CONSIDERACIONES SOBRE L A D 1 P L O IVI A e 1 A , y su influencia en el estado...
}

CONSIDERACIONES


SOBRE


L A D 1 P L O IVI A e 1 A ,


y su influencia en el estado político. y social
ue Europa ~ uesde la revolllcion de julio has-


ta el tratado de la Cuádruple Alianza .


./ -.. ';'.
1', ~( -',


,


POR


;). ~ .~


)JADHID: 1854.
lMPHE.\TA DE no:\ mGlEL DE Bl:RGOS.






,


PRO L OG O.


Estas reflexiones estaban ,!L\ escritas r á
punto de publicarse, cuando la aparicioD
del cólera en Vallecas y la existencia de
algunos casos sospecllOsos en IIadrid, es-
parciendo el alarma en todos sus babilan-
tes, y absoniendo su atencion, la separó
forzosamente por algun tiempo de las co-
sas políticas, :i pesal' del interés que pre~
sentahan. Yo no creí tIue debia publicar en-
tonces este ensayo, porque escrito para ofre-
cerle á la consideracion de los hombres (IUC
se ocupan en estudiar en las entrañas de
las sociedalles el gérmen de "ida que con-
scryun, ó el cáncer que las devora, no po-
dia ofrecer interés ni utilidad cuando to-
dos dahan h'eg"uas á sus meditaciones, pOl'-




( IV )


que no tenian un poryenir en que rcpo-
sarse , ni la eSJ)erauza i1uminaha el borizon-
te de Sil "ida. 1'01' fortuna esa esperanza
yuelve á In'illar en todos los corazones, y
la cnfermedad terrible que ha sido el azo-
te de la tierra, abandona ~a esta capital que
fatiG'ó con sus estragos.


Rara yez los {}'l'andes sarndimienlos (llIe
se ,"critican en el mundo físico dejan de es-
tar a.compañados de violentas oscilaciones en
el mundo mOI'al: ya sea (loe el hombre ame-
na.zado cn su existcncia desplie{~'a toda la
energ'ía de que se halla dolado antes tic pe-
¡'ceer, como el cisne (jl.H~ no desata SInO
sobre su sepulcro todo el raudal de su can-
to, ó como la lámpara que }n·iBa más en el
momento en (lue se exting'ue; ú hien con-
sista en (pIe entre el IlllUlJO moral y el mun-
do físico ex.iste un b.zo misterioso, que no
es dado al homhre descnhril' sino en sns
mas remotas consecuencias; cste fcnúmcno
es uu hecho constante de la lJistol'ia, y las
preocupaciones á que ha dado oríg'en en to-
J~s los pueMos le atcsti¡pw.u. Cuando c"ta




( v )
coexistencia ele calamidades físicas 'Y de per-
turbaciones morales se "eriGea en un pue-
1.10, el espectáculo que ofrece es siempre
uua lcccion para 105 que g'obiernan, porque
la sociedad se prcscnta dcsnuda de los Ye-
los quc la cuhren, y pucden estudiar en ella
los ,icíos fIuC la manchan, y las pasiones
'pIe la dominan.


Este eSIJCclúclllo se ha ofrccido á nues-
tra vista, ~' ha sido fúnebre y terrihle. El
es una lcccion, y esta lecclon es severa. Su
recuerdo sel'Ú ÍnJdclJIc" ~ í Ui'hal'Ú largos días
Iluesh'o reposo, como ~i c~itn [,;l'umos Jjajo
la iuflu(,lleia de Hn ¡'¡¡H~sto ta¡¡saw.n, Ó co-
mo si tmhúl'a BlH'St.I'O SlICÚO la imágcn me-
lancólica de un fantasma importuno. No:
lUadritl no ohidm'á jamas d dia de doloro-
sa recortlacÍon en (PIC ha visto disolverse la
sociedad, ac:,apareeel' la fuerza púhlica, )'
en (lue ha sido testig'o de la profanaciün de
su,;; templos: como si HU instinlo ralal en-
scú:ll'a á los monstruos que nos infestan, que
.las sociedades HO lHleden Jejar (le cx.istir
si la reli!}lon, ahandon<Í.llllolas ~ no las coa-
4~ena Ú la c:slcJ'j1idad y ti la llUwrtC. 1.os HW-




( VI )


DCS ue las víctimas piden venganza, y la
sociedad justicia. I~as leyes no lHIeden exi-
rrir ohediencia si no conceden proteccion : y
la libertad y el ól'dcn para hermanarse y cre-
eer, nccesitan fIlie se puri1i'lue el suelo que
ha teñido la sangre, y que ha profanado el
Cl'Ímeu. La nacion lo espera del gobier-
110 y de los fIlIe la rcpresentan : y ahora
más qne nunca lJara ascgurar nuestro por-
venir, y labrar nuestro destino, deben cmu-
plir su mision defendiendo el trono, con-
solida lUlo la libertad, ?I sofocando la anar-
(¡nía.


l}ero no cra bastante flue los represen-
tantes tle la nacion al rcunirsc en el tem-
plo de las leycs, hlviesen delante tle sí es-
te cspcctáeulo horrihlc: era necesario tam-
hien , (fIle la g'uerra civil, aumcntando su fu-
ror, vinicra á contristar sus corazoncs: co-
mo si la Providencia quisiera llacerles co-
llocer que la gloria no se alcanza sino por
medio de mi eOlllhate sin trctiuas, tIlle el
hombre no se suhlima sino por medio del
dolor, que el infortunio es la cscuela de los
h'r,'isladol'cs ~ ~' que solo en su seno pucdcn




aprender el secreto de su yenlnl'3. y tI (O Stl
perfectibilidad las sociedades.


El príncipe desleal que, cal'{rauo de i{j'.
Ilominia y ar,'ohiado bajo el Ileso (ic l:lS mal-
diciones de Sil patria, rué á consumir en el
olvido y en medio de un pais extranjero Sil
inútil existencia, ha vuelto á apal'eCCl' entre
nosotros. ¡ Insensato! él no sabe que al sal-
var el l)irÍlleo ha dicbo el último auios
á la esperanza: él no sabe que llisa su se-
pulcro: (Iue en mal hora, ohedeciendo á la
fatalidad que le }lcl'sie:uc, aDandouó las pla-
yas de un rais hosl,ilalario , (IliC sn., ojos no
verán más: él no sabe que sus hrazos no yoI-
verán á estrechar en su seno á las prenda~
queridas de su eoraZOll: d 110 salte qne, Cj)-
mo un homhre que llevára en su frente un
sello horrible, está solo; {Ine no escuchará
el eco de una YOZ mniG'a, y {pIe se lla con-
sumado su {lestino. ; Insensato! (', pOl' qu,: r('-
nUllcia á la ,ida, cuando en su tumba no
le espel'a la Gloria? ¿. pt'etende el trono:l


¡ Infeliz! no conoce (Ille entre el 11'0110 Y
.U Jl3y un rio de sa.n~'l'e lllas tlifí(:il .le snI-
Val" que el ,Pirineo: ,q !lO salw qut' SIL., ,íe-




( VIII


timas le acusan: que todos le maldicen : qu~
este suelo le rechaza: (lile la divinidad le
condena; y que le reclaman las le~·es. ¡ Un
trono! ...... si él pudiera ocuparle, Sil trono
serIa un osarIO.


No: él no reinará jamás; ni sus Ilijos
podr.tn respirar el aire fIue nosotros respi.
ramos. El ciclo de España no cobijará su
frente: su brillante y pacífico azul. retrato
(le la inocencia, solo cubre la cuna de Isa-
hel; y sus benéficos ra!os descenderán amo-
rosamente sohre España, 1)3.1'a que se fe-
cunde la libertad en este sucio, tan rico
de gloria, como escaso de ventura. - lladrid
14 de agosto de J834.




IAa Diplomacia considerada como un:!
ciencia no ha existido sino en la Europa ci-
vilizada y monúl'quica (a). El despotismo
mienta], condf'uado :'1 una inmoyjlidad estúpi.
da y á una ciyilizacion estacionaria, se bas-
taba á sí mismo, porque su destino no era


(a) Así como desde que existen hombres e~i:;len
transacciones, la Diplomaci,¡ f'Ái¡,te desde que existen
los Estados. L38 mismas repúblicas oc la Grecia lmdic-
ran ofrecernos ejemplos de repeti(las transacciones di-
lllomálicas con los persas: 1)('1'0 mi objeto no es tratar de
la Diplomacia tal como cnlonces exi~tia i cs decir, apli-
cada il un inleres de momento é interrumpida lnsado
eSlcintcrcs; sino de la Diplomacia puesta en ulla aCclon
COHIJnua, aplicándose á la sociedad entel'a , y oLetle-
dendo á principios fijos, de1el'minaJos y constan les; en
una palaLl'a ,de la DiploHwcia que, disciplinada llor IQ"
principios, domina y dirige todos Jos llconlecimicnlos. Es-
ta no ha existido sino en la Europa de nueslro~ días.


i




( 2 )
n YIl' y progresar, sino Yejelar y crecer. En~
cadenada alli la inteligencia, y rr,ycstida en
su decrepitud de las formas tror!'{lticas que
e~racterizan ú las sociedades infantrs, aquella
sociedad no necesitaba sino de la paz de los
sepulcros, y de la soledad de los desiertos.


Las pequeñas l'epúhlic:ls de la Grecia, lle-
nas de yida interior y agitadas de un moyi-
miento continuo, no podian concehir la Di-
plomacia; porque ni la sencillez de sus fol'-
lll~\S podia hermanarse con la complicacion
neeesaria en los tratados, ni su mO"ilidad era
susceptible de un sistema: el comercio y la
induslria HO habian llegado ú aquel grado de
esplendor que hace necesarias las relacio-
nes permanentes de las naciones entre sí;
y siendo la ocupacion casi exclusiva de
Jos esclayos, no merecian la atencÍon 11(·
aquellos homhres fieros, qne solo se ali-
mentaban de libertad y de gloria. Ellos 110
creian que la libertad política fuese una ilu-
sion, cuando los hacia tan grandes; ni la Eu-
ropa moderna debiera creerlo, cuando las
púginas que ella ha legado ú la historia, son
las únicas en que sus ojos pueden reposarse
con placer, despues de haber recorrido tan-
las oscurecidas con la huella del crímen , ó




( 5 )
con el espectáculo de la degradacion huma-
na. En cuanto á las relaciones exteriores de
la Grecia en general, el estado de su ciyili-
zacion no las haLia hecho necesarias: y cuan-
do el principio que la elevó á la cumbre de
la gloria, y el (Iue adormecía al Oriente se
encontraron en su carrera, no lucharon para
transigir, sino para devorarse y reinar. El
espíritu humano estaba dominado entonces
por principios absolutos cuya fusion no con·
ceLia. La Grecia, con su instinto de lo helio
en el mundo moral como en las artes, hu-
biera creido yer una Kúyade sofocada con
los abrazos de un Sátiro, en la lihertad tran-
sigiendo con el despotismo. Su gran tratado
con la Persia fué el de Maraton ratificado en
Salamina.


Roma no podia transigir sin faltar ú su
destino. Una sola existencia independiente
hubiera sido incompatible con la suya; por-
que su mision era absoner al mundo en su
unidad, para lanzarle en un nuevo espacio.
revestirle con sus formas, y sujetarle con su
espada y con sus leyes. La expresion de Ca-
ton Dc[cnua est (;(/l'lago, ex.tendida al Universo,
explicaria el destino como el sistema de Ro-
ma. Ella uo podia concebir la existencia sin


i :




\~ )
la dominacion: y con esta idea siempre tija
en los distintos periodos de su historia, con-
quistó al mundo, que se postró ante sus sie-
te colinas. La Diplomacia supone la coexis-
tencia de muchas socieuades il1depcndi(~nICS,
cuyo equilibrio es su objeto consel'Y:lI': los si-
glos que Roma llena con sus hechos se dis-
tinguen por la ausencia de simultaneidad de
poderes, confundidos todos en la unidad ro-
mana: unidad poderosa, que niveló todas las
eminencias sociales; que, con una fuerza de
cohesion sin ejemplo en los anales de las na·
ciones, destruyó todas las soberanías en cado-
núndolas á la del Capitolio.


Pero el gigante, despues de haber devo-
rado la tierra, se de,"oró á sí mismo: ú la ho-
ra de su muerte los bárbaros del norte se
presentaron para reclamar su herencia: la
unidad romana se descompuso en feacciones:
la luz de su civilizacion no brilló más en su
enlutado horizonte, y la idea del Estado des-
apareció con ella. En la Europa bárbara so-
lo la Iglesia era una sociedad, porque solo
en la Iglesia se encontraba unidad de ob-
jeto y armonía de voluntades. Roma aspiró ú
la dominacion en nombre de la fuerza; la
Iglesia en nombre de la ,"erdad: su título era




( ;, )
mas legilimo: sus llledios los ha juzgado ~-a
la historia.


Considerada la Iglesia bajo estc punto tic
,-ista, ella continuó el moyimiento. del IllUll-
do. romano. , elcyó las mismas pretensioncs, y
lllarchó hátia el mismo !in; pero. Illas illllexi-
hle aun, po.rque la YCl'dad es lIlas abso.luta
que la fuerza, ycnccdo.ra no. perdonó jamas, ~­
IH'o.testó yencida. En su lucha co.n los empe-
radores , al "el' postrado á los pics dd hc-
rcdero dc san Pedro. al heredero. de los e é-
sarcs , la imaginacion asombrada uo. alcanza
á concebir esta rcyolucion inmcnsa en e! des-
tillO del mundo. Fuera dc la Iglesia solu exis-
tian iu(liyiduos: la yoluntad del ho.Hlure rei-
naba so.la en aquel caos en que n:lllfl'ag:l.l'OIl
lodas las instituciones humanas; y ahalldo-
nada la sociedad á sus elementos primitiyo.s,
no tenia Illas yíncuIos que los de la familia,
~. apenas existian o.tras relacio.nes dc depen-
dencia que la~ del patrono y el cliente, el
sipl'VO y pI seño.r. Echando. una o.jcad~ po.I' lo.s
siglos medios, es fácil conocer que no. podian
~xistir relaciones exteriores, porque los pue-
1>105 no cstaban constituidos toduYÍa. Pero
los clrmcutos que lllehaban entO!lCCS 110 lu-
cbaban en \"al1o : los gérmenes que ilbrigabau




( 6 )
eran fecundos, y debian dominar el porvenir.


Los tronos se elevaron en medio de la
anarquía, no por la fuerza de la espada, sino
por el trabajo lento de los siglos. Los reyes
llamaron hácia sí las fuerzas vitales de la so-
ciedad para constituir el Estado: los pueblos
se agruparon á su derredor, y les oJi'ecieron
sus riquezas y su sangre, para que en cam-
bio les diesen paz, y labrasen su ventura.
Cuando los Soberanos, olvidando su mision,
usaron de aquellas fuerzas para oprimir y
no para proteger, los pueblos se levantaron,
y les hicieron comprender que ellos se ha-
bian dado reyes, pero que no admitiau se-
ñores.


En el siglo XV la Europa del mediodia
empieza á ser monárquica: en el XVI los
tronos se encuentran consolidados, y venci-
das todas las resistencias. Este es tambien
el tiempo en que nació la Diplomacia pro-
piamente dicha, que antes no habia podido
existir.


La prolongada lucha de lodos los princi-
pios que mi los siglos bárbaros aspiraron á la
dominacion sin conseguirla, hizo aparecer en
Europa naciones independientes entre sí, por-
que sus fuerzas, que bastaban para conservar-




( 7 )
se , no eran sul1cicntes para aspieal' á la con-
quista. IblJi~, pues, simultaneidad de poderes.
que es la primera condicion de la existencia
dp los tratados: Hacidos todos los puelJlfJs
de un origen COlllun, hahiendo "isto pasar
los Illismos acontecimientos, y habiendo es-
tado sujetos ú las mismas "icisituues, todos
obedecian á los mismos principios, y mar-
~hahan bajo el illlperio de unas mismas idras:
las transacciones entre dIos eran posibles /
pOI'qne, no habiendo incompatibilidad entrt~
sus principios, podian adoptar una hase reco-
nocida por todos, y ajustar despues sus di-
fel'ellcias. GohCl'Ilados nwnúl'quicamente, eran
regidos por ideas Hjas ~. reglas estables, que,
trasladadas á la cunclusion de los tratados,
podian asegurarles un porvenir que huhiera
sido imposibln prometerse de la mmilidad
de bs repúblieas antiguas.


Los reyes, ocupados exdusi"amente en las
rclacion(~s exteriores, porque su poder no era
disputado todavía pOI' los pueblos, podian
peusar en su engranclecimiento por medio da
la espada ó de transacciones ventajosas.


Si la independencia de los pueblos, si su
ol'Í¡jen eomun, si la homogeneidad. de sus
pl'ÍIlClpios y la estabilidad de sus gobiernos




( 8 )
hacían posible la existencia ue la Diploma ..
cia, la complicacion de sus intereses políticos
y matcl'ialcs reclamaba allarnenlC su presen-
cia. Las naciones ya constituidas dehieron
conocerse, y se conocieron en lLalia. Desti-
nada ú ser el teatro de todo gran llloYimil'n-
to político y social, y á sl~r desgarrada por
sus oscilaciones, ella se ahrió ot1'a vez ú la
inyasion de pueblos extraños, que la inunda-
ron de sangre. Pero estas guerras, nH'110S de-
cisivas y devastadoras que las de olros siglos,
porque las fuerzas puestas en accion estahan
mas equilibradas, no podian concluirse por
la conquista sino pOI' los ttalados. POI' otta
parte, el prodigioso moyimicnlo dado por la
ci\'ilizacion á los iuter('ses materiales de los
puehlos, y la complicacion de sus relaciones
comerciales, exigian que se rl'gnlal'izascu es-
t.!lS sistemátic:llnenLe.. y que no estuviesen
abandonadas á la illstahilidad de todos los
acontecimientos.


ASl, el carácter de la Diplomacia en su
origen el'a arreglar las relaciones de unos
pueblos con otros, para consen:!!' un cqui-
!ilJrio político y material enlre las naeio-
nes: que ni podían aspirar ú ser' conquista.-
dora.s , ni p()di:m ser conqllis{ad~ts. Pero co-




( 9 )
mo en las relaciones de unos estados con
otros los puehlos desaparecen, y solo se con-
sidel':lll los que los dirigen, y como los inte-
reses de los súhditos y los de los reyes no es-
t~lhan todavía en absoluta oposicion , [t ('stos
perteneció el nomhramiento de los agentes
que dehian arreglar los grayes negocios en-
comendados ú sus deliberaciones. La Diplo-
macia, pues, era, no solamente posible, sinu
necesaria: sus poderes dimanaban absoluta-
mente de la potestad real: su creacion Cr!l
un medio de conseguir un equilibrio estable
entre naciones independientes, que apelaban
anl(~ d [rihullal de la l'alon, despues de ha-
bel' yentilado en yano sus querellas con la es-
pada. Considerada hajo este aspecto, la Di-
plomacia rrpresrntaha por sí sola el gl'an
pl'incipio de nuestr':! ciyilizacion, de que el
imperio del mundo pertenece á la inteligen-
cia. Este principio, generalizado solamente en
la Europa de nucstl'os dias, y presidiendo al
dcscllyohimicnto pl'ogl'rsiyo de sus institucio-
nes, es el triunfo mas helIo de la hUlllanidad,
y el resultado mas grande del trabajo de les
siglos.


Mientras que los príncipes rSítu"Íeron ocu-
pados en sus relaciones exteriores, mientras




( 10 )
que sus intereses estuvieron en armonía con
los de sus pueblos, la Diplomacia, obrando
dentro de los límites trazados por su natura-
leza, solo derramó beneficios sobre el mun-
do ; y su carácter eminentemente humano,
porque ella era la expresion dc un pl'Ogrcso
en el órden moral, fué respetado por lodos.


Esta primera época de la Diplomacia, que
es tambien su edad de oro , está representada
por la paz de 'Vestfalia, que COIlslitu)'ó por
largo ticmpo cl derecho público de Europa,
y terminó la ensangrentada lucha que desll'o~
zó por espacio de treinta años el imperio d(~
Alemania. La Diplomacia luvo que arreglar
entonces por primera vez los intereses mora-
les de los pueblos, que empezaban á formal'
una sola familia obedeciendo á unos mismos
principios.


Las guerras de Italia en los siglos X V Y
XVI tuvieron por objeto decidir á qué sobe-
rano pertenecia la preponderancia entre los
re)'es de Europa. Con Lutero nació la lucha
de los principios: los reyes aparecieron en la
escena como sus representantes; y las nacio·
nes se arrojaron al campo de batalla, no en
nombre de un señor, sino en el de sus creell-
cias. En Bohemia, en donde e11 el siglo XV




( 11 )
apareciel'on las primeras víctimas del fan3.~
tismo, fué en donde empezó á manifestar-
se el incendio, que, convertido en "olcan,
debía abrasar á la Alemania. Aquella pro-
vincia sacudió el yugo de Fernando 1I que
quiso sofocar sus opiniones religiosas, y co-
locó en el trono á un príncipe protestante,
en la persona del elector palatino Federico,
que poco despues fué despojado por el em-
perador de su corona y del Palatinado. Así
empezó la lucha de los dos principios opues-
tos.


La casa de Austria era el mas firme apo-
yo de la corte de noma. La rama á quien
pertcnccía el imperio, y la que reinaba en
la península española se unieron para soste-
ner este principio despues de sesenta años
de ásperas contiendas. Su bandera fué la
unidad política y religiosa, que la corte de
Madrid pugnaba por consenar en los Paises-
Bajos, y la de Viena en Alemania: su poder
era colosal; porque dominando en Italia tam-
bien, y próximas á darse la mano, amenaza-
ban á todo el Mediodia, ciñendo entre sus
hrazos á la Francia, y dictando leyes desde
Portugal hasta las fronteras de Polonia.


Pero la corte de Madrid era un coloso




( '12 )
cansado )'a de trofeos, y que caminaba con
rapidez hácia su decadencia. Hichelieu, que
arrancó á la Francia de la nulidad á que se
"ió reducida despues de la muerte de Enri-
que IV, impidió la reuníon de las fuerzas de
las dos cortes, arrancando á la de Madl'id la
Valtelina. El emperador, que dcsplles de ha-
ber sofocado la revolucion de Bohcmia,no
concebia ya límites que atajaran su voluntad
y detuvieran sus triunfos, amenazó de muer-
te con el Eaicto ue rcstitucion al protestantis-
mo de Alemania. Los príncipes protestantes
se levantaron en defensa de sus intereses; sus
pueblos en defensa de sus principios: y el Nor-
te les envió ú Gustavo Adolfo, que les enseñó
el camino de la gloria. La Francia, poderosa
~7a porque estaba gobernada por un hombre
de genio, atacó ú la casa de Austria en to-
uos sus dominios. Así las fuerzas se equili-
braban , y la lucha era de,'astadora sin ser
decisiva.


