PLURALIDAD DE CULTOS
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PLURALIDAD DE CULTOS


Y SUS INCONVENIENTES,
D. VICENTE DE LA FUENTE,


DOCTOR EN TEOLOGÍA Y JUI' .TSniUDEXCIA, CATEDRÁTICO
DISCIPLINA ECLESIÁSTICA EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL Y


ACADÉMICO DE NÚMERO DE LA REAL DE LA HISTORIA,
CON LICENCIA 115 LA .UTOIÜH.'.I) ECLESIÁSTICA.


1 S 6 5 .






UCENCIA DEL ORDINARIO.
NOS EL DR. D. JOSÉ DE LORENZO Y ARAGONÉS, PRESBÍTERO»


CONCEJERO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA., DIRECTOR DEL PEAL MOfí-
TIÍ DE PIEDAD Y VICARIO JUEZ KOLK3TÁSTICO ORDINARIO DE ESTA
IIEIÍÓIO.V VILLA DK MADRID Y St" PARTIDO, ETC.


t'or la presente, y por lo que á Xos toca, conce-
demos nuestra licencia para que pueda imprimirse
y publicarse la obra titulada La Pluralidad de cultos y
ma inconvenientes, escrita por el Dr. D. Vicente de la
Fuente, catedrático de la Universidad Central, me-
diante que de nuestra orden ha sido examinada, y no
contiene, según ia censura, cosa alguna contraria al
dogma católico y sana moral.


Madrid diez de febrero de rail ochocientos sesen-
ta y seis.


DR. LOKEXZO.
Por mandado de S. S. I. ?


LDO. JUAN MORENO GONZÁLEZ.




Es propiedad.




PRÓLOGO.
La cuestión de libertad de cultos se agita hoy


con calor en muchos paises de Europa y America
entre las diferentes comuniones cristianas, y aun la
promueven comunmente los que ya no tienen reli-
gión alguna. Debátese también de palabra y por es -
crito, en la prensa periódica y por medio de obras
sueltas, en los Congresos literarios y también en los
políticos. No hace diez años que se agitó en España
y conmovió profundamente al pais. P o r otra parte,
desde que supe lo que el conde de Montalembert
había dicho en el primer Congreso de Malinas, y
mas aun desde que pude leerlo, hice propósito firme
de rebatirlo tan pronto como me lo permitieran otros
trabajos históricos que traía entre manos. Era una
cuestión de decoro español.


Al asistir al segundo Congreso de Malinas, en
agosto de 1864, pude advertir el cambio que allí se
había obrado. Los católicos belgas ya no aplaudían
la libertad de cultos con el entusiasmo del año ante-
rior, ni zaherían á los paises unitarios. Una sombría
tristeza, un matiz lúgubre tenia- todas las cosas del
segundo Congreso. ¡Quantum mutatus ab illo!


Sabíase ya que la Santa Sede no se mostraba
satisfecha de aquellas tendencias; el Cardenal Arzo -
bispo de Malinas había publicado unas cartas sobre
este asunto, que llamaron mucho la atención, y ,




ñnalmente, aquellas manifestaciones libre-cultistas
habian hallado poco eco entre los católicos prácticos
y fervorosos y grandes elogios entre los tibios, los
vergonzantes, los disidentes, y sobre todo entre los
impíos y desafectos á la Iglesia.


Ademas, á partir desde aquel momento, la liber-
tad de en i tos había sido en Bélgica un sarcasmo
contra el Catolicismo, cada vez mas oprimido.


Pocos meses después habló la Santa Sede, y en
el Syllabus de proposiciones condenadas aparecieron
'".res contra el indiferentismo y la libertad de cultos.
La cuestión estaba ya terminada, liorna loquuta <??',
'•ansa finita cst.


¡Ah, si, la cuestión se acabó ya para los católi-
cos, pero no todos son católicos! Hay entre estos
quienes llevan el nombre de tales, y es muy dudoso
que lo sean. Estos son enemigos mas perjudiciales
que los herejes y los impíos. Son espías dentro de
casa, traidores que forman en las filas del ejército
catól ico: en medio de la acción, aparentando dis-
parar contra el enemigo, hieren á los jefes que van
á vanguardia.


Hay enemigos declarados que á todas horas y en
todos tonos decantan las grandes ventajas, realmen-
te ilusorias, de la, llamada libertad de cultos. Estos no
desperdician ocasión ni coyuntura para hablar de
ella lisonjeramente, para clamar contra lo que llaman
intolerancia, por no darle el hermoso nombre de
unidad, así como llaman libertad á l o q u e debieran
apellidar discordia.


Mas esa cuestión, se me dice, no es del momen-
to: por ahora está calmada: no conviene despertar
al león que duerme. Por mi parte creo que no con-
viene que el león duerma mientras el tigre y el leo-




pardo velan. Dormido estaba el león en 1854, y el
leopardo le despertó, bien á su pesar, al discutir la
segunda base constitucional.


Cuando se agitaban las calurosas cuestiones acer-
ca de la Encíclica, á principios de este año, se nos
¡lecia:—¿Queréis la desaparición del Placel? Borrad
el art. l . ° del Concordato, y plantead la libertad de
cultos.


¡Esto es un engaño! En Francia hay libertad de
cultos, y , con todo, de allí nos vino esa restricción
á la libertad católica. En Méjico se ha planteado la
libertad de cultos, y continúa esa restricción anó-
mala. En Prusia hay libertad de cultos, y no quedó
por los ministros protestantes el que se introdujera,
contra los católicos, lo que allí nunca existió. A d e -
mas, los progresistas y demócratas, al constituir sus
comités directivos en Madrid, mientras el cólera-
morbo diezmaba su vecindario, acaban de procla-
mar la libertad de cultos como uno de los artículos
de su credo político, incluyendo á la unidad católi-
ca entre los que llaman obstáculos tradicionales de la
libertad.


¡Y se dice que la ocasión no es oportuna, cuando
el enemigo está á las puertas! ¿Tiene acaso derecho
á principiar el ataque, sin que ei Catolicismo le c o m -
bata desde el momento en que asome á lo lejos?


Cuando llega el momento de combatir, suele
haber confusión, si las armas no están á punto.


Y o quiero acumular en este libro todas las razo-
nes que contra la libertad de cultos pueden necesitar
los católicos. ¡Ojalá no sea necesario recurrir á ellas!
pero un axioma antiguo dice: Sivispacem, para bellum.


Basta la palabra de la Santa Sede, se me dirá.
—Basta para el católico; pero no todos los que




VI


debaten esta cuestión reconocen la autoridad de la
Santa Sede.


Esos, se me dirá, no harán caso de las razones
alegadas en el libro.


— L o sé: ridicula presunción seria el suponer que
mis razones hubieran de convencer á ningún adver-
sario. Esta cuestión, como todas las de su género,
están prejuzgadas por la pasión y la político-manía.
Los partidos políticos tratan hoy á sus adeptos como
reclutas; principian por ahorrarles el trabajo de
raciocinar: los jefes dan la consigna, y hay que
gritar aquello, aunque no se sienta, so pena de pasar
por enemigos.


Pero hay personas vacilantes y que desean formar
su opinión : para estos escribo, para los jóvenes,
sobre todo, que aun no han caído en las redes de
ningún Mefistófeles político.


Hay católicos que quisieran ver tratada esta
cuestión á fondo , y preguntan por algún libro para
estudiarla. También escribo para estos: quiero de -
mostrarles que al pelear ellos por la unidad de cul -
tos , pelean por la verdad y la justicia, y que el
obsequio que prestan á la Iglesia es racional, como
quería San Pablo que fuera siempre la adhesión de
los católicos.


Ralionabile sit obsequium vestrum.


Entre la multitud de libros traducidos del es-
tranjero, ignoro que haya ninguno que sirva para
este caso: tampoco sé que exista.


Al salir de Malinas para España, un jesuíta belga,
con quien algunos españoles habíamos contraído




VII


(1) Quiere decir: "La cuestión que voy á desflorar merecería un
libro , pero son pocos los que hoy dia tienen tiempo para leer un
libro." (La liberté <le» rtiH's et le droit de I'Eglise, par le P. Francoü
Kestens. S. J• Deuxwuw, edittmi awjraentée. Louvain, Un fo-
lleto de dos pliegos.) La mitad está dedicado á la cuestión de cultos,
y la otra mitad á la Constitución beljra.


amistosas relaciones, tuvo la bondad de darnos un
folleto que acababa de publicar sobre la libertad de
cultos, el cual comienza con estas palabras: La ques-
tion que feffleure exir/irait un livre. Mais peu d'hommes
au jourd'hui ont le temps de lire un livre (1) . Es verdad;
pero llegan casos en que hay que leer un libro: si
no está escrito y publicado, no se puede leer, y hace
entonces mucha falta. Hé aquí por qué aprovecho
los momentos de ocio durante el verano, para escribir
el libro á que aludia el P. Kestens.


He intitulado mi libro de La pluralidad de cultos, y
no de La libertad de cultos, por dos razones poderosas:


1. a Porque la libertad de cultos es una quimera,
como demostraré luego , pues no existe tal libertad
en absoluto ni puede existir en ningún pais, y se ha
llamado libertad á lo que debiera decirse sencilla-
mente pluralidad de cultos.


2 . a Porque la palabra libertad, como halagüeña,
se ha puesto aquí mañosamente, y solo para aluci-
nar. Muchos sugetos, idólatras de la libertad en ab-
soluto, que no estarían por la pluralidad de cultos, la
defienden solo por llamarse libertad. ¡Es libertad,
pues sea lo que quiera , yo la acepto! Quitadle el
nombre, reflexionarán y opinarán rectamente.


Dicen los franceses : Le nomme ne fait rien a la
chose. Es falso: el nombre hace mucho para las cosas,
especialmente entre las gentes superficiales, que se
dejan coger por el artificio de las palabras.


La pluralidad de cultos es un ejemplo de ello.




VIII


El método de esta obra es al uso escolástico, poco
brillante, pero sólido.


Principio por dar idea de la llamada libertad de
cultos y libertad de conciencia, para distinguir los dife-
rentes grados y aspectos de la cuestión. Tratada esta
en el terreno de la filosofía y el Derecho natural,
paso á considerarla según el Derecho divino, d o c -
trina de los Santos Padres, teólogos y canonistas.
Este capítulo contiene toda la parte dogmática y pre-
ceptiva, desde el segundo mandamiento de la ley de
Dios hasta la última decisión de la Santa Sede.


Se examina en seguida el estado de la cuestión
en todos los paises civilizados, haciendo una reseña
histórica y estadística de los cultos en Europa y
América, al tenor de sus respectivas constituciones,
á fin de pasar luego á tratar el asunto bajo el aspec-
to político. Concrétase después la cuestión á España
bajo su aspecto histórico, jurídico y político, reba-
tiendo en seguida las pretendidas ventajas de la plu-
ralidad de cultos.


Terminada la parte histórica y lo pasado, c o n -
cluyo echando una ojeada al porvenir, para manifes-
tar cuáles serian las consecuencias de la ruptura
del Concordato y del establecimiento de la libertad
de cultos en España.




LA PLURALIDAD DE CULTOS
Y S U S I N C O N V E N I E N T E S .


C A P Í T U L O P R I M E R O .


La unidad y la pluralidad de cultos bajo el aspecto
filosófico.


i¡. I.° La libertad de cultos bajo el aspecto moral.


Tienen las sociedades y seres inórale* sus enfermedades
peculiares como las padecen los cuerpos físicos animados.


Cuando se padece una enfermedad, preciso es curarla, ó
por lo menos atenuar en lo posible los estragos del mal;
pero los remedios no siempre sirven para curarlo: á veces
son paliativos para calmar los dolores exacerbados ó incu-
rables.


La libertad de cultos es uno de estos remedios paliati-
vos : no es un mal, pero lo supone. Es el remedio de un mal
que no lo cura, sino que sirve pava impediv la exacerba-
ción délos dolores que produce. El mal es lapluraltdajl de
cultos, la libertad se aplica cuando este mal es incu-
rable.


H o y dia, en España, no tenemos el mal de la pluralidad
de cultos, y con todo eso hay empeño, por parte de algunos,
en (jue so aplique la medicina, ¡Feliz ocurrencia!


Las medicinas aplicadas sin necesidad producen males
verdaderos ; y aun pueden producir el mismo mal que no
existe. Un enfermo vecino mió toma la quinina para cortar
una calentura: yo no tengo calentura, pero quiero tomar la
quinina, porque la toma mi vecino enfermo. El resultado




10


será funesto: la medicina innecesaria é inofensiva me pro-
ducirá una fuerte irritación, y quizás la calentura.


El caso es análogo enteramente. En España no hay la
enfermedad moral que consiste en la pluralidad de cultos;
pero como en Francia, Inglaterra y Bélgica, donde hay esta
enfermedad, existe la libertad de cultos por vía de remedio,
se quiere administrar á España este brebaje, aunque el pais
no adolezca de la enfermedad. Claro está que la medicina
vendrá á producir el mal.


¿Pero es verdaderamente un mal la pluralidad de cultos?
¿La libertad de cultos es acaso un remedio, ó es, por el


contrario , un gran bien, un verdadero derecho , ó, como
se dice comunmente, una 'preciosa conquista del siglo x ix?


Esto es lo que vamos á examinar ante todo. No me
gustan ni las conjeturas ni las hipótesis : no me placo afir-
mar sin probar, siquiera hoy dia sean pocos los hombre.-v
que se quieran tomar la molestia de probar lo que afirman.


Para saber, pues , qué cosa sea la llamada libertad de
cultos, conviene ante todo fijar las nociones exactas aceren
de la libertad y del culto.


§. 2.a Idea de la libertad moral en el hombre.


La libertad es el ídolo del siglo x i x , porque cada siglo
tiene su ídolo. Pero un ídolo no es un Dios ; no es mas que
un ídolo. Recibo humo por mas órnenos tiempo, se entonan
himnos delante de él, se le sacrifican víctimas, se le reviste
de magníficos ornamentos; los adoradores so prosternan
ante sus aras, y le piden que aleje todos los males y conce-
da prosperidades. Si sobrevienen desgracias, tienen la culpa
los malvados que no adoran al ídolo: si ocurro algún su-
ceso favorable, se debe á.su benéfica influencia, ¡Ay del
desgraciado que grito contra los fanáticos adoradores del
ídolo! Se le llamará iluso, ignorante, im/pío ; la turba de
ciegos adoradores se lanzará sobre él, y le arrojará al suelo
para que muera aplastado por las ruedas de la carroza en
que se pasea por las calles aquel simulacro.




11


Este será un leño cubierto de oro y telas ó un pedazo
de metal; pero los fanáticos gritarán: ¡Hé aquí el Dios que
te sacó del-poder de tus enemigos!


La codicia, la sensualidad, el orgullo del saber, la
ambición, hasta la envidia, lian sido ídolos de la humani-
dad en distintas épocas. El siglo xix tiene mas de un ídolo;
tiene muchos , pero el ídolo de los ídolos es la libertad.
Baste decir que es ídolo que infunde mas entusiasmo que
el mismo Becerro de oro, al cual dan también culto hoy dia
casi todos los idólatras de lo que llaman libertad.


El siglo xix es el siglo de la libertad-, así se ha dicho
con verdad ó con mentira, Pero ¡ay del ídolo cuando se le
examina de cerca!


Examinémoslo.
No hablamos aquí de la libertad política: no se trata


tampoco de la libertad física: ambas son muy apreciables.
También lo es la libertad moral: sin ella, el hombre no po-
dría merecer. Pero la libertad moral es la primera de las
libertades: sin ella, no se concibe la libertad política. EJ be-
cerro de oro, como metal , seria muy apreciable en su gé-
nero; pero como ídolo, era una cosa absurda,


i Qué es la libertad moral?
Es la facultad del hombre para hacer el bien ó el mal,


ó elegir entre cosas indiferentes.
Me seria fácil dar aquí definiciones muy complicadas y


con pretensiones filosóficas, pero sin ninguna filosofía, por-
que carecen de verdad; antes al contrario, sirven para oscu-
recerla. Tin tomo pudiera hacerse con definiciones de la li-
bertad: tratados enteros se han escrito acerca de ella, y yo
pudiera citar mas de veinte definiciones. Es bien seguro
que. al último, mis lectores quedarían tan embrollados, que
sabrían acerca de la libertad moral mucho menos que lo
que ahora saben.


Los teólogos tampoco han sido escasos en definiciones
de la libertad. Según ellos, consiste en la potestad de elegir
los medios para conseguir un fin.


Esta definición es mucho mas filosófica que la otra;




12


pero no da idea de lo principal: en qué consiste la mora-
lidad. Creo mas clara, sencilla y jurídica la definición dada,
al menos para comprender la libertad moral. Esta supone
casi siempre la lucha entre el bien y el mal , y la facultad
on el hombro para hacer el mal: su mérito consiste en de-
jar el mal y seguir el bien. Por ese motivo , donde hay ne-
cesidad, no hay libertad ni hay mérito (1).


Dios tiene la libertad que llaman los teólogos do con-
tradicción, y consiste en hacer ó no hacer; pero ñ o l a
que llaman de contrariedad,, que consiste en poder obrar
bien ó mal, que es la libertad humana. De esta se trata:
los ángeles y los espíritus bienaventurados, tampoco tie-
nen libertad: ni El ni ellos tienen posibilidad de hacer el
nial ; antes obran el bien por una santa necesidad, y esta
necesidad de obrar el bien es superior, muy superior á la
libertad moral, que supone el triste privilegio de poder
hacer el mal, pero teniendo el deber de no hacerlo.


Ved aquí á lo que se reduce la libertad moral , la pri-
mera libertad, la libertad do las libertades: ved aquí el
ídolo sin ropaje? y sin adornos. ¡La triste posibilidad, de
hacer el -laal! Si no puedo hacer el mal, no soy libre. ¡Triste
privilegio, pues lo tengo para no usarlo! Si lo uso, soy un
malvado.


Y o tengo en depósito un millón que me entregó un
amigo sin recibo ni resguardo alguno : si lo niego, no tiene
medios para probar que me lo entregó. Con este dinero aje-
n o , pero que soy libre para hacer mió , puedo sor opulento.
Mi amigo reclama el dinero: tengo libertad para dárselo ó
negarlo. Si lo niego, seré rico y respetado, pero ladrón: si
lo entrego, seré pobre y desvalido, pero honrado. ¿En qué
consiste mi libertad moral?—En poder robar un millón.


Hé aquí mi decantado privilegio: puedo robar , pero no
debo robar. Tengo el privilegio y puedo usarlo, poro no
debo usarlo. Puedo envenenar, pero no debo envenenar.
Puedo ser adúltero, pero no debo ser adúltero.


(1) Con bellísima frase lo dice San Gerónimo: Ubi necessitas, ibl
nec corona.




13


Y entrando en los pliegues recónditos del pensamiento,
de la voluntad, de la imaginación, puedo tener deseos sen-
suales, apetitos y deleites íntimos y de todos ignorados;
pero Dios los ve, y halla el mal, la codicia y la impureza en
aquel cristal terso, y al parecer puro, donde el ojo mas
perspicaz nada descubre.


Se ha dicho que el progreso y la civilización consisten
en la lucha, en la oposición contra los errores, los abusos y
el genio del mal; que sin esta lucha y esta oposición no
habia perfeccionamiento; que la humanidad marcha hacia
su perfectibilidad, mas ó menos quimérica, por medio de
continuas luchas. Es una gran verdad: lo que sucede en el
hombro, sucede en la humanidad. En esto, los filósofos y
políticos modernos nada han dicho que no sea muy cierto;
pero tampoco nos han dicho cosa alguna que no supiéramos
con frases mas netas, claras y sencillas. Antes de que ellos
lo desc.vhvie/rav., era ya una, cosa trivial.


Hé aquí, pues, la libertad moral, que no existe sino en
donde hay mal, que presupone el mal , que deja do existir
cuando ya no hay posibilidad de obrar mal. Y con todo, esta
libertad es la base do la libertad política : este es el pedes-
tal del ídolo.


Esta es la base también de la libertad de cultos.
Principiase, pues, á ver la enfermedad: no puedo haber


libertad de cultos sin que haya un mal moral y religioso.
Pero detengámonos aquí.


§. 3." Es mejor á veces la necesidad que la libertad.


A. los que tienen la libertad en los labios á todas horas
parecerá esto un absurdo: á los que hacen de la libertad un
ídolo, si no un Dios , parecerá una blasfemia y un ultraje
al objeto de su culto, á lo que alguno ha llegado á llamar
d Dios del siglo x ix . Con todo, lo dicho es una gran ver-
dad, y voy á probarlo. No hablamos aquí , repito, de la li-
bertad física ni de la política.


La libertad moral lleva la facultad ó posibilidad de ha-




u
cer el mal ó el bien; pero como la naturaleza humana está in-
clinada al mal, tiene este mayores probabilidades en ciertas
materias, y sobre todo cuando el hombre se halla mal edu-
cado ó corrompido. La necesidad moral, por el contrario, esclu-
ye la facultad de hacer el mal, y solo permite hacer el bien.


U n hombre dado á la embriaguez que, pudiendo abusar
de la bebida, no se embriaga, tiene gran mérito en el ejerci-
cio de su libertad; pero si cede á su funesta inclinación, la
libertad le es perjudicial: convendríale mas no tener vino,
porque en este caso necesariamente tenia que abstenerse.
Es lo que llamamos hacer de la necesidad virtud.


Lo mismo sucedo en el adúltero : le es mucho mejor que
el objeto de su criminal inclinación esté ausente. Tiene el
deber de alejarse de él para ponerse en la imposibilidad de
cometer el crimen.


Por ese motivo Dios no tiene libertad do contrariedad,
ó de hacer el bien y el mal. Dios solo puede hacer el bien: lo
hace necesariamente. No puede hacer el mal , ni puede me-
recer. Gomo ser perfecto y perfectísimo, no puede perfeccio-
narse ni merecer.


Luego la libertad en el hombre supone imperfección y
posibilidad del mal.


Luego la necesidad en algunos casos y sores es perfección,
y gran perfección. N o solo Dios carece de esa libertad.
Carecen también los ángeles de este don , que tan funesto
fue en su tiempo á la tercera parte de su especie, la cual
abusó de su libertad, y fue reprobada. H o y dia ya no tiene
libertad: aman á Dios necesariamente.


Lo mismo sucede con el alma humana: desde el mo-
mento que el hombre muere y se imposibilita para mere-
cer , pierde la libertad. Si sus méritos anteriores le hacen
digno de un estado feliz, ama necesariamente, y por eso el
dogma católico los llama Sandos , esto es, sancidos, afian-
zados, asegurados para nunca obrar el mal, y siempre obrar
el bien necesariamente. Sometas, qumi lege sancitus.


Esto es no solamente del dogma católico, sino de todas
las teogonias en sus manifestaciones mas ó menos broncas




15


de la bienaventuranza después de la muerte del justo. El
héroe sublimado al cielo, ó conducido á los Campos Elíseos,
según la mitología pagana, ya no podia obrar el mal, ya no
tenia libertad. Luego, según la misma filosofía y teogonia
paganas, la libertad suponíala imperfección en sus tenden-
cias á la perfectibilidad.


La libertad moral no está en el cielo: hasta los paganos
la escluyeron de él. Suponer un cristiano que será liberal
aun después de muerto, es un desatino antifilosófico y anti-
católico. Queda, pues, demostrado que, bajo el aspecto moral,
es mejor la necesidad que la libertad: aquella supone la per-
fección, esta la imperfección.


¿Se dirá que soy enemigo de la libertad ?
Nada de eso : Dios me la dio , y la aprecio mucho, mu-


ellísimo, como don suyo. Pero la taso en lo que vale.
Si un avaro, en su afición á las onzas de oro, se empe-


ñara en que cada una de ellas valiera mil reales, ó cien es-
cudos, yo me reiria de él.


En su avaricia, podria aquel hombre decirme: — V . es
enemigo de las onzas de oro; V. las rebaja: solamente les da
un valor de trescientos veinte reales, ó sean treinta y dos
escudos. Y o estimo la onza de oro mucho mas; la aprecio
en una cantidad mucho mayor: le doy un valor de mil
reales.


Y o le respondería sencillamente:—Amigo m i ó : á pesar
de todos los encomios de V., la onza de oro ni vale ni val-
drá mas que treinta y dos escudos.


§. 4.° Idea del culto.


Eral ¡erra labii wiius.
(GKM:SIS.)


Tomemos el asunto de un origen algo remoto, aun á
despecho de los preceptos ele Horacio, l lagamos lo que en
el lenguaje de moda se llama en la moderna yermauía la




16


r/t'iut-iis (1) de esta materia. Tomemos el diluvio por punto
de partida.


No entremos en cuestiones acerca de su época y de su
autenticidad: las tradiciones mitológicas lo confirman., v
también las investigaciones geológicas. Los volterianos del
siglo pasado lanzaron contra este suceso indudable, no ar-
gumentos, sino bufonadas. Pero las bufonadas no son prue-
bas. El bufón divierte un rato; pero si es tan imperti-
nente que no sabe retirarse á tiempo, se le enseña la puerta
y se le aj-uda á tomarla, empujándole con la punta del pie.
Con los bufones literarios se hace una cosa parecida, B o v
din, ninguna persona seria pone en duda la existencia del
di luvio : algún pedante atrasado suscita sobre eso añejas
dudas con pretensiones científicas; pero ¿quién hace caso de
pedantes?


La fábula de los Titanes viene á ser otra vaga tradición
conexionada con la noticia del diluvio y de la dispersión
de razas. Los Titanes, escalando el cielo, son los gigantes y
hombres de estatura procer, que, después del diluvio, cons-
truyeron la torre de Babel.


Pero todas las fábulas mitológicas se quedan muy por
bajo de la verdad histórica. En todas las mitologías hay
también algo de panteismo: la Divinidad se rebaja hacia la
naturaleza, y esta se equipara á Dios.


Júpiter aplastando á los Titanes, y combatido por
estos de poder á poder, no es una figura sublime: llégase
á dudar del éxito do la lucha. Pero Jehová, que ve con
desprecio los esfuerzos ele los gigantes babélicos, se burla
de ellos confundiendo sus lenguajes, y obligándoles de esto
modo á dispersarse y poblar la tierra en distintas direccio-
nes. Antes de aquel acto.de titánica soberbia no había sii:>
un lenguaje: Erat ierra lab i i tm-iw.


El orgullo, la desconfianza impía, trajeron como iva
castigo la diversidad de lenguajes, de razas y do nacionali-




17


2


dades. Cada una do estas cosas es una calamidad, porque
separa de la Unidad, y la Unidad es Dios.


En este'tica, en moral, en política, en Religión, la Uni -
dad constituye lo bello,lo bueno, lo útil,lo santo. El dualismo
y la pluralidad lo rompen. Y o no debo entrar aquí en cues-
tiones de etnografía ni de estética. D o y por sabido que la
generalidad de mis lectores han de conocerlas. Ello es que
en estética no hay belleza sin unidad : ello es que en lite-
ratura el dualismo por lo común disminuye el interés. Ello
es que en política se reconoce la necesidad de unidad en
el poder ejecutivo, y sobre todo en los casos arduos.


H o y se habla y se escribe mucho sobre lenguaje uni-
versal. Volvemos á la torre de Babel. Esto supone que la
existencia de muchos idiomas es un mal.


Hoy se habla mucho de la razón universal. Pero esta
se halla limitada á un escaso número de verdades, y hace
grandes esfuerzos por encontrar otras, volviendo las espal-
das á la luz que la guiaba.


H o y se habla mucho dé la liAi.riKinid.ad, queriendo como
reconstituirla, Viajo el punto de cierto antrojiomonitismo;
pero en este particular las razas y las naciones son una
calamidad para la perfección constitucional de la humani-
dad, como el espíritu de provincialismo es perjudicial á la
constitución de las naciones.


Cosa muy bella seria que la humanidad fuera toda una,
sin diferencia, de razas ni. naciones, que todos hablásemos un
lenguaje mismo, y hubiera una misma Religión y una sola
Constitución para todo el orbe terráqueo, con un solo Có-
digo civil, penal y mercantil, igual en todos los países. Pero
¿esto sucederá?


En política y en filosofía hay también poetas, pero los
poetas, cerniéndose en los espacios imaginarios, suelen acer-
tar poco en el mundo de la realidad.


Un idioma y aun el mismo dialecto se pronuncia tan
variamente dentro de una nación, que los paisanos que lo
hablan apenas se entienden. H a y provincias cuya organi-
zación vocal se resiste á pronunciar ciertas letras y aun




18


palabras. Después de esto, trabájese por el idioma uni-
versal,


Dios dispuso que las razas fueran varias; su color y
aun algo de su organización distintos, y su lenguaje muy
variado. Esto fue un castigo, y el castigo subsiste y subsis-
tirá, á despecho de los utopistas.


Solo una religión, la religión de la unidad, ha podido
sin esfuerzo alguno vencer estas dificultades.


Lenguaje universal lo tiene para su culto y para su le-
gislación ; tal es el idioma latino: los griegos han roto esta
unidad. Unidad de razas, pues el Catolicismo no escluye
razas, organizaciones, ni colores. Unidad de creencia, uni-
dad de culto : esta la rompió en gran parto el protestantis-
mo. Unidad de ley en el Evangelio : unidad en el amor
por la ley de la caridad. En el Catolicismo está, pues, la ley
de la Unidad: fuera de ella, todo es una Babel.


Los protestantes llaman á Roma. Babel y Babilonia:
¡cosa rara, llamar Babel, á la Unidad y al centro de Uni -
dad! ¡Ah ! es la Babel sin orgullo y sin desconfianza; la
Babel que congrega y no dispersa; la Babel de un culto y
una ley, una fe y un lenguaje; es la Babel que eieva torres
al cielo por homenage, no por desconfianza ni temor, como
en aquellos tiempos en que solo habia un lenguaje, en que
la tierra era toda de u.it, labio.


Pero los hombres, que al dispersarse llevaron sus idio-
mas y aun dialectos, sus razas, sus colores, sus odios y
preocupaciones, ¡levaron también sus ideas distintas en ma-
teria de Religión y de cuito; y el politeísmo marchó con la
variedad de idiomas. El temor, la admiración, el dolor, el
placer y el orgullo introdujeron los dioses. La gratitud y el
amor nunca tendrán mas que un Dios.


Un padre (pie había perdido á un hijo querido, hizo su
imagen : el dolor degeneró en idolatría.


El sol y los astros llegaron á ser objeto de culto, no le-
jos del pais donde se habia verificado la confusión de
lenguas.


Allí mismo un monarca orgulloso hizo erigir su estatua




19


altísima, y que todos vinieran para adorarla al son de es-
truendosa orquesta. Tres jóvenes israelitas y monoteístas se
negaron á tan baja y aduladora impiedad de reconocer á un
hombre por Dios.


Mas adelante se adoró á lo que inspiraba terror, á los
seres que devoraban á otros sores, á los cocodrilos y drago-
nes, á veces á las plantas mismas -y otros objetos natura-
les, y aun á los espíritus separados de los cuerpos, y á los
mismos genios del mal, por medio del abominable espiritis-
mo, á que tan propensos eran los pueblos orientales.


Según esto, ¿qué es lo que so entiende por culto? ¿En
qué so funda? ¿Es acaso el culto una necesidad del género
humano?


El culto es un homenage y reverencia estevior que pres-
tamos á Dios en reconocimiento de su dominio supremo} '
en agradecimiento de sus beneficios. Supone esas tres ideas
capitales: xw¡Ki,'t.oral<ul, hoiidad y f/ratitud.


La superioridad sin la bondad nos produce aversión,
odio, envidia: parece una tiranía.


La bondad que no es comunicativa y espansiva, no es
verdadera bondad (1). Una bondad que sirve pava sí y no
para los demás, tiene algo de <'</owv,i,o.


Si Dios se comunica á nosotros por sus beneficios, nos-
otros nos comunicamos con Dios por medio del culto quo le
manifiesta nuestra gratitud.


Lleva, pues, el culto las ideas trascendentales do supe-
rioridad de Dios, humildad de! hombre. Bondad práctica
de Dios: gratitud práctica del hombre. Prácticas ambas,
porque si los beneficios son prácticos , prácticos y no espe-
culativos deben ser los medios por los que se acredito c!
agradecimiento.


El temor entra por algo en el culto , "pero el Cristianis-
mo funda mas en c lamor que en el temor, y depura á esto
de toda la bajeza y servilismo que lleva consigo , redu-
ciéndolo á las proporciones de la reverencia y del respeto.


(1) Jionum. est sui diffusioum, decían los filósofos, y con ellos los
teólogos.




20


Pero el hombre es un compuesto de alma y cuerpo , y
su culto es interno y estcrno, según que es meramente del
alma, sin muestra alguna esterior, ó del cuerpo. Este culto,
si no le acompaña el sentimiento espiritual, es una cosa me-
cánica y reducida á meras ceremonias, que pueden degenerar
en farsas. Dios repugna semejante culto. A los israelitas les
decia: ¡Este 'pueblo me adora con los labios, pero su cora-
zón está lejos de mi!


El culto de corazón, el culto interno , es superior al es-
torno, y mas agradable á Dios. Es incoercible como el pen-
samiento. No hay tirano que pueda dominarlo. No necesita
templo, sacerdotes, ceremonias ni ocasiones. A toda hora,
en cualquier paraje, en medio de las reuniones mas tumul-
tuosas y aun impías, puede ejercitarse debe ejercitarse, y
el misticismo cristiano tiene sobre este particular enseñan-
zas y prácticas tan tiernas como sublimes, y de la mas en-
cantadora poesía.


En medio de una reunión tumultuosa, donde se blasfe-
ma y se conciben criminales proyectos, donde se maldice de
las cosas santas y se predican el sensualismo, la impiedad, la
profanación de todas las cosas santas, un alma pura, que
está allí presa contra su voluntad, despreciada, escarnecida,
sin proferir palabra, sin pestañear, sin que su semblante
revele impresión alguna, dirige su pensamiento al cielo, se
postra en espíritu ante el Trono del Eterno, y dice sin mo-
ver los labios: ¡Perdonadlos, Señor, que no saben lo que
se dicen, que no saben lo que hacen! Los ángeles sostienen
aquella flor purísima en medio do aquel fango pantanoso.
Dios sonríe con amor y mira con misericordia al cieno de
cuyo fondo brotó aquella flor, sin que el mismo pantano
hediondo lo advirtiera.


l i é aquí el culto interno tal como lo enseña la mística
cristiana. Pero el culto estcrno se deriva de las condiciones
de sociabilidad del hombre. Si ha recibido lien oficios en el
cuerpo y en sus sentidos; si ha recibido bienes o intereses;
si ha prosperado á los ojos de la sociedad, y en ella recibe
honores y aplausos, gloria que Dios le dispensa pródigamen-




21


(1) Obras son amores, que no buenas razones (refrán antiguo cas-
tellano).


(2) Uso esta palabra en su sentido estricto , no del modo blasfe-
mo con que suelen usarla los políticos, confundiéndola con la hiero-
erada. /


te, que Dios puede quitarle en vista de su ingratitud, j por
qué no ha de demostrar esta con actos esteriores?


¡Oh! entre los hombres se exige que la gratitud iguale
al favor, y sea del género del favor mismo. El amor se
muestra con obras, y los axiomas vulgares así lo dicen (1).


Las autoridades mismas exigen que se les muestre res-
peto con señales esteriores; porque el hombre, ser social y
ser sensible, se comunica á los demás por las obras, no por
meros pensamientos, y con obras acredita lo que dentro
siente, y así lo manifiesta á los demás.


El culto esterno se deriva, según eso, de la naturaleza
misma del hombre, y de sus condiciones de sensibilidad y
sociabilidad.


Hé aquí por qué el verdadero culto está basado en el
amor y en la gratitud: los cultos falsos lo están en el orgu-
l lo , en el temor, la superstición, la envidia, el odio, la sen-
sualidad, y en todas las malas pasiones. A l erigirse estas
en ídolos, se rompe el monoteísmo, y entra la pluralidad
de cultos. Los israelitas mismos, únicos monoteístas del
Oriente, propendían á todas estas infamias. Construyen un
becerro de oro, y bailan alrededor de él, diciendo: ¡lié aquí
el Dios que le meó de Egipto!


Apenas se concebiría tal sandez ni entre salvajes; pero
¿acaso es otra cosa distinta lo que gritan hoy muchos eco-
nomistas modernos, cuando convidan á los pueblos y á las
clases desheredadas á bailar alrededor del becerro de oro,,
suponiendo que este las ha de sacar del cautiverio en que
están sumidas ?


Todavía al sustituir la monarquía á la teocracia, (2) de-
cían los israelitas á sus magistrados : Haznos dioses que
nos lleven á la guerra. Preciso fue que con castigo duro,
durísimo, so les corrigiera, y que la pérdida de la naciona-




22


ìiclacl, ya antes fraccionada por la dualidad de cultos, vi -
niera á perderse y parar en un cautiverio de setenta años.


Los israelitas, recobrada su independencia, miraron en
adelante con horror la pluralidad de cultos y el politeismo.
La religión una fue el vínculo de su nueva nacionalidad.
Alejandro, á pesar de su genio avasallador, respetó aquella
tribu : sus generales y sucesores los Antíocos no lograron
apartarles de ella; los romanos le respetaron, y el indiferen-
tista Hcrodes , con su perfida política, no logró arrastrarlos
al politeismo.


De aquella pequeña y esclavizada tribu monoteista salili
el fundador de la Religión universal y una ; una como El,
que es Uno. Su Religión habia de llevar el sello de la divi-
nidad en el de la unidad.


Una , Santa, Católica.
A l entrar un Emperador triunfante, el pueblo, receloso


ele que el príncipe se desviase de la verdad y de la unidad,
gritaba delante do él las palabras de San Pablo:


¡ Uivus .Domhvus, ivna fieles, -nnvmx ÍKi/ptismal
El Cristianismo, mejor dicho, el Catolicismo, es no solo


el monoteismo, sino la Religión de la verdad unica y es-
clusiva.


El Cristianismo, haciendo desaparecer el odio contra las
castas malditas, doblar la cerviz á las privilegiadas, unir
vencedores y vencidos, estender su culto en un solo len-
guaje, hacer desaparecer los odios de raza y de territorio,
predicar la unidad de origen y la unidad de fin , y la ley de
la fraternidad general de toda la raza humana en la unidad
de la caridad, habia deshecho la maldición babélica, y ha-
cia á toda la tierra de un solo labio. Erat. terra lab i i uniti».


¿Será política, será filosófica, será humanitaria la plura-
lidad de cultos, que rompe esta santa unidad y nos vuelve
á la torre de maldición? ¿Será la pluralidad de cultos un
bien, ó una enfermedad social?


Pero no adelantemos pruebas, ni formulemos argumen-
tos. A su tiempo vendrán.


Por ahora (piede consignado lo que es el culto y el orí-




23


gen del culto; mejor dicho, el origen de los cultos en la his-
toria de la humanidad.


TJn solo argumento cabe aquí.
"Los hombres pueden pasarse sin culto: la humanidad


estaría mejor sin ningún culto. En el porvenir de la perfec-
tibilidad humana está la desaparición do todo culto, por lo
menos esterno. El culto se dará á la humanidad."


No responderé categóricamente, al menos por ahora, á
estos argumentos, ni monos á los del porvenir. Harto hare-
mos con aclarar lo presente.


Por ahora, en todos los países civilizados hay culto, y
aun en los que no lo son. Los jumentos y los perros no
tienen culto. Si los materialistas quieren inspirarse y tomar
modelo en estos seres, pueden hacerlo en buen hora. Y o
tengo una idea algo mas favorable acerca de la dignidad del
hombre y del alma humana y sus destinos. Y o creo que el
genero humano seguirá recibiendo favores de Dios ; y, si
los recibe, deberá demostrarle gratitud y respeto.


Por lo demás y para concluir pronto, si no queréis que
haya culto, ¿qué vamos á hacer de esta preciosa y decanta-
da joya de la libertad de cultos, cpie suponéis ser de dere-
cho natural? Suprimido el culto, está de mas la libertad de
cultos.


§. 5.° La pluralidad de cultos supone siempre el culto del error.


Entramos en otra serie de observaciones psicológicas,
por las que quizás debiera haber dado principio. Se ha tra-
tado hasta ahora de la libertad bajo el aspecto moral, y por
tanto en lo relativo á la voluntad. La libertad es práctica y
se refiere, no al entendimiento, sino á la voluntad. Por esa
razón ha sido preciso principiar por lo relativo á la volun-
tad , cuando el método psicológico mas bien exigía prin-
cipiar por lo relativo al entendimiento, como superior y mas
noble.


La voluntad va á remolque del entendimiento. Poten-
cia ciega, la llamaban los peripatéticos, y con una bella




2i


personificación la hacian ir conducida de la mano por el
entendimiento. Voluntas est potentla eieca saqueas ductmn
intettectus. Y , en efecto, lo que no se conoce , no se desea.
Ignoii nidia cupido.


