LIBERTAD POLÍTICA
}

DE LA


LIBERTAD POLÍTICA
E N


INGLATERRA
EN LA ÉPOCA PRESENTE


SEGUNDA EDICION .




LIBERTAD POLír_1ICA


. MADRID


4IMPRENTA DE T. 14.'ORTANET//c._,C-z.,
29— CA Ltn DF. LA LIBERTAD -29






4
1877


DE LA


EN INGLATERRA


EN LA ÉPOCA PRESENTE


LECCIONES
=-‘1, PRONUNCIADAS EN EL ATENEO DE MADRID
Ir% P012


S 11 CONDE DE CASA VALENCIA




1


Publicase ahora solamente la segunda edicion
de la última parte de las lecciones sobre la libertad
política en Inglaterra, porque es la que ofrece
mayor interés y utilidad, como que comprende él
estudio del gobierno parlamentario de aquella na-
cion en la época presente.


En los dos tomos primeros de la anterior edicion,
Tse examinaba el desarrollo lento, pero seguro Y
progresivo, de la intervencion del país en la gober-
nacion del estado, desde lin del siglo décimoquinto
hasta la reforma de 1832, que mejoró en gran
manera la representacion del cuerpo electoral en la -
cámara de los Comunes. Ese e:xámen, importante
sin duda, bajo el punto de vista histórico, no lo es




VIII


tanto, sin embargo, como la exposicion del estado
actual del gobierno de la Gran Bretaña, asunto
principal del tomo que ahora se reimprime. En él
se trata de la iíltima ley electoral de 1867, que, mo-
dificando los antiguos distritos y aumentando el
número de electores, facilita la representacion de
las minorías; de la ley de 1868, que somete á jueces
especiales, independientes de la cámara popular,
la decisiou sobre las elecciones dudosas; y de la
ley de 1872, que establece la votacion secreta en
las elecciones para el parlamento y para el muni-
cipio: y al propio tiempo se demuestra con la auto-
ridad de estadistas y escritores de aquel país, lo
que son, lo que representan, las atribuciones que
tienen y la influencia que conservan ó han .adqui-
rido, la monarquía, la cámara de los Lores, la de
los Comunes y el gabinete G consejo de minis-
tros, lazo de union y medio de comunicacion
necesario entre las tres instituciones que consti-
tuyen el parlamento. Tambien se da en él idea
completa y exacta de la organizacion y del sistema
de discusion de los dos cuerpos colegisladores,
que hace que sus debates no sean estériles sino


IX


convenientes y provechosos. Contiene, en suma,
este vohímen , todo lo más importante que en In-
glaterra merece estudio y debe imitarse, parí que
sea verdad y produzca á tilos resultados el gobierno
parlamentario.


Enero de 1871




ÍNDICE.


LECCION PRIMERA.—REINA VICTORIA. -1837 á
1873.—Estado actual del gobierno parlamentario
en Inglaterra: la Monarquía: la cámara de los Lo-
res: la cámara de los Comunes. — Agitaciones po-
pulares desde la muerte de Guillermo IV. — Liga
para la abolicion de las leyes de cereales. — Pa-
triótica conducta de Poel. Las asociaciones de.
industrias ( Tradcs' Unions ). — Aprobaciou de la
Caria del pueblo.—Agitacion de los cartistas.—
Gran reunion anunciada para Abril de 1848.—
Conducta patriótica de los habitantes de Lóndres.
—O'Connor presenta al parlamento la peticion del
pueblo. — Descrédito completo de los cartistas.—
Proyectos de reforma de la ley electoral. —Ley
electoral do 1867 ( the representation, (-0‘' the people
act).—Modificaciones en los antiguos distritos: re-
presentacion de las minorías: aumento del cuerpo
electoral.—Ley de 1868 sometiendo á jueces espe-
ciales la decision sobre la validez de las elecciones
protestadas.—Eleccion de Galway.—Ley de 1872,
que establece la votation secreta en las elecciones
parlamentarias y municipales. Debate sobre la
concesion del derecho electoral á las mujeres.—
Necesidad de creencias religiosas para que haya
libertad política.—Sentimientos religiosos del pue-
blo de los Estados-Unidos de la América del Norte.
—Necesidad de órden asegurado y de que los par-
tidos no se aparten de las vías legales para que
haya gobierno parlamentario




• 1




1


XII


Páginas.


LECCION SEGUNDA. — LA MONARQUÍA.— Opinio-
nes diversas sobre la monarquía en Inglaterra.—
El monarca tiene hoy las mismas prerogativas
que en tiempo de la reina Ana. — El pueblo inglés
ha sido siempre monárquico. — No dejó de serlo ni
en la época de Cromwell. — El cambio de dinastía
en 1688 fué muy impopular durante largo tiempo.
—Demostraciones del sentimiento monárquico con
motivo de la enfermedad del príncipe de Gales
en 1872.—Manifestacion monárquica en la cámara
de los Comunes al discutirse una proposicion de
Sir C. Dilke.—Discurso de Mr. Disraeli probando
las ventajas de la monarquía. — La euestion cl4,1 la
alcoba ( bedekamber-question ) en 1839.— Opinion
de Peel y del partido whig sobre el cambio de la
servidumbre de la reina.—Relaciones del monarca
con sus ministros responsables.


—Memorandura de
la reina á. lord Pahnerston en 4850.—El monarca
puede negar su sancion á ,


los proyectos aprobados
por las cámaras. — Nombra los ministros. — Con-
veniencia de que discuta con ellos todas las medi-
das y nombramientos que le proponen.—Disuelve
la cámara de los Comunes.— Tiene la facultad de
nombrar lores temporales hereditarios sin limita-
cien alguna. — Prestigio de la monarquía en la
Gran Bretaña. — Opinion de Mr. Bright






LECCION TERCERA.—LA CÁMARA DE LOS LORES.
—La superioridad del gobierno inglés sobre el de
otros paises consiste principalmente en la cámara
de los Lores. — Estabilidad y duracion de los go-
biernos aristocráticos.—Ataques y acusaciones eh
Inglaterra contra la cámara hereditaria.—Defensa
que de ella hizo Mr. Disraeli.—Opinion de Mr.Roc-
buck y del marqués de Salisbury.— La cámara de
los Lores como Tribunal Supremo de Justicia. —
Su moderacion con O'Connell. — La aristocracia
inglesa fué ménos importante y gloriosa en el
siglo xvi que la de los principales estados euro-
peos.—La revolucion de 1688 fué obra de la aristo-
cracia. — Su influencia hasta 1832.—Organizacion
actual de la cámara de los Lores.— Renovacion


XIII
Páginas.


lenta pero constante de la aristocracia. — Parsi-
monia en la concesion de títulos — No
podria tener importancia la aristocracia sin las
grandes propiedades que posee. — Ventajas políti-
cas de los mayorazgos en Inglaterra. — Interven-
cion provechosa de la cámara de los Lores en la
formacion de las luyes. — Medios de modificar su
opinion. — Los lores que son legisladores no son
electores. — Autoridad de la asamblea hereditaria
en la actualidad


LECCION CUARTA.—LA CÁMARA DE LOS COMUNES.
—Necesidad de una institución que predomine en
los conflictos que pueden ocurrir entre los poderes
públicos. — Opinion de Mr. Disraeli sobre la cá-
mara de los Comunes. — Gastos que ocasionan las
elecciones en Inglaterra.—Aun despues de la ley
de 4867 está Inglaterra muy distante del sufragio
universal. — Incouvenientes y peligros del sufra-
gio universal demostrados por los escritores radi-
cales de aquel país. — Resultados inevitables del
sufragio universal en las naciones poco ilustradas.
—El advenimiento del cuarto estado.—Empleados
que pueden tener asiento en la cámara de los
Comunes.—Grandes ventajas de que el presidente
no sea un hombre político importante. — La cá-
mara vota anualmente las contribuciones.—Vigila
la conducta del gobierno. — Interviene en la for-
macion de las leyes. — Puede designar el jefe del
gabinete.—Representa la opinion y los intereses
del pueblo inglés. — Propension reciente á legislar
demasiado. — Escasa importancia de los debates
sobre la contestacion al discurso de la corona. —
Duracion do la legislatura. — Horas de sesion. —
Carácter práctico de los debates.—Discusion sobre
la abolicion de la pena de muerto en 1872. .Ntí--
mero considerable de leyes aprobadas en cada le-
gislatura.— Duraeion de los parlamentos.— «El
parlamento fuera de la legislatura.» ( Parliament
out (y' 3esWo7i. )


LECCION QUINTA.—EL GAstÑETE.—Debe existir •


61


117


187




X I V


Páginas.


en el gobierno parlamentario. — No lo hubo en el
siglo xvi ni en una gran parte del xvIr. — La Cabal
en tiempo de Cárlos 11.—El primer gabinete. ho-
mogéneo , compuesto de individuos del mismo
partido, se organizó en 1696. —Desde entórices ha
habido siempre gabinetes parlamentarios.— Dife-
rencia entre gabinete y administracion. —Subse-
cretarios de carrera y políticos. —Ministros sin
cartera.—El jefe del gabinete es siempre el pri-
mer lord del Tesoro.—Jefes de gabinete de la clase
media antes de la reforma de 1832.—El milita-
rismo es incompatible con el gobierno parlamen-
tario. —El lord Canciller.—El procurador general
y el abogado general. — Necesidad de un ministro
de Justicia.—Conveniencia, segun Mr. Gladstone,
de que un hombre civil esté al frente de la ma-
rina.— Anomalías administrativas.—Duracion de
los gabinetes antes y despues de la reforma de
1832;—No basta que un gabinete pierda votacio-
nes en la cámara de los Comunes para que pre-
sente su dimision.— Ventajas de • que los .hombres
públicos sepan aguardar, y no necesiten para vivir
de los sueldos del presupuesto




LECCION SEXTA.—Causas que han contribuido á
la consolidacion v desarrollo del gobierno par-
lamentario en Inglaterra.—Separacion de la poli-
tica y de la administracion.—Inconvenientes de
considerar como destinos políticos los que no lo
son.—Diferencia entre los hombres públicos que
respetan á los empleados y los que los destituyen
sin motivo.—Sin la estabilidad de los empleados
no puede haber administracion, hacienda, gobier-
no, ni &den público. — Los pueblos verdadera-
mente libras son sinceramente religiosos. —La ley
de instruccion primaria del gabinete Gladstone no
ha secularizado la enseñanza.— El sentimiento del
deber en el pueblo inglés. —Naufragio de la fra-
gata Birkenhead.—El sentimiento del deber en los
hombres politicos.—Represion enérgica del levan-
tamiento de los cipayos en la India, de los negros
en Jamaica y de los fenianos en Irlanda ...—Te-


X V


Páginas.


mores exagerados por el porvenir de la libertad
política y del gobierno parlamentario.— Condi-
ciones indispensables para fundar monarquías ó
establecer repúblicas


337
APÉNDICE PRIMERO.— Distribucion de los -658


miembros de la cámara de los Comunes, segun las
distintas leyes electorales.


374
APÉNDICE SEGUNDO. —Lista de los lores espiri-


tuales y temporales en el parlamento abierto el 5 de
Marzo de 1874.. . ... :175


APÉNDICE TERCERO.— Lores Cancilleres, guar-
dadores del Sello Real, desde 1688 hasta 1874.... 379


APÉNDICE CUARTO. — Presidentes de la cámara
de los Comunes desde 1688 hasta 1874


384.
APÉNDICE QUINTO.— Duracion de los parlamen-.


tos desde •1688 hasta 1874
383


APÉNDICE SEXTO. — Primeros ministros de In-
glaterra desde 1715 hasta 1874




385
279




LECCION PRIMERA.


Reina Victoria.


1837 Á. 1 8 7 3.
Estado actual del gobierno parlamentario en Inglaterra:


la Monarquía : la cámara de los Lores: la cámara de los
Comunes.—Agitaciones populares desde la muerte de
Guillermo IV.—Liga para la abolicion de las leyes de
cereales.—Patriótica conducta de Peel.—Las asociacio-
nes de industrias (Trades' Unions).—Aprobacion de la
Carta del pueblo. —Agitacion de los cartistas. —Gran
reunion anunciada para Abril de 1848.—Conducta pa-
triótica de los habitantes de Lómires.—O'Connor pre-
senta al Parlamento la peticion del pueblo.—Descrédito
completo de los cartistas.—Proyectos de reforma de la
ley electoral.—Ley electoral de 1867 (the representatiort
of the people ad). —Modificaciones en los antiguos distri-
tos: representacion de las minorías: aumento del cuerpo
electoral.— Ley de 1868 sometiendo á jueces especiales
la decision sobre la validez de las elecciones protesta-
das.—Eleccion de Galway.—Ley de 1872, que esta-
blece la votacion secreta en las elecciones parlamenta-
rias y municipales.—Debato sobre la concesion del
derecho electoral á las mujeres.—Necesidad de creen-
cias religiosas para que haya libertad política.—Senti-
mientes religiosos del pueblo de los Estados-Unidos de
la América del Norte.—Necesidad de órden asegurado
y de que los partidos no se aparten de las vías legales
para que haya gobierno parlamentario.




SEÑORES:


En las conferencias de este alío que serán
ciertamente las últimas en que trate de la
libertad política de Inglaterra, voy á exa-
minar el estado actual del gobierno parla-
mentario en aquel país; las atribuciones que
tienen en la gobernacion del estado , el
trono, la cámara hereditaria de los Lores, y
la cámara popular y electiva de los Comu-
nes; lo que son, lo que representan, la in-
fluencia que conservan ó han adquirido, la
monarquía y la dinastía que la personifica,
la aristocracia, las clases medias, y las que




4


forman las capas más inferiores de la socie-
dad, en las que al lado de la miseria se en-
cuentran casi siempre la ignorancia y las
pasiones violentas y desordenadas. Tambien
habré de examinar qué resistencias y qué
diques legales y sociales existen para conte-
ner, dirigir y encauzar las impetuosas y
revueltas olas democráticas, que en otros
estados suben y crecen empujadas por los
vientos revolucionarios, amenazando des-
truir instituciones antiguas y provechosas;
olas que á veces sólo sirven para llevar
pronto á rápidos encumbramientos y al
puerto de sus exageradas ambiciones á polí-
ticos improvisados, más osados que inteli-
gentes, que en tiempos tranquilos y bonan-
cibles nunca hubieran figurado en primer
término, teniendo que contentarse con posi-
ciones modestas y secundarias. Veremos que
en Inglaterra la corriente demagógica no
pone en peligro el sistema parlamentario,
el órclen, la familia, la propiedad, las bases
constitutivas y fundamentales de la socie-
dad, porque la contraresta el buen sentido


5


de un pueblo , enemigo de innovaciones
imprudentes y aventuradas, y no acrecien-
tan su impulso el ciego despecho y el mal
entendido egoismo de los hombres públicos.


El estudio del gobierno constitucional y
de las instituciones que le componen en la
época presente, nos dará á.. conocer una mo-
narquía y una dinastía profundamente res-
petadas en el país, porque representan la le-
gitimidad y el derecho hereditario, porque
son inglesas y verdaderamente nacionales,
y están identificadas con las tradiciones,
con las costumbres , con los sentimientos
y con los gustos del público británico, que
ve en ellas el símbolo de su grandeza, el
recuerdo de su pasada historia, una garantía
para el porvenir, no una creacion artificial
con vida efímera y que promete corta dura-
cien. Contribuyen en gran manera á la
veneracion que á aquel trono rodea, por una
parte las virtudes de la princesa que le
ocupa y su escrupuloso y constante respeto á
las prerogativas de sus ministros y de los
dos cuerpos colegisladores; y por otra el




6


esmero con que los jefes de partido y todos
los hombres importantes, lo mismo en el
poder que en la oposicion , procuran mante-
ner y aumentar su prestigio y su fuerza
moral, no llegando nunca á la adulacion
baja y servil, cuando están en el gobierno,
ni al desvío, á la indiferencia, á las ame-
nazas y á la hostilidad, cuando fuera de él
se encuentran.


Despues de la monarquía, en el órden
jerárquico y de las atribuciones constitu-
cionales, hallaremos á la cámara de los
Lores, independiente y magnífica represen-
tacion de la gran propiedad, de todas las
glorias históricas, de las más ilustres emi-
nencias en la política, en las armas, en la
literatura y en la magistratura. No estando
su existencia ligada á la de ningun gabinete,
ejerciendo prerogativas por derecho propio,
interesados sus miembros en sostener el lus-
tre de la asamblea en que han de tener
asiento sus hijos, revisa y perfecciona los
proyectos de ley que ántes ha votado la cá-
mara popular, y rechaza y niega su aproba-,


cion á las reformas radicales y á la modifi-
cacion de las leyes orgánicas existentes,
hasta que su utilidad ha sido plenamente
demostrada, y la opinion pública con insis-
tencia las exige. Si la cámara de los Lores
goza de justa consideracion, lo debe á que
ningun gobierno concede títulos nobiliarios,
que son indispensables para formar parte de
ella, más que á las personas que han prestado
relevantes servicios, ó han ganado renombre
por su elevado talento. No habria ministro
que se atreviese á conferir la estimada digni-
dad de Lord á quien careciera de mérito sufi-
ciente para obtenerla. Allí los hombres políti-
cos, que tienen cualidades para entrar en el
gobierno, piensan con razon que otorgar tí-
tulos y recompensas honoríficas á individuos
desconocidos que no han dado todavía mues-
tra de su capacidad ó que tienen dudosa re-
putacion , es rebajar la distincion sin elevar
la posicion de aquel á quien se intenta favo-
recer; porque un decreto no puede dar el
respeto y la consideracion del público al que
ántes por su conducta no la ha adquirido.




8


La última en jerarquía, si bien la primera
en importancia entre las instituciones par-
lamentarias, es la cámara de los Comunes,
cuya influencia en la política interior y ex-
terior supera á la de la corona y á la de los
Lores, desde que por el bill de reforma
de 1832 , representa más genuinamente que
en épocas anteriores , la opinion , los inte-
reses y los deseos de las clases ilustradas y
ricas del país. Dimanan la autoridad y el
prestigio de esta asamblea, de que sus miem-
bros son elegidos libremente por los conda-
dos, los burgos y las ciudades, sin interven--
cion alguna de los ministros, y sin que á su
eleccion haya precedido un desquiciamiento
general de la administracion del país y una
renovacion casi completa de empleados,
nombrados con el único objeto de facilitar.
el triunfo electoral de los amigos del gabi-
nete, é impedir á toda costa el de sus ad-
versarios.


Para completar el estudio de la libertad
política en Inglaterra, continuando el mé-
todo hasta aquí seguido, necesario es hablar


de tres leyes importantes, aprobadas despues
del advenimiento de la reina Victoria, al-
guna de ellas de fecha muy reciente, que
han modificado la legislacion que existia
desde 1832, para la eleccion de los miem-
bros de la cámara de los Comunes. Aun
cuando estas leyes han ampliado el censo
electoral aumentando considerablemente el
número de electores del Reino-Unido, han
quitado á la cámara popular para dársele á
los tribunales ordinarios, el conocimiento de
las elecciones protestadas que hasta ahora
habia tenido, y han establecido la votacion
secreta; hay que reconocer que se han pre-
sentado, se han discutido minuciosamente,
y al fin se han aprobado, no cediendo á las
justas exigencias de la opinion pública que
perentoriamente las reclamara, como acon-
teció con la ley de abolicion de las incapaci-
dades de los católicos, y con el bill de reforma
de 1832, sino por exclusiva iniciativa de los
hombres políticos, sin exeitacion ni entu-
siasmo del país , que ha mirado con indife-
rencia ó con desconfianza, estas nuevas mo-




lo
dificaciones del antiguo sistema electoral.


En los treinta y seis años que han tras-
currido desde la muerte de Guillermo IV,
únicamente en dos ocasiones memorables se
ha agitado enérgicamente el pueblo inglés,
haciendo esas imponentes y resueltas mani-
festaciones de su voluntad que obligan á,
ceder á los gobiernos, ó que les prestan po-
deroso apoyo para resistir á las amenazas
revolucionarias. En las dos ocasiones ha lo-
grado la realizacion de sus deseos, consi-
guiendo en la primera la derogacion de las
leyes de cereales, á impidiendo en la segun-
da que produjera funestos resultados el alar-
mante movimiento democrático de los car-
tistas.


No me detendrá á referir, por ser de todos
conocida, la historia de la famosa liga orga-
nizada por Cobden ( anti-corn-law-leapte)
que tuvo un éxito tan brillante como com-
pleto; siendo un magnífico ejemplo de los
resultados que pueden alcanzar el talento, la
elocuencia, los levantados sentimientos y la
perseverancia , cuando se emplean en favo-


11


recer y defender una causa justa, grande y
beneficiosa para la nacion. Fundada la liga
en 1838, con el objeto de abaratar el precio
del pan, suprimiendo los derechos sobre los
cereales extranjeros, y mejorar por este me-
dio la triste suerte de las clases pobres, luchó
desde un principio con arraigadas y difun-
didas preocupaciones económicas, con la te-
naz oposicion de los propietarios y de los
agricultores, y con la indiferencia egoista y
mal entendida de las clases industriales y
mercantiles. Por la discusion constante, y
por la continuada exposicion de las incon-
testables ventajas del libre tráfico, en re-
uniones, en libros, en folletos, en periódicos,
en hojas sueltas, y hasta en sermones; sin
cometer ilegalidades, sin causar perturba-
ciones, sin promover tumultos, sin alterar
el órden , allanó todos los obstáculos, y venció
todas las dificultades. En 1846, con la com-
pleta abolicion de las leyes protectoras de
los cereales ingleses, se realizó el triunfo de
la liga á que tanto habian contribuido el
prestigio y la inflexible lógica de Cobden,




12


y la brillante y fogosa elocuencia de Juan
Bright. Llevando á efecto esta importante
reforma, Peel en 1846 como en 1829, se
Halló en la desagradable precision de aceptar
y proponer una alteracion de las leyes vi-
gentes, que ántes habia combatido y que
era opuesta á los principios y á las doctrinas
de su propio partido. Con la emancipacion de
los católicos, rechazada por la iglesia oficial
y por los anglicanos fanáticos, introdujo un
elemento duradero de perturbacion entre los
torys; y por segunda vez los desorganizó, y
los inhabilitó por largo tiempo para formar
una administracion fuerte y poderosa, con
la modificacion de las leyes de cereales, com-
batida por una gran parte de la aristocra-
cia y de los grandes terratenientes. Con exa-
gerada pasion se ha juzgado la conducta de
Peel en su último ministerio. Mr. Disraeli
dijo de él que habia sorprendido á los whigs
en el bario y les había robado los vestidos
para pou.érselos, pero otros de sus antiguos
parciales Rezaron hasta el extremo de lla-
marle apóstata y traidor á su partido. En las


13


naciones del continente por el contrario,
todos los hombres públicos que no han bri-
llado por la consecuencia ni por la fijeza de
ideas, y que olvidando la dignidad sólo se
han guiado por el interés, han querido jus-
tificar sus frecuentes y repugnantes cambios
invocando el ejemplo de aquel ilustre esta-
dista inglés. La crítica imparcial no puede
aceptar ninguno de estos dos puntos de vis-
ta. Merecen la reprobacion de las gentes
honradas los políticos sin conciencia y sin
decoro que por avaricia ó por ambicion bas-
tarda, abandonan los principios y las doc-
trinas que siempre han profesado para enri-
quecerse, para medrar, para encumbrarse ó
para alcanzar el poder. Justo es para estos
hombres el castigo del público desprecio.
Pero son dignos de respetuosa consideracion
y acaso de aplauso, los que aceptan y ponen
en práctica reformas que ántes habian im-
pugnado , cuando lo hacen en beneficio del
país y con daño notorio de su posicion y de
su futura influencia política. Al proponer la
abolicion gradual de los derechos sobre los




14


cereales extranjeros para favorecer á las cla-
ses pobres, reducidas á una angustiosa situa-
clon por las malas y escasas cosechas de trigo
en el Reino-Unido que halan encarecido el
pan y los artículos de primera necesidad, Peel
que se hallaba en el apogeo del poder y que
presidía la adininistracion más fuerte que
habia existido en Inglaterra desde los tiem-
pos de Guillermo Pitt , sabia que pronto de-
jaría de ser jefe del gobierno y que proba-
blemente no volveria á obtener nunca este
alto puesto, por haber perdido la confianza
y el apoyo de los conservadores, cuyas preo-*
cupaciones é intereses en dos ocasiones solem-
nes había herido y lastimado. Su determi-
nacion en las difíciles circunstancias en que
el país se hallaba fué un acto de abnegacion
y de patriotismo que aplaudieron sincera-
mente cuantos no se sentían animados por
mezquinas y rencorosas pasiones de partido.
La opinion pública no tardó en hacer justicia
á su noble desinterés, el pueblo le miró
desde luego como uno de sus bienhechores,
y se lo demostró de una manera elocuente.


15


La noche en que, comprendiendo que la ma-
yoría que le había sostenido durante cinco
años estaba disuelta, anunció Peel á la cá-
mara que el ministerio había presentado su
dimision á la reina, pronunciando un célebre
discurso en que con digna modestia atribuyó
á Ricardo Cobden todo el mérito de la re-
forma llevada á cabo, la sesion se prolongó
hasta hora muy avanzada. La inmensa mu-
chedumbre que aguardaba á la puerta del
parlamento el resultado de aquellos debates
se descubrió espontáneamente al salir el mi-
nistro ya caido , y en esta actitud respetuosa
le acompañó hasta su casa. Los conservado-
res nunca le perdonaron el daño que les ha-
bía hecho, pero la nacion le ha considerado
con orgullo como uno de sus más eminentes
estadistas, le ha levantado estatuas, y una
de ellas está en la abadía de Westminster,
histórico panteon de los más ilustres hijos del
Reino-Unido. No es aventurado asegurar que
se habrá realizado su esperanza, y que alguna
vez se habrá recordado su nombre con agrade-
cimiento en la honrada cabaña del labrador




16


y en la humilde casa del obrero, cuando re-
unida la familia en torno del hogar, despues
de terminadas las penosas faenas de un dia
de trabajo, hayan pensado que á él deben el
comer el pan barato; porque el pueblo casi
nunca es ingrato con quien aumenta su
bienestar y por su suerte se interesa.


La opinion pública, que había hecho in-
dispensable la derogacion de las leyes de
cereales en 1846 , impidió dos años despues
la realizacion de los peligrosos proyectos de
los cartistas. Para el mútuo socorro de los




jornaleros y operarios, habíanse organizado
en todo el Reino-Unido multitud de socie-
dades con el nombre de asociaciones de 9:91-
clustrias (Trades' Unions), que obraban de
acuerdo y estaban en constantes relaciones
por medio de especiales delegados. Estas
sociedades, que contaban con un número
grande de asociados, intentaron en 1834






hacer un. imponente alarde de fuerza para
obtener del gobierno que no se llevase á
efecto la sentencia del tribunal de Dorches-


. ter, que condenaba á deportacion á seis


17


obreros por los juramentos ilegales que ha-
bian prestado en una de aquellas asociacio-
nes. El 21 de Abril, dia de antemano desig-
nado para este objeto, hubo un meeting en
Lóndres de más de 30.000 jornaleros, los
cuales acompañaron despues en procesion,
llevando banderas y emblemas de sus res-
pectivas industrias, á la comision encargada
de entregar al jefe del gabinete la peticion
á favor de los sentenciados. El subsecretario
del ministerio del interior, á, quien vieron
los comisionados, les manifestó que lord
Melbourne no podia admitir la peticion pre-
sentada de aquel modo, ni recibirlos yendo
seguidos de :30.000 hombres. La firmeza del
gobierno y la indiferencia que el pueblo de
la capital mostró por los que en aquella ma-
nifestacion tomaron parte, desconcertó y
desanimó á los que la habian preparado,
haciéndoles comprender que cualquier ten-
tativa para alterar el órden sería pronto y
fuertemente reprimida. Aquella reunion se
disolvió pacíficamente, y algunos dia.s des-
pues, cuando habia desaparecido todo temor


2




18
de alboroto, una comision puso la peticion
en manos del primer lord del Tesoro, que los
recibió cortésmente, dándoles á. entender
sin embargo, que el ministerio no cederia
nunca á ilegales y vituperables amenazas
de la muchedumbre.


Aprovechando y explotando la precaria
situacion de las clases obreras, que no ha-
bian logrado mejorar las Trades.' UniO71, y
que se agravaba constantemente por lo corto
de los jornales y el elevado precio de los ar-
tículos de primera necesidad, y porque con
los adelantos de la industria habian dismi-
nuido las horas de trabajo en las fábricas y
el número de obreros que en ellas eran in-
dispensables, se fomentó hábilmente su des-
contento por los partidarios de las doctrinas
demagógicas y de las reformas radicales.
En 1838, despues de muchos y turbulentos
meetings, celebrados de noche al aire libre,
á la luz de teas en los que se pronunciaban
discursos violentos y apasionados, se aprobó
la famosa carta del pueblo (People's char-
ter), que comprendia cinco artículos: el su-


19


fragio universal con nueva division de dis-
tritos, fundada sobre la base de la poblacion;
la votacion secreta; parlamentos anuales;
sueldo para los diputados; y la derogacion
de la ley que exigía renta para desempeñar
este cargo. Reunióse en los primeros dias de
Enero de 1839 la COnVend072 de que forma-
ban parte los delegados de todas las asocia-
ciones de obreros y se acordó dirigir al
parlamento la peticion llamada nacional,
que tenia 1.280.000 firmas, y que fue pre-
sentada á la cámara de los Comunes el 14 de
Junio, exigiendo la inmediata aprobacion
de los principios contenidos en la carta del
pueblo. La cámara electiva examinó y dis-
cutió esta peticion en la forma acostum-
brada, sin dar importancia al número y á
la terrible organizacion de sus autores, y la
desechó en la sesion del 14 de Julio.


Los cartistas , que así se llamaban los par-
tidarios y defensores de la carta, mantuvie-
ron despues de su derrota en los cuerpos co-
legisladores, la agitacion popular de las
clases obreras, dando lugar á sangrientos




20


conflictos y á frecuentes alarmas, que los
hicieron odiosos para todas las gentes sensa-
tas y pacíficas. Hubo incendios de fábricas,
asonadas y luchas en las calles de ciudades
importantes, se sacaron contribuciones en
dinero con amenazas y actos violentos, y
llegó la osadía de los cartistas hasta el punto
de haber intentado apoderarse á viva fuerza
de la ciudad de Newport, que no cayó en su
poder por la enérgica resistencia de las auto-
ridades y de las escasas tropas que la guar-
necian. Esta agitacion demagógica, que
continuó si bien en decadencia durante al-
gunos años, se aumentó y adquirió propor-
ciones y tendencias alarmantes, con la caida
de Luis Felipe y la proclamacion de la re-
pública francesa en 1848. El cambio de
dinastía en Francia y la monarquía consti-
tucional en 1830, habian contribuido eficaz-
mente á la aprobacion de la ley electoral
inglesa de 1832; pero los acontecimientos de
París de 1848, como los de 1793, y el triunfo
de la república en una y otra época, no pro-
dujeron otro efecto en Inglaterra que excitar


21


y fomentar las pasiones y la ambicion de las
clases bajas, que intentaron inútilmente
obtener por intimidacion y con amenazas
reformas excesivamente democráticas, re-
chazadas por las clases conservadoras y por
la opinion pública, con justo motivo alar-
madas. Quisieron los cartistas aprovechar la
perturbacion que la nueva revolucion fran-
cesa habil], producido, no sólo en el con-
tinente sino tambien en la Gran Bretaña,
para conseguir la realizacion de sus aspira-
ciones, haciendo ostentacion de las fuerzas
populares de que disponian : y poniendo en
olvido el mal éxito de la manifestacion de
las asociaciones de industrias en 1834, con-
vocaron para el 10 de Abril en Lóndres, en
el sitio llamado Kenington-Common , un
meeting ó reunion inmensa, con el fin de
llevar al parlamento una peticion con más
de cinco millones de firmas. El gabinete,
presidido por lord John Russell, compren-
diendo la gravedad de las circunstancias y
que se trataba de promover un conflicto y
acaso de dar una batalla al gobierno en las




22


calles mismas de la capital, se apresuró á
proteger la independencia del parlamento,
y concentró en Lóndres las tropas necesarias
para mantener el órden, hacer respetar la ley
y dispersar á los alborotadores. Se publicó el
6 de Abril un aviso oficial, en que despues
de manifestar que se respetarian escrupulo-
samente los derechos constitucionales de re-
union y de peticion, se declaraban ilegales
y criminales el anunciado meeting, porque
tendia á producir terror y alarma, y el pro-
pósito de llegar hasta el parlamento un ex-
cesivo número de individuos con el pretexto
de entregar una peticion. El dia 10; los edi-
ficios públicos y los puentes estaban ocupa-
dos y defendidos por fuerzas del ejército. So
habia encomendado á la policía la custodia
del palacio del parlamento , practicando
antes un escrupuloso reconocimiento de todo
el edificio, porque el gobierne tenia aviso
secreto de que se pensaba imitar el triste
ejemplo de la conspiracion de Guy Faukes,
poniendo barriles de pólvora para volar la
cámara de los Lores y la do los Comunes-


23


cuando estuvieran en sesion. Se adoptaron
las medidas necesarias para impedir cual-
quier tumulto y castigar á los que lo pro-
movieran; pero la ciudad presentaba su as-
pecto ordinario y no se vejan los grandes
medios dé defensa preparados por el go-
bierno. La conducta de los habitantes do
Lóndres fué ciertamente admirable en aque-
lla ocasion : millares de personas de todas
clases y opiniones acudieron espontánea-
mente á prestar el juramento legal ante las
justicias de paz, para que se les confiriera el
carácter de agentes y delegados de la auto-
ridad, conocidos con el nombre de comisarios
especiales (special constables), destinados á
conservar el órden público; y el dia de la
proyectada manifestacion, más de 170.000
de estos voluntarios y temporales agentes de
policía, entre los que se veían, al lado de
menestrales y comerciantes, los más acau-
dalados y respetables lores del reino, recor-
rian las principales calles de la capital, en
las que no había ni una patrulla ni un sólo
soldado del ejército. Este patriótico espec-




)
24


táculo produjo un efecto inmenso, y contri-
buyó en gran manera á salvar á la metró-
poli de un conflicto. Sir Roberto Mayne, jefe
de la policía de Lóndres, puso en conoci-
miento de Mr. Feargus O'Connor, miembro
de la cámara de los Comunes, director y presi-
dente del meeting, que éste se permitiria, si
O'Connor respondia de que la reunion habia
de ser tranquila y pacífica; pero que se im-
pediria áun apelando á la fuerza la anun-
ciada procesion al palacio de Westminster
para entregar la peticion. Despues de este
terminante aviso, los cartistas no podían
abrigar esperanza alguna de llevar á efecto
sus planes, y el desaliento no tardó en apo-
derarse áun de los que en un principio más
resueltos y decididos se habian mostrado. En
vez de los 150.000 hombres que debian acudir
de todos los barrios, apenas se presentaron
25.000, y el miedo á un inesperado ataque,
el disgusto por el imprevisto desengaño, y
un abundante y continuado aguacero, que
es siempre en estos casos un poderoso auxi-
liar para los gobiernos, acabaron pronto con


25


aquella reunion, que pareció temible y for-
midable al anunciarse, y fué completamente
risible al disolverse.


Tuvo Mr. O'Connor que presentar solo y
sin acompañamiento á la cámara de los
Comunes la famosa peticion del pueblo, y al
entregarla declaró solemnemente que tenia
5.706.000 firmas; pero del exámen escrupu-
loso y detenido hecho por una comision es-
pecial , con este objeto nombrada, resultó
probado que las firmas eran 1.900.000 , que
muchas estaban escritas por la misma per-
sona , y otras eran notoriamente supuestas, .
como la de la reina , la del duque de We-
llington, la de Peel, y otros varios eminentes
personajes. El desprecio, la burla, y la ac-
titud resuelta de la mayoría del pueblo inglés,
acabaron con aquella perturbadora agita-
cion , y el descrédito de los cartistas fué tan
completo y definitivo, que desaparecieron de
la vida pública, y no hay hoy fraccion algu-
na política que lleve aquel nombre.


El aumento de influencia de la imprenta,
por su mayor ilustracion y por el esmero y




26


acierto con que se ocupa de los verdaderos
intereses de la nacion ; la confianza que ins-
pira el parlamento porque en él tienen re-
presentacion y hallan defensa todas las aspi-
raciones justas y todos los deseos legítimos
del pueblo inglés ; y la seguridad que hay
en el público de que nunca se ha de oponer
á las medidas que reclama la opinion sen-
sata del país y que realmente son convenien-
tes y beneficiosas, harán probablemente en
lo sucesivo menos frecuentes ó innecesarias
de todo punto las agitaciones populares, que
sólo se renovarian si las cámaras estuvieran
en contradiccion con la opinion pública so-
bre alguna medida importante. Macaulay
ha dicho que el verdadero secreto del poder
de los agitadores, consiste en la obstinacion
de los ministros, y que los gobiernos cuer-





damente liberales hacen al pueblo moderado.
Podria haber añadido á esta observacion
exacta , que la fuerza y el prestigio de las
oposiciones dentro y fuera del parlamento,


1
nacen siempre de la torpeza, de las arbitra-


riedades ó de la inmoralidad de los gabi-


27


netes, mientras que con rectitud, con la
estricta observancia de las leyes y con re-
formas prudentes hechas con oportunidad
consiguen constantemente los gobiernos la
aprobacion y el apoyo del país. En Ingla-
terra, por su antigua y robusta organizacion
social, no tiene la libertad política el carác-
ter democrático exagerado que en otros paí-
ses; y la opinion pública representa fiel-
mente la voluntad y los intereses de la nacion
y no los de una sola clase. Así se explica que
el periódico más popular é influyente es el
Times, diario liberal pero no radical ni de-
mocrático, en el sentido que á estas palabras
se dá en el continente.


Condicion propia de los partidos de ideas
avanzadas, aun en las naciones más sensa-
tas, es el deseo de marchar con rapidez por
el camino de las innovaciones, sin advertir
que á las veces no interpretan bien las nece-
sidades y las exigencias del país, y que por
impaciencia pueden poner en peligro las re-
formas anteriormente hechas. Por esta causa,
los radicales ingleses, contrariando á los an-




28


tiguos whigs, que consideraban el bill de 1832
como el complemento casi definitivo de la
constitucion, y como una ley que en larguí-
simo espacio de tiempo no habria de modifi-
carse, consiguieron de lord John Russell,
jefe del gobierno, que para corregir las omi-
siones de su propia obra y los defectos del
sistema electoral, presentase al parlamento
en 1852 un proyecto que suprimia los burgos
con mónos de 500 electores para agregarlos
á los distritos inmediatos; que daba repre-
sentacion directa en la cámara de los Comu-
nes á pueblos y ciudades importantes que
anteriormente no la tenian ; y que apreciando
el aumento de instruccion de la clase obrera
y de las clases bajas en general, concedia el
derecho electoral , en los burgos á los que
ocuparan casas de cinco ó más libras de pro-
ducto imponible para la contribucion de los
pobres : en los condados á los poseedores de
bienes inmuebles valuados con la cuota de
veinte ó más libras para los impuestos loca-
les, y á los enfiteutas y renteros señoriales
copy-holders lease-holders), y á los usu-


29
fructuarios y arrendatarios de bienes in-
muebles valuados con un producto de cinco
ó más libras anuales : y lo mismo en los
burgos que en los condados, á los que pa-
gasen dos libras esterlinas de contribuciones
directas al estado. La dimision del ministe-
rio impidió que este bill llegara á la segunda
lectura, pero desde entónces la reforma elec-
toral formó parte del programa del partido
whig ó liberal , y despues tambien del pro-
grama de los conservadores, por más que el
país mirara la proyectada innovacion con
marcada indiferencia.


Por causas diversas no tuvieron mejor
suerte que este bill los que sobre el mismo
asunto se presentaron en los años sucesivos.
No llegaron á ser ley ni el de lord John Russell
en 1854, en la época del ministerio de coa-
licion del conde de Aberdeen, en el que por
vez primera se adoptaban disposiciones para
dar representacion á las minorías numerosas
en los distritos y ciudades que eligen tres ó
más diputados : ni el de 1859 de Mr. Disraeli,
canciller del Exchequer del segundo gabi-




30


nete del conde de Derby, que dió ocasion á
la disolucion del parlamento y despues á la
dimision del gobierno ; ni el de 1860 de lord
John Russell en el segundo ministerio de
lord Palmerston ; ni el del mismo lord John
Russell en 1866, cuando con el título de
conde de Russell, y habiendo pasado á la
cámara hereditaria, se halló por cortos meses
al frente del gobierno.


En esta subasta de reforma electoral para
aumentar el número de electores, en que la
nacion no mostraba interés alguno, hizo la
casualidad que resultaran como mejores pos-
tores los que en un principio la habian com-
batido y al fin habian tomado parte en ella,
para atraerse el apoyo de la clase obrera.
En 1867, estando los conservadores en el
poder, siendo por tercera, vez primer lord del
.Tesoro el conde de Derby llegó á ser ley,
despues de haber recibido no pocas enmien-
das y modificaciones, un proyecto presentado
por Mr. Disraeli , canciller del Exchequer
jefe de la mayoría en la cámara de los
Comunes. Segun esta ley (the re:presentation


:31


of the people ad 1867), que se puso en vigor
en Inglaterra en 1868, y se hizo extensiva
en el mismo año á Escocia y á Irlanda, son
electores en los condados los que sobre bienes
inmuebles, valuados con el producto anual
de cinco ó más libras esterlinas, tengan dere-
chos de posesion y disfrute por cualquiera de
los títulos que la misma ley especifica, ya
como propietarios ó meros poseedores, ya co-
mo usufructuarios y arrendatarios en virtud
de contratos á plazo que no baje de 00 años,
cualquiera que sea el tiempo que falte para
su vencimiento : y tambien los que en 31 de
Julio de- cualquier año y en los doce meses
anteriores se hallen en posesion efectiva, á
título de dueños ó por cualquiera otro dere-
cho real, de bienes inmuebles, valuados para.
los impuestos locales con el producto de doce


más libras esterlinas, habiendo pagado du-
rante ese tiempo las contribuciones destina-
das al socorro de los pobres, en proporcion de
aquella cantidad. En los burgos son electores
los que en el último dia de Julio de cual-
quier año y en los doce meses anteriores han




32


ocupado como propietarios ó inquilinos en el
mismo burgo , casa ó habitacion (dwelling
house), pagando durante este tiempo como
tales dueños ó inquilinos los impuestos para
pobres; y tambien tienen el derecho elec-
toral los que como huéspedes han ocupado
independientemente en el mismo burgo, con
antelacion de doce meses lo ménos al 31 de
Julio de cualquier año, habitaciones que sin
muebles valdrian de alquiler anual diez ó más
libras esterlinas. Con objeto de dar adecuada
y proporcionada representacion é influencia
á las minorías en las elecciones, dispone esta
ley que en los condados y burgos que tienen
tres representantes, los electores no puedan
votar más que á, dos candidatos : y que en
la ciudad de Lóndres , que elige cuatro di-
putados, cada elector no vote más que á tres.
Los treinta y ocho burgos cuya poblacion no
llegó á diez mil habitantes en el -último censo
anterior á la ley ( el de 1861) han perdido
uno de los dos representantes que antes en-
viaba al parlamento cada uno de ellos ; pero
la ciudad de Manchester y los burgos de Li-


33


verpool , Birminghan y Leeds , eligen cada
uno tres diputados. Se han creado diez nue-
vos burgos, de los cuales nueve eligen cada
uno un diputado y dos el restante, que es el
de Ch.elsea. Dos antiguos burgos , Merthyr
Tydvil y Salford, que solamente nombraban
un diputado cada uno, nombran ahora dos;
y el burgo de Tower Hamlets cuya pobla-
cion ha crecido considerablemente , se ha
dividido en dos secciones , que elegirá cada
una dos diputados. Trece condados, los más
populosos naturalmente, se han dividido en
nuevas circunscripciones, resultando en ellos
35 distritos que eligen cada uno dos repre-
sentantes. A la universidad de Lóndres se le
ha dado un representante en el parlamento
que elegirán los graduados, inscritos en el
registro , que forman el claustro (convoca-
t'ion) de aquella corporacion. Tales son las
principales y culminantes disposiciones de
esta ley reciente , que sin aumentar el ya
excesivo número de diputados, ha hecho va-
riaciones importantes en la designacion y
reparticion de distritos; ha dado medios de


3




34


elegir un representante á las minorías que
componen más de la tercera parte de los
electores en las grandes circunscripciones; y
rebajando y facilitando las condiciones para
ser elector, ha aumentado el cuerpo electo-
ral en más de un millon de electores perte-
necientes en mucha parte á la clase obrera;
la cual si bien ha ganado mucho en ilus-
tracion en los últimos anos, no puede tener
la sensatez, la moderacion y el instinto de
gobierno de las clases medias que son más
ricas, tienen mayor bienestar y más que
perder : y áun cuando con notable prevision
se ha disminuido el número de diputados de
los burgos pequeños y se ha aumentado el
de los condados , para dar mayor representa-
cion á los elementos conservadores, esta mo-
dificacion no impedirá probablemente que el
sufragio concedido á las clases bajas , á las
que con impropiedad se llama el cuarto es-
tado, dándoles en las elecciones una in-
fluencia directa de que untes carecian , varíe
con el tiempo en sentido democrático las
tendencias de la cámara de los Comunes.


35


Los efectos de la nueva ley no se han podido
apreciar hasta ahora; ya porque desde que
está vigente no ha habido más que una


• eleccion general, que ha producido la caida
del ministerio que llevó á cabo esta refor-
ma, y el nombramiento del gabinete Glads-
tone ; ya porque los cuantiosos gastos que
origina una eleccion para los candidatos en
Inglaterra, ha impedido que los obreros y
las personas de escasa fortuna se presenten
á solicitar los votos en los distritos en que
podrian contar con mayoría. En ocasiones
diversas , y en beneficio de los candidatos
pobres, se han presentado al parlamento
proposiciones y proyectos para que todos los
gastos electorales se satisfagan por la nacion
ó por los distritos ; y si alguna vez llega á
aprobarse esta cara innovacion , aunque es
dificil que esto suceda, entónces se conoce-
rán en toda su extension los efectos y los in-
convenientes que puede tener en la práctica
la ley de Mr. Disraeli.


En el siguiente año de 1868, y tambien
por iniciativa del ministerio de lord Derby,




36
se votó una disposicion muy útil para evitar
que se falsee y no se respete, por espíritu de
partido ó por miramientos personales, la vo-
luntad de la mayoría de los electores en los
distritos. Desde el reinado de Isabel en el si-
glo décimosexto, el conocimiento y la resolu-
cion de todos los asuntos referentes á las elec-
ciones protestadas, que hasta aquel tiempo
habían correspondido al rey en Consejo y
al tribunal de la Cancillería, formaron parte
de las atribuciones de la cámara de los Co:
munes, que abusó con frecuencia arbitraria-
mente de este importante derecho que se le
habia reconocido, decidiendo en los casos en
que habia duda acerca de la validez 6 de la
legalidad de las elecciones, sin tomar en
cuenta las prescripciones de la ley, las faltas
ó los delitos que se hubieran cometido, ate-
niéndose únicamente á las opiniones polí-
ticas, á la posicion social y á las personales
circunstancias de los candidatos que hablan
luchado. La excesiva y escandalosa parciali-
dad de la cámara de los Comunes llegó en
este punto á tal extremo, que en el siglo


37


décimoctavo se aprobó una ley propuesta
por Jorge Grenville, que conferia el exámen
y la decision en las elecciones dudosas, á
una comision de diputados, de cuyo fallo no
habia apelacion, designada segun un mé-
todo especial y acertado, por la cámara
misma, y en la cual tenian voz y voto los
representantes, abogados y defensores del
candidato que en el distrito habia sido pro-
clamado y del que aparecia vencido.


