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EL ~rAGISTnADO
DESPU 1:S DE {;~ A REVOLliCIO:1".


DISCURSO
PI1.0XUXCIADO E~ LA REAL ). UDIENCIA


DE


ESTREl\IADURA'
EL DIA 2. DE ENERO DE 1831.


='i:)O¡7t !/Gtb §l0y0'!J60ÓJ
el'Jolo;, elcJJb Yrtfd J6aJ"lá de ~#o"ro'
}/ ,le 2!p(~z;, :Jh«(lJZCO~ :!X,edé'd?;


_ Yalctú// ,2~{j'úlb ele zx'NIJ §{ea¡;:~
7' ,Ic/ C¡;~¡¿fr¡;;; ,le V: vI6.


CACERES,
1 1\1 P R E N T Á DEL R E A L A e u E RDO.


Enero de 183:1.




ldclrco In flae eustod/a, el trmr¡uam ;'n sp('('l(la
collocali Sll/ll{(S, ut V((CII{(/n o/J//I¡ me/u !JOjJllll1m
Rom(Ulllm /lostra vigilia ct pl'Ospici('llftú /'cddc-
remus.


Cicer. Phi/ip. 7, 7.




3


1l:)e.io~ sean ya de nosotros en este, que
es el dia grande de los tribunales, aque-
llos razonamientos cuyo solo objeto ha sido
casi siempre ofrecer inciensos impuros de
adulacion, ó cuando mas predicar algunas
mácsimas generales tan sabidas, como con
fastidio repetidas. Cuando por desgracia
los pueblos han olvidado los principios de
la moral pública: cuando vemos preconi-
zadas todavía aquellas doctrinas de revo-
lucion y de muerte, que tantas veces han
osado sumir el mundo en el terror y la
barbarie, despue~ de haber hecho correr
con abundancia la sangre inocente de los
ciudadanos: cuando vemos ahierto aun el
inmenso sepulcro donde se han sumergido




4
ya dos generaciones europeas; y que esta~
mismas ideas revolucionarias tal yez con
ruido sordo, si pu¿do esplicarme así, bu-
llen todavía entre nosotros, como las olas
del mar agitado Jespues de una borrasca:
en ni1l3l1na parte mejor que en e1 s[tntua-
río de la Justicia deben proebmarse los
pri I1ci pios p~'otectore5 del orden social,
<¡ilC son como la base y flllHJamcnto de la
felicidad de los hombres. ~'Iagistrados! vo-
sotros sois los depositarlOS de las tradicio-
nes y de la esperiencia de las edades, y sois
guardas imIlohles de aquellas verdades
eternas, qne dan á los imperios el orden y
la perpetuidad. Propio es pues de los ma-
gistrados despllcs de llua revolllcion illlS-
trar el espíritn público en sus escritos, en
sus conversaciones, y mny particularmellte
ahriendo en faz y á yisl:a de los pnehlos
el gran 1 ihro de 1 a') saerOséllltas leyes y
constitllciones (Id E"tado, cnya observan-
cia les est[l religiosamente cneomendada.
Si: t;lmhien esto es llluy propio de los ma-
gistrados; porqne yale mas tomal' del altar
de la .Tustieia la antoreha de la yerJad pa-
ra guiar ú las YÍctimas ciegas del error, CjIlC




la espada para inmolarlas.
Dios:r el R~r! Este pues es el gríto que


debcis hacer resonar desde este lugar augus-
to hasta los ángulos lllas apartados de la
provincin. Dio,l]cl Rer! Este grito ha de ser
\lllO como talisfilan sagrado para que los
principios monárqnicos echen raíces mas
profuudas en el espíritll yel corazon de la
grande mayoría de los espaúoles. Dios.y el
Rq! Con este grito emitido con toda la
vehemencia de una pasion ardiente desde
la cumbre de este santuario, deben los ma-
gistrados, que son sus sacerdotes, reunir
en torno del estandarte sagrado de la Jus-
ticia á todos :!(íllellos (['le en el fondo de su
corazon se rcil1sagran por siempre á la de-
fensa eJe la re1igiol1 y de la dinastía lt'gítima.