Queda ya deslindado que la libertad de cultos, metafisi-
camente considerada, pertenece á la libertad moral del hom-
bre: que esta libertad moral lleva consigo la posibilidad del
mal y la imperfección.


Pero aun hay que rebajarla mucho mas en lo relativo
al entendimiento; porque al fin en la libertad moral, si hay
posibilidad de hacer el m a l , también se puede obrar bien;
y en este caso hay mérito, y tanto mayor, cuanto era mas
fuerte la mala inclinación vencida. Mas en la libertad de
cultos, bajo el aspecto intelectual, hay una torpeza psico-
lógica, antifilosófica y grosera, cual es el culto del error, culto
necesario al par que absurdo, el cual pone la mentira al ni-
vel de la verdad. Esto se demuestra hasta la evidencia.


Para que haya libertad civil de cultos es preciso que
haya en el Estado por lo menos dos religiones. En tal caso,
ó las dos religiones son falsas, ó por lo menos una de ellas.


La verdad es una. La verdad es una como Dios es uno.
La verdad se dice de Dios en abstracto : Él mismo se


llama Verdad (1). Según las reglas que rigen en estas ma-
terias, podemos decir con toda seguridad: Dios es la verdad:
la verdad es Dios. Hé aquí por qué la verdad tiene que
ser una, una como el mismo Dios.


Si dos proposiciones contrarias (2) fuesen ciertas á la
vez , la verdad dejaría de ser verdad, ó, lo que es lo mismo,
la verdad dejaría de ser Dios, puesto que la verdad es Dios.


Dios existe, Dios no existe—Dios es bueno, Dios es
malo, son proposiciones contrarias: la primera y tercera,
ciertas: la segunda y cuarta, falsas.


Aplicando esta doctrina al caso presente, resultará que
una de las religiones, teniendo precisamente doctrinas con-


(1) Egositm, via, VERITAS etvita. (San Juan, x i v , v. 6.)
(2) Uso esta palabra en su acepción común, abstrayendo de las


sutilezas dialécticas.




25


trarias, habrá de contener error ú errores; y cuantas mas
religiones haya, habrá mas errores.


Creer que á Dios, verdad suprema, verdad por esencia, se
le dé culto lo mismo con el error que con la verdad, es un
absurdo. ¿Quién será capaz de suponer que sea lo mismo
llamarle á uno tramposo ó llamarle caballero ?


Esta doctrina filosófica de la unidad de la verdad es
tan absoluta, es tan evidente, que el filósofo que la niegue
no es filósofo: es un sofista, es un embustero, que toma la
máscara de la filosofía sin saber con lo que cubre su faz.


El Cristianismo, y sobre todo el Catolicismo, dice : Je-
sucristo es Dios.


El judaismo dice: "Jesucristo no es Dios: Jesús de Na-
zareth fue un embaucador. 11


¿Quién dirá que estas dos religiones son igualmente
aceptables á los ojos de Dios ?


Si el judío acierta, el cristiano miente : si el judío mien-
te, el cristiano acierta.


—Jesucristo está en la hostia consagrada : Jesucristo no
está en la hostia consagrada.


Si el católico acierta, el protestante miente.
No cabe aquí eclecticismo, conciliación ni término me-


dio. O verdad, ó mentira.
Decir que si Jesucristo es Dios le ha de ser indiferente


el culto israelítico ó el Cristianismo, que le llamen Dios ó
le llamen farsante, que lo digan verdad por esencia ó em-
bustero de profesión, es el colmo de los delirios.


Luego uno de los dos cultos contiene error. Luego no
son los dos cultos igualmente aceptables á los ojos de Dios.
Luego uno de los cultos le agrada, y el otro le desagrada.


Luego la ley que da libertad de cultos perjudica á la
verdad y favorece al error. Concede á este los derechos y
honores de la verdad, y rebaja á esta al rango do la menti-
ra: coloca á una doncella hermosa y honesta en la condi-
ción de las prostitutas, ó da las mismas consideraciones á
las prostitutas (pie á las mujeres honestas.


"Pero ¿dónde está esa verdad? ¿Se ha probado que al-




2G


«nina religión sea verdadera? La razón universal no ha di-
cho todavía su última palabra. ¿Dónde está, pues, esa ver-
dad absoluta? ¿Qué es la verdad? Quid est veritas?»


—;01i ! esta pregunta no es nueva. Y a la hizo Pilatos á
Cristo (1).


El pretor romano tenia la verdad á la vista, y pregun-
taba por la verdad. De entonces acá, la raza de los Pilatos
no se ha perdido.


Vamos, pues, á buscar esa verdad.


§. 6." ¿Dónde está la verdad?


¿Quid esí veritas?


Acababa Jesucristo de decir al pretor romano: " Y o he
nacido para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de
la verdad (ó como si dijéramos amigo de verdad), oye mi
VOZ.1'


El pretor romano preguntó al preso que tenia delante:
"¿Qué es eso de verdad? ¿Dónde está eso que Tú llamas la
verdad? (¡.Quid, est veritas?)»


Parecía natural que esperase la respuesta del preso á
quien interrogaba: de lo contrario, ¿á qué preguntar una
cosa cuando no se espera la respuesta? Mas el pretor no la
esperó: estaba preocupado en aquel momento, y no buscaba
la verdad, sino el medio de salir de aquel mal paso en que
le habían metido (2), Conocía la inocencia del reo, y la
verdad doctrinal le importaba poco.


Mi respuesta es sencilla, clara y terminante, como lo es
toda verdad. Lo verdadero en materia de Religión está en el
Catolicismo, y solo y esclusivamente en la Religión ca-
tólica apostólica romana. Por consiguiente no hay mas


(1) San Juan, eap. x v n r , v. 38.
(2) Dicit ti l'i/atus: ¿Quid est veritas? Et cum hoc dixkset iterv.in


exivit ad judíeos ; et dicit eis: Ego nullam invernó in «o causam.
El que esto refiere es un testigo presencial de los hechos, del p r o -
cedimiento y de la sentencia.




27


(1) Véanse las obras citadas al fin de este libro.


culto bueno que el católico, porque solo hay verdad en
la Religión católica.


N o entraré aquí en las pruebas de la divinidad, auten-
ticidad y veracidad del Catolicismo. Este es ya un punto
teológico. Sobre él se han escrito obras muy curiosas y tan
estensas como contundentes : á ellas me refiero (1). El en-
trar aquí á decir en un párrafo lo que es objeto de obras
muy estensas y profundas, seria sacar de quicio la cuestión,
desflorar el asunto, y alargar sin necesidad este trabajo por
ese lado.


Escribo para españoles, y por consiguiente para católi-
cos, mas ó menos prácticos ó fervorosos, mas ó menos ti-
bios, pero al fin católicos en su casi totalidad.


Digo católicos casi en su totalidad, porque de frésanos
á esta parte el error ha hecho en España no muchos, pero
sí algunos prosélitos. Hay periódicos subvencionados por
la propaganda inglesa: esta lo pregona en sus cuentas. Los
periódicos subvencionados en este concepto son bien cono-
cidos, y entre las personas aficionadas á estos 'misterios se
sabe de público y notorio hasta las cantidades que reciben.
Sus burlas sacrilegas contra la Tglesia y la Santa Sede, sus
mofas á todo lo que tiene viso y sabor religioso, sus conti-
nuas invectivas contra el clero, la furia con que inventan
calumnias contra él , la saña con que aprovechan cualquier
desliz de un clérigo, por insignificante que sea, para zahe-
rirle con satánica complacencia uno y otro día, manifiestan
que el dinero se gana bien ; y que, al monos por esa parte,
los tales escritores trabajan á conciencia,. ¡Oh! el Si e,cle no
haria mas que ellos.


Los hay que preguntados si son católicos, se callan, y
dicen que no quieren contestar. ¿Son protestantes? ¿Son is-
raelitas? ¿Son indiferentistas?


N o ; en realidad son solidarios: no tienen religión al-
guna. Hablan con elogio del protestantismo por rebajar el




28


Catolicismo, por tener una máscara de religión, y porque el
protestantismo paga.


N o digamos, pues, que español y católico son sinónimos.
Digamos la verdad neta. La casi totalidad de los españoles
es católica: el solidarismo y la impiedad están aun, por
fortuna, en tan escaso número, que podemos decir : pa/rum
pro túJiilo reputatur. Con todo, el mal va en aumento;
ó, según la frase usual, progresa.


Para la casi totalidad de los españoles no necesito pro-
bar la proposición asentada:—el Catolicismo es la verdad.
Para los preocupados, lo poco que y o pudiera decir aquí no
les baria mudar de opinión. Cierran sistemáticamente los
ojos á la luz, y probablemente no han de leer este trabajo.
Para disputar con ellos, para convencerlos, ó que se con-
venzan cuando de buena fe quieran hacerlo, es mejor remi-
tirlos á algunas de las obras magistrales que tenemos sobre
esta materia (1).


Es inconveniente que entren en estas disputas con im-
píos sagaces y astutos los católicos que no tienen la erudi-
ción y aplomo necesarios. La derrota de un católico en estas
polémicas, aunque insignificante, aunque nada vale, enva-
lentona á los contrarios y hace vacilar á los débiles.


Ademas, la Iglesia tiene justamente prohibidas estas
disputas verbales.


De todas maneras, la tesis que sostengo en España ofre-
cerá pocas dudas, aun entre los mismos partidarios de la
libertad de cultos, algunos de los cuales, la generalidad de
ellos, principian por sentar como indudable la superioridad
del Catolicismo, su verdad absoluta y esclusiva. Añaden
que ellos no solamente no quieren para sí la libertad de
cultos, sino que quieren vivir y morir como buenos católi-
cos, que se opondrán á la propagación de otro culto, pero
que en principios defienden la libertad de ellos.


Llevan también esa opinión (error hay que llamarlo)


(1) Véase á Gott i , De vera Religione; Bailly, id.;Bergier, Trata-
do de la verdadera Religión.




29


(I) Véase el párrafo primero del capítulo siguiente.


algunos amigos mios á quienes profeso cordial cariño , á
quienes no podría querer mal ni hacer agravio.


Por lo que hace al conde de Montalembert y á sus par-
tidarios en España, Bélgica, Italia y Francia, ¿podría yo
combatirle sin respetarle? Ni él ni los que le aplaudieron en
Malinas, ó le felicitaron después, dudan do la verdad esclu-
siva del Catolicismo. El conde la confiesa abiertamente en
su discurso. Católicos son todos ellos y saben dónde está la
verdad. Ninguno de ellos tuvo que hacer la triste y ridicula
pregunta de Pilatos—¿Quid est veritas?


§. 7." Libertad natural de elegir culto.


Con las nociones de libertad moral y de culto podremos
formar idea do la libertad de cultos bajo el aspecto moral,
si no enteramente bajo el aspecto político.


La libertad humana lleva la posibilidad de hacer el mal,
pero sin derecho para hacerlo. Hay quien dice que la liber-
tad es el Derecho. ¡Absurdo, error grosero! El Derecho y la
libertad son tan distintos como el cielo y la tierra. Y o tengo
libertad para estafar á un amigo, para mentir, robar, asesi-
nar y adulterar, pero no tengo derecho para ser estafador,
embustero, asesino, ladrón ni adúltero.


Detengámonos un momento en este punto, que conviene
aclarar.


Un soltero puede casarse con la mujer que guste elegir, si
es correspondido. El hombre tiene también libertad para ele-
gir el culto que mas le agrade. Hé aquí la libertad natural
en ambos casos. Puede igualmente, en uso de esta libertad,
no casarse ni elegir culto.


Decir, pues, que la libertad de cultos es una cosa natu-
ral en el hombre, es una vulgaridad. Ya sabemos que es
libre para ser cristiano, musulmán ó judío. Pero ¿tiene de-
recho á serlo porque tenga libertad para ello ? Esta es la
cuestión (1).




Por que el hombre tenga libertad natural para casarse
cuando gusto y con quien guste, ó dejar de casarse y per-
manecer soltero, no se infiere que tenga derecho absoluto
de casarse como quiera, pues ha de contraer precisamente
con otra, soltera ó viuda, y esta ya es una limitación de su
libertad. N o puede casarse con una mujer casada, con su
madre, sus hermanas y paricntas próximas, ni con niñas
impúberes, ni con imbécil ó mentecata. Son restricciones
que el mismo Derecho natural impone á la Libertad, •na-
tural.


Lo mismo sucede cabalmente con oí culto. Por que haya
libertad para escogerlo, no hay derecho para escoger uno
falso, ni dejar el verdadero por otro que ya precisamente
ha de ser falso (pues solo hay uno verdadero), ni menos te-
ner dos cultos á la vez. Delitos son estos iguales al adulte-
rio y la bigamia. La paridad de casos es bien clara. Luego
la libertad natural de cultos está limitada por el mismo
Derecho natural y por las leyes divina y humana, como la
libertad de casarse.


¿A qué, pues, engañará los incautos con esa vulgaridad
de qufi la libertad de cultos es natural en el hombre? Las
verdades á medias son á veces mas perjudiciales que la mis-
ma mentira.


Pero llevemos mas adelante la paridad. Tiene el hom-
bre obligación de separarse de la mujer con qiden contrajo
un matrimonio nulo. Tiene también obligación el que pro-
fesa un culto falso de separarse de él tan pronto como co -
nozca su error. He aquí otra limitación de la libertad natu-
ral , aun después de haber usado de ella para consumar un
hecho. Seria fácil seguir este paralelo en otra multitud de
casos. Lo mismo podrían ponerse ejemplos con respecto á
la propiedad, á la vida, á los placeres, y á otros mil casos
en que el Derecho natural cohibe á la Libertad natural;
pero creo lo dicho mas que suficiente.


El culto esterno es bueno; pero los cultos, la pluralidad
de cultos son un mal, y esto se probará hasta la evidencia.
Luego la libertad civil de cultos supone un mal ; la plura-




31


íidad de cultos y la facultad legal de hacer una cosa mala;
esto es profesar públicamente un culto verdadero y varios
falsos, ó, lo que es peor y suele suceder, autorizar todos los
cultos falsos, oprimiendo al verdadero.


He aquí, pues, que la libertad do cultos no es un reme-
dio adoptado para curar el mal de la diversidad, sino un
temperamento, un paliativo para mitigar los dolores y exa-
cerbación que produce la pluralidad, ó produciría la repre-
sión de esto ejercicio.


§. 8.° ¡Libertad de pensar, libertad del pensamiento, libre-pen-
sadores!


Pues qué, ¿hay algún hombre que no tenga libertad de
pensar? ¿Hay algún hombre que no sea libre-pensador?


X o hay gobierno ninguno, por fuerte, por tiránico que
sea, que pueda reprimir el pensamiento. La Iglesia misma,
en su jurisdicción esterna, no se entromete en ellos: juzga
por los hechos, escritos y palabras, mas no por los pensa-
mientos. De internis non judícat ilcclesía-.


Si juzga en el fuero interno, es porque el que se confiesa
empieza por revelar sus pensamientos, siendo á la vez acu-
sador y acusado en aquel juicio esoepcional.


Tin hombre privado do todo trato humano, aherrojado
entre cadenas en un lóbrego calabozo, con una máscara do
hierro ó una mordaza en su boca, es un libre-pensador; pue-
de con su pensamiento recorrer los espacios, pensar bien ó
mal de sus tiranos, irritarse ó consolarse, bendecir ó malde-
cir en el fondo de su corazón, aunque no pueda proferir ni
una palabra. Un ejército de cien mil hombres no le quitará
esta libertad.


¿A qué, pues, esos encomios á ia libertad de peiisae, cual
si fuera cosa nueva, cual si tuviera origen en determinado
tiempo, cual si fuera, un don precioso que hubieran obteni-
do algunos seres privilegiados?


¡Farsa ridicula, palabras huecas y campanudas, que en-
cubren ideas falsas ó el vacío de la verdad! Convénganlos




32


en que la decantada libertad de pensar es una de las m u -
chas necedades que han hecho fortuna en este siglo, que
habla de la razón universal.


Pero aquí no entendemos por libertad de pensar esa fa-
cultad interna que tiene todo hombre : hablamos de la libre
manifestación del pensamiento, de la emisión libre de las
ideas, ora de palabra, ó por escrito.


Aqu í está ya descubierto y confesado el fraude: se con-
funde de hítenlo lo interno con lo estenio, lo intelectual
con lo material y orgánico; el pensamiento interno incoer-
cible con la manifestación esterior de ese pensamiento, que
es coercible siempre que sea perjudicial.


Pongamos el ejemplo en materias morales, y se verán
bien claros el sofisma y el fraude. Ábranse los Códigos pena-
les y véase lo que disponen acerca de la conspiración, con-
fabulación, acto preparatorio y tentativa.


Y o quiero cometer un robo con escalamiento de una
casa de Banco: paso por la calle; miro los balcones; me de-
leito calculando el dinero que podré coger, los placeres que
con él gozaré. A l lado ten<ro dos miardias civiles, un comi-
sario de policía con un ejército de empleados. Entre todos
ellos no pueden reprimir mi pensamiento, ni impedir la de-
lectación que yo tengo en meditar en el robo. Pero mani-
fiesto mi pensamiento á otro, escribo el plan para discutirlo,
trato de atraerme cómplices de palabra, ó por escrito. ¡Yo no
soy un ladrón; soy un libre-pensador en robos! He hablado,
y también he escrito; he tratado de hacer propaganda de la-
drones, pero yo no soy ladrón; yo no he robado, ni tampoco
hice mas que pensar, y emitir mi pensamiento de palabra y
por escrito.


Admitida esta teoría de los libre-pensadores en robos,
hay que suprimir de los códigos todos los delitos frustrados,
conspiraciones y tentativas.


Veámoslo aun mas claramente en materia de sensuali-
dad. El troyano París, ó sea un libertino, se enamora de la
mujer de un libre-pensador. Delante de este, en la mansión
conyugal, abusando do la hospitalidad misma, fomenta en




33


su pensamiento una pasión criminal é impura, que solo Dios
ve y reprueba, y delante del marido mismo libre-pensador,
piensa el libertino, también libre-pensador de hecho, en
mancillar su tálamo y su honra. ¿ Quién puede cohibir su
pensamiento1? Nadie: solo Dios que lo ve , pues el marido
libre-pensador nada sabe ni aun sospecha.


Pero el libertino, nada platónico, declara su pensamien-
to á la virtuosa señora, de palabra ó por escrito, y ella de-
clara esta persecución á su libre-pensador esposo. Si este ha
de ser consecuente, debe dejar marchar las cosas: lawser
faire, lawser aller. A l fin, ello no es mas que un pensamien-
to libre (¡y tan libre!): el joven es l igero-y de costumbres
algo libres; pero todo ello es cuestión de libertad, y de l i -
bertad moral.


¿Será tan tirano el marido libre-pensador que cohiba la
libertad de pensar de aquel joven, y tome por libertad de
pensar las cartas, las solicitaciones, las citas, y aun los sim-
ples requiebros? Y al fin los requiebros, ¿qué son sino ma-
nifestaciones libres de pensamientos libres?


¡Apurados se han de ver un marido ó un padre libre-
pensadores para avenir sus opiniones con su honor ó el de
sus hijas y esposas, en el caso de que se les hagan tales
manifestaciones libres!


Triste es que para rebatir tales errores haya de ser pre-
ciso bajar del terreno intelectual psicológico al de la moral
práctica, y hacer comprender, por los ataques al pudor y
á la propiedad, lo que son los ataques contra la Religión y
la verdad.


Se dirá que materializo demasiado la cuestión descen-
diendo aponer ejemplos, y que estos son la razón de los dé-
biles, y hacen poco honor ala comprensión de los sabios: quizás
se dirá también que son ejemplos demasiado materiales.


— N o importa; hay muchos que pasan por discretos, y
no lo son: gracias (pie aun con estos ejemplos lo entiendan,
y , entendido, se convenzan. La grosería no está en el ejem-
plo, sino en el error y el delito; y, con todo, estos delitos
se cometen y estos errores cunden.


3




34


Añadiré, sí, antes de concluir, que el hombre no tiene
libertad absoluta de pensar. La Religión y la sana moral se
lo prohiben. En el Decálogo se habían establecido los pre-
ceptos sesto y sétimo , y su divino Autor añadió dos mas,
prohibiendo los pensamientos y actos internos contra el pu-
dor y la propiedad.


"El noveno, no desear la mujer de tu prójimo." El deseo
es acto interno de pensamiento inclinando la voluntad.


"El décimo, no codiciarlos bienes ajenos." La codicia es
también acto interno y de pensamiento, que pasa á ser de-
seo vehemente.


.Dios, pues, prohibe la libertad de pensar. Prohibe tam-
bién los juicios temerarios, los proyectos y propósitos de
venganza, y, en general, el deseo de ninguna cosa mala, y
aun el deleitarse pensando en ella.


El decoro, la buena educación, las leyes de cortesía y
de buen tono prohiben al hombre bien nacido decir todo lo
que siente, con rudeza, y tal cual se saben: la franqueza
en ciertos casos es grosería. ¡Oh! si á todos los ladrones ele-
gantes hubiéramos de llamarlos ladrones, y á todos los que
mienten delante de nosotros hubiéramos de llamarlos em-
busteros, ¿quién podria vivir en el mundo? Seria preciso ir
siempre armado, y cada conversación concluirla por una
lucha cuerpo á cuerpo. El Código penal en materia de inju-
rias tampoco está por la libertad.


En resumen : la llamada libertwl de, pensar es un ab-
surdo en el sentido filosófico, una mentira en el terreno
religioso, y una grosería en el trato social, confundiendo la
libertad incoercible de pensar con la omisión del pensamien-
to y su manifestación, muchas veces criminal y coercible,
bien sea de palabra, ó por escrito.


§. 9.° La Razón universal respecto á la verdad.


Antes de entrar á discutir con esos amigos á quienes
no puedo combatir con ceño , tengo que responder á una
sofistería, que por ahí circula, revestida con ese ropaje roza-




35


gante y de relumbrón con que la pedantería moderna, sue-
le disfrazarse ahora.


"Porque el Catolicismo se ha de considerar á sí propio
como la verdad esclusiva. Pues qué, ¿basta que él lo diga?
¿Lo ha dicho acaso la Razón, tmiversal ? ¿Lo reconoce, ni
lo reconocerá como tal, la humanidad? ¿Ha dicho ya sobre
este punto la filosofía su última palabra? Pues bien; ínte-
rin que la, Razón universal no diga dónde está fijamente
la verdad religiosa, la libertad de cultos, ¿es una necesidad
para los pueblos?"


La idea de la Razón universal fue uno de los delirios
de Vico, aunque no seria difícil darle mas antiguo abolen-
go. Vico, en sus conceptos, mas halagüeños que sólidos, pre-
sentó esta teoría, (pie no hizo gran fortuna. Hacer depen-
der una verdad de su aceptación ó no aceptación, seria lo
mismo que suponer que una moneda es de oro porque to -
dos la toman por oro: de modo que an tes de tomarla todos
por oro, no era tal oro.


Lamennais, que habia escrito tan briosamente contra
el •ind-ifewidvfaio en materia de Religión, después de su
caida aceptó el error del filósofo napolitano, y volvió á
resucitar la desacreditada teoría de la Razón aniversed,
revistiéndola de nuevas formas.


Los policultistas modernos, por no desperdiciar ningún
error, han aceptado también el de Vico y Lamennais, y
hacen gran uso de kt Razón, unimrml en sus artículos de
fondo y en sus diatribas contra, el Catolicismo.


Veamos, pues, lo que hay de verdad en esta frase, que
ni aun merece llamarse teoría.


Ante todo tenemos que hacer aquí la pregunta que hizo
Piíatos sin necesidad y sin querer respuesta. ¿Qué cosa
es la Razón utiieersalí


La razón humana lleva ya seis mil años de existencia,
según el cómputo católico: los partidarios de la razón uni-
versal quizás le den mas antigüedad. Tanto peor para- ellos.
:Qué lia hecho esa buena entidad llamada Razón uni'vrsal,
que en seis mil años no ha podido encontrar una verdad,




36


ni con la linterna de Diógenes? La Razón universal, que
hace mas de seis mil años sabe que tres y dos son cinco,
que el agua líquida moja, que todos los hombres se mue-
ren, aunque vivan como quien no lo cree, ¿no ha podido
en tantos siglos hallar la verdad primitiva de la noción de
Dios uno y de la Religión verdadera? Y esto verdad es
muy necesaria, porque si existe otra vida, y en ella se casr
tigan los errores y estravíos en esta materia, esa Razón
universal que no acierta con la idea, y esa filosofía que
aun no ha dicho la última palabra, nos están comprome-
tiendo sobremanera, y han comprometido á los que ya
murieron.


Es mas ; hubo un tiempo en que la Razón universal,
desde la India hasta el estrecho de Hércules, dijo que el
politeísmo era la Religión verdadera. Solo en un pequeño
rincón de Palestina se protestaba contra este error, y aun
allí solían claudicar. Todo el universo era politeísta. Los
celtíberos, que adoraban un Dios innominado (1), acababan
•de ser dominados después de una guerra de doscientos años,
y ya en breve los que se decían estoladm aceptaban el traje,
el idioma, los vicios y supersticiones de los romanos. A l
tiempo de la venida de Jesucristo, la Razón universal déla
China, la India, el Egipto, Grecia, África, Roma y todos
los países por ella dominados, aceptaban el culto de los
ídolos. Cicerón proclamaba ya la Razón universal en esta
materia (2): al conducir á los cristianos al suplicio, se los
condenaba por oponerse á la Razón universal. Enemigos de
los dioses y del género humano se los llamaba, pues lo que
en buen castellano se decia por nuestros padres el Gene-
ro humano, ahora los traductores sapientes lo llaman Hu-
raanidad.


Hace, pues, mil ochocientos sesenta y cinco años la Ra-
zón universal era el politeísmo, y se mataba á los que no


(1) Estrabón, lib. m . San Agustín, De CivitaU Dá, lib. Y i n ,
cap. i x , cuenta á los españoles entre los que adoraban á un solo
Dios incorpóreo, autor de todo lo criado.


(2) iVutta est geni; ttm barbara, tara fera, tam immansueta, qw
eUi nesci-xt qnalem habere Devm deceat, tamen non Imbendum sriat.




37


Jo admitían. Y con todo, esa Razón universal dejó de serlo,
y se halló que ni era razón ni era univcmtl. Y es lo bueno
que luego la Razón universal de todos los países cultos en
la Edad Media admitió el Cristianismo, ó, mejor dicho, el
Catolicismo, y aun ahora la tienen por tal doscientos mi -
llones do católicos estendidos por la haz ue la tierra, y dis-
puestos muchos de ellos á derramar su sangre por la confe-
sión de esta verdad, lo que no es muy común en materia de
verdades.


Mas ahora nos encontramos con que la Razón universal
no sabe cuál es la Religión verdadera, que la filosofía no ha
dicho la última palabra. Y es lo peor que esta señora no lleva
trazas de decirla, y ademas se desdice con frecuencia, y la
historia nos presenta ejemplos de haber la Razón universal
aceptado como verdades cosas que luego se vieron ser er-
rores; como se ha demostrado ya (pie sucedió con respecto
al politeísmo. Hay ciertas máximas convencionales que se
reconocen hoy como verdades aprobadas por la Razón uni-
versal actual, que no estamos seguros lo serán mañana.


Preciso es distinguir entre las verdades necesarias y las
que no lo son. En las del orden físico la Razón universal
nada significa, son necesarias todas ellas: tres y dos son
cinco; el todo es mayor que la parte, son verdades incon-
cusas , que se acepten que no se acepten. Las verdades del
orden moral, conocidas por intuición y por el derecho na-
tural, son tan necesarias como las del orden físico, que las
acepte que no las acepte la Razón universal, y por mas
que se infrinjan ó nieguen. Que el suicidio repugna á la
naturaleza, que se debe gratitud por los favores recibidos,
que nadie tiene derecho para asesinar á otro, son verdades
necesarias del orden moral: no dependen de la conven-
ción. No han faltado quienes las negaran ; pueblos enteros
las han desconocido: pero ¿dejaban por eso de ser verdades?
¿Eran entonces menos ciertas que lo son ahora?


La Razón universal nada investiga: su actitud es mera-
mente pasiva. Algún sabio descubre una verdad: siguen
otros controvertiéndola, y los demás hombres aceptan esta




verdad sin raciocinar, sin examinarla siquiera. Ni aun está
bien usada aquí la palabra razón, pues su término propio
seria mas bien el de aquiescencia.


¿Y se querrá que las verdades religiosas, y de un orden
sobrenatural, de las cuales depende la felicidad ó infelici-
dad después de la muerte, vaj'an á depender de la conven-
ción y la aquiescencia?


En resumen, la idea de la Razón universal es una ne-
gación paladina del Catolicismo y aun del Cristianismo, y,
por consiguiente, de la veracidad de este y do las sectas
disidentes. Por eso no es idea que agrade á los protestantes
y sus parciales: solamente la emiten los racionalistas,
panteistas, materialistas y kraussistas; en una palabra, los
ateos con diferentes disfraces. Y, á la verdad, ¿qué otra cosa
significa esa teoría mas que la sustitución de la revelación
por la razón humana, y la sustitución de Dios por la hu-
manidad? Si la liazon universal nos ha de revelar la verdad,
que Dios no nos ha enseñado, sino que nos ha embrollado
por espacio de seis mil años, ese Dios es nulo, puesto que
nada ha hecho por nosotros, que nos ha dejado en mil.
errores de que nos podia sacar con un fi.ol h>,r, pat veri-
tas ; y la pobrecita razón humana, abandonada á sí misma,
ha llegado por sí sola, al cabo de tiempo, errores, sangre y
decepciones, á descubrir esa verdad que Dios le oscureció
lejos de revelársela.


En tal caso, demos culto á la razón humana universal,
que ha logrado ese triunfo, y no quememos mas incienso á
ese Dios, que reina y no gobierna, y (pie por tantos siglos
nos lia dejado en tantos errores, sobre cosas sumamente ne-
cesarias, sin querernos sacar do ellos.


H é aquí las blasfemias que contiene eso que se llama la
teoría de la razón universal : hé ahí el horrible y repug-
nante esqueleto , que con rozagante vestido se pasea delante
de nosotros. La Razón humana sustituyendo á Dios y á su
revelación. La humanidad queda convertida en un dios que
se muere á pedazos; Saturno que se alimenta con sus hi-
j o s ; la negación, la nada.




39


$. 10. jEs lo mismo libertad de conciencia que libertad de cultos!


A lo que hoy dia se dice libertad de cultos se llamaba
en el siglo x v i libertad de conciencia, y asi la denominaban
de consuno católicos y protestantes (1). Dícese que son si-
nónimos, y en la práctica se usan promiscuamente (2) ;
pero estudiando á fondo las ideas que representan y aun su
origen histórico, podrá decirse que no son una misma cosa
libertad de cultos y libertad de conciencia. Para ello seria
preciso que culto y conciencia fueran sinónimos.


La conciencia es una cosa interna, del orden psicoló-
gico : el culto, por el contrario, es estemo, sensible, y, como
tal, no solamente sujetivo, sino también objetivo. Cuando
se habla de libertad de cultos, nadie se acuerda del culto
interior, ni la frase tiene ni puede tener relación con el:
seria una ridiculez. El culto interno os incoercible como la
libertad de pensar. Nadie en el mundo, ni aun el monarca
mas poderoso, puede quitar al último de sus subditos la l i -
bertad del culto interno. Seria, pues, ridículo pedir á los
gobiernos una libertad que ellos no pueden conceder ni
quitar.


En tal supuesto, ¿qué entendían los escritores del si-
glo x v i por libertad de conciencia, si esta no se confunde
con el culto esterno?—Veámoslo.


Hubo un tiempo en España en que no solamente no
había libertad de cultos, pero ni aun libertad de concien-
cia. Mientras existió el Tribunal del Santo Oñcio en todo
su vigor, desde principios del siglo X V I hasta igual fecha
del x v í n , se procedía contra los sospechosos de here-
jía, de judaismo ó apostasía. Procedíase, no solamente por
indicios positivos, sino aun simplemente por los nega-
tivos. El abstenerse de comer ciertos manjares, el no asis-


(1) Rivadeneira, en su Príncipe cristiano, dice : nLa libertad
que llaman de conciencia." §. 26 del lib. I.


(2) El conde de Montalembert en el principio de su discurso en
Malinas.




40


tir á los actos del culto, el no recibir la comunión pas-
cual, eran indicios de judaismo en unos casos, de herejía
en otros. No había que pensar en actos de culto estenio
cuando se castigaba meramente por sospechas.


Provincias habia donde los descendientes de los judíos
se veian precisados, por evitar sospechas, á comer pública-
mente carne de puerco, y los chuelas de Mallorca fueron
en este concepto objeto de burlas y de varias vejaciones
hasta el tiempo de Carlos III .


Estos procedimientos contra los sospechosos de aposta-
sía y herejía por actos negativos ó de omisión, no eran pecu-
liares de España, pues los prescribía el Concilio de Trento.
Según el cap. ni de la Sos. 25 De re/., si un escomulgado
persistía en tan deplorable estado por espacio de un año,
debia procederse contra él por ser sospechoso de herejía:
Contra eum taviK/aano de lucresl nmjpectumprocedí possit.
Era, pues, tal procedimiento contra los sospechosos un punto
de disciplina general de la Iglesia católica, no de disciplina
particular de España. ¿Habrá algún católico que se atreva
á insultar por ello al Concilio de Trento, ó, lo que es igual,
á la Iglesia misma?


Lo que esta hacia era lo mismo que se hacia en Ingla-
terra, donde so perseguía á los católicos por simples sospe-
chas de serlo, y lo mismo sucedía en Irlanda, en Suiza, en
Dinamarca, en una palabra, en todos los países protestantes.
Donde estos mandaban, eran intolerantísimos, como lo son
todavía en Suecia, Dinamarca y donde quiera que preva-
lecen esclusivamente.


Las disposiciones mas duras de la Inquisición eran be -
nignas con respecto á las leyes sanguinarias de Inglaterra
por sospechas de catolicismo. En prueba de ello, lié aquí
dos párrafos de William Cobbett á propósito de las leyes
inglesas contra los católicos, dadas por la Reina Isabel y
sus sucesores:


•'Después de haber derribado los altares y puesto las
mesas en su lugar (la Reina Isabel); después de haber echa-
do de las iglesias los sacerdotes católicos, reemplazándolos




41


(I) Historia de la reforma protestante en Inglaterra é Irlanda,
por W. Uobbett, i x .


con una gavilla de gentes famélicas, de pordioseros, que
eran la hez de la tierra, siempre con el libro de Crammer
en la mano, obligó á sus vasallos católicos á frecuentar los
templos protestantes bajo de enormes penas, y hasta con
la de muerte si se obstinaban en no acudir. De este modo
fueron atormentados, arruinados con multas escesivas, con-
denados á presidio ú obligados á huir de su patria todos
los hombres buenos, sinceros y de conciencia que habia en
el reino; y fue regada la religión protestante con las lágri-
mas y la sangre del pueblo inglés. ¡Y aun habrá quien se
atreva á hablar de las persecuciones y de la crueldad de los
católicos (1)!"


Las leyes do Inglaterra contra los católicos eran horri-
bles (véanse en los apéndices al fin de este libro), y las ha-
bia que castigaban la meca sospecha de catolicismo ó la sim-
ple omisión de actos protestantes. N o solamente declaraban
inhábiles para toda clase de empleos á los católicos, sino
que los condenaban á una multa de veinte libras mensuales
por no acudir al templo protestante. La mujer casada que
rehusase ir á la iglesia, perdía las dos terceras partes de su
dote. Cuatro jueces de paz podían llamar á cualquiera sospe-
choso de 'papismo por no concurrir á la iglesia, y si se ne-
gaba á declararse protestante, podían condenarle, sin apela-
ción, á destierro perpetuo, y pena de muerte si volvía á
Inglaterra. El que tuviese ert su casa un maestro papista
para sus hijos, debia pagar de multa diez libras mensuales,
y el maestro dos libras diarias.


Ademas de estas leyes que castigaban, no los actos de
culto, sino la omisión de los actos protestantes y la sospe-
cha de catolicismo, habia otras leyes atrocísimas para cas-
tigar los actos positivos de culto católico. A todo sacerdote
católico que dijese misa so le imponían, ciento veinte libras
de multa, y sesenta á quien la oyese. Al sacerdote (pie vol -
viese á Inglaterra habiendo sido espulsado, se le mandaba




42


(1) W. Cobbett. Carta xv.
(2) Ibidem.
(3) En los Apéndices presentaré un estenso catálogo de los ase-


sinatos cometidos por protestantes contra católicos, catálogo que
conviene tener á mano para responder 4 los necios que hablan de
estas cosas sin criterio, y leyéndolas en los libros de impíos ó pro-
testantes.


ahorcar, arrancar las entrañas y descuartizarle, para lo cual
se cortaba la cuerda así que quedaba colgado, y se le abria
el pecho y el vientre, estando medio vivo. ¡ Dulces bellezas
de la filantrópica legislación inglesa (1) !


Jacobo I I quiso derogar estas horribles leyes, y dar en
cambio una ley de tolerancia general, y absoluta libertad
de conciencia. Así que se publicó el decreto, sublevóse todo
el clero protestante, sus Obispos le presentaron una espo-
sicion insolente, y por ahí principió la revolución que le
arrojó del trono (2).


Nada hicieron, pues, los españoles católicos en los si-
glos XVT y X V I I que no hicieran en aquel tiempo los pro-
testantes ingleses en mayor escala y con mayor ferocidad.
Entonces ni unos ni otros hablaban de culto, sino de con-
ciencia, pues persiguiendo por sospecha* y no por actos po-
sitivos, sino por meras omisiones, claro es que se castiga-
ban aun los actos internos y de mera conciencia, ademas
de los de culto estenio.


Lo que se dice de Inglaterra, puede decirse de la Fran-
cia protestante en el siglo xvi .


Es muy común, al recordar estas cosas, clamar contra el
fanatismo catól ico, la San Bartolomé y las Dragonadas.
Estos son los lugares comunes de los enemigos del Catoli-
cismo y de los eruditos al vapor, que leen sin criterio en
malos libros lo que debieron estudiar en buenos. Enri-
que VII I quemó él solo mas católicos que la Inquisición en
tres siglos. A. la matanza de Ja noche de San Bartolomé,
precedieron los asesinatos de Pan por la madre de Enri-
que I V de Francia: á las Dragonadas precedieron los aten-
tados brutales y sediciosos de los Camisardos protestan-
tes (3), que llevaban por bandera un niño atravesado en una




43


pica. Los filosofastros del siglo pasado, en unión con los pro-
testantes, estraviaron en esto y en otros puntos la opinión
pública,falseando la historia. Los protestantes fueron los pri-
meros que hablaron de libertad de conciencia; pero la pe-
dían sin concederla á los católicos. Veremos mas adelante
que el protestantismo es intolerante por naturaleza, y que
el calvinismo y el luteranismo se escomulgan mutuamente.
Pedían, pues, lo que no daban.


Después de la revocación del Edicto de Nantes, en que
Luis X I V quitó á los protestantes el estado civil y les ne-
gó el ejercicio del culto público, volvieron á escribir acerca
d é l a libertad de conciencia,, aun con mas ahinco.


Que pida esto el protestantismo, nada tiene de cstraño.
Ellos mismos no están seguros de acertar en su religión.
Dentro de una familia inglesa el padre es anglicano, la ma-
dre metodista, el un hijo sociniano, el otro kuákero Illanco,
otra hija kuákera negra, la última puseysta. Es mas: hay
quien muda tres y cuatro veces de religión: todos ellos
dicen que se salvan en aquella que profesan. En tal estado,
¿pueden ser intolerantes? ¿pueden tener fijeza en sus creen-
cias ? ¿pueden creer que se salvarán en una religión que
quizás abandonarán mañana, ó que se condenarán en otra
religión que quizás seguirán el año que viene? La Historia
de las variaciones de la Iglesia 'protestante, por Bossuet, es
una obra de inmenso mérito : en medio de su seriedad, es
una sátira delicadísima, que hirió en el corazón al protes-
tantismo. Pero, de Bossuet acá han dado motivo los protes-
tantes para que se escriba cuatro veces mas que lo escrito
por el célebre Obispo de Meaux.


Solo el católico, afianzado en su unidad, en su invaria-
bilidad dogmática, en su adhesión á la doctrina tradicional,
antiquísima, inconcusa, inquebrantable, tiene derecho á ser
esclusivista, absoluto é intolerante. La verdad no puede ser
tolerante con el error; pero el error y la duda no tienen de-
recho á ser intolerantes con otro error ni con otra duda,
cuanto menos con la verdad. El querer equipararse ó equi-
pararlo con ella es un absurdo, es una ofensa, es otro error.