Jamús el sucIo de Alemania habia sido
regado con mas sangt'e, ni sus hijos agoYiados
con tan horrorosa miseria. La guerra debia
sostener ú la guerra: tal fué el desastroso
principio proclamado por " ... allenstein, y prac-
ticado por todos los que combaLian. Si alguu




( 15 )
tratado ha sido alguna vez un don del cielo,
lo fué sin duda el que puso fin á una guer-
ra que no podia terminarse por la vretoria.
porque las fuerzas de los contendientes esta-
b:m equilibradas, y ninguna potencia de Eu-
ropa se hallaba en disposicion de decidir la
lucha arrojándose en la dudosa bahinza. La
Rusia no existia como poder: la Dinamarca
se retiró desde el principio vencida por Fer-
nando: la Inglatefl'a reconcentraba su accion
dentro de sí misma, para ocupar sola la es-
cena del mundo en la última mitad de aquel
siglo, y su Rey Jacobo 1 estaba ocupado en
disertar sohre la ohediencia pasiva. En esta
situacion los tratados de Munster y de 01'-
nabruck dieron .la paz á la Europa y consti-
tuyeron la Alemania. Siendo la paz el único
objeto de los plenipotenciarios que los arre-
glaron, sus combinaciones no se dirigieron á
hacer dominantes sus ideas, imponiendo su
yugo á los que combatian, sino á procurar
una tr:msaccion ventajosa entre los principios
existentes, que, convertidos en hechos, lu-
chaban por dominar las sociedades.


La paz de 'Vestfalia no constituyó nin-
gun poder tiránico en Europa, y obligó á
todos· á que se encerrasen en sus verdaderos




( 14 )
límites. El protestantismo era un hecho en la
sociedad: la paz de 'Vestfalia le admitió
como un hecho en la política y en las leyes,
y aseguró su desarroIlo espontáneo y su in~
dependencia admitiéndole en el derecho pú-
blico, y dándole represenlacion en los gran-
des cuerpos del Estado. Las indemnizacio-
nes que en el Congreso de Viena debian ser-
vir de pretexto para oprimir á los débiles y
engrandecer á los tiranos, en la paz de 'Yest-
falia fueron por lo general justas, y propor-
cionadas á las pérdidas ó á los sacrificios. El
Elector palatino entró en poses ion del bajo
Palatinado, y mientras que el alto no estuvie-
se yac ante por la extincion de la Casa de
Ba"iera, á quien el Emperador se le habia
concedido, este Príncipe debia recibir la in-
vestidura de la octava dignidad electoral,
creada al intento para indemnizarle, y que
debia dejar de existir luego que se hubiese
"erificado la extincion de la Casa de Bavie-
rae El Edicto oe restitucion fué revocado, y
los Príncipes protestantes conservaron la po-
sesion de .los bienes de que aquel los despo-
jaba. La Suecia fue indemnizada con parte
de la Pomerania y con la isla de Rugen en
premio de sus heroicos sacrificios, y tUYO




( Hj )
ademas voto en la Dicta del imperio, como
parte constituyente de él por sus posesiones
de Alemania. La Francia extendió su terri-
torio por la parte del RÍIl; Y si es cierto que
la indemnizacion que consiguió era tal vez
mayor que sus sacrificios, no lo es ménos
que su poder no se aumentó por entonces
de manera que fuese alarmante para el equi-
librio de la Europa. Las relaciones entre los
príncipes del imperio y el emperador se ar-
reglaron de un modo permanente, teniendo
por base la célebre Bula de oro, pero sin
dejar por eso de admitir modit1caciones que
los siglos habian hecho necesarias. En fin, la
COl1fl'deI':lcioll lIehética fué declarada inde-
pendiente y exenta de la jurisdiccion del im-
perio, y las Provincias-Unidas entraron en la
familia europea. Estos resultados fueron no-
bles ; pero la Europa no debia esperarlos
más de los grandes Congresos.


Amaneció un día en qne la inteligencia
emancipada de los pueblos pidió á los re-
yes sus títulos y examinó sus poderes. Este
día fué terrihle para la sociedad: mas terri.
hle para los que la gobernaban. La lucha
que nació entonces estará siempre presente
en la memoria de los reyes y de las naciones,




( 16 )
corno una leccian terrible y un ejem.plar es-
earmiento. Los príncipes pusieron fin ú sus
rivalidades y desavenencias; y colocados en
las mismas filas, pugnaron por detener el tor_
rente que les anlí'nazaba. Desde entonces las
fuerzas de la sociedad se reconcentraron; y
en "ez de ejercitarse en el arreglo de las re-
laciones exteriores, tuvieron por objeto for-
mar su vida interior proporcionada á su nue-
ya existencia.


La Diplomacia no pudo menos de resen-
tirse de esta rc"olucion que la rcvistió de un
nuevo carácter; y ohidalldo entonces su orÍ-
gen, y la esfera eH que podía agital'se, ejer-
ció un poder usurpado, y se asoció :i todos
los crímenes de la fuerza. En yez de arre-
glar las relaciones de los estados entre sÍ,
trató de sujctar los intereses de los pueblos
á los de los reyes que los gobernahan . .Esta
segunda época de la Diplomacia, constituida
~'a en poder, empieza con el congreso de Yie-
na, cuyas actas son un monumento de igno-
ble oprcsion, de cobarde tiranía, que servi-
rá de escándalo á la posteridad, como ha
senido de· horror á la Europa civilizada.


Ya en el tratado de 50 de mayo de 1814
\'erificado en Paris P?l' los Soberanos aliados




( 17 )
seallunciaha este famoso congreso ~ ~' ya en-
tonces las potencias vencedoras, para que ('{
mundo no ignorase cuales eran los pr'ineipios
que presidian Ú Sil política, empezaron la car-
rera dc sus usurpaciones, declarándose por
un artículo secreto con derecho de disponer
de touo el lrrl'Ítorio abandonado por la Fran-
cia en sus desastres, y de arreglar en dicho
congreso sus relaciones con la Europa. Co-
mo el principio que senia de base á este ar-
tículo era q ne las naciones que no tienen
un señor pertenecen al primero que las ocu-
pa, los aliados dispusieron de la misma ma-
nera de las prOyillCias dI' Alemania y de Italia,
con el olljeto de arreglar despucs amistosa-
mente sus direl'f'ncias, cediéndose mutuamen-
te las que mas importaran á sus intereses res-
pectiyos. Consecuentes consigo mismas las
grandes potencias, no admitieron en el gran
congreso que iba á decidir del destino de la
Europa á los plenipotenciarios de príncipes
que no reconocian; porque su mision no era
equilibrar los intereses de los pueblos, sino
sacrificarlos á los de los Soberanos.


Heullidos todos los plenipotenciarios en
Viena, pal'ecia natural que se constituyera el
congreso, y que, puesto que se componía de


2




( IR '¡
representantes de pueblos independielltes en-
(I'(' sí , y que su ohjeto cl'a al'rrglar los intr-
reses de todos, procediese eH sus de!ermina-
eiones por yia de delihel'acion. p(\I'O las gl'an-
(1es potencias, qlW entcIHlian los principios de
otro modo, no consinli"!'on en t:sla lllalH'I':l
de discutir, porque, sPgU!l ellas, el congl'c-
so 110 debía dar al IllU1l<lú el esp<,c[úculode
una asamblea deliberante: como si, quitada la
deliberacÍon de las detel'Illinacioncs , quedase
otra cosa que la fuerza. Las potencias signa-
taI'í~lS del tratado de Paris, se inyisticl'OIl del
derecho de deliherar solas, tomando el tílulo
de COlllision (¿ qui(;n era el COII/i! ente? ) de los
.ocho: (oe los cuatro vebcrla}t decir ~ porf/ue los
1'~'pI'CScl1tantes de la Francia en el dla de SI( Iw-
.willacion ~ los de Espaila ~ los ve Por/llf/al y los
.ele S1lecia no podian pesar entonces en la balan-
za, del mundO) y luego que en su seno se hu-
hiesen agitado todas las cuestiones y alTegla-
do todos los intereses, se presentarian las
proposiciones á la sancíon del congreso, que
no debia constituirse hasta que la comision llU_
biese con.cluido sus trahajos. En su consp-
cuencía, aunque los plellipotenciarios estaban
reunidos desde el mes de sctiemJJI'e, no se
realizó la verificacion de po(lrres hlsta el mes




( 19 )
de noviembre: y aun en este tiempo la cOllli-
sion de los ocho, á propuesta de l\lettcrniclI,
uecretú qur no siendo por entonces cOllyenil'u-
te una I'ClJlliOJl gelleral, se dilatase para mas
adelante. Como clmonopolio tiende ú la CPI!-
tralizacíon , la comisioll de los ocho degener()
en la de los cinco creada para arrrglar lo,
asnntos de Polonia y de Sajollia, cuyo arrf'-
glo d('linitivo era la cucslion vital para r1.
congl'(~so. Esta comision se compuso dI' los
plellip()If')H~iarios de Rusia, Prusia, Austl'Í:l,.
InglalcJ'J'a y Francia. La política de los alia-
uos marehaha "isihlemente en el camino ue
los progrf'sos: el I'l'snll:lI!o de las lllWyaS con-
f'(IT'cncias fuó un llllerO desmembramiento de
Polonia, en virtud dd cual la Rusia conscr-
raha la mayor parte, con la promesa especial
de formar de ella nn rf'ino unido, que debia
SAr gohel'l1ado por una COllstitucion confor-
me á sus necrsidades combinadas con las del
Imperio; obligúndose la Prusia y el Austria
:'! gohernar las provincias que les habian cabido
(Iil suerte de una manera conforme al mismo
tiempo al espíritu de su nacionalidad, y á las
pxigeneias de sus re~pectivos estados. Siglliú-
~e 011'0 desmembramif'llto de ]a Sajonia en
r~nor de la Prusia para indell:ll1i~arl,a de _Ias_


2 :




( :!o "
p(~l'did:ls de lel'l'Ítorio <¡Uf' hahia sufrido d\l~
l':mlp 1'1 I'urso de la guerra. En el seno de la
misma eomision se C'I'eó 1'1 reino de los Paí-
srs-Bajos, que nosotros hemos visto desplo-
marse. Todos tenian motivos de queja, llasta
los mismos reyes. El de Sajonia, porque le
arrebataban una gran parte de sus estados,
infringiendo el principio de la legitimidad que
el mismo congreso proclamaba. El de Dina-
marca, porque, como débil, no habia recihido
justa compensacíon por el despojo de la coro-
na de Noruega, que fué unida á la de Suecia
para indemnizarla de la pérdida de la l"inlan ..
dia conquistada por la Rusia. La comision de
los ocho habia igualmente nombrado otra com-
puesta de los plenipotenciarios de las cuatro
potencias aliadas, y despllcs del de Francia
tambien, para arreglar los asuntos de la Sui-
za: en vista de su informe, la comision de los
ocho, sin contar con los cantones Helyéticos,
declaró en 20 de marzo de 1815 la manera
como la Suiza deberia quedar organizada,
ohligando ú la Dieta ú conformarse con f'sta
declaracion, y neg~lndose de lo contrario á
garantizar su neutralidad: la DieLa se "ió eH
la precision de ceder, puesto que no podia
resistir. Guiado el congreso siempre por los




( 21 )
mismo~ principios, la eomision, creada para
arreglal' los asuntos de Alemania y formar su
unidad, ruc'~ eompuesta solamente de los plc~
nipotcllcial'ios de Austl'ia, Prusia, llaviera,
p] IIallnOYCr y 'VuI'temheI'g', excluyendo á los
plenipotenciarios de los príncipes de spgulldo
{¡rilen y de las cindades libres (es i:recir tÍ I()~
débiles), que solo llesplles de repetidas pro-
testas consiguieron ser admitidos á la di~Cll­
sio,n de intrreses que eran exclusiYalllt~nt~:
snyos.


Así, un congreso que se anunció al mundo
('omo el reparador de todos los agr~",ios , co-
mo el )'cstallrador df~ todos los del'eehos , 'f
como el apoyo mas firme de los ({(,hiles oprj~
midos, ejerció el poder mas tiránico que (~O­
uocieron los hombrps. La fuerza, no la jus-
tida , decidió de los mas sag)'ados iJltt~n~ses.
~apoleon, sujetando las naciones con el po-
der de su espada, doró la esclasiLlld con la
gloria, ennobleció sus aeciones con su "alol'
y sus pdi~l'OS , y supo domin:ll' eOIl el asccll-
diente d(~ su genio: pero los C(lW sohre (,t
('adúver dd gigante ~c )'('parli(~l'oJl sus despo-
jos, sin clwmigos qll(~ ks eombatipl'all t sin
It'llllwstadl~s que turharan su s()si(~go; los qlln
.~tl d seno de la paz ~,~ proclamaron Sí'ltO-




( 22 )
fes del munuo por el derecho de la furrza,
unieron á la oprcsioIl la perfidia, desmorali-
zaron los trollos, y disolvieron las socieda-
des. El que en una lucha eterna supo nmcer
todos los obslúculos y coronarse de laurrles,


,pudo encontrar disculpa á su dominacion,
'comprada á preeio de sus f~ltigas : r)(~ro los
que saliendo del poho y condrnados á la nie-
diocridad ajustaron una ignoble cadena á
'la crniz de los pueblos, solo pucd(~n espe-
rar la execracion de los siglos. El yugo de


'Napoleondebia ser moment:meo;porque, dcs-
pues de su muerte ¡, quién vestiria las armas


'del coloso? ¿ ni quién dominaría al dl'slino,
ó guiaria en los comba Les el carro de la vic-
,toria? Pero el yugo de la Santa Alianza de-
hia ser eterno, porqnn los gabinet('s no pe-
.recen, cuando todos los hornhrrs pasan. So-
lo un medio tuvieron C'ntonces las sociedades


'para conquistar Sll libertad, y re('ohrar su in-
, rlf~pendencia: este l1H'llio rué ,jnsto, cuando se


hizo nrcesario, y desde el mOI1l(~nto en que él
, solo pudo sahar la socicclad de su ruina; f'ste
medio rué., .. el de las revolllciOllf's, que sf'rian
el mayor azote de los pu{'blos, si no las hubie-


: ran hecho necesarias los tiranos.
Mientras que las grandes potencias arre-




( 23 )
glaban dcsue Viena la suerte futura de la
Europa , Nap()h~oll, ellcenado en los límites
estrechos dl~ UIla Isla que no era bastante pa·
ra cOllLeuede, lIlcdilaha tamhiell sobre la
sw'rle dd lIlHtHlo: su frenle, oprimida b::tjo
el peso de las mas sublimes concepciones,
abrigaba aun olras que debian asombrar al
universo allles de (lue diese el úllimo ú Dios
á su bOlTaseosa existencia. E.l pensamiento
que dirige y la accion que le realiza coexis-
lian en él sin sucederse, porque el genio ui
tiene inténalos, ni conoce el reposo , con-
dicion necesaria de la dcLiliuau y de los es-
píritus COllltllH~S: al 1ill se entrega ú la mcr~
ced de las ulas, se dirige húcia las playas de
Francia, auimado COH aquella fé Íntima que )a
había SClllido Hacer en su pecho, cualluo"
dando el úlLÍmo saludo á las pil'úmiu('s, alra-
yesó un mal' HOBO para él de escollos, para
empunal' un cetro y cenirse una corona. El
prisionero de la isla de Elba no hahia Yal'ia~
do en uaJa Jcl \eucetlol' dd Egipto, y su
esperanza en el poncnil' era la misma sieel·
lH'l~: pero no conocia que toJo hahia "ariado
menos d, Y quc en el horizonte sc habia
(~clipsado su estrella. Siu \'IH!Jal'go, él no de·
jal':'l de exis! ir sin kdH'l' lbda una larga mlH'~~




( 24 )
tra de su poder á los imbéciles que, como á
Encélado, debian amarrarle ú una roca. A su
presencia se desplomó como por encanto una
dinastía y un trono cuyos fundamentos habia
cOllmoyído la ciyilizacioll como un árbol cuyas
raices haLian secado los siglos, y que no po-
dian fecundar todas las lluvias del cielo. Su
formidable voz volYió ú turbar el sueño vo-
luptuoso de los déspotas del Norte, que, de-
clarándole fuera de la humanidad y de la ley,
encargaron ú todos los Soberanos de Euro-
pa la cjecucion de esta terrible sentencia: los
ejércitos de los aliados se prf'cipilaron segun-
da vez sobre },-'ranCÍa: en yano luchó el gi-
gante: sus horas estaban ya contadas en el
libro <lel Destino, que lo tenia preparado los
campos de \Vaterloo, para que escribiese en
ellos la última página de su historia. Cuando
la Europa miró á Napoleon vencido por 'Ve·
llington, ella comprendió una vürdad que ha-
bia ya enseñado la filosofía: ú saber; que Dios
se vale muchas yeces de los débiles para abag
tir á los poderosos, y que se complace en
producir grandes resultados por medio do
imperceptibles agentes.


Postrado ya el enemigo, y habiéndole sCw
ñalado el lugar de su sepulcro, los so))era·




( 23 )
nos aliados ocuparon militarmente la Francia,
exigieron de ella indemnizaciones por sus gas-
tos y sus sacrificios, y garantías pecuniarias
y territoriales que asegurasen en lo venidero
su tranquilidad, que (kbia derender por cs~
pacio de tres á cinco años un ej(;rcito de ocu-
pacion. Tales fueron las pl'illcipales bases del
tratado ignominioso concluido en Pal'is entre
la Francia y las potencias aliadas en 20 de
noviembre de 181:),


Si se estudian con atencion las deterIlli~
naciones que le sirven de base, y las que fue-
ron el resultado del congreso de Viena, &0
vel'Ú que, si hien es cierto que ya las grau-
des potencias hahi:m adoptado principios fu-
nestos para la libertad y la independencia de
la Europa, sus miras se dirigian sin embar-
go mas principalmente á prevenir que la :Fl'all ..
cia se revolucionase de nuevo, y pudiera
comprometer la tranquilidad de las naciones
vecinas. Para evitar esta catústrofc , delermi~
naron oponerJa diques, y rodeada de barre~
ras que bastasen ú resistir su impulso en el
momento del peligro: con este ohjeLo CH-
grandecieron la l)rusia, dieron unidad ú la
Alemania, formaron el reino de los Paises~
BaJos, aumentaron el poder del Hey de Cer ...




( 0(' , -) )
dcfla, reuniendo á Génova hajo su cell'o, y
fOl'til1caron el lazo federal de la Suiza: pero,
amarrado ya el leoll, las potencias del ~orte
('xlendinoll su yisla por uIIa esfera mas dila-
tada y un horizonte lllas andlO. D(~.iaroll de
cunsiderar á la Francia para juzgar ú la Eu-
ropa: no temieron ya á la usurpacion sino á
las reyoluciones, porque su instinto les de-
cia que debian ser mas fune stas que las ,ic-
torias de l\'apoleon las oleadas de los pue-
blos.


Desde entonces empieza la Diplomacia á
pesar sistemáticamente sobre la Europa: su
pl'Íllcipal objeto fué ya sofocar en su cUIla los
principios, y mantener las sociedades amar-
radas ú su yugo, despojándolas de su espon-
taneidad y su energía: y como su plan era
inmenso, y sn ejecucioll debia ellconlr:.lr obs-
táculos podcrosos , los soberanos aliados, pa-
ra estrechar más lus \Íncutos de sus mÚlUas
relacioncs, se cOll\inicrOll en renovar en épo-
cas determinadas, ya bajo sus inmediatos am;-
picios, ó por medio de sus Illinistros respecti-
vos, «reuniones consagradas ú los grandes
intereses 'comunes, y al examen de las medi-
das qlw eH cada una de estas épocas se COIl-
siderasen como mas s.aludablcs ]Jara el re/Juso




( 27 )
Y prosperiDaD oe los pueblos, y para la con-
scnacion de la paz en Europa. J) Este tl'ata-


. do mauiliesta bien su sistema y caracteriza
todas sus IJre{GIi:ii(}ues .- los <.'ouBrE'sos '1110 se


. hall tellido despues no 11an sido más que el
flllllplilllielllo de esta estipulatioll y el des-
envohillliento progresivo de todas sus 'COllse-
cueucias.


El primero rué el de Aquisgran: el rey
de Prusia y 108 emperadores de Austl'Ía y de
Rusia asistieron ú él : y digllúndose mirar COIl
ojos compasivos á la );'rancia regida por los
Borbones, hicieron una scüal ú sus ejércitos
para que despejasml SI/S Ji'outeras, dec1aran ti
do {('Hecido el tif~mpo de la ocupacíun. Luis
XVllI fué invitado ú asociarse á la Santa
Alianza, ~-, como caballero y agradecido, se
SPlllú en e\ k\\Hluete de los cOlljul'ados. Des-
de entonces la l,'rancia ha sido un satélite
de la Unsia, y el galJinele de las Tullel'Ías
-rué absonido en el de Pelcl'sburgo. Las cin-
co gl':.lndes pOlc!lcias, hermalladas cutre sí,
-declararon ante la faz de la Europa su firme
l'esolucioIl de no abandonar los principios que
-las dirigían, y de reunirse con frecueuda
-para arreglar sus intereses y estrechar más
;sus lazos. Pero, CDmo estas prol_estas Labial!




( 28 )
ya sido oidas por la Europa, las potencias
aliadas dieron un paso más en su carrera,
anunciando que sus reuniones podrían tam·
bien tener por objeto arreglar los intereses
de otros estados, siempre que reclamasen
estos su poderosa intervencion.


Su políLica se manifestó sin velos ,y la
Santa Alianza borró de entre los derechos
de la humanidad la independencia de las na-
ciones: su intervencion no dehia verificarse
sin ser reclamada por los estados que nece-
sitaban de su apoyo, pero los estados par~t
la Diplomacia no son los pueblos sino los re-
~'es que los dirigen ó los esclavizan; y des·
de el momento en que esla declaracion salió
del augusto congreso para recorrer la Euro·
pa , todos los tiranos se encontraron ya se-
guros, y todos los puehlos condenados á la
horfanuad y á las cadenas. Pero la hija de lo~
reyes les enseñó el camino que conduce á la
"ictoria: una alianza de tigres les enseñó co-
mo podia formarse una alianza de hermanos.
La superficie de las sociedades empezú Ú sel'
borrascosa, porque en su seno se abrigaba
el gérmen de violenLas convulsiones: y el ra·
yo asolador de que estaba cargada la nuhe
no tardó cn dcsprendcrs~ para iluminar la




( 29 )
hora de la venganza, y convertir en cenizas
el pavimento que sustentaba á los reyes.


