".- -,/ DE LOS e o N GR E S OS e A TO L 1 e OS ' EN NUESTRA ÉPOCA. ...
}

".- -,/


DE LOS


e o N GR E S OS e A TO L 1 e OS '
EN NUESTRA ÉPOCA.


ARTÍCULOS PUBLICADOS


EN LA REVISTA MEN~UAL


EJ Criterio Tridentino.


CON APROBACIÓI ECLESIÁSTICA,


/


~~~~
.


Precio .2 rs. h
~~~


, ASTORGA:
nlp, y LIB. DE LA VIUDA É HIJO DE I.ÓPEZ.


1891.






-~ """'


ADVERTENCIA ..


Habiendo excitado la curiosidad de
muchas personas ilustradas la série de
artículos pu blicados en la Revista EL
CRITERIO TRIDENTINO, de esta Ciudad,
redactada como es sabido por Profesores
del Seminario Conciliar y otros notables
colaboradores; para satisfacer sus deseos
y los de gran parte del Clero, hemos
creido oportunísimo coleccionarlos, y
darlos en forma de folleto ú opúsculo,
esperando que nos lo habrán de agra-
decer, contribuyendo, por otra parte, á
fomentar la nobilísima empresa de los
Congresos católicos en España.


Sentimos que el autor de estos inte- .
resantes artículos, se empeñe en con-
servar el pseudónimo de Silvia, priván-
donos de la satisfacción que tendríamos
en darle á conocer á nuestros lectores
por su verdadero nombre, seguros de
que acrecentaría el mérito de su pu-
blicación.




; , ,. . '.~'. ~ .....


. ~"""'.".""""'-""".""'~' .. ' .. '.'~:"-""" .... : ........... ~!~.:~:.: .. ,. ..... ;.: __ ......... ..,.:. .. __ ...... _ .._--_.~_ .. _.; ..... ....


1


INTRODUCClÓN .-OJEADAmS1'Ó1UCA . DEL MOVIMIENTO
CA~ÓLICOENEL PRESENTE SIGLO.-P:io IX y
l.EÓN XIIl.


Bien podemos afirmar COMO hecho innegable,
que el espíritU católko vése en' nuestraép()(!a
~obrar nuevos bríós, produciendo su poderoso
impulso una espe~ie de renacimiento en la vida
católica. 1.0 mismo para España que para otras
naciones aparece éste fendmeno tan visible, que
no vacilamos en anadir que resultará patá la
Historia de la Iglesia como otra señal caracte-
rística del último tercio de nuestro siglo.,


Si mos trasladamos , prindpios de este tan
ponderado siglo XIX y tan diversall1elilte juzga-
do, ¿quién pudo prever ese renacimiento, esa es-
pecie de resut"l"eccwn á nueva "idaque en los
espíritus ci:tóHQOS vemO'spr.oducirse e-i1 nuestros
días?


Reflex.ionemos por un momeRto sobre el es-
tado pol:ít~retigiosó de aquella' época y nEIs




· convenceremos de las dificultades que se· oCre-
c(an al hombre observador para predecir tiem-


.. pos mejores. Por un lado el poderío y la hos-
tilidad directa de la iglesia anglicana al Papado;
el fuerte empuje y la invasión general en Eu-
ropa del enciclopedismo francés, animado siem-
pre por el espíritu revolucionario radicalmente
hostil al cristianismo; el predominio de las sectas
protestantes y de los varios sistemas filosófico he-
gelianos en Alemania, el endiosamiento, puede de-
cirse, del cesarismo cismático en el vastísimo impe-
rio de las Rusías; y por otro lado descúbreseun
cierto abatimiento, casi general,· en los espíritus
católicos de las diversas naciones de España, Por-
tugal y de América, Bélgica, Francia, Italia; Aus-
tria y otros puntos de Europa, en donde se vió
penetrar con fuerza avasalladora al liberalismo
moderno en la variedad de todas sus formas y ma-
tices, dominar en los Gobiernos el espíritu de in-
diferencia y de emancipación, que los condujo bien
pronto á la negación ó frialdad en punto á la obe-
diencia debida á la Iglesia y á la sumisión á las en-
señanzas del Pontificado. Tal conjunto de hechos
y circunstancias no daban ciertamente lugar á pre-
decir, mucho menos esperar, un porvenir lisonjero
para Jos intereses del catolicismo, durante el pre-
sente siglo_


Pero esa miopía del hombre nos eleva al
reconocimiento de una verdad eterna y siempre
provechosa, es á saber, que sólo Dios puede leer
claramente en el porvenir de los tiempos. Apare-
c~ además, como otra verdad inconcusa, fundada:




LO::"~


en la ley dela historia: que el Dios y Señor<delas '
ciencias suele destruir con frecuencia todos los
cálculos y planes mejor fundados de la. denda y de
la política humana; y he aquí por qué la obra de
la Iglesia·y del Pontificado vuelve á reaparecer
floreciente en nuestra época contra toda esperanza
y todo cálculo político.


y vemos quedó burlado el orgulloso vaticinio
que pocos años antes de la Revolución francesa,
hiciera el impío cuanto impúdico Voltaire, predi-
ciendo á la juventud de su tiempo aqudla dicha,
por él tan suspirada, de que las generaciones mo-
dernas se verían libres del yugo de Cristo y de su
Iglesia. También desde principios ó mitad del pre-.
sente siglo resultaron vanos y utópicos todos los
juicios de la tan celebrada filosofía germánica, que
anunciara á los pueblos el reinado inl:ondicional
y absoluto de un racionalismo, enemigps de t?d~
Religión y toda creencia sobrenatural, que se creyó
prepotente en t09a la Europa sabia; y vemos, por
fin, igualmente frustrados todos los afanes y vati-
cinios de lo~ olvidados sansimonianos, proudho-:
nianos y otras mil sectas político-religiosas, solica-
les ó socialistas, que predijeron para el cristianis-
mo una transformación tan grande, que llegaría
hasta el punto de perder su carácter divino ysu
espíritu esencialmente apostólico.


Verdad es que esa profunda agitación operada
en los espíritu~, á consecuencia do! la multitud y
"ariedad de tantos sistemas, hubo de llevar dolo-
rosamente á hombres de grande inteligencia por
las corrientes de la duda religiosa y del escepti-




dsmo fik>séfic0. Ytoda-vía· es más sensil1le te-
ner que fe,c()flOcer la invasión y el predominio
Se . tal indiferentismo religtoSó en los gobitrnos,
en !:as clases que se titularon ilustradas y aun
en la~ cltÍses inferiores que ya á' nadie hoy se
ocuba, fueron políticamente extraviadas y eJt-
pioladas por innumerables promesas é ideales acer-
a de tUl nuevo porvenir y bienestar social, que
les-asegurarÍa una felicidad siempre soñada y ja-
más conseguida.


De estas y otras causas resultaron para nUestro
. ~glfr dos hechos, entre otros, principales: una


'gran confusión de ideas, una verdadera crisis en
.el pensamiento, humano que bien' podemos apeUi-
dar caótica, y una inmensa propagación de la in-
diferencia religiosa; hechos que trajeron, en pos
de sí, ese teinado casi general del desorden políti-
coreligioso y del más triste sensualismo en la vida
de los pueblos, con un acrecentamiento de incre-
@lidad, de inmoralidades y de criminalidad que,


. después de llenar de espanto á nuestros padres., ha
llegado á aterrarnos á nosotros mismos.


Las grandes catástrofes, no obstante" nunca
pudieron destruir por completo los frutos de la
civilización, católica; y aun de ese diluvio de
males, que, con justicia, lloraremos, y al peso
de cuyas consecuenCÍu gemimos, resultan he-
chos consoladores para el crítico observador que
sabe aprovechar con atenta m.irada las leccio-
nes de la' historia. Del examen de los períodos


. más edticos de persecm:ión religiosa y guerra
á La Iglesia de Jesucristo, se infieren dulces é




-u .... ·
)mpqt'tanttsimQ:s. \*eI!daliMs. Hesulta siempre 'tia-'
to', la que, en caracteres' de orQ,. apa:rece eg:ri-
to ,en los Iibl'oS Sagra,dos: que los jostos sicmi-
pr~ prevalecerán: que los im:píos siempre que ..
oo-rán burlados: que la humildad será exalta ...
da y I·a soberbia aba'tida: que nunca perecerán
en el mun~o la ve'rdacl y la justicia: queet pe~
c/ldo hace á )os puebles miserables: que las im.
purezas ycleli'los humanos jamás qued8lll' im ...
punes, ó como expresa el dicho francés~ q~e el
.viejo buen Dios nunc.l mue,"e: y en fin:~ que las
naciones, por maleadas y pervertidas que .~
consideren, serán siempre susceptibles de cer ..
rrección, de mejoramiento, de remedio yde
resurrce.ción ,. nueva vida: l1atianes sunt san«-
biles ac docibiles.


Resulta siempre comprobado que el espiritl1
y la verdad del cristianismo no perecerán nun·
ca, y q\:le los vientos del infierno, por .más hu-
racanados que se desencadenen, jamás podrán
derribar el edifido de la Iglesia católica: ra ro-
ca de Pedro permanecerá siempre inconmovible.


Resulta evidenciado que los suspiros, gemi-
dos y el llanto de las almas santas; que las fer-
vientes oraciones de los hombres justos nuru:a se
elevaron en balde al cielo, dando fuertes alda-
bazos en las puertas del corazón de Dios,siem-
pre misertcordioso.


Infiérese claramente qlleJa multiplkaciónde
Ws actos de heroísmo, de a!meg.ación, de sa-
crificio,de fideli.d'ad y constancia de rnillaresde
ClristÍU05 sosteniéndose mOleS· en ° los . camlttOs




,del Se'ñor y eh el exacto cumplimiento de los'
sagrados deberes que nos impone su ley santa,
jamás quedaron sin centuplicada recompensa.
. Perosol?re todo resulta evidentísimo el be.


neficio de la' expiación, com'o ya observaton,
en unión de los Stas. Padres, el gran De Maig-


• tre y Deschamps, esto es, que el riego de la
sangre de los mártires ha sido siempre benéfi-
co y fecundante en virtudes en este miserable
mundo, y que los millares de víctimas que tan
gloriosamente sucumbieron en los múltiples ca-
dalsos que levantara la impía Revolución fran-
cesa, en nombre de una mentida libertad, que
nunca dió para las sociedades frutos de bendi-
ción, de honor ni de gracia; en ~ombre de una
igualdad que resultó siempre sarcástica; y en
el de una fraternidad que lleva por símbolo la
guillotina; no pudieron menos de alcanzarnos
clemencia ante el trono de las divinas mIse-
ricordias.


Que la sangre pura é inocente de tantos
.millares de víctimas que vinieron después á ser
igualmente sacrificadas por amor á la Reli-
gión ,y á la Patria, en medio de. las guerras
napoleónicas, y también en épocas tan nefas-
t~s como. las de 1820, 35 Y 68 en nuestra
España, y las -de 1848 y 70 en Francia é Ita-
lia, tampoco pudieron menos de aplacar la di-
vina justicia por tantos crímenes ofendida; re-
cabando, al fin, para los hombres y las nacio-


,nes el bef)eficio grande de los desengaños. el
. beneficio mayor aún de haber reaparecido bri-




':':"la=-'
llantfsima, en medio de las modernas ~sódeda·
des, la única verdadera luz del cristianismo,
despejando sus horizontes de las nebulosidadeS
é ilusiones de una ciencia siempre vana y de
una política siempre falaz, masónica y preve-
nida contra las verdades, enseñanzas y precep-
tos de la Iglesia.


y merced á esas ilustres víctimas y á ese
sin número de actos de virtud y de heroísmo,
somos de .parecer, que debemos al cielo' cle-
mente esa vuelta de tantos hombres de nues·
trosiglo al amor de la santa Fé y de la pu.
reza de la moral católica, ese anhelo que se
pronuncia por la reaparición dé las tradiciones
y bellezas de la piedad cristiana, y, por último,
ese feliz renacimiento del espíritu y de la ae"
tividad de los católicos de todo el orbe. que ve-
nimos presenciando con asombro, y del cual
nos consideramos á la vez testigos, actores ó
cooperadores.


y fuerza es notar que dos Papas, que dejará n
indudablemente en la historia de la Iglesia pági.
nas brillantes y recuerdos de inmortalidad, deben
"ser consid~rados como principales agentes ópro-
movedores de ese movimiento católico 'social de
nuestra época, que en todos los terrenos de la aé·
tividad humana se nos ofrece grandemente rege-
nerador y poderoso. .


Uno. es el gran Pío IX, de gloriosa y santa me-
moria. á quien osamos proclamar el gran Pon'tífi~
ce del 8.yllabu$ y de las intransigencias éontrato~




--a-
dQí.loa;errOtrts. madcmnos;: e~ Papa de la JntM1I!ii4.i~
cJad y dd g,-anCoftcilio Va,t-ican-o; el ,Papa de la-s
gf~nd~s $jm,padas ante lasrnuchédumbres crisrta-
nps;el Papa:predi.lecto:de la Im.macLlla la., .del Co':'
rll~Ófl dI! JI:SÚ-S y .de las almas puras; el Papa de
~ grandl!sd~eogaños, .blaru:o!! nbjeti:v.o de los
grandes odios políticós; el Papa ilustre, e·A RoO,
~l Papa 4el ~t:rg¡co Nott possumits, <lue viene á
lÜgpifu;a-r ,de las· gta~ r~sisteacias á ttildas las ar-
bitrariedades del po4~:r hUfjMno y á todas las fa-
lacju de la d·ipk>macia c~temporánea.


PíQ IX, ese papa i.nmorta-l, de .quien dijo La-
corda.ke haber corrido~t riesgo de ser el Luís
XYI ,del rQ-liltifkado, debemos convenir en que
fué el verdadero -iniciador. y merced á su largo
Pontificado, puede tambiénafirmar.se que fué el
v.erw.derQOfganizador de ese despertamiento del
esp{ritu catóW:9 que al-boro~ado$ -contemplamos
.~n nl,J.es~a é-PQi;~. A Él s~ debe ,e~e .movimien-
to católico de las sociedades modernflsp~r haber
creado los Círculos de la Juventud católica y los
~f.05 (8:tól~ en ,todas ,las partes del orbe.
Gcacias á su familiar contacto can 'las muchedum-
bres .de peregr.inos que fueron á Roma para ofre-
cede (ltestimonio de su fe,de su tmory obedien-
~ia á las· enseñanzas de lidglesia, clébese á É1 pr.m-
clpalment.e ese renaCimiento de 'la vida cristiana
ye!ie l'egr~Q _c:ntusmta de los pueblos al recono- .
cimiento de la autoridad Ponti.fic.ia.


Sin tener en Cuenta estos precedentes, no ha·
lJarían explicación cumplida, ó harto satisfacto-
ria, l~ Congresoa c:atóiicosde nues.tra época, ni




· -t8 ....
tantos otros hechos sorprendentes que apareCen
á nuestra vista, y que indudable,mente constituí·
rán otra de las páginas más hermosas del no me-·
nos glorioso Pontificado del actual Papa reinan-
te, el sapientísimo León XIII: el Papa de las gran-
des ideas, el Papa de las luminosas Encíclicas~
el Papa de las clases obreras, el hábil sostene-
dor de la más alta política cristiana; hasta po"'"
dríamos añadir el gran Árbitro y fiel intérpre-
te en las más difíciles cuestiones del derecho pú-
blico y de los conflictos internacionales.


No llevamos intento de estudiar á León XIII,
bajo los diversos aspectos á que se presta su ma-
jestuosa figura en el terreno religioso, literal'Ío
y político; nuestro propósito se limitará tan sólo
á hacer algunas· observaciones sobre la impor-
tancia é inmensa trascendencia que tiene para
el Catolicismo. una de sus obras más predilec-
tas, á saber, la de los Congresos católicos roo-
dernos,.que si no puede decirse que los ha creado,
bien puede afirmarse que á Él se debe su presen·
te organización y maravilloso impulso.






" "


l .. ,'.· ...... ~ ... ·.~ ..• ~ ... ~~ •. ~ .... ~ ••.•. ' •.• ~~' ••... _.~~.~ .....•.... _ ...•. .1.~ ••• ~ ••• ...::.. ••••••• ;,~.~~.~.;,1.~~~¡,~.~ ••• ~ .. ;. ........ u;.;.~;.¡,~ •• ~.v.·.¡,:.:.~.~;...\.a\.~


11


ESTADO ACTUAL DEL MUNDO.-CAUSAS DEL ABATI-
MIENTO É INERCIA DE LOS CATÓLICOS.-RESU-
RRECCIÓN DEL ESPÍRITU CATÓLICO.-ESPERAN-
ZAS.-QUÉ SON LOS CONGRESOS CATÓLICOS.-
SECCIONES.-SESIONES PÚBLICAS.


No se rcrea que al encarecer la importancia de
los Congresos católicos modernos, y al celebralj
el vigoroso florecimiento de )a vida católica en
nuestra época. cerramos los ojos para no ver" el
cúmulo de males que nos circuyen, la triste situa-
ciónen que se halla la Iglesia, pugnando con la
acción adversa y hostilizadora de los Gobiernos
de casi todas las naciones, incluso las que, toda-
via por tradición, gozan del título de católicas;
Nosotros somos de opinión que, aun defendiendo
la mejor de las causas, conviene sustraer5e á las
ilusiones y optimismos de toda especie.


Para qúe los juicios resulten exactos, fuerza
es que el" "observador se coloque en el terreno
de la realidad, y estudie lbs hechos con mirada se-
rena y sin preocupaciones de ningún género. Y la


a




,.-


-'-18--'-


. vérd~d és que, por desgr.acia de los intereses ca-
tólicos, y de las mismas sodedades modernas, es-
tamos todavía muy lejos de poder entonar him-
nos Je' triunfo. La realidad que se ofrece á nues-
tra vista es un estado de oposición, de indiferen-
cia y de hipocresía en general, respecto de todas
las naciones. oficialmente consideradas; de suerte
que la Iglesia aparece delante de . los gobiernos
más bien como una institución tolerada que no
protegida. Lo mismo en las Monarquías que en
las RepÚ;blicas, prevalece ese conjunto de erro-
res que se conoce con el nombre de liberalismo,
y que tan Justamente fué condenado en el céle-
bre Syilabus del inmortal Pío IX.