44


¿Qué diríamos de un litigante que, presentándose en los
tribunales, di jera:—"Mi vecino me debe cien escudos, y esto
es cierto; pero también es muy posible y cierto que no me
los deba? 1 1 ¡Oh! el demandante que tiene convicción de su
derecho, nunca es tolerante con la negativa del demandado.
Admitir como ciertas á la vez la afirmación y la negación
respecto de una tesis, solo es de necios ó de bufones.


Por ese motivo el protestantismo, mal fijo en sus prin-
cipios, pedia se le . concediese siquiera la libertad de con-
ciencia, si no podia pedir la libertad de cultos. Donde se
lograba la primera, pasaba en seguida á exigir la segunda.
Por ese motivo no se pueden confundir una con otra.


En Roma tienen hoy dia los protestantes y judíos libertad
de conciencia, ó mejor dicho tolerancia; pero no tienen liber-
tad de cultos, como demostraré luego con noticias exactas.
En España hoy dia sucede lo mismo, ó casi lo mismo.
Hay libertad civil de conciencia, pero no libertad de cultos.


Desde el advenimiento de Felipe V al trono de España
se principió á mitigar algún tanto el rigor (uso de esta pa-
labra en sentido lato) usado por la .Inquisición en los si-
glos xvi y xvn, no solamente por motivos religiosos, sino
también por razones políticas, que mas de una vez prevale-
cieron sobre las religiosas en el ánimo de los Reyes.


La persecución de Antonio Pérez os una prueba de ello.
Aquel cortesano redomado que solo se acordó de sus paisa-
nos para comprometerlos y salvar su vida á costa de ellos,
era un sibarita harto tibio en sus creencias religiosas y que
nada tenia de aragonés. Con todo, el espediente que s o l é
formó por la Inquisición bajo la presión ele Felipe II , era
bien ridículo. Ese tribunal era Apostólico y Real, y los mo-
narcas, bajo este concepto, influian en ciertas causas. Así es
que se quiso condenar á Antonio Pérez por judaizante.
Lo mismo se quiso hacer con el virtuoso Fr. Luis de León.


Aunque Felipe V hubiera deseado suprimirlo por orga-
nizar todo á la francesa, no se atrevió á ello, ni quiso luego,
cuando ya era español, desprenderse de aquel poderoso re-
curso para algunos casos.




45


Reformóse el procedimiento, disminuyéronse los casos
y la publicidad de los castigos, dejando esta para los mas
graves. Todavía Carlos I I I asistió á algún auto de fe de
sugetos relajarlos al brazo seglar; pero no debe estrañarse,
pues los protestantes de Alemania quemaban aun por en-
tonces brujos y hechiceros. Á las insinuaciones que se lo
hicieron para suprimir la Inquisición, respondió sencilla-
mente aquellas palabras que ha recogido la historia: "Los
españoles la quieren, y á mí no me estorba."


No solamente no le estorbaba, sino que le servia muy
bien, sobre todo para perseguir á la francmasonería, el ilu-
minismo y otras Sociedades secretas, á las cuales la Inqui-
sición impidió por entonces anidar en España. Y cuenta
que Carlos I I I , conservando la Inquisición antigua, intro-
dujo en España esa otra Inquisición civil que se llama po-
licía , y con la que se hallan tan bien servidos todos los
gobiernos actualmente.


La Inquisición civil de Carlos I I I cometió mil escesos y
horrores. La policía inventó el tormento nuevo de los perri-
llos, fabricó en la cárcel de Villa el calabozo llamado la Gri-
llera,, que era el mas horrible en toda ella, persiguió por
sospechas á muchos inocentes, confiscó bienes injusta-
mente, y las estravagancias y arbitrariedades del ridículo
Marquina (1), primer inquisidor civil de Madrid, dejaron
atrás á las del cordobés Lucero. Todavía en Madrid, para
significar un acto de arbitrariedad y despotismo, suele de-
cirse la ley de Marquina.


Suprimido el Santo Oficio en 1812 y no restablecido
en 1824, todavía no puede decirse que en España hubiera
libertad ele conciencia,. En Valencia se ahorcó á un maes-
tro de escuela el año 1825 por ateo ; pero el gobierno des-
aprobó aquella ejecución, y nueve años después principió
ya á introducirse la libertad de conciencia, desde el prin-
cipio de la guerra civil. Desencadenóse la imprenta contra


(1) La tiranía y estravagancias de la policía de Cario» TTT queda-
ron consignadas en un folleto impreso en Londres ti año 1 8 1 0 , y
titulado Mates de Esparíc, el cual es ya muy raro.




46


los institutos religiosos y otras venerandas instituciones:
poco después se pasó á vias de hecho, asesinatos, incen-
dios, atropellos y saqueos que y o debo indicar, pero que no
necesito recordar minuciosamente, no habiendo de usar en
esta obra el lenguaje de la pasión. Aquel espectáculo escan-
dalizó á los protestantes mismos. Poco después subió al
poder un ministro á quien sus mismos co-religionarios de-
cían, con razón ó sin ella, cpie era israelita, En Toledo se
nombró gobernador al protestante Flinter, de'spota atrabi-
liario y espliuático, que atropello al cabildo y á personas
respetabilísimas de la población, y que concluyó por suici-
darse. En el ejército , y sobre todo en los cuerpos francos,
preponderaban sugetos que hacían alarde de una impiedad
grosera ; y en el indisciplinado ejército que asesinó al des-
graciado general Cebados Escalera se oyó por primera vez
esa blasfemia soez y bestial que aun hoy so repite á cada
paso por las calles de Madrid.


La libertad de conciencia quedó establecida en España
do hecho, no de derecho; pero el hecho, como siempre suce-
de, al cabo de treinta años ha creado ya cierta especie de
prescripción, y derecho consuetudinario. Coincidió, pues, el
establecimiento de la libertad de conciencia en España des-
de 1S34, con la incompleta libertad de cultos en Inglater-
ra , otorgada á los católicos á duras penas en 1829.


¿En qué consiste, pues, la libertad de conciencia, que de
hecho existe hoy en España?


El Código penal, en los artículos 128 al 13S inclusive
(tít. I del lib. x x ) , prohibe y castiga los actos públicos con-
tra la Religión y la apostasía pública, pero nada dice de los
domésticos y privados, ni de las meras sospechas.


"Art. 129. El que celebre actos públicos de un culto
que no sea el de la Religión católica apostólica romana,
será castigado con la pena de estrañamiento temporal.''


"Art . 136. El español que apostatare públicamente
d<> la Ptcligion católica apostólica romana, será castigado
con la pena de estrañamiento perpetuo."


Nótese bien que el primero habla con todos, lo mismo




47


con españoles que estranjeros: el de apostasía solo con los
españoles. Según el testo, un católico francés ó italiano, que
apostata en España, será escomulgado por la Iglesia espa-
ñola, que, como universal y católica, no debe distinguir de
razas ni nacionalidades; pero la autoridad civil no le estra-
ñará, aunque su apostasía fuere pública.


La ley habla solamente de españoles en caso de apos-
tasía y de publicidad, en uno y otro caso : luego no lo hay
cuando ni los actos de otro culto son privados, ó la apos-
tasía se oculta al público no haciendo de ella criminal alar-
de. Si el renegado Alhambra y los protestantes de Grana-
da, resellados por la propaganda de Gibrakar, no hubieran
hecho cínico alarde y ostentación do ser renegados y de
hacer propaganda, la autoridad civil no hubiera procedido
á encausarlos y espulsarlos del territorio español. Hubieran
vivido como viven algunos otros, de quienes confidencial-
mente se sabe que han renegado, ó por lo menos se sospe-
cha, y con todo nadie los persigue. Otros, sin hacerse pro-
testantes, se niegan á todo acto de catolicismo : no van á
la iglesia, no reciben sacramento alguno, ni aun por la
Pascua: el párroco les amonesta, amenaza y aun les noti-
fica la escomunion en que están incursos; pero en vano.
Estos tales ya no son católicos: algunos de ellos lo dicen
públicamente, y, aun cuando no lo dijeran, lo probarían sus
hechos. H é aquí la libertad de conciencia con respecto al
español.


La Iglesia lo escomulga en vida., y después de muerto
le niega la sepultura eclesiástica, justa , justísimamente; no
por hereje, aunque, según la doctrina del Concilio de Trento
ya citada, es por lo menos sospechoso de ello, sino como á
escomulgado. Los parientes, los amigos, ponen el grito en
el cielo, tanto como callaron en v i d a : la prensa periódica
chilla, miente y alborota por cuenta propia y ajena, según
costumbre; pero la Iglesia, fija en su derecho, esclama con
San León Magno: ¡Qaibas vivenUbas non comniunicav ornas
'ítioríuis commu.nicare non licet! En ninguna Sociedad se
pagan los dividendos á quien no contribuye con los pasi-




48


vos. ¡Olí! ¡Seria gracioso que un accionista de una empresa
mercantil se negara á contribuir á los gastos y quisiera
participar de los ingresos!


Por lo que hace á los estranjeros, nadie les pregunta
hoy dia en España por su religión y por su culto. Dentro
de su casa viven como quieren, y solo se les prohibe el ejer-
cer propaganda y proselitismo, insultar al culto nacional y
sus creencias, ó ejercitar pública y ostensiblemente las de
su culto. Se les permite construir cementerios, pero sin culto
en ellos. Las embajadas gozan de la libertad que se concede
en reciprocidad á los diplomáticos españolas.


H é aquí la libertad de conciencia. He aquí lo que hay
en España hoy dia de hecho, y en parte de derecho, con
respecto á españoles y estranjeros.


¿Por qué, pues, se confunden la libertad de conciencia
con la libertad, de cultos?


No soy y o el primero que hace esta distinción ; pero,
aunque lo fuera, ¿es histórica? jes racional?


§. 11. Libertad de cultos.—Sus especies.—La libertad absoluta de
cultos ni existe ni puede existir.


Supuesta la distinción entre la libertad de conciencia y
!a libertad de cultos, hecha en el párrafo anterior, que pre-
senta diferencias trascendentales en la esencia y el modo
de existir do una y otra, resta solo saber qué es lo que se
entiende por libertad, de. cultos.


Consiste esta no solamente en la seguridad de no ser
molestado por sus creencias religiosas, mientras no se ha-
gan públicas y ostensibles por actos positivos y no por sim-
ples omisiones, sino ademas en la facultad de poder seguir
públicamente el culto que se quiera, siempre que sea tolera-
do, y poder cambiar de religión á su albedrío. Así , pues,
en el momento en que hay libertad de cultos, ya no se
puedo imponer á ningún ciudadano legalmente un culto
cualquiera, ni aun el de la religión oficial, caso de que
haya alguna con este carácter.




49


(1) Algunos de ellos, publicados en la primavera de este año,
pueden compararse al Charivari y al Punch, periódicos notables
por su aversión al Catolicismo.


Cualquiera puede renegar de su religión, ó apostatar
cuando quiera.


Puede escribirse ó predicarse públicamente contra los
misterios del Catolicismo, contra la existencia de Dios, la de
Jesucristo, la revelación, la Biblia, los Santos, su culto, la
Iglesia, el Papa, la autoridad do los Obispos; en una palabra,
contra todo sentimiento religioso, lo cual no sueedia, ó su-
cede, habiendo mera libertad de conciencia. Mas, por el
contrario, habiendo libertad de culto no hay obligación de
guardar respeto ninguno á la Religión católica, aunque sea
la dominante, y aun cuando los actos de su culto sean fa-
vorecidos por la autoridad. Así que, pasando la procesión
del Corpus por las calles de una población, podrá cualquie-
ra estar con el sombrero puesto, fumando y silbando, aun-
que las autoridades civiles asistan á ella. Esto será una
grosería y un pecado grave, que Dios castigará, cualesquie-
ra que sean las ideas del insolente; pero la autoridad civil
lo mirará impasible.


Pueden venderse toda clase de escritos impíos, heréti-
cos, supersticiosos, calumniosos contra la Iglesia y aun in-
morales, siempre que los protagonistas sean clérigos católi-
cos, de lo que tienen los protestantes gran cosecha. El que
haya estado alguna vez en las galerías del Puláis Poyal,
en Paris, habrá visto el magnífico surtido de libros espiri-
tistas brutal y estúpidamente supersticiosos, materialistas,
impíos, etc., de que puede gloriarse la literatura moderna en
aquel país. En cuanto á los obscenos, la policía hace como
que no los ve.


Pero á bien que para formarse idea de esto no hay que
ir á Paris. Con dar una vuelta por el centro de Madrid y es-
tudiar las primorosas caricaturas de los periódicos satíri-
cos (1), puede formarse idea de lo que será en esta parte la
libertad de cultos. Si no existiendo aun esta vemos en Es-
paña insultados groseramente á varios Obispos, y al cloro


4




en general, ¿qué libertinaje no habría en esta parte cuando
la ley lo tolerase?


En las escuelas públicas de los países donde hay liber-
tad de cultos so suprimo por lo común toda enseñanza reli-
giosa, y lo mismo en los institutos y universidades. Pudien-
do asistir á estos establecimientos y matricularse en ellos
un protestante y un israelita, no hay derecho para obligar-
le á estar aprendiendo lo que él no quiere saber. Un pro-
testante matriculado en la facultad de Derecho, para nada
necesita saber ni los cánones ni la disciplina eclesiástica.
U n estudiante israelita matriculado en una cátedra de De -
recho canónico, podría decir al catedrático: " Y o no quiero
escucharle á V.; todo eso que enseña me repugna: es contra
mis convicciones religiosas, que la ley permite."


Lo mismo sucederia á los catedráticos de Derecho pa-
trio. Basada nuestra legislación en la unidad del culto ca-
tólico, seria preciso alterar una gran parte de esta, como
veremos luego, sobre todo en lo relativo al Derecho matri-
monial y penal. Entre tanto, los catedráticos irian muti-
lando leyes como pudieran. " E l hijo casado y velado, diría
el catedrático, según las leyes de Toro, sale de la patria po -
testad; pero hoy no se necesita ya la velación, porque, no
estando sometidos á ella los protestantes ni los israelitas,
no hay razón para exigirla en la emancipación de los cató-
licos:" y en esta forma iría recortando leyes.


Pero de esto hablaremos luego mas prolijamente al tra-
tar de las consecuencias de la libertad do cultos.


Por otra parte, una vez establecida la libertad de cul-
tos, la Iglesia debía quedar libre de toda traba, regalía, de-
pendencia ni intervención del gobierno ; pero la esperien-
cia acredita que aun cuando esto se ofrece, no se cumple,
pues aunque se establezca la libertad de cultos, siempre se
ejerce sobre el Catolicismo una presión que no sufren las
sectas.


Pero antes de concluir es preciso hacer algunas obser-
vaciones acerca de las variantes que se ven en esta parte,
y que constituyen distintas especies de libertad de cultos,




51


No es mi ánimo escribir aquí una lección de Derecho pú-
blico eclesiástico acerca de las relaciones entre la Iglesia y
el Estado; pero no en todos los paises son estas iguales, aun
supuesta la libertad de cultos. Depende esto de las tradi-
ciones, del mayor ó menor número de católicos (pie hay
en el pais, do las guerras , de las constituciones y vicisitu-
des políticas, persecuciones anteriores, transacciones, Con-
cordatos, y otras mil circunstancias. Ademas, en algunos
paises la libertad se reduce á un número determinado de
religiones, con esclusion de todas las demás ; en otros se
admiten todas: en unos paises el Estado tiene religión, en
otros no tiene religión alguna; en unos hay una religión
oficial y dominante, en otros todas son iguales y no hay
culto ninguno oficial; en unos el culto predominante es el
católico, en otros el Catolicismo es meramente tolerado, y
aun objeto de suspicacia y represión; en unos se subven-
ciona á todos los cultos, en otros solo al dominante. Véase,
pues, cuánta variedad hay en esta materia dentro de la mis-
ma libertad de cultos. Mas adelante se dará una reseña es-
tadística de todos ellos, estudio que ya es no solo de curio-
sidad , sino de necesidad.


Puede asegurarse que no hay un pais donde exista l i -
bertad absoluta de cultos, ni aun en los Estados-Unidos.
Allí no se ha permitido establecerse á los mormones, que
profesan la poligamia como creencia religiosa, y se los ha
combatido á mano armada, espulsándolos del territorio
donde querían establecerse y colonizar. A l fundador se le
condenó á ser pasado por las armas, y al fin se le asesinó,
como veremos mas adelante (1).


Tampoco se permite, al menos públicamente, el ejercicio
de los ritos supersticiosos de los indios y los negros, si bien
se ejercitan públicamente las supersticiones del espiritismo,
hasta el punto de que en Nueva-Yorek hubiera el año pa-
sado mas de quinientos medians que se dedicaban á estos
sortilegios y fanáticas hechicerías.


(1) Véanse en los apéndices las noticias acerca del estado actual
del mormonismo en los Estados- Unidos.




N o quiero terminar esta materia sin acumular alguna,-*
pruebas mas acerca de la solemne mentira que envuelven
las palabras libertad de cultos. Cuando se arguye á los poli-
cultistas probándoles hasta la evidencia que en ningún pai-.
del mundo so admite la libertad de cultos absoluta, tienen
que convenir en que esta se restringe á los cultos cristianos,
y, cuando mas, al israelita, pues en este sentido están redac-
tadas todas las Constituciones policultistas de Europa, como
veremos luego.


Pero el mormonismo ha venido á comprometerles, y es
en esto concepto un castigo providencial. Esta secta nueva
tiene por base la Biblia libremente interpretada. El objeto
es volver al régimen patriarcal y vivir como Abraham, Isaac
y Jacob, que eran polígamos. Por consiguiente, el mormo-
nismo no es mas que una de las cien mil variaciones del
protestantismo. ¡Cosa rara! los católicos se han contentado
con reírse de é l ; pero los protestantes lo han perseguido
rabiosamente. En el consejo de guerra en que se condeno
á José Smith y á sus principales discípulos á ser pasados
por las armas, en la plaza de Farwest (1), á vista de sus
mujeres é hijos, en ISSN, habia diez y siete ministros pro-
testantes euúre los oficiales que dictaron aquella sentencia
sanguinaria. Los protestantes llaman á los mormones ban-
didos religiosos (2). Pero ¿por qué? ¿Con qué derecho?
¿Hacen los mormones otra cosa que interpretar la Biblia li-
bremente como los Jemas protestantes?


¿Es acaso mas ridículo i m mormon que un kuákero? Y,
con todo, hubo un tiempo en que á estos se los aduló, y to-
davía l o s protestantes ¡os respetan, y las leyes inglesas los
otorgan exenciones de juramento y servicio militar, que no
otorgarían á los papistas.


Pero ios mormones admiten la polio-amia.


(1) En e! Missouri (Iv^idos TJni-los). Aunque logró escaparle
de H'jwal asesinato jurídico, no pararon basta asesinarle pocos meses
des míos, cuno vereroo? Juego.


(•.') 1 »n rjarna « i un foiJet.s M. Atanor de Gasparin, escritor




53


— E s verdad; pero estos replican que en cambio ellos no
son adúlteros ni concubinarios como sus detractores: y aun
cuando no sea buena doctrina el curar un crimen con otro
crimen, la verdad es que esta contestación haría quizás ru-
borizar á muchos impugnadores del mormonismo. Por otra
parte, Fr. Martin Lutero fue muy bonachón y tolerante en
este punto. No tuvo entrañas para negar este favor al elec-
tor de Sajonia, y aun á algunos otros, y hay sospechas de
que, si hubiera sido mas j oven , se hubiera otorgado á sí
mismo esta dispensa, y dado un mal rato á Catalina Bora.


Por ese motivo los católicos han sido mas consecuentes
con los mormulles; y mientras que los protestantes los persi-
guen á sangre y fuego, los católicos nos reimos de ellos, di-
ciendo: "¡Otra variación protestante! ¡Otra secta mas!
//Coms de esa familia!!"


Pero los gobiernos policultistas no están de ese humor.
VA Rey de Prusia ha echado de su territorio á los apóstoles
mormones, prohibiéndoles entrar en ellos. M. Bertrand, do
Marsella, enviado por Brigham Young , gran Patriarca de
ÍJtah, á fin de predicar la nueva Iglesia de Jesucristo y de
lan Mantos y aumentar el wuuevo 2>ueblo de Israel, ha sido
contrariado por el gobierno francés policultista, que, á pesar
de la decantada libertad de cultos, le ha prohibido predi-
car ni hacer prosélitos.


M. Bertrand, natural de Marsella, acaba de publicar un
curioso libro sobro el mormonismo, en casa de Den t u , en
París, y se vende casi con aceptación por Francia. El mar-
selles Bertrand so vuelve contra la pretendida libertad de
cultos y contra los gobiernos que se dicen tolerantes. " ¿ E n
dónde está, dice, esa libertad de cultos que se opone al mioí
¿En dónde está esa libertad de, pensar que se opone á que
yo predique y piense como creo en conciencia que debo
pensar?"


¡Y tiene razón M. Bertrand el de Marsella! Supuesta la
libertad de cultos, ¿ p o r q u é se le h a d e cohibir? B i e n e s
verdad que el gobierno francés solamente le cohibe á m e -
dias. Le cierra la boca, pero le deja la pluma: le prohibe




54


(1) En Inglaterra, el mormonismo. aunque inal visto por el go-
bierno, es tolerado. En Liverpool hay 3 3 , 0 0 0 saidr.s inscritos en el
registro de los mormones. En mayo de Jfifii .salieron mas de 2 .00o
para Uta,1! y el lago Salado, donde han fijado su residencia última-
mente. El periódico Weüeroik inserta una carta de Stockolmo, de i'¡
de abril d e 1865, hablando de diez y nueve individuos de Copenhague
embarcados para allá.


predicar, pero le deja imprimir lo que no le permite hablar.
M. Bertrand, reuniendo diez ó doce discípulos, puedo de-
cirles:— " Y o no puedo predicaros, porque me lo impide la
policía; pero tomad ose libro en que podéis leer con deten-
ción lo que tenia que deciros, y circuladlo entre cien mil
lectores. De este modo sabrán cien mil franceses lo (pie yo no
puedo predicar á vosotros doce." M. Bertrand podria con-
cluir por regalar su libro al gendarme que estuviese presente
para impedirle predicar aquello mismo que dice el libro ())•
¡Oh sublimes consecuencias de la libertad de pensar, de la.
libertad de cultos, de la libertad de enseñanza y de la li-
bertad de imprenta!


Si la libertad de cultos no es absoluta ni limitada, jpor
qué los policultistas la proclaman como tal? ¿Por (pié la lla-
man libertad/? ¿No es una hipocresía literaria y política
buscar una frase sonora y significativa que halague á los
ánimos inespertos con una idea que luego no deja realizar?


Bien mirado, peor que el mormonismo son el panteísmo,
el solidarismo, el indiferentismo, y otras valias sectas que
todas ellas en el fondo son atoas. El mormonismo adolece
de un materialismo grosero. La materia, según él , es in-
creada: el hombre es casi equiparado á Dios , y Dios apa-
rece como un hombre muy perfecto. Pero esto materialismo,
jes acaso mas grosero que el (pie se enseña públicamente
en varias escuelas de medicina de Paris y otros puntos de
Europa?


Mas esta observación me llevaría á un pindó á donde
por ahora no quiero llegar, pues queda reservado para el.
final de este libro.


En resumen: la libertad de cultos absoluta é ilimitada
es una quimera, es irrealizable, es una mentira; y lo que




55


practican los Estados europeos, y los mismos Estados-Uni-
dos en este punto, no admitiendo el mormonismo, ni el ma-
hometismo, ni el paganismo, y otras varias sectas contra-
rias á la moral cristiana, manifiesta la hipocresía de eso que
se llama libertad de cultos, y se presenta en abstracto como
una cosa absoluta, cuando en la práctica en ningún pais del
mundo existe sino con grandes restricciones.


§. 12. Diferencia entre la libertad y la tolerancia.


Así como no son lo mismo la llamada liherteul de cultos
y la libertad, de conciencia, tampoco lo son la libertad, y la
tolerancia, .siquiera estas dos palabras se hayan usado pro-
miscuamente y como sinónimas.


En la definición de la libertad que dan los Tomistas, lla-
mándola, faca liad- <le, elegir los raedños para la consecución,
de, ten, fin (I) , cabe el elegir entre varios medios buenos ó
indiferentes, y también el optar entre los buenos y los ma-
los. La libertad supone siempre la posibilidad do hacer bien
y do optar entre el mal y el bien, siquiera se deba siempre
estar por este. .Pero la tolerancia es solamente con respecto
al mal , y lleva la idea de permitir un mal menor para evi-
tar otro mayor.


La libertad tiene un carácter mas bien teórico que prác-
tico: la tolerancia siempre es práctica. Aquella se considera
por lo común como una cosa a -priori; esta es actual, ó a
posterior!. Hay libertad para hacer lo que no se ha hecho;
pero, si se ha hecho, ya no hay libertad para no hacerlo ó
dejarlo de hacer: nunca la libertad es a posteriori. Por el
contrario, la tolerancia mas bien os con respecto al hecho, ó
á lo que se está haciendo. Lo que no se ha hecho, no hay por
qué tolerarlo: se tolerará cuando se haga.


La libertad es del inferior con respecto al superior: la
tolerancia es del superior con respecto al inferior.


Lo bueno absoluto se manda; lo malo absoluto se pro-


(1) Fue id tas rnlunt'itiset mthmi* habens se ad uirunilibet. (Com-
pendio Salimit., tomo T, fr. 1.A, cap. n.)




.56


hibe; lo indiferente se permite: lo malo relativo que bajo
algún concepto puede producir bien ó evitar un mal mayor,
se tolera,


Un padre deja á su hijo que estudie ó no estudie: el
hijo no quiere estudiar, y su padre le autoriza para que
haga lo que guste. Este hijo tiene libertad: su padre le da
facultad para que no estudie, aunque quizás la voluntad del
padre seria que estudiase.


Pero el padre manda al hijo que estudie: le señala ho-
ras en que debe estar recogido, y durante las cuales debe
consagrarse á los libros. El hijo desobedece algunas ó mu-
chas veces, y el padre, aunque lo v e , hace como que no lo
advierte: no reprende al hijo, no quiere gastar su autoridad,
sino mas bien espera evitar con cierta dulzura los estravíos
de aquel joven. Este padre es tolerante; no autoriza al hijo
para el mal, pero hace como que no lo advierte: no da li-
bertad á su hijo para estudiar ó no estudiar, pero tolera el
que algunas veces no estudie como debiera.


Así , pues, como en el mundo positivo son cosas distin-
tas la libertad y la tolerancia, y se distinguen con rasgos
característicos y trascendentales, lo mismo sucedo en el
mundo moral y político , y, sobre todo, en lo relativo á la
tolerancia civil y la libertad de cultos.


Esta debe ser ilimitada, si ha de ser verdadera; aquella,
por el contrario, es limitada.


Esta se consigna como un derecho, con igualdad y re-
ciprocidad : aquella es mas bien un hecho, indica sumi-
sión y no da lugar á reciprocidad.


La libertad de culto debe ser para el bien y para la
verdad : el error y la inmoralidad no deben tener libertad
ni equipararse al culto verdadero. La tolerancia, por el con-
trario, es para el error y el culto falso, cuando de su perse-
cución se pueden seguir inconvenientes graves. Deja siem-
pre el error á una respetuosa distancia de la verdad, le
obliga á prestarle homenage, y, si llega á desmandarse, le
hace reconocer su abyección y guardar distancias. La pros-
titución está tolerada. No se la manda: no se la prohibe




57


(1) Véase en el capítulo siguiente.


absolutamente; se la reglamenta, se la limita y cohibe.
Se permite á la prostituta pasear por las calles, ostentar


lujo, ir á los paseos donde concurren las matronas y muje-
res honradas; pero aun allí se la ve con desden; el hom-
bre honrado aparta la vista de ella; la mujer honesta vuel-
ve la cara á otro lado; solamente los holgazanes y liberti-
nos le sonrien.


Hé aquí la verdadera idea de la tolerancia, á diferencia
de la libertad: he aquí la posición de la herejía y de las
falsas religiones en un pais católico, cuando no pueden ser
estirpadas en él. Si por desgracia en un pueblo mandan
las Aspasias y las E riñes, y prevalecen sobre las madres de
familia; si las autoridades no tienen vergüenza de frecuen-
tar su trato, aquel pueblo, por rico, por culto, por elegante
que sea, es un pais envilecido, es un pueblo corrompido y
despreciable, aunque se llame Atenas ó Corinto. N o se me
diga que exagero ; no se crea que invento. Lo que digo
aquí es doctrina de San Agustín y de Santo Tomás de
Aquino.


Al hablar este de las falsas religiones, cita las palabras
de aquel con respecto á las prostitutas : si la comparación
parece fuerte, téngase en cuenta que la hace una pluma
tan pura, candida y elevada como la del Maestro, á quien
se llamó y llama entre los católicos El Ángel de lits escue-
las (1), modelo de pureza angelical.


No es, por tanto, un capricho mió el distinguir entre la
tolerancia y la libertad de cultos. Esta distinción está en
la esencia de las cosas; y cuando las cosas se distinguen
esencialmente, no se deben confundir, aunque el vulgo pro-
nuncie estos términos como sinónimos.


Al distinguir la llamada libertad de cultos de la liber-
tad, de, conciencia, debia distinguir estas de la toleran-
cia, no sin advertir (pie hay gran afinidad entre la tole-
rancia y la libertad de conciencia, aunque tampoco deben
confundirse.




58


Para comprender hasta qué punto estas diferencias son
prácticas y no meras distinciones escolásticas, no hay mas
que estudiar lo que se dirá luego acerca de lo que pres-
criben hoy dia las Constituciones de la mayor paite de los
paises de Europa y América en materia de cultos; y á vista
de las grandes divergencias y de que las disposiciones cons-
titucionales varían entre sí de un modo indefinido, se co-
nocerá la necesidad de distinguir y fijar esta tecnología,
para poder apreciar el vigor de aquellas disposiciones.


§. 13. La resolución de antagonismos por la libertad.


Quizás algunos de mis lectores no entenderán bien lo
(pie esta fórmula quiere decir, ó dudarán si aciertan, aun
cuando realmente lo entiendan. Como el que busca la ver-
dad principia por examinarla á buena luz y ponerla en cla-
ro , traduciré al castellano lo que esa fórmula significa.
Quiere, pues, decir que cuando hay rivalidades, odios, opi-
niones encontradas acerca de una cosa, lo mejor es dejar
que cada uno haga lo que quiera, y de este modo se sale
del paso, no poniendo restricciones ni llevando la acción
fiscal del gola orno al terreno donde se agitan las escuelas,
ó bien las pasiones en sus encontradas tendencias é inte-
reses.


Aplicado este aforismo abstracto á la cuestión religiosa
en concreto, dice lo siguiente: La resolución del anfosjo-
nwmo religioso entre los católicos g las oí ras sectas, está en
la libertad de cultos, de modo que cada uno tenga la religión
que quiera, y el Estado no tenga ninguna. Esta fórmula vaga
y abstracta de •rexolcerr los antagonismos por la Wteiio.d ha
estado muy de moda en todo el año 18(14 y (i5: así en la im-
prenta periódica como en la tribuna , ha sido acariciada con
cierta fruición y delectación morosa hasta por antagonistas
políticos. Baste decir que convinieron en ella los Sres. Gonzá-
lez Brabo y Posada Herrera en las borrascosas sesiones del
mes de abril , cuando aquel marchaba hacia el ocaso y este
asomaba por los balcones de la aurora ministerial.




59


Es toda la fortuna que puede caberle á una proposición
doctrinal en España. Pero esta fórmula, mas bien que tesis,
¿es cierta? ¿Merece, aun en abstracto, los honores de una
aquiescencia general, y que ese sacerdocio invisible y sibi-
lítico, llamado la Razón universal, lo erija en dogma? Des-
gracia será para él si yo lo llego á traducir al castella-
no : la mayor parto de esos apotegmas, desnudos do su oro-
pel y puestos á buena luz, fuera de esas regiones de mis-
teriosa penumbra en donde las colocan los sacerdotes de la
ciencia moderna, muy parecidos á los del antro de Trofo-
nio, vienen á ser objeto de risa y de menosprecio.


¿Conque donde quiera que haya rivalidad y antagonis-
mo lo mejor es dejar que cada uno haga lo que quiera?
Hagamos aplicaciones prácticas. H o y dia hay antagonismo
entre los ricos y los pobres; estos desean apropiarse los
bienes de aquellos. La resolución de este antagonismo está
en la libertad ; esto es, en dejar á los ricos (pie so defiendan
como puedan, y á los pobres que les roben los bienes y
propiedades si pueden hacerlo.—¡Oh! oso es un absurdo, se
me dice; V. exagera el principio. El antagonismo existe, es
cierto; pero la solución está en la libertad política, no en
la libertad do robar.


Con perdón de los filósofos y políticos debo decir que
los socialistas , la mayor parte de los demócratas y casi
todos los proletarios, se rien de esa solución, y yo tam-
bién , aunque no admita sus principios. La cuestión es de
comer, y con Ja libertad política no se come: la libertad
política, cuando se tiene hambre, es como la hidalguía sin
dinero, f in jornalero, sin embargo, con mujer y seis hijos,
no tiene (pié comer. U n revolucionario le dice:—Lánzate á
la revolución. Te haremos elector, podrás decir cuanto
quieras, leerás en los periódicos artículos violentos, podrás
ser individuo del jurado, tendrás libertad de cultos, etc., etc.
Pero un socialista se acerca, y le dice : — Y o te concederé,
ó no te concederé todo eso, y ademas te dejaré (pie robes en
casa de tu vecino, (pie es rico, que gasta coche y tiene mu-
cho dinero. ¿A quién seguirá el antagonista délos ricos, á




60


quien le ofrece una solución teórica con la libertad política,
ó á quien le ofrece una solución práctica con la libertad prác-
tica elevada á libertinaje? La contestación es bien sencilla,
y la espcriencia manifiesta que seguirá al segundo. Las ne-
cesidades prácticas no se resuelven con meras concesiones
teóricas.


Sigamos poniendo ejemplos de antagonismos resueltos
por la libertad, aunque no los deslindemos tan minuciosa-
mente como el anterior.


Hay antagonismo entre los ladrones y los viajeros. Re -
solución práctica por la libertad : suprimir la Guardia ci-
vi l : que los viajeros vayan bien armados y se reúnan en
caravanas, y los ladrones se reúnan igualmente en cua-
drillas.


Hay antagonismo entre los deudores y los acreedores.
Resolución por la libertad : que los deudores no paguen,
pero en cambio que los acreedores cobren con pistola en
mano, si son mas fuertes. H o y dia, cuando los desheredados
van al monte Aventuro, suelen no querer bajar de allí,
aunque algún senador les cuente un cuento.


H a y antagonismo entre las mujeres públicas y las mu-
jeres honradas. Resolución práctica por la libertad: que
aquellas escandalicen, y estas otras se defiendan como pue-
dan por sí ó por medio de otros.


Se me repetirá que exagero ; que llevo la cuestión al
terreno de la inmoralidad; que esa no es la mente de los
autores de la fórmula de resolución <fa autaijonisinos por
la libertad; que ninguna persona honrada, ningún gobier-
no decente puede equiparar la moral á la inmoralidad, ni el
antagonismo del vicio agresivo con la virtud y la honradez.


Pero si esa no es la mente de los autores de la fórmula,
¿por qué no lo dicen? ¿Por qué la presentan de esta manera
tan vriula y absoluta? ¿Por qué se usa en absoluto esa fór-
mula vaga, tan vaga como la libertad de cultos, que luego
aparece limitada? ¿ Por qué no so dice "resolución de los
antagonismos por la libertad, sin perjuicio del derecho y de
la moral?"




61


¡Oh! en el momento en que esto se dijera caia la másca-
ra por completo, pues ya no era una libertad absoluta la
que babia de resolver los antagonismos, sino la libertad
relativa, la libertad moral, la libertad bien entendida. En
tal caso hay que estudiar ante todo la moral y el derecho;
y si estos gritan ¡alto! ya no hay paso para la libertad.
Luego la moral y el derecho preexisten; y si estos no per-
miten al pobre atentar contra la propiedad del r i co , ni al
deudor burlarse de su acreedor, ni á la prostituta insultar
á la moral pública ó ultrajar impunemente á la virtud pri-
vada, ya no hay libertad. En ese caso tenemos la restric-
ción como la teníamos antes ; estamos como estábamos an-
tes : la fórmula es una patraña (1) como otras muchas. Se
pregona libertad absoluta en teoría por los mismos que sa-
ben que no se ha de conceder, que no la pueden conceder
sin subvertir las bases del orden social. La fórmula queda-
reducida álos casos de bondad, indiferencia ó duda, y á las
cosas materiales y económicas , con esclusion de las inmo-
rales é injustas.


Hay antagonismo entre el padre y el hijo : este quiere
estudiar medicina, el padre quiere que estudie Derecho.
Quiere aquel ser religioso, y el padre quiere que sea párro-
co : ambas carreras son buenas, honrosas, lícitas, ó, si se
quiere, indiferentes. Déjese á la libertad la resolución del
antagonismo : el hijo estudiará medicina , pero su padre no
le asistirá en la carrera.


Hay antagonismo sobre Ja construcción de un ferro-
carril: una empresa quiere hacerlo, y otra inmediata quiere
(pie no se haga: si no hay compromiso, si no hay derecho
lesionado, estese á favor de la libertad, y déjese hacer.


Se trata de establecer un Banco agrícola: otro Banco y.i
existente se opone: hay antagonismo: pues estese ñor la li-
bertad. Pero el otro saldrá perjudicado, y ambos quebra-
rán.— No importa: cuarenta quebraron en un din en bis
Mstados-Unidos. Esteso á la libertad.


(l) Perdónese la energía de la palabra, er, arrci.i cls Í-H exac-
titud.




Hay antagonismo entre los libre-cambistas y los protec-
cionistas: los ánimos y aun los intereses están encontrados.
Resuélvase en hora buena la cuestión por la libertad. Es una
cuestión meramente civil y económica, y meramente huma-
na: si hay perjuicio, será en intereses materiales. La moral
y la justicia nada dicen, la utilidad es la que habla.


¿Quién duda que en todos estos casos el antagonismo se
puede resolver por la libertad? Y digo puede, porque si di-
jera debe, resolverse, podría atraerme las iras de los protec-
cionistas y de otros hombres de gobierno, que no admitiendo
en principio la libertad como medio de resolver antagonis-
mos, están muy lejos en la práctica de conceder el libre-
cambismo, la libertad absoluta de asociación mercantil, y
otras libertades al mismo tenor, que se encomian mucho en
la oposición, pero (pie no se otorgan en el poder.


Pero ¿se llalla en este caso la libertad de cultos ? Nada
dicen respecto á eila ni el derecho ni la moral, y sobre todo
en España. Ya hemos visto lo que dicen la filosofía y la mo-
ral : luego veremos lo que dice Dios á todos los cristianos,
aun protestantes, y lo que dice la Iglesia á los católicos. Ye-
remos (pie el mal y el error no tienen derechos, ni puede
concedérselos nadie; que los derechos emanan de Dios, fílen-
te de toda verdad y de toda j usticia, y que no se pueden
conceder derechos al error y á la mentira, pues entonces
Dios daria derechos contra sí mismo, daría derecho al error
contra la v'erdad, que es Dios. Seria ademas un Dios em-
bustero, que diria una cosa en las palabras que grababa en
el corazón del hombre por la ley natural, y otras distintas
en los libros santos por la ley revelada.


El suponer que los antagonismos religiosos puedan re-
solverse por la libertad, supone el indiferentismo, y este es
un error grosero. Lo ha probado hasta la evidencia Lamen-
uais en su preciosa obra sobre El indiferentismo en mate-
rio, de Religión (1) , escrita antes de su caida. Y o no entro


( ] ) Véase el t o m o i d e la Biblioteca de Udigion impresa e l año
1 8 2 4 . Kl indiferentismo en materia de Religión, por el abate La-


m e n n a i s .




63


en este punto, porque ni hace falta, habiéndolo tratado aquel
escritor, ni yo podida remontarme á su altura.


Si pues no cabe indiferencia en materia de religión ; si
tampoco puede decirse que todas son buenas; si el católico,
so pena de ser apóstata y hereje, tiene obligación de soste-
ner, sin vacilación ni tergiversaciones , que solo hay una
buena y verdadera, y esta es la suya, ¿podremos resolver
los antagonismos religiosos por la llamada libertad de
cultos?


Hé aquí á lo que viene á quedar reducida la gran fór-
mula, desnuda de su sibilítica oscuridad ; á decir que , en
caso de duda, en materias igualmente buenas, ó por lo me-
nos indiferentes, sobre todo en materias civiles y económi-
cas, cuando no hay perjuicio para la moral ni la justicia, se
debe dejar latitud y libertad á los contendientes y anta-
gonistas.