Durante algun tiempo se remedió el anti-
guo mal, y las comisiones creadas por el acto
de Grenville procedieron con rectitud y con
independencia; pero al cabo los intereses de
partido y la pasion política se sobrepusieron
á la imparcialidad y á la justicia. Los abu-
sos de las primeras épocas adquirieron mayor
extension, y fué indispensable que sir Ro-
berto Peel organizara de distinta manera
para corregir estos defectos las comisiones
parlamentarias que entendian en los casos
de elecciones protestadas. Continuó, sin em-
bargo, la propension á proteger á los candi-
datos que profesaban las mismas opiniones




38


que la mayoría de la cámara. Babia demos-
trado una prolongada experiencia la gran
dificultad, casi la imposibilidad, de que los
diputados no fueran parciales en asuntos de
esta clase; y que originaba enormes gastos
á los que disputaban sobre la validez de una
eleccion, la necesidad de presentar en Lón-
dres ante la comision de la cámara las prue-
bas suficientes de la legalidad ó de la ilega-
lidad de los actos que daban ocasion para
la protesta. Por este motivo y porque hay
marcada tendencia en la opinion del público
y de los hombres políticos á disminuir el
número de asuntos de que se ocupa la cámara
de los Comunes, que ha llegado á ser exce-
sivo, presentó Mr. Disraeli un proyecto que
fué aprobado (act for the Grial eleccion pe-
¿ilion by judyes), aunque con carácter tem-
poral hasta que se vieran sus resultados, el
cual concede á jueces especiales, designados
por el tribunal del Banco de la reina, plena
jurisdiccion para entender y sentenciar se-
gun los procedimientos judiciales acerca de
todas las reclamaciones relativas á eleccio-


39


nes. Los efectos de esta importante innova-
cion han sido hasta ahora tan buenos, que
se ha declarado la ley de 1868 definitiva y
perpétua. Los jueces, inamovibles, indepen-
dientes del gobierno y de los partidos han
administrado justicia con imparcialidad, y
el sistema de resolver estas cuestiones en el
punto mismo en que la eleccion protestada
se ha verificado , ó en otro muy inmediato,
facilita el esclarecimiento de los hechos y la
averiguacion de la verdad, y evita á los in-
teresados en estos procedimientos, gastos tan
cuantiosos como innecesarios. Recientemente
ha habido un caso notable de la ejecucion
de esta ley. A. principios de 1872, el capitan
Trench, candidato vencido en Galway en
Irlanda por el capitan Nolan, acudió al juez
quejándose de ilegalidades y coacciones co-
metidas en el distrito ; y el juez Mr. Keogh
(Mr. lastice Á' eoy70 despues de una infor-
macion muy detallada y de oir á innumera-
bles testigos, anuló la eleccion, fundando
su decision en que habia obtenido el triunfo
Mr. Nolan por influencia indebida del clero


r




40


católico; y el tribunal de pleitos comunes
de Dublin, no sólo confirmó esta resolucion
sino que declaró que Mr. Trench tenia de-
recho á tornar asiento en la cámara de los
Comunes. El juez Keogh habia usado en
su dictamen frases apasionadas y térmi-
nos extremadamente duros, impropios de
su elevado cargo, contra el clero católico,
y esta censurable intemperancia de len-
guaje y la extraña resolucion del tribu-
nal superior, que en vez de disponer que se
procediera á nueva eleccion , proclamaba
diputado al candidato que habia tenido me-
nor número de votos , imitando hasta cierto
punto el mal ejemplo de la admision en el
parlamento del coronel Luttrell, cuando en
el siglo :decimoctavo fué vencido en Mid-
dlesex por el célebre Wilkes, causaron dis-
gusto y sorpresa en el público. Cuando el
oficial (clerk) de la cámara de los Comunes
leyó el 13 de Junio el informe y la decision
del tribunal de Dublin, Mr. Gladstone, jefe
del gabinete, dijo que conforme á la ley vi-
gente, la cámara debia conformarse con la


41


resolucion del tribunal, disponiendo que al
dia siguiente se presentase el oficial de la
corona (clerk o/' the erovn,), con la última
acta (Murne) del condado de Galway para
enmendarla, borrando el nombre del capitan
Nolan y poniendo en su lugar el del capitan
Trench. Pidió sir C. O'Loglen , diputado
católico irlandés, que se aplazase hasta des-
pues de unos dias la proposicion del ministro
por tratarse de una cuestion grave y difícil,
áun en opinion del mismo tribunal, que
habia manifestado que el caso era entera-
mente nuevo, y que no habia hallado nin-
guna resolucion anterior que hubiera podido
servirle de guía ; y por creer que si bien
procedia la anulacion de la eleccion, procla-
mar al diputado vencido, era un peligroso
precedente para los derechos de todos los
electores del reino. Replicó Mr. Gladstone,
que cou arreglo á la ley el gobierno y la
cámara no podian hacer otra cosa que cum-
plir pronto la decision del tribunal, sin per-
juicio de que la cámara se ocupara más ade-
lante de este asuUto que realmente era muy




42


importante. En confirmacion de este parecer
se levantó Mr. Disraeli, jefe de la oposicion,
para recordar que al discutirse la ley se ha-
bia tratado de si deberia dejarse apelacion
ante la cámara de las resoluciones de los tri-
bunales en estos asuntos, y que se habia
acordado que no. Las disposiciones de la ley
no dejan en verdad lugar á duda, y como en
Inglaterra los gobiernos, las oposiciones y el
parlamento, creen que su primer deber es
someterse á las leyes y cumplirlas, al si-


_ guiente dia, el oficial de la corona, en pre-
sencia de la cámara, puso en el acta del con-
dado de Galway- en lugar del nombre del
capitan Nolan, el del capitan Trench, y se
declaró que éste habia sido debidamente ele-
gido el 6 de Febrero. Algunos diputados
irlandeses pidieron despees la destitu cien ó
la traslacion del juez Keogh por haber usado
en su dictámen expresiones violentas y ofen-
sivas para personas y para clases respetables;
pero el gobierno, sin desconocer la inconve-
niencia de sus palabras, le ha conservado
en su puesto, invocando la necesidad de res-


43


petar la inamovilidad. de la magistratura.
La ley de elecciones parlamentarias y


municipales (Parlionentary and municipal
elections bill) que establece por vez primera
la votacion secreta, y que difiere en varios
puntos esenciales del proyecto presentado
en 1871 y desechado entónces por gran ma-
yoría en la cámara 4 los Lores, ha sido al
fin aprobada en la legislatura de 1872, y se
ha aplicado ya en algunas elecciones par-
ciales. La tendencia de la cámara al discu-
tirla, segun se ha visto en repetidas vota-
ciones, ha sido que haya libertad. absoluta
en el elector, que la publicidad del voto no
sea obligatoria, pero que tampoco lo sea el
voto secreto, y que no se castigue al que
desea dar á conocer por quién ha votado.
Hay que advertir que en la práctica no
ofrece graves inconvenientes el que el elec-
tor desdoble y muestre su papeleta antes de
ponerla en la urna, pues las Únicas perso-
nas que se hallan presentes en el acto de la
votacion, son el presidente (presiding 07-
ce9), sus asesores y un agente de cada can-




44


didato, los cuales prestan juramento de
guardar secreto absoluto de lo que puedan
ver 6 entender. El gobierno que deseaba que
el voto secreto fuese obligatorio, aceptó una
enmienda de Mr. Leatham, que castigaba
con tres meses de prision y trabajos forzosos
(7tard labour) al elector que voluntariamente
enseñase la papeleta electoral para mostrar
por quién había votado; mas siendo esta
pena exagerada é injusta, se desechó la en-
mienda por 274 votos contra 246, quedando
derrotado el ministerio. Manifestó entónces
Mr. Gladstone, que aunque con esta vota-
cion había recibido la ley un rudo golpe, no
podia el gobierno abandonarla, y que si la
experiencia demostraba la necesidad de la
garantía desechada, se establecería por una
ley especial. Para impedir que se coarte la
completa libertad del elector, se ha impuesto
la pena de seis meses de prision á, la persona
que por cualquier medio induzca á un elec-
tor á desdoblar ó enseñar su papeleta electo-
ral. Era imposible que al discutirse una ley
de esta clase no se tratara de disminuir para


45


los candidatos los cuantiosos gastos que oca-
siona obtener un asiento en el parlamento.
Propuso el acreditado profesor Mr. Faucett
que los gastos legales de la eleccion, aque-
llos que autorizan las disposiciones vigentes,
y que se pueden calificar de indispensables
ó necesarios, se pagasen con las contribucio-
nes locales. Esta proposicion se desaprobó
por 261 votos contra 169, á pesar de haberla
apoyado Mr. Forster, , el ministro encargado
de los debates referentes á la ley electoral,
el cual, encareciendo su utilidad para que
los obreros pudieran venir al parlamento,
anunció_ que si la rechazaba entónces la ma-
yoría, sería preciso votarla en plazo no muy
largo.


Antes de terminar en comité el examen de
todas las cláusulas del bill de votacion se-
creta, tuvo que ocuparse la cámara del pro-
yecto de • supresion de las incapacidades po-
líticas de las mujeres ( Wonzen' s
removal bill). Alegó Mr. Jacobo Bright al
apoyarlo, que ninguna asamblea legislaba
con interés y eficacia para clases que en ella




46


no tenian intervencion y representacion,
como lo probaba el que no se habian discu-
tido y remediado en su mayor parte los
agravios y necesidades de las clases medias
y de la clase obrera, hasta que habian lo-
grado la franquicia electoral por las leyes de
reforma de 1832 y 1867, y que por este mo-
tivo, hasta que las mujeres pudieran tener
asiento en la cámara de los Comunes, no se
atenderia á su educacion, no se modificarian
las irritantes desigualdades de la ley de di-
vorcio, la ley de propiedad, la referente á
enfermedades contagiosas, y la relativa al
cuidado de los hijos, tan contrarias y perju-
diciales todas á los intereses de las mujeres.
Defendió al propio tiempo su capacidad po-
lítica y su derecho á ser oidas en las nume-
rosas cuestiones que las importaban y se
trataban en el parlamento, y recordó que el
año anterior Mr. Disraeli votó que se les
diera el derecho electoral, y Mr. Gladstone,
aunque votó en contra, pronunció un dis-
curso en pró. Preguntado si quería conceder
tambien voto á las casadas, ó únicamente á


las solteras ó viudas, corno indicaba el pro-
yecto, contestó que creía suficiente el voto
de casa ó inquilinato (kousehold suptrag e)
para que cada casa tuviera un voto. Apoyó
despues este bill el procurador general (attor-
neygeneral), que indicó que las mujeres te-
nian suficiente aptitud para los deberes po-
líticos, como lo demuestran los reinados de
Isabel y de Ana, y que el concederlas el
voto sería un poderoso estímulo para reformar
las bárbaras disposiciones de la ley con res-
pecto á sus propiedades.


De distinta opinion fue Mr. Bouverie, que
sostuvo que aquel proyecto era odioso y an-
tipático para la inmensa mayoría de las mu-
jeres bien educadas é instruidas; que si se
aprobaba se añadirian 320.000 electores fe-
meninos al cuerpo electoral; que si alguna
vez se llegaba al sufragio universal, los elec-
tores hembras excederian á los varones lo
menos en 350.000, y que, aun con la ley
actual, en los distritos en que las fuerzas
estuviesen muy equilibradas ellas decidirian
y darian á la política un carácter femenino,




48


contra el cual él protestaba. Añadió que por
la fuerza irresistible de la lógica, si las mu-
jeres votaban, deberian tambien ser elegibles
para el parlamento, para un puesto en el
ministerio, y tal vez para la presidencia de
la cámara, hasta que se las admitiese en todas
las carreras, inclusa la de las armas, en el
ejército y en la marina. Esto era opuesto á la
religion y á la naturaleza, y se fundaba en el
error de que la situacion económica del sexo
femenino cambiarla por concederle privile-
gios políticos. El gobierno es una parte del
trabajo duro y difícil de la vida, como el arar
la tierra, navegar y pelear, que corresponde
á los hombres, y sería inconveniente y ab-
surdo sacar á las mujeres de su esfera natu-
ral y propia, para emplearlas en esas ingra-
tas y rudas tareas. Un elevado empleado de
la administracion habló en igual sentido, y
el proyecto de Mr. Bright fué desechado
por 2.22 votos contra 143. La mayoría contra
la segunda lectura fué de 79 votos, mien-
tras que no habia pasado de (53 contra una
proposicion análoga en 1870. Algunos dipu-


49


tados reconocieron francamente que entón-
ces votando el Lin se hablan. equivocado. El
procurador general de Irlanda confesó su
error, y Mr. Osborne Morgan refirió que en
un período de cuatro años tan sólo habia, en-
contrado cuatro mujeres que desearan la
franquicia electoral, ó que estuvieran dis-
puestas á ejercerla si se les concedía. Observó
que se hablan presentado al parlamento pe-
ticiones con 250.000 firmas en favor del bill
desechado, pero que no se sabia cuántas de
estas firmas eran de mujeres; y áun supo-
niendo que lo fueran todas, contrastarla este
número con el significativo silencio de mi-
llones de mujeres á quienes les es indife-
rente ó antipático y repulsivo el derecho que
se quiere otorgarles. Es indudable, segun
un escritor inglés, que desde 1870 han per-
dido terreno los promovedores del voto para
las mujeres, y este cambio en la opinion
consiste sin duda en que se ha comprendido
que la franquicia electoral, ó carece de im-
portancia, y en ese caso no hay para qué
concederla, ó si la tiene, trae como conse-




1


50


cuencia forzosa la concesion de todos los
demás privilegios políticos ; no pudiendo
compararse el voto municipal de que ya dis-
frutan las mujeres en Inglaterra, con el voto
para elegir miembros del parlamento, que
lleva y arrastra involuntariamente á los que
lo tienen á luchas agitadas y violentas. Si
se concediera el derecho electoral á las mu-
jeres, se llamaria á la vida política á una
clase que nunca se ha ocupado directamente
de ella, y que durante muchas generaciones
se ha educado con distinto objeto. El votar
en las elecciones y el ocuparse de los nego-
cios públicos, no ha variado la vida del
hombre, pero verificaría un cambio radical
y completo en la existencia de las mujeres.
Perderían el reposo que tanto conviene á sus
hábitos y á sus gustos, y en las épocas de.
eleccion se verian importunadas, asediadas
y amenazadas por mil diversos modos, más
aún que los hombres, para que dieran sus
votos á un candidato determinado. Despues
de exponer algunas de las consideraciones
que esta importante cuestion ha sugerido á


51


diputados y escritores de la Gran Bretaña,
sólo añadiré una observacion por mi parte.
Tengo elevada idea del entendimiento de
las mujeres, y estimo que en manera alguna
son inferiores por este concepto ni por pren-
das de carácter á los hombres; las hay de
capacidad tan sobresaliente, que bien pudie-
ran dirigir con acierto los negocios públicos;
y en algunos países los hombres gobiernan
y administran tan mal y tau torpemente,
que al parecer ántes habrian ventaja que
daño en que las mujeres los reemplazaran.
No soy,. sin embargo, partidario de que se
les den la franquicia electoral y otros dere-
chos políticos. Quiero que se mejore y se en-
sanche su educacion científica y literaria
hasta los límites de lo posible, y no me
opongo á que tengan grande intervencion
en la política, como la tienen irresistible en
todos los asuntos de la vida : mas prefiero
que la ejerzan influyendo constantemente
sobre el hombre, con cariño y con dulce
persuasion dentro del hogar doméstico, como
madres, hermanas, hijas y esposas, y no




52


deseo verlas contrariando las condiciones
especiales de su delicada naturaleza, ni en
los colegios electorales, ni en los sillones de
los tribunales, ni en los escaños de las
asambleas.


Al discutir los lores el proyecto de ley de
votacion secreta, le modificaron considera-
blemente por medio de enmiendas, siendo
las dos más esenciales la del duque de Bici-
mond para que el voto secreto fuese volun-
tario y no obligatorio, y la de lord Beau-
champ , para que la nueva ley no durase más
que hasta 31 de Diciembre de 1880. La cá-
mara de los Comunes aceptó aunque con
repugnancia esta última, pero rechazó la
primera, que hacía ilusorio el objeto del
gobierno al presentar la ley, y los lores no
insistieron en ella. Se aprobaron algunas de.
las otras enmiendas ménos importantes vo-
tadas por la cámara aristocrática, y hubo
transaccion prudente respecto de las restan-
tes. El ballot bill es un reconocimiento in-
directo de la falta de energía y de indepen-
dencia de un gran número de electores, • y


53


es tambien un descenso de un nivel más
alto á otro más bajo de moralidad política.
El país no deseaba la votacion secreta, y
teniendo hoy el cuerpo electoral más inde-
pendencia que nunca, sólo se explica su
adopcion por los compromisos y rivalidades
de los partidos políticos. Con el nuevo sis-
tema acaso disminuirá la intimidacion y
ganará la organizacion y la disciplina de
los partidos, pero crecerá la corrupcion y
aumentará la influencia de los ricos. Ha-
blando de esta ley, ha dicho un distinguido
escritor inglés, que clespues de una contro-
versia de cuarenta años, se ha verificado un
gran cambio constitucional, á pesar de la
unánime hostilidad de la cámara de los Lo-
res, de la se-creta ó tácita desaprobacion de
la cámara de los Comunes, y de la indife-
rencia completa de la mayoría de la nacion.


Conocidas las importantes y recientes re-
formas del sistema electoral inglés, exami-
naremos la naturaleza, las atribuciones y la
relativa influencia de las tres grandes insti-
tuciones que componen el parlamento, viendo




54


de qué manera satisface las difíciles exigen-
cias del gobierno • y de la administracion en
la época presente el régimen constitucional.
Utiles y provechosas enseñanzas han de re-
sultar de este estudio, pero hay entre ellas
dos , que indicaré desde luego, porque son
las de mayor trascendencia y como el: prin-
cipio y el origen de donde nacen todas las
demás. Es la primera, que no puede haber
libertad política y el gobierno de la nacion
por la nacion, allí donde no existen profun-
das, arraigadas y sinceras las creencias reli-
giosas. La libertad degenera en licencia y
produce necesariamente anarquía, si los que
han de disfrutarla y ejercerla no tienen el
sentimiento del deber con relacion al país, y
de obediencia respecto á los poderes consti-
tuidos y á las leyes vigentes , que única- .
mente dá la religion. La revolucion de los
Países-Bajos en el siglo décimosexto, la de
Inglaterra en el décimoséptimo, la de los
Estados-Unidos en el siglo décimocta,vo, han
tenido éxito y han logrado fundar gobier-
nos libres y constitucionales , porque sus


55


autores, religiosos al par que patriotas, no
prescindieron de la religion dominante en el
país y no la persiguieron ; ántes procuraron
protegerla y enaltecerla, para aumentar su
prestigio en el ánimo de sus conciudadanos.
La revolucion francesa, atea, impía, incré-
dula, ha quitado abusos .y privilegios opre-
sivos del antiguo régimen, ha proclamado
muchos principios y derechos absolutos,
pero no ha acertado á establecer sobre bases
sólidas y estables la libertad política y el
gobierno parlamentario. El pueblo de la Amé-
rica del Norte , modelo para muchos demó-
cratas que no se toman el trabaj o de estudiarle,
es un pueblo religioso. Durante la reciente
guerra de separacion el presidente designó
con frecuencia dias de ayuno y oracion en
toda la república, para el restablecimiento de
la paz. En las tres convenciones que han
celebrado últimamente los grandes partidos
políticos en Cincinati , en Filadelfia y en
Baltimore para tratar de la eleccion de pre-
sidente, ántes de conocer el candidato y dis-
cutir el programa político para la campaña




aB


presidencial, un sacerdote ha leido oraciones
quo han escuchado con recogimiento y devo-
cion, aun en aquel momento de excitacion
de las pasiones políticas, todos los concur-
rentes. Y hace pocas semanas con oraciones
y rezos comenzaba en París la gran comida
con que el ministro y los más notables súb-
ditos norte-americanos, celebraban el feliz
éxito de la atrevida y valiente expedicion
de Mr. Stanley en busca del doctor Livings-
tone , que recuerda, sin igualarlas, aquellas
de los esparioles en el desconocido continente
americano durante el siglo décimosexto. Los
republicanos yankées , muy diferentes en
esto de los republicanos del antiguo mundo,
piensan que en todas las circunstancias difí-
ciles y solemnes de la vida se debe pedir la
proteccion de Dios. Los demócratas y libera- .
les europeos que hacen vanidosa gala de in-
credulidad é irreligion , que lastiman por
sus impiedades los sentimientos religiosos del
país, y disuelven comunidades y asociacio-
nes religiosas, dejando de contribuir, por
frívolos pretextos, al sostenimiento del culto


y del clero, á que están obligados, no sólo
infringen los principios y derechos que pro-
claman, sino que cometen una gran torpeza
y una insigne injusticia ; muestran un des-
conocimiento tan completo como presuntuoso
de la historia moderna y del estado de las
naciones más civilizadas en la época presente,
y nunca lograrán fundar un gobierno cons-
titucional y representativo.


Es la segunda enseñanza que se despren-
derá de estos estudios, que no hay libertad
sin órden constante y asegurado. La libertad
política puede existir lo mismo en las mo-
narquías que en las repúblicas, y con fre-
cuencia alcanza mayor desarrollo en donde
el poder supremo es hereditario. Mr. Thiers,
jefe de un gobierno que procura ser republi-
cano, decia con razon en .1870, que hay
más libertad en Lóndres que en Washington.
La condicion precisa, esencial, ineludible
para que haya régimen parlamentario, para
que la nacion se gobierne por medio de las
cámaras, es que todos los partidos y agrupa-
ciones políticas cumplan y observen las leyes




58


vigentes, y formen el inquebrantable y fir-
me propósito de no variarlas, de no buscar
el triunfo de sus ideas y de sus principios, y
de no aspirar á la direccion de los negocios
públicos más que por caminos estrictamente
legales, que son siempre suficientes, aunque
largos á las veces, para los que tienen de su
parte la razon , el derecho, la justicia y el
apoyo de la opinion del país. Este principio
es fundamental , y cuando no se acata, el
gobierno parlamentario que es gobierno de
medios y de procedimientos legítimos, pací-
ficos y ordenados, desaparece, para dar lu-
gar á una anarquía segura y á una pertur-
bacion constante en las relaciones de los
altos poderes del estado. Desde el momento
en que los partidos al corto tiempo de estar
en la oposicion se muestran ganosos de llegar .
al gobierno ó de cambiar las instituciones
por insurrecciones y actos de fuerza, deja de
existir el sistema representativo, y al go-
bierno de los más inteligentes y de los más
dignos, sucede el mando de los más atrevi-
dos, de los más audaces, de los más diestros


59


en las intrigas y más avezados á las conspi-
raciones. Los hombres públicos que carecen
de paciencia para estar fuera del poder, y
de perseverancia para conquistar legítima-
mente el apoyo de la mayoría de la nacion,
no pueden gobernar con el prestigio que dá
el no tener que sonrojarse de la conducta
pasada, y les falta autoridad moral para cen-
surar y para castigar atentados iguales á los
que ellos anteriormente han cometido. Los
republicanos que promueven disturbios y
conspiran contra las monarquías parlamen-
tarias, comprometen el porvenir que pueda
tener su causa, y se equivocan si de buena
fé piensan, que sólo con el cambio de la for-
ma de gobierno, por tal camino realizado,
pueden dar al estado paz y órden, y á los ciu-
dadanos derechos ilimitados y absolutos. El
régimen constitucional y la libertad política
no pueden existir sin moderacion, sin cor-
dura y sin abnegacion en los partidos, y
cuando éstos por su ambicion, por su insen-
satez y por sus locuras, acaban con la mo-
narquía parlamentaria, hacen tambien im-




GO
posible é impracticable la república, más
peligrosa é impotente entónces que la mo-
narquía, porque despierta mayores ambicio-
nes y cuenta con ménos medios y elementos
de resistencia y de defensa.


7 de Enero de 1873.


LECCION*SEGUNDA.


La Monarquía.


Opiniones diversas sobro la monarquía en Inglaterra.—E1
monarca tiene hoy las mismas prerogativas que en
tiempo de la reina Ana.— El pueblo inglés ha sido
siempre monárquico.—No dejó de serlo ni en la época
de Cromwell.—E1 cambio de dinastía en 1688 fué muy
impopular durante largo tiempo.—Demostraciones del
sentimiento monárquico con motivo de la enfermedad
del príncipe de Gales en 1872.—Manifestacion monár-
quica en la cámara de los Comunes al discutirse una
proposicion de Sir C. Dilke.—Discurso. de Mr. Disraeli
probando las ventajas de la monarquía.—La cuestion de
la alcoba ( bedehamber-queetion ) en 1839.—Opinion de
Peel y del partido whig sobro el cambio de la servidum-
bre de la reina.—Relaciones del monarca con sus mi-
nistros responsables.—Memoranclum de la reina á lord
Palmerston en 1850.—El monarca puede negar su san-
clon dios proyectos aprobados por las cámaras.—Nom-
bra los ministros.—Conveniencia de que discuta con
ellos todas las medidas y nombramientos que le pro-
ponen.—Disuelve la cámara de los Comunes.—Tiene
la facultad de nombrar lores temporales hereditarios sin
limitacion alguna.—Prestigio do la monarquía cn la
Gran Bretaila.— Opin ion de Mr. Bright.




SEÑORES :


Diversas son las opiniones de los publi-
cistas y de los políticos sobre la institucion
monárquica en Inglaterra , sus fundamen-
tales condiciones, sus prerogativas constitu-
cionales, sus relaciones con el gabinete y con
las cámaras del parlamento, su intervencion
en el gobierno , su popularidad y prestigio
en la nacion, y su porvenir en época no re-
mata. Segun unos , el monarca británico,
por las importantes atribuciones que las leyes
le reconocen y que los partidos respetan, y
por la autoridad moral de su elevada posi-




1
64


cion, tiene constante y eficaz influencia en
la direccion de la política interior y exte-
rior. Creen otros qué desde la muerte de
Guillermo IV se realiza exactamente en la
Gran Bretaña el conocido principio de que
el rey reina y no gobierna; que sólo por
fórmula y conformándose con una práctica
antigua y tradicional, se solicita para los
acuerdos del parlamento la aprobacion de la
reina, que en ningun caso podria negarla;
que los ministros no la consultan los arduos
y difíciles negocios de estado ; y que no sólo
prescinden de su voluntad y de sus deseos
en la gobernacion del país , sino que para
privarla de iniciativa hasta en el interior de
palacio y para que sea completo el influjo
del partido que está en el poder, la obligan
á cambiar su alta servidumbre siempre que
ocurre un cambio de gabinete. Sostienen
muchos que el sentimiento monárq uico es
todavía tan profundo, tan sincero y tan ge-




neral en el Reino-Unido como en tiempos
anteriores, y que las reformas en sentido de-
mocrático que se llevan á cabo, y las ideas


65


revolucionarias , disolventes y niveladoras
que van infiltrándose y ganando prosélitos,
no conseguirán, no ya derribar, pero ni áun
conmover un trono respetado y venerado por
la inmensa mayoría de la nacion. No falta,
sin embargo, quien piensa que la monarquía,
se aproxima al término de su existencia; que
su desaparicion es inevitable en breve plazo,
por haber demostrado la experiencia que es
cara, y si no perjudicial, inútil por lo mé-
nos ; y que si no se la combate con vio-
lencia, sin trégua ni descansa, es porque
contiene á los decididos adversarios de esta
institucion la consideracion que merece la
digna y virtuosa señora que ciñe la corona.
Gran importancia tiene en el estado actual
de Europa y del mundo civilizado el estudio
de las condiciones de vida y estabilidad, y
de la probable suerte futura de la institucion
monárquica en aquel país. Si estuviera des-
tinada á desaparecer, siquiera fuera por me-
dios pacíficos y ordenados , segun algunos
aseguran, las escuelas y los partidos avan-
zados mirarian este suceso como el triunfo de


5




66
su doctrina y de sus principios , y proclama-
rian con la suficiente apariencia de verdad,
para convencer á las masas poco ilustradas,
que la libertad política en todo su desarrollo
y llevada á sus últimas consecuencias., es
incompatible con los poderes supremos here-
ditarios. Pero si hechos recientes, si mani-
festaciones espontáneas de entusiasmo, si la
opinion de ilustres estadistas y la franca con -
fesion de los oradores radicales, demues-
tran que aquel trono conserva su robusta
solidez y su tradicional prestigio, que sim-
boliza para el pueblo inglés la gloria, la
grandeza, la prosperidad y las libertades de
la patria , y que por un cálculo racional ha
de durar tanto como las otras instituciones
políticas, con las que comparte las altas fun-
ciones del gobierno, habrá que confesar que
en el antiguo continente por lo menos, la
monarquía parlamentaria es la forma de
gobierno que mejor se compadece con la li-
bertad política , la que procura á los súb-
ditos más derechos , más franquicias y más
inmunidades , dando al país garantías de


67


Orden, de reposo, de estabilidad y de mora-
lidad en la gestion de los negocios públi-
cos , que difícilmente se encuentran en los
estados en que es electiva la suprema ma-
gistratura.


La corona tiene hoy en Inglaterra las
mismas prerogativas que en tiempo de la
reina Ana. El acto de 1701, que hizo nuevos
llamamientos para ocupar el trono ( act of
settlement), es la última ley que ha modifi-
cado algunas de las atribuciones del monarca,
sin que despues se haya pensado en restrin-
girlas, ni áun en las épocas en que el rey ha
abusado de ellas para imponer su voluntad á
los ministros y para dirigir personalmente
la política del gobierno. No dispone en la
actualidad el soberano de aquella cuantiosa
lista civil que Permitia á Jorge III gastar
enormes cantidades en las elecciones, y dar
sueldos, pensiones y gratificaciones , para
contar con una mayoría compacta y segura
en la cámara de los Comunes; pero al perder
estos medios de corrupcion y de influencia
indebida, que hoy no podrian emplearse por-




68


que no los tolerarian la opinion pública y los
partidos parlamentarios, no ha perdido nin-
gun derecho legítimo, y ha ganado en el
respeto y en la consideracion del país, que no
puede ya acusarle de intervencion inmoral
en la gobernacion del estado. Una tradicion
constante y un acuerdo tácito de todas las
agrupaciones políticas , contribuyen á dar
siempre á la corona el mayor prestigio po-
sible á los ojos de la nacion , para conservar
sin menoscabo y áun para aumentar la fuerza
moral de lo que Mr. Bagehot califica de parte
imponente de la constitucion inglesa. La reina
firma los nombramientos de casi todos los
empleados públicos, hasta de la más ínfima
categoría. En su nombre se administra justi-
cia, y uno de los tribunales superiores se
llama el tribunal del Banco de la reina. A su
aprobacion se somete la eleccion de presi-
dente de la cámara de los Comunes. La fuerza
armada de mar y tierra se conoce con las
denominaciones de marina real y real ejér-
cito. Al que promueve desórdenes se le cas-
tiga, porque turba la paz de la reina. Los


69


empleados dependientes del ministerio de
negocios extranjeros, que llevan correspon-
dencia oficial á las legaciones y consulados,
no son correos de gabinete, sino mensajeros
de la reina. El gabinete ó consejo de minis-
tros, es el gobierno de SU .71/Pljestad; y el par-
tido que le combate y aspira á reemplazarle
es la oposicion de Su Majestad, porque está
dispuesta á servirla. El nombre de la reina
figura en primer término en todos los actos
oficiales. Nunca se llama á un inglés ciu-
dadano británico , sino súbdito británico,
palabras que implican el reconocimiento de
la supremacía del monarca. Estos hechos
prueban de una manera terminante que el
extraño sistema de tener monarquía con la
menor cantidad posible de rey, dejándole
convertido en un personaje de escasa impor-
tancia, que casi no se diferencia de los em-
pleados públicos más que en disfrutar de un
tratamiento superior, de mejor casa y de
mayor sueldo, no se conoce ni se aplica en
Inglaterra. Por el contrario, deslindadas y
definidas las atribuciones respectivas de la




corona y de las cámaras, para que no pue-
dan peligrar las franquicias de los súbditos,
desean el pueblo inglés y los hombres polí-
ticos que el monarca tenga independencia y
prerogativas propias y goce de gran autori-
dad moral en el país. Cuando se quiere tener
monarquía, hay que quererla sinceramente,
sin desconfianza , sin rebajarla , sin redu-
cir á la nulidad al príncipe que la perso-
nifica.


Constante y muy verdadero ha sido el
sentimiento monárquico en Inglaterra en
todos los períodos de su historia. No se debi-
litó, ciertamente, durante la prolongada lu-
cha del parlamento con los dos primeros Es-
tuardos. Reclamaron entónces las cámaras
con insistencia y con energía la observancia
y el cumplimiento (le las antiguas leyes;
pero nunca llegaron á la irreverencia, al
desacato, ni á la amenaza, antes hicieron
siempre protestas de obediencia y de sumi-
sien. Todavía durante la guerra civil entre
Carlos I y el largo parlamento, los puritanos
sostenían que no se habían levantado en ar-


mas contra su legítimo soberano, sino con-
tra los que le engañaban y aconsejaban la
violacion de la peticion de derechos y el des-
precio y la persecucion de sus fieles y leales
diputados. Preso el rey, y á pesar de que era
conocido su propósito de gobernar como so-
berano absoluto prescindiendo del concurso
de los lores y de los representantes de la na-
cion, los partidarios del parlamento inten-
taron conservarle en el trono. Su proceso y
su muerte fueron obra exclusiva de los crue-
les y fanáticos soldados de Cromwell , y die-
ron ocasion á universales muestras de repro-
bacion y de pena.. La tiránica y opresora dic-
tadura del Protector, no pudo impedir las
no interrumpidas demostraciones de todas
las clases sociales contra la república; y á
su fallecimiento, no existia fuera del ejér-
cito partido republicano, y hubo un movi-
miento general, irresistible y espontáneo de
un extremo á otro del país, para llamar y
aclamar con entusiasmo á la ausente dinas-
tía. A pesar de sus muchos defectos, pocos
monarcas han sido más populares que Cár-




d;-


72


los II, y que el mismo Jacobo II, en el prin-
cipio de .su corto reinado; como si la nacion
con repetidas pruebas de adhesion y de
afecto, se hubiera propuesto hacerles olvidar
las amarguras del destierro. Hay un episo-
dio en los graves acontecimientos de la re-
volucion de 1088, que es un testimonio elo-
cuente del acatamiento del pueblo inglés á
sus soberanos. En la primera tentativa de
fuga al continente, Jacobo II fué reconocido
y arrestado en el camino por gente que,
esperando sin duda obtener recompensa, le
condujo preso á Lóndres. Para Guillermo de
Orange y para los jefes whigs y torys , que
le halan pedido que viniera á Inglaterra
con tropas holandesas, este inesperado suceso
era en extremo favorable. El rey, que des-
pues de convenir en someter al parlamento
todas las cuestiones graves pendientes, aban-
donaba el país clandestinamente, tal vez
para solicitar el poderoso auxilio de Luis XIV
contra su yerno, estaba preso ; su falta de
sinceridad y de buena fó en el cumplimiento
del compromiso contraído, era notoria; ha-


73


bia un pretexto plausible para que conti-
nuase detenido en la capital ó en un castillo,
hasta que reunidas las cámaras decidieran
acerca de su suerte. La nacion, sin embargo,
no podia comprender que su monarca legí-
timo estuviera reducido á prision é incapa-
citado para gobernar, y Guillermo, cono-
ciendo bien la opinion y los sentimientos
del público, se apresuró á dar órden de que
pusieran en libertad á Jacobo II, el cual se
trasladó al palacio de Whitehail, en donde
recibió corte y los honores y homenajes de
soberano reinante. Es ciertamente un espec-
táculo nuevo y extraño el de un aspirante á
la corona que devuelve la libertad á su rival,
dándole la ocasion de resistir y de defen-
derse; y que se ve obligado á seguir esta
conducta, por no herir y lastimar el senti-
miento monárquico del país. Si en estas cir-
cunstancias Jacobo II hubiera permanecido
en Lóndres, y no hubiera cedido á temores
indignos de un rey y de un hombre, acaso
habria, tenido desenlace distinto la revolu-
cion ; pero su segunda fuga á Francia hizo




74


posible y fácil el triunfo de los sublevados y
el advenimiento del de Orange.


La revolucion de 1088, obra de la aristo-
cracia whig y de una parte de la aristocracia
tory, , fué muy impopular por largo tiempo.
Hubo durante muchos años gran descon-
tento en el país, que consideraba á la di-
nastía de los Estuardos corno la única legí-
tima; y si alguno de los príncipes de aquella
familia hubiera sido protestante, y hubiera
dado pruebas de talento y de energía, fácil-
mente habría reconquistada el trono. El
pueblo inglés tenia tan profundo respeto,
segun confiesa un escritor radical contem-
poráneo, al derecho hereditario, base y ci-
miento esencial en las monarquías, que hasta
el advenimiento de Jorge III, nacido y edu-
cado en Inglaterra, temió con razon y con
fundamento el gobierno británico las tenta-
tivas del pretendiente. Se necesitaron para
consolidar la nueva dinastía, el superior ta-
lento de Guillermo III, porque los príncipes
de escaso entendimiento no fundan dinas-
tías: el trascurso de setenta y dos años; una


75"


creciente prosperidad material; guerras glo-
riosas; no lastimar ni contrariar las creencias
religiosas de la nacion; y un exquisito es-
mero en no hacer peligrosas innovaciones
políticas.


La monarquía y la dinastía han vuelto á
tener en la Gran Bretaña la fuerza moral y
el prestigio tradicional que sólo se adquiere
con el tiempo. Si un rey no es más que un
funcionario público útil, que se puede cam-
biar y reemplazar, no exijais dice con
acierto un moderno escritor, que se le tenga
profunda veneracion. Para el pueblo inglés,
la reina es la sucesora legítima de los sobe-
ranos que han ceñido la corona británica;
reina por la gracia de Dios; y se encuentra
en una region elevada y superior, sin parti-
cipar nunca de las pasiones y de los móviles
interesados de los partidos. Por representar
el derecho hereditario y por ser modelo de
moralidad, la aceptan, la quieren y la res-
petan, no por la ley de 1701, de donde nace
su derecho, que de esta ley no se acuerda, si
acaso la conoce, la mayoría de sus súbditos.




76


Apenada casi hasta la desesperacion y la
locura, por la repentina y temprana muerte
del príncipe Alberto, la reina, áun trascur-
ridos algunos años despues de aquel triste
suceso, que para siempre ha amargado su_
existencia, continuó llevando luto y ha-
ciendo una vida oscura y retirada, en el
palacio de la isla de Wight, y en los castillos
de las orillas del Támesis y de las agrestes
montañas de Escocia, distantes de la capital,
que le recordaban al amado esposo y la feli-
cidad perdida. Panda exclusivamente dedi-
cada á rendir culto á su justo dolor. No veia,
sino á las personas de su servidumbre y á los
ministros para el despacho de los negocios;
no venia á Lóndres; no recibia corte en los
palacios de Buckingham y Saint-James, y
no se presentaba en la solemne ceremonia
de abrir y cerrar el parlamento. No tardó en
causar disgusto este prolongado y sistemá-
tico alejamiento de la -vida social y política.
El Times y otros periódicos, haciéndose eco
de la opinion. general, si bien tributaron ho-
menaje de respeto á una pena tan grande


77
como sincera, manifestaron con insistencia
en términos dignos y moderados, que la
reina no podia poner en olvidó sus deberes
constitucionales, por sus personales afectos
é inclinaciones; que era preciso que residiese
y tuviese las acostumbradas recepciones ofi-
ciales en Lóndres y que se mostrase con fre-
cuencia en los Sitios públicos á sus súbditos
leales. Los republicanos y demagogos, apro-
vechando esta ocasion favorable para propa-
gar sus ideas, decian que la conducta de la
reina demostraba la inutilidad de la institu-
cion monárquica, porque su largo retrai-
miento y su voluntaria ausencia de todos los
actos oficiales, en nada habian perjudicado
á la política interior y exterior, al gobierno
y á la administracion; y añadían que la
única prueba que el país tenia de la existen-
cia de su soberana, era que continuaba co-
brando una pingüe dotacion de muchos
miles de libras esterlinas. Por otra parte, al-
gunas imprudencias del príncipe de Gales,
contrarias á los gustos y á los hábitos del
pueblo inglés, y severamente censuradas por




111


1


78


su augusta madre, habian sido ocasion de
disgustos en la familia real, y de notorio
descontento en la nacion. Todos estos hechos
se explotaban malignamente por los enemi-
gos de la monarquía, y producian cierta in-
quietud y alarma entre los que por su por-
venir y duracion se interesan. Esperaban
algunos y temian otros que las predicaciones
democráticas, utilizando estas circunstan-
cias, hubiesen quebrantado el antiguo sen-
timiento monárquico. Aquella ilusion
aquella desconfianza se desvanecieron en
breve plazo. Cayó enfermo en Enero de 1872
el príncipe de Gales, en su castillo de San-
dringham, y su dolencia se agravó con tal
intensidad y rapidez, que á los pocos dias se
creyó inevitable y próxima su muerte, pa-
reciendo ineficaces para impedirla los auxi-
lios de la ciencia y los tiernos cuidados de
todos los individuos de su familia, que desde
el primer momento habían acudido presu-
rosos á acompañarle. El hermoso espectáculo
que entónces presentó Inglaterra, no lo ol-
vidarán fácilmente los que le presenciaron.


79


El duelo y la consternacion eran universales;
casi se suspendieron todos los negocios; la
primera pregunta que se dirigian los que se
encontraban, era para saber el estado del
príncipe; frecuentes boletines y partes de la
salud del enfermo que se fijaban en las es-
quinas, que se repartían con profusion y que
insertaban los periódicos todos en sus nume-
rosas ediciones, no bastaban á satisfacer la
ansiedad del público, el cual no asistia á los
teatros y á las diversiones, y rogaba á Dios
en las iglesias que conservase la vida del
heredero del trono. Cuando algun tiempo
dcspues, en Febrero, el príncipe, todavía
convaleciente y conservando en el semblante
las huellas de la enfermedad reciente, fué á
dar gracias al Todopoderoso por su resta-
blecimiento á la magnífica iglesia de San
Pablo, acompañado de la reina, de los prín-
cipes y de los presidentes de las dos cámaras
en representacion del parlamento, toda la
familia real fué objeto de las más entusiastas
y espontáneas aclamaciones, en la inmensa
distancia que separa el palacio de la catedral;


1




80
estando la carrera adornada de arcos y obe-
liscos, levantados voluntariamente con no-
ble porfía y patriótica emulacion por todas
las clases de la sociedad, desde la aristocracia
hereditaria y los opulentos banqueros de la
ciudad, hasta las más democráticas asocia-
ciones de obreros. El entusiasmo y el rego-
cijo de los habitantes de la capital en este
dia, memorable, sólo fueron comparables á
los que hubo cuando Jorge III asistió en esa
misma iglesia de San Pablo á una funcion
religiosa por haber recobrado la salud y la
razon, despues de aquel peligroso ataque que
por vez primera le incapacitó para el go-
bierno. El pueblo inglés no ha variado desde
entónces. En aquel tiempo, como ahora, se
ha asociado cordialmente á las desgracias y
á las alegrías de su rey y de sus príncipes.


Vivo y reciente todavía el recuerdo de esta
gran manifestacion popular, dieron los re-
presentantes del país un testimonio no menos
terminante y decisivo de sus principios mo-
nárquicos. Sir Charles Dilke diputado re-
publicano por Chelsea, jóven de mérito,


81


cuyo padre debia, muchos favores y cons-
tante proteccion al príncipe Alberto , se
habia ocupado con minuciosos detalles en
una reunion de obreros celebrada en No-
viembre de 1871 de los gastos de la familia
real, enumerando los sueldos y gajes de
todos los dependientes, empleados y criados
de palacio, sin olvidar los de más ínfima
categoría; deduciendo de este examen, que
pecó de trivial, que era excesiva la dotacion
de la corona y que se empleaba en provecho
personal del rey sin beneficio alguno para la
nacion. Abierto el parlamento, sir C. Dilke
trató de esta misma cuestion en la cámara
de los Comunes el 19 de Marzo de 1872, en
un discurso templado en la forma, en que
procuró probar que la lista civil era mayor
que en los anteriores reinados y que en su
distribucion no se observaban, ántes se in-
fringian abiertamente varias leyes impor-
tantes. Su peroracion , que era una censura
indirecta de la monarquía y en cierto modo
de la princesa que ocupa el trono, por admi-
nistrar y distribuir mal las rentas del real


o




82


patrimonio, y la asignacion anual que cobra
de los fondos del estado, suscitó frecuentes
murmullos de clesaprobacion de los diputa-
dos, tanto ministeriales como de oposicion, y
dió lugar á una contestacion. de Mr. Glads-
tone , que rebatió los cargos aducidos por el
representante radical. El disgusto de la cá-
mara subió de punto y llegó hasta la burla
unas veces, y hasta la indignacion otras,
cuando Mr. Ilerbcrt, con ménos tacto y ha-
bilidad que Dilke, al apoyar la mocion que
éste habia presentado declaró que en su opi-
nion la república era una forma de gobierno
mejor y más razonable que la monarquía.
La gran mayoría de la asamblea ofendida de
este atrevimiento hizo alarde de una intole-
rancia descortés y excesiva. Intentó impedir
que el orador continuara en el uso de la pa-
labra , marchándose para que por falta de
número no hubiese sesion; pero habiendo
permanecido en el salon más de 40 diputados,
que es el número marcado por el reglamento,
se apeló al recurso impropio de ahogar su
voz con estrepitosas interrupciones, con risas


83


y con gritos: y no faltó quien olvidándose
del lugar en que estaba y del cargo que
tenia, imitó repetidas veces el canto del
gallo. El presidente se lamentó del triste es-
pectáculo que la cámara presentaba, dicien-
do que nunca hubiera creido presenciarlo, y
cumpliendo sus deberes con estricta impar-
cialidad, mantuvo á Mr. Herbert en el uso
de su derecho. Entónces un diputado acu-
diendo á un antiguo privilegio que todavía
no se ha modificado, hizo notar, que había
personas extrañas en la cámara , y en el
acto se obligó á todos los que ocupaban las
tribunas á abandonarlas ; logrando por este
medio que no hubiera taquígrafos presentes,
y que los periódicos no pudieran publicar el
discurso de Mr. Herbert , y únicamente die-
ran de él las noticias y el extracto comuni-
cados por el mismo autor ó por alguno de
sus colegas. Puesta á votacion proposicion
de sir Charles Dilke, no obtuvo más que dos
votos entre 658 diputados. Inexcusable fué
sin duda la bulliciosa intolerancia de la cá-
mara en aquella sesion, pero demostró que




84


entre los representantes de la nacion son
muy escasos los partidarios de la república,
y que encuentran fuerte oposicion al criti-
car una institucion aceptada y querida de la
inmensa mayoría de los súbditos británicos.


El discurso del primer ministro en aquel
debate habia parecido insuficiente y pobre
de argumentacion, y el jefe de los conserva-
dores Mr. Disraeli, aprovechando esta cir-
cunstancia, hizo un cumplido elogio de la
monarquía, enumeró sus muchas ventajas, y
rechazó los ataques de los republicanos, en
una reunion celebrada en Manchester el 3 de
Abril, compuesta de un numeroso público y
de los delegados de todas las asociaciones
conservadoras de varios condados; porque en
Inglaterra las oposiciones monárquicas, no
aguardan á estar en el gobierno para defen-
der á la monarquía. La opinion de Mr. Dis-
raeli es tan autorizada, y sus palabras pro-
dujeron tal efecto, que me parece conve-
niente darlas á conocer. «Desde el estableci-
miento de nuestra constitucion, hace cerca
de dos siglos—dijo al tratar de esta cues-


85


tion ,—Inglaterra no ha tenido una revolu-
cion, aunque no hay país en que se hayan
verificado cambios tan continuos y conside-
rables, porque la sabiduría de nuestros ante-
pasados colocó el poder supremo fuera de la
esfera de las pasiones humanas. A pesar de
la lucha de los partidos y de las facciones, á
pesar de la excitacion y exaltacion del espí-
ritu público , ha habido una cosa en este país
en torno de la cual todas las clases y partidos
han podido unirse, y que representa la ma-
jestad de la ley y la administracion de jus-
ticia; y es al par que la fuente de todos los
honores la garantía de todos los derechos de
los súbditos. El no haber tenido una revolu-
C10n durante dos siglos, significa el no in-
terrumpido goce y ejercicio de la actividad
del hombre, la continúa aplicacion de los
descubrimientos de la ciencia á su comodi-
dad y conveniencia, la acumulacion de ca-
pital, la elevacion del trabajo , el estable-
cimiento de admirables manufacturas, la
incansable y constante perfeccion en el cul-
tivo de la tierra, y el órden continuado, que


il




86


es el único medio de tener libertad personal
y derechos políticos ; y todo esto se debe al
trono. Pero hay otra poderosa y más benefi-
ciosa influencia que ejerce la corona. Sin los
partidos el gobierno parlamentario es impo-
sible; y sin embargo hay el peligro de que
un ministro no pueda ó no sepa prescindir
de las preocupaciones de su. propio partido.
Es un gran mérito de nuestra constitucion,
el que obligue á los ministros ántes de llevar
un proyecto de ley al parlamento , á some-
terlo á una inteligencia superior á los par-
tidos y enteramente libre de influencias de
este género. En vano se dice que en la prác-
tica la influencia del soberano desaparece
y se absorbe con la responsabilidad ministe-
rial. La constitucion inglesa no supone la
ausencia de la influencia personal del sobe-
rano, y si la supusiese, los principios de la
naturaleza humana impedirían la realiza-
cion de esta teoría. Ejemplo Jorge III que
por sus relaciones con los hombres públicos,
adquirió gran instruccion y experiencia po-
lítica; y es indudable que á medida que se


87


prolonga un reinado aumenta la legítima
influencia personal del monarca. La influen-
cia de la corona no se limita á los negocios;
alcanza á las costumbres. La nacion está re-
presentada bajo este punto de vista por la
familia real, cuyo influjo, si está educada en
sentimientos de responsabilidad y del deber
público, es incalculable hasta donde puede
llegar; y si sabe hacerse querer y respetar,
en los momentos de adversidad ó de peligrosa
ansiedad, todo el país se agrupa al rededor
del trono, sosteniendo su espíritu, por la ex-
presion del. público afecto. Se ha dicho que
la monarquía es cara. No me detendré á pro-
bar a hecho indudable de que las rentas de
los bienes de la corona, de las cuales el
soberano podria disponer con tanto derecho
como los duques y los grandes propietarios
tienen sobre sus estados , se pagan y van á
parar al tesoro público. Quiero probar que no
hay soberanía, de ningun estado de primer
órden , que cueste tan poco al pueblo, como
la soberanía de Inglaterra. No compararé
nuestra lista civil con la de los imperios




1


88


europeos, porque se sabe que la triplican y
cuadruplican; pero la compararé con el coste
de la soberanía en una república muy cono-
cida, la de los Estados-Unidos de América.
No hay analogía entre la posicion de la reina
y la del presidente de la república americana.
El presidente no es el soberano de los Estados-
Unidos. Hay gran analogía entre su posi-
cion y la del primer ministro de Inglaterra,
y los dos tienen casi el mismo sueldo (5.000
libras esterlinas), que es la renta ó ganan-
cia de un hombre de profesion ó de carrera,
de segunda clase. El soberano de los Estados-
Unidos es el pueblo, y ahora os probaré
cuánto cuesta ese soberano. Conocida es la
constitucion de aquel país. Hay 37 estados
independientes, cada uno con cámaras sobe-
ranas. Además hay la confederacion de es-
tados para dirigir los negocios extranjeros,
que consiste en una cámara de representan-
tes y un senado. Hay 285 miembros de la
cámara de representantes y 74 senadores,
haciendo juntos 359 miembros del congreso.
Cada uno de estos miembros recibe 1.000


89


libras esterlinas al año ó sean 359.000 libras.
Además, cobran una gratificacion (a llawanee)
llamada viático (mileag e), que varía segun
la distancia que recorren para venir á Was-
hington, pero que en conjunto asciende á
unas 30.000 libras al año. Esto hace 389.000
libras, casi el importe exacto de la lista civil
en Inglaterra (1). Pero esto os daria sola-
mente una imperfecta idea del coste del
soberano de los Estados-Unidos. Todos los
miembros de las cámaras de los 37 estados,
reciben también paga ó sueldo. Hay, segun
creo 5.010 miembros de las cámaras de los
Estados, que reciben unos 350 duros al año
cada uno. Como algunos de estos datos son
imperfectos, el término medio de gastos que
he dacio puede ser más bien alto, y por lo
tanto no he contado el viático que se concede
constantemente : 5.010 miembros 1 á 350


(1) Segun manifestó Mr. Gladstone contestando á sir
C. Dilke el 19 de Marzo de 1872, la lista civil votada al
principio del actual reinado, asciende á 385.000 libras, á, las
cuales se afiadieron 30.000 libras desde la época del matri-
monio de la reina con el príncipe Alberto.




