APUNTES , . Ill~TOHlC()-CI{lTICO~ LA HISTOIlli_ DE ESPAÑA., ...
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APUNTES


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LA HISTOIlli\_ DE ESPAÑA.,






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/lE LOS EPÍGHAFES ('()~TEl'\IJ)OS E:-.J E:-iTOS AP1'~TI'::-;


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Examcll dcl (;ohil'rno ('ou"tituciou,tl cu "\1 prIlllCl"a época ..
S(' ex,ulliu<l la ('ouctitueio!l dl' 1SI:2
Sl' examiua b COlllluda dl~ la, ('orte:' de 1 s]:3 y l·s J -1 ..
EjJlIGil de Isl-t ........... .
Entnllh dl'l Rey en E,paIliI de"puc,; dc "U (',wtinTio en ValellZeX. ,
\'iage del ltey dCHle Yalenria ,'¡ I\ladricl ................... , . ,


COll'l'imcioll de I'or]ier en GaJicia
('ow'piraciun dI' Lacy l'n Cat,dllllil
Cllll:,pij'¡\cioll dc HicJ¡anJ Cll :\ladrid, .......... .
Cllll:,pinll:ion ,le \'idal y Bdtran de Li" en \'all'lleia
SUCé'''OS de] S de .Julio de ISI U
r:Jlo(';L de 1s:20 ... '
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.Jllmnll'uto de J:¡ ('lIl1"titllciou {'u ZaragoZ't
.111 mlllcuto de la CO!l"titlleioll en Haredona ... , .. , ,
.r IInllllento de la (:onstitueion l'n Pamplona .".
S,II'(":'<':' del l() lk l\Imzo Cl! C'atliz
.Juntmcnt.o tlt' la C"ni'titucioJl cn OC;lll<l
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Prl)]'lie"t;t~ de Reformas indisc']"eta,
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Conducta ,k lbq.;o en J\hdricl one,'so dd Tmtw del I'riJl(';l'l' l'l


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:-íUCl'~(I~ ocurrído:, en Octuhre de J S:20. en el ;1"111110 de h ~:nll"i"ll


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\"Uclt<l cId ]{p,'" .\111l1rid rle'i,k el E,-cnr¡:lL ('11 2\ ¡]e -:\mjClIIi>fI'


de 1 fl20
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Se cierran la~ b(l('i<,d;¡d('~ P¡¡tri(lti(':>~ en .\LrdrÍd
Pri"ioll de Yillue,h,
Pn'yectu de Hepúhlíra pn '\¡¡'!la,,[l.
Sm'c,m' Ile 1"" Guanlin.;; de enr!,s en ['al:u'io el,) d" 1·,·lm.,rl'
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Se "bren JI'., Cnrte:' E"traorclinaril'" I 1 ()


DiciClll1)f(' l821
:-';Gcil'dad Con,tituciollal. ll:tmada ynL::arnh'nte del Anillo
('oncluye la Arl/JIÍni"t]"¡l.('ioll del .\Iini,tcrio de Fdi"
"", eierrall la, ("ortc', Estr:wrclinlni:\s el j -+ ch' Ft'l,l"l'ru de 18:2:2
El )'1ini~t('ri(l ,le ::\Ltrti!H? de la RU"I\, ;\LNO<,.,·.l. )' (Tarl'ly "m]l!C".~"


,'l) Aclmilli"traciull
\h)"l'lll:" ('orll> "11~ S,,,,,iolJ(:> el 1" ,Ir, :\Inrzll de 1"':2:2
:'~'II""'" eh, Ar:mjl1C? ('n F"hn'rll dI' 1 S:2:2.


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;';ucebOS de Barcelona en fin de Febrero de I H:2:2
Sllce~o~ de Arnnjuez y ValelH~ia en ;10 de :\Iayo de 11'22 . ..
~e cierran las Cortes en ;lO de .T unio de 1822 ..
COlltinlHlII ]()~ sucesos de 30 de .Junio ............ .
Muerte de Landaburu el ;lO de .Junio de 1822 .... .
Slt{·csos (Iel ] () de Julio de 1822. Salida de cuatro batallones de 1;,


Guardia para situar8C er, el Pardo ..
~II(,L'S()' del 7 de .fulio de 1 H22.


\J'l~II!.;
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C'ow'luYe la Administracion de l\Iartinez de la Rosa ............ LJ-I
i\¡inisterio de San :\Iig·uel. Dia ti de Ag"Of.to de 1822 . . . . . . . . . . . . l.ili
i\luL'rte de Goiffieu eJ 17 de Ag~to de 1822 .... .......... 15'"
E~'eclleion del CTcllcra] Elio el 11 (le Setiemhre de 1 H22 ib
ItL',C;('llcia de 1 'rgel iustalada el Lí de Agosto de 1822 . 1 eo
Apertura rle las Cortes Estmordinarias el 7 de Octubre de 1 :'\22 1 e;l
CongTeso de Verolla
Notas. l'as:ulas por las Potencias Estrangeras 171
Cierran las Cortes Estraordinarias sus Sesionc~ el l!J de Fehrero


de lR2:~ lh
A~onada del El de Febrero de 1823, por la noche e... . . . . . . . . . . 179
Dia 1" de ;Harzo (l<, 1 :'\2;~; ahren la~ Cortes Ordinaria~ ~1I~ Se"i()ne~ 1 H 1
S,tlick ([el He}' de i\Iarlrid para Sevilla el 20 de l\Iarzo de 1823. . . . lSi
Llegada del Rey y de su Real Familia Ít Sevilla el 11 de Abril


188
[nvasion del egéreito Francés en España ................... _ . . 189
be ahren las Cortes en Sevilla el 2;3 de l\hril de 182:3 ...... e • • • 1 U2
Sucesos entre el General Zayas y llessieres en Madrid el 20 de Mayo


de 182:3 .. . . . . .. ..................................... 202
Entrad~t del egército Francés en Madrid el 23 de Mayo de 1823 .. 20;)
Nombramiento de la Regencia en Madrid en 25 de ;Vlayo de 182:3. 207
Suceso, Militares ..................... e ••
Sc,ion delIl de ,Junio de 1823 en Sevilla cuque se depuso al Itey. 21;)
C,lpitublcion de Ihlle~tcros el 4 de Agosto de 182;3 .......... 22H
Se cierran hts Cortes Ordinarias en Cadiz el 5 de Agosto de 1823.. 23:l
Se s¡¡,;penrlcll las Scúones de las Cortes Estraonlinarias ell Cadiz el


l2 de Setiembre. . . . . . . . . . 2 .. 0
Entrada riel lte)' \' de Sil ltea) Familia en l\Iallrid d l:l de Noviem-


hre Ile 1823 2-1!i






INTRODUCCION.


hIPOSIBLE fuera preveer en el año de 182+, cuando
terminé estos Apuntes, escritos en El silencioso retiro
de una vida privada, al abrigo de la obscuridad, y
huyendo la dura accion de un gobierno tiránico y
perseguidor, que habria de escribir la introduccion á
esta obra, mas interesante que clásica, en el pais de la
libertad y de la ilustracion, y representando ante su
gobierno á la España y á una Reina inocente en la
que están cifradas tantas y tan lisongeras esperanzas
de ventura nacional; mas tal es el veloz movimiento
de este siglo, en el que la suerte de los individuos
signe el curso de los acontecimientos públicos con
igual rapidez y diversidad.


Pero sea la que quiera la situacion del -momento,
siempre fue y scr;l dificil, si no imposible, escribir con
imparcialidad la historia del tiempo de cuyos sucesos
viven todavia los principales actores; porque siendo
preciso hablar de muchos, el respeto hacia UIlOS, y la
amistad con otros, no pueden dejar de detener la


l3




II


pluma al escritor mas osado. Esta dificultad era
ciertamente mucho mayor y mas evidente respecto á
España, en la época en que se hizo este trabajo, cuya
naturaleza lo condenaba á una obscuridad eterna, si
tantas y tamañas combinaciones no hubiesen abierto
un nuevo campo al porvenir de la nacÍon EspailOla.


ASÍ, y solo así, hubiera podido presentarse á la
España y á la Europa en gelleral, este cuadro de lo
pasado, para que, fúando sobre él la vista, estudien
los EspallOles que tienen patria y honor, dónde están
los peligros del porvenir, y dónde el camino seguro de
su regeneracion política. En efecto, la razon y la
buena fé harán que, sacrificando en las aras del bien
nacional pasiones mezquinas é intereses personales, se
vaya al bien por un camino lluevo, d<::jando las sendas
que tan llenas se han hallado de escabrosidad es peli-
grosas. Este será el verdadero modo de aprovechar
una experiencia que tan palpablemente se ha hecho
conocer para el interés nacional, y para la suerte
tristemente dura de ilustres victimas.


Si en los males fisicos de los indi viduos es funesta la
aplicacion de sistemas fijos, prescindiendo de las pre-
disposiciones particulares del temperamento, y de los
elementos fisicos y morales de cada individuo, no lo
es menos en la curaclon de los males públicos de un
pals, Ya hace siglos que el célebre legislador de




111


Atenas dijo, que no eran las mejores leyes las (llIe
debían darse á los pueblos, sino las que mas les con-
viniesen; y ciertamentc un pais no puede ser regenc-
rado si se pierde de vista esta máxima eminentemente
conservadora.


Las teorías de los gobiernos casi todas son buenas;
la dificultad está en la aplicacíon. Un gobierno
despótico que tuviera á su cabeza á un Rey lleno de
virtudes, de sabiduría, y que por sí mismo pudiera
hacerlo todo, sería realmente admirable, y tal vez el
mejor gobierno posible. ¿ Pero dónde está este Rey,
ni la probabilidad de que tal exista?


El gobierno representativo, al desmenuzar su
artificio, encanta y seduce. ¿ Quien puede negar la.
ventaja de conservar al que paga el derecho de inter-
venir en la distribucion del sudor de su frente?
¿ Quien puede dudar que la independencia é inamovi-
bilidad de los magistrados es la sola y verdadera
garantía de la justicia? ¿ Cómo no reconocer que la
representacion de todas las clases del estado en el
egercicio del poder legislativo, es una idea de justicia
primitiva, y que la existencia y la inviolabilidad de
los soberanos es la base de la fuerza y del poder, al
paso que la responsabilidad de los ministros es la
mayor garantía contra los abusos del egercicio de
este poder conservador y tutelar? Estas verdades son




lV


ya axiomas, pero repito UIla y otra vez, que la sola
dificultad está en la aplicacion.


Asi que, al egercer su accion benéfica los gobi-
ernos representativos, se les ve siempre acompaiiados
de los obstáculos I]ue les producen las pasiones
movidas, y este fllovimicllto procede de la naturaleza
misma de esta clase de gobiernos, que tal vez no han
llegado aun al grado de perfeccion de que son
susceptibles. Pero sea lo que se quiera de estos obs-
táculos, ó de estas yen tajas de los gobiernos repre-
sentativos, ¿ podrá negarse que habría países en que
la aplicacion del sistema representativo sin una pre-
paracíon previa, y sin la creacion ó preexistencia de
ciertos elementos, sería dificil, embarazosa, ó tal vez
imposible sin correr el riesg'o de un trastorno social?
¿ Qué seria de la Turquia si de repente se hiciese cons-
titucional? ¿ Qué de la Rusia cambiando de pronto
la faz de la existencia popular con relacion á las otras
clases? Recientes experiencias en algunos puntos
del globo, ofrecen tristes egemplos de esta verdad.
¿ Adonde llevaria, en paises de la naturaleza indi-
cada, una oposicion abierta y organizada contra el
gobierno, elemento que se cree inseparable y esencial
en los paises representativos? No hay que dudarlo,
comprometería el orden social, y antes de mucho el
derecho de la fuerza se substituiría al imperio de la




ley, y las primeras condiciones sociales, cuales son la
seguridad y el orden público, correrían un riesgo
eminente. Y quien sabe si aun para los que existen, y
todavía nacientes, les podrá algun dia ser funesto, si
no se modifica este elemellto que se Hanla conserva-
dor, pero que á decir verdad, parece contradictorio
al obgeto primario del mismo artificio del gobierno
representativo. :En realidad, la razon dirigida por
su solo impulso natural juzgaría que la verdadera
mision del representante al sentarse en un cuerpo
legislativo, es exclusi"amente hacer el bien del pais
que representa, defendiendo y protegiendo sus in-
tereses; y en tal caso no se puede concebir cómo los
intereses verdaderos .Y esenciales de un cuerpo social
están siempre de un mismo lado, cómo se hallan para
unos en apoyar siempre al Gobierno, y para otros en
hostilizarlo siempre, sin mas obgeto que hacer eso
que se llama Oposicion. Si esto es así, las personas
son de mayor importancia que las cosas, el amor pro~
pio preferible al interés esencial de la nacÍon; pero
mejor es abandonar esta polémica inutil, y con ella
un campo peligroso y expucsto á consecuencias
erróneas, porque la. constante duracion de este ele-
mento puede bacer pensar que existan razones cn que
fundar su utilidad, por mas que yo BO pueda perci-
birlas. Pero sea de estaf' ideas lo que se quiera, sean




VI


exactos ó inexactos estos raciocinios, no caLe duda en
que el orden y la justicia son elementos inseparables
de todo buen gobierno, y que aquel que, comu el
gobierno EsparIOI, haya visto por desgraciadas com~
binaciones, comprometidos el orden y la justicia, debe
antes de todo procurar asegurarse estas dos cOIHli~
ciones vitales y eminentemente esellciales para la
existencia de los gobiernos.


En los medios de conseguirlo podrá haLer las
opiniones que se quiera, pero en último resultado no
se puede dejar de venir á parar, si se han de reducir
todas las teorías á práctica, á la filosófica considera-
cion de las circunstancias respectivas de cada país,
que es preciso estudiar en el libro de la historia
particular de cada uno.


Abriendo, pues, este gran libro relativamente á la
España, presentaré hechos á cuya vista enmudecen
todos los raciocinios; y de ellos y de la consideracion
imparcial de las causas que los han producido, se
habrá de deducir con seg'uridad cuales son los ver-
daderos límites que separan las pasiones de los
intereses reales y esenciales del país, y se descubrirán
en pnmer término las anomalías peculiares de
España, de las que 110 se tiene idea fuera de ella, y
de las que en España mismo 110 se ha hecho un
et-ltudio suficicnte para dei:llillOar IOt-l elementos que




VII


las han producido, los obstáculos que han baIlado ell
la aplicacion ciertos principios y ciertas doctrinas; y
por último, qué se puede pensar del porvenir, ana-
lizando lo pasado.


Ninguna decision legal, anterior á la de las Cortes
de Alcalá en el año de 1348, habia variado la sucesion
electiva á la Corona, cuya eleccion, hasla entonces,
habia siempre sido verdaderamente popular. El
corto periodo del siglo XIV. ofrece á la consideracion
del historiador, al tnrlmlento Don Sancho alzandose
contra su padre; al Infante Don Juan que se alza
contra su hermano; al Infante Don Henriquc arre-
batando el gobierno de las manos respetables de la
gran Reina Doña Maria, tutora de su hijo Don
Ií'ernando; á Don Pedro (que por mas que su
recuerdo bistórico sea poco honroso á la humanidad,
no por eso dejaba de ser Rey) asesinado por el puñal
de un hermano adulterino, que empuñó el cetro de
Castilla, con las manos manchadas con la sangre de
su Rey y su bermano.


Mas esta situacion del siglo XIV. y parte del XV.
se observa que varió muy considerablemente en el
XVI. A principios de este siglo existia todavia la
fuerza feudal, la cual, aunque ya muy debilitada, no
dejó de influir en las famosas guerras de las Conumi-
dades y Germanías; pero en la misma f.poca lllHl




Vil!


parte importante de la Aristocracia se alió con el
Trono en contra de los elementos democráticos: el
Condestable de Castilla, y otros Magnates Españoles,
uniendo sus armas y recursos á los de Carlos V. deci-
dieron en Villalar, la cucstion en favor del poder Real.
No fue, empero, igual el triumfo para la Aristocracia;
temerosa la Corona de la fendalidad, aunque ya casi
extillguida, se unió al pueblo contra sus débiles restos,
y en la completa ruina y desaparicion de estos restos
feudales, ellYolvió Carlos V., y despues su hijo Felipe,
el poder y la influencia de la Aristocracia Esp{~ñola.


Esta transicion produjo ciertamente la diferencia
esellcial de España, relativamente á los demas paises
de la Europa, en cuanto á sus principios constitutivos.


De esta alianza procede el haber obteuido el pueblo
Español, en su clase inferior, vent<0as de una natu-
raleza que hizo su existencia ci vil de mejor condi-
cÍon que lo fuera la de ningun otro antes de sus re-
voluciones; y de aquí su union al poder absoluto,
que aprovechado y desarrollado por la dinastía Aus-
tríaca, contribuyó á hacer caer en desuso y olvido
las leyes y fueros EspailOles, dejando de legado á
Esparia la decadencia progrcsi va de los reinados de
los Felipes, hasta la degTadada y triste época del rei-
nado del valetudinario y debil Carlos JI., en que COll-
cluyó la dinastía. Pero sea como quiera, la ruina de




IX


la Aristocracia envolvió lambien la de la prosperidad
y la iluslracion; y el bajo pueblo, aunque ciego ins-
trumento de su propia ruina, conservó una con die ion
mejor que la de la Aristocracia, que la de la clase
media, y que la de las clases industriosas, cOllservanrlo
tambien abiertas todas las puertas al poder y ú la
fortuna, para lo que no se exigió ni cuna ni calidades
especiales. Mas todas estas ventajas del pueblo fueron
explotadas con mas sólido provecho por el clero, que,
aprovechando su omnímodo poder é influencia, ad-
quiridos por la naturaleza de su instituto mientras los
Concilios egercieron exclusiva, ó casi exclusivamente
el poder legislativo, á causa de la ignorancia de los
siglos medios, supo hacerse rico, y organizarse en
medio de un todo desorganizado.


Combinados de esta manera los intereses generales,
era infalible que habrian de presentar un día la pugna
que hoy ofrecen á la vista del observador. El bajo
pueblo y el clero habian de querer conservar su ad·
quirida preponderancia; las Aristocracias todas, y las
clases industrial y fabril debian aspirar á mejorar de
suerte; el triunfo lo habia de decidir el Trono, segun
el lado á que se inclinase, como habia sucedido siem-
pre. En efecto, lodos los Soberanos, tanto de la di-
lIastÍa Austríaca, como de la Casa de Borbon, incluso
el Rey Fernando VH., estuvieron siempre en aquella




línea política; es decir, unidos al Clero y al Bajo
lJUeblo, y de consiguiente, todo lo que pudo hacerse
en contra fue transitorio, y no pudo por tanto ser
sólido: la alianza del TRo~o, del PUEBLO, Y del CLERO
no podia ser vencida por ninguna fuerza ni por uin-
guna combinacion; el triunfo de esta liga poderosa
sobre las Aristocracias, sobre la clase media, y la
clase industrial y fabril, debia necesariamente durar
cuanto durase su union, y esta no podia ser deshecha
sino por la creacion de nuevos intereses que causasen
la separacion de las clases federadas.


Estos intereses, dichosamente, los creó la Pragmá-
tica de Marzo de 1830 que renovó la Ley de partida
estableciendo la sucesion directa, y esta decision se-
paró el Trono del lado en que habia estado mas de
tres siglos, poniendolo al lado opuesto; el cual, de
consiguiente, alcaliZÓ por esta mudanza el triunfo
que ahora debe consolidar, con tanta mas facilidad
cuanto son mayores los motivos que la misma fmccion
del pueblo, que formaba parte de la poderosa liga del
Trono y el Clero, tiene en el día de convencerse que
110 pierde sus ventajas esenciales, y (Iue m~jora radi-
calmente su condicion, por la diminucion de impu-
estos, y la buella y pronta adrninistracion de justicia,
al paso que adquiere esperanzas de pasar de la clase
proletaria á la propietaria, bajo la salvaguardia, que




XI


antes no tenia, de leyes justas que á la par garanticen
su propiedad y protejan su seguridad individual.
Convencido cada vez mas el bajo pueblo, de las me-
joras de su nueva situacion, al ver abiertos los manan-
tiales de la riqueza pública, que correrán copiosa-
mente, no hay duda que abandonará el campo de
intereses, que, bien considerados, no son los suyos, y
dejará solo al clero el triste encargo de presentarse
aislado en la arena, para defender sus abusos, bus-
cando en su apoyo un Trono de débiles cimientos,
por la obvia razon de que en ningun caso podria este
levantarse como elemento primario de triunfo, sino
como simple instrumento de intereses que, en su
esencia, tendrian tanto de contradictorio con los del
Trono mismo, como de perjudicial á la rnoral del país,
por la natural tendencia del vulgo á confundir los
abusos de los sacerdotes, con el respeto sacrosanto á
la religion, sin el cual los pueblos corren peligros di-
ficiles de calcular, por lo mismo que conmueven los
fundamentos del edificio social.


.Este es el cuadro fiel de la España, estas las com-
binaciones que han dispuesto de la suerte del Estado.
Observense con imparcialidad los sucesos políticos
de todas las épocas, y en su actuacion y su desenlace
se ycrá siempre regir la precisa ley de los elementos
que hc ilHlicado, y qllc rslos han !'iido tan fuertes, tan




XIl


influyentes, y aun diré tan exclusivos, que siempre se
han sobrepuesto, aun á los planes mas bien concer-
tados. El Trolla en último resultado ha sido en todos
tiempos el que ha decidido de la suerte de la Monar-
quía; y el respeto idólatra al Trono, que es para los
Españoles un punto de creencia hasta religioso, siem-
pre (ó á lo menos por muchas generaciones) decidirá de
la suerte del Estado. Es menester no hacerse ilusion,
es preciso ver que la nacion Española es hoy la misma,
poco mas ó menos, que en 1808, cuando sostenia su
independencia; que no es otra que la que presentó,
solo once años hace, el aspecto singular de recibir
con entusiasmo popular á los Franceses, por la sola
razon que se decian venir á rescatar al Rey cautivo;
que la nacion Española no es 10 que aparece en la
capital de la Monarquía, ni en las de las Provincias;
que las mágicas voces en otros paises, de libertad y
de igualdad, en España se oyen con desprecio y con
desdén, y aun como grito de irreligion; que la dife-
rencia que hoy se nota, de adhesion general á un
g'obierno liberal, 110 procede de haberse extelldido
la iluslracion ó los adelantamientos del siglo á la
masa popular, sino de la feliz circumstancia de teller
este gobierno de su lado, un Trono en el que, sea
como (luÍera, está sentada una hija de cien Reyes,
que una iUllIellsa parte de la nacÍoll llIira COIllO legí-




XIll


tima heredera, porque la apoya una ley que rigió
siete siglos en Castilla, y que alteró un Rey extran-
gero, por inlereses exclusivamente extrangeros.


Si verdad tan tri vial y tan conocida por todos los
hombres de luces en Esparia necesitase confirmacion,
110 habría mas que tomar el libro de la historia en la
mano, para hallarla comprobada en cada página, y
aun en cada línea, pero muy particularmente en los
acontecimientos políticos á que se refieren estos
Apuntes.


Insignes desaciertos, combinaciones de las socIe-
dades secretas, de'ieos generales de mejorar la suerte
nacional, padecimientos increibles en los lastimosos
años transcurridos desde 1814 hasta 1820, ensayos
siempre abortados, nada hubiera lanzado el carro del
Estado en la senda de la Constitucion de 1812, si el
Trono hubiera empleado los inmensos elementos de
oposicion de que podia disponer: y si el Poder Real,
mas ó menos expontáneamente, 110 hubiese abierlo el
camino, promulgando el decreto de 7 de Marzo de
1820, que las circunstancias serian mas ó menos á
propósito para arrancarle, pero que, sea como quiera,
existió, 110 percibo como se hubiesen empezado las
variaciones políticas. Los esfuerzos de los militares
de la Isla de Leon, que tampoco habrian hallado sol-
dados que siguiesen sus deseos sin haberles presentado




XIV


)a halagüeña idea de no entrar en los buques que de-
bian trasladarlos á las regiones de ultramar, no eran
medios suficientes para variar la faz política de la
:España: Riego estaba ya á punto de rendirse; la voz
de libertad era escuchada por lo que se llama NACJON,
como de mal agüero para lo que la inmensa genera-
lidad de los Españoles estima en mas, cual es la tran-
quilidad y el orden; y apenas el Trono, por razones
que aparecen sobradamente perceptibles en el curso
de los A puntes, dejando el camino de la buena fé, si
la tuvo alguna vez, ó dejando las apariencias de estar
en aquella línea, alzó la bandera de hostilidad contra
ella, aquellas instituciones se debilitaron, y perecieron:
yo invoco el testimonio de los hombres honrados de
todos los partidos.


Prescindiré de las mas ó menos seductoras teorías
que puedan invocarse para hacer la apología de las
instituciones que cayeron en el año de 1823, y para
probar que la causa de su caida fueron exclusiva-
mente las maquinaciones é intervencion extrangera:
esta cuestion no será nunca prudente juzgarla por
abstracciones, todas controvertibles, todas opinables.
Sería mellester empezar por fijar con una línea tan
segura como dificil de trazar, qué es en general lo
que se llama opinion pública; aplicar á España esta
definicioll siempre dificil, pero mucho mas dificil to-




xv


davia si se quisiese deslindar prescindiendo de la evi-
denda que arrojan de sí los acontecimientos: el
hombre imparcial que los contemple, conocerá clara-
mente de qué lado se hallaba en 182310 que se llama
ycrdadcramente nacíon.


Prescilldamos, pues, enteramente de cual habria
sido la suerte de la causa constitucional, si la inter-
vencion no se hubiese verificado, porque el oprimir
un pais, y decidir de la forma de su gobierno por el
hecho, no es la línea de conducta propia de un
gobierno nacional, sino de un gobierno despótico,
sean los que se quiera su color y su bandera. La
nacionalida!l no es propiedad exclusiva de tal ó cual
color político: lo es tan solo aquello que aprueba y
apetece el mayor número de los individuos impor-
tantes de un Estado; esto es, la opinion pública, 10
demas es coaccion, igual, idéntica, ya sea egercida
por los Inquisidores, ó por los demagogos de las
turbulentas sociedades que llenaron de tedio y astÍo
á todos los Españoles que tenian garantías y vínculos
sociales con el Estado, y á quienes, de consiguiente,
les interesaba su bien y su ventura.


Mas, de la suma de datos preciosos que ofrece la
consideracion de los acontecimientos que forman
el obgeto de estos Apuntes, una sola consecuencia
se presenta en primer término, incontrovertible, y




XVI


harto clásica para que pueda ocultarse á la vista del
observador honrado, á saber, que todos los ensayos
gllbernatiyos, hechos hasta aquí, han salido mal y
se han desacreditado; que los gobiernos que han
regido á España desde I80S hasla 1832, han po-
seído el arte funesto de suicidarse á fuerza de desa-
ciertos; que estos, mas que los mismos interesados
en destruirlos, han influido en su destruccion y dcs-
aparicioll; que la fuuesta administracion de Lozano
de Torres, la Constitucion de 1812 restablecida en
1820, y la horrible y siempre memorable época de
Calomarde, han conseguido destruirse á fuerza de
errores. y no será ciertamente paradoja asegurar,
que Lozano de Torres contribuyó mas poderosa-
mente que el mismo Riego, al restablecimiento de la
Constitucion; que las indiscrecioncs de este, sus
trágalas, y la falta de circunspeccion de las Cortes
de 1820 á 1823, contribuyeron mas á la caida del
Sistema constitucional, que los esfuerzos de Eroles y
del Trapense; y que Calomarde, tal vez, ha propor-
cionado el principio de un convencimiento de la
necesidad de constituirse el pais, para no ser otra
vez juguete de hombrcs de su laya; convencimiento
que es menester confirmar, en vez de debilitar, por-
que es nuevo y tiene gran oposicion. Pongamos la
mano sobre el corazon, prescindamos de pasiones y




X \'11


de opwlOlles de partidos, trnsJadernonos á los mo-
mentos políticos de hallarse el Rey Fernando VII. al
borde del sepulcro el año de 1832 en la Grallja, y
digamos de buena fé cual habria sido la suerte del
Estado, si en efecto hubiese muerto entonces: en mi
opinion el Infante Don Carlos habria reinado, ó á lo
menos se habria sentado en el Trono por mas Ó
mellos tiempo, lo que habria dependido exclusiva-
mente de su conducta sucesiva; por manera, que es
para mí indudable, que su poder se habria consoli-
dado, si, despues de empuñado el cetro, hubiese
tenido la fuerza y sagacidad suficientes para haber
fundido todos los partidos; si se hubiese propuesto
y logrado el arreglo de la administracion ; si hubiera
con mano fuerte cortado abusos escandalosos en-
cadenando las pasiones; y por último y principal
hubiese aliviado á los pueblos y establecido econo-
mías severas: pero si por su desgracia y la del pais,
su conducta hubiese llevado el sello de una reaccion,
si considerando al nuevo Monarca, como no podia
menos de considerarsele, como cabeza de una fac-
cion, esta le exigia concesiones que ciertamente no
hubiera tenido fuerza para negar, entonces la tran-
quilidad de su reinado habria sido efímera, no tar~
dando en ser seguida por una nueva rcaccion, hajo


e




X \Ill


la bandera (le las doctrinas exaltadas, que habria
conll1lwiclo Ó tal yez destruido el Trollo.


Todos estos gobiernos á su vez han demostra<lo
que ninguno supo llenar el obgeto que constituye el


deber de todos los gobiernos,-llaccl' la felirirlafl
de los Gorbernado8.


Estamos en el sig'lo de 10 positivo; precIso es Imes
buscar en nuevos ensayos~ remedios de otra especie
que los empleados hasta aquí, y que tan nml han
probado; y llO es menos importante el 110 sacrificar
el bien naci01lal al amor propio y á pasiones siempre
chicas en presencia de tamallOS intereses. Contem-
plemos los errores pasados, para huirlos; aprendamos


C1I la dura escuela de la experiencia lo que hay que


hacer, para no correr nuevos riesgos de infortunios,


harto crueles para repetidos; reflexionemos que las


Constituciones y las leyes de los pueblos deben tener


por base, si han de vivir y sobrelladar á las pasiones,
los hábitos, los usos, las costumbres, y la tcmlcllcia


natural de los respectivos pueblos que han dc rcgir ;
y no perdamos de vista que nuestra ventura y
nuestra gloria están cifradas en afirmar y robustecer


el naciente Trono de la Iliña interesante que hoy lo
ocupa, y que las únicas gradas quc tiene el PreLen-
diente para subir al Solio, son las que le pudiesen




XIX


englr los desaciertos del gobierno contra el cual
conspira, y cuya desüuccion solo podria lograr si,
por una ú otra causa, las doctrinas all~lrquicas y
desorganizadoras llegasen á sobreponerse á los prin-
cipios liberales cOllservadores de UIla libertad justa y
racional, que es la única que la Espaim puede
tolerar, á pesar de cuanto quieran persuadir los que
por intereses y miras personales, mas que por amor
de su pais, declaman contra un sistema pulítico
moderado, que dificil mente podrá conducir á la re-
volucioIl de fIue ellos anhelan hacer su patrimonio.
Faltos de los medios de subsistencia, aspiran los
perturbadores á labrar su fortuna en el trastorno del
orden social, no previendo que 110 serian ellos, por
cierto, los que cogiesen el fi'uto de semejante ca-
lamidad, y si, aquel mismo partido que, triunfalldo
en 18~¿8, persiguió con implacable salla á ilustres y
respetables victimas, que mezcladas C011 ellos durante
ollce auos, han llorado su desventura lt:jos de su
desgraciada patria, y la llorarían loda via Slll la
rccien te aliallza del Trono con la causa de la mode-
rada libertad.


Aun cuandu raCIOCInIOS lilas Ó mellOS poderosos
}ludiesell destruir lus mios, cuya infaliLilidad me
guardaré Lien de sO!':itcner, ciertamente 110 se podrá
con solo:- sijogi:-)lIlo~ fUlldados ell puras teorías, ó


c '2




xx


sueños de bello ideal, combatir los hechos que ofrece
este país clásico de la libertad y de la ilustraci~m, de
este pais de proporciones gigantescas en la prospe-
ridad y la opulencia, que es en lo que realmente
consiste la sólida y verdadera ventura de los pueblos.


Observemos estos hechos, veamos si los lIemos
tomado por norma, y en todo caso, respetando tan
lisongeros resultados, sigamos el cgemplo de la sabia
uacion que los 1m obtenido.


La idolatria y respeto sacrosanto á la ley, la vene-
racíon religiosa de unas practicas no substituidas á
los preceptos de la moral, sino identificadas con la
moral misma; el acatamiento al '111'011,0, como una idea
magicamente conservadora y sin relacion á la per-
sona que lo ocupa, sino como un obgeto ~obrehu­
mano que santifica la creencia pública; estos prin-
cipios identificados con los usos y las costumbres
nacionales, y que forman un espíritu público exalta-
damenle patricio, he aqui el artificio mágico de la
fuerza y del poder de esta gran nacion (Iue contem-
pla admirado el extrangero observador. Idólatra
de sus usos, es el pueblo Ing'lés eminentemente
circunspecto en alterarlos; ardiente venerador de
sus principios polílicos constitutivos, se exalta con
igual vehelllellcia cualldo yé en peligro su libertad
llaciollal J ó !'u <)q.!,'uridad illdi,"idual, como cuando




XXI


oye cutonar el lJilllllO de re!lpeto religioso y nuciollal,
"GoD SAVE 'fIlE KING."


He aqui pues el modelo: Justicia, Segl.t'ridml
individual, Libertad, Ventura, Riqu c:-:,a, Poder, In-
jluencia entre las naciones: estos son los obgetos
reales que han aseg'urado los Ingleses; estos los ob-
getos que ha llevado la Inglaterra á uu grado de
superioridad sobre el resto del mundo, que no puede
concebirse sin verse: esto es lo que interesa real-
mente á los pueblos, esto es á lo que hay que con-
ducir las naciones, lo demas son 'fEOllIAS, es IIU;\IO,
es NADA.






APUNTEs


HI~TORICO-CRITICO~


PARA ESClUBlR


l./A HISTORI.A. DE ESPAÑA,
DE LA EPOC.\ DESDE 1820 A 1823.


NADA lllas 'inutil fJue remontarse ,t tiempos muy an-
tiguos para deducir de los errores gubernativos en que
abunda la Historia de España, particularmente de tres
siglos á esta parte, los errores de la época presente;
esto podría ser del caso, si fuese el objeto analizar las
causas que han conducido á Espalla á su actual situacion
política, pero siendolo unicamente consignar hechos his-
tórÍGOs de una época determinada, ellos suplen <1 todos
los raciocinios, y á todas las reflexiones.


Sin embargo, como se escribe para los Estrangeros
igualmente que para los Espaúoles, no será superfluo
pasar la vista por los años posteriores al de ] 788 en
que sufrió Espalla la pérdida de su buen Rey Carlos III.


Su sucesor Carlos IV., si bien estaba dotado de algunas
bellas calidades, mostró tal debilidad por la Reyna, que
la suerte de la Monarquía se vió abandúnada ,t merced
de sus amorosos devaneos.


1;


Epoe¡\ ante··
rior al l') de
Enero lk
1820.




2


Varios favoritos se disputaron la preferencia y confian-
za, pero el que fijó mas su atencion y alcanzó mas perma-
nentemente sus favores, fue un Guardia de Corps llamado
Manuel Godoy, natural de Estremadura, de una regular
familia, de no gran capacidad, y de menos que mediana
instruccion, pero que sin embargo tuvo la destreza sufici-
ente para consolidar su fortuna, y asegurar su influencia
hasta el punto de ocupar con pasos rápidos los primeros
puestos del Estado, acumular inmensas riquezas, obtener
títulos de honor hasta el de GeneraIisimo y Almirante, y
ser conocido en Europa por su título de Príncipe de la
Paz, cuya concesion le hizo el Rey por la paz de Basilea
en 1795.


La España sufría las arbitrariedades y dilapidaciones de
este favorito; pero enervada por la apatía que produce
en los pueblos esta especie de gobiernos, la generalidad
miraba con la mas fria indiferencia los negocios públicos;
si murmuraba era en silencio, y solo algunos pocos que
seguian con vista observadora los asuntos públicos, se
contentaban con llorar en silencio sobre la suerte de su
patria.


El año de 1807 fue el primero, en que dcspertandose
la atencion pública, se convirtió hacia los llegoeios del
Estado. La famosa causa del Escorial atrajo la opinion
pública en favor del Príncipe de Asturias, mas bien por
la animosidad con que era ya mirado el Príncipe de la
Paz, que por el análisis imparcial del proceso. No en-
traremos en el fondo de esta causa célebre en los anales
de España; mas si hemos de dar crédito á muchas de las
noticias que acerca de ella han visto la luz pública, in-
ducen á sospechar, que el inexperto Príncipe heredero
dd Trono, docil á un mal consejo, aspiró á subir al que
ocupaba su Padre, ayudado de varios personages, cuya
conducta, si en efecto fue tal cual se supone, jamás




')
, )


podrá justificar la debilidad de Carlos IV., ni los horrores,
ni aun los crímenes de su Valido.


Sea como fuere, el Príncipe de Asturias fue ahsuelto
por un fallo legal, y varios personages, que mas ó menos
jugaron en estos asuntos, fueron desterrados de la Corte.


Los acaecimientos de la guerra de la independencia
principiaron á poco tiempo, y Esparm empezó á ser el
teatro de sucesos, que un dia debian influir en la suerte
de la Europa.


Bonaparte, equivocado, cual sucede á casi todo estran-
gero, en el concepto que formó del verdadero estado
moral de Espaiia, no acertó en los medios de lograr su
objeto, y afectando en vano, cual los Cartagineses mu-
chos siglos antes, ideas de paz y conveniencia recíproca,
penetró tranquilamente en la Península, se apoderó de
las plazas fi'onterizas, y dilatamlose de los Pirineos al
Tajo, ocupó la Capital, donde sus tropas fueron recibidas
como amigas y aliadas, sin que por eso le afirmase este
primer paso venturoso, en la carrera que se habia propu-
esto en su política tan audaz como mal combinada.


No tard¡') mucho el dia en que por la vez primera se
vieron ultrajados por sus mismos vasallos los lVIonarcas
de España: el populacho ofrece en la escena del la de
Marzo en Aranjuez, el primer egemplo del desenfreno de
la muchedumbre; y el amante de la Reyna, el Generali-
sima de Mar y Tierra, el ídolo ante quien pocas horas
antes quemaban inciensos la Espaila y la América, escapa
milagrosamente de los insultos y golpes de la plebe, y
fugitivo, escondido y hallado en una guardilla entre este-
ras, debe su vida al cuerpo de Guardias de Corps donde
había empezado su carrera, el cual en aquellos momentos
creia un deber patriótico tremolar tambien el estandarte
de la revolucion que comenzaba.


lJ 2




Los Reyes Padres tuvieron tIue valerse de la influencia
popular del Príncipe de Asturias para calmarla agitacion,
y salvar su favorito, entreganclole su Corona por una
abdicacion, cuyos detalles 110 están tocl;1Via bastante es-
clarecidos: á tanta costa lograron restablecer la tpüetud
pública, pero la forma de verifiearlo debia por neeesidacl
proclucir un verdadero abandono de la nave del Estado á
las nuevas borrascas que empezó (t correr en alplel (lia,-
dia memorable para la Espaüa, dia primero de una época
fecunda en nuevos aeontecimientos trascendentales ;i casi
todo el mundo, ó al menos ;i los inmensos territOl'ios
Españoles de Europa y Amériea.


La condueta posterior ele Bonaparte, la salida del Rey
para Bayona, su abdieaeion y cautividad; el memorable dos
de Mayo de 1808, célebre no tanto por sí mismo como
por sus consecuencias, la forma y régimen de los varios
gobiernos que sucedieron en Espaúa hasta la reunion, en
24 de Setiembre ele 1810, de las Cortes generales y estra-
ordinarias, autoras de la Constituciol1 promulgada en ]~)
dc Marzo de 1812, son objetos dignos de otra pluma tal,
como la de un ilustre Amigo nuestro, cuya capacidad, y
cuya reputacion justamente adquirida, podrá llenar ta-
maña empresa, que por otra parte no tiene cabida en los
límites de este trabajo; ni son realmente de su objeto, en
el cual el primer suceso GigIlO de llamar la atencion, por
su conexlon con un punto tan capital, es el decreto espe-
dido por la Junta Central en 2~) de Enero de 1810 para la
cOllvocacion de las Cortes [N° 1 ° de Documentos], ora se
considere su importancia en su esencia, ora las consecuen-
cias que han podido seguirse á su falta de cumplimiento.


Tambien es forzoso detenerse, aunque ligeramente, en
la instalacion de las mencionadas Cortes; presentase la
Espaúa regida de un modo nuevo, que en vano se pretcn-






de poner en armonía con sus primiti \'as [l'ye,.;, pudiemlose
decir que la Monarquía habia mudado de aspecto.


Al tocar este punto, los escritores {lue han tratado de
esta gran transaccion política, se han ocupado mucho de
Ulla gran cucstion de derecho, á saber: la legitimidad ó
ilegitimidad de los Diputados que compusieron las Cortes
(lue hicieroll y sancionaron la Constitucioll. Diremos en
este punto francamente nuestra opinioIl, y entraremos en
seguida en el examen ó análisis de aquel Código político.


En efecto, las circunstancias que mediaron en el nom-
bramiento de Diputados de las Cortes estraordinarias, pue-
den muy bien producir por principios rigorosos de dere-
cho una verdadera nulidad: al tiempo de su eleccion se
hallaba la Península ocupada por los Franceses casi total-
mente; Galicia, Valencia, Murcia y Cadiz eran los únicos
puntos libres; estos solos pudieron nombrar sus represen-
tantes; los otros fueron eJegidos en el mismo Cadiz, con la
única circunstancia de ser naturales de las Provincias que
debían representar en calidad de Suplentes; por tanto, f'i
las circunstancias exigian indispensablemente estos ú otros
medios supletorios, ellos dieron motivo á que se dudase, si
la validez y fuerza representativa de las Cortes, que por
otra parte reunieron una representacion de España y de
América cual no se habia visto jamás, era la suficiente
para alterar las leyes fundamentales de la Monarquía, y
mucho mas, sin la concurrencia del ]\;fonarca.


Mas la imparcialidad y la justicia exigen decir, que al
lado de este aspecto de nulidad, es preciso no desenten-
derse de la fuerza legal, que pudieron dar á este acto los
acontecimientos sucesivos.


Todos los Españoles que seguian las banderas del Go-
bierno legítimo, todos reconocieron á las Cortes y á la
Regencia nombrada por ellas. La Inghterra tenía acre-
ditado cerca de este Gobierno su Representallte; Portugal,




Rusia, Prusia y Suecia * le reconocieron, y trataron con
él; la Nacion entera, no solo nada dijo, sino que publican-
dos e la Constitucion de 1812 en todos los pueblos de la
Monarquía, apenas quedaban libres de enemigos, sea por
representar el triunfo del gobierno legítimo sobre la inva-
sion, ó por lo que quiera que fuese, ni una sola ciudad
ni pueblo protestaron; en todas partes fue proclamada
con el mas vivo entusiasmo, como signo de libertad é in-
dependencia nacional; y no solamente esto, sino que por
los principios y reglas establecidas en la misma Constitu-
cion, se hicieron las elecciones de las Cortes de 1814 ya


* La Infanta Doña Carlota Joaquina, Prince~a entonces dd Bra,~il,
dcsjll1es Rcyna de Portugal, en carta de 2il de .Tullio de 1812, c"(Tita á la
Regencia de Ecpaña, y comunicada por esta {l las Cortes, se esplica en
e~tos términos: "Llena de regocijo voy {¡ congratularme con vosotros, por
la buena y sabia Constitucion que el Augusto Congreso de bs Cortes
acaba de jurar y publicar con tanto aplauso de todos, y muy particular-
mente mio, pues la juzgo como bm'c fundmIlental de la felicidad é indc-
pelllleneia de la NflcioIl, y como UWl prueba que mis amados compatriotas
dan á todo el 1\1 undo del amor y fidelidad que profesan {l su legítimo So-
berano, y del valor y constancia con quc defiendell sus derechos y los de
la ~aeion."


(Artículo 2° del tratado celebrado entre España y Prusia en 13ai'ilea
{¡ 20 de Enero de H1l4.) "S. 1\1. Prusiana reconoce {l S. 1\1. Fernando VII.
como solo legítimo Rey de la 1\Ionarquía Española en los dos hemisferios,
así como á la }{,egencia del Reyno, que durante su au~encia y cautividad
le representa, legítimamente elegida por las Cortes generales y estraordi-
narias. segun h Constitucion sancionada por c~tas, y jurada por la
Xacion."


(Artículo 3° del tratado concluido entre España y Ru"ia en \Veliki-
Louki (t 20 de Julio de 1812.) "S. M. el Emperador de todas las Rusias
reconoce por legítimas las Cortes generales y e>itmordimtrias reunillas
actualmente en Cadiz, como tambien la ConsÜtucion quc estas han de-
cretado y sanciollfldo."


(Artículo 3° del tratado entre España y Suecia fecho en Stockolmo á
19 de rdarzo de 1813.) "S. M. el Hey de Suecia reconoce por legítimas
[as Cortes generales y estraordinarias,' reunidas en Cadiz, así ('nmo la.
COll!:-titucion (]l'f' ellas han decretado y sancionado."




i


casi libre toda la Península, y sus Diputados, entonces, ob-
tuvieron ya uDa mision ciertamente respetable, cuya
legalidad y validez no puede atacarse facilmente.


No decidiremos nosotros aquella gran cuestion de dere-
cho de si la adquiescencia pública legitima los actos legis-
lativos, sí diremos, que en las circuDstancias de horfandad
y abandono en que se hallú España, pudo en verdad y
debió proveer á los medios de su propia existencia y
conservacion: dirémos tambien, que al paso que la san-
cion del Rey, parte la mas esencial en el sistema legisla-
tivo de Espaúa en todas épocas, era indispensable para
que adquiriese la Constitucion una verdadera fuerza le-
gal, era imposible haberla obtenido ni solicitado durante
su cautiverio; y en fin que sea lo que quiera la legitimidad
de este gobierno, de sus manos recibió el Rey nuevamente
el de una Nacían, que con sangre, desolaeion y horrores
habia conquistado su libertad, dado en Europa el primer
grito de independencia, y sellado con hechos ilustres la
primera defensa de la legitimidad.


Nosotros quisieramos que el estricto deber de historia- Examen del
d . . d' 1 e d· . Gobierno . ores nos pernlltIera conce el' a as ortes estraor manas Constitu-
la circunspeccion que hubiera podido elevar su nombre eional en su
con gratos recuerdos á la mas remota posteridad.; pero ~~;l~~~~a
en tal caso faltaríamos á nuestro propósito de no apar-
tarnos jamás de la senda, aunque estrecha, de la impar-
cialidad.


Componian estas Cortes j6venes, dotados por la mayor
parte de probidad, celo por el bien y otras calidades emi-
nentes, pero no bastantes por sí solas para dictar leyes
oportunas á su país, puesto que ni muchas de ellas, ni el ta-
lento mas precoz, suplen la madurez y cordura necesarias
para la delicada mision de sabios y prudentes legisladores.
Llenas sus cabezas de encantadoras teorías, que habian be-




Se exan1ina
la Con~titu­
cioude lill:!.


l' ,~


bido en las obras de filósofos ilustres, pero que funestamente,
desvanecidos con el falso brillo de remotos egemplos de la
antigüedad, copiaron la república de Platon sin sondear sus
principios, ni imitar sus virtudes, creyeron que era llegarla
la ocasion de poder aplicar las bellas teorías establecidas
en el famoso Pacto social para hacer feliz á Espaúa.


JVlas, desgraciada nacion la que se lanza por primera
vez en este inmenso piélago de doctrinas metafísicas, (Iue
partiendo ele principios meramente ideales han producido
siempre en sus ensayos tantas alllarguras, y cuyo egelllplo
reciente en una Nacion vecina, no supieron aprovechar
nuestros legisladores ele Cadiz.


Copiando de los Franceses, aunque por fortuna Slll sus
horrores, una época de que se avergonzaba ya entonces
su ilustracion, resucitaron la nauseabunda cuestion de
la Soberanía del pueblo, y desconociendo los adelanta-
mientos que en Inglaterra y Francia habian ya reducido á
axiomas los principios de los gobiernos representativos,
reprodugeron una imitaciol1 de la mal digerida Constitu-
cion de 1 í9] , que ni en el calor frenético de la revolucion
pudo sostenerse.


1vTas no solo resucitaron en aquella Constitncion la
vaga y dificil aplicacion de la Soberanía del pueblo, sino
que renoyaron tambicn el egereicio del Veto Real, limitado
de una manera semej ante á aquel modelo: en una palabra,
hicieron Ulla Constitucion para una .Monarquía sin ningun
elemcnto J\fonárquico. El poder legislativo mal concebido
en su artificio estaba esdusivamente en las Cortes; y pOL'
lo tanto era un verdadero monstruo que dehía por necesi-
dad devorar al poder egecutivo debíl y restringido. El
Rey era un ente nulo y de mas en el artificio Constitu-
cional; sin un Cuerpo intermedio independiente, se es-
tablecia 1I11,1 lucha u:·m:Lwte clltre el Trono y las Cortes,




de que uebian ser victima estas ó aquel. Si el Trono EjC
fortificaba con un Ministerio sagaz y vigoroso, el sistema
de elecciones era tan imperfecto, que las Cortes podían ser
un eco del poder egecutivci, pues podian haberlas COlll-
puesto sola y esclusivamente personas cuya suerte depen-
diera absolutamente del gobierno; si este era debil, y las
facciones triunfaban sobre él ¿, quien las quitaba poner en
egecucion el Artículo 181 de la Constitucion, aplicado en
Sevilla en 1823, sin que ningun poder público hubiera po-
dido tener accion conservadora, y evitarlo?


El deber de historiadores se satisface, y el análisis de
la Constitucion se hace unicamellte con transcribir el
citado Artículo] 81: "Las Cortes deberán escluir de la
sucesion á aquella persona ó personas que sean incapaces
para gobernar, ó hayan hecho cosa por que merezcan per-
der la Corona."


Es decir, las Cortes eran un verdadero tribunal del Rey;
las Corte::; tenian la iniciativa individual, germen fatal de
precipitacioll legislativa; á las Cortes pertenecia el arre-
glo del egército; las Cortes debian trazar el plan para la
educacion del Príncipe de Asturias; las Cortes cn fin eran
todo, el Itey nada. ¿, Donde, pues, el equilibrio de los
Poderes, sin el que no hay gobierno representativo?
;. Donde una Aristocracia fuerte é independiente del Trono
y del pueblo, y de consiguiente verdadero apoyo de la dig-
nidad Real, y de la libertad civil del Pueblo, y sin la que
no pueden ser sólidas las Monarquías?


J1 ues tal era la Constitucion de 1812, cuya inviolabilidad
sacrosanta quisieron llevar sus autores hasta el estremo
mas exagerado consignado en el Artículo ~~7;). He aqui el
artículo: " Hasta pasados ocho anos clcspues de hallarse
puesta en práctica la Constitucion en todas sus partes, no
se podr:í proponer alteracioll, adicion, ni reforma en nin-
gUllO de ¡.;u~ artículos."




Se exrllrllllR
la conducta


10


Ciertamente era preciso estar embriagados por encanta-
doras doctrinas, y bien á oscuras de los adelantamientos
posteriores, para consagrar tamaúa adora60n <Í esa nueva
estatua de N abuco; adoracion fatal, sin la cual en la última
época no se hubiera tropezado con el obstáculo legal de
su funesta inviolabilidad.


Mas si la Constitucion que queda analizada, aunque
ligeramente, tenia en sí tantos elementos de ruina, como
poco conservadores, las medidas administrativas, ó mas
bien las leyes secundarias, dictadas sin la debida circuns-
peccion, y sin tener presente las costumbres y hábitos del
pueblo que debían regir, que adoptaron las Cortes estra-
ordinarias y las ordinarias de 1814, no contribuyeron
menos á minar sordamente su edificio.


Las turbulencias de las galerías y de los cafés emplea-
dos en las Cortes estraordinrlrias "\r ordinarias, para obtener de las Cortes J


de Hll;3
1814.


y las ventajas de las votaciones; ]a indiscreta ostentacion de
un verdadero triunfo despues de abolida la lnquisicion;
los discursos que sin objeto ofendieron la clase militar,
siempre formidable, y mas, acabada una guerra en que ha-
bian vencido, y de la que no creian haber obtenido todas las
ventajas de consideracion é influencia que habian esperado;
una contribucion directa imprudentemente establecIda en
unos momentos en que 8gotados todos los manantiales de
la riqueza pública, debian hacerla ruinosa,-tales fueron los
elementos que determinaron la caída del sistema político que
concluyó á la llegada del Rey á Madrid en Mayo ele 1814.


Por lo demas, es imposible callar, sin injusticia, el con-
traste que ofrecen con el cstravío producido por teorias
siempre seductoras, las muchas cosas dignas de verdade-
ros Padres de la Patria, que hicieron los Diputados de
aquellas Cortes, y ([ue la posteridad, esenta de pasiones,
no sabrá negarles.




11


En efecto, en el mismo día 24 de Setiembre de 1810, en
que desde 1789 no había habido ni la sombra de Cortes,
se instalaron nuevamente. l\:luy de desear hubiera sido,
que hubiesen evitado la inutil declaracion de residir en
ellas la Soberanía, pero independientemente de ella, no
puede negarseles la arrogancia digna de Españoles de
tiempos mas felices; pues que reducido su poder al estre-
chísimo recinto de Cadiz, bajo el caño n enemigo, agotados
los recursos, y solamente apoyados en la unidad de opi-
nlon, que tan rara vez presentan las naciones en su histo-
ria, declararon por nulas las renuncias y transacciones de
Bayona, reconocieron y proclamaron por su único Rey á
Fernando VII. de Borbon.


y no solo esto, sino que en 10 de Enero de 1811 pu-
blicaron un Decreto, eterno testimonio de su heroismo y
lealtad, capaz de hacer olvidar sus cstravÍos, nacidos mas
bien de la inesperiencia de un celo impaciente que de cri-
minalidad en sus deseos. Por este Decreto declararon
tambien nulo cualquier acto ó convenio que el Rey hiciese
bajo el poder de Bonaparte, ó sugeto ,í su influjo; y pro-
testaron solemnemente no reconocer al :Monarca cautivo,
sino cuando se hallase libre en medio de sus fieles súbditos,
en el seno del Congreso; jurando por fin á nombre de
la N acion, no escuchar proposicion alguna de acomoda-
miento, ni dejar las armas de la mano hasta conseguir la
libertad del Rey, y la total evacuacion de España y Portu-
gal por los enemigos, dejando asegurada la Religion, y la
absoluta integridad é independencia de la N acion. [N° 2°
de Documentos.]


La abolicion del tribunal de la Inquisicion, cuya historia
es conocida en toda Europa, y cuyo don precioso de los
Reyes Católicos se ostentó mas poderoso sucesivamente en
los tristes reynados de Felipe IV. y Carlos n., y dejó
recuerdos tan eélebres como el de Logroño de 1 () 10, fue




tambicn obra de las Cortes estraordinarias, despues de una
discusion prolija, erudita é ilustrada, y en la que dos res-
petables eclesiásticos se distinguieron en probar, hasta la
evidencia, lo opuesto de los principios del Santo Tribunal
con los del Evangelio, y con los de Jesucristo.


Tarnbien es menester confesar que las Cortes estraordi-
narias y ordinarias del aÍlo de 1814, apenas atacaron en
sus derechos á las clases poderosas, ni egercieron con
esceso una coaccion de opiniones. Los famosos periódi-
cos, el Procurador General de la l\acion y del Rey, y la
Atalaya de la Mancha, probaron á la par la tolerancia del
gobierno, y las miras interesadas del Clero, que se resen-
tía de la supresion de Prebendas y Beneficios, y dc la
declaracion de estar todos los EspaílOles obligados á con-
tribuir á las cargas del Estado; y he aquí, y no en la
lealtad, consignada la razon dc la oposicion del Clero á las
reformas, oposicion que principió dcsdc aquella época, pero
cuyos principios estaban ya controvertidos y fijados por
célebres, doctos y cristianos Espaüoles, (lue no pudieron
beber sus doctrinas en los filósofos modernos, sino en
razones de utilidad pública, en las mismas que ya en
Cortes tenidas en 1545 se fundaron los Procuradores de
las Ciudades para pedir al SeÍlor Emperador Carlos V.
contra la amortizacion Eclesiástica.


Finalmente, scan los que quieran los errores y defectos
del gobierno que rcgÍa en España al tiempo de la libertad
del Rcy, habia estrechado su alianza con la Inglaterra ;
habia celebrado tratados con Rusia l N° 3° de Documentos J ,
Prusia y Suecia; habia librado la Península de los enemigos
que un arlO antes la ocupaban y bombardeaban á Cadiz;
dejaba un egército EspaÍlol brillante y disciplinado (le
] 80,000 hombres; y en fin casi pacificadas las provincias
de Venezuela, y muy disminuida la insurreccion en las
derru{s regiones de la América Espaüola.




En 10 de Octuhre de 1813 abrieron en Cadiz sus se-
siones las Cortes ordinarias, elegidas ya con todas las
formalidades legales de la Constitucion, las cuales se tras-
ladaron á la Isla de Leon, y de allí ;í. ::\fadrid en Enero de
18] 4 con motivo de la epidcmia y de estar libre la Capital,
donde fueron recibidas con el Illas vivo y sincero entu-
SIasmo.


Estas Cortes, bien sea por la influencia que los enemi.
gas de las reformas habian egercido en las elecciones, ú
por cualquiera otra razon, estaban compuestas de un gran
número de los tIue la voz vulgar llamaba ya serviles, así
como liberales á los reformadores que seguian los mismos
pasos que sus compaüeros de las Cortes estraordinarias,
siguiendo estos la falta de circunspeccion y juicio que
exigen las reformas políticas, y los otros aprovechando
estos estravios para desacreditar y confundir con ellos las
Illas justas y saludables reformas á punto (iue, no nos
cansaremos de decirlo, si los novadores alucinados cau-
saban con su indiscrecion males muy verdaderos, sus an-
tagonistas cmpeñados en sostener sus intereses aun á costa
de la general utilidad, atacaban las r~formas sin juicio
ni discernimiento, defendiendo ;í todo trance envegccidos
abusos, que cediendo en su provecho habian reducido á la
miseria á una K acion llamada por todos títulos á la pros-
peridad y al progreso.


Los periódicos de estos últimos, el Procurador General,
y la Atalaya, escrito uno por un fraile y el otro por varios
clérigos, se desataron furiosamente contra las reformas,
al paso que intrigas y maquinaciones multiplicadas, no
Rolo las desacreditaban y contradecian, sino que atentaban
contra la existencia misma del gobierno Constitucional.


Muchas podrian referirse, pero á la que mas particular-
mente puede darsela una categoría histórica, es la famosa
llamada de Oudinot. He aquí su estracto: "Conociendo


Epoca tic
lHl-1.




1-1:


los enemIgos de las reformas que el modo mas seguro
para desacreditar los Corifeo s del partido liberal era pre-
sentarles como partidarios de Bonaparte y unidos con él
en sus proyectos, buscaron para este efecto á un miserable
aventurero, el cual se dej() prender por un Regidor de
Baza á fines de 1813, dicienco que era D. Luis Oudinot,
Teniente-General Francés, casado con una señora de
Burdeos, y enviado á España por .N apoleon y su Consejo
de Estado, como espía ó agente oculto para la egecucion
de sus miras, de acuerdo con muchos partidarios. Despues
ele haber complicado como á tales á algunos honrados Es-
pañoles de aquellas inmediaciones, hizo otra manifestacion
por escrito en que repetia la clase y objeto de su viage á
España, que era el proyecto de establecer una república
con el titulo de lberiana, y á cuya cabeza estaba el Prín-
cipe Talleyrand. Nombraba una casa de comercio de Za-
ragoza como la Caja general de los caudales que traia
para la empresa; multiplicaba el número de sus supuestos
parciales en díferentes puntos del Reyno; decía que
habiendo llegado á Cadiz, y tratado de ganar al digno
Diputado Argüelles, por el influjo que tenia en las Cortes,
le habia ganado en efecto, conferenciando con él varias
veces en su casa, y puestose de acuerdo sobre el estable-
cimiento de la república; añadia que para esto contribuian
otros muchos Diputados, y la Nobleza y Clero, ó gran
parte de estas clascs; y luego trazaba por el mapa de
España ciertas líneas de correspondencia, que, aunque
desatinadisirnas, eran la puerta para ir señalando en todas
las Provincias á cuantos se quisiesen perder." El perió-
dico Procurador General publicaba detalladamente las de-
claraciones de Oudinot á la letra, las cuales debian ser
tan reservadas, asi por su naturaleza como por el estado
de sumario en que se hallaba la causa, no dejaban duda de
la inteligencia de los Jueces con el partido enemigo de las




15


reformas. El Pueblo de Madrid conoció la iniquidad, y
nadie os() sospechar del ex-Diputado Argüelles, el cual
representó á la Regencia, pidiendo que se le tuviese por
parte en aquel juicio, y que se prosiguiese este con todo
rigor y con la mayor publicidad. N adie creyó tampoco
en las Provincias una calumnia tan grosera, y todos los
hombres de bien en varias partes del Reyno se conside-
raron interesados ell confundirla. La Diputacion Provin-
cial de Murcia, de su propio movimiento, publid) una
prueba auténtica é incontestable de que no habia nil1gun
General Francés llamado D. Luis Oudinot. En Alava,
Valencia y en otras partes se publicaron iguales descu-
brimientos de otras falsedades contcnidas en la manifes-
tacion del impostor. Seguida la causa confesó su impos-
tura, sin omitir circunstancias, y despues de haberlo hecho
se dió la muerte :i sí mismo.


Otras muchas tramas se urdian ya entonces contra la
Constitucion y las Cortes, en una época cn que ni la leal-
tad al Rey, ni el interés nacional entraban por nada, siendo
los únicos móbilcs el interés individual y la ambicion; pero
el gobierno, bastante fuerte para contrarestarlas, seguía
su marcha, si no tranquilamente, al menos sin oposicion que
pudiera considerarse como temible.


Los triunfos conseguidos por la Alianza Europea, hacían
mas apurada de dia en dia la situacÍon de Bonaparte; y
apelando, como uno de sus últimos esfuerzos para mejorar
su posicion política y militar, á una transaccíon diplomá-
tica, (Iue dan á conocer los documentos de aquella época,
celebró con Fernando VII. el famoso tratado de Valencey, de
que fue portador el Duque de San Carlos, encargado por el
Rey de presentarle tí las Cortes. [N° 4° de Documentos.]


Facilmente conocieron estas, que la misma necesidad
que pudo obligar á Bonaparte á firmar aquel tratado,
debia crecer por momentos hasta el caso de permitir al




Entrada del
Rev cn Es-
pa~a dt'spues
de su cauti-
yerio en 'T a-
lencer·


lG


Rey su vuelta, sin semejantes estipulaéiones, ominosas ell
verdad para la España, á quien no permitian ni sus inte-
reses ni su gloria separarse de la alianza Europea, for-
mada al abrigo de la resistencia de la Península.


Asi pues desecharon el tratado, y en dos de .Febrero de
1814- publicaron un Decreto, reproduciendo el memorable
de 1 0. de Enero de 1811, Y admitiendo solo la libertad
absoluta del Rey y Real familia, con servidnmbre esclusiva-
mente compuesta de Espaüoles. [N° 5° de Documentos.]


La esperiencia confirmó la prevision de las Cortes [N° GO
de Documentos]. Bonaparte dejó en plena libertad al Rey
para volver á España. El 24 de Marzo de 1814 entró por
Cataluüa donde fue recibido por el general Copons, con-
forme á las instrucciones dadas por la Regencia, con-
siguientes al Decreto mencionado.


Este Decreto, que en la esencia era justo y glorioso,
pues ponia á Bonaparte en la necesidad de entregar sin
condiciones ni tratados al Rev, se resentia en cierto modo,
ya de que el Rey no adoptase las variaciones políticas
producidas por las nuevas leyes y por la Constitucion, ya
del recelo de que la influencia de sus Consejeros perjudicase
ú la aprouaeion del Decreto, que tenia cierto aire de querer
arrancar.


A la verdad, no permitir egercer al Rey ningun acto ele
autoridad hasta despues de haber jurado la Constitucion,
marcarle el camino que debia seguir, exigiendole fuese vía
recta, era hacer su autoridad anterior á la existencia de las
Cortes, pues estaba proclamado Rey, y jurado Príncipe de
Asturias, dependiente y aun inferior á las de estas Cortes.


Aun considerando esta cuestion como simplemente de
hecho no puede dejarse de calificar de imprudente é im-
política la conducta de las Cortes, queriendo imponer al
Monarca una verdadera tutela, abriendo así una lucha




17


funesta entre la fuerza moral de una Corporacioll nueva
y dividida, con la inmensa que el Rey tenia en aquellos
momentos en que se mostraba objeto del entusiasmo mas
universal y ardiente, que ba presentado tal vez la historia
de ningun ~fonarca ni de ningun pueblo.


La lucha en efecto se abrió, pero sin embargo, las rela-
ciones contestes de todos confirman que en las primeras
conversaciones del Rey en la frontera con el general Co-
pons, pareció no tener ninguna prevencion, ni contra la
Constitucion ni contra los Decretos de las Cortes, con-
forrnandose como se conformó, micntras permaneció en
Cataluúa, á no egercer ningun acto de autoridad en ella;
los que han tratado de defender la conducta de las Cortes
han (jueric1o sostcncr, que debieron obrar así para hacer
entender á Bonaparte, que jamas podría influir en la con-
ducta del Gabinete de Madrid. Respetando nosotros esta
razon, diremos que, en efecto, todas las medidas tornadas
por la Regencia y las Cortes antes de entrar el Rey en
completa libertad, en vano se podrán graduar por sus ene-
migos de atentatorias á la autoridad Real; pero las res-
tricciones impuestas al Rey ya en Espaúa y libre, fueron
no solo atentatorias de su autoridad, sino inoportunas é
impolíticas.


El objeto de estos Apuntes histórico-críticos se satisface,
en esta parte, con transmitir fielmente los documentos mas
importantes de aquella época; ellos son bastantes para
fijar la opinion pública, y decidir con datos esta impor-
tante cuestiono


Consiguiente al Decreto de :2 de Febrero, el Rey debía
venir á la Capital via recta por Valencia, pero separandose
de la voluntad de la Regencia, se dirigió desde Lerida á
Zaragoza: esta variacÍon del itinerario alarmó poco al Go-
bierno, ya porque el Rey quiso condescender con la súplica
de la Diputacion Provincial de Zaragoza, ya porque no se


e




Ix


estraúaba quisiese S. M. ver las ilustres rumas de aquella
heróica ciudad.


Apenas se supo la llegada del Rey al territorio Español,
las maquinaciones contra el Gobierno se redoblaron, y
todos los hombres resentidos de 'él fijaron su vista úni-
camente en la venganza, idea esclusiva y sin ninguna
relacion, ni con respeto al Trono, ni menos con el interés
nacional. Animados de tan ruines sentimientos una por-
cion de Espaúoles, poco dignos de tal nombre, volaron á
rodear al Rey, y dirigirle hacia el cumplimiento de sus
venganzas; en efecto, en Teruel, antes de llegar ú Valencia,
se verificó la primera junta en que decididamente se acon-
sejó á S. M. su conducta sucesiva.


El 19 de Abril de 1814 llegó por fin el Rey á Valencia,
donde ya le esperaba el Cardenal Barban, Presidente de la
Rcgencia, el Ministro de Estado, y la comitiva que debia
acompaúarlc á la Capita.l.


A pocos dias se vieron ya los efectos de la Junta de
Terue1 y sus adelantamientos, en las maquinaciones que
se multiplicaban de dia en dia para destruir el Gobierno,
de cuya legitimidad no hubiera osado nadie dudar un
mes antes: el Rey dejó traslucir ya sus disposiciones en
contra de la Constitucion, de la Regencia y de las Cortes;
y nuevas y repetidas intrigas al paso que fortificaban su
opinion, le procuraban medios efectivos de realizar sus
deseos.


Una representacion clandestina firmada por algunos Di-
putados de las Cortes, gue sea como quiera, faltaron á sus
jur~:mentos, y á los poderes que sin ninguna coaccion
moral ni fisica habian recibido de los pueblos, dirigida al
Rey para que no jurase la Constitucion, y disolviese el
Congreso, fue entregada á S.lVL por uno de los firmantes
en Valencia; mientras los demas continuaban en Madrid
representando el papel ele Diputados Com,titucionales, ac-




1:.1


(;i011 qlle haciclldo u[¡straccioll de opinione:,;, envuelve en sí
una verdadera bajeza y villania *.


En tanto el General Elio decidió la cuestioll ofreciendo
su egército ,[ la absoluta voluntad del Rey, (. pero esta
oferta tuvo por base la lealtad? Entre tantos interesantes
documentos la Europa leerá íntegro el discurso del Ge-
neral Elio al Rey, pronunciado el15 de Abril de 1814, [.:\Jo
7° de D.] discurso que solo en Espaúa pudo conocerse,
pues la atencion de la Europa estaba en aquellos lnomen-
tos fija en objetos políticos de lIlas consideraeion, y en él
ver<Í, que intereses personales se presentan en prÍmer tér-
lTlmo. "1\0 olvideis, eleGÍa al Rey el General Elio, los be-
neméritos egércitos; ellos en el dia, despues de haber
abundantemente regado con su sangTe el suelo que han
libertado, se ven neeesitados, desatendidos, y lo que es
mas, ultrajados; pero eonfian, SeÍlor, en que vos les haréis
justieia. "


El observador imparcial juz~ue de este cliseurso que
analizado quiere decir, 'Ille las Cortes no habian satisfecho
la clase militar, que el Rey lo haria, y que por consiguiente
apoyaria su voluntad, porque sus intereses se lo exi~ian; y
juzgará tamLiell de las maquinaciones de 'Valelleia con la
lectura de un Artíeulo que se insertó en un nuevo periú-
dico, el primero (1ue ah!) la voz claramente contra el Go-
bierno existente, el cual se hallad íntegro entre los doeu-


'" E,ta es la célebre n'prc:'C'lltaciol1 cOilocic1a CH España con el título lb
Rrpl'CSelllaciulI dI' los Perses, por conWJlzar por esta palabra, (í por mm
alu,ion ;'t csto>, l'll introduce ion ó exordio. Puhiic(ísc en l\Iadrirl, rlcspnc~
de di;'1¡cJtm, la~ Cortc,:, firnmd:t de G9 Diputados (la tercem parte del
Congrc;,o), mas clm8yor númlTo de (',tos no lo hizo probablemente }¡a,,!a
dc"pucs de la cntmda elel Rey, cuando todo estaba destruido, ,ictorio,;a la
faccion llamada 8crYil, y presos la Heg:encia y un gran Ilumem de Diputa-
dos. La insinuacion yel temor tu\icron sin duda gran parte en ello, y aun
;:c dice, que ;\ 1m' pretcndicntr" de mitras, tog-a, y otr., .. ; l'mpleo:- :'C le3
l'xi¡;in ante:, r!,' to<lo que firmasen el mHnifit'sto Pn"fl.