¡Oh, pues esa verdad es ya viejísima , como todas las
verdades! Casi es trivial. Siglos hace que la redactó en otra
fórmula mucho mas concisa, mas clara y verídica, un filó-
sofo de fines del siglo iv , un tal Augustinus, profesor de
oratoria en Cartago y Milán, como si dijéramos catedrático
de los institutos que se usaban entonces. Aquel catedrático
do Milán, en vez de decir los antagonismos se resuelven
por la libertad, decia en lat in, que era su idioma:


In dubiis libertas.
A ese catedrático le llamamos nosotros San Agustín.


§. 14. Síntesis ó resumen de este capítulo.—Corolarios.


Queda probado, según los principios de psicología y
teodicea, y en conformidad con los principios católicos:


Que la libertad moral lleva en la naturaleza humana la
posibilidad del mal (1).


(1) No debiendo descender aquí á pormenores de teología dog-
mática y moral, ajenos al carácter de esta obra, puede verse acerca
de este asunto y lo dicho en los párrafos 2.° y 3.°, el p. 2.° del cap. n,
Tratado del compendio de teología moral Salmaticense, que cito con




64


preferencia, por ser obra común en España. Véase en el ap. mini. 1. '
un artículo precioso de Santo Tomás acerca de est» materia.


(1) *S'¿ posse peccare csset par? liberi rnh.trii Deus et Angeli M e -
nisi art àtri ii ra nop Itahertnt, onod « Í ateanhem, (San Anselmo, 1)<*
Libero arbitri'.', cap. 1.1


Que esto, lejos de sei* un bien, arguye imperfección ó
bajeza, y no solamente no es necesario parala libertad, sino
que la rebaja y degrada.


Que por ese motivo Dios y los ángeles , aunque libres,
no tienen esa triste posibilidad, y que los hombres tam-
bién la pierden al adquirir su felicidad eterna (1).


Que es mejor, según eso, colocarse en un estado de
necesidad en que ya no se pueda cometer el mal.


Que donde hay dos cultos ó religiones, por lo menos
el uno ha de ser erróneo y malo, pues no hay verdad fuera
del Catolicismo, y un culto falso ó erróneo siempre es malo.


Que es absurdo suponer que á Dios, que es la Verdad,
se le pueda dar culto agradable con el error.


Que la llamada libertad de cultos lleva siempre consigo
el favor dispensado por la le3r al error y al mal, y, por tan-
t o , esa llamada libertad es la parte mas baja, sórdida é im-
perfecta de la libertad moral ó humana.


Luego es mas perfecto el Estado donde no hay libertad
de cultos, y so sigue el único verdadero, aunque sea por
necesidad.


Luego el bajar el Estado desde la unidad á la plurali-
dad de cultos es rebajarse, es dejar lo perfecto por lo im-
perfecto.


Luego esto en filosofía es un absurdo, en Derecho un cri-
men, en moral una bajeza y un delito muy grave.


Luego con respecto á los cultos erróneos solamente cabe
la 'itiera tole ra acia. , como un mal menor para evitar otro
mayor , cuando este sea por otros conceptos irremediable,
en el caso de que la sociedad esté maleada completamente
por esa enfermedad gravísima, que consiste en la pluraUdad
de cultos, la cual, por su naturaleza, siempre, siempre, siem-
bre es mala, nvu¡) mala.




C A P Í T U L O TI.


La libertad de cultos bajo el aspecto del Derecho
divino, natural y positivo, y con arreglo á la doctrina
y disciplina de la Iglesia.


§. 15 . La libertad de cultos no es de Derecho natural.


Del campo rio la filosofía, de la razón y la morid pasa-
mos al terreno (]•_•! Derecho, procediendo con lógico y rigu-
roso método.


La liase de todo derecho es el Derecho natural. Precede
en el orden del tiempo y del desarrollo de los hechos a!
misino Derecho divino positivo ó revelado. Dios lo quiso;
Dios lo quiere así. La revelación no alcanzó ni alcanza á to-
dos los hombres: el Derecho natural, también divino, al-
canza á todos , aun á los infelices á quienes no ha llegado
ni llegará la voz del Evangelio. Gente* qn'° ler/em non ha-
bent notnroJifer e,a qmt>. lc¡ps' ftunt fnelvnt.


Es el Derecho natural la misma ley de Dios grabada en
el corazón humano por su propio dedo, y promulgada por
el entendimiento con voz clara y perceptible á todos los
hombres, cuando no turban sus dulces ecos los tumultuosos
gritos de pasiones rebeldes; y aun por encima de estos gri-
tos sediciosos se hace oír la voz de la conciencia, que dirige
intimaciones antes de la sublevación, y acusa, reprende y
sentencia después de cometido el crimen.


Hay, pues, dentro del hombre una sociedad moral, in-
visible, pero cierta. Hay una ley, una, autoridad, poder eje-
cutivo, poder judicial , seres buenos, malos é indiferentes;
potencias, pasiones, unas mas poderosas é influyentes que
otras; virtudes, vicios, delitos, mérito, premios, castigos, y,
en fin, todo un mundo abreviado. Xa da de esto se ve por
fuera, ni aun lo revela el rostro; pero lo ve Dios, á la manera




<>(•>


que el naturalista, armado con su microscopio, ve esas lu-
chas, guerras , muertes y destrucciones que seres impercep-
tibles se hacen en una gota de agua clara y limpia, donde
el ojo del hombre nada ve.


Reconocemos, pues, la existencia de un Derecho natu-
ral preexistente á todo derecho, fuente y origen de todo
derecho humano, piedra de toque en que se contrastan su
bondad y su malicia. Niéganlo algunos filósofos y juristas.
;Qué importa! H o y se niega todo: la negación es la des-
trucción, y la destrucción es muy fácil. Yo no sé hacer un
vaso de cristal, y fallarlo; pero puedo romperlo en un ins-
tante. ¡Quién hace caso de locos y delirantes! ¡Medradases-
taban la ciencia y la sociedad si hubiéramos de atenernos
á las negaciones modernas!


Los católicos, y con ellos los protestantes sensatos, .ad-
miten la existencia del Derecho natural, y convienen igual-
mente en su apreciación, con ligeras diferencias.


En esta suposición, ¿qué nos dice el Derecho natural
respecto á la libertad de cultos? Estamos ya en el terreno
mas ancho, por consiguiente, donde se da la principal bata-
lla. Es el terreno en que prefieren generalmente batirse los
librecultistas : deber nuestro es darles la batalla, donde la
presentan; no somos arbitros para escoger el campo.


La libertad de cultos es de Derecho natural, dicen los
polieultistas; es un derecho de la humanidad que, en esto
como en todo, recibió de Dios mismo su libertad. .Dios
quiere ser adorado; pero en el hecho mismo do haber dado
su libertad al hombre para adorarle, dejó á su albedrío la
religión, el cuito y los medios con que había de prestarle
este homonage. Si el hombre es libre para pensar en Dios y
adorar á Dios como guste, ¿quién es otro hombre, quién es el
Estado para cohibirle, para quitarle esa libertad que Diosle
dio? Esta usurpación de la libertad natural humana, es un
robo, una temeridad. Es robo, porque el Estado, que es infi-
nitamente menos que Dios, priva al hombre de la libertad
que Dios tuvo á bien concederle. Es una temeridad, porque
el Estado, cuya vista apenas alcanza á las cosas esteriores,




a


y muy imperfectamente, ¿cómo lia de sondear los abismos
de la naturaleza humana, los recónditos mistónos del alma,
y los arcanos que so repliegan en lo interior del corazón?
¿Quién ha, visto el alma, ajena (1)?


Es una injusticia castigar á un hombre por opiniones:
si hay alguna cosa que me pertenezca por derecho natura)
y divino, son mis pensamientos: todos los poderes de la tier-
ra reunidos jamás me obligarán á pensar lo que no pienso,
á querer Jo que no quiero,á tomar por verdadero y eviden-
te lo que me parece falso y absurdo. Si hubo jamás un des-
potismo insensato, es el que quiere dominar sobre la inte-
ligencia y la razón de los hombres.


"Ademas, el pensamiento está en el número de las pro-
piedades individuales: tengo, pues, derecho, como propie-
tario de mis pensamientos, para tributar á Dios el culto
que crea serle mas agradable. Cualquiera que me despoje ó
pretenda despojarme de este derecho, viola mi propiedad;
y, cualquiera que sea su posición , comete contra mí un
atentado reprensible


Usté argumento es muy íácil de contestar; pero, antes
de hacerlo, sentemos las bases de lo que sobre este punto
enseñan la filosofía y ei Derecho natural.


Una parte de la filosofía es la Teodicea, la cual tiene
por objeto investigar lo que acerca, do Dios y do su culto
enseña la Razón natural. Esta y el Derecho natural tienen
un misino origen, un mismo sitio, un mismo objeto. El
Derecho es la ley escrita en el corazón del hombre, la Ra-
zón la lee ; la libertad, que es la voluntad misma con facul-


(1) No hablo aquí con los materialistas: no acostumbro í disputfr
con locos; y, ¡.cómo podría yo medirme con quien se cree un mono
perfeccionado ó un organillo!1 Tales ilusos, si han de ser consecuen-
tes, solo deben enteuderse con un albéitar 6 un relojero.


(2) Este argumento está tomado literalmente de Bergier (Tra-
tado de la verdad-era ¡lelujion, art. 4.°, §. 8.°, cap. IX , parte l.')
Vita all í como autores de estas palabras Hl Materna social, parte 2.-,
cap. v.—l'olilica natural-, tomo i r , dise. 6.", §. 14.—Del hamlre,
tomo I, sec. 4 . a , cap. xvn, y tomo II , sec. 10, cap. v i l .


Careciendo de estos libros, no puedo dar sus palabras testucleí:
pero Bergier es autor bien conocido y reputado, y él mismo cita
los pasajes de donde toma las palabras.




08
tad de elegir, vacila entro los estreñios de cumplir ó no
cumplir la ley y escoger el medio de cumplirla : al fin la
voluntad elige y ejecuta: la conciencia, que es la voz de
Dios , aplaude y da la enhorabuena si eligió y obró el bien,
ó reprende y produce desasosiego si eligió y obró el mal.


¿Y cpié es lo que enseña 3a teodicea respecto del culto
do Dios, como Autor natural y Señor de la naturaleza? La
teodicea enseña que no hay mas que un solo Dios, Autor do
la naturaleza y Autor de todo bien. Á este Dios no le da.
nombre. Los dioses con nombre son ídolos, son taludas y
ficciones. Claro estaque no hablamos de Nuestro Señor Je-
sucristo, pues la teodicea, ó teología natural, es anterior en
tiempo á la revelación, y aun después de esta procede so-
lamente por la luz de la recta, razón. Como Dios es uno v
solo, no puede haber dos dioses á la vez; y, por consiguiente,
donde quiera que hay dos dioses hay por lo menos un;;
mentira. Donde hay muchos, habrá probablemente tantas
mentiras como dioses. (Véanse los párrafos 5 . " y 7.")


El Derecho natural solo prescribe el culto del Dios úni-
co, verdadero, innominado. Los demás los reprueba por fal-
sos: ¿cómo la razón natural ha de dar culto al error? Y ello
es irremisible: y si á la razón natural se la autoriza á dar
culto á dos dioses, se le permite dar culto á un error, á un;,
patraña, puesto (pie el uno de ellos , por lo menos, consiste
en un embuste. En tal caso, la razón natural tendría que
ser una viiziyti •invci.odtib


Luego la dualidad, y lancho mas la pluralidad de cul-
tos, es contraria al Derecho natural, tal como lo concille la.
razón natural. Y si la pluralidad es contraria al .Dcreeh >
natural, ¿tendrá el hombre en particular, ni la humanidad
entera, ó sea el género humano, derecho á Ja pluralidad y
libertad de cultos? Esto es absurdo, y, con todo, esto &s '<>
que se dice al sostener que por derecho natural puede ei
hombre dar culto á Dios como guste.


Este principio niitiíilos(Síií-o , antijurídico y anticatólico
viene á sancionar una serie de errores indignos de un hom-
bre medianamente re'íexivo. Viene á legitimar e l culto d o




09


( l ) En R o m a , uno de los augurios para la prosperidad de la
guerra consistía en enterrar vivo á un galo en eí Forxini Bcn-
rium.


Sivah y de los hindous, de los thugs y estrangulado-res en la
India, el culto de los cocodrilos, el Ibis y las cebollas en Egip-
to, el culto de Príapo, de Venus y Mercurio, los sacrificios
humanos en Oartago, en Palestina y Asina, en las Galias y
en Méjico, y aun en la misma Roma (1). Esta teoría ridi-
cula autoriza al negro de Mozambique para dar culto á ui:a
estera de colores colgada de un palo, y al mormon para h.
comunidad de mujeres, pues uno y otro proceden así con
arreglo á lo (pie ellos creen acerca de Dios, y en su moral y
religión natural.


U n israelita ofrecerá á Dios el sacrificio de un cordero;
pero un sectario de Sivah echará el lazo al cuello del pri-
mer hombre que pueda sorprender, y lo estrangulará co~:
gran devoción, sin odio, sin rencor, antes bien con cierta
fruición interior y devota, porque en aquel momento envia
á su Dios un espíritu, que estaba atado aquí bajo en la tier-
ra: siente el mismo placer que el hombre caritativo que
desata á un infeliz viajero atado por unos ladrones. Admi -
tamos el principio de que por Derecho natural el hombre es
libre para dar culto á Dios como guste , y equiparamos la
estrangulación hecha por un sectario de Sivah con el acto
de San Pedro Nolasco, quedándose cautivo por rescatar á
un infeliz prisionero. Creo que en lo humano difícilmente
cabe mayor absurdo ni mas grosero desatino.


Veamos, pues, ahora la sencilla respuesta á ese sofisma..
Se concede que el hombre tiene esta libertad, pero se nie-
ga rotundamente que tenga tal derecho. El hombre no tío-
no derecho al mal ni al error; y la naturaleza, no solamen-
te no lo concede este derecho, sino que se lo prohibe ter-
minantemente.


Confunden los policultistas miserablemente la liberta:!
con el derecho; error grosero en que suelen incurrir aun
algunos de los que pasan por sabios. La, libertad no es o!




70


( i ) Y ó . o i s e los p . i r r ; , f o s i . " 3" 5." d e l c a p í t u l o a n t e r i o r .


derecho. Es indudable que el hombre tiene, libertad natu-
ral de cultos : poro esta libertad es una mera, facultad, ó,
por decirlo así, un atributo del hombre, no un derecho. E!
hombro tiene, por su 'naturaleza 'uiiriua, la facultad ó po-
sibilidad para elegir el culto que quiera, sea verdadero, sea
falso; pero con esta facultad ó atributo le impuso el deber
ú obligación de optar por el verdadero. Este deber se lo
revela al hombre la misma Tlazon natural. He aquí el de-
recho natural: suponer que este autorice al hombre para
optar por el culto que quiera, verdadero ó falso, es un ab-
surdo, es un agravio á la Tlazon humana y a! Derecho na-
tural, por mejor decir, al mismo Dios, al l)¡m-V<'r<bi<t, que
al darle aquel atributo ó facultad le impuso un deber cla-
ro , justo y bien conocido.


El hombre tiene por naturaleza libertad do cultos, ó.
por decirlo así, la libertad de cultos es natural en el hom-
bre. Ciertamente que es natural y tiene la libertad de
cultos como tiene libertad para suicidarse, para asesinar,
robar y adulterar. Esta libertad se la ha dado Dios al hom-
bre, es indudable; jpevo l eba dado derecho para suicidarse,
asesinar, robar y adulterar? Si al darme 1 )¡os />lx>rin<l para
asesinar, ¡no hubiera dado « A w / w para asesinar, el asesi-
nato que yo cometiera no seria un crimen. ¿Por que, pues,
he de confundir la libertad que Dios me da para, elegir el
culto que quiera, con ol derecho de elegir un culto falso,
y malo, cuando El me prescribe que solo opto por uno ver-
dadero, y por consiguiente I n i c u o (1)?


Por derecho natural se prescribe ol culto interno y es-
como para Dios, pero solo en su esencia, pues no hay for-
ma determinada de culto. Los hijos de Adán daban culto
estenio natural á Dios por medio de holocaustos, no habien-
do entonces sacerdotes y á quienes ofrecer los diezmos y
primicias, ó pobres á quienes sustentar con ellos. Así , pues,
el culto natural á Dios es libérrimo, pues Dios no quiso
fijarle determinada forma. Pero una vez supuesta la reve-




71


laeion, que ilustra á la Rnzon natural, está ya dada la for-
ma por el mismo Dios. Esta forma de derecho divino es
única, como Dios es U n o , Verdad como Dios es Verdad: es
esclusiva, absoluta, intolerante por necesidad: todas las de-
mas son falsas invenciones humanas, mentira, agravio á
Dios, v reprobadas por El.


Suponer, pues, que la libertad de cultos sea un derecho
del homhre, es manifestar (pie no se sabe ni lo que es liber-
tad y callo, ni lo (pie es derecho y naturaleza.


§. l(j. La pluralidad de cultos reprobada en el Antiguo
Testamento.


Xon erií in fe Duu* alienti*.


El Derecho divino positivo está siempre conforme con
el Derecho natura!, y no puede menos de estarlo, pues
también esto segundo es divino. Es imposible que haya
contradicción entre ambos: si la hubiera, ó no serian dere-
chos divinos, ó Dios dejaría do ser Dios, pues mentiría en
uno de ellos, y por tanto dejaría de ser la Verdad, y en la
verdad la vida.


Quizás alguno que hasta aquí prestó atento oido, que
mo siguió, roa» ó menos complaciente, por los senderos de
la psicología, la teodicea y el Derecho natural, tuerza el
gesto al llegar aquí, y, con ademan burlón, se despida de
mí negándose ó entrar en las misteriosas regiones de la re-
velación y de la .hWri!ara Santo. Oigo decir á mi oido
estas ó semejantes palabras:—¡Oh amigo mió! Permítame
V. que no entre en ese santuario. Esas sombras misteriosas,
el humo del incienso y de las antorchas, v ese canto monó-
tono, me disgustan. Prefiero dar culto á Dios al airo libre:
salgamos al campo, subíamos á la montaña, y allí daremos
culto al A u t o r de la naturaleza. Y o seguiré á V. con mu-
cho gusto por las regiones anchurosas de la filosofía y del
Derecho, pero no estoy por revelaciones y misterios.


Yo á mi vez le responderé tranquilamente: — ¡Oh
amigo mió! yo no dejaré de entrar en el templo porque




72 .


á V. no le agrade. Esos idilios no pasan de ser com-
posiciones bucólicas. Nunca lie visto á nadie dejar los sa-
lones para hacerse pastor y correr en pos de las bellezas
campestres por los prados y los oteros. En las montañas y
en los campos donde he estado, no he visto esas poéticas y
filosóficas adoraciones; nunca he visto allí ninguno de esus
cantos bucólicos al Ser Supremo. A mí me gusta la penum-
bra de los templos, y el culto, ora modesto, ora majestuoso.
Pasó ya el tiempo en que los católicos contemporizaban
con los libre-pensadores y los filósofos gongorinos, que
embrollaban las cuestiones con fórmulas poéticos ó sibilí-
ticas. Hubo católicos (pie trataron de poetizar el Catolicis-
mo, dándole un barniz semipagano, por condescender con
ciei'tas ideas y evitar ciertas diatribas. Aquello ya pasó. El
Catolicismo pelea, y no es lo mismo dar batallas (pie pin-
tarlas. Hoy , ni por buidas ni por sátiras dejamos de decir
la verdad seca y austera. El católico que se decide á escri-
bir lleva la convicción de los mártires, y no dejará de decir
la verdad por respetos humanos. El que tenga miedo, salga
de nuestras filas.


¿Acaso es mas la palabra de los hombres que la del mis-
mo Dios? Entremos en el templo, en la casa' de Dios: oiga-
mos lo que Dios dice. Si V. no quiere oírlo, peor para V.:
otros la escucharán con respeto y avidez. Y o entro en la
iglesia por la puerta de la Sagrada Escritura. Si V. no quie-
re entrar, pase al capítulo siguiente: allí nos encontrare-
mos otra vez: aquí estoy con los católicos; es mas: entrarán
conmigo el israelita y el protestante de buena ib. En una
palabra: despreciemos burlas necias, y oigamos la palabra
de Dios con sumisión y respeto. ¡Ay del que no la oye! ¡Ay
del que la desprecia, ó con hipócritas palabras se desen-
tiende de ella!


¿Queréis saber mas que Dios? ¿ Queréis enmendar las
decisiones de este?


Es que la Sagrada Escritura, se me dice, es un arsenal en
donde so encuentran pruebas para todo. El jurisconsulto y
el legislador no deben acudir á ella




73


— E s o decia el judío Bentham; y, para ser judío , no de-
jaba de honrar á su gente y á la Biblia. Pero un católico no
puede decir eso: en primer lugar, porque es mentira, y en
segundo, porque es una impiedad, una blasfemia.


O creer, ó no creer: ó negar la divina inspiración de la
Biblia, ó , si se admite, tratarla con la, veneración debida.
Creer, ó por lo menos decir, que la Biblia es la palabra ¡le
Dio», y negarse á oiría, es una hipocresía grosera. Y o com-
prendo ai volteriano y al racionalista que niegan la divini-
dad de la Biblia; pero no entiendo á esos católicos que, d i -
ciendo serlo, hablan como si no lo fueran, y están siempre
al lado de sus enemigos, y hacen asco de la Escritura y la
Revelación.


Oigamos, pues, la palabra de Dios en esta cuestión im-
portante.


Dios reprueba la pluralidad de cultos. Dios maldice el
abuso de la libertad de cultos.


No es lo difícil el hallar las pruebas, sino elegirlas.
La ley escrita principia en el monte Siuaí (Éxodo, x x ) .


Desde aquel punto hay ya una ley escrita, ademas de la
natural, y una Religión verdadera y revelada. ¿Cuál es su
primer precepto?


—Precisamente el prohibir la pluralidad de cultos y re-
primir la libertad de ellos. Non habebis Déos áltenos corara
me. (Éxodo, X X , 3.) Prohíbeles el hacer ídolos y darles culto.
Primer mandamiento, el amor de Dios: segundo, prohibi-
ción de otro culto, prohibición de pluralidad de erutos.


Pero pocos dias después el pueblo hace todo lo contra-
rio: construye el becerro, lo adora, y grita alrededor: ¡Este
es el Dios que te sacó de tierra de Egipto! El pueblo is-
raelita se permitía la pluralidad de cultos: Dios reprueba
este abuso de libertad: dice á Moisés las terribles palabras:
¡Déjame que los estermine.! (Delcam eos);pero aplacado por
los ruegos de Moisés, perdona al pueblo librecultista, no
sin haber pasado á cuchillo veintitrés mil idólatras por
mano de los levitas.


Primer ensayo de pluralidad de cultos por abuso de




libertad, recién dada la ley escrita en el monte Sinai. Dios
vio el abuso y lo castigó. Por segunda vez les intima que
tengan un solo culto. A l entrar en la tierra prometida les
manda ser intolerantes con el error y la mentira, romper las
aras, destruir los ídolos y talar los .bosqueeillos donde les
dalian adoración y culto. (Ibid., o4, l.'ì.) Nueva prohibición
de culto entraño.


Noli adorare Devm alienum: Domines zehíes no-
men Deus ed wixnlntor. Todo el cap. xiti del Deu-
teronomio está destinado á consignar las penas contra los
que introduzcan ó toleren en el país cultos estraños. El de-
lito se castiga con pena capital. La ciudad que admita dio-
ses estraños, es decir, que tenga pluralidad de cultos, será
pasada á cuchillo y destruida. Si av.d.ieris hi una, urbinni
turirnm-... Burniti* et sercuvnins liti* almiìx, qn-ox iijtwru-
tis... si -inrime-ri» vertnnt ex»e qvod dieitur... xtttthii. peren-
ti vx h'ihìtuforei urbi* illius in ore ijladiì, et delebis ecm
ne omnia- qua' in Uhi suvt u sepie ad, 'pecora.


¡Oh! pero esto es una intolerancia horrible!
—Sea en hora buena; pero es lo cierto que Dios lo man-


dó. Si Dios hizo mal, si Dios se equivocó en mandarlo, y
vosotros acertáis, en tal caso sois mejores que Dios y sa-
béis mas que Dios.


(.) es cierto lo que dice la Biblia, ó no : si es cierto, y
Dios es Dios, ahí tenéis sus palabras contra la pluralidad
de cultos.


Seria muy fácil añadir aquí pasajes del Antiguo Tes-
tamento en que Dios prohibe terminantemente la plurali-
dad de cultos. En el libro de Josué, de los Jueces, en los
salmos, en las profecías, principalmente de Isaías y Jere-
mías, en el libro de Daniel, donde se describe la resistencia
de los tres jóvenes israelitas á dar culto á la estatua de
Nabucodònosor, y en otros mil parajes se encuentra una
multitud de máximas contra la pluralidad de cultos (1).


(1) Salmo 80, v. 10 : 95, v. 5. Isaías, 42, v. 17. Jeremías, 5,
v. )«>. Zacarías, 13, v. 12. Daniel, 3, v. 14.




El libro de Jos Macábeos no es otra cosa que una mag-
nífica epopeya, on que una familia religiosa y valiente se
levanta á pelear por su religión ultrajada, por su indepen-
dencia, y contra la libertad de cultos. Nuestros padres de-
bieron aprender' de memoria aquellos libros durante la
guerra de la Independencia. ¡Qué' cuadros tan patéticos por
su sencillez enérgica, muy superior á las decantadas belle-
zas de la TI inda !


Antíoco , después de vencer á los Pto!ornóos, saquea á
Jerusalen: quiere que prevalezca en Palestina, el paganismo,
cuyo jefe lia d e s c r e í , según la política oriental, acumu-
lando el poder religioso al político, síntoma seguro de des -
potismo: para ello debían los israelitas abandonar su religión
respectiva y aceptar la religión pagana con sus varios cul-
tos (lib. T, cap. i, v. 43).


Levántase entonces un sacerdote valeroso con sus cinco
hijos, y grita en medio de la turba amedrentada:—''Yo y
mis hijos y mis hermanos obedecemos ala ley de nuestros
padres." Llega en esto un judío cobarde á sacrificar al ídolo:
el anciano se arroja sobre el traidor, y lo mata al pie del
altar: degüella allí mismo al estranjero que obligaba á pro-
fesar el culto cstraño; destroza el ara, y grita en seguirla:
¡Torío el que tengo, celo ]>or Ja, ley venga, en ¡>os ele rail Si-
gílenle todos los leales y amantes de Dios y de su patria;
refúgiansc á las montañas, baluarte santo de Israel y de
España contra todo despotismo y tiranía estranjera. Princi-
pian aquellos valientes la .vida de guerrilleros, la guerra de
montaña, con todas sus peripecias, concluyendo por afian-
zar la. Religión y la independencia de su patria. ¡Hay en la
historia, y aun en la tabula, pocas figuras tan nobles y tan
bellas como la de Judas Maeabeo! ¿Qué comparación tiene
Héctor con él? Ni aun ios trescientos esparciatas do Leó -
nidas son comparables á los guerrilleros do Judas Maeabeo.
Acometido por veinte mil infantes y dos mil caballos, se
desbanda su pequeño ejército de tres mil hombres, y le que-
dan solo ochocientos guerrilleros. "Huyamos, le dicen; pro
curemos rehacernos, y luego vendremos á pelear.— ¡O'




76


(1) Lib . i , cap. I X , v. 10. Et ait Judas: ¡Ábdt ista.mrem faceré ut
fugiamus ab eis: et si appropinquavit tempus rwstrum, moriamur iti
virtute. propter fratres noslros, et non inferamus crimen gloria mítrer!


¡Qué palabras tan bellas, enérgicas y sublimes!


mengua! esclama el valeroso capitán; ¡huir nosotros! Si lle-
gó nuestra hora, muramos con valor por nuestros herma-
nos, y no imprimamos tal mancha en nuestra gloria (1).


No pelea en un desfiladero estrecho, como las Termopi-
las, sino en campo abierto, donde la caballería podia car-
garles, y los honderos y flecheros les herian de lejos. Aquel
puñado de guerrilleros se lanza contra el ala derecha, que
es l a m a s fuerte, y donde está el general enemigo: queda
esta destrozada, y huye hacia el monte de Azot, perseguida
por los Macabeos; pero el ala izquierda ataca á estos por re-
taguardia, cuando ya apenas podian alzar las espadas de
cansancio. Muere Judas Macabeo, y todavía sus hermanos
y aquel puñado de valientes logran salvar' su cadáver, no ar-
rastrado por los enemigos, como el de He'ctor alrededor de
los muros de Troya. Llora todo su pais por muchos dias,
diciendo aquellas sentidas palabras: ¡Quouiodd eccidit ¿>o-
ieuti tjui salvnra facicbul populuru Israel! N o es enter-
rado, como Leónidas, en el campo de batalla el cadáver de
Judas; descansa, al lado de su padre, en la ciudad de Mo-
din , su patria, y también teatro de sus glorias.


Se dice que la Biblia no suministra ejemplos de patrio-
t ismo, que no puede inflamar el pecho do los jóvenes como
la lectura de los clásicos paganos. Mentira; los (pie tal dicen
no han leido despacio el libro de los Macabeos: en una guer-
ra de religión y de independencia debiera hacerse una edi-
ción copiosa de este breve l ibro , y cada español llevar un
ejemplar en su bolsillo.


Tenemos, pues, la libertad y pluralidad de cultos pro-
hibidas por el mismo Dios , malditas y execradas por Él,
desde el momento en que dio una Religión verdadera : una
serie de doctrinas y profecías prohibiéndolas constantemen-
te , en todos tonos y sin intermisión; las relaciones de los
libros históricos acerca del cautiverio, manifestando los cas-




I 1


tigos de los israelitas por haber admitido la pluralidad de
cultos, y , finalmente, dos libros enteros, los de los Maca-
bcos , y sobre todo el primero, que constituyen una her-
mosa epopeya contra la llamada pluralidad de caitos.


Luego esta es contra el Derecho d iv ino , como queda
dicho. Luego el protestante y el israelita que la defiendan
sostienen una doctrina reprobada por el mismo Dios en los
libros que ellos tanto enaltecen , que el uno guarda con
minuciosa escrupulosidad, que el otro reparte y desparrama
con prodigalidad fanática. ¿A. qué tan aparente cariño á los
libros santos para hacer lo contrario do lo que enseñan ?


Cerremos desde luego una evasiva que buscarán quizás
esos amigos, los cuales, sin ser protestantes ni israelitas, y
antes sí católicos, ó al menos apellidándose tales, pudieran
decirnos cpie esos argumentos están sacados del Antiguo
Testamento; pero que el Nuevo está dictado con un sentido
mucho mas libre y espiritual; que Jesucristo, preguntado
sobre el culto estenio, se desentendió de él, diciendo á sus
discípulos que se dejasen de templos y do ritos, del monte
(íarizim y del monte Sion, y le adorasen en espíritu y
verdad.


Este argumento, mas que en favor de la libertad de cul-
tos, lo seria contra el culto esterior; pero no tiene fuerza al-
guna. Jesucristo mismo instituyó el sacerdocio, los sacramen-
tos y sus ritos, y por consiguiente el culto estenio. A l insti-
tuir el bautismo fijólas palabras sacramentales, y al instituir
¡a Eucaristía, no solamente fijólas palabras, sino que man-
dó se hiciera así en adelante: Ha-c quotiescviaqué foiseritin
i a. h-mi memorio/m facietis.—E untes d.ocele omite» (jculcs,
hujil i zo ate* eos, etc.


Los Apóstoles continuaron aumentando la gerarquía
sacerdotal , instituyeron los diáconos: á ellos, á los Obispos
y á todos los legos confirmados les imponían las manos con
determinados ritos, y Dios mismo aprobaba ostensiblemente
este culto , bajando en figura de fuego sobre los electos.
Habia, pues, un culto estonio, había sacramentos, y esto^
como esenciales á la Iglesia.




7 6


§. 17. La pluralidad de cultos prohibida en la nueva ley.—Doctrina
de San Pablo.


Seria fácil aducir muchos pasajes de San Pablo y do los
otros Apóstoles en que se ataca á la idolatría, al judaismo
y á la herejía, y , por consiguiente, á la falsa tolerancia
del error, la pluralidad y la libertad de cultos. Pero el que
presenta una teoría mas completa es San Pablo, que preci-
samente había sido enemigo de la Iglesia y perseguidor de
ella. Tal es el cap. x , de la epístola i á los de Coriiito.


Principia por prohibir la apostasía. Finjife ab idoloruin
cuitara. No es indiferente todo culto, ni la inmolación al
Dios verdadero puede confundirse ni equipararse á la in-
molación hecha auna falsa divinidad, como hacen muchos
de los librecultistas. Sed <\we htunohml ¡[tufen dm.miiúhs
immola cd et iumI)co. Xolo ¡ w socios fieri, daraoniorum:
nonpotcstis cali cení Doinini libere et calicó,: d-a•,cumiaran.
Así, pues, lo (pie hacen las autoridades estranjeras que fa-
vorecen lo mismo á una iglesia que á una sinagoga ó una
mezquita, es beber un sorbo en el cáliz de Dios y (los en
los cálices del demonio.


Pero, ¿á qué fin me ha dado Dios la libertad ? Si Dios
me la dio, ¿quién me la puede quitar?


Parece que San Pablo estaba oyendo este argumento
librceultista, pues añade en seguida: Omnia, m'dii licent;
pero se respondo á sí mismo:


urania mih.i licent, sed non omnia erpedbunt
Oucnia uiiiii licent, sed non omitía fi'dificaiit.


No todo l o q u e se puede hacer se debe hacer, y lo que
no so debe hacer se dice que no se puede hacer. Y o puedo
ser ladrón y adúltero, pero no debo serlo; por consiguiente,
aunque tenga libertad y posibilidad física para hacerlo, no
tengo posibilidad moral; luego no puedo hacerlo, y no pue-
do hacer aquello que escandaliza y anilina al prójimo.


Da en seguida un consejo práctico para que los cris-




79


(1) Ep. 2 . a á los de Corinto, cap. v i , v. 14.


tianos que viven entre infieles comuniquen con ellos sin
escrúpulo, pero no en cosa que pueda tener ningún colorido
religioso ni de culto.


Si os convida á comer un infiel, no tengáis inconvenien-
te en acompañarle á la mesa. Para evitar escrúpulos, no pre-
guntéis la procedencia de los manjares (proptec vuimclen-
tiarn). Pero si el (pie convidó dice:—"Esto fue sacrificado á,
los ídolos," ya no podéis comer de aquello. Tan lejos estaba
San Pablo de admitir libertad de cultos, que ni aun per-
mitía á los cristianos comer las carnes vendidas pública-
mente, si habían sido destinadas antes á un culto idolátrico
y ellos lo sabían.


Estando entonces oí mundo lleno de infieles y de cul-
tos falsos ó idolátricos, siendo los cristianos en escaso nú-
muro, no podia ser objeto de cuestión si los católicos debían
tolerar todos los cultos, cuando ellos no eran tolerados y
morian por su religión. Pero aun así , y siendo él mismo
destinado á predicar á los gentiles, cuyo Apóstol era, no
quiere (pie los cristianos tengan trato con ellos, sino lo mas
preciso. En caso de litigio, les prescribe que no vayan á los
tribunales paganos, sino que busquen arbitros y amigables
componedores entre sus mismos co-religionarios, prefirien-
do al mas despreciable de los cristianos (corderupt¡biles qn,L
iu.nl 'tu vtMn) mejor que al mas sabio jurisconsulto ó al
pretor mas inteligente de entre los paganos.


Prohíbeles igualmente contraer matrimonios civiles, ni
casarse con infieles (1). Nolite j UJJUYK, ¡mrlarc CUM tuiuh-
libus. ¿Qiuti enim pariiei patio juztükf caía ini</uita.fe,?
;A vi qim «ocíela* IUC.íh <«ZhuteÁnus'. ¿Qu.i autemconsensúa
templo Dei cum alolisí Vos caica, estis le>ni>hiub De-i vi vi.
Hasta tal punto era San Pablo enemigo de la pluralidad
de cultos y de la libertad de ellos, á pesar de tener que vi-
vir entre infieles.


En su odio á las falsas religiones, San Pablo, no solo
no admite tolerancia con ellas y con el error, sobre todo en




80


lo relativo al culto, sino que exhorta á los cristianos á huir
aun el trato estcrior de los paganos y no vivir con ellos,
si pueden estar separados. Propter quod exite de medio
eorum. ef separam'mi, die.it Dominas , et immurulum ne
tetiyer'dis (1).


Si los cristianos, y sobre todo los católicos, deben huir
de los infieles y separarse de ellos, según manda Dios y dice-
San Pablo como doctrina del Señor (dicit. Dorninus), ¿de-
berán permitir los cultos falsos y falsas religiones donde
pueden evitarlo, y manchar lo (pie está limpio, como está
España por la misericordia de Dios?


A los españoles se dirigen estas palabras del Espíritu
Santo por boca de San Pablo:—"¿Estáis limpios? pues no
contaminéis vuestra patria con inmundicia estranjera."


Et irariivnduru ne tetij/eritis.
Según la doctrina católica, no basta citar pasajes de la


Escritura : es preciso ver si Ja Iglesia y los Santos Padres
los entienden en aquel sentido. Veamos lo que nos dicen
estos acerca de la doctrina de San Pablo, por lo demás bien
clara y terminante.


v. 18. Doctrina do los Santos Padres, y principalmente de San
Agustín, sobre libertad de cultos.


Todos los Santos Padres (pie combatieron las herejías,
que persiguieron á los herejes, que les prohibieron predicar
en sus iglesias, que amenazaron á los que tomaran parte en
sus reuniones, en sus ceremonias, en su doctrina, fueron
intolerantes y enemigos de la pluralidad de cultos. ¿Y qué
Santo Padre no se halla en este caso? San Cipriano, San
Ambrosio, San Atanasio, San Cirilo, fueron intolerantes
con los herejes de su tiempo, los persiguieron y fueron
perseguidos por ellos. San Gerónimo no (pícala, que se to-
lerase ni aun el asomo, ni aun la sospecha, de herejía, y no
creía debiera uno sufrir el ser tachado de hereje ni aun




81


(1) Greg. Naz., Orat. V) infanere Patria.
(•2) di)., t'p. m ad Uornel. Papara.


remotamente: Arolo quemquam in crimine hceresispatien-
tem esse. (Ep. contra Rvfinum.)


Pero el que principal y mas directamente trató este
punto de tolerancia y libertad de cultos fue el célebre San
Agustín, con motivo de la persecución de los donatistas por
la autoridad civil. Oigamos, sin embargo, algunos otros,
para que se vea la conformidad unánime de todos ellos.


Los primeros cristianos se abstenían aun del trato civil
con los herejes. Es bien sabido lo que se refiere de San
Juan Evangelista, que entrando con sus discípulos en un
paraje público donde estaba el hereje Cerinto, se salió in-
mediatamente de allí.


Los mártires Alejandro y Cayo , llevados al suplicio
con unos herejes marcionitas, piden por único favor que los
maten aparte de los herejes, pues ni aun después de ínuertos
querian que su sangre se mezclase con la de ellos.


La virtuosa madre de San Gregorio Nazianceno, llama-
da Nonna, según refiere su mismo hijo (1) , jamás quiso
entrar en casa de ningún gentil , y aun evitaba el pasar
por ellas ó mirarlas. Una parienta suya, gentil, aunque mu-
jer honesta, jamás pudo recabar de la austera cristiana que
la besara, ni aun siquiera le diese la mano.


El mismo exhorta á los cristianos á huir y execrar á
los herejes, no por envidia ni malevolencia, sino mas bien
por compasión y lástima, atendido su miserable estado.


Los que no querian ni aun tratar civilmente con los
herejes, con quienes no podian menos de alternar, ¿serian
partidarios de la pluralidad y libertad de cultos?


El mártir San. Cipriano escribió toda una obra Be
Unitate Ecelesi.ee, en que hay mucha afinidad con la cues-
tión que aquí se trata, y pasajes notables. Prohibe todo
trato civil con los herejes, y en la carta que escribe á San
Cornelio, Papa, le dice (2): DeeUnent auteni <le cadera forti-
ter, et evitent dilectissi mi Fratres nostcl verba el colloquia




82


eorum, quorum scrino ut cáncer serpit... Nulla cum tedi-
bus commercia copulentur, nulla, cum medís convivía
vel colloquia misceantur, simusque ab eis tara separati,
quam sunt itti de Ecclesia prof-agi}


Él mismo confiesa al Papa que le había, dado malos resul-
tados el contemporizar con los herejes á fin de atraerlos, y
que algunos á quienes, al parecer, habia ganado con esta
condescendencia, luego se habían hecho peores (1).


