TEOSOFÍA Es prr,piedad. Queda hecho el .lepósito que marca 19. ley. ...
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TEOSOFÍA




Es prr,piedad.
Queda hecho el .lepósito que


marca 19. ley.




TEOSOFIA
POR


IlltrodllcciólI.-l. Qué es la Teosofía.
-J[. Quién", wn los Tcosofistns.-
Ill. Sentido común <le l:l TcoRofía.-
1 \". Ff¿ltj~l·aiti:ld. - V. Fe :.' ~ubel' -
YL El Inic¡'¡'¡o.-YIl. Objeto de la Ini-
c;nciún.-YIlI. I'nrmu.-IX. ¡¡"eneur-
Il~,eiiHl,-X. Cüu~ti t Il('¡:;n del }¡onll)l'e.


I
----------.. ~-


MADRID
R. VELASe(), IMP., RUmO, 20






INTBODUCCJON :1


Los hombres nacen, viven sus curtas vidas y mue"
rcn; levántanse las naciones, llegan ~i una cierta altu"
ra y cacn; las civilizaciones son construíclas, formadas
y pulimentadas, sólo para 4ue cada una de ellas de-
caiga á sp vez y sea sucedida pur nuevos sistemas
de;.;arrollados por nuevas razas de hombres. En la
actualmente todo-puderosa civilización Europea, que
con tanta repidez se lanza á su Zénit, un elcmento
falta que ha ocupado lugar preferente en los sistema"
IIl~ís grandes que permanecen todus hoy elía olvida-
dos. Aquel elemento es el papel desempeflado por
la naturaleza mLlS elevada del hombre en el desen-
\'01 vimiento evolucionario, el práctico conocimiento
del alma.


El entero objetivo de la civilización Occidental, e"
el mejora l ' la condición material de la humanidad.
Con este fin no cesan ele arder de día y de noche
hornillos enormes, por esta razón los telares produ-
cen kilómetros sin fin de telas de algodón, por esto
una red de raib de hierro aprisiona la tierra; esta es


(1) Estos arti'~ulos hall :::.idtJ traducirlos Ú\""" o-L {jLtid~ To l'hcosollly~ publi-
~auo pUl" The Hombay Thcosophic<:Il Ptlblicatioll Funu, By Tukaram 'l'atya.




-6-
la causa de que las multitudes ávidas estén en lucha
perenne y de que enloquecidas corran tras las ri-
quezas.


Nadie duda que para trasladarnos de un punto <Í
otro, lo hacemos más rápidamente de lo que nuestros
padres lo hacían. Nadie duda de que gozamos de co-
modidades en las cuales jamás ellos soñaron. Pero el
precio á que pagamos todas estas cosas es bien caro.
De día en día crece la lucha por la mera existencia,
el débil es aplastado contra la pared, el hombre que
sc detiene á tomar aliento, es pisoteado, y el que Se
apresura, se convierte en un esclavo bajo un sIstema
que convierte al mundo en una máquina enorme, en
la cual los séres humanos funcionan á manera de en-
granajes ó grandes ruedas fatalmente empujados ha-
cia adelante, descansando sólo cuando la vida termi-
na. La filosofía que á una tal civilización corresponde,
es una filosofía de negación: el frío y despiadado ma-
terialismo moderno ..


Pero empiezan los hombres á ver que algo falta en
este estado rle cosas. Sienten un vacío no satisfecho
en su interior. y una convicción no confesada de que
en alguna parte existe un mundo que no podemos
ver, á pesar de lo cual es este mundo una realidad.
U n amargo clamor empieza á oirse: « ¡ N os habéis arre-
batado nuestros dioses, y nada nos habéis dado en
cambio!» Y así es que las viviendas de los !nediulIls
espiritistas se hallan atestadas de ardientes investiga-
dores, y la canción favorita es la que toca en los rei-
nos de lo misterioso y de lo invisible, y á la verdad
eI1 toda:; partes se perciben las sei'íales de una reac-
ción en contra las doctrinas y procedimientos de la
edad de hierro.




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En esta reacción contra la tendencia á negar toda


apariencia de verdad ó de razón á las antiguas creen-
cias y filosofías, y en esta tentativa para proporcio-
nar una puerta de escape á todos los que compren-
den la inestabilidad de los cimientos de la civiliza-
ción moderna y sus anejos sistemas de pensamiento,
la Sociedad Teosófica desempeña un papel proemi-
nente.


Empezando con la firme convicción de que las
grandes cuestiones de lo que es el hombre, de dónde
viene y á dónde va, son después de todo, los asuntos
más importantes que merecen llamar la atención de
cualquiera, invita á todos cuantos en el mundo ente-
ro están interesados en esta investigación, á acumu-
lar sus energías en una gran Universal Fraternidad
para descubrir la verdad y favorecer el progreso es-
piritual del género humano. El dar una breve noticia
de los fines de la Sociedad Teosófica y de sus traba-
jos es el objeto de esta cómpilación de extractos de
obras Teosóficas.


La existencia de Paramatma es una verdad funda-
mental; y el sentimiento de una Deidad es innato y
perfectamente natural en el hombre. «Los legislado-
res y hombres de Estado, y sobre todo los moralistas
y filósofos,» dice Sir James Mackintosh, <'plenamente
reconocerán en la útil y bella variedad de gobiernos
é instituciones, y bajo la entera y fantástica multitud
de costumbres y ritos que entre los hombres han
prevalecido, la:" mismas verdades fundamentcles y
comprensivas, y los mismos grandes principios que
constituyen la salvaguardia de la sociedad humana
reconocidos y venerados, con muy ligeras excepcio-
nes, por cada nación de la tierra.»




Así vemos que Teis1l10,. Deismo, Monoteismu y
Politeísmo, lo mismo que Induísmo, Budhismo, Jai.
nismo, Cristianismo, Mahometismo, Zoroastrismo,
y cada una de las demás religiones conocidas, todas
reconocen el hecho fundamental de la existencia de
un Gran Principio á quíen (ó á /0 que) llamamos nos-
utros Paramatma, por grandes que sean las diferen-
cias de opiniones entre todos estos sistemas en su
concepción de aquel Principio, con referencia á Su
Unidad, Personalidad, Atributos y Perfecciones Mo-
rales. Del mismo modo el Materialista encuentra en
la Materia ( la 'promesa y potencia de toda vida terres-
tre,» y descubre el EspirituaJista en el espíritu el uri·
gen de toda energía y también el de la materia. En
cuanto al Agnóstico, dice que él no sabe lo que los
otros pretenden decir con la palabra Dios, peru no
declara que no exista ningún Dios. Para poder decir
á ciencia cierta que existe un Dios, sólo tiene unu
que mirar en turno suyo. en cualquier espacio defini-
du, y señalar los vestigios que en el mismo existen
de Su poder y de Su presencia. Pero para ser capa-
ces de decir que Dios no existe, tenemos que explo·
rar el infinito entero y convencernos por medio de la
observación de que semejantes vestigios en ninguna
parte se encuentran; ¿y cuántos siglos y qué inteli-
g'encias no serían necesarias para la obtención de se-
mejante conocimiento? Esta inteligencia ·lleva consigo
el atributo mismo de la Divinidad, cuando niega un
Dios; porque á menos que el hombre sea Omnipre.
sente y Omnisciente, no puede saber más sino que
en algún lugar pueden existir manifestaciones de una
Deidad, por la cual d mislIlo sería subyugado. Así
es, que de no conocer un hombre todas las cosas, lo




-- 9 -
cual equivale á qecir, á menos de ser él mismo una.
Deidad, no puede saber que Dios, cuya existencia
niega, no existe.


De modo que, con perfecto derecho, podemos sos-
tener que la existencia del Gran Autor del Universo,
I1ámesele como se quiera, y sean los que sean los
atributos que se le conceden, ha sido reconocida por
la humanidad con más ó menos variantes y cualida-
des Pero una creencia limitada hasta este punto, di-
ficilmente sirve para los objetos que nos propone-
mos. D<!bemos poseer un claro conocimiento, todo
lo claro que sea posible pbtenerlo en séres humanos,
en lo que al carácter y atributos de la Deidad se re-
fiere; sus relaciones con el universo material y con el
hombre en particular: debemos conocer además, la
naturaicza de nuestro espíritu, su inmaterialidad, in-
mortalida0 y funciones; lo misil10 respecto del alma,
sus transmigraciones y premio fina~ y por fin los
procedimientos y medios para irnos aproximando á
este último, valiéndonos de la fé y de la pureza espi.
ritual. Y, sin embargo, es de todo punto deplorable
que res:~ecto de estas mismas cuestiones, tantas y
tan diversas opininnes hayan dividido á la humani-
dad. Es de todo punto imposible que todos estos di-
versos sistemas pueJan ser verdaderos en todos sus
aspectos; y es absolutamente necesario que sepamos
cuál de ellos es verdadero, cuál de ellos posee la ver-
dad completa; porque en la verdad no existen grada-
ciones. Además, com0 Dios es UlD, debe necesaria-
mente la Religión ser una. Sentimientos en conflicto
tocante á esta, la lItás importante de todas las elles-


. ¡iones, tiel/den no sólo á po:fudicar las vctltajas espiri-
tita/es que la ltUlIlcmidad desea llaturallllf1lte obtener,




- 10-


sillo que además injluyen en Slt bieNestar mundano,
dividiéndola en facciones y cngt'lIdrando el espíritu de
ILOstilidad de unas á otras. Sería Ull acoJltecimimto
feliz el que todas las distintas formas de religión se
conjtmdicsen en una fé común, adoptando una forma
de culto y encamillálldose á 1Ill mismo jin. Pero ¿cómo
podrá llegarse á esto? ¿Cómo podremos llegar á esta-
blecer una Religión cosmopolita? ,Es una cuestión
digna de ser considerada por todo hombre pensador.


Hablando en términos generales,' podemos decir
que el mejor procedimiento por medio del cual po-
dríamos. obtener un resultado tan deseable, sería que
la humanidad toda se uniese de buena voluntad para
investigar y discutir la cuestión, partiendo de un
punto que para todos es común; escogiendo al prin-
cipio para ser discutidas, sólo aquellas cuestiones que
están al alcance de todas las inteligencias; y eleún-
dose gradualmente á la resolución de puntos contro-
vertidos y complicados, hasta que finalmente llega-
ríamos lIlltl 1)OCe á conclusiones definitivas en todo lo
que es esencial para las necesidades espirituales del
hombre.


Así, pues, lo primero que deberíamos procurar;
sería el encontrar algún punto de partida desde d
cual empezar nuestros estudios é investigaciones. To-
dos los pertenecientes á las distintas religiones, ya
ortodoxas ó heterodoxas, tienen el mismo derecho de
que los rasgos esenciales de sus creencias se presen-
ten ante el tribunal de un mundo imparcial; pero la
verdadera dificultad consiste en escoger una de ellas
para que sirva como de ancha plataforma en la cual
puedan toda's encontrarse sin prevención ú ofensa, y
discutir las distintas cuestiones relacionadas con el pun-




- lI-


to principal. La dificultad es enorme si nos hacemos
cargo de que cada una de las religiones ortodoxas,
lejos de ser uniformes, se encuentran divididas en
numerosos sistemas, cada uno de los cuales tiene á
su vez sus propias subdivisiones en forma de sectas y
credos, diferenciándose en alto grado unas de otras,
y lo mismo sucede c,on las heterodoxas. Lleno está el
mundo de numerosos sistemas heréticos, teniendo
cada uno de ellos una base opuesta á la de los otros.
y hasta los materialistas y sabios que no se encuen-
tran ligados por revelación ni tradición alguna, y que
están siempre dispuestos á creer, fundándqse en la
razón y en los hechos. extraño parece decirlo, pero
difieren también realmente en sus opiniones respecto
del COSIllOS y de su origen.


l:ste gnm dile1/la, pide la Teos(1ía ser por la
IWlIltlllidad adoptada COIllO la base C01flltll de la cual
todos teudrán que partir para la gran elllpresa de in·
'l'estigacilm. Es la plaü~forJlla sobre la cual los profe-
sores de todos los sistemas. ya sean ortodo.1'os ya hck-
J'odoxos, mali'rialistas ó ateos, pueden permanecer bajo
UIl pié de igllaldad, sin que elZ mallera alguna puedan
entre lIItoS y otros originarse cOlljlictos. A la z/erdad,
parece justalJlCllte ser la Teosofía el sistema parti-
cularmente adaptado para d movimiento cosmopolita
que en la adualtdad estamos contemplalldo.






I


LO QUE ES LA TEOSOFÍA


Según los lexicógrafos, el término Theosophía está
compuesto ck dos palabras griegas: Teos, Dios; y
sopltos, sábio. La etimología es correcta, mas las ex-
plicaciones que dan de la misma, distan mucho de
ofrecer una idea clara de la Teo"sofía.


De un modo original la define Webster: "Un su-
puesto comercio con Dios y los espíritus superiores,
según el cual obtiénense conocimientos sobrehuma-
nos por medio de procedilllimt{lsfísicos como las ope-
raciones de algunos antiguos platónicos, ó por lo~
p,"ocedimimt{ls químicos de los fi!ósifos de! fllego. en
Alemania.»


¡Explicación bien pobre en verdad!
Atribuir semejantes ideas á hombres como Ammo-


nius-Saccas, Plotino, Jámblico, Porfirio y Proclo, es
demostrar ó que se intenta alterar los hechos, ó bien
que se ignóra la filosofía y los motivos de los gran-
des genios de la última escuela de Alejandría. Impu-
tar á esos hombres que sus contemporáneos y la
?osteric\ac\ llamaban Theodidakto'(, en"eñado" por




~14-


Dios, el propósito de desarrollar sus percepciones
psicológicas y espirituales por medio de procedimien-
tos físicos, es pintarlos como materialistas. En cuanto
al sarcasmo final, dirigido á los filósifos del fuego,
recae sobre algunas eminencias de la ciencia moder-
na, aquellas á quienes el reverendo Jacobo Martineau
atribuye la siguiente fanfarronada: « Nos basta la ma-
teria; dadnos sólo átomos y explicamos el universo.»


Vaughán ofrece una mejor y más filosófica defini-
ción:


«Un teósofo, dice, es un indivíduo que nos ofrece
una teoría de Dios.ó de sus obras, basada, no sobre
la revelación, sino sobre la inspiración personal.»
Bajo este punto de vista, todos los grandes pensado-
res y filósofos, y especialmente todos los fundadores
de religiones, escuelas filosóficas ó nuevas sectas, son
necesariamente teósofos. Existen, por lo tanto, la
Teosofía y los teósofos desde que los primeros albo-
res del naciente pensamiento impulsaron al hombre á
buscar instintivamente los medios para expresar sus
opiniones personales ó independientes. Existían teó-
sofos anteriormente á la era cristiana, aun cuando los
autores cristianos atribuyan ,í la primera parte del
siglo tercero de nuestra era el desarrollo del sistema
de la Teosofía ecléctica.


Diógenes Laercio hace remontar la Teosofía hasta
una época anterior á los Ptolomeos y designa como
su fundador {¡ un hierofante egipcio llamado Pot
Amoun, nombre copt~ que significa sacerdote consa-
grado á Amoun, dios de la sabiduría.


La historia enseña que rué revivificada por Am-
monius-Saccas, fundador de la escuela neo-platónica.
Titulábanse él y sus discípulos Philaletheirlllos, aman-




- 15-
tes de la verdad, mientras otros les llamahan ana/o"
gistas, á causa de su método para interpretar todas
las leyendas sagradas, los mitos, símbolos y miste-
rios por medio de una regla de analogía ó correspon-
dencia y de considerar los acontecimientos del mun-
do exterior como expresión de las operaciones y ex-
perimentos del alma humana.


El objeto que se proponía Ammonius era el de re-
conciliar á todas las sectas, á todos los pueblos, á
todas las razas b¡ljo una misma fe, la creencia única
en un poder supremo, eterno, desconocido é innomi-
nado, gobernando al universo por leyes inmutables.
Su objeto era ensayar un sistema primitivo de Teoso-
fía, debiendo ser este esencialmente el mismo para
todos los países, conseguir que los hombres abando-
nasen sus luchas y contiendas, unir sus esfuerzos y
sus pensamientos como hijos de una madre común, y
por fin purificar las antiguas religiones de las impu-
rezas humanas, poco á poco corrompidas, fundiéndo-
las y explicándolas según los principios de una filo-
sofía pura. Y hé aquí por qué eran ensefiados en la
escuela ecléctica de Teosofía al mismo tiempo que
todas las filosofías de la Grecia, I.os sistemas buddhis-
ta, vedantino y mágico ó zoroastriano.


De ahí viene también que observemos en los ten-
sofos de Alejandría ese carácter eminentemente bud-
dhista é indio, el respeto á los parientes y á los an-
cianos, un cariüo paternal por toda la raza humana y
un sentimiento de compasión hasta hacia los anima-
les inferiores.


Tratando de fundar un sistcma de disciplina moral
que obligase á los hombres á vivir según las leyes de
sus países respectivos, r á elevar su cspíritu por la




16


.indagación y contemplación de la Verdad absolutá,
su objeto principal, al mismo tiempo, objeto que con-
sideraba indispensable para alcanzar todos los demás,
era el de sacar de las diferentes doctrinas religiosas
como de las varias cuerdas de un instrumento de mú
sica, la melodía llena y armoniosa que había de hallar
eco en todo corazón amante de la verdad.


Es, por lo tanto, la Teosefía, la Religión-Sabidu-
ría arcáica, la doctrina esotérica universalmente re-
conocida en tiempos antiguos C01:10 tendencia civili-
zadora. Todos los documentos antiguos nos presen-
tan esa Sabiduría como una emanación del principio
divino, y la comprensión clara de la misma la repre-
sentan nombres como el Buddha indio, el Nebo-b~­
bilonio, e! Thoth de Memphis, e! Hérmes de la Gre-
cia, así como por los nombres dados á varias' diosas,
como Methis, Neitha, Atenas y la Sophía de los
gnósticos; en fin, por e! nombre mismo de los Vedas,
que proviene de la palabra saber. I,os antiguos filó-
sofos de Oriente y Occidente, los Hierofantes de! an-
tiguo Egipto, los Rishis del A1J1aI1ar{a y los Theodi-
dakto'¡ de la Grecia, comprendían bajo ese título to-
dos los conocimientos relativos á las cosas ocultas y
esencialmente divinas. Las i/lferca7'all de los rabinos
hebráicos, las series seculares y populares eran de-
signadas con aquel nombre, porquc no eran sino el
vehículo, la forma exterior de conocimientos esotéri-
cos superiores. Recibían los Magos de Zoroastro su
instrucción é iniciación en los subtcrráneos r logias
secretas ele la Bactriana; tenían los Hierofantes egip-
cios, así como los Griegos, sus aporre/ha ó conferen-
cias secretas, durante las cuales el JI)'sftr cOllvertíase
en un l1'opla, ó sb en Vidente: .




- 17-
Creía la Teosofía ecléctica en una esencia única y


suprema, desconocida é inconcebible: «¿cómo podría~
mos conocer al conocedor? pregunta la Brihada-
rall)' aka ujJa1lúllad. El sistema estaba caracterizado
por tres rasgos principales. La teoría de la esencia en
cuestión, la doctrina del alma humana como emana-
ción de esa misma esencia, y siendo, por lo tanto, de
igual naturaleza; y finalmente, su teurgia. A cau.::a de
esta última ciencia, fueron tan mal comprendidos los
neo-platónicos por nuestra ciencia materialista actual.
Siendo la teurgia esencialmente el arte de aplicar los
poderes divinos del hombre á la subordinación de
las fuerzas ciegas de la Naturaleza, fueron desde lue-
go llamados magos sus fieles, de la palabra magh,
que significa hombre sabio. Los escépticos del siglo
pasado no se hubiesen apartado más de la verdad
que nuestros escépticos modernos si hablándoles del
fonógrafo ó del telégrafo se hubiesen echado á reir.


Sucede, por lo general, que los ridiculizados y los
infieles ó hereges de una generación, convirtiéronse
en sabios y santos en la siguiente.


Por lo que hace á la divina esencia y á la natura-
leza del alma y del Espíritu, son las creencias de la
Teosofía moderna las mismas que las de la antigua
Teosofía.


El Dyu popular de las naciones arianas es idéntico
al Jao de los caldeos y hasta al Júpiter de los roma-
nos, poco adelantados en ciencia y filosofía; así como
el antiguo Jahve de los samaritanos, el Teu ó Tiusco
de los normandos, al Duw de los btetones y al Zeus
de los Tracios (1).


(r) . También el Tao de los chinos del que dice Lao~tzeu: «Es eterno y no
pu~úc ser norn~rad.o. Vuelve á absorberse en el no-ser.lt- Taote-kingoJ cap. XIV.)


·2




- 18-
En cuanto á la· Esencia absoluta, lo Uno y Todo,


sea que aceptemos la filosofía griega de los pitagóri-
cos, la cabalista de los caldeos ó la filosofía ariana,
siempre nos dará el mismo resultado.


La mónada primitiva del sistema pitagórico que se
absorbe en el seno de la oscuridad, siendo ella mis-
ma oscuridad (para la inteligencia humana), fué to-
mada por base de todas las cosas; esta idea podemos
hallarla en toda su pureza en los sistemas filosóficos
de Leibnitz y de Spinoza.


El teósofo, apoyándose en la Cábala que hablando
de En-soph, propone esta pregunta: «¿Quién es, pues,
capaz de comprenderle, ya que no tiene forma y
es no-existente?}) ó que se acuerde del siguiente ad-
mirable verso del Rig Veda:


¿Quién sabe de dónde brotó esta creación inmensa,
si creó Su voluntad ó permaneció muda?
Sólo Él lo sabe-quizás no lo sepa (I).


Acepte el concepto idéntico de Brahma, que en
los U panishads es representado como «sin vida,}) sin
espíritu, puro incollsciente, pues Brahma es la con-
cieno'a absoluta; ó en fin, de acuerdo con los 5zlabhá-
vz'ka~' del Nepaul, mantenga que nada existe excepto
Svabllazlat (sustancia ó naturaleza), que existe por sí
mismo, sin creador alg-uno, ese teósofo se encuentra
en el caminu de la Teosofía pura y absoluta.


Fsta es la Teosofía que impulsó á hombres como
Heg~l, Fichte y Spinoza á proseguir los trabajos de
los antiguos filósofos griegos y á <:specular acerca
de la Sustancia úni,-a, la Deidad, el Todo divino,


(1) Himno 129, 1. x.




- 19
procedente de la Sabiduría divina, incomprensible,
desconocida é innominada en todas las filosofías re-
ligiosas, antiguas y modernas, exceptuando el ju-
daismo, y por consiguiente, el cristianismo y el isla-
mismo. Por lo tanto, todo teósofo que se conforma
con una teoría de la divinidad «basada, no en la re-
velación, sino en la inspiración personal,» puede
aceptar cualquiera de las definiciones anteriores ó
pertenecer á cualquiera de esas religiones, sin salirse
de los estrictos límites de la Teosofía, pues no es
esta otra cosa más que la creencia en lo Divino con-
siderado como Todo, el Origen de toda existencia, 10
Infinito que no puede ser comprendido ni cónocido.
Lo que sólo el universo revela, ó también Aquel,
como podríamos decir para agradar á los que quie-
ren sexualizar, lo que no se puede antropomorfizar
sin blasfemia. La verdadera Teosofía aborrece la
materialización brutal; prefiere creer que concentra-
do en sí mismo desde la eternidad, el Espíritu divino
no quiere, ni crea, sino que en el esplendor infinito
que por todas partes emana de ese gran Centro, lo
que produce todo lo visible é invisible es sólo un
rayo que en sí contiene los podere's de generación y
concepción, el que á su vez produce lo que los grie-
gos llaman el macrocosmo, los cabalistas, Tikkolltl Ó
Adam Kadllloll, el Hombre arquetipo, y los ários,
Purusha, Brahm manifestado ó el varón divino. Cree
también la Teosofía en la anástasis ó continuación
de la existencia, y en la transmigración (evolución) ó
serie de alteraciones del yo personal; creencia que
puede ser defendida y explicada por medio de prin-
cipios estrictamente filosóficos, si se establece una
diferencia entre el Para1llatmil (el Espíritu transcell-




-- 20 -,


dente Supremo) y el 'Yivatma (el espíritu individual)
de los Vedan tinos.