(' :¿




:W


mentas [.1\" 8c de D.] ; mas la verdad histórica exige decir,
tlue la opinion del General Elio contra el gobierno que
existia, no participaban de ella, al menos ostensiblemente,
los demas Cenerales, que mandaban los otros egércitos
mas importantes por su número, y parte que habian toma-
do en la última y principal Campaña. El ;~o y ~lc eg-ér-
cito al mando de Generales tan respetables como el Prín-
cipe de Anglona y Freire, nada digeron, y respetando el
principio conservador de las Sociedades de no tomarjamás
la fuerza armada la iniciativa respecto al g-obierno, perma-
necieron pasivamente obedientes.


lVlientras esto sucedia, la Regencia y el Cong-reso, temero-
sos ó abatidos, esperaban inermes la decision de su suerte.


Creemos nosotros que aUl1l1ue hubieran buscado medios
de sostenerse, hubieran hallado pocos, pero acaso no les
hulJiera faltado alguno, siendo inesplicablc, cómo aun des-
pues de empeñados indiscretamente contra la fuerza cre-
ciente de la opinion rival, no hallaron recursos en su
política para contrariarla, ó al menos salntr en el naufra-
gio, á favor de la Nacion que regían, algunos gérmenes
del bien que se habian propuesto hacerla, utilizando asi la
misma eontradiceion de los partidos, los desengaños reci-
bidos desde 18l2, y el egemplo contel1lpol'úneo de otros
paises. El famoso Decreto de 4 de :YIayo decidiú la con-
tienda. [N° !jo de D.]


Si estc famoso Decreto, que se halla íntegro eulos docu-
meutos, se hubiese ceüido á su simple cumplimiento, toda-
via podia el Rey haber hecho la felicidad nacional. En
él dijo que aborrecía el despotismo; dijo que juntaría
Cortes *; aboli(' unieamente los decretos depresivos de


* En Agosto de 1814 pasó el Rey una orden al Consejo dp Castilla. en
la que despues de manifestarle fluC parcci,( haber llegado el caso de tratar
de la egecucion del Decreto de 4 de l\Iayo, mandaba le consultase el Con-
sejo sobre la c0l1l"oC'acioll de Cortes; pero el Consejo, sea por indicaciones




2\


la Autoridad Real; dejó eH fin mil puertas abiertas al
arreglo legal y administrativo, pero no se cumplió el tal
decreto.


Publicado este decreto, salió el Rey de Yalencia para
.Madrid en la funesta posieion que lo habian colocado las
pasiones, á saber, al frente de un partido, y no en medio
de todos y al frente solo de la Nacion, cual hubiera con-
venido al bien de este infortunado país. Consiguiente,
pues, á la linea de conducta que se habia propuesto, no
recibió la Diputaeian que las Cortes enviaron á su encuen-
tro, y desterró desde el mismo camino al Cardenal, Pre-
sidente de la Regencia, y en la noehe del 10 al 1 I de
.Maya, rodeada la Capital de algunas tropas del General
Eguia, con otros comisionados, prendieron á los Regentes,
:1 los Ministros, y á los Diputados de las Cortes cstraorc1i-
narias y ordinarias, inclusos en una lista dictada por el re-
sentimiento yel deseo de venganza; ocuparonseles los pa-
peles, y fueron puestos en encierros y calabozos en la inco-
municacian mas rigurosa, los mismos que en aquella ma-
úana misma, unos en Ja Regencia y otros en el Congreso,
habian desempellaelo sus augustas funciones.


Así concluyó aquel gobierno, de cuyas manos, sea
como quiera, el Rey recibía la Monarquía independiente,
y libre de las huestes ele Bonaparte; que la Inglaterra, la
Prusia, la Rusia, la Suecia, el Portugal y el Austria re-
conocian como legítimo, y que si bien cometió errores, se
sacrificó por la libertad del .Monarca cautivo; este fU2 en
fin el triunfo de una nueva facciol1, que no miraba e~l naja
el respeto á las prerogativas l1el Trono, sino su ambicion
y el interés de que volviesen ,i aparecer antiguos abusm;, á


~up('rior('~, Ó l,or lo quc quiera que ~('a. ell1lliíJ li, cue8tioil, ¡' entre: ln'o el
til'mpo {¡ punto {[UC eH 1820 aU!J !JO hahiR ('\·acu'ld" cota c{1ll'-'lllta.


,'iage elel
Rev desde
'\liencia á
Madrid.




EI.npi~zalllo~
SC1~ a110~~


cuya SOluura VIVlall, que pongall, ~i no, la !IlallO sobre ~LI
corazo11, y digan si tuvieron ideas lllas nobles.


Encarcelados los Corifeos del partido liberal *, y diweJto
el gobierno Constitucional, cmplCza una nllC\"<t época
mucho lllas fecuuda en errores, que la anterior. Si el
mencionado Decreto de..j. de lVIayo, segun ya helllos dicho,
daba e,"p(~ranzas de ver l'efcnnar abu.~:uG antiguos, los pri-
meros síntomas hiciero11 bien pronto perderlas. Y 01 ver
todo al estado de 1808 fue la kse del proceder legal y ad-
ministrativo. A pareci(í de llllevo el Consejo de Castilla t:
los Capitanes Gcnel'alcs, Chancillerías, AlHliencias, Al-
caldes :Mayorcs, Corregidores, &c" recobraron sus fUIlciones,
pero la naturaleza de esta ol'ganizacion, poco perfecta, no
podia dejar de inAnir en la dificultad de su reorganizacion,
faltandola la ftlcr/.n de ]a costumbre que Ulla vez pcrdida
110 puede recobl'an·;c.


¿, y cuales, pucs, fueron los resultados ~ Sin in,,,titll-
('iones; sin leyes fijas, ante:::; biell yagas, esparcidas en nl-


" Tres ComisiolJ(,~ l'cpe('üt!('s se llombraron Imm cow[ellarlop por Ulla
('al1m que no pudo jamas fl;rmaIce COl! mIeglo Ú de1'('('llO, pU('o llO se les
acusó mas que por un ilítcrrogtüorio arbitrario, que era un "eflbdcro Cre-
do político, pero ninguna de las tres Comi"io!les se atrcví,) ú condenarlos:
el Gobierno lesimpuso (\ todos administrativamente las penas que le ]Ja-
reci{" lrl~ Ini~:'Inas qHC S. 1\1. por ~ll propia mano, se siryió agravar ;l al-
gUllOS. :'lIuchos tld~¡)~e" curio,'os podrian darse de esta" caw'm' célehres
en los anales de la arbitrariechul, pero baste dCTir que huho Diputado, (\
quien se le acm',) por ]1<t];"rsc Ojnicsto Ú que se Ilomhmoe Regenta ;, la
entollees Infanta Carlota, siendo él mi:,mu el que habi" hecho h propo,i-
\'ion de que ~e la lj()llib~;l,C Regenta; pero ~ca como quiera, hu- pUla'
fueron en muchos, las que la legislacion criminal señahl como inmedi;lt;L"
;'t la pena de muerte, y á algullos la de muerte que !lO sc vcrificti por ha-
llm~(' fuera del Reyuo ú los que se les illlpllC'O.


-¡- Lo~ Capiüllles Gencr:dcs >'OH Prcsider!tes de lrt" Chancillerias, y estas
~t,Il tribullales de .J usticia, y cuerpos aclinini"tratiyoc' en Ulla picw: lo.' AI-
f ;l1dp;.; In;!~\'lln"; :\ Cnrn',::.:.'it}f,r(J,; ,1.;lrtlilli,~trflh;ul jq:-.:tici¡" y Pfilll r;('cI'': r·i\~jlc . ;.:




luminosos Códigos; acostumbrado el pueblo al desorden y
:i la inobediencia, elemento el mas fuerte de la guerra de la
illllcpenclellcia, era preciso esperimentar ó las consecuencias
de una verdadera disolucion social, ú establecer al menos una
admillistracion plíblica vigorosa, que restablcciel1(10 el or-
den, <lcostlllnbrase ele nuevo al pueblo á la subordillacion y
obcrlicllcia al Gobierno: adoptose el primer término de esta
inalterable di;.;yuntiva, como medio indispensable para que
la faccion dominante asegurase su triunfo, y los efectos fue-
ron los <tue precisamente deben tocarse cuando se quebran-
tan los prillC'ilíios en (iue estriva la organizacion social.


.Manejado el Estr,do en esta época fatal, ya por Eguia,
ya por Lozano de Torres, ya en fin rodeado y circuns-
cripto el Rey :í oir el lenguage de la ineptitud y de las
pasiones, el Estado caminaba á un nuevo abismo, en que
debia sumer~irse *.


'.'


El Egército (:ontra sus esperanzas vió con dolor premiar
mas la cxagcr:lcion de opir:iolles políti(:as, que las heridas
gloriosas re(:ihida:.-; en el campo del hOl101' t.


La l\1arina, abandonada del todo, hacia ilusorio todo lIl-
tento dirijido ,í paciticar las Colonias disidentes.
pero sus funciolles !lO c"t(m nmrcadas en una ley orgánica y unida, sino en
leyc~ c~parcidas en nuestros yoluminosos Códigos, unas en desuso, y otras ele
impracticable aplieacion: ,\.~i que su autoridad era meramente discrecional, y
de]>c!ldicntc de instrucciones (l\le se les comunican por cualquier ministerio.


* 1\lacanaz fue el primer 1\Iinistro ele Gracia y .T m'ticia, despues de la
Yllelta del Rey dc Francia. Sm'pechando S. 1\1. de su ICflltacl, fue en per-
sOlla {I su ('asa; le smprencli(¡ sus papeles, y le mamhí en -:\m'iembre de
18H preso al Ca"tillo cll' San Antonio de la Coruña. A l\Iae¡maz le rem-
plazti D, Toma" i\loyano, de quiell se, encnta colocó en un solo dia ;-\0
parientes suyo;,. Luego entní en e,;t(' ministerio el inoigne HYCnturcro
Lozano de Torre:" y dC~]lllc" el TlLmjue, de Mataflorida.


t Eguia fue el primer Ministro: 1" remplazó BalleFtcros, y ú e,te. que
fue destinado !le Cllflrtcl Ú ,'alladolirl, el estillla]¡le Marques de Campo
Sagmdu, l[lle dun', ]lOC() t~{'mp(), ",)h'icnc!o (le~pue~ ú ocupar (':-te :Jilli"tr.:ri(l
otra \'ez ('1 llli:-:n1o E~·nía.




La clesol'ganízacioll de la Iheleuda lntiuía en dejar eH
descubierto lcts necesidades del Estado, y ni aun la rccau-
dacioll podía verificarse, pues no había los medios de conc-
clon que proporciona Ulla buena y fuerte adminisüacloll;
sIn recauclacion en yano las mejores teorías en Hacicnda,
y ~.;ill dinero ó crédito no hay sistema (~e gobierno (FIe
pueda sostenerse *.


El crédito se habia <ln1(1 uilado, ya profanando la fé de
los contratos v la inviolabilidml de los {ondas, ya no
cumpliendo sa2:radas obligaciones, ya en fin destruyendo


1.....' L... 01


el establecimiento creado para sostenerle.
Todo era destruccioll: la industria nacional, aniljuilacla


por los sacudimientos (le Ulla guerra tan desoladora, habia
desaparecido; en vez de proteccion se proclig:aban las trabas
y los obstáculos, por manera que los manantiales de la ri-
(lueza pública, ya ,,,casos, llegaron á secarse enteramente.


Yolviendo todo al aúo de 1 R08 facil será conocer, que
la Ü~ccion apoderada del Trono no olvidaria restablecer
LlllO de los primeros baluartes de la ignorancia y causa del
atraso ele Espaúa: hablamos (lcl Tribunal de la In(Illisi-
cion, instrumento terrible, con el que, {l pretesto de sos-
tener la pureza de la fé, se ligaban las manos industriosas,
y se encadenaban los entendimientos: en efecto el Sa¡¡to
TrilnwuZ fue restablecido.


IÜas la Corte de Roma no contenta con este llUevo tri-
Llnfo, no le tuvo por completo, si no resuscitaba SlL antigua
influencia debilitada en tiempos mas felices por sabios Es-
paÍloles, acérrimos defensores de las prerogativas del
Trono, restableciendo tambien la harto famosa Cornpaúia
de Jesus, espelida del lleyllo por el juicioso y cristianisimo
Carlos nI. despncs del mas maduro y detenido examen; así


Eli (los "ilO" y medio huho "ietc Mirü"tro", de Hacienda, y cntre l'llm:
Don Felipe r;P!\z:\lcz "nllf'j(\, clf'pucétCl \~ ('(lllflm,t!o i( ('cllta por diez a¡i()~
('Ol[ n'tC!1cÍ(lll.




~.)


fue que sorprendido el ánimo de su Augusto nieto, con ua
solo Decreto Soberano, hizo renacer de sus cenizas á los
conspiradores del Paraguay y Madrid. Imposible es
detener la pluma al estampar sucesos de tal tamaúo y tras-
cemlencia, y fuera usurpar el la historia U:l precioso caudal
de datos de utíl aplicacion, dejar con este motiyo de
publicar documentos preciosos y poco conocidos. [l'\" I (f
de Documentos. J


Pero ni la Inquisicion, ni los Jesuitas, ni otra cosa alguna
eran bastante á ocultar á la perspicaz opinion pública los
apuros del Erario, y el mal parado estado de la lVIonarquía;
el mismo y vano empellO de presentar al Rey el remedio
de los males, en los hombres no en las cosas, y el partido
eon"iguiente de mudar el cada paso los ministros, mostraban
bien claramente el lamentable estado de los negocios pú-
blicos, y esplicaban facilmente el descontento ó inquietud
general quc se notaban.


Pasando de lllano en mallO llegó el "JlinisterÍo de Ha-
cienda ;í las de Garay, que cOlwenciendo al Rey de la nece-
sidad ele arreglar el ramo de su cargo, presentó un proyecto,
que aprobado por S. 1\1. fue puesto en egecucioll desde 10
de Junio de 1S17: no analizarémos nosotros este proyecto,
aunllue despues indicarémos sus resultados. Tampoco ata-
carémos la respetable memoria del ministro Garay, mas sí
clin~mos, que el Rey no pudo, ni aun tal vez dehió negarse
,1 hacer un nuevo ensayo para el arreglo de su Erario, ni ,í
pedir las Bulas ele Eí y 16 de Abril de 1817, para imponer
al Clero un Subsidio de treinta millones de reales, las que
se concedieron, aunque cuidando de ostentar en ellas la
Corte de Roma, los principios de la inmunidad Eclesiás-
tica, y los de su esclusiva y soberana autoridad en los Lieues
del Clero.


Los males eran tan grares, tal la decadencia ele la ri-
queza [ll'Lb1i('(I, y tal el \'aejo de una adrninistracíon eficaz




COllopiracion
de Porlier en
Galicia.


Conspiracíon
de LH.CY en
Cataluña.


e on.'l'i meí(\!1


y uniforme, que tropezando de lluevo el sistema de Haci-
enda con tamallos embarazos, y sobre todo con la dificultad
<le la recaudacion, no pudo respoml<::r el las intenciones
<iuC le habian didado, antes bien el Erario hubo de resen-
tirse de los efedos inevitables en toda variacion, cuando
no se cuenta para ello con fondos, que cubriendo los gastos
urgentes, permitan al tiempo establecer primero, .Y despnes
consolidar el nuevo orden económico.


En tan triste situacion el descontento público debia
crecer de dia en dia, y en efecto crecia, y se manifestaba.
Porlier fue el prirnero que en 1815 ensayó en Galicia el
restablecimiento del sistema abolido en 1814; mas preso
por sus soldados pagó su tentativa revolucionaria, y el Go-
bierno hizo ver, que aunque disuelto, sin orden, sin fuerza,
sin dinero, y combatido por la opinion en consecuencia de
sus propios errores, conservaba una fuerza moral peculiar á
Espaüa, cuya divisa fue siempre el sufrimiento y la lealtad.


No por eso el Gobicrno qU2 dcbía considerar ei"tc suceso,
como indicio de la pública opinion, aprovechamlose de la
ventaja de haberse terminado el su favor, volvió la vista
sobre sus errores, origen siempre de semejantes mOVlllll·
entos, y asi fue que subsistiendo el descontento, renaClan
nuevas esperanzas en los conspiradores.


En efecto no tardó Lacy en imitar ú Porlier, alzandose
en Cataluña, pero su tentativa no tuvo mejor suerte, ni
tampoco el camlillo que la dirigió, (iue fue aprendido y
fusilado, despues ele un proceso, entre las lágrimas de ::;u
familia, y ele sus amigos que no podian dejar de ver en
Lacy un hombre estimable, buen soldado, buen amigo, y
cuya memoria sení eterna apesar de su catast1'o1"e.


El GobicJ'no tri llnfante por sc¡!:uncla H'Z, dcspl't'cj aba




:1.7


c,;te lluevo aVl:;o, y ell medio de su triunfo Richard y :,;u~ de Hic!J~lrd
~ b l\,T' en l\Iadrid. companeros trama an en 1: iadncl una llueva elllpre:;;a revo-


lucionaria para variar la forma de gobierno.
El resultado de esta conspiracion fue igual al de las an-
teríorc~: Richard murió en el cadalso, despues de haber
manifestado gran fuerza de caracter cn sus dcclaraciones;
presentando esta cau:;;a célebre en UllO de :;;us cómplices
renovado cl tormento, que hacia muchos aúos cstaba cn
desuso en Espaúa, pues (lue la civilizacion del siglo no po-
üia tolerarlo; pero sea como quiera el desgraciado Yandiola
:;;uJi'ió el tormento aplicado de orden eL:! .i uez de la causa,
cuyo nombre conoce toda Espa6a.


Mas no fue esta la última tentativa ni Richard el pos- ConspiraciUll
. , d \T 1 . 1;~' 1 B de \'idnl y trero <lue 1)ereClO en el ca also: en . a enCl<l v' le al, cltran . Beltran de Li'3


de Lis y algunos otros siguieron la misma suerte que en Valcllci,l.
Porlier y Lacy; pero ni aun con tan repetidos avisos el
Gobicrno lleg;aha {t convcncerse que era preciso seguir otro
l'lllllbo, y urgcnte el atajar el descontento g-ennal que crecía
por j llstantes, producido por el absoluto desorden en la ad-
ministracion: las horrorosas injusticia:;; y arbitrariedades
de los funcionarios, y del escandaloso abuso elel poder, que
vendiendo la justicia y los empleos al favor, al dincro y á
otras pasiones vergonzosas, fatigaba y ofendia á la nacion,
y se creaban elementos, que aprovechabaulo:;; manejos se-
creto,; para llevar al cabo las tentativas hasta entonces in-
fructuosas.


En sítuacion tan deplorable, si el plan de Gara}', ele cuyo
lllal éxito hemos indicado las causas, uo proporcionaba en
la Península los recursos necesarios, lllenos podian prestar
las Colonia:;; del vasto continente Alllericano, cada vez en
peor estado.


En vallO el benemérito General Morillo egel'citaoa en
Costa ¡-irme' su ~cnio militar: los resultados no ('OITCSPOll-




dian á las esperanzas del Gobierno, ni <i los sacrificios
hechos para una espedicion mal concebida, en que olvi-
dando, ó menospreciando la parte política, se comprollletió
la gloria de las armas, sin la menor probabilidad de que
pudiese obtenerse un triunfo tan sólido .Y tan duradero,
corno era preciso para asegurar el la lVretropoli las minas
de aquel Continente, su comercio eselusivo, la litiliclad en
fin de tan vastas posesiones de Ultramar; bien mcrecia
mejor direccion y acierto el empeúo que el Gobierno puso,
ya por su propio interés, ya por los estímulos de grandes
potencias en disponer y enviar á aquellos grandes paises
fuerzas con que sostenerlos.


En efecto, se formaba en los contornos de Cadiz con este
destino un cuerpo respetable de egército, cuyo mando se
confirió al Conde del Abisbal, para cuyo transporte se com-
praron <Í la Rusia * buques de guerra, por cierto muy lllal
parados, empleanc10se en todos estos objetos SUlllas consi-
derables, que en el estado de BSlmüa costaban sacriLicios
inmensos el procnrarselas.


Los errores no interrumpidos del Gobicrno pre~~cntahan
cada dia mayores y nuevos elementos de destruccioll; las
logias de la .Masoneria, ocupadas esclusivaIllente de la po-
lítica, minaban el gobierno al abrigo de su debilidad, y
aprovecharon la oportunidad ele hallar un pretesto para
dar al soldado la constancia que le habia faltado en las ten-
tativas de Porlicr y Lacy; este pretesto fue no ir á Amcl"Ícu,
á lo que el soldado Español ha tenido siempre y conserva
una gran repugnancia, y no menos el oficial.


1fas promovidas casi siempre las convulsiones políticas,
mas bien por los intereses individuales (lue por el amor al
bien, no suele ser facil combinarlas de modo, que satisfagan
todas las ambiciones.


,~ En cstas Ilcg:oriarioncs cmpezaron (1 ¡igurar Don I\lltclIlio 11 gar(c y el
.\!ini"tro rle- 1\11'ia ¡\I Tfltit"l'ehff.




Tal fue la l'azon de Los sucesos de tí de Julio de 1 ~ 19, S¡¡cews de 8
de Julio de


en que el Conde del Abisbal, á quien se supuso estar en el 1819.
centro de las maquinaciones revolucionarias, sea que pen-
sase ele otro modo, sea que realmente no estuviese en la
combillacion, ello es que con el egercieio de su autoridad
deshizo los planes de sus cOlllpaúeros, y aprisionú á los
mismos que se decia estar de acuerdo con él, y combinado
el movimiento fJue debió verificarse entonces. Arco-Agu-
ero, San .Miguel, O'Daly, Quiroga, fueron presos, y el
Condc recibió en recompensa la gran Cruz de Carlos llI.


Mas aunque sofocada la revolucion en Julio de 1819,
tenia ya muy profundas raices, y es tendidas por la ~1aso­
neria sus ramificaciones por toda la Península, solo espe-
raba en todas partes un promlllciarniento positivo por una
fuerza militar, y ninguna mas á propósito que el egército
de Ultramar por las razones indicadas.


En efecto, el 10 de Enero de 1820, á las 8 de la maúana,
el comandante del batallon de Asturias Don Rafael Riego
reunió SLL cuerpo, acuartelado en el pueblo de las Cabezas
de San Juan, y proclamando al frente de las banderas la
Constitueion de J 812, puso en el pueblo Alcaldes Consti-
tucionales, y se dirigió con su batallon al cuartel general
del egército espedicionario al mando entonces del Conde
de Calderon, (Iue se hallaba en Arcos.


El batallon de Sevilla acuartelado en Villamartin, al
mando de su segundo comandante Don Antonio l\iuúiz,
empezó al mismo tiempo su movimiento hacia Arcos, para
unirse al ele Asturias, sorprender el cuartel general, y
arrestar al General en Gcfe, y demas oficiales superiores;
pero estraviados los guias, los dos batallones no verificaron
su reunion: Riego con su batallon solo entró en Arcos en
la noche del 10 de Enero de 1820, y realizó el arresto del
General en Gefe Conde de Calderon, y de los Generales


Epcl':¡ d!~
18:2:).




Fournns, Salvador, y Blanco, no habiendo opuesto nill~lllla
re'listencia el batallan del General, que constaba de mas
fuerza que el de r\sturias, y por el contrario se unió ú los
revolm;ionarios.


Prodamada la Constitucion cn Arcos, algunos de los
muchos oficiales de aquel cuartel general se reunieron ,í
Riego, si bien no todos le siguieron const,mtementc; y
otros tomaron sus pasaportes, y marcharon en distintas
direcciones. En tanto los batallones de Espafla y Corona,
mandados por el coronel Quiroga *, que de resultas dc los
sucesos de J ulÍo se hallaba preso en un convento de Al-
cala de los Gazules, se dirigieron á la Isla Gaditana, apo-
derandose facilrnente del puente de Zuazo, llave de aquella
illlportante poslcIOn. Era el proyecto seguir á Cadiz, donde
los sublevados tenian muchos agentes; mas no habiendolo
11echo en seguida, ya no fue posible, pues el Teniente ele
Rey que mandaba la plaza, desplegando grande actividad,
habilitó las fortificaciones de la Cortadura, y las guarneci6
con tropas de la escuadra, surta en la bahia, estrellando e
contra el] a los esfuerzos de los sublevados.


Restablecido el antiguo orden de cosas, el dia G de Enero
en Jerez y en el Puerto de Santa Maria, reunidos en la
Isla dc Leon siete batallones, y colocados á su frente el
General Quiroga, en clase de General en Gefe, y otros
(jefes superiores, como O'Daly, Arco-Aguen), San lVli-
guel, Labra, -:\1arin, &c., tomada la Carraca, declaradose
la Artilleria, y batallon de Canarias en Osuna, formaban
los sublevados un cuerpo de egércíto consiJerable, que
era preciso saliese tÍ, probar fortuna, procurando estender
su opinioll y su influencia, protegiendo la insurreccion, y
facilitandose al mismo tiempo subsistencias.


* Quiroga fue her-110 Coronel Jlor haber tmido (1 la Corte desde la Co-
ruña, la Ilolieia de L, conclusion de la insurreccion del desgraciado POT-
lier en Gali{'ia.




Riego fue nombrado Gefe del cuerpo espedicionario,
que recorrió una gran estension de país; los sucesos de su
espedicion fueron varios; pero acosados por todas partes,
ya por las tropas del Rey, ya por los recursos hallados por
el Gobierno en el mismo país, se vió Riego en la aspereza
de Sierra Morena destruido, sin soldados, y sin recursos;
v si los sucesos de Madrid no hubieran acelerado el desen-
lace, Riego hubiera pagado bien cara su tentativa, pues
dificil mente hubiera podido volver á la Isla de Lean, único
punto de su fuerza: trasladamos fielmente lo mismo que el
sefe del Estado Mayor de Riego San Miguel ha publicado,
con lo que creemos no se nos acusad de parciales.


Pero ciertamente hubieran sido vanos los esfuerzos del
egército de la Isla, declarado por la Constitucion de 1812,
si el estado de descontento general no hubiese hecho des-
envolver nuevos elementos, y la debilidad del Gobierno, y
la imperfeccion, ó mas bien nulidad de la administraeíon no
[os hubiera dejado desarrollar.


Estas circunstancias hicieron realizables los planes de
las Sociedades secretas, que en contacto general en todas
las provincias, no despreciaban la ventaja que les producía.
un egército, el único que habia en Espana, y conocieron
era llegado el caso de secundar el impulso revolucionario,
dado en las Cabezas, y principiado en la Isla de Leon.


El dia 21 de Febrero en la Coruña, á favor de un rnovi- Juramento
miento popular, !1fomovido por los agentes de la revolucion, de la Con8-


u titueioll en
se instaló una Junta para que gobernase con arreglo á la la Coruiia.
Constitueion de 1812: las Autoridades fueron destuidas,
y para la Junta nombrada fue elegido Presidente, Agar,
que en el año de 1814 era Regente, y por vocales Acevec1o,
Busto, .Marqués de Valladares, Latre, Vega, Espinosa y
Freire. [N° 11° de Documentos.]


El Teniente General Conde de San Roman, <lue mau-




Juramento
de la Consti-
tuciou en
Zaragoza.


daba á nombre del Rey, reunió algunas tropas para con-
tener la revolucion, y Acevedo al frente de otras, se apres-
taba á resistirle. Débiles é insignificantes fueron las ope-
raciones militares, pero por una de las combinaciones des-
graciadas dc la guerra, sin haberse tirado masque unos pocos
tiros, Acevedo que mandaba los sublevados fue llluerto.


En Zaragoza no fue tan simple el movimiento como cn
la Coruña; en esta Ciudad se estableci!) un nuevo orden
de cosas. Se reunieron en la Plaza á presencia de un nu-
meroso pueblo, el Capitan General Marqués de Lazan, el
Ayuntamiento, y muchas otras personas de caracter, em-
pleadas por el Rey, y la guarnicion militar; y todos jura-
ron y proclamaron la Constitucion de 1812 el dia 5 de
l\farzo de 1820, formando una acta solemne firmada por
los que concurrieron, quedando el mismo Capitan Gcneral
y Autoridades egerciendo las mismas funciones, de que á
la verdad habian abusado, colocandose al frente de una
verdadera sublevacion, lo que jamas esti bien á Autorida-
des que mandan á nombre de un gobierno sea el que fuere.
[?-Jo 12° de Documentos.]


Forzoso es pucs, antes de volver la vista al estado de la
Capital, reflexionar un momento sobre los sucesos ocurri-
dos hasta aquÍ, y tocar aunque muy ligeramente la gran
cuestion que ha ocupado la atencion de los investigadores;
á saber: si la inten cÍon de los egecutores y primeros agen-
tes de la revolucion se limitó al principio al simple resta-
blecimiento de la Constitucion de 1812, ó si hubo ideas de
un gobierno federativo.


N o nos atrevemos á decidir esta gran cuestion, que se
resolvería facilmentc consultando los archivos de la Ma-
sonería de aquella época; acaso no faltarian opiniones des-
cabelladas de un gobierno federativo, tan ridículo en su
esencia como impracticable en su aplicacíon, pero sin




duda las cabezas infiuyentes mejor organizadas, cOllocieron
la facilidad que ofrece en una variacion política un punto
dado, y este fue visiblemente la Constitucion de 1812, uni-
formcmente proclamada en las Cabczas de San Juan, en
la Isla de Leon, en Zaragoza antes que el Rey la jurase,
y en Barcelona y Pamplona antes de tener noticia dc que
la hubiese jurado.


Forzoso es detenerse un momento en los sucesos de Bar-
celona, Pamplona y Cadiz, que, aunque se verificaron dos
y tres di as despues del Decreto del Rey adoptando el régi ..
men Constitucional, corresponden á los sucesos anteriores
al juramcnto del Rey, pues se ignoraba en aquellos puntos
la resolucion de S . .1\1. tomada el 7 de Marzo.


Apenas se supo en Barcelona el dia 10 de Marzo de 1820
por la mañana las ocurrencias de Zaragoza, una multitud
de gentes se agolparon al Palacio del Capitan General, y
con ella la oficialidad de la 6'llarnicion, pidiendo se jurase
la Constitucion; el digno General Castalios contestó á los
oficiales con el mayor teson, asegurandoles que acostum-
brado en su larga carrera á no ceder á insurrecciones mili-
tares, consentiria antes perecer; y que si pudiese llegar el
caso de ceder al pueblo, jamás lo haría á los militares, cuyo
oficio cra solo obedecer.


Contenidos estos por la enérgica respuesta del vencedor
de Bailen, se retiraron á sus cuarteles; pero los directores
del movimiento, habiendo reunido alguna gente, insistieron
en exigir el juramento, á lo que el Capitan General y demas
Autoridades cedieron por evitar mayores males, pues no
podian contar de modo alguno con la fuerza armada, único
elemento de resistencia.


El Capitan General fue destituido, el General Villacampa
le remplazó, y la tropa de la guarnicion, que desde los pri-
meros momentos permaneció tranquila, no abandonó sus


D


Juramento
de la. Comóti·
tucion en
Burcelona.




Juramento
de la CUllsti-
tueion en
Pamplona.


Succsos del
10 de Marzo
cn Caeliz.


34


cuarteles hasta salir formada á jurar la Constitucion por
orden del mismo General. [N° 13 de Documentos.]


Una verdadera sublevacion militar oblig() en Pamplona
á que se estableciese el nuevo orden de cosas, antes de la
llegada del aviso del juramento de] Rey, y contra la vo-
luntad del respetable Virey Conde de Ezpeleta, que al fin
cedió á lo erÍtico de su posicion, permitiendo se jurase la
Constitucion por la mañana del 11 de Marzo, en cuyo día
á las cinco de la tarde negaron las noticias de Madrid con
el Decreto de S. M., y aviso del General Mina, que habien-
do entrado en España pocos di as antes en relacion con
los demas revolucionarios, había levantado el estandarte
de la Constitucion el dia 9 en Santistevan. m pueblo de
Pamplona se conservó pasivo durante todos estos aconte-
cimientos, en qne apoderados los militares de la ciudadela,
no dejaron medio de resistencia al Virey, cuyas canas res-
petables en el país, fueron causa de que al pronto transi-
gieran los revolucionarios, conservandole el mando.


lVlas poco le duró, pues habiendose presentado Mina, y
cccitado un vehemente entusiasmo, aunque ageno de los
sucesos de] momento, hijo de los recuerdos de sus hechos
militares en la guerra de la independencia, aprovechó este
la ocasion, é imitando el egemplo de lo verificado en otras
partes, formó una Junta de gobierno, á que sc siguió la
separacion de] Virey Ezpeleta, y su nombramiento para
remplazarle.


Mientras esto pasaba en Barcelona y Pamplona, en donde
se verificó la variacíon tranquilamente, sin mas que algunos
insultos personales, Cadiz sufria los horrores, no de una
defensa de la legitimidad contra la revolucion, sino de una
felonía cometida por una soldadesca desenfrenada.


Las noticias del estado del interior del reyno tenian agi-




:Lj


tados los únimo:>; deseosa parte de la tropa de que uo
estallase la revolucioll, contrariaba los deseos del pueblo
de Cadiz, acaso el único pueblo verdadero entusiasta de la
Constitucion en toda la Monarquía, y esta pugna prouucia
un estado ele verdadera crisis.


Las Alltoric1ades, poco seguras de una gran parte de la
tropa, y convencidas del decidido espíritu público c1ellme-
Llo, trataron de contemporizar con prudencia, espcranc10
que las noticias que instantáneamente debian recibirse,
aclarasen el horizonte político, y marcasen su comlucta de
un modo positivo y seguro: tal era ]a incertidumbre del
estimable General Freyre, y del respetable y prudente Villa-
vicencio, General de J\farina, cuya tropa conservaba tran-
quilidad, orden y subordinacion. Fijos estos Gefes en su
sistema de contemporizar, la noche del 9 de :Marzo, en la
plaza de San Antonio, trataron de sosegar los ánimos é
inclinarles á esperar noticias del interior y de la Corte,
pero sus persuasiones fueron contestadas con un grito de
Viva la Constitucion, dado por la multitud con repique de
campanas, y con todos los signos de una decision unúnime.
La hora era peligrosa, la negativa imposible: el General
Freyre tuvo que prometer, para restablecer el sosiego, que al
dia siguiente se juraría la Constitucion; yen efecto, despues
de demostraciones generales de alegría, se restableció el
orden, y á la mañana siguiente se reunió un inmenso pueblo
en la plaza de San Antonio, á asistir al acto del Juramento
prometido la noche anterior y anunciado por los periódicos
de aquel dia; pero la escena varió momentáneamente, y la
alegría general se convirtió en un amargo llanto.


Inermes los infelices habitantes esperando una fiesta, se
ven acometidos por el batallan de Guias, que haciendo
fuego con bala á la multitud, sembraba por todas partes la
muerte y el espanto: ancianos, hombres, ninos y mugeres
corrian despavoridos á librarse de la muerte en el asilo de


f) 2




sus hogares, los que muchos fueron profanados, robados y
saqueados por la soldadesca, pereciendo muchas víctimas.
La causa de tamal10 atentado no la conocemos; pero jamás
podrá alegar, sea el que quiera el Autor de tamaÍla atroci-
dad, ninguna razon de lealtad ni de entusiaslllo por el sis-
tema de gobierno que caía; este proceder lo guzgarán
siempre los hombres honrados de todos los partidos corno
un verdadero asesinato, como un crimen de lesa humani-
dad. [N° 14 de Documentos.]


Mas sea como quiera, el pueblo de Cadiz permaneci()
tranquilo y temeroso, sin acontecimiento de importancia
hasta el dia 15 de Marzo, dia en que se recibió el Decreto
del juramento, que tenia fecha del 7; Y si las comunicaciones
se hubiesen hecho con la celeridad que tamaÍlos aconteci-
mientos exigian, ni los escándalos sucedidos en Barcelona
y Pamplona se hubieran verificado, ni Cadiz hubiese tenido
que llorar sus desgraciadas víctimas.


Ya es tiempo de volver la vista á la Capital, en la que
el Gobierno, aturdido y atemorizado desde los primeros
sucesos de la Isla, mostraba no solo debilidad sino todos
los síntomas de muerte: pobre, desacreditado y sin apoyo,
sin una administracion vigorosa, era preciso, ó que hiciese
un gran esfuerzo para contener la revolucion, ó que se pusie-
se al frente de ella para dirigirla en el sentido de sus inte-
reses. Lo primero no pudo hacerlo, pues no tenía medios,
y]o segundo, no supo; el gobierno, pues debia sucumbir, y
el Trono quedar á merced de la deshecha borrasca que em-
pezó á correr la Nave del Estado el 7 de Marzo de 1820.


U na Junta creada, cuya presidencia cometió el Rey al
Infante Don Carlos, dió un Decreto en 3 de Marzo [N° 15
de Documentos]. Este Decreto, Cjue era un verdadero
sermon, en que se confesaban los males sin dictar ningun
remedio; la comision daba á un Consejero de Castilla, para
pasar á Caeliz á atajar los progresos ele la sublevacion; y




:37


el proyecto de formar un egército en Castilla, para cuyo
mando se llam6 de su destino al General Ballesteros; estos
fueron los solos medios, que ocurrieron al Gobierno para
oponerse al torrente revolucionario.


Fatigada la Nacion toda de los desaciertos que hacían,
desde mucho tiempo antes, amenazar una catástrofe si no
tomaba parte activa en las variaciones políticas, en todas
partes las veía con serenidad ~ indiferencia, esperando un
nuevo orden de cosas con que mejorar su suerte. El su-
ceso de la Isla, y la parte tomada por los militares de la
CoruÍla, Zaragoza, Pamplona y Barcelona, hacian interesar
á esta clase poderosa cn las variaciones y mirar la revo-
lucion como su hechura, y de consiguiente como su
patrimonio.


La misma Guardia Real participaba de las ideas nova-
doras, ó al menos, encantada con la espcranza de vetO
mejorada la infausta suerte de su desgraciado país, partici-
paba de la fria indiferencia con que en todas partes era
defendida por los egércitos del Rey su causa, y respetaba,
en vez de atacar, la revolucion en cuyos progresos se mani-
festaban casi todos mas ó menos interesados.


En tal estado, mas y mas vacilante el Gobierno, no
podia dejar de sucumbir al menor impulso; yeste le recibió
con la publicaeion de la Constitucion en Ocaúa, pueblo
distante nueve leguas de la Capital, hecha por el Conde
del Abisbal al frente del regimiento de Infantería Impe-
rial Alejandro que mandaba su hermano. La conducta de
aquel General pertenece á la historia, pero ciertamente no
debió el autor de los sucesos del 8 de Julio de 181 D, ser el
que en Ocalla diese el grito de Viva la Constitucion; des-
graciadamente este hecho será una prueba mas de que, tan
triste época de la historia de los sucesos políticos está
identificada con la de los intereses privados; pero sea como


Juramento
de la COll5ti.
tucion en
Ocuña.




;~8


quiera, este suceso acabó de convencer al Rey y ú su
Gobierno, que ya no era posible contener los progresos de
la revolucion, y que sin medios, á su parecer, para resis-
tirlos, era menester ceder á la imperiosa Ley de las cir-
cunstancias.


Sin embargo, los Consejeros del Rey, ú los clue no se
habían ocurrido medidas vigorosas ni mas que el Decreto
de 3 de JVlarzo, creyeron que aun podia contenerse la revo-
lucion con una medida, que acaso hubiera sido eficaz y
aun suficiente, tomada dos meses antes, sí hubiese sido
acompaflacla de otras enérgicas; hablamos, pues, del
Decreto de 6 de :1farzo, dirigido á mandar se reuniesen las
antiguas Cortes. [N° 16 de Documentos. ]


.Mas era preciso estar alucinados para persuadirse, que
una promesa tan vaga, ya por el modo ya por las dificul-
tades de una convocacíon, no sugeta á reglas fijas pues no
las daba de sí la legislacion de España, llena en esta parte
ele dudas y aun de hechos contradictorios *, ya en fin por


* El Códig'o Civil de los Visigodos, primer Código legal que conoció
España, y que fue seguido en Castilla por muchos ~iglo~, no otorgó
ciertamente {¡ los Reyes un poder absoluto. La facultad de hacer las
leyes se concedió entonces de hecho, y sc cgcrci6 al principio con venb~ias
(,o!locilhu', por Concilio~, ~i bien asistieron á ellos los Próceres, Duques,
Señores. y Condes Palatinos, pero la principal influencia era la del Clero,
corno única COlJloracion ilustrada. Esta representacion, que duró los
siete primeros siglos de la l\Jollarquía, y que aquellos tiempos hicieron
l1cccmrirr y util, si hoy resucitase sería ciertamente dañosa, por inadecuada
al estado actual de la ciyilizacioIl y las costumhre~.


Si la ilust¡'acion de entonces c:J.si es elusiva al Clero le ponia en el caso
de contribuir principalmc!lie {t la f¡]nnacion de las leyes, y de aconsejar al
Príncipe en los grmes negocios c:el Estado, SIl influencia y la consideraeion
dc que gozaba generalmente, tenia entonces respetables fundamentos.


Conseryadas las m:tximas eyangélicas en su llUreza, l'ugetos todos los
Eelesi(¡f'ticos seculares y regulares al fisco y {¡ la jurisdiccion secular;
dc.-·nmneirla la inmunidad er-lesiástica; sin poseer lo;; Prelado:- ni Ig-lc:-ia"
¡rrancles ril[llcza", r,; r!crcd10 ú diezmos. tribut(l muy pm;tcrior {t la




recordar lo solemnemente prometido en el Decreto de 4 de
Mayo de 1814, pudiese satisfacer los deseos del partido que
triunfante de hecho del Gobierno, se veía en la posicion
ventajosa de dictar la ley.
Monarquía; sin poder temporal, y ceñidos á una manutencion deecntt'.
dependiente del Estado, sus illterese~ estalmn ¡(lentificados con este, y la
prosperidad general era debilla en gran mancra (l sus virtudes. Si se
có'tmctasen los primeros Concilios, hallariamos sin duda comprobada esta
wrdad; veriamos el quinto Coneilio Toledano hacer una ley restringiendo
la Autoridad Rcal, y otras muchas dirigidas á promo"\"er el bien público;
mas entregado el Gobierno enteramente en manos de uua Corpomcion,
era forzoso, que mm; ó menos pronto fuese el Estado víctima de su ambi-
CiOn. Enriquecido el Clero por la absoluta influcncia que llegó á adquirir
en el Gobierno; y habiendo abusado de la munificencia de los Príncipes,
sucediú al deseo del bien público el de consolidar sus adquisiciones.
Durante el Imperio Gótieo subsistiú esta especie de representacion, y
siempre las deliberaciones y leyes <¡ue emanaron de ella fueron buenas al
principio, y malas "penas se empezó á mezclar la ambicion y los interese~
particularc s.


A Tlla~ rle> la mitad del Siglo xii. empezaron á coucurrir repn'"l'lltuutes
del pueblo ;\ e,tas .r uutas X acionalcs, y en los tres Siglos Eif';\;icntc~ pre-
~ent<t la hi"tllria t11nta variedad en la forma de eOln'ocacion ele Cm'tes, que
puede decir>c, sin temor de equinle¡UsC', que la sola guia fue ht voluntad
de los Heyes, en combinacion del mayor ó menor poder con que contaban
al momento de la convocacion, se'g.un el objeto para que se reunian, y en
una palabra, que las circunstancias del momento eran 1<1 verdadera norma.
Los lteyes Católicos en las Cortes de :Madrigal no convocaron al Clero ni
{¡ la Nobleza, si no solo á los Procuradores ele las Ciudades, pues creyó la
prudente Isabel no dehia llamarlos, tratando de ('ortar abusos esclusiva-
mente suyos; mas poco tiempo clespues convocados solamente los Grandes
y los Prelaclos, sacrificaron '1 las dulces reflexiones de la Ilcyna sus
intereses privados, aeumulados escandalosamente por la dchilirhd de'
Enrique, y el Estado recobró EU ojllllellcla; jlero Ei no aústieron el Clero y
los Señores {¡las Corteo de :\ladrigal, no por cw debc decirse que ú mitad
del Siglo xv. no asistieron ya. En Cortes tenidas á mitad del Siglo xyi. aUlI
se ve asistir la Nobleza. Fr. Pruclencio de S,U1doml, Historia de Carlos \'.,
libro 24. capitulo 8. dice m-i: "Las Cortes del año de 1538, flll'nlll tau
célehres por el llamamiento general, que el Emperador hizo de todos los
Grandes, Señores de título de Castilla," &c.


Dr estos h('cho~ se debe dedllCir COl! exactitlld, quc no j'uede tijaré-c n!FI




Accepta el
Iley la Cons-
titlleion de
1812.


40


La causa Constitucional triunfó, y abandonado el Rey de
todos los que hubieran podido prestarle medios dc defensa,
empezando por su Guardia, instado por el General Balles-
teros, á quien se le encargó examinar el espíritu de la


regla general, apoyada en los hechos históricos de la rcpresentacion de la~
Corte~ de Castilla, pues se halla una nriedacl infinita; pero sí puede
;¡,wgllran'e, que aunque ht ~obleza y Clero no asistieron (¡ algmms CortcH
como Corporacion, tuvieron siempre gran influencia y consideracion cn el
gobierno de la 1\fmmrqllí". En las Cortes de lUadlid de 10~)1, se fonnú
UII Comejo para gobierno del Heyno, y oe compuso de trece Procurallores
y 01lce Señores; en las Cortes de \'alladolid de 1313, los Procuradores del
Iterno organizaron un Consejo, compuesto de cuatro Prelados y diez
y seis Caballeros y hombres buenos, cuatro de Castilla, clmtro de Lcon y
Galicia, cuatro de Toledo y Andalucia, y cuatro de las Estrema.duf<ls.
En otras Cortes de Yalladolid de 138.'), Don .Jnan 1. creó el Consejo de
los doce, cuatro Prela.dos, cuatro Caballeros y cuatro Cuidadanos,
como les llama la peticion alltey de las dichas Cortes. Sin duda teIlia
tamllicll mucha parte el Clero y NolJleza en el muy alto Consejo del Rey,
(lue con importantes atrihllciones en el manejo de los nl'gocios polí-
ticos, se sostuvo muchos años, habiendo prestado ú la Monarquía Sl'r-
,ieios importantisimos, sin entrometerse nUIlca esta Corporacioll rl"II('-
table en materias ni legislativas, ni legales, cometidas las primeras (1 1:IS
Cortes, y las segundas á las Justicias ordinarias, Alcaldes de Corte, y
Audiencia del Rey, á pesar de que Don Enrique IIl. ingirió en este Con-
sejo lteal al gunos letrados.


1\1n8 lo que sí se infiere claramente del análisis histórico de las Cortes
es, que hasta principios del Siglo xvii. las Cortes hahian sido el ídolo del
orgullo Castellano, y el pu('rto en que se salvó la Nave dc Ca:3tilla Cl! los
calamitosos ti"mpos de los interregno s de las vacantes del Trono, de la
minoridad de los Rcyeo, de las turbulencias cccitadas por la amlJiciDll de
los poderosos, y (le las di"cordias y facciones, en los aciagos rc)'nados de
Fernando IV., Juan 11., y Enriqlle JY.


Fijando la yi"ta ~()brc los antiguos Códigos Españoles, Y]lllrticulannente
en la;; dispo~ici()ncs del respet:tl1lc Fuero-juzgo, buscllntlo l,l teoría y
l'rúctica de lo Il"e ,e ll:unan lJuestras antiguas leyes dc Fernando V. y aun
ulltes, pues desde la dominacion Austríaca llucc1c dc("ir~l' ll"C ("~"i dejaron
de cxi"tir, se probarú qllc en illpJeria de Cortes no hay ni ha habido jam:ls
en ('a,tilla leyes positi-\-as, y quc has te la <ttlquioieion dc privilegio de \"()to
tJl Corte:" dc que ¡!'(),:an hu) treinta y "icte CilHhtdcs, l'~ tan yari:u!o C'u




41


guarl11ClOn con la que aseguró no püdia contarse, pues se
dijo existir en ella el proyecto de tomar posicion en el
retiro despues de guarnecer al Palacio, y enviar Diputados
á S. M. suplicandole jurase ·la Constitucion. Esta espli-
origen, que U1H\S lo tienen como donacion graciosa de los Reyes, otras
como Tl'mllIlCraeion de servicio~, y alguna hasta adl!uirido por ~OIllpnl,
siendo tal la variedad en las mismas concesiones, que hasta hay Ciudad
¡l\le tienc ncce~idad de elegir precisamente sus Procuradores entrc ciertos
y determinados linages, como sucede cn Soría; mas des¡le Felipe 11. á
l1uct'tm época, las pocas "eces que se reunieron Cortes, fueron solo con
Procurallores de las Ciuda¡les: ante Cortes tan dimiIluta~ é imperfectas
pasaron las renuncias de l'vfaria Ana y Maria Teresa: Cortes ¡le Procura-
dores tOlImrO!l el Juramento á Felipe V. en 1712: aceptaron la incompa-
tibilidad de las dos Coronas en el año de 1713, con solos los Procuraclores
de veinte y siete Ciudades; y alteraron en el famoso Auto aconlado la ley
de Sucesion; juraron á Luis l., á Fernando VI., á Carlos IV., y en fin á
Fernando VII. en 1780, donde se derogó el Auto acordado. Nada hay,
pues, de pOEitivo en la forma de la convocacion; para todo se hallan
cgcmplos en completa cnntracliccion uno~ de otros, Eiendo ciertamente tan
~ingular anomalía, comun á una gran porcion de las que suelen entenderse
por nuestras antiguas leyes, que pareciendo corresponder {¡ Ulla antigua
1\Jonarquía, son esencialmente democráticas, degradantes al poder Real,
y como acoJllodadas {¡ Estados pequcño~, en los que 108 Ricos hombres y
OhiqlOS que las formaron, riyalizaban en poder con los Monarcas mismos,
que no tenian la fuerza que ha dado el trascurso de los años á las Coronas
hereditarias.


Observando hechos comignaclos en estas leyes, se "erú que en Castilla
la~ contrihuciones no pOllian decretarse ~iIlo por las Cortes, y de ning'un
modo Tli ell ningun caso por el Rey, sobre lo cual la historia presenta
hechos muy notables: disponian ademas las antiguas {('yes, que los encar-
gados de su cobranza fueran precisamente los Diputados de la,.: mismas
Corte:;, y cuando estas se hubiesen disuelto, quedaran de sus indi\"iduos
para la c~pedicinn y egeeucion de lo otorgado en ellas.-Ley !J. y 11.
título Co. libro 3°. Novi~¡ma H.ecopilacion.


El ltey no podia declarar la guerra ni hacer la paz, si el Consejo tí las
Cortes no consentian, .. BelluIll agredi, lmccm inire, ilHlutias agere,
renire aliam magni momenti pertraetarc Caveto !tex, prctcrquam Scniorum
HIlJlUcntc consensu." Así decia el Fuero de Solmln·c. Blaneus, i\ragolll:u-
:-ium lterum, &c. Impreso en Zaragoza en 1588. p{¡gina :lij. Y el Fuenl




eacion del General Ballesteros constituyó al Rey en un
verdadero conflicto, de que salió, dando en la noche del
7 de Marzo el Decreto en que aceptaba la Constitucion ele
] 812. [N° 17 de Documentos.]


de Nayarra dice, "Rey ninguno, con otro Rey ó Iteyna paz nlH tregua
non faga, nin otro granado fecho ~in conceillo de doce ríc()~ homcs ó
doce de los mas ancianos de la tierra."-Fuero de Navarra, lillJ'O jÜ.
título 1°.


En Castilla las Cortes de Valladolid de 1320, digeron, (representacion
hecha al Rey Nuestro Señor por 69 rJiputados de Cortes, conocidos
de;;pues COIl el nomhrc de Persas, en 14 de Abril de 1814,) "Que cada y
cuando el Rey quisiese hacer guerra llamase á Cortes (l los Procuradores, á
lluienes ha de decir la caum, para que vean si es justa ó yoluntaria; y si lo
primero, yiesen la gente que era necesaria, para que siempre ellos proye-
ycscn lo compctente, y que sin la voluntad de dichos Procuradores no
pudiese hacer ni poner guerra alguna."


En Navarra gozaban las Cortes otros derechos mas restrictivos de la
autoridad del Soberano. Ellas solas tienen la iniciatinl de las Leyes, de
1ft cual está privado el Rey, y despucs de sancionadas por este, pllcdcn
suspender in definitivamente su puhlicacion, y por lo mismo su compli-
miento.-Breve Noticia de las Cortes de Navarra, por D. Benito Rmnon de
Hermida, impresa en Cadiz en 1811.


y no solamente las Cortes de Navarra gozaban en lo antiguo este derecho,
sino que por una anomalía de las que tanto ahunda Eopaña, le han egercido
en 1817, yen su primera petieion recordaron y lmsieron en prúctica el
privilegio de su iniciativa en los términos expresados, negando el cumpli-
miento de una ley dada por el Rey.-Cuadcmo de Leyes y agra\'ios de
las Cortes de Navarra de 1817 y 18, impresa en Pamplona en 1819.


En fin, es preciso repetir una y mil yeces, que en nuestra historia se
hallan hcchos tan diferentes y contradictorios, que se puedc probar 10 que
se quiera; pero incurriria necesariamente en el error cometido por un
célebre escritor de nuestros dias de deducir consecuencias generales de
hechos particulares, todo el que proponga fijar doctrinas positivas para
una convocacion de las antiguas Cortes de Castilla. Ocupado uno de los
hombres célebres de nuestros dias, el respetable y digno Jovcllanos, de
redactar un Decreto de convocacion de Cortes para cumplir el Soberano
precepto del Rey Fernando clc"lle Bayona, sc vitÍ en el conflicto l'rollul'ido
naturalmente por el caos hi",túriC'ü de e~te a,unto, y tUnl qlle ,aItnr. per··




Pocos tuvieron noticia de semejante Decreto en aquella
noche de ansiedad, en que agitados los ánimos, todo anun-
ciaba una crisis; mas divulgado al siguiente dia 8, pro-
dujo entusiasmo en unos, temores en otros, y en la mayor
parte la risuefm esperanza de ver á su patria mejorar de
suerte.


Pasose aquel día en solas demostraciones de júbilo, pues
el Gobierno, aturdido ú ofuscado por la gravedad y dificul-
tad de los momentos, nada dijo ni hizo. Tan estrafío
silencio é inaccion fueron sin duda causa de los funestos
sucesos del 9, en que perdidos los respetos del Trono, vino
á tierra el saludable prestigio que hasta alli le habia
rodeado, y cuya falta no puede combinarse con la Índole
propia de una Monarquía.


En efecto, reunida una multitud de gente en la puerta
del Real Palacio con gritos sediciosos, con amenazas, y con
todos los síntomas de una verdadera revolucion, á pre-
sencia de una guardia, que impasible veía el desacato
comctido contra el asilo sagrado de la mansion del
Monarca; abandonada la persona del Rey de los mismos
á quienes su deber constituia en la necesidad de no per-
mitir hollar aquel sagrado sitio sino sobre sus cadávcres*,
todo cedió al torrente, y ocupada la parte baja de Palacio,
subia ya la multitud por la escalera con direccion á las
Reales habitaciones, cuando varias personas que bajaban
de la Corte lograron contenerla.


En este estado ya el Rey mismo habia mandado se


mitasenos usar de esta expreúon. por todo é improyj"ar unflS Cortes en
su fammo Decreto de 29 de Enero de 1810, de que ya hemos hablado.


* La casualidad hizo que nos hallasemo" en csta escena, en los primeros
mOIllcntos cn quc el Palacjo fue ocupado; en el juramento de la CUIlsti-
tucion ante el Ayuntamiento, y ante unos cuanto~ que ~c llamnlJiln Dipu-
tf,(!m' del pueblo, \'im(l~ al He)' abHllutUlllellte ~olo.


Sucesos del
9 de Marzo
en l\ladrid.




44


reuniese el Ayuntamiento Constitucional que existia el
ano de 1814, y ocupada la multitud de esta idea, desistió
de subir á exigir del Rey mismo el cumplimiento del De-
creto de la noche del 7, contrayendose eselusivamente á la
reunion del Ayuntamiento, si bien al mismo tiempo recla-
maba en la Secretaria de Estado donde se hanaba la Junta
creada, eon el nombre de Junta de Estado, cl nombra-
miento de otra Provisional, á quien se fiase el total cum-
plimiento del Decreto de aceptacion de S.lVI.


En tan críticos momentos, yen medio del gran desorden
y bullicio, salieron de Palacio las personas que de orden
del Rey debian verificar la instalacion del Ayuntamiento;
el Marqués de las Hormazas, Alcalde en el ano de 1814, y
el Marqués de Miraflores, que lo fue en 1813, fueron los
encargados por el Rey de comision tan espinosa y arries-
gada; pero Hormazas lanzado por los amotinados, como
tio del General Elio, tuvo que abandonar su puesto, y
Miraflores marchó solo á las Casas Consistoriales en medio
del tumulto que crecia momentáneamente, ya por los
esfuerzos de los agentes de la revolucion, ya por la inmensa
reunion de los curiosos.


Llegados á la Casa de la Villa, se procedió á pasar
oficios por el Secretario del Ayuntamiento á los individuos
del de 1814, en medio siempre de un tumulto, que ocupaba
las Salas municipales, y que eccitado por las intrigas de los
directores secretos dcl movimiento, empezó á manifestar
personalidades contra sugetos determinados, para que no
se les repusiese en sus puestos, ó ideas democráticas
contra las clases privilegiadas, atacandolas en la persona
de l\Iiraflores, que como Grande, decían inspirar poca
confianza.


FOl'taleciendose por momentos esta opinion fueron en
breve proclamados Alcaldes Constitucionales de Madrid
Don Pedro Uaranda y Don llodl'igo Aramla, tl:'uienclcl




Miraftores que abandonar su puesto ,í los elegidos, cuya
eleccion tenia todo el aire de haber sido combinaua de
antemano. Apenas se reunieron algunos Regidores de
1814 resultó instalado el Ayuntamiento, que mal podía
dejar de ser instrumento de los amotinados; así que, ce-
diendo al impulso de la multitud, marchó en Cuerpo ,i
Palacio á exigir al Rey el juramento de la ConstituciOll.
[0.'0 18 de Documentos.]


Nosotros presenciamos este acto, que será eternamente
célebre en nuestros anales; pero por una de las anomalías
en que tanto abunda España, este acto que hubiera en
otro país derribado el Trono, como consecuencia de su
envilecimiento, pasó como un suceso trivial y ordinario:
el Rey juró, debajo de su Trono, la Constitucion en manos
de personas sin caracter y sin representacion, y delante
de cinco ó seis desconocidos, que se llamaban'representan-
tes del pueblo; despues de cuyo acto pasó la multitud á
las cárceles de la Inquisicion [)Jo 19 de Documentos], dió
libertad á los presos, se apoderó de los archivos, en que
se encontraron causas ridiculamente célebres, y con esto,
entregada la multitud á simples demostraciones de ale-
gría, se restableció la calma, quedando el pueblo como
si nada hubiese sucedido.


.J urarncll to
de la Consti-
tucion del
Rey ante el
Ay~lUta­
miento.


La Junta Provisional Consultiva, cuyo nombramiento Junta Provi-
úonal Con-


se exigió tumultuosamente en este mismo dia, por fortuna sultiva.
ó por casualidad, fue compuesta de personas honradas, y
respetables por su caracter, virtudes y saber. El Cardenal
Arzobispo de Toledo, primo del Rey, fue nombrado Pre-
sidente, y Vocales el General Ballesteros, el sabio y esti-
mable Valdemoros, el respetable Queipo, Obispo de Me-
choacan, el virtuoso y honradisimo Don Ignacio Pezuela.
los antiguos Magistrados Conde de Taboada, y Larcliza-




41;


ual, Tut'l'iu::3 y SandIO; el primero, antiguo empleado en
Rentas, el segundo, Teniente Coronel de Ingenieros, y
Tejada respetable y rico propietario de Madrid. [N° 20 de
Documentos. J


El Decreto de instalacion de esta Junta, constituía al
Rey en una verdadera tutela, pero las personas c¡uc la
formaron, si bien no podian dejar muchas veces dc ceder
á los impulsos del origen de que procedia su nombra-
miento, evitaron grandes males; y ciertamente, en otras
manos hubiera podido muy bien crearse un tribunal revolu-
cionario, sangriento y terrible; pero la verdad exige decir,
que si algun estravío puede imputarse históricamente á
esta Junta, debe atribuirsc solo á lo crítico de su posicion,
el á errorcs de la opinion equivocada dc ser sólidos los ci-
mientos sobre los que levantaban su edificio, es decir, de la
perfeccion de la Constitucion, que renació el 7 de :Marzo
con el prestigio de la obra lllas acabada y perfecta.


Sea corno quiera, desde el 9 de Marzo en que se creó esta
.J unta, hasta el 9 de Julio en que se instalaron ] as primeras
Cortes [N° 21 de D.], es una época, cuya historia fijará la
admiracion de las generaciones futuras, cuando se juzguen
los hechos sin el acaloramiento de las pasiones: no diré-
mos por esto, no se hallaron en ella errores, y errores de
trascendencia, pcro siempre presentará un cuadro, grandio-
so el aspecto de una total variacion política, en la que no
se derramó ni una sola gota de sangre, ni una higrima; en
que los perseguidos haciendo ostentacion de una generosi-
dad sin egemplo, no recordaban agravios, antes bien pro-
clamaban el olvido de ellos. Los primeros momentos, que
siempre van señalados de venganzas, fueron tranquilos,
tolerantes é indulgentes; y dijo bien la Junta Provisio-
nal, cuando dijo quc la revolucion y variacion del Gobierno
se habia hecho con seis años de paciencia, un dia da espli-
cacion y dos ele regocijo.




La eircunspeecíon guió en sus primeros pasos á la Jun-
ta; ni edificó ni destruyó Decretos generales tan lison-
geros á los poco avezados al egercieio del poder, sino que
restableciendo parcial y sucesivamente los publicados en
la época anterior del régimen Constitucional, fue abriendo
el camino de la regeneracion apetecida; lástima es, que
no pudiendo desprenderse de los intereses que la habian
creado, prestase alguna vez ayuda á los Campeones, már-
tires de la ruina de aquel régimen, y que entonces no
podian renunciar á los trofeos de su triunfo.


Asi fue, que desconociendo el corazon humano, barre-
naron sin sentirlo el nuevo edificio Social, en la mal
aconsejada formacion del nuevo Ministerio.


Ya en parte estaban remplazados los Ministros que
existian en Marzo: hombres de probidad y luces, como
Parga, Garcia de la Torre, y el Marqués de las Amarillas,
que mientras lleg() fue muy dignamente suplido por Zarco
del Valle, ocupaban los tres Ministerios mas importantes
en el momento, ¿ .cÍ que pues abrir una lucha entre el Tro-
no y sus primeros Agentes, eligiendo para serlo á los mas
distinguidos de los Constitucionales de la é}loca anterior,
víctimas por lo mismo mas notables del trastorno de 1814
y de la animadversion del Monarca? ¿ Permite acaso la
Índole del corazon humano que estos, prescindiendo de la
lWlIlillacion que sufrian trocando en afecto el desafecto, en
confianza los recelos, y aquellos, olvidando agravios sin
beneficios que agradecer, lisongeados por el soplo de la
fortuna, se estrechasen recíprocamente hasta comunicarse
con la candorosa buena fe que exigia la empresa que iba
á cometerse? ¿ Cómo prometerse que hombres trasplanta-
dos, como por encanto, desde los presidios á las sillas de
los Ministerios, condenados á aquellos por el mismo Rey,
con quien ahora habian de acordar los graves negocios del
Estado, fuesen adecuados para dirigirle en el establecimien-


Se examina
la eoudueta
de la Junta
Provisional.




to de un nuevo orden de cosas, á que solo la violencia
habia podido conducirle? Pues tal fue, sin emuargo, el
error de la .Junta Consultiva al proponer con viveza á
S. lVI. para el nuevo .Ministerio, á Argüelles, Canga Ar-
güelles, Poreel, Perez de Castro y Garcia Herreros, que
ocuparon al fin los de la Gobernacion, de Hacienda, de
Ultramar, de Estado, y de Gracia y Justicia; hombres
ciertamente estimables de mil maneras, pero que sus cali-
dades no podian hacer que dejasen de existir las circunstan-
cias particulares de su anterior posiciono No condujo la
Junta Provisional con igual consideracion otro negocio
importante que se presentó al principio de sus taréas, á
saber, la cuestion de unir á ella individuos de las Juntas
de las Provincias; considerando el gran ataque que este
paso hubiera dado al Trono, se resistió fundada en su
calidad de Consultiva, esto es, reconociendo sus facultades
como una emanacion del Monarca, y esta resistencia
triunfó de las ideas de un ridículo federalismo, y de la am-
bicion de los que se juzgaban héroes con solo haber gritado
en una plaza, Viva la Constitucion.


Si abandonada á su propio instituto, hubiera continuado
la direccion de los negocios públicos, acaso las cuestiones
mas espinosas, y de las que realmente dependia la suerte
de la Nacion, hubieran sido decididas de otro modo; pero
el mismo Ministerio de hombres de 1812, que fue su im-
política hechura, hubo de influir en breve en sus delibera-
ciones, ya en fuerza de sus atribuciones poderosas, ya
tambien en razon de la popularidad que disfrutaba.


Asi que, la euestion de la reunion de Cortes, de que
pendía ciertamente la suerte del nuevo orden de cosas, se
resolvió partiendo del principio de la perfectibilidad de la
Constitucion.


Ko quedaron aqui los errores que la Junta sancionó, y
que inspiraba al Ministerio su ya esplicada posicion; aso-




muroll muy pronto la intulerancia, propia de la ccglll:dad
de las pasiones: se suscitó la famosa cuestioll de 108 Per-
sas, es decir de los Diputados que en 1 í314 representaron
al Rey contra la Constituciol1; se exigió que todos los
EspuÍlOles la jurasen, dietando medidas coactivas para que
se verificase, corno si los individuos de un Estado hubie-
sen jurado nunca, ni debiesen jurar el gobierno existente
y reconocido, para estar obligado á obedecerle y cumplir
las leyes cIuC de él dimanan; los medios de coaccion deben
reservarse para los infractores; tiranizar las opiniones y
los principios solo pudo ocurrir á la Inquisicion. Pero
contradicciones semejantes no son estrañas en circunstan-
cias de esta especie, y así arrastraron á los Mini8tros <Í
tolerar, y aun á proteger de cierto modo, los principios
democráticos que se desarrollaban; á contemporizar, y
aun contcmplar por entonces á los promovedores del al-
zamiento, y .1 fortalecer el descrédito de la buena fé del
Rey, .í quien por otra parte no se propusieron grangear 11i
atraer, ni lo intentaron al menos; hubieranlo ó no consc-
guido, la historia no tendria de que acusarles.


Aun no habia concluido la Junta sus importantes fun-
ciones, y ya Madrid empezaba á apercibirse de los Agentes
secretos que, ereyendo consolidar la revolucion, la mina-
ball desacreditandola; y ya veia con escándalo las asque-
rosas reuniones llamadas Sociedades Patrióticas, que en el
Café de Lorenzini y de San Sebastian, presentaban una
copia servil de los Clubs del año 1789 en Francia. Ya el
hombre observador se disgustaba de que la hez de la so-
cie(lad quisiese tomar la iniciativa de las reformas, y ob-
servaba al mismo tiempo, que aquellas reuniones no eran
lllas que unos ecos miserables de otras, cuya existencia,
cuyos deseos é intenciones, si bien por entonces no eran
mas guc consolic1ar la revolucion, dejaban ver la ambicion


E


Principio de
las Socieda-
des Patrioti-
caso




;")0


de mando que era su término. Ya en fin la Capital
habia presenciado el primer ensayo que anunciaba nuevos
é inauditos desórdenes en el dia 16 de Mayo de ] 8:20, en
('uya noehe en medí o ele un verdadero motín, se representú
al Rey pUl' el Club del Café de Lorencilli, pura (lue sepa-
rase dellVIinisterio de Guerra al Marqués de la,; Amarilla,;.
El Club del Café llamado la Fontana de Oro, ya pl'c,;cnta-
ha en esta misma época otra importancia que los de San
Scbastian y Lorencini; personas de otra influencia y otra
categoría, aunque no de gran 'Jpinion pública, se presen-
taron como candidatos v oradores.


Aun existia la Junta Provisional, cuando llegaron á la
Capital é hicieron su entra(la en ella de un modo ostentoso
é indiscreto, los héroes de la Isla Arco-Agüero, y Quil'Oga
que fue elegiLlo Diputado el Cortes por la Provincia de su
naturaleza, y cuya eJeccion, así como otras, hacía temer
la existencia de una cccitacion de pasiones, que mas II
menos pronto debían lllanifec:tar . ,c y ser funestas ;i la
causa ele la razon, sacrificando el bien Nacional al triunfo
del atroz espíritu de partido.


Esto daban á entender la,.; elecciolles de muchos DijlU-
tados, cuyas calidades pertenecen ya á la historia; bien es
verdad, que entre los elegidos habia muchos hombres esti-
mables, y respetables por su probidad y saber, que siguie-
ron siempre la honrosa senda de la moderacion y de la
Ley; pero á la mayoría, sobre todo al principio, le faltú
la circunspeccion que una triste esperiencia la hizo ad-
quirir despues, segun se demostró en los hechos principales
de sus legislaturas, principiadas en !) de Julio de 1820.


Ya la Junta Provisional y el Gobierno habian puesto en
armonía el Sistema Constitucional, resucitando casi todos
los Decretos de las Cortes estraordinarias de 181 J, J:2, Y
13, Y de las ordinarias de 1814; la libertad de Imprenta
estaua establecida, v las Milicias Nacionales habian cmpc-




zadu (¡ exislll'. En el término de dos mC3es halH<[ nws de
mil hOlllbres ele Cnfauteria y una fuerte Compañia de Ca·
lulleria, todos V olulltarios, entre los que se contaban,
}randes, Títulos, ricos propietarios y comerciantes, si
bien los defectos de su organizacion oejaroll abierta la
puerta desde luego ,i algunos, que al abrigo de esta institu.-
cion, querian satisfacer su ambicion y aun ocultar sus
vicios, adquiriendo un caracter social de que carecml1 en
la carrera oc su vida anterior, y méritos que alegar para
pedir un empleo.