,Sí, de todos dos! porqne nuestra reyolu-
ciou ha demostrado hasta la evidencia, co-
mo la historia lo había hecho ya, que el
Altar y el Tralla han de ser solidarios pa-
ra la ü~licidad de nn gran lmehlo. Dios Y'


'el Rey.' Este por último, repito, ha de ser
el grito de s:l!"d, esta la di,'isa de los de-


,positarios dd poder, ~. el lazo eterno de la
lUas perfeeta concordia entre los españoles.




6
Grabado teniamos antes de ahora en


el corazon desde nueslros pri m(~ros allOS
este grito religioso y espaüol, grito de fra-
ternidad y de paz, que desplegado lllego
por nuestras instituciones, y sostenido por
todo lo qLlC tiene el sentimiento de mas
persuasivo, hacia fáciles los deberes que
nos imponía. En todos tiempos, antes que
funestos escritos infestaran el 'siglo diez y
ocho, adorar á su Dios, amar á su Rey era
para los espaüoles de todas clases una se-
gunda naturaleza, una nccc:>idad que no
dependía de raciocinios, una parte de su
ecsistencia. En las guerras civiles y hasta en
las revueltas contra el Soberano la desobe-
diencia era mas bien una aberracion, que
una negacíon de homenages al trono diri-
gidos entonces á otro objeto por consecuen-
cia de ilusiones religiosas ó politicas; pero
ahora des/mes de un siglo de sofismas qne
han desnaturalizado todos los sentimientos,
é introducido el hábito de oscurecer las
ideas morales mas c1al'as, no faltan por
desgracia algunos españoles, que se han
hecho sordos á este noble grito de gloria
y de felicidad.




7
Sin embargo, esta misma rcyoJucion


qlle diera á la ESpatla deseos insaciahJes de
duelo y de lágrimas, ha convencido al pue-
blo en general de que no puede ha lla rsc base
sólida sobre el terreno volcanizado de los
furores populares; y que su verdadero, su
único protector contra los males insepara-
bles de una pohbcion inmensa y corrom-
pida es el Rey: mientras que á su vez la
parte verdaderamente ilustrada de la na-
cion ha reconocido tambien, que en medio
de los elementos de esta misma poblacion
no puede haber segllriclad para el Estado
iino en las instituciones monárqu ieas, co-
mo verdadero Paladio de la Esparw; y qne
no desmnsando estas en SllS efectos sino
sobre la fidelidad del juramento, no pne-
den tener hase sólida sino en la religion.


Ciertamente, Sellores, ningl1na sociedad
Pllede ecsistir sin 1111 poder p{ól ico qne es-
té revestido de la fuerza necesaria para
mantener el orden y la paz interior; y el
gobierno monárquico hereditario es sin
disputa el mejor y el mas acomodado para
tan importante objeto. Esta forma de go-
bierno no debe ser considerada como una




8
produccion del genio, sino como fruto salu-
dahle de la c:ipcriencia y de las miserias de
los puclllos. En toJas partes la ele(~cioll ha
sido violentada poe las intrigas: en todas
partes ha sitio cansa de tnrhaciollcs públi-
(~as, y de ülcciollCS sangrientas. Es cosa re-
marcable sin dllda, que en todas las nacio-
nes COllocidas la paz interior ha dependido
siempre de las reglas que se han prescrito
para la trasmision del poder soberano. Por
esto la sabidurLa de los siglos ha creído
como un axioma importante, que la tras.!.
mision de este poder Jebc hacerse por sí
misma, de una manera precisa y determi-
nada y con reglas muy fljas para que á la
muerte de cada príncipe 110 lJUedan suseÍ-
tarse duelas é ineertiJulllhrcs; porque á la
verdad, la esperiencia de todos los pueblos
y de todas las edades acreditó hasta ahora,
que cada rCJlovacioll de los reinados perió-
dicos ó, italicios es oeasioll de (Iuerellas ydis-
turvios, y un motivo casi cierto de guerra
y de desgracias. La trusmision pues del pú-<
del' soberano de padres á hijos, eite orden
dinástico eminentemellte social y conser-
vador, cual afortunadamente le V\.SOlOS en




9
España, es la mas feliz y acertada produc-
cion de J¡¡ pl'lIdenc ia h limalla; y es ademas
muy conforme á la naturaleza, porque,
como dice un Filósofo, habíenclo venido
los reinos de las ciudades, y las ciudades
de las familias, cldJe ser el principio de to-
da sociedad hnmana el gohierno de Üllni-
lia , y ütltálHlola este resorte esencial, sus
leyes, su [orilla y organizacioll estarían
habitualmente en peligro.


