La adquisicion de esta obra ha sido recomendada por el gobierno á todos...
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La adquisicion de esta obra ha sido recomendada por el
gobierno á todos los.ayuntamíentos de España.en tcáLórden de
10 de octubre de 184,8.




DI LA PROPIBDAD,
..


TRADUCIDA AL CASTELLANO.


y adicionada con un prólogo y una carta escrita sebre la
misma materia, por el Excmo. Sr. D. Vicente Vazquez
Queipo, subsecretario del llinisterio de la Gobernacion
de la Península,


EDICION


:DE J. PEREZ y ~O][PAÑIA.


/~~~
.- ( '~,


.. -, .: .


MADRID: 1848.


1STA!UCnuUTO TIPOC-ll.AflCO DI KXUADO.
calle de Sanla T"rcllt, nlÍm. S.






)9~SC


Al publicar en castellano esta admirable producción de
uno de los escritores mas ilustres de nuestro siglo , nos es-


. '.


ponemos. á que, en vista delas condiciones fundamentales de
la sociedad española, el público juzgue superflua nuestra
empresa. A esta objecion responderemos que está superílui-
dad es de lasque Yoltaire caracterizó ensuíngeniose dicho:
le superflu,. chose trés nécéssaire. .


En efecto, aunque el mas ligero conocimiento de la con..
dicion moral y religiosa de' la nación española, basta para
CUJ1.yencerse de la imposibilidad de inocularla en .. lasdoctri-
nasdestructorasque tantos estragos hacen hoy .en Francia y
Al~mania,.hay cop.~\deracjone~ de gravepe~o'p'a~a temer que
no falte quien aspi~e~ viciar lá cuésijo~ P.9~t,ca, que entre
nos~trq~', se debate,' impr~~i~dole.. ~¡'~f~p_lpéIigro~ que e~
aqu~l~~~ países ha tomado~.~~;ep~ffi~gosdel tr.~~~.y p~lór .•
dep !público~ los J)r~mptores derebeldía f d~be~iell~~, Jos


f - _ ~ ..... .". " - < ~ ~ _:: .- ~




VI PRÓLOGO DEL TRADUCTOR.


que aspiran á derrocar las sanas ideas heredadas de nues-
tros progenitores, podrian con el tiempo caer enla tentacion
de imitar á las facciones que desarraigaron el trono del suc-
Io francés, y que propenden al mismo resultado en Austria
y en Prusia. Los hombres menos capaces de alterar el órden
público, los hombres de mas puras intenciones, pueden exa-
gerar las imperfecciones de un régimen que cuenta en Es-
palia pocos años de existencia; pueden dar demasiado real-
ce á los males económicos, que como consecuencia de la
crisis que ha padecido e~ comercio en todas las naciones de
la tierra, está todavía padeciendo la nuestra, aunque mucho
menos que las mas florecientes y ricas; pueden hacer indis-
cretas comparaciones, y soñar en planes imaginarios de me-
jora. AS,i empezó en Francia el socialismo. Tomó origen en
una conmiseracion hipócrita, y acabó por declarar que la pro-
piedad es un robo. La masa en que fermentaron estas ideas,
yen cuyo seno se crearon á favor de ellas intereses tanto mas
lisongeros, cuanto que tenian en su pró el mérito de la nove-
dad, fuéel arsenal dedonde salieron las armas que triunfaron
en las barricadas del2 4, de febrero. El republicanismo solo no
hahria conseguido jamás un triunfo tan decisivo. Fué preciso
que llamase en su ayuda á un proletarismo hambriento, en-
vidioso, sediento de goces físicos, empapado ca materialismo,
y gozoso con hallar tan favorable oeasion de engalanarse con
los restos de la sociedad que se proponia destruir. Desde en-
tonces la euestion política quedó enteramente amalgamada
con la cuestion social, hasta el punto de haber llegado á ser
inseparables. Las razones que se alegan parajustificar la
preferencia dada al republicanismo con' respecto á la mo-
narquia, no están al alcance de los que han peleado en fa-




PRÓLOGO DEL THADUCTOIl. Y11


VOl' del primero: pero diez horas de saqueo. mil millones de
francos distribuidos entre los pobres, la posesión de los pa-
lacios, de las bodegas, de las alhajas y de los muebles perte-
necientes á las clases altas, son imágenes harto sensibles y
sobrado gratas á los instintos de unos hombres ignorantes -y
groseros, Tal es el nuevo giro que han tomado en su con-
ducta las revoluciones modernas. Para moverse los que ata-
can á un gobierno, es indispensable que se alisten bajo las
banderas de los que atacan la sociedad. El grito de guerra
al poder, no producirá efecto alguno, si no le sigue inmedia-
tamente el grito de mueran los ricos.


¿ Quién nos asegura que no se harán grandes esfuerzos
en Espaiía para emponzoñar la opinion de los jornaleros y
labradores con estas maléficas quimeras? A los pocos días
de haberse pronunciado en París la frase orqonizccion del
traba/o, se publicaba en Madrid un periódico con el mis-
mo titulo. Si falló aquella tentativa no es improbable que
se renueve, y bueno es evitar el mal antes que se mani-
fieste; bueno es dar á entender de antemano á los pueblos
cuán absurda, cuán opuesta á sus verdaderos intereses,
cuán contraria á la razon y á las lecciones ele la esperiencia
es esa doctrina, desenterrada del polvo de los siglos, que se
les presenta ahora como la JJagna eharta de sus derechos,
y la panacea de todos sus males.


El tratado que damos á -luz, desempeñará cumplida-
mente estos fines. En verdad, á primera vista, la cuestion
no parece digna de ser manejada por un escritor tan pro-
fundo, tan elocuente y tan ingenioso como el célebre autor
de la Historia dela Revolución: porr¡ue los socialistas y los
enemigos de la propiedad no apelan al raciocinio ni al con-




VIlI PRÓLOGO DEL TRADUCTOR.


.¡encimiento, ni ponen mucha confianza en la discusion
analítica, ni hay uno solo de sus argumentos que pueda re-
sistir á un ligero exámen lógico. Susarmas son las pasiones de
la muchedumbre pobre y descarriada; su gran recurso es la
apelaciou á los sentimientos daüinos, rencorosos y crueles
que engendran las grandres privaciones, en pechos que no
na purificado la religión, y que no ha ilustrado la fllosofía.
Por otra parte, casi parecia impropio de la dignidad de un
escritor tan esclarecido, y que como orador y como hombre
de estado ha sabido grangearse tan encumbruda rcputacion,
descender ú la arena en que todavía no se había presentado
un combatiente capaz de medir sus fuerzas con tan formi-
dable enemigo.


Sinembargo, los escritos de Proudhon, por su origina-
lidad, por el acento de buena fé y de convicciou profunda
que en ellos se descubre, y por algunas páginas en que
brilla cierta energía de estilo, cierta vehemencia de afectos,
y tal cual rasgo de sentimientos nobles y generosos, habian
logrado llamar la atención de muchos hombres iuespertos,
amigos del bien, y sinceramente deseosos de dilatar su impe-
rio en todas las sociedades humanas, Por otro lado, las pero-
raciones de Luis Blanc, su fraseologia refinadamente culta,
y en la queel artificio cautelosamente sostenido de una dic-
cien elegante, disfrazaba la nulidad de la parle intelectual,
seducía á todos los hombres superficiales y susceptibles de
gratas impresiones, en quienes los primores de la forma tie-
nen mucho mas influjo que la argumentacion y el raciocinio.


De modo queMr. Thiers, al tomar á su cargo la defensa
de la justicia y de la verdad, tenia que 'luchar con dos cla-
ses diversas de enemigos, á sabor: los hombres de sistema y




PRÓLOGO DEL TRADL'"CrOn. IX


los hombres de accion, los que aspiraban á derrocar la econo-
mía política del alto puesto que ocupa entre los conocimien-
tos humanos, y los que soüaban en un siglo de oro, destinado
el regenerar la sociedad, haciendo partícipes á todos los hom-
bres de un grado de bienestar, reservado, en el orden actual
de las cosas, á un pequeño número de favorecidos.


Estos dos objetos se hallan admirahlemcnte desempeña-
dos en la produccion que damos á luz vertida en castellano.
Enel examen del primero de estos dos propósitos, el autor no
se satisface con la consideracion de su asunto bajo un punto
de vista puramente económico. La economía política da por
supuesto el principio que los reformadores modernos niegan
y anatematizan. Era necesario subir á una region mas ele-
vada y buscar el origen de aquel principio en la misma na-
turaleza del hombre. Los economistas discurren y legislan
sobre una sociedad ya hecha, si es lícito decirlo; una socie-
dad en que la escena está preparada, los papeles distribuí-
dos, y cada cosa y cada personage en el lugar que la suerte ó
su propia eleccion le babia señalado. Los socialistas (para
seguir la metáfora) querían demostrar que no habia tal es-
cena; que no era mas que una pura ilusión; que los persona-
ges representaban papeles distintos de los que les asignaba
el plan primitivo de la composicion, y que en su distribu-
cion se habian cometido los mas groseros errores. .Mas claro:
los economistas apoyan todas sus doctrinas, todos sus conse-
JOs, todas las reformas que proyectaban, en un cimiento que
encontraron ya consolidado en la sociedad, y en que se afian-
za toda .su estructura. El socialismo negaba la validez de
aquel cimiento, y condenaba como opuesto á todas las reglas
del arte el edificio que en él se sostenía.




rUÓLOGO DEL TRADUCTOR.


¿A qué tribunal debia acudirse para j uzgar a priori en-
tre estas teorías opuestas? Al estudio del hombre, de sus
facultades, de sus exigencias, de los resultados infalibles de
su organizacion, del equilibrio entre sus necesidades y los
medios que Dios le ha dado para satisfacerlas: ú la ülosofla
en una palabra. La obra es en realidad una luminosa apli-
cacion de 10 mas puro de la fllosolla á la ciencia de los inte-
reses materiales; una demostracion irresistible de esta gran
verdad: que la propiedad es una consecuencia inevitable del
ser del hombre 1~t sic; es decir, que el hombre es animal
propietario, como es animal risible, corno es un ser dotado
de voluntad, y qne la propiedad es al hombre lo que las
alas son al ave: el instrumento imprescindible de las fun-
ciones que está destinado á ejercer; nno de los medios que
posee para desarrollar sus principios vitales y consumar
sus destinos.


Otro es el lenguaje que el ilustre autor dirige áesos po-
bres ilusos á quienes se ha hecho creer que la muerte de la
propiedad, será la vida del proletarismo; que la tierra es un
inmenso banquete en que deben tocar partes iguales á to-
dos suspobladores; que el hecho de poseer como dueño, es
igual al de ocupar como usurpador, y que desde el momento
en que se estableció la propiedad en el mundo, se alzó una
barrera insuperable entro los hijos del mismo padre, y toda
la raza humana quedó dividida en víctimas y sacrificadores,
En esta parte de su trabajo, MI'. Thiers toca en lo sublime
del sentido comun; esfuerzo mucho mas dificil y admirable
en un hombre de su superior inteligencia, que el que se ne-
cesita para subir á 10 mas elevado de'la contemplacion filo-
sófica, Ya no se trata de luchar con la retlexion, sino con los




PRÓLOGO DEL TRADUCTOn.


sentidos; no se trata de silogismos, sino de cuadros y reali-
dades. ¿Cuáles serian las consecuencias de la abolicion de la
propiedad? ¿Cuál su influjo en el equilibrio de las fuerzas
acti vas y creadoras de la sociedad? ¿Qué estado de cosas lo
reemplazaría? ¿Qué fruto recogerían los que no tienen, del
despojo de los que tienen? Tales son las cuestiones que el
autor resuelve con una claridad, con una certeza, con tal
variedad de datos y conocimientos, con tal vehemencia de
pinturas, con un encadenamiento tan persuasivo deimágenes,
de hipótesis, de observaciones originales, vivas y profundas,
que la resistencia ú tantos elementos de persuasión, debe
suponer, en el que la hace, la falta absoluta de alguno de los
principales resortes mentales con qne Dios ha favorecido al
hombre para la adquisición de la verdad.


El autor agotó de tal modo la materia, que seria" teme-
ridad intentar nuevas ilustraciones para dar mas fuerza á
la persuasión que arroja de sí su escrito. Sin embargo,
como hablaba con un público iniciado en los planes de los
socialistas, y como en España no serán muchos los lectores á
quienes sean familiares estas ponderadas reformas, como
por otra parte, ha mirado el asunto en grande y ha diri-
gido su voz á todos los hombres que saben coordinar ideas, y
sacar consecuencias de premisas dadas, alguna disculpa
merecerá el traductor, si se toma la libertad de contraer
la cuestión al país que habitamos, y colocarla, digámoslo
asi, en el horizonte que nos rodea. La cuestion interesa á
toda la humanidad; los derechos y las obligaciones que se
ventilan, son derechos y obligaciones que existen en todos
los hombres; pero la humanidad está dividida en naciones, y
los hombres, cuyo conjunto se llama nacion, han recibido




XlI PRÓLOGO DEL TRADU~TOR.
del tiempo, de la historia, del clima y de otras mil circuns-
tancias, ciertas modificaciones peculiares que los hacen sus-
ceptibles de ciertas ideas, de ciertos modos de ver las cosas,
que no se hallan en otros fragmentos del mismo conjunto.


Su pongámonos en una villa ó ciudad pequeña de nuestra
Península, para discutir con mas facilidad la hipótesis, en-
cerrándola en términos reducidos. El socialismo ha consu-
mado su obra, y es llegado el momento de aplicar prácti-
camente sus doctrinas. La propiedad está condenada, vá á
desaparecer; la humanidad vá á recobrar sus derechos, y
el vecindario del pueblo que hemos escogido, vá á tomar
posesión de las nuevas prerogativas que la ciencia nueva
le confiere. El despojo no se hace de golpe, ni por medios
violentos; no, los socialistas son demasiado humanitarios
para patrocinar medidas estromas y sacudimientos estrepi-
tosos. Su plan es atacar' gradualmente la propiedad, de
modo que se disminuya, en cuanto sea posible, el mal que
se inílije á los despojados. Sea como fuere, algun dia y de
algún modo se ha de empezar' ; por algun lado se ha de des-
moronar tan antiguo y sólido edificio. En nuestro pueblo, se
procede con tanta circunspeccion y mesura, que la primera
trasmision de la propiedad privada á la propiedad común,
recae en la hacienda del mus fuerte contribuyente, y para
evitar tropelías y disputas, no se llama á toda la comunidad
para la división, sino á treinta ó cuarenta de los proletarios
mas laboriosos ynecesitados, previniéndoles antes, que á nin-
guno de ellos ha de adjudicarse una parte por pequeña que
sea del terreno, sino que el trabajo ha de ser en comun,
como lo es la propiedad, y en comuu ha de ser el provecho.
No e..; posible desempeñar la operación de un modo mas be...




PRÓLOGO DEL TnADl'CTOI\.


nigno, ni restringir á mas estrechos límites sus inconvenien-
tes, Si la propiedad es un robo, es forzoso restituirlo, y si
la tierra es de todos, es forzoso qne empiece por algunos la
toma de posesión.


Llega este fausto dia; el antiguo dueño se retira con in-
demnizacion ó sin ella, y los nuevos dueños se instalan.
«~Jano~ á la obra,» dice el mas autorizado, Lo primero es
arar: pero no se ara sin bueyes y sin arado; no se trabaja
sin comer y sin dar de eomer á la familia. ¿ Quién 108 dá
bueyes, arado y comida? ¿ Quién los mantiene y viste hasta
la primera cosecha ? ¿Quién los cura en sus enfermedades ~


¿ Quien? dice Proudhon: el Estado. Pero ¿ de dónde sa-
ca el dinero el Estado sino de las contribuciones? ¿ y como
se pagan contribuciones donde no hay propietarios, donde no
hay ricos, donde no hay capitales en reserva? A medida
que se vaya emancipando la propiedad, se irán disminuyen-
tia los contribuyentes, y el dia en que se haya consumado
la emancipacion, no habrá uno solo que contribuya, Ahora
bien, ese mismo dia será aquel en que mas dinero se nece-
site, y mas reclamaciones lluevan sobre el tesoro público:
porque convertida toda la naoion en propietaria indigente,
cada uno necesitará medios de sacarle fruto; el labrador,
instrumentos, ganado, semilla y abonos; el Iabricunte , tela-
res, máquinas y jornaleros y primeras materias : el arte-
sano, herramientas y material á que aplicarlas, y todos ellos
ropa, comida, hahitacion, médico y botica para Sl y p~ra lo~
suyos, hasta que su trabajo empiece á dar alguna remunc-
racion : "un año para el labrador, y muchos años quiz;ls para
el artesano y para el manufacturero torpe, impotente ó de-
saplicado', ¿ Cabe en la imaginacion del hombre la inri]('n~i-




XIV PRÓLOGO DEL TllADUCTOR.


dad de sumas de dinero necesarias para satisfacer tan gigan-
tescas necesidades ?


Perohay mucho mas todavía. La admiuistracion y la con-
tabilidad (le tan enormes intereses, requieren un ejército de
empleados, y un nuevo tesoro para los sueldos que devenga-
rian. Inútil es insistir en la imposibilidad de tan desmesu-
rados sacrificios. Esa empleomauia que se considera j llS-
tamente como uno de los azotes de las sociedades moder-
nas, tornarla en nuestra hipótesis un vuelo crecidisimo, y el
resultado seria la division de la masa nacional en dos frac-
dones, una compuesta de trabajadores sin ganancia, .y otra
de oficinistas sin sueldo: porque el. todo esto, no vemos de
donde habría de sacar sus ingresos el tesoro, en un pueblo
sin grandes propietarios, sin capitalistas y sin comerciantes,
y en cuanto álos grandes propietarios de fincas, ya hemos
dicho que por ellos hahria de empezar el saqueo. ¿ Cómo se
habrán de escapar de él los otros? ¿No es un robo la propie-
dad? ¿ Y no es tan propiedad el cortijo como los géneros,
los navios y los pesos duros? Cualquiera escepoicn que se
hiciera, no solo seria una enorme injusticia, sino que rom-
perla el equilibrio de la produccion, porque todas las fuerzas
productivas se inclinariau á los ramos esentos de la confis-
cacion.


Si todas estas dificultades se vencieran, y si fuera posible
establecer de una vez el sistema que han fraguado los socia-
listas: si pudieran entrar en juego tan complicados y vio-
lentos resortes, y consolidarse un plan de trabajo universal
sobre la base de la propiedad comun y de la división de los
provechos, he aqui los frutos que empezaria á dar, si no
habian de alterarse las propensiones naturales del hombre.




PRÓLOGO DEL TRADüCTOR. XV
El trabajo seria absolutamente igual en ejecución, es decir,
se reduciría todo él al nivel mas ínfimo, que es la imperfec-
ciou, óde otro modo, todos trabajarian como el que menos y
peor trabaja en la actualidad. Y en efecto, el que se sintiese
con fuerzas, con inteligencia, con energía para descollar en-
tro los otros ¿ qué motivo tendria para impulsarlo á esfuer-
zos y adelantos de quo ningún provecho podía aguardar? La
falta de estímulo alctargaria su superioridad, y le cerrarialas
puertas de la csperanza. Sin estímulos ¿ qué es el hombre?
El estímulo es el único aguijon que lo escita á ven-er la re-
pugnancia con que mira todo lo que lo saca de la inercia y
del reposo; el único aliciente que pono en movimiento sus
deseos y los medios de darles sal isfacciou; el gran resorte de
su actividad. Privesele de este motor, y ya SlIS necesidades
quedan encerradas en un circulo cstrechisirno; sus facultades
se embotan, su voluntad se adormece, su porvenir no es á
sus ojos mas que una perspectiva lánguida, monotona, fria,
sin interes, sin diversidad, sin progreso.


Ahora bien, en este estado de cosas, ¿ de dónde han de
salir los descubrimientos, los estudios arduos, las esperien-
cías laboriosas, las inspiraciones elevadas, las empresas
grandes y fecundas? ¡, Serán las ciencias algo mas que ruti-
nas triviales y empíricas? ¿Habrá en las artes algo mas que
prácticas groseras? Newton, en un régimen socialista, no
habria tenido ni tiempo ni dinero suficiente para pasar largos
(lijas entregado á la solucion de su magnífico problema. tos
lloracios serian tan imposibles como los Mecenas; tan im-
posible seria un Miguel Angel como un Lorenzo de Médicis.
¿A qué nos fatigamos en la superflua enumeracion de estos
hipotéticos resultados? Figurémonos una sociedad sin sn-




XVI pnÓLOGO DEL TIlADUCTOR.


hios, sin artistas, sin bancos, sin lujo, sin tráfico, sin hom-
bres sobresalientes en ningun ramo, sin máquinas, sin plJSr-
hilidad de adelanto. sin limosnas, sin establecimientos de
enseñanza y de heneficencia, y esa es la sociedad que debe
ocupar el lugar de la que tenemos, el dia en qne se pronun-
cie la abolicion de la propiedad, y se le sustituya el trabaju
en comun, cualquiera que sea la escala que se adopte para
la distrihucion de los provechos.


Por dicha de los hombres, el socialismo C3 una quimera
irrealizable; su realizacion no es árdua , no es dificil: es
imposible. Ya se ha hecho la esperieneia, en las condiciones
y con las ventajas mas Iavorables , y la obra no ha podido
sostenerse. En los dos paises mas libres y mas ilustrados del
globo, el socialismo, sostenido por capitales mas que sufi-
cientes, favorecido por la opinión, planteado por el filantró-
pico Owen, hombre sincero, generoso, desinteresado, y ani-
mado por el mejor espíritu, ha cedido al peso de sus errores,
y se ha desmoronado á impulsos de su incompatibilidad con
los instintos, con las aptitudes, con las aspiraciones legíti-
mas dél cornzon humano. El hombre no es un ser activo sin
la individualidad; su voluntad esun resorte absolutamente
inútil sin la independencia; su entendimiento es como una
masa inerte sin el estimulo. Individualidad, independencia,
estímulo; tales son las condiciones indispensables del horn-
hre libre, del hombre racional, del hombro trabajador v del
hombre religioso. Despojado de todas estas atribuciones por
la Ierrea mano del socialismo, el dueño del mundo queda
convertido en el hombre máquina.


La carta que á continuacion insertarnos, publicada en
un periódico de esta corte, y dirigida el año de ,1 Sí·, por d




I)RÓLOGO DEL TRADUCTOR. XVII
señor Vazquez Qucipo á nuestro eminente economista el
señor Florez Estrada. prueba que no son nuevos en España
los buenos principios que establece MI'. Thiers en su im-
portante obra De [ti Propiedad y que mucho antes que el
ilustre historiador francés, escritores muy entendidos en la
ciencia económica entre nosotros habían esplicaclo y soste-
nido el derecho á la propiedad con gran copia de argumen-
tos y con todo el interes que merece una cuestión, justa-
mente considerada como el cimiento mas sólido de las so-
ciedades modernas.


EXCl\IO. SIt. D. ALVAUO FLOREZ ESTRADA,


Muy señor mio y de todo mi aprecio: acabo de recibir
su notabilísimo artículo sobre la cuestion social, que tiene
la bondad de comunicarme antes de insertarlo en la nue-
ya edicion que prepara de su Economía política. He teni-
do tanto mayor placer en leerlo, cuanto que en el fondo
de su doctrina estamos perfectamente acordes. Si tuviese
vd. la bondad de pasar la vista por la nota de la página 1.5
de mi Infotme sobre la poblacion blanca de la isla de Cuba,
verá que reconozco la necesidad de modificar la propiedad
territorial, como medio de subvenir á la miseria de las cla-
ses proletarias (1). Del mismo modo en la nota de la 'página


(l) «Creemos, por lo mismo, que en lugar de vanas declamacio-
nes contra los vicios de la sociedad, que todos conocemos, hadan
mejor los apóstoles de la insurreccion (á la que escitan, acaso sin
preverlo, á las masas) en proponer los medios practícables para re-


X




XVIII CARTA


58, en que trato por incidencia, y tan someramente como
la naturalezade mi informe lo permilia, del derecho de pro.
piedad, reconozco qu~ este no puede provenir sino del TRA-
~AJO PERSONAL que hubiésemos invertido en el campo que nos
apropiamos; que la garantía del ejercicio de la propiedad,
cualquiera que sea su origen, considerada en abstracto, es
meramente civil, pues que de nada serviría nuestro derecho
á la propiedad sin la proteccion que rara su ejercicio nos
dispensa la ley, Ósea la fuerza pública, contra los ataques
de la privada; que por esta razon la sociedad ó su legislador
puede imponer las condiciones que crea convenienles al ejer-
cicio de la propiedad, restringiéndola corno lo exija el bien
de los asociados, yaun privarnos enteramente de ella por
causa de utilidad-pública. previa, sin embargo, la competen-
te indemnizacion. (1)


mediar estos males que todos lamentamos. Por nuestra parte atrtbuí-
mas aquellos á la preponderancia que han dado los gobiernos á la
industria, que no produce las materias alimenticias, sobre la 3gri-
cultura, fuente de toda la humana subsistencia. Es decir, que erea-
ron una riqueza ficticia en lugar de fomentar la natural. Que los go-
biernos protejan. como deben, la agricultura, sea modificando la
propiedad territorial, sea fomentando su divisinn, sea facilitando su
trasmísion, sea, en fin, aliviándola de las gabelas que la oprimen, y
Jos brazos tomarán esta nueva direccion , reduciendo la industria á
sus naturales límites, que restablecerán el equilibrio en los sa-
larios »


(1) aSentimos hallar en el escelente informe del señor duque de
Broglie suscitada de nuevo la cuestlon metafisica dcl origen de la
propiedad, juzgada ya irrevocablemente muchos años hace por los
publicistas. La propiedad que en él se llama civil, en contrapo-
slcíun de la que apellida natural, no es de diversa índole que esta.




DEL SR. YAZQUEZ QUEIPO. XIX


Estoy, pues, muy conforme con los principios de vd. en
cuan lo á la urgente necesidad de que la ley civil modifique
la propiedad territorial tal como hoy existe. Y digo modifi-
car y no destruir, porque el arrendamiento, el usufructo, y,
con mayor raZOD, el enfiteusis á que en último resultado
parece se inclina vd., constituyen siempre una propiedad,


Dado que haciendo liSO de la facultad de abstracción distingamos el
derecho á la propiedad de su ejercicio ó garantia , que solo viene de
la sociedad ó ley civil; aquel derecho solo podria provenir del traba-
jo personal que hubiésemos invertido en el campo que nos apropia-
mus. Yel trabajo que nos ha costado una produccion literaria, un
invento mecánico ó cíentiflco, cuya propiedad llama civil el señor
duque, ¿es acaso de diversa índole que el empleado en cultivar la
tierra? Se dirá tal vez que este es un acto intelectual que no está en
nuestro poder impedir'. Ciertamente no podemos estorbar que los de-
mas conciban nuestro invento ó se apropien nuestras ideas; pero po-
demos si, impedir que las realicen ó las pongan en ejecuciou, porque
este es ya un actomaterial. Si, pues, el inventor de una máquina, aun
suponiendo Gratuitamente el estado natural preexistente á la socie-
dad civil. tuviese suficiente fuerza para impedirá los demás que cons-
truyesen ó hiciesen uso de su máquina, sino le retribuian, estaría tan
en Sil derecho como el dueño de un campo cultivado para impedir
que le llevasen sus frutos sin pagárselos. Mas como el derecho de
ambos seria ineficaz sin la fuerza, de ahi es que la propiedad ó su
ejercicio tuvo origen en In sociedad civil. Tan cierto es esto, que la
sociedad la mollifica, segun lo cree conveniente, sin diferencia alguna
entre la territorial y las demás. 1\ los menores, 3 los locos, á los
mentecatos y á las mugeres les restringe conslderablemente el uso de
la propiedad; á otros los priva de ella enteramente cuando media el
interes público, asi como en otros casos concede propiedad sobre ob-
jetos qué antes no estaban en el comercio. Pero en unos y otros la
sociedad indemniza á los que priva de los derechos que antes les con-
cediera ... oo.




xx CAnTA


menos lata, es verdad, que la del dominio pleno; pero sufi-
ciente para escluir á los demas del uso comun de la tierra
mientras se posee, que es lo que para mí constituye la esen-
cia dela propiedad. No consiste esta, como parece deducir-
se de la definicion que de ella dá vd., de acuerdo con otros
autores respetables, en la [acuitad que tiene un individuo
de disponer de las riquezas por él producidas, puesto que la
ley, sin abolir la propiedad, puede privamos del libre uso y
disposicion de nuestras riquezas, como sucede con los meno-
res, los mentecatos y las mugcres; puede, en suma, restrin-
gir nuestros derechos tanto como quiera; pero jamás puede
obligarnos á hacer comun el uso denuestras cosas sin destruir
la propiedad. He aquí por qué yo considero que su esen-
cia consiste en escluir á los demos de Slt posesion , como que
es la única condiciou que la ley no puede alterar sin des-
truir aquella. De consiguiente, mientras exista este derecho
que vd. no puedo negar, ora sea el arrendatario, ora el usu-
fructuario, ora al enfiteuta, existe indudablemente con una
base mas ó menos lata, la propiedad territorial. No es, pues,
esta en realidad la que vd. impugna, supuesto que la conser-
va bajo una ú otra forma, sino su duración y transmisión
indefinidas.


He sentado asi la cuestión, porqué de la esposicion clara
y precisa de esta depende generalmente Sil acertada resolu-
cion. Conforme estoy, repito, en que se modifique la propie-
dad territorial, porque esto, y no otra cosa, por mas que se
diga lo contrario, es lo que vd. quiere; toda vez que en su
buen j uicio y rectas intenciones no cabe desear su completa
abolicion, é sea el triunfo de la doctrina de Ilobhes Jus om-
nium in omnes. ¿ Pero hasta qué punto y de qué modo ha de




DEL SR. YAZQUEZ QUEIPO. XXI


hacerse esta modificacion ? lle aquí la verdadera dificultad.
Ya lo he dicho. Yf) considero la iustitucion de la propiedad
territorial, en cuanto ~í su ejercicio, esto es, en lo que tiene
de real y positivo, como una institucion meramente civil,
sostenida por la[uerza y nada mas que por la fuerza, no de
los particulares, sino al contrario, de la sociedad entera,
contra los embales del interés privado. Los socialistas mas
acérrimos no impugnarán un aserto que, sobre ser conforme
á sus mas netos principios, no es en realidad sino la espro-
sion de un hecho patente ú los ojos de todos. No es, pues, la
propiedad de la tierra una usurpucion de los particulares, ó
si la ha habido en el estado sal vage, ha quedado legitimada
por la sancion de la sociedad. Lo que importa, de consiguien-
te, averiguar á los hombres prácticos y verdaderamente so-
cialistas, en el buen sentido de esta espresion, no esel dere-
cho con que los particulares han adq uirido la propiedad, le-
gitimada ya por la omnipotente voluntad pública, sino la con-
veniencia que puede resultar á la sociedad de su abolicíon ó
conservación. En suma, sabor si el fomento de la agricultura
y el aumento consiguiente de subsistencias y bienestar pa-'
ra los proletarios, que es el fin, ó cuando menos el pretesto
de los socialistas, se obtiene mejor de un modo que de otro,
porque es indudable que la sociedad tiene, no como quiera
derecho, sino obligacion, y muy estrecha, de preferir aquel
que la conduzca mas seguramente al fin primordial de sufor-
macion , es decir, al bienestar de los asociados.


¿ Se conseguiría este haciendo lo que el conde Carli
cuenta que practicaban las Incas, y que al parecer merece
su aprobacion? En tal caso, si á la muerte del usufructuario
fuese reversible su herencia al Estado, la agricultura y de




XXII CART.\


consiguiente la sociedad, perderla mucho, porque nadie se
atreveria á emprender otros cultivos que aquellos de que
,hubiese de utilizarse el mismo individuo. ¡, Quién plantarla
un olivar que no ha de dar fruto, ú lo menos en abundancia,
sino después de la muerte del poseedor? ¿Quién cmpren-
deria la plantación de un bosque de qne solo las generacío··
nes futuras hahrian de utilizarse? ¿ Quién invertiría en una
acequia de riego y en murar Óacotar su flnca cuautiosas su-
mas, que serian pérdidas para sus hijos? Y no se cite en
apoyo de la conducta de los Incas lo que hoy acontece con
la propiedad de las minas que concede el gohiernn en cada
caso especial; porque prescindiendo de que no rué esta an-
tiguamente la legislacion de Europa, y de que aun hoy hay
muchos de los principales estados en que las minas son un
accesorio de la propiedad del suelo ó superficie, el gobierno
las concede á todos indefinidamente y para siempre mientras
llenen las condiciones de su concesion. ¿ Qué seria de la
minería si solo se concediera por la vida de UIlO y aun de dos
propietarios? ¿ Cómo se hubiera emprendido la esplotacion
de las minas de Auzin, en que se invirtieron 40 años de
trabajos y 240,000,000 de reales antes de obtener produc-
to alguno? Los gobiernos podrán reservarse el dominio emi-
nente de toda clase de propiedad; pero al trasmitir su uso Ó
ejercicio á los particulares, tienen que hacerlo de un modo
adecuado á su propia naturaleza, so pena do hacerla impro-
ductiva é ineficaz.


Por otra parte, vd. reconoce con tanto juicio como jus-
ticia la propiedad industrial ó del trabajo, y el derecho de
trasmitirla por testamento. De consiguiente, los gastos que
hace un propietario en una acequia de regadio, en muros,




DEI. SR. VAZQUEZ QUEIrO. XXIII


en plantios, en los edificios rústicos indispensables para la
recoleccion de los frutos, ¿no son verdadero producto del
trabajo personal, y por tanto trasmisibles á los herederos?


Si contra esto se quisiese alegar la máxima del derecho
privado, que el que edifica en terreno ageno, (puesto que la
propiedad sea como se pretende del Estado) pierde lo que
en él ha invertido, el resultado inmediato seria que todos
se retraerian de hacerlo por no prival' de este capital á sus
hijos, y la agricultura jamás saldría de la infancia. Seria
preciso, pues, si esta habia de florecer para ocurrir con mas
abundancia que lo hace hoy al sustenimiento de los proleta-
rios, que la sociedad óel Estado indemnizase á los herederos
del valor de las mejoras estables que hubiese hecho el usu-
fructuario en su finca: lo cual prescindiendo de las compli-
caciones que pudiera ofrecer, cquivaldria á dejarle la mis-
ma finca, pues los ganados, aperos y obras de arte suelen
superar en mucho el valor de la tierra. En resolución,
reconociendo, como reconocen todos Jos socialistas, la pro-
piedad de) trabajo, y no pudiendo separarse en la mayor
parte de Jos casos de la de la tierra, en que se ha in vertido
el SUdOI' del dueño, preciso es reconoceresla como accesoria
suya, so pena de destruir la primera negando la última.


Ademas, tampoco me parece exacto considerar ú los ac-
tuales poseedores de las tierras como ociosos usurpadores
que viven á espensas del trabajo ageno. Fuéronlo induda-
blemente, como vd. lo prueba con razones incontestables,
los primitivos dueños, que se apoderaron de ellas; pero los
que hoy lo son han comprado en gran parte sus tierras, con
los ahorros de su trabajo personal, en Jos cuales reconoce
vd. verdadera propiedad trasmisihle, no solo entre vivos,




XXIV CAUTA


sino también á los herederos. Sus antepasados pudieron
>


trasmitirles en dinero este capital, y asegurarles su crédito
de que es un verdadero equivalente la renta de la tier-
ra que representa el capital de que aquellos se despren-
dieron al adquirirla ¿Por qué, pues, se ha de decir que
la renta de la tierra es una usurpaciou, y un holgazán pa-
rásito, que vive á espcnsas del sudor ageno, el que la dis-
fruta? No hallo en verdad razón de diferencia entre este y
el capitalista que recibe del tesoro los réditos de su capital.
¿Por ventura no salen del producto de las contribuciones,
asi como estas del sudor y trabajo de toda lasociedad? Bien
sé que vd. respeta los derechos adquiridos; pero los defen-
sores de la propiedad territorial irán mas allá, y sostendrán
que estos derechos no son usurpados, sino fruto de la com-
pra hecha con su dinero, ó sea de su trabajo personal y el
de sus antepasados, y de consiguiente muy legítimos, segun
el principio de Smith, que vd. recomienda y santifica.


Repito, por conclusión, á fin de no molestar mas su
utcúcion con tan larga misiva, que hace años estoy conven-
cido, y así lo tengo manifestado, de la necesidad de modi-
ficar la propiedad territoricl, sea impidiendo su escesiva
acumulacion, sea, por el contrario, evitando su escesiva di-
vision, Ó eparpillement, como dicen nuestros vecinos, que
están tocando hoy las funestas consecuencias de este siste-
ma, sea interviniendo el legislador, como ya lo hizo el señor
don Cárlos Il l, en las condiciones de los arrendamientos,
cuando los pl'O pietarios se niegan á cultivar las tierras; sea
modificando el sistema hipotecario, sea mejorando los méto-
dos de cultivo por medio de la instrucción agraria , sea, en
fin, sobre todo, aliviando las gabelas y contribuciones que la




DEL SR. VAZQUEZ QUEIPO. xxv


oprimen, y que son el mas poderoso obstáculo para el fo-
mento de la agricultura. Cómo y hasta que término deba ha-
cerse cada una de estas cosas en especial, ó todas j un tas, ni
cabe decirlo en los estrechos límites de una carta, ni yo me
creo con luces suficientes para tratar una cuestion en que
no me he ocupado detenidamente. vd., que la conoce tan á
fondo, es quien mejor que otro alguno podría hacer este
gran servicio á la sociedad, indicando los medios prácticos
(le conciliar la mejora de la agricultura con la movilidad de
la propiedad territorial, y con la justicia que vd. mismo re-
conoce en los propietarios, para reclamar la indemnizacion
de su trabajo personal, invertido de un modo permanente en
heneficio de la tierra que cultivan. Mucha satisfaccion ten-
dria en verle dirigir sus trabajos hacia este importante obje-
to, seguro, como lo estoy, del acierto con que lo desempeña-
ria, en lo cual ganarla tambien la bien fundada reputacion
de vd. , de quien se repite afectísimo servidor y amigo
Q. B. S. M.


VICE.7\TE YUQl;EZ QUEIPO•


....




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I








INTRODUCCION.


Ya que la sociedad francesa ha llegado á tal estado de per-
turhacinn moral, que las ideas mas naturales, mas evidentes
y mas universalmente reconocidas, son puestas en duda y
osadamente negadas, séanos permitido demostrarlas como si
realmente necesitasen de semejante demostración. Harto fas-
tidiosa y difícil es esta tarea, porque Ilada hay mas fastidioso
ni mas dificil que querer demostrar la evidencia. En geome-
tría, por egemplo, hay lo que se llama axiomas, en los cuales
nos detenemos cuando llegamos á ellas dejando brillar su mis-
ma evidencia. Asi, se 110S dice: dos líneas paralelas no deben
jamás encontrarse; la línea recta es el camino mas corto de un
punto á otro. Al llegará estas verdades ya 110 razonamos, ya
no discutimos: dejamos la claridad del hecho obrar sobre el
espíritu, y nos ahorramos el trabajo de añadir que si las dos
líneas llegaran á encontrarse, no estarian á una distancia
constantemente igual una de otra, es decir, no serian parale-
las. Asimismo, nos ahorramos el trabajo de añadir que si la
línea trazada desde un punto á otro no fuese la mas corta, con-


1




II INTRODUCCCON.


sistiria en que no era exactamente recta. En una palabra, nos
detenemos en la evidencia, y no pasamos mas allá.


Lo mismo nos sucedia respecto de ciertas verdades mora-
les que considerábamos como axiomas indemostrables á causa
de su misma claridad. Un hombre trabaja y recoge el fruto de
su trabajo; este fruto consiste en dinero: este dinero lo con-
vierte en pan, en vestido, lo consume, en fin, ó si tiene dema-
siado lo presta, y le produce un interés con el cual vive, ó
tambienlo da á quien le acomoda, á su muger, á sus hijos y á
sus amigos. Hasta aqui habiamos considerado estos hechos
como los mas sencillos, los mas legítimos, los mas inevitables
y los menos susceptibles de controversia y demostracion. Sin
embargo, ahora hemos visto que nos equivocábamos. Seme-
jantes hechos, nos dicen hoy, eran actos de usurpación y de
tiranía, y no faltan quienes tratan de persuadir en este senti-
do á la multitud conmovida, admirada y pobre; y mientras
que nosotros, descansando sobre la evidencia de ciertas pro-
posiciones, dejamos marchar al mundo por sí mismo como
marchaba en tiempo en que un gran político dijo: II 'mondo
va dá se, le hemos hallado minado por una falsa ciencia. y
sino queremos que la sociedad perezca, necesitamos probar
lo que por respeto á la conciencia humana jamás se hubiese
atrevido nadie á demostrar. Pues bien, sea, asi; preciso es dl'-
fender la sociedad contra peligrosos sectarios; preciso es de-
fenderla por medio de la fuerza contra las tentativas armadas
de sus discípulos; y por medio de la razan contra sus sofismas,
viéndonos de este modo obligados á condenar nuestro espíritu
y el de nuestros contemporáneos á una demostracion lenta y
metódica de las verdades mas reconocidas hasta ahora. SI,
afirmaremos las convicciones vacilantes, esponiendo los pri Ii-
cipios mas elementales. Imitemos á losholandeses, que al ",-
ber que un insecto roedor é invisible ha invadido sus diqu«




INTROVUCCION. IJI


corren hácia estos diques para destruir el insecto que los de-
vora. [Si, corramos á los diques! No se trata ya de embellecer
las casas que hahitan nuestras familias; trátase de impedir
que se desplomen, y para esto es necesario llevar la. mano á
los cimientos mismos que les sirven de apoyo.


Voy, pues, á poner la mano sobre los cimientos en que
descansa la sociedad. Ruego á mis contemporáneos que me
ayuden con su paciencia y me sostengan con su atencion en
la penosa argumentacion á que voy á entregarme, por ellos
mas bien que por mí mismo, porque habiendo ya pasado de
la. juventud á la edadmadura y de la edad madura á esa edad
quedentro de pocos afias será la vejez; testigo de muchas re-
voluciones; habiendo visto falseadas las instituciones y los
caracteres, no esperando nada, ni deseando poder alguno so-
bre la tierra, pidiendo solo á la Providencia. que me deje mo-
rir con honra, si es necesario morir, ó vivir rodeado de alguna
estimación. si es preciso vivir, no trabajo por mí, sino por la
sociedad que está en peligro, )' si en todo cuanto hago, digo
y escribo, cedo á un sentimiento personal, es solo, lo confieso,
á la indignacion profunda que me inspiran las doctrinas hijas
de la ignorancia, del orgullo y de la mala ambicion; de esa
ambician que quiere elevarse destruyendo en vez de elevarse
edificando. Apelo, pues, á la paciencia de mis contemporá-
neos; procuraré ser claro, breve, perentorio, probándoles la
que jamás hubieran creido que era preciso probarles, á saber.
que lo que ganaron ayer es suyo, esc1usivamente suyo, y que
porconsiguiente pueden destinarlo para su alimento ó para el
de sus hijos. Héaqui á donde hemos llegado y á donde nos
han conducido falsos filósofos coa ligados con una multitud
estraviada.


Hace tres años que concebí y arreglé en mi cabeza el fondo
de esta obra. Me arrepiento de no haberla publicado enton-




IV INTRODUCCION.


ces, antes de que el mal hubiera estendido mas lejos sus estra-
gos. I..as ocupaciones de una vida repartidaentre las laboriosas
investigaciones de la historia y las agitaciones de la política,
han sido las únicas causas que me io han impedido. Retirado
hace tres meses en el campo, y gozando alli del reposo que
me han proporcionado los electores de mi país natal, he redac-
tado este escrito, que solo tenia en proyecto en mi cabeza.
La invitacion hecha por el Instituto á todos sus individuos me
decideá publicarlo. Declaro, no obstante, no haber sometido
este trabajo á la clase de las ciencias políticas y morales á que
pertenezco. La obedezco publicándolo; pero no la hago en ma-
llera alguna responsable de él, y si bien doy cumplimiento á
una órden suya, espreso solo mi pensamiento, y lo espre-
so en mi lenguaje libre, vehemente y sincero, como lo ha
sido y lo sera siempre.


París, setiembre de 184.·8.
A.. Tmnns.




LIBRO PRIMBRO.


CAPITULO I.


ORIGENDELACONTROVEItSIA ACTUAL.


¿Cómo es que la propiedad se-pone en diula en nuestrosiglo?


¿Por qué se ha puesto en tela de juicio la propiedad, ins-
tinto natural del hombre, del niño y hasta del animal, objeto
único y recompensa indispensable del trabajo? ¿Quién ha po-
dido conducirnos á semejante aberracion, de que no se ha vis-
to ejemplo en tiempo alguno, en ningún pais, ni aun en Ro-
ma, donde al disputarse sobre la ley agraria se trataba única-
mente de repartir la tierra conquistadaal enemigo? ¿Quién ha
podido hacerlo? Lo diremos en pocas líneas.


A fines del último régimen, los hombres que atacaban
al gobierno fundado en 18ao se dividian en diferentes cla-
ses. Los unos, no queriendo destruirle, antes bien deseando
salvarlo, no colocaban la cuestion en la forma misma de
aquel gohierno, sino en su marcha. Pedian la libertad ver-




6 DE LA l'I10PIEDAD.
dadera, la que afianza los negocios del pais contra la do-
hle influencia de la córte y de las calles; una sábia ad-
ministracion económica, una poderosa organización de la
fuerza pública, una política prudente pero nacional. Otros,
convencidos ó demasiado fogosos, y queriendo distinguirse de
aquellos con quienes combatian, atacaban la forma misma del
gobierno, y deseaban la república, aunque sin atreverseá de-
cirlo. Entre estos últimos, los mas sinceros se contentaban
conesperar que la esperiencia viniera á demostrar los defectos
de la monarquía constitucienal, y hacian su oposicion con en-
tera lealtad. Los mas impacientes, queriendo distinguirse de
los mismos republicanos, tendian á la república con menos
disimulo, y para adoptar un lenguage, hablaban sin cesar de
los intereses del pueblo, olvidados, escarnecidos, y sacrifica-
dos. Otros, queriendo hacerse notables de una manera mas
visible, afectaban despreciar todas las discusiones políticas,
pedian una revolucion social, y aun entre estos últimos los
hahia que, llevando mas lejos sus miras, querian una revolú-
cion social, completa y absoluta.


La disputa llegó á envenenarse prolongándose; y por últi-
mo, cuandola monarquía, demasiado tarde advertida, quiso
trasmitir el poder de unos á otros en medio de la turbacion
general, dejó que se le escapara de sus manos. El poder fué
recogido. Los que hoy lo poseen, ilustrados por un principio
de esperiencia, no se dan demasiada prisa en cumplir com-
promisos imprudentes, que muchos de ellos, por otra [parte,
no han contraido. Pero los que no tienen el poder, y á quie-
nes ningunaesperiencia ha ilustrado, insisten en reclamar
una revolucion social. iUna revolucion social! ¿Basta quererla
para realizarla?Yaun cuando se contase con la fuerza nece-
saria para tamaña empresa, fuerza que se puede adquirir al-
gunas veces agitando á un pueblo que padece, es preciso en-




DE LA PROPIEDAD. 7
contrar la materia. Es preciso tener una sociedad que refor-
mar; pero si hace mucho tiempo que está reformada, ¿cómo
emprender esta obra? ¡Ah! Ambicionais la gloria de realizar
una revolucion social! Pues bien, para eso era preciso haber
nacido 60 años antes ~~ entrado en la carrera en 1789. Sin en-
gañar entonces, sin pervertir al pueblo, hubierais tenido con
que escitar su entusiasmo, y despues de haberlo escitado, con
quesostenerlo! En aquel tiempo, en efecto, nadie pagaba im-
puestos. La nobleza soportaba solo una parte, el clero ningu-
na, escepto cuando le acomodaba hacer algunos donativos vo-
luntarios. No todos sufrianlas mismas penas cuando habían
delinquido. Para unos habia el patíbulo, y para otros mil ma-
neras deevitar la infamia ó la muerte, por mas que las hubie-
ra merecido. No todos podian, cualquiera que fuese su talento,
ocupar losdestinos públicos, ora por impedimento de cuna,
ora por impedimento de religion. Bajo el título de derechos
feudales existia multitud de dependencias que no tenian por
origen un contrato libremente consentido, sino una usurpa-
cion de la fuerza sobre la debilidad. Era preciso llevar á co-
cer el pan alhorno del señor, hacer moler el trigo en su moli-
no, comprar esciusivamente sus géneros, sufrir su justicia, y,
por último, dejar que su caza devorara la cosecha. No se po-
dia ejercer las diferentes industrias sinodcspues de ciertasad-
misiones preliminares, arregladas por el régimen de las vee-
durías y de las corporaciones. Existían aduanas de provincia
á preví ncia, fórm ulas y requisitos intolerables para la percep..
cion del impuesto. La suma de este impuesto abrumaba la
masa de la riqueza. Adornas de las pingües propiedades que
disfrutaba el clero y estaban sometidas á las manos muertas,
era preciso pagarle bajo el nombre de diezmos la mejor parte
de Jos productos agrícolas. Todo esto habia para el pueblo en
particular; y en cuanto á la generalidad de la nacíon, habla




8 DE LA PROPIEDAD.
censores para Jos que caían en la tentación de escribir, una
Bastilla para los hombres poco dóciles, parlamentos para La-
barre y Calas, é intervalos de muchos siglos entre los Estados
generales que hubieran podido reformar tantos abusos.


Asi, en la inmortal noche del 4 de agosto todas las clases
de la nacion, solemnemente representadas en la Asamblea
constituyente, podian inmolar alguna cosa sobre el altar
de la patria. En efecto, todas ellas tenian algo que llevar
á ese altar; las clases privilegiadas sus esenciones de impues-
tos; el clero sus bienes; la nobleza sus derechos feudales y sus
títulos; las provincias sus constituciones separadas; todas las
clases, en una palabra, tenian algun sacrificio que ofrecer, y
lo cumplian en medio de una alegría inaudita. Esta alegría era,
no la alegría de algunos, sino la alegría de todos; la alegría
del pueblo emancipado de las vejaciones de todo género; la
alegría del tercer estado levantado de su postracion; la ale-
gría de la misma nobleza, sensible entonces al placer de ha-
cer bien. Era aquella una embriaguez sin límites: una exaIta-
cion de humanidad que nos arrastraba á abrazar al mundo
entero en nuestro ardiente patriotismo.


De algun tiempo á esta'parte no se ha dejado dé agitar,
cuanto se ha podido, á las masas populares; pero estos l~S­
fuerzas, ¿han producido el entusiasmo de 17891 Seguramente
que no. ¿Y por qué? Porque lo que está hecho no se puede ha-
cer ya; porque si hubiese otra noche como la del 4 de agosto,
nada habria ya quesacrificar. ¿Hay, en efecto, en ninguna par-
te algun horno, algun molino feudal que suprimir? ¿Hay caza
que no podamos matar cuando viva de nuestras tierras?¿Hay
otros censores, como no sea la multitud irritada ó la dictadura
que la representa? ¿Hay Bastilla? ¿Hay incapacidades de re-
ligion ó de nacimiento? ¿Hay alguno que no pueda aspirar á
todos los empleos? ¿Hay otra desigualdad'que la del talento




DE LA PROPIEDAD.


que no se puede imputar á la ley, ó la de la fortuna, que se
deriva del derecho de propiedad? Ensayad ahora, si podeis,
una noche del 4 de agosto, erigid un altar de la patria, y de-
cidnos: ¿qué vais á llevará él? Abusos. ¡Oh! Ciertamente no
faltan, ni faltarán en ningun tiempo. Pero algunos abusos so-
hre un altar de la patria erigido al aire libre es demasiado po-
co; es necesario llevar á él otras ofrendas. Buscad, pues, en
esa sociedad desecha y rehecha tantas veces desde el año 89,
y aseguro que no encontrareis ni presentareis otra cosa al sa-
criticio como no sea la propiedad. En efecto, no se ha dejado
de hacer asi, y hé aqui el orígen de las controversias actuales
sobre esteasunto.


Cierto que no todos los partidarios de una revolucion ~o­
cial quieren sacrificar la propiedad en el mismo grado. Unos
quieren abolirla por completo y otros en parte. Estos se con-
tentarian con remunerar de otra manera el trabajo, y aquellos
quisieran proceder por medio del impuesto; pero todos, cual
mas, cual menos, atacan á la propiedad para cumplir la espe-
cie de apuesta que han hecho prometiendo realizar una revo-
lucion social. Es, pues, necesario combatir todos estos siste-
mas odiosos, pueriles y ridículos; pero desastrosos, nacidos,
/~omo una multttud de insectos, de la descomposicion de todos
los gobiernos que plagan la atmósfera en que vivimos. Tal es
el orígen de ese estado de cosas, que atraerá sobre nosotros,
aunque se salve la sociedad, el desprecio ó la compasion de
las edades venideras. ¡Dios quiera que no falte un poco de
estimacion para los que han resistido á sus errores, eterna
mengua del espíritu humano!




CAPITULO n.


DEL MErODo QUE DEBE SEGUIRSE.


La observacion de la naturaleza humana es elúnico método ver-
dadero que se debe seguir para demostrar los derechos del hom-
bre ensociedad.


Antes de demostrar que la propiedad es un derecho, dere-
cho sagrado como la libertad de ir y venir, de pensar y de
escribir, importa fijarse sobre el método de demostracion que
convieue seguir en esta materia.


Los que dicen: «El hombre tiene el derecho de moverse,
de trabajar, de pensar y esprcsarsc libremente, »¿en qué se
fundan para hablar de ese modo? ¿De dónde han sacado L..
prueba de todos esos derechos? De las necesidades del hom-
bre, dicen algunos filósofos. Sus necesidades constituyen sus
derechos. Hay necesidad de moverse libremente, de trabajar
para vivir, de pensar, y cuando ha pensado, de hablar se-
gun su pensamiento: resulta, pues, que tiene el derecho de
hacer todas esas cosas. Los que de este modo raciocinan, se
aproximan á la verdad, pero no la tocan, porque resultaria de
su manera de raciocinar que toda necesidad es un. derecho, asi
la verdadera como la falsa; la necesidad natural y sencilla,
como la que procede de hábitos perversos. Si hay, en efecto,




DE LA PROPIEDAD.


verdaderas necesidades, las hay tambien falsas, que nacen
de las costumbres falsas. El hombre, entregándose á sus pa-
siones, se crea necesidades exageradas y culpahles , tales co-
mo las del vino, de las mugeres ,del lujo, de la pereza, del
sueño, de la actividad desordenada, de las revoluciones 7 de
los combates y de la guerra. Hombre de placer, necesitará la
muger de todo el mundo; grosero bebedor, necesitará torren-
tes de licor que le embrutecerán; conquistador, necesitará
toda la tierra para desolarla. Si las necesidades fuesen el orÍ-
gen de los derechos, César en Roma hubiera tenido el derecho
de tomar todas las mugeres de los romanos, su libertad, sus
bienes y su gloria, yen ese caso el vicio hubiera constituido
el derecho.


Bien sé que los filósofos que de esta manera discurren, han
hecho una distincion diciendo: (1Las verdaderas necesidades
constituyen los derechos.» Entonces falta saber cuáles son
las necesidades verdaderas, y hacer el conveniente deslinde
entre estas y las falsas; pero ¿cómo se consigue esto? Por me-
dio dela observación de la naturaleza humana.


La exacta observacion de la naturaleza humana, .es, pues,
el método que conviene seguir para descubrir y demostrar los
derechos del hombre. •


Montesquieu ha dicho: «Las leyes son las relaciones de
las cosas.» Perdóneme este grande hombre; p~ro creo que
hubiera hablado con mas exactitud diciendo: «Las leyes son
la permanencia de las cosas.» Newton observa los cuerpos
graves; vé caer una manzana del árbol, segun el lenguaje
terrestre de loshabitantes de nuestro planeta. Aplicando este
hecho á otro planeta, al de la luna, atraida hácia la tierra, de
la tierra. atraida hácia el sol, descubre en un hecho particular
é insignificante, un hecho general y permanente, y dice: celos
cuerpos graves se atraen recíprocamente unos á otros en pro-




~2 DE LA PROPIEDAD.
porcion á su masa, » y llama á este fenómeno la ley de la gra-
vitacion.


Yo observo al hombre, le comparo con el animal, y veo
que, lejos de obedecer á vulgares instintos, como por ejem-
plo, comer, heher , copular, dormir, despertar y volver á.
hacer lo mismo, sale de estos estrechos limites, y á este sis-
tema de vida añade otro mas noble y mas complicado; tiene
un entendimiento penetrante, y con este entendimiento com-
bina los medios de satisfacer sus necesidades; entre estos me-
dios elige los que le parecen mejores, y no se limita á coger
su presa al vuelo, como el águila, sino acechándola como el
tigre; cultiva la tierra, prepara sus alimentos, teje sus ves-
tidos, cambia lo que ha producido con lo que ha producido
otro hombre, comercia, se defiende ó ataca, hace la guerra y
la paz, se eleva al gobierno de los estados, y subiendo mas
alto todavía , llega al conocimiento de Dios. A medida que
avanza en estos diferentes conocimientos, se gobierna menos
por la fuerza bruta y mas por la razon; es mas digno de parti-
cipar del gobierno de la sociedad, de que es miembro; y todo
esto considerado, despues que ha reconocido en sí esa subli-
me inteligencia que se desarrolla ejercitándose; despues de
haber visto que, impidiéndole su egercicio, se la hago perder,
le rebajo 1 le hago desgraciado y casi digno de su desgracia,
como el esclavo, esclamo y digo: «El hombre tiene derecho
de ser libre, porque su noble naturaleza, exactamente obser-
vada, me revela esa ley de que el ser que piensa debe ser li-
bre, como la manzana a' caer reveló á Ncwton que los cuer-
pos graves tendian los unos hácia los otros.:


Desafio á que se me presente otra manera deprobar los
derechos, que no sea la sana y profunda observacion de los
seres. Cuando hemos observado bien su manera de existir,
deducimos la ley que los rige, y de la ley deducimos el dere-




DE LA PROPIEDAD. 13
cho. Sin embargo, debo añadir otra observacion , sin la cual
daría márgen á que se dijera que incurria en eontrndiccíon.
De la ley que atrae los cuerpos graves los unos hácia los otros
deduciréis, me pregunt~rán, ¿deducireisel derecho? Me direis:
¿Tiene la tierra el derecho de gravitar hácia el sol? No , res-
pondo con Pascal: tierra, tú no sabes lo que haces. Si me
aplastas, no lo sabes tú, y yo si lo sé ; soy, pues, tu superior.


1\0, el derecho es el privilegio de los seres morales, de
los seres que piensan. Tentado estoy á decir, pero no me atre-
vo, que el perro que os sirve y que os ama, tiene derecho á
ser bien tratado, porque este animal leal y desinteresado se
arroja á vuestras plantas y las besa tiernamente. y sin embar-
go , si de esta manera me espresara , faltaria á la exactitud
del lenguaje. Si debeis alguna cosa á esa criatura que vive en
vuestra compañía, es porque comprendéis lo que le hace falta


..


En cuanto á ella, no tiene derecho á nada, porque desea sin
saber, y la palabra derecho solo pertenece á las relaciones
mutuas de los seres que piensan. Todos los seres tienen leyes
en este universo, asi los seres morales como los físicos; pero
las leyes de los primeros son las que constituyen los dere-
chos. Despues de haber observado al hombre, veo que piensa,
que tiene necesidad de pensar y de ejercer esta facultad, que
ejerciéndola, se desarrolla y engrandece; y digo que tiene de-
rechode pensar y hablar 1 porque pensar y hablar es una mis-
ma COSa. Si soy gobierno, debo respetarle este derecho, no
como al perro de que acabo de hablar, sino como á un ser que
sabe lo que es , que conoce su derecho, que es igual mio, á
quien doy lo que sé que se le debe, y que recibe con orgullo
lo que sabe que le pertenece. En una palabra, siempre resul-
ta el mismo método, es decir, la observacion de la naturaleza.
Veo qué el hombre tiene tal facultad , tal necesidad de ejer-
cerla, y digo que es preciso facilitarle los medios de hacerlo,




-14 DE LA PROPIEDAD.


y como la lengua humana revela en sus infinitos matices los
matices infinitos de las cosas, cuando se trata de un cuerpo
grave, digo que tiende á gravitar, porque es impulsado á
ello. Hablando del perro digo: no lo maltrateis, porque siente
vuestros malos tratamientos, y su amablenaturaleza no los ha
merecido. Si hablo del hombre, mi igual delante de Dios,
digo: tiene derecho y su ley toma esta palabra sublime. Par-
tamos, pues, del principio de que la propiedad, como todo
lo que es del hombre, llega á ser un derecho, derecho bien
demostrado, si la observacion de la sociedad revela la nece-
sidad de esta institucion , su utilidad y su conveniencia, y si
prueba, en fin , que es tan indispensable á la existencia del
hombre COIllO la misma libertad. Cuando llegue á este punto
podré decir: la propiedad es un derecho, tan legítimamente
como digo: la libertad es un derecho.


CAPITULO III.


DE LA UNIVERSALIDAD DE LA PROPIEDAD.


La propiedad es un hecho constante y uni"ersal en todos los
tiempos y en todos los paises.


Reconocido el método de observación como el único bueno
para las ciencias morales asi como para las ciencias físicas,
examino desde luego la naturaleza humana, en todos los pai-
ses, en todos los tiempos, en todos los estados de civilizacion,
y donde quiera encuentro la propiedad como un hecho gene-
ral, universal, sin escepcion alguna.




DE LA PROPIEDAD.


Los publicistas en el último siglo, queriendo distinguir
entre elestado natural y el estado civil, imaginaron una época.
en que el hombre andaba errante por los bosques y desiertos,
no obedeciendo regla fija; y otra época en que se aglomeró y
reunió por medio de contratos llamados leyes. Dábase el título
de derecho natural á las condiciones supuestas de aquel pri-
mer estado, y el título de derecho civil á las condiciones rea-
lesy conocidas del segundo. Esta es una pura hipótesis, por-
que el hombre noha sido descubierto en ninguna parte en el
aislamiento, ni aun entre los salvages masgroseros yestupidos
de la A.mérica y de la Oceanía. Asi como entre los animales
bay algunos que, gobernados por el instinto, viven en mana-
das, tales como los herbívoros que pastan en comun, mien-
tras que los carnívoros viven aislados para cazar á sus enemi-
gos, asi también el hombre ha vivido siempre en sociedad. El
instinto, que es la primera y mas antigua de las leyes, le
aproxima él sus semejantes y le constituye en animal sociable.
¿Qué haría en otro caso de esa mirada inteligente con que
pregunta y responde antes de saber hablar? ¿Qué haría de ese
espíritu que concibe, generaliza y califica las cosas; de esa
voz que las designa por medio de sonidos; de esa palabra, en
fin, instrumento del pensamiento, lazo y encanto de la so-
ciedad? Un ser tan noblemente organizado, que tiene la ne-
cesidad y el medio de comunicarse con sus semejantes, no
podia ser creado para la soledad. Aun esos tristes habitantes
de la Oceanía, los mas parecidos á los monos que la crea-
cion nos presenta, dedicados á la pesca, la menos instructiva
de todas las maneras de ser para el hombre, donde quiera
que se les haya visto, ha sido reunidos, viviendo en comun 1
y comunicándose unos con otros por medio de sonidos roncos
y salvagcs.


Hay mas: en todas partes se ha encontrado al hombre con




16 DE LA PROPIEDAD.
su morada particular, donde cuida de su muger y sus hijos,
formando esas primeras aglomeraciones que se llaman fami-
lias, las cuales, incorporadas unas con otras, forman pobla-
ciones, que, por un instinto natural, se defienden en comun.
como viven en comun. Mirad los ciervos, los gamos y las ga-
muzas paciendo tranquilamente en nuestros hermosos prados
europeos, ó bien sobre las verdes cumbres de los Alpes y de
los Pirineos. Pues bien: que un soplo de aire lleve á sus sen-
tidos tan finos un sonido cualquiera que les advierta, y los
vereis al punto dar con la voz ó con el pie una señal de emo-
ciou, que al instante se comunica á toda la manada, y huyen
en comun; porque su defensa consiste en la maravillosa lige-
reza de sus piernas. El hombre, nacido para inventar y desa-
fiar el cañón, en lugar de huir se arroja sobre las armas mas
perfeccionadas que ha imaginado, torna un palo, en cuya pun-
ta coloca una piedra cortante, y armado de esta lanza grosera,
se une á su vecino, hace frente á su enemigo, resiste ó cede
alternativamente, segun la direccion que recibe del mas dies-
tro y atrevido de los individuos que componen la horda.


Todos estos actos se verifican por instinto, antes de haber-
seescritonada sobre las leyesy sobre lasartes, yde que hubie-
se habido convenio de mngun género. Las reglas instintivas
de ese estado primitivo, las mas elementales de todas, las mas
generales, las mas necesarias, pueden llamarse muy bien de-
recho natural. Asi, pues, la propiedad existe desde este mo-
mento, porquejamás se ha visto que en semejante estado no
haya tenido el hombre su cabaña, su tienda, su muger, sus
hijos, con algunas acumulaciones de los productos desu pes-
ca, de su cazaó de sus rebaños, en forma de provisiones de
familia. Y si algun vecino, animado de instintos precoces de
iniquidad, quiere arrebatarle alguno de .los bienes modestos
que componen su haber, se dirige á ese geíe, mas fuerte y




DE LA PROPIEDAD. 17
atrevido, á que se ha acostumbrado á obedecer en el comhate,
le pide protcccion y amparo, y éste da su fallo con arreglo á
las nociones de justicia desarrolladas en la colonia.


En todos los pueblos, por groseros que sean, se encuen-
tra la propiedad, primeramente como un hecho, y después co-
mo una idea, idea mas ó menos clara, segun el grado de ci-
vilizacion á que han llegado, pero siempre invariahlemente
fija. Asi , pOI' ejemplo, el cazador salvage tiene á lo menos
la propiedad de su arco, de sus flechas y de la caza que ha
matado. El nómada, que es pastor, tiene á lo menos la pro-
piedad de sus tiendas y de sus ganados. Todavía no ha admi-
tido la rlc la tierra, porque no ha juzgado conveniente aplicar
á ella sus esfuerzos; pero el árabe, que ha criado numerosos
rehaños , comprende que es él su único propietario, y trata
de cambiarsus productos con el trigo que otro árabe, que ya
se ha fijado sobre el suelo, ha hecho nacer en otra parte. Cal-
cula y compara escrupulosamente el valor del objeto que dá
con el valor del que le ceden; comprende que es propietario
del uno antes del contrato,y despues propietario del segundo.
La propiedad inmueble noexiste todavía para él. Algunas veces
solamente se le vé por espacio de dos ó tres meses al año fi-
jarse en las tierras que no son de nadie, labrarlas, arrojar en
ellas el grano, recogerlo y marcharse en seguida á otros lu-
gares. Pero durante el tiempo que ha empleado en labrar, en
sembrar esa tierra y en hacer su cosecha, el nómada cree que
es su propietario , y se lanzaria con las armas en la mano
contra el que le disputase sus frutos. Su propiedad dura en
proporcion de su trabajo.


Con todo, el nómada se fija y llega á ser agricultor, por-
r1ue está en el corazon del hombredesear tener algo suyo, co-
mo los pájaros procuran tener sus nidos y ciertos cuadrúpedos
sus madrigueras. Acaba por escoger un terreno, por distri-


:2




DE LA PROPIEDAD.


buido en patrimonios, donde cada familia se establece, tra-
baja y cultiva para sí y su posteridad. Del mismo modo que el
hombre no puede dejar que errante su corazon se dirija á to-
dos los individuos de la familia, y necesita tener su muger,
sus hijos á quienes amar, cuidar y protejer, en quienes
concentra todos sus temores, todas sus esperanzas, su vida,
en fin, asi tambien necesita tener su campo, que cultiva, plan-
ta, embellece ú su gusto, acota, cierra y espera entregar á sus
descendientes lleno de árboles que no habrán crecido para él
sino para ellos. Entonces á la propiedad mueble del nómada
sucede la propiedad inmueble del pueblo agricultor; verdad
es que nace la segunda propiedad, y con ella leyes complica-
das que el tiempo hace mas justas, mas previsoras, aunque
sin cambiar su principio, las cuales hay que aplicar por me-
dio de jueces y de la fuerza pública. La propiedad que resulta
del primer efecto del instinto llega á ser un convenio social,
porque yo protejo tu propiedad para que tú protejas la mia; la
protejocon mi persona. como soldado, ó con mi dinero como
contribuyente, destinando parte de mis rentas á la conserva-
cion de una fuerza pública.


De esta suerte el hombre, indiferente al principio, poco
apegado al suelo que le ofrece frutos silvestres ó numerosos
animales que devorar, sin necesidadde molestarse mucho, se
sienta á esa mesa cargada de viandas naturales, y donde hay
sitio para todos, sin envidia, sin disputa, sentándose á ella y
dejándola alternativamente y volviendo como á un Iestin,
siempre servido por un señor liberal, señor que no es otro
mas que el mismo Dios. Pero poco á poco se aficiona á las
viandas mas delicadas; necesita hacerlas nacer; comienza por
aficionarse á ellas porque valen mas I porque ha. tenido que
trabajar mucho para producirlas. De este modo se reparte la
tierra , toma grande apego á la parte que le corresponde, y




DE LA PROPIEDAD.


si las naciones se la disputan en masa , combate en cuerpo á(
nacion ; y si en el interior de la ciudad en donde vire le dis
puta su vecino su patrimonio, le demanda y persigue ante un
juez. Pero su tienda y su rebaño primero y su tierra y su
huerta despues, atraen sucesivamente sus afecciones, y cons
tituyen los diferentes modos de su propiedad.


Así, á medida que el hombre se desarrolla toma mas apego
á lo que poscc ; en una palabra, se hace mas propietario. El1
el estado bárbaro lo es apenas, y en el estado civilizado ]0 e~;
con pasión. Iláse dicho qlle la idea de la propiedad se debili-
taba en el mundo; pero este es un error de hecho, pues ella
se arregla, se delcl'Il: i ll D. y se afirma lejos de debilitarse,
Cesa, por ejemplo , de aplicurse á lo que no es susceptible de
ser una cosa poscida, es decir, al hombre, y desde esta lOO--
mento cesa la esclavitud. Es, pues, un progreso en las ideas
de justicia, y no una dism.nucion en la idea de la propiedad
Otro ejemplo: El señor podía en la edad media matar la caza.
que se criaba en la tierra de todos. Cualquiera que hoy en-o
cuentra un animal en su terreno puede matarlo, porque ha Vi
vido en su propiedad. Entre los antiguos la tierra era la pro-
piedad de la república; en Asia, es la del déspota; en la eda«
media era la de los señores feudales. Con el progreso de l-s
ideas de libertad, al emanciparse el hombre se emancipó ~u
cosa, declarándose él propietario de su tierra, independien-
temente de la república, del déspota ó del señor feudal.
Desde aquel momeuto resultó abolida la confiscacion. El di»
en que se le devolvio el uso de sus facultades se individualizó
mas la propiedad, llegó ú ser mas propia al individuo mismo,
es decir, se hizo mas propiedad que antes lo era.


Otro ejemplo: En la edad media, ó en los estados despóti-
cos, se couccdia al hombre la superficie de la tierra, pero n.
el fondo (k ella. El derecho L:,,' abrir minas era un derecho dt~




20 DE LA PROPIEDAD>
n'galta, que se delegaba por dinero, y temporal mente, á algu-
nos esplotadores de metales. Con el progreso del tiempo se ha
comprendido que pudiendo ser el interior de la tierra objeto
de un trabajo nuevo, debia tamhicn ser objeto de una propie-
dad nueva, y se constituyó la propiedad de las minas, de ma-
nera que hoy existen dos propiedades sobre la tierra: una en-
cima, la del labrador, y otra debajo, la del minero.


La propiedad, pues, es un hecho general, universal, que
crece y no mengua. Al "el' los naturalistas un animal que, co-
mo el castor y la abeja, construye habitaciones, declaran sin
vacilar que la abeja y el castor son animales constructores.
Con el mismo fundamento los filósofo:" q\le son los naturalistas
de la especie humana, ¿no podrán decir que la propiedad es
una ley del hombre, que ha sido creado para la propiedad, y
que ella es una ley de su especie? Y no basta decir que es una
Iev de su especie, sino que es de todas las especies vivientes


e, •


Pues ¿por ventura no tiene el conejo su madriguera, el castor
su cabaña, y la aheja su colmena? Pues qué, ¿la golondrina,
alegría de nuestros climas en la primavera, no tienesu nido que
vuelve á hallar y no piensa ceder; y si tuviera el don del pen-
samiento no se sublevaria contra las teorías de nuestros sofis-
tas? El animal que pasta, vive pacíficamente en comun, como
los nómadas del desierto, en ciertos pastos de que jamás se
aleja, porque la propiedad se muestra en él por medio del há-
bito. El carnívoro, el lean, semejante al cazador salvage, no
puede vivir en comun, porque se perjudicaria, tiene su distri-
to de destruccion, donde entiende habitar solo, y de donde es-
pulsa á cualquier otro animal carnívoro que quisiera participar
de su caza. También él, si supiese pensar, 'se proclamaría
propietario. Y volviendo al hombre, mirad al niño gobernado
por el instinto no menos que el animal. Mirad con qué natura-
Edad se revela en él la inclinacion á la propiedad. Algunas




DE LA PHOPIEDAD.


veces observo á un niño, heredero único de una fortuna consi-
derablc, que comprende ya que no tendrá que partir con otros
hermanos el castillo donde su madre lo lleva todos los veranos
y que por consiguiente sabe que es el propietario de aquel
hermoso sitio en que se desliza su infancia. Pues bien, apenas
llega .i este castillo, quiere tener en él su jardin, donde culti-
vará legumbres que no comerá, flores que no pensará en coger;
pero donde será dueño de una pequeña parte, mientras llega i\
serlo de todo aquel castillo.


Despues de haber visto cómo el hombre se apropia en todos
los tiempos y paises cuanto toca, primero su arco y sus flechas
y despues su tierra, su casa ysu palacio, iustituyendoconstuu tB~
mente la propiedad como premio necesario del trabajo, si ra-
zonáramos respecto dc él del modo (pIe lo han hecho Plinio ó
Buffon, respecto de los animales, no vacilariamos en declarar
después de haber observadouna manera de ser tan geueral, que
la propiedad es una ley necesaria de su especie. Pero este ani-
mal no es un animal ordinario: es rey, rey de la creación, cu-
ma se hubiera dicho en otro tiempo, y le disputan sus títulos:
tienen razon, es menester examinarlos mas de cerca. El hecho
dicen, no es el derecho: la tiranía tambien es un hecho, un he-
cho muy general. Es, pues, preciso probar (Ine el hecho de la
propiedad. es un derecho, y que merece el nombre de tal. Por
lo demás, mncho hemos adelantado con demostrar que w;tc
hecho es progresivo en lugar de disminuir, pues la tiranía se
debilita y desaparece en lugar de estcndcrse. Sin embargo)
prosigamos, "Y vereis quc este hecho es el mas respetable¡ el
mas fecundo de todos, el mas digno de ser llamado un dere-
cho, porque por su medioha civilizado Dios al mundo, y tras-
ladado-al hombredesde el desierto á la ciudad, desde la cruel-
dad á la dulzuravdesde la ignorancia al saber, y desde la
harbarie á la civilizacion.




CAPITULO IV.


DE LAS FACULTADES DEL HO)IBRE.


El hombre tiene en sus {acnltades personales la primer« pro-
piedad incontestable qne es orígen de todas las dcmas.


La propiedad, he dicho, es un hecho universal: sometamos
este hecho al juicio íntimo de la conciencia humana, y exami-
nemos si esa inclinacion del hombre á apropiarse, ó el pesca-
do que ha cogido, ó el pájaro que ha cazado, Ó el fruto (IUC ha
hecho nacer) ó el campo que ha regado mucho tiempo con el
sudor de su frente, es de parte suya un acto de usurpación ó
un robo cometido en perjuicio de la especie humana. Tome-
mos las cosas desde su origen para no dejar nada por esplo-
rar. Miremos en primer lugar, á nuestra propia persona y lo
mas cerca de ella que podamos. jli vestido está bien cerca de
mí; podré, pues, si lo he tcgido, ó pagadoal que lo ha tegido,
pretender que es mio, porque evidentemente este vestido que
me preserva del fria ó del calor no es un esceso de goce que
se deba considerar como perjudicial al resto de la humani-
dad. Empero voy á comenzar desde mucho mas cerca todavía
el examen de lo que me pertenece ó no me pertenece, y me




DE LA PROPIEDAD. 23
paro á considerar mi cuerpo, y en éste el principio vivificador
que lo anima.


Yo siento, pienso, quiero: estas sensaciones, estos pensa-
mientos, esta voluntad se refieren á mí mismo, porque siento
que pasan dentro de mí, y me considero como un ser separado
de lo que le rodea, distinto de ese vasto universo que alterna-
tivamente me atrae ó me rechaza, me seduce ó me espanta.
Conozco que estoy colocado en él; pero me distingo perfecta-
mente, y no confundo mi persona ni con la tierra que me
sustenta, ni con los seres mas ó menos semejantes á mí que
me rodean, y con los cuales estoy tentado á confundirme á ve-
ces, pues tí tal grado me son queridos, como mi muger y mis
hijos. Me distingo, pues, de todo el resto de la creacion, y co-
nozco que me pertenezco á mi mismo.


Pregúntense los filósofos que tratan de inquirir la realidad
de nuestros conocimientos si todo este espectáculo del uni-
verso es real y efectivo, ó sino lo es, si Dios se burla ó no de
mi credulidad colocando á mi alrededor espectros que me en-
gañan y no tienen nada de verdadero. ¿Qué importa esto para
el asunto que trato?Esa roca de granito contra la . cual está á
punto de zozobrar mi barquilla; ese caballo desbocado que
va á precipitarse sobre mí, no serian granito ni caballo: serian
una vana imágen que en nada contribuiria á aumentar ó dis-
minuir la verdad que nos ocupa. Creo demasiado en ese gra-
nito que amenaza mi harca y en ese caballo que amenaza mi
persona para no desviarme de ellos; y la sensacion que espero
recibir es suficiente para resolverme. Desde entonces, miran-
do por el lado sério el espectáculo del mundo, y dejando á los
metafísicos el cuidado de discutir su realidad, me coloco en
esta misma realidad, y me apropio en primer lugar mi per-
sona, las sensaciones que esperimenta, los juicios que ha-'
ce, la voluntad que concibe, y creo poder decir sin ser




24 DE LA PROPIEDAD.
tirano III usurpador; la primera de mis propiedades soy
~¡O mismo...


Verificado este reconocimiento, me separo un poco de este
interior, de este centro de mi ser; salgo de él, y sin ir muy
lejos, miro á mis pies, á mis brazos y á mis manos, induda-
blemente estoy todavía en el límite mas próximo á mi existen-
cia, y digo: Estos pies, estas manos y estos brazos son mios,
incuestionablcmente mios.-Me disputarán tal vez los caba-
llos que me prestan sus pies ágiles para atravesar el espacio.
En nombre del género humano despojado, querrán acaso qui-
tármelos, diciéndome q:1C no son mios, sino de todos. Sea asi.
Pero estos pies, estas manos, nadie ha imaginado todavía de-
cirme que pertenecen á la totalidad de la especie humana, y
aun cuando me lo hubiesen dicho, vo no lo hubiera creido.
Si alguno tocase á ellos, si alguno con mala intencion pasara
por encima de mis pies, me irritaría, y si era bastante fuerte,
me arrojaría sobre el ofensor para vengarme.


Resulta, pues, que estos pies, estas manos que me ponen
en comunicacion con el universo, son mios; es decir, que me
sirvo de ellos sin cesar, sin escrúpulo, sin remordimiento de
haber usurpado el bien ageuo; que no pienso cederlos á nadie,
cualquiera que sea, á menos que no quiera yo ayudar al
que amo y está privado del uso de sus miembros. Pero
como quiera que sea, resulta que jamás los confundo con los
de nadie.


Ahora bien, estos pies, estas manos que me sirven para
llevarme {\ coger los objetos que necesito; estos ojos que me
sirven para ver, este espíritu que me sirve para discernir to-
das las cosas, y usar de ellas en mi provecho; estos pies, es-
tas manos, estos ojos y este espíritu, que son mios y no de
otro alguno, ¿son iguales á los de todos mis semejantes? Se-
guramente que no. Yo observo en mis facultades y en las de




DE I,A PROPlEDAD. 25
mis semejantes notable diferencia; observo que los unos, á
causa de estas diferencias, están en la miseria ó en la abun-
dancia, en la imposibilidad de defenderse ó en el caso de do-
minar á los dernas.