Nada lllas dirémos por ahora de los vic:ios de esta insti-
tucion en la forma que se le diú, ni de los abusos funestos
de la mal entendida libertad de Imprenta; harto frecueu-
temente por desgracia, nos obligará á insistir en estos
puntos la serie de los sucesos.


Cuatro meses habian transcurrido desde ~farzo hasta la
ahertura de las Sesiones de las Cortes; gravísimas cues-
tiones habian ocupado al Gobierno, pero la calma producida
por la verdadera espectacion en que se hallaba la N aeiotl
entera, hahia hecho pasar esta corta época sin mas agita-
cion que la pequeñisima que habian produeido los grita-
flores de los Cafés, que hasta entonces habian sido de
pequeüa importaneia.


Los Diputados á Cortes en cuyas elecciones habia ha-
bido intrigas, pero simuladas, estaban ya en la Capital;
reulIioncs preparatorias particulares habian anunciado ,í
los pensadores lo borrascoso de las Sesiones; todos se
preparaban á la lid que debia empezar el 9 de Julio; pero
los acontecimientos de la noe11e anterior 8, exigen dete-
nerse un momento sobre ellos.


Ocultos estos con el velo con que todavia los eneubrian
los intereses particulares y el espíritu de faceion, referi-
rémoR unÍcamentC' 10 que pudimos ayeriguar entonces; y


F. ~


Suceso" de
la Noche del
8 de Julio (h-
1 R:!O.




creemos que á pesar de la obscuridad, hay exactitud en lo
(Iue referirémos.


La noche del 8 de Julio no podia menos de ser noche de
agitacion para los que, en cualquier seI1tido, veian en el
juramento que el Rey iba á prestar al día siguiente un
acto magestuoso y solemne, uno de los mas notables de
cuantos pueden ocurrir en la historia de los Monarcas, y
que en el caso presente parecia consolidar las mudanzas
políticas que le habian precedido. El Rey debia ir solo al
Congreso; no habia ninguna apariencia de coaccion, ni de
que el orden y la tranquilidad que se gozaba fuesen inte-
rrumpidos: los representantes de todas las Cortes Euro-
peas iban á ser testigos ele este acto solemne; hubierase
dicho que el Sello de la legitimidad del nuevo Sistema
político iba á sancionar el principio revolucionario de
donde procedia.


Mas los intere::;es que le habian creado e::;taban dividi-
dos; mientras los uno::; se hallaban satisfecho::; con el res-
tablecimiento de la Constitucion de 1 81:2, otros mas am-
biciosos y menos cantos no habian tocado su término, al
paso que la mayoría de la N acion aguardaba cn silencio
el resultado de un cambio, que alteraba esencialmente su
existencia política. Ello es que hubo proyectos que esta-
llaron aquella noche, y que hubiera esclarecido la causa *
mandada formar con motivo ele los sucesos del cuartel de
Guardias de la Persona del Rey.


El objeto de querer, y aun intentar salir del cuartel
tumultuariamente los Guardias á caballo) todavia se ig-
nora; pero no dejó de saberse que un palmelo blanco
atado en el brazo, era una sellal de los amotinados, de los
cuales la mayor parte ciertamente ignoraban el objeto del


* Se mand6 formar por el Gobierno una causa criminal sobre estos acon-
tecimientos, pero siendo comunes ciertos intereses, se procuró ob~curecer
de todos modos el re~ultad(), y eH efecto se obscureció.




Illovillliento, (le qlle Slll !lmla pudieron tener mas noti('ia~
ya el noocrnador de Madrid Velasco, ya otro General, ell
cuya casa:'iC ase~nró estuvieron aquella noche los Guardias
que lo dirigieron, ya los concurrentes ,11 Parque de Artillería,
que fncJ'On bastantes esta misma 11oche.


Como (l1tiera, se malogró todo el proyecto, fuera la que
quisiera su llaturaleza; las patrullas de ~lilicianos y las
ronda,:; vecinales, cuya sola divisa era la conservacioll de
la tranqnili(lacl pública, la circunstancia de no estar en el
plan la mayor parte de los Guardias, y acaso mas rl1w todo
la muerte del celltinela del cuartel de Guardias, influyeron
en que si había algun plan oculto, abortase en presencia de
tantos elementos de orden y de interés N aciona1.


Amaneció por fin el (lia a de Julio, dejando en sus
tinieblas el verdadero objeto de los planes de la noche an-
terio)' [1'\8 22 de Documentos]; todo parecía haberse oIYiclado,
cuando ,l las diez de la mallana, sin la mas leve muestra ele
inquietud, en medio de la muchedumbre que llenaba el aire
con los gritos de Viva el Rey, Viva la Constítucion, se di-
rigió el Monarca al Salan de las Cortes, y juró ante ellas ;l
la vista de la Familia Real, (le todos los miembros del Cuerpo
Diplom:üico, y de un inmenso concurso poseído del mayor
entusiasmo, la nueva Ley fundamental, hahiendolo verifi-
cado con un c1esern barazo y dignidad, que llamó la atenciou,
y excitó los mas vivos aplausos.


Vemos ya instaladas las Cortes, nombre venerado para
los Espaúoles, y que con mil recuerdos de gloria resucitaba
en sus ánimos la desfalleciente esperanza de ver al fin cu-
radas las llagas ele la Patria .


. Mas antes es fuerza examinar los elementos que las
componían. En aquellos primeros instantes de ardor y de
entusiaslllo, los títulos que se buscaban en los cand idatos
eran de tres especies: padecimientos uurante el abolido


Abren ];¡s
('ork~ dl'
1 t):!() ~I¡~ :~c­
"101)('.'.




l\bsouería.


;)-f


régimen; intervencioll en su mudanza; y pertenencia ;Í la
Masonería, Sociedad secreta, hija de la conocida por este
nombre en Europa, pero de distinta índole, pues que no .
ciúendose el su objeto puramente filantrópico, era propia-
mente político, por manera, que en vez de ser insignificante,
cual acontece en Francia é Inglaterra, fue, en la t'poca que
nos ocupa, uno de los elementos mas activos de la revolu-
cion, y que no puede olvidarse si se han de medir los sucesos
por las causas que los produgeron.


A nadie se oculta que semejantes SocíedaJes, existclltes
en Europa de poco tiempo {l esta parte, no pueden dejar
de ser esencialmente contrarias á la estabilidad de los Go-
biernos y aun á la buena administracion de los Estados,
pues creando un interés de asociacion, contrario por lo
mismo al interés general, fomenta las ambiciones particu-
lares, y acaba por hacer la guerra á los que dirigen los
negocios públicos, hasta lograr ponerlos en lIlanos de sus
individuos, y bacer en su provecho el mas escandaloso
monopolio. Así fue que en España crecieron ú par de la
revolucion, y unos por obtener empleos, otros por conser-
var los suyos, y otros en fin por hallar un asilo á la peticion,
se apresuraron á filiarse en ellas, y desde luego en la que
entonces se llamaba Masonería Regular Espaúola.


Elc~~ione". Pero volvamos á las Cortes. Un gran número de Dipu-
tados subieron al Congreso desde las logias con ideas de
rivalizar á los que, por su opinion anterior ó sus padeci-
mieutos, estaban identificados con el nuevo Sistema Polí-
tico, y á esta clase pertenecieron casi todos los America-
nos, los cuales elegidos en .Madrid en clase de sup]cutes,
y algunos de ellos como representantes de las Provincias
insurreccionadas, mal podian contribuir á la consolidacioll
de un Sistema Político en Espalm, que dejase espedita la




::.)


aCClOll del Gobierno para ocuparse dl' a<¡llcilas Regiones
casi cmancipadas de la lVletrópoJi.


Dc a([ui provino mas de una YCZ el triunfo del partido,
que para lllal de España naci{) en las Cortes ú poco tiempo
de ¡¡aher abierto sus Sesiones, y (pIe en vez de labrar la
felicidad N"ac.:iollal, precipitó b ruilla <lel Sistema Político
,i cine debia su existencia 0)('.


La posteridad haní justicia á las virtudes de aquello,.;
Oiputados que, apelando ,í. la moderacion, se pronunciaron
contra los ananluistas, Y formaron en las Cortes un muro
en que se estrellaron los intentos de los demagogos; mas
no podrá dejar de imputarles los errores en qllr, ,í despe-
cho de su ouena iuteneion, incurrieron por desgracia.


Ciertamente fue uno de estos la facilidad con que las
Cortes, prcstandose en sus primeros pasos {l los impulsos
del Miuisterio, se ocuparon de castigar ,í los Diputados del
arro H conocidos COIl el nOlllure de Persas, de ([UiellCS ya
dijimos representaron al Rey para la destruccion del Sis-
tema Constitucional; su pCljurio Lien merecia castigo,
mas la política, apoyada en la conveniencia, en los rgem-
plos de la historia, en el muy reciente y grandioso que
acabaha de dar al lIlundo la nohleza del caraeter EspallOl,
no aconsejaba de modo algullo rasgar el velo del olyido,
que impidiendo volyer la ('ara atrás, ohligaba á todos á
marchar adelante, y cooperar á la realizacion de las gra-
tas esperanzas que deuiall solamente ocupar la atencion y
los ánimos.


Sin embargo, la Comision de las Cortes que infórmó so-
bre el asunto no dejó de conocer la utilidad de estos prin-
cipios, y en su dictamen releyó ú los GU Diputados de la


o(. La ley de SellOrÍoH, la de l\laynmzg()~, la (le So(,iedades Patriuticm; ~'
algunas altamcnte fm¡c,ta" la,; ¡keidicr<lll 1"" fl lIlcri, <lHUS en Ia~ \'otario-
!leS por ,ti número,


Asuntos dc
108 cOlloeí-
dos con el
llnm bre de
Per~a~.




Primeros sín-
tOlna~CIl eOIl-
tm del Siste-
ffi" Constitu-
cional.


;')(;


formacion de causa, con la sola eccepcíoll del Marqué~ d~
Mataflorída, á la sazon ausente; y si bien les escluía elel
derecho de elecciones, les dejaba cspedito el ser oidos en
juicio, si no se conformaban. No calificarémos nosotros ni
aun este dictamen, pues ni aun se encontró original la
representacion que debió ser la base de todo procedimiento
legal en caso de intentarse, empezando por el reconoci-
miento de las firmas; ni convendremos jamás con que haya
otro camino que el del olvido para consolidar alteraciones
políticas; pero la verdad exige decir, que la Comision de
Cortes consideró esta cuestion sin furor re\Tolucional'Ío, y
que muchos Diputados, tales como el dignisirno SeÍlor
Castrillo, Obispo auxiliar de Madrid, manifestaron en sus
discursos ideas altamente filantrópicas en favor de estos
indivicluos, insistiendo en un total olvido de lo pasado;
pero este no fue absoluto, corno debió ser y se dirá en su
lugar, y de consiguiente se eccitaron las pasiones que de-
bian calmarse en vez de conmoverse.


Tan imprudente fue la conducta de las Cortes en los
primeros momentos de la legislatura, y si es fuerza calificad a
así, y del mismo modo la que observó el Ministerio, tam-
bien lo es confesar, que contribuyó á ello la eccitaeion
producida por el conocimiento del empella mal dísirnula(lo
con que el Clero minaba ya el nuevo edificio politico.


Antes del a de Julio ele 1820, es decir, antes de la aber-
tura de las Cortes, ya el famoso Padre .l\!Iacluaga predid) un
,;errnon en contra del Sistema de la Constitueion en Cá-
ceres. En Bmgos Fr. Miguel Gonzalez, Corrector de la
Victoria, predieó otro en la parroquia de San Lorenzo; y
en Sevilla con pasquines subversivos é ÍlH}uietudes se
Illunifestó igual tendencia. El Gobierno pues, ú esta época
ya habia tenido necesidad (1c dirigir UIla exhortacioll ;'l al-
pUlOS Ohispos, ~- c:;to:,; :';l,CC::;(1,; no podían mCllO::; de C'lll-




S7


pezar á acalorar los ánimos. Las reuníones de los Cafés
empezaron ;i pedir contra los Persas, y á tomar iniciativa
ilegal y revolucionaria, y el Gobierno por su parte ya habia
tenido que hacer salir de Sevilla al ÚUllOSO Ostolaza, <Í un
fraile Geronimo y ;i un cabo del resguardo de rentas,
como conspiradores.


Estos síntomas que indicaban la existencia de elementos
contrarios á las reformas que se desarrollarian apenas pu-
diesen, agitaban las pasiones demasiado, y estraviaban la
opinion equivocando los modos de lograrlo. De aqui
pues, la alta equivocacion en los medios de asegurar el Sis-
tema establecido. La funesta y vaga idea de lo que se
llamaba adictos al Sistema, cuya calidad se buscaba como
esdusiva para ocupar los puestos públicos, creó ambiciones
sin fin; improvisó carreras, y en las Sociedades secretas,
y en los Cafés y las tribunas se halló abierta la senda de
la fortuna, en la que no podian dejar de lanzarse insignes
Aventureros que, para hacerse puesto, tomaron el camino
de ofender á funcionarios públicos honradisimos, pero
que por principios, edad ó temperamento, no mostraban á
gritos su adhesion; así que todo el que tenia algun destino
perdió su estabilidad, y facil es colegir, que en una Nacion
de empleados, como la España, el número de descontentos
habia de ser considerable, contando se en ellos, así los am-
biciosos que lograban, y por lo mismo aspiraban á mas,
corno los separados ó cesantes, que terminando su carrera
contra sus esperanzas se velan reducidos á un mezquino
sueldo, y seúalados como víctimas de la persecucion.


U na célebre Escritora de nuestros elias dijo con lógica
exactitud, (lue apenas se establece en un Gobierno un po-
der que no es legal, siempre viene á ser mas fuerte que él,
~' esta verdad eterna se demostró en el periodo que reco-
nocemos. Las Sociedades secretas rivalizaban en poder
con el Gobierno, y ú tal punto, que los Ministros ll1ismof;




Iniciativa in-
dividllal de
lo~ Diputa-
d(l~.


Propuesta de
rcforlIla~ in-
di~creta".


tuvieron que buscar en ellas su apoyó personal, corriendo
(¡ los Clubs para filiarse en ellos *.


Pero si tal era el estado del Gobierno, las Cortes ,í su vez,
abandonadas por muchos dias á ]a fatal iniciativa indivi-
dual de los Diputados, bien pronto aparecieron síntomas
seguros de que los cimientos de la 110nanluía iban ,í ser COll-
movidos con proposiciones de una extcIlsioll no calculada,
que producían á sus autores popularidad, tÍnica amhicion
del momento; harémos, sin embargo, .í muchos la justicia
de decir, que un celo indiscreto y la participacion de bri-
llantes teorías les arrastraron por el torrente novador, te-
niendo, á la verdad, probidad y virtudes.


Consecuencia de esto fue la poca circunspeccion con (Iue
se intentaron las reformas mas delicadas y trascendentales,
como la de Regulares, Mayorazgos, Diezmos y Seúoríos;
no es nuestro prop(¡sito analizarlas y juzgarlas; talllpoco
desconocemos, que mal podria repararse el mal estado de
Espaúa, sin destruir los abusos que la habian conducido á
este extremo. Mala division y amortizacion de la pro-
piedad; injusta é impolítica desigualdad en las cargas
pllblicas; vejámenes y sinrazones; reliquias aun feudales,
destruidas por la mano del tiempo y la civilizaeion; de,q-
proporcion entre las clases productivas y consumidoras;
estos y otros mil abusos reclamaban la atcncion de los (lue
se habian propuesto mejorar la suerte de su Patria; mas
la historia llena de escarmientos, y la sabiduría siempre
prudente debieron servirles de guia en la empresa: ata-
cando á la vez intereses ailejos, costumbres arraigadas, y


* Anecdotas curiosas ocuparon la maledicencia. pintando los l\fini~tro"
afiliado~, corriendo las pruebas Masóniéas de recepcion; ciertamente que
un MiniRtro con lo,; ojos H'ndados, (1 los pies atados, cayendo r ll'Y<lntan-
110>(', r!chia h¡v-I'l' .~ill~,·llhr ('()T1t]'~p(),ieinn [',In la a1tllr~\ :\Iini··f<'l i;tl




,í!!


opí nlones fortaletída~ por medios podc¡'()~o~, clases, torpo"
raciones enteras; ajando á unos, maltratando ú otro:,;, sin
(Ine fuese posible h<1cer palpables desde luego las ventaja:s á
lus mismos que las reportaban.


(, Cllales (L~l)i<1n ser las consecnencias ? ¿. Y cuando se
ohraha así'? En la infancia de una nueva vida política; al
ensayarse un nuevo orden de cosas, apelJUS cOllocido d2 los
mismos que le dirijian; sin una ac1111inistracion pública
yigorosa, y por tanto sin gobierno sólido; sin consultar, ea
fill, las relaciones de este con los de mas de Europa, ni C011
los principios de la política.


Hechas estas y otras mil proposiciones por varios Di-
putados, el reglamento de las Cortes exigía pasasen ú
comisiones particulares, que examinanrlolas y fijando su
dictamen, las presentasen en seguida el la discusion y apro-
uacioll del Congreso.


Estos trámites debian por necesidad emplear tiempo,
y fueron causa que en los dos primeros meses, no hu-
biese mas asunto de importancia que el de los Persas.
del que ya hemos hablado, y que se hizo de llueva y
mayor importancia, pues todo les señalaba como pri-
meras víctimas de la opinion que se robustecía. La
Sociedad Patriótica de la Fontana, de la que tamoien
hemos hablado, y que tomó el modesto título de Amigos
del Orden, abrió el camino á las representaciones con la
<¡ ue dirijió el 13 de Julio contra los Persas; la Sociedad
Patriótica de Valencia, pues ya cundía hasta Sevilla por
las provincias, hizo igual representacion con fecha 22
del mismo mes de Julio, y el asunto se resolvió en las
Cortes, desechando el dictamen de la Comision, pero
aprobando una indicacion de un Diputado, para (1 ue
se les relevase de causa, quedando privados de lus ho-
llores y distinciones que habian obtenido deslJlICS elel
aÍlo 1814.




El1tnl<la dv
l{iq2:0 ('n
:\ [,ulrid ('11
;j 1 ,le> Ago"to
,1¡, 1 :-;:!().


('()])(] \lct;\ de
¡{ien'o ('11;\la-
1. t"I ([nt!; "uce~()
Lid tC'ltru
del Prím'ipe
en :3 el" Sep-
tie1llbre.


(;0


Ueg:m1O" ¡Hlt'S al mes de St'}Jticlílbrc de 18:20, llles
1~\lllOSO en los alJales de la revoluciono En 31 de Agosto
verificó su entrada triunfante en la Capital el héroe Riego,
señalado como instrumento el mas adaptado para estraviar
la revoluciono En efecto, engreido por el éxito de su
atrevida empresa, de escaso talento, ele una cabeza infla-
mable, no podian reunirse calidades mas á propósito para
representar el papel que desgraciadamente hizo en la reyo-
lucion de 1820, y cuya triste cat{¡strofc eletenclr<í mas ele
una vez nuestra pluma, que jamás osará atacar con dema-
siada seyericlad ,í un hombre, que habiendo dejado de existir
en un patíbulo, pertenece solo á la historia.


A su entrücla, todos los hombres sensatos le miraban con
la consideracioll que siempre produce en el corazon lm-
lllallO el valor ~. La fortuna; ú los seis dias la múscara cayó,
y cuantos honlbres veían claro perdieron la ilusion, primer
scntimiento que habia inspirado.


Desde el momento de su entrada, un tegiclo de estrava-
gancias hicieron perder la ilusion del héroe, i1usion que
quería él aumentar, predicando desde las ventanas y por
las calles; pero lo que acabó para siempre con su reputa-
cion entre las personas sensatas, fue el suceso de la noche
del 3 en el Teatro, adonde habia asistido, obse(l uiado
por las Autoridades y por una multitud de pueblo, parte
curioso, y parte interesado en ensalzar todo lo que pu-
diera robustecer la reyolucion; aeompaúac1o ele un séquito
estravagante, entusiasmado por su posicioll, hizo varias
arengas al pueblo desde su palco, cada cual mas intem-
pestiva, y todas manifestando poquísimo talento; y no
contento con arengar, se pLISO á cantar su famosa cancioll
dd Trdgula, haciendo el maestro ele capilla con los COll-
currentes.


Escena tan altamente ridícula producía, sin cmbaJ'2;o, :11




rj I


mismo tiempo que desprecio entre los sensatos, entusiasmo
entre algunos pocos eccitados ya por la faccion; y este
entusiasmo debía por necesidad producir desorden, que la
Autoridad debia reprimir. En efecto, el Gefe Político Ru-
bialles, (lue se hallaba en el teatro, procuró contener el des-
orden que crecia con los estímulos del acalorado héroe, y
este estado produjo una pugna, en que la Autoridad fue vili-
pendiada y ultrajada de un modo inaudito, y el partido
anarquista, cuyo desenfreno quedó impune, se persuadió
debia seguir gozando de su triunfo; y en efecto, la Capital
empezó á sentir agitaciones é inquietudes continuadas por
un partido, que ya descaradamente se habia propuesto
chocar de frente con el Gobierno * .


Sucesos de
G 1 1a noche del Mas el obierno en a noche del 6 habia conocido su po- GdeSeptiem-


sicion, y se habia persuadido que era preciso, ó sucumbir hre.
á los anarquistas, ó desplegar enérgicamente los recursos
que debia buscar en su legítima autoridad y en el apoyo
de los buenos: en efecto, en esta noche famosa, en que los
amantes de su país vieron un rayo de esperanza, puesta ]a
guarnicion sobre las armas, y en su union la milicia, y
colocada la artilleria en la puerta del Sol, ostent<'> el Go-
bierno su poder, y sostuvo su autoridad. Riego fue man-
dado el dia 5 de cuartel á Oviedo; otros varios militares
de su misma cuerda, mandados salir tambien de cuartel á
otros puntos, y la tranquilidad y la calma se restablecierO'l1
completamente.


Mas si la calma se habia restablecido en el esterior en
la noche de] G, habiendo el Gobierno desplegado sus recur-


* Riego vino á Madrid para reclamar contra la disolucion del egército
de la Isla, que con prudente prevision habia mandado disolver el Marqués
de las Amarillas, y desde este wccso dató la famosa pugna entre lo~ lihe-
ralc~ llarnad08 de 1820, es decir, los principales factore~ de la rcvolucion
de los primeros meses del año, y los llamados libemles de 1812.




Itiuro es Cl!-
,ial];) de
cttartd :1
(hicllo.


(j:!


,0:-; \' energía, no así en las Cortes, (~n las que existiendo
un partido indiscretamente acalorado, Riego (luena apo-
yarse sobre él para triunfar del Gobierno.


Consiguiente pues á la orden que recibió para trasladarse
de cuartel á Oviedo, presentó á las Cortes un discurso, (lue
decia tenerle preparado para pronunciarle en la barra;
discurso que se halladt entre los documentos, y que,
sin entrar en comentarle detenidamente, sirve para probar
la prevision y tino del .YIinisterio, y su recta intenciOll
en la famosa cuestion de la disolncion del egército de
la Isla aconsejada por la utilidad pública. ¡-N° 23 de Do-
cumen tos. ]


La Sesion del :5 de Septiembre de 1820, en la que se
leyó la esposicion de Riego, es la primera que merece fijar
nuestra atencion; en ella empezaron á manifestar sus opi-
niones exaltadas varios Diputados [N° 24 de Documentos]
corno partidarios de las doctrinas de Riego, mientras 1\1ar-
tinez de la Rosa en su bellisimo discurso, se ostenta ac<,-
rrimo defensor del orden y de las Leyes [N° 25 de Docu-
mentas]. Con todo, el resultado de esta Ses ion no fue
cual debió prometerse. En ella se salvaron hasta cierto
punto los principios fundamentales de la independencia de
los Poderes públicos; pero suscitada, para cortar la dis-
cusion, la cuestion de los premios ó recompensas á los
comprendidos en el alzamiento de la Isla, dió margul :1
incurrir en un error funesto é inevitable, puesto que se
tocase esta materia: los intereses de la revolucioll exigian
irresistiblemente conceder favores á Riego y sus compa-
[lCros; y la bien entendida regeneracion de Espafla pedia
envolver en la obscuridad de lo pasado, el origen ele la
situacion política presente, si no se queria tener que COll-
fesar tIlle su procedencia habia sido de una insurreccioll
militar.




Sca como fucRe, los succsos de la noche del G hicieron
\'('1' Ú lus anarqui8tas, que aun con el apoyo de su partido
en las Curtes, /lO podian triunfar del Gobierno ni ele las
hucnas doctrinas, pcro dcllian hacer aun nuevos esfucrzos
para salvar ;í su héroc; y nuevos cnsayos, aunque inútiles,
:-;c vcrificaron en la SC8ion del dia 7 del mismo Septiembre,
<lue cOllsoló y llenó de esperanzas á 108 partidarios del
orden de las leyes y del bien nacional.


Comenzó esta famosa Sesion por una indicacion de un Sc~ion dd
Diputado, pidiendo la prc8entacion de I08 Ministros en las :ie(~h~~J~I-l:
Cortes á dar cuenta de los sucesos de la noche anterior, lS:!().
(lue él motivaba en gritos sediciosos en Palacio de Vú;a el
Rey Nuc8tro Se/lO,., dcscntendicndose dc la8 verdaderas
causas y de los hechos que produgeron los sucesos de la
citada noche.


En efecto, los .Ministros se presentaron, y atacad08
hostilmente por varios Diputados, el de la Gobernaeion,
Argüclles, defendió su puesto con un vigor y una elo-
cuencia que produjo grandes esperanzas de su adminis-
tracioll.


A la verdad, los sucesos ,í que se referia el autor de la
proposieion, habian sido de muy distinta índole de la que
les suponia. Reunidos una porcion de grupos en la puerta
del Sol, en la calle Ancha y plazuela de Santo Domingo, al
grito de " Viva Riego," se dirigió la multitud á casa del
Gefe Político, y atropellando los gritadores el sagrado
recinto de la casa de la primera Autoridad local, y llenando
de espanto su familia, la allanaron registrandola para
buscarle, con el designio, á lo que decian, de atentar contra
su persona.


Mas este habia impartido el auxilio de la Autoridad
militar, que desempeñaba el General Vigoclet, quien desple-
gando la mayor actividad y energía, no tardó en imponer




.i10s anarquistas arrestando, al subir ellos por las escalera;,;
de su casa, al mas osado de sus 'coriféos que era un em-
pleado de Ínfima especie.


El vigor de este Gefe, la conducta de la guarnicion y
milicia, y la sensatez del vecindario, influyeron en que se
restableciese muy pronto ]a tranquilidad: el grito de, Viva
el Rey, fue proferido sin objeto ni trascendencia por un
miserable, que preso aquel dia, fu.e puesto en libertad el
siguiente; y el ardid del partido exagerado, que quiso cubrir
con él sus propias demasías, á nadie alucinó, degenerando
cual suele suceder, en el ridículo.


Concluirémos, pues, el célebre 7 de Septiembre con el
resultado de la Sesion de Cortes. Las ocurrencias de estos
di as dan ,í conocer que Riego, resentido por la disolucion
del egército de la Isla en cuya conservaeion veía cifrada
su influencia, quiso dar un golpe al Ministerio ante la
opinion de los anarquistas y ante las Cortes. Para ello
publicó una carta mal forjada, en que hablaba de la audien-
cia que habia tenido con S. M., y de una conferencia con el
Ministerio, en que decia haber propuesto al Gobierno una
transaccion, con otras cosas de esta especie, mas no ha-
biendo adelantado lo que se proponia, buscó en los Clubs,
particularmente en el de la Fontana ó sea Amigos del
Orden, los medios de imponer al Gobierno con un alboroto
que ellos quisieron llamar popular, pero que en verdad no
fue mas que de dos centenares de desconocidos, eccitados
y pagados por los que desde aquella noche tomaron el
nombre de Rieguistas, que todos tuvieron que sucumbir
ante la fuerza del gobierno y la sensatez de un pueblo
siempre obediente á la ley.


Así que el resultado fue triunfar completamente el
Gobierno, y con él los principios sobre los anarquütas;
haber manifestado un harto fanioso Diputado, lo tIue debía
esperar la N aeíon de sus doctrinas neciamente democráti-




(i:i


<.:<l":, y aun subversivas de todo ordc]l social; haberse
tambiell mostrado entre los Diputados algunos otros cam-
peones del desorden y la anarquía; y finalmente, haber
tenido <lue marchar <Í su cuartel de Oviedo el héroe de las
Cabezas, yal süyo Velasco Gobernador de Madrid, habien-
dose acabado de restablecer con esto el orden y la tran-
quilidad pública.


Estos sucesos, á la par que combatian el Jacobinismo, Nne,"as teu-
tatiyas cou-


robustecian el Gobierno para combatir tambien otra cspecie tra el Siste-
de enemigos, campeones del absolutismo, que iban apare- ma Con "ti-


tncional.
ciendo sucesivamente, ya en Galicia bajo el nombre de
Junta Apostólica, ya en Burgos, donde un ignorante clérigo
de la Capilla del Rey, un General de cortos alcances,
algunos frailes y otros particulares, se propusieron la fuga
del Rey, sin plan determinado y probable, que si por
ventura se hubiese tratado de realizar tan descabellado
proyecto y tan peligrosa tentativa, hubieramos visto repe-
tida tal vez la horrible escena de Varennes cl 20 de Junio
de 1791, que abrió el camino de la inaudita catástrofe del
desgraciado Luis XVI., que tantas lágrimas ha costado á
la Francia y á todos los hombres honrados de la Europa
entera, y manchado los anales de la lealtad Francesa.


Desechas felizmente por el Gobierno, con ayuda de las
Cortes, estas maquinaciones, y desconcertados así por los
mismos dias los proyectos de los partidos estremos, que
por desgracia de España minaban igualmente, aunque en
distinto rumbo, la gran obra comenzada ¿ quien pudiera
creer que ambos Poderes, estraviaclos por una inconcebihle
ceguedad, corriesen á hundirse en la sima que abrían á
cada paso sus propios desaciertos '?


El Rey tambicn por su parte, desoyendo la raZOl1 y su
propia conveniencia, trabajaba, aunque en sentido dife-
rente, como su Gobierno y las Cortes para destruir el Sis-
tema Constitucional, sin preyer que los medios empleados


F




G()


por ¿I llli~mo y por su~ partidarios, mas que conducir al
tin, podian ensangrentar la revolucion, y preciljitarla
hasta el punto de sumergir los respetables restos de la
Monaf<luÍa Espaúola.


Referirémos la conducta de las Cortes, haremos mencion
de la del Gobierno, é indi2aremos la del Rey.


Si la Sesion del í de Septiembre habia g;t';~!1geaclo Ú las
Cortes el crédito ele circunspectas, consolidando así por
su armonía con el Gobierno, el Poder que tanto necesitaba,
no duró por mucho tiempo tan fdiz perspt::'ctiva.


Despachados por las COlllisioneslos informes (jue pro-
(tujeron las proposiciones de los Diputados, se empezaron
ú tratar en el Congreso grandes cuestiones. Debian agitarse
por una parte intereses poderosos, y estimular por otra la
pugna de las opiniones con la controversia de materias y
doctrinas delicadas, poniendo así en movimiento el espíritu
de partido, y dando margen ;l los enemigos de las reformas,
á escudarse para eccitar las pasiones con lo!; Augustos
nombres de ReJigion y Rey.


En otro lug-ar hemos sentado la necesidad de las re-
formas y su delicadeza, especialmente en lae; (i lIC tocan á
los Ministros del Culto; no era ciertamente e~ta la primera
ocasion en que iOe ventilaban semejantes cuestiones en
España. Las Cortes del tiempo de Carlos V. habian tra-
tado de ellas; el Consejo de Castilla por los allOl' de 1 (j 19,
reynamlo Felipe ITI., al seúalar las causas de la decadencia
de Espaüa, designú como una de ellas la supcralnmdancia
de Conventos y de órdenes Regulares. Era fuerza conocer
que estos asilos, un dja de piedad y devacion, habian sen-
tido los efectos de la comlicion humana, trocandose por
desgracia mas de una vez en teatros de intrigas y de vicios,
debilitandose por tanto el respeto que exigen la virtud y
la austeridad. Muchos ilustrados y religiosos Espaúoles
habian clamado en diferentes épocas contra la inmunidad
Eclesiástica y la amortizacion; mas la N acion no podía




lil


discernir facilmentc los verdaderos abusos, y en los medios
para cortarlos veía mas que un ataque á objetos mira-
dos por ella como sagrados. ¡..Jo era posible ilustrarla
repentinamente, ni evitar que escuchase las sugestiones de
aquellos, que en las novedades que ocurrian, tenian interés
de hacer ver sola y únicamente proyect03 de impiedad é
irreligion. En semejante estado ¿ quien no juzgará de im-
prudente la conducta de las Cortes al decretar la supresion
de Reg-llJarcs, una Ley meramente civil para el desafuero
de los Eclesiásticos, proponer primero la abolicion, y des-
pues la reduccion del diezmo, error económico-político, por
el que la propiedad particular sufrió un ataque inaudito? El
Clero quedó indotado, yel pueblo no agradeció el beneficio.
Ka fue por otra parte menor el error de destruir los Mayo-
razgos, cuya legislacion, si bien era preciso modificar, no po-
dian dejar de ser mirados como inviolables por los que supo-
nían amenazada la Monarquía con las nuevaS instituciones.


No desconocieron estas verdades algunos Diputados;
Silves é Hinojosa en la cuestion de Mayorazgos, Garely y
Castrillo en la de reforma de Regulares, indicaron con pru-
dente prevision los medios de lograr el mismo fin con
justicia, cordura y lentitud, sin incurrir en los inconve-
nientes de la que adoptaron.


N o eran las Cortes mas felices en otros negocios. Ya
dijimos la irreflexion con que insistieron en premiar los
que llamaban alzamientos y servicios patrióticos, y bastará
añadir quc un dia entero se ocuparon en las recompensas
de un hombre desgraciado insignificante, conocido con el
nombre de cojo de Málaga*, oyendosc á un Diputado en


* Este desgraciado era un sastre de lVIálaga á quien los furibundos
.Jueees del año de 1814, le dieron la importancia de juzgarle políticamente
por haber gritado e~to <Í el otro en las galerías de Cadiz ; le impusieron en-
tonce" la pella (le horca, atrocidad inaudita que el Rey indultó á instancias
del :\Iiuistro de Inglaterra, y cuyo riesgo qui~ieroll premiar las Cortc,;cn 1820.


r 2




G8


RU frenesí patriótico, pedir para remunerar ,í este, y :í otros
en su caso, los bienes de los que causaron su pel'sccucion ;
y despues de esto ¿ cómo estraúar quc creciesen por ins-
tantes los elementos que un dia habían de arruinar el
Sistema Constitucional?


Otra de las cuestiones de la legislatura (Ine recorremos,
es decir, hasta fin de 1820, que mas contribuyeron (¡ des-
acreditar y arruinar el Sistema Constitucional en Espaf1a,
fue la ley de libertad de imprenta [~O 2G de Documentos];
el abuso de esta libertad, eS una ley cuyos resultados fueron
ilusorios, producia igual efecto. No podrémos nosotros
menos ele respetar la buena fé de sus autores, que deseaban
cortar los vuelos á los ahusos escandalosos, que ya se no-
taban en la publicacion de producciones esparcidas en
folletos y periódicos, como el Espectador y otros; pcro
equi vacados en los medios, en vez de reprimir, abrieron un
vasto campo en que se ostentase un desenfreno revolu-
cionario, el la par que se hacía conocer la insuficiencia y
aun insignificancia de la ley dictada püra evitar tamaúos
males.


El establecimiento de la bella y respetable institucion
del Jurado, probó lo inmaturo de la medida, y aun sirvió
como elemento funesto en contra del orden público. Nom-
brados una gran parte de los Jurados entre hombres
estraviados, que participaban de doctrinas exageradas,
concluyeron con la libertad de imprenta, pues no podía
escribirse sino en un sentido, y así la desacreditaron, y con
ella la aplieacion feliz de esta institucion, reputada como
admirablemente util en los procedimientos criminales, y
que en otros paises es una de las mejores garantías de la
libertad civil. Los esfuerzos de algunos Jurados honrados,
ó fueron inútiles ó sirvieron solo de acalorar mas el fre-
nesí de los partidarios de bs doctrinas y de los abusos
revolucionarios; sin embargo, el Zurriago y algunos otros




(j ~)


escritos eminentemente Jacobinos fueron despucs con-
denados, pero la imperfeccion de la ley proporcionó
medios seguros de eludirla, quedando impunes los delin-
cuentes, y de consiguiente desacreditado el Sistema en que
corrían con impunidad tamaños atentados, como insultar
al Rey, ,í la Religion, á la decencia y moral pública, en fin á
todo lo que merece consideraciones y respetos sociales.


Tamhien ocuparon al Congreso las Sociedades Patrióti-
cas, á consecuencia de 1m, sucesos de Septiembre, sobre
los cuales recayó una proposicion del Diputado Alvarez
Guerra. [N° 27 de Documentos.]


Brillantes, sensatos y eruditos discursos se oyeron en
estas famosas Sesiones, alIado de doctrinas y tcorías alta-
mente anárquicas; pero la verdad histórica exige citar con
admiracion y respeto los del digno Diputado Garelly, indi·-
viduo de la Comision, y el bellisimo del Ministro de la
Gohernacion Argüelles en la noche del 14 de Octubre.


Tal era en la época que examinarnos la marcha de las
Cortes; pero si la influencia legislativa produce elementos
en pro ó en contra de los intereses de un Sistema Político,
sus efedos se desarrollan con mas lentitud que los que
producen los errores gubernativos, así fue, que ninguna
medida de las Cortes influyó tan activa y directamente en
desacreditar el Sistema Constitucional, como la conducta
del Gobierno en el mes de Octubre, á la ocasion de la
Sancion de la Lcy de reforma de Regulares; ella abrió ver-
daderamente la primera herida mortal al Sistema Consti-
tucional; he aqui pues los hechos.


Las Cortes remitieron al Gobierno la ley de reforma de
Regulares, y el Ministerio la presentó al Rey para la
Sanciono 1'\0 era muy dificil prever, que el Rey podria
considerar esta medida, (pIe atacaba una clase poderosa,
tenida por esencialmente Monánluica, como un desarrollo


SUCeHJS
oC'lurielos en
Octubre de
lil:20, en el
asunto ele la
Sancion r1<'
la Lc'v de
l{(,;:;\lIRrl'~.




7u


de i(k~ls democrúticas que se anunciaban ya de diferentes
maneras. El Rey pues estaba en el orden se opu:,-iesc, y cn
efecto se opuso, anunciando su negativa al -Ministerio 'k ;
mas este, sea porque creyese la medida en cucstion de alta
importancia en la carrera de las reformas que formaban
parte ele su plan, sea por una condescendencia funesta al
partido innovaelor, contradiciendo los principios (lue habian
dirigido su conducta en las célebres Sesiones de 7 de Sep-
tiembre y 4 ele Octubre, buscaron un apoyo indiscreto e11
medios siempre funestos y arricsgaelos para los Gobiernos,
cOl1scrvandme frios y aun contentos espectadores de Ulla
asonaela ó motin, que acabó por intimidar al Rey y aJTan-
carle la Sanciono Así la imliserecion del Ministerio, PUll-
zando mas y mas sus disposiciones á no seguir el buen
camino en que la esperiencia y los clesengaflos le habian
colocado, le hizo arrojarse en un nuevo abismo de una
obstinada oposicion; y ,í pesar de tamaila condescendencia á
favor de los revolucionarios no pudo el :YIínisterio ganar la
confianza que habia perdido COIl ellos, por su loable con-
ducta de primeros de Septiembre, mieutras que rompiendo
ya una lucha con el Trono acabaron de exasperar al Rey,
ponicndole en el caso de ser mas gustosamente docil á la
voz de los interesados en la destruecion del regimen Cons-
titucional.


En efecto el 25 de Octubre sancionó el Rey con esta
violencia la Ley de re1cmna de Regulares; y el 26, (lcscoso
de perder de vista á sus tutores, y descansar del bullicio
revolucionario que se agitaba caela momento, peligrando la
tran(púlidad pública á cada Sesion del Café de la Fontana
/) del de ..\falta, marchó al Escorial en donde deuía esperi-
medar nuevas clenJélSías; al mismo tiempo que dejandose


" El Xunrio (J¡> SlI Sal¡ti<l"d l,,,c,í una Ilota n:cl,llmlildo contra Ll Le"-
ele :-:ul~l·(,,;i(lJl de ~\[flnn("al(.~.




71


arrastrar por UIl indisl:rdo deseo de reparar y vengar sus
ultrages, se entregaba á esperanzas quiméricas, á pro-
yectos a~reos, y á llUeyOS óesgos de ser vilipendiado y
ultrajado.


Ya el !J de Noviembre inmediato se prendió en AvÍla al
Canonigo Chacon, autor de un famoso libelo contra la
Constitucion, publicado algun tiempo antes, corno conspi-
rador y cómplice en los sucesos de 10 de Octubre en Tala-
vcra, en (londe se desertaron unos cuantos soldados del
regimiento ele cab"l1cria de Borbon, los que se dirigieron
al mismo Avila, y principalmente como fomentador de una
partida que apareció en aquella provincia al mando ele
Morales, quien en tiempo de la guerra de la Independencia
se habia unillo á los Franceses; sucesos que, con justicia {,
sin ella, la opinion supuso ser eon conocimiento del Rey.


Ademas, el 10 ele Noviembre se cerraron las Cortes sin
ningun suceso de importancia [N° 28 de Documentosj si
bien S. M. no asistiú por balbrse enfermo, lo (¡ llC se
supuso un ¡¡rete sto y CHUSÓ tambien desconfianza; mas
todos estos temores y dis~ustos se manifestaron ya clara y
terminantemente en el 1 G etc :\()\'iembre.


En la mallana de este (lla recibió el Capitan General
Vigodet, por Illano de un Gan~on de Guardias de la Per-
sona del Rey, procedente del Sitio, una carta de pni'to de
S. ]\¡L firmada con su Real nombre, en que le mandaba
entregase el mando al Teniente General Don José Carvajal,
pues (llW el General Vigoud b~bia sido nombrado Conse-
jero de Estado; igual carta y por el mismo conducto
recibí(', Carvajal, (luien se dirigió con ella á la casa dd
General Yigodet. Conferenciando los dos, convinieron en
la estraÍleza de este modo de recihir la onlen de S. ;\L v
resolvicJ'Oll consultar al J1inistcrlo, El de la GlIerra le


Se cicrr,l;l
1<1, (:orte~
eoncluiclrt SIl
primera Le-
gi.·jntura C'H
10 ele :'\To-
yiC'mbrc de?
18:2U,


SncC'~o;~ del
]G de 0;(1-
"iembrc de
182U.




-.)
,-


de::;empeÍlaba ú la sazon Zarco del Yalle, encargado interi-
namente de él. El Ministro de la Guerra con vino con los
dosGenerales en la indudable imposibilidad ue dar cumpli-
miento á aquella orden directa del Rey, pues (iue un artículo
terminante de la Constitucion, que no parecia sino que
estaba hecho para este preciso caso, prohibia obedecer las
ordenes de S. ~I. que no fuesen firmadas por un Secretario
del Despacho. En tal conflicto se dirigieron á Palacio á
propuesta del último, con la mira de abrir el parte ó plieg'o
diario del Sitio, por si con tenia alguna prevencion relativa
á este asunto, mas nada se halló en él ni de oficio ni con-
fidencial.


!\fientras esto sucedia, impuesto el Secretario de la Capi-
tatúa General de la ocurrellcia de todos los primeros mo-
mentos, la hizo saber á los 1\finistros, é instantaneamente
cunuió y se generalizó, causando la mas vi va alarma,
scüalauarnente al resto de los lVIinistros. Aqui conviene
saber, que los síntomas de Talavera, Avila y otros puntos,
yarias y repetidas noticias, todas contestes, tenian en la
ansicrlad y cn la inquietud al Ministerio, á quien ca~i no
cabia duda de una próxima explosion, cuya mina se car-
gaba en el Escorial. Así fue que creyó llegado el momento
de estallar luego que supo el paso aventurado de las cartas
del Rey. En tales circunstaneÍas estaba el Ministerio
reunido con individuos ele la Diputacion permanente de
Cortes en el despacho de la Gobernacion; y todos de con-
formidad y de acuerdo con los dos mencionados Generales
Yigodet y Carvajal, resolyieron dar cuenta al Sitio, y
esperar la resolucion de S. JI. como se verificó. Así hu-
biera terminado este negocio, si lo~ recelos de los que
habian sufrido en 1814, siempre acalorados, y esta vez
aeaso prudente~, no les hubiese pintado Viyalllcl~te ,",u
illlagillacioll ¡Hluel Slweso, ('0:11O·UlI trasullto del de aquella
época, considerando la orden de Caruljltl como ,\Illlnciu de




i3


otra semejante á la que autorizó á Eguia para llevarlos cí
los calabozos; en tal caso consideraron inminente el peli-
gro, y necesario ocurrir para evitarle á medios extraordi-
narios. Por desgracia, la l11ayor parte de los que desem-
peñaban en propiedad el Ministerio, habian sido llevados á
él por el error ya demostrado de la Junta Provisional,
desde las prisiones y destierros, y por tanto participaron
con vehemencia en esta ocasion de aquellos recelos, y se
entregaron en manos de los revolucionarios, creyendo
necesario á su objeto imponer á los que pudiesen estar en
la trama é intentar aun llevarla á efecto. Las logias se
reunieron, y aprovechando tan favorable ocasion, pusieron
en movimiento todos sus agentes. La Sociedad de la Fon-
tana puso Carteles por la tarde anunciando se reuniría .í
la noche, como en efecto sucedió; aUi con declamaciones
y discursos pomposos, se procuró mover los ánimos, exci-
tar la multitud, que en efecto partió con desenfrenadas
voces de Cortes extraordinarias, conforme (t lo dispuesto
en las Sociedades secretas, y se encamin() al Edificio de
las Sesiones del Congreso, en donde se hallaba reunida la
Diputacion permanente. Esta mandó se franqueasen las
puertas del Salon, y abrió una Sesion pública.


En tanto llegó al anochecer un extraordinario del Sitio
con la orden de S. M., comunicada por el Ministro Jabat,
residente en él, por la que S.1\1. nombraba Capitan General
ú Carvajal en relevo de Vigodet, mas como á aquellas horas
los gritadores corrian las calles, pidiendo la cabeza del
General nom brauo, por esta causa acordó el Ministerio
hacer presente á S. IV!. como se verificó por extraordinario,
el estado ue las cosas, que no era posible hubiera tenido
presente S. M. al dictar aquella orden.


La noche fue tranlluila como la mallana del 17 hasta la
hora de empezarse á reunir en la Puerta del Sol, ya los
citado:;; allí por las Sociedades secretas) ya los curiosos al




aspedo de las agitaciones producidas por los correos ex-
t nwnlinarios salidos á todas las provincias, dando noticia
de los sucesos ocurridos, que temia el :Ministerio pudiesen
tener alguna ramificacion. Apenas fue considerable el
n{¡mero de reunidos, marcharon con un gran grupo al
Ayuntamiento, insistiendo con voees de Cortes estraordi-
narias y que el Rey volviese á Madrid. El Ayuntamiento
dijo tllle representaría á S. Al. pidiendo las dos cosas, corno
lo verificó elmisll10 dia, y publicó una proclama exhOl'tando
á la tranquilidad.


Esta se restahleció á las dos ó tres de la tarde, y se al-
teró de nuevo al anochecer, despues de haber comido y
descansado los gritadores que se reunieron en el Café de la
Fontana, y repitieron su visita á la Diputacion permanente
por la noche, la cual contest/) ú los alborotadores por
medio del General Zayas, uno de sus individuos, que la
Díputacion acababa de reeibir una contestacion del Hey
sumamente satisfactoria, diciendo que si había nombrado
Capitan General á Carv<ljal, era ponlue habia creido sería
grato al público su nombramiento, y que mandaba al
,Ministerio le propusiera tres personas de su confianza para
Capitan General, Gefe Politico, é Inspector de Milicias.


Al referir los hechos harto famosos por sus resultados
de 16 y 17 de N ovielllbre de 1820, no analizaremos la
conducta de los que intervinieron en ellos, solo diremos
que hubo por un lado indiscrecion, y pOl' otro excesivo
acaloramiento; dirémos tambien tILle la Diputacion per-
manente de Cortes excedió sus facultades Constitucionales,
dando la audiencia de la noche del 1 e, reunion ni prevenida
en la Constitucion ni en el Reglamento de Cortes, represen-
tando al Rey, si bien respetuosamente, con consejos inde~
corosos de alejar de su lado, no solo fUllcionarios públicos,
sino todavia peor, personas de su servicio particular. Obser-
varemos que el Ayuntamiento, fU'era de sus lílllites CUllSti-




i :)


tucionales, diú el primer mal egemplo de dirigirse al Rey
y al Gobierno con asuntos que de nillgun modo le com-
petian; y finalmente, no podrá nuestro estricto deber de
historiador imparcial dejar· de decir, que estos excesos,
infracciones legales, fueron provocados, y que estraviado el
Rey por Consejeros pérfidos é irnbeciles, arriesgaron el
Trono <Í. zozobrar entre los embates de la revoluciono


El 18 por la maúana se hizo publicar la contestacíon
del Rey á la Diputacion permanente, en la que por medio
del :Minísterio decia, (lue volvería á Madrid tan luego
como la Diputacion le asegurase hallarse restahlecida la
tranquilidad; que convocaría Cortes estraordinarias con
arreglo ,l la Constitucion: y que separaria de su lado al
Mayordomo mayor y Confesor. Estos fueron los resulta-
dos de tan tristes sucesos, con los que, si se calmó ente-
ramente la efervescencia, se abri6 un nuevo camino de
males, producidos por la transaccion política, en que todos
los Poderes plíblicos perdieron su nivel. [N° 29 de Do-
cUlIlelltos·l


En efecto, constituida la Diputacion permanente de
Cortes y el Ayuntamiento en una especie de Autoridad
tribunicia, pues ([UC el Rey se ponia bajo su proteccion, la
organizacion social debia resentirse; y sometido el Minis-
terio ú la influencia y mala fé del partido interesado en el
desorden y la anarquía, la nave del Estado corría sin pilo-
tos la deshecha borrasca en que al caho habia de zozobrar.


El :21 de 1\ Q\Tíembre volvió el Rey á Madrid; su entrada "uelta del
Rey (t Ma-


en la Capital fue en el silencio profundo que produce la drid. desde el
desconjianza y la esperanza uní das ; pero si bien estos
dos sentimientos hacían enmudecer los hombres honrados
de todos partidos, las Sociedades secretas no pudieron
renunciar á significar al Monarca sus temores. La guar-
nicioll y \lilicii\, formadas para la entrada del Rey, dcsfila-


E~corial, en
21 de No-
"icm bre de
1 s:.!().


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ron por delante de Palacio, saludando con las voces de
" Viva la Constitucion, Viva el Rey COllstitucional;" pero
Ull gran grupo debajo de los balcones donde estaba la Real
Familia cantaron con gritos desmedidos canciones injurio-
sas al respeto debido á la augusta morada del Rey; siendo
de notar, que figuraba en muy principal término en esta
escena escandalosa un clérigo.


Todo se habia calmado al anochecer del mismo dia, sin
que tomase el Ministerio, en que se habia incorporado ya
Valdes, nombrado tiempo habia para el de la Guerra y
que llegó tÍ la sazon, las medidm; que reclmllaba el escan-
daloso desacato cometido en una .l\fonarquía contra el
J\fonarca, que por lllas que su conducta fuese la que qui-
siese, el artificio gubernativo en los gobiernos representa-
tivos, por razones de existencia social, le mira siempre in-
violable, pero sea como quiera, la vuelta forzada del Rey, y
las conspiraciones contra el Sistema que asomaban ell dife-
rentes puntos, fomentaban en distintos sentidos la exalta-
cion, y hacían mas y mas crítica la situacion del Estado.


Los estraordinarios espedidos por cl Gobierno el dia 1 (j
para prevenir si hubiera habido alguilU ramificacion en las
provincias, esparcieron en todas ellas la alarma, al mismo
tiempo que las maquinaciones de las Sociedades secretas
concitaron los ánimos en cada provincia en un IIlIsmo
sentido, pero esplicados de distinta manera.


De todas partes llovieron representaciones, ya al Rey,
ya á la Diputacion de Cortes, en favor del Sistema Consti-
tucional, de Gefes Políticos, Ayuntamientos, y Sociedades
Patrióticas: en Logroño en 21 de Noviembre se juntó de
nuevo la que allí habia, pues tanto esta como casi todas :,;e
habian cerrado en virtud de la ley de Octubre, y representó
al Rey; lo mismo sucedió en Valladolid, en la CoruÍla y
en otras partes. El 27 de Noviembre hubo una g-ran
asonada en Barcelona, en la que por primera YCZ apare-




77


cicrOll las cintas verdes, y las yoces tcrrib]c:s de " Constitll-
cion ó muerte." El 10 de Diciembre en Cadiz hubo tam-
bien otra asonada, dirigida {¡ pedir se separasen emplea-
dos y la vuelta de Riego; p2I'O la que mas llamó la aten-
cion fue b de Valencia, verificada el 24 de Noviembre, yen
la que despues de pedir los amotinados contra Elío, hi-
cieron venir preso al Arzobispo de Valencia de una casa
de C~:lllpO en que se hallaba, y le hicieron embarcar este
mismo dia á cumplir el estraÍlamiento del reyno que el
Gobierno le habia impuesto.


Estas agitaciones que se aumentaban por la oposicioD
contra el Sistema Constitucional, de que se advertían
muchos síntomas en diferentes puntos, hacían que los
Constitucionales creyesen necesario reunirse á vista del
peligro que consideraban amenazarles; convites patrióticos
ó francachelas repetidas con cualquier motivo entre mili-
tares, milicianos y partidarios del Sistema, proporcionaban
ocasiones de reunion, de entusiasmo y de alboroto; y estas
se repitieron uesde esta malhadada época, sirviendo única-
mente de escitar las pasiones, encarnizar los partidos, y
desacreditar para los hombres pacíficos un sistema de Go-
bierno que Ics tenía en continua inquietud, y había alte-
rado sus costumbres tranquilas y su vivir pacífico.


Pero de todos los males producidos por los sucesos de
.Kovicmbrc, el que mas debe fijar la atencion es la debili-
dad del Ministerio. Hiego fue nombrado Capitan General
de Aragon en 30 del mismo mes, Velasco de Estremadura,
Arco-Agüero y Lopez BallOs, uno en Málaga y otro en
Navarra; y al mismo tiempo el Marqués de Cerralbo fue
nombrado Gefe Político de Madrid, pero el triunfo de los
que indiscretos minaban con su exaltacion su mismo edi-
ficio, estaba limitado á la rcsureccion política de Riego y
V claseo. La Sociedad secreta de los Comuneros tambien
nació en esta desdichada época.




COlll\lll,ru~, La :Masonería regular que, como vimos, había dado im-
pulso al restablecimiento del Sistema Constitucional, había
tambien recibido sucesivamente considerable aumento: si
muchos habían entrado en ella para asegurar su ambician,
otros de buena fe creían conveniente unir sus esfuerzos
para burlar Jos enemigos de aquella, y consolidar el bien
ele su Patria; sea lo que quiera de este error, él fue causa
de que se contasen en la Corporacion personas de probi-
dad y saber, que queriendo modificar su aecíon, y eger-
ciendo la superioridad que dan aquellas calidades, debian
disgustar en brevc á los demás.


En tal caso era prec:iso que tratasen estos, á cualquier
costa, dc figurar en primer término, y de aquí la invencion
de una nueva Sociedad secreta, dirigida, segun sus Auto-
res, á contrapesar la gran influencia de la Masonería; para
darle un aspecto algo seductor, era preciso revestirla de
un nombre respetable, y nada mejor que desenterrar los
rec:uerdos de Jos respetables Comuneros de Castilla, que
si sucumbieron en Villalar, no puede el historiador im-
parcial mancharlos con el epíteto de conspiradores, sino
como defensores entusiastas de los fueros de S11 País.


En efecto, denominaronse Comuneros los que se quisieron
separar de la Masonería y afiliarse en esta nueva Sociedad,
que hará un gran papel en el curso del periodo que debe-
mos recorrer: un General que figuró en la guerra de la
Independencia y tambicn en los sucesos de Marzo de
] 820, se puso á la cabeza de ella; á la historia toca juzgar
de esta Sociedad, á nosotros solo referir en su lugar los
sucesos en que ha figurado*.


* Ademas de las Sociedades 8ecretas de que hemos hablado, exi"tió
de~plle~, aunque con poquisima importancia, alguna hijuela de los Carbo-
narios Italiallos, la que si hien comcti() algull crimen, no ll~g<Í jamás á
tencr influencia en los negocios públicos, ni los sugeto8 que se afiliaron en
ella fueron gentes de ninguna clase d(' imp(lrhm<'i~,




7!1


Razol1 ser,l echar ahora una ojeada sobre la conducta de
los anti-constitucionaJcs, qne tanto contribuyó á desnatu-
ralizar la índole benigna de los primeros sentimientos que
produjo el nuevo on1en de eDsas.


EIObispo deOrihuela :se negó :i mandar esplica1' la Cons-
tituciOll ,[ sus páuocos por dos veces, yel Gobierno se vió
en la necesidad de estraÍlarle del reyno; el Nuncio de Su
Santidad reclamó en una nota contra el estrañamiento de
este Prelado, diciendo en ella, que mejor informado el
Señor Obispo ele Orihuela del objeto elel Gobierno no de-
jará de conformarse con el egemplo de los demas prelados
de E:spaña, y que se le permitiese volver á su Diocesis; el
Gobierno replicó, que si dicho Prelado prometía cumplir
las leyes, se tomaria en consideracion. El Arzobispo de
Valencia en su famosa Pastoral anunciaba la resistencia v


"'


oposicion al Gobierno, los Obispos de Pamplona y Barce-
lona suscitahan varias dudas, y la respetuosa observacion
del Gllardian de Capuchinos hacia yer, aun ;í los no exa-
gerados, lo que aquel Sistema de Gobierno tenia que temer
del Clero.


Por otra parte el 17 de Noviembre, coincidiendo COll
los sucesos de Madrid del 1 G, en el pueblo de Ariúez, una
legua de Vitoria, fue detenida la correspondencia pública,
esLraida la de Madrid, y precisado el Correo á retroceder,
con varias particll1aric1ades que esplicaban síntolllas de
cOllspiracion política. Algunos individuos del resguardo
de Vitoria se fugaron con arlllas á la sierra, y Guergue,
Gamarra y un Cura fueron presos como conspiradores.
Gna partida del regimiento de caballeria de Sagunto, en
las inmediaciones de Burgos, ya se habia batido con otra
de anticonstitucionales. El mismo 21 de Noviembre un
Ayuda de Cámara del Rey habia sido preso corno conspi-
rador. El 10 de Diciembre se supieron en Madrid nue\'as
turbulencias ocurridas en Burgos, donde se descubrió la




80


trama fraguada en casa de un mayordomo de monges
Benitos, á los que no habian intimidado las primeras
victimas de conspiracion anticonstitucional egecutadas cn
Burgos. De Santiago de Galicia se anunciaban iguales
tentativas de parte del Clero. En Asturias el 7 de Di-
ciembre aparecieron facciosos en la Pala de Lena, Turon
y Aner. En uno de los pueblos del camino de Francia se
cogieron tiros de mulas que se apostaban para correr con
un personage, que no se aclar6 quien fuese. Todo en fin
anunciaba síntomas de oposicion efectiva, y ella debia
contribuir á exaltar las pasiones, y acaso á ensangrentar
la revoluciono


El Gobierno debia por necesidad esperimentar los sacu-
dimientos que producian tantos elementos de agitacion,
aunque en tan diverso sentido, pero los que mas inmedia-
tamente debian influir sobre él, eran los de la faccion
Jacobina que iba aumentando su audacia á medida que él
se mostraba mas debí!.


Dificil es pintar los eccesos á que se abandonaron los
Clubs de los Cafés desde el 16 de Noviembre. Discursos
altamente sediciosos, doctrinas eminentemente anárquicas,
denuestos indecentes contra el Rey y contra el Gobierno,
agitaciones frecuentes de la tranquilidad pública, eran los
resultados de haberse valido en los momentos de un pe-
ligro mas imaginario que sólido, de las armas vedadas del
desenfreno popular, que lanzado una vez, no se le para á
gusto de los instigadores.


J\1as al Gobierno no le alcanzaba su influencia, aun con
la egercida desde las Logias de la Masonería, para conte-
ner el desenfreno de los anarquistas: los hombres hon-
rados, á vista de tales eccesos, los abandonaban desma-
yando en sus esfuerzos á favor del orden público; la na-
ciente Sociedad de los Comun-eros, deseando combatir sus
antiguos hermanos, fomentaba el desorden, y con él la




~I


popularidad de su COl'porac:ion, adllliti~ndo en ella hasta
la hez de la sociedad. El gobierno pues ya no pudo dejar
de conocer, que era preciso valerse de su fuerza legal,
abandonalldo lo.,,; manejos secretos.


El '2i de Diciembre el Gefe Político, Marqués de Cerral-
bo, pllhlic<'J un bando, en que apoyanc1ose en la ley de las
Cortes sobre Sociedades Patrióticas, mandaba se cerrasen
1:1 elel Caf(é de l\Ialta y la de la Fontana de Oro, que eran
las dos que cxistian; desprecióse el 28 y 29 este bando,
pero el 30 cerrados los dos Cafes á la orden terminante ele
la Autoridad, y guardados por tropa y milicia, no osaron
los anarquistas proseguir en su intento, y la tranquilidad
quedó restableólb.


En el mes de Enero de 18:2 1 fue apl'endilb en Galicia
la famosa Junta Apostólica, ú cuya cabeza estaba un
aventurero, que deóa llamarse el Baron de San J oanlli,
siendo los demas individuos eonociclamente fanúticos y
enemigos de las reformas. En el mismo mes un nuc,-o
campeon de la fé, llamado por sobrenombre el Abuelo,
guerrillero de la guerra de la Independencia, natural de
Sescúa, pueblo pequeÍlo de la Provincia de Toledo, y de
Ínfima estraccion, apareció en las inmediaciones de la
Capital, y luego fue preso en Estremadura, sin haber
podido llegar nunca á juntar 20 hombres. Emisarios
Franceses se (lccia venir á intrigar para destruir el Sistema
Constitucional, y Quesada ya estaba en Bayona empezan-
do á organizar los medio:- de entrar á combatir la causa
Constitucional.


La imprenta produjo por esta época El Grito de un Es-
pañol, que era un grito de sedicion: la Papeleta de ¡,eoll;
la Gacela de l'vfunich y otras proclamas subversivas, cuyo
autor descuhrió la Autoridad ser el Capellan de honor del
Hey, DOll Matias Villllesa antes cura de Tamajoll, FI'ision


Se cierran
las Socieda-
des Patrioti-
C<l~ CH 1\10,-
drid.


Pri,ioIl dó)
\ii.Hue~a.




que produjo resultados fatales contra la causa del orden,
ya inmediatamente ya algunos meses despues.


No es posible dejar de repetir, por cuanto salta ú la
vísta ú cada paso, y por el escarmiento ([Lle pudiera pro-
ducir, la admirable uniformidad con que por caminos dia-
metralmente opuestos, trabajaban en la ruina de su país
los exaltados por el absolutlsmo y la mal entendida liber-
tad; hemos visto los esfuerws de aquellos, y bueno scnt
contrastarlos con los que estos hacian.


Apenas habia tomado Riego el mando de Ara¡;on, elll-
pezó de nuevo Lts mismas escenas ridículas que presenció
la Capital cn el Teatro del Príncipe, sin (Iue le hubiesen
aprovechado los desengaüos de primeros de Septiembre;
sin juicio y sin decoro entonaba la caebre cancion °clel
Trdgala en todas partes y ú cada paso, haciendose acom-
paúar por un coro de personas que le seguían, y quc por
aqnc11a época empezaron ú llamarse en todas partes Tm-
galistas. ¿ Y donde se conducia así la primera Autorida(l
de la Provincia? en la Capital del Aragoon, pueblo cuyo
caracter es en estremo grave y circunspecto, y donde re-
cordaba el juicio y los respetos de nombres ilustres que
habian ocupado tan alto puesto. El Capitan General de
Estremadura, si no entonaba Trágalas, protegia á los Tra-
galistas.


En otras Provincias hacia iguales progresos el tragalis-
mo: el 13 de Encro ya hubo en J\:lurcia una seria asonada,
en quc estos nuevos campeones del que ellos decüm libe-
ralismo, recorrieron las calles de la Ciudad, insultando ú
vecinos tranquilos con la dicha cancion del Tní.gala ; el 28
del mismo en Pamplona, fastidiado el pueblo y con él los
milicianos, empeúaron un lance que pudo ser sangriento,
contra los militares Tragalistas, que con cintas y escara-
pelas verdes, cuya divisa apareció por primera vez cn los
primeros mo\"imientos de la insurreccion de la 1::;la, idearon




el poner en ellas, como en Barcelona, el bello lema dl'
" Constitucion ó :Muerte," invenciones que cada vez prodll-
geron ruas excisiones, y males de graves y trascendentales
consecuenCIas.


Mas no solo las frccuentes agitaciones producidas en
varios puntos ele la Península por los Tra~alistas, llamaban
la atencion de los pensadores, sino que v'm'ios incidentes
lweian temer, que los alborotos degenerasen en conspira-
ciunes contra la .Monarquía,


Nosotros, con la imparcialidad á que aspiramos, no da-
remos importancia al proyecto que la Autoridad civil de
Málaga descubrió y aniquiló por los medios judiciales en
el 15 de Enero, pero sí diremos, q Ut' este suceso, sea lo
despreciable que se quisiese, debía dar mucha fuerza á los
conspiradores anticonstitucionales, ya del país ya estraD··
gcros, interesados sobre manera unos y otros en dar á las
variaciones políticas de l820 toda la posible semejanza ú
los sucesos de la ominosa revolucion de Francia. IIe aquí
el suceso: el 15 de Enero se denunció al Gefe Político de
Múlaga una eonspiracion, cuyo objeto era convertir el
Gobierno Constitucional en Republicano; en efecto, dicho
Gefe procedió con toda actividad, prendió la cabeza fa-
mosa de tan ridícula farsa, que era un Aventurero sin
oficio ni beneficio, llamado Lucas Francisco l\:Icntlialduu
Barco, al q L1e se le halló uu papel encabezado " RCIJúblicH
Espanola," que era una proclama á los EspallOles en eBlC
sentido, firmada por Mendialdua como Tribuno del pueblo.
Al cabo resultó que el plan era en una asonada gritar,
" Viva la República," contando para ello con Ulla porcion
de presidiarios y contrabandistas; descubierta tan necia
trama, que no podía haber producido otro resultado quC'
un alboroto parcial y haber robado algull diuero, a~í no


G :¿


Proyecto de
Hq;úhliea eH
i\Iúlaga.




tuvo otra consecuencia mas que su castigo; volvamos
ahora la vista :í otra clase de conspiracion.


El 29 de Enero fue la prision, de que ya hemos hablado,
del famoso cura de Tamajon, entonces Capellan de honor,
Don .:\'1atias Vinuesa, entre cuyas manos se hallaron evi-
dentes instrumentos de conspiracion, no solo en los origi-
nales de los impresos sediciosos que habian circulado, sino
un plan de contrarevolucion, el mas ridiculamente necio
que pudo trazar la cabeza del conspirador mas estúpido.
[N° 30 de Documentos.]


Este suceso presentó ya á los liberales exagerados, no
un vano pretesto, sino una realidad en que fundar sus
temores, y que no se podía combatir por los amigos del
orden. El 30 de Enero circul/¡ el plan de Vinuesa, y él
fue el movil de la asonada de este dia, que empezó en el
Café de la .Fontana, en donde algunos se subieron sobre las
mesas, y concitaron la multitud con discursos, si bien
revolucionarios, apoyados en un hecho que no podía
negarse.


En efecto, escitados por los recursos y por la mano
oculta de las Sociedades secretas que no desperdiciaban
coyuntura, marchó un gran grupo al Ayuntamiento á las
voces de "Justicia contra los conspiradores, Justicia contra
Vinuesa," y aun alguna otra de ":Muera Vinuesa." El
Ayuntamiento sin medios de resistencia, salió como siem-
pre del apuro elel momento, diciendo que representaría, lo
que en efecto verificó.


Mas si la efervescencia cesó por el momento aquella
noche, los ánimos de los exaltados no estaban tranquilos,
ni los deseos de los revolucionarios satisfechos del poco
partido clue habian sacado del plan descubierto contra el
Sistema Constitucional, y el cual les prestaba medios de
desacreditar la persona del Rey, al pretesto que producía




,-,-
'"'.)


la combillacion de :,;u· Yinuesa dependiente del Real Pala-
cio, el que consideraban hacía tiempo, y particularmente
desde el J (j de Noviembre, como centro de todas las ma-
qmnaclOnes.


En tanto el Ayuntamiento recibió un recado del Rey, en
tiue decia que al retirarse de paseo el 4 de Febrero, habia
oído espresiolles poco decorosas tÍ. su Real Persona. El
Monarca, Cabeza del Poder egecutivo, recurria tÍ. un Ayun-
tamiento (luejamlose. j Qué trastorno! ¿ Cómo podia
existir un Gobierno con signos tan positivos de disolu-
cion? El Anmtamiento elwió delante del Real Palacio
nueve de sus Individuos para contener el atelltado cOlltra
la Real Persona, y allí mismo fueron testigos de una nueva
escena tan escandalosa corno la otra, y que probaba tÍ. los
pensadores, que holladas en todos sentidos las leyes, era
la "111al·(luía quien gobernaba de hecho.


Al salir S. Al. del Real Palacio, ó los mismos que otros
dias, tÍ otros, saludaron al Rey con las voces de Viva el
Rey Constitucional, á jas cuales cayeron sobre los grita-
dores una parcia n de Guardias de Corps, acuchillandolos
con las espadas que llevaban desenvainadas debajo de las
capas.


Sin analizar este suceso, diremos que fue juzgado de
bien distinto modo, pucs los Constitucionales, no sin
razon, le graduaron de un atelltado pues era meditado y
preparado, y los enemigos de la Constitucion por el con-
tI·ario lo consideraron como un rasgo de lealtad ele Ull
cuerpo, cuyo instituto era la guardia de la persona del
Rey, ú quien no podian ver faltar impunemente.


lVras los hombres imparciales que se colocan sobre las
facciones, hallaron atrozmente criminales los insultos á la
inviolable y sagrada persona del Rey, y lml¡icl'an (jllcrido
que 10:-; Cuanlias que c~l'oltah(\ll Ú S. ~'T. el dio J no hllbic-


~uce~u~ de
los (3 uardias
de ('orps en
Palacio el ;)
de Febrero.




