
hl~se de reformas, ó se hiciese el elojio de al-
gunos decretos de las córles, y mucho menos
á Jos empleados que hubiesen obtenido aScen-
sos. Asi es que por consecuencia del decreto de
la reiencia de Madrid de 27 de junio de 1813,
fueron destituidos los empleados mas útiles en
todas las carreras, y reemplazados por person~s
08curas é ignorantísimas, incapaces de llenar
su puesto con utilidad del servicio públi~o.
, De resultas de los acontecimientos del JI
de junio en Sevilla, cuando la asamblea lejís-
Jativa nombró una reiencia provisional durante
la traslacion del gobierno á Cádiz, los gober-
nantes realIstas de Madrid dirijieron á los eS-
pañoles uoa proclama (1), que sirvió de serIal


(1) He aqui como concluía esta lal'ga proclama
llena teda de declaraciones f\lríhulHtas.




369
para encarcelar á miles de individuos que ha-
bían pt~rmanecido en los pueLlos sometidos á la
rejencia , J' bl! jo la sal vaguardia tle las C<l pitula-
cionesconcluidas con los franceses; viéronse
aprisionauos porque habían sido liberales J y pa.
ra.servir de rehenes que debían tiel' inmolados en
el caso de que se atentase ~ontta la vida del mo-
llarca. ¡Como si los.sujetos capaces de cometer
tan negro crimen se hubiesen de detener por
el peligro de personas á quienes jeneralmente
no conocían; y como si la muerte de lantas
víctimas no fuese por el contrario un aliciente;
un poderoso estímulo para aquellos á quienes


"La rejellcia del reillo, consterllaQa á la,!ista de
tan IlOrribles alentados, ha t/)mado. y j!olltinu)l.,.
rá tomando medidas firmes, vigorosas y en.érjicas
para castigar á sus autores y para remediar los ¡lOr.:
ribles males ClIllsódos por los implacahles elien~¡g08


. de Dills y del mOllarca. La prudencia y,el rigoi pl'el
sididn á tod.,s 'SUf resoJ uciones; vosotros por 'Vues-
tra parte cooperad para conseguir un ohjeto tan
:jm'portaotey.-t.ail justo ~ cOllfiaod.ll..en .. v lIeslro,_ g.o-
hiernó q n ~ será cOllslantemellte,i'!f1ecsible en perse-
guir á todos aquellos cuya rabia luferual ha' Ile'QadD
nuestros corazones de luto." .


Madrid 19 de junio de 1823.=EI d~(IUe del in ..
fanlad(le!1':J duque de 1\1or-temar=Juao. Obispo de
OSIDa-Antouio GOlllczCalderoQ •.




3;0
devora la sed de sangre! Porque los 8jitadorea
no ignoraban que mientras se cometiesen tal'·
les aLrocidades Juraria la revolucion ,á cUY.
somora querían levantLlrse y ellriquecerse.T~
les pr'is,ones realizá,'onlas las autoridades ó (la
muchedumbre, tolerada y apoyada por el go-
hierno que presenciaba Con plac('r tantas vio"
lencias, porque no bolamente no hicieron cósa
alguna para impedirlas, tüno qu~ por el contra-
rio se opusieron á las medidas tomadas por
S. A. .R. el duque ele Angulema Fara repri-
mirla!!.


El príncipE: jeneralísimo, cansado sin duda
de ver que al abrigo de sus tropas se p~rpelra­
han Jos desórdenes, y no queriendo partici.
par del·odio qul' escitaban los escesos que se
cometian á sU vista, publicó un decreto, en
virtud del cual los comandantes de las tropas
francesas debian tener conocimiento de los ar-
restos por motivos políticus y de las causas que
los pl'omovian ( J ). No parecla creible que la


(1) Este f'~ el ramo~o decreto de Andnjar-de 8 de
:.gosto de 1823 , que ordenaba poner en lihertad á
los IlreSO!l por opiniotles políticas.


N .. s Luis Antonio de Artois, Duque de Angule-
ma, cumandante en jefe del ejé/cito de los Pirineo ••




371
rejenc.ia se opusiese al cumplimiento de esle de-
creto, 'ya porque lodo lo debia a: ejército
france! y á su .jefe , de quien, como lIt:'vo di·
cho, emanaba su autoridad, ya porque el inle-
rés del bien público y el de la libertad del rey
reclamaban imperiosamente que conservase
la mejor ar.nonia con el duque, puesto que
sin los franceses naJa se podia 'adelantar., Ó
por mejor decir. todo estahaperdido. La peu ..
dencia y la necesidad iro ponían ... pues, á ·la re;
¡encia la ley de aprobar sinceramente las' dis"'!
posiciones del príncipe y dé orJenar á, .las. au:.,
toridades españolas que las observasen con esae-
titud.