¿Es cierto, en efecto, que aquel tiene mucha fuerza física
y este muy poca? ¿Que el uno es fuerte, pero torpe, y el otro
débil, pero lleno de inteligencia? ¿Que el uno trabajará poco
yel otro mucho? ¿Que este es á propósito para un empleo y
aquel para otro? ¿Es cierto, sí ó no, que, aparte de las des-
igualdades tradicionales del nacimiento y de la fortuna, vemos
en un taller cualquiera dos obreros, el uno que desplega una
destreza cstrcmada y una inteligcncia infatigable, que gana.
tres Ó cuatro veces mas que el otro: acumula estas primeras
ganancias y forma con ellas un capital con el cual especulará
á su vez y se hará acaso inmensamente rico? Estas facultades
felices, físicas ó morales, son ciertamente suyas, nadie lo ne-
gará, y sin error de lenguaje se podia decir que es su propie-
dad; pero esta propiedad es desigual, porque con ciertas fa-
cultades los unos permanecen siendo pobres toda su vida, y
otros se hacen ricos y poderosos. Estas facultades son la
causa esencial de qU(; Jos unos tengan poco y los otros
mucho.


Hé aqui, pues, una primera especie de propiedad, que
no será tachada de usurpacion: en primer lugar, yo, despues
mis facultades físicas ó intelectuales, mis pies, mis manos,
mis ojos, mi cerebro; en una palabra, mi alma y mi cuerpo.


Esta es la primera propiedad incontestable, indivisible, á
la que nadie ha pensado jamás aplicar la ley agraria; de la
cual nadie ha pensado jamás en quejarse ni á mí, ni á la so-
ciedad, ni á sus leyes; por la cual podrán envidiarme y aun
odiarme; pero nadie pensará jamás en quitarme una parte
para dársela á otros, y por la cual no podrán quejarse sino á




26 DE LA PROPIEDAD.
Dios, llamándole injusto, malo, impotente, reconvenciones
todas que no le alcanzan, pero de las cuales no renuncio á
justificarle antes de concluir este libro.


CAPITULO V.


DEL EMPLEO DE LAS FACULTADES DEL HO~IBRE Ó DEL TRABAJO.


Del egercicio de las facultades del hombre nace una segunda pro-
piedad, de quees oriqen el trabajo, y que la sociedad consagra
por el interés de todos.


El hombre tiene facultades muy desiguales con relacion á
las de este ó el otro miembro de su especie, pero que son
incontestablemente suyas. ¿Qué uso hará de ellas? ¿ Se
las ha dado Dios, como la voz al pájaro, para cantar inútil-
mente en los bosques, distraer su ociosidad ó llamar la aten-
cion de los que pasan? Acaso hará de ella algun dia la voz de
Homero ó del Taso, de Demóstenes ó de Bossuet; pero entre
tanto Dios le ha impuesto otros cuidados que el de cantar la
naturaleza ó llorar la caida de los imperios. Le ha destinado
á trabajar, á trabajar de un sol á otro sin descanso, y á regar
la tierra con el sudor de su frente.


Nudus in nuda humo, tal es el estado en que ha sido arro-
jado sobre la tierra, dice Plinio el mayor. El hombre provee á




DE LA rnOPIEDAD. 27
todas sus necesidades á fuerza de trabajo. Para vestirse nece-
sita arrancar al leon ó al tigre su piel que cubra su desnudez;
luego, desarrollándose las artes, necesita hilar el vellon de
sus ovejas, unir Jos hilos por medio del tejido :Y hacer con ellos
una tela contínua que le sirva de vestido. Esto no le basta;
necesita guarecerse de las variaciones de la atmósfera, cons-
truir una casa que le ponga al abrigo de la desigualdad de las
estaciones, de los torrentes de las lluvias, de los rayos abra-
sadores del sol y del rigor del frio. Despues de proveer á estas
necesidades, tiene que alimentarse, y alimentarse todos los
días y varias veces en cada uno de ellos, al paso que los ani-
males, privados de razon, pero cubiertos de plumas ó de lana
que los protegen, hallan, si son pájaros, frutas maduras en
los árholes ; si son cuadrúpedos herbívoros, una mesa siempre
servida en Jos prados, y si carnívoros ~ una caza preparada
en los animales que pastan. El hombre solo se vé obligado á
procurar~e su alimento haciéndolo producir ó disputándolo á
otros animales mas ágiles ó mas fuertes que él ; Ycomo el pá-
jaro ó la liebre con los cuales podría alimentarse, tienen ajas
ó los pies mas ligeros, necesita cortar una rama del árbol, en-
corvarla, hacer con ella un arco, y colocar en este arco una
flecha para derribar primero á ese animal y después apoderar-
se de él ; finalmente, necesita arrimarlo al fuego, porque re-
pugna á su estómago del icado la vista de la sangre y de las
carnes palpitantes. Estos frutos son muy amargos; pero los
hay mas dulces, y :,;010 falta que los escoja y haga mas sabro-
sos por medio del cultivo. Entre los granos, los hay ligeros y
los hay nutritivos; necesita escogerlos y sembrarlos en una
tierra fccuuda , la cual se los devolverá mas nutritivos, y á
fuerza de trabajo y de esmerado cultivo, logra convertirlos en
un sabroso alimento. A. este precio el hombre existe al fin,
existe regularmente, y con la ayuda de Dios, y efectuándose




DE LA PIWPIEDAD.


muchas revoluciones en la tierra, chocando los imperios unos
con otros, sucediéndosc las generaciones y mezclándose en-
tre sí del Norte al Mediodía y de Oriente a Occidente, cam-
biando sus ideas y comunicándose sus invenciones, cruzando
navegantes atrevidos en todas di recciones , desde el Mediter-
ráneo hasta el Océano, y desde el Océano hasta el mar de
las Indias, y desde Europa á América, y acercando los produc-
tos de todo el universo , la especie humana llega al punto de
trocarse SI1 miseria en opulencia, de vestirse de seda y púr-
pura, en vez de pieles de fieras, y de alimentarse con viandas
mas suculentas y variadas, producidas tal vez á ftOOO leguas
del sitio donde se consumen, y por último, de que su hahi ta-
cion, poco mas alta al principio que la cabaña del castor) ha-
ya tomado las proporciones del Partcnon , del Vaticano y de
las Tullerías.
E~tc ser tan desprovisto y desnudo que nada tenia, se ha-


lla en la abundancia. ¿Por qué medio? Por el trabajo constan-
te é inteligente.


Al aparecer sobre la tierra está desnudo ir privado de todo}
pero tiene facultades, facul tades desigual mente repartidas
entre los SEres de su especie, las emplea, JI por medio de este
empleo llega á poseer lo que le faltaba , y á ser dueño de los
elementos, v casi de la naturaleza. Por tanto , el hombre posee
sus facultades para servirse de ellas , no para júgar con ellas,
como el pájaro juega con sus alas, con su pico ó con su voz.
Ya llegará el dia del descanso: entonces hará de su voz la de
un cantor melodioso, y de sus pies y de sus manos, las ma-
nos y los pies de un bailarin úgil ; pero antes de llegar á. este
descanso y solaz, necesita trabajar asiduamente y durante
mucho tiempo. Es necesario que trabaje para existir. Ilé aquí
adonde conduce la observación de su ser, como la nhservaciou
del castor, del carnero y del leen conducen á decir que el pri-




DE LA pnOPIEDAD. 29
mero de estos ani males es constructor , el segundo hcrhi varo v


- .


él tercero carnívoro.
Pasemos mas adelante. K; necesario, absolutamente nece-


sario , que el hombre trabaje, á fin de hacer suceder á su mi-
seria nativa el bien adquirido de la civilizacion. ¿Pero para
quién quereis que trahajc ? ¿Para él ó para otro?


Yo he nacido en una isla de la Oceanía. Me alimento de
pescado. Noto fIlie á tales horas del dia el pescado frecuenta
tales aguas. Con juncos torcidos formo hilos, y de estos hilos
hago una red? y la arrojo al agua, y saco el pescado; ó bien
he nacido en Asia Menor, en esos lugares donde se dice que
se detuvo el arca de Noé y que el grano llamado trigo se mos-
tró por primera vez á los hombres. Me dedico al cultivo. Abro
con un hierro la tierra, y removida. la presento al aire para
que la fecundice; arrojo en ella el grano, vigilo en torno suyo
mientras brota; lo recojo cuando está maduro, lo muelo? lo
someto al Iuego y hago pan.


Ese pescado que he cogido con tanta paciencia, ese pan
que he fabricado con tanto afan, ¿á quién pertenecen? ¿A. mí,
que he trabajado tanto, ó al perezoso que dormia mientras yo
me aplicaba á la pesca ó al cultivo?Todoel género humano res-
ponderá que es mio, porque es preciso que yo viva; ¿y de qué
trabajo viviré sino del mio? Si en el instante de llevar a mi
hoca el pan que he fabricado, un perezoso se arrojase sobre
mí, y me lo qui tase, ¿qué recurso me qucdaria sino hacer
con otro lo que conmigo habian hecho? Este despojaría á un
tercero, y el mundo, en vez de ser el teatro del trabajo, se
convertiria en un teatro de pillage. Ademas , como robar es
un acto pronto y fácil para el que sea fuerte, al paso que pro-
ducir es un acto lento, difícil, y que exige el empleo de toda
la vida, el pillage seria preferido á la pesca, á la caza y al
cultivo. El hombre seria un tigre ó un leon en vez de conver-




30 DE LA PROPIEDAD.
tirse en ciudadano de Atenas , de Florencia, qe París ó de
Londres.


Estos egemplos están tomados del estado primitivo de las
sociedades. Pero en su desarrollo no ha cambiado nada el
hombre. Desea tener el mejor vestido, la mejor habitacion,
la mejor mesa; desea verse rodeado de oro y púrpura, y ha-
bitar los palacios construidos por el Bramante, y saborear los
mas deliciosos manjares; desea elevar su alma hasta Platón, ~
tiene siempre el mismo corazon, y está espuesto á las mismas
miserias, y necesita de los mismo móviles para ponerse en ac-
cion. Si se arredra y detiene un instante sus esfuerzos sobre la
naturaleza, esta se volverá salvagc. Si hubiera habido algu-
nos dias mas de negligencia p0r efecto de la rivalidad crimi-
nal de pueblo á pueblo, el prodigioso camino que atraviesa el
Simplon se hahria hecho muy pronta impracticable, pues la
naturaleza hubiera arrojado inccsanterucntc sobre él moles de
hielo y torrentes de nieve. Si suspende un solo momento sus
esfuerzos, será vencidoel hombre por la naturaleza; si un solo
día deja de ser estimulado por el atractivo de la poscsion,
caerán debilitados sus brazos , y dormirá al lado de los aban-
donados instrumentos de su trabajo.


Todos los viageros han csperimcutado una fuerte emocion
al ver la degradante miseria qtle aflige y devora á aquellos
paises, en que la propiedad no está suficien temen te ga-
rantida.


Mirad al Oriente, donde el despotismo se declara propie-
tario único, ó lo que es lo mismo, rcmontaos á la edad medial
y vercis por todas partes el mismo cuadro; las tierras aban-
donadas , porque es la presa mas espucsta ú la codicia de la
tiranía, y reservado su trabajo á manos esclavas, que no pue-
den elegir su profesion ; vereis el comercio preferido I pO[(Iue
en el es mucho mas fácil escapar á las exacciones ; yen el co-




DE LA pnOPIEDAD.


ercio preferidos el oro, la plata ¡ y las joyas, riquezas cu-
s valores son mas fáciles de ocultar; todo capital pronto á


convertirse en estos valores se presta á una exorbitante tasa,
y se concentra en manos de una clase proscripta, la cual apa-
renta una estraordinaria miseria cubriéndose con toscos vesti-
dos y residiendo en hediondas habitaciones , oponiendo una
invencible resistencia á la rapacidad de sus bárbaros señores,
los que quieren arrancar el secreto de sus tesoros, y se in-
demnizan haciéndoles pagar mas caro su dinero, vengándose
asi de la tiranía por la usura.


Por el contrario, cuando los progresos del tiempo y la sa-
biduría de los dominadorcs han hecho que la propiedad sea
rcspetada, al instante renare la confianza, los capitales reco-
hran su importancia relativa, la tierra, valiendo cuanto
está destinada á valer, se convierte de esteril en fecunda,
y el oro y la plata, tan buscados, no son mas que valores in-
cómodos, y que pierden de su precio si se les tiene estanca-
dos; la clase que losocultaba recobra la dignidad con la se-
guridad, no sigue ocultando sus riquezas, las muestra con
toda confianza y las presta á un módico interés. La actividad
es universal v continua; la facilidad en todo es su consecuen-
~


cia , y la sociedad, estendiéndose y ensanchándose como una
flor con el sol y el rocío, atrae de todas partes encantadas
miradas que la contemplan. Si se quisiese atribuir á la liber-
tad esta prosperidad de las sociedades civilizadas, de la cual
líbremc Dios impugnar su benéfica influencia y virtud, podría
contestarse que á. la propiedad respetada se deben tan felices
resultados, porque Venecia no era libre, pero sus tiranos
respetaron el trabajo, y Venecia ha llegado á ser la esclava
mas rica del universo.


Heasumamos , pues, lo dicho. El hombre tiene uua pri-
mera propiedad en su persona y en sus facultades; una se-




DE LA PROPIEDAD.


gunda propiedad, no tan adherente á su ser, pero no por eso
menos sagrada, tiene también en el producto de estas facul-
tades, que abrazan todo lo que se denominan bienes de este
mundo, y que la sociedad tiene el mas alto interés en garan-
tir, porque sin esta garantía perecerá el trabajo, y sin el tra-
bajo concluirá la civilizacion , dando por resultado la miseria,
la vagancia, el latrociuio y la barbarie.


CAPITULO VI.


DE LA DESIGUALDAD DE LOS BIENES.


De la desigualdad de las facultades del hombre, nace forzosa-
mente la desigualdad de los bienes.


Resulta del ejercicio de las facultades humanas, fuerte-
mente cscitadas , que siendo estas facultades desiguales en
cada hombre, uno producirá mucho, otro poco; uno será rico
y otro [obre; en. una palabra, la igualdad cesará en el mundo.
Entiéndase qae no hablo de esa igualdad fundada en vivir ha-
JO unas mismas leyes, en obedecer á unas mismas autoridades,
en incurrir en unas mismas penas, en obtener unas mismas re-
compensas, en estar sometidos á unas mismas condiciones so-
ciales, y que se llama igualdad ante la ley; sino de esa igual-
dad que consiste en poseer la misma suma de hienes , sin
atender á que el hombre haya sido hábil ó descuidado, dili-
gente ó perezoso, feliz ó desgraciado en su trabajo. La prime-




DE LA PROPIEDAD. 33
ra es necesaria, incontestable , y la sociedad donde no existe
será una sociedaJ tiránica. Examinemos ahora la segunda.


Volvamos antes al primer hecho del cual hemos partido.
Estas facultades desiguales, que consisten en mayor fuerza
muscular ó mayor fuerza intelectual, en ciertas disposiciones
del cuerpo ó del espíritu, y á veces de ambos, como sucede
con el mecánico que combina con sus manos los resortes de
una máquina, con el hábil escultor que forma en el mármol la
imagen que ha concebido, con el guerrero que reune á un gol-
pe de vista pronto y seguro un gran valor y una salud perfec-
ta; estas facultades á la vez físicas y morales, son propias del
hombre, porque Dios quiso dárselas. El hombre las debe por
10 tanto á Dios, á ese Dios, que yo llamaré como queráis: Dios,
fatalidad, acaso, autor; en fin, de cualquier modo, autor de
todas las cosas, creándolas o dejándolas obrar, queriéndolas Ó
permitiéndolas. Confesareis que Dios es el principal culpahle,
el principal autor del mal, si en efecto hay mal en las des-
igualdades de que queríais quejaros. Aun antes de que el tiem-
po, los largos trabajos acumulados, las trasmisiones de gene-
racion en generacion hayan añadido á las primeras desigual-
dades naturales otras desigualdades convencionales, confesa-
reis que en el estado salvage, el hombre dotado de buenas
facultades tiene grandes ventajas. ¿Se trata de cazar? Es mas
diestro, y tiene dobles medios de alimentarse. ¿Se trata de de-
fenderse? Es mas fuerte, y tiene dobles medios para resistir.
Resulta, pues, que la desigualdad se muestra en el primer pe-
ríodo de la existencia social, en el primer dia, y las desigual-
dades ulteriores de la sociedad mas rica no son sino la sombra
prolongada de un cuerpo, cuya altura es ya considerable.


Cuando ~e trata del derecho, el poco ó el mucho no consti-
tuyen mía diferencia apreciable. La igualdad de los bienes es
Ó no es el derecho de la humanidad; si lo es, la igualdad se-


ó)
c.J




34 DE LA PROPIEDAD.


ria violada del mismo modo en los primeros dias de las socie-
dades, cuando el salvage mas di.stro é inteligente es mas
rico con los productos de su caza ó de su pesca, y está mejor
provisto de medios para defenderse ó para someter á los demás,
que cuando despues 'el mismo salvage cs miembro de una so-
ciedad civilizada ó un señor inmensamente rico, al lado de un
hombre pobre y privado de lo necesario.


Pero yo, que apelo á los hechos visibles para conjeturar de
la voluntad de Dios, es decir, de las leyes de la creacion, de-
claro que por cuanto el hombre está desigualmente dotado,
Dios ha querido sin duda que tuviese goces desiguales, y que
cuando ha dado al uno un oído, una vista, un olfato dclica-
dos, y al otro sentidos mas imperfectos; á unos medios de pro-
ducir y tener mucho, y á otros brazos y estómago débiles; que
cuando hizo de uno al brillante Alcibiades, dotado de todas
las facultades, y de otro al idiota y .1 salvagc del valle de
Aosta, hizo todo esto para que resultasen diferencias en el
modo de vivir de estos individuos tan diversamente dotados.


Cuando, ampliando mas este exámen, dirijo mi vista del
hombre al caballo yal perro, del caballo yel perro al topo, al
pólipo, al vegetal; cuando en un mismo bosque veo al lado de
una encina soberbia un ;·.umilde arbusto, y entre las mismas
encinas algunas mas favorecidas por la tierra, por la lluvia ó
por el sol, que descuellen entre todas por su tamaño, y algu-
nas afortunadas, que se han librado del hacha ó del rayo, y
que alzan en medio del bosque su cabeza magestuosa, imagi-
no que estas desigualdades fueron probablemente la condicion
de ese plan sublime, que un gran genio ha definido llamándola
la unidaden lavariedad, la variedad enla unidad,


Pero esta pintura del universo que os seduce, dirán algu-
nos, podrá ser muy bien una iniquidad, porque puede ser
muy interesante considerar á César en el órden moral, y sin




DE LA PHOPIEDAD.


embargo, es un tirano, tirano seductor y lleno de genio, pero
siempre tirano.


Comprendo la objecion.
Aunque haya razones para atribuir á la misma creacion el


principio de toda desigualdad humana, sin embargo, es cierto
que Dios nos entrega algunas veces su obra para que la modi-
fiquemos y arreglemos, como un maestro entrega á su apren-
diz un trabajo empezado para que lo concluya. Asi, Dios per-
mitió que hubiese Ull César, es decir, un ser mas fuerte, capaz
de oprimir á. los demás; ¡lera nos prescribió que contuviése-
mos á este ser, y q!W le opusiésemos la fuerza de las leyes. En
buen hora; pero veamos si esta inclinacion á trabajar mucho
para poseer mucho es una de esas inclinaciones despóticas que
esuecesariocontenery reprimir. En estoestriba todalacuestion.


Ese hombre que trabaja activamcnte y acumula, ¿hace mal
á otro? Trabaja con ardor, con constancia, al lado de otro que
apenas labra la tierra. Tiene llenos sus graneros, al paso que
su vecino los ticne vacios ó á medio llenar. ¿Hace daño á este
vecino'? ¿Le ha despojado? [Oh! En este caso habria robo,
violencia, daño causado á. tercero. Pero el homLre de quien
hablamos ha trabajado mas ó mejor que otro. No ha causado
daño alguno, como el que usurpa ú oprime. Solo ha habido
algunos granos mas en la tierra y alguna riqueza en la ~o­
ciedad. ¿Qué daño ha hecho á otro enriqueciéndose á sí mis-
mo? Ninguno.


¿Qué interés tcndria la sociedad en interrumpir su traba-
jo? Ninguno: la sociedad seria insensata en este caso, puesto
que sin ningun provecho habria disminuido en la tierra la
masa de COSilE' útiles ó necesarias al hombre.


No hay, pues, en esto ningún mal para vosotros ni para
ella, y por lo tanto, la sociedad debe dejar que el hombreejer-
za sus facultades como quiera.




DE LA PROPIEDAD.


Es verdad, sin embargo, que esta opulencia os causa un
mal; el de la comparacion. La comparacion 05 ofusca, y escita
vuestra envidia. Este es un mal cruel, lo confieso; pero tienesu
conpensaciou, y la sociedad, si examinamos con madurez las
cosas, fija una compcusacion tan grande, que en todos los
tiempos, en todos los paises, ha crei.lo oportuno dejar que la
envidia sufra, y qUt crezca la prosperidad de los individuos
en razón de su habilidad ó de su aplicacion al trabajo. Por lo
demas, hé aqui la compeusacion.


Loshombres se procuran la mayor parte de los objetos que
necesitan por medio del cambio. Asi, no hacen todos todas
las cosas. Hacen algunas, á las cuales se aplican csclusiva-
mente, llegando de este modo á hacerlas mejor. Luego dan
una parte de las que han hecho para procurarse una parle de
las que han hecho otros; resultando de esto que cuando hay
mas granos, por ejemplo, Ó mas telas, ambos géneros estan
mas baratos. Hay mayor cantidad de ellos para todos. El que
siguiendo las inclinaciones de su voluntad y su habilidad para
el trabajo, se espone, haciéndose mas rico, á escitar vuestra
envidia, ha contribuido á la prosperidad comun, y principal-
mente á la vuestra; porque si, graciasá suscsfuerzos, tiene mas
granos, mas hierro, mas telas, mas utensilios é mas dinero, es
claro que de todo esto hay mas para todos. La abunJancíaque
ha contribuido á crear es provechosa á la humanidad, y la so-
ciedad le permite aumentarla, aunque resulte una desigualdad
con respecto á los que trabajan menos, y se lo permite porque
la prosperidad general crece con su prosperidad particular. La
sociedad refrena al individuo que quiere oprimir á sus seme-
jantes; pero el que emplea SU5 facultades en multiplicar en la
tierra los objetos útiles al hombre, alimentos, vestidos, habita-
ciones, y hace estos objetos mas abundantes, mejores, y mas
sanos, aunque para él ó para sus lujos convierta sus alimentos




DE LA PROPIEDAD. 3i
en manjares delicados J sus vestidos en púrpura y su casa en
palacio; este hombre cuenta con la autorización de la socio-
dad: ella le estimula sin cuidarse del contraste v sin atender ú


"la envidia, porque los mismos envidiosos pagan su pan, SU;3
vestidos, su habitacion á un precio mas barato; y si quieren
trabajar y producir, pagarán mas barato el interés del dinero.
El trabajo les será mas fácil.


El principio de la igualdad sábiamente entendida no des~
truye en nada el principio de la propiedad, aunque esta llegue
á ser muy desigual, port¡ue unos trabajen mas que otros, y
hasta ahora, por lo menos, la serie de nuestros razonamientos
se aumenta sin debilitarse.


CAPITULO VII.


DE LA TRASMISION DE LA PROPIEDAD.


La propiedad no es completa sino cuando es trasmisible por do-
nacion ó herencia.


Nada hay tan legítimo, dicen los sectarios que combato,
como que el homhi e disfrute del producto de su trabajo y que
coma los frutos de los árboles que ha plantado. Estos sectarios
conceden tambien la propiedad personal al que la ha creado
con su trabajo. La naturaleza, en efecto, mas fuerte que ellos,
los confunde, los obliga á callar en presencia de este hecho,
tan sencillo, tan visiblemente incontestable, de llevar el hom-
bre á su boca el fruto que debe á su cultivo. Aun van mas le-




38 DE LA PROPIEDAIl.


jos SUS concesiones, y admiten que el hombre poseerá mas ó
menos, segun que haya sido durante su vida mas ó menos há-
bil, mas ó menos laborioso, y que desde luego uno tendrá mu-
cho y otro poco; y conceden por lo tanto esa primera desi-
gualuad de bienes que resulta de la desigualdad natural de las
facultades del hombre. Pero limitan á esto sus concesiones.
Es muy justo, dicen, que el hombre goce el fruto de su tra-
bajo; pero que el fruto de este trabajo se trasmita á otro; que
este otro goce de él en la ociosidad y en los vicios que la ocio-
sidad engendra, esta repugna á la mas sencilla equidad; esto
contraria el resultado que la sociedad se propuso al consagrar
la propiedad: el de estimular el trabajo; esto en fin, aumenta
las desigualdades naturales que Dios ha establecido entre los
hombres, dotándoles desigualmente, con las desigualdades ar-
tificiales que hacen que un hijo perezoso, incapaz, porque ha
heredado los bienes de un padre laborioso y capaz, VIva en
medio de todos los placeres, al paso qne á su lado se halla
otro individuo privado de las mismas ventajas, y que vive en
la masprofunda miseria. La propiedad, ampliada hasta el caso
de ser hereditaria, llega á producir consecuencias que se ha-
llan en contradiccion con su principio , y que no pueden ad-
mitirse.


Este es, efectivamente, el punto, no dificil, sino complica-
do del asunto de que trato; porque la cuestion, semejante á un
rio que, alejándose de su orígen, da rodeos mas numerosos,
se estiende, se desarrolla y se pone en contacto con otras mu-
chas. Sin embargo, lo que niegan los adversarios de la pro-
piedad, yo lo afirmo; y lo que combaten, lo sostengo como in-
dispensable: y he aqui mis aserciones en parangon con las
suyas:


La propiedad existe ó no existe;
Si existe, produce la donaciou;




DE LA pnOPIEDAD. 39
Si produce la donación, la produce para los hijos, lo mis-


me que para otras personas.
y la produce durante la vida del padre y al tiempo de su


muerte.
Lejos de favorecer ~ la ociosidad con esta estension, solo


puede ser, por el contrario, un estímulo poderoso é infinito
del trabajo, con la circunstancia de que pueda trasmitirse del
padre á los hijos.


Por último, las desigualdades nuevas y mayores que re-
sultan de ella son absolutamente necesarias, y forman una.
de las armonías mas bellas v mas fecundas de la sociedad


"'humana.
En una palabra, la propiedad no produce sus efectos mejo-


res y mas fecundos, como no sea co.npleta y S~ convierta de
personal en hereditaria.


Estas son las proposiciones que en los capítulos siguientes
trataré de esplicar, hasta destruir, como lo espero, cualquiera
sazon en contrario.


CAPITULO VIII.


DE LA nONACION.


Ladonacion es una de las maneras necesarias de hacer uso de la
propiedad.


Se concede que yo puedo disfrutar de lo que he producido,
y que puedo aplicar á mis necesidades y á mis placeres el fru-
to de mi trabajo personal. ¿Pero seria un atentado, un robo,
un peligro trasmitirlo á otro? Ante todo, suponed que he




40 DE LA PROPIEDAD.
producido mas de lo que puedo consumir, como sucede á todo
hombre hábil y laborioso: ¿(lué queréis que haga de este es-
ceso? Tengo mis graneros llenos de trigo, las bodegas llenas
de vino y frutos abundantes, la lana de mis ovejas me ha.
proporcionado mas vestidos de los que puedo usar; y todo es-
to porque he cultivado mis campos con mas inteligencia yac-
tividad que otro. ¿Qué queréis que haga con esta abundancia?
¿Quereis que coma mas de lo que pide mi hambre, que beba
mas de lo que reclama mi sed, que aplique el escedcntc á un
nuevo destino creado para este uso, ó bien, y es lo mas senci-
llo, que no lo produzca? Si no me permitís que use á mi arbi-
trio el esceso de mi trabajo, resultará necesariamente una de
estas tres consecuencias: ó consumiré mas de lo necesario, Ó
destruiré, ó no crearé. Pero voy á someter á vuestro juicio
otro medio de emplear este escedente.


Yo veo que se acerca i mi campo un infeliz que espira de
cansancio y de hambre. Corro á él, derramo en su boca un
poco del vino que me sobra; le presento uno de esos frutos
que no sabia á qué objeto destinar; cubro su cuerpo con uno
de mis muchos vestidos; le veo vol ver á la vida, con la sonrisa
del agradecimiento en los lábios, y esperimento en mi cora-
zon una satisfaccion mas viva que la que sentia cuando lleva-
ba á mi boca los frutos de mi campo. ¿Direis que ni aun pue-
do disponer de mis bienes de este modo, que es el mas dulce
para mí? Despues de haberme concedido los goces frsicos de
la propiedad, ¿me negareis los goces morales, que son los mas
nobles y los mas útiles de todos? j Pues qué! ¿habna un legis-
lador tan odioso que me permitiera comer, disipar y destruir
mis bienes, y me prohibiera darlos? ¿Todo hahia de ser para
mí solo? .. Hé aquí el triste objeto que señalaríais ú los gran-
des esfuerzos de mi vida. De este modo ahatiríais, desoucan-
taríais é interrumpiríais mi trabajo. Por lo demás, j uzgad del




DE LA PROPIEDAD. 4i
hecho por las consecuencias. He dicho en otro lugar que si ca-
da hombre podia arrojarse sobre otro para arrebatarle su ali-
mento, el desposeído podria repetir con otro á su vez este
ejemplo de usurpación, y la sociedad no tardaria en conver-
{irse en un teatro de rapiña, en vez de serlo del trabajo. Supo-
ned, por el contrario, que cada hombre que tiene unesceso de
bienes diese á los que no tienen bastantes; en este caso el
mundo se convertiria en un teatro de beneficencia. No temais
que el hombre pueda abusar de sus sentimientos caritativos,
y favorecer la ociosidad de otro, encargándose de trabajar por
él. La henefieencia que se desarrolla en el corazón del hombre
se halla al nivel de las miserias humanas, y apenas los dis-
cursos incesantes de la moral y de la religion pueden igualar
el remedio al mal, el bálsamo á la herida.


Asi, la donación es el modo mas noble de usar de la pro-
piedad. Es, lo repito, el goce moral unido al goce físico.-
Bnsta, me dirán mis adversarios; demostrais lo que no es ne-
cesario demostrar.-Lo conozco; pero prosigamos; y acaso se
me dirá lo mismo en todo lo restante.


CAPITULO IX.


DE LA HERENCIA.


Pe la facultad general de dar, resulta para el padre la facultad de
dar á sus hijos durante su vidaó al tiempo di] su muerte.


Se me concede que la donaeion es uno de los modos nece-
sarios é -incontestables de usar de la propiedad. Avancemos
ahora un paso mas. j Yqué! ¿ ha de serme permitido dar á los
estraños , á los que nada son para mí , pero cuyos sufrimicn-




DE LA. PROPIEDAD.


tosme lastiman y conmueven, y no he de poder hacer lo mis-
mo con mi esposa, con mis hijos; con mi ~sposa que partici-
pa de mi vida, con mis hijos que deben su existencia á ella y
á mí, con estos seres mas caros para mí que mi propia vida?
Cuando tienen hambre, cuando tienen frio , yo no soy insen-
sible, no estoy depravado, y tengo mas hambre y tengo mas
frío que ellos mismos: sus necesidades son mis necesidades,
y me afligen y estimulan mas que las mias. ¿No me permitís,
entre las necesidades que sufro, satisfacer la mas imperiosa,
y calmar una hambre mas intolerable para mí que la que yo
puedo sentir en mi propio estómago? Entonces me concede-
reis que puedo alimentar á mis hijos antes que á mi mismo.
Pero esto no es todo. Estos niños han menester durante una
parte de su vida de que alguno los sostenga, porque en ese
tiempo son muy débiles y no pueden por sí mismos proveer
á su subsistencia. En el estado salvagc, por ejemplo, hay que
encaramarse á los árboles para coger sus frutos; y en la so-
ciedad civilizada no se encuentra pan sino por medio del tra-
bajo. Pero si alguno debe alimentar á esas tiernas criaturas,
¿quién debe encargarse de este cuidado si no lo hago yo , su
mismo padre, yo que soy el autor de sus días? El águila, la
golondrina me dan este ejemplo que sin duda me permitiréis
seguir.-¡ Basta! ¡basta! volverán agritar mis contrincantes;
¡estais probando cosas que no tienen necesidad de demostra-
cion!-Pero entonces, ¿qué cosa en este asunto necesita de-
mostracion?


No existe la propiedad, si yo no puedo darla del mismo
modo que consumirla: se me concede este punto. Si yo puedo
darla á los estraños , con mas razon podré darla á mis hijos,
que se hallan menesterosos de todo durante una parte de su
vida: tambien se me concede este otro. punto. Yo puedo por
consiguiente, dar á los demas ,y entre los demas puedo y




1m LA 1'J\OPIEDAD. 43
debo preferir ámis hijos. ¿Dónde empieza, pues, la dificultad?
En el momento en que yo voy á morir; es decir, que yo pue-
do dar en todas las épocas de la vida, escepto en la de la
muerte. ¡Y qué! ¿~erá esta la única diferencia entre el dere-
cho que reclamo y el que se me disputa? Pero esta diferencia
será, Ó nula, ó bárbara, ó imposible.


Entraden el asilo doméstico, colocaos en ese interior sa-
grado, y decidme: ,:podeis penetrar en él de un modo positi-
vo y bastante soportable para impedir que el padre, en e
momento de su muerte deje á su hijo lo que le parezca? Si al
padre se le prohibe hacer donacion de sus bienes en la hora
de la muerte, tendrá buen cuidado de efectuarla mientras vi-
va. Un dia, una hora antes de espirar, trasmitirá de mano á
mano los bienes muebles, por la facilidad con que pueden
darse en el mismo lecho de muerte, tales como plata, oro,
piedras preciosas y letras de cambio. Los bienes inmuebles,
mas difíciles de trasmitir, tales como tierras, casas y objetos
de gran tamaño, los dará uno, dos, ó mas años antes de espi-
rar, ó los venderá, aunque sea malbaratándolos, para con-
vertirlos en valores fácilmente trasmisibles. En una palabra,
habrá hecho nulo el efecto de vuestra ley, despojándose en
vida de sus bienes. Pero de esta obligacion que le habreis
impuesto, de desposeerse antes de morir, nacerán dos con-
secuencias. El padre que es bueno podrá ser castigado por su
bondad, y el malo premiado por su egoismo. Aquel, despo-
jándose de sus bienes antes de morir, encontrará quizá un
hijo ingrato, no podrá plantar un árbol, abrir un arroyo en
su campo, del que habrá hecho cesion á su hijo, y vivirá co-
mo un estraüo en medio de la opulenciaadquirida con el su-
dor de su frente, y de la cual se despojó antes de tiempo por
temor de que su hijo no pudiese recogerla. El padre malo, por
el contrario, que no habrá querido desprenderse de su ha-




44 DE LA PROPlEDAD.
cienda , ó el cobarde que no se atrevió á mirar de frente á la
muerte para asegurar el porvenir de su hijo, ambos gozarán
de sus bienes como dueños absolutos lla~ta el fin de sus dias.
Asi, el padre bueno quedará despojado y pobre, y el malo
poseerá sus bienes hasta la muerte.


Al oír estos odiosos resultados no me iuterrumpais dicien-
do:- «[llasta! ¡bastar-Si, ~s necesario detenerse, porque
es evidente quc, habiendo puesto la naturaleza en el corazon
del hombre, y principalmente en el de los hombres virtuosos,
una propensión invencibleá trasmitir lo que posee á sus hijos,
siendo impenetrable el asilo doméstico, el padre trasmitirá á
sus hijos, á despecho de todos, la mayor parte de sus bienes
de mano á mano, dándoles otra forma para trasmitirlos con
mas facilidad, y sino puede variar su forma, se despojará du-
rante su vida, para cumplir con mas seguridad los deseos de
su corazón. Conozcamos que el legislador, seguro de que ha-
bian de repetirse estas monstruosidades, si se obstinaba en
contrariar la naturaleza, y de ser desobedecido, ahorrará alpa-
dre estas odiosas precauciones, y prescrihirá que á su muerte
pasen sus bienes de pleno derecho á sus hijos; en una pala-
bra, establecerá el derecho de heredar la propiedad.


¡Ved aqui cuán absurdas serian las consecuencias de una
prescripcion contraria! El padre, ya os lo dije, no podria dar
las tierras, las casas; pero denaria á pesar vuestro una hora
antes de espirar tedas los objetos trasmisihles, de mano á ma-
no. La trasmision del padre al hijo existiría para ciertas cosas
y para otras no. Pero hay todavía bienes mas preciosos cuya
trasmisión no podrian impedir todas las prescripciones del
mundo. ¿Cómo estorbareis, cómo vais á impedir que un artl-
fice hábil, dueño de un secreto pam templar los metales, Ó un
médico que tiene otro secreto para curar, cómo impediréis que
en su lecho de muerte no aseguren á sus hijos una considera-




DE LA PROPIEDAD.


hle fortuna con solo aproximarse ú su oido y decirlos una sola
palabra? ¿Tmpedirci:s á un gran político, que por medio de las
lecciones de toda su vida trasmita su prudencia it sus hijos?
¿Impedireis á un gran capitan que legue su gloria á los suyos,
Jegándoles su nombre? Aun hay mas, supongamos un hombre
que, mezclado en todos los negocios de su patria, tiene opi-
niones religiosas y políticas qnc le son caras, ¿podreis impe-
dir que las inculque en el ánimo de sus hijos? Y si las cosas
morales, que deben ser las mas preciosas á vuestros ojos, si
no sois unos legisladores afectos al culto de la materia, se
trasmiten inevitablemente, las cosas materiales, porque son
materiales, ¿no han de poder trasmitirse? El dinero, el dia-
mante, como las cosas mas trasmisibles después de las mora-
les, pasariun de una g.'neracion á otra: ¿y solo la tierra cuan-
do el padre no ha pensado en despojarse de ella hahia de ser
retenida? ¿Haheis reflexionado bien sobre estas monstruosida-
des? ¿No os sentís confundidos, intrépidos sofistas?


He prohado, pues, con sohrada copia de razones las pro-
posiciones siguientes:


Reconocida la donacion como una de las maneras necesa-
rias dc usar de la propiedad, resulta que es inevitable, sobre
todo cn provecho de los hijos. Es inevitable, en todas las épo-
cas de la existencia del padre, y es necesario, si se le concede
derecho pleno de trasmisión de sus bienes á sus hijos en la
hora final, permitirle tarnhien esta trasmision durante la
vida.




CAPITULO X.


DE LA I~FLUENCIA DE LA HERENCIA SOllRE EL TRABAJO.


La facultad de trasmitir la propiedsul de padres á hijos hace in-
finito elamor al trabajo y completa elsistema de la propiedad.


Hay que tener presente dos puntos de vista, en los que es
necesario colocar alternativamente la cuestión que nos ocupa,
y que, gracias á las admirables combinaciones de la natura-
leza, guardan una perfecta coucordancia; estos dos pun:os de
vista son la equidad y la utilidad social. La cuestion de la
equidad debe considerarse desde el punto de vista del indivi-
duo, y la de la equidad desde el punto de vista de la. misma
sociedad. La equidad establece que el hombre laborioso debe
poseeren paz el fruto de su trabajo, y que no es necesario exi-
gir que se despoje antes de su muerte para procurar la trasmi-
sion á sus hijos. La utilidad social quiere imperiosamente que
el hombre esté seguro de poder conservar el fruto de su tra-
bajo para que así trabaje, porque sin el trabajo continuo y
metódico de todos sus miembros, la sociedad caería en la mi-
seria. Esta misma utilidad social quiere tambien imperiosa-
mente que pueda trasmitir el producto á. sus hijos, porque de
otro modo solo le animarla la mitad del celo por el trabajo. En
una palabra, la propiedad no produce todos sus útiles efectos




DE LA pnOPIEDAD. 47
sino cuando es completa, es decir, cuando es personal y he-
reditaria á la vez.


No hay necesidad de mas esclarecimientos para establecer
el mencionado punto de vista, que el que he necesitado para
establecer sus precedentes.


Se quiere que el hombre trabaje, y para que lo haga con
mas celo se le asegura la posesion de los productos de su tra-
bajo. Es mucho que esta primera confianza sea personal; pero
aun no es bastante. Esto cuando mas le haria dedicarse al
trabajo una tercera parte ó una mitad de su vida; pero lo que
le impele á trabajar durante toda su "ida, y lo que le sirve
ademas de la mayory de la mas dulce satisfacción entre la- que
puede producir el trabajo, es el de hacerlo para trasmitir á
sus hijos el producto.


El hombre puede tener toda clase de vicios, se muestra
también algunas veces cruel con sus semejantes; pero jamás
lo es respecto á sus hijos; queriendo asegurar la conservación
de la especie humana, la naturaleza, previda en abundancia,
ha arraigado profundamente en su corazon el amor paternal, y
ha hecho de este sentimiento, no una virtud, sino un instinto
irresistible. El padre que roba y que asesina, dá frecuente-
mente á sus hijos el bien de que ha despojado á otros, y em-
plea en su defensa toda la ferocidad que ha desplegado contra
otros. Observad á la mayor parte de los padres luego que lle-
gan á cierta edad; ¿por qué trabajan aun, por qué trabajan in-
cesantemente, cuando sus fuerzas comienzan á debilitarse?
Trabajan por sus hijos, y en nada tienen las penalidades del
trabajo, y se consideran felices, con el solo pensamiento de
que los seres salid-os de sus entrañas disfrutarán del producto
de sus afanes.


Ved -á esos hábiles industriales que han enriquecido á la
sociedad con sus ingeniosos descubrimientos, ó con sus anda-




48 DE LA PROPIEDAD.
ces espediciones comerciales, á las que debe el pais el a\go-
dOI1, el hilo, la lana, el azúcar y otros géneros no menos pre-
ciosos y útiles por la mitad de lo que sin ellos costarian ; ob-
servad sus gustos, la clase de sus placeres, y descubrireis
bien pronto el móvil de su trabajo. La mayor parte de estos
han sido siempre y son en la actualidad hombres sencillos y
de modestos goces, á quienes la naturaleza <lió el genio, pero
á quienes la sociedad escatimó los medios de educacion, y que
despues de haber reunido una fortuna inmensa, que después
de haber adquirido para sus hijos palacios amueblados con la
mayal' magnificencia, colecciones de cuadros de los mas céle-
hres pintores, suntuosas vagillas de diferentes clases, caballos
de las mas selectas castas y parques llenos de raza, sonríen
de placer porque sus hijos disfrutan de todo, y gozan al verlos
gozar, y tornan á sus talleres, á sus almacenes, á sus naves di,
chosos al considerar que todas aquellas riquezas de que ellos
gozan tan poco, se aumentarán todavía mas en provecho de
sus hijos; y gozando con los goces de estos, llegan á hacerse
sensibles á todas las comodidades que no saben apreciar, y
que jamás han conocido. Empero suponed por un instante que
les estuviese prohibido trasmitir á su descendencia todo lo que
han logrado reunir á costa de tantos afanes; ¿qué sucedería?
Que se detendrian en medio de su carrera, y tal vez en los
momentos en que SllS facultades estuviesen en la mayor acti-
vidad; y en vez de trabajar con celo y asiduidad, y adelantar
y perfeccionar sus ingeniosos descubrimientos y sus atrevidas
especulaciones. perrnanecerian estacionados en la época pre-
cisamente en que mas beneficios podrian reportar á ellos mis-
mos y á la sociedad, porque habrian ganado ya lo necesario
para satisfacer sus necesidades y sus limitados gustos y pla-
ceres, y por evitar qu~ los hijos se criasen en la ociosidad y
holganza, se harian ociosos y descuidados los padres.




DE J.A PROPrEDAD.


Seria un modo fatal de querer desterrar del mundo la ocio-
sidad el privar á los padres del principal motivo que les im-
pele á trabajar. No faltará quien diga que los hombres de que
hablamos, amigos del trabajo y adictos á él por naturaleza,
babrian continuado trabajando aunque no hubiesen tenido hi-
jos, y únicamente por húhito y cmulacion. Esto acontecería
con respecto á muy pocos,' por ejemplo, esos tios ricos, que
han dado asunto ú tantas pobres comedias. Pero ¿dónde han
contraído el hábito y esa aficion al trabajo? En una sociedad
donde la propiedad, admitida en todos sus grados, ha escita-
do el ardor de. todos; y corno un caballo que formando parte de
un escuadronsalc á galope y atrae tras sí á todos los demas,
corren porque á su lado todo el mundo corre. Pero este ardor
y esta manifiesta ernulacion del trabajo no puede tener efecto
en una sociedad oprimida por la bárbara prohibicionde poder
trasmitir á sus hijos las propiedades producto de su trabajo.
Pero aun suponiendo que algunos, obligados por la necesidad
de ocuparse en algo, trabajasen única y esclusivamente por
trabajar, lo harian con el corazon seco, destituido de toda sen-
sihilidad, y sin poder gozar las grandes dulzuras que produce
el trabajo. Dirigid vuestras miradas hácia el rico que no tiene
hijos, y á quien la naturaleza ha privado de esa profunda sa-
tisfaccion, algunas veces tan dolorosa por lo mismo que es tan
viva, y le vereis cansado y lleno de hastío mientras mas avan-
za en su triste existencia. Por las noches, cuando ha cerrado
sus cajas y recontado sus tesoros, no sabe que hacer, y si se
entrega por un momento á sus reflexiones, le ocupa solo el em-
pleo que fiará á sus riquezas con tanto trabajo acumuladas.
Fatigado de las tareas del diá, se duerme; pero con un sueño
intranquilo, y vuelve á empezar al siguiente dia su trabajo, y
se aturde conlas ganancias, y llega la noche, y le sucede lo
mismo que la víspera, y continúa asi su triste vida. Entonces


4




50 DE LA l'I\OPIEDAD.
se dirige á un hermano ó una hermana, les pide sus hijos, los
adopta, los aproxima á su corazon, ensaya el amarlos, se hace
la ilusion de que lo ha conseguido, y se llega casi á persuadir
de que aquellos niños son hijos suyos. Si no tiene sobrinos
suele suceder que se dirige á una pobre muger, á una sen-
cilla aldeana, á la que suplica que le preste el objeto de su
amor para que sirva de punto de partida á todos los esfuerzos
de su vida.


Ese triste vacío del hombre que no tiene hijos, ¿será la
suerte de todos los que por hábito ó necesidad de ocuparse en
algo riegan la tierra con su sudor y enriquecen á la sociedad
con su trabajo? Pero no; esta es una pura ilusion , porque en
esa sociedad glacial todos los ardores se estinguirian, todas
las emulaciones se debilitarian, y solo se verían de esas ambi-
ciones que se abrasan en el fuego que las rodea; y el hombre,
no teniendo otro objeto que á sí mismo, se detendría en medio
de su carrera desde que hubiese asegurado la suhsi"!l'ncia
para la vejez, y sucederia, en fin, lo que ya he dicho; por que-
rer evitar el que los hijos se eduquen en la ociosidad, habriais
empezado por mandar la ociosidad del padre.


¿Pero es una. verdad evidentemente consignada que la
trasmisión hereditaria de los bienes hace forzosamente ociosos
á los hijosy les impele á devorar en la pereza y la disipación
la fortuna que les legaron sus padres? En primer lugar, y
aunque se dé por supuesta la vida ociosa de los hijos, ¿qué re-
presenta ella ante todo? Un trabajo anterior que habrá sido el
de su padre; é impulsando al padre á no trabajar para obligar
á los hijos á que lo hagan, todo lo que podria conseguirse es,
que hiciesen los hijos despues lo que en otro caso habrian he-
cho anteriormente sus padres, y no resultaría mayor número
de trabajos.


En el sistema hereditario, por el contrario, el trabajo ili-




DE LA FROPIEDAD.


mitado del padre puede unirse al trabajo tamhicn ilimitado de
los hijos, porque no es cierto qne el hijo se detenga porque e
padre le ha legado una porción mas ó menos considerable de
bienes. Por de pronto es raro que un padre legue á su hijo el
medio de no hacer narla; no sucede esto sino en el caso estre-
mode la riqueza, de! cual hablaré muy pronto. Por lo regular,
en la mayor parte de las profesiones procura el padre al
legar Sil herencia, dejarle un punto de partida mas avanza-
do en su carrera. L(~ ha colocado á mayor altura, dándole mas
grandes medios de trabajar queriendo hacerle propietario,
cuando él no ha sido mas que criado de lahrunza, ó arma-
dor de diez buques cuando él no ha sido dueño de mas de uno.
hauquero, cuando él no rué mas que cambista: ó bien prefie-'
re que cambien de carrera, subiendo de una á otra, de escri-
banoá médico, á ahogado , ft Ciceron ó Pitt, cuando él no fué
mas que un particular tomo el padre de Cicerou, (, alferez de
un regimiento como el padre de Pitt. En una palabra, lo ha
llevado al punto mas avauzado de la liza, y le hendice al ver-
le marchar, y muere dichoso cuando le contempla otra vez lan-
zándose en ella con paso rápido. El motivo que le indujo á
avanzar todo lo posible induce á su hijo para hacer otro tanto;
asi como él pensaba en sus hijos, y asi como esta idea era in-
cesante, su hijo piensa tambien en los suyos, y esta idea es
igualmente infatigable. En el sistema de la interdicción de la
herencia, el padre se hubiera detenido, el hijo tambien ; cada
generacion, limitada en su fecundidad, como un rio, cuyas
aguas se detienen por un dique, no hubiera dado sino una
parte de lo que tenia en si, y hubiera sido interrumpida en la
cuarta parte, en la mitad del trabajo de qlJe era capaz, Con el
sistema de la herencia, por el contrario, el padre trabaja todo
cuanto puede hasta el último día de su vida; el hijo, que era su
perspectiva quiere una perspectiva igual en sus hijos, y trabaja


.




DE LA PROPIEDAD.


para ellos como han trabajado para él; y no se contiene, como
no se contuvo su padre, y todos inclinados al porvenir como
un obrero á la rueda, hacen dar vuelta sin cesará la rueda de
donde sale el bienestar de sus hijos, la prosperidad de las fami-
lias, y la ventura del género humano.


Concluyamos; al instituir la propiedad personal, la socie-
dad dió al hombre el único estímulo que podia cscitarlo al
trabajo; pero le faltaba una cosa: hacer infinito este estímulo;
"yeso lo ha conseguido con la institucion de la propiedad he-
reditaria.


CAPITULO XI.


DEL RICO.


La aglomeracion de los bienes que resultan de la propiedad, asi
personal como hereditaria, componen lo que se llama la 1'ique-
za, la cua; desempeña en la sociedad muchas funciones indis-
pensables.


Dela propiedad garantida al individuo y á sus hijos resul-
tan acumulaciones de riquezas, mas ó menos prontas, á las
cuales basta algunas veces una sola generacion para formar-
se cuando se encuentra un hombre felizmente dotado; pero
ordinariamente se necesitan muchas, alzándose de este modo
grandes fortunas, que atraen las miradas como esas grandes
pilas de grano colocadas á lo largo de los caminos, en la ori-




DE LA PROPIEDAD. 53
Ha de los campos fértiles. Bien sé que este espectáculo ofen-
de la vista de ciertas personas, ¿pero qué se ha de hacer?


Repetiré aqui lo que ya anteriormente he dicho de las
primeras desigualdades de los bienes ocasionadas, desde el
origen mismo de las sociedades, por la desigualdad natural
de las facultades humanas: que es preciso sufrirlas, porque
esas partes mas considerables de la riqueza general á nadie
han sido robadas; que para impedirlas habria sido necesario
detener al hombre, y decirle: «no trabajes tanto»; y que, por
último, todos se aprovechan de ellas, hasta el envidioso, por-
que si hay mas alimentos, vestidos .Y habitaciones, todos es-
tos objetos, necesarios ú la vida, están mas baratos para todos.


Hay, pues, una poderosa consideracion para dejar obrar
á esos trabajadores obstinados, pues ellos á nadie quitan na-
da, y dan algo á todos. El efecto está á la vista. Pues bien;
si esa riqueza ofusca á unos, también estimula á otros: los
sostiene, los anima, y la sociedad encuentra tantas ventajas
con la emulacion que resulta para la generalidad de sus
miembros, que puede y debe prescindir del despecho y de la
envidia que algunos de ellos conciban. Ademas, la sociedad no
tiene solo estas razones, á juicio mio, demasiado poderosas,
para consentir la acumulacion de la riqueza; tiene otras que
es fácil conocer.


Sin duda no se quiere en la sociedad un solo trabajo: el
trabajo manual. Se quiere tambien que el hombre pueda apli-
car el compás sobre el papel para medir el curso de los astros
y aprender á atravesar los mares; se quiere que pueda leer y
estudiar todos los dias los anales de las naciones, para descu-
brir la causa de la prosperidad ó de la caida de los imperios
y aprender tí. gobernarlos. Pues bien; el hombre no podrá ha-
llar estos placeres inclinado de sol á sol sobre la tierra ó so-
bre una rnáquina. Cierto que algunas veces un campesino




04 DE LA PROPIEDAD.
será Sforcia, y un cajista Franklin ; pero estas esccpciones
son raras. Los hijos de los hombres dedicados al trabajo ma-
nual y que han recibido de sus laboriosos padres una educa-
cion superior á su clase, pasarán por todos los grados de la
escala social, y llegarán á los sublimes trabajos de la inteli-
genera,


El padre era campesino, obrero en una fábrica, marinero
á bordo de un buque. El hijo, si el padre ha sido laborioso y
económico, será arrendatario, manufacturero, capitan de un
buque. El nieto será banquero, escribano, médico, abogado
~. acaso ministro. Las generaciones se levantan asi unas sobre
otras, vegetan en cierto modo, como el árbol que, al renovar-
se las estaciones, echa nuevos vástagos, que frescos, tiernos
y verdes como la yerba en la primavera, toman en el otoño el
color y la consistencia de la madera, y despues, cuando al
afio siguiente son ya ramas pequeñas, se cubren ú su vez de
nuevos tallos, y con el tiempo se convierten en gruesas ramas
para reemplazar al mismo tronco principal; y reproduciéndose
semejante fenómeno en todos sentidos, abarcan al fin el suelo
con su magnífica sombra.


Asi se realiza la vegetacion humana, y poco á POtO se for-
man esas clases ricas de la sociedad, que se llaman ociosas,
y que no lo son, porque el trabajo intelectual equivale al tra-
bajo material, y debe sucederlc, si se quiere que la sociedad
no permanezca sumida en la barbarie. Reconozco que, entre
esos ricos, hay algunos que, hijos indignos de padres sabios,
pasan la noche cn medio de los festines, rodeados de corte-
sanas, embriagados con bebidas que turban su razon, y con-
sumen en la ociosidad y la crápula su juventud, su salud y su
fortuna. Esto es demasiado cierto; pero no tardarán en ser
castigados. Marchitada sujuventud antes de tiempo, y des-
truida su fortuna antes de llegar al término de su carrera, pa -




DE LA PROPIEDAD. 05
sarán tristes, desfigurados y pobres por delante de esos pa-
lacios, que les legaron sus padres, y que su loca prodigalidad
entregó á ricos mas discretos, y en el trascurso de una misma.
generacion se verá recompensado el trabajo en el padre, y
castigada la ociosidad del hijo. [Oh, envidia, implacable envi-
dia! ¿Estás ya consolada?


Por otra parte, ¿todos los hijos del rico son ociosos, liber-
tinos y disipactos? Es verdad que no trabajan como el que la-
bra la tierra, teje ó forja. Pero vuelvo á preguntar, ¿no hay
mas que el trabajo de las manos? ¿No es preciso, repito, que
haya hombres dedicados á estudiar la naturaleza, á descubrir
sus leyes, para usar de ellas en provecho de la especie huma-
na, para aprender á emplear el agua, el fuego, los elementos,
y para aprender á constituir y gobernar las sociedades? Tam-
bien es cierto que no es el rico quien por lo regular hace esos
sublimes descubrimientos, aunque lo es algunas veces; pero
siempre los estimula y contribuye á formar ese público ins-
truido para el que trabaja el sabio modesto y pobre; él es
quien posee ricas bibliotecas, él es quien lee á Sófocles, Vir-
gilio, el Dante, Galileo, Descartes, Bossuet, Moliere, Bacine,
Montesquieu y Vol taire. Y si él no los lec, en su casa y cerca de
él otros Jos leen, los estudian y los comentan, y cerca de él
se reune esa sociedad ilustrada y escogida para la cual el ge-
nio escribe, canta y cubre el lienzo de colores. Algunas veces
el rico es por sí mismo un buen juez; otras veces posee tam-
bien un talento eminente, y no se limita á gozar de las obras
del genio, sino que las produce brillantes. Entonces es el rico
Salustio, el rico Séneca, el rico Montaigne, el rico Buffon, el
rico Lavoisier; y acaso es tambien el hombre de estado emi-
nente que preside los destinos de su patria.


.Asi, un simple tejedor de algodon aoumula riquezas in-
mensas; es inglés, y se llama Peel. Empleando su vida en




56 DE Li\. PROPIEDAD.
los talleres, está poco versado en el conocimiento de los ne-
gocios de estado; pero dá á su hijo una educacion esmerada;
y colocándose éste á una altura superior á la de su padre, y
uniendo á los conocimientos mas cstensos la influencia de la
fortuna, llega á ser uno de los primeros hombres de estado de
Inglaterra, y colocándose entre las razas viejas y las nuevas,
gobierna su patria con una admirable combinacion del espí-
ritu antiguo y del espíritu moderno. ¿Será acaso un espectá-
culo odioso el de un padre, que despues de haber empleado
sus facultades de una manera lucrativa, proporciona á su hijo
el medio de emplearlas de una manera menos lucrativa, pero
mas noble y elevada? ¿No es útil, no es necesario fIue á uno de
estos empleos suceda el otro? Permitidme que os cite todavía
otros ejemplos, que en sus respectivos tiempos fueron el tor-
mento de muchos envidiosos.


En la república mas fecunda en riquezas y en obras maes-
tras, porque fué madre del Dante, del Petrarca, de Bocacio,
l\Iaquiavelo, Galileo, Ghiberti, Bruuelleschi , Leonardo de
Vinci y Miguel Angel) en esa república que inundó la Europa
con sus paños, con sus sedas, con sus terciopelos, con sus
obras de plata y oro, con su dinero y su crédito, hubo una
familia de mercaderes ilustres quc han legado su nombre á
uno de los tres grandes siglos de la humanidad: ¡los Mé-
dicis! ¿Se dirá que fueron malos los ejemplos que dieron a]
mundo'!


Juan de Médicis en ,1 q,OO fundó la fortuna de su familia.
Dulce, prudente y laborioso, y poseyendo en el mas alto gra-
do el génio del tráfico, reunió riquezas inrnensas, yalejindose
como un sábio de los negocios públicos, y aun algo melancó-
lico, segun Maquiavelo, aconsejó á sus hijos que jamás se
mezclaran en los asuntos del gobierno. Recordad, les dijo
al tiempo de morir, que jamas he ido al Pclnciociejo (este era




DE LA l'nOl'IEIHD. 57


el palacio del gobierno) sino cuando he sido llamado (che
chiamiuo).


Felizmente no fueron seguidos sus consejos. Su hijo Cos-
me, rodeado de los mas sáhios maestros, instruido en las
ciencias, las artes) la políticn, y dotado de un génio atrevido,
se mezcló, á pesar de los consejos de su padre, en los nego-
cios públicos, fué proscrip:o y luego llamado con entusiasmo;
no gobernó; pero influyó treinta años en la república florenti-
na; mandó á Michelozzo edificar el soberbio palacio de su
familia ('1); vivió coa Masaccio, Brunelleschi, Ghiberti, Do-
natello, el Poggic; fundó escuelas de griego en Florencia;
aumentó todavía la fortuna de su familia, y ft pesar de ser po-
litio» .Y sáhio, continuó siendo negociante. Sin embargo. es-
te n,'gociantc abandonaba su escritorio algunas veces para
ir á su hermosa quinta de Caffragiolo, y leer allí los diálogos
de Platón qllC el Poggio le hnhia traducido, y él habia pagado
á peso de oro.


Apenas le sobrevivió su hijo Pedro, y la gloria de su casa
pasó á su nieto, á ese homhre (lue la posteridad no ha cesa-
do de amar y admirar, hajo el nombre de Lorenzo el Magní-
fico. Este, mas desobediente todavía á los consejos de su
abuelo, olvidó completamente el comercio y no fué mas que
sábio y político. Educado con Policiano y Pico de la Miran-
dola, poeta, caballero aventajado en todos los ejercicios del
cuerpo, feo como Sócrates y seductor como Alcibíades, hmn-
bre de estado tan sabio como negociador irresistible, salvó su
patria, amenazada de una coalicion general, y sometió á ella
con la dulzura de su doruiuacion á todas las cortes de Italia;
las hizo vivir II:j años en un reposo profundo, que los histo-
riadores italianos han llamado la edad de oro de su patria,


(1) El palacio Ilicardi.




58 DE LA PROPIEDAD.
escribió escelentes versos, hizo buscar y descubrir en Europa
los mas preciosos manuscritos griegos y latinos, las estatuas
mas bellas de la antigüedad, protegió aMiguel Angel, asom-
bró y deslumbró con su magnificencia á los príncipes italia-
nos que babia atraído á Florencia por el interés de la concor-
dia general; pensó en todo, escepto en su fortuna, prodigó
sus bienes y los comprometió de tal modo en el interés ge-
neral, que Florencia agradecida, declaró confundidos en uno
mismo el tesoro de los Médicis y el de la república; murió, fi-
nalmente, llevando al sepulcro la felicidad de su patria, por
que habiendo desaparecido con él'la prudencia que la haciadi-
ehosa, franceses y alemanes se arrojaron sobre Italia, la deso-
laron por espacio de medio siglo, y la hicieron lo que todavía
es, es decir, esclava.


¿Hubiera sido mejor qne este bello fenómeno de la tras-
mision hereditaria no hubiese existido? ¿Hubiera sido prefe-
rible, que deteniéndose en Juan la fortuna de los Médicis,
Cosme hubiese tenido que emplear su vida en volver á for-
marla, y que detenida nuevamente en Cosme, Lorenzo se hu-
biera visto obligado á empezar otra vez, y que ninguno de
ellos hubiese tenido tiempo de cultivar las artes, las letras y
la política?


Estas aglomeraciones de fortuna, consecuencia forzosa del
trabajoescitado indefinidamente, proporcionan las ocasiones
necesarias para el cultivo de las ciencias sublimes. Ellas for-
man esa region social en donde el talento no nace siempre,
sino algunas veces; pero en donde es necesario habitar para
hallar ejemplos y estímulo. Asi, en sus profundas combina-
ciones, la naturaleza, entregada á si misma, hace que la con-
veniencia de unas cosas corresponda aotras mil. El hombre
que trabaja debe tener la facuItad de hacerse rico, para que
sus esfuerzos tengan un objeto, y que,' al mismo tiempo de




DE LA PROPIEDAD. 59
hacerse rico, proporcione á sus hijos los placeres intelectuales.
De esta manera, en el universo todo se conserva, sostiene, con-
trasta sin contradecirse, y forma mil reflejos armoniosos, como
en un cuadro pintado por, una mano maestra.


Veamos si aqui termina el papel destinado al hombre rico.
El hijo, enriquecido por el trabajo de su padre, no solo tiene
buenos libros y hermosos cuadros, sino un palacio lujosa-
mente amueblado, vestidos suntuosos, mesas servidas con
abundancia, caballos fogosos y coches elegantes. Decidnos,
ó filósofos de la envidia, ¿son todas estas cosas necesarias
en una sociedad? ¿Perteneceis á la secta de los cuakeros, ene-
migos de todo cuanto brilla, amantes solo de lo blanco y de
lo negro, quizá de lo gris como única variedad permitida, ó
admitís que en los productos de toda sociedad debe buscarse
la variedad en la abundancia, la finura, la elegancia y la
belleza?


Cualesquiera que fueren vuestras inclinaciones personales,
que sospecho no han de ser las de los cuakeros , permitidme
que os dé á conocer la ley de toda producción. No siendoabun-
dantes los productos, son malos y caros, y siendo abundantes
son mas ó menos buenos, por efecto de la desigualdad de las
facultades humanas, que siempre es la causa eficiente. Por lo
general se empieza produciendo mal, después medianamente,
hasta llegar a producir bien, mejor y perfectamente, y cuen-
ta queeste progreso se hace guardando esa distancia iuevita-
lile del producto inferior al producto mediano y de este al su-
perior. Ahora bien: ó no es necesario el progreso, ó hay que
pasar por estos tres términos: ó nos hemos de contentar con
el valle de Tcmpé, poblado por pastores, que se mantenian
con la carne de sus rebaños, que tejían sus lanas, pastores
muy inocentes, segun los poetas, pero muy groseros en rea-
lidad, dominados por los vicios mas innobles, con sus Caines




60 DE LA PROPIEDAD.
correspondientes, si es que tenian Aboles, y sus pobres mas
asquerosos cien veces que los de Londres y París; porque eran
de esos seres inmundos que llevan impresas las señales de la
miseria física y de la miseria moral en sus facciones idiotas;
ó nos hemos de contentar, repito, con que el mundo sea ese
valle de Tempé, ó ha de haber una sociedad en continuo mo-
vimiento donde se encuentren tres términos inevitables; el
producto inferior, el producto mediano y el producto superior.
¿Quiereprogresar estasociedad? Pues tiene que recorrer sucesi-
vamentc estos términos. ¿D;~sea la baratura? Pues es indispen-
sable que los tres se combinen para que resulte la baratura de
la reversiou de los gastos del primero al segundo y de este al
tercero. ¿Se trata por ejemplo de la produccion agrícola? El
trigo, el centeno, la patata, succdiéndose en la tierra para
que ninguna parte de ella quede improductiva, se prestan un
socorro mútuo. La carestía del trigo P(~r:~litC al labrador ven-
der mas barato el centeno; el precio regular del centeno per-
mite dar la 'patata á mas ínfimo precio. Si se trata de lu pro-
duccion manufacturera, existe la misma reciprocidad de socor-
ro. Hace 50 años, cuando se introdujo el hilado de algodou en
Francia, primeramente se fuhricó mal y caro; después, un po--
co menos mal y menos caro, v Iinalrncntc lllllV hicn y barato.


l.J • ~ ., ....


Ahora se continúa hilando con mas delicadeza 10 fino, lo me-
diano y lo basto, y dándose cada dia mas barato, gracias á la
reversión de los gastos que se opera de unos á otros. El mis-
mo fenómeno sucede con esos elegantes tcgidos de lana, que
otras veces se iba á buscar á los valles del Tihet, que no los
usaban hace medio siglo sino las mugercs opulentas, que hoy
los usan las mugeres medianamente acomodadas, y que de
este modo han permitido que la modesta iuugor del obrero
pueda llevar vestido de merino. Sino se hiciera el hermoso te-
gido de cachemira, no se potlria dar barato el de merino con




61
que se viste /;1, muge!' del obrero en Ios dias dr. fiesta. Los her-
mosos y veloces caballos de pura sangre, sobre los cuales el
hijo disipado del rico corre á galope por el paseo de un par-
que, indemnizan al labrador ele haber criado el caballo menos
elegante que montan nuestros buenos ginetes, ó el tosco caba-
llo que arrastra el arado. 3Ias ¿quién pagará estos productos
mas buscados, finos y raros) sino hLlY acumulaciones de fortu-
na en algunas personas dichosas, que el trabajo presente ó
pasado ha enriquecido? La riqueza, la medianía, la po-
hreza se ayudan asi mútnamente, y pagan menos caro, por-
que pagan juntos, los diversos estados de la industria hu-
mana.


Indudablemente seria mejor que hubiera trigo candeal pa-
ra todos, cachemira con que pudieran vestirse todas las mu-
gcres, y hermosos corceles de Arabi» en que montase todo el
que quisiera. ¡Ojalá pudiéramos dar mejor alimento, vestir con
telas ricas y abrigar en habitaciones mas sanas á ese pueblo
que amamos mucho mas que los que le adulan, y cuyo huen
sentido sencillo y natural apreciamos cuando no ha sido cor-
rompidol ¿Pero se halla esto al alcance de la ciencia antigua
y moderna?


Dios, ese gran culpable, ha querido que el hombre em-
piece su carrera en este mundo comiendo bellota, y que la
termine á fuerza de trabajo comiendo pan candeal, y creemos
que si ha querido hacer del bienestar el premio del trabajo,
debemos respetar la sabiduría de este pensamiento.


Esos manjares delicados, esos vestidos bellos y sanos que
envidiais al rico, dia llegará en que los tenga el pobre; si,
los tendrá siempre que la sociedad trabaje todavía por mucho
tiempo. ¡Vana promesa! se dirá. No es vana, si se ha de juzgar
por lo pasado. Hace tres ó cuatro siglos los reyes tenían en
sus castillos paja por alfombras, y hoy un simple comerciante,




62 DE LA I'HOPIEDAD.
en el interior de su habitación, camina sobre tejidos de lana
esmaltados de flores. Para que suceda asi, la sociedad ha te-
nido que trabajar algunos siglos. Siga trabajando, y lo que no
pertenece mas que al rico será la herencia del pobre. Pero
cuando la sociedad haya llegado á ese punto, el tejido será to-
davía mas fino, y siempre tendrá que existir la riqueza, la co-
modidad y la medianía (que ya no será pobreza, yo á lo menos
asi lo espero) para corresponder á los tres estados de toda in-
dustria humana, para pagar el producto superior; mediano
é inferior, porque la industria progresando es como una co-
lumna en marcha, que siempre tiene vanguardia, centro y re-
taguardia.


Observad lo que sucede en todas las grandes perturbacio-.
nes políticas y sociales, Mas amenazadoras para el rico que
para el pobre, asustan al primero, le alejan de todos los goces
del lujo, y al instante se detiene toda prosperidad. Segrita, se
atenta contra el rico, se le agovía con impuestos, se suprime
todo lo que se le asemeja en los altos cargos del estado, se re-
ducen todos los sueldos, y lo que se consigue es aumentar la
miseria á medida que se interrumpe mas completamente el
consumo de los objetos de lujo. Entonces se grita que es pre-
ciso socorrer á la industria, se buscan los medios para hacer-
lo, y se gasta en socorros dados á esta ó la otra manufactura,
en primas para la esportacion, de la cual solo el estrangero se
aprovecha, dos ó tres veces mas de lo que se ha ganado con
los impuestos mal repartidos, ó por reducciones mal entendi-
das. Entonces esos innovadores se ven obligados á rehacer;
pero mal é incompletamente, lo que hubiera bastado dejar
existir, y se parecen á esos niños que, arrastrados por el de-
seo de destruir, quieren volver á plantar las matas que ar-
rancaron de la tierra, ó volver á la vida al animal inofensivo
que mataron.




DE LA PROPIEDAD. 63
Todavía no he esplicado todas las funciones de la riqueza


en la sociedad. La riqueza no se limita á esos productos re-
finados, cuya produccion y consumo son indispensables; solo
ella puede proporcionar capitales al genio inventor, atrevido,
temerario, espuesto á engañarse á menudo y á arruinar á los
que le ayuden. Hay, por ejemplo, una invencion nueva que
debe cambiar la faz del mundo; su inventor la preconiza y la
proclama por lo que realmente es: por una maravilla. Pero
otros muchos dicen otro tanto de las invenciones mas ridícu-
las. Es necesario hacer ensayos, arriesgar grandes capitales,
y para arriesgar hay que poder perder. El pobre, y aun el
hombre acomodado, ¿pueden hacerlo? El estíurulo de la ga-
nancia los incita algunas veces, y pierden en estas temerida-
des el modesto fruto de sus economías. Lejos de animarlos,
debemos por el contrario, disuadirlos. Pero el rico que tiene
mucho mas de lo que necesita para vivir, puede perder y por
lo tanto arriesgar; y mientras que se entrega á las disipacio-
nes deunasociedad elegante, á las agitaciones de la política ó á
las distracciones de los viages, dejando sus capitales acumu-
lados en casa de un banquero de crédito, le confia el esceso
de sus riquezas que sirve para estimular nuevas empresas. En.
estas empresas pierde ó gana; QO tiene que sentir mucho si
pierde. Si gana, se hace mas rico, y puede animar á otro gé ..
nio aun mas atrevido.


Asi, esta desigualdad de riquezas, que satisface ya á las
necesidades de la industria humana, siempre desigual en -us
productos, es la única que tiene los medios de ser tan atrevida
como el génio. Béstale la última mision , que completa su
suerte en este mundo, y esta vez, ¡oh cruel envidia! ya que no
la ames, te verás por lo menos reducida al silencio. La de~­
igualdad puede ser benéfica. ¡Oh! sin duda el rico, que re-
gularmente es ocioso y disipador, vicio que no tarda en esp;;¡,




G4 DE LA PROPIEDAD.
con la miseria, vicio que espia cruelmente, porque á lo menos
el pobre tieue el recurso de sus brazos y él no; el rico, digo,
también tiene aveces el corazon seco, iudilerente al infortunio,
y rccihesu coadigno castigo, porque adcuias de hallarse priva-
do de los dulces goces que existen en la tierra, seV~ perseguido
por el odio mas justo y UDS cruel que pncd~ inspirarse á los
hombres: por el odio contra el rico, avaro é insensible. Pero
algunas veces es benéfico, y entonces sale de sus palacios pa-
ra visitar la cabaña del pobre, familiarizándose con la sucie-
dad y los harapos, y arrostrando las enfermedades contagio-
sas; v cuando ha descubierto este nuevo goce, se aficiona, lo
saborea y no puede privars-e de él. Suponed {Iue todas las
fortunas son iguales; suponed que se suprime la riqueza y la
miseria: en este caso nadie podria dar, aunque segun vosotros,
nadie tendría necesidad de recibir, lo cual es falso. Aun su-
poniendo verdadero este principio, snprimiriais la mas dul-
ce, la mas grata, la mas noble de las virtudes de la huma-
nidad, y destruiriais la obra de Dios, queriendo perfeccionar-
la. No toqueis al corazan humano, dejadlo tal como Dios lo ha
formado. Ciertamente, si para tener la satisfaecion de ver
ricos bienhechores hubiésemos creado voluntariamente á los
pobres, tendriais razon en decir que valía mas que no fJ uhiern
pobres, aunque no hubiese ricos que pudiesen dar. Pero no
olvidéis que el rico no ha hecho pobres á los que lo son; que si
no hubiese llegado á ser rico,es decir, si sus padres no huhie-
ran aumentado la riqueza general con su trabajo, los pobres,
serian aun mas pobres, y que su laudable beneficencia, para
poder mostrarse generosa con el desgraciado, no ha cm pezado
quitándole lo que luego le hahia de dar. En esta marcha ince-
santc hácia un estado mejor, el trabajo aprovechado socorre al
trabajo estéril, y la riqueza, que puede tener todos los vicios,
como todas las virtudes, socorre á la pobreza. Ambas marchan




DE tA PROPIEDAD. 6f5
apo,rrtdas h una en la otra, procurándose goces recíprocos, y
formando un grupo cien veces mas grato á la vista quc vues-
tra pobreza sola al lado tle otra pobreza, rehusándose mútua-
mente la mano v nrivadas de dos sentimientos sublimes: la


., I


caridad y el agl'~uJcc¡llli('nto.
Voy Ú hacer o;r;~ obscrvacion, la última sobre este partí-


cular. Esas acumulaciones ele riqueza tan aparentes á la vis-
ta, no son tan numerosas ni tan considerables como se imagi-
na, y si se tuviese el capricho de repartirlas, muy pequeña
porcion tocaria á los copartíci pes. Se habría destruido el ma-
yor atractivo del trabajo: el medio de pagar sus altos produc-
tos, ~. borrado. en una palabra, el designio de Dios sin enri-
rru(~ccr á nadie. En efecto, ¿crreis acaso que los ricos sean
([\,:1 numerosos y tan ricos como se piensa? Pues no son ni lo
¡m:) ni lo otro. \:-aflie ha contarlo las fortunas de una sociedad;
,),;1'0 In] eSLtdo como la Francia, donde se suponen de pohla-
c.on duce millones de familia", en contando tres individuos
por familia, se sabe qne existen dos millones de familias que
apenas tienen lo necesario; seis millones que lo tienen: tres
:llillones que viren con algunas comodidades; cerca de un mi-
r¡en (Iue goza ya de un principio de opulencia, y á lo sumo
1(1:'1 Ó trescientas familias opulentas. Suponed una reparticion
, r igual de esas riquezas; nada sequitará á los que solo tienen
.0 nccesaric: quizá tampoco se toque á nada de los que poseen
lbuna comodidad, v si solo se echamano delo oue tienen los


L lLi 1


'¡¡le verdaderamente son opulentos, casi puede asegurarse que
apenas baste su producto para pagar la mitad de los gastos
IllC', al estado se le ocasionan durante un afio. Ninguna canti-
dad aurcciablc se hahria añadido al bienestar de las masasL ,
Yse hahria snprimirlo el estímulo, que escitando al trabajo
produce el mejoramiento de su suerte. Esas acumulaciones
que brillan á los ojos, y que deslumhrando contribuyen á es-


5




66 DE LA PROPIEDAD.
citar el amor al trabajo, que sirven para comprar los produc-
tos mas refinados de una industria constantemente progresiva,
y se derraman algunas veces como un bálsamo bienhechor so--
bre los trabajos mas penosos; esas acumulaciones repartidas
entre toda la masa no le darían ninguna utilidad, y se hahrian
destruido todos los móviles, (lilC inspirando al hombre amor
al trabajo, labran la dicha de la especie humana. JIuy cierto
es que hoy el pueblo es mas rico que hace algunos siglos; que
el hambre no arrebata generaciones enteras; que el pueblo,
mejor alimentado, mejor vestido, y mejor alojado (sin serlo
tanto como debia desearse:' no está ya cspucsto á los conta-
gios que resultan del desaseo y de la miseria, COlllO en Oriente
y en la edad media. ¿Como se ha efectuado esta mudanza?
Por el aran que en todos los siglos ha empleado el hombre
para hacerse rico. Destruid la riqueza y vcrcis como cesa el
trabajo con el estímulo que lo cscitaha. Acaso no aumenta-
lriais en una milésima parte el bien de todns, y hahcis des-
truido el principio que en cincuenta años puede doblarle ó
triplicarlo, viniendo á succdcros lo que á la muger de la fá-
bula, que por enriquecerse de una HZ mató la gallina (lne
ponia huevos de oro.


Dejad, pues, esas acumulaciones de riquezas, colocadas en
las altas regiones de la sociedad, como las aguas que, desti-
nadas á fertilizar el globo, antes de derramarse por los calupos
formando caudalosos rios, arroyos y manantiales, permane-
cen algun tiempo suspendidas en vastos lagos sobre la cumbre
de las mas altas montañas.


Asi, nada tiene el hombre al nacer; pero se halJa dotado
de facultades, cuyo empleo le facilita todo cuanto le falta,
siendo de cstrema y forzosa necesidad que haga uso de estas
facultades. y hahieudolas empleado, es de justicia que su
producto, el resul Lado de su trabajo, sea para él y no para




DE LA I'HOPrEDAD. 67
otro, for.náudosc, por consiguiente, una propiedad esclusiva.
Esto es c(p:it::ttiYo, esto es necesario, porque nadie trabajaría,
tu(bs se cutrcgarian ú los esccsos del pillaje, cuando no hu-
hiesc segl;riuac1 de (IlIe cada UIlO recogería el fruto de su tra-
J 'Iin o li" h I Ilo,.-\c· r' °f ":'. ... ........ I . '\ ,..... ..
,J"J'" .is ,,0<11 },C, se arro.arran UlJO:o ~O lIL otros para arre-, ,)
hutarsc cuanto [\:'\'¡(':~cn, y :llUY pron:o no hallarían que sa-
q¡¡(',tl' :~¡1l0 h n,'fur,t/,,;,:a misma. El mundo entonces quedaría
f:CP;¡!t:l(l:! en 1<), !)(lI'!1ari(\.