Espaiía desenterró el estandarte que ha-
bia tremolado en Cúdiz, que, libre é indepen ..
diente, habia conservado en otros dias el depó-
sito de la existencia nacional y el esplendor
inmaculado de su gloria. Los estados de·Alema~
nia exigian de sus príncipes el cumplimiento
de sus sagradas promesas: promesas por las
cuales les aseguraron la libertad, cuando los
pueblos á precio de su sangre les aseguraron
sus vacilantes coronas. Los príncipes habían
olvidado en el seno de la prosperidad las
obligaciones contraidas en los dias de su in-
fortunio: pero los pueblos no ohiJaron sus
gloriosos sacrificios, y en el silencio de la
conspirarion se aguzaban los puñales que de-
bian clavarse en el seno de los opresores de
la libertad alemana.


El gran rjemplo dado por la nacion es-
pañola no podia ser esteril, porque no era el
efecto de un moyimiento caprichoso que pro~
duce una ligera convulsion en los estados,
sino la expresion de una necesidad sentida
por todos, y satisfecha por algunos. El filó-
sofo no explicará jamas una revolucion por el
poder de una sorpresa, ni reconoce á la ca-




( 50 )
sualidad ('1 rhrrcho de dirigi .. los aconteci-
mientos h:w1al1os. La revolucion, abisnl:Índose
en la gloria y abandonando despues ostensi-
hlelllente la escena del mundo á la Santa
Alianza, no hahia renunciado ni á la exis ..
trl1ria ni á la ,-jctoria, y se refugió en las en-
lI'añas de las sociedades para crecer en si-
lencio: ella fll(~ un hecho primitivo, pero no
aisIado rll el sello de la humanidad, y debía
producir nnems hechos qnc desenvolviesen
su principio de vida, y apa/'ceiescfl espont:i-
ncamente en el dia señalado por la Proyidell-
cia paea su dominaeion. La aUl'ora de este
(lia hahía ya brillado en el hOI'izonte de Es-
paña, y su luz se dilató como por Imcallto
por otros paises, disPlH'stos tamhien á salu-
dada, porque ce la escuela del info"tullio ha-
hian aprendido á conocerla, y elllre los l,il'l'-
ros que los oprimian la hahian erigido un
altar.


Las Dos-Sicilias.. despertaron de su letar-
go profundo, y pocas hOl'as fueron bastante
para qne en Nápoles y en Palermo se diesen
al viento los tres colores múgicos que Ireinta
:lños antes habian electrizado á Pa¡'Ís. El He)'
entrega las riendas del gobierno al duque d(~
Calabria, que decreta (que la Constil~lcioll del




( 51 )
reino de las Dos-Sicilias será la misma que.
Ja adoptada en España en 1812, salvo las mo-
dificaciones que la r(~I)['esentacion nacional
cOllslitucionalnH'utc cOllyocada juzgase con-
veniente proponer para adaptarla ú los esta-
dos de S .. M.» El dia de la regeneracion ha~
bia llegallo, y ningull soberallo se ellcontró
bastante podí~roso pal'a detencl' á la libertad en.
su yudo y (Ieeil'la: «Este pnelJlo es mio: no le
pertenece."=Un coronel d(~ un regimiento, le-
yendo la COllstitucioll de las córtes en Oporlo,
basla para hacel'la reinar en Portugal: {l su voz
se reunen las autol'idaues; nombran una junta
directiva, y los gefes de la l'eVOlllCion auun-
cian que )a ley fundamental se halla restable-
cida en nombre de D. Juan VI, é invitan á to-
dos á darse UIla e onstitnc ion, «que su ama-
do soberano no Ita omitido darles hasta alto,,:
ra sino porque hahia ignorado sus deseos' •
Antes de dos meses el ejército constitucional
ha vencido todas las resistencias, y el estan-
darte de la lihertad naciente se desplega con
orgullo sobre los muros de Lisboa.


y la GI'eeia, sumergida en la abycccion
tanto tiempo, y la Grecia cuyas ruinas son
mas grandes por sus recuerdos y mas solem-
nes por su inmovilidad que todas las existen-




( 32 )
cías brillantes que hoy decoran la escena del
mundo, cuyas playas son tan armoniosas como
la lil'a de Homero, cuyo polvo es sagrado,
porqufl contiene las cenizas de los héroes;
y la Grecia tamhien comenzó á drscifrar los
caractérfls en que estaban escritos sus ana-
les, en los que solo se encuentran la palabra
de libertad, la de heroismo y la de gloria.
:Ella protestó contra el silencio de los hom-
hres : manifestó que su existencia aun no ha-
hia pasado, y que mm podia dar nueyo lus-
tre con sus hechos á la dignidad humana; y
como si la ciyilizacion, que derramó en otro
tiempo por la tierra, lmhicra de presidir siem-
pre á su destino, el primer impulso hácia la
independencia le recibió de una sociedad crea-
da para extender en ella los beneficios de la
educacion y de las luces (b); y el primer ins-
trumento de su gloriosa emancipacion debia
ser su mismo tirano (e). Mientras que en el
antiguo continente la libertad triunfaba de to-


0)) La sociedad llamada de los I1eteT'istas: su oh·
jeto era emancipar á la Grecia por medio de las ciencias
y las artes', que en otro tiempo la colocaron al frente
de todas las naciones.


(e) El bajá de Janina Alí Tebelen, despues de ha-
ber sacrificado á los griegos y haber derramado á tor-




( ;)3 )
<los lus ousLát:ulos que la opuso el oscur:ln-
tismo, el nueyo mundo abrazaba su imúgen
con ardor, y rompia las cadenas que le su-
jeLaban ú la Europa, y con las qne 10 habian
ceñido sus bárbaros conquistadores. La eman-
cipacion de los pueblos cra completa, rápida
y simultánea. Así, las combillaciones de la Di-
plomacia para asegurar la diadema en la fren-
le de los I'cyes y la argolla en la ceniz de los
pueblos, lejos de producir los resultados que
osperaban sus autores, conyil'Liel'On en humo
las ventajas que de ellas se prometian.


Empero, si los soberanos de Europa no po~
(lían reprilllir la explosioIl dd espíritu público
que se manifeslaha en todas pal'tes, no pOI' eso
abandonaron los gabillet(~s el campo de hata-
lla:.í la merced del vencedor, ni dejaron de se-
t\'yir la linea de política que habian comenza-
do ú lrazal'se en el cOllgl'eso de Yiena, que
hahian uesenyuello en el tratado de Pari:>
en 181t> , en el de Aqnisgl'an en 1818, ~.
}'entcs su sangre, tllYU que Implorar su apoyo pard rf~H<-'
tir al sultan, que temeroso de su poder .Y envidiuso d.:>
5i18 riquezas, hallia jurado su exterminio. AH elltf);JCC~
~e puso al frente de la Grecia (I\l~ ('mpez() á conmOV(;r,;~
á su voz, porqm: saLia que deLia conducirla á la liber-
t~d no pudiendo ya eneaJcnarb. El monstru') pereció
fn la contien(};¡ ~ n medio cle su srrrallo, pel'o la Gn' ~




( 34 )
que dehian completal' en los orillas I:ongl'í>-
sos que el estado de Europa lwbia hecho 1It'-
cesarios.


Ya en 18tH la fermentacion de los es-
tados alemanes, qne exigian el cumplimien-
to de promesas tan solemnemente hechas co-
mo facilmente ohidadas , habia llamado la
alencion oel Austria y ue la Prusia, flunha-
hian convocado un congreso en Cal'lshad pa-
ra discutir los llH'dios de atacar el mal en
su orígcn. Conociendo que la unidad es el
elemento necesario de la fuerza, y la ftIc/'-
za la condicion necesaria ud poder, centra-
lizaron la Alemania: el influjo ue los estados
desapareció ante la unidad poderosa de la
Dieta, que solo tuvo desde cHLonees derecho
para interpretar á su antojo el artículo 15
del acto federal que les prometia las asam-
bleas populares, )' la facultad mas terrihlc
toda"ja de hacerse obedecer por medio de
la fuerza armada en todos los estados de la
Confederacion : y como su omnipotencia no
debia tener otros límites que los que la tra-
zase la salud de los tronos, se erigió ú sí
misma en tribunal supremo de censura, so
I'e,'istió del derecho de inspeccionar las uni·
yersidades , de sorprender en ellas el gér-




( :5~ )
men de opllllones peligrosas, y concedió á
lodos los gobiernos la facultad de C'jel'l'cr UIla
censura prcvia sobre los periódicos que se es-
cribiesen en sus estados respectivos. Los tira-
nos tiencn tambien rl instinto de su consena-
cion; y para vivir persiguen ú los seres inteli-
s-cntcs cn dondc se reunen ó en donde se ejer-
citan. A tal punto habian subido ú la sazon las
pretensiones de las gl'alllles potencias, que la
Rusia rehusó acceder ú lo resuello eH Carlsbad,
á pesar de ser tan favorable ú los tronos, por-
que no habia sido la obra ex.clusiva de la Santa
Alianza, única investida con el cetro del mun-
do y el gobieI'1lo de los pueblos. La hija salvaje
dd norte, huésped en la civilizacion moder-
na , enseñaba ya al mediodia, que un prin-
cipio no debe sacrificarse nunca á un resul-
tado ven tajoso, porque este pasa, y solo aquel
no perece.


Las resoluciones de Carlsbad no dehian
ser sino los preliminares del congreso que
se reunió en Viella para tratar de los aSUIl-
tos de Alemania: en él se rcsohió que so-
lo la Dieta (es decir, la Prusia y el Austria)
Íllterprel:.ll'ia todas las dudas del pacto fede-
ral. ALsunlo cl'lpantoso, que sujetaba á un
l)oder nacido de aquel pacto, el pacto mis-


:5 :




( :56 )
mo que le hahia dado la existencia. La Dieta,
que ('ra la única re\'estiJa con el poder de
interpretar y c]('cidir, t'ra tambicll la úllica
que tenia el derecho dn encargar ú un esta-
(lo de la Conf{'deracion el cumplimiellto por
medio de la fuerza de todas sus delilwl'acÍo-
nes. El legislador y el Yri'dllgO debian ser
una misma persona. ASÍ, el hacha estaba ba-
jo la tutela de las leyes ; pero los legislado-
res ohidahan que las leyes estaban tambicn
cuhiel'tas con la sangTe de la YÍctima. En
enanto al artículo 13 del mismo aeto federal,
se decidió c¡uc las Conslituciones existentes
JlO podrian yariarse SillO pOI' Illcdios COllS-
titucionales; pero Jos que :'t su alJtojo po-
cli:m decidir los principios ¡, no ]1ourian jllz~
g'ar tambien de la legalidad do los medios?
Sin embargo, esta era una garantía de liber-
tad que no podia existir sin nunWl'osas res-
tricciones. Los plenipotenciarios reunidos de-
dararon que la soberanía debi3 permanecer
integra en los príncipes, f'.xcepto en el ejer ...
dei o de derechos deU~l'miHados que en nada
podl'ian perjudkar sus deheres respecto ú la
(~onfed(~l'acion: en fin, pI dcrecho de ccnO'
~ura y espionaje cOlleedido á los gobier~
nos les a~cfíuraba un pOl'Y(;ni!' exento de temp




( 5i )
pesl~dpg qUI; amenazaran su existencia.


Pero cumo el espíritu de libertad no ha c
hia apar'eeido solamente en Alemania sino quu
se extendía tl'iuIlfanl(' por la Europa, era lle-
s'ado el tiempo para los gabinf'tcs de I'palizar
sus t<'ol'Ías, ó dí' Pl~l'(~('(;l' en tan deshecha bor-
rasca. La nccesicbd de un lluevo congreso
ruó e"idente para todos los soberanos del
nOl'tc, (PH~, reunidos en T['opp~\U para abril'
las cOllf('rcneias preliminares, decidi(~l'on en
i:3 de oc~uhl'e imitar al lley de las dos Sici-
lias á que se reuniese con ellos enLa~bach,
f'll donde debia vf'riliearse d J1l1eVO congreso,
para juz-gal' su obra y examinar su conduela.
La historia llO Orl'ece ej!'lllplo de un ll'ilnuwl
~cmcjantc : la filosofia buscará en V3110 ell la
rcgioll de las ideas el tipo posible de esta
creaciOll absurda y monstruosa, que en su l'I~­
pugnante desnuuez ni aun se cubre con la
mas ligera apariencia de la verdad ó la justi-
cia. El primer rayo de la Diplomacia ha ca-
ido, y, lo que es más, ha caido sobre la sien
ungida de los Reyes: ya no podia ser dudo-
sa la suerte de los pueblos. Los tres monar-
cas deciden (que así como la alianza que la~
conycncioncs de '1814, ,1815 Y 1818 habían
CQllS8lidldo, habla Ebcrtado al continente cu-




( 58 )
ropeo de la tiranía militar, de la misma ma-
nera dehia poner un frello á la nueva domi-
nacion dellcyantamiento y del crímcn : y que
las potencias ejercen un derecho incontesta-
ble, tomando de comun acuerdo medidas de
seguridad contra los estados en los cuales
la destruccion del gobierno conducia al me-
noscabo de todas las cOllstituciones y de los
gobiernos legítimos.' La li'rancia, por un res"
to de pudor, no se asoció á este crímen, que
sin emhargo dejó pasar sin una protesta pú-
blica. La Gran-Bretaña, mas independiente
en sus moyimientos, y mas ligada por los
principios vitales de su Conslitucion, proles-
tú ante la Ü1Z de la Europa contra el nuevo
derecho público sancionado por las potencias
aliadas: pero mientras que protestaba por
medio de una circulal' dirigida á sus agentes
en las cortes extrangeras, animaba á la corte
de Yiena contra su desolada ,·íctima. Todos
fueron conspiradores en aquel drama nefan-
do : todos recibirán la maldicion de la histo-
.rÍa. Al fin, el Hey de las Dos-Sicilias se pre-
senta en Laybach: desde allí anuncia á su


,llijo el duquo de Calabria, regente dd rei-
no, que la guerra es inminente si no se des-
truye la Constitucion; y poco dcspucs los




( ::m )
cm-iados dd norle le :lsegur~n que su au-
gusto padl'l~ ha prometido destruirla, y qup
las potencias HO le conceden la paz sino eH
call1bio de la violacioll de sus juramentos, y
pel'mitiendo que un r.i(·~rcíto de ocupacion ho_
llase las fl'onteras d(~ un país que él goberna-
ha para mantenerle libre, y conser.varle in-
dependiente. Las potencias aliadas no larda-
ron en realizar sus proyectos, porque la ame-
naza que pronunciaban sus labios era fiel
intérprete del odio que se abrigaba en su co-
razon: y la espada del bárbaro extranjero
hrilló con una luz siniestra en la voluptuosa
Capua y en la magnílica Núpoles.


Mientras que el emperador de ~\ustria to-
maba á su cargo la destrllccioll de la libertad
naciente en las Dos-Sicilias, el autócrata de
todas las Rusias tomaba la iniciativa en los
asunlos de Espaüa. En este tiempo los re-
yes habian ya perdido el pudor, que á veces
suele cubrir la fealdad del crÍmen y la yel'-
güenza de la ignominia con un yelo dudoso,
euando ya ha desaparecido la ,irtud. Hubo un
tiempo (y este tiempo no le habbn visto pa-
sar antiguas generaciones) en que las dinas~
tías que ocupaban los tronos de la Europa
hundian su frente en el polvo al levantarse la




( 40 )
YOZ del homhre nuevo que la providencia ha-
bia destinado á ser su azote, y á fabricar con
sus manos colosales una generacion viril so-
bre los escombros de ulla sociedad raquílica y
degradada. La hora de la disolucion del mun-
do antiguo sonó en todas las naciones, y sus
ojos le vieron desplomarse pieza á pieza. :Co-
mo en el último periodo del imperio de occi-
dente, los restos de las artes que decoraban
la llalia fueron trofeos del vencedor, el gefe
de la Iglesia ungia sus sienes augustas, los
pueblos se prosternaban ú sus pies, y el he-
redero de los emperadores compraha el per-
miso de arrastrar PU (11 lodo l1ll3 existencia
imbécil , C(~Ji(llldole la milad del lecho de su
hija. Entonces rué uu es[wclúculo magnífico
y maravilloso de yer el levantamiento de la
nacion española, que, en nomhl'e de la in-


, depenucncia del mundo, sostenia al sol anti-
guo que caminaba ú su ocaso , y oscurecia
con su sombra al nuC\'o sol que inflamaha
el horizonte. Elllonees lodos los reyes ::lplau-
Jicron con aplauso á esta nacion magllúllima:
entónces sus hjos eran mirados con acata-
mienlo por los eXll'alljrl'OS, qlW, ('mancipa-
dos por sus manos, n~ian STabado en su
fl't~nle el sello del honor. Enlonces d empc ..




( 41 )
rador de Rusia reconoclO la legitimidad de
la asamhlea reunida en Cádiz y la Constitu-
cion sancionada por ella. ¡, Quién diria sino
que el momento oe la n'conciliacion de los
reyes con las instituciones era ya llegado,
puesto que reconocían su legitimidad y acep-
taban su principio? ¡Vana ilusion!. cuando
la vietoria conseguida por los aliados cambió
las ásperas contiendas en una p:lZ bonanci-
ble, dió treguas á la zozobra de los reyes y
á las fatigas de los pueblos; el mundo ,'ió con
admíracíon, que los primeros sin haber per-
dido nada lo hahían ganado todo, y que los
segundos á pl'rcio de su sangre habían com-
prado ... ulla cadella.


El emperador de Unsia, que en 1812 ha-
])ia recollocido como legítima la Constitucion
de Cúdiz , en 18~O la consideraba )'a como
la obra del crimen, que debia conducir á la
nacion española á la desorgallizacioll y al
caos; y proponia ú las potencias aliadas que
ueclarascll de COlllllll acuerdo á la corte de
~bdrid que el reconocimiento del nucyo úr-
oen de cosas no podía YCl'itical'se sin que
las Córles l'(~probasen á la faz del mundo los
medios empleados para cambiar la forma llel
gohicl'llo : es decir, su lq,itimid:Hl y el prill-




( 42 )
r,ipio mismo de su existencia. Así un tirano
extranjero condenaba á una nacion inucpen-
diente y lihre al suicidio y á la ignominia, ó
á una muerte segura en una contienda tlesi-
gual, y sin peligro como sin gloria para el
que la provocaba. El Austria sc opuso á es-
ta declaracion, no por amiga de nuestra liber-
tad , sino por temor de que la Francia:m-
mentase cn la Península su influencia siemprc
peligrosa para el norte. La Inglaterra la des-
aprobó tambien, porque su sistcma no es ven-
cer por medio de la victoria, sino por medio
de la desorganizacion, á los estados á quie-
nes asesta sus tiros. La Francia establece en
los Pirineos su cordon sanitario, y da á los
facciosos todo el apoyo moral de Ulla nacíon
poderosa, acostumbrada en otro tiempo á
dar leyes al mundo, y humillatla ahora has-
ta el extremo de conspirar contra Ulla na-
cion vecina.


Sin embargo, la Francia no podia nada
contra nosotros sin el apoyo de los reyes, por-
que no tenia una yolnntatl propia é indepen-
diente, que es la que constituye la individua-
lidad moral de las naciones: ella estaba pron-
ta á heril', y su víctima seüalada ; pero ncce-
sitaha una señal uc aprobacion de Pclerslmr-




'( 43 )
go ó de Viena: esta señal de muerte no po-
dia hacerse esperar largo tiempo, y debia
darse en Yerona, en donde un nuevo con-
greso se reunia para declarar fuera de la ley
á es/a na¡;ion sin velltura.


Yillele dirigia ú la sazon en Francia las
riendas del gobiel'llo. Un filóso[o podria de-
ducir el estado de abatimiento ú que aquella
nacion habia llegado, del carácter personal
del hombre que [ormaba su destino. Su alma
de lodo jamas pudo eleYUl'se á un pensamien-
to sublime ni ú una sintesis fecunda. La so-
ciedad para él era un gran establecimiento
industrial; los hombrcs en su sistema eran las
m[lquinas que le mm-jan; el legislador un em-
presario ocupado en calcular la pérdida y la
B'an:lllcia, y la oscilacion de la bolsa el faro
polar que iluminaba su carrera. Hábil, por-
que la habilidad es el patrimonio de todos los
que la buscan, despreciador del genio por-
que le ofuscaba en su pequeñez y le creia
estéril, no lenia mas medios para gobernar
ulla . gran nacion qne la destreza. Él creia
verlo lodo; y con su "isLa miope no alcan-
zaba ú dirisal' la gran sombra de la re,'olu-
cíon que se dilmjaba ya en el poncnir, y
(lile delJia rl1yohel' cn una nocll\~ eterna uu




( 44 )
11'0110 minado y una dinastía perjura, que el
creia sostener en sus hombros de pigmeo.
Su nombre, sin embargo, se salvará del ol~
vido , porque está asociado á una catástrofe
terrible.


Con respecto á España, su sistcma era
pedir el pemliso para invadirla á las poten-
cias del norte, y parecer sin embargo inde-
pendiente: posicion dificil que él mismo se
creaba para luchar con una dificultad y ven-
cerla, si no con la fuerza de un gigante, pOI'
medio de la intriga de un eunuco. El yiz-
conde de Montmorency fué el encargado de
cumplir sus intenciones en el cOlIgTeso de Ve-
rona: pero no era este el hombrc qne de-
bia penetrar sus tortuosas miras, ni Ileyar ú
cabo comision tan delicada. lUettemich , que
no tardó en comprenderla y que dirigia el
congreso , le ofreció la coopera cío n de Jos
aliados, cuando Villcle solo peclia su permi-
so. lUontmorency dejó entonces la silla, y
Chatcaubriand le succedió en el ministerio.


Entre tanto las tres potencias del n01'te,
decididas á no abandonar á la Francia sola
esta nacion moribunda, se apresuran á de-
clara!' á la corte de 31adl'id que su amistad y
la Constitucion eran incompatibl<:'s, y que solo




( 45 )
t'cstablecicndo nI Rey en la plenitud de sus
derechos podría conquistar su gracia y anu ..
dar sus rclaciOlWS. Yilirle , siguiendo su sis ..
tema micutl'as que aplaudia en secreto á la
tempestad que se formaba en el norte, se
negó á asociarse á esta detcrminacion que
colocaba ú la Frallcia en segundo término
del cuadro , y que reducia á la nulidad su
independencia política, haciéndole aparecer
eomo instrumento de la voluntad agena. Vi ..
11ele continuó su sistema hasta el resultado
final de sus combinaciones: así, lo ridículo
y lo extravagante dehian unirse á lo horri ..
ble con un lazo monstruoso en esta obra de
maldicÍon, en qne solo la YÍc lima represen ..
taba ú la inocencia, y podia clavar sin rubor
los ojos en el cido. Las potencias aliadas re ..
tiraroll de Madrid á sus embajadores: y la
francia , para que no se creyera un instru ..
mento colocado en la mano de los reyes, no
retiró el suyo sino despues, par'a ser vista de
la Europa, flue no reconoció en ella sino á
un Seidc del fanatismo, afilando el puñal y
uparejándose para perpetrar el crimen. ta
hora de Sil perpretacion habia llegado: y el
augusto 1ll0lHU'e;} que cei'tía una corona eon-
t.lpuada ya por el tlestino, anunció ú los pa ..