Para definir claramente la Teosofía, hemos de
considerarla bajo todos sus aspectos. No ha sido ~l
mundo interior ocultado á todos por una impenetra·
ble obscuddad. Gracias á aquella intuición superior
que nos da la Teosofía ó conocimiento de Dios, y
que transporta la 'inteligencia del mundo de la forma
al del Espíritu sin forma, algunos hombres pudieron
en todas las épocas y en todos los países percibir á
veces las 'cosas del mundo interior ó invisible. Así es
que la Samadhi ó Dhyan yogsamadlzi de los ascetas
indios, la Dai"1tlonoplexia ó iluminación espiritual de
los neo-platónicos, la « confabulación sideral del al-
ma» de los rosa-cruces ó filósofos del fu f'go , los tran-
ces (1) estáticos de los místicos, y los de los magne-
tizadores y espiritistas modernos, todas esas mani-
festaciones, aunque diversas, son de idéntica natura-
leza en el fondo. La investigación por el hombre de
su yo divino, tan á menudo interpretada erróneamen-
te como una comunión individual con un dios perso-
nal, fué siempre el objeto de todos los místicos, y la
creencia en las facultades' superiores de ese yo divi-
no, parece ser contemporánea del génesis de la hu-
manidad, habiéndole dado cada pueblo diferente
nombre. Así vemos que Platón y Plotino designan
por «obra noética» lo que los yoguis y shrotriyas
llaman Viaya.


Por la reflexión, el conocimiento de sí mismo y la
disciplina intelectual, puede el alma alcanzar la visión


(1) Trance es una palabra inglesa empleada en el scnti.do de éxtasis sonam-
búlico por 105 espiritista5 rl"ancescs. (~Yola del trculuclor.)




- 21 -


de la Verdad, de la Bondad y de la Belleza eternas,
es decir, la visión de Dios.


Esta es la epopteia, decían los griegos.
«Para unir su alma al Alma Universal,» dice Por-


firio, «sólo basta un espíritu perfectamente puro. Por
la contemplación del yo, la castidad absoluta y la
pureza corporal, podemos acercarnos á Ella y obte-
ner en ese estado la verdadera ciencia y una visión
interior admirable.»


Swami Dayawmd Saraswati, (1) que no ha leido
ni á Porfirio ni á los demás autores griegos, pero pro-
fundamente versado en la ciencia v~dica, dice en su
Veda Bas!zya (opasna prakaru ank. g.): «Para obtener
Diksha (la más elevada iniciación) y Yog, preciso es
practicar lo prescrito ... El alma, en el cuerpo humano,
puede realizar los mayores prodigios por el conoci-
miento del Espíritu universal (ó Dios), y poniéndose
al corriente de las propiedadcs y cualidades ocultas
de todas las cosas del universo, puede un ser huma-
no adquirir (un Dikshit ó iniciado) de este modo la
facultad de ver y oir á grandes distancias.» En fin,
Alfredo R. vVallace, miembro de la Sociedad Real,
espiritista, aunque naturalista de primer orden, dice
con candor: «El espíritu sólo es quien siente, percibe
y piensa, adquiere la ciencia, razona y aspira ... Se
encuentran frecuentemente individnos constituídos de
tal manera, que en ellos puede el espírítu percibir in-
dependientemente de los órganos corporales de los
sentidos, y hasta á veces abandonar su cuerpo por
algún tiempo en totalidad ó en parte, volviendo al


(1) Sabio pandit y.filósofo, cuya muerte ocurrida en 30 de Octubre de 1883,
s.ploran la India y la Sociedad Teosófioa.




- 22-


mismo luego; más facilmente comunica el espíritu
con el espíritu, que con la materia.» Aun hoy día,
que miles de años separan nuestra era de gran civili-
zación (1) de la época de lo~ gimnosofistas, y quizás
gracias á esa aurora que derrama su luz radiante en
el reino psicológico, así como en el físico de la Na-
turaleza, nos es dado atestiguar que más de veinte
millones de hombres creen bajo otra forma, en esos
mismos poderes espirituales; en los que los yoguis,
así como los pitagóricos, creían hace cerca de tres
mil años.


Así como el místico Ario pretendía resolver todos
los problemas de la vida y de la muerte, una vez que
había obtenido el poder de obrar independientemen-
te de su cuerpo, por su Atman « yo» Ó « alma;» así
como los antiguos griegos buscaban á Atmu, el sér
oculto ó dios-alma de! hombre, con e! espejo simbó-
lico de los misterios tesmoforianos, de igual modo
creen los espiritistas actuales que los espíritus, es
decir, las almas de las personas desencarnadas, son
capaces de comunicarse de un modo visible y tangi-
ble con los que en la tierra amaron. (2) Y todos ellos,
yoguis, ários, filósofos griegos y espiritistas modernos,
basan su creencia en este hecho, que el alma que está
encarnada y su Espíritu que no lo está jamás-el
verdadero yo, -- no se hallan separados del alma uni-
versal y de los demás espíritus por el espacio, sino
simplemente por una diferenciación de cualidades,


(r) La realidad de los poderes de los yoguis ha sido afirmada por varios
autores griegos y romanos que designan á los yogllis indin; con el nombre de
gimnosofistasJ entre otros por Estrabon, Lucano, Plntarco~ Ciceron (TUSClll:l,
Plinio (VII, 2), etc,


(2) Lo cual no es obstáculo para que rarisimas ycee ... "'\leeda In que preten-
den. (Sota del T,'aducIOl'.j




- 23-
pues no pueden existir barreras en la extensión sin
límites del universo, y que una vez descartada esta
diferencia-por la contemplación abstracta, según los
griegos y los ários que produce la liberación tempo-
ral del alma oprimida, y según los espiritistas, por el
mediumismo-hácese posible esta unión entre los es-
píritus encarnados y desencarnados_ Hé aquí por
qué pretendían los yoguis de Patanjali y con ellos
después, Plotino, Porfirio y demás neo-platónicos,
que se habían unido á Dios durante sus horas de
éxtasis, ó más bien que habían llegado á convertirse
con J<~l en un sólo sér, y esto repetidas veces en el
transcurso de su vida. Por errónea que parezca esa
idea de unión cuando se aplica al Espíritu universal,
ha sido y es aún defendida por filósofos demasiado
eminentes para que se pueda desechar pura y sim-
plemente como una quimera_ El único punto negro
de esa filosofía de extremo misticismo, en los casos
de los Tlteodidaktoi, es que querían incluir bajo el
nombre de percepción sensual, lo que sólo es ilumi-
nación extática.En el caso de los yoguis, que afirma-
ban poder contemplar á Iswara «cara á cara», su
pretensión fué eficazmente echada por tierra por la
lógica austera de los discípulos de Kapila, fundador
de la filosJfía Sankhya. En cuanto á las afirmaciones
parecidas de los griegos que siguieron sus huellas, de
una larga serie de extáticos y por fin de los dos últi-
mos que desde hace cien años se han vanagloriado de
'"vér á Dios,»-Jacobo B6hme y Swedenborg-son
pretensiones que habrían de ser discutidas filosófica
y lógicamente, y que lo hubiesen sido si alguno de
nuestros hombres de ciencia más eminentes que se
ocupan de espiritismo, hubiesen mirado con mayor




- 24-


interés la filosofía de ese sistema que sus fonómenos
vulgares. .


Dividíanse los teósofos de Alejandría en neófitos,
iniciados y maestros ó hierofantes; estaban copiadas
sus reglas sobre las de los antiguos misterios de
Orfeo, quien, según Herodoto, las había traido de la
India. Hacía Ammonius jurar á sus discípulos el no
divulgar sus doctrinas superiores excepto á los que
fuesen dignos de las mismas ó que hubiesen sido ini-
ciados y que sabían ver á los dioses, los ángeles y los
demonios de los demás pueblos, según la hyponia ó
sentido tácito esotérico. «Existen los dioses, pero no
son estos lo que ¡wi polloi (el vulgo ignorante supone),»
dice Epicuro, «no es ateo aquel que niega la existencia
de los dioses que adora la muchedumbre, sino aquel
que presta á esos dioses las opiniones de esa muche-
dumbre. Declara á su vez Aristóteles, que do que se
llama los dioses, no son sino los primeros principios
de la divina esencia que impregna al mundo naturaL»


Plotino, discípulo de Ammonius, el «enseñado
por Dios,» nos dice que la gnosis ó conocimiento se-
creto de la Teosofía, tiene tres grados: opinión, cien-
cia é iluminación. «Posee la primera por instrumentos
ó medios, los sentidos ó la percepción; la segunda, la
dialéctica; y la tercera; la intuición. Está subordinada
la razón misma á esta última, es el· conocimiento ab-
soluto fundado en la identificación del espíritu con el
objeto conocido.


Es la Teosofía en cierto modo, la cimcia exacta
de la psicología; está, respecto al meqiumismo na-
tural y sin cultura, en la misma relación en que se
hallan los conocimientos de un Tyndall con los de un
alumno en ciencias físícas. Desarrolla en el hombre




- 25-
una visión directa, á la que llama SheIling «la inteli-
gencia de la identidad del sujeto y del objeto en el
individuo,» de modo que, inf1uído por el conoci-
miento de la hyponia, el hombre piensa pensamien-
tos divinos, ve todas las cosas como realmente son,
se convierte, en una palabra, «en el recipiente del
alma del mundo;» según la expresión hermosa de
Emerson «yo, lo imperfecto, adoro á mi propio per-
fecto,» dice en su admirable hssay on the Oversoul.
Además de ese estado psicológico ó e3tado del alma,
cultivaba la Teosofía todos los ramos de las ciencias
y las artes. Conocía en absoluto lo que llaman hoy
vulgarmente el magnetismo. Rechazaban los teósofos
la teurgía práctica ó «magia ceremonial,» de la que
el clero católico romano se sirve tan frecuentemente
en sus exorcismos. Sólo Jámblico sobrepujó á los de-
más eclécticos .añadiendo á las· demás doctrinas teo-
sóficas la de la teurgía. Cuando ignora el hombre el
verdadero sentido de los símbolos esotéricos divinos
de la naturaleza, está expuesto á medir de un modo
imperfecto los poderes de su alma; en vez de unirse
espiritual y mentalmente con los séres celestes supe-
riores (los dioses de los teurgistas de la escuela pla-
tómca) inconscientemente evocará á las potencias
perniciosas y sombrías que vagan en derredor de la
humanidad, y á las espantosas y tenaces creaciones de
los vicios y crímenes; caerá de la teurgía ó magia
blanca, en la goecia, magia negra ó brujería. Sin em-
bargo, ni una ni otra son lo que entiende la supersti-
ción popular por el término de magia negra ó blanca.


Creer en la posibilidad de evocar espíritus por me-
dio de la llave de Salomón, es el colmo de la supers-
tición y de la ignorancia. Sólo la pureza de acción y




- 26-
de pensamiento puede ponernos en relación con los
dioses y hacernos alcanz'l.r el objeto propuesto. La
alquimia, que en opinión de tantas personas fué una
filosofía espiritual y una ciencia física al mismo tiem-
po, formaba parte de las enseñanzas de la escuela
teosófica. Digno de atención es el hecho que ni Zo-
roasto, Buddha, Orfeo, Pitágoras, Confuccio, SÓ·
crates ni Ammonius Saccas hayan confiado nada
á los escritos. Fácil es comprender la razón de ello.
La Teosofía es arma de dos filos y no e-s buena
en manos del ignorante ó del egoista. Tiene, como
todas las antiguas filosofías, sus partidarios entre los
modernos; pero hasta una época muy reciente, sus
discípulos, poco numerosos, pertenecían á sectas y
opiniones muy diversas. «Aunque dedicados esen-
cialmente á las teorías especulativas, no hayan fun-
dado escuelas, ejercen, sin embargo, en la filosofía,
una silenciosa influencia; y no dudo de que, llegado
el momento, algunas de las ideas presentadas así,
sin ostentación, pueden imprimir nueva dirección al
pensamiento humano,), dice M. Kenl1eth, R. H. Mac-
kencie, místico y teósofo, en su importante y notable
obra hl1ciclopedia Real, etc. (véanse los artículos
«Sociedad Teosófica de Nueva York» y « Teosofía, »
pág. 731). Desde la época. de los filósofos del fuego,
nunca habíal1se organizado en Sociedades á causa de
las persecuciones del clero cristiano que los acosaba
como animales salvajes, pues el ser conocido por
teósofo equivalía, á melludo, hace un siglo, á una
sentencia de muerte.


Demuestra la estadística, que durante un período
de ciento cincuenta años, no bajó de noventa mil el
número de hombres y mujeres quemados en Europa




- 27-
" so pretexto de"brujería. Solo en la Gran Bretaña, des-


de 1640 á 1660, en veinte años, tres mil personas
fueron ejecutadas, acusadas de « pacto con el diablo. ~
Solamente ahora, en el siglo presente. en 1875, algu-
nos místicos y espiritualistas avanzados, no satisfe-
chos con las teorías y explicaciones presentada~ por
los espiritistas, y considerando que slistaban mucho
de aclarar el vasto horizonte de los fenómenos, fun-
daron en Nueva York, América, una asociación bien
conocida hoy día, con el nombre de Sociedad Teo-
sófica.




II


QUIÉNES SON' LOS TEOSOFIST AS


Aquel que seriamente quiera profundizar las cien-
cias psicológicas debe ir al sagrado país de la anti-


. gua Aryavarta. Ninguno es más antiguo que ella en
esotérica sabiduría y en civilización, por degradada
que esté su miserable sombra; la India moderna.
Considerando á este país, como lo hacemos nosotros,
como el fnictífero semillero de donde han procedido
todos los subsiguientes sistemas filosóficos, á él una
porción de nuestra sociedad á ido para estudiar su
antigua sabiduría y pedir la comunicación de sus
misteriosos secretos. Ha hecho ya la Filología dema-
siados progresos, para que sea necesaria en el día de
hoy una demostración de este hecho, ó sea del dere-
cho que á la primogenitura tiene la nacionalidad del
Aryavarta. Las hipótesis sin fundamento alguno, y
llenas de preocupaciones de la Cronología moderna,
no son dignas ni de un momento de atención, y se
desvanecerán con el tiempo á manera de otras hipó-
tesis más ó menos imaginarias.


La línea de herencia filosófica, desde Kapila pa-




- 29-
sando por Epicuro hasta llegar á James MilI; de Pa-
tanjali por Plotino á J acob Bohme, puede ser trazada
como la del curso de un río al través de un país.
Uno de los objetos de la organización de la sociedad ha
sido el examinar las opiniones en exceso trallscen4e1ltes
de los espiritistas en lo que á los poderes de los esPíritus
desencarnados se refiere; y, habiéndoles dicho lo que,
según nuestra opinión al menos, no son, un gran parte
de sus fenÓ1;zcnos, ¡lOS corresponderá e1l la actualidad
el demostrar cuál es la naturáleza de los mismos. Tan
á la vista está que es en Oriente y especialmente en
la India en donde debe ser buscada la clave para los
pretendidos « sobrenaturales» fenómenos de los espi-
ritistas, que ha sido confesado en el AIlahabad Pio-
neer (II de Agosto de 1879) un periódico anglo-
indiano, que no goza por cierto de la reputación de
decir lo que no piensa. Criticando á los hombres de
ciencia que «ocupados en descubrimientos físicos, se
han mostrado durante algunas generaciones en exce-
so dispuestos á desdeñar las investIgaciones super-
físicas,» hace mención « de la nueva oleada de duda»
-(espiritismo) que ha perturbado últimamente esta
convicción. Para un gran número de personas, en-
tre las cuales las hay de gran cultura é iOnteligencia,
añade: «lo sobrenatural de nuevo por sí mismo se ha
afirmado como un digno asunto para la investiga-
oción y el estudio. Y existen plausibles hipótesis en
favor de la idea de que entre los sabios del Oriente
-pueden ser encontradas en mucho mayor grado
que entre los más modernizados habitantes de Occi-
dente, trazas de todas aquellas peculiaridades perso-
nales, sean las que fueren, que se requieren como o
condición. indispensable para la ocurrencia de fenó·




- 3°-
menos sobrenaturales.» y después, sin darse cuenta
de que la causa en cuyo favor aboga es uno de los
principales objetivos de nuestra sociedad, observa el
escritor que aquella es «la única dirección en la cual,
según nuestro parecer, pueden los esfuerzos de los
Teosofistas ser útiles en la India. Los miembros
que en la India están al frente de la Sociedad Teo-
sófica son conocidos como personas muy competen-
tes en fenómenos ocultos, ya en la actualidad, y no
podemos nosotros menos de esperar que sus declara-
ciones en favor de la filosofía orientaL .. dejen de
encubrir una intención reservada de dedicarse á un
género de exploración tal como el que hemos indi-
cado.»


Si bien se habrá observado que el anterior es uno
de nuestros objetos, sólo es uno de los muchos; el
más importante de todos ellos es el hacer revizlir la
obra de Ammonius-Saccas, y recordar á las varias lla-
cúmes que «unas son hijas de otras.» En lo referente
á la parte transcendental de la antigua Teosofía,
tiempo es ya de que la Sociedad Teosófica se ex-
plique. ¿Hasta qué punto, pues, conviene la sociedad
en lo referente á la investigación de la naturaleza, en
cua~to á la ciencia de buscar á Dios de los antiguos
místicos aryos y griegos, y respecto de los poderes
del moderno mediumismo espiritista? N uestra contes-
tación es:-- CJl todo. Pero si se pregunta qué es lo que
cree, la contestación será:-«como cuerpo-nada.» La
sociedad, como cuerpo, no tiene creencia niriguna,
desde el momento en que las creencias sólo son las
certezas que al conocimiento espiritual envuelven; y
la Teosofía en su grado más elevado es el conoci·
miento espiritual mismo-la misma esencia de la




- 3 1 -
investigación filosófica y teística. Representante VI-
sible de la Teosofía Universal, no puede ser más
sectaria que una Sociedad Geográfica, la cual repre-
senta la exploración geográfica universal, sin meterse
en averiguar á qué religión los exploradores pertene-
.cen. La religión de la sociedad, es una ecuación al-
gebráica en la cual mientras el signo de igualdad no
sea suprimido, á cada miembro se le. permite el sus-
tituir cantidades propias de sí mismo, que estén más
en harmonía con las exigencias climatológicas de su
país, con las idiosincrasias de su población y hasta
con las suyas propias. No habiendo aceptado creen-
cia alguna, nuestra sociedad se encuentra siempre
dispuesta á dar y á tomar, á aprender y á enseñar
por medio de la experimentación práctica, como
opuesta á la mera pasiva y crédula aceptación del
dogma impuesto. Está dispuesta á aceptar cualquier
resultado pretendido por las escuelas antes citadas,
que pueda ser lógica y experimentalmmte drmostra-
do; por el contrario, 1lada puede aceptar fimdandose
en mera JI', importándole bien poco Sf'a d que sea
quien lo pida.


Pero cuando entramos á considerarnos indj¡,z"dual
mente, sucede una cosa por completo distinta. Los miem-
bros de la sociedad representan las nacionalidades y
razas más diversas, y han nacido y sido educados en
las creencias y condiciones sociales más distintas.
U nos creen en una cosa, otros en otra. Algunos se
inclinan á la antigua magia, ó sabiduría secreta que
en los santuarios se enseñaba, la cual era por exce-
lencia 10 opuesto del sobrenaturalismo ó diabolismo;
otros al espiritismo moderno, ó pretendida comunica-
ción con los espíritus de los muertos; otros al mesme-




- 32 -
rismo ó magnetismo animal, considerándolo UOIca·
mente como una fuerza dinámica y oculta de la na·
turaleza. Un cierto número solamente ha adquirido
alguna creencia definida, pero los que lo constituyen
permanecen en un estado de atenta espectación; y
entre ellos los hay igualmente que se llaman á sí mis-o
mas materialistas en cierto sentido. En cuanto á ateos
y sectarios fanáticos de cualquier religión, no existe
ninguno eJt la sociedad; porque el hecho por sí sólo de
entrar uno en la misma, demuestra que va en busca
de la verdad final en lo que á la esencia de las cosas
se refiere. Si existiere una cosa tal como un ateo es·
peculativo, lo cual muchos filósofos niegan, tendría
que desechar al mismo tiempo la causa y el efecto,
sea en este mundo de materia, sea en el del espíritu.
Puede haber miembros que, á manera del poeta
Shelley, hayan dejado volar su imaginación de una
calisa á otra causa anterior y ad influitl/m, desde el
momento en que cada una de ellas se transforma ló-
gicamente en un resultado que necesita una causa
anterior, hasta que hah reducido al, eterno á una
m,era niebla. Pero no son por cierto ateos en el sen-
tido especulativo, si identifican las fuerzas materiales
del Universo con las funciones con las cuales los teis-
tas dotan á su Dios, ó de otra manera; puesto que,
desde el momento en que no pueden prescindir de la
concepción del ideal abstracto de poder, causa, nece-
cesidad y efecto, sólo pueden ser considerados ateos
con respecto á un Dios personal, y no en lo que al
Alma Universal de los Panteistas se refiere. Por otra
parte el sectario fanático, cercado por una creencia
á maner:l ce valla sobre cada uno de cuyos postes


. está escrita la advertencia: «No se permite el paso,»




- 33-
ni puede salir de su cercado para unirse Cpl1 la So-
ciedad Teosófica, ni aunque pudiese hacerlo, tiene
ésta lugar para uno á quien la religión misma pro-
hihe el libre examen. La idea que constituye la raíz
misma de la Sociedad es la libre é intrépidiinvesti-
gación.


Como cuerpo, sostielle la Sociedad Teosófica, quc
todos los pensadores é in,)cstigadores (lnj{iJlales de la
región oculta dc la llaturale:=a) J'a sean 1llaterialistas-
aquellos que encuentrall ell la materia « la promesa y
potenela de toda 'vida terrestre.» ó espiritualistas-que
son los que en el espíritu descubren el origm de toda
l'llerg"Ía lo mismo que el de la materia, !Ullt sido J' SO!l
Teosofistas en la verdadera (lapción de la palabra,
puesto que para serlo, no es preciso que necesaria·
mente reconozca uno la existencia de algún Dios ó
deidad especial. No necesita uno más que adorar el
espíritu de la naturaleza viviente y procurar el iden-
tificarse con él; reverenciar á aquella Presencia,
siempre invisible á pesar de lo cu~l está siempre ma-
nifestándo,-;e en sus resultados incesantes el intangi-
ble Omnipotente y Omnipresente Proteo, indivisible
en su Esencia y eludiendo la forma, y sin embargo
apareciendo bajo de todas y de cada una de las for-
mas; que está aquÍ y allí, en todas partes y en nin-,
guna; que es todo y nada, y á pesar de esto goza de
la obicuidau: la Ciencia que lleva, une, rodea y con-
tiene todas las cosas, y que en todas está contenida.
Pensamos se verá ahora, que ya sean clasificados
como'Teistas, Panteistas ó Ateos, hombres tales son
parientes cercanos del reslo. Sea como sea, desde el
momento en que uno que estudia abandonae1 anti-
guo y trillado camino r.eal de la rutina, y entra en el


.,
<l




- 34-
sendero solitario del pensamiento independiente-
hacia Dios-es un Teosofista, un pensador original,
uno que busca la verdad eterna, con «una inspiración
propia de sí mismo» para la resolución delos proble·
mas universales.


Con cada uno de los hombres que buscan por sí
mismos y ardientemente e! conocimiento de! Princi·
pio divino, e! de las relaciones que con el hombre
le unen, y el de las manifestaciones del mismo en la
naturaleza, está aliada la Teosofía. Es igualmente
amiga de la ciencia de buena fe, distinguiéndola de la
que pasa por exacta, ciencia física, si no entra en el
dominio de la psicología y de la metafísica.


Está también unida á toda religión honrada, i
saber: á toda religión que consiente en ser juzgada
por los mismos procedimientos de que hace uso para
juzgar á las demás. Aquéllos libros que contienen la
verdad más evidente por sí misma son inspirados
(no revelados). Pero á todos los libros, teniendo en
cuenta el humano elemento que en ellos existe, los
considera como inferiores al Libro de la Naturaleza,
que para ser leido y comprendido correctamente
necesita que los innatos poderes del alma estén en
alto grado desarrollados. Las leyes ideales pueden ser
percibidas por la facultad intuitiva solamente, están
más allá del dominio del argumento y de la dialéc·
tica, y no puede nadie comprenderlas ni apreciarlas
debidamente por medio de las explicaciones de otra
inteligencia, aunque esta pretenda poseerlas por di·
recta revelación.