En efecto, las artes, aun las mas imperfectas, e\.igen á lo
mcuos por algnn tiempo la certidumbre de la posesiono m
ucscado con «ue ",\ alimrn t:l el salva(l'\, n0-:,';) dor no ,,1' preseni j,,- 'l_ ~ .i \J ..... v ({. l _v I ~ <- l 1 U i'"" i:~ '- ~- v (" '1.... \. ..... V . -


C' /,(",.;rl,) ¡el húiilo () f\; castor de, onc '-;P Pl~) 11tl''':'P el ,,') J_<)\../'I':":;, ... \.!.-.o J,. ,\.·.l~t(,.....L, "l'-'~""-'j .~,-l. _./C\v _ ~.,{{,i
\ , ,, ; ,. ,.ll' \ ¡J'("'¡'¡"') (;"'H' t'l'lJ\";l'n ';P' costumbres nasazcrasdJu ..... '" I ~ .. - .1., ~-(-., ,,,-1.. " r ; • .I..,t -. ~-i .\ \ ,...'- .<. ,-,. 1 ( (. u . (t ..-'I
.t- 1" 7""·1.,, C~ "":>{,:.;" ;\"·'O\·(·"l.:.~,,~,\ \- sahe: (1<;::);"'0 1;11 vuelta\.• v ",--.1 \"',,-,,I\...:, ~ i'l" c.. L_.. ,· t"iJ1. ,_,.,t .... l~.,~ > •• ( 1,-,1 ,.i·· l ~l,l L 'f l(.
1~¡'~:t'l;'"l1\f),tl~n l'l Jl~"P'.'-) ....:i':') ~l,r{,(1!I'l{\ l~n"l r,'}'::0/Ob:l (-~'lD os n
v, I.Jl¡"~\1 !\_"' t\-., It....... \_ i .. (~.','1\ ~ ,-' _tl-.\..\_, ' •.d," ,.C ~_ \,~_ ...L,,~ t~ ,;',--, ,-/0 le~·


nestcr (',itar (~snr\Lll1do du r'wl{2 un afio. ¿(pué rc-ul la de estas
, '


condiciones de la naturuleza de las CGSc;S"? Que al 'iombre le es
permitido acumular L'"" fl, .. tos L" ':;{' »csc: (1;, "'1 caza de su. .iJ. ,lU~ ,~ l, ~J l.lt~ ....),.... ' .• LJ...J v, ',/ •.) ,í. t '-LL .. "" '-'..1 ,,--l.e ,,¡(, ..
lahrauzn , sin qll¡~ entretanto nadie pueda arrebatárselos,
jJOrq,lc íb otra manera no se condenaría al trabajo de produ-
cirios. ::\0 ;;:~ria ningilll otro esfuerzo ni trabajo pnra vivir mas
que en el Inmnen!o mismo en que rtJ,~sc ostigado por el ham-
hrc. ,\0 cultivaria niugun arte, y se alimentaria constante-
mente dJ S()!O ~t(luc1!o que pudiese [,!'roger con facilidad y ra-
pidez, p:lr(~ sepultarlo en seguida. en el inviotnhle asilo de su
eS~Ó¡¡l;~g:ü, es decir, ql1e vivirla de bellotas, Ó de algunas aves


,. . 1 1 p , 1 ' , ,que p:r(llc:~c matar :1 PCCd'3(,as. 1~n una palanra, renuncrana a
todo arte 'ine c\ig!c:-c tiempo, rcflexicu, acumulacion, si no
hahia de tener c;~r~C/:l de aprovecharse de sus productos, y
sobre todG, rcnunciariu par;t siempre á la agricultura, qne es la
primera de tedas, si no tuviese aíhm:aJa la pososion de la tier-




68 DE LA rllOPIEDAll.
ra, porque es necesario adherirse á esta tierra Iecunda, y ad-
herirse por toda la vida, si queremos que corresponda ron su
abundancia [t nuestro amor. Es, pues, preciso fijaren clia nues-
tra caballa, acotarla, ahuyentar losanimales daüinos, quemar la
maleza que la cubre, convirtiéndola en una ceniza fccundante;
abrir paso á las aguas corrcmpidas en que está encharcada para
trasformarlas en arroyos líuipidos y vivificadores, plantar ár-
boles que la resguarden ó de losardores del sol ó de la inllucncia
de losvientos mal sanos, yque [:1n1ar<111 una ó dosgeucracioncs
en crecer y desarrollarse; es menester, en fin, que alli nazca y
muera el padre, y lo mismo el hijo, y lo mismo Jos nielas. ¿.Y
quién se toinaria todos estos cuidados, si la ~~3'uridad de que
un usurpador no vendria á destruir sus trabajos, Ó Ú [o menos
apoderarse de ellos, no escitara y sostuviera el ardor de la
primera, de la segunda y de la tercera gcncl',;cion"? ¿Y qué otra
cosa es esta certidumbre sino la propiedad aceptada y garan-
tida por las fuerzas de la sociedad?


CAPITULO XII.


DEL VEHDADERO FU~DA}[ENTO DEL DEnECrIO DE PllOPIED.\D.


Resultade todo lo que precede que el trabajo es el verdadero {un-
damento del derecho de propiedacl.


¿Qué resulta de todas estas deducciones cuya cadena en
ningun punto me parece interrumpida? Ilélo aqui ti mi juicio:


El hombre, arrojado desnudo sobre la tierra desnuda, pasa
de la miseria á la abundancia en virtud del cgercicio de las
poderosas facultadas que Dios le ha concedido.




lJE LA llROI'lEDAD. 69
Estas facultades componen una primera propiedad insepara ..


hle de él, y del egcrcicio de ellas nace la segunda propiedad,
que consiste en los bienes do este mundo, menos adherente á
su ser, pero mas respetable, si es posible, porque la primera
procede de la naturaleza y esta de su trabajo; y por lo mismo
que es menos adherente, necesita ser gararltida formalmente
por la sociedad, para que el hombre, seguro de poseer el fruto
de sus esfuerzos, trabaje con confianza y celo.


Las consecuencias necesarias de esta propiedad adquirida,
afianzada competentemente por la sociedad, son la donacion y
la herencia, porque la donucion es uno de los modos precisos
de usar de ella, y la herencia (rue resulta de la donación y de
la naturaleza no puede impedirse por medio alguno, com ple-
tándose asi el sistema de la propiedad, y proporcionando al
trabajo un inuenso estímulo, c.i YCZ de un estímulo insuficien-
te y limitado.


De la trasmision hereditaria proceden nuevas desigualda-
des adquiridas que, agregadas á las desigualdades naturales,
producen ciertas acumulaciones que se llaman riqueza. Estas
acumulaciones no envuelven nada contrario á la equidad.
porque tí nadie han sido robadas; contribuyen á la abundan-
cia comun; sirven para pag;ir los productos mas alto.. de toda
industria perfeccionada; son d recurso de la beneficencia, y
nacidas del trabajo, se disipan y aniquilan con la ociosidad,
presentando al hombre recompensado Ó castigado por la mas
infalible de las justicias: la del resultado.


Tal es la historia exacta del curso que llevan en la socie-
dad las cosas relativas al trabajo y á la propiedad. ¿Y qué es
lo que vemos? Que es preciso que el hombre trabaje; que tra-
baje sin medida y sin fin, (Ilie trabajando, aun cuando sea in-
moderadamente, con todas sus facultades, se hace hien á si
propio y á los demás, adquiere una abundancia que á todos




70 DE LA PIlOP1EDAD.
alcanza; y por consiguiente son la propiedad personal, (Iue le
abre un camino, siquiera sea limitado, y la propiedad trasmi-
sihle por herencia, que le proporciona un 'porvenir ilimitado.


Es, pues, un hecho, no solo gcncral, sino legítimo y nece-
sario, la propiedad que al comenzar esta cadena ele dcduccio-
nes habiamos considerado como un hCC]lO gencral.


¿Qué mas fundamento necesitamos para decir, hablando
de la propiedad, que es un derecho, ~ derecho sagrado, como
la libertad de moverse, la libertad de pcnsar, de hablar y de
escribir?


1)01' ejemplo, yo ncccsi:o andar, porqul' no puedo vivir sin
movimiento, y aun cuando en este instante no descara hacer-
lo, la idea de no poder, de estar encerrado dentro de las mu-
rallas de una ciudsd ó en las inmensas florestas del Paraguay,
seria para mi un suplicio; y la sociedad, antes de estar civili-
zada, reconoce como un hábito natural, y dc:,pues de civili-
zada, como un derecho escrito, la libertad de ir y Y<-':lir, Ú 10
cual se llama libertad individual.


Para tuda el que tenga una illJaginaeinn capaz de perci-
bir las relaciones de 1.", cosas las ,]" ;')' ":"('J"'l'l" con elIn. U 1. ' ..... ;,:) \.' IU,':' \...¡ ~(.:J, ~~ J \.. v 11. _"" t.1U Ld. lll .. \, ,j \--1) v
Estado y las del E~tado con el mundo, y QU\2 lorrue de c¡las un
exacto juicio, un fundado raciocinio, gozará mas, en cu.mto
con mayor libertad pueda manifestar sus p~'llsam¡enLO~\ y le
seria insoportable el (IUC se le prohibiese hacerlo, ¡)l'(~i1r¡enu[)
antes las cadenas y anilla muerte; considerundo la SUCiCL1ild
la utilidad que reporta al individuo y al estado el dejar ca li-
bertad el pensamiento, ha declarado dcs¡:ues que in li()~)(ldo Ú
ser civilizada, que la libertad d~ pensar y de man¡;',~<~li' los
pensamientos es un derecho, y un derecho sagrado.


La ohscrvacion de estos hechos es suíicicutc Il:l:':t ti U(~ se
diga: «Ilé ahí el derccho..


La conveniencia bajo el punto de vista de la equidad de




DE LA PROPIEDAD. 71
dejar al hombre el [ruto de su trabajo; el interés, bajo el pun-
to de vista de la utilidad social) de que cl trabajo sea activo,
enérgico é infinito, debia garantir de un modo evidente sus
productos; y fundándose en ello la sociedad, ha proclamado la
propiedad, no solo como un derecho, sino quc ha proclamado
tambien CGll10 derecho las diversas libertades de que se com-
pone la libertad humana.


La sociedad civilizada, al consagrar por escrito el dcrecho
de propiedad que hahia encontrado existente en las socieda-
des primitivas bajo la forma de hábito, lo ha hccho con el ob-
jeto de asegurar, de animar é impeler al trabajo, quc puede
decirse que este es la fuente, el fundamento y la hase del de-
recho de propiedad.


Pero si el trahajo cs cl fundamento del derecho de propic-
dad, es tamhien su medida y su límite. Hé aquí un egemplo
en (Iue lo demostramos con precisión y claridad,


Al desmontar un campo que solo está cubierto de malezas,
se convierte en terreno productivo lo que antes era erial, por
UIl hombre laborioso y trabajador. Aquel campo estéril está ya
en disnosicion de (IDC se siembren v planren en él semillas vL u u
árboles de diverra, clases; ó el mismo campo ha sido adquiri-
do dando en cambio otros objetos procedentes del trabajo.
¿Qué recompensa dá por esto la sociedad? La superficie de la
tierra, teatro de :'5t05 desmontes y rupturas, de estas labores,
siembras y plantaciones; la superficie y nada mas. Ella la con-
cede porque no puede dejar de hacerlo. ¿Y cómo, en efecto,
hahia de quedar garantido el fruto de los trabajos prestados
sin asegurar la tranquila posesion de esa superficie donde cor-
ren esas aguas, donde descaman esas tapias y en cuyo seno
vegetan las raices de esos árboles? Esto es indispensable, y la
sociedad no puede permitir á otro que siembre sobre mis mie-
ses, que plante junto ~t mis árboles. Empero mi trabajo no se




72 DE LA !lllOl)!EDAD.
estiende mas allá de la reja de mi arado, mas allá de las ral-
ees de los árboles, ni alcanza mas allá de la sonda con que
busco el agua de mi pozo, y desde entonces mi propiedad ce-
sa donde se detiene mi trabajo. No obstante, debajo de esa
superficie, cuya posesión me e:-íÜl garanliJa, hay profundida-
des llenas de un metal, el hierro, que sirve para todas las
obras difíciles; de otro metal, la plata, (llLe sirve para todos
los cambios, de un mineral, la ulla , que en el dia sirve
para producir la fuerza. Pudiendo el Iondo ser teatro de otro
trabajo nuevo, es al mismo tiempo teatro de una propiedad
nueva, y debajo de la superficie que es del labrador, se forma
otra posesion que pertenece al minero. La sociedad cstahlece
reglas para la seguridad y comodi.Iad de entl'allllw:.Elllpcro
al lado de uno coloca al otro, y la tierra, lejos de ser objeto de
usurpaciou, lo es de un doble trabajo; uuo en la superficie,
otro en sus entrañas mas profundas. De CSLa suerte, ninguna
parte del universo se prodiga :t quien no la ha trahajado: el
uno tiene la superficie, el otro el fondo: pero por el trahajo, a
causa del trabajo y en proporción del trabajo.


Puedo por tanto decir dogmáticamente-porque licito me.
será ser dogmático despues de haber uemoslrado-(!uc el tra-
bajo es el fundamento i ndestructiblc del derecho de propicuaJ.


Enhorabuena, se me dir.i , cuando el trabajo es el or.gcn
verdadero de la propiedad , nada t:ne1llos que oponer á lo que
existe. Ese fundamento es tan natural y tan legitimo, que na-
da hay que objetar, y es ociosa toda dcmcstracion.


Pero ¿es siempre el trabajo el fundamento? ¿~o vemos to-
dos los dias en punto á bienes muebles capitales inmensos acu-
mulados en ciertas manos por el fraude, el juego ó las especu-
laciones mas locas ó criminales? ¿\o vemos, respecto de la.
propiedad inmueble, la mayor parte de las tierras en uianos de
hombres que con dinero mal adquirido las compraron de otros




DE LA PROPIEDAD.


que las heredaron de sus padrcs , señores feudales cnriflueci-
dos ú fuerza de confiscaciones? Si paráis un poco la atencion,
veréis el fraude y la violencia figurar en el origen de la propie--
dad con mas frecuencia que el trabajo. De modo que en los
Iunitcs de cada campo; en vez de colocar al dios Término,
tan respetado por los romano:" ¿no seria mejor colocar al dios
Mercurio con su caduceo y SlIS alas, empleadas en engañar y
huir?


I aun suponiendo, me dirán tambien, que -el origen de
la propiedad sea tan respetable corno pretendéis; ¿no envuelve
graves peligros S'J cstcnsion siempre en aumento? Si se la
permite abarcar todas las cosas, tierras, capi tales, herra-
mientas, máquinas , materias primeras y dinero, ¿no parecerá
~l mundo un tcrriturio invadido, sin espacio para nadie, un
teatro, como dccia Cicerón, don.le to.los los asientes están to-
mados de antemano? Y ..HIn si ese teatro fuera. solo un sitio
de diversión , podria acaso haber couíonnidad , por mas que
tambicn el placer SC2. un derecho de to.lcs ; lilas ese teatro es
la vida, Con los mejores deseos de trabajar, el obrero no en-
cuentra medios de cxistir , porque tierras, capitales, todo
pertenece (l un corto número dl~ dctcntores implacables, que
no Iaci litan in.stnuucutos de trabajo, sino con condiciones rui-
nosas para cl horn hrc laborioso.


Resulta, pues, (lue el orígcu real dc la propiedad des-
miente su origen teórico.


Que la invasión (le la tierra y de los capitales se esticnden
sin cesar en provecho de algunos y en detrimento de todos.


Ile J(F:i dos ohjecioucs de los filósofos de la época que voy
á refutar en los Jos capítulos siguientes. Espero que esas nu-
hes pasageras se disiparan ala luz de la verdad como un va-
por liviano ante el sol del csuo.




C.\PITCLO XIII.


DE LA PHESCltIPCiO:\.


Si el (J'CI!U!C y la ciolcnci« son ti ceces el orí[Jim clr 1.'1 propiedad 1
la irasmision durante u¡gUia).') 11 ¡¡OS , 1Ji\jO el imperio ile le!lC!
TCfju!arcs, le da el carácter respetable y sa(Jrado de la lJl'opie-
dad fundada sobre cl trabajo,


Si hay hombres que adquieren Sl1S bienes por n:;;.:dio de
trabajo, otros los usurpan por el íruude o la violencia, y est:
atentado seria un titulo c(Jn~ra todos, asi contra 105 que bar
trabajado, como contra los pc¡":~;:()'ns. Pero ¿quién pue.le sos-
tener semejante dcducciou? ¿Qué hemos de hacer en este caso'
Leyes mejores , mas SC\'eLb, ¡]L~jor coordinadas para distin-
guir entre aquellos cuya pcscsicn procede del trabajo, y lo:
que la obtu vieron con una usurpaciou. ¿Habria de renunciar-
se á consagrar la propiedad , :¡, protc;.;erla y garantirla, porqu(
esté espucsta á violaciones? Tambicn la vida del hombre s(
halla con frecuencia amc¡JazaJil v aun atacada: J.Y heruos d(


• l L


tolerar el ascsinato , ¡Jc;'que no siempre podemos estorbarlo'
Cierto que la opulencia .lc aL;unos en sus palacios y hacicn


das procede tambien de un antiguo Iraudeconocidn ó solamcn
te sospechado, como en las risueñas campiñasde Italia yde J~5'
paila suele tropezarse con una cruz plantada por los habitan-




DE LA PROPIEDAD.


tes en espiaciua de algun horrible asesinato. Esto es sin duda
muy doloroso y digno de reprensión , ¿pero será nunca una
raZOD para que en esos helios campos y en los que los culti-
van solo vea ~'o ascsinos , y para que en ese Guadalquivir y
en ese Vulturno que corren con tanta gracia no vea mas que
arroyos de sangre?


Me citais ese antro de! juego que llaman Bolsa, donde se
forman y destruyen en breves momentos fortunas colosales
por otros medios distintos del trabajo. Así sucede algunas ve-
ces; pero los que solo entran alli ¡nra desaparecer en seguida,
rara vez adquieren tesoros. Lo llllC han ganado en 1111 dia por
efecto de la casu.uidad, 10 pierJen JcI mismo modo; y si la
fortuna, cruel en sus caprichos, eleva por un momento á los
qu~ no hacen de los efectos públicos un comercio formal y
legítimo y un trabajo de toda su vida, es solo para derribarlos
despues desde la altura, dondeella misma los IwJúa encumhra-
do. La verdadera cuestion consiste en saber si puede haber en
ese establecimiento tan mal conceptuado un. comercio legítimo,
al cual la sociedad. permita que se aplique el tiempo y el tra-
bajo. ¿Se concibe sohre e,;lo alguna duda? ¿Xo necesita el go-
bierno tomar prestado cuando se han agotado los impuestos?
¿\o ser i necesario que por medio del empréstito deje al por-
venir varias cargas que le aprovecharan en lo sucesivo, y que
al presente solo k sirven de embarazo? ¿No será necesario que
las vastas empresas destinadas á cambiar la faz del suelo, y
que e\igcn capitales inmensos, se dividan en partes pequeñas
(!ue se llaman acciones, para que puedan repartirse con faci-
lidad. entre todos los capitalistas? ¿~o será preciso que estas
partes divididas de los empréstitos ó de las grand.es empresas
se vendan y compren en un mercado público como cualquie-
ra otra mercancía? ¿No será preciso que los especuladores,
acechando las infinitas variaciones de estos valores, acudan




76 DE LA PROPIEDAD •.
él comprarlos cuando bajan, evitando de este mCH~O su descré-
dito? Estas variaciones aumentan en IDS ticuiuos de crisis y


1 •


provocan las jugadas: lo mismo que el tr¡~~o, matcr!a tan res-
petable, se convierte en tiempo de escasez en objeto de locas
especulaciones. ¿Y proscrihircis por esto el comercio dcgru-
nos? ¿No hay diferencia entre el banquero que contribuye ú
fundar el crédito de un estado ~ e! especulador nIlé,pr que
debe á la casualidad su opulencia de algunos dias? ¿\o suce-
de lo mismo con todos los géneros de industria y do comercio?
¿Qué direis de esa masa de riquezas que proceden de hienes
muebles y se adquieren tejiendo el lino, la lana, el algodon y
la seda, fabricando máquinas, cuhriendo el mar de !ngelcs y
yendo á buscar en otro hemisferio los productos que se vende-
rán en el nuestro? ¿Impcdircis que un comerciante prudente
y avisado calcule la variaciuu que la ahundancia de las cose-
chas en la India ó en la América, ó la g'uerra de un pueblo
con otro podrá producir en los precios de Europa, y gane o
pierda sumas considerables en estos cálculos aplicados al trá-
fico del azúcar ó de la seda? En esto estriba la inevitable con-
dicion del comercio; y la opiuiun pública ,obserqndo todos
Iosdias al que obra d(~ este modo, le J: ó ie retira estas fuer-
zas prcciosas , que Ú la larga son la verdadera causa de la,
fortuna mas hien (Iu\~ la felicidad , y que se llama aprecio,
consideración ó crédito.


HalJlábase de la tierra y de las usurpaciones por cuyo me-
dio ha llegado sucesivamente á las manos de los que la po-
seen. Cierto que en el orígcn de toda sociedad la violencia ha
tenido mas parte que la justicia; porque los hombres tenian me-
nos desarrollado el instinto de lo justo y de lo injusto; y lan-
zándose sobre la tierra, se apoderaron de ella, disputando-
sela con la fuerza, y hasta el establecimiento de leyes sabias y
equitativas se trasmi rieron unos á otros con mas ó menos rc-




DE L\. rilOrlEDAD. 77
gularidad lo liu éh~ una manera irregular hahian ad¡uirido.
Con el trCJ.~curso de! tiempo, con el progreso de las costum-
hrcs y de las luces, se perfeccionó la lcgislacion, y la propie-
dad se consolidó pDr medio de una trasruision legitima y bien
ordenada. ¿Hullo acaso' en la antigua Roma algun sofista que
negase en tiempo de la rCilública ó del imperio, en medio de
las discusiones suscitadas sohre la ley (l'jTaria, que el territo-
rio rornauo perteneciese legítimamente a sus poseedores; por-
(fue en su origen hahia sido el precio de la oc.rpacion ,'ioleo-
ta, verdadera ó falsa ,de los compañeros de Ilómulo? ¿Quién
sahe los atropellos Ih que habrá sido teatro el terreno mas le-
gltimam,'ntc adquirido? ¡.Seremos nosotros responsnhlcs de lo
que hicieron hace algunos siglos los usurpadores de la pro-
picchJ que hemos obtenido regularmente del poseedor, pa-
gándola al precio que este ha señalado? Sin duda , ~o se niega
el derecho de cambio, pOl'lpC los (lile niegan la propiedad y
quieren suprimir el numerario , admiten la facultad de cam-
hiar directamente un objeto por otro. Yo he criado ovejas , y
otro ha cultivado la tierra; yo le doy una oveja , y él me dá
una cantidad de trigo; me parece que nada hay mas legítimo.
Yo he adquirido en el comercio una suma de capitales mue-
hles , Ji la cambio por un terreno; este terreno es mio, des-
pues de verificarse esta transacciou. Pues bien; en el espacio
de cincuenta años , todo el territorio de un vasto pais pasa de
este modo de una mano ft otra. Bastan, pues, cincuenta alías
de cambios repetidos, hajo una sabia legislacion, para que to-
da la propiedad de un pais , aunque deba su origen á la mas
sangrienta usurpaciou se purifique y legitime por la trasmi-
sion verificada por medio de condiciones equitativas.


Si, se dirá; pero el que ha trasmitido, ¿podia trasmitir no
siendo legítimo poseedor? Habia usurpado, ha trasmitido la
usurpación 1 y nada mas.




78 DE LA I'ROl'I.GD.\D.
La respuesta :1 esta ohjecion se halla en el buen sentido de


las naciones, las cuales admitieron unánimemente la prcs-
cripcion. Todas ellas han reconocido que cuando un objeto
hnhia existido sin contradiccion , durante cierto número de
años, en manos de un ind. viduo , dchia ser al¿un dia su pro-
,);{l,l,,~l \~,l' hav coutradiccion o' rcclamacion en ciertas éooc.u1 lVUu~\.e.. I..Y "l... .'J ..... ' ('v' v., .t..ll. \. , .11 ./.1 . l/o U, ..... ..It )~ ¡'
nor 11""'" del Ic.ritimo noseedor íl/) cual llaman in" inriscon-1.1 Jtt.ll,t/ \. v,"'::'~ 1 .. '. t \ ,.\...1), '.l \t\, ·Lo,t., ¡ r t. lt..l :V" J "1._~'""",~
-ultos ¡'''}Cl'''''í''''¡'''l de nrescriucion ' la sociedad interviene
.' \...-.J"1. ""- 1 t 1j ,¿ J ~ \.A. 1 ..-.~ ¡ 1) v ~ 1..-" ) '1 ,J, ( .~ J L L '" ~ ... -"- (."-" ~, t.. v ~


luzga V falla. Pero si durante treinta años no se intr rrurnpe 1;:,
,) ~ "'


l)r'I\""I';I,"i Vr- n la. sociedad ha ed '11) 1C' {' l' (10 1>01' '''''':n'l(1'' tan 1'("'1'-i lv..)"-' l.-'Ld Ll, le .......... " ( "'..J,-,l ~ .l. 'v... . i("I .. \.J! '-'~ ld, .le
tes como las (ILW le han hecho reconocer el derecho de propic-
ciad c;~ ~oi :l~¡<:llO, (ILle el ohjetl p'H~¡do sea defiuitivnmente
P¡'0ll;CtLd del poseedor. La sociedad lo ha cstnhlccido asi,
1''''''''''' 1" 1" ,ocr" posesión es' una nresuncicn (1" t ..abaio '",\0,"--;') '" ~ l u v ".. J. U. I b tt - ;:, '---' d ~ ". 1 '.. U, .1 • " ... :~ l .. 1 .~ l \ o.J. l\....· l.- I '--" • ¡' ( J \, ,
que nada seria estable si no hubiese un t6rlll;!10 pant las iil-
~,,1'1(,o'l{';n""~: (1" In pasarlo \' 'i)'))"]"(" r.: nc.lriau /.;"'flr-n trausa-¡ !-"0 t- ..... "- .. ' • --'-;'.~~' ." v l.' (~- ( ,/. '., l' ' t • J ' " ,j j .' \.., 1 ( •• " L' v ~ v I ( ., (
C¡O~lCS ni cambios, si no se supiese ha~;til qUi; pasase cierto
tiempo si el que posee un objeto lo posee justamente y puede
~r:L'rn¡t¡:lo. Figuraos cuál sería el estado de la socicdad , qnó
(l.{lquisicioa habria segura, en caso de verificarse , si pudié-
ramos remontarnos al siglo XI[ ó XIH , y disputar una tierra,
probando uue un señor la nui(r') á -u vasallo y la dió ú un fa-~ 1 ... .'
vorito Ó á uno de sus gncrrcres, el cu.il la vendió úun ¡ndi-
viduo del gremio de mercaderes, quien la trasmiti» por sí
mismo de mano en inane á una linea desconocida de posecdo-
res mas ó menos respetables. Es necesario (ILle haya un termi-
:10 fijo, dentro del cual lo que cxis!c, por e! solo hecho de exis-
ir, S0 declare legítimo y bueno, pues de otro 1110:10, L sc;pcr-
icie del globo seria el teatro de infinitos pleitos y contiendas.


En Italia, por ejemplo, los italianos dirian ú los poseedo-
'es d,~ las tierras: «Vosotros, barones alemanes, casi todos gi-
.elino-; fuisteis recompensados COIl los bienes usurpados Ú




DE L\. rnOPIEDAD, 79


los guelfos'!J Y vosotros, pcdria decirse ú los italianos güel-
fos, erais probablemente soldados de Carlo-Xlagno, y fuisteis
recompensados con las tierras de los lombardos que estos ha-
hian quitado á los romanos, : que estos habían repartido en-
tre sus colonos militare;" dcspnes de despojar de ellas á que-
Has interesantes emigrados, cuyas quejas LOS pinta Yirgilio
con tan vivos colores. .Ouién sal» si uno de esos campos (me~~ ~ ~
los croatas disputan ahora á los señores milaneses fué el del
pobre ·.Ucliheo, que llevando al destierro sus ganachs, enriaba
á Títiro su tranquilo descanso y los placeres que habia recibi-
do de un Dios?


) c rcrpccto :t nosotros lo" fl''''¡'('i'<:;(\~ '('1]:)1'[" iy,r";'l decir
'" v' I ( .. _.,) " '_" "V" lo,.« l., ,'"'''' \,,-


senos sobre el origen de las tierras que poseemos? Cunquista-
das por {os romanos ú los galos, quienes :;r; duda si las poseían
l}or tíl:¡]o IC2:ítimo; c.unlcadns con frecuencia nor César uaraG . L ~ i
rccomncusnr á los C..iminales de H()""l' arrebatadas a los ro


.: ,~, jll\'J:".~(' ( ... ll. le. JO) .. ' J¡tL. ' .• l ,'- ..1.'--' •. dl"t .. ult,.) l..t 1.) -


manos por los bárbaros; sometidas bajo la do.ninacion ele los
últimos durante muchos siglos ú todas las iniquidades del f(~­
gimen feudal; reservadas á los primogcnitos con esclusion de
sus dcmas hermanos; dadas, vueltas ú tomar, disputadas en-
tre eses scñorc- feudales, que por medio del frnudc se despo-
jaban con frecuencia de unos hicucs adquiridos por medios
violentos: CSf'lS tierras repito er.in '·"1 obieto .i.. una lczisla-j ... L ..._, ..... t. \..tI ..~ ..... , . \', \\.1. 0-' l \., IJ,JVL ',-~,_ i 'o..-v ~O >- cot,
C: OJ 111"':-; recular no" medio de h cual i['1f\S[:"I; rcvcs r¡lJe-1 L .. . ;(\1.... 'ül "', 1 1 ,v\.! J \..... e... '-- ... e ~ \,,_\.,,~ \ Vk .1 v.; "_ ...
rian convertirlas en una posesion respetable, cuando de re-
pente estalló la rcvolucion Iraucesa , y confundiendo de nuevo
{t las personas y á las cosas, guillotinando á los hijos de esos
mismos señores feudales, confiscando sus bienes pOHlue huían
del calLdso, despojando al clero d~ sus nngníflcas tierras, (IllC
él á su "ez hahia obtenido por medios reprobados de; los mori-
bundos atormentados pu!' los remordimientos, lo dio tcdo al
primero que llegó: ¿y á qué precio? Por un papel tan L!cspr<.:-




80 DE LA rnOPIED\D.
ciado, que con la cantidad que antes se paga]¡a una tierra
apcnas podria mantenerse ahora una familia algu nos dias. En
vista de semejantes recuerdos, ¿habrá un propietario francés
que muera con el corazón tranquilo?


¡.Qué diremos de los españoles, que ell tivan tan malel [(:1'-
reno quc qnitaron á los árabes, que estos nsurparoIl á Jos go-
dos los uodos '1 los 1'0"1:1"('';; F lo: rO'1"l'10'1 'Í, los "'1 t j "'UOS, t. >_ t: ..- cv V 1~,\.'l.l..U ..... .;" ,1 ,1. {", ...... , ( .},_ (ti (,;:) ,
iberos? ¿Ql1l~ podremos (L~cir de los turcus , (111C despojaron á
los griegos de las bellas márgenes del Bósforo, pertenecien-
tes á otras razas que los griegos habi an subyugado? ¿Qné jui-
cio podremos formar de h misan Ail1(2rica'? En aquellos paises
"(\O"111 1a'c apariencias pudiera en:,,,,,,,, «ue la propiedad tuvo¡)'-'OllL L .. ,:) u .... no' \...ir .r c "-', t-.\. a u.. , . .1\.L1 .... 1........ j" «(: 1 LJ >J.\j ct Ll ~
un origen, pues los colonos, sin mas auxilios que SlIS brazos,
algunos instrumentos aratorios, y víveres para nnos cuantos
111"'''e5 11 ('Y1(1 '\5 del>; ,1 e F n ro na des'\10 '1f:l }'I)" hosrrucs y te rrc-v~ , 1 ....' ~ .. u - ."H.'\..-. ' ......... ct r ( 1" -",[, 1 lit "-.. .J ...~.l ,,"_.. _J
nos \ír.:;CilC~, dO!ldc no habitah.i» mas ;iue monos, loros v


' . ...1 j tJ


culebras. Pues bien; los colonos fueron usurpadores, porque
los norte-americanos, qlle les concedieron estos terrenos vír·-
genes los hablan usurpado á los indios, sin otro titulo que el
capricho que tuvieron hace dos siglos de abandonar la Ingla-
terra pOI' cuestiones de religicn. ¿Qué hemos de pensar si la
misma América no es otra cosa mas qu~ una guarida de ladro-
nes y usurpadores?


Hablemos seriamente, aun respondiendo ú ridículas obje-
ciones. Para trabajar es necesario poseer ante todo la materia
sobre que ha de recaer el trabajo, es decir, la tierra, la mate-
ria indispensable para el trabajo agrícola, lo cual indica quela
ocupacion debe ser el primer acto que da. origen á la propie-
dad y el trabajo el segundo. Toda sociedad presenta en su
orígen este fenómeno de la ocupación mas ó menos violenta,
al cual sucede poco á poco el fenómeno de una trasmisiou re-
gular, por medio del cambio de la propiedad con el fruto le-




DE LA pnOPIEDAD. 81


(Nota del traducior.}
(;


gitimo de cualquier trabajo. Para hacer seguro este cambio
se supone que toda propiedad que ha permanecido por espa-
cio de 30 años en las mismas manos, sin que nadie haya re-
clamado, se posee legítimamente, ó ha sido legitimada por
el trahajo. Trasmitidas continuamente de este modo las tierras
bajo el régimen de una legislacion fija, representan una pro-
piedad legítima, porque no se hallan en poder de nadie sin
haber sido cambiadas por un valor equivalente. Basta una.
sola trasmision para convertirlas en posesiones respetables, y
en el espacio deun siglo pueden cambiar muchas veces de po-
seedor, salras algunas raras cscepciones. Asi, pues, elmundo
civilizado no es unavasta usurpacion; y añadiré, para tranqui-
lizar la conciencia de los propietarios franceses, que á pesar
de la barbarie del r~gimen feudal, y á pesar de los trastornos
de la revol ucion de 1789, la mayor parte de la propiedad ter-
ritorial en Francia reconoce un origen muy puro. Los campos
que los romanos quitaron á los galos eran poco considerables,
porque la tierra apenas se cultiyaba, y se asemejaba á los
bosques que ahora conceden los americanos á los europeos.
los bárbaros la hallaron casi en el mismo estado. Solo en el
trascurso de los siglos posteriores, y bajo el régimen feudal,
empezaron á dcsmontarse las tierras, y esta operacion conti-
nuó sin interru reían, como lo indica la palabra rotur« (1), de-
rivada de ruptura, dada á toda propiedad que tenia el des-


(~) Antes de la revolucion de 89 en Francia se designaba con la
palabra roture no solamente el estado de las personas, sino tsmhien el
de las tierras que no eran nobles, y ú las cuales se aplicaba el adjetivo
roturieres. Derivase la palabra roture 'de In latina nlptuTfl, que se US:l-
ba para decir cultivo de la tierra Todavía en mudlOspuntos de Francia
se sirven de la espresion rompre la, (erre (romper la tierra) cuando
quieren decir cultivarla. En España usamos solamente la palabra rotura
para significar el rompimiento ó roturacion que se hace en la tierra que
nunca se ha labrndo. y llamamos tierras roturadas á las eriales qUI~ se
rompen para aplicarlas al cultivo.




82 DE LA PROPIEDAD.
monte por orígen. Cualquiera tierra roturiere procedia por lo
tanto del trabajo mas respetable, y estas tierras eran las mas
numerosas, porque muchas tierras ennoblecidas después por
consideracion á sus poseedores, habían sido tambien en su
orígen tierras roturieres. Luego en una larga série de reinados
se dieron leyes sábias para la trasmisión regular, y cuando el
comercio quería adquirir dominios territoriales, los compra-
ba á un preciosubido á los poseedores nobles ó roturiers. Por
consiguiente, nosotros los franceses podemos poseer con ple-
na tranquilidad de conciencia las tierras que tengamos, aun-
que procedan de bienes nacionales, pues en definitiva estos
hienes se pagaron con la moneda que el Estado daba á todos y
que todos teuian que recibir de sus deudores, y la restaura-
cion ha gastado 800.000,000 en disipar algunos escrúpulos
que tenia sobre esta materia. Asi podemos morir tranquilos y
tambien nuestros hijos.


CAPITULO XIV.


DE LA I:'iVASION DE LAS COSAS POR LA. ESTENSION DE U. PROPIElJ;\ll.


Lejos de ser invadido el universo por la esiension progresiva de
la propiedad, le uemos por el contrario, cad« dia mas aclewa-
do á las necesidades del hombre, mas accesible á su. trabajo,
y la propiedad civiliza al mundo en lugar de usurparle.


Toda propiedad tiene por origen verdadero el trabajo, y si-
no tiene desde luego este orígen, no tarda en adquirirlo des-
pues de cierto tiempo de trasmision regular. Concedemos es-
to, si se quiere, responden algunos adversarios de la propio-




DE L.\ PIlOPlEDAD.


dad; pero no por eso es menos cierto que con el trascurso de
dos siglos, todo queda ocupado, tierras, capitales, instrumen-
tos del trabajo, y que los últimos quc llegan no saben donde
establecerse ni como emplear sus brazos. Yo llego á este mun-
do, dice uno de los cconouiistas de la época, algunos miles
de años despues de las tsasmisiones sucesivas, mas ó menos
legítimas; y lo encuentro invadido por los propietarios de las
tierras ó por los propietarios de los capitales. Si quiero ser
labrador hallo en tollas partes cercas y zanjas que me cierran
el paso y me indican que d campo que yo deseaba cultivar
pertenece á otro. Si quiero dedicarme á otro trabajo, por ejem-
plo, á serrar y cepillar madera, á hilar el cáñamo ó á limar el
hierro, hallo que la madera, el cáñamo, el hierro, los capi-
tales, en fin, se hallan en poder de manos avaras que me
los niegan, rehusándome todo crédito ó exigiendo un interés
tan grande que despues de pagarlo no me quedaría nada pa-
ra vivir. ¿Qué liaré? El mundo entero, el cielo, la tierra, el
agua, ¿no están invadidos por ávidos y celosos poseedores?


Esta ohjecion es tan débil como la anterior. Llegais al
mundo algo tarde. es verdad; hay muchos terrenos Ocupados;
y aceptando las palahras do Ciccron, que compara la pro-
piedad á un teatro, en el cual están tomados todos los asien-
tos, os responderé: los propietarios de este teatro hicieron
mal sin duda, en no reservaros algun lugar; ¿pero seríais
mas afortunados si el teatro no existiese? Pero existe, y esto
causa en vosotros ese mal que yo tam bien deploro: el disgus-
to de saber que otros se divierten sin contar con vosotros.
Pero, lo repito: los propietarios hubieran podido muy bien no
construir ese teatro, lo cual os disgustaría doblemente; y si
ademas de esto, quieren admitiros en él con la condición de
que hagais por vuestra parte algunos sacrificios, ¿!os acusareis
de demasiado exigentes?




84 DE Lt\. PROPIEDAD.
Voy á demostrar que esta respuesta es exactamente apli-


cable á la propiedad.
Vosotrosllegais á una sociedad ya muycivilizada, en la cual,


aunque la tierra está llena de propietarios, se halla muy bien
cultivada, y produce cien veces mas de Jo que producía al
principio; en la cual las máquinas, multiplicadas y variadas
al infinito, han hecho el trabajo mil veces mas rápido y sus
productos mil veces mas abundantes y menos costosos; en la
eual, en fin, hay bastantes alimentos yvestidos para que vivan
36.000,000 de hornhres en vez de cuatro ó cinco: confesad que
las generaciones que os han precedido han sido muy culpa-
bles con vosotros, pues hace siete Ú 0('110 siglos habríais te-
nido que calzaros con un pedazo de cuero atado con cuerdas,
y ahora tenéis zapatos (Iue preservan vuestros pies del frio,
de la humedad v de la dureza de los guijarros. Habríais te-
~ .


nido que vestiros COIl una piel de carnero y ahora tenéis pa-
fios. Habríais tenido que guareceros en uno de esos misera-
bles tugurios, de los cuales hallamos algunos restos en al-
gunas ciudades antiguas de Francia, y ahora teneis habita-
ciones sanas y sólidas. Entonces huhiérais tenido centeno Ó
~ .


maiz en los tiempos de abundancia, y nada en los tiempos
de escasez, y ahora teneis trigo y centella en los años abun-
dantes, y patatas en los escasos. Entonces solo hubiérais po-
dido beber cerveza ó cidra, v ahora. tcneis vino. Convenid en


.,


que esas generaciones os han hecho mucho daño.
Pero si queremos cultivar la tierra, decís, ó si queremos


hilar, necesitamos tomar prestada la tierra ó los útiles indis-
pensables para hilar. ¿Hubiera sucedido de otro modo hace
mil años? ¿No habríais tenido que tomar tambien prestados
entonces dichos objetos? ¿Ha habido acaso algun tiempo en
que los ho ubres presten por nada los 'objetos que les perte-
necen? La única diferencia que hay entre los tiempos presen-




DE LA l'nOPIEDAD. 8B
tes y los siglos pasados, es que al acercarnos á ellos, retroce-
demos á una época en qu'~ habla menos de todas las cosas, y
en que todas las cosas eran de peorcalidad. Pero se me dirá:
No resolvéis la cuestiono Dos ó tres siglos atras no hacen re-
gla, la invasion era acaso menos, y menor la poblacíon; pero
la usurpación ya habia empezado. Remontaos á esos dias en
que la tierra era del que primero la ocupaba, yen que basta-
ba presentarse para hallar fruta en los árboles, caza en los
bosques, pesca en los rios, Ó llanos fértiles que desmontar, si
queríais dedicaros al cultivo, como sucede actualmente en
A.mérica. El salvage, añadirán, egerce los derechos de cazar,
pescar, cosechar y utilizarse de los pastos en todo el territorio;
J si un hombre civilizado quiere ahora cazar, incurre en la
pena señalada al cazador de mala íé; si quiere pescar, se le
impone la pena ~,de los defraudadores del fisco, y si quiere
coger uvas en la orilla de un camino, si toma una gavilla de
trigo ó si lleva á sus ovejas á pastar á un campo, se le conde-
na á varias penas como reo de delito rural.


Haré una pregunta á los que se quejan de estas varias
prohibiciones. Hay entre nosotros algunos miles. de infelices
que, arrastrados por doctrinas deplorables , han derramado la
sangre de sus conciudadanos, unos con mala iuteueion, y otros,
que son los mas numerosos, por ceguedad. Se trata de crear-
les una existencia nueva, sea donde fuere. Preguntaré séria-
mente, por que las desgracias que ellos mismos se han propor-
cionado, y las qun han causado matando á honrados padres de
familia, no pueden ser asunto de risa: ¿ no mirarian estos in-
felices corno una barbarie sin ejemplo el que los trasportasen
á las tierras vírgenes de América ó á las islas de laOceanía sin
proporcionarles medios de establecerse, de tener habitaciones
y de vivir? La facultad del salvage de poder dirigir su mano á
todos los objetos de la naturaleza 1 ¿ no sería para ellos la mi-




86 DE LA PltOPIEHAlJ.
seria mas atroz? Tendrian razon , y Francia seria muy cruel
si obrase con ellos de estt; modo.


Pero se dirá que en esto no hay nada de cstrnordinario. Si
los desgraciados de que se habla hubieran recibido la. educa-
cion de los salvages de la Oceanía ó de la Florida , podrian
vivir como ellos de la pesca ó ele la caza; pero han recibido
otra educacion, y es necesario tener presente esta circunstan-
cia. ¿ Qué es lo que se entiende por esa educación diferente
que es necesario apreciar? La sociedad les ha enseñado á co-
mer pan bueno en vez de tubérculos salvages , carne blanca y
cocida en vez de carne negra y cruda; les ha enseñado il cu-
brirse con vestidos de tela en vez de pieles de fieras ó plumas
de pájaros, á servirse de la lima y del buril en vez del arco y
las flechas, es decir, que la sociedad contra la cual se pro-
fieren dnras quejas les ha hecho viril' , no obstante sus des-
gracias, en un estado cien veces preferible al de los salvages
que se echa de menos para ellos, y al cual sería la mayor
crueldad querer restituirlos.


Sin duda, en esta sociedad com plicada , donde rompiéu-
dose el menor resorte se originan trastornos profundos, hay
crisis en las cuales llega á faltar todo á la vez á ciertas clases,
y es necesario acudir á socorrerlas; nosotros lo aprobamos
porque conocemos esta nerr sidad, y porque no tenemos el co-
razon de hierro; es necesario socorrerlas, no a título de resti-
tucion ¡ sino á titulo de fraternidad, virtud sublime cuando
es sincera. Pero de todos modos, la sociedad, privándoles de
la abundancia primitiva, no los ha privado de nada, porque
esta abundancia existe todavía en las tres cuartas partes del
globo, y la mirarían como un asesinato si se cometiese la
inhumanidad de esponerlos á ella.


Asi pues, esta supuesta invasion del universo es una fá-
bula ridícula. Dígase si no, en qué consiste. En la usurpacion




llE LA I'JlOPIEDAD. 87
de los objetos muebles, como máquinas, útiles, materias
primeras, semillas, víveres, dinero, y por último, todo lo que
se llama capital, ese bárbaro capital que no quiere pres-
tarse al trabajo sino con un interés exorbitante. Pero ese ca-
pital mueble no existía; esasmáquinas, esos útiles, esas cons-
trucciones, esas materias primeras, esosgranos, ese dinero,
todo eso no existía antes de- esas generaciones usurpadoras,
de las cuales os quejais, y no ha existido sino por ellas, me-
diante su constante trabajo. Si ellas lo reservan, si lo prestan
con intereses crecidos, fallarán acaso á la moral; pero en es-
tricto derecho pueden hacer de él lo que quieran, porque lo
han creado; y ademas, si necesitáis que os lo presten, si de-
pendéis de ellas por esta razon , el/as dependen también de
vosotros, porque necesitan que vuestros brazos hagan valer
sus capitales, sin lo cual estos capitales estancados no val-
drian nada en sus manos. La dependencia es recíproca. Se
presentan dos necesidades: la vuestra, que es la de trabajar;
la suya, que es la. de hallar un empleo á sus capitales. ¿Cuál
de estas necesidades dictará la ley á la otra? Esto dependerá
de las circunstancias. En tiempos tranquilos, cuando los ca-
pitales abundan, podrá mas vuestra. necesidad. Cuando los ca-
pitales se ocultan y faltan, podrá mas la suya, y tendreis que
pagar un crecido interés. Ahora bien, ¿sabeis el mal que os
han causado esas generaciones usurpadoras multiplicando
los capitales? Han hecho que el dinero que valia 12 Ó 15 por
400 Yalgunas veces 40 entre los romanos, ,¡ OÓ 12 en la edad
media y 6 Y7 en el siglo XVIII, valga ahora 3 Ó 4, en tiempos
pacíficos y 1) Ó 6 en los borrascosos. Pues bien; siendo el in-
terés la espresion exacta y única de la dificultad de propor-
cionarse capitales, se deduce que progresando cada dia esta
usurpacion del universo , las generaciones que os han prece-
dido y que han creado la masa de las propiedades existentes,




88 DI~ LA PROPIEDAD.
os han hecho mas fácil la adquisiciou de todas las cosas. Pero
no se prestará á un pobre obrero sin crédito, aunque sea al 5,
6 Ó al 7 pOI' 100. Lo conozco, lo siento, y desearía que se
evitasen estos males por medios bien calculados; pero de
todos modos, hace algunos siglos habria sido aun mas di-
ficil.


No hay, por lo tanto, usurpacion en cuanto i las riquezas
muebles que no existian antes de las generaciones de que
os quejáis , y que solo han existido por ellas. ¿ Sucederá lo
mismo con la tierra, puesto que no la han creado, la cual ha-
llaron beneficiada por los rayos del sol, en la cual se estable-
cieron , dando de este modo orígen á vuestras quejas porque
llegásteis los últimos y hallasteis ocupados los campos mas
fértiles? Tampoco será dificil demostrarlo.


Siendo la superficie de la tierra el único medio de hacer
que concurran los agentes naturales, el aire, el agua, el sol, á
la produccion de los géneros alimenticios, se dice que hay una
ocupación injusta de esta superficie en provecho de algunos y
en detrimento de todos. Ante todo, diré á los autores de esta
objeccion: ¿Cómo qucreis que tengan fuerza vuestras pala-
bras, si el único medio de cultivar la tierra es establecerse y
fijarse en ella, cubriéndola de trabajos seculares, y cercarla
J defenderla contra las pretensiones de los que lleguen des-
pues? La sociedad, si no hay otro medio de hacer que los colo-
nos se fijen en el terreno, ¿será culpable por haberles hecho
esta concesión? Vosotros que llegásteis después, y os quejáis de
haber hallado ocupado todo el terreno, si os diesen tierras
vírgenes sin la facultad de poder conservarlas, ¿las acepta-
ríais? Esos millares de alemanes, de suizos, de vascongados,
que todos los años abandonan su patria para labrar tierras
incultas en las orillas del Misisipi, ¿las aceptarían si no espe-
rasen ser algun día sus poseedores definí tivos?




DE LA PROPIEDAD.


¿Que otro recurso queda, si no se puede cultivar L tierra
sin ocuparla, sin ocuparla para siempre, puesto que ~ u su-
perficie es la base necesaria de los trabajos, cuya len'.~~ acu-
mulacion forma casi todo su valor? ¿Quereis un ej-rnplo?
Id á Holanda y ved aquellas verdes y pingües 'Praderas, cu-
biertas de hermosas vacas; os engañaríais visiblemente si su-
pusierais que la naturaleza solo habia producido ese suelo tan
fértil y tan rico. Clavad un palo en la tierra y hallareis una
arena estéril á tres J cuatro pulgadas de profundidad. Esa es-
pesa yerba que se convierte en leche y luego en queso y que
bajo esta forma circula por todo el mundo, es producto de un
terreno casi artificial. Por medio de un dique formado de ra-
mas de arboles, estancaron una porcion de arena del mar; con
el tiempo el limo amontonado por el flujo y el reflujo, consoli-
dó este dique. Habiendo sustraido esta arena á la accion del
mar, quedó espuesto solo á la de la lluvia y de los rios, y de
este modo se fué desalando poco á poco. Al principio la yerba
no rué muy suculenta, y se acercaba mas bien á la naturale-
la del junco que á la de las plantas gramíneas. Introdujérou-
se en este terreno algunas vac,as. y su estiércol, beneficiándolo
progres: vamentc , lo ha convertido en un prado artificial de
una fertilidad estremada. ¿Y qué habia conseguido el Estado?
Una porción del fondo del mar. Sobre este fondo, la industria
individual creó una capa vegetal y todo ese lujo de verdura
que tanto nos encanta ahora. ¿Habria debido la sociedad ha-
cer este robo al mar y :i las generaciones futuras, ó no crear
ese rico prado? Nos hallamos en el mismo caso del teatro de
Ciceron; todos los sitios están ocupados en este teatro, y yo
pregunto: ¿Valia mas que el teatro no existiese?


Además, creo que de todos modos la necesidad es la mejor
razon; pues bien, si la necesidad exige que la superficie de la
tierra se abandone á los que la cultivan, para que tengan un




!)O DE LA l'UOPIlWAD.
motivo suficiente de cultivarla, ¿no deberemos ceder á la na-
turaleza invencible de las cosas?


Es cierto que queda el recurso de reservar únicamente al
Estado la propiedad de las tierras, y no darlas sino en arrenda-
miento por un tiempo determinado, ó por toda la vida al que
las cultivase; es decir, la amortizacion , restauración reciente
de nuestros sublimes inventores ... ¿Habrá necesidad de repe-
tir aquí cuanto han dicho todos los economistas del siglo
pasado; que la amortizacion es un sistema bárbaro, anti-
agrtcola; que la tierra para ser cultivada debe ser pro-
piedad particular; que solo entonces le consagra el hombre
sus trabajos, su tiempo y su vida, puesto que es á la vez labra-
dor y propietario, y por lo menos sus capitales, si solo es pro-
pietario; que las tierras del antiguo clero producen hoy solo
en contribuciones, casi todo lo que producian antes en arren-
damiento, que además mantienen al propietario y al arrenda-
tario, que ofrecen un espectáculo de actividad estraordinaria,
en yez de un espectáculo de abandono ytriste esterilidad? Pero
suponed que esta vasta amortizacion comprendiese toda la
propiedad en Francia; ¿seria por esto mejor la suerte de los que
se dedicasen al cultivo de los campos'? Seria cien veces peor,
porque ellahrador en lugar de ser libre corno hoy, seria escla-
vo. ¿Se le daria la tierra gratis sin que pagase arrendamiento?
¿Puesqué, una tierra bien cuidada, cubierta de trabajos secu-
lares que valen, comparablemeate, mas que la tierra sin culti-
YO se daria por el mismo precio, es decir, por nada? ¿En ra-
zoná qué preferencia se daria á uno los ricos viñedos de las
orillas del Gironda y á otro las estériles arenas de las Landas?
¿Acaso por haberse inscrito antes, por ser mas hábil ó por ser
un militar mas valiente? En cuanto á lo primero, bastaría
apresurarse á inscribirse, en cuanto á la habilidad habría de
decidir la autoridad; conrespecto al militarmas valiente, ¿noes




DE LA PIWPIEDAH. 91
mas fácil recompensarle con una pensión prop0l'ci?nada á su
edad, á su grado y á sus servicios? Por otra parte, ¿cómo se
concibe que hubiese una clase á la cual se diesen gratis los
instrumentos de su trabajo al paso que las dernas tendrian
que cemprarlns? ¿Se dan por ventura al tejedor, al sastre, al
herrero, los establecimientos en donde ejercen su industria?


La dignidad seria intolerable, y si el Estado tuviera en
sus manos el valor de la propiedad de todas las tierras culti-
vadas' deberia sin duda, para no parecer injusto hasta la ini-
quidad, arrendadas, como hace con las otras propiedades que
posee. ¿Qué diferencia habria entonces entre ser colono del
Estado, o serlo de un particular? ¿Qué ventaja habria en
haber sustituido una con otra estas dependencias? Vamos á
verlo.


En la sociedad actual, prescripta por la naturaleza y no
por los llamados sabios, el colono se presenta al propietario,
! trata libremente con él: toma por base el precio de losgéne-
ros, y ofrece un precio: el propietario toma por base el precio
de los inmuebles, y exige otro: discuten y acaban por ponerse
de acuerdo, de modo que el uno halla el precio de su trabajo, y
el otro el interés de su capital. Por el contrario, siendo pro-
pietario el Estado, lié aqui lo que sucederia: no teniendo en el
arrendamiento libre una base para juzgar del producto de las
tierras, se fijaria su renta como se fijan los sueldos, á merced
del partido dominante. En una época, se diría que era escasa,
yen otra cscesiva; los arrendamientos variarian de este mo-
do al infinito, y como 5C trataría de una cuestion, de la cual
depeuderia la vida de todos, la república seria un foco de
continuos disturbios. ¿De qué se trataba en efecto en Roma
en tiempo de los Gracos? No era de la reparticion universal de
los bienes, sino ti lo sumo de la de algunas tierras, mas ó me-
nos recientemente conquistadas, que tenian en arrendamiento




92 DE LA PROPIEDAD.
varios senadores ó caballeros á precios, que se llamaban pri-
vilegiados, y se pedia la reparticion inmediata de estas tierras
entre los ciudadanos que las habian conquistado, sirviendo en
los ejércitos.


Roma estuvo á pique de perecer y sucumbió mas adelante
de resultas de estas cuestiones, porque todos los ambiciosos
que se sucedieron despues de los Gracos, se sirvieron de ellas
para sus pérfidos designios. ¿No hahia , acaso, en ellas bas-
tantes motivos para disputarse el poder, y queréis añadir la
mayor y mas urgente de todas las razones; la de poseer la
totalidad de las tierras de un pais á un precio con preferencia
á otro? Dadas las tierras gratis, Ó arrendadas á precio de di-
nero, se suscitaria una lucha continua, en el primer caso pa-
ra obtenerlas y en el segundo para obtenerlas á un precio di-
ferente, yen ninguno de los dos casos se obraría conjusticia, y
triunfaria el capricho de las facciones.


Todas estas invenciones no son sino añejos errores de los
pueblos, juzgadas hace mucho tiempo y desechadas para siern-
pre por haberse ensayado parcialmente en ciertos casos. El
Estado, propietario de las tierras, y arrendándolas á los parti-
culares, es una institucion conocida y espcrimentada, cuyo
mérito enseñan aun á les niños la historia romana. y la historia.
de las monarquías europeas. En efecto, el tiempo y la razuu
han enseñado á los hombres que la tierra, y lo mismo los ca-
pitales, deben ser una propiedad privada, que solo de este
modo se hacen en la tierra continuas mejoras; que teniendo la
propiedad de venderse, comprarse, y arrcndarse á voluntad,
como todas las cosas de este mundo, se vende, se compra y se
arrienda á su precio verdadero, como es el precio del trigo,
del hierro y de! vestido, puesto que es el resultado de un li-
bre equilibrio de intereses entre los que ,producen y los que
consumen; que la agricultura es entonces una profesion libre,




DE LA PROPIEDAD. H3
como todas las domas profesiones, que un campo no es una
cosa que ha de obtenerse por el favor, ó perderse por el ódio
del poder dominante, y que la competencia del poder, ya de-
masiado ardiente, se hnlla libre de un estímulo violento,
como es el hambre, que seria entonces causa de un combate
á muerte.


Es necesario desde lllego que la superficie de la tierra se
conceda en plena propiedad al que la cultiva por primera vez:
que después de habérsela apropiado pueda. venderla ó arren-
darla, y que sufra la misma suerte que todos los otros instru-
mentos del trabajo humauo, es decir, que se veuda , compre y
arriende á voluntad de su dueño ó de los que quieran poseerla.


Pero se nos responde que concedida de este modo para
siempre, queda secuestrada é invadida P()CO á poco, y que los
últimos que llegan se hallan espuestos á verla un día del todo
ocupada. El peligro es grande, en efecto1 y apremiante; por-
que la tierra se cubre en todas partes de colonos impacientes
que quieren apoderarse de ella. Las dos Américas, desde el
polo Norte hasta el polo Sur; la India, desde el Himalaya has-
ta el caho Cornorin; la China, desde la Gran ~!uralla hasta el
canal de Forumsa; el África, desde el Atlas hasta las montañas
de la Tabla; Madagascar, Australasia., Nueva Zelanda, Nueva.
Guinea, las Molucas, las Célebes, las Filipinas, ¿quíén sabe?
Todas las islas del mundo se cubrirán en breve de colonos,
caidos de improviso sobre el globo como una nube de langos-
ta, y nuestros nietos tendrán que cruzarse de brazos al ver in-
vadidas sus heredades.


Para tranquilizar los espíritus, alarmados con este grave
peligro, espondremos algunas consideraciones.


El .carhon de piedra, por ejemplo, que es en el dia origen
de toda fuerza motriz, inspira inquietudes de otra naturaleza.
Hay ingenieros, que han creído que había carbou de piedra




DE LA PROPIEDAD.


en el globo para un millar de años, al paso que otros han
creido que en el espacio de cien años se agotariu completa-
mente. ¿Deberíamos abstenernos de su uso por temor de que
nuestros nietos lo hallasen agotado? ¿Qué diríais de la huma-
nidad si contemplase con indiferencia esos tesoros de calórico
y de fuerza motriz por temor de consumirlos? Se ha consumi-
do casi toda la leña de nuestros bosques , y sin emhargo, se
han hallado otros medios de poderse calentar. La sociedad que
no sancionase la propiedad territorial temiendo que algun dia
fuese invadida toda la superficie de la tierra, seria tatnhien es-
travagante. Tranquilicémonos, pues las naciones de Europa
no han cultivado unas la cuarta parte y otras la déci-
ma de su territorio, y todavía no se halla ocupada la milésima
parte del globo. Las grandes naciones conocidas han dejado
de existir sin haber cultivado mas que una pequeña parte de
su territorio. Estas naciones pasaron su juventud, su edad ma-
dura, su vejez, y perdieron poco á poco su carácter, su genio,
sus instituciones y todos los elementos de vida, antes de haber,
no digo acabado, pero ni aun adelantado algo el cultivo de su
territorio. La tierra fué para ellos un fruto que apenas gustaron
y que pronto tuvieron que abandonar. Creo que todos los seres
grandes y pequeños • y los planetas lo mismo que los demás,
concluyen, porque creo en la unidad de las leyes divinas. Los
individuos nacen J' mueren; las naciones nacen y mueren. To-
do está sujeto á esta ley inmutable, desde el ser mas pequeño,
cuyo cuerpo apenas distinguimos con el auxilio de instrumen-
tos eficaces, y cuya vida pasa como una de nuestras sensa-
ciones mas ligeras, hasta esos seres, cuyo tamaño nos parece
colosal, comparado con nuestra pequeña estatura. Solo Dios
los mide en todos los tiempos como el espacio, y su existencia
dura en proporcion á su tamaño. Pues hien; esos cuerpos ce-
lestes, despues de haber durado mil veces mas que los indivi-




DE LA PHOPIEDAD. 95
duos y que las mismas naciones, concluirán algun dia, bien
sea porque se enfríen y le conviertan en un pedazo de hielo
sin elementos de vida, ó porque un cometa, Atila ó Tumerlan
de los cielos, choque con ellos y los destruya. Puesto que nos
hemos colocado en el mundo de los sueños al hablar de los
utopistas modernos, permitidme que os diga i vosotros, los
que os inquietáis porque llegue un dia, mas ó menos lejano


,


en que la tierra invadida, no ofrezca lugar á un nuevo agri-
cultor; permitidme que os diga que la especie hum ana , ha-
ciendo en el globo lo que los griegos hicieron en el Archipié-
lago y los romanos en el Mediterráneo, desaparecerá de este ó
del otro modo, sin haber cultivado mas que la menor parte de
la tierra. Tamhien ella abandonará el fruto poco despues de
haberlo cogido.


Hay, por último, otra razon para que os tranquiliceis, y
es, que despues de todo, el espacio no prueba nada. Sucede
con frecuencia que en una grande estension de terreno, los
hombres hallan dificultades para vivir, y sucede tambien que
en un terreno reducido viven otras veces en la abundancia-
Una fanega de tierra en Inglaterra ó en Flandes alimenta cien
veces mas habitantes que culos arenales de Polonia ó de Hu-
sia. El hombre lleva con-igo la fertilidad; donde el hombre cul-
tiva, nace layerbay crece el trigo. Tiene su persona y su ganado,
y esparce donde quiera que se fija el gérmen de la fecundidad.
Id á las áridas llanuras de las tandas ó de Prusia v cuando


, .'


veais algun claro en los bosques , no tardareis en descubrir
un sembrado y una aldea; el campo inmediato se halla mejor
cultivado, es mas fértil y produce mejores granos. Obligad al
hombre á circunscribirse á un espacio determinado, lo cual
hará espontáneamente por el deseo de no alejarse del lugar
que habita, y hallará con que vivir en la misma estension de
terreno, aunque luego reuna una familia numerosa, solo por-




96 DE LA PROPIEDAD.


que fecundándole' mas con su presencia consigue obtener pro-
ductos mas abundantes.


Si pudiera concebirse que llegara un dia en que todas las
partes del gloho estuviesen habitadas, el homhre recogería de
una misma superficie diez, ciento y mil veces mas de lo que
recoge hoy. ¿Habrá motivos para desesperar, cuando vemos al
hombre convertir en tierra vegetal las arenas de Holanda? Si
hubiese falta de espacio, pronto los desiertos de Sallara, de
Arabia y de Cobi se cuhririan con la fecundidad que sigue al
hombre á todas partes. El hombre cultivaría las vertientes del
A.tlas, del Himalaya, de las Cordilleras, y veríais elevarse el
cultivo hasta las cimas mas escarpadas del gloho, y detenerse
únicamente á la altura en que cesa toda vegctacion. Y aunque
la vegetación no pudiera ya estenderse, el hombre viviria en el
mismo terreno, aumentando siempre su fecundidad.


Desechemos esos temores pueriles, y volvamos al asunto
que nos ocupa. Esta superficie del gloho, que se supone inva-
dida, no negará sus beneficios á las generaciones futuras, y
entre tanto tampoco les niega á las generaciones presentes,
puesto que en todas partes se ofrecen tierras al hombre: en Ru-
sia, en las orillas del Borístenes, del Don y del Volga; en
América, en las orillas del Misisipí, del Orinoco y de las Ama-
zonas; en Francia, en las costas de Africa, que tantos produc-
tos dieron en otro tiempo al imperio romano. En efecto, la.
Francia está dispuesta á dar gratuitamente tierras á sus hijas
mal acousejados que derramaron su sangre. Aun á este precio
nadie las querría, y los emigrados que las aceptan caminan á
una muerte segura, si este don es aislado. ¿Por qué? Porque
no es la superficie lo que falta, sino la superficie cubierta de
construcciones, de plantíos, de cercas y de trabajos de apro-
piaciou. Esto no existe sino cuando las generaciones anteriores
han trabajado para preparar el camino á los nuevos labradores,




DE LA pnOPIEDAD. 97
disponiéndolo todo de mono que el trabajo sea inmediatamente
productivo. ¿No será de estricta J' evidente justicia pagar una
indemnizacion á esas generaciones anteriores, de que tanto os
quepis, ó á sus hijos que las representan?


Estas vanas objeccio ncs se desvanecen ante el juicio de la
razón Ó de las primeras esplicacioncs del buen sentido.


Acaso habria por lo menos una apariencia de razon en esas
quejas contra la pretendida invasion de las cosas por la esten-
sion de la p-ropiedad, si, por ejemplo, la parte del labrador que
cultiva las tierras fuese cada dia menor con respecto á la par-
te del propietario que las posee. De este modo podria temerse
que llegara el día en que el agricultor no tuviese recursos pa-
ra vivir; y corno en todas partes forma la masa principal de la
poblacion, y su oficio es el primero de todos) cualquiera se in-
clinaria á creer, que si bien la ocupación sucesiva del terreno
no debe inspirar el temor de que algun dia sea invadido todo
el globo, cada siglo qne pasa empeora la si tuacion del hombre
sencillo, sufrido y vigoroso que cultiva el suelo para los que lo
poseen.


Afortunadamente, el caso contrario es el verdadero, y al
paso que por la baja sucesiva del interés , producida por la
abundancia creciente de las cosas, los capi tales muebles son
cada dia mas accesibles al trabajo, aunque no hasta el estre-
mo de prestarse gratis, sucede en la tierra un fenómeno del
todo semejante. La parte reservada al labrador aumenta todos
los días, mientras que la reservada al propietario disminuye
por una razon natural, y es, que siendo la superficie de la tier-
ra mucho menos que los capitales acumulados sobre ella, la
causa de su valor, disminuye su renta.á medida que los capita-
les producen menos interés.


Parece que á medida que un pais es mas rico, y su terri to-
rio mas fértil y mejor cultivado, debería ser mayor su renta.


7




98 DE LA PROPIEDAD.
Sin embargo, no sucede asi. En las cercanías de París, por
ejemplo, ó en las ricas provincias de Normandía , Picardía. y
Flandes, la tierra apenas producia '2 1112 por 100. En Inglater-
ra produce aun menos, como todos los capitales que han
servido para aumentar su fertilidad natural. Al lado de este fe-
nómeno se presenta otro, y e:' que el jornal del trabajador se
paga mas caro. Penetrad, por el contrario, en las provincias
menos ricas de Francia, como las del c -ntro y Mediodía, y ve-
reis que la tierra produce mas, dando 31 r2 y algunas veces 4
por 100. En estas mismas provincias, donJe la renta. es mas
crecida, el jornal de obreros se pa:.;-a á un precio mas hajo.
Cuando el jornal es de cinco reales en las primeras, en las SE-
gundas es de tres.


Es verdad que entre las provincias mas ricas y las menos
productivas de Francia hay la diferencia del 1 por 100, por lo
menos, en cuanto á la renta de las tierras; que C.,Ut puede fi-
jarse en :2 11'2 en las primeras y en 3 112 en las segundas; que
con respecto al jornal del trabajador la progresión es al con-
trario, y que si el jornal puede fijarse en cinco reales en las
provincias donde la renta está representada por 2 112 , es ne--
cesario fijarlo en tres en aquellas cuya renta está representada
por 31 [2. Estos cálculos varían segun las localidades; pero la
proporcion relativa siempre es igual.


Volved ahora á los tiempos pasados, comparad la renta tal
como ahora se halla y tal como era hace 60 años; es decir, arl-
tes de -1789, y hallareis entre estas dos épocas la misma dife-
rencia que entre dos provincias, una rica y otra pobre. Una
tierra que en 1789 valía 200,000 fr. vale ahora 500,000 yal-
gunas veces 600,000. Hablo con referencia á las cercanías de
las ciudades populosas, donde se manifiesta mas enérgicamen-
te el fenómeno del aumento de los valores. Esa misma tierra
que antes producia acaso al propietario 7 Ú 8,000 Ir. le pro-




DE LA PIIOPIEIUD. 99
duce ahora 1':': ól ;),000, segun las mejoras hechas en el terre-
no. Por lo (;in(¡). antes nroducia J V 'II~ v 4. por !lOO, V a!lü-'


1 Il..i l .' "


ra :2 v ¡ 12 cuando mas. D~ c:)tt~ cambio ha resultado otro: el
jornal del obrero, en los puntos donde era de .í rs. ha subido
hasta ti Ó 7. E:-;Los hechos son ciertos en las cercanías de Pa-
rís. En otros puntos se observan las mismas proporciones con
valore- d¡feren((~s.


Si retrocedelllus uno ó dos siglOS, observaremos los mis-
mos fenómenos, y SI queremos llevar mas lejos la compara-
cion, y remontarnos a los siglos mas remotos, hallaremos en
un'escritor que he leido hace pocos dias para estudiar el cua-
dro ínstructi vo de la economía doméstica de los antiguos, ..'u
Catan, el Censor, patricio sabio y economista, que decia: Pa-·
trem [amilias coulaeem non emacem, esse oportet, y que ha tra-
tado de la agricultura en uno de los libros mas célebres de la
antiguedad; hallaremos, repito, la prueba evidente de que los
romanos dahan al colono en el territorio de Casinum y rh;
Vcnalre la octava parte del producto en un terreno fértil, la
sétima en uno cornuu y la sesta en uno mediano (1). Hoy por
el contrario se abandona al colono, que no pone uingun capi-
tal, la mitad, y al arrendatario, que los adelanta todos, las dos
terceras partes (entiéndase que hablamos de tierras media-
nas). Así, lo mismo que ha bajado el interés del dinero de f2
it i 5 por 1100 hasta 4. ó 5 desde los romanos hasta nosotros, del
mismo modo la parte del poseedor de la tierra ha quedado
reducida de las cinco sestas partes á la mitad. El capital in-
mueble ha sufrido por lo tanto la suerte del capital mueble; y
la condición del hombre que solo cuenta con sus brazos se ha.


(i) cxxxvr. Politionem qno pacto ilari oporleat, In agro Casina-
te ct Vennfro in 10:.0 Dono parle octava corbi dividnt, satis bono sépti-
ma, tert io loco sexta; si granum modio dividet partí quinta.


(M. Porcius Cato, DE RE llU:';TICA).




,'00 DE LA PUOPIEDAD.


mejorado en vez de empeorarse. A medida que la riqueza na-
tural ó adquirida es mayor, el rico no es mas rico, pero el po-
hre es menos pobre. Las grandes fortunas de nuestros tiempos
no son nada en efecto, si las comparamos tí las de los ricos ro-
manos, y aun se han disminuido considerablemente en com-
paraciou de las que existían en los siglos XVII y XVIII. Y si
queremos comencemos aun mas del bello fenómeno de que el
aumento relativo de la riqueza general redunda principal-
mente en beneficio del hombre que solo cuenta con sus brazos,
citaré otro hecho. El jornalero de nuestras provincias del cen-
tro; de Corrcze ó del Creuse, gana 3 ó 4 rs. diarios, al paso
que en las viñas de Burdeos gana desde ,') hasta 8. El propie-
tario del Creuse tendrá 4 porí 00, al paso que el propietario
del Medoc apenas tiene tres despues de mucho tiempo. ¿Por
qué? Porque los capitalistas han acudido á comprar terrenos
en Medoc ú causa de sus productos, y han hecho bajar la ren-
ta al 3 por 100, lo mismo que los capitales, concurriendo so-
bre una renta que produce 5, y pagándola á. 1:25, la hacen ha-
jar á ,1 por 100. Por el contrario, el hombre que cultiva, cuyos
brazos no se multiplican, como los capitales, y cuya habilidad
es tanto mas necesaria, cuanto que la tierra en que vive ha
adquirido mas valor, logra que le pagu"n mas caro, y la.
fertilidad de los campos que habita es para él un don del cie-
10, del cual se aprovecha, al paso queesta misma fertilidad ha
desaparecido para el propietario, á causa de la estremada con-
currencia. ¡Ley admirable de la Providencia, que no ha que-
rido que el hombre, labrando la tierra y regándola con el su-
dor de su frente, sea mas desgraciado á medida que mas
trabaje!


Esta invasión del mundo se reduce por lo tanto á su apro-
piaciou, cada dia mas completa, á las necesidades del hom-
bre; se reduce á hacerlo mas habitable, mas productivo, mas




DE LA PROPIEDAD. 10f


accesible para el que llegue despues; porque si se trata de ca-
pitales muebles, instrumentos del trabajo, el interés ha baja-
do en 20 siglos del h~ Ó ,t 5 al 4· Ó 6 por 100, Y la renta de la
tierra, quc antes repr-esentaba las cinco sestas partes, repre-
senta ahora la mitad del producto. Asi, á medida que se es·-
tiende todo género de propicdad, se aumenta para todos-la
facilidad de vivir. Pero se dirá que el que no tiene ~}t;pendc
del que tiene, y que el quc ofrecesus brazos depende del que
Jos paga, porque este puede negarse á admitírselos; teniendo
alimentos, vestidos y hahitarion, y careciendo el otro de estos
recursos. Este aserto podrá ser verdadero en un dia, en un
momento, ó en circunstancias determinadas. Como he dicho
antes, y como repetiré ahora, los capitales sin brazos y los
brazos sin capitales no pueden vivir. Se necesitan recíproca-
mente. En ciertos casos, cuando los capitales faltan y los bra-
zos abundan, los capitales tienen la ventaja. Pero cuando los
capitales ahundan y los brazos están ocupados, la ventaja U~j
de los últimos. ¿Cuides son los momentos en que se observa
este último caso? Los momentos en que hay tranquilidad, ór-
den y seguridad. Por lo tanto, losque alteran la tranquilidad,
el órden ó la seguridad quitan á los brazos la ventaja que tie-
nen sobre los capitales, Piensen en esto los ohreros á quienes
se aconseja mal: hoy su jornal vale menos de lo que hacia un
afio, y el dinero, que antes se pagaba al 4, se paga ahora á 6
Y7 por 100.


Ahora, con respecto á osa pretendida usurpación de la,
tierra, solo afiad iré una reflexiono


Si no se hubiera podido conceder legítimamente el terreno
á los particulares para que se estahlecicseu en él, lo esplota.-
sen y obtuviesen de él todo 10 que pudiara producir, ¿ha!>ri,\
podido concederse a las naciones mas bien que á los indivi-
duos? Las quejas de alguno" que se llaman desheredados en el




Hl2 DE LA PlIOPlEDAD.


seno de cada naciou, por ejemplo, en Francia y en Inglaterra,
¿nopodria hacerlas tamhien el resto del género huna..o con-
tra estas dos mismas naciones? ¿No hahria tamhien derec ho
para decir á estas grandes potencias (IIIC el géncn humano es
usufructuario y no propt-tario del gluho, y que ellas pueden
detenerse en el territorio, pero nu fijarse? Las naciones serian
por Jo tanto usurpadoras si piseyescn el territorio comprendido
entre uno y otro rio, lo mismo que lo serian los individuos si
.uesen dueños de las tierrns comnrcndidas entre dos caminos


1


vecinales. Pensadlo bien, y si yo no soy propietario de mi
campo, Iampoeo Francia lo es del que ocupa desde el Rhin
basta los Pirineos, ni Inglaterra del que ocupa desde el paso
de Cales hasta las islas Hébridas. Pero se me dirá que llevo
las cosas al estremo. ¿A.caso no las llevan también al estremo
los sectarios á quienes respondo cuando dicen, que el campo
recibido de un padre ó comprado por un jornalero del campo
con el producto de 30 aüos de cultivo representa una cosa
usurpada al resto de la especie humana'?


No, ni las naciones han usurpado el territorio, ni el jorna-
lero ha usurpado el pequeño campo que ha rccihido ó adquirí-
do, y que cultiva; y al ocupar la tierra, las naciones han pa-
gado por ella á Dios Y:1 los hombres un noble precio: el pre-
cio de la civilización. La propiedad mueble. si hubiese cxisti-
do sola, habria dejado al mundo en una verdadera barbarie.
El nómada que vive en su tienda, que se viste de pieles de
carnero y que come la carne de sus ovejas, conoce la propie-
dad mueble, y sin embargo, está condenado á una eterna bar-
harie. Ved los árabes, esos nómadas llenos de pasion y de
entusiasmo, errantes desde que se escribió la Biblia, errantes
de prado en prado, montados en sus ligeros caballos, llevando
consigo á sus mugeres y á sus hijos sohre los camellos, prece-
tUdos de numerosos ganados, haciendo desde hace 4·,000 años




DE LA PROPIEDAD. 103
el mismo viage desde las orillas del Eufrates á las costas del
mar Rojo, y siempre valientes, celosos, hospitalarios y ladro-
nes. El} nuestro tiempo, cuando hemos conquistado el Africa,
los hemos hallado en, el Sáhara lo mismo que existian en
tiempo de Moisés. Pero hé aqui que en el siglo IX un grande
hombre viene á agitarlos con la sublime idea de la unidad de
Dios, y los conduce á la conquista con el protesto de derribar
á losídolos. Una vez despertados por Mahoma, de la conquis-
ta de dos pequeñas ciudades, Medina y lal\Ieca, pasan á ad-
quirir una parte del mund. romano, y conquistan la Siria, el
Egipto, el África y Espaüa. En tres siglcs constituyen uno de
los pueblos mas civilizudos de la tierra. Cuando salieron del
desierto quemaron la biblioteca de Alejandría; pero cuando se
establecieron en las llanuras del Cairo, en la vega de Grana-
da y en la huerta de Yalencia, tomaron apego a la tierra, se
fijaron en ella, se la repartieron, la regaron con un cuidado
maravilloso, y cultivaron el naranjo, la morera, el lino, hila-
ron la seda, escavaron la tierra para estraer de sus entrañas
la plata y el oro, buscaron con ansia los mismos libros que
habían quemado en su barbarie primitiva, se distinguieron en
las matemáticas yen la navegación, viajaron entre la India y
la Europa y trajeron mil productos de aquellos lejanos paises.
Convertidos de agricultores en comerciautes, mezclaron los
gustos del Occidente con los de Oriente; y siempre intrépidos,
atrevidos, ambiciosos y sabios, cubrieron la España de sun-
tuosos y mágicos edificios Cuando eran nómadas vivían bajo
sus tiendas; cuando se hicieron agricultores y cobraron ca-
riño á la tierra inventaronel álgebra y edificaron la Alhambra.


Otros nómadas, los mogoles, después de haber andado
errantes durante algunos siglos por el vasto desierto de Cobi,
se arroj ron sobre la China, dividieron el territorio en mil par-
tes, que, alternativamente inundadas ó enjutas con arte, se




104 DE LA PROPIEDAD.


han cubierto de arroz; cultivaron tambien la morera, escedio-
ron á todos los pueblos en los tegidos de seda, descubrieron
una tierra que, sin ponerse roja como nuestra arcilla al pasar
por el fuego, sale de él blanca. y traspareutc, é hicieron de
ella la purcelana, que adornaron de mil caprichosos dibujos;
trabajaron la madera con una habilidad sorprendente, inven-
taron el secreta de darle un barniz inalterable, construyeron
palacios de laca, elevaron torres de porcelana, y todavía aho-
ra son los artistas mas diestros del universo. Otros nómadas,
que tomaron distintos caminos, fueron luego conocidos con
los nombres de godos, germanos, francos, sajones, y hoy
con los de italianos, españoles, alemanes, franceses é ingle-
ses; su historia os es bien conocida. ¿Pero qué causa obró en
ellos una mudanza tan completa? Una sola: el establecimiento
fijo en la tierra. Cuando cesaron de andar errantes por las are-
nas de los desiertos, cuando construyeron moradas fijas, qui-
sieron cultival' la tierra al rededor de sus moradas, y 1llego
adornarlas, y luego vestirse de otro modo. Asi se hicieron á
todos los gustos, y luego á todas las artes como medios de sa-
tisfacer sus placeres, y se convirtieron en pueblos civilizados.
Comparadlos á los infelices salvages de América, y admirad


la diferencia de sus destinos. La América no presentaba, co-
mo el antiguo mundo, esos vastos espacios arenosos, anti-
guos fondos de mares, que desaparecen en las revoluciones del
globo, que se llaman el desierto de Sáhara, el desierto de Ara-
hia, el desierto de Cobi, yen los cuales crecen eternos pas-
tos. La América, cubierta de rios y bosques, era como un
vasto parque destinado á la caza; sus hijos, divididos en pe-
queñas tribus para cazar, al paso que los nómadas se aglome-
ran y se multiplican tanto como sus ganados, no han fundado
ni han podido conquistar grandes imperios: los americanos
andaban errantes todavía hace tres siglos, conociendo apenas




DE LA PROPIEDAD. 105


la propiedad, escepto la de sus arcos y flechas, cuando en el
antiguo continente un pontífice que la conocia demasiado dis-
tribuía desde el Vaticano las tierras del Nuevo Mundo á los
ambiciosos europeos que cruzaban los mares para enrique-
cerse, señalándoles corno límites respectivos, los meridianos
que sirven para medir el globo. Asi, los qne conocian la pro-
piedad estaban destinados á dominar y á civilizar á los que la
ignoraban. Por lo tanto, concluiré diciendo: Sin la propiedad
mueble, uo habría sociedad; sin la propiedad inmueble, no
habria civilizacion.