En los Gobiernos de las diferentes naciones
contmúa preponderante el influjo de las ideas re-
volúcionarias y de las sectas masónicas; y si bien
es cierto que algunos hombres eminentes de Es-
tado' han rectificado sus juicios y hasta adopta-
do sistema .. menos radicales, menos utópicos y
por tantQ más conformes con la recta apreciación
de los he'Chos de la historia contemporánea, y
aun del buen 'sentido polítko, ·~no es que no se
presenta todavíll Un Gobierno decididamente ca-
tólico, asaz valeroso para declarar, ante la faz
del mundo, que reconoce la Divinidad de Jesu:...
cristo y la bondad absoluta de sus santas enseñan-
ZE,ls, mostrándose resuelto á defender á todo tran ~
ce los derechos de la Iglesia, de: la Sta. Sede y
de la. conciencia y libertad cristianas •


. . t;sa actitud hostil ó vacilante.) indiferentistaó




-~
. atea, más 'que' creyente y protectora de los de-


rechos é intereses católicos ha producido,y con-
tinúa produciendo, ese estado de extravío en las
ideas, de desmoralización en los individuos, de, ,
insubordinación y anarquía en lo! 'pueblos tan
lamentado hoy día por todos, y mirado como
la causa eficiente de la desorganizaeión social y
como el peligro inminente de una crisis aterradora.


Tampoco podemos desconocer que el estado
de la enseñanza en general y el periodismo, que
más prevalece, deben reputarse fuente perenne
de confusión, de escepticismo, de irreligiosidad
y aun osaríamos decir d';! inmoralidad y de em~
brutecimiento. El libro de texto muchas veces,
el arte, la poesía, el drama, la novela, todo se
resiente de la falta de sentimientos católicos, de
ideas sanas, morales y verdaderamente estéticas.


Pues bien por lo mismo que las sociedades
modernas, estudiadas desde el punto de vista ca-
tólico, analizadas ó apreciadas según criterio cris-
tiano, andan mal gobernadas, sintiéndose los pue·
tios oprimidos, y extraviados, por los tristes efee'- .
tos de ese sensualismo preponderante y de Una:
propaganda antirreligiosa libremente toleradaó
protegida, nosotros no nos cansaremos de cele-
brar el maravilloso despertamiento del espíritu
católico yel vigoroso empuje que ostenta en esos
modernos Congresos, bendecidos por la Iglesia,
dirigidos por los Prelados, sostenidos y auxilia-
dos por entendimientos ilustres, por todos los
hombres de recta conciencia y de buena vo~un4




-,ó--
tad, y alentados sobre todo por los Papas con
perseverancia incansable.


Antes de ahora todo el mundo extrañaba la
inercia de los católicos, censurándolos por sus
lamentaciones .estériles y por su falta de energía
y de actividad religiosa. Como ha dicho recien-
temente M. "Voeste en la última sesión del Con-
greso de Mal,inas al echar nna ojeada sobre el
pasado, ((los católicos vivían en la ociosidad. No
tenían obras de propaganda, ni prensa, ni obras
políticas ni sociales; . no atraían á la juventud.-
Se nos decía: no te neis el país con vosotros; te-
níamos á la población rural; pero los liberales
dominaban eola Magistratura, en el ejército, en
t'Odas las profesiones.-Los Congresos han tenido
el mérito de poner fin á este orden de cosas. Han
sacudido á los católicos, sacándolos de su sopor,
han creado entre ellos obras de todos géneros;
han atraído la juventud que ha aportado el tri-
buto de sus valientes esfuerzos.-La obra comen-
zada en 1863 está en camino de terminar. Hay
aun obstáculos; pero desaparecerán al contacto
de esta llama que inflama á los católicos; hay que
solicitar aun algunas reivindicaciones; es preciso
también desarrollar la cultura intelectual y ar-
tísti-ca de los católicos. El camino está trazado;
basta marchar para conseguir elfin.lI (1)


C.ompréndese perfectamente que los católicos
después de la revolución francesa, de la avasa-


(1) Movimiento Católico, 18 de Septiembre. Congreso católico dé
MaUoas.




-21-:-
lIadora invasión de sus ideas y principios pertur-
badores y de su poder destructor; ante la fero-
cidad de sus blasfemias, de sus osadías, profana-
ciones y sacrílegos atentados; sintiéranse como
amilanados y aturdidos; y que en el rincon de
sus hogares buscasen refugio, guardando cuida-
dosamente el depósito de sus cre<tncias y el fue-
go sagrado de su amor á Jesucristo. Su vida ca-
tólica -era más bien privada que pública; y si se
exceptúa su asistencia al templo y su participa-
ción en algunas asociaciones de devoción y ca-
ridad, puede afirmarse que no conodan la vida
colectiva, la vida de defensa ó resistencia; en
una palaQra, no habían alcanzado la organización
de su actividad para constituirse en un poder
verdaderamente social.


Acostumbrados, por otra parte como se halla-
ban en los países católicos constituidos tradicio-
nalmente, á recibirlo todo de la protección de las
leyes y del poder Real, fiaban siempre la espe-
ranza de mejores. tiempos á los cambios políticos.
Para ellos, Altar y Trono eran como sinónimos;
eran como alma y cuerpo; no concebían posible
su divorcio, su enemistad y mucho menos la gue-
rra' y á duras penas creían que pudiera vivir
en armonía con la Iglesia otra forma de Gobier-
no que la simbolizada por el Trono. Pero su-
cedió que los tiempos no cambiaron en el sen-
tido de sus deseos y de sus ideales; que muchos
Reyes se pervirtieron, se descristianizaron, ó cu-
brieron con el manto de la religión su eSi:epticis-
mo, sus ideas volterianas, sus debilidades ó sus




vicios; derrumbáronse s~culares tronos; súfrié-
ronse desengaños sin cuento; mil nobles tent!lti-
vas de pechos \'alerosos y católicos resultaron im-
potentes ó frustradas; á los grandes esfuerzos bal-
díos sjgoió la postración, el retraimiento. Pero
las amargas lecciones de la experiencia hicieron


. ver que nada hay tan funesto para los intereses
de la religión como la inacción y el retraimiento:


. fué entonces cuando se reconoció la necesidad de
moverse, de organizarse, de luchar dentro del ac-
tual orden de cosas, de no dar paz á la mano has-
ta reivindicar los sagrados derechos de la Iglesia.


Hoyes máxima reconocida por todos que nin-
gún resultado favorable se alcanza sin prepara-
ción, sin organización de fuerzas, sin actividad.
perseverante y sin permanente lucha. El mejora-
miento y bienestar, la perversión ó desdichil de
una época, suelen depender siempre de la buena


> Ó mala dirección de los entendimientos, de la ver-
dad ó error de las ideas, y sobre todo de los sen-
timientos religiosos ó pervertidos y de la buena ó
mala voluntad de los hombres que precedieron,
pues según el profundo dicho de Leibnitz, lo pre-
sente es producto de lo pasado y lleva en su seno
el porvenir. Las ideas de una época son las que
le dan colorido y fisonomía, y sus hechos los qu:!
constituyen su historia, por más que Dios sea
siempre quien dirige los acontecimientos. Hoy los
católicos han llegado á convencerse del poder de
su energía y de la necesidad de reconquistar para
ellos la libertad humana.
~a i.clea de los Congreso~ <;atólicos modernos




' ..


ha surgido providel1cialm~nte -en nuestra ép~a;
y los Papas que ven ,can más c1aridadql:lettadie
la verdadera situación del catolicismo en el mun-
do, y las tendencias encontradas de la moderna
civilización, las de los poderes políticos y los iq-
tereses todos, morales, religiosos y sociales, no
solo bendken, sino .que excitan y promueven se-
mejantes asambleas, recomendando la unión de
todos los católicos, una vasta organiZación de su
actividad, esa especie de asociación universal cu-
yo resultado habrá de ser la extensión y triunfo
de su fe, el reconocimiento dI! sus derechos por
parte de los poderes civiles, la reivindica,ción de
los derechos del Pontificado, la reconciliación con
la Iglesia y la salvación ó mejoramiento de las
modernas sociedades.


Para que la apreciaci6n de la realidad resulte
más exacta y completa, conviene recordar aquí
los hechos que suelen citarse como síntomas de
halagüeiiase~petanzas para elporve;nir de la 'igle-
sia. No debemos pasar' por alto -las conquistas al-
canzadas por el inteligente y valero.so Centro cató-
lico alemán; el providencial retorno de la protes-
tante Inglaterra al seno del éatolicismo ias a4~i­
rabIes conversiones de los Profesores de Oxford
Ncwman, Faber, Manning y otros esd~rec,idos
ingenios; las realizadas á millares en los miet¡l1~rps
de la Iglesia anglicana., en los de la aristocráci!l y
de las Cámaras, en los hombres de ciencias y 4e
letras y en las ma~spopulare$. DigraQs igl.lalmen-
te de atención y encarecimiento SOn la PrQle~a




..:..t'-
y perseverante esfuerzo de la católica Irlanda des-
de O'Connell y de la heróica Polonia tan cruel-
mente perseguidas.


Grandes son y dignos de notarse los traba-
jos, las empresas católicas y multitud de he-
chos nobilísimos del Episcopado francés y de
los hombres de fe, continuadores y amantes de
las gloriosas tradiciones de la nación, que me-
reció un día el renombre de cristianísima. Sor-
prende y cautiva la cristiana constancia de los ca-
tólicos belgas, que han logrado, puede decirse,
dominar por completo la dirección y gobierno de
aquel país, por más de un título glorioso y sin-
gularmente por su amor y adhesión á la Sta. Sede.
La resurrección del espíritu católico en Suiza tan
trabajada por el calvinismo y volterianismo; en
A.ustria-Hungría y en otros puntos de Europa;
y aun si se quiere podemos consignar- ese movi-
miento que se augura, de la iglesia Cismática-
griega, tendiendo á buscar la reconciliación y uni-
dad con el Pontificado, que en mal hora fué des-
truida por el Patriarca Focio.


Pueden además añadirse á estos hechos ó sínto-
mas consoladores la extensión del Catolicismo en
la vastedad de los Estados Unidos; y la aparición
en el Sud América de Repúblicas tan católicas co-
mo la del Ecuador, santificada por la sangre de un
mártir, á la vez gran hombre de Estado, Garda
Moreno, y la de la Nueva Colombia; y por último
la rápida y dilatada acción civilizadora de las Mi-
siones en todos los continentes é islas deL mundo
nabitac\Q,




..;;.SIIS-
TóJos estos hechos y otros varios, que no se


ocultarán á las miradas de hombres ilustrados
y observadores, revelan que si grandes son los
males que lamentamos, no dejan de existir mo-
tivos para halagüeñas esperanzas en favor de ·la
Iglesia y de una regeneración católica esplendente.


Creemos á los Congresos católicos principal-
mente destinados á fomentar y proteger esa rege-
neración suspirada. Porque un Congreso católico
vale tanto como decir una gran asamblea ó reu-
nión de hombres de clara inteligencia y de buena
voluntad, que se proponen estudiar las necesida-
des religiosas-sociales de cada nación para apli-
carles los convenientes remedios. Allí estúdianse
los errores contemporáneos dominantes, y las cau-
sas todas que impiden la vida católica ó tienden
á dificultarla, poniendo obstáculos á su acción
libérrima: en un Congreso católico se hace re-
cuento de todas las fuerzas existentes en un país
para llevar á cabo la grande empresa de la res-


. tauración cristiana en todas las esferas, en toda,
la extensión y ramificaciones á que alcanzar debe
la influencia del espíritu católico.


En los Congresos ó asambleas de que habla-
mos, se pasa revista .al estado en que se encuen-
tran las obras de caridad, las de piedad ó devo-
ción, las de enseñanza, las de propagación de la
fe, las referentes al Culto y al arte cristiano:
Examínase la situación de los católicos desde el
punto de vista legal ó político-social inquirién-
dose cuáles son las leyes, para describir sus de-




--114-
·ficiencias ó el espíritu revolucionario ó antirre-
ligioso que entrañar pueden: propónense los.me-
dios adecuados para atenuar' sus rigores ó in-
justicias •. y los proyectos de modificación ó de-
rogación de las que se consideran de todo punto
hostile~ á la Iglesia y á la libertad de los católicos.


En un Congreso católico -examÍnase el es-
tado de la prensa irreligiosa y de la cristiana,
los planes de enseñanza, la legislación civil en
materia de matrimonios y enterramientos, los
obstáculos que impiden la publicidad del culto
y de las manifestaciones ó peregrinaciones cató-
licas. Allf se averigua cuál es el estado de las
asociaciones catequísticas, de las de enseñanza
y de educación de los Círculos de la juventud cris-


: tiana, de de los Obreros católicos y de mil otras
obras que sería prolijo enumerar. Por eso ha si-
do predso que los trabajos y tareas que toman
sobre sí los Congresos católicos, se distribuyan
en secciones varias. Secciones que, en general,


- se han modelado según la división adoptada prin-
cipalmente por los celebrados Congresos de Ma-
linas en 1863 y siguientes: ó sea sección de obras
religiosas, -de obras de caridad, de instrucción


- y educación cristiana, del Arte cristiano, de li-
bertad religiosa, publicaciones y asociaciones ca-
tólicas etc., salvo en los Congresos que tienen
un objeto especial, como los católicos científicos
internacionales de París y otros, en donde el ca-
rácter de sus trabajos ha hecho necesario otra
división ó el al.lmento de secciones,




A estas secCiones de los Congresos corres-
ponde. puede decirse, la parte más laboriosa y
práctica de los mismos; -los Sacerdotes, al igual
de los seglares más distinguidos, aportan á ellas
el tesoro de su saber, de su experiencia, de su
ce lo y de su abnegación. En estas secciones es
donde mejor se exponen los males que aquejan
al pueblo católico, r se sefialan los medios más
conducentes á ponerles remedio. Allí sediscu-
ten, con serenidad, 10& proyectos y medidas opor-
tunas, tomándose los acuerdos, ó formulándose
las condusiones más importantes. Y no hay que
temer, presidiendo los Prelados, ni desaciertos,
ni cismas, ni divisiones graves, ni conflictos.


Pero existe un concurso inmenso, ávido de
escuchar elocuentes discursos y sentir grandes
emociones: y para darles contentamiento, avi~ar
su fe y encenderlos en entusiasmo religioso se
ha hecho preciso que los Congresos católicos ce-
lebrasen grandes sesiones generales y públicas,
revistiéndolas de la mayor solemnidad posible.
En estas sesiones es donde más se caldea el sen-
timiento católico; en ellas los más insignes ora-
doresocuf'an la tribuna. haciendo gala de inge-
nio, de su ciencia y erudición, de su grandilocuen-
cia y de cuantas dotes recibieron de Dios, para em-
pearas en su servicio.


Nadie que no haya concurrido á semejan-
tes sesiones puede formarse idea del mágico
efecto que producen en la' muchedumbre -de
los concurrentes. La presidencia ocupada por




-28-


Cardenales, en unión de los Prelados, les. im-
presiona fuertemente; el arte que se despliega en
el adorno de los Templos ó sitios en donde se ce-
lebran tales sesiones públicas á todos seduce y
eleva á sublimes consideraciones; la gravedad de
los cánticos religiosos Ó de la música sagrada, los
repetidos aplausos que de la alborozada- multitud
arrancan los oradores con sus luminosas ideas,
sus frases y dichos felices, ó. con la elevación de
sus pensamientos y de sus oportunas alusiones,
llenan á todos de fervor y santo entusiasmo por
la Religión, y el Pontificado; allí estrechados to-
dos los concurrentes por los vínculos de una mis-
ma fe y de un mismo amor, siéntense conmovi-
dos como por corrientes eléctricas, prorrumpien-
do en aclamaciones las más entusiastas en favor
del Papa, de los Obispos, de la Santa Iglesia, de
cuantos objetos consideran dignos de adoración
en el seno del catqlicismo.


Dignas de aplauso son tales reuniones públi-
cas por las emociones imperecederas que dejan en
el ánimo de todos los concurrentes, y que lue-
go al despedirse corren éstos á comunicar veloz-
mente á todos los pueblos, llenándolos de igual
entusiasmo y amor á Jesucristo y á su Iglesh.
Esa trasmisión de sentimientos no puede menos
de ser provechosa al movimiento católico que los
Congresos se han propuesto excitar y extender
por todo el orbe.


Empezaron los Congresos por ser nacionales
y bien pronto se comprendió la necesidad de in-
tentar Congresos internacionales, toda vez que




, -M-
el espíritu crIStiano no permite horizontes limi-
tados, ni lugares ó espacios estrechos y redu-
cidos; á la par de la palabra evangélica aspira á
espaciarse por todo el mundo. y no puede COll-
tentarse con menos que con la salvación del gé-
nero humano, y la regeneración de todas las
sociedades.




1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1




~~--••• .:--•• ~,.~ •••• ~ .. -.~~ ...... ~.~~ ... ;....._.~ ••• :..~.~~-~.~~ .............. -: .............. ~ ............. ~ ••••••••• ; •••••••• I._;~;;.


111


ORIGEN DE LOS CONGRESOS CATÓLICOS MODERNOS.-
EL PRIMER CONGRESO CATÓLICO GENERAL Ó IN-
TERNACIONAL.-YENTAJAS y TRASCENDENCIA. DE
LOS CONGRESOS DE MALINAS.-HOMBRES ILUS-
TRES QUE Á ELLOS ACUDIERON.


Alguna "ez nos hemos preguntado, qué nación
tUYO el privilegio de iniciar es.e vigoroso renaci-
miento de"la vida católica en nuestra época, y en
dónde tuvieron comienzo estos memorables Con-
gresos católicos, destinados, con el favor de Dios,
á producir en nuestros tiempos una gloriosa rts-
tauración de la cristiandad, semejante á la de los
siglos medios. Porque en nuest:'o sentir debe re-
putarse gran dicha y digna de eterno renombre la
empresa de esas bienhechoras asambleas de los
católicos; así como también digna por muchos tí-
tulos de aplauso la nación por la Providencia es-
cogida para iniciarlas.


. De los datos. que hemos podido proporcionar-
nos, resulta que tal honor debe tributarse á los
valientes católicos de la nación alemana, predes-
tinada quizás á dar á la Jglesia y al PontificadQ





-sa--
df¡¡s de gloria y de consuelo, ep reparación de los
grandes males que causara al catolicismo con la
multitud de herejías y desastres que produjo la
mal llamada reforma de Lutero, y cen los' innu-
merables errores de sus filósofos, que tantos en-
tendimientosextraviaron y tan trascendentales co-
·010 funestos t:fectos han producido <1 la moderna
sociedad, por lo mucho que se esparcieron y pri-
varon I singularmente, en los grandes centros de
enseñanza.