\:' como esta SociedaJ, que permite los más anchos
vuelos en las regiones del ideal puro, permanece no
menos sólióal11cntc afirmada en la esfera de los




- 35 -'
hechos, su deferencia á la ciencia moderna y á sus
dignos representantes es sincera. A despecho de su
falta de una intuición espiritual más elevada, es in-
mensa la deuda del mundo hacia los representantes
de la moderna ciencia física; de aquí que la Sociedad
se adhiera de buen grado á la noble é indignada pro-
testa del sabio y elocuente predicador el Rev. O. B.
Frothingham, en contra de todos aquellos que procu-
ran rebajar los servicios de nuestros grandes natura-
listas. «Hablar de la ciencia diciendo que es anti-reli-
giosa, atea,» dijo en un reciente diSCurso pronuncia-
do en New-York, cuando la ciencia está creando una
nueva idea de Dios. A la ciencia se debe después de
todo, el que poseamos alguna concepción dd Dios
viviente. Si no nos convertimos en ateos uno de
estos días bajo del enloquecedor influjo del Protes-
tantismo, á la ciencia se deberá, porque nos está
desengañando acerca de las horribles ilusiones que
nos atormentan y embarazan, poniéndonos en estado
de raciocinar acerca de las cosas que vemos.})


y á los trabajos infatigables de Orientalistas tales
como Sir \V. Jones, Max Muller, Burnouf. Colebrooke,
Haug, Sto Hilaire, y de muchos otros se debe el
que la sociedad como cuerpo., sienta un respeto y ve-
neración igual hacia las religiones V édica, Buddhista,
Zoroastriana, y ~í. todas las demá" antiguas religiones.
del mundo; y que experimente un sentimiento igual-
mente fraternal hacia el Indio, Cingalés, Parsi, Jain,
Hebreo, y respecto á los miembros Cristianos de la
misma, como estudiantes individuales del «yO}) de
la naturaleza, y de lo divino que en la naturaleza
existe.


Nacida en Los Estados Unidos de América, la




- 36 ~
constitución de la Sociedad ha seguido el modelo que
su País Madre le presentaba. Este último, al omitir el
nombre de Dios de su constitución, no fuera que sir-
viese de pretesto algun día para dar origen á una re-
ligión del Estado, concede en sus leyes una absoluta
igualdad á toda religión. Todas están toleradas y
cada una de ellas protegida á su vez por el Estado.
:Vlodelada la Sociedad sobre esta constitución, bien
puede ser llamada una « República de la Conciencia.'


Creemos ahora haber puesto en claro, porque nues-
tros miembros, como individuos, están en libertad de'
permanecer dentro ó fuera de la creencia que gusten,
con tal de que no pretendan que nadie más que ello",
goza del privilegio de conciencia, y de que no pro-
curen imponer sus opiniones sobre los demás. En esto
las Reglas de la Sociedad son muy rigurosas. Procura
conducirse con arreglo á la sa:biduría del antiguo
axioma Buddhista: « Honra á tu propia fe, y no de,,- .
precies las de otros.); Por encima de todas las huma-
nas sectas se cierne la Teosofía en su .sentido abs,
tracto; la Teosofía es en exceso inmensa para que
ninguna de ellas le contenga, pero con facilidad las
contiene á todas.


En conclusión, podemos afirmar que más ancha y
mucho más universal en sus opiniones que ninguna
de las Sociedades existentes, meramente científicas,
tiene co:no ventaja sobre la ciencia el creer en toda
clase de posibilidade3 y una voluntad decidida para
penetrar en aquellas desconocidas y espirituales re-
giones que, según pretende la ciencia exacta, nada
tienen que ver sus representantes con la exploración
de las mismas. Y posee una cualidad más que cuab
quiera de la$. religiones, pues no hace diferencia !lin-




- 37-
guna entre gentiles, judíos y cristianos. En un tal es-
píritu es en el que la Sociedad ha sido establecida
bajo la base de una Fraternidad Universal.


No ocupándose en absoluto de política; hostil á los
sueños insanos de socialistas y comunistas, cuyos sis-
temas aborrece--desde el momento en que los dos no
son más que conspiraciones disfrazadas de la fuerza
brutal y de la holganza en contra del trabajo honrado
-la sociedad se ocupa bien poco de las cuestiones
exteriores del mundo material. El conj unto de sus


. '., 4 .


aspiraciones se dirige hacia las verdades ocultas de
los mundos visibles é invisibles. Que el hombre físico
esté sujeto á las leyes de un imperio ó de una repú-
blica, sólo importa al hombre de materia. Puede su
cuerpo ser esclavizado; en cuanto á su alma, derecho
tiene á dar á 'Sus legisladores la digna respuesta de
Sócrates á sus jueces: «Sobre el hombre inkrno ,no
tienen ellos poder ninguno.»


Tal es, pues, la Sociedad Teosó/lca, y tales son sus
principios, sus múltiples designios y sus objetos.




l:l:l:


SENTIDO COMUN DE LA TEOSOFÍA


Difícil es derribar el muro de falsas concepciones,
que á manera de murallas de la China, rodea por
completo todo aquello que aparece como nuevo en
la región del pensamiento. La asimilación por la
inteligencia del público, de ideas que permanecen
fuera de su vida diaria, mecánicamente regulada,
es un proceso lento, que no justifica el vigor de la
constitución. 'Porque todos los movimientos que po-
seen, después de todo, alguna vitalidad, siempre
provocan en un grado no usual las facultades ima-
ginativas de sus contrarios. Caricaturas más ó' me-
nos fantásticas de los designios y métodos de un
movimiento que lucha, salen á luz gracias á un pro-
ceso inconsciente de invención, siendo presentadas
después solemne y pomposamente. Al final de la
empresa, cuando se ve que e! enemigo de la or-
todoxa indolencia y de la indiferencia respetable,
gana terreno en medio de la polvorienta borrasca de




- 39-
falsas interpretaciones, contémplase con desprecia-
tivo asombro á la personalidades que han carecido
de la decencia y del buen sentido de morir al man-
darlo sus. antagonistas.


El movimiento Teosófico no ha demostrado ser
excepción alguna á esta regla. La oposición que con-
tra el mismo se levanta, es generalmente en forma
de tentativas para quitarse de encima' á este per-


,"
turbador de la tranquilidad establecida, encontran-
do alguna excusa para ignorar su existencia. En
todas direcciones se hallan dispuestas salidas fal-
sas, y en la confusión, un examen sencillo de las
verdades que la Teosofía encarna, es evitado. Es un
trabajo inutil el perseguir á ~la progenie del error,
la cual, ~l manera de los gigantes de la ley elida
l.:.'scandl1lava, salen durante la noche á matar y a
devorar, pero que se funden en un vapor sutil al
ser sorprendidos por un rayo del soL El dar coces
contra e! aguijón, es perfectamente inutil. Olvidando
.esto, muchos, según las palabras del autor de Ré-
ligio Jlcdici, «han atacado denodadamente al ejér.
cito de! error, y en manos de los enemigos han
quedado como trofeos) Nos p~oponemo~, pues,
manifestar clara y francamente lo que es la Teo-
sofía en realidad, y cuáles son los trabajos que la
Sociedad Teosófica ha emprendido, abandonando
la decisión al buen sentido del lector. Sólo nos
ocuparemos aquí muy ligeramente de la metafísica
trascendental de la Teosofía. El. que quiera, podrá
encontrar mayor información en las publicaciones
de la Sociedad Teosófica y en las obras de los Teo'
sofistas del día.


¿Qué es. pues, la Teosofía? Innumerables son




- 40-
las falsas concepciones á que la palabra ha dado lu-
gar. La etimología no arroja gran luz sobre la misma.
La interpretación « Sabiduría Divina, puede aplicarse
á un campo muy vasto. Sin ocuparnos de la historia
de la palabra, puede afirmarse que los principales
expositores de la presente resurrección de la Teo-
sofia la consideran sinónima de Sabiduría Religión.
Esta interpretación, al paso que no está expuesta á
grandes objeciones filológicas, es lo suficientemente
precisa para todas las necesidades Eterarias, Teoso-
fía, desde su punto de partida, es palabra sinónima
de Verdad --la Verdad ha sido vestida con distintos
trajes de religión;- también implica que esta. Verdad
puede alcanzarse por medio de un desarrollo natural
de la sabiduría, sin tener que recurrir á la interven-
ción de medios sobrenatlirales. Se verá, por lo tanto,
que la Teosofía no ataca á infalibilidad de nin-
gún sistc~1a particular de revelación, sino que sostie-
ne que, bajo condiciones apropiadas, la Verdad por
sí misma se revela á todos los individuos. El sol bri-
lla igualmente para todos; el cristal, lo ref1ej a; el
barro, no. Además da gran valor, la Teosofía, á


. todos los sistemas de revelación, considerándolos á
manera de señales que indican la dirección en que la
Verdad debe buscarse, si bien no los acepta como
invitaciones a renunciar á la investigación personal.
Este principio de la Teosofía está fundado en la
consideración de que la verdad es el resultado de la
experiencia real, y en que no consiste en la transfe-
rencia de símbolos intelectuales de una persona á
otra. El hablar acerca de la Verdad es una cosa, y el
percibirla es otra por completo distinta. Es un hecho
perteneciente á la e..xperiencia común, que la más




- 4 1 -
precisa y minuciosa descripción de una flor no equi-
vale en manera alguna á verla y tocarla, por perfec-
ta que su descripción haya sido. De aquí el que se
considere, por consiguiente, á la cO~1ciencia indivi-
dual, como al único criterio de Verdad; pero esta
conciencia deriva material auxilio en su desarrollo y
expansión del estudio y experiencias de otros. Así
es, que la Teosofía enseña que el ejercicio personal
es el único medio por el que pueden verificarse pro-
gresos, Pero durante el esfuerzo para progresar, no
debe ignorarse la postrera unidad de conciencia. Los
individuos no son cristales 'distintos, colocados unos
al lado de otros; son, por el contrario, las varias ma-
nifestaciones de una conciencia universal é inmutable.
Así como la luz que procede de un solo foco, produ-
ce la ilusión de diferentés luces, por reflexión de dis·
tintas superficies, no de otra manera esta conciencia
universal, permaneciendo inmutable en sí misma, da
origen á individualidades innumerables, que durante
el curso de su evolución, la perfección logran, reco-
nociendo esta unidad esencial. Según los pensadores
Teosóficos, ~sta doctrina constituye la Verdad fun-
damental sobre la que todas las religiones están fun-
dadas; es la resultante final de todo pensamiento filo-
sófico y la experiencia que corona á todo misticismo
práctico.


El ir en busca de esta verdad, y la realización
práctica de la misma, no se considera como una mera
gratificación de la curiosidad intelectual, sino como el
verdadero sltJll1Iutm bOIllt1Jl del progreso evoluciona-
ría. Es el N irvana de los Buddhistas. el Moksha de
los Brahmanes, y no se diferencia gran cosa de la
Visión Beatífica de los Cristianos. Cuando esta con-




-- 42 -
dición ó más bien e'ite estado incondicionado, es rea-
lizado en la conciencia, el dolor queda para siempre
extinguido_ No es ¡Virvmza en manera alguna la an-
nikilación de la conciencia, es por el contrario, el repo-
so en la plmitud infinita del sér. Para nada es nece-
sario el discutir las opiniones Nihilistas del Buddhis-
mo, que algunos hombres de ciencia distinguidos han
dado á luz; basta decir que en este punto compar-
ten los T eosofistas la responsabilidad de sus opinio-
nes con muchos nombres de gran eminencia. Nirvana
es la extinción de todo sufrimiento, porque siendo
la unidad final de todo ser, no pueden allí obrar to-
das estas fuerzas contendientes, que son la causa úni·
ca del dolor.


Procediendo sobre esta base, pueden los rasgos
esenciales de la Teosofía ser puestos en relieve, de-
terminando sus relaciones con la religión y la cien-
cia. Como Ciencia de la Religión considera á los dis-
tintos sistemas de fe, como á otros tantos lenguajes
que procuran expresar la verdad acerca del hombre.
de su origen, de su naturaleza, y destino, lo mismo
que en lo que se refiere á sus relaciones, con el mun-
do 'de objetos que le rodean. Pero así como una pa-
labra ó frase no es nada más que una serie de soni-
dos, cuando falta la experiencia respecto de aquello á
lo cual se refiere, del mismo modo la comprensión
apropiada del simbolismo religioso no puede ser ad-
quirida más que realizando las verdades que bajo del
mismo permanecen ocultas. Desde el punto de vista
Teosófico, los distintos sistemas religiosos aparecen
como formas distintas desenvueltas por las condicio-
nes de tiempo, lugar, y otras causas especiales, con
objeto de encarnar á la verdad incorpórea.




43 -
Es necesario ponerse en guardia contra una falsa


concepción que puede aquí originarse. La Teosofía
no es eclecticismo, pues este es un mosáico, mientras
que la sabiduría Religión es un orgánico todo. Viene
á ser la Teosofía una fórmula matemática abstracta
cuyas aplicaciones particulares constituyen las dis-
tintas religiones. No escoge fragmentos de todas las
religiones y los une según alguna norma imaginaria
de simetría, sino que siendo la misma verdad inter·
na, mira la Teosofía á las religiones como á las va·
rias descripciones de aquella verdad. No reconocerá
más antagonismos entre las religiones, que condenará
la lingüística la descripción de la misma cosa en len-
guajes diferentes á causa de las peculiaridades de
idioma y gramática. La Teosofía no es hostil á nin-
guna de las religiones, pero se considera obligada en
interés de la verdad á oponerse á la tiranía de las
formas eclesiásticas sobre los individuos. La humani-
dad, durante el curso de su evolución, da origen á in-
dividuos que aventajan á la generalidad en la realiza·
ción de la verdad, y de esta manera es posible que
las capacidades de la verdad se manifiesten en un
período determinado de tiempo. Para ayudar· á las
masas que luchan ciegamente por la luz de la verdad,
estos instructores del género humano construyen un
simbolismo de palabras y emblemas para represen-
tarla. Pero como la obtención de la sabiduría es un
cambio en la calidad de la conciencia del que la ob-
tiene, y no meramente una expansión superficial de
la misma, el simbolismo, aunque eminentemente útil,
no es 'en sí mismo conocimiento espiritual, y jamás
en este ppdrá convertirse, excepto cuando sea «inte-
riormente digerido.» El proceso físico de la digestión




- 44-
proporciona una sorprendente analogla acerca de
este punto.


El alimento asimilado por organismos distintos,
sigue sus diferencia,> originales .. El alimento espiri-
tual al ser asimilado, comparte las peculiaridades del
individuo, y no pueden dos individuos s(;r exacta-
menre idénticos, sea físicamente ó de otra manera.
Una suposición contraria violaría la !ex parsimollicc,
en la naturaleza. Por consiguiente, la Teosofía e:5
la imparcial mantenedora de la libertad de la con-
ciencia individual. Por otra parte condena el deseo
egoista por el desarrollo de uno mismo como peca-
minoso, á causa de su violación de la unidad esencial
del sér; uno de los más grandes Teosofi~tas del mun·
do, Gautama-Buddha ha declarado: «Caigan sobre
mí todos los pecados del Kali-Yuga, y quede el
mundo redimido.); Esta noble sentcncia cncontró un
ccó en el A postol Cristiano, que hubiera consentido
en ser anatematizado por Cristo si con ello hubiese
podido salvar al mundo.


Ni siente tampoco la Teosofía antagonismo algu-
no hacia el espíritu científico. Desde el momento en
que pretende ser la religión de la verdad, debe mos-
trarse la más exacta de todas las ciencias exactas.
Según ella, no puede la verdad ser desasociada de
la experiencia real; no puede la forma más intelec-
tual de la misma ser más la verdad de lo que puede
la palabra hombre ser el hombre mismo. Se opone
á los dogmatismos de la ciencia, que niegan indepen-
diente realidad á hechos de experiencia mental á
causa de su caracter eminentemente anti·científico.
Si no existiese operación ninguna del pensamiento.
la materia misma desaparecería. Lo contrario á esta




-- 45-
existencia dé la materia, ó sea que esta exista inde-
pendientemente de un consciente conocedor, jam,!s
la experiencia lo ha demostrado. Por lo tanto, materia
y conciencia ó son eternas ó no son nada. Además
desecha la teoría mecánica del universo, en razón de
su irracionalidad. Si la conciencia es derivable de la
inconciencia, una de las leyes fundamentales de la
razón queda anulada. La inconciencia es la negación
de la conciencia, y por lo tanto una afirmación de la
ausencia de toda clase de relaciones á la conciencia
es su propiedad esencial. ¿Cómo puede, pUes, ser re~
lacionada con la conciencia hasta el punto de ser la
causa, el origen de la misma? No nos libramos de la
dificultad si á los mismos átomos consideramos cons-
cientes. Porque la conciencia debe permanecer aso·
ciada con la noción de yo, y si para cada átomo tiene
que postular;;e este ego-ismo, e", inexplicable cómo
un hombre compuesto de miriadas de átomos posee,
sin embargo, una sola é indivisible noción de Yo.
Claro es, por lo tanto, que existe en la naturaleza un
principio de conciencia cuyas unidades no son áto-
mos sino individualidades, y si el principio es eterno,
también sus unidades deben serlo.


No puede el Occéano ser salado á menos de que la
cualidad de serio sea inherente á cada una de sus
gotas. Por esto la Teosofía, entre otras razones,
sostiene en contra del materialismo, que la humana
individualidad es inmortal. Como quiera que sea, no
pretende mantener que el cuerpo, emociones ó pen-
samientos actuales de un hombre, sean los mismos
eternamente, sino que la unidad de conciencia que en
la actualidad se manifiesta como hombre, jamás en
su esencia sufrirá cambio alguno. Puesto que el cam-.




bio, independiente de la conciencia, es inconcebible.
Es de hecho la inmutabilidad de la conciencia lo que
gracias á la comparación, convierte á la concepción
del cambio en una realidad. No hay duda de que en
el lenguaje ordinario frases tales como el «crecimiento
y desarrollo de la conciencia» están en uso, pero
estrictamente hablando, lo que cambia es la base en
la cual la conciencia permanece inherente, siendo las
frases en cuestión del mismo género que las que atri-
buyen movimiento al ~ol con respecto á la tierra.
Además, si una unidad de conciencia tuviese que cam-
biar en esencia, ó lo que es lo mismo, sufrir la
annihilación, lo mismo tendría que suceder á todas
las demás unidades, dada la íntima relación que entre
las mismas existe, viéndonos conducidos á la deduc-
ción de que el principio de conciencia en la natura-
leza es destructible, mientras que la materia que en
su ausencia no pnede existir es indestructible.


De la indestructibilidad de la conciencia individual
y de sus relaciones con la materia, dos importantes
consecuencias se deducen. - Primera, que esta rela-
ción está cambiando perpetuameute en forma de una
ley definida. Los resultados del cambio están cnlaza-
dos unos á otros de un modo definido. Lo que en la
actualidad existe ó sucede no deja de estar relacio-
nado por completo con lo que ha sucedido ó existido.
Esto es cuestión de experiencia y de hecho está la
expericncia en ello fundada. Sin la ley de causación
la experiencia sería imposible, en cnalquier plano que
á la experiencia consideremos, ya sea mental ya físico.
Así es que por la aplicación de la ley de causación á
nuestro sér, se deduce que la experiencia del placer
y del dolor en el presente deben ser las consecuen-




- 47-
das necesarias de causas engendradas durante el pa-
sado. Puede aquí levantarse la objeción de que es un
hecho demostrado por la experiencia que muchos
sufrimientos y placeres experimentamos sin tener la
conciencia de haber nosotros engendrado las causas.
Pero en realidad no tiene fuerza alguna. ¿Qué co·
nexión existe entre nuestra conciencia de una causa
y su poder .para producir un efecto? Si en nuestro sis-
tema entran gérmenes morbosos, no 'se previene la
enfermedad en razón de haber permanecido incons-
cientes de la entrada de los mismos. Lo que sem-
bréis, recogeréis, tanto si sembráis conscientemente,
como si lo hacéis inconscientemente.


La ley de causación, así aplicada á la experiencia
personal del sufrimiento y de! placer, es conocida
por los Buddhistas y Brahmanes con e! nombre de
Ley de Karma.


La segunda deducción se amolda á la primera y
con ella forma un conjunto harmonioso. Si la con-
ciencia individual es inmortal y son sus experienc\as
gobernadas por la Ley de Karma, dedúcese como
consecuencia, que durante tanto tiempo, como todas
las causas capaces de producir efectos en el plano
presente de vida, no han sido agotadas, y no deteni-
da la generación de causas similares, la conciencia
individual permanecerá relacionada con las experien-
cias de la existencia terrena. Por esta razón se en-
carna el ego sucesivamente en esta tierra hasta que
ha reunido y coleccionado todas las experiencias que
la vida en este planeta le puede ofrecer. La doctrina
de la reencarnación es enseñada por todas las religio-
nes de! mundo, sin exceptuar el Cristianismo. En el
Evangelio de' San Mateo se declara de un modo que




- 48 ~
nó deja lugar á dúdas que Juan el Bautista era la en-
earnación de Elías (cap. XVII, 12, 13.)


No es nuestro intento el discutir plenamente las
bases científicas y metafísicas de la doctrina de la
reencarnación, pues el asunto ha sido perfectamente
tratado en,una reciente publicación Teosófica. (1)


Pero no estará fuera de lugar el detenernos á' con-
siderar la obj eción ética que con frecuencia contra
esta doctrina se lanza ¿Es justo que una persona
deba experimentar placer ó dolor por acciones co-
metidas en una vida previa acerca de las cuales nin-
gún recuerdo es conservado? El argumento así apli-
cado se fUlda en la confusión de los dos diferentes
significados de la palabra justicia, según se aplique á
la regulación de asuntos humanos, ó á la operación
de las leyes naturales. Está admitido que los séres
humanos son imperfectos en lo que á sus conocimien-
tos se refiere, y es necesario para el bienestar de la
sociedad el que todos sus miembros tengan la segu-
ridad de que no serán castigados arbitrariamente.
Por esta razón es necesario que antes de aplicar un
castigo la justicia del mismo quede demostrada. Pero
la justicia desde el momento en .que afecta á la ope-
ración de las leyes naturales es una cosa por com-
pleto distinta. Estando la marcha de la naturaleza in-
variablemente dirigida por la ley de causación, no se
la puede reducir á condiciones que dependen de la
admitida falta de habilidad para aplicar la ley sin
equivocarse. El perfeccionamiento moral, que el co-
nocimiento de la causa precisa de nuestros sufri-


(1) V¿an::>e ~Transaction.s 01' the LuuJon Ludgc of Lile Theosophical $0-
Cict>.', ~. $. .




-- 49-
mientos se ·ha'· imaginado produciría, queda más qu~
compensado con los innumerables incentivos al bien,
que la gratitud y otr,os motivos similares propor-
cionan.


Lo que ensefia la Teosofía, en general, puede ser
brevemente resumido del modo siguiente:


1.0 Que existe en el hombre un principio de con-
ciencia que es inmortal.


2.° Que se manifiesta este principio en la tierra
al través de sucesivas encarnaciones.


3.0 Que las experiencias de las difere,ntes encar-
naciones están estrictamente gobernadas por la ley
de causación.
, 4.° Que como cada individuo es el resultado de
una distinta y. causal necesidad en la naturaleza, no
es prudente que un hombre domine la vida y la ac-
ción de otro, importando muy poco cuál sea su des-
arrollo relativo. Por otra parte, es de la mayor im-
portancia el que cada individuo trabaje incesante~
mente para realizar el ideal más elevado que es
capaz de concebir. De otra manera, el dolor se origi-
nará á consecuencia de la oposición entre lo real y lo
ideal. Sed tan perfectos como lo es nuestro Padre
que está en los cielos.


5, ° Que por las razones anteriores, es sabio y
justo el practicar la tolerancia más absoluta respecto
á todos nuestros semejantes.