90


duros cada uno, hacen 1.753.500 duros,
350.700 libras esterlinas al año. Así veis que
el inmediato gasto de la soberanía de los
Estados-Unidos es de 700.000 á 800.000 libras
al año (cuatro millones de duros próxima-
mente.) No tengo tiempo para continuar este
interesante tema; de lo contrario, os probaria
que no os he dado aún sino una imperfecta
idea del coste de la soberanía en una repú-
blica. Pero no puedo ménos de presentaras
otro ejemplo. El gobierno de este país ( Ingla-
terra) . se lleva á efecto en gran manera con
el auxilio de comisiones reales. Es tan grande
el aumento de los asuntos públicos, que sería
probablemente imposible á un ministro lle-
var adelante los negocios sin este auxilio.
La reina puede disponer para este objeto de
los servicios de los más experimentados esta-
distas y de los hombres de la más alta posi-
cion social. En caso necesario puede agregar
á ellos hombres distinguidos, célebres en las
ciencias y en las artes, y recibe de todos
ellos servicios gratuitos, porque están orgu-
llosos y satisfechos con que en la órden de


91


comision se les designe con el nombre de
consejeros dignos de confianza (Trusty Coun-
ca/ors) de S. M. Y si algun individuo entre
estos comisionados presta un servicio emi-
nente, intelectual 6 material, está suficien-
temente recompensado con una distincion
pública, conferida por la que es fuente de
todos los honores. El gobierno de los Estados-
Unidos tambien se sirve de comisiones, pero
hay que pagar á los individuos que las
componen, porque en aquel país no hay
fuente de honor recompensas honorí-
ficas.»


Tales son los más notables párrafos del dis-
curso de Mr. Disraeli , el cual, en otra gran
reunion conservadora verificada en el palacio
de cristal muchos meses despues , pudo ase-
gurar que nadie en este ni el otro lado del
Atlántico, en Europa ni en América, habia
puesto en duda ni contradicho la exactitud
de los datos que habia presentado para probar
lo que cuesta la monarquía en Inglaterra y
la república, en los Estados-Unidos : datos im-
portantes que ponen en evidencia cuán equi-




92


vocada y errónea es la opinion de los que
piensan que la república es barata y que im-
pone á los pueblos ménos sacrificios pecunia-
rios que la monarquía. El ejemplo de las dos
naciones, en que hay mayor libertad política
en el antiguo y en el nuevo continente, de-
muestran lo contrario. La república federal,
áun siendo ordenada, pacífica, aceptada por
todo el país, y vínculo de union entre los di-
versos estados que la constituyen, es el mónos
barato de los gobiernos conocidos. Cuando
se convierte en instrumento de desunion y
desórden y trae necesariamente constantes y
sangrientas discordias civiles, causa la ruina
del estado en que se establece : que el más
alto de los presupuestos es siempre el de la
anarquía.


Los partidos, lo propio que los individuos,
cuanto más tiempo están en el poder, mayo-
res esfuerzos hacen para conservarlo, em-
pleando á veces con tal objeto medios des-
usados é inconvenientes, que si por el pronto
contribuyen á realizar sus propósitos , les
hacen perder luégo el apoyo de la opinion


93


pública, apresurando su caida. En 1837 los
whigs, que representados primero por el mi-
nisterio del conde de Grey, y despues por el
del vizconde de Melbourne, hacía siete años,
con un corto intervalo, que dirigian la polí-
tica de la Gran Bretaña, quisieron aprove-
char la confianza que les dispensó la jóven
reina Victoria á su advenimiento , confir-
mando en sus puestos á los ministros de
Guillermo IV, para rodearla de personas fa-
vorables al partido que á la sazon dominaba..
No sólo se confirieron los altos cargos de pa-
lacio á amigos y sostenedores del gabinete,
segun era antigua costumbre, sino que casi
todas las señoras que formaron parte de la
regia servidumbre, en sus diferentes catego-
rías, estaban ligadas por vínculos de paren-
tesco con los ministros mismos ó con sus más
inmediatos amigos . De esta suerte quedó la
corte toda identificada con el gabinete, que
creyó haber asegurado de este modo su exis-
tencia por largo tiempo. Esta imprudente y
egoista conducta de los -svhigs no tardó en
ocasionar un desagradable conflicto para la




94


reina, que se llamó la cuestion del cuarto de
dormir (bedchamber question). Habiendo pre-
sentado su dimision. en 1839 lord Melbourne
y sus colegas, Roberto Peel encargado de
organizar una nueva administracion, mani-
festó á S. M. la necesidad de cambiar las
damas de palacio y las señoras de su cuarto
particular. Rechazó la reina esta proposicion,
y aconsejada por lord John Russell y por los
ministros salientes, escribió una carta á Peel,
declarando que no la aceptaba porque la pa-
recia contraria á los usos establecidos, y por-
que repugnaba á sus sentimientos. Alresignar
el encargo de formar gabinete, dirigió Peel
un escrito á la reina exponiendo que para el
éxito de la comision con que le habla hon-
rado, había juzgado indispensable, como
prueba ostensible de la completa confianza
de S. M., la autorizacion para hacer algunos
cambios en la regia servidumbre. Los mi-
nistros que por esta cuestion pudieron per-
manecer en sus puestos cerca de dos años
más, consignaron unánimemente en un do-
cumento oficial su opinion, de que « para


95
dar á la administracion aquel carácter de
estabilidad y aquellas demostraciones de
apoyo constitucional de la corona , que se
requieren para que pueda obrar útilmente
en beneficio del público servicio, era razo-
nable que los grandes cargos de la corte y
los destinos de la servidumbre, desempe-
ñados por miembros del parlamento se in-
cluyeran en las combinaciones políticas de
un cambio de administracion , pero que no
se debia aplicar ó extender este principio á
los cargos del servicio de S. M. desempe-
ñados por señoras. » Esta opinion del minis-
terio Melbourne estaba en contradiccion con
los deseos de su partido en una época no muy
distante. Cuando por muerte de Mr. Perce-
val en 1812, el regente trató con dudosa
buena fe por conducto de lord `Loira de lla-
mar al gobierno á los whigs, éstos pusieron
por condicion para aceptarlo el cambio de
toda la servidumbre de palacio, y eran por
lo tanto inconsecuentes oponiéndose en ab-
soluto y abiertamente á igual peticion del
jefe de los conservadores. Se trató de esta




96


cuestion en el parlamento , y Roberto Peel
demostró las dificultades con que cualquier
ministro lucharía dejando cerca de S. M. á
las más próximas parientas de sus adversa-
rios políticos manifestó que no había sido
su ánimo separar , ni áun de los más altos
puestos de palacio, á las damas que no te-
nían grandes conexiones políticas ó de par-
tido; pero que no le ?areola posible haber
hecho lo mismo con aquellas que tenian re-
laciones de inmediato parentesco con los mi-
nistros salientes. El gabinete por su parte
sostuvo que el consejo que había dado á S. M.
se fundaba en precedentes históricos, parti-
cularmente de la época de la reina Ana, é
insistió repetidas veces en el respeto debido á
la natural resistencia de la reina á sacrificar
frecuentemente su sociedad doméstica y de
confianza á las exigencias de la política.
Triunfó el gobierno en aquellas circunstan-
cias , y esta cuestion prolongó su existencia
oficial; pero los principios y la teoría de Ro-
berto Peel respecto á la servidumbre de pa-
lacio, se han aceptado despues por todos los


97


partidos , como convenientes y constitucio-
nales ; reconociendo que la camarera mayor
(mistress of the robes) y las damas de honor,
cuando tienen próximas relaciones de fami-
lia con los ministros salientes, se deben cam-
biar al mismo tiempo que el ministerio. Sin
embargo, los jefes de los partidos políticos
haciendo justicia á la imparcialidad de la
reina, que nunca ha estado sometida á in-
fluencias cortesanas y palaciegas, no exigen
la separacion de sus damas. Hace ya muchos
años que la camarera mayor es la única per-
sona de la servidumbre femenina de palacio
que cesa en su cargo cuando cae el gabi-
nete, y si no lo conserva, consiste en que
hay la antigua costumbre, que no se ha in-
terrumpido por más que parezca con razon ex-
traña, de que aquel elevado puesto, como los
de mayordomo y caballerizo mayor, y los que
podríamos llamar de jefes superiores de pala-
cio, los desempeñen la mujer de un individuo
de la aristocracia y personajes importantes,
tambien de la aristocracia, pertenecientes al
partido que está en el poder. En otros países


7




98


la servidumbre de palacio, apartada com-
pletamente de la política, sólo se varía por
la voluntad del monarca, nunca por un
cambio ministerial, y esta práctica es pre-
ferible cuando el rey cumple lealmente sus
deberes constitucionales.


Durante el ministerio liberal que presidió
lord John Russell desde 1846 hasta 1852,
hubo ocasion de precisar las relaciones del
monarca con los ministros responsables, e
una manera que prueba que en Inglaterra
la máxima de que el rey reina y no go-
bierna, no se ha aceptado nunca por los par-
tidos parlamentarios, los cuales han creído
por el contrario, áun en la época presenta
en que tanto ha crecido la influencia del ga-
binete, que la corona debe tener constante
y eficaz intervencion en la gobernacion del
estado. En 1850 , para poner correctivo á
los frecuentes y á veces inoportunos alardes
de iniciativa y de independencia de lord
Pahnerston, ministro de negocios extranje-
ros, la reina Victoria le envió por conducto
de lord John Russell, y naturalmente de


99


acuerdo con él, un
-Inenzorand,um, en que se


le daban instrucciones para el despacho de
los asuntos que á su cargo estaban.


En este notable documento se decía lo si-
guiente: «La reina desea (requires): 1.° Que
» lord Palmerston manifieste claramente lo
» que propone en cada caso determinado á
» fin de que la reina pueda saber tambien
» claramente, aquello á que otorga su real
» sancion. 2.° Que habiendo dado su sancion
» á una medida, ésta no se altere ó se modi-
» fique arbitrariamente por el ministro. Un
» acto semejante lo consideraria la reina
» como una falta de sinceridad (failiv
» sincerity ) respecto á la corona, y daria
» lugar con justicia al ejercicio de su riere-
» cho constitucional de destituir (clismisving)
» al ministro. La reina espera que se le in-
» forme de lo que pasa entre su ministro y
.» los ministros extranjeros, antes de que se
» adopten decisiones importantes fundadas
» en estas relaciones; y desea recibir los des-
» palios extranjeros en tiempo oportuno, y
» tener los borradores de las contestaciones




1


100
» para su aprobacion con la anticipacion
» debida, para enterarse de su contenido
» antes de que se remitan á su destino.» Se-
gun estas instrucciones, que no denotaban
mucha confianza en lord Palmerston , la
reina debía tener exacto conocimiento de las
relaciones de su gobierno con las naciones
extranjeras, y en su presencia y con su asen-
timiento se habían de resolver todas las cues-
tiones referentes á la política exterior de la
Gran Bretaña. Por no observarlas escrupulo-
samente, como era su obligacion, y por pres-
cindir en importantes circunstancias de la
reina y de sus propios colegas, salió al poco
tiempo lord Palmerston del ministerio. Des-
pues del golpe de estado de 2 de Diciembre
en Francia el gabinete británico decidió/
abstenerse de intervenir en los asuntos inte-
riores de aquel país, y de exponer su opinion
acerca de los sucesos que en él recientemente
habian ocurrido ; y en este sentido se acordó
dirigir un despacho, aprobado por la reina,
á lord Normanby, embajador inglés en Pa-
rís. Pero ántes de enviarle, manifestó lord


101
Palmerston en una conferencia al conde de
Walewski, embajador francés en Lóndres,
que se apresuró á trasmitirlo á su gobierno,
que aprobaba completamente la conducta del
presidente de la república, y que estaba con-
vencido de que no podia haber obrado de
distinto modo. Enterados la reina y lord
John Russell de esta inesperada y extraña
declaracion , exigieron de lord Palmerston la
explicacion de la diferencia entre el despacho
oficial acordado en consejo de ministros y
sus conversaciones con el embajador francés.
Tardó en darla algunos dias , y entre tanto
escribió á lord. Normanby exponiendo su
propia opinion favorable al golpe de estado
del príncipe Napoleon. Al tener conocimiento
de este documento, pensó con razon lord
John Russell, que no podia consentir por
más tiempo que el ministro de negocios ex-
tranjeros, sin la autorizacion del monarca y
sin asentimiento de los demás consejeros res-
ponsables, manifestase sobre negocios y cues-
tiones de tanta importancia su opinion parti-
cular, contraria á los acuerdos del gabinete.




102


Lord Palmerston, cuyas explicaciones por su
inusitado proceder no fueron satisfactorias
ni aceptables, se vió obligado á salir del mi-
nisterio, y el primer ministro, al dar cuenta
de esta modificacion en el gabinete, alegó
que el ministro saliente se habia excedido
de su autoridad y de sus atribuciones como
secretario de estado, y se habia arrogado
indebidamente la facultad de expresar en
nombre del gobierno de la reina lo que úni-
camente era su parecer particular. Al defen-
der su conducta, lord Palmerston se apre-
suró á aprobar los principios y las reglas que
debe observar un secretario de estado en sus
relaciones con el monarca y con sus propios
colegas, consignados en el wzonoranclum, que
le habia entregado la reina; pero quiso sos-
tener que en sus conversaciones con el em-
bajador francés, y en su carta al embajador
inglés en París , habia, expresado opiniones
personales que no comprometian ni obliga-
ban al gobierno. De esta discusion , en que
no pudo haber conformidad entre lord John
Russell y el ministro dimisionario, resultó


103


que uno y otro convinieron, sin embargo,
en que la política interior y extranjera de
los ministros debe someterse á la aprobacion
del monarca, y que éste tiene una interven-
cion directa, eficaz y constitucional en la
gobernacion del estado. De esta suerte el
rey, como alto y supremo poder moderador,
tiene ocasion de contener y reducir á sus
justos límites la natural propension de los mi-
nistros á favorecer con exceso, especialmente
en el nombramiento de personas , los inte-
reses exclusivos de su partido, en daño mu-
chas veces del país y con el propósito de
quitar medios legítimos de influencia al par-
tido contrario.


En tiempos pasados el rey adoptaba con
frecuencia determinaciones de suma impor-
tancia sin consultar á sus ministros, y lle-
gaba la independencia del monarca hasta el
punto de que Guillermo III, á los pocos años
de la revolucion de 1688 , ajustaba con
Luis XIV el primer tratado de particion de
la monarquía española, sin que de esta ne-
gociacion tuviera conocimiento el gabinete




104
inglés. Hoy la corona nada puede hacer sin
el consentimiento de los ministros, pero éstos
por su parte necesitan la aprobacion del rey
para todos los actos y para todas las medidas
y reformas que proponen y llevan á cabo.
Esta limitacion recíproca de las atribuciones
del soberano y de los miembros del gabinete,
al par que denota un notable adelanto en el
sistema constitucional, que no consiente po-
deres únicos é ilimitados, ha sido en gran
manera provechosa para el buen gobierno y
para la administracion del país.


Tiene el rey las prerogativas necesarias
para resolver con acierto, pacíficamente y
sin que ocurran trastornos y perturbaciones,
todos los conflictos y dificultades que pueden
presentarse entre los altos poderes políticos
y entre éstos y la nacion. Para el caso en que
las cámaras adopten resoluciones ó aprue-
ben, leyes perjudiciales, inoportunas ó
contrarias á la opinion pública, tiene el
veto ; con la facultad de nombrar libremente
á los ministros, evita los inconvenientes y
los peligros de que continúen en sus puestos


105


los consejeros responsables que son impopu-
lares, 6 cuyos actos son desacertados; con la
disolucion de la cámara de los Comunes so-
mete á la decision del país las cuestiones en
que están en desacuerdo el gabinete y la
asamblea electiva; y por medio del nombra-
miento ó de la creacion de nuevos lores,
pone término á las resistencias injustificadas
de la cámara hereditaria.


El veto de que se sirvieron constantemente
los reyes de la dinastía de Tudor,


, que ha-
cían poco caso de las resoluciones del parla-
mento, y que usó con bastante frecuencia
Guillermo III , que nunca sancionaba los.


bilis
que creia opuestos á sus legítimos derechos,
se ha usado en Inglaterra por última vez en
tiempo de la reina Ana para un proyecto re-
lativo al ejército. Los tres primeros Jorges
nunca necesitaron ejercer esta prerogativa,
porque con la intervencion directa y eficaz
que tenian en las elecciones , con los desti-
nos y pensiones que daban á los diputados,
con las condecoraciones y los títulos que con-
cedian á los lores, poseian medios seguros de




106


impedir que las cámaras votaran leyes que
estuvieran en pugna con sus deseos 6 con
sus intereses. Aprobada la reforma electoral
de 1832, haciéndose con libertad é indepen-
dencia la designacion de los miembros de la
cámara de los Comunes, siendo constante la
influencia de la opinion pública en el go-
bierno por las reuniones y por la prensa, es
indudable que las leyes que despues de am-
plios y repetidos debates obtienen la aproba-
cion de los dos cuerpos colegisladores, cuen-
tan con el asentimiento del país; y los reyes
han tenido la suficiente sensatez y cordura
para . no oponerse á la voluntad de la nacion,
expresada por sus legítimos representantes.
Por esta causa parece probable que el veto
de la corona en circunstancias normales no
se volverá á usar en lo sucesivo. Incurre sin
embargo en un error Mr. Bagehot , al ase-
gurar que el rey en la época presente no
pod•ia en ningun caso interponer el veto, y
que por lo tanto ha dejado de formar parte
del poder legislativo. Los derechos , sobre
todo cuando son esenciales en una instan--


107


cion, no se pierden aunque no se hayan ejer-
cido durante un largo trascurso de tiempo;
y si, lo que no es verosímil, alguna vez las
cámaras, inspiradas únicamente por la pa-
sion ó por móviles egoistas , aprobaran pro-
yectos de ley rechazados por la nacion y
perjudiciales á sus intereses, el monarca
podría muy bien negarles su sancion , sin
que nadie discutiera ni pusiera en duda esta
antigua prerogativa.


Cuando los partidos políticos están unidos
y disciplinados , y reconocen la autoridad y
la direccion de una persona, la intervencion
del monarca en la designacion de los minis-
tros es más aparente que efectiva, y se limita
á encargar la formacion del gabinete al jefe
del partido que cuenta con mayoría en el
parlamento. Mas si los partidos se hallan
fraccionados y en cada uno hay grupos dis-
tintos con aspiraciones á la supremacía, que
no siguen ni obedecen á un jefe comun, en-
tónces es grande la influencia y decisiva la
voluntad del rey en el nombramiento del
ministerio; y de su acierto y de su experien-




108


cia puede depender casi exclusivamente que
haya un buen gobierno. Comprendiendo esta
verdad Jorge III , fomentó desde un principio
con incansable perseverancia la division de
los whigs y de los torys, á que tambien con-
tribuyó más tarde la revolucion francesa con
sus excesos y sus amenazas; y por este medio
consiguió casi siempre tener gabinetes, ele-
gidos por él, que no se oponian á sus deseos
y seguian la conducta política que creia más
conveniente. Difícilmente lo habría logrado
en la época presente, porque es mayor hoy
la independencia de los hombres públicos.
En 1839 quiso en vano la reina nombrar
primer ministro al conde de G-ranville ó al
conde de Clarendon, y tuvo que aceptar para
aquel elevado cargo á lord Palmerston, que
disponiendo de numerosos votos en la cámara
electiva se negó á ser ministro bajo la presi-
dencia de cualquiera de aquellos dos perso-
najes; los cuales más modestos y conciliado-
res no opusieron resistencia á formar parte
de la administracion de su ambicioso colega.
El monarca por su carácter permanente y


109


hereditario, puede poner freno á las ambicio-
nes desmedidas y exageradas de los jefes
parlamentarios; y desinteresado é imparcial
en las cuestiones y en las luchas de los par-
tidos, puede llevar á cabo en momentos difí-
ciles un cambio de política con provecho
para el país. Para hacerlo con oportunidad,
debe estudiar constantemente el estado de la
opinion y las necesidades de la nacion, siendo
por lo tanto inadmisible é inconstitucional
la peregrina teoría de los que reconociendo
en el rey la libre facultad de nombrar y des-
tituir á sus ministros, sostienen que mientras
conserva en el poder á un gabinete, no tiene
derecho para oir sobre ninguna cuestion el
parecer de personas que no pertenecen al
mismo partido político que sus consejeros
responsables. La educacion política de un
monarca la hacen los hombres públicos que
alternativamente se suceden en el gobierno,
y de ellos depende en gran manera que el
rey respete y observe no sólo la letra sino el
espíritu de las leyes fundamentales. El sobe-
rano que se ocupa y se entera de los nego-




llo
cios del país, llega á tener un conocimiento


de ellos y una experiencia no interrumpida,
que casi nunca logran adquirir los hombres
públicos, y es inc,alculable la beneficiosa
influencia que puede tener, oponiéndose á
medidas exageradas y á malos nombramien-
tos de empleados, á que suelen inclinarse los
gobiernos que prescinden de la nacion, para
no acordarse más que de su partido. En todos
tiempos, pero con más motivo en los de re-
volucion y en los de pasiones desenfrenadas
y hombres públicos pervertidos, es indispen-
sable que el monarca discuta con los minis-
tros sus actos y su política; y difícilmente
subsistirá el que preste incondicional, abso-
luto y silencioso acatamiento á cuanto le
pidan y le propongan.


Aunque el derecho de la corona para disol-
ver la cámara de los Comunes es incontesta


ble , no se usa generalmente sino en el caso
de haber desacuerdo entre la asamblea popu-
lar y el poder ejecutivo, sosteniendo el rey
al gabinete para consultar la voluntad de la
nacion, expresada por el cuerpo electoral.


111
Desde el año de 1835, en que Guillermo IV
con un pretexto frívolo exigió á lord Mel-
bourne y á sus colegas que hicieran dimision,
no ha vuelto á ocurrir que se cambie capri-
chosamente por afecciones ó simpatías y
menos aún por miedo un ministerio que
tiene mayoría segura en el parlamento. No
parece probable que se repita una crisis se-
mejante á aquella.; pero si la hubiese, no es
aventurado anunciar que tendria idéntico
desenlace. Los electores, que no están some-
tidos á la influencia oficial, enviarian á la
cámara una mayoría del mismo partido inj us-
tamente expulsado del gobierno , y el rey se
vería obligado entónces á llamar al ministe-
rio destituido ó á otro de las mismas opinio-
nes políticas.


El nombramiento de lores en número ex-
cesivo para lograr la aprobacion de un pro-
yecto de ley que encuentre fuerte y decidida
oposicion , ofrece tales inconvenientes y po-
dría alterar tanto la índole y la autoridad de
la cámara hereditaria, que no se ha recur-
rido á este medio extremo desde principios




112


del siglo decimoctavo, y se han vencido
obstáculos y resistencias que en algunos
momentos parecian insuperables, con pru-
ciencia y patriotismo en los poderes públicos.
En los graves conflictos que á las veces se han
presentado entre los dos cuerpos colegislado-
res, los lores han mostrado más inclinacion
al prestigio do la cámara de que forman
parte, que tenacidad exagerada en sus opi-
niones personales; y cediendo á tiempo han
hecho innecesaria, con ventaja para el país
y para la constitucion, el ejercicio de la regia
prerogativa. Podria, sin duda, el rey nom-
brar pares vitalicios, con arreglo á preceden-
tes que no están derogados por ley alguna;
pero la cámara alta ha resuelto la cuestion
en sentido contrario, y no se ha juzgado
oportuno empeñar una batalla que habria de
ser muy reñida y ocasionada á abusos, para
anular ó reformar esta decision.


De esta suerte conserva la corona todas
las atribuciones y derechos esenciales, que
con razon respetaron los autores de la revo-
lucion de 1688; y los usa y los aplica con


113


acierto, especialmente desde 1837; distin-
guiendo siempre lo que es legal de lo que es
inconstitucional , y cuidando con esmero de
no ponerse en lucha con la opinion sensata
de la mayoría del país. En este acatamiento
constante de la ley, de las prácticas parla-
mentarias y de la opinion pública, consiste
tanto como en representar la legitimidad y
el derecho hereditario, el gran prestigio de
la monarquía. A pesar de su inmensa popu-
laridad y del sincero afecto que sus leales
súbditos la profesan, la reina de Inglaterra
no podria sobreponerse nunca á las forma-
les decisiones del parlamento , ni prescindir
de ellas, como recientemente hizo el monarca
prusiano. Sus prerogativas no han experi-
mentado menoscabo, porque no ha descono-
cido las que á las cámaras corresponden.
Hay la garantía de su imparcialidad, porque
comprende que su existencia no depende de
ningun partido, antes se consolida, mostrán-
dose, como lo hace, superior é igualmente
favorable á todos.


Sólidos , estables y duraderos son los fun-
s




114


(lamentos en que descansa el trono en Ingla-
terra, y así lo reconocen los escritores y ora-
dores de ideas más avanzadas. En una re-
union pública , verificada en Glasgow en


setiembre 18'72, sir Charles Dilke hablótiembr
contra el gobierno de clase (Class Govern-
men,t), y censuró el sistema parlamentario
actual, las vacaciones prolongadas y el poder
de los intereses territoriales, considerándole
como el principal obstáculo para el bienestar
y la influencia de las clases pobres; pero
confesó que muchas de las reformas políticas,
cuyo establecimiento desea, no pueden rea-
lizarse porque la mayoría de la nacion es
profundamente monárquica. Algunos meses
antes, Mr. Bright, contestand o á un amigo
que le preguntaba qué clase de gobierno
preferia, la monarquía ó la república, decía:
«Nuestros antepasados han resuelto acertada-
»mente la cuestion , y debemos desear que
»no sea necesario tratar de ella otra vez en
»mucho tiempo.» Esta es tambien laopi-
nion del pueblo inglés. Contento y orgulloso
de sus instituciones políticas, no piensa en


115
cambiarlas, y las mira con amor, con respeto
y con veneracion , conociendo que son com-
patibles con todos los derechos y las inmuni-
dades de los súbditos, y que alcanzará con
ellas en lo sucesivo, como hasta la época
presente, libertad política , prosperidad y
grandeza.


31 de Enero de 1873.




LECCION TERCERA.


La Cámara de los Lores.


La superioridad del gobierno inglés sobre el de otros pai-
ses consiste principalmente en la cámara de los Lores.—
Estabilidad y duracion de los gobiernos aristocráticos.—
Ataques y acusaciones en Inglaterra contra la cámara
hereditaria.—Defensa que de ella hizo Mr. Disraeli.—
Opinion de Mr. Roebuck y del marqués de Salisbury.—
La cámara de los Lores como Tribunal Supremo de Jus-
ticia.—Su moderacion con O'Connell.— La aristocracia
inglesa fué menos importante y gloriosa en el siglo xvi
que la de los principales estados europeos.— La revolu-
cien de 1688 fué obra do la aristocracia.—Su influencia
hasta 1832.— Organizacion actual de la cámara de los
Lores.—Renovacion lenta pero constante de la aristo-
cracia.—Parsimonia en la concesion de títulos nobilia-
rios. —No podria tener importancia la aristocracia sin
las grandes propiedades que posee.—Ventajas políticas
do los mayorazgos en Inglaterra.—Intervencion prove-
chosa de la cámara de los Lores en la formacion de las
leyes.—Medios de modificar su opinion.— Los lores
que son legisladores no son electores.—Autoridad de la
asamblea hereditaria en la actualidad.




SEÑORES:


La institucion que clá un carácter peculiar
y original al gobierno de la Gran Bretaña.,
y que le hace tan superior al de los otros
países, es sin duda la cámara de los Lores.
Muchas veces se ha intentado establecer en
diferentes estados cámaras hereditarias á se-
mejanza de la inglesa; pero estas imitacio-
nes han sido efímeras y artificiales, y sólo
han servido para probar la gran dificultad,
ya que no la imposibilidad absoluta , de
aquella empresa. Los que con fin patriótico
la han acometido, no han tenido presente




120


que no se improvisa ni se crea en un corto
plazo una aristocracia histórica, ilustrada,
poderosa por la riqueza territorial que posee,
y respetada por la provechosa influencia que
ejerce y por la confianza que inspira al pue-
blo, el cual , por tradicion y por convenien-
cia, consiente en entregarla el gobierno y
la administracion. Monarcas prudentes que
reconocen lealmente las prerogativas del par-
lamento y que procuran el bienestar y la fe-
licidad de sus súbditos sin hollar sus dere-
chos , los ha habido y existen en diferentes
naciones. Tambien es frecuente hallar cá-
maras electivas, expresion libre de un cuer-
po electoral inteligente é independiente, que
muestren aptitud para ocuparse de las cues-
tiones de política interior y exterior, y para
resolverlas con acierto. Lo que no se ve más


que en Inglaterra, es una aristocracia que se
trasforma segun las necesidades de cada
época., que se rejuvenece constante ó insen-
siblemente, que despues de salvar la liber-
tad política eu el siglo decimoséptimo, com-
partió con la corona la preponderancia en la


121


direccion de los negocios públicos en el de-
cimoctavo, y que hoy ha sabido renunciar
á antiguos privilegios, insostenibles en nues-
tros dias, para oponerse con más autoridad y
eficacia á innovaciones peligrosas, y para
defender las antiguas libertades contra los
ataques imprudentes de una democracia exa-
gerada. En Lisboa, en. Viena y en Berlín,
hay cámaras hereditarias compuestas de in-
dividuos de la alta nobleza, pero ciertamente
no se parecen Ó. la cámara de los Lores , ni
tienen su importancia; y la diferencia con-
siste en que las aristocracias continentales
perdieron hace algunos siglos la interven-
cion en el gobierno que en la edad media
halan gozado, mientras que en la Gran
Bretalia ha habido sin interrupcion una
aristocracia esencialmente política. A ella se
ha debido que en aquel país la constitucion
y el régimen parlamentario no desaparecie-
ran, sino que se afirmaran y robustecieran;
y su sólida organizacion ha contribuido en
gran manera al engrandecimiento de la
nacion.




123
principales y más poderosas familias, sino
por considerarlos como á padres de la patria,
que con solícito afan y con desinteresada
voluntad velaban por la conservacion de las
buenas costumbres, por la integridad de las
instituciones políticas y por la gloria de la
república. En nombre del senado y del pue-
blo romano, vencieron y conquistaron las
legiones á todos los países entónces conoci-
dos en. Europa, en África y en Asia, porque
el senado y la aristocracia , dirigiendo al
pueblo, fueron los que con indomable ener-
gía alejaron sin descanso las fronteras de la
patria. Cuando acabó el predominio de la
aristocracia, acabaron tambien la república
y la libertad política en Roma, y la conse-
cuencia inmediata del triunfo de la demo-
cracia en la ciudad eterna, fueron el go-
bierno personal y el trono de los Césares,
levantado por las insubordinadas legiones
sobre las ruinas de las antiguas libertades.


Y en los siglos medios, en la misma Italia,
la única república que prosperó y se conso-
lidó, llevando su comercio, sus escuadras y


122
El testimonio de la historia acredita que


los gobiernos aristocráticos cuentan con ele-
-


mentos (le estabilidad y duracion, y con ga
rantías para la, libertad política de que casi
siempre carecen aquellos en que la demo-
cracia impera. Las repúblicas democráticas
de Grecia, á pesar de su magnífica y bri-
llante civilizacion , de haber llegado en
filosofía, en artes y en literatura á un grado
de perfeccion que no ha alcanzado ningun
otro pueblo, vivieron en continuas luchas y
guerras, víctimas de sus discordias civiles,
y sucumbieron al cabo á la aristocrática y
poderosa Roma , ménos civilizada y ménos


culta que cualquiera de las independientes
ciudades helénicas. Fue el patriciado rom ano


una institucion admirable, que fundó sobre
sólidas bases el gobierno más fuerte y libre
que en la antigüedad ha existido, y que
llevó triunfantes á los confines del mundo
conocido las armas y las enseñas de la ciudad
de Rómulo. El pueblo rey llamó con inimi-
table propiedad y exactitud á los senadores


pat •es conscripti ,
no sólo por ser jefes de las




124


su influencia á remotas y apartadas regio-
nes , tratando y celebrando alianzas con las
más poderosas naciones, fué la veneciana,
porque allí gobernaba un senado en repre-
sentacion de una aristocracia que no existía
ni en Génova , ni en Pisa, ni en Florencia.
En los tiempos modernos, la aristocracia
británica, exigiendo á los reyes el solemne
reconocimiento de los derechos y franquicias
de los súbditos, ha impedido que en Ingla-
terra se estableciera, como en los estados del
continente, la monarquía absoluta, y desde
entónces la organizacien de los poderes pú-
blicos es en aquel país tan acertada y con-
veniente, que no ha necesitado, ni necesi-
tará probablemente, reforma ni modificacion
alguna en largo tiempo.


Como los pueblos, y á las veces personas
ilustradas , no comprenden bien el meca-
nismo de las instituciones políticas y la im-
portancia y eficacia de cada una de ellas,
no han faltado en el siglo presente ataques
y acusaciones apasionadas y violentas contra
la aristocracia inglesa y contra la cámara de


125
los Lores. Se pidió su supresion con palabras
amenazantes en muchas de las reuniones
públicas que se celebraron durante la peli-
grosa agitacion á que dieron lugar los deba-
tes de la ley electoral de 1832. Posterior-
mente, tambien la han reclamado como in-
dispensable y urgente los republicanos en
sus frecuentes meetings, alegando que un
cuerpo colegislador hereditario es una ré-
mora y un obstáculo para las radicales re-
formas que, en su opinion, el país reclama.
Mr. Fawcett, diputado por Brighton, al de-
fender en Enero de 1872 la necesidad y la
justicia del sufragio universal, ejercido pú-
blicamente al aire libre , sin escrutinio se-
creto, por hombres y mujeres de todos los
estados, condiciones y clases sociales, ha
censurado á Sir Ch. Dilke, porque se ocupa
del cambic de la forma de gobierno, cuando
la principal cuestion para todos los amigos
del progreso, es trabajar con asiduidad hasta
conseguir el triunfo definitivo y completo
del verdadero mérito sobre el derecho here-
dado. Mr. Bright, que siendo ministro co-




126


metió la indisculpable ligereza de hablar
con desden de la alta cámara, porque oponia
resistencia á la reforma de la iglesia angli-
cana en Irlanda, que ha llevado á efecto el
gabinete Gladstone, al dar gracias en 11 de
Julio de 1872 por un regalo que le ofrecían
algunos admiradores de su elocuencia y de
su talento, se ocupó de los cambios verifi-
cados en la legislacion desde 1832, y calificó
á la cámara de los Lores de «casi último re-
fugio de la pasion y de la ignorancia polí-
ticas ,» por haber tardado en aprobar la vo-
tacion secreta, no advirtiendo que la misma
calificacion merece Cambien el célebre Stuart
Mill , que votó en el parlamento contra el
proyecto de votacion secreta, despues de
combatirlo ardientemente. Hasta Mr. Glads-
tone, disgustado por la oposicion que entre
los lores encontraba la ley de abolicion de
compra de grados en el ejército, habló de la
conveniencia de modificar la constitucion de
la cámara alta, aumentando en ella el ele-
mento vitalicio y disminuyendo el heredi-
tario.


127


No era posible que estas opiniones y estos
ataques dejaran de tener correctivo, y lo ha-
llaron muy cumplido en el ya citado dis-
curso pronunciado el 4 de Abril en Man-
chester por Mr. Disraeli , jefe del partido
conservador, que aprovechó aquella solemne
ocasion para defender de toda clase de ad-
versarios á la constitucion y á los poderes
públicos. «No solamente se disputa ahora,
decía el célebre orador, la autoridad del
trono, sino que algunos fomentan la indife-
rencia 6 el desden del pueblo, respecto á la
influencia y carácter de la cámara de los
Lores. No me detendré á ofreceros pruebas
de las ventajas de una segunda cámara. Este
punto se ha discutido durante un siglo, desde
el establecimiento del gobierno de los Esta-
dos-Unidos, y todas las grandes autoridades,
americanas, alemanas, francesas é italianas,
han convenido en que el gobierno represen-
tativo es imposible sin una segunda cámara,.
Y se ha sostenido, especialmente en los últi-
mos tiempos, por grandes escritores políticos
de todos los países, que el repetido mal éxito




1


128


( failure) de lo que se llama la república
francesa, se debe atribuir principalmente á
no haber tenido una segunda cámara. Pero
el vivo deseo en los países de gozar de esta
ventaja, únicamente ha sido comparable á,
la gran dificultad que han hallado para con-
seguir este objeto. ¿Cómo se ha de organizar
la segunda cámara? ¿Con nombramientos
del poder soberano? ¿Qué influencia puede
ejercer una cámara así nombrada? ¿Deben
ser elegidos los individuos que la compon-
gan? ¿De qué manera han de ser elegidos?
Si lo son por los mismos electores que la cá-
mara popular, ¿qué título tienen en tal caso
para criticar ó examinar las decisiones de
aquella asamblea? Si han de ser elegidos por
un cuerpo electoral más escogido, que tenga
un derecho electoral más alto, ocurre al ins-
tante la observacion , ¿por qué ha de ser
la mayoría gobernada por la minoría? Los
Estados-Unidos fueron afortunados hallando
una solucion para esta dificultad; pero los
Estados-Unidos de América tenian elementos
de que disponer, que nunca se presentaron


129


antes, y probablemente nunca volverán á
presentarse, porque formaron su senado con
los elementos que les ofrecian los diferentes
estados. Nosotros tenemos la cámara de los
Lores, una asamblea que se ha desarrollado
históricamente y se ha adaptado siempre á
las necesidades y exigencias de los tiempos.
¿ Cuál es la primera calidad que se requiere
en una segunda cámara? Sin duda alguna
la independencia. ¿Cuál es la mejor base de
la independencia? Indudablemente la pro-
piedad. El primer ministro de Inglaterra ha
dicho ahora recientemente, y creo que ha
hablado con exactitud, que por término me-
dio la renta de los miembros de la cámara
de los Lores es de 20.000 libras esterlinas
(100.000 duros aproximadamente ) al año.
La influencia de una asamblea pública, en
cuanto se refiere á la propiedad, depende del
conjunto de su propiedad, que en el caso pre-


. sente asciende á una renta de 9.000.000 de
libras (45.000.000 de duros) al año. Pero
veamos la clase de esta propiedad. Es pro-
piedad visible y por lo tanto responsable, lo


9




131


noble amigo (lord Derby), manifestó hace
poco su adhesion á una aplicacion limitada
de este principio. En primer lugar, permi-
tidme observar que los pares son vitalicios,
pues ninguno puede ser par despues de su
muerte. Pero á algunos pares les heredan en
esta dignidad sus hijos. Se presenta esta
cuestion: ¿quién tiene más el sentimiento
de la responsabilidad, el par vitalicio cuya
dignidad no es trasferible, ó el par cuya dig-
nidad y categorías son hereditarias? Un par
hereditario está en una posicion muy distinta
que el vitalicio. Tiene propension natural á
estudiar la opinion pública, y á someterse á
ella cuando la cree justa, porque comprende
y siente que si la clase á que pertenece está
en constante lucha con la opinion del país,
hay probabilidad de que sus dignidades no
se trasmitan á su descendencia. Las dificul-
tades que haya sobre esta materia en el
ánimo del público, no creo que se resuelvan
por la creacion de pares vitalicios. Sé que
hay algunos filósofos que piensan que la
mejor cámara de los Lores sería una asara-


1:30


cual saben á su costa todos los contribuyen


-tes que me escuchan. Pero no es sólo propie-
dad. visible , es generalmente hablando pro-
piedad territorial, y uno de los elementos ó
caracteres de la propiedad territorial es ser
representativa,. Ahora por ejemplo, suponed,
lo que Dios no permita, que no hubiera cá-
mara de los Comunes, y que cualquier inglés
de cualquiera condado se sintiera agraviado:
el de Cumberland diría , la conducta que
conmigo se observa es muy injusta, pero co-
nozco un hombre de Cumberland, en la cá-
mara de los Lores , el conde de Carlisle ó el
conde de Lonsdale, le buscaré, y no consen-
tirá que un natural de Cumberland sea acudo


mal-


tratado : el nacido en Cornwall diría,
al lord de Port-Eliot , su familia se sacrificó
en otro tiempo por las libertades del pueblo
inglés, y obtendrá justicia para mí. »


« El cargo contra la cámara de los Lores
es que las dignidades son hereditarias, y se
nos dice que si tenemos una cámara de Pa-
res, estos deben ser vitalicios. Hay grandes
autoridades en favor de este sistema, y mi




132


blea formada de ex-gobernadores de colonias.
No tengo suficiente experiencia en este punto •
para formar sobre él una opinion decidida.
Antiguamente un gobernador retirado era
uno de los tipos cómicos para la comedia.
Sin duda por el recuerde- de esta circunstan-
cia confieso que estoy inclinado á creer que
un caballero inglés, nacido para los negocios
públicos, que dirige sus propios estados, que
administra los asuntos de su condado, mez-
clándose. con sus ciudadanos de todas las
clases, ya en las cacerías, .„Ta en la direccion
de un ferro-carril, sin afectacion ni ostenta-
cion , orgulloso de sus antepasados si han
contribuido á la grandeza de la patria co-
mun , es en conjunto más á propósito para
ser un senador ó lord agradable á la opinion
y al gusto inglés, que cualquiera de los
sustitutos que. hasta ahora se han presen-
tado. Una observacion más relativa á la cá-
mara de los Lores ántes de terminar. Hay
alguna ventaja en la experiencia política.
Recuerdo la época en que hubo una animo-
sidad semejante á la de ahora contra la cá-


133


mara de los Lores, pero mucho más intensa
y poderosa, y nació de la misma causa. Un
gobierno liberal estaba al frente de los nego-
cios, con una mayoría liberal numerosa.
Propuso algunas medidas violentas. La cá-
mara de los Lores modificó unas, aplazó
otras y desechó algunas. Instantáneamente
hubo un grito (que panda general) para
abolir ó reformar la cámara de los Lores y
el más grande de los oradores populares que
probablemente ha exhibido en el inundo,
fué enviado en peregrinacion por Inglaterra
para excitar al pueblo en favor de esta opi-
nion. ¿Qué sucedió? Lo que sin duda suce-
derá mañana. Hubo una disolucion del par-
lamento. La gran mayoría liberal se disolvió,
desapareció. El equilibrio de los partidos se
restableció. Se vió que la cámara de los Lo-
res contaba por lo ménos con el apoyo de la
mitad del pueblo inglés. No se volvieron á
oir más peticiones para su abolicion ó su re-
forma, y ántes de que trascurrieran dos
arios, Inglaterra estaba realmente gober-
nada por la cámara de los Lores, bajo la




134


acertada influencia del duque de Welling-
ton , y la poderosa elocuencia de lord Lyn-
dhurst ; y era tal el entusiasmo de la nacion
en favor de la segunda cámara, que en to-
das las reuniones públicas se brindaba á su
salud , con la adicion de « gracias á Dios
hay cámara de los Lores, » que se debió á
uno de los más distinguidos miembros de la
cámara de los Comunes. Hay tambien que
tener presente otra consideracion de suma
importancia: como en una poblacion de
32.000.000 de habitantes, que hoy cuenta
el Reino-Unido de la Gran Bretaña é Irlanda,
hechas las rebajas y deducciones naturales
y acostumbradas, no hay más que 2.200.000
electores, resulta y es evidente que los lores
representan, lo mismo que los Comunes, la
opinion, los intereses y las aspiraciones de
los 30.000.000 restantes. »


A esta elocuente y brillante defensa de la
cámara aristocrática y hereditaria, hecha
por un personaje conservador que pertenece
á la clase media y á la asamblea electiva, de
la cual parece probable que por su voluntad


135


no saldrá nunca, hay que agregar, por lo
importante y significativa, la declaracion
de un antiguo y distinguido radical que hoy
no tiene asiento en el parlamento. Contes-
tando á un brindis en el banquete de la
compañía de cuchilleros de Sheflield el 31 de
Octubre de 1872, manifestó Mr. J. A. Roe-
buck que en su juventud habla censurado y
atacado con frecuencia á la cámara de los
Lores, pensando que era una rueda inútil en
la máquina del gobierno, que sólo servia
para dificultar y entorpecer el movimiento
de las demás ; pero que una larga experien-
cia política le había demostrado el error y la
equivocacion en que había incurrido, y que
hoy estaba convencido de la conveniencia y
de la necesidad de aquella ilustre asamblea,
en la que tiene Inglaterra un poder modera-
dor; inteligente y con gran autoridad moral,
que no posee ningun otro gobierno consti-
tucional. Y todavía más recientemente, el
28 de Noviembre, el marqués de Salisbury,
uno de los jefes del partido conservador en
la alta cámara, declaraba en Bournemouth,


1




136


con ruidosos aplausos de la numerosa con-
currencia que le escuchaba, que no eran
dudosos los sentimientos de la generalidad
del pueblo inglés respecto á su antigua cons-
titucion y á la cámara de los Lores, que de
ella es parte esencial; y que si bien algunos
liberales consentian cándidamente en soste-
ner esta institucion, con la condicion de que
nunca se atreviera á disentir de la cámara
de los Comunes, esta extraña opinion con-
taba con escasos prpsélitos. Añadió que los
dos cuerpos colegisladores, establecidos para
el bien del país, se han de contener recípro-
camente, y que si la asamblea hereditaria
cumple como hasta ahora lealmente su de-
ber, y ayuda ó resiste segun las circunstan-
cias á la cámara de los Comunes, inter-
pretando con acierto los deseos explícitos y
manifiestos de la nacion , continuará siendo
una de las instituciones más útiles y prove-
chosas, y durará permanentemente.