DisolucioIl
del Cuerpo
de Guardias
de Corpí' ,


;~en dejado impunes á los autores de aq L1el inaudito aten-
tado; pero en la conducta de sus cOll1paüeros del J de
Febrero vieron un paso indecoroso, con mas aire de una
paliza de lugar, (Iue de la satisfaecion de un ultrage come-
tido contra un Monarca.


El paso dado por los Guardias en último resultado pro-
ducia un aspecto de desorden y de arbitrariedad, (Iue no
podia dejar de serles funesto, pues aparecian como actores
de una infraccion terminante de las leyes, hostilizando ú
una porcion de gente desarmada, entre la que se hallaban
algunos milicianos, de cuya clase fue uno gravisimamente
herido.


Unido e'ito á la predisposicion de la opinion, el suceso
de palacio cundió bien pronto por el pueblo; y la milicia
y la guarnicion tomaron inmediatamente las armas para
defenderse, pues se decian hostilizados, Los Guardias de
Corps se retiraron la mayor parte el su cuartel; muchos se
presentaron á las Autoridades, diciendo que no querian
corresponder á un cuerpo que habia cometido una vill a-
nía, rctirandose á un cuartel de infanteria de la guarni-
cion, y ninguno se atrevió á atravesar el pueblo con Ul1l-
fonne, pues hubiera pagado bien caro su arrojo.


En tal estado de efervescencia, lIue tuvo mas que otras
veces caracter popular, facil es de presumir, que los mane-
jos secretos se redoblarían para vengar este ultrage, y sacar
partido de su triunfo: la milicia de caballería é infanteria,
tropa de la guarnicion, dos piezas de artilleria y dos COIll-
paúias de infanteria de la Guardia Real, rodearon el
cuartel de los Guardias de Corps, para evitar los proyectos
que circulaban con profusion; el Rey, atacado en todas
direcciones por el Ministerio y por el Ayuntamiento,
consultó al Consejo de Esta¡lo sobre ]a suerte de c~te
Cuerpo; el Consejo cIió su ¡,arecer, y d('spues (le ·IR hora~




de esta posicioll hostil, el Cuerpo de Guardias de Corps
fue desarmado y disuelto.


Esto incomodó mucho ú los Anticonstitucionales, to-
mando prete:,to de aqui para nuevas y vigorosas tenta.
tivas, que tuvieron en estos momentos diversa direccion
que hasta entonces, tratando de desunir la guarllicHm con
la milicia, y sobre todo de esparcir entre la guardia de
infimteria temores que iba tambien ú ser desarmada, y al
mismo tiempo anunciando riesgos personales de la au-
gusta persona del Rey y su Real Familia, que á la verdad
no los corrian entonces.


::\1as los Constitucionales de buella fé, fatig:ados de la
agitacion interminable en que les constituía el espíritu de
faccion, manifestado en los es tremo s opuestos, se apresu-
raron á unirse y {, hacer solemnes y terminantes manifes-
taciones de sus principios, reducidos á sostener la Consti-
tucion, y defender basta morir la sagrada Persona del
Rey; varios documentos de esta época lo atestiguan, y
nosotros incluiremm; alguno que reducirá esta cuestioll
política ú cuestion de hecho. [N° 31 de Documentos.]


Al fin se restableció totalmente la tranquilidad en la
Capital, habiendo llabido en las provincias algunos mo-
vimientos, consecuencia de los dc la Corte, pero de corta
consideracioll, contentandose, como de costumbre, con
representaciones multiplicadas y llenas de protestas en favor
del Sistema Constitucional.


La opinion esperaba impaciente la abertura de las Cortcs
en 10 de "Marzo, pero antes de entrar en esta nueva época,
preciso es indicar los efectos que en la política Europea
produgeron las vari<lciones de Portugal y Núpoles.


Proclamada la COllstitucion de España en Nápoles y
Lisboa, y poco despues en el Piamonte, en todas partes
por movilllientos insnrrccciollales, las dé'lllaS Potencias
fijaron su a1cncion e11 c:ucesos tan tnlll~cclHlentales, ([lle'




Abren las
Cortes sus
Sc,iünes el
la de Marzo
de 18:!1; y
variacioll del
1Iilli~teriü.


t:reiall amenazaban trastornar los pl'incilJios ~lo11Úl'll uit:os,
y aun intereses de otra especie, como sucedía al Austria,
cuyas posesiones en Italia garantidas en el Congreso de
Viena, distaban tan poco del incendio que abrasaba aquel
país, objeto siempre, y cada día mas, de Ulla alta política.
Así fue que reunidos los Plenipotenciarios en Tropeau, se
(lecrctó la reunion de un egército Austriaco sobre el PÓ, y
poco despues el de Leybach [l\o :32 de Documentos J de-
cidió la cuestiol1, resolviendo la invasion de ~úpolcs y del
Piamonte.


Sin embargo, la nota pasada por el gabinete de San
Petersburgo por medio del Ministro de España Zea en
11321, si bien descall:'laba sobre el reconocimiento de las
variaciones políticas, anunciaba condiciones que dejaban la
puerta abierta á la aplicacion de las doctrinas, que funda-
ron lllas tarde el derecho de interveneion en la Península.
[N° 33 de Documentos.] Tal era el estado de cosas t:on
respecto á las relaciones estrangeras, al abrir las Cortes
sus Sesiones en el 2° aúo de su Legislatnra con la cual
empieza Ulla nueva época fecunda en desacierto;:;.


La apertura de las Cortes en ¡o de Marzo de 18:21 es
ciertamente notable bajo muchos aspectos, pues (fue el Rey
que asistió á ella, deslmes de haber llegaclo al término del
discun,o de t:ostumbre, que como sucede en estos casos
habia preparado el Ministerio, continuó leyendo una adi-
cion de que nadie tenia noticia, que sorprendi() á los
:Ministros mismos que se hallaban presentes, no menos
que al auditorio todo, pues que el Rey se mostraba abier-
tamente disg'ustado de la administracion de aquellos, y
esplicandose espontancamentc, eon un<~ claridad y espre-
si va franqueza no esperadas, sobre sus intenciones. Oye-
ronse entonces de boca del Monarc;a las palabras siguientes.
" 1\0 se me ocultan las ideas de alguno;; mal intencionados,




llue procuran seducir á los incautos persuadiendoles yue
mi corazon abriga miras opuestas al Sistema que nos rige,
y su fin no e~ otro, que el de inspirar una desconfianza de
mis puras intenciones y recto proceder. He jurado la
Constituc:ion, y he procurado observarla en cuanto ha
estado de mi parte, y ! ojala que todos hicieran lo mismo!
Cooperemos pues unidos al Poder Legislativo, y Yo como
á la faz de la N acion lo protesto, en consolidar el Sistema
que se ha propuesto y adquirido para 8U bien y completa
felicidad." Juzgucse ahora de la admiracion general de
~ v


los circuIl8tantes. Veiase al Rey egereer una de sus pre-
rogatints, pero de un modo desusado en los Gobiernos
repl'esentati vos; veiasele buscar el apoyo de las Cortes
para la mudanza de Ministerio yue meditaba, y que sin
emhargo estaba enteramente en sus facultades; y en fin
se le oja hablar de la COl1Stitucion y del modo de obser-
varla, y esto por sí, y 8in que apareciese coaccioll alguna.
[K' :34 de Documentos.]


El dia siguiente Argüelles, Canga Argüelles, V aldes,
Cuadra, Garcia Herreros, y Perez de Castro desaparecieron
de la escena política, y fueron remplazados al pronto por los
Oficiales primeros de las Secretarias, Anduaga, Baeza, &c.


Furiosa agitacion produjo en las Cortes la dep08icion
del Ministerio; abandonadas estas al espíritu de proseli-
tismo, bollaron otra vez los respetos al Trono, mientras
los Consejeros del Rey por su parte, inspirandole nuevos
pasos de debilidad, le constituian en una verdadera tutela,
y desquiciaban el edificio político, invadiendo unos poderes
las facultades de otros.


En efecto, el Rey dirigió ,l las Cortes un inconsiderado
mcnsage, pidicnclolas le aconsejasen los nuevos Candidatos
para el lVIinisterio, pero las Cortes no pudieron dejar de
conocer la illfrnccion legal que cOIlleterian dando un con-
sejo ele esta especie, y se negaron á ello, manifestando al
1l11S1110 1 ¡('lilJ)() tm1,' los :o,ílltoma-.; IW\" lel'luillautc:-; de un




!)()


de~agrado imprudente por la val'iacion del Ministerio. [N"
35 de Documentos.]


y no se contentaron con manifestarlo, dcscntendiendosc
en la contestacion del discurso de abertura, de la adicion del
Rey que miraban como no 11echa, sino que en una Sesion
turbulenta, y en que se produgeron absurdos principios,
hicieron comparecer á los .lVEnistros destituidos para con-
testar á intempestivas é Índiscretas cuestiones, cuando ya
no eran sino simples particulares.


Merece elogiarse la firme y modesta conducta de los ex"
.Ministros en estos momentos, en que se negaron absoluta-
mcntc á entrar en contestaeion, eonsiderandose sin facul-
tades, ni caracter legal para ello. LKo :3G de Documentos.]


El Rey aprovechó la indicacion hecha por las Cortes de
consultar al Consejo de Estado; y las secretarías del Des-
pacho, ú .Ministerios, fueron provistos entre los propues-
tos por él, recayendo la de Estado en 13ardagi, antiguo
Diplomático, ValdeIlloros para la gobernacion de la Pe-
nínsula, Feliu para la de Ultramar, Moreno Daoiz para
Guerra, Barata para Hacienda, Cano :Manuel para Gracia
y Justicia, y Escudero para Marina; si bien Valdemoros
despachó muy pocos dias por su falta de salud, y fue rem.-
plazado por Feliu interinamente, y poco despues este por
Pclegrin para Ultramar.


Por nada podia atacarse con razon á los nuevos elegidos,
pues la mayor parte eran personas conocidas por :-;u adhe-
sion al Sistema Constitucional, y todos por su distinguido
mérito y honradez; en fin los negocios públicos no habian
perdido nada con los nuevos Directores, y el Rey se rodeaba
de hombres, que á eseepcion de Feliu *, perseguido en
J 184, no podían ofrecer motivos de recíprocos agravios.


Las Cortes se habian pronunciado sobradamente para
* Feliu que oC condujo como ~e H~r:'t, guard6 al l\Iollnrl';l toda (,ollsicle-


mcioll, y el nl'Y c~tIlT() ."icmprc contento de Fcliu, durante tI tiempo de
"'1 adminittra('ioll,




!JI


dejar de ~ostene]' la lucha contra el nuevo Ministerio,
lucha que debia ser fatal á la causa Constitucional, y en
efedo fue esta variacion la piedra del escándalo en una
oposicion, que en la debilidad de aquel naciente Sistema,
110 podia lllenos de ser funesta y contraria á su conso1i-
dacion.


El mas plausible pretesto de esta oposicion, fue el vacío
que resultaba de la separacion de los Ministros, cabalmente
en el momellto en que debian dar á conocer en sus memo-
rias el estado de la N acion, pero estas debian estar hechas,
.\e LO:-3 datos para formarlas subsistian en las secretadas;
así fue <lue los encargados de su despacho las leyeron en
el Congreso, que despreciando acaso lo que debia llamar
su atcacion, se fijó en objetos de jJoca importancia .


.El e¡.;tado político debia jJrevenirles y hacerles pensar,
que el principio atacado en N ápoles, acaso vendria á ser
atacado en Espaüa, á pesar de protestas diplomáticas am-
biguas, y que siempre dejan latitud á aplicaciones arbi-
tl'aria~. El estado interior del reyno presentaba una
nueva oposicioll, que iba organizandose de dia en clia en
eontra del Gobierno, y cuyo fomento estaba sostenido por
una clase poderosa y personas de influencia. El erario se
veia abrumado con nuevas y pesadas cargas, al paso que
los recursos no correspondian, ni con mucho, al valor que
les habia designado el Ministro anterior de Hacienda,
cllyas brillantes teorías, cuyos cálculos y proyectos COlll-
binados con la famosa manía de variaciones indiscretas,
no dejarian seguramente ele influir en la disminucion efec-
tiva en la percepcion, participando de la instabilidad de
las COS<o8 las personas mismas, exigiendo exageradamente
lo que 8e llamaba adhesion, para los puestos mas ridicula-
mente illsignificantes. Por otra parte la Administraeíon
pública no se organizaba, y los medios de recaudacion no
~c perfeccionaban. Las pasiones agitadas por la ambi-




ClOll, y por el espíritu de partido tI ue se desencadenaba
diariamente, aumentaba pretestos á los Anticonstitucio-
nales, y con ellos fuerza efectiva; mas volvamos á los
sucesos.


Acalorados por otra parte los ánimos con la variacion
del Ministerio y los resultados de Leibach, que se supieron
coetaneamente en la noche del 6 de Marzo, un grupo pro-
cedente, como siempre, del café de la Fontana, visitó las
casas de algunos diplomáticos y tiró algunas piedras ú sus
ventanas, pero este ultrage cometido contra el derecho de
gentes por una multitud desenti'enada, obtuvo del Gobierno
una justa satisfaccion, y la tranquilidad queel(') restablecida
contenidos que fueron los alborotadores.


Constantes los partidos estremos en llevar adelante sus
miras, sin consultar la razon ni la verdadera conveniencia
del Estado, ó acaso en una combinacion ominosa, emplea-
ban á este fin medios muy semejan~es; los antireformadol'es
organizaron tambien Sociedades secretas, y apellidando
su causa la del Altar y del Trono, no solo trazaban planes
de conspiracion, sino que trataban de interesar la Francia
y los demas Soberanos de Europa.


Entre los documentos se hallará el informe presentado
á las Cortes en Sesion de 20 de Marzo por ]a Comision
encargada de examinar el estado de la N acion; contra
dichas asociaciones se proponian varias medidas, algunas
indiscretas y que dejaban ver parcialidad por el depuesto
-:\linisterio, pero ninguna que pudiese calificarse de ley de
eccepcion ni revolucionaria. [N° 37 de Documentos.]


Por la primera vez apareció en las Cortes el nuevo Mi-
nisterio en la Sesion del 2i3 de Marzo, cndonde empezaron
á discutirse las medidas propuestas para la seguridad del
Estado.


Atacado el :Ministerio tan sin razon, no podia menos de
obtener UlI triunfo, si no sólido, pues las facciülIcs no ceelen




jamás al solo objeto del bien público, al menos por de pron-
to, pues el terreno en (lue el Ministerio combatía era venta-
joso. En efecto, Diputados imparciales conocieron la nece-
sidad de no debilitarle, para que pudiese hacer frente ya á los
anare¡ uistas, ya á los conspiradores anticonstitucionales;
ademiÍs, el peligro que reune siempre los partidos, obligó á
las Cortes á suspender las hostilidades contra el Ministerio.


La entrada de los Austríacos en Nápoles se supo en los
primeros dias de Abril, y este suceso alentó á los parti-
darios del absolutismo que empezaban á desplegar sus
planes, ya en Burgos donde el sombrerero Arija se pre-
sentaba como campean de la fé, ya en sus inmediaciones
donde se presentaba el cura l\ferino, abandonando de
nuevo el altar por la espada; y en fin en Salvatierra en-
donde se manifestó una sublevacion, la primera que tuvo
un caracter de importancia, pues al fin un pueblo cerró las
puertas y defendió la entrada á las tropas del Gobierno;
bien es verdad, que todos estos movimientos fueron sofo-
cados y castigados, mas ó menos pronto, pero no podía
dejar de ser de un egempl0 funesto, ni dejar de producir
nueva exaltacíon de parte de los Constitucionales.


Así que los sucesos de Nápoles apenas se supieron en
Sevilla y Barcelona, si fueron una seflal de júbilo para los
unos, para los otros lo fue de rnotin: en Barcelona el 5 de
Abril, exaltados los anarquistas por las noticias de Italia,
atropellaron las leyes, y exigieron de las Autoridades la vio-
lacion de la seguridad de varios ciudadanos, que si bien
con el tiempo mostraron sus opiniones, en aquel momento
llingun fallo legal había marcado su criminalidad. El
Obispo de Barcelona, el Baron de Eroles, los Generales
Saarficld, Fournas, y varios otros individuos fueron espul-
sados de aquella capital, y embarcados tumultuaria y atro-
pelladamente para Mallorca. Igual violacion de las leyes
se verificó en Sevilla con el mismo pretesto y resultados.




En otras partes hubo igualmente síntomas de efervescencia,
y fue ineficaz la prudente circular del Ministerio de !) de
Abril dirijida á los Gefes Políticos, para evitar la impresion
que podian producir los sucesos de Nápoles, pero á la ver-
dad 1., cómo podian calmarse los temores de los interesados
en la consolidacion del Sistema Constitucional, si á los
sucesos de N úpoles se añadian los ya indicado.,; en Burgos,
Salvatierra, Santa Cruz de Campezu, &c., y sabian sin
poderlo dudar, que incesantes tramas y maquinaciolles en
Francia iban minando la existencia del Gobierno? .1\'0 era
posible, como tampoco podía dejar de ser, que la exaltacion
produgese nuevos errores.


Tales eran las circunstancias políticas en 1° de .Mayo dc
1821. Las Cortes habian tenido que dar una ley para la
abreviacion de los trámites de las causas de conspiracion, y
contra los infractores de la Constitucion; pero estas leyes
no pueden graduarse con justicia, segun ya hemos dicho
antes, de revolucionarias; he aquí el primer artículo de la
primera ley, "Artículo 1 0. Son objeto de esta ley las causas
que se formen por conspiracion, ó maquinaciones directas
contra la observancia de la Constitucion, ó contra la segu-
ridad interior ó esterior del Estado, ó contra la inviolable
persona del Rey Constitucional." En el Artículo 2° de la
ley de infraccion dice, "El que conspirase directamente
y de hecho á establecer en EspaÍla otra religion, que la Ca-
tolica Apostólica Romana, será perseguido como traidor, y
sufrirá la pena de muerte." Transcribimos estos dos
artículos en justo obsequio de la imparcialidad.


No hay duda que las conspiraciones contra el Sistema
se repetian, y que las Cortes y el Gobierno debian unirse
para sostener el edificio que amenazaba ruina en todas di-
recciones, decimos en todas di.recciones, pues los llamados
Constitucionales dieron el [) de Mayo un golpe de muerte
¡t la ConstituciOll.




Este (lia por la maúana circuló por Madrid la noticia de
que Vinuesa no habia "ido condenado á muerte, y sí, á diez
altos á presidio. N o satisfizo la tal sentencia las esperanzas
de los Jacobinos, que tenian seúalado á Vinuesa para un
insigne egcmplar. El Juez á su yez, sobrado ligero, habia
anunciado su illtencion de condenar el reo á la última
pella; todo en fin contribuyó á exaltar los {mimos, apenas
se cOllsideró á Vinuesa libre del cadalso; las Sociedades
secretas desplegaron toda su influencia, y decidieron asesi-
nar nI reo bajo la sagrada salvaguardia de las leyes.


Púhlico y notorio fue ya á las once de la maÍlana el
horrible proyecto, que se consumó á las tres de la tarde.


Ciento cincuenta miserables, y la mayor parte canalla,
forzaron la puerta de la careel pública ,i las tres de la
tarde; la guardia de milicianos hizo la farsa de defender
la entrada, llera con fuego al aire, y sin intento de librar á
su país del horron que aquel dia le cubrió de oprobio. El
desgraciado Vinuesa fue cruelmente asesinado en su mismo
calabozo, lleno su cuerpo de horribles heridas, y deshecha
la cabeza de un martillazo.


La pluma se resiste á detallar tales horrores; la arro-
gancia Kacional se resiente al ver manchadas eon la sangre
de un infortunado Sacerdote las páginas de una historia tan
fecunda en hechos altamente nobles y generosos.


A la hora de cometido el asesinato de Vinuesa en la
carcel, llamada de la Corona, se dirigió un grupo de gentes
,íla lImnacla de Corte, para hacer sufrir la misma suerte al
Abuelo, gefe de una guerrilla Anticonstitucional; ¿ pero
cual sería la fuerza de los asesinos, cuando un solo cabo y
cuatro hombres de Infantería, y la firmeza del comandante
de cabaUería, el :Marques de Pontejos, acompaúaclo de seis
ú ocho de su Cuerpo bastaron á estorbarlo? Esto en Yer-
dad prueba lo facil {Iue hubiera sido librar á la rcvolueion
de tamaíw horran.


A~esinato ¡[('
Yinuesa ('ll
5 de i\layn
lR21.




El Rey, sobrecojido con sucesos de esta especie, bajó á
los patios de Palacio á preguntar á su Guardia, si defendc-
rian su Real Persona que consideraba amenazada, é hizo
situar artilleria en las avenidas; y puestas sobre las armas
la guarnicion y milicia ofrecia la Corte el aspecto terrible
del pavoroso silencio, que debia producir la imagen del
crimen inevitable ya, y hasta entonces impune.


1\' o es dificil pensar la indignacion que produjo este
suceso en los hombres honrados de todos los partidos.
El Gobierno se presentó al dia siguiente en las Cortes con
un mensage del Rey, pidiendo su cooperacion coliÍra el
atentado cometido en el asesinato de Vinuesa. [N° 38.
tomo 3° de Documentos.]


¿, Mas que podian hacer las Cortes? nada; y solo apro-
yecharon esta célebre ocasion para hostilizal' de lluevo al
Ministerio, que, á la verdad, como Poder Egecutivo no se
presentaba en posicion muy ventajosa, habiendose cometido
á su vista una tan insigne infraccion de las leyes; pero
que juzgarlo de buena fe, todos estaban tan de acuerdo en
su inculpabilidad, como conformes en la falta de energía en
las Autoridades locales, y mas particularmente en la fatal
influencia de las Sociedades secretas, germen fecundo de


'-o


todos los males públicos; sin embargo, algunos Diputados
con el calor que inspira á los hombres honrados la injus-
ticia, en discursos animados y yigorosos ataclron la
anarquía que dimanaba de las Logias de los .:\lasones y de
las Torres de los Comuneros. El mensage del Rey fue con-
testado con el decoro debido al Trono, y si bien un Dipu-
tado, célebre en los anales de la exaltacion, dejó entrever
su desenfreno democrático, la inmensa mayoría de h1.s
Cortes manifestó en esta ocasion sensatez y justicia.


El Gobierno por su parte no pudo desconocer la falta ele
vigor notada en la conducta de las Autoridades locales, y
las separó de su destino, nombrando Capitan General al




!:Ji


General Morillo, el tlne apenas se encargó del mando, eIll-
pez6 á ser atacado por la faccion amlrquica, y aun hubo Ull
Diputado, .11foreno Guerra, que reclamó en las Cortes contra
su nombramiento.


Estas siguieron ocupandose de la Ley orgánica del egér-
cito, en la cual desconociendo ú olvidando el principio fun-·
damental de la fuerza armada, se abría la puerta á la
illdisciplina, so color de conservar al soldado garantías de
ciudadano, como si no se pudiese llevar los hombres ,i
peligros sin interés personal, casi siempre, por principios
del pacto social y de las teorías de derecho, en completa
contradiccion con la obediencia ciega, alma de la milicia, y
apoyo de la fuerza de los egércitos, iguales en esta parte en
los Estados Unidos, en Turquía, ó en el país clásico de la
libertad, cual es la Inglaterra.


La recluccion del diezmo tambien se verificó en esta
época, y con ella los males que ya hemos dicho produjo
esta indiscreta medida, con la que se pensó tener, y no se
obtuvo, una popularidad ineficaz para la consolidacion elel
Sistema, que no pudo compensar los males producidos por
los pretestos é imputaciones por un lado de usurpacion, y
por otro de irreligiosidad.


La Ley de SeÍÍorÍos, que fue una verdadera invasion de
la propiedad, si no fue sancionada por el Rey, fue propuesta
por las Cortes en 1821, contra la opinion de todos los
Jurisconsultos que las componian, defendiendo los derechos
senoriales con eruditos y elocuentes discursos [N° 39 de
Documentos], que inutiliz{¡ el espíritu de faccion, ó mas
Lien la mayoría de los votos por Diputados Americanos, á
quienes no les interesaba demasiado el bien de la Espaúa.
El plan de instruceion pública lleno de medidas escelentes ;
el arreglo de Hacienda, en el que ya se proscribieron las
teorías del ano anterior de una funesta y absoluta libertad,
y se adoptó un Sistema misto de contribuciones; y por


H




último los asuntos de América fueron los principales que
ocuparon á las Cortes, limitandonos á decir, que sus resolu-
ciones fueron buenas en todo lo que no hacía relacion al
espíritu de partido. En tanto, por las provincias se repctian
nuevos desórdenes en todos scntidos; en Galicia, enMadrid,
los tribunales sentenciaban casi á un mismo tiempo, aunque
con diversa suerte, á los alborotadores del Café de Loren-
zini, y á los conspiradores contra el Sistema Constitucional
(lue aparecian entonces, tales como un Ayuda de C,imara
del Rey, un revocador, un alhaüil, un soldado prófugo, un
revendedor de zapatos, y alf.!:llll otro personage de esta
última especie. En Sevilla se descubrian nuevas tramas, á
cuya cabeza estaba un Brigadier llamado Mil'; en Toledo,
reunidos los fieles en una procesion de una imagen, grita-
ban, "Viva la Religion; viva el Cabildo de Toledo y la
Inquisicion, y muera ]a Constitucion." En la provincia de
Sevilla y Cadiz ya habia aparecido Zaldivar, como nuevo
campeon de la fe, acompaÍlado de contrabandistas y ]a-
drones, en calidad de defensores del Altar y del Trono.
En la provincia de Santander tambien se hahian visto
facciosos; y Merino continuaba en Castilla, antiguo teatro
de sus espediciones militares, durante la guerra de la
independencia.


Los Constitucionales á su vez cometian tamhien nuevos
escesos: en la Corui't<1 repitieron la escandalosa escena de
estrañar por una asonada ó motín, que se decía popular,
gentes pacíficas, hollando las leyes y la seguridad personal;
en Madrid en el Café de la Fontana, un discurso altamente
sedicioso produjo la alteracion de la tranquilidad pública,
y la necesidad de una proclama de la Autoridad civil; y
por último las relaciones de las Sociedades secretas
hicieron pulular por todas partes representaciones pidiendo
Cortes estraordinarias.




Prorogadas las ordinarias el mes mas, que permItm la
Ley, se cerraron el 30 de Junio: el Rey asistió al acto y
pronunció un discurso, que fue contestado por el Presidente
. Moscoso con otro lleno de elocuencia y sumamente respe-
tuoso, habiendose concluido esta formalidad con reposo.
Entre las piezas documentales se hallarán el discurso del
Rey, y la contestacion de] Presidente de las Cortes, no
tanto por su importancia, como por prueba de que el
Sistema Constitucional aparecía en esta época mas tran-
quilamente asegurado que en ninguna otra. [N° 40 de
Documentos. ]


Mas esta seguridad era precaria, pues habia demasiados
elementos agitados para su destrnccion en todos sentidos,
y en todas direcciones: los enemigos de la Constitucion,
viendo s e ostigados, buscaron en Francia un nuevo teatro
endonde conspiraban contra el Gobierno establecido en
Espaúa; y los Constitucionales subministraban pretestos
para hacer temer ,í los Soberanos de Europa, que sus
intereses esenciales estaban amenazados, y que la revolu-
cion de España parecía tomar una direccion peligrosa para
la seguridad yel respeto de los Tronos.


El 29 de Junio llegó á Bayona, escapado de España
en una lancha pescadora, el General Eguia, al que el Go-
bierno habia destinado de cuartel á Mallorca, y que fue
desde esta época alistado entre los campeones del abso-
lutismo. Los baños de Bañeras en este verano estuvi-
eron muy concurridos de personas fugadas, todas sedi-
entas de conspirar para vengarse; y en Paris se trabajaba
incesantemente y con actividad para destruir el Edificio
Constitucional por manejos secretos, (lUC fomentaban
la guerra civil en Espaiia, aprovechalldose no solo de
los intereses vejados del Clero y de algunos individuos,
(lue producían descontento, sino tambien ele la miseria
púhlica, que prestaba brazos para obrar en la direccion que


If 2


Cierran las
Cortes sus
Seúoncs el
30 de Junio .




Conspiracion
de 13essieres
para estable-
el')" 1 tcpú blica
en España.


100


les diese la mano que les ensenase un pedazo de pan y una
peseta.


Pero si fomentando una horrible guerra civil, que ar-
maba EspaÍlOles contra Españoles, se barrenaba la existen-
cia del Gobierno, aun no era este medio tan poderoso
como el de escitar los incautos alborotadores á cometer
escesos, que lo desacreditaban, sancionando pretestos,
que á la vista de la opinion eran ya razones evidentes.


En estas críticas circunstancias era interés del Gobierno
combatir los hechos de toda especie, que produgesen su
descrédito y por consecuencia su ruina. Las Cortes
dieron al Gobierno en la Ley de 26 de Abril de 1821 una
arma terrible contra los conspiradores en tollos sentidos, y
varios de ellos sintieron sus efectos hasta la época de Julio,
en que otra conspiracion para restablecer República, tan
ridiculamente absurda como la de Málaga, detiene un
momento nuestra atencion.


Las Autoridades locales de Barcelona descubrieron una
conspiracion, á cuya cabeza se hallaban uu aventurero
Frances llamado Jorge Bessieres, un Fraile, y algun otro
sugeto tan despreciable como ellos; su objeto era esta-
blecer República, los medios, y los detalles ridículos y
necios no merecen ocupar la atencion, pero sí habremos de
decir, que estos nuevos tribunos, imitadores del famoso
.Medialdua de Málaga, tendrían como aquel, el objeto de
robar algunos reales con que mejorar su suerte, ó acaso
serian agentes pagados para por este medio desacreditar y
minar el Gobierno.


Mas sea como quiera, probado el delito á. que con justa
razon se aplicó la referida Ley de Abril, Jorge Bessieres,
l\1ariscal de Campo despues de los egércitos Realistas, fue
condenado á la pena capital, y puesto en capilla para ser
egecutado, lo que no se verificó esta vez.




101


Gran pérdida creian esperimentar los Jacobinos cun la
de Bessieres, y era preciso tratasen de evitarla, pues ya
estaba próximo el fin de este aventurero célebre: el hollar
las leyes nada importaba; las Sociedades secretas no
(luerian privarse de un instrumento que creian tan util;
su defensor protestó que no debia haber sido Bessieres
juzgado por la Ley de Ahril, y con razon no fue escuchado.
Se acoge el defensor al indulto que las Cortes habian
acordado para los facciosos, y el cual debia ser aplicado
por el Tribunal Superior de Guerra, residente en la Corte,
y de consiguiente ya no podia llegar á Bessieres, que estaba
48 horas hacía en Capilla. Forzoso era pues violentar los
medios de lograr el objeto, sin dejar de darle un aspecto
legal, que obligase á la Autoridad á consentir en ello;
reclamado el indulto por el defensor, el General Villacampa
por cuya jurisdicion militar habia sido juzgado en Consejo
de Guerra, pasó el recurso al Auditor. Dijose entonces,
no sé si con probabilidad ó sin ella, que á este se le puso
en la alternati va del puñal ó de una recompensa conside-
rabie; ello es que opinó por la suspension de la sentencia,
y consultar al Tribunal especial de Guerra y Marina. En
tal caso el General ViUacampa hubiera sido unicamente
responsable de la egecueion, y así mandó suspenderla.


Así libró la vida el célebre Bessieres, que pasando al
Castillo de Figueras, conforme á resolucion del Tribunal
Superior, se fugó á Francia, de donde <Í. poco volvió con el
caracter de defensor del Altar y del Trono. Transcribiremos
un artículo del diario Constitucional de Barcelona; juz-
guen los hombres de bien de todos los partidos. "i Albri-
cias! Iba ya la última y fatal hora á sonar sobre Don
Jorge Bessieres, ya se encaminaba al suplicio, cuando de
orden superior se suspendi/¡ la egecucion. Nos faltan
l'spresiones para pintar debidamente el entusiasmo que
tan fausta noticia produjo en csta Capital. Don Jorge




lO~


Bessieres había derramado su sangre en la guerra de nuestra
independellcia; habia tornado parte cn la empresa del
héroe Lacy. Había contribuido eficazmente en el año
20 al restablecimiento y triunfo de nuestra Constitu-
cion." Asi concluyó la conspiracion de Repllblica del
Gencral Bessieres el 15 de Julio de 1821, salvando ,í este
héroe, que debia figurar hien pronto en otra arella; ¡ hasta
donde conduce el frenesí del espíritu de partido!


A esta época, pues, son tantas las agitaciones, (1 L1e en
varios sentidos se notan en las Provincias, (Iue es dificil
presentarlas reunidas, ni menos combinarlas por su
hetereogeneidad. En las inmediacioncs de lVIanresa se
presentaban facciosos armados; en lVlurcia se descubria
una conspiraeíon; en Málaga tambicn aparecían nuevos
Campeones de la fe, que en realidad eran en todas partes
vagamundos, que se aprovechaban de la política para 1'olJar,
y comer sin trabajar. En Alicante se insultaba por los Cons-
titucionales:'t una Autoridad Eclesiástica, al mismo tiempu
que el Obispo de Oviedo disputaba con la Autoridad civil
de su obispado; y en Madrid cn las Cortes se asignaban
pensiones á Riego, {l Quiroga, Arco-Agüero, Baños, &c.
Así el erario se empobrecia por nuevas cargas impuestas por
empréstitos gravosisimos, y todo en fin parecia caminar á
Ulla disolucion, quc, mas pronto ó mas tarcle, debia con-
cluir con el Gobicrnn; tal era el estado político de Espaúa
en el mes de Agosto de 1821, Y sucesos n1as Ú n1ellOS
notables justificaron bien pronto esta prediccion.


Varios Guardias de los enc,msados por los sucesos de
Febrero eran insultados por la hez del pueblo, instigada ,l
este fin por los revolucionarios. El Oficial del puesto que
Los custodiaba no quiso permitir este ultrage ,l las leyes;
mas esto di6 motivo á que se le insultase y ,í su tropa
audazmente: quiso entonces sostener el decoro de Las
a1'1n<\s, y uto produjo un prctcsto para la COlllllocion, (p.IC




1 u;~


contuvo con vigor el General Morillo, procuralldole su
firmeza la persecucion de los revolucionarios.


Mas este suceso, si Lien produjo agitacion y eferves-
cencia entre los que se creian autorizados para todo,
poniendo por delante la palabra Constitucion, no hubiera
tenido resultado, sino hubiese coincidido con otros, ya en
la Capital ya en Aragon.


El Hey habia marchado al Escorial huyendo de los
sobresaltos producidos por el estado de continua agitacion
de Madrid, siempre inquietado por las maquinaciones de
las Sociedades secretas, y por las asonadas de las Socie-
dades patrióticas, reunidas Iluevamente por la interpreta-
cion de la última ley; ya habia accedido el 13 de Agosto <Í.
los deseos de convocar Cortes estraordinarias, manifesta-
dos por todas partes de un modo verdaderamente revolu-
cionario; y consiguiente al Artículo Constitucional, haLia
fijado los objetos en que debían ocuparse, dejando abierta
la puerta para ampliarlos, segun las circunstancias; y la
Diputacíon permanente, :i consecuencia, hizo ]a convoca-
cion para el próximo 28 de Setiembre.


El Ministro de la Guerra Moreno Daoiz, fatigado de los
obstáculos opuestos, ya por los Jacobinos ya por los
enemigos de las reformas, hizo dimision de su Ministerio,
la que fue aceptada sin dificultad por el Rey, que nombró,
sin consultar al Ministerio, al General de Marina, Conta-
dor. No era posihle á la verdad, que el .Ministerio de un
Gobierno representativo pudiese sostenerse contra los com~
bates de los revolucionarios, que siempre continuaban
hostilizandole, faltandole un apoyo el mas fuerte en un
Gobierno, en que por necesidad la influencia de ]osMilitares
era tan formidable. El General Contador, anciano y en-
fermo, no pudo dejar de renunciar, y fue remplazado por


Suceso de
Setiembre de
1821.




el General Rodriguez, no menos a11(;1anO é inutil que el
anterior, y cuyo nombramiento hizo tambien el Rey sin
conocimiento del Ministerio; ya era imposible que este
dejase de mostrarse, pues si le faltaba el apoyo del Rey, no
era posible sostenerse, y en efecto el Ministerio todo hizo
fiU dimision.


Facil es conocer los efectos que debian producir estos
sucesos sobre la opinion, no solo de Jos Exaltados, sino de
todos los Constitucionales; acalorados los únimos, no
pudieron ver en e]]os el tranquilo egercicio de una facultacl
Constitucional del Rev, sino el malicioso deseo de poner
trabas á la conso]idacion del sistema, y acelerar dc este
modo su destruccion.


Las agitaciones se reproducian, y con ellas la repeticion
de los sucesos de Noviembre de 1820. El Ayuntamiento
escitado en una asonada, representó al Rey pidienclole
volviera de la Granja, á donde se hahia trasladado desde
el Escorial. La Diputacion permanente de Cortes repitió
esta súplica, y el resultado igual tamhien ;Í los antece-
dentes, fue asegurar el Rey su vuelta antes que se abriesen
las Cortes Estraordinarias, nombrar Ministro de la Guerra,
primero interino á Balanzat, y definitivamente á Sanchez
Salvador, y no admitir la dimision del Ministerio; este
continuó en su aclministracion juiciosa y circunspecta.
Consiguiente á sus principios no quedó satisfecho de la COll-
ducta del General Copons, Gefe Político de Madrid, durante
estos sucesos y le depuso, nombrando interinamente en
su lugar al Brigadier Martinez de San Martin, célebre en
Jos anales de esta época, y digno de la eterna gratitud de
Jos amantes de la Monarquía, del orden y bien público.


Volvamos en tanto la vista á los sucesos de Aragon en
tan íntima relacion con los de Madrid; ellos proclugeron en
gran parte los prctestos ele agifacion en los revolucionarios




105


por un lado, y los temores del Monarca por otro, que
aUll(lue infundados en realidad, presentaban cierto aspecto
de peligro.


Dos aventureros Franceses Uxon y Montarlot se pre-
sentaron en Zaragoza con nuevos proyectos de convertir
en República la Monarquía Española, y aun tremolar la
bandera tricolor en Francia. A vista de tan ridículo in-
tento, de los mal compaginados medios de que pensaban
valerse, del caracter estravagante de estos hombres, y de
la agitacion que en España y fuera de ella producian las
ocurrencias de la Península, no es facil deslindar si eran
meros instrumentos de algun partido, ó juguete de la polí-
tica de algun Gabinete. Como quiera, eligieron por ins-
trumento á Riego, quien ya por su caracter inquieto, ya
por la posicion en que la revolucion le habia colocado,
podia mas facilmente que otros dejarse alucinar hasta
cierto punto.


N o fue tan feliz la eleccion de Vill amor, oficial de la
Contaduría de Propios de la provincia de Aragon, es decir,
un triste empleado sin consideracion ni dinero para con-
sumar la empresa. Treinta y seis testigos contestes de-
pusieron en su causa los pasos dados para la sublevacion,
y á pesar de los manejos que las Sociedades secretas
pusieron en movimiento para ocultar la verdad, la opinion
dcsign() á Riego como cómplice, si bien nunca apareció
probado dc un modo lcgal y auténtico. Sin cstas pruebas,
el gobierno 110 podia castigar á Riego como conspirador,
ni dejar de proceder contra él como funcionario público,
que abusaba de su posicion política en contra del Gobierno.
Riego habia salido de Zaragoza, y sin volver á clla fue
destinado de cuartel <í Lerida; mas Riego, acostumbrado á
menosprcciar al gobierno, quiso hacer un nuevo ensayo
dirigiendosc á Zaragoza; pero la firlllcza del digno Briga-


NUEvil cun;- ..
IllraClO!l tiC
Tl'púhlica en
Zaragoza, ell
A!;osto de
1 tl:2 1.




Sucesos del
L8 de Se-
tiemhre cn
l\Iadrid.


lOG


dier Moreda, Gefe Político entonces de Aragon, el bucn
comportamiento del pueblo, y la conducta dc todos los
amigos del ordcn, le obligaron á abandonar su empeúo, y
habiendole mandado una diputacion para anunciarle, que
no sc le permitiria entrar en Zaragoza, abandonó su in-
tento, y desue la Puebla de Alfeiden se encaminó :i Lericla
á donde el Gobierno le habia destinado.


No es dificil concebir la direccion que á ]a opinion
pública debian dar estos ruidosos acontecimientos. Los
hombres sensatos, amigos del orden, veian decaer lIlas y
mas por momentos el prestigio del héroe de la Isla, y en
la frecuencia de las turbulencias públicas, el descrédito del
régimen establecido que le conducia á su ruina: los Ex-
altados, por el contrario, contemplaban derribado su ídolo,
y atribuyendole á calumnia, comcnzó aquí la ~poca en que
tratando á todo trance de sostenerle y elevarle) le precipi-
taron, desnaturalizando mas cada dia el caractcr que la
revolucion dc España presentó al principio.


El Gobierno debia decidir la cuestion descorriendo sin
temor el velo que cubría estos sucesos; pero no lo hizo,
transigiendo con las consideraciones de un prestigio, que
les parecia interesante conservar; asi debilitaron su fuerza,
y prepararon el triunfo de los anarquistas.


El cumplimiento de las circulares pasadas por las So-
ciedades secretas para ensalzar á Riego, parecía debia ser
lIlas solemne en la Capital que en otras partes, pues en
ella se hallaban el grande Oriente y la gran Asamblea;
en efecto, resolvieron el 18 de Setiembre sacar en procesion
el retrato de Riego por las calles, vilipendiando de este
moelo la justa resolucion del Gobierno en su separacion de
un mando, I ~ que su conducta le hacia poco digno, aun
sin querer Jeclararle conspirador.


:Mas no sabian los Exaltados que debian habcl'sclas con




107


una Autoridad civil, firme y decidida como San Martin,
<iue no permitiría hollar tan descaradamente las leyes. En
efecto, sabiendo la proyectada procesion del retrato de
Riego, puso un bando prohibiendola, pero los Anarquistas
lo despreciaron, y por la tarde un pequeúo grupo empezó
la procesion por las calles de la Capital.


Desairada la Autoridad mandó poner la guarnieion y
.Milicia sobre las armas para hacerse respetar, y comunicó
órdenes terminantes de impedir la procesion, dispersando-
la donde se la hallase; mas contaminados todos los cuer-
pos por las relaciones de las Sociedades secretas, si bien
individualmente desaprobaban el desorden, le toleraban,
desobedeciendo de hecho las órdenes terminantes de la
Autoridad civil. Alentados los Ananp.üstas con su impu-
nidad, era preciso ostentasen su triunfo, insultando á la
Autoridad misma, cuya prohibicion y cuyas órdenes me-
nospreciaban impunemente; pero la firmeza y sangre fria
de San Martin, y la conducta decidida y honrosa de la
Milicia K acionalles hizo abandonar su intento, fuese este
el (Iue se (Iuisiese, sobre lo que se hicieron grandes y tal
vez demasiado fundadas congeturas, poco honrosas en
verdad á su Autores.


Al frente de las Casas Consistoriales llegó la procesion
del retrato al anochecer del fata1, pero glorioso dia 18 de
Setiembre, y apenas llegó fue dispersada. Puesto San
.Martin á la cabeza de un batallon de la Milicia, le mandó
cargar á la bayoneta, y cayó sobre el grupo <IUC conducía
el retrato. Al llegar á los amotinados, mandó hacer alto
al batallan, y les dijo: "Requiero á Ustedes en nombre
de la ley (Iue se retiren." Uno mas osado preguntó ¿ de
(Iue ley? y la contestacÍon la hizo el Gefe Político con el
bastan, y mandando marchar sobre el grupo al Batallan de
la Milicia, el retrato fue abandonado ridiculamente, c1ejan-
dole caer cn tierra, y corriendo colmnlclllt'lltc los que k




108


com1ucian. La Autoridad triunfó sobre los Anarquistas,
y el retrato fue conducido por unos cuantos Milicianos á
las Casas Consistoriales, segun mandó el Gefe Político.


Así concluyó esta escena, que si bien presentó solo el
aspecto de una farsa, quiso sostenerse ser el principio de
un horrible atentado. Es verdad que la ley no pudo pa-
tentizar los proyectos del 18 de Setiembre, porque nada
mas dificil (lue las pruebas legales, en donde contaminados
todos los resortes de la administracion pública pOr" las
Sociedades secretas, se hallaban siempre instrumentos de
iniquidad, y hombres ligados por j urame!ltos inmorales.
Pero sin que se hubiese podido probar, no faltaron indicios
de que se intentaba aquel dia hacer un ensayo para con-
cluir con la Monarquía; que fue cuestion de establecer un
Gobierno militar, á cuya cabeza debian colocarse dos Ge-
nerales, Gcfe uno de la Masonería, y otro de los Comune-
ros, unidas entonces las dos Sociedades, acaso la primera
y última vez. Pero fuera lo que quiera de estos proyectos,
no hay duda que sin la bizarra y decidida conducta de San
Martin y de la Milicia, no es posible prever hasta donde
hubiesen llegado los males públicos.


Cuando se ve á la Milicia Nacional en este dia obrar
con tanta decision, á la voz de la Autoridad, para el man-
tenimiento del orden contra los planes y esfuerzos de los
ardientes defensores de la revolucion, es imposible no de-
tenerse un momento para contemplar esta clase de fuerza
armada, que tanta parte tuvo en los sucesos de la época
que recorremos, y que, ensalzada por unos y abatida por
otros, ha sido juzgada por los mas sin crítica ni discerni-
miento. Crear en un Estado en que las garantías Sociales
debian ampliarse y afianzarse, una fuerza decidida á sos-
tenerlas, no costosa, no espuesta á los funestos efectos á
(Iue suele conducir <'il05 egércitos la índole de su institu-
('ioll, parece consccuencia propia del intcnto de regenerar




109


prudentemcntc el país, y la Milicia Nacional debi{) llenar
este objeto. No fue así por desgracia, y á ello concurrie-
ron muchas cansas. Dar entrada en sus filas á los que
apenas tenían interés en la conservacion del orden, era
armar los enemigos de la Constitucion y de la tranquili-
dad; reunir sin las ingeniosas trabas de la Milicia perma-
nente, y sin vínculo alguno de subordinacion y disciplina,
compatibles con su esencia, á una multitud de hombres
armados, era colocar la fuerza sobre todos los Poderes
públicos. Si al principio no se sintieron los efectos de
estos errores, preciso era que se tocasen, á medida que las
pasiones se encendian y los partidos se organizaban; muy
pronto fue un título para obtener empleos el de Miliciano
Nacional, al paso que lo era de persecucion y sufrimiento
no pertenecer á estos cuerpos. En breve los invadieron
las Sociedades secretas, convirtiendolos en instrumento de
su ambicion y manejos. Asi fue que en muchos puntos,
lejos de contar con ellos la Autoridad, les temia con razon,
y no son pocos los casos en que los destinados á sostener
el orden, le trastornaron escandalosamente. Por fortuna,
en honor de la cordura EspailOla, pueden citarse otros, en
que llenando los fines de su institueion, dieron á conocer de
lo que hubieran sido capaces, organizados de otro modo y
mejor dirigidos. Sin hablar de las provincias, la milicia
de Madrid, que cante ni a en su seno personas del primer
rango, hizo eminentes servicios, tales como el de Julio de
1820, en (1 ue casi se les debió la abertura de las Cortes, y
el de 18 de Setiembre que acabamos de referir. Cuando
las pasiones callen se hará justicia á las buenas acciones
de estos cuerpos, y no se confundirán sus individuos;
elltonces se conocerá la cruel sinrazon con que se lcs ha
confundido para saciar los vencedores su ambicion y su
venganza.


Los sucesos gloriosos para el Gobierno, el 18 de Setiem-




Se abren las
Cortes Es-
traordina-
flas.


110


bre en Madrid, añadieron únicamente una prueba, de que
la historia de la revolucion estaba consignada en gran
parte, sino en toda, en la conducta de las Autoridades lo-
cales. La honrosa, vigorosa y decidida conducta del Gefe
Político de Madrid puso un puntal, por decirlo así, á la
existencia del Gobierno, tanto mas debil cuanto vilipen-
diado impunemente; pero los sucesos de la noche del 18
le dieron sin duda cierto aspecto de vigor y fuerza, que
siempre produce consideracion y respeto. El Gobierno
pues, aprovechando los momentos, nombr6 á San :Martin
Gefe Político en propiedad, ,1 pesar del furor que se levantó
contra él entre los anarquistas por los sucesos del 18, que
quisieron ridiculizar con el nombre de Batalla de las Pla-
terías, con el cual pasa y pasará á la posteridad.


:Mas sea como quiera, el paso vigoroso dado por la Au-
toridad civil, que fue seguido por procedimientos jndiciales
contra los que se consideraron cabezas de la trágica pro-
cesíon del retrato prisionero, aseguró por entonces la tran-
quilidad pública; anonadó á los anarquistas, (lue no se
atrevían por el pronto mas que á atacar :í las Autoridades
y al Gobierno por la Imprenta, pero sin dejar de conspirar
sin cesar, aunque secretamente, para vengarse y llevar
adelante sus inicuas tramas. Así se verificó en perfecta
tranquilidad la vuelta de S. S. M. M. Y A. A. á la Corte
desde San Ildefonso, el dia 22 del mismo Setiembre, para
abrir el Rey las Cortes estraordinarias el 28, á que S. M.
habia accedido, no solo por las multiplicadas representa-
ciones que se le dirigieron, sino por la esposicion q ne le
presentaron los Ministros.


En efecto, se abrieron tranquilamente las Cortes Estraor-
dinarias el dia 28 de Setiembre de ] 821 ; el discurso del
Rey fijó mas el objeto de la Convocacíon, y la respuesta
del Presidente fue respetuosa y moderada, cual cor1'espon-




1 J J


día al digno Obispo de J\1allorca. [N° 41 de Documen-
tos.J


Mil circunstancias coetáncas eseitaban las pasiones, y
ponian en movimiento los intereses y los partidos. Los
suce:-;os de Aragon, esclarecidos, hacian ver Ulla conspira-
cion en sentido republicano, y esto clisgustaba á los hom-
bres honrados, y aun les imponía la necesidad de unirse al
Gobierno para vigorizar su accion y apoyarle; los Jaco-
hinos veian {lue por eircunspeccion del Ministerio, por
temor, ó porque realmente no es lo mismo ser un hecho
cierto, que probarle legalmente, Riego no aparecia, segun
la Ley, del proyecto de república, almcnos ostensible; era
menester pues, vengarle, apoyado en el pretesto que
ofrecía el cuartel á Leric1a, y demas que ellos llamaban
ultrages ; hostilizar al Ministerio hasta hacerle víctima de
los manejos revolucionarios fue punto resuelto en los Clubs,
desarrollando al efecto todos los recursos de los talleres de
los Masones y las torres de los Comuneros.


Les impelía tambien á esta resolucion la proximidad de
las elecciones para Diputados á Cortes, y el aumento que
habían dado á la influencia del Gobierno los últimos suce-
sos, de que este se proponia hacer uso, cual acontece en
todos los paises de sistema representativo; así fue, que
pasó una circular sobre este objeto, cuyo sigilo vendió
UllO de los empleados, que debió tener conocimiento de
ella; tan crítica era la situacion del Gobierno, cuyos de-
pendientes consideraban mas sagradas sus obligaciones
con las Sociedades secretas, que con él.


Otra calamidad vino por entonces á aflijir al Gobierno,
cual fue la epidemia de Barcelona, y algun otro punto de
Cataluúa, si bien es verdad admirable el modo con que se
la contuvo en medio de una multitud de intereses contra-
nos. Los del Comercio siempre ingeniosos y opuestos á
medidas Sanitarias, la ciega ignorancia del público, elevada




112


:í temeridad por efecto del brioso caracter Catalan, la
abierta division de opiniones entre los mas célebres Mé-
dicos, asesores en esta materia, de los cuales mucbos de
gran crédito opinaron siempre contra la calidad contagiosa
de la fiebre, y finalmente el estado político de efervescen-
cia, que unido al interés que la numerosa Milicia Nacional
tenia, en no quedar en la plaza bloqueada por el cordon,
todo produjo un verdadero conflicto para las Autoridades,
que con celo y discrecion hubieron de luchar con tamaüos
obstáculos, siendo muchas yacertadisimas las medidas que
se tomaron para disminuir las víctimas; para que no mu-
riera una sola de miseria, ó descuido; para que no se
cometiese el mas pequeño robo, y para conservar la tran-
quilidad en semejante crisis. La Francia que hacía tiempo
fomentaba el espíritu de descontento en aquella provincia,
en que habian estallado antes de la epidemia varias cons-
piraciones, descubiertas con 'sagacidad ó destruidas con
vigor cerca de su origen, revistió con el título de Cordon
Sanitario la reunion de tropas que acercaba á la frontera,
11 que sin duda hubiera dado otro sin este pretesto, como
le dió despucs el de egército de observacion, antes que lo
fuera de operaciones.


Tal era el estado de los negocios públicos en Octubre
de 1821. Las Cortes en su mayoría, los hombres honra-
dos del partido Constitucional, todos conocian y detestaban
los escesos y las maquinaciones de los Anarquistas, apo-
derados ya esclusivamente en esta época de las Sociedades
secretas, cuyos individuos con las palabras orden y justicia
querian encubrir sus miras ambiciosas.


La naturaleza de los asuntos cometidos á las Cortes es-
traordinarias, eran la mayor parte agenos á los intereses
revolucionarios, como la nueva division del territorio, los
Códigos, la Ordenanza del egétcito, &c., y de consiguiente
se trataba de ellos sin mas calor, que el que podia producir




la apelacion de unos y la refutacíon de otros, de dodrinas
mas ó menos conservadoras; así que, las Sesiones fueron
tranquilas hasta el 27 de Noviembre.


Hablarémos antes de entrar en esta célebre Sesion, en
que las mismas Cortes rasgaron la Constitucion, de los
sucesos esteriores que la prepararon.


Las Sociedades Secretas trabajaban sin cesar, como ya
llevamos dicho, en contra del Ministerio; y del Grande
Oriente, y la Gran Asernblea salieron en Octubre circu-
lares, para que de todas partes se le hostilizase nueva y
vigorosamente hasta derribarle. La Imprenta producia en
todas partes libelos contra él, que dejaba impunes lo im-
perfecto de la Ley de Libertad de Imprenta y el periódico
famoso que se publicaba en la Capital bajo el titulo de Eco
de Padilla *, <lue era el Eco de los Comuneros como el
Espectador el de la Masoneria, anunciaba asonada para el
dia de San Rafael 24 de Octubre. El Rey, :1 quien aterra-
ban las asonadas, temeroso de este anuncio, marchó al
Escorial el día 22; pcro el dia de San Rafael llegó, y
aunque alguno de los Coriféos de la Anarquía, despucs de
haber celebrado el dia de su héroe, corrieron las calles de la
Capital victoreandole con destempladas voces; todo el
Mundo los despreció, nadie se unió al grupo, y ni aun las
Autoridades tuvieron necesidad de ocuparse de ello.


En Zaragoza, aunque momentanearnente, obtuvieron un
triunfo los Anarquistas el 29 de Octubre, pues hicieron
reunir el Ayuntamiento, y lograron deponer al Gefe Político
Moreda, que sin saber por qué, abandonó su puesto á un
puúado de gritadores, que usurpó el nombre del pueblo.


* No f:t1tó <¡uien dijo que este periódico, como el Zurriago, la Tercerola
y otros papeles de e~ta laya, eran protegidos por los interesados en destruir
el Si~tema Constitucional; cn efecto, el medio era ingenioso y á jJJ'Ojl()sito.
Sea de e"to lo que quiera, lo cierto es, que en esta época era uno de Io~
c'cTitores dl'l Eco de Padilla un ayenturero Franeé".




114


Pero el Gobierno le repuso enérgicamente, y los Anar-
quistas fueron confundidos con las manifestaciones so-
lemnes de la Milicia, cuyo nombre habian usurpado el dia
29, y de la guarnicion quc se ofrecia en apoyo de las leyes,
de las autoridades, y del orden público.


Por los mismos dias ofrecia la Ciudad de Cadiz el es-
pectáculo triste de un Pueblo, cuyas Autoridades por debi-
lidad ó por miedo, ceden al impulso de las facciones. El
24 se paseó por las calles el retrato de Riego, á que se
siguieron las escenas de desorden que debian esperarse;
y habiendo en consecuencia nombrado el Gobierno para
relevar al Gefe Político Jáuregui al respetable General
Venegas, se reunieron los Anarquistas en la plazuela de
San Antonio; quemaron el Universal, porquc contenia un
artículo favorable al orden público; sc dirigieron á casa de
aquel, que convocó las Autoridades Municipales, y todos
acordaron una insolente representacion, en que se injuriaba
la Sagrada Persona del Rey, se ultrajaba al Gobierno, y
que podia mirarse como un verdadero acto de rebelion.


Poco despues, á pretesto de que el Gobierno no habia
resuelto su representaeion de 29 de Octubrc, lo que real-
mente pendia de no tener fuerza suficiente para castigar
el atentado, se dirigieron el Ayuntamiento y Diputacion
Provincial al Rcy y el las Cortes, clamando contra el Minis-
terio; y como este hubiese enviado en posta en lugar de
Venegas al General Baron de Andilla, alentados por los
sucesos y con las Autoridades al frente, negaron á este
General la entrada y la obediencia, y dirigieron á la Dipu-
tacion permanente una nueva y mas escandalosa represen-
tacioIl. Igual aspecto ofrecia Sevilla, donde el Gefe Político
Escovedo y el Capitan General Velasco, puestos al frente
de una Junta de Autoridades en el mayor desorden, nega-
ron la obediencia al Gobierno, prohibiendo permanecer en
la provincia á los que este designaba para remplazados.




1 l ;)


Mas siguiendo el onlen cronológico, llaman lluestra
atencion los sucesos de Valencia, resultados de las famosas
circulares, cuyo éxito fue allí distinto, pues lo fue la con-
ducta de las Autoridades.


El 12 de Noviembre se recibieron en los Clubs de Va-
lencia las representaciones de Cadiz y Sevilla, y las ins-
trucciones para imitar su egemplo. En efecto, se reunió
la ya no Sociedad sino Tertulia Patriótica, y mandó una
diputacion al Gefe Político, para que concurriese á ella y
convocase al Ayuntamiento.


El Gefe se negó, y les fue preciso contentarse con buscar
firmas, () como sucedió muchas veces, con firmar uno por
doscientos, para abultar el número de los suplicantes, con
el objeto de representar contra el Ministerio; mas el 15 de
Noviembre no fue solo la Tertulia Patriótica; el Ayunta-
miento mismo representó osadamente contra el Gobierno,
mas sin el escúndalo que en Cadiz, pues no quisieron fir-
mar el Gefe Político ni el Caritan General.


En la Coruña no se manifestaron hasta el 17 del mismo
Noviembre los resultados de las comunicaciones secretas
de las Sociedades, pero en este dia, cumpliendo servilmente
con las órdenes recibidas, hubo reunion en la plaza; se
gritó, se alborotó, y se representó por fin contra el :Mi-
nisterio.


La posicion de este se hacia cada día mas crítica, era
precÍso que se interpelase la autoridad de las Cortes, y en
efecto se hizo; si ellas le hubiesen sostenido, acaso la Nave
del Estado no hubiera zozobrado.


¿ Qué mejor demostracion que estos sucesos, de los
defectos esenciales del sistema político? Las Sociedades
secretas se aprovechaban de la falta de fuerza del Poder
Egecutivo, y en la lucha entre ellas y el Gobierno, este
vacilaba y acudía al Poder Legislativo, que si por una
parte tenia alguna fuerza, no estaba exento de la influencia


1 :2




I lti


de aquellas, como se vió en este caso, en que la esperiencia,
confirmando las sólidas doctrinas, demostró evidentemente
los vicios de la Constitucion, presentando al Estado sin
equilibrio en sus Poderes, y por falta de él sometidos todos
á la accion é influencia de los partidos.


BI mensage del Rey, firmado en San Lorenzo el 25 de
Noviembre, se leyó por el -Ministerio á las Cortes en la Se-
sion del 26, y en ella misma se acordó una contestacion,
si bien general, respetuosa y prudente, que hacia esperar
otra conducta de parte del Congreso, que la que en realidad
tuvo. [N° 42 de Documentos.] Llevada esta cuestion á
las Cortes, no podia menos de producir sesiones acaloradas
y turbulentas; la causa dcl Ministerio en principios era
clarisima, pero los intereses, ó mas bien el desenfrenado
espíritu de faccion, debia crear un gran obstáculo, opuesto
por el partido de oposicion de las Cortes, y por la influencia
clandestina de las Sociedades secretas, de las que eran
obra los movimientos y las representaciones de todas
partes.


Todo lo eonocia la Comision que debia dar su dictamen,
pero fuese por temor ó por conformidad de ideas, hasta
cierto punto, de alguno de sus individuos, le dió con la
ingeniosa invencion de dividirlo en dos partes, una pública,
y otra que se decia reservada, y que debia hacerse pública,
cuando la primera se hubiese aprobado; ambas se reducian
sustancialmente á decir, en la primera, "La desobe-
diencia de esos pueblos constituidos en verdadera rebe-
lion es criminal, si bien disculpable." Y en la segunda;
" Los Ministros son la causa de los males públicos; es me-
nester reformar el Ministerio."


Esto era lo que decia la Comision, traducido allenguage
sencillo de la verdad, en su dictamen, que descubrió el velo
con que cubría el golpe funesto contra la dignidad del
Trono, y por consiguiente contra la existencia del Gobierno;




II i


pero el Ministerio no pudo menos de presentarse en las
Cortes para defenderse. El Ministro de la Gubernacion
Feliu hizo ver á la par de la justicia de su causa, su talento,
su saber y su fuerza, que hubieran podido ser de grande
utilidad al Estado en tiempos menos turbulentos, y sin las
pasiones que arrollaban tan distinguidas calidades .


.Muchos discursos elocuentes se pronunciaron en estas
célebres sesiones; en unos se ostentaron principios Anár-
(Iuieos, y destructores del orden social; en otros, principios
sanos y doctrinas conservadoras; pero si todos y la discu-
sio11 entera presentaron la cuestion de un modo luminoso, el
triunfo fue para los Anarquistas, pues aunque se dijo al
Rey en un primer mensage, que desaprobaban las Cortes los
principios anárquicos, en el segundo declararon, que el
.Ministerio habia perdido la fuerza moral; declaracion que
decidió el triunfo de la Anarquía y de los intereses revolu-
ClOnanos.


No es dificil prever los resultados, que esta conducta
indiscreta debia de producir sobre los negocios públicos:
decidida de hecho la gn:.n cuestionde que el Poder Egecutivo
podia ser víctima de las facciones, y juguete del poder gi-
gantesco y mal concebido de las Cortes, ya quedaba tam-
bien resuelta la no menos gran cuestion de que no podia
existir tal sistema de Gobierno. El triunfo de los Anar-
(luistas no era en verdad únicamente suyo, lo era de los
enemigos de las reformas, que podian decir al mundo entero:
Vecl e1 sistema Constituc~ional; con el es incompatible el or-
den público; el Trono es vilipendiado, y esclavo desprecia-
ble de las Cortes; el Gobierno es tan debil, que existe á ]a
merced de un centenar de miserables que gritan en las pla-
zas y en las calles; existe un Poder secreto superior al
Rey, al Gobierno, á la razon y á la justicia; este es pues el
decantado Gobierno Constitucional. ¿.Y (Iué responder á
tales inculpaciones?


Declaracian
de las Cortes
en contra del
Mini3terio
en Diciembre
de 18:21.




Sociedad
Constitucio-
nal, llamada
vulgarmente
dd~Anillo.


llK


Los hombres (Iue de buena fe se habian lanzallo cn la
arena de las variaciones políticas, con la esperanza de ver
mejorada la suerte de su infeliz país, vcian frustradas sus
esperanzas, y aun se consideraban espuestos á ser instru-
mentos inocentes, no solo de desaciertos, sino tal vez de
crímenes; les era necesario oponerse al torrente rcvolu-
cionario que amenazaba arrastrarlo todo) y he aqui la razon
príncipal que dió existencia á la Sociedad llamada Consti-
tucional, que vulgarmente se llamó del Anillo.


El objeto de esta Sociedad fue contener los progresos
de la Anarquía, reuniendo se hombres respetables, aun para
los partidos mismos, con el objeto de combatirlos todos,
sostener el Gobierno y la dignidad de la Monarquía. Al-
gunos de los fJue concibieron el proyecto, habian abando-
nado las Logias, apenas las vieron convertidas en teatros de
intrigas y de intereses privados; y fijos en el principio, (le
(iue las Asociaciones secretas podian reducir:5e, anularse, eS
neutralizarse por otras mejor establecidas, conservaron to-
davía la idea de que se exigiesen forlllalic1ades lJHI'a el in-
greso en la que intentaban establecer; que usasen de un
anillo sus individuos; yen fin, quc conservase cierto caracter
de Soeicdad secreta; mas no prevaleció el proyecto, dcter-
minandose que no tubiese nada de secreta, ni se imitase á
estas en signos, formalidades ni otra cosa alguna, antes
bien dando conocimiento á la Autoridad Civil, tomar el
caracter de literaria, sin abandonar por eso el objeto prima-
rio que produjo la idea de su reunion.


Bien pronto empezó esta Sociedad á ser el blanco de los
tiros de los Anarquistas: para ridiculizarla inventaron la
denominacion de Anilleros con que designaron á sus indi-
viduos; pero mas rIdículo que el que le procuraban los
Anarquistas, se procuraban ellos mismos por su propia
nulidad, debida á la debilidad de algunos indivicluos, (')
acaso (j la no muy ¡mella fe de otros.




11 !J


lnutiles fueron los esfuerzo::; de la mayor parte de sus
individuos: existian, es verdad, en la Sociedad misma ene-
migos abiertos del desorden y jacobinismo, pero sus buenos
deseos se estrellaban contra la inercia de los demás que,
por error ó temor, transigian cuando menos con las malas
doctrinas; asi fue que no se realizó el proyecto de publicar
un periódico que las combatiesen, ni el público vió apenas
otros trabajos que dos bellos discursos del Príncipe de An-
glona su Presidente, que hacen honor á sus opiniones y
entereza.


Esta nulidad dió nuevas armas á sus rivales, las Socie-
dades secretas; y el Zurriago, la Tercerola, el Espectador,
y el Eco de Padilla, periódicos que las servian de órgano,
y que entonces alimentaban la atencion pública con men-
gua de la sensatez Española, la atacaron cruelmente, con-
cluyendo á poco con ella las esperanzas que produjo en los
amantes de la Monarquía su establecimiento.


Abatidos quedaron los amantes del orden al ver desapa-
recer las esperanzas de contrarrestar la anarquía, con qnc
les habia lisongeado momentaneamente la aparicion de la
Sociedad Constitucional, mirada por un tiempo, como un
punto de reunion de los Constitucionales, amantes de su
Patria; y bien pronto como inutil, ya por su inercia, ya
por ver en ella ciertos hombres, cuyas opiniones estaban en
el fondo lejos de un medio justo, y de las que profesaban la
mayor parte de los individuos de la Sociedad Constitu-
cional, nada hizo sino sentir en silencio la triste suerte
del Estado, pues los Ministros fatigados, y comprometida
su delicadeza, se decidieron á abandonar sus puestos des-
pues de las célebres Sesiones del 9, 10, 11, Y 13 de Di-
ciembre; lIlas no era solo la variacion del Ministerio los
resultados mas fatales de estas sesiones, om.inosas á la
causa de la libertad, la disolucion Social debía ser fiJrzosa-
mente su precisa consecu('Jlcin.




I ;¿O


Los que se decian Constitucionales en Valencia, vilipcu-
diaban el 7 de Enero la Autoridad civil; yel Ayuntamiento,
puesto á la cabeza de los anarquistas, hollaba todas las
leyes. En Badajoz, poco antes, un joven calavera en la
Sociedad patriótica atentaba contra el orden público; en
Sevilla y Cadiz no podian dejar de obrar, como era de
esperar de la conducta debil y contemporizadora de las
Cortes; el Gobierno, apoyado en el primer mensage, lo
publicó en Gaceta estraordinaria, y renovó sus órdenes
separando las Autoridades de Sevilla y Cadiz; pero estas,
íirmes en Sll decision que habia sido mirada con indul-
gencia y aun disculpada por las Cortes, se negaron abierta-
mente el la obediencia. Una nueva representacion de
Sevilla á las Cortes, mas revolucionaria que las anteriores,
hizo ver á estas su error, y que no eran ideas de libertad
sino intereses de faccion y miras ambiciosas, las razones
(lue habian promovido la escandalosa rebelion de Sevilla y
Cacliz, en desobediencia abierta del Gobierno, habiendo
en ellas vilipendiado y despreciado aun ;í las mismas
Cortes.


No pudieron, pues, negarse á la evidencia con que el
Gobierno ofrecía de nuevo un hecho, que en cierto modo
debia de decidir su triunfo, si no en el momento, pues ya
estaba dado el indiscreto paso de la declaracion de la pér-
dida de la fuerza moral, al menos en el resultado; mas
para en lo posible repararla, su ingenioso autor hizo en
este caso una nueva proposicion para que se declarase:~
Haber lugar d la formacion de causa á las Autoridades de
Sevilla.


Las razones eran tan fuertes, y los partidarios del orden
esforzaron la discusion con tan bellisimos discursos, que
aun los mas encarnizados Jacobinos, si bien no dejaron de
defender su causa en la de los anarguistas de Sevilla y Ca-
diz, no lo pudieron hacer sio.o muy debiJmellte; así fUf:',




1~1


quc 8C acordó por 112 votos contra 30, la formacion de
causa contra los que firmaron la represcntacion de Sevilla,
y poco despues contra Jáuregui y demas autores de los
succsos de Cadiz.


Si no hubiera razones suficientes para probar el espíritu
revolucionario y la importancia de los 8ucesos de Cadiz,
Sevilla, la Coruña, Badajoz y otros puntos, bastaría con-
siderar su desenlace; la simple declaraeion mencionada
concluy() con toda aquella farsa, tomando tranquilamente
posesion de sus puestos, Romarate y Escario en Cadiz, Mo-
reno y Alvistu en Sevilla, y Latre en la Coruña.


Mas los 8acudimientos políticos de esta naturaleza en
un Gobierno tan debil, no podian mcnos de adelantar su
ruina: es verdad, que las Cortes adquirieron la circunspec-
cion y cordura con que concluycron su legislatura estraor-
dinaria; pero les sucedió lo que Madame de Stael dice en
sus consideraciones de la revolucion Francesa, de la Asam-
blea Constituyente; " Que la sabiduría le habia llegado
como .i los ancianos, cuando ya no tenian energía."
Nuestras Cortes fueron sabias, cuando habian atropellado
intempestiva é indiscretamente intereses y preocupaciones;
cuando habian subministrado pretestos de descontento á la
clase mas poderosa de un país, en que el Clero tiene tanta
importancia; cuando mas de una vez habian sido tran-
quilas espectadoras de ataques descarados contra el Trono
dados por los anarquistas; cuando, en, fin habian vili-
pendiado al Gobierno, y de hecho le habian debilitado,
creando así todos los elementos de una verdadera disolucion
social.