JIuy mal juzgaría, por cierto, de la fe-
licidad de las naciones quien no ,Íese en
estos resultados llJas que la ventaja y pro-
"echo de UIla sola familia. Forzoso es olvÍ-
dar las contestaciones que eseitan y pro-
1llIle,-en las pretensiones al trollo para des-
conocer la hondad y la escelencia de seme-
jantes institllciones. Todo lo (Ille la legiti-
midad tiene de feliz, de proyechoso y de
Jmeno para el príncipe apenas puede llamar-
se un interés; pero la parte que ella tielle
en la paz i uterior, en la prosperidad do-
méstica de la naeloa es iuaprecial)le. Sill
duela la dillQstÍa gana mucho, ella misma
perpetuándose así en la larga serie de los


. siglos. Colocada al Ü'ente de todo lo que
B




10


hemos visto de grande, de util y de glo-
rioso entre nosotros, su nombre se ha
identificado con el del país, y eon él se ha
elevado y engranrlceido en la memoria de
los homhres; y de la misma manera, (Jlle
nuestra hella Espaüa en medio de sus aflic-
ciones ha sido y es para todas las naciones
de la tierra 1111 ohjeto de admiracioll y de
envidia, la Casa reinante de EspaJ¡a es con-
siderada por todas partes como la mas no-
hle, la mas ilustre y la Illas vencrahle que
la Providencia haya llamado jamas al go-
hienIo hereditario de un gran pueblo:
Pero estas instituciones verdaderamente
monárquieas aunque tan sahia y feliz-
mente ordenadas, no pueden, como he di-
cho antes, tener base sólida y perma-
nente sino en la rc1igion. Sí: solo la re-
ligíon, esta hija del Ciclo y soherana del
mundo moral, une ]05 que mandan con los
que obedecen, los gefes con los súbditos,
y une tamhien [l estos entre 3Í con JalO
perpetno é inclisoluhle.


A la verdad, sellares, la naturaleza
por sí sola es corta y limitada para el go-
bienIO de los puc])los. Todo cuanto puede




JI
imaginarse de méritos diferentes se sellta ...
ron sobre la púrpura en el espacio de
ochenta aúos desde la e]e,~acion de Vespa-'
eiano hasta la muerte de Marco Aurelio.
Aquellos en q!lien brillaban tantas y tan
raras ctlalidades podían emprenderlo todo,
todo podían llevarlo á cabo sin que se les
'preseatase la menor traba ni ostáculo.
Herederos del poder absoluto de Neron
eran árbitros de emplear para hacer el bien
la misma ftlerza de que se había usado pa-
ra hacer el mal. Pero ¿qué produjo sin em-
bargo este despotismo de la virtud? refor-
mó acaso las costumbres? StlpO crear algu-
nas instituciones? Ni siqtliera fué obra su-
ya la hella coleccion del código romano.
No seúores: á pesar de que la fuerza y la 1'a-


. zon reinaron con Vespaeiano, la humani";'
dad y la helldkcucia con Tito, el genio y
y la grandeza con Tra,iano, las artes con
Adriano, la prtldencia y la piedad humana
con Antonino, y HO ostante tamhicll de qllé
Marco Anrelio enarboló con no poca os-
tentacion el estandarte de la filosofía, el
genero humano 110 tuvo mejora 11i Illudan-
za, y toda esta sllcesion de tantos sabios no