6.0 Que como la unidad de la naturaleza entera
para siempre subsiste, todas las acciones concentra-
das y referidas á uno mismo están destinadas á ter-
minar en sufrimiento para el que las lleva á efecto
en razón de su oposición al principio de unidad. La
base de la moral debe, por lo tanto, permanecer en et





5° --
sentimientó de una Fraternidad l!niversal entre to-
dos los hombres.


7.° Que la harmonía entre la unidad y el todo,
es la única condición que puede anular todo sufri-
miento, y como cada individuo representa una dis-
tinta y causal operación de la naturaleza, sólo puede
obtenerse esta harmonía mediante los propios esfuer-
zos de cada uno de los individuos.


Es la Sociedad Teosófica una organización que
tiene por objeto el estudio de la verdad, apoyándose
en la más anti-sectaria de las bases, y como resul-
tado de este estudio, cree que las verdades mencio-
nadas anteriormente, si son aceptadas en general,
tienen que producir grandes beneficios en nuestros
tiempos. Como quiera que sea, es necesario aña-
dir que existen muchos miembros en la Sociedad
que con ardor á la verdad buscan, que no están
dispuestos á admitir estas doctrinas sin estudiar-
las y pensarlas más; pero todos convienen en cuan-
to á los principios éticos en ellas comprendidos.
El· objeto principal de la Sociedad Teosófica es
«formar un núcleo de Fraternidad Uni\Tersal en la
humanidad, sin distinción de raza, color ó creen-
cias.» La base de fraternidad que la Sociedad
Teosófica considera científica, 11:1 sido ya dada á
conocer. La fraternidaJ Teosófica no impone lío
mite alguno á la libertad del desarrollo individual.
No exige de sus miembros mis que un deseo de
reconocer la unidad de la familia humana como un
hecho natural que no puede ser impunemente ignora-
do, y como un scndmiento vivo y consciente, que
con toda seguridad tiene que conducir la mayor des-
c;:nvolvimiento individual.




- 51-.....
La Sociedad Teosófica está convencida dé que


los medios más eficaces para el estudio de la verdad
son proporcionados por el estudio de las antiguas
religiones y sistemas filosóficos del mundo, desde el
momento en que están libres de las perturbadoras
influencias por las cuales las for,mas contemporéneas
están rodeadas. La Sociedad por lo tanto trabaja ar-
dientemente para promovcr el estudio apreciativo de
la filosofía oriental, debida á generaciones de Tea"
sofistas, como ofreciendo facil acceso á la Sabidu-
ría--Religión del mundo.


Además procura la Sociedad combatir el materia·
lismo por medio de la investigación de fenóme·
nos anormales que ofrecen una demostración prác-
tica de la existencia de una Psyche en el hombre
y que conducen á una comprensión apropiada de
las leyes que bajo estos fenómenos se ocultan. Los
Teosofistas no creen en el super-naturalismo, y
desechan la noción de milagros como envolviendo
una irracional limitación de las posibilidades de la
naturaleza. Las opIniones de los principales Teoso-
fistas en lo que á este asunto se refiere se encuen-
tran admirablemente expuestas en Isis Unvciled de
Madame Blavatsky, y en Esotaic Buddhism de
1\1r. Sinnet. Todos los Teo~ofistas, convengan por
completo ó no con estas obras, están conformes en
co'nsiderarlas como descubriendo al pensamiento ho-
rizontes inmensos acerca de cuestiones tan impor-
tantes como descuidadas.


Para concluir, debe claramente manifestarse que
constituyen la Sociedad Teosófica tina porcion de
estudiantes é investigadores ardientes y no profeso-
res dogmáticos. Pero como es natural, la5 conviccio-




...... 5Z~


nes de un ·gran número·· de miembros son C01l1"unes
en algunos puntos. Sin embargo, en cada caso la au~
toridad final no procede de· ningún origen externo
sino de¡ interior .


. « No existe religión más elevada que la 1!erdad'j
es el lema que la sociedad Teosófica ha· adop-
tado (1).


(J[oMni M. Chat/e,·gi).


(t) The Pa!h. Vol. 1, núm. 8.




IV


FRA TERNIDAD


El primero y principal objeto de nuestra Sociedad,
C?n10 puede verse con referencia á sus « Reglas y
O.bjetos» . publicados, es la formación de un nüc!eo
de Fraternidad Universal de la humanidad, sin tener
para nada en cuenta ni el e:olorni la creencia ni lél
casta. El ideal de :0raternidad difiere en los distintos


, . ..


hombres, pero en cuanto á la Verdad, es un axioma
el decirque sólo puede ser una, sólo puede existir en
el mundo una idea correcta acerca de la misma, y
cuanto más realizamos aquel ideal, tanto más nos
aproximamos al más grande de los resultados. Con-
siderada la Fraternidad bajo su aspecto práctico, ad·
mite tres divisiones, á saber: La Autoritativa; 2."
Visionaria; y 3." Científica. La prjmera de estas está
enteramente basada en. la autoridad. Los pen:;egui-
dores de.este ideal, gra<?ia~ á sll c()n!i~aIl1iento cons~
tante dentro de las t~istes sombras autoritarias, qu.e;
uan privados de su vista. Cuando después, en el cur~9
del tierripo,l~s barras de l~prisi?n son ql!ebrantadas,
el cautivo, súbitamente libertado, difícilmente puede,


. . .




- 54-
á causa de su larga privación de luz, abrir sus ojos
ante el resplandor del sol de medio día, y temblando
ante la idea de volver á la triste situación de la que
se ha libertado, á ciegas, á la ventura, se agarra fuer-
temente á cualquier cosa sobre la cual puede poner
las manos. Este proceso conduce en este país ó mejor
dicho equivale á intentar el transplante de los robles
que en Inglaterra desafían las tempestades, á los fér-
tiles campos de arroz de la India, Pero, como se ha-
brá previsto, StlS -tentativas no conducen á nada más
que ú trabajo perdido. Disgustados por un tal fracáso,
recogen materiales de todas partes, y. dan origen ú
una ma~a indigesta en la cual se encuentra todo y
nada. Así es que los hombres, desde su plano autori-
tario al visionario en busca del ideal de la Fraterni-
dad, hilan, sacándolo de sus cerebros que rebosan, lo
que consideran como formas de fuerza y de belleza,
las cuales, sin embargo, á manera de los gigantes de
los cuentos de la infancia, se disuelven en un vapor
sutil al ser sorprendidos por un rayo de sol. Los des-
contentos pertenecientes á la última clase menciona-
da, parecen predominar entre las personas ilustradas
de este país. Parecen ellos olvidar que un ideal es una
cosa muy sutil, muy aérea, y que sólo gracias ú una
larga familiarización con el mismo, puede ser dotada
de vida y animación: El resultado que por estos me-
dios es obtenido, es sencillamente un desengat1o. Así
es, por lo tanto, cómo se verá que el tan deseado
resultado final únicamente puede ser alcanzado por
medio de la persecución del científico ideal de Fra-
ternidad. Todo lo que es bueno en cualquiera de los
otros dos ideales cncuentra su lugar en este, sin tro-
pezar _con los defectos que en cada uno de ellos cxís-




- 55
ten. Veamos, pues, cuál es el ideal científico de la
Fraternidad. Reflexionando un poco, se verá que la
Fraternidad, tal como se la comprende vulgarmente,
no es mols que una especie de rodillo de vapor que
aplasta toda vida é individualidad, reduciendo todas
las cosas á una mortal monotonía. Si tal fuese la Fra-
ternidad Universal, sería' una universal maldición en
lugar de uml bendición universal. Existen algunos
miembros entre los pertenecientes al plano más infe-
rior de la naturaleza animada, cuya estructura cor-
poral no presenta diversidad alguna, cualquiera que
sea; en ellos, cabeza, cola, centro y estremidades
sólo constituyen una masa informe. Sufren en con-
secuencia; poco importa que porcione~ de los mismos
sean cortadas separándolas del todo, pues continúari
viviendo á despecho de semejantes mutilaciones; to-'
dos los días se arrepienten llorando amargamente las
naciones y sociedades de haber adoptado estos or-
ganismos no desarrollados como modelos. La historia
de la Revolucion Francesa nos proporciona un ejem-
plo acerca de lo mismo, La igualdad de los Revolu-
cionarios pronto se convirtió en un monstruo devo-
rador que cubrió á la Europa entera de sangre y fue-
go, La economía corpórea de los seres superiores es
de un caracter por completo distinto. Cabeza, tronco,
brazos, piernas, manos, piés, todos ellos tienen su
caracter distintivo bien marcado, sin embargo de lo
cual, están tan íntimamente relacionados que cons-
tituyen un todo harmonioso-ninguno de los miem.
bros puede sufrir ó gozar sin que sus hermanos go-
cen ó sufran. Aquel ideal de Fraternidad que corres-
ponde á este schema de economía fisiológica, es á lo
que me he aventurado á llamar ideal científico, y este




-c- S6 ~
es el ideal que la Sociedad Teosófica ha tenido pre-
sente antes de empezar la empresa de pretender rea-
)izarlo. Fieles pertenecientes á todas las distintas re-
ligiones que en el mundo existen, pueden conservar
sus peculiares creencias religiosas, y ser, sin embar-
go, incluídos en el fraternal abrazo de la Teosofía.
En la Sociedad Teosófica existen representantes de
casi todas las religiones y creencias, fraternizando
pacíficamente unos con otros. lVIucllJ bien causa el
contemplar semejantes ejemplos de humanidad pro-
gresiva. Inspiran confianza por el presente, y bien
fundadas esperanzas con respecto al porvenir. A
cualquier punto que dirijamos nuestros ojos nos en-
contramos coI! bien tristes perspectivas; vemos á
hombres unidos en nombre de la Fraternidad para
matar á sus hermanos; tribus aliadas en el mismo
santo nombre para la opresión de otras tribus, y na-
ciones para esclavizar naciones; pero la Sociedad
Teosófica ha aparecido entre nowtros á manera del
precursor de aquellos días en que todas las fraterni-
dades limitadas se extenderán y tocarán más con las
otras, formando la gran Fraternidad de la Human·i-
dad, la cual con todos sus miembros, representantes
de las diversas tribus y naciones, ceñirá sus lomos ,á
nJanera del hombre que combate contra el enemigo
común, las legiones de la sensualidad, de la brutali-
dad y del materialismo. Así como sólo existe un Dios
en el universo, del mismo modo sólo una Fraternidad
e~istirá sobre la tierra.


Cada religión pretende tener el mismo objeto. El
Cristianismo os invita con los brazos abiertos á ser
un «hermano», uniéndose á la iglesia, pero á menos
de uniros á ella, no podeis serlo.];.:1 Korán enseña la




--:-: 57 -:-:::
fraternidad universal, y el Mahometano ha querido
con frecuencia hacer de vosotros sus hermano:" por
medio de la espada y el fuego; porque áinenos de
que os convirtáis en un secuaz del Profetd no sois
más que un perro infiel. Cada una de las sectas y re-
ligiones, limita más ó menos esta idea de Fraternidad
á los mezquinos límites de su creencia particular.
También los Revolucionarios Franceses abogaban en
pró de una fraternidad universal. Decían: « Venid, sed
nuestros hermanos, pensad y obrad como nosotros,
9 si no os cortaremos la cabeza.» Lo mismo puede
decirse acerca de la fraternidad de todas las socieda-
des privadas de origen moderno, tales como Comu-
nistas, Fenianos, etc., etc. La fraternidad universal
que ha resultado de nuestra civilización moderna, está
á la vista en los ejércitos en pie de guerra existentes
en Europa, en donde mujeres y niños, lisiados é in-
válidos, tienen que trabajar y morirse de hambre para
sostener á hombres robustos sin empleo especial, que
les protejan contra una visita de sus hermanos de más'
allá de sus fronteras.


El Teosofista hace esta universal Fraternidad in.
condicional. Parte del principio de que todos los
hombres, y hasta todos los animales y demás cosas,
proceden de una fuente universal, y que por lo ta~to,
todos pertenecemos á una misma familia, debiendo,
cada uno respetar los derechos de los demás. Le im-
porta muy poco si sois Indio, Cristiano, J udío, Maho~
metano ó Parsi,ó si después de todo no creeis- en
mlda, puesto que ""i obráis con arreglo al principio
de Ft:~ternidad, Universal, po~éis es.tar seguros_d~
que .obráis bien, y de que recib.iréis, vuestra recom-
pen~a.




-S8-
La Teosofía inculca el principio de una Fraterni-


dad Universal entre los hombres, como formando
parte de la Vida Universal; y si sus preceptos son
estricta y sinceramente puestos en práctica, los lazos
de simpatía entre las diferentes razas serán atados
más íntima é inseparablemente, y los sentimientos
del hombre hacia el hombre serán lo que deben ser,
sin tener en cuenta ni el color, ni la creencia, ni la
casta, pero sabiendo y creyendo qU5 todos ellos son
igualmente criaturas de Dios, ,]. cuya imagen el hom-
bre ha sido formado. Cada uno de los hombres, así
como cada uno de los otros seres, forman una parte
integral de aquella Vida Universal que penetra y
anima á la Creación entera; y procurando injuriar-
nos unos á otros, no hacemos más que proceder vio-
lentamente contra aquella vida, que es la '"ida del
IIlltlldo. Apenas si es necesario el decir que ninglt1lil
distinció1l de ra:;a es posible hacer C1l ellll1llldo futuro;
y en el terreno de la práctica ninguna de semejantes
&:itinciones se observan en la Fraternidad de los
Himalayas, que está compuesta de toda clase de ra-
zas y castas. Thibetanos, Tártaros, Mongoles, Chi-
nos, Japoneses, Siameses, Birmanos, Cingaleses, Cap-
tas, Griegos, Húngaros, Ingleses, Bengalís, Sikime-
ses, Madrases, Sikhs, Rajputs, etc., etc., trabajando
en común y ardientemente, en pró del bienestar ge-
neral de la humanidad. Es seguro que la diferencia
entre el Europeo y el Asiático será tenida bien poco
en cuenta, desde el momento en que se considere á
todas las razas de la humanidad como derivadas de
la misma fuente original, y á todas las religiones del
mundo como procedentes del mismo origen: si pode- '
mas dar crédito á las modernas investigaciones, la




- 59-
humana raza, al abandonar su cuna en el Asia Cen-
tral, pasó á Egipto y de allí á Europa. Los Indios re-
presentan la rama más antigua de! gran tronco Asiá-
tico; y los Europeos deberían considerarlos como á
hermanos de diferente color, pero conservando mu-
chas de las antiguas costumbres y hábitos que fueron
en un tiempo comunes á todos. Quince siglos hace
que se levantó en Alejandría una escuela de filosofía.
fundada por un verdadero Teosofista. Tan b::>I1dadoso
era' su espíritu, tan sabias sus enseñanzas, que Am-
monius Saccas era llamado Theodidaktos, ó enseftado
por Dios. Dicen que nació de padres Cri3tianos, pero
sus princ;pios eran más anchos que los de cualquier
secta, y el mundo entero 10 ha reclamado para sÍ.
Intentó una coalición de todas las sectas, ya filosófi-
cas ó religiosas, puesto que creíct en la unidad de la
verdad á despecho de la diversidad de sus manifesta-
ciones. Sostenía que creencias tan antagonistas exte-
riormente como el Paganismo y e! Cristianismo, eran,
sin embargo, fundamentalmente idénticas, y al mis-
mo tiempo que quería suprimir las Fábulas de los
sacerdotes de! Paganismo, procuraba poner á un lado
también, como inexactos, los comentarios é interpre-
taciones erróneas de la doctrina de Cristo, debidos á
los Padres de. la Iglesia. Él hubiera querido condu-
cirnos á las fuentes originales, descubrir la verdad
primitiva, restaurar todos los sistemas religiosos á su
pureza original, y para: coronar e! conjunto y hacer
posible este gran schema de investigación Teosófica,
enseñaba la Fraternidad de los hombres. En su épo-
ca, lo mismo que en la presente, existían almas gran-
des que podían responder á este mensaje de amor,
de tolerancia y de nlútuo auxilio. Entonces, corno




::::- 150 .--:~
ahO'!a)e!1. me4i() del torbellino del mundo. y del sue-
110 intoxicac!Q!, . de los placeres egoistas, _ existía una
minoría!-ie nobles corazones que podíán sentirsé c0!1-
mqyidos ante las humanas tristezas, una minoría de
nQplesinteligencias que podían comprender la divina
xe~da~ de Ja docrrina de Ammonio. Athenágoras,
Longino, Plotino, Orígenes, Porfirio, J ámblico, ~opa­
ter,:] tJliano, Proclo y muchos otros, tanto Paganos
c0I11oCrist.ianos, adoptaron esta doctrina y la ensc-
fia,ron, Su influencia penetró profundamente, en la
constitución del Cristianismo naciente, y á despecho
de los sangrientos progresos de la iglesia y de sus so-
brevivientes ódios de sectas, su dulce inftuell:cia toda~
yja se deja sentir sobre nosotros después de un ti-ans-
curso de mil quinientos años, á manera del débil per-
fume de una flor que ayer en nuestro jardín florecía
y qu~ hoy ha, muerto en nuestra casa. ¿Está,n. los
ti~mpos lo suficientemente maduros para una resu-
rrección de esta santa doctrina? Mirad en torno vues-
tro .ycontestad. Ved á la India rebosando de multi-
tudes en las cuales no existen ni el deseo ni la capa-
cidél,d para la unión. Ved á la cristiandad en masa ar-
mada. hasta los dientes, unos contra otros, march~n­
do,' invadiendo, matando, conquistando y dando el
mentís más completo á las más sagradas enseñanzas
de su religion_ Mirad á los hombres cómo convirtien-
do en sofismas las santas palabras 'que en su niñez
aprendieron, eclipsan el rayo brillante de su razón y
santifi~~n: la espada ''lue' va á derramar la sangre inoo
cente de sus hermanos_


. "-




----.~~~~~~~~~~~~~~~~~
..


v


FE Y SABER ,. -,


El enemigo más fatal para e! alma es la duda: El
que duda de sus propias fuerzas, se inutiliza á sí mis'
mo. Aquel que se sobrepone á sus dudas, se eleva á
un plano superior. Aquel que cree, y tiene confianza
plena en sí mismo, es más fuerte que el que duda dt,:
sus propias fuerzas. Además, cuanta más confianza
tiene un hombre en los otros, mayor es la amistad, y
mayor número de amigos tiene. La amistad es la me~
dida de la influencia, y por consiguiente, de poder.
(Con objeto de abreviar, hablaré únicamente en este
c~pítulo, de la creencia, de! saber y de la te). El sa-
ber procede de la creencia; y la consecuencia delsa-
ber es la fe, ó mejor dicho, aquello que aproximá la
fe y la hace posible, 6 sea: La Intuición. La fe per-
fecta procede del conocimiento perfecto; pero desde
e! momento en que somos séres imperfectos, y que,
por consiguiente, no poseemos conocimiento perfecto
ninguno-no sólo e! que de nosotros mismos proce-
de, siéndolo ~enos todavía el de los. otros - ¿cómo
'podemos ni siquiera aproximarnos á una clefinici()R




- 62 --


de la fe? iY mucho menos en 10 referente al conoci~
miento de los poderes que puede conferir á su posee-
dor! ¿Por qué tenemos que despreciar las palabras.de
Jesús, cuando ni siquiera sabemQs lo que quería sig-
nificar por fe?


Ciertamente que la consideraba de un valor inmen-
so, cuando decía: «Si vuestra fe fuese sólo como un
grano de mostaza, dirías á las montañas, quitáos de
aquí y arrojaros al mar, y así sucedería.» Es evidente
que la unía á la volun'~ad, puesto que lo anterior
debía hacerse mandándolo, y no se hace referencia
alguna á plegaria ó súplica de ningún género. ¿Qué
gran pensador ha existido jamás que haya ensalzado
la Duda, ó enseñado que en alguna ocasión ha sido
causa de grandes beneficios para su poseedor? ¡Nin-
guno! Es sencillamente un poder destructor-una ne-
gación; nada construye; todo cuanto toca destruye.


El deseo de conocer la verdad es recomendable.
El respeto hacia los demás conduce al cambio de
ideas y ;i la investigación. Esto es bueno. Jamás
dudéis de una proposición hasta que estéis seguros


'de comprenderla por completo. Jamás dudéis de la
verdad de otra, hasta que su falsedad sea un hecho
demostrado. Comprended las cosas, antes de dese-
charlas. Sed hospitalarios rara con el caminante; por-
que si bien en muchas ocasiones os llevaréis un chas-
co, podréis quizás algunas veces dar hospitalidad á un
unge!. 1\ 19unos pensamientos son ángeíes enviados.


Es el saber el objetivo final de la acción mental,
y en su estado más elevado se encuentra en el mun-
do del espíritu, en un grado de intensidad suficiente
para quedar impregnado de un deseo por algo más
~rande; teniendo una idea mucho más elevada acerca




-- 63 --
de la 'humal1a naturaleza y de sus posibilidades, tio
meramente con la idea de «conocer el bien y el ma!»,
sino con la resolución de hacer el bien, y de poseer
la facultad de hacerlo bajo todas las circunstancias.
Entonces puede decirse verdaderamente que está uno
en e! camino del poder. Así lo reconozco yo. Anali-
zad, examinad, estudiad todos los hechos y fenóme-
nos de esta existencia; pesad las estrellas y soles del
cspacio, y seguid sus trazas cn sus viajes eternos;
disecad la forma humana, y observad las circunvolu-
ciones del cerebro, y si por fin, no creéis en manera
alguna en la divinidad ele! poder creador, si no creéis
en el espíritu que ha escapado á vuestro telescopio,
á vuestro escalpelo, y á vuestras balanzas, no me
oigáis que vuestros conocimientos os colocan en el
camino que al poder conduce, puesto que el poder
verdadero es reposo, tranquilidad, confianza y harmo-
nía. Aquello que no produce satisfacción ni reposo
ninguno, es destructor. Así es que el saber puede,
acumulándose en el al mi, ó bien engrandecerla, ó con-
traerla y debilitarla. Si el saber convierte á un hom-
bre en egoista y orgulloso, le causa perj uicios; pero
aquel saber que es causa de que conozca lo pequeño
é insignificante que uno es, y lo poco que sab~, y de
cuán poca utilidad son realmente para él todos aque-
llos conocimientos, le pone en un estado negativo y
receptivo con respecto al mundo de inteligencias que
le rodean. Entonces es cuando estas se aproxim:ll1 y
hablan á su alma, y entonces e3 cuando concibe una
idea de «Brahm», «AlIall», «Jehovah», «Jovel), Ó
Dl0S.


El conocimiento de hechos es bueno porque da
amplitud á la inteligencia, y cuando ésta ha adquirido




-.:.. 64 -
tll1a s~ficiente extensión,: éOnduce el pensamiento'¡\
profundos, á la meditación y á la abstracción; y esta
es la que abre las puertas del alma: Imaginación.