( 46 )
l'es y á los diputados del reino que «cien
mil franceses mandados por un pI'Íllcipe de
su familia estaban prontos á marchar invo-
cando al Dios de S. l.nis, para cOllscnar el
trono de España ú un nielo dc Enrique IV.)
En vano Foy, Royer-Collard y l\Ianncl eleva-
ron una voz elocuentemente lúgubre, présa-
ga del huracan que ya hramaba á lo léjos:
en vano rechazaron con una indignacion su-
blime esa guerra sacrílega, escándalo de la ci-
vilizacion y afrenta de la Francia, en que una
derrota debia cubrirla de oprobio, y una
,'ictoria de ignominia: sus palabras fueron
dadas al vienlo; porque CltalHlo Dios quiere
castigar á los reyes los embriaga, y cuando
quiere aniquilarlos los ciega. Todos los ca-
minos les conducen entonces á la muerte.


Los cien mil hijos de S. Luis pasan el
Bidasoa: la traicion siembra de flores su ca-
mino, ya que la Providencia, negándoles la
lucha que hace glorioso el ,-en cimiento , no
quiso que la vicloria, cómplice de su crÍ-
lllen, los ciñese con laureles. Entretanto el
Congreso nacional, qne todo lo vcia perdido
menos el honor, caminó tristemente húcia la
ciudad famosa que hahia sido la cuna y que
iba ú ser el sepulcro tic la liberlad de Espa-




( 47 )
iía. Solo Cádiz podia ser\'irla ele tumba, por ...
que solo allí no debia ser insultada su memoria
por los Y:llldalos Cjue recogieron su herencia,
y solo allí podia reclinar su frente al abrigo
de sus gloriosos recuerdos. Los padres de
la patria en aquella crisis terrilJle no dejaron
de cumplir ni un solo instante con sus mas
sagrados deheres , y solo dejaron sus sillas
para ennoblecerse con la proscripcion , ,-i-
gorizarse con el infortunio, y santillcar con
su presencia las cÚl'celes manchadas antes
con ('1 crímen (d).


Entl'elanto la Grecia prolongaha su glo ..


(d) La Cons!itucion de Cúdiz es un proLlcma que e~­
tA io(!;n ía por rcsoher, si se atiende á la diversidad de
pareceres de r¡ue es objeto, y ú las pasiones que aun
concita. DeLe ocupar ciertilI1lente un rango distinguido
entre las instituciones bUII1an33 la que es suficientemen-
te poderosa para excitar cuando ya no existe tantas es·
peranzas, aunque sean quiméricas, y tantos temores, aun-
que aparezcan infundados, porque solo las ideas gl'iln-
des y generosas lJUeden dominar las !nasas, ora oLe-
dezcan á su dircccion, ú ya resistiln ú su impulso. Pe-
ro bs reacciones políticas ({ue touo lo secan, que con·
.tucf'n á las sociedades {¡ un seguro naufrasio, y que CU~
bren siempre ú la verdad con un yclo que la dcsfigUl'a
y la empaña, han imlwdido que hasta ahora se hilya
jUlgado a la COllstitncion con la imparcialidad de la !ti;;.
toria. Unos, ciegos adnrildores de los principios que la
sirven ue La~e) la ticnUI ~icmpre presente en su CO\"lc,




( 48 )
riosa lucha y crecia á la somhrfi de las disen-
siones de los tiranos del norte. Ella ha sido


70n y en sus recuerdos, como en los alt:.:res ¡Jp las di-
vinidades anti"uas Lrillaba sin apagarse jamas el fuego
ttagrado de Vesta: ella es su porvenir y su esperanza,
y sus ojos la miran como el tipü de la perfeccion , y
como el mas firme fundamento de nuestra re"eneracioll
política; otros la consideran como el gérmeIl fecundo ele
espantosas tempestades, de convulsiones violentas, y ce-
mo el anuncio fatídico dc llue es llegada la hora dc la
disolucion, y dc que se avanza el caos para envolver-
nos en su nochc. El autol' de esttis consideraciones no
pertenece á ningun partido, y habiendo nacido dcma-
,úado tarde para tcner agravios quc vengar ó pasiones
que satisfClccr, puede considerar á la Constitucion corno
un monumento dc gloria sin quc le ofusque su brillo,
apreciando sus defectos sin exagerar sus errores. lUi co-
l'azon no simpatizará jamas con los que la desprecian,
pero mi concicncia no mc permite l}UCmar incienso ert
sus altares.


Las Comtituciones son las formas con que se rc"is-
len bs socicdades en los distintos periodos dc su his-
toria y su existencia; y como las formas no existen por
si mismas, no tienen una Lelleza lIue las sca propia, lit
pueden ser consideradas sino como la expresion de las
necesidade¡; de los pueLlos que bs reciLen. No hay una
Constitucion esencialmente l)Uen;¡, pOff\Ue no hay una
forma (f10 convenga igualmente á {OJ,IS las sociedades:
y no hay una Constilucion esencialmeIlte mala pOfflue
no hay forma ninguna que no pueda representar, en Ult
llel'iodo dado, las necesidades aetuales de un pais. Las
Constituciones, pues, no deLe n examinarse en sí mismas,
,ino en su relacion con las sociedades que las adoptan.




( .19 )
ribjeto de muchas tl'alls~\cciolleS diplomática.s
que no son de este lu;.;ar, porque Ha tienen


Si la fJlOll nos dicta esta ycnJad , la historia nos enseña
que las socieda(Jes tienden ~ieJllJl]'e de suyo ti revestirse
de la forma que les es propia, y á lbrse b COlIslilucioll
que necc~ilan para J'('jlosal'~e en un todo al'll!CllllOW y
cOllsiolente: así ~e oL~cr\'a, que cuando Jos }lueLlo:>
110 rayan todavía en la civilit.Jcion , y viVen sin VÍIH:U-
los comunes, carecen oe una Con:;titucion lija y (le una
forma estaLle. (. Ni ¡;ÚIllO puoiera ser de otra Illanera ~
ISo ex.istiendo h:. sociedad de un lIl0do deterJllilJado, no
}lUede tampoco adoplar unel forma ¡ij~1 , ni CIH.:errarse en
un cuadro que la comprima ú la limite. 1'01' eso Jos que
buscan una Constitucion en los Looqut:s de la ar.ti:;ua
Aleuwnia , y aun en el prillle¡' pCI'IO,JO de los ~i::i105 bár-
Laros, no s~lben que buscall un aLslll'llo, y <¡ue eneoa,.
Iraráll una quinwra : ellos blbcan la ft'l'lIla de la socie-
dad, y nu ~a[¡en que la ~ol'iedad no exisle. Pero lle-
ga un tiempo en (lue en el be no de esas lj()l'Jd~ Ilotan~
tes se eleva un 11011lLre, ulla clase, Ó una f"milia, que,
alcanzando lIJali padt'l' que los JClIlas, se cUlJslituye eu
centro de "ida que llalua h,,-cia si todas las fuerzas e",is-
ttntes y la imprillle ulla i1¡j~llla direcciono Entonces C::I-
le nuevo poder olJl'a de cinla manera Uelel'lllin,¡.b, i.
que oLedece toda la sociedad: esta manera es su f,l1'-
ma: esta forma es ~u Constitucian ; y esta Cons:iloc;na
t~S nccesaria , y pOI'l¡ue es necesal'ia es Luena. E~to 1m
quiere decir que el hecho primiljvo que las ~il'\'e dQ
basc, ó de otro modo, que el poder que domina á la
:IOcieclad, sea oeneficioso para los asociados; pero si no
Jo es, d mal no está en la Constitucion, sino en al
pueblo '1uc la adopta, y ~u remedio no se encuentra
en un ... l'c\'olL:ciuH l'0lI:i,'J, ~inc en una revolu::íon sv-


·4




( :>0 )
nn carácter polílico. La Bnsia ahrazo su cau-
sa con ardor, porque su leyanlamienLo abria


('ial : 'Veriticada esta, la anti;ua fÚl'llla, dejando de ser
necesaria, caJucar;'t Je SIlJO, y ocupará su lU:::lr otra
nueva conforme con ¡as necesidades de la sociedad rege-
nerarla. Esto supuesto, la Constilucio[1 (le Cátliz solo d(~­
be cxaminaJ'se en sus reiaciones con el estado (!e la so-
ciedad al tiempo de su aparicio n en la (;scena del mundo.


Napoleon invade nucstl'as provincias, y el trono df'
Espaila desaparece, dejando á esta nacíon huérfana y en-
tregada á la merced del cxtr:mjero. Los vínculos socia-
les habian dejado de existir; )' como la desigualdad de
las condiciones no tiene otro origen, hahia Ilallfragado
con ellos. Pero si el ciudadano no tenia interes en COII-
senar una sociedad que no exi-5tia, el hombre no pu-
do olvidar la profanacion de sus 11O;ares, á donde se
refugia siempre como en lo íntimo de la conciencia el
sentimiento de la dignidad humana, Un grito de indig-
nacíon, pl'ésago de la victoria, se elevó entonces en to-
dos los ángulos de esta despedazada 1110n:lfI[uÍa. La na-
cionalidad encontró un defensor en cada homure: la
venganza un instrumento en cada brazo: la independen-
cia un baluarte en cada pecho, Todo español fué solda-
do, y toda la Península un campo de batalla. Las con-
secuencias de esta situacion social son fáciles de cono-
cerse. Absoryidos todos los íntereses particulares en un
interes comun , desaparecieron todas las diferencias, y se
formó una unidad armónica y compacta, que debia ser
irresistiule . por el concierto de todas las voluntades: la
escala social, en donde se anudan independientes una,
de otras lo das las clases que constituyen el Estado, des:'
apareció con la ausencia dd trono, que formaba su pri~
roer eslabon , y con la presencia de un peligro inmineIl-




( 51 )
una larga hrecha en el <.h·crépito impcl'io de
Constantinopla, canal abierto ú su ambicion


te, que las oLli:;ú tt conrundirse reconcentrándose en
un solo punto. El sacerdote, (Iue inspirado por la reli-
gion elevaLa su voz augusta para proclamar la santidad
de la iudcpen(lencia> no tenia un interes diferente del
que postrado á sus pies elevaba sus ojos al cielo pí-
diéndole una patria; y el magnate, que volaba á comba-
tir l)ara aumentar la gloria que habia heredado de sus
ilustres antecesores, no se creia superior al (lue, dejan-
do la esteva, regaba los campos con su sangre, con-
denándose tt una muerte oscura con una abnegacíon
sublime. Un peligro comun haLia abatido toJas las emi-
nencias: un esCuerzo comun dió á todos un mismo ni-
Tel, y los elevó á la misma altura.


Tal era la nacion que las Córtes de 1812 debían
constituir. Toda ella era puelJlo, y todas las clases ha-
hian ido á per(lerse en ('·1 como los arro),os en el mar.
Hecho, que dominando á la saZOll en la sociedad espa-
¡lOla, debía dominar tambien en el Código que sus man.
datarios preparaban. El principio democrático dominó, y
no pudo ménos de dominar en la Constitucion de CáJiz,
porque dominaba, y no podia ménos de dominar en la na-
cion española. Los que piensan (Iue bs Constituciones se
encuentran formadas en los libros Je los lilósofos como
las recetas en los de los médicos, echarán de me-
nos en la del año 12 el equiliLrio de poJeres que se
ha hecho un lugar comun entre todos los aprendices de
]a política, que solo estudian á la Inglaterra en vez de
eslmliar á su pais, olvidando siempre que la esponta-
neidad es el hecho dominante en aquella I&la privilegia-
da, y que esa misma espontaneidad en las instituciones
k\ce imposible su trasplantacion á pueblos que obedc""


-1. :




~ :,:2 )
d('sde el liempo de Catalina H. La Francia y
la Inglaterra la tendieron sus brazos para que


t'en á otras influcll('ias, El (,3r;'(ctel' uOlllinantc oc la
s.ociedad inglesa en tooos lo!! lH.'riod<Js ue fU Ili~toria
jla siuo la cxistencia en gruj'os y fraccJU[\('s, Ú C¡lIi('IIC'\
la lucha lla conllucido Ú la tl'all~;lLcion , y b transaecion
al equiliLrio. El !Jecho dominante de la sucic(bd ?"~J'a­
hola, en el ¡¡el'jollo (¡llC acauo ue r('correr, era la ab-
¡,;oJ'cion de todos los pooere!> ell la uni,hd roLu,;ta que
flerrocó al tirano. ¿ DeLian ~llS lef!.Ísladorcs elevar {t
fango de poder constituyente un hecho que no c},.i~tia
('n la socieoad? (~neLian e~i,;Lkcer una cúJJlara de gran-
des en una nacjon eH donde las circunstancias lo ha-
Lian nivelauo touo, en donde 110 l¡abia un solo hOIll-
}Jre que se creyera pcqUl'rlO, ~ en uonde el ¡imite (:~
1:t altura era el alcance de la (',;patb? Talllbicn Se ('L'!:a-
rf¡ de menos en la Conslitucjon de CúJiz l:t plenitud .Ji>
la facultao real, neces;¡rja para (;Ow='t:tuir una llJon;¡r:¡m.¡:
pero es preciso no 01 v iJar~e de que el tmno l'~taLa
~ntonces ncío ,y de (pIe la mOllar<!uia no (fa un paJe:!'
sino un recuerdo. Las Cúrtes IlO !le habian reunido pa-
ra crear hechos, sino ]lal a armonizar los cxi~tentes : v
un rey cautivo, que e~per3ba lle la nacion su libertau, II~
podia ser constituido eu paJel', bin dCElruir las re};¡cio-
ll-CS necesarias de las cosas, que exi:,;cll 1>iempre (¡ue el
tutor disponga )' él pupiio cmnpl3, que el protector ha-
ga la ley, y que la oLeoezca el que necesita de su anj~
liara: lo:; tronos mismos no tienen olra legitimiebd, ni
l'econocen otro origen,


Pero tii la Constitllcion de Cádiz fué lo qlle deLiú SCt',
ce decir, apropiada á las circunstancia~ y á la existencia
~;oeial de la naClOn española, ella debió oesapareCf'l'
liuando aquellas eircunsl,m,ias pa¡.;¡n'Pll, 'y esta n.istenCl¡¡




( i')0 )
1:\ RU:>.ia no sn '¡SI ipsp los despojos drjado5'
('B el rampo dl~ hatalla. Así nació ese prole\'-


H' moditlclo (11) una m~ll('rJ. diferente: por eso C'llandn
t-j rey sn!,irj ,d tl'orlO, v lle reenrl'do se com'irtiú en hedw,
) 1:11 h('C\w pudL:l'OSO e inlltl)'cnle , la Constitucion de C;ídí"
dt'j<'J úe exidir, tr""iad,ln,l,) :l ~lIg mano~ el p.oder. Sal-
Tada entonces la inr\e¡)('nJ'~lIciJ. nacional y restcddeci,h
el C!lfSO orJinario de las cosas, los intereses exclu~iv(l~
y los cuerpo., privilegiados C0lttenZaron á separarse lk
Ins intereses comunes y de la masa de la nacion, rom-
ri0ndose así la unidall for1l1illable que hab:a dado el ser
al códi.~:1) de C{llliz: lles,le entonces estos intereses erll-
pez;¡ron á ser hostiles entre si; y no era dificil preve!'
(file condllciri;¡n á la nacion á violentas convub¡ones. El
trono, á cllyo rededor estauall ac;rupados to<los los Iluo
11U':caboH víclimas en quienes vengar su pasal]o aktli-
mi,!nlo, lomó la illiciativa de una m;¡rcha reaccionari:t
y tortuosa: los !lombres, 'lue c(\n sus nOJlcs y generosl ~
;·,fllerztJs pugnaron pOI' eon~litllir á la n:2<'ioll de Illl;t
malle!'a con[o/'Ol<) á sus nt'cesidaJes, se yiefUn condL-
l'l3t10S á arrastrar' una exi~tencia precClria, atormcntad:!
~on la miseria en el recinto de oscuros calabozos. El
trono no sabia que de la COl19titucion de Cácliz se ha-
bia esc~'pado un gérmen de libertad que se difundia rá-
pi(lamen!c por to(hs las clases del estado: á haberlo sa-
hido , hubiera usado de la victoria con mOllel';¡c10n, y,
1ransisiendo con la libertJ.d, la hubiera ciado una forma
compatihle con su exi,;tencia, afirnw!lllo ~L1S cil:lielltos.
La causa lll> tOllas los males que hall pes:I<io sobre nues-
tra palria ha sido que ni el puelllo ni el trono han s¡t-
biJa transigir: 'lue cada uno de ellos h:l ourado como
1!i d 011'0 no existiera, iluctlHndo COll~tantementc la
,w:io\1 entrl~ la ~o')erani,t pop'llar y el J~l'echo di\inu;




( 04 )
torado impuro, en su origen, y tal vez funesto
en sus consecuencias. Un cetro y una corona


pero es preciso confesar que el trono fué el primero en
comenzar la lucha, Jando el ejemplo de la proscrip-
cían que uebia conducirle á su ruina.


Si el trono no supo usar de la victoria, el puelllo
desconoció tambien el modo de asegurarla al abrigo de
nuevas tempestades. La libertad triunfante en 1820 pu-
do echar hondas raices en el suelo español, si los hom-
bres que la proclamaron hubieran sabido medir la dis-
tancia que separaba á la sociedad de entonces, de la
sociedad que conocieron cuando apareció la Constitu-
cion de Cádiz. En 1812 el entusiasmo eléctrico, produ-
cido por el amor á la independencia amenazada, habia
formado aquella unidad terrible y vigorosa que era el he-
cho dominante entonces, y c¡ue absorvia en sí á todos
los que debian despues combatirle: el trono era un re-
cuerdo en la sociedad como en los corazones, y la$
clases privilegiadas dormían en el silencio del olvido.
En 1820 estas mismas clases, pasado el huracan, haLian
sacudido el polvo, y se ostentaban ufanas al sol ue! me-
diodia: el espíritu de nacionalidad era solo un recuer-
do de gloria; y el trono un hecho absorvente y formi-
daLle. La libertad no podia revestir las mismas formas
en dos sociedades tan contrarias; y la Constitucion del
año 12 adoptada en 1820 fué un anacronisllIo moral,
que uebia robal' un porvenir ú la libcrt::ul (lue nacía.
EstablcciJa p,Jcílica y cspontúncamcnte en la primcra
época, no. podia uOlllin,ll' cn la segunda silla por me-
dio dc la fuerza, ni so~te ncrse sino por medio uc una
lucha encarnizada. Teniendo por base un solo he-
cho y un principio absoluto, la yidoria misma uo po-
dia darla la exisLencia si no arroj<tua ue la sociedad.




( t)0 )
han nacido de él. ¡, Podrún jamas aclimatarse
en la patria dc Focion y Filopcmcn? Los tro-


los demas hechos, y si no sofocaba los otros principios,
~uprimicndo así todos los obstúculos opuestos á su do-
winacion. En este comlJate de muerte fué vencida; y la
JiIJerlad tuvo que arrastrar segunda vez largos lutos, víc-
tima de grandes errores y de a~enos extravíos.· La Cons-
titucioll de Cádiz llubiel':l podido durar largo tiempo á
l,csar de sus errores, si cien mil bayonet;:¡s no se bu-
hieran arrojado en la dudosa Lahmza; pero no olvide-
mos que su existeneia solo se hubiera debido al amol'
de la libertad que inl1alllaLa á todos los españoles: si
á la libertad (!ue ella encerraba en su seno hubiera
reunido una forma mas conveniente al estado social de
la nacion , ella hubiera existido á pesar de los cien míl
hijos de S. Luis que la sofocaron en su cuna. rn pue-
J)Jf) fJUC no huhiera querido ser libre, no hubiera su-
friJo un instante una Constitucion tan democrática; pe-
ro un puehlo que queria la libertad, no la hubiera
aballdonado á la merced de cien mil extranjeros, si Jos
\Írios de su COllstitucion no la hubieran inoculado un
principio seguro de muerte.


Yo no concluiré esta nota sin decir algo sobre 10:i
"artiJos que aun se agitan en España con motivo de la
Cunslilucion de CáJiz. Los humbres que la predican co-
fJI0 el único puerto de sahacion en la borrasca que COI'-
remos, Ó SOl! necios, porque no la comprenden, ó mal-
,"arios, pOl'qne la adoptan COlllO elemento destl'llctol'. L(J5
que la desprecian son pcdanie~. Los que la adoran cu-
mo un l'l'cncnlo , pero ~in aSjiir~n' á constituirla en po-
der, sen almas cándidas y S"!1nosas, á quienes es lí-
cito reposarse en el bello dia de su apallClon, y en
el prc,li~io fllll' tantas flores UCl'1'LlmÓ ¡;oLrc ~u cuna,




( ~G 1
nos no tienen alli l'aices, y U11 prillClplO l'CpU-
blic:.mo duerme tal vez en el seno de ~\que ..
llas gralld~s ruinas.


Así la Diplomada, cxcediel1(lo en todas
partes y en todas oC:lr.;i,l!l(~s sus límites traZ3.A
dos pOI' pI dCl'echo ínter-nacional, Íllyatliú la
política intcrior', para cuyo alTcglo no ha A
bia recihido mision de 1:1s parles contendien-
tes. Debiendo su orÍgen al poder real, no
pOllia juzgar á los puehlos sino en yil'tud
del derecho de la fuerza: alTastl'ada has-
ta las úlLim:ls consecuencias de este prin-
cipio de los siglos h{u'haros , que ella deA
bió deSlmiJ', la Diplomada, como todas
las institaciones que llegan ú ser tidllicas~
dejó de existir como medio, y se consli-:-
tuyó en poder, y (10 (111e es más) en po-
der constituyente.


Poder arhitr:lrio, colosal, que la Prm"i-
dcncia ha concedido solo ú la justicia que no
puede abusar de él , Y que las circunstancias
depositan como un hecho en el mas fuerte,


Entre todos estos homhres se levanta el 01"»'0[0, que la
considera como un hecho imposible en la sociedad, pe-
ro glorioso en nuestros anales, y que aUí la res!H'ta Y
la admira, como un monumento magnífico de liuerlad, d~
independencia y de ¡¡¡aria.




( 57 )
cuando las sociedades, prúx.imas :'i. perecer,
no pueden salvar su existencia sino por me~
dio UC UIla tiranía tenible aunque momenLa ..
nea. 3hs el poder constituyente, rleyado á
derecho, reducido ú sistema, y <'jcl'ciJo por
individuos que ni le habian recibido de la jus-
ticia ni de la sociedad, es un hecho mons-
truoso, arrojado eH medio de una civílizaeion
rica, fecunda y humana, como la caheza de
Medusa en la sala ele un festin. Pero está es-
crito que así como no hay uerecho contra el
derecho, hay fuerza contra la fuerza; y en-
tonces la sr3unda, que sirve para l'rpeler á la
primcr~l, es un !lIslrmw'nlo de la justicia, por-
que su o1>jdo es destruÍl' el obstúcnlo que se
opuso á ella, por los mismos medios con que
se creó, que son los únicos que la naturaleza
la ofrece.