L~ ",


Considerando que la ocuracion de España por el
ejército franees, bajó nuestrlls órdenes, nos pone en
la illdispensable ob1igacion de \"elar por la tr3l1qui~
lidad del reino y por la seguridad de nuestr:lS tro ..
pas, hemos decretado y decretamos lo siguiente.'


ArlÍclllo 1°. Las autoridades' espailOlas 110 podrán
verificar arresto alguno sin autorizacioll del coman-
dante ele nqestras tropas en los distritos en que se
encuentren.


Artículo 2°. Los comandantes en jefe d~ nuestr~
ejército pondrán en libertad:í todos los que hayan
sido arrestados arbitrariamellte y por opilliones poli.
ti.as. parlicularmente :í lo~ milicianos (lile se hall
retirado á sus hogares. Esceptúau6e aquellos que




372
Y no solo era político .Y necesario conró,,",


m:l·r!e . .cOll el decn'~o del (Iuqu~ de. Angulema"
5ino que a~i lo ecsiiia la just:cia '. porque el
principc' c1!laLa autor·izado para· dictar tales de ..
cretos. Era justo é inrhspensable, porque el
de.sórcleu crecía de tal suerte ,y el número de
Jas;persecuciolles y la furia de los perseguido ..
res tomaban ;iuc't'emento hasta el punto cleque,
á .cada ,illsLiHÍtese turbaba la tr.anquilidad pú.
blica y la· opinion .l'ctfügradélba, y hacia temer.
que seacumulaseu'Jos elementos de upa reae ..
cion.LaS autoridades españolas. (1), escoiida~


deRpues de' su regreso han dado Justos motivos de
qUf'ja •


. Artículo 30. Los com:lndantes en jefe de nuestro
.ejército están autorizados para m3nrlar arrestar á
los que conlraviuielen á las disposiciones del pre-
sente decreto. .


Articulo 40 • Todos los periS,licos y los periódistas
~nedan bajo la vijilancia de los comandautes de
nuestras tropas.


Al'tÍculo 5°. El presente df!creto se imprimirá y
publicará en todas partes -Luis Antonio-Por
s. A. R., el jeueral en ¡ere.-El mayor, Conde
Guilleminot. "


(1j Uno de los primeros Ilombramientos hechos
por la rejencia realista fué el de dou Francisco




373


por la rejencia entre los realistas ecsaltados ó
sus apasionados, no solamente no procuraban
reprimir los trastornos, sino que los presencia.
hao con gusto, porque á irnitacion de los su ..
premos gobernantes, ~us conocimientos políti ..
CGS se reducian absolutamente á copiar en sen-
tido inv9rso las escenas que habian representa.
do los ajitadores: sin duda seria para que en el
corlo intervalo de algllnos meses fuese perse-
guida la mayoria de Jos españoles, y muchos
de ellos víctimas succesivamente y verdugos.
El ejemplo del gobierno mismo constitucional
que perecía por los desórdenes de Jos que se
habian llamado sus partidarios, no bastó para


Aguílar y Conde ~ para intendente de Zamora, en
recompensa de Jos numerosos servicios que hahia
prestado á espensas suyas á la llamada causa de la
restauracicn. Mas el club de ]08 absolutistas de
ar¡nella ciudad, á cuya cabeza se hallaba el obispo,
hilbia nombrado otro intendente interino, que se
v ió forzado á dej al' su puesto á la lIe~ada del pro_
pietario. No hallaron un medio r~as sencillo de con_
servar al prímero en el destino que habia perdillo
.que asesinar al nombrado por los rejentes de Madrid.
EscitarOll efectivamente un tumulto armado eontra
Aguilar, bajo el pretesto de qu/e usaba unas chine-
]as blancas bordadas de \'erde, causa suficiente para


TOMO II. 25




374
conte.ner á Jos ah501utistas ... ciegos de venganza
y de espíritu de partido, que no vejan la razon
y para quienes la esperiencia carecía de au-
toridad (1), Era pues necesario que los france-
ses mediasen para remediar tan graves infortu-
nios y que se ocupasen con urgencia en tran-
quilizar á,los españoles sin número, que veian
con pasmo que á una tiranía succedia otra tira-
nia , y que la discordia tomaba de dia en dja
mayor aumento.