U
produjo ningml híen sólido para el mundo.
Habia entonces en el Imperio cristianos
oscuros, d('h iles, c::tlnlTI niados, perseguÍ dos
tamhicn por el mismo divino Marco Aure-
lio, y hacia n ellos con una re1igion menos:-
preciada lo que no rodia la filosofía torlo-
poderosa sohre el trono; (']los insti tnÍan
leyes, corre[;¡an las costumbres, V fnnda-


... e •


han una sociedad que dura toda"ia. i'" no-
sotros asistimos á la deseomposicion de esta
sociedad, precisamente porque se retira el
principio religioso, que la sostiene duran-
te tantos siglos; y nosotros pensamoS' al-
canzar aquella perfeccion, qne la sahiduría
tie los Antoninos no pudo oLtener!


Ya pues que sin la rcIigion no pueden
los pueblos tener jamas aquella fuerza, fpW
las instituciones sociales dan al espíritn pú-
blico, porqne la religion es un cimiento ne-
cesario de la sociedad, que no puede alte-
rarse en ninguna manera sin que las piedras
se disloquen y el edificio amenace ruina: to-
da vez qne no es dado gobernar sin ella, po1'-
qne ella sola inspira tÍ los pnehlos é impri-
me en su esp[ritll y corazon principios di-
yinos de docilidad, de respeto, de afectoJ




, 13
ur sufrimiento, qne les obliga á amar las
personas de SIlS administradores, á bende-
cir sus beneficios, (t tomar parte- en sus pe-
nas y aun á perdonar sm faltas y sus erro-
res; porque ella sola sabe arreglar el po-
der de los Hnos y Jos deheres de los otros,
distribuyendo á todos con mano llena sus
lecciones y SIlS cgemplos: toda yez por
tanto, que la reli~~'ioll ha de ser compaüc-
1':1 insf'p;lra}¡]c del trono, y (ple sin ella no
pnede haber dicha ni seguridad en los Es-
tado,> , pareeida á aquellos ríos (lile fecun-
dan la ticITil, ó la yucl ven estcl'il á pro-
porcion de 10 que énanzan Ó se retiran:
dehcn los magistrados emplear 511 autori-
dad el1 haeer respetar esta religiou, que se
ha hecho parte esencial del orden público.
El público como el particular, y mas toda-
via, tiene el dcrer:ho de la legítima defensa;
y este uso de la fuerza pública, qlle la filq-
sofía nota con tanta ligereza de f¿matismo,
dehe cgercerlo indispensablemente la au ...
torid:1( 1.


Ah! cuantos insultos eu la pasada re-
vohcion, cuantos vilipendios sufriera esta
religion enviada de lo alto á la tierra para




·r4
bienaventuranza de Jos homhres! Si: yo
los he visto á aquellos novatores, yo los he
visto poner su mano sacrílega sobre los or·
namentos del santuario, cargarse sedientos
de sus despojos, cerrar las puertas de la
casa de Dios, ó darla otro destino, arrojan-
do de allí á los sacerdotes ocupados del sa ...
crificio. Yo los' visto t,lmhien ya fllera del
templo continuar Sil victoria imJlÍa, y en
sus triunfos y eu SIIS festines insultar Hues- /
tros dolores, y con libaciones impuras pro-
fanar los yasos consagrados para la cele'-
bracion de nuestros mas tremendos miste-
rios. Yo los he visto .... pero echemos ya
un velo fúnebre sohre estas épocas tan la_
mentables comoignomilJiosas de la 1'eyo-
lucÍon, que solamente he querido recordar
aqui porque se conozca de todo pllllto, que
ahora mas que nunca la rcligion ha de ser
protegida con estraordinaeia (lj}igellcia. Sí,
magistrados [ Estamos rodeados aun del
torbellino del polvo qne levantaron nues-
tras ruinas; y á yosotros toca en gran par ..
·te hacer '-rue cstc poh'o caiga y se disipe
para que la religion y la monarquía ,uel-
.van á parecer mas hermosas y Lrillantd




· " 1 ~)


~Ué nunca. Sí, a vosotros toca; porque
muy cierto es (IUC la justicia dcsplles de una
revolucioll, scgun la bella espresion de un
saLio, es como el arco Iris despues de una
tormenta.