Lo mismo dice San Gregorio Nacianceno que le sucedió
á él, y deben citarse sus palabras, muy notables, para escar-
miento de los que creen atraer á los herejes tolerándolos;
pues si engañaron los apolinaristas á todo un Nacianceno,
¿qué podrán prometerse los que no tienen su gran talento,
esperiencia y virtudes? Ego cum omnium maxime A/polli-
n-istarum cogitai io nern et impietcdem perspcclaní liaberem,
neo ferendam corani audaciam, cernerern, existimabam
turnen fare -ut lenitate mea, mansuetos et 'placidos eos
redderem ac paulañm ernollirem, cuque hoc mihi spe
fingebam : -verum ut apparet illud minime animadverti,
me peiores eos effecisse ac per -internpeslivamhauc philoso-
phianí Ecclesia; detr i mentara. Nec eni-m pmvos homines
lenitas infled.it (2).


San Juan Crisòstomo, al paso que reprueba la persecu-
ción sangrienta de los herejes, opina que se prohiban sus
reuniones y quo se les impida escribir y predicar. Esplican-
do la parábola, de San Mateo sobre la zi zafia, dico así en
una desús preciosas homilías (3) : Domimi s prohibet colli-
gere ziza.niu, no simal forte cum zizaniis herJ>u,m etiam
tritici evellanl : quod dicebat ut bella, el effusionem san-
guinisprohiberet. Nam si trucida.rentur ha--celici al.' rox el,
ir recorte ili id> ile bellum.orbi inferrelur. Non prohibet con-
ciliábulo, híbrcticoram dissipare, ora obstriiere., líber ta-
tem loqaendi concedere, veruni interficere atque truci-
dare.


Il) Cip. Ep. in , Uh. i ad Cornei. Papam.
(2) Greg. Non., tip. v i i ad Olympium.
(3) Homil. iVLVii, in Math.




83
El mismo Santo Padre presentó ya la doctrina teológica


corriente de que los herejes son de peor condición que los
infieles, paganos y judíos , pues aquellos yerran á sabien­
das (1) y estos otros por ignorancia, llegando á decir que
todo hereje es un demonio (¡Arrianus es, crgo diabolus
es!); palabras muy notables, que manifiestan hasta qué punto
llevaba su intolerancia con el error aquel Santo Padre tan
sabio y elocuente como de afabilísimo trato.


No des ocasión de riñas y discordias, dice en otro pasa­
je ; pero en caso que padezca la piedad, trabaja hasta m o ­
rir (2). Quaj tui sitnt officii 'prœsta, nemini dans cuusam
seubelli seudiscidii, si.ee judfeo si ve grœco. Si vero cdicubl
pietatem labefutare videas ne prœponas concordiam ve­
rifati, sed: generosa persistas a/1 mortem.


San León Magno, Papa y Padre de la Iglesia, en la
carta á Toribio, nuestro compatriota, aplaude la conducta
le los príncipes que, lejos de tolerar á los herejes y conce­
der libertad de cultos, antes por el contrario los persiguie­
ron y castigaron, logrando así la conversion de algunos.
Mérito Patres nostri, sub quorum temporil)as hœresis ne­
fanda prorrupit, per tohuib mundum, i iistanter pgere vi
impiwfurot' oh universa Peales ía pelle retar, quandb etiam
principes muncli ità hanc sacrilegam amentiam de testât i
sunt ut auctorem ejus ac pUrosqu.e discípulos legum pu­
blicarum ense prosternèrent. El; profait ista districtio
Ecoles iasfiae lenilati, qvxe ef.si sacerdotal!, contenta, juditio,
cruentas refugit ult iones, se veris turnen Ohrislianomm
Principum constituí ionihus adjuvaiur, dura ad spiri­
tuale nonnumquàm conev.rrunt rerncdium qui firacnt cor­
pomle suppli.cium (3).


Este pasaje es muy importante, no solo por ser clara y
esplícitamente dirigido á la cuestión, sino también por las
circunstancias é importancia del autor, que á la cualidad de
doctoreóme Santo Padre, reúne la de legislador como R o ­


(1) Greg. Naz., in cap. x n , Matk, h o m . x x x .
( 2 ) Ia cap. x i i ad Rom.
(3) Ер. хеш ad Torilium.




84


mano Pontífice y ser de la época mas notable de la Iglesia.
Muchos mas testimonios de Santos Padres pudieran


aducirse, pero no son tan esplícitos y terminantes como los
citados, ni se hace preciso acumular mas (1). Réstanos
solo el presentar la teoría completa que acerca de este
asunto fija San Agustín, á quien de intento se ha dejado
para el último, por ser el que mas de propósito trató esta
cuestión importante.


San Agustín habia sido hereje antes de ser católico.
Cuando vio que los Obispos católicos pedían al Empe-


rador Honorio que procediera contra los herejes, no le pare-
ció bien, ni tampoco el edicto imperial por el que se les
imponía multa de diez libras de oro. (Ley 39 del Código
Teodosiano: De hcereticis.) Pero confiesa él mismo que mu-
dó de opinión á vista de los buenos resultados de aquel
saludable rigor (2). Hé aquí sus palabras : Htzc primitas
mea sententia erat, neminem cid unitatem Ohristi esse
coge ndum, verbo esse cogendum, disputatione pugnandum.
Sed hccc opinio mea non contradicentium verbis, sed d.<:-
monstrantium superabatur exemplis. Legum enhn terror
•'da profuit ut nvvlti dicant.—Gratias Domino qui vinca-
la nostra dirupit.


Esta razón no tiene réplica: está fundada en la espe-
riencia. La disputa hacia á los herejes mas procaces, y,
como sucede en todos los altercados, el amor propio haria
que se insistiera en el error. El hereje vencido en la dispu-
ta, entonces como ahora, modificaría su error, pero raras
veces lo refractaria. Mas un rigor templado y calculado ha-
cia que se salvaran almas que se iban á perder. Concluye,
pues, con estas palabras: Cogvnt enim mullas invenirc
medicinas multorvm experimenta malonim.


(1) Pueden verse en ía obra del P. llivadeneira, 2'rotado de la
Religion y del Príncipe Cristiano, lib. i capítulos x x i v , x x v y x x v i ,
y también á Belarmino, De Controversvii, lib. nr, De laieis, capitu-
lo xv i i r , aunque no aduce tantos como nuestro clásico escritor. Las
citas de San Agustín que se han añadido están tomadas de la t li-
ción de Veneria en 1729, principalmente del tomo n.


(2) Ep. X I . V I I Í . O ' Í Yicentivm.




85


(1) August.'Ep. C L X X X V ad Bonifatíum, según la edición de los
monges de San Mauro de 172!). Ea otras ediciones esta, carta seu
líber de correctione Donidistarum, es la 50. .


(2) Lib. i i , cap. X X I I I contra Petilianum. / V $ V *''.<•
(3) Ep. X L V I I I . f ^


Pasando adelante, amenazaba á los donatistas, conside-
rándolos dignos de pena capital, aunque no la pidiera para
ellos, ni fuese partidario de llevar las cosas á tal estremo.
Si sclúsma fecisli irnpius es, sí impius id sacrilegas mo-
rieris, cptum pro impietate puniris. Nidias vestrum vult
aliquem haireficorum pariré, sed aliter non rneruit habere
pacem domas David nisi Absalon fili-us ejas in bello, quod
contra patrern gerebat, faisset extinctus. Sic Ecclesia Ca-
iholica, si aliquoruní perditione canteros colligit, dolo-
rem raaterni sanat cordis taatorum liberatione populo-
ra-m (1). La Casa de David, dice, no se afianzó sino con la-
muerte del rebelde Absalon.


El mismo, comentando las palabras del Evangelio de
San Lúeas, Compelle -mirare ut irnpleatur domas mea, pre-
senta el ejemplo de San Pablo, obligado por el mismo Cristo
á ser bueno, lejos de tener tolerancia con su error (2).


A esto se me dirá, ó, por mejor decir, se le dirá á San
Agustín, cpie Dios es dueño de las voluntades, y lo era de
la de San Pablo, y, por tanto, que no debe tomarse ejemplo
de estos actos de la Omnipotencia para que los remeden ni
la Iglesia ni menos los gobiernos temporales, harto débiles
para querer asimilarse á Dios.


El mismo San Agustín se formulo este argumento (3).
y lo respondió: Ubi est quod isti clamare consueverunt 11-
berum est credere vel non creciere (el mismo argumento á
favor de la libertad que se hace ahora). ¿Cai vira Chrislvs
intulit: quera coegit/ Ec.ce habent Paulum, Apostolnm.
Agnoscant in, eo priüs cogentem Chr'mtnm, et postea do-
ce ntem, pri-ús concítate et postea verbo verileáis consola n-
tern.


Y añade en seguida, una observación curiosa acerca de
la conversión forzada de San Pablo: Mirum est autem quo-




8G


(1) August. Ep. C L X X X V , alias 50.
(2) L ib . i i , cap. L X X X I I I contra Petilian.


modo Ule qui pcena corporis ad Evangelium coactas in-
travit, plus illis omnibus qui solo verbo vocali sunt in
Evangelium laboravit.


Aunque en este pasaje no habla San Agustín de la li-
bertad de cultos, establece el principio de la intolerancia
con el error y la conveniencia del castigo en algunos casos.
Lejos estaba de admitir el principio de igualdad, ni aun el
de libertad en mateiia de cultos, el que sentaba como con-
venientes la restricción y el castigo.


El principio de desigualdad, de represión del mal, de li-
bertad solo para el bien (que es la base fijada en el párrafo
I." ríe este Tratado), lo consigna en estas precisas y oportu-
nísimas palabras (1) : Ad fidem nemo cogendus est, sed
perfidia casiiganda est. Mores optimi libértate voluntaiis
eliguntur: tamen mores 'pessimi legis iutegritate puniun-
tur. Qucc, igitur adversas hcvreticos leyes constituuntur
non per eas bcnefacere coguntur, sed malefacere prohi-
bentur.


H é aquí la teoría do la libertad magníficamente espli-
eada, según la doctrina católica: libertad para hacer el bien:
pero al que obra mal, como que abusa de la libertad, se le
reprime en esta parte y se restringe su acción.


Aun avanza mas en la carta á Parmenion, pues mani-
fiesta que esto rigor corporal y temporal es útil á los he-
rejes mismos, pues viene á ser una amonestación de Dios
para que no pierdan sus almas (2). Jaste hceretici patiun-
tur, cum ex altissimo Dei prassidentiset ad carendum (eter-
niti fi ignem talibus fiagellis admonerdis jadicio paíiun-
tur, et meritò criminum et ordine potestutum.


Si la ley persigue á los envenenadores de los cuerpos,
¿podrá dejar impunes á los envenenadores de las almas y de
las inteligencias, y á los que causan en la Iglesia sedicio-
nes y rebeliones, mas perjudiciales á veces que las civiles?
Cùr in venéficos vigorem legum exerceri juste fatentar, in




87


(1) August., contra Petilianum, lib. u, cap. x x m .
(2) Contra l'armeniamim, lib. i, cap. v u .
(3) Negotium est hœreticis non ethnicos convertendi, sed nostros


everlendi: liane magïs gloriam captant si stantibus ruinant, non si
jacentibus elevationem opereniur. (TertuL, in proscript. hasret.J


hcereticos autem atque schismcdicos indias dissensiones
nolunt fateri, cum in eisdem iniquitaivs fruetibus aucto-
ritate Apostólica numerentur (1).


Si hay verdadera fe, es imposible que deje de sentirse la
pérdida de tantas almas como ocasiona la herejía. Se com-
prende que el hereje no sienta esternal; pero ¿puede dejar
de sentirlo la Iglesia? ¿Pueden dejar de sentirlo todos los
que tengan verdadera fe y estén animados del espíritu de
la caridad cristiana y del deseo de la salvación espiritual
de las almas? Por mucho que se reprima á los herejes, por
mucho que se les haga padecer, nunca, según San Agustín,
equivaldrá esto, ni con mucho, al inmenso mal que ellos ha-
cen: Kihil tale patiuntivr hteretici quale faciunt; nisi
guia hominum multitudo non in corde cor habet, sed in
ocidis. Na,m, si sangu/is exit de carne mortali, quisquís
aspicit horrescit. Si ¿o pace Ghrisli p/raieisw animen in
hmresis sacrilegio moriuntur, quia non videliir non plo,n-
gilur (2).


Esta misma razón de la pérdida de las almas echaba en
cara Tertuliano á los herejes de su tiempo, diciéndoles que
los Apóstoles resucitaban muertos, y ellos por el contrario
mataban á los vivos. Según aquel, los herejes de su tiempo
hacian lo que practican hoy dia los misioneros protestan-
tes : no sirven para convertir infieles, pero sí para arrui-
nar á los católicos débiles (3).


El mismo San A<nrstin nos da el origen histórico del
policultismo después del triunfo del Evangelio. Según San
Agustín, Juliano el Apóstata es el primer librecultista, y,
á la verdad, los partidarios de ese error no deben lisonjear-
se ole su noble alcurnia. Manifiesta las malas tendencias de
aquel primer librecultista, y á la libertad de cultos, que
concedió, la designa con las gráficas palabras de libertad, de




88


(1) August. De fide et operibus, capítulos ni y v.


perdición. Helas aquí tomadas de la epístola C L X V I , ya c i -
tada: Julianus desertor Chrvíti et iiiimicus B\ERETICIS
LIBERTATEM PERDITIOXIS permissit, et tune Basílicas hcere-
ticis reddidit quando templa dcemoniis, eo modo putans
christianum nomen posse per iré de terris si unitati Ec-
clesice, de qua lapsus fuerat, invíderet, et SACRILEGAS DXS-
CÜSSIONES LIBERAS esse permitteret,


Estas palabras de uno de los cuatro grandes Padres de
la Iglesia, profundo filósofo y escritor contemporáneo , pues
alcanzó siendo joven á los sucesos que narraba, no son para
olvidadas. Se ve que San Agustín no descuidó ni aun la
parte histórica de su doctrina, y manifestó el objeto y ten-
dencias de la libertad de cultos.


Para completar aquel Padre su teoría contra la tole-
rancia de los herejes y libertad do cultos, distingue el caso
de necesidad en que, para evitar mayores males y efusión
de sangro, sea preciso tolerar los herejes, del otro caso en
que sin necesidad y por galantería se los proteja, y, l oque
es peor, equiparando el error á la verdad. Comentando aque-
llas palabras "Auferte malum ex vobis ipsis," dice (1):
Nos ad sanara doctrinara pertinere arbitramur, ex utris-
que testimordis totam senté alia ra moderar i, ut et canes in
Ecclesia foleremus , et amibas sanctwm, ubi pax Ecclesice
tuta est, non deraus.


Tenemos, pues, en las obras de San Agustín un sistema
completo con respecto á tolerancia y libertad de cultos,
basado en la Sagrada Escritura, la razón, la política y la
historia, ó sea la esperiencia.


San Agust ín , hereje maniqueo convertido al Catolicis-
mo, á pesar de ver los escesos y barbarie de los donatistas,
no os de parecer de que se les persiga por el Estado y se
les impongan penas temporales.


Los Obispos de África disienten de di, acuden al Empe-
rador; este persigue á los herejes, les impone gruesas mul-
tas y otras penas : cálmanse las turbulencias, vuelven mu-




89


chos donatistas á la Iglesia, y no pocos de ellos, que esta-
ban intimidados por los mas fanáticos, se muestran católi-
cos fervorosos. Sálvanse muchas almas que se hubieran per-
dido en el error, y á vista de estos felices resultados , San
Agustín muda de opinión, y sostiene que, no solo no debe
tolerarse á los herejes y permitir su culto , sino que debe
prohibirse este, prohibirles su propagación de palabra ó
por escrito, y castigarlos con penas temporales y corpora-
les, pero sin efusión de sangre, aunque en rigor eran dignos
de pena capital.


Principia por advertir que Dios, á pesar de haber dado
al hombre su libre albedrío, hay casos en que le saca del
error y le trae á la verdad con saludable coacción, como
hizo con San Pablo, cuya conversión admira. El Apóstol
por antonomasia Labia sido rabioso perseguidor do la,
Iglesia.


Esto no debe estrañarse, porque aunque el hombre es
ser libre, se le da la libertad para hacer el bien, no para
que opte por el mal; pues si abusa de la libertad, se le
quita. Como que los herejes abusan de su libertad optando
por el mal, la represión tiene por objeto el que no hagan
mal, ya que no se deciden á obrar bien. Esta represión no
es activa, sino negativa ó prohibitiva. Lógrase con esta re-
presión el que ellos á veces vengan ó vuelvan al camino
del bien , y que no se pierdan otras almas, que de lo con-
trario quizás se perderían.


Si supiéramos lo que vale un alma, si tuviéramos ver-
dadera fe, no estrañaríamos que se tomasen precauciones
contra los que las envenenan y pierden, y, por el contrario,
deploraríamos aun la pérdida de una sola, por dejar liber-
tad y proporcionar ocasiones para el mal. Si no se deja en-
venenar y matar los cuerpos, ¿por qué se consiente y to-
lera el envenena:' y matar las almas?


Pero cuando el mal ha llegado á tomar grandes pro-
porciones , cuando ya no se puede arrancar la zizaña sin
temor de que padezca el tr igo , cuando los herejes son en
tan gran número que ya no es posible reprimirlos sin gran




90


(1) El mismo P. Billuart, belga, espositor de Santo Tomás, cu-
ya obra prevalecía en la Universidad de Alcalá de Henares en los
últimos años de su existencia, y por el que se preparaban los gra-
duandos en teología, dedica muy pocas líneas, y como de paso, á
esta grave cuestión.


riesgo, preciso es tolerarlos por evitar mayores males; pero
sin que por eso haya de equipararse el error á la verdad,
ni pueda un católico hacer la bajeza de tenerlos por
iguales.


Hé aquí un sistema completo de tolerancia, que es el
mismo que sigue la Iglesia en su doctrina, como la ense-
ñan los teólogos; y en la práctica, como la prescribe el De-
recho canónico, según vamos á ver en los dos párrafos si-
guientes.


§. 19. La libertad de cultos bajo el aspecto teológico.


N o me cansaré en registrar numerosos volúmenes de
teología, trabajo pesado y de resultado escaso. Los policul-
tistas y libre-pensadores, los protestantes y los judíos no
hacen caso de los teólogos, y aun se ríen de ellos. No con-
siste en reir, sino reír el último. Dios tiene ofrecido á estos
burladores reírse de ellos algún dia. Ego quoque in ínter ¿tu
vestro ridebo.


Pero los católicos no pueden burlarse de la doctrina de
los teólogos ; y siéndolo algunos de los librecultistas, según
ellos dicen, citaré un solo teólogo; el padre de la teología
escolástica, Santo Tomás de Aquino. En esta argumentación
hay un encadenamiento lógico y itiguroso. Los teólogos si-
guen á Santo Tomás de Aquino, como este sigue por lo co-
mún á San Agustín, y San Agustin á San Pablo. Es una
especie de continuación de doctrinas. Oyendo, pues, á Santo
Tomás en esta cuestión, oimos el sentir de casi todos los
teólogos que han tratado este punto, en el cual, por cierto,
no han solido detenerse mucho, y como la gravedad del caso
exigia (1).


Tiene ademas una ventaja Santo Tomás. No se lo puede




91


(1) Summa, totius Theolor/ice, I?.a, 2 . « , qwxü. x y xi.
(2) Ibidem, qucest. x, art. 5.°


neo-ar, ni le niegan generalmente los enemigos de la Iglesia,
un gran saber y erudición, ingenio claro, honradez y can-
dor (los católicos la elevamos al grado heroico), y el ser un
hombre enciclopédico y profundo filósofo, habiendo logrado
depurar de sus errores la filosofía platónica y la peripaté-
tica, dándoles un nuevo giro mas conforme á los adelantos
de las ciencias, de la razón humana-, y sobre todo del Ca-
tolicismo.


Los elogios de Santo Tomás se registran aun en los mis-
mos protestantes de buena f e , y no son raros entre ellos.
Como teólogo y filósofo del siglo x i n , el mas ilustrado de
toda la Edad Media, anterior á Wicleff y Lutero , no les
inspira las antipatías que los teólogos posteriores, siquiera
le recusen (claro está) en las cuestiones que con los católi-
cos discuten.


Santo Tomás, en la sección 2. a de la 2. : l parte de la
Suma Teológica,, que llamamos 2.a 2.a, aborda la cuestión
de libertad de cultos, tratándola con la claridad, precisión
y maestría que él acostumbra (1).


Principia por distinguir tres clases de infieles: unos que
recibieron la fe, otros quenada sabían de ella. En este caso
están los infieles ó paganos, y hoy los chinos, japoneses é
indios, que no han oido ó no han aceptado aun el Evange-
lio. En la segunda están los judíos que recibieron la verdad,
pero solo en figura, y en tercero los herejes, que siendo
bautizados y teniendo en su mano el Evangelio, no quieren
adherirse al Catolicismo.


Quia aut renititur jidei nonciúm susceptee, et talis
injulelita* ed paganorum sive gentilium. Aut renititur
jidei crhistiunffl susceptre, et hoc in figura, etsic est injide-
litas judjeorum, vel in ipsa rnanifedutione veritatis, et
sic est injidelitas hcereticoruin. Urule in generali possunt
assignari tres pntdictw species infidelitatis (2).


En esta clasificación, la herejía es mas repugnante á la




92


Iglesia que el judaismo, y el judaismo que el paganismo;
porque el hereje es mas criminal que el israelita, y este que
el infeliz idólatra.


Hecha esta clasificación, pregunta si los infieles deben
ser compelidos para abrazar la fe, si se puede comunicar con
ellos, esto es, con los paganos y judíos; si pueden mandar
sobre los fieles, y si deben ser tolerados sus ritos (1).


Pasa luego á tratar acerca de la herejía ó infidelidad:
prueba en un artículo que la herejía es también una infide-
lidad, y aborda la cuestión de la tolerancia de los here-
jes (2). Trata, pues, clara y metódicamente ambos puntos.


Con respecto á los primeros, establece que á los judíos
y paganos no debe obligárseles á abrazar la fe, porque el
creer es cosa voluntaria (qukt creciere voluntatis est). Pero
siempre cpio se pueda se les debe impedir que no blasfemen,
rpie no impidan las cosas de fe, ni con malas persuasiones,
ni menos con persecuciones. Por ese motivo los católicos
tienen muchas veces que hacer guerra contra infieles, no
para que estos se conviertan, sino para que no impidan la
fe de Cristo. Mas con respecto á los otros infieles que han
recibido la fe, y la profesan, como son los herejes y los
apóstatas, establece contra ellos un principio represivo. Et
tales sunt etiam corporaliter compellendi, ut vrapleant
quxxl promisserunt et teneantquod semel misceperunt.


Funda en seguida esta doctrina en la de San Agustín,
ya espuesta, que dice haber mudado su opinión en esta
parte, y otros pasajes de aquel Santo Padre (3). Se ve , pues,
que ya Santo Tomás sienta aquí un principio diametral-
mente contrario á la libertad de cultos.


En el art. 9." prueba que no se debe comunicar con los
infieles, y, sobre todo, cuando haya temor de pervertirse y
corromperse con su trato, y aun menos con los herejes y
apóstatas que con los paganos y judíos ; teniendo con res-
pecto á los primeros la tal incomunicación el carácter de


(1) Summa, 2.* S.te, quetú. x, artículos 8.", 9.", 10 y 11.
(2) Ib'ukm, quecst. XI, art. 3.°
(3) Ibidem, queest. x, art. 8."




93


castigo, que no tiene para con los segundos, sino de mera
precaución.


Entra en la cuestión de la superioridad de los infieles,
y la obediencia que los católicos les deben, y pasa en se-
guida á otro punto mas conexo con nuestra cuestión, pre-
guntando si deben tolerarse los ritos de los infieles: Utrum
infidelium ritus sint tolerandi.


Este precioso artículo debe ser copiado íntegro, como
síntesis de la teología respecto á esta cuestión de libertad
de cultos. Después de formular los argumentos contra su
tesis, resuelve que los ritos de los infieles deben ser tolera-
dos, fundándose en la Dist. 45 del decreto de Graciano,
por la cual se permite á los judíos continuar las festivida-
des y ritos recibidos de sus padres, y de que tenían pres-
cripción, Decretal que se esplicará en el párrafo siguiente.
En seguida añade:


Itespondeo dicendum quod humanum régimen deri-
vatur á Divino regimine et ipaum debet imitari. Deus
autern qvximvis sit omnipotens et summe bonus permití i t
tamen aliqua malafieri in universo, quce prokibcreposset,
•ne eis sublatis, majova bona tollerentur, vel etiam pejoiu
mala sequerenlur. Sio ergo et in regimiiie humano illi
qui prwsunt recle aliqua mala tolerant, ne aliqua bona
impediantur, vel etiam ne aliqua mala pejora incurran-
tur ; sicut Auguxtinus dicit in lib. I I , De Ordine (cap. iv ,
úrea med. tomi i). "Aufer meretrices de rebus humania,
ttirÍKiveria omnia Mbidinibus.» Sic ergo, qu.amvi-s infideles
in suis ritibus pcccent, toleran possunl, vel propter al i-
quod bonum quod, ex eis provenit, vel propter aliquod,
malum quod vitatur.


Ex hoc autem quod judmi ritus suos observant, in,
quibus oltm prafiyurabatur ve-ritas fidei quam tenemus,
hoc bonum, provenit, quod testimonium.fidei nost.rfB ha-
bemm ab hostibws, et quasl in figura nobis representada, r
quod, credimus. Et ideo i», suis ritibus toleranlur.


Oigo aquí á los li'orecultistas batir palmas con júbilo, y
esclamar llenos de alborozo:—Santo Tomás está con nos-




94


otros: el Ángel de las escuelas es librecultista. Él mismo
se propone si deben tolerarse los ritos de los infieles, y se
responde afirmativamente. Él mismo resuelve que la doc-
trina de la libertad de cultos no es absoluta sino relativa.
Que hay casos en que de esta libertad se podrá seguir un
bien, y otros en que se evitará un grave mal, ó quizás gra-
vísimos males. Que, aun cuando en los cultos anticatólicos
haya mal y haya error, Dios también tolera el mal y los
errores; y los gobiernos católicos, que deben asimilar su
gobierno al de Dios, no han de ser mas Divinos, por de-
cirlo así, que el gobierno Divino, ó del mismo Dios, que,
pudiendo evitar esos males y esos errores, los tolera por
sus altos fines. No se debe estudiar la cuestión en abstracto,
sino en concreto; no en absoluto, sino con relación al país
y á las circunstancias. Tienen, pues, razón los políticos
para decir (pie en esta cuestión son ellos los que han de
resolver, y no los teólogos.


Mis lectores me dispensarán que haya cortado el artícu-
lo de Santo Tomás, y, sin concluirlo, procedido á formar un
argumento. Preveo que estos párrafos serán mutilados en
mas do una ocasión, y que los policnltistas abusarán de
ellos. Esa táctica es muy común hoy dia: por eso quiero
presentarla de antemano para que no sorprenda. Se toma
un autor, se desglosan de él unas cuantas cláusulas, ó qui-
zás breves frases, y se presenta aquello como síntesis de su
doctrina. La cita es cierta, porque el autor dice aquellas
frases; pero no es cierta, porque no las dice en el sentido
en que se dicen.


En primer lugar, Santo Tomás habla de tolerancia y
no de libertad. En el cap. i, párrafo 12, se probó ya que estas
cosas eran muy distintas, y entonces se adelantó ya esa
idea, que so ofreció probar con la doctrina de San Agus-
tín y Santo Tomás. Helas aquí las dos. He aquí compro-
bado cuanto allí se dijo. La religión falsa es la prostituta
á la cual no se da libertad, sino que se la tolera. San Agus -
tín es quien Jo dice. Si el ejemplo ofende, cúlpese á San
Agustín ; él es quien ofende. Santo Tomás, ángel por su




95


pureza, ángel por sus escritos, acepta la doctrina y el ejem-
plo de San Agustin. ¡Fuera hipócritas y fariseos! ¿Queréis
ser vosotros mas puros que el Doctor Angélico?


H(5 aquí, pues, deshecho el encanto. Santo Tomás no
habla de libertad de cultos, sino de la mera tolerancia de
ritos de algunos infieles, reconociendo siempre la bajeza, la
inferioridad, la malicia intrínseca de estos. N o solamente
no los iguala, sino que los pone á gran distancia, manifes-
tando que la infidelidad, cual prostituta, debe guardar la
distancia conveniente de la madre de familias y de la don-
cella honrada y pudorosa. Ni una vez siquiera usa la pala-
bra libertad: la interrogación misma habla de tolerancia:
Utrura infideliura ritus sint tolerandi ? Esta toleran-
cia puede reducirse á la mera libertad de conciencia, al
culto privado y domestico, al culto sin sacrificio, sin pro-
paganda, sin publicidad, limitado á un barrio y sujeto á
restricciones, como el dé los judíos en R o m a , según vere-
mos luego. Allí los judíos no tienen libertad de culto: es-
tán tolerados, meramente tolerados, por las razones que
Santo Tomás indica. A la verdad en Roma, centro del Ca-
tolicismo, donde son inofensivos, el Getho es un asunto de
estudio, es una cosa monumental, conservada allí como el
arco de Tito, cerca del Foro.


¿Cómo habia de admitir Santo Tomás la libertad de
cultos, ni menos con igualdad absoluta, cuando prohibe el
trato con infieles, cuando niega que estos deban mandar en
los católicos, y cuando en otro artículo, que luego se citará,
no admite con respecto á los herejes ni aun tolerancia, y
los juzga acreedores á la pena capital?


No se engrían, pues, los librecultistas con el párrafo de
Santo Tomás que citado queda. Oigan el resto del artículo,
y luego otro de la cuestión siguiente:


Aliorum vero infidelium ritas, qui nihil veritatis aut
ntilitatis afferuat, non sunt aliqucditer tolerandi, nisi
forte ael aliqaod raalum vitandum, scilicet ad vitanehim
scandalum vel dissidium, quod ex hoc posset provenire,
vel irapedimeatara saluiis eorwm, qui paulañm sic tole-




96


rati convertuntur ad Jidem (1). Propter hoc enim etiam
hcereticorum et paganorum ritus aliquando Ecclesia to-
hravit, qiiando eral magna infidelium multitudo.


Et per hoc patet responsio ad objecta.
Se ve, pues, cpie Santo Tomás sienta una doctrina ab-


soluta : que al error no se le debe conceder libertad ni
aun tolerancia. Que si esta se concede es por una escepcion
que reduce á los casos de guerras intestinas y escándalos
por ser muchos los herejes, y por la esperanza de lograr
su conversión. Pero estas escepciones afianzan la regla
(exceptio firmat regulam), y la regla general que da, es,
"cdiorum vero infidelium ritus, qui nihil verítatis aut
utilitatis afferunt non sunt aliqualitér tolerandi."


Es la doctrina neta de Santo Tomás, que no halagará
mucho á los librecultistas. Lo demás es erigir la escepcion
en regla, lo cual es absurdo.


Según queda ya indicado, y vamos á ver, Santo Tomás
sienta en la cuestión siguiente una doctrina de represión y
no tolerancia contra los herejes, y por dos veces los declara
dignos do pena capital : tan lejos estaba de concederles la
libertad de cultos y ser partidario de ella, cuando ni aun
su existencia consentía, salvo los casos llamados de escep-
cion. En efecto, á la cuestión "Utramhcereticisint toleran-
di,* después de formular los argumentos en sentido afirma-
tivo, responde negativamente, fundándose en la doctrina
de San Pablo (ad Titwm S) hcereticum hominern post pri-
mean et secandam correptionem. (levita, scienn qu-ia sub-
veram ed qui huj-usmodl ed.


Respondeo dicendum quod. circa heréticos dúo sunt
consüUranda: unurn quidem ex parte ipaoriun, aliad
•vero ex parte Ecclesiw.


Ex parte quidhn ipsorum est •peccatum per quod


(1) Tal sucedió, por ejemplo, en España con la tercera parte
de moriscos que se permitió quedar en el país, la CCHI lentamente
se fue convirtiendo al Catolicismo, sin que hoy dia haya ningún
morisco en los países donde quedaron, á pesar de qtn !a civilización
y cultura de aquellos territorios toncan todavía algo de árabes en
algunos puntos de las Alpujarras y Valencia.




97


meruerunt, non, solàm ab Ecclesìa per excommunicatio-
nem separavi, secl etiam per mortem à mundo excludi.
Multò enim, graviùs est corrampere /idem, per quam est
ánimos vita, quam falsare pecv/niam, per quam temporali
vita} subvenilur. Undè si falsarli pecwnim rei adii ma-
lefactores statini per saculares principes juste morti tra-
dii ntu.r, mullo mugís hceretici, statini, ex quo de hceresi
convincnntur, possimi non solami excommunicari, sed et
juste occidi.


Ex parte aidem Ecclesia; est misericordia ad erran-
tium conversionem. Et ideò non stativi condemnat, sed
post prima-m et sccundum correpiionern, ut Àpostolus
docet: postmodàm veri), si adhùc pertinax inveniatur,
Ecclesia, de ejvs conversione non sperati», aliorum saluti
providet evui ab Ecclesia separando, etiam oh excornmuni-
catioìiis se identiam ; et ulterius relinquit cu ni juclici sce-
culari à mundo extermi'no.ridiim per mortem. Eicil enim
(Hieroìi. super iliaci, Galat., f>.): Modicum fermentarli et
habetur 2/f q. í'.1, can. 1G. Resecando su ni •putrida', car-
nes, et scahiosa ovis à caulis repellen da ne tota dornus,
massa, corpus et pecora ardeant, corrumpantur, pndres-
cant, interra ut. Arrias in Alexandria una scin4illa fuit,
sed quoniam non, statini oppvcsms est, totani orbem ejus
fiamma populada est.


Al argumento sacado rie San Pablo (1), en que encarga
á los católicos molestia y mansedumbre para procurar su
conversión, responde que la Iglesia cumple con ello cuando
los amonesta una y otra, vez, según la doctrina del mismo
Apóstol arriba citada.


Decia también este que las herejías eran convenientes
para, probar á los buenos (2): Oportei ho-rcscs esse, ufetc/ui
PROTRILI S'iiP -neri, if's!I finnt in vobis. Responde á esto
muy oportuna.nente que los herejes no Uevuu por objeto
probar la fe, si'.'.o corromperla; y que el bien que pueda re-
sultar de la constancia de los fieles no quita para que su


( 1 ) 2 ' l sui Tiv.nt. 2.
(•>) 1. a 0,1 <:.;,: ¡ 1 .




98


(1) 1.'' ad Car., a r t . 4..


intención sea dañada, por lo cual se les debe castigar á
ellos por sus malos conatos, y no absolverlos por ese bien
providencial (pie sin querer ellos resulta.


Finalmente, al esplicar la parábola de la zizaña, dice
que una cosa es la escomunion que sirve para sanar, y otra
la estirpacion, ó la muerte, que es para evitar la propaga-
ción del mal. No se desarraiga la zizaña cuando de ello se
siguen graves males al trigo, esto es, á los buenos, que pe-
recerían á vueltas de los herejes. Pero si puede desarraigár-
selos sin perjuicio de estos, debe hacerse como queda dicho.
S¿ tarnen totaliter erad. icen, tnr per ia.ort.eni lueretiei; non
eM etia/m, contra mandataní Bomini.


Aun á los relapsos en la herejía los considera dignos de
muerte, y así lo dice en el artículo siguiente (1). Et ideó
vlterius redeuntes recipiíüitur cpddem adj pienitenliain
non tarnen ut liberentur d senterdia mortis.


Tros veces declara Santo Tomás á los herejes dignos de
pena capital. Véase, pues , si quien opinaba de esta manera
hubiera propendido á conceder á los protestantes en su
tiempo la libertad do cultos.


Nadie debe estrañar esta opinión en una persona tan
bondadosa y dulce de carácter como Santo Ti unas. La glo-
ria de Dios, el bien de las otras almas , el horror al pecado
influían en él sobre las ideas de sentimentalismo y falsa
filantropía. Esta doctrina no era solamente de Santo T o -
más y del siglo XIII: era la de San Fernando, su coetáneo,
que llevaba la leña para quemar á los albigeiisos; era. la de
San Luis, la de todos los de su siglo. Era la pena (pie se
aplicaba, aun á los monederos falsos y á otros por delitos ci-
viles y de sensualidad nefanda.


No era solamente ¡a doctrina católica y del siglo X 1 I T :
era también la del siglo x v i y la doctrina de los herejes
mismos. Era la doctrina de Calvinn cuando en la. plaza de Gi-
nebra Uacia quemar al español Servet por negar el dogma de
la Trinidad, y la (pie por escrito defendieron tanto el como




99


(1) Vóase el Ciitálugo de esjritovjá al final, en les apén Jicos.


Teodoro Beza, en cuyas plumas esta opinión era un diarsismo.
Si hoy dia no se sigue esta opinión entre los autores


católicos, es porque la sociedad civil no prodiga ya la pena
capital como en la Edad Media, y la Iglesia distingue entre
la jvMieia de la pena y la aplicación de olla: reconocien-
do que la herejía es un delito gravísimo y digno de pena
capital en los apóstatas, con todo no cree ya conveniente
la aplicación de la pena, y la misma Iglesia Romana siglos
há que dejó de imponerla.


No citaré aquí mas teorías teológicas, pues presentada
la doctrina de Santo Tomás, so escusan las de los teólogos
posteriores. No dicen tampoco mucho mas que él, y por lo
común dicen mucho menos.


El 1J. Alfonso do Castro, Zamorano, en su obra De justa
k<e retirar uní pun'dione, escrita en tiempo del Emperador
Carlos Y, á mediados del siglo XVI, deja intacta ia cues-
tión, y en sus doctrinas tirantes y absolutas , ni aun hace
las escepciones quo presentan San Agustín y Santo Tomás.
La proposición de tolerancia de cultos la califica de Max-
ferna, pero no da las pruebas.


El Dr. Estapleton , inglés, en su obra Promptaariwin
(Jatlt-olicura, no presenta mas doctrina que la do los cita-
dos Santos.


El P. Carlos Renato Billuart, dominico belga del si-
glo xvit , le datan poca importancia , quo solamente le de-
dica un ligero píírraib.


El Cardenal Gotti, en su obra De cera Reileylonc, ni
aun presenta l a cuestión.


Mas este L i s a m e n t e la trató el Cardenal Belarmino en
sus Contloeershts (¡ib. m, De laicis, cap. xvi l l ) , y después
do él nuestro clásico Rivadeneira, en su preciosa obra titu-
lada Tndad-o de la líe! i ¡/ion, y del príncipe cristiano, obra
importantísima, y por desgracia poco conocida en España,
pero mucho en el estranjero, pues mereció ser traducida
al latín í I). De este escritor se han tomado varios de ios




100


testimonios de los Santos Padres citados en el párrafo ante-
rior, y aun pueden verse en él algunos otros que se omitie-
ron por brevedad y por no parecer tan concluyentes.


El P. Perrone combate la tolerancia religiosa ( 1 ) , pero
deja á un lado la civil, objeto de este tratado , pero que no
lo era de una obra de teología, sino mas bien de Derecho.


Lamennais escribió sobre el indiferentismo en materia
de religión, materia muy conexionada con esta de la liber-
tad de cultos ; pero trató aquel punto como filósofo y polí-
tico, mas bien que como teólogo.


A la verdad , los antiguos teólogos no podían figurarse,
ni aun remotamente, que en países católicos llegara á po-
nerse esta cuestión en tela de juicio, y que llegara un siglo
en cpie los católicos se mostraran tan condescendientes,
propicios y benévolos con los herejes.


A las razones teológicas ya presentadas, pueden aña-
dirse otras, que se ampliarán al hablar de la moral ; ta-
les son:


1.° La pérdida de muchas almas por el contagio de los
protestantes, que esplotan el hambre y las privacipnes de
algunos desvalidos, y por i:iedio de escuelas mixta*.


Ü.° Que el mal cunde mas que el bien si no se reprime,
y la espe'iencia enseña que la libertad de cultos hace apos-
tatar á muchos católicos débiles, que de otro modo quizás
se hubieran salvado.


Que la lenidad con los herejes solo sirve para en-
greírles y hacerlos mas osados, pues, semejantes á la cule-
bra, muerden al mismo que les dio calor, y llega un dia en
que quieren igualarse con el Catolicismo, y luego superarlo
y aniquilarlo.


4.° Que la esperiencia acredita que la herejía cunde con
la tolerancia. Durante el tiempo que estuvo revocado el
edicto de Ñau tes por Luis XJY, llegó á quedar el protestan-
tismo casi cst intuido en Fnuicia; poro durante las orgías de


(1 ) Tomo i De vera Rdijioue. ¡.'irs posterior i: propos. xii, toleran-
tia re(i',::»jt tít i'MjÁa et abaunfa : pág. 2 6 5 d e la edición de París
d e 1S-J2.