El duque de Angulema tenia amás el dere-
cho de hacer que seeiecutase SU decreto, por-


darle diez y siete puñaladas, y dispararle una pisto-
la á boca de jarro, que le atravesó el brazo: yen.
seguida le encerraron en un calabozo. El desventu-
rado preso logró sin embargo que llegase la noticia
de la triste situacion en que se hallaba á Madrid;
mas ni la reiencia ni sos ministros adoptaron la me'
nor medida en sllfavor, y fué necesario que el jeneral
frances que mandaba en Valladolid, corriese á Za-
mora á ponerle en libertad. La rejencia cOllfirmó al
iuterino:. y el obispo ••• El obispo poco llespue~ fu~
elevado á la dignidad de arzobispo de Toledo.


(1) La Constituciol1 tenia defectos muy esencia~
les, pero sin la resistencia de los ajitadores se ha-
biera modificado, y la intervencion oatranjera DO
hubiese llegado.




375
que habia prometido á lo.s españoles el órden y
la paz; bahia pronunciado estas ofértas á la faz
de Europa, y la.anarquía en los dias mas tris-
tes de la revolucion , no habia llegado jamás al
alto punto á que llegó ahora en muchos pue~
blos ocupados por los franceses y por los rea'"
Jistas. Ya que no destruyesen la rejencía crea·
da por el príncipe mismo, porque los indivi·
duos que la componian no correspondian de
mod'o algullo á sus promesas ni á lo que pedia
el bien público, Angulema debía al menos en·
cargar á los jefes de su ejército que adoptasen
el camino de calmar la ajítacion. Por otra par-
te, el ejército frances vivía en España Con las
precauciones ecsijidas por su siluacion, y es
bien sabido que en tiempo de guerra, en las
plazas yen los puntos que ocupan las tropas,
las autoridades civiles, sean las que fueren, se
llallan sUletas á la autoridad militar. Ridículo
era en efecto el pretender que el jeneral fran-
Ces que mandaba en un pueblo no tuviese el
derecho de impedir los actos que pudieran com-
prometer la seguridad de sus tropas, y que el
duque de Angulema hubiese de confiar la segu-
ridad de sus huestes á 10§ re~entes y á los miem-
hros de su partido, que en vez de pacificar el
país parecian haberse propuesto reducirlo á ce ..
nizas. Asi es que no habia ninguna razon lau·




376
(~able paraoponerFe á )a ejecucion de los man-
datos del prÍncipe jeneralisiruo.


¿ MlIs que vale la justicia cuando el espíritu
de partido dirije los negocios? El duque d,e An-
gulema tenia el derecho de ordenar lo que ha-
bia mandado; su decreto era conveniente y ne-
cesario : pero de ahí podia resultar que queda-
se sin satisfacerse alguna venganza particular, y
que no se diese á los realistas ecsaltados toda la
latitud que necesitaban para apoderarse de la
nacion. El decreto podría ser precursor del ór-
den, y si alguua vez se restablecía el órden
cada uno volveria á su puesto, y los partida-
rios y vociferadores acabarian de parecer celo ..
sos defensore~ del trono: por el contrario, se
reconoceria que muchos habian adulado al go-
bierno constitucional, que casi todos habian
permanecido espectadores pasivos de los acon-
tecimientos, y que sino tomaron parte en la
revolucion fue porque no les admitió en sus fi4
las , ó porque no lograron hacerse lugar por su
'impericia ó por su mala conducta. Entonces hu-
hiera desaparecido el poder de la rejencia y de
Jos suyos; quizas se hubiera buscado el venIa-
clero mél'ito y seguido ]05 principios de mode-
racion : y era necesario alejar para siempre de
España semejante época, Ó al menos retardar-
la por largo tiempo, para que los realistas mas




377
furihundos quedasen esclu~iva mente encarga-
dos de la direccion del reino, y para que, si
era posible, no quedase un solo español que
hubiese dado seilales de desear las rpformas, á
no sel' que hermanándose á los absolutista!! les
probase con sus esce¡;os que estaba pronto á sa-
cl'ificarles sus antiguos compañeros. Tambien
era necesario que el rey al salir de Cádiz nQ
0j,ese en toJas pUl'les sino á individuos del par--
tiJo de la rejencia} y que rodeado siempre por
ellos tomase sus ahullidos por la voz de la nacion.
Tal fue la base de la política de este gobierno:
de aqui provino el furor con que sus partidarios
recibieron el decreto del duque de Angulema,
y la imprudencia é insensata cólera que maui~
testaron en sus palabras y en sus escritos.