Los imaginativos son los crédulos. El poder no pro-
cede· de una cosa sola, sino de todas-del Infinito.
El saber es necesario para la debilidad y para la in-
fancia; pero para los dioses no existe saber ninguno
-'-la fe únicamente es lo que para ellos existe. La fe
comprende todas las cosas de natutaleza inferior, no
de otra manera la eterna é inmensa bóveda celeste
todo lo contiene bajo de sí. La fe está más allá de
todo conocimiento; ¿quién puede, pues, explicarla ó
quién puede comprenderla? Es con respecto al alma,
lo que el saber es· para la mente. Y así como única-
mente podemos aproximarnos al saber nientalmentc,
del mismo modo sólo intuitivamente podemos acer~
carnos á la fe. Nuestra fe es siempre proporcionada á
nuestros conocimientos; la fe que tenemos en nues.
tras esposas, hijos y amigos, depende de lo poco ó
de lo mucho que les conocemos. El saber no depende
de nada más que de la verdad. No es satisfactorio
el conocer meramente que una cosa es falsa. Debe-
mos conocer la verdad con objeto de quedar satisfe-
chos y de purificarnos por completo. A medida
que os vayáis conociendo, irá aumentando la fe
en' vosotros mismos. A medida que vayáis cono-
ciendo á Dios, aumentará vuestra fe en Él mis-
mo. Todo cuanto puede la inteligencia abarcar res-
pecto de cualquier cosa, es lo que parece ser, y
esta apariencia es la revelación de algo oculto. Puede
venir en sueños ó en visiones, ó durante la medita-
ción ó la contemplación, ó leyendo libros, ó en la
conversación; ó el escuchar sermones ó discursos




- 65-
puede provocar las condiciones necesarias para: indu:
cir revelaciones, pero de cualquier manera que tenga
lugar la. inducción, ésta es subjetiva; es una unión
con aquello acerca de lo cual se piensa-'-una unidad·
de espíritu y de sér-vosotros tenéis fe en vosotros
mismos, porque. sois unos con vosotros mismos, te-
néis vosotros fe en vuestras esposas. en proporción
exacta al grado de unión en que con ellas estéis. La
fe en cosas inestables, y por consiguiente falsas, es
destructora, puesto que os abandonan y dejan en
vosotros un vacío. Es la fe un poder que viene al
hombre á manera de una revelación, durante la es-
pansión del alma, cuando la mente está, por decirlo
así, aprisionada, separada, ó mejor dicho, suspensa
en su acción. Entonces desaparecen las cosas sublu-
nares, y la gloria inefable aparece, y penetrando en
el hombre, es una y la misma con un poder concedi-
do al alma, poder jamás soñado por los hombres
mortales. La fe refresca, sostiene y fortifica la volun-
tad; combina á todos los espíl'itus en uno. Los pode-
res de disolución y de creación pertenecen á la fe. No
necesita para ello de esfuerzo alguno. Es la suspen-.
sión de todas las leyes mundanas. El saber sólo me-
rece tenerse en cuenta como un auxilio para entrar
en el reino del espíritu. Entonces es dejado á un lado;
no de otra manera después de haber un hombre es-
calado un muro, y no teniendo que volver á pasar
por allí, echa <1,1 suelo la escalera. ¿Creéis que esta fe
y este poder pueden llegar a ser poseídos por nos-
otros? Sí; y para ello tenemos que elevarnos por me-
dio de una regeneración en el espíritu y gracias á un
nacimiento del espíritu. Es otro modo de existencia
en el cual sólo por medio del nacimiento puede en·


5




- 66-
trarse. Procuramos salvarnos de la debilidad, de la
enfermedad y de la muerte, pero todas estas miserias
hijas del infierno aumentan sin cesar; trabajamos lo
mejor que podemos para preparar el camino, pero en
nuestra ignorancia cometemos errores y faltas y
caemos continuamente. La fe es un don del espíritu
que responde á nuestras aspiraciones é mtenciones.
En la fe no tienen lugar ni equivocaciones ni faltas
ningunas. No es posible perder la fe, una vez que se
ha alcanzado. ¿Cómo es posible para un niño. des-
pués de haber nacido, el convertirse en lo que era
antes de nacer? La fe es universal. No existe nada
que se asemeje á una fe particular. Nada existe á que
se pueda dar el nombre de « la fe;» por consiguiente,
la fe no puede perderse, como tampoco puede per-
derse Dios. Háblese todo cuanto se quiera acerca de
«caer de la gracia,» y de «pérdida de fe.» ¡Palabras
sin sentido común! Aquellos de quienes esto se dice,
jamás han tenido nada que perder. Sin embargo, una·
caída ha tenido lugar, la de las pretensiones á la po-
sesión. El presumido, siempre cae.


Existe la costumbre de hablar acerca de la fe, como
de algo parecido á creencia - como algo á manera de
ceguera-como inferior al conocimiento. Pero esto
demuestra nuestra ignorancia. La fe es á la mente
Divina lo que el saber es á la natural. Por medio del
saber, cosas de utilidad son producidas y multiplica-
das sobre la tierra. Por medio de la fe, se desenvuelve
la materia gracias al espíritu, la cual desde un est~do
caótico é informe, asume las formas que la voluntad
determina. No de otra manera con panes y peces
alimentó Jesús á la multitud hambrienta. Unos pocos
peces y unos cuantos panes fueron suficientes para




- 67-
proporcionarle un núcleo de atracción; y en obedien-
cia á su voluntad la materia asumió la forma deseada.
En vista de este principio de evolución él dice: «Si
vuestra fe fuese del tamaño de un grano de mostaza,
diríais á esta montaña muévete,» etc., «y esto tendría
lugar.» « Primero buscad el reino de Dios, y después
todas las demás cosas os serán concedidas.» El reino
«está dentro de vosotros;» á «mano lo tenéis;» es
«á manera de una perla de gran precio,» ó como
«una porción de levadura que una mujer ha introdu-
cido en tres medidas de harina.» La harina simbo-
liza el cuerpo, la mente y el espíritu. La sabiduría de
las cosas es observada en su mecanismo; en su orden
y harmoniosa combinación y ajuste d~ partes, y en
la facilidad y perfección del movimiento sin choques
ni fricciones. Lo mismo sucede en el hombre mental y
espiritual que en el hombre físico. Los choques y fric-
ciones de esta vida, es lo que desgasta á la máquina
llamada hombre. Todos y cada uno de los átomos
del cuerpo están en movimiento y cuando están bien
equilibrados y lubrificados la salud impera. En esto
consiste la harmonía. Pero cuando no existe un
equilibrio apropiado de todo lo que es esencial,
tiene lugar una discordante fricción de partes, y una
pérdida de poder, de movimiento, de salud y de
vigor. El alma proporciona el lubrificador, ó sea el
magnetismo. Y yo me permito llamar vuestra aten-
ción hacia el hecho de que la gran balanza·-la rue-
da-el regulador, el Amor está descentrado de un
modo tristemente deplorable.


El reino de los cielos es harmonía, poder, eterna
juventud, vida, inocencia y paz. El principal elemen-
to de aquel reino es la Sabiduría nacida del amor y




- 68-
de la voluntad. Si falta el amor, ó es de un orden in-
ferior y vulgar, la sabiduría nacida del mismo será
inharmónica, y dará origen al dolor y á la tristeza.
Por medio de la sabiduría apoyada en la fe, todas las
cosas se llevan á efecto. Pero si la sabiduría es inhar-
mónica, y la fe mezquina, ó no existe, ¿que es lo que
podéis esperar como emanación del espíritu, ó qué
cualidad de vida brotará á la luz?


Ten presente siempre, benévolo lector, que cuando
hablo de Dios, me refiero á tu poder de voluntad Ji
amor. Que cuando hablo de sabiduría, á la ¡zarmonía
('!l tí mismo me refiero. Harmonía significa unidad.
ausencia absoluta de conflicto alguno; carencia d('
elementos oponentes; y que no exista guerra alguna
entre el espíritu y la carne. «El cordero y el león re-
posan juntos.» Recuerda que la salud es siempre de-
bida á la pequeña harmonía que en nosotros reina.
Cuanto mayor es la harmonía, mayor es la sabiduría.
Cuanto mayor es la sabiduría en la misma propor-
ción aumentan la vida, la paz, el reposo y el placer.
La discordia nos consume. La mayor parte de nos-
otros vivimos escasamente medio siglo, y un tan corto
tiempo es suficiente para disgustar· de la vida á la
mayor parte. Somos apenas capaces para engendrar
el magnetismo suficiente para mantener en orden á
esta máquina humana, todo lo más durante unos cin-
cuenta años. Ahora bien, sí el puro é inocente amor,
y la enérgica voluntad propios de Dios, dominasen
en nosotros, la sabiduría ó harmonía de la máquina
serían mucho más perfectas, y la vida desenvuelta, ó
el espíritu puesto en movimiento, poseerían un poder
tal que las montañas serían disueltas: ó panes, peces,
flores, vestidos, ó formas hümanas evocadas á vol un-




tad, y la máquina dotada de un tal poder estaría en
movimiento eternamente sin que ni el tiempo ni fric-
ción alguna fuesen obstáculos para ello. « Más gran-
des cosas que estas haréis vosotros, porque yo me
voy al Padre.» (Espíritu.) La obscura y horrible tie-
rra-las flamígeras constelaciones de los cielos con
sus huestes innumerables, todas por la voluntad
de Dios existen, y sostenidas están por su amor y
sabiduría. En las cosas que de El han emanado
permanece conteniéndolas, pero sin ser contenido P01'
ellas.


Las enormes montafias que las nuves atraviesan,
con la pureza eterna que las corona, nos hablan en
sus avalanchas de fuego, en sus rugidos. en sus con-
vulsiones de la naturaleza, de Aquel que en su seno
se oculta. Son tumbas de piedra de flamígera forma
que en espiral inmensa señalan el lugar de reposo
del Infinito. Manifiestan su poder, su emanación infi-
nita, y el aroma de su presencia llena el espacio
é impregna á las cosas y á los hombres con Su
conciencia que á El mismo vuelve, la cual una vez
llegada al punto . de su partida, asumirá todas las
cosas á manera de materia consumida por el fue-
go. Las formas que cambian--Ia mutabilidad es oe-
bida al fuego que disuelve, cambia y combina la
materia.


Lo voluntad obra con respecto al fuego, como si
lo bautizase con agua, y de este modo con sabiduría
preserva formas y perpetúa la vida. La voluntad le
contiene y refrena, y regulando su calor es causa de
que no nos consuma. Esta es la esotérica significa-
ción del bautismo con agua. Si por medio del ejer-
cicio, puede la voluntad refrenar el fuego, puede




- 7°-
también desencadenar los rayos y vomitar llamas,
las cuales, aunque invisibles, no dejarán de sen-
tirse, y encontrando cosas en su camino, pasan al
través de las mismas, las disuelven, y hacen que sin
el menor ruido desaparezcan ordenada y silenciosa-
mente.


Lo que mantiene oculto al Infinito, es lo poco en
harmonía que el hombre vive con la Naturaleza. No
podemos nosotros volver á la Naturaleza, pero sí ele-
varnos á lo que se llama lo sobrmatural conservando
nuestra existencia. El dolor que nosotros sufrimos es
debido á la deficiencia dd fuego. ¡Cuán facil es para
la voluntad enérgica el lanzar una llama sobre la
negra puerta de aquel, y como por magia hacerla
que obre! Estamos llenos de tinieblas y de tristeza á
causa de estar vacíos. ¡Cuán facil sería e! encontrar-
nos llenos con sólo ser sabios!


El atraer el fuego y el conservarlo por medio del
bautismo es e! summum, que es en verdad la vida, e!
placer; ¡más aún! el Estasis infinito, á cuyo lado to-
dos los demás son sueños. En la pureza el poder en-
tero reside. El fuego á todas las cosas purifica. Las
reduce, las refina y las ilumina. El fuego procede del
amor. Pero vosotros no sabéis lo que es el amor,
creéis que lleva consigo algo referente al sexo; y así
es, porque el sexo es un símbolo de! mismo. El éx-
tasis de un alma virgen cuando por primera vez es
bautizada por el contacto del espíritu, la harmonía
que la inunda es una pobre expresión del amor en
su abstruso sentido. Pero es la mejor de que dispon-
go. El amor no es el alma; pero es la más elevada y
extática emoción que el alma puede sentir. Pone en
movimiellto al entero sensorillm del alma, y gracias




-71 -
á sus vibraciones desenvuelve un fuego espiritual que
á manera de un volcán arde en los nervios. Así como
un volcán vomita lavas y escorias incandescentes, no
de otra manera el fuego educado por la voluntud
(bautismo) descompone todas las escorias é impure-
zas, que elimina del sistema, no dejando más que el
metal puro. Cuidado con el fuego si eres impuro; ni
un vestigio de tí dejará, alma, mente, cuerpo, serán
consumidos. El amor edifica ó destruye. La deca-
dencia lenta y pausada, es tan cierta como la rápida
combustión. Del crisol de la Divinidad no salen más
que seres inmortales.




VI


EL INICIADO


Nos proponemos en este artículo dar á nuestros
lectores algunas noticias acerca de un movimiento
que tiene ya derecho á que se le considere como im-
portante; y que no puede menos de interesar á todas
las inteligencias investigadoras y activas desde el
momento en que vean que está relacionado con todas
aquellas cuestiones que desde los tiempos más remo-
tos han atraído, fascinado y burlado á tantas inteli-
gencias ardientes. Al través de todas las literaturas
circula una corriente compue,sta de indicios y vislum-
bres que indica la existencia de una serie de conoci-
mientos mucho más profundos y preciosos que los
que la humanidad en general posee. Disfrazada por la
ignorancia y por la superstición, torcida y desviada
por los medios al través de los cuales ha pasado, rc-
ducida en la actualidad á un hilo tan tenue que casi
desafía su encuentro, promete en cambio ahora cn-
sancharse hasta convertirse en un noble río; por lo
menos esta corriente ha bastado para mantener vivo
un cierto interés en lo que á su origen se refiere, y á




- 73-
lo largo de sus orillas ha fertilizado pequeños espa-
cios de terreno. La densa masa de fantástica supers-
tición que la Edad Media interpone entre nuestros
propios tiempos y los antiguos orígenes del ocultismo,
ha sido lo que se ha opuesto á la requerida investiga-
ción para aclarar el asunto. No todos los alquimistas
eran soñadores, (l) como sabe todo el que estudia.
Entre ellos se han contado muchos hombres cuyas
investigaciones eran llevadas á cabo con medios pu-
ramente científicos, y que ni buscaban el elixir de
inmortal vida ni la piedra filosofal. Pero la supersti-
ción de aquellos tiempos compaginaba todo cuanto
era desconocido, considerándolo como milagroso, y
cualquiera que se aventurase á salir del término me-
dio común, sabía que tenía que contar con la acusa-
ción de hechicería. Esta es la causa de que Rogerio
Bacón, un verdadero investigador científico, se viese
obligado á defenderse por sí mismo contra semejan-
tes cargos y á exclamar: «A causa de estar estas
cosas fuera del alcance de vuestra comprensión, las
llamáis obras del diablo; vosotros, canonistas )1 teólogos,
las abon'ecéis como productos de la magia, cOllszael'áll-
dolas como indignas de l(ll cristiano.» Y el mismo filó-
sofo dijo en su lecho de muerte, con motivo de las
persecuciones de que había sido objeto: «Arrepién-
tome ahora de haberme sacrificado tanto por amor á


(1) El gran químico francés) ~Ir. Berthelot , al presentar á la Academia, en
la sesión del 4 de Marzo de r889, su obra titulada: Int'l~oducc¡6n a,l esludio de
la Quimica de los antiguos y de la. Edad. Media, termina diciendo: ~ En re~
::.umenJ la presente Introducción es hl continuación de mis Orígenes de la Al-
íMimia que completa .•... y con la cual forma un conjunto propio para esLable-
cer d verdadero cara...:ter de las doctrinas filosóficas J de los método:> y de las
prácticas de la antigua Alquimia, considerada hasta ahora como absurda é ima.
gillarta j y que entrará en lo sucesivo a formar parte de la historia de las cien~
cias positivas.-(Sotad61 (I'ad"ct",-,)




- 74-
la ciencia.» La superstición que así á Bacón aplastó,
influyó en todos los investigadores durante aquellos
tiempos. El saber Neo-Platónico, egipcio y árabe,
había á la verdad dado origen á una muy extraña
mixtura en las inteligencias europeas, y al través de
esta caótica masa, de esta mezcla de hechos, de fic-
ciones y de metafísica transcendental, la luz de una
más simple pero más profunda era, ha lanzado sus ra-
yos, débiles y escasamente perceptibles. El movi-
miento Baconiano ha desacreditado á todo cuanto
anteriormente al mismo se había hecho, ha llenado de
preocupaciones á los siglos XVIII Y XIX, no sola-
mente contra la filoso tia de la Edad Media, sino que
también en contra de todas aquellas antiguas escue-
las, de las cuales la Edad Media había derivado la
base de sus ideas.


Es, sin embargo, un hecho que impresiona más y
más al erudito que procura no lanzar su inteligencia
por caminos tortuosos, el que la literatura, la filosofía
y la ciencia del mundo, deben al Asia los gérmenes
de todo cuanto de valor contienen; y debemos toda-
vía preguntar al Asia la explicación de lo mucho que
en la obscuridad permanece. Poniendo por completo
á un lado y dejando de tener en consideración las
ficciones del siglo XVII, las historias de los Rosacru-
ces, y las audaces pretensiones de Cagliostro y de
Sto Germain, queda como cierto que ha existido un
recuerdo tan sólido como indeleble de la existencia
en Asia de un pequeño grupo de hombres dedicados
al e~;tudio de la ciencia oculta, y á los cuales se con-
sidera como habiendo obtenido resultados sorpren-
dentes. La evidencia para la. existencia de hombres
semejanres, y en lo que á la realidad de sus poderes




-75-
se refiere, debe buscarse en las narraciones y afirma·
ciones casuales existentes en muchas obras de viajes
por Oriente. Y cualquiera que emprenda esta línea
de investigación, encontrará que realmente exista una
masa tal de testimonios, tall bien atestiguados como
cualquier cosa que á la historia ordinaria pertenezca,
que afirmen la existencia en aquellas regioues de
hombres, que viviendo como reclusos y ascéticos,
poseen poderes que á causa de la ignorancia del res-
to del mundo son considerados como sobrenaturales.
Debe tenerse presente que el Oriente posee bajo mu-
chos aspectos un pasado ininterrumpido. No ha su-
frido los cambios y cataclismos que durante los últi-
mos mil años han alterado de tal manera la faz de
Europa. Cuando se levantó el Imperio Romano y
lanzó su resplandor sobre la tierra, el Asia sólo se
negó á ser metamorfoseada. Y su pasivida,l y es-
píritu contemplativo han favorecido el desarrollo y
extensión de los conocimientos á los que nos hemos
referido.


Hará unos cuatro años, uno que ha pasado muchos
estudiando la ciencia oculta, pero que todavía no ha
llegado á las regiones superiores de aquellos conoci-
mientos, trabó relaciones con algunos investigadores
Europeo:> y Americanos que se habían convencido
de que debajo de toda la masa sofocante de la su-
perstición é ignorancia popular de la Edad Media
existía una sólida fundación de hechos, lo mismo que
tras las obras de Simón Mago, Apolonio de Tyana,
Alberto Magno y Raimundo Lulio, y de las de una
pequeña hueste de entusiastas que se han dejado
guiar por las narraciones Arábigas, que creían que
en las vertientes de los Himalayas, en las Lamase·




-76 -
rias del Tibet, en los Templos de Brahm, y en las
selvas del Indostán tiene que buscarse y encontrarse
una ciencia que sobrepuja á todo lo más magnífico
que Europa puede presentar, la cual posee conoci-
mientos á cuyo lado son triviales los más importan-
tes descubrimientos modernos: ciencia que ha ense-
liado á conqui'itar al Tiempo y al Espacio, y á resol-
ver la impenetrabilidad de la materia, á zanjar la tan
debatida cuestión de las dimensiones, á obtener una
solución para el problema acerca de la naturaleza de
la Luz, la cual destruye la Teoría Ondulatoria, y á
adquirir durante la pro!>ecución de estos fenómenos
físicos, una evidencia indudable de la persistencia
del alma humana después de la muerte del cuerpo.
y el deseo de arrancar este último secreto á la Na-
turaleza es una imperativa necc;sidad para la humana
mente. ~t misterio del Universo no es el de su propia
creación; es la cuestión. del origm J' destino del
Hombre.


Este es el estado de confusión mental al que el
Agnosticismo está llevando á los modernos é inde-
pendientes pensadores,· é indudablemente se debió
en parte á la natural repulsión que una semejante
creencia causa, el que los investigadores de quienes
hemos hablado se decidiesen á iniciar un movimien-
to y á organizarlo para la más conveniente disemi-
nación de las verdades ocultas que sin inconveniente
podían darse al mundo, y para abrir á la investiga-
ción Occidental los vastos depósitos de la sabiduría
del Oriente, con lo cual esperaban que la crudeza y
presunción de la Ciencia Moderna recibirían un co-
rrcctivo, ó que, por lo menos, se mantendría en sus
justos límites. Y así fué cómo se fundó en New-York




-77-
la Sociedad Teosófica, publicándose poco después la
asombrosa obra lsis Unveiled. por H. P. Blavatsky,
Secretario Correspondiente de la misma.


Platón escribía sobre la puerta de su academia:
«No entre nadie aquí si no está bien versado en las
matemáticas»; Pythágoras exigía además el estudio
de la Música. Así es cómo estos dos grandes Maes-
tros procuraban enseñar que sobre todo debemos
poseer los sentimientos de precisión y harmonía.


Exactas é inflexibles matemáticas presiden en
verdad sobre las leyes de la naturaleza. Sujetas á
las inteligentes evoluciones del cálculo, demuestran
la existencia de un calculador que es superior al
hombre, puesto que el hombre con sus más exalta-
das facultades puede únicamente obtener una per-
cepción intuitiva y demostrar únicamente para su
pi'opia satisfacción más y más la sublimidad y lo in-
finito de la divina inteligencia.


Debemos conocer que la' harmonía en la naturaleza
reina á d::specho de la discordancia que en apariencia
existe, y de esto nos hacemos cargo al contemplar la
elevada inteligencia que en la música preside, la cual
sabe cómo harmonizar sonidos de todo punto discor-
dantes y cómo transformarlos en las más perfectas y
harmoniosas modulaciones.


Debemos conocer que no existen en la naturaleza
discordancias de ningún género, y que la mutua des-
trucción de séres imperfectos representa únicamente
el trabajo creador de la perfección progresiva, que 110
es más que la Le;' U1lz'7¡crsal de la Existmcia.


Debemos conocer qué proporciones exactas existen
entre los séres, y que, por lo tanto, ningún hombre
andará sobre sus manos con objeto de asombrar á




- 78 -
una hormiga; que nada de un caracter similar puede
suponerse tiene lugar entre el hombre y un sér tan
superior al mismo, como el hombre mismo lo es á la
hormiga, y fundándonos todavía en razones más
serias: que e/universal principio del sér jamás ha va-
riado y jamás variará las leyes de la naturaleza, con
el objeto de confundir la razón del hombre y obtener
sus ltomenajes.


Debemos conocer que las universales y regulares
leyes de la naturaleza dan lugar algunas veces á ma-
nifestaciones excepcionales, las cuales son debidas á
una concurrencia de ciertas causas que raras veces
tiene lugar, y cuyo resultado son hechos ó fenómenos
singulares, que por e/ ignorante son equivocadamente
considerados como mzlagros ó maravillas.


Debemos conocer que la materia es únicamente
un fenómeno, y que sólo la razón matemática es una
realidad.


Debemos conocer que la materia es inerte, y que
únicamente la inteligencia es acción: que la fuerza es
la palanca de la inteligencia, que la vida es el trabajo
de la razón universal; que fuera de la demostración
matemática, los fenómenos permanecerán siempre
dudosos; que si coleccionamos fenomenos, sólo reco·
geremos los materiales necesarios para el estudio de
las leyes que los rigen. Debemos conoc~r que la
razón no es un sentimiento, que el sentimiento no es
razón; pero que una razón que nosotros sentimos y
un sentimiento que está en harmonía con la razón,
nos puede conducir al convencimiento y á la certi-
dumbre combinando las dos fuerzas vivientes del
alma.


Debemos conocer que el alma es el hombre pro-




-79 -
piamente dicho, cuyo cuerpo es sólo la apariencia
fenomenal; que la ciencia del alma es la libertad; que
sus atributos son inteligencia y amor, y que su in-
mortalidad es una causa suficiente para. durable y
perfectible acción. Debemos conocer que las ma-
temáticas puras son el exámen de la razón y la lógi-
ca manisfestación del principio divino; que el superna-
turalismo es sólo una hipotética ficción de operacio.
nes extranaturales de este principio, y que la Metafí-
sica eS únicammte un sueFlO. si no constituye el Cálcul(l
Diferencial e Ttztegral de !(lS poderes matemáticos del
pensamiento.


Debemos conocer que la emancipación moral no
se lleva á cabo por medio de la violencia; que aquel
que pide 1lO merece; que el silencio impuesto á la -ver-
dad por violencia lleva consigo la responsabilidad de
1<1 mentira, y que es con frecuencia util y hasta nece-
sario el engañar á las gentes poco razonables; pero
que nadie obtiene un feliz resultado valiéndose de
malos medios.