¿, Qué podian apetecer de mas lisongero los enemigos de
las reformas? En Cadiz, en Sevilla, en Valencia y otros
puntos se gritaba, Viva la Constitucion, y el desorden, la
anarquía y el derecho de insurreccion eran sancionados por
la aquiescencia de la Autoridad: nada mas sencillo q llC




aprovechar y hacer aplicacion del Husmo derecho, tÍ la:,;
voces de Viva el Rey absoluto. En efecto, en fin de Di-
ciembre las Provincias Vascongadas y Navarra estaban
infestadas de facciosos, que se llamaban defensores del
Altar y del Trono: varios pueblo:,; de Aragon, como
Alcañiz, Calatayud, Alagon y Caspe, sublevados en masa


'


r gritando Viva Dios Viva la Vir"en v Viva la Reli"ion
'"' , , b J b ,


negaban tambien su obediencia al Gobierno, deponian
Autoridades y las ponían nuevas, si bien la conducta firme
y prudente del General Alava, nombrado Capitan General,
apacigu6 casi del todo el reyno de Aragon. En Pamplona,
ostigados los habitantes por los gritos de Viva Riego y por
canciones insultantes, contestaban á pedradas á los grita-
dores, y daban algunas voces de Viva el Rey absoluto. El
campean de la fe Juanito, ó el de la Rochapea en Navarra,
Crespo y Dominguillo en la provincia de Alava y algunos
otros, salian á campaña, segun decian, en defensa del Altar
y del Trono; en la Serranía de Ronda tambien se advertían
síntomas de reaccion anticonstitucional; Gerona, una
plaza fuerte, aunque desprovista y muy destruida, era
atacada P9r los facciosos; en Cataluüa, en cuya Provincia
á fin del año de 1821 habia habido ya nueve conspiraciones
contra el Sistema Constitucional, si bien solo tres estalla-
ron, y aun estas fueron contenidas por el celo de Zarco del
VaIle; en Orense aparecieron tambien, y en toda EspaÍla,
en fin, pululaban nuevas y repetidas conspiraciones anti-
constitucionales.


Tal era pues el estado de los negocios públicos al fin de
Diciembre de 1821, estado que debia influir en probar á
las Cortes la necesidad de apoyar al Gobierno, cuyo reme-
dio era ya tardío; además, los Anarquistas no renunciaban á
llevar adelante sus miras revolucionarias, antes bien crecian
asegurando su triunfo, ya en haber derribado el Ministerio,




que hizo dimision, y fue admitida en 9 de Enero de 1822, Conclunda
á los cuatro Ministros, de la Gubernacion de la Península Admin(stra~


cion (lel i\Ii-
Feliu, de la Guerra Salvador, de Estado Bardagi, y de
Hacienda Vallejo, el que algun tiempo hacia habia rempla-
zado á Barata; ya en haber triunfado en las nuevas
elecciones, logrando traer á las Cortes algunos individnos
con pocas garantías, y que por tanto, se resentía el or-
gullo nacional, viendolos aparecer como Procuradores de
sus pueblos.


Pero veamos como terminaron su carrera sus ante-
cesores: el desengaño tardío de los mas, favoreció las
leyes propuestas para restringir la libertad de Imprenta y
el derecho de peticion, en cuya discusion interesante bri-
llaron los Diputados juiciosos, que hubieron de luchar con
el terrorismo de sus contrarios, manifestado, no solo en la
tribuna del Congreso, sino tambien fuera de eHa.


Los dignisímos Diputados Condc de Toreno y Martinez
de la Rosa, en una de las Sesiones sobre las Leyes represi-
vas, atacaron las doctrinas anárquicas con un calor digno
de la causa (Iue defendian: sus discursos fueron interrum-
pidos por los anarquistas, pero los continuaron y con-
cluyeron con todo el valor y caracter propios de EspaIlOles
de tiempos mas felices; mas si no pudieron imponerlos
dcntro del Congreso, lo procuraron á la salida de él con
insultos, amenazas, y con haber cometido el horrible aten-
tado de allánar la casa de Toreno para buscarle y asesi-
narle ; suceso que escandalizó á los amigos del orden, y fue
vigorosamente sostenido por las dignas Autoridades de
Madrid San Martin y Morillo, y que al dia siguiente pro-
dujo una manifestacion solemne y vigorosa de las Cortes,
en donde se presentaron con sercnidad admirable, Toreno y
Martinez de la Rosa, á denunciar ante el Congreso y la
Nacion entera la inaudita tropelía cometida en las personal'
de do,: de "u,: representantes,


nisterio ue
Fcliu.




Se cierran
las Cortes
Estraordina-
rias el 14 de
Febrero de
1822.


12-4


ReHisima fue esta Sesion, en que combatieron vigorosa-
mente la anarquía y sus consecuencias muchos Diputados,
señaladamente Cuesta, Zapata, Don Marcial Lopez, Cala-
trava y otros. No fueron perdidos estos últimos dias de la
existencia de las Cortes, pues no solo dieron elementos de
fuerza al nuevo l\linisterio que el Rey nombrase, con las
Leyes represivas de Libertad de Imprenta, del derecho de
peticion, del de discutir en público materias políticas, y
por último con el Código penal, y division del territorio,
sino que una nueva amnistía en favor de los facciosos de
N avarra, ampliando la de Salvatierra, dejaba abiertos
medios de conciliacion al Ministerio quc empezase con
tales áncoras la nueva aclministracion.


Así terminaron sus funciones legislativas los Diputados
de las primeras Cortes posteriores al restablecimiento de la
Constitucion, cuya conducta, examinada con imparcialidad,
ofrece un vasto campo de reflexiones á los que quieran
estudiar los trámites por que pasan las Naciones de un
estado á otro, la índole del corazon humano, los efectos de
las pasiones, la tardanza de los desengallOs, y la dificultad
d{;:] escarmiento.


Vieronse en ellas ilustracion, patriotismo, celo, probidad
y otras virtudes, al lado de ignorancia, espíritu de partido,
mala fé, y otros defectos ó vicios; la razon luchando con
los errores; sanas doctrinas sofocadas y vencidas, hasta los
últimos tiempos, por falsa sabiduría y mezquinos intereses.
El 14 de Febrero se cerraron sus Sesiones asistiendo el
Rey, sin que hubiese habido ningun incidente de impor-
tancia, si bien los momentos considerados poli tic amente
eran interesantisimos. [N° 43 de Documentos.]


Los nuevos Diputados, entre los que se hallaba Riego,
ya estaban casi todos reunidos en la Capital: intrigas y
maquinaciones de las Sociedades secretas, de cuyo seno




12;')


habia salido la mayoría de los nuevos candidatos anuncia-
ban nuevas turbulencias y agitaciones en sentido Jacobino;
Riego habia sido elegido el 26 de Febrero Presidente de la
Junta preparatoria, y enseguida de las Cortes para el
primer mes, con 10 que pudo, aprovechando la ocasion,
nombrar para las Comisiones mas importantes á los mas
distinguidos Coriféos de su partido. Todo, en fin, presen-
taba un aspecto lúgubre para los amigos sinceros del orden
y de las leyes; el Trono, pues, iba á quedar á merced de
una Asamblca que presentaba fundados temores de verda-
deramente revolucionaria, ¿ que podia hacer en tal caso?
Un Ministerio vigoroso y compuesto de hombres honrados
era el único dique que podia oponerse al torrente. El Rey
lo conoció, y trat6 de buscarle entre los que en las Cortes
anteriores se habian mostrado enemigos de la anarquía, y
de aqui haberse dirigido personalmente á Toreno, que se
escusó y march6 á Paris, contentando se con indicar al
digno y honrado Martinez de la Rosa para que fuese la
cabeza del nuevo Ministerio. En efecto, el Rey llamó á
Mal'tinez, y en su triste situacion le rogó que le aceptase;
las circunstancias eran dificiles, Martinez lo conocia, y se
resistía á hacer el sacrificio de su reputacion, pero supli-
cado por el Monarca, su lealtad no pudo resistir; exigió
únicamente para aceptar, la cooperacion de Moscoso en el
Ministerio de la Gobernacion, y la de Garely, en el de
Gracia y Justicia; uno y otro fueron llamados por el Rey,
y ambos se resistían igualmente á ocupar un puesto lleno
de espinas, y en el que era necesario empezar por encade-
nar el Monstruo de las Cortes que amenazaba al Gobierno,
pero campeones ilustres en defensa del orden, de las leyes
y del Trono, no pudieron al cabo negarse á lo que inspi-
raba el honor, el deber y la lealtad. ¿ Qué contestar á un
Rey que dice; "Qué será de mí, si los hombres honrados
me abandonan en estos momentos?" Moscoso, Martinez


El Mínisterio
de Martinez
de la Rosa,
:Yloscaso, y
Garely em-
pieza ;uAd-
ministracían.




Abren las
Cortes sus
Sesiones el
l° dc Marzo
de 1822.


Sucesos de
Aranjuez en
Febrero de
1822.


Sucesos de
Barcelona en
fin de Febrero
de 1822.


1:20


y Garely eran demasiado honrados para recusar ni los
peligros, ni aun el sacrificio de su reputacion y aun de su
existencia; aceptaron pues, y sus nombramientos se comu-
nicaron á las Cortes con los de sus compañeros Balanzat
para Guerra, Bodega para Ultramar, Sierra Pambley para
Hacienda, y Romaratc para Marina, el dia de su apertura
el 1° de Marzo de ] 822.


Muy triste lució para ]os buenos Espafioles ellO de
Marzo de 1822, en que se abrieron las Sesiones de las
nuevas Cortes con asistencia del Rey, á cuyo discurso hubo
de contestar el Presidente Riego [N° 44 de Documentos].
El que recuerde la cuerda política de este, y la parte que
las Sociedades habian tenido en las elecciones, no podrá
menos de justificar el temor de aquellos, que con razon
presagiaban lo que vino á suceder; bicn pronto confir-
maron sus temores al ver desechados los poderes de los
Diputados de Cuenca, que tenian concepto de moderados,
y aprobados con violencia de la Constitucion misma, los
de Escovedo procesado todavia por las turbulencias de
Sevilla; pero antes de seguir el curso de sus Sesiones,
demos una ojeada sobre la Península, cuya suerte era el
juguete de encontrados partidos.


En el Real Sitio de Aranjuez el 27 de Febrero, encarni-
zados los partidos, unos contra otros, se atacaban por las
calles, y el Gefe Político de la provincia, San Martin, tuvo
que trasladarse á aquel Real Sitio, y desplegar toda la
energía y todos ]os medios de prudencia para calmar la
escision de opiniones, lo que logró, pero que no era posible
estinguir.


En Barcelona el 25 de Febrero fue notablemente turbada
la tranquilidad por la desobediencia escandalosa del Coronel




l:d i


de la Milicia Nacional, habiendo se negado á dar á reconocer
al Teniente Coronel nombrado con todos los requisitos, y
la Autoridad le suspendió del mando. Irritado el partido
exaltado, que le sostenia, tornaron las armas en su favor
algunos milicianos, y aquella Ciudad populosa hubiera sido
teatro de una trágica escena, si la prudencia y firmeza de
las Autoridades, de la guarnicion, y resto de la Milicia, no
hubiesen impuesto á los amotinados, y hecho tirunfar el
orden y las leyes con el arresto del Coronel y sus principales
cornpaileros.


En Valencia se manifestaban tambien disensiones entre
la tropa de artillería y algunos milicianos; representando
el Ayuntamiento para que se hiciese salir de la Ciudad al
escuadran de aquella arma; y en Murcia igualmente habia
alguna alteracion, producidas todas por las indiscreciones
é impertinencias de los que se decian patriotas, que se
consideraban con derecho para insultar las personas tran-
quilas, sin mas razon que porque desaprobaban sus dema-
sías, y vivian poco contentos en el estado de ansiedad que
producen las agitaciones continuadas.


No era menor el que presentaba la Corte, donde por
fortuna no tardó mucho en conocerse la razon con que la
mayoría exagerada del Congreso temia la rivalidad del
Ministerio.


El benemérito Garely, digno Ministro de Gracia y
Justicia, fue el primero que se presentó en la lid, para
devolver el Decreto de Señoríos que el Rey no quiso
sancionar, presentando á nombre del Gobierno un nuevo
proyecto, que fue despues desechado, y desde luego se
conoció lo que el Gobierno podia esperar de las Cortes.


Acaloradas estas en todas direcciones, vagaban de idea
en idea, sin fijarse en ningun punto determinado, y solo
ocupandose de temores y de maquinaciones, que creian
amenazar su existencia en todas partes y á cada momento,




1:¿8


pero al cabo, en las Sesiones del 8 y 9 de Marzo se deci-
dieron y empeñaron en hostilizar abiertamente al nuevo
Ministerio, que á la sazon no se hallaba presente.


El Presidente atacaba al Ministerio por no haber pagado
las recompensas acordadas por Quiroga al egército de la
Isla: otro Diputado en un discurso con todo el fuego de
su volcánica imaginacion, atribuía la causa de los males
públicos, sobre todo de América, al Ministeri('), olvidando
que él habia sido Ministro, y que su administracion podia
ser atacada. Otro Diputado en fin, con un ardor digno
de la Convencion, dijo, que los Patriotas eran los perse-
guidos y otras mil proposiciones de esta especie, y pro-
puso por fin se llamase al Ministerio.


En efecto, en la noche del 9 de Marzo se presentó el
Ministerio en las Cortes, á sufrir una especie de residencia
la mas altamente necia é inutil, que ha presenciado ningun
Cuerpo Legislativo del mundo. El Ministro de la Gober-
nacion' Moscoso abrió la Sesíon, y con una serenidad y
fuerza de caracter admirables, contestó al ridículo interro-
gatorio que se le hizo: las ocurrencias de Barcelona del
Coronel Costa fueron el primer cargo, que fue satisfecho
de un modo victorioso; Galiana le interrogó sobre la
famosa causa del 10 de Marzo de 1820 en Cadiz ; Saavedra
sobre el asesinato del Marques de Torrc-Blanca en Lucena ;
Gonzalez Alonso sobre sucesos de Murcia; Reillo sobre
los de Orihuela, y Rico, sobre puntos generales, tí que
satisfizo Martinez de la Rosa, Ministro de Estado; y á
otros de la administracion de Justicia, á que satisfizo
Garely, Ministro de Gracia y Justicia.


Tan vagas y ridículas fueron las acusaciones de las
Cortes al Ministerio, corno vigorosas y concluyentes sus
contestaciones; y tal es la fuerza de la razon y de la
opinion pública, por mas que procuraba estraviarla el
espíritu de partido y las pasiones, que el Ministerio obtuvo




129


un completo triunfo, llue le produjo una fllerza moral, lpW
hizo eOllcebir grandes esperanzas de su Administracion.
El mismo Presidente de las Cortes, Riego, en el calor de la
discusion advirtió al Diputado Reillo, que los Secretarios
no habian ido á las Cortes á ser acusados, sino á contestar
á las preguntas que se les hiciesen, y despues observó ,¡]
Diputado Rico no descendiese á personalidades; al fin
terminó esta escena con acordar se nombrase una Comisioll
que informase del estado político de la N acion.


Esta notable ocurrencia no podía bastar á contener el
impulso dado al Congreso por el partido de la revoluciono
Es verdad, que el Presidente propuso formalmente se pro-
hibiese el grito de Viva Riego, de que se había abusado,
pero la ocasion favorecía las escenas propias de tiempos
turbulentos. El batallon de Asturias, que con él se había
alzado en las Cabezas, proporcionó, á su paso por Madrid
para Aragon, una solemnidad de esta especie.


La Sesion concluyó, corno va dicho, con que se nombrase
una Comisioll para que informase del estado político de
la Nacion; pero si fue este el resultado de esta ruidosa
Sesioll, en que por la primera vez había obtenido el Poder
Egeeutivo un triunfo mor:ü sobre las Cortes, estas no aban-
donaron su carrera revolucionaria. Riego quiso ostentar
nuevamente su triunfo de las Cabezas, haciendo que el
regimiento de Asturias, que fue el que le acompañó en su
primera espedicion, recibiese una distincion particular de
las Cortes. En efecto, este regimiento formado se presentó
delante del edificio donde se reunian las Cortes, el Coman-
dante entró á la barra del Congreso, y en un discurso
vehemente, dió gracias á las Cortes del honor que dispensa-
ban al batallan, y estas le dieron un egemplar de la Consti-
tucion, como tambien el Leon que debía substituir en todo
el egército EspaDol á los antiguos Pendones de Castilla, y
concluyó su discurso con entregar en las Cortes el sable


K




]30


que llevaba puesto, que dijo ser el mismo que Riego usó el
dia de la insurreccion militar de las Cabezas de San Juan.


Otra ocasion semejante presentó el anuncio hecho en la
Sesion del 20 de Marzo * del hallazgo de los huesos de
Bravo, Padilla y l\1aldonado, Comuneros de Castilla, con
lo cual la Sociedad que habia usurpado este título, y habia
adquirido ya á la sazon fuerza é influencia, tratnba de au-
mentarla.


Así se fomentaba el entusiasmo de los prosélitos de ]a
revolucion, á costa del descrédito en que caian ellos mis-
mos, y aun las Cortes, ocupadas de estas y otras cosas
semejantes, como la deliberacion que motivó el aviso ver-
bal del Presidente, de rencillas poco importantes ocurridas
entre soldados en Jos arrabales de la Capital.


En tanto el Gobierno, firme en sus principios, penetrado
de la necesidad de refrenar á los revolucionarios de dentro
y fuera del Congreso, y convencido de que en las Socieda-
des secretas estaba su apoyo y direccion, las combatian
directamente, ya publicando sus Estatutos y misterios con
lo que las ridiculizaban, ya no dando opcion á los empleos
á los que pertenecian á ellas, por solo este título. [~O 45
de Documentos.]


Mas las Cortes abrigaban todas las vulgaridades, pro-
ducidas por el espíritu de partido, para hostilizar al Go-
bierno, que siempre triunfaba de ellas; una prueba de esta
verdad la subministra la Sesion del 2:3 de Marzo, promo-


* En esta Sesion se anunció á las Cortes el hallazgo de los huesos de los
Gefes de los Comuneros de CastiHa Bravo, Padilla y i\Ialdonado, hallados en
los Campos de Villalar junto á Zamora, sin mas objeto, que exigir de las Cor-
tes un Decrdo para erigir monumentos de memoria á los huesos del primer
difunto, que acaso les cayó entre las manos, pues segun datos respetables,
parece que los cadáveres de estos desgraciados, que no murieron en la batalla
sino decapitados, existen unos en Salamanca y otros en Toledo, en los se-
pulcros de sus familias que los reclmnaron entonces, y á las que les fueron
entregados.




131


vida por las agitacioncs de Valencia, endonde á la voz de
Viva Riego, apedrearon la tropa de artillería y del regi-
miento de Zamora en la retreta, la cual como era justo se
defendió ~ hirió algunos de los anarquistas, que apellidan-
dose Pueblo, representaron á las Cortes por conducto del
Ayuntamiento, pidiendo satisfaccion del agravio que ellos
mismos habian provocado.


Sucesos semejantes se verificaron en Pamplona el 20 de
Marzo; paisanos injuriados por militares indiscretos se
defendian de los insultos, y la Milicia tomaba parte á su
filvor. Las Cortes, como siempre, deseosas de ingerirse en
todo, se ocuparon de este asunto, y de su discusion resultó,
á propuesta de un Diputado, desarmar dicha Milicia, y de
consiguiente ofenderla en momentos que todo hacia recejar,
que la frontera de Francia se resentía de las maquinaciones
del Gobierno Francés, que en nada tenia apoyo mas efec-
tivo que en las indiscreciones y desaciertos de las mismas
Cortes.


Estos se multiplicaban todos los dias: ya atacando las
primeras clases en la Ley de SeüorÍos, devuelta por el Go-
bierno segunda vez sin sancionarla; y al Clero en el
arreglo proyectado; ya protegiendo de un modo ostensible
los anarquistas; ya viendo con fria indiferencia los escán-
dalos producidos por el abuso de la libertad de Imprenta * ;
ya, en fin, estrechando ]a posibilidad del Gobierno, ncgan-


* Desde e17 de Marzo de 1820 ya hemos hablarlo mas de una YCZ de
los a1msos de la libertad de Imprenta, con la cual se habian ofendido tan-
tos intereses y proyocado tantas pasiones. Las cartas del Pobrecito Hol-
gazan, que se atribuyeron al Presbitero :'diñano, llenas de sal, habiaYl em-
pezado esta carrera, que ofendiendo al Clero tanto mas vivamente, cuanto
lo hacia con tanta gracia y precision, que produjo {¡ su Autor justa nombra-
día para manejar el ridículo, muy superior al mérito que desplegó el mismo
Autor en sus escritos de fondo, tales como su Discurso sobre la Libertad de
Imprenta, como tambien en su impugnacion del discurso de Chateaubriallll.
Al Pobrecito Holgazan le ~iguieron los lJcriódicos de que hemos hablado


K2




132


dole mezquinamente los medios pecuniarios; y ocurrien-
doseles solo, para remedio de tamaños males, medidas in-
significantes y aisladas, en las que brillaban á la par la
imprevision y el espíritu de faccion, olvidandose absoluta-
mente del bien público. No podemos escusarnos de re-
ferir una de ellas, exigiendo la responsabilidad al digno
General Sanchez Salvador, Ministro que había sido de la
Guerra, sobre la causa formada á un Coronel y ú un
Teniente Coronel, á la sola razon de ser Comuneros, cuya
calidad parecía darles derecho á hacer lo que quisieran,
sin dejar de imponer á sus hermanos la obligacion de sos-
tenerlos, fuese la que quisiese su conducta, hollasen ó no
todos los principios.


No podía tan imprudente manejo dejar de producir
nuevos elementos de descontento, y estos se multiplicaban
ya de tal modo, que se tocaban los resultados. En Na-
varra saltaban continuamente chispazos en contra del
Sistema Constitucional, pues no se estinguian Jos restos de
Zavala y de Gorostegui; y en Cataluña en el convento de
Poblet se fraguaba la gran conspiracion, que dentro de
poco habia de hacer del Principado el teatro de una guerra
civil horrorosa y sangrienta. El Baron de Eroles, resen-
tido de la conducta imprudente de los Constitucionales
que le habian echado de Cataluña, poco satisfecho del
Gobierno que le habia hecho salir de Madrid sin em-
plearle, y lleno de una ambicion alimentada por sus cir-
cunstancias, pues simple estudiante en el aílO de 1808, se
hallaba en 1816 de Teniente General de egército, creyó
que debia tornar la direccion que le indicaba la opinion de
gentes poderosas. El pues, fue, aunque no solo, la cabeza


mas de una vez, el Conservador, el E~pectador, el Zurriago, la Tercerola,
el Eco de Padilla, el Diario nuevo de l\farlrid, el Diario de Cadiz, las Sem-
blanzas de los Diputados, y mil otros folletos sueltos, como el Titirimundi,
y el Proyecto de una Constitucion para Efpaña, impreso en ¡'alencia.




¡ ')') dd


por entonces oculta, ele la gran c.;onspirac.;ion de Poblet, y
la3 manos á quienes se confió el princ.;ipio de la obra,
fueron Misas, (Iue por salteador de caminos los tribunales
le tenian impucsta la pena de muerte, JVIosen AntoIl Coll,
:l\liralles, Romagosa, el Republicano de Barcelona Bes-
sien's, y el famoso Maraúoll, Lego de la Trapa, y antes
un avcnturero que se refugió allí para ocultar su nombre y
su existencia, entregado muchos aúos al desorden mas
desenfrenado y á los vicios lllas despreciables.


Todos estos Campeones de la fe, con recursos pecunia-
rios subministrados por el Clero primero y lUego por la
Francia, haDaban gente abundante para sus empresas.
::\Iisas tomó ú Camprcdon el l;"j de Abril, pcro buscado por
el Brigadier Lloveras, fue batido y deshecho, y lo fue
tambicn despues que reforzado se adelantó á Vich obte-
niendo algunas ventajas; volvió á ser atacado por el
mi~lllo, teniendo que internarse en Francia por Puigc.;erdá.
El Trapense q lle inst,wtanealllente reunió fuerzas con las
(lue ocupó á Cern:ra, fue tambien deshecho, despues de
Ulla obstinada resistencia en que tomaron parte los habi-
tantes. Por último el republicano Bessieres fue tambien
destruido y forzado á retirarse á Francia, cuyo Gobierno
adoptó el disimulado medio de desarmarlos al darles cn-
trada en el país.


Lejos de producir estos sucesos en los partidarios d2 la
exaltacioll, ele cuyo número era la mayoria de las Cortes,
HU saludable c1es8ngaílO quc los hiciese mas circunspectos,
crecía su frenesí estimulando al terrorismo, propio de todo
partido estremo. El Ministerio, en lucha abierta con elle",
hubo de tocar los efectos de la mal aconsejada política c.;on
(Jue desde el aÍlo 20 se habia disminuido la fuerza del
egúcito, y esto espEcará tal vez la tibieza que se atribuyó
al ~lillisterio en enviar hacia las provincia conmovidas
tropas <:'n ~Tan número qne sofocasen el mal en su origen.




Siguiendo este paralelo entre el Gobierno y las Cortes,
(. ti ue Espaüol no lamentará la suerte de su Patria? Miell-
tras aquel consolidaba, estas destruian: rohustecida la
Administracion del Estado con la nueva di vision del
territorio, cuidaba el Ministerio de confiar los mandos
ci\'iles y militares á personas dotadas de probidad, de
luces, y del tino que da la moderacion en las opiniones;
proponia á las Cortes un proyecto de Reglamento ele la
Milicia K acional, (lue acarrease esta institucion á S1l salu-
dable fin de que se habia separado escandalosamente *; se
dedicaba á fomentar los manantiales de la riqueza, dallllo
{t la recaudacion y demas raIllOS económicos la importan-
cia que se merecen, y sobreponiendo se con arrogancia á
las turbulencias que le rodeaban, fijaron su consideraeion
en las relaciones esteriores del Estado, y acometieron con
juicio, aunquc sin fruto, la delicada é importante cuCStiOll
de América; tales son los títulos COll que se prescllta su
memoria al juicio de la posteridad, Si las Cortes, mejor
aconsejadas, se hubiesen unido á él, acaso hubiera partido
dc estc punto la prudente rcgeneracion de Espaüa, pero
estaba muy lejos de eso. Apesar de los esfuerzos de al-
gunos de sus miembros, á los cuales no habia afectado
todavia el vértigo funesto, que lIlas adelante sofoclÍ su
razon, las deliberaciones del Congreso seguian el impulso
(le la exageracion dado por las Sociedades Secretas.


En la Sesion de 20 de "YIayo se trató de exigir la respon-
sabilidad al digno Martinez de San Martin, por haber sus-
pendido las reuniones del Club de la Fontana; en la del !)
de Junio cayó la deliberacion sobre la recompensa de los


* Sin embargo tal es el frenesí del e~píritu de partido, que c~tc proyeeto
de Heglmnento fue quemado en la Puerta del Sol por unos emmto:, albo·
r()tadDre~. y en Zaragoza lo fue tam hien en lIllH aHmada. en la ('ual (¡llC-
lllalOn la E"tatuH riel :\Iinicotm de la Gobernarion J\IoccoC'o, aHtnr del ttv-
¡,:'l amcn to.




13.1


que habian jmudo la COllstitucion antes lIlle el Rey, recor-
dando así el principio revolucionario elel lluevo orden de
cosas, tÍ que habian dado otro caract2r el juramento del
Rey y el tiempo transcurrido; y en la (lel ] -1 del mismo
se dirigió él perpetuar los recuerdos del egército de la Isla.


.Mas estos actos demostraban, tÍ la par, imprevisioll,
¡(leas revolucionarias y un espíritu de partido y de faecion
altamente perjudicial á la misma causa que querian soste-
ner, no prolJandolo menos los infaustos recuerdos de las
acaloradas Sesiones de la noche del 3, v de los di as 24 v


" .


25 de Mayo, como tambien las del 3, 20 Y 21 dc Junio,
dirigidas á derribar el Ministerio. En todas, los Diputa-
dos exagerados ostentaron su acaloramiento y su frenesÍ;
varios de estos hostilizaron en ellas abiertamente al Minis-
terio ; y hubo alguno que dijo, que no podian hacer la
felicidad pública personas, que en las anteriores Cortes
habian votado contra la Ley de Señoríos, y contra la de-
claracion que se hizo de la pérdida de la fuerza moral del
Ministerio del año ele 1821; otros hostilizaron tam bien a]
Ministerio, así como al Gobierno Francés; y uno pidió se
exigiese la responsabilidad al Ministro de la Guerra. Al-
gunos Diputados, como Argüelles, Falcó y otros, sostuvie-
ron el partido del Ministerio, y contuvieron hasta cierto
punto, por el pronto, el torrente revolucionario; pero sus
esfuerzos sirvieron para exaltar mas sus contrarios, y el
resultado de estas Sesiones fue únicamente un mensage tÍ
S. l\f., ó mas bien una esposicioll patética, pintando el
estado de los negocios públicos.


Por otra parte, los que se decian defensores del Altar y
del Trono, se animaban por las instigaciones de los intere-
sados en la contrarevolueion. Cataluña en Mayo y Junio
presentaba ya el triste aspecto de una guerra civil, horrible
y esterminadora; Alava y Vizcaya se infestaban tambien
de partidas; en Galicia se habían visto bandas de 100, ;1




Sucesos de
Aranjnez, y
Yakllcia en
~o de :\Ja)'o
de 18:22.


200 hombres que pronto fueron escarmentadas; en N a-
varra proclamas, como la firmada en Roncesvalles por la
llamada Junta de aquel Reyno compuesta toda de Clérigos;
y si bien los facciosos sufrian reveses evidentes en Aragon,
en Tamarite, en la Rioja, en Logroño, en Cataluúa y en
mil puntos diferentes, en todos se presentaba el fenómeno
militar, que las derrotas no debilitaban al enemigo, sino
que se engrosaba á pesar de los triunfos de las tropas Cons-
titucionales, y que las maquinaciones aparecian mas daras
y mas evidentes, <11a par quc el rigor de las Leyes, ema-
nado de las Cortes, que parecía que debía refrenar la au-
dacia de los conjurados, no producía ningun efecto. No
podrémos pasar en silencio, al recorrer estos sucesos, los
ocurridos en Valencia y en Aranjuez el dia de San Fer-
nando, festiyidad del Rey; ni tampoco que batiendose en
Cataluña, en Navarra y en Aragon, Espaúo]es con Es-
pañoles con inaudito encarnizamiento y con éxito diferente
entre ambos partidos, ofrecía España el horrible espectá-
culo de una sangrienta guerra civil.


En Valencia el 30 de Mayo, al entrar los Artilleros en la
ciudadela á hacer la salva de ordenanza en tal dia, se
sublevaron 60 Ú 80 soldados gritando, Muera la Constitu-
cion, Yiya el Rey absoluto, Viva nuestro General Elio,
Muera Riego. Estas voces esparcieron bien pronto la
alarma por la ciudad, pero los Artilleros, sin Gefes ni víve-
res, con pocas municiones y sin ningun apoyo cstcrior, po-
dian resistir poco. En tanto, Elio preso en la ciudadela,
se encerr() cn un cuarto huyendo de los amotinados, con los
que no quiso tomar parte, ni Oficial ninguno del Cuerpo
la tomó en la conmocion, ¿ qué podrian hacer 60 Ú 80
soldados? El Regimiento de Zamora y los batallones de
la Milicia circunvalaron la ciudadela, y publicada la Ley de
Abril, se dió media hora de tiempo á lo~ rebeldes para en~




13i


tregarse ; habiendolo rehusado al pronto, el fuego empezó
de una á otra parte, pero los Artilleros tuvieron que su-
cumbir en la maÍlana del 31. Así concluyó este movi-
miento, que si bien era insignificante en su esencia, daba
lugar á consideraciones de importancia entre Jos hombres
pensadores; pero entre los exagerados produjo únicamente
exaltacion, y en las Cortes la famosa Sesion del 3 de J u-
nio, en (IlIe varios Diputados atacaron al }finisterio de un
modo acalorado y tan desatento como injusto. Los Minis-
tros de Estado y de Gracia y Justicia se defendieron con
vigor y decoro, hasta imponer á sus antagonistas á los que
desmintieron, pues un Diputado tuvo la ligereza de decir,
que Elio había sido asesinado por el pueblo, y elogiar acto
tan sublime; mas no era así, el desgraciado Elio vivía
aun; no fue tampoco entonces criminal, ni tuvo parte
alguna en los sucesos del :30 de Mayo; pero seÍtalado por
víctima d,e los revolucionarios de Valencia, se tomó pre-
testo de este suceso para formarle una nueva causa injusta
é ilegal, y este desgraciado General, que poseia calidades
estimables, como militar, como hombre público, como
ciudadano y Padre de familia, y que si faltó en efecto en
1814, en los momentos que nos ocupan era inocente, y
puede decirse sin temor de ser desmentido, que fue asesi-
nado jurídicamente en 7 de Setiembre de 1822.


Por lo que hace á las ocurrencias de Aranjuez, su causa
es facil de penetrar; la mayor parte de los habitantes de
aquel Sitio pertenecen á la servidumbre de Palacio, y no
era posible que gustasen del nuevo orden de cosas, que por
una parte les presentaba al Rey oprimido y ultrajado, y por
otra ofendía su amor propio y costumbres. La fuerza que
el Gobierno tenía allí se reducia á dos compaÍüas de b,
Guardia, cuyos soldados no estaban mcjor animados; e]
concurso, reunido con motivo de la festividad, abundaba
por la mayor parte en estas mismas idéas, así que no fue




138


dificil estallase, lo que se verificó en efecto, empezando
unos cuantos criados del Rey y granaderos de la Guardia
ú gritar, Viva el Hey absoluto, :Muera la COllstitucion,
con lo que se alteró la tranquilidad pública. Mas por los
mismos principios fue faeil restablecerla; sin combinacion
anterior ni objeto determinado, fue facil sofocar una efer-
vescencia tan inutil como peligrosa para el Trono mismo,
restableciendose el sosiego, luego que tomaron las armas
las tropas y Milicianos de los pue1Jlos inmediatos, contri-
buyendo á ello las personas sensatas, las Autoridades, y
aun los Infantes, cuya conducta fue j uzgaua por los partidos
con la diversidad propia de su oposicion. El verdadero
resultado de este suceso fue la crítica posicion del Minis-
terio en la ya citada Sesion del ~~ de Junio, y en la que,
con menos circunspeccion y caracter de parte de los 1\finis-
tros, acaso el decoro del Rey y de su Real Familia hubiera
sufrido ataques violentos, y hasta cierto punto fundados.


Tristes vaticinios hacian en vista de tales sucesos Los
hombres honrados, amantes del Rey, de las l .. eyes y del
orden público: la existencia del Sistema Constitucional
cada dia era mas precaria, y forzoso por lo mismo, que
procurasen unirse con el Gobierno para conjurar la nube
que se condensaba por instantes, como único medio de
estenninar á un tiempo mismo á los .Jacobinos y á los
que se elecian defensores del Altar y del Trono, y que en
realidad eran todos veruaderos conspiradores. El peligro,
no hay duda, era en todas ocasiones inminente, pues se
veian en Cataluüa, ~ avarra, Vizcaya, Galicia y Aragon
bandas armadas formidables, gritando, Muera la Constitu-
cíon. El circunspecto Ministerio, que dirigía los negocios
públicos, habia tenido que pasar el IG de Mayo una Nota
al Ministerio Francés, quejandose de la conducta de los
emigrados Españoles en Francia; que estaban conspirando
abiertamente contra el Sii:iterna Constitucional, á CIUC este




contestó, que hahía dado órdenes para la internacion de
los emigrados, cuya contestacion recibida en Madrid el ~~
de Junio debia tranquilizar; pero mucho mas el discurso
de S. M. Luis XVIII. en la apertura de las Cúmaras el
mismo 3 de Junio * .


No eran empero los hechos conformes á cRtas palabras,
pero por desgracia no es nuevo en política, que la con-
veniencia se sobreponga á las reglas de una moral severa.


En efecto, el peligro que reune los hombres hizo que los
amantes del bien, aun los de dentro de las Cortes, se unie-
ran al Gohierno; el ] [) de 1fayo se ve una enérgica peti-
cion á S. ~f. de varios propietarios de .Madrid contra los
Anarquistas y en favor del orden público, y puesta á fir-
mar en un parage público, se agolparon las gentes de ca-
raeter á subscribir á aquellas ideas, y en tres días contaba
mas de mil firmas respetables. [N° 46 de Documentos.]


La Diputacion Provincial de Cadiz publicó un bellisimo
Manifiesto, lleno de doctrinas moderadas; la de Vitoria y
otras muchas Corporaciones y particulares abundaban en
los mismos sentimientos; pero las Sociedades Secretas, si
bien dcsacreditadisimas ya en esta época, y aun casi des-
preciadas por sus manejos, no renunciaban á satisfacer su
espíritu de faccion por la prensa y cuantos medios podiaIL
Sus Agentes en las Cortes, algo contenidos por el partido
moderado, y mas por el temor, tampoco abandonaban su
indiscreta y funesta oposicion.


Discutióse en ellas por aquellos dias el nuevo Regla-
mento de la Milicia, que no pudo menos ele empeorarse,


* He mantenido en ~u fuerza las precauciones, que han alejado de nue~­
tra frontera el contagio que desolaha una parte de la E"paña; las circnll~­
tallc.:ias no me pcnniten disminuirla~, y las mantendré todo el tiempo que lo
exija la í"cguridad del país. Solo la maleyolencia ha podido hallar en c~tas
prCC'<lUCiOllCS un prctesto para dCi'figurar mi intcIIeion. (Di,C'urso del Rey
de Franr'ia.)




Se (·ierran
1a~ Cortc5 el1
;30 de' .J linio
.le 1 ~:2:2.


140


pues (lue se desecharon las bases del Mi nisterio; tratl)Se de
los presupuestos de gastos, acordando un nuevo empréstito
(le algo mas de 102 millones, neeesarim; para cubrir el dé-
ficit de los gastos producidos por las circunstancias, cada día
mas perentorias, en que se hallaba el pais.


Llegó en fin el ao de Junio en que las Cortes terminaron
sus Sesiones. [N° 47 de Documentos.] El aspecto político
de España era ,1 la sazan interesante; los errore8 del
Congreso le habian desacreditado, y demostrado abierta-
mente los defectos de la Constitucion, mientras la modera-
cion y firmeza del Gobierno le habian robustecido. De
aquí la lisongera perspectiva de los verdaderos amantes de
su Patria, que viendo desaparecer con la separacion ele los
Diputados el apoyo de las Sociedades Secretas y de la ex-
altacion, concebian la esperanza de ver anulada su influen-
cia, y el Gobierno en p081cion de hacer mejorar la suerte
del país.


Preciso era, pues, que al conocer los enemigos de las refor-
lllas este estado, hiciesen sus ultimos esfuerzos, no solo para
que no se consolidase el Sistema Constitucional, sino para
conseguir sus miras de destruirlo, poniendo á este fin en
movimiento los dos agentes opuestos de que siempre se
habian servido; á saber, los Jacobinos y los llamados
entonces Serviles, posteriormente Realistas. En efecto,
estos nltimos, aprovechanclose ele la elisposicion de los
soldados de la Guardia, de la de muchos Oficiales resen-
tidos de una indiscreta reforma, y cscitac!os por los sucesos
de Aranjuez y anteriores, minaron la subordinacion de
estos Cuerpos, y les hicieron tomar parte activa en dis-
cusiones políticas, agenas á su profesion de obediellcia.
A este fin se derramó dinero, y se esparcieron voces de
que iban á ser desarmados; y estimulando á un tiempo á
los Anarquista:s rara que decontlasen de los ~oldados y




l-ll


los insultasen, y á esto::> para yue recela::;en su e~till­
ClOn, se prepararon los notables sucesos de primeros de
Julio.


El Rey había asistido á la ceremonia de cerrar las Cortes
en la maüana del 30 de Junio, lo que se había verificado
con completa tranquilidad; pero á su vuelta á Palacio, la
Guardia fue insultada por los Anarquistas, y aun tiraron
algunas piedras contra los granaderos; estos rompieron ::;u::;
filas y cargaron á la bayoneta á los alborotadores, hiriendo
levemente á alguno, y de gravedad á un miliciano con quien
casualmente tropezaron, y que murió de las heridas; otros
granaderos hicieron fuego, y un desorden lllomentaneo
consternó á los hombres de bien, que presenciaron tan es-
candalosa escena, en que todos los actores eran culpables,
cada uno bajo distinto aspecto.


Los esfuerzos de los Oficiales contuvieron aquellos esce-
sos, mas no por eso calmaba, antes bien crecía la insubordi-
nacion; los batallones de la Guardia de Palacio ocupaban
las avenidas, y los soldados y aun los Oficiales enemigos
del Sistema Constitucional vertian proposiciones sediciosas,
á punto de verse precisados á callar los que no abundaban
en los mismos principios.


Uno de estos, joven de ideas políticas exageradas y de
una imaginacion fogosa, cuyas calidades le habian condu-
cido mas de una vez á escenas desagradables, no pudiendo
sugetar su caracter, quiso contener la osadía de una pro-
posicion dicha por un granadero de su Cuerpo, y en efecto
le dió dos golpes con su sable, pero rotos todos los vÍncu-
los de la subordinacion, el derecho de la fuerza substituye
al que dan las Leyes, y mas las militares; así que, el joven
Landaburu, aconsejado por los Oficiales que nada podian
con sus soldados, trató de salyarse evitando una catá¡;trok,


Continuan
los sucesos
de 30 de Ju-
nlO.


l\Iucrtc de
Landabunl
el 30 de Ju-
nio de 1822.




Sucesos del
10 de .Julio
de 1822.
Salida de
cuatro ba-
tallones de
la Guardia
para situarse
en el Pardo.


l-tJ


pero su proyecto fue frustrado, pues al intentar fugarse,
tres granaderos, saliendo de sus filas y siguiendole dentro
de] mismo Palacio, le asesinaron, y volvieron á sus puestos
con la horrible frialdad que puede producir un crimen tan
atroz, lo que demostraba hallarse rotos todos los vínculos
de la subordinacion.


Facil es concebir el efecto que la noticia de tamaÍlo
atentado debió producir en la Capital, sordamente agitada
desde las ocurrencias de la mañana: el asesinato de un
Oficial por sus soldados, en el sagrado del Palacio Real,
escandalizaba á todos, mientras los Comuneros, á cuya
Sociedad pertenecía esta víctima de la revolucion, se apre-
suraban á la venganza; la guarnicion y la Milicia tomaron
las armas, y al anochecer ofrecía la Capital un aspecto
pavoroso. El Gobierno por su parte mandó formar causa
á los autores del crimen, enjugó las lágrimas de su viuda
y de sus hijos, proveyendo á su subsistencia, y mandó al
fin retirar los batallones de la Guardia á sus cuarteles, y
la MIlicia á su casas, lo que á las doce de la noche ya se
había verificado.


Mas los ánimos de la tropa de la Guardia estaban de-
masiado agitados; su lenguage y la muerte de Landaburu
les había hecho adelantar á un punto, del que era dificil
retroceder; los enemigos del Sistema Constitucional lo
conocian y no querían perder el fruto de su obra. Kada
mas á propósito para completarla que renovar la voz de
que iban á ser desarmados los batallones, y en su conse-
cuencia, que era preciso tomar una actitud militar. Por
fortuna, las eminentes calidades del General Morillo, que
le proporcionaban un grande prestigio con el soldado, pu-
dieron contener algun tanto esta efervescencia el dia 10;
mas por la noche, creciendo la exaltacion ó mas bien con-
certado el plan, partieron los cuatro batallones de sus




cuarteles con pocos Oficiales, pues desaparecieron los
demás, y á las once se reunieron fuera de lVIadrid en el
Campo llamado de los Guardias.


En vano el General :\forillo, dirigiendo se á aquel punto
con la energía, buena fe y serenidad que le distinguen,
procuró disuadirles; y como uno de los errores en que
]labian imbuido ,'t la tropa era la salida del Rey para el
Escorial, enviú el General á Palacio algunos soldados, que
volvieron despues de haber visto á S. lU., quien les pre-
vino guardasen suhordinacion y volviesen á los cuarteles;
mas no bastó tan solemne desengaño, antes bien se rogó al
General se pusiese al frente de los mismos batallones, á que
se negó abiertamente, no cabiendo en sus principios que
los particulares puedan nunca conspirar contra el Gobierno
existente, y retirandose aquel á la Capital, los cuatro ba-
tallones se dirigieron al Pardo en el mismo dia, mientras
los dos restantes se mantenian de guardia en Palacio.


Inútiles fueron tambien los pasos dados por el Ministerio
para contener á los sediciosos, entre ellos el nombramiento
de Coronel de la Guardia á favor del General :Morillo que
no les satisfizo de modo alguno. La posicion del Gobierno
era la mas critica: los únicos mcdios dc reducir á los
sublevados eran los de coaccion, y esta no podía emplearse,
pues no habia fuerza militar suficiente en el distrito;
forzoso era, pues, apurar los de conciliacion, y entre ellos
oir sus proposiciones, que hicieron por primera vez en el
mismo dia 2 de Julio. En ellas decía el Brigadier Conde
de Moy, antiguo oficial de Guardias ""Valonas, quien había
tomado el mando de aquella fuerza, que el nombramiento
de Coronel en el General Morillo no había llenado el objeto
que había obligado á los batallones á dejar dolorosamente la
Corte; (Iue su salida había sido causada por los repetidos
insultos que habian sufrido, y porque se trataba de desar-
marlos; que se les diesen seguridades positivas que les




l-t-t


tranquilizasen, pues que de ningun modo cederian á la
fuerza; solicitando por último, que S. M. se dignase oir ,í
algunos de sus individuos, que manifestasen personalmente
sus sentimientos.


Escuchó el Gobierno estas proposiciones, y teniendo á la
vista la falta de fuerzas, las tristes consecuencias de verter
sangre Española á manos de la discordia civil, y el partido
que podrian sacar de un rompimiento los enemigos, así
interiores como estrangeros, contestó á los rebeldes, que no
se trataba ni había tratado nunca desarmarlos, y exigió
como prueba de su obediencia que antes de medio dia del
tres pasasen dos batallones á Toledo, uno á Vicalvaro, y
otro á Leganes, permitiendo se presentase á S. M. una
Comisiono


Mientras esto sucedía, Madrid se hallaba en la mayor
agitacion: al amanecer del 2 ocuparon sus puestos, al
toque de generala, la Milicia Nacional, la Artillería y la
guarnicion, que consistía en el regimiento de infantería del
Infante D. Carlos, y los de caballería del Príncipe y AI-
mansa; á las 9 de la mañana presentaba la Plaza Mayor,
cubierta por la Milicia y algunas piezas, un aspecto gue-
rrero, ocupando las Casas de la Panadería el Ayuntamiento,
que se declaró en permanencia. La serenidad tan acredi-
tada del Gefe Político San Martín, templaba el ardor de
esta Corporacion estimulada por cl peligro, que esta vez no
era por cierto aparente; mas aprovechando su ausencia
momentanea, y cediendo á las ideas vulgares en que cifraba
su popularidad, ofició al Ministerio, manifestandole su
temor, de que los batallones que cubrian el Palacio le
forzasen á autorizar medidas opuestas á la libertad jurada,
ofreciendole por tanto un asilo en la Panadería. Los
Ministros se negaron, dandole por respuesta la obvia
refiexion de no ser nada, lejos del Monarca. Por su parte,
la Diputaeion permanente de Cortes dirigió al Ministro de




145


la Guerra) manifestando sus recelos de la falta de libertad
del Rey para mandar con la correspondiente energía, pero
el Gobierno, demasiado sagaz para dejar de penetrar lo que
envolvia esta duda, contestó que así él como ell\!Ionarca,
estaban en libertad completa. Insistió la Diputacion esci-
tando en una esposicion á S. lVI. á que se publicase la Ley
marcial de Abril, pero el .Ministerio que conocia la inopor-
tunidad de la aplicacion de esta Ley en aquellos momentos,
contestó en términos generales, pero no la publicó.


El 3 se presentaron á S. M. los Oficiales enviados por
Jos batallones del Pardo, y espusieron que habian sido
insultados, y aún que se habian cometido contra ellos
actos de hostilidad, y protestaron que su objeto era solo
asegurarse de los insultos, y que así como se defenderian
en el caso de ser atacados, con el valor que siempre habian
acreditado, no atacarian nunca ni serian responsables de la
sangre que se derramase entre hermanos. S. M. les dijo,
que solo complaciendole con la mayor prontitud, y egecu-
tanela sus ordenes, se harian dignos de su aprecio.


La serie dc los sucesos daba á algunos esperanzas de que
se terminasen pacíficamcnte, mas no por eso se descuidaba
el Gobierno: ocupadas las fuerzas de Castilla la Nueva
con las partidas del Clérigo Atanasio, de Laso, y Cuesta en
la Provincia de Cuenca, y COIl la alarmante sublevacion de
Siguenza que se ligaba con la de la mayor parte de Aragon;
distraidas otras para contener á los Carabineros Reales
alzados en Castro del Rio el 2G de Junio, y el regimiento
provincial de Cordova que siguió su cgemplo el 27, hubo
de recurrir á Castilla la Vieja, mandando al General
Espinosa marchase sobre Madrid con las fuerzas que
pudiese.


Llegamos al caso en que detenida la pluma por los res~
petos debidos al Trono, y por los obstaculos que la índole
misma de los sucesos opone á la averiguacion de la verdad,


L




apenas se acierta ú trazarlos, y mucho menos á calificarlos.
Como quiera, un documento precioso para la historia rasga
el velo, y habla por sí mismo: fue este un papel del Rey
acompaúado ele una orden, en que prevcnia al Ministro de
la Guerra, convocase para la tarde del mismo dia:3 una
Junta compuesta del Ministerio, del Consejo de Estado, del
Gefe Político, del Comandante General, y de los Gefes de
Jos Cuerpos del egél'cito permanente, en que se axalllinase
dicho papel, debicndose hacer uso c1espues de la discnsion
de la garantía que S. ::\1. pedla en él. A la simple vista se
percibe claramente, que impelido el Rey, ya por su
mlturaJ y constante repugnancia ú todo Sistema Político
que no fuera el absoluto, aumentada mas y mas por los
escesos de Jos Anarquistas quc tanto le habian afligido y
humillado; movido tambien por las sugestiones de los
enemigos de las reformas, que eubrian su interés propio
con capa de lealtad; y estimulado por el semblante que
habian tomado las cosas desde el :30 de Junio, ereia llegado
el momento, ó de reformar la COllstitucioll, sino podía otra
cosa,' ó mejor, si le era posible, buscar fuera del ordcn
establecido en las Leyes vigentes, seguridad para su per-
sona y Real Familia, acercandose al Poder absoluto cuanto
mas pudiese. Sin embargo, las circunstancias de estar
vaciado este pensamiento por el famoso proyecto de Vi-
nuesa, en que se proponia apoderarse de todas las Au-
toridades reunidas, para asegurar un trastorno, y la (k~
oponerse al Artículo de la Constitucion que declara al
Consejo de Estado único Consejo del Rey, fueron causa
sin duda, de que el ~Iinisterio se limitase á hacer la con-
sulta á este Consejo, á costa de penlcl' de esta manera la
confianza dell\Ionarca, y el fruto por consiguiente de su
conducta firme y decidida contra los enemigos Illas ú
menos simulados de la Monarquía.


Rota así la armonía entre el RE'y y el Millisterio, (; adonde




147


volver la cara en busca de un apoyo que sostuviese e1
Estado, libertandole de la catástrofe inminente que el
amenazaba? La provechosa accÍon de los hombres sen-
satos que unian sus esfuerzos con el J\finisterio, perdió con
esto su fuerza y dircccion; los intentos de los que querian
acabar con el nuevo orden de cosas, eran ayudados por
al aspecto general de las Provincias, y el particular de la
Cortc fIuC alimentaban sus esperanzas; el peligro de los
comprometidos en su conservacion los exasperaba, dando
apariencia de razon al terrorismo, que habian predicado;
algunos, á los que había consultado el Rey, eran de
diferentes opiniones, creyendo unos que era llegado el mo-
mento de volver á la antigua forma de Gobierno, y otros de
reformar la Constitucion, conservando siempre el Sistema
representativo. En tan triste situacion no era facil pre-
sumir el desenlace, que verosimilmente habia de ser efecto
de un choque sangriento y terrible.


Los batallones de Guardias se negaron abiertamente el
dia 4 ú dejar su posicion hostil del Pardo, á pretesto de que
la Persona deS. M. no quedaba segura, ni lo estaban los
dos batallones que había de guardia en Palacio. Esta nueva
desobediencia alarmó mas y mas al Ministerio, que quiso
oir al Consejo de Estado; este, con admirable circunspec-
cion, y tratando de evitar el horrible encuentro de Es-
panoles con EspaÍlOles, fue todavía de opinion que se
tentasen nuevos medios de conciliacioll, y coincidiendo con
esta opinion el Ministerio, renovó sus órdenes á los ba-
tallones sublevados, haciendoles responsables de su des-
obediencia, pero todo fue en vano.


Posicion tan violenta debía de hacerse mas crítica cada
dia, y aun cada momento que durase. El Ayuntamiento,
siempre reunido, dirigía representaciones intempestivas,
pidiendo Juntas ilegales y la publicacion de la Ley de


J" :2




148


Abril que hubiera acelerado la crisis. La Diputacion per-
manente de Cortes, por su lado, reclamaba tambien, pin-
tando el estado de indisciplina en que se hallaba la Guardia
de Palacio, aconsejando al Rey que se colocase en medio
de su Pueblo, y pidiendo se adoptasen medidas vigorosas.
En este estado amaneció el dia 5, en el que prolongandose
la tenaz desobediencia de los Guardias, el Gobierno creyó
ya necesario hechar mano, aunque dolorosamente, de los
medios de coaecion, y determinó mandar acercarse á
marchas forzadas á la Capital las tropas al mando del
General Espinosa, que se habian puesto en movimiento
desde las primeras ocurrencias; pero el Rey, ó sea que no
quería que se opusiese fuerza á los Guardias, lo quc es mas
verosimil, ó que esperase terminar pacificamente aquel
estado de cosas, no permitió al Ministerio diese las órdenes
al efecto. En tal caso, los momentos eran cada vez mas
perentorios, y 103 Guardias, siempre obstinados, se desen-
tendian de las órdenes que reeibian, habienclose pasado el
dia G, en consultas del Consejo de Estado sobre las espo-
siciones de la Diputacion permanente.


Pero en la noche del 6, ya se vió con claridad que las
razones y protestas de los sublevados eran fingidas, y que
existía realmente un plan combinado que iba á estallar
dentro de muy pocas horas: el Consejo de Estado 3e
apercibió de esto, y con prevision dejaron sus Individuos
firmada en blanco la consulta sin estender; por manera que,
cuando á poco se cerraron las puertas de Palacio impidiendo
la Guardia la salida, solo qnedaron dentro el Secretario del
Consejo de Estado, los Ministros, y el Gefe Político San
Martin que había ido á hablar con el de la Gobernacioll,
cuyo hecho confirmó los recelos quc el dia 4 pl'odujo el
papel del Rey, que mandaba reunir en Palacio las prin-
cipales Corporaciones y Autoridades.




I --!!)


Tocamos ya al deseulace de estos sucesos, que fue san-
griento y tcrrible, como mostram03 antes que debia scrlo,
al presentar el estado lastimoso de la :Monarquía, entregada
á la ciega accion de los partidos, sin direccion ni concierto.
Antes del amanecer del 7, en el silencio en que yacia la
inoccnte poblacion de Madrid, penetraron en la Villa los
cuatro batallones de Guardias, que tí este fin habian par-
tido del Pardo, y dirigienc10se por varios puntos, contraen
el ataque á la Plaza Mayor defendida por los Milicianos
con algunas lJiezas; rompe el fuego y la muerte discurre
de unas filas á otras, sin hallar mas que Españoles en que
cebarse; el cañon despierta atemorizando al vecindario
inerme, y el genio maléfico de la revolucion se goza en sus
víctimas, ¿ que será de la desventurada Espaüa, cuya suerte
pende de aquella contienda? No tardó en decidirse por
cierto, pero destinada á servir de juguete á las pasiones en-
contradas, si la que habia inspirado el alevoso ataque debia
ser confundida, no por eso la ra7:0n habia de recoger al fin
los trofeos del triunfo. Los visoños Milicianos, desplegando
un brillante valor, rechazan á los que en otro tiempo
vencieron en Chiclana y Albuera; cunde el pavor por las
filas de estas tropas brillantes y se dispersan, y fugitivos
buscan el asilo de Palacio y el amparo de los dos batallones
que le guarnecian. Los vencedores los estrechan, yal cabo
capitulan, debiendo salir con sus armas estos dos bata-
llones, á Vicalvaro el uno, y á Leganes el otro, y entre-
garlas los restantes; lo primero sucedió, pero no lo
segundo, pues repentinamente y en completo desorden
emprenden su fuga por la puerta inmediata, y perseguidos
por la artillería y caballería de la guarnicion, y la Milicia *
fueron todos prisioneros mas tarde ó mas temprano,
[N° 48 de Documentos.]


* Lit Cahalleriit que siguió á los hatallonc~ dispersos, fue un eoCUadrOl!
:le la .\!iliria I\ acianal, y d rc¡:inúcnto de Alman"a; el primero ,c con-


Sucesos del
7 de Julio
de 1822.




150


Desbaratado así el plan de los autores de semejante
escándalo, quedó triunfante el partido Constitucional, en
que se vejan entonces unidos los exagerados y moderados;
aquellos, en fuerza del temor infundido por el aspecto de
las cosas en los dias anteriores, y estos, por su aversion á
las dcmasías de todo género, y la indignaeion que inspi-
raban los viles manejos de un partido frenético, sostenidos
por una sublevaeion militar. El Palacio Real abandonado
de los Guardias, la Augusta Persona del Monarca, dema-
siadamente pronunciado contra el Sistema Constitucional,
y demasiado poco para haber hecho triunfar los que creia
sus partidarios, la Familia Real, todo quedó á merced de
los vencedores, pero nada peligró. Al punto guarneció á
Palacio el regimiento del Infante Don Carlos, modelo de
disciplina, y la Milicia Nacional; y desde que cesó el fuego,
desde que la victoria coronó las sienes de los vencedores,
ni una palabra, ni la mas ligera aeeíon contra las Augustas
Personas del Rey y su Familia empañó el brillo del triunfo.
Licito es á un Español el noble orgullo con que, á la faz del
mundo, puede vanagloriarse de dar á la historia de las re-
voluciones un egemplo no visto, que hará siempre el elogio
del grande y virtuoso caracter de esta Nacion magnánima;
y buen testimoniJ de ello es la manera con que los hechos,
aun mas que la discreta Nota del Ministro de Estado, con-
testaron á la que el mismo 7 dirigieron á este los represen-
tantes de todas las Cortes de Europa, haciendo responsable
á la Nacíon entera de la seguridad personal de su Rey,
desentendiendo se absolutamente de las tristes causas que
habian conducido los sucesos á aquel estremo, y en las
(lue ciertamente no eran agenos.


Espliease este fenómeno con el recuerdo de la situac:ion


dujo con la mayor modcracion y humanidall con los per"l'guido~; !lO a:-í :l
la \Tnlad los 8oldado~ del H'gimientll üe AJrw.llI;;a, {l (llliL'JlC,o HU jllldicrOll
contener 10:0 Oficialc~,




1 ;) I


política de E~paúa allte~ tie los suce:,os del :30 de J unía:
vimos un Ministerio firme, prudente y vig-oroso sofoc;ar la
anarquía, desacreditar las Sociedades secretas, de las que
toe desertaban muchos de sus COl'iféos, en Sllma, triunfar la
cau:ou del orden y las Leyes; y por tanto el asomar con
Jos sucesos de Julio n1l2\~OS riesgos, aunque de otra especie,
de iguales efectos perniciosos á la misma causa; correr
illdi,~tintamente á tomar las armas los hombres de la revo-
lucion, los que no participaban ele SlW opiniones, y no con-
viniendo en la desobediencia militar, aborrecían igualmente
el despotismo de uno (1 ue el de muchos, Por desgracia,
este último partido, si puede llamarse así, no podía ser
quien l'ecog-iese el fruto de la victoria, porque en las revo-
luciones, mientras no llega ú estirlguirse el ±'uego de las
pasiones, el triunfo de la razon es momentaneo, Al silen-
cio que produjo inmediatamente la crisis que (,cabamos ele
referir, se siguíó el murIl1ullo de los Jacobinos, que valien-
dose de las armas (lue les daban las pa:mclas ocurrencias
del rompimiento, que ellos habian provocado entre el Rey
y e] Ministerio, é ineficaces los esfuerzos del partido mo-
derado para oprimir su exaltacion, ó mas bien sus inte-
reses, conservando el patrimonio de la revolucion, trataron
y consiguieron, sin gran diticultad, de hacer suyo el triunfo
y apoderarse del mando. J.luyen breve acusaron al digno
i\:fartinez de San Martin por su detencion involuntaria en
Palacio, que supusieron maliciosa, y aunque remplazado al
pronto por el benemérito General Morillo, que por casua-
lidad no fue aquella noche á Palacio, y mandó por consi-
g-uiente las tropas Constitucionales con el denuedo y ga-
llardía que le son propios, no tardó en haberlo de ceder al
Brigadier Palan;'a, ni en ser, antes de mucho, vilmente
atacado en su reputacioll, y s81)ilrado de sn puesto que ,;e
dió al General Copons.


Por (lIt ncllos tiempos "t' ('onocia ya claramente q lle el




1[)2


Sistema Constitucional tenia que luchar no solo con los
enemigos interiores, sino tambien con otros, que aunque
Espaúoles, en territorio estrangero empezahan á obrar ya
abiertamente contra el Gobierno. Eguia, Quesada y Nu-
ñez Abreu desde Roncesvalles hacian gente para empezar
su campaúa; sus proclamas, y entre ellas la del 11 de
Junio, ofrecian á los desertores armados l(jO reales, y 80
á los solo vestidos, invocando á su final á Dios como pro-
tector de la causa; proclama que, al paso que probaba un
apoyo rico y poderoso que proporcionaba dinero, elemento
esencial para las revoluciones, insurreccionó todo el Valle
de Roncal, empezando Quesada su campalla el 23 de Junio,
que entró en España por Lecumberry con 500 hombres,
que se aumentaron momelltaneamente hasta 1500. Es
verdad, que fue batido muy pronto por los Constitucionales,
pues Lopez Banas le atacó en Otogavia el 3 de Julio y le
cortó la retirada á Francia; pero apoyado en la incontras-
table fuerza que debió haber hecho abrir los ojos á las Cortes,
es decir, en la opinion general, verificó su retirada 11úbi1-
mente por otro lado, y pronto se rehizo, poniendo su
Cuartel General en Irati, y sosteniendo acciones en Na-
vasgüe, en Sangüesa y Salvatierra.


En Cataluña los Cuerpos reunidos de Romagosa, Mi-
ralles, Romanillos y el Trapense tomaron por asalto la
Plaza del Aseu de Urgel en 21 de Junio de 1822, á cuyo
asalto subió el Trapense el primero con un Crucifijo en la
mano, sacrificando á su fanatismo la infeliz y valiente
guarnicion del Fuerte, sin mas delito que defender el Go-
bierno que existia, á cuya cabeza se hallaba el Rey, y cuyo
estado de violencia ó libertad no le tocaba juzgar á un
fraile Trapense, por cuya barbarie fue pasada por las armas
la guarnicion, no en el calor del asalto, sino en 010t á
sangre fria.


A pesar de este importante suceso, era diversa la suerte




de las armas de los dos partidos en Cataluña; unas veces
los facciosos, batidos por los Generales Constitucionales
Lloveras, lVfilans y Torrijos, tenian que ceder y, en oca-
siones, que franquear la barrera de los Pirineos; otras, ven-
cedor Eroles, adelantaban tomando las Plazas de l3alaguer
y Castelfollít.


No era tan varia la suerte de la guerra en Aragon, donde
el General Zarco del Valle, que á principios del año habia
remplazado al General Alava, desplegaba los recursos de
su genio militar y SLl política. En Tamarite á favor de la
vecindad de CataluÍla, se formó momentanearnente una
poderosa insurreccion, que fue aniquilada en pocos días.
Apenas asomó Rambla, en J\íorella, teatro de sus glorias
en la pasada guerra, fue atacado y deshecho, y lo mismo
sucedia donde quiera que se presentaban los facciosos;
pero la estension del territorio y las poquisimas fuerzas no
permitian guarnecer competentemente las Plazas y acudir
con tropas á todas partes, ni en guerras de esta especie
pueden enumerarse los contrarios. La guarnicion del
pequeño fuerte de Mequinenza, mandada por un Oficial
del batallon de Riego, bajó por inadvertencia al pueblo;
los vecinos se apoderaron de ella, subieron y penetraron
en el Castillo, que la mayor parte de ellos habian defen-
dido en la guerra de la independencia, y matando al Go-
bernador en la puerta del Torreon, preparado para la
última defensa, se hicieron dueños de él. Hemos entrado
en estos por menores acerca de un suceso de que hay tantos
egemplos en las guerras civiles, para caracterizar la que
agitaba á BspaÍla. Poco despues el Trapense procedente
de CataJuíh, se presenta en Barbastro, y en breves instantes
fomenta una grande insurrecciono Zarco del Valle acude
velozmente, le envuelve, persigue y derrota en Ayerbe,
obliganclole á refugiarse en Navarra.




Concluye la
Admin¡'~tra­
eion del J\Ii-
JJisterio de
l\I artinez de
la Rosa.


Pero volvamos á la Corte; no podia ser verdadero el
triunfo de la cxageracion, consecuencia de los sucesos de
Julio, mientras no ocupasen las sillas .Ministeriales hOlll-
bres de este partido, dejandolas los que tan dignamente las
habian ocupado. Dimos las causas de la desavenencia
entre el Rey y el Ministerio en aquella coyuntura, y es
facil de presumir la embarazosa posicion de este respecto
de aquel. Ya Balanzat se retiró el 6 de Julio, y en seguida
lo fueron haciendo sucesivamente los demas.


La opinion de muchos hombres juiciosos ae1..1SÚ ,í. Jos
Ministros de haber abandonado las riendas del Gobierno
en momentos que no podian dejar de tomarlas los hombres
de la revoluciono El Rey consultú al Consejo de Estado,
y este, siempre firme en sus principios, dijo, que la salva-
cion Nacional dependía de que los mismos Ministros conti-
nuasen en sus puestos, pero ellos insistían en repetir las di-
mISIOnes. Nosotros, á la verdad, si se juzga á los hombres
no solo por lo que hicieron sino por lo que dejaron de hacer,
les acusarémos ante el severo tribunal de la Historia por
haber abandonado su puesto en semejantes momentos; pero
estarnos seguros, que ante él responderán estos estimables
funcionarios públicos, que lo dejaron porque no podian
hacer el bien del País; que veian haber perdido la confianza
del .Monarca; que se observaban cercados en todas direc-
ciones de conspiradores; que las casas de los DipJomlÍticos,
el Palacio mismo estaba lleno de prófugos, que ocultaba y
protegia, no una simple generosidad ni un sentimiento de
humanidad, sino el espíritu de partido; que la faccioll
Jacobina tenia entre sus manos la ocasion de justificar sus
antiguos temores; que este partido, oprimido antes del 7
de Julio por sus esfuerzos, debia levantar orgulloso su
cabeza, y atribuir á su conducta firme contra la exa;-era-
cion, el aliento (llle cobraron Los enemIgos del Si:::tem¡¡




1 ;);)


Constitucional. Otra especie de illculpacion se ha hecho
tambien á cste Ministerio, á saber; que pudo ponerse de
parte de la reforma de la Constitucion, apoyandose en la
Francia que la deseaba como único remedio; que con este
objeto habia promovido aquella Potencia los sucesos del 7
de .Julio, y protegido los movimientos sediciosos en toda
España, y con csto haber realizado el cambio político que
la utilidad Nacional reclamaba.


Esta cuestion, pues, decimos que nosotros la resolveremos
en su favor, porque si bien los optimistas en política son
perjudiciales, y que el que obra mejor es el que hace lllas
el bien del País, sin embargo, hay ciertos principios de
moral y de honor que, sea como quiera, honran á los que
los profesan, por lllas (1ue en política todas las cuestiones
en lÍltimo análisis sean de hecho. Esto dicllo, hablará la
hi::;to1"ia siempre en honor de los hombres que, empleados
por un Sistema de Gobierno, no creyeron jamás deber
veadcrlc; que conocian sus defectos; que conocian todavía
111<\3, que uo podia dejar de naufragar la nave del Estado.
¿. Pero podian, sin manchar su nombre con una felonía,
intentar Ulla reforma? N o existía en efecto ningun medio
legal: Ministros del Rey, nombrados constitucionalmente,
uo podian obrar en contra sin cometer un perjurio; no
habia otros medios que los de tomar el caracter de conspi-
radares; y este caracter, sea el que quiera el colorido que
"'e le de; ¿ es digno de un hombre honrado? N o lo es ;
el hombre honrado llora sobre las desgracias de su Patria;
desea vivamente mejorarlas; trabaja para conseguirlo;
pero eon::;pirar contra el Gobierno que existe, eso no; y
estos principios ::í la verdad son esencialmente conserva-
dores. i Ay del l\Iundo, si se sanciona el derecho de quc
los individuos puedan juzgar de la legitimidad ó ilegitimi-
!lad de Jos Gohiernos bajo los que viven, y tomar la espada
para dcrrilmrlo::;! La disolucÍon social ,.;erÍa la eonsc-




Ministerio de
San :Vliguel.
6 de AO'osto t"l
de 1822.


cuencia precisa, los pretestos variarian ; unas veces se pre-
sentaría en primer término la lealtad en favor de los Reyes;
otra las encantadoras doctrinas populares, pero la ambician
hallaba un campo vasto, y el derecho de insurreccion que-
daba sancionado.


Sirva esta digresion para contestar á la inculpacion que
se ha hecho por algunos á este Ministerio, cuya conducta
pertenece á la historia; nosotros no tenernos que hablar
mas de él en nuestros Apuntes, sino para referir la horrible
persecucion que les hizo sufrir el Ministerio que le rem-
plazó, órgano miserable de la faccion que les entregó las
riendas del Gobierno.