La division realista, que de acuerdo con las
tropas fl'<lllcr::sas. bloqueaba á Pamplona, diri.
jió con este motivo una representacion á la re-
jl!ncia, coucebida en los términos mas furiosos
y amenazando abiertamente á los fl'anceses.
Los ajentes de la rejencia mandaban desde la
capital de la monarquia á las provincias que
enviasen tales es posiciones , y firmábanse allí
maquinalmente: esta di<lision navarra era por
cierto muy celosa de la autoridad de la rejen-
cia de Madrid, porque algunos dias anles casi
toJos los batallones que la componian se ha-




373
biDo negado á obedecer la" órdenes del ie~era),
conde de España, á quien la misma rejencia
habia encargado el, mando de la division, pues
pretendian conservar por jeneral en ¡efe al lIa-
Jl1ado Juanito , uno de Jos primeros que se ha-
hian levantado en aquella parte contra el go-
hierno representativo. Asi se buscaba, pues,
para que reclamasen en favor de la autoridad
de la rejencia á Jos mismos que acababan de
desobedecer sus mandatos, rehusando recono-
cer por jeneral al que enviaba COn el baston
del mando. No bastaba dirijir una representa-
Clan, Ó por mejor decir era inútil dirijirla:
mas lo que se queria era que el escrito circula-
se y que produjese el deseado efecto de hacer
odioso el ejército frances. Para conseguirlo im-
primiéronle en Madrid, y parece que habién-
dolo slbido el mariscal duque de Reggio, man-
dó con tiempo recojer los ejemplares y denun-
ció la representacion. La reiencia mandó que
se formase causa y pasó el impreso á la sala de
alcaldes de casa y córle : y esta corporacion en
vez de abrir el espediente., re'!pondió adoptan-
do los sentimientos de la division navarra y
bacieldo la apolojía de su obra. Tal Ha la con-
ducta que observaban los tribunales que se ba-
Ilaban bajo la inGuencia de ]a rejencja rea-
lista.




379
Los amigos del despotismo no se conten-


taron con dar estos pasos imprudentes: espli-
cáLanse en bUS conversaciones yen sus escritos
Con el mayor ardimiento, y aun hahlaban de
hacer la guerra á los franceses, re::oruando la
gloria de los años ISH8 y siguientes. Precisa
era esta circunstancia para qu~ el bando que
dominaba en la córte se pareciese en un todo al
p,lI·tiJ.o que tHupuñaba las riendas. en la isla ga.-
dltana: )' así como. el postrero no titubeó. en.
desafiar á la Europa entera, no obstante la opio
Ilion púhlicd del país". el otro hablaba de rom-
pJr con los franceses, no teniendo. sino fuerzas
iuúcnificanles, sin fonuos disponibles ni re-
cursos" y siendo asi que los ecsaltados realistas.
tenJrían necesariamente que salir de España el
dia en que la abandonasen los aliados. Seme-
j¡tOle conformIdad nacia de que uno y otro par-
tido prefería que se hundiese el estado á que el
timon de la IldVe pública pasase á otfas manOl
qu~ las suyas: el mismo caso hacian los.. ab:.o-
lu.is!as furibundos de la libertad del rey,. que
los ajitadores de la observancia de la Consti-
tucíon de 1812. La transaccion con las. altas.
pOlencias del Norte destruia la sociedad á que
pertenecian los ministros de .aquella época}. asi
corno los principios de órden y de moJeracion
deblan concluÍr necesariamente con los llama.




380
dos realistas, en cuyo sentido trabajaba la re·
jellcia.


Apesar de tantas contradicciones y apesar
de que el duque de Angulema modificó su de-
creto? no dejó de producir buenos resultados,
porque los franceses dieron libertad á muchos,.
y como la masa de los pueb10s aborrecía las
persecuciones, esta sola medida fue bastante
para enfrenar á los ajitadores y para que no se
vol viese á hablar de rehenes por la vida del
monarca. La rejencia misma no podia negar
los desordenes de que se quejaba el duque de
Angulema, y queriendo manifestar que toma ..
ha interes en la apariencia del .remedio, man-
dó publicar en 13 de agosto de 1823 un decre-
to de Fernando de 1 de junio de J 814, que
prohibia molestar á ninguno que no tendiese á
comprometer la tranquilidad pública, y resal~
taba en el decreto esta hermosa mácsima, que
ni entonces ni despues se puso en práctica:
»S. M. espera que la moderacion .y la justicia
de su gobierno correjirán mejor que el terror
los escesos de la imajinacion/'


Mas como si la rcjeocia se propusiese anu-
lar los favorables efectos que debia producir
el decreto, lo encabezó con un preámbulo
que clecia asi: llGreciendo el nlÍmero de las
prisiones ejecutadas por el pueblo en el esce-