Como un principio falso es tan fecundo en
aberraciones, la Diplomacia no se contentó
con dictar sus leyes á la sociedad, procla-
mando el prillcipio de qne los reyes lo son
todo, y que los plleblos no son nada; sino
qur, trasladando al JcrecllO público y social
las disposiciones del derecho priya(lo, illH'l1-
tó una especie de minoría para las naciones
pequeiías, y reyislió de UIla especie de tutr-




( ~8 )
la tiránica á las grandes. En virtud de este
principio, que la Diplomada no se ha atre,-i-
do á proclamar, pero que puede formular el
filósofo, las naciones pequeñas se han ,-isto
despojadas del derecho de constituirse, de-
recho que pasó á las potencias de primer Ól'-
den: es decir, á media docena de individuos
encargados por ellas de constituir á las me-
nores, segun los intereses de las que esta-
ban en posesion de su tutela. Decepcion in-
fame, que no puede concebirse sino en una
sociedad á quien la civilizacion solo ha con-
ducido al sofisma, el desenvolvimiento de la
inteligencia ú una decrepitud prematura é
imbécil, y que está condenada á arrastrar
una existencia sin dignidad y sin gloria. Los
siglos de barbarie, si estan oscurecidos por
costumbres atroces, á lo menos esas cos-
tumbres eran fecundas, porque sinirron de
hase á la civilizacion: si estaban manchados
con crímenes horribles, esos crímenes en-
tristecian, pero no degradahan á la huma-
nidad, pOl'qlW estaban acompaiiatlos de una
almegacíon generosa, y porque nacían del
principio, si se quiere exagerado, pero siem-
pre vjV!UradOl', de la lihf'l'lad del hombre.


Se h:l dicho <plC el triunfu d(~ la ciyiliza-




( tl9 )
don consiste en que los tratauos arreglen las
diferencias que solo se arreglaron antes con
la espada: yo mismo he probado esta Yer-
dad; pero cuando lo~ tratados exceden los
límites que su naturaleza les impuso, cuando
los hacen personas sin mision, cuando las
soeietlades s(~ someten á su imperio', la ci-
yilizaeion ha perecido. Su triunfo es el de
la humanidad: la humanidad puede triunfar
en las guerras ciyiles, en medio de las COIl-
Hllsiones y de las tempestades, que si son
testigos de sus ex.tr:H'íos, lo son tambien de
su ex.istencia. Pero cuando la humanidad su-
fre que se l'ealicen acontecimientos que no
son la 01)1'a de su YOIUlllad, y sistemas que
no nacen d(~ su inleligencia, la humanidad
no lriunfa, s(~ suicida. Así, la Diplomacia, hija
de la ciyilizaeion, la con(luce con la socie-
dad á la muerte, si la sociedad y la ci"iliza-
cíon no yuph"en ú trazarla, con una lIlaIlO
pod crosa, los lilllites (Ine ha traspasado con
sus contiuuas iIlY3.siolles.


Hllbo HU momento en que los límites pu-
dieron SI',' trazados, este momento flll'~ el de
la reYOlncioll de julio: l'e\olucioll ÍlllllC'llsa,
pedcl'osa, que debió pl'e~¡dit, Ú la l'('O'enera-
don tld lilUIHJO, y que ycncida por la Di-




( GO )
plomaci:l, merced á su ~en('rM.id:1d y man-
sedumbre, se está devorando ú sí misma, por
nQ haber tcni(lo la conriencia de su poder.
y el senlimi¡'nlo de su fuerza.


Si el carúcl.cl' de las Ilaciones puede co-
nocerse por los resultauos gcner:11cs de su
existencia política y social, y si en su ca~
rácter delJe estudiarse su mision, jamas pue-
blo ninguno pudo desconocer menos la suya
que el de Fl'aneia. cuya identidad consigo
mismo es el hecho Illas c"idente de su his-
toria. Cuando la sociNbd moderna aun no
existia, cuando el suelo de la Europa, en ye7.
de estar poblado d(~ 1l~H'i(¡JH's, estaba cubier-
to de tiendas cternamenlr l1ot:lnles , qnc apa-
recian y dcsaparecian COIl las gcncracione~
que se abri~aban en ellas, las tribus de los
conquistadores, y los fragmentos dr las pro-
vincias conquistadas pllgn:1han por consti-
tuirse , y buscaban en vano para rllo la uni-
dad que pereció en el naufragio de Roma. En
medio de este caos espantoso se yió aparr-
cer en las Galias un hombre gigante, que
constituyó un imperio, y rcsohió el proble-
ma. Cal;loll1::1gno encontró la unidad que la
Europa necesitaba, y rechazando la inyasion
germúnica del 1I0rt!', y la inyasion úrabc del




( Gi )
)uNliodia, constituyó la sociedad franco-ro-
mana, una, compacta y podel'osa, y procu-
}'Ú el reposo :'t las demas para que se cons-
tituyeran. Su imperio se desmembró cuando
esturo cOIlI¡ado {t la delJilidad de sus iIllbé.
ciles descendientes; pcro el }lI'ohi(\ma esta ..
¡.la ~'a I't'Sllf'ltO , y d camillo trazado 'para la
sociedad qne comenzaba ú bosquejarse: y
aunque la unidad establecida por él rué pa-
sajel'a , aseg-uró al mediodia su pOl'Yenir, ha ..
dendo imposihle nuevas invasiones pcligl'osas.


De este hecho primitivo de la historia de
Francia resulta: 1.° que esta nacion rué la pri ..
mera en cOJ!ocer la Ilf'cesidad del Jll('diodia
de Europa: 2. 0 que fué la primera en en-
fontl'ar el lIl(~dio de s:llisfacC'rb: 3.° qne ha-
biendo sido la q U:~ (lcrl~lltlió al lllf'diodia do
las invasiones qu:' le amenazaban, se colo-
có naturalmente al fI'(~nte de esta parle del
mundo en la carrf'l'a de la ávilizacion: y
4.° en fin, que su eal'~lcter, <t\spojado del es~
pÍritu de lo~alidad, se manifestaba ya reyes ..
tido de una tendencia generaiizadof<1 y ex-
pansiva que explica su mision, y que nos re ..
vela su destino. CU:lndo las luces renacieron
~n E\lrOpa, los rl'incipio~ filosóficos; cncon ..
trado~ po!' la cÍ'.;iliz:H:ion italiana ~ Inglesa y




( 62 )
alemana, tuvieron que pasar por él para ge-
neralizarse y dominar. Cuando los reyes lle-
garon á la cumbre de su poder y úe su glo-
ria, la monarquía fl':lucesa era la mas sólida
y compacta, y, expresando mejor que cual-
quiera otra las necesidades de su si¡;'io, rué
conducida á la dominacion. Cuando el mo-
vimiento mosólico social hubo IIc3ado ::t su
apogéo, cuando en todos los ánimos se al'''
raigó la idea de la necesidad de una reyolu-
cion inminente, pero sin tener la conciencia
de cual debia ser el carácter, la marcha y el
objeto de esta reyolucion, la Fraucia tomó
la iniciativa; y revelando su seercto ú las na"
ciones se levantó con una fuerza cOHvulsiya,
y sobre los escombros de los tiempos pa-
sados escribió los derechos imprescriptibles
del hombre, con la sangre de los reyes; y
cuando la libertad y la anarquía fueron abis-
madas en el seno de la gloria, nonapar-
te continuó en el mUllllo la revolucion de
Francia.


Su carácter se ha uesmentíJo solamente
en la revolucion de julio; y como es imposi-,
ble concebir que un pueblo renuncie de re.,.
pente su tendencia, sin que un hecho pode-
roso no le haya modificado, este hecho exis.,




( 65 )
te, y es la Diplomacia: ella dictó sus leyes
al galJinr,te de las Tullerías, y le garantizó su
existencia con sus combinaciones. La poste~
ridad las pcsará en su lJalanza; pero como
hay ya algunos hechos concluidos, nosotros
podemos juzgarlos con d carúcler que se
presentan.


Pues lo que el princip io expansivo y ge-
neralizador existe en la humanidad, este prin-
cipio delJe estar representado; y no cstánd~
lo ya en el mediodia, se ha refugiado al nor~
te que se presenta como invasor por todas
parles. La Polonia rué su primera víctima.
Los estados de Alemania, la Italia, la Suiza
y el OriClllC se encuentran amenazados por
sus armas. Y si las analogías que nos ofrece
la historia no son ilusiones, sus armas de-
ben ser YCnCedOl'as porque invaden: deben
ser vencedoras por la misma razon que fué
vencedora la Francia: por la misma que lo
fué ¡{oma: por la misma que lo fué Ale-
jandro: por la misma que lo ha sido Napoleon.


Si despues de haber considerado al nor·
te echamos una ojeada por el inediodia, guia~
dos por la luz siniestra de los contrastes, Sl~
cuadro se pintará á nuestra imaginacion ba-
jo un aspecto sombrío.




( 64 )
La Diplomada, conslituida en l)(jder des.


de que Napolcon la abandonó la sociedad
palpitante que habia dominado con un cetro
de hierro, fué bastante poderosa para tra-
zar ú la rcvolncion de julio Sil esfera de ac_
cíon, y al espíritu púhlico ele la socieuad
emancipada los límites qlW en otro tiempo
solo recibió de la yjctoria. Pero como el
espíritu expansivo de la };~rancia era un he-
cho, que podia ser contrastado, pero no ex-
tinguiuo por un hecho cOlltrario, su acti-
vidad yolcúnica viéndose comprimida, se con-
\'irlió en fascinacion y delirio, y no encon-
trando objetos exteriores t'11 que ejr:rcitarse,
pugna por deyoral' Ú la Ha cÍon fJ'~iIlccsa en
SUS incendios. Solo por este hecho general, y
no por el de las asociaciones polÍlicas, pue-
den explicarse los movimientos febriles y con-
vulsivos que se han experimentado en Leon 1
y cuyas oscilaciones sé han comunicado ú la
capital del reino.


En un pueblo en donde las masas han
recibido fuertes sensaciones de terror, de
libertad ó de gloria, en donde eslún aeos-
tuml>rados á organizarse bajo el influjo de un
nombre, y agruparse al rededor de una b~n~
<lera, en donde han gustado ~'a de las hor-




( 65 )
rascas del foro, mas análogas {l las pasiones
de la muchedmnLH'c que la monotonía dc una
existencia agostada por el trabajo, y limita-
da por Jos hO;';':lI'CS domésticos, todo gobier-
no es imposible, si IlO proporciona ú estas
masas 1I1l alimcnto quc baste para ocupar su
actiyidad, saciando su imaginacion y sus pa-
siones , ó si no las encadena con ulla argolla
de hierro: es decir, quc una sociedad así
constiluida solo es susceplible de un des-
potismo asotanle, de una república borras-
cosa, ó de un gobierno libre y moderado, pe-
ro con una gucl'ra eXlranjera, que, ú ralla de
un gl'an sistema de colonizarion, pueda SC1'·
,-irIa de alimento. El despotismo es imposihln
ya en Europa: la república, tal como la co-
nocieron los antiguos, no puede exislil' sin
esclayitud; como la conore la América, sin un
continentc ,'íl'gcn y sin una sociedad infante;
en tln, como la conoció la Fl'ancia no es po-
sible sino en un momento de lransicion, por-
que no tenia por objcto la libertad, sino la
dcstrurcion dc todos los intereses cl'cados
por el tr'ascUl'SO de los s;glos. Si la repú-
blica est:l destinada ú gobernar un día la so-
ciedad europea, sus elementos serán nuevos
tomo los d~ su eivilizacion; y yo no creo qu~


5




( ~6 )
haya un solo hombre en la Europa que haya
estudiado bastante la sociedad, y penetrado
en su pOI'\'enir, para qnc los haya descubier-
to y combinado. La Francia goza del único
gobierno que es posiülc; pero la Diplonwcia
]a ha arrebatado la gnerra, <j!Ie era su cllndi.
cion necesaria si habia de libertarse de rsa
fermentacion que la devol'a.


La Bélgica nos ofrece otro ejemplo qne sir-
ve para caracterizar la Diplomacia. Francesa
por sus costumbres, por su idioma y sus re·
cuerdos, y, SObl'C todo, francesa por Sil posi.
don, la Bélgica proclamó con aplauso los prin-
cipios que habian triunfado en París, y con-
quistó su libertad é independencia, rompien-
do como Alejandro el Iludo dc sus relaciones
con Holanda, y hollando con sus pies una
corona. En este gran movimiento soc;al ella
se ostentó al mundo con unas fuerzas hercú-
leas, que hubieran sido baslantes para tener
á raya las invasiones del pueblo YClleido, pues-
to que habian sido ]Jastanlcs para constilUir-
la en pueLlo yeneedor. Pero la Diplomacia,
que ha adoptado por principio que nada
puede verificarse en bs sociedades, que nin-
gun hecho nuevo puede ~onquistaI'se un lugar
ent.re los acontecimientos humanos, y que




( H7')
Ilinguna cOlll.binaeion espontanea puede per-'
turbar la arlllOIlÍa uc sus mcditauas combi-
naciones, sill que aules hayan sido r('(~onoci­
das por ella, y forlllllladas siSlcmút:c:lmente
pOI' los que es¡ún iniciados en sus profundos
misterios; la Diplomacia, cOllsecuente consigo
misma, hizo suya l:.J 1'<"olucion de selielllure,
como había hecho saya la rcyolucioll de ju-
lio, y la imprimió el mismo cal'úctcl' que
debia tener por resultado las lllismas conse-
cuencias.


Sicll(lo un hecho concluido ya la separa-
cion dC la Bdgie,l y la Holanda, la Diploma-
cia se apl'esuró a reconocerle, PUL'sto que
no podía illlpedide; pero con la !ln;cisa COH-
dicioll de que haj);;.i de aballdcJllar su tenucn-'
cia expallsiY:1; te;HleBcia que siempre lla sido
su objeto destruir, porque no estando suje-
ta al cúkulo, escapa ú sus combinaciones.
Ella no habia podido aniql1iiar csta tcudencia
en Francia, porque, COi'mando la base de su
cal'úctel', no podia dcsaparccer de su reyo-
lucion sin quc S(~ aniquilasc la socicdad e!lt~..;
ra, como no podia desapa:'ccerdr sus aIla~
les sill que se anif{uilase su historÍa_


Entonces la trazó límites, y dándola una'
falsa dircccion, produjo las consecuencia~'
~j :




( ()S )
eu)'o carácter dominante acabo de bosquejar.
Pero en la llélgica el principio expansivo era
un principio naciente, y tenia su orÍgen mas
bien en la naturaleza de las ideas proclama-
das eH su revoJllcion, que en el carúcter df~
aquel pucblo. La l)jplomacia entonces le so-
focó enteramente: y paea impedir que pu-
diera renacer, le destrnyú en su causa
destruyendo la dominacíon de las ideas. El
hecho general de la Diplomacia en la cnes-
lion belga ha sido reducir ulla cucstion de
principios á una cueslion de territorio y de
intereses materiales : y su cOllsecueucía ne-
cesaria, destruir en su origen un (~lllusiasmo
fecundo, despojando á h I'eyoIlIcioIl dn su
carácter moral, á ia socied:HI de su ener-
gía, al hombre dL~ Sil dignid;HI y sn heeois-
mo. El puehlo que, inspirado por la libcrtad,
apareció gigante, dirigido ya por la Diploma-
cia apareció pi3'n1(~o. Bruselas, que hahia ,'is·
to á sus hijos cubiertos de laureles, pocos
momentos despu(~s los recibió cubiertos de
ignominia. Los hombres que derramaron glo-
riosamente su sangTc por el triunfo de un
principio, no tU\iel'OIl fuerza para combatir,
cuando solo se trató de la posesion del Lu-
xemhurgo ó la ll:1\'pgacion (le! E~talda.




( 69 )
Jamas se han presentado á los ojos del


hom]Jl'e observador dos hechos tan contra-
rios cntre sí, yeriJicados en un mismo pue-
blo, representantes de dos opuestos sistp.-
mas, y existiendo en un mismo periodo de
la historia, que puede y~1 apreeiar su verda-
dero ('at'ácter. Sin duda una revoluclon in-
mensa habia trastornado las fuerzas ,'itales
de la sociedad? para que apareciese cada-
vérica, cuando acahaba de ostentarse llena
ele vida y movimiento. Y sin embargo, en 81.\
superficie todo se hallaha tranquilo: ninguna
oseilacion violenta habia turbado su armonía:
los mismos brazos que habian levantado so-
hl'e escombros el altar (le la patria, f'staball
dispuestos á defenderle, si nuevas tempesta-
des amenazahan su pxistcncia. Pero las tem-
prstades se aglomeraron sobre su horizonte,
y sin embargo no le defendieron. ;, Cuál pues
era esta revolucion, real, puesto que sus COll-
scrnencias la proclaman, pero no apal'ente,
porqtH' sus conynlsiones no la indican'?


Los hombres suped1cialcs, acoslumbrados
á no yer una rCYOlllCion sino en las oscilacio-
nes anárquicas, no podrán explicar este re-
nómeno de la ~()ciedad belga: pero el filóso-
fo, r¡ue sahe (1118 un3 reyolucion es como la




( 70 )
divinidad que crea ó aniquila las sociedades
con UIla sola palabra, con su sola desapari-
cion ó con su sola presencia; el filósofo, que
sabe qll~ CS;lS oscilaciones pasajera,; , que
el yul;jo dislii13t1C con el 110111l)l'(~ de rcrolu-
cion, no son sino sus consccw~llcias mas
remotas: el filósoro, que, penetrando con su
:yista en las entl'añas de una soeiedad mag-
níficamente orgaGizada, sabe distinguir tal yez
.un principio de muerte, al mi~mo tiempo que
en el srno de una sociedad ruda, bOl'rascosa
y salvaje un principio fecundo de "ida, no
dudad en designa!' como única causa de la
dcgl'adacion mOI':11 é illS!anlanea de la Bé13i-
ca, la desapal'icion del domillio de las ideas
expallsiras de indrpcndcllcia y lilwl'tad , y la
presellda de la Diplomacia como poder, apo-
yándose SO})I'8 todos los interf~scs matel'ialcs
de la sociedad emancipada. Solo la presen-
cia ó tlesapal'icion de aquellas ide:.Js pue-
den eleyar á UIl puehlo como pOt' encanto al
templo de la gloria, y sumergirle un momen-
to desplles en el lodo de la igno11linia.


Jamás ningun pueblo ni nillgull conqnis-
tador han hecho brillar su espada sool'e 1:J


. cer'viz del mundo en nombre de intereses ma-
teriales, sino en nombre de un principio,




( 71 )
porque siempre hay en las naciones un prin
cipio que las domina: bajo su inspiracion se
lanzan los pueblos á la arena, nacen los
grandes hombres, marchan las sociedades.
Si es un pueblo el qac le representa, este
ptwblo inclina¡'ú ú ~tl /'aYO l' la babaza de la
gloria: así ruó Greda en los campos de l\Ia·
raton: así noma, cuando al mismo tiempo
allanaba los muros de Carlago y hacia espi-
ral' la libertad eH Corinto: así los bárbaros
del norte, ¡'liando inoclllab::m en el seno de
una socicdad em"ilccida el principio de la
independencia con un bautismo de sangre.
Si es uu hombre, este hombre será un con-
quislado!' y ceiIirú uIIa diadema. Así Alejan-
dro, que debia facilitar ú Homa la conquista y
la asimilacion del oriente, marchó guiado por
S!l estrella, habiendo encontrado en la tumba
de Aquiles un recuerdo, y en su instinto la
esperanza: así 1Iahorna enseñó al árabe Yen-
crdol' el camino de to(hs las nacioncs, y
el ardiente cabaUo del desierto supo salvar
sus límites, y refrescarse con las ondas del
Tajo y las del Indo : así ~apoleon, destina..;
do ú reconcentrar las fuerzas vitales ue una
t;ocicdad desor'ganizada, brilló como un
meteoro en Egipto, apareció como un ¡;i~




( 72 )
gante en Moscow. Cuando las ideas que re-
pr'esentaban estos hombres y aquellos pue-
blos abandonaron el dominio del lllUlldo, su
estrella se eelipsó para siempre, y se hun-
dieron en la tumba.


Sí: la razon HOS dicla, y la historia nos
enseña que solo en nombre de la inteligen-
ciase puede dominar, porque solo á ella
pertenece el dominio absoluto de las socie-
dades. Si: la razon nos dict3, y la hislol'ia nos
enseüa que la inteligencia está representa-
da siempre por un prillcipio en cada perí-
odo de la sociedad, y que cuando por un
extravío culpable Ó pOI' una ig'norancia pre-
suntuosa la sociedad qniere gobemarse en
,'irLud de otras leyes que bs que emanan
de este principio sagTado, y cuando quiere
revestirse de otras fuerzas que las que reei-
cibe de él, su destino es pasar como una
sombra, perecer de inaccion, ó arrastrar
una cadena.


Así la Bélgica, extraviada en el dédalo
inmenso de combinaciones que no nacen del
principio que las cIió el sel', domillada por el
poder ba~tardo de una Diplomacia que nada
sabe, y que no comprellde la misma socie-
dad que piensa que dirige en su delirio, ha




( 73 )
perdido la dignidad y el carácter de una na-
cion <lile sc pertenece á sí misma, y ni aun
su his[ol'Ía podl'ú aprenderse en sus anales,
sino en los al'chiyos de una nacion cxtl'anjera.
La cOl'ona de su triunfo se ha marchitado en
su f('cnte. Su nacionalidad es una irrision
vergonzosa, y una palabra sin sentido. Su
constitucion y su rey la han venido de Lón-
dres : su existencia material la está gal'anti-
zada por el gabinete de las Tullerías: á ella
no la pertenece sino una bella mañana se-
guida de una noche eterna. ~i ¿ cómo pu-
diera ser capaz de g('alHles esfuerzos, de no ..
hIes y w~nel'osas virtudes una nacion á quien
la Diplomacia ha :lITancado de la arena polí-
tica , á quien ha despojado de su indiyidua-
lidad, á quien ha condenado á ser teatro
pero nunca aetora de los destinos del muIi-
do? ¿ En vit,tud de qué títulos, con qué po-
del', la Diplomacia bOlTa así las naciones
del libeo de la vida?


La Diplomacia constituida en podel' no
solo. es Li('[lllica y absurda, sino impoten-
te PiU'a el bien, aun cuando quiera produ-
cirle. El p('incipio de tantas calamidades pa-
ra las naciolles no puede derranw.r benefi-
cios sobre el humbre: él está condenado á




( 74 )
la esterilidad como el crimen. Todos al re-
cordar su impotencia recuerdan sill duda á
la d(~sgl'aciada Polonia.