Con notoria inexactitud han afirmado va-
rios publicistas que hay en Inglaterra perfecta
separacion entre el poder legislativo, el eje-


137
cutivo y el judicial, y que á esta separacion
es debido en gran parte el buen éxito del
gobierno parlamentario. Prescindiendo de
otras muchas pruebas que se pueden presen-
tar contra la


• exactitud de esta teoría, basta
recordar que los miembros del gabinete,
que es el poder ejecutivo, no sólo proceden
necesariamente de los cuerpos colegisladores
sino que continúan formando parte de ellos;
y que la cámara de los Lores es el tribunal
supremo, ante el cual se apela de las deci-
siones y sentencias de todos los tribunales
ingleses, excepto en algunos casos determi-
nados en que esta apelacion corresponde á la
seccion ó comision judicial del consejo pri-
vado. De graves defectos adolece la adminis-
tracion de justicia en la Gran Bretaña. Es
complicada, lenta y cara. Con trabajo sumo
se llega á comprender aquel sistema de pro-
cedimientos. La tramitacion judicial es muy
larga y no siempre obedece á reglas fijas y
claras , y los gastos que á los litigantes se
ocasionan son muy crecidos. La repugnan-
cia del pueblo inglés á las innovaciones, por




138


una parte, y por otra la rectitud, la ilustra-
cion y la imparcialidad de los jueces y ma-
gistrados de todas las categorías desde 1689,
han sido la causa de que se sostenga y exista
todavía una organizacion judicial tan per-
judicial y viciosa. Una de sus mayores im-
perfecciones consiste sin duda en que el pri-
mer tribunal de l a nadan , llamado á reformar
las resoluciones de todos los del reino y á
mantener la unidad en la aplicacion de las
leyes, sea la cámara aristocrática por medio
de los lores letrados ( Law-Lords) que en ella
tienen asiento. No se comprende que se con-
fiera tan elevada jurisdiccion á un tribunal
que sólo se reune tres veces por semana, en los
seis meses que está abierto el parlamento; que
no se compone de igual número de personas
ni áun de las mismas personas, en cada una
de sus sesiones, porque los lores letrados, por
no tener sueldo especial, tampoco tienen
obligacion precisa de asistir; y que está
presidido por el lord Canciller, que es tam-
bien presidente de la cámara de los Lores,
como asamblea política , y ministro de la


139


corona , no pudiendo dedicar por lo tanto
todo el tiempo necesario al desempeño de sus
difíciles tareas judiciales. A pesar del buen
deseo , laboriosidad y firme propósito de la
mayor parte de los lores Cancilleres que ha
habido desde lord. Brougham, que lo fué en
el ministerio liberal del. conde de Grey, siem-
pre quedan multitud de asuntos atrasados
pendientes de resolucion de una á otra legisla-
tura. Antiguamente sucedia á veces que no
}labia en la cámara más que un lord letrado,
el lord Canciller, el cual se asociaba dos de
sus colegas que nada entendian de estas
materias para ser tres, que es el número
marcado por la ley, y juntos constituían
tribunal. De esta suerte lord Eldon fué por
largos arios el tribunal superior, ó más bien
el juez supremo del Reino-Unido. Desde
hace algun tiempo se ha cuidado de que for-
men parte de la cámara de los Lores seis ó
siete de los abogados y de los magistrados
de más fama y merecida reputacion, y por
este medio se ha logrado que al ménos el
tribunal se componga de personas competen-




140


tes y autorizadas; pero no se ha conseguido
suprimir ni disminuir los inconveniente s que


son inseparables de esta defectuosa institu-
cion. No hay ya quien no reconozca la in-
eludible necesidad do establecer' un nuevo
tribunal supremo. El proyecto que para for-
marlo presentó en la pasada legislatura lord
Atherley, , no se aprobó porque era incompleto
y dejaba subsistentes muchos de los vicios del
sistema actual. No es fácil predecir si alcan-
zará mejor suerte el que con legítima impa-
ciencia so espera del nuevo lord canciller lord
Selborne , pero no parece probable que tras-
curra mucho tiempo sin que, cediendo á las
exigencias de la opinion pública, se organice
un. tribunal único de apelacion , indepen-
diente y retribuido, que no tenga conexion
ni relacion directa con las asambleas legis-
lativas y con las corporaciones consultivas.
Justo es recordar y elogiar aquí el memorable
ejemplo de moderacion y de respeto á las tra-
diciones legales que ha dado en nuestros dias
la cámara de los Lores al decidir como tribu-
nal en una causa Célebre , y que con tanta


141


elocuencia refiere el conde de Montalembert.
Habías() renovado en 1840 con carácter alar-
mante, la agitaCion para la completa sepa-
racion de Irlanda. La poderosa asociacion
que la reclamaba como un acto de justicia y
como una necesidad imperiosa, tenia una
vasta organizacion; y para sostener la. agita-
cion cobraba de todos los católicos irlandeses
más fácilmente que el gobierno, contribu-
ciones que en 1842 importaron 10.400 libras.
Hubo entónces reuniones de ciento y doscien-
tas cincuenta mil personas que escuchaban
entusiasmadas la elocuente voz de O'Connell,
cuyos apasionados discursos podian lanzar á
la lucha armada á un pueblo que humillado
durante largos años 'aspiraba á sacudir el
yugo, para él intolerable, de un gobierno
protestante. Se temió que aquellas manifes-
taciones fueran ocasion de una guerra civil,
y á fin de impedirlo intervino el gabinete
de Lóndres prohibiendo un colosal meeting
que debía celebrarse en Clontarf, y acusando
como conspirador contra la soberanía de la
reina y de la ley á O'Connell, que fué con-




142


denado por el jurado de Dublin en Mayo
de 1844 á un año de prision, á una multa
de 2.000 libras esterlinas, y á dar durante
siete años una fianza de 10.000 libras ester-
linas, en garantía de que en ese tiempo no
turbaría la paz de la ,tema , que es la expre-
sion técnica usada en Inglaterra para hablar
del órden público. Apeló O'Connell de esta
sentencia á la cámara de los Lores. Segun
la ley todos los lores tienen derecho á tomar
parte en la decision de las causas que llegan
á aquel alto tribunal, mas se observa la
práctica equitativa de reservar su conoci-
miento y resolucion exclusivamente á los
lores letrados, á aquellos que han sido can-
cilleres ó presidentes de alguno de los tres
tribunales superiores de Inglaterra. El dia.
de la vista de la causa de O'Connell, que era
en el fondo una causa eminentemente polí-
tica, porque en ella se trataba de la domi-
nacion de la Gran Bretaña y de la suprema-
cía de la Iglesia anglicana en Irlanda, los
lores letrados, que eran cinco, no estuvie-
ron de acuerdo. El lord canciller Dynahurst


143


y lord Brougham votaron por la confirma-
cion de la sentencia, y lord Campbell, lord
Cottenha.m y lord Denman por su anulacion.
El gobierno deseaba que fuera condenado
O'Connell para que la reina le perdonara
despues, y pocha conseguirlo si votaban los
lores que no eran letrados (lay lord,․), por-
que la inmensa mayoría de la cámara alta
era abiertamente hóstil al célebre agitador.
Mostraron algunos propósito de usar de su
incuestionable derecho; pero lord Wharn-
cliffe, presidente del consejo privado y por
lo tanto miembro del gabinete, les aconsejó
que no lo hicieran y que respetaran la deci-
sion de los únicos jueces competentes del
tribunal. Todos siguieron este prudente con-
sejo; la sentencia se anuló : O'Connell reco-
bró la libertad y pudo de nuevo luchar por
la independencia de su patria. La admirable
conducta de la cámara de los Lores, des-
oyendo la voz de la pasion y del interés
político para respetar escrupulosamente la
costumbre establecida y las prescripciones
de la justicia, mereció general aplauso y




144


causó profunda imprcsion hasta en el mismo
O'Connell, que desde aquel momento dejó
de fomentar la famosa agitacion para la
separacion de los dos países. Se extinguió al
cabo de algun tiempo aquella agitacion , y
áun cuando en 1848 quiso renovarla O'Brien,
no llegó á tomar considerables proporciones
y terminó con un conato de insurreccion
ridículo y sin importancia.


En el último tercio del siglo décimoquinto


y durante el décimosexto, la aristocracia
inglesa fué menos importante y poderosa
que la de los principales estados europeos.
Se hablan extinguido en gran parte á la
sazon los descendientes de los magnates ve-
nidos con Guillermo el Conquistador, los
sucesores de los altivos y rudos barones que
con amenazas habian conseguido del rey
Juan la sancion de la. Charta Magna. Aquella
aristocracia de la edad media, turbulenta y
anárquica como la de casi todas las naciones
del continente, que ganosa de influencia y
avezada á la vida militar , cuando no habia
guerra con los extranjeros promovia civiles


145
discordias; que oprimia y hollaba á sus va-
sallos y á las clases inferiores , y se levan-
taba en armas y desconocia la autoridad del
monarca, si cofia la corona un príncipe
débil ó desgraciado ; que en el parlamento
exigia el reconocimiento de sus derechos y
de sus inmunidades, pero sin mostrarse siem-
pre obediente y dispuesta á cumplir los debe-
res que la ley le imponia y la equidad le
aconsejaba, habia desaparecido casi del todo,
como en expiacion de sus excesos y atenta-
dos, en aquel período solemne de la historia
moderna en que en medio de trastornos,
contiendas y perturbaciones que parecia,n
presagiar decadencia y ruina, se formaron
las grandes nacionalidades del occidente de
Europa, reinando al par que la dinastía de
Tudor en Inglaterra, Luis XI en Francia, y
en Espana los egregios monarcas católicos.
Tan funesta fué para la alta nobleza inglesa
la sangrienta lucha de las casas de York y
de Lancaster, conocida con el nombre de las
dos rosas, que al primer parlamento de En-
rique VII, convocado despees de la ventu-


10


111




e


14(3


rosa jornada de Bosworth , sólo pudieron
asistir veinticinco lores temporales por ha-
ber sucumbido ó hallarse proscritos todos los
restantes. Aunaentóse aquel número con los
nombramientos de los soberanos sucesivos,
hechos para recompensar servicios cortesanos
y para tener mayoría segura en la cámara
hereditaria, siendo por estas causas de escaso
valer la aristocracia de Inglaterra en aquella
época. Relativamente moderna, sin gran
mérito personal, sin tradiciones gloriosas,
no era comparable á la aristocracia francesa,
que habia peleado con vária fortuna en los
campos de Italia, siguiendo las banderas de
Carlos VIII, y que descendia de los señores
que hablan vertido generosamente su sangre
en las llanuras de Palestina y en el asedio
de Jerusalen ; ni ménos con la española, la
primera entónees de Europa, en que habia
un duque de Medina-Sidonia , que lograba
fama contribuyendo á expulsar á los árabes
de la Península; un conde de Tendilla que
firmaba la capitulacion de Granada ; un
conde Pedro Navarro, célebre ingeniero que


147


expugnaba las fortalezas del continente afri-
cano; un duque de Veragua que á Leon y á
Castilla daba un nuevo mundo ; un Gonzalo
de Córdoba que ganaba para España el reino
de Nápoles; un marqués del Valle de Oaxaca
que con un puñado de heróicos aventureros
habia conquistado el imperio de los aztecas;
un condestable de Castilla que se oponía con
entereza á los impuestos onerosos que pedia
el emperador y no cedia á sus amenazas; un
duque de Alba que venda en Italia, se batia
en Alemania, sometia á Portugal y gober-
naba á Flandes, con mano dura ciertamente,
pero no más dura que la de los ingleses en
Irlanda, la de los alemanes en Italia y la de
los rusos en Polonia ; un marqués de Santa
Cruz que mandaba las galeras del rey cató-
lico en afortunadas empresas; y otros muchos
que sería prolijo enumerar y que por dife-
rente manera hicieron señalados servicios y
lograron merecido renombre.


Enriquecidos los nobles ingleses con los
bienes, tan pingiies como cuantiosos, perte-
necientes á las órdenes monásticas, que con




148


bien calculada generosidad les haba repar-
tido Enrique VIII ; en muestra de agrade-
cimiento, por temor á castigos, y para no
exponerse á perder las grandes riquezas, tan
fácilmente adquiridas , prestaron asenti-
miento con sumision y docilidad indignas á
todas las arbitrariedades y atentados de los
monarcas. Declararon nulos matrimonios que
eran válidos y legítimos, variaron la ley de
sucesion á la corona, renunciaron temporal-
mente á prerogativas constitucionales por
servil adulado'', aceptaron nuevos artículos
de fé religiosa, aprobaron despues el resta-
blecimiento de la religion católica, consin-
tieron luégo en la fun.dacion de la Iglesia
anglicana, y sancionaron repugnantes des-
pojos y crueles y sangrientas persecuciones.
La cámara alta, lo mismo que la electiva,
siendo más indisculpable esta conducta en
la primera que en la segunda, porque tenia
más medios de mostrarse independiente,
fueron un instrumento flexible y obediente
que cedió siempre á la voluntad de los reyes
durante el siglo décimosexto. En la lucha


149


legal y constante de los representantes del
país con los dos primeros monarcas de la di-
nastía de los Estuardos, provocada por las
tendencias absolutistas de éstos, los lores no
tomaron parte como cuerpo político. La céle-
bre protesta de 1621 presentada á Jacobo I,
y la peticion de derechos que se vió obligado
á aceptar Carlos I en 1628, obra exclusiva
fueron de la cámara de los Comunes; mas
cuando este último monarca, en su dan de
prescindir del parlamento, intentó reunir
en York un gran Consejo, á la vez consul-
tivo y legislativo, compuesto sólo de lores
que en su mayoría le eran adictos, no pudo
realizar su propósito, porque los lores que
recibieron la invitacion y que se presentaron
en la corte, se negaron respetuosamente á
formar parte de aquella improvisada asam-
blea, cuya existencia era una violacion ma-
nifiesta de la constitucion. En la primera
legislatura del largo parlamento, mostrá-
ronse unidas, de acuerdo y animadas del
mismo espíritu de justicia y de igual deseo
del bien público, la aristocracia y la clase




Si


150


medía, para poner término á intolerables
abusos y aprobar útiles y apremiantes re-
formas: y más adelante, al estallar la guerra
civil por la mala fé del rey y por la excesiva
desconfianza de los parlamentarios, aunque
casi todos los miembros de la alta cámara
estuvieron con los caballeros al lado del mo-
narca, algunos de los principales señores se
quedaron con los cabezas redondas, y el
conde de Essex fué en la primera campaña
el general en jefe del ejército del parlamento.
La violenta é inmerecida supresion de la
cámara de los Lores en 1049 , por oponerse
unánimemente al proceso del rey, y la in-
justa muerte de Carlos I, alejaron para
siempre de Cromwell á la aristocracia, que
se retiró de la capital y vivió en los conda-
dos, para mostrar su completo apartamiento
del nuevo gobierno , y para mantener vivo
en el pueblo el sentimiento monárquico. Bien
comprendía el célebre dictador al mutilar el
parlamento, que reducido éste á una cámara
electiva, no había de ponerle obstáculos ni
crearle dificultades; porque una sola cámara


151


es arbitraria y despótica, ó sumisa y obe-
diente, segun las circunstancias, pero nunca
sabe conservar y defender la libertad polí-
tica; y en aquella ocasion había seguridad
de que no podria oponer resistencia á un
dictador, sostenido por un ejército fanático,
disciplinado y victorioso.


Restablecida la cámara hereditaria en
1000, recobró la aristocracia su intervencion
legítima y constitucional en la gestion de
los negocios públicos, y cuando estuvieron
en grave peligro las franquicias y derechos
del pueblo inglés, usó de su gran influencia
en el país para salvar el régimen parlamen-
tario. Ya en Noviembre de 1085, y en pre-
sencia de Jacobo II, censuraron enérgica-
mente los lores que hubiera un numeroso
ejército, y que en él se admitiera á oficiales
católicos que no cumplian las prescripciones
de la ley de juramento (Test-ad), temiendo
que sirviera para establecer un poder abso-
luto; y dos años despues, más de la mitad
de los lores lugartenientes de toda la Gran
Bretaña, respetados y queridos en sus con-




152


dados, fueron destituidos por no prestarse á
ejecutar las medidas ilegales, adoptadas por
el rey para que la mayoría de la cámara do
los Comunes, que debia prestar juramento
al futuro príncipe de Gales , se compusiera
de amigos y protegidos de la corte. Esta re-
sistencia de las altas clases se convirtió en
decidida hostilidad, á pesar de la indiferen-
cia que una gran parte del país mostraba,
cuando Jacobo mal aconsejado y cor-
riendo á su perdicion , se arrogó la facultad
de suspender la aplicacion de leyes penales,
varió injustamente no pocos ayuntamientos,
concedió destinos elevados á los católicos,
reformó las cartas de concesion de derecho
electoral en muchos burgas reduciendo el
número de electores, y exigió con juramento
á los empleados públicos cine votaran á los
candidatos oficiales; probando con todos estos
actos que se dejaba guiar exclusivamente
por sus caprichos, aunque para verlos reali-
zados tuviera que infringir las más antiguas
y respetables leyes. Lores whigs y torys fue-
ron los que dirigieron la conspiracion en


153


que entró Guillermo de Orange, los que le
instaron para que desembarcara en Ingla-
terra, y los que eficazmente le ayudaron en
su empresa.


La revolucion de 1688 fuó obra de la aris-
tocracia, que en la parte política supo redu-
cirla á justos y convenientes límites, lo cual
rara vez sucede en las revoluciones que se
hacen por irreflexivos levantamientos popu-
lares, que nunca se sabe hasta dónde llegan;
si bien cometió el error que tan costosos sa-
crficios impuso á Inglaterra de cambiar la
dinastía. Para el pueblo, en las naciones
monárquicas, el rey es la personificacion del
gobierno, de] poder y de la autoridad; las
reformas, áun las más radicales y atrevidas
en la legislacion , no le causan impresion
profunda, porque no comprende fácilmente
su trascendencia; pero el destronamiento del
rey legítimo, y el advenimiento de otro
nuevo elegido por una asamblea, puede re-
lajar y quebrantar de una manera definitiva
su respeto á los poderes constituidos. La aris-
tocracia salvó el gobierno parlamentario,




154


consignando en la declaracion de derechos
las legítimas prerogativas de los cuerpos co-
legisladores; y el restablecimiento del go-
Memo parlamentario sobre bases estables y
seguras, salvó á la aristocracia, dándole
ocasion de conservar y acrecentar su influen-
cia política. La reunion anual del parla-
mento y la precision de que formen parte
del gabinete miembros de una y otra cá-
mara, porque los ministros no pueden dis-
cutir y votar más que en aquella á que per-
tenecen, han hecho que se mantenga alto
el nivel intelectual de la cámara aristocrá-
tica, y han dado necesaria intervencion á
los lores en la direccion de los negocios pú-
blicos, obligándoles á ocuparse de los asuntos
que al país interesan , y á defender sus pro-
pios privilegios y prerogativas, y evitando
que, como en algunos estados del conti-
nente, abandonen su participacion en el go-
bierno por distinciones y cargos cortesanos.
Durante el siglo decimoctavo y el primer
tercio del presente, preponderó la aristocracia
en el país y dentro del parlamento. En el


155
país por las altas posiciones sociales y por la
gran riqueza territorial, que hasta los últi-
mos tiempos no experimentó la competencia
de las fortunas y de los capitales adquiridos
en la industria y en el comercio. Dentro del
parlamento , porque además de imperar en
la cámara de los Lores dominaba en la de
los Comunes. El irregular sistema electoral
á la sazon vigente, la permitia, disponer ab-
solutamente de muchos burgos y distritos
que elegian siempre á los candidatos desig-
nados por los grandes propietarios. Las elec-
ciones no eran libres é independientes más
que en las ciudades populosas y en las uni-
versidades, pudiendo decirse que la cámara
electiva era en mucha parte hechura de la
corona y de los lores. Una votacion contraria
de la cámara hereditaria, era entónces causa
suficiente para la caida de un gobierno. Por
haber desaprobado los lores, por recomen-
dacion del rey, el bill de la India de Fox,
tuvo que presentar su dimision en 1783 el
célebre gabinete de coalicion que presidia el
duque de Portland. Suprimidos por la ley




156


de 1832 los Burgos pequeños, reformados
otros, aumentado el cuerpo electoral, con-
cedida la representacion en el parlamento á
ciudades y villas ricas é ilustradas que no la
tenían, los lores, la nobleza y los propieta-
rios rurales han perdido gran parte de su
influjo en las elecciones, si bien le conservan
en las que se verifican en los condados.


Segun el 1-oll (5 registro de los lores es-
pirituales y temporales. de la primera le-
gislatura del parlamento reunido el 20 de
Febrero de 1869, tenían asiento en aquella
fecha en la alta cámara: el príncipe de Ga-
les por derecho propio como heredero de
la corona ; el duque de Edimburgo, el de
Cumberland (que es el ex-rey de Hannover)
y el de Cambridsz'e, príncipes de la familia
real, por nombramiento del monarca; el ar-
zobispo de Canterbury, primado de Ingla-
terra; el lord Canciller, que es el primer
súbdito seglar; los arzobispos protestantes de
York y Dublin, el lord presidente del con-
sejo, el lord del sello privado, más de dos-
cientos cincuenta lores , que son duques,


157


marqueses, condes ó vizcondes, veinticuatro
obispos ingleses, tres irlandeses, y cerca de
doscientos lores que no tienen más que el
título de baron. Los lores escoceses, muy
numerosos en 1'707, época de la union de los
dos países, han quedado reducidos á ochenta
y seis, pero como de éstos hay cuarenta que
son al mismo tiempo lores de la Gran Bre-
taña, y diez y seis que por eleccion de sus
colegas forman parte de la cámara alta, re-
sulta que únicamente treinta no pertenecen
á ninguno de los cuerpos colegisladores.
Por el sistema de amortizacion de títulos de
Irlanda adoptado desde 1800, los lores irlan-
deses no pasan en la actualidad de ciento
ochenta y siete , de los cuales ochenta son
tambien lores del peino-Unido y veintiocho
son miembros vitalicios de la alta cámara,
elegidos por toda la aristocracia de Irlanda,
quedando únicamente setenta y nueve que
no pertenecen á aquella ilustre asamblea,
si bien pueden ser elegidos para. la cámara
popular.


La aristocracia inglesa debe en gran parte




158


su. fuerza, su prestigio, la vida y la energía
que la animan á que experimenta una reno-
vacion lenta pero no interrumpida. La muerte
extingue paulatinamente las antiguas fami-
lias históricas ; y vienen á ocupar su lugar
los que sobresalen en las carreras públicas,
ó en alguno de los ramos del saber humano,
ó los que prestan servicios eminentes á la
nacion. De los 566 lores temporales que había
en la Gran Bretaña é Irlanda en el año
de 1869 , únicamente 50 eran anteriores al
advenimiento de Enrique VII; 37 tan sólo
quedaban de la época de los Tudor, , que rei-
naron más de un siglo ; 107 habian sido
creados por los cuatro monarcas de la dinas-
tía de los Estuardos ; '76 desde, la revolucion
hasta la muerte de Jorge II en 1760, y 296
desde aquel tiempo hasta nuestros días. Es,
pues, evidente, que de la actual aristocracia,
bastante más de la mitad no cuenta más de
un siglo de antigüedad, y sin embargo,
toda ella es igualmente ilustre, digna y
respetada por la nacion. Esto consiste en que
la moderna aristocracia , formada con los


159
hombres más eminentes de cada generacion,
no desmerece de la antigua y se confunde
al instante con ella, adquiriendo desde luego
su carácter y su importancia. Si la abadía de
Westminster encierra las cenizas de los gran-
des hombres de las pasadas edades, en la cá-
mara de los Lores se encuentran , con cortas
excepciones, todos los personajes notables de
la edad presente. Si algunos no han entrado
en ella, es porque no han llegado al término
de su carrera, ó porque, corno Mr. Gladstone
y Mr. Disraeli, imitando el ejemplo de Peel,
prefieren no salir de la cámara de los Co-
munes, en donde han adquirido celebridad
y conservan gran influencia. Tienen siem-
pre seguridad de llegar á aquella ilustre
asamblea, los presidentes de la cámara po-
pular, cuando cesan en aquel cargo; los ju-
risconsultos de más reputacion , los magis-
trados de más ciencia é integridad en los
tribunales superiores, los escritores de nota,
como el historiador Macanlay y el novelista
Bulwer, los generales y almirantes en re-
compensa de señalados servicios, como Lyons,




160


Reglan, Lawrence y Napier, y los políticos
distinguidos como lord John Russell y Sir
Charles -5,Vood, que despues de largos años
de brillante vida pública necesitan el des-
canso y el reposo que rara vez disfrutan los
que con frecuencia tienen que solicitar los
sufragios del cuerpo electoral. Gran esmero
hay en la época actual para que recaigan en
personas muy dignas los nombramientos de
lores, porque la opinion pública no toleraria
que se confiriera aquella elevada dignidad á
quien careciera de títulos suficientes para
merecerla; y la consecuencia de esta pru-
dente y patriótica conducta de los gobiernos
ha sido que nunca ha tenido la cámara de
los Lores tanta experiencia política y parla-
mentaria, tanto conocimiento de los nego-
cios 'y de la administracion, y tanto número
de oradores notables como desde la muerte
de Jorge IV. Cuando se reunieron en aquella
asamblea el conde de Derby, lord Brougham,
lord Lyndhurst y lord Ellenborough, bien
pudo decirse que con la cámara de los Lores
no podia rivalizar en elocuencia la de los


161


Comunes, ni áun contando entre sus miem-
bros á Mr. Gladstone , á Mr. Bright y á
Mr. Disraeli.


De los 566 lores que existen en Ingla-
terra, Escocia é Irlanda, más de 230 son
únicamente barones del Reino-Unido. Con
este título se ingresa en la aristocracia , y
para obtener otro de mayor categoría son
necesarios nuevos servicios y merecimientos.
Muy pocos son los casos en que se ha, llegado
á un grado superior en estas distinciones ho-
noríficas sin pasar por todos los inferiores. No
se ha prescindido de esta costumbre ni áun
tratándose de servicios militares, que son los
que con más generosidad se premian en to-
dos los países. El famoso Mariborough, baron
desde 1085, fue conde en 1089, y marqués y
duque en 1702. Nelson no fué nombrado lord
hasta 1801, y despues de su gloriosa muerte
en 1805, para honrar su memoria se hizo
vizconde y conde al heredero de su nombre;
y el insigne Wellington, baron y vizconde
en 1809, cuando ya Labia hecho importan-
tantes campañas en la India, conde y mar-


1 1




162


qués en 1812, despues de haber ganado re-
petidas victorias contra los mariscales del
imperio, ascendió á duque en 1814, al cabo
de cinco años de difícil y gloriosa guerra.
Hay tal parsimonia en. la concesion de títu-
los, que la recompensa para un lord por mé-
ritos públicos y notorios , no es un nuevo
título, segun se acostumbra en otras partes
como si el primero estuviera usado é inservi-
ble, sino un ascenso en el mismo título. Así
al vizconde de Canning, sucesor del afamado
orador y ministro Jorge Canning, por haber
sido uno de los mejores gobernadores gene-
rales de la India y haber contribuido con su
hábil política á que no tomara mayor incre-
mento la terrible insurreccion de los cipa-
yos, se le nombró conde, sin que ni él ni el
público pensaran que el premio era insig-
nificante ó insuficiente. No puede parecer
ridícula ni excesiva la parsimonia del go-
bierno británico para la concesion de títulos;
pensando que sin ella no se forma una aris-
tocracia respetable como la inglesa.


La veneracion y el agradecimiento á los


163


grandes hombres, que en cualquiera de las
esferas de la actividad humana han dado
gloria á la patria, propios son de los pueblos
civilizados, y la existencia de la aristocracia
fomenta aquellos nobles sentimientos man-
teniendo viva la memoria de los ciudadanos
ilustres que pertenecieron á otras genera-
ciones. Hay, sin embargo, muchos países en
que por la forma de gobierno y por la índole
de las instituciones, están prohibidas las dis-
tinciones nobiliarias, y en que no se admiten
más desigualdades sociales que las inevita-
bles y no pequolias que se derivan de la di-
ferencia en el talento, en la virtud y en la
fortuna. Esta organizacion democrática de
un estado tiene partidarios numerosos, y aun
opinando de distinto modo, no es lícito ne-
gar sus ventajas en determinadas circuns-
tancias y en algunos momentos históricos.
Lo que no se explica, lo que no se compren-
de, lo que merece fuerte censura, es que haya
estados en que falte á los gobiernos convic-
cion y patriotismo para conservar á la aris-
tocracia en sus condiciones propias y natu-




1


1


1


164


rales, ó el valor necesario para suprimirla, y
en los que por debilidad, por ignorancia ó
por móviles de otro género se la desvirtúe y
se la desprestigie por el descrédito y el ri-
dículo, confiriendo títulos nobiliarios á per-
sonas para quienes son á los ojos del público
un apodo risible y no la consagracion y el
reconocimiento de un mérito. Es absurdo
considerar las distinciones de este género
como fuente de ingresos para el tesoro, segun
algunos piensan, tratando de explotar la va-
nidad humana ; mas los que aceptan esta
manera de apreciarlas , siendo lógicos de-
berian ponerlas en venta á precios subidos,


entónces no podrian adquirirlas sino los
ricos, teniendo que renunciar á ellas los
hombres eminentes pero sin fortuna , y se-
rian un lujo pero nunca un honor. No han
de servir tampoco para premiar servicios du-
dosos de partido ó para halagar y favorecer á
particulares amigos , que las di gnidades 'que
otorga el gobierno á nombre de la nacion
se han de dar por grandes y públicos mere-
cimientos. No basta para obtenerlas, segun


165


piensan otros, no haber cometido ningun
delito y vivir honradamente del propio tra-
bajo, que entónces no habria derecho para
negarlas al modesto tendero y al laborioso
menestral. Nadie puede afirmar y sostener
con formalidad que se deben conceder indis-
tintamente títulos nobiliarios al que reune
un capital saneado detrás de un mostrador,
al que labrando la tierra mejora su suerte,
al que en provecho propio contrata una obra
pública, y al general que rechaza una inva-
sion extranjera ó pone término á una san-
grienta guerra civil, al estadista que dirige
largo tiempo acertadamente los negocios pú-
blicos, al escritor sobresaliente cuyo nombre
con justicia enaltece la fama, al hombre ca-
ritativo que consagra su patrimonio á la fun-
dacion de escuelas y de establecimientos de
beneficencia para atender á la educacion y
aliviar los males de las clases pobres. Si la
aristocracia no ha de representar las glorias
nacionales, las virtudes, el saber y los me-
recimientos incontestables, vale más que no
la haya. A los demócratas por necesidad,




1


166
por ambicion ó por envidia, que manifiestan
aversion á la aristocracia y desprecio á las
distinciones nobiliarias y á las condecoracio-
nes, hasta que pueden obtenerlas ó cogerlas,
con gran exactitud los ha pintado el ilustre
duque de Rivas en el siguiente soneto:


Detesta Pero Anton la aristocracia,
Y títulos y bandas escarnece,
Pues diz que sola la virtud merece
En el aprecio de los libres gracia.


Mas luego que con arte y eficacia
En la bolsa y garito se enriquece,
Y con poca vergüenza medra y crece
Subiéndose á mayores con su audacia,


Ya á su alma la virtud no satisface,
Ni áun del tesoro el brillo y el provecho
Y en bajezas é intrigas se deshace


Hasta esmaltar blasones en su techo ,
Ser marqués, atrapar un alto enlace ,
Y ornar con cintas el villano pecho.


La aristocracia inglesa es digna de la im-
portancia que tiene. Siempre se la encuentra
en primer término, cuando del honor ó del
bien del país se trata. Prodiga su sangre en
los campos de batalla, como aconteció en


167


Crimea , defiende las reformas útiles, y or-
ganiza y dirige las asociaciones encamina-
das á mejorar por varios modos la situacion
moral y material del pueblo, que se ha acos-
tumbrado á ver en los lores sus bienhechores
constantes y desinteresados. A su interven-
cion acuden con confianza en las circunstan-
cias difíciles. Cuando en el verano de 1872
hubo desacuerdo entre los constructores de
edificios de Lóndres y los trabajadores, res-
pecto de los jornales y de las horas de . tra-
bajo , propusieron los primeros someter la
cuestion al arbitraje del conde de Derby y
del marqués de Salisbury, proposicion que
rechazaron los obreros, porque esperaban ob-
tener con una huelga general todas las ven-
tajas que deseaban, declarando, sin em-
bargo, que tenian completa confianza en la
imparcialidad de aquellos árbitros. Con fre-
cuencia se abren escuelas, se inauguran bi-
bliotecas populares, se fundan hospitales por
iniciativa de individuos de la aristocracia,
que despues de haber contribuido generosa-
mente para estos establecimientos, asisten




168


siempre á aquellos actos dándoles solemnidad
é importancia. El 10 de Abril de 1872, lord
Derby inauguró un nuevo hospital en el
burgo de Bootle, cerca de Liverpool, para
el cual habia regalado el terreno , habien-
do puesto la primera piedra del edificio dos
años antes. En el discurso que pronunció en
aquella ocasion, ante un público compuesto
en su mayor parte de campesinos y menes-
trales , les recordó que hacía una semana
un hombre eminente, Mr. Disraeli, habia
hablado de la cuestion sanitaria, manifes-
tando la relacion que tiene con el bienestar
y la grandeza nacional. Les hizo observar,
como prueba de un progreso evidente, que
treinta años y aun doce años antes, un len-
guaje de este género en un jefe de partido,
se habria, considerado como excéntrico y pa-
radógico , mientras que ahora se aceptaba
como la expresion exacta de los sentimientos
y de las necesidades de los tiempos, y que
este cambio notable, lo mismo que el dar la
importancia que tiene á la higiene, era de-
bido en gran parte á, los individuos de la


169
clase médica, que ;Jmn contra sus intereses
han sostenido y demostrado que prevenir es
mejor que curar. Despues de encarecer las
muchas y variadas ventajas de la observan-
cia de la higiene para todas las clases, y
especialmente para las que habitan casas
pequeñas y poco ventiladas, y no se cuidan
de la calidad del alimento, les dijo esta triste
verdad : « Con un nivel bajo de salud pú-
» Mica, tendreis un nivel bajo de moralidad
» nacional , y probablemente Cambien de
» inteligencia nacional.»


A pesar del mérito personal de los lores,
y de su afanosa solicitud para mejorar la
instruccion y la vida del pueblo, la aristo-
cracia no podria conservar su importancia
sin las grandes propiedades que posee, y que
íntegras, sin division, se trasmiten en todas
las familias al hijo varon primogénito. Con
razon ha dicho un escritor que en los países
en que el derecho de propiedad tiene sólida
y firme base, los propietarios cuentan con
verdadera y legítima influencia. En las so-
ciedades bien organizadas, la propiedad es




170


el principal fundamento del poder, y las
clases ricas é ilustradas, á menos de ser in-
capaces ó indolentes en grado sumo, tienen
siempre medios de granjearse consideraciy
y ejercer intervencion en el gobierno y en
la administracion local y general. No es este
el momento ni la oportunidad de examinar
los inconvenientes y las ventajas de la li-
bertad de testar, de la division de las he-
rencias y de la vinculacion de una parte
considerable de la propiedad , bajo el punto
de vista de la justicia , del interés de la fa-
milia y del fomento de la riqueza del país;
pero hay que reconocer que en Inglaterra el
derecho en los padres de disponer libremente
de sus bienes, y la general costumbre de
dejarlos al hijo mayor , han robustecido la
autoridad paterna, han fortalecido los víncu-
los de la familia, han contribuido al des-
arrollo de la libertad política haciendo
posible la existencia de una aristocracia in-
dependiente, y en nada han perjudicado al
progreso de la agricultura, de la industria y
del comercio , y al extraordinario desenvol-


171


vimiento de la fortuna pública. Sabido es
que en la Gran Bretaña, lo mismo que en
la mayor parte de los estados que forman la
Union Americana del Norte, la ley reconoce
la plena libertad de testar y la facultad de
vincular la herencia por dos generaciones.
En las sucesiones ab-intestato hay la dife-
rencia de que en América se divide la he-


,


rencia por partes iguales entre todos los he-
rederos ; mientras que en Inglaterra se
reparten los bienes muebles , y todos los
bienes raíces pasan al primogénito, favore-
ciendo de esta suerte la ley la fundacion de
mayorazgos. Pocas son, sin embargo, las
sucesiones ab-intestato. Los ingleses estiman
en mucho el derecho de testar, y escaso es el
número de los que no lo usan. No sólo la
aristocracia, sino la nobleza, y todos los que
han formado con su trabajo un capital, de-
seando perpetuar su nombre y fundar una
familia dotada de un patrimonio para el por-
venir, dejan al hijo mayor las fincas rústicas
y la propiedad inmueble. Esta costumbre
produce en la práctica excelentes resultados.




172


El propietario que vive una gran parte del
año en las tierras heredadas de sus mayores,
y que han de ser de quien le suceda en su
título ó en su categoría social, llega á to-
marlas afecto, procura trasmitirlas sin dete-
rioro, y por egoismo al ménos, mira con in-
terés y trata con consideracion á los que las
labran y las explotan. Los colonos y arren-
datarios, por su parte, seguros de que no


wiem_han de ser inmotivadamente despedidos por
un comprador codicioso, al par que cultivan
con esmero las fincas, buscan y encuentran
en el rico propietario ayuda en los momentos
de apuro y de desgracia, y proteccion siem-
pre que la necesitan. Estas relaciones cons-
tantes y útiles entre el señor de la tierra
(landlord) y sus colonos, explican y justifi-
can la influencia de la aristocracia y de los
grandes propietarios en los pequeños burgos
y en los condados. Es sin duda más equita-
tiva que las vinculaciones la reparticion de
la herencia entre todos los hijos, pero la di-
vision ilimitada de las fortunas, puede con
el tiempo traer inconvenientes y ser un ele-


173
mento perjudicial bajo el punto de vista po-
lítico. La gran propiedad y las clases ricas
pueden oponer á las demasías, á las inva-
siones y á las ilegalidades de los gobiernos
una resistencia eficaz legal, y por lo mismo
no peligrosa, que es difícil, si no de todo
punto imposible, para los pequeños propie-
tarios y para las clases pobres y trabajadoras.
Comprendiendo esta verdad los ingleses,
cuando quisieron castigar y reducir á la im-
potencia á los irlandeses, y acabar con sus
tentativas de independencia, dispusieron por
una ley de 1701, que los bienes raíces de
los papistas se dividieran por partes iguales
entre sus hijos, á ménos que el primogénito
se hiciera protestante, pues en este caso se
le consideraría como único heredero. Doro-
góse esta ley en 1778, cuando se consideró
equitativo conceder á los desgraciados irlan-
deses algunos de los derechos de que disfru-
taban los súbditos británicos.


Mr. Bagehot ha dicho que ántes de la ley
electoral de 1832, la cámara de los Lores, si
no era la asamblea que dirigia, era la asam-




174


blea, en que estaban los que dirigían la polí-
tica, siendo tan grande la preponderancia
de la aristocracia y de la corona en la cámara
de los Comunes, que no habia temor de un
desacuerdo formal entre los dos cuerpos cole-
gisladores. Este desacuerdo ocurrió, sin em-
bargo, algunas veces, y la opinion de la
aristocracia se tuvo siempre más en cuenta
que la de los representantes del país. Con-
tando con el apoyo de los lores, destituyó
Jorge III á ,.ates whigs sostenidos por
la cámara electiva; y seguro de la confianza
de la corona y de los lores se mantuvo en
su puesto Guillermo Pitt , á pesar de los votos
de censura y de la hostilidad manifiesta de
la cámara de los Comunes. Aprobada la re-
forma electoral del ministerio del conde de
Grey, la aristocracia ha perdido aquel pode-
roso ascendiente, si bien conserva provechosa
influencia, y desde entónces las votaciones
de la cámara de los Lores no dan lugar á la
caida de gabinetes que tienen mayoría en la
cámara popular. Cuando se discutió en el
parlamento la conducta respecto á Dina-


175


marca del ministerio Palmerston , que alentó
á aquel pequeño estado en su resistencia
contra Alemania, con la esperanza de auxi-
lios y proteccion que no dió al comenzar las
hostilidades, el ministerio no presentó su di-
mision, porque la proposicion de censura de
su política extranjera votada por los Lores,
fué desechada por los Comunes. A nadie ha
ocurrido en Inglaterra que el gabinete Glads-
tone debió retirarse, porque la cámara here-
ditaria desaprobó en 1871 el proyecto de ley
de votacion secreta para las elecciones parla-
mentarias aprobado por la cámara popular.
Comprendiendo perfectamente la modifica-
cion que en la importancia del alto cuerpo
colegislador habil], producido la ley de 1832,
decía el duque deAVellington en una célebre
carta al conde de Derby en 1846, durante
los animados debates sobre las leyes de ce-
reales, que era imposible que la cámara de
los Lores se opusiera ó se sobrepusiera (over-
rule) permanentemente á la voluntad de los
diputados, y que su mision consistia en re-
visar, enmendar y corregir los proyectos y




176


disposiciones que la otra asamblea le enviaba.
Aceptando este mismo principio, sostiene un
ilustrado escritor que la alta cámara es cá-
mara de revision con facultad de suspender,
y que su voto no es definitivo, sino dilatorio
y condicional , para aquellas leyes y medidas
en que insiste la otra cámara, y que reclama
con energía la nacion. Su resistencia no
puede ser absoluta y persistente, existiendo
el derecho de nombrar nuevos pares que
cambien la . mayoría. No acctirt lo mismo
con la cámara de los Comunes. Si cuenta
con el apoyo de la opinion pública, la diso-
lucion no altera en ella la mayoría. Esta es
la diferencia fundamental entre las dos cá-
maras, y la que explica su distinta impor-
tancia. La una tiene un poder grande, pero
que en cierto modo puede depender del go-.
bierno : la otra tiene un poder propio, que
depende directamente del país. Segun la
opinion de un publicista contemporáneo,
desde hace cuarenta años no ha tenido la
cámara de los Lores tanta influencia y poder
real y efectivo como en la actualidad; y aun


177


le sería fácil acrecentarlos, si la mayor parte
de sus miembros, en vez de asistir sólo en
las ocasiones solemnes y para cuestiones de
partido, concurrieran ordinariamente con
más frecuencia á las sesiones. La enorme ri-
queza y las extensas relaciones locales de los
lores, constantemente aumentadas por la
agregacion de nuevos y vigorosos elementos,
semejantes en género, aunque diferentes en
especie, les ha permitido mantener su im-
portancia en esta época democrática, y hacer
alarde de una independencia despues de la
segunda ley de reforma de 1867, que difí-
cilmente se hubieran atrevido á mostrar
despues de la primera. Es notable que ha-
biendo desaprobado en una legislatura, la
de 1871, el proyecto de supresion de compra
de grados en el ejército, el de votacion se-
creta obligatoria, y por sexta vez el que au-
toriza al viudo á casarse con su cuñada, her-
mana de la esposa difunta, la cámara de los
Lores no se ha hecho impopular, y que la
tentativa para agitar la opinion pública en
su daño ha sido enteramente infructuosa. En


12




178


la discusion del ba,llot vill manifestó un
saber, un conocimiento del país y de la ad-
ministracion , y una elocuencia, que sor-
prendieron y admiraron á sus más decididos
adversarios, los cuales se ven obligados á
confesar que hoy es tan poderosa como en
sus mejores tiempos para enmendar y modi-
ficar áun las leyes más importantes, por más
que no pueda rechazar con obstinacion las
reformas verdaderamente útiles.


Su intervencion en la forrnacion de las
leyes es siempre provechosa. No sólo las,.ift.
jora y perfecciona, sino que se opone á aque-
llas que, inspiradas por el exclusivo inte-
rés de un partido, acaso serian perjudiciales
para la generalidad de los súbditos; y niega
su aprobacion á medidas y disposiciones se-
cundarias, que por su escaso interés no lla-
man la atencion, que pueden no ser venta-
josas, y que á las veces pasan con facilidad
suma y casi sin debate en la cámara baja.
Por otra parte, son tantos y tan variados los
asuntos en que se ocupa la asamblea electiva,
que por necesidad procede frecuentemente


179
con precipitacion, y la cámara alta es la
llamada á enmendar los descuidos que tiene
y las faltas en que incurre. Distínguense los
lores por la independencia con que vigilan,
examinan y someten á una crítica severa la
marcha y la política del gobierno, y esta in-
dependencia es debida á su posicion social,
y á que formando parte por derecho propio
de uno de los dos cuerpos colegisladores, no
guardan á los ministros la consideracion que
á veces impone á los diputados el temor de
una próxima disolucion.


La opinion y las tendencias de la cámara
alta son eminentemente conservadoras, como
lo serán siempre las de toda asamblea en que
predominen los grandes propietarios , pero
pueden modificarse en sentido liberal ó más
conservador todavía, por dos medios : lenta y
paulatinamente por nombramientos sucesi-
vos, ó por el nombramiento de muchos pares
en una sola vez. Este último sistema, que es
peligroso y contrario al espíritu de la cons-
titucion, y al cual sólo se debe recurrir en
situaciones difíciles y en circunstancias ex-




180


traordinarias, no se ha empleado más que en
tiempo de la reina Ana y en una sola ocasion.
Siendo la mayoría de los lores whig desde la
revolucion, el ministro Harley nombró en un
solo dia doce que pertenecian al partido tory.
Produjo entónces tan mal efecto y tal dis-
gusto este acto del gobierno, que se pre-
sentó un proyecto que afortunadamente no
llegó á ser ley, fijando el número de pares
que habían de tener asiento en el parlamento,
y despojando á la corona de la facultad de
nombrar Más ., mientras no muriera sin su-
cesion alguno de los existentes. Cuando se
discutió el bill de reforma de 1832, el gabi-
nete del conde de Grey tuvo la autoriza-
cion escrita de Guillermo IV para nombrar
ochenta, y habria usado de ella si la cámara
no hubiera preferido ceder, como lo hizo
con buen acuerdo, á ver tan considerable-
mente aumentado el número de sus miem-
bros. El primer medio, el de los nombra-
mientos sucesivos, no ofrece inconvenientes
y se emplea constantemente. Todos los go-
biernos llevan á la cámara hereditaria á los


181


hombres eminentes del partido que repre-
sentan, y de esta manera modifican sus ten-
dencias y opiniones. Completamente tory á
la muerte de Jorge IV, cuenta ahora con
más elementos liberales que entónces, por
la casi no interrumpida dominacion de los
whigs desde la caida de Roberto Peel. Estas
trasformaciones son lentas, porque sólo se
verifican por la muerte y por sucesivos nom-
bramientos. Componiéndose la cámara du-
rante largos períodos de tiempo de los mis-
mos individuos con cortas alteraciones , la
influencia de los jefes de partido es mayor
en ella que en la (le los Comunes, en donde
á cada eleccion muchos diputados nuevos
reemplazan á los antiguos. Durante muchos
anos, han dirigido la cámara alta Wellington
por su indisputable autoridad y Lyndhurst
por la elocuencia y el talento ; y esta impor-
tancia personal era todavía más considera-
ble cuando se votaba por poder, porque los
lores ausentes lo daban naturalmente á los
personajes de sus opiniones que les inspira-
ban más confianza, y cuyos consejos é indi-




í1


1


182


caciones estaban acostumbrados á escuchar
y á seguir.


Celosa la cámara de los Comunes de su
independencia y para defenderse de la pre-
ponderancia de la aristocracia, había resuelto
á los diez años de la revolucion en 1699,
« que ningun par del reino tenia derecho á
intervenir en la eleccion de un miembro del
parlamento ,» declarando por otra resolucion
posterior, «que esta intervencion era una
alta infraccion de las libertades y privilegios
de los Comunes. » No 'labia seguridad de
que esta disposicion estuviese todavía vigente
hasta que en Noviembre de 1872 el tribunal
de pleitos comunes, al que halan acudido
el marqués de Salisbury y el conde de Beau-
champ , para que revocara la decision del
abogado revisor (revising barrister), que
no los había incluido en el registro elec-
toral de sus distritos, ha declarado que no
tienen derecho los lores á votar en las elec-
ciones parlamentarias. Sucede por lo tanto
que en virtud de una antigua disposicion
inspirada por la desconfianza, los lores del


183
Reino-Unido son legisladores pero no elec-
tores.


Un escritor ingenioso original y de ideas
muy liberales, varias veces citado, atribuye
al prestigio de la aristocracia el que la buro-
cracia no haya tomado excesivo incremento
en Inglaterra. El pueblo en aquel país con-
sidera á la nobleza como el símbolo y la re-
presentacion del poder, de la riqueza y de la
inteligencia; tiene costumbre de obedecerla
y de ser gobernado por ella, y mira á los em-
pleados públicos como á meros servidores del
estado, cuya posicion no envidia. En todas
partes el pueblo tiene natural propension á
respetar á una clase que parezca superior ; y
donde no hay aristocracia respeta á los que
desempeñan destinos de la nacion, y andan-
do el tiempo aspira á obtener una parte al
ménos de esos puestos retribuidos. En con-
firmacion de esta teoría , segun el mismo
escritor, se observa constantemente que en
los países aristocráticos es donde hay ménos
ese cáncer terrible que se llama empleoma-
nía, la cual crece y aumenta hasta llegar á




184


ser un mal de funestas consecuencias en los
estados democráticos.