No os entregueis, os ruego, á un ocio
tranqnilo y de3cuiJado porque afortunada-
mente la revolueion ha sido comprimida, y
empezamos {l gozar otra vez de los frutos
del régimelllegal y de la paz. La rcvoIucioll,
este déspota de nuestra edad, tiene fijas
5US miradas feroces sobre la Europa; y cO:-
1110 aqllellos terribles Césares que desola-
ron la vejez de Roma, ella hiere por todas
partes donde yé qlle puede castigar una
virtud ó engailar una esperanza. Cuando
no puede ya llamar á los reyes y los pue-
hlos á su tribunal sangriento, dirige en-
tonces sus gol pes en la oscuridad y á la
somhra del silencio, y pidiendo presta-
dos á la traícion sus puñales heredita-
l'ios, inmola :l su odio nefando y á su
cruel Yengallza los EgllÍas y Oliveres. La
revolucioll puede representarse tamhien
ha.jo la forma de Ilna larga serpiente, co-
mo el espantoso Boa por egemplo, quien




JO
desplles de haber infestado con su Yene-
no todo el terreno que ha recorrido, se
rcplega en sí misma hasta juntar la cola
y la caheza. En esta posicion, que es pre-
cisamente la del sistema revolucionario,
parece qne descansa el reptil peligroso; pc~
ro guardaos bien de acercaros, porque este
sueilo aparente es el sueilo de la perfidia:
el monstruo despÍerta, y ya se le reconoce
por el hedor 'l0c le precede.


Vosotros, que estais encargados de go-
bernar los pueblos, en ninguna otra época
podreis hacerlo con mas acierto. Las revo-
luciones qne en estos últimos alws se han
sucedido unas á otras, como las olas de un
mar proceloso, hall puesto de manj[esto el
caráct(>l' y costumhres de \ llcstros súbditos;
tan cierto es que llunca se distinguen mejor
los verdaderos rasgos del c:nádcr de nn
pueblo, (lile dnrallte las turbaciones civiles;
porqllc jamas los hOjJ)hrcs se dall mas biell
á COllocer qne cuando son ag-¡ tados por gran-
des y fuertes pasiones. Trab:ljad pues con
un admirable sistcm~ <.1<:" con~ccuencia por
completar el restalllecil1liento total; y pro-
curad trabajar sicmpre unidos en opinio-




.. . l' 1 • nes y sentllmentos S111 ü nC,Hl' ym::¡s, que
todos los nwgistrados han de cOllsidcrJ'fsc
mutllamente como otros tantos rayos dife-
rentes, siempre débiles por mas luminosos
que scan por sí mismos cuando se separan
los unos de los otros; pero siempre res-
plandecientes aunque separ ::tdos sean dé-
biles, cuando reunidos en masa forman
por su concurrencia aquel gran cuerpo de
luz que alegra él la justicia, y hace temblar
á la iniquidad.


Dejad para los homhres de Estado el
ocuparse de nuestras relaciones esteriores,
el considerar la posicion de los pueblos,
enseñarnos como se establecieran las nue-
,'as balanzas políticas, y de qué lado podran
mas faeilmente inclinarse; cual es el espíri-
tu que domina en los Gabinetes, quienes los
homhres cIuC inflnyen sobre Ja suerte de
la Europa, cuales los designios secretos,
las alianzas proyectadas, el poryenir mas
prohahle. Refiriéndolo todo á la gloria y
hienestar de nuestra patria ellos ecsami-
narán esta vasta máquina, cuyos puntos de
equilibrio están hoy colocados muy lejos; .
y elevándose á mayores consideraciones


e




1$
procurarán des"Cubrir si lo qne hemos vis-.
to hasta ahora es el fin y acabamiento, ó
mas bien el principio de una revolucion
europea. Otros cuidados, otras funciones:
no menos delicadas é importantes són co-
mo propias de la magistratma. Proteger
las buenas doctrinas para que la tierra plle-
da conservarse e11 huen estado y en paz,
este es otro de sus particulares egercisios,
y el primero, el mas grande y noLle objeto.
de su mision sagrada. De esta manera y
por camino diferente, aunquc igualmente
seguro, los magistrados contribuirán tam-
hien al mismo fin, y llenarán las esperan-
zas de la patria.