PUl'a como las nie,'cs que la cercan, in-
teresante como una víctima destinada al sa-
criflcio, tal apareció al universo, cuando,
mirando á la Francia y entre los brazos de
su verdugo , hizo resonar hasta en el polo el
eco de libertad que se escuchaba en el Se-
na. Desgarrada por un triullvir'ato de nacio-
nes que la Diplomacia habia abortado y
que consintió la Diplomacia, ella se levantó
de su sepulcro contra sus opresores como
un remordimiento aterrador: porque si ellos
habi:.lll podido lanzarla en la tumba, la li-
bertad y la l'eligion pudieron arrancada de
su letal'30, y revcstirla dc una aureola de
gloria: su apariciof.l ha sido bl'ew~, pero el
instante en que brilló rué magnífi(~o y subli-
me: las oleadas de los descendientes de los
antiguos tÚI'taros se (~stl'cllaron ante los pies
de la hija de la cl\'ilizacion modema: ella
"istió un momento de luz aquel horizonte
sombl'iQ: el héroe ante quien se aplanó el
Balkan, y ante quien tembló llizancio, vió se-
carse sus laureles en aquella lucha ignoble,
detenido en su carrera por la mano de un




(75 )
asesino ó por la cólera del cielo. Pero su
"ida, que: rué una lucha constante, era tam-
bien ulla agonía prolollgada. r~n yano tendió
sus llIallOS Ú la Europa; la Emopa no tenia
llIas fJIW l:í;';T¡IIl~lS qlle or,'cccda en holoc:.lUs-
to: la Diplomacia 110 supo encontl'31' un re-
medio para su infor!unio en sus combinacio-
nes. En yano los pueblos (luisicron lanzarse
P,ll b arr~na: la Diplomacia trazó á su rede-
dor un circulo inflexible: ni un solo nayio
surcó las ondas del Búllieo para sostener en
aquellas regiones apartadas ~l la libertad es-
pirantc. Mientras flue en la cúmara francesa
comhatida de un rurol' impotente resonaban
~flt!dlas palahras llIelllOl'ahles « la uaciollali-
dad d(~ Polonia 110 pereced,} el pié del co-
saco la IlOlbba sin pudor cntre la sangre y
el lodo, los Il1Ui'OS de Yal'SOyja se allana-
han, como los uc un templo á quien la di-
vinidad ha abandonado, y el puñal del tár-
taro se clayaba en el seno de la yirgen so-
hre cuya frcnte se 38"ilahan las palmas de
la gloria, y que, cuhicl'la eon sus cns:lngren-
t:Hhs locas, bajó otra ,"ez al snpulcro ccilida
con la COI'OI13 del martirio. Ella reposará Cll
su sueño, hasla flue, cyocatla otra ,"ez por los
principios lllúgicos (IUC solo constituyen su


--




{ 76 }
nacionalidad, se levante ensangrentada y nm'-
gadora , y persiga á su tirano aun en medio
de sus triunfos, siempre unida :í su existen-
cia como un cáncer, que hará terrible su ago-
nía y dolorosa su muerte. Entretanto los hi-
jos de esa nacion sin ventura recorren la Eu-
ropa, víctimas de una noble proscripcion, pi-
diendo el pan de la piedad de mano del cx-
tranjero, y encantando su corazon y sus 0-
idos, no como los hijos de A.tenas con la~
tragedias de Euripides, sino con la relacion
de sus maravillosas acciones, con la pintura
animada de su glorioso infortunio, contando
al huésped que los recibe la profanacion de
sus hogal'es, el triste dnelo de sus esposas,
la servidmnbrc de sus hermanos, y el fin san ..
griento de sn Polonia adorada, que luchó en
vano contra un funesto destino.


Con la Polonia ha desaparecido la única
barrera que dcfendia á la Europa de la Ru-
sia, destinada á crecer y engrandecerse con
los despojos del mundo, y á quien todos los
caminos, el de Paris como el de Constanti-
nopla, c,onducen á la dominacion. Pero las
consecuencias mas fatales de la política del
mediodia en sus relaciones con el norte no
han sido inclinar la halanza á fayor del au-




( 71 )
tó.cr~t3 de las Rusias , y abrirse :i sus devas-
tadoras invasiones con la des~paricion de sus
fronteras naturales, sino heril' de paralizacion
y de muerte las sociedades que crecian ba ..
jo su amparo, y encadenar en ellas un vol·
can, cuyo principio disolvente está devorán-
dolas con espantosos progresos.


Si París, Varsovia y Bruselas han sido
los principales teatros de los lriunfos de la
Diplomacia, su accion se ha extendido sobre
todo el mediodia de Europa, de una manera
funesta para su porvenir amenazado. Todo
sistema tiende á la unidad, porque en la
unidad estú su fuerza. El norte, con un ins-
tinto admil'ahle de su consrl'vacion , solo es-
tú dominado por un principio, se mue,-e por
una sola volullLall, y presenta en todas sus
comIJinaciones el cuadro de una maravillosa
armonía. Solo la Polonia se atrevió á arro-
.¡ar en medio de aquella unidad compacta un
lluevo principio y una voluntad independien-
te. La Polonia ha dejado de existir. Los es-
tados pequeüos de Alemania dieron el ejem-
plo de una noble resistencia ú las invasiones
del poder: la Dieta reunida lanzó un anate-
ma sobre ellos, y el congreso, que delibera en
Viena en el momento en que yo escribo, se




( 78 )
ocupa en absorver en la gran unidad del
norte los peligrosos gérmenes de innovacio-
nes que enlOrpecian su marcha. Tranquilo
el corazon de sus vastas regiones, el norte
dirige sus ambiciosas miradas húcia el me-
diodia , da su yoto en sus agitados debates,
y paraliza su accion COIl Sil lerl'ihle velo. Sus
águilas se reposan en Italia: D. Miguel ha
sido su representante en Portugal. Colocado
en esta posicion formidable, mira con in-
diferencia las oleadas espantosas que se le-
vantan en la sociedad francesa, seguro de
que no llegarún hasta su trono, y que se
deYol'al'Ún en sus esfllcrzos impotcnlPs. En-
tretanto, su visla se dil'ig(~ húcia el mal' Ne~
gro, se detiene en el nósforo que le espera
para entregarle la esposa prometida, y segu-
ro de su tl'iLml'o la prepara el maulo BUp-
cial, disponiéndose para recibir en dote el
:Mediterráneo y el oriente.


Estudiando el origen de su fuerza, es fá-
cil conocer que esta con~iste en que, do-
minado por un solo principio y una sola vo-
luntad , .la Diplomada allí no se 11a consti-
tuido en poder; y contentúndosc con reco-
nocer aquella ,'ohmlad y aquel principio,
obra siempre guiada por sus inspiraciones,




( 19 )
sin permilÍl'se modificarle ni aun en sus mas
remotas consecuencias.


El cuadro qne presenta el mediodia es
menos lisonjero, y el pOI'yenir que le espera
mas sombrío. Cuando la revolucion de julio se
ap'lreció á los ojos de lodos los pueblos de la
Europa, ningullo cl'eyó que aquella gran catás ..
trofe de la legitimidad, y aquella gTan yjctoria
de un pueblo que se miró soberano, se reduci;.
ria á la catástrofe de C~u'los X y á la ,-ietoria
de la C:lI'ta. Así como la restauracíon no ha-
bia sido solamente una r;:;stauracion de per·
sonas, sino una restauracion de principios,
la reyolncion de julio debió tener el ca-
rácter de una rcyolllcion en las ideas: así
como aquella arregló la Europa segun Stl
principio tradicional, parecia quu esta debía
arreglada segun su principio conquistado.
¿ Se equivocó la Enrop3. CUClllllo pensó que la
restauraríon destronada debia :1l'rastl'al' en su
caida el principio de S11 existeneia? ¡,se equí.
yoeó en pensa .. que oteo principio debia ocu-
par el trono que abandonaba el primero, así
como le ocupaba otra persona? ¿ se equi ..
vocó en pensar que este nuevo prineipio, lIa"
mado á la dominacion de la Francia, estaba
llamado á la dominacíon del mediodia , comQ




( 80 )
tI principio representado por la restaura-
cion, como el representado por Bonaparte,
como el representado por la rC\'olllcion de
89, como el que rep¡'esentaron Luis XIV y
Richelieu, en fin, como todos los principios
que han dominado aquella sociedad, repre·
sen tan te siempre de las necesidades morales
de la Europa'? ¿ O debia creel' que la des-
aparicion de un trono sustentado por cicn
generaciones era un acontecimiento vulgar
arrojado en medio de los acontecimientos
humanos , sin mas causa que una iufI'accion
á la ley, sin mas consecuencias que una mu·
danza de personas? No: la Enropa no de-
bia creerlo así; pOI'que ni la Europa ni el
sentido comun conciben un hecho contrario
á todos los antecedlmtes dc la historia que
es la humanidad, idéntica siempre consigo
misma en medio de la di"cl'sidad de sus re-
voluciones; pero la Diplomacia lo creyó, y
todos han visto las consecuencias de sus
principios en las dos naciones que fueron el
teatro de su triunfo: sus consecuencias en
la política general del mediodia no han sido
menos desastrosas.


Declarando la }'-'rancia que ella no se
pondría á su frente, la Francia de julio no




( 81 )
~olo abdicó su podel' y renunció á su coro-
na, sino que f'allú ú una obligacioll moral,
sagrada para los pucblos como para el hom-
bre. El mediodía la había mirado siempre
conduciendo su 11I:1I'I'l!a pOI' llH'dio de los si-
glos, expresando sus lleccsiJades como sus
ideas, y extnlldiendo su dominacion 1101' me-
dio de la inteligencia ó por mcdio de las ar-
mas. ¿ Era moral su oesercion, en el mo-
mento en que el norle grayitaba sobre el
mediodia con lodo el pc"o de su unidad ir-
resistible'? La francia tcnia el del'celtO de
rrnunciar ú su glol'ia por respetar PI trala-
do de Viena: ;, pero teuia el derecho de sa-
criticar ú la Diplomacia ulla lw::atol1lbe ele
pueblos? Elmcdiodia se ellcontro sin un prin-
cipio. El de la reslauracion habia ya naul'n\-
gado: la revolllcion de julio no ha podido
formular el que debi~l sucederlc. No gober-
nado por un pl'iucipio, yo no encuentro el
mediodia, sino naciones meridionales, abando-
nadas á su indiyidualidad y sumergidas en el
caos. La Diplomacia, creyendo que hace mar-
char ú las naciones, las ha hecho rctroni'adar
hasta los si~los medios. Pasando la eonfusion
de las cosas ú las palabras, el lenguaje de
este siglo ~el'á ininteligible para la postcl'i-


6




\ 82 )
dad. A la Bélgica se la llama independiente)
cuando lo recibe todo de manos extranjeras:
á la Francia poderosa, cuando se somete á
un tratado que causó su ignominia, y cuan-
do renuncia la presidencia en el banquete de
los pueblos: ú la Iuglatel'ra sagaz, profunda
y previsora, cuando los Dal'danclos se cier-
ran á su pabellon. Todos los pr'incipios, todos
los elementos coexisten en el mediodia de la
Europa, como coexistian en la confusion
anárquica de la edad media ; Don l\1iguel y
Luis Felipe; Brougham y Calomal'ue: dentro
de los muros dp, una misma dudad, aquí se
afila la espada del repuhlicano , y mas allá la
cuchilla del verdugo: entre tanto la Diploma-
cia cree que ha constitnido la soeiedad, y
!5e admira en sus combinaciones.


Pero el filósofo puede pregnntar: ¿ es est.e
el camino que conduce á una regeneracion.
Ó el que conduce á una anarquía? Estos sín-
tomas, esta confusion, estas oscilaciones,
¿anuncian una nueva aurora, ó son precur-
sores de muerte? Y sobre todo, con estos
elementos heterogéneos y encontrados ¿ po-
dria el mediodía resistir :í las im'asiones del
norte? Sin un principio que le guíe ¡,podrá
ser uno jamas'? Y si la hora del combate so'




\ 83 )
nara para las naciones ¿ quién conduciria á
las del mediodia de Emopa á las orillas del
Rill? La Francia ha l'euullciado á su mision,
¿ quién sallará á la arcna para le\alllal' la
maza ue Hércules quc Jebe heril' al coloso?
Cuando el hombre de bien, cuyo corazon ar-
de con el amor de la hUlllanidad y de' su pa-
tria, busca la resolucion de este problema
espantoso, el ponenir se preseuta ante él
cubierto con un "cio fúneLre, y cree mar-
char soLre el Lorde de un aLismo, ó el de'
un inmenso sepulcro.


Pero á lo menos el tratado de Viena al
que todo se sacrifica ¿ tiene una existencia
asegurada? ¿ Pueden crecer á su sombra las
Ilaciones? Polollia rcspolHlf'l'á desde su tum-
ba: la Bélgica tielle Ulla existencia que su
soplo de "ida no la ha comunicado. La Sui-
za, cuya neutralidad él ueclaró sagrada, te-
me en este momento por su territorio ame-
nazado de extranjeros que le cercan. El tra-
tado de Viena es un fantasma: pero sobre
sus ruinas ningun principio se ha proclama-
do, que pueda reunir Lajo de su bandera
los reslos de este naufragio social, estable-
ciendo su armonía. La Europa de julio e~ un
gran cometa, que arrojado por una revolu-


6 :




( ~4 )
finn (l~ !!iU ()l'hita, fiudúa Y:lciiantf' ('Il 1'\
vacío, y qm', fUPl'a de todo sistema pl:uw-
tarÍo, marcha sin dirr('('ioll )' sin conci('rto
a una segura milla, si la mano de Dins no
le df>ti('ne, ~ ))0 Ylll'he Ú 1 ":17::n'''' :-.n (';11'-
rC'l':l.


Pero ú lo IlH'J\OS si los rHl('blos P(','{'el'll
;, podrú salvarse el trollo de julio·t Vil oradol'
fHósofo ha dicho en la {'úmar;} lhUlcesa, que
treinta ~. dos millones de IlOmhres no pue-
den hacer un rey: esta H'l'(lad es profunda:
('Ha quiere decir, que jam:1s la fuerza pue-
de crear el podt'l': qllr j:llnas el del'echi)
puede nacer de l/U lH'cho que otro hecho
destruirá; que la legitimidad, {'JI Jill, es 11('1'('-
s:1l'Ía á los reyes. Vero esta palahra de ({"e
5e ha abusado tanto , m('re('{~ que S(' la ex-
plique. La I(~gitirnidad aplicada a Hna accioll
particular', es la ronl"ol'H1idad de I~sta aecion
con las leyes positivas. La legi timidad apli-
cada á un sob!~I'ano, es la confol'lllÍda(1 df~
sus acciones púhlicas eOIl la justicia, tIue si hiell
(,,':i si("Hlprc Hila, 110 por ('SO (leja de sel' diYl'I'-
sa en sus aplic:tciOJws :'l las sociedades lllO-
rlitlcadas pOI' los siglos. En cada época di)
la historia la jllslieia e~t::t representada pOl'
pI prineipio llamado ú la dOlninacion, que (:s




( 8,1 )
la ex.presiou yivi'c'u!p d,~ la armonía entre el
derecho absoluto y las necesidades sociales:
el pode!' que "Cpl'cst'ula este principio, el
qu~ COlIs(~na ('sta arlllonía es el solo leg-i-
limo ~ohl'e la tierra. El poder de un conquís ..
l:ldol' puede se!' lr'gílimo ~ ~i repl'csenta aqtwl
pl'iueipio dominallle; PI'TO Sil legitimidad un
naeerá de la fuerza, sino del principio eu,·
camado cn él: aquella misma fuel'za ({UO IQ
condujo al trono HO t'ra suya, sino de la
Sl)cic(hHl, ({ue, COIllO po~eedol' de a<luel prin-
cipio, supo rcgie y ('OIll[H'cllller.


Considerada bajo este aspecto, la legi-
timidad de C~lI'los X 110 pasó, sino cuandu
dpjú 118 s(~r !('gúima, si puede decirse a~i:
(~S decir; que 110 pasó sino cuando apoyau-
dose en un }H'incipio absoluto, d<'jú de I'e-
eibil' las modilicaciolles dc los siglos, que
son la cOlldicion necesaria de su cxistencia.
En el mundo no hay más que una legitillli-
dad absoluta: esta ex.iste sin duda en Dios:
pero solo ell Dios existe. Los reyes, flue se
pl'odaman revestidos de un derecho divino,
no saben que al absurdo aliadcn la hIasfe.
roia; y sobre todo no sauen que los pue-
hlos castigan con mas s:>,yeridad un absur-
do ~ qne las I P~~f'S tlll crimen. El rod~) r qlte




( 86 )
no representa el principio dominante de la
sociedad no solamente es ilegítimo, sino que
tambien es débil: no comprendiendo á la so-
ciedad, no puede elcctrizarla, hacicndo que
se realicen como por encanto todas sus exi-
gencias: no puede llamar hácia sí todas sus
fuerzas vitales; y no teniéndolas en su ma-
no para constituir la fuerza pública, ellas se
agitan sin direccion y sin sistema, y produ-
cen los trastornos y las revoluciones. Si el
trono de Francia sigu{j apoyado en un he-
cho, y no se apodera de un principio, Sil
existencia sel'á efímera y hOITascosa , y cuan-
do llegue á desapareccr, habrá desapareci-
do para sicmprc.


Pero la Diplomacia, que, sometiendo el
principio que debia gobcl'I1ar el mediodia al
tratado de Viena que por todas partes se
retira de la escena del mundo, ha hecho im-
posible la existencia de una unidad compac-
ta que pueda resistir á la del nOl'{e, que ha
desmoralizado la sociedad y debilitado los
tronos, no por eso se considcra vencida, y
cree que apoyándose estos en los intcreses
mátcriales de las clascs del Estado, y ar-
monizando á los pueblos por medio de sus
intereses materiales rceíprocos, pod,'á cn-




( 81 )
contrarse esa uuiuad que se busca.; y qUt'l
con ella el mediodia podrá inclinar á su fa-
vor la balanza. ¡Vana ilusion! La tendencia
de todos los intereses materiales esá com-
plicarse y subdiviuil's(~: su efecto individua-
lizar y disolver. Una sociedad no puede es-
tar fundada sobre ellos; porque la. movilj. ..
dad de sus trasformaciones solo puede pro ..
ducir una agregacion momentanea, pero ja-
mas una sociedad permanente. La sociedad
no existe sino entre las inteligencias: la lucha
no existe sino entre las necesidades. Por eso
una idea es un pl'incipio de cohcsion; un in-
t.erés, un principio disolvente. Por aque-
Jla pertenece el hombre ú la humanidad; por
éste se pertcnece ú sí mismo: y solo por la
coexistencia de estos dos elementos, pueden
explicarse la libertad y el poder. Así la Di-
plomacia ,invocando los intereses materiales
para reorganizar la sociedad, la desorganiza
y la disurhe. Arquimedes pedia una palanca
para moycr el universo: dadme á mi un prin-
cipio, yo constituiré las sociedades.


Pero la Diplomacia que como todo po-
der que perer.e está condenado al absurdo, le-
jos de abandonar sus teorias, adopta todas
sus consecllPncias; y despnes de haher r~-




( ~8 )
mmciado ú una lucha que tellía por objeto
la libertad, ~llTOj1 el guante del desafío en
la C¡](~s!¡na del oricnll'. C\lcs~ion illlllcnsa y
que encierra en su seno el pOl'Ycllie del
mundo: eucstion illluellsa qnn I:J Diplomacia
en sn decrepitud HO saJ¡(~ }'(~so!Yer, lli alln
puede eOllcehir. nedllcit'~IHlola al ('uadro
lIlezqllino d(~ sus combinaciones, la consi-
dera como una cuestioll de intereses malí~­
l'ialrs, y la adopta sin sabrl' que es una
eurstíotl qne llamará á la arena todos los
gTandes principios, cuyos gérmenes se hall
desl~nYuelto en todas las (~p()cas de la his-
toria en el srno de la humanidad. ¡ Có-
mo! los prillcipios qne COIl una fue!'za irre-
sistible se reproducen en todos los PUIl-
tos del globo, que luchan ignahnclltc en Pa-
l'is y en Val'sovia, en la antigua y ]lOdcI'osa
Alemania y en el espil'anle POl'lugal: los
principios, que, absoniéndolo todo ('011 su
fuerza de asimilacíoll, apal'CCell en tO(las las
cnes!ioIH~S por extrañas que les sean, qno
se rcyisten de todas las formas para cOllllJa-
tir en lodos los teatros, qne fascinan todas
las imagill~lciülles ¡, se l'etil':ll'ún de la escc-
na, cuaudo todo un mundo se d(>~ploma,
~. un mundo que les diú el s('r"! L0S pue-




( 89 )
hIos úe la Europa se disputarán el trono Ya-
cante del oriente, j,Y los principios no se
abril'ún camino para dominar allí las socie-
dades ~ Ellos. eOlltempOl'úncos de los siglos,
conocen mejor que los pueblos de la EUl'O-
pa aquellas nstas regiones, teatro un tiem-
po de sus mayores combates: allí todo re-
cuerda sus triunfos, todo indica su domi-
nacion: ellos nos dieron las instituciones de
aquellos pueblos antiguos, nos han explica-
do su gloria: ellos nos lleyarán sobre su
tumha; y mientras que nnestros ejércitos,
huéspedes mi aquellos lugares, se disputen
1111a vic!oria que no pueden dar las armas,
dIos y ellos solos engendrarán el porvenir.
En yallO la Hiplom:lcia quiere arrojarlos del
trono del llltllHlo ; el mundo les pertenece:
('U yano los borra de sus tratados; ellos es-
tán escritos en las frentes de los pueblos.


El norte, que conoce mejor el yalor de
los principios, y que se alista bajo de sus
LamIeras; el norte no piensa como noso-
II'0s qne los intereses materiales deLen pre-
~¡dil' :i sus determinaciones. El Austria ol-
vida que tiene delante de sí ú Cons~anlino­
pb, Y saCl'iIIca á sus principios su intcl'cs:
t'sle s:lCfilicio no es fanútieo) porque los ga-




( 90 )
binetes ni tienen fe, ni pasiones: es el re-
sultado de un cálculo profundo, que la ha-
ce concebit' que el engrandecimiento de la li-
bertad le seria mas funesto que el de la Bu ..
sia, porque las conquistas de un principio
son mas absolutas y sobre todo mas dura-
bles que las de la fuerza: ella sabe muy
bien que un pueblo conducido por una idea
que domina, es mas terrible que un pueblo
conducido por una espada vencedora: en fin,
ella sabe muy bien que en la cuestion de
oriente los principios aparecerán en primer
término del cuadro, como cn todas las cues-
tiones, con sola la diferencia dc que se agi-
tadn en un campo mas ancho, y en una es-
cala mas grande. El Austria sabe todo lo qu~
la Diplomacia ignora, y sufocando su indi·
vidualizacion, se absorve en la terriblc uni-
dad que nos amenaza, como un hábil gene-
ral que se replcga desde la vanguardia has-
ta en su espesa falange, para precipitarse so-
bre el enemigo con una fucI'za irresistible.
Cuando SUCHe la hora del combate el nor-
te levantará su voz, proclamará su princi-
pio, y está seguro de cncontl'ar ecos quo
le respondan: mandará á sus águilas volar,
)i encontrará cjércilos que las sigan.