381
80 de su celo (J), estimulado por su amor y
Bit fidelidad á la sagraJa persona del rey llues~
tro señor, contra diversos individuos, 1)ajo
pretesto de su adhcsioD al sistema constitucio-
nal, óce." No podia emplear espresioues mas
enérjicas para disculpar los escesos; en vez de
pintarlos como el resultado de las pasiones y de
castigar á los 'que los cometían, atribuíalos al
celo, al amor al monarca. Y como ninguna
otra cosa se recomendaba tanto como este
amor al príncipe, los realistas contraian tanto


(1) El error de las cortes y de la .. ejencia de re.
cihir por escusa de los mayores crímenes el ztlo y
la adhcsion á su C3usa, produjo funestísimos resul.
tados, porque los escesos se hallaron desde entonces
justificado~ de antemano. Los motines, la dp.sobe.
diencia, el asesinato de los liberales" fueron ocasio~
nados por el zelo; yen pOC03 países se ha n r('presenta.
do tau tI'istes escen3S Como en España, si esceptuamos
las que pasaroll en medío del delirío de la re\'olu-
cicn francesa en 1793, Y sin embargo) 110 solo los
periodistas que escribian en la ppoca clp. flllC se tra-
ta, sino los majistrad(ls ql1e j!lzgaban las cansas y
los censores á cllJa aprobacio!l se sometian I~ s es-
critos, hallaban siempre espresioi1P,s para atenuar
el horror que debian inspirar hablalJdo del zeto
que habia arrastrauo á 108 culpdules. SlHnejante
DIodo de escnsar el crÍmen lIO es an simple error .. es




382
ma!! mérito cuanto mas desórdenes cometian,
porque segun la relencia, era esta una prueba
de la vehemencia de su afecto á"Fernando. He
dicho que la anarquia reinaba en los pueblos
sometidos á la rejencia de Madrid, y ellamís-
roa Jo prueha en su decreto, pues declara que
el pueblo y no las autoridddes procedía á los
arres:os. Donde quiera qu~ acontecen semejan-
tes tra~tornos, reina de hecho la soberauia po-
pular, como la entienden los ajitadores, esto
es, reinan ei desórden y la anarquia.


una verdadera aprobacion ele taJes actos, olla prl1e-
bOl de cobardía, uua esclavitud vc;rgonzosa 4 la.
fuerza brutal, una cornplicí,lad indigna con 108 ase-
8illo~, lllJa prueba patente de que la caUA:J asi de-
fendida es ~iciosa y contraria á la conciencia plíbli.
ca. Los q ne asi se e$plica 11 deben temer siempre el
dia de una reaccion, porque á las injurias de que
podrán ser víctimas se unirá el dolor, en vez de la
venganza, de ver á los enemigos aplaudir igualrneu.
te el zelo de sus asesinos!


Lo mi~mo podíamos decir de épocas aun mas re-
cien tes: el que aplaude ó escosa al matador! le
convida á clavar de lluevo el puñal, á teñirse con
otra sall!;re que oí veCes suele ser la delmislUo que
antes elojió ti dOló la ¡,,¡nria pOl'llue habia recaido en
hou.hres de opillion coutnfia.




~83
El jeneral Ballesteros concluyó con el con-


de Molitor el convenio de que he hablado, y
lo aprobó el príncipe ieneralísimo; y los que
deseaban de veras la libertad del rey aplaudie-
ron el suceso. El segundo ejército español no
se hallaba en situacion de descargar golpes de-
cisivos; pero no obstante habia manifestado vi-
gor en la accion del 28 de julio, y el carácter
helicoso de su jefe J sus conocimientos prácti-
cos de un pais donde habia hecho con gloria
una parte de la guerra de la independencia,
podian prolongar la lucha con notable perjuicio
de los franceses y comprometiendo la libertad
del rey. Todos sabian que el feliz écsito de las
operaciones del ejército frances dependia de la
prontitud esencialmente, y que si la lucha se.
prolongaba no hubiera sido difícil que una po-
tencia muy poderosa tomase parte en ella de
un modo suficiente para hacer el término in-
ciert.o y el rt'sultado dudoso. Bajo este concep-
to, el convenio del jeneral Ballesteros eu muy
útil, como tambien por la suma influencia que
podia tener, y que en efecto t.uvo en Cádiz y
en las plazas fuertes donJe todavia se obedecia
al gobierno representatIvo. U oieamenle la re-
jeneia afectaba ignOl'ar estos antecedentes; ma~
aun cuando no hubiese sabido la incertidumbre
cu que Ouctuaba Inglalerra , respeclo á los.ue.




384
gocios de España, ni observado que el emba-
jador de dquella potencia no residía en la cor-
te de la monarquia ni hahia reconocido á la
rejencia.1 hubiera debido bastar que los france-
ses juzgasen convenient.e tratar con los ¡enera-
les de los ejércitos españolee, para que el go-
bierno de los realistas se apresurase á ratificar
los tratados que indudablemente conducian la
guerra á su fin.