Aun los más decididos adversarios de las
asambleas hereditarias, si no adolecen de
pasion de escuela y de parcialidad invenci-
ble, habrán de confesar que la cámara de
los Lores es una de las instituciones más
útiles y perfectas en la historia política del
mundo, y que contribuye en gran manera
al mérito y á la superioridad universalmente
reconocida de la constitucion británica. De-
fensora desde el siglo decimoséptimo de sus
tradicionales prerogativas íntimamente liga-
das á los derechos de los súbditos, supo en
otras épocas impedir que los monarcas fue-
ran absolutos, y hoy se opone á reformas
perjudiciales ó peligrosas y á las determina-
ciones imprudentes y precipitadas de la cá-
mara de los Comunes. Por el saber, por la
experiencia y por la independencia, es la
asamblea moderadora dentro del parlamento.
Tiene al propio tiempo la inapreciable ven-
taja de mantener muy alto el nivel intelec-
tual y moral de las clases superiores, que por


185
patriotismo, por humanidad y por egoismo
bien entendido , en vez de halagar los tor-
pes instintos y fomentar las malas pasiones
de las clases bajas, engaitándolas con mentí-
das promesas que no se han de realizar, y
haciendo de su ignorancia y de sus vicios
escalon para medrar y subir, se ocupan cons-
tantemente del bienestar de esas clases me-
nesterosas y procuran que tengan aire y luz
sus habitaciones, que sea barato y sano su
alimento, que no sean excesivas sus horas
de trabajo, que reciban educacion religiosa
y que no les falte la instruccion necesaria,
ofreciendo el hermoso y envidiable espec-
táculo de un pueblo creyente y laborioso,
que goza de inmunidades y franquicias,
protegido y gobernado por una aristocracia
ilustrada, rica y poderosa.


4 de Febrero de 1873.





LECCION CUARTA.


La Cámara do los Comunes.


Necesidad de una institucion que predomine en los con-
flictos que pueden ocurrir entre los poderes públicos.—
Opinion do Mr. Disraeli sobre la cámara de los Comu-
nes.—Gastos que ocasionan las elecciones en Ingla-
terra.—Aun despees de la ley de 1867 está Inglaterra
muy distante del sufragio universal.—Inconvenientes
y peligros del sufragio universal demostrados por los
escritores radicales de aquel país.—Resultados inevita-
bles del sufragio universal en las naciones poco ilustra-
das.—E1 advenimiento del cuarto estado.—Empleados
que 'pueden tener asiento en la cámara de los Comu-
nes.—Grandes ventajas de que el presidente no sea un
hombre político importante.—La cámara vota anual-
mente las contribuciones.—Vigila la conducta del go-
bierno.—Intervicno en la formacion do las leyes.—
Puede designar el jefe del gabinete.—Representa la
opinion y los intereses del pueblo inglés.—Propension
reciente á legislar demasiado.—Escasa importancia de
los debates sobre la contestacion al discurso de la coro-
na.— Duracion de la legislatura.— Horas de sesion.—
Carácter práctico de los debates.—Discusion sobre la
abolicion do la pena do muerto en 1872.—Número con-
siderable de leyes aprobadas en cada legislatura.— Du-
racion de los parlamentos.—«El parlamento fuera de la
legislatura.» (Parliament out of session.)




SEÑORES:


En todos los países regidos por gobiernos
parlamentarios , hay siempre una institu-
cion que sobre los demás prepondera en la
gestion de los negocios públicos y en la
direccion de la política, y cuya influencia
predomina en los conflictos y desacuerdos
que á las veces ocurren entre los altos pode-
res del estado. Los autores de la constitucion
de los Estados-Unidos de América, deseando
acercarse á un equilibrio y á una igualdad
de influencia que son imposibles , concedie-
ron el predominio político alternativamente




190


á cada una de las supremas instituciones
que establecian , y este sistema ha ofrecido
y ofrece graves inconvenientes en la prác-
tica. Cuando hay desavenencia entre el jefe
del poder ejecutivo y el poder legislativo en
aquella nacion , sin que la mayoría de opo-
sicion en el congreso llegue á las dos terce-
ras partes, prepondera el presidente de la
república que con el veto deja sin efecto los
acuerdos de las cámaras. El predominio pasa
al congreso si la mayoría excede de las dos
terceras partes, porque en ese caso la ley
le concede el medio de anular el veto del
presidente. Para la celebracion de tratados
y de alianzas, para la declaracion y termi-
nacion de la guerra con naciones extranje-
ras, para el nombramiento de empleados pú-
blicos de superior categoría, la decision cor-
responde al senado. Al tribunal supremo de
justicia se le ha conferido la facultad de re-
solver en caso de duda, si alguna de las
leyes votadas por el congreso infringe las
prescripciones de la constitucion, y cuando
declara que es contraria á la ley fundamen-


191


tal, se suspende desde aquel momento su
aplicacion. Esta inflexible distribucion de
prerogativas y atribuciones puede ser muy
perjudicial y entorpecer la marcha del go-
bierno, segun ha demostrado la experiencia.
No siendo posible la destitucion del presi-
dente ni la disolucion de las cámaras , y no
existiendo ministerio responsable sino secre-
tarios de estado, que dependen exclusiva-
mente del primer magistrado de la repúbli-
ca, no tienen solucion fácil los desacuerdos
entre el poder legislativo y el ejecutivo.


Esta dificultad tan desventajosa para la
nacion, no se conoce en Inglaterra. Los con-
flictos entre las altas instituciones parlamen-
tarias en la esfera del gobierno se resuelven
siempre sin peligro ni perturbaciones, con
el cambio de ministros , con la disolucion
de la cámara de los Comunes y con el nom-
bramiento de lores: y en la direccion de
la política prepondera la cámara de los Co-
munes, que más directamente representa la
opinion. pública. Su importancia, notable
desde la revolucion de 1688, se ha acrecen-




192


tado con la ley de 1832, y con la publicidad
de los actos, de los debates y de las resolu-
ciones de los dos cuerpos colegisladores.


Fiel á mi propósito de exponer las ideas
de los escritores y estadistas ingleses, sobre
la libertad política y el gobierno de la Gran
Bretaña, citaré la opinion de Mr. Disraeli
acerca de la asamblea electiva y de los efec-
tos que han producido las dos reformas elec-
torales realizadas en el siglo presente. «Se
ha supuesto , decia el ilustre jefe del par-
tido conservador en 111anchester el 4 de
Abril de 1872, que si ha disminuido el
poder del trono, y se ve atacada la autori-
dad de la cámara de los Lores, se debe al
poder excesivo de la cámara de los Comu-
nes, y á la nueva posicion que en los cua-
renta años últimos ha adquirido en la cons-
titucion inglesa. Su importancia principal
depende de que dispone de la bolsa pública
y de su inspeccion sobre los gastos públicos,
y esta prerogativa, en manos de un partido
que cuente con gran mayoría en el parla-
mento, aumenta proporcionalmente la in-,


193


fluencia de la cámara, que en algunas
circunstancias llega á ser predominante con
exceso. Pero este poder de la cámara no
ha sido creado por ninguno de los actos
de reforma desde 1832 á 1867. Es el poder
que ha gozado ó disfrutado durante siglos,
y que con frecuencia ha proclamado y á
veces tiránicamente. La cámara representa
á los distritos (consPituencies) de Inglaterra,
y voy á demostrares que el aumento de los
elementos de que se compone el cuerpo
electoral, no ha colocado á la cámara en
situacion distinta respecto al trono y á la
cámara de los Lores, de la que ha ocu-
pado siempre constitucionalmente. Ahora se
puede hablar de esta cuestion con notoria
ventaja. Se han publicado recientemente
documentos auténticos, que son en gran
manera instructivos. Tenemos el censo que
se acaba de hacer de la Gran Bretaña y
estamos en posesion de la última lista de
electores del Reino-Unido. Aparece del censo
que la poblacion es en la actualidad de
32.000.000 de habitantes. Segun el último




194


registro, despues de hechas las rebajas natu-
rales por muertes, traslaciones, inscripciones
dobles y otras causas legítimas, el cuerpo
electoral del Reino-Unido se puede calcular
en 2.000.000 de electores. Resulta, pues,
que hay en este país cerca de 30.000.000
de personas que tan representadas están por
la cámara de los Lores, como por la de los
Comunes y que tienen que confiar la pro-
teccion de sus derechos á la sabiduría y
majestad del trono. Y ahora os diré lo q11015,
so hizo con el acto de reforma en 1867.
Lord Grey en su ley de 1832, que era sin
duda digna de un hombre de estado, come-
tió un grave error que por algun tiempo se
creyó irremediable. Con aquella ley forta-
leció la legítima influencia de la aristocra-
cia, y concedió á las clases medias gran-
des y beneficiosas franquicias; pero no
solamente no adoptó disposiciones para la
representacion de las clases trabajadoras
dentro de la constitucion , sino que suprimió
absolutamente aquellas antiguas franquicias
que las clases trabajadoras habian gozado y


195
ejercido desde tiempo inmemorial. Esto fué
el origen del cartismo y de aquel malestar
electoral que ha existido, en mayor ó menor
grado, durante treinta años. El partido libe-
ral, creo que es un deber decirlo, no obró
cuerdamente en esta cuestion; alentó en la
adversidad las esperanzas de las clases tra-
bajadoras, pero cuando tuvo un gobierno
fuerte de sus opiniones se olvidó y se burló
de sus promesas. Al ser nombrado el conde
de Derby primer ministro, las cosas habian
llegado á tal punto, que era de la mayor
urgencia que esta cuestion se tratara y
resolviera sinceramente. Tuvo que luchar
con graves dificultades, pero cumplió su
propósito con el apoyo de un partido unido
y disciplinado. ¿Y cuál ha sido el resultado
en las dos épocas? En 1848 hubo revolucion
en Francia y se estableció una república.
Nadie ha olvidado lo que aconteció en este
país. Recuerdo bien, el día en que (por temor
á trastornos) las mujeres no pudieron salir
de sus casas en Lóndres, y en que se colo-
caron cañones en el puente de Westminster.




196


Hace un aiío hubo otra revolucion en Fran-
cia y se estableció otra vez una república
con el carácter más amenazante y peligroso.
¿Qué sucedió en Inglaterra? Que no se reunió
media docena de hombres en las calles para
vocear y para quejarse. ¿Y cuál era la causa
de esta diferencia? Que el pueblo había obte-
nido lo que necesitaba: estaba satisfecho y
agradecido. En las instituciones políticas
están representadas y condensadas las expe-
riencias de una raza. Habeis establecido una
sociedad de clases que dá vigor y variedad
á la vida nacional. Pero ninguna de estas
clases posee ni un solo privilegio, y todas
son iguales ante la ley. Teneis una verda-
dera aristocracia abierta á todo el que me-
rece entrar en ella. No tenemos meramente
una clase inedia, sino una jerarquía de
clases medias en que todos los grados de
riqueza, refinamiento, instruccion, indus-
tria, energía y espíritu de empresa están
debidamente representados. ¿Y cuál es la
condicion de la mayor parte del pueblo?
En primer lugar, ha estado durante siglos


191


en el pleno goce de lo que ningun otro país
de Europa ha conseguido jamás enteramen-
te, los derechos completos de libertad per-
sonal. En segundo lugar, ha habido una
gradual y por lo tanto sábia distribucion en
amplia escala de derechos políticos. Y con-
siderando el estado de las industrias en el
país, se puede apreciar el contraste de la
situacion de las clases obreras con la que
tenian hace cuarenta años. En este tiempo
han conseguido dos ventajas: el aumento
de los salarios y la disminucion del trabajo.
Mayores recursos y mayor descanso son los
dos principales civilizadores del hombre.
Tres causas han contribuido poderosa y efi-
cazmente á mejorar su condicion: primera,
la revolucion en la locomocion, que ha
abierto el inundo para el obrero, que ha
ensanchado el horizonte de su- experiencia,
ha acrecentado su conocimiento de la natu-
raleza y del arte , y ha aumentado el salu-
dable recreo , los esparcimientos y los pla-
ceres de su existencia: la segunda es el
correo barato, cuyos beneficios morales no




198


es posible exagerar : y la tercera es la in-
fatigable imprenta que le ha proporcionado
innumerables fuentes de instruccion y en-
tretenimiento.»


Encareciendo despues la inmensa impor-
tancia del bienestar material de las clases
pobres, ariadia, el célebre orador : «La pri-


mera consideracion de un estado deberia,
»ser la salud del pueblo. Si la poblacion
»disminuye cada diez años y la estatura de
»la raza decrece en el mismo tiempo, la
»historia del país en que esto suceda será
»pronto la historia de lo pasado.»


Parcialidad se advierte en este juicio del
jefe del partido conservador sobre las dos re-
formas electorales; y no se debe extrañar si
se tiene en cuenta que el discurso que pro-
nunciaba era un manifiesto y un programa
político. La cámara de los Comunes ha visto
crecer su importancia desde 1832. Su in-
fluencia prepondera en la política y en el
gobierno. Es una cámara liberal pero no de-
mocrática, ni áun despues de la ley de 1807,
y contribuyen poderosamente á que no tenga


199


este, carácter, no sólo las opiniones modera-
das y opuestas á exageraciones que en la
nacion predominan, sino los enormes sacri-
ficios pecuniarios que las elecciones imponen
á los candidatos , y el no haber llegado al
sufragio universal tan perjudicial en las
sociedades europeas para la verdadera liber-
tad política.


No hay idea en los estados del continente,
de lo que cuesta una eleccion en Inglaterra,
y hasta qué guarismo pueden llegar los
gastos de este género en una lucha reñida y
empeñada. Una de las elecciones más caras
que mencionan los anales parlamentarios
fué la del condado de York en 1807. Pre-
sentábanse como candidatos el vizconde de
Milton hijo de lord Fitzwillia.m apoyado
por el partido whig ; el honorable Enrique
Lascelles hijo de lord Harewood , propuesto
por los torys; y el famoso Guillermo Wil-
berforce, en representacion de los electores
disidentes ó independientes. Se luchó con el
mayor empeño durante quince dias , y re-
sultaron por fin elegidos Wilberforce y Mil-




200
ton, habiendo costado esta corta campaña
política á los tres partidos que en ella to-
maron parte, cerca de medio millon de li-
bras esterlinas (50.000.000 de reales pró-
ximamente ). Los gastos de Wilberforce, el
elocuente adversario del odioso tráfico de
negros, se pagaron por suscricion pública,
y hubo tal entusiasmo por él, que en pocos
dias se reunió más del doble de la cantidad
necesaria, siendo preciso devolver la mitad
á los suscritores. Los gastos electorales han
disminuido algo en la época presente, y sin
embargo Alr. Bright manifestaba en 1866,
en una reunion celebrada en Birmingham,
que segun datos fehacientes el representante
de Yarmouth habia gastado 70.000 libras
esterlinas ( cerca de 7.000.000 de reales)
en las anteriores elecciones para continuar
siendo diputado por aquel burgo. En 31 de
Mayo del mismo año de 1866, Mr. Lowe
actual ministro de hacienda, que ha sido
uno de los que más enérgicamente han com-
batido la última ley electoral , impugnaba
esta reforma, exponiendo los gastos legíti-


201


mos, los autorizados por la ley, en una elec
cion reciente; en los cuales naturalmente no
se comprendian las cantidades empleadas
para procurarse votos por medios reprobados
é ilegales que con frecuencia se suelen poner
en práctica. Segun el documento oficial leido
por Mr. Lowe, en la eleccion. de Stafford se
habian gastado 5.400 libras ; en la de Stoke
sobre Tren 6.000; en Sunderland 5.000 y en
Westminster 12.000. Esto en cuanto á los
burgos. En los condados la eleccion inás ba-
rata habia sido la de la parte meridional de
Derbyshire, que había importado 8.500 li-
bras. En la circunscripcion norte de Durham
habia costado 14.620 libras; en la meridio-
nal, 11.000. En la circunscripcion meridio-
nal de Essex , 10.000; en la occidental de
Kent , 12.000 ; en la meridional de Lancas-
hise , 17.000; en la meridional de Shrops-
hire, 12.000 ; en la septentrional de Sta-
ffordshire, 14.000; en • la septentrional de
Warwickshire, 10.000; en la meridional de
Warwickshire, 13.000; en la septentrional
de Wiltshire, 12.000 ; en la meridional del




"11


t,.


202


mismo condado, 12.000 ; y en la de North-
riding de Yorkshire, 27.000. Todas estas
cantidades representan los gastos legítimos
d confesables , pero no todos los gastos , y
Mr. Lowe preguntaba qué sería de las insti-
tuciones del país si este estado de cosas se
prolongaba y empeoraba con la importante
reforma que se quería llevar á cabo. Es un
hecho innegable reconocido por todo el mun-
do, que las elecciones imponen grandes sa-
crificios pecuniarios á los candidatos, y mien-
tras este mal y este grave inconveniente no
se remedien, difícilmente podrán llegar á la
cámara de los Comunes los obreros y cuantos
tengan escasa fortuna. En algun caso espe-
cial, en un momento de excitacion de las
pasiones por alguna cuestion determinada,
acaso se hará una suscricion difícil de realizar
porque los suscritores contarán tambien con
escasos recursos, para enviar al parlamento
á uno ó varios individuos pertenecientes á las
clases pobres; pero en circunstancias norma-
les y ordinarias no sucederá esto. Los que no
posean considerable riqueza no podrán luchar


203
en las elecciones, y trascurrirá bastante tiem-
po ántes de que las opiniones, la tendencia y
el carácter de la cámara popular varíen por
virtud del acto votado en 1867.


Aunque por esta ley se ha aumentado en
más de un millon de electores el cuerpo elec-
toral, se halla todavía Inglaterra, afortuna-
damente para el porvenir de sus institucio-
nes, muy distante del sufragio universal.
Segun el último censo, pasa de 31.000.000
de habitantes la poblacion del Reino-Unido,
los electores pasan algo de 2.000.000 y por
consecuencia hay cerca de 5.000.000 de
súbditos británicos mayores de edad á quie-
nes no se ha juzgado prudente ni conve-
niente conceder el derecho electoral. Para
todos los que no estén preocupados ni sigan
ciegamente en política el mal ejemplo de
Francia, debe ser una elocuente y útil ense-
ñanza el que en el país en que desde fecha
más remota existen tranquila y ordenada-
mente la libertad política y el gobierno par-
lamentario, y en donde hay más que en
parte alguna tradiciones constitucionales,




204


una opinion pública ilustrada y un gran
instinto de gobierno, se crea inoportuna,
prematura y peligrosa la concesion del dere-
cho electoral á los que por su capacidad, por
su educacion ó por su posicion no ofrecen
garantías de ejercerlo con independencia y
con acierto. No hay hombre alguno político
importante en Inglaterra que sea defen-
sor del sufragio universal. Mr. Stuart Mill,
eminente publicista de la escuela radical le
combate, y sólo le admite cuando á su es-
tablecimiento hayan precedido la instruc-
cion y la educacion universales, pues no
comprende que puedan tener el derecho elec-
toral los ignorantes y los poco ilustrados.
Otro distinguido escritor de ideas avanzadas
y de criterio muy imparcial é indepen-
diente, Mr. Bagehot, sostiene que el plan
ultra-democrático de la formacion de dis-
tritos iguales con sufragio universal, haría
el gobierno imposible, y que aun supo-
niendo que en las elecciones no hubiera pro-
sien é influencia oficial, no -vendrían á la
cámara de los Comunes más que represen-


205
tantes de las preocupaciones de la poblacion
rural, y representantes de la ambicion y de
la inmoralidad de las clases obreras, fal-
tando los representantes moderados y sensa-
tos de los actuales distritos y de las clases
independientes é ilustradas. La ausencia de
los obreros en la cámara no constituía un
vicio ni un defecto fundamental del go-
bierno parlamentario , pero ha sido conve-
niente facilitarles el medio de que vengan
al parlamento, para que no se pueda decir
que esa clase numerosa carece de aboga-
dos especiales, instruidos de sus necesida-
des y de sus aspiraciones. El sufragio res-
tringido y limitado, y la independencia é
instruccion en los electores y en los elegi-
dos , produce excelentes resultados. Así se
observa en Inglaterra que la aristocracia y
la alta nobleza dan al parlamento un número
de miembros mayor en proporcion que el
resto del país , pero que representan bien la
opinion pública, lo mismo én las cuestiones
interiores que en las exteriores , porque no
tienen espíritu y preocupaciones de clase ó




206


cuerpo, ni tendencias distintas que los pro-
pietarios ó que las clases acomodadas en
bgeneral. Gobiernan en la actualidad las cla--
ses medias á la sombra de las clases altas.
Los que desean reformas electorales demo-
cráticas para dar mayor fuerza y vigor al
parlamento, suponen que en la parte baja
de la escala social hay energía política, por-
que hay pasiones. Pero hacen falta ideas al
lado de la fuerza para dirigirla, y las clases
pobres no tienen esas ideas. Piensa Ah. BZ3,-
gehot , de quien son las consideraciones que
acabo de exponer, que con la ilimitada ex-
tension del sufragio, los distritos de los con-
dados quedarian más sometidos que ahora á
los propietarios, y que en los burgos redu-
cidos aumentaria la preponderancia del ca-
pital. En los pueblos pequeños no hay obre-
ros que se ocupen de política ó que se respeten
lo bastante para no vender sus votos. En las
grandes ciudades hay artesanos en mayor ó
menor número , segun las localidades, que
tienen inteligencia, que son capaces de tener
ideas políticas, que viven con holgura y que


207


pueden resistir á la corrupcion; pero al lado
de éstos hay muchos, los más, viciosos é
ignorantes, que aprovecharán con gusto la
ocasion de ganar fácilmente dinero. Con el
sufragio universal ultra-democrático ven-
drian á la cámara ; un nuevo elemento re-
presentante de los obreros inteligentes, que
estaria muy en minoría; diputados ricos que
hubiesen comprado los votos en los burgos
grandes y en los pequeños; y los represen-
tantes de los condados, que serian con corta
diferencia lo mismo que los de hoy, si bien
con más preocupaciones de clase. Bajaría, en
vez de subir, el nivel moral de la cámara, la
cual sería más heterogónea, más tímida é
indecisa que la actual. Esto aconteceria aún
con una nueva division de distritos, y los
obreros dignos y entendidos, en cuyo favor
se desea hacer esta gran reforma, quedarian
absorbidos por el inmenso número de dipu-
tados de otras distintas profesiones y catego-
rías. Tales son los resultados que el autor
Citado estima que la adopcion del sufragio
universal habría de producir en su país , en




208


donde hay verdadera opinion pública, y
donde los gobiernos se abstienen de interve-
nir en las elecciones por justo respeto á la
ley. En las naciones en que por desdicha los
ministros, despues de proclamar hipócrita-
mente neutralidad completa en la lucha elec-
toral, procuran á toda costa el triunfo de sus
propios candidatos, y con este objeto varían
casi todos los empleados públicos, hacen
nombramientos con fecha falsa atrasada,
mudan á los jueces, apremian á los ayunta-
mientos por débitos de cuentas antiguas, les
forman expedientes, condonan 6 aplazan
pagos por compras de bienes al estado, sus-
penden municipalidades, envian delegados
especiales, y emplean la fuerza armada para
intimidar á los pueblos, poniendo así en
movimiento y apretando los resortes todos
de la administra,cion , para impedir la libre
manifestacion de la voluntad de los electores;
en esas naciones, con cualquiera sistema
electoral, pero más fácilmente con el sufragio
universal , se falsea y anula el acto más im-
portante del régimen parlamentario, y se


209


representa una comedia indigna, con me-
nosprecio y daño de los más elevados intere-
ses del país y del porvenir de la libertad po-
lítica. Ciertamente no se comprende que
cuando la experiencia ha demostrado que
cualquier ministro puede procurarse en al-
gunas naciones la vulgar y poco envidiable
satisfaccion de ganar elecciones, si no repara
en los medios para conseguirlo, no haya
gobiernos que estimen en lo mucho que vale
la justa y legítima gloria, tan nueva como
grande, de ser vencidos en los comicios por
no perturbar ni desorganizar ni desmoralizar
al país. El gabinete que esto hiciera, galia-
na el aplauso y el aprecio de la inmensa
mayoría de la nacion , y no tardaria en vol-
ver á las regiones del poder , llevado por el
irresistible impulso de la opinion pública.


Oportunamente comparó el ilustre Martí-
nez de la Rosa el sufragio universal á la
moneda de cobre, que abulta mucho y vale
poco. Establecerlo en los estados en que las
clases inferiores son por punto general igno-
rantes y pobres, es colocar un instrumento


11


1




210


dócil y venal en manos de los gobiernos, 6
ponerlo al alcance y á disposicion de los que
profesan ideas más exageradas ó poseen ma-
yores riquezas. No se explica que haya quien
crea con sinceridad en la conveniencia y en
la justicia de dar el derecho electoral á quie-
nes no tienen ni conocimiento de la situa-
cion política del país, ni capacidad sufi-
ciente, ni la necesaria independencia para
usarlo en beneficio de la nacion y segun su
propia voluntad. La facultad de votar tiene
siempre importancia, la cual llega á ser muy
considerable en determinadas circunstancias.
Si se dá á gente sin ilustracion y sin medios
de fortuna, hay la seguridad de que, ó no
apreciará su importancia y no la usará, ó
sabiendo lo que vale y hallándose en una
situacion precaria, la venderá al que mejor
se la pague. Con el sufragio universal, in-
consciente é indigente, sólo tienen probabi-
lidades de ser elegidos y llegar á las cámaras
los capitalistas ó los representantes de opi-
niones extremas; los que explotan la miseria
y la avaricia, y los que fomentan y halagan


211


las pasiones, los vicios y los apetitos de las
muchedumbres. El gobierno y la direccion
de los negocios públicos debe corresponder á
los que más valen , á los que sobresalen por
la inteligencia, por la honradez y por la
rectitud de intenciones, y es absurdo y pe-
ligroso entregarlo por medio del sufragio
universal á las masas impresionables y sin
responsabilidad.


Mucho se habla en estos tiempos, como
de un gran progreso, del advenimiento del
cuarto estado, parodiando ó imitando una
frase célebre de Sieyes, que en nuestros dias
carece de sentido. En los momentos en que
halan sido convocados en Francia los esta-
dos generales del reino, cuando la nobleza
y el clero tenían más derechos, más privi-
legios, más influencia en la política y en el
gobierno que el resto de la nacion, Sieyes
pudo decir con propiedad: «¿Qué es el tercer
estado? Nada. ¿Qué debe ser el tercer estado?
Todo. » Pero en la época presente, y todavía
más que en otros países en los habitados por
gente latina, no hay ya estados ni clases




212


con privilegios especiales, sino súbditos 6
ciudadanos que gozan de los mismos dere-
chos y son iguales ante la ley, no habiendo
entre ellos otras diferencias que aquellas na-
cidas de las calidades personales, de la edu-
cacion, de la posicion social y de la fortuna,
que han existido y existen forzosamente en
todas las sociedades humanas civilizadas, y
que en vano pretenderán destruir, porque se
derivan de la naturaleza misma del hombre,
los defensores del socialismo, en nombre de
una igualdad imposible y perjudicial. Hay
por lo ménos notoria impropiedad en hablar
ahora del advenimiento del cuarto estado. Si
con esta pomposa frase se quiere significar
que han de desaparecer los obstáculos lega-
les que antes impedian subir y prosperar y
obtener justicia y reparacion de agravios á
los que no pertenecian á determinadas cla-
ses, y que al gobierno y á todas las posicio-
nes y á todos los destinos puedan aspirar y
llegar todos los súbditos que lo merezcan y
acierten á abrirse camino, se proclama un
principio justo , universalmente aceptado


213


desde hace largo tiempo, y aplicado con tal
extension en algunos países, que no sólo
llegan sin esfuerzo y en corta jornada á to-
dos los puestos públicos, aun á los más
altos, los que lo merecen, sino muchos que
á las veces no tienen ni siquiera una de las
calidades que para desempeñarlos se re-
quieren. Pero si con aquellas palabras se
anuncia el gobierno y el triunfo de las mu-
chedumbres, la preponderancia del número
sobre la inteligencia, del proletariado sobre
la propiedad, de la ignorancia sobre la ins-
truccion , de las pasiones violentas sobre la
razon, entónces en vez de pedir ó querer
un adelanto y un progreso, se retrocede en
el camino de la civilizacion , para volver á
tiempos de confusion y de anarquía y acaso
de sangrienta y vergonzosa barbarie. Ingla-
terra no está amenazada del advenimiento
del cuarto estado, tomado en este sentido, y
por dicha suya se halla muy distante toda-
vía del sufragio universal y de los sistemas
electorales de los revolucionarios del conti-
nente.




214
Desde época remota se ha procurado que


haya corto número de empleados en la cá-
mara de los Comunes, para no amenguar su
prestigio, para dar autoridad á sus decisio-
nes y aumentar la fuerza moral del gobierno
á quien apoya. La única ley de incompati-
bilidades que existe, es del reinado de Ana,
del año 1705, y dispone que todos los desti-
nos creados con posterioridad á aquella fecha,
sean incompatibles con el cargo de diputado.
Esta ley, notoriamente insuficiente ó incom-
pleta, no evitó el mal que se proponía reme-
diar, y no impidió que los ministros del siglo
decimoctavo, que apelaban á la corrupcion
para gobernar , tuvieran en la asamblea
electiva una sumisa, compacta y numerosa
falange de empleados, porque casi todos los
cargos públicos eran anteriores á la muerte
de Guillermo III. En este punto, como en
tantos otros, la opinion del país, la sensatez
y el buen sentido de los hombres políticos de
todos los partidos, han enmendado los defec-
tos y han suplido las omisiones de las leyes
escritas. Con el progreso de las costumbres


215
parlamentarias, y con haber mayor morali-
dad política, ha disminuido en gran manera
el número de empleados; porque se ha com-
prendido que su asistencia á las sesiones no
les permite dedicar todo el tiempo necesario
al buen desempeño de sus cargos, y que el
público no cree, por más que este concepto
sea casi siempre equivocado é injusto, que
dan sus votos únicamente por conviccion y
con entera espontaneidad, sino con el deseo
de conservar ó mejorar sus posiciones oficia-
les. Ofrece grandes dificultades averiguar
qué destinos son incompatibles y cuáles no
lo son con el cargo de miembro del parla-
mento segun la legislacion vigente pero al
menos es fácil saber cuántos empleados hay
en la actualidad en la cámara de los Co-
munes.


A peticion de Mr. Anderson se presentó al
terminar la legislatura de 1872 un extenso
informe que contiene la lista completa de los
miembros de la asamblea que cobran alguna
cantidad de fondos públicos ó del tesoro na-
cional, por sueldo, pension, concesion (allo-




216
wance) ó por cualquiera otro motivo, especi-
ficando el nombre del distrito que represen-
tan, el destino que tienen, la clase de servicio
que se remunera y la cantidad que reciben.
Resulta de este curioso documento, que de
los 658 miembros de la cámara hay 1(30 que
cobran sueldos ó pensiones por valor de 89.398
libras (8.939.800 reales próximamente). Ana-
lizando esta lista, pierden en gran parte su
importancia estos guarismos. De los 100 di-
putados, 32 pertenecen al gobierno, desem-
peñan los altos cargos de la administracion
y reciben entre todos (38.491 libras (6.849.000
reales próximamente) ó sea 2.000 libras cada
uno por término medio, que es en Inglaterra
un sueldo insignificante comparado con el
trabajo que de ellos se exige, con la dotacion
aun la más inferior de un obispo, ó con lo
que gana un abogado de fama. Si sólo se
tuviera en cuenta la remuneracion pecunia-
ria , pareceria imposible encontrar quien
aceptase la enorme responsabilidad y las di-
fíciles tareas de j efe del gabinete ó de mi-
nistro por 5.000 libras anuales. De los hom-


211
tres políticos ingleses, se puede decir como
de los ladrones, segun indica un escritor de
aquel país, que si aplicasen á cualquiera otra
profesion igual cantidad de habilidad y tra-
bajo, harían una espléndida fortuna. Como
compensacion del no muy crecido sueldo
que perciben los ministros mientras lo son,
obtienen una pension si declaran que la
necesitan, despues de haber desempeñado
aquel cargo durante tres años y habiendo
disfrutado un sueldo de 5.000 libras esterli-
nas. En este caso se encuentran en la cá-
mara actual dos ex-ministros en la oposicion
y uno en la mayoría, que reciben 2.000
libras cada uno. Otros dos diputados cobran
pensiones menores por servicios políticos;
tres reciben indemnizacion por destinos su-
primidos; y tres pertenecientes á la servi-
dumbre de la reina cobran 2.086 libras entre
los tres. Así tenemos ya 43 de los 160, que
cobran 79.771 libras de las 89.398. Quedan
117 que cobran 9.627 libras. Todos ellos per-
tenecen al ejército y á la marina, y ninguno
puede ser considerado como empleado de-


1




218
pendiente directo del ministerio. Los marinos
son cinco : dos almirantes, un capitan y dos
comandantes, y entre todos cobran 2.080
libras, bastante ménos de lo que les cuesta
la diputacion. Pertenecen al ejército 112, de
los cuales sólo 15 reciben sueldo por formar
parte de las fuerzas regulares del ejército.
Exceptuando dos coroneles con 1.000 cada
uno, los demás cobran por servicios pasados
ó presentes ménos de 300 libras por término
medio, y hay un coronel que á pesar de su
elevada graduacion no disfruta más que
15 173-7-6. Hay 50 que pertenecen á las guar-
dias de los condados (Yeomanry) y 41 á la
milicia, y cobran por término medio 17-9-3.
En muchos casos cuesta ménos de 5 libras el
que un miembro del parlamento continúe en
el servicio de aquella guardia. La milicia
está algo mejor pagada; pero el sueldo de
estos 97 diputados nunca llega á 50 libras
para cada uno. Dedúcese de esta sucinta re-
lacion, que en una cámara de 658 miembros,
son poco más de 30 los diputados empleados
Públicos cuya suerte está ligada á la del ga-


219


binete y que hacen renuncia de sus destinos
cuando ocurre un cambio de ministerio. Se
ha llegado á esta ventajosa situacion, no por
disposiciones rigorosas y restrictivas de la
ley, sino por acuerdo tácito de los jefes y
hombres importantes de los partidos políti-
cos, que han comprendido por una larga ex-
periencia, que la presencia de numerosos
empleados en los cuerpos colegisladores no
trae ventajas para ilustrar los debates, quita
prestigio á los gobiernos y autoridad moral
á las discusiones del parlamento, y perjudica
considerablemente á la administracion del
país, privando á los empleados que son re-
presentantes de la nacion de un tiempo que
necesitan indispensablemente para el buen
desempeño de sus cargos, y para el estudio
detenido y la acertada resolucion de los ne-
gocios de interés para el estado ó para los
particulares que les están encomendados.


Preside la cámara de los 'Comunes un di-
putado elegido para este objeto por la mayo-
ría de aquella asamblea, siendo aprobada la
eleccion por el monarca ; y se prefiere casi




220
siempre para este puesto á un diputado an-
tiguo que por su larga experiencia parla-
mentaria haya acreditado que conoce los re-
glamentos, las prácticas y las tradiciones de
la cámara, que ofrezca garantías por las
prendas de su carácter de proceder con im-
parcialidad, y que no haya sido ministro ni
esté en condiciones de serlo. De esta suerte,
dedicado exclusivamente al buen desempeño
de su difícil cargo, es el protector de los de-
rechos de todos los diputados sin distincion
de opiniones, dirige sin pasion los debates,
es tolerante con la oposicion, no dispensa
molesta proteccion al ministerio, y- nunca
puede ser un elemento de perturbacion para
el gobierno y dentro de la asamblea, porque
no se cree con derecho á pronunciar discur-
sos políticos desde su elevado puesto, ni por
un momento se imagina que ocupa el cargo
más alto á que puede llegar un súbdito en
los países libres. Una de las primeras condi-
ciones para que exista regularmente el ré-
gimen parlamentario, es que no se desco-
nozcan G no se exageren las atribuciones y


221


la importancia relativa de sus diferentes ele-
mentos é instituciones. En las naciones en
que hay libertad política, el puesto más ele-
vado á que puede aspirar un ciudadano, es
el de jefe del poder ejecutivo en las repúbli-
cas, y el de primer ministro G jefe del gabi-
nete en las monarquías. Los presidentes de
las cámaras no deben tener intervencion al-
guna en la política del gobierno; deben li-
mitarse á dirigir convenientemente las dis-
cusiones y á defender las prerogativas de las
asambleas ; y en los países en que esto no se
comprende, como acontece en Francia y en
España, se desconoce el fundamento de la
teoría del gobierno parlamentario y se co-
mete un error ocasionado á graves males en
la práctica.


Se elige él presidente de la cámara de los
Comunes al principio de cada nuevo parla-
mento, y hay la buena costumbre de elegir
el mismo en los parlamentos sucesivos , áun
despues de haber caido el gabinete que le ha
propuesto. Antiguamente, y áun en tiempo
de Jorge III , se daba á las veces la presi-




222


dencia de la cámara baja á un hombre polí-
tico importante, íntimamente ligado por in-
terés y vínculos políticos al gobierno, á quien
podia ayudar y prestar servicios por los mu-
chos medios indirectos de que por su alto
cargo disponia. Demostró la experiencia al
cabo los inconvenientes de este sistema. Su-
cedió en algunas ocasiones que el presidente,
queriendo tener excesiva importancia y fre-
cuente intervencion en la política, ó reem-
plazar al gobierno, le creaba obstáculos y le
suscitaba dificultades , no mostrándose im-
parcial en la direccion de los debates, fomen-
tando el desconcierto y el fraccionamiento
de la mayoría, y siendo el protector y en
ocasiones el jefe de todas las agrupaciones
que más ó menos francamente hostilizaban
y combatian á los ministros. Cuando era fa-
vorable al gabinete, aspiraba á tener parte
en la direccion de los negocios públicos, y
lo hacía sin que le alcanzara responsabilidad
alguna ; y si se inclinaba á la oposicion, era
un adversario molesto y muy perjudicial, á
quien no se podia ni denunciar ni hostilizar


223


resueltamente. Comprendióse al fin la nece-
sidad de renunciar á esta antigulpráctica , y
la conveniencia de que el presidente de la
cámara, no figurando en primer térinino en
la política activa y no estando en posicion de
formar parte del ministerio, permaneciese
neutral en las contiendas parlamentarias. El
último presidente con significacion política,
fué en 1189 Mr. Addington , jefe del partido
de los « amigos del rey,» primer ministro
en 1801, á quien se confirió despues el título
de vizconde Sidinoutli.


Cuando el importante puesto de presidente
queda vacante por fallecimiento ó renuncia
del que lo desempeña, un diputado de la
mayoría , de acuerdo con el gobierno, pro-
pone á la 'cámara la persona que le ha de
reemplazar, exponiendo sus antecedentes y
circunstancias, entro las que se cuenta haber
tenido algunos años asiento en la asamblea;
la cámara la acepta generalmente sin nece-
sidad de votacion , y esta eleccion se somete
á la aprobacion del monarca, que siempre la •
concede. El presidente vive en el palacio




224
mismo del parlamento, en donde tiene mag-
níficas habitaciones amuebladas y recibe un
sueldo anual de 5.000 libras esterlinas. Su
principal obligacion, la de presidir y dirigir
los debates, es en extremo penosa y can-
sada , y al cabo de algunos años daña y
perjudica áun á la más robusta salud; por
lo cual, al hacer la eleccion , se mira mucho
y se tienen. muy en cuenta las condiciones
físicas del candidato. El parlamento está
abierto seis meses por término medio ; las
sesiones son largas, y no hay vicepresidente;
de suerte que el presidente, durante la mitad
del año, ocupa su puesto de seis á doce
horas en muchos Bias de sesion, siguiendo
atentamente el curso de los debates. Lord
Macaulay refiere que en las grandes batallas
parlamentarias de la época de Roberto Wal-
polo, Onslow, que presidió la cámara de los
Comunes durante treinta y cuatro años,
ocupó varias veces el sillon presidencial diez
y siete horas sin,interrupcion. Los presiden-
tes descansan cuando la cámara delibera y
examina los proyectos de ley como comision,


225


pues para estos casos hay un presidente es-
pecial que tambien se elige al principio de
cada nuevo parlamento, siendo elegido el
mismo para varios parlamentos. Este presi-
dente (chairman of commiltees) ocupa desde
hace algun tiempo el puesto del presidente
de la cámara ( speaker) cuando éste se en-
cuentra enfermo ó tiene que ausentarse ne-
cesariamente. Al cabo de algunos años, y
cuando su salud está ya quebrantada, es
costumbre, no interrumpida desde el prin-
cipio de este siglo, conferir á los presidentes
de la cámara electiva la dignidad de Lord
para que pasen á la cámara aristocrática, y
una pension de 1.000 ó 2.000 . libras ester-
linas por dos vidas, por la suya y la de su
inmediato sucesor, para que mantengan con
decoro la distincion nobiliaria que reciben.
En Inglaterra se exige mucho de los servi-
dores del estado, pero se les recompensa
generosamente. Al comenzar la legislatura
de 1872, Mr. Denisson anunció que no podia
continuar presidiendo la asamblea electiva,
como lo habia hecho durante quince arios.


15




1


1


226
Mr. Gladstone primer ministro, y Mr. Dis-
raeli jefe de la oposicion, al manifestar su
sentimiento, hicieron justicia á la inflexible
imparcialidad que siempre habia mostrado;
y á los pocos dias Mr. Roundel Palmer, el
más afamado jurisconsulto de Inglaterra,
en estos momentos Lord Canciller, recomendó
como sucesor de Mr. Denisson á Mr. Enrique
Bouverie Guillermo Brand , que había sido
durante algunos años secretario del Tesoro,
el cual votado por la cámara y aprobado por
la reina , se sienta ya en el sillon presiden-
cial. Tambien se ha retirado en la misma
legislatura Mr. Dodson, presidente de la cá-
mara como comisiona en seis parlamentos dis-
tintos, siendo reemplazado por Mr. Bonham
Carter.


Ofrece tales ventajas el sistema:de no en-
comendar la direccion de los debates de la
asamblea á un personaje político importante,
que se ha adoptado en Bélgica, en Holanda,
en Portugal y en todos los países en que real-
mente hay gobierno parlamentario; pero se
ha rechazado hasta ahora en Francia y en


227
los estados que ciegamente y sin discerni-:
miento la imitan, porque en ellos no existe
más que la forma y la apariencia del régi-
men representativo. Los resultados son muy
diferentes segun la costumbre que prevalece.
En la Gran Bretaña casi nunca hay lucha
para la eleccion de presidente; pero cuando
la hay y es derrotado el candidato ministe-
rial, como aconteció en 1830, siendo primer
lord del Tesoro Roberto Peel, este suceso no
influye en la marcha de los negocios pú-
blicos ni en la suerte del gabinete. Por el
contrario en los países que desconocen la
índole verdadera del sistema constitucional,
el triunfo del candidato de oposicion pro-
duce la caida del ministerio, y la nacion y
el monarca ó el supremo magistrado encar-
gado de nombrar el nuevo gobierno ó de
conservar el antiguo, se encuentran con
una grave crisis política, como lo es siempre
el cambio de gabinete, producida no por
una cuestion política de interés reconocido
para el estado, sino por un nombre propio
depositado en el fondo de una urna, y por




228
una votacion secreta á la cual no ha prece-
dido discusion ni explicacion de ningun
género, y en la que no se sabe con certeza,
por más que se presuma, cómo ha votado
cada agrupacion de las que en la cámara
tienen asiento. Es tan absurdo, tan contra-
rio á la lógica y tan expuesto á grandes in-
convenientes, hallarse con una dificultad
política de este género, que no se comprende
que haya todavía países en que por preocupa-
cion ó por rutina se dé á la eleccion de pre-
sidente una importancia que no puede ni
debe tener.


Entre las muchas y variadas atribuciones
de la cámara popular, descuella como la más
antigua y acaso como la principal y más
importante, pues de ella en gran parte dima-
nan todas las demás, la facultad de votar
los impuestos que la nacion ha de pagar
para los gastos necesarios del gobierno y
para, el sostenimiento de las cargas y obli-
gaciones públicas. El derecho de los súbditos
de no satisfacer más contribuciones ni pres-
tar más servicios pecuniarios que los apro-


229


bados por sus legítimos representantes de-
bidamente elegidos, ha sido la base y el
principio del régimen parlamentario en In-
glaterra. Los monarcas mismos de la dinas-
tía de Tudor, , que con tan escaso miramiento
trataron á las cámaras, y que con frecuencia
prescindieron de su concurso para gobernar,
respetaron bastante este sagrado derecho, y
exceptuando algunos períodos de los reina-
dos de Enrique VIII y de Isabel, nunca exi-
gieron ni cobraron impuestos que no estuvie-
ran votados por los dos cuerpos colegisladores.
Los Estuardos , aunque no se negaron á re-
conocer esta tradicional prerogativa , la elu-
dieron á las veces por medio de concesion de
monopolios, de alteraciones en los aranceles
de aduanas , de empréstitos simulados, de
préstamos forzosos y de la venta de títulos y
distinciones honoríficas, habiendo exigido
tambien en varias ocasiones contribuciones
no votadas por el parlamento. Despues de la
revolucion. de 1688, las cámaras para obli-
gar á los reyes á que las reunieran todos los
años, á lo cual por la ley no estaban obliga-




230


dos, acudieron al eficaz recurso de votar el
presupuesto de ingresos y el de gastos sólo
por doce meses, y desde entónces no ha ex-
perimentado interrupcion tan provechosa
costumbre.


La preponderancia de la cámara de los
Comunes, consiste al decir de muchos auto-
res ingleses, en que tiene en sus manos los
cordones de la bolsa, no pudiendo el gobierno
gastar sino lo que ella voluntariamente le
concede. Si el examen, la discusion y la apro-
bacion anual de los presupuestos es una de
las condiciones esenciales y primordiales del
régimen parlamentario, claro aparece que
este sistema de gobierno está radicalmente
bastardeado y falseado allí donde, por cual-
quier motivo, aquella utilísima prerogativa
no se ejerce con regularidad y con eficacia.
En las naciones en que son frecuentes las
autorizaciones para cobrar é invertir los im-
puestos con arreglo á un presupuesto, que
no se estudia y vota con detenimiento, y
muy especialmente si por virtud de una ley
ó de una disposicion de otro género, un pre-


231


supuesto puede estar en vigor indefinida-
mente, y continuar rigiendo mientras no
se discuta, y apruebe otro distinto, podrá
haber la forma del gobierno parlamentario,
pero no habrá en realidad esa clase de go-
bierno ni existirá la necesaria intervencion
del país por medio de sus legítimos repre-
sentantes en la gestion de la hacienda y en
la direccion de los negocios públicos; y fal-
tando ese saludable freno, único que puede
contener á tiempo la presuntuosa incapaci-
dad G la vergonzosa inmoralidad de los mi-
nistros, fácilmente se adquiere el funesto
hábito de gastar más de lo que se puede, y
de abusar del crédito para las ordinarias
atenciones, llevando al país, despues de ha-
berle agobiado con excesivos impuestos, al
descrédito de la banearota. Una de las sesiones
más interesantes de la cámara de los Comu-
nes, de las que atraen mayor concurrencia
y más excitan la atencion de la nacion en-
tera, es en todas las legislaturas aquella
en que el canciller del Exchequer presenta
el presupuesto, y expone en un largo dis-




232
curso, de los pocos que en Inglaterra duran
tres ó cuatro horas, el producto de todas las
rentas y el importe de todos los gastos en el
anterior ejercicio, con el resultado de la
cuenta ,definitiva, que casi siempre es un
sobrante de consideracion , porque se desacre-
ditaria el ministro que hubiera llevado
cálculos y datos inexactos y exagerados; ma-
nifestando al mismo tiempo cuáles son los
gastos indispensables para el año corriente
y las contribuciones que son necesarias para
satisfacerlas, eligiendo siempre las ménos
vejatorias, y las que ménos pueden perjudi-
car á la agricultura, á la industria, al co-
mercio y al desarrollo de la riqueza. Piensan
con razon los ingleses que un presupuesto
nivelado y una hacienda próspera, son la
base fundamental de una administracion
moral y honrada y de un buen gobierno.


Incansable celo muestra tambien la cá-
mara de los Comunes en el ejercicio de otra
importante prerogativa, que consiste en vi-
gilar cuidadosamente la conducta del go-
bierno, inquiriendo cómo se desempeñan los


233


servicios en todos los variados ramos de la
administracion. Por iniciativa de la oposi-
cion , y á las veces de los diputados inde-
pendientes, se discute ámpliamente en la
cámara de los Comunes en todas las legisla-
turas la política interior y exterior del ga-
binete. Las relaciones con los países extran-
jeros, siempre importantes para una potencia
de primer órden con un vasto imperio colo-
nial; los nombramientos de los empleados
públicos cuando recaen en personas cuya
aptitud legal es dudosa; las cuestiones rela-
tivas á la instruccion pública; las quejas á
que por inexperiencia ó mala voluntad dan
lugar los servidores del estado ; los efectos
de las leyes recientes, y cuanto constituye
la vida política y social de un pueblo y puede
de alguna manera ser útil al país, asuntos
son de interesantes y provechosos debates.
El gobierno, sometido constantemente á esta
crítica minuciosa, procura no ofrecer motivo
para acusaciones y censuras fundadas, y los
diputados, y especialmente los que aspiran
á reemplazar al gabinete, se muestran in-




234
cansables en examinar todos sus actos. Es
opinion general que la cámara de los Comu-
nes desempeña con acierto y con gran ven-
taja para la nacion esta parte de sus atribu-
ciones.