( 91 )
Yo creo que la cuestion de oriente es
~oIo una cucstion para la Diplomacia. Cuan-
do el imperio otomano deje de existir, su tro ..
no no estad un momento ,'aeÍo. Así la his-
toria, que no nos ha pintado en sus páginas
la desaparicion de un solo imperio sino pre-
cedida de grandes catástrofes y guerras san-
grientas, contará á nuestros hijos que un
mundo desapareció sin convulsiones. La Di-
plomacia puede felicitarse con el triunfo de
sus filantrópicos sentimientos: ella habrá en-
tonces llegado al límite de la civilizacion; y
la posteridad agradecida nunca elogiará
bastante la inmensidad de su genio, y la pro-
fundidad de sus combill:lciones.


Aunque esta es mi opillion particular, yo
debo suponer la existencia de la erisis para
juzgar de los medios que la Diplomacia tie-
ne en su podel' para resistir al norte. Con-
siderando esta cuestion como una cuestion
de intereses materiales, ella podrá invocar-
los en el momento del peligro; pero los
pncl)los no l'espondel'Ún á su voz: el entu-
siasmo no se manda, y solo pueden produ-
cirle los prineipios. La libertad, la indepen-
dencia, la religion y la gloria hall produci.
do lodos los hél'ors, han inspirado á todos




( 92 )
Jos conquistadores, han sostenido á todo~
los múrtires: el interés no ha producido si-
no el let:lI'go que ~Hlnrmec~, y el egoísmo
que mata. Todos los hombres, todas las
naciones que han dejado una huella estam-
pada en el seno de los siglos al través dp.
su gloriosa carrera, han crecido á la som-
bra de aquellos principios regeneradores:
¿. dónde se oculta el pueblo que ha hecho
una cosa grande en nombre del i.nterés? La
historia no le ha visto pasar, ni su nombre
se encuentra en los archivos de la Diplo ..
macia.


Si despues de haberla considerado en
sus efectos en Bélgica, en Paris, en el me-
diodia de EUl'opa Lal como ha saliflo de sus
manos, en sus relaciones con el norte, y
en su posicion con respecto á la cuestion
del oriente, echamos una ojeada sobre el vcci-
no reino de Portugal, que puede conside-
rarse como la expresion mas animada, la
emanacion mas pura del caráctcr de todas
sus combinaciones, hasta el momento en que
nuestras armas victoriosas le han dado una
nueva vida, esta ojeada será lúgubre como
la que se dirige sobre un \'asto cementerio,
en donde, evoeados por las furias, lucha-




( 9~ )
rían al resplandor ue fantústicas hogueras
los huesos animados de I'azas que fueron
enemigas, y que alln en la tumba conser ..
yaB las connllsiones de su sangI'ienlo fana ..
tismo con el sello de Sil rqlJ'obacion. Nues-
tros ojos cstún familial'izados con la sangre~
~. acostumbrados ú l'l'pOS:ll'SC sobre estériles
ruillas: nosotros hemos ,isto al despotismo
y al crÍmen triunfar sobre la libertad y la
,'irtutI: hemos visto á la anarquía invadir las
sociedades, á la tIisolucion combatirlas y
hacerlas rell'ogl'adal' hasta el primitivo caos:
nuestros ojos han visto la lucha de todos los ele ...
mentos, y las tempestades no nos asombran;
~iempl'e en llll'dio de su horror se ha escu-
dIado atgml:l \0:1. snl¡linw, sipll1pr(~ en me-
dio de su lucha ha ap:H'ccido alguna idea rc-
f!enCradOl';¡, algutI bello C~\l'áctel' que ha ser-
,¡,lo de protesta sO\f>nlIle contra la sangre
del'l'amada, y de illefable cOIl~uelo á la do-
liente humanidad: pero el espcctúculo del
embrutecimiento y <Id crÍnH'n entronizados
en un lmeLlo, sin que se escnelte UIla so-
la pI'otc'sla en nombre de la eiyilizacion; el
espectáculo de esa servidumbre silenciosa,
de ese ciclo sin nna estrella, de ese abis-
mo sin Jondo, df~ ese horizontp f;in (lspe-




( 94 )
ranza y sin luz; ¡ oh! ese espectúculo es
desolan te y horroroso para el hombrc, corno
la idea de la nada que no se atre,·c ú con-
cebir. Parece que la Providencia hahia re-
tirado su vista de ese pueblo, y le habia cu-
bierto de una etema noche, para que ofre-
ciese el espectáculo del despotismo en toda
~u fealdad, y siniese de una leecion terri-
ble á la Europa que le ha contemplado con
espanto. Hay algo de repugnante y de fu-
nesto en considerar ú esa nacion sola en
medio de las demas naciones; á ese desti-
no cumpliéndose por sí solo, sin cntral' en el
cuadro de los destinos de la humauidad; á
ese pueblo que buscaba quien se pusiera á
su frente, y le dirigiera en su embl'iagllcz,
y que encontl'Úndose en su yértigo con un
príncipe que las tempestades arrojaron como
una furia en medio de su carrera, le abra-
zó con convulsiones de bárbaro gozó, por-
que una "oz interior le decia, como al que
meditando un crimen mira aparecerse un ase-
sino: Este es tu hombre ..... ; y si dejando de
considerar á ese hombre y á esa nacion,
echamos una ojeada sobre los vínculos que
los unieron, estos vínculos no tcni:m nada
de humanos: eran los que existen entre el




( 9:i )
asesino )' el puñal: ellos no se formaron ba-
jo los auspicios del cielo, sino bajo los aus-
picios del deliLo que fué su númen ; y nues-
tro pecho se oprimia dolorosamente con su
existencia, como si respir:'tra en una atmós-
fera en que ha respirado un fratricida t en
que se ha cometido un incesto t Ó sobrecar-
gada con los vapores de sangre que derra·
mó una mano impía manchada con un cri-
men nefando. Al considerar el enlace de ese
hombre con esa nacion, nos parecia mirar
á un monstruo abrazado con un esqueleto
en el seno de un sepulcro.


Tal es el cuadro que ha ofrecido hasta
poco há esa nacion desgraciada, cuyos hi ..
jos, cubiertos de miseria y vcgetando en el
I~ieno de la degradacion, no ex.citan en los
que los contemplan sino el horror de su des-
tino, y en cuya f['ente se descubre una man-
cha eterna de sangl'e, que se reflcja de un
modo espantoso sobre las naciones ciyiliza-
das, cómplices de sus crímenes y de sus ex-
travíos, que no han sabido evitar.


Si el principio absurdo de la minoría en
algunas naciones y de la tutela en otras,
adoptado pOI' la Diplomacia, puede :;tplicar ..
~e alguna vez sin que su aplicacion sea un




( 9G .\
crimen, el eslado de Portugal con I'CSpecttl
á los demas estados de Europa, hacia no
solamente disculpable sino llCcesaria esta
aplicacion en sus negocios interiores. El prin-
cipio es absurdo pOl'qno es til':'tt1ico; y es
tiránico porque se apoya en la fuerza. Se
concibe bien que el pod(~l' social, creado pa-
ra proteger al débil conlra el opresor· por
medio de la fuerza pública depositada en sus
manos, haya puesto á los débiles h:ljo la tu-
tela de los fuertes; porque dominando con
la fuerza pública á todas las fuerzas de los
particulares, puede imprimirlas una direccion
tutelar, remedi:ll' sns aLusos y casligar sus
extravíos. La tutela es .iusta en el derecho
civil, porque la ley ql!P la crea domiu:l
igualmente sobre el pnp ¡lo y ('1 llllo!': de-
hiendo su origen á la fuerz a de la ley, y
no á la de los hombres, el principio se enno-
blece con su orígen, y la justicia y la hu-
manidad le adoptan elevándole al I':lngo de
principio eminentemente conservador y so-
cial. La tutela, así considerada, impone una
obligacían en rl que la ejerce, y es un de-
recho en el pupilo, que encuentra una ga-
rantía suficiente en la responsahilidad que
Jas leyes imponen sobre d tutor : pero .este




( 97 )
principio trasladado del código de las leyes
ch'iles al de las leyes ínter-nacionales e~
monstruoso, til'único y absurdo. Declarán-
dose las naciones de primer órden tutoras
de las pequeñas, se arrogan un derecho.
cuando la tutela debe ser una obligacion:
no estando limitado su ejercicio por tina ley
que represente una fuerza superior á la su-
~·a, su tendencia es siempre hácia la tiranía,
porque es un poder sin responsabilidad: así
la Diplomacia, confundiendo todos los prin.
cipios y trastornando todas las relaciones,
nos ha conducido al principio de la fuerza,
único resultado de sus sublimes teorías, que
no pueden dominar al mundo sino sumién·
dole en el caos.


Pero á lo menos ¿ será cierto que las na·
ciones pequeñas, como los individuos meno-
res, necesitan del apoyo de tin tutor para la
t;estion de sus intereses; y la satisfaccion de
sus necesidades sociales? ¿ Será cierto que
les es negada la capacidad intelectual que
necesitan para cumplir su des Lino ? La his-
toria desmiente en sus anales este sistema
monstruoso, y se ha complacido en pintar-
nos á los estados pequeños ocupando un
,asto espado en el mundo por medio de su


7




( 98 )
inteligencia y de su actividad. tas peque-
ñas repúblicas de la Grecia dominaron al co-
loso que las absorvió, sujetándole al yugo de
su civilizacion y de sus leyes, ya que no á
la robustez de sus brazos y al imperio dr.
sus armas. Cuando la Europa moderna aun
estaba sumida en la barbarie, las pequeñas
repúblicas de Italia anunciaron al mundo que
iba á renacer la luz en medio de aquella
noche sombría: y cuando los grandes Esta-
dos que hoy están al frente de los destinos
de Europa se fecundaban en el seno oscu-
ro de un lejano porvenir, ellas se habian ya
.constituido en grupos pequeños pero anima-
dos, y cuando aquellos aparecieron en su in-
fancia , ellas rayaban en la virilidad. La ra-
zon, conforme siempre con la historia, nos en-
seña, que en el mundo moral un todo es
igual á otro todo; y que el Ser Supremo, al
animar con su soplo de ,-ida ú las socieda-
des humanas, no ha contado los seres que
se encerraban en ellas para condenar á las
unas á una existencia imbécil, y depositar
en las otras con el monopolio de la inteli-
gencia el cetro de la dominacion.


Pero por desgracia la inteligencia y la
justicia que en el mundo moral dominan




( 99 )
siempre, no dominan en las sociedades si no
se apoyan en la fuerza. Sin duda el domi-
nio del mundo es su destino, porque el des-
tino del hombre es la perfectibilidad: sin
duda las fuerzas vitales de los pueblos con-
cluyen por servirles de instrumento y de apo-
yo en toda época considerable de 'la histo-
ria; pero hay momentos de vértigo para las
naciones como para el hombre: hay momen-
tos de fascinacion y de delirio, en que las
fuerzas físicas sacuden el yugo de la inteligen-
cia, pugnan por destronarla, y combaten á
la sociedad, que en este sacrílego divorcio
es arrastrada á la anarquía y condenada á la
muerte. Pero como las sociedades están des-
tinadas á no perecer ,jamas, cuando la inte-
ligencia que debe dominar á un pueblo es re-
chazada por este pueblo delirante, ó por las
fuerzas físicas de otro que se arroja en la
balanza, puede llamar á sí las fuerzas físicas
de otra sociedad que aun no haya sacudi-
do el yugo de la civilizacion, para que la sir-
van de instrumento contra el principio disol-
vente que tiene que rechazar, y que necesa-
riamente tiene que sucumbir: porque si Jú-
piter permitió que los titanes intentasen es-
calar el Olimpo, no les permitió sentarse en


7 :




( 100 )
el hanquete de los Dioses: el uestino les ha·
bia concedido el combate, pero les habia ne-
gado la victoria.


En este solo caso I~ intervencion de una
sociedad fuerte, organizada y podcrosa en
Jos negocios interiores de Ulla nacion débil
y agitada es justa y noble á los ojos de la
razon y de la humanidad; pero no debe 01-
\'~darse nunca que la sociedad que intervie-
n,~ es un instrwuento no un poder: que "iene
~ senir á la inteligencia del pueblo amena-
zado, no á reemplazarle en el trono de que
la fuerza le arrojó: que interviniendo CUlU-
pIe con un deber que la chilizacion la im ..
pone, pero que no ejerce un derecho que
la justicia no la dá: en Hu que su accion
deLe limitarse á rcmo,'cl' los obstáculos tIne
se,oponian al descm'ohimicllto espontúneo de
las instituciones de aquel pueblo, que serán
siempre la expresion mas fiel de sus nece-
sidades sociales. Pcro si la intervencion es
justa, cuando una sociedad sc rebela contra
la inteligencia que la domina, ó cuando fuer-
zas extl'añas la combaten ¿ cómo no lo seria
euando un pueblo entero renuncia á la in-
teligencia, abre un aJ)ismo entre él y la ci-
"mzarion, y presenta en su marcha y sus




( 101 )
acciones un fenómeno moral sin antecéden-
les en la historia, que la razon humana no
comprende, qne, fnera de todo sistema, es
una individualizacion monstruosa y repugnan-
te, arrojada en medio de la armonía de los
seres y de las sociedades, que la miran con
horror sin poderla concebir?


El mediodia puede comprender al norte:
sus principios, aunque diversos, están en la
naturaleza, y entran en el cuadro de la ci ..
yilizacion; pello D. Miguel y Portugal son
Ull enigma misterioso que abruma al enten ..
dimiento humano, que ignoraria su existen;.,
da si no estuviera manchada de sangre, y
~i no se anunciara :.í. las naciones como uno
fIe :l(Jllellos fenómenos terribles qne las ater-
ran en la ignorancia de su primera edad, y
de los cuales nada saben, sino que llevan
en su seno la destruccion y la muerte. Y
. sin embargo la Diplomacia ha visto desen-
volverse el destino de ese pueblo bajo su~
enlutadas fases, mirándole pasar con una
indiferencia estúpida, considerándole como un
hecho qne podia enlazarse con todos los de-
mas, y no mirando en él sino un hecho dis*
tinto de una distinta civilizacion. ¡Cómo! La
Diplomacia, que adoptando el principio de una




( 102 )
tutela tiránica y absurda sobl'e los estados
pequeños, cree que no pueden constituirse
por sí mismos ¿piensa acaso que pueden sui-
cidarse? La Diplomacia, que proclama el triun-
fo de la inteligencia :í quien pretende ser-
vir ¿piensa acaso quo existe un solo pue-
hlo que deba emanciparse impunemente del
yugo' de la civilizacion? IIarto tiempo los
ojos de los hombres han visto precipitarse
eh la arena los ejércitos para conquistar á
los mas débiles en nombre del mas fuerte,
;y establecer sobre el vencido el imperio de
la espada: ¿ serán menos legítimas las con-


. quistas de la inteligencia y de la humanidad?
¿No era generoso, no era noble, hacer on-
dear el estandarte de la civilizacion sobro
los muros de Lisboa, como la oliva pacifi ..
ca sobre un campo de batalla? ¿No era tiem-
po ya de que un rayo de esperanza descen-
diese de aquel cielo sombrío, sobre aquellos
campos de muerte, que pisa solo un fantas-
ma que fué un pueblo, y que se arrastra
penosamente cubierto con un ropaje ensan-
grentado? Cinco años han bastado á un solo
hombre para devorar á una nacíon enlera: cin-
co años la Europa ha visto sin conmoverse
esa gran catástrofe, esa horrorosa convul ...




( 103 )
sion, y sus ojos han tenido tiempo de ce-
barse en aquel infortunio sin consuelo. Y
sin embargo, la Europa no ha lanzado un
grito de indignacion, ni sus manos se hall
tendido hácia las playas de occidente llenas
de un generoso socorro: si cansada de ese
espectáculo que pesaba sobre su conciencia t
ha protestado alguna vez en nombre de la
humanidad, si ha dejado caer algunas gota~
de rocío sobre aquel suelo agostado, esa
pt'oteceion estéril solo ha podido servir pa-
ra prolongar su dolorosa agonía. Así, un ma-
nantial escaso que se piel'de entre inmensos
arenales, no puede evitar la muerte, y au-
menta la desesperacion del caminante se-
tlienlo.


Si la Europa hubiera seguido hasta en
sus últimas consecuencias este sistema des-
astroso, yo no hubiera trazado estas líneas,
ni publicado tan dolorosas reflexiones: mi
pluma se hubiera resistido á trazar un cuadro
cubierto de sombras;el hombre no puede escri-
hir sin esperanza; cuando ésta desaparece
del horizonte de su vida, él debe envolverse
en Ulla silenciosa desesperacion , y desapare ..
cer con ella en el sepulcro.


Pero por fortuna la Providencia ,qUG ha




( 104 )
dado á las naciones con la vida la perfecti.
bilidad, sabe detenerlas en el límite que las
separa del abismo: ellas, como el hombre,
retroceden espantadas \lnte la última conse ..
cuencia de un absUl'do. Esta última conse-
cuencia para la Diplomacia ha sido Portugal:
el mismo principio que ha presidido á sus
combinaciones con respecto á la revoluCÍon
de julio, á la de setiembre, y á la de Po ..
lonia, el mismo que la ha señalado su con ..
duela en las relaciones con el norte y en la
cueslion de oriente, es el que la ha inspi~
rado la política desastrosa adoptada con res ..
pectQ á D. ~Iiguel: pero en aquellas cues-
tiones el absurdo no era aparente, y estaba
velado el abismo; en la última el absurdo
aparece en toda su horrible deformidad, y
el abismo se ostenta sin velos que le cu..,
bran, en toda su impotente desnuuez. La
Diplomacia y la Europa debian retroceder
espantadas, y han retrocedido.


El tratado concluiJo enlre España, Fran~
cía, Inglaterra y Porlugal para la pacifica ...
cíon de Ja península ha sido la primera pro ..
testa de la Diplomacia digna de la civiliza-
cion. Se ha hablado mucho de este tratadQ
en los periódicos extranjeros, de los cllales




( 105 )
unos le consideran como una revolucion en
el sistema de Europa, y otros como estéril
para la humanidad, y aun para las naciones
que han provocado la cuádruple alianza: yo
no sé hasta que punto son fundadas estas
conjeturas: espero que el porvenir, ponien-
do en claro la extension de este nuevo pac-
to entre las cuatro naciones, nos pondrá en
disposicion de juzgar de su verdadera im-
portancia; y solo entonces sabrémos si es
un tratado más, ó un primer tratado, base
y cimiento de una nueva era. La historia
señalará á la nacion española el lugar que
ha conquistado en esta ocasion entre las
naciones civilizadas: ella tambien ha arras ..
traJo por diez años el sayal de la serviJum.
bre, ha bebido en la copa del oprobio, y
ha yejetado en la degradacion. Pero apenas
la mano henéfica de una reina, que el oie-
lo la dió para que sembrase de flores la sen-
da de su vida, ha levantado de su seno la
losa sepulcral, esta nacion yigorosa se ha
levantado regenerada, casi no se descubre
en su frente la huella de su inrortunio, y
el primer paso que ha dado en la carrera
de la cÍYilizacion ha sido dar un yoto enér ..
gieo en favor ue b humanidau, y sostener-




( f06 )
le con su espada. Cualquiera que haya sido
la influencia del nuevo tratado en los asun-
tos de Portugal, la de nuestro ejército no
puede ser dudosa. El ha asegurado la co-
rona en las sienes de dos reinas, y ha de ..
fendido la libertad de dos naciones. Sus lau ..
reles no se secarán jamas, ni perecerá su
gloria.


Yo no concluiré estas lineas sin echar una
ojeada sobre el nuevo sistema que la Diplo-
macia debe adoptar, si no está condenada á
perecer: porque, no lo olvidemos, las revo ..
luciones son siempre simultáneas, y la íns-
titucíon que no se reforma cuando todo varía
no tiene un porvenir. El fenómeno mas evi-
dente del mediodia hasta ahora ha sido la
falla absoluta de unidad y el dominio del
principio disolvente de la individualizacion:
y como consecuencia necesaria de este fenó"
meno, Ulla desproporcion alarmante entre
sus fuerzas y las del norte. El fenómeno
mas evidente del mediodia de Europa debe
ser de hoy más la reunion de las naciones
meridionales bajo una sola bandera, la re ..
organizacion de la unidad perdida: y como
consecuencia necr-saria de este fenómeno,
el restablecimiento de equilibrio entre las




( 107 )
fuerzas que un dia deben luchar por el do-
minio del mundo y el monopolio de la glo ..
ria. La Diplomacia ha proclamado la unidad
que resulta de los intereses materiales: en
adelante debe proclamar la unidad de prin-
cipios y adoptarla como base de sus combi·
naciones. La Diplomacia ha traspasado sus
límites naturales: 1. o en su objeto: porque
habiendo sido este en su origen arreglar las
relaciones exteriores de los estados entre sÍ,
desde el congreso de Viena empezó á ar ..
reglar las relaciones entre los súbditos y los
que los gobernaban: 2. 0 en su carácter: por-
que habiendo servido al principio de instru-
mento, se elevó dcspues al rango de poder
constituyente; y como consecuencia necesa-
ria de su llucva posicion no reconoció nin.,.
gun hecho que no fuera obra suya, ó que
ella no hubiese modificado de manera que
pudiera reclamarle como su propiedad. Las
sociedades entonces dejaron de perteneeerse
á sí mismas: las instituciones no fueron el
resultado de las necesidades locales de los
pueblos que renunciaron á su inteligencia;
sino el resulLado de intereses que no eran
los suyos, de necesidades que no con ocian,
de combinaciones que ellos no formaban, de




( 108 )
la fuerza, en fin, que despue-s de haber
dominado en los siglos de barbarie, ha do-
minado, aunque revestida de olras formas, en
un siglo de civilizacion. La Diplomacia de-
he entl'ar en los límites trazados por su na-
turaleza, y borrados por sus usurpaciones.
Su objeto deberá ser arreglar las relaciones
que hayan de existir entre el mediodia y el
norte: debe reconocer el estado político y
social de los pueblos como un hecho inde·
pendionte de su poder, como un hecho
que la domina, y al cual debe arreglarse
en su marcha, y servir de instrumento para
su desarrollo y completa realizacion. Como
consecuencia necesaria de esta revolucion en
su objeto y su cadcler, las sociedades po-
uI'ún constituirse á sí mismas: su existen-
cia, antos facticia y estéril porque no era el
efecto de sus fuerzas vitales sino de com-
binaciones arbitrarias, será ya sólida y fe-
cunda, se apoyará fuertemente en el suelo
donde se robustecen sus raices, y los pue-
blos, antes devorados por una fiebre abrasa-
dora, podrán crecer tranquilos ú la sombra
de la prosperidad. Si la Diplomacia no des-
envuelve progl'esiv;unente este sistema, pere-
cerá sin remedio; porque de lo contrario




( 109 )
arrastraria á un ahismo la perfectibilidad bu-
mana que no puede perecer: su destino se ..
ria el de todos los poderes usurpados que
han oprimido á las naciones con su peso:
su naturaleza los conduce al absul'do, el
absurdo á la esterilidad, y la esterilidad á
la llluerte. Este destino es triste para la usur ..
pacion, pero es glorioso para el hombre, J
está escrito en todas las páginas de la his ..
toria por el dedo de la Proyidencia para
alimentar su fe y servirle de esperanza.