I .. os miembros de la rejencia estaban muy
Jejos de creerlo asi. Nunca quisieron reConocer
el convenio del jeneral Ballesleros , contra
quien permitieron á sus escritc.rcs que se es-
presaseu didriamente COn furor.1 en los térmi-
nos mas ill(lignos, y huseando los medios de
irritar á aquel ¡eueral y á sus tropas para indu-
cirles á lomar un partido eslremo. Léase el pe-
riódico llamado el Restaurador y se verán las
irr.posturas, las iniquidades empleadas contra
el jefe de las tropas del segundo ejército, con
consentimiento, y aun mejor diré con la apm a
hacíon de los que gobernaban, desde el insa
tante que se firmó el convenio con el duque de
Angulema. Enviaron emisarios á todos los acan-
tonamientos ocupados por 105 batallones, para
an¡¡stral' los soldados á la desereion y para aca·
bar de dest.ruir la disciplina. Cu.llltos paso~ da-
ban Jcmo:Maban de ulla manera indudable que




38.1
se queria reducir á la desesperacion al jeneral
Ballesteros y obligarle á comenzar de lluevo las
hostilidades. No importaha al partido domil:an.
te ni que el pueblo fuelle víctima de la guerra,
ni que los espaflOles y los franceses vertiesen
inútilmente su sangre., ni que la salida del rey
se dilatase Ó hiciese incierta. Lo que fe preten-
dia era que no hubiese especie alguna de tran-
saccion , y que nO restase la esperanza mas re-
mota de que serian tratados con indul ¡encia Jos
que no hubiesen pertenecido á Jas scciedadcs
secretas del servilismo, ó que no se hubiesen
identificado Con los nuevos ajitadores.


Hemos visto al conde de Cartajena unido
á los franceses y haciendo en GJlicia etÍucr-
zos estraordinarlos para restablecer la paz y
contribuir á un arreglo difinitivo: habia reco-
nocido la rejencia realista J y los franceses le
babian obligado, por decirlo asi] á permane-
cer á la cabeza de las tropas y de la/provincia.
Los servicios que prestaba este jeneral no eran
dudosos, ni podian ocultarse y Se leian en 108
holetines franceses: el duque de Angulema y
los ie[Jerales de su ejército que teni¡!n relacio-
nes con el conde de Cartajella, haLian depo-
sitado en él una confianza absoluta, que lIt'go
al estremo de pODer á SUl! órdenes inmediatas
una brigada francesa) y sin embargo la rejcn-




386
cia en vez de aprobar la conducta del" ieneral
Morillo guardó profundo silencio. Por otra par-
te , como el conde habia tenido la fortuna de
hacerse obedecer en Galicia, y como la ma-
yoria del pueblo secundaba sus intentos, no
se conocian alli ni los encarcelamientos arbi.
trarios, ni las persecuciones, ni los motines,
ni ninguno de los frutos que en las otras pro-
vincias producia lo que se llamaba la restaura.
don. Tampoco toleraba el conde de Cartaiena
á los nuevos ajitadores el indigno pasaliemp:)
de andar por las calles insultando Con cancio-
nes y moles á 108 habitantes que vivian bajo
la salvaguardia de las leyes; y finalmente, en
Galicia no habian reinado las vejaciones y tras-
tornos que el partido de la reiencia reputaba
esenciales para asegurar sus intereses. Con el
objeto de suplir las omisiones del conde de
Cartajena, la rejeucia envió á Galicia dos co-
misarios réjios para que reanimasen el espíritu
público, divulgasen por el pueLlo que el jene-
ral no estaba de acuerdo ccn los gobernantes,
y le ofreciesen un apoyo en sus personas con-
tra las medidas del conde.


Aun no satisfecha con tales precauciones ... la
rejencia tomó á fines del mes de agosto el acuer-
do de despojar al conde de Cartajt>na del mando
de la capitanía jeneral de Galicia, y de nom-