En el año de 1848 los católicos alemanes acor-
daron celehrar una asamblea general de todas las
asociaciones de caridad, de enseñanza y demás
obras católicas que existían en los diferentes esta-
dos de la Confederación. Estas asambleas gene-
rales fueron reproduciénd<;>se anualmente en las
principales ciudades de Alemania, estrechando los.
vínculos de su unión, multiplicando el número de
sus miembros, perfeccionando su organización y
ensanchando el drculo de su acción católica y ci-
vilizadora.


La vasta asociación católica de Suiza Piusve-
rein solicitó unirse á ese Centro de fuerzas cató-
licas de Alemania, contribuyendo á dar mayor im-
portancia y celebridad á la reunión que se verificó
en Aix la Chapelle en 1862 y que fué la décima
cuarta asamblea de los católicos alemanes y sui-
zos. Al año siguiente tuvo lugar el célebre Con-
greso católico de Trento, en conmemoración del
tercer centenario del glorioso Concilio de su nom-
bre; y pocos meses después la celebración del pri.
JIler Congreso católico de Malinas. De esta fecha




-sÍi-
data ia !nultiplicación de los Congresos católicos
en las demás naciones de Italia, Francia, España,
Portugal y otras.


En el Congreso de Malinas, celebrado en Agosto
de 1863, Mr. Lingens expresaba que á consecuen-
cia de (os acontecimientos de 1848 en Alemania,
(os católicos habían tomado la resolución de es-
trechar más y más sus vínculos entre los que vi·
vÍan en las ciudades y los que moraban en las al-
deas. Formáronse multitu,d de asociaciones cató-
licas populares, todas las que se pusieron bajo el
patronato del inmortal Pío IX, encontrando por
vez primera, después de la Reforma, el sentimien-
to de la unidad y de la fuerza que habían perdido.
Después de múltiples reuniones ó Congresos na-
cionales, que dieron orígen al celebérrimo Centro
católico .alemán, que tanto influyó más tarde en
(as elecciones y en el Parlamento de Berlín, as-
piraron á extender su influencia por el mundo
católico.


Al dirigir Mr. Adolphe Dechamps, Ministro
de Estado de Bélgica. un brindis á los católicos
extranjeros concurrentes al citado Congreso, de-
cía: {(La Alemania nos, ha enviado sus hombres
más distinguidos y sus mejores atletas: el Conde
de Stolberg, Mr. Reichensperger y el doctor Lin-
gens. No debemos olvidar que esa Alemania ha
sido la primera en fundar los Congresos católicos,:
destin~dos á dar la vuelta al mundo.JI


Mr. Ducpetiaux, Secretario general de aquel
Congreso, dotado de un genio eminentemente or-


3




'':'''84-
ganizador, al responder al brindis ó saludo de
Mons. Nardi, hacía constar lo siguiente: IIpropón-
gome recordar aquí la memoria venerada d~1 Pro-
f~~')r Mceller, al.cual debemos la prJmera idea de
esta asamblea imponente. Algunos días antes de
su muerte en una expansión íntima que tuvo con
dos de sus amigos, decidióse la reunión de una
Asamblea general católica en Bélgica, que debía
celebrarse, según él decía. aun cuando no fuesen
mas que tres, cinco ó diez individuos los con-
currentes. Estos tres amigos son Mr. Mreller,
Mr. Dumortier y yo, vuestro humilde servidor.-
Esta idea tan humildemente concebida y feliz-
mente realizada, no debe reputarse nuestra,debe
atribuirse á la Providencia, á Dios que quiso ins·
pirarla. Abrigo la convicción de que nuestro dig-
no amigo nos escucha desde el cielo en ·este mo-
mento, y que su corazón late al unísono con nues-
tros corazones. Alimento la esperanza de que nos-
otros algún día nos reuniremos con ese amigo en
el cielo, si mientras vh irnos en esta tierra, nos
hacemos dignos de alcanzar este premio.»


Mceller fué insigne profesor de la Universidad
de Lovaioa: alemán por nacimiento y belga por
naturalización, en vista de la notable concurren-
cia de algunos católicos de e!tte país al Congreso
alemán de Aix la Chapellc, concibió, como hemos
visto, el plan de los Congresos generales ó inter-
nacionales. Y si escogió á Bélgica para la celebra-
ción del primerO, fué por considerar ese hermo-
so católico país como el punto más céntrico de
Europa y al propio tiempo el~ más natural. Si.




-M:'"
tuado entre Alemania, Francia y la Inglaterra.
y en comunicación fácil con todos los países por
tierr~ y mar, pensó que los católicos de varias
naciones podían darse cita en cualquiera de sus
importantes ciudades; y aún creyó que su~ ins-
tituciones políticas eran las más adecuadas á la
realización de su bello ideal. Dios quiso llevarle
hacia sí, antes de verlo cumFlido, pero sus ami-
gos, mLls afortunados, pudieron verlo realizado
asistiendo á los Congresos de Malinas de 1863 y
1864 que, sin cuestión, fueron memorabilisimos
por los hombres eminentes de todas las nacio-
nes que allí concurrieron; debiendo concedérseles
el honor de haber contribuido poderosamente al
movimiento 'católico Europeo que hoy con tanta
fruición contemplamos, después de maravillarnos
y comunicarnos grandes é inextinguibles alientos,


A esos gloriosos Congresos vióse concurrir
á los hombres más distinguidos de la católica
Bélgica, y de hOlnbres de otros diferentes países
de Europa. Además del eminentísimo Cardenal dé
Malinas Mgr. Sterch, Presidente honorario; del
respetable Barón de Gerlachc; el Conde de Theaux
Ministro de Estado; el Barón Delia Faille, Se-
nadar; el Vizconde Berckhove, antiguo Ministro
plenipotenciario. Perín el sabio profesor de la Uoi-
versidad católica de Lovaioa; Ducpetiaux, Woes-
te, Verspergen, Mons. de Ram, Rector de la Uni-
versidad nombrada; Mr. Adolphe Deschamps, Mi·
nistro de Estado y otros muchos, hallamos que
los Estados Pontificios y la Italia enviaron á Mon.
señor Nardi, auditor de la Rota Romatiá, al Du-




-ád-
que de, Salviati, al Marqués Patrici Montoró,
al escritor Casoni, de Bolonia, al caballero Al-
beri, de Florencia, y al canónigo Candiani, de
Monza. .


La Francia fué representada dignamente en-
tre otros por el Vizconde Armando de Melun,
el Conde de MeroJe, Cochin, el Príncipe de Brog-
llie, el Conde. de Montalembert, Chantrel, reda:-
tor de Le Monde, yel canónigo Le Quette In-
glaterra é Irlanda por el Cardernal vVisseman.
Manning, vVilbelforce, Voodloch, Rector de la
Universidad de Dublin, O' Reilly y Q'Brien.
Alemania tuvo por representantes principales á
Reichensperger, Mons. Mislin, Conde de Stolberg,
al canónigo Ko\ping y á Mons. Ledochovski
Nuncio Apostólico. La Suiza fué representada por
el abate Mermillod, el Conde Scherer, presiden-
te de la Piusverein. Allí en fin se reunieron el
Príncipe Czartoryski de Polonia, Ricardo Apari-
si de Madrid, Mañé de B.ll'celona, Almeida de
Lisboa y CarbaHo Ministro de Chile en Bélgica
con otros ciento de varios países.


Esta es otra de las ventajas delos Congre-
sos católicos internacionales, al ver agrupados en
torno de ¡as más. alta., dignidades de la Iglesia
á los hombres m,ls eminentes de todos los pai-
ses y á los sabios y valientes defensores de la
Relígión. Allí se da ocasión de poder apreciar
de cerca sLis talentos, su erudición, sus dotes ora-
torias y sobre todo su espíritu de abnegación y
sacrificio por la defensa y propagación de la San-
ta Fé católica. En eUos se admira á esos atletas,




-37-
se aprecia su valer y es dado vaticinar el brillante
porvenir que para algunos tendrá reservado la
Historia. ¿Quién al considerar las cualidades pe r-
sonales y vastísima ciencia del Ilmo. Ledochovski,
hoy Cardenal Prefecto de la S. C. de Ritos, no
vería en él al futuro valeroso ad versaría de Bis-
marck, martillo del Kulturkampf?


Quién al oír los discusos del célebre joven sa-
cerdote Rector de Nuestra Señora de Ginebra,
heredero del celo y éiencia de San Francisco de
Sales, que llegó á convertir á la mitad de los
protestantes Calvinistas de aquella ciudad. no pu-
do presentir ya al futuro Obispo Apóstol de Suiza,
Emmo. Cardenal Mermillod hoy difunto? Quién
al oir al jóven Profesor de Lovaina Mr. Perín no
descubrió ya al futuro defensor de las clases obre-
ras y al sabio escritor que había de esclarecer en
sentido católico los más importantes problemas y
cuestiones sociales? Quién al oir al ilustrado y
elocuente joven abogado Mr. ·"Voeste no pudo ya
prever la brillante carrera que le esperaba en el
foro y el parlamento, y que le ha hecho acreedor
á la Vicepresidencia del último Congreso que
acaba de celebrarse en la misma ciudad de Mali-
nas? Pues asimismo pudo conjeturarse la influen-
cia de las ideas de Montalembert y su escuela, que
no merecieron por cierto las generales simpatías
de aquel Congreso; la del ilustre Dr. Manning,
Cardenal Arzobispo de "Vestminster, fallecido ha-
ce poco, la del P. Félix, P. Dechamps y de tan-
tos otros como honraron y enaltecieron aquellas
memorables asambleas de católicos.




-,.8~ "
"y aquí, de paso,. es fuerza notar el carácter


distintivo de los Congresos celebrados en la cató-
lica Bélgica, en donde siempre se ha visto figurar
en primer término á Ministros de Estado, Presi-
dentes de las Cámara's, Diputados y Senadores


. católkos, pues aun en el recientemente celebrado
en los primeros días de Septiembre del corriente
año, vemos figurar al Conde de Merode- '\IVester-
loo, Ministro de Estado y Pre.,idente del Senado,
á Mr. Víctor Jacobs, Ministro tamb:én, así'como
á los Diputados VVoeste, Fris, Schollaerj ejemplo
que, por desgracia, no se ha presenciado en Italia,
en Francia, en España y en Portugal, por más
que pretendan sostener el honro~ título de Na-
ciones Católicas; siendo sólo Alemania la que ha
daLlo igual ejemplo, asociándose á los congresistas
los diputadQs .católicos, que fueron como el alma
y el poder directivo de sus importantísimas
asambleas.


No dudamos que, si algunos escritores se de-
dicasen á practicar un examen detenido de las
Crónicas, discursos, Conclusiones y obras, fruto
de los diferentes congresos que en pocos años se
han celebrado en Europa y América, prestaríase
su estudio á multitud de observaciones, á cual
más útiles é instructivas para la defensa de la Re-
ligión y de la apreciación exacta del movimiento
católico actual del mundo. Porque es preciso te-
ner en cuenta que en estos múltiples Congresos.
por lo mismo que acuden los hombres más emi-
nentes por su ciencia, su caridad y su fe, no hay
cuestión importante que no se haya ventilado, ni




-,,-
útil proy~cto que no se haya propuesto. Esa varie·
dad de asuntos, de pensamientos fdices, de pro.
yectos y de obras católicas ha obligado á los más
esclarecidos miembros de esos Congresos á pensar
en laclasiticación de los mismos, porque la expe-
riencia ha demostrado que las secciones particu-
lares, en que suelen dividirse, no podian ya en
cortos días ocuparse en todos aquellos coo la de-
tención debida. De ahí los Congresos científicos,
los de Jurisconsultos, los dedicados á la solución
de cuestiones y problemas sociales, á las obras
de caridad. de enseñanza y tantos otros que se
han celebrado.


Bellísimo cuadro pudiera escribirse de las gra-:
tas sorpresas que suelen experimentarse en estas
reuniones, cuando se levantan hambres descono-
cidos, á veces jóvenes, que, por primera vez ha-
cen uso de la palabra dejando admiradas á las
Asambleas, bien por su elocuencia ó sus talet,ltos,
bien por los proyeclos que someten á la apro-
bación de las mismas.


Así vemos aconteció en los Congresos de Ma-
linas de 1863 con Mr. Guillermo Verspeyen uno
de los miembros más jóvenes que asistieron, des-
conocido hasta entonces, y que luego resultó uno
de los más distinguidos y amados del Congreso.
Tenía apenas 1S años; había formado parte de la
redacción del periódico El Bien Público de Gante,
pero iba á nablar por primera vez en público"
Ocupó la tribuna para dar á conocer la obra del
dinero de San Fedro, y he aquí en que térmi-




-.&6-
nos describe Chantrel, «su aparici6n y el mágico
efecto de su palabra: uMr. Verspeyen supo hallar
en su corazón y en su fe la valentía y la sinceri-
dad de sus convicciones: por más de una hora
tuvo pendiente de sus labios al auditorio. Sin exa-
geración, puede decirse que sus palábras fueron
recibidas y aplaudidas por 'Jna constante aclama·
ción. No puede la pluma reproducir; las impre-
siones que su palabra producía en los animos de
los oyentes, ni la reproducción de su discurso
puede dar de ello una idea. En su gesto, en su
acento, en la mirada del orador descubríase algo
de extraordinario que electrizaba á la concurren-
cia: tan solo hallándose allí presente, podía uno
comprender el efecto de su palabra inspirada. To-
dos los corazones latían por un mismo sentimien-
to, todas las almas se confundían en una sola alma,
y las lágrimas abundantes que derramaba el audi-
torio demostraban á la vez el gran poder de una
palabra llena de convencimiénto, de lealtad y de
emoción, así como la unanimidad de los sentimien-
tos que reinaban en el Congreso. Jamás he pre-
senciado espectáculo semejante. Todo el Congre-
so sentía con su fe, su resolución y su alma, y
era admirable ver que uno de los más jóvenes
miembros alcanzaba el honor y la dicha de excitar
una general explosión de entusiasmo y de cordial
afecto.»


Cosa parecida aconteció con el Abate Mermi-
1I0d, Mons. Nardi, Casoni, Cochin, Dumortier,
y otros varios.


, Grande rué igualmente la sorpresa é impre-




,- . -'.,


~u.-..
sión del Congreso cuando el conde Scherer, Pre":
sidente del Piusverein de Suiza, apareció en la
tribuna para pronunciar un breve y enérgico dis-
curso, que comenzó con estas palabras: Gelobt
sei Jesus Chrzstus-Alabado sea Jesucri<;to. Debe-
mos declararnos aquí todos hermanos, porque
aunque de patrias diferentes, no tenemos más que
una madre, que es la Santa Iglesia.-Bien pronlo
tendrá lugar un sexto Congreso en Nuestra Seño-
ra de Einsiedeler, en Suiza; yo os invito para hon-
rarle con vuestra presencia: os pido vuestras sim-
patías, y sobre todo vuestras oraciones para que
podamos realizar grandes obras católicas. El mun-
do dice que esto es imposible: nosotros debemos
contestar que la palabra imposible no es cat6lica.
-No queremos proponeros programa: cuando se
trata de oponer una barrera á las pretensiones del
error y de la injusticia, el Padre Santo nos ha en-


. señado la actitud de resistencia que debemos adop-
tar: non possu"!us.-La gran familia. católica se
agita y trabaja s·in descanso: debe colocarse al
frente de nuestro siglo y regar el mundo entero
con las aguas vivas de la caridad, al modo que
los ríos de Suiza riegan la Europa.-Queremos
vivir unidos y podemos conseguir la unión. El
medio para lograrla son los Congresos católicos.»


Difícil tarea nos jmpondríamos, recopilando
los muchos incidentes gratísimos, que tuvieron
lugar en aquel Congreso, pero no queremos pri-
var á nuestros lectores de las frases pronunciadas
por el eminente Diputado por Ronlers, para jus-




- .. -
tificar la merecida ovaClOn que obtuvo, cuando
con voz entrecortada respondía á los aplausos de
la ml)chedumbre, diciéndoles: vuestras aclamacio-
nes sancionan la conducta de la minoría de la Cá-
mara, de esta minoría que con enérgica perseve-
rancia defiende la educación cristiana, la pro pie-
diold de los cementerios católicos, el patrimonio
de la enseñanza católica libre y el sostenimiento
del Culto.-Católicos belgas: antes de separarnos,
es preciso que hagamos un acto memorable, y qUe
sea COmO un monumento imperecedero de nues-
tros sentimientos y nuestros votos. Hagamos aquí
una declaración solemne. Declarad que protestais
contra los ataques dirigidos á nuestra Constitución
por un falso Jiberalismo.-Que protestais contra
las trabas puestas por el Gobierno á la libertad de
la c¡tridad;contra el poder, que se arroga, para sí
de reformar testamentos con menosprescio de la
voluntad sagrada de los moribundos. Protestad.
contra la protección dispensada á una enseñanza
frecuentemente impía, malversando los bienes
que nuestros padres destinaron á la religiosa y
católica. •


Protestad, en fin, contra los progresos amenl-
zadores de la centralización en nuestro país. Este
solemne acto de vuestras valientes protestas y
prolongadas aclamaciones no resultará estéril. La
voz de esta inmensa reuni.ón no dejará de tener
cco y resonará en el corazón de todos los católi-
cos: les comunicará el fuego que ha de encender
sus ánimos para la defensa de nuestra santa cau-
sa. Armado Y9 c()n los derechos que nos concede




-'8~ .
la Constitución, y usando de las I~batades por
ella sancionadas, os prometo por mi parte que me
encontraréis siempre en la brecha.))


Juzgamos excusado ponderar la inmensl tras-
cendencia de estos y parecidos arranques orato-
rios: fácil será igualmente calcular el efecto pro-
ducido en el ánimo de los concurrentes por estos
y otros elocucntísimos discursos, que sentimos no
poder extractar. Las consecuencias de aquellos
memorables Congresos no sólo resultaron prove-
chosas para Bélgica y otros países, sino que la Re-
ligión yel Pontificado le son deudores de grandes
beneficios. En el artículo siguiente nos propone-
mos consignar algunos de sus resultados evidente-
mente prácticosy positivos.




j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
J


j
j
j
j
j
j
j
j
j
j


j
j
j
j
j


j
j


j


j
j
j




., .... ,.,.. , .. "


..... --0. ____ .. _ ........ __ .... _ ••••••••• _ ............ _ ............. _ ........................ b ......... _" ••• _ ••••••• I_ ......