Dios y la naturaleza quieren que los animales estén
sometidos al hombre. Puede el tigre sorprender á un
cazador desarmado ó imprudente, puede romper su
cadena y destrozar al que le guarda, pero un tal acci-
dente, no es jamás una victoria. El populacho se re-
bela, pero no logra su libertad. Toman las armas en
nombre de la justicia y sus primeros actoS:" son críme-
nes. El fuego de las pasiones desencadenadas da lugar
á la ferocidad, jamás al Izeroismo.


Nunca podrán usurpar los piés las funciones de la
cabeza, y las funciones del cuerpo social son análo-
gas á las del cuerpo humano. La más íntima unión
de todos los miembros debe ser establecida. Cuando




-.:.. Ro -


uno silfre, todos los demás deben acudir en su auxilio,
y en esto consiste su igualdad de naturaleza, regula-
da por una jerarquía inviolable. Los piés deben an-
dar, las manos trabajar y la cabéza' gobernar y con-
servar la salud del cuerpo. El hombre bien equilibra-
do representa una monarquía viviente. El universo es
la monarquía del sol. Jamás han florecido las gran-
des monarquías más que bajo grandes monarcas.' Las'
repúblicas terminarán siempre gracias á los conflictos'
de todos aquellos q~¡e pretenden gobernar en virtud
de la audacia del mayor malvado. Son de hecho mo-
narquías en fusión. Ellas vienen á ser el hirviente
metal que espera el molde para salir convertido en
un coloso de monárquico orgulIo; un molde labrado
á sablazos.


¿Qué es el populacho? ¿Lo constituyen únicamente
las clases pobres? ¡No! Nada tienen que ver en esta
cuestión la pobreza ó la riqueza. Muchos grandes
hombres han sido pobres. Jesús no tenía ni una pie-
dra en donde reclinar su cabeza, y sus más fervientes
discípulos, aquelIos que han cambiado la faz de la
tierra, han profesado la pobreza. El populacho no es
más que el campo fértil en el que brotan el ignorante,
el indolente y el que voluntariamente quiere ser cie-
go. Estos son los hombres sujetos á sus pasiones;
estos son los leprosos del vicio, los paralíticos de la
inteligencia, los faltos de razón, los que no desean
que se conteste á las preguntas, los que no desean
ser guiados; en resumen, son animales turbulentos, á
Jos cuales la sociedad debe encadenar ó destruir, si
no desea perecer á sus manos,


Los hombres sin libertad moral son'los más peli-
grosos de todos los animales, y debemos siempre po-




- 81
ner en juego nllestra fuerza en interés suyo, y algu-
nas veces contenerlos en sus libertades por la misma
razón. Debemos confiarles únicamente aquello que
deseamos perder, y es necesario ocultarles todas las
verdades de las que pueden hacer un mal uso. Si
tengo dos relojes uno de cobre dorado y otro de oro
puro, ¿estoy obligado á entregar al ladrón que pre-
tende robarme, e! segundo? ¿Y si le entrego e! prime-
ro puede decir que le he engañado? ¿Puedo yo volver
á conducir al incrédulo al sendero.de! cual se ha apar-
tado y. que teme no puede prescindir con e! tiempo
de cometer un crimen: ¡No! Os lo repito de nuevo:
los esclavos de la fatalidad, de libertad son indignos,
indignos de la verdad é indignos de la fraternidad
humana.


El oculto y primitivo libro de Tarot, los represen-
ta en su décimo octavo signo en forma de tres ani-
males distintos, un perro, un lobo y un cangrejo, que
se alimenta de la corrupción animal y vegetal en
aguas impuras.


Nosotros educamos al perro, matamos al lobo y
nos comemos al cangrejo. El perro es el loco que
obedece; el lobo ~s el loco que ahulla y mata. El can-
grejo no es un loco, es la locura misma, puesto que
una tradición popular nos dice que e! cangrejo anda
hacia atrás, y por lo tanto el cangrejo de la Natura-
leza está relacionado con el cangrejo simbólico.


¿Cuál de los dos es preferible, el perro ó el lobo?
Si lo preguntáis á un pastor, de antemano sabéis
cual será su respuesta, ó quizás ni siquiera os contes-
tará despüés de todo. Se echará á reir, porque no
creerá que se lo preguntáis seriamente. Es justamente
lo mismo que si preguntaséis quién es preferible, el


6




-);2 -
soldado ó el bandolero. A pesar de ,lo cual, sabido es
que un bandolero es muchas veces el ideal de muje-
res de elevada alcurnia, mientras que las simples co-
cineras y doncellas de servicio son quizás las únicas
cuyos corazones son conquistados por un soldado.


Las supremas verdades de la ciencia no son ni para
bandoleros, ni para soldados, ni para la mayoría de
las mujeres. Un soldado no puede ser libre; un ban-
dolero no sabe cómo ser libre, y una mujer responde
siempre según el impulso de! corazón.


La grande, la verdadera, la única emancipación de
la mujer es la maternidad, la cual la hace-no libre-
sino soberana. Las mujeres que desean conquistar la
libertad del mismo modo que los hombres, se COll-
vierten invariablemente en prostitutas; las esclavas
más abyectas y despreciables.


Para ser digno de la iniciación es necesario saber
cómo subyugar á los animales, empezando por aque-
llos que llevamos en nuestro corazón. Las pasiones
que dominamos son fuerzas vivientes que nos. ayudan
á conquistar la inmortalidad. Aquellas que nos do-
minan prueban nuestra debilidad é inevitablemente
nos conducen á la muerte.


Es muy ,dificil e! ser siempre razonable y no sufrir
ocasionalnlente las consecuencias de nuestra debili-
dad animal. No están los sabios libres de pecados y
de faltas; pero no anian el pecado, y las faltas que
cometen son para ellos señales de peligro que les es-
timulan á renovar sus esfuerzos hacia el bien y á
vivir con más cuidado. El necio á quie!! demostráis
sus faltas, se ofende por no haber sido encontt ado
perfecto y dice que la naturaleza es responsable de
su estupidez. Tenéis que tener presente que si hubié-




- 83-
seis permanecido tal como la Naturaleza os hizo ja-
más hubiérais aprendido ni á hablar ni á andar. La
Naturaleza desea que el hombre 'marche y progrese,
corrigiendo sus faltas y haciéndose de día en día más
perfecto. Nadie tiene derecho de perturbar y dañar á
los otros, J' aquel que desprecia elprogreso moral, se
cOJwierte en UIl apóstata de la htt'nta Vida.


Los estudiantes de París insultaron un día al hon-
rado M. Nizard, por haber dicho en uno de sus dis-
cursos públicos que la moralidad no es la misma
cosa para todos.


La locura mayor del orgullo moderno es el .'lUcrlo
de la igualdad, y no está bien' el decir á cualquiera
que Boquillón tiene menos inteligencia que Pascal.
Boquillón quiere que se le comunique la \'erdad ente·
ra. Lo que para él es ininteligible 110 debe ser inteli-
gible para otro. Los bandidos que casi arruinaron á
la Francia durante dos meses, necesitaron quemar el
Louvre r las Bibliotecas públicas. Su moralidad no
era ciertamente para ellos mismos la misma que la


. del heróico Arzobispo de París, á quien asesinaron;
pero hubieran sido los primeros en apostrofar á
1\'1. Nizard si le hubiesen oido decir que la moralidad
no es lo mismo para todo el mundo.


¡Cosa increible! ¡Sobrepuja á todos los sueños posi-
bles de un Victor Rugo! Estos criminales cometieron
en pleno siglo XIX toda clase de atrocidades en pre·
sencia de un ejército de doscientos mil hombres y de
trescientos mil paisanos que les permitieron hacer
todo cuanto se les ocurrió. En este caso los lobos
aterrorizaron él los perros, y los cangrejos se mantu·
vieron quietos en su madriguera.


Ojalá no disguste á los cOntradictores de M. Nizard,




84 --
pero hay tres clases distintas de moralidad. La mora·
lidad natural, la moralidad filósofica y la moralidad
religiosa.


La moralidad natural es sencillamente la del senti-
do común. La moralidad filósofica es la moralidad de
la razón y la moralidad religiosa es la del espíritu y
de la fe. Haciendo uso de vuestro sentido común
llegáis á la razón. Con la razón iluminada por el res-
plandor del espíritu llegaréis con toda seguridad á la
fe; pero la fe no se imprime sobre el buen sentido
haciendo violencia á la razón, y la razón desprecian-
do la fe se separa por esto mismo del sentido común.


Nada hay en el \I1J.ludo más peligroso y al mismo
tiempo que cau~e más compasión que estos mezqui-
nos raciocinadores que no comprendiendo nada de lo
que en el espíritu procede, se consideran colocados
por. encima del sentido común. Ellos son los que
predican el Ateismo, el Materialismo y la Anarquía.
Recordad aquella máxima:


«Una filosifía mezquinll Izace de un Izombre Ull
ateo, pero los grandf'S y prifundos pCltsamiClttos filo-
sóficos conducen á aquel que los posee al c(!Jzociminzto
de Dios.»


El buen sentido común de un labrador queda sa-
tisfecho con la fe, cuyo brillo es como el de un tizón,
y vive tranquilo. Sigue á la naturaleza y se amolda á
las costumbres de su país. Sabe que su párroco no
predica ni el vicio ni la deshonra, y comprende per-
fectamente la verdad de la moralidad del Evangelio.
Si le hablan de algún mal sacerdote, no deduce con~
clusiones contraria" á la religión, pues sabe que
los hay buenos yque es por ellos solos por quienes
la religión está representada. Si está dominado por




vicios groseros no intenta excusarse por medio de so-
fismas. Este hombre está en el camino recto. No ha
leído ni á Praoudhon ni á Buchner; es inútil decirle
que Dios es malo, que la posesión es un robo, y que
no tiene más alma que su perro. Sólo se lograría
ofenderle, con lo cual tendría mil veces razón. Pero
que vaya este hombre á la ciudad, que hable con al-
gún obrero suelto de lengua, que le inocule el veneno
del orgullo y de la envidia, y estará perdido. Piensa
que hasta entonces ha sido únicamente un bruto y
para emanciparse se convierte en un energúmeno;
pierde su razón al mismo tiempo que su buen senti-
do; ha per~ido su fe y no ha aprendido ciencia algu-
na; queda entonces en él únicamente lo necesario
para convertirle en un criminal.


Es evidente que los deberes de un labrador ó de
un artesano, son diferente de los de un juez, y que
un juez no está sujeto á las obligaciones de un sa-
cerdote. Un trabajador debe tener buen sentido y ra-
zón; un juez necesita ciencia y una razón más eleva-
da, y un sacerdote tiene que poseer una piedad razo-
nable y consciente, la cual debe ser á manera de una
apoteosis del buen sentido. L03 deberes se hacen
más y más difíciles y severos á medida que las fun-
ciones aumentan en im.portancia, y en proporción de
la elevación del hombre la moralidad es más exigen-
te y rigurosa. No eran comprendidas en este sentido
las dos moralidades de M. Nizard. Ellos le hacían
decir que los deberes eran más rigur~sos para las
gentesinsigniflcantes y más fáciles para los que esta-
ban en una posición elevada, 10 cual es un absurdo.


El predicar teología y ascetismo á los campesinos
vulgares, fe ciega á libre-pensadores y excepticismo




- 86-
á sacerdotes, es un sistema de instrucción inmoral.
La devoción es muy peligrosa para los hombres igno-
rantes; la ceguera intelectual no sigue á la razón; y
la duda es la enemiga mortal de la fe. A todos de-
bemos distribuir la ciencia, en proporciones debidas;
debemos desarrollar el buen sentido_ entre las masas;
hacer que los que raciocinan, desarrollen su razón y
que hablen de piedad únicamente á los hombres que
son lo suficiente razonables para llegar á la fe sin que
nadie les ayude. En resumen, la instrucción debe ser
jerárquica ccmo lo es la Naturaleza. Entonces cesará
de ser revolucionaria, y construirá en lugar de ser
destructora.


En esta jerarquía de inteligencias)' en la 1ll:'cesidad
de Ulla instrucúón gradual)' proporcio1lada, se apo)'a
la It')' delomltislJlo, lo Cltal cOllstituía el gran secreto
de los antig'uos templos.


La vida es una creación incesante. y el mismo so-
plo jamás pasa dos veces por los mismos labios.
Cuando estamos á la sombra deseamos el sol, y
cuando expuestos al calor del mismo buscamos la
sombra. El uno y la otra son deseables, y para el sa-
bio, el bien, á manera de Dios, está siempre presente
en todo tiempo y en todas las formas.


Con frecuencia parece que el mal regula al mundo,
pero siempre el bien, gracias ,í su poder de equilibrio
eternamente viviente, reina supremo. Una pena es
siempre productora de gozo; el error es la verdad


. disfrazada; la esfinge parece un monstruo y es sólo
un problema; lo paradógico es la hipérbole de la ra-
zón. Toda locura es sabiduría, que se descompone
para ser formada de nuevo y más completa; un ca-
dáver es un génesis. Cada' uno de los males contiene




- 87-
en el mismo su propio remedio, y por lo tanto, ve-
mos en el libro de Job á Satán colocado en su lugar
debido, y contestando á su vez al Eterno en el sena-
do de los Beni-Elohim, el cual le interroga en presen-
cia de los hijos de Dios. Gracias al permiso de J eho-
vah tienta á Job, y en el libro santo, la obra del in-
fierno tiene el caracter de una misió'n divina. «Quod
sujJerius quod inferius»; dice el secreto dogma de
Hérmes.


Debemos conoter cómo sobrellevar el divino trata-
miento, y esperar pacientemente el final de las prue-
bas á las que el médico eterno nos ·sujeta. Debemos
sufrir sin oponernos silenGiosamente á las crueles y
sangrientas operaciones y amputaciones. Jamás será
la vida un infierno mientras conservemos el valor y
la esperanza. Y el desasosegado y doliente corazón,
aun cuando sea culpable y pecador, no puede per-
derse mientras permanezca sumiso á Dios.-La Le;'
.Eterna.


Debemos conocer cómo hacer uso de la realidad,
contemplando el ideal, pero sin equivocarlo jamás
por otro, sin con fundirlos.


Entonces no tomaremos nunca equivocadamente
lo relativo por lo absoluto; los medios por el fin, el
instrumento por la música; la riqueza por la felicidad;
una pasión por destino, una mujer por una divinidad,
ni un ser amado por la perfección del amor. El amor
ideal es amor perfecto, y es él sólo el que puede llenar
y satisfacer á nuestra alma. No debemos buscar m los
demás, sino en nosotros mismos, lo que ell todos e:¡;iste.
Los legítimos anhelos de nuestro corazón, no son la
tortura de Tántalo, y la Naturaleza jamás ?IOS re!tusa
nada de aquello á lo qúe tmemos derecho. Todos




- 88-


aquellos que están disgustados de la vida ,son juga-
dores de mala fe, que desean ser pag'ados sin haber
ganado nada. Toda decepción es el castigo de una
imprudencia, toda desesperación es la rabia de un la-
drón á quien han robado. Un hombre que se deses-
pera ha puesto su confianza en embustes, porque la
verdad jamás engafía. Ha amado la injusticia, desde
el momento en que la inmutable justicia de la verdad
no le consuela. Es un enfermo que prefiere la muer~e
á la salud. ¿Qué son de hecho las ilusiones perdidas,
más que un deseo frustrado? Pero la razón es horri-
ble para los locos, que prefieren considerarse felices
en su locura. Antes que volver sinceramente á la ver-
dad, lánzanze de su propia voluntad en el seno de la
muerte; puesto que al mirar desesperados la faz de
la muerte, transfórmase esta en una ilusión postrera,
que les hace cOllsiderarla como una eterna mentira.


Debemos saber finalmente para ser iniciados cómo
mantenernos firmes ante las pruebas, y esto no pode-
mos hacerlo más que gracias á un perfecto conoci-
miento del objeto que nos proponemos, y á una vo-
luntad indomable para alcanzarlo.




VII


OBJETO DE LA INICIACIÓN
«La verdadera piedra filosofal que to-


UOS deben descubrir) es la nueva vida
en Cristo-Jesús.» {( Para vencer á la Na-
turaleza hay que conquistar.ie antes á
uno mismo.» ( Al egoista. y al malvado
jamás le será revelado secreto alguno. »


REHMEN.


El objeto de la iniciación antigua era el hacerse
digno de ser un sacerdote ó un rey.


La elevadísi111a ciencia ensefíada por Zoroa::.tro y
por Hérmes era entre los antiguos el arte del sacer-
docio, y el que confería el derecho á la corona. Sa-
cerdotes y reyes eran entonces considerados como
representantes de Dios en la tierra. Dios hablaba á
los sacerdotes y gobernaba al pueblo por medio de
los reyes.


El aproximarse á la Divinidad sin necesidad de
intermediario alguno, es todavía el privilegio de
aquel que es admitido en el oculto santuario. El es
admitido á ver á Dios por medio de la inteligencia y
la razón y á adorarle en espíritu y verdad, y á él se
le comunica la fuerza necesaria para apartar de sí





mismo y de los demás, no los sufrimientos necesa-
rios, pero sí al menos todos los reales infortunios de
la vida, y á disponer en la medida de las fuerzas hu·
manas de todas cuantas ventajas y beneficios la per-
fección de la naturaleza puede procurar.


El ser inaccesible al mal y al error, el dominarse á
sí mismo, y ser, por lo tanto, digno de mandará los
otros, el estar siempre dispuesto á escoger, de entre
todas las cosas de la creación únicamente lo que es
bueno y á poseer en paz aquello que uno ha escogí-
do--¿no constituye después de todo una dignidad
verdaderamente sacerdotal y real?' En otras palabras,
¿no es esto una existencia divina: Este es el objeto
de las ciencias ocultas, esto es 10 que debemos alcan-
zar por medio de la real iniciación.
~Es la perfección posible para el hombre? Sí, por


cierto. Teniendo presente que no hablamos de per-
fección absoluta, la cual le elevaría por encima de su
propia naturaleza, una perfección acerca de la cual
podemos soñar, pero que no podemos definir ni si·
quiera concebir. Nos referimos á una perfección que
está dentro de las posibilidades de la humana natu·
raleza, y que puede expresarse por estas tres pala.
bras tan mal comprendidas y que sirven como de
lema para los adherentes al sistema republicano: Li-
bCl·tad, Igualdad y Fraternidad.


Libertad de inteligencia, libre de toda clase de
preocupaciones: libertad de voluntad, libre de todas
las pasiones vergonzosas ó irregulares; libertad de
afecciones, siempre dirigidas voluntariamente hacia
el bien: Igualdad gracias al perfecto equilibrio de la
mente: y Fraternidad con el derecho de primogeni-
tura en ventaja nuestra y de la naturaleza entera. Sí,




-91 -
el sabio es el hermano querido de las estrellcls, por-
que él sabe lo que ellas no conocen, y comprende
las leyes que dirigen el pensamiento antes de que este
se forme; él comprende su influencia y analiza su luz;
él es en cierto sentido el tesorero de sus riquezas; él
es el hérmano y el amigo de la naturaleza entera; él
es el sacerdote de las estaciones, y á Dios ofrece sus
primeros frutos; él es el que consuela á los hombres,
el que vela por los animales, y todo esto sin violen-
cia alguna, sin esfuerzo, con perfecta naturalidad, tan
pronto como ha logrado perfeccionar su naturaleza,
El es, por lo tanto, el más feliz, el más útil y el más
amable de los hombres_ Su invisible divinidad, m él
se manifiesta 'visiblemmte, el impersOlI~1 infinito m
su persona se re'l·da, y se convierte en l/na solución
,'lviente del gran migma, de!l101Itbre-Dios.


Cierto es que una tan alta prerog'ativa le condena
en un principio al sacrificio. Algunos le adorarán,
otros le detestarán, puesto que en la tierra hay gen-
tes buenas y _ malas. El tiene que defenderse lo mis-
mo contra las imprudencias á que pueden dar lugar
sus amigos en medio de su entusiasmo, que contra el
odio y la exasperación de sus enemigos. Nadie POSi't'
impunemmte el fuego de los cielos, y los esclavos de
.'Júpiter serán siempre los ejecutol-cS de Prometeo. El
se verá perseguido en nombre de Dios, y en Su
nombre mismo procurarán matarle _ Ya puede ser
bondadoso como Osiris, poeta como Orfeo, sabio
como Sócrates, poseer los conocimientos de un
Pythágoras; dulce y paciente como Jesús, piadoso
como Savonarola, un buen pastor como Juan Huss:
bien poco importa, será tratado como un público
malhechor y tendrá que responder de su ciencia ante




- 92 -
la ignorancia, de su ignorancia ante la estupidez, de
su virtud ante los viciosos. i Cristo ha dicho! « Aquet
que quiera seguirme, levántese y tome Sil cruz.»


Tal era el destino de los reveladores del antiguo
mundo y el de las reformadores de la Edad Media.
Lo mismo le sucede siempre al tipo del hombre per-
fecto, que siendo divino y humano al mismo tiempo,
presenta como en la persona de Jesús de un modo
extraordinario los símbolos del sacrificio. Pero el sa-
crificio es sólo el período de prueba, y el Evangelio
es únicamente la introducción al gran libro de sabi-
duría resucitado por Jesús, que vive para siempre en
sus discípulos, libro que está escribiéndose eterna-
mente ó más bien constituyéndose por medio de actos
que son á un tiempo divinos y humanos, al través de
todas las épocas futuras.


Un acto de humanidad es á la verdad divino, y
las buenas obras son más eficaces que las plegarias.
Las mejores de todas las buenas obras son aquellas
verificadas espontáneamente y sin la menor preten-
sión al m·érito. Dice Cristo que un buen arbol pro-
ducirá siempre buenos frutos, y lo mismo hacen los
buenos que obran bien sin pensar mucho en ello.
Obran bien, porque no pueden hacer otra cosa; di-
funden su bondad á manera del sol sus rayos; y si
una gota de agua dada á un viajero sediento merece
un eterno premio, ¿cuál podrá ser el que merezca
aquel que descubre un manantial en el desierto y
construye una fuente?


Los mercenarios son pagados y recompensados;
pero á aquel que lo posee todo, ¿qué es lo que pode-
mos darle? ¿Ofreceríais una manzana al vendedor de
las mismas: ¿Cómo podéis justificar al justo, á aquel




~- 93 -
que es un juez? Todas las recompensas son tempora-
les, y una eternidad de bienaventuranza no sería un
premio, sino un estado normal al cual las almas de
aquellos que saben cómo hacerse á sí mismos inmor-
tales, deben llegar. Ñosotros obtenemos la inmorta-
lidad venciendo al miedo, al deseo J' á la muerte. El
que tenga la suficiente inteligencia, comprenderá.


Un hombre justo jamás puede hacerse reo de in-
justicia. Sócrates al morir, dice á sus dicípulos-
que ofrezcan por él un gallo á Esculapio, y él, el
adorador del verdadero Dios, es criticado por un acto
tal que aparenta superstición. La multitud vulgar
considera á l;t divina vida del iniciado como una cosa
sobrenatural.


Desde el momento en que para el sabio la natura-
leza se eleva, evita naturalmente todo lo que atrae
catástrofes sobre los hombres insensatos. El radia el
bien y rechaza al mal, y se supone que inteligencias
superiores están á su servicio.


Salomón era rey de los espíritus: Jesús podía man-
dar á los ángeles: Sócrates tenía un genio familiar:
Apolonio poseía la clave de los milagros. Ellos cono-
cían los secretos del presente, descubrían el pasado
y penetraban el futuro, gracias á su sagacidad para
relacionar los efectos con las causas. Ellos eran má-
gicos á manera de médicos, y profetas á manera de
astrónomos: eran ellos adivinos sencillamente porque
eran divinos, y eran divinos porque eran perfecta-
mente humanos; ó lo que es lo mismo; e/los erall
hombres, tales como Dios y la Naturaleza desenvue/-
,'en, y tales como la Ciencia y la Virtud completan.