387
brar en su reemplazo al conde de España; y
para colmo de irnprevision fu\'¡Ó el nombra-
miento del jeneral El!paña;i don Pablo Mori-
llo sin aviso alguno, y con el fin sin duela de
ponerle en el lrance de abandootlrlo tcdu, por ..
que nO tenia á quien enlregar el mando hal!nn.
dose t:l nuevamente nombrado delante de Pam-
plona, y nO designando los rejenles la perw-
na que debía encargarse del basto n en su au-
sencia. Nada contuvo. á los furibundos gober-
nantes del realismo, ni las ventajas que ¡,caba-
ha de conseguir el conde de Cal tajeua sobre los
constitucionales, ni su celo y decisicn por el
servicio del monarca, ni la consideracion de
que las tropas liberales ocupaban toaavia la Co-
ruña, y de que no era imp05ible que una reso-
lucion tan repentina é inesperada imprimiese en
Galicia á los sucesos políticcs un jiro entera-
mente distinto. Necesario era continuar á todo
trance la marcha emprendida y no consentir
que ejerciese la mas mínima influencia en 108
negocios el que no parteneciese al partido domi-
nante, aunque se comprometiese' con semejante
conducta la salida del rey. Mas los franceses
qu~ conocían los importantes servicios que ha·
bía prestado el conde de Cartajena se opusieron
enérjicarnente á su destitucíon; y la rejenc.\a
tuvo que revocar su decreto.




388
Asi la nacion se hallaba sumida en UD abis.


mo de infortunios por un gobierno, que lejos
de corresponder á las esperanzas de los que lo
habian establecido y á los deseos de los hom-
bres sensatos, ocasionaba á los españoles nue.
vas turbaciones y retardaba el término de la
guerra, M~nifestaba deseos de prolongarla por-
que no desperdiciaba medio alguno de irritar á
los jeneraJes y á las tropas que no tomaban
parle en la lucha, ó que peleaban contra los
franceses, con el ánimo sin duda de forzarlas
á declararte, y de que no dejasen las armas de
la mano los defensores de las córtes: porque
l quién habia de decidirse á tratar con un go-


-bitrno que se portaba tan impolíticamente 'con
'los defensores mismos de la causa del monarca?
Sin emhargo los absolutistas pretendian persua-
dir á Fernando, y salieron con su intento,
que todo lo debía á su hando, mrelltras que
'nadie ignoraba que los decretos de la rejencia
escítaban el furor de los que defendian la isla
gaditana; que lo~ desórdenes tolerados y ejecuv
. tados por los rejenles despertaban las .esperan-
. zas de los que en el torbellino de la revolucion
'y al traves de las tempestades políticas veían
la salud comun, al mismo tiempo que los con-
venios del jeneral Ballesteros y del conde de
Cal'tajena no solamente fueron causa de que




3~9
las Rrm.~ le~ caves~n de las mano~ l'IInoque
oblig:lron dc{jnitivilll1ente á la Inglaterra á uo
tomar parte en lus asuntos de la Penímula
espauola. Esta es la demostrncion mas evi~len".
te que se ~uede hacer de los servicios tributa-
dos por ambos jenerales en favor de la liberlad
de Fernando, y de los obstáculos qup los gober~
nantes oponian al desenlace definitivo de la
guerra: no pueden desmentirse Jos hechos por ..
que están recientes, y las consecuencias son i,,-
recusables é infalibles.


La abolicion por la junta provisional y por
la rejeocia realista de todos los decretos de las
có,"tes y de las órdenes del gobierno represen~
tati vo , sometió lo prensa á la censura Como lo
estaba el 7 de marzo de 1820. En )a capital de
la Illcnarquia publicábanse la Gacet~ y un pe-
riódico titulado el Restaurador; y como los
aientes del gobierno censuraban los escritos de
uno y otro, "no cabia duda en que sus mácsi.
mas y sus doctrinas estaban enteramente' de
acuerdo con las opiniones y las iJeas de la re ..
j.encia, que de ot.ro modo no hubiera autoriza.,
do ni permitido que viesen la luz del dia. Am-
bos periódicos soplaban sin cesar el fuego de la
discordia, y declamaban abiertamente contra
l~s perEaoas que ofrecian indicios los mas leves
de moderacion; y eri jidos absolutamente en


TontO 11. 26




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(1rganos del bando furibundo, llabian tomado
i'j)Lre sí el encargo de mantener Jos ánimos en
l\na escilacion contÍnua. La Gaceta se moslra-
}Ja un tanto mas circunspecta, mas el Restau;'
rador no guardaba límites ni freno (¡), ni dis.
fri:lzaha de manera alguna sus sangrientos pen-
sa mientos : y el furibundo fraile que lo redac-
taba no desdeñaba las ocasiones de recomen-
da~ el desórden, la persecucion y eJ esterminio
de cuantos no figuraban en las filas de los mas
ecsaltados l'eaJistas. Habíase propuesto este pe-
riódico incendiario desacreditar al conde de
Cartajena, insultar al ¡eueral Ballesteros y á
sus tropas, y abrumar á todos con el peso de
la calumnia; declamar contra cualquier espe-
cie de transaccion; y en una palabra era la co·
pia de los folletos mas desorganizadores que en
la época pasada habian publicado los hombrell


(t) Estaba al frente de este diario infernal el pa-
dre F. Manuel Martinez, á quien valielOll sus de-
testables mácsimas la mitra de Málaga. Semejantes
seniciog y otros mUl¡.hos recompensados succcs.va-
mente por 10& partidas que dominarOJI entollces en
Esp<!ña , colocaron á la cah.eza de "gnnas diócesis
obispos que el'ao el oprobio elel cristianismo y el
azote de la ver~a-dera relijio.n, á la que han causado
mucubimo daDO.