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LIBRO SEGUNDO.


CAPITULO 1.


DEL pnr'lCIPIO GE"\EIt\L DEL CO~lUNIS:'íO.


La iliscusion del comunismo es para la 7Jropil'dad lo que los uui-
temáticos llaman la prueba por medio del absurdo.


Los matemáticos siguen dos métodos p"ra demostrar las
verdades ;eom~tncas. Primero: La prueba directa, que con-
siste en manifestar por medio del aualisis que tal ó cual pro-
posicion es verdadera, Segundo: La prueha indirecta, por la
que se pretende probar que la proposiciou contraria seria irrr-
posible é insostenible, y por esto la llaman tambicn los ma-
temáticos la prueba por el absurdo.


Este segundo método es el que me propongo seguir en el
asunto que nos ocupa. llcmo: hecho uso de la prueba directa
al demostrar el orden social descansando sobre ei principio




408 DE LA PIlOPIEDAD.
fecundo y necesario de la propiedad individual. Servirémonos
ahora de la prucha indirecta, y mostraremos el órden social,
si es posible imaginarlo un momento dc esta suerte, basado
sobre el principio opuesto, sobre la negaciou de la propiedad,
sobre la comunidad de bienes, y lo haremos por medio de la
prueba por el absurdo, como la llaman los geómetras. Tendre-
mos por consiguiente probada Ia propiedad por ella misma y
despues p01' su contraria; y aunque en ~eometría es suficiente
con una prueba, tendremos nosotros las dos, y podremos
aducirlas para mostrar los diversos aspectos de esta cuestiono
Esta marcha que podriu calificarse de superflua en las cien-
cias matemáticas, donde la certidumbre de las demostraciones
nos dispensa de probar una cosa dos veces, es útil en las cien-
cias morales, donde jamis se prueba lo bastante. El comunis-
mo será, pues, el objeto de este libro.


Se han imaginado en nuestros tiempos diversas clases de
comunismo: tenemos el comunismo agrícola, el comunismo
industrial y otros muchos. No entraré en tan minuciosos por-
menores, pues no seria posible seguir al delirio contemporáneo
en sus divagaciones infinitas. Del principio mismo de este de-
lirio es de lo que trataremos, es deci r, del comunismo esencial?
absoluto, que constituye la base de todos los comunismos, y
que, nacido con el solo hecho de la negación de la propiedad,
es el tipo que presentaré, drspeusándorue así de todo viage de
curiosidad ó de placer á esas repúblicas ideales, inventadas
por el genio de nuestros tiempos, y á donde acaso iria de buen
grado si hubiese un Platon que me condujera á ellas. No ha-
biéndolo, fuerza será juzgarlas con arreglo al plan gcn~rat co-
mun á todas, lo cual basta para apreciar debidamcn te la pro-
funda sabidur.a que ha presidido á sus diversas constituciones.




C\PlTULO 11.


DE LAS CONDlC[o'lE; [.'íE'iITABLES DEL CO)IUNlS)!O.


El cOliwnismo produce inevitablemente y bajo lodos conceptos la
vida en comun.


o es necesario el hombre, trabajando por sí, pudiendo acu-
mular el producto de su trabajo y trasmitirlo el. sus hijos, y
que existiendo de esta suerte pOI' su cuenta y riesgo, prospe-
re unas veces poco, otra veces mucho, otras nada, cayendo
acaso en la indigencia y precipitando en ella á sus hijos, ó
son necesarios todos estos accidentes, ó absolutamente lo
contrario, es decir, qne no haya ricos ni pobres, que la socie-
dad se encargue de la suerte de cada uno de sus miembros,
que no permita alindividuo trabajar para sí, sino que le obli-
gue á trabajar para ella, contrayendo en cambio la obligacion
de alimentarlo, de vestirlo, de darle hahitacion, de educarlo,
de ser para él su propia familia. En una palabra, es necesa-
rio aceptar la propiedad con todas sus consecuencias, ó el co-
munismo en toda su es ension. Entre estos estremos no hay
término medio posible. Pocas palabras bastarán para demos-
trar hasta qué punto todas estas consecuencias se hallan uni-
das, formando una cadena indisoluble.


Puesto que sin duda el hombre trabajando para sí, y go-
zando individualmente del resultado de su trabajo, es decir,




1'10 DE LA PIWPIEDAIJ.
el hombre propietario, no conviene, el término contrarie es el
hombre que no trabaja para sí, sino para la sociedad, que le
prescribe el trabajo , qUt~ recibe su producto y que le indem-
niza dándole un salario, bien ~ea encargándose de su rnanu-
tencion o de !a de sus hijos.


La sociedad le prescribirá por lo tanto el trabajo y él tra-
bajará para la sociedad. La sociedad se convertirá en un vas-
to taller de agricultura, de carpintería , dl~ hilados, de tegi-
dos, ctc., perteneciente al estado, el cual recogerá sus produc--
tos y los distribuirá luego entre los que hayan centribuido á
crearlos.


En este gran taller, ¿será cl salario igual ó desigual? Si un
obrero es fuerte, laborioso, inteligente, y otro débil, perezoso
y limitado, ¿no serán distintos sus salarios? Pero si hay dife-
rencia en los salarios, esto sera un principio de riqueza y de
pobreza, y renacerá la propiedad que se quiere destruir. Es
necesario por lo tanto que los salarios sean iguales, si se quiere
evitar este resultado. Pero si el obrero recibe un salario igual,
solo tendrá un mediano interés en emplear sus brazos. El que
sea fuerte e inteligente, no querrá trabajar tanto como sus
fuerzas le permitan, y nada le impedirá, despues de haber
trabajado algun tiempo, cruzarse de brazos y echarse á dor-
mir. Solo habrá un medio de impedir esto si no queréis recur-
rir á una vigilancia continua y molesta, y es que trabajen á. la
vista unos de otros todos los miembros de vuestra nueva so-
ciedad , Ó, en una palabra, obligarles á trabajar en comun.
Asi, el trabajo en cotuun es una primera consecuencia forzosa
del principio que dejarnos establecido.


Despucs del trabajo están los gOCéS; cuando el hombre ha
trabajado, es necesario que coma, que descanse, que se acer-
que á la esposa que ha elegido y que satisfaga á su lado su co-
razon y sus sentidos, En la antigua sociedad que queremos




DE LA PROPIEDAD.


destruir, recibe su. salario en dinero, que emplea en alimentos,
en vestido y en goces de todo género para él y para su fami-
lia, goces á los cuales se entrega en el secreto del hogar do-
méstico.


La sociedad, después de haberlo empleado en el taller na-
cional, donde hahrá trahajado en comun, ¿le permitirá que dis-
frute de su salario en particular, en el secreto de su casa , Ó
bien exigirá que lo disfrute en comun, asi como lo ha ganado
en comun? VOY á demostrar que lo segundo es una consecuen-
cia necesaria de lo primero.


Si después de haher exigido el trabajo en comun, concedéis
que se disfruten sus productos en particular por medio de un
salario, (poco importa qu~ sea en dinero ó en especie) al ins-.
taute vereis las consecuencias del salario desigual, al cual ha-
breis tenido que renunciar.


En efecto, el hombre tiene una inclinacion que 18 antigua
sociedad honraba en alto grado, y que se esforzaba en desar-
rollar mas bien que reprimir; esa inclinacion peligrosa es la
economía. La antigüedad se valió de la literatura, de la ha-
cienda, de la fábula de la hormiga y de las cajas de ahorro
para fomentarla. El hombre laborioso y probo, economizando
para su muger y sus hijos, y haciendo refluir el beneficio de
los dins prósperos sobre Jos adversos, se presentaba á todos
como un modelo. Destruido hoy lo tu.lJO y lo mio, y siendo el
objeto primordial la prupiedad comun, la propiedad particular
seria un roho, que por necesidad hahria de reprimirse. La
economía seria una falla, un delito, un crunen, siguiendo la
escala en todos Sl]S grados. Por lo tanto, no se ucccsíu la eco-
nomía. Desde luego dchera invitarse á cada uno á que coma
y heba toda su racion, y ¡L veces mas, si el salario comun es-
cede ii sus necesidades. Adornas, será necesario asegurarse de
si se observa la disposición que condena toda clase de ahor-




412 DE LA PROPIEDAD.
ros, y registrar los bolsillos y las casas, para impedir que rt~­
nazca el delito de propiedad, como se hace cn Méjico en las
minas de diamantes, y como se hace en Europa en las casas
de moneda, donde se registra escrupulosamente á los obreros
al salir de los talleres, y donde á veces, principalmente en
Méjico, este registro escede de los límites regulares. También
habria que desconfiar de esa temible inclinacion del amor pa-
terno, que incita á economizar, y seria necesario arrancarla
del eorazon humano, pues de otro modo 05 veriais espuestos á
que en algun oculto retiro el padre ó la madre reuna para sus
hijos algun pequeño tesoro.


Esta prohibicion de economizar, necesaria para impedir
que renaciera la propiedad, exigiria precauciones minuciosas
y embarazosas. Hablando francamente, á pesar de la modera-
cion con que me propongo tratar este asunto, diré que serian
intolerables, y yo, que soy ardiente partidario de la obedien-
cia á las leyes, al ver repetirse las visitas domiciliarias y los
atropellos, no me admirarla de que se arrojase por la ventana
á los agentes de la policía comunista. Para evitar estas veja-
ciones, el goce en comun, como complemento del trabajo en
comun, debe evidentemente adoptarse, por ser el único medio
de salvar todas las dificultades que he indicado.


Asi se trabajaría en cornun , vigilándose unos á otros, lo
cual impediria que los ociosos no trabajasen. Se gozaria en
comun; habria mesa redonda, donde cada uno comería y be-
heria segun sus necesidades, ni mas ni menos, y todos vesti-
rian un trage uniforme, sacado del alrnacen general, evitando
de este modo las acumulaciones secretas, verdadero robo he-
cho á la comunidad. Para ser consecuente es preciso llegar á
este estremo,


O el comunismo es la especulacion mas ruinosa, ó es nece-
sario que el trabajo se verifique á vista de lodos. O el comu-




DE LA I'ROPIEDAD. 113
nismo es la mas tiránica de todas las inquisiciones, ó es nece-
sario igualmente el goce á la vista de todos; y aun con estas
precauciones, O~ declaro que es la mas inepta, la mas insen-
sata, la mas cstravag.m te de las invenciones humanas. Pero
mala ó buena, á lo menos es consecuente.


Prosigamos. Una espcriencia irrecusable nos ha enseñado
CInc para hacer bien las cosas es necesario circunscribirse á
una. Los genios universales son raros, y aun puede decirse
que solo son universales hasta cierto punto. Hallareis, sin
duda, obreros diestros que hagan muchas cosas, y todas con
perícccion, y hombres de talento que se distingan á la vez en
varios géneros de literatura: por ejemplo, Voltaire. Pero Vol-
taire hubiera sido un mal geómetra, aunque tenia algunos
conocimientos de esta ciencia, un mal soldado, un mal obrero,
porque se observa que en las personas que tienen muy desar-
rollado el sistema cerebral, el desarrollo del sistema muscular
no guarda generalmente la misma proporciono Napoleón,
grandegeneral, grande administrador y grande legislador,
hubiera sido mal poeta, aunque era un escritor distinguido,
un granadero inútil, aunque era valiente, y un mal obrero,
aunque para mover la artillería imaginaba mil recursos á
cual mas inueuioso. Tal es la condición de las criaturas hu-
,~


manas mas sublimes. ¿,Q'Jé diremos de las medianas?
Resulta de esta verdad, que, segun las diversas capacida-


des, unos deben serlahradorcs, otros sastres, otros ccrrageros,
otros mucánicus, relojeros ó grahadores, y otros, por último
letrados, lrgisladores y gobernantes.


De este modo cada. uno hace mejor lo que le corresponde.
Asi se ejecutará en un dia y con perfecciou lo que antes se
hacia mndi matueute en un mes. Esto es lo que los economis-
tas llaman la division del trabajo, y lo quc, segun ellos, ha
producido las increibles perfecciones de la industria moderna.


s




414 DE LA PROPIEDAD.
Los pastores suizos fabrican á millares en sus ratos de ocio
durante el invierno, esos maravillosos resortes/que com-
puestos y arreglados después por un reiojero de París forman
esas complicadas máquinas de reloj, que un artesano puede
comprar por 50 francos, cuando hace dos siglos le hubiera
costado '1,000, es decir, tanto ó mas que la dote de su hija.
Hace algunos años costaba un locomotor 70,000 francos, v


...


ahora cnesta 1,5,000, desde que unos fabrican las calderas,
otros los resortes y otros los ejes. Dentro de 20 Ó 30 años aca-
so costarán 10,000 francos.


Asi, la diversidad de lns profesiones es la ley de toda so-
ciedad que quiere trabajar mucho, pronto y bien, á un precio
barato. Considérese el trabajo que cuesta á algunos pastores
criar sus ganados, tener Jos conocimientos agrícolas necesa-
rios para recoger algun trigo, hacer que sus mugeres hilen la
lana de sus ovejas, que luego la tejan, practicando sucesiva-
mente todos los oficios necesarios, y llamando, cuando mas,
á su socorro una industria cstrangera, por decirlo asi, para
tener un vaso de barro ó un cuchillo, que pagan con un queso.
Aunque vemos ya observada por estos pastores, la diversidad
de profesiones, puesto que tienen que recurrir á otro para
que les suministre el hierro ó el barro, puede decirse que lo
fabrican casi todo por sí mismos. Pero es necesario advertir
que son los hombres mas rudos, que viven entre la nieve en
las parles mas elevadas del globo, lejos de toda civilización,
en la última frontera de la inteligencia, es decir, en los lími-
tes donde empieza el idiotismo. Por el-con trario, toda socie-
dad que quiere caminar en continuo progreso, tiene que adop-
tar la diversidad de profesiones, de la cual nace la cspct,';a-li-
dad de cada una, ó para valerme de la palabra técnica, la di-
vision del trabajo.


El comunismo se verá también obligado á dividir los la-




DE J.A PHOPIEDAD.


llere« COIllUllCS. Habrá obreros que trabajarán la tierra, la ma-
dera, el hierro, el cáñ.uuo; obreros que construirán máquinas;
obreros que se aplicaran á las investigaciones científicas, á la
lcgisl;ll~ion, al gohíC¡:llO, {t las letras; y probablemente, ade-
lantando el gusto y la civilizacíon, tarnhien habrá obreros
pintores y escultores.


¿,fLtreis observar á estos hombres el mismo género de vi-
da? ¿.Dareis el mi .• nio alimento, el mismo vestido al hombre
que riega la tierra con su sudor. y cuya mano callosa dirige el
arado ó descarga mart:!lazos sobre el yunque, y al obrero que
con una mano peqlteila y ddicada tcgc la seda ó trahaja con
un huril cn una plancha lb cobre? ¿Permitireis que el que es-,
tudia los astros y que el que maneja el pincel ó la pluma se
siente á la mesa y viva al lado del simple labrador? Yo, que
he contribuido á la fonnacion de las leyes, que he dirigido
las riendas del gobierno y be manejado la pIurna, os declaro
desde luego que prefiero el simple buen sentido tic este labra-
dor á la enojosa verbosidad de un sofista; pero después que el
me haya hablado del trigo, de Jos pastos, del estiércol, objetos
sin duda muy interesantes. pero que no están en el círculo de
mis conocimientos; cuando yo le haya hablado también de
Platon, de César; de Maquiave!o, de Desearles, de Colbort,
lo cual es lllUY interesaute, pero él lo ignora, le fastidiaré. de
seguro mucho mas que él :'t mí, porque yo puedo sacar de
sus palabras mas instruccion que él puede sacar de las
mias.


Será nccc-ario variar el alimento, el vestido, la compañía,
segun los estados, Ó aceptar la sociedad grosera de los pasto-
res que be citado, entre los cuales todo es igual y sin inconve-
nientes." Adcrnas, si qucrnis una sociedad perfeccionada, si
queréis tcgidus tan bellos corno los de Florencia, vasos tan ek,:-
gantcs como los de Grecia, frutos tan delicados como los de




H6 DE LA PUOPIEOAD.
Montreuil Ó Fontainehleau, no será posible obtenerlos, por-
que, como he dicho antes, la marcha progresiva de toda in-
dustria exige imperiosamente que para que haya productos
finos los haya antes medianos y groseros. Si, pues, deseáis es-
tos productos delicados, habrá dos razones en vez de una pa-
:n~ clasificar las profesiones: la primera es la diferencia de cos-
tumbres entre los que las egcrcen, y la seguuda la misma des-
igualdad de los productos, los cuales necesitan consumi-
dores.


Habrá por lo tanto mesa y sociedad de labradores, de her-
reros, y en general, de todos los que se dedican á trabajos
"Violentos; mesa y sociedad de sastres, de mecánicos, y de to-
dos aquellos que se aplican á oficios menos groseros, y que
por esta razon tienen que emplear menos fuerza y mas inteli-
gencia; mesa y sociedad de los que solo cultiven su intcligen-
eia, cuyas clasificaciones son infinitas, aunque solo he indica-
do algunas.


La consecuencia del comunismo es adenias de la vida co-
mun para el trabajo y para los goces, clasificar las profesio-
Bes y los que las egerzan, prefijar su manera de vivir por un
acuerdo de la autoridad pública.


Ilahrá indispensablemente mesas de pobres y de ricos;
unas S otras, se dirá, sáhiamente establecidas, de modo que
en las primeras haya lo necesario y en las segundas no haya
lo superfluo; bien organizadas, lo concedo; pero tendrá que
f)rganizarlas la autoridad pública, la cual tendrá que designar
quienes son los ricos y los pobres, ó por lo menos, los que de-
ban tratarse como tales.


Pero no es esto todo. En la sociedad el hombre se halla
entregado á s¡ mismo, y elige su profcsion. Si ha querido ele-
varse mucho, se arruina y cae. El que de ohrero ha querido
hacerse maestro, suele volver á un estado inferior al que antes




DE LA PHOPIED:\D. H7
tenia. En el sistema en que la sociedad se encarga del hom-
bre, se clasificarán los individuos. La sociedad les dirá, des-
pues de inspeccionar sus brazos y sus cráneos: tú serás labra.~
dor; tú sastre; tú mecánico; tú geómetra; tú sáhio; tú pintor
ó poeta; tú Arquimedes, Ncwton, Descartes, Hacine ó Bossuet,
La sociedad dará el arado, el martillo, la lima, la lanzadera,
la pluma, el telescopio, el pincel, la espada, corno se da llll
empleo, un estanco ó una renta.


O no ha de haber profesiones diversas ni rangos, yenton-
ces no habrá artistas ni sáhios, sino simplemente pastores; é
si se quieren diversas artes y profesiones, son necesarias las:
distinciones, la riqueza y, cn fin, el premio, "egun lo prescri-
ban las autoridades, que la ley habrá instituido. Todo esto es
necesario, y forma una cadena indisoluble.


Hay otra consecuencia del comunismo menos inevitable,
pero que falta á la perfecta armonía del sistema, y que sino
se tiene en cuenta prueba que el mismo sistema inspira
desconfianza. Esta consecuencia es la supresión de la fa-
milia.


¡Oh! Sin duda dche suponerse en el número de las mesas
comunes indicadas la mesa de los hijos, lo mismo que la ele
los padres y de las madres; aboliendo lo tuyo y lo mio para
las cosa" materiales, puede cons: rvarse para las cosas mora-
les. Teniendo muger, se pueden tener hijos, á (~llienes se ama-
rá, se reconocerá y se seguirá en la vida. En Esparta hahia la.
mesa comun y la. familia; pero la mesa cornun era para los
guerreros. La propiedad quedaba en casa con la muger y los
hijos. La mugcr cuidaba de los hijos y de los ilotas, que la-
hraban la tierra como esclavos. Y al hundirse esta sociedad,
que, por otra parle, solo en su mitad era contra la naturaleza,
en la época de su decadencia, las mugeres reunran á la vez to-
da la propiedad y las costumbres mas corrompidas. Los 110m-




H8 DE LA pnOPIEDAD.
hres habian seguido entregándose á los actos mas infames; va
solo eran valientes.


Concedo que los hijos puedan pertenecer al padre y á la
madre, los cuales irán á visitarlos á la mesa cotnun. Pero ¿no
eonoccis que vuestra cruel inconsecncncia habrá condenado
al suplicio de Tántalo it estos desgraciados padres? ¿Qué estí-
mulo de desear la. posesion puede haber mas fuerte que cl
amor á los hijos? La mayor parte de IO:-i padres y de las ma-
dres trabajan para enriquecerlos, Ó por lo menos, para que vi-
van con mas comodidad" Vosotros dejáis que amen a sus hi-
jos; pero llO k~ permitís que satisLtgan su incliuacion de tra-
bajar paru ellos. Pues qué, ¿los verán, los estrecharán contra
su pecho, }' no podrán hacer nada por su felicidad? En una
sociedad de 30.000,000 de almas, ¿habrán de trabajar todos
para mejorar la suerte de ;W.OOO,OOO de individuos sin que
Hcgue á sus hijos mas que una trciut.i milluncsi ma parte de
su trabajo? ¿No será esto un suplicio horroroso? Sed al menos
consecuentes: ya que os propoucis confundir todas las exis-
tencias, confundid todos los corazones. Oue no huva rclacio-


"" .


nes entre el padre y la madre y Jos hijos, que los hijos sean
de todos; qUf~ el padre y !a madre no puedan reconocerlos, y
entonces los amaran ú todos sin cscepcion, Y:t ciertas horas
irán á ver ú los hijos de la comunidad, como el que va it lit po-
cilga, al corral ó á la cuadra á ver con cierto placer los pro-
duetos de sus haciendas. Acaso reconocerán entre ellos á al-
guno, y esperimcntarán una ilusión muurentánea Ó tentación
repreuslhle de preferencia; pero pronto se aco-tum brarúu á
confundirlos á todos en el mismo sentimiento, y entonces ce-
sará esa inconsecuencia de dar seres que a.uar á quien nada
puede hacer por ellos. Entonces seréis consecuentes tajo to-
dos conceptos, porque si la propiedad es un cmbaruzu, tam-
bien lo será la familia, y por la misma razono Una l(~y ahso-




DE LA PROPIEDAD. 119


luta os condena á ver el fértil campo de vuestro vecino cu-
bierto de frutos, y el no poder poseerlos despierta en vosotros
elapetito de comerlos. El mismo fenómeno se observa en cuan-
to á la relación de los sexos. Un error de vuestra familia os
hit unido á una esposa que aborrecéis ó que os aborrece: á
vuestro lado, á corta distancia, hay una muger, hermosa ó
fea, que os gusta, y á la cual no sois indiferente, y no podeis
precipitaros en sus brazos cuando acaso está ella deseando
abrirlos para recibiros. Esta es otra propiedad, también muy
intolerable. Pues bien, abolid hasta el último vestigio de lo
tuyo y de lo mio: entonces, el hombre, admitido á trabajar en
comuu, á gozar en común, á satisfacer sin reserva su necesi-
dad de comer ó de beber en la mesa comun, podrá además
satisfacer sus pasiones con la muger que mas le guste, sin
pensar en las consecuencias. La sociedad encargada de edu-
car á los hijos de todos, á costa de todos, proveerá lo necesa-
rio en este caso, y el homhre, exento de pobreza, pudiendo
satisfacer todos sus apetitos á la vez, obtendrá la suma de fe-
licidad que la naturaleza le destina, y que una sociedad tirá-
nica le habia negado.


Para ser justos debemos conocer que todos los adversarios
de la propiedad no admiten este último grado de comunismo;
pero no por esto los admiraré mas; antes bien, despreciaré su
. .lllconsecucnCla .


Me he esforzado, como se ha visto, para hablar sériameu-
te de este grave sistema. Concluiré esta esposicion, poco gra-
ta para todo hombre sensato, diciendo que, en mi opinión,
están palpablemente demostradas las consecuencias si-
guientes:


Oes necesario que el hombre trabaje para sí mismo, y
en esté casoserá propietario, ó es necesario que trabaje para
la comnnidad, la cual se encargará de satisfacer sus necesi-




120 DE LA PllOPIEDAD.
dades, y le ahorrará las contingencias y peligros del trabajo
libre.


De esto se deduce que es inevitable la comunidad en todos
sus grados.


Es necesario el trabajo en comun para evitar la pereza, y
el goce en común para evitar la economía.


Se necesitan tambien, ó una igualdad grosera, Ó profesio-
nes diversas, en el caso de admitirse la civilizacion; y por lo
tanto, las declaraciones de aptitud, hechas por la misma co-
munidad; y los salarios desiguales, para consumir productos
desiguales; es necesario, en una palabra, ó la igualdad en la
barbarie, ó la desigualdad en la civilización; pero la desigual-
dad por acuerdo de la autoridad pública.


En fin, para ser del todo consecuentes, y no pudiendo ha-
cer nada en favor de los hijos de resultas de la aholiciun de
toda propiedad, es necesario no prolongarel suplicio de amar-
los, no esponer á los padres á conocerlos, y permitirles (lue no
tengan esposas determinadas, lo cual haría cesar la tiranía de
las uniones violentas.


Todas estas consecuencias son naturales, pues estas insti-
tuciones dependen unas de otras como Jos eslabones de una
cadena, ó la propiedad de todo ó nada; en cuyo caso tampoco
serán nuestros el pan, la muger y los hijos; todo deberá ser
comun: el trabajo y el goce. De este modo, el hombre vivirá
como los ciervos y las corzas que corren nuestros bosques, Ó
como esos enjambres de perros que yagan por las calles de
Constantinopla.


A esa humanidad futura, llamada comunismo, haré tres
objeciones: diré que destruye el trabajo, la libertad y la
familia.


Examinémoslo brevemente bajo estos tres conceptos.




CAPITULO III.


DEL COMUNISMO CON RELACION AL TRABAJO.


El comunismo esiinque todo amor al trabajo.


Es evidente que queriendo impedir la propiedad} es decir,
que uno tenga poco y otro mucho; no se necesita la desigual-
dad en los salarios. Entiéndase quecuando hablo de igualdadó
desigualdad de salario, hablo de igualdad ó desigualdad en la
misma profesion; porque si el comunismo clasifica las pro-
fesiones y las considera de diferente modo, lo que deberá ha-
cer por necesidad para tener artes, existirá una desigualdad
de salario entre las diversas profesiones, qne no es la que
ahora nos ocupa. Hablo del salario en la misma profesion.


Un labrador podrá ser robusto é inteligente, y un artesano
cualquiera, por ejemplo, un herrero, un sastre, etc. , podrá
no serlo. Pagarlos desigualmente seria esponerlos á poseer
desigualmente. Es preciso, por :0 tanto, tratarlos con igual-
dad; y para evitar la pereza y la economía, recompensados
dándoles por salario la vida comun. Dr. todos modos, el que
obre bien ó mal, el que trabaje poco ó mucho será tratado co-
mo los demas; su recompensa será ó la prosperidad general




DE LA PHOPIEDAD.


ó el honor. Para que no pierdan tiempo mis lectores, afirmaré
desde luego, sin recurrir á las pruebas, que abundan en el
ánimo de todos, que estos obreros, movidos por la prosperi-
dad genrral ó el honor, no trabajarán. Figuraos que se diga á
un mecánico: «Trabaja, amigo, dos él tres horas mas cada dia,
y dentro de diez ó veinte años la sociedad francesa sera mas
rica.» No pretendo que el obrero sea insensible á este resul-
tado; pero dudo que trabaje las dos horas mas que se le piden.
Si, por el contrario, le dice su maestro: «Esta pieza de má-
quina que ejecutabas en diez dias , y por la cual yo te paga-
ba 5 francos cada uno, lo cual te producia 50 francos, te per-
mito que la hagas ú destajo; la harás en el tiempo que quie-
ras por los mismos 50 francos.» Si su maestro le, dice esto,
ejecutará la obra eu seis, siete ú ocho dias para ganar 8, 7 Ó
6 francos. Trabajará sin descanso, aprovechando aun las ho-
ras de la noche para ganar mas en provecho suyo ó de sus
hijos. Si asi no fuese, no se habria inventado el trabajo á
destajo.


Se dirá que niego los móviles mas nobles, y yo diré:
«Vosotros sois los que los empleáis mal.»Yo creo que si decís
á un obrero: «Trabaja mucho y no tendrás mas ni menos sa-
lario; pero Francia dentro de 20 Ó :30 afias será mas rica ,» es-
te obrero se mostrará indiferente, porque la cuestion es de di-
nero, y es necesario un argumento apropiado al objeto. Pero
si le decís: «Sacrifícate para que se salve la Francia, ) acaso
os escuchará; v si habéis sabido educar su corazón por medio
de nobles instituciones militares, se desarrollará en él el no-
hle sentimiento de la gloria y morirá en Austerliz , en Eylau
ó delante de los muros de París. Esto procede de que el hom-
bre es mas perezoso que cobarde, y de que para cada géntro
de esfuerzo se necesitan estímulos diferentes. Para escitar al
trabajo se necesita. ofrecer la perspectiva de 'la ganancia y del


/




DE J,\ PHOPIEDAD.


bienestar; para esvitar al valor es necesario recordar la glo-
ria. Pules qué, ¿apelareis al honor para que se cepillen dos ó
tres tablas mas al dia , para qlle se lime mejor una pieza de
hierro? Eso seria una locura. El honor para Asias , Chevert,
Latour de l' Auvergnc ; el salario, es decir, la satisfacciou que
resulta al obrero de vivir bien, tanto él como sus hijos, para
el que ha trabajado con habilidad y constancia; yademas la
estimación, si es inteligente y honrado, porque las satisfac-
cienes morales tambien son necesarias al obrero. Razonar de
otro modo, es desconocer la naturaleza humana, y confun-
dirlo todo con pretcsto de reformarlo todo.


El valor exaltado que hace arrostrar la muerte, es hijo á
veces de un entusiasmo momcntáneo , hábilmente escitado.
Pero esa aplicaciou constante á una tarea oscura, que se lla-
mad trabajo, ::5010 se obtiene por la perspectiva del bienestar.
Sin duda, este trabajo obstinado puede conducir algunas
veces ú la gloria, si se trata de las investigaciones de Newton,
y es un nuevo estimulo , pero la masa del trabajo, del cual vi-
ve la sociedad, solo se obtiene ofreciendo al trabajador la se-
guridad de un salario material. CUándo el hombre se obstina
en arrancar ú la naturaleza las materias de que se alimenta ó
se viste , se obstiua únicamente por estos objetos; es necesa-
rio, por lo tanto, dárselos, rc¡;ompensar t: u trabajo en razon
al objeto que se propone. y para escitar!e todo lo posible, dar-
le tanto como ha producido , ni mas ni menos. Es necesario
representarle además con mas claridad el objeto, y para esto
ofrecer á sus ojos, no el hicncstar de todos, él de alguno, sino
(,1 suyo y el de sus hijos. D~ este modo se cscitarú al mayor
grajo posible , y al propio tiempo se obrará con justicia. El
que haga mucho, tendrá mucho; el que haga poco tendrá po-
co, y el (lile no haga nada, no tí~llllrá nada. Hé aqui la jus-
ticia, la prudencia, la razon, y de este motlo no se destruyen




124 DE LA PllOPIEDAD.
los móviles nobles, sino que se reservan para los nobles fines
á que deben apropiarse. El salario será para el trabajo, y la
gloria para el valor sublime ó para el genio. Si un hombre tra-
baja toda su vida para alimentarse y alimentar á su familia,
pagadle, y pagadle bien. Si arrostra con valor la muerte,
concededle la gloria del soldado. Si hace un descubrimiento,
concededle la gloria de la invencion; pero recompensad á cada
uno segun sus obras.


Asi, sin salario personal, proporcionado al trabajo, á su
cantidad y á su calidad, no hay celo por el trabajo. Vuestra
comunidad, con el sueldo general y comun , moriria pronto
de hambre. Esto es tanto mas cierto, cuanto que la sociedad
en que está admitida la propiedad, y en que el trabajo apro-
vecha únicamente al que á él se dedica y á sus hijos 1 apenas
puede alimentar á todos, y generalmente con pan malo. ¿Qué
sucedería si alguno no trabajara para sí, y si todos trabajasen
únicamente para la generalidad? Aunque la reparticion fuera
diferente, el rcsultado seria el mismo; pues, como he dicho
antes, se sabe por un cálculo fácil de demostrar, que la rever-
sion de la riqueza de los mas ricos á los mas pohrcs no produ-
ciria un aumento sensible en favor de estos últimos. No aña-
diria un maravedí al jornal de cada uno, y disminuiria en
una mitad ó acaso en tres cuartas partes la masa de la pro-
duccion general.


Todos moririan de hambre, y este seria el único bien que
se les habría hecho.




CAPITULO IV.


DEL CO~lUNISM:O CON RELA.CION A LA I.IBERTAD HUMANA.


lit comunismo es la negacion absoluta de la libertad humana,


El comunismo destruye el trabajo, porque, alejando el ob-
Jeto, .apaga el entusiasmo por obtenerlo; y aun suprime la
libertad.


¿r.ómo puede definirse, en efecto, esa sociedad quimérica,
en la cual, por temor de que el hombre se engañe, se estra-
víc, no gane J gane demasiado; quede pobre ó se haga rico,
se le obliga á trabajar para la comunidad, y se dispone que
esta misma sociedad le alimente, vista y mantenga, en la
cual se le determina su vocación y se le declara, en virtud de
una orden, agricultor, herrero, sastre, letrado, matemático,
poeta, y guerrero; en la cual, tambien poruna órden, se le lla-
ma á participar de losgoces delicados, ó se le relega á los go-
ces vulgares, á menos que para evitar la dificultad de estas
clasificaciones se le mantenga en la grosera igualdad del pas-
tor? ¿Cómo se definirá esta sociedad? Solo de un modo: di-
ciendo que es una colmena ó un hormiguero. En efecto, en la




i26 DE LA PIIOPIEDAD.
naturaleza de los animales que viven en comunidad se obser-
van todas las apariencias de la sociedad humana. Mirad, por
ejemplo, las abejas, miradlas como trabajan con una acti viciad
continua, como revolotean sobre el arbusto de las cercanias;
nunca se engañan en su elección. y siempre vuelven con su
pequeña provision de jugos estraidos del cáliz de las flores.
Cuando entran en la colmena, trabajan como inteligentes ar-
quitectos) sin cometer errores en la dimcnsion de las celdas;
con la cera hacen las paredes, en estas paredes depositan la
miel, crian la nueva familia, y luego la lanzan al aire, Ó al
mundo, como diriamos nosotros hablando humanamente, para
que vaya a fundar otra colonia, es decir, otra colmena.


Entre estos industriosos insectos nunca se ven diligentes
ó perezosos, ricos ó pobres, virtuosos ó culpahles. Todo es
bueno, todo es como debe ser; ¿sabeis por qué? Porque todo
está gobernado por un principio infalible: el instinto. ¿Sabcis
10 que seria vuestra comunidad? Una colmena. El hombre,
tal como queréis hacerlo, ¿sabeis lo que seria? Un animal re-
bajado hasta el rango del animal escla vo del instinto.


En una palabra, la libertad Ialtaria, y la libertad consiste
en poder engañarse, en poder sufrir. Error y verdad, sufri-
miento y goce; esta es el alma humana.


La abeja no se engaña; va directamente á un arbusto, y ele
uno á otro se agita en el aire y en la luz: goza sin duda, pero
sin las vivas emociones propias de nuestra naturaleza; y al
volver á la colmena, esta maquina infalible trabaja con sos
delicadas patas sin engañarse, como la de Vaucanson, porque
su Vaucanson es el mismo Dios. El hombre es lllUY diferente:
su colmena es Atenas, Roma, Florencia, Venecia, Londres ó
París. Los movimientos que tiene que hacer son muy distin-
tos. No tiene que correr de un arbusto á otro, casi sin riesgo
de equivocarse. Necesita juzgar las relaciones mas vastas y




DE LA PltOPIEDAD.


complicadas; necesita crear por medio de las artes mas refina-
das los alimentos con que se mantiene; necesita reunir de to-
das las partes del mundo los productos mas diversos, no en-
gañarse sobre su val~r; hacerlos llegar á tiempo y con condi-
ciones ventajosas. Para ir á buscarlos es necesario que estu-
die la marcha de los astros, de los vientos y de las estaciones,
y que I()~ resguarde en el camino con el genio de jos lluyter,
de los Juan Bart v de los Nelson.


"


En todas estas operaciones, podrá acertar ó equi vocarse
en sus cálculos. Si no pudiese engañarse, si viese la verdad,
necesaria é infaliblemente, con una sola mirada de su espí-
ritu, no por esto seria libre. O seria esa abeja que, limitada ú
pequeños actos que ejecuta sin error, es una maquina viYien-
te gobernada por esos resortes infalibles de la naturaleza
animada que se llaman instintos; seria ese insecto laborioso,
ó Dios, el mismo Dios, tal como nos esforzamos en concebirlo,
el cual, en presencia de la verdad eterna, la ve directamente y
sin interrupcion, porque él es esta misma verdad. El ser que
no se engañase, Óseria máquina ó seria Dios. El hornhre pue-
de elegir lo verdadero, Ó no elegirlo, y esto es lo que consti-
tuye su libertad; este objeto lo consigue por medio de una
atención sostenida por medio del trabajo.


Este es su espíritu, pero no es toda su alma. Necesita algo
mas qu~ esta percepción de los objeto:" que consiste en dis-
tinguirlos hien ó mal, pronto ó lentamente, con seguridad ó de
un modo inexacto: necesita impulsos. Si penuancce indiferen-
te á la vista de las cosas, será tal vez curioso. pero inactivo.
Para obrar necesita un objeto. Para que se aCI~rque Ó se aleje
de las cosas, necesita que estas le afecten de un modo eficaz,
que le causen mucho bien ó mucho mal; esta es para él la Y(~r­
dadera atracción. La luna, gi¡'ando al rededor de la tierra \' la
~ ...


tierra al rededor del sol por medio de la atraccion , se mueven




i28 DE LA PROPIEDAD.
por motivos agenos á todo sentimiento. El hombre, atraido por
tal ó cual objeto, á tal ó cual acto, tiene su atraccion, que es
el placer ó el dolor. Si no los esperimentase se le podria com-
parar á esa luna ó á esa tierra que, aunque infinitamente ma-
yores que él, no tieneu la dignidad moral que el homhre reci-
be de ss cualidad de ser que siente y piensa. Por lo tanto, pa-
ra moverse necesita ser atraído ó repelido; necesita gozar ó
sufrir, segun hayan tenido buen ó mal éxito sus actos. Puede
engañarse, puede sufrir; esta es la doble lihertad de su alma.
Distinguir siempre lo verdadero, esperimentar siempre las
mismas sensaciones, aunque fueran dulces, seria no discernir,
ni sentir; seria, bajando demasiado, convertirse en abeja, en
pólipo, en vegetal, en piedra, etc., y bajando algunos grados
mas, reducirse ti. la nada; ó bien, subiendo la escala de los se-
res, subiéndola hasta lo infinito, llegar á Dios tal como que-
remos comprenderlo. Asi, poder engañarse, poder sufrir, pe-
ro poder tambien 10 contrario, esta es la libertad, esto es 10
que hace al hombre superior al animal, gobernado por el ins-
tinto; pero sometido aese ser que nosotros nos esforzamos en
concebir, privándole de todas las imperfecciones de nuestra
naturaleza limitada, y que llamamos Dios.


¡Alma sublime del hombre! ¡Alma obtusa ó despejada, que
sientes profundamente el dolor ó el placer, llama que Dios co-
locó en nosotros para incitamos y conducirnos! ¡Alma libre!
¿Será necesario apagarte como una llama. importuna que nos
fatiga y nos devora? ¡Qué! ¿Quereis apagarla, puesto que que-
reis quitarnos esa libertad, y hacernos descender al estado de
la abeja ó de la hormiga? Pues qué, ¿por temor de que me en-
gañe, de que yerre en mis combinaciones, de que sea lo que
vosotros llamais rico Ó pobre, ó de que sufra la sed, el hambre
ó la miseria, queréis encerrarme en una col mena, señalarme
mi trabajo, alimentarme, vestirme á vuestro gusto, medir mis




DE LA l'HOPIEDAD. 129
fuerzas, mi apetito, mi genio, mis placeres, y prcscrihirme
tal Ó cual estudio? Ycuando temcis que yo me engañe, y para
evitar este peligro queréis determinarlo oficialmente todo en
mi favor, ¿no temei-, I.egislaclon~:i obcecados, engallaros vos-
otros mismos al prescrihirurc mi" ocupaciones y mis necesida-
des, y al encargaros de satisf.rccrlas? Os engañais grosera-
mente; en medio de la inmcnsi.lad de la creacion, habéis
creido que yo era lo que no er.i, y me habeis tomado por el
castor que construye, por el cah ti lo que se aplica al tiro. Te-
miendo que me caiga, me rebajáis; temiendo que me estravie
me haceis esclavo; temiendo que sufra, me quitais la vida
porque suprimiendo los accidentes de la vida, suprimís tam-
bien la misma vida.


La antigua y eterna sociedad que la naturaleza creó, trata.
al hombre de otro modo. «Trabaja, le dice, trabaja todo lo
que quieras, todo lo que puedas, todo lo que sepas, bien ó
mal, con inteligencia ó sin ella; coa los medios que recibi ste a
nacer: lo que ganes será para tí Trabaja, aunque seas viejo,
porque tus ganancias serán para tus hijos.» Adornas de decir
la sociedad al hombre: «trabaja, trabaja sin descauso,» deja á
su eleccion el género de trabajo á que haya de dedicarse. El
hombre sigue su instinto. Si se engaña, será obligado á. variar
de conducta. Pero en el curso de estos ensayos, al fin encon-
trará lo que busca, )' cuando haya encontrado su profesion,
trabajará en ella con la celeridad que el águila cruza los ai-
res. Hubo un mal médico que sin él conocerlo era un gran ar-
quitecto: enmendó su yerro y construyó la columnata del Lou
vre. Hubo un mal arquitecto, que habia nacido para las ar-
mas, varió de profesion, y ganó la batalla de Heliópolis. De
este modo todos trabajan con ardor, con libertad, segun su
particular aptitud. El padre que se ha hecho rico, hace ricos
á sus hijos, y los coloca en una posicion superior á la suya.


9




430 DE LA. PROPIEDAD.
Estos hijos presentan los capitales creados por sus padres á
otros que necesitan trabajar; perciben la renta, pagan con es-
ta renta los productos mas apreciables de la industria, y cria-
dos por el trabajo, asalarian el trabajo á su vCZ. Si son dignos
hijos de sus padres, se mantienen en la posicion en que estos
105; colocaron, ó conquistan otra superior; si no, caen, se ha-
cen pobres, y se les ve mendigar á la puerta de los palacios
donde pasaron los primeros años de su infancia. Corno el tra-
bajo de sus padres fué recompensado en ello", su ociosidad
es tamhien castigada en ellos yen su posteridad. Deaqui na-
cen mil contrastes morales, y esa serie de accidentes que se
llama el espectáculo del mundo. Se ve vestido de seda á un
pobre obrero que nació sobre la paja; se ve sobre la paja al
rico señor que nació en dorada cuna. A. veces, uno que ha na-
cido simple criado y trabajó y sirvió en la casa de un niño
opulento, es hoy protector de ese mismo niño, antes desdeño-
so, ahora humillado, pero no olvidado por el hombre á quien
desdeñó. Suele verse un aventurero sin fortuna volver con
grandes tesorosde la India, prodigar sus beneficios á todos, y
verse al poco tiempo sus herederos dispersos y desprovistos
de lo necesario. No solo se ven los accidentes de la riqueza,
sino los del poder, porque la fortuna caprichosa juega con to-
das las cosas, lo mismocon los tesoros que con las coronas.
Se ha visto á un soldado, Juan de Sforcia, llegar á ser sobe-
rano duque de Milán, y se ha visto á sus hijos envenenados
por un tirano. Se ha visto un oficial de artillería dueño del
mundo, y luego privado del aire y del espacio en una isla, dis-
persos los miembros de Sil familia, y algunas veces condena-
dos á la indigencia. Se han visto príncipes herederos de una
larga serie de reyes proscritos, luego maestros de escuela,
luego reyes, luego proscritos y comiendo' en el destierro un
'Pan que apenas basta para satisfacer Sil necesidad, Se ven es-




DE LA I'HOPIED.-\.D.


tos azares de la fortuna; se ven mil virtudes contrastando ron
mil vicios; se ven ricos desapiadados, y tamhien se ven ricos
de corazon bondadoso que esparcen en torno suyo los dones de
la fortuna; y por último, se ven hombres que hacen suerte y
socorren á los que no hall podido hacerla. Todos son contras-
tes, la habilidad está en oposicion con la torpeza, la actividad
con la pereza, la bondad con la desgracia, y siempre, en íiu,
las facultades humanas están en accion , impelidas á su mas
alLo grado de desarrollo. Estos azares 1 estos contrastes tan
marcados, estas facultades humanas tan escitadas, estos vi-
cios, estas virtudes, estos bienes y estos males son la li-
herrad, y la liberLad no es un tributo del animal, sino del
hombre.


CAPITULO V.


La propiedlld y la familia están tan íntimamente unidas, qll~
destruyendo elcomunismo la una destruye la otra y estiuou»
los sentimientos mas nobles del alma luimana.


El comunismo destruye el trabajo, suprime la libertad, ;
si es consecuente, debe aholir la familia.


El hombre, tal como la naturaleza lo ha formado, y no cu-
ma quieren suponerle los sofistas, necesita tener su campo,
en su campo su hahitacion y en su hahitacion su familia.
Cuando desde la infancia ha pasado á la juventud y se k¡




132 DE LA PROPIIWAD.
perfeccionado su ser, se casa con la muger qne ha elegido
ó que sus padres han elegido por él. Tiene hi.o». Trabaja por
ella y por ellos. Le gusta engalanar ú esta compañera, objeto
dc su amor, se esmera en educar bien a los hijos que ha tenido
de ella, en dirigirlos hácia esta ó aquella profesión, en prepa-
rarlos á la carrera que él ha seguido, ú otra mas elevada de


. las riquezas y de los honores. Cuando ha conseguido este ob-
jeto y llega á viejo; cuando ya la vida no ofrece alegría; cuan-
do se ha estinguido el amor y los sucesos prósperos no le pa-
recen mas que un engaño del mundo, renace en sus hijos, y
aun cuando ya no siente para sí mismo estos gustos, los tiene
para ellos, considerándose dichoso si alcanzan buena suerte.
Cuando él era jóveu y fuerte protegió su infancia, y cuando se
ve agoviado por los años y las enfermedades le protegen ellos
en su decrepitud. P(H último, muere, de-pues de haber sido
niño, joven, hombre maduro y anciano, despues de haber reci-
bido de sus hijos los servicios que él les hizo antes, siempre
amando, siempre amado, y acompañado hasta las puertas de
la muerte, por lGS seres á quienes dió la vida. Las geueracio-
nes humanas se siguen de este modo dándose la mano desde
el primer hombre que la sagrada Escritura llama Adan hasta
esos últimos descendientes que morirán, no se sabe de qué mo-
do, con el planeta que nos lleva por los campos de lo infinito.


Se me dirá que esto es lo ideal de la familia; porque ese
hombre ha elegido aquella muger bajo la influencia de un
gusto pasagcro, y ha cesado de amarla, ó ella ha cesado de
amarle. La ha engañado ó lo ha sido por ella. Esta sociedad
conyugal ha sido una tiranía. El padre ha descuidado la edu-
cacion de estos hijos, ó si se ha esmerado en ella, solo ha re-
-cibido despues en cambio ingratitud y abandono.


Conozco estas diatribas; pero son débiles razonadores los
que combaten las mismas cosas por estas faltas accidentales.




DE LA PROPIEDAD. ~33
Ahora esplicaré estas fal taso Probemos que este ideal quP he
trazado es verdadero al truvcs de todas las vicisitudes de la
familia humana.


Entre los animales, el padre nunca conoce los seres que
han salido de él. La madre cuando ha acabado de criarlos, Ó
en las especies que no son mamíferas, cuando los ha enseña-
do á vivir solos, los abandona, no quiere verlos, y los aparta
de Sil lado como importunos. La educaciou ha consistido en.
conducirlos hasta Ia edad en que pueden alimentarse y de-
tenderse. Este tiempo es un mes, dos y hasta un aüo para
aquellos cuya vida es mas larga. Luego son entregados al co-
munismo. El padre, la madre, los hijos viven sin conocerse,
sin distinguirse, en una confusión para la cual la naturaleza
no muestra en ellos ninguna repugnancia. Esta es la familia
entre los animales. Es cierto que no tienen cuidados, incomo-
didades ni obligacion de cuidarse cuando ya no se aman; que
no tienen que acusarse de adulterio ui de descuidos paterna-
les, y que no son malos e-posos, malos padres, ni malos hi-
jos. ¿Es este el estado de inocencia, de libertad, de felicidad
que se desea para la especie humana? Esta inocencia, esta li-
bertad, esta felicidad, son las del bruto. Sí se destruye el fin
que ha unido al padre y á la madre, si se destruye eso que
para el padre son algunos instantes y para la madre algunos
meses, los cónyuges se separan y la familia se disuelve. La
familia selo habrá durado el tiempo necesario para la educa-
cion de la especie.


Pero la educacion del hombre dura toda la vida. Este ser
tan fuerte, destinado á vivir mas que la mayor parte de los
demas animales, destinado á ser Newton, Racine, Voltaire ó
Napuleon; cuando concluye su lactancia apenas puede andar;
lo derriba un perro, lo atropella un caballo, si le dejáis aban-
donado á sí mismo; y cuando al fin puele comer, andar y




DE LA rHONEDAD.


evitar los obstáculos peligrosos, no puede vivir por sí solo en
una sociedad donde LOdo se compra, donde no se halla el ali-
mento en las calles, como lo- animales lo encuentran en los
campos. Es necesario que el padre y la madre ganen su vida
por él. Luego, couio C~ un ser in teligentc, es necesario desar-
rollar su inteligencia, cultivarla, ponerla al nivel de su profe-
sion, de su nación y de Sil sig·lo. Si subimos algunos grados
mas; si este hijo pertenece á una de esas familias distingui-
rlas que son el henar del pais, si es hijo de tos Escipiones cu
noma, de Anihal Barca en la celosa Cartago; si debe sostener
algun dia el hrill» de su nombre, la gloria de su patria, es
necesario inculcarle las virtudes hereditarias, las nobles pa-
siones de su raza, y ent mees se nccesi ta toda una vida do
buenos y heroicos ejemplos. Si es hijo de Juan Bart, es ncce-
sario emharcarle con su pudre, y si en un dia de batalla se
muestra afectado, atarle al palo mayor del navío que manda
el heróico marino. ¿Creeis qu~ para semejante objeto pueda
durar mucho tiempo la familia'?


Entre los animales, la familia solo consiste en la proteo-
cion de la madre durante la edad de la debilidad física. Entre
10·s hombres, la familia es la vigilancia del padre y de la ma-
dre sobre el alma de su hijo continuada toda la vida; es la
continuación de las sabias lecciones y de los srandes ejem-
plos. Sentimos tener que decir estas cosas en un pais regido
por instituciones republicanas.


Sin duda, la familia humana no es la misma siempre y en
todas partes: la familia humana, corno las demns institucio-
nes sociales, no llega á su perfección desde la infancia de las
sociedades. En la vida nómada, el hombre tiene muchas mu-
geres, porque viviendo libremente bajo el cielo, en los es-
tensos pastos del desierto, en meuio de la abundancia pastoral,
la existencia es fácil para él y puede alimentar muchas mu-




L'~ LA PROPIEDAD. ~35
geres y muchos hijos. Siendo déspota, porque todavía no ha
aprendido á respetar la debilidad de su compañera I satisface
su gusto, que consiste en tener muchas esposas, les prescribe
la fidelidad que él por su parte no observa, tiene de todas
ellas hijos, que viven" como pueden entre sí, y si alguna de
ellas puede mas que las otras, deja á Agar marchar al desier-
to y morirse de sed COIl Ismael. En fin , si este bárbaro nó-
mada conquista algun dia á Constantinopla, tendrá concubi-
nas á centenares, condenadas en un haren á pertenecer al-
ternativamente á alguno de sus caprichos J y dándole hijos de
todos linages 1 que después se harán las guerras sangrientas
del serrallo.


Aun en Roma, en ese santuario de los grandes y nobles
sentimientos, pero de los sentimientos rudos, principalmente
antes de que el cristianismo educase y ahlaudase los corazo-
nes, el lazo conyugal nunca fué tan estrecho como después lo
ha sido. El matrimonio tenia sus grados: del concubinato á
la union definitiva habia estados intermedios admitidos y re-
conocidos por la ley. Por último, era fácil el divorcio. Una
romana pasaba con frecuencia de una casa á otra. La familia
consistía en el padre mas bien que en la madre. Un noble or-
gullo de raza, mas bien que la ternura, era el principio y el
alma de la familia. Ese santo orgullo se exageraba tanto, que
los Escipioncs, teniendo un hijo indigno de ellos, iban á pe-
dir á Paulo Emilio que les cediese un hijo, al cual educa-
ba Polihio ,y era luego Eseipion Emiliano. La grandeza de
Roma, apoyada en la grandeza de la familia, dominaba el
mundo. Pero la madre solia faltar, y entonces faltaba la ter-
mua. La madre de los Gracos es una escepcion que confirma
esta verdad en vez de desmentirla.


Eí cristianismo, que tanto ha hecho en beneficio de la so-
ciedad humana conteniendo al hombre y obligándole á sacri-




~3G DE LA PUOP !EDAD.
ficar SUS inclinaciones, á respetar la debilidad de la muger y
la del esclavo, constituyó la familia en la forma en que hoy
lá vemos: para un solo padre, una sola madre y una sola lí-
nea de hijos, He aqui la perfeccion de esta santa institucion.
Sin duda en sus gustos inconstantes, el homhre y la muger no
se contendrán siempre lo necesario. Es raro que se amen en
la vejez con el mismo amor de la j ti ventud , pero con el tiem-
po, el afecto conyugal sucede al amor, El ser que se ha aso-
ciado á vuestros intereses durante toda vuestra vida, que tie-
ne el mismo orgullo, la misma ambician, la misma fortuna,
no podrá seras nunca indiferente; y si la estrecha union de
las existencias no ha podido evitar algunos disgustos, cuando
muere, el vacío que deja en vosotros prueba que ocupa un
lugar preferente en vuestra alma. Ademas, ¿no quedan los hi-
jos, para los cuales ha sido instituida la familia? El esposo,
la esposa, si han tenido algunas rencillas, se buscan y se re-
concilian cuando se trata de estos seres queridos, único objeto
de la vida cuando la vida no tiene objeto. Sufren en comun,
sufren cruelmente; pero mas sufren cuando no tienen hijos.
¿Quién podrá, en efecto, arrancar del alma el sentimiento de
la maternidad, tan amargo y tan dulce, tan delicioso y tan
terrible, que unas veces vela sobre la joven, defiende su pu-
dor, la conduce al lecho nupcial, la ama cuando es madre y
ama él. sus hijos tanto como á ella; y otras veces, siguiendo al
jóven en su carrera horrascosa , despues de haberlo cuidado
cuando niño, 10 acompaña con indecisión á la entrada de la
vida, sufre amargamente sus reveses, y goza con delirio cuan-
do le favorece la suerte? Algunas veces esta tierna madre
consiente en que su hijo abrace la carrera de las armas. Se
estremece al acercarse un dia de batalla. ¡Cuál es su alegria
al saber que vive y que ha sido premiado.' Sin duda, su eora-
zon se desgarrará si le dan noticia de que ha muerto, aunque




IlE LA }IROPIEDAD. ~31
haya sido sobre las banderas enemigas; querrá morir, y acaso
morirá. El bruto, aunque sea el mejor, ese perro que tanto
ponderais ¿manifiesta estos sentimientos? ¿ Quereis ser bru-
tos, abdicar vuestra alma, dejar de ser criaturas libres, con
pensamientos buenos ó malos, gozando ó sufriendo, y sufrien-
do profundamente ? Entonces arrancad de vosotros esa al-
ma , echaos al suelo , convertid en pies vuestros brazos, ba-
jad hasta la tierra esa frente destinada á mirar á los cielos,
erectos tul sulera tolle vultus, y convertios en brutos para no
sufrir. •


Los hijos causan dolores, el matrimonio estorba, como es-
torban las cercas de un campo al que quiere comer la fruta
que en él se cria. En este caso, lo confieso, nada puede haber
tan consecuente como abolir los límites de la familia, lo mis-
mo que los de los campos. No habrá otro dominio, otra habi-
tacion, otra muger y otros hijos sino los de la comunidad. Se
amará y se servirá á todos en comun, y de este modo se supri-
mirán muchas dificultades. El hombre se unirá momentánea-
mente á la mugcr que le agrade, vivirá con ella mas ó menos
tiempo, y cuando su nccesidad ó su gusto estén satisfechos, la
abandonará, dejándola los trabajos del embarazo, á los cua-
les habrá provisto la comunidad, irá á visitar algunas veces á
los hijos de todos los padres y de todas las madres, no quer-
rá reconocer á ninguno, temiendo cometer el pecado de amar
á alguno individualmente, y tendrá por único goce de familia
el placer de verlos á todos holgarse bajo las alas de la comu-
nidad.


Sé que muchos adversarios de la propiedad no aceptarán
este cuadro, y dirán que esta promiscuidad les repugna. En
ello darán pruebas de buen gusto; pero su lógica no será
mejor.


Es necesario, como digo, que el hombre tenga la propie-




138 DE LA PROPIEDAD.


dad de todo su campo; en su campo su habitacion, en su ha-
bitacion su muger y sus hijos, Ó no sea propietario de nada:
ni del campo, ni de la hahitaciou, ni de muger, ni de hijos;
porque en el sistema medio, ademas de uu principio falso y
contrario á la naturaleza, hay la inconsecuencia mas peligrosa
para el sistema y la mas cruel para el individuo. Tratad, si po-
deis, de desnaturalizar al hombre, de destruir esa incliuacion
de su corazou que le impele á apropiarse todo lo que perciben
SlIS sentidos, cosas materiales y cosas morales; acostumbradle
á esparcirse en la inmensidad, á trabajar para treintay seis mi-
llones de conciudadanos, á amar á diez y ocho millones de
mugeres, á querer á cinco ó seis millones de hijos; acostum-
bradle á esta efusión de su ser; pero sipermilis que, sesatisfaga
de algun modo esta necesidad que continuamente le recuerda
su ser, esta inclinacion será cada vez mas fuerte é irresistible.
Dejadle, en efecto, su muger y sus hijos, y al instante querrá
darles todos los bienes de la comunidad. [Insensatos! No ha-
beis comprendido que habiendo Dios distribuido á los seres
el universo, es decir, el espacio y el tiempo; habiéndoles re-
partido este dominio del infinito; habiendo creado seres dis-
tintos, que no poseen ni todo el espacio, ni todo el tiempo;
habiendo creado una luna, una tierra, un sol, yen el infinito
otros millares de lunas, tierras y soles, cada uno con una
parte del espacio y una parte del tiempo, porque empiezan y
acaban; habiendo colocado en estos grandes seres insensibles,
aunque animados por fuerzas motrices, otros seres igualmen-
te distintos, algunos de ellos con facultad de pensar y de sen-
tir, como los animales, y entre los animales el hombre, entra
en el mismo principio de la creacion que estos seres quesien-
ten y piensan, separados unos de otros, tengan su porcion de
espacio y de tiempo; que asi como los globos celestes, en los
cuales viven, tienen una parte de la cstension universal, de-




DE LA PROPIEDAD. 139
ben tener ellos tamhien una parte de esos globos, que el ani-
mal tenga su abrigo, el hombre su hahitacion; que como ser
moral dotado de la facultad de amar, ame, no el todo, porque
es imposible para él, sino la ~arte qUt~ le corre-pende; prime-
ro su padre, su madre, su muger, sus hijos, es decir, su fami-
lia; luego su patria, y despues de su patria la raza de hom-
bres á que pertenece, por ejemplo, la raza cristiana, con es-
clusion de la raza mahometana. Pero, ¿no conoceis que si
vais mas lejos incurrireis en un absurdo, porque es declara-
reis contra la naturaleza de las cosas? ¿No ois á los que se
burlan de esa benevolencia, diciendo que amar al género hu-
mano es no amar á nadie? Respondereis acaso que vuestro sis-
tema es el de la benevolencia universal, al paso que el anti-
!!UO sistema social es el del ezuismo. Este autiano sistema no es
~ v ~


el del egoismo. corno la gr<lyitacion no es un egoismo planeta-
rio. Cada uno tiene su órbita, y en esta órbita su rayo de
atraccion. El horuhre es un ser limitado, v su corazon lo es
tambien como su cuerpo. Es menester elevarle sucesivamente
desde él á su familia, desde su familia á su patria y desde su
patria á la humanidad. Apoyado en estos grados, puede ele-
varse, y en efecto se eleva á los afectos mas sublimes. Pri-
mero se ama á si mismo, luego, perfeccionándose, ama á su
muger y á sus hijos mas r¡uc á sí mismo. Perfeccionándose
mas, comprende (Iue la prosperidad de su patria está unida á
1'3. de su fami lía, y ama á una casi tanto como á otra. Podéis,
por último, conducirle hasta el amor de la misma humanidad;
pero por esa escala divina que le hace suhir de sí propio á su
familia, á la patria, á la humanidad, a Dios. Exigir que ame
el todo antes que la parte, la humanidad antes que su patria,
supatria antes que su familia, es desconocer groseramente su
naturaleza, y el radio de fuerzas físicas y morales dentro del
cual se mueve. Decidle que ame á la Europa antes que á




140 DE LA PROPIEDAD.
Francia, áFrancia antes que á su familia; que trabaje para los
que están mas separados de su corazon con preferencia á los
mas cercanos, y en vez de sumision y obediencia, solo obten-
dreis de él la befa y la burla. Esto seria lo mismo que si hi-
ciérais girar á la luna directamente al rededor del sol, en vez
de hacerla girar primero al rededor de la tierra, y en seguida
de esta al rededor del sol, centro comun, pero indirecto, de su
existencia planetaria. En una palabra, el hombre, ser limita-
do, debe elevarse por grados hasta ese todo en que queréis
fundirle. Procediendo de este modo, sube; al paso que si-
guiendo el camino opuesto, desciende desde el todo hasta sí
mismo. ¡Ciego ordenador de las cosas! i Era preciso hacerle
subir, y le haheis hecho bajar.


CAPITULO VI.


DEL CLAUSTRO o DE LA VIDA CO~lU:'í EYfRE LOS CRISTIANOS.


El comunismo es una imiiacion cpuesi« de la vida monástica,
llena de contradicciones que la hacen imposible.


Ha habido en el mundo un ejemplo de la vida cornun, del
cual tendré que decir algunas palabras para hacer resaltar el
contrasentido que cometen los tristes imitadores de este ejem-
plo único; hablo de los conventos entre los cristianos.


El hombre es el único ser de la crcaciouque atenta contra
su propia existencia, el único que comete el suicidio. Este es




lJE J.A PHOPIEflAD.


el término cstrcmo de esa libertad que Dios le ha dado, con-
cediéndole el pensamiento. En efecto, hay instantes en que
este pensamiento, exaltado por el dolor, eoncihiendo ideas
falsas del universo, Y. no viendo en él sino sufrimientos, al pa-
so que Dios tambien ha colocado en él goces, tomando como
permanente una tribulacion pasagera, sin conocer que en esta
escena movible todo pasa, asi el placer como el dolor, agota el
sufrimiento, y haciéndose superior al instinto poderoso de la
conservacion , incita al hombre al suicidio. Caton, creyendo
eterna la fortuna de César, se dió la muerte, y no quiso con-
servarse para el dia en que Bruto y Casio enarbolaron el es-
tandarte de la libertad romana. ¡Tristeserrores de un momen-
to! Dcspues de dos mil años hubo tambien otro César, cuya
fortuna tampoco fué eterna, el cual, avergonzado de haber
pensado un momento en el suicidio, dirigia á Caton esta lee-
cion profunda desde la roca de Santa Elena. «Si huhiérais po-
dido leer en el libro del destino, si hubiérais podido ver en él
á César herido con veinte y cuatro puñaladas al pie de la está-
tua de Pompeyo, y á Ciceron ocupando todavía la tribuna de
las arengas y haciendo resonar en ella las filípicas contra An-
tonio, ¿os habríais dado la muerte?»


Pero esta lección , á pesar de su profundidad , no evitará
que en lo sucesivo algun vencido glorioso ó algun jugador vul-
gar hundan el puñal en su pecho. El cristianismo, profundo
conocedor de la naturaleza humana, sustituyó á este suicidio
criminal otro suicidio inoccnte , que no destruye el ser, sino
que lo separa de la sociedad para destinarlo á la beneficencia
y á la oracion: este suicidio es el claustro.


En efecto, la vida monistica no es otra cosa que el suicidio
cristiano, sustituido al suicidio pagano de Caton, de Bruto y
de Casio.


El cristianismo se apodera del desesperado que iba á aten-




U,2 DE LA PHOPIEDAD.


tar contra su vida, contiene su brazo, lo conduce á la soledad,
lo aparta de la vida agitada de las grandes poblaciones, lo se-
para i.« esas sensaciones infinitas, ora delicio.;as, ora crueles,
qne turhahan sin cesar su alma, y lo encierra en esos claustros
tristes y silenciosos, donde en un espacio reducido, y entreJos
cuatro lados de un pórtico uniforme, se lcvantarú , hará ora-
cion , trabajará, comerá, y se acostirá tollo, íos dias rt
la misma hora, solo oirá la campana del couvcnto no presen-
ciará otros sucesos que la salida y el ocaso de! sol, y sentirá
estinguirse su ardor en la sublime uniformidad del rezo , re-
medio poderoso y único para la agitacion moral, capaz eJe
tranquilizar aun el alma tierna y apasionada (h~ Eloisa y de La
Valiere. El cristianismo apaga las pasiones físicas de ese des-
esperado con la privaciou y la vida sóbr ia. y sus pasiones mo-
rales con la ahsti nencia del mundo. Y como en el corazón mas
desolado queda siempre un resto indestructih'e de las inclina-
ciones humanas, la sociabilidad, que seria imposible destruir
completameute, el cristianismo, siempre profundo en sus mi-
ras, concede al hombre la compaüía del hombre, á la muger la
de la muger; tiene cuidado de no mezclar á estos seres, tan.
propensos á volver á amarse, los separa, y asi como solo deja
á sus cuerpos un alimento sobrio y escaso, que apena basta.
para mantenerlos, del mismo modo solo deja á sus almas una
amistad fria y apacible que no puede exaltarlas, agitarlas ó
turbarlas. De este modo se les conduce hasta su última hora,
entre la oracion, la contcrnplacion y la beneficencia, y se con-
vierte la muerte pronta y criminal en una muerte lenta, apaci-
ble é inocente, acompañada de actos útiles el. la humanidad.
Pero el cristianismo ha sido consecuente. Ha querido sustituir
una muerte con otra, y construir una tumba para que la habi-
te el hombre que había pensado darse la muerte, ayudándole
á pasar tranquilamente en ella sus últimos dias, Para esos rc-




DE LA PROPIEDAD. 143
ligiosos, para esas religiosas, separados del mundo, ¿qué im-
portan la fortuna y la familia? Si el voto que hicieron al entrar
en el claustro permanece firme en sus corazones, no pensarán.


Si á lo menos el voto de inmolarse poco á poco no se des-
mentia en su totalidad, si esos cenobitas, hombres ó mugrres,
permanecían castos, quedaba en ellos una parte del cora-
zon humano que rara vez cumple la palabra dada: la <tmhi-
cion, pasión de los corazones que no conocen las dernas.
Esos conventos eran teatros de contínuas rivalidades entre
hombres ó mugeres que querian reinar en el reducido
~. monótono imperio del claustro. Las rivalidades entre los
monges y el abad, entre las religiosas y la superiora, do-
minaban los corazones, cuyas pasiones se hahian querido
desterrar á costa de tantos esfuerzos. Asi el cristianismo ha
reconocido por la voz de los ponuficcs que han unido la fi-
losofía á la fé, que solo eran admisibles los lugares en los
cuales una vida sobria y frugal destruye las pasiones del
hombre y le conducen insensiblemente á la muerte, tales co-
molos conventos de cartujos ó las casas hospitalarias consa-
gradas á la beneficencia, en las cuales se establece para esos
seres separados de la sociedad humana un celihato tan ocu-
pado él la cahecera del morí hundo l) al pie de los altares, que
escapan fácil mente á las seducciones del mundo; iY aun asi
suele haher escepcioues!


La vida común, la esclavitud del cláustro, para los seres
que renuncian á la tierra, á los cuales importan poco la ac-
tividad del trabajo, los goces del corazou y los afectos de fa-
milia, y aun para los cuales no deben existir estos ohjetos,
fueron antes, y son ahora, por escepcion, maneras de existir
posibles, aunque espucstas á terribles pruebas. La frialdad
por "el trabajo concuerda en ellas con el voto de la pobreza; la
esclavitud de la regla con la necesidad de uniformidad; la f<d-




DE LA. PROPIEDAD.


fa de familia con la destruccion de Jos afectos terrestres, .Y
pri uci palmente encargándose otros de perpetuar la especie
humana, porque antes la hija de una familia distinguida que
se encerraba en un convento, legaba á su hermano mayor su
parte de bienes y la misión de perpetuar la familia. Pero sumir
en la inaecion, en la esclavitud del cláustro, á seres llenos de
pasiones, llenos de deseos de gozar, de amar, de perpetuarse
en sus hijos, es un contrasentido ridículo, que en su alta sa-
biduría no habia cometido el cristianismo. Es encerrar la vida
en una tumba, en vez de encerrar la muerte, como sabiamente
había dispuesto.




LIBRO TBRCERO.


CAPITULO 1.


DEL SOCIALISMO.


No atreviéndose los adversarios de la propiedad á negarla abier-
tamente, han creado diferentes sistemas mistos, los cuales son
la ASOCI:\CIO:\, la RECIPHOCID\D y el DERECHO AL TRABAJO.


Todos los adversarios de la propiedad no la han atacado
directamente en los últimos tiemnos. Muchos de ellos no atre-


.


viéndose á negarla de un modo absol uta, se han limitado á
<-


buscar y á proponer los medios de corregir lo que ellos llaman
sus perniciosos efectos, como si una institucion santa y sagra-
da, (IW~ solo consiste en el desarrollo libre é ilimitado de las
facultades humanas, que producen lo que ellas pueden produ-
cir, la riqueza, la medianía, la indigencia, del todo semejante
en este concepto á la vegetacion dejos bosques, en los cuales,
aliado de un árbol débil, ó jóven, ó plantado en mal terreno,


'10




146 DE LA PROPIEDAD.


se halla otro mediano, frondoso ó elevado; como si esta insti-
tucion, que no es otra cosa que la misma naturaleza, obede-
cida y respetada, necesitase escusas y correctivos. Asi, estos
correctores de la Providencia han hecho descubrimientos dig-
nos del objeto que se proponian. _


La primera cosa y la mas sensata que han hecho, ha sido
atacarse mutuamente con porfia, desacreditar recíprocamente
sus sistemas, combatir con el título disfrazado de socialistas
á los mismos comunistas, adversarios mas consecuentes de la
propiedad, aunque tan visionarios, segun creo, como los que
se llaman socialistas. Porque al cabo, después de combatir la.
propiedad, adoptan las consecuencias necesarias, y colocan
al hombre en el estado que le corresponde cuando ha negado lo
tuyo y lo mio, en la comunidad completa de todos los goces
fisicos y morales. Sea lo que quiera) tratando los socialistas
á los comunistas de un modo áspero y propio para inspirar
poca consideracion en favor de su lógica, cada uno por su
parte ha imaginado los medios de corregir los efectos de la
propiedad; pero estos medios son mas ridículos á medida que
se les quiere hacer mas aceptables. Estos medios son la aso-
ciacion, la reciprocidad y el derecho al trabajo. Sin duda el co-
munismo es una locura grande y capital, puesto que consiste
en tratar al hombre corno un animal, en alimentarlo, en ha-
cerle vivir como los grandes señores hacen vivir á sus perros
en la perrera, pues aunque los quieren y desean su bienestar,
les hacen comer, salir, correr, entrar y moverse al son de su
silbato por un lado yel látigo por otro. Pero en fin puesto que
se niega al hombre su exis tencia distinta, negándole el fruto
personal de su trabajo, ¿qué podrá hacerse sino refundirlo en
el todo, en la comunidad? Dejarlo sin hogar doméstico donde
ahorre y cometa el crlmen de economía, dejarle una familia.
para que tenga el suplicio de amarla sin poder hacer nada




DE LA PIIOl'IEDAD.


por ella, sl~ria la mayor inconsecuencia. El sistema es absur-
do, lo conozco, pero tiene su parte especial, que consiste en
la consecuencia. Se crea un monstruo; pero los miembros de
este món-truo corrcspondeu unos á otros. ¿Qué se dirá por eJ
contrario, de lo;; que no queriendo ninguna de las que cl!o~
llaman moustruosidades del comunismo, y dejando existir la
antigua suciedad, solo quieren cambiar algunas de sus partes,
sustituvcndo otras que uo corresponden i las antiguas, y que
por lo tanto forman el conjunto mas incoherente que puede
imaginarse?


Por la simple esposicion de los sistemas se verá si este jui-
CIO es muv severo.


tos socialistas admiten la propiedad, segun dicen; pe)":,]
añaden que el capital es un tirano; el capital, dicen, no se [d,-
cilita al trabajador, Ó se facilita con condiciones tan crueles,
que el trabajador no puede vivir. Además, entre los hombres
hay una competencia espantosa. La sociedad es un campo dt'
batalla, en el cual solo se trata de destruirse unos á otros por
el empeño de rivalizar. Una nueva máquina destinada á facili-
tal' el trabajo, á hacerlo mas productivo y menos costoso, s
convierte en un arma de la cual se sirven sus poseedores para
destruir á sus industriosos rivales. Asi se promueve una com-
petencia de baratura que grava considerablemente la condi-
cion de los trabajadores. Es necesario, dicen algunos socialis-
tas, asociar á los trabajadores entre sí; de este modo podrán
obtener el capital que se les rehusa, desechar las condicioaes
desventajosas, y no dejarse oprimir por las exigencias de lo~
capitalistas. Ademas, se concertarán y pondrán un termino á
esa guerra cruel de la competencia, no produciendo sino cm,
arreglo á la cantidad y al precio convenido. Entonces se harJ;íl
dos cosas ¿t la vez; desterrar la tiranía del capi tal y la guerra
fratricida de la competencia. Este es el sistema de la asociacioa.




Dg LA PROPIEDAD.


No} dirán otros; abu'ir la competencia es una quimera,
porque la competencia es la misma vida. Los hombres no pue-
den trabajar sin promover entre sí esta com petencia , porque
no es posible que cada uno deje de buscar para sí el mejor
trabajo, y en este ca-o rivalizan, aun sin querer, los unos
con los otros. El capital no se adelanturia con mas facilidad
á los obreros asociados que iÍ. los obreros aislados. El mal es-
tá en otra par:e, lo mismo que el remedio. tos capitales se
resumen en el numerario, en el oro. El oro es el culpable.
Castigadlo, suprimiéndolo. Cread un medio directo de cambio
con el auxilio de un hanco, cuyo papel, concedido á todos
los que quieren producir, no les faltará como el oro, resul-
tando al momento un fenómeno prodigioso de produceion y de
consumo, porque es indudable que todos quieren consumir; y
consumir sin tasa. Desde entonces habrá en los apetitos hu-
manos SC3uriJad de un consumo infinito y seguridad de una
facilidad infinita para el trabajo. Entonces se habrá dado á
las facultades humanas un ancho círculo de accion, poniendo
{m razon directa la facultad de producir y la facultad de
consumir, suprimiendo el último obstáculo que hahia entre
ellas, es decir, el oro. Si además se reducen todos los salarios
y todas las rentas de los capitales, se aumentará doble mas
la propiedad ele vivir, con la disrninucion de todos los valores.
Entonces se hahrá hallado la felicidad, si es que la felicidad
es de este mundo, y consiste en trabajar mucho, consumir
.mucho y vivir mucho. Se habrá hallado sin contradiccion.
Este segundo sistema es el de la reciprocidad.


Eso es también una quimera, dirá otro; la asociacion, la
supresion de la competencia, la abolicion del numerario, nada
evitan. ~i se pueden suprimir la competencia ni la moneda;
esta última es el agente obligado dc los cambios. Solo hay un
medio de cortar los padecimientos sociales, uno solo, que es




DE LA rnOPIEDAD.


directo, cierto, pero costoso, que no atenta á la propiedad del
modo que los hombres la entienden; este medio es el derecho
al trabajo. ¿No es cierto que en el estado actual de la sociedad,
perteneciendo los capitales á capitalistas que, segun su vo-
luntad, los prestan ó no los prestan, y perteneciendo la her""'
ra á propietarios de hieues raices, que también los arriendan
ó no Jos arriendan, ~iegun les viene en gana, resulta de concen-
trar en ciertas manos todas las cosas rehusadas con frecuen-
cia por los que las detienen a los que las necesitan, que IDU o'
chos brazos quedan sin trabajo? ¿Y no está indicado el reme-
dio? Si, la sociedad debe garantir el trabajo :i los que ca--
recen de él, y encargarse de procurarselo. Con la condición de
que la propiedad sea una insti tucion, legítima ó no, se cor-
regirán sus efectos mas perniciosos, pues si llega el caso de
que los poseedores de capitales, muebles Ó inmuebles rehu-
sen el dinero á unos ó la tierra á otros, habrá un capitalista Ó
un propietario, que será el Estado, el cual dará trabajo al que
no le tenga. Eu efecto, es cierto que habiendo un capitalista
universal que tuviese siempre dinero que prestar ó arriendos
que ofrecer, la cuestión estaba resuelta, y se habria asegura-
do para siempre la felicidad social. Este tercer sistema es el
del derecho al trabajo.


He aqui los tres sistemas que segun el comunismo , se pre-
sentan hoy á las esperanzas de la sociedad. Por sí solos cons-
tituyen toda esa ciencia, al parecer mas moderada, que C9n
el nombre de socialismo pretende reformar la propiedad. En
los siguientes capítulos examinaré los tres sistemas que esta
ciencia ha propuesto, y trataré de demostrar que la asociacum,
la reciproculiul y el derecho al trabajo, representan al conm-
nism» en cuanto al principio, y valen menos que él en cuanto
á la consecuencia.




CAPITULO u,


DE LOS l)ADECDIIE~TOS SOCIALES.


¿Cuáles son los cerdaderos padecimientos sociales á que conven-
dri« poner remedio?


No niego el mal que existe en la sociedad actual, lo mismo
{'jIte en las anteriores; lo conozco, y me atlijc cuando considero
este mal bajo la forma de esos desgraciados obrero. ó de sus
mugeres , que alargan la mano para recibir, la subsistencia
l1ue les quitó una profunda perturbaeion. Este mal me aflije
en estremo , y tanto mas, cuanto que no hago alarde de una
sensibilidad ambiciosa.


Pero , ¿cuál es este mal? Es necesario hacerse cargo de él
eon exactitud para juzgar hasta qué punto son quiméricos los
medios que se proponen para remediarlo.


Fijemos nuestra vista en el campo y en las ciudades, en
las clases laboriosas que trabajan con sus manos, en las cla-
:5~ medias que trabajan con el cuerpo y la inteligencia á la
~fez , y en las clases mas elevadas que trabajan solo con la in-
teligencia, porque al fin, el mal puede hallarse en todas
partes.


En el campo, el jornalero no se queja, allnque es el mas
digno de lástima; trabaja sin cesar el invierno y el verano,
siempre inclinado sobre la tierra; come pan negro, pata las ó




DE LA PHOPIEDAD.


castañas, legumbres con un pedazo de tocino, y rara vez car-
ne. Calza alpargatas, se abriga con un vestido tosco de lana,
y pocas veces influyen en su suerte las prosperidades de la in-
dustria y del comercio. Su vida es siempre dura; pero en cam-
bio no se halla espuesto , como el obrero de las ciudades, á
las vacaciones accidentales originadas por el esceso de la pro-
duccion. Lo poco que tiene, lo tiene siempre. Sin embargo,
su suerte mejora; pero mejora con lentitud. Su suerte ha cam-
biado de un modo considerable desde hace dos siglos, y prin-
cipalmente desde hace cincuenta años. El campesino tiene
mejor habitacion , mejor vestido y mejor alimento. En tiempo
de Luis XIV. al terminar la guerra de sucesión, muchos cam-
pos arruinados eran abandonados por la exhorbitancia de las
contribuciones; poblaciones enteras huian é iban á morir de
hambre de una provincia á otra.