El iniciado sólo posee riquezas, porque dispolle de
e/las para e/ bien, y jamás le asusta la idea de per-




-- 94-
dertas, puesto que únicamente puede obtenerlas sin
desearlas. El sólo goza de los placeres de la vida,
porque escoge los suyos y mantiene á sus sentidos
sujetos. El anda á manera de Jesús sobre las aguas
del mar turbulento, y con sólo levantarse, apacigua
con una mirada ó con una palabra las tempestades
que durante su sueño le asaltan. No teme el san-
griento camino del Calvario, porque conoce la senda
luminosa que al Tabor conduce. Puede ser pobre r
leproso como Job, desterrado como Pythágoras, sen-
tenciado á muerte como Sócrates, encarcelado como
Apolonio, atormentado como CampanelIa, quemado
como Savonarola, Giordano-Bruno y Vanini: no pue-
den sus verdaderas posesiones serle arrebatadas, no
puede quedar humillado ante sus propios ojos, no
temblará, no será intimidado, no podrán hacer que
tema la muerte. El sabe, como Job, que Sil redeJltor
'¡'lzle J' que 'i/oh'erá de llUevo á ensalzarle; su redentor
es la palabra de '(Iel'dad. es Dios; siempre victorioso
en los hombres justos; él sabe que sufrir es trabajar,
y que trabajar es enriquecerse.


Jamás puede ser separado de aquellos á quienes
ama, puesto que conoce bien que el amor ve~dadero
es inmortal. No ama la muerte, ama la inmortalidad,
y sabe bien que esta no se le escapará. ¿Acaso nos
encontramos realmente separados de nuestros amigos
cuando viajan? ¿No permanecen las almas unidas des-
de un extremo del universo al otro? ¿Se desespera
una madre porque su hijo duerme, y se entristece el
p:tdre que trabaja por sus hijos á causa de saber que
ellos han partido antes que él para la mansión en la
que toda la familia debe algún día encontrarse reuni·
da, y la cual trata de pagar con su trabajo?




- 95-
Estando libre de cuidados, el Iniciado es inaccesi-


ble al miedo. El ama á Dios y no le teme. Él sabe
que las leyes religiosas son las prescripciones que la
medicina moral prescribe, y que aquellos que están
sanos para nada necesitan á un médico.


No necesita él de predicador alguno; su soberano
pontífice es la razón iluminada por la fe.


La Immallidad mtera es el cuerpo de Dios, del Cltal
somos ?losotros los miembros; todos debemos sufrir lo
que uno sufre, )' la feliCidad de Ul/O solo debe hacernos
á todos felices. Este es el dogma de sah'acióJl, el dog-
ma de lo futuro.




VIII


KARMA


El mayor problema de la vida humana, es su mi-
seria. Ninguno de nosotros se encuentra libre de aflic-
ción, sea en una forma, sea en otra. El más feliz y el
más envidiado de los hombres conoce perfectamente
las dolorosas enfermedades de su cuerpo, la intran-
quilidad mental, la tristeza hija de los desengaños, de .
las pérdidas, del miedo. ¿Cuánto más, pues, no cono-
cen todo esto aquellos que continuamente están en-
fermos, aquellos que llenos de ansiedad esperan el
pan del día siguiente; aquellos que quizá no han co-
mido lo suficiente para un sólo día? Y á todos los su-
frimientos que el frío, el hatnbre y la miseria cruel en
todas sus formas causan á estos infelices, hay que
agregar el terrible y desconsolador sentimiento de
contemplar la riqueza, elluj~ y el bienestar en manos
de otros, cuyos caracteres y vidas no demuestran en
manera alguna un mérito mucho mayor, y sí quizás
mucha menos grandeza de ánimo.


Todo hombre pregunta el por qué de la existencia
del sufrimiento en el mundo; pero en particular el in-




- 97-
feliz desgraciado pregunta la causa de Sus padeci.
mientas. Rebélase a~te la aparente injusticia de la hu-
mana suerte; cierra sus puños ante las superfluidades
de la elegancia, posible es que maldiga á ia tierra en
la cual vive sumido en la miseria, mientras que su
hermano, tiene todo cuanto puede desear. Ninguna de
las explicaciones dadas satisfacen ni á su razón ni á
sus sentimientos. Afirma el economista que las des-
igualdades en la vida social, son el efecto necesario
de una civilización elevada: que es imposible ten'er
obreros' sin negocios, ni negocios sin capital, ni capi.
tal sin lujo; y que la fuerza de la inteligencia tiene
derecho á ganancias, como lo tiene la fuerza corpo-
ral. El candidato á un centro gubernativo pretende
que todo esto es la consecuencia de malas leyes, y
que en cuanto estas sean mejores, el 'bienestar será
general. El clérigo dice que tal es la voluntad de Dios,
y que no debemos nosotros poner á su sabiduría en
tela de juicio, sino someternos á su autoriüad. A Él
le ha parecido. bien el hacer ricos á unos pocos, y po- .
bres á la inmensa mayoría. el conceder la salud á
unos, y á otros no, perturbarnos á todos, si bien á
unos mucho más que á otros, y que debemos aceptat
los hechos con devota resignación, sin contemplarlos
con dudas y disgusto.


Pero estos argumentos no responden, al parecer,
por completo al caso en cuestión. Existe una enorme
cantidad de tristeza mental y de sufrimientos corpo-
rales que no quedan satisfechos con los mismos, y 110
.~e ve bien claro que las desigualdades de la vida pro-
cedan únicamente de una civilización más elevada ó
de leyes injustas. Todavía queda uno menos satisfe-
cho con la explicación de la parcialidad de Dios, de·


7




- 98 -
una Paternidad que contempla con simpatía á unos
pocos tan sólo de sus hijos, y que es por completo
indiferente para con el resto. Y el aterido y hambrien-
to mendigo no alza con reverencia sus ojos al cielo
si piensa que de aUí vienen Sll miseria y su dolor.


Debe existir alguna mejor solución para e! proble-
ma de los sufrimientos humanos, con la cual quede la
mente satisfecha, que satisfaga al sentido moral y que
ab~'ace el verc-laderoespíritu del mismo. Y justamen-
te ahora es cuando la Teosofía, la gran instructora é
inspiradora de la humanidad, llega con su doctrina
de KARMA explicando y justificando los hechos de
la vida tal como los conocemos. Esta doctrina sostie-
neque los hombres son lo que de sí mismo ellos
han hecho) que sus propios actos son los que han' crea-
do la situación' que ocupan en la vida, que sufren ó
gozan porque han deseado el placer ó el dolor. La
condición en la vida no es un accidente; es un efecto.


,Pero la mayor parte de los hombres dirán: ¿cómo es
esto posible? Mi condición empezó con mi infancia,
¿cómo, pues, puede haber sido determi'nada por mi
condncta desde entonces? ¡Vuestra doctrina implica la
consecuencia de que yo soy lo que soy porque yo
mismo me he preparado para ello en un estado pre-
vio! A lo que la Teosotía contesta: «Precisamente, así
es. No es esta vuestra primera vida terrena, ni quizás
la centésima. En el lento proceso por medio del cual
la Naturaleza os ha conducido desde la infancia hasta
la edad viril, vuestra vida ha estado constituída por
diversos días, separados unos de otros por noches de
sueño. Así es que en el procesQ extraordinariamente
lento por medio del cual os está educando desde el
,plano más inferior de la hum.ana pequeilez, hasta




-- 99-
el más superior. aquél en que la sabidurÍa os haril
semejantes á dioses, vuestra existencia se . halla com-
puesta de distintas vidas separadas unas de otras
por periodos de existencia fuera del plano material.
Durante estas vidas en la tierra es cuando obráis,
aprendéis y formáis vuestro caracter; tal como es
aquel caracter así son las vidas que siguen después,
las cuales son la expresión del mismo. Re-nacimiento_
re-encarnación es la ley del humano desenvolvimiento:
aparecéis una y otra vez en el mundo ~i tin de que
podáis progresar, avanzar y luchar para lograr la
perfección. Karma expreSa hasta qué punto con vues-
tros esfuerzos os habéis aproximado á ella: vosotros
sois lo que de vosotros mismos habéis hecho: vues-
tra condición es aquella para la cual estáis apro-
piados.»


«¿Cómo puede ser estor-- se pregunta con la ma-
yor buena fé.--Acaso la pobreza ó las riquezas, la
debilidad ó la fuerza, la obscuridad ó el rango, ¿indi-
can el mérito ó el demérito a que me he hecho acree-
dor?» «No, después de todo,;; contesta la Teosofía;
«pero si lo indica vuestro grado de felicldad.» La
tdicidad no depende ni de la riqueza, ni de la situa-
ción; ni es la desgracia la consecuencia necesaria dé:
escasos bienes de fortuna y de condiciones humildes.
La alegría y la tristeza son condiciones de la mente,
influídas, sin duda alguna, por los objetos materiales
que nos rodean, pero no determinadas por ellos. Los
ricos no son siempre felices, por lo tanto no hay que
considerarlos como las consecuencias de buenas ac-
ciones del pasado: los pobr¡;s no son siempre desg-ra-
ciados, y por la misma razón no tenemos que ver en
ellos la consecuencia del mal anteriormente cometido.




- too-
Es el estado de la mente J' no el estado de la bolsa, lo
que demuestra lo que Karma implica en cada caso.»


En cuanto un hombre cualquiera ve claramente
que su condición presente es el resultado tan sólo de
su conducta en vidas anteriores; que significa y ex·
presa, no meramente lo que ha hecho, sino lo que
es: que no es ni un accidente, ni un capricho, ni una
fatalidad, sino que es un efecto necesario de una ley
inmutable, ha dado el más grande de los pasos hacia
la satisfacción, la harmonía y un porvenir mejor.
Porque obsérvese, qué nubes no desvanece una con-
cepción semejante y qué implsos no engendra en el
sentido del perfeccionamiento individual. El senti-
miento de inj usticia desaparece. Podrá no conocer las
pasadas vidas cuyos efectos en la actualidad experi-
menta, pero la cualidad de estos efectos le hace dedu-.
cir cual habrá sido la cualidad de sus vidas pasadas.
Cosecha lo que ha sembrado. Podrá ser triste, lasti-
moso ó perturbador, pero por lo menos es justo. La
envidia también desaparece. ¿A qué envidiar después
de todo la mucho mayor felicidad ele aquellos que á
la misma tienen derecho, y que hubiera podido ser
también suya si hubiese hecho lo necesario para obte-
nerla? La animosidad se calma. No hay lugar para
ella en cuanto se ha visto que las causas que la dan
origen no existen, y que la única persona merecedo-
ra de condenación es uno mismo. Más todavía, mue-
re por completo todo resentimiento nacido á la vista
del divino favoritismo, aquella creencia particular-
mente amarga de que el Ser Supremo es obstinado
ó caprichoso, y de que reparte á su antojo alegrías y
tristezas, acariciando á unos de sus hijos y rechazan-
do á otros, sin tener en cuenta ni la ele\'ación moral




- 101 -


ni los premios á los que por sus vidas se han hecho
acreedores .. Es imposible tener confianza en un tal
ser, y la única teoría que puede poner las cosas en
su lugar debido es la teoría de la Ley Kármica, ley
llue no respeta en manera alguna á las per::,onas, que
mira á cada hombre precisamente como mira á todos
los demás. que toma nota hasta de los actos más insig-
nificantes en su libro de cuentas, llue los valúa del
modo más exacto y preciso, y llue cuando el tiempo
del vencimiento llega--sea en la misma encarnación,
sea en una de las futuras de la larga cadena de la:;
mismas-pag-a con la más escrupulosa fidelidad. Con-
centrando así la responsabilidad para cada hombre
en él mismo tan sólo, Karma colócase en lugar de la
Providencia, calma el resentimiento, abate el descon-
tento y vindica á la justicia.


Pero hace todavía más llue esto: estimula, da ori-
gen al espíritu de empresa_ Si somos nosotros ahora
lo que ele nosotros mismos hemos hecho, seremos en
lo futuro lo llue hagamos de nosotros mismos. El
molde para el fLíturo está hoy en nuestras manos. La
calidad ele las futl;lras encarnaciones no depende en
manera alguna de la casualidad, ó de una voluntad
superior, sino sencillamente lo que les comunicamos
por nuestros actos presentes, es lo que las caracteri-
zará. La responsabilidad, el poder son nuestros, nues-
tros únicamente. Es tan cierto que nuestro re·naci-
miento dependerá de la línea de conelucta que haya·
mos seguido durante nuestra vida, como que la por-
ción final de esta misma vida será la consecuencia de
la primera parte ele la misma. El re-nacimiento es,
de hecho, una expresión ele caracter, y el caracter
expresa lo que somos y lo que hacemos.




~ 102-


Aquel, pues, que desee una re-ertcarnación supe-
ríor debe mejorar su re-encarnación presente_ Aper-
cíbase de las faltas que corrompen su vida-la indo-
lencia, la irritabilidad. la cólera, la frivolidad, la ava-
ricia, el odio, la lujuria, la falta de caridad -y acabe
con ellas dominándolas. Por encima de todas las de-
más faltas, y comprendiéndolas ;:í. todas, se cierne el
Egoismo, el triste amor de deseo personal en contra
de los derechos, privilegios y de la felicidad de los
otros hombres, un amor que inflama á cada uno de
los elementos inferiores de la constitución humana. y


. yue mata todo sentimiento elevado y superior. Aquel
que quiera prepararse para sí mismo un más feliz re-
nacimiento, debe empezar por hacer más felices las


• "idas de los demás. Debe respetar sus derechos, con-
sultar sus sentimientos, extender el círculo de sus pla-
ceres, sacrificándose él mismo generosamente, á fin
de que sea en provechó de sus hermanos. A medida
que as! se conduce, se va manifestando su propia y
mas elevada naturaleza, y satisfacciones mucho más
delicadas le llenan de un indecible placer. Gracias á
una bendita ley de la existencia, aquel que pierde asi
su vida, la sal\;ará; porque, no solamente experimenta
placeres mucho más exquisitos que todos los que sus
esfuerzos egoistas podrían proporcionarle, sino que
además modela su caracter en harmonía con el ver-
dadero y perfecto concepto de belleza yue preside en
la pura idea de la dignidad humana, y además amol-
da y prepara los materiales destinados ;í, premiar en
su próxima encarnación los esfuerzos que en la pre-
sente ha yerifiqtdo.


Ciertamente un principio que estimula los más ele-
yados motivos que e:n la humana naturaleza existen,




- 103-
puede muy bien ser causa de la regeneración' de la
yida humana, Aquel que contempla su presente como
el producto de su pasado, aquel que presiente que su
futuro será la consecuencia de su presente, aquel que
encuentra en Karma el infalible tesoro para todo es-
fuerzo y para cada "insabor, aquel que desea en su
próximo re-nacimiento encontrar más alegría y me-
nos miserias que las que en la actualidad le abruman.
procurará encontrar en sus generosos servicios en fa- '
vor de sus semejantes, en pro de sus hermanos, la ma-
yor felicidad de sus facultades más elevadas, y su
confianza en una re-encarnación superior será absolu-
ta, pUC:-i se apllyará en aquclla ley á la que nada pue-
de qu~brantar, en aquclla fuerza (¡tiC 110 puede fallar_




IX


REENCARNACIÓN


A la mayor parte de las personas que no son loda-
.vía Teosofistas, ninguna doctrina parece más singular
que la de la Reencarnación, ó lo que es lo mismo, que
todo hombre nace repetidas veces en la vida terrena:
puesto que la creencia general es que sólo una vez
nacemos, y que sólo esta vez es la que determina
nuestro futuro. Y, sin embargo, es clar.o y evidente,
hasta dejarlo de sobra, que una vida sola, por larga
que sea, no es más adecuada para adquirir conoci-
mientos, para atesorar experiencia, para dar solidez á
los principios y para formar el carácter, que lo que lo
sería un día en la infancia para cumplir con los debe-
res de la virilidad madura. Cualquier hombre puede
aclarar estas ideas por sí mismo, considerando. por
una parte, el futuro probable que la Naturaleza des-
tina á la humanidad, y por otra, su presente prepara-
ción para el I~ismo. Aquel futuro incluye evidente-
mente dos cosas: una elevación del individuo á tina
excelencia divina, y su gradual comprensión del Uni-
versu de V crdad.




- 105
La preparación presente, como quiera que sea,


consta sólo de un muy imperfecto conocimiento de
una muy pequef'ía porción de una forma de existen-
cia, y este conocimiento debe ser obtenido principal-
mente por medio del uso parcial de sentidos engaña_
dores; de una sospecha más bien que creencia, de que
la esfera de la verdad supersensible puede exceder á
lo sensible, como el gran unlverso sobrepuja á nuestra
tierra; de una serie de facultades morares y espiritua-
les parcialmente desarrolladas, ninguna de ellas agu-
da, ninguna de ellas libre en su acción, pero todas em-
pequef'íecidas por el no uso, envenenadas por la preo
cupación y pervertidas por la ignorancia; estando
además la naturaleza entera, limitada en sus intereses
y afectada en su .. empresas por las necesidades siem-
pre presentes de Ull cuerpo físico, el cual mucho más
que el alma. se inclina á creer que él es el real « Yo.;
~Está acaso un tal sér, mezquino. extraviado, carnal y
enfermizo, en disposición de entrar á la muerte en
una carrera sin límites de adquisiciones espirituales:


Ahora bien, sólo existen tres caminos para llegar
al vencimiento de una tan obvia como mala disposi-
ción: un poder transformador en la muerte, una post-
lIlortem y completa disciplina espiritual y una serie
de reencarnacion,es. Nada existe evidentemente en la
mera separación del alma, del cuerpo, que sea capaz
de conferir sabiduría, de ennoblecer el carácter ó de
aniquilar disposiciones adquiridas por medio de la
vida carnal. Si un poder tal existiese en la muerte,
todas las almas, al quedar desencarnadas, serían pre-
cisamente iguales, lo cual es un absurdo palpable. No
puede tampoco una disciplina post-mortem ll.ena~ los
requisitos necesarios, y esto por nueve razones: l.a d




- 106-


conocimiento de la humana vida por parte del alma,
siempre resultaría insignificante; 2.", de las varias fa·
cultades susceptibles de ·ser desarrolladas únicamente
durante la encarnación, permaneciendo algunas doro
midas, cuando la muerte, jamás se desarrollarían; 3.8 , la
no satisfactoria naturaleza de la vida material no que-
daría plenamente demostrada; 4.", no habría tenido
lugar ninguna deliberada conquista de la carne por
parte del espíritu; 5.", el significado de la Fraternidad
Universal habría sido muy imperfectamente visto;
6. a , el deseo por la existencia en la tierra bajo dife·
rentes condiciones, impediría de un modo persistente
el progreso disciplinario; 7-'\ la justicia exacta difícil·
mente sería conseguida; S.a, la disciplina misma sería
insuficientemente variada y copiosa; 9.", no tendría
lugar progreso ninguno en. las sucesivas razas de la
tierra.


Queda, pues. como última alternativa, una serie de
reencarnaciones: en otras palabras, que el principio
permanente del hombre, dotado durante cada uno de
los intervalos entre dos vidas terrenas con los resul·
tados obtenidos en la primera de ellas, volverá en
busca de más experiencia y esfuerzo. Si las nueve ne-
cesidades anteriores, que una disciplina meramente
espÍi-itual después de la muerte no satisface, quedan
satisfechas con la reencarnación, debe existir cori
toda seguridad, una fuerte y legítima presunción en
favor de la misma. Ahora biea:


l. Unicamente por medio de ,'eellcarnaúolles PUt'-
de conocerse completamente la liumana vida. Un hom-
bre perfecto debe haber experimentado cada uno de
los tipos de relación y deber terreno, cada una de
las fases de existencia, de afección, de pasión, cada




- .I07-
una de las formas de tentación, v cada una de las
"'ariedades de confFcto, No es posible que ulla sola
dda pueda proporcionar más que una muy diíninuta
porción para una tal experiencia.


2. Las reencarnaciones dan ocasúín para d d,'s('n-
voluimil?1lto de todas aquellas facultades que jJllf'dm
fmicamellte sO'lo dunl1Ilt' la eNcarnacióll. Aparte de
algunas cuestiones levantadas por la doctrina oculta,
podemos muy fácilmente ver que algunas de las más
ricas adquisic'iones del alma, vienen únicamente gra-
cias al contacto con relaciones humanas, y por medio
de sufrimientos y en~nnedades. Son ejemplo de las
mismas, la simpatía, la tolerancia, la paciencia, la
cnergh., la fortaleza, la previsión, la gratitud, la com-
pasión, la beneficencia y el altruismo.


3. Sólo por lIudio de reencarllaciones queda ple-
na1i1':llte demostrada la lllttisatiifactoria natura/esa de
/a 'ut'da material. Una encamación prueba únicamen-
te la futilidad de sus propias condiciones para conse·
guir la felicidad. Exige la verdad que todos los que
se hallan sujetos á las mismas condiciones, 'pasen por
las mismas pruebas. Durante el transcurso del tiem·
po, ve el alma que un ser espiritual no puede ser ali-
mentado con alimentos groseros, y que cualquier cla·
se de corta y feliz unión con lo Divino debe ser iJl!·
sorja.


4. La subordlitacúJ1t de la llaturaleza inferior ti la
.<;upe1'ior es úllicamente posible por medio de mue/las
'iNdas terreJlas. No son pocos, por cierto! aquellos á
quiene5 e5 necesario convencer de que el cuer\lo es
sólo una cáscara y no un constituyente del Ego rea\',
)' á otros, de que sus pasiones deben ser dominadas
por aquel Ego. Hasta que el espíritu tiene pleno po-




- 108-


der sobre la carne, el hombre no está dispuesto para
una existencia puramente espiritual. A nadie hemos
conocido que haya obtenido una tal victoria durante
esta vida, y podemos, por lo tanto, estar seguros de
tIue otras vidas son necesarias para suplir la deficien-
cia de una sola.


S. El significado de la fratertttdad Universal sr
(ollvierte en aparente solo á medida que el velo del yl'
)' de los intereses egotStas se 'vá aclarando; y esto tiene
unicamente lugar por medio de aquella lenta eman-
cipación de creencias convencionales, de errores per
sonales y de opiniones mezquinas, gracias el una séric
de efectos producidos por las reencaraciones. UIl
profundo sentimiento de solidaridad- presupone un;1
fusión del uno en el todo: un proceso que se extiende
sobre muchas vidas_


6. El deseo de otras formas de experiencia terrel1a
puede zmicamente ser estinguido sufrihzdolas. Obvio
es que si cualquiera de nosotros se encontrase tran,.-
portado al mundo invisible, sentiría no haber experi-
mentado la existencia en otra situación, ó rodeado de
otras personas. Desearía haber sabido lo que es el
poseer ran~o, riquezas, belleza, ó haber vivido en ra-
zas y climas distintos, ó haber conocido más el mUIl-
do y la sociedad. El progreso espiritual no pued:c:
tener lugar mientras los deseos terrenos lancen al
alma hada atrás, y de ellos se l~bra logrando sucesi-
vamente el cumplimiento de íos mismos para despre-
ciarlos después. Cuando el ciclo de un conocimiento
tal ha sido recorrido, el sentimiento causado por la
ignorancia, ha muerto por completo.


7. Las Reencamaciones dan lugar ti que ti cada
IlOmbre se le haga justicia exacta. La verdadera ;len-




- 109-


tencia debe cumplirse en el plano, en el cuál el acto
que la ha originado ha tenido lugar; de otra manera
su naturaleza cambIa, sus efectos desnaturalizados y
sus' influencias colaterales se pierden. El ultraje físico
tiene que ser castigado con una pena física, no basta
un nuevo sentimiento interno de arrepentimiento.
Vidas horrorosas encuentran una consecuencia apro-
piada en horrores visibles. Pero una vida es en esceso
corta para el preciso balance de las cuentas, y mu-
chas se necesitan para que cada una de las buenas
y malas acciones cometidas puedan recibir su premio
ó su castigo en la misma tierra, en la cual se llevaron
á efecto.


S. Las rceltCarllaci07ZeS aseguran la vanada J' co-
piosa disciplina que todos nosotros necesitamos. Mucha
parte de esta disciplina viene por medio de los senti-
dos, gracias á las condiciones de la vida física, y al
través de procesos psico·fisiológicos: todo lo cual fal-
taría en un estado post-mor/cm. Considerada la reen-
carnación bien como un procedimiento educativo ó
bien como Ulf procedimiento penal para castigar el
mal cometido, una série de vueltas repetidas á la
tierra es necesaria para que la disciplina sea com-
pleta.