Kuevo horizonte político ofrece Bspaña desde el mo-
mento que apoderados de los troféos del 7 de Julio, los
que promovíeron la revolucion la babían desnaturalizado,
sea por )mprevision ó por lo que quiera que fuese, se
lanzaron á apoderarse de las delicadisimas riendas del
Gobierno en circunstancias que habrían hecho estremecer
al mas osado, pero sea corno quiera, se hicieron árbitros
de la suerte de la Monarquía. Del seno de las Sociedades
secretas salieron los nuevos Ministros para servirlas de
instrumento, y realizar los cálculos de su turbulenta y
equivocada política.


El Coronel San Miguel, Gefe de Estado Mayor en 1820
de la columna de Riego, fue el electo para Ministro de Es-
tado; Lopez Baños fue nombrado Ministro de la Guerra;
Gaseo, abogado de un pueblo inmediato á Madrid, y Dipu-
tado de las primeras Cortes, obtuvo el Ministerio de la
Gobernacion; Benicio Kavarro, tambien Diputado y de
una familia infeliz del Grao, de Gracia y Justicia; Capaz,
oficial de poca graduacion en Marina, para J\finistro de
este Ramo; Vadillo, Comerciante de Cadiz, para Ultramar,
y Egea para Hacienda,




Lji
Facil es prever cuales serían los principios de ta admi-


nistracion de un Ministe~'io, compuesto ele personas de
opiniones, que ya entonces la esperiencia y un juicio justo
del verdadero estado nacional reprobaba, y las que COIl-
cediendoles los mas sinceros deseos del bien, no eran ni
bastante capaces, ni suficientemente csperimentaclas, para
agarrar el timon de la Nave zozobrante elel Estado en cir-


'-,


cunstancias de la deshecha borrasca que corría; para cuya
ocasion ni era posible que el mando de un batallan que con
tanta distincion había ejercido el Sellar San Miguel, y con
tan estimables calidades como poseia, en calidad de hombre
y militar, le procurasen elementos suficientes para dirigir
los negocios estrallgeros, ni el recinto estrecho de un lugar
miserable de la Alcarria suministrase elementos para con-
ducir el régimen del interior de la lVlonarquía. Así que,
su primera atencion se convirtió hacia la causa criminal
que se formaba contra los autores de la verdadera rebelion
militar de Julio; es decir, á un asunto no fundamental,
sino ligado con las pasiones. De los acusados muchos
había presos, y otros fugados al abrigo del mismo Palacio
y de los Agentes Diplomáticos, y cuya suerte no podía
menos de empeorar con el nuevo Ministerio, como tambien
la de los Carabineros y regimiento Provincial de Córdova,
que habian sucumbido el 14 de Julio en la Mancha,
despues de saberse las ocurrencias de Madrid.


El G de Agosto se celebró el Consejo de Guerra contra
Agustín Ruiz Perez, soldado de la Guardia Real, uno de
los asesinos del Oficial Landaburu, al que se le dió garrote
el !). Ciertamente no pondrémos nosotros á este infortunado
en la categoría de una víetima de la revolucion, pues un
Roldado que sale de las filas y pasa por laR armas á uno de
SUR Oficiales, es en todas circunstancias un criminal, y
en todos los Estados del Mundo dehe ill1}Jollersc1e la líltima
pena. :Mas sí calificaremos de tal al Tenicntc COfOllCL




Muel te de
Goiffiell el
17 de Ag'osto
de 182:2.


Egeeucion
del General
Elio el 11 de
::;etiern hre de
l822.


¡58


primer Teniente de la Guardia Real Don Teodoro GoitTIeu,
cuyo Consejo de Guerra se verificó el 13 del mismo, y
sufrió la pena de garrote el 17 en medio de la consternacion
ue la Capital. N o diremos, para no separarnos de la senua
de una imparcialidad rigorosa, que Goiffieu no era un
enemigo de la Constitucion; tampoco que no tuviera parte
en la conspiracion y movimientos del 7 de Julio, pero
vemos en la sentencia el espíritu horrible de partido;
vemos un Oficial uesgraeíado subir al cadalso por un hecho
político, y nuestro coraza n se resiente al ver víctimas in-
moladas en las aras de la revolucion (pe, bien conducida,
pudo ser tranquila, y consolidar un orden de Gobierno
justo y razonable.


Tambien el desgraciado General Elio, que en los Clubs
de Valencia estaba designado como víctima, sufi'ió la pena
de garrote el 11 de Setiembre. Ya hemos hablado antes
de este suceso, que nos obliga á repetir ahora el orden
cronológico para aüaclir, que se atropellaron en este juicio
todas las formas; que ningun General quiso asistir al
Consejo; que todos prefirieron ser espulsados del servicio;
que se tuvo que acudir á un Teniente Coronel para que le
sentenciase; que se cometió en fin un atroz asesinato
jurídico. Pero sea como quiera, Elio fue sentenciado, no
por su conducta del año de ] 814 que causó su prision,
sino por una calumnia de los sucesos del 30 de Mayo dc
1822, en que no tuvo ninguna parte; fue en fin una
víctima inmolada en la aras de la revoluciono


Mas el sacrificio de Elio y el de Goiffieu eran sucesos
aislados, que si satisfacían de cierto modo los deseos de los
revolucionarios, no tenía relacion con los grandes negocios,
que todos seguian el impulso que no podía dejar ele darles
el nueyo Ministerio: era preciso dictar medidas generales,
~- en efecto las dictó el Grande Oriente.




l59


Escitarlos por las Sociedades secretas todos sus agentes,
de las provincias y de todas partes llovian representacioncs
pidiendo Cortcs Estraonlinarias; el 4 de Agosto lo pidió
la Diputacion Provincial de Madrid, y ya antes lo haoian
solicitado otras Corporaciones. El Rey, que en la ansiedad
(IUC debía producir su situacion, y la pnrte positiva que
habia tenido en los anteriores sucesos, le hicieron salir de
Madrid, conviniendo en el deseo de restablecer la decaida
salud de la Reyna, deseó marchar á la Granja, pero no
pudo realizarlo, pues no se lo permitió el JiIinisterio, que
le oblig() tmnbien á separar de su lado antiguos servidorcs;
en fin, empezó á sentir en su persona y familia una venla-
<lera opresion.


l\Ias si el Ministerio del 6 de Agosto trabajaba sin cesar
para satisfacer intereses revolucionarios, la causa de la
Constitllcioll perdía terreno, por mas que los llamados libe-
ndes ele Francia tratasen de sostenerla. El Ministerio Fran-
cés fue hostilizado en las Cámaras por el partido de la opo-
sicion; Foy, Benjamín Constant le acusaban por el Cordon
Sanitario, uombre que encubría aprestos vel'daderamente
hostiles, pero atacandole, no podian dej al' de confesar que
la COllstitucioll Espaúola tenia defectos esencialmente
ruinosos, aeusacion terrible y de una gran fuerza en boca
de los que se decian defensores de la Espaüa, y que no
podian dejar de producir un efecto moral, contrario ti la
cOllsolidaclon del Sistema político de la Península, pues
que los Jueces de la Constitncion Foy, y Benjamin Con-
stant, no podian ser acusados de enemigos de la libertad.


N o era posible que, con tan poderosos estímulos, dejase
de progresar y generalizarse la insurreccion y el espiritu de
oposicion, inspirado por los que le justificaban á los ojos
de la lllultitud eon las voces ele lealtad al Rey, y amor á
la Religion. Aqui se nos presentan encuentros y comoates
"in nÚlllcJ'O, que á la vez afligian á las provincias del




l(jO


Norte, y que podrán tener oportuno lugar en la Historia
completa de aquellos calamitosos tiempos, pero que nos
distraerian del objeto de estos Apuntes. .Ka será poco
dificil definir bien, en tan confuso cuadro, el verdadero
aspecto de los que figuraron en tan terrible lid: hombres
dc diferente estraeeion, de principios y opiniones encon-
tradas, de opuestos sentimientos, nobleza, generosidad y
humanidad, bajeza, crueldad y tirania, vicios y pasiones
detestables, virtudes acrisoladas, todo mezclado y con-
fundido en circunstancias tan turbulentas y complicadas;
todo será deslindado un dia en que la imparcial poste-
ridad tenga la envidiable suerte de hacer justicia á los
que las pasioncs de sus contemporalleos ensalcen ú con-
denen segun, no un juicio justo é imparcial, sino por el
juicio dictado, las mas veces, bajo el punto de vista for-
mado per el prisma fatal de las pasiones.


Esta era la situacion dc los negocios públicos de Espaüa
en Agosto de 1822, en que nucvos y multiplicadisimos
sucesos, lIlas y lllas importantes cada dia, deben ser objeto
de nuestros Apuntes. .Mas ciertamente no nos dctendrémos
á escribir la historia militar, que pucde decirsc es csta su
principal época, y que no es ni puede ser el objeto de unos
Apuntes histórico-criticos, dejando al historiador, si puede
ser nunca de gran interés, los detalles de movimientos
militares en CataluÍ1a, en Aragon, en Navarra y en Viz-
caya, en que ya se habian organizado hasta un cierto
punto cuerpos militares, que si no eran temibles por su
indisciplina y hetcreogeneidad, lo eran mucho por su fuerza
numérica, y todavia mas por la moral que les producia la
opinion pública, cstraviada á merced de los Sacrosantos
nombres de Rey, Religion, Trono y Altar.


Hegencia de En medio de estos acontecimientos aparece á mediados
Urgd insta- d Al' l' lada el 15 de e gosto a lllsta aClOll de la Regencia de Urgd, cierta-




l{i I


mente notable. Si hasta entonces se veían en todas partes
numerosas reunÍones armadas contra la Constitucion; si
se sabia flue el Cardan Sanitario de la frontera era un pre-
testo para guardarles las espaldas; si se conspiraba de un
modo activo y directo contra el Gobierno que existía en
Esparla; si por líltimo, habian ya aparecido Juntas Apostó-
licas en ;~avarra y Mequinenza, además de las Secretas de
la contrarevolucion, todos estos hechos estaban en vueltos
en un velo de misterio que los encubria mas ó menos, pero
la Regencia de Urgel tomó un caracter público, y de
cierto modo oficial.


El General Baron de Eroles, el l\farques de Mataflorida
y el Obispo Creus la componian, y estas personas ya eran
demasiado visibles para suponer que su reunion fuese un
movimiento aislado, y sin un apoyo esterior; mas sin
entrar en el fondo de las tramas y maquinaciones que pre-
cedieron á la instalacion, de la que se apellidó Regencia
durante la cautividad del Rey, y de las que da una idéa
exacta un papel cstractado despues de la restauracion por
su famoso Presidente, bajo el título de Indice de los papeles
del Archivo de la Regeneia de Urge! [N° 49 de Docu-
mentosJ, diremos que apenas apareció el 15 de Agosto en
]a escena política, cuando se notó entre los individuos una
verdadera escision. La Regencia toda aparecia en su pri-
mera proclama como partidaria del Absolutismo: Erales
en una particular suya hablaba de Constitucion que emanase
del Rey, y de modificaciones de la existente, pero aun con
esta escision, elemento ruinoso de su nuevo edificio polí-
tico, se apresuraban ú reconocerla, como centro eomun,
cuantos intentaban destruir el Sistema Constitucional.


El 25 de Setiembre de 1822 la reconocieron los Cam-
peones de la fé, Eguia, O'Donell, el Inquisidor General,
Obispo de Tarragona, Obispo de Pamplona, y el General
de los Capuchinos, reunidos en una Junta formal en Ba-
~J


,\go~1 u,;,,
18:2:2.




102


yOHa; el 20 del mismo hizo igual reconocimiento la Junta
de Sigüenza, y poco antes ó despues, la Diputacion de
Vizcaya y muchos particulares espatriados de EspaÍla;
pero ni este reconocimiento, ni los auxilios del Gobierno
Francés mas ó menos efectivos, segun se prestaban á sus
intenciones; ni la buena acogida de sus representaciones
á. los Soberanos de Europa, ni de sus Agentes en Verona
[N" 50 de Documentos] libraron á la Regencia de tener
que hacer el triste papel de fugitiva, siendo lanzada de
Urgel en 10 de Noviembre de 1822, é instalada de nuevo
en Puigccrdá, desde donde abrió un empréstito de HO
millones en Paris, bajo hipoteca del Subsidio Eclesiástico,
que causó reclamaciones por cl Gobierno Constitucional
y fueron eludidas por el Francés; pero su existencia en
Puigcerdá fue muy corta, pues batidas sus tropas en todas
direcciones, tuvo que internarse en Francia por Llivia y
Perpignan, concluyendo en Tolosa su existencia política el
7 de Diciembre del mismo año.


Todo esto fue consecuencia de los progresos de las armas
Constitucionales en Cataluña, debidos á los grandes esfuer-
zos que el Gobierno hizo, para reunir y organizar á las órde-
nes del intrépido y diestro General Mina fuerzas respetables,
que apoderamlose de Castellfollit y obrando con unidad y
plan sobre la .Montaüa, batieron en todas direcciones y en
repetidos encuentros á Eroles y demas Gefes de su partido,
hasta obligarles á entrar en Francia, sin que darle en Espafla
mas que la Seu de U rgel bien guarnecida y pertrechada,
que bloqueó Mina en seguida.


La Regencia de U rgel, de cuya corta duracion hemos
hablado, dietaba las medidas propias para hacer triunfar la
contrarevolucion, mientras le ayudaba con bien distinta
intencion el Gobierno de Madrid. El 15 de Setiembre se
publicó el Decreto del Rey, convocando Cortes Estraordi-
narias, yel IG un manifiesto de S. NI. que ponía en su boca




COIl necia inverosimilitud el lenguage del partido que real-
mente gobernaba [N° 51 de Documentos]. El 24 del mis-
mo se celebró en el Prado una [uncion Cívica. en que los
Ministros hicieron el primer papel, dando nuevo impulso
ú las animosidades y escitando mas y mas las pasiones.


Las Cortes Estraordinarias, segun la Ley, debian de ser
convocadas para objetos determinados con anterioridad
por el Gobierno, y esta vez lo fueron para ver de adoptar
medidas, tlue concluyesen con los facciosos de que estaba
infestada Espaúa, para la Ordenanza Militar, el Código
de procedimientos, y demas asuntos que el Gobierno las
pudiese cometer en razon de las circunstancias, reservall-
dose el objeto ya determinado de la convocacion. Su aper-
tura, á la que asistió el Rey, se verificó el dia 7 de Octubre,
leyendo S. 1\1. su discurso de costumbre, que fue contes-
tado quieta y pacificamente por el Presidente Salvato sin
ninguna ocurrencia notable. [N° 52 de Documentos.]


Facil es prever la efervescencia que debió prouucir en
las Cortes, de cuya composicion y elementos hemos hablado
ya tantas veces, el objeto primario de su convocacion, es
decir, el estado político de la Nacion. Para enterarse de
éL era preciso empezar por presentarse el Ministerio en el
Congreso, como en efecto se presentó el 12 de Octubre;
pero si su posicion respecto á las Cortes era mas favorable
que la de ningun otro Ministerio, pues contaba con el
apoyo muy efectivo de una conocida mayoría, no lo era
por el estado de los negocios públicos. Las provincias
fronterizas de Navarra, Vizcaya, Aragon y Cataluña esta-
ban en una guerra abierta, formidable, sangrienta y de
fuerzas ya equilibradas; en Murcia, el famoso Ladran
Jaime Alfonso acababa de tomar el nuevo caracter de
defensor de la fé; el Cura Merino hacía otra vez la guerra
en Castilla contra la Constitucion; el Rojo de Valderas,


¡\\ :¿


Apertnra de
las Cortes
E,traordina-
rías el í de
Octubre de
1822.




10-1


tamhien cn Castilla, bostilízaba al Gobierno Constitucional;
:¿;aldivar en Andalucía se sostenía alÍn en medio de sus
continuas derrotas; el Cura Atanasia y J oaquinillo fomen-
taban la rcbclion en la provincia de Toledo y en la de
Cuenca; y en Sigiicnza se organizaba la seria insurreccion
de Cuesta, que estalló algun tiempo despues; en fin, la
Espaila en su totalidad se hallaba en un estado de verJa-
dera crisis política.


Cualquier Gobierno se hubiera visto muy embarazado
en esta posicion; el lVEnisterio de (j de Agosto lo estaba
tambien, y empezaba á conocer que no es lo mismo perorar
en las Log'ias de los :Masones, en las Torres de los COIllU-
neros y en los Cafés, que dirigir los negocios del Gobier-
no, y tener en frente la Europa en vez de los espectadores
en aquellas reuniones; pero fuese como quisiese, no le era
posible obrar de otra manera, que como simples instru-
mentos de los que habian puesto en sus rnaaos las riendas
del Gobierno, es decir, dc los que componían las Sociedades
Secretas; estas consideraban con exactitud, que su existen-
cia dependía absolutamente de la conservacÍon en sus pues-
tos de los Ministros. Para ello no podian menos de adoptar
medidas revolucionarias, funestas por lo mismo ú sus primi-
tivos intereses, es decir, á la conservacion del Sistema Cons-
ti tucional.


Comenzaron por hostilizar de nuevo al Clero, por pro-
poner que se fijase la asignacion qne debian bozal' sus in-
dividuos, declarados ya abiertamente en oposicion con el
Sistema y que estaban fuera de .España, suscitando una
discusion acalorada, y es citando las pasiones con este mo-
tivo. Propusieron se aboliesen los conventos en despobla-
dos y aun en las pequeúas poblaciones; se proponía auto-
rizar al Gobierno para trasladar los Eclesiásticos ele uno
á otro domicilio, y lo mismo á los emple(~dos y aun á los
Jueces, inviolables por la Ley fundamelltal ; tal1lbicil era




1 ti;í


otra de las medidas propuestas, (ILle se ouligase ,í lo;; pue-
Llos ú defenderse de los facciosos y ú dd"tarlos; y por
último, (ille se suspendiesen las fonnali(lades de los proce-
dilllientos criminales contra todos los Espaiíoles, entregan-
dolos, ú la sombra de una Constitucion liberal, ú la mas
terrible tirallía.


E;,;tas fueron las famosas medidas propuestas á las Cor-
tes por el Ministerio de Agosto, medidas que tuvieron gran
apoyo en las Cortes en el partido exaltado, y cuyos prin-
cipales apologistas fueron los Diputados Galiano, Ruiz de
la Vega, Romero y otros, pero liue tambien fueron com-
batidas con vigor por Falcó, Casas, Prado y Castejon, pero
muy particularmente por Argüelles, cuyo discurso en la
Sesion uel 24 hizo derribar la horrible Ley de escepcion,
hase ue touo el plan revolucionario, es decir, la suspensioll
dd Articulo 108 de la Constitucion, entregando la suerte
de touos los EspaflOles entre las manos liberticidas de una
ú¡ccion atroz. [N° 53 de Documentos.]


J\fas ni los esfuerzos de los Di puta(los moderados, ni la
vigorosa defensa de Argüelles fueron suficientes á evitar,
que las Cortes aprobasen la mayor parte de estas medidas,
y tiue uiesen armas al Ministerio, que podria usar á su vez
en contra, no solo de los conspiradores anticonstituciolla-
le:,;, sino de los Constitucionales moderados, todavia lIla:,;
aborrecidos ti ue los primeros.


En efecto, tÍ poco tiempo de la aprobacion de estas me-
didas, y como un incidente del conocimiento que las Cor-
tes tomaban del Estado político de la .K acion, aparecen en
la historia de aquellos aciago:,; Jias, la famosa causa del
Ministerio del 7 de Julio, y la de las dignas Autoridades
locales de aquel día. Nosotros, por honor á nuestra Na-
CiOll, quisieramos correr un espeso velo sobre estos sucesos
e:,;candalosos en que Ulla faccion, ostentando su triunfo, holló
todos los principios de Justicia, pero no es posihle dejar ele
llah];H de ellos. ;11lllque sea liseramcnte,




l(jo


Un Fiscal militar, instrumento oe la faccion, decretó la
prision de todos los Ministros, pero estos urlvertidos con
tiempo se ocultaron, y solo Garely antiguo .Ministro de
Gracia v Justicia, fue preso en su misma casa, enfermo en
su cama, y l\fm;coso de la Gobernacion lo fue tambien en
Galicia su pais, y conducido á la Capital. Tambien des-
apareció Morillo, pero fue cogido en las fronteras de Por-
tugal; y el impertérrito y firmc San Martin llcyudo ú un
calabozo de la carce1 pública, con la misma serenidad que
en g:randes ocasiones habia manifestado al sostener el


'--.e •


Trono, las Leyes y el orden público.
Todos los hombres honrados de España se escandaliza-


ron de tamal 10 atentado, hasta los mismos exaltados tIue
no correspondian á la faccion, y aun los mismos Comune-
ros, sea por contrariar el partido del Ministerio ó dc la
Masonería, ó al impulso de un simple sentimento de jus-
ticia, se declararon abiertamente contra esta arbitrariedad
inaudita, cometida al abrigo de las leyes injustas y revo-
lucionarias, y en completa contradiccion con las Lases esen-
ciales del Sistema político que rcgía; pero en fin, sea como
quiera, estos sugetos dignos de la estimacion pública por
tantas razones, acaso hubieran sido víctimas de la faccion
dominante, si no hubiese sido por la fuerza irrcsistible de
la opinion, y mas bien por la escision que empezaba á
existir ya entre las dos facciones de NIasones y Comuneros;
pero aun así, los que tuvieron la desgracia de ser presos,
sufrieron no solo las amarguras propias de su posicion,
sino los insultos y las vejaciones que producen las perse-
cuciones en las agitaciones civiles; sin emuargo, las Cor-
tes anularon los inicuos é ilegales procedimientos del Fiscal
Paredes, y esta causa, despues de algunos meses, quedó,
si no concluida, paralizada, y puestos en liLertad Garely,
Moscoso y San Martin.


Mas esta persecucion, que á pesar dc la citada declara ..
cion habia tenido en su principio su gran ;1poyo ell t'l jlt1r-




167


tido Mason de las Cortes, no fue su solo error en esta
época; otros muchos acompañaron, de los que no vale la
pena ocuparse; mas no callaremos la licencia y amplitud
concedida á las llamadas Sociedades Patriúticas, á cuvo


.-


favor se abrió en Madrid la conocida por Landaburiana, y
de la cual con el ridículo título de Nloderador del Orden,
fue nombrado Presidente Romero Alpuente, si bien el Gefe
Político Palarea presidió la abertura de la primera noche.


Su Presidente, órgano de la Sociedad de Comuneros, fue
un instrumento que esta empleó en el sentido que la con-
venia, y muy pronto empezó á aprovecharse de ella para
hostilizar al Ministerio, y arrebatar de sus manos las
riendas del Gobierno.


Alejemonos por un momento de este triste teatro, y
contemplemos la suerte de Espaüa eon rclacion á las Po-
tencias de Europa.


La Nota del Emperador ele Rusia en Mayo de 1 R21 de-
jaba pendientes cuestiones políticas, que al desenvolverse
poclrian producir grandes acontecimientos. En Leibach
se habian presentado mas claramente estas cuestiones, y
el desen1ace de la revolucion de N ápoles y del Pi amonte
no dejaba duda, que mas ó menos pronto la cuestion de
Espaüa iba á ser Europea, y debia resolverse en V crona,
donde principiaron las conferencias diplomáticas en Octu-
bre de 1822.


Lord \Vellington fue nombrado Plenipotenciario de la
Inglaterra, desde donde marchó á Paris, empezando las
comunicaciones con su Gobierno sobre estos negocios el
21 de Setiembre de 1822, y su primer objeto fue dar á
conocer á su Gobierno el estado de las relaciones políticas
entre Espafla y Francia. N o creyó cn esta época que la
Francia cstuviese dispuesta á hacer la guerra á la Espaüa,
con la que entonces apareciall unicamentc diferencias de


Con "reso de
Ven';'na.




lfik


poca importancia, que sancionaban sin embargo, segun el
Plenipotenciario Ingles, la existencia del Cordon Sanitario;
pero la primera esplicacion de Mr. Villele le hizo ver, que
la cuestion de guerra estaba mas adelantada que 10 que
creyó al principio, pues se quiso al instante exigir á la
Gran Bretaña la csplicacion, ele cual sería su conducta en
caso de rompimiento entre Francia y Espafla. El Gabi-
nete de Londres, elernasiaelo sagaz para no ver las cosas en
su verdadero punto de vista, desde luego hizo contestar ¡t
\Vellington, que nada poelia decir para casos hipotéticos.


Mas ya en Verona, el 20 de Octubre, se presentó la
cuestion con toda clarielad, y el Plenipotenciario de Fran-
cia comunicó á los de las elemas Potencias las preguntas
siguientes. "1 a, Si en el caso que la Francia se viese
en la necesielad ele retirar su Ministro de Madrid, y cortar
sus relaciones diplomáticas con España, la altas Potencias
estaban en camino de adoptar las mismas medidas y reti-
rar sus l\Iinistros; 2", En el caso que estallase la guerra
entre la España y la Francia, bajo fjué forma, y con que
hechos suministrarian las Altas Potencias ;Í la Francia
aquel auxilio moral, que daría á sus medidas el peso y la
autoridad ele la Alianza, é inspiraría un temor saludable á
todos los revolucionarios de toelos los paises; y 3". Cual
es finalmente la int8ncion ele las Altas Potencias acerca de
la estension y forma de los auxilios efectivos, ó socorros
materiales, que estuviesen en disposicion ele suministrar ;Í
la Francia, en el caso que esta exigiese la intervcncion ac-
tiva, si la creía necesaria."


El [) de Noviembre, en una conferencia provocada por
el Príncipe Metternich, á la que asistieron los Plenipoten-
ciarios de las cinco grandes Potencias, Inglaterra, Rusia,
Austri:l, Prusia, y Francia se dieron las contestaciones tÍ las
citadas preguntas: ]a Rusia, Austria y Prusia se adhirieron
en un todo ú los cleseos manifestados por la Francia, y ofrc-




t (;9


cian prestar todos Jos auxilios que pidiesen. La Inglaterra,
por el contrario, pretestó que no tomaría parte ningulla,
siendo cuestion de una intervencion armada en EspallU,
dando para ello su Plenipotenciario el Duque de \Velling-
ton muchas razones contenidas en su largo memorandum,
que leyó.


Mas decididas las cuatro graneles Potencias á intervenir
cn los negocios de Espaúa, acordaron primero, dirigir no-
tas oficiales al Gobierno EspaÍ101, pasanelolas antes al
Plenipotenciario Inglés, ú fin de que diese su dictamen
acerca de su contenido; pero este plan fue variado, deci-
di endose por hacer comunicaciones directas por partc de
las mismas cuatro grandes Potencias á sus respectivos en-
cargados y Ministros en.Madrid. [.Kc 54 de Documentos.]


Esta resolucion no pudo menos de producir observa-
ciones de parte de Inglaterra, que veia esencialmente va-
riada la cuestion primitiva, reducida únicamente á calmar
la irritacion de Francia y España, y evitar un rompimiento
eutre las dos Naciones. Las quejas de esta con respecto
ú aquella se reducian ;Í decir, y hasta cierto punto con so-
brada razon, que en Francia estaba el centro de todas las
conspiraciones contra el Sistema Constitucional. El Go-
bierno Francés, por su parte, alegaba quc sus intereses
esenciales estaban comprometidos; que los revolucionarios
de l~spaÍla escitahan y aun protegian los de su país; y por
fin, que su tcrritorio habia sido viola(lo; pero estas dife-
rencias que, con buena fé cntrc los (los Gobiernos, se transi-
f!;ian facilmcnte, en realidadllo eran de parte dc la Francia,
mas que pretestos para cohonestar los deseos dc hacer la
gucrra á la l'evolucion y á las ideas hijas de ella, y como
prueha se vió, que presentanc10se la cuestion en Verona,
únicamente como diferencias entre Espalla y Francia, á
poco aparece ya de hecho una coalicion contra la Espaúa,
{) mas bien, contra su Gobierno Constitucional.




170


A la Inglaterra, sin embargo, se la ve continuar en Ve-
rona sus esfuerzos para evitar la guerra, y aun ofrecer ú la
Francia su mediacion entre las dos Potencias; pero 1:1
guerra estaba decidida, y la Francia no admitió la media-
cion ele la Inglaterra. El Gobierno Francés, deseoso de
hacer el último ensayo ele su consolidacion, tenía que pro-
bar si podia contar con un egército activo, (Iue no habia
tenido ocasion, ó no habia osado formar desde la restau-
racion, y llingun ensayo mejor y menos aventurado, que
el que podia hacerse contra una Nacion dividida, y sumer-
gida en todos los horrores de una atroz discordia. En fin,
se resolvió se pasasen las notas indicadas á los Ministros
ele las grandes Potencias en Madrid, y todos los esfuerzos
de la Inglaterra, de que aun hablarémos mas adelante, fue-
ron inutiles; el Congreso se disolvió, y á los Agentes di-
plomúticos en Madrid se les previno pidiesen sus pasa-
portes, sino accedia el Gobierno EspallOl á todo lo que 8e
le pedia dc un modo vago y amenazador.


En tanto, aumentadas las fuerzas Constitucionales en
Cataluña, Navarra y Provincias Vascongadas, triunfaban
en diferentes encuentros, obligando, como ya digimos, á
Eroles á evacuar el Principado, y á Don Carlos O'Donell,
que habia remplazado á Quesada, á volver á Bayona. Estas
circunstancias, lisongeando al Gobierno, le hacian ocuparse
de una Alianza con Portugal, que no tuvo efecto, menos-
preciando los ataques continuos de sus antagonistas los
Comuneros, cuyo teatro era la Sociedad Landaburiana, y
mostrar arrogancia, cuando el Cordon Sanitario mudó su
nombre en egército de Observacion, y cuando la Corte de
Roma se negó á espedir las Bulas á los Obispos recien
nombrados, y á admitir como Ministro Plenipotenciario al
Eclesiástico Villanueva, con cuyo motivo hizo salir al
Nuncio de Madrid. Las Cortes por su parte acordaban
una quinta de 29,000 hombres) y un nuevo préstamo de :17




IiI


millones con que poner sobre las armas las Milicias Pro-
vinciales, conocidas entonces bajo el nombre de :Milicia
Activa.


En los primeros dias de Enero de 182:3, llegaron á J\Iadrid Notas pa,;:¡-
das por las las famosas Ilotas de las cuatro grandes Potencias, Francia, Potencias


Austria, Rusia y Prusia, como resultado de los acuerdos Estnmgcras.
de Verona. La de Francia mas moderada que las otras,
fundaba sus quejas en hallarse comprometidos sus intereses
esenciales; el Austria reconvenía al Gobierno EspaÍlol por
la revolucion de Italia; y la Prusia y Rusia copilando la
triste historia de los verdaderos desaciertos y de los re-
sultados del Sistema Constitucional, estaban llenas de
ofensas y diatribas contra el Gobierno, á la par que de
amenazas, siendo obgeto de todas exigir modificaciones en
el Sistema político, y la libertad del Rey para que emana-
sen de S. M. las Instituciones.


N o entremos en las grandes cuestiones de derecho pú-
blico que provocaban estas notas; degemos la discusion de
si el derecho de intervencion en los negocios interiores de
otro país, puede ser admitido alguna vez, ó si es siempre
un abuso; ni si lo que se llamaron intereses esenciales, es
una idea real ó puramente ingeniosa.


Los Gabinetes de las cuatro grandes Potencias conocian
hasta cierto punto el estado político de EspaÍla, y en con-
secuencia adoptaron un lenguage, si bien exacto, ya en los
hechos que referian, ya en la aplicacion de principios ge-
nerales, demasiado duro <Í la verdad para el Gobierno de
un Estado independiente, que tenia sin duda trabas legales
para obrar en el sentido que se le indicaba, y á quien no
podía engaúar la sutileza diplomática, con que separando
maliciosamente los intereses del Rey y del Pueblo de los
de los Gobernantes, en realidad venía á calificar á estos
miembros, ele una faccion.




li:¿


Juzguese ahora la parte que el amor propio debió tl:l\l'1'
en la resolucion del Gobierno Espaüol, que sin embargo no
debió ser bastante á hacerle seguir el camino que adoptó,
8i otras causas no le hubiesen impelido, seÍlaladamente la
indi8culpable ignorancia en que se hallaba del verdadero
estado de la opinion en Espafla, que apenas parece creible,
si no fuese tan cierto que las pasiones ciegan, y que en
este caso fueron ayudadas por la inesperiencia y por fu-
nestas y tristes equivocaciones. En efecto, comparar la
invasion que proyectaba entonces la Francia con la pasada
de la guerra de la independencia, solo el alucinamiento
que acompafla siempre al espíritu de partido, puede ob-
cecar la razon hasta estc punto, y si no ¿. cómo pudiera
esplicarse tamaílas equivocaciones? La suertc dc la ~acion
que pendía de su voz, nunca debió resolverse por 108 datos
exagerad08 de los partidos; debia verificarse 80bre la seria
é imparcial consideracion de la opinion pública de los
pueblos; mas no fue así, y en comprobacion bastará solo
citar los que se contaron como elementos de fuerza en tan
peligrosa contienda; y prescindiendo absolutamente elel
estado de la Hacienda, y de la debilidad física y moral del
Gobierno, olvidaron 6 no pensaron, que en el estado de
los negocios públicos las cuestiones eran meramente de
hecho y no de derecho. Cuanto pudiera decirse en prin-
cipios de esta cuestion era cierto, grande, glorioso, pero
inutil: ¿ podía ó no podía la Espaím resistir la coalicion ?
¿ Era la opinion unánime de los Espaúoles sostener tan
desigual contienda? ¿El aprovecharse y disponer de su solo
elemento de fuerza, que era su union y su nacionalidad,
que fue como obtuvo su triunfo contra Bonaparte '? He a(1 ui
lo que debió ventilarse, mas no fue así.


En la misma noche en que se recibieron las notas, las
llevó el Ministro San Miguel al Gran Oriente, y allí mismo
se improyisó su respuesta, harto conocida por su iml;rc-




1 ¡:J


VlSlOn y su falta de meditacion. Esta sin embargo, tal
como era, se llevó adelante, dando cuenta de ella el Go-
lJierno á las Cortes el 9 de Enero, con el obgeto, sin duela]
de promover y escitar el entusiasmo público. En efecto,
al terminar su lectura en el Congreso, no parece sino que
se apoden) ele todos los Diputados un vértigo funesto] que
fuera disculpable por la nobleza de su origen, en quien no
tuviese que responder á la N acion entera] y aun á lus gene-
raciones futuras, de los males incalculables de tamaÍlo aca,·
loramiento. )'loderados y exaltados, todos fueron de una
opinion, todos creyeron llegado el caso de retar á la Europa]
y así decidieron se pasasen las notas y las contestaciones
del Gobierno á la Comision diplomática, á la que se agregó
el Diputado Argüelles, y esta dió su dictamen el 11, re-
ducido á un proyecto de mensage dirigido á S. M., en el
que las Cortes, rehatiendo ligeramente las notas, haeian su
profcsion de fé política en contra de ellas, y de acuerdo
con las contestaciones dadas por el Gobierno. Discursos
acalorados y elocuentes pronunciaron con motivo de la
discusioll del mensage, que fue aprobado por unanimidad,
Saavedra, Callga Argüelles, Galiano, Ferrer y Argüelles ;
estos con verdadera elocuencia produgeron un vivo entu-
siasmo en los espectadores, siempre inflamables, y lIlas á la
aislada consideracion que hacía el vulgo de verse amena-
zada la Nacion por Estrangeros.


Los Ministros de Rusia, Austria y Prusia pidieron in-
mediatamente sus pasaportes y dejaron á Madrid, y á poco
tiempo el de Francia. N adie dudaba los resultados inme-
diatos de un paso, siempre precursor de un rompimiento;
pero el Gobierno y las Cortes se abandonaban á soñadas
esperanzas, de que la Nacion se alzaría en masa contra los
invasores como en el año de 1808; que los soldados Fran-
ceses abandonarian sus banderas por las Españolas, que
llamarian de la libertad; que los 40,000 sublevados arm<1-




li-l:


uos en contra de la Constitucion, llamados defensores del
Altar y del Trono, volverian las armas contra los Fran-
ceses; que la Inglaterra, en fin, porque estaba neutral,
haría una guerra verdaderamente Continental; estos eran
los elementos de defensa en que se apoyaban. ¿, Cómo es
posible comprender tales delirios? ¿, Cómo poderse ima-
ginar que una N acion fanatizada, y á la que se la ha hecho
substituir las prácticas Religiosas á los preceptos de la
moral; en la que el Clero, conservando una tribuna popular
en cada púlpito, y por otra parte el Confesonario, no podía
dejar de conservar grande influencia; en la que las masas
populares dependientes exactamente de clases ultrajadas
todas por la revolucion, no podía contar con elementos
para que el pueblo hiciese esfuerzos activos para sostenerla;
y por último, cómo no pensar que el Trono en oposicion
directa, aunque oculta, con el Gobierno, no podía este
tener fuerza y vigor para contrarestar tantos elementos de
segura é inevitable ruina?


¿, Ko tenian bastante espericncia de que el Hamado Pue-
blo había manifestado rara vez sus idéas, y que cuando lo
había hecho, había sido siempre en contra de la Constitu-
cion? ¿, Cataluña, Aragon, Navarra, Sigüenza, Galicia, no
eran bastantes testigos? ¿, Cómo imaginar pues, que se
alzasen en defensa de un Sistema, que e~l su lenguage
atacaba la Religion, y tenia preso ó esclavo al Rey, objeto
constante de su veneracion por mas que quisiese deprimir-
sele? ¿, Y como los soldados Franceses abandonarian unas
banderas, bajo cuyo servicio hallaban honores y recom-
pensas, por otras en que no hallarian lo uno ni lo otro?
¿, Seria solo al encanto de las palabras igualdad y libertad,
y á los himnos patrióticos? i Qué delirio! Las palabras
tienen fuerza mientras no se oponen á su significacion
idéas é intereses efectivos; en habiendo estos, las palabras
se las lleva el viento. Los soldados de la fe, decian, vol-




175


verian sus arlllas contra los Franceses; parece imposible
como las pasiones ofuscan la razon hasta desconocer el
corazon humano. En todas las guerras cesan las diferen-
cias cntre los adversarios el dia que se hizo la paz, en las
guelTas civiles, nunca, y mas si tienen algo de religiosas;
ú los de diferente partido todo les es indiferente, con tal
de triunfar. Estos hechos consignados en la historia de
todos los tiempos, hubieran debido apartar de las Cortes
esa engailosa idéa. Por último la Inglaterra, añadian, haría
Ulla guerra Continental, ¿ y por qué? Por sostener la
Constitucion del aúo de 1812, la misma que habia visto
caer tranquila y alegremente en 1814, cuando lo podia
todo en Espaíla.


:Mas sea como quiera, estos eran los elementos con que
contaban las Cortes, pues si no ¿ con qué otros podian
contar? El Erario estaba exhausto, egército apenas existía,
facciones de varios nombres se atacaban unas á otras; el
Gobierno sin administraeion pública, y sin posibilidad en
los pueblos para contribuir, no tenia ni fuerza ni dinero;
el Clero, clase poderosisima, conspiraba abiertamente con-
tra él; la nobleza, que por una de las anomalías de este
país, no habia contrariado las reformas, antes por el con-
trario sus individuos principales se habian lanzado en la
arena con la sola intencion del bien general, estaba empo-
brecida por la indiscreeion de las mismas reformas; la
clase que mas ganaba en ellas, y aun que habia esperi-
mentado ventajas muy efectivas en la reduccion del
diezmo, supresion de derechos, y otras mil leyes benéficas,
ohraba sin disimulo contra la Constitucion. Digan todos
los hombres de buena fé, sí no era esta la situacíon de
España en 1823, y despues permitasenos denunciar ante el
severo tribunal de la Historia, la conducta indiscreta é
imprudente del Gobierno y de las Cortes.


Una ocasion muy solemne se presentó muy en breve




] iG


para t:ontrastar la arrogallt:ia de la Sesioll del 9, con d
verdadero poder de los que así dcsafiabrw á la Europa, sin
elementos de sostener el reto. Los sut:csos militares de
Aragon, donde no mandaba ya Zarco del Yal1e sino
V clasco, eran bien diferentes de los dc CataluÍla y 1\ a·
varra; Bcssicrcs y el Royo reunieron 5UOO hOll1Lres .Y
atacaron los Arrabales de Zaragoza, donde fueron rechaza-
dos por su corta guarnicion y Milicia, y dirigiclldosc rápi-
damente á la provincia de Guadalajara, pusieron la Corte
y el Gobierno en consternacion. El Capitan General
O'Dali salió á su encuentro, y los ataeó en Brihruega,
donde por un efecto de casualidad de la guerra, fue batido
con pérdida de su artilleria, y dispersion casi completa de
su columna.


Grande fue el conflicto cn que esta circunstancia puso (t
ese Gobierno, que hacia solos 15 dias habia tirado el
guante á la Europa entera; en esta ansiedad nombró Go-
oel'llador de Madrid al mismo Zarco del Valle, á quien
haLia arrinconado poco antes, y al Conde del ALisbal,
Capitan General del Distrito. Esperóse por momentos se
presentase Bessieres á las puertas de la Capital, cuya
defensa se disponia con la mayor actividad, mas la
naturaleza de sus fuerzas, y las que Abisbal le opuso
impidieron este acontecimiento.


En Vizcaya, al mismo tiempo, los Gefes de partidas de
Realistas, Guergue, Uranga, Castelar, y Cuebillas oLtuvie-
ron tambien ventajas parciales, si bien fueron batidos por
el General Torrijas; y por último en Valencia aIgun tiempo
despues, llegaron Sampere y Ulman á poner sitio á la
misma ciudad; todo en fin probaba, que si la fuerza militar
del Gobierno habia, como ya hemos dicho, estrechado y
aun en muchos puntos concluido con los llamados faccio-
sos, estos, apoyados en los grandes recursos ti ue les pro-
norcionaba Ja opinion pública, aparecian siempre del




1 í "
mismo modo en todas partes ,t pesar de sus rc\'eses, !kmos-
trando todos los (lias la debilidad del Gobierno, sobre cuya
cabeza se estaba formando. el nublado que debía conclUIr
con él.


Sin duda, estas consideraciones y el riesgo de la invasion
estrangera, confirmarlo por el discurso del Rey ele Francia
en la apertura de las Cúmaras el 28 de Enero [N° 55 de
Documentos], hicieron (lue las Cortes diesen una nueva
amnistía en favor de los (1 ue entregasen las armas antes
del 1° de Abril, y que se prestasen ú cuanto pedía el Go-
bierno. Este, cuyos individuos no estaban en el caso de
dominar su situacion en tan dificiles circunstancias, admi-
tía las indicaciones de la Sociedad Masónica que le dirigía,
pero al mismo tiempo era combatido vivamente por los
Comuneros en la Sociedad Landaburiana, la quc se de~
terminó á disolver, pero tomando para ello el debil medio
de suponer ruinoso el edificio donde calebraba sus Sesiones.
Al propio tiempo, y apelando ú la honradez de los mismo:.;
([ue haüÍa menospreciado su espíritu de partido, empleaba
tardíamente personas, que en otras circunstancias le 1mbie-
ran tal vez salvado. Dictaronse muchas medidas mili-
tares, entre ellas la formacion de cinco egércitos, cuyos
Generales debían tener el mando de la Península en sus
territorios respectivos, á saber: l\:1ina en Cataluüa ; Balles-
teros en !\avarra, Aragon y Valencia; ~lorillo en Castilla
la Vieja, Asturias y Galicia; Abisbal en Castilla la Nueva y
Estremadura, y Villaeampa en Andalucía; pero la quinta que
los debía llenar se estaba haciendo, y no había eon que vestir
los reclutas, ni un solo fusil en almacenes, ni pólvora apenas.


El citado discurso del Rey de Francia que anunciaba la
invasion, produjo los efectos que es facil graduar: los que
ciegamente la querian confundir con la de ] 808, se exalta-
ban confiando que la guerra decidiría el triunfo de Sil par


.'\




Cierran las
Cortes Estm-
ordinarias
sn~ ~c~i{ln(-'s
el 19 ¡le Fe-
brero de


178


tido; los hombres sensatos se estremecían al contemplar
los males que amenazaban á la Patria, y que los encarga-
dos de su Gobierno no sabian ó no querian evitarlos. En
tanto, encendiase la rivalidad de Comuneros y Masones,
Rofocando aquellos al Gobierno; las dificultades se aumen-
taban por instantes, la influencia benéfica, cn este caso, de
una sabia política no podía esperarse, antes bien debía presu-
mirse, que estraviados ya el Gobierno y las Cortes del camino
que ella designaba, habian de correr la corta carrera pública
que les quedaba de precipicio en precipicio. Así fue, que sin
emplear medio alguno de entretener y prolongar la invasion,
desechando consejos de célebres Diplomáticos, y olvidando
la necesidad dc dar egemplo de la serenidad y resolucion
que de ellos se exigía, empezaron á aparecer síntomas de
verdadera disolucion. En 14 ó 1:' de Febrero se autorizó
al Gobierno á trasladarse á punto seguro de acuerdo con
la Diputacion permanente, si las Cortes habian cesado; y
si tambien la Diputacion, con el Presidente y Secretario
de las Ordinarias, cosa que no pudo menos de producir
general desaliento.


Tal fue la concIusion de los trabajos de las famosas
Cortes Estraordinarias del aílO de 1822, que terminaron
sus Sesiones el ] 9 de Febrero, no habiendo S. M. asistido
á la ceremonia por hallarse enfermo. Reynó en este acto
el silencio propio de la gravedad política en los momentos
en que se verificaron.


::VIas si el silencio había presidido la ceremonia de cerrar
las Cortes, y los hombres honrados veían con dolor el
triste estado de 103 negocios públicos, los .Anarquistas, los
hombres de la revolucion prescindian de lo crítico de las
circunstancias, apenas se tocaba á sus intereses }Il'ivadus eS
á los planes y sistema de su facciOlL




l/U


La noche misma del día (lue se cerraron las Cortes, es
decir el 19 de Febrero, demostró bien claramente esta ver-
dad: al anochecer se esparció la voz de que el Rey se
habia servido remover el Ministerio, mcdida que sobre
rcclamarla la utilidad pública, fue producida por contesta-
ciones desagradables entre sus individuos y el Monarca.
No era dificil prever los resultados; hijo este Ministerio de
la Masonería, csta Corporacioll debia echar el resto para
sostener sus hechuras, pues se escapaba de sus manos el
Gobierno de la Monarquía; en efecto, una asonada puso
en consternacion la Capital, no en verdad por el número
de los individuos amotinados, pues no llegaban á 300, sino
por su naturaleza. En muchas ocasiones habia sido tur-
bada la tranquilidad pública, en muchas, Vivas y Mueras
diferentes habían resonado en las calles y plazas de la Ca-
pital, pero jamás se había manchado la revolucion con
signos ciertos de un atentado, hasta esta noche ominosa.


La pluma se resiente á describirla: voces de "Muera el
Rey" se oyeron por primera vez; se insultó el sagrado
asilo, y aun á la virtuosa y respetable Reyna; y acaso sin
la Milicia de Madrid y sin el Ayuntamiento, se hubiesen
ensangrentado las páginas de nuestra historia con la sangre
de ilustres víctimas.


Nosotros lo vimos; vimos el Real Palacio acometido;
escitamos á los buenos para que se unieran en defensa del
Monarca abandonado casi de todos, pues solo le rodeaban
algunos servidores leales *, y el decidido y valiente General
Don José Zayas; ¿, pero donde estaban entonces los héroes
de la lealtad? La Milicia sola guardaba las puertas; Au-
toridades no habia; el Gefe Político Palarea habia salido
hacia Colmenar á atajar los progresos de una conspiracion;


* El Mayordomo l\'fayor Marqués de Santa Cruz no se separó un mo-
mento del Rey: el Conde de Puñonrrostro tambien estuvo al lado del
Monarea.


Asonaua del
19 de Febre·
ro de 1823,
por la noche.




ltO


DOll Toma~ OdOllOjU habia reemplazado en el gobierno de
Madrid á Zarco del Valle, en virtud de una orden dell\Ii-
nisterio depuesto, dada la noche anterior; el Capitan Gene-
ral Abisbal obraba en la Alcarria contra Bessieres con la
mayor parte de la guarnicion, que habia quedado reuuci-
disima; la Familia Real estaba enteramente á merced de
los revolucionarios :Masones, que desistieron de su emperlO
y de sus ultrages, á la revocacion del Decreto de destitucion
del ~iinisterio, que causó el movimiento provocado por el
Ministerio mismo.


Entre las muchas veces que existió coaecion verdadera
de parte de los amotinauos contra el Rey, ninguna mas
clara é impuuente que la de la noche del 19 de Febrero.
1<:1 Monarca, sin embargo, tenia en aquella noche fatal el
apoyo de los Comuneros, no por lealtad, sino por espíritu
de faceion y por apoderarse de las riendas del Gobierno;
tenia tambien el de todos los hombres honrados, pero
oposieion efectiva no la hallaron los que á las puertas (lel
Real Palacio gritaroll impunemente Afuera el Rey, J.1fuera
el Tirano, sino en la Milicia, y aun esta no evitó al prin-
cipio las voces de los Anarquistas, que no contentos con
las atroces injurias contra el Monarca, pusieron en la
plaza pública una mesa, en la que se firmaba una represen-
tacíon, pidiendo á la Diputacion permanente se nombrase
una Regencia, para que reemplazase al Rey; pero elAyun-
tamiento no pudo resistir tamaúo escándalo, quitó á la
fuerza la mesa, y dispersó á los representadores.


Restablecida la tranquilidad, despues de logrado el
objeto de la Masonería de anular el decreto del Rey, en el
que deponia á sus miembros los J\Iinistros, facil es concebir
la nueva fuerza de esta Asociacion, y facil tambien COll-
cebir que los Comuneros querrian unirse á los J\Iasones, en
cuyas manos se habia asegurado de nuevo el mando.




1 tí 1


U n manifiesto de los Comuneros había atizado la guerra
que siempre existia entre las dos Sociedades secretas;
otro firmado por varios individuos, y entre ellos por quince
Diputados de Cortes, con fécha del 28 de Febrero de 182:~,
en que eseitaba á la uníon de ambas Sociedades, para lo
cual se habian celebrado clandestinas reuniones, queria
establecer paz y concordia [N° 56 de Documentos] ; y en
tanto, la desventurada Espaím, víctima infeliz de maquina-
ciones, caminaba á pasos largos á sumergirse en el abismo
que le habian abierto las facciones. En este estado de
espantoso desorden y anarquía pasahan los dias, y se COlll-
pletaban los preparativos para que un egército Francés, de
menos de 100,000 hombres, pasase las fronteras para
dictar leyes á la misma N acion, q uc tres Siglos hacía las
hahia dictado al Orbe entero, Y ocho años antes habian sus
esfuerzos contribuido á derribar el mayor Coloso que ha
conocido la Historia de los siglos; mas continuemos la
narracion de los sucesos.


El General Ballesteros marchó á tornar el mando de su
egército; Morillo, poco despues, el del suyo, que no ex-
istía absolutamente mas que en el nombre, pues no tenia
en él ni hombres, ni material, ni dinero. Abisbal en
Madrid empezaba con indecible eficacia á formar el suyo,
pero en todas partes se hallaban obstáculos invencibles, ya
para reunir fondos, ya para el reemplazo, paralizado por
la descreían de los quintos y por la resistencia de los
pueblos, que nada querian hacer en favor de las ideas del
Gobierno.


En este estado se hallaban los negocios públicos en el 1 ° nia 10 de
de 2\'larzo de 1823, dia en (Iue segun la ley· se debian abrir Marzo de


182:3; ahren
las Sesiones de las Cortes ordinarias, como en efecto se las CortE'~
abrieron; el Rey no asistió ,{ la apertura, y envió el dis-
curso, que emanado del Ministerio, r,lrccía mas bien un


Ordinarias
~U;: Sl'~iOll(',.




182


artícu10 atrabiliario de un periódico de partido, que escrito
para ser pronunciado por un Monarca en el acto solemne
de abrir un Cuerpo legislativo. [N° 57 de Documentos.]


Dejemos al Congreso seguir sus Sesiones, y veamos
cuales fueron los esfuerzos de la Inglaterra, consiguientes
ú su conducta en Verona, dirigidos á transigir los negocios
de Espaúa. Representabala á la sazon en Madrid Sir vVil-
liam A'Court, conocido en Europa por sus talentos dipló-
maticos, cl que desplegó en este caso los recursos de su
genio y esperiencia. Negada la Francia á admitir la media-
cion de Inglaterra que Lord 'Vellington la propuso, no se
le ocurrió pedirla al Ministro San Miguel, quien solo
reclamó, y esto demasiado tarde, sus buenos oficios, pro-
curando grangearlos por concesiones de orden secundario,
con que creia decidir á la guerra á aqucl Gabinete.
A'Court aprovechó la ocasion, asegurando por un tratado
indemnizaciones favorables al comercio Inglés, mas al
propio tiempo no perdió medio ni instante de persuadir al
Gobierno Espaúol de los riesgos que le amenazaban, y de
la necesidad de recurrir á negociaciones para evitarlos,
haciendo concesiones que salvasen lo esencial del nuevo
orden de cosas. Buscó además el apoyo de los Diputados
de mas crédito en las Cortes, y escitó los intereses de las
Sociedades, que por su rivalidad desaprobaban la conducta
de la que dirigía principalmente los negocios; pero todo
fue inutil.


Otro medio adoptó tambien el Gobierno Inglés: Lord
Somerset, Secretario del Lord ~Wellington durante sus
campañas gloriosas en Espaüa, vino á la Península, y
aunque sin caracter diplomático, trajo un Memorandum,
tlue honrará siempre al Duque de Ciudad Rodrigo, en que
mostrando su afecto á los Espaúoles, les daba consejos pru-
dentes de una utíl transaccion, dando á conocer el profundo
conocimiento de la cuestion de España, fiue le facilitaba su




183


concurrencia al Congreso de Verona, terminando por pro-
poner la reforma de la Constitucion. Era el objeto esplorar
y convencer, con la ayuda de este documento, á los muchos
amigos '*' que el Duque y su Secretario conservaban en
Espaúa. lVIas tal era el frenesí de los que dirigian los
negocios, y tal la tiranía de opiniones que á su abrigo
egercian las Sociedade secretas, que tan prudente recurso
no produjo efecto alguno, por mas que muchos, ó las mas
de las personas el quien se dirigió el Lord Somerset, de
acuerdo con Sir A'Court, convinieron en la exactitud de
cuanto contenía el Memorandum. La ceguedad de los
novadores inespertos en política, y poco aprovechados en
el estudio de la Historia, se atrincheraba en el Artículo
375 de la Constitucion, por el que no se la podia alterar
ni reformar hasta pasados ocho anos. Despreciaron así
los auxilios diplomáticos de la Inglaterra, y no aprove-
charon sino para confirmarse en sus errores. El temor que
indicaba la cautela de las Potencias Europeas y del egér-
cito destinado ;t la invasion, fue sin duda efecto de dar al
partido, que gobernaba en Espaúa, mas importancia de la
que realmente tenia. Lord Somerset dejó pues á Madrid
el 30 de lVIarzo, y á su paso por Bayona tuvo con el Duque
de Angulema una conferencia, que pudo servir á este de
gran ilustracion.


Ciertamente que las Cortes y el Gobierno ante el tri-
bunal de la Historia, si siempre serán disculpables, á la
consideracion del efecto que produce sobre el orgullo
Nacional las amenazas de estrangeros, no lo serán por la
imprevision de no contar con la situacion del pais, que
anunciaba con seguridad el resultado; situacion que


* El noble Lord cscribió una carta llena de consejos prudentes al
General Alava, cuya probidad y buenos sentimientos le conceden todos
los quc conocen al dicho General, pero tambien fue inutil: :,ca por lo que
quiera, de mlda aproyccharon los con~cjo" del Duque de '" ellington.




18.+


desconocía la Francia y la Santa Alianza, pues si la
hubiesen conocido, aun hubieran temido menos los resul-
tados de una guerra dc éxito cierto, pcro de cuyo temor
hubiese podido sacar gran partido un Ministerio EspallOl
sagaz, habiendo circunscrito á casi nada las concesiones.


Pero sea corno tI uiera, inútiles los pasos dados por el
Ministro A'Court, inútiles las diligencias practicadas por el
Ilustre Amigo del Duque de \Vellington, inútiles sus con-
sejos dirigidos confidencialmente el cierta persona de in-
fluencia, su antiguo amigo, inútiles en fin los clamores de
todos los hombres ilustrados, á quienes el frenesí no hahia
vendado los ojos, el Gobierno y las Cortes no quisieron
variar de rumbo, y con los solos elementos que ya hemos
citado, decidieron correr el riesgo de aventurarlo todo á los
trances de la guerra. El Lord Somerset deil á Madrid
como va dicho, y el Ministro A'Court siguió al Rey á Se-
villa, donde le esperaban momentos muy dificiles *. Vol-
vamos pues á los sucesos, dejando que la lectura y medita-
cion de los interesantes documentos diplomáticos de esta
época, coloquen en la Historia á cada uno de los que
figuraron en ellos, ya personas ya Gabinetes, en el puesto
que exige la verdad y la justicia.


En medio de esta ansiedad, facíl es juzgar la del Mo-
narca. Los Comuneros que se le mostraban afectos con
la sola mira de arrebatar á los Masones el poder, lograron
que S. M. removiese, en 10 de Marzo, el Ministerio que de-
bia reemplazar otro de su partido, compuesto de Florez


* Una anomalía muy dificil de esplicar, es por lo tanto muy digna de
atcncion. Sir A'Court y Lord Somerset, antes que el Gobierno Español
decidiese trasladar8e á Sevilla, trabajaron cuanto pudieron para c8torharlo;
apenas se decidió, variaron de lcnguage y aconsejaron á todos siguieran al
Gobierno. Nosotros esplicariamos tal vez {¡ nuestro modo esta anomalíit,
pero no lo harémos, cOlltcntandollos con cOIl~ignar el hecho como fue;
"!'plíquclo cada uno como (luiera.




18;)


Estrada, Torrijas, Calvo de Rozas, Zorraquin, Diaz del
Moral y Romai, que debian entrar á cgcrcer sus funciones,
ú medida que aCluellos leyesen sus respectivas memorias en
las Cortes. Esta condicion facilitó el arbitrio ele no pedir
en las Cortes la lectura de dichas memorias, con 10 que
conservaban sus puestos el Ministerio de G de Agosto.


En tanto, el Diputado Don Joaquín Ferrer hizo proposi-
cion, en la Sesion del dia 3, de que se presentase inmedia-
tamente el Ministerio en las Cortes; en efecto se presentó,
y fue interrogado sobre el estado en que se hallaba la cues-
tion de traslacion, y sus contestaciones hicieron aumentar
mas y mas la exaltacion y frenesí de los Diputaclos. Se
amenazó al Rey con usar las Cortes sus facultades, y aun
hubo Diputado que llegó á decir, que era llegado el tiempo
de declarar la impotencia física del Rey, pl'oposicion riclí-
cula en su esencia y en el moclo, pero que arrancó aplau-
sos de las galerías, abandonadas ya esclusivamente al par-
tido de la exaltacion.


La Junta de Generales á quienes el Ministerio preguntó
sobre la direecion en que debia retirarse el Gobierno, con-
siderando esta cuestion bajo su aspecto militar, opinó por
Badajoz, mas no mereciendo este dictamen su aceptacion,
dirigió una consulta al Consejo de Estado, y no habiendola
este evacuado todavia, se redujo la Sesion á encargar se
acelerase la traslacion proyectada.


Las Sesiones hasta el12 del mismo Marzo no ofrecieron
atencion particular, pues no la merece ciertamente la peti-
cion de los Milicianos de Madrid para acompañar al Go-
bierno, y las concesiones hechas en su favor por las Cortes;
pero en este dia se las ve exaltarse furiosa y nuevamente
por un ofício del Ministro de Gracia y Justicia, al que
acompallaba certificacion de siete Méclicos, de los que
cinco opinaban, no podia el Rey emprender su marcha sin
gran riesgo; ecrtificacion (pIe exigió S. M. para satisfacer




186


á las instancias del Ministerio, que le estrechaba á fijar el
dia de su marcha. Facil de concebir es el efecto (Iue esta
comunicacion produciría en el Congreso, dc quien al mis-
mo momento se apoderó el temor de grandes y nuevas
conspiraciones, y vió aparecerse, como por encanto, el egér-
cito Francés á las puertas de la Capital. El resultado fue
que se nombrase una Comision especial, que al dia siguien-
te diese su dictamen, sobre los medios de que se verificase
la traslacion, conciliando la comodidad de la salud del Rey
con la urgencia. La Comision compuesta de nueve indi-
viduos, entre ellos seis Médicos, llamó á los que dieron las
certificaciones, de los que insistieron cinco en ser peligroso
el viage; mas los facultativos Diputados decidieron no lo
era, y que en todos supuestos era preciso emprenderle,
concluyendo con proponer se enviase una diputacion al
Rey, para hacerle presente que las Cortes esperaban que
S. M. dispusiese su viage á Sevilla, punto elegido, para
antes del 18, señalando dentro de este término prefijo, dia
y hora, en la cual precisamente habia de tener efecto, con
calidad de noticiarlo á las Cortes, que quedarían en Sesion
permanente, esperando la respuesta de S. M., para en su
vista resolver lo conveniente. Poca díscusion ofreció este
dictamen; habienclose aprobado por votacíon nominal de
104 votos contra 33, y nombrado en seguida la Diputacíon,
á cuya cabeza fue el General Valdés, el lo que el Rey se
conformó, aÍladiendo desearia que el viage fuese el 20, á
lo que accedieron las Cortes con gran ostentacion de su
generosidad.


Agitados V consternados se hallaban todos los hombres
ce •


honrados, al ver precipitarse de dia en dia la desventurada
España, al abismo que abrieron tantos elementos del mal
desencadenados, y tantos desaciertos de todos los partidos,
y de todas las facciones. Algunos, si bien Constituciona-
les, reprobando el curso de los negocios, creian prestar;í




IH7


su país el mayor servicio, oponiendose á la salida del Rey,
y obligando al Gobierno á transigir antes de empezar una
lucha, cuyo resultado no era para ellos dudoso; pero todo
quedó en buenos deseos. Si algunos se convinieron y ha-
llaban resueltos, su número fue pequeño, y nada pudieron
hacer sino callar y ser frias espectadores. La opinion de-
signó á la cabeza de este proyecto al General Vigodet.
Tambiell merece citarse una célebre oferta hecha por el
Conde del Abisbal, Comandante General y Gefe Político,
proponiendo al Rey no salir de :Madrid sino le acomodaba,
oferta que S. M. desecharia, ya porque no tenia confianza
en la persona de donde procedía, por estar ya en sus inte-
reses, que el desenlace político no fuese por medio de
transacion.


Sea como quiera, á las 8 de la ma.llana del 20 de Marzo
de 1823, emprendió el Rey su viage con toda su Real Fa-
milia, en medio del mas profundo silencio de la Capital,
consternada al triste aparato de ver al Rey escoltado, y
conducido por los mismos que un dia derramaron su san-
gre en su defensa.


En vano la fuerza militar que acompallaba al Rey, com-
puesta de unos 2000 hombres entre tropa del egército y
restos de la Milicia de :\ladrid, queria comprimir la opinion
de la masa general de los pueblos, que en silencio impo-
nente veian marchar preso al Rey; pero ni sus esfuerzos,
ni los de las Sociedades secretas podian ahogar los sentia
mientas públicos, si bien en algunos puntos donde habia
Alcázares de Comuneros, 6 Logias de Masones escitando
sus afiliados, el Rey hubo de sufrir algun insulto, como en
Manzanares y Ecija; pero el hombre observador veia bien
clara la opinion á favor del cambio, que ya parecia inevi-
table.


Mas el viage del Rey, que fue un yerdadero triunfo del


Salida del
Rev de Ma-
drid para Se-
villa el 20 de
Marzo de
1823.




L1l'gmln del
Rey y de su
Re:ll'Familia
;l Sayj lIa el
11 de Abril
de 11);2:3.


188


partido exagerado, y que si bien fue acompaüado de algu-
nas amarguras para la familia Real, no faltaron hombres
moderados que las endulzasen, nada influyó en la salud
dcll\fonarca, como lo habian temido los facultativos, y
llegó felizmente á Sevilla el 11 de Abril en medio del en-
tusiasmo de aquel gran pueblo.


TamaÍlo suceso aceleraba en gran manera la crisis de la
Península, apareciendo diariamente síntomas daros de la
próxima ruina de un Sistema de Gobierno) conducido por
las circunstancias á una posicion violenta, y que como tal
no podía sostenerse.


En Madrid se publicó un folleto, pocos días antes de sa-
lir el Gobierno, que se atribuyó cí Romero Alpuente ; decia
que no existía Gobierno, que todo estaba en disolucion.
A pocos di as de la salida del Rey, sc publicó otro sobrc la
necesidad de reformar la Constitucion, en el que ya se
desarrollaban verdades elementales, que nadie habia osado
publicar hasta entonces, y que no fue denunciado, al paso
que el de Romero Alpuente habia sido declarado subver-
sivo; tal era la fuerza de la opinion.


Las facciones armadas, que acosadas en Cataluña, Ara-
gon, Vizcaya, Navarra, Cuenca y Castilla, habian tenido
que ceder el Campo al cgército Constitucional al fin del
aüo de 1822, y principios de 182:3, se reorganizaban esci-
tadas por la opinion; y en Valencia una fuerza considerable,
á las órdenes de Sampere y Dlman, tomó el Castillo de
Sagunto, hoy Murviedro, desde donde amenazaban á
aquella Capital, si bien poco despues fueron batidos por el
Coronel Bazan.


Las mcdidas legislativas de las Cortes, y las administra-
tivas del Gobierno eran absolutamente insignificantes: lo
mismo producian las Leyes mas rigorosas de escepcion,
que las Amnistías de que se aprovechaban únicamente los
que no podian evitarlo; lo mismo declarar una provincia




en estado de guerra, (Iue halagar ,l los pueblos con conce-
siones, todo era inutil. Los elementos en contra del Sis-
tema Constitucional se desarrollaban con increible rapidez,
y si bien la fuerza del Gobierno de hecho en España es tal,
que tal vez á pesar de todo se hubiera sostenido, no pudo,
sin embargo, resistir al impulso esterior que recibió con la
lIlvaSlOll.


El ;) de Marzo de 182~~ salió de Paris el Generalisimo
del egército Francés, Duque de Angulema; en 2 de Abril
publicó su primera proclama á los Espaúoles [~O 58 de
Documentos] ; y el6 empezó el egército sus operaciones,
habienrlose formarlo cinco cuerpos: el primero á las orde-
nes del Mariscal DUljue de Regio; el segundo á las del
Teniente General Conde de Molitor, el tercero á las del
Teniente General Prineipe Hohenlohe; el cuarto en Cata-
luúa á las del Mariscal Moncey, y el quinto á las del Te-
niente General Conde de Boudcfulle, siendo la fuerza del
egército invasor de 91,000 hombres, comprendidos todos
los Cuerpos ue Realistas á las óruenes ue los Generales
O'Dollell, EspaÍla y Eroles, en fuerzas touos ue 35,000
hombres.


Disensiones continuas existian entre los mismos Espa-
Íloles, que declarados abiertamente contra la Constitucion
conspiraban contra ella. La Regencia de Urgcl, presidida
por el Marqués de Matafiorida, abundaba en el dictamen
de anular todo lo hecho, volviendo las cosas al estado de
Marzo de 1820, que era lo que les convenia, si no el Es-
paúa, al menos á los que llamaban derechos del Rey, ó
acaso mas bien á sus intereses privados. El Baron de
Eroles, uno de sus individuos, mas de acuerdo con las
iueas sugeridas y sosteniclas por el Gobierno Francés, con
quien hauia conferenciado en Paris, deseaba no volver las
cosas al estado que tenian, sino á un Sistema de modera-


Inva8ion del
C'gército
FraneeH e11
España.




190


t:Íon digno de las luces del siglo; y esta op1111on parecia
ser, al menos antes de la invasion, la misma que la de los
Generales Eguia y Quesada, y varias otras personas filiadas
en este partido.


El Gobierno Francés apoyaba estas ideas, y el Genera-
lisimo de su egército en Tolosa, donde halló los individuos
de la disuelta Regencia de Urgel, los recibió fríamente
como particulares, distinguiendo únicamente al Haron de
Eroles; mas sea que sus miras hubiesen variado, ósea
que las intrigas las hubiesen estraviado, estas opiniones
moderadas estaban en contradiccion, al ver aparecer el G de
Abril en Bayona una Junta Provisional Espaflola, com-
puesta de Eguia, Eroles, Erro y Gomez Calderon. Esta
.J unta dió su primera proclama con esta misma fecha [N°
59 de Documentos], en sentido diferente de los principios
de reforma y de moderacion, pues empezó, sín saber de
donde emanaban sus facultades y representacion, por de-
clarar por nulo todo lo actuado desde el 7 de Marzo de
1820; declaracion que, si bien pudo hacer grandes males
á la restauracion, y producir mal efecto entre los hombres
sensatos en Paris, no por eso dejó de ser reconocida por
el Príncipe Generalisimo en Oyarzun el 9 de Abril.


Esta proclama hizo ver, no el triunfo de la legitimidad
sobre la rebelion; no el calmante ele las pasiones y con él
el término de la revolucion, sino por el contrario, una
faccion, que como todas, aprovecharía su victoria; cono-
ciendose por fin, que si el estravÍo de las exageraciones de]
Sistema Constitucional habia producido calamidades y des-
gracias, se abría un nuevo campo á nuevos y no menores
males, variando solo los pretestos y los nombres.


Entre los ridículos medios de defensa imaginados por el
Gobierno Constitucional, fue uno escitar á la rebelion al
egército Francés, presentandole antiguos recuerdos, que si
pudieron escitar aIgun día su entusiasmo, era ya pasado el




191


tiempo. En efecto, unos cuantos emigrados al mando del
Ocfe de Batallan de Bonaparte ..\ir. Caran, en el G de Abril,
se presentaron á la orilla Espailola del Vidasoa, gritando,
Viva la libertad, y con la bandera tricolor: el General
Vallin mandó hacerles fuego á metralla, y al instante des-
aparecieron estos. El egército en seguida empezó á veri-
ficar el paso, y el regimiento Español llamado Imperial
Alejandro, que ocupaba un campo atrincherado en Yrun,
se retiró inmediatamente sin oponer ninguna resistencia.


El egército Francés ocupó sin tropiezo á Pasages, Fuen-
terrabía, bloqueó San Sebastian, y poco despues á Pam-
plona. En todas partes era recibido como amigo y liber-
tador, á las voces de "Viva el Rey absoluto, Viva la Rcligion
y la Inquisicion." La atencion del Generalisimo se con-
trajo á la organizacion de los Cuerpos Espaiioles que
debian obrar en su Vanguardia, tomando el General Espaüa
el mando de la Division de Navarra, Quesada el de las
tropas que debía reunir en las Provincias Vascongadas, y
por fin, el Baron de Erales que debía componer, con una
Division de mas de aooo hombres, la Vanguardia del
Cuerpo del Mariscal Moncey destinado á obrar en Cata-
luña.