Nosotros no hemos visto ni una vez siquiera estos ejem-
plos , aun al concluir las largas guerras del imperio. Si nos
remontamos á una epoca mas lejana de nuestra historia, ve-
remos épocas de hambre, que hicieron desaparecer genera-
ciones enteras. por no haberse imaginado todavía los medios
de compensar las malas cosechas con la variedad de cultivos;
veremos esas pestes que hicieron sucumbir á una quinta ó á
una cuarta parte de la poblacion, como ahora sucede todavía
en Oriente. La suciedad, la miseria, eran entonces los agen-
tes activos de ese azote. El mal es todavía muy grande, pe-
ro ya es menor Hace treinta ó cuarenta años somos testigos
de un cambio notable en elaspecto de los campos, donde ape-
nas se ven barbechos; en el aspecto de las aldeas, donde la
piedra ha reemplazado á la mezcla. de tierra y las tejas á la re-
tama. En fin, el salario, espresion de todos estos cambios,
ha aumentado una cuarta Ó una tercera parte en las provin-
cias agrícolas, donde los progresos han sido mas notables, y




DE LA PROPIEDAD.


en proporción relativa á las demas. En una palabra, la suerte
del jornalero es dura, muy dura; pero se mejora lenta y pro-
gresivamente, y no se halla espuesta á esas temibles crisis
que se. llaman descansos, y que afligen y destruyen con tanta
frecuencia á las poblaciones dedicadas á la industria.


El obrero de las ciudades se halla en una situacion dife-
rente, mejor y peor al mismo tiempo. Los movimientos de la
industria han sido prodigiosos en los últimos cincuenta años.
Los medios mecánicos han reemplazado en todas partes á la
mano del hombre, se ha sustituido el hilado mecánico al hila-
do de mano para el algodon, para la lana y aun para el lino,
no obstante la indocilidad de esta última materia. mtejido se
ha perfeccionado también, yse haconseguido fabricar mecáni-
camente telas adornadas de varios dihujos. En la pintura de
los tejidos, hecha por medio del estampado, se ha sustituido
el rodillo, qne estampa sin cesar, á la plancha, que antes
necesitaba repetidas operaciones para estampar. En la meta-
lurgia se han sustituido los cilindros al martillo manejado por
la mano del hombre. En fin, todas estas máquinas nuevas han.
sido puestas en movimiento por medio deun motor nuevo, infi-
nito en su poder, infatigable en su acciou: el vapor. Este motor,
aplicado á la locomocion, ha permitido cruzar los mares; na-
vegando contra el viento, y recorrer la tierra con una rapidez
diez veces mayor. El resultado de estas reformas ha sido pro-
ducir á la vez una grande subida deprecio en la mano de obra
y una grande rehaja en los productos. Los obreros en la in-
dustria han hecho un papel mas distinguido que el que hicieron
antes. El empleo de la fuerza ha quedado reservado á las má-
quinas, al paso que el de la inteligencia ha quedado libre á los
obreros. Asi, todos los salarios desde '1814- han aumentado en
una cuarta Ó en una tercera parte, ó en la mitad. En los pun-
tos donde se ha introducido el trabajo á destajo, los salarios




DE I,A P.ROPIEDAD.


han aumentado en mas de la mi tad Al mismo tiempo, el bajo
precio de los productos ha facilitado al obrero los medios de
vivir con mas comodidad y holgura. Su vestido apenas le dis-
tingue en ciertos días de su maestro, y sin embargo, le cuesta
menos que el vestido modesto que antes usaba. Es cierto que
el alimento está algo mas caro, porque es mejor y porque el
precio de la carne ha tenido un ligero aumento. Los gastos de
la hahitacion, que ahora es buena y sana, han aumentado en
mayor proporciono En suma, la condicion del obrero en las
ciudades se ha mejorado mucho desde 1789, y principalmente
desde 1\ Bit. Por desgracia, sus necesidades han aumentado
con mas rapidez qne sus recursos. Las ciudades en las cua-
les vive, han puesto á su vista y á su disposición goces de los
cuales no habia disfrutado antes, y si sus recursos han au-
mentado, mas han aumentado sus deseos. No le negaré el de-
recho que tiene á estos goces nuevos; me alegro de que parti-
cipe de ellos; pero lema que su residencia en las grandes ciu-
dades produzca en él una escirncion general en todos lo:' sen-
tidos, y desarrolle en él deseos con mas rapidez que los me-
dios necesarios para satisfacerlos. Sin embargo, no obstante
la eterna inc1inacion del hombre á gozar mas de lo que tra-
baja y á querer mas de lo que puede; no obstante esta incli-
nacion . la prueba de que no hay dificultades, es que no hay
crisis. Pero esta grande produccion no tarda en producir de-
plorables resultados. Se produce con tanto ardor, que algu-
nas veces sobra, y entonces la venta se suspende , y tambien el
trabajo: y como la irnuginaciun del hombre, tomando parte en
todo lo que á este sucede exagera sus sensaciones, malas ó
buenas, la exageración ~el desaliento sucede á la exageración
de la confianza, y la exageracion de la inercia á la del espíritu
emprendedor. Entonces los capitales se retiran y no se pres-
tan á la producción, se repiten las quiebras, las Iabricas se




DE LA PROPIEDAD.


cierran, los trabajos se interrumpen, los obreros, antes pro-
vistos dé mas trabajo del que podian hacer, quedan parados y
ofrecen á las grandes ciudades el triste espectáculo de su inac-
cion y de sus padecimientos. Si han sido prudentes y previso-
res, y han colocado sus economías en la caja de ahorros, al
retirar estos depósitos aumentan con sus necesidades las ne-
cesidade.s de todo género que agovian á la hacienda pública.
Si no han sido previsores, apenas pueden alimentarse con lo
que reciben de limosna, y algunas veces promueven motines,
añadiendo á un mal puramente industrial, un mal político,
mas grave, mas duradero y mas dificil de curar.


Asi, el obrero de las ciudades tiene dias de grande pros-
peridad; dias en que gana cuatro ó cinco veces mas de lo que
gana el jornalero trabajando de sol á sol en una labor infini-
tamente mas dura, pero en cambio está sujeto á crueles reve-
ses. Hay para él días en que la vida parece que se detiene re-
pentinamente con los movimientos de una sociedad compli-
cada, yen los cuales se halla agoviado de necesidades terri-
bles, con recursos disminuidos ó destruidos enteramente.


En fin, si nos remontamos sobre esas clases que trabajan
con sus manos, hallaremos en todas las carreras hombres que
no han tenido suerte en ninguna, que son especuladores tor-
pes ó industriales de mala fé, abogados sin pleitos, médicos
sin enfermos, escritores sin talento; y todos ellos persuadi-
dos de que los que se han distinguido en el foro, en la medi-
cina ó en las letras gozan de una reputacion usurpada; que
los que gobiernan son malvados ó tontos; que ellos solos son
hombres de talento dignos de todo, y sin embargo, privados
de todo; en una palabra, víctimas de una sociedad bárbara,
que los oprime en nombre del nacimiento, del favor, de la pro-
piedad; y lo que es aun mas triste, se ven tambien entre ellos
jóvenes dotados de verdadero talento, pero desprovistos de




DE LA PROPIEDAD. 155
saber, ambiciosos de porvenir, sin creer que la sociedad está
abierta para todos, que tarde ó temprano el mérito se abre
camino, que entre el mérito protegido por el favor y el méri-
to rechazado apenas hay uno ó dos años de diferencia en la
fecha de los SUCCSOS¡ porque al fin el sabio, el modesto, el
agreste Vauban, hombre que no estaba destinado para figurar,
figuró tanto como el vano y aturdido La Feuillade, niño mi-
mado de la córte, y aun logróagradar á Luis XIV mas que nin-
gun hombre de su tiempo. Empero no quieren creerlo , y por
no tener la paciencia, la razon ó el genio suficiente, convier-
ten sus talentos en una tea incendiaria. Los trabajadores de
esta última categoría, abogados sin clientes, médicos sin en-
fermos, escritores sin libreros, gobernantes sin estados que
gobernar, me interesan mucho menos que el ohrero de las ma-
nufacturas ó el Jornalero; pero tamhicn estos son obreros sin
trabajo, porque el trabajo de los brazos no es el único que de-
he considerarse en este mundo: tambien el trabajo de inteli-
gencia es digno de ateucion, Ademas, no se crea que no con-
tribuyen por su parte al mal social; contribuyen del modo
menos interesante, aunque mas eficaz, pues se llegan á
los que sufren, los escitan, y quejándose en voz mas al-
ta que ellos, hacen (Iue el mal comun sea mas sensible é in-
tolerable.


De todos modos, el mal existe; es grande, variado, incon-
testablc y algunas veces destructor. Los jornaleros, teniendo
una suerte habitualmente dura sin intérvalos mejores ó peo-
res; los obreros de las ciudades, pasando desde un aumento de
salario, que escita mas sus deseos, á una miseria repentina ó
ilimitada; en las clases mas elevadas, náufragos de todas las
carreras, unos incapaces de nada y no conociendo su propio
valor. otros hábiles y no sabiendo esperar, y unos y otros ha-
ciendo mas vivo el sentimiento de los padecimientos comunes




t56 Dli LA PROPIEDAD.
por la injusticia ó la violencia de sus quejas; este es el mal. A
este mal grande y cierto, ¿qué remedio se aplicara? Sin duda
hay remedios; pero son lentos, difíciles, pocas veces apropia-
dos al gusto del enfermo, y siempre muy distintos de los in-
ventados por los filósofos socialistas. Nuestros lectores juzga-
rán de esta verdad por lo que vamos á decir en el siguiente ca-
pítulo.


CAPITULO in.


DE LA ASOCIACION y DE SU APLICACIO~ A US IJIFEHENTES CLASES


DE OBREHOS.


La asociacion es aplicable solamente d algunas poblaciones aglo-
meradas, ora haya sulo imaqiiuula por ellas solas, ora por sle
influencia.


Examinemos el primero de los tres sistemas, '111e se llama
ssocuicuni.


Al ver esos obreros de los campos, cuya vida es dura,
pero igual; esos obreros de las ciudades, cuya vida, sin ser
tan dura, es cruelmente desigual, ¿,qué es lo que se ofrece? La
asociacion de los obreros. Se asociarán, y entonces no habrá


"


entre ellos concurrencia, y podrán procurarse los capitales
que les fallan. Se asociarán', pero ¿ quiénes y cuántos se han
de asociar? ¿Podrán asociarse los mOZO:-i di,' labranza? ¿Se pne-




DE LA PROPiEDAD. 157
de comprender que en el estado de division de nuestro suelo
los trahnjadorcs se asocien para aumentar el valor de las tier-
ras? ¿Cómo podrán asociarse? En las cuatro quintas partes
del territorio, apenas una sola familia puede vivir en una casa
de campo, y con Irccuencia el jornalero que cultiva es al
mismo tiempo propietario. En estas tierras la asociacion seria
imposible y sin objeto. En las tierras mas considerahlcs, donde
un arrendador tiene cinco seis ú ocho criados empleados en la
labor, en cuidar de los ganados, en ejecutar todos los traba-
jos agrícolas, lo podrá haber asociación entre estos cinco, seis
ú ocho trabajadores?


Se comprende la asociación cntre muchos centenares de
obreros ; se concibe que siendo entonces el número multipli-
cador de las ventajas que dehen sacarse del sistema, si es cier-
to que algunas pueden sacarse, puedan obtenerse ciertos re-
sultados. Pero la asociacion entre cinco , seis ú ocho asocia-
dos, ¿qué produciria? Ademas , se necesitan capitales consi-
derables cuando se trata de una tierra donde se emplean siete
ú ocho depcndientes; se necesitan los instrumentos aratorios,
caballos, ganado, estiércol y fondos de gastos diarios en esta
industria como en las deuras, y aun suelen verse campos que
se arriendan por 10 Ó 12,000 francos, y que exigen un capi-
tal de esplotacion de 60 á 80,000. ¿Quién adelantará el capi-
tal de todas estas empresas agrícolas? ¿ Deberá el Estado en-
cargarse de facilitar fondos á todos? En las viñas de Cham-
pagne, de Borgoña, de Burdeos) donde un campo vale algu-
nas veces uno ó dos millones, donde se acumulan tres, cua-
tro ó cinco cosechas, donde se acostumbra guardar los vinos,
y donde.la cspeculacinn es casi mayor que el cultivo , ¿ los
jornaleros asociados potlrán hacer esta cspeculacion? Aun su-
poniéndolos con los conocimientos necesarios, ¿obtendrán
de] Estado el préstamo de un capital de trescientos ó cuatro-




158 DE LA l'jlOPIlWAD.
cientos mil francos ó de un banquero el crédito indispensable
para estos préstamos? Además, la solvencia de un arrendador
es u..» de sus principales cualidades, ó mas bien la principal.
¿Se hará violencia á la confianza del propietario en favor de
una asociucion de obreros que uo ofrecerá ninguna responsa-
bilidad? ¿Dara el Estado la caucion después de haber dado el
capital?
~ias adelante diré algunas palabras sobre el papel reser-


vado al Estado en estas diversas combinaciones; pero entre-
tanto, nótese que siempre es él el deus in machina, el capita-
lista inagotahle que adelanta los capitales esponiéndose á las
pérdidas, á todos los accidentes imprevistos, supliendo á to-
do lo que falta, y encargado por último de resolver todas las
dificultades. En el lugar correspondiente hablaremos de sus
cargas y beneficios, y veremos si el comercio que se le reser-
va tiene elementos de duracion.


N() he hablado de muchas dificultades unas de mas ardua
solucion que otras. No he hablado, por ejemplo, de los bos-
ques, donde no hay arrendadores, como en Bric, ni jornaleros
trabajando por cuenta del propietario como en Burdeos, y
donde todos los años puede hacerse la corta de una vigésima ó
trigésima parte de árboles, sin otro trabajo que haberlos guar-
dado hasta entonces, cortarlos y trasportarlos. ¿Puede conce-
birse con respecto a los bosques alguIl género de asociacion?
Pues, sin emhargo, son una parte considerable del terreno,
y añadiéndoles la parte en que se cultiva la viüa . constitu-
yen, por lo menos, la cuarta parte del producto total de nues-
tro territorio.


Por lo tanto, la asociacíon no es difícil, sino absolutamen-
te imposible en la agricultura, porque la tierra en gene-
ral se halla dividida de un modo que hace inútil el concurso
de cualquiera reunion de empresarios, Ó poseída en propiedad




DE LA PItOPIEDAD. 159
por el mismo cultivador. Por último, en la parte de terreno
donde.convendría el concurso de cierto número de brazos, en
las posesiones de cierta estension, seria necesario adelantar
un capital de esplotacion que suhiria acaso á muchos millones,
forzar la confianza del propietario I Ó hacer al tesoro público
responsable de una espcculacion en vinos. Estas combinacio-
nes son estravagantes, y su sola idea ha valido únicamente
pOI' toda acogida á su; inventores la risa y el desprecio de los
hombres sensatos.


Concedo, sin embargo, en un terreno nuevo que se arran-
case al Océano con los fondos del Estado ó de una compañía
muy rica, corno sucede en Holanda con el mar de Harlem:~ ,
concedo que podria confiarse á las asociaciones de cultivado-
res el cuidado de cultivar una parte de dicho campo. Pero de
todos modos, si se quisiera que viviesen en comun para ha-
cer posible la asociacion , seria necesario renunciar á reunir
muchos en un punto, porque de otra suerte, el terreno que
esplotasen seria tan estenso , que pasarían una parte del tiem-
po en dirigirse por las noches al centro de la colonia. Por lo
dernas , ¿cuántos mares de Harlern pueden desecarse en Eu-
ropa? ¿Cuántos terrenos pantanosos pueden beneficiarse en
Francia? Se concihe que haya algunas colonias agrícolas, des-
tinadas á amparar á los obreros sin trabajo, y fundadas sobre
el principio de la asociación (principio ruinoso, como pienso
demostrar) ; pero si se conciben algunos establecimientos de
heneficencia Iundatlr-s en este principio, y corriendo los gas-
tos por cuenta del Estado, no se concibe el mismo sistema
aplicado á un estenso país, en el cual de tiempo inmemorial
se hallan las tierras distribuidas, cercadas y fundadas sobre
el principio de la familia aislada, ó auxiliada, cuando mas,
por uno ó dos jornaleros.


Asi, la asociacion no puede aplicarse á la agricultura, es




160 DE LA PROPIEDAD.


decir, á 24.000,000 de trabajadores que tiene Francia. Pues
qué, ¿se desposeerá de repente á la mayor, á la mas intere-
sante parte de la poblacion, á. la que sufre mayores y mas con-
tinuados padecimientos?¿Se ha inventado el sistema esclusiva-
mente para algunos? Prosigamos el exámen , y se aumentará
nuestra conviccion.


En la mayor parte de las otras profesiones sucede lo mis-
mo, porque en la mayor parte de ellas la obra se halla de tal
mo jo dividida, y es tan detallada y tan accidental, que no
se presta al trabajo comuu, ni á los cálculos exactos, ni á las
cuentas regulares, como es necesario en una asocracion que
desea marchar con claridad y seguridad en sus asunlos. Asi;
el obrero á quien un mercader de muebles ha encargado una
mesa ó unas sillas, ó mas bien, porque es lo mas frecuente,
un obrero á quien dicho mercader ha dado á componer algu-
nos muebles; el alhañi] y el carpintero que ejecutan en una
casa una reparacion aislada; el aguador, el mozo de cordel y
el criado que os hacen servicios accidentales ó constantes,
pero individuales, ¿pueden poner en cornun una reunion de
esfuerzos que no reclama la obra de que se hallan encarga-
dos'? Todos los criados que sirven, no solo en la casa del rico,
sino en las tiendas de los artesanos, auxiliandoles , sea del
modo que fuere 1 no pueden asociarse de ninguna manera,
porque aunque podrá haber uno. Jos ó tres reunidos en una
casa, son muy raros los casos en que son mas numerosos.


Supongamos, sin embargo, que en casa de un rico hay
muchos criados, ó muchos dependientes de un almacén: ¿qué
pondrán en común? ¿ Sus salarios para repartirlos luego por
partes iguales? En este caso nada habria valido hacer esta
confusión y esta repartición ulterior, puesto que el resul Lado
habia de ser tan semejan te, á no ser que los salarios fuesen
desiguales; entonces no podría comprenderse cómo los me-




DE LA l'HOPIEDAD. iGf
nos pagados se hal.ian asociado á los de un salario mayor.


Por esta razon se ve que todas las profesiones se muestran
impropias ó rebeldes á la asociacion. No puede concebirse es-
te sistema sino par,l los ;raad(~s establecimientos industriales,
como fábricas de tegidos , herrerías, talleres de máquinas ó
minas, que representan muchos centenares de obreros reuni-
dos, y en los cuales se trabaja en comuu, Con respecto á los
establecimientos de este g(~nero , la asociacion no es menos
destructora para los asociados é iuícua para el Estado encar-
gado de sufrir las pérdidas; pero al fin puede ensayarse ma-
terialmente; yen efecto, ha sido ensayada con grave daño de
los que la concihieron.


Aunque es imposible hasta el punto de no poderse aplicar á
34.000,000 de hombres, de 3G, puede ensayarse en favor de
1 Ó 2.000,000 de obreros, cuando mas. Sí; en algunas grandes
fábricas de hilado, en algunos vastos talleres, donde se fabri-
can máquinas de vapor, en algunas minas de carbon de piedra,
en algunos caminos de hierro, donde se hallan reunidos mu-
chos millares de empleados para el mismo servicio, en algu-
nas imprentas , y acaso tambien en algunos talleres acci-
dentalmente formados para sacar CIerto número de cubos de
tier.n losobreros, persuadidos de que losempresarios á quienes
sirven ó la com pañía de que son agentes, obtienen grandes be-
neficios, se pondrán en el sitio y en el lugar de sus superiores
ó maestros, tomarán ó recibirán del Estado, el cual les habrá
pagado con un papel desacreditado, vastos establecimientos, y
se repartirán los productos, siempre dudosos; pero segura-
mente nulos cuando estos establecimientos estuviesen dirigi-
dos colectivamente. ¡Y esto se llama una reforma que cam-
hiará la suerte de las clases laboriosas de la sociedad! Yo la
llamaré simplemente la ocupacion mas ó menos violenta de
cierto número de propiedades en provecho de algunos millares


H




-\62 DE LA PROPlEDAD.
de obreros aglomerados en varios puntos, principalmente en
las grandes ciudades, y teniendo en su misma aglomeracion un
medio de rebelarse y tiranizar á los que los emplean, 6 al mis-
mo Estado, en el momento en que este no tiene bastantes fuer-
zas para hacerse respetar. Faltan, pues, á la verdad Jos que
dicen al pueblo que se practica una reforma concebida en pro-
vecho suyo. Se ha obedecido á las pasiones de una clase de
obreros, abusando de I3. fuerza física para dictar su voluntad,
ó mas bien de los agitadores que los csplotan: estos obreros
trabajan para los agitadores mas que para sí mismos, y solo
representan la trigésima parte de la población total del pai-:.
Cediendo á esta fuerza ciega, nada se ha hecho por el pueblo;
no se ha hecho mas que cuando hace dos ó tres siglos se go-
bernaba por la influencia de algunos centenares de privile-
giados que formaban la córte. Yaun estos privilegiados eran
mucho mas ilustrados en su egoismo, porque al fin no sabemos
que la comision del Luxemburgo haya hecho nada que se pa-
rezca á lo que se hizo en los peores tiempos del reinado de
Luis XlV v aun del de Luis XV.
~


Veinte y cuatro millones de cultivadores arrastran en Fran-
cia nna vida llena de trabajos, y 3 ó 4.000,000 de obreros in-
dustriales se hallan algunas veces sin ocupacion de resultas de
las crisis; este es el mal. Para remediar este mal se ha pensa-
do entregar á algunos obreros de hilado, á algunos mecánicos
ó mineros, los establecimrentos en que están empleados, ycam-
.biar en su favor todas las condiciones de la industria (de un
modo, lo repito, ruinoso para ellos mismos), iY sin embargo,
los innovadores pretenden haber descubierto el medio de cam-
biar la suerte del pueblo! Es un engaño, repetiré sin cesar, y
el luzar y el momento en que se ha inventado este sistema, loü __
prueba hasta la evidencia. Ha sido un engaño ron un tiempo en
que esos obreros aglomerados acababan de contribuir á hacer




nE LA I'1I01'IEDAD.


una revolucion cn el seno de la gran capital donde dominaban
Se ha querido Iisonjearlos para servirse de ellos, se les ha he
eho mucho mal, y los autores de esto tambien se lo han hech.
ásí mismos. Esta es una empresa esclusiva COIl miras esclusi
ras, que ha tenido el desenlace que tienen todas las tentativa:
le este gónero. No se trata del pueblo, sino de una parte mU¿
reducida del pueblo, que tiene la triste ventaja de hallarse reu-
aida, de poder conocer su fuerza, y de ponerla á la disposioior
le los que quieren servirse de ella en provecho propio.


Habiendo dado al sistema de asociacion su verdadero valor,
'esta ver si tiene alguno para la suerte de las clases ohre-
ras á las cuales se quiere aplicar.


CAPITULO IV.


DEL CAI'lT.\L EN sr, SISTE'lA DE LA ASOCL\CION.


i el E.stado dú el ('({¡Jilal de la asociacion, es una usurpacun» in-
fusta que se lutce á la masa de contrilnejentes, y si sale del s{t-
lurio de los (¡,abaJar[ore,) , es .ui empleoimprlldenle de su .~'
economios.


Olvidemos ahora todo lo (lue tiene de esclusivo y de impo
rlar el sistema de asociaciou entre los obreros; examinemos-
en sí mismo y po;' su propio valor, por mas limitada que dc-


a ser su aplicacion.
A juzgar por la apariencia, el pensamiento del sistema no


iede ser mas humanc , honrado, y aun tierno. fIó aquí, en




DE LA PROPIEDAD.


efecto, á los pobres obreros que trabajan desde por la mañana
basta la noche para ganar un salario fijo, invariablemente li-
mitado, sea cual fuere el beneficio que resulte de sus esfuerzos,
y que proporcionan gratules provechos al empresario Ó él los
accionistas, que trabajan poco ó nada, separados del teatro de
estos rudus trabajos, él .acaso sin haberlo visitado nunca ¿Por
qué unos tienen tan poco trabajando mucho, y otros tanto tra-
bajando tan poco? Porque el empresario tiene crédito y los ac-
cioni-tas capitales. Si los obreros tuviesen uno y otro, podiau
especular por su propia cuenta y obtener para sí mismos el be-
neficio que proporcionan á otros. ¿N.o es por lo tanto fácil hacer
refluir á ellos el crédito y los capitales, librándolos asi de esta
dependencia, ó, para hablar en términos propios, de la tiranía
del capital? Pero, ¿ qué medio se apelará, si no se quieren
tomar los capitales ti la fuerza, como lo proponen francamente
los comunistas? ¿A qué medio se apelará sino al de pedí1'105
al que los tenga; es decir, al Estado; I dar asi á toda asociacion
de 01)rerOS la facultad de coustitui rse parala ejecucion de las
grandes empresas? Lo repito; nada hay mas equitativo y hu-
mano en la apariencia, y en realidad nada mas inicuo, mas
injusto y mas insensato.


Desde luego creo que estos empresarios ó accionistas no
son monopolizadores crueles. Si los primeros consagran su
vida, su dinero y su crédito en dirigir y sostener una vasta
empresa concebida por ellos, y proseguida de su cuenta y ries-
go; si los segundos, despues de reunir sus ahorros, los arries-
gan á una empresa aventurada, como un canal ó un camino de
hierro, operucion que no se lIevaria á cabo sin su concurso, y
que absorveria, en caso de no realizarse, los fondos que se hu-
biesen destinado á ella, me parece que ni estos empresarios, ni
aquellos accionistas son las sanguijuelas de esos obreros, paga-
(los día por dia, con frecuencia á precios tres ó cuatro veces l11a~




DE LA PROPIEIIAD. 165
yorrs de Jos que reciben los jornaleros del campo, y asegurados
de ser pagados siempre, sea bueno ó malo el resultado de la
especulacion. En esto, lo repito, no hay la injusticia que se
supone. Pero se quiere que estos ohreros puedan también ob-
tener por sí mismos los heneficios de empresarios ó accionistas.
Si e.. to puede lograrse justa y prácticamente, nada habrá me-
jor y mas conforme á 105 deseos de los hombres honrados.


Pero vamos á lo que sucede en estas especulaciones. Toda
opcracion comercial ó industrial supone dos cosas: un capital
y una direccion; un capital que sirve para empezarla, una di-
reccion, que despues de concebida, la gohierna, la limita ó la
estiende, nbandonúndola algunas veces, si se esperimentan per-
didas, ó impulsándola.estraordinariamonte en caso de haber ga-
nancias.. Por lo tanto, se necesita la intervención simultánea
del capital y de la direcCÍDn. ¿Hallamos esta intervencion en
una asociación de ohreros? Esto es lo que trato de exarninar.


En toda empresa el destino del capital es perderse si no
se lleva á cabo. ¿Se trata de una mina de carbón, de un canal
ó de un camino de hierro? Si el carbon no es de buena calidad;
si no se estrae á poca costa, si no tiene fácil salida, si el ca-
nal, si el camino de hierro ofrecen grandes dificultades en su
ejecucion, si han de servir á poblaciones que no quieran hacer
uso de ellos, la mina, el canal y el camino de hierro no pro-
ducirán las ganancias que se esperaban, y acaso no cubrirán
las deudas contraidas para su ejecución sino con cantidades
insignificantes. La empresa se destruirá dejando solo á sus
fundadores pérdidas y disgustos. ¿Se dirá que este es un caso
raro? No, porque desgraciudamente se repiten con frecuencia.
Si de estas grandes empresas pasamos á otras medianas: á las
fáhricas.de hilado, á las herrerías, á los talleres de construc-
cion, ¿culutas hay en que los fundadores hayan hecho fortu-
na? Muy pocas. Desde hace treinta años e observado atenta-




m: LA PlIOPIEDAIl.


mente la marcha de la industria en Francia, por mi deber de
hombre público, y por mi afición como observador; conozco
exactamente Sil personal, y afirmo que la ruina de las empre-
sas es mas frecuente cue ~H: buen éxito, y que si se han creado
muchas fortunas medianas, se han creado muy pocas consi-
derables, y en especial se rilan muy pocas que puedan resistir
it íasgraudes crisis y triunfar de ellas. Por lo tanto, el capital se
halla espuesto á una ruina frecuente en las pequeñas empresas
que puede dirigir un individuo, como uni fábrica de hilados,
nua herrería, un taller; y á una ruina infinitamente probable
en las vastas empresas, que exigen compañías II urnerosas y de
grandes reC!H~'OS, como las mi nas, los canales y los caminos de
lü'.;rro. y aun las que prosperan, solo prosperan después de
haber arruinado á dos ó tres compañías, Bastarin citar los



principales establecimientos franceses, para destruir cualquier
argumento en contrario.


Si , pues, el capital está destinado á perderse en caso de
mal éxito, caso que es IllUY verosímil, para emplearlo es ne-
cesario que haya la perspectiva de algunas probabilidades de
ganancia, proporciozudas á las probabilidades de pérdida,
sin lo cual la industria seria un oficio de engaño, corno lo es
coa frecuencia. Cuando se trata de un empresario que sumi-
nistra sus capitales ó su crédito; cuando se trata de una reu-
nion de accionistas que con lo superfluo, si son ricos, Ó sus
ahorros, si son pobres, adelantan el capital, nada hay mas sen-
cillo. La empresa es mala, el capital se destruyó, y unos y
otros perdieron. Si la empresa es buena, habrán ganado, y
será tanto mejor para ellos; nada han tomado de nadie; han
recogido lo que habian sembrado, Pero poned á los obreros en
su lugar: ¿quién adelantará el capital? ¿Jos obreros? No lo
tienen. No teniéndolo los obreros, ¿se pedirá á los bancos de
préstamo organizados con este objeto? Pero todos los bancos




VE LA PROPIEDAD. 167
que han hecho préstamos á las empresas industriales, en vez
de limitarse á descontar letras de cambio, lo cual constituye
UD préstamo, circunscrito á un término corto, frecuentemente
renovado, cuyos intereses se neutralizan dividiéndose, todos
estos bancos han decaido , porq ue las empresas industriales
ofrecen grandes riesgos, porque el número de las que prospe-
ran es corto en cornparaciou del de las que se arruinan, y
en fin, porque rara vez todos los beneficios de las que prospe-
ran pueden compensar las pérdidas de las que se arruinan; y
porque el que les presta se asocia á todas sus pérdidas, sin
asociarse á todos sus beneficios. De este modo se esplica cómo
todo banco ó casa de banco que se limita á descontar, subsiste
y resiste á las crisis comerciales mas difíciles, al paso que los
bancos ó casas de banco que hacen préstamos á las empresas
industriales, sucumben en las crisis de alguna gravedad; y
sin embargo, los bancos que prestan, solo adelantan cantida-
des que representan una pequeña parte del capital de las em-
presas que quieren socorrer. Calcúlese ahora cuál seria la
suerte de un hanco que suministrase todo el capital de un nú-
mero mas ó menos grande de empresas industriales. No tar-
daria en arruinarse, á menos que se limitase á prestar á bue-
nas empresas y tuviese la totalidad de los beneficios, porque
espuestos á toda la pérdida, siendo en realidad el empresario,
por haber adelantado todo el capital, y faltáudole solo la di-
reccion de la empresa, deberia tener toda la probabilidad de
ganar, pues de otro modo aceptaría un cargo ruinoso. Otra
cosa sucederia si se supiese que los beneficios fuesen tales,
que hubiese beneficios para reintegrar dos capitales en vez de
uno, lo cual no es fácil que suceda, pues si hubiese beneficios
por valor de mas de un capital, no tardaría en anularlos la
concurrencia. Cuando en alguna parte hay alguna ventaja no-
table en trabajar el hierro, en hilar el lino ó .fabricar el azú..




1G8 DE LA PROPIEDAD.
car, todos concurren y crean establecimientos numerosos, los
precios bajan, y esta baja concluye por destruir tarde ó tem-
prano los establecimientos; pero nadie abandona la partida
hasta haber agotado todos los medios de cubrir los gastos.
Aun en el caso de que haya monopolio, como sucede en los
caminos de hierro, este monopolio nunca deja de tener á corta.
distancia la rivalidad de un canal, de un rio, ó de las mismas
carreteras, y casi siempre se llega al limite estremo de los he-
neficios indispensables, á menos que no se trate de alguna in-
dustria del todo nueva, ó de alguna concepción muy feliz, y
aun así, las ventajas son para los primeros que llegan.


No pueden reunirse ganancias por valor de dos capitales,
y cualquiera podrá convencerse de esto observando con aten-
cion la marcha de los hilados, de los tejidos, de la metalurgia
y de los trabajos de las minas. Se verá cfecti va mente que si
este ó el otro fabricante ha tenido momentos de buena suerte,
ha tenido tamhien otros de mala, que pronto ha habido com-
pensacíon entre unos y otros, y que solo han reunido fortunas
considerables los empresarios muy prudentes y apegados al
trabajo, al cabo de largos años. Si examinamos las grandes
empresas, como las minas, y si las buenas especulaciones se
ponen al lado de las malas, se verá que por término medio el
beneficio es inferior á los adelantos mas medianos. Si se exa-
minan, por ejemplo, las minas del Aveyron, de Alais, de San
Esteban, de Crcuzot y de Anzin, que son las mas célebres de
todas, y teniendo en cuenta los capitales perdidos desde hace
50 años, se verá que apenas dan una renta de 4 por 100 del
capital empleado; y sin embargo, las empresas de este género
son las mayores y las mas sólidamente fundadas. Los que
no conocen los hechos, los que forman teorías sin observar
antes la naturaleza delas cosas, clamarán contra esta aserción;
pero solo puede causar estrañeza á ignorantes ó utopistas.




DE LA PROPIEDAD. 169
Asi, creo firmemente que considerando las industrias en


masa, y no en esta ó la otra circunstancia feliz, nunca bastan
los beneficios á cubrir dos veces el capital. Por lo tanto, no
puede concebirse un.banco de préstamo que suministre todo
el capital á las asociaciones industriales, y que no las susti-
tuya para las ganancias y la direcciono O será necesario que
las dirija, puesto que ha suministrado todo el capital, y que
tenga todos los beneficios porque estos nunca son muchos, Ó
bien sucumbirá por el doble hecho de confiar sus capitales á
otros que especularán con su dinero, y no recibir sino una
parte de los beneficios que le corresponden por derecho. Tam-
bien es cierto que sucumbirá, porque la comandita no es ra-
zonable sino á titulo de esccpcion por parte de un capitalista
muy rico que no teme perder, en favor de un individuo muy
capaz y muy conocido del capitalista que presta, y corno este
doble caso es raro, la comandita suele ser mas bien perjudi-
cial que favorable. Pero si la comandita es admisible á título
de cscepcion, no se comprende la comandita convertida en
el hecho universal de la industria, es decir, en un banco que
prestaria Lodo el capital á todas las empresas, que se espou-
dria á todo el peligro y no tendría la direccion ni el beneficio
íntegro. Si los bancos que no han hecho sino préstamos par-
ciales se han arruinado, ¿puede concebirse un banco que
preste el capital de la mayor parte de las especulaciones in-
dustriales?


Este banco desconoceria sus propios intereses, estaria di-
rigido por locos, y desde luego puede asegurarse que nadie se
atreveria á proponer uno fundado en estos principios.


¿A quién podría proponerse semejante especulacion? Al
Estado y solo al Estado, al cual siempre se deja el cuidado de
hacer frente á todas las necesidades. Pero ¿á qué título se le
propondrav á título de capitalista universal, obligado á per-




170 DE LA rHOPIEDAD.


del' para todo el mundo, y pudiendo perder porque se le su-
pone tan rico como todo el mundo.


Ahora bien, yo pregunto: ¿suministrará el Estado el capi-
tal de creación para todas las industrias, Ó solo para algunas
de ellas? Si lo suministra á todas, esto será menos injusto,
aunque mas absurdo; si por el contrario lo suministra solo á
algunas, esto será una injusticia manifiesta, y no por eso de-
jara de ser un absurdo, con la diferencia de que será
menor.


¿Se concibe en efecto que el Estado suministre el capital
de todas las especulaciones y no especule por si mismo? Bajo
el concepto de los peligros, si suministra el capital para todos
los trabajos de la tierra, del comercio, de las manufacturas, el
comerciante no podrá quejarse al manufacturero, el manufac-
turero al arrendador, de los peligros que se originarian unos á
otros, porque habrá una vasta reciprocidad; y aun los que ejer-
cen una profesion poco aventurada, como es cultivar la tierra,
podrán quejarse de estar asociados á la suerte de los que en-
vian sus buques á la India ó juegan en la Bolsa. En fin, gene-
ralizándose el peligro, se podrá hallar una especie de compen"
sacion, desde luego muy justa, aun en su estremada generali-
zacion. Pero yo creo que desde este momento se habrá consu-
mado la mayor de las locuras, la de hacer especular á todos
con el capital de otro, y suprimir esa garantía del interés per-
sonal en el empleo de los capitales, garantía que, por grande
que sea, apenas bastará, pues todos los dias yernos que se ar-
ruinan los hombres, obrando con sus propios capitales, porque
se hallan dominados y arrastrados por su imaginación. ¿Qué
sucedería si especulasen con capitales agenos? Para llegar á
una especie de justicia se daria en el absurdo; pero en un ab-
surdo mayor que todos los conocidos hasta el dia, puesto que
se trataria nada menos que de suprimir la vigilancia del inte-




DE LA PHOPIEDAD. 171
rC's personal en el conjunto de los trabajos humanos, y de ha-
cer especular á todos los empresarios con un capital que sien-
do de todos no es de nadie.


Si por el con trario, y este es en efecto el caso, se tratase de
conceder este farol' á un pequeño número de trabajadores, á
algunas industrias, cuyo carácter particular es reunir muchos
centenares de obreros en un mismo taller, entonces pregunta-
ria: ¿en virtud de qué privilegio se permitiria á ciertas asocia-
ciones de obreros especular, no de su cuenta y riesgo, sino de
cuenta y riesgo dc todas las domas clases de obreros, de cuen-
ta y riesgo de los alhañiles, de los carpinteros, de los criados,
de los aguadores, y principalmente de los jornaleros, que no es-
peculan por sí , porque su salario es muy reducido é invaria-
ble, aunque otros ganen mucho dinero trabajando el hierro ó
fabricando máquinas de vapor? Constantemente se quiere ver
en el Estado , no la masa de los contribuyentes, sino algunos
ricos, que entre todos no hastarian á cubrir un presllpuesto
con el sacrificio entero de sus bienes, y se cree especular fá-
cilmcnte. Se dice (1l1e no es un mal procurar á sus espensas el
medio de que los pobres obreros realicen algunos beneficios.
Pero esta suposición es falsa. Lo cierto es que la masa de con-
trihuventes, es decir, treinta y seis millones de individuos, su-
~ ~


ministrará á un millon el medio de especular á su costa sobre
el algodon, el hierro ó el carbón de piedra. Pero aun de este
modo es un plan insensato, como no tardare en demostrar, por,
que ese millon de obreros pretenderá COS1S superiores á sus
fuerzas, queriendo dirigir empresas; y sobre todo, es un plan
cscesivamente injusto con respecto á la masa de trabajadores,
porque en este mundo cada uno debe especular de su cuenta
y riesgo, y no de cuenta y riesgo de otro. En tales circunstan-
cías no temería dirigirme á la conciencia de los mismos obre-
ros, y preguntarles si hallaban justo, por ejemplo, jugar á la




472 DE LA PROPIEDAD.
lotería con el dinero de los demas. La cuestión es tan sencilla
como aqui la presento.


Ahora, si se supone un descuento en el salario de los obre-
ros para poder crear el capital, estos obreros serán víctimas de
un engalla y de una injusticia, como vamos á demostrarlo
claramente.


En general, cuando la industria prospera, el obrero halla
en su salario con que alimentarse él y su familia, y con que
satisfacer sus goces legítimos, reservando algunas oconorntas
para el tiempo en que no haya trabajo, y para los casos de en-
fermedad ó de vejez. La parte de e-te salario destinada á las
economías, podria en rigor emplearse en formar el capital de
las empresas fundadas sobre el priu-ipio de la asociacion.


Pero basta un sencillo exámen para conocer la insuficien-
cia radical de este recurso. Los depósitos de las cajas de ahor-
ro representan en Francia, por un calculo prudcntc , 4·00 mi-
llones de francos. Entre los imponentes hay mas de la mi-
tad que son antiguos criados y empleados, y cerca de la
mitad obreros dedicados á la industria. Es cierto que todos los
obreros no imponen, y que solo cerca de una tercera parte
de ellos llevan su dinero á las cajas de ahorros; pero teniendo
en cuenta esta circunstancia , y triplicando ó cuadruplicando
la suma depositada por los mismos, ¿se puede concebir que
con seis ú ochocientos millones se suministre un capital pant
todas las industrias, hilados, regidos, metalurgia, minas, ca-
minos de hierro, canales, etc., aunque no se incluya la agri-
cultura? Yo creo que no bastarían muchos millares.


la idea de un descuento de los salarios para constitui r el
capital de las asociaciones seria una pura quimera. Pero la. ad-
mitiré, si sequiere. Este descuento seria para los obreros un em-
pleo indigno de sus ahorros. Nada hay mas av-enturado, segun
he dichoy segun saben todos, como destinar los capitales tí




IlELA PROPIEDAD. 173
empresas industriales. Solo pueden especular los ricos capita-
listas, garantiJos por sus mismas riquezas contra las conse-
cuencias de falsas especulaciones. ó los empresarios garantidos
por su propia vigil~ncia. Los <lemas especuladores son impru-
dentes y \ ícíimas. Esperimentamos un sentimiento de lástima
cuando '.elUOS que los individuos pobres dan su dinero á cam-
pa/lías que emprenden vastos trabajos, ó á gohiernos que to-
mau ¡JI'l'"taJo, y todos se lastiman al ver que confían los ahor-
ros de toda su vida á hombres aventureros ó á malos adminis-
tradores de la riqueza pública. Todos se han quejado con fre-
cuencia , y con razon , de que ciertos empréstitos cstrangeros
se admitiesen públicamente en cl mercado francés, es decir, se
cotizasen en la Bolsa. ¿En qué sentimientos se fundaban estas
quejas? En los sentimientos de humanidad, porque se miraba
como un proceder bárbaro entregar ~l manos poco seguras la
fortuna del pobre. ¿Y se conliaráu las economías de las clases
obreras á esos especuladores de todo género, á quienes hace
mas de medio siglo hemos visto agitar, destruir y aun dcshou-
rar la industria? Sin duda estos especuladores han sido hace
50 años mas temerarios que de costumbre, porque el descu-
hrinuentn del vapor ha causado una revolucion en 'el mundo
industrial. Han cumplido con la misión de los espíritus aven-
tureros, que es dar impulso y adelanta!' la industria. Pero al
ade.antarla, la han hecho marchar á su costa, solo á su costa,
y no á costa de los infelices obreros que empleaban. Ya lo he
dicho en uno de los capítulos precedentes: los capitales acu-
rnulados del rico están destinados para las empresas aventura-
das. Dos aliadas, la riqueza y cl genio, deben acelerar la mar-
cha de la industria; pero la pobreza y da asociación no son á
propósito para acometer empresas temerarias La primera no
tiene nada que perder, y la segunda nunca inventará nada.
Pues qué I ¿habrian debido fundarse á costa de lo" obreros




174 DE LA PROPIEDAD.
las mil fábricas de hilados, las mil herrerías, las mil fábricas
de todo género establecidas en los últimos treinta años, cerra-
das y abandonadas, después de ensayos mas ó menos repeti-
dos, y seguidas de la ruina ó de la perdida de los capitalistas
que se interesaron en ellas? Esto hahriu sido una desgracia y
un crimen. ¿No se pide hoy con razón que en el caso de des-
truirse las empresas industriales, se pague ú los obreros con
preferencia á todos los demas?


Se dirá acaso que en general nada se concibe mejor qu~
colocar el dinero por sí mismo, y colocarlo donde se coloca el
trabajo. Esto no admite duda, cuando alguno emplea realmen-
te su dinero por si mismo. Un cultivador que emplea su di-
nero en provecho de sus mismas tierras, mas bien que en otras
empresas avcn:uradas ; un mercader que emplea su'; ganan-
cias en aumentar su comercio, y no en comprar acciones in-
dustriales, ambos obrarán con prudencia. Pero no es esta la
suerte que se prepara á los obreros asociados. Se les propone
confiar sus economías á empresas que no dirigirán , y que se
verán reducidas ;'l no ser dirigidas por nadie ó á serlo por di-
rectores elegidos caprichosamento ; en una palabra, confiar
sus ahorros á la anarquía. Todo') temen la anarqu ia en políti-
ca, y nadie quiere prestarle su dinero. Voy á demostrar que
la anarquía industrial es tan mala como la anarquía puhrica, y
que seria una verdadera crueldad confiar!e el dinero de los
obreros. Este será el asunto del capítulo siguiente, y ahora
fijaré la cuestión de este modo.


O el Estado suministrará el capital de las industrias fun-
dadas sobre el principio d~ la asociación, y será una injusticia
permitir que una clase favorecida de trabajadores especule
con el dinero de todos los demás trabajadores de la ciudad y
del campo;


O se tratará de formar este capital por medio de un dC;-j-




DE LA PROPIEDAD. 175
cuento sobre los salarios, J' entonces los ahorros de los obre-
ros tendrán el empleo mas imprudente é inhumano.


Injusticia intolerablc en el primer caso, bárbara impru-
dencia en el segundo; hé aquí como califico los medios em-
pleados para procurar el capital en el llamado filantrópico
sistema de la asociacion.


CAPITULO V.


:DE LA DIRECcroN DE LAS E'IPRES:\:; E'l EL SISTlDU DE LA ASO-


ClAClO~.


La direccion de las empresas enel sistema de la asociacion esim-
posible, y tiende á sustituir f),l principio de inieres personal,
único que conviene á laitulusiria privada, elprincipio del in-
teres general, que solo conviene al gobierno de los estados.


La anarquía en el cuerpo político es un gran mal, y con ra-
LOn es temida y odiada, porque cuando ella reina no hay M-
den, ni seguridad, ni justicia, ni ¡;uena administracion , ni
sábia economía, ni fuerza pública, ni grandeza. La anarquía
es causa de que los estados se descompongan, se deshonren y
perezcan. Esta ha sido su marcha desde Cé-ar hasta AugU:,tll-
lo. Para mí principalmente, que amo dos cosas con delirio, la
justicia en el interior y la gran(L~za en. el csterior, la anarquía
es un objeto de invencihlc aversión.


Mas por odiosa que sea en el cuerpo político 1 al fin es en
el una enfermedad natural, y pOi lo tanto prevista, qnc tiene




DE LA PROPII<:DAD.


sus remedios, como las fiebres que se contraen en algunos lu-
gares mal sanos. Pueden causar la muerte, pero pueden con-
jurarse. La anarquía es por desgracia habitual en los estados,
como la peste en Constantinopla. ¿Pero se comprende la anar-
quía en la industria? Todos deploran, aunque sin estruñeza,
que las facciones se disputen el poder, despedacen la república,
la ensangrienten, la conduzcan al borde del abismo, la pre-
cipiten en él ó amenacen precipitarla. Este es el mal de un
bien, porque al fin es necesario que el poder, para pasar á
manos de los buenos, corra alguna vez el peligro de hallarse
en las de los malos. ¿Pero concebís el poderdisputado y trasmi-
tido de unos á otros en una manufactura'? ¿Comprendcis que el
gefe de un taller pueda ser elpgido por sus obreros, destituido
por los perezosos, Ó colocado por los mismos en la direccion de


,


otras dependencias? ¿Comprendeis que el presidente de una
república industrial, apoyado en semejantes influencias, pueda
trazar equitativamente los deberes de cada uno, determinar
los salarios con arreglo á la aplicacion ó aptitud, inspirar cou-
fianza á los capitalistas, obtener crédito, y sobre todo , hacer
economías? ¿Concebís este ser quimérico, reemplazando la
unidad, el curso, la inteligencia del interés personal en la di-
reccion de una empresa industrial? En el Estado se comprende
fácilmente que todos se mezclen en los negocios públicos, por-
que son negocios de todos. Pero en una fábrica, ¿podcis con-
cebir que unos cuantos centenares de obreros deliberen sobre
las obligaciones que se han de contraer, sobre las letras de
cambio que se han de firmar, aceptar ó protestar, sobre los
créditos que se han de abrir, sobre la estcnsion que se ha de
dar á la producción , y sobre los resultados probables del co-
mercio nacional ó europeo?


Sin duda algunas veces los accionistas deliberan j pero
suele ser una vez al año, sobre la marcha general de un nego-




DE LA l'lWPIEDAD. 171
CiD, fundando su sntisf'accion ó su descontento en la abundan-
cia ó cn la medianía de los div dcndos , examinando ligera-
mente lo relativo á b intcrvencion y ú la contabilidad, yab-
dicando su autnritlad con respecto á lo dcmas en favor de un
director ú quien j¡¡z~~(ln por el resultado, es decir, por el bene-
ficio obtenido, y no volviendo ú verlo hasta el alío siguiente.
Este sistcmn de adruinistracion solo puede practicarse en las
grand¡;s empresas, con tal (lile haya una intervcncion pruden-
te v carca I)Or narte de los accionistas, terminada como he di-


.J l 1
cho. por la abdicación en favor del director que han elegido.
(.Pero, porleis ,igl/raros un gefe de taller elegido por los obre-
ros, a los cuales debe dar sus órdenes? Cuando observamos la
mayor parte de nuestros establecimientos industriales, no po-
demos menos de admiramos de una cosa, y es, que los que
han prosfil'rado, y son muy pocos, 10 han debido á la superio-
ridad del empresario que los d.rigia, y no solo á su superiori-
dad de inteligencia. (esta inteligencia solo produce con fre-
cuencia empresarios atrevidos y destinados á arruinarse á sí
mismos v á los demas). sino á una feliz combinacion de la in-


o. I .


tcligoncia y del carácter. á una mezcla rara de talento, de pru-
dcucia y de aplicaciou. Si este empresario no une á la invencion
la prudencia y Lt consecuencia en las ideas, suele arruinarse
aunque tenga cualidades eminentes, y se ve obligado ú pres-
tar su genio inventor á otro empresario dotado de menos auda-
cia, aunque de mas sabiduría y amor al trabajo. Cuando los
e!ll¡)t'(~sar¡os poseen todas las cualidades apetecibles, necesitan
adcmus una larga cspericncin , el conocimiento de los merca-
dos estruuge ros, grandes relaciones, consideracion, crédito; en
una palahra, necesitan unir á las ventajas que se reciben de la
naturaleza las (pe solo se obtienen del tiempo. He visto , ea
efecto, á algunos de esos empresarios, obreros en su infancia,
que han prosperado con su solo genio, que reunían las miras


,1 :¿




178 DE LA PROPIEDAD.
generales al convencimiento práctico de su estado, que habian
viajado y comparado los diversos procedimientos usados en
Europa. que tenian un crédito inmenso, que. eran amos ab-
solutos en su casa, que eran obedecidos, porque no dependían
de sus obreros, á quienes se puede contratar ó despedir ; he
visto á esos empresarios, genios poco distinguido:" pero en mi
opinion, superiores á muchos hombres de talento, que con todas
estas cualidadeslse hicieron ricos al llegar á la tercera parte ó á la
mitad de su vida, y que luego, porque la fortuna les hizo trui-
cion, después de haberles favorecido largo tiempo, porque les
faltaba una cualidad modesta, la de la moderacion en los de-
seos, porque asaltándoles prematuramente la vanidad de mez-
clarse en los negocios públicos, les hacia descuidar los nego-
cios pri vados, ó porque su respecti va nacion hahia derribado
al gobierno, perdieron de repente su fortuna, y cayeron en una
profunda miseria. He visto empresarios dotado" de un verda-
dero genio, que han tenido esta suerte desgraciaJa, y no puedo
creer que una masa de quinientos ó seiscientos individuos
pueda obrar y hacer fortuna en los negocios en que raramente
prospera la unidad de voluntad mas completa, unida á una in-
contestable capacidad y á una vasta espericncia. No, no lo
creo, digan lo que quieran letrados instruidos que nunca han
observado la marcha de l.!na fábrica ó la marcha del gobierno.
Aunque me lo afirmasen cien veces y me ordenasen creerlo,
como en la antigua Roma se ordenaba sacrificar á los dioses o
morir, no lo creería.


Además, ¿cómo organizarían su g~bicrno esos obreros aso-
ciados? ¿Deliberarian por sí mismos sobre los asuntos de la
sociedad, sobre los salarios, los reglamentos, la prodnccion,
las compras, las ventas y los contratos que huliieran de cele-
hrarse? Seria cruel privarles de esta prcrogntivn, y de seguro
no mereceria la pena. de haber colocado SIIS economías en una




empresa, ó haber tomulo prestado de su cuenta y riesgo, ó j;C-
cibido del Estado alzunos milloues adelantados para abando-
nar á cualquiera ele ellos la solución de todas las cuestiones
filIe ca tan alto ~;!'ado' les interesaban. Y por otro lado, seria
muy peligroso Ó insensato l!cj:lrlcs el cuidado de resolverlas.
Pues qué ¿.se h.ibrian constituido en asociados, es decir, en
amos, habriau puesto su dinero ú el que les hubieren presta-
do. en una herrena Ó en una fábrica de máquinas, para dejar á
alzuno de ellos el dl~rccho de clasificarlos en dependientes,
obreros ordiuarios, m(H~:;:r()s, contramaestres , en obreros pa-
gados á'2, iL 3, á Ji ó 10 francos? ¿.lkjariclll á uno de ellos la
facultad de ('{lsti,:::tr!os, <k despedirlos (¡siendo asociados'}, de
fijar las horas d~traha.i(), de celebrar todos los contrato:', de de-
terminar el precio de las \ r ntas y de las compra:' , de resolver
si se debe trabajar parLt esta ó la otra casa, de conceder cré-
ditos, ó de pedirlos? Siendo cada tino de ellos una parle (bl
amo principal, ¿.dclcg<lrian estos poderes tl uno de ellos mis-
HWS, ó hien se los reservarían? Yaun así, ¡.compr;·;l<1creis que
quinientos ó seiscientos obreros se clasifiquen it si mismos en
buenos y malos obrcros , S(' constitnyan en areopago para juz-
C;:1r:~(\. decidan si una firma es huena, mediana ó mala, si es
necesario vender Ó re,,:'1'\';11' las merca¡}(;ci;¡s, suspender ó des-
arrol !ar la prnduccion? Di fici] es adm íti r cualquiera de estas
suposiciones, p()rqlH~ la una es una trí'ile ahdicacion, y la otra
una estravazautc incomnctenciu.
~- .. .


Por lo l!r;¡na-.:, ('onl/H") (pie los hornhrcs rcurudos , siempre
nron: 'C /, ,· .. 1,1("",\,,(, S" hnllau tambicn (1 1" ' 0 [1(' ··{l"·í abdica{Ji 1 ~:,I.J '" ,.'\':1i. ,,\ lL >.. _, ,.~/ ¡1,. l ( .s t, -' I ~1 _,~t.:S nI (-tI.- lv("r,.
lu('go que ha pasado su entusiasmo pO!" la insurrcccion. Quiero
creer qll,~ C'~t()~; ohreros nnmhrtniau ('!ltr(~ ellos sus gefcs, yen-
tre estos gd\~s un dil'l'c!.o:·, Pero entU!lee~, ¿po;' qllé no prefie-
rcn al llla.c<ro 'I'!" d(~sc.'f¡:'(ron"? O el (li;('dol' pndrit castigar á.
los ohrcru-. L:HTr:o~ (k,cenlt!' de un(~ c:a':,~ ,( otra. y aun des-




180 DE LA PHOPlEJHD.


pedirlos, ó si no puede hacerla, no olJtendl'á la cantidad ni la
calidad del trahajn, sin las cuales no prosperan los cstahlcci-
micutus industriales. Y si puede hacerlo, ¡os obreros habrán
reconocido un dueño tan absoluto como lo hubiera sido el oro-


" 1


pictario del estahlecimiento, y principalmente habrán perdido
la cualidad de asociados, POl'iIUC es i.nposihle en derecho que
un asociado pueda ser despedido por otro asociado. ¿P(~ro no
veis, se me dirá, que si bien para el buen exito de la asocia-
cion se sujetan los obreros á una autoridad tan ahsoluta corno
la del propietario, les queda siempre la ventaja de hallarse in-
teresados en la empresa, y de repartirse los beneficios, que en
otro caso son del propieta rio?


Acallo de demostrar que solo tienen derecho á lo" benefi-
cios los que son propietarios de todo ó de p~lrle del capital , y
participan de las pérJidas lo mismo que de las g.mancias. Pe-
ro dejaré á un lado esta consideraciou. Supongo .1 los obreros
propietarics del capital, por haber sido descontado de sus sala-
rios, Ó porqu~~ lo han recibido uel Estado en calidad de presta-
mo; y pregunto: ¿será una comhinacion razonable aquella en
que la industria de empresa particular dirigida por el interés
personal con el fervor (Iue inspira la'prcbabilidad de arruinarse
ó enriquecerse, segun se obre bien ómal, se convierta en una
administracion, en una especie de funcion pública, de modo
que el empresario, en vez de verse pagado con la prosperidad
de los negocios ó con un reyes de fortuna, recibiria su sueldo,
aunque no trabajase, y ademas su parte de !)('neficios con ar-
reglo á las pérdidas ó ganancias?


De este modo se habrían sustituido en la industria los ad-
ministradores á los propietarios, es decir, un resorte muy dé-
hil á un resorte muy enérgico. La necesidad del ojo del (mIO es
un adagio antiguo que será eternamente cierto, En los asun-
tos privados se necesitan la vigilancia y la atención apasiona-




DE LA I'IWl'jEDAD.


da del interés individual, y no el débil celo de! interés c.ilccti-
yo. Ahora hien, donde el interés personal pro~pera lo bastante
para que la industria pueda vivir, no es posible qUI; el interés
colecti vo tenga la constancia, la encr~ía, la audacia y el amor
necesarios para. obtener buenos resultados. ¿Cn~eis que los hi-
landeros de a!godon y de lino, los fabricantes de telas pintadas,
los fabricantes dl~ tcg:c1us de lana de }lLllhouse, San Qnintin,
Lila, RIJan y Amicus, los fabricantes de tejidos de seda de Xi-
mC3, Lyon y San Esteban; los empresarios de las herrerías de!
Franco-Condado , de Champaüa , de Borgoña y de Ilerri , 105
fabricantes de máquinas dc Arras, el Havre y París; indus-
trialcs, cuyos trabajos, cuyas tribulaciones, cuyas desgracias
son hien conocidas, despues de una larga carrera, en la cual
han tcuido años hucnns á la pa.r de otros muy malos; creéis que
se darian por s.uisfuchos con h:¡jlcr g:itHdo el sueldo de un di-
rector? ¿CI'l'cis qlle cst.ui.m gustosos si se les conviniese de
propictnrio- en administradores , y si se les diese [t gan,u' co-
mo admiuistradorcs lo que no habían ganado como propie-
tarios?


¿Sailcis lo <Iue acouscjaria yo ft los obreros? Que colocasen
su dinero ti el que les hubiese prestado el Estado, no en la fá-
brica en (IlIC estén asociados, sino en otra que pertenezca á un
dueño absoluto, cuyo mérito y probidad conozcan.


Así, no hay dirección ni autoridad, y sucederá, ó 'que el
gobierno de quinientos ó seiscientos individuos resolverá sobre
asuntos que ignoran, ó bien un director, en cuyas manos ha-
yan abdicado, y entonces el celo muy incierto del funcionario
sustituirá á la omnipotencia, á la actividad infinita, á la ince-
sante vigilancla del interés personal ; hé aqui cual seria la re-
volucion hecha en la industria.


Se necesita una autoridad delcgad.i en las grandes cmprn-
sas, que no pueden ser obra de. uno solo, como un camino de




m: LA PUOPIE O,\D.


hierro ó una mina. En este caso será preciso elegir á un inte-
resado que dirija á los demas. Pero todos sahen que es una
causa grave de inferioridad en las empresa:' de este género
que todas se destruyan con frecuencia por vicios de adrninis-
tracion , cuando no es por la naturaleza misma de la opera-
cion , y ciertamente no se ccmprende, cuando la estension
de' capital empleado no obliga á renunciar á la sohcraata del
interés privado , que hayn quien piense en renunciar a sus
ventajas. En fin, la esperiencia , que en estos asuntos es el
juez mas infalible desde que existen las naciones comerciales,
no ha indicado otro móvil de la industria que ,1 interés per-
sonal trabajando por sí mismo. Se concibe la autoridad dele-
gada para los negocios públicos que no son obra de UllO solo,
sino de tedos , para los cuales se necesita menos el ardor y la
actividad apasionada del interés privado, que la imparciali-
dad, el desinterés. la justicia y el valor de la persona que
obra movida por miras de interés general; y aun en los gobier-
nos perfeccionados se ha aumentado una especie de interés
personal para la direccion de los Estados, una especie de ojo
del amo, y es la responsabilidad de: que gobierna , responsa-
hilidad que empeña su vida, su ambicion 1 su honor y su glo-
ria. Pero seria destruirlo todo y confundir todas las nociones,
aplicar el gobierno de los Estados á los asuntos particulares,
y acaso se daria en el inconveniente de trasladar el gobierno
de los negocios privados á la administraciou de los Estados.
En este caso, para que las manufacturas prosperasen, habria
sido preciso dirigirlas con la frialdad del funcionario y gober-
nar el Estado con el egoísmo del interés privado: En eíecto,
sucede con frecuencia que el principio que no se aplica don-
de es uecesario, se halla luego donde nunca debiera apli-
carsc.


Pero hemos supuesto el mejor y el menos probablc de los




DE I.A PROPlEDAD. ~83
casos, que es la delegacion entera y absoluta de la autoridad
del propietario en un director, lo cual nunca se efectuarla
completamente. Seria dificil que los propietarios eligiesen un
amo absoluto que pudiera despedirlos) y sobre todo, clasifi-
carlos con respecto al salario. ¿Cómo podrian , efectivamente,
ser despedidos por un hombre á quien ellos pueden tamhien
despedir? ¿Cómo podria este director elegido arreglar con ellos
la cuestion del salario? Este amo elegido por ellos, ¿estable-
ceria un salario ó muchos? ¿Daria el mismo salario-al hombre
que hace el carbón ó al que trasporta fardos sobre sus espal-
das, y al diestro mecánico que combina las piezas de una má-
quina? Necesario es haber perdi-do el sentido comun para creer
que la asociacian tendría un solo obrero hábil pagándolos igual-
mente, y ofreciéndoles por toda esperanza una parte en Jos
beneficios futuros. Si para conformarse á la regla comun les
pagase con desigualdad, pregunto yo cómo podria este amo,
delegado de los obreros, clasificarlos equitativamente y sin
apelación en clases de 2 , de 3, de 5 y de '10 francos. Figuraos
esos talleres que deben marchar con el SIlencio, la precisión y
la constante regularidad de las máquinas, cuyo socorro utili-
zan I que solo se acercan á la fecundidad de la naturaleza en
tanto que se acercan á sus dos cualidades esenciales, la re-
gularidad y la constancia; figuraos á los obreros deestos talle-
resdivididos enfracciones y conopiniones diversas, nosobre los
asuntos públicos, Jo cual importa poco, sino sobre los asuntos
domésticos: exigiendo que se trabaje cierto número de horas,
que se pague unsalario determinado, y teniendo sus votaciones
todos los años, todos los meses, todos los dias para hacer
triunfar las respectivas opiniones. Esto seria la próxima é in~
vitahle ruina de los talleres. Con la autoridad absoluta del
propietario, con el estimulo del interés privado , apenas se
logra dar pábulo á la industria, y es raro, compensando los




184 DE LA PROPIEDAD.
años majos con los buenos, (lue una manufactura gane mas
dc 7 Ú 8 por 100 de los capitales empleados , bien por el inte-
rés de su dinero ó por la remuneración de su trabajo perso-
nal , quedando apenas 4 Ó 5 para 10:i capitales y 2. Ó 3 para.
el empresario. Aplicad ahora á las mismas mauufucturas el
gobierno de Atenas, de Roma, de Florencia, de Amstcrdan ú
de París, y tendréis la ru ina cierta de los capitales y del em-
presario. No olviden los obreros asociados el consejo que les
he dado, y es, trabajar en las manufacturas de la asociucion,
principalmente si son perezosos, quimeristas y mas aficiona-
dos á la intriga y á la agitacion que al trahajo , y colocar su
dinero, si han ahorrado alguno, ó el que tomen prestado, en
empresas que tengan otro sistema de gohierno.


Por lo demas, mi objeto no es combatir una utopia con otra
utopía. Lo que predigo ha existido hace tres meses en París.
El propietario de un grande establecimiento, dedicado a la
fabricacion de máquinas, tejió sus talleres por a!glln tiempo
á sus obreros, de modo que no hahia que desembolsar niu-
gun capital para la creación del cstablecimicnto , y convi-
no en comprarles por un precio determinado las máquinas ó
piezas de máquinas que fabricasen. Este precio llegó á 17
por -100 por término medio. Los obreros, asociados entre si,
debian gobernarse , rctribu irse y repartirse las ganancias. El
dueño no debía mezclarse en estos asuntos, limitándose á pa-
gar las piezas fabricadas, y nada mas, al precio convenido.


LIlS obreros asociarlos quedaron divididos, como autes, en
varios talleres (facilidad de orgauizacion lllUY grande, pues
tenian la ventaja de limitarse aseguir sus llSOS anteriores); co-
locaron al frente de cada taller un presidente, y al frente de
todos les talleres un presidente general. Conservaron la anti-
gua clasificación de los salarios (otra facilidad, hija de los há-
bitos adquiridos), y solo hicieron la iuuovacion de dar 3




DE LA rnor !EDAD.


francos en vezde2 francos y50 céntimos a la última clase, á la
de los homhres dedicados {t un rudo trabajo, y dejaron de pa-
gar ú Jos obreros hábiles (il,tmados destajistas) el crecido
salario que obtcnian del trabajo á destajo. Estos trabajaron á
joma! como los otros obreros, Sin embargo, como era necesa-
rio salí sfaccrlos hasta cierto punto, se les concedieron suple-
mentes de pa¡~a de un, <1e 7:; céntimos, y algunas veces de un
franco, lo cual unido á los 4. francos del salario ordinario, pro-
ducia , cuando mas, 5 francos á los obreros que, trabajando
á destajo, ganaban antes 6 , 7 , Y8 francos diarios, Los pre-
sidentcs de los talleres eran los que concedian estos suple-
mentes. Después de haber aumentado así el salario del hom-
bre del trabajo rudo y disminuido el del obrero hábil, hé aqui
lo que resultó de un ensayo de tres meses.


tos tumu] tos se repctian diariamente en los talleres, y
aunque el tumulto era entonces general en París, el de las
manufacturas igualaba al de Luxemburgo y del Hotel de-
Ville. Se acordaba no trabajar cuando convenía hacer alguna
manifestaciou, lo cual solo era perjudicial á los obreros, por-
que el propietario pagaha únicamente la obra ejecutada. Pero
ademas , en las horas de trabajo se hacia poco, y 103 presi-
dentes de los talleres, encargados de mantener el órden y de
vigilar el trabajo, eran rcemplazados dos ó tres veces cada
quince dias. El presidente general, como no ejercia la policía
local en los talleres, estaba menos espuesto á las variaciones
producidas por la influencia del favor, y solo fué reemplaza-
do una vez en el tiempo que duró la 'asocincion. Si se hubjese
trabajado como antes durante los tres meses que existió este
régimen, se habrían percibido 3G7,OOO tranco- de la mano de
obra, y solo se recogieron '197,000, aunque los precios de eje-
cucion ascendieron al17 por 1oo. La causa principal de esta
menor produccion, no consistió solo en que el número de dias




186 DI!: LA r'JlOPIEDAI>.
y de horas de asistencia fué inferior al que habia sido antes,
sino en que el trabajo fué mucho menos activo en las horas
de asistencia. Los obreros á destajo que solo tenian un suple-
mento insignificante tic 50 céntimos, ó de un franco cuando
mas, no trabajaron con celo en favor de la asociacion. Los
hombres de quienes se servían cuando eran pagados á desta-
jo, y á quienes vigilaban por sí mismos, quedaron sujetos á
la vigilancia casi nula de los presidentes de los talleres, y de
quinientos mil obreros, solo mil desplegaron el ardor propio
de quien trabajaba por su cuenta. En suma, cien trabajado-
res recibieron 50 céntimos mas por dia , tres ó cuatrocientos
obreros recibieron 3 ó t francos como antes, aunque no todos
los dias , porque habia mas vacaciones, y por último, los mil
mas hábiles, que antes trahajaban á destajo, fueron privados
del esceso que debian á sus esfuerzos y que aumentaba su sa-
lario hasta 7 , 8 ó i Ofrancos. Asi , los buenos obreros estaban
decididos á abandonar el establecimiento, y la sociedad se
disolvió sin que hubiese reclamaciones, á los tres meses de
haberse fundado La asociación estaba amenazada de una
quiebra, porque debia muchas horas que no fueron pagadas
despues , y habia devorado el pequeño capital de una caja. de
socorros creada antes de este régimen filantrópico por el pro-
pietario del establecimiento.


Dos reales mas por dia á 1100 hombres dedicados á las fae-
nas mas rudas de ~ ,500 trabajadores, el salario de;3 ó 400
sin variación, el de los mil mas hábiles reducido, todos en
general mas pobres, á causa de la falta de asistencia, que ha
representado el 32 por 11 (lO del tiempo perdido, 1197,000 fran-
cos de aura en vez de :167,000 en un mismo período, todos los
buenos obreros desanimados, en fin, la asociacion sin fuer-
zas ni elementos para sus propios negocios, dcspucs de tres
meses dc existencia, aunque hahia un establecimiento com-




DE LA 1'1I0I'IEDAD. 487
pleto montado por el propietario; be aquí el resultado defini-
tivo. Las causas de este resultado eran el desorden, la falta
do autoridad, la nivclacion de los salarios por la abolicion
del trabajo á destajo; en una palabra, el haber sustituido la
asociación al aobicrno ahsoluto de un empresario trabajando
por su cuenta, y tratando libremente con los obreros. En-
tre estas di\ersas causas, hay una que es necesario esplicar
con mas detcncion, y es la abolicion del trabajo á destajo,
vulgarmente conocido en el lenguaje de los talleres con el
nombre de mal'chandage. Ahora veremos que bajo pretesto de
que participen los obreros de los provechos del capital, se lesha
privado del único medio que tenian de hacerse empresarios,
pero empresarios sin capitales. Esta corta disertacion comple-
tará lo que aun tengo que decir sobre las asociaciones, bajo
el punto de vista dc su sistema de gobicrno.


CAPITULO VI.


DEL TRABAJO A DESTAJO.


Con la oboticion del trabajo á destajo se hadestruido el único me-
dio que tenian los obreros de participar de los beneficios del
capital.


~o queréis. se me dirá, que el obrero salga nunca de su
condicion de asalariado, de esclavo del amo y de proletario
escluido de los hcnefioios del capital. .. Tal cs el lenguaje de
los socialistas cuando se les demuestra la futilidad de sus




188 DE LA PROPIEDAD.
sistemas. Perdóncnme si les digo que la naturaleza, mas hábil
que ellos, y na menos humana, habia ensenado á los hom-
hres un medio por el cual los obreros ingcuiosos hahian su-
hido hasta las primeras grauas de la escala de la fortuna.
Pero los socialistas han tenido la huena ocurrencia de des-
truir este medio y romper la escala, ó por lo menos dejar que
la rompan 10:-; malos obreros que nunca huhian podido subir
el primer escalen. El hecho es cierto, y yoy á demostrarlo.


Si; deseo por mi parte que el obrero que solo cuenta con
sus brazos, pueda tarnhicn participar de los beneficios de su
amo, ser algun dia capitalista y aumentar su fortuna; mas no
creo que pueda conseguirlo poniéndose en el lugaruc su amo,
asociándose con sus camaradas para formar con ellos una em-
presa colectiva que carecerá de capital, de dirección y de todo
lo necesario para prosperar. El único medio ~egul'o tIue tiene
el obrero de merito lnra obtener el resultado propuesto, de
convertirse eu empresario sin capital y sin el inconveniente
que vá anejo á una empresa colectiva, es el del trabajo á
destajo (IUC los nuevos amigos de 10:3 Ü1Jl'Cl'OS han abolido.


Hay en efecto, obreros inteligentes .'" laboriosos que traba-
jan mejor y mas que otros, y que pueden hacer en un dia dos
ó tres veces mas obra que varios de :iUS camaradas y con mas
perfección que ninguno de ellos. Estos merecen ciertamente
que se les distinga y estimule. Pero no se les puede dar la
cruz dc honor, pues esta se reserva para el dia en que vayan
al Adige ó al Hhin, y además, no seria bastante, pues serian
necesarios muchos centenares de condecoraciones en un taller
de f ,000 obreros, al paso (Iue enel ejercito se dan tres ó cuatro
de estas condecoraciones á un rcgimicntodez,OOO hombres. Es
necesario, pues, distinguir ti estos obreros á la vez laboriosos
ó inteligentes; se necesita distinguirlos por ellos mismos, y
por el desarrollo de la producciou, porque si se les pa6a á




DE L\ PlIOPIEDAD. 189
jornal, no t,:,ndrán aliciente para trahajar mejor Ó 1Il1S que sus
camaradas, y si se les coloca en una clase superior, no ten-
drán un motivo para distiuguirse entre los obreros de esta
clase; pero si se les da 11 n salario proporcionado á la obra
qnc puedan hacer, se ('~Li'zarán en trabajar mas y mejor. Es
necesario hallar para estos ohreros hábiles un sistema de re-
muncracion proporcianudo á su trabajo. Pero no es esto solo.
Hay t.uuhicn una cln-e rle trabajadores, para la cual se ne-
cesita otro modo de emplearla distinto del trabajo á jornal;
esta clase es la de losaprendices.


El aprcndiz , intcliz cnt«, aplicado, que revela buenas dis-
posicioues, merece iamhien que se le estimule, y sobre to-
do, que se le vigile y enseñe. Un amo que tiene '1,000 obre-
ros, (Iue debe atender á mil asuntos diversos, que tiene que
comprar h:, mntorias primeras y vender los productos, que
necesita celebrar contratos v mantener ostensas relaciones no


u ,


puede examinar si un aprendiz maneja bien ó mal su lima
ó su cincel. No puede vigilarlo, dirigirlo, ni formarlo. Por
esta causa, los dejarla sin enseñanza y sin ascensos en una
clase inferior, y solo los sacaría de ella cuando tuviesen mu-
cha edad, sino se hallase en el caso de poder apreciar sus
servicios. Si hubiese por lo tanto un medio de emplear á este
aprendiz con arreglo á sus disposiciones y de darle car-
rera, este medio seria digno del elogio y de la aprobacion de
todos.


Asi, pues, tenemos dos clases de obreros: el obrero hábil
y el aprendiz; el mérito csperimcntado y la ju ventud que ins-
pira esperanzas. He aqui dos clases para las cuales dehe ha-
llarse un sistema que los comhiene y les haga producir todo lo
que permitan sus fuerzas. Este sistema, lo repito, se descu-
brió en tiempo del diluvio; pero los innovadores lo destruye-
ron, dándole el nombre de marclunulaq«.




H)O DE LA PROPIEDAD.
Un amo, por ejemplo, ve que un obrero hábil emplea diez


días para hacer una pieza de máquina, ó unos cuantos mue-
bles, ~' le permite que la haga á destajo. Antes le pagaba la
suma total de tiO francos á razón de :j diarios, y después le
dice que' la haga P?" el mismo precio en el tiempo que pue-
da. El obrero la hace en siete dias en vez de diez, y gana algo
mas de 7 francos; y aun consiente en hacerla por ,1:3 francos en
vez de 50; y de este modo todavía gana cerca de 6francos, y i)()
céntimos. Pero este solo es el princi pio del -isteura. Pongamos
por ejemplo, á un obrero mas hábil, que puede fabricar las
partes mas complicadas de una maquina. Su amo le encargara
que llaga, por cjcmp!o, el cilindro de una maquina de vapor
que vale 2,000 Ó ;:;,000 francos, Ó los muebles de una casa
grande que valen 5,000 ó G,OOíL El obrero acostumhrudo á
calcular, conoce desde luego ei tiempo y /;; mano de obra
que necesitara, y se ajusta con el amo en un precio que le
asegura ganan(~ias; 1llego llama {t varios obreros de su COll-
fianza ó á varios aprendices que á sus ór¡\cnes trabajan mas
y mejor que á las del amo, porque se halla en su compañía
en el mismo taller trazando perfiles, mientras (Ille ellos ma-
ncjan la garlopa ó la lima; ejecuta con Sil auxilio la obra con-
tratada, gana de este modo 1, ¡;.; Ó ,10 francos diarios. v aun


'- , .


le queda para dar una gratiücac;on á sus aso-indos, alen-
tándoles de este modo al trabajo.


En una fabrica ele máquinas. el taller de la íundicion
donde se elaboran las grandes piezas, es cedido con frecneu-
cía por un tanto determinado a un 0;)\'(:1'0 principal, r¡1!e lí'-
niendo á sus órdenes un centenar de anxiliarcs, llur:d(' ganar


• L


alcunas veces desde 30a á :)00 francos mensuales trabajando
u .


veinte y cinco días ni mes, h razón de L2 !Ja"ia~O francos dia-
rios. Esto es lo que se practica con Irecuenci1 en los r~l'a!l;l':s
talleres de París.




DE LA PROPIEDAD.


El amo suministra el taller, los modelos, la arena para
hacer los moldes, la fundicion, el carbou, es decir, todos los
capitales. En la fabricación de muebles, el amo suministra
tambien el taller, una parte de las herramientas, la madera;
en una palabra, adelanta tambien los capitales. Ademas, en
estas industrias el amo tiene que hacer adelantos semanales
para cubrir los gastos de la paga cuotidiana.


¿Cu,:t1 es, pues, en este sistema, el verdadero papel del
obrero á. destajo? El de un pequeño empresario, que contando
únicamente con sus brazos )' sus conocimientos, pero no te-
uieudocapitales, es decir, no teniendo taller, ni arena para
los moldes, ni carbón, ni Iundicion, ni madera, ni garlopas,
ni cobertizos, ni dillera para la paga diaria, recibe todo esto
del amo, al cual inspiró confianza trabajando en su presea-
CÍa, gana asi dos, tres ó cuatro veces mas de lo que habría
ganado con el sistema de trabajo á jornal, y obtiene por lo
tanto los beneficios de una verdadera especulacion, sin aven-
turar los capitales del estado ni los que debe á su economía.
Ademas, habrá empleado la mcdiania bien intencionada ó la
juventud inespcrta, y las habrá asociado ú su beneficio en un
grado inferior. Si queréis qnc el obrero pro~;pere por su pro.-
pío mérito y especule como un empresario, ahí tencis un
medio sencillo que nada cuesta al Estado ni á él, Y que no
compromete "al tesoro, ni á sus pequeñas economtas. Si que-
reis que algun dia sea amo y empresario, ahí tenéis un medio
seguro y bien graduado, porque al principio proporciona al
artesano tener á sus órdenes diez obreros) l11Pgoquince yluego
ciento. Si quer cis que el obrero se asocie al beneficio del
capital, este es el m-jor medio; porque un obrero que gan:1 G,
1'\, 12 Y aun 20 francl;s triarios sin espo:il~r:-:;e Ú las pérdidas,
aunque el principal se arruine, se asocia se,c.:ur<1J!l;'nte a
los beneficios de! capital, sin tener qne part¡cip:tr de la'; pór-




DE LA rllOPIEDAD.


didas, Por último, si queréis una organizacion del trabaje, ahí
teneis una improvisada, fácil, que combina admirablemente
al obrero jóven, al obrero mediano, al obrero hábil, y que es
á la vez un sistema de educacion, de vigilancia v de rcrnu-
neracion exactamente proporcionada al trabajo producido.
¡Ex.istia y la habeis destruido! ¡Oh bienhechores de los obre-
ros! Podeis felicitaros por vuestro génio creador.


¿y por qué se ha destruido este medio? Porque, segnn de-
cis, era la esptotocion del liomure por el hombre. Como si hu-
biese un medio de hacer concurrir á los hombres unos con
otros, sin que ganasen unos por otros: el banquero por el
empresario, el empresario por el maestro, el maestro por los
obreros, todos por todos; pero todos, segun el mérito de cada
uno, á menos que no se quiera la igualdad absoluta de sala-
rios, lo cual supone la igualdad de facultades y de necesida-
des, y principalmente 1;.1. igualdad de productos; pero esto
inducirla pronto á la totalidad de los obreros á trabajar
como los mas perezosos ó menos hábiles, en vez de trabajar
todos como los mas laboriosos y los mas hábiles, lo cU11, en
vez de ser una mejora, agravaria la si tuacion general, [Jorque
cuando hay menos pan, menos carne, menos calzado y menos
vestidos, hay menos de estos artículos para todos, y princi-
palmente para los mas pobres.