Señalaos pues en el zeJo grande de la
justicia con la que enfrenareis las dema-
sías, tendreis trahados los mayores con los
menores, y sugetos y temerosos a(1',e11os de
quien nos haya dado ;í COlJoecr llna Infeliz
esperiencia haber sido vanos todos los me-
dios de conversion, y qne la luz aunque
purísima de la verdad no ha podido pelle-
trar las densas y oscuras nieblas de su
error ó malicia. En este caso, apurados to-
dos los medios de la paz y de la tolerancia,




19
licito es y ann preciso l;]alldll' la espada,
aunqlle nos cueste la misma repuS'llai1c;ia
con que para ciertas enfermedades eeha-
mos mano de los estimulantes lilas fuertes· ,
porque muy cierto es, que toda la fuerza de
los culpados uaee de su impunidad. Así y
Ílo dc otra manera podreis desvanecer las
esperanzas criminales, Jos designios secre-
tos, eI.horror dc la paz púhlica, la sed de
discordias, y afluella necesidad de anarquía
y de sangre, que ellos califican de amor,
de gloria y de lihertad.


Vivimos en tiempos de quien nos dice
la historia haber sido siempre indispensa-
hle reforzar la legislacion criminal. D~s­
pues de disensiones civiles acostumbrados
los hombres ti las empresas peligrosas, nu-
tri(los .(le esperanzas temerarias, que mas
de mia \Cz acreditaran los sucesos aunque
efímeros de ülceiollcs las mas culpables, no
podrall ya ser contenidos en los límites del
huen orden por medio de aqlle]]as leyes
dillces y paternales egeeutadas por medio
de fórmulas lentas y tímidas, que tan jus-
tameute dietara CH tiempos ordinarios el
.It:seo de proteger la ::\t'guridaJ iudi,idu 1.




~o
¡Tiempos fe1Í.ces! Entonces la sociedad en-
tera siente conmoverse con la pérdida de
un solo individuo, y ninguna precaucion
estima bastante para garantir aun la cabe-
za que parcce mas culpable contra el error
que podria envolver á un inocente. Pero
no, no es asi ciertamente cnando la socie-
dad toda entera teme por su ecsistencia,
cuando los crímenes de algullos facciosos
la han enseñado, que la impunidad de un
dia, de un solo individuo podria tal ,'ez
ocasionar la pérdida de todo un imperio.
Entonces es un deber de los depositarios
de la autoridad pública buscar todos los
medios posibles de poner el Estado al abri-
go de un tal peligro. Entonces cOIlYieue
que se dicten leyes represivas capaces de
dar á la autoridad encargada de los intere-
ses mas santos de la soeiedad, de la segn-
ridad del estado y del trollo, la fuerza que
ha menester para enfrenar los grandcs cri-
minales. Es preciso que la ley vele con ma-s
solicitud que el crimen; es preciso que la
pena sea ecsactamente proporcionada á los
delitos, es preeiso sobre todo, que la pron-
titud del egemplo inspire lUl temor salu-




~l


dahle á los dernas. Si: asi conviene que sea
tratado el hombre que osare lacerar el seno
de su patria, trastornar sus insti tuciones mas
sagradas, subvertir el trono augusto donde
descansan toda la seguridad presente y to-
das las espel'anzas de un pOrYcllirdichoso.