No merece igual elogio como cuerpo cole-
gislador, en el sentido estricto de la pala-
bra. Su intervencion en la discusion de los
proyectos de ley no es tan completa y cons-
tante como sería necesario para que las leyes
tuvieran menos imperfecciones y defectos.
Una asamblea numerosa se ocupa con interés
y hasta con pasion de los principios funda-
mentales de una ley y de sus principales
disposiciones, pero descuida las que son se-
cundarias y los detalles, y los abandona de-
masiado al gobierno y á los redactores de los
proyectos que se someten á su deliberacion.
En los debates sobre una ley larga que tiene
muchos artículos y que dura semanas ente-
ras, no son siempre las mismas las personas
que se hallan presentes en las diferentes vo-
taciones, y esto dá lugar á que se aprueben
á veces enmiendas que están en abierta con-


235


tradiccion con artículos antes aceptados, y
á que se desechen disposiciones que son
la natural é ineludible consecuencia de
otras ya aprobadas. Es frecuente, por tal
motivo, la falta de unidad y de armonía en
las leyes cuando se promulgan, y su redac-
cion suele ser en Inglaterra bastante defec-
tuosa en cuanto á la claridad y en cuanto
al estilo.


Otra de las más importantes prerogativas
de la cámara de los Comunes, aunque no se
consigna en ninguna ley ni la ha ejercido
en toda su plenitud hasta época relativa-
mente reciente, es la de designar indirecta-
mente el partido que ha de gobernar, con-
servándole en el poder todo el tiempo que
juzga conveniente prestarle su apoyo. En la
asamblea popular, resultado de una eleccion
libre y verdadera, predomina uno de los
partidos parlamentarios ; y si ese partido está
unido y disciplinado, y reconoce y sigue en
las campañas y en las luchas políticas á un
jefe, á un guía (Under), que ha de ser ne-
cesariamente un hombre público de impor-


110




236


tancia, el monarca encarga generalmente á
ese jefe la formacion del gabinete, y le con-
serva al frente de los negocios del país mien-
tras cuenta con la aprobacion de la mayoría
de los diputados. Esta delicada y preciosa
facultad de formar y deshacer gobiernos, de
que carece el congreso de los Estados-Uni-
dos, impone grandes deberes de prudencia y
de patriotismo á la cámara de los Comunes.
Suya es la responsabilidad cuando los minis-
terios tienen corta duracion y se cambian
con frecuencia, con daño y perjuicios para
el estado.


Representa además la asamblea electiva la
opinion, las ideas, los deseos y los intereses
del pueblo inglés sobre todos los sucesos que
ocurren, sobre todos los negocios que se pre-
sentan y en todas las cuestiones interiores y
exteriores, y obligacion tiene de manifes-
tarle y hacerle conocer los agravios que se
infieren , los abusos que existen y las inj us-
ticias que se cometen, para que en caso ne-
cesario enérgicamente reclame el remedio;
así como en épocas remotas los exponía al


237
monarca que tenia entónces el poder sobe-
rano.


El nivel moral y político de una cámara
suele ser más elevado, cuando tiene grandes
asuntos de que tratar y difíciles cuestiones
que resolver, y siendo cada vez mayor el
número y la trascendencia de los negocios
de que se ocupa la cámara de los Comunes,
cuenta Mr. Bagehot entre sus funciones y
deberes el instruir y educar al pueblo y á la
nacion en general, con sus deliberaciones
públicas sobre los negocios de todo género
que á su exámen se someten, y de que se
trata en el parlamento; y añade al propio
tiempo que esta parte de sus deberes es la
que peor cumple aquella asamblea la cual
hasta ahora no ha conseguido mejorar bas-
tante la ilustracion del país, observándose
en estos últimos años que ha habido deca-
dencia en este punto, y que lord Palmerston
dió á los debates parlamentarios un tono li-
gero y superficial, que los ha hecho inferio-
res á los de la época de Canning y de Peel.
Hablando de esta diferencia desfavorable




238


para la época presente, ha intentado expli-
carla un periódico muy acreditado, diciendo
que el talento y la habilidad parlamentaria
están sometidos al sistema protector, pues
para ingresar en el parlamento hay que pa-
gar un derecho diferencial de 2.000 libras
al año, y que sería muy conveniente pres-
cindir un tanto del dinero para facilitar más
el camino del parlamento á la inteligencia.
Esta explicacion es más ingeniosa que exacta,
pues en aquellos tiempos en que se supone
que los debates brillaban más por el talento,
la instruccion y la elocuencia de los orado-
res, las elecciones imponian á los candidatos
mayores sacrificios pecuniarios que en nues-
tros dias, y el derecho diferencial era por lo
mismo más crecido.


Los defectos principales de una cámara
electiva son. la. falta de juicio y de instinto
políticos para designar las personas que han
de constituir el gobierno: la poca perseve-
rancia para apoyar largo tiempo á un mismo
gabinete que lo merezca ; y que el partido
que está en mayoría abuse de su poder, para


239


anteponer sus preocupaciones y sus intereses
á los intereses del país. Para estos casos es
en gran manera conveniente que haya un
poder independiente del parlamento que no
tenga sus pasiones, y que pueda disolver la
cámara y convocar otra nueva que no ado-
lezca de los defectos de la anterior.


En los últimos tiempos, el parlamento, y
especialmente la asamblea popular , han
mostrado tendencia marcada á legislar de-
masiado, haciendo leyes sobre muchos asun-
tos y materias de que antes no se ocupaba el
poder legislativo, y llegando y previendo
en sus disposiciones hasta los más insignifi-
cantes y pequeños detalles. No pocos hom-
bres importantes, y entre ellos Mr. Vern.on
Harcourt, se han lamentado de esta nueva
tendencia , contraria á las tradiciones y
prácticas parlamentarias de la Gran Bretaña,
-y piensan que puede traer funestas y perju-
diciales consecuencias, quitando parte de su
iniciativa y de su espontaneidad á la activi-
dad individual. Con este motivo , dice un
distinguido escritor que hoy se advierte en




240


los legisladores empeño excesivo en prote-
ger, mientras que hasta ahora el carácter
principal y distintivo de los estatutos ingle-
ses ha consistido en que la mayor parte de
sus disposiciones son negativas; algunas son
únicamente prohibitivas, otras se proponen
remediar algun mal, pero pocas tienen por
objeto determinar y definir lo que los hom-
bres han de hacer. En algunos casos espe-
ciales, como en la ley que establece la vota-
cion secreta, y en la de minas, los muchos
detalles son un mal menor que las generali-
dades vagas; pero por punto general, es
indudable que cuando el parlamento se pro-
pone entrar en detalles minuciosos, en vez
de abandonar esta tarea á las autoridades
locales, se expone á sacrificar un objeto
grande á intereses pequeños. Este defecto se
nota bastante en la nueva ley de parques,
hecha con el designio de que aquellos sitios
de esparcimiento y de recreo no sirvan para
escenas tumultuosas y de desórden, impi-
diendo al público que de ellos goce y dis-
frute. El principio que domina en la legis-


241


lacion comun y en todo el curso de la
historia constitucional , no conviniendo va-
riarlo segun el escritor citado, es que nin-
gun hombre necesita el auxilio de la ley
más que para la seguridad de su persona y
de su propiedad. Los estadistas, para limitar
hasta donde es posible la intervencion del
gobierno, han de saber distinguir aquellos
casos en que el individuo por interés propio
tiene la voluntad y el poder de sostener y
proteger (uphold ) el interés público, de
aquellos otros en que este interés público ha
de ser amparado con el auxilio del gobierno.
A medida que la civilizacion adelanta, estos
últimos casos deben ser menos frecuentes,
una nacion ilustrada y bien educada no se
someterá á la proteccion constante y excesiva
de las leyes que coarten su libertad y su ini-
ciativa.


Sé ha observado igualmente en época re-
ciente que la cámara de los Comunes pro-
pende á ingerirse algun tanto en las atribu-
ciones que son propias y peculiares de los
ministros, y como el respeto recíproco de los


16




242


derechos y de las prerogativas de los poderes
públicos, es una de las bases del gobierno
parlamentario y de todo buen gobierno, el
canciller del Exchequer ha aprovechado la
ocasion solemne del banquete anual con que
el nuevo lord mayor obsequia al gobierno de
la reina, en el cual contestando á los brin-
dis del primer magistrado de la ciudad se
pronuncian discursos políticos, para denun-
ciar con habilidad aquella propension in-
constitucional, manifestando la esperanza
de que la asamblea electiva comprenderá la
necesidad de no ocuparse de asuntos y ma-
terias cuyo conocimiento y resolucion cor-
responden al gabinete responsable. «La cá-
mara de los Comunes, decia Mr. Lowe
tratando de esta cuestion , posee la mayor
suma de poder en los estados del reino. Tiene
el poder de hacer y deshacer ministros; tiene
ilimitado poder sobre la bolsa pública; tiene
una preponderancia y una importancia sin
ejemplo en la historia de este país. Pero de-
seo llamar la atencion sobre un rasgo ó ten-
dencia particular que no se encuentra en


243
otras asambleas legislativas, y es que aun-
que dispone de tan enorme poder, no ha
pensado en gobernarse á sí misma. No se ha
contentado con gobernar por medio de mi-
nistros, conservándolos al frente de los ne-
gocios públicos, mientras merecían su con-
fianza, y despidiéndolos cuando la habían.
perdido. Me parece uno de los mayores peli-
gros que puede correr una asamblea, el que
intente hacer la obra y desempeñar las tareas
que únicamente se pueden hacer y llevar á
efecto por medio del poder ejecutivo. El
verdadero principio es éste : la cámara tiene
á bien delegar el gobierno en aquellos en
quienes deposita su confianza, y cuando
cesan de poseerla debe retirársela entera-
mente. Estas observaciones no carecen de im-
portancia, porque es esta la vez primera que
han aparecido en el horizonte ciertas señales
que indican que la cámara de los Comunes
se muestra algo dispuesta á intervenir en
los detalles de los asuntos administrativos.
Antiguamente la conducta de los ministros
se juzgaba despues de los sucesos; pero ahora,




24.4


en cualquier circunstancia, aun tratándose
de detalles oficiales, se dirigen innumera-
bles preguntas sobre lo que el ministro se
propone hacer; y antes de que haya expre-
sado un propósito cualquiera, se presentan
proposiciones que propenden á sacar la di-
reccion de los asuntos de manos del poder
ejecutivo para conferirla á la cámara de los
Comunes. Es esta una tendencia nueva, y
si tiene éxito será un mal para la cámara
misma y para el país, porque la cámara dará
el paso fatal de asumir y tomar una respon-
sabilidad á la cual no puede corresponder.
Una asamblea, admirable como corporacion
judicial, admirable para los fines que le
asigna la constitucion , lo haría mal si in-
tentara mezclarse en pequeñas cuestiones de
gobierno y administracion. No sólo no acer-
taría, sino que ganaria descrédito, tomando
la responsabilidad que pertenece á alguno
de los ministros. Aliviaria ó despojaria al
ministro de la responsabilidad que le corres-
ponde; pero entónces, en lugar de cambiar
el ministro nombrando otro que le reempla-


245
zase cuando no cumpliera bien con sus de-


- beres, la cámara soportaria la crítica y las
censuras de las faltas administrativas que se
cometieran, y una asamblea no se muda
como un gabinete. Confío en que la cámara
actual, lo mismo que las que le han prece-
dido, apoyará á los ministros que merezcan
su confianza, pero sin tenerlos en tutela y sin "
mezclarse en los asuntos que son de su in-
cumbencia.» El peligro que indica Mr. Lowe
es cierto, por más que no haya tomado aún
grandes proporciones, y ha nacido de la pro-
pension que naturalmente tienen los poderes
fuertes y preponderantes á acrecentar su im-
portancia y á ensanchar sus atribuciones, y
acaso tambien de un deseo exagerado de vi-
gilar hasta en sus menores detalles los actos
del gobierno. La cámara de los Comunes
ejerce en la política y en la gobernacion del
estado tan grande y decisiva influencia, que
no necesita aumentarla, y debe comprender
que ganará en consideracion y contribuirá
á la conservacion del régimen parlamenta-
rio en toda su pureza, manteniéndose den-




246


tro del límite de sus propias prerogativas,
y respetando las que legítimamente cor-
responden á los otros poderes constitucio-
nales.


Ábrese el parlamento de la Gran Bretaña,
en la cámara de los Lores , con un discurso
régio que lee el monarca mismo ó el lord
canciller en su nombre; y en la barra se
presentan para oirle el presidente de la cá-
mara de los Comunes con los miembros de
esta asamblea que quieren asistir á este acto.
Al dia siguiente los dos individuos de cada
cámara que más recientemente han entrado
en ella proponen y apoyan en breves pala-
bras el proyecto de mensaje á la corona,
que se aprueba en aquella sesion en votacion
ordinaria, despues de un corto discurso del
jefe de la oposicion, contestado por un mi-
nistro ó por el jefe del gabinete. Cuando hay
alguna cuestion importante que. puede ha-
ber quebrantado la fuerza del gobierno y la
mayoría que le sostiene, la oposicion pre-
senta sobre esta cuestion concreta una en-
mienda que dá lugar á una votacion nomi-


247


nal, pero áun en este caso los debates terminan
en una sesion.


A Francia se debe tambien la mala cos-
tumbre, que por desdicha parece arraigada
igualmente en algunos otros países, de dar
extraordinaria solemnidad á la discusion del
mensaje, en la que toman parte los más afa-
mados oradores, suponiendo que es una de
las dos ocasiones que hay en la legislatura
para examinar y analizar en conjunto y en
todos sus detalles la conducta, los actos y la
política del gobierno. Muy perjudicial es
esta práctica, que en ningun caso puede pro-
ducir buen resultado. El discurso de la co-
rona refiere únicamente los acontecimientos
de inmediato interés para el país que han
ocurrido mientras el parlamento no se ha
reunido, habla de las relaciones con las na-
ciones extranjeras y enumera los principales
proyectos de ley que en aquella legislatura
se han de someter á la deliberacion de las
cámaras ; siendo de notar que este docu-
mento, obra de varios ingenios, porque cada
ministro quiere redactar el párrafo referente




. 248


á los asuntos que le están encomendados,
suele ser muy defectuoso y estar mal escrito
en casi todos los países, de donde resulta que
el discurso que los consejeros responsables
ponen en boca del monarca, no suele brillar
ni por la unidad de pensamiento ni por mé-
rito literario. ¿Qué es lo natural y lo que
procede hacer despues de oir el discurso de
apertura? Lo que en Inglaterra, en Bélgica,
en Holanda, en Portugal y en Italia acon-
tece. La cámara por cortesía se apresura á
contestar al monarca, que se ha enterado de
las noticias que ha tenido á bien comunicar
al parlamento y que estudiará con cuidado y
esmero, y aprobará si son útiles, las medidas
y los proyectos cuya presentacion se anun-
cia. La oposicion censura por medio de su
jefe algunos de los puntos más culminantes
de la política ministerial, y el primer lord
del Tesoro, ó alguno de sus colegas, defiende
su conducta y la de sus compañeros de ga-
binete. Despues en el curso de la legislatura,
por medio de frecuentes interpelaciones y
proposiciones, se discuten amplia y extensa-


249


mente y bajo todos sus aspectos, cada uno de
los actos del gobierno y cuantas leyes for-
mula; y esto se hace con una insistencia y
un detenimiento que acaso pareceria exce-
sivo y apasionado, si no se tratara de los in-
tereses de la nacion y de la gestion acertada
de los negocios públicos. ¿Y qué sucede, por
el contrario, en los estados en donde no se
sigue esta provechosa costumbre? Que los
estériles debates sobre la contestacion al dis,
curso de la corona son el asunto más arduo
para las asambleas políticas, y duran quince
dias ó tres semanas. Los oradores de mayor
elocuencia y autoridad, para impugnar ó
sostener el proyecto ó las enmiendas y adi-
ciones, y para casuales alusiones personales
de antemano preparadas, pronuncian mag-
níficos y brillantes discursos, que suelen ser
muy largos, porque para muchos el mérito está
en razon directa de la extension , aprecián-
dose poco los que no llegan siquiera á cuatro
horas, y pareciendo inmejorables aquellos
que llenan dos sesiones. Trátase en estas
discusiones á un tiempo mismo de todas las




250


cuestiones interiores y exteriores; de la po-
lítica con los países extraños, si por acaso el
gobierno tiene alguna; de las relaciones en-
tre la iglesia y el estado ; de los nombra-
mientos de empleados; de la administracion
y de la hacienda pública; de la historia de
los partidos; de las consecuencias de las re-
voluciones; de las perfecciones y defectos de
todos los sistemas y formas de gobierno; en
una palabra, de todas las cosas divinas y hu-
manas. Todos los asuntos se desfloran, y nin-
guno se profundiza: de todos se habla con
generalidades y con fórmulas vagas y abs-
tractas , sin examinarlos atentamente ; y
cuando al cabo de muchos dial , fatigados el
público y la cámara, llegan á su término
estos torneos oratorios, que en los países me-
ridionales tienen algo de concierto por lo que
predominan á las veces las frases sonoras y
armoniosas sobre los razonamientos, acon-
tece indefectiblemente que el gobierno gana
la votacion. Ni puede suceder otra cosa. En
todas las asambleas políticas hay diputados
ministeriales que aplauden incondicional-


251
mente cuanto hace el ministerio, y dipu-
tados de oposicion sistemática que todo lo
censuran ; pero hay tambien diputados mi-
nisteriales sin entusiasmo y de oposicion sin
saña y sin pasion, que juntos forman la ma-
yoría en el lado á que se inclinan, y que es-
timan que no es justo ni equitativo derrotar
á un gabinete sin una causa concreta, cla-
ramente expuesta y suficientemente justifi
cada ; y estos diputados votan siempre el
mensaje, porque si lo desaprobaran no se
comprenderia por cuál entre los infinitos y
opuestos cargos formulados contra el go-
bierno lo hacian. Son por consiguiente estos
debates nada más que un espectáculo diver-
tido para los ociosos que pueblan las tri-
bunas , una ocasion de lucimiento para los
oradores, y un desengaño y una desilusion
para la nacion , que lamenta el tiempo tan
inútilmente perdido. Entre tanto las refor-
mas administrativas y económicas, indis-
pensables y urgentes, las leyes para asegu-
rar el órden y la propiedad, el estudio de los
presupuestos , el de los medios de moralizar




252
la administracion, y las medidas que han de
realizar algun progreso ó corregir algun
abuso, se aplazan por meses ó por años. El
país tiene que resignarse á ver sus asuntos y
sus intereses desatendidos, contentándose con
que en la discusion se hable mucho de su
dignidad y de su honra. Bien se puede afir-
mar que no hay verdadero conocimiento del
régimen parlamentario allí donde se dan
grandes y extensas proporciones á los deba-
tes sobre el mensaje.


El parlamento está abierto en Inglaterra
seis meses todos los años, desde los primeros
dias de Febrero hasta los primeros dias de
Agosto, por una costumbre antigua y por
acuerdo tácito de los partidos, no en virtud
de una ley que lo preceptúe; aunque algu-
nas veces ha habido además por motivos es-
peciales ó por circunstancias extraordinarias
legislatura de otoño. Las disposiciones lega-
les que ordenan que las cámaras estén re-
unidas durante un espacio de tiempo deter-
minado, demuestran desconfianza respecto
del monarca ó de sus consejeros, se eluden


253


fácilmente por medios indirectos, y no im-
piden disoluciones frecuentes, cuando no las
hacen innecesarias el juicio y la moderacion
de los hombres públicos. Son tan partidarios
los ingleses de la tradicion y tan aficionados
á conservar las antiguas prácticas, que desde
el descubrimiento de la conspiracion de 1605,
algunas horas ántes de la apertura de las
cámaras , el mayordomo mayor (the lord
great Chamberlain), seguido de varios em-
pleados y de una escolta , recorre y registra
las galerías subterráneas y los sótanos del
palacio de Westminster para ver si hay bar-
riles de pólvora, materias combustibles ó
algun preparativo para volar el edificio.
Nunca se ha encontrado indicio de que pu-
diera estar en peligro la vida de los lores y
de los representantes de la nacion, aunque
en 1848 recibió el gobierno aviso, inexacto
sin duda, de que los cartistas se proponian
seguir el criminal ejemplo de Guy Faukes.


La legislatura se divide, tambien por cos-
tumbre en tres partes: la primera com-
prende hasta las vacaciones de semana santa




254


páscua de resurreccion , que los miembros
del parlamento aprovechan para ir al campo:
la segunda hasta la páscua, de pentecostés;
y la tercera se prolonga hasta la suspension
de las sesiones. Presentan , apoyan y expli-
can los ministros en la primera , para que
los diputados tengan tiempo suficiente de
estudiarlos, aquellos proyectos de ley anun-
ciados en el discurso de la corona , cuyo
examen y discusion comienza ya antes de las
primeras vacaciones; y esta discusion es más
continuada y adelanta mucho en la segunda
época de la legislatura, á fin de que puedan
pasar los bilis con suficiente anticipacion á
la alta cámara para que los aprueben los
lores. Aunque es grande la laboriosidad de
la cámara electiva, son tantos los asuntos y
los proyectos que á su exámen y decision se
someten , que nunca puede votarlos y resol-
verlos todos, y para saber cuáles merecen
preferencia hay un dia cuando está bastante
avanzada la legislatura, que lord Lyndhurst
ha llamado el dia de la degollacion de los
inocentes, en que el jefe del gabinete ma-


255


nifiesta cuáles son los proyectos que consi-
dera urgentes y que desea que lleguen á ser
leyes en aquel mismo año, y cuáles se aban-
donan y se aplazan para otra ocasion , ro-
gando al mismo tiempo á los diputados de
todas las opiniones, que para no poner obs-
táculos y aumentar innecesariamente el
trabajo de la asamblea, renuncien á los pro-.
,
-yectos que tienen presentados y que no han
sido todavía definitivamente aprobados. Por
punto general, es tan grande la deferencia
de los representantes del país, que desde
aquel momento no se discuten más que las
leyes designadas por el primer lord del Te-
soro.


En los cinco primeros meses de la legisla-
tura no hay sesion ordinariamente más que
cinco días á la semana, dejando para des-
canso de las tareas legislativas el sábado
además del domingo. Las sesiones de los
miércoles, destinadas á negocios de interés
particular 6 privado, comienzan á las doce y
se prolongan hasta las cinco G las seis de la
tarde : en los cuatro dias útiles restantes, la




256


sesion se abre á las cuatro de la tarde y dura
más ó ménos, segun el número y la impor-
tancia de los asuntos puestos á discusion,
pero casi siempre hasta las dos ó las tres de
la noche. En Junio empiezan las sesiones
matinales, dos veces á la semana; y desde
entónces, los martes y los viernes hay dos
sesiones diarias; una de dos á siete de la
tarde y otra de nueve á tres ó á cuatro de la
noche; y á últimos de Julio y en Agosto,
cuando se aproxima el término de la legisla-
tura, y quedan todavía muchos asuntos
pendientes, hay tambien sesion los sábados.
Los diputados se resignan á perder por al-
gunas semanas uno de sus dos dias de des-
canso, con la seguridad de próximas y largas
vacaciones. Casi todos los grandes debates
tienen lugar tarde y ya muy entrada la
noche, porque á, esas horas es siempre mayor
el número de diputados que puede asistir y
tomar parte en las votaciones.


Convencidos los miembros del parlamento
de que las cámaras no son academias para
dilucidar teorías y temas abstractos y filosó-


257


ficos, sino asambleas políticas en donde se
discuten y se resuelven los negocios del país,
que son siempre muchos y muy importan-
tes, ni pronuncian discursos largos, ni abu-
san de los derechos que los reglamentos y la
costumbre les conceden. Siempre que se ha
creido conveniente, se han adoptado dispo-
siciones terminantes para evitar debates in-
útiles. El derecho de peticion al parlamento,
reconocido y respetado desde los tiempos más
remotos, y usado enérgicamente cuando el
país ha reclamado una reforma necesaria ó
la derogacion de antiguos estatutos perju-
diciales, había dacio lugar á una práctica
intolerable. Los prolongados debates que se
originaban al presentar las peticiones impe-
dian con frecuencia que se tratara de los
proyectos de ley y de las interpelaciones se-
ñaladas en la órden del dia ; y el abuso
llegó hasta tal punto, que siendo ineficaces
para corregirlo diferentes medios que se en-
sayaron, decidió la cámara de los Comunes
en 1839 que no hubiese debate cuando se
entregaran ó leyesen peticiones, si bien dis-


17




258


puso que la mayor parte se publicaran para
que el país pudiera juzgar de la justicia y
de la razon que á sus autores asistia, reser-
vándose ocuparse especialmente y con dete-
nimiento de aquellas que por su. importan-
cia lo merecieran.


En cada sesion se trata de muchas y di-
versas cuestiones que se relacionan siempre
con el gobierno y con la administracion. Se
hacen preguntas sobre diferentes asuntos
que dan lugar á verdaderos diálogos parla-
mentarios, hasta que se esclarece el suceso ó
la causa que las motiva; se explanan inter-
pelaciones préviamente anunciadas ; se pre-
sentan y se apoyan en breves discursos pro-
yectos de ley; se debaten actos y disposicio-
nes del gobierno; y se discuten proyectos
de ley ya presentados y cuya primera lectura
ha sido autorizada. En todos los debates in-
teresantes pueden tomar parte cuantos dipu-
tados lo deseen, y usan de la palabra en el
órden en que la piden, pero no hay lista es-
crita, como en España, de los oradores que
han de hablar, siendo frecuente que hablen


259


dos ó tres seguidos en pró ó en contra sobre
una misma cuestion. Sucede tambien que al
sentarse un orador se levantan varios para
apoyarle ó para contestarle, y entónces la
cámara suele indicar por aclamacion á cuál
prefiere oir primero , y el presidente en caso
de duda, se conforma con el deseo de la
asamblea. Esta amplia facultad de hablar,
de que se abusaria en otros países con tal de
mortificar al ministerio y hacer imposible la
votacion de las leyes, está allí limitada por
el buen sentido de los diputados y por la dis-
ciplina bien entendida de los partidos. No
toman parte generalmente en los debates
importantes sino los principales oradores de
uno y otro lado de la cámara, y los que co-
nocen bien y han estudiado la materia de
que se trata; los discursos son siempre cor-
tos, nadie rectifica; y uno de los ministros
cierra generalmente el debate. La moda,
que casi se puede calificar de manía, de los
discuros muy largos, no se ha introducido
en Inglaterra por dos causas muy podero-
sas: primera, porque el tiempo para los in-




260


gleses es dinero, y no son aficionados á mal-
gastarle y á perderle; y segunda, porque
piensan con razon que todo lo que un ora-
dor necesita ó quiere decir sobre un asunto
determinado y concreto , lo puede decir en
una ó dos horas lo más, siempre que se
haya preparado para no divagar ni emplear
ociosas é impertinentes amplificaciones. Ma-
dame de Sevigná decia, en una ocasion:
«Escribo á Vd. una carta larga, porque
no tengo tiempo de escribirla corta.» Esto
mismo es aplicable á los discursos. Cuando
hay costumbre de hablar en público , y
especialmente en los países meridionales,
en que la facilidad de palabra es grande,
cuesta más trabajo , más meditacion y más
estudio pronunciar un discurso corto, bueno
y adecuado al objeto, que uno largo, me-
diano ó malo que peque por difuso. La viciosa
costumbre de rectificar siempre una ó varias
veces, convirtiendo necesariamente las rec-
tificaciones en réplicas extensas en que se
aducen los argumentos ó razonamientos que
antes se han olvidado, perjudica á la rapidez


261
y á la claridad de los debates. En los países
en que esa mala costumbre existe arraigada,
es frecuente que uno ó dos discursos con las
indispensables rectificaciones llenen dos se-
siones, enteras. Nadie rectifica por punto ge-
neral en las cámaras británicas, porque se
ha comprendido que es innecesario. Si un
orador por equivocacion ó de mala fé rebate
razonamientos ó se refiere á hechos que no
ha expuesto ni mencionado aquel á quien
contesta, los que asisten á la discusion ó los
que despues la leen, advierten fácilmente
el error, y comprenden si en él se ha incur-
rido voluntaria ó involuntariamente; y ad-
quieren mala reputacion , y á la larga se
desacreditan, los que á falta de otros recur-
sos acuden al de inventar argumentos que
no se han mencionado para tener el gusto de
refutarlos.


Los discursos líricos y las disertaciones
filosóficas en el parlamento, no son del gusto
de los ingleses, y no los tolerarian. Ha dicho
un célebre orador de la primera revolucion
fran cesa que el silencio de los pueblos es el




262


castigo de los reyes, y se puede decir imi-
tando aquella frase, que la ausencia del pú-
blico es el castigo de los oradores. Es seguro
que los legisladores británicos aplicarian esta
pena sin conmiseracion á cualquier miembro
del parlamento que, en vez de hablar sobre
el asunto puesto á discusion , expusiera el
resultado más ó ménos original y profundo
de sus meditaciones sobre el destino del hom-
bre, sobre la mision providencial de las ra-
zas, ó sobre lo que es inmanente y trascen-
dente en los séres humanos. No pondrian en
duda ni negarían su derecho, pero no le es-
cucharían y se ausentarian, haciéndole com-
prender por este medio su falta y su inopor-
tunidad. Se han debatido en el parlamento
de la Gran Bretaña las más altas y difíciles
cuestiones que pueden interesar al hombre
y á una sociedad civilizada, pero siempre
para venir á un resultado práctico, y sin
perder un momento de vista las circunstan-
cias especiales de la nacion y las exigencias
de la opinion pública. Como ejemplo del
carácter sencillo y práctico de los debates


263


en Inglaterra, se puede citar el que tuvo
lugar el 24 de Julio de 1872, al apoyar
Nr. Gilpind, lo mismo que en todas las le-
gislaturas, la segunda lectura de un bill
para la abolicion de la pena de muerte. Si
hay un país en que con escaso ó ningun
daño para la seguridad pública se puede
borrar de las leyes el castigo de la pérdida
de la vida, es sin duda Inglaterra, porque
allí los criminales caen siempre en manos de
los agentes de la autoridad, y las penas que
se les imponen las cumplen dedicados á
rudos trabajos en establecimientos penales,
de donde no se fugan y de donde no los
sacan inoportunos y escandalosos indultos,
que hacen ineficaz la acciou de los tribuna-
les, y que sólo conceden los ministros que
ignoran y desconocen los deberes y la res-
ponsabilidad que impone el ser gobierno,
ante los cuales deben callar y desaparecer
los sentimientos personales y la natural pro-
pension á la generosidad y á la clemencia.
El bill, combatido por el procurador general
de Irlanda, fué desechado por 167 votos




264
contra 54. En esta discusion, en que no to-
maron parte los jefes y miembros importan-
tes de los partidos, no se trató de la doctrina
de la inviolabilidad de la vida humana. La
cámara se ocupó únicamente de averiguar.
si la pena capital es verdaderamente ejem-
plar , y si el país gozaria sin ella de la
misma seguridad que con ella tiene, y de-
cidió que no era prudente hacer experiencias
en asunto tan peligroso sin absoluta necesi-
dad, y que áun suponiendo que aquel terri-
ble castigo no produzca todo el efecto que se
debiera esperar, hay que considerar si otras
penas no serian todavía más ineficaces. Se-
gun un ministro italianoItalia es la nacion7
en donde más se asesina y ménos se impone
la pena de muerte, mientras que es Ingla-
terra aquella en que menos se mata y más
se aplica la última pena. Satisfecho el parla-
mento de este resultado no ha querido re-
nunciar á un castigo que hace mónos fre-
cuente el homicidio en el Reino-Unido que
en otras partes.


Es muy considerable el número de leyes


265


de interés local que la cámara vota en cada
legislatura. Todos los proyectos de este gé-
nero pasan á comisiones especiales parla-
mentarias, que despues de oir á las partes
interesadas, examinar los antecedentes y
estudiar detenidamente el asunto bajo todos
sus aspectos, dan dictánaen , con el cual or-
dinariamente se conforman sin discusion los
cuerpos colegisladores. IIa,y tal confianza en
la rectitud y en la imparcialidad de estas co-
misiones , que rara vez se reforman ó mo-
difican sus decisiones, pudiendo por este
motivo consagrarse exclusivamente el parla-
mento en sus sesiones ordinarias á los nego-
cios cuya importancia es general. La incan-
sable laboriosidad de la asamblea electiva es
una de las principales causas de su prestigio
y autoridad, porque el pueblo inglés no pro-
fesa estimacion ni respeto á las instituciones
que no corresponden á los fines para que han
sido establecidas. En el convite que el lord
mayor de Lóndres, que es un diputado con-
servador, dió en Julio de 1872 al ministerio
liberal que preside Mr. Gladstone , el minis-




266


tro del interior, Mr. Bruce, elogiando á la
cámara de los Comunes por el interés con
que se ocupa de los asuntos del país, de
cualquiera clase y categoría que sean, pudo
decir con verdad y con legítimo orgullo, que
durante el actual reinado , que comenzó
en 1837, el parlamento ha aprobado unas
4.000 leyes, correspondiendo por término
medio á cada legislatura 114 leyes. A burla
y á menosprecio daria lugar, si no causara
profunda tristeza, la comparacion entre la
cámara de los Comunes, que vota más de
100 leyes en cada año, y otras asambleas
políticas que, despues de perder lastimosa-
mente el tiempo escuchando y aplaudiendo
estériles y apasionadas recriminaciones de
los partidos y de los hombres públicos, aprue-
ban presupuestos con inmensos déficits ó
conceden autorizacion para plantearlos, y
mostrándose generosas á costa de la nacion,
convierten en leyes por un solo artículo mu-
chos decretos dados por ministros, no siem-
pre muy entendidos, en un interregno parla-
mentario, por más que algunos sean injustos


267


y otros hayan producido funestos y desastro-
sos efectos.


Aumentan tanto, sin embargo, en el par-
lamento cada año los asuntos, especialmente
los de interés local y privado , y son tantos
los que quedan pendientes de aprobacion, á
pesar del buen deseo de los diputados, que
Mr. Dickinson propuso el 5 de Junio de 1872,
que cuando en el primer mes de una legis-
latura se presente un bill ó proyecto de ley
idéntico á otro, al que en la legislatura pre-
cedente del mismo parlamento no le haya
faltado más que la tercera lectura, pueda
pasar con asentimiento de la cámara por
todos los trámites precisos, sin enmiendas ni
debates, y ser sometido á la tercera lectura.
No se ha aprobado esta proposicion , pero no
trascurrirá mucho tiempo sin que se apruebe
otro acuerdo análogo, pues es indispensable
para no causar perjuicios al público. La gran
variedad de negocios de que tiene que tratar
la cámara, y las inevitables interrupciones
de las discusiones de los proyectos de ley con
debates políticos necesarios é importantes,




268


pero que no tienen carácter legislativo, ha-
cen imposible que todos los bilis que se pre-
sentan puedan pasar por todos los trámites
reglamentarios. Cada año se aprueba mayor
número de leyes, y cada año quedan más
sin. votar. En 1871 se nombró una comision
compuesta de hombres eminentes de dife-
rentes partidos y de larga experiencia par-
lamentaria, para modificar y abreviar los
_procedimientos de la cámara de los Comunes;
sus proposiciones, con otras del gobierno re-
lativas tambien á esta materia, se sometie-
ron en 1872 á la consideracion de la asam-
blea electiva, que no pudo examinarlas ni
llegó á adoptar una determinacion. Pronto
se verá precisada á tomarla, para que no
experimente entorpecimiento la resolucion de
muchos asuntos; y va ganando terreno la
opinion de que la cámara debe en muchos
casos delegar una parte de sus atribuciones
y de sus prerogativas en comisiones desig-
nadas por ella y compuestas de hombres es-
peciales y entendidos, cuyos trabajos y dic-
támenes habrá de aceptar ó desechar en


269
conjunto sin corregirlos ni enmendarlos.


La ley de reforma de 1832 nada habla es-
tablecido respecto á la convocacion del par-
lamento y á las condiciones y circunstancias
para ser diputado, y ha sido preciso suplir
estas omisiones con leyes especiales , modi-
ficando antiguos estatutos que no se obser-
vaban ó que habian venido á ser innecesa-
rios. Er período de cuarenta dias que mediaba
en tiempos remotos entre la convocacion y
la reunion de un nuevo parlamento, y que
se extendió á cincuenta dias, desde que
en 1707 se verificó la definitiva reunion de
Inglaterra y Escocia , se ha limitado á
treinta y cinco dias por una ley que en 1852
presentó lord Brougham ; y por otra ley del
año siguiente, las órdenes (toKes) para las
elecciones en los burgos y en los distritos se
envian directamente á los empleados encar-
gados de presidir y vigilar las elecciones
(Murning ocers), y no por conducto de
los sheriffs de los respectivos condados, como
ántes se hacía.


Aun cuando la ley de la reina Ana que




270


exigia 300 libras esterlinas de renta á los re-
presentantes de los burgos, y 600 á los de los
condados en propiedad territorial, habia sido
siempre eludida , sin que á impedirlo alcan-
zara la ley que hicieron aprobar los torys en
años posteriores, no se ha derogado formal-
mente hasta época muy reciente para que
no pareciera que se cedía á las peticiones y
exigencias amenazantes de los demócratas
radicales, que lo reclamaban en la célebre
carta del pueblo. Ya en 1838 se dispuso
que la renta de los diputados no habia de
proceder exclusivamente de fincas rústicas ó
urbanas , sino que podia provenir de propie-
dad real ó personal, ó de una y otra á la vez; y
en 1858 se suprimió definitivamente aquella
condicion, bastando para tener asiento en la
cámara de los Comunes, la circunstancia de
ser súbdito británico, haber llegado á la
mayor edad y no estar procesado.


La duracion de los parlamentos, que ha
variado en distintas épocas, ha sido con fre-
cuencia asunto de discusion en la cámara
popular, pidiendo que se acortara los parti-


271
dos y agrupaciones políticas de ideas más
avanzadas. Antes de la revolucion de 1688,
el parlamento podía durar tanto como el rei-
nado del monarca en cuya época habia sido
elegido, si bien el soberano tenia siempre la
libre facultad de disolverlo. Ninguno vivió
tan largo tiempo, pero hubo alguno, como el
primero de Carlos II de 1660, que prolongó su
existencia diez y ocho años. Con el propósito
de disminuir el ascendiente de la corona en
los cuerpos colegisladores,.y aumentar la in-
fluencia de la nacion en la cámara electiva,
quedó reducida la vida legal del parlamento
á tres años en 1694 , extendiéndose á siete
en 1715, por temer el gobierno la arriesgada
prueba de una eleccion general cuando es-
taba muy reciente la sublevacion jacobina.
Desde entónces varias veces se ha pedido la
modificacion de la ley de Jorge I en sentido
restrictivo. En 1771, lord Chathann se de-
claró partidario de los parlamentos trienales.
El duque de Richmond, en su proyecto de
reforma de 1780 , pedia además del sufra-
gio universal, parlamentos anuales ; y los




272


amigos del peeblo en 1792, y cinco arios
más tarde Mr. Grey , sostuvieron la necesi-
dad urgente de acortar la duracion de los
parlamentos. Se ha tratado con insistencia
de este asunto en la cámara popular despues
de la reforma de 1832. Los parlamentos
anuales han formado parte del programa de
los °artistas , y figuran en el de los radicales
exagerados ; y en 1849 el diputado Mr. Ten-
nyson D'Eyncourt, logró obtener permiso de
la cámara para leer un bill que acortara la
vida legal del parlamento ; mas presumiendo
sin duda que no habria de aprobarse, no llegó
á presentarle. No parece probable que se al-
tere la ley vigente; ya. porque en la práctica
se consulta con bastante frecuencia la vo-
luntad de la nacion , representada por el
cuerpo electoral, en atencion á que los par-
lamentos por término medio no duran sino
cuatro años ; ya porque ofrece inconvenien-
tes que se repitan con intervalos cortos las
elecciones generales que siempre producen
agitacion política y originan gastos exce-
sivos.


273


A pesar de la supresion de los burgos po-
dridos y de muchos pequeños distritos en
que pocas y determinadas personas hacian
la eleccion, y áun habiendo aumentado ex-
traordinariamente el número de electores en
todo el Reino-Unido , la corrupcion parla-
mentaria no ha cesado , y necesario ha sido
en diversas ocasiones adoptar medidas enér-
gicas á fin de castigarla y reprimirla. No
bastando para conseguir este objeto imponer
penas á los electores sobornados y privar tem-
poral ó perpetuamente dél derecho de repre-
sentacion en el parlamento á los pueblos y
localidades en que este delito se habia come-
tido, se votó en 1841 un bill 'presentado por
lord John Russell, disponiendo que las comi-
siones nombradas por la cámara para enten-
der en estos casos, admitieran pruebas de
soborno sin necesidad de averiguar previa-
mente, como antes se exigia , si los autores
de este delito eran agentes de los candidatos
á la diputacion. En el año siguiente se mandó
que los procedimientos para descubrir el so-
borna, continuaran áun despues de haber


18




274


terminado sus investigaciones las comisiones
electorales; y por una ley votada en 1852, se
confió el encargo de hacer averiguaciones
relativas á la corrupcion electoral en los dis-
tritos en que se suponia que hubiera exis-
tido, á. comisionados especiales nombrados
por la corona en virtud de un mensaje de
las dos cámaras del parlamento. No produ-
ciendo el apetecido resultado 'estas disposi-
ciones, se ordenó en 1854 que los candidatos
no pudiesen pagar gasto alguno de la elec-
cion, sino por conducto de sus agentes debi-
damente autorizados y del auditor electoral
(election, auditor ), y que se publicaran las
cuentas detalladas de estos gastos. Discutióse
con este motivo si sería justo comprender en
estas cuentas los gastos de viaje de los elec-
tores para ir á votar, y despues de haber pre-
sentado opuestos dictámenes diversas comi-
siones nombradas para informar sobre este
asunto , y deseando que este gasto legítimo
no sirviera de pretexto de soborno , una ley
de 1858 ha permitido á los candidatos y á
sus agentes que satisfagan el trasporte ó el


275


viaje de los electores al punto de la eleccion,
prohibiéndoles, sin embargo, que les entre-
guen dinero con este objeto. No ha con-
seguido el parlamento la extincion de la


. corrupcion. electoral , que aumentará proba-
blemente con la votacion secreta, y que no
desaparecerá hasta que los mismos candi-
datos renuncien á ella por conveniencia pro-
pia ó por temor á las justas censuras de la
opinion pública.


En los primeros dias de Agosto, cuando
comienza la estacion de la caza, á que tan
apasionadamente aficionados son los ingle-
ses, se suspenden las sesiones de las dos cá-
maras ; pero no se cierra la legislatura,
porque hay la ficcion legal de que el par-
lamento nunca está cerrado, sino en el corto
intervalo que media entre la disolucion de
uno y la convocacion de otro nuevo. A la
ceremonia de poner término á las tareas de
los cuerpos colegisladores, que se verifica en
la cámara hereditaria, pocas veces asiste la
reina. A las dos en punto se presentan los
lores comisarios, con el traje talar que usan




1


276


los lores en las solemnidades parlamentarias,
y despues de sancionar por comision los pro-
yectos de ley pendientes de esta importante
formalidad, y de oir las oraciones que lee
uno de los obispos presentes; cuando han
acudido á la barra el presidente y algunos
miembros de la cámara de los Comunes, ci-
tados para este acto por el ugier de la vara
negra, el lord canciller, ó si éste no asiste
uno de los lores comisarios, lee el discurso
regio de suspension de sesiones. Al regresar
á la cámara de los Comunes , el presidente
no suele ocupar el sillon presidencial, y
desde el sitio del primer empleado (clerh),
lee ante un escaso número de diputados el
discurso que el gobierno ha puesto en boca
de S. M., quedando así terminada la legis-
latura.


Durante las vacaciones, los miembros del
parlamento van á sus distritos, viajan por
el país, pasan largas temporadas en el
campo, y con frecuencia pronuncian discur-
sos sobre los asuntos que interesan á la na-
cion, discutiendo cuestiones políticas, elo-


27'7


giando la conducta del propio partido y cen-
surando la de los adversarios. A esta campaña
oratoria de los lores y de los diputados, en las
vacaciones parlamentarias, la designan los
periódicos con la denominacion de «El par-
lamento fuera de la legislatura» (Parlia-
ment out of session,), si bien sería más exacto
llamarla «Los legisladores fuera del parla-
mento.» Las costumbres del pueblo británico
dan ocasiones oportunas y frecuentes á los
hombres públicos para dirigir su voz á la
nacion. En las sociedades de agricultura, en
las asociaciones de obreros, en las reuniones
de electores, en los banquetes de los ayun-
tamientos, en la fundacion de hospitales, en
la inauguracion de escuelas, en los exáme-
nes de un colegio, en la reparticion de pre-
mios, los ministros, los lores y diputados que
asisten , hablan de negocios de interés gene-
ral 6 de importancia para la localidad, y de
esta suerte están en comunicacion constante
con el país, y contribuyen á formar y á di-
rigir la opinion pública. En Inglaterra, como
en todos los estados en que es una verdad el




278


gobierno parlamentario, y en que el gabi-
nete y los cuerpos colegisladores se ocupan
verdaderamente de la hacienda, de la admi-
nistracion y de procurar el bienestar y la
prosperidad de la nacían, son muy prove-
chosos y producen grandes ventajas la per-
manencia de los hombres políticos en sus
propiedades. una parte del ario , y sus viajes
por las provincias. Ellos estudian, examinan
y ven de cerca las necesidades y los deseos
del país, y al propio tiempo con su trato, con
sus conversaciones y con sus consejos, ins-
truyen é ilustran á las clases inferiores, y
combaten sus errores y sus preocupaciones.


Febrero 18 de 1873.


LECCION QUINTA.


El Gabinete.


Debe existir en el gobierno parlamentario.—No lo hubo
en el siglo xvI ni en una gran parte del xvit.—La Cabal
en tiempo de Cárlos 11.—El primer gabinete homogé-
neo, compuesto de individuos del mismo partido, se
organizó en 1636.—Desde entónces ha habido siempre
gabinetes parlamentarios.—Diferencia entre gabinete y
admi nistracion.—Subsecretari os de carrera y políticos.—
Ministros sin cartera.—El jefe del gabinete es siempre
el primer lord del Tesoro.—Jefes de gabinete de la clase
media ántes de la reforma de 1832.—E1 militarismo es
incompatible con el gobierno parlamentario.—El lord
Canciller.—El procurador general y el abogado gene-
ral.—Necesidad de un ministro de Justicia.—Conve-
niencia, segun Mr. Gladstone, de que un hombro civil
esté al frente de la marina.—Anomalías administrati-
vas.—Duracion de los gabinetes ántes y despues de la
reforma de 1832.—No basta que un gabinete pierda
votaciones en la cámara de los Comunes para que pre-
sente su dimision.—Ventajas de que los hombres públi-
cos sepan aguardar y no necesiten para vivir do los
sueldos del presupuesto.




ri


•11


SEÑORES:


El gabinete, que este es el nombre con
que en Inglaterra se conoce el consejo de
ministros, facilita y hace eficaces y pro-
vechosas las relaciones recíprocas de las tres
instituciones que constituyen el parlamento:
la monarquía, la cámara de los Lores, y la
cámara de los Comunes. A pesar de su. im-
portancia y de la influencia que ejerce, su
existencia no se debe á ninguna disposicion
legal, y no está reconocida y sancionada
explícitamente por ningun acto del parla-
mento. Los nombres de las personas que le


1




282


componen , y que al país interesa saber , si
bien los dan á conocer sin pérdida de tiempo
los periódicos, no se publican oficialmente;
y sus determinaciones, sus acuerdos, áun los
que se refieren á las cuestiones políticas, no
se consignan por escrito ni constan en nin-
gun documento. Sin el gabinete el gobierno
sería más personal, porque sería mayor y más
directo el influjo del monarca, y las relacio-
nes de éste con las cámaras y de las dos cá-
maras entre sí, tendrían lugar por medio de
mensajes, como acontece en los Estados-
Unidos de América; siendo entónces ménos
constante y poderosa la accion de la opinion
pública sobre el gobierno. Segun Mr. Ba-
gehot , el gabinete es una comision del po-
der legislativo elegida para ser poder ejecu-
tivo. Cierta es en el fondo esta definicion
del escritor inglés, pero parece aún más
exacto decir, como ya he manifestado en
otra ocasion, que el gabinete en las monar-
quías parlamentarias modernas es ellazo de
union indispensable entre la corona y los
cuerpos colegisladores; delegacion de la ma-


283


yoría de ambas cámaras cerca del soberano,
y representante del monarca en las asam-
bleas legislativas : siendo defensor á un
tiempo mismo de los derechos y de las pre-
rogativas de todas las instituciones que for-
man el parlamento.