¿Quereis saber a qué clase de obreros se ha sacrificado el
trabajo á destajo, creyendo que era la esplotacion del hombre
por el hombre? A. la clase de obreros á jornal, á quienes no en-
cargaban obras ti destajo; porque en general no se les suponia
dignus ni capaces. La medianía envidiosa ha sido atendida en
daño del obrero jóven , del obrero hábil, y cuenta qne esta me-
dianía era también la mas perezosa, porque la lal.oriusa ha-
llaba siempre ocupacion aliado del obrero destajista , y un
suplemento de paga, cuando inspiraba confianza á este juez,




DE LA PROPIEDAD. 193
, .


el mejor de lodos, porque la hacia trabajar en su presencia.
Ahora, como siempre, bajo el pretesto de la humanidad, se han
sacrificarlo los buenos obreros á los malos.


¡Hombres inconsecuentes! Queréis que el obrero llegue á
ser empresario; puede serlo, y puede serlo sin especular 'á,
costa del Estado, ni tí costa de sus propias economías: y desde
que se convierte en empresario, lo ahorrcceis y lo Ilatnais tí-
rano indigno que esplota al hombre. ¡Dceis que el trabajo es
la mas santa de las virtudes! Queréis que el hombre trabaje,
se aplique, gane, prospere, y cuando os ha obedecido y ha
mejorado de posición, especulando con fortuna en los límites
que le convienen, le lIarnais usurpador y tirano del proleta-
rio. Sí, para agradaros necesitaba no haber prosperado.


Ved como el fin corresponde al todo de la obra. Al dia si-
guiente de abolirse el trabajo á destajo, los huenos obreros es-
taban desalentados, los malos no ganaban, y los aprendices
quedaban sin trabajo. Principalmente en los talleres decarpin-
ter.a, dondese halla mas realizada la combinacion que coloca á
los aprendices bajo la autoridad de los destajistas, los obreros
jóvenes llegaban á pedir trabajo, y el dueño no podía dárselo.
Por lo tanto 1 ha sido necesario recurrir á lo que prescribía la
naturaleza de las cosas, y el rnarchandage, Ó sea el trabajo á
destajo, ha sido restablecido casi en todas partes. Solo se ha.
adoptado una mentira: los compañeros del destajista se llaman
asociados; y de este modo se ha anulado el decreto dado en
el Luxemburgo en dias de vanidad y delirio.


¿Qaercis saber ahora la causa, no única, sino principal,
del ningun éxito de toda asociación formada ó que se forme?
Pues sabed que es el desaliento, la falla de celo de los obreros
trasladados del trabajo á destajo al trabajo á jornal, é iadem-
nizados solamente con algunos suplementos de paga mal de-
terminados y de incierta percepción. En efecto, en la asocia..


i3




494 DE LA PROPIEDAD.
eion, el obrero solo tiene por estímulo el buen éxito de una
vasta empresa, que puede prosperar ó arruinarse , fIue solo
producirá ganancias al fin del año, dado caso que las produz-
ca, dependiendo por lo tanto de mil y mil accidentes del co-
mercio; al paso que en el trabajo á destajo el obrero tiene un
beneficio cierto, infalible, que depende solo de su habilidad,
y sobre todo, muy próximo, porque al fin de la quincena ó del
mes, y acabado su trabajo, tiene. la seguridad de recibir el
precio de lo que ha. hecho. Aqui el socialismo halla todos los
inconvenientes del comunismo, porque el ohjeto, por estar
demasiado lejos, cesa de atraer los ojos y apasionar el cora-
zon. Asi, la asociación carece de capital, de dirección, de ac-
tividad, y cuando la industria con los fondos suministrados
por ella misma, con la autoridad del propietario, con el ardor
del trahajo á destajo, apenas gana con que resarcir el capital,
con que indemnizar al propietario, y á veces arruina á ambos,
se pretende haber hallado con que pagar el capital, reservan-
do una parte para la infancia, otra para la vejez y otra para
los malos dias, ¡Ah! Deseo que nunca se vea el pobre reduci-
do á vivir con tales beneficios.


Es cierto que el sistema no es completo; es cierto que no
debieran quitarle su complemento, que es la supresión de la
concurrencia. En efecto, si la industria no prospera, se dice
que es porque la estremada concurrencia que se hace á si
misma la constituye en una situación crítica y la ohliga á de-
vorar sus propias entrañas. Por el contrario, la asociacion
propuesta no solo debe tener lugar entre obreros, sino entre
asociaciones de obreros con otras asociaciones, entre unas Lt-
bricas con otras, V acaso Lambien de naciou ti nacion, de con-
~


tinente á continente, de Europa con América, y de América
con la India. Aunque este fenómeno se realizara únicamente
de nacion á nación, seria. un fenómeno maravilloso, y convcn-




DE LA PROPIEDAD. HH>
go en que con estas condiciones la empresa menos provista de
capital, la peor dirigida, la servida con mas indolencia, podría
vivir, y vivir bien. Bastaría haber fijado el precio de los pro-
ductos en virtud de los acuerdos de la. asociacion universal.


No habria yo tratado del sistema de la asociación de un
modo completo, si uo hubiera examinado la probabilidad de
su buen éxito, prohahilidad última, pero cierta, si llegara á
realizarse. Iléstamc, por lo tanto, Ilenar este deber, lo cual
haré brevemente. Temo, sin embargo, que aun antes de todo
exámen, los hombres sensatos tengan tan poca confianza co-
mo yo en esta última prebabilidad , No obstante, examinemos
con una paciencia inaltcrahle au tl las invencioncs mas estra-
fías. En los tiempos en <fue vivimos no hay ningun error que
deba despreciarse.


CAPITULO VII.


DE LA SUPHESION DE 1.\ CO~PETENCIA.


La competencia es la fuente de toda mejora para las clases pobres,
pues faltando esta, solo quedará el monopolio en provecho de
los obreros asociados y en perjuicio de los que no lo sean.


La competencia,dicenalgunos,es un principio abominable,
con el cual nada puede prosperar, así la asociacion como cual-
quiera otro sistema de trabajo, porque convierte la industria
en un combate á muerte, y el descubrimiento de una máquina
nueva en medio de destruccion; pues apenas inventada, su




196 DE LA PROPIEDAD.


autor, produciendo mejor y mas pronto, se sirve de ella para
destruir poblaciones enteras de obreros y de empresarios.
Contem~:Jd, en efecto, los estragos que el genio de los descu-
brimientos ha causado en el espacio de cincuenta años. El
autor de la máquina de hilar algodou ha arruinado la India,
y lo que importa mas, ha hecho que mueran de hambre en
Europa millares de familias. La máquina de hilar el lino,
descubrimiento que Napoleón habla prometido pagar con un
millon, Iué inventada y trasportada al continente, y ha re-
ducido á la miseria y al hambre á una parte del pueblo belga,
sucediendo lo mismo en Flandes y en Bretaña. Los caminos
de hierro, ese maravilloso sistema de comunicaciones, arrui-
na á los barqueros de loscanales y de los ríos, y aun á los que
hacen el comercio de cabotage. El alumbrado de gas, ese
medio maravilloso dc reemplazar en nuestras calles la luz del
dia durante la noche, ha arruinado uno de los principales
productos agrícolas. El vapor, ese grande beneficio de la Pro-
videncia, ha condenado á la miseria. y á la muerte á infinitos
obreros. Por último, no se introduce un bien en el mundo sin
que resulten grandes males, porque el hombre se apodera
de ese bien para c-onvertirlo en arma de combate, gracias á.
esa abominable conourrencia que ha convertido todas las in-
dustrias en un palenque donde el mas débil está condenado ¿L
perecer. La competencia debiera sustituirse con la fraterni-
dad, es decir, con la asociaciou.


Pues bien, ahora, como antes, destruiré el mismo sofisma
con la misma respuesta. Antes habia dicho hablando del tea-
tro de Ciceron: ¿Prefeririais que el teatro no existiese? Ahora
diré: ¿Prefeririais que no se hubiesen hecho los descu hri-
mientes. porque sin la rivalidad no se habria pensado en ha-
cerlos? Veréis que.esta respuesta es la q .c debo dar, y que si
la repito es porque tambien se repite el sofisma; porque en




DE LA PROPIEDAD. ~97
efecto, ahora, como antes, solo se trata de ahogar las facul-
tades del hombre para evitar sus con-ecuencias.


Yo por mi parte, no comprendo como dos hombres traba-
jan uno al lado del otro en una misma cosa, sin que al minuto
se establezca la competencia: es decir, sin que el uno haga.
mas ó peor que el otro, ganando por lo tanto mas ó menos.
Contened al que trabaja mejor ó mas de prisa, y decidle: ami-
go, deteneos, que vais á adelantar á vuestro compañero. Es-
tas palabras serian ridículas; pero habréis de emplearlas, y
necesitareis que sean escuchadas, pues de 10 contrario el la-
borioso competidor persistirá y cometeráel crímen de rivalidad
afortunada. El principio consistirá por lo tanto en contener el
ardor de los hombres en ciertos límites, en hallar estos límites
y en hacerlos obligatorios. Pero como se teme producir dema-
siado, será necesario no fijarlos con arreglo ¡) las facultades
de los mas fuertes, sino de los mas débiles; habrán de supri-
mirse Ladas los esfuerzos de trabajo que se impone el hombre
laborioso ú hábil, y se dirá al género humano: Hermanos, no
os escedais unos á otros, contened vuestro ardor indiscreto ~T
fatal. QIh~ nohaya demasiadotrigo, demasiado vino, demasiadas
telas, demasiadas habitaciones, etc... Seimpedirá por este me-
dio que las minas de carhon de piedra del Norte perjudiquen á
las de San Esteban, yestas á las de Alais; se evitará que las fa-
bricas de paños de Elbeuf y de Louviers perjudiquen á las de
Lodevé, y las fábricas de hilado de Ruan á las de Mulhouse;
se impedirá que el camino de Ruan, perjudique al Sena, yel
camino de hierro del Norte al canal de San Quintín. Todos
vivirán en paz. Milciades dejará dormir tranquilo á Temísto-
eles; el génio de Herodoto no molestará al de Tucídides; Ale-
jandro. no llevará en una caja de cedro la relacion de las ha-
zañas de Aqu iles; por último, César no llorará al ver la está-
tua de ese mismo Alejandro. Lo concedo: pero al curar los in-




198 DE LA PItOPIEDAD.
somnios del género humano, ¿no temeréis sumirlo en el sueño
de la muerte?


¿Por ventura no es la cmulacion el único móvil (bl hom-
bre? ¿Qué es el amor á la gloria sino el deseo de esceder á los
rivales? No es necesario matarlos ó humillarlos: pero es Hcíto
el deseo de aventajarlos. Buccio Bandinelli, devorado por la
baja pasión dc la envidia al ver la pintura de la guerra de
Pisa, reputada como la obra maestra de Miguel Angel, se in-
trodujo en el palacio donde se hallaba este cuadro y lo hizo
pedazos. Andrés del Castagno para quitar el mérito de la pin-
tura al óleo á Antonello de Mesina, lo asesinó. Este modo de
rivalizar noes lícito; tampoco se necesita romper secretamente
la máquina que sirve para el trabajo de la persona con quien
se quiere rivalizar; no es lícito poner una piedra en el camino
de hierro de Ruai para impedir la llegada del vapor; no es pt~r­
mitido incendiar los almacenes de este camino ó destruir sus
puentes, como lo hacian no hace mucho tiempo, los enemigos
de la competencia; pero si lo es querer trasportar mas de
prisa y mas barato. ¿Saheis por qué? Porque la tonelada de
mercaderías (permitid que descienda desde Alejandro y Mi-
guel Angel á esta nimiedad), la tonelada de mercaderías cuyo
trasporte costaba antes 20 francos en el camino de Iluan,
solo cuesta ahora 10, Y por que todas las materias primeras
Ó fabricadas están mas baratas en razón á su menor coste.
Gracias á la competencia, al caballo que llevaba la carga so-
bre sus lomos, se ha sustituido el caballo que tira de un carro
de ruedas; al carro que rodaba despacio sobre la tierra á.
causa del roce, se ha sustituido el barco que se desliza por la
superficie líquida de un canal; y por último al barco se ha
sustituido una serie de wagones que ruedan sobre dos arietes
de hierro que apenas tocan, arrastrados por un poder ilimita-
do: el vapor.




DE LA PROPIEDAD. t99
Sin el deseo de sobrepujarse unos ti otros, los hombres no


habrían disminuido asi diez, ó acaso veinte veces el gasto pri-
mítivo de los trasportes, lo cual ha permitido que se quemeel
carbon á algunos centenares de leguas de la mina de donde
se estrae, que se acerque el mineral al combustible que lo
convierte en hierro y que trasporte este hierro al pie del edifi-
cio donde se emplea tan á poca costa, que ahora vale 20
francos la tonelada que antes valia 60. ¿Se necesitaban, por
ejemplo, fábricas de algodon, cuando los indios lo hilaban y
tegian con tal delicadeza que parecia trabajado por lalmano de
las hadas? ¿Se necesitaban fábricas de tegidos de lana cuando
los pastores de Cachemira criaban ganados, cuya lana igua-
laba en finura á la seda, y cuando las mugeres de esos
valles deliciosos tegian los chales que el lujo del Oriente ven-
dia al lujo del Occidente desde el tiempo de las cruzadas?
Pues bien; los mecánicos, queriendo ganar sobre el precio
de fabricacion, se han ingeniado para reemplazar la mano
del hombre. Han reducido á átomos el algodón en bruto;
luego aprovechando la circunstancia de que estos átomos
se atraian unos á otros, los han estendido al rededor de
un cilindro, han formado una capa ligera, COfiO la hoja
de agua que se desprende de una cascada, han convertí-
do esta hoja en hilo, han torcido este hilo y le han dado la
finura del cabello mas delgado. Este hilo ha sido la ad-
miracion de la India; y aunque recargado con los gastos de un
doble viage y después de asegurar la fortuna del mecánico,
del hilandero y del negociante inglés, destruye por su bajo
precio la competencia del mismoalgodon indiano. Y esas pre-
ciosas telas que antes se llamaban indianas, se fabrican ya en
Europa y se venden después en la India. ¡Desgraciados indios
víctimas de la competencia! Sin duda sois dignos de lástima;
pero en cambio, los habitantes de las tres cuartas partes del




~O() DE LA PROPlEDAD.
mundo pueden vestirse con telas de algodon á muy poca
costa, y los habitantes de nuestras ciudades, que 110 las tenían
sino cuando las mugeres ricas las daban á las mugercs pobres,
las usan ahora diariamente.


Lós hilanderos de lana, principalmente uno que se llama-
ha Ternaux, y que murió en el trabajo, sin popularidad, á
pesar de sus inmensos servicios, al paso que otros, sin haber
hecho nada, han sido el ídolo del pueblo alucinado, los hi-
landeros, digo, queriendo .rival izar con el Tibet envian á un
sábio para que traiga cabras, hilan el pelo y fabrican los
chales que el capricho de nuestras mugcres, fundado ó no
(me abstengo de examinar esta cuestión}, considera inferiores
á los chales de Cachemira; pero al mismo tiempo perfeccionan
el chal de merino, hasta el punto de poder usarlo la mugcr
del pueblo en los días de fiesta. Esta competencia ha causa-
do algun mal en la India y aun en Europa; pero ahora el
pueblo puede vestir telas mejores y mas baratas.


Profundos inventores de la asociacion, muy grandes son
vuestras distracciones. Decísque el pueblo es productor, y
que la competencia le obliga á trabajar á un precio muy bajo;
decís bien: pero, ¿olvidais que también es consumidor, y tan
consumidor, como productor, pues tarde ó temprano con-
sume cuanto produce? Pues bien; suponed que se le pagase
menos (lo cual no es exacto en cuanto al salario del obrero,
como pronto veremos), ¿no habrá compensacion, puesto que
consigue pagar mas baratas todas las cosas? Abrid los ojos;
¿no veis que el pueblo es el que vende al pueblo, J que de
este modo hay compensacion? Ysi el principio de la compe-
tencia ha sido causa de q~e cada uno, animado del deseo de
trabajar mejor que su rival, ha trabajado en mejorarlo todo
l.no habrá ganado el pueblo en cuanto tiene trigo, vestidos,
habitación, y en una palabra, tudas las cosas de mejorcalidad




DE LA PROPIEDAD. 20.
y en mayor ahundancia? Se acusa á los discípulos de nlalthus
porque detienen al hombre cuando va á unirse con la muger,
diciéndole: ten presente que habrá un nuevo ser á quien ali-
mentar en la tierra. Se acusa á estos filósofos de la abstinen-
cia, se les llama bárbaros, y se les denuncia al pueblo, con
raZOD. Contener la fecundidad del género humano, es un crí-
men contra la naturaleza. Si; pero ¿no hay otros discípulos de
Maltllus aun mas vi tupcrables? ¿No hay otros que contienen
al hombre apasionado por el trabajo y ocupado en alimentar,
vestir y dar habitacion al hijo que Malthus prohibe cngen-
drar? El que quiere contener la produccion, el que no quiere
que :-;0 produzca con que alimentar el hijo que ha de nacer, es
mas responsable de la prohihicion que Malthus, porque Mal-
thus se habria retractado si hubiese visto que habia en la
tierra medios de proveer á la subsistencia de los que nacie-
sen despues.


Es, pues, un error atribuirlo todo á la competencia" y no
haber conocido que si el pueblo era productor, tambien era
consumidor, y que recibiendo menos por una parte y pagando
menos por la otra, quedaba entonces en provecho de todos la
diferencia que hay entre un sistema que detiene la actividad
humana y otro que la empuja al infinito en su carrera, dicién-
dole que no se detenga jamás.


Sin embargo, tambien yo cometo un error al espresarme
de este modo, y al admitir, por ejemplo, que el trabajador
pague menos y reciba menos de resultas de la competencia.
Todo sucede mejor que lo he dicho, gracias á la naturaleza
siempre mejor de lo que se la imagina. ¿Entre quiénes se es-
tablece la competencia? ¿Entre obreros y obreros? No: se es-
tablece entre fahricantes y fabricantes. Si se estableciese en-
tre obreros y obreros, la consecuencia seria, en efecto, temi-
ble para estos últimos, porque llegaría el caso de que no pu-




202 DE LA PROPIEDAD.
diesen vivir de resultas de una baja continuada en sus sa-
larios.


Esto puede muy bien suceder en algunos momentos en
que, faltando la obra, tienen que ofrecer sus brazos á cual-
quier precio; pero esta no es la marcha constante delas cosas.
Enlos últimos treinta y tres años, es decir, desde la paz, esta
marcha es digna de ser observada, no porque haya sido arre-
glada por otras leyes distintas de las leyes eternas del uni-
verso, sino porque estas leyes, auxiliadas por las circunstan-
cias, han obrado con mayor poder. Las circunstancias que han
aumentado su accion de un modo tan singular son las siguien-
tes: la paz despues de las guerras mas horrorosas y mas largas
que se mencionan en la historia; la necesidad de descansar y
fomentarse, después de estas guerras; la aplicacion constan-
te y variada de los motores mecánicos á los trabajos industria-
les. Bajo la influencia de estas causas, se han manifestado
tres fenómenos: un precio bajo introducido en la producción
en provecho de los consumidores; un aumento de salario en
favor de los obreros, y una diminucion de beneficio para los
fabricantes. Estos tres hechos se han llevado á cabo en pro-
porciones diferentes, pero de un modo constante é invariable.
No quiero recargar con pormenores un libro destinado única-
mente á sentar principios; sin embargo, presentaré dos ó tres
ejemplos apoyados en cálculos prudentes.


En los últimos 50 años, tres grandes industrias han cons-
tituido el objeto de la actividad humana: el algodón, como la
materia mas usual para el vestido; el hierro, como materia
principal en la construcciou de máquinas, en la edificacion y
en la navegación, y el carbón de piedra, como principio de la
fuerza motriz. Las cantidades producidas en estas tres in-
dustrias se han cuadruplicado y quintuplicado en treinta años,
y el precio de venta se ha reducido á una mitad y á tres cuar-




DE LA PROPIEDAD. 203
tas partes. Citaré particularmente la produccion del algodon
como la mas característica de todas.


En i 8i 4., la Francia empleaba 12 millones dc kilógramos
de algodon en bruto que trasformaba en hilo, telas, mante-
lería, medias, vestidos para hombres, mugercs y niños, etc.
Pagaba á siete francos el kilógramo de mantelería primera, y le
costaba :l:J francos las diversas modificaciones que luego tenia
que espcrimentar. En 1845empleó 63 millones de kilogramos
de algodon en rama, es decir, una cantidad cinco veces mas
considerable, lo cual supone una proporción mayor de produc-
tos elaborados, porque los progresos del hilado y del tegido
han proporcionado mas ganancias con la misma cantidad de
materia. Pongo á dos francos en vez de siete la materia pri-
mera, y á ocho en vez de 33 la elaboracion. Para tener 12
millones de kilogramos de algodou fabricado bajo todas for-
mas, gastó ent 814·, 4·80 millones, y para tener üo millones, en
H>45, gastó 650, es decir, que por una cuarta parte mas en
losgastos, ha obtenido cinco veces mas mercaderías. Como se
vé, el progreso ha sido inmenso. Lo mismo ha sucedido, po-
co mas ó menos, con el hierro y con el carbón de piedra.


¿Es el obrero el que ha sufrido las consecuencias de esta
singular reduccion en los gastos de producción? Afortunada-
mente no. Ha aprovechado la baja en el precio de compra de
todos los objetos, y no ha sufrido la baja correspondiente en
su precio de fabricacion. Las máquinas han cubierto esta fal-
ta con su ccoperacion y los fabricantes con su habilidad y sus
sacrificios.


Para los obreros hilanderos y tejedores, el jornal ha au-
mentado de :2 á 3 fr. en cuanto á los primeros, y desde 1 fr. y
50 c. hasta 2 fr. por término medio en cuanto á los segundos.
El mismo progreso ha habido en-el jornal de las rnugeres y de
los niños. Para los. obreros empleados en las herrerías, el jor-




20i DE LA PROPIImAD.
nal se ha aumentado para los forjadores de 3 á ;) fr., y aun
de 6 á 8 trabajando á destajo, para los torneadores en hierro,
de 3 fr. 50 c. á 4 fr. 50 C., Yaun de 5 á 6 fr. trabajando á des-
tajo; para los que pesan el hierro de 3 fr. á 5 Y6, Yaun á 8 á
destajo; por último, para los vaciadores, que son los mas fa-
vorecidos por las circunstancias, de :3 y 4, fr. á H, 9 Y10, Y
aun 12 Ir. diarios trabajando á destajo. Es necesario conocer
que la perfcccion de las máquinas es lo que mas ha contri-
buido á este aumento singular. En cuanto á los obreros de las
minas, el jornal ha aumentado de un fr. 50 c. á 2 fr. 50 c. y
3 francos,


¿Cuál ha sido en esos mismos 50 años la marcha de los
precios con relacion á los objetos de consumo? En cuanto á los
vestidos de algodon, la reducción ha sido de tres cuartas par-
tes en general; para 105 de lana la reducción ha sido casi de
la mitad. El precio del pan no ha tenido una variación not:.l-
hle. El preciode la carne ha aumentado; sin embargo, el
obrero de las ciudades puede comerla dos veces á la semana en
lugar de una vez al mes. El precio de las habitaciones ha au-
mentado por término medio una cuarta parte; pero las habi-
taciones son mejores, aunque no tanto (:0010 deseariamos. En
suma, los salarios han aumentado y el precio de la mayor
parte de los artículos de consumo ha disminuido. El obrero
del campo no ha participado tanto de este cambio favorable;
pero en las cercanías de París el jornal ha aumentado de 36
sueldos á 40, Yalgunas veces ti 45.


¿Cómo se han verificado todos estos cambios? Por la enér-
gica competencia que ha habido entre los empresarios, arma-
dos de procedimientos nuevos. Cuando se han fabricado cinco
veces mas objetos de algodoo, no se han empleado cinco veces
mas obreros. El aumento de brazos ha sido casi insensible;
las máquinas han ejecutado la obra inferior, han desempeña-




DE LA 1'1WPIEDAD. 205
do la tarea de los hombres destinados al trabajo de fuerza; y
el obrero ha sido generalmente empleado en trabajos mas de-
licados. De este modo, el mismo número de brazos ha produ-
cido mayor cantidad de trabajo. Por lo tanto, un número re-
ducido de obreros se han repartido entre sí una suma de sala-
rios mayor, al paso quede resultas de este mismo progreso
han podido tener mas baratos todos los productos que habian
creado mas fácilmente y mejor.


y en las mismas circunstancias, ¿cuál ha sido la suerte
del fabricante? Ohligado á atraer compradores por el bajo pre-
cio y la buena calidad reunidos, trataba de producir mejor y
mayor cantidad; lo conseguia y buscaba sus beneficios, no ga-
nando mucho de pocos productos, sino ganando poco en mu-
chos. Continuando la competencia, ha tenido que contentarse
con ganancias infinitamente menores, y aun en los últimos
años ha habido ciertas industrias, la del algodón por ejemplo,
cuyas ganancias han sido casi nulas; y al paso que el empre-
sario consentia en reducir sus ganancias, no podia reducir el
salario de sus obreros, cuyo número no aumentaba de un mo-
do proporcionado á la masa del trabajo y cuyos brazos era ne-
cesario disp: tarse algunas veces. El empresario, colocado en-
tre el consumidor, á quien tenia que vender mas baratos los
productos, y el obrero, á quien la nueva actividad de la pro-
duccion ponía en el caso de aumentar sus pretensiones, ha.
cedido á ambos; y al paso que el consumidor tenia todos los
géneros en mayor cantidad y mas baratos, el obrero obtenía
un aumento de salario. El empresario, á la vez autor y vícti-
ma de la competencia, reducido á satisfacer dos exigencias,
contrariassufria él solo las consecuencias; esto no ofrece duda
alguna para todos los que conocen la verdadera marcha de la
industria, que los fabricantes, si se examina en su totalidad
el período de los treinta años de paz, han ganado mucho me-




'206 DE LA PROPIEDAD.
nos en los últimos años que en los anteriores. Principalmente
el hilandero de algoJon ha perdido en los últimos diez años
mas de [o que ha ganado. El maestro herrero tuvo una época
favorable cuando llegó á su col mo la estrnvagante precipita-
cion en la ej~cucion de los caminos de hierro; lo mismo ha su-
cedido con los fabricantes de máquinas. La industria minera
ha sufrido constantemente; al principio tuvo una época regu-
lar, pero luego volvió á decaer. Todos estos hechos revelan
una ley constante de la naturaleza, y es que solo el empresa-
rio debe esponerse á los peligros de la concurrencia, entre el
público, al cual debe contentar, y el obrero cuyos brazos ne-
cesita. Corno ser inteligente y emprendedor, y hallándose co-
locado entre dos exigencias, debe ingeniarse para satisfacer á
ambas; y bien sea que venza las dificultades ó que se arruine,
el resultado es siempre ventajoso al mayor número.


Es cierto que resultan dias de crisis en los cuales la indus-
tria se detiene, y el obrero queda sin trabajo y en la miseria,
si no ha reunido algunas economías para estos momentos te-
mibles (prevision que dehe recomendársele, y que le será mas
útilque todos los falsos sistemas inventados en nuestros tiem-
pos). Pero cuando pasan estas crisis, la progresión continúa,
y el obrero halla el precio de los objetos de consumo singular-
mente reducido, y su salario restablecido poco á poco y acaso
aumentado al poco tiempo.


La competencia no pesa por lo tanto sobre él , aunque pro-
duce altcrnciones momentáneas que le son perjudiciales, y que
son para la industria manufacturera Ir que el granizo, la inun-
dacion , la falta de lluvias ó las malas cosechas para la indus-
tria agrícola. Pero ¿se ha descubierto algun medio de hacer
que el mundo marche sin variaciones ni sacudimientos? Su-
primid el deseo de tener lo mejor, 'suprimid el deseo de esec-
del' á los dem.is , y ninguno de los procedimientcs abreviados




ns LA l'nOPIEDAD. 207
que han procurado esta abundancia, con la cual vive e! po-
bre , y solo con la cual puede vivir, porque el bien. solo llega
á él después de haber pasado por los demas , ninguno de eslos
procedimientos hubieran sido inventados. Sin este estímulo,
se hilaria y se tegeria todavía á mano, se emplearían caballos
para mover las ruedas, se maria de la máquina de lUarly en
vez de la máquina al vapor, y la industria se compondria úni-
camente de munopolios. ¿Pues qué, habeis clamado por espa-
cio de treinta años contra los monopolios, los habeis perse-
guido con vuestra reprobaciou en todos los gobiernos, habeis
defendido que solo la competencia podía evitarlos, y la ha-
beis pedido como si fuera la misma libertad, y ahora proponeis
los monopolios bajo el régimen republicano? Esto no me causa
sorpresa, porque he presenciado muchas épocas de revolucion
pero no preteudais ilustrar al mundo con vuestras contradic-
cíone.. Asi , las asociaciones industriales dotadas por el Esta-
do , se pondrian de acuerdo para no producir ó para producir
á un precio determinado, y de este modo se asegurarian el
medio de realizar ganancias suficientes, de no arruinar al ca-
pitalista que les hubiese prestado los fondos, y de-asalariar á
los obreros, que trabajarían sujetos á su propia y benévola vi-
gilancia, no trabajando mas que diez horas, nueve, Ó acaso
menos, y que serian indemnizados cun los dividendos de la
igualdad de los salarios. En esta materia, lo conozco, se han
darlo pruebas de un genio práctico, y confieso sin vacilar que
bajo este cómodo régimen cl capital de las asociaciones no es-
taria comprometido, que su anarquía interior y su pereza se-
rian recompensadas, que habría remuneracion cierta para el
capital y dividendo infalible para los obreros, fuese poco él
mucho lo que trabajasen. Elegid diez fabricantes, ciento. po-
co importa el número; conccdedles la facnl tad de ponerse de
acuerdo en cuanto á la estension de la produccíon , de modo




208 DE LA. PROPIEDAD.
que no puedan aumentarla á su capricho; entonces serán los
árbitros de los precios, porque los precios solo bajan en razon
de las grandes cantidades de géneros que se presentan en el
mercado; podrán ser torpes y perezosos , podrán irse al cam-
po dejando un comisionado, y ni por esto dejarán de hacer
grandes fortunas, porque las ganancias dependen de los pre-
cios y estos de la cantidad producida. Si este es el descubri-
miento, respeto profundamente el genio de sus autores. En
efecto, esta es la invención primera que ha dado un resultado
positivo entre todas las anteriores. Si , con estas condiciones
las asociaciones de obreros prosperarán, y no me inquietaré
ya por la suerte de su capital ni por la fortuna de su gobierno.
Pero, ¿es esto lo que se busca?


Se dirá que exagero para ridiculizar á los filósofos mis
contemporáneos. Declaro que no es esacto, porque este modo
de argumentar seria indigno de la gravedad de las circuns-
tancias. Adenias, ¿hay otro medio de argumentar en este ca-
so? En efecto, ¿en qué se fundan las quejas? En que cada uno,
porsl y ante sí, hace bajar el precio por una concurrencia
ilimitada. ¿Se trata de esto, si ó no? ¿Qué remedio se aplica-
rá? ¿Se dejará que cada uno produzca cuanto quiera, como
antes? Entonces el mal será exactamente el mismo. Nada se
habrá remediado. Acaso se dirá que en los beneficios de la
asociacion habria una parte reservada con que hacer frente á
los tiempos en que el precio sea bajo. A esto responderé que
en el sistema de precio bajo, producido por la libertad que se
concede á cada uno para que produzca sin tasa, no hay me-
dio alguno de hacer esa reserva, puesto que la industria, go-
hornada hoy por la autoridad absoluta del propietario, apenas
cuenta con medios para vivir, y porque no puede concebirse
que una asociación anárquica y perezosa pueda ganar lo que
no gana una autoridad absoluta, servida por una incesante




DE I.A PROPIEDAD. 209
actividad. En este caso se habría aplicado, cuando mas, á la
competencia un simple paliativo, y no podria decirse que se
había cortado la guerra á muerte que se hacen los industria-
les. Por el contrario, si se queria contener verdaderamente
el mal, seria necesario que las asociaciones, asociadas entre
sí, se pusiesen de acuerdo por medio de un gobierno general
para limitar la produccion. Entonces se habria conseguido
realmente un resultado, pero ¿con arreglo á qué base podría
decirse, hay bastantes tegidos de algodon, bastante paño, bas-
tante hierro? Con arreglo á una sola: la del precio, porque en
una sociedad de veinte, treinta, cuarenta ú ochenta mil hom-
hres, es imposible saber si hay ó no bastantes víveres, bastan-
tes vestidos Ó bastantes habitaciones. Solo hay un modo de co-
nocerlo, y es lo que se llama la exageracion ó el envilecimien-
to de los precios. El único elemento de decisión para limitar
la produccion seria sin duda el precio. Vosotros habriais ue-
cidido, por consiguiente, por vuestra propia opinion, esa
cuestion insignificante, esa cuestion de tan poca monta, que se
llama el precio de las cosas. Si, esa es la consecuencia cierta
é infalible del sistema de asociacion; ó no habréishecho na-
da, nada absolutamente, mas que proyectar una reserva que
los fabricantes actuales no pueden procurarse de sus mismas
gananeias, ó habeis contraido la obligacion de fijar el precio
de todos los productos; y en efecto, ¿quién puede fijareste pre-
cio en la sociedad libre? La concurrencia. Si la suprimís, será
necesario que vosotros mismos lo fíjeis.


He aquí, pues, la sociedad que queréis constituir; un in-
menso monopolio en plena república, despues de la caída de
las monarquías, que fueron condenadas porque cometieron el
crimen del monopolio: constituiriais el monopolio de la elec-
cion, Y' el monopolio de la publicidad, y el del impuesto. Esta
seria la última palabra de la nueva fraternidad.




~40 DE LA PROPIEDAD.
Pero los desgraciados campesinos, no podrian éntrar en el


sistema de la asociacion, los obreros de todas clases que tra-
bajan ya individualmente ó reunidos de tres en tres ó de cua-
tro en cuatro, y que no tendrían el beneficio del monopolio,
¿qué harían? Darian el pan, la carne, los muebles y la habi-
tacion al precio de la competencia, conserradasolo para ellos,
y algunos obreros de las ciudades, abusando de la fuerza de la
aglomeraciou, que les ha abierto por algunos dias las puertas
del Luxemburgo, harian pagará los primeros todos los produc-
tos elaborados, el algodon, el paño, el hierro de los arados, y
á un precio que fijarían por ~í mismos. ¿Seria esto justicia y
amor al pueblo? Los inventores de la asociacion no saldrían
de la alternativa en que los he colocado: ó el capital que los
obreros asociados habrán recibido, y que solo podrán recibir
del Estado, se perdería á causa del principio anárquico, inhe-
rente á toda empresa colectiva, ó podrían limitar las cantida-
des y fijar los precios, lo cual entonces salvaria el capital y
aseguraría sus beneficios, condenando á las nueve décimas
partes de la poblacion á pagar todos los productos elaborados á
un precio arbitrario; ó una espcculacion absurda, cuyo capital
suministraria, no se sabe por qué razon, la masa de los con-
tribuyentes; ó una especulacion cierta, en la cual la masa de
contribuyentes pagarla los beneficios exagerados, y todos los
progreso.; de la industria inmolados al monopolio: este es en
realidad el sistema de la asociaciou.


Asi, en presencia de la poblacion de los campos, cuya
vida es constantemente dura, en presencia de una gran parte
de la poblacion de las ciudades, que vive de salarios fijados
por la concurrencia, se habria mirado, segun se dice, por el
bienestar del pueblo, constituyendo el monopolio de algunos
grandes talleres, donde los obreros tienen la ventaja de estar
rennidos en número de mil ó de dos mil. Nueva aristocracia




DE LA PRorIEDAIJ.


que tcudria por titulo principal la aglomeracion de brazos.
Esto que indico no es una quimera, porque si se recorre la
lista de los desgraciados condenados á la trasportacion, se
verán en ella, adenias de muchos estrangeros, varios obreros
perteneciente,", á los talleres donde se gana desde 3 hasta 1O
francos diarios ¿Qué dirán nuestros campesinos, si llegan á
saber la verdad"? ¿(fllé dirán nuestros campesinos, que ga-
nan1 franco y 50 céntimas diarios, al saber que en París cansa
admiración el qne se ganen al dia desde 3 hasta 10 francos?


No quiero conceder á los inventores de la nsociacinn el tí-
tulo de amigos del pueblo. Lejos de ser sus verdaderos ami-
gos, son los aduladores de algunas clases de ohreros, de los
cuales se servirán para dominar al gobierno y oprimir la re-
pública si llegaran á triunfar. Esta es la verdad. Dígase lo que
se quiera, siempre aparecerá como la he presentado,


CAPITULO VIII.


DE LA RECIPROCIDAD.


Las leyes no zmeden producir la baratura, y el numerarle no
puede ser reemplazado con segltridad sino por un papel tan
dificil de adquirir como el numerorio mismo.


Ilé aqui un nuevo reformador, dotado de mas talento que
los otros reformadores, sus rivales, á quienes juzga con tan
implacable severidad, (rue se creería suscitado por la Provi-
dencia para contradecirlos yconfundirlos, y que tan huen jui-




DE LA PHOPIEDAD.


cio muestra al examinarlos, que casi podria dudarse de su
sinceridad cuando se pone á inventar sistemas. IO::l comunis-
tas ¡e inspiran aversión; los autores del sistema de la asocia-
cion le causan risa; en una palabra, todos ir hacen cspcri-
mentar lo (Iue debe sentir cuulquiora persona sensata al ver
tantas puerilidades, y en seguirla, queriendo Ú su vez recons-
tituir la vieja sociedad, hé aqui lo (Ille illlagina.


So encuentra á su parecer que todo cst<~ muy barato y (i UC
sea necesario someter la industria al régimen del monopolio
para subir el precio de las cosas. Por el contrario, piensa que
todo eslá muy caro, demasiado caro, y en este puuto yo me
coloco ú su lado contra los partidarios de la asociaciou, tan
ansiosos de poner coto á la concurrencia. Auuquc di~SpUCS
ele treinta años de paz, hayan disminuido los precios ha-
jo la influencia de una actividad indusui.il c:3traordinarj(l y
de una cedilla profunda, no es m(~IlOS cierto (lllC lllU,';lUS goces
legítimos están todavía prohibidos á las últimas clase;"; del
pueblo. Seria por lo mismo, conveniente un aumento de ba-
ratura. Pero en fin, hace algunos instantes estábamos del la-
do de los enemigos de la baratura, y henos ahora, sin ern-
hargo, con sus mas fervorosos amigos. Yo creia que, dejando
al mundo girar sobre su eje algua tiempo todavía, pcrmitien-
do á la industria. continuar en su desarrollo bajo el régimen de
leyes incesantemente mejoradas, algo de nuevo se hahria he-
cho en esta carrera de baratura siempre creciente. Nada me-
nos que esto; esa misma baratura que ha poco convenia dete-
ner sobre una pendiente demasiado rápida, ahora es preciso
empujarla y precipitarla por ella, y producirla violentamente
con nuestras propias manos. Sea asi; escuchemos y juz-
guemos.


Es indudable, dice el autor de la reciprocidad, que todo se
halla todavía muy caro, y que se llegaria á la verdadera igual-




DE LA PHOPIEDAD. 213


dad si el precio de las cosas disminuyese. Despucs , añade ,
hay un segundo mal, triste cornplicacion del primero. Esos
objetos diversos de nuestros goces, que la caresüa pone fuera
de nuestro alcance, provocarian el deseo de su adquisición
por medio del trabajo; pero para el trabajo mismo hay nece-
sidad de instrumentos; el agricultor ha menester un pedazo
de tierra, el fabricante un obrador; en fin, se necesitan sus-
tancias elementales, materias; oro, que las representa todas,
hace falta oro, ese detestable y odioso rey, mas rey que los
destronados en ,1830 Y t 84.8, cuya propiedad es huir del que
le busca, de manera que no se le puede coger cuando mas se
le necesita. Tales son los dos males verdaderos de lnsocicdad,
la carestía por una parte, y por otra los grandes obstáculos
para alcanzar el numerario, Ó su disposicion á escaparse.
Hasta aquí aun estoy de acuerdo con este reformador; se po-
drían, en efecto, presentar todos los emharazos materiales
que se esperimentan en este mundo con estas dos palabras:
esto es muy caro; Ó bien yo no tengo dinero. No hay ninguno
de nosotros, fuera de dos ó tres banqueros de Europa, á quien
tal cosa no suceda, y acaso estos mismos lo hayan dicho tra-
tándose de empréstitos.


¿Y cómo se proponen curar este doble mal, tan bien ca-
racterizado? Decretando desde 1uego la baratura y supri mien-
do en seguida el numerario. Cierto es que si un decreto puede
tener acción sobre el valor de las cosas, bien vale la pena de
recurrir á él; Ysiendo fácil suprimir el numerario sin necesi-
dad ni obligacion de reemplazarle, su disposicion á ocultarse
quedaria también destruida.


Un espíritu resuelto halla muy pronto medios para todo.
Por un acuerdo del poder legislati va se reducirán todas las
re-utas, tales como el alquiler de casas, arrendamiento de tier-
ras, réditos, sueldas y jornales, y esto hecho, se establecerá




DE LA PROPIEDAD.


la. compensacion. Por otro acuerdo se disminuiráelvalor de las
cosas hasta una cantidad proporcionada, decretando que na-
die podrá en ninguna transacion exigir mas de los precios
conocidos últimamente, limitados al 25 por 100, si aesta c.an-
tidad se han reducido los salarios. Ycomo desde entonces to-
do deudor será auxiliar de este sistema, del mismo modo que
todo comprador, porque ambos estarán interesados en no pa-
gar mas de lo determinado por la ley, habrá seguridad de ser
obedecido, y esto vendrá á constituir una especie de reproci-
dad, porl{uc los salarios habrán disminuido, el precio de los
géneros tamhieu, y se habrá llegado á la baratura sin perjui-
cio de nadie. Suprimo muchos pormenores á fin de que resalte
en todo su brillo el pensamiento capital.


Sigue ahora el procedimiento imaginado con respecto al
numerario. Se le corregirá de Sil vicio á huir suprimiéndole,
10 cual es una manera segura de acabar con él, y se le supli-
rá por medio de un papel de banco, que no será ni el billete
del banco de Francia, el cual también algunas veces tiene el
defecto de huir, ni el papel moneda, verdadera bancarrota, se-
gun el autor, ni el papel hipotecario, otra invencion de las
mas necias, segun el mismo autor, concebida por los partida-
rios de los réditos, Este nuevo papel será establecido del mo-
do siguiente. Se creará un gran banco de cambio que tendrá
por fianza la produccion entera del país, y con la cual quedará.
seguramente bien garantido. En seguida todo trabajador podrá
presentarse en él, y recibirá la suma de papel que necesite
en una proporciou igual á la que le seria concedida de des-
cuento en un banco ordinario. (Este punto no está completa-
mente esclarecido en el proyecto). Este papel, teniendo el
mismo curso que el antiguo numerario, servirá al trabajador
que con su socorro se proporcionará todos los recursos para
trabajar y gozar, será muy activo y perfectamente dichoso,




DE LA PROPIEDAD. 215
hará de su persona un manantial inagotable de producion y un
conducto imposible de llenar. Suprimido el oro, que por su
dificil adquisición y por su facilidad á huir era un obstáculo
puesto entre el trabajo y el hombre, la humanidad trabajará y
consumirá sin fin, y en una palabra, llegará á ser tan feliz
como puede serlo en la tierra. Para que esto suceda, hay su-
ficiente con la supresion de ese ligero obstáculo que se llama
oro. Este doble fenómeno de baratura y supresion cabal de
numerario, logrará el fin que se proponen el comunismo y el
socialismo, y en lo sucesivo nadie pronunciará una de estas
dos palabras funestas: esto es muy caro; ó bien: yo no tengo
dinero.


Se supondrá acaso que yo pretendo, ya exagerando, ya
desnaturalizando estos dos sistemas, hacerlos ó ininteligibles ó
ridículos, y que yo les cerceno de un modo ó de otro todo
cuanto los hace concebibles, practicables, maravillosos, y
cuya mutilaoion los deja incompletos, impotentes é inadmisi-
bles. Declaro sinceramente que hago todos los esfuerzos ima-
ginables para comprenderlos y analizarlos concienzudamente,
y que deseo poner con toda claridad de manifiesto los siste-
mas que comhato para poder mejor refutarlos. La refutación,
enefecto, noes concluyente sinocuando se presenta claramente
el sistema que se combate. Repito, pues, quehago todo loposible
por comprender y hacer comprender á mis adversarios.


Afirmo que para la baratura no hay otro medio indicado
fuera dela rcduccion por decreto de todas fas rentas, alqui-
Ieres, arrendamientos y réditos, seguido de la rcduccion pro-
porcionada de todas las mercaderías; que para la supresion
del numerario no hay otro indicado que el de un papel de ban-
co, afianzado en la produccion entera del pais, entregado por
el banco llamado de cambio á todo productor, con arreglo á.
sus necesidades.




216 m~ LA PROPIEDAD.
Añado, en fin, que después de estas dos creaciones, el au-


tor trata con indignación y desprecio á los inventores del
maximu» y á los autores del papel-moneda, asi antiguo, como
moderno.


¿Se sabe, se me dirá, el motivo de su indignacion? Lo ig-
noro; pero es tanta, que no economiza las esprcsiones para
manifestarla, y en seguida describe las maravillas de su sis-
tema. Se suprimirá por este medio la usura, las comisiones de
banco, el agiu; se destinará para los usos domésticos el oro y
la plata, ~!a inútiles, lo cual facilitará nuevos recursos al lu-
jo y lo hará menos ruinoso; se suprimirá la deuda pública,
siendo reemuolsada con el nuevo papel, aunque de una ma-
nera prudente, y en siete ú ocho años, por ejemplo, se supri-
mirán los gastos de percepción de: presupuesto, porque todas
las contribuciones serán reemplazadas por el producto de des-
cuentos del banco de cambios, lo que ofrecerá la base mas
sencilla y equitativa de impuestos conocida; por otra parte,
se podrán suprimir las aduanas y la diplomacia estrangera y
hasta los ejércitos, por que los pueblos, obligados á tornares-
te papel para proporcionarse nuestros productos y facilitarnos
los suyos, se hallarán ligados indisolublemente á nosotros. Se
habrá, pues, decretado it un tiempo la paz perpetua y la abun-
dancia universal. El representante del pueblo que no com-
prenda y admita estos principios, será declarado incapaz ó
sospechosc.


No supongo ninguna de estas consecuencias; todas son
anunciadas y afirmadas por el inventor de la reciprocidad.


¿Qué se quiere que responda yo al sistema de este refor-
mador, el mas ingenioso dela época? En conciencia no sé na-
da, y nunca me he visto m1S embarazado. Con todo, voy á su-
poner que todo esto es muy serio, y presentaré algunas refle-
xiones tan sencillas como incontestables.




DE LA rnor lEDAD. 217
Desde luego no creo que pueda fijarse arbitrariamente el


precio de las (;OS3S. Estoy tan preocupado contra esto, como
la Francia al dia siguiente del maximusi. Nos introduciriamos
inquisitorialmente y poruna maravilla en los pormenores infi-
nitos de la vida social, se paralizarian sin escepcion todas las
ventas grandes y pequeñas, todos 103 salarios, y hasta las mas
insignificantes gratificaciones; quedarian secuestrados todos
103 valores, desde la simple caja de fósforos basta los objetos
de mas precio; penetrariamos en fin, en la sociedad toda
entera, como la irresistible naturaleza ~se introduce en los
seres para someterlos á sus leyes; y aun cuando después de.
haber obrado un milagro, lográsemos el éxito , nada habría-
mos hecho, porque si el prodigio de la reciprocidad quedaba
exactamente realizado, todo el mundo habria perdido tanto
como ganado. Cuando, por ejemplo, la concurrencia hace
bajar el precio, nosotros pretendemos que el obrero ha gana-
do, porque paga mas baratos los artículos de consumo, mien-
tras que su salario, lejos de haberse disminuido, ha tenido un
aumento notable. Si, por el contrario, su salario hubiese su-
frido una diminucion proporcionada á la que hubiesen sufrido
todos los objetos de consumo, no diriamos que ha ganado; di-
riamos que semejante cosa no le habia causado bien ni mal.
Esto seria tomarse mucho trabajo, el de efectuar un prodigio
sin producir resultado alguno; empero, por lode.nas, este pro-
digio se anuncia sin realizarse. En vano se molesta á la so-
ciedad, pues si se ohtienen algunos valores, no sucede lo mis-
mo con los demas, y siempre se obtiene el menor número;
porque esa pretension de tomar los precios de los mercados
como punto de partida, necesariamente produce esos resulta-
dos. EI~ efecto, todos saben que á la venta de granos acompa-
ñan tarifas á las cuales se arreglan los precios; que los regla-
mentos de policía fijan el precio delpan; peroque escepto estos




~18 DE LA PROPIEDAD.
artículos, todos los demas se venden convencionalmente, sin
dejar huella alguna del precio, sin mas regla que la voluntad
instantánea y siempre variable de millares de contratantes.
Si intentarais conocer la voluntad de treinta y seis millones
de habitantes, descubrir todos los pensamientos que tienen á
cada instante del dia, escuchar todas sus palabras é informar-
se de todas sus acciones, no seria mas cstravagante esta pre-
tension que la de conocer las condiciones de todas las compras
y ventas. Bien saheisque la administracion del registro no ha
podido hacer constar todavía el precio á que se vende un in-
mueble, á pesar de ser un objeto grande, visible y palpable.
Una tierra que vale un millon y una casa de 500,000 francos
se venden públicamente en París por ante escribano, sin que
el fisco pueda conocer exactamente la suma estipulada: ¿y
pretendéis conocer, para reducirlo á cierto arancel, el precio
á que se vende la vara de tela, todos los zapatos y los sombre-
ros que se despachan en Francia"? Ademas, no ignorais lo que
sucede al valor cuando se quiere fijarlo arbitrariamente, que
se convierte en una mentira; pues si declarais que tal ó cual
objeto esperimentará una reduccion de 25 por 100, al mo-
mento ese mismo objeto se evalua en ,133 para volver á apare-
cer justipreciado en1 OO. Cuando la Convencion pretendía que
400 francos en asignados valian efectivamente 100 francos, al
paso que solo valían 10, un objeto que debia costar ~Ofrancos
no se vendía por menos de 100. y cuando para remediar este
inconveniente se fijaba el precio del objeto, amenalanda conel
cadalso, desaparecía el objeto, y cesaba el comercio ó se ha-
da clandestinamente. Todo esto es tan estravagante hoy como
hace cincuenta años. Tan difícil es arreglar los valores como
lospensamientos, los gustos, los deseos y la voluntad del hom-
bre, porque los valores solo son su espresion exacta. Pero en
ambos objetos hay una parte del fenómeno que realizais; co-




DE LA PROPIEDAD. 219
nozco queconseguís obrar contra este ó el otro individuo.
Reduciendo todas las rentas del 25 ó del 33 por 100, obrais
contra el colono y contra el propietario, cuya renta se ha fijado
para algunos alias por medio de un contrato escri too Sin duda
le perjudicáis, y como le perjudicais á él solo, porque el mé-
dico, el abogado, eÍ negociante, el manufacturero, no le reba-
jaran por esto el precio de sus servicios, no deberá atribuirse
este robo á la propiedad, sino á vuestra pretendida recipro-
cidad.


En suma, aunque esto se consiguiese, no se habria techo
nada, pero no se logra el objeto, puesto que se hiere indistin-
tamente á este ó al otro, no se'reducen los valores y se despo-
ja aalgunos individuos.


Bastante he dicho ya sobre este primer medio de asegurar
la felicidad general. El segundo es aun mas estraño, y no me-
rece que nos detengamos á examinarlo.


Convengo en que el oro se oculta, y esta circunstancia lo
encarece; pero voy á revelaros su secreto, y es que tiene un
valor real, incontestable, por cuya causa los hombres lo han
adoptado como agente de los cambios. Cuando hablo del oro,
hablo tambien de la plata, aunque esta no es tan culpable,
porque vale menos. El cambio es la consecuencia forzosa de
la división del trabajo, porque produciendo unos trigo, mien-
tras otros producen telas ó hierro, se necesita que el que pro-
duce trigo lo dé al que produce telas ó hierro, en cambio de
estos artículos que él no tiene. Pero no teniendo que ofrecer
sino trigo, por ej emplo, á todas las personas á quienes se di-
rige, las cuales, en el momento en que recurra á ellas, acaso
necesitarán otra cosa, se ha pensado adoptar un objeto ce-
mun , qlle tenga un valor conocido y universalmente acepta-
do) con el cual puedan todos presentarse en cualquier parte,
con la seguridad de ohtener los géneros que buscan. Se ha




220 DE LA PUOPIEDAD.


elegido la plata y el oro, que tienen un valor intrínseco muy
sólido, y que eula forma de barras valen con corta diferencia
tanto como en la forma de dinero, de lo cual resulta que los
valores solo se dan por otro valor real, y tan real corno el ya-
lar que ellos mismos representan, y se niegan cuando'.no se
ofrece por ellos un equivalente real. El negarse, es una pro-
piedad del valor verdadero. Ahora bien, en cuanto á vuestro
papel, para juzgarlo debidamente, os haré una sola pregun-
ta. ¿Se negará, ó no se negará? Si no se niega á nadie, nadie
]0 querrá, porque esto será una prueba de que no vale na-
da. Lo que se da á todos, nada vale, seahombre ó cosa.


¿Cómo se podrá adquirir? ¿Bastará presentarse en el banco
de cambios, y decir: soy trabajador, ó quiero serlo, para ob-
tener una suma de papel? ¿O será necesario ofrecer garantías
de crédito, de huena conducta, y justificar asi la confianza
que se reclama? Todos, desde el proletario, obrero del campo
ó de las fábricas, hasta el banquero, ¿podrán pedir papel?


Es necesario responder á estas preguntas, porque ninguna
de ellas está resuelta, y por lo tanto está sin base el pro-
yecto.


Si todos sin distincion pueden pedir papel al banco de cam-
bias, confieso que se habrá resuelto el problema, que se ha-
brá destruido en el numerario la disposición á negarse, y com-
prendo por qué se ha preferido el papel al metal; teniendo
papel, no habrá tanta necesidad de dinero. Puede haber pa-
pel para todos, pues bastará simplemente aumentar las edi-
ciones. En este caso, el papel será peor qne los asigna-
dos, porque en 1793 solo era necesario cubrir las necesi-
dades del gobierno, al paso que ahora lo seria hacer frente
á las de todos. Entonces solo inspiraba temores la mar-
cha del gobierno, y ahora lo inspira la marcha del uni-
verso. Todos los que quieran este nuevo dinero para consumir




DE LA PIlOPIEDAD.


ó producir, lo tcnelr': n. Esa es una calumnia , me dirán, que os
complaccis en invcntur contra el sistema. Sea asi ; no deseo
otra cosa que estar tranquilo. Pero en ese caso, ¿espiareis las
acciones del que haya recihido papel del banco de cambios
para saber el uso que l.ace de él? Si no apeláis á estos medios,
nada eonse;:;'uircis. ,Si, por ei contrario, vigilais al que haya
obtenido p:l[lel, p.tra ~aber el empleo que piensa darle, so-
mct.rc.s vuestro banco á una policía ridícula. Pero se me di-
ra que estas son vanas suposiciones. Solo se dará papel al que
lo merezca) y a! que justifique la confianza que reclama. La
apreciacion de su crédito precederá á la entrega del papel.
Conce.l: e·;I0 t.uubicu. Creo que esto es preferible pero se
concederá c) se negará, y de todos modos habrá negatiyas.
Vuest:o papel será tamhieu de dificil reparticion , puesto que
:-~ rL\~'(u'á á unos v se concederá á otros; se dará la importan-


L •


cia de un rey, de ese rey (IlIe llamars oro , y que por un 0]-
"ido, segun decís, no se destronó en 21· de febrero, al mismo
tiempo que la rama segunda de los Barbones. No hay medio;
ó una previa aprcciacion, y esta es la posibilidad de la nega-
tiva, ó una vigilancia posterior, y esto será una policía estra-
fía , ejercida contra los clientes del banco, sin destruir por
eso la. posilniidad de una negativa; porque si la conducta de
esto." clientes no es satisfactoria, no se les vol verá á dar pa-
pel ; y si , por último, como estoy inclinado á creer, no suce-
de lo uno ni lo otro, se dará el papel á cualquiera, la emision
será infinita, y á su lado la emisión de asignados habria pare-
cido insignificante. En este sistema confieso que se aseguraria
el consumo ilirnitado , y se abriría á todos los productos del
trabajo humano una salida segura. Solo se hahria olvidado
aS2surar una cosa, y es el mismo trabajo; porque si se po-
dian obtener nueras cantidades de numerario en papel sin
ofrecer antes en cambio un producto realizado, el consumo




DE LA PROPIEDAD.


precedería siempre á la produccion , ó lo que es lo mismo,
pronto no hahria nada que consumir.


Losantiguos bancos, arreglándose ála naturaleza eterna de,
las cosas, obran de otro modo, y debemos confesar que hacen
grandes servicios, teniendo en cuenta la disposición á negarse
que es inherente al oro. No empiezan diciendo al hombre quc
le bastará presentarse para que se abra un crédito á su favor,
como lo hace un banquero con las personas que conoce, y cu-
yo egemplo no puede imitar con seguridad un establecimiento
colectivo; consienten, si, en descontar los efectos que los co·-
merciantes ó los fabricantes suscriben unos en provecho de
otros para la facilidad de los negocios, efectos que deben ser
pagados en valores efectivos y en plazos determinados. Los
reciben, los examinan por medio de las juntas de descuentos
encargadas de conocer á los comerciales ó industriales de la,
provincia, y adelantan su valor por un interes mediano, cuan-
do el suscritor ofrece garantías y no prodiga su firma. Asi no
abren créditos prévios y generales: abren uno para cada nueva
obligacion, lo cual supone un contrato celebrado entre el que
suscribe y la persona á cuyo favor se ha suscrito la obJiga-
cion; de este modo protegen la produccion, suministrando al
que ha recibido la promesa de un producto futuro el valor de
ese mismo producto. PC!'O nunca se esceden, nunca obran á la
ligera, y se limitan á auxiliar cada transaccion celebrada COIl
el adelanto que conceden; este adelanto lo hacen en papel que
inspira confianza: ¿saheis por qué? Porque puede convenirse
cuande se quiera en oro, es decir , en una moneda que lleva
consigo todo su valor. Si esto no succdiese , el papel de los
bancos no valdría nada.


Asi, la esperiencia demuestra que se puede adelantar por
medio del descuento el instante en que se realiza un producto;
pero con la certeza de que este producto no es una quimera,




DE LA PROPIEDAD. 223
con infinitas precauciones, y por consiguiente, con frecuentes
negativas. En fin, la espericncia demuestra tnmbieu que los
adelantos concedidos por los bancos, los cuales representan
el producto que aun no se ha realizado. no pueden hacerse en
papel, sino con la condición de que este papel pueda conver-
tirse en todo tiempo en oro, es decir, que tenga todas las Cua-
lidades y todos los defectos dc este metal, principalmente el
de negarse, porqueun billete de banco de 1,000 francos puede
negarse tanto nomo 1,000 francos en 01'0.


Asi, ó el banco de cambios de que hablamos es una oficina
permanente, en la cual se dará nuevo papel á todo el que lIe-
guc, es decir, una estravagaucia, ó es un banco que en vez de
descontar abre créditos como los abre un hanquero , lo cual
constituye una práctica muy inferior á la que la esperiencia
ha hecho adoptar, y que consiste cn que solo los banqueros
abran créditos generales, y en que los bancos no descuenten
sino efectos suscritos, y no presten así su dinero sino despues
de celebrarse el contrato. Aun en este caso, no se habrá reme-
diado el mal que da origen á todas las quejas, pues debiendo
ser limitados los créditos, habrá nezativa cuando el crédito se
concluya. O una locura, ó nada nuevo sino una práctica infe-
rior á la que existe: tal seria el nuevo banco de cambios.


Hay sin embargo, una hipótesis de la cual no habla el au-
tor, porque manifiesta el proyecto sin indicar los medios de
ejecutarlo , modo de proceder siempre mas cómodo, y esta hi-
pótesis consiste en (Iue cualquier trabajador puede ohtener
crédito en el banco de cambios, depositando en él mercaderías,
es decir, productos realizados. Pero entonces será un banco de
préstamos sobre depósitos de tnerraderías , una especie dc
Monte de Piedad del comercio. Se ha pensado en estahleci-
mientos de este g('ncro para los tiempos de escasez, pero de
un modo temporal, sin lo cual seria necesario que un estahIe-




DE LA llltOPIEDAD.


cimiento de este zénero se convirtiese en comprador v vende-r...... _ ~
dar universal, ycentralizase en sus manos todo el comercio, que
no puede hacerse bien sino por todos los individuos. En esto
no habria nada nuevo, nada desconocido, nada dudoso, v solo




pudiera. admitir-e en los días de crisis. Y aun en este caso, no
se habría concedido el nuevo papel sino sobre un producto rea-
lizado. Pero delante de este producto realizado, el oro no se
oculta como no sea en ciertos momentos de haraturn gel}l~ral,
y aun entonces se da al precio bajo que indicau las circunstau-
cías. No es por lo tanto un gran favor dar numerario después
de realizado el trabajo. En los bancos ordinarios, se da anti-
cipad.uucutc p!)r medio del descuento. Si por el contrario, de-
biera obtenerse el papel de (IUC se trata antes que el producto,
siempre quedaria en pie la cuestión de, saber qué precauciones
se tomarian para asegurarse de la confianza que merecerla la
promesrt del productor. Asi , Ó el producto antes de entregar
el pape', lo .cual no es un aval' grande, ó el producto después,
]0 cual ohliga á adoptar precauciones para asegurar mas tarde
el producto, suponiéndose necesariamente negativas y mas
ncgati vas, y embarazos de pormenor que convierten el banco
en un depósito general de mercaderías. Lo repito, ó el nuevo
papel no valdría nada, Óigualaria al oro en mala vol untad.


Antes de concluir, bueno será notar con qué soberbio des-
precio se tratan entre sí los reformadores contemporáneos. El
autor del banco de cambios se indigna contra los asignados.
Desprecia el crédito territorial que consiste en un sistema. de
bance que presta papel por la mitad ó la cuarta parte de los
bienes inmuebles. Nota, en efecto, que no vendiéndose los in-
muebles á voluntad, cuando sea necesario en ciertos momentos
recurrir al valor del papel prestado, habrá grandes dificultades,
P0f(iue no se puede vender á la vez tocIa una provincia. Es
cierto. Pero al fin habrá unu hipoteca. Sin duda habrá gran-




DE LA PROPIEDAD. 225
des dificultades, habrá tierras cuando se necesite dinero, lo
cual constituirá una situacion desagradable, y me hace des-
echar por mi parte lo que se llama crédito territorial; pero
¿valdria mas poseer un papel quc no ofrecerla ninguna garan-
tia? La hahria, me dirá el autor, en toda la produccion. Pero
le responderé que esto succderia despues de adoptar numero-
sas precauciones para asegurarse de esta produccion , despues
dc haberse negado con la frecuencia que se niega el oro, y
con el auxilio de una organización muy inferior á la de los
bancos actuales.


He aquí, pues, otro medio de los inventados por los nuevos
reformadores reducido, en mi concepto, á su justo valor. Una
baratura que no produciria efecto alguno si fuese general,
porque todo el mundo darla menos y recibiría menos tambien,
). que si no fuese general, seria un despojo; adcmas, un nuevo
numerario en el papel ó rehusándose como el antiguo, ó dán-
dose al primero que se presentase, idea tan insensata como la
de entregar dinero á cualquiera que lo pidiese: ta] es en suma
el sistema de la reciprocidad.


Supongo, no obstante,unacosa, y es que nosedariaese pa-
pel al primero que se presentase, que no se entregaria al cam-
pesino y al proletario, necesariamente poco conocidos del ban-
co de cambio; que se tomaria la precaucion de limitar las emi-
siones , á fin de que la estravagancia fuese menos completa,
que en las grandes pohlaciones se daria el papel ú algunos de
esos obreros para quienes se ha inventado la asociacion, á al-
gun literato, cuyo talento no hubiese sido todavía conocido y
apreciado, ú algun quebrado poco afortunado en sus especula-
ciones. Pero vuelvo á. preguntar aqui como al hablar de la
asociación, ¿cuándo se pensará al fin en el pobre campesino
que en el Correze ó en las Cevenas se alimenta de patatas ó
castañas? ¿Jamás pensarán en él los socialistas?


10




CAPITULO IX.


DEL nanscao AL 'rRABAJO.


La obligaeion 'impuesta á la sociedad de proporcionar trabajo á
los obreros que carecen de él, no paede constituir un derecho.


Me falta examinar la última invención , que aunque menos
singular y mas práctica, no disimula la pretension de sostener
á costa del tesoro á ciertas personas favorecidas, que son sieer-
pre las mismas, aquellas de quienes se sirven los fautores de
los motines cuando quieren ejercer sobre el gohierno cual-
quiera clase de coacción: esta. invención es el derecho al tra-
bajo. derecho en virtud del cual todo el quc diga que no tiene
trabajo, se cree autorizado á pedírselo al Estado.


¡Cómo! esclarnan, ¿os ncgais á dar trabajo al hombre que
os lo pide par... vivir, al hombre que en vez de arrojarse sobre
la sociedad para arrancarle el pan qU¡~ ella tiene y él no, se li-
mita á querer servirla en pago de la subsistencia que. implora"
¡Luego queréis que robe ó que se muera de hambre! ¿Hay
alguna respuesta, una sola que oponer á pretensiou tan fun-
dada y tan razonablemente espresada? Ninguna seguramente,
si á ese hombre se negara toda clase de socorros, y muchas
por el contrario, muchas igualmente perentorias, si se le dieran
todos los sosorros de que la sociedad puede disponer. Pere




J)E LA I'IWI'IEDAD. 227
replicarán, 10 que ofrecéis es una limosna, y la ofrecéis á
quien no quiere recibirla, á quien es demasiado orgulloso pa-
ra tender la mano, él. quien solo pide el medio de ganar lo que
haya de recibir. A esto. responderé también que jamás la cari-.
dad fué una ofensa para las personas socorridas, que por lo
dornas ese sentimiento de dignidad es laudable, que la so-
ciedad debe apreciarlo y Iacilitur a los que quieran la ocasión
deganar los socorros que de to'.10S modos ha de darles; pero
que no puede considerar como un derecho la pretensión que
contra ella se establece, porque en primer lugar no es un de-
recho, yen segundo, porqnesi la sociedad lo reconociera co-
mo tal, se obligaría á suministrar mas socorros de lo que sus
fuerzas le permitirian. Voy á demostrar en breves palabras es-
tas diferentes proposiciones. Préstenme mis lectores un mo-
mento de atención j' conocerán que bajo ese grito de humani-
dad no hay otra cosa que el grito de las facciones que imitan
la voz de la desgracia, á fin de iutroducirse en el seno de la
sociedad desarmada y destruirla, y que necesariamente Jebe
admitirse uno de dos estreuios: ó los talleres nacionales ó
nada.


Para comprender esto no necesitamos mas que remontar-
nos á los mismos principios. ¿Cuál es el objeto que se propo-
nen los hombres al reunirse en sociedad? Trabajar unos al lado
de otros bajo su protección recíproca, defendiéndose si son
atacados, y socorriéndose si alguno muere de cansancio, de
enfermedad ó de vejez, en medio del trabajo comun, en-
señándose de este modo á obrar mejor por medio de los egeni-
plos que se dan; pero no creo que tengan la mision de propor-
cionarse trabajo UllOS á. otros. La protcccion, el socorro mútuo
y el perfeccionamiento, he aqui el motivo y la ventaja de la
vida en sociedad; he aqui lo que el hombre no encontraria es-
tando solo; he aqui lo que encuentra en el íutimo trato con sus




228 DE L:\ I'ROPJEDAD.
semejantes. Hallándose solo, seria devorado por un animal
mas fuerte, ó sucumbiria por falta de socorro en los casos de
enfermedad y decrepitud. En el estado de aislamiento nada
aprendería, y la ciencia del uno seria perdida para los demas.
Pero cada hombre útil tiene la mision de ocuparse de sí mismo,
de buscarse un empleo, y no sé que incumba á la sociedad
proporcionarle uno. "Ella leprotege en el ejercicio de su trabajo;
puede enseñarle á desempeñarlo mejor; pero buscarle uno,
creárselo artificialmente, me parece cosa superior á sus obli-
gaciones, y sobre todo á su posibilidad. Mejor seriay mas hu-
mano, me dirán, llegar á ese punto y asegurar de ese modo en
todos tiempos á los hombres los medios de trabajar. ¿Quereis
decir que la sociedad debe ohrar como esas asociaciones que
buscan servicio y ocupación á los criados y jornaleros sin tra-
bajo? Os comprendo; pero esas asociaciones prometen sola-
mente su buena voluntad. ¿Por qué no prometen mas? Porque
no pueden mas. Lo mismo sucede con la sociedad,


Para acabar de convencernos de esta verdad, hasla hacer
algunas reflexiones. ¿Cuándo faltará el trabajo? En ciertos ca-
sos felizmente accidentales: en tiempo de escasez. Lo mas co-
mun es que el hombre logre ocupacion cuando quiere de veras
trabajar. En los campos no se verifican jamás esas alternati-
vas de actividad estremada ó de iuaccion completa. No vercis
en la agricultura á ciento ó doscientos mil obreros á cuyos
brazos niegue la tierra repentinamente el trabajo. No obstante,
en las ciudades podrán sufrir también las consecuencias
de una perturbacion comercial esos jornaleros que culti-
van las frutas ó legumbres y trabajan para proporcionar al ri-
co goces refinados. Pero en la agricultura no hay esas crisis
que resultan de la exageracion de ta produccion, y es muy ra-
ro que un hombre que tiene sus brazos útiles no encuentre
una tierra donde cmpicarlos. Otra cosa sucede, como va he
~




DE LA PROPIEDAD. 229
dicho, en las fábricas. Alli durante cierto tiempo sucederá
que faltan los brazos, que se los disputarán, que se pagarán á
precios subidos, porque naciendo de lo exagerado de la pro-
duccion la imposibilidad de vender, se parará de repente, ce-
sará de producir, y si el obrero no ha sido económico, se verá
privado de lo necesario y reducido á la mayor miseria. He
aquilos casos en que el trabajo falta necesariamente y los úni-
cos en que tenemos que ocuparnos. Y preciso es que asi suce-
da, porque si la paralizacion del trabajo fuese el estado ordi-
nario de la sociedad, no tardaria en sucumbir. Si habitual-
mente hubiese un número de brazos á los cuales faltasen cam-
pos que labrar y oficios en que emplearse como telares , fra-
guas, etc., pereceria la sociedad inevitablemente y se verifica-
ría el caso de esa iuvasion de la tierra, y de los capitales de
que ya se ha hablado y que no es mas que una fábula, porque
ordinariamen le hay tierras libres para los que las quieran, y
tierras que se venden á precio mas bajo que antes, y capitales,
instrumentos de trabajo mas baratos que en ninguna época.
Hay, enuna palabra, salvas ciertas escepciones, trabajo prepa-
do para los brazos que se presentan, sin que sea mi animo de-
cir que puedan encontrarlo cuantos lo soliciten; no pienso en
estos últimos, aunque son partidarios acérrimos del derecho
al trabajo. Lo qne digoytengo por seguro es, que el trabajo no
falta sino accidentalmente y en ciertas crisis, en los tiempos de
escasez, crisis que ocurren, no enlos campos, sino en las ciu-·
dades, no en la agricultura, sino en las fábricas.


¿Qué significa ese hecho accidental que se observa en las
fábricas y que se llama cesacion del trabajo? Significa que en
el momento de verificarse, la sociedad no necesita hierro¡ má-
quinas, tegidos de algodon , paños, telas de seda, chales de
cacbcmi ra , etc., porque estos objetos abundan. Pues bien,
¿quereis que el Estado se haga, precisamente para ese momen-




230 DE LA PROPIlr.DAD.
to , fabricante de hierro, de tegidos de algodon, de paños, de
elas de seda, de chales de cachemira? ¿Lo queréis , sí ó no?


tr oda la cuestion versa sobre este punto y no sobre otro al-
guno.


Comprendo muy bien que en el comunismo ejerza el Esta-
do todas las profesiones it la vez; pero fuera del comunismo
¿podeis figuraros al Estado fabricando zapatos, sombreros,
quincalla y objetos de moda? ¿Fabricaria habitual ó acciden-
talmente? Habitualmente seria contra la naturaleza, porque
además de que haria lo que no le conviene, lo que es imposi-
ble que sepa nacer, suscitaria la competencia mas temible á la
industria privada, y la arruinaria ó seria arruinado por ella.
Accidentalmcnte seria mucho p¡~or. ¿Os figurais al Estado
constituyendo á toda prisa fábricas de todo género, csforzún-
dose por espacio de uno ó dos años en ejercer todos les oficios
á la vez para abandonarlos en seguida?


Además de que descmpcnaria estos oficios muy mal, en
primer lugar por su naturaleza que no se prestaría á ello, y
en segundo, por la insuficiencia de su saber, que seria muy
reciente, suscitaría á la in.lustria una competencia mucho
mas peligrosa que la que le opondria fabricando de una ma-
nera constante y permanente. Impediria en efecto el único bien
de esas funestas crisis en que cesa el trabajo, y que consiste en
suspender la producción yen desembarazar á los mercados del
esceso de los frutos que no tienen salida. La cesación del tra-
bajo significaba que la produccion debla detenerse por ser es-
cesiva , y continuar por cuenta del Estado inoportunamente,
con torpeza y á precios subidos. Asi, pues, el remedio seria
no solamente malo, sino inoportuno en SUIllO grado.


No, no, se me dirá, eso es exagerar la idea que combatís;
esa no es la idea misma en su sencillez y precisiou. Nadie
puede creer que el Estado se haga quincallero, platero, tejedor




l>E LA PROPIEDAD. 231


de seda y fabricante de muebles; pero cuando tenga colonias
en Bretaña ó en la Argelia, trabajos en fin, de desmonte ~.
otros, preparados ya en diversas partes del territorio, habrá
cumplido con su obligación. A esto contestaré que no se habla
sériamente ó que sehabla sin haber consultado los talleres
nacionales. Como, ¿reconoceis el derecho, y despees de haberlo
reconocido, pretcndeis que se habrá cumplido satisfactoria-
mente de esa suerte? Eu ninguna época ha faltado el trabajo
de los caminos, y jamás el Estado carecerá de él si tiene un
un poco de prevision. ¿Pero podeis ofrecer un azadon á perso-
nas que manejaban una lanzadera ó un buril? Os dirán que es
una crueldad, y lo es en efecto, porque si intentan los mas su-
fridos manejar el azadan ó la piqueta, se desangrarán pronto
sus manos, y caerán enfermos y estenuados de fatiga, y si el
trabajo es á destajo, como se ensayó en París en los últimos
días de la existencia de los talleres nacionales, apenas gana-
rán para comprar un pedazo de pan, al paso que á su lado un
artesano de profesion puede ganar de ocho á. diez francos dia-
rios. Entonces, ¿qué sucede? Un sentimiento de humanidad se
apodera de los celadores, se paga á esos obreros por no hacer


_:J


nada, y ese socorro que se rechaza en su nombre con tanto
orgullo, se lo proporcionan por medio de una mentira, es de-
cir, que la limosna se convierte en fraude. ¿Será, pues, menos
deshonroso recibir una limosna del Estado, que cometer una
infidelidad, esto es, hacerse pagar un salario por una obra que
no se ejecuta? No es esto todo: he hablado de esos trabajos de
desmonte y de nivelacion en París; pero ofrecedlos en Bretaña
ó en las Landas y veréis si los aceptan. Tomarán las armas por
no salir de París, y no hago aqui una vana suposicion. Las
desgraciadas jornadas de j uuio sucedieron precisamente al
saberse la marcha forzada de los obreros de los talleres na-
cionales.




232 DE LA PROPIEDAD.


o existen, Ó no existen los derechos; si existen, producen
consecuencias absolutas. Si elobrero tiene derecho á que el Es-
tado le proporcione trabajo, debe ser este conforme á sus há-
bitos, á su género de vida y á su talento; un trabajo que no le
estenue, que no lo incapacite para su oficio; un trabajo; sobre
todo, que no le obligue á espatriarse, que no le separe de su
familia, que no deje viuda á su muger, y huérfanos á sus hi-
jos. Es preciso que al dirigirse al gobierno encuentre un taller
dispuesto á recibirle, un telar, una fragua, una sombrere-
ría, etc. O no hay derecho, ó produce estas consecuencias;
porque, repito, poner una azada en las manos de un hombre
que se ha dedicado á teger seda, no es cumplir con un deber,
sino cometer una crueldad. Si este obrero llega á tomarla) la
abandona en seguida; no se sirve de ella y engaña al Estado;
diré mas, eso es colocarse en la necesidad de ser cruel ó des-
moralizar al obrero. Ni comprendo un derecho que tales re-
sultados produzca.


Hay mas: si existe el derecho, debe existir en todos losins-
tantes, y por completo, lo mismo hoy que ayer, lo mismo ma-
ñana que pasado mañana, asi en estío como en invierno, no
cuando os plazca declararlo en vigor, sino cuando el obrero
tenga á bien invocarlo. Pues bien, ¿qué haceis, si conviene á
algunos obreros dejar á su maestro porque no les paga como
quieren, ó porque exige tal condicion que no es de su gusto, y
llegan á pediros trabajo?Desde entonces os haceis cómplices
de todas las vejaciones y violencias, que se ensayen contra los
maestros para obligarlos á subir los salarios. Si el derecho es
un verdadero derecho, y no una lisonja escrita en una l~y pa-
ra no pensar despues en ella; si es un derecho formalmente re-
conocido v eficazmente acordado, darcis á todos los obreros


.


un medio de arruinar la industria con lasubida facticia de los
salarios. Si eréis que esta es una yana suposicion , respondan




DE L..\. PROPIEDAD. 233
por milos talleres nacionales. Muchos fabricantes de París ha-
hian recibido encargos que no podian satisfacer, porque sus
obreros no querían trabajar en beneficio suyo. m ministerio
de la Guerra necesitaba con urgencia mandar hacer cierta par-
te de equipo, y no consiguió que se hiciese sino despues de
mucho tiempo, porquc los talleres nacionales proporcionaban
á los obreros perezosos ó descontentos vacaciones pagadas.
Pero direis, ¿no habria medio dc discernir cuando es ó no
oportuno el derecho invocado? Y qué, ¿es ese el carácter de un
verdadero derecho? Cuando se trata de libertad individual, de
libertad de imprenta, ¿depende del gobierno decir os la con-
cedo hoy, y mañana os la negaré? Esto sucede en el estado de
sitio; pero en el estado de sitio no hay derecho. En el estado
ordinario ¿se dejaría que el derecho dependiese del capricho
del poder, el cual estaría autorizado para decir: hoy se puede
egercer el derecho, pero mañana no; ó bien mañana sí, y
hoy no?


¿Y de dónde procede esa fatal contradiccion entre el prin···
cipio que queréis sentar y la aplicaeiou de este mismo princi-
pie? De que haheis abusado de la palabra para dar á las cosas
un carácter falso y forzado, de que haheis llamado derecho ¿1
lo que no lo es, de que preteudeis convertir en obligacion ab-
soluta, lo que es y debe ser de parte del poder uu simple acto
de buena voluntad. Si tuvieseis derecho al trabajo', a vuestro
derecho correspondería, de parte del Estado, la obligacion po-
sitiva, formal, imprescindible, de daros trabajo, y que este
fuese conforme á vuestros hábitos, á vuestras fuerzas y á vues-
tro talento. No quiero mofarme en materia tan grave; pero
como no hay límite trazado entre los trabajadores, como no
puede decirse que el derecho que existe para una clase, no
existe para la otra, porque si hubiese derechos de clase, ha-
bria que reconocer en el acto una estraña aristocracia, os diré




DE LA PROPIEDAD.


que el derecho al trabajo existe para los médicos sin enfermos,
para los ahogados sin pleitos, para los escritores sin lectores,
como para 10s mismos obreros; que, en fin, el derecho existe ó
ó no existe, y que deheis dar ocupacion á todos ó á ninguno.
En efecto, si sois consecuentes, debeis dar trabajo á todos, y


" ~


en este caso ¿calculais las consecuencias? Preparad, pues,
occpacion para todos esos obreros del pensamiento, como
ellos se llaman, y si el derecho al trabajo es un verdadero de-
recho, ccdedles vuestros destinos o compartidlos con ellos;
porque, lo repito, el derecho de la libertad individual y de la
lihertad de imprenta es absoluto y todos pueden usar de él.lEI
obrero que quiere escribir, puede hacerlo como cualquiera
otro ciudadano. ¿Por qué, pues, el derecho al trabajo ha de
ser por escepcion el privilegio de una sola clase de trabaja-
dores?