Pero aun por otro respecto tiene la Es-
pafIa ahora mayor necesidad de justicia.
En efecto, la justicia cuya importancia co-
noce hasta el hombre salvage: la justicia
taIvneeesaria :1 las llaciones en todos tiem-
pos, las es aun mas indispensable cuan-
do son agitadas pOl' pasiones poHticas; ella
se interpone entre estas pasiones como una
barrera insl1pera ble, ella sabe reprimirlas
ó calmarlas segun lo ordena la tranquili-
dad pública ó lo ecsige la hmnanidad; la
justicia cuhre con su égida sagrada, y pro-
tege al débil contra el fuerte, y aun al fuer-
te contra sí mismo; consolida el buen de-
recho despues dehaherle hecho triunfar
por los buenos principios; en fin, cuan-
do la tormenta no está apaciguada toda-
via, cuando ]a rabia, las Yenganzas se agi-
tan aun, la imparcialidad del magistra-
do es el santuario donde se acogen y refu-




~2
gian todos á sn vez los vencedores y 105
vencidos. Ved aquí la idea, que nosotros
tenemos de la justicia; ved aquí el modelo
del magistrado despnes -de una revoluciolJ.


Sin embargo no se crea, ni se dé nadie á
entender, que al recomendar en este caso
la imparcialidad del magistrado, hemos
querido persuadir, que ha de ser especta-
dor frio de las lides y contiendas de los
ciudadanos entre sÍ, aunque parecidos á los
dos hermanos enemigos de la Tebaida de
Racine se traspasen mutuamente el pecho
con las espadas; y qne ha de mirar con
estraüa indiferencia bullir los campos en
impías y crueles par(:ia] ida des sin intere-
sarse por ninguno de Jos dos partid08
opuestos. Quien tal hiciese, semejaría un
guerrero, por egemplo, que durante el sitio
de Troya se hubiese sentado tranquila y so-
segadatnente sobre el sepulcro de Laome-
donte fuera de la puerta Escea, ó en medio
de aquclla espaciosa llanura que entre el
Símois y el Janto se hacia, sin tomar par-
tido ni por los griegos ni por los troyanos;
siendo mas que probable, qlle huhiera pe-
recido muy luego traspasado por las flechas




23
reunidas de los troyanos y griegos sin ha ....
her servido á unos ni ~ otros. Este pro·,
ceder hijo únicamente de un muy des:';'


)


preciable egoísmo, y propio de ciertos·
hombres en cuyo :pecho no ardió jamas el
amor patrio: esta afeccioll inmoble y siú'
inclinaeíon á las turbaciones de S11 país eÍt
unadivision púhlica,yo no la hallo, diré con'
un filósofo, ni beHa, ni hnena , ni honesta.
y si esto JlO seria tolerable en un simple
particular ¿ cuánto menos debe de esperar-
~e de los magistrados, en quien la patria
ha confiado en gran parte la defensa de
sus mas caros intereses, y de ql1ien la feli-
cidad del puehlo es no solamcnte su ley
suprema, sino su única ley, y contra cuya
firmeza vienen á estrellarse vanamente to-
das las tempestades de los intereses huma-
nos! de unos magistrados, vuelvo á decir,
que desde el momento solemne que nacie-
ron para la patria, (JllC como á UllÓS es-
clavos ,'oluntarios les ha cargado de cade-
nas honorables, no ~ehen ya considerarse
sino como Ylctimas dedicadas no solo á fa
utilidad, si no ta mbien (t la injusticia del
públiéo, mayorinentc en un si .. lo contra




.~~.
quien seyeran obligados á combatir duran-
te todo el curso de su vida. N o seúorcs:
cuando predicó la imparcialidad del magis-
trado despues de una revolucion, quiero
decir, que ha de procurar calmar las pasiO"-
nes qne aquella escitara, los odios, las ra-
bias, las venganzas de los ciudadanos en-
tre sÍ, cubriendo con el manto de la justi-
cia al que viere que va á ser sacrificado; sin
que estas nobilísimas funciones, que ademas
de ser peculiares de la justicia las reco-
miyndan de consuno la humanidad y la po-
lítica, sean parte en ninguna manera para
que transija jamas con Jos (pIe permanecie-
ren. refractarios y rebeldes.