.91
de doctrinas mas contrarias é Jos principios de
la sociedaJ. En el estilo, en la haieza del len·
guaie parecíase el Restau¡ador al Zurriago,. Ji.
Lelo en que la hez y la escoria de los dem.a~o..
gos abusaba de la lib-ertad 'de imprenta para ha.
cerla odiosa al pueblo: el mi~mo espiritu Je
partjJo J el [urer mismo de taso pasiones dIcta.
ban unosy olros escritos, mas perjudiciales á
la cau'm que defendiall, que las batatlas. perdi ..
das en campo. abierto y con. las. armas en la
mano.


Tal era ]a doctrina de paz., de. con.cordia,.
de mod~racioil predicaJa por un fraile.que me·
re-cia la cllIJfianZ<I de los miembros de la rejp.n.
cia, y que estaba encargada de. prapagal' las..
maCSilllas. de till pattido, El trono pu.ede mo·
JUeut8ueamentc sostenerse con la espada J. ann,·
que es illlposiblp. que subsista largo tiempo sin
la templanza y la justicia J pero el. altar nQ.. se
defiende sillo con la moJeracion y la, virlud.
El desoo de venganza que ajita á los atletas. de
la intole("',mcia,. el furor que los posee y con
que pretenden defender su. causa, no sirve_o
fiino para perderla y p::¡ra que se confundan los •
lJOmbres de bu~na fo con los. malvados. en el
o·dio comun J (¡ue en tanto grado inspiraban el
Be'Stauradcr y bUS cómplices.


Al p,'opio tiempo que los gobernantes pr~·




391
tejian tales libelo!!, oponianlllil obstáculos *
la publicacion de otro periódico en que se in-
culcaban los princi,pios conservadores de toda
sociedad, y que con~ienaba la anarquia reinan ..
te ~ en la que la soberania popular disfrazada
se presentaba bajo distinto aspecto. La censura
suprimía la mayor parte tIe los artículos; de-
sencauenábase contra sus autores el Restaura-
dor, eilponiendo sino razones, necedades é in-
jurias, y mientras que se prodigaban repetidas
pruebas de considel'acion al fraile Martinez,
uno de sus editores, que no habia cesado de
inculcar los principios de la mas sana política,
un bombre que babia sufrido persecuciones, á
quien mil veces hab!an amenazado los njitado-
res, que habia é~perimentado pérdidas y un
largo encarcelamiento por haber defendido al
mismo tl'ono; y por haber manifestado las fu.
ílcstas consecuencias del desórden y de la licen·


, cia: este escritor no solo vió la pluma arreba.
tada de sus manos, sino que tuvo por preci-


. sitio que espatriarse de una tierra donde los eil.
' .. )te'riros se succedian tan rápidamente.
..' Si alguno piensa que he recargado los colo-


l'esa\' djs~ñ:8.r el retrato de la rejencia de Mil.
:.' ·drid;· únÍC¡:tmenle le responderé que me he


. ,propu~·SI.,q ,1ecir la ver<bd y denuncilll' las prio ..
. ~~i,~l~~s"'fdhás , los esCesos y los desórdenes co-




393
metidos por Jo~ gobiernos que han tenido las
riendas de España durante el tiempo de sus re-
voluciones. j PJuguiese á Dios que tuviese has·
tante elocuencia para inspirar el odio á todos
los estremos , y para rectificar la opinion sobre
Unos acontecimientos que la Europa no cono·
ce todavia! No encuentro un solo motivo para
tratar con mayor miramiento á los individuos
de la rejencia que á los gabinetes que precedie-
ron á su funesta aparicion. La única diferen-
cia que ecsisle entre uno y otro, estriba en
que cuando escribo estos apuntes en t 825 , el
gobierno de la rejencia se halla triunfante, y
IlUS contrarios espatriados , fujitivos y con los
derechos que reclama la inocencia desgracia-
da. Uno y otro partido han causado á la Pe-
nínsula española incalculables perjuicios, y la
historia les dará en rostro siempre con el fu-
ror que ha guiado sus pasos, y con la preferen-
cia que han dado á sus inlereses privados so-
bre los intereses jenerales de la naCÍon.