A esto solo podeis dar una respuesta razonable, y yo me
apresuro á aceptarla como esceleuto, y es que no podéis hacer
lo que se exige de vosotros; que no podeis dar ocupacion á.
todos losque la piden; que no podéis hacer al gobierno quin-
callero, mercader de modas, fabricante de muebles, pin....
tor, etc.; que no teneis á vuestra disposición un número indefi-
nido de empleos, para darlos á quien los solicite; que creerlo
asi seria locura; en una palabra, que nadie está obligado á lo
imposible, ni aun el Estado, y que pflr consiguiente no hay
ohligacion absoluta, sino solamente conveniencia, y urgencia
de obrar en este punto lo mejor que se pueda. ¿Y adonde nos
conducen estos principios? A decir que ha lugar, no á procla-
mar un derecho, sino á invocar fuertemente la beneficencia
del Estado, é imponerle el deber de emplear todos sus medios
para socorrer á los obreros sin trabajo. Hablando así todo lle-
ga á ser verdadero y sencillo; todos los peligros cesan; todos
los abusos que los partidos.pueden hacer de una declaracion




DE LA PROPIEDAD. 235


insensata, desaparecen. El Estado no puede aceptar el com-
promiso de intentar lo imposible, de poner doscientos mil bra-
zos él las órdenes de las facciones, defacilitar á todos los obre-
ros el medio de interrumpir á su antojo los trabajos de la in-
dustria y subir los salarios, segun su voluntad; porque no
estando obligado á otra cosa que aliviar las miserias, tiene
el derecho de distinguir entre la miseria verdadera y la fingi-
da, entre la desgracia acreedora á los socorros del país, ó la
desgracia facciosa. No se trata ya de un derecho, sino de ro
que hay de mas respetable enel mundo, de la humanidad des-
graciada, á la cual se debe todo, escepto lo imposible, escepto
la violación de los principios en que la sociedad se funda. 1 si
se repite que es una limosna lo quese ofrece, responderé siem-
pre que no es una limosna, sino un acto de beneficencia, que
jamás puede ser ofensi va, cuando es dispensada por quien es
casi tan superior á nosotros como la misma Providencia, es
decir, por el Estado, y dispensada á hombres verdaderamente
desgraciados, desgraciados no por culpa suya, sino de los
acontecimientos. Responderé que á nadie se !e ha ocurrido
decir que San Vicente de Pau! ultrajó la humanidad; y en fin,
que lo que no se quiere recibir á título de socorro, sino á tí-
tulo de salario despues de haherlo ganado, no se ganaria coa
el azadón en la mano, sino que se recibiria sin haberlo gana-
do, lo cual seria un acto mucho menos honroso que recibir una
limosna.


Bajo esta suposicion el Estado deberá buscar medios para
ocurrir á esas horribles crisis en que se paraliza ó cesa el tra-
bajo, y si bien no podrá hacer todo lo que le pidan, podrá al-
go y aun mucho, si tiene previsión, porque nunca fallan al
Estado mil obras públicas que ejecutar como reparo de mu-
rallas, construccion de máquinas y buques, fabricacion de
sables, fusiles y cañones, carruages, arneses, zapatos, som-




DE LA PROPIEDAD.


hreros, paño, telas y hasta palacios é iglesias; y una adrni-
nistracion hábil que reservase estos trabajos para los tiempos
de crisis. que para ciertas fabricaciones, como armas, máqui-
nas, coches, paños y telas, tuviera. establecimientos suscepti-
bles de ampliacion ó de reduccion, segun se quiera; que para
la construccion de plazas fuertes ó palacios tuviese sus fon-
dos preparados, y los tuviera tambien para los momentos en
que la industria privada interrumpiera sus trabajos; que re-
cogieseasi del mercado general los brazos desocupados, co-
mo ciertos especuladores compran los efectos públicos des-
preciados; que á esta previsión administrativa juntase la pre-
vision económica, y guardase su deuda flotante libre y desem-
barazada, de suerte que pudiera hallar dinero cuando nadie lo
tuviese; una administracion que reuniese todas estas circuns-
tancias difíciles, pero no imposibles, lograria disminuirmucho
el mal, ya que no lograra remediarlo por completo. Porque si
el Estado debe fabricar pañopara el equipo de las tropas, ó lona
para las velas de los huques, y si aun debe pensar en res-
taurar el techo del museo del Louvre, hoy pobre y desnudo
como el techo de una caballeriza, no podrá mandar hacer ca-
chemiras ó alhajas preciosas; no podrá atender á todo, y soJo
quedará como medio definitivo y complementario con respecto
á ciertas clases de obreros, la beneficencia noblemente ejerci-
da y dignamente aceptada. No podrá, en Hu, cumplir con el
deber absoluto de dar á todo el que se presente un trabajo
conforme á su profesión ú oficio, desde la cerradura, el reloj
ó la vara de encaje, hasta una plaza de magistrado ó de ha-
cendista. Ese supuesto derecho, que solo envuelve la idea de
lo imposible, no es mas que un protesto inventado por las
facciones para tener un medio de levantar en su provecho
ejércitos pagados por el tesoro.


No se diga, sin embargo, que queremos dejar morir de




DE LA PROPIEDAD. 237
hambre al obrero sin trabajo, porque contestaré que alimen-
tamos al hombre desprovisto de él, aunque sin darle ni un
salario igual al de los tiempos prósperos, ni un salario que
reciba sin trabajar, .ni un salario que le permita hacer su-
bir violentamente la mano de obra, ni un salario, en fin,
que le sirva para ser soldado de la guerra civil. Salarios de
este género sobrepujan á las fuerzas de un Estado, y por lo
tanto no debe siquiera pensar en satisfacerlos, porque comete-
ria un suicidio, un atentado contra la sociedad, concediéndo-
los. Este grito de humanidad que se afecta lanzar cuando se
trata del derecho al trabajo, no es, pues, mas que un grito si-
mulado que imita la voz de la desgracia, y solo revela en rea-
lidad la voz de la facciones.


Tal es la solidez del terreno y último medio imaginado por
Jos socialistas, que como se ve, vale tanto como la asociacion
y la reciprocidad; pero falta deducir de todo lo dicho una con-
clusiou, que será asunto del último capítulo de este libro.


CAPITULO X.


DEL CARACTER GENERAL DE LOS socrALISTAS.


Los socialistas atacan realmente tanto la propl:edad como los
mismos comunistas, y solo atienden á una parte pequeña del
pueblo, á la que se halla aglomerada en las ciudades.


Resumiendo lo que precede, diremos: que queriendo los
socialistas distinguirse de los comunistas, y aun conside-
rando la calificacion de comunistas como un ultrage, han in-
ventado estas tres cosas:




DE LA PIIOPIEDAD.


La asociacion.
La reciprocidad.
El derecho al trabajo.
La asociación que consiste eI1 reunir entre sí ciertas clases


de obreros para especular con un capital suministrado por el
Estado ó formado con sus economías, para procurarse las ga-
nancias del amo, y sostener los precios que la concurrencia
propende sin cesar á envilecer.


La reciprocidad, que proponiéndose un objeto contrario,
decreta la baratura, la prescribe por una reduccion arbitraria
de todos los valores, sustituye al numerario un papel que ha-
hia de dar un banco de cambios, y cuya ventaja seria no ocul-
tarse jamás ni pagar un tanto usurario como el oro y la. plata,


En fin, el derecho al trabajo, con el cual se pretende que
cesará la miseria, asegurando á los hombres desocupados un
empleo inmediato de sus brazos.


He probado que el primero de estos sistemas, la asociación
proporcionaba á algunos trabajadores privilegiados el medio
de especular á cspensas de todos los demás, si el Estado se
constituía en la obligación de suministrar el capital, y los e5-
pondria á arruinarse, si el capital había sido formado con sus
economías; que suprimia ca la industria el único princi-
pio verdadero de acción, es decir, el interés privado: que
introducia en él la anarquía, y <¡ue solo podía evitarse en
este caso una completa ruina, creando elmonopolio en benefi-
cio de algunas industrias, con la supresiou de h concurrencia,
y que aun suponiendo que fuese practicable, solo aprovecha-
ha á las clases de obreros aglomerados en los grandes talleres.


He probado que el segundo sistema, la reci procidad, con-
trario al primero, que prescribe la baratura en vez de la ca-
restia, era igualmente quimérico, porque aun suponiendo que
se realizara, nada se haría, puesto que todos hahrian perdido




1m LA PROPIEDAD. 23H
tanto como hubiesen ganado; pero que no se realizaría, por-
que Jos valores no se pueden obtener á voluntad, pues cuan-
dose obtienen unos, no pueden hallarse otros, y de este modo
se ejercerla un despojo sobre el corto número de valores con
qne se hubiese obrado; que el nuevo papel, sustituido al nu-
merario, ó se daria á todo e! que lo pidiese yno valdría nada, ó
se daría conciertas precauciones y entonces tendria la pro-
pension á negarse y hacerse pagar tan caro como el numerario
mismo; que, por último, aunque este medio serealizase, seria
tan inútil como el anterior para la masa de los obreros, y
principalmente para los del campo que necesariamente serian
desconocidos en los bancos que emitiesen el pape!.


En cuanto al tercer sistema, he demostrado que el Estado
no podia reconocer un derecho que no le era posible satisfacer,
}' cuyo ejercicio seria libre en algunos momentos y no en to-
dos, pudiendo invocarlo unas clases y no las demás; que pro-
clamar un derecho formal era crear en las grandes ciudades


L.


tatleres nacionales indisolubles, constitucionalmente autoriza-
dos para rebelarse, si se pensase en disolverlos; que el Estado
debia dar socorros abundantes, pero que no podia hacer mas;
y que esta última invencion, lo mismo que las otras, solo po-
dia aplicarse á algunos obreros aglomerados.


El primer carácter de estos diversos sistemas es que se
contradicen unos il otros, porque el uno asocia á los obreros
para luchar contra. la ltaratura, el otro por el contrario, quiere
flue esta baratura emane de las leyes, y el último escluycndo
a los dos primeros, y para conseguir directamente el objeto,
quiere que el Estado pague un jornal al obrero que no tiene
trabajo ú que no lo halla á su gusto.


Elsegundo carácter d(~ estos sistemas es que son qui-
méricos, contraries á la naturaleza, impracticables , pues fá-
cil es conocer que asociar entre si á los hilanderos, á los te-




2~O DE LA PROPIEDAD.
jedores , á los herreros, á los mecánicos, á los mineros; aso-
cial' entre sí á estas asociaciones, y asociar despues á las na-
ciones; que fijar por un decreto el valor de las cosas, y crear un
numerario de papel que nunca pueda negarse; ó en fin, mau-
tener constantemente abiertos por cuenta del Estado talleres
donde se fabriquen telasde seda, chales, bisuteria, agujas,etc.;
todo esto equivale á la locura del comunismo.


El tercer carácter de estos sistemas consiste en que violan
la propiedad, como el comunismo, y en que la violan grave-
mente; porqu~ tornar herrerias , talleres, minas, para entre-
garlos á la asociacion, lo cual solo podría hacerse pagándolos
con rentas desacreditadas por la inmensidad de la emision,
reducir arbitrariamente todos los valores, suprimir una parte
de los alquileres, de los arriendos, y de los intereses de los ca-
pitales, mantener abiertos á. costa de los contribuyentes talle-
res nacionales que rivalicen con los talleres privados, elevar
arbitrariamente por una parte los salarios, y envilecer por 1.1
otra los precios, es atacar la propiedad del mil modos crueles,
es violarla y destruirla', en vez de abolirla francamente, como
pretende el comunismo.


El cuarto carácter consiste en que no hacen nada por todo
el pueblo, y en que se cuidan esclusivamente de algunos obre-
ros aglomerados en las ciudades; y el quinto, por último, en
que recurren constantemente á un ser comun , encargado de
proveer á todos los gastos y de hacer frente á las exigencias
de todas las invenciones, de todos los caprichos; al tesoro del
Estado, es decir, al tesoro de todos, y de los pobres mas que de
los ricos, porque los ricos, aunque se les recargue, al fin pro-
ducen poco, pues su número es reducido, y tan poco, quesu
ruina absoluta no empobreceria al tesoro público.


Es, pues, evidente que el bien de todos con los medios de
todos no se halla en ninguno de los sistemas propuestos, rc-




DE LA PR(WIEDAD.


sultando quP. Jos socialistas, aunque pretenden separarse de los
comunistas, no por eso violan menos el principio de la propie-
dad, se muestran solo mas inconsecuentes y menos sinceros,
no se ocupan en realidad sino en una parte del pueblo, no la
parte que sufre mas, sino la mas agitada, la mas fácil de agi-
tar, y por último, qlIe entre ellos, los únicos que hacen algo
para conseguir el objeto quese proponen, son los que solo
quieren dar, como lo imaginó Hobespierre , un jomal á esa
Iraccion para tenerla dispuesta á cualquier movimiento.


Los comunistas son puramente utopistas; los socialistas
tienen la pretensión de ser mas prácticos, y creo que solo jus-
tificarian esta pretension confesando que son facciosos , por-
que no puedo definir de otro modo la voluntad de pagar jornal
y no dar trabajo á cien mil obreros en París, cinco ó seis mil
en Ruan, y un número proporcionado en Lila, Lyou y en
Marsella.


O utopistas ó facciosos, asi defino á los filósofos que para
no llamarse comunistas, han imaginado llamarse socialistas.
Les ruego que me perdonen esta definicion , y les suplico que
crean que en mi juicio sobre sus sistemas, no he obrado por
aversion contra sus personas, sino por un odio'invencihlu a la
insensatez orgullosa, estéril y perturbadora.






LIBRO CUARTO.


CAPITULO l.


DE LA M.\~ERA. DE GRA vAa LA PROPIEDAD pon MEDIO DEL IMPUGSTO•


No es cierto qlte los gobiernos hayan tenido siempre en todos 10$
siglos por mira principal descargar alquna« claees á cSl>ensas
de otras, ni que su único objeto ha sido tomar dinero donr.le
era mas fácil encontrarlo.


No hubiera yo tratado en toda su estcnsion el asunto que
nos ocupa, si no me hubiese propuesto indagar la parte que á
la propiedad corresponde en las cargas públicas. No lo habria
tratado completamente, ni en el fondo, ni en las presentes cir-
cunstaucias , porque, entre los enemigos de la propiedad, los
mas hábiles fundan en el impuesto el triunfo de sus miras. Por
el pronto, dicen, se respetará. la distrihucion actual de los
bienes, ya que la gcneracion presente no,está todavía tan ilus-
tradaque podamos dar completa solucion á las cuestiones so-


. "




244 DE LA !'llOPIEDAD.
ciales ; pero entretan lo, pagarán los ricos. Podemos, pues,
crearlos gastos populares y suprimir los impopulares ,supues-
to que han de pagar los ricos.-Sea, responderé , si I'S justo,
y aun dejando á un lado la cuestión de justicia , añadirú : sea
as! , si pueden pagar los ricos.


No hay asunto sobre el que sea mas corta y falsa la ciencia
económica delaépocacorno en m.. tcria de impuestos. Se cree, por
ejemplo, que hasta ahora los gobiernos no ;abian pensado en
otra cosa que en abrumar al pobre y en aliviar al rico, hacien-
do pesar sobre el uno las cargas de fJtlC se t~cscmharazaba al
otro. Esta suposicion es sin embargo falsa , aun refiriéndonos
á los siglos anteriores á la revolucion de 11789, época en que
Iué introducido por la vez primera en nuestra constitucion so-
cial el hermoso principio de una ¡gualdat} rigurosa delante de
la ley. Cierto que hubo entonces ahusos enormes é intolerables
que la revolución de ,1789 tuvo el honor de destruir, honor
que no tendrá la de 1181.·8, solo por haber sido la segunda;
cierto también que hubo clases exentas ó recargadas de algu-
nos tributos y excepciones injustificables que aprovechaban
solo á pocos privilegiados; empero, salvas estas preocupacio-
nes de la época, reemplazadas hcy por otras de diversa índo-
le y no menos peligrosas, es de todo punto falso que Sully,
Co!bert, Turgot, y otros muchos ministros menos rélebres,
colocados entre aquellos, tan solo pensaron en esquilmar al
pobre y no se propusieron otra mira que una brutal injusticia,
ocupados esclusivameute en llenar las arcas reales, suposicion
gratuita y completamente errónea, pues unos por humani-
dad, y otros por prudencia , trataron siempre de aliviar la
suerte del mayor número y hacerle sufrir lo menos posible,
porque todo sncrificio que se ahorra al pueblo deja un recurso
para nuevas contribuciones. A escepcio.n de 105 nobles y del
clero, favorecidos por los privilegios de la época, había ricos á




DE r,A PROPIEDAD.


quienes ningun privilegio garantía, y que por lo tanto estaban
sujetos á las cargas públicas', Aquellos grandes ministros solo
se proponian un objeto, el de buscar Jos impuestos menos
onerosos y perjudiciales á. la produccion, y contemporizar con
el pais aunque no fuese mas qnc para sacar de él mayor utili-
dad. No se debe, pues, dcsp rcciar su ciencia, ni creer que
todo merece reforma en materia de impuestos, y que retor-
mándo Lodo se indemnizará al pobre de su pobreza y se cas-
tigará al rico por su riqueza. 1\"0 ; por este medio solo se con-
seguiría trastornar el orden social y hacer al pobre mas pobre,
pues es probado que es el qu~ sufre mas en las revoluciones,
porque tcnicudo justamente lo necesario cuando lo tiene, no
puede perder nada sin verse inmediatamente reducido á la ma-
yor miseria, Los ocho meses últimos nos suministran una prue-
h,t convincente de este aserto. Voy , pues, á manifestar en
lllUY pocas palabras donde se hallau en materia de contribu-
ciones públicas lo justo y lo hábi] , y afortunadamente se jus-
tiíicará aqui como en otras parles que lo justo y lo háhil son
idénticos, y que violar la propiedad, ora sravándola indirecta-
mente por medio del impuesto, ora directamente por todos los
géneros de comunismo, no produce mas ventaja. La perturba-
cion , el descrédito y la miseria, son siempre los únicos re-
sultados ciertos de este género de cmpr{~Sa5.




CAPITULO H.


DEL !'RIl'iCIPIO DEL DllTESrO.


E! impuest» debe yracal' lorlos los géneros de productos, asi lus
de la propiedad como los del traboj«.


En primer lugar conviene establecer los verdaderos prin-
cipios de la justicia en materia de impuestos, y en seguida
buscaremos lo que la ciencia económica de todos los tiempos
nos ensena, relativamente á los impuestos mas ligeros y fáci-
les de percibir y menos nocivos á la produccion.


La justicia en materia de impuestos se deriva del origen
del impuesto bien descrito. No existe cn la sociedad un solo
género de trabajo , "-lue consiste en cultivar la tierra , tejer los
hilos, y hacer con estos hilos telas á propósito para vestir, en
construir casas, y en una palabra, cn alimentar, vestir y alo-
jar al hombre; hay adenias otro, no menos indispensable , y
es el que consiste en protejer al primero, en protejer al labra-
dor, al fabricante y al arquitecto. El soldado que lleva las ar-
mas, el magistrado que juzga y cl administrador que preside
á la organizaoiou de todos estos servicios, trabajan tan útil-
mente como el que hace nacer el trigo, el que teje las telas y
el que construye las casas. Asi como el labrador produce gra-
no para el que teje, y recíprocamente, del mismo modo uno y
otro deben labrar y tejer para e! [lue monta la guardia, aplica




DE LA PROPIRDAJ).


las leyes ó administra; pues uno y otro le deben parte de su
trabajo en cambio del que ejecuta por ellos. El dinero del im-
puesto, que es un medio de proporcionarse pan, ó vestidos, ó
habitaciones, es el equivalente debido á los que se han dedi-
cado á diferente ocupacíon , pero igualmente necesaria ~' pro-
ductiva.


Veamos ahora en que proporciondeberán pagar el labrador,
el tejedor, el arquitecto y el banquero, ese impuesto destinado
á recompensar el trabajo de los que llevan las armas, juzgan,
administran y gobiernan por ellos. Al primer golpe de vista
se podria decir ¿por qué el uno ha de pagar mas que el otro?
El uno labra y produce el trigo, el otro es mecánico y produce
las máquinas, el uno gana 2 francos al dia, yel otro 6 : tanto
mejor para el último, porque si el mas hábil gana mas, no es
UDa razon para que pague mas de contribuciones. Pero enton-
ces el comerciante cuyas ganancias diarias .represcntan algu-
nas veces centenares de francos, y el banquero que gana á
veces tambien millares de francos al dia, podrían decir por SIl
parte: tanto mejor para mí si gano mas ; esta es la ventaja de
mi genio natural, porque he sabido buscar un oficio mas lu-
crativo.- Hé aqui la respuesta. verdadera y perentoria á se-
mejante razo namiento.


.Mientras el soldado en la frontera ó en el interior, y el ma
~istrado en el foro, protegen enel mismo día el trabajode todos,
trahajo que representa para el uno 2 francos, para el otro l"
para un tercero ·100 Ypara un cuarto 1000; ellos han ahorrado
al primero una pérdida de 2 francos, previniendo el daño qU(~
una invaslon, un desórden Ó una ilegalidad hubieran podido
causarles. Preciso es que la remuueracicn sea proporcionada.
al servicie recibido, porque además de la justicia está la impe-
riosa necesidad; pues si todos pagaran igualmente, seria nece-
sario quitar al que no gana mas que 2 francos, una parte de




DE LA PROPIEDAD.


su beneficio, de suerte que el desgraciado se veria reducido á
la nada. Hay, pues, tanta conveniencia como justicia en obrar
de este modo, y á decir verdad, una yotra se confunden en
una consideracion única que es la razono


Consecuencia necesaria. de lo dicho, es que el impuesto sea
proporcionado á las facultades de cada uno, y por facultades
debemos entender no solamente lo que cada uno gana, sino lo
que cada uno posee. Asi el individuo protegido en su trabajo por
el que monta la guardia, por el qneJuzga ó administra, es pro-
tegido no 5010 en su trabajo personal, sino tambien en el trabajo
acumulado de sus padres, convertido en buenas tierras, en her-
mosas habitaciones y en ricos muebles. Todo esto supone una
renta de ,10 , 20 Yacaso de 100 francos por dia , y puesto que
se le conserva esta renta, necesario es que pague una remune-
racion por la protección de sus bienes anteriormente adquiri-
dos y por la de los qee adquiere cada dia. Debemos, pues, el
impuesto, segun la renta de nuestro trabajo, y segun la de
nuestros bienes trasmitidos ó adquiridos. Hé aqui lo que se
entiende por impuesto proporcionado á las facultades de ca-
da uno.


Pero asi como debemos una parte dc impuesto por la propie-
dad que poseemos y que nos afianza la proteccion social, del
mismo modo debemos una por nuestra trabajo, la cual debe ser
proporcionada á las utilidades de este trabajo. Asi, pues, tan
ridícula seria la pretension de no someteral impuesto el traba-
jo, como la de no gravar la propiedad. Todo lo que está colo-
cado bajo la proteccion social, todo lo que no existe como la
propiedad, todo lo que no se ejecuta como el trabajo sino al
abrigo de esta. protecoion , le debe una retribuciou proporcio-
nada. Si yo tengo 10 francos de renta al dia, ó diez de salario
procedentes de mi trabajo, os debo una retribución proporcio-
nada á estos 10 francos. Como sucede en una compañía de




DE LA PUOPIEDAD. 249
seguros contra incendios, el principio natural es pagar el riesgo
en proporcion al valor garantido y cualquiera que sea la na-
turaleza de este valor. El único argumento que podria opo-
nerse a esta verdad, seria que la propiedad es la riqueza y el
trabajo es la pobreza, y en este caso hahria una razón aparen-
te fundada sobre el interés que inspira la pobreza v el poco fa-
vor que inspira la riqueza. Pero la alegacion es absolutamente
falsa, y desde entonces el interés tan oportunamente inspira-
do, cae con dicha alegacion.


Si hay en efecto propiedad rica, hay igualmente propiedad
pobre, y si hay trahajo pobre hay tambien trahajo rico. Sirva
de ejemplo un desgraciado campesino qne trabajando toda
su vida, ha adquirido una fanega de tierra que á fuerza de
cuidarle le produce 200 Ó 300 francos con qne se mantiene has-
ta cl fin de sus dias. Esta es la propiedad pobre , y acaso tam-
hicn la mas esparcida. Figuraos tambicn un criado viejo, que
acaba modestamente su vida conuna renta formada con sus eco-
nomías. Esta cs igualmente una propiedad pobre y tan general
como la precedente. Voy ahora á citaros un comerciante, un
ahogado, un médico , ó un banquero , que ganan 10, 20 , 30,
100,000 francos al año y algunas veces 1.000,000. Este es el
trabajo rico, y un trabaje (ple no es raro, si esceptuamos cl úl-
timo, de que en efecto se presentan pocos ejemplares ¿G ra-
yaríais al que garantido por la protcccion social posee una ren-
ta de 300 Ó 4·08 francos con (Iue se proporciona el pan en su
vejez. por esceptuar del impuesto al que debe á la protección
social la facultad de ganar 10,20,30 Y100,000 francos al año?
Resulta, pues, que la pobreza no grava mas que la riqueza á
la propiedad y al trabajo, sino ambas á la vez, porque ya he-
mos visto que hay propiedad pobre como hay trabajo rico. De
este modo la ohservacion de los hechos se encuentra de acucr-
do con la justicia para establecer que todos somos deudores á




:250 VE LA PROPIEI>AO.
la sociedad, cualesquiera que sean los bienes que ella nos
afianza, asi los adquiridos anteriormente como los nuevos, asi
el trabajo antiguo como el nuevo; que el impuesto, en fin, de-
be gravar á todos los géneros de renta sin escepcion porque
todos les deben sus productos, cualesquiera que sea su-natu-
raleza y su orígen.


Es por tanto una iniquidad cualquiera cscepcion que se es-
tablezca en los impuestos. La otorgada antiguamente á los no-
bles yal clero, aunque no rué una injusticia en su orígen, llegó
á serlo con el tiempo. Corno las primeras contribuciones tu-
vieron por objeto mantener á los hombres que se dedicaban á
la guerra, natural era que los señores que servian en persona
no pagasen ninguna clase de tributo, puesto que lo satisfacian
en especie. Pero mas adelante, cuando la nobleza no rué va
mas que un título, degeneró aquella exención en un privilegio
sin motivo y por consiguiente sin justicia. Por lo que hace al
clero, la tierra era su salario, pudiendo ser considerado desde
entonces como naturalmente lihre de las cargas públicas; pm-
pero como esta forma de salario escediera con el tiempo de los
límites de una justa medida y fuese porJo tanto contraria á to-
do buen cultivo, la tierra y la exención del impuesto desapare-
cieron en 1789. Desde esta época, el principio de que cada uno
sin escepcion debe pechar al Estado, segun lo que gana y lo que
posee, ha sido reconocido como el verdadero principio qne la
rcvolucion de 4789 ha venido á inaugurar en el mundo. Nada,
pues, podiamos añadirle que no fuera una iniquidad, tan gran-
de como la que Iué abolida en ·/789, Y la cual consietiria en
eximir al trabajo para gravar á la propiedad, Ógravar á esta
con una cantidad exorbitante. Esto es lo que me propongo
tratar en los capítulos siguientes.




· CAPITULO IIl.


DE LA REPARTlCION DEL IMPUESTO.


El impuesto debe ser proporciona! y no progreslvo.


Sin mas que remontarnos simplemente al orígen del im-
puesto, hemos probado que cada uno debe contribuir á los gas-
tos públicos, no igualmente, sino en proporcion de lo que gana
ó de lo que posee, por la razon natural de que debemos contri-
buir á los gastos de la protcccion social, segun la cantidad de
bienesprotegida. Asi, por ejemplo, si se supone que la Francia
da doce mil millones de producto bruto, y que se necesitan
11,200 millones para hacer frente á los gastos públicos (cálculos
que, como conocerá ellector, son muy hipotéticos), resultará que
cada uno deberá al Estado la décima parte de sus rentas de toda
clase. El que tiene 1,000 francos de renta, ora proceda esta de
su trabajo, ora de sus bienes, deheria 100francos de retribucion
comun. El que tuviese I0,000 francos de diferentes rentas, pro-
piedad ó trabajo, deberia bajo la mismabase de la décima par-
te, 1,000 francos. Del mismo modo los que tuvieran 100,000
francos de diferentes rentas deberian '10,000, resultando que
estos pagarian cien veces y aquellos diez veces mas, porque
la proteccion social asegura á los unos cien veces y á los
otros diez veces mas. Repitiendo aqui la comparucion que ya
he hecho de la sociedad con una compañía de seguros mú-




252 DK LA PROPIEDAD.
tuos, por ser la mas completamente exacta que pudiera cm-
p1C:E, digo que se dche pagar el riesgo cn proporcion de" la
suma de propiedad asegurada. Si se asegura una C<L:\a que Ya-
le 100,000 francos, siendo la prima de;1 por '100, se deherau
'1,000 francos á la compañía, y si la casa asegurada vale un mi-
llon, se deberán 10,000. Estas cosas son de tal evidencia, que
no dchiau sicuicra ser discutidas.


1


Empero ciertos economistas de la épocacuando llegan al lí-
mi:e ele la j usticia, no aciertan á permanecer alli, y han querido
ir mas allá, pretendiendo que el impuesto dehia ser progresivo,
es decir, que la proporción ea lu:;ar de ser de ladccima partepa-
ra todos, dcheria ser, por ejemplo, de la qui,lta para unos, y de
la tercera para otros. Asi (IUC, pagando siempre ;100 francos el
que tuviese /1,000 de renta, bajo la hase de la décima parte, el
que tuvicse I 0,000 debería pagar '::,000 en lli~:,;r del ,000 bajo la
J!d.~.;~ de la quinta parte, y el tercero 3:3,000 en lugar dcl 0,000
hajo l:.l hase de la tercera parte, lo cual supone para el seguli.uo,
, .: , d "'" 1 ' 1 I ..GCiDW parte e contrihncion y para c¡ tercero ai50 mas l C. tri-
1 E' 1 11' " ivo.To uue uuip:e. :)[0 es o quc s~ ama e: llllinc:;;to prJ~~~t'csLr , q (IlUC-


re decir que Gll lugar de arreglar cl impuesto el la estensiou
de la renta y seguir una proporcion constante, se duplica o tri-
plica esta segun es mayor la renta, poco mas Ó menos co-
mo ese mercader que al ver llegar un rico á su puertadiee pa-
o sí: este es rico, pagará mas caro.v-Cuandc se trata de frivoli-
dades de escaso valor, podemos reiruos de esa intencion de ha-
cer pagar á diferente precio las mismas cosas, con tanto mas
motivo, cuanto que esos ricos estraugcros ajustan sin género al-
guno de coaccion, y siendo el mal voluntario, no puede ir mas
lejos. Pero ¿qué diríais si esos compradores se vieran obligados i
comprar y no tuviesen libertad para decir no'?


Suponed que en la tienda de un mercader compráis ;100 li-
bras de un género, es claro que debercis pagar por valor de ,100




DE U PROPIEDAD. 253
libras, yqnc sicompráis 1,000libras pagareis por! ,000¿Creeriais
natural queoshicicran pagar la libra mas cara, si tomarais 1,000
que tomando 100? En general sucede lo contrario, porque el
mercader atiende al mayor beneficio que le proporcionais. Pues
bien, aqui todo es diferente; si cornprais mucho, pagais mas ca-
ro. Si os dirigis á una compañía de trasportes y fletais '1,000,
,1 00,000 toneladas, pagareis corno '1,000, como 100,000, Yge-
neralmente algo menos por tonelada cuando fleteis mas, porqne
antes disminuyen (IUC aumentan los gastos con la cantidad. En
fin, si pertcncceis á una compañía de accionistas y se vota una
conlrihucion estraordinaria dcl Ofrancos por accíon, pagareis
los diez francos, bien tengáis ,100 acciones Ó 1,000. ¿Compren-
dcríais qne representando ;1,000 acciones, os hicieran pagar 20
francos en lugar de ,lO? Semejante exigencia os pareceria con
razon insensata, y ni aun escucharíais al que tuviese el atrevi-
miento de proponeros qne accedierais á ella. ¿Qué otra cosa es
la sociedad sino una compañía donde cada uno tiene mas ó me-
1l0S acciones, y donde es justo ~que cada uno pague en razón
del número de las que posee, en razon de '10, de '100, del ,000,
pero siempre conforme ú la cuota impuesta á todas? Tan injus-
to seria pagar mayor cantidad cuando tuviésemos pocas accio-
nes, como lo seria pagar una menor teniendo muchas. Dehe ha-
ber una regla igual para todos; de otra manera no habrá mas
que confusion, y la sociedad obraría como ese mercader que di-
ce: Este es rico, luego debe pagar mas caro las mismas cosas;
lo que repito, hará reir si se trata de frivolidades, pero que lle-
gará á ser un verdadero robo, si se trata de valores considera-
c•


bIes. Vais á ver en efecto, como de la falta de observancia de la
recla, nace una arbitrariedad inmensa é incalculable.


¿,Cuál es la consideracion que hace pagar á uno en la pro-
porción de la décima parte de su renta; á otro en la proporcion
de la quinta parte, y á un ti~i"'{'..rO en la proporcion de una ter-




25t DE LA l'UOPIIWAD.
cera parte"? No puede ser otra que la siguiente: el primero no
tiene lo suficiente para vivir, el segundo tiene hastante.y elter-
cero tiene demasiado. Comprendo muy hien que digais: este tie-
ne 10,000 francos de renta en lugar de 1,000, Ó 100,000 francos
en lugar de 1,000 ypagará diez veces mas, porque es diez veces
mas rico, Ó cien veces mas, porque es cien veces mas rico> Pero
por qué se ha de decir: si es diez veces mas rico, pagará no diez
veces, sino veinte mas, y si es cien veces mas rico, en lugar de
pagar cien veces mas, pagará trescientosó cuatrocientos mas; ¿.y
por qué"? pregunto. ¿Por qué>? vais á verlo.


Cuando adoplais la proporcion de la décima parte para
todos, el que tiene 1,000 francos de renta y paga 1100 conserva
900. El que tiene 10,000 Y paga 1,000, conserva 9,000; en
fin, el que tiene '100,000 y paga '.0,000 le quedan 90,000. Asi
es que decis del seruudo: 9,000 francos es bastante para vivir,
si sobre todo, se piensa en aquel á quien no quedan mas que
900 francos> Del tercero dccis: 90,000 francos de renta ¡oh! esto
es exorbitante, pensando en aquel á quien quedan 9,000 fran-
cos, y mucho mas exorbitante, asi se piensa'en el que solo con-
serva como residuo 900; luego se puede tomar mas al se-
gundo y mucho mas al tercero. En su consecuencia, se pedirá
en la proporción de la tercera parle al tercero, y le quedarán
66,000 francos, lo cual no solo es bastante , sino demasiado.
¡Cómo! ¿GG,OOO francos, cuando al primero no quedan mas que
900, y se atreverán todavía á quejarse?


Os reto á que me presentéis otro razonamiento como no sea
que el primero tiene lo cstrictameute necesario para vivir con
900 francos, el segundo bastante con 8,000 y el tercero dema-
siado cOIlG6,000¡ lo que equivale á decir que no tenéis mas re-
gla quc el juicio que os conviene formar sobre la riqueza, que
estais sometidos totalmente á una ley agraria, repartiendo las
fortunas, quitando al uno para dar al otro, en una palabra, q¡¡t'




DE LA PHOrIEDAD.


habéis atentado á la propiedad. Una vez fuera de la regla, que
es el valladar de la propiedad, habeis invadido el campodel ve-
cino, para tomar de él lo que os place, mucho ó poco, segun
vuestro juicio. Andad mas adelante en el camino donde habeis
entrado, y donde no tencis mas regla que la siguiente: Esto no
basta para vivir, esto hasta, esto es demasiado; marchad mas ade-
lantc y veréis que habcis ido lejos, muy lejos. En efecto, haheis
adoptado la proporcion de la décima parte para el uno, dc la
quinta para el otro y de la tercera para el tercero, y quedan
al uno 900 francos det ,000, al otro 8,000 de 10,000 v al ter-
. ~


cero 66,000 francos de 1100,000. Decidme: ¿por qué este lími-
te? ¡Cómo! mientras que hay un hombre que no tendrá mas
que 900 francos de renta, se presenta otro que conserva 8,000
y otro que tiene 66,0001 Pero 8,000 es mas de lo necesario si
se considera al que no tiene mas que 900, y 66,000 escede de lo
razonable. ¿Y por qué no se ha dc establecer otra proporcion?
¿Por qué no hemos de fijar la tercera parle para el segundo v la
mitad para el tercero'! Asi mientras el uno tuviese siempre é
invariablemente sus 900 francos, el. otro conservaria 6,600 de
10,000 y el tercero ;50,000 defOO,OOO. ¿Se atreveránadie á de-
cir que estos dos últimos serian dignos de lástima, el uno con
6,600francos y el otro con:SO,OOO?Empero mirando las cosas des-
de el punto de vista de la verdadera humanidad, no se habria
hecho lo bastante; pues para ser completamente humano, seria
precisaotra progresiou, y fijaríamos las dos terceras partes para
el segundo, lo que le dejaria 3,300 francos, las tres cuartas par-
tes para el tercero, lo que le dejaría ;:W,OOO francos é iríamos á
parar á una indulgencia cscesiva con la riqueza, porque des-
pues de todo qucdaria un hombre que tendría 2JS,000 francos
para vivir al lado de otro que no tendría mas que 3,:300 y de
otro, (in fin , que no tendria mas que 900.


Reparad al mismo tiempo, que si sois consecuentes y eleváis




256 Dg L,\ pnOrmDAf>.
sin cesar la progresion , como es justo, vendria á ser de todo
punto inútil la riqueza, porque continuando á ese paso, de las
tres cuartas partes á las cuatro quintas, á las cinco sestas, á las
seis séptimas, á las siete octavas, á las nueve décimas, casi de
nada serviria, por ejemplo, tener 150,000 francos de renta en
lugar de l 00,000, porque en la proporción de las cuatro quin-
tas partes solo quedarian 30,000 francos de renta en lugar de
25,000. De nada serviría tener 2;jO ,000 en lugar de 200,000,
porque en la proporcion dc las seis sétimas partes, quedarían
:3!:S,700 francos en lugar de 33,000, y hasta vendríamos á parar
en que habria peligro en ser rico, porque con semejante pro-
gresion, al llegar tí la proporcion de las noventa y nueve
~cntésimas partes, quedarían '10,000 francos para vivir con
,\ .000,000 de renta. El cálculo prueha, en fin, que aplican-
do una proporcion siempre creciente, el último término se-
ria cero.


Pero no faltará quien diga que exagero; porque si bien se
puede llevar la proporciou hasta cierta medida, no se debe
marchar con tanta rapidez como acabo de hacerlo, y que para
obviar las consecuencias últimas del cálculo, que conduciria á
cero, podriamos detenernos y no pasar mas allá de la mitad,
porque en efecto, en ningun sistema de progresión propuesto se
ha pasado de la proporcion del so por 1100 de la renta. Y¿ por-
qué, pregunto, queréis que nos detengamos? Porque sois mo-
derados. ¿,Y qué regla seguis en vuestra moderación? La regla
que no conviene ahsorver mucho, que es demasiado reducir á
3,300 francos al hombre que tiene 10,000 de renta y á 25,000
al que tiene 100,000; que podiamos contentarnos con tomar al
uno 2,000 francos y dejarle R,OOO y al otro 33,000 dejándole
f>6, 000. De esta suerte estimáis las proporciones que la riqueza
debe conservar en nuestra sociedad. Os Ilamais con un nombre
que no quiero decir aqui , pero que respeto; perteneceis á un




"E LA I'I101IIEDAD. 257
partido que no quiero designar, pero del cual hago caso, y por
ese motivo sois mas moderados. Os doy mil gracias. Pero los
espíritus sonmuy diferentes é inclinados á la contradiccion. ¿Os
acordais de la subasta abierta para los sueldos de los ministros?
El uno propone 60,000 francos anuales.-No, esoes demasiado,
dice otro, bastan .lB,OOO francos.-Eso es tambien demasiado,
replica un tercero; hasta y sobra con 36,000 francos.-Al llegar
aqui , una especie de pudor se apodera de los postores y se de-
tienen. Del mismo modo se procederá para determinar la pro-
gresion del impuesto, y la Asamblea nacional fijará lo que se
debe reservar de la fortuna que os dejó vuestro padre, despues
de haber trabajado toda su vida. Pero aguardad, oigo gritos. El
pueblo sufre, se agita, se agrupa á las puertas de la Asamblea
nacional; en general ha comprendido mal sus órdenes, la sala
de sesiones es invadida y triunfa la república que se llama so-
cial. Se necesitan en el acto mil millones; preciso es, pues,
hallar una progresión mas rápida, porque tlSOS mil millones
hacen falta para que el pueblo no sufra nuevos desengaflos. ¿Qué
detendrá ya á esos triunladores? Nada, porque no existe la re-
gla ; la habéis destruido desde que entrais en ese órden de con-
sidcracion de que tal cantidad no basta para vi vil' , tal otra es
bastante y tal otra es demasiado. No queda mas que el arbitrio
dependiente del gusto, de las costumbres y de los hábitos de los
que han ganado la batalla, esa batalla donde se peleaenvainan-
do la bayoneta. Resulta de esto que no puedo ya contar con
otra garantía que el nomhre que llevais, los compromisos que
haheis contraido en un periódico ó en un discurso, vuestro ca-
rácter, y en fin, el acierto mas ó menos grande de vuestro jui-
cio. Con todo, no olvideis que la moderacion de los que gobier-
nan no fue jamás aceptada como una garantía por nadie, y me-
nos aun, por los que se dicendefensores esclusivos de la liber-
tad.-Sois moderados, acostumbran á responder, y con razon,


17




258 DE LA PltOPIEDAD.


á los que les exigen la arbitrariedad, sois moderados, tanto
mejor para vuestra gloria; pero al fin lo sois, y otros podrian no
serlo, y no lo serian ciertamente. No aceptamos, pues. vuestra
moderacion como garantía. Preferimos una regla cualquiera,
por dura que sea, pero una regla estable, fija, yque,no nos haga
depender de las virtudes de nadie.


Si he tenido la fortuna de hacerme comprender, si mis lec-
tores no han olvidado mis primeros razonamientos, si recuer-
dan lo que he dicho, que la propiedad era fruto acumulado del
trabajo, que si la equidad quiere que se la respete , el interés
social lo quiere mucho mas, porql1e sin seguridad no hay tra-
bajo y sin trabajo no hay prosperidad púhlica , solo la edad
media ó el Oriente; si tienen prcsentes todas estas verdades
conocerán que la propiedad es tan sagrada como la libertad y
¡Iue se necesitan reglas ciertas asi para la una como para la
otra, fIue en una palabra, se necesitan principios. La propor-
cionalidad es un principio; pero la progresion solo es una ar-
bitrariedad odiosa. Si los gastos de la protección social repre-
sentan una décima parte de la renta total, rija la décima para
todos. Comprendo este principio, porque pagaremos en razón
de lo que costemos á la sociedad y del servicio que recibamos
de ella, como en una oompaüln, cuyo capital está dividido por
acciones, si se necesita hacer un pago por acciones, se pagará
la misma cantidad por cada una de ellas, bien tengamos ciento,
bien tengamos mil ó cien mil. Exigir la décima parte de la
renta para unos, la quinta y la tercera para otros, repito que
es una pura arbitrariedad y un verdadero despojo. Me quita-
reis mas ó menos, segun vuestro humor; pero al fin dependo de
vosotros, como en Oriente dependen todos del bajá y en los
caminos de la Calahria Ó de Cataluña de un gefe de bandidos.
Los gefes dc bandoleros no siempre carecen de compasion. Se
citan muchos en Italia y en Espa-ia , á quienes hermosas pri-




DE 1,,\ P1101' lEDA D.


sioneras hahian lograJo enternece:' con sus lágrimas y que les
devolvieran su dinero, y les respetaran adenias su honor
v su vida.
~


Concibo, pues, el impuesto proporcional , es decir, el im-
puesto proporcionado a la parle de los ;astos que se supone
haber hecho la sociedad por vosotros, () :11 servicio que habeis
recibido de ella, como en materia d,~ s,'gl1ros la prima es pro-
porciouada i~ la SUlila a:-:.e,.!,uracla; repito (iue concibo muy bien
este impuesto, porque veo en él un principio. Pero hacer ¡H-
gar á uno mas que il otro estos ga.'tus, por la única razón de
juzgarle demasiado rico y Sil poncr q:1:.~ tiene demasiado para
vivir , lejos de ser un principio. es U:1J arbitrariedad repug-
nante. Comprendo la b',~IH~li(jencia, comprendo qlle la sociedad
no exija nada del indjg\'at(~ reconocidc , qlW se H~ mendigar
por lu~ c.unincs Ó sufricntlo el hambre en su desvan ; pero
fuera de este caso, es nece-aría una r,-'gh para todos los que la
sociedad no ha declarado exentos (L~¡ ¡In puesto á causa de su
miseria. Pillo caridad, completa curida.i i.ara el pobre, y sola-
mente justicia para el rico; pero al fin, justicia, Cierto que es
una virtud amar al pobre; pero no lo ('~ o.liar al rico. Yo que
no soy rico he escrito ~ él e:;t:t m.ix irna (") otra, parte, y la he
escrito por couviccion; porque dcspucs d,,, !la])2l' visto á la so-
ciedad oprimida llastal,8~' por la dnniiu.icion de las clases
altas, CO¡W¡CllC que no la veamos 0pi'im:da desde 18,~8 por la
duminacinu contraria.




CAPITliLO IV.


DE L\S DIFEHEVfES fOfOL\S DEL DlPUE5rO.


La tendencia esencial del impuesto es diversificarse de una manera
indefinida.


Resulta de lo que precede, que el impuesto debe ser pro-
porcionado i lo que se gana ó á lo que se po:-cc, siguiendo una.
proporcion constante para todos, sin diferencia de rico ó de
pobre: esto es lo justo, esto es lo verdadero, esto es sohre todo,
10 cierto. fuera ele esto no hay mas que incertidumbre, arbi-
trariedad v desurden.


01


Si por ejemplo, se lograse saber con toda exactitud lo que
cada cual saca de su trabajo ó de sus capitales, tanto muebles
como inmuebles, se podría, exigiendo la quinta, la décima ó
la vigésima parte de esta suma, segun las necesidades del Es-
tado, llegar á establecer el mas equitativo de los impuestos.
Hasta cierto punto, este impuesto casi único era elque Vauban,
el Arístidcs de la monarquía, quería. establecer en Francia con
el nombre de diezmo real, en un libro que brota por todas
partes el sentido comun mas elevado y la virtud mas pura.
Dejaba, sin embargo, subsistir las contribuciones auxiliares,
ó derechos sobre los consumos, y ciertos productos fundados




DE LA PllOPIEDAD. 261
sobre los servicios públicos, como los correos. El fijaba entre
la décima y la vigésima parte los puntos estremos de este im-
puesto que habia de recaer en todas las rentas.


Sin embargo, este impuesto es puramente quimérico, por-
que no se sabe ni se puede saber de una manera perfectamen-
te exacta la renta qne saca cada cual de sus posesiones ó (L~
su trabajo. Es dificil calcular d valor de las tierras. Si se quie-
re formar un catastro ó registro descriptivo de las tierras y de
las propiedades en que se ha edificado, es difícil y costoso ha-
cerlo, y á cada instante deja de ser exacto, porque las tierras
cambian constantemente de estado ó de poseedor. ¿No se for-
ma un catastro? En este caso el valor de las propiedades es
enteramente desconocido. En cuanto á las rentas de los capi-
tales muebles, son generalmente descouocidos ó es imposible
fijar su valor. Algunos "e pueden someter al impuesto, como
son las rentas sobre el Estado y los créditos hipotecarios,
porque su existencia consta tanto en un gran libro de la deuda
pública comoen las oficinas de los escribanos. Pero además de
ser injusto el imponer contribuciones á ciertos capitales y no
¡í. otros, no se logra cl fin á que se aspira, porque á quien SG
quiere imponer la cuntribucion es al propietario de la renta,
y este, exigiendo mayor interés encuentra el medio de sus-
traerse al impuesto y de hacérselo pagar al que le pidió
el préstamo. Por este camino solo se ha logrado hacer subir el
interés del dinero, tanto en lo tocante al Estado, como á los
particulares. En cuanto á los productos del trabajo individual,
es aun mas dificil descubrirlos, porque ¿quién podrá decir lo
que ganan un comerciante, un abogado, un médico ó un han-
(lucro?


Fundándose, pues, este impuesto en el conocimiento cxac-
to de las rentas de cada individuo, es una cosa puramente
ideal, que es imposible reducir á practica. Los ingleses lo




262 DE LA PHOP1EDAD.
han ensayado; P(~I'O CS~Ú:1 tan seguros dc equivocarse, que
tratan de corregir los errores inevitables ele este impuesto ha-
ciéndolo lo mas pcque!-,~) :);:sihle, puesto qnc suhe tan solo á
tres por ciento, es decir, ;¡, una trigésima-tercera parte <1(' l:t
renta; y no 10 aplican, \):,]0 el nornhre dr.i;¡co11lf'-tl[X, sino cu-
mo una contribucion a:;':il:ar en épocas de apuro, cuidando de
eximir de ól .i las re~1t;:s ("orta~, (\3 decir, convirtiéndolo en
una. e-.peei2 dI: suscricion, c\.igida á las clases acomodadas
para Sa0Jr al L~SDro púhlico de sus ahogos.


Supong;ul1o" sin l'illllargo, <¡!le este impuesto quimérico,
fundado c'n l<t renta vcr.laderu de cada llllO, fuese renlrzahle;
tod.ivia tendría IEl gi',c\'(' iucouvcuieute. qlle cuusistiria ell el
hecho de diriuirse di¡'ec~:~ll\ente á las per-ona«, en exigirles en


L L


ciertos dias del año, tcdr;s los 1l11~"CS, cada trimestre ó cada
semestre, un esta.lo ele /1 t!)¡aiid:~d de sus rentas, en cogerlas
muchas veces despr<~\'('il¡Jls, lo qll(~ sucede especialmente tí
las clases poco acomodadas, por lo ::;encral poco previsoras, y
de aüadir asi á la incomodidud natural del impuesto, sea cual
fuese, la de una C\¡geni';' que se l}j'(~scntará de tina H:Z en un
dia lijo. Este es el ¡ncOil\'(~nic[lt~ de toda cuntribucion directa.
y se' da ::st:~ nombre ú Ll que ya :'l buscar directumente ú las
pcrsanas para exigirles ó uua pa:·t!~ de las rentas de sus p1'o-
piedades, ó una p:Hte (l\~ los productos de su traha]o. Ahora
hicn, los gobiernos, mucho mas atentos de lo que se cree á no
abusar de la seusibilid:«l del contribuyente, han tenido IllUY
en cuenta inconveuicnt- de 1:.,1 tamaño, y por esta razon han
rechazado el impuesto (!!J'''(!) en cuanto de ellos ha dependido;
y cuanto mas rico ha sido el pais (Iue se gobernaba, mas han
apelado al impuesto indirecto, de que r;U]J(» ,'l tratar.


En efecto, se puede coucchir otro illljHlcstfJ dil't~l'cntc del
queso dirige nominativamentc á las personas par;t exig¡rla~
una parte de sus rentas de toda clase; pnede ccncchirse un




V1~ I.A PHOPIEDAD. 263
impuesto que, recayendo en su tránsito sobre todas las cosas
que se COIlS1LllCll, alimento!', vestidos, objetos de lujo, y aun
materias primeras, se confunde asi con al precio de estas co-
sas y se ólgrega al total de su valor. Este impuesto sobre ge-
neras ó mercancías, que se llama indirecto, para diferenciarlo
del anterior, tiene una gran ventaja relativamente al primero,
que consiste en que OCUP;.l. Sil verdadero lugar colocándose en
el precio mismo de las cosas, de que evidentemente dehe for-
mar parle el impuesto; porque asi como el gasto de los segu-
ros contra los naufragios debe hallarse comprendido en el
precio de las mercancías qlW llegan de Ultramar, asi lo que
cuesta la proteccion social para que los productos del trabajo
humano se completen y realicen, debe llegar á formar parte
integrante del precio de estos productos. Por ejemplo, resulta
de esto lo siguiente: confundido el impuesto con el precio de
la mercancía en la plaza, se realiza. sucesiva é insensiblemen-
te, á medida que se verifica el consumo, de manera que el con-
tribuyente, que por lo general carece de prevision, no tiene
que pensar en el impuesto, como en sus alquileres ó en sus
arriendos, y sucede que al pagar los gastos de cada dia ha
pagado al mismo tiempo la parte que le corresponde de las
.;arga3 públicas. Adenias, el impuesto es por su parte volunta-
rio, ya que cercena sus gastos cuando cree que son superiores
á sus fuerzas, yen este caso no paga mas contribuciones que
las que quiere paf;ar, y en proporcion á los goces á que se en-
trega. El impuesto es IBa:; justo, puesto que el rico que consu-
me una parte mayor de los productos sociales paga en mayor
proporcion lo que ha costado protegerlos, y el que por prcvi-
sion, economía ó pobreza se abstiene de consumirlos, se exime
de pagar una parte de los gastos públicos proporcionada á la
parle de consumos de que se abstiene. Este impuesto llamado
indirecto, es, pu'es, insensible, está infinitamente dividido, es




264, DE LA PROPIlmAD.
previsor para el contribuyente que deja de serlo, y es en ge-
neral mas justo.


A pesar de esto tiene tres inconvenicutes; el primero con-
siste cn que es difícil cobrarlo; el segundo cnque algunas ve-
ces perjudica á la produccion; y el tercero en que sucumbe
bajo su propio pesosi se le quiere aumentar desmesurada-
mente.


Es dificil cobrarlo, porque recayendo en todos los ohjetos
de consumo, tiene que variar como ellos, seguirlos en sus mo-
vimientos, en sus trasformaciones, esperarlos á la entrada de
las ciudades, al paso de las fronteras, ir á .casa de los contri-
huyentes á hacer constar su existencia allí donde residen.
adoptar algunas veces la forma del monopolio, y vender las
cosas despues de haberlas fabricado, para estar mas seguro de
encontrar el lugar que le corresponde en su precio. Por estos
medios llega á ser dispendioso, opresivo, contrario á la liber-
tad del comercio.


Tambien es perjudicial á la producción, cuando recayendo
en ciertas materias primeras, hace subir el precio de los pro-
ductos nacionales, que conviene fabricar lo mas barato posi-
hle para inclinar á los estrangeros á comprarlos. En este caso
háy que apelar á medidas sumamente complicadas para resti-
tuir en el momento de la esportacion de los productos Iahrica-
dos los derechos cobrados anteriormente, lo que da. origen á
infinitos fraudes.


En fin, de la misma ventaja de ser voluntario, puesto que
el contribuyente no paga este impuesto llamado indirecto, sino
cuando quiere comprar, resulta el último inconveniente, que
es el de disminuir cuando se le quiere cargar demasiado,
puesto que de la carestia de los ohjetos de consumo produci-
da por la subida de los derechos, resulta que no se consume
tanto, y que el impuesto, aumentado por las tarifas, en lugar




ns LA I'HOPIEDAD.


d{~ producir mas, producemenos, mediante la consiguiente dis-
minucion del consumo. De esto se pudrin además deducir que
un gobierno qne se viese de repente obligado á hacer grandes
gastos, no podría pedir al impuesto indirecto los recursos que
para el efecto necesitase.


Tales son, con sus ventajas y sus inconvenientes, las dos
grandes formas del impuesto, el impuesto directo, que se en-
camina nominativamente á las personas para exigirles tal ó
cual parte de la renta de sus propiedades ó de su trabajo, y el
impuesto indirecto, que apoderándose de todos los objetos que
el hombre necesita, se confunde con el precio de estos; el pri-
mero duro, forzndo , pero fijo; el segundo invisible, voluntario
que se paga insensiblemente, en el momento en que el contri-
huyente tiene el deseo ó los medios de consumir; pero por es-
ta misma razón, dificil de cobrar, á veces peligroso al comer-
cio é incierto en sus productos.


¿Qué hacen los gobiernos para evitar los inconvenientes
de uno y de otro? Varian hasta 10 infinito sus cobros, apelan á
contribuciones que partici pan de estas dos naturalezas del
impuesto, se ingenian de mil modos distintos para aprovechar
el instante en que es mas fácil encontrar, pedir y obtener el
dinero, hacen uso de mil precauciones ingeniosas ptlra conse-
guir que la carga sea menos gravosa al contribuyente, ce-
diendo en esta parte á una prudencia que es excelente en sí
misma, que equivale á la sensibilidad, y que pertenece á todas
las épocas, porque en todas las épocas, lo repi to, se ha tratado
de no sobrecargar á los pueblos, tanto por Lumanidad como
por interés.


Asi es como las categorías principales del impuesto, el di-
recto y el indirecto, se han modificado hasta 10 infinito. Tanto
por familia y por rebaño en el estado nómada; tanto por ter-
reno y por familia en el estado agrícola: he aqui el primer mé-




DE LA l'IlOPIEDAD.


todo que 5C ha seguido. Esto es en efecto lo que se descubre
en todas las sociedades, aun en las menos adelantadas. El im-
puesto indirecto nace PO(~o después, y nace bajo la forma de
portazgo. Los mercaderes tienen quc pasar cou sus mercancias
pnr tal puerto, puente ó desfiladero: se les ohligil. á pagar un
derecho, qUl~ al princi pío es una especie de rescate exigido
por los salteadores. Vienen á vender sus mercancías en un
mercado concurrido; y el soberano de aquel punto les hace pa-
gar ULl derecho de aduiision á ese mercado. COIl C'l tiempo
estos impuestos en cierto modo S0 civilizan; se ablandan en
cuanto á la forma, y en cuanto al fondo se dividen y llegan á
ser mas lineros.


Lo


Asi , en lugar de reclamar una parte tan considerable del
producto anual de la propiedad, se aprovecha el instante en
que cambian de dueño para exijir un derecho de compra y
venta. Se cree qll~ el momento CJi que el comprador va á verse
precisado a reunir en su poder todo el valor para entregar el
precio al vendedor, es el mas oportuno para exigir á uno de
los dos una parte de esa suma, un uno Ó un dos por ciento,
por ejemplo, mil ó dos mil reales sobre cien mil. El que ten-
ga mas inclinacion á tratos entre los dos, será. el qUé tenga.
(lile sobrellevar esta carga. Pero no por esto será menos real
aunque la oc.ision esté hien escogida, porquc una tierra cu-
yo capital de compra ha subido, no representa ya el mismo
producto.


Del mismo modo si el padre ó el tio al morir deja una casa.
una hacienda á un hijo ó á un sohrino, la ocasion es igualmen-
te oportuna para exijir un derecho de trasmision, porque al
que va á ser rico, ó á lo menos ;1 adquirir un bienestar, no le
duele tanto pagar una suma, que al cabo, si es moderado el
impuesto, no viene á ser lilas que una ligera disminuciou de
la riqueza o del bienestar que recibe. Si la herencia no es




DE LA l'HOPIEDAD. 2n7
directa, si no es de padre á hijo, sino de tio á sobrino, ó de
un pariente lejano á otro, se puede concebir que el derecho
aumente, puesto que cuanto menos natural es la sucesion,
tanto mas resalta en ella la obra de las convenciones sociales
que protegen él la propiedad, y mas debe á la sociedad, es
decir, al fisco que la representa. Sin embargo, si por su valor
el impuesto fuese un medio hipócrita de confiscar la propie-
dad misma, sería un verdadero fraude por parte del gobierno,
{Iue encontraria su castigo en el Iraude del contribuyente. To-
do colateral que viese espuesta la tercera ó cuarta parte de
su herencia ft ser confiscada despues de su muerte, la con-
vertiria en inmueble para librarla de las exigencias del fisco;
y el Estado rccihiria el castigo que siempre le impone cual-
quiera exagcracion de tarifa.


Esta especie de contribucion , que se llama derechos de
alcabala y de sucesion, participa de la naturaleza del impues-
to directo. por la propiedad de que depende, y sin embargo es
variable como el impuesto indirecto, depende del movimiento
de las cosas. sube ó baja con la propiedad existente, como
los derechos que gravan á los consumos. Es un verdadero dc-
recho indirecto sobre la propiedad. Tambien se ha imaginado
gravar los contratos que no severifican pormedio deescribano
exigiendo que el papel que contiene las estipulaciones, y que
sirve tamhicu para los actos judiciales, esté marcado con un
sello que no se estampa sino es pagando ciertos derechos. El
Estado cobra este impuesto vendiendo lo que se llama pap6l
sellarlo.


En fin, aunque la justicia dehe ser gratuita en todo país
constituido libremente, es natural exigir á los que imploran sa
anxiliociertos derechos por los actos judiciales, ya que por una
parle, apelando á ella mas que á otros. deben contribuir :llge
mas á losgastos de un servicio cuyas cargas aumentan, y pe!'




268 DE LA PROPIEDAD.
otra, en medio de los gastos que hacen los litigante'; ohsti-
nadas para disputar una propiedad, les duele poco, Jo mismo
que los quc compran ó venden, añadir una pequeña fracción
mas á los gastos que hacen para adquirir ó conservar el ca-
pital mismo.


Asi como el impuesto que grava á la propiedad se modifi-
ca hasta lo infinito, y cohrándosc por medio de los camhios


ó litigios de que es objeto aquella, IleO':l casi ú convertirse en
un impuesto directo, el que grava los productos del trahajo
toma mil formas distintas.


Unas veces grava á las personas por cnbcza , sin tener en
cuenta sus facultades, y entonces se llama capiuicion: Otras
las grava por cabeza segun sus diferentes recursos, y se tr1-
ta de descubrir estos recursos por medio de las apariencias
mas vcrosimiles. En Francia gra vamos á las persouas por
medio de una capitación gradual (pe se llama impuesto per-
sonal y sobre muebles. Cada individuo paga por su persona
tres dias de trabajo, :3 francos, ,í. francos y medio, segun los
paises, y adenias una suma proporcional á sus alquileres, in-
dicio que es gencralmente el mas seguro del bienestar de cada
cual, de manera que el campesino pagará ~~ francos, y cl que
reside en un palacio en París, :500, i ,000 Ó ,1 JiGO francos -,


Para tener aun mayor seguridad de gravar las personas á
proporcion de sus facultades, se hace contribuir á todas las
que egercen profesiones industriales, se les clasifica en dife-
rentes categorías, y se les impone una patente que sube de 30
hasta ~,OOO francos y (l veces mas.


Tenemos otro impuesto gracIual sobre los caudales, á sa-
her, la contribución de puertas y ventanas, que dependien-
do del número de estas las grava segun el lujo de la ha-
hitación.


Después de estos impuestos cuyo objeto es gravar las di-




DE LA 1'/lOPIEDAD.


fereutes clases de renta, ya recayendo en las propiedades, ya
en las personas, y cuya forma es directa unas veces é indircc-
ta otras, vienen los impuestos verdaderamente indirectos, que
gravan los consumos. Asi, mientras que los gobiernos seatre-
ven pocas veces á gra\:ar los alimentos de primera necesidad,
como el pan, por ejcm plo, vacilan menos en gravar los licores,
que unas veces se consumen como alimentos y en ei seno de
la familia, y otras, que es lo mas común, como elementos de
desorden en el seno de las tabernas.


Cuando hay, por ejemplo, un producto de poco valor, co-
mo la sal, cuya necesidad es universal, y que los consumido-
res tienen por fuerza que ir á buscar á un solo punto, es de-
cir <'l, las salinas, los gobiernos seducidos por la universalidad
del uso y por la facilidad de apoderarse del objeto de este en
su punto de partida, estahlecen un impuesto sobre la sal. Lo
hall hecho en todas las épocas, en todos ros paises con mas Ó
menos dureza, segun las épocas de civilizacion, pero todos lo
han hecho. Es una especie de capitacion; puesto que todos los
habitantes de un pais la pagan igualmente; pero una capita-
CiOIl que llega á ser casi insensible porque se oculta en el
consumo.


En fin, siendo el principie del impuesto indirecto gravar
todos los consumos mas generales, ó qne mejor se presten a
los deseos del fisco, ó los menos interesantes, desde que se
conoció en Europa la hoja vegetal llamada tabaco se pensó en
gravada con una eontrihuciou. lJtil á los marinos como pre-
servativo del escorbuto, y á los militares para aliviar los pa-
decimientos de la campaña, no es mas que un vicio entre los
habitantes pacíficos de nuestras ciudades, vicio poco elegante,
poco digno <le serfuvorccido, peroque debe estimularse en pro-
vecho del Eruriov Los gobiernos, sin observar contemplucinn
alguna, con un consumo que constituye un vicio, han buscado




270 DE LA PROPlEDAD.


un medio mas seguro decobrar este irn puesto, y han imaginado
fabricar por sí mismos el tabaco. A esto se llama el estanco ó
monopolio del tabaco. En las épocas en que se raciocina, todo
monopolio debe' ser reprobado, pOi'que el Estado no debe fa-
bricar nada, á no ser pólvora, cañones y buques de guerra,
no pudiendo confiarse á nadie la construccioa de objetos de
esta especie. Sin embargo, los intereses que se enlazan en
Francia al cobro de un impuesto qlle produce f:2O.000,000 de
francos, han hecho olvidar las razones con que se combate
este monopolio.


Ciertos servicios públicos. como el de correos, han ofreci-
do á las naciones los elementos de una renta, haciendo pagar
por ellos alba mas de lo que cuestan en realidad.


Tales son las diversidades infinitas de los impuestos en las
naciones modernas. Se modifican segun los paises, y segun
las formas que adopta la riqueza en cada nacíon.


Lo mismo que las aguas que si;uiendo ciertas direcciones
subterráneas, se reunen en ciertos puntos de la tierra desde los
cuales hrotan en manantiales abundantes, los impuestos adop-
tan las formas propias de cada pais, y ellos por sí se revelan
á los ;obiernos que saben observar á la naturaleza. En bgla-
terra, por ejemplo, pai.s insular, de comercio vastisimo, la
riqueza toda pasa por la costa marítima. En esa misma. In-
glaterra, pais de inmensos consumos, y en que las bebidas
se fabrican en grande en algunas manufacturas poco numero-
sas, el cxcise, qne S'~ cohra por medio de las averiguaciones
que se hacen en algunas ccrvecerias, dá con las aduanas casi
todo el producto del impuesto. Un simple suplemento que
grava las rentas de los individuos, sin otra contrihucion ter-
ritorial, proporciona el suplemento necesario. En Holanda,
pais de agentes marítimos, que hace el comercio de trasportes
para todos los paises, los derechos de tonelada sobre los bu-




DE LA I'ROPJEDAD. 271
qucs, y sobre el tránsito por ciertos canales y puertos, son el
elemento principal de las entradas del tesoro. En Lomhardía,
país agrícola, se impone una contribucion á todo producto de
la tierra que cambia de lugar, hasta al carro de heno qUf~ va
del cortijo al mercado. (Hahlo aqui de lo que existia antes de
'1789, antes qne la revolucion francesa huhiese contribuido
á horrar el carácter peculiar de cada pais', En fin, en Francia,
pais á la vez agrícola, industrial y mercantil, vemos que se
forma una combinación de estos diferentes impuestos, y una
de las mas equitativas que existen en el mundo.


Los impuestos, pues, adoptan el carácter de los paises y
de los lugares en que existen: sc establecen en general alli
donde aparece la riqueza. Se puede y se dche hacer sucesi-
vamcnte que su forma sea la ma... justa y la mas suave; pero
es peligroso suprimir los que han sido consagrados por un
uso antiguo, y se han convertido en costurnhre, para poner en
su lugar otros nuevos, cuya idea no hahia sugerido ya la. cons-
tante observación de la naturaleza de un pais. Esto seria
buscar el agua en los puntos en que no brota. Seria preciso
en este caso escavar hasta una profundidad inmensa para cn-
contraria, y hacer grandes esfuerzos para atraerla á la su-
perficie. Otra ohservacion lllUY justa es que cuanto mayor es
Sil variedad tanto menor cs su peso. Se ha ohscrvado en la
gimnástica que un hombre que se vería agoviado po:' un peso
reunido en un solo volúmen, lo lleva facilmente si se reparte
por todo su cuerpo. La misma ohscrvacion ~e aplica al im-
puesto.


Motivos de esta naturaleza son los que generalmente !J:1l1
servido de guia á la conducta de los gobiernos. Se ha crcidn
que no han pensado jamás en otra cosa que en agovia r á los
pueblos, 'en esquilmarlos, en aliviar al rico para arruinar al
pobre. Esto indica una ignorancia completa de la historia.




272 DE LA PIlOPIEDAD.


tos gobiernos han tratado dcobteuer la mayor cantidad de
dinero con el menor padecimiento posible, asi como en todos
los paises el hombre, al utilizar la fuerza de los animales do-
mésticos, ha tratado que fuera de la manera menos dolorosa
para ellos, y que les permitiese desplegar la mayor cantidad
de fuerza. Asi es que uncia al buey por la cabeza y a'l caballo
por el pecho. Por esta comparacion se vé que no trato tic
adular ni á los gobiernos ni á los pueblos. Solo aspiro á ha-
cer comprender la verdad. Los gobiernos, en una palahra,
han sido lo menos opresores que era posible serlo. Han tra-
tado de cobrar mucho haciendo padecer poco, porque cada
padecimiento que se ahorraba, era, como lo he dicho ya, un
recurso que se economizaba para cuando fuese preciso crear
nuevas contrihuciones. ~o era el fisco el que carecía de razon
entre ellos: era su política á veces locamente belicosa, otras
suntuosa hasta la exagcracion, y siempre imprevisora. El fis-
co hacia lo que podia, lo menos mal que podia , sin que
echemos en olvido qne muchas veces obraba lujo la dirección
de ministros llenos de sabiduría. como SulIy, Ó de génio como
Colhert, ó de humanidad como Turgot, los cuales se esforza-
han por hacer felices á los hombres, haciendo que fuesen pre-
visores y prudentes los gobiernos.




CA.PITULO V.


DE LA DIFUSlO~ DEL IMPUESTO.


El impuesto se subdivide hasta lo infinito, y se inclina á confun-
dirse con el precio de las cosas, hasta tal punto que cada uno
satisface su parte, no en razon de lo qlte paga al Estado, sino
en raz;on de lo que consume.


No habiendo pensado en hacer que esta obra fuese un tra-
tado sobre la hacienda, he delineado los rasgos principales de
las diferentes formas del impuesto solo para indicar el espíri-
tu que ha servido de norma á los diferentes gobiernos , y per-
sistiendo en el punto de vista de mi argumento, voy á inves-
tigar cual de estas formas es la maso menos ventajosa al pue-
hlo , es decir, mas onerosa para el rico , y mas ligera para el
pobre. No vacilo en declarar que la última es la qu~ se debe
preferir sinceramente. tanto por habilidad, como pe:' una es-
pecie de bondad, que existe en el corazon de todos los hom-
bres honrados. Por desgracia, no se conoce impuesto alguno
que presente verdaderamente este carácter. Asi como por una
ilusión que engaña á nuestros sentidos parece ser el sol el que
gira alrededor de la tierra, y no la tierra alrededor del sol, lo
mismo tal impuesto parecegravar á tal clase, y tal impuesto á
otra, sin que en realidad sea asi, El impuesto que es verda-
deramente el mejor aun para el pobre, es aquel que mejor con-


·18




274. DE LA PUOPIEDAD.
viene á la fortuna general del Estado, fortuna que es la del
pobre mucho mas que la del rico, cosa de que no quieren con-
vencerse bastante los hombres. En cuanto al modo de repar-
tirse el impuesto entre las diferentes clases, lo que puede
afirmarse con mas seguridad, es que se reparte en proporcion
de lo que cada cual consume, por la razon , por cierto muy
ignorada y poco comprendida, de que el impuesto se repercu-
te hasta lo infinito, y de repercusión en repercusiou llega por
fin á ser parte integrante del precio de las cosas. De este modo
el que compra mas objetos, paga mas contribuciones. Esto es
lo que yo llamola difusíon del impuesto,adoptando una espre-
sion que se empleaen las ciencias físicas, enque se llama dífu-
sion de la luzesas reflexiones innumerables, mediante las cuales
la luz habiendo penetrado una vez en un centrooscuro por la
mas pequeña abertura, desaparece por todos lados ¡\Icanzando
á todos los objetos quc con su contacto hace visibles.\No tengo
Incliuucion alguna hácia las opiniones singulares. No me gus-
tan mas que las opiniones comunes, asi como en materias de
inteli.ge~cia no me gusta mas que el sentido comun. Si esta no
fuese mas que singular, no me agrndaria; pero es rigorosa-
mente exacta, y voy á demostrarla para tratar de refutar mu-
chos errores muy perjudiciales ti. las clases pobres á quienes
tanto interés se tiene de servir.


El impuesto parece á primeravista que se hapagado, cuan-
do en realidad no ha sido mas que adelantado por aquel ú
quien se exige, mientras qne verdaderamente grava á todos
en una proporeion que voy á tratar de indicar.


Un fabricante que elabora una tela. tiene por fuerza que
obrar de la manera siguiente. ú perecer. Paga el impuesto ter-
ritorial en su fábrica. el derecho de aduanas en la lana, el
algodon ó el hierro, segun sea la materia que trabaje, el de-
recho de aduana en las máquinas que emplea, en el carbón




llE LA PIWl'iEnAH. 275
que quema, el jornal del trabajador, que si sube á 3 francos
en lo interior de París, solo subirá á :2 fuera de la línea en que
se cohran los derechos de consumos. porque es preciso reem-
holsar al artesano hajo la forma de salario los impuestos que
ha satisfecho sobre todos SllS consumos. Ese mismo fahricante
paga su patente proporcionada iL la importaucia de su industria,
su impuesto personal y mobiliario, proporcionado á la esteu-
sion de los edificios que ocupa; paga, en fin, todos los demás
impuestos quc gravitan sobre las materias que él mismo con-
sume. Con estos diferentes desembolsos suma los gastos de la
elahoracion, ycnrnponccon el total el precio de venta, precio al
cual tiene que vender el producto manufacturado de que es Ia-
hricante.Es posible que no se dé cuenta á sí mismo de todos
los elementos que COllC,IlTCn para formar el precio de venta,
y efectivamente vemos todos los dias por las investigaciones
industriales que así es. Pero sabiéndolo Ó ignor.mdolo, no por
eso deja de obedecer el fahricantc á la nece-idud de encontrar
en el precio de SlIS productos todos sus descmholsos , ademas
de cierta ganancia, no importa cual, pero al fin una ganancia.
Supongamos que haya tenido el arte de atraer á sí á los com-
pradores. y qlJe el gusto de estos compradores, muy pronun-
ciado en farol' de sus productos, se proporciona ganancias su-
periores á las que se obtienen en otras industrias: ¿qu¿ suce-
derá'? Al instante mismo se presentarán rivales para disminuir
esas ganancias. ;Asi , por cgemplo , un padre quiere dar car-
rera ú sus hijos. Sabe que en la Iahricaciou del lino, ó del azú-
cal', Ó del hierro, se han realizado últimamente ganancias de
cnnsidcruciou ; forma para sus hijos un establecimiento de es-
ta especie, aumenta la masa del prodneto que daba ganancias
superiores á las de las dcmus industrias, y pronto llega á ha-
cer disminuir la snma de estas ganancias. Donde habia antes
gallallci.a, hay ahora perdida. El fabricante dichoso que hace




276 DE LA PROPIEDAD.
pOCO ganaba demasiado, ve su prosperidad interrumpida. Sin
embargo, resiste por algun tiempo, consiente en fabricar per-
diendo para no abandonar su industria, y seresigna interina-
mente á no cubrir todos sus gastos, contribuciones y prime-
ras materias. Si la pérdida se detiene, persevera; si continúa,
se retira, á fin de noarruinarse. En una palabra, no persiste en
su industria sino mientras que realiza sin interrupcion una
ganancia por pequeña que sea, pero ganancia que com-
prende todos los desembolsos quc he enumerado con un
ligero esceso.


El impuesto, pues, que ha adelantado debe volverse á en-
contrar siempre en el precio de las mcrcaucias que ha fabri-
cado; y el comprador paga este impuesto con esas mismas mer-
cancías. Si el impuesto contribuye á aumentar el precio á mas
de lo que conviene al comprador, este se enfría y compra un
poco menos. Si su gusto es superior á la carestía, persiste, y
pagando hace fabricar en cantidad proporcionada á sus de-
seos la mercancía que le ha agradado. En último resultado, la
contribucion ó impuesto es parte integrante del precio de las
cosas, y la inclinación d~~1 comprador á. estas cosas es lo que
le determina á pagar una parte mas ó menos considerable
de él.


¿,Sucede esto tan solo en lo tocante á los productos manu-
facturados? No por cierto. El hacendado que siembra-trigo, el
que cría rebaños, debe volver también á encontrar en el pre-
cio de lo que produce no solo loquc paga por arriendo ó lo que
le cuesta el cultivo, la siemhra , los jornales, en cuyo valor
ejerce su influencia la contribución que los mismos jornaleros
á quienes ocupa pagan, sino también su contribucion territo-
rial sin cuyas condiciones nbandonaria su estado de labra-, ~
dor ; y de esta manera el pan, cl vino ,. la carne, llegan á ma-
nos del consumidor recargados con gastos dc toda clase, de




nz LA I'ROPIIWAD. 277


que forma una parte muy notable el impuesto territorial. Por
consiguiente, el labrador no ha hecho mas, como todos los
demas productores, que adelantar el impuesto, adelanto que
debe recobrar después, si quiere continuar un oticio que de
otro modo seria ruinoso:


El artesano, que es quien mas depende de los cooperado-
res empleados en la confeccion de todos los productos, se en-
cuentra tamhien en una posicion enteramente idéntica. Es
forzoso que vuelva á recobrar en su salario el precio de las
contribuciones que ha pngadc, porque á no ser asi cambiaria
de profesión , Ó hien se moriría de hambre en ella, y si no
fuese él serian sus sucesores, que abandonarian una profc-
sion que Yl\ les seria irnposihle ejercer. La prueba de que esto
es verdad, es que un artesano qu~ trabaja en lo interior de
Paris recibirá un salario muy superior al del <lue trabaja en las
afneras, por la única razón de que el primero tendrá que pa-
gar los derechos de puertas de que estará libre el segundo. As¡
también el que trabaja en París gana mas que el que trabaja en
Ruan ó en Nevers , siendo por supuesto la profesión la misma
l' la categoría quc en clla se ocupa.


El que por ejemplo hila algodon en el casco de la ciudad
deHuan recibirá 2francos, mientrasque el que en elcampo se de-
dica al tejido dentro de su pequeña choza, se contenta con 30
sueldos, y hasta es mas feliz que el otro. Pero ¿es acaso por
benevolencia que el fabricante paga á uno 40 y al otro 30 suelo
dos? No por cierto. Xccesita al artesano dentro de la ciudad, y
le paga sus impuestos dándole ,f.O sueldos en vez de :30. Un
mercader de muebles tiene interés en hacerlos fabricar en Pa-
rís, porquc la reputacion de buen gusto que tienen los fabri-
caatcs de este gran capital, asegura it sus productos un precio
mucho mas considcrahle. Al mismo tiempo las contribuciones
hacen que todo sea mas caro en París. El mercader de quien




UE LA ptUWn:IHD.


hablamos, para atraer al artesano á la capital, le paga i fran-
cos en lugar de 2.