9. Las reencarnaciolles aseguran un progreso C01l
tínuo en las razas sucesivas di' hombres. Si cada niño
nacido nuevamente,. fuese una alma creada por vez
primera, no tendría lugar ningún progreso humano
general más que por herencia. Pero si un niño tal es
la flor de muchas encarnaciones, es él la expresión de
un pasado cumplido y al mismo tiempo la de un fu.
turo posible. La marea de vida le eleva de este modo
á alturas cada vez mayores, á medida que cada ola




- tto~'


rompe en la orilla ;i mayor altura. LagTan evolución
de tipos más perfectos exige una profusión de exi~­
tencias terrenas para que su éxito sea completo.


Esto,.; puntos ilustran la máxima universal de que
la «Naturaleza nada hace por saltos:» No introduce,
en este caso. en una región del espíritu y de la vida
espiritual, ;í un ser que poco es lo que ,ha conocido
además de la materia y de la vida material, y aun res--
pecto de las mismas con conocimientos bien limita·
dos. El hacer e,.;to, equivaldría á introducir súbita-
mente á un 1110Z0 de labranza en una xeunión de me-
tat1sicds. El correr tras de un ideal cualquiera implica
algún conocimiento prdiminar acerca de su naturale-
za, objetivos, y de las exigencias mentales que re-
y,uiere; y cuanto más elevado sea el ideal que nos pro-.
ponemos, mayor debe ser la preparación que necesi-
ta. Es inevitable que un ser que tiene ante sí una
eternidad de progreso al través de zonas de conoci-
mientos y de experiencia espiritual, aproximándose
contínuamente al Sol Central, tiene que estar prepa-
rado para ello gracias <1 una larga adquisición de las
facultades que sólo pueden servirle para alcanzarlo.
Su delicadeza, su vigor, su penetración, su diferencia
con respecto á las que evocan las necesidades del pla-
llO material, demuestran el contraste de la vida terre-
na y de la vida del espíritu. Y demuestran en exceso
tambi(n lo inconcebible de una súbita transición de
la una a la otra, de un proceso desconocido en cual-
y,uú::ra de los demás departamentos del taller de la
Naturaleza, y la imposibilidad de un quebrantamiento




- lIt


de la ley de progreso al través de la Evolución. Un
hombre, antes de que pueda conventirse en un «dios,»
debe llegar á ser un hombre perfecto, y no puede lle-
gar a ser un hombre perfecto ni en setenta años d~
vida terrena, ni en un número cualquiera de años de
vida, de la cual las condiciones humanas se hallen
ausentes.


La producción de una naturaleza pura, rica y eté-
rea, al través de un larg'o curso tie influencia espiri-
tuaUzadora mientra:; la materia nos rodea, existe ilus-
trada en agricultura en la planta algodón. Cuando
llega la época de la cosecha, las distintas vitalidades
del sol, del aire, de la tierra r del tallo, culminan en
un capullo que abriénduse deja libre el copo que en '
sU interior encierra. Aquella blanca, suave y delicada
producción es la consecuencia de años de adherencia
al suelo. Pero la luz del sol y la lluvia del cielo han
transformado partículas groseras en un delicado copo.
y del mismo modo el hombre, largo tiempo arraigado
cn la arcilla, recibe las influencias de 10 alto, las cua-
les á medida que penetrándole le elevan gradualmen-
te, transmutan á cada lUlO de los elemcntos groseros
en su espiritual equivalente. le purgan, purifican)'
ennoblecen. y cuando el evolucionario proceso está
completo, arrancan la envoltura postrera que al alma
perfecta cubre y la dejan libre para que concluya para
siempre su unión con lo material.


"Cierto es, hasta la evidencia, que á no ser que un
hombre nazca de nuevo, no puede ver el reino de
Dios.» Renacimiento y revida deben preceder en su
camino hasta que sus propósitos se hayan realizado.
A la verdad, si fuésemos meras víctimas de una ley
evolutiva, si fuésemos sólo miserables átomos con




~ tt2-


quienes la Naturaleza jug,,:;e sin piedad, la perspectiva
de una sucesión de encarnaciones, en ninguna de las
cuales se encuentra la satisfacción, motivo habría para
volvernos locos de desesperación. Pero la Teosofía nos
asegura que no es un tan triste porvenir el que nos
espera. Nos hace ver que las reencarnaciones son ley
para el hombre, puesto que constituyen la condición
de su progreso, el cual es también una ley; y también
le dice que puede prepararlas, mejorarlas y disminuir·
las. El no puede libertarse del engranaje, ni podría
hacerlo aún cuando quisiera. Dotado con la facultad
de dirigir la máquina del mejor modo posible, impul-
sado á ponerla en acción, puede harmonizar sus aspi-


'raciones y esfuerzos con el sistema que expresa la sa-
biduría infinita del Supremo, y al través de la jornada
de lo temporal á lo eterno recorrer el camino con rá-
pido paso, animado con la conciencia de que él es uno
de lo:; que constituyen una multitud innumerable. y
con la certeza de que tanto él como ellos pueden, si
quieren, llegar por fin á aquella esfera en donde el
nacimiento y la muerte son sólo recuerdos del pasado.




x


CONSTITUCIÓN DEL HOMBRE


Bis duo sunthominis: manes, caro, spiritus, urnhr:.t
Quatuor ista loca bis ouo suscipiunt.
Terra tegit carnem, tumlns circurnvolat umbra,
Orcus habet manes, spiritus astl'a petit.


OyruI(I


El problema de los problemas, sea que lo conside-
remos bajo el punto de vista religioso, científico ó filo~
sófico, ha sido, es y será, el hombre. El hombre, se-
gún todas las religiones, procede de Dios. Tanto la
moderna ciencia, como la modema filosofía, han creí-
do borrar el nombre de Dios de sus libros, sustitu-
yéndolo con los nombres de Causa Primera, Fuerza,
etc.; con lo cual no han hecho más que bajar la ca·
beza á pesar suyo ante Algo de lo cual no pueden
prescindir.


En todas partes, en el universo entero, encontra-
mos la misma Trinidad misteriosa. los tres elementos
indisolubles, inseparables, la. eterna síntesis de todo
cuanto existe. En religión, damos á esta trinidad los
nombres de Padre, Hijo y Espíritu Santo; en ciencia


8




-.:.. 114 -


la conocemos como Fuerza, Materia y Movimiento, y
en filosofía nos encontramos la Causa, el Medio y el
Efecto. Según todas las religiones, el hombre es la
imagen de Dios, por lo tanto, si Dios es trino y uno,
debe el hombre también ser trino y uno. En el hom·
bre religiosamente considerado, encontramos Espíri.
tu, Alma y Cuerpo, lo cual harmoniza perfectamente
con las tres personas de la Trinidad en las grandes
Religiones Orientales. Así es que tenemos en la tri·
pIe manifestación de la Trimurti India lo siguiente:


Nara
Nari
Viradj


Agni
Vaya
Surya


Rrahma
Vishnu
Siva.


El Padre
La Madre
El Hijo


La primera es la trinidad oculta ó no manifestada-
una pura abstracción. La segunda, la activa ó revela·
da en los resultados de la creación, que procede de la
primera, su espiritual prototipo. Y la tercera es la
imagen desnaturalizada en forma de dogmas huma'
nos, los cuales están sujetos á las v~riaciones que la


. fantasía religioso.materialista de las distintas naciones
les somete.


En el hombre considerado científicamente tenemos
la Vida, que corresponde á la Fuerza; la Sustancia, ó
materiales que le constituyen, la Materia; y el resul·
tado producido por la Vida sobre la Sustancia ó ele·
mentos inorgánicos, considerados per se, es lo que
llamamos Movimiento.


Considerando al hombre psicológicamente, nos en·
contramos con sus tres facultades, Voluntad, Inteli·
gencia y Sensibilidad. La Voluntad corresponde á la
Causa; la Inteligencia ::tI Medio, y es, en efecto, la In·
teligencia en el hombre el Medio, el in3trumento del




- 115 -
cual se vale el Divino Principio Volitivo durante su
evolución al través de la materia. Finalmente, tene-
mos en el hombre la Sensibilidad, que corresponde á
la Materia.


Hé aquí, pues, la división fundaénental del hombre
en tres elementos ó principios, sea que le considere-
mos bajo el punto de vista religioso, científico ó filo-
sófico. Llamaremos nosotros á éstos, Cuerpo, Alma y •
Espíritu, considerando al Alma como al hombre pro-
p}amente dicho, que se sirve del aspecto ilusorio de
la misma; el Cuerpo, para atesorar el mayor número
posible de experiencias y de buenas cualidades; que
son las que conceden al Espíritu, cuando con él el
Alma se ha unido, una individualidad· determinada,
sin dejar por esto de formar y de constituir p2.rte del
Espíritu Universal.


La división ternaria del hombre la encontramos lo
!TIismo en los libros de Confucio que en las Epístolas
de San Pablo, el gran apóstol del Cristianismo, que
en las obras de los Santos Padres, Orígenes, Clemen-
te de Alejandría, Athenagoras, etc., etc.


Aunque es esta la división fundamental, prescin-
diendo de otras divisiones del hombre en diversos ele-
mentos ó principios, vamos á dar una ligera idea de
la división septenaria: fúndase esta para dividir al
hombre en siete principios, en los grados evolutivos
de los mismos, ó lo que es lo mismo, considera al
hombre como un ser en evolución y á esta se atiene
para analizar á un individuo. Los siete principios son
los siguientes: 1.0 Cuerpo físico. 2. 0 l'rincipio Vital.
3.° Alma Plástica. 4.° Alma Animal. 5.° Alma inte-
lectual. 6.° Alma Espiritual. 7.° Espír~tu.


1. El Cuerpo ¡-;lsico.-Este es el que pertenece á




- 116-


la moderna ciencia, si bien mucho le falta para cono-
cerlo completamente, El inmenso adelanto de la ciru-
gía, sólo demuestra el gran atraso de la Medicina; si
esta conociese el cuerpo humano, la mayor parte de
las admirables operaciones quirúrgicas no serían ne-
cesarias,


2. El P:'incipio Vi'tal, que es común á la Natura-
leza entera, lo sentimos, pero no lo definimos.


3. Alma Plástica ó Cuerpo Astral, también se co-
. nace con el nombre de «doble flúidico» y otros mu-
chos: es la reproducción etérea del cuerpo en el cual
reside. Es en muchas ocasiones la causa de las mu-
chas ilusiones que se forjan los que creen ver ó comu-
nicar con las almas de los difuntos. Es un principio
puramente material, y se desvanece á medida que el
cuerpo físico se descompone.


4. El Alma Animal.-EI principio que domina en
la presente humanidad, si bien como en la inmensa
mayoría de los casos ce halla influído por los superio-
res, á pesar de encontrarse estos en estado latente,
queda con esto perfectamente definida la diferencia
entre el hombre animal y el animal propiamente
dicho.


5. Alma Intelectual.-La Inteligencia; la inteli-
gencia inferior gravita hacia el principio anterior; la
porción superior de la misma podemos considerarla
como el vehículo del


6. Alma Espiritual, y esta á su vez como ve-
hículo del


7. Espíritu; la verdadera manifestación de la Di-
vinidad en el hombre, su Redentor propiamente di-
cho, común á todos los seres y especialmente mani-
festado en el hombre, pues ~iene al principio intelec-




- 117 -


tual como lazo de unión con el hombre de materia. Es
un principio universal, y por consiguiente, la verda-
dera y única base para la Fraternidad humana.


Como nos hemos ocupado antes de Reencarnación,
algo debemos decir en cuanto á la misma relaciona-
da con los principios.


Si consideramos la división septenaria, la entidad
que se reencarna, podemos decir hablando en líneas
generales, que se halla constituida por el Espíritu y
la porción superior del Alma, mientras que la porción
inferior de la misma y el cuerpo, se desvanecen como
simples formas ilusorias que eran.


Teniendo en cuenta la división septenaria podemos
establecer la siguiente división.


1.0 Cuerpo Físico .. ', ..... , . \
2. o Principio Vital. , , ....... J p ., d lId' 'd


, . ( orClOn e n IVI uo
3.0 Alma PlastIca .... , ..... ' d


. ) que esaparece. 4. o Alma Ammal. . " , .....
. I Inferior.
5.0 Alma Intelectual¡ S . (


upenor .
6 Al E ·-· I EntIdad que se re-


.0 ma spmtua ......... ,'
. encarna.


7. o Espíntu . . . . . . . . . . . . . . .


Los cuatro principios inferiores y la porción inferior
del quinto, irán paulatinamente desvaneciéndose, sus
restos podrán en circunstancias anormales ser galva-
nizados y adquirir apariencias de vida y hasta de con-
ciencia; pero en manera alguna constituyen la indivi-
dualidad que ha abandonado la tierra, la cual se halla
fuera del alcance de las influencias de la misma, en
general, hasta que la ley inexorable de justicia, hasta
C\.ue Karma decrete su renacimiento en el plano ma-
teria\.




- II8-
Debemos advertir que no siempre tiene lugar la


muerte e·n las circunstancias de todos conocidas; en
caso de perversidad llevada hasta un extremo incon-
cebible, en casos de materialismo llevado hasta el
último extremo, puede tener lugar la separación de
los principios superiores durante la vida, sin que al
exterior nada se note. Cuando la personalidad ha roto
el lazo ql!eá su Divina y Eterna Individualidad la
unía, gracias á sus maldades, tiene lugar una muerte.
psíquica, mil veces peor que la muerte material. Es
esto más frecuente de lo que se cree, y á cada paso
codeamos á seres que no tienen de hombres más que
la forma, su principio superior es el Alma Animal que


. ha absorbido parte del principio intelectual. Son de
hecho criaturas sin alma, condenadas á una anihila-
ción gradual en medio de terribles sufrimientos, pues
Karma así lo exige. Del gran libro de la Vida Inmor-
tal un nombre ha desaparecido.




Para dar una idea de la importancia adquirida por
la Sociedad Teosófica desde e! I] de.Noviembre de
I875 en que fué fundada en New-York, trasladando
posteriormente su cuarte! ~eneral á Bombay y desde
allí á Adyar (Madrás), en donde hoy día está su cen-
tro de operaciones, á continuación citamos los nom-
bres de las Sociedades locales que, á manera de rami-
ficaciones, por todo el mundo se extienden:


Estado5-[Jnidos de AlIlérica.-San Luis, 2; New-
York, Chicago, 2; San Francisco, Los Angeles, 3;,
Malden, Boston, Cincinnati, Minneapolis, Philadel-
phia, Omaha, Grand Island-Neb, San Diego-CaL, 3;


, Bridgeport, Conn, Cleveland, Decorah, Iowa, Milwau-
kee, Brooklyn,Santa Cruz, Calif, Kansas City, \Vas-
hington, D. c., San José, CaL, Fort-'Nayne, Oakland,
Cal..., Tacoma, \V. T., Stokton, CaL.., Gilroy, CaL,
Muskegon-Mich, Sacramento, Ca\, .. , A\ameda, CaL.,
Baltimore, Lincoln.


Gran Brdmia.-Londres, 2; Dublin, Liverpool,
Cambridge, Edimburgo, Glasgow, Scottish, West of
England, Newcastle, Briston, Birmingham, Tenby.


Continente.-París, Viena, Corfú, Odessa, El Haya,
Stokolmo, Nantes, Milán.




- IZO


Australia.-Brisbane.
J'apóll.-Kiyoto, Kobe, Y okohama.
Nueva Zelanda.-Hawkes Bay .
• 1Irica.-Queenstown, Cape Colony.
Indias Occidentales. - Santo Thomas, Port au


Prince.
Ceilán. - Anuradhapura, Badulla, Ratticaloa, z;


Bentota, Colombo, 2; Dirkwella, Galle, Kandy, Ka-
taluwa, Kurunegala, Matale, Matara, Mawanella, Pa-
nadura, Ratnapura, Trincomalee, 2; Weligama, We-
litara.


Birmanta.-Rangoon, 3·
hzdia.-Adoni, Aligarh, Allahabad, Anantapur,


Arcot, Ami, Arrah, Balangore City, Bangalore Can-
tonement, Bankipore, Bankura, Bara-Banki, Bareilly
(Oudh), Baroda, Beauleah, Bellary, Benarés, Berham-
pore, Bhagalpore, Bhavnagar, Bhowanipore, Bolaram,
Bombay, Burdwan, Barisal, Bezwada, Bulandshaber,
Calcutta, 2; Cawnpore, Chakdighi, Chingleput, Chin-
surah, Chittoor, Coconada, Coimbatore, Combaco-
num, Cuddalore, Cuddapah, Chittagong, Dacca,
Dakshineshwar, Darjiling, Delhi, Dindigul, Dumraon,
Durbungha, Ellore, Fatehgarh, Fyzabad, Ghazipore,
Gooty, Gorakhpur, Guntoor, Gya, Hoshangabad,
Howrah, Hyderabad, ]amalpore, ]essore, ]eypore,
]ubbulpore, Karur, Kapurthala, Karwar, Kishnaghur,
Kurnool, Lucknow, Lahore, Madrás, Madura, Mayave-
ram, Meerut, Midnapore, Moradabad, Muddehpoora,
Masulipatam, Monghyr, ~agpua, Naini Tal, Narail,
Negapatam, Nellore, Noakhali, Ootacamund, Orai,
Palghat, Paramakudi, Periakulam, Pollachi, Pondi-
cherry, Poona, Pahartali, Rae Bareli, Rawalpindi,
Rajahmundry, Rajmahal, Saidpur, Searsole, Secun-




- 121 -


derabad, Seoni·Chappara, Sholapore, Siliguri, SimIa, 2;
Srivillipattur, Surat, Tarijore, Tinnevelly, Tiruppatur,


. Trevandrum, Trichinopoli, Udamalpet, Vellore, Vi-
zianagram, Vizagapatam.


Los que deseen adquirir noticias acerca de la So-
ciedad Teosófica en América, pueden dirigirse á
W. Q. Judge. Box. 2659, New-York.-En Alemania,
á Herr. Gustv. Gebhard, 12, Platzhoffstrasse, Elber-
feld.-En Rusia, á Mons. Gustav. Zom, Odessa.-En
Francia, á Mons. G. Caminad e, 81, rue Dareau, París.
-En Grecia, á Otho Alexander Esq. Corfú.-En In-
glaterra, á la condesa C. Wachtmeister, 7, Duke
Street Adelphi, Londres, W.-En Australia, á W. H.
Terry Esq. Melbourne.-En el Africa Meridional,
á J. M. Parsonson Esq. Queen's, Town.-En las In-
dias Occidentales, á Chas. E. Taylor, Es. Sto Tho·
mas.--En Birmania, á Mr. Vatharaniam Pillai Ran-
goon.-En la India, al Presidente de la Sociedad
Cuartel general, Sociedad Teosófica, Adyar (Ma-
drás.)


Todos los asuntos financieros de la Sociedad deben
ser tratados con Mr. S. E. Gopalacharlu, Secretario
de la Sociedad Teosófica Adyar (Madtás.)


Los envíos á la India para la Sociedad pueden
hacerse por medio de chekes y giros sobre Londres.
Los primeros, pagables al Secretario de la Sociedad
Teosófica; los segundos, siempre á la orden de H. S.
Olcott, en cuyo nombre tiene la Sociedad de Londres
cuenta corriente. Si es más conveniente, pueden los
pagos hacerse directamente á Mr. B. Keightley {co-
rresponsal en Londres dei Coronel Olcott, 7, Duque
Stred Adelphi, London W.)


Las publicaciones de la Sociedad, que á co~tinua.




- 122-


ción citamos, pueden pedirse á los agentes anterior·
mente citados.


Los siguientes son los cargos oficiales de la Socie-
dad por el presente año:


Presidente, H. S. Olcott.-Secretario corres pon·
diCllte, H. P. Blavatsky.- Vicepresidente, Willam
Q. Judge.-Secretario, S. E. Gopa1acharlu.-Secreta-
nos Ex-officio, C. W. Leadbeater, William Q. J udge,
Arch Keightley, R. Harte.- Tesorero, C. Ramiah.-
Tesorero auxiliar, S. E. Gopalacharlu.


REVISTAS TEOSÓFICAS


The Theosopltist, pub1ícase mensualmente en Ad-
yar (Madrás). Director, H. S. Olcott.-Precio de sus-
cripción en Europa, una libra esterlina,


. Lucifer (1), publicación mensual, editado por H. P.
Blavatsky. --Precio de suscripción, 15 s. 7, Duke
Strect Adelphi, London.


The Patlt, publicación mensual, editado por Wi-
lliam Q. Judge.-Precio, ro s. 7. Duque Street Adel·
phi, London.


Tlzeosoplúcat Sltiftillgs, publicación m~nsual de la


(1) ((Lucifer no es ningún titulo Satánico ni profano. Es d Latín Euci(erus
el que ilumina, la estrella matutina, y era un nombre Cristiano en- los tiempos
primitivos} llevado por uno de los Papas. Adquirió su asociación actual única-
mente gracias al apó:;trofe de Isais: Como has caído de los Cielos. jO Lucifer,
Hijo de la mañana! De aquí l\1.iIton tomó Lucifer como el título de su demonio
del orgullo, y el nombre del puro y pálido heraldo de la luz del dia se ha hecho
odioso para 10$ oídos Cristianos.»


"Yo Jesús ........ soy la resplandeciente, la estrella matutina (q¡waCfóFD~ Lu~
cifc1'.)


Véase 2, Pedro l.} 19. Y Apo.:alipsi5 XXII. r6.l>




- I~3 -


Thosophical Publishing Company, L. T. D., 7, Duke
Street Adelphi W. C., London.-Precio, 5 s.


Le Lotlts Bleu, director Mr. Jean Mattheus, Revista
mensual; 12 frs. Libraire de l'Art Independent; 11,
rue de la Chaussée d' Antin, París.


Libros recomendados por la Theosophical Publi-
cation Society, y que pueden ser adquiridos en las
oficinas de La Teosophical Publishing Company,·
7, Duke Street Adelphi; London, W. C.


The Secret Doctrine, por H. P. Blavastsky.
IszS Unveiled . ..................... .
Tite Voice of the Si/ena . ............ .
Tite Key 10 Tlteosophy .............. .
Fauses C071ceptions de la Science Moder-


ne, por el mismo autor ............ .
1lfa derniere . ...................... .
y la Colecciólz de artículos de H. P. Bla-


vastsky, aparecidos en el Lotus desde su
fundación hasta Noviembre de I888 .. .


Rei1lcanza.tion, por 'vValker ........... .
Five Years of Theosophy . ............ .
Guide to Tlzeosophy . ................ .
Lz'ght cm the Patlz (La Lumiere sur le


sentier), traducido al francés ........ .
Througk tite Gate s of Gold (Por las Puer-


tas de Oro), lo ha publicado la Revue
Tlteosophique .................... .


Idyl! of the Wlzite Lotus . ............ .


PRECIOS


2 L. 2 S.
31 S 6


2 S 6
2 S


4 s
7 s 6
5 s 6


1 S 6


4 s 6
3 s 6




-
124-


Esoté'ric Buddhism (7." edición), por
Sinnet ..•...•.....•.....•.......


Occult World (Le monde oculte), traducido
al francés ...•.•..................


Incidents iJi the Life o/ Mme. Blavastsky,
por el mismo. . . . . . . . . . . .. . ..... .


Light o/ Asia, por Edwin Arnold ..... .
Song Gelestial, por id. id ............. .
.Strmzge Story, por lord Lytton •.......
Zanoni, por el mismo (traducida al fran-


cés).. . . . . . . •. . . . . . . . • . .. . .••...
The Coming Raer! (La Raza Futura),


.por el mismo (traducida al francés) ...
Buddhist Cateehism, por H. S. Olcott


(traducido al francés) ..........••


PRECIOS


4 s 6


3.50 fcos.


10 s o
3 s 6
5. s o
3 s 6


3 s 6


3 s 6


I S 6


PUBLICACIONES EN FRANCÉS
FRANCOS


LaSCienee Oerulte (2." edición), por Dra-
mard. ....•.... ..........•..... 1


L' Hummlité Posthume, por J. d'Assier.. 3.50


Las obras publicadas en francés y las traducciones
de las que lo han sido en inglés, pueden pedirse á la
redacción del Lotus Bleu. Libraire de l'Art Indepen·
dent; 1 1, rue de la Chaussée d' Antin, París.