Quien considere el estado militar de la Francia, y el
caracter político con que por primera vez, despues de 1815,
parecian en los campos sus brillantes Legiones, no estraúará
el orden admirable con que se condujo, ni la disciplina que
nunca desmintió; y el que contemplare el estado militar
de España, la premura con que se organizaban las pocas
fuerzas con que se contaba, las leyes imprudentes que ha-
bian trastornado el prestigio de la subordinaeion, y el fuego
de los partidos sostenidos por las Sociedades secretas, á
que pertenccian gran número de Oficiales, no podrá dejar
de lamentar el poco fruto de las luces y esperiencia de los
(lllC, sin medios y contra ta11tos obstáculos, dirigian á la




Se abren las
Cortes en
Se\'illa el 23
de Abril de
1823.


"azon las operaciones militares. El cuerpo ele cgército de
mas fuerza y organizacion era el de Mina en CataluÍla, pero
HO llegaría él 20,000 hombres; el de J3allesteros que no
contaba esta fuerza, abrazaba una gran estension, sin que
hubiese habido tiempo de organizarle; el tercero del mando
de Morillo en Castilla, apenas tendría en esta provincia
3000 hombres: Abisbal en Madrid, atropellando por tocio,
sacando recursos á fuerza de vejaciones y mostrando una
actividad incansable, formó en poco tiempo un cuerpo ele
12,000 hombres; Villacampa, en fin, sin tiempo ni recursos,
absorvidos estos en gran parte por el Gobierno mismo,
apenas podía reunir 1500 hombres, fuera de las guarni-
ciones de Cadiz y Sevilla, y de las partidas que necesitaba
emplear para contener la insurreccion de los pueblos. Este
era al aparato militar con que el vacilante Gobierno había
de contrarestar la invasion de un egército Francés, y lo
que es mas, la mayoría del pueblo EspallOl que en todas
partes se adelantaba á aquel, fomentando con fruto la de-
sercion de los soldados Constitucionales, sorprendiendo
correos y cortando comunicaciones; atacando formalmente
partidas sueltas, y cebando su encono en los favorecidos
por el régimen que caía con sangrientas y terribles escenas,
cuyos recuerdos estremecen, y que solo sirven para recor-
dar aquellos horrores, inseparables compaúeros de las
disensiones civiles, y mas si se mezcla,en ellas algo de Re-
ligion. De esta manera llegó sin obstúculo á la línea del
Ebro el egército Francés, dejando bloqueadas á Pamplona
y San Sebastian, y estableciendo su Cuartel Genertll en
Vitoria.


Mientras esto pasaba en el N arte de España, la apertura
de las Cortes en Sevilla, el 23 de Abril, presenta el lllas
curioso contraste. Basta leer el discurso que con este mo~
tivo pronunció su Presidente Florez CaIderon [)Jo 60 de




Documentos] ; discurso que hacia una contraposicíon que
tocaba al ridículo con los hechos, contradiciendo sus pom-
posas declamaciones con el estarlo real y verdadero de la
inmensa opillion, que hacia prorumpir gritos de Viva el
egército Francés, que resonaban ya en el Norte de España
el mismo 23 de Abril. Los Generales Españoles veian
claramente la imposibilidad de la defensa, viendose sin mc-
dios; y contemplando el estado de la opinion pública
lloraban su situacion y la de tantos bizarros y beneméritos
Oficiales, que iban á ofrecer su reputacion militar en holo-
causto á las circunstancias. Sin embargo, el Presidente
de las Cortes retaba al mismo tiempo á la Europa; hablaba
de la fuerza de su Gobierno apoyado en la opinion; insul-
taba los Gabinetes de las Grandes Potencias; se llenaba
la boca con las pomposas voces de Libertad, de Indepen-
dencia, de Tiranía, ¡ qué insensatez! Mas sea como quiera,
esto pasaba en Sevilla el 23 de Abril de ] 823.


El22 el Rey nombró Ministro de la Guerra á Zorraquin,
Gefe del Estado Mayor de Mina, que no ocupó su puesto,
pues murió antes, y á Calatrava, Diputado á Cortes en 1820
Y 21, para Graciu y Justicia. San Miguel hizo {t muy
pocos dias dimision, solicitando se le emplease en el egér-
cito de operaciones: y en efecto, por una de las metamor-
fosis de que abundan las revolueioncs, dcsde la silla del
Ministerio de Estado pasó á primer Ayudante del Estado
Mayor del egército de Cataluña. Lopez Baños tambicn dejó
el Ministerio, reemplazandole Rí.rcena en calidaddc interino,
y últimamente despues cle estas oscilaciones políticas, es-
taba definitivamente compuesto el Ministerio, á mediados
de Mayo, del modo siguiente: Panclo, Oficial de la Secre-
taria de Estado y al cual nadie puede negar gran talento,
fue nOlllbrado Ministro de Estado, Calatrava de Gracia y
Justicia, é interino de la Gobernacion, Yandiola de Ha~
cienda, y Campuzano de Marina.


o




A medida (Iue h posicion de ir¡:,' (ILle manejaban l()~ !H.'.
c;ocios se hacia mas v mas crítica. crecía su delirio V alucina.·
"-' ,,~ ..


miento; sirnm de egemplo las siguiente:,; proposiciones
hechas en las Cortes por un Diputado, á consecuencia de la
entrada y progresos del egército Francés. "Que no se res-
petase á los invasores, como tropa de una nacion civilizada,
sino como hordas que vienen {¡ saquearla; que se armasen to-
dos los Espanoles; que se acogiese con benignidad ú los
Franceses que se pasasen, y quisiesen disfrutar el asilo
que concedía á los Estrangeros el Decreto de 28 de Se-
tiembre de 1820; que se aatorizase ú los Comandantes
Generales y Diputaciones Provinciales para que buscasen
recursos para la manutencion de los egércitos Constitu-
cionales; y que en fin, se hiciese revivir la memoria de los
desastres ocasionados por las tropas France:,;as eu la guerra
de la i ndep~nde~lcia."


Otro Diputado preguntó ú1 Ministro de Estado en la
Jll isma 8esio11 de :2:3 ele Abril, si el Gobierno Francés no
ha~)ia hecho proposiciones directas; si las habia hecho
indirectas, ó si se habia y;:¡lido ele algllll medio para hacer
entender al Gobierno Espaúol sus intenciones; y el Ministro
contestó, que no habia habido mm; contestaciones de las
que las Cortes conocían.


El Diputado Galiano opinó, que el Ministerio leyese 1a:-:
Memorias sin gastar el tiempo en preguntas; y el Diputado
Ferrer, por el contrario, que estas preguntas eran muy
útiles para responder á las imputaciones qm~ se habían
hecho á las Cortes, cargandolas la responsabilidad de la
Gnerra, por no adherir :t las proposicicl'ci' que se ha1)i,11'
hecho por el Gohierno Francés, Cjue no eran incompatil:lcc;
COH la COllstilllcion; y en fin, entre otros discursos de
y;}l'iü~ Diputauos, se preg'untó al 0.Tinisterio, si hai)ia dado
un Manifiesto ú la 1\ acion y á la Europa sobre la cl1estion
ue la g·uerra. a lo que el Gobierno contestó, que el Mani-




tiesto C'stah:\ pl'cpar<:do, y qUe "e áedc'.raría la guerra. En
efecto, con la misma {echa (1e estél Sesion que concluyó
con aCDrdar se lcye:iell las lGcll1orias, se publicó por el
Gobierno Ull }lOtrllloso.L\Ianiiiesto, y mlJ. solemne declaracion
de O'IlC'C'" /[ h"!"'Ll1Ci'1 curo' " ,'loc"'rl1"llto'" rl~rl0~ l,n;o el' h J Lv ( L I <-- , ' '- , .. ~ ~ '-.. Li.. AIv L >J, i...tCl..\~t __ '::\j
nombre (k~! !ley, se pasaron á lus Cortes el 20 del misnlO
Abril,las que contcstaron con un solemne J\Icnsage, cl2,,~do
las gracÍas á S. AL en términos no lllcnm; pomposos (l'.i(;
los Documentos mismos.


No menos acalorada fue la Sesion ele 22 de l\:l;;YO, á
consecuencia de los sacesos de l'dadr.id: el Conde del
Ahisbal, que á duras penas y á fuerzl1 de actividad y
energía, habia formado el pcqucÍlo cg'ército (pIe guarnecía
la Capital, convencido, como t~:ntGS otros, de los ningunos
bienes y de los grandes males que la guerra iba á ocasionar,
sin el tino que mas de Ulla vez le habia faltado en 1;(3
varias crisis políticas en que le habia tocado figurar, per-
mitió é hizo publicar una carta suya, en respuesta á otra
del Conde del Montijo, en 'jU~ llÁGSLral.m abiertamente su
dictamen de transigir con los Franceses. Esto produjo
una gran agitaeion en sus tropas, que desaprobaron seme-
jante opinion, de cuyas resultas dejó el Conde el mando á
su segundo el Marqués ele Casteldurrius. El parecer de
Abisbal era el mismo que el de todos los Españoles SC11-
satos, tiempo habia, pero ni la ocasÍon cra oportuna, ni es
posible reconocer en un General la facultad de camlú:i' el
Gobierno ,le su país, sin trastornar los principios del derecho
público. Como quiera, este suceso escanc1alizó ú los polí-
tieos de Sevilla, y el D;plt<\'..lo Galiana exigió en las Cortes
la responsahilidad al Conde d;;J ALisbal, la filie se decretó
sin efecto, siendo e,~e dC'scnga:-,o tan poc;o aprovechado
como los anteriores, y como la inmediata noticia de la
entrada de los Franc;escs en rvIadrid el 23 de Mayo.


Esta ocupacion era un momento el mas interesante,




considera(lo p01 Íl icamente, pues al \'u avanzar en todas
direcciones el cgército Francl:s en medio dd mayor entu-
siasmo popular en su favor, y sin ninguna oposicion de
parte de los egércitos Constitucionales, la cuestion militar
venia el quedar reducida á nada, ó al menos, re:suclta de
hecho. En efecto, para no separarnos (le la estricta impar-
cialidadque nos hemos propuesto, transcribirémos el boletin
del egército Francés en Madrid á 23 de Mayo de 1823,
firmado por el Vizconde Guilleminot; dice así: "Los
primeros boletines del egército han hecho conocer sus
operaciones desde el principio de la Campaña hasta el
momento en que S. A. R. el General en Gefe, habiendo
establecido su Cuartel General en Vitoria, debió prolongar
su permanencia en esta Ciudad, para aguardar el resultado
de los diferentes movimientos egecutados en Castilla y
Aragon. Antes de pasar la ti'ontcra estaba seguro ivlon-
señor, de que la masa de la N acion Española sufría con
repugnancia el yugo de las Cortes, pero, sin emlJurgc, no
podía antes ele entrar en Espaúa formarse una idea deL
entusiasmó que animaba á todo el pueblo, ni tampoco
podía, sino sobre el Ebro, reconocer los medios de defensa
con que contaba el partido revolucionario. Se hicieron
por lo tanto con la circunspeccion necesaria las primera.;;
operaciones del egército; mas habiendo avanzado sobre el
Ebro, y viendo el Príncipe Generalísimo que se recibían
en todas partes, como libertadores, ú los soldados Franceses,
que encontraban en casi todos los Espaúoles aliados lleno~
de ardor y de celo, y que los débiles Cuerpos, que todavía
obedecían á las Cortes, no podian en ningun punto hacer
una resistencia formal, creyó deber apartarse ele las reglas
\Jl'dillarias de la guerra, y formar grandes destacamentos
con el objeto de anticipar la libertad de Aragoll y Castilla.
El primer Cuerpo ocupó á Bur¡:;os, destacó partidas en
100as direcciones, y recibió por todas ¡nrtcs pruebas de la




1 !)7


11lIpaeiencia con q tlC sc esperaban las tropas Francesas en
Valladolid, y aun en Madrid. El segundo Cuerpo, habiendo
atravesado la Kavnrra, llegó á Zaragoza donde fue recibido
C011 los lllas vivos transportes de alegría, y el numeroso
pueblo de esta Ciudad, se armó para reunirse á él. Sus
operaciones fueron favorecidas por el General Realista
Santos Ladron. Se restableeieron las Autoridades Reales
cn las grandes provincias, así como en las Yascongadas y
cn la de Santander, y se tomaron disposiciones para man-
tener el orden en el país.


" Estos sucesos probaron, que se podía seguir el mismo
Sistema de operaciones. El segundo Cuerpo tuvo ordell
de avanzar hacia Catalulla para facilitar las del Duque de
Cornegliano, y cubrir al mismo tiempo los movimientos
Jd resto del egército sobre Madrid.


" S. A. R. con el Cuerpo de reserva dejó el t) de l\oIayo
:í Vitoria, llegó el !) á Burgos, y volvió á partir el 13 para
dirigirse por Amnda á la Capital.


" BI Mariscal Duque de Reggio, con la vanguardia del
General Vallin y la Diyision d'Autichamp, salió el 7 de
Burgos para Valladolid, donde le esperaba un brillante
recibimiento.


" ~fonseúor puso á sus órdenes provisionalmente los
Guardias de Corps (h~ S. M., los Coraceros y Dragones dc
la Guardia, y los Coraceros de la Divisioll del Ceneral
Roussel d'Hurbe1. Toda Esta columna debia hacer su
movimiento s~hre Madrid por Segovia.


" En este tiempo la Division Obert del primer Cuerpo,
que desde el paso del Ebro ocupaba á LOf?;roño y Tmlela,
¡.;c puso tamhicn en camino para dirigirse por Agreda y
ALmazan sobre la Capital. En todo el tránsito encontró
(':-ita Division, así como las demas Columnas, el mismo
cutusiasmo en los hahitantes. Ilabiendo llegado á Sigúcnza.
"e pw,o t'tl L o:llunícac ~I)tl \'on el G cneral Espaüol BC".;ÚCH'",




(lue acababa de tener un clHHFlC con la rcta~wmlia elc:
Ballesteros, .1 In que habia tomado 4 caÍlone:,;, y hecho
200 prisioneros.


"Durante este movimiento sobre J\.í"lcJrid, la Diyision
Burck del primer Cuerpo, que (Iuceló m Burgos, se tras-
Ladó Ú Carrion, á fin de estar al cuidado del Replo de Leon
y las Asturias; cuatro Batallones de la misma, á las órdenes
del General Marqueric, fueron encargados de cubrir la
guarnicion de Santander yel bloqaco de Salltoúa, formado
por las tropas Realistas Espaúoks.


" S. A. R. ha manoado al Príncipe de Hohenlohe, Coman-
dantc del tercer Cuerpo, trasladar su Cuartel general,]
Yitoria, desde donde continuará dirigiendo las operaciolles
de los bloquéos de Pamplona y San Sebastiall, cubriendo
con destacamentos la cOlllLmÍcacion del es/reito (lc,;;;de Yrun
hasta Burgos, y manteniendo el orden y la trmHluilidarL
que reyna en tO(1D, afluella puteo Las tropas de este
Cuerpo, que forman los referidos bi0l} uéüs, no ('('san de
manifestar sn enü:siasmo, y cu~mtas veces han hecho
las guarniciones ele estas Plazas alg'Ul:Rs tClltdins, oL'as
tantas han sido rechazadas con el mas yiyo ardor.


" El General Molitor despues de haber puesto la Divisloll
Loverdo y la de Dragones al mando del General Doman
sobre Darocl1, CalataYl1d, y aun hasta TenH'l, no quedall-
dole duda de que la retirada (le Ballesteros á Valencia
estaba indicada, y que las pérdidas que diariamente sufría
este General por la desercioD, no le dejalJan medio al~uno
de tomar la ofensiva, hizo <luedar una DivisionF'ranccsa
en Zaragoza, y estableció algunos Cuerpos Realistas en
BOlja, Calatayuu y Daroca; ll"mó las trop:lS del ¡2:rnc~n
de su Division, del otro l<.do del Ebro, para reunirla" ;Í l:t
Divisiol1 Pmnphile de LQcroi~::, (lc'e desde primero ele l'Hayo
había elnpezado su movin üel1to sobre Catalulm, y llevó LJ,'l
rlo~, prímcras hri~~adas ií.l<\,,;:.,;, lllicn'Lrlléi que la (!l- d'Ar1J<Uld




J augues marchaba ti l\fonzon por l\Jcubierrc .. bsta Di ViSÍOll
llegó el 1;) sobre el Cinca. El fuerte de Monzon estaha
ocupado por 130 hombres de Linea, algunos del Resguardo,
y los exaltados del país. El General Arbancl .J augues no
pudo pasar por allí dicho río, y se vió ohligarlo á resta-
blecer la barca de Pomar; pero habiendo aumentado las
dificultades la crecida de las aguas, no pudo hasta el S
allanar este inconveniente. ?darchó sobre Monzon una
partida del 4° de Linea; se ocupó la Villa despues de un
fuego de fusilería bastante vivo, dejando el enemigo al
retirarse al fuerte, cinco muertos en el campo ele batalla, y
de nuestra parte fue herido levemente un cabo del rcgi-
miento N C' 4. Se estrechó el sitio del Fuerte en la noche del
10 al 11, Y el General Al'band Jaugues hizo tomar á la
bayoneta ti Ulla cornpafüa de granaderos y otra dc caza-
dores el fuerte llamado el Castillo viejo, que domina la
Villa, con cuya presa se cerraba el sitio ;í la gu<wnicion
que estaba en el otro. El día 9 march6 sobre Burbasll'o
una partida de} regimiento .:\" J 3 donde se defendió vcuta-
josamente por los paisanos Realistas contra los soldados
revolucionarios la Barca de Estadilh.


" El General Pamphile Üe Lacroix, que se hallaba (11
Fraga, envió el (j un escuadron de cazacloj'e:~ K e' 4. ;Í hace;'
un reconocimiento sobre L0rida. En Lorea se presentó
una partida enemiga, á la que cargó y persiguió el cscuu-
(Iron hasta A1caraz, haciendo prisionero un sargento de
caballería. El 9 el Coronel Lavasseul' del l'eg·imiento
ligero N° R, hrit!;ada Saint Chamards, marcho con uno de
,.inS batallones y un destacamento de cazadores del Al'ricgc
sobre Alcal'az. La ¡.';uarnicioD de Lerida constaba de 20U
hombres de infantería v :30 dragones: estos l'íltimos habieH-


... ,-,


dosc adelantauo, cayeron en una emboscada. y cargado . ..,
llllllt'dialamcntc por los ('dDtdm,:',;, ~·ausallt.1ol('s TH;,.,hd'l de-
!JOlllln e" \ (,;lhall(l.~, teniendo Yitrio:3 heridos, Ull') iÍ,' dio




:'WU


10 fue mortalmente por el Teniente Auger. El General
l\folitor, al dar cuenta de que en todos estos acontecimientos
han mostrado los soldados el mayor valor, recomienda al
sargento Mirat, y al soldado Lamarche. Dicho General,
despues de haber dejado tropas en observacion de Lérida
y Monzon, march6 sobre el Segre con el resto de la division
Pamphile de Lacroix, en tanto que las demas divisiones
vienen á re unir s ele por lVIeguinenza y Fraga, adonde habia
llegado el 18 el General Lloverdo.


" En este tiempo ha estado el 20 Cuerpo en eomunicacion
con las tropas dell\briseal Duque de Cornegliano, el que
despues de haber seguido al enemigo en todas direcciones,
y haberle obligado á dejar su posieion dcllado derecho del
Jubia, particularmente el 17 en Castelteroll, elHlonde ata-
candole el General Donadieu con la brigada de Saint
Priest, y las tropas EspaÍlolas del General Romagosa, le
hizo sufrir pérdida considerable.


" S. A. R., habiendo llegado á Buitrago el 17 de Mayo,
encontró un parlamentario, que le dirigió el General Abis-
bal y el Ayuntamiento de Madrid, con el objeto de pro-
ponerle no se evacuada enteramente dicha Capital hasta
la llegada del egército Francés, para evitar los desórdenes
que podrian resultar á la poblacion, quedando abandonada
/ I •
a SI Husma.


" Se admitió esta proposicion con agrado por S. A. R., Y
convino verbalmente en que quedase en Madrid unCuerpo,
á las órdenes del General Zayas, hasta el dia 2--1: en que
debian verificar su entrada las tropas Francesas, ú fin de
encargarse de la Guardia del Principal y demas estableci-
mientos públicos; pero el General Realista Espaúol Bes-
sieres, llevado del deseo de ser el primero que ocupase la
Capital, y no habiendo podido aun recibir el aviso oficial
de dieho Convenio, llegó el düt 20 ú Madrid. De <llpJí se
siguió un encuentro uastante fuerte, que hizo perder ú hl




201


di visioll de TIessieres algunos centenares de hombres, {pJC
<luedaron prisioneros. Este paso atrevido causó la mayor
agitacion en el pueblo, por lo que S. A. R. ha anticipado
la entrada de las tropas Francesas en la Corte, la cual ha
sido ocupada el 23, al rayar el dia, por la Vanguardia dc1
egército de reserva y una brigada del primer Cuerpo, y
reyua la mayor tranquilidad.


" S. A. R. entró ayer 24 á las 9 de la manana al frente
del Cuerpo de reserva, al propio tiempo que lo verificaba
Su Excelencia el Mariscal Duque de Reggio por el camino
tIc Segovia con las tropas que siguieron aquella direccion,
y finalmente, ayer manana llegó á Madrid el resto de la
division Obert; todo el pueblo salió á recibir á las tropas
Francesas, y espresó con sus aclamaciones la viva satisfac-
cion que le causaba su presencia.


" Estas tropas durante su larga marcha, han observado
la mas exacta disciplina, manifestando siempre el deseo
que las anima de probar su decision. Cuartel General de
Madrid 25 de Mayo de 1823-Por orden de S. A. R.-E]
Mayor General Conde Guillcminot." No es preciso que
nosotros nos fatiguemos en consignar en nuestros Apuntes,
que el estado de la opinion hacía imposible la defensa de
los egéreitos Constitucionales cn una verdadera disolucion
moral. El mismo boletin dice, que si hasta el Ebro fue
necesaria alguna circunspeccion, ya no era precisa, viendo
la decision del país, entusiasmado todo en favor del egér-
cito Francés; y que las operaciones militares quedaron re-
ducidas tÍ. enviar destacamentos, que fuesen ocupando
terreno sin disparar un fusil, y recibiendo aplausos y Di-
putaciones de todos los pueblos y ciudades que les recibian
como tÍ. libertadores, siendo su marcha, si bien un triunfo
continuado, poco gloriosa mílitarmente, pues no esperi-
lllentaron ninguna oposicion, no pudiendo llamari'e tal, la
(¡(recicla por el bizarro Brj~adier DOll Juliall ~anchcz) que




:::,; llCl~::::()~
l'Tltre d Ge-
1)(,f,:11 ~aras
\' hl'>"'lCres
;.;¡ :\L'.clrid el
;¿o ,k l\/;¡yo
de, IS~3, .


('j] Logroiío con un corto destacamento, disputú un ínstante
el paso del Rio, si bien retirandose el egél'cito de Balles-
teros, que como dice el Boletin, no podia tomar la ofensiva,
pues se le desertaban sus soldados. En fin, el Duque de
Angulema llegó entre las aclamaciones de los pueblos en
masa, y en doce dias de marcha desde Vitoria ¡t Buitrago ;
y cstos hechos, consignados por los mismos interesados en
dar importancia y valor á sus hechos militares, demuestran
de una manera evidente el estado de la opinion y la impor-
tancia de la victoria.


El inserto Boletin hahla ligeramente de lo ocurrido á las
puertas de lVIadrid entre J3essieres que quería penetrar por
ellas, y el General Zayas que mandaha en la Villa.
~osotros no presenciamos este suceso, pero todas las


personas imparciales, y aun un historiador Fruncé8, cuya
imparcialidad y huena crítica nos merece el lllayor con~
eepto (el Annuaire historique de Mr. Lefur) los velllos coin-
cidir en hacer al General Zayas la justicia, que en vano lla
(pterido ouscurecerlc el frenético espíritu de {acciono


El Boletin dice que estaba convenido entre el GCIll:-
ralisimo Francés y el General que mandaha las tropa~
Constitucionales, que equivocadamente supone ser Abi:-~
hal, y el Ayuntamiento de Madrid, que el General Zaya,;
!!:uarnecería la Villa hasta la entrada del cgércitoFrallcés; L' ~
este convenio deuia sostenerse por el General Zayas, pero
Bessiel'es, sea, como dice el 13oletin, que no tuviese notic:ia
oficial del convenio, sea que quisiese tener la gloria de ser
el prÍmel'o que ocupase la Carital, sea en fin, que tu viese el
objeto de proteger las venganzas de la faccíon fIue se COll-
sideraba triunfaate, ello es que adelantó sus tropas hasta
delltro de las calles el 20 de Mayo. Era imposible que el
General ZClyas dejase de sosteller l'] cOll,\Tcnio, yen \·irtlH!
de él, intimal Ú ]k:i':iicn'~ ~<' l'l'tirmil', ú CU\'(J tin ,{' ;l'. j,;~(í




cun él. No es dificil considerar lo dl~sagradablc que debió
ser para el General Zayas esta entrevista. Zayas, por
tilla escala ele merecimientos militares de 30 allos de huenos
servicios, había subirlo desde el prilller e~calon de la Mi-
licia hasta Tcniente General; Zayas tenía uua reputacion
militar, (lrlqnirida en el scrvicio yen el campo de batalla;
Zayas tenía su conciencia pura, que ni habia sido nunca
cOllspirador, ni había pnrticipado de los estravÍos de los
ex,lgcradus Constitucionales; Zayas, en fin, era el mismo
que en 19 ele Febrero, y no podia dejar de mirar en Bes-
~i:"rcs un desertor primero, elespues un Republicano en DaL'-
cdoua, y si bien entonces se elecia Genera] Re~tlista, no
mandaba tropa sino un tropel armado, por consiguiente no
estalla en el honor militar de Zayas, lli tratar con él, ni
menos cerl('r12 militarmente el terreno.


Aca10ralla fue la entrevista, en queBessieres dijo áZayas,
;'1 la i ntimaeion de retirarse en cumplimiento del convenio
con S. A. R. el Duque de Angulema, que estaba acostum-
brado ;t VCllCéT; y en la que Zayas lc respondi!'>, que él ú
!lO ceder, J'\::'lllítiendose la cuestioll tÍ la decision de un COlll-
bate, que si iu:significunte como operaeion militar, libró ;t
J\Iadrid de Jos horrores de un desenfreno popular que la
huhicra llcnado de lágrimas y luto. En efecto, Zayas puso
en movimiento sus pequclws fuerzas, compuestas de dos
csciwdroncs (le cablllería, alguna infantería y dos piezas,
y ti al ió :t atacar á Dessieres á la venta del Espíritu Santo,
donde e~)taba con su Cuerpo: llessieres fue batido y rlis-
pcrsado momentancamcnte; sus tropas acuchilladas, huye-
¡'Oll dc1ante de la caballería de Zayas, y este se retiró coA
la:, sllyas ;'t Madrid. D,-,sde aquel instante empezaron las
tcrl'i b1cs llic1\lpaciolles, con que el espiritu de partido ha
<It!crido manchar la reputaeioll del General Zayas, prodi-
r~'alldoJc hasta el hOl'riLle dictado de asesino, ¿ y por que?
¡ k ,uFu h \'crdad, Al apl'UXilllanil' Bl'¡'Ú\.'i'C,;, l)icll (im'




estuviese de acuerdo con el partido anticonstitucional ele
l\Tadrid, ó que sin estarlo, considerase era llegado el mo-
mento de egercer sus venganzas, ello es, que habia aeucli(lo
fuera de la Puerta de Alcalá una porcion de gente, y esta
por el giro que tomaron los sucesos, se halló en medio del
combate de las tropas de Zayas y Bessieres. De los riesgos
y ele la suerte de esta gente se hace responsable al General
Zayas, y se le culpa, porque perecieron mugeres, niílOs y
hombres indifensos; en efecto, perecieron algunos, aUlll[ue
muy pocos, ¿ pero cómo ser responsable el General de los
escesos de sus soldados, una vez sacado el sable para ba-
tirse? Si pereció desgraciadamente alguna muger, ni fío lí
hombre indefenso, culpese á su indiscrecion, no al General
Zayas; si la tropa se escedió, repetimos, que no existe
tropa en el mundo que pueda, manejarse por la sola vo-
luntad del Gefe de mas caracter y mas humano, una
vez empeñado ya un lance de guerra, y mientras duran los
primeros momentos; esta cs la verdad, y ella contesta
seguramente á todas las imputaciones contra el General
Zayas, en cuyo favor hablan todavia mas, y con mas fuerza,
los sucesos posteriores. No sentarémos como hecho cierto,
de si Bessieres traia en su compaüia gente de la mas mise-
rable y despreciable de los pueblos inmediatos, con sacos
para recoger el botin de los desgraciados habitantes de la
Capital, {l quienes se designase como Negros ó amantes de
la Constitucion, dictado que se debia prodigar, y aun pro-
digó en razon de sus riquezas. No prcscntarémos razones
de induccion, ni raciocinios de esta ni de la otra especic,
pero al ver que despucs de ocupada la Capital por el q~ér­
cito Francés, ni los esfuerzos de su disciplina, ni las pro-
videncias de las Autoridades, que debian tener toda la
fuerza moral de su nuevo establecimiento, pudieron evitar
mil y mil desórdenes, en que la seguridad de las persotlas
y lJienes de hombres tralHluilos sufrieron tan atroLuH.:uk)




<ligase de huella fe, ;, qué hubiera sido de la Capital y de
sus desgraciados vecinos, abandonados al espíritu de fae-
cían, al horrible desenfreno de un populacho hambriento,
fanrtLico y b¡irharo, protegido por una soldadesca sin orga-
llizacion militar ni disciplina? hí.grimas y sangre hubie-
ran corrido copiosamente. Títulos eternos de gratitud
debe pues Madrid á la cleeision del General Zayas; batido
Bessieres, desaparecieron por el momento las esperanzas
rJe vengarse y rohar, que animahan á la hez del populacho;
el General Zayas se hizo respetar con vigor, y la calma y
el silencio que produce siempre un escarmiento, se vió en
los clias 21 y 22 Y hasta el 23 en que verificó su entrada el
egéreito Francés, retirandose Zayas, que fue insultado á
su salida, si bien tratado por los Franceses con toda con-
sideraeion. Tranquila y aun triunfante fue esta entrada,
y aunrlue un pueblo inmenso llenó de aplausos y Vivas al
egército Francés, este era bastante ilustrado para no des-
conocer, que una inmensa parte ele lo mas elegido de la
Capital no habia participado elel entusiasmo, escitado prin-
cipalmente por el Clero*.


El 24 de Mayo verificó su entrada en la Capital el Duque
de Angulema, 10 que nos conduce á consideraciones polí-
ticas.


Ya dijimos antes de ahora, que si la decision de las
srandes Potencias Europeas, de intervenir con la fuerza en
los negocios interiores de España, hizo hasta cierto punto
l'esentirse el orgullo Nacional, no elcjó de producir en los
hombres razonables cierta esperanza, de que triunfase la
moderacion y la razon sobre la cxageraeion de todos los
colores; ¿ ni cómo, en verdad, podía creerse otra cosa del
egército de una de las naciones mas ilustradas del globo;


* Yario" Curas y Frailes se vieron en este dia escitar al populacho ú.
cometer los mayores escesos, y contemplar con feroz i:!\JIlrisa las YCIl~llllZa~
!'.C!'erridm' sohre muchos desgraciados.


Entrada de!
egército
Fraileé" CIl
1\1 adrid el 2 >:
de :\layo ,k,
1823.




:.:Otí


de una nacÍon cuyo suelo vió nacer los Filósofos del Sig:lo
XYIII.; de una nacion en donde habi,Ul pasado los tiUCC-
sos ocurrIdos desde 1789 ,l 1 ROO; Y en fin dc llna llacion,
cuya r,-'sümracion le habia procurado ullRcy tan ilustrado
como Lllis XVllI. y una Carta COmitilucioual como la de
1 f~ 14? :Mas sea como quiera, tan fUlHL,das cspcranz(lti
fneroll meras ilusiones, como la famosa proclama de !aJunta
Provisional, dada en Bayona ú (j de Abril de 1H:2:3, firmada
por Eguia, Calderon y Erro, y en la que ya se vieron ;¡pa-
reccr amalgamadas las idéas del Trono y Altar, pero <J uc
habian sido desde 1814 prctesto ominoso de pcrsccuciOll, (le
arbitrariedades espantosas, y causa ele todas las calmni-
dades públicas. Veiase tambien que un Gobierno, erigi(lo
sin mision ni legitimidad de ninguna especie, aparecía no
so solo anulando las Leyes vigentes, sino todos los actos
públicos y administrativos del Gobierno Constitucional,
que sea como quiera, ellos no podian juzgar de su legiti-
midad, que la Europa habia reconocido de Ulla lllanera
solemne. Si otras doctrinas, por otra parte, y su aplica-
cion habian hecho sentar como priucipios, <llle las le.re,; y
las mudanzas debian emanar del Rey, este mismo principio,
considcrandole con efecto retroactivo, exigía que nadie
osase alterar nada hasta que enteramente libre ell\:lonarca,
manifestase él solo su voluntad; lo contrario fue UI1 horri-
ble contraprincipio, constituirse Eguia, Erro y Calderoll los
Supremos Legisladores. Bien. se conoció en Pari:s, por la:~
personas razonables, el mal efecto (Iue esta proclama ddJÚ
producir entre los hombres sensatos ele Espaúa; de (uJ uí
pnes, los deseos de remediar sus consecuencias; pero no fue
asi, y el Ministerio Francés, el partido oc:ulto que dirigía
los llegocios, las manos inmediatas que los impulsabau,
jamás podrún responder de los males que han causado ú la
desgraciada Espaüa, por el modo con que concluyeron tan
importante transicion polaica.




1,,1 proclama de S. A. R. el IJnque ele Angulema, da(la en
i\lcovenuas á 23 de Mayo de 1823 [KO Gl de Documen-
tos] descorrió el velo; los hombres que conocian la EspafltL
\'ieron en ella consignada la ruina de su desgraciado país.
La verdad, la justicia, Jos bechos posteriores, honrosos
para S. A. R., podrún hahlar tal vez en favor de las inten-
ciones personales del Príncipe Francés; pero sea que fuese
víctima de la intriga, ó de la ignorancia absoluta de la Es-
paüa, dificil es de conocer politicamente hasta por los mismos
EspaflOles. Lo cierto es, (Iue le hicieron decretar en Alco-
yen das la ruina de un país, que él se formaba la ilusian de
venir el salvar de la revolucion y de la anarquía, y qne en
realidad no bizo mas que hacer variar de color tan fuuestos
elementos, asegurando mas y mas su existencia y desarrollo;
y sea como quiera, si la invasion Francesa en Espalm, hu-
biera habido algun moclo de defenderla á los ojos de la pos-
teridad, no huhiera sido otro por cierto, que habiendo
cooperado al triunfo de la moderacion sobre las pasiones;
pero oprimir la parte ilustrada y liberal de la Kacion para
;lseg-nrar el triunfo ú la hHluisicion y ú un espiritu teocr:í.-
tieo, fanútico y atroz, es realmente haber echado una man-
eha indeleLle al ilustrado país, ú que pertenecía el egército
IIlvasor.


Constituir de nuevo un Gobierno Español, aunque in- Nomhra-
. miento ele la tcr1no, era necesano pero dificil; debia evitarse la idea de Rcgencia cn


que la Francia pensaba en conquistar, pero exigía mucha l\Ia<lrid en
2:í de ~layo


circunspeccion el modo; los Consejeros del Príncipe Genc- de u.;n.
ralisimo no hal1aron otro medio, que con vocal' los antiguos
Consejos de Castilla é Indias para que propusiesen. En
efecto, reunirlos estos Cuerpos, no pudieron menos de con-
fesar, (lue ni en las Leyes, ni en los usos de EspallU, ni en
la historia de todas las Regencias establecidas en la Mo-
narquía, durante los interrcgnos y minoría de los Reyes,




no }lodian hallar egemplo que les dicse facultades de intef\'c-
nir en el nombramiento; pero sin embargo, tuvieron la
imparcialidad de indicar para Regentes á sus dos Presi-
dentes, el Duque del Infantado y el Duque de MOlltemar.
Siempre hemos huido lo posible de personalídades, pero en-
lazadas en ciertas ocasiones demasiado las personas con
las cosas, no es posible dejar de confesar, que estos can-
didatos estaban lejos de poseer las eminentes calidades de
hombres de Estado, ni podian ser apropósito para dominar
circunstancias politicas de tamaña magnitud; y por Illas
que la justicia les atribuya sentimientos caballerosos y hon-
rados, es imposible concederselcs los suficientes medios
para tales circunstancias; que por cierto estaban tambien
lejos de poseer sus compañeros en la Regencia, el Obispo
Cabia, Calderon, y el Baron de Eroles, que fueron los que
compusieron el Gobierno, que empezó á gobernar la Es-
paña, con el nombre de Regencia del Reyno durante la
cautividad de S. M., nombramiento hecho por una decla-
racion solemne del Duque de Angulema su fecha en Ma-
drid á 25 de Mayo. [N° 62 de Documentos.]


Este Gobierno nombrado por el Príncipe Generalisimo,
legítimo ó ilegítimo tal como fuese, decía la proclama de
Alcovendas, egercería un poder necesario; la que la misma
Regencia publicó en Junio, confirmaba tambien ser su po-
der meramente administrativo, y aun aseguraba (lue em-
plearía su autoridad con la mayor eficacia para impedir las
persecuciones y los escesos; que justificaria los deseos de
los pueblos, sin escuchar la voz de las pasiones [N° 63
de Documentos] ; he aqui el único punto de esperanza, que
quedó á los hombres imparciales, aun despues de ver el
modo y los Sugctos que componian el nuevo Gobierno.
Un poder necesario, se lisongearon sería un poder mera-
mente administrativo, un poder que nada alteraría hasta
que el Rey en libertad manifestase su Real voluntad; pero




si esto creian, no tardaron en desengañarse. La Regencia
se declaró de hecho con todo el poder de la mas plena y
absoluta Soberanía; se puso al instante, no al frente de la
N acion Española, sino al de una faccion, no menos omi-
nosa que la de los Jacobinos, que debía obrar en nombre
de su triunfo; vióse prevalecer el derecho de insultar y de
perseguir, y desencadenados todos los elementos democrá-
ticos mas furiosos para restablecer la Monarquía, conse-
cuencias precisas de un Gobierno eselusivamente fiado á
los Gefes de un partido, que tenían resentimientos mas ó
menos justos que vengar, y pasiones mas ó menos rateras
que satisfacer, hizose creer al populacho mas soez, insti-
gado de mil maneras, que nadie podía ni debía contener las
demostraciones de lo que se decía lealtad, reducidas á in-
sultar, prender, matar, saquear, incendiar y robar, aprove.-
chandose de un terrorismo, comparable solo al de la omi-
nosa revolucion Francesa. El Ministerio de la Regencia se
compuso de Vargas para Estado, que no admitió, ocupando
su lugar el Canonigo Saez, [N° 64 de Documentos,] nom-
brado tambien despues Confesor del Rey, Erro para Ha-
cienda, San Juan para Guerra, GarcÍa de la Torre para
Gracia y Justicia, Salazar para Marina, y Aznarez para
el Interior, institueion muy util pero desconocida en los
antiguos tiempos de la Monarquía, y que ofrecía su crea-
cion en estos momentos una anomalía de las que se hallan
á cada paso en las revoluciones_


Mientras que, por otra parte, la desventurada Espaúa
veia sus destinos en manos de un tal Gobierno como la
Regencia de que acabamos de hablar, no era mas feliz en
la del que á su vez la gobernaba tambien en Sevilla. Antes
de la famosa Sesion de las Cortes del 23 de Mayo, habian
ya hecho ridícula ostentacion de una esteril firmeza, ocu-
pandose nuevamente en la Ley de SeúorÍos; dando solemne
Ley, declarando indigno del nombre Español al que admi-


p




210


tiera condecorarion ó destino, tomando parte con los
Franceses; proveyendo medidas de defensa, y autorizando
á todo Espanol á formar partidas de guerrilla; formando
una Legion Estrangera; mandando emplear la fuerza para
la recaudacion; acordando un empréstito forzoso de 200
millones; que se secuestrasen los bienes de todos los que
tomasen partido con los Franceses; que se acuñase todo el
oro y plata de las Iglesias que no fuesen indispensables
para el Culto; y en fin, declarando se impusiese pena·
capital á los traidores; y todo esto, al mismo tiempo {lue
desengaílOs sobre desengaüos les patentizaban su nulidad.
lVras entre los sucesos que mas oprimieron al Gobierno, é
hicieron mas V m3S crítica su posicion, fue el haber tornado
la casa de Hernales {le Londres los 40 millones de rentas,
acordados por las Cortes, y haber protestatlo las letras al
punto de realizarlas. Ocupada casi toda la Península por
los Franceses; sublevados en contra del Gobierno touos
los pueblos de España que no estaban ocupados por Ulla
fuerza efectiva Constitucional, no tenian ni fuerza moral
ni física, ni de donde sacar los Illas escasos recursos para cu-
brir las mas precisas obligaciones; pero aun en este estado
se consolaban con pronunciar pomposos discursos, y desen-
volver principios, que si bien podian ser todo lo exacto que
quisiesen, eran inútiles, intempestivos y aun ridículos;
hablamos de la famosisima discusion del 24 de Mayo, pro-
vocada por el informe de la Comision Diplomática de las
Cortes.


Este informe, que se hallará en los Documentos y cuyo
autor se ignora, puede atribuirse á Argüelles, y en verdad
es digno de mejores tiempos.


No podía pues dejar de producir un gran efedo entre
los Diplomáticos, ni dejar de inflamar sus acaloradas ima-
ginaeiones; muchos discursos se pronunciaron mas ó
menos elocuentes, pero casi todos fogosos en favor de las




:¿ 1 J


ídem; de la COlnision, (Iue coneluÍa proponiendo se <leda-
rase, " Que el Gobierno Español había procedido de un
modo eliSllo ele la Nacion, á cuya cabeza se hallaba, en el
discurso ele las úl(:im<ls negociaciones; y que la guerra qnc
Espaúa se ve precisada á sostener, le era imposible de evi ..
ta1', ú no infringir juramentos y obligaciones, y rcnunciar
á su bODor, Ú su independencia, al pacto social juraclo, y
ú todo Sistema fundado en ideas liberales y justas, tel1-
dicnc)o el cuello al yugo tlel poder absoluto, impuesto po;'
la violencia de un pocler estrangero." Mas los que mayor-
mente llamal'On la atencion fueron, en un sentido, los de
los Diputados AJ'güelles y Galiana, y principalmente el de
este último, que ú falta de solidez, abundaba en imágenes
vivas, en apóstrofes elocuentes, y en ideas ingeniosas para
escitar el orgullo é interés Nacional, habiendo sacado Ull
partido Yent;~joso de las sólidas acusaciones que pudo de-
ducir, con razon, del nombramiento de la Regencia el!
.Madrid.


Un Diputado, sin embargo, el SCllor Falcó, conocido ya
en las Cortes por su ilustracion, su moderacian y su 1ir-
meza, impugnó el dictamen de ]a Comision en un bellísi-
mo discurso, en el que por primera vez se oyó la voz de la
razon, y se presentrí á la consideracion pública el cuadro
fiel de los asuntos plÍblicos. Este discurso célebre [N° 65
de Documentos J del que la posteridad hará la j lista apo]o-
gia, yen ella la de su estimable autor, le reconvendrá, sin
embargo, de haberle pronunciado demasiado tarde. Si este
discurso ó alguno semcjante se hubiera oido cuando se
leyeron las notas, ó al menos cuando se suscitó la cuestion
de la tras]acion del Gobierno á Sevilla, acaso hubiera pro-
ducido grandes bieues. Tal vez el acaloramiento de las
pasiones de aquellos momentos lo hubiera hecho inutil,
pero su autor hubiera, al menos, satisfecho su deber, y la
historia le hubiese hecho la justicia que merecía; sin elll-


p :2




~12


bargo, siempre le honrará, al paso que la contestacion del
Diputado Argüelles fue ciertamente mas ingeniosa que
sólida.


Pero en vano fueron las poderosas razones del Diputado
Faleó; en vano haber patentizado el verdadero estado de
la Kaeion, del de su espíritu p(lblico, de la nulidad de los
recursos del Gobierno, todo fue inutil, y solo sirvió para
consignar su opinion, y para patentizar la imprevision del
Ministerio, que habia dirigido la transieion política, y que
aun se permitía decir en la memoria del Estado, " Que el
Gobierno habia visto dos ó tres comunicaciones, hechas al
Ministro Inglés en Madrid por el Embajador de Inglaterra
en Paris, y por el Ministro de Relaciones Estrangeras en
Londres, reducidas á hacer cuatro proposiciones importan-
tes: la, que se declarase que la Constitucion era dada por
el Rey; 2a , que el Consejo de Estado fuese nombrado por
el Rey, y que tuviese parte en la Potestad Legislativa;
3a, que se declarase que habia llegado el tiempo de hacer
reformas en la Constitucion; 4a, que los Diputados á Cor-
tes tuviesen en adelante la propiedad que la Constitucion
indica."


Estas eran las proposiciones importantisimas de que
hablaba la memoria, y de las cuales decía, "Tampoco
tiene presente el Secretario de Estado el contenido de
estas comunicaciones," sin que exista un estrado en su
Secretaría, pero que las pretensiones se reducían á las 4
indicadas proposiciones, que el Ministro San Miguel no
creyó bastante importantes para descender á tratar de
ellas, ni aun para dar cuenta de su contenido á las Cortes.
Por esto inculpó Faleó al Ministerio, y á esta inculpacion,
como á muchas, nada pudo responderse.


Las razones victoriosas del Diputado Falcó en esta cé-
lebre Sesion, la mas interesante que habian tenido las
Cortes, por la magnitud de las cuestiones que se agitaron




en ella, todas fueron despreciadas, y Argüellcs, Galiallo,
y todos los que hablaron en el sentido de aprobar la con-
ducta del Gobierno, tuvieron que venir á circunscribir su
defensa al estrecho círculo, de que de todos modos hubiera
sido lo mismo; que la guerra no se hubiera evitado de
modo ninguno, pues estaba decidida: defensa debil en
verdad, pues no se podia probar ya lo contrario en el
estado de los negocios, pero que con razones de gran peso
se podia asegurar, que ni las Grandes Potencias ni la
Francia tenian absoluta seguridad del resultado, y sabían
demasiado lo que aventuraban, si una combínacion cual-
(luiera hacia sufrir al egército invasor un revés de consi-
deracion al principio de la campaúa.


Sin estos temores, las concesiones ofrecidas hubieran
sido iguales á las concesiones acordadas en Madrid des-
pues elel triunfo. El Austria y la Rusia principalmente,
no hubieran permitido ni aun nombrar la palabra Constitu-
cion; si lo consintieron fue solo por el recelo del resulta-
do, de que no participaron los hombres que conocian el
estado de Espaúa.


Pero sea lo que quiera de estas cuestiones meramente
de raciocinio, y ya absolutamente inútiles, el dictamen de
la Comision Diplomática fue aprobado.


El Cuerpo del General Molitor, sin mas resistencia que
la mencionada del paso del Ebro por Logrono, y otra no
mas importante en el de Juear por Alcira, siguió al de
Ballesteros, que se replegó sobre Alicante y Cartagena, sin
que aquel le dejase tiempo para apoderarse, como intentó,
del Castillo ele Murviedro, guarnecido por las fuerzas de
Sampere y Ulman; por manera que cl13 de Junio las tro-
pas Francesas ocupaban ya á Valencia. Nueva prueba de
la opiníon pública, y de la influencia que esta debia tener
en las tropas Constitucionales, fue la escandalosa deser-


Sucesos Mi-
litares.




~i4


cion de las de Ballesteros, de cuyo cgército llegaron á pa-
sarse á los Franceses regimientos enteros. En Cataluúa
no eran tan rápidos los progresos de los invasores; la natu-
raleza montaúosa de aquel país, el gran número de sus
Plazas de guerra ocupadas por el egéreito Constitucional,
las fuerzas de este, mayores que las de ningun otro, sus
victorias, la calidad de sus Oficiales y tropa, aguerridos y
comprometidos, y las calidades militares de su General
.Mina, no solo retardaron los movimientos del General
Moncey, que al mes de la invasion se hallaba aun en Ge-
rona, sino que dieron lugar á una incursion procedente de
La Seu, que puso en consternacion la CerdaÍla Francesa á
empeñados combates, en uno de los cuales pereció Mosen
Anton, y en otro el General Zorraquin. Allevantarniento
del sitio de Figueras, que formaba el General Baron de
Damas, se siguió la reüida accion de TOlTa, y la vigorosa
defensa de Barcelona; resultando de todo, que al terminarse
la guerra con la salida del Rey de Caeliz, aun tluedaban á
Jos Constitucionales fuerzas y las principales Pb7.us, aun-
que la de Cardona, renovando el egernplo, harto frecuente
en las guerras civiles, cayó en poder ue los Franceses por
la resolucion de la tropa que la guarnecía, y alzó la voz de
Viva el Rey absoluto. '


Los Cuerpos de Bourmont y Bordesoulle debian concurrir
en Sevilla, reuniendo una fuerza como de 17,000 hombres,
mientras no habia para oponersele mas que los restos del
de Abisbal, cuyo mando se dió á Lopez BallOs, y la redu-
citlisima fuerza de Villacampa, disminuida por la derrota
de Plasencia. Esto sin duela motivó la resolucion del Go-
bierno ue dar á Ballesteros el mando superior de todas
las fuerzas de Levante y Sur de España, mas su número y
lejanía no permitian impedir la ocupacion de Sevilla, y por
tanto, el partido que dirigía los negocios públicos decidió
se trasladasen á Cadiz el Gobierno y las Cortes) y para




cubrir su determinacion se tuvo una J unta compuesta dl~
los Ministros, entre los cuales se contaba Sanchez Salva-
dor, estrechado á encargarse del Despacho de la Guerra,
los Diputados á Cortes militares, y algunos Generales.
En ella hubo quien opinase por que el Gobierno se diri-
giese á Algeciras, y en algun caso el Rey y la Familia
Real á Gibraltar; y no faltó quien demostrase, que la cues ..
tion de EspaÍla no podia resolverse de nillgun modo mili-
tar, sino politicamente, vista la manifestacion de los puc-
bIas, el espíritu y fuerza de los egércitos, y la diferencia
de circunstancias, que obligaban á considerar la Isla Ga-
ditana bajo distinto aspecto que en la guerra anterior. El
Rey consultó al Consejo de Estado, doude fue muy acalo-
rada la cuestion, que terminó por apoyar la traslacÍon á
Cadiz; si bien en la consulta hubo un voto particular del
Príncipe de Anglona, al que adhirió algun otro, en el que el
Príncipe emitió con arrojo y valentía las causas que habian
conducido los negocios públicos á tan lastimoso estado,
concluyendo con opinar, se mandase una Diputacion al
Príncipe Generalisimo para transigir. Esta idea justa y al-
tamente util, acogida por fin por el Gobierno, no tranqui-
lizaba á los exaltados por el peligro; y asi fue, que elmislIlO
9, en una asonada, se atropellaron las casas de algunos
Canónigos, se cometieron robos y otros escesos, y el dig-
nisimo Príncipe de Anglona fue insultado.


Ello es, que el partido exaltado, único que tenia ya poder
en aquella estremidad, decidió el viage á Cadiz del Rey y
del Gobierno; veamos como se verificó. En la Sesion de
Cortes del 11, el Diputado Galiano, siguiendo la rutina
marcada ya para las grandes ocasiones, hizo proposicion
de fIue se llamase al Ministerio, á fin de que digese, tIué
medidas habia tomado para poner en seguridad la persona
de S. M. y las Cortes, para en vista de lo que los Minis-
tros contestasen, acordar lo conveniente.


Scsion del
11 de .Junio
de 1823 l'n
Scyilla, en
que se depu-
so al Rey.




21G


En efecto, declaradas las Cortes en Sesion permanente,
por la adicion hecha por Argüelles para estc estremo, á la
proposicion de Galiana se presentaron los Ministros, que
interpelados por los Diputados dígeron, que habían con-
sultado á una Junta de Generales, que el Consejo de Es-
tado tambien lo habia hecho, y ambos convenian en la
traslacion á Cadiz, pero que habiendolo el Ministerio ma-
nifestado al Rey, hasta aquel momento S. M. no había
resuelto. El Diputado Galiano hizo una nueva proposi-
cion para que se enviase un mensage á S. M., en el que se
le manifestase la necesidad de abandonar á Sevilla para no
caer en mano de los enemigos, haciendo el Diputado Ar-
güelles á esta proposicion dos adiciones; una, para que la
traslacion de S. M. fuese con toda la Real Familia; y
otra, para que fuese á Cadiz, pues en los dictámenes de la
Junta de Generales y Consejo de Estado hubo alguna
opinion, como hemos dicho, de que fuese el Algeciras. La
proposicion y las adiciones fueron aprobadas, y el Rey
seflaló las cinco de aquella tarde para recibir el mensage,
de que fue encargada una Diputacion, presidida tambien
por el General Don Cayetano Valdés, que en Madrid ya
habia desempeflado igual cargo para la traslacion á Sevi11a.


Las Cortes continuaron su Sesion permanente, y á las
cinco de la tarde salió la Diputacion encargada del mensage
para Palacio, y volvió á la media hora. El Presidente de
ella, Valdés, hizo presente á las Cortes, que había mani-
festado á S. M. el objeto de su encargo, anunciandole que
debía salir de Sevilla al dia siguiente, pero que S. M.
había contestado con toda entereza, "Que su conciencia
y el amor que profesaba á sus súbditos no le permitian
salir de Sevilla; que como particular no tendria inconve-
niente en hacer este ó cualquier otro sacrificio, pero que
corno Rey no se lo permitía su conciencia." "Ohservé á
S.M.," dijo el General Yaldéi:i, " (llie su eoncicncia estaba




217


á salvo, pues aunque como hombre podía errar, como
Monarca Constitucional no tenía responsabilidad alguna,
ni otra conciencia que la de sus Consejeros Constitucionales
y de los Representantes de la Naeion, sobre quienes estri-
baha la salvacion de laPatria; y añadí que S. M. podía oir,
si gustaba, á cualquiera individuo de la Diputacion que me
acompañaba. S. M. contestó, 'He dicho,' y volvi(¡ la
espalda. La Diputacion pues, habiendo cumplido con su
encargo, hace presente á las Cortes, que S. M. no tiene por
conveniente la traslacion."


El Diputado Galiano tomó en seguida la palabra, y
suponiendo que la negativa del Rey no podía dimanar sino
de hallarse S. M. en un delirio momentaneo, creia llegado
el caso que señala la Constitucion, en el cual se considera
al Rey imposibilitado moralmente, y cn consecuencia hizo
esta proposicion, " Pido á las Cortes, en vista de la nega-
tiva de S.M., á poner en salvo su Real persona y familia de
la invasion enemiga, se declare es llegado el caso de con-
siderar á S . . NI. en el de impedimento moral, seúalado en el
artículo 187 de la Constitucion, y que se nombre una Re-
gencia Provisional, que para solo el caso de la traslacion,
reuna las facultades del Poder Egecutivo. [N°66 de Docu-
mentos.]


Dejemos á la Historia, que escrita lejos de nosotros,
califique este hecho insigne entre los mas descabellados
que pueda presentar el estravÍo de las pasiones: si con un
puñal al pecho se hubiera obligado al Monarca á salir á
Cadiz; si con una coercion de cualquiera especie le hu-
biesen obligado á marchar á su lado para cubrir su suerte,
esto podria espliearse; pero suspender á un Rey del
egercicio de su Autoridad por solo cuatro dias, y luego
volverle la Corona, es un hecho solo en su especie, yabso-
lutamente incomprehensible.


Sin embargo, todo lo esplica la obcecacion y el fanatis~




218


lIlO, sean producidos por el movil que quiera; la propo-
sic ion de Galiano fue aprobada; se nombró una Comision
de las Cortes para indicar los que halJial1 de componer la
Regcncia; se retiró esta un momento, y volvió propo-
niendo el Jos Señores Valdés, Ciscar y Yig;odet, y en pocas
horas todo fue egecutaclo, inclLlso el juramento de los
Regentes, que desde el Solio de las Cortes, donde oyeron
un discurso del Presidente, al que contestaron, fueron
trasladados el Palacio, acompaüados de una Diputacion de
las mismas Cortes. [N° G7 de Documentos.]


En fin Fernando VII. de Borbon, hijo y nieto de Reyes,
jurado Príncipe de Asturias, y reconocido por la Europa;
el mismo por (Iuien la Espaih toda, diez aÍlos antes, había
derramarlo tan copiosamente lélgrimas y sangre; (lue había
arrebatado tie su Cautiverio para sentarle de nuevo cn el
Trono Augusto de San Fernando, cs destronado el la pro-
posiclon de un Diputado de las Cortes ue 1823. Egemplo
es cste, repctirémos una y mil veces, nuevo y singular
en la Historia. Enrülue IV. y Luis XvT cn Francia, y
Carlos L·cn Inglaterra, perecieron en un caualso, ó á manos
de un puñal homicida, pero suspender el un Rey su Augusto
cal'ader por solo cuatro dias, le estaba reservado á la
España el presenciarlo en el 11 de Junio de 1823.


Instalaua la Regencia entre los gritos de los exaltados, y
el lúgubre silencio de un pueblo leal pero que, sin embargo,
veia pasivo y tranquilo el escándalo mas asombroso que
había presentado la España en la persona de sus Reyes,
se ocupó inmediatamente en las meuidas de traslacion,
para lo que no hallaron ningun obstélculo, á pesar de las
promesas que decidieron la resistencia del Rey, si bien, es
verdad, fueron presos los cabezas del movimiento popular
que debia oponerse; pero sea como quiera, la primera dili-
gencia fue hacer salir para Cadiz al Rey y la Real Familia,
en medio de las filas el dia 12 de Junio ú las ü ele la tarde,




219


disolviendose las Cortes á las 7. El efecto inmediato de
tamaÍlo suceso fue el desenfreno popular contra los desgra-
ciados, que debian por su destino seguir al Gobierno: las
orillas del Guadalquivir fúeron teatro de los mayores
des('¡rdenes; y término de ellos, el saqueo de todos los
barcos que debian dar la vela para Cadiz, despues que
salió la escolta del Gobierno.


A poco que se conozca la EspaÍla, y muy particularmente
el estado de la opinion pública en la época que recorremos,
es faeil graduar cual seria el efedo que debia producir el
atentado cometido en Sevjlla; un grito general se levantó
contra las Cortes. La Regencia del Reyno establecida en
Madrid, dirigió á la N acíon con fecha del 1 9 deJ unio una ter-
rible proclama [N°G8 de Documentos] , y despues un Decreto
declarando traidores á los que votaron la deposicion del
Rey, é imponiendoles pena de la vida. Todos los hom-
bres, á los cuales no les había conducido su desgracia al
último de sus compromisos, consideraron rotos sus vín-
culos con un Gobierno, que empezando aun por la misma
Constitucion, habia atropellado todos sus principios. En
los egércitos Constitucionales infundió el desaliento, que
produce la duda de poder franquear la barrera insuperable
para los hombres honrados, que separan siempre las
opiniones de los crimenes: todo, en fin, recibió el último
golpe para la disolucion del partido Constitucional; y para
el que se decia Realista, sirvió de nuevo pretesto para con-
citar los ánimos á nuevas tropelias y venganzas.


Prisiones, asesinatos, tropelías inauditas y de todas
especies, el mas furioso democratismo, desarrollado á la
Augusta sombra de lealtad, de restauracion de las antiguas
Leyes, y de la Religion de un Dios de paz y misericordia;
este era el aspecto que ofrecía la desventurada Espaüa, á
medida que caía en ella el regimen Constitucional.


En Zaragoza, 1300 personas son llevadas ¡t la caree!




220


pública por el populacho, conducido par frailes y curas;
en Navarra, el Trapense comete escándalos de que se
resiente la decencia, y tropelías que ultrajan la humanidad
y su caracter; en Castilla, la carcel es atropellada en Roa,
y sacrificadas algunas víctimas con horrorosos detalles que
estremece el describir; en .l\ladrid, centenares de personas
son conducidas á las cárceles, por si tuvieron esta eS la otra
opinion; en la mayor parte de los pueblos sucedía lo mis-
mo, siendo las mas veces el mayor delito el tener dinero con
que comprar la libertad.


En la Mancha, el Locho y sus soldados cometían los
mayores escesos; y asesinar, robar, escalar casas para
robarlas, y violar mugeres, lVIanzanares, Consuegra y otros
pueblos lo presenciaron. En Cordova, á las voces de "Viva
el Rey absoluto," sucedía lo mismo; centenares de personas
de caracter fueron llevadas á la carcel pública, y dentro de
ellas arrojadas en un pilon lleno de agua, é insultadas fria
y brutalmente.


Tan funesto aspecto presentaba la restauracion; la Re-
gencia lo veía, y no solo lo toleraba sino que tácitamente
lo aplaudía. Sus Autoridades subalternas nada hacian, ó
coadyuvaban á las persecuciones, y participaban de los
despojos de los perseguidos; alguno que otro funcionario
menos cruel, ó mas ilustrado, pues conocía el golpe fatal
que recibía el Gobierno con tamaflOS desaciertos, fue no
solo desoido, sino atropellado, y lleno de puñaladas con-
ducido á un calabozo por el populacho feroz de Zamora.
Los Ministros de Jesucristo, en fin, desde la Cátedra del
Espíritu Santo atizaban tan funesta discordia, y en vez de
predicar la caridad recomendada en el Evangelio, escitaban
á la persecucion y al esterminio. i Que horror! Pero esta
es la verdad, invocamos el testimonio de los hombres de
hien de todos los partidos.


Testigo era de escenas tan sangrientas y horribles el




221


egército Francés, que si bien impedía males parciales,
todos los que podía, temeroso ele la barbarie del POPUlac1lO
Ó de la influencia del Clero, en el cual estaba apoyada la
fuerza de su partido, fuese· en fin lo que fuese, ni el Go-
bierno Francés ni su egército podrán jamas responder de
haber dejado coger tales frutos, á la sombra de las Armas
de una Nacion magnánima, ilustrada y generosa.


Sin embargo, el Príncipe F¡:ancés de la sangre de nues-
tros Reyes no podía, por mas que quisiese, ver con absoluta
indiferencia tamaÍlos males. Apresurar la libertad del Rey
para terminarlos era todo su objeto; yel sitio y r€ndicion
de Cadiz podía producir solo tan suspirado resultado. A
mediados de Julio dejó S. A. R. la Capital con direccion á
Andalucía, despues de que el mismo dia de su marcha un
fuego, prendido casualmente á la Iglesia del Espíritu Santo,
donde iba á misa ordinariamente, escitó de nuevo los
<luimos coutra los desgraciados perseguidos.


Mas la marcha de S. A. R., que era un verdadero y con-
tinuado triunfo, pues era recibido en todas partes como
libertador, acabó de convencerle enteramente, de que era
preciso poner un término á tales y tantos escesos populares,
que contradecian los principios monárquicos que se querian
establecer; y este convencimiento que le hará eterno honor,
dictó el famoso, si bien no egecutado, Decreto de Andujar
de 8 de Agosto. [N° 69 de Documentos.]


Este Decreto prohibía á las Autoridades Españolas hacer
ningun arresto, sin conocimiento de los Comandantes
Franceses; mandaba poner en libertad al sin número de
presos arbitrariamente por idéas políticas; los Milicianos
contra los que con singularidad y encarnizamiento se había
dirigido la persecucion, los ponía el Decreto bajo la ins-
peccion de los Comandantes Franceses. Todos los periódi-
cos EspaflOles, y de los cuales el llamado Restaurador era
publicado en Madrid por dos frailes furibundos, escita-




han siempre las agitaciones, atacó á Jos mismos Francese~,
y á los Soberanos de Europa, porque encontraban sus prin-
cipios demasiado liberales.


EfecLos muy diferentes produjo este famoso Decreto;
rabia en los perseguidores por hallar un obstáculo á su
maldad, y esperanza y consuelo en los desgraciados per-
seg;Llidos tan despiadadamente; mas si estos efectos eran
naturales, no podrémos nosotros espliear otra clase de
oposICIOnes. Los Ministros Estrangeros alzaron la voz
contra este DecrcLo con cuestiones de principios, diciendo
que atacaba la independencia del Gobierno Españo1.
¿ y esta independencia no se atacaba en la interveneion?
¿ Y el Duque de Angulema tuvo facultades el 25 (le Mayo
de nombrar la Re;encia, es decir, ele constituir y crear un
Gollierno sin el Rey? ¿ Y el 8 de Agosto no podía dar un
Decreto, á (Iue le obligaban los mismos pcincipios que
crearon el derecho de intervencion ?


Dijose que, comprometidos los intereses esenciales de la
Francia por el desarrollo de peligrosos principios democrá-
ticos en EspaÍla, tenía necesidad de intervenir en los
negocios interiores de este lmÍs, é intervino en efecto;
¿ pues cuales de estos principios comlatb el Decreto de
Amlujar? ¿ No era su objeto principal contener las de-
masías democráticas en alto grado? ¿ Combatía por ven-
tura los principios Monárquicos? ¿ No podía decirse que
atacal>a los de un democratismo infinitamente mayor <Iue
el anterior bajo divisa distinta? Luego lo que combatía,
era la anarquía; era el imperio del desenfreno popular mas
inaudito que ha presenciado la revolucion mas uemocrá-
tica; eran los desórdenes que comprometian su egército, y
hacían peligrosos los preciosos di as del Monarca á lIlanos
de ]a desesperacion de sus carceleros; aventuraban en fin
el éxito ele una guerra que, conducida sin los escesos que
se habian verificado, hubiera sido obra tan solo de pocos




días. ¿ y el Duque de Angulema, General en Gefe de un
egército, si no Con(Iuistador, al menos de ocupacion de un
país, no podía mirar por el objeto primario de la inter-
vencion? ¿ Pudo trasmitir el Gobicrno de derecho, y no
pudo conservar el Gobierno de hecho, concedido, por todos
los publicistas, á los que ocupan por la fuerza un país '?
Dejemos pues á la Ilistoria (Iue juz~ue la oposicion al De-
creto de Andujar pOi' los A~entes Diplomáticos de ciertas
Cortes, de la cual se dirá lo que se cluiera, vero tiene un
caracter de ferocidad impropio del Siglo xix.


Como (luiera cIne sea, esta oposicion no J)oclía menos de
animar á la Resencia para protestar contra el Decreto, de
un modo altivo é insolente, con un Príncipe á (luien debía
su existencia; mas no fuc solo csta la consecuencia de esta
oposicion, sino que puso en accion la exageracion de los
que á la voz de Viva el Rcy absoluto, (Iuerian mandar abso-
lutamente. Los Voluntarios Realistas de Navarra fueron
los que principalmcnte figuraron en esta esccna; su repre-
sentacíon ele 20 dc Agnsto prueba hasta donde conduce el
espíritu (le faccion; en eJla prodigaron los insultos mas
terminantes al egército Francés y al Príncipe que le man-
daba, y no solo insultos sino hasta amenazas. ¿ Y quienes
eran los amenazadores? Unos miseraules, que el pan que
comian, el vestirlo con que se cuurian lo debian á la
Francia; y la Regcncia no solo lo toleraba, sino que aun
influia para que este documento, oprouioso para sus autores,
y para los flue los dejaron en la impunidad, se imprimiese y
circulase á fin de concitar los ánimos contra los Franceses.


El Trapense tuvo el insolente descaro de manifestar al
Príncipe deHohenlohe, que no coadyuvaría al cumplimiento
del Decreto, antes hien se opondría. Las Autoridades
Españolas todas, en los pueblos donde no había tropas
Francesas, entorpecieron tambiell su cumplimiento, y solo
lo tuvo al pronto en algunos puntos, como en Madrid,




22-1


donde en los primeros momentos de su llegada algunos
desgraciados fueron puestos en libertad por los nusmos
Franceses.


Pero el Príncipe Generalisimo, sea por las instrucciones
de su Corte, ó porque no se atreviese á declararse abierta-
mente contra la Regencia, no solo desistió del cumplimiento
de su Decreto de Andujar, sino que pasó por la humillacion
de hacer una declaracíon de él, que mas bien fue una ver-
dadera retractacion, con que dejó de nuevo abandonados, á
las horribles persecuciones, á todos los desgraciados que se
habian creido salvos. [N° 70 de Documentos.]


U n Decreto de 10 de Junio creó los Cuerpos de Volun-
tarios Realistas, legado funesto de la revolucion, y que-
riendo copiar la Milicia local Voluntaria, se hizo un
Cuerpo nuevo esencialmente democrático; pues sea lo que
quiera de la Milicia Nacional, había en ella hombres y
nombres respetables, al paso que en esta nueva se alistó lo
mas bajo del pueblo, y armó la parte mas grosera del po-
pulacho, que procuró sacar partido de su posicion para los
mas escandalosos atentados, dirigidos siempre al fin de
enriquecerse con los despojos de los Negros, con cuyo
epiteto se calificó no solo á los liberales, sino tambien á los
que teniendo crédito de ricos, podia robarscles al abrigo de
esta inculpacion.


Otros muchos decretos, llenos de la misma imprevision,
fueron parto de la malhadada Regencia, pero no podemos
dej ar de citar el que contenía la ingeniosa invencion de las
purificaciones. [N° 71 de Documentos.] Entre los ardides
discurridos para satisfacer el espíritu de faccion, ó mas
bien los mezquinos intereses particulares, objeto único de
casi todos los que se cubren, unas veces con el nombre
seductor de libertad, y otras con el de lealtad al Rey, ó
amor .1 la Religion, ninguno mas feliz que el de las purifi-
caciones. Por este sistema, el mas inicuo que se ha inven-




'1 0 ) -
-_.)


tado para opriltlir y perder á los hombres, infinitamente
mas tiránico que la Inquisicion, se podía impunemente
dejar reducidos á la miseria á todos los que el Gobierno
gustase, fuesen los que quisiesen sus anteriores servicios;
un juicio secreto, en el que se juzgaba por informes pedidos
las mas veces á enemigos ó á personas groseras *, y en el
que no se oía al acusado, que tenia que ser pacífica víctima
de iniquidad y de manejos, que no podía ni aun saber, era,
volvamos á decir, la invencion mas ingeniosa para satis-
facer las pasiones.


y no solo cran los males producidos por este ominoso
Gobierno, los que resultaban de sus medidas desacertadas,
ya legales ya administrativas; otros eran todavia mayores,
:sugeridos tambien por una servil imitacion. Clubs secretos
en que se agitaban cuestiones políticas, si bien de otro
color que en las Logias de los Masones, en las Torres de los
Comuneros, y en la:s Cabañas de los Carbonarios, forma-
ban empeño, y en efecto lograron dirigir los negocios
plíblieos [~O 72 de Documentos], {¡ al menos abrir un
nuevo campo, donde se di:sputase el poder y la influencia; y
este poder secreto, conducido invisiblemente por una mano
Romana y por una Corporacion harto famosa en nuestros
Anales, restablecida casi coetaneamente á la Regencia, era
el que dirigía los negocios públicos, no en favor de la causa
del desgraciado Fernando, no por cierto, sino en los intereses
de una Corte Estrangera, y de una Corporacion esencial-
mente conspiradora. Las Regalías del Rey, sostenidas por
ilustres y Católicos defensores, fueron invadidas; el terreno
ganado á palmos desde el reynado del piadosisimo y buen
Carlos IJI., se perdi(') á leguas al abrigo de la desorgani-
zacion, y el desquiciamiento general ele la Monarquía fue
el triste resultado.