IV


CENSURAS DESVANECIDAS.-CARÁCTER y FINES DE LOS
CONGRESOS CATÓLICOS.-RESULTADOS PRÁCTICOS
DE LOS PRIMEROS.-DE LOS DE MALINAS EN BÉL-
GICA.-DE LOS DE ALEMANIA.


Forman el carácter distintivo de estas im-
portantísimas Asambleas, el espíritu religioso que
las anima y la buena voluntad y entusiasmo que
demuestran todos los concurrentes para coadyu-
var á la gran obra de lli propagación de la fé, res-
tauración de la piedad cristiana, adoración de Je-
sucristo, reinado de su caridad y regeneración
católica en el mundo moderno. Bastar debiera la
reflexión de que tales Congresos son presididos
y aprobados por los Sres. Obispos, bendecidos "é
impulsados por la autoridad Pontificia, para que
mereciesen nuestra más profunda veneración y
entusiasta aplauso . .Mas parécenos indispensable
hacernos cargo de alguna~ observaciones, que casi
en son de censura se han dirigido, suponiendo
que los Congresos católicos suelen ser más teó-
ricos que prácticos, y un palenque tan solo donde




-4é-
.. -~


suelen lucir los más reputados oradores sus dotes·
de elocuencia, saber é ingenio, sin que sus re-
sultados lleguen á ser positivos y reales en lo
relativo á los fines que se propusic:Wl los inicia-
dores, y aun los Prelados que han demostrado ser
sus principales protectores.


Nosotros somos de parecer, desde luego, que
ninguna reunión de católicos autorizada, dirigida·
ó fomentada por el Papa y los Rvdos. Obispos
dejará nunca de ser provechosísima y de resul-
tados prácticos. Y aun aceptados los Congresos
como meras Asambleas en donde se pronuncia-'
sen discursos notabilísimos en pro de los derechos·
del Pontificado y de la iglesia, en defensa de la
Religión, de sus glorias, de su influencia moral
y social en el mundo, ponderando los beneficios
de las instituciones cristiawds y su acción civi-
lizadora. los bienes indudables que resultan para


, los individuos, las familias y las naciones de la
práctica de las enseñanzas católicas y de las vir-
tudes evangélicas; y en una palabra, ocupándose
en los males que afligen á las sociedades modernas
y en los remedios que conviene oponerles para
su mejoramiento, yen todo cuanto puede interesar
á los católicos en defensa del cristianismo, para
afirmarles en su fe y moverles á trabajar cada
día con más ahinco como buenos soldados de
Cristo; entendemos que esto sería motivo bastante
para sostenerlos, procla.marlos utilísimos, y aun
repútarlos de grandes resultado,> prácticos para
bien de los católicos y de la sociedad.


Porque los resultados de un Congreso no sue ..




-4'1-
len ser siempre tan inmediatos y visibles como
quisieran los más exigentes. Es verdad que hay
católicos que suelen contentarse con poca cosa,
y que quiz!:s por su temperamento disfrutarán en
estas reuniones lo que en una academia, donde
se desal'rollen tési'i de importa'ncia teórica, his-
tórica ó científica, sin sentirse asaz movidos ó
impresionados para entregarse después á una vida
más activa y conforme con los deberes de todo
cristiano militante. Pero en cílmbio es fuerza re-
conocer que los hay tan impacientes ó batallado-
res, que jamás se dan por satisfechos de los Con-
gresos, si al final de los mismos no se toman
resoluciones extremas, ruidosas y en conformidad
con sus pla~es, sus deseos y teorías político-
sociales.


Esos tales debieran penetrarse mejor de la
índole de los Congresos católicos y de la necesidad
de someterse humildemente á los moldes qne las
circunstancias de ,los diferentes países, la pruden-
cia de los Prelados, y, sobre todo, la sabiduría
del Romano Pontífice, han prescrito para regular
semejantes reuniones.


En todos los Congresos ha predominado siem-
pre el criterio de prescribir ó eliminar las cues-
tiones candentes ó meramente políticas, que pu-
dieran ser ocasión de fomentar conflictos ó divi-
siones entre católicos; y en cam!:>io tanto la voz
del Pontífice como la de los Prelados, y la de los
más valiosos congresistas, han reclamado la unión
de todos los concurrentes y la necesidad de pre-
ocuparse más de los intereses de la fe y de la Igle~




--4$-
sia, que no de los que puelen afectal' á hs par_
tidos políticos.


Los Congresos católicos, mientr:n se reunan
bajo la égida de los Prelados y las bendiciones del
Romano Pontífice, serán siempre lo que han sido
y deben ser, esto es, centros de unión y orga-
nización de las fuerzas católicas para emplear
cada día, con mayor provecho de las almas y uti-
lidad de la Iglesia, su actividad y sus talentos. No
sólo se evitarán los conflictos que necesariamente
debieran surgir de adoptarse otros criterios, sino
que se perseguirá un fin, laudabilísimo, elevl1do,
cual es buscar en primer término la gloria de
Dios; la santificación de las almas, la propagación
y triunfo de la santa fe católica, y por ende la
regeneración del mundo moderno según las vías
trazadas por Jesucristo y el Pontificado Romano.
La Iglesia se preocupa de las grandes batallas
que hay que librar contra todos los errores y he-
rejía, contra todos los sistelnas racionalistas, ma-
terialistrts ó ateos; contra el masonismo, libera·
lismo y todos los enemigos de la Iglesia: y busca
anhelosa la reorganizaí!ión religioso-moral y so-
cial del mundo moderno sin curarse de las cues-
tiones referentes á la varia organización p()1ítica
de las ·sociedades.


La Iglesia respeta en este punto la libertad de
pensar de todos los católicos, y al eliminar tales
cuestiones de los programas de los Congresos, no
prohibe ni condena los varios ideales que puedan
sostenerse en academias ó centros de otro carácter.




-49-


Los discursos pronunciados en un Congreso
católico y las conclusiones aceptadas acerca de la
llamada cuestión romana, de.la necesária libertad
é independencia del PontífiCe Romano, de los
proyectos de obras de caridad, de reforma, de
enseñanza, de protección á la prensa católica. á las
clases obreras y menesterosas; del fomento de los
institutos religiosos ó de las prácticas de la caridad
cristiana, del auxilio y difusión de las misiones
católicas, del dinero de San Pedro y de tantas
otras obras ,en que se han ocupado, nunCa pueJe
afirmarse que hayan sido estériles y sin resultado
práctico. Las más de las veces han visto inme-
diatamente los Congresos traducidas en hechos
algunas de las resoluciones tomadas en ellos; y
aunque otras #eces, el fruto ha silo tardío. 'no
habrá podido decirse que la obra de un Congreso
católico, haya resultado completamente estéril.


Lo que principalmente ha ocupado á todos los
Congresos católicos nacionales ó internacionales
ha sido el fijar bien el diagnóstico de las enferme-
dades de la sociedad moderna: su objeto prefe-
rente ha sido conocer bien y con perfecta exac-
titud el estado morboso de esas sociedades, pa-
ra luego señalar los remedios que han conside-
rado más adecuados á la curación de las dolen-
cias, aplicándolos con actividad perseverante hasta
lograr su completa extinción ó el alivio posible de
los males. Que no siempre es dado á los hombres
de mejor voluntad hacer que los enfermos, bien
sean individuos ósociedades, logren la salud en
\1n instante; requiérClIe siempre, si no viene un


1




-&0-
milagro, el tra,scurso de meses ó años para la
curación de graves enfermedades y un largo pe-
ríodo de convalecencia.


Para alcanzar la reforma de las ideas y de las
costumbres en sentido cristiano; para lograr una
verdadera regeneración ó restauración social ca-
tólica, atendidos los gravísimos males de la so'
ciedad presente, bien se requieren algunos años
dé trabajo, de predicación. de perseverante celo,
de paciente caridad y de actividad incesante por
parte de los católicos en todas la~ esferas de
su acción é influencia. No hemos de aprovechar
tan solo un punto de vista matemático en nues-
tros cálculos y jllici,)s; fuerza es que apliquemos
nuestra atención igualmente á las dificultades' y
obs;táculos que ofrece el terreno fís,ico.-La línea
recta es, en efecto, matemáticamente hablando.
la más corta; pero los montes y valles nos obligan
casi siempre á utilizar las curvas. Así como el
obstáculo de la atmósfera impide que un proyectil
disparado recorra un espacio sin fin, así el ambiente
humano es atmósfera harto densa para que no
pueda frustrar ó impedir muchas de, las energías
católica~ más poderosas y dignas de todo aplauso
y protección. Dios, no obstante, ha de favorecer
las empresas nobilísimas y las resoluciones de los
Congresos católicos con sorprendentes resultados.
Pongamos en Él toda nuestra confianza, y obre-
mos valerosamente y con esfuerzo incansable,
seguros de nuestra victoria. La actividad católica
bien organizada tendrá éxito' cierta. La corona
siempre quedó reserv.ada para los valerosos 'i




-,-In-
perseverantes; para los pacientes y esforzados;'
después de la lucha vendrá la gloria, después de
la fatiga el descanso; después de la tempestad y
persecución la bonanza, la pz de la Iglesia, la
aparición del Sol de Justicia, el triunfo del Cato-
licismo.


Pero he aquí, entre otros muchos resultado~
positivos que pudiéramos citar de los Congresos
católicos, algunos que leemos en Chantrel al ocu:'"
parse en el de Malinas de 1863. Según el referido
autor, en 1848 trató el primer Congreso de Ale-
mania de h organización del mismo, que sirvió
como de paúta y regla para los muchos que se
sucedieron. En 18~9 se fundó la obra de San Bo:.
nifacio; en 1850 una asociación para la propaga-
ción y progreso del arte cri~tiano; en 1851 se
acordó prestar especial apoyo á la obra fundada
por el sacerdote M'Kolpink, en favor de los obre-
ros alemanes; en .1852 la creación de una acade-
mia católica: en 1853 la creación de una Universi-


• dad católica; en 1855 la reunión de todas las obras
católicas. El Congreso de 1857 tomó resoluciones
eficacísimas y de carácter eminentemente práctico
en favor de la prensa ~atólica, ocupándose además
en la situación de los católicos en Oriente. El
de 1859, acordó la reunión de la renombrada
asociación general de Suiza Piusverein con la
asociación católica de los alemanes; hasta que. por
fin, en 1862, en el Congreso de Aix la Chapelle
que fué el rh: de los alemanes, se tomó la reso-
ludón de reunir los Congresos generales ó in ter-




-51-


nacionales', que, según notamos en el artículo
anterior, tuvieron comienzo en Bélgica y en la
Metrópoli de Malinas en 1863.


Diiícilmente pueden apreciarse en detalle y
con exactitud todos los resultados positivos de los
diferent"es Congresos, mayormente cuando se tra-
ta de naciones extranjeras. A los Prelados en par-
ticular, á las juntas organizadoras de los Congre-
sos, y si se quiere á los congresistas más exclare-
cidos, y á los escritores ú hombres observadores
que se han tomado la molestia de estudiar con de
tenimiento los frutos réalmente positivos y prác-
ticos de los varios Congresos, correspondería ha-
blar ó escribir acerca de los mismos.


A los Congresos de Malinas dé bese en gran
parte la mejor organización y extensión que tuvo
la obra del dinero de San Pedro. M. Vespeirgen,
el elocuente y entusiasta defensor de esta obra de
resultados tan prácticos y provechosísimos al Papa,
en medio de sus tribulaciones y grandes necesi·
dad es creadas por la· usurpación de Roma y de
sus dominios, hizo constar lo siguiente en el be-
llísimo discurso que pronunció en la segunda se·
sión del Congreso que se celebró en 1863: «Se ha
dicho y repetido que' el Congreso de Malinas,
como todos los otros, no daría ningún resultado
práctico; que se pronunciarían muy bellas frases,
pero que no producirían ninguna obra nueva.
Vosotros, señores, habeis dado un mentís á estas
malévolas predicciones, y es menester que acabeis
por confundir del todo á vuestros detractores.




-&8-
Aquí hemos de echar los primeros fundamentos
de una organización, más poderosa, más gene-
=-al, y más completa, de la obra del dinero de San
Pedro. Teneis trazado el plan, y sólo falta obrar
en conformidad con el lUismo. Hemos hallado
el capital, que consiste en el amor que profesais
á la Iglesia y al Papa Pío IX.» Pues bien; nadie
puede dudar que desde entonces datá principal-
mente el mayor crecimiento del dinero de San
Pedro entre los católicos d~ las varias naciones.
Aquella asamblea no solamente se ocupó en esta
obra tan benéfica para el Papa y la Iglesia, si no
también en el fomento de las Socied~des de San
Vicente de Paul; trató de las misiones y obras
de la propagación de la Fe, Santa Infancia, pro-
tección de los obreros, de los cementerios cató-
licos, enterramientos de los pobres y mil otras
de caridad, cuyos re!'ultados han sido verdadera-
mente positivos y prácticos.


De aquella fecha data la organización de, las
fuerzas católicas dirigidas por Jos hombres de
Estado y diputados católicos para reconquistar en
Bélgica la libertad de enseñanza y la reforma de
las leyes de instrucción pública, para cuyo logro
han tenido que emplear Jos católicos 30 años de
esfuerzos, de unión y perseverancia.


En la tercera sesión del Congreso de Malinas,
celebrado en Septiembre del último año 1891, el
Barón Couchin, concejal del Ayuntamiento de
París, reconocía esta gran conquista expresán-
dose en estos términos: (lA pesar de las maldades
de la política, yo creo en el triunfo próximo de




-'54-
lIi Religión católica en el campo de la fi.losofía y de
la ciencia.-En Francia esperamos conquistar la
libertad que habeis obtenido en Bélgica, guiado~
por valientes jefe~. Tambien tenemos nuestros
vV oestres y nuestros ~acobs: pero vuestros jefes
poseen sobre ~quellos la ventaja de haber triunfa-
do. Deseo eLmismo éxito para mis compatriotas.-:-
Si la ley disuelve nuestras Congregaciones y veja
al Clero, el pueblo honrado protesta; á pesar de las
leyes que nos oprimen, alzamos la cabeza, y en só-
lo París damos instrucción á más de 70.000 ni nos.
-La situación de la Iglesia es la siguiente: atacada
abajo por la p'J!ítica, triunfa arriba: por la filosofía
y la sabiduría; de suerte que, si una política ras-
trera ha podido arrancarle la corona real, el
triunfo de arriba le· da una corona mucho más
bella: la de la sabiduría y la de la justicia. la de
la virtud y la de la;verdaderagloria.ll (I)-Mons.
D. Hults, Rector de la Universidad ó Instituto
católico de París. se complace igualmente en re-
conocer los provechosisimos resultados de. los
Congresos católicos belgas en estos términos:
"Con la libertad de enseñanza hemos conquistado
también en Francia el derecho de fundar Escuelas
libres, Colegios y Universidad~s católicas libres.
No puedo menos de reconocer y aplaudir la ini-
ciativa de la católica Bélgica que ha reconstruido
la autigua Universidad de Lovaina, sacándola
del estado lastimoso de postración en que antes
vivía.))


(r) Movimiento Católico, 5 Septiembre del9r.




':":1111'-
·Dé igual fecha datan en Bélgica la mejor or':


ganización de la prensa católica, su mayor pro-
.lección y la difusión de buenas lecturas. Merced á
los acuerdos de los varios Congresos belgas, hoy
en todas partes, lo mismo en las estaciones de
ferro carriles de aquel país, que en los casino'5,
cafés y otros varios centros, se encuentra oportu-
nidad de comprar ó leer diarios y libros católicos.
Son en verdad dignos de todo aplauso é· imitación
los esfuerzos y los trabajos de los católicos belga!'>
empleados en la im<portante obra de la propaga-
ción de las buenas lecturas, combatiendo con efi-
caces resultados los órganos de la incredulidad,
del masonismo y de la pornografíd. IdéntiCas· re-
soluciones vemos tomadas en los Congresos de
Italia, particularmente en los de Lodi y Vicenza.


y por lo que toca' á Alemania ¿quién puede
negar que los Congresos Católicos dieron lugar á
la formación del renombrado Centro católico de
Diputados en el Reischtad presidido por el celebé -
rrimo leader Herr, Windsthors? Quién podrá
poner en duda sus resultados prácticos, sobresa-
liendo, entre otros, la reforma de las leyes de
Mayo~ la destrucción del Kulturkampj y la hu·
millación del soberbio canciller de hierro? Oiga-
mos el parecer de Windsthors sobre los Congre-
sos y algunos conceptos del Conde de Balles-
trem. quien se declaró su ejecutor testamentario
en el Congreso último de Dantzik celebrado á
primeros de Septiembre del año último.


El ilustre vVindsthors decía: «los Congresos




-58-
católicos son como las maniobras de otoño de
nuestro ejército: esta guerra de escaramuzas nos
prepara indudablemente para las formales campa-
ñas. o-El Conde de Ballestrem al ocuparse de
la situación actual y probable porvenir de los ca-
tólicos en Alemania, en el reciente Congreso de
Dantzik, celebrado á primeros de Septiembre de
189J, el 34." de los Congresos alemanes, hacía
esta valiente declaración: ((Preténdese que el Cen"
tro que nació á consecuencia ,del Kulturkampf,
debe desaparecer con él. Desgraciadamente no he-
mos llegado más que á los preliminares de la
paz, al armisticio. La· paz se prepara, no está
aún hecha. Una de las cláusulas de un tratado de
paz es la repa~riación de los prisioneros de,gue-
rra.-Nuestros prisioneros de guerra, las Orde-
nes religiosas, nonos han sido devueltos. vVincfst-
horsnos ha dejado el cuidado de sostener esta
reclamación; y no hemos de cejar hasta que el
éxito corone nuestros esfuerzos.-Otra condición
sin la cual no se concluye un tratado de paz, es la
restitución del territorio ocupado por el enemigo.
Nosotros no tenemos aún la escuela, atribuyén·
dose el Estado el derecho á la enseñanza religio-
sa. En esta materia tampoco hubiera vVindsthors
consentido en una capitulación.-Y aun cuando la
paz fuera hecha, no deberíamos licenciar nuestro
ejército, pues correríamos el riesgo de quedar des-
armados para una nueva lucha, siempre posible.
No se respeta más que á los fuertes.-Sigamos en
un todo los ejemplos de "Vindsthors: amar á la
Iglesia y al Papa como él los amó; obedecerle co-




-5'-
mo él le obedeció; trabajar por el bien de nuestro
pueblo como él lo hizo; tal debe ser nuestro pro- .
grama: no debemos ser ni de oposición, 11i del Go-
bierno: nuestra enseña es la cruz, é-ste es el estan-
darte que nos ha dado todas las victorias.» (1)


En otro artículo, con el favor de Dios, nos
proponemos demostrar la importancia de los tra-
bajos de las Secciones de los Congresos y decir
algo de los Congresos católico-nacionales de nues-
tra amada España.