101


(1) No se estrañe esto. Véase la francmasonería ilustrada por
Clavé, pág. 380 : en ella hay una lámina en que se representa al
duque de Chartres, hermano del Rey, estableciendo una logia den­
tro de un monasterio.


la regencia de Orleans, que se cree era francmasón (1), volvió
á tolerarse á los protestantes; se aumentaron y adquirieron,
gran importancia favorecidos por el partido que so llamaba
filosofía). Lo que sucede hoy dia á los católicos de Bélgica,
donde tanto terreno ha perdido el Catolicismo desde 1830
acá, es otra prueba de esta verdad y do la certeza de la
máxima evangélica: Modicum fermerdam lolum massam
comanpit.


Veamos ya las doctrinas y disposiciones de la Iglesia
sobre libertad de cultos, principalmente desde el siglo Х Ш
hasta el presente, y oigamos la voz de los Concilios y de
los canonistas que vienen á continuación do la doctrina de
San Pablo, San Agustín y Santo Tomás.


§. 20. La libertad de cultos bajo el aspecto canónico.


Seria también muy fácil, pero impertinente, acumular
aquí muchas citas do Concilios generales y particulares, y
disposiciones pontificias contra el culto público de los in­
fieles. Por lo que hace á las particulares de España, se con­
signarán mas adelante, cuando se trato esta cuestión rela­
tivamente á nuestra patria, bajo el aspecto histórica. Por
ahora nos concretaremos á las disposiciones del Derecho­
común, contenido en las Decretales.


Según la doctrina teológica (pie se acaba de manifes­
tar, miran estas como menos criminales á los paganos (con
cuyo nombre entienden á veces á los musulmaues) que á
los judíos, y á estos que á los herejes. Para los primeros
tienen alguna tolerancia, pero ninguna para los segundos;
bien es verdad que los herejes entonces eran mas bien
apóstatas, pues no habia llegado á ser la herejía un mal
crónico, cual lo es hoy dia después del protestantismo, que
infestó muchos paises y grandes territorios, por siglos y




102


generaciones enteras, cnyos individuos, no saliendo del
pais infestado, nacieron y murieron en el error, sin oir ha­
blar del Catolicismo sino con el mayor vilipendio y como
doctrina detestable. Con todo, ya antes de aquel tiempo el
arrianismo habia sido herejía permanente por mas de tres
siglos y estendida por naciones enteras.


El tít. vi, del lib. v de las Decretales habla de los judíos
y sarracenos, y de sus siervos y sirvientes. Aunque enton­
ces vivían mezclados con los cristianos, y los mudejares
de Castilla y los exaricos de Aragón tenían sus aljamas
con arreglo á las capitulaciones, y los judíos sus sinagogas,
con todo , ni en España id en los otros paises donde vivían,
gozaban de libertad de cultos, y sí solo de mera tolerancia
según queda dicho. Su condición no era igual á la ele
los cristianos; vivían en barrios aparte, que en España se
llamaban morerías y juderías; no tenían participación en
los concejos, no podían obtener cargos públicos y destinos
civiles sino sobre los de su religión; para recaudar las con­
tribuciones que arrendaban se les obligaba muchas veces á
valerse de cristianos; no podían predicar públicamente su
religión, hacer prosélitos, circuncidará los cristianos, ni
blasfemar del Cristianismo. Aun en sus sinagogas y mez­
quitas se les prohibía hablar mal del Cristianismo, y por
un edicto de D. Jaime I I se les confiscaba los libros que
hablaban contra nuestra Santa Religión. Si á esto se llama
libertad de cultos, en verdad que los librecultistas se con­
tentan con poco en materia de libertad: yo solamente la
llamo libertad de conciencia, no de culto, pues este no era
l ibre ; y como era solo para una clase y restringida á ella,
su nombre fénico era mas bien tolera/,)cía.


El Concilio de Letran escomulgaba á los cristianos que
sirvieran á moros y judíos, y aun á los que vivieran con
ellos.


Jud/ei sive sarraeciid ñeque sub (deudorиm pueroruru
'••uorum obtentu, пес pro servítio пес alia qxml'Mt сайт
Chriei lana manen pía in domibus suis pennittantur ¡uibere.
Exeommu nieeedur av.te­m qv. i cura eis ргшащтпiti luibi­




103


ta/re (1). Manda en seguida proteger á los que se conviertan,
y que no se los haga de peor condición que cuando vivían
en el error. Prohibídseles ademas á los judíos tener abier-
tas puertas ni ventanas el dia de Jueves Santo. (Ibid., ca-
pítulo tv.) Igual disposición se repite en el cap. xv , donde
ademas se dispone que tanto los moros como los j udíos lle-
ven una señal por la que se les distinga de los cristianos.
StatvÀonus ut tales utr lasque sexus in ovini christia/ao-
rain 'provincia et orimi tempore qualitate hábil as publiée
ab aliis popalis disti nguo/ntur.


Esta disposición fue mandada cumplir en España, lo
mismo en Aragon (pie en Castilla, lo que dio lugar á las
divisas y á los moros llamados de divisa (2).


Pero la disposición mas notable es la relativa á las si-
nagogas y á los cementerios y ritos de los judíos.


S i cut legalis def'fiuitio Judiaos novas non patitur eri-
gere syuagogas, ito- eos sine •inquietudine, vetevés iutiere
pennittit (cap. in del lib. v ) .


Aun es mas esplicito el cap. vu , que es también Canon
del mismo Concilio Lateranonse I T I , y dice: Jadieos de novo
censi cuece syungogas, nb), non Ji.abueruut pati non debes.
Veruni, si, antiqua'cor rue ri nt, vel rui.uam miuariiwr, ut,


'cas recedi/icent potest wquamnvitbr tolerar i ; non antem ut
cas exaltent a/ut ampliores cvut pretiosioves faciant ; qui
utiqvx, lux; 'pro maguo debent hahere quod in vete/ribus
synagogis et suis observantiis tolerentur.


Aquí está ya concedida la tolerancia., (no la libertad), y
aun esta tolerancia restringida á las sinagogas antiguas,
con prohibición de hacerlas nuevas ni levantar, ensanchar
ni adornar mas las antiguas. Respeta, pues, la prescripción;


(1) Concilio Late?: TTI, cap. x x v i : cap. v del lib. v de las De-
cretales.


( 2 ) O. Jaime IT en las Cortes de Zaragoza, año 1301. De sarra-
cenia id incedimi sine gan-eta cnpillis in rolundinn rosis. Pro eo
quod sarranrni in regno Aragonurn et lìipacurtia non incedimi ug-
nati et vaduìit ad modum Christianorum multa scandalo, et peccata
miiUntiens sunt commista, quia ptures e.i; itlù pro sarraceuis non
cognosciintur, etc., se les manda llevar el pelo cortado en redondo,
pena de cinco sueldos, ó diez azotes si no los pagasen.




104


(1) Obsérvese la palabra omnem,y\a, fuerza de la aseveración que


prohibe salir un ápice ele ella, y aun esto corno un gran favor.
N o hace igual declaración con respecto á los templos


de los ídolos, ni á las mezquitas de los musulmanes. A fa-
vor de los judíos mediaba la razón especial, dada por Santo
Tomás, de que su religión era un testimonio de la nuestra.


Aun es de mas tolerancia la Decretal de Clemente 111
(cap. I X del mismo t í tu lo ) , en que prohibe vejar á los j u -
díos , bautizarlos á la fuerza, matarlos ni herirlos sin per-
miso de la autoridad, apalearlos ni apedrearlos cuando cele-
braban sus fiestas, ni robarles sus cosas, exigirles servicios
forzosos, ni violar sus cementerios. Prtesertim in festivi-
tativm suaruai celebra!lone quwjtcam fad'ibm vel lapidi-
bu-s eos nullatenús pierturbet... Decernimus ut nenio ece-
meíerium judeeorum mutilare aut invade/re audeat, sive
obtentu pecunue carpo ra humana effodere.


El Papa no se contenta con prohibir, sino que amenaza
con pérdida de oficio ó dignidad al trasgresor, y ademas
con oscomunion. Se echa do ver que la Santa Sede ha sido
consecuente en su política con respecto á los judíos, y que
al tolerarlos en el Gettho de Roma no ha hecho mas que
cumplir las Decretales de la Edad Media al pie de la letra.


No hay, pues, en la mente de la Iglesia tal libertad de
cultos, ni aun para los judíos, cuanto menos para los m u -
sulmanes, y solo se les concede una tolerancia restringida,
en virtud de la prescripción, pacto ó capitulación; pero den-
tro de esta tolerancia no permite se les ofenda.


Mas por lo <pie hace á los herejes, ni aun esto les con-
cede, y para ellos ni libertad ni tolerancia: de estos trata
en el título siguiente (tít. v i l , lib. v ) .


Principia por establecer la máxima del Papa San Este-
ban: El que duda en la Fe, es infiel (dubius in Fide, infi-
delís est), y acepta la doctrina de San Agustín , corriente
entre los católicos, do que todo hereje se condena (cap. I i l ) .
Firmissime teñe et nidlatenús d,abites OMXEM hcereti-
cum (1) vel schisraaticuin cum diabolo el antjelis ejus teler-




105


ni ignis incendio mcmc ipa-ndum. Añade San Agustín, y
lo pone como Decretal la Iglesia, que no le sirven al que se
aparta de la unidad de la Iglesia católica ni el bautismo ni
las limosnas, por abundantes que sean. Aquí está ya la tra-
dición sancionada por la Iglesia conforme á la doctrina de
San Agustín y demás Santos Padres, la cual tradición erige
en ley.


El cap. T X es una Decretal en que, lejos de conceder á
los herejes libertad de cultos, no permite ni tolerancia ni
libertad de conciencia para con ellos, y amenaza con graves
penas á todos, sean clérigos, ó legos.


Estos deberán ser entregados al poder temporal, y los
magistrados que se negaran á prestar el juramento de
perseguir á los herejes, cuando ella los requiera, sean es-
comulgados y privados do sus honores. Las ciudades que los
reciban y den asilo queden sujetas á entredicho, y si tienen
catedral se les quitará esta preeminencia.


Finalmente; Inocencio I I I establece la confiscación de
bienes de los herejes para la Iglesia, si están en sus domi-
nios, ó para los príncipes católicos si están en territorio de
ellos. Tn ierria vero temporedi nostrec jwwlietioni mib-
jeetis bona Jmrreticoruin statuimns puMicari-, et in ediis
idemJieri prtecipimm -per Pote-dates et Principes sajculares,
quos ad id exequendum (si forte negligentes extiterint)
per censurara ecclesiasticam, apypeXatione remota, compelli
volumus et mandamvs.


Esta Decretal fue admitida y cumplimentarla por San
Fernando, que, al tenor de ella, persiguió y castigó á los
albigenses de León, y por D. Jaime el Conquistador, que
la hizo cumplimentar en sus Estados, y principalmente en
Cataluña, donde hacían propaganda los albigenses fran-
ceses.


Los Reyes Católicos y el inquisidor Torquemada, al
confiscar los bienes de los herejes, no hicieron otra cosa, á


reduplica. Lo mismo en la segunda parte del capítulo donde dice:
Omni h,i<m,ini qui Keclesice catholiecs non tenet unitatem ñeque ba-p-
tismus, naque eleemosyna, etc.




106


pesar de las diatribas que contra ellos ha lanzado la igno-
rancia, que cumplir esta Decretal, que era ley de España,
y muy añeja, pues contaba dos siglos de antigüedad, y se
venia aplicando constantemente á los herejes desde el
siglo x i i l (1). Una vez que fueron espulsados los judíos, no
habiendo ya tolerancia con ellos, se aplicó también á los
judaizantes, pues se les consideraba como relapsos, y se les
equiparaba á los herejes.


Tampoco el Concilio de Trento innovó en esta parte,
pues se contentó con renovar las penas antiguas para va-
rios delitos y herejías, mandando en la última disposición
y acuerdo que tomaron, al pedir á los príncipes que hicie-
sen cumplir sus disposiciones, que no permitieran fuesen
alteradas por los herejes (2).


Seria superfluo aducir aquí decisiones posteriores con-
tra la libertad de cultos, dictadas por la Santa Sede. El
actual Romano Pontífice, Santísimo Padre Pió IX , ha dado
por lo menos tres Alocuciones reprobándola. Una de ellas
es la Alocución Nenio vestrum de 26 de julio de 1855, con-
tra las resoluciones del gobierno español durante el período
del bienio de triste recuerdo.


La otra, contra el gobierno de Nueva-Granada* en 27 de
setiembre de 1852.


La tercera, contra el gobierno mejicano, en 15 de di-
ciembre de 1856.


De la primera se sacó la proposición 77 del Syllahm,
que dice así: JEtate Juic noslea non umplRis expedid. Reli-
gión em adholimm liaberi tamquara unicam Status reli-
gioneni, ccvteris quibuscumejue cultibv.s exclusis.


Es precisamente la reprobación del error que estoy
combatiendo, y, por consiguiente, la sanción de la doctrina
que sostengo.


La segunda, dice: Hinc lemdabiliter in quibusdam ca-


(1) Véase mas adelante, en el cap. v , la legislación de España en
este punto.


(2) L't qiux ab ta decreta sunt ah Juerelicis depravan aut violan
non permiltant. (Continuación de la sesión 25, decreto último.)




107


thoiiei nominis re/jionibus lepe eautum est ut hominibus
Ullc immiyranf ibas Ucead publienm proprii eujusque cul-
tus exercitium habere.


Aquí comprende también á la Constitución de Portugal.
La tercera, contra las tendencias indiferentistas de Juá-


rez y su camarilla, d i ce : Enim vera falsum est civilem
eujusque ev.Ilv.s liberkdem, itemque plenam potestaiem
ovmibas attributam, quccslibet opiniones cogitationesque
paldaí publiceque manifestando, conducere ad popxdorum
narres animosque facilius corrumpendos ac indiferentis-
mi peslem propagandam,


Hé aquí la palabra de Dios desde Moisés á San Pablo,
de San Pablo hasta Pió IX, siempre contra la libertad de
cultos; y todo el derecho divino, desde el segundo manda-
miento de la ley de Dios hasta las condenaciones de errores
modernos en el SgUidrus.


Véase, pues, do todo lo que quiso prescindir el conde de
Montalembert al plantear la cuestiónele libertad de cultos
en el terreno mas bajo, en el de la política, es decir, no do
la justicia,, sino del utilitarismo terrenal, y no de la ciencia
cristiana, sino del racionalismo. Prescindió de la voz de
Dios, de la enseñanza del Evangelio, de la doctrina de San
Pablo, San Agustin, Santo Tomás y otros Padres y Docto -
res católicos, de las disposiciones de la Iglesia y de los Pa-
pas, de los Concilios de la Edad Media y el de Trente , de
las resoluciones de Gregorio X V I y Pió I X , y se arriesgó á
ver sus opiniones incluidas en el S)/llabus, que un año des-
pués liabia de dar el Papa Pió I X , el cual ya para entonces
haliia reprobado aquellas ideas.


Pero puesto que se presenta la batalla en el campo de
la política, bajemos también á esto terreno, pues no hay
inconveniente en descender á él, una vez que ya sabemos
lo que Dios y la Iglesia, la filosofía y el Derecho nos dicen
sobre esto punto.






C A P Í T U L O III.


Estadística de los cultos en Europa y América.


§. 21. Idea de este capítulo.


Antes de proceder al examen de la cuestión de plurali-
dad de cultos bajo el aspecto político, es preciso consignar,
para mayor claridad, lo que el Derecho público establece
hoy dia en cada pais respecto á esta interesante materia,
con lo cual se evitarán muchos errores y apreciaciones fal-
sas, y podremos con mas claridad estudiar el derecho cons-
tituyente á vista del constituido en todos los paises cultos.


Esta reseña estadística es al mismo tiempo una especie
de historia de la libertad de cultos y de su desarrollo en
Europa y en América durante este siglo.


§. 22. Los protestantes y los judíos en Roma, su culto y condición
social.


Uno de los argumentos mas especiosos á favor de la li-
bertad de cultos suele sacarse de la tolerancia (pie la Santa
Sede dispensa en la misma ciudad de Roma á los judíos; y
á la verdad el argumento parece fuerte, y pudiera decirse
de él: Si non e vero e ben tróvalo.


— N o hemos de ser mas papistas ni mas católicos que el
Papa; y si el Papa tolera en Roma á los judíos y á los pro-
testantes, y estos tienen sus templos, en donde ejercen su
culto públicamente y á la luz del dia, ¿por qué no han do
gozar en España y en otros paises católicos de las franqui-
cias y libertad que á unos y otros se conceden dentro dé la
misma Ciudad de Roma?


Este es el gran argumento con que se mete mucho rui-




110


do en los periódicos políticos, y de que se hizo también
frecuente uso cuando se discutió la segunda baso do la Cons-
titución de España, para regalar al pais la pluralidad de
cultos. Es verdad que los mismos periódicos y las mismas
gentes liabian puesto el grito en el cielo, y agotado el catá-
logo de insultos y denuestos cuando la cuestión del niño
Mortara. Entonces se pintó á la Santa Sede con los mas
negros colores, se la acusó de fanatismo, de intolerancia y
tiranía; y si con varios periódicos so hubiera hecho la con-
frontación do números para el argumento que llaman los
diale'cticos de conexión de doctrina, no hubieran podido res-
ponder al ¿cúr tam variel


Veamos, pues, lo que hay de cierto acerca de la toleran-
cia de los judíos y protestantes en Roma; y puesto que
se va á presentar la estadística de los cultos en Europa y
América, justo será dar el primer lugar á la de Roma,
con lo cual se logrará también prevenir un argumento, y
aun mas, pues do la conducta de la Santa Sedo so sacará
otro en contrario contra el conde de Montalenrbert y los
otros católicos que, al recomendar á estos la pluralidad de
cultos, y defenderla como una necesidad , se meten casi á
enseñar á la Santa Sede, que está para ensenarles á ellos.


Con respecto á la estancia de los protestantes en liorna,
poco hay que decir. Las embajadas y legaciones protestan-
tes tienen sus respectivas capillas, á las cuales pueden con-
currir los (pie gusten. Esto nada tiene de particular. Lo mis-
mo se concede al embajador de Inglaterra en Madrid, y los
protestantes concedían lo mismo á los católicos en Londres.
La capilla, mejor dicho, iglesia de la embajada, española en
Londres, fue por mucho tiempo casi el único asilo del culto
católico en aquella ciudad. La embajada pagaba una canti-
dad por ese motivo. Bien es verdad que de un siglo á esta,
parte fue aquella iglesia tan desfavorecida por varios embaja-
dores españoles, que el capellán solía sor un francés, los
sermones se predicaban en francés, algunos embajadores no
solamente no la protegían sino que la desfavorecían : últi-
mamente el Cardenal V i seman , viendo este abandono, y




111


que la embajada no abonaba el sostenimiento del culto y del
edificio, el cual tenia él que pagarlo, hizo borrar los casti-
llos y leones (pie decoraban el interior de la iglesia como
emblema del protectorado español.


Los protestantes tienen también sus cementerios en
Roma. También lo tienen en Madrid, donde los ingleses
han construido un magnífico cementerio al otro lado del
puente de Toledo ; pero con prohibición de ejercer actos de
su respectivo culto públicamente. N o so concede tanto á los
católicos en países protestantes, pues los hay en que se
impide la formación de cementerios esclusivamente católi-
cos, y aun en Inglaterra no suelen lograrlo. También hay
cementerios protestantes en Cádiz y otros puertos, y en el
mes de julio do 1S(¡5 acaba de construirse uno en Córdoba.


Pero, ademas de esto, hay en Roma una casuca fuera
de la puerta del Popólo, sin apariencia ninguna religiosa
ornato ni señal de templo. Las ventanas que dan á la via
pública están cerradas, y el csterior del edificio tiene todas
las apariencias de una casa particular. Aquel es el sitio
do los protestantes ingleses. Aprovechándose estos do la
revolución, durante la permanencia do los franceses en
Roma, y cautiverio de la Santa Sede en Francia por Na-
poleón I , adquirieron aquel local con objeto de darle mas
amplitud. Pió V I I , en 1814, trató de mandarlo cerrar:
hubo, como de costumbre, grandes protestas, alharacas y
amenazas, y la Santa Sede se vio precisada por la presión
diplomática, pero muy contra su voluntad, á tolerarla
existencia «Je aquella reunión protestante en Ruma, Por ose
motivo algunas veces los católicos tenemos que ser mas pa-
pistas que el Papa, porque podemos hacer fuera de Roma
ciertas e s a s que al Papa, en materias de disciplina, le
impiden hacer la política y el deseo de evitar otros males.


Les protestantes no pueden hacer propaganda, su culto
no es público. La apostasía es un delito que se castiga, ca-
nónica y civilmente: no se permite la propagación de libros
protestantes ni Ptiblias adulteradas. Así que, no puede de-
cirse que los protestantes tengan en Roma libertad de




112


(1) Véase á la píg. 92.


culto, sino solo una mera tolerancia por exigencias diplo-
máticas, y eso no por ley, sino solamente do hecho.


Tampoco los judíos tienen libertad de cultos, sino solo
mera tolerancia ; pero en cambio su existencia es legal de
hecho y de derecho, en lo cual tienen ventaja sobre los
protestantes. Esto no se debe estrañar teniendo en cuenta
que, para la Iglesia, es menos peligroso y de mejor condi-
ción (por decirlo así) un judío que un hereje, según la doc-
trina de Santo Tomás arriba citada (1).


"Roma en esto, como e î todo, es conseewerAe eoví \a doc-
trina : no establece principios para luego no sacar las con-
secuencias.


Los judíos en Roma no pueden hacer propaganda, ad-
mitir apóstatas, hostilizar al Catolicismo, hablar mal de él,
ni ejercer su culto fuera de los lugares designados pira
ello. Lo mismo sucedia en los otros puntos de los Estados-
Pontificios, antes de su anexión al Piamonte : en el culto
no se les permiten sacrificios, sino solo el canto, oración y
predicación. Se ve, pues, que su culto está muy restringido,
que no tienen ni amplitud ni libertad para él, y, por tanto,
mal puede sacarse de ahí un argumento acerca do la liber-
tad de cultos en Roma, Mas ahora la tienen en Bolonia y
demás Estados que se anexionó el Piamonte.


El ritual que siguen es el portugués, y lo mismo los de
Liorna y otros puntos de Italia. En Liorna se predica en
castellano una vez por semana: sabido es que allí y en Fer-
rara se acogieron muchos de los judíos espulsados de Espa-
ña. En Londres hay también todavía descendientes de los
judíos espulsados por los Reyes Católicos.


El número de los judíos existentes en Roma hoy dia es
el de 4,495: solo tienen una sinagoga, y no muy grande
ni rica: su decoración se reduce á varias inscripciones he-
braicas repartidas por las paredes.


N o tienen derechos civiles, en el sentido riguroso do la
palabra; y hasta el año 1848 ni aun se les incluía en la




113


(1) El que desee mas datos acerca á¡ los judíos en Roma, puede
consultar el Diccionario de Morón i v. Hebrei.


S


Estadística Romana; ni pagaban contribuciones, sino so-
lamente algunas cargas municipales. Tienen, ademas del
Rabino, una especie de consejo para el régimen de su bar-
rio. Hasta el año 1848 no podían salir del Ghetto (su bar-
rio) antes ni después del Ave María, y para ello se ponia
á Ja puerta un centinela. Una vez por semana se les pre-
dicaba en la iglesia que al efecto había frente á la puerta
de dicho barrio. El P. Módena, de la Compañía de Jesús,
actual secretario de la Congregación del índice, desempe-
ñaba aquel cargo habia ya muchos años. Algunos solían
convertirse, y aun hoy dia lo hacen.


En 1848 se quitaron las puertas del Ghetto, y no se
han vuelto á poner: ocupada Roma por las tropas france-
sas, la influencia de su pais se ha dejado sentir en este y
otros puntos.


La educación que reciben es privada: tienen privilegio
para enviar á la Universidad algún joven que estudie me-
dicina y para que asista á sus co-religionarios esclusiva-
mente. Hoy dia solo tienen un médico israelita, y suelen
ellos mismos llamar con preferencia á los médicos cristia-
nos. No podían ni pueden desempeñar cargos públicos; no
pueden casarse con cristianas (esto por disciplina general),
tampoco tener criados cristianos, al tenor del derecho de
Decretales que lo prohibía, y en especial que las judías pu-
dieran ser nodrizas de niños cristianos (1).


En esto falta.ba á la ley el judío Mortara, el cual tenia
una criada cristiana: viendo esta desahuciado y moribundo
al 7iiño, á quien tenia mucho cariño, y sintiendo que m u -
riera sin bautismo y dejara por este motivo de ir al cielo,
administró al párvulo el sacramento ocultamente y por su
propia mano. El niño sanó repentina y prodigiosamente:
ella creyó deber comunicárselo á su confesor, y este á la
autoridad, para que el niño, ya cristiano, fuera educado en
la Religión católica, pues no habia razón de que se perdiera




1 U


(1) Véase, en el cuaderno 20 de las Cortes publicadas por el se-
ñor Salva, el ordenamiento sobre lutos y judíos, y el tomo n, pág. 305
de la Colección de Cortes de la Real Academia de la Historia.


En Aragón, lo prohibía el fuero de D. Pedro II en las Cortes de
Zaragoza, en 1371, y está en el lib. x de los fueros de Aragón : De.
judeeis et saracenis. Nullus christianus aut chrisliana audeat store
in domibia judetorum, etc.


su alma. La patria potestad alcanza al cuerpo, á las (¡osas
del Lijo, y á su voluntad en las cosas temporales ; pero no
en la vida espiritual, pues no da Dios derecho al padre para
que haga que su hijo se condene. Esto seria una mons-
truosidad.


La cuestión agitada entre los dominicos y franciscanos,
ó sea Tomistas y Escotistas, sobre el punto tcológico-canó-
nico do si deben ó no los hijos de los infieles ser bautizados
contra la voluntad de sus padres, no tenia lugar aquí,
pues el niño estaba ya bautizado. El sacramento del bau-
tismo imprimo carácter; no habia posibilidad de un efecto
retroactivo.


A las quejas de Mortara contra la criada cristiana, se
le respondió que él era víctima de str delito, pues la ley le
prohibía tener criados cristianos.


No sirve declamar contra esta ley , que al fin era ley:
Dura le:1', sed tcuatn lex. Es una Decretal y canon del Con-
cilio de Viena, y , por consiguiente, disciplina general. En
España fue admitido en ambas Coronas.


Al tenor de estas disposiciones, se les prohibió en el
Concilio provincial de Santiago de 1313 "usar sus privi-
legios, dar testimonio contra los cristianos, tener ninguna,
cristiana por collazo, por tiempo nin para, siempre (el caso
de Mortara), usar de fénica con los cristianos , esto es, ser
médicos de cristianos," y otras restricciones á este tenor.


D. Juan I los trató aun mas duramente en las Cortes
de Soria do 1380 (1), y en esa disposición vivían en Espa-
ña cuando fueron espulsados, sujetos á llevar una divisa,
por la cual eran conocidos.


El fuero de Aragón prohibía que ninguna cristiana fuera
criada, nodriza ni sirviente de judíos ni sarracenos.




115


Piorna, altamente conservadora, y en que las Decretales
tienen un vigor cual en ninguna parto del mundo , como
centro de la Autoridad eclesiástica, ha cumplido lo que
aquellas disponían en los siglos x i v y xv . Esas disposiciones
eran dictadas por un Papa francés, en Viena de Francia,
cuando la Santa Sede estaba fuera de Roma y retenida en
Francia, de tal m o d o , que las Cortes y los Concilios pro-
vinciales de España, al cumplimentarlas, decían que estas
disposiciones eran "según las Constituciones que fizo don
Clemente V en el Concilio de Viena. 1 1


Los franceses no deben tirar contra estas disposiciones,
que al fin son rostís svyas, lo mismo quo el quemar á los
hombres vivos. Los españoles no quemaron á nadie hasta
quo so lo persuadieron ellos.


Aun entre los moros están sujetos los judíos á varias
restricciones; y o n Tetuan, Tánger y otros puntos viven
encerrados en sus barrios, y no tienen fama ni de muy ve -
races ni de muy honrados. Nuestros soldados, mientras re-
sidieron en Tetuan, preferían tratar para todo con los m o -
ros, que, en medio de su fiereza y grosería, no los engaña-
ban, como los hebreos. Los oficiales y soldados que vinieron
de la ocupación de Tetuan, cuando se les habla de que de-
bieran venir los judíos á España, suelen decir con militar
franqueza que si todos son por el estilo de los de Tetuan,
no hacen falta. Los judíos de aquel pais, que vinieron á va-
rios puntos del litoral de Andalucía, dieron ya lugar á con-
ílictos, por abusos y monopolios que principiaron á cometer.


Por lo tiernas, hoy dia á ningún judío se le cierran las
puertas de España, y hay millares de ellos conocidos como
tales, sin que nadie les hostilice, ni les molesto en las prác-
ticas de su culto doméstico. Tienen, pues, libertad de con-
ciencia. Uno de los principales banqueros de Madrid, y re-
lacionado con nuestro gobierno, pasa por ser israelita, sin
que por eso nadie deje de tratar y alternar con él, como en
cualquier otro pais de Europa.


Es mas: la opinión pública supone que lo era un célebre
ministro de Hacienda, á quien con este motivo acosó la




11C


(1) La Constitution Belge et V Encydique de Grér/oire X VI, deux
kttres de Sun Eminence le Cardenal ArchtvC-que de ¿Ialiñe» mr nos
li'urth, cmtlUutionnalet: Matines., ap. Van-Vel sen , 1864: un cua-
derno de 60 páginas en 4.°


prensa con epigramas y caricaturas, aun durante la guerra
civil. Desmintióse algunas veces; pero es lo cierto que para
la Iglesia española tuvo mañas y entrañas de judio.


Se ve, pues, que no hay gran diferencia actualmente en-
tre el estado de los judíos en Roma y la tolerancia de que
gozan en España, El querer que se reconozcan á los judíos
derechos civiles en Roma, equiparándoles á los cristianos y
dándoles asiento en el Capitolio, me parece un absurdo tan
grosero, que podrá caber en un protestante, volteriano ó
francmasón, pero no en un católico medianamente fervo-
roso y que mire por el decoro de nuestra Santa Religión.


23. Francia y Bélgica.—Cartas del Cardenal Arzobispo de Ma-
linas sobre las Constituciones de aquellos países de 1815 y 1830
en lo relativo á la libertad de cultos.


Después de Roma y de la pretendida libertad de cultos
de que allí se goza, preciso es tratar de Bélgica, otro de los
países europeos que en este concepto llaman la atención. El
«onde de Montalembert se estasió en el Congreso de Mali-
nas ante la libertad de cultos de aquel pais: aplaudídsele
'por cosas que no merecían aplauso. El Papa, no solamente
no le aplaudió, sino que es público y notorio que no le
agrado, y el Syllabus lo dice bien claramente. Tampoco
plugo á la Providencia Div ina , que desdo entonces tiene
levantado su azote sobre la Iglesia de Bolinea, haciendo ver
prácticamente que la llamada libertad de callos en aquel
país es desenfreno y libertinaje para la impiedad, pero ver-
dadera tiranía para el Catolicismo. El respetable Emmo. se-
ñor Cardenal Arzobispo do Malinas publicó con este motivo
dos importantes Cartas sobre las libertades constituciona-
les de Bélgica (1 ) , las cuales son de tal importancia histó-
rica y doctrinal, que bien merecen ser conocidas, para que




117


se vea cómo se introdujo aquella plaga, tanto mas, que con-
tiene la historia de la libertad de erutos desde 1815 á 1830
inclusive, período histórico poco conocido bajo el aspecto
religioso.


Omitiendo la primera carta á M. De Champs, que es
toda de esplicaciones, y también el preámbulo de la segun-
da, que contiene tres partes ó puntos, he' aquí lo que sobre
la materia nos dice el Sr. Cardenal en la primera parte:


"Para demostrar claramente que la Constitución belga,
no encierra bajo el aspecto religioso cosa alguna reprensi-
ble, y que se puede, en conciencia, jurar su ohwvanda,
necesito recordar las dificultades que produjo en 1815 la
ley fundamental de los Paises-Bajos, y también hacer una
ligera escursion sobre lo que ocurrió al mismo tiempo en
Francia, donde igualmente se puso en tela de juicio si era
lícito ó no jurar la Carta de Luis X V I I I .


.i Apenas habia recobrado su libertad el valeroso Papa
Pió VII , cuando supo que el Senado francos habia decre-
tado una Constitución, que solo consideraba al Catolicismo
como Religión del Estado, y que, por el contrario, permitía
la libertad do cultos y de imprenta. Creyó que debía quejar-
se de esta disposición, y así lo hizo en una carta que en 29
de abril de 1814 dirigió á Mons. Boulotrne. Obispo de Tro -
yes, encargando también á este Prelado que pasara á verse
con el Rey Luis X V I I I para hacerle comprender los incon-
venientes que resultarían do sostener estas disposiciones.
Esta carta del Papa y la respuesta de Mons. Boulognc están
entre las obras de este Prelado, impresas en París en 1820.
en casa de Le-Clerc, tomo l, pág. 113. Por ella se echa de
ver que Luis X V I I I acogió bondadosamente las represen-
taciones hechas á nombre del Papa, En la carta que otorgó
á Francia, declaró á la Religión católica Religión del Es-
tado, pero creyó conveniente continuar sosteniendo la li-
bertad de cultos y de imprenta, por los dos artículos si-
guientes: "Cada uno prqfesa su religión con igual libertad,
ny obtiene para su culto la misma protección. Los franceses
Htienen derecho para publicar y hacer imprimir sus opi -




uniones, conformándose con las k"yes que deben reprimir
idos abusos de esta libertad."


Estos dos artículos hicieron dudar si era lícito el jura-
mento de la Carta, de modo que muchos individuos de la
Cámara de los Pares se negaron á prestarlo. El conde de
Artois, hermano del Rey, creyó que debía espliear en el
Senado el sentido de la Carta, pero no logró tranquilizar
las conciencias alarmadas.


Volvióse á suscitar esta cuestión con motivo de las ne-
gociaciones para el Concordato do 1817, y se resolvió, por
medio de las esplicaciones que dieron á los dichos artícu-
los de la Carta, una significación compatible con los buenos
principios. Así consta por la siguiente declaración dada á
nombre del Rey, inserta en el Bularlo Romano, tomo xiv ,
pág. 377:


"Habiendo sabido Su Majestad Cristianísima que algu-
nos artículos de la Caita constitucional otorgada á sus pue-
blos han parecido á Su Santidad contrarios á las leyes de
la Iglesia y á los sentimientos religiosos tpie siempre pro-
fesó, penetrado del sentimiento que le causa tal interpre-
tación, y queriendo allanar todas las dificultades que con
este motivo puedan ocurrir, ha encargado al que suscribe
de espliear sus intenciones á Su Santidad y de asegurarle
en su nombre, con los sentimientos que corresponden á un
hijo primogénito de la Tglesia, que después de haber de-
clarado á la Religión católica apostólica romana la Reli-
gión del Estado, ha debido asegurar á todos los demás sub-
ditos que profesan los otros cultos, que ha encontrado es-
tablecidos en Francia, el libre ejercicio de su Religión, y
por tanto se lo ha asegurado por medio de la Carta y por
el juramento que Su Majestad ha prestado. Pero este jura-
mento no debe tomarse como un acto que contenga cosa
alguna contra el dogma ni las leyes ele la Iglesia ; por lo
cual el infrascrito está autorizado á declarar que solamen-
te se refiere á lo concerniente al orden civil. Tal es el com-
nroniiso que el Rey ha contraido y que debe sostener. Tal
es el que contraen los subditos al prestar el juramento de




119


(1) ¡Libertad de opiniones! Pues qué, ¡,1a opinión es coercible?
Querrían decir libre manifestación de opiniones.


obediencia ala Carta y á las leyes del reino, sin que por
eso puedan jamás ser obligados por este hecho á cosa nin-
guna contraria ala ley de Dios y de la Iglesia.


nEl que suscribe, al dirigir esta al Cardenal secretario
de Estado, según las órdenes que al efecto ha recibido del
Rey su señor, tiene el honor do suplicarle se sirva presen-
tarla á Su Santidad. Por su parte se atreve á esperar que
por medio de ella se conseguirá disipar toda otra interpre-
tación, y, por tanto, cooperar al éxito de las saludables mi-
ras de Su Santidad, afianzando el reposo de la Iglesia de
Francia.


nEl quo suscribe tiene el honor de renovar á Su Emi-
nencia el Cardenal secretario de Estado la seguridad de su
mas alta consideración. Roma 15 de julio de 1 8 1 7 . — B R A -
CAS i>'Arj.!\s."


Esta declaración habiasido redactada de común acuer-
do entre los delegados del Papa y el embajador francés.
Al anunciar el Papa á los Cardenales la conclusión del
Concordato de 1817 en la Alocución de 27 de jul io si-
guiente (véase el mismo Biliario), añadió el Papa que esta
declaración le habia ayudado para superar los obstáculos
con (pie habia tropezado en el arreglo do los negocios ecle-
siásticos de Francia, Así es que ya nadie vaciló en prestar
el juramento á la Carta.


Las dificultades quo por el mismo tiempo ocurrieron en
Bélgica fueron parecidas á estas, y recibieron una solución
análoga. Habíase redactado una ley fundamental que con-
tenia los artículos siguientes-.


"Ait . 190. Se concede á todos libertad de opiniones re-
ligiosas (1).


nArt. 1,91. Á todas las comuniones religiosas que hay
en el reino, se les concede igual protección.


nArt. 192. Todos los subditos del R e y , sin distinción
de creencias religiosas, gozan de los mismos derechos civiles




120


(1) ;Tüdos hábiles para cualquier empleo! Por habilidad se en-
tenderá aquí la facilitad de obtener un destino, pero no la aptitud
para desempeñarlo. La redacción de estos artículos no tiene nada de
jurídica.


(2) La Constitución huye aquí de la ridicula frase libertad, de
pensar, y dice "libertad de comunicar sus pensamientos," que es cosa
muy distinta y mas exacta.


y políticos, y son hábiles para todas las dignidades y para
cualquier empleo (1).


nArt. 193. No se puede impedir el ejercicio público de
ningún culto, sino en el caso de que por él pudieran turbar-
se el orden y la tranquilidad pública.


nArt. 194. Las dotaciones, consignaciones y otras ven-
tajas , de cualquier suerte que sean, de que actualmente
gocen los diferentes cultos y sus ministros, les quedan ase-
guradas.


nPodrá consignarse una renta á los ministros que no la
tengan, ó aumento á los que carezcan de una dotación su-
ficiente.


nArt. 195. El Rey cuida de que las cantidades consig-
nadas para los cultos y procedentes del Tesoro no sean in-
vertidas en otro objeto distinto del que se les asignó.


nArt. 190. El Rey cuida de que ningún culto sea mo-
lestado en la libertad do su ejercicio que la ley fundamen-
tal le concede.


• i Cuida asimismo deque todos los cultos se contengan
en la obediencia que deben á las leyes del Estado.


nArt. 22G. La instrucción pública es un objeto cons-
tante de los cuidados del gobierno. El Rey hace dar cuenta
todos los años á los Estados generales de la, situación en
que se hallan las escuelas superiores, medias é inferiores.


TIAit. 227. Siendo la imprenta el medio mas á propó-
sito para difundir las luces, todos pueden servirse de ella
para comunicar sus pensamientos (2) sin necesidad de pre-
via licencia.


uSin embargo, todo autor , impresor, editor ó reparti-
dor es responsable de los escritos en que se lastimen los de-
rechos, bien sea do la sociedad ó de algún individuo."




121


El Rey Guillermo, por medio de una proclama de 12 de
julio de 1815, convocó una Asamblea de Notables para vo -
tar esta ley fundamental. A pesar de que aseguraba á la
Iglesia católica m Estado y sus libertades, causó las mis-
mas alarmas que había producido en Francia la Carta de
Luis X V I I I ; y los Obispos de Gante, Namur y Tournay,
como también los Vicarios generales de Malinas y Lieja,
que sin duda tenían noticias de las contestaciones que ha-
blan mediado entre el Papa y Luis X V I I I , dirigieron al
Rey de los Países-Bajos, el día 28 de julio, una protesta con
el título de Representación respetuosa. Apoyándose en la
promesa que el Rey había hecho en varios manifiestos, y
por último en la proclama de 18 de julio, de asegurar á la
Iglesia católica su Estado y sus libertades, reclamaron es-
pecialmente contra el art. 1.91, (pie concedía á todos los cul-
tos una protección igual; contra el art. 1.93, que permitía
impedir el ejercicio público del culto católico si llegaba á
turbar la tranquilidad pública, y contra el art. 227, relativo
á la libertad de imprenta, Carla uno de ellos publicó en se-
guida en su diócesi una Pastoral exhortando á los notables
á votar contra estos artículos. La Asamblea de los Notables
se celebró en Bruselas el 18 de agosto siguiente, y el pro-
yecto de ley fundamental fue desechado por 79G votos y
aprobado solamente por 527. A pesar de eso, aployándose el
Rey en la aceptación unánime de las provincias setentrio-
nalos del reino, sancionó y publicó la nueva Constitución
por una declaración de 24 de agosto. Fijó en seguida su
inauguración oficial para el dia 25 de setiembre, en que de-
bían jurarla solemnemente él y las dos Cámaras de los Es-
tados generales.