El consejo de ministros, amovible y res-
ponsable, que necesita igualmente la con-
fianza del trono y el apoyo de las cámaras
de los Lores y de los Comunes, y que dirige
la política y los asuntos públicos, siguiendo
las inspiraciones y conformándose con los
deseos de la mayoría de la nacion, se formó
espontánea y naturalmente, cuando se res-
tableció el sistema constitucional; creció en
los años sucesivos con lentitud y venciendo
no pocos obstáculos ; y ha llegado á su des-
envolvimiento y á la plenitud de sus atri-
buciones, cuando se ha desarrollado comple-
tamente el régimen representativo, porque
es su preciso complemento y su natural y
legítima consecuencia.


Durante la dominacion de la dinastía de
Tudor, no hubo ni pudo haber gabinete ni




284
ministros responsables. Los reyes que me-
nospreciaban al parlamento, que prescindían
de su concurso, y que únicamente le convo-
caban para pedirle servicios pecuniarios, si
la situacion del tesoro era apurada no tenias
más que secretarios de estado para el des-
pacho y resolucion de los negocios del país,
y altos dignatarios para el esplendor de la
corte : y los nombraban y los destituian
cuando lo estimaban oportuno, sin que en
estos actos tuvieran nunca en cuenta la opi-
nion de las cámaras. Enrique VIII trataba
á sus ministros y á sus favoritos, como á sus
mujeres ; los despedia, los desterraba, los
decapitaba en el momento en que le fasti-
diaban , en que se cansaba de ellos , en que
no se prestaban á todos sus caprichos, ó en
que le molestaban para la realizacion de
algun proyecto. El famoso canciller To -
más More, y el intrigante y astuto Tomás
Cromwell , precedieron en el patíbulo á Ana
Bolena y á Catalina Howard. En aquellos
tiempos de sangriento y cruel despotismo,
dependia la duracion de las posiciones oficia-


285


les y de las vidas de los servidores del estado,
del capricho y de las desordenadas pasiones
del soberano. Fué Isabel más constante, más
consecuente y ménos vengativa con sus se-
cretarios de estado que con sus amantes.
Guillermo Cecil , tan entendido como flexi-
ble y obediente, nombrado secretario de
estado desde el advenimiento de la reina,
conservó hasta su fallecimiento aquel puesto
elevado y difícil ; y fué el consejero prefe-
rido y de mayor influencia, al par que el
confidente y ejecutor de los planes secretos
de aquella mujer desconfiada. No debe cau-
sar sorpresa que en aquel tiempo bastara á
un ministro para conservar su puesto contar
con el decidido favor del monarca, sin nece-
sitar en manera alguna las simpatías ó la
aprobacion del parlamento, recordando que
tan escasa importancia tenían á la sazon las
cámaras, que la de los Comunes reclamó en
vano por espacio de treinta años la revocacion
ó la modificacion de los monopolios que ha-
bían encarecido de un modo exagerado y ex-
cesivo los precios de los artículos de primera




286


necesidad y de las mercancías más indispen-
sables; y que eran encarcelados en la torre
de Lóndres los diputados que se atrevian á
hablar contra aquel perjudicial abuso, el cual
acaso en mucho tiempo no habria desapare-
cido si en el motin de 1601 el pueblo , exas-
perado y amenazando al mismo Cecil, no
hubiese conseguido que la reina intimidada
con la actitud de sus súbditos se apresurase
á ponerle término.


Los dos primeros monarcas de la dinastía
de los Estuardos, hicieron tambien alarde
de independencia en la designacion de sus
ministros, nombrando con frecuencia á per-
sonajes que por su carácter altivo, por su in-
moralidad y por sus desaciertos en la política
extranjera, eran impopulares y aborrecidos,
siendo causa de que aumentara la hostilidad
contra el gobierno que en repetidas ocasiones
mostraron los miembros de la cámara elec-
tiva. Las arbitrariedades de Carlos I y su
constante propension á gobernar como so-
berano absoluto, hicieron que el ódio de los
defensores de las antiguas franquicias y de


287


las libertades tradicionales, recayera sobre
los ministros y altos dignatarios que, segun
se suponia, le impulsaban por aquel funesto
camino; y al reunirse el largo parlamento,
cuando el rey no habia podido sofocar la in-
surreccion de Escocia, y carecia de recursos
para continuar la campaña, uno de los pri-
meros actos de la asamblea electiva fué votar
la acusacion contra el arzobispo Laud , ene-
migo de los puritanos; contra el ministro
Finch , que aconsejó la exaccion del im-
puesto para barcos; y contra el conde de
Strafford , partidario de la política de inti-
midacion , de severidad y de resistencia.
Condenado y ejecutado por pasion y sin que
apareciera en el juicio bastante justificado
este castigo, fué Strafford el primer alto
dignatario y consejero de la corona que mu-
rió en el cadalso por la voluntad expresa y
decidida del parlamento. En poco más de
un siglo, el pueblo inglés habia presenciado
repetidas veces sangrientos espectáculos del
mismo género. En el reinado del segundo
'Pudor había visto morir á los prelados y á




288


los ministros por capricho del monarca. En
tiempo del segundo Estuardo habia asistido
á la decapitacion de un arzobispo y de un
secretario de estado. Los hombres públicos
debieron comprender desde entónces , que
producia funestos resultados y desastrosas
luchas prescindir del parlamento ó del mo-
narca, y con mayor motivo el intentar su-
primirlos; y que los ministros para no estar
en peligro, para evitar grandes castigos y
áun la pérdida de la vida, y para gobernar
tranquilamente y con provecho del país,
debian contar con el beneplácito del jefe
del :estado, y con la confianza y el espon-
táneo apoyo de la mayoría de las dos cá-
maras.


Los sucesos políticos de importancia dejan
siempre en las naciones honda huella que
no se .borra ni desaparece por completo. El
parlamento habia influido poderosamente
desde 164Q en la gestion de los negocios
públicos y en la designacion de las personas
que formaban el gobierno, y no era posible
que en lo sucesivo perdiera del todo esta


289


saludable y ventajosa influencia. A pesar de
la brillante y gloriosa dictadura de Oliverio
Cromwell, que gobernó, como lo hacen
siempre los generales victoriosos, sin limi-
taciones legales á su voluntad imperiosa;
cuando en 1680 se restableció la dinastía le-
gítima, Cárlos II que fué muy popular y
querido de sus súbditos, y que conservó du-
rante diez y ocho años un parlamento realista
hasta la exageracion , se vió ya precisado á
destituir y á abandonar á ministros que da-
ban lugar á severas críticas y á fuertes cen-
suras de las cámaras. El conde de Clarendon,
favorito de la corte, suegro de Jacobo duque
de York y heredero del trono, tuvo que Salir
del gobierno y fugarse apresuradamente de
Inglaterra, por el mal éxito de la guerra sin
justa causa declarada á la república, de Ho-
landa; y algunos años despues el conde de
Danby, que tenia notoria autoridad dentro
del parlamento, dejó de formar parte del
gabinete y fué acusado de alta traicion,
por suponerse que habia recibido dinero de
Luis XIV para Cárlos prometiendo en


19




1
290


cambio la constante neutralidad de Ingla-
terra en las guerras que Francia sostenia en
el continente contra diferentes estados. Lla-
mábase comunmente en aquella época, á la
reunion de los ministros importantes que
componian el gobierno y dirigían la política,
Cabal, palabra inglesa que significa junta
ó sociedad de personas unidas para alguna
intriga ú objeto misterioso , porque á, la
sazon habil], siempre en la política una parte
misteriosa y no pocas intrigas. Pero esta de-
nominacion se hizo odiosa, fué injuriosa y
se dejó de usar, desde que hubo cinco minis-
tros que sucedieron á Clarendon , llamados
Clifford, Arlington, Buckingham, Ashley y
Lauderdale, que se hicieron impopulares por
su repugnante inmoralidad y por recibir
sueldos y subvenciones de la corte de Ver-
salles. Se observó en aquella ocasion que las
primeras letras de sus apellidos , reunidas,
componían la palabra Cabal; y desde entón-
ces fué sinónima •de corrupcion y sumision
á naciones extranjeras.


Decidido á no ser el instrumento ó el jefe


291


de un solo partido, á no entregar á, uno solo
los altos puestos . del gobierno, por temor de
que el partido excluido fuera á aumentar
las huestes de la destronada dinastía, y pro-
bablemente tambien con el propósito de con-
servar la iniciativa en la direccion de la po-
lítica, Guillermo III formó desde un principio
ministerio y organizó la servidumbre de pa-
lacio con whigs, con torys y con individuos
de la agrupacion intermedia entre aquellos
partidos, que seguia las inspiraciones del
marqués de Halifax: y para satisfacer ambi-
ciones y evitar rivalidades, puso algunos de
los departamentos ministeriales en comi-
sion , es decir, que puso al frente de ellos á
dos ó más personas, á veces de distintas
opiniones, en lugar de confiarlos á una sola.
Los consejeros responsables obraban con en-
tera independencia los unos de los otros, sin
ponerse de acuerdo sobre las cuestiones im-
portantes que al país interesaban. Tan im-
perfecta é incompleta idea habia entónces
del gabinete, que á este desacuerdo y á esta
falta de unidad de miras de los consejeros


1




292


responsables, se agregaba el que con su
anuencia y asentimiento el rey se habia
reservado la direccion de la política extran-
jera, siendo por lo tanto, su propio ministro
de relaciones exteriores, y no dando cuenta
á su gobierno de las negociaciones más de-
licadas y que más compromisos podian traer
para Inglaterra. Las necesidades de la po7
lítica, y las exigencias inevitables del siste-
ma parlamentario, hicieron que en aquel
mismo reinado sin proponérselo el rey ni los
partidos, y sin que estos apreciaran acaso
la trascendencia del cambio que se operaba,
se adelantara gradual y sucesivamente en
la organizacion de gabinetes homogéneos,
compuestos de individuos pertenecientes al
mismo partido, con ideas semejantes y con
iguales principios políticos. En 1692 , por
diversos motivos, comenzaron á salir del mi-
nisterio los ministros torys; continuaron estas
modificaciones parciales en los tres afios
sucesivos ; y en 1696 todos los ministros
eran whigs y contaban en el parlamento
con mayoría de sus mismas opiniones. Desde


293


entónces hubo ya siempre gabinetes verda-
deramente parlamentarios, y aunque en cir-
cunstancias extraordinarias y en casos espe-
ciales se formaron ministerios de fusion 6 de
conciliacion, guió eniellos á todos sus miem-
bros un mismo pensamiento político, y todos
aceptaron la responsabilidad de la política
que de COMIIn acuerdo habian defendido y
planteado. Mientras ciñó la reina Ana la
corona, estuvieron alternativamente en el
poder los liberales y los conservadores; pero
desde el advenimiento de Jorge I triunfa-
ron los whigs, que permanecieron al frente
del gobierno más de cincuenta años consecu-
tivos; adquiriendo este partido y el que desde
los bancos de la oposicion le combatía, una
organizacion eficaz y una disciplina para
las elecciones y para las luchas en las cáma-
ras , de que ántes habian carecido. Logró
Jorge III desunirlos, para tener ministerios
mixtos en que entraban personajes de todas
procedencias , y en que predominaba su ini-
ciativa y su voluntad ; pero sus propias in-
clinaciones por una parte, y por otra el




294
disgusto , que pronto se convirtió en terror,
producido por los excesos y amenazas de la
revolucion francesa, llevaron al poder á los
torys, para defender las antiguas libertades,
las instituciones y la integridad del territo-
rio, contra los demagogos ingleses y los re-
publicanos de París, íntimamente aliados;
y con muy cortos intervalos estuvieron en-
cargados de la direccion de los negocios pú-
blicos hasta 1830.


Los gabinetes de los tiempos anteriores á
la revolucion de 1688 eran muy distintos de
los que ha habido despues de aquella fecha,
y especialmente de los posteriores á la re-
forma electoral de 1832. Aquellos se nom-
braban por la libre y espontánea eleccion del
monarca , duraban mientras merecian su
confianza, y se componian de cuatro ó cinco
personas. Estos se han formado en el parla-
mento, que con sus votos ha designado al
rey la persona á quien convenia encargar la
organizacion del ministerio; han estado en
el poder mientras han contado con el apoyo
de la corona y de los cuerpos colegisladores,


295


y en ellos han entrado de doce á diez y seis
ministros. Para comprender bien el régimen
representativo en Inglaterra hay que tener
en cuenta la diferencia que existe entre el
gabinete y la administracion. Compuesto de
secretarios de estado, de jefes de varios de-
partamentos ministeriales y de otros minis-
tros de la corona, el gabinete es el consejo
de ministros, que tiene la iniciativa, la di-
reccion y la responsabilidad de la política.
Se llama actininist2-acion el conjunto del go-
bierno, de que forman parte empleados supe-
riores, inmediatos en categoría á los minis-
tros de gabinete, que tienen asiento en al-
guno de los dos cuerpos colegisladores, que
se cambian cuando cae el gabinete, que son
hombres políticos, y que se nombran por
indicacion del primer lord del Tesoro. El ga-
binete forma parte de la administracion, pero
hay muchos miembros de la administracion
que no pertenecen al gabinete. El número de
los miembros del gabinete que puede variar
segun las exigencias de la política, no es
excesivo, si se tienen en cuenta los negocios




1


1


296
de que deben ocuparse los ministros dentro
y fuera del parlamento, que aumentan to-
dos los años; la duracion de las legislaturas
y de las sesiones; los nuevos servicios públi-
cos que se han establecido ; y la costumbre
en virtud de la cual los ministros no hablan,
no discuten, no votan, y no pueden defen-
der sus actos y la política del gobierno, sino
en la cámara de que forman parte. El gabi-
nete que preside Mr. W. Gladstone, cuenta
diez y seis miembros, que. son : el primer
lord del Tesoro, el lord alto canciller, el lord
presidente del consejo, el lord del sello pri-
vado, el secretario de estado para el depar-
tamento del interior, el secretario de estada
para el departamento extranjero , el secreta-
rio de estado para el departamento de las co-
lonias, el secretario de estado para la guerra,
el secretario de estado para la India y pre-
sidente del consejo de la India, el canciller
del exchequer, el primer lord del almiran-
tazgo, el principal secretario para Irlanda,
el presidente de la junta de comercio, el
canciller del ducado de Lancaster, el direc-


297
tor general de correos, y el presidente de
la junta para la aplicacion de la ley de
pobres (1).


Componen la administracion el gabinete
ya mencionado, los lores jóvenes (Junior
lords) del Tesoro; los secretarios adjuntos al
tesoro; los subsecretarios políticos para los
departamentos del interior, del extranjero,
de las colonias, de la guerra y de la India;
el secretario para Irlanda, los lores jóvenes
y el secretario del almirantazgo, el procura-
dor general, el abogado (solicitor) general,
el procurador y el abogado general de Ir-
landa, el abogado general de Escocia, el


(1) El gabinete organizado por Mr. Disraeli en Febrero
de 1874, se compone de doce ministros: el primer lord del
tesoro, el lord canciller, el lord presidente del consejo, el
lord del sello privado, el secretario para el departamento
extranjero, el secretario para la India, el secretario para
las colonias, el secretario para la guerra, el secretario para
el interior, el primer lord del almirantazgo, el canciller
del exchequer y el director general de correos. De estos
ministros, seis pertenecen á la cámara de los Lores y seis
á la de los Comunes. Hay dos que pueden ser considerados
como ministros sin cartera : el primer lord del Tesoro y el
lord del sello privado.


1




298


primer comisario de obras y edificios, el vi-
cepresidente de la junta de comercio , el se-
cretario de la junta para la aplicacion de la.
ley de pobres , y algunos otros funcionarios
de alta categoría.


-


Siete de los diez y seis miembros del ga-
binete tienen asiento en la cámara de los
Lores, y los nueve restantes en la de los
Comunes ; en aquella es el jefe de los lores
whigs ó liberales y lleva la voz del gobierno,
el secretario de estado para los negocios ex-
tranj eros , el conde de Granville; en la asam-
blea electiva, dirige á la mayoría el primer
lord del Tesoro lir. Gladstone. En la mayor
parte de los departamentos ministeriales hay
dos subsecretarios ó secretarios: uno de car-
rera, inamovible, que permanece siempre
en su puesto, que conoce perfectamente por
una larga práctica y por una experiencia no
interrumpida, los negocios especiales que á
su ministerio pertenecen, que nunca tiene
asiento en el parlamento, y que ha llegado á
aquel elevado cargo despues de muchos años
de modestos y laboriosos servicios; otro, que


299
es un hombre político de reconocida capaci-
dad para los asuntos públicos, corno orador
ó como publicista, que pertenece á uno de
los dos cuerpos colegisladores, que pierde su
puesto cuando cambia el gabinete, y que
comparte con el ministro las tareas y las dis-
cusiones parlamentarias. En algunos depar-
tamentos ministeriales, y especialmente en el
de negocios extranjeros, se observa la regla
constante de que el subsecretario político
tenga asiento en la cámara, de que no forma
parte el ministro, para que en ella pueda
discutir y defender, con la autoridad que dá
una posicion oficial, los actos, las resolucio-
nes y la conducta de su jefe. De estos dos
subsecretarios, el más útil para el ministro
es el de carrera, que por sus conocimientos
le facilita en gran manera el despacho
pronto y acertado de los negocios que le
están encomendados, el cual generalmente
tiene por este motivo mayor sueldo que su
improvisado colega. Los puestos de subse-
cretarios políticos son una excelente escuela
para formar ministros y hombres que dentro




300


del parlamento conozcan el mecanismo y los
detalles de la administracion.


De los diez y seis miembros del gabinete
hay tres, el primer lord del Tesoro jefe del
gobierno, el lord del sello privado, y el
canciller del ducado de Lancaster, á quienes
podríamos llamar ministros sin cartera, por-
que realmente no tienen á su cuidado asun-
tos administrativos especiales, ni un depar-
tamento ministerial. Muchas veces se han
negado las ventajas y la conveniencia de
ministros de esta clase, y en la legislatura
de 1872 algunos radicales y liberales avan-
zados, desconociendo las necesidades de la
política y las exigencias de la vida parla-
mentaria, propusieron por razon de econo-
mía la supresion del cargo de lord del sello
privado. Fué desechada por gran mayoría
esta proposicion, y tratando con tal motivo
de esta interesante cuestion un escritor dis-
tinguido y práctico, decía: «La experiencia
administrativa no es más que una de las
varias calidades indispensables para formar
parte del gobierno. Además de esta expe-


301


rienda, el ministro de gabinete debe tener
capacidad y talento para discutir, para pre-
parar y elaborar medidas y proyectos de ley
importantes, desde los principios fundamen-
tales hasta los menores detalles, y la prenda
más rara todavía de ser un consejero pru-
dente y sensato. Si prevaleciera la doctrina
que han defendido los que pedian la supre-
Sion del puesto de lord del sello privado, de
que cada ministro debe representar un de-
partamento efectivo, la posicion del primer
ministro sería insostenible. En la actualidad,
á pesar de su título oficial el primer lord
del Tesoro , no tiene á su cuidado ningun
ministerio, y apenas ejerce intervencion en
el tesoro ni en ningun otro departamento.
Si se alterara este sistema, y se le confiara
forzosamente el despacho de los negocios ad-
ministrativos del interior, de la guerra ó de
otro servicio público, no tendria tiempo para
meditar y pensar en la marcha política del
gobierno, y no podria, llenar y sostener su
puesto de jefe de la mayoría de una de las
dos cámaras. La parte débil, el defecto del




302


gobierno parlamentario en Inglaterra, no
consiste en la falta de responsabilidad depar-
tamental 6 ministerial del gabinete, sino en
el hecho de que casi todos los ministros que
le forman están abrumados por esá respon-
sabilidad, y en que exceptuando al canciller
del ducado de Lancaster y al lord del sello
privado, el primer lord del Tesoro no tiene á
nadie que con él comparta la pesada carga
de los arduos deberes de un hombre de es-
tado. En algunos casos, para evitar este in-
conveniente, se ha admitido sin sueldo en
el gabinete á eminentes individuos de la
aristocracia , como se hizo en un tiempo con
lord John Russell y con el marqués de Lans-
downe; pero hay que conven;r en que los
servicios gratis, por regla general, no son
tan eficaces y continuados como aquellos que
se remuneran equitativamente. Mr. Glads-
tone ha declarado que el exceso de trabajo
de los ministros es ya un .elemento de de-
bilidad administrativa, que perjudica á la
marcha expedita de la administracion. La
energía y la actividad que se requiere para


303


preparar, iniciar, defender y reformar me-
didas importantes , es limitada en los hom-
bres de talento coman 6 regular, y en
cada legislatura se demuestra cuán pronto
se agotan. De aquí la poca perseverancia y
las vacilaciones para llevar adelante proyec-
tos que se presentan con confianza y deci-
sion. De aquí tambien la aprobacion presu-
rosa y atropellada de leyes en los meses de
Julio y Agosto, al acercarse la suspension
de sesiones. Cuando llegan las vacaciones,
el fatigado ministro no puede reconcentrar
su animo y su inteligencia para la prepara-
cion de los proyectos de la siguiente legis-
latura, que no se presentan por lo tanto
en borrador al examen y aprobacion del ga-
binete hasta No-sriembre , y que se encuen-
tran todavía en manos de los redactores,
cuando debian estar sobre la mesa de la cá-
mara. Es imposible exigir el más elevado
talento administrativo ó parlamentario en
hombres que emplean horas y horas redac-
tando respuestas á preguntas 6 consultas
enojosas, y que pasan la mitad de la noche




1


304


oyendo discusiones sobre asuntos que cono-
cen poco ó nada. Si se intenta reformar la
organizacion del gabinete inglés, segun al-
gunos liberales desean, bueno es saber de
antemano cuál es su principal defecto, que
consiste, no en que sus miembros sean de-
masiado numerosos ó estén demasiado retri-
buidos, sino en que su fuerza y su actividad
se fatigan y se gastan en detalles y en asun-
tos de escasa importancia; y si esto es así,
más necesaria y apremiante que la dismi-
nucion de sueldos, es la disminucion de las
atribuciones y de las ocupaciones ministe-
riales.»


Con arreglo á una disposicion legal que
acaso no exista en ningun otro país fuera de
Inglaterra, los miembros de la cámara de los
Comunes pierden su asiento en aquella asam-
blea y quedan sujetos á reeleccion, cuando
entran á formar parte del gobierno. Disposi-
cion es esta injusta y que habrá que modifi-
car. Conveniente es evitar,


,• hasta donde es
posible, que se aproveche la diputacion para
medrar y lograr altas posiciones oficiales que


305
de otro modo no se habrian conseguido:
pero el cargo de ministro en las naciones
verdaderamente parlamentarias impone tales
deberes, trae tanta responsabilidad y exige
tan gran trabajo, que no es equitativo so-
meter al que lo obtiene y lo merece á la
prueba y á los crecidísimos gastos de una
eleccion. En Octubre de 1872, el nuevo abo-
gado general sir Jorge Jessel, en un dis-
curso pronunciado ante sus electores en
Dover, fué todavía más léjos y se lamentó
de que no se hubiese derogado por inútil la
ley que somete á reeleccion á los que admi-
ten un puesto en el gabinete ó en la admi-
nistracion , porque los distritos comprenden
bien que les es ventajoso tener á su repre-
sentante dentro del gobierno; y añadió que
el proyecto presentado en la legislatura
de 1872, para declarar innecesaria la reelec-
cion en estos casos, no se había aprobado por
razones y motivos más especiosos que pro-
fundos y atendibles.


Antes de la revolucion de 1688, y aun
bastantes años despues del advenimiento de


20




306


Guillermo III, cuando no habia gabinete ó
cuando existia (le una manera imperfecta é
incompleta, no se conocia el cargo de primer
ministro ó de jefe del gabinete , á quien se
encomendara la formacion y la organizacion
del ministerio y la direccion de la política.
Tenia entónces más importancia y mayor
influencia el ministro que gozaba de más
favor con el monarca y que más merecia
su confianza cualquiera que fuera su título
oficial; y así se vió que indistintamente tu-
vieron preponderancia en la gestion de los
negocios públicos el lord Canciller, el primer
lord del Tesoro, el canciller del exchequer,
ó alguno de los secretarios de estado. El des-
arrollo del gobierno parlamentario, la reunion
anual de las cámaras, y la discusion frecuente
de los actos y de la conducta política de los
ministros responsables , hicieron indispen-
sable la formacion de gabinetes homogéneos
presididos ó dirigidos por el jefe ó por uno de
los jefes del partido que contaba con mayoría
en los cuerpos colegisladores. Las prolonga-
das . guerras que Inglaterra sostuvo en el


307


continente en los últimos años del siglo de-
cimoséptimo y en los primeros del decimoc-
tavo, que tantos gastos y tan costosos sa-
crificios pecuniarios costaron á la nacion,
produjeron la natural consecuencia de que en
la época en que se restablecia el régimen re-
presentativo fueran necesariamente los mi-
nistros más importantes el de hacienda y el
de la guerra. Y como los hombres de estado
y el pueblo de la Gran Bretaña, recordando
los atentados de Carlos I y de Jacobo II, y
la opresora dictadura de Cromwell , habian
comprendido los graves inconvenientes de
dar intervencion y predominio en la política
al elemento militar; y como, por otra parte,
aquel país hacía y ha hecho siempre las
guerras extranjeras, más que con ejércitos
numerosos con dinero, para formar y con-
servar alianzas ofensivas y defensivas con
alguna de las grandes potencias militares
europeas resultó que, por instinto político
y por las exigencias de las circunstancias, el
ministro de mayor influencia en la gestion
de los negocios públicos y en la designacion




30 8


de los miembros del gabinete, fué el que di-
rigía y administraba la hacienda del país, el
primer lord del Tesoro. Desde aquel tiempo,
por no alterar la costumbre establecida y
tambien para mantener la preponderancia
del elemento civil en el gobierno , ha sido
siempre el primer ministro primer lord del
Tesoro; si bien hoy, para atender á los de-
bates del parlamento, en que frecuentemente
toma parte , y á los graves asuntos de polí-
tica general, no se ocupa apenas de la ha-
cienda, que está á cargo del canciller del
exchequer. Una sola excepcion ha habido,
segun lord Macaulay, en esta práctica cons-
tante. En el ministerio que se formó en 1766,
en que entraron muchos amigos del rey, en
que fueron lord Camden lord canciller, lord
Shelburne secretario de estado, y Carlos
Townshen.d canciller del exchequer, el du-
que de Grafton obtuvo el puesto de primer
lord del Tesoro , y sin embargo fué primer
ministro Guillermo Pitt, que aceptó el sello
privado y pasó con el título de conde de
Chatham á la cámara de los Lores. Es este


309 9


el único caso en un período de ciento sesenta
años en que el jefe del gabinete no ha sido
tambien al mismo tiempo primer lord del
Tesoro.


Se cree equivocadamente que antes de la
ley de reforma de 1832, no hubo al frente
del gobierno más que miembros pertene-
cientes á la aristocracia y á la antigua
nobleza. Roberto Walpole , presidente del
consejo de ministros durante veinte años
consecutivos, era el hijo segundo de padres
de condicion modesta y oscura que le des-
tinaban á la iglesia; lord Bute, paje escocés
de humilde nacimiento, debió su título, sus
honores, su rápido encumbramiento y su
entrada en el ministerio. al favor y al deci-
dido empeño del caprichoso Jorge III. El
primer Pitt , llamado por el pueblo el gran
comunero ( the grea,t commoner), pertenecía
á una familia de la clase media con escasa
fortuna; y Enrique Addington , á quien tan
señalada proteccion dispensó el monarca,
tampoco nació en ilustre cuna. No ha sido
necesaria la reforma liberal llevada á cabo


1




310


por el gabinete del conde de Grey, para que
personas de la clase media lleguen al primer
puesto político de la nacion. La aristocracia,
con el instinto de gobierno de que frecuen-
temente ha dado muestra, ha protegido y
apoyado siempre, en vez de rechazarlos ó de
ponerles obstáculos en su carrera , á los
miembros eminentes de la cámara de los
Comunes; y muchas veces los jóvenes de ta-
lento de la clase media, que luégo han lle-
gado á las más elevadas posiciones , han
debido su entrada en la cámara popular, en
donde han podido hacer ver su capacidad y
su elocuencia, á los lores que han favorecido
su eleccion en los burgos pequeños de que
disponian.


Desde 1715 hasta la época presente ha
habido cuarenta y tres distintos gabinetes en
Inglaterra: ninguno ha estado presidido por
el ministro ó secretario :de la guerra, y dos
únicamente han tenido por jefe á un gene-
ral; el de 1717 al conde de Stanhope, y el
de 1828 al duque de Wellington.. Los hombres
de estado británicos, sin distincion de par,


311


tidos, han comprendido que el militarismo
político y la preponderancia del elemento mi-
litar en el gobierno, no pueden existir más
que en las monarquías absolutas militares, en
que el soberano es á un tiempo mismo jefe
sin limitaciones del estado y del ejército;
pero que es enteramente incompatible con
el régimen parlamentario. En los estados
europeos son indispensables los ejércitos per-
manentes para defender la independencia
del país contra agresiones de potencias ex-
tranjeras, y para proteger la seguridad
personal, la propiedad, las instituciones y
la unidad de la patria, contra los ataques
de la demagogia y del socialismo. Los que
proclaman y sostienen su disolucion para
halagar las pasiones populares, se arrepen-
tirán con amargura de su loca impruden-
cia el dia en que lleguen á ejercer el po-
der; y se verán en la triste situacion de ser
instrumento de la perdicion de la sociedad,
ó de gobernar -y hacer respetar su autoridad
por los mismos medios que antes habian cen-
surado, exponiéndose á que el pueblo dude




312


de su formalidad y de su buena fé. Procla-
mando la necesidad de los ejércitos para con-
trarestar las funestas consecuencias de las
predicaciones revolucionarias disolventes y
anárquicas , decía elocuentemente Donoso
Cortés , que es época la nuestra en que se va
á la civilizacion por la fuerza y á la barbarie
por las ideas. Mas para que los ejércitos sean
una garantía de órden y no un peligro, han
de mantenerse apartados de la política, aten-
tos al cumplimiento de sus deberes; y sus
jefes no han de emplear las fuerzas que se les
confían para medrar y encumbrarse, derri-
bando gobiernos, constituciones y dinastías.
Cuando Napoleon estaba á punto de partir
para la isla lejana de donde no habia de
volver, dijo como anunciando una vengan-
za: «Ahora veremos lo que hace Wellington.»
Esperaba sin duda que aquel ilustre general,
en el apojeo de la celebridad y de la gloria,
no se resignaría á la posicion de súbdito obe-
diente y de miembro de uno de los cuerpos
colegisladores, y que se sobrepondría al go-
bierno y no respetaria las instituciones par-


313


lamentarias. Wellington, educado en una
nacion en que todos se someten á la ley y la
obedecen y la cumplen, supo servir á su país
en la paz con el mismo patriotismo con que
le habia servido. en la guerra. Apoyó con la
autoridad de su inmenso prestigio á los ga-
binetes conservadores de lord Liverpool y de
Jorge Canning ; fué presidente del consejo
de ministros en circunstancias graves para
resolver la difícil cuestion de la emancipa-
cion de los católicos; y en 1834 , cuando se
le confió por segunda vez la formacion de un
ministerio, aconsejó respetuosamente y con
digna modestia al rey, siendo feld-mariscal,
aristócrata y jefe de la mayoría de la cámara
de los Lores, que le relevara de este encargo
y que pusiera al frente de los negocios pú-
blicos á Sir Roberto Peel, hombre civil y
nieto de un fabricante de telas de algodon.
Ejemplo es este que debieran imitar los ge-
nerales de todos los países, ya que no es dado
á todos hacer campañas tan notables y afor-
tunadas como las del célebre duque en la
península española. ',Con objeto de que des-




314


empeñe el ministerio ó secretaría de la guerra
un hombre civil, sin que por esto padezca la
disciplina y la organizacion puramente mi-
litar del ejército, hay en Inglaterra el cargo
de comandante en jefe que tuvo Wellington
hasta su muerte, y que desde entónces tiene
el duque de Cambridge. El feld-mariscal á
quien se nombra para este elevado puesto, es
el jefe supremo de toda la fuerza regular ar-
mada, recibe órdenes é instrucciones del mi-
nistro de la guerra , que es su superior en el
orden político y administrativo, pero no
se cambia cuando cae el gabinete.


Grande es la autoridad y la importancia
de que siempre ha gozado el lord Canciller,
considerado generalmente como el más alto
oficial legal de la corona (the highest legal
officer of the crown). Sin embargo, en el
« Manual de dignidades» de Ha-ydn , se le
llama segundo gran oficial de la corona y
se coloca antes que á él al Lord High,
Steward. Este cargo que no existe en rea-
lidad desde época remota, se ha restablecido
algunas veces en circunstancias especiales


315
para la solemnidad de una coronacion ó para
el proceso de algun lord. Segun el autor
antes citado, en los tiempos antiguos, se
nombraba casi siempre lord Canciller á un
clérigo ó sacerdote de categoría, notable por
sus conocimientos é instruccion en la legis-
lacion civil, habiendo cesado esta costumbre
por completo desde la época de María, con
excepcion de un corto período del reinado de
Carlos I, en que John William, obispo de
Lincoln ocupó el saco de lana, con el título
de «lord Keeper. » En la actualidad, y cuando
no hay lord High Steward, es el primer súb-
dito seglar del país, se le cOnsidera como el
guardador (Keeper) de la conciencia del mo-
narca, y tiene su puesto en todas las cere-
monias oficiales, despues de las princesas
de sangre real y del arzobispo de Canter-
bury, primado de Inglaterra, pero ántes
que, el arzobispo de York. Todavía á princi-.-
pios de este siglo, el lord Canciller no se
cambiaba á la calda del gabinete, y lord
Eldon ocupó el saco de lana desde 1801
á 1827, con un intervalo de pocos meses.




316


Considerado posteriormente como miembro
del gobierno, ha seguido la suerte de sus co-
legas, si bien ha sucedido con frecuencia,
que la misma persona ha desempeñado aquel
alto puesto más de una vez. Además de lord
Eldon han sido lord Canciller dos veces en el
presente siglo, lord Cottenham, lord Chelms-
ford y lord Cranworth. Lord Lyndhurst lo
ha sido tres veces. Cada dia es más difícil
desempeñar bien aquel importante cargo,
por los muchos y variados deberes que tiene.
Es el lord Canciller á un tiempo mismo,
presidente de la cámara de los Lores como
supremo tribunal de apelacion ; presidente
de aquella asamblea, como cuerpo colegis-
lador; miembro del consejo privado; minis-
tro de la corona, y por lo tanto el constante
consejero de sus colegas en todas las materias
legales; y jefe superior jerárquico de toda
la magistratura, teniendo á su cuidado más
nombramientos que ningun otro de los mi-
nistros, porque nombra todos los jueces del
reino, menos uno 6 dos de los superiores que
por costumbre los designa el primer lord del


317


Tesoro. Es punto ménos que imposible, que
una persona tenga la capacidad y el tiempo
necesarios para desempeñar bien un cargo
con tantas y tan importantes atribuciones.
Las necesidades de la política exigen que el
canciller sea más ministro que magistrado,
pero hasta ahora con excepcion de lord Brou-
gham , casi todos los cancilleres han dado
mayor importancia á su carácter de magis-
trado que al de hombre político. Urgente es
una ley que quite la presidencia del tribunal
de apelacion y de la cámara hereditaria al
lord Canciller, el cual podrá entónces consa-
grarse exclusivamente á la reforma judicial
del Reino-Unido, que con razon reclaman
todas las personas competentes. Mucho se
espera en este sentido de lord Selborne por-
que es un antiguo diputado que conoce la
opinion de la cámara de los Comunes sobre
estl materia, y :uno de los primeros aboga-
dos y jurisconsultos, que en su larga y bri-
llante carrera ha podido apreciar los defec-
tos de las leyes vigentes y de los tribunales
que ahora existen, sin haberse enervado su




318


inteligencia y su energía al decir de un es-
critor, con la atmósfera conservadora del
banco de la magistratura.


Para todas las cuestiones referentes á la
ley comun , á la administracion de justicia
y á la organizacion de tribunales, tiene el
gobierno en la cámara de los Comunes , al
procurador general y al abogado general,
que cesan en su puesto cuando cambia el
gabinete. Estos dos oficiales letrados ( Law
•ojicers) se eligen siempre entre los más
elocuentes y eminentes abogados (forensic
leaclers) que tienen asiento en la asamblea
popular, y con cortas excepciones la eleccion
ha sido en todos tiempos buena y acertada.
En ningun ramo del servicio público se ha
mantenido tan alto como en este el nivel in-
telectual, porque es en el que ha habido
menos favoritismo. Los servicios que prestan
el attorney y el solicitor, son tan importan-
tes y las consecuencias de sus errores podrian
ser tan peligrosas, que los ministros ponen
el mayor esmero en escoger para estos car-
gos á los mejores jurisconsultos. Los que son


319
nombrados, que como abogados ganan siem-
pre mucho, no renuncian á los beneficios de
su bufete y á ocuparse de los asuntos de los
particulares, por un puesto en el que pueden
durar poco, exponiéndose á quedarse cesan-
tes y sin negocios. Así es que no destinan
sino un tiempo limitado á los asuntos oficia-
les y no toman mucha parte en los debates
de la cámara. Para evitar este inconveniente
que redunda sin duda en perjuicio del es-
tado, propuso Mr. Fawcett en la legislatura
de 1872, que en cuanto cesaran el attorney
general y el solicitor general actuales, se
nombrara un ministro de justicia que tuviera
la direccion completa en todas las cuestiones
legales, tanto parlamentarias como adminis-
trativas, y que se consagrase exclusivamente
á realizar difíciles y urgentes reformas judi-
ciales que la experiencia había aconsejado.
Esta proposicion desechada por 101 votos
contra 24, fué combatida por el canciller del
exchequer Mr. Lowe, alegando que por este
medio no se obtendria economía alguna, y
que eran más útiles y provechosas para el




320


gobierno algunas horas de trabajo de hom-
bres de alta capacidad y de gran experien-
cia, que todo el tiempo de modestas media-
nías. Aun cuando el remedio parezca difícil,
los defectos del actual sistema son evidentes,
y necesario será modificarle si se han de
mejorar en beneficio del país y de los súb-
ditos las instituciones y los procedimientos
judiciales de la Gran Bretaña.


La costumbre que indefectiblemente se
observa en los diferentes ramos de la admi-
nistracion pública, es que todos los emplea-
dos, incluso uno de los subsecretarios , sean
personas de conocimientos especiales , de
carrera, de aptitud reconocida, que no deban
sus destinos á influencias políticas ó de par-
tido, y que no los pierdan sino por causas
justas debidamente probadas; pero que el
ministro sea un hombre político importante,
con autoridad y prestigio en el parlamento
y en el país. No perteneciendo al ramo de la
administracion que está llamado á dirigir,
el ministro parlamentario, segun Mr. Ba-
gehot, libre de preocupaciones de carrera,


321
debiendo ser el inspirador y el crítico de su
departamento ministerial le mejora, le dá
más actividad y nueva vida, le pone mejor
en contacto con otras ruedas de la adminis-
tracion, suprime tramitaciones inútiles, con-
traresta el espíritu de rutina y de egoismo, y
combate la obstinacion y la pequeñez de los
instintos burocráticos. Estas ventajas, á las
que se agrega tambien la de-que el ministro
puramente político, puede defender con
éxito los verdaderos intereses de la adminis-
tracion contra los ataques exagerados ó im-
prudentes de las cámaras, compensan en
gran parte los inconvenientes que ofrece
para el buen despacho de los negocios y bajo
el punto de vista administrativo, el cambio
de todos los ministros cuando cae- un gabi-
nete. Parece que por muchos y diversos mo-
tivos debiera haber rivalidad, G por lo menos
escasa., simpatía entre los altos empleados
permanentes que han llegado al término de
su carrera despues de muchos años de cons-
tantes servicios, y los ministros que lo son
por las exigencias de la política, y muchas


2!




322
veces al poco tiempo de haber entrado en el
parlamento ; y sin embargo, la experiencia
demuestra, segun manifiesta Mr. Helps que
ha tenido ocasion de observarlo, que se en-
tienden bien, que se aprecian sinceramente,
porque unos y otros obran y proceden im-
pulsados por el deseo del bien público.


No ha faltado quien en los últimos tiem-
pos ha sostenido que en los ministerios que
tienen á su cuidado las fuerzas de mar y
tierra el ministro debia pertenecer á la ma-
rina ó al ejército. Habil), manifestado mister
Hanbury Tracy, , en la cámara, de los Comu-
nes en Junio de 18"r2, que en un período de
once años habian encallado (gone ashore) 10G
buques de la real armada, poniendo en pe-
ligro un material por valor de 5.000.000 de
libras esterlinas; y que de estos buques 13
se habían perdido, con daño ó p6rdida, para
el estado de 1.000.000 de libras. Teniendo
en cuenta estos datos -1\1r. Bentinck al pro-
poner algunas semanas despues la supresion
del primer lord del almirantazgo, que re-
cibe 4.500 libras de sueldo, criticó que es-


323
tuviera un hombre civil al frente de la ma-
rina, indicando que á' esta circunstancia se
debian los desastres y desgracias recientes,
la extraordinaria confusion que reinaba en
el almirantazgo, y el disgusto que existia
en el servicio todo de la marina, no habiendo
en su. sentir otra razon para conservar este
sistema sino que el puesto era demasiado
pingüe para que á él renunciaran los hom-
bres políticos. Mr. Gladstone jefe del gabi-
binete, al combatir esta peticion contestó,
que con raras excepciones siempre habia di-
rigido la marina un hombre civil, y que
una de esas excepciones, el ministerio de
lord San Vicente habia sido muy infeliz y
desastroso. Añadió que el ejército estaba sus-
tancialmente bajo la direccion de un paisano
(uncler con,t9-91) y que en los Estados-
Unidos de América era la práctica invaria-
ble y en Francia la práctica frecuente poner
hombres civiles al frente de la marina, y
que no se podia sostener que un oficial de la
armada, áun siendo de superior graduacion,
fuera más competente que otra persona ilus-




324


tracia para decidir las cuestiones todas de
marina. Concluyó insistiendo en que en el ré-
gimen de gobierno de Inglaterra, el primer
lord_ del almirantazgo debia ser un hombre
político, capaz de ocuparse Cambien de los
asuntos generales de que trata el gabinete.


La organizacion administrativa del país,
obra lenta y sucesiva de los tiempos , no
obedece á ningun sistema regular ni á prin-
cipio alguno fijo: cada ministerio ó departa-
mento está constituido de distinta manera,
y hay empleados y oficinas que es difícil
averiguar de qué ministerio dependen, ocur-
riendo en la práctica las más extrañas ano-
malías. Hace pocos años, un empleado de la
oficina de patentes (Patena office), guardó
para sí unos honorarios cobrados. Se creyó


• que correspondería exigirle la debida res-
ponsabilidad al canciller del exchequer, pero
despues de largas y minuciosas investiga-
ciones, resultó que el culpable, en virtud
de una antigua ley, dependia oficialmente
del lord canciller. Por motivos incomprensi-


bles, la construccion, conservacion y servi-


325
cio de las alcantarillas en las ciudades, que
deberia, corresponder á los ayuntamientos, y
en su defecto á la junta de obras públicas 6
al ministerio del interior, está á cargo de la
administracion de bosques; no siendo ménos
extraordinario que las disposiciones para evi-
tar ó contener la propagacion. y el contagio
de la peste del ganado vacuno, se dicten,
no por la junta de comercio ni por el minis-
terio del interior, sino por el consejo pri-
vado, no comprendiéndose la relacion que
puede tener este alto cuerpo con el fomento
de la ganadería ó con la sanidad pública.
Para el ejército hay una junta permanente,
cuyas relaciones con la secretaría de la
guerra son en extremo confusas. En la ma-
rina , el almirantazgo , que debe ser el
cuerpo consultivo del primer lord, se com-
pone de miembros que se cambian al mismo
tiempo que el. gabinete. La junta de comer-
cio (Board of Tra,de), no existe en realidad
desde hace bastante tiempo, y el presidente
y el vicepresidente•no se reunen sino cuando
lo estiman oportuno, para tratar de los asun-




326


tos que les están encomendados. En la secre-
tarí.a de la India, establecida despues de la
abolicion de la compañía de las Indias orien-
tales , hay un consejo regular y fijo , com-
puesto en su mayor parte de personas com-
petentes que han desempeñado cargos im-
portantes en aquella parte de los dominios
británicos; pero en la secretaría de las co-
lonias, de la que dependen más de cua-
renta colonias diseminadas en toda la super-
ficie del globo, no hay corporacion alguna
consultiva que guie al ministro en sus reso-
luciones, al decir de personas autorizadas.
Las oficinas que dan mejores resultados y
están mejor organizadas, son las que depen-
den del canciller del exchequer.


La corta vida de algunos gabinetes en la
época actual ha servido de motivo para que
varios escritores y estadistas sostengan que
la reforma electoral de lord Grey ha perju-
dicado á la estabilidad y á la consistencia de
los gobiernos, los cuales han durado desde en-
tonces ménos, y han sido por lo tanto ménos
fuertes que los de tiempos anteriores. Cier-


327


tamente que ninguno de los ministerios que
ha habido desde 1832, ha logrado tan larga
existencia como algunos de los que rigieron
los destinos de la nacion en los reinados de
los cuatro primeros soberanos de la dinastía
de Hannover. Veinte años duró el gabinete
de Roberto Walpole , de 1721 ; ocho el de
Pulteney, de 1746; doce el de lord North,
de 1770; diez y ocho el de Guillermo Pitt,
de 1783; quince el del conde de Liverpool,
de 1812. Pero si despues de la ley de reforma
los ministerios se han mudado con mayor
frecuencia, los ha habido de suficiente dura-
cien para llevar á efecto grandes y prove-
chosas modificaciones en la legislacion eco-
nómica, administrativa y política del país.
El que presidía lord Grey en 1830, dirigió
los negocios públicos cerca de cuatro años;
más de seis el de lord Melbourne, de 1835;
cinco el de Roberto Peel, en 1841; seis el
de Lord John Russell, de 1840; seis tambien
el del vizconde de Palmerston, de 1859, y
el que en nuestros dias preside Mr. Glads-
tone se organizó en 1868. Si desde el adve-




328
nimiento de Guillermo IV se han conocido
administraciones que han gobernado menos
de un año, como la de Roberto Peel en 1834;
la del conde de Derby, en 1852; la del conde
de Russell, en 1805; la de Mr. Disraeli,
de 1868; de tan limitada duracion como
éstas fueron ántes de aquella época la de
Stanhope, de 1717; la del conde de Bute,
en 1762; la del conde de Shelbourne, de 1782;
la del duque de Portla.nd , en 1783; y las de
Jorge Canning y el vizconde de Goderich,
en 1827. El término medio de la vida de los
gabinetes desde 1715 á 1832, fué de más de
cuatro años, y desde aquella fecha hasta la
época presente ha sido de tres. La dife-
rencia no es muy grande, ni autoriza á.
defender que la reforma electoral ha dismi-
nuido forzosamente la autoridad y el presti-
gio de los gobiernos. Los de los tiempos
modernos, necesitando constantemente del
apoyo de la opinion Pública y de una cámara
de los Comunes muy independiente y libre-
mente elegida, se ocupan con mayor interés
y con mejor éxito, de la educacion , de la


329


salud, de las costumbres y del bienestar del
pueblo, y de cuanto puede contribuir á la
prosperidad y al engrandecimiento de la
nacion.


La completa publicidad de todos los actos
del poder ejecutivo y de los debates del par-
lamentó, que han sido natural consecuencia
de la ley de reforma electoral, han servido
poderosamente para mejorar la moralidad y
la rectitud de los hombres públicos, muy
corrompidos y en extremo inmorales, des-
pues de la revolucion y durante el siglo de-
cimoctavo. Desde 1770 no ha habido más
que dos acusaciones de ministros ó altos em-
pleados: la de Warren Hastings, por puni-
bles abusos en el gobierno de la India, y la
de lord Melville, por malversacion de fon-
dos; y una y otra han sido anteriores á la
reforma electoral.


La duracion de los ministerios, y en gran
manera la regularidad en la práctica del
régimen parlamentario , dependen de la
union y disciplina de los partidos y de su
perseverancia en prestar apoyo y mantener




330


en el poder á los hombres públicos que ob-
tienen y merecen su confianza. En el go-
bierno constitucional son indispensables los
partidos políticos, y con denominaciones
distintas y con opiniones y principios diver-
sos han existido siempre en Inglaterra. Los
dirigen y acaudillan los hombres que sobre-
salen en las luchas del parlamento, los que
más se distinguen y más valen por la posi-
cion social, por el talento, por la elocuencia
y por la influencia en la cámara. Los jefes
de las grandes agrupaciones políticas los de-
signa la opinion pública, no los elige el par-
tido, como puede escoger su presidente una
sociedad mercantil, y así son siempre ora-
dores ó estadistas eminentes que han mos-
trado aptitud y capacidad para el gobierno
y para los negocios del país. No ha habido
ninguna junta ni reunion del partido whig
ó liberal para reconocer solemnemente por
jefe á lord Palmerston y despues á Mr. Glads-
tone. Y tampoco ha sido preciso que los
torys ó conservadores hayan nombrado jefe
sucesivamente á Peel, á lord Derby y á


331


Mr. Disraeli, para que estos tres hombres
públicos hayan tenido este carácter. El sis-
tema de designar jefe de una parcialidad
política en una junta, como se hace en al-
()linos estados del continente suele ofrecer
el inconveniente de que á las veces para
evitar rivalidades ó por miras egoistas de
ambiciosos personajes, recae la eleccion en
un hombre de escasas dotes y mediana inte-
ligencia, que no sirve para presidir un gabi-
nete, y que colocado al frente del gobierno
puede ocasionar graves daños al país, acaso
irremediables, por su incapacidad y por sus
desaciertos.