(1) Movimiento Católico, 10 Septiembre del 9' •


• I






, . r .........
N ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• _ •••• __ .................. _ .................................. _ ............................................. ..


,,,,,.,,,,', .. ,, ..... ,.,, .. ,,.,.,.,., .. ,', ... , .. , ............................ , ....... , ..... ,., ............................................................... .


v.


DE LAS SECCIONES: ~U LABORIOSIDAD y FRÚTOS.-OB-
SERVAClONES DEL SR. ARZOBISPO DE SEVILLA.-
ORGANIZACIÓN DIFERENTE, SEGUN LOS PAÍSES.
-PREPONDERANCIA DE LOS PRELADOS EN LOS
CONGRESOS CATÓLICOS DE ESPAÑA.-SU CARÁC-
TER ESPECIAL.-CUESTIONES DE LA SANTIFICA-
CIÓN DEL DOMINGO Y DEL PROBLEMA SOCIAL EN
LOS CONGRESOS DE MALINAS.


Si la importancia y trascendencia de los Con-
gresos católicos debiera medirse tan sólo por los
ópimos frutos que resultan de las grandes reunio-
nes de los fieles y de la íntima comunicación de
sentimientos que entre ellos ~e establece en favor
de la Religión, afirmándose más y más su inque-
brantable adhesión á las enseñanzas de la Santa
Sede; si el contacto del Episcop~do y del ·Clero
que se establece con esos católicos valerosos y de-
cididos á emplear todos sus talentos, su ciencia,
su erudición y experiencia en defensa del catolicis-
mo, en obras de caridad y de propaganda, no fue~




-éO-
se ya de suyo evidentemente provechoso y utilísi-.
mo; todavía debiéramos fomentar y proteger esos
Congresos por los trascendentales y positivos re-
sultados que producen los trabajos de las seccio-
nes en que suelen distribuirse los socios, y que
vienen á ser como el termómetro graduador de
las creencias, de la pureza, de los sentimientos y
del favor de la piedad cristiana, y como el verda-
dero reflejo del estado social de un país, moral
y religiosamente considerado.


En la ,introdu:ción escrita por el Secretario
general de la Junta Directiva de los Congresos de
Malinas, Mr. Ducpetiaux, que precede al Compte-
rendu ó Crónica del Cc>ngreso celebrado en Sep-
tiembre de 1864, hace notar «que las secciones
aumentan cada añolos trabajos, constituyéndose
en forma de verdaderos C01lgresos cada una de
ellas, teniendo cada vez su objeto mejor determi-
nado, y cooperando no obstante con una admi-
rable unidad de espíritu y de miras al resulta-
do general de la empresa nobilísima de los Con-
gresos.,) Mr. Chantrel, entusiasmado por la labo-
riosidad de los socios de las secciones y el in-
teres e importancia que alcanzaron las discusio-
nes del Congreso de 1863 acerca de los diferentes
temas propuestos, lamenta que no se conceda ma-
yor tiempo á -las mismas, aun cuando fuese ne-
cesado abreviar la duración señalada á las sesiones
públicas; y por eso, en la sección de asuntos re-
ligiosos. Mr. Baudon formuló el voto siguiente:
«(Impresionado por el carácter práctico que revis-
ten las secciones, es s~nsible que se vean obliga.




-8-1-
das ,1 abrcviair sus interesantes debates en gracia
del mayor tiempo destinado á las Asambleas gene-
rales ó á las sesiones públicas; y así propongo
que en el próximo Congreso católico se conceda
fllayor importancia á lós trabajos de estas sec-
ciones. »


Por tanto no nos extraña que el dignísimo se-
ñor Presid.ente del próximo Congreso dc Sevi-
lla, coincidiendo exactamente en estas apreciacio-
nes, haya expresado idéntico juicio al dirigir su
carta á los Rvdos. Sres. Obispos, diciéndoles:
«tanto cn Z'lragoza, como en mis cartas á los
Hermanos, propuse algunas modificaciones al Re-
glamento de los Congresos anteriores, que fue-
ron por ellos aprobadas. encaminadas especial-
mente á facilitar los trabajos de las secciones, que
son sin duda la parle más importante del Con-
greso, y de los que hay derecho á esperar mayor
fruto, si lo en ellas acordado, y acept::ldo des-
pues por toda la -asamblea, se lleva á la prácti-
ca, como con empeño debe procurarse por todos
los católicos.»


Si comparamos la organización de los Con-
gresos celebrados en Maclrid y Zaragoza con los
dos primeros de Bélgica que vinieron á servir
de norma á los Congresos católicos de otros paí-
s~s, hallaremos algunas diferencias, debidas· prin-
cipalmente al carácter y situación particular de
cada país. Así vemos que en los Congresos bel-
gas, y en general en todos los Congresos extran-
jeros suele preponderar el elemento seglar ó lúi,: ~.




~i-
co, concediéndose tan sólo la presidencia de ho-
nor á un Prela(h.


Al anunciarse los programas de los temas que,
han de ser materia de cstujio ~:1 LIS diferen-
tes secci.ones, soh ya desigmidos los miembro~
que han de constituir las mesas de cada sección';
un presidente, dos vicepresidentes, y cuatro se-
cretarios; se nombran también los socios que han·
de defender cada uno de los temas en las discu-
siones para luego presentar la conclusión que
haya formulado y aprobado la sección respec-
tiva, á la reunión general; dándole cuenta, como
ponentes, de las razones que se hnyan alegado
en defensa del punto discutido.


Es por demás interesante el Reglamento que
. se publicó para el orden que ha de observarse en
la celebración de las secciones; en él no se con-
cede á los socios el uso de la palabra en pro
ó en contra de cada uno de los temas sino por
dos veces y sin exceder de diez minutos, salvo
siempre el derecho de la presidtncia y de la sec-
ción de prorrogar el uso de la pal.abra. Además
de los miembros que han de constituir la mesa,
nómbranse empleados encargados de recibir y
acompañar á los socios inscriptos en las seccio-
nes á los locales respectivos, que á los die..: mi-
nutos de haber empezado las sesiones, quedan
cerrados.


Es también curiosa la instrucción publicada en
el Congreso de 1864 en lo relativo á las obliga-
ciones de los" cuatro secretarios que se reparten
(1 trabajo con el fin de mantener la más exac·




...... 88~ ,
ta regularidad y prevenir toda reclamación du-
rante el curso de las discusiones. El primer se-
cretario lleva el encargo de reunir los discursos
y todos los materiales para la redacción de un
Boletín que suele publicarse diariamente y repar-
tirse á todos los concurrentes. El segundo secre-
tario corre con la obligación de recoger, previo
inventario, y guardar archivados todos los es-
critos y documentos entregados por los godos,.
ó dirigidos á los presidentes de las secciones. A
un tercer secretario se confía el apuntamiento d~
las proposiciones que la mesa aprueba, contar los
votos, cuando después de las discusiones se hi-
ciere necesaria la votación, y vigilar á los ta-
quígrafos' á fin de que escriban con fidelidad los
discursos ó resúmenes de los mismos, y finalmen;..
te el último secretario debe suplir á los otros, ha-
llándose siempre á disposición del presidente para
los servicios ó encargos que conviniere hacerle.


No se ha considerado en nuestros Congreso'i
necesaria tanta reglamentación; y en verdad, ha
bastado la Presidencia de los Rvdos. Prelados
en cada una de la~ secciones y la sensatez de
los socios para que en todos reinara el orden más
perfecto. Lo· que sí tal vez habrá ocurrido, es
que un solo secretario ó dos se hayan visto so-
brecargados de trabajo, echando de menos las no-


.tas taquigráficas; lo mismo puede decirse de los'
ponentes, teniendo uno solo que formular las con-
c1u~iones acerca de todos los temas que fueron
objeto de discusión en cada una de las secciQ.-:




-84.-
lles. Por eso no podemos menos de aplaudir la
buena costumbre introducida por el Congreso de
Madrid, perfeccionallla en el de Zaragoza, de que
todos los sodos que toman par te en b discusión
de" un tema, al terminar sus discursos, faciliten
á la mesa la conclusión formulada acerca del te-
ma discutido.


Obsérvase que en todos los primeros Con-
gresos de las diferentes n3ciones, en donde se
han celebrado, se han propuesto, en número tal
vez excesivo, los temas d<! los programas, y en
su consecuencia se multiplicaron los trabajos de
las secciones. Yeso no debe maravillarnos, si se
tiene en cuenta que los católico,> en un principio
debieron de aportar á los Congresos una mul-
titud de puntos, cuya solución ó esclarecimiento
consideraban necesario para regular su conducta.


"Los obstáculos, además, y las dificultade~ que
han ofrecido las di versas legislaciones de los paí-
ses á 1;Jo acción y libertad de los católicos, ha-
bían acumulado multitud de quejas que con im-
paciencia querían ver satisfechas ó producidas de-
lante de los respectivos Gobiernos. El descrei-
miento casi general que en todos los países ha
v.enido produciendo la malhadada libertad de pen-
samiento. la heterodoxiá de la enseñanza oficial
y los lamentables desbordamientos de una pren-
sa por lo común irreligiosa, inmoral, é impía,
'habían colocado á los católicos en la imprescin-.
dible necesidad de multiplicar los temas, y aun
de formular nuevas proposiciones, con el fin de
\lniformar su criterio sobre diversos puntos ú




-t&-
oponer un dique á tan perversas corrientes, y
algún remedio. á tal cúmulo de males.


La reunión de los católicos en Congre~:;os era
una necesidad de nuestra época por todos sen-
tida, y por eso prontamente, en virtud de su ele-
vada misión, los Rvdos. Obispos, como pastores
vigihllltes, y el Supremo Jerarca de la Iglesia des-
cubriendo desde la cum~re del Vaticano mejor
que nadie el dilatado horizonte del mundo, las
pérfidas maquinaciones de los Gobiernos hostiles
á la Iglesia, la opresión ejercida casi e[l todas par-
tes contra la libertad de los fieles y el ejercicio
del culto, y teniendo en cuenta los impíos esfuer-
zos de los enemigos de Dios y del Pontificado,
promovieron, fomentaron y bendijeron esas i:n-
portantísimas asambleas de los católicos, en don-
de pudieran tener expansión sus oprimidos cora-
zones y lugar de producir libremente sus quejas,
y con su inteli~encia y valor lograsen hace. valer
sus derechos y comunicar nueva vida á las ins-
tituciones cristianas.


Más tarde, empero, discutidos ya suficiente-
mente muchos puntos, hubo de metodizarse me-
jor la formación de los programas, la distribu-
ción del tiempo y aun el orden de lassesio-
nes públicas y de las secciones. Háse procurado
conceder más días ú horas de estudio y discu-
sión á las secciones, y aun algunas, como las
dedicadas al arte y música religiosa, debieron sub·
dividirse para aligerar sus trabajos, con~retar me.,.
jor los pun,tos, y dar lugar á que los socios más
~




; .. :,:~ .... >'
; ~ ~~


-:..M-
competentes pudiesen reunirse con mayor tran-
quilidad, sin tener que distraer su atención á otros
temas discutibles .


. Lo que no ha podido lograrse, excepción hecha
de los Congr:!sos científicos, jurídicos y otros que
se han propuesto asuntos especiales, es el redu-
cir las reuniones generales ó las sesiones públicas
á la inaugural y á la última del Congreso, no obs-
tante los deseos manifestados por algunos socios
eminentes, á quienes preocupaba más el afán del
estudio que el interés de la propaganda y el acre-
centamiento del fervoroso entusiasmo que aque-
lías despiertan en las muchedumbres.


No debe olvidarse que los Congresos católicos
en la forma ordinari~ que adoptaron desde un
principio, revistieron un doble carácter. científico-
religioso y de, propag.anda. Vienen á ser, además,
como grandes fiestas que atraen á multitud de
católicos, á\'idos de contemplar la magnificencia
y esplendor que en ellos se ostenta, y de avivar
su fe y devoción oyendo los sabios y elocuentes
discursos de los R\'dos. Obispos y de los oradores
más esclarecidos del Congreso. Y desde este pun-
to de vista, bien puede atirmarse que ninguno de
los Congresos extranjeros ha podido rivaliz.ar ni
sostener perfecto parangón con el Congreso cele-
brado en Madrid bajo las bóvedas del templo de
San Jerónimo, ni con el de Zaragoza, en la Ca·
tedral de la Seo, tan ríea y artísticamente ador-
nados. Por eso nosotros no titubeamos en defen-
der el carácter peculiar de nuestros Congresos




i:61-
que tan perfectamente se aviene con el de nuestro
pueblo creyente, tan amante de los esplendores
y magnificencias de la religión, como respetuoso
y férvidamente apasionado por ver y oir de cerca
á sus Obispos y pastores.


Ningún Congreso extranjero ha podido ofró!cer
el admirable espectácu'o de la procesión del Pilar
en Zaragoza. presidida por 33 Arzobispos y Obis-
pos, el Excmo. Sr. Cardenal Benavides y el Re-
verendo Nuncio de Su Santidad. Podrían, sí, en
lugal' de los banquetes y brindis con que suelen
ter,minar los Congresos extranjeros, y que no han
sido adoptados, sin pesadumbre de nuestra parte,
por los nuestros, amenizarse algún tanto con al-
gunas veladas, con intermedi~s de escogida mú-
sica religiosa, en donde los socios pudiesen dar
algún solaz á su espíritu, cOf!ocerse y estrechar
los vínculos dé una amistad y compañerismo du-
radero, que bien pudiera contribuir á la realiza-
ción de las resoluciones tomadas por los Con-
gresos.


En la citada carta del dignísimo Arzobispo de
Sevilla vemos consignada otra observación muy
digna de atención y aplauso. «Acompañan. dice,.
al Reglamento los puntos que se proponen' al
estudio de las indicadas secciones.-Son menos
en número que los presentados en los Congresos
anteriores; pero así se ha' considerado oportuno,
tanto por que no es posible ni prudente abarcado
todo de una vez, como para que puedan estudiarse
más á fondo, y tratarse con más detenimiento en
los pocos días que dura el Congreso. Observará




-&8-
igualmente que algunos lo fueron ya en los ante.
'riores; pero se ha creido convenien te volver sobre
ellos, por su importancia, para que tratándolos de
nuevo, sea más fácil llegar á su resultado práctico,
adoptándose los medios conducentes á que pasen
de la esfera de conclusiones,- en teoría aceptadas,
á la de obras positivas y de resultados duraderos,»


Esta justa apreciación del Prelado de Sevilla,
vémosla confirmada por la série de los Congresos
celebrados en otro.s países. Casi todos han ido
reduciendo ó variando los temas de sus programas,
existiendo algunos que vienen á tomar como el
carácter de permanentes, pues son tratados más
ó menos directamente en continuados Congresos.
Así, por ejemplo, la santificación del Domingo,
las Misiones y obras de propaganda entre los
asuntos religiosos. aparecen en los programas de
los diferentes Congresos celebrados en la Metró-
poli, de Malinas, y lo que se trató con extensión en
el de 1863, se ha repetido casi treinta años des-
pués en el de 189[, Lo mismo acontece con los
asuntos referentes á la enseñanza y educación.
los de obras de caridad y materias sociales, los
referentes á la prensa y difusión de buenas lec-
turas, los de arte, literatura y ciencias. Sucede,
empero, como' no puede menos de ser, que son
estudiados los temas bajo nuevos puntos de vista,
y siempre, según la máyor importancia que han
ido tomando en virtud de los acontecimientos y
el desenvolvimiento de las ideas. Así vemos que
la cuestión social iniciada por el Profesor de Lo-
vaina, Perín, en el Congreso del 63, fué rl!petida




-8'é-
Y ampHada en el de 1864, yen el programa dé
1891 propónese con mayor extensión.


Po'r el carácter internacional de los citados
Congresos, cobraro~ especial interés las discusió·
nes habidas en el seno de las diferentl!s secciones.
Es curiosa por demás la que tuvo lugar acerca
de la santificación del Domingo en el Congreso de
1863 en la sección de obras religiosas. El Abate
Paterson ~e expresó del modo siguiente: "Por mi
carácter de inglés puedo decir algo acerca de la
santificación del Domingo, y debo manifestaros
la honda pena que sentí al poner el pié en el con·
tinente. viendo que en Francia no se observaba
el descanso dominical. Un país que tan bellos
ejemplos nos ha dado en otras cosas, en este
punto ofrece un verdadero escándalo para los in-
gleses_ que como vosotros sabeis, aman muchí-
simo h santificación del Domingo. Yo no quiero
entrar en discusiones teológicas, ni examinar Si
el modo como observan los ingleses el Domingo,
es ó no el mejor (pues tiéae quizás algo del Cal-
vinismo y no poco del carácter nacional); pero sí
debo hacer constar que el Domingo en Inglaterra
ofrece un espectáculo admirable: los almacenes
cerrados, los trabajos suspendidos, lo mismo en
las ciudades que en las aldeas; todo el mundo vive
en las Iglesias.-La inobservancia del Domingo en
Francia y B~lgica, proporciona á los adversarios
de la religión católica un poderoso argumento
contra ella, Por fortuna esta inobservancia no es
general en todos.los países católicosi así en Roma




,~ "


-70-
quedamos edificados de la manera como el Do-·
mingo era santificado.-Yo lamento vivamente
que haya decaído tanto la observancia del Domin- ..
go en Francia. y creo que con la práctica de las
virtudes había de renovarse. Se hace grande elo-
gio de los ingleses, yen efecto lo merecen; pero
no puedo menos de reconocer que la observancia
del Domingo en nuestro país no es siempre de-
bida exclusivamente al sentimiento religioso: sien·
do protestante la nación ingh:sa, no puede superar
á las naciones ca,tólicas en punto al respeto á los
Mandamientos divinos. Si el D.J:ningo es respe-
tado en Inglaterra, dé bese en gran parte á los
preceptos de la legislación"»


Mr. de Neve, Presidente del Seminario ame-
ricano en Lovaina, añadió: aCreo deber hacer
notar que en América es igualmente observado el
reposo del Domingo, y que nuestra i"nobse¡vancia
produce malísimo efecto y es motivo de escándalo
para los protestantes juiciosos, quienes formulan
contra nuestra religión la pregunta siguiente: ¿CÓ·
mo es que, siendo:vuestro país católico, guarda tan
poco respeto á la santificación del Domingo?"