Asi el impuesto, rechazado por la repercusion en el mismo
instante, viene á ocupar su puesto en el precio oc cada cosa,
precio detcr.ninado al mismo tiempo por la contribucion con
que se le ha recargado, y por la uceesidad que del objeto tie-
nen lo:' consumidores, si se trata de cosas necesarias, ó por su
gusto solamente si se trata de cosas de puro lujo. Pero si el
impuesto ha hecho crece¡' el precio de la cosa, la, necesidad se
restringe, el gusto se contiene, el con.. umo disminuye, y con
él el producto de la contrihucion ó impuesto. En último resul-
tado, la incliuacion á proporcionarse cada. objeto determina
su verdadero precio, y por consiguiente la participación de
cada uno de nosotros en el impuesto. Al fisco toca no recargar
ciertas producciones para no alejar de ellas al consumidor, si
hay interés en propagar su I1S0,


Estas repercusiones son mucho mas numerosas de lo
que se podría espresar por me.lio de la palabra, porque
descubrimos que el pan está sohreca rgudo con el impuesto que
pagó la tierra, con fraccione, de los impuestos que han paga-
do los vestidos del labrador y la reja del arado; el hierro que
sirvió para fabricar esta reja, está sohrccargado con la contri-
bueion territorial que paga la herrería, coa los derechos de
aduanas sobre el carbón de piedra y las máquinas, con todos
los impuestos sobre el pan y los vestidos. El vestido á su vez
está. sobrecargado con 10:i aumentos de gastos que sufre
directa ó indirectamente por medio de las infinitas repercusio-
nes de que acabo de tratar. Cuanto mas complicado sea un
producto, mas producto de lujo será, por mayor número de
manos habrá pasado para llegar á su perfcccion, y tanto mas
costoso será, porque habrá recibido mayor número de estos
aumentos de precios sucesivos, resultado de las mil rcpercu-




DE LA PIlOPIEDAD. 279
sienes del impuesto, Asi un coche de gran valor, en que habrá
entrado madera, hierro, cueros, cristales, sedas, barnices, que
habrá dado ocupacion á artesanos de toda espccie , 8~ hallará
mas recargado contodos estosaumentos de precio, proceden-
tes de todas las clases de contribuciones que representan la
proteccion social. En una palabra, si pudiera someter todos
los objetos con que se alimenta el hombre, con que se viste y
se adorna, con que se deleita el alma yel cuerpo, á un analí..
sis moral tan perfecto como el auallsisquímico, se encontraria
en el precio de su renta las fracciones mas ó menos conside-
rables de todos los impuestos, y divididas en partes infinitas.
En resumen, siendo el valor de una cosa el compuesto de to-
das las clases de trabajo que han concurrido á producirla, el
trabajo de la protección social, representado por el impuesto,
debe ser uno de los elementos que hanentradoen el compues-
to de que hablamos; de aqui se deduce que el que consume
mas cosas, es el que paga la mayor parte de los impuestos,
y por una ley de las mas sabias y equitativas de la Prori-
dencia, hagan lo que quieran los gobiernos, el rico es el que
des pues de todo está mas sometido al impuesto.


¿Deduciremos de esta teoría, rigorosamente exacta, que
todos los sistemas de impuestos son indiferentes? Dios me li-
bre de sostener semejante heregía. En primer lugar hay la
igualdad del impuesto, á 'la que no se podría faltar sin
producir, con una injusticia manifiesta, los mas funestos
efectos. Volvamos la vista, por ejemplo, á aquellas épocas
en que no todas las propiedades territoriales pagaban im-
puestos: para la que estaba libre de él, es evidente que el trigo
le salia mas barato, que no servia de estorbo para que lo ven-
diese tan caro como el que salia dela masa de las tierras que
pagaban contribucion, lo cual constituía el mas injusto de los
favores. Figurémonos un fabricante que poseyese un secreto




280 . DE LA PROPIEDAD.
para producir á menos precio que los densas, este ganarla mas
que los otros; ganancia muy legítima si la debia á su genio,
ilegítima si la debia á un favor. En este último caso se encon-
traba el propietario noble. Figurémonos una localidad á que
se impusiesen menos contribuciones que á otra; esta disfru-
taria igualmente el favor muy injusto de producir mas barato,
cuando las otras producían mas, sin que se le privase de ven-
der al precio general. Figurémonos, por fin, un fabricante que
se ahorrase por medio del contrabando] el derecho sobre la
materia primera; tambien habria para él una escepcion, que
consistiría en producir mas barato, sin vender por eso menos
caro que los que no disfrutasen de semejante ventaja. La le-
galidad del impuesto, como igualdad de las condiciones
de la. produceion para todos, es, pues, la primera de todas
las leyes.


Quedan otras consideraciones que se deben tener en cuen-
ta, y que hacen que los impuestos estén muy lejos de ser indi-
ferentes. Si es cierto que el impuesto, embebido en el precio
de las cosas, no es mas que un adelanto que hace el que lo
paga, no por esto deja de ser el adelanto una carga que se
debe tratar con mucha consideracion, porque no puede vol-
ver al que lo ha hecho con suficiente prontitud, muchas veces
obliga á los valores á salir de su verdadero camino, y recae
directamente en el que lo paga, mientras que los precios -se
graduan segun la tarifa. El impuesto, por la misma razon de
que se reparte en todas las producciones, hace que algunas
sean mas caras, y por esta razon puede traer consecuencias
mas ó menos graves en la produccion de aquellas cuyo precio
aumenta. En fin, puede vejar mas ó menos, ó causar mas ó
menos gasto, segun el sistema de recaudacion que se adopta, y
por todas estas razones merece mucha atencion.


La observación cuidadosa de los hechos, da sin embargo el




DE LA PROPIEDAD. 281
resultado siguiente: el impuesto en el momento que se paga,
eomocontribucion territorial sobre una finca ó una fábrica,
como derecho de aduana sobre una materia primera que atra-
viesa las fronteras, como derecho de consumo sobre los artí-
culos que entran por las puertas de una ciudad, recae mo-
mentáneamente en el que lo paga; pero reembolsado poco des-
pues en el precio de las cosas por el comprador. acaba por
recaer sobre el comprador mismo, en proporcion de sus com-
pras; y no puedo comparar lo que sucede en este caso á otra
cosa mejor que á ese magnífico fenómeno de la luz, que em-
piezacayendo en línea recta sobre los objetos; y se llama en
ese momento lu: radiante; luego se refleja de unos á otros,
llena la atmósfera como un fluido, alcanza y hace visibles los
objetos mismos que no están espuestos á su radiación directa,
y en esas repercusiones infinitas que hacen que todos los ob-
jetos reciban su parte de luz, se llama luz difusa. Por esta
razón he llamado difusion del impuesto ese fenómeno eco-
nómico.


y voy en seguida á las consecuencias, Se dice: cs preciso
aumentar el impuesto sobre la propiedad porque grava al rico,
y disminuir el impuesto sobre los consumos porque grava al
pobre, ó en otros términos, aumentar el impuesto directo y
disminuir el impuesto indirecto, Ahora bien, olvidando la con-
sideracion de <pIe la propiedad territorial está en manos del
pobre en Francia, puesto que cada campesino tiene un pedazo
de ella, suponiéndola mas concentrada de lo que lo está. haré
la siguiente pregunta: ¿Es verdad, sí ó no, que el impuesto
sobre la tierra influirá mas Ó menos en el precio del trigo o
de la carne, segun sea mas ó menos elevado, por la razon de
que el labrador que cultiva cereales ó cria rebaños, tcndra
que reembolsarse de sus gastos, y que el impuesto constituirá
una parte de estos gastos? Pues hien, por medio de la contri-




''282 UF. L~ PROPJF.DAO.
huciou territorial se hace subir el precio del pan y de la carne
que el pueblo consume. ¿'yale esto mas que hacer subir el pre-
do del vino que bebe en la taberna? Se impone una contribu-
cion á tal objeto de lujo; por este medio disminuye la produc-
cion; los artesanos que la producían se aglomeran en otras
profesiones, cuyos salarios hacen bajar á un precio ínfimo.
¿,Será esto acaso otro medio para hacerse útil á las clases po-
hres? Las ideas que están de moda hoy sobre el modo de apli-
car el impuesto, suponen, pues, vistas muy miopes, y po-
drian llegar á ser muy funestas: esto es lo que voy á demos-
trar en el capítulo siguiente.


CAPITULO VI.


DEL BIEN Y DEL MAL QUE PUEDE PROD[ClR EL nlPUESTO.


Las modificaciones que deben hacerse en el sistema de los impues-·
tos en favor de las clast:s laboriosas, no son las que mas gene-
ralmente se proponen.


Acabamos, pues, de ver que no es tan fácil como se cree
evitar ó producir el bien ó el mal, y que adoptando la resolu-
cion de disminuir los impuestos directos y de aumentar los
indirectos, no se consigne ni mejorar la suerte del pobre, ni
disminuir el bienestar del rico.


No conozco un impuesto desde que la revolucion francesa
estableció la igualdad entre todos los ciudadanos , desde que
suprimió las distinciones que existían entre las tierras nobles




DE LA rROI'IF.DAD. 283
y las de los pecheros, repartiendo con toda la igualdad posi-
LII~ sus cargas, desde que aholió ciertas formas de recaudaciou,
las eseucioues, los favores esccpcionales; no conozco, digo, un
impuesto que no se funde en razón y cuya supresion no traiga.
consigo el aumento de otras contribuciones muy pesadas para
la masa de los contribuyentes.


Sequejan del impuesto indirecto, del que recae en la pobla-
cion de las ciudades, porque esta es la población que siempre
se prefiere á la otra; se quisiera suprimir ó disminuir este im-
puesto, y ciertamente si se pudiera disminuir seria para mí
una cosa muy satisfactoria. Pero ya esperirnentamos hace diez
y ocho años, que la disminución del impuesto sobre las bebi-
das resultó en provecho mas bien de algunos taberneros que del
pueblo. Sin embargo, si se desea, yo consentiria en que se yol-
viese á hacer otro ensayo de esta especie, Pero ¿sobre qué otra
contribuciou se hará recaercsta carga? Sobre la que paga el rico,
me responderán. Perfectamente; el rico se resignará á ella en el
acto, si este sacrificio ha de atraerle la benevolencia de las cIa-
ses laboriosas, falsamente escitadas contra el. Pero ¿qué ha-
reis para colmar el vacío? No es fácil contar con la disminu-
cion de los gastos del Estado, cuando solamente para el servi-
cio de la instruccion pública se piden 70 Ú 80.000,000 mas al
año, cuando se quiere aumentar los establecimientos de bene-
ficencia, sostener en el esterior la causa de ciertos pueblos, etc.
Se necesitan, pues, otros recursos para reemplazar los que
se suprimen. ¿Se creerán impuestos sobre el lujo, sobre los
caballos. por egemplo? Por mi parte, consiento en ello; pe-
ro las clases ricas lo son tan poco en Francia, que los im-
puestos sobre el lujo que ensu totalidad producen 30.000,000
en Inglaterra, no producirian en Francia f O. Pero la obliga-
cion que tenemos en Francia de hacer lo que no pueden hacer
los ricos, porque no lo somos bastante, nos hace estimular la




DE LA I'flOpnmAD.


cría de los caballos gastando en ello al año 2 Ó3.000,000; ¿no
seria cosa singular que gastásemos por una parte 3.000,000
para fomentar la cria caballar, y que por otra pusiésemos obs-
táculos á este fomento tratando de recaudar uno ó dos impo-
niendo una contribucion sobre estos caballos? Que asi se haga,
no quiero disputar sobre esto; pero5 Ó 6.000,000 no son gran
cosa comparados con los 100 ó~Oo.OOO,OOO que tenemos que
rebajar en nuestros presupuestos. Se establecerá un impuesto
sobre las rentas de cada cual ,paso por ello también. Pero si
se recarga al rico, desde el que ticnc 10 Ó 11),000 francos de
renta, hasta cl qUI~ ticnc '100,000 Ymas, no se obtendrian
15.000,000 de producto. Para obtener un resultado digno de
atencion, es preciso bajar á la gran masa del pueblo, á los cau-
dales mas modestos , al tendero en pequcño , al artesano
mismo. Pues bien, lo que sufre el que tiene que pagar una pa-
tente y que en este momento estú espirando bajo el peso de
las contribuciones, y al que ha sido preciso perdonar una par-
te del recargo de los 4·5 céntimos, ¿no os está diciendo que to-
dos esperimentan apuros, que se ha llegado por todas partes
allírnite de las facultades, y que solo se puede conseguir ha-
cer llevadera la existencia al contribuyente absteniéndose de
exigirle mas de lo que ya se le exige? Nunca ha padecido el
pueblo tanto como le vemos padecer hoy. ¿Será la causa de
esto alguna picardía de las clases superiores, que quieren ne-
garle el alimento? Ciertamcnte que no. La causa de esto es
que los ricos asustados, privados de sus rentas, no hacen tra-
bajar al fabricante ni al tendero, y que estos, tan apurados co-
mo los demas, no hacen trabajar al pueblo. Lanzar un tiro á la
parte elevada, es, pues, lanzarlo al mismo tiempo á la pi1rte ha-
ja. ¿Se os figura quc hiriendo ;i un hom hre en la cabeza le ha-
ceis menos daüo que hiriéndolo en los brazos ó en los pies?


En fin, ¿se restablecerán los impuestos aholidos aumentan-




DE I.A rnOPIEDAD. 285
do las contribuciones que paga la propiedad? Pero la propiedad
territorial en Francia se halla subdividida hasta lo infinito. En ,
tre once millones de contrihuyentes propietarios , hay cinco
millones que pagan menos de 5 francos, un millón setecientos
cincuenta y un mil de 5á 1/°francos, un millon quinientos mil
de. 10 á 20 francos, y solo hay trece mil que paguenmasde'~OOO
francos. La tierra, pues, en Francia, se halla mas bien en ma-
nos del pobre que del rico. Sin embargo, esta consideracion no
es la mas importante, porque despues de todo se reembolsa
el impuesto, con el tiempo, al que lo ha pagado. Pero una
produccion cuyos gastos se han aumentado, se queda muy atrás
de aquellas cuyos gastos siguen siendo los mismos; y cuando
se hayan aumentado los gastos de la agricultura, lo que se ha-
brá conseguidosera poner obstáculos á su desarrollo. Con esto
se habrá perjudicndo al cultivo de los cereales y á la cría del
ganado; se habrá hecho aumentar el precio del pan, y sobre
todo el de la carne. Se habrán, pues, conseguido los objetos
esenciales. Muchos se asombran, aunque exageradamente, de
la inferioridad de la agricultura francesa, relativamente á la
de otros paises, con especialidad la de Inglatcrra,y no se quiere
ver la razón de esto. En Inglaterra no hay impuesto territorial'L- ~ ,
fué rescatado por Jlr. Piu, mediante unoszO.OOO ,000. La agri-
cultura france-a paga 280.000,000 de contrihucion que no pa-
ga la agricultura inglesa, sin contar con la diferencia que re·-
sulta en favor de esta de las leyes protectoras, recientemente
abolidas en Inglaterra, y tal vez demasiado por completo. Se
echa la culpa á la ignorancia de nuestro campesino á quien se
trata injustamen:e. ¿Se cree acaso que él no sabe que una tier·-
fa que ha producido trigo un afio, puede al siguiente dar otra
cosecha, siempre que sea de distinta especie, y se use mu-
cho abono? Bastante instruido es para saber que variando
los cultivos, multiplicando los abonos, lodos los años se




:286 DK LA FROPIEDAD.


puede sacar una cosecha de toda especie de tierra', y renun-
ciar á los barbechos. Lo sabe; pero sobrecargado de contribu-
ciones no le es fácil procurarse el abono, es decir, el ganado,
é loque eslomismo, el dinero. La diferencia de productos entre
una tierra y otra, consiste mucho meno; en la fertilidad natural
de la tierra que en los capitales. En Afrip.il yen Oriente se en-
cuentra regiones magníficas que sonabsolutamente improducti-
vas, y entreRoterdam y Ambcrcs se eucuentra cl cultivomas her-


. .


moso del universo en arenales estériles, porque hay capitales en
Holanda, y no los hay en Oriente ni en Africa. Examinemos
los arenales de las Landas, los arenales de la Prusia; donde
quiera que se encueutra un pueblo grande ó uua ciudad, ve-
mos una zona de cultivo, donde la fecundidad ha reemplazado
a la esterilidad. Recargar demasiado á la tierra, es recargar la
agricultura mas hien que al agricultor, si bien este csperimeu-
ta tarnhicn los malos efectos de la disminucinn de su industria.


Ahora bien, ¿huscaremos en otros manantiales los recursos
de que careceríamos faltando las contribuciones que se quieren
abolir" ¿Dónde encontraremos esos manantiales? No será au-
mentando los derechos de los productos estrangeros , puesto
gue los que pagan en las aduanas están calculados segun el
Intcrés de la industria y del comercio. ¿Qucrcis que os indi-
que una reforma urgente en esta parte, en lit cual conviene
pensar mucho mas que en aquellas que han de facilitar la en-
trada de la taberna? Nuestra navegación perece por falta de
fletes ~ es decir, por falta de materias que pueda trasportar.
En un período de treinta años hemos perdido quiz á la cuarta
parte de los buques de cuatrocientas á quinientas toneladas,
f!Ue ihan á las Antillas, á América, y al otro lado de lo" ea ;
bos, el de Hornos y el de Buena-Esperanza. ¿Y por qué'? por-
que el azúcar, entre otras cosas t producido en parte por la
agricultura de la metrópoli, no viene ya de Ultramar, y nuestr a.




DE LA Pl\OPIEDAD.


navegación se ve privada de este pesado género. Podríamos
procurarnos otros, como el algodón y el carhou de tierra; pero
seria preciso disputárselu- ti los anglo-americanos y á los in-
gleses, y esto seria entablar una guerra terrible de aranceles?
con los americanos qne nos traen el algodon, y con los ingleses
que nos traen la hulla. Rebajando el derecho d13 importación
sobre el azúcar, que no produciría inconveniente alguno para
nuestras relaciones mercantiles, que al contrario las estendc-
ria, se aumentaría el consumo de esta materia alimenticia, se
proporcionarían fletes á doscientos ó trescientos buques, como
necesitamos trescientos ó cuatrocientos pam recobrar los que
hemos perdido, bastaría para fomentar nuestra marina, ¡'{~sig­
narse á perder i5 Ó 20.000,000 sobre el impuesto del azúcar,
porque por mas que se diga, no es seguro que el aumento del
consumo devolviese inmediatamente lo que se hubiere perdido
con la modificacion del arancel.


He aqui el verdadero punto de vista bajo el cual es preciso
considerar los impuestos. No es cierto que el pobre pague mas
bien este que aquel, p')['que como lo he demostrado, el impuesto
se confunde con el precio de las cosas, yen último resultado el
comprador es el quc sufre las cargas públicas en proporcion á
sus consumos. Pero 1(1 cierto es que al are 'tal' cl precio dc las
cosas, se favorece tal producto COl. preferencia á tal otro, y que
conviene saber si por interés del Estado, que lo repito, e~i cl del
pueblo mas que el de cualquiera otra parle de la nacion , el
producto que se favorece C~ aquel que lo merece mas. Con este
fin preguntaré si para disminuir las bebidas , conviene hacer
aumentar el precio dcl pan y de la carne, si convicne gravar
los objetos delujo, cuya disminucion de productos causa tal
miseria, que espreciso dar primas inmediatamente á las sede-
rías, á la ebanistería, etc.; si convcndria, por íin , renunciará
tal ú cual reforma que, fomcntanJo nuestra marina, rcstable-




DE LA PROPIEDAD.


ceria esa grandeza naval sin la cual no se pueden asegurar los
mercados en que tienen salida. nuestros productos. Por lo que
hace á mí, lo dudo mucho; pero en fin, es fácil conocer que en
este asunto pugnan muchos intereses, muy diferentes y muy
complicados, y que el bien no se encuentra precisamente allí
donde parece que está á primera vista.


Ademas, se ocurre naturalmente una consideracion, y es
que ahora como siempre se piensa csclusivamente en las po-
blaciones aglomeradas en las grandes ciudades, que se trata de
adularlas, que hasta se las engaña adulándolas, porque no ga-
narian con la. disminucion de los impuestos indirectos todo lo
que se les promete, y que á ellas se sacrifica ese conjunto de
intereses diversos, que componen el interés general, tal como
lo acabo de describir. Yo, por mi parte, cuando las circunstan-
cias lo permitan, preferirla disminuir el impuesto de la sal,
que recarga principalmente al pueblo mas interesante, al mas
numeroso, al que mas padece, al del campo. Y aunque los im-
puestos rebajados no son siempre útiles á les que en aparien-
cia disfrutan de la disminucion, aunque 2 francos por cabeza
ganados por los labradores no fuesen un bien muy positi vo. un
bien comparable al mal que de ello resultaría al Estado, y que
de rechazo les resultaria á ellos, yo tendría la seguridad de
proporcionarles, a razou dc tres personas por familia, un do-
nativo de 6 francos al año. No estoy muy seguro de que apro-
vecharian los beneficios de estos Gfrancos; pero como en la
agricultura todo es lento, muylento, porque los precios no seni-
velan rápidamente, esta. disminucion de sus gastos, quizás por
algun tiempo les aprovecharía. Y sin embargo, un año de
prosperidad pública les valdria mucho mas que semejante su-
presión de impuesto. ¿Qué sao, en efecto, 6 francos al año,
aun para la. familia mas pobre entre los campesinos, que con
el trabajo del padre, de la madre y del hijo nopuede ganar me-




DE LA PROPIEDAD. !8!l
nos de 400 á 500 francos, que puede ganar hasta600 Ó700 fran-
cos en los alrededores de París; que son 6 francos comparados
con lasventajas de unaño de prosperidad pública?Supongamos
quelos productos no se venden; que los propietarios, inquietos
ó arruinados por las circunstancias, no hacen trabajar, aunque
la paralizacíon de trabajos no es el mal que aqueja á laagricul-
tura, y esa familia de campesinos va á perder veinte, treinta ó
cuarenta dias de trabajo en el año, es decir, 30, 45 Ó 60 fran-
cos sobre 400 ó 500 que componen su renta. 'En' este verano
he visto la estancacian del trabajo, estenderse de París al ca":l-
po circunvecino hasta varias leguas de distancia, l los mismos
trabajadores dedicados al .cultivo de la tierra, condenados
de resultas de las circunstancias, á sufrir una especie de para-
lizacion de trabajo. Y ¿qué son los padecimientos de estos úl-
timos comparados con Jos del trabajador de las fábricas, para
el cual se detiene el trabajo de repente, cuando empieza una
crisis mercantil? Dos meses, tres meses de ociosidad forzada
lo sumergen en una profunda miseria, comparada con la cual
la facultad de pagar un'cuarto menos por el vino de la taber-
na es muy poca cosa. Que se destruya el equilibrio del tesoro
público, que se suprima uno de sus recursos indispensables,
y aunque con algunos recursos de crédito se pueda colmar por
un momento el vacío que se ha creado, este vacío se volverá
á descubrirmuy pronto, y llega entonces una crisis del teso-
ro, que arrastra consigo, como ha sucedido siempre, una cri-
sis mercantil; yen este caso el artesano que habrá ganado
algunos francos mediante una condescendcncia pasagera, aun-
que no pierda mas que un mes de trabajo, habrá sufrido un per-
juiciocien veces superior al bien que le pudiera resultar de
una supresión de impuesto. ¿No se ven hoy las consecuencias
de los aumentos ficticios de salario que se le habian hecho es-
perar? Scle hablan prometido diez horas de trabajo en vez de
~9




'290 DE LA rUOPIEDAD.
once, 4. francos de salario en vez de tres, y lo cierto es que ha
quedado reducido á considerar como una fortuna que se le
haga trabajar de cuatro dias dos, no importa á que precio. No
defiendo aqui la causa del rico, sino la del pobre. No es al po-
'bre á quien pido que pague benévolamente los impuestos del
rico, bajo el protesto de que las cosas mejorarán; de la nación
entera, y consultando su mayor interés, es de la que quiero
obtener los medios de cubrir todas las atenciones públicas. Si
el rico puede pagar, que pague; pero si el impuesto sobre el
lujo no produce nada y lastima á ciertas industrias que hacen
vivir al pobre; si el impuesto sobre la tierra hace subir el pre-
cio del pao, y agovia á la agricultura; si un recargo de las pa-
tentes arruina al comerciante en pequeño, cuyo apoyo es in-
dispensable al artesano; si un impuesto sobre el azúcar, por
ejemplo, daña á nuestra marina, tan debilitada ya, es insufi-
ciente para asegurarnos los mercados en que vendemos; si to-
das estas cosas se encuentran en tal equilibrio, qce no se les
puede tocar sino con las mas esquisitas precauciones; si las
cosas están dispuestas de tal modo que una sola clase, la de
los ricos, arrojada como alimento al hambre de los pobres, no
les daria de comer un mes; si las contribuciones, por tanto, no
pueden exigirse sino á la gran mayoría, que no pueden exigir-
se sino con mucha precaucion para cuidar de los intereses de to-
das las producciones. puesto que después de todo el impuesto
afecta á tal ó cual produccion mas bien que á tal ó cual clase.
de contribuyentes; si todas estas proposiciones son incontes-
tables, ¿no queda demostrado que no se puede escoger entre el
pobre y el rico, que no depende de la voluntad de los gobier-
nos arrojar las cargas públicas de unos á otros, y que en esta
situación las consideraciones de interés general deben prefe-
rirse á todas las otras, porque el interés general, preciso es re-
petirlo constantemente, es el interés del pobre, mil y mil ve-




nE LA PflOPIEDAD. 29t
ces mas que el interés del rico? loNo es evidente , en efecto,
que el rica, aunque esté muy apurado, y á veces arruinadopor
las circunstancias estraordinurias del momento, encuentra
siempre que comer, mientras que el pobre en iguales cir-
cunstancias no come mas que el pan que le dan de li-
mosna?


Disminuir el impuesto indirecto para aumentar el directo,
no es, puc~, un medio tan segurocomo se cree para mejorar
la triste situacion de las clases pobres á espeusas de las ricas.
Este resultado solo puede ser producto de un prudente equili-
brio, sostenido con valor y perseverancia. Si se conociesen los
verdaderos efectos del impuesto, se sa hria que si bien en últi-
mo resultado el impuesto directo, lo mismo (Iue el indirecto se
embeben en el aumento del precio de las cosas, el primero es
el mas incómodo de todos, por({ue es el que va á buscar al con-
trihuyente para exigirle en tal dia y á tal hora una suma que
este no ha tenido la precaución de reservar; al paso que el se-
gundo, confundido en el precio de todo lo que se compra, se
paga insensiblemente, ú medida de los consumos, y el contri-
huyente no come ni bebe una sola vez, ni compra un vestida
sin que al mismo tiempo pague una parte de sus contrihucio-
nes, sin quererlo y aun sin saberlo. Asi es que las poblaciones,
obedeciendo tan solo á su propio impulso, no vacilan jamás
en preferir uno de estos impuestos al otro. Efectivamente, en.
todas las grandes ciudades se solicita convertir en derechos de
C0I1SUmO las contrihucioues personales, y sobre la propiedad
mueble. En Paris, especialmente, se declaran incobrables tres
millones de francos corresponuicntes á los últimos contribuyen-
tes por propiedades muebles, y se cargan á los derechos de
consumo. Insoportahle bajo la Iorma de impuesto directo, este
gravámen llega á ser insensible hajo laforma de impuesto in-
directo. Las ciudades mas importantes de Francia siguen este
ejemplo. Y no solo se observa esto en la época en que vivimos




292 DE LA PIlOPlEDAD.


Bajo el antiguo sistema, en tiempo de Luis XIV, los arrabales
de Buan eran considerados por los hacendistas, como un fe-
nómeno de prosperidad, digno de ser imitado en todas parles.
Alli se hahia convertido la contribucion llamada falla en im-
puesto sobre losconsumos, y Vauhan, d mas sabio de los rc-
formadores, la proponia como modelo á Luis XIV, por el es-
pectáculo de bienestar que ofrecia, y que contrastaba con
las provincias circunvecinas, arruinadas por el impuesto di-
recto..


El impuesto indirecto es ademas de esto la eontribucion de
los paises adelantados en civilización, mientras que el im-
puesto directo es la de los paises bárbaros. La primer cosa
que sabe hacer un gohierno, es pedir á cada hombre y á cada
propiedad cierta ,suma. Bien saben los turcos, empuñando un
basten, percibir el miri. Pero los gohiernos diestros, en Jos
paises que disfruten de prosperidad, saben proporcionarse
abundantes rentas exigiendo un derecho á la riqueza que cam-
hía de manos; y mientras que la Turquía se sostiene con el
miri, la Inglaterra vive con los productos del derecho sobre
consumos y de los derechos de aduanas, despues de haber
aholido el impuesto territorial. El rniri es una especie deexac-
cion que es forzoso pagar, lo mismo si se puede como si no se
puede; el derecho de consumos y de aduanas, forman una par-
te del precio de las mercancías, que se pagan cuando se com-
pran, que se pagan efecti"amente es cierto, porque no se co-
noce arte alguno para cubrir sin cobrar nada los gastos de una
gran nacion; pero que se pagan en el momento en quc se pue-
de, en que se quiere, y que cada cual puede proporcionar á
sus medios consumiendo mas ó menos. No se suscita mas que
una objecion contra el impuesto indirecto, la de que siendo
hasta cierto punto voluntario, se dobla .bajo el peso con que
se le sobrecarga, y que si un gobierno quisiera aumentarlo




DE LA rllOPIEDAD. 293
repentinamente para necesidades urgentes, lo que conseguiria
seria hacerlo disminuir en el acto. Se retiraria como un ser li-
hre tÍ quien se quiere violentar; al paso que el impuesto direc-
to es un esclavoaquien se le puede quitar todo lo que posee-
En efecto, se puede exigir á la tierra y á las personas todo lo
que se quiere, con la cortapisa de que haya imposibilidad de
percibir y llegue la ohligaciou de vender la tierra ó Jos mue-
bles. Pero el impuesto indirecto, impuesto de los paises ricos
y libres, encuentra en el crédito un auxiliar admirable. En los
paises poderosos donde mas generalmente se aplica, se exige
al porvenir un auxilio para lo presente, y el empréstito ahorra
la necesidad de agoviar al consumo y de hacerlo disminuir
agoviándolo. Asi se recibe el dinero de los que lo tienen, me-
diante un interés en beneficio de los que lo adelantan para los
demas. En una palabra, pais pobre, pais 'esclavo é impuesto
directo, con el recurso de doblar y triplicar el impuesto para
Jos casos cstraordinarios, son hechos que siempre van juntos.
País rico. país libre, é impuesto indirecto, cou el recurso ili-
mitado del crédito para. casos estraordiuarios, son hechos tan
constantemente inseparables como los anteriores.


La revolucion, en su primera inocencia, aceptó esa opinion
de que los impuestos indirectos eran cosa horrible, que era pre-
ciso vivir sin ellos. que esto era cosa fácil, que con el impuesto
territorial repartido con mas igualdad que en aquella época,
con el impuesto personal y sobre muebles graduado segun el
lujo de las habitaciones, con las puertas y ventanas, con el de-
recho de registro, el papel sellado, las aduanas reducidas á las
esteriores, los correos y la renta de las propiedades públicas, se
podria vivir. Locreyó porque creía con facilidad, y obraba con
mas facilidad aun. Abolió, pues, los impuestos sobre las bebi-
das y sobre la sal, quemó las barreras en que se cobraban los
derechos de puertas, y pasando rápidamente de la inocencia al




291. DE LA PROfIED.\}).
furor, persiguiendo en los agentes del antiguo sistema rentís-
tico la venganza de antiguos padecimientos, envió al cadalsolos
contratistas generales ifermiers grlleralt,TJ, entre los cuales S~
hallaba el ilustre Levoisier.


Pero todos los impuestos que se conservaron, aun añadién-
doles torrentes de. sangre, no proporcionaron el dinero, que se
necesitaba. Sus productos fueron escasísimos, casi nulos en
medio del desorden general. Felizmente hahia un medio para
cubrir todos los vacíos, que era el papel moneda, papel de ám-
plia base, puesto que descansaba en muchos millones de mag-
níficos bienes nacionales. Con un decreto se multiplicaban las
ediciones de este papel, y se creaban algunos millones de re-
cursos. Ni siquiera se tomaban la molestia de arreglar los pre-
supuestos. ¿Para qué se habían de andar con cuentas. cuando
ya no habla necesidad de conlar, merced á la plancha con que
se grababan los asignados? Pero muy pronto ruó preciso gas-
tar 400 francos de papel para comprar una libra de pan, y el
papel tuvo el mismo valor que lo que costaba crearlo, es ue-
cir.s--nada.


Habiéndose restablecido elórden mediante el restaurador de
la sociedad francesa, habiéndose restablecidoen la hacienda co-
mo en las demas partes del gobierno, habiendo vuelto el meta-
lico á ocupar el puesto del papel, no por esto desaparecieron
los apuros, que siguieron siendo muy considerables. Las con-
tribuciones que se hablan conservado, que compreudian las
contribuciones directas, el derecho de registro, las aduanas,
los correos, ylosbosques, que durante el desorden nada habían
producido, y que, pasado el desorden, produjeron cuando mas
500 millones no podian bastar para cuhrir los gastos, que as-
cendiau en ,1802 á 600 millones, y se acercaban á 700. El ge-
neral Bonaparte no sabia como reniediareste mal. El papel mo-
neda estaba tan desacreditado, como su compañero el cadalso.




IlE LA 1'1l0PIEDAD.


Aunque elgeneral/labia levantado mucho el crédito, porque ha-
hia hecho subir el ;5 por ciento á 60 Ó70, precio que tiene hoy,
si bien con esta diferencia que lo había encontrado á 12 Ynos-
otros lo encontramos á ,1 ~W, nohubiera podido abrir un emprés-
tito. Era el momento de la nuevaorganizacion de lasnuevas ad-
ministraciones rentísticas y de la creacion de una multitud de
empleos en cl ramo de hacienda. Pidió fianzas por los empleos,
y consumió de ellos por valor de unos 25 ó 30 millones al año.
Como setenia fé en la solidez de las adquisicionesdebienes na-
nales, mientras que él existiese, pudo vender algunos de estos
bienes, y tamhien pudo consumir con este recurso unos 25 ó 30
millones mas. Pero cuando se rompió la paz de Amiens, el gene-
ral Bonaparte se encontraba sin recursos. ¿Qué hizo entonces?
Vendió la Luisiana á los americanos 'por 80millones. Devorado
este dinero, se quedó en los mismos apuros que antes. El, tan
exacto, tanpuntual, apeló al recurso de lo atrasado, y se entre-
gó en manos de los que andan siempre imaginando negocios.
Conuna compañía famosa perdió 140 millones, que le costó mu-
chorecobrar, yel mismo dia de la batalla de Austerlitz habia en
París una horrible crísis mercantil, con suspension de los pagos
de Banco.


Merced ála batalla deAusterlitz yáunafuerte contribucion de
guerra irnpuesta alAustria,hizo frente áJasnecesidades del mo-
mento.Sinembargo, seguiaexistiendo el déficit. Le causahauna
especie devergüenza permanecer en semejanteestado, teniendo
ensusmanos el medio de salir de él. Consultados-todos los de-
partamentos, declararon que el impuesto directo era insoporta-
ble.Comoel derecho de registro yel impuesto territorial descan-
saban en la propiedad, noera posible aumentarlos. No se podían
hacer crecer por medio de un decreto losproductos de las adua,
nas, delos bosques, delos correos.Elempréstito, el papel mone-
da, eran cosas irrealizables. De resultasde esto,Napoleouadop-




29H DE LA PROPIEDAD.
tóla detcrminacionderestablccerun derechosobre las bebidas,
moderado en cantidad, suave en la forma, y en poco tiempo su
hacienda volvió á florecer. Sin emhargo, existia un servicio que
á pesar de todos sus esfuerzos se hallaba aun en gran abando-
no: este era el de las carreteras. Como los presupuestos no al-
canzaban para esto, se hahia abandonado ese servicio, y se ha-
biacreadoen su lugarun impuestode por'azgo. Peroesteimpues-
to producía ,1 t millones cuando se necesitaban 28, y como era
nuevo, era también insoportable, porque en materia de impues-
tos, como en otras muchas cosas que no estándestinadasá agra-
dar, lo antiguo es lo que menos desagrada. Una contrihucion
había, cuyo restablecimiento consideraba todo el mundo como
muy fácil, como muy natural, sino se hacia tan pesada como en
otras épocas, en. cuanto á la suma, ni tan irritante en la forma;
esta contribucion era la de la sal. Generalmente se la conside-
raba para la agricultura como muy preferible al im puesto de
portazgos. Napoleon no vaciló. Ciertamente no le 2:u~taba mu-
cho la libertad por no creer en ella, para la Francia á lo me-
nos. Pero amaba mucho al pueblo, y sobre todo deseaba mu-
cho que el pueblo lo amase. Restableció, pucs, el impuesto de
la sal, después del de las bebidas, las carreteras se pusieron
en el mejor estado posible, y la hacienda recobró definitiva-
mente su equilibrio.


Tal es la historia dc la supresión de los impuestos indirectos
en Francia: primero la bancarota despues la obligacion de
restablecerlos.




CAPITULO Vil.


DEL :MAL EN EL ~lUNDO.


Existe en lrs sociedad iuu: cantidad de mal que deben tratar de
reparar los gobiernos, y otra inherente á la tuüuraleui luuna-:
na de que no puede librar á los hombres ninguna perfeccion
imagitutble en los gobiernos.


En todas partes, lo contieso, hay hombres sinceros, y si en-
tre los filósofos socialislas (laY algunos que solo han tratado de
hacerse populares y dc colocar en sus manos el peligroso ins-
trumento de la multitud, hay otros á quienes el aspecto de los
males que existen en la sociedad, ha conmovido profundamen-
te, y que han querido aplicarles un remedio. ¿Pero han descu-
bierto semejante remedio?


Existen algunos ricos, pero pocos; alguna cantidad mas ele
gente acomodada, pero tampoco lllUY numerosa; en fin, un nú-
mero infinito de gente que no posee mas que lo estrictamente
necesario, y muchos que ni siquiera esto tienen. El pueblo del
campo, como ya lo he dicho, se alimenta de centeno, de pata-
tas, dé algunas h~gulllbres, de un poco de tocino, come pocas
veces carue, y trabaja todo el año al sol y á la lluvia, que nieve




298 J>E L.\ pnOPfEHAl.l.
i> que hiele. El puehlo de las ciudades, cuyos apuros son me-
nos constantes, tiene momentos en que se duplica su salario, y
entonces vive en una especie de abundancia; hasta disfruta de
algunos de los placeres de los ricos,-un frac de paño negro,
ropa blanca, los espectáculos de la ciudad, y casi siempre come
carne. Pero apenas la imprudente industria, que se disputaba
SIlS brazos pagándolos muy caros, descubre el esceso de pro-
duccion, cuando se detiene, deja de ocuparlo, y él espíaen me-
dio de una miseria profunda y horrible, en medio del hambre,
en una palabra, del hambre de que está libre el campesino, los
pocos dias agradables dequehu disfrutado. Las clases de fabri-
cantes, y comerciantes, colocadas en una esfera superior á la
de los artesanos, se detienen también y ven desaparecer todas
sus ganancias. El rico no recibe ya losréditos de sus capitales,
padece corno los demás, sin tomar en cuenta que aun en los
tiemposde prosperidad mil catástrofes vienen de vez en cuan-
do á arruinar á unos ó á otros; que el comerciante y el fa-
bricante, cediendo á una ambicion imprudente, han sufrido
quiebras espantosas; que han arrastrado en su ruina, además
de ellos mismos á. sus familias, á muchos criados unidos á su
suerte, dependientes, artesanos, agentes de toda clase; que el
rico que les hahia prestado sus capitales, se vé confundido en
esa ruina; que, en fin, ese mismo rico, sin catástrofes mercan-
tiles, entregado á SU"i propios impulsos, dominado por sus vi-
cios ó engañado por falsos amigos, cae de la cúspide de la opu·
lencia, y termina á veces su existencia en el destierro, en la
cárcel, por el suicidio ó en la miseria. Tal es el mundo, aun
con la propiedad, la familia y la libertad.


¿Quereis verificar en él cambios que lo mejoren, segun las
leyes evidentes de la naturaleza humana"; Oh! venid cuanto an-
tes; traednos vuestras luces, vuestras invenciones y las discu-
tiremos. Nosotros que pensarnos sin cesar en estos diferentes




DI<; LA PROI'JIWAD. 299
objetos, nos hemos acostumbrado quizás á nuestros propios pa··
decimientos y á los de los demás. Venid, vosotros que quizás
menos resignados á las necesidades de este mundo, conocién-
dolas menos habréis encontrado algun remedio; venid y discu-
tamos con absoluta buena fe. Pero ¿quereiscambiar las condi-
ciones esenciales de este universo? ¿quereis, para que el hom-
bre no sea ni pobre ni rico, suprimir el estímulo que lo hace
trabaja!"? ¿para que no padezca, suprimir la libertad? ¿para que
no esperimente los dolores de la familia, suprimir la familia?
Os diremos, si obrais con buena fé, que no habeis conocido la
naturaleza humana; osdirernos, si sois facciosos, que vais á bus-
car soldados entre los que padecen con impaciencia, os dire-
mos que soiscriminales.


Una observación debe llamar la atencion de todos desde
luego; á saber, que ese pequeño número de ricos, ese número
no tan pequeño, pero no muy crecido tampoco, de personas aco-
modadas, comparados con el inmenso número de los que no
tienen mas que lo necesario ó menos que lo necesario, quita to-
da idea de poder mejorar la. suerte de los que tienen poco por
medio de la reparticion de las propiedades de los que tienen
mucho. A ninguno se proporcionaria el bienestar, y se habria
conseguido destruir en todos el ardor con que se lanzan á
producir, ese ardor que ha sacado á la sociedad del es-
tado en que se encontraba en la edad media, para co-
locarla en el estado en que hoy se encuentra. No se negará,
en efecto, que la suerte del género humano ha mejorado mu-
cho de dos ó tres siglos á esta parte, y que es muy supe-
rior á lo que era hacecincuenta años, y hasta treinta y hasta
veinte. Hace algunos siglos que los recursos de la agricul-
tura, los del comercio que suple su vacío cuando las es-
taciones le han sido contrarias, guardaban tan poca proporcion
con las necesidades, que el hambre arrebataba millares de




300 DE LA PROPIEDAD.
hombres. Cantidades innumerable" de desgraciados se morían
de hambre en los caminosy en las plazas públicas. Hace poco
qne tambien hemos tenido una hambre; ha habidopadecimieu-
tos, padecimientos inevitables; pero el pueblo del campo no ha
carecido en ninguna parte de pan, y el de las ciudades por los
medios combinados del comercio, del gobierno y de la benefi-
cencia de las clases acomodadas, ha podido contar con lo nece-
sario. En ese año el artesanono se ha hecho vestidos nuevos, no
ha disfrutado de la menordiversión, y alguno que por la debili-
dad ele su salud no hubiera podido vivir sino con la condicion
de disfrutar de ciertas comodidades, ha muerto antes de tiem-
po de una manera mas inevitahle que <':1 un año de prosperi-
dad. Pero ¿puede compararse esta hambre con las que arreba-
taban generaciones enteras'?


La subsistencia es, puc~, mas segura. ¿Se trata del aloja-
miento? Examínense en los antiguos l>arrios de algunas de
nuestras ciudades esas casas construida, con barro, cubiertas
de pequeñas tejas de madera, apiñadas como un hormiguero,
húmedas, oscuras, sin circnlacion de aire, que nos recuerdan
aquellas ciudadesde la edad media, cuyas copias vemos aun en
algunos cuadros antiguos, cuya miseria. fealdad y confusión
estaban dominadas por el esbelto campanario de la iglesia góti-
ca, porque entonces el hombre en su miseria parccia no haber
pensado mas que en Dios; recordemos, digo, esas casas que
aun se destruyen por barrios enteros en Iluan, y comparemos-
las con esas casas, pequeñas sin duda, pero sanas, edificadas
conladrillos, cubiertas con pizarr.is, que ocupan hoy su lugar.
¿No ha habido una verdadera ypalpable mejora?


Volvamos la vista á los campos, y veremos que en todas par-
tes las tejas ó la pizarra han reemplazado el techo de paja, y la
construcoion de piedra á la de barro. Examinemos el trage del
artesano, y verenios que en donde antes hahia paño burdo ha;




J>E LA I'HOl'IEDAlJ.


hoy pafio abatanailo, zapatos de cuero donde hahia chanclos de
madera, y que la muger del pueblo se cubre las espaldas con el
pal1olon de lana en vez de la pañoleta de algodono La razon de
estoes, como ya lo he dicho, qne el jornal del campo que valía
hace cuarenta años :n sueldos, vale hoyW, que el de las ma-
nufacturas que valia3 francos, vale hoy 5, y que el pañuelo
que costaba entonces :jO francos, se compra hoy por 5 Ó 6.


Leamos por último á Vauhan, leamos los escritores del gran
siglo, contemplemos esa pintura que hacen de los campos aban-
donados, de los labradores fugitivos, y dígasenos si sucede hoy
algo que pueda compararse con eso, aun después de las guer-
ras mas horribles!


y no se crea que quiero decir que el mal ha desaparecido,
que no existe, puesto que voy á probar al contrario que sieni-
pre existe una parte, una parte inevitable, que siempre suhsis-
te, y que esta parte es la mas difícil de sohrellevar; no se crea
digo, que hago esta pintura de lo mejor para estimular á los
que gobiernan á los pueblos á detenerse, á dormirse, á creer
que ya han hecho lo bastante. No- ¡Dios me libre de ello! Solo
aspiro á calmar la dcsespcracion, que nunca es buena; quiero
en seguida demostrar que hay uua mejora innegalfle que s-e
debe á la marcha dc! tiempo, al ardor con que todo el mundo
trabaja y contribuye con su trabajo á la prosperidad general,
al mismo tiempo que á la suya propia. Asi es, que de sesenta
años aesta parte, el dinero vale <Í por 100 en vez de fi, el ves-'-
tirse cuestala mitad menos, y el jornal del trabajador vale la
mitad mas. ¿Por qué? Porque se ha trabajado mucho, porque
hay mas trigo, mas telas, mas paño, mas materiales de cous-
truccion. Que se enerve el trabajo, y todo se detiene. Ahora
bien, "esas riquezas esparcidas en varios puntos de la cúspide
social, para servir de cebo al trabajo. para estimular su ardor,
reunidas en ciertos grupos visibles, llaman su .atencion, lo




302 DE LA PROPIEDAD.
animan, le hacen producir todo el bien que se ha producido.
Repártanse al contrario estas riquezas entre todos, y no añadi-
rán ni una sola migaja al pan del pobre. Faltando al hombre
como recompensa, corno estimulo, lo dejarán desanimado,
inactivo, y quedará apagada esa actividad que nos ha' traido
de las miserias atroces de la edad media á la miseria templada
de la época actual. Os equivocáis, pues, en cuanto á. los me-
dios. No conseguiréis vuestros fines por medio de una misera-
ble distribución entre todos de lo que sirve para estimular la
actividad humana; lo conseguireis mas bien redoblando esta
actividad para duplicar sus productos. Demos leyes mejores á
la agricultura y al comercio; estimulemos la caridad de los
particulares, contribuyamos todos á hacer estas cosas, y obe-
deceremos á las leyes de nuestro ser, que nos mandan enca-
minarnos siempre hacia la perfecciono El estancamiento es la
muerte: la sociedad debe ser ese Judío Errante que anda, anda
eternamente hacia un bien desconocido. Si,' andemos, pero al
andar, huyamos de los abismos, no volvamos la espalda al
término que se trata de alcanzar, yen fin, no quitemos á la so-
ciedad el valor necesario para continuar su camino empujan-
do);"t hácia la desesperación.


Ahora mismo, aun en el estado actual de las cosas, ¿,noque-
dan muchos males, y bastantes parallenar de amargura el cora-
zon de los hombres de bien? Si, sin duda alguna. Pues bien,
entre los sistemas recién inventados, ¿.hay uno solo que pueda
curarestos males y convertirlos en bienes?¿Será el cemunismn,
que suponiéndolo practicable, suponiendo al g('~nero humano
dispuesto a dejarsedespojar y encerrar en el fahnsterio, será el
comunismo el que disminuya una mitad ó tres cuartas partes
de la. suma del trabajo humano, suprimiendo el motivo que in-
cita al hombre á trabajar? ¿Será !a asocíacion del Luxemhnrer,


,-


inventada para un millon de individuos, de treinta y seis 'lm~




pueblan á la Francia, que consistiria en proporcionar á ese
millon medios para especular con el dinero de los treinta yseis,
que paralizaría, lo mismo que el comunismo, la actividad hu-
mana, que introduciria la anarquía en la industria, y que en
fin, si tuviese huen éxito, produciría el efectode dar el mono-
polio á algunas clases de artesanos, y de hacer pagar á todos
precios dobles por los objetos de su consumo'? ¿Será esa sin-
gular reciprocidad, cuyo objeto es crear la baratura, rebajando
por medio de un decreto el precio de las cosas, y quc, porque
el oro y la plata no se dan sino en cambio de valores reales,
pretende reemplazarlos con un papel que se daria probahle-
mente á todo el que lo quisiera, y valdria lo que valen las co-
sas que se dan de valde? ¿Será el derecho al trabajo, cuyo re-
sultado infalible seria ó convertir al Estado en tejedor, en jo-
yista, en fabricante de muebles, en modista, ó hacerle pagar
iO sueldos diarios, y á espeusas de la masa de los contrihu-
yentes, á los que hacen, deshacen y vuelven á hacer las revo-
luciones? ¿Será, por fin, derrihando los impuestos, arruinando
el erario público, alimentando el precio del pan para rebajar el
del vino y el del aguardiente, el mejor camino para suprimir
los padecimientos populares? ¿No han bastado ocho meses de
miseria para responder á estas vanas teorías? ¿No se descuhre
al través de la imposibilidad inherente á estos proyectos el se-
creto de todos ellos, el secreto candorosamente faccioso, de li-
sonjear á una clase lUuy poco numerosa a espensas de la uni-
vcrsalidad JcI pueblo? Existen veinte y cuatro millones de
agricultores que pasan toda Sil vida en medio de las priyacio-
nes, cinco ó seis millones de artesanos y j(,mlfli~ros cuya vida


. .


menos desgraciada, sembrada de vez en cuando de ahun-
dancia pasagera, está espucsta á calamitosus interrupciones
de trabajo, y luego hou: hres de todas categorías, abando-
nados por la fortuna, muchos hijos de la clase media, que




DE LA PROPIIWAD.


dotados algunas veces de gran talento, y otras careciendo de
él absolutamente, se agolpan á la puerta de todas las carreras
liberales, y para encontrar remedio á todo esto, se nos propone
satisfacer á un millon de trabajadores de las mauuíacturas,
unas veces proporcionándoles un capital, otras creando un mo-
nopolio en su favor, otras pagándoles tanto al dia, y si se sale
por un momento de los límites de esta clase privilegiada, si se
estiendeun poco ese carilla benéfico, es para decir á los inqui-
linos, á los arrendatarios, á los deudores, que no paguen lo que
deben. ¡Y se llama esto favorecer al pueblo, mejorar la suerte
de las masas, llevar á cabo una revolucion social!


En medio de este aparato de nuevas invenciones, ¿quién es
el que ha descuhierto el medio de conseguir que el campesino
coma centeno en vez de castañas, trigo en vez de centeno, car-
ne en lugar de tocino? ¿que el jornalero de las ciudades no ca-
rezca jamás de trabajo? ¿que los hijos de la clase media en-
cuentren todos empleos proporcionados á su talento? ¿Quién ha
descuhierto el medio de doblar la. suma del Jornal? Nadie, por-
que este secrete está en manos de Dios, y hasta ahora Dios no
ha concedido la felicidad qU'~ ahora se busca por tan estraños
caminos, sino á los paises prudentes, bien gobernados, y que
respetan las leyes de la naturaleza y de la. razono


llemos visto con el tiempo disminuir los males de la socie-
dad, suceder al mal el bien, y verificarse este cambio mas rá-
pidamente de cincuenta años á esta parte, porque la paz ha ve-
nido á añadir SllS beneficios él los de la igualdad civil procla-
mada por la revolución francesa. Hemos visto al trabajo eman-
cipado de muchas trabas, iluminado por la ciencia, llegar á ser
mas activo, mas fccundo,hajar el interés de los capitales de ti á
4·, disminuirel precio de los objetos de consumo, crecer el jor-
nal del trabajador, é inocularse en este la aficiou á la econo-
mía ..¿No se encuentra, pues, señalado el sendero del bien?




DE LA l'HOI'IEIJAIJ. 365
¿Y cuál es este sendero? Ln aumento de actividad en el traba-
JO agrícola, mercantil, industrial, que trae consigo la prospe-
ridad general, y que no puede nacer mas que de la prudencia
del gobierno, del orden en el E-tado, de la paz entre todas las
rlases de la sociedad. ¿No existe algun bien, desatendido hoy,
olvidado hasta ahora, que se puede agregar á las mejoras rea-
lizadas ya? Sin duda alguna existe. ¿No se puede aplicar algun
remedio á esas desgraciadas paralizaciones de trabajo, que
son el verdadero cáncer Je la. industria? Si, creo que lo hay.
Sin convertir al gobierno en joyista, ó en mercader de blondas,
se puede, sabiendo reservar para los momentos dc apuro in-
dustrial las grandes obras del Estado, crear ocupacion para
los brazos eciosos. En fin, ¿es posible aliviar la suerte del tra-
bajador anciano ó enfermo? Si, hagamos el esperimento de esas
reformas, y la sociedad se honrará á sí misma con esteeusavo


• J ,


aun cuando no alcanzase un éxito completo. Pero todo esto no
implica trastorno alguno en las leyes eternas de la sociedad
humana, y no son los socialistas los que lo han inventada. En
fin, nos olvidamos completamente de los habitantes del campo,
porque no son los instrumentos de las facciones; ¿yno hare-
mos nada por ellos? Si, pero ¿por qué medios? Disminuyendo
el impuesto territorial ea vez del impuesto sobre bebidas.


Que se entre con nosotros por este camino, y todos estare-
mos de acuerdo. Pero aun cuando hayamos hecho todos nues-
tros esfuerzos, aun cuando hayamos logrado nuestros fines,
siempre quedará mucho por hacer; y lo mismo que despues de
todos los bienes de la primera revoluciou francesa realizados
en la actualidad, se viene dcspucs de cuarenta años de mejo-
ras seguras, indudables, á atacarnos con un grito de maldi-
cion, á decirnos que la humanidad padece, que espira en me-
dio del dolor, y que va á sublevarse contra nosotros, si no la
aliviamos inmcdiaumentc, asi aunque de aqui á cincuenta


20




30() lJE LA PHOPIEDAD.
años hubiésemos duplicado los salarios p()r medios legítimos,
disminuido en tres cuartas partes mas el precio de las cosas
necesarias para la vida. esparcido el trigo y la carne entre las
poblaciones del campo, n.mtralizado la paralizacion del traba-
jo en las ciudades, como ya hemos casi neutralizado el ham-
bre por medio de la tlp:ricultura, descubriríamos todavía que
existían bastantes males para dar á los perturbadores del ór-
den público suficientes protestos para decir todo lo que dicen
hoy, porque con doble del bienestar que se disfrutaba en 1789,
se lanza hoy contra la sociedad dohle cantidad de invectivas
que en aquella época .La razón de esto es, que siempre existe
en la condicion social, 11n fondo irreparable de males, que es
preciso tener en cuenta, y que conviene no exagerar, si no se
quiere empujar al hombre hácia la desesperacion y la sociedad
háeia el suicidio.


¿Se quiere saber en qué consiste la principal desgracia de
esta época? Consiste en qne se ha engañado á este pueblo en
cuanto á la naturaleza del mal que esperimenta. Todo lo que
padece, todo lo que el rico padece lo mismo que él, y mucho
mas que él á veces, la enfermedad, el cansancio, la privación,
el deseo contrariado, el desengaño despues de satisfecho el de-
seo, la vejez, la muerte; se le hace creer que no tendria que
sufrirlo, quo se podría ver libre de todos esos padecimientos,
que el actual estado social es la causa de ellos, este estado so-
cial hecho por los ricos y para los ricos; se le hace cree r, en fin,
que los ricos le niegan maliciosamente toda la felicidad de
que está privadoy deque cree quc'podria disfrutar, ú fin de re-
servarse para sí mismos una parte mas considerable de ella.
Entonces se agrega al padecimiento la ira, mata y se hace ma-
tar, y 10 que consigue es centuplicar sus males. Esos ricos que
no lo detestan ciertamente, como se le hace creer, esos ricos
que al contrario estaban dispuestos á darle ocnpacion, huyen




DE LA rROPIEDAD. 307
del país o se ocultan, esconden sus tesoros, Ic niegan el jornal,
y él se mucre de hambre y de rabia á la puerta de esos pala-
cios abandonados, tristes, donde cree que reside la felicidad y
dondc al contrario no hay mas que tristeza y terror, y deses-
perucion también, porque cn presencia del pobre que se cree
oprimido, el rico, sintiéndose oprimido también, piensa en de-
fenderse, y como no es menos valiente que el pobre, porque
la educación en vez dc disminuir aumenta el valor, se dispone
á dar la muerte al que quiere llevarla á su morada. Horrible
coufusion, semejante á aquella en que los soldados de un mis-
mo ejército se matan unos á otros engañados por las tínieblas
de la noche y por un enemigo pérfido que, dando en la oscuri-
dad el grito de alarma, los ha incitado á precipitarse unos con-
tra otros. ¡Vuestros sofismas son las tinieblas de la noche; el
enemigo pérfido sois vosotros, vosotros que atacáis el órden so-
cial sin comprenderlo!


Ciertamente existen males, muchos males, y es preciso
pensar en disminuir la suma de ellos. E" preciso convertir ese
pan negro en pan blanco; esas legumbres impregnadas en un
poco de tocino, en carne, éSOS harapos en un buen vestido, esa
choza fétida en una casa bien edificada, esa ignorancia brutal
en una apacible inteligencia de las cosas, esa estúpida envidia
en una fraternidad sincera; pero es preciso hacerlo con el tiem-
po, é intentarlo por medios esperimcntados y conocidos, cosa
que noescluye los nuevos. Sin emhargo, conviene no dejar ig-
norar á ese pueblo quc, aun despues de haberse verificado to-
dos estos cambios, su corazon quedará lleno de dolores á ve-
ces insoportables. ¿l\\o se halla hoy cien veces mejor que en la
edad media, que en la época de la lepra, de los contagios, de
lashambres generales, cien veces mejor qlW bajo Luis XIV
Luis XVI y Napoleón? ¡Pues bien! escuchad esos gritos de do-
lor que lanza por todas partes, escuchadlos: suprimid esos mis-




308 DE LA l'UOPIEDAD.
mos gritos, y aun quedará un largo y continuo gemido. ¿Pero
(IRé es ese gf~mido? Es el gemido del corazon humano. Pene-
trad en los siglos mas remotos, pasad del feudalismo al impe-
no romano, bajo el imperio romano elegid la felicidad de los
Antoninos, el prolongado reposo de Augusto, pasad á Grecia,
visitad aquellas opulentas ciudades, la brillante Atenas y la
rica Corinto, bajad otra vez por la corriente de los tiempos,
recorred los dos hemisferios, del indolente indio, del laborioso
chino, qu~ se alimentan con un poco de arroz, volved á otras
naciones, pasad el Océano, recorred del uno al otro polo esas
Américas que se adelantan como dos grandes islas entre los
dos Océanos, seguid en sus peregrinaciones á ese salvage que
en las sabanas no corre mas riesgo que el de errar el tiro que
dirige al búfalo, con cuya carne se alimenta, y que colocando
su patria en los huesos de sus antepasados que lleva consigo-
envueltos en unas pieles. ha reducido tanto Jos azares de la
vida; volved en los buques del americano ó del inglés, admi-
rad la opulencia que se acumula en las márgenes del Támesis
ó del Zuiderzce, venid por fin á ver los pastores del Oberland,
observad, en una palabra, la un iversal idad del género humano,
escuchad lo que dicen todos los corazones: ¿no existe un dolor
comun en el fondo de todos ellos? Entre tantos y tan diferentes
hombres, ¿cual e, el que posee lo que desea? ¿Cuál es el que
Ha tiene algo que echar de menos, alguna cosa que temer'!
¿Cuál de ellos no ha perdido en el cnrso de su vida su padre,
su madre. su muger ó su hijo? ¿Cuál e- el que no tiene delante-
de si ó los dolores de la vida que empieza, que está semhrada
de trabajos, Ólosdoloresde lavida que de-ciendc hácia la muerte,
como el solhacia el horizonte, yá los deseos prnxi1ll0S áapagarse,
une los vagos temores del {in que scaproxima, temoresamargos
enel hombre deescasa inteligencia, solamente tristes para loses-
píritus superiores, pero mezclados para' este con otros mil dolo-




DE tA PROPlIWAD. 309
res (IHC no conoce el de escasa inteligencia? Si queremos con-
vencemos de dio, dejemos al pobre que tiene fria, hambre y
sed; vamos Ú casa del rico, (lue no tiene frio, que no tiene ham-
bre, que duermeen mullida seda, que pisa alfombras cubiertas
de mil colores. No tiene hambre, no tiene frio, es verdad. Está
harto, lo concedo. Pero contemplad su fisonomía agitada: ¿sa-
beis lo q e hace? Desea, desea ardientemente, mas ardiente-
mente que el que no ha comido. Desea con dolor, y ¿qué di-
reís que desea? No desea pan, nodesea manjares esquisitos, no
desea campos fértiles y risueños; tiene tal abundancia de estas
cosas, que no sabe qué hacer con ellas, porque apenas prieba
esos manjares, y tiene abandonados esos campos; pero desea
nuevos tesoros, el poder que le disputan, quizás el honor que
le ha arrebatado un insulto, Ó bien está próximo á perder todo
lo que tenia. Un huracan ha precipitado su fortuna enel Océano.
Una. falsa especulacion la ha destruido en la Bolsa. El favor pú-
hlico lo ha abandonado. ¡Direis quesondolores poco interesan-
tes, pero son dolores al fin! Veamos otros mas dignos de vues-
tra simpatía. Ha perdido unahija á quien adoraba, una muger
á quien queria. ¿Se os tigura que ama menos porque es rico?
Laobservaciou de la naturaleza humana prueba que padece con
mas fuerza, porque su alma menos atraida esteriormente por
el padecimiento físico, se halla mas concentrada, y en esta con-
centracion se agita y se atormenta mas. Cuanto menos padece
el cuerpo, mas padccc el corazon.


No queréis tener compasion de este hombre feliz en apa-
riencia, porque lo que echa de menos es dinero y poder. Paso
por esto. Pero contempladlo cuando manda ejércitos, cuando
ejerce la noble profesion de las armas. Muere como Epaminon-
das en Mantinea, despues de haber vencido en Leuctra; muere
como Gustavo Adolfo en Lutzen, despue de haber vencido en
Leipsick, ó bien como Gaston de Foix al principio mismo de su




310 DE LA PUOPIEDAD.
carrera, muere en Rávena en medio de la victoria mas esplén-
dida. [Feliz guerrero! mueres, y mueres jóven! para tí es una
felicidad morir, porque mueres en un lecho de estandartes. Pe-
ro aquel anciano Cárlos V tan feliz en todas sus empresas,
vencedor de Francisco 1, decidme, ¿por qué abdica y muere
consumido por la tristeza'? Anihal, vencedor durante veinte
años, queda vencido en Zaina, y ¿por quién? Por un jóven, y
este joven, este Escipion, que al empezar la vida alcanza ta-
maña gloria, gloria inmortal que no se ha borrado nunca, la
gloria de haber vencido á Anihal, pasael resto de su existencia
perseguido por la envidia, deplorando la desgracia de tener un
mal hijo, apartado de Roma y maldiciendo ásu patria. [Y'aque-
llos hombres dichosos que la historia llama Luis XIV y Napo-
leon, esos hombres que llenaron de despecho al universo, el
uno durante cincuentay el otro durante veinte años! El prime-
ro viejo Y3, habiendo pasado de la ternura de La Valliere á la
triste dominacion de l\lme. de Maintenon; de las Dunas, de. Ro-
croyá Malplaquet, de Turena, y de Conde á. Villeroy, dijo un
dia á este último: Señor mariscal, tÍ nuestra edad nadie es fe-
liz.-El otro pasa de Rívoli, de Marengo, de Austerlitz, y de
Fried}and, á Leipsick y 'Vaterloo, y de las Tullertas, del Esco-
rial, deSchrembrunn, de Potsdam, y delKremlin á Santa Elena!


"


Muere solo, sin una esposa, sin un hijo, atado como Prometeo
á una roca. Y vosotros que habéis visto caer á Cárlos X y Luis
Felipe, caer rama sobre rama, trono sobre trono, ¿creeis, pues,
que no hay dolores arriba, abajo, portodas partes; pero mas to-
davíaarriba que abajo? ¡Inútil digresion, me contestareis, al tra-
vésldel campo de los dolores universales! Os hablamos de los do-
lores de la gerga, y nos contestais con los de la púrpura. ¡Ah!
muy escasa vista tenéis sino descubris que esa púrpura, que
esa gerga, son un velo insignificante que cubre el alma huma-
na, y que bajo el brillo deslumbrador de la una, corno bajo el




DE LA PROPIEDAD. 311
color sin briJio de la otra, lny una terrible igualdad de padcci-
mientos. Dios ha co.ocado en todos ese mismo resorte dcl alma
humana, que oprimido por el mundo, se resiste, se doblega,
vuelve á levantarse, se doblega otra vez, no cesa de gemir en
estos diferentes movimientos; pero obra siempre, y hace ade-
lantar á la humanidad al través de una prueba visible, hácia un
fin invisible. Si es asi, me dirán, ci autor de todo esto es un ti-
rano, y este régimen impuesto á todos es la igualdad de la ti-
ranía.


Será tirano si se quiere, pero la tirania será igual en todo
caso; y si es un tirano, lejos de dividirnos bajo su tiranía, uná-
monos al contrario para vencerla. ESt~l tiranía, si existe, (y
ruego que se me perdone semejan te hlasfcruia}, se manifiesta
por la naturaleza esterior que cs preciso combatir, vencer, so-
meter á nuestras necesidades, adaptar ti nuestro bienestar.
Unámonos, pues para veuccrln, ea ¡ug~lr de degollamos unos
a otros sobre su senu. En lugar de destrozar esas cosechas pa-
ra repartírnoslas, unámonos para defenderlas, para asegurar
su posesion al que las hizo brotar. Pidámosle una parte de
ellas para el pobre, pero no se la arrebatemos.


Pero en cuanto ú ese supuesto tirano, autor universal lb
todas las cosas,-¿(luién sabe? acaso no lo habéis comprendí-
do. Ese dolor que el todos nos ha impuesto, es quizás UDa
prueba inevitable, necesaria, y recompensada ampliamente en
otra parte. Detengámonos un instante delante de él, y quizás
le haremos mas justicia, como se la hacemos al órden social
despues de haberlo examinado y comprendido.


Se necesitan tres ángulos para formar un triángulo: esto e
inevitable, como es inevitahle que el espacio tenga estension.
:Me parece que ese Dios no seria ni impotente ni malévolo por
haber instituido ó admitido estas condiciones de la naturaleza
de las cosas. Si para él dos y dos son cuatro, ¿será por esta




DE L\ PHOPIEIlAll.


rnzon menos poderoso, menos bueno? Pues bicn , ¿no puede
suceder que fuese una contlicion de la misma naturaleza la del
dolor para el alma humana? En efecto, ¡,qué es sentir? ¿Es
esperirnentar una sensación indiferente, corno seria la upari-
cion succesiva do varios colores diferentes, que no causa al
qt!C la ve ningun sentimiento de placer ó de dolor? Pero en es-
te ca-o yo no me movcria, permaneccriu quieto ó inactivo. No
empiezo á :-;enti r vcrdanertuncutc, sino cuando estoy afectado,
ya sea de una I1LUlC"a a;radahlc Ó d(~~:lgra(bbk; entonces
existe el dolor, pero tambicn el placer; hay movimiento para
huir del dolor, y para alcanzar el placer; hay accion, hay vida,
Decidme que mas nos valdría 110 ser, Ó ser menos, y descen-
der, por ejemplo, delhombre qne siente mucho, á la abeja que
no siente sino en proporrion del móvi! necesario á su vida,
de la abeja ai pólipo, al vrgetal. ,'l la piedra, á la nada. Lo ad-
mito, pero esto se llamn suici.lio. {) bien me diréis (lIJe es pre-
ciso, en vez de descender, subir a mayor altura, elevarse {t
aquellas regiones, donde ya no s: sien te el inllujo del mal, allí
donde se descansa en el seno de Dios. Lo .ulmitn tamhicn, Os
diré sin embargo: aun no es tiempo. La religion qlW va mas
allá que la. filosoftu, h n'!igi()lI, qtl~ de las necesidades de
nuestra alma saca una sublime conjetura, que es un deseo
para el que no cree c.nnpleuunente, una certidumbre para el
que tiene entera Ié, la religion 0,0; dice: Padeced, padeced con
humildad, paciencia y esperanza, mirando ¡'l Dios que os es-
pera y que os recom[H'n~aril.-A!'ii convierte lodos los dolores
en uno de los percances del gran viage que debe conducirnos á
la última felicidad. Y entonces el dolor no es mas que una de
las penalidades de este viage inevitable, y si hace padecer,
tambien viene en pos de ella un consuelo inmediato, que es
la esperanza. Asi es, fIue esa poderosa religión que se llama
cristianismo, cgerce en el mundo Ull dominio constante, y se
~




lo debe cntre otros motivos, á una ventaja que solo ella posee
entre todas las religiones. ¿Sabeis cual es esa ventaja? Es la
de haber sido la única qne ha dado un sentido al dolor. El es-
píritu humano ha tenido con ella m:1S de una disputa sohre sus
dogmas, pero ninguna sobre su moral, es decir, sobre su ma-
nerade entender el corazon humano. El paganismo no pudo
resistir á la primera mirada de Sócrates ó de Ciceron, porque
consistiendo esa religion en leyendas fabulosas, graciosa poe-
sia mas bien que religion, historia de las pasiones, de los
amores, de los placeres, y de los pesares de los dioses, no era
mas que una historia de reyes colocada en el cielo. Como his-
toria era una falsa crónica, como moral un escándalo. Pero la
que vino después y dijo: No hay mas que un Dios; él mismo
ha padecido, y padecido por vosotros: la que lo enseñó en una.
cruz, subyugó á los hombres, correspondiendo á su razon por
¡él idea de la unidad de Dios, y tocando su corazon por medio
de la deilicaciou del dolor. Y [cosa admirable! Ese Dios que
padece, representado en una cruz en la agonía de la muerte
ha sido mil veces mas adorado por los hombres que el Júpi-
ter tranquilo, sereno y tan magestuosamente hermoso de l¡'i-
dias. Las artes lo han hecho sublime, mucho mas sublime que
el Júpiter de los antiguos. Yesto es todo el secreto de la dife-
rencia que existe entre el arte antiguo y el arte moderno: el
primero superior por la forma, el segundo por el sentimiento;
el uno tenia cuerpo, el otro tiene alma.


Asi es que mientras que el paganismo no ha podido resis-
tir ni un instante al examen de la razon humana, el cristia-
nismo dura después qnc Desearles ha colocado los fundamen-
tos de la certidumhre, después que Galileo ha descubierto el
movimiento de la tierra, después que Newton descubrió la
atraccion, después que Voltairc y Rousseau derribaron los tro-
nos. y todos los hombres políticos prudentes, sin juzgar iUS




311, DR LA rnOPIEDAD.
dogmas, que no tienen mas que un juez, la fé, desean que
dure.


Hablad, pues, al pueblo como le hahla la religiou. Sin de-
hiiitar en él el jasto sentimiento de sus derechos, sin adular la
inercia o la mala voluntad de los que lo gohiernan, dccidle
sin embargo, que existe para todos una suma inevitable de do-


.101', que se encuentra en la esencia misma del alma humana,
que no es el rico quien se la ha enviado, que Dios solo rué quien
la pusoen él como el resorte que debía arrancarlo á la inacción
para precipitarlo en la acción, esdecir, en la vida. Decidle eso,


. si no queréis duplicar su dolory trasformarlo en un furor impío,
que se vol verá contra él uiismo, asi como el arma que se da
a una mano imprudente destruye á aquel á quien alcanza y á
aquel que la maneja.No invoco yo laindiferencia hácia los ma-
les del pueblo; lo que invoco es el cálculo justo y exacto de es-
tos males, yel discernimiento y la aplicaciou rle los verdade-
ros remedios.


FIN.




I~DICE.


DE LAS MATERIAS QUE CONTIENE ESTE LIBRO.


PROLOGO DEL TRADUCTOIL . . . . . . . . .. V
Carta del Excmo. Señor don Vicente Vazquez Queipo. XVII
hTRODUCCIOX. . t


LIBRO PRnIERO.


DEL llERECllJ DE PROPIEDAD.


CAPITULO I. Orígen de la contnnxrsi« actual. ¿Cómoesque
la propiedad se pone en duda en nuestro siglo? .. I)


CAPITULO rt. Del método que debe sequirse. La ohservacían
de la naturaleza humana, es el único método verdadero
que se debe seguir para demostrar los derechos del
hombre en sociedad.'. . . . . . . . . . . ,10


CAI'ITULO 1II. De la 1lniversalülad de la propiedad. La pro-
piedad es un hecho constante y universal en todos los
tiempos y en todos los pai-es, . . . . . . . . H·


CAPITULO IV. De las [acuittules del hombre. El hombre
tiene en sus facultades personales la primera propie-
dad incontestable, quc es origen de todas las <lemas. . 22


CAPITULO v. Del empleo de las lacultades del hombre ú del
trabajo. Del ejercicio de las facultades del hombre nace
una segunda propiedad, de que es orígen el trabajo, y
que la sociedad consagra por el interés de todos. . . 26


CAPITUI.O VI. lte la desigualdad de los bienes. De la desi-
gualdad de las facultades dcl hombre, nace forzosa-
mente la desigualdad de los bienes. . . . . . . 32


CAPITULO vir. De lú trasmision de lapropiedad. La propie-
dad no es completa sino cuando es trasmisible por do-
nación ó herencia. :n




816 I:';DICE.


C.I\PITGLO VIII. De la donacion. La donacion es una de las
maneras necesarias de hacer uso de la propiedad. . . 39


C,\PITULO IX. De la herencia. De la facultad de dar resulta
para el padre la facultad de dar á sus hijos durante su
vida ó al tiempo de su muerte. . . . . . . . 4.1


CAPITULO x. De la influencio. de la lierencia sobre el tra-
bajo. La facultad de trasmitir la propiedad de padres el
hijos, hace infinito el amor al trahajo y completa el sis-
tema de la propiedad. . . . . . . . . . . .í(j


CU'!TULO XI. }jel rico. La aglomeracíon (le bienes qlle
resultan de la propiedad. asi personal como hereditaria,
componen lo quP, se llama la riqueza, la cual desempe-
ña en la sociedad muchas funciones indispeusahles. . in


C.\PlTULO xu. Del cerdiulero [utulcmenu: del derecho de
propiedad. Resulta de todo lo qlle precede que el tra-
bajo es el verdadero fuudatuento del derecho de pro-
piedad. . . . . . . . . . . . . . . . 6R


C.\PITULO XIlI. De la prescripcion, Si el fraude v la violen-
cia son á veces el origen de la propiedad, latrasmision
durante algunos años, bajo el imperio de las leyes re-
gulares, le da el carácter respetable y sagrado de la
propiedad fundada sobre el trabajo. .~ . . . . . 71·


C..\PITUI.O XIV. De lainvasion de las cosas ]J01' in estension
de la propiedad. Lejos de ser invadido el Universo por
la estension progresiva de la propiedad, le vemos por
el contrario, cada dia mas adecuado a las necesidades
del hombre, mas accesible it Sil trabajo, y la propie-
dad civiliza al mundo en lugar de usurparle. . . . 82


LlBRO SEGUNDO.


DEL cmIUNIS1IO.


CAPITULO I. Del principio general del conwnismo. La dis-
cusion del comunismo es para la propiedad lo que los
matemáticos llaman la prueba por el absurdo. . . 107


CWITULO H. De las condiciones inevitables del comnnismo.
El comunismo produce inevitablemente y bajo todos
conceptos la vida en comun. . . . . . . . . 109


GUITULO IlI. Del comunismo ~on relacio« al trabajo. El
comunismo estingue todo amor al trabajo. . . . . ,121


CWITULO IV De! comunismo con relacion á la libertad
humana. El comunismo es la negucion absoluta de la




INDICE. :31 7
libertad humana.. . . . .. ..... 12;)


CAPITULO Y. Del comunismo con relacion ti la [amilia, La
propiedad y la familia cS~iln tan íntimamente unidas
que destruvendo el coruuursmo la una, destruye la otra
y estingue los sentimientos mas nobles del tilma hu-
mana. . . . .'. .. . .....1:11


CAPITUl.O VI. De! cláustro Ó de la vida comun entre los
cristianos. El comunismo es una imitacion opuesta de
la vida monástica, Ilenú de contradicciones que la ha-
cen imposihle. . ·1 JO


LiBRO TERCERO.


CAPiTULO I. Del socialismo. No atreviéndose los adversa-
rios de la PI'OpiL'(Ltd á nC'gélrla abiertamente, han creado
diferentes sistemas mixtos, los cuales son la asociacion;
la reciprocidtul y el derecl.o al traba/o. . . . . .1 í:j


CAPITULO 1I. De los padecimientos sociales, ¿.Cuák~ SOII los
verdaderos padecimientos sociales :1 que convendría
poner remedio? . . . . . . . . . . . . loO


CAPITULO nt. De la osociurion y de Sil aplicocio» á las dife-
rentes ciases de obreros. La asociaciou es aplicahle so-
lamente ú alg'illllS poh:aclOtle:.; aglumcrndas, ora haya
sido imagin~da por ellos solo.:,Lora por Sil i nllucncia. ,rS(j


C.HITULO IY. De! copita! en el sistema de la asociceion, Si
el Estado da el capital de la asociaciou, es un.i USUI"-
pacion injusta que se hace ú la masa de cUIltrilmyentl's,
y si sale del salario de los truhajadurcs es un empleo
imprudente (h~ sus ('co[jolllias.. . , . I G3


CAIITULO v. lle la direccion de las empresas en el sistema
de la «saciaciun, La dil'(~c;'i,lll de las empresas en el
sistema de la asociaciun ('S imposihle, ~' tiende ::t sus-
tituir al pri:l('ipio d(~ inl(~rl's pcrsolia!, único qu,l COIl-
viene á la indu-triu privarla , e; principio del interés
genera~, qllf' solo COi\\¡"IlC al t~o!Ji('rno de los Estddos. 17~)


CAPITULO \1 1J~1 {mIJI/;"i) á destajo. Con la nboli.ion di'!
trabajo ;'l d;~staj() se ha destruido el único mvdio q(I('
tenian los obreros de participar de los heueíicios del




31S INDICI':.


capital. ,187
CAI'lTCLO YII. De la supresion de la competencia. La com-


petencia es la fuente de toda mejora para las clases
pobres, pues faltando ésta, solo quedará el monopolio
en provecho de los ohreros asociados y en perjuicio
de los quc no lo sean. . . . . . . . . . . 195


C\l'lTULO YIII. De la reciprocidad. Las leves no pueden
producir la baratura, y el numerario' no puede ser
reemplazado con seguridad sino por un papel tan di-
fícil de adquirir como el numerario mismo. . . . 21 ,1


CAPITULO rx. Del derecho al trabajo. Lo obligacion im-
puesta á la sociedad de proporcionar trabajo ú los
obreros que carecen de él, no puede constituir un de-
recho. . . . . . . . . . . . . . . . 226


C\lIITULO x. Del carácter [jclleml de los socialistas. tos so-
cialistas atacan realmente tanto la propiedad como los
mismos comuui-tas, y solo atienden á una parte pe-
queña del pueblo, él. la que se halla aglomerada en las
ciudades. 2:n


LIBRO CUARrO.


DEL BIl)UESTO,


CAl'lTULO t: De la mauer« de qraoar la propiedad por me-
dio del impuesto. No es cierto que los gobiernos hayan
tenido siempre en todos los siglos por mira principal
descargar algunas clases á espensas de otras ni (fue su
único objeto ha sido tomar dinero donde era fácil en-
contrario. . . . . . . . . . . . . . . :H3


CAPITULO u. Del principio delímpucsto. El impuesto dehe
gravar todos los géneros de productos, asi los de la
propiedad, como los del trabajo. . . . . . . . 146
c.~l'lTULO iu. De la reparticion dcl impuesto. El impuesto


dehe ser proporcional y no progresivo. . . . . . 251
CAPITULO IV. De las di{erentes {armas del impuesto. La


tendencia esencial del impuesto es diversificarse de
una manera indefinida. . . . . . . . . . . 260


C.UITULO v. De la di{usion del impuesto: El impuesto se
subdivide hasta lo infinito y se inclina á confundirse




[\DICE. 319
con el precio de las cosas, hasta tal punto que cada
uno satisface su parle, :10 en razon de lo que paga al
Estado, sino en razón de lo qne consume. . 27:3


:AIJITULO VI. Del bien y del mal r¡ue puede producir p,!
impuesto. Las modificaciones <fue deben hacerse en el
sistema de los impuestos en favor de las clases labo-
riosas, no son las que IIIas generalmente se proponen. 282


:APITVLO vn. Conclusion, lle! mal en el mundo. Existe en
la sociedad una cantidad de mal qne deben tratar de
reparar los gobiernos, v otra inherente á la naturale-
za humana, de que ilo puede librar á los hombres
ninguna perfección imaginable en los gobiernos. . 291




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