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AL REY DE ESPANA AMADEO 1.


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AL REY DE ESPAÑA


AMADEO l.
ODA


POR D. ANTONIO GARCIA GUTIERREZ.


MADRID.
IMPRE~TA DE LOS SEÑORES ROJAS.


calle de Valvenle. núm. 16, bajo.
1871.


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AL REY DE ESPAÑ!


AMADEO l.


ODA.


¡Príncipe augusto! si mi voz se atreve
A unir el sentimiento de mi gozo
Al aplauso ferviente, al alborozo
Del sano pueblo y de la honrada plebe,
No temais que yo queme en los altares
De la lisonja, incienso:
Ni vos sois de esos príncipes vulgares,
Ni yo á la baja adulacion propenso.
Ante el nuevo monarca de Castilla
N o necesita la adhesion sencilla,
Para mostrar su afecto reverente,
Ni deshonrarse, ni humillar la frente,
Ni doblar la rodilla.


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Siento que me acobarda la grandeza
Del árduo asunto: para mí ya estraños
Son los senderos que á tan rara alteza
Pueden llevar al vate, y mi cabeza
Se cubre con la nieve de los años.
11 as no puedo callar: del centro estrecho
De la duda mi espíritu se lanza
A los espacios de la fé, y el pecho
Siento latir de gozo y esperanza.
Proféticos acentos, que traidos
Por las auras, alegran mis oidos,
Pueblan el aire puro,
y del tiempo futuro
11e revelan arcanos escondidos.
Tras noche de dolor, luces derrama
Serena aurora de risueño dia,
y á la voz de ese pueblo que os aclama
Siento romperse el hielo que envolvia
De mi cansada inspiracion la llama;
y arrebatado en alas del deseo,
Rasgando nieblas y allanando montes,
En torno de mi pátria abrirse veo
Alegres horizontes.
El vicio encadenado,
Vencida la ambicion, muerto el perjurio,
Será vuestro reinado,
Sobre incruentos triunfos levantado,


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I De era de larga paz dichoso augurio.


Desde el supremo clia
En que, con más indignacion que saña,
Del trono de Pelayo lanzó España
De Borbon la imposible dinastía,
Enmedio á sus enojos
La siempre amada Italia, de sus ojos
Las ardientes miradas atraia.
bN o veis en esto del Señor la mano,
y el cumplimiento de sus santas leyes~
¿Por qué razon el pueblo castellano,
Que rechazaba ayer á tantos reyes,
Sólo amor tiene para el Rey hermano~
El que los hombres entre sí concilia
y en cadenas de amor al orbe abraza;
El que estrecha los lazos de familia;
El que forma los vínculos de raza,
Lo quiere así: su santa Providencia
Lo ha escrito en el fecundo
Libro de la esperiencia.


Cuando ancho asiento en las edades toma
La era más grande que recuerda el mundo:
y en que la humanidad se llama Roma,
A sus mismos señores
La Bética feliz dá emperadores:
y los dos pueblos desde entónces juntos
Acaban hechos de la historia espanto,


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y aun hoy resuenan, de la fama asuntos,
Los nombres de Pavía y de Lepanto.
En reveses lo mismo que en victorias,
N uestra sangre y la vuestra ván unidas
Alimentando nuestras dos historias
En una misma historia confundidas.
Así corren hirvientes
Dos rápidas corrientes
De fundido metal, que en un momento
Han de formar en c6ncavos ardientes
Colosal y durable monumento.
y el bronce no resiste
Del tiempo destructor á la constancia,
Ni de las armas al progreso triste,
Ni á la mano brutal de la ignorancia;
Pero el santo recuerdo consagrado
Por cien generaciones
Yen el amor fundado,
N o puede perecer, que está encerrado
y alienta en nuestros propios corazones.