* rara la purificacion dC'] re~Jletah]c Capitan General Castaiím;, se
pidió informe '1 11Il zapatero,




lVfil'utl'as seguIa tan fnllesto curso el nuevo orden de
cosas en la Capital, por efedo de las disposiciones dc la
Regencia, caminaban en el resto de la Península los sucesos
militares á su desenlace. El General Morillo tenia en Lugo
su Cuartel General el 26 de Junio, y el General Francés
Bourk ocupaba á Asturias y amenazaba á aquel Reyno,
cuando se supieron las ocurrencias de Sevilla, y se irri-
taron los ánimos al ver depuesto al Rey y hollada ]a Cons-
titucion * ; en cuyo caso reunió aquel estimable General
una gran Junta, compuesta del Obispo de Lugo, del Gefe
Político, y de tres individuos de las Diputaciones Pro-
vinciales de las nuevas provincias de Orense, la Coruña y
Vigo, y en ella todos conformes, decidieron mandar un
parlamentario al General Bourk, para hacer un Armisticio,


* Tambien contribuyeron á hacer mas crítica la posicion militar del
Conde de Cartagcna, los sucesos de Portugal; he aqui un estracto de ellos.
El Sistcma Constitucional en Portl:gal estaba todavia menos asegurado que
eu España, así que su caida fue obm de unos cuantos meses. A principios
de Marzo de 182:3, el Conde de Amarante, en la Provincia de Tras los
:\lontes, empezó la contrarevolucioll, uniendosc al Conde el Regimiento
N° 6 dc Línea y la guarnicion de CIH1xes. Para oponerse á este IIlovi-
miento el Gobierno Constitucional Portugués, nombró al Gcneral Do Rego,
el cual obligó {¡ Amarante á salir de Portugal y entrar en Esparta, dOllllc
obró {l la defcnsiva en las Provincias de Galicia y Lean; pero pronto
volvió á Portugal, pues arabó instantaneamente el Gobierno Constitu-
cional. El Brigadier 8ampayo salió de Lisboa con su Regimiento 1\°23,
para unir~e {¡ Do Rego, y en vez de verificarlo, muy cerca de Li,hoa, se
declaró en contra del Gobierno Conotituciunal. El Infante Don Miguel
8(' puso ú la cabeza de este regimiento, y escribió al Rey Sil Padre, que lo
habia hecho para restituirle sus derechos. El General Pamplona se unió al
Infante, y en este estado el Gobierno Constitucional di6 el mando de SUd
tropas para oponerse al Infante, al General Sepulveda, pero este General,
en vez de hacer la causa del Gobierno, se declaró ]lor cl Rey, con lo que
concluyó todo, habiellllose tenido que embarcar los Diputados, y sin haher
tomado parte el pueblo, siempre totalmente pasivo, desde la variacion (jue
se hizo otra vez hacia el antiguo orden de cosas con una facilidad y tran-
quilidad suma,




no reconocer la Regencia de Cadiz, ni tampoco la de
J\Iadrid, conservandof'e el Reyno de Galieia gobernado por
las Autoridades existcntes,hasia que libre S. M., decidiese
lo que fuese su Real volwltr"ll. Quiroga se halló tambien
en estos momentos alIado del General Morillo, y no pudo
menos de convenir en sus principios, si bien quiso dudar
de la certeza de la noticia; pero firmes en su resoIucion él
y la Junta, Quiroga trató de poner su persona en salvo,
para lo que Morillo le prestó tocIos los auxilios de la mas
estrecha amistad. Entre los documentos se hallará una
carta de Morillo á Quiroga, y ella mas que nada esplica
esta transaccion. [N° 73 de Documentos.]


:Mas Quiroga no era natural ni posihle, se aviniese á ver
desplomar el ecIificio, entre cuyas ruinas debía perecer ó
huir de su patria; así que, apenas se separó del egército
variaron enteramente sus ideas, y dirigiendose ú la COI'uÍla,
donde se reunió con muchos exaltados, unos y otros se
declararon abiertamente contra Morillo.


Este suceso no podía menos de empeorar la posicioll del
Conde de Cartagena, ú cuyo apoyo no tardó en acudir el
General Bourk, que llegó casi llevando la contestucion uel
parlamentario, pues el 10 de Julio entró en Lugo; pero
Quiroga y sus compaúero3 en la COl'uiia organizaron una
defensa, que hizo prolongar el sitio algun tiempo, durante
el cual se cometieron muchos csccsos, que quizás no pudo
evitar el Brigadier que mandó aquella Plaza despues de la
salida de Quiroga. En estos mismos momentos el General
Ing'lés \Vilson se apareció en la escena, aunque sin resul-
tado; mas á pesar de todo, la Coruña tuvo que rendirse á
discrecion el 27 de Ag;osto, habiendo capitulado los espar-
cidos trozos del egército mandados por Palarea, y dejanclo
un triste recuerdo histórico de los sucesos tristemeute
desastrosos ocurridos en aquella ciudad.


El General Bourk, que desde Lugo ocupó al Ferrol, y
Q2




CapitLtlaciüll
de .Ha llc"tc-
ros el .:[ ele
Ag'o'ito de
18:2:3.


228


firmó una solemne capitulacion con Morillo, hizo todo lo
posible para que reconociese la Regencia de M aclrid, pero
decidido este á no hacerlo, mandó al Coronel O'Doyle á la
Corte con una comunicacion para la Regencia; mas los
que dirigian todos los asuntos en el egército le aconsejaron,
que, como á prevencion por si exigian las circunstancias,
además de firmar la comunícacion de que hemos hablado,
la cual era una magnífica manifestacion á la Regencia de
lVladrid, haciendola presente sus errores y estravÍos, por
cuya razon no la reconocia, así como tampoco la de Cadiz,
que firmase un simple reconocimiento de la Regencia de
Madrid durante la Cautividad, sin las circunstancias del
otro.


Con estos dos Documentos salió el Coronel O'Doyle del
Cuartel General de Morillo para Madrid, pero sin poder
nosotros penetrar, qué razones influyeron en la conducta
de O'Doyle, cuya probidad, cuyo talento y cuyas esti-
mables circunstancias son bicn notorias, hizo uso lÍnica-
mente del reconocimiento simple, sin protesta ni condicion
de la Regencia de Madrid.


Galicia y el egército Constitucional que la ocupaba re-
conocieron pues á la Regencia, y esta rica y estensa Pro-
vincia quedó corno casi todo el resto de España, sometida ú
los Franceses, si bicn mas feliz que la mayor parte de las
demás; la presencia del cgército de Morillo la libró de los
males que otras sufrian.


En tanto los Franceses llegaron frente de Cadiz; y
Ballesteros, que en virtud del nombramiento de (lUC hcmos
hablado, había dejado el mando á su segundo el General
Balanzat, se dirigió á Granada, en donde supo que el
Gobierno habia vuelto á separarle del mando de las tropas
del Sur de Espa.fia, dando el de la Isla Gaditana á Vigodet,
y <Í Zayas el (Iue tenía Villacampa, ([uien vigorosa yabier-




tamente le habia representado desde Arcos, manifestando
la verdadera opinion pública y del egt'rcito, contraria <Í. la
conducta del Gobierno. Zayas lleg,') tambien á Granada, y
encontró inmenso número de Oficiales de Cuerpos estin-
guidos y otros muchos sueltos, dos ó tres mil hombres de
infantería sin instruccion, y alguna caballería. Ballesteros
y él conferenciaron, y ambos dirigieron al Gobierno fuertes
representaciones sobre la necesidad de oir la opinion
p,íblica, y la seguridad del Rey y su Real Familia; mas
aclelantandose Molitor sobre Granada, Ballesteros, que
habia vuelto á tomar el mando de su egército, reconcentró
sus fuerzas en las montaÍlas que separan este Reyno del de
Jaen, donde el l° de Agosto batió bizarramente en el Cam-
pillo de Arenas el grueso de los Franceses; sirviendo esta
accion para decidir el ánimo de aquel egército, que con-
taba apenas 9000 hombres, y celebrar un convenio el -4
del mismo mes, por el cual reconocía á la Regencia, y no
Jlodía ser disuelto hasta que, obtenida la libertad del Rey,
se fijase la suerte de EspaÍla; los Gobernadores de las
Plazas de su distrito no quisieron someterse á estas con-
diciones.


Zayas, que habia propuesto y obtenido del General Mo-
litar dejar algunas fuerzas en Granada, que mantuviesen
el orden hasta ser relevadas por los Franceses, de las
cuales un batallan se pasó á ellos, se retiró á Alhama,
donde supo la capitulacion de Ballesteros, á la que tal vez
hubiera adherido, sin el alboroto promovido en algunas de
sus tropas por las instigaciones de los exaltados, con cuyo
suceso hubo de retirarse á Málaga.


La enérgica eRposicion de Zayas no pudo menos de esci-
tal' el enojo del Gobierno, quien hizo salir para reemplazarle
á Riego, que llegó á Málaga el 17 de Agosto. Estrechado
este allí por la dcsesperacion de RU partido, rodeado como
sieDlpre de malos consejeros, hizo prender á media noche




á los Generales de mas reputacÍan (llW ailj había, entre
ellos Zayas, llevandolos á bordo, y permitió la separacíon
de otros; se apoderó de la mayor parte de la plata de las
Tglesias, y cometió tropelías y otros atentados, hasta que
el General Loberdó, procedente de Granada por Laja y
Antequera, se dirigió á Málaga.


En tal conflicto, contando con el recurso de las Socie-
dades secretas, resolvió dirigirse á los acantonamientos que
el General Ballesteros tenía en los pueblos inmediatos á
Riego. A este fin partió el 3 de Setiembre por la costa
de Levante, por la que, en direccion opuesta, venía desde
AlmerÍa el General Bonemaine, y apenas llegó á Nerja,
torciendo á la izquierda, atravesó la Sierra, y pasando entre
Loja y Granada, llegó á Priego ellO del mismo mes. Las
tropas de Ballesteros tomaron posieion, y muy pronto se
rompió el fuego de guerrillas; acudió ,l ellas aquel General,
cuando Riego haciendo cesar el fuego, y gritando Vivn la
Um~on, se dirigió á él con quien marchó al pueblo. Aquí
le ofreció el mando de todas las fuerzas, estreehanclole ;Í
obrar contra los Franceses; mas no consintiendo Balles-
teros, sorprendió su guardia, y le puso preso en su propia
casa; no tardó en cundir la noticia, y acercandose el Ge-
neral Balanzat con sus tropas, intimó á Riego dejase á
aquel en libertad, y se retirase con las suyas. Así lo ege-
cutó este; dirigiendose á Alcaudete con pérdida de algunos
soldados y Oficiales, y dos escuadrones de Numancia y
Espaüa que le abandonaron.


Dos direcciones eran las únicas que se presentaban á
Riego para encaminarse donde hubiese todavia tropas Cons-
titucionales, y estas eran las de Estremadura y Cartagena;
decidióse por la última, y partió para Jaen, llevando apenas
2;")00 hombres en el estado que es facil discurrir. El Ge-
neral Bonemaine, que, siguiendo la costa hacia Málaga,
habi,l cntrndo en Alrnurwcilr. ~lIP() h lIci.!"ada de Riego ¡'¡




1\el'ja, y su variacioll ue direccion hacia lo interior, y \'(l-
riandola él tamuien tÍ su derecha, marchó \'elozmente el la
Vega de Granada, y con noticias de su paso de Alcaudete
ú Jaen, aceleró aun mas su movimiento, y le alcanzó cl12
en esta Ciudad, donde despues de un combate, le obligó á
retirarse por Mancha Real tÍ Jodar. La noticia de la
marcha de Riego habia hecho destacar al General Francés,
que cubria la comunicacion ó camino Real de Andalucía,
un cuerpo de caballería, que sorprendiendole en J odar,
dispersó su corta fuerza, obligandole á buscar su salvacion
en la fuga con solo cuatro de los suyos. Con ellos llegó á
Arquillos, una de las poblaciones de Sierra Morena, enca-
minandose sin duda á Estremadura, mas conocido por los
naturales. fue preso por ellos y conducido á la Carolina.
El General Latour, á quien pertenecian las tropas de la
accion de Jodar, le reclamó, y en efecto le fue entregado,
mas acudiendo las Autoridades Españolas al Príncipe Ge-
neralisimo, se les devolvió.


Tiempo es ya de volver la vista ,l la Isla Gaditana, desti-
nada á presenciar el origen y término de la époea memo-
rable en los Anales de España, que hemos recorrido. La
prision del General Downie y sus compañeros, en la em-
presa de impedir la salida del Rey de Sevilla, y la resolu-
cion de los Gobernantes hicieron crítica la posicion del
suspenso Monarca, al emprender y seguir su viage á Cadiz.


Si hubieramos de atenernos á la relaeÍon del Coronel
..\finio, que fue nombrado con su regimiento de Almansa
para escoltar á S. M., tenclriamos que pintar el peligro inmi-
nente de haber sido el Rey asesinado, y aun presentar otro
nuevo horror de aquella aciaga época, refiriendo un pro-
yecto horrible contra la preciosa existencia del Monarca.


J\1as aunque no fuimos, por fortuna, testigos oculares de
tan triste escena, habiendo examinado muchos testigos res-
pdables que acOmpaÜHl'Oll al Rey aqucllo~ cuatro dias, y




consultando por una parte los recelos que alarmaron la
lealtad del Coronel Minio, cuyo manifiesto no espresa
Ilingun hecho, y sí solo temores, y por otra el verdadero
interés de los que dirigian los negocios, no podemos ser de
su Husma oplIllon.


Acaso circunscripto á un pequeño círculo, pudo existir
algun proyecto contra el Rey, no siendo nuevo en la historia
ver derramar la Augusta sangre del Monarca, á manos de un
puñal vibrado por un fanático; la historia de Enrique IV.
y Luis XV. nos lo recuerda, y aun humea la sangre de una
ilustre v llorada víctima cn manos del fanático Louvel;
esto pues podría ser, pero nosotros, que nunca hemos
adulado á los criminales, nos guardaremos muy bien de
cargar sobre los alucinados conductores del Rey Eernando,
el inicuo proyecto de asesinarle, pues no hallamos datos
suficientes para consignar históricamente tamaúo atentado.


Es preciso confesar, que no estaba en los intereses de su
suerte, la que tenia por unica egida la persona del Monarca,
ó era preciso borrar del libro de la vida su Augusta Familia,
compuesta nada menos que de nueve personas, sacrificio
demasiado cruento para hacerse á manos de asesinos en
un despoblado, ó nada habrian hecho con hacer perecer al
lVlonarea. Ademas ¿ no estaban ya los Franceses á las
puertas de Sevilla ? ¿No estaba la opinionNacional decidida
de un modo tan positivo? ¿ Qué hubiera sido pues de todos
los que hubiesen presenciado tan atroz suceso? Y si hu-
biese habido el terrible proyecto de asesinar al Rey, ¿ á
que pues sacarle de Sevilla con tanto empeÍlo? No era
probable fuese para egecutarlo en el camino, para esto bien
estaba en Sevilla. La traslacion á Cadiz fue, no puede
dudarse, para cubrir su suerte con su Augusta Persona, y
esto no se verificaba asesinandole; si no hubiese sido así,
la conducta del Gobierno y las Cortes 11 11 biera ~ido dCfipues
mil\' diferente.




El 15 de J unió entró el Rey de Sevilla en Cadiz, adonde
ya habian llegado tambien gran número de Diputados, y
aunque muchos no quisieron seguir al Gobierno, como ni
tampoco la mayor parte de los Consejeros de Estado, que
creyeron que el proceder de la deposieion del Rey habia
roto todos los vínculos que los unian con el Gobierno, con
todo, no faltó el número suficiente de Diputados para con-
siderar las Cortes instaladas el 15, para cuya apertura pro-
nunci() un discurso el Diputado Gener, Presidente entonces,
que solo pudo sugerirlo el desarreglo de una imaginacion
perturbada por la magnitud de las circunstancias. [N° 74
de Documentos.]


Apenas entró el Rey en la Isla de Leon, pusieron de
nuevo el Gobierno en sus manos los Regentes, que lo co-
municaron á las Cortes, las cuales nombraron el 19 una
Diputacion, que pasó á cumplimentar á S. M. por su feliz
arribo. [N° 75 de Documentos.]


Imposible parece hayan podido existir sucesos tan ab-
surdos y contradictorios: el 11 de Junio el Rey estaba
imposibilitado moralmente de gobernar; así se pensó, 10
confirmaron las Cortes, y declaró la Regencia en dos so-
lemnes Decretos: el 16 del mismo Junio ya habia dejado
la imposibilidad moral; el Rey podia gobernar, la Regencia
lo decía, y las Cortes lo aprobaban. í Hasta adonde con-
duce el ciego frenesí, propio de las convulsiones políticas!


Como quiera, nunca se ofusca la opinion pública á punto
de obscurecer absolutamente la verdad. Las Cortes, pues,
no podian dejar de presentarse ante este severo tribunal
del modo mas desventajoso, por su último paso altamente
indiscreto, que debía acabar con los restos de su moribundo
crédito, y aun debía arrastrarlas á mayores dcsaciertos;
así se verificó. [N° 76 de Documentos.]


Cuatro Diputados hicieron una proposicion para que se
declarase heneméritos de la Patria cn grado heróico y




eminente á los Regentes nombrados en Sevilla. Desde el
15 de Junio hasta el 5 de Agosto, que duró el primer
periodo de las Cortes en Cadiz, declamaron furiosamcnte
contra Morillo; suspendieron la Ley Orgánica del egér-
cito; mandaron hacer causa á mas de 40 Diputados que
no habian ido á Cadiz; dieron un furibundo Decreto contra
los Grandes que firmaron una representacion :í. Angulema,
cuyo contesto vago é indeterminado fue despucs atacado
por los exaltados del partido opucsto; declararon otra vez
traidorcs á los que tomaron partido con los Franceses, es
decir, á la Nacioll entcra; facultaron á las Autoridades
locales, quc ya apcnas existían, dependientes del Gobierno
de Cadiz, para proceder contra los estrangeros; y en fin,
atentaron una afectada tranquilidad, ocupandose en arreglar
las Capellanías, y cn modificar la Ley de libertad de im-
prenta.


Al través de tanto alucinamiento es imposible dejar de
percibir ciertos hechos que esplican, cual era la posicion
y la opinion de los hombres moderados, arrastrados hasta
aquel último es tremo por el impetuoso torrcntc de las cir-
cunstancias*. Así vemos muchos Diputados, como Alvarez
Lodares, Casas, Apoitia, Cortés, Enriquez, Alcalde, Lamas,
Cuevas, Diez, Prado, Rom, Villalba y muchos otros, apre-
surarse á insertar en las Actas sus votos contrarios á la
deposicion del Rey; al Diputado Albear haccr el 13 de
Julio una proposicion formal para quc se fijc la propiedad


* Es preciso en las convulsiones políticas ser muy indulgente con el
proceder de los hombres: la delicadeza, el honor, el no aparecer nunca
con el caraeter de desertor del partido, en que se hallan constituidos por
las circunstancias, haeen {¡ los hombres delicados; pues generalmente ha-
blando, es casi siempre mas honrado seguir hasta el fin en un partido
malo, ó bueno, que seguir el solo impulso del triunfo del mm; fuerte;
bien que la justicia ó injusticia de los SUCCF'OS políticos deciden las mas
yeces combinacione¡; casuales, viniendo {¡ ser illutil la aplicacíon imparcial
de lOE principios de una jUoticia \iboro~a y seycra.




necesaria para ser elegido en adelante Diputado á Cortes;
al Diputado Rodríguez Paterna en la Sesion del 24 de
Julio decir resueltamente, hablando de los sucesos del Ge-
neral Morillo en Galicia, que la deposicion del Rcy había
sido anticonstitucional; en fin, Cadiz presenció el horrible
suicidio verificado por el General Sanchez Salvador, cuya
muerte deberá llorar la España, por la pérdida de uno de
sus lIlas beneméritos Generales, y cuyos detalles son una
prueba mas, de cual era el conflicto de los hombres hon-
rados, á quienes la idea de no desertar el partido que
habían tomado, les conelujo á aquella estremielael peli-
grosa*


Pero nada era bastante á hacer calmar el fanático aluci- Se cierran
namiento de las Cortes: merece leerse el discurso de la las Cortes Ordinarias
Corona al cerrarse las Cortes el 5 ele Agosto, la contesta-
cíon del Presidente, [KO 77 ele Documentos,] y varios artícu-
los de los mismos periódicos, que, repetimos, habian contri-
buido :1 alucinar las gentes. El Espectador ele 23 ele Junio
aseguraba, que el espíritu público se iba rectificando á favor
del Sistema Constitucional en Aragon y Castilla, cuando am-
has Provincias en masa salian á recibir y victorear á los Fran-
ceses. En tanto los sucesos militares caminaban á su térmi-
no. El General Don Cayetano Valdés fue nombrado Gober-
nador Político y militar de Caeliz, y Vigodet, que mandaba
en la Isla, hizo elimision de su encargo, que se dió al Ge-


* El 18 de Junio amaneció degollado en su cuarto el General Salvador,
que en Sevilla aceptó de la Regencia el Ministerio dc la Guerra, y se
halló junto {¡ su ensangrentado eadaver la siguiente carta. "La vida cada
dia se me hace mas insoportable, y el convencimiento de esta verdad me
arrastra á tomar la resolucion de terminar mi existencia por mis propias
manos. El único consuelo que puedo dejar {¡ mi apreciable muger y {¡
mis queridos hijos y amigos, sobre esta terrible determinacion, C~ la de que
hajo al ~cpulcro. sin haber cometido jamás crimen ni delito algllno.-
l\m-he riel 1 ¡al Ui de .Tunio,"


en Clldiz el
5 de Agosto
de 1 S23.




Ileral Burriel en 10 de Julio, y despues fue nombrauo el
Generall\ioscoso para desempeiiar parte de las funciones,
á que no podia atender Valdés, y por último, el estimable
Latre reemplazó á Moscoso. En el Ministerio hubo tam-
bien mudanzas: Pando, que no quiso en Sevilla tomar el
Ministerio, instado por sus amigos, volvió á tomarle en
Cadiz, y fue substituido por Luyando: Golfin reemplazó en
el Ministerio de la Guerra á Puente, que habia substituido
á Salvador; y Manzanares fue nombrado de la Goberna-
cion, conservandose Yandiola en el de Hacienda, y Calatrava
en el de Gracia y Justicia.


Mas la cuestion estaba ya resuelta, y solo podía interesar
al partido dominante, que las elecciones para todos los em-
pleos recayesen en hombres que no vacilasen en prolongar
la resistencia hasta el último estrcmo, haciendo, á falta de
recursos, sufrir vejaciones á los particulares; en efecto, el
Gobierno y el Ayuntamiento de Cadiz imponian contrihu-
ciones que aumentaban el descontento, y creaban intereses
en favor de la disolucion del Gobierno. Las cosas estaban
tan adelantadas, que la fuerza era el único elemento: ni
la procesion de los huesos de Daoiz y Velarde el 25 de
Junio; ni el Manifiesto del Rey á los pueblos de Galicia del
1 ° de Agosto [N° 78 de Documentos]; ni las alocuciones ni
los discursos valian ya nada. Un egército Francés sitiaba
á Cadiz despues de tener á su espalda casi toda Esparta
en su favor, y todos los recursos de aumentar su fuerza
física y moral: un egéreito Espanolla defendia, desprovisto
y en casi completa clisolucion moral; la cuestion política
estaba resuelta, y la militar poco menos.


Establecidas las tropas Francesas sobre la Isla Gaditana,
cuyo bloqueo completaban por mar los buques de guerra,
fue preciso ocupar algun tiempo para reunir los mas pre-
cisos aprestos de un sitio contra una Plaza de esta impor-
tancia. Alentados los sitiados con esta tardanza hicieron




237


una salida el 16 de Julio, cuyas ventajas se atribuyeron
respectivamente los Generales Franceses y Espalloles, peru
no tuvo ni podía tener resultado.


Llegadas las tropas que conducía personalmente el Ge~
neralisimo, las operaciones del Sitio tomaron otro carader:
se presentó enCadiz un parlamentario, portador de una carta
de S. A. R. al Rey Fernando [N° 79 de Documentos]; en
ella despues de enunciar algunas ideas políticas sobre que
el Rey concediese una Amnistía y convocase las antiguas
Cortes, asegurando garantías ele orden, justicia y buena
administracíon, insinuaba que si dentro de cinco dias no es-
taba el Rey en libertad, ni había recibido ninguna respuesta
satisfactoria, recurriría á la fuerza.


Mucho celebró el Gobierno, encerrado en Cadiz, esta oca~
sion de desenvolver teorías en contestacion á las enuncia.
das por el Duque de Angulema, y en efecto, la respuesta
del Rey dada en 21 del mismo Agosto [N° 80 de Docu-
mentas] abunda en ellas; y si bien ya en el estado de los
asuntos eran inútiles y estériles, y por de contado, sin con~
tener nada que pudiera satisfacer al Príncipe, y de consi~
guiente que pudiese interrumpir las hostilidades, indicaba,
sin embargo, que había negociaciones pendientes con el
Gobierno de S. M. B. sobre el punto de mediacion.


Ya hemos hablado antes de ahora del empella que el
Embajador Inglés, cerca de nuestra Corte, hizo para evitar
los males que al fin se realizaron; iguales oficios repitió en
Sevilla con el mismo fruto, hasta que nombrada la Regencia,
y sentado el principio de que en virtud de sus credenciales,
no podía entenderse con ella, partió para Gibraltar. La
angustia de los de Cadiz les forzó á dirigirse á él en el mes
de Julio, implorando la mediacion de la Inglaterra, á re-
novar en Setiembre su peticion allanando se á todo, con tal
de lograr el olvido de lo pasado, y la seguridad de un Go-
bierno Constitucional, estimulandole por último á situarse




238


en un navio Inglés en la Babia de Cadiz, que pudie:,e en
alg:ull caso servir ele asilo á la Familia Real, Jllas ya era
tarele, y A'Court hubo ele contentarse con enviar al Cuartel
General del Duque de Angulema ú su Secretario el Lord
Elliot con las proposiciones del Gobierno de Cadiz, á (Iue
contestó el Príncipe, repitiendo, que no trataría con nadie
mas que con el Rey en libertad.


La contestacion dada por el Rey, ó mas bien á su nom-
bre, desde Cadiz el 21 de Agosto, decidió al Duque á
estrechar el sitio, y para ello tomar el Trocadero, operacioll
que ciertamente ofrecía la primera dificultad militar que
desde los Pirinéos había hallado el egército Francés. La
naturaleza del terreno y las obras practicadas hacian nece-
sario un esfuerzo. Estaba guarnecido este punto por 1700
hombres de los mas exaltados, entre los cuales habia gran
parte de Milicianos locales, y los mandaba el Coronel Gra-
ses, Diputado de las Cortes, pero reputado con razon por
Oticial bizarro. El 31 de Agosto fue atacado casi por sor-
presa, y tomado despues de una resistencia vigorosa, que-
dando prisioneros Grases y la mayor parte de la guarni-
ClOno


Gran desaliento produjo en Cadiz la toma del Trocadero,
por mas que quisiesen los exagerados disminuir su impor-
tancia; y no solo desaliento, sino el convencimiento de que
su posicion era desesperada, y que era preciso ensayar el
medio de las negociaciones. El Gobierno hizo que el Rey
escribiese al Duque de Angulema, el4 de Seticmbrc [KO 81
de Documentos], proponiendo se suspendiesen las hostíli-
dades para tratar de una paz honrosa; el portador de esta
carta fue el General Alava, á quien el Duque de Angulema
y varios de sus Generales conocian.


Esta carta no mereció otra respuesta que la ya sabida,
de qUc el Duque no trataría sino con el Rey en libertad, la
cual llevó el Duque de Guiche en compañia de Alava [~O 82




:¿3!J


de Documentos]. I~l 5 replicó el Rey en otra, preguntando,
qué deberia hacer para que se le considerase libre; y e1
Duque le contestó, que pasar á su Cuartel General, sin 10
cual continuaría sus operaciones [N° 83 de Documentos].
Creciendo en Cadiz los apuros, se propuso nuevameute al
Duque el dia 7, que el Rey pasaría á tratar con él tÍ, igual
distancia de ambos egércitos, ó á un navío neutral, bajo
la garantía del Pabcllon; mas la respuesta fue prevenir al
General Bourdesulle intimase á Valdés, que si á las ocho de
la noche del mismo 7 no tenia contestacion satisfactoria,
rompería las hostilidades.


Momcntaneamente se hacia cada vez mas delicada la po-
sicÍon del Gobierno Español, que quiso compartir el peso
de los momentos, convocando las Cortes Estraordinarias,
lo que verificó en efecto el 6 de Setiembre, habiendose
reullido á las 6 de la tarde [N° 84 de Documentos]; el objeto
de la convocacion era, que las Cortes deliberasen sobre una
comunicacion del Gobierno, en que pintaba el estado de
los negocios públicos. Las formalidades legales de la con-
vocatoria se llenaron, y el Rey no asistió á abrirlas, llevando
el Ministerio el discurso de apertura, dirigido simplemente
á indicar, en abstracto, el objeto de la convocatoria; y el
discurso del Rey fue contestado por las Cortes con verda-
d~ra arrogancia, que si en momentos de otra especie debía
llamarse indiscrecion y temeridad, en aquel no puede de-
jarse de llamar hasta cierto punto valentía.


Ciento y veinte Diputados, poco mas ó menos, fueron
los que se reunieron en estas Cortes, si bien había algunos
mas, que no lo verificaron por hallarse empleados por el
Gobierno, lo que manifestaba el apuro en que se hallaban
los negocios públicos, y la escasez de hombres con que
aquel podía contar. Las Cortes pues, de cuya reunion he-
mos hablado, debian ocuparse con urgencia del objeto de su
convocaClOll, y con particularidad de las comunicaciones




Se suspenden
las Sesiones
de las Cortes
E:itnwrdina-
rías en Cadiz
el 12 de Sc-
tiemlm:.


~-w


con el Generalisimo Francés, de la escasez de medios de
defensa, y finalmente de dar una contestacion al Gobierno
sobre cual era el dictamen del Congreso acerca del estado
de la opinion Nacional.


El orden de las deliberaciones hacía preciso, se nom-
brase una Comision para que diese su dictamen, y sobre
él determinase el Congreso, que creyó debía tratar estos
asuntos en Sesion Secreta, en la que resolvieron hacerlo
en público. Atrevido y resuelto fue el dictamen de la
Comision, reducido á aprobar la conducta del Gobierno en
no haber querido acceder á la proposicion del Generalisimo
Francés en los términos que lo hacia, y no menos atrevidos
los discursos que se pronunciaron, sobre todo el de Flores
Calderon en la Sesion del 11, en que habló de los males
causados por los que habian tratado de transacciones; mas
la gran dificultad para las Cortes era emitir su opinion en
el punto consultado por el Gobierno, es decir, el estado de
la opinion Nacional; pero la Comision en su informe se
valió del medio evasivo de decir, que oprimida y ocupada
la Nacion por un egército Estrangero, no podía saberse
cual era la opinion Nacional; que se había pronunciado
sobradamente en Enero de 1823, cuando se contestaron
las notas; y posteriormente con un cúmulo de felicitacio-
nes por las Sesiones del 9 y 11 del mismo Enero [N° 8[)
de Documentos]. En los seis dias que duraron las Se-
siones de las Cortes, no solo se trató de este punto, sino
que se concedió á la Junta de defensa las facultades posi-
bles, resolviendo cerrar las Cortes el 14, participandolo al
Rey.


Pero si las Cortes querian soltar el peso de los negocios
en esta estremidad, el Gobierno, como cra natural, no que-
ría quedar sin su apoyo; así que, por un oficio del Minis-
terio de Gracia y Justicia se las dijo, que en hora buena se
suspendiesen las Sesiones, pero que no se cerrasen, pues en




2-11


los momentos de cn~J" en que se hallaban los negocIOs,
podía llegar ocasion que con urgencia necesitase el Go-
bierno su cooperacion; así se hizo, suspendiendo sus
Sesiones el ] 2.


Rotas las negociaciones con los Franceses, debian con-
tinuar las hostilidades; la torna del Trocadero hahía me-
jorado mucho la posicion de los sitiadores, que tenian ya
reunidos grandes medio3 en contra de la Plaza, ya por mar
ya por tierra. Tres navios, once fragatas, ocho corvetas
y fuerzas sutiles proporcionadas por el Gobierno Español,
bajo el nombre de flotilla del Guadalete, eran sus fuerzas
marítimas; mas de 26,000 hombres de esccIentes tropas
ocupaban las posiciones de tierra. Los sitiados, por el
contrario, carecían de todo; los víveres, si no llegaban á
faltar, por lo menos escaseaban; los recursos pecuniarios
del Gobierno eran únicamente el resultado de la opresion
egercida sobre los pudientes. El bando del Ayuntamiento
de 16 y 17 que mandaba un alistamiento forzoso, tuvo
muy tristes resultados; la guarnicion estaba fatigada de la
actividad dcI sen'icio; la fuerza moral del Gobierno se
había hecho nula absolutamente, cI resultado pues no po-
día ser dudoso.


El 1 G y 17 tiraron los Franceses algunos cohetes á la
Carraca, que produgeron un incendio, que 3e apagó pronto.
El 18 se volvieron á reunir las Cortes Estraordinarias, solo
para que se publicasen las comunicaciones del Gobierno
con el General Francés, segun se había aconlado en las
anteriores Sesiones; y el 20 por un golpe de mano se
apoderaron los Franceses del importante punto del Cas-
tillo de Santi-Petri, que enarboló la bandera blanca des-
pues de una debil resistencia.


Todavía se podía militarmente prolongar la defensa de
Cadiz, aunque con la Isla, llave de ella, en poder de los
Franceses, con la ocupacion de Santi-Petri, y tomado el


R




'J'rocadero, habia perdido sus principale:,; apoyo.,;; pero en-
sayando los sitiadores antes si podian evitar su ataq lle, que
siempre podía ser sangriento, si eran las posiciones de 10:';
sitiados defendidas con vigor, arrojaron <Í Cadiz en la ma-
í'ttllla del :23 algunas bombas y muchas lllas gl'anadas que
hicieron algun mal <Í la poblacion, y produgeroll el último
desaliento, que se aumentó por la insurreccion del regi-
miento de San Marcial el mismo dia 23, que empezó á
gritar Viva el Rey Absoluto, si bien fue contenida por el
vigor militar del Gelleral Burriel, que hizo pasar por las
armas á los cabezas de la insurreccion, único aspecto que
debe dar la imparcialidad á aquella conducta en momentos
<lbsolutamellte militare:3.


:Mas no solo el oornoardéo fue el medio empleado por el
Generalisimo para obligar á Cadiz á rendirse, evitando el
ataque general sobre la Isla, sino que el 26 por la maÍlana
mandó un parlamentario, intimando á Valdés le hacia res-
ponsable de las pen;onas de S. M. y Real Familia; que "i
sufrian algo, ó si se embarcaban, serian pasados ;Í cuchillo
los Ministros, los Diputados á Cortes, el Consejo de Esta-
do, y los Generales y Gefes ele la Plaza; y en efecto, esta
intimacion produjo para los sitiadores felices resultados, '!
cortó la necesidad del ataque general. [N° R6 de Docu-
mentos.]


El Gobierno pasó á las Cortes esta intimacion, las que
se juntaron en Sesion Secreta en la noche del 2G, Y acor-
daron pedir informes á Valdés y Burriel sobre los medios
ele defensa: estos Gefes, cuya probidad no podrá eclipsar
nunca lo crítico de la posicion á que les condugeron las
circunstancias, dieron su informe con verdad, y estos in-
formes se leyeron en la Sesion del 2S.


Las Cortes ya no tuvieron remedio; les fue preciso su-
cumbir al peso de las circunstancias, á la Ley imperiosa de
la necesidad: acordaron pues enviar una Diputaeion al




I{ey, dieiclldole que podia ir al Cuartel Gelleral de los
Franceses.


Dificil es pintar el contraste político que ofrecian estos
interesantes momentos: el Rey y su Real Familia tocaban
el instante suspirado de su libertad; todos los hombres
comprometidos se entregaban á discrccion en manos del
Rey, <Í quien tanto habian ofendido, bajo la sola garantía
de su generosidad; y no solo se entregaban en las manos
del Soberano, sino que se ponian entre las de un partido
timático y sanguinario; mas no había remedio. Acordada
por las Cortes y el Gobierno la facultad de trasladarse el
Rey al Cuartel General de los Franceses, sin mas que re-
comendarse <Í la Real clemencia, el Rey mandó á su Gentil-
hombre, el Conde de Corres, anunciase al Generalísimo
Frane(s que el 27 se trasladaría al Puerto de Santa lVIaría.


Pero esta esperanza no tuvo efecto, pues los exaltados
en una asonada se opusieron á la salida del Rey, sin dar
alguna garantía para su seguridad. Esta oposicion, aun-
que momentanea, burlaba los deseos del Príncipe Genera-
lisimo de ver al Rey en el Puerto el 27, y aumentaba el
compromiso del Gobierno, pero no teniendo medios de
evitarlo, envió otra vez el 28 al General Alava al Cuartel
General Francés, para decir al Príncipe que el Rey estaba
eH plena libertad, pero que los Milicianos y tropa de 1,1
Plaza se oponian {l su salida mientras no se les eoncedie~e
alguna garantía.


Incomodado el Príncipe de semejante mision, el Gene-
ral Alava no fue recibido, y se dieron, ó á lo menos se os-
tentó dar, disposiciones para el ataque general el dia 30.
Todo volvi6 á tomar un aspecto hostil, mientras en Cadiz
se trabajaba en el Ministerio el famoso Decreto del 30 de
Seticmbre [N° 87 de Documentos], cuyo exordio le hizo
perder mucha fuerza; pero sea como quiera, en él hizo el


R :.!




2-l-l


Rey una porclOll de promesas, que no tuvieron despucs
efecto *.


Ya creyeron los comprometidos de Cadiz, habian con-
seguido todo con haber obtenido firmase el Rey el Decreto
de 30 de Setiembre, dirigido mucho mas para asegurar su
suerte individual, que para hacer el bien de la Espaúa,
porque podía siempre tacharsele de la nulidad que debía
producir la fuerza de los momentos y la autorizacion de
las Cortes del dia 26, que puso al Rey en libertad, sin
ninguna condicion, así como por no perseguir por opi-
niones, segun lo hizo el Rey presente al Duque por el
Conde de Corres. Pero sea como quiera, publicado el
Decreto del :30, el Rey anunció al Generalisimo Francés,
el mismo dia, que el ] o de Octubre por la maúana iría al
Puerto, como así se verificó entre las salvas de Artillería,
el júbilo universal, y la efusion mas profunda de los hom-
bres honrados, que esperaban un porvenir dichoso, con la
ilusion de que el Rey no habría perdido del todo tan amar-
gas esperiencias, su travesía desde Cadiz al Puerto, y su
desembarco, una de aquellas escenas mas interesantes quc
ofrece la Historia de los Siglos.


Mas ¡ Gran Dios! ¿ hasta cuando le estaba reservado
sufrir á la desventurada Espafla? La libertad de su Mo-
narca despues de tantos infortunios, lograda á manos de
un Príncipe de su sangre al frente de un egército de una


* Sin embargo de que los momentos en que se dió este famoso Decreto
pucEeran irrogar en principios rigorosos de justicia la nulidad que pudiera
producir la coaccion, en las circunstancias ocurridas al firmarle, persuaden
que el Rey se propuso cumplirlo, lo que le hubiera hecho mucho honor,
habiendose mostrado eminentemente generoso con los que le habian ofen-
dido. Como quiera, el Decreto fue redactado por el Ministro Calatrava, y
dejado en manos de S. M., el cual por sí mismo le enmendó y le dej,> tal
como se publicó. Existe el borrador en e~t()s términos, lo q IIP lll) hOllfa
á los autores de los acontecimientOi' sucesiyos.




2 .. 1;)


gran Nacion, por Hlas que su rnisíon fuese de una natura-
leza dudosamente gloriosa, no podía dejar de producir
ciertas esperanzas de ver terminada la revolucion, y de ver
al yIonarca, no al frente de un partido, sino de los intere-
ses Nacionales; mas no fue así, y la libertad del Rey de
Cadiz no fue el fin de su desgraciada revolucion, no fue el
J ris ele paz; los insignes egemplares del Gefe de los Bor-
bones fueron despreciados; la llamada restauracion no
empezó con el aspecto magestuoso del perdon y del olvido.
El gran libro de la esperiencia, abierto ante los ojos del
desgraciado Fernando por las páginas que recordaban los
sucesos del año de 1814, es cerrado por las mismas ma-
nos que en aquella triste época condugeron la N ave del
Estado :í la deshecha borrasca, que corrió desde 10 de
Enero de 1820 hasta ellO de Octubre de 1823. Los con-
sejos suaves y prudentes de aquel que con la fuerza le
arrancó del recinto de Cadiz no son escuchados; cercado
de un Clero fanútico y de individuos de corta capacidad,
instrumentos de la ruina de su malhadada Patria, hicieron
morir todas las esperanzas y desaparecer todas las ilusio-
nes; y el asqueroso Decreto de13 de Octubre cortó el nudo,
en vez de desatarlo con paciencia y suavidad. La revolu-
cion no concluyó, se abrió un nuevo campo á las pasiones
y ú la suerte de la infeliz España, una sima en que acaso
un dia se undirá para siempre. i Ojalá que nos equivo-
quemos! i Ojalá que el camino que abrió el Decreto de 3
de Octubre, condugese á la felicidad del Monarca, cuya
debilidad ha sido la principal causa de sus males, y á la
felicidad Nacional! Mas no lo creemos; vemos conducido
el desenlace por manos pérfidas, por maquinaciones de una
faccíon imitadora de los .J acobinos, hasta en los misteriosos
é infernales medios de asegurar su mando y su influencia
por manejos de Corporaciones secretas, elementos eternos
de los males públicos de todos los paises que las han COl1-




sentido; vemos la restauracion conducida por la discordia,
que con un puñal en la mano, y las voces del Rey abso-
luto, Inquisiciol1 y Rcligion en los labios, recorre este
suelo infortunado. j Ojalá, repetimos, que cste cuadro no
fuese verdadero! i Ojalá qL1e el mismo Rcy, cuyos intere-
ses debian ser superiores á las pasiones, no se vea un dia
lmposibilitaclode hacer el bien, por los mismos que le pro-
clamarOl~ Absoluto, y aun obligado á sea uir sus deseos y
satisfacer sus pasioneS, ó á vacilar tal vez en el mismo
Trono, en que le colocaron los principios de legitimidad, á
los que acaso tenga que acudir para sostenerse!


Desoidos por el Rey los saludables consejos de S. A. R.
el Duque de Angulema, no podía menos de resentirse este al
ver que sus esfuerzos, los únicos á que se debía el triunfo,
habian merecido tan poco, que no le habian producido la
consideracion necesaria para ser escuchado; asi fue que se
separó inmediatamente de los ncgoeios, y adelantandose á
S. M. emprendió su marcha á la Capital, y sin aguardar
en ella la llegada del Rey, marchó á Paris con el disgusto
de que si había triunfado militarmente, no había hecho
triunfar la razon sobre las pasiones, y que un día podrían
manciUarse las glorias de su egército y Soberano, á quien
podria la Historia reconvenir con que había hecho la guerra
á Espaíia, no para hacer triunfar la legitimidad sobre la
revolueion, sino para reconquistar la influencia del Clero,
y con ella sus intereses; para entregar el fruto de sus
fatigas en las bárbaras manos ele una faccion famítica,
ignorante y sangrienta; para hacer en fin el mal ele la
Nacion, para cuyo bien decía haberse armado, dejando en
la Historia en vez del recuerdo ele un hecho glorioso, un
borran indeleble para una N"acion tan grande é ilustrada
como la Francia,


Separado el Príncipe de los negocios, en los cuales no
podía insistir sin incurrir en ('ontradiccion, plles aquell"




era la voluntad del Rey, que parecía libre aunque realmente
no lo estaba, quedó el desgraciado Fernando entregado en
las manos de nuevos guardas, que le conducian hacia Ma-
drid con una opresion moral, semejante á la en que había
estado pocos meses antes al pasar por el mismo camino.
Pcro si su posicion moral era absolutamente la misma, no
lo era el modo con que era recibido por los pueblos, ani-
mados de un entusiasmo general; luto, llanto y silencio
rcynó en el viage del Rey y de su Real Familia de Madrid
;Í Cacliz, y contento casi general en el de Cadiz á Madrid.


Pero los principios de los que le conducian no variaban
al aspecto del entusiasmo popular, sino que lo aprovecha-
ban para concitarle contra los llamados Negros. Decretos
para alejar del camino á los que tuviescn la mcnor viz-
lumbre de Liberales; insultos del populacho concitado
en todas partes, este era el cuadro que ofrecian, no solo
los pueblos del tránsito del Rey, sino los de toda la Mo-
narquía.


En tanto aun en muchas partes tremolaban las ban-
deras Constitucionales, que si bicn rcsistÍan la fuerza con
la fuerza, y aun en Miravete se batian con valor, y obtenian
ventajas sobre las tropas de Quesada, nadie tuvo aliento
para continuar en su empeño á la noticia de la libertad del
Rey. El 18 de 21 de Octubre se rindieron Lérida y la
Seu de Urgel; ellO de Noviembre capituló Barcelona,
Hostalrich y Tarragona, y coeataneamente Ciudad Rodrigo,
Alicante, Cartagena y Badajoz; pero estas capitulaciones,
ni aun las celebradas con el Príncipe Generalisimo, fueron
ni cumplidas ni respetadas, sino despreciadas del modo
mas groseramente brutal.


No podemos renunciar á consignar en estos Apuntes el
trágico fin del ya desventurado é infeliz Riego, pues preso,
estaba bajo la cuchilla de la Ley, que estaba no en manos
de J lleces justos, por mas que fuesen severos, sino en 1m;;




de una faccion, que altiva y feroz como todas las facciones
cuando triunfan, satisfacía venganzaR, y atropellaba los
mas sagrados principios. Ya digimos que preso Riego,
fue conducido á Madrid, donde se le empezó su causa en la
Sala de Alcaldes, no como al Teniente Coronel Riego, que
habia cometido una insurreccion militar en el pueblo de
las Cabezas, por la cual impone la Ordenanza pena de la
vida; no al Republicano de Zaragoza; no al Autor ele los
atroces escesos de 1\I.1laga, y aun Jaen; se le juzga como
á Diputado que votó en Sevilla la deposicion del Rey; se
le juzga por una Ley hecha con posterioridad á un delito,
que sin las Actas de las Cortes y aun con las Actas, pues
la votacion no fue nominal, no pudo justificarse; se come-
tió en fin un asesinato jurídico, propio de revolucion en
una persona, á quien pudo sentenciarse á la misma pena,
y satisfacer las mismas pasiones, sin ofender las Leyes ni
los principios, pero ya fuese juzgado como quiera, suü'ió
la pena de horca el 7 de Octubre en la Plaza pública de
Madrid, perteneciendo á la Historia la vida y el fin de este
desgraciado, que aumentó el número de victímas, inrno-
ladas por cada partido en su triunfo lIlas Ó menos dura-
dero.


¿ :Mas cuando las facciones, sean del color que quieran,
respetan las Leyes y los principios? Satisfacer sus pa-
siones, llevar adelante sus planes de ambicion y venganza,
es su único objeto.


Llegó por fin S. M. y su Real Familia elll de Noviem-
bre á Aranjuez, y para el 13 se anunció la entrada en la
Capital.


Agitados y temerosos se hallaban en estos dias, los que
se consideraban tachados de Liberales, y recordaban los
sucesos del año de 1814: ya muchos habían sido desterra-
dos de Madrid por la Regencia, como Martinez de la Rosa,


. Pelegrin, Clemencin, Garelly, y otros hombres á quienes




jaméls se les pudo tachar con razon de Jacobinos. Un
Decreto general alejaba muchas gentes de la Capital, pero
muchos permanecían aun en ]\![adríd, y todos temian por
su seguridad: la noche del 12 hizo ver á algunos que sus
temores no eran infundados. Un gran número de personas
respetables, de los que habian correspondido á los Ayunta-
mientos de Madrid en la época Constitucional, fueron
sacados de sus casas, y aun algunos levantados de sus
camas, y conducidos á la carcel pública, donde sufrieron
una causa, que será eternamente famosa en la historia de
las arbitrariedades ele los Gobiernos; pero las prisiones
de aquel dia se limitaron á los Individuos del Ayunta-
miento.


El 13 de Koviembre por lamaÍlana entró el Rey con
su Real .Familia en Madrid en medio de las salvas de Arti-
llería, de la alegría popular, mucho menos general que en
1814, y entre las lágrimas de millares de EspaÍloles vejados
y perse¡;uidos.


Una nueva época empieza; la revolucion que debió
haber concluido para siempre, á la salida del Rey de Cadiz,
no concluyó por cierto; no será pues poco fecunda en
grandes acontecimientos, que acaso un dia podran ser tam-
bien objeto de otros nuevos Apuntes Historicos, que empe-
zaréln donde concluyen los presentes.


F r~.


Entrada del
Rev y de m
Re;tl'Familia
en Madrid el
13 de No-
viemhre de
1823.


,,~~,-
....... " ...... ',:


-.. ~.---,~ . ~ ~/




LONDRES:
E:-I L.'\ HIPREN'fA ng HICARDO TAYLOIl,


RED LIO~ COURT, FI.EET STREF.T.




TABLA DE DOCUl\I]~NTOS


\"111l-0,


í. D¡~CIlET() de la Junta Central de ~g de Enero de 1810, convo-
catoria ú Cortes Generales y Estraorditlaria~;.


ir. Decreto de las Cortes GCller;des y E,traordillarias de 1 8 de
Enero de 1811, declarando TI ul;)s todos los actos y COIlve-
nios del !te.\' durante su opresion fuera <Í dentro de ·Espaiia.
~ue\'a protesta de no dejar las Armas hasta la eutera liber-
tad de Espaüa y Portugal.


llI. Comullimeioll hechfL por el Ministro Plenipotenciario de
S.:\1. C. cerca del Emperador de H.usia en 21 de ~oviembre
de 181~.


1\'. Carta del Emperador de los Franceses al Rey Fel'llando VII.
en 12 de ~ O\·ielll hre de 1813, sobre acabar de una vez lo~
negocios de Espaüa, llevada por el Conde Laforet.


Discurso del Conde Laforet á S.1\I. Fernando VII.
Contestacioll de S. M. Fernando VII. al Emperador en 21 de


No"iem bl'e de 181 ~L
Tratado de Vall'llzuy entre el Emperador y el H.ey Fernando,


fecha 11 de Diciembre de 1813.
Carta Aut<ígratll de Fel'llando VII. al Duque de San Carlll.,


fecha 1· de Diciemure de 181:3.
Carta de S. 2\1. Femando VII. á la Regencia fecha 8 de Di-


ciem bre de 1813, traida á Espaí\a por el Duque de San
Carlos.


Carta de la Regencia elel HCj'no á S. 1\1. fecha 23 de Diciem-
bre de 1813, en contestacion á la traida por el Duque de
San Carlos.




:\ l!lIr".
Carta de S :\L á la Regencia del Revno, fecha 23 de Diciem-


bre de 1813, entregada por Don J¡;,é Palafax y Melci.
Carta de la Hegencia del Reyllo á S. M. cn respuesta á la que


trajo Don José Palafox.
T I1stl'ucciol1 ~ecreta dada por el Rey al Duque de San Carlos.
Instruccioll dada por S. M. Fernando VII. á Don José Pala-


f(lX, f['cha 23 de Diciembre de 181:3.
\', Decreto de las Cortes de 2 de Febrero de 1814.
V 1. yIanifiesto dc las Cortes ú la Nacian Espafíola, fecha Hl de Fe-


brero de 1814.
Carta del Hev ú la Ilecrencia del Revno, fecha 10 de :Marzo de


J 8B, de ia que fu~ portador el 'Mariscal de Campo DOI1
. José Z:lyaS que llegó ú l\Tadrid el 23 de Mayo de 1814.


Carta de la Diputacion Provincial de Aragon, fecha 31 de
.:Ylarzo de 1814, al Exmo. Sei'ior Don .José Palaf(lx y
l\lelci.


COlltestacion de dicho Palafox, fecha 2 de Abril de 1814.
\'1 I. Discurso que el General Elio dirigió al Seiiol' Don Fer-


nando "11. en 15 de Abril de 1814, ú su entrada en Va-
lpllcia.


\'IIl. Lucindo al Hev X S. Don Fernan¡10 VIT.
1 X. Decl'f'to de S. l\Í. Fernando VIl., ti'cha ,1· de :Mayo de 1814.
X. 11ea] Decreto de S. l\I. el SellOr Hey Carlos 1 II. ¡;ara el estra-


l!amiento, y oCllpncion de bienes .Y haciendas ele los Jesuitas
en estos Reynos de E,pmla é hlns adyacentes; su fecha efl
el Pardo á '1.7 de Febrero de 1767.


Carta circular con remisiol1 del pliego reservado á los Juccc~
}teaJes y Ordinarios de todos los pueblos en (¡He existian
Casas de la COlllpafíía.


II1Stl'l1ccioll de lo que dehian egecutar los Comisionados para
el cstrai'íamiento de los .Jesl1ita~.


Pragmática Sancion de S, M. en fuerza ele Ley para el estra-
ihmiento dE' los Jesuitas, y prohiLicion de su establecimiento
f'n tiempo algullo.


Heal Cédula de S. M. y SellO res (le1 Consejo, en la que de-
clara S. 1\1. devuelto ú su disposicion, como Rey y Suprema
Cabeza del Estado, el dominio de los bienes ocupados á Jo~
Hegulnres dE' 1:1 Compaiiía cstral18dos de estos Heynos.


E,trarto dp Ulla Carta del Sellor Rey Carlos Ill. al Papa Cle-
mente XII I. Y de la Consulta del Consejo de Castilla con
llloti\'o de esta, Carta~, sacadas fielmente de los originales.


X 1. .."1.\'i~() dado en 2Z de Febrero ele 1 R20, al Pueblo de la Co-
I'lllta por el EXl1lo. SellOr Don Pedro Agal', Regente (ltlC
fué' de la EspalJa.


XII. OClIrrpncias de Z'lrngoZ:l ('n 5 de 1\1 arzo de 1820.
La .Junta ~llperi()r Gt;lJemativa interina de Aragoll á los Ara-


goneses y tropas de la gtlarnicion el 9 de .M arzo de 1820.




')
.)


X\lIllO.


XllI. Partes del Teniente General Don Pedro Villacampa, fecllil~
13 y 14 (le Marzo de 1820, sobre los sucesos de Barceloua.


Parte del Gobernador de la Plaza de Gerona en 12 de :Marzo
de 18:?O, sobre los Sllcesos de aquella Plaza.


Proclama del Gefe Superior Político del Principado de Cata-
IUlla á los Catalanes, fecha 10 de Marzo de 1320.


XIV. Sucesos del 10 de Marzo en Cadiz, parte del Capitan Gene-
ral de aquel Departamento.


XV. Decreto de S. ~1. que habla de los males públicos, fecha 3 de
}1arzo de 182(J.


XYl. Decreto de S . .:\1. en 6 de Marzo de 1820, convocando ú
Cortes segull las antiguas Leyes.


X VII. Decreto de S. :M. de 7 de Marzo de 1820, jurando la Cons-
titucion.


XVIII. Ocurrencias del 9 de Marzo de 1820, é instalacion del
Ayuntamiellto Constitucional de Madrid.


Man'ifiesto del Rey de 10 de Marzo de 1820 ú la Nacion Es-
p'allOla.


XIX. Decreto de S. :VI. de 9 de Marzo de 1820, aboliendo la In-
qUblC10l1.


Decreto de S. ;VI. de 8 de l\farzo de 1820, mandando poner f'n
libertad ú todos los presos por opiniones políticas, y permi-
tiendo restituirse á sus domicilios á los que por igual razon
se hallen fllera de ellos delltro ó fuera del Reyno.


XX. Decreto de S. M. de 9 de Marzo de 1820, eligiendo la .Junta
Provisional.


XXI. Decreto de S . .Y1. de 22 de Marw de 1820, (;onvoca\,do Ú
Cortes Ordinarias para los :1llOS de 1820 y 1821.


Manifiesto de la Junta Provisional á la Nacion Espai'íola á vir-
tud de la convocacion á Cortes para los aüos de 1820 y 1821,
fecha 24 de Marzo de 1820.


XXII. Apertura de las Cortes en 9 (le Julio de 1820.
Manifie~to de la Junta Provisional á las Cortes, fecha 9 de


.Julio de 1R20.
XXIII. Oficio de Don Rafael del Riego, fecha 4 de Setiembre


leido en la Sesion de 5 del mismo.
Discurso de Riego que acompallaba el anterior oficio.


XXIV. Indicacion hecha por Gutierrez Acuüa en la Sesioll de 5 de
Setiembre de 1820.


Otra illlJicacion del dicho en la misma Sesion.
XXV. Discurso de Martinez de la Rosa; Sesion de 5 de Setiem-·


bre de 1820.
XXVI. Decreto de las Cortes de 22 de Octubre de 1820; regla-


mento acerca de la libertad de Imprenta.
XXVII. Dictamen de la Comision nombrada por las Cortes para


presentar un proyecto de Ley, que asegure á los Ciuda-
danos la libertad d", ilustrar con dis(;Ll~iolles políticas e\'itand(l
los abusos.




NUla'J.
Discurso de Garely pronunciado en la Se.'iion estraordinaria de


la noche del 14 de Octubre de 1 R20.
Discurso de Florez Estrada en la mísma Sesiol1.
Discurso de Garely en la Sesion del 15 de Octubre de 1820.
Discurso del Secretaría de la GobernacÍon de la Península en


dicha Sesion.
Decreto de las Cortes de 21 de Octubre de 1820, sobre las


reuniones de los Individuos para discutir en público asuntos
políticos.


XXVIII. Discurso de S.]\f. para cerrar las Cortes en 9 de ~o-
víembre de 1820. .


XXIX. Contestacíon de S. M. ú la Diputacíon Permanente de
Cortes á una esposicion de la mísma sobre convocacion á
Cortes Estraordinaria~, y dcmús que contielle.


XXX. Documentos relativos al Plan de conspiracion del Presbí-
tero Don Matias \~inuesa.


XXXI. Proclama de la Milicia Nacional ú la Guarnicion de l\h-
drid en 10 de Febrero de 1821.


Esposicion hecha ú S. M. en 10 de Febrero de 1821, por los
Cuerpos de la Guarnicion y :Ylilicia Nacional de Madrid.


XXXII. Declaracion de los Plenipotenciarios de Austria, Prusia,
y Rusia, publicada en Leibach ú 1'2 de Mayo de 1821.


Circular dirigida desde Leibach {¡ los Agentes DiploIllúticos
del Emperador de todas las Rusias en las Cortes Estrange-
ras con fecha 10 de Mavo de 1821.


XXXIII. Nota del Ministro"Imperial ele Rusia al Ministro de
E,pnüa residente en Pctersburgo fecha 2 de J\layo de 182 J.


Cireular dirigida, con la anterior Ilota puesta al pie, á todos Jos
:Ministros de Rusia cerca de las Cortes E~trangeras con mo-
tivo de los negocios de España.


XXXIV. Discurso de S. M. en la apertura de Cortes Ordinarias
el 1 ü de :\'Iarzo de 1821.


XXXV. Mensage de S. 1\1. de 2 de Marzo de 1821, sobre c¡ue las
Cortes le indiquen Individuos para desernpei'iar el Minis-
terio.


XXX VI. Discurso del Ex-Ministro Argüelles en la Sesioll del 4
de :.YIarzo de 1821.


X XX V 11. Discurso de Garely en la Sesion del 28 de Marzo de
1821, en la discusion sobre la Ley de SefiorÍos.


X X X VIII. Mcnsage de S.lVr. á las Cortes en 5 de Mayo de 1821,
sobre el a'iesinato del Presbítero Yinuesa.


Discurso del Conde de Toreno en la discusioll del anterior
Mensage, y Sesion del 5 de Mayo.


Otro de Martincz de la Rosa en la misma discusion y Scsion
del 6 de Mayo.


Otro de }{ome;'o Alpuente en la misma Sesion del (i, de~pue."
de aprobada la lJJinuta de eontestacion al .MclIsage de S. :\1.
prc'oentada por la Comisioll,




:")
NUIlI U •


Otro de Martillt,z de la Rosa en la misma Sesion del 6, y i:Uorc
el mismo asunto.


Otl'O de Garelv en la mi~ma Sesion V asunto.
Contestacion de las Cor.tes al Mensage de S. M. sobre llidlO


asunto.
XXX IX. Discurso de S. M. al cerrarse las Sesiones de las Cortes


Ordinarias de los afios de 1820 v 1821, el ;lO de Junio
ele 1821. •


Contestacion del Presidente.
XL. Discurso pronunciado por S. 1\1. en la apertura de las Cortes


Estraordinarias en 28 de Setiembre de 1821.
Cotlte~tacioJ1 del Presidente.


XLI. Mensage del Rey á las Cortes sobre las últimas ocurrencias
de Cadiz.


XLII. Discurso pronunciado por S. 1\J. al ee!'rar las Cortes Estra-
ordinarias el día 14 de Febrero de 1822.


Contestacion del Presidente.
XLII I. Discurso pronunciado por S. M. al abril' las Cortes el 1


de Marzo de ] 822.
Contestacion del Presidente.


X LIV. Copia de varios Artículos de la Constitucion de la Con fe-
dcracion de COllluneros.


ldem de varios Artículos del lteglamento para el Gobierno in-
terior de las Fortalpzas de los Comuneros.


XLV. ltepresentacion dirigida {¡ S. M. en 15 de Mayo de 1822,
por varios Vecinos de Madrid de las clases de Comerciantes
:Militares v Ilacendados.


XL"1. Discurs~ de S.M. el 30 de Junio de 1822, al cerrarse las
Cortes.


XLVII. Documentos pertenecientes ú las ocurrencias del 7 de
Julio de 1822, en Madrid.


X LVIII. ImEce de los papeles del Archivo de la Regencia ele
Crgel.


Circular dirigida con fecha 15 de Agosto de ] 822, por la Re-
gencia de Urgel ú todos los Geles y Autoridades, para (¡ue
en todos los pueblos se celebre funcion de Hogativa por su
instalacioll.


Proclama de la Hegellcia de Urgel con fecha 15 de Agosto de
1822, {¡ los EspallOles.


Esposicioll dirigida á S. 1\1. Fernando VII. por la Regencia
de Urgel, en 15 de Agosto de 1822.


Decreto de la Regencia de Urgel de 11 de Agosto de 1822,
mandando hacer una solemne proclamaciol! del SellOr Don
Fernando "11., &c.


Proclama del Baron de Eroles en 15 de Agosto de 1822 {¡ los
Catalanes.


XLIX. Itepresentacion de la Regencia {le Urgel eu 12 de Setielll-
bre de 1822, {¡ Jo::, Soberanos del Congreso de Veraua.




1;
Nllmo


Tratado Secreto de Vero11a celebrado por los Plell ipoten-
ciaros de Austria, Francia, Prusia, y Rusia, en 23 de ~ovi­
embre de 1822.


L. ::YIanifiesto de S.1\1. Fernando VII. á la Kacion Española eH 16
de Setiembre de 1822.


1.I. Discurso de S. M. en la apertura de Cortes EstraonliHarias el
7 de Octubre de 1822.


Contestar ion del Presidcnte.
LII. Discurso de Argiielles en la Sesioll del 23 de Octubre de


] 822, sobre la discusion de las medidas propuestas por la
Comision, nombrada para inforlllar á las Cortes de la necesi-
dad de estinguir las causas que pusieron {¡ la Nacion en el
estado en que se hallaba.


Otro de Galiana en la misma Sesion y asunto.
LIII. Documentos relativos á las gestiones del Gobierno Francés é


Inglés en las desavenencias entre España y Francia, y co-
municacione~ entre :VIr. Canning, Sir \Villiam A'Court,
Lord Somerset, Duque de \Vellington, Sir Charle~ Stuart,
Mr. Chateaubriand, MI'. de Mommorency, y Sellar de San
Miguel.


Nota pasada por el Gabinete Francés al Gobierno E~pallol en
25 de Diciembre de 1822.


Contestacion dada á esta nota por el Gobierno Español en D
de Enero de ]82:3.


Nota pasada por el Gabinete de Viena al Gobierno EspaflOl
con fecha 25 de Diciembre de 1822.


Otra del Gabinete de Berlín con la de 22 dc Diciembre
de 1822.


Otra del de San Petersburgo con la de 26 de Noviembre
de 1822.


Contestacion dada á las tres anteriores notas por el Gobierno
EspaflOl con fecha 9 de Enero de 1823.


LIV. Discurso pronunciado por Luis X VIII. Rey de Francia,
el día 28 de Enero de 182:J, al abrirse las Sesiones dc las
Cámaras.


LV. Discurso de S. M. Fernando VII. al cerrarse las Cortes Es-
traordinarias el 19 de Febrel"O de 1823.


LVI. Manifiesto de la Asamblea de la Confederacion de Comu-
neros Espalloles en Marzo de 1823, á los Confederados de
todas las Merindades del Reyno.


Sesion celebrada por la Asamblea Constituyente de Comunc-
ros Constitucionales en la primera y segunda Junta prepa-
ratoria, en las noches del 22 y 23 de Febrero de J 823.


Circular dirigida por la Asamblea Constituyente de Comune-
ros Constitucionales con fecha 28 de Febrero de 1823.


Manifiesto publicado por la Asamblea Constituyente de Co··
muueros Comtitucionales Españoles con fecha 28 de Fe-
brero, ú todos los COllluneros.




7
NUJn".
LV II. Discurso de S. M. Fernando VII. en la apertura de las


CortéS Ordinarias en 10 de Marzo de 1823.
LVIII. Proclama de S. A. R. el Duque de Angulema á los Espa-


llOles, [eeba en Dayona á 2 de Abril de 1823.
LIX. Proclama de la .Junta Provisional de Gobierno de Espafía,


creada en Dayona, á los Espafíole~, fecha G de Abril de 1823.
LX. Discurso del Sellor Florez Calderon, pronunciado en Sevilla,


en la Sesion y apertura deCortes de 23 de Abril de 1823.
LXI. Proclama del DU(IIIe de Angulema en Alcobendas el ~~~ de


Mayo.
LXII. Decreto del mismo del 2.rJ creando la Regencia.
LXII 1. Proclama de la Regencia del 4 de Junio.
LXIV. Oficio de Don Victor Saez, Ministro de Estado en Madrid


de 27 de Junio, á 1\1 1'. Canning, noticiandole la instalacion
de la Regencia del Reyno.


Conte,tacion de MI'. Canning á Don Victor Saez.
LXV. Otro del SellOr Faleó en dicha discusion y Sesion del 24.


Otro del Sef¡or ArgLielles en dicha discusion Ses ion del 25.
LXVI. Parte de la Sesion del 1) de Junio de 1823, con la propo-


sicion del SellOr Galiana pidiendo ser llegado el caso de con-
siderar {¡ S. M. en el de impedimento moral sellalado en el
Artículo 187 de la Constitucion, y que á su virtud se nom-
bra~e una Regencia provisional.


I"X VII. Decreto de las Cortes de 1) de Junio nombrando la Re-
genc¡a.


LXTIlf. Proclama de la IlegeOlcia de 11 de Junio.
LXI X. Decreto del Duqne de Angulema en Andujar á 8 de Agosto.
LXX. Carta del Mayor General del Egército Francés; aclaracion


del Decreto de Andlljar.
LXXI. Modelo de los informes que se piden para la purificacion


de los empleados civiles.
LXXII. Representacíon á la Regencia el 21 de Agosto de varios


Individuos residentes en Madrid.
LXXIII. Carta de Morillo á Qlliroga desde Lugo el 28 de.J unio.
LXXIV. Discurso del Presidente de las Cortes Gener el 18 de


Junio al abrir las Sesiones en Cadiz.
LXXV. Oficio de la Regencia al Presidente de las Cortes de 14


de Junio, manifestandoles la llegada al dia siguiente á Cadiz
de SS. MJ\!1. Y AA.


Otro de dicha l{eg~ncia de 14- de Junio á Calatrava, declarando
cesar de~de aquel momento en sus fiJllciones.


LXXVI. Proposicion de los Señores Adan, Soria y otros, Ses ion
del.~W de Julio, sobre no oir proposicion alguna de modifi-
caclOn.


Discurso de Argtielles en dicha Sesion y asunto.
Minuta del Decreto de 31 de Julio á consecuencia de dicha


proposlclOn.




8
Numo.
LXXVII. Discurso del Rey al cerrar las Cortes el 5 de Arrosto.


Contestacíon del Presidente. I"l
LXXVIII. Proclama del Rey el 10 de Agosto á los Pueblos de


Asturias y Galicia.
LXXIX. Correspondencia del Rey Fernando VII. y el Duque de


Angulema durante el sitio de Cadiz.
LXXX. Convocatoria á Cortes Estraordinarias para el G de Se-


tiembre.
J unta preparatoria de las Cortes á las doce del G de Setiembre.
Apertura de Cortes el G de Setiembre á la~ seis de la tarde, Se-


8ion del 6 á las siete de la noche.
LXXXI. Otra de dicho día 6 de Setiembre.


Parte de la del 7 de Setiembre.
Otra dell 0, determinando cerrar las Cortes.
Otra del 11, á consecuencia de un Oficio del Gobierno, opo-


niendose á que se cerrasen.
Discurso de Florez Calderon, y parte de la Ses ion del 11 de


Setiembre.
LXXXII. Carta del Mayor General del Egército Francés á Val-


dé" el 24 de Setiembre.
Contestacion de Valdés el 26 de Setiembre.


LXXXIII. Decreto de S. M. del 30 de Setiembre.
Otro del rnismo··dia; exoneracian del Ministerio.