M. Siethle, misionero en Noruega, se expresa
igualmente en estos térrninos: aHabito desde hace
nueve años en un país protestante y he tenido
ocasión de hacer las mismas observaciones que
mis honorables consocios; más de una vez he ex-
presado mi voto acerca de 1<1 conveniencia de que
en los países católicos la legislación se conforme
más, en este punto, con la de los países pro-
testantes.




-"1~
En Noruega como en Inglaterra, la ley ot-


dena la observancia del Domingo, ó por lo menos
impide la profanación, prohibiendo el trabajo; y
si no prescribe las pnkticas religiosas, por lo me-
nos ordena el descanso. Soy de parecer que es-,
te descanso debe ser impuesto en todas partes,
pues le considero no solamente como una ley cris-
tiana, sino también como una ley social.


Noruega es un país sumamente liberal, casi
democrático; y no obstante, el respeto del Domin-
go se ha llevado tan adelante, que la policía ha
llegado á prohibir á los panaderos la confección
del pan durante la noche del sábado; así es que,
el Domingo, nadie puede comer pan tierno. Con-
sidero muy conveniente, que la legislación de los
países católicos, se ocupe más en la santificación
del Domingo.!)


Sentimos verdaderamente no poder extender-
nos más ac~rca de esta importantísima discusión
en que se trató la cuestión' del descanso y san-
tificación del Domingo desde todos los aspectos,
tratándose también del modo de conseguir de las
empresasde ferro-carriles la suspension de los
trenes de recreo y que los empleados pudiesen
observar los deberes religiosos.


Hemos indicado que en el programa del últi-
mo Congreso celebrado en Malinas, en Septiem-
bre del año anterior, se daba grande importan-
cia á las obras sociales. La segunda sección pre-
sidida por el ilustre M. vVoeste, representante
de la Cámara de Diputados, ocupóse en efecto,
de la creación de asilos, de las sociedades cQ:-:




-'--


óperativas, cajas de ahorro, de las huelgas, de la .
organización· de conferencias sociales, de las ha-
bitaciones de los obreros y medios de mejorar-:-
I:ls, formación de hojas cató ¡ieas a 11 tirevolucio-
nadas, de colonias penitenciarias, de la emigra-
ción etc.


Pues bren, veintiocho años atrás Mr. Perín, el
célebre Profesor de la Universidad de Lovainfl,
cuyos estudios y obras de economía política y
de cuestiones sociales son harto conocidos de to-
do el mundo científico, presidiendo idén.tica sec-
ción, y hablando de la misión social de la cari-
dad, decía en resumen: yEI mundo moderno' pa-
rece tiene el presentimiento de las grandes obras
que está destinada á I·ealizar la caridad; y el mis-
mo ostracismo á que se le ha condenado, viene
á ser como un homenaje tributado á su superio-
ridad; las ataduras que sus mismos enemigos le
han impuesto, son como una confesión y recono-
cimiento de la impotencia que sienten para resis·
tirle. La caridad debe armarse para nuevos com-
bates; después de la apostasía de los grandes, ha
venido la apostasía de las muchedumbres; no sólo
han perdido la fe, sino que además pierden la ca-
ridad. Ya no tienen vínculo que los una entre sí,
ni con las clases superiores: la sociedad carece
de unión y de solaridad: y por eso somos de pa-
recer que ese estado de cosas no puede durar.


Importa sobremanera reavivar el reinado de
la caridad de los débiles y humildes entre sí por
m~dio de asociaciones obreras penetradas del es-
pírítu cristiano; y se na de procurar ígualmeme




~.f~-
que reina la caridad entre grandes ó poderosos y
los humildes ó dp.biles, por medio de las institu-
ciones de patronato,))


y después de excitar la buena prensa á ópo:lcr
un dique á la perniciosa que tantos daños ca usa
al pobre pueblo, añade: «La Iglesia e~tá destinada
á ejercer el principal papel en la obra de regene-
ración del pueblo por medi/) de la caridad: su or-
ganización es completa, pero puede aún extender
su influ~ncia. Las cofradías que en muchas partes
no son más que recuerdos, pueden aún revivir.
Las órdenes terceras de San Francisco y Sto. Do-
mingo nos parecen eminentemente adecuadas para
restablecer entre rico,> y pobres los dulces lazos
de la fraternidad cristiana.-La Iglesia y el Clero,
no puede, ni debe consentirse que lo hagan todo:
los seglares deben asociar su actividad á los esfuer-
zos del sacerdocio. Desde este punto de vista las
clases superiores tienen grandes é inmensos deberes
que cumplir. Con frecuencia el mal ha descendi-
do de arriba, y es preciso procurar que descienda
igualmente el hien.- No debe desalent!)rnos la
humildad de nuestras obras; porque por una gra-
cia especial de Dios,las más humildes suelen ser
las más influyentes.-Al modo de los primeros
cristianos, nos hallamos colocados en frente de un
nuevo paganismo; si no nos es dado establecer la
comunidad de bienes materiales, debemos procurar
la del patrimonio moral, la del sacrificio de la ab-
negación y de la caridad: Con las antiguas virtu-
des hemos de alca1t{ar la formación de una socie-
dad nuepa.»


6




-74-
En el próximo artículo diremo!l algo más acer-


ca de los trabajos de las secciones, y de su impor~
tancia desde el punto de vista cientírico y religioso.




..: ••••••••••••••• _ •••••••••• : ••••••••• : •••••••• ; •••••••• : ......... ~ .......... :." •• ~ • .:..~ ........ _ ....... "ó ............... ~.v._ .... ~' ...... ~ •. .:.~.·.v~"' .• ~~ .•. ~;. ... ~ .... ,¡,O.,


VI.


VARIEDAD DE ASUNTOS EN QUE SE HAN OCUPADO LAS
SECt:IONES DE LOS CONGRESOS CATÓLlCOS.-
ACTIVIDAD EXTRAORDrNARIA É IMPDRTANCIA DEL
PRIMBR CONGRESO DE MADRID Y DEL SEGUNDO CE-
LEBRADO EN ZARAGOZA. -ESTUDIOS CIENTÍFICo.-
SOCIALES. - TEMAS HISTÓRICO -ARQUEOLÓGICo.S
PARA~EL DE SEVILLA Y o.TROS DE F(LO~o.GfA, FI-
LOSOFÍA Y SOCIOLo.GíA.-t:o.NGRESo.S CIENTíFICo.S.


Nadie que no. haya asistido á alguno. de Io.s
Co.ngresos católicos, y no haya formado parte de
alguna de las seccio.nes, entre la<s cuales .suelen
distribuirse los < trabajos, pude formarse exacta
idea de la multiplicidad de cuestiones que se tra-
tan, ni de la actividad extraordinaria que desplie-
gan todos los so.cios.


Al contemplar aquel hermoso espectáculo que
o.frece un conjunto decatólico.s, los más de ellos
Profesores distinguido~ de nuestras Universidades
é Institutos, unos; escrito.res notabilísimos, otros;.
oradores eminentes, éstos; propagadores celosísi-
mos de la doctrina católica y de lo.s principios sal-




, , __ o,


·...:,i7s_
vadores de la sociedad, aquellos; hombres de ac-
ción. empleados principalmenté en fomentar los
Círculos católicos, las Asociaciones obreras, las
J::: la J.l ventuJ Católica, las de enseñanza, y todas
las destinadas al fomento de la piedad Cristiana y
de todas las obras de caridad en favor de las múl-
tiples necesidades de nuestros tiempos; uno se
siente poseído de nobilísimo entusiasmo por nues-
tra santa Religión que tanta variedad de frutos
produce en el mundo católico; cuyas verdades tan
esplendentes rayos de luz derraman sobre las in-
teligencias, y cuyos sentimientos así mueven los
corazones de todos hacia el bien obrar, y á exten-
der los dominios de la ciencia católica y el reina-
do social de Jesucristo.


Si fijamos nuestra atención en los temas y tra-
bajos que han sido objeto de estudio de las seccio-
nes de los diferentes Congresos, que han tenido
lugar desde hace unos treinta años en las diversas
naciones de Europa. desde el punto de vista cien·
tíficd-religioso. habremos de notar necesariamente
que en todos ellos se han tratado las cuestiones
referentes á literatura, historia, aTte y ciencia á
medida de. la importancia que han adquirido estos
conocimientos, de los errores sustentados, y del
desarrollo ó extensión que han alcanzado en todas
las Universidades ó centros docentes.


Por esto vemos que en los dos Congresos in-
ternacionales' celebrados en 1863 y 1864 en la


,Metrópoli de Malinas, no se dió tanta importan- -
ciaá los estudios g~ológicos, biológicos ó de an-
tropología, cuanta alcanzaron los referentes al ar-




te cri~tiano, á las rectificaciones históricas, á lA
dirección y purificación del gusto literario, de la
ciencia crítica y de los estudios arqueológicos. Mas
tarde, vemos que por virtud del crecimiento ó de
los errores que invadieron la Historia y las cien-
cias antropológicas, y sobre todo de los sistemas
transformistas de la escuela darwiniana y del po-
sitivismo moderno, surgieron los Congresos cien-
tíficos para estudiar con preferencia los temas y
cuestiones referentes á tan delicadas y difíciles
materias. De la misma suerte el desenvolvimiento
extraordinario é importancia que han alcanzado
en nuestra época las cuestiones jurídico-sociales,
ha dado origen á los Congresos jurídicos y á los
que se han prop'Jesto como objeto preferente el
estudio de temas político-sociales y de las cuestio-
nes obreras.


Así, no es de extrañar que en todos los Con-
gresos católicos más recientes se haya dado lugar,
en mayor ó menor escala, según las circunstancias
de los diversos países, á temas de interés científico
ó social. Esto sucedió en los recientes Congresos
de Danzig. Malinas, Vizenza, Lodi, Valence y so-
bre todo en el primer Congreso católico nacional
de Madrid.-


Este primer Congreso católico español revela
en el conjunto de los temas sometidos al examen
y resolución de los socios concurrentes á las cin.::o
secdones en que se dividieron, llna actividad tan
sorprendente como honrosa y consoladora para
nuestra católica España. Aquel Congreso podrfa-




-'18-
mos decir que ,de un saltó, siendo el primero ce-
lebrado en nuestra nación, se colocó al nivel de
todos los demás Congresos católicos celebrados
en el extranjero. Allí se trataron y discutieron to-
do .. los medios más eficaces para reanimarla pie-
dad cristiana y fomentar las Asociaciones católi-
cas destinadas á la caridad y á la enseñanza, Allí
con elevada ciencia y perfecto conocimiento de los
males y deficiencias de los sistemas de euseñanza
en los centros I)hciales, se propusieron las conclu-
siones más acertadas para lograr la purificación
del magisterio, no menos que el enaltecimiento y
difusión de la ciencia católica entre la juventud,
según corresponde y es de esperar de un Estado,
que por fortuna todavía quiere C00'5ervar el tim-
bre y honor de católico.


Se trató en la sección cuarta de cuestiones
verdaderam'!nte sociales y de utilidad pública; de
los medios de mejorar la situación económica y
moral del obrero; de la historia comparativa y
beneficios de los sindicatos agrícolas; de los pa-
tronatos, círculos y escuelas de artes y ofi..:ios
para la clase obrera; de la necesidad de remédiar
los inconvenientes del trabajo de las mujeres y
de los niños en los grandes centros de producción;
de la necesidad de instalar Capillas públicas para
el cumplimiento de los deberes religiosos, y de
escuelas para la educación de los niños en los
centros fabriles; de los medios para mejorar física
y moralmente á los encarcelados, y de la necesid'ld
de establecimientos de reformas penitenciaría~ pa-
ra jóvenes: de los medios de impedir la esclavitud




...... "0-
en el continente africano, en conformidad con
los deseos· de la Santa Sede; y en una palabra, de
cuanto puede contribuir á proporcionar auxilios é
instrucción saludable á las clases obreras y reme-
diar el pauperismo contemporáneo.


Nada diremos acerca de la importancia y de
Jos múltiples puntos de estudio que abrazó la sec-
ción quinta, comprensivos de todo. cuanto fué
objeto de examen y discusión en los Congresos
extranjeros acerca de la necesidad de moralizar
las obras literarias y combatir el naturalismo y
realismo de sus producciones; de la conveniencia
de publicar una colección, expurgada, de clásicos
españoles y difundirlos á precios económicos; de
cristianizar el teatro mo~erno; de fom~ntar el
arte cristiano y la música sagrada en los templos
de España, para no merecer las censuras que hace
algunos años leimos en una publicación de Ale-
mania, en donde un sabio escritor y profesor de
Arqueología, Mr. Gerber, dando cuenta de sus


, viajes por España, decía, con dolor, que la música
y el órgano en las Catedrales de nuestro país más
bien parecían destinados á fomentar la disipa-
ción del espíritu, y el recuerdo de las óperas y
bailes, que no la devoción yel recogimiento.


Por las razones anteriormente expuestas, apa-
reció en el programa de ese memorable Congreso
católico de Madrid una série de temas, antropo-
lógicos, que no fueron tratados en los primeros
Congresos del extranjero, ni en muchos de los
posteriores, si exceptuamos los científicos cele-
brados en París y el último Congreso católico de




"-SO-
Malinas en 1 89J. La sección segunda de ese pri-
mer Congreso español se propuso desdé luego dar
una definición exacta de la ciencia en general, yes-
tablecer una línea divisoria entre los conocimientos-
humanos de carácter científico y los que no lo son;
buscar las diferencias características entre los se-
res vivientes y los inorgánicos, entre los vegetales
y los animales, y sobre todo los caracteres de los
~eres dotados de inteligencia. En esta sección se
combatieron. las erróneas teorías prehistóricas,
contrarias á la narración mosáica, de la creación


- del mundo y de la antigüedad del hombrf'; los
errores y vicios de la escuela darwiniana y del
evolucionismo absoluto; en ella, en fin, se deba-
tieron todos los puntqs y cuestiones de mayor
trascendencia para la ciencia católica y la dignidad
de la especie humana.


En el Congreso católico de Zaragoza se con-
sideró oportuno des.:artar esta sección de estudios
científicos pará ocuparse con preferencia en los
asuntos religiosos, en los de enseñanza y de ca-
ridad, como !!le mayor urgencia é interés práctico
para bien de las almas y remedio de las necesida-
des que siente la sociedad española, establecién-
dose, aunque á última hora, á propuesta del Reve-
rendo Prelado de Barcelona, una sección destinada
á tratar exclusivamente la cuestión social ú obrera
por la indisputable importancia que adquiere en
nuestros días, y la reconocida necesidad de que
el Clero y todos los católicos más celosos é ilus-
trados fijen su atención en ella, y mediten los me-
dios más adecuados para prevenir y evitar los




·-81 .....
conflictos que amenazan al orden y estabilida~ de
las sociedades modernas.


En cambio vemos_con placer que en el progra-
ma del próximo Congreso católico nacional de
Sevilla se establece una sección cuyo fin es estu-
diar los modernos descubrimientos astronómicos
en sus relaciones con la doctrina revelada; exami-
nar desde el punto de vista crítico-religioso las
investigaciones protohistóricas realizadas en la
segunda mitad de nuestro siglo;· refutar los múlti-
ples errores de la prehistoria; hacer ver la influen-
cia de las doctrinas positivistas en los moderno~
sistemas sociológicos, la necesidad de promover
el estudio y restauración de la filosofía tomista, n·o
menos que el fomento de los estudios histórico-
egiptológicos para sostener en buen terreno la
controversia científico-religiosa de nuestra época.
y por fin se reproducen algunos de los puntos
ventilados en el primer Congreso de Madrid, to-
cantes á las ciencias antropológicas, para impug-
nar los errores modernos sobre el origen del hom-
bre, y especialmente aquellos que, con aparato
científico, se oponen á la antropogonia mosáica.


Este movimiento científico-religioso de nues-
tros Congresos nos mueve á producir algunas ci-
tas de los eminentes oradores que tomaron parte
en el Congreso de Malinas celebrado en Septiem-
bre del año último. Mons. Hulst deCÍa: aDebemos
extender nuestra influencia; la gran importancia
numérica pertenece á las muchedumbres; la gran
importancia dinámica pertenece á ra gran sociedad




-82-
escogida.-Laciencia es uno de los medios de in·
f1uencia más necesarios (!n nuestros días.» Mr.
Berthelof decía no ha mucho: (' L8.s investigaciones
teóricas que se hacen en el silencio de los labora-
torios, son las que llevan 3 cumplimiento los gran-
des progresos prácticos. Edisson no hubiera des-


-cubierto nada, si al principio de este siglo Ampere
y Karadai no hubiesen abierto el campo de la
electricidad dinámica. Lo mismo ocurre en las
cien:ias biológicas y en la medicina. ¿No ha tenido
acaso Pasteur gran influencia en su progreso?-
Hoy día se ve combatida la religión y quiere re-
construirse la filosofía; hay tantos filósofos como
sabios~ y asistimos por lo tanto á lastimosas y
extrañas reformas de la moral y de las leyes so·
ciales. Háblase de moral científica. moral que no
contiene ni un átomo siquiera de verdajera
ciencia.))


Mr. Kurth dijo: «La ciencia sin Dios tiende á
aproximar al hombre á la bestia, á hacer de él,
que es hijo de Dios, el hijo dt"1 mono.» Corre pa-
rejas con aquella ciencia ese arte sin moral que se
llama la pornografía corruptora de la juventud.,)


El Rvdo. Dr. Bainard Keyn de la Universidad
de DubUn dijo: «He oido á uno de vuestros histo-
riadores más distinguidos, á uno de vuestros más
grandes oradores, Mr. Kurth, decir que la intro-
ducción de la secdón de artes, ciencias y letras en
los programas del Congreso de Malinas, era una
innovación. He admirado la sabi:t oración del
Rector de la Univcrsid:d de París, en favor de la
alta ciencia. Día lIeg&rá en que se reconozca la




-13--
perspicacia de estos oradores.-Yo represento en
la Universidad de Dublin la enseñanza de las
ciencias biológicas; deseo llamar vuestra atención
sobre la importancia de las mismas, importancia
que no nos permite dejarlas á nuestros adversa-
rios.-Se nos habla, en Inglaterra sobre todo, de
la doble Biblia: de la Biblia revelada y de la Biblia
de la naturaleza. Se dice á veces que la primera no
es conocida de los católicos. Yo digo que es falso,
que es una calumnia.-Yo afirmo que la ciencia
biológica debe pertenecernos, y que es necesario
que hagamos un esfuerzo para conquistarla. Exija-
mos que los filósofos conozcan la ciencia de la vida


'tanto como Alberto el Grande y Santo Tomás de
Aquino. Seamos tan biólogos como ellos y la bata-
lla estáganada.-He consumido algunos años en
el estudio de la ciencia de la vida, y puedo decla-
rar con toda sinceridad, que si he encontrado teo-
rías que me han espantado, no he tropezado con
un solo hecho capaz de infundirme pavor.-Deben
los teólogos dedicarse al estudio de la biología.· Yo
espero que la juventud católica no vacilará en em,
pIcar sus ocios en el estudio de la naturaleza. Es
preciso saber encontrar á Dios por todas partes:"))


Conocido es el origen de los celebrados Con-
gresos científicos de París, que tanto interés han
despertado entre todos los sabios de) mundo ca-
tólicl), y que consideramos destinados á producir
inmensos bien\!s en la mayor parte de los en-
tendimientos ofuscados ó extraviados por los erro-
res de la ciencia moderna: pues bien/no pue-




~ "


-8l~
de negarse que en los trabajos y producciones
de esos memorables Congresos la apologéticá
cristiana hallará un arsenal abundantísimo de co-
nocimientos y de armas del mejor temple con
que combatir á l.os principales enemigos de la Re- '
Jigión católica.