El Rey no tuvo á bien responder á los Obispos; pero en
un viaje que hizo á Gante y á Brujas, en que fue acompa-
ñado de alguno do sus ministros, aseguraron estos á los di-
putados de los Estados generales de Gante, que le harian
presentes sus inquietudes sobre la posibilidad del juramen-
to, y que el Rey no llevaría á mal que en el acto de la in-
auguración cada diputado pusiera respecto de la Religión




las limitaciones y reservas que les dictara su conciencia.
( Œuvres de M. Raepsaet, tomo Vi, pá,g. 197.) También les con-
cedió esa autorización por un decreto formal dado la víspera
de la inauguración, pero que no se llegó á publicar, como
tampoco las reservas que muchos diputados pusieron á su
juramento. (Ibidem, pág. 198.)


Cinco dias antes de la inauguración dirigió el Rey la
siguiente carta á S. A. el príncipe de Mean, antiguo prín-
cipe Obispo de L i e j a , á quien habia nombrado individuo
de los Estados generales en su primera Cámara:


" A nuestro carísimo y leal Francisco Antonio de los
condes de Mean, Administrador Apostólico do los distritos
de Ravenstein y Megen.


n He visto la Memoria que me habéis dirigido en cali-
dad do Administrador Apostólico de los distritos de Ra-
venstein y do Regen. Vuestra conducta en esta ocasión ha
sido la de un Prelado, no menos amigo de la tranquilidad
pública y sumiso á la autoridad de las leyes y del Sobera-
no , que decidido por los verdaderos intereses de la Reli-
gion. Así , pues, no he vacilado en renovar las seguridades
que os di de palabra, y en declararos que todos mis subditos
que profesan la Religion católica apostólica romana, inde-
pendientemente de la protección que se les ha otorgado y
realmente asegurado por la ley fundamental del reino, ten-
drán una seguridad adicional en los principios y buenas
disposiciones de que estoy animado, y que jamás se hará
cosa alguna que les impida continuar observando y practi-
cando libremente su creencia como on otro tiempo. Uno do
los principales deberes que la Constitución me impone es el
de proteger la completa- libertad de los cultos existentes, y
á menos que se llegue á desconocer el espíritu de la Cons-
titución, y por interpretar mal las espresiones contenidas
en ella, no es de temer que los que se obligan conmigo á
observarla y mantenerla se pongan jamás en el caso de
atentar en lo mas mínimo contra los dogmas y la discipli-
na de la Iglesia. Si procurais con vuestras lecciones y
ejemplo que llegue una época en que esta convicción se




123


(1) El príncipe Obispo se pondría con estas á cubierto, pues, por
lodemas, la carta del Rey no era para asegurarle. Hablábase en ella de
proteger al Catolicismo, pero no era esa la cuestión, pues lo mismo
se protegía a las demás sectas.


haga universal, haréis un verdadero servicio á la patria, y
ganareis nuevos títulos para mi estimación.


uBruselas 16' de setiembre de 1S15.—GUILLERMO.»
Asegurado por esta carta sobre el sentido del juramen-


to de la Constitución, el príncipe creyó poder prestar el
juramento, y está fuera de duda que lo prestó con ciertas
restricciones (1).


Con todo, los Obispos, en carta dirigida al Papa el dia
22 de agosto, le dieron cuenta de lo que pasaba, suplicándo-
le tuviera á bien guiarles en tan difíciles circunstancias.
Por setiembre publicaron un juicio doctrinal sobre el jura-
mento prescrito por la nueva Constitución, en que declara-
ron que los artículos relativos al culto eran contrarios á los
principios católicos, y que no era lícito prestar juramento
de observarlos. El Obispo de Gante llamó de nuevo la
atención de la Santa Sede sobre la cuestión del juramento,
por medio de una carta de 3 de octubre siguiente, que fue
remitida al Papa por M. Rycke^vaert, canónigo y profesor
del Seminario de Gante.


En la respuesta que el Papa dio al Obispo de Gante
en 1.° de mayo de 181(i se echa de ver que examinó este
negocio con el mayor esmero, y que se dirigió al Rey para
que tuviese á bien librar á sus subditos católicos de toda
ansiedad de conciencia, como así lo dijo en su carta. Ofre-
cióle ademas su asistencia y consejos para redactar una
fórmula do juramento que asegurase al gobierno la fideli-
dad délos católicos, y que no turbase en nada su concien-
cia. Los Obispos se dirigieron de nuevo al Rey en carta de
8 do junio de 1810, en la cual suplicaban tuviera á bien
adoptar las medidas de conciliación que el Papa le habia
propuesto, y á las cuales se adherían con su corazón y su
alma, corno ellos decían. Pero el Rey se empeñó en no con-
testar. Continuó las negociaciones con la Santa Sede, las




124


cuales al fin quedaron terminadas en 1817, por una de-
claración que el príncipe de Mean hizo antes de ser promo-
vido al arzobispado de Malinas.


El gobierno de los Países-Bajos había solicitado esta
promoción, pero la Santa Sede creyó que no debía hacerlo
sin arreglar de antemano el asunto del juramento, en que
el príncipe estaba complicado. Con este objeto se acudió al
medio de que el príncipe hiciera una declaración que de-
terminara el sentido del juramento do manera que no con-
tuviese cosa alguna contraria á los buenos principios. H a -
biéndosele propuesto al príncipe, que habia vuelto de
Ratisbona, tuvo á bien firmarla. Dice así:


"El infrascrito sacerdote, en su cualidad de represen-
tante de los Estados generales de los Paises-Bajos en su
primera Cámara, habiendo prestado el juramento prescrito
por la ley fundamental de dicho reino, y deseando manifes-
tar de una manera evidente mi sumisión inalterable á la
Santa Sede y al Sumo Pontífice Pió V I I , y hacer constar
al mismo tiempo la pureza de fe, que yo he procurado
siempre sostener con toda mi alma inviolablemente, decla-
ro y protesto solemnemente que por el juramento (pie tengo
hecho á la Constitución no quiero comprometerme en cosa
alguna contraria á los dogmas y á las leyes de la Iglesia
católica apostólica romana : (pie jamás liaré cosa alguna (pie
le sea opuesta, y , por el contrario, la sostendré en toda
ocasión y por todos los medios posibles; y que al jurar pro-
teger todas las comuniones religiosas del Estado, esto es,
los individuos que las componen, no pretendo concederles
tal protección sino bajo el aspecto c ivi l , sin querer por eso
aprobar, directa, ni indirectamente, las máximas que profe-
san y que proscribe la Religión católica.


..Ratisbona 1 8 de mayo de 1817.—FRANCISCO ANTONIO
MEAN, mitigue-principe Obispo de Lieja."


Échase de ver que esta declaración está redactada casi
en los mismos términos que la del gobierno francés; y es
(pie ambas fueron concertadas en Roma hacia la misma
época entre la Santa .Sede y ambos gobiernos. En efecto:




¡solo hay dos meses de diferencia entre ambas fechas. Con
todo, hay una variante de importancia que creo deber con-
signar. La declaración de M. Blacas d'Aulps se limita á de-
cir que la libertad otorgada á los cultos disidentes por la
Carta de Luis X V I I I se limita al orden civi l , y el príncipe
de Mean declara ademas quo va restringida á las personas.
En mi juicio, esta diferencia proviene de que la carta fran-
cesa se limitaba á proteger las personas. Cada tino, dice,
profesa su religión con igual libertad (1) y obtiene para
su culto la, misma protección: por el contrario, la ley de los
Paises-Bajos se refiere directamente á las comuniones reli-
giosas mismas. Igual protección se, otorga á todas las co-
muniones religiosas que existen en el reino.


De la declaración del príncipe de Mean , resulta que la
Santa Sede juzgó que se podia hacer el juramento de ob -
servar los artículos de la ley fundamental relativos á los
cultos, siempre que sus concesiones se limitaran al orden
civil y á las personas. Habiéndose adoptado esta declara-
ción por el gobierno, y debiendo prestarse siempre el jura-
mento según la intención del que lo exige (ad mentem pe-
tentis), cesaron con esto los motivos por los cuales los Obis-
pos habían prohibido jurar la ley fundamental, y este jura-
mento fue desde entonces mirado como lícito.


Sin embargo, v oy á esplicar cómo esta restricción pudo
tener por objeto hacer desaparecer los motivos por los cua-
les este juramento habia sido mirado como ilícito.


Consistía el. primer motivo en que el juramento llevaba
consigo la aprobación de las comuniones disidentes consi-
deradas en sí mismas. En efecto: á los ojos de los católicos
(pie tienen obligación de mirar á su Iglesia como única
verdadera, las comuniones contrarias son falsas, y está pro-
hibido defenderlas como verdaderas.


Desapareció, pues, este motivo declarando que no se


(!) Si la carta no dijera mas que esto , me parecería la observa-
ción fundada; pero como luego añade, "que cada uno obtiene para su
comunión la misma protección," no hallo una diferencia esencial entre
una y otra, como diré mas adelante.




126


trataba de proteger las comuniones, sino solamente las per-
sonas de que se componían. Hay efectivamente una dife-
rencia esencial entre proteger las entidades morales que se
llaman comuniones religiosas, y no proteger mas que las
personas que forman parte de ellas. La comunión religiosa
es la sociedad establecida para profesar, defender y propa-
gar las doctrinas religiosas. Estas doctrinas son el objeto, la
base y el ñn de la sociedad, pertenecen á su esencia y no
pueden ser separadas de ella. Si estas doctrinas son falsas
ó ilícitas, la sociedad misma, ó sea la entidad moral que
constituye, es ilícita y no puede ser protegida. Pero no su-
cede lo mismo con las personas que constituyen estas co-
muniones: los individuos no son mas que accidentes que
pueden separarse y de hecho se separan realmente salién-
dose de ella: puede mirárseles simplemente como indivi-
duos y como ciudadanos, haciendo abstracción do las comu-
niones religiosas á que pertenezcan.


Puédeselas proteger en este concepto, sin que esta pro-
tección simplifique la menor aprobación de sus comuniones.
Esto es lo que sucede en moral, siempre que se declara, ó
las circunstancias indican, que al proteger' ó dar socorros
á una reunión de hombres, no se tiene por objeto mas q u e
socorrer los miembros. Así aconteció después de la declara-
ción hecha por el príncipe de Mean, pues la protección ( p i e
habia prometido por su juramento á las comuniones reli-
giosas solo era relativamente á las personas. Por lo ciernas,
puede decirse en general que on los paises donde hay liber-
tad de cultos "no es á estos (los cultos) ni á sus símbolos
á los que la ley concede su protección, sino á los individuos
quo los profesan (1). (Nachet : De la, liberté religieuse cu-
Frunce, 1838.)


(1) Entre M. Nachet, que diee que en los paises librecultistas la
ley no protege los cultos, y el testo de la ley, que dice literalmente
que los protege, yo estoy por el testo de la ley, y no por un comen-
tario tan libre.


La carta decia: "Chacun professe sa religión avec une egale li-
berté, et oblient pour son cuite la méme protection:" jy de quién se
obtenía esta protección?—Déla ley.


Luego la ley protegía el culto de todas las religiones: luego es




127


La otra dificultad consistía en que una protección, aun-
que se conceda solamente á las personas, puede referirse á
las faltasen que incurren y á los errores en que están im-
buidos. En tal caso la protección es ilícita, porque se es-
tiende al mal ó al error mismo. De este modo los padres
se hacen cómplices de los desórdenes de sus hijos cuando
les dan dinero (¡noto, bene!), alentándoles así para cometer-
los : aun la misma limosna puede servir para animar al
pobre á que prosiga en la vida escandalosa que lleva.


Para hacer desaparecer esta dificultad el principe de
Mean, declaró ademas que la protección que habia prome-
tido conceder á los disidentes no era sino bajo el concepto
de! orden civil, lo cual indicaba que no era relativamente
al orden religioso, y que do ningún modo se estendia á los
errores religiosos profesados por los disidentes.


De esta manera se justifica plenamente la protección
que el Papa concede á los judíos del Ghetto (1 ) : no con-
cierne sino á sus personas y al orden civil. Las instruccio-
nes que hace se les den acerca de la venida del Mesías y
de la precisión de mirar la ley de Moisés como abrogada,
prueban hasta la evidencia que está muy lejos de aprobar
su sinagoga, sus doctrinas y ceremonias.


En resumen: en el orden religioso los católicos no po-
dian obligarse á observar el art. 191 d é l a ley fundamental


falso que en los paises librecultistas la ley no protege el culto de
los herejes.


Dejémonos de sutilezas, y digámosla verdad clara y neta.
Con la teoría de M. Nachet podría un Obispo dar dinero para


que se edificase en su diócesi, no solamente una iglesia protestante,
sino también una mezquita. En declarando que aquella cantidad se
daba, á los protestantes ó á los turcos para el culto, por razón de sus
personas; pero no porque su culto fuera bueno, ni por adhesión á su
símbolo, quedaba salvado todo, y aun el Papa podría dar á los pro-
testantes mismos para su culto.


Por mas que se diga, en Bélgica y en Francia el año 1818 el
Estado uagaba y sigue pagando para el cuito protestante , que está
lleno de errores , y á los pastores y ministros de aquel culto les im-
portará bien poco esta sutileza.


(1 ) No hay paridad. El Papa protege á fos judíos del Ghetto ve-
nativamente, impidiendo se les haga m a l ; pero no activa y positiva-
mente, dándoles dinero pava el cuito: tampoco declara el de los judíos
igual en todo al de los católicos.




128


(1 ) Por esta razón se debió principiar, porque es la teológica y
sólida: las demás son mas bien argucias jurídicas.


(2 ) Trabajo había de contar el probar esta proposición en sus dos
estreñios, tal cual está hoy la imprenta no católica,


que decía : "Se concede igual protección á todas las co-
muniones religiosas que existen en el reino." Esta disposi-
ción, tomada en su sentido natural, obligaba á proteger
aun á las comuniones heréticas , pero á consecuencia de la
declaración del príncipe do Mean, este artículo adquirió un
sentido mas limitado: la protección no se concedia mas
que á los individuos de estas comuniones, y aun esto solo
en el concepto civil, y de tal manera, que no se hiciera es-
tensiva á las doctrinas erróneas. En cuanto á las comunio-
nes religiosas, la protección positiva y real que se les otor-
gaba se reducía simplemente á la tolerancia civil. Ademas,
los teólogos reconocen que esta tolerancia es lícita cuando
otras razones superiores la hacen necesaria (1).


Tal era ciertamente el caso en que se hallaban los Paí-
ses-Bajos, sobre todo en las provincias sctentrionalcs, en que
esas varias comuniones estaban ya establecidas de mucho
tiempo atrás.


Otra observación importante debo consignar aquí. En
la declaración del príncipe de Mean no se hace mención de
la libertad de imprenta, que se otorgaba por la ley civil, lo
mismo que la libertad de cultos. Esta dificultad so salvaría
haciendo observar á la Santa Sede (pie la libertad de im-
prenta no se concedia sino con ciertas restricciones. En
efecto ; la ley fundamental se limitaba á decir que no so ne-
cesitaba previa licencia de la autoridad civil para publicar
sus pensamientos; pero que cada uno seria responsable de
los escritos (pie vulnerasen los derechos de la sociedad ó de
los individuos. Lejos de consagrar una libertad ilimitada
qw es contraria al derecho natural (nota Lene), pues que
autorizaría para turbar la paz pública y minar los fundamen-
tos de la sociedad, la ley .fundamental no permití» mas pu-
blicaciones que las útiles y honestas (2). Así que nada se
oponía á que se prestara juramento de observarla. Aun pu-




129


diera añadirse que tampoco aquí se trataba mas que de per-
sonas y del orden civil.


Las esplicaciones que acabo de dar ponen de manifiesto,
que la Santa Sede hizo un gran favor á los gobiernos fran-
cés y neerlandés, ayudándoles á arreglar este importante
negocio, y que dio con este motivo una prueba nueva de la
alta sabiduría de que están llenas todas sus disposiciones.
Pero también hay que deducir otra consecuencia para Bél-
gica que también nosotros hemos podido en 1829 y 1830
invocar con toda seguridad de conciencia, los artículos de la
ley fundamental que otorgaban el libre ejercicio de nuestro
culto para pedir la supresión del Oohyio filosófico y la re-
vocación de otras medidas dictadas por los indiscretos con-
sejeros de Guillermo I.n


§. 24. Continuación de las cartas del Emmo. Sr. Cardenal de Ma-
linas (parte segunda de dichas cartas).—Constitución de Bélgica
en 1830 : sus libertades.


"Pasemos, empero, á otra época, y veamos si el Congreso
belga en 1830 sacrificó por ventura los verdaderos princi-
pios concediendo en la Constitución que dio al nuevo reino
de Bélgica las libertades de cultos, imprenta, asociación, etc.


Componíase este Congreso de 200 representantes, de los
cuales 140, por lo menos, eran muy decididos (étaint tres
dévoués) por la Religión católica. Ftabia entre ellos 13 sacer-
dotes, tan distinguidos por su saber, como por su celo en
defensa de la Religión.


En la Constitución que dieron á Bélgica se leen los ar-
tículos siguientes:


"Art. 14. Se aseguran la libertad de cultos y su ejerci-
cio público, como también la libertad de manifestar sus opi-
niones en cualquier materia, sin perjuicio de reprimir los
delitos que se cometan en uso de estas libertades.


i>Art. 15. Nadie puede ser obligado á concurrir de nin-
gún modo á los actos ó ceremonias de un culto, ni á guar-
dar los dias de reposo.


9




130


(1) Por este artículo queda derogado el Placel ó E,cctjwt>ir.
(2) En este artículo, anticatólicaro«nte redactado, se fundan hoy


d.ia los enemigos dtd Catolicismo en Bélgica para decir al clero que
su potestad y jurisdicción se derivan de la nación, la cual puede mo-
dificarlas cuando quiera ; y que al jurar la Constitución lo recono-
cen asi.


Es verdad que los católicos contactan satisfactoriamente, pero,
con todo, el artículo, tal cual está redactado, dice un desatino.


nArt. 16. El Estado no tiene derecho para intervenir
en el nombramiento ni en la instalación de los ministros de
ningún culto, ni estorbar á estos la correspondencia con sus
superiores ( 1 ) y publicar sus actos, salvo en este caso la
responsabilidad ordinaria en materias de imprenta y publi-
cación.


a El contrato civil debe preceder siempre á la bendición
nupcial, salvas las excepciones establecidas por la ley, si hay
lugar á ellas.


nArt. 17. La enseñanza es l ibre : se prohiben todas las
medidas preventivas: la represión de los delitos solamente
se arregla por la ley.


uLa enseñanza publica que se de ;í espensas del Estado
está igualmente arreglada por la ley.


nArt . 18. La imprenta, es l ibre: no se podrá nunca, es-
tablecer censuras, ni se podrá, exigir fianza á los escritores,
editores ó impresores.


nSiempreque el autor sea conocido y esté domiciliado
en Bélgica, no se podrá perseguir al editor , impresor ni re-
partidor.


nArt . 1.Í). Los belgas tienen derecho para, reunirse pací-
ficamente, y sin armas , conformándose con las leyes que
puedan arreglar el ejercicio de este derecho sin someterlo á
ningún permiso previo. Esta disposición no so estiende á
las reuniónos al aire libre, las cuales quedarán enteramente
sometidas á las leyes de policía.


nArt . 20. Los belgas tienen derecho de asociarse: este
derecho no puede ser sometido á ninguna medida pre-
ventiva.


nArt . 25 . Todos los poderes emanan de la nación ( 2 ) , y




m
son ejercitados en la forma que la Constitución prescribe,


"Art. 117. El Estado se encarga de las dotaciones y
sueldos de los ministros de los cultos. Las cantidades nece-
sarias para atender á estos gastos so presupuestan anual-
mente. 1 1


Preciso es reconocer, ante todo , que hay mucha seme-
janza éntrelas seguridades que se habían otorgado á la li-
bertad de cultos y de imprenta por la ley fundamental de
los Países-Lajos, y las que se consignaron en la Constitu-
ción de Bélgica.


Resulta que , después do haber justificado plenamente
las ]¡limeras, podría dispensarme de probar que las nuevas
están á cubierto do toda censura. Debo, con todo, hacer no -
tar que el Congreso no pudo sospechar que ie fuera prohi-
bido admitir para, el nuevo reino que iba á organizar las
mismas libertados, pues que hacia quince anos que todo el
mundo consideraba como lícito el juramento á la ley fun-
damental. Ademas , la mayor parte de los individuos del
Congreso se propusieron el objeto mas loable, pues su mira
era el impedir que so pusieran al culto católico las trabas
que habia tenido que sufrir en tiempo del Rey Guillermo
y de la dominación francesa. Este ora el deseo unánime de
sus comitentes. El príncipe de Mean , Arzobispo de Ma-
linas, se habia constituido en intérprete de ellos al dirigir
al Congreso su memorable carta de 13 de diciembre
de 1S30.


Después de recordarlas vejaciones que el culto católico
había tenido que sufrir de los gobiernos anteriores, añadía
el Prelado: "Tengo latirme confianza do que el Congreso,
compuesto de los representantes de una nación eminente-
mente religiosa, después de haber dado con diferentes mo-
tivos pruebas inequívocas de su respeto á la Religión, sabrá
impedir que jamás vuelvan á reproducirse estos males; que
ademas deben ser evitados con tanto mas esmero, cuanto
que nunca dejan de producir crisis ó conflictos en el Estado.
Los católicos forman la casi totalidad de la nación que vos-
otros , señores , estáis llamados á representar y hacer di-




chusa: siempre se han distinguido por su decisión sincera
por la felicidad de la patria , y por estos dos conceptos me
atrevo á reclamar la protección y benevolencia de la Asam-
blea. A l esponeros sus necesidades y sus derechos, no pre-
tendo reclamar para ellos ningún privilegio: el objeto único
de sus aspiraciones se reduce á lograr una perfecta libertad
con todas sus consecuencias : estas son las ventajas de que
quieren participar juntamente con sus conciudadanos." El
sabio Prelado manifestaba en seguida las principales liber-
tades religiosas que deseaba ver afianzadas por la Consti-
tución, siempre bajo el supuesto de que los tribunales ha-
bían, de reprimir los abusos.


Aceptando el Congreso las ideas del Superior en la
gerarquía eclesiástica del pais, creyó necesario sancionar la
libertad de cultos y la de imprenta en el sentido en que lo
estaban por la ley fundamental de los Paises-fíajos, y se-
gún que estaban ya inoculadas en nuestras costumbres.
Añadióse la libertad de enseñanza, la libertad de asocia-
ción, la de reuniones pacíficas, pero se guardó bien de esta-
blecer estas libertades de una manera ilimitada; antes bien
sancionó al mismo tiempo la represión de los abusos que pu-
dieran cometerse, y añadió en varios pasajes, según se acaba
de ver, que los delitos cometidos en el ejercicio de ellas
serian castigados con arreglo á las leyes.


Al culto católico le habían vejado especialmente los
gobiernos anteriores por la parte que habían tomado en los
nombramientos de los eclesiásticos. Los obispados habían
estado vacantes mucho tiempo, y se habia impedido á va-
rios curas tomar posesión de sus parroquias, porque el go -
bierno les negaba su aprobación. Los artículos orgánicos y el
Código penal prohibían comunicarse con la Santa Sede y
publicar sus rescriptos sin intervención del gobierno. Estas
vejaciones habían cscitado un grave descontento; asi es que
una de las primeras medidas que adoptó el gobierno provi-
sional fue revocar aquellas leyes. El Congreso se propuso
impedir que jamás pudieran restablecerse, para lo cual in-
sertó en su Constitución un artículo en que se prohibía se-




133


mejante intervención. Esta es una prueba mas de que la
mira principal del Congreso fue especialmente asegurar el
libre ejercicio del culto católico.


Al establecer por el art. 117 que el sostenimiento y las
dotaciones de los ministros de los cultos correrían á cargo
dei Estado, y que las cantidades necesarias para atender á
ellos se consignarían todos los años en el presupuesto, el
Congreso dio también otra prueba de su solicitud por el
culto católico , y esto no parecerá estraño si se atiende que
es la religión de casi todos los belgas. Así, pues, el pensa-
miento que presidió á la sanción de estas libertades fue
altamente cristiano, y los diputados católicos de aquel Con-
greso merecen por ello los mayores elogios.


Poro se lia dicho á esto que el Congreso estendió estas
ventajas á los otros cultos, y así estableció legalmente el
indiferentismo, que es contrario á todos los buenos princi-
pios, y ha sido condenado por la Santa Sedo repetidas vo -
ces. Añádese á esto que apenas habia necesidad de seme-
jante cosa, cuando el número de los belgas que no son
católicos es cortísimo.


A esta dificultad se puede contestar fácilmente, aunque
parece grave. El Congreso estuvo muy lejos de querer es-
tablecer ó favorecer el indiferentismo. Sabia que entre la
Santa Sede y el gobierno de los Países-Bajos se habia con-
venido que los artículos de la ley fundamental que hablan
de los cultos, solo eran relativos al orden civil y á las per-
sonas. Pues bien; creyó «pie debia estender á los cultos di-
sidentes las ventajas que quería conceder al católico. Hay
ademas que tener en cuenta una circunstancia muy impor-
tante, y es que la caridad, la justicia y la prudencia, obli-
gaban estrictamente á que así se hiciera. Desde la publica-
ción del edicto de tolerancia de José II, se habia permitido
constantemente en Bélgica el ejercicio de los cultos disi-
dentes ; habia sido protegido de un modo muy especial
por el gobierno de los Paises-Bajos, y en aquel tiempo se
aumentó considerablemente el número de protestantes.
¿Podía el Congreso prohibirles su culto, retirarles sus d o -




134


taciones y ciernas ventajas que gozaban (1 )? Los disidentes
que se habían establecido en nuestras provincias y gozaban
de todos los derechos civiles habían nacido aquí. Se habían
portado como buenos y pacíficos ciudadanos; ¿no hubiera
sido injusto despojarlos de una libertad de que gozaban
hacia tanto tiempo? Por otra parte el Congreso tenia que
contar con los liberales, los cuales tenían empeño en con-
signar estas libertades (2). Ademas se podrá temer que si
las suprimía, los enemigos del nuevo orden do cosas se ha-
bían de prevaler de esto para intentar una restauración.
Una política sabia y previsora exigía que se dejase á los
disidentes gozar en paz de sus libertades religiosas. Así,
pues, habiendo establecido el Congreso por regla general
que los belgas son iguales ante la ley, no podian esceptuar
á los disidentes en lo concerniente á las libertades religio-
sas. Hallóse, pues, en el caso do que habla un sabio Obispo
de Francia, cuyas palabras creo deber copiar: "Si en un
Estado la Religión verdadera y divina no existe sola, si
por negarse el príncipe á tolerar otras religiones puede
comprometerse la tranquilidad de sus Estados y esponerse él
mismo á perder su corona, ó sufrir una disminución nota-
ble de su autoridad sobre sus pueblos, puede tolerarlos
por el bien actual é inmediato de sus subditos. Así lo ha
entendido siempre la Iglesia católica, porque en esto caso
la tolerancia civil no implica una declaración de indiferen-
cia para con todas las religiones, y supone solamente que
tal ó tal medida civil en favor de la verdadera Religión,
seria en tal caso perjudicial á la sociedad y de lechazo á la


(1) En mi juicio no estuvo el mal en lo que se otorgó á los pro-
testantes, sino en lo que se dejó de otorgar al Catolicismo; y va-
liéndome de una fórmula, no del todo exacta, diría, que el mal no
estuvo del todo en la libertad, sino en la igualdad. Si los belgas
eran casi todos católicos, (.por qué se hizo al Catolicismo el agravio
de igualarlo con la herejía'? Lo de menos en la cuestión de libertad
de cultos es el protestantismo ; lo peor es la legalización del error,
como manifiesto en este libro.


(2) En esta cláusula, por la que pasa S. Emma. rápidamente,
está la clave de lo que allí sucedió.




135


(1) ¡Ojalá sea cierto!


Kcligion misma, 1 1 (Cartas y despachos de Mons. Doney,
Obispo de Montauban, pág. 4ÍK>.)


MJHJI Congreso belga no quiso de ningún modo estable-
cer la indiferencia religiosa, sino (pao sancionó por justas
causas la libertad de cultos, que encontró establecida de
mucho tiempo atrás. Así es que Bélgica no por eso que-
dó menos adicto á Ja lloligiou de sus padres. Su gobierno
tampoco renunció á las usanzas católicas que siempre ha
seguido. El Bey , aunque protestante, la familia real, los
ministros, las Cámaras legislativas, los tribunales y todas
Jas instituciones públicas han continuado asistiendo en
corporación á las ceremonias católicas. Los esfuerzos que
ha hecho el racionalismo por medio de sus periódicos y fo-
lletos para hacer al pueblo belga incrédulo ó indiferente,
han sido estériles (1) ; el clero y los fieles fervorosos se han
aprovechado de tal modo de las libertades constitucionales,
que en ninguna otra época do su historia han visto los
belgas su Religión tan lloreciento como hoy dia.


Se lia dicho, que aun cuando se hubiera dejado á los
disidentes el ejercicio libre de sus cultos, el Congreso hu-
biera debido al menos establecer un gobierno católico, de-
clarando (pie el Catolicismo era. la Religión del Justado.


Esta era ciertamente la opinión y el deseo de muchas
personas respetables, pero las eminencias políticas del Con-
greso opinaron que las circunstancias no permitían reali-
zarlo. Según ellos, viéndose el Congreso obligado á conce-
der á todos Jos belgas el libre ejercicio de su culto, no
debia introducir una escepcion con respecto al Soberano y
á los funcionarios públicos ; y pues se admitía á todos los
belgas al desempeño de todos los destinos, no podia es-
cluirse del trono y de los empleos á los que no fueran cató-
licos. Indudablemente se deseaba que el príncipe fuera ca-
tólico, y lo probó eligiendo al duque de Nemours, pero en
las críticas circunstancias por que estaba pasando y que




136


hacían la organización del nuevo reino tan difícil como
urgente, no podia, en buenos principios de política, atarse
las manos, obligándose á elegir esclusivameute á un prín-
cipe católico. Los acontecimientos justificaron esta conside-
ración, pues si la Constitución hubiera impedido elegir al
príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo, (pie era protestan-
te, Bélgica se hubiera encontrado sin Rey en agosto do
1831 , las tropas francesas no hubieran acudido á socorrer-
la, el ejército holandés se hubiera apoderado de la capital,
y allí acababa nuestra independencia nacional."


Hasta aquí las interesantes cartas del actual eminentí-
simo Cardenal Arzobispo ole Malinas, cuyo saber y virtu-
des hacen dignas de toda consideración sus csplicacioncs en
esta materia.


Bien hubiera querido traducirlas íntegras, pues el con-
tenido y su importancia y esplicaciones lo merecían, pero
no me permitía hacerlo el carácter de esta obra, y no se ha
hecho poco en darle toda esta latitud.


A l imprimir este pasaje, el Rey Leopoldo I de Bélgica
acaba de morir, el dia 10 de diciembre de 18G5, sin auxilio
ninguno religioso, que no ha querido, rodeado de ministros
conocidamente solidarios é impíos, y dominado por la franc-
masonería, ala cual creyó manejar y que concluyó por ma-
nejarlo á él. ¡Tal ha sido el Rey que la diplomacia descreída
de 1830 regaló á Bélgica, mas bien que eligió el pais!


L o s observaciones haré únicamente acerca de las cartas
del E m m a Sr. Cardenal de Malinas, con el debido respeto
á su saber, virtudes y opiniones, y agradecido también ala
benevolencia con que se dignó honrar mi humilde é insig-
nificante persona.


Lo primero es que la solución algo sutil de protección
á los individuos pero no á las comunidades, á las entidades
individuales, no á las morales ó corporaciones, viene á ser
lo mismo que conceder protección civil á los herejes, pero
no á las herejías. Esto es muy sutil, y , de puro delgado,
quiebra; pues las pensiones y dotaciones consignadas en
el presupuesto para los ministros herejes y su culto, no son




137


para el individuo, sino para la entidad moral; no para el
hereje, sino para la herejía. Mejor que esta sutileza jurídica
me parece la doctrina teológica neta y firme. Se tolera al
hereje á mas no poder, como decian los antiguos : el cató-
lico mira al hereje como á la prostituta. La Iglesia no tran-
sige con ella; pero la autoridad civil la tolera como un mal
menor; procura atenuarlo y restringirlo, y evitar su propa-
gación; impide que se le vejo ni moleste; castiga los escesos
y publicidad de su infame tráfico, pero no protege, ni á la
prostituta ni á la prostitución, sino que los tolera. Hay una
protección activa, y otra pasiva, ó negativa. El impedir que
se veje ó atropello á una persona, será, cuando mas, una pro-
teccion negativa para evitar una tropelía, pero no una pro-
tección, en el sentido estricto de la palabra, que lleva con-
sigo una idea activa, no solo de evitar el mal, sino de hacer
bien al protegido. El pagar dotación á los ministros disi-
dentes lleva protección activa, es hacerles bien.


Lo segundo que ocurre es considerar los malos y pési-
mos resultados que la llamada libertad de coitos ha traído
á Bélgica desde 1830 , y esto se desprende de las cartas
mismas del Kmwo, Cardenal de Malinas.


En 183(1 la. situación era de los católicos. Ellos habían
hecho el alzamiento y lo habian dirigido, aun cuando los
disidentes hubiesen cooperado algo para él. Los católicos
formaban la,casi totalidad de la nación (palabras del prín-
cipe de Mean y de S. Emma,), y de los doscientos diputados
las tres cuartas partes eran de católicos ; al menos ciento
cuarenta, dice S. Emma.


Las libertades de Bélgica habían alucinado á muchos su-
getos de diferentes ideas y encontradas opiniones. El pais
belga era mirado por muchos católicos españoles como un
paraíso terrenal. Para todo citaban á Bélgica, como los
demócratas á los Estados-Unidos. Los elogios del conde
de Montalembert, en el Congreso de 180:] , contribuyeron
á concitar los ánimos en este sentido. Quise ver aquel
paraíso por mis propios o jos : fui al Congreso do 1804, y
el paraíso me pareció un purgatorio para los católicos, y




13«


(1) Son unas beatas con votos temporales: en el gran lerjuinage
hay cerca de novecientas. Casi todas son pobres, y tienen que coser,
lavar ó dedicarse á otras industrias para vivir.


lo mismo les parecía á muchos belgas, á quienes no cega-
ban el espíritu de partido y el amor patrio.


¿Cuál es hoy día la situación del Catolicismo en Bélgi-
ca? Los católicos están en minoría en el Congreso, y pierden
terreno por todas partes, á pesar del fervor de muchos de
ellos, y de las virtudes é indisputable talento de su clero.
Los grand.es centros de población Bruselas, Gante y A m -
beres, van siendo focos de impiedad. El Catolicismo es ve-
jado por todas partes. Se permite di jar legados á las uni-
versidades ateas de Bruselas y Gante, y se le (p ídanlos
suyos á la católica de Lovayna, Se les arrebatan las igle-
sias, las fundaciones piadosas, los cementerios mismos don-
de reposan sus padres. Los ministros dirigen contra el Ca-
tolicismo insultos groseros y amenazas de tiranía. Yo mis-
mo he visto, con dolor, el atropello que se ha hecho con las
hfyi'.ivti.sde Gante fias del gran lie'j».iiiiii¡n).; No se hubiera
hecho mas en España! Se ha cegado el canal que las aislaba
do la población : el lavadero donde ganaban su vida, mu-
chas de aquellas pobres recogidas, que viven de su traba-
j o (1), ha sido enajenado piara sitiarlas por hambre. En él
se estaba construyendo un templo protestante, y en el ter-
reno enajenado so construían casas en las que se iban á esta-
blecer prostitutas, según de público se decía en Gante. Cito
estos hechos de intolerancia como pudiera citar otros mu-
chos, que me escandalizaron durante mi breve estancia
en aquel país. Estos son los resultados de la libertad de
cultos en Bélgica al cabo de poco mas de treinta, años. La
impiedad (no el protestantismo) en alza, el Catolicismo en
baja. Ex fructibm eovmn cognoscetis eos.


Al manifestar la tiranía á (pie han venido á parar los
belgas de resultas de la libertad de cultos, tal cual la con-
signaron en su Constitución del año 1830, quizás alguno
podría pretender volver contra los católicos españoles el




130


(1) Me he valido para esta estadística de la curiosa obra de mis
amigos y antiguos discípulos Sres. Abad de Aparicio y Coronel, titu-
lada Constituciones vigentes. También de la del Sr. Eizaguirre, titu-
lada El Catolicismo en presencia de las sectas disidentes.


mismo argumento, diciéndonos que á tan mal estado, ó peor
que el suyo, ha venido el Catolicismo en España, viéndose
también supeditado a! poder civil, y las iglesias despoja-
das, las costumbres decaídas, la blasfemia soez escandali-
zando en público, las malas doctrinas, el racionalismo, el
panteísmo y el materialismo cundiendo entre la juventud
por doquiera, el clero calumniado é insultado sistemática-
mente por la imprenta, las malas publicaciones vendidas
impunemente, y otros hechos especiales y concretos á que
no debo descender por el carácter especial de este libro.


Es indudable que en España el Catolicismo ha decaído
de ocho años á esta, parte, v que boy dia se nota la tendencia
de los católicos á separarse del Estado, en el que no ven un
protector Jo la Iglesia, como en otros tiempos, sino un amo
exigente o imperioso, que cubre como la yedra, sustituyendo
á la frondosidad del árbol su verdinegra hojarasca , y que
mata con sus abrazos. Esta tendencia del Catolicismo en Es-
paña y Bélgica es ya la de otros muchos católicos en todo el
mundo, por razones á que yo no debo descender ahora. Pero
entre Bélgica y España hay una diferencia inmensa en esta
paite, y es (pie allí han venido á esta situación cumpliendo
su Constitución y sus leyes, y aquí hemos venido á él por
no cumplir las nuestras ; infringiendo ademas la Constitu-
ción y el Concordato.


§. 25, Continúa la estadística de los cultos en Europa y América:
grandes diferencias en esta p a r t e . — E n ninguno hay absoluta
libertad de cultos.


Alemania ó Confederación Germánica: Tiene libertad
de cultos por el art. lfi de la Constitución federal de 8 de
junio de 1815 ( 1 ) , pero solo con respecto á las comuniones
cristianas: los judíos están tolerados. Las sectas infieles ó




140


(1) También prevalece el Catolicismo en el principado de Linch-
tenstein. Los demás Estados son protestantes en su mayoría.


no cristianas están prohibidas; pero de hecho han cundido
el racionalismo, el materialismo y el panteísmo entre los
protestantes, siendo ya bajo este concepto mas infieles que
los musulmanes.


Las religiones predominantes en cada pais de los prin-
cipales de Alemania se espresarán en su paraje correspon-
diente.


Austria: Religión dominante, la Católica: tiene un Con-
cordato por el cual queda abolido el Placel, y se deja en
libertad á la Iglesia,


Baviera: Nación católica, pero estragada por el raciona-
lismo.


Badén (Gran ducado de) : Predomina el Catolicismo (1).
Dinamarca: El art. 6.u de su Constitución exige que


el Rey pertenezca á la Iglesia evangélica luterana, que es
la dominante.


El art. 81 establece la libertad de cultos, pero solo en-
tre las comuniones admitidas en el pais. El Catolicismo ape-
nas es tolerado, y está sujeto á no pocas vejaciones; de
modo que la libertad de cultos es casi ilusoria para los ca-
tólicos.


Brasil: La religión dominante y de casi la totalidad del
pais es la católica; pero hay libertad de cultos para los
disidentes.


España: El culto católico es enteramente esclusivo por
la Constitución y por el derecho internacional sancionado en
el Concordato vigente. De ello se hablará también mas
adelante, y con mucha detención.


Francia: La Constitución de 14 de enero de 1852 con-
signa en su art. l.° los principios do 178Í). Hay libertad de
cultos, pero la Religión católica es la oficial y dominante, por
serlo de la inmensa mayoría de los franceses. De estos hay
mas de veinte millones de católicos, y solamente dos mi-
llones de protestantes. Estos están muy fraccionados entre
sí. Con todo, hoy dia, no contentos con la libertad de cul-




141


(1) Segur : Respuestas sobre el protestantismo.


tos, piden la igualdad, é insultan al Catolicismo, amenazán-
dole con su estincion (1).