Un dia, nuestras huestes poderosas,
Ya el moro á sus desiertos repelido,
Hácia un mundo se lanzan, escondido
Del mar entre las brumas vaporosas.
Avidas de acabar altas empresas;
Atravesando por ignotos mares,
y reduciendo naves á pavesas,


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y derriba:p.do bárbaros altares,
Ahuyentaron sus ídolos inmundos
y enaltecieron en region estraña
Con los pendones de la noble España
La redentora cruz que unió dos mundos.
¿ Quién reveló á la atónita mirada
Del viejo Continente
La tierra tantos siglos ignorada,
y las puertas abri6 del Occidente?
El genovés Colon.-Vag6 primero
Por otros reinos demandando ayuda
Con inútil afan: era estranjero,
y donde nó la befa, halló la duda;
Pero al pisar nuestra dichosa orilla
Venci6 al error, encaden6 el sarcasmo,
y comprendido fué: no es maravilla.
La lengua nos habl6 del entusiasmo,
Que es la lengua de Italia y de Castilla.


En la moderna edad, en tiempo breve
Que mil hechos magníficos abarca,
Se despierta la Italia y se conmuev~
A la potente voz de un gran monarca.
Luch6 por su derecho y su justicia;
Por su gloriosa cuna,
y España sonri6 mientras propicia
Ayudó á vuestro esfuerzo la fortuna.
« ¡Sus!» gritaba este pueblo, palpitante,


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Cuando el fragor del bronce fulminante
Asordaba á la Italia conmovida.
« ¡ Ha llegado el instante
De recobrar la libertad perdida;
¡Sus! y que ayude á tu valor el cielo:
Abran tus armas anchuroso espacio
Donde pueda tender el libre vuelo
El águila del Lacio! »
Ansiando para tí mejor destino
Juega tu rey su s6lio
De la guerra entre el fiero torbellino;
Busca 6 abre el camino
Que debe conducirte al Capitolio:
y cuando, en fin, la estrella refulgente
De vuestro padre, vencedora asoma,
La acompaña impaciente
Hasta las puertas de la misma Roma.


Siempre aparece, siempre, la influencia
Bajo una ú otra forma, de aquel lazo
Con que nos acerc6 la Omnipotencia:
Cuando no son las armas es la ciencia;
Hoyes el corazon si ayer el brazo.


¿ C6mo no han de esforzar sus afecciones
Dos hidalgas naciones
Que por leyes idénticas se rigen?
¿Y c6mo no han de ser buenos hermanos~
¿C6mo, dos pueblos de tan propio origen


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N o han de estrecharse con amor las manos?
De luz los baña en la templada zona
El mismo sol: igual fecundo suelo
y el mismo alegre cielo
Les di6 el que ciñe la mejor corona.
Sus valles y montañas, de riqueza
Son veneros opimos:
En ambos la feraz naturaleza
Haciendo ostentacion de su grandeza,
Se desborda en espigas y racimos.
La vista en ambos con placer se pierde
Contemplando en risueña perspectiva
Campos do el limonero siempre verde
Crece al par de la nunca seca oliva.


Hijos son, y heredaron la pujanza
De una madre comun: tal vez por eso
Llevamos de esta rara semejanza
En rostro y corazon el sello impreso.
y vos, Señor, el lazo venerando
Sois, que á mejor fortuna nos destina,
De nuestra varonil raza latina
El generoso influjo renovando.
El pueblo que se alz6 fiero y sañudo,
El que arranc6 sediento de justicia
Las lises de Borboll de nuestro escudo,
Esperanzas sin término acaricia.
La tradicionde las discordias rota,


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Bendecirá la mano que restaña
La sangre que aun hoy brota
De las heridas de la hermosa España.
¿Verá por su monarca justiciero
Reavivada la paz y el 6dio extinto?
Así del pueblo entero
Lo ha comprendido el generoso instinto.


Partícipe tambien, y compañera
En la alta empresa que teneis por norte,
Será, no hay que dudarlo, la primera
Vuestra gentil consorte.
Bello adorno y ejemplo
Será de vuestra corte;
y digna de su fama y su linaje,
Lo que hasta aquí fué alcázar hará templo
Donde al honor se rendirá homenaje .


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