Por último, señores, la salud del Estado
ecsige imperiosamente (file os mantengais
firmes é impávidos en el puesto que el Rey
nuestro Señor os ha confiado. Deheis consi-
deraros en él como la centinela del imperio,
os diré como Ciceron al Senado, para ob-
servar con los ojos bien abiertos las revolu-
ciones que puedan nacer, y estar prontos á
avisar con la voz, y á seúalar el mas efieaz
remedio de cualquier daüo (PW sobrcvinie-
le; y esta sea ¡oh magistrados! la sola glo-




25
Tia á que llspircis y lo único que anden
vuestros de~eos: y si sobre ello os queda-
re alguna cosa (rile apetecer, sea una vejez
feliz en que po dais recoger por fi'uto de
vuestras f:ltigas el amor y considera cían de
'Vuestros conciudadanos; porcIue á la Yer-
dad, es cosa gloriosLsima ser de todos ama-
do y respetaoo por los servicios hechos á
la patria. V dad pues desde aqlli con muy
inquieta curiosidad, y moved todas las de-
liberaciones mn direccion al bien general
del Estado.


No os asusten vanas fantasHlas, no os
distraigan V(~rtigos de filosofismo, ni deis
oidos á las insinllaciones seductoras de
aquellos quc creen que para la restaura-
CíOll110 comiene adoptar ya mas los prin-
cipios monárqnicos en toda su pureza y es-
tcnsion, sillo COIl cierta convinaeíon revo-
lucionaria, qne debiera de animar el g'o-
hierno restablecioo. Insensatos! creen que
la revolucion es alguna cosa real y positi-
va, qne puede servir para la orgallizacion
de la monarquía, cuando ella no es sino
destruecion, ó por decirlo en términos mas
Ilropiós, qnieren que la muerte les sumillü;-


})




.G
tre los elementos de la vida. ¡Oh vosotros
que descaminados así por intereses mise-
rables formais estos votos que la patria re-
prueba! vosotros que á pretesto de confor-
mar las cosas y las instituciones con lo que
llamais el espíritu del siglo rompeis la
cadena misteriosa que une lo pasado y lo
porvenir, contrariaís las costumbres, y des-
truis la autoridad de las tradiciones yla
yenerable legislacion de los siglos, echad
de buena fe una mirada sobre lo pasado;
ved cuan larga y cruel esperiencia ha pro-
vado la incertidumbre y el peligro de vues~
tras teorías; y co~no esta misma esperiencia
por siempre memorable desmintiera aque-
llos fastuosos anuncios de felicidad, que la
filosofía prometia á los {meLlos. Qué! cuan-
do el equilibrio y la estática tienen sus prin-
cipios eternos, sin los cuales no es dado
en ninguna manera que dos piedras se
mantengan la una sobre la otra ¿ ,'osotr03
creeis poder elevar un edificio social con
principios de convencion , con decretos de
vuestra fabrica? Ah! nada hay fijo y esta-
ble sino los principios de la eterna justicia:
jJrincipios que no pueden desconoccr5e~




21
ni aband onarse sin que d.esde luego y de
todo en todo se abra el caos de las pasione:;
y su dominio sin límites.


y vosotros por fin hombres de la mo-
narquía, cuyos principios y honor habeis
conservado, por largas que fueran nues-
tras desgracias abrid sin embargo el cora-
zon á las mas lisongeras esperanzas; nuestra
bella España no perecerá, ya que vosotros
por una sabia tradicion y un instinto gene-
roso te neis aquellos pensamientos saluda-
bles y aquellos nobles sentimientos de amor
á Dios y al Rey, poderosos por sí solos de
desarrollar nuestra ecsistencia política, de
asegurar el Estado, de mantener la tran··
ql1ilidad interior de las provincias, y de
grallgearnos la veneraeion de los estraños.
La magistratura, este primero y mas res-
petable cuerpo del Estado, la mas bella y
saludable institncion de las edades moder-
nas, será siempre con vosotros; guiada por
un instinto de conservacion atacará con
lIrmeza to~o sistema desordenado!', y no se
ent!'cgará al ocio y al dcseanso hasta ha-
be!' ptlesto una mUl'alla de bronce entre la
revolucion y el trono. Tambicn como YO-




2a
· solros los magistrados han desplegado su
valor, su zelo, su fidelidad, su constancia
en los infortunios: dignos son por tanto de


· serviros todavia,de J):l.odelo, y de conduci-
f:(}$, en la grande, en la santa obra de la


· iestauracion. He dicho.