Esta es la táctica. Se principia por pedir libertad de
conciencia. Luego libertad de cultos, como se pide en Es-
paña. Luego igualdad de cultos, como se pide por los pro-
testantes franceses ; y luego una minoría turbulenta y pro-
caz se sobrepone á la mayoría pacífica, legal y católica, como
en Bélgica.


En pos de esta minoría vienen los verdugos sin con-
ciencia, llamados solidarios, y la libertad de conciencia
concluye por estrangular toda conciencia, toda religión y
todo culto.


A pesar de la libertad de cultos tan decantada do Fran-
cia, el Catolicismo tiene escasa libertad para el suyo. El
Concordato fue comentado arbitrariamente por Napoleón I,
que no quería comentarios para su Código civil. La Iglesia
de Francia, desengañada de sus libertades, está agarrotada
por el Placel y otras restricciones, por lo que desea sacudir
este yugo, como al fin lo conseguirá. La Sociedad de San
Vicente de Paul ha sido perseguida, y disuelto su Consejo
general en un decreto en el cual so elogiaba á la francma-
sonería por el Emperador Napoleón I I I , hijo que se dice
primogénito de la Iglesia.


Inglaterra: Es tolerante desde el año 1829, en que á
duras penas se concedió una especie de emancipación á los
católicos, alejados hasta entonces tenazmente do los Par-
lamentos, de los cargos públicos, y hasta de las escuelas.
El Acta constitucional de 1688, redactada por protestantes
furibundos, es una diatriba inicua contra los católicos ó
papistas, como allí se dice.


La religión dominante es la luterana, llamada allí an-
glieana, por ser especial del pais. Es , en su parto discipli-
nal y esterna, un remedo grosero del Catolicismo , al cual
se aproxima mucho mas que ninguna otra secta protestan-
te. El Rey es Pontífice de la Iglesia : ahora la Reina es su




142


Papisa, aunque poco afecta á su Religión , la cual despre-
cia, según es público y notorio. De todos modos, los inven-
tores dé la fábula de la Papisa Juana,, se hallan hoy dia
regidos por una Papisa protestante.


Inglaterra restringe cuanto puede la libertad de cultos
á los católicos, y solo á duras penas les hace concesiones:
respeta al knákero, que no quiere jurar en los tribunales,
pero no respeta el sigilo sacramental del sacerdote católico,
y mas de uno ha sido condenado á deportación á Botany-
Bay, por declarar que sabia quién era el autor de un delito,
pero que no podía revelarlo, sabiéndolo solamente bajo el
sigilo sacramental.


Irlanda: Este reino, conquistado por Inglaterra, está
mas vejarlo por el anglicanismo que Polonia por los mos-
covitas. Los ingleses cometieron allí mil horrores y actos
de tiranía al tiempo de su conquista, y lian seguido rigien-
do y devastando el pais con cetro de hierro ; violando las
capitulaciones hechas con los católicos en Limerik y en
otros puntos. Vista la imposibilidad de estirpar el Catoli-
cismo en aquella preciosa Isla, han apelado al medio brutal
de despoblaría, siguiendo para esto una; política infernal y
maquiavélica, que ha hecho emigrar á los Estarlos-Cuidos
mas de dos millones de católicos, los cuales, en su dia
quizás, sean el medio de que se valga la Providencia para
el gran castigo que caerá sobre Inglaterra.


Irlanda tiene cuatro Arzobispos protestantes, diez y
ocho Obispos, trescientos diez y seis dignatarios, deanes,
arcedianos, canónigos, etc., y un clero numeroso protestante
que posee seiscientos setenta mil acres de tierra confiscada
á los católicos, y se comen entre todos ademas veintitrés
millones de diezmos, que les pagan los católicos muertos de
hambre. A este clero , para ser iglesia , no le falta mas que
tener pueblo: hay casi tantos protestantes como clérigos.


Así, por ejemplo, en Cashel, el pobrecito Arzobispo pro-
testante tiene doscientas mil libras de renta: hay allí ocho
mil habitantes : siete mil ochocientos cincuenta son católi-
cos, y ciento cincuenta protestantes : deducido el clero con




143


.sus mujeres é hijos, casi no hay protestantes. Con todo , el
Obispo tiene doscientas mil libras de renta, que en su casi
totalidad le pagan los católicos para un culto que detestan
con horror. ;No importa! Inglaterra es el país clásico de la,
libertad.


iJíeese que el diezmo os la polilla dé la riqueza agrícola
y mata su prosperidad; y, con todo, se añade que Inglaterra
es el pais mas rico y próspero de Europa. Sabiendo yo que
en Inglaterra hay diezmo, y cruelmente exigido, he traba-
jado algo por despejar la incógnita do esas dos proposicio-
nes económicas. Hasta ahora no he dado con la solución.


Holanda: El cap. vr de la Constitución concede liber-
tad á todas las religiones.


El art. .1.04, dice: "Todos los ciudadanos profesan con
plena, libertad sus opiniones religiosas."


El Hió: " igual protección gozarán las corporaciones
religiosas existentes en el remo."


El 107 deja toda, amplitud y libertad para el culto. "Se-
rán lícitas las prácticas do todos los cultos dentro de las
casas particulares, sin perjuicio de adoptar las medidas ne-
cesarias para la seguridad del orden y la tranquilidad pú-
blica. Con esta, misma condición serán lícitas todas las prác-
ticas religiosas, fuera de los edificios y sus atrios, y en
público, bajo la misma forma (pie se permite en la actuali-
dad, según las leyes y disposiciones vigentes."


En Holanda, hoy dia, es verdadera la libertad de cul-
tos, pero no lo fue lias tu pocos años luí. La tiranía con (pie
el monarca anterior persiguió al Catolicismo en Bélgica y
en Holanda, no son fáciles de olvidar. La Constitución v i -
gente data cíe 1848, en que fue modificada, y desde cuya
época tienen alguna mas libertad los católicos, que forman
las dos quintas partes de la población. Por desgracia hay allí
varios Obispos jansenistas, escomulgados por la Santa Sede.
Ademas, el protestantismo va desapareciendo, suplantado
por el racionalismo mas completo. De los mil ochocientos
ministros protestantes, mil quinientos se han adherido al
libro de Roñan, y , por tanto, han dejado de ser protestan-




144


tes, y aun cristianos, negando la divinidad de Jesucristo,
y el pueblo protestante se hace indiferentista ó católico.


Méj ico : El nuevo Emperador Maximiliano acaba de
dar una Constitución en que se consigna la libertad de
cultos. Ya antes de su advenimiento al Trono la habia dado
el general francés Bazaine. Esta Constitución y esta liber-
tad han sido mal recibidas por el clero, por la gente do or-
den y por la casi totalidad de los indígenas. Para eso no se
necesitaba derrotar á Juárez. Los Obispos han protestado,
y el Nuncio de Su Santidad, Mons. Meglia, acaba de reti-
rarse de aquel país. El Emperador no lleva trazas de hacer-
se viejo en él, y su odio profundo é insensato á todo l oque
es do origen español le concluirá de precipitar.


All í la libertad de cultos es á la francesa, es decir, una
libertad que no es libertad. El Emperador ofrecia libertad
al error y servidumbre á la verdad. La Iglesia católica , á
título de Religión dominante, seguirá avasallada por el Es-
tado, pues el Emperador se arroga todos los derechos } r re-
galías que allí tenia la Corona de España. Este derecho
canónico es algo brusco y antijurídico. Nadie se puede ar-
rogar privilegios ni otorgárselos á sí mismo. Seria muy sen-
cillo que uno se dispensara á sí mismo de la obligación de
oir misa y ayunar; que se concediese á sí mismo el privile-
gio de tener oratorio privado, y otras gracias análogas. Mas
el derecho establece como principio que en materia do pri-
vilegios no cabe sustitución ni alteración de tiempo, lugar
ni persona.


Por consiguiente, lo que en otros puntos puede ser re-
galía por privilegio, allí solo es usurpación.


Noruega: Su Constitución es intolerante: datado 14 de
noviembre de 1814. El art. 2.°, dice: "La Religión evangé-
lica luterana es la del Estado. Los individuos que la profe-
sen están obligados á educar á sus hijos en ella. Los Je -
suítas y otras Órdenes monásticas no son toleradas. No
podrán tampoco establecerse en el reino los judíos, según se
acordó anteriormente." Con todo, estos lograron en 1845,
á fuerza de dinero , que se les tolerase, y esto ha refluido




145


10


también á favor de los católicos, los cuales han principiado
á lograr allí algunas conversiones; pero cuando los protes-
tantes quieren desembarazarse de un sacerdote ó misionero
católico 1c acusan de ser Jesnata, y con este medio sencillo
y espedito se lo espulsa del territorio , lo cual hace el go -
bierno mivy á gusto.


La Constitución luterana de Noruega, según se ve , no
honra mucho á la decantada tolerancia protestante, y los
que suponen (pie el luteranismo trajo la libertad de •pensar,
verán cómo arreglan ese apotegma con la Constitución de
Noruega, modelo de intolerancia.


Por lo demás, el luteranismo de aquel pais no es mas
que una especie de policía mandada por el Rey de Suecia,
que arregla, la administración de sacramentos y decide lo
que se ha de creer y lo que no se ha de creer. Es una Reli-
gión de real orden.


Polonia: Para los católicos, Polonia, la simpática, la ti-
ranizada Polonia, será siempre una nación , aunque la di-
plomacia diga otra cosa, para mengua y oprobio suyo y de
la civilización moderna.


En Polonia hay libertad de cultos para todos menos
para los católicos, cpie son la casi totalidad del pais. Los
católicos que allí viven bajo la presión del látigo y del ham-
bre, del incendio, de la devastación, la confiscación, el fusi-
lamiento y la deportación á Siberia, se muestran cada vez
mas firmes en sus creencias. Los monasterios han sido cer-
rados recientemente, y desterrados sus moradores. Pero, ¿á
qué recordar lo que todos saben?


¡Dios haga lucir días de bonanza y de libertad verdadera
piara la infeliz Polonia!


Portugal: En este reino hay libertad de conciencia, pero
no de cultos. Esta libertad no es de hecho como en España,
sino de derecho. El art. 6.° de la Constitución dada por don
Pedro en 182G, dice así:


"La Religión católica apostólica romana continuará
siendo la Religión del reino. Todas las otras religiones se -
rán permitidas á los estranjeros, así como su culto domés-




UG


tico ó particular en casas destinadas á este fin, sin forma
alguna esterior de templo."


Es verdad ¡pie en esto se ha dado alguna latitud en es-
tos últimos años, y aun en lo relativo á la facultad de po-
der apostatar los portugueses ; pero constitucioiíalmente
solo se concede allí la libertad de conciencia con culto pri-
vado y doméstico, y eso para los estranjeros.


Atendidos los artículos de nuestro Código penal, no es
una gran diferencia la (pie existe entre la Constitución de
aquel pais y las disposiciones penales de nuestra patria en
esta parte. Ademas, como el Código portugués no distingue
de religiones, resulta una declaración aun á favor de los
cultos infieles é idolátricos profesados por estranjeros den-
tro del pais. Reputado este por una casi colonia inglesa, y
supeditado á la influencia británica, no podia menos de
consignar en su Constitución aquel principio.


Prusia: Su Constitución establece francamente la liber-
tad de cultos: data de 1850.


"Art. 12. La libertad de creencias y la práctica de to-
dos los cultos de las diversas comuniones religiosas están
autorizadas para los que las ejercen colectivamente en pú-
blico ó en particular."


Los artículos siguientes declaran á todos aptos para todo
destino, cualquiera que sea su religión: la cristiana se de-
clara fundamental del Estado.


Se permiten las comunidades religiosas y eclesiásticas,
y por el art. 10 se les autoriza para arreglar libremente las
relaciones con sus superiores, con lo cual queda abolido el
Placet. La educación religiosa en las escuelas se arreglará
por las respectivas confesiones.


Es muy curioso el art 12 , que dice :
"Tanto la Religión católica romana como la evangélica


y las domas sociedades religiosas , arreglan sus asuntos, y
cada una de por sí so hallan en el pleno goce y adminis-
tración de sus fundaciones, bienes y establecimientos de
instrucción y beneficencia."


Se ve, pues, que el Catolicismo, que es la Religión do la




147


" U n solo bien quedaba entretanto al Perú en medio de
sus males; un solo tesoro so conservaba, intacto en su seno,
á pesar do los trastornos y de las convulsiones que se suce-
den sin cesar: una sola garantía del cambio que mas tardo


(1> El C'Uolichúio m presencia de sus disidentes, por Josa Igna-
cio Víctor Eka#uirre, presbítero, tomo i , pág. 25 de la edición de
IS.jf; en Barcelona.


El Sr. Eizaguirre lia sido vicepresidente de la Cámara de dipu-
tados en (.'hile.


( 2 ) Quiero decir derribó.


minoría de los prusianos, se halla mas favorecido de hecho
y de derecho por la Constitución de Prusia, que por la de-
cantada de Bélgica, donde á los católicos se los despoja de
sus fundaciones. Bien que en materia de Constituciones no
consiste en tenerlas, sino en cumplirlas; sobre todo cuando
los ministros son procaces y prepotentes.


Repúblicas hispano-americanas: El Perú estableció la
libertad de cultos, llevado su gobierno de la falsa política
de aumentar así la población, idea que no ha logrado ni lo -
grará por este medio. Aun cuando consiguiera con esta an-
ticatólica medida acrecentar algo su población, seria con
tan viciosos y dañados elementos, que podria decírsele aque-
llas palabras do la Sagrada Escritura: MultipAicasti gen-
tem, sed n,on rno/jnijicasli leetitiam.


H é aquí los siguientes rasgos tomados de la obra del
Sr. Eizaguirre, presbítero americano y republicano do la
America Meridional (1) , y , por tanto, testigo bien compe-
tente y autorizado en esta parte:


"La revolución religiosa quo los regeneradores del N u e -
vo Mundo han querido amalgamar con la Revolución civil
aterró (2) una multitud de aquellos monumentos ; pero su
caída conmovió también la sociedad, en cuyo beneficio na-
cieron. Ese espíritu (pie sabe arruinar sin poder gloriarse de
haber creado algo, fuera de vértigo y desorden, no pudo lle-
nar el vacío que dejaban al caer aquellas instituciones, y de
aquí data, la decadencia moral é intelectual que fácilmen-
te aduierte cwilquíew en la, metrópoli del Perú.




148


habrá de mejorar su situación: esta es su unidad religiosa.
Los esfuerzos del protestantismo para ganar prosélitos ha-
bían fracasado, estrellados contra el sentido católico, domi-
nante en la inmensa mayoría de los peruanos; mas, como si
un bien real importunase á una administración imprevi-
sora, dio esta el primer paso destinado á condenar lo que
su órgano oficial llamó arma de una repugnante y vergon-
zosa intolerancia. El presidente de la república propuso al
Congreso el proyecto de libertad de cultos, como medio, se-
gún él, de proteger la colonización del pais por estranjeros.


nDesde el principio de la revolución, Lima, como todas
las grandes poblaciones de la América española, se vio in-
vadida por las doctrinas subversivas del racionalismo y del
jansenismo, que, combatiendo toda suerte de autoridad,
prepararon los tristes acontecimientos de que el Perú, ha
.sido teatro durante veinte años de anarquía.-'


¡Veinte años de anarquía! calculaba el Sr. Eizaguirre
en 1854: puede añadir once mas á la cuenta, y no sabemos
cuántos faltarán.


La descripción de la república de Nueva-Granada, hecha
por el mismo autor, manifiesta el asqueroso despotismo que
allí ejercen la demonocracia y la libertad do cultos contra
el Catolicismo.


En la imposibilidad de copiarle, se citarán tres ó cuatro
trozos del cap. n, tomo T de dicha obra. "Un gobierno cu-
yas tendencias al despotismo son bien conocidas, y cuyos
vejámenes á la Religión del Estado no encuentran seme-
jantes en los tiempos modernos, sino en la historia de Ja
autocracia, se lanzó en las vías que él apellidaba de liefor-
ina, y la conciencia ilustrada llamó con mas razón persecu-
ción al Catolicismo. Nosotros no reproduciremos aquí el
triste catálogo de esta persecución: El Universo y otros
periódicos de Francia lo han publicado, y para vergüenza
de un gobierno que por ironía se dice republicano , lo ha
reproducido la prensa de todas las naciones ilustradas de
Europa."


Después de narrar varios atentados y atropellos contra




149


las personas y cosas de la Iglesia, añade: " E l Congreso,
fuente de estas disposiciones, era compuesto en su mayoría
de hombres que tenían interés personal en la sanción de
tales medidas
Y o , americano, aunque estranjero do la Nueva-Granada,
me avergonzaba al registrar en uno de los diarios mas
acreditados de Francia los discursos de algunos de estos
diputados, á quienes, juzgando por su lenguaje satisfecho,
podrá cualquiera suponer autorizados para dirigir la dis-
cusión. Son tantas las aberraciones que contienen, tantos
los despropósitos que dicen, y tan patente la ignorancia, la
falta de lógica y aun de sentido común, que su lectura
hizo decir á un escritor: Los discursos que se recitan en el
(Jone/ceso de Nueva-Granada nos hacen temer que aquel
ñais vit/ilm á caer en el estado de barbarie de que lo redi-
mió la conquista espadada."


La tiranía y el despotismo continúan en aquel pais in-
feliz como diez años há, y en el pasado de 1804 una comu-
nidad de Hijas de Santa Teresa, las carmelitas descalzas de
Bogotá, han aportado á España, después de mil trabajos, en
busca de un asilo hospitalario, que les negaban la libertad
democrática y la libertad de cultos do su patria (1). Testi-
gos vivientes son estas iiueva-<rranadinas de la intolerante
tolerancia, que suele llevar consigo la libertad de cultos.


La república do Chile, que se habia preservado de estos
errores, acaba de incurrir en ellos en julio del presente año
de 1865, estableciendo la libertad tío cultos á pesar de la
reciente prohibición de la Santa Sede. Por la base 5.a de
su nueva Constitución se concede á los no católicos, que
puedan practicar su respectiva religión en sus casas y
abrir escuelas para la educación de sus hijos. La unidad
religiosa queda ya rota en aquel pais. En vano mas de dos
mil mujeres, muchas de ellas bien acomodadas, se agolpa-
ron á las puertas del Congreso á suplicar á los diputados en
favor do la unidad católica. Nada sirvió: este movimiento


(1) Estas religiosas lian sido recogidas en un convento de su or-
den, donde pobremente viven.




150


(1) Véase á Eizaguirre, tomo i, capítulos x x i n y x x i v .


espontáneo y generoso fue considerado como resultado de
instigaciones clericales. ¡Oh, si hubiera sido en sentido con-
trario, la prensa impía lo hubiera ensalzado hasta las nu-
bes, y hubiera agotado el diccionario de las lisonjas en ob -
sequio suyo!


Rusia es Rusia, y con eso está dicho todo : basta con
nombrarla.


Suecia : Su Constitución no sanciona libertad de cultos
ni de conciencia. El art. 2.° establece que el Rey ha de pro-
fesar siempre la doctrina evangélica, según la Confesión de
Augsburgo; es decir, el luteranismo con gerarquía eclesiásti-
ca. El Rey, que á la vez es Pontífice, arregla el culto y su
administración á su gusto. El art. 80 dice : "Los Estados
del reino, de acuerdo con el Rey, pueden establecer leyes
civiles, penales y eclesiásticas.


El catolicismo en aquel pais es muy escaso, y suelo ser
objeto de medidas desfavorables. Hace pocos años apenas
se contaban cien sacerdotes, que eran objeto de vejaciones.
Aunque se ofreció últimamente libertad de cultos, se han
dejado en pie casi todas las antiguas leyes represivas del
Catolicismo. En 1853 fueron desterradas varias familias de
Stockolmo por haber abrazado el Catolicismo ( I j .


El culto de Suecia es muy parecido al del Catolicismo: se
conservan las imágenes, las vestiduras sacerdotales, la con-
fesión y la misa. Gustavo Wasa sustituyó el protestantis-
mo al Catolicismo, poruña especie de escamoteo, diciendo
que olivaba de acuerdo con el Papa. Los que quisieron opo-
nerse á él fueron deportados rigurosamente.


H o y dia Suecia so halla corroída por el materialismo y
el panteísmo, que amenazan concluir en breve con el pro-
testantismo, mal defendido por un clero egoísta y rico. De
su ruina surgirá el Catolicismo, á pesar de la intolerancia
con que allí se le persigue todavía.


Suiza : Su Constitución federal de 1848 es tolerante de
derecho, pero en el hecho hay intolerancia en los cantones




151


protestantes, con respecto á los católicos. La libertad de
cultos era allí una necesidad, habiendo cantones enteramen-
te católicos, otros enteramente protestantes, y otros mistos.
Aun así, el art. 12 de la Constitución no concede libertad
de cultos sino á las comuniones cristianas; pero, como su-
cede hoy dia, el racionalismo, panteísmo, materialismo y
casi el espiritismo, hacen estragos en el pais, y son tolera-
dos bajo la máscara do Cristianismo, que algunos ni aun
se cuidan de aparentar.


El art. 48, dice : "Todos los cantones están obligados
á considerar á los ciudadanos de una de las comuniones
cristianas procedentes de los demás Estados confederados,
como si pertenecieran á su propio Estado, tanto en mate-
rias de legislación, como en todo lo concerniente á la ad-
ministración de justicia."


Se ve, pues, que la Confederación Helvética no admite
libertad de cultos amplia y general, sino solo para el Cris-
tianismo. Aun dentro de esta tiene una restricción intole-
rante y ridicula, hija de las funestas revoluciones de 1845
y 4 7 . '


El art. 58, d ice : "La orden ele los Jesuítas y las socie-
dades alidadas á ellos, no pueden ser admitidas en ningún
punto de Suiza."


Suiza, pues, debe ser contada entre los paises donde
no hay verdadera libertad de cultos.


Suiza es hoy dia uno de los paises mas intolerantes do
Europa, á pesar de su radicalismo democrático. En el mes
<lc noviembre de 1H0Ó, y al imprimir este libro, el Parla-
mento acabado desechar, por 61 votos contra 13, una pro-
posición de un diputado de Friburgo para que se derogase
Ja prohibición de establecerse los Jesuítas en el territorio
de aquella república.


Bien es verdad que pocos dias antes se había condena-
do á veinticuatro palos á un periodista, por un artículo, y
un tribunal, al que apeló el escritor, confirmó la sentencia.


Para, completar el cuadro en lo relativo á Suiza, véase
el asesinato del diputado católico Leu, en el párrafo re-




152


lativo á las crueldades de los herejes, en los apéndices.
Berna.—Distrito do Basilea: El antiguo obispado de


Basilea, llamado pais de Porrentruy, formó hasta el año
1792 un Estado independiente, bajo la dirección del Obis-
po señor del territorio. La Revolución francesa lo usurpó, y
en 1815 se le cedió al Estado de Berna, protestante y Hel -
vético. Fue una de las varias torpezas del malhadado Con-
greso de Viena, del que ningún español puede apenas ha-
blar sin tedio. Se lo cita aquí á continuación de Suiza por la
afinidad con este país.


Con t o d o , se estipularon en el acta anexional, especie
de Constitución, varias seguridades para los cincuenta mil
católicos traspasados álos protestantes: mas estos no se han
tomado la molestia de cumplirlas ni respetarlas.


"Art. 1.° La Religión católica apostólica romana queda
asegurada, para ser mantenida en su estado actual y ejerci-
tada libremente, como culto público en los distritos del
obispado de Basilea, donde se halla establecida.


uArt . 3.° Los establecimientos de instrucción religiosa
serán conservados, sostenidos y administrados como antes,
principalmente las escuelas parroquiales y los colegios do
Porrentruy y Delemont.


ii Art. 6.° En los distritos do dichas parroquias los maes-
tros y profesores de las escuelas públicas deberán profesar
la Religión católica, etc. ( 1 ) . "


Los protestantes de Berna, no solamente no han cum-
plido esta constitución y tratado internacional, sino que
han hecho todo lo contrario. No bastaría un tomo para re-
ferir los brutales tratamientos á (pie se ven sometidos hoy
dia los católicos de aquel territorio. Se ha espulsado de allí
á las Hermanas de la Caridad. So ha quitado su dotacio?r
á los curas que han traído misioneros á sus parroquias, so
ha formado causa criminal á los que han reclamado contra
estos atentados, se ha trasformado el colegio de Porrentruy


(1) Relación presentada al primer Congreso de Malinas, en 18ti3,
tomo ii de sus actas, pág. 268.




153


en escuela cantonal mista, se lia creado una escuela normal
de mujeres con profesores protestantes y algún católico
cpie otro sometido á estos, donde se pervierte sistemática-
mente á todas las maestras, antes de enviarlas á sus escue-
las, inoculándolas el indiferentismo.


El colegio cantonal do Porrentruy se ha dado á cono-
cer por la impiedad de su enseñanza, hasta el punto de que
los estudiantes hicieron burla de la procesión del Corpus el
año 1SG3, al pasar por las calles mismas de la población.
Los exámenes son presididos por los ministros protestan-
tes ; y apenas hay ya maestros católicos en todo el terri-
torio.


A los consejos que reclaman contra este despotismo
democrático se los disuelve inmediatamente, se persigue á
sus individuos y se ocupa su territorio militarmente.


¡Bellezas de la libertad democrática de Europa!
.No quiero privar á mis lectores de las palabras testua-


les consignadas en aquella reseña, á fin de que puedan
apreciar lo que la libertad de la Iglesia puede esperar hoy
dia de la democracia europea (1).


Berna, país protestante, es llamado allí llel pueblo mas
intoleraale de Europa,, para el cual el protestantismo fue
siempre un arma de adquirir vasallaje territorial, en virtud
del que están sufriendo los católicos el despotismo mas
odioso que imaginar se puede."


Los católicos de Basilea manifiestan que á poco tiempo
que siga esc despotismo, desaparecerá la Religión católica
de aquel territorio, á pesar de los esfuerzos del clero, en el
cual solo hay un Jodas.


Union Americana ó Estados-Unidos de America.
Hay en ellos libertad de cultos cual en ningún país del


(1) Les catholiques etaint apeine soumis à la domination bernoise,
qu'ils purent constater leur mallier eux sort. Se trouvant en infime mi-
norité, sans défense, sans appui, sans protection, en fase du peuple
le plus intolérant de l'Europe, pour lequel le protestantisme fut tou-


jours un arme d'asservissement territorial, ils subirent le despotisme
le plus odieux qui se puisse imaginer. (Tomo n, pág. 2G9 De las ac-
tas del primer Congreso de Malinas. J




154


nEl protestantismo nunca podrá renunciar al esclusivis-
mo, que le caracterizó en su origen y le bautizó en su cuna.


nLesde la Florida hasta el Main, y desde las costas de


( l ) Tomo i.


mundo. La Confederación no tiene religión ninguna oficial,
pero las Constituciones de los Estados, particulares la san-
cionan para ellos, según las creencias religiosas de la mayo-
ría de los habitantes. En la guerra cpie acaban de tener, los
regimientos llevaban capellanes protestantes ó católicos,
según la religión á que pertenecían los soldados. Los cape-
llanes católicos eran, en su mayor parte, Jesuítas, y reci-
bían del Estado paga de capitanes.


En la estadística, que ha presentado el ministerio de la
Guerra se habla con gran elogio de la actividad de los ca-
pellanes católicos, al paso que se trata con poca considera-
ción á los de las otras sectas. El ministro cree que basta con
un capellán protestante para toda una brigada, pero que
cada regimiento católico necesita un capellán.


A pesar del indiferentismo religioso que preside á la
Constitución federal de los Estados-Unidos, no se ha creído
deber tolerar toda clase de cultos, y se dispersó á los mor-
mones, que trataban de formar colonias basadas en un prin-
cipio socialista y de poligamia, de lo cual se habló ya en el
párrafo segundo, pág. 51.


N o se crea, con todo , que el Catolicismo tenga que su-
frir poco de la intolerancia protestante en los Estados-Lija-
dos. Hó aquí un pasaje del americano Eizaguirre para poder
juzgar (1) :


"Tarea imposible acometerla quien sé propusiese armo-
nizar lo que sobre la tolerancia religiosa de los Estados-
Unidos han escrito sus panegiristas en Europa, es decir , á
distancia de mil leguas de los hechos; y lo que nos revelan
estos con lenguaje mas elocuente, mas imparcial v i n a s
severo.




155


la California hasta el Atlántico, la línea que traza la intole-
rancia es tan perceptible como son funestos sus efectos. En
la Luisiana, donde la mayoría de sus ciudadanos bien pue-
de ostentar como el mas glorioso de sus blasones ese coló
vivo, ese corazón ardiente con que ha sabido conservar in-
tactas las tradiciones católicas que recibió de sus padres,
necesita luchar cuerpo á cuerpo con la audacia de los pro-
testantes, que, apoderados del gobierno, pretenden también
hacerse dueños de los establecimientos de beneficencia do -
tados por los católicos y dirigir en las escuelas do estos la
instrucción.


11 Ciento cincuenta mil católicos ven amenazados sus
templos en Nueva-Yorck por el fuego de los universales...
El temor al celo fogoso de los irlandeses suplió entonces
lo que, según el magistrado, no han prevenido las leyes de
Norte-América (1 ) . "


De la reseña general que se acaba de hacer aparecen las
observaciones si gu i en tes:


1.a H a y paises católicos, como Roma, España y Portu-
gal, que solo admiten la libertad de conciencia, de hecho ó
de derecho, ó lo que se llama mera tolerancia civil.


2. a Hay paises protestantes, como Noruega, Suecia y
Dinamarca, en que apenas hay para los católicos ni aun li-
bertad de conciencia, y se espulsa á los Jesuitas y á los
judíos, como sucede ademas en Noruega y en Suiza con res-
pecto á los Jesuítas.


3. ! l La mayor parte de las Constituciones de Europa que
sancionan libertad de cultos la establecen tan solo para las
comuniones cristianas, como sucede en las de la Confedera-
ción Germánica y en las de Prusia y Suiza, y lo mismo en
la de Portugal.


4. a En algunas de ellas donde la libertad de cultos es
amplia y al parecer absoluta, como en Bélgica, de hecho es
ilusoria, y se persigue á los católicos, si no en sus personas,
en sus cosas y derechos.


(1) Cuando el Obispo avisó á la autoridad civil, respondió esta
que las leyes no daban medio para evitarlo. (Eizaguirre, t omo i . )




156


5.a En otras donde se establece libertad de cultos, corno
en Francia, Italia, Méjico y Repúblicas Americanas, y se
mira al Catolicismo como religión oficial y dominante , se
halla este esclavizado por los gobiernos, y con menos li-
bertad que las sectas.


6. a Finalmente, en ningún pais del mundo, ni aun en
los Estados-Unidos, se lleva la libertad de cultos hasta el
estremo de que se admitan las sectas infieles , inmorales ni
ateas, á protesto de libertad de pensar.


Con este motivo, al terminar la revista de los cultos
en varios países, no puedo menos de hacer una ligera pausa
para examinar la opinión de un célebre Prelado aloman.
Mons. Kettler, Obispo de Maguncia, en una obra titulada
Libertad, Autoridad, Iglesia,publicada en 18(13 (1), parece
defender la libertad de cultos, pero restringiéndola, pues
no cree que so deba conceder á las sectas que niegan la exis-
tencia de un Dios personal, ó que arruinan la moral.


Pero si no se concedo libertad de culto á los materialis-
tas, panteistas y ateos disfrazados bajo las fórmulas de la
filosofía francmasónica de Krause (2), entonces, ¿qué signi-
fica la libertad de cultos, según la bella teoría del Sr. Obispo
de Maguncia? Cabalmente, la mayor parte de los que hoy
gritan en favor de la libertad de cultos, ni tienen culto, ni
quieren tenerlo, ni siquiera creen en un Dios personal ni
hn'personed. Algunos de ellos consideran á la humanidad
como Dios; error tan ridículo como grosero. Otros niegan la
existencia del espíritu, idea que cunde principalmente en-
tre los médicos materialistas. Los juristas se avergonzarían
de sostener tal estupidez.


¿Qué hará el Estado con todos estos librecultistas, que


(1) El señor conde de Montalembert, en su discurso á favor de
la libertad de cultos, en el primer Congreso de Malinas, citó en su
apoyo esta obra, y un pasaje del cap. xxni. Pero el Sr. Obispo solo
dice: Nul principe religieux nt cltfend a un catholique de eroire quil
est des circonttances ou VEtat ne 'peut rienfaire de mieux que accorder
une entiere liberté de religión sous les resiriciions que nout avons
faites.


(2) Véase en los apéndices el articulo último sobre la francma-
sonería.




157


no admiten un Dios personal, y con todo cunden por Alema-
nia, Bélgica, Holanda, Francia é Italia, y en España piden
á voz en grito la libertad de cultos? Si les concedemos liber-
tad, la teoría restrictiva de Mons. Kettler va por tierra. Si no
se les concede, en ese caso viene á negárseles de derecho lo
cpie ya tienen de hecho, y el griterío continuará lo mismo
rpie ahora; porque lo cierto es que en los países católicos, y
sobre todo en España é Italia, la mayoría de los policultis-
tas ni cree en Dios ni pertenece á ningún culto.






C A P Í T U L O IV.


La pluralidad de cultos bajo el aspecto político y
económico.


§. 26. Nuevo aspecto de esta cuestión.—Método.


Hemos llegado ya á lo mas recio de la batalla.
A l hablar de la libertad moral, me parecía oir :—Deja á


un lado la libertad moral: nosotros somos morigerados, tan
morigerados como puedes serlo tú. Reconocemos todos esos
principios tílosófico-toológicos acerca de la moralidad de
las acciones y de la libertad moral. Pero no es esa la cues-
tión : nosotros hablamos de libertad política y considera-
mos la cuestión bajo el aspecto político. Nosotros decimos,
como el conde de Montalembert en el primer Congreso de
Malinas: A b somos teólogos: somos políticos. Respetamos
el dictamen de los Papas y Concilios, de los Padres y Doc -
tores; pero vemos el mundo, vemos su marcha y sus ideas,
y por ellas juzgamos. Apelamos á la esperiencia, y no que-
remos guiarnos por utopias brillantes, y do un optimismo
ya irrealizable. No estamos en la Edad Media; vivirnos en
pleno siglo x ix , en el siglo de la libertad. H o y día ya las
cuestiones no se resuelven por la represión, sino por la li-
bertad. Libertad de asociación: libertad de comercio: liber-
tad de imprenta: libertad do cultos: libertad de enseñanza:
libertad do defensa jurídica: libertad, del trabajo y de la
industria. La libertad de cultos es un derecho, es una gran
conquista do la civilización moderna.


¡Sea en hora buena por todas estas libertades! á mí tam-
poco me asustan en teoría. Pero ello es que los mismos que
las proclaman especulativamente, y sobre todo en medio de
las oposiciones, suelen asustarse un poquito cuando las ven




1G0


de cerca y están en ocasión de realizarlas. El hecho es que
por ahora no las conceden, y parodiando la fórmula justi-
cia y no por mi casa, podría decirse: 11 libertades, -pero no
por mi Ministerio."


Vamos, pues, á estudiar este punto de la libertad de
cultos con calma y detenimiento. Fijemos la base de esta
cuestión observando lo que es la pluralidad de cultos bajo
el aspecto político, y luego veremos si hay un derecho ab-
soluto á esa decantada libertad, y si es, como se dice, una
preciosa conquista de nuestro siglo.


l.° La libertad política de cultos es perjudicial para el
Estado como medio de gobierno en general.


2.° La libertad de cultos no es ni puede ser un der'echo
político á'priori, y es un absurdo considerarla como una
preciosa conquista del siglo x ix .


3." La pluralidad de cultos es inconveniente bajo el
aspecto de la moral pública y privada,


4." La libertad de enseñanza, como consecuencia de la
pluralidad de cultos, es también perjudicial y gravosa para
el Estado.


5.° La libeifad de cultos bajo el aspecto económico es
gravosa para los intereses del Estado.


Dejase ademas para el capítulo siguiente la enumera-
ción de otros inconvenientes graves bajo el aspecto del de-
recho público y eclesiástico, y las cuestiones modernas de
Iglesia libre en el Estado libre, y dé la pretendida solidari-
dad de las naciones católicas.


27. La pluralidad de cultos, como elemento perturbador, es per-
judicial para el buen gobierno y la administración del Estado.


No so concibe libertad de cultos sin dualismo ó plurali-
dad do cultos.


Este remedio paliativo se introd-io en los países donde
la diversidad de opiniones religiosas, y la multitud de los
sectarios, no satisfechos con el culto interno y la libertad
ele conciencia, obligaron á transigir con ellos y concederles




161


( C Con todo, el difunto lord Pahiierstcn deci" s "spañol
;K d"/<!ei". ;.-ti:'n.r vita'mano á Irv.eq ne de tenerci .: ifa•:'riterrà.
.'asi..,! de! Obispo de Pamplona, eu noviembre • i '.»5.)


"11


el culto público, y aun la subvención cíe él por cuenta del
Estado.


Esto enseña la historia, y esto dicta la filosofía, basada
en la esporieucia. Era, pues, la libertad de cultos un pro-
cedimiento á poderiori, una consecuencia. Mas ahora se
considera como un derecho «- pi'ioi'i; y , según esta teoría,
debe ya mirarse la libertad de cultos como un derecho,
aunque haya en el pais un culto solo, aunque baste con la
libertad de conciencia, aunque no haya ningún hereje, aun-
que el país la vea con horror y tedio.


Si no hay herejes, debe hacerse que los haya ; s ino hay
prostitutas, es preciso seducir alguna mujer p. ra que trafi-
que con su cuerpo, á fin de que no carezca la población de
este ramo do libertad.


Eso qn:; antes era medicina, es ya un alimento que se
sirve á la mesa, aunque puede producir cólicos, indigestio-
nes y malestar. Es la quinina administrada á ¡es sanos. Y a
no es una medicina para los enfermos, sino u u i > b h n una
invitación á los que gozan do Salud para que se pongan
malos.


•Oh adelanto «le la ciencia! ¡Las pildoras y los glóbulos
homeopáticos van á servir de postro á la mesa!


Considerada, pues, la libertad de cultos como un dere-
cho político, se reconoce la conveniencia y utilidad de la
herejía contra el Catolicismo, y que la pluralidad de cultos
es un leen y latinidad de cultos es un mal ("I).


El duerna no tiene escape.
(i unidad de culto en la religión verdadera, ó i lurali-


dad de cultos.
Si la unidad de culto en un pais es buena, la -tlumlidad


es mala. Si la pluralidad de cultos es mejor que la uni-
dad, la. unidad de cultos es peor que la pluralidad.


Supuesto que no hay término medio, decidamos en




162


esto, y veamos si cabe una respuesta categórica en ab-
soluto.


Bajo el aspecto político, bajo el económico, el literario,
¿que es mejor, hablando en general, la unidad ó el dualismo?


El dualismo, bajo el aspecto político, es perjudicial, y
está mal mirado como medio do gobierno. Aun los Estados
democráticos tienen un solo presidente, y lo mismo sucedía
en las repúblicas aristocráticas de la Edad Media, El dua-
lismo de los cónsules fue perjudicial en Boma, Ellos mis-
mos, en los casos de apuro, tenían que suspender el gobier-
no consular y nombrar un dictador: cedia el dualismo á
la unidad. Y si perjudicial fue el dualismo, aun lo fueron
mas los triunviratos y pluralidades, que concluyeron por
destruir la, república y la libertad política de Boma.


El mundo es gobernado por Dios único y eseiusivo. El
gobierno de los hombres en tanto es mejor en cuanto es
mas parecido al de Dios. Los gobernantas legítimos y rec-
tos son la representación misma de Dios sobre la tierra,
cualquiera que sea la forma do gobierno en un país civi-
lizado. Si los monarcas fueran santos, sabios, justos, previ-
sores y laboriosos; en una palabra, parecidos á Dios en
cuanto se ¡e puede parecer el hombre, no habría gobierno
mejor que el monárquico puro. El mal está en que la raza,
se acabó por lo visto hace algunos siglos, y es muy peli-
groso conceder derechos absolutos á los monarcas moder-
nos que, trocando la corona por el mandilito masónico, no
suelen ser santos ni sabios, sin que yo trate de ofender á
ninguno de ellos en particular.


En resumen : en política, la unidad es mejor que el
dualismo, como medio de gobierno.


Bajo el aspecto literario y estético, la unidad es el
origen de la belleza: el dualismo, repartiendo el interés,
mata la belleza, literaria. No necesito repetir aquí lo (pro
es sabido do todos los que tienen nociones de literatura y
estética.


Bajo el aspecto económico, el dualismo de acción es
siempre perjudicial. La asociación de capitales y de fuerzas




163


representa la unidad. La división