Es un error suponer que en Inglaterra el
gabinete presenta su dimision en cuanto
tiene que abandonar algun proyecto de ley
importante , ó cuando pierde votaciones en
la cámara de los Comunes. El cambio de
ministerio, y por lo tanto de política , es un
suceso muy interesante para el país, que sólo
se verifica en el caso de faltar á los minis-
tros mayoría segura en la asamblea electiva,.
y hallarse la oposicion en disposicion. de




u


332


organizar un gobierno. En la legislatura
de 1871 , el gabinete de Mr. Gladstone se
vió obligado á renunciar al anunciado im-
puesto sobre fósforos , que debia producir
500.000 libras esterlinas , por haberlo reci-
bido muy mal el público; y tambien retiró
el proyecto para modificar la contribucion
sobre la renta (income fax), porque en-
contró tenaz oposicion en el espíritu de ru-
tina de los contribuyentes. En uno y otro
caso los conservadores, que no estaban en
condiciones de aceptar el poder, no quisieron
derrotar al ministerio y se contentaron con
obligarle á modificar sus proyectos, deján-
dole la impopularidad del aumento de con-
tribuciones y del arreglo de la cuestion del
Alabama, que habia de costar bastante di-
nero á Inglaterra. En Abril de 1872, el ga-
binete Gladstone quedó en minoría al discu-
tirse una proposicion relativa á los impuestos
locales, que son.muy considerables y onero-
sos, no faltando quien sostenga que ascien-
den á cerca, de 40.000.000 de libras esterlinas,
cantidad que se aproxima al presupuesto de


333


bgastos del estado, rebajando los intereses de-
la deuda. Por 259 votos contra 159, aprobó la
cámara de los Comunes una resolucion refe-
rente á, este asunto, apoyada por Mr. Massey
Lopes y enérgicamente combatida por los
ministros Mr. Stansfeld y Mr. Goschen , en
la cual se declaraba «que era conveniente
remediar la injusticia de imponer contribu-
ciones para objetos nacionales sobre una clase
de propiedad. únicamente , y que por lo tanto
no sería satisfactoria ninguna ley con refe-
rencia á impuestos locales, si no procuraba
en todo ó en parte el alivio de colonos y pro-
pietarios en los condados y burgos, de las
cargas impuestas á los contribuyentes para
la administracion de justicia, la policía y
los dementes, porque los gastos para tales
objetos son casi enteramente independientes
de la inspeccion local.» Algun tiempo des-
pues la cámara popular desaprobó un bill del
gobierno para aplicar la votacion secreta á
las elecciones de las juntas de las escuelas
públicas. A pesar de estas nuevas derrotas
parlamentarias, que no fueron las únicas en




1


334


aquella legislatura , ni el ministerio pensó
en abandonar su puesto, ni la oposicion le
censuró porque no lo hiciera.


Una de las principales causas del presti-
gio de los hombres políticos en la Gran Bre-
taña, es que no muestran impaciencia por
entrar á formar parte del gobierno, y saben
aguardar, eligiendo las ocasiones naturales
y propicias para organizar gabinetes que
tengan probabilidad de durar y puedan diri-
gir los negocios públicos con provecho para
la nacion. No tuvo empeño Peel en 1839 en
formar ministerio , y esperó dos años tran-
quilo y confiado á que la opinion del país se
manifestase ostensiblemente en favor de los
conservadores. El partido liberal y el gabi-
nete de lord Melbourne que le representaba,
perdieron gradualmente el apoyo de la na-
cion y del parlamento, y en 1841 la oposi-
cion logró que por un voto de mayoría de-
clarase la cámara de los Comunes que no
merecia su confianza el gobierno, y que su
permanencia en el poder no era conforme al
espíritu de la constitucion. Vióse entónces


335


por segunda vez la independencia que el
cuerpo electoral habia adquirido con el bill
de reforma de 1832. Las elecciones de 1841
como las de 1835, produjeron la dimision del
ministerio. Llamado entónces Peel para orga-
nizar una administracion , recogió el fruto
de su patriótica y hábil prudencia, encargán-
dose de la direccion de los negocios del estado
en el momento oportuno, cuando la opinion
pública le designaba para aquel elevado pues-
to, y cuando gozaba de un prestigio y de una
autoridad que ningun jefe de partido y nin-
gun primer ministro habian tenido en Ingla-
terra desde la época de Guillermo Pitt. Pueden
los jefes de partido y los hombres públicos de
aquel país esperar con paciencia y estar largo
tiempo fuera del gobierno y en la oposicion,
porque no viven de la política, y cuentan con
la suficiente fortuna para atender á los cre-
cida? gastos que las exigencias de la vida
pública con frecuencia imponen. En todas
las naciones debiera suceder lo propio; por-
que es un mal de incalculables consecuen-
cias, no sólo para el régimen parlamentario




336
sino hasta para la conservacion del Orden
público, que hombres que carecen de recur
sos para vivir con independencia y que ne-
cesitan los sueldos de las altas posiciones
oficiales, sean los que se hallen al frente del
gobierno y los que aspiren á reemplazarlos.


4 de Marzo de 1873.


LECCION SEXTA.


Causas que han contribuido á la consolidacion y al desar-
rollo del gobierno parlamentario en Inglaterra.—Sepa-
racion de la política y do la administracion.—Inconve-
nientes de considerar como destinos políticos los que no
lo son.—Diferencia entre los hombres públicos que
respetan á los empleados y los que los destituyen sin
motivo.—Sin la estabilidad de los empleados no puede
haber administracion, hacienda, gobierno, ni tarden
público.—Los pueblos verdaderamente libres son since-
ramente religiosos.—La ley de instruccion primaria del
gabinete G-ladstone no ha secularizado la enseñanza.—
El sentimiento del deber en el pueblo inglés.—Naufra-
gio de la fragata Birkenhead.—E1 sentimiento del de-
ber en los hombres políticos.—Represion enérgica del
levantamiento de los cipayos en la India, de los negros
en Jamaica y de los fenianos en Irlanda.—Temores
exagerados por el porvenir de la libertad política y del
gobierno parlamentario. — Condiciones indispensables
para fundar monarquías 6 establecer repúblicas.


22




SEÑORES:


Cuando se estudia con detenimiento la
organizacion política, el estado social y la
historia constitucional de Inglaterra, se ad-
quiere la conviccion de que el desarrollo or-
denado y pacífico del gobierno parlamenta-
rio y de la libertad política, los excelentes
resultados y los grandes beneficios que han
producido, se deben en gran manera, á que
se ha separado la administracion de la po-
lítica, á las sinceras creencias religiosas de
todas las clases del país, y al sentimiento
del deber tan arraigado y profundo en los




340


súbditos como en los que dirigen los nego-
cios públicos.


Han mostrado constante esmero los gobier-
nos y los hombres políticos, y con mayor
empeño en la época presente, en que los
magistrados, los jueces y los empleados de
todas categorías estén apartados de la in-
fluencia de la política y sean inamovibles,
convencidos de que todos los que desempe-
ñan destinos públicos, son servidores del es-
tado y de la nacion pero no de ninguna
agrupacion política, no debiendo por lo tanto
estar ligados á los partidos y seguir forzosa-
mente su suerte. Se obliga á los que aspi-
ran á ingresar en las diferentes carreras y
servicios públicos á que den prueba en un
exámen formal, de tener la aptitud y los
conocimientos necesarios para los asuntos en
que han de entender : se les exige despues
de admitidos , asiduidad en el trabajo y una
moralidad intachable; pero se les remu-
nera con sueldos suficientes, se les asciende
con equidad, no por favor, y se les con-
serva en sus puestos mientras no dan mo-


341


tivo justo y notorio para destituirlos. De
este modo se tienen empleados entendidos,
honrados y leales que se dedican con celo al
desempeño de sus cargos, y no á complacer
servilmente al que los ha nombrado, y la
administracion se perfecciona y fomenta los
intereses del país. Este sistema de respeto á
los empleados públicos existe no sólo en la
Gran Bretaña, sino en todos los estados, en
que no imperan el desórden y la anarquía,
porque es la base indispensable de un buen
gobierno. En Inglaterra la calda de un ga-
binete no dá lugar más que al cambio de
unas sesenta personas próximamente, que
son los ministros, los subsecretarios y em-
pleados de elevada categoría, que tienen
asiento en el parlamento, y los jefes de la
servidumbre de palacio ; y así se explica que
las crisis políticas no producen daño, per-
juicio ni perturbacion alguna para la nacion.
Ni siquiera interrumpen la marcha de los
negocios porque siguen siendo las mismas
las personas encargadas de estudiarlos y de
preparar su resolucion. En los estados en que




342


esto no sucede, se ha inventado para satis-
facer ambiciones y para encubrir actos de
favoritismo, la ridícula y peregrina teoría
de que los destinos de cierta categoría son
destinos políticos, y que los han de servir ó
más bien los han de tener, porque gene-
ralmente los agraciados no los sirven, per-
sonas identificadas con el ministerio cuya
suerte deben seguir. En un principio se
aplicó la calificacion de políticos á los puestos
con sueldo crecido, pero andando el tiempo
se ha progresado en ese funesto camino, y
se ha llegado á descubrir que ha de estar
identificado con el gabinete el personal com-
pleto de la administracion, desde los directo-
res en los ministerios hasta el escribiente
que copia minutas y el portero que abre las
mamparas; desde la primera autoridad de
una provincia hasta el guarda de un bosque
ó el que expende tabaco en un estanco. No
se debe tolerar que se prolongue por más
tiempo esta farsa que sería risible sino fuera
tan lamentable y desastrosa. No hay dere-
cho para continuar diciendo, que esta mu-


343


danza total, ó en mayor ó menor escala de
empleados, es una exigencia precisa ó una
consecuencia natural del gobierno parla-
mentario. Esto no sucede en Inglaterra, ni
en ninguno de los países europeos, en que
rige el sistema constitucional. Si á un mi-
nistro británico, belga, holandés, sueco ó
de cualquiera otro país bien gobernado le
dijeran que los ministros plenipotenciarios,
las autoridades civiles ó militares de un
condado. ó departamento, ó los jefes en un
ministerio son empleados políticos, mirarian
con asombro y lástima á quien se lo dijera,
y pensarian que hablaban con un demente
ó con un ignorante, que desconocía que no
hay más destinos políticos que los que des-
empeñan los que tienen la responsabilidad
del gobierno; y que los empleados de carrera,
indispensables si ha de haber buena admi-
nistracion, sirven lealmente á todos los go-
biernos.


La diferencia entre los hombres públi-
cos que respetan á los empleados y los que
los destituyen sin motivo, nace del dis-




344
tinto fin que se proponen al aspirar á la
gobernacion del estado. Los unos, con el
noble deseo del bien público, quieren el po-
der para dirigir la política segun sus princi-
pios, y para llevar á efecto alguna reforma
económica, militar, administrativa, electo-
ral ó religiosa que haya de producir bene-
ficiosos resultados; y necesitan para realizar
estos proyectos con buen éxito, la estabili-
dad en la administracion. Los otros, sin más
objeto que gozar de la ostentacion y de las
ventajas pecuniarias del poder, procurando
que duren á toda costa, no piensan más que
en su partido, tratan á la patria como á país
conquistado, y distribuyen profusamente las
posiciones oficiales entre los amigos y alle-
gados, entre los que han contribuido al
triunfo reciente, y los que pueden prestar
eficaz auxilio en las inmediatas elecciones.


Con este mal sistema no hay hacienda ni
moralidad en la administracion posibles. Los
hombres por punto general no suelen poseer
la abnegacion y el temple de alma necesa-
rios para someterse á sacrificios terribles que


345
no tienen siquiera el atractivo y la recom-
pensa de la celebridad y de la gloria. Al
pobre empleado que no cuenta con otro re-
curso que el sueldo para sustentar honrada-
mente á su familia, y que sabe que ni la in-
tegridad, ni los años de servicios, ni la apti-
tud son garantías para conservar su puesto,
y que lo perderá el dia que algun político
improvisado lo pida para sí ó para un prote-
gido suyo, se le coloca en una situacion de-
sesperada, y ha de tener una conciencia
muy recta si manejando fondos y despa-
chando expedientes y negocios de impor-
tancia, no cede á censurables tentaciones.
Insensatos y criminales son los ministros
que dejan arbitrariamente en la miseria á
infelices empleados, y los someten á duros
trances y á pruebas difíciles, de que no siem-
pre tienen fuerzas para salir victoriosos y
sin mancha, porque saben que el premio de
la honradez y de la virtud, es la indigencia
inmerecida.


Sin la estabilidad de los empleados hay
un peligro constante y grave para el go-




346


bierno parlamentario. Donde la política no
es medio de conseguir fácilmente lucrativos
destinos, no hay por punto general en las
cámaras más que dos grandes partidos,
aunque en ellos existan diversos matices, los
cuales pueden turnar regularmente en el
gobierno. Como del parlamento sólo salen
los ministros y algunos elevados empleados
políticos, muy escasos en número, que han
debido dar muestras de capacidad y dotes
oratorias, no aspiran y no obtienen el cargo
de representantes de la nazion sino aquellas
personas que cuentan con suficiente fortuna
y que pueden vivir con sus propios recursos,
porque la política no proporciona sueldos ni
pensiones. Por otra parte siendo la carrera de
empleados una carrera formal, como la mi-
litar y la de marina, en que no se puede. ad-
mitir más número de personas que el indis-
pensable para los servicios públicos, los súb-
ditos ó los ciudadanos del país, se dedican
más fácilmente á la agricultura, á la indus-
tria y al comercio, con provecho propio y
beneficio de la riqueza y del bienestar de la



nacion, y son un elemento de órden y están
interesados en que se conserve, porque sin
el órden no pueden prosperar los negocios y
las profesiones á que se han consagrado, y
porque saben que con los trastornos y las
crisis políticas no han de conseguir cargos
oficiales. Cuando son muchos los que viven
de su trabajo, y el presupuesto está cerrado
para los aventureros, hay garantías seguras
de que no se altere la tranquilidad pública.


En los países desgraciados en que los em-
pleos sirven para hartar avaricias y satisfa-
cer ambiciones , con pretexto de premiar los
mal llamados servicios políticos , y en que
un cambio de ministerio significa la reno-
vacion absoluta de todos los empleados, cual-
quiera que sea su. clase ó categoría, los
partidos no son dos, uno liberal y otro con-
servador, con relacion á las necesidades y á
la s¡tuacion de la nacion sino muchos, y
cada uno de ellos tiene un personal completo
para todos los cargos públicos, lo mismo ci-
viles que militares. No puede haber entónces
ni administracion , ni gobierno, ni órden




348


público. Vienen á las cámaras por obra de
la influencia oficial, personas sin arraigo ni
independencia, que reciben en remunera-
cion de su apoyo seguro y de un ministe-
rialismo incondicional, puestos lucrativos;
pero el partido que está en el poder se ve
ardientemente combatido por todos los par-
tidos rivales, que juntos y sumados son
más numerosos , y que aun cuando profesen
ideas muy diversas , aceptan como bandera
comun el ódio al que manda y el propósito
de derribarle. La política en estos casos,
aunque se quiera disimularlo y encubrirlo
con programas que nunca se cumplen, se
reduce en el fondo á una lucha desesperada
y sin tregua entre los que gozan de las ven-
tajas del presupuesto y una coalicion de ce-
santes de todos colores y procedencias. Con
ser este mal tan grande, no es el único ni
el mayor que ocasiona este absurdo sistema
de improvisar empleados. La facilidad de
lograr pronto , sin mérito y sin esfuerzo,
sueldos y categorías, aleja de las empre-
sas particulares y del fomento de la ri-


349
queza y del desarrollo intelectual y moral
del país, á muchas personas que, en vez de
vivir de su trabajo seguro é independiente,
se consagran á medrar con la política, siendo
un elemento de perturbacion y un peligro
constante para el órden público. Cuando hay
millares de individuos civiles y militares que
no tienen otro oficio ni profesion que ser em-
pleados; si se prolonga demasiado la cesan-
tía, suelen estar dispuestos por ambicion,
por amor propio ó por necesidad, á conspirar
y á insurreccionarse, destruyendo los pode-
res legales con actos de fuerza ; y desde el
momento en que esto acontece, y es lo usual
y lo probable, no puede haber gobierno re-
gular alguno, ni menos gobierno represen-
tativo. Por esta razon , el respeto á los
empleados y la estabilidad en la adminis-
tracion, son la base esencial para que haya
libertad política, y esta base es todavía más
indispensable en los estados democráticos,
porque el peligro mayor en ellos, el que se
debe evitar á toda costa, es la inmoralidad
y la corrupcion; y bien lo demuestra el




350


ejemplo de los Estados-Unidos con las escan-
dalosas cuentas del ayuntamiento de Nueva-
York , y con las acusaciones pendientes
contra senadores y diputados, por haber re-
cibido dinero para votar generosas subven-
ciones.


Han contribuido tambien en la Gran Bre-
taña los sentimientos religiosos de la nacion,
á la duracion y al desarrollo del gobierno
parlamentario. El pueblo inglés, como todos
los pueblos verdaderamente libres, es since-
ramente religioso. Los pueblos incrédulos 6
ateos pueden vivir en la anarquía, ó some-
tidos á un monarca absoluto 6 á un dictador,
pero no saben conservar la libertad política
ordenada y el gobierno del país por el país.
Únicamente la religion puede dar á los súb-
ditos ó á, los ciudadanos, al par que costum-
bres morales, el hábito de sumision á las
leyes, la obediencia y el respeto á las auto-
ridades y á los poderes legítimos, y la mo-
deracion en el ejercicio de los derechos, que
son necesarios para que la libertad no dege-
nere en licencia y en perturbacion insopor-,


351


table y desastrosa. Comprendiendo las ven-
tajas de las ideas y de los sentimientos
religiosos, que son siempre el mejor alimento
espiritual y con frecuencia el único posible
para las inteligencias de las clases pobres y
poco ilustradas , los legisladores ingleses
han fomentado y protegido la instruccion
religiosa, y la han establecido en las escue-
las de primera enseñanza. En la última ley
de instruccion primaria presentada por el
gabinete liberal de Mr. Gladstone, y que
está en vigor desde hace dos años, á pesar
de las reclamaciones de los radicales, no se
ha secularizado la enseñanza. Han creído
con razon los estadistas británicos que no
debían contrariar en este punto la opinion
de la inmensa mayoría del país, y que antes
de conceder imprudentemente el derecho
electoral á todos los mayores de edad, im-
portaba instruirlos, y arraigar en su corazon
la creencia y la cristiana esperanza en Dios.
Mientras en otros estados piensan los libe-
rales que el progreso consiste en perseguir
al clero, en no pagarle y en derribar igle-




352


Bias, aunque tengan recuerdos históricos y
mérito artístico, en Inglaterra, á Medida
que crece la libertad política, se dá mayor
importancia á las cuestiones religiosas, y se
pone más empeño y se hacen mayores sacrifi-
cios para atender á las necesidades religiosas
de la nacion. Desde 1801 á 1831, se han
edificado 500 iglesias , que han costado
3.000.000 de libras esterlinas. En los veinte
años trascurridos desde 1831 á 1851, se han
construido más de 2.000 iglesias, que han
costado 0.000.000 de libras ; y en los siete
años siguientes hasta 1858, se han edificado
otras 021 iglesias, gastando 2.963.000 libras.
De suerte que en un período de cincuenta y
siete años, en que se han llevado á efecto
reformas liberales, y en que con frecuencia
han gobernado ministerios -svhigs, de que
formaban parte personajes radicales, se han
construido en el Reino-Unido 3.150 igle-
sias anglicanas, que han costado cerca de
12.000.000 de libras; y esta cantidad se ha
pagado parte de fondos públicos, pero la
mayor parte por suscriciones y donaciones


353


de particulares. En igual proporcion que los
templos de la religion oficial , se han la-
brado iglesias de todas las demás religiones,
aunque para éstas no ha contribuido el es-
tado, y los católicos han mostrado tal gene-
rosidad, que apenas hay distrito alguno en
las islas británicas, por apartado que sea,
que no tenga al menos una capilla católica.
¡ Qué elocuente contraste el de los gobiernos
y partidos ingleses, promoviendo la edifica-
cion de templos, atendiendo á la dotacion
del clero y procurando su intervencion en la
enseñanza, con los ministerios y hombres
importantes de otros paises, que se gozan en
el desprestigio de la religion y en la des-
truccion de los lugares destinados al culto,
y que privan á los sacerdotes de sus legíti-
mos haberes y se oponen á que tengan
participacion en la educacion del pueblo!
Conformándose con las costumbres y los sen-
timientos del país, los gobiernos y las auto-
ridades contribuyen, por su parte , á que
todo el inundo pueda asistir á las iglesias en
los dias de fiesta á las horas de la celebra-


23




1


354


clon del culto. Los domingos no se trabaja
en ninguna dependencia del estado , no se
envio, ni se recibe correspondencia, pública,
y á las horas del servicio religioso están cer-
rados los establecimientos y tiendas en que
se expenden bebidas, y no circulan trenes
por los ferro-carriles, siendo frecuente que se
prohiba el tránsito de carruajes y carros por
delante de las iglesias mientras duran los
oficios, para que el ruido no interrumpa ni
distraiga á los concurrentes. No se omite
medio para ensalzar á la religion. Cuando
se abre el parlamento , se inauguran las ta-
reas de las dos cámaras con oraciones leidas
por un sacerdote en cada


d
una de loellas, pi-


diendo la proteccion e Dios para s legisla-
dores, á fin de que puedan tener acierto en
sus debates y en sus decisiones.


La educacion religiosa y el ejemplo de los
hombres públicos más eminentes, han arrai-
gado profundamente en todas las clases de
la sociedad el sentimiento del deber con
relacion á los otros súbditos, con relacion al
gobierno y con relacion


al país, y este sen-


355
timiento, que es indispensable para que el
gobierno parlamentario exista sin peligros,
produce cuando se pone á, prueba actos ad-


. mirables de abnegacion y de heroismo. En
Febrero de 1852 la fragata Birkenhead, que
conducia al cabo de Buena-Esperanza á un
regimiento inglés de infantería, tocó, en un
escollo, poco antes de llegar al punto de su
destino, produciendo el choque una gran
vía de agua. No había manera de evitar el
naufragio, y los medios de salvacion que
habia en el buque apenas bastaban para un
corto número de personas. Se convino en
emplearlos para que pudieran llegar á tierra
las mujeres, los niños y los pasajeros enfer-
mos, y con objeto de que el embarco se hi-
ciera sin confusion y con presteza, se formó
el regimiento en batalla sobre cubierta.
Cuando los botes se alejaban del sitio de la
catástrofe, los que en ellos iban dintempla-
ron un espectáculo asombroso. La fragata,
hundiéndose poco á poco, desapareció al cabo>
bajo las olas, con el regimiento formado
como en un dia de parada, sin que ni un




356


oficial ni uno de aquellos soldados, jóvenes
vigorosos en la mejor edad de la vida, in-
tentaran meterse en las barcas, ni se movie-
ran de su puesto, ni lanzaran un grito de .an-
gustia y de desesperacion. Sublime fué, sin
duda, aquel tranquilo y silencioso sacrificio
de la existencia, por el sentimiento del de-
ber , en la imponente soledad del Océano.
Cuando Nelson, despues de recorrer inútil-
mente el Atlántico y el mar de las Antillas,
halló al cabo en la bahía de Cádiz á las es-
cuadras aliadas, que por el imprudente con-
sejo de Villeneuve y contra la sensata opi-
nion de los generales españoles, salieron á
su encuentro; la víspera de aquel célebre
combate en que se iba á decidir la suprema-
cía marítima de la Gran Bretaña, y en que
para vencer era necesario hacer un supremo
esfuerzo, el almirante inglés no excitó el
valor y el entusiasmo de sus tripulaciones
con la enum.eracion de pasadas hazañas ó
con la promesa de gloria y de la gratitud de
la patria, sino con estas breves palabras, las
más elocuentes para un inglés en aquella


357


solemne ocasion : « Inglaterra espera que
» todos cumplirán con su deber.» En aquel
difícil trance, el deber consistía en triunfar
ó morir y Nelson confió en que no faltaría á
él ningun marino británico.


Guiados por el sentimiento del deber, que
obliga á mirar siempre por el bien-del país,
los hombres políticos observan en todas las
circunstancias y situaciones de la vida pú-
blica una conducta digna, circunspecta y
patriótica. En la oposicion no defienden ni
piden reformas ó innovaciones que ocasionen
perjuicios ó que no puedan llevar á efecto en
el momento en que sean llamados al go-
bierno. Ningun estadista importante ha tra-
tado nunca de alcanzar popularidad y ex-
citar las pasiones del pueblo, abogando por
economías disparatadas, por supresion de
impuestos necesarios, por el sufragio uni-
versal y por la disolucion del 'ejército, no
queriendo que se le acuse de mala fé, de li-
gereza ó de ignorancia, indisculpables en
hombres públicos formales. Cuando están en
el gobierno, además de administrar con es-




358
mero los intereses de la nacion, cuidando de
su hacienda y de su crédito y conservando
su influencia en el mundo, se muestran se-
veros é inflexibles para mantener la inte-
gridad del territorio y para conservar la paz
interior y garantir la completa seguridad de
los súbditos y de sus propiedades , sin que
les detenga para conseguirlo, en casos en que
se ha turbado el órden á mano armada, ó en
que hay peligro de que se altere , el respeto
á derechos ó inmunidades que sólo se ob-
serva en circunstancias normales, en que
nadie usa más que de los medios legales
para la realizacion de sus propósitos. En 1848,
á consecuencia de las revoluciones que hubo
en algunos estados de Europa, se concedió
al gobierno por un corto período la facultad,
que no llegó á usar, de expulsar del territo-
rio del Reino-Unido á los extranjeros que de
algun modo pudieran ser peligrosos para la
tranquilidad de la nacion. Al discutirse
en 1844 en la cámara de los Comunes una
peticion de José Mazzini y otros tres indi-
viduos que se lamentaban de que sus cartas


359


habian sido detenidas en el correo y despues
abiertas y leidas, manifestó Sir James Gra-
ham, secretario de estado para los negocios
interiores, que el gobierno tiene siempre el
derecho que le concede una ley del reinado
de Ana, confirmada por otras posteriores, de
abrir la correspondencia de los particulares,
mediante una órden del ministro al director
de correos, en el caso de qué así lo exija la
seguridad del estado, ó para descubrir de-
litos graves, como el de falsificacion, á ins-
tancia de la parte interesada, si bien se usa
con gran parsimonia de este derecho. La in-
surreccion de los cipayos en la India y el le-
vantamiento de los negros en Jamaica, se
vencieron y reprimieron con un rigor que
rayó en crueldad ; y hasta que estuvo ente-
ramente restablecida la autoridad de la me-
trópoli y hubo desaparecido el tepior de
nuevas sublevaciones, no se pensó siquiera
en reformas que pudieran de cualquier modo
alentar á los hijos ingratos y á los enemigos
de la patria, y se dejó para tiempos tranqui-
los y bonancibles el dar satisfaccion. á los




360


justos motivos de quejas y descontento que
pudiera haber en aquellas colonias. Cuando
los fenianos , proclamando la separacion de
Irlanda, atacaron á los agentes de la auto-
ridad, mataron á algunos de ellos, intenta-
ron volar una cárcel para poner en libertad
á unos presos irlandeses , y demostraron el
propósito de levantarse en armas , el go-
bierno procedió con inexorable energía para.
conservar el órden y el prestigio de los po-
deres constituidos. Se suprimió el periódico,
órgano principal de aquella asociacion, y la
imprenta en que se publicaba fue secues-
trada. Se suspendió en los distritos más ame-
nazados el acto del Habeas Corpus, que es la
garantía de la seguridad personal, se redujo
á prision á cuantas personas parecían sospe-
chosas, se las entregó á los tribunales, y las
penas que á muchas de ellas se impusieron
se cumplieron y ejecutaron exactamente.
Todavía hoy continúa la suspension del Ha-
beas Corpus en algunos condados de Irlanda,
y el gabinete liberal de Mr. Gladstone se ha
negado á conceder indulto á los fenianos que


361


no han cumplido todo el tiempo de su con-
dena. De esta suerte se comprenden los de-
beres del gobierno en Inglaterra. Respeto
escrupuloso de las franquicias y libertades
que las leyes consignan para los que las usan
en el terreno legal, dentro de los límites que
las mismas leyes marcan; suspension de ga-
rantías y derechos para los que á mano ar-
mada turban la paz y se levantan contra el
gobierno legítimo, sin que luego se les per-
done con inoportuna y peligrosa clemencia.
Y lo propio acontece en los Estados-Unidos
de Américas De la amnistía dada por el ge-
neral Grant en 1 872, á los siete años de ter-
minada la guerra civil, hallándose los es-
tados del Sur gobernados dictatorialmente,
y en los momentos en que necesitaba ganar
popularidad y votos para conseguir su ree-
leccion, se exceptuaron los generales y ofi-
ciales, los senadores y diputados, y los em-
pleados superiores de los Estados Confedera-
dos. Se puede optar, segun las circunstancias
y las condiciones especiales de cada país,
entre el sistema preventivo y el represivo:




362


lo que no es posible es no tener ninguno de
los dos. No merecen el nombre de gobiernos
los gabinetes que no saben impedir delitos y
levantamientos que públicamente se anun-
cian, no acertando despues á reprimirlos y
castigarlos ; ni los que prefiriendo su amor
propio á la tranquilidad pública, asisten im-
pasibles al crecimiento de una lucha san-
grienta, con tal de mantener intactos los
derechos personales; como si los primeros
derechos y los más importantes de los súb-
ditos no fueran el de vivir en paz y el de
obtener seguridad completa para sus perso-
nas y para sus haciendas.


Las modificaciones en sentido democrático
que recientemente se han llevado á cabo en
leyes políticas importantes de Inglaterra, in-
funden en algunos grandes temores por el
porvenir de las instituciones y del gobierno
parlamentario en aquel país. Al observar
que, apartándose del antiguo sistema de no
hacer concesiones ni realizar reformas sino
cuando la opinion pública las reclama con
energía, despues de haber demostrado la


363


experiencia su utilidad y su justicia, los
partidos políticos han dado el derecho elec-
toral á una parte considerable de la clase
obrera, cuya aptitud para ejercerlo es toda-
vía dudosa, y han establecido la votacion
secreta; piensan no pocos que siguiendo este
camino puede llegar el tiempo en que la
aristocracia y las clases ricas y conservadoras
pierdan la necesaria y conveniente influen-
cia que ahora tienen en el gobierno, la cual
pasará entón ces 15, las clases pobres y poco
instruidas; y que en ese tiempo el derecho
de votar y gastar las contribuciones perte-
nezca casi exclusivamente en la práctica á
una parte del país que no tenga que pagarlas,
y que aprovechará tal vez su preponderancia
para organizar en beneficio propio las institu-
ciones públicas y hasta la propiedad pri<rada.
Ciertamente habria peligro para la Gran
Bretaña en renunciar á su tradicional orga-
nizacion, siguiendo los principios y los ejem-
plos de otros estados; pero aquellos temores
son sin duda exagerados , y se debe esperar
que no se realizarán, teniendo en cuenta el




364


carácter y la historia del pueblo inglés. Si es
indudable que en el siglo actual Inglaterra
se ha democratizado, no es ménos evidente
que las clases inteligentes y superiores que
en otras épocas gobernaban en virtud de la
ley, son todavía ahora, y lo serán por largos
arios, las que dirigen la opinion pública y las
que predominan en la gestion de los públi-
cos negocios. Hay unanimidad en el país
para rechazar la violencia y los actos de
fuerza como medios de éxito político : el
pueblo británico tiene un gran instinto de
conservacion y un gran sentido práctico; no
ha sido nunca víctima de la lógica y del
culto excesivo á los principios abstractos ; no
le importa incurrir en contradicciones cuando
su interés se lo aconseja ó cuando importa
para su bienestar ; y es muy probable , por
lo tanto, que sin abandonar en ningun caso
las vías legales, se detenga y marche muy
despacio en el camino de las reformas, y re-
chace las innovaciones imprudentes. El resul-
tado de las elecciones parciales de los últimos
meses, confirma esta creencia. En casi todas


365


ellas han triunfado los candidatos conserva-
dores, demostrando por este medio la nacion
que desaprueba la conducta y la política del
gabinete presidido por Mr. Gladstone , que
se ha hecho impopular por el carácter demo-
crático de las reformas que ha llevado á
efecto. No es aventurado pensar que en la
próxima eleccion general el partido liberal
quedará en minoría, por haber perdido el
apoyo de la opinion pública con su inmode-
rado afan de modificar las leyes políticas. La
descomposicion de la iglesia anglicana, que
muchos lamentan como funesta para la li-
bertad y para el prestigio y el respeto que
hasta ahora han tenido las instituciones y
los poderes públicos, no perjudicará al sen-
timiento religioso del país, no hará más que
descentralizarlo. El pueblo inglés , religioso
por tradicion y por instinto, tiene profun-
damente arraigado el sentimiento del deber
respecto del país, del gobierno y de los súb-
ditos, y no lo perderá fácilmente. No renun-
ciará á mejorar sus leyes y sus instituciones;
pero :á ménos de olvidar sus seculares cos-




366


tumbres y su larga historia, no es verosímil
que consienta en modificar esencialmente su
constitucion y su gobierno parlamentario.


Con la leccion de esta noche han termi-
nado estos estudios sobre la libertad política
en Inglaterra, que temo hayan parecido so-
brado largos. El asunto es tan vasto y en mi
opinion tan interesante, que involuntaria-
mente he dedicado á su exámen más tiempo
del que en un principio habia calculado. En
estos tres años habreis podido ver la exac-
titud y la verdad de mis observaciones,
sobre el distinto éxito de las revoluciones
segun los diferentes móviles de los que las
hacen , sobre los males que causan los par-
tidos cuando los guian mezquinos intereses
en vez de principios nobles y levantados, y
sobre la suerte desgraciada de las monar-
quías electivas, y la imposibilidad de fundar
dinastías, cuando el elegido no tiene la au-
reola y el prestigio de la gloria, ó la autori-
dad de una superior inteligencia. En épocas
de revolucion más que en otras son útiles y
provechosas las enseñanzas de la historia.


367


En el estado actual de la civilizacion euro-
pea, el mejor gobierno, el más conforme con
las ideas modernas, con las exigencias de la
opinion pública y con las necesidades socia-
les es el gobierno parlamentario, no como
se ha planteado en Francia y ménos como
se ha ensayado casi siempre en España, en
donde al imitar á aquella nacion se han au-
mentado los defectos del modelo que ya era
malo; sino como se practica en Inglaterra,
y aun en Bélgica, en Holanda y en otros
estados, en donde se realiza el gobierno del
país por el país, y no la explotacion del país
por agrupaciones políticas, egoistas y des-
acreditadas. El gobierno absoluto, imposible
hoy en circunstancias ordinarias, rueden
hacerlo necesario y hasta deseado, los des-
aciertos y las exageraciones de los partidos
liberales ó los excesos y atropellos de la de-
magogia. Los hombres que sinceramente
tienen fé en la libertad política, si quieren
evitar una gran responsabilidad ánte la
patria y ánte el mundo, no deben olvidar
que en las sociedades civilizadas y cultas la




368


primera y la más imperiosa necesidad es el
órden, no casual ó intermitente sino constante
y asegurado. Si llega un momento en que
vienen á ser incompatibles la libertad y el
órden, los pueblos por egoismo y por ins-
tinto de conservacion sacrifican la libertad,
se arrojan ciegamente en brazos de quien
sepa darles seguridad y reposo, y profesan
aversion á los que con sus locuras les han
llevado á la anarquía y al fondo del abismo.
Despues es obra penosa y larga restablecer
el régimen representativo, injustamente des-
•acreditado por los que no le han compren-
dido ni lealmente le han practicado. La
libertad política puede existir en las mo-
narquías y en las repúblicas, y el ejemplo
de la Gran Bretaña demuestra de una ma-
nera inconcusa, que con la forma monár-
quica son compatibles todos los derechos y
todas las franquicias de los súbditos, y que
difícilmente se convierte una antigua mo-
narquía en república, aunque acometa esta
ardua empresa un hombre de genio como
Oliverio Cromwell, que era á un tiempo


369


mismo general insigne y político profundo.
Mas para que cualquiera de estas dos formas
de gobierno se arraigue, se consolide y
pueda producir resultados provechosos, ne-
cesario es que cuente con el apoyo de la ma-
yoría de la nacion, y que tengan la direccion
de los asuntos públicos, hombres respetables,
consecuentes y leales; porque no se fundan
monarquías con republicanos disfrazados, ni
se establecen repúblicas con ambiciosos sin
conciencia.


11 de Marzo de 1873.


24




APÉNDICE PRIMERO.


Dislribucion de los 65S miembros de la cámara de los Comunes, segun


las distintas leyes electorales.


Antes de la reforma de 1832.
Por


condados.
Por


burros.
Universi-


dades. Totales.


Inglaterra y Gales. 97 412 4 513
Escocia.


27 18 45
Irlanda.


58 41 1 100


TOTAL 182 471 658


Por la reforma de 1832.


Inglaterra y Gales. 162 334 4 500
Escocia.


30 23 53
Irlanda . 64 39 2 105


TOTAL 256 396 6 658


Por la ley de 1867.


Inglaterra y Gales. 187 301 5 493
Escocia. 34 24 2 60
Irlanda. 64 39 2 105


TOTAL 285 364 9 658




372
En un documento presentado al parlamento y pu-


blicado en Febrero de 1873, consta que el número de
electores inscritos en el Reino-Unido era en aquella
época:


En Inglaterra y Gales. 2.157.295
En Escocia 262.758
En Irlanda 225.511


2.645.564


En la eleccion general que ha tenido lugar en Fe-
brero de 1874 han tomado parte:


En Inglaterra y Gales. 2.053.511
En Escocia. 212.330
En Irlanda 219.342


2.485.183


Estas exactas estadísticas demuestran cuán distante
se halla la Gran Bretaña todavía, áun despees de la
ley electoral de 1867, del sufragio universal; y que
son pocos los electores que dejan de hacer uso de su
derecho.


La eleccion de 1874 ha dado por resultado una cá-
mara de los Comunes en que hay 351 representantes
conservadores y 301 liberales, incluyendo entre éstos
los partidarios de la casi completa independencia alome
rulers) de Irlanda. Para el número legal de represen-
tantes, que es 658, faltan los de los burgos que re-
cientemente han perdido la franquicia electoral, Bever-
ley, Bridgewater, Sligo y Cashel, que no se han distri-
buido todavía entre otros burgos ó entre los condados.


373
Segun el periódico más importante de Lóndres, de
los 2.485.183 votos emitidos en la eleccion de 1874,
han obtenido 891.833 los candidatos derrotados, y por
lo tanto, la cámara de los Comunes, tal como ha que-
dado constituida, ha sido elegida por 1.593.350 votos.




APÉNDICE SEGUNDO.


Lista de los lores espirituales y temporales en el parlauiento abierto
el 5 de Marzo de 1874.


Príncipes de la familia real 4
Arzobispos ingleses
2


Duques 28
Marqueses 32
Condes 169
Vizcondes 37
Obispos ingleses. 24
Barones 195


491
Esta clasificacion está hecha con arreglo á las catego-


rías de los títulos, no segun los títulos por los cuales
los lores tienen asiento en el parlamento. Al duque de
Argyll, por ejemplo, se le cuenta entre los duques,
aunque sólo tiene asiento en dl parlamento por ser ba-
ron Sundrige. El número total ele pares del reino es
de 492, pero habia al comenzar la legislatura una va-
cante, á consecuencia de la muerte de lord Blayney,
lord representante de Irlanda.


El 24 de Mayo de 1874, la reina ha concedido á su
tercer hijo, el príncipe Arturo, y á sus herederos va-
rones legítimos, las dignidades de conde de Sussex y
duque de Connaught y de Strathearn, que le dan de-




376
recio á formar parte de la cámara de los Lores, como
su hermano el duque de Edimburgo.


Para que todos los lores escoceses é irlandeses tu-
vieran asiento en la cámara aristocrática, sería preciso
aumentar 99 miembros á aquella asamblea, lo cual no
es posible.


Los lores escoceses que no tienen
asiento hereditario en la cámara,
son 34


Títulos escoceses que ahora llevan
señoras 4


38
Lores escoceses que tienen asiento


temporal 16
22


Lores irlandeses que no
tienen


asiento hereditario en la cámara. 105
Lores irlandeses que tienen asiento


vitalicio. 28
77


99


No falta quien considere que es necesaria una refor-
ma en este punto, porque el número de lores represen-
tantes de Irlanda y Escocia es insuficiente, muy espe-
cialmente desde que por la ley de abolicion de la Iglesia
de Irlanda ha perdido este país desde 1870 los cuatro
lores espirituales que tambien la representaban. Un
distinguido escritor opina que en lo sucesivo Escocia
debe tener 36 lores é Irlanda 40 en la cámara heredi-


377
taria, siendo los escoceses vitalicios por ley como lo
son por costumbre; y que desde Enero de 1875 no se
puedan nombrar nuevos lores irlandeses, cesando la fa-
cultad que ahora tiene el monarca de nombrar uno por
cada tres que se extinguen. El mismo escritor indica la
conveniencia de que á los lores de Irlanda y Escocia
que tienen asiento hereditario en la cámara alta, y que
por regla general poseen grandes propiedades en
aquellos reinos, se les conceda el derecho de votar en
la eleccion de lores representantes de sus respectivos
países.




APÉNDICE TERCERO.


Lores Cancilleres, guardadores del Sello Real, desde 1688 hasta 1874.


1685 Lord. Jeffreys.
1693 Lord Somers.
1705 Lord Cowper.
1710 Lord Harcourt.
1718 Conde de Macclesfield.
1725 Lord King.
1733 Lord Talbot.
1737 Lord Hardwicke.
1757


Lord Henley.
1766 Lord Camden.
1770 Lord -Alorden.
1771 Lord Apsley, conde de Bathurst.
1778 Lord Thurlow.
1783 Lord Longhborough.
1783 Lord Thurlow.
1793 Lord Loughborough.
1801 Lord Eldon.
1806 Lord Erskine.
1807 Lord Eldon.
1827 Lord Lyndhurst.
1830 Lord Brougham.
1834 Lord Lvndhurst.




APÉNDICE CUARTO.


Presidentes de la cámara de los Comunes desde 1188 hasta 1874.


1685 Sir John Trevor.
1689 Henry Powle.
1690 Sir John Trevor, destituido y expulsado de la


cámara en 1695, á consecuencia de haber re-
cibido 1.000 guineas de la ciudad de Lóndres
por favorecer el bill llamado de Los Huér-
fanos.


1695 Paul Foley.
1698 Sir Thomas Lyttelton.
1700 Robert Harley, nombrado conde de Oxford.
1705 John Smith.
1708 Sir Richard Onslow.
1710 William Bromley.
1713 Sir Thomas Hanmer.
1714 Hon. Spencer Compton, nombrado conde de


Wilmington.
1727 Arthur Onslow.
1761 Sir Jhon Cust.
1770 Sir Fletcher Norton, nombrado baron Granticy.
1780 Charles Wolfran Cornewall.
1789 William Windham Grenville, nombrado baron


Grenville.


380
1835 Lord Cottenham.
1841 Lord Lyndhurst.
1846 Lord Cottenham.
1846 Lord Truro.
1852 Lord Saint-Leonards.
1852 Lord Cranworth.
1858 Lord Chelmsford.
1859 Lord Campbell.
1859 Lord Westbury.
1865 Lord Cranworth.
1866 Lord Chelmsford.
1868 Lord Cairns.
1868 Lord Hatherley.
1873 Lord Selborne.
1874 Lord Cairns.




382


1789


1801
1802
1817


1835


1839


1857


1872


Henry Addington, nombrado vizconde Sid-
mouth.


Sir John Mitford, nombrado baron Rodesdale.
Mr. Charles Abbot, nombrado baron Colches-ter.
Sir Charles Manner Sutton, nombrado vizconde


Canterbury.
Mr. James Abercromby, nombrado baron Dan-


f ermlin e.
Mr. Charles Shaw Lefevre, nombrado vizconde


Evenley.
Mr. Evelyn Denisson, nombrado vizconde Os-


sington.
Mr. Henry Bouverie Guillermo Brand. •


APÉNDICE QUINTO.


Durarían de los parlamentos desde 1688 hasta 1874.


SOBERANOS FECHA
reinantes.
de la disolucion de los parlamentos.


Guillermo III.
26 de Febrero


1689
» 11 de Febrero




1695
» 7 de Julio


1698
» 19 de Diciembre.




1700
» 11 de Noviembre....




1701
Ana.
7 de Julio


1702
» 5 de Abril




1705
» 15 de Abril


1708
a 21 de Setiembre




1710
» 8 de Agosto




1713
Jorge I. 15 de Enero




1715
a 10 de Marzo.




1721
Jorge II.
5 de Agosto


1727
a 18 de Abril.




1731
a 28 de Abril


1741
» 18 de Junio


1747
a , 8 de Abril


1754
Jorge III. 20 de Marzo.,




1761
a 12 de Marzo.




1768
30 de Setiembre


1774




384
SOBERANOS


FECHA
reinantes. de la disolucion de los parlamentos.


APÉNDICE SEXTO.


Primeros ministros de Inglaterra desde 1715 hasta 1874.


ÉPOCA
en que lo fueron.


1 Roberto Walpole Octubre ... 1715
2 El conde de Stanhope Abril 1717
3 El conde de Sunderland . 1718
4 Roberto Walpole , despues


conde de Orford


...... 1721
5 Spencer Compton, conde de


Wilmington Febrero ... 1742
6 Enrique Pelham Agosto.... 1743
7 Pulteney, conde de Bath Febrero ... 1746
8 El duque de Newcastle. e Abril. 1754
9- El duque de Devonshire Noviembre. 1756


10 El duque de Neweastle Junio 1757
11 El conde de Bufe Mayo 1762
12 Jorge Grenville. Mayo 1763
13 El marqués de Rockingham.. Julio 1765
14 El duque de Grafton Agosto.... 1766
15 Lord North, despues .conde


de Guilford • Febrero ... 1770
16 El marqués de Rockingham Marzo... .. 1782


Jorge III. 1.° de Setiembre
1780


» 25 de Marzo.
1784


10 de Junio.


1790
» 19 de Mayo


1796
» 29 de Junio




1802
» 24 de Octubre




1806
» 27 de Mayo


1807
29 de Setiembre


1812
» 10 de Jimio




1818
Jorge IV.


29 de Febrero


1820
» 2 de Junio


1826
Guillermo IV. 24 de Julio.


1830
» 22 de Abril.


1831
» 3 de Diciembre




1832'
» 30 de Diciembre


1834
Victoria.


17 de julio
1837


» 23 de Junio


1841
» 23 de Julio.


1847
» 1.° de Julio


1852
» 21 de Marzo.


1857
» 23 de Abril.


1859
» 6 de Julio


1865
» 11 de Noviembre




1868
27 de Enero


1874


2.5




386
ÉPOCA


en que lo fueron.


17 El conde de Slielburne, des-
pues marqués de Lans-
downe. Julio. 1782


18 El duque de Portland. 1783
19 Guillermo Pitt 'Diciembre.. 1783
20 Enrique Addington, despues


vizconde Sidmouth Marzo..... 1801
21 Guillermo Pitt. Mayo 1.804
22 El conde de Grenville. Febrero ... 1806
23 El duque de Portland. Marzo... .. 1807
24 Speneer Ferceval Setiembre.. 1809
25 El conde de Liverpool Junio 1812
26 Jorge Canning Abril. 1827
27 El vizconde Goderich, despues


conde de Ripon. Agosto.... 1827
28 El duque de Wellington Enero..... 1828
29 El conde de Grey Noviembre. 1830
30 El vizconde de Melbourne Julio 1834
31 Roberto Peel Diciembre.. 1834
32 El vizconde de Melbourne Abril. 1835
33 Roberto Peel • Agosto.... 1841
34 Lord John Russell Junio 1846
35 El conde de Derby Febrero ... 1852
36 El conde de Aberdeen Diciembre.. 1852
37 El vizconde de Pabnerston Febrero ... 1855
38 El conde de Derby Febrero ... 1858
39 El vizconde de Palmerston Junio 1859
40 El conde de Russell Octubre ... 1865


ÉPOCA
en que lo fueron.


41 El conde de Derby
Junio 1866


42 Benjamin Disraeli.
Febrero 1868


43 Guillermo Gladstone.
Diciembre 1868


44 Benjamin Disraeli Febrero ... 1874


38'7