Las reuniones regionafes de los católicos del
norte de Francia especialmente las de 1883 y 1885
debieron de notar que existía un vacío en los
trabajos de aquellos Congresos; y que la inicia-
tiva católica tomando con gran empeño los asun-
tos de enseñanza, de piedad, de celo y de obras
de caridad, poco ó nada se ocupaba en los refe-
rentes á las ciencias modernas'. Comprendióse
luego que la fe en nuestros días recibe principal-
mente los ataques del campo de los cultivadores
de la ciencia; y que sin minorar los sacrificios
en favor de esas obras de caridad y de celo, de-
bían emplear ~u actividad en favor del movimien-
to científico para oponer un dique á las corrien-
tes ateas ó heterodoxas de la ciencia moderna.
Débese principalmente el origen de esos Congre-
sos científicos á la poderosa iniciativa del Canó-
ñigo D'Huilet de St,-Projet. célebre autor de


, la Apología Cie1lt(ftca del Cristia1lismo, al natu-
ralista católico Marqués de Nadaillach, y á los sa-
bios católicos de diferentes países que se reunie-
ron en Ruan, bajo la dirección inteligente del
Sr. Obispo de aquella Metrópoli en Diciembre
de. 1885. (I)


(1) Campte-Rendú de la sen. Assemblée generalée des Catali-
que 4e Narmaodie Raueo. 1&12




.,-8G~


En esta memorable asamblea después de ha- .
berse expuesto las diferentes opiniones de los sa-
bios congresistas reunidos, y discutido los dife-
rentes proy;:ctos presentados. se tomaron los
acuerdos acerca de la conveniencia de reunir en
Congresos internacionales científicos los sabios
más distingu:dos de los diferentes países, y que
con mayor fruto se dedicasen al cultivo de las
ciencias desde el punto de vista católico; y con-


. siderando que esta clase de Congreosos para pro-
ducir verdaderos frutos en pró de la ciencia y
de la Apologética católica, no podían improvi-
sarse, ni repetirse con la frecuencia de los Con-


- gresos católicos, convinieron en que só~o se reu-
niesen cada tres años, y que el primero se ce-
lebrase en París y en la primera quincena de
Abril de 1888. Nombróse la Junta organizadora,
y acordóse distribuir los trabajos en las seis sec-
ciones siguientes; ciencias religiosas. ciencias filo-
sóficas, ciencias jurídicas, ciencias históricas, sec-
ción de antropología y otra de ciencias matemá-
ticas y físico naturales. Posteriormente -en el Con-
greso científico celebrado en Abeil de 1891, acor-
dóse aumentar los trabajos con otra sección de
estudios filológicos.


En estos Congresos científicos, á más de ocu-
parse en los objetos propios de cada ciencia y
de su~ adela~tos, se trató: de los medios de dar
impulsión y dirección en nuestros días áJas in-
vestigaciones científicas de los sabios católicos
y del ·método que convendría seguir para hacer
estas investigaciones más provechosas á la caus;t




""";;88-
del cristianismo, sin sacrificar naja de la más pu-
ra ortodoxia, ni de la' sinceriJaJcientífica más
completa.


Para que se vea la vasta extenslOn que han
alcanzado los trabajos de estos Congresos cien-
tíficos, bastará enumerar' las secciónes en que se
dividieron las tres clases principales de estudios;
la primera. de ciencias fillosófico sociales, se di-
vidió en cinco secciones: la de teoJicea, la de
metafísica general y cosmología, la de psiscología,
y psico fisiología, la de derecho y la de economía
politico-social. La segunda clase de trabajos per-
tenecientes á las ciencia; exactas y naturales se


. dividió en las cinco secciones siguientes: la de ma-
temáticas, mecánica y astro:lomía; la de física y
química; la de zQología, biología y filología. Por fin
la tercera clase, referente á las ciencias históricas,
dividióse igualmente en otras cinco secciones: orí-
genes del Cristianismo; historia de la Iglesia y su
influencia social: historia comparada de las religio-
nes, y la de arqueología cristiana.


En el programa, que para el Congreso de 1888
se envió á todos los sabios católÍcos más eminen-
tes de diferentes países, insertáronse juntamente
con los nombres de los presidentes y miembros
de las varias secciones, los puntos principales que
deb:an de tratarse en las mismas; pero se cuidó


. de advertir que el cuestionario era puramente in-
dicativo y no limitativo; que la comisión orga-
nizadora sólo se había propuesto sugerir á los
sabios la idea de los p;,¡ntos, cuyas investigacio-




~M~
nes poJjtm interesar más á las creencias espiri-
tualistas y cristianas, pero que estaba dispues-
ta á recibir todo trabajo de valor verdadera-
mente cielltííico, aun cuando no tuviera por
objeto la apología directa ó indirecta de la fe
católica.


En tales Congresos además de la importancia
de los trabajos científico-religiosos, es de admi-
rar cuánto ~e ha meditado en perfeccionar suor-
ganización. En -e!-·Comple1·e¡zdu ó Crónica del
Congreso celebrado en París en Septiembre de
1888, ya que todavía no se ha publicado la que ha
de dar cuenta de los trabajos presentados en el
último de Abril de 1891, (1) podrá verse la per-
fecta organización que reina en tales Congre-
sos científi:os, y la variedad sorprendente de las
materias en que se ocuparon los sabios cató-
licol.


Es de sentir que no hayan sido más concu-
rridos por los cultivadores de las ciencias en Es-
paña; pues al primero sólo asistió el ilustrado
catedrático de Zaragoza Sr: Hernández Fajarnés
-cuyo trabajo sobre reforma de la Cosmologia
llamó justamente la atención; y al último el
no menos ilutrado Sr. Cepeda, Profesor de la
Universidad de Valencia, cuyo trabajo sobre
la cuestión social ú obrera fué con razón cele-
brado.


Estos Congresos además de los servicios que


(1) Hoy se halla ya publicada el Compte-rendu de este memora.
ble 2.' Coogreso científico de París; comprende ocho volú menes
Véndese en París: librería de Alphonso Picard-rue-Bonaparle-82.




de ellos reporta la defensa de la religión, son UI'I.-í
medio eficacísimo para que los sabios salgan de '.
su aislamiento, y en ellos reunidos, vean sus opi~:
niones ó trabajos científicos suj:!tos :í elevada con- ~
troversia y re.spetuosa ó amigable di$cusión. El
contacto establecido entre hombres de ciencia,. que
se dedican á trabajos de igual ó parecida índo-
le, en las secciones correspondientes, permite ver
más claro en los asuntos que son de su compe-
tencia, dando lugar frecuentemente á rectificacio-
nes de juicios.


Algunos de los trabajos, monografías y .tra-
tados sobre ciertas materias científicas que en
el último Congreso de París se presentaron, co-
mo también los publicados en la Crónica del
anterior Congreso, son verdaderame.nte notabilí-
simos, y demostrarán siempre á la presuntuosa
incredulidad, que la ciencia no sólo no está re-
ñida con la Religión, sino que careciendo de sus
luces queda privada en cierta manera de hacer
verdaderos progresos; que en muchísimas· ma-
terias la fe es la qué más ilustra las inteligencias
y sugiere las hipótesis más luminosas.


Por eso no p\?demos menos de celébrar la
exactitud de las apreciaciones emitidas por Su
Ema. el Cardenal Arzobispo de Malinas al abrir
el último Congreso católico celebrado en Septiem-
bre de lSgI en su metrópoli, cuando después de
haber hablado de los asuntos religiosos, de en-
señanza y de caridad, decía con su acostumbra-
da elocuencia; «En el mismo orden de ideas, aun·
que en esfera más elevada, debemos tener pre-




~ ~ "-;".- .- -r ":'.


'~"= ...
Sénte la necesidad que algunas inteligencias sien~
ten de que se les demu'!stre la conciliación y
aJmirable armonía de las ciencias humanas con
el orden sobrenatural.-La ciellcia 110 es a!"'.:z.
D::mostremos una vez 111,1'1, de un mojo irrefu-
~able, que todas las ciencias vienen de Dios y á
Dios conducen, sirviendo así á la glorificación
de la verdad cristiana.'


Quiera Dios que el movimiento católico pro-
duciJo por los Congresos de nuestra patria en el
orden religioso .,e comunique también al orden
científico; y que los sabios profesores ó cultiva-
dores de los diferentes ramos del sab;:r, que todJ-
via se cuentan en gran nú:nero, por dicha de la
juventud, en nuestras Universidades, Seminarios
é Institutos, y en muchJs otl"a5 Corporaciones ó
Academias españolas, continúen valerosos é infa-
tigables en el estudio d:! esa~ cien.:ias que tantos
bienes han de producir á la religión. bien dirigidas
y saneadas de los errores de la heregía, del socia-
lismo y del positivismo moderno. Confiemos ~n
Dios que nuestra católic:a España podrá recon-,
quistar, aún en nuestro siglo la justa fama y
legítitimas glorias que supo alcanzar con asom-
bro de todas las naciones. en los siglos de oro
en que brillaron tantos teólogos insignes, tan·
tos filósofos y jurisconsultos, tanto.> naturalistas
y literatos; de mostrando para eterna confusión
de los incrédulos y racionalistas modernos que
la fe, lejos de ser una rémora para el progreso
de las ciencias, como hizo notar el malogrado
Apologista Causette, abre al entendimiento hu,:


1




-00-
mano nuevos horizontés viendo el mejor de los
telescopios.


En el próximo artículo, con el favor de Dios,
Jaremos conclusión á esta serie de observaciones
manifestando nuestro humilde sentir en lo tocante
á la organización de los Congresos católicos.




VII


RESUMEN.-PARALELO ENTRE LOS CONGRESOS CATÓLI-
COS DE ESPAÑA Y LOS DE ALEMANIA YBÉLGICA.-
TÉRMINO DE LAS DIVISIONES ENTRE CATÓLICOS:
Reglas prácticas DADAS POR LOS SRES. OBISPOS
EN EL CONGRESO DE ZARAGOZA.-PERFECCIONA-
MIENTO POSIBLE EN NUESTROS CONGRESOS.-NE-
CE'>IDAD DE UNA JUNTA SUPERIOR PERMANENTE,
ACTIVA, INTELIGENTE Y ORGANIZADORA. - EL


ASUNTO MÁS TRASCENDENTAL: FORMACIÓN DE UN
CENTRO VERDADERAMENl E CATÓLICO EN AMBAS
CÁMARAS: DEBER DE INTERVENIR TODOS LOS CA-
TÓLICOS EN LAS ELECCIONES.-CONCLUSIÓN.


De la serie de artículos anteriores, que termi-
namos con el presente, habrá podido inferirse
cuán grande sea la importancia de los Congresos
católicos, cuánta su trascendencia en el movimien-
to científico, religioso, moral y social de una na-
dón; y sobre todo, cuán provechosos han debido
ser sus resultados en beneficio de la acción ca-
tólica en los diversos países donde se han cele-:
brado.




..:....aa-
También por la historia de esos Congresós e


católicps, que tuvieron su origen en Alemania, (1) -.-
cosa de medio siglo há, se echa de 'Ver claramente
que su influencia en el mundo moderno ha sido
persistente y en muchos casos decisiva para los
intereses de la religión, la propagación de la fe,
la defensa de los derechos de la Iglesia y del Pon- .
tificado; y muy particularmente para tener un
claro conocimiento del estado moral y religioso
de las naciones, de las luchas que ha de sostener
el catolicismo, de las fuerzas y elementos con que
cuenta, y de las medidas que se han considerado -
necesarias para conseguir. á la par que el renaci-
miento del espíritu católico, la organización más
perfecta de los medios de _acción que han de uti-
lizar esas poderosas .fuerzas católicas, si es que
se quiere llegar al triunfo apetecido de la fe y del·
Pontificado; y á la regeneración religioso-moral
de las sociedades modernas.


Dejando á un lado todos esos puntos de vista,
-con que más ó menos .extensamente hemos exa-
minado en los artículos anteriores, la importancia
é influjo de los .congresos católicos de nuestra
época, hayan sido nacionales, ó internacionales,
creemos que en el presente artículo final debemos
ceñirnos al examen y porvenir de. nuestros Con-
gresos católicos españoles.


No puede negarse que han tenido un comienzo
felicísimo, y que es dado esperar continuarán cada _


(1) Véase la obra Catlloliques A/lemands par A. Kasenengieser,
París, lib. L-ethie'J.le.ul'J rueCassette 10, .




-93:"-
día con mayor esplendor y con más perfecta br':
ganización. A los reparos que algunos de los más
importantes y distinguidos miembros de los Con.
gresos de Madrid y Zaragoza, deseosos del mejor
éxito é impacientes por ver inmediatamente sus
resultados prácticos en nuestra católica España,
fueron dirigidos al Emmo. Sr. Cardenal Benavi·
des, su dignísimo presidente, y otros Je los Reve-
rendos Prelados que con mayor eficacia y voluntad
decidida dieron impulso á los mismos, respondía
el sabio experto Car:denal presidente: ((que era ne-
cesario pasar primero por la prueba de los ensayos
para llegar más tarde al perfeccionamiento suspi-
rado;» y de acuerdo los Obispos con el parecer de
su respetabilísimo Presidente convinieron en que
con la repetición de los Congresos en nuestra
amada patria, vendría á descubrirse cuanto hubie-
se de deficiente ó defectuoso para corregir más
tarde y perfeccionarse hasta lograr que nuestros
Congresos. respondiendo á las necesidades reli-
gioso-morales de nuestra católica nación, viniesen


'á satisfacer las lauda:bles aspiraciones de los socios
más exigentes.


Nosotros no' dudamos que si los Congresos
de Madrid y Zaragoza no hubiesen tenido que
ocuparse de modo tan preferente en la minora·
ción: ó extinción de las dolorosas disensiones que,
por causas secundarias más ó menos políticas ó
personales. llevaban perturbados los ánimos de
gran parte de los sócios, nuestros Congresos ha-
brían entrado desde un principio en una marcha
más tranquila y grandemente provechosa ptlra




-1) ...
(omentar los intereses religiosos, resolver los más
importantes problemas, ocuparse con mayor 'uni~
dad de iniras y de espíritu en la dilucidación
de los varios temas para alcanzar en breve lós
fdices resultados, que tantos años de trabajo y
organización costaron á los católicos alemanes
en sus reiterados Congresos.


En Alemania el gran "Víndthors, (1) con haber
sido el primer ministro del Rey de Hannover, no
titubeó en sofocar en aras de la religión las pre-
dilecciones íntimas de su ánimo, en olvidar sus
gloriosos antecedentes históricos, como hombre
político, para entrar de lleno y dedicarse con vo-
luntad inquebrantable á la pacificación de los áni-
mos y á la defensa de los intereses católicos en
el' imperio alemán. Aceptando la legalidad exis,
t'ente se consagró, con heróica solicitud y em-
peño, á reavivar la fe de todos los súbditos ca-
tólicos, á estrechar los lazos de su unión yá
procurar exclusivamente la formación de un Cen-
tro católico, que, en las altas Cámaras, pudiese
hacer oir los clamores de los católicos del Im-
perio, y obtener la modificación ó derogación de
todas las leyés atentatorias á la libertad ó dere-
chos de los católicos oprimidos. Los Congre-
sos de los católicos alemanes, no descuidando tra-
tar de todos los asuntos de piedad, caridad, 'con·
troversiay demás que interesaban á los mismos,
movieron maravillosamente el espíritu religioso
para lograr en breves años el preferente obJc-


(1) Louis VVíndthorsl en Allemagne el JeroJe du Clerge en France
-par L. D~scor5ant e Paris=Locoffre.




=---lO anhelado por" el sabio é inteligente Leader <k
los católicos alemanes.


EQ. Bélgica cuando los célebres hombres po-
líticos y católicos Barón de Gerlache, Jacob, Duc·
petiaux, Durmontier. y otros esclarecidos cató-
licos y hombres de Estado, pretendieron por me-
dio de los Congresos católicos, protegidos por el
Episcopado, la reforma religioso social de aque-
lla nación heróica, no tropezaron con ninguna"
cuestión dinástica, ni otra meramente política; las
dificultades que hubieron de vencer, fueron prin.:i-
palmente los diversos criterios que había sobre el
modo de conseguir la armonía de las libertades
constitucionales con los principios católicos; que
entonces, más que ahora, traían divididos los áni-
mos, aun de los hombres más eminentes y expe-
rimentados. Los Congresos contribuyeron á ex·
clarecer todas las cuestiones que giraban sobre
las relaciones entre la Iglesia y el Estado, con-
cluyendo, con una casi general uniformidad de
criterio, que venía á sintetizarse: en procurar la
deofensa de la libertad para todos los católicos en
el ejercicio de su culto y de la enseñanza cris-
tiana, y en impedir que el Gobiérno del Estado
pasase á manos del masonismo ó de los radicales.