La Europa dividida al principio en ra-
zas que se devoraban á sí mismas, porque
su principio era el de la indiyidualizacion,
despucs en familias y en clases, y mas ade-
lante en naciones, está ya dividida sola-
mente en principios, porque las fuerzas del
espíritu humano tienden siempre á la uni ..
dad. La Diplomacia, CU)'O objeto no puede
ser otro que arreglar las relaciones entre
cuerpos que se chocan, no puede existir
entre los pueLlos del mediodia alistados ba-
jo una sola bandera (1), agrupados al rede-


(1) Digo alistado bajo una sola bandera, porque la
Bélgi.ca amenazada Ilor la Holanda, y la Suiza por el
llorle y la Ccrdeña, DO purdcn menos de formar parte




( 110 )
dor de un solo principio, y gr~nitando há-
cia un centro comUll. El mediodia de Eu-
ropa es una unidad; es lo que era un in-
dividuo en los siglos bárbaros, lo que fué
una famiHa en los siglos feudales, lo que ha
sido una nacion en el siglo XVI; y como la
unidad individual, la de familia y la de un
pueblo necesitan de otra unidad diferente
para tener relaciones, la unidad del medio-
dia no puede tenerlas sino con la unidad
del norte: la Diplomacia no puede existir
sino entre estos dos cometas que luchan en el
espacio por la dominacion: si ella no puede
conciliarlos, debe abdicar abandonando el
campo de las transacciOf.lCs, para que los
ejéreitos se señalen [, sí mismos el campo
de batalla. El mediodia la pide la paz ó la
victoria; y ha confiado ú sus manos el de-
pósito de su honor; este depósito la obli-
ga á no comprar la paz con la vergüenza,
porque la vergüenza es un precio mas alto
que la sangre. Yo he explicado las ideas que
contiene la palabra legitimidad de que se ha


de la alianza de los pueblos del mediodía, oí euya po-
lítica se aproxima tambiclI cada vez más el rey df' Ná-
}-H)les.




( t tI)
abusado tanto: como pudieran atribuÍrseme
ideas poco favorables al mantenimiento de la
paz general, y como la Diplomacia ha con-
denado de un modo absoluto la guerra y la
dccision por medio de las fuerzas materiales
de los pueblos de todas las cuestiones que
se agitan en las naciones civilizadas, yo de-
bo examinar cual es el lugar que correspon-
de á la fuerza en medio de la civilizacion.


La fuerza es un elemento necesario en
las sociedades humanas: la coexistencia del
mundo moral y del mundo físico en el hom-
bre, hacen que su naturaleza sea el resul-
tado de las condiciones necesarias al pri-
mero y al segundo: como ser moral, tiende
ú la conquista por medio del desenvolvimien-
to de la razon: como ser fÍsi('o por medio
de la fuerza. e ualquiera de estos dos me-
dios que aniquile la Diplomacia, no puede ve-
rificarlo sin aniquilar al hombre; despoj~ín­
dale del primero sería una planta, despoján-
dole del segundo una inteligencia pura. Pues-
to que el hombre es el punto en que estos
dos elementos se reunen, es preciso que sean
armónicos en él. Dios ha establecido esta
al'monÍa, (·1 filósofo la comprende, y el le-
gislador debe realizarla en las sociedades




( 112 )
que gobierna. ¿Cuál es la ley de esta ar-
monÍa? ¿ Existe un tipo de evidencia que pue-
da hacernos conocer cuándo hay un desqui-
librio entre estos dos elementos, y cuándo
el de la fuerza empieza á ser tirúnico , y de-
ja de ser conservador? Existe sin duda esta
ley, que no es un misterio para el hombre;
pero la Diplomacia la ha desconocido, y no
pudiendo armonizar ha querido destruir.


La fuerza puede tenerse ú sí misma por
objeto, sirviendo á un poder usurpado y que
solo en ella tenga su orígcn: entonces la
fuerza es tiránica, porque tiende al dominio
del mundo que no la pertenece. La edad
media es el teatro de su existencia como po-
del', y por consiguiente la época de la bar-
barie y del elltronizamiellto de la usurpacion.
Pero las ideas llamadas al dominio de las
sociedades tienen que realizarse, que con-
vertirse en hechos para dominar: porque si
el hombre como ser inteligente rechaza el
dominio de la fuerza, como ser físico no
puede sujetarse á las ideas, si no se revisten
de fOI'mas materiales que se apoderen de
sus órganos al lUismo tiempo que de su ra-
zon: pero las ideas al convertirse en hechos,
tienell que luchar eOIl hechos anterio~rs que




( 113 )
las sinen de ohstáculos ; y como no encuen-
tran en sí mismas medios de vencer una
resistencia física, tienen que servirse de la
fuerza pal'a snhil' hasta el trono desde don-
de deben dirigir las sociedades. La fuerza
entonces no es tiránica, porque no domina
ni se tiene por objeto; es legítima', porque
obedece á un principio legítimo sirviéndole
de instrumento para que gobierne la socie-
dad. Cuando la fuerza se tiene por ohjeto,
es un elemento de barbarie y de desórden:
su armonía con el elemento de la razon está
turbada; cuando sirve á la inteligencia, es un
elemento de civilizacion, porque obedece á
la civilizacion misma: la armonía se resta-
blece entonces, y el hombre cnmpl(~ con su
-destino, obedeciendo al único poder que tie-
ne derecho de mandar á su voluntad.


Así, todos los hechos son necesarios y
conservadores; todos caben en el cuadro in-
menso que les ha trazado el Criador .. Pero
~i todos son necesarios, sus movimientos son
irregulares y desastrosos cuando traspasan
los límites que les están asignados por su
naturaleza, introduciendo en las sociedades
el desórden y la anarquía: en este caso los
legislador~s deben restablecer su equilibl'Ío)


8




( 114 )
~. tlil'igil' su acciono Si para esto HO sineu,
¿ COIl «lué títulos gobiernan '!


Estas ideas HO podian convenir ú la Di-
plomacia: y siJ'Yit~n(lola de ohstáculo el ele-
lll~nto de la fu~rza que no sabia dirigir, le
l'elegó :í los siglos de barharie, )' le negó,
{'omo funesto para las sociedades civiliza-
das. Así ~Iarat consideraba á los hombres
como obstáculos, y no pudiendo dirigirlos
los suprimia. La Diplomacia ha adoptado los
mismos principios, diversos solo en su dife-
rente aplicacioll. Pero sus decretos están es-
critos en cera; los de Dios en bronce: y los
elementos que se han escapado de sus ma-
nos no obedecen sino ú su voz, y no se pue-
den extinguir. La Diplomacia ha sido tam-
bien filósofa á su manera y sin saberlo: pro-
elamando los intereses materiales, ha des-
cendido hasta el materialismo mas asquero-
so y estéril; y proclamando la inteligencia,
y aniquilando la fuerza, ha puesto á la so-
ciedad bajo el yugo de un espiritualismo ri-
dículo: ¿ si querrá conducirnos al mismo tiem-
po al sistema de las sensaciones, y á la in ..
tuicion mística de Proclo y Malebr:mche?
¡ Triste fatalidad de su destino! que bien se
eleve hasta Dios, ora se ahata en el polvo,




( i!ti )
no puede comprender nunca ni á la· socie ..
dad ni al hombre.


Siendo la fuerza un elemento de civili~·
zacion , todos los esfuerzos de los gobiernº~,
ilustrados deben dirigirse ú evitar sus extra?
,-jos, y que traspase sus límites: este debe
ser el objeto de la Diplomacia en BUS rela-
ciones con el norte. Una guerra promovida
para decidir una cuestion que puede deci-
dirse con un tratado, seria bárbara, inmoral.
Pero si el tratado no puede decidirla, ó .si
es ignominioso, la lucha seria justa y sagra-
da, como instrumento necesario de triunfo
para la inteligencia: en este caso no es ah",
surda la expresion "uIgar de Dios de los Ejér-,'
citos, de que los mósofos se rien porque 110
pueden concehir la idea de la Divinidad aso-
ciada á la de sangre. No: mil veces no: Dios 110
se asocia á un crÍmcn; pero no siempre f'1
crimen preside á las bataBas; no siempre es es-
téril la sangre que se vierte; no siempre la der~
I'aman manos homicidas, ni siempre su vapor,
mata: que alguna vez regenera; y algl~na
vez de en medio de un lago de sangre se
escapa un principio qne va á tomar pose-,
sion del mundo, ó se anega en él otro qne
le ha esclavizado. Entonces Dios está allí;


8 :




{ f fe; )
¡-;ürqnfl el [ea11'0 en que triunfa la in(rligcli-
eia no es indigno de su glOl·ia. Todas las
guel'l':ls gl'andes Ó pl'olongallas han ¡Iln uido
poderosamente en el estado social de lo!\
pueblos, qne no han marchado sino con
('llas en la carrera de la civilizaciol1. Las
Cruzadas ahrieron canales al ('ol1lrrcio y
debilitaron al feudalismo: la lucha cOlltilllla
fmtre los vencrdores dd Gua(lalele y los J't'-
.fngiados en Covadonga, le hizo imposihle
f'n llucstro sucIo = las batallas de Cr(lcy, de
Poiticl's y de Azinconrt le hicieron rspil':1r
en Francia. Ol'cán 1 y l\lahomet JI no sa-
bian que su espada senia á la inteligen-
cia, cuando lanzaba ú la Italia la civilizacio!l
antigua; y no podían presumir que esta mis-
ma civilizacion iria ú visitar tl'iUllf~llIte Jos
Jugares que la miraron lwoscrita, emanci-
pando á la Greci:1, y arrojando á sus imbi'-
dles descendientes rle! trono r!p Constauti-
llOpla. Si por drsgr;l('ia un:1 guerra eOIl el
l'lOrte fuese necesaria para sa(\,ar la libertad
del mediodia, el {rinllfo no podia ser dudo.
so entre· un principio que conquista y un
principio que se extingue: porque no debe
olvidarse nunca que si la unidad del norlf~
es suficient~mcnte pod(~l'osa para aniquilat·




( 117 )
al mediodia en su estado de imli,"idualiza~
don, no será bastante para luchar con ,'en-
taja, si el mediodía adopta la unidad que li'
('S propia; unidad mas robusta, porque es mas
"óycn, y porque se apoya en un principio
progresivo y esencialmente vital. Pero prcs-
dndicndo <lc el úlLimo resullado de esta
lucha, siempre pcreceria en ella el princi-
pio dcletéreo que se apoya en las clases pro-
letarias, y que amenaza á las sociedades ma~
cultas cou una disolucion inminente.


Si despues de haber cOllsidet'ado cuales
deben ser los límites de la Diplomacia, y
cual su esfera de aceion en la nueva época
4lue se prepara á sus anales, echamos ulla
ojeada sohre las naciones del mediodia de
Europa, las vercmos marchar, á pesar de
todos los obst\Ículos, en la carrcra de los
progresos, y su porvenir se pintará á nues-
tra imaginacion con los mas bellos colores.


Los pueblos han sacudido todos los yu-
gos qlIe habian doblegado sus frentes. El
(Ir la Aristocracia en el siglo XVI; ~l de un
solo hom))I'e y el .le la Anarquía en ~l siglo
XYUJ, el de la Diplomacia va á pasar: to~
dos estos poderes han naufragado porque
h.UJ desconocido su misiono Los gobjerno~




( 118 )
para existir necesitan ser el resultado de
las necesidades sociales, el centro de todas
las fuerzas, la reunion de todos los intere ..
'ses. El poder púlJlico se compone de toJos
los poderes qne domiuan la sociedad; la
fuerza púlJlica Jc tudas las fuerzas de los
asociados: si rl poJer no reUlle lodos los
elcmelllos que ,'iyitlcan las naciones, su exis-
tencia está condenada á una lucha efímera,
y su destino es la muerte. Si pudiera ex.is-
tir Ull gobierno perfecto, lo seria el que de
'tal modo rcllC'jase la sociedad, que no exis-
tiera en ella ni un solo intercs ni un solo
principio qne uo tllyiera en él su represen-
tacion, y no depositara en él su fnerza: en-
tOllces el gohicl'l1o no se diferenciaría de la
sociedad, sino porquc reunía en un punto
armónico y lumilloso todos los elclllPlllos que
ó pugnaban ó estaban oscurecidos en ella.
Este gobierno seria illdestructihle; porque
no existiendo nada que tuyiese accion y yi-
da fuera de él ¿ quién le disputaria el domi-
nio? ¿ cuúl sel'Ía el campo de batalla? Pero
si semejante gobic\'llo no puede existir, siem-
pre es cierto, que los que mas se acerquen
ú este tipo de perfeecion dominal'úll poI' llIas
ti(lmpo que los que scpal'úJ1doS1~ de él se




(t19 )
tra7,an eUos mismos su carrera. Touos los
gobicrnos que km pasado rápidamentc, y
CJuc sc han sepultado entre ruinas, han pe-
rccido, porque rcpresentahan fraceiones d/1
la sociedad, que debicron sin duda recla-
lIlal' lIua partn dd poaer, pero no cOllsti-
I uirle; que pa!'a existir tuvieron q~lC ser ti-
ránicos, como lo son todos los gohieI'nos
dóbiles, y quc, elevados por la fuerza COH-
vulsiva uc un momento, desaparecieron con
(~stc momento y con aquella convulsiono PCl'U
los pl'illeipios, los intcresrs, los clClIwntos
({UC sc agitan en una socicdad y que la for-
lllall diferentcs dc las otras, no pueden sel'
ni (-numerados, ni comprendidos por niugun
hOlllbre; por eso llingullo puede dar Ú HU
puehlo HIla Constitucion que no s('a t'~tl'l'il,
)' que no contenga dentro de sí misma el
gél'men üe su disolucion, por la prescncia de
algun principio cxtraúo al puelJlo que la rc-
('ilw, ó por la ausencia de :llgull principio
que forllla parte al' S1I vida. Las Constitu-
ciones para 'lue sea u fecundas, 110 se ltan
de lHIsca¡' eH los libros de los lil()soro~, pur-
que solo s(~ ellCuclltrau ea la~ ('Il!l'aÚaS dr
Jos pucblos.


El prineipio d(~ la esponlfU/cidwl es d \tI! i-




( 120 )
eo que, adoptado por la Europa, puede cons-
tituirla segun sus necesidades. Dominadas las
naciones por principios absolutos y por con-
siguiente til'ánicos, han marchado como un
bajel eutre escollos, á la merced de tormen-
tas que han destrozado su seno. Tiempo es ya
de que, quebrantado el yugo de todos los
despotismos, las formas orgánicas de los go-
hiernos sean el resultado de todos los ele-
mentos existentes en las sociedades que de-
hen dirigir, y que para dirigir necesitan com-
prender.


La Inglaterra es el tipo de esta espon-
t:meidad : aquel gobiel'llo admirable no se ha
formado en un dia; y los ,-astos y com-
plicados 1'esol'tes que obedecen á su accion
no tienen fecha segura, porque su ol'Ígcn se
picnIc en la noche de los tiempos. Todos
los Iwineipios y todos los intereses se han
combinado por medio de lentas transaccio-
nes, que han asegtll'ado á lodos una parle
en el poder, robustecido con el tributo de
todas las fuerzas vitales de la sociedad: los
hechos que la constituyen se encuentran re-
producidos segun su importancia respcctiY3
en el gohiel'llo que la representa. Cuando
la 31'isLocracia era el hecho dOlllillantf' de la




( 121 )
:sociedad, el gobierno era esencialmente aris-
tocrático: cuando las riquezas y el saber
fueron el patrimonio de la clase media, el
elemento democrático presentó sus títulos, y
el goIJiel'1lo se rcfomló, porque la sociedad
estaLa reformada: él no se ha dicho á sí
mismo «de aquí no pasaré) porque sabe
que esta palabra concita las revoluciones,
y que las revoluciones le abismarian en su
seno.


l\Iienlras la Inglaterra ofrecia al mundo el
espectáculo de un pueblo marchando con pa-
sos de gigante en su avanzada civilizacion,
micntras que las otras naciones de Europa
pugnaban por constituirse segun sus necesi-
dades sociales, solo España dormia en su
profundo letargo, como un planeta en su
eclipse. Apenas la pl'o"idencia llamó á su
seno á su rey, cuando en el norte de Es-
paña flotó como un velo funeral un estan-
darte ya conocido como el símbolo de la
traicion , y etel'llo en la memoria de los es-
pañol es , como un recuerdo viviente de su es-
cla"Ülld ysu ignominia. Él solo se meció en
el IwI'izonte , como el ángel de la muerte so-
bre los escombros de un pueblo que ha pa-
s~\do: entre tanto solo se descubria para ata-




( 122 )
jal;le en su 'triunfo, y disputarle la victoria,
un 'trOlÍo yacilante, una nacion postrada y
una cuna endeble mecida por "iolentos hu-
racanes: pero aquel trono 'Iacilante estaba
ocupado por Cristina; 3(!llelIa nacían postra.
da esper3ha el momento de la illspiracion
para romper sus cadenas; y aquel1a endeble
cuna llevaba en su seno el porvellir , porque
Isabel es el destino de España.


La augusta Gobernadora, echando una
ojeada melancólica sobre el horizonte espaiíol
desde el borde de un abismo, "ió el nan-
f['3gio de la sociedad entera, y la tendió su
mano para arrancada del oprobio en que ya-
cía. España creyó en su felicidad, cuando
miró á su reina derramando flores sohre el
infortunio, lágdmas sobre el desgraciado, y
cuando sentada sobre el trono, )' ceüida con
la diadema, supo hermanar con el prestigio
de un ángel la magestad y la ternura. Ella
indagó las causas de nuestra degr3dacion
presente, y estudió los anales de nuestra pa-
sada gloria. No improyisó UIla Constitnciou
que hubier'a sido estéril; hizo mas: con-
ycncida de que lo presente está unido á l()
pasado, como se unirá ú lo futuro, de que
un puchlo sin tradiciones es uu lnll~hlo sal~




( 125 )
vaje, como una sociedad sin progresos una
sociedad sin ,-ida, de que la mision de los
legisladores es hacer marchar las sociedades
sin que su movimiento las destruya, de ha-
cerlas que se reposen sin que este reposo
sea un letargo que las hiera de paralizacion
y de muer'Le; cOllvencida, en fin, de que la
espontaneidad de las instituciones y de las
leyes es la única garantía de su dUl'acion,
porque solo entonces se apoyan en las ideas
y en las costumbres que deben dominarlas,
ella adoptó por base de su nueva ley orgá-
nica los principios que en tiempos mas feli ..
ces hicieron nuestra gloria: los modificó
adoptando las nuevas formas con que se re-
visten las sociedades modernas, y que son
el resultado de SllS necesidades actuales: fi-
nalmente, conociendo en su sabiduría que ni
los principios particulares de la España de
otros siglos, ni los generales de la Europa
del siglo XIX son suficientes para constituir
una nacion, pOl'que no basta para constituir-
la apoyarse en lo que fué y en lo que la ro-
dea, fluiere saber en su solicitud los hechos
que exis len en la sociedad qne debe gober-


'.11ar: quiere saberlos por el conducto de sus
l'epresentanles legítimos, y los convoca para




( 124 )
escuchar sus peticiones, y remediar' los ma-
les de esta nacion sin ventura.


Ella ha trazado el círculo que no po·
drá quebrantarse sin un crÍmen, que las
pasiones no salvarán sin dejar estampada en
este suelo una huella profunda de sangre.
Las Córtes generales del reino deben con-
cluir la obra que ella ha confiado á sus pe-
nosas tareas. Los Padres de la Patria van
á lomar sus asientos en las sillas cúrules
por tanto tiempo vacías. La Europa los oh ..
serva: la nacion los aguarda como á sus li-
bertadores: el trono los mira como su apo-
yo y su esperanza: la posteridad va á em4
pezar para ellos con su aparicioll en la es-
cena política: ¡felices! si al concluir su mi-
sion y al volH~r al seno de sus hogares,
"uelvcn con un corazon puro y con una COll-
ciencia serena. El divorcio entre la lihertall
y el órden ha producido todas las catastro-
fes de las sociedades humanas: j felices! si
pueden encont1'ar en sus luces y en las lec-
ciones de la historia los lazos que deben
formar Sll uníon restableciendo su equilibrio.
El trono les ha dado ya el ejemplo: ellos
acabarán la obea, defendiendo ese mismo




( t20 )
trono, con!'olidando la libertad, y sofoeando
la anarquía.


Sí: nUl'stl'o pOI'Y~nil' está asegurado co-
mo el d(~ toda la Europa, porque los pue-
hlos marcJlan al ahrigo de las tempestades
por la inteligencia, reilla del mundo moral,
~eñora dd mundo fisico. l\ingnna Clase ha
llegado ú la dominacion sino apoyada en su
fuorza. Preguntad á la India y al Egipto;
los sacerdotes dominaban aquellas naciones,
cuyos anales son los orígenes del mundo,
porque la inteligencia había fijado su trono
en el recinto de los templos. Preguntad á la
Grecia: Orreo est:l en la cuna de su ch-ili-
zacion y de su historia. Preguntad á los si-
glos de barbarie que aC:lban de pasar á nues-
tra vista: los d:'Jnstros dominaban la socie-
dad, pOl'que en ellos se fundaron las pri-
meras eseneIas. Preguntad á la clase media
:-:alida del polvo ayer, y hoy reina del uui-
"erso: si el eom(~rcio y la industria la han
formado, solo la inteligencia la Jla consti-
tuido en poder, y la ha ceñido la corona.
Preguntad á las sociedades infantes: ellas
obedecerán al bardo de sus montañas, pOI'-
que la intf'ligeneia eleva allí su trono sobre
1a~ r,nerda~ dp, la lil'3.




( 126 )
Si la inteligencia ha dominado siempre


la sociedad, en medio de los obstáculos que
se han levantado en su camino, su triunfo
no puede ser dudoso, cuando los obstáculos
desaparecen, y cuando todos los despotis-
mos se quebrantan. Tengamos fe en el por-
venir que se fecunda en nuestro seno. Si
esta fe no estuviera en nuestros corazones,
la encontraríamos en la historia.