En nuestra España, merced á las reiteradas
súplicas del Roman,) Pontífice, y al celo, sabidu-
ría y paternal solicitud del Episcopado, bien pue-
de afirmétrse que después del Congreso de Za- '
ragoza y de Jas memorables Reglas prácticas,
las divisiones entre los católicos han terminado;




y aun cuando hayan quedado algunos restos de··
tan lamentables divisiones, es dado vaticinar que
serán siempre impotentes para impedir la nobi-
lísima empresa de la gran mayoría de los católicos
españoles, resueltos á marchar compactos y uná-
nimes, bajó la égida salvadora del Papa y del Epis-
copado. L'l unión se impone más cada día, y la
organización perfeccionada de todas las fuerzas


. católicas habrá de dar en ~westra patria más ex-
celentes- resultados que en otros países, ya que,
por fortuna, España persevera queriendo ser cató-
lica ante todo; y á pesar de la calamidad de los
tiempo" los cultos disidentes no han podido pre-
valecer, ni los gobiernos hánse atrevido á pres-
cindir del catolicismo, ni á romper sus relaciones
con la Santa Sede.


Sise nos pidiera nuestro humilde sentir en
punto al pe,rfeccionamiento de nuestros Congre-
sos, nosotros, después de la experiencia de los
dos tan gloriosos celebrados en Madrid y en Za-
ragoza, y del ligero estudio de los Congresos ca-
tólicos extranjeros, nos atreveríamos á pedir 4ue
en todos los Congresos sucesivos, se presentase
en la primera sesión pública una memoria deta-


·l1ada de los frutos y resultados que dieron los
anteriores Congresos: memoria comprensiva ade-
más, de todas las fundaciones Ó asociaciones que
fueron producto del Congreso ó Congresos an-
tecedentes, del número de Círculos de obreros,
centros Eucarísticos, de caridad y otras obras ca-
tólicas; de los periódicos, revistas, libros ó escri·


,tos -apologéticos, debidos á las resoluciones 'to-




- madas en dichos Congresos; y en una palabra,
de todo cuanto más ó menos directamente ha-
ya sido fruto p;áctico de tales Congresos.


Tampoco consideraríamos inútil la publicación
del programa de los temes discutibles en un Con-
greso ulterior la designación de algunos Vice-pre-
sidentes y Secretari03, que hayan de formar par-
te de las mesas en cada una de las secciones;
y aun tal vez el señalamiento de sustentantes ó
ponentes de cada tema, para que de esta suerte
esas personas designadas de antemano se dedi-
casen de un modo especial al estudio de las ma-
terias propias de cada sección. Esas persooas.
a~emás, teniendo en cuenta los pocos días de
que disponen los Congresos para la discusión de
los varios temas ó la lectura de los trabajos pre-
sentados, podrían dar á conocer en resumen to-
dos aquellos que por su demasiada extensión no
pudiesen ser leidos en el seno de cada una de
las secciones. E~a' laudable práctica ha sido adop'-
tada por la mayor parte de los Congresos ex-
tranjeros.


Evidente es que la pe.rfe.cta organizaclOn de
los Congresos depende de las Juntas directivas_
Enhora buena que se deje amplia libertad á las
nombradas en las ciudades, donde hayan de ce-
lebrarse los nuevos Congresos, según la discre-
ción de los Rvmos. Prelados Presidentes; pero
nosotros consideramos además indispensable,se-
gún la experiencia ha demostrado en otros pai-
ses, la ~istencia de una Junta superior directi-




-1)8-
va encarg}\da de recoger todos los datos refe-
rentes á los diversos Congresos, y de archivar los
principales documentos ó trabajos que, después
de celebrados, no hubiesen sido reclamados ó
devueltos á sus autores. Esta Junta superior de-
bería también encargarse de mantener una co-
municación periódica ó permanente con todas las
Juntas diocesanas, y proporcionar, en hora opor-
tuna, todos aquellos datos y observaciones que es.
timasen convenientes, á los Sres. Presidentes de
las .Juntas que se hubiesen nombrado para pre-
parar la organización de los nuevos Congresos.
Opinamos que esa Junta superior directiva tie-
ne naturalmente indicado su asiento en la ca-
pital del Reino; y que al Excmo. Sr. Obisp{) de
Madrid. asociado, si se quiere, de los Prelados
Senadores, ó de algún otro, debiera correspon-
der ia presidencia.


Muy conveniente nos parecería que en esa Jun-
ta directiva superior, tuviesen' representación to-
rlas las provincias eclesiásticas de España, cuyos
Metropolitanos podrían designar una ó dos per-
sonas residentes en Madrid, quienes, en todos los
asuntos, que lo creyesen necesario ó convenien-
te, podrían consultar á los referidos Metropoli-
tanos. Esta Junta superior directiva debiera ce-
lebrar frecuentes reuniones, ó por lo menos reu-
nirse dos veces cada mes; podría dividirse en va-
rias secciones con sus secretarios propios y tra-
tar de todos los asuntos ó cuestiones especiales
de cada sección, para dar luego cuenta á la Jun-
t.a general; pues á nadie se oculta la gran con-




~~
veniencia de la repartición de los trabajos en to-
do género de Juntas. Y aun si fuese dable cons-
tituir un fondo para que esa Junta superior pu-
diese atender á los gastos necesarios, con los so-
brantes de las subscripciones ó donativos espe-
ciales, conforme lo hemos visto practicado en
Bélgica y otros puntos, nosotros seríamos de pa-
recer que la Junta general, ó cada una de las sec-
ciones de la misma, tuviese algunos secretarios
ó amanuenses retribuidos; ya que difícilmente los
individuos de mejor voluntad de esas Juntas, pue-
den dedicarse durante todo el año á los traba-
jos que originan los Congresos, ni sostener una
correspondencia frecuente con todas las Juntas
locales ó diocesanas de la nación.


Para alcanzar la perfecta org'lnización de los
futuros Congresos y sostener el impulso comu-
nicado á los católicos españoles por medio de
aquellos, creemos necesario mantener frecuente
comunicación ó correspondencia ~on las Juntas
diocesanas que suelen constituir el nervio prin-
cipal de la organización y del movimiento ca-
tólico en todo país y en orden á los Congresos
católicos. Estas Juntas en España puede decir-
se que en todo el año, si se exceptúa el perío-
do próximo á la celebración de un nuevo Con - .
greso, se cansan de no hacer nada; apenas son
consultadas; pocos ó ningunos datos se 'les pi·
den, y parece que solamente han sido creadas
para procurar y dar cuenta de lassubscripcio-
nes alcanzadas en cada una de las Diócesis,




. ;" ','


-100"-
Y la verdad es que hay mucho que tralJajar,


si es queJa Junta directiva superior ha de con-
seguir que los futuros Congresos resulten cada
día, m1s provechosos para la religión y nuestra
sociedad. En los primeros Congresos celebrado s
en Málinas, á propuesta del inteligente Secreta·
rio general Mr. Ducpetiaux, tomóse el acuerdo
de hacer una extensa estadística católica para re-
coger y ordenar, ó tener á la vista, los datos ne-
cesarios que diesen á conocer la situación, el de-
sarrollo y el progreso del catolicisn}O en los di-
ferentes países; sus necesidades y los medios em
pleados para sati~facerlas. Se consideró de gran
interés y utilidad la formación de estadísticas par·
ticulares que, de un modo el más exacto y como
'pleto posible, diesen. á conocer I;tS obras, las ins-
tituciones religiosas, cuyo objeto fuese el fo-
mento de la piedad, de la caridad, de la edu-
cación ó del arte cristiano: y que proporciona-
sen los datos ~ acerca del número de católicos, de
la cifra de los sacerdotes, de las Órdenes reli-
giosas, de los establecimientos dedicados al cul-
to, y de cuanto pudiera. interesar al conocimiento
del estado general de la civilización cristiana. Pues
bien; nosotros somos de parecer que esas es-


" tadísticas debiera proyectarlas y proponerlas,
. en utilidad de los futuros Congresos, la Junta
directiva superior de nu!stra Españacatólka;
y por este medio podría darse trabajo y co-
municar vida . á todas las Juntas diocesanas
constituidas, y. á todos los centros católicos de
la nación. .




¿Qué duda hay en que se reportaría grand~
utilidad de la relación de ~emeja['jte estadística
en España? Podría formarse una estadística cu-
riosa y prov;!chosísima del número de catedrá-
ticos católicos existente hoy en todas la~ Univer·
sidades, Institutos y demás Centros docentes del
Estado, haciéndose constar en la misma, el nú-
mero de todos aquellos que -merecieren califi-
cación de heterodoxos, racionalistas ó no cató.
licos, Podrían recogerse los datos necesarios pa-_
ra calificar las obras de texto, libros de ense-
ñanza ó de lectura que en esos centros fueren
adoptados, y que merecieren la aprobación ó cen-
sura de las autoridades eclesiásticas. En estas es-
tadísticas acerca de la enseñanza cabría perfec-
tamente designar el número de establecimientos
ó escuelas láicas, protestantes ó de otm índole
perniciosa para la religión.


y con respecto á la pren!>a católica, ¿no sería
dado procurarse. igualmente datos utilísimos pa-
ra poder conocer y clasificar todos los periódicos,
revistas, publicaciones, ilustraciones y demás ór-
ganos de la prensa existentes en Españá? Mucho
convendría determinar las de carácter católico, y
las que debieran reputarse heréticas, inmorales,
irreligiosas, inspiradas por la incredulidad ó el
masonismo. Así también convendría determinar
el número de librerías ó imprentas católicas, y las
que deben reputarse -como de propaganda herética,
impía ó anticatólica. Debieran pedirse datos acer-
ca del número é índole de todas las asociaciones y
círculos de obreros católicos existentes en España,




yel de his sóciede.des de propaganda ó índole des-
moralizadora.


Pidiendo estos y otros muchísimos datos á las
Juntas diocesanas Fara formar esas i mportantísi-
mas estadísticas y obtener el más perfecto cono-
cimiento de nuestra España· desde el punto de
vista moral y científico religioso, podría apreciarse
mejor el grado de actividad de los católicos y el
de los enemigos de la religión ó sectarios; cabría
calcular en qué puntos de la nación conviene ex-
citar más el celo de los católicos para contrarres-
tar la ·propaganda y esfuerzos de la impiedad;
podría apreciarse en dónde conviene más fomen-
tar la creación de los buenos periódicos, escuelas,
círculos, obras de caridad, misiones, peregrina-
ciones y otras empresas moralizadoras. Todos
esos datos, además, servirían admirablemente para
la formación de las memorias que los secretarios
debieran leer al principio de los nuevos Congresos.


Estos Congresos católicos, por otra parte,
debieran fijar su atención principalmel1te en una
obra ó en un punto, el que considerasen de mayor
utilidad ó urgencia, y tomar las resoluciones con-
venientes para su realización, de suerte que tal
obra pudiera considerarse como el fruto especial
de tal Congreso.


Pero antes de dar término á esta serie de
artículos séanos permitido indic.ar el punto de
examen ó meditación que debiera someterse á la
Junta superior directiv<l y ocupar preferentemente
la atención de los miembros más distinguidos de




-163-
los Congresos católicos españoles, Por lo que re"'"
vela la historia de estos Congresos en Alelnania,
Suiza, Bélgica, Francia y demás. países, bien se
comprende que el asunto que más ha preocupado,
y viene todavía ocupando la mente de los católicos
más esclarecidos,. es la cuestión de la reforma
legislativa de los diferentes países en armonía con
las creencias católicas ó la libertad cristiana. To-
dos 16s hombres más eminentes han aprecisdo
casi con uniformidad de criterio que, dado el es-
tado actual de las legislaciones y la índole de los
Gobiernos, los católicos sienten la necesidad de
organizarse y trabajar en unión compacta en to~
das partes, con valor y perseverancia, en de-
fensa de la religión y de los intereses católico-
sociales. Y como quiera que las reformas legis-
lativas, cien veces pedidas por tos Rdos, Pre-
lados y los católicos, casi siempre han resulta-
do poco menos que estériles, cuando no se to-
ma parte en la misma formación de las leyes, ni
se tiene participación en el Gobierno ó en las
Cámaras, de ahí que hoy la acción católica va-
ya dirigida muy particularmente á constituir gran-
des agrupaciones de ciudadanos católicos para que
descendiendo al terreno legal, según las· varías
Instituciones políticas de las diferentes naciones, .
presenten sus candidatos para las Cámaras, ó re,
presentación del país, y den sus votos á los ca-
tólicos más distinguidos é influyentes. Sin una
mayoría de Diputados ó Sen'adores católicos se ha-
rá siempre imposible la reforma de la legislación
de un país en sentido católico. Sin una minoría




"-10:4- .. ~ "resp~tabie, por lo ~e,nos, en las, Cán:,lr~s,ía~f~
peticIones de los catahcos q ueciaran casI slempre.;-·)
d 'd .~ esa~endl as., '. . . ..~


Los GobIernos, cu~\OJo nI) .;:1:1 cato11cos,;~:
. .~


no suelen prestar atención á las qU:.'j:lS y reda-' ~,
maciones de los ciuja::ianos cil-tóli-:os, ni aún tal
vez del Episcopado, mi:!ntras esas quejas y re:".,
cIamaciones no sean producidas dentro de los.;
mismos Parlamentos. L~H lecciones que hemos;
recibiJo de la historia moJerna por lo aconte-:~
cido en la formación del Centro catJlico en el:
Reichstag de Alemania, del partido católico en:
Bélgica, y últimamente en la formación del pro-
yectado en la vecina República de Francia, no
menos que el que se proyecta en Inglaterra y
otrof:. países, d:!ben ser utilizadas por los católi·
cos españoles! SiguienJo las enseñanz:ls pontifi.
ci~s del sapientísimo León XIII, urge que todos'
los católicos den de mano á las cuestiones secun-
darias ó de interés personal, para encaminar sus
e$fuerzos, en perfecta unión, á las grandes luchas
que habrá de sostener el catolicismo en los tiem-
pos modernos en la generalidad de las naciones,
sin que nos sea dado poder exceptuilr de este
número á nuestra católica España.


Cierto que, por favor especial de la Divina
Providencia, nuestra amada nación ni se halla tan'
invadida por cultos disidentes, tan enfriada ó per-
vertida en punto á las creencias religiosas. ni qui- '
zás tan corrompida ó maleada en las costumbres
como otras naciones; pero indudablemente la ¡n-


'. flue!lcia' de los enciclopedistas y el espíritu revolu- .




--:t06-'-:
donario de Francia ha venido inoculando,desde
principios de este siglo, sus errores, doctrinas y
lTIc1ximas anticat@licas en nuestro país, habiendo
llegado á extraviar á muchos de los hombres polí-
ticos que la han gobernado. Las Cámaras y los
partidos resiéntense todavía de esa influencia erró-
nea y" perniciosa de las ideas y sistemas que han
predominado en los gobiernos, y que más Ó menos
intencionalmente fomentaron en los centros oficia-
les y docentes del Estado. No es, por tanto, mara-
villa, que se haga necesaria una reforma en nuestra
legislación, si queremos precaver á la juventud y
generaciones futuras de los extravíos padecidos y
de los males sociales que á todos amenazan.


Por esto, creemos de ab.5oluta necesidad que
los Congresos católicos, la Junta directiva supe-
rior, y todas las diocesanas, se esfuercen y traba-
jen incesantemente en agrupar á todos los verda-
deros católicos para elegir, de entre ellos, los in-
dividuos más probos, inteligentes y valerosos que
pueden ser mañana dignos de sus votos en las fu-
turas elecciones; y que se acometa con grande em-
peño esta empresa salvadora hasta conseguir que
en ambas Cámaras tengan los católicos españoles
una mayoría, ó cuando menos, una minoría respe-
table por su influencia, que logre hacer oir su voz
en defensa de sus derechos é intereses católicos, y
alcanzar la ansiada reforma de nuestras leyes en .
sentido católico. No podrá salvarse nuestra nación
de los peligros que otras corren, sin que la influen-
cia católica se haga sentir poderosamente en nues-
tros Parlamentos, logrando imprimir en la misma


8




_libB_
marcha y gestión política del Gobierno una di-
rección más religiosa, más moralizadora y más
en armonía con los sentimientos. de la generalidild
d:.: los españoles y con las necesidades de nuestra
moderna sociedad.


Aprovechemos para nosotros las elevadas en-
señanzas que la sabiduría Pontificia se ha servido
dar recientemente á los católicos de Francia. En
el terreno de la defensa de la religión, ha dicho:
((dejada aparte toda disensión política, deben unir-
se los hombres honrados para la lucha, como un
sólo bombre, á fin de combatir por todo medio
legal y honesto los progresivos abusos de la le-
gislación.» Aprovechando la autoridad de San
Agustín. cuando en su elocuente razonamiento ha-
cía resaltar la conducta de los cristianos sumisos
á la misma autoridad del Emperador Juliano.
añade:. «nunca pueden aprobarse puntos de legis-
lación que á la religión y á Dios sean contrarios,
antes hay que reprobarlos. ))


En la importantísima declaración de los Car-
denales de Francia. al determinar la actitud que
deben observar los católicos en presencia de la
realidad allí establecida y de las eventualidades del
porvenir, exprésanse en los siguientes términos:
«en primer lugar s'u deber es dar tregüa á los
disentimient'Js políticos, y colocándose resuelta-
mente en el terreno constitucional) proponerse
ante todo la defensa de su fe amenazada. Cuando
la fe cristiana está en peligro, ha dicho León XIII,
todo disentimiento debe cesar, y se debe empren-




-lG7~
cler de común acuerdo la defensa de la reiigión,
que es el bien supremo de la sociedad y el fin al
cual debe referirse todo.» .


y he aquí la íilteresantisima recapitulación de
los deheres católicos, con que los Emmos. Carde-
nales ponen término á tan precioso documento:
{(En resumen; los católicos deben respeto á las
leyes del país, fuera del caso en que choquen con
las exigencias de la conciencia; respeto á los re-
presentantes del poder; aceptación franca y leal
de las instituciones públicas, pero al mismo tiem-
po resistencia firme á las intrusiones del p~der
secular en el dominio espiritual; afecto activó y
generoso á las obras que tienen por objeto sumi-
nistrar á la sociedad cristiana los elementos de
su vida propia. especialmente á las obras de en-
señanza, apostolado y caridad; en fin. fideUdad al
deber electoral. cuyo cumplimiento por todas las
personas de bien, asegurará una representación
social verdaderamente conforme á los deseos del
país y capaz de obrar las reformas necesarias para
la paz pública.))


Estos deberes, que según los Príncipes de la
Iglesia en Francia, se imponen allí á la concien-
cia y al patriotismo de los católicos, mayor-
mente después de la sapientísima Encíclica últi'
ma de León XIIl, entendemos nosotros que se
impon\!n hoy igualmente á la cOllciellcia y pa-
triotismo de los católicos de España y de las
demás naciones.


S:llvio ..
Astorga 4 de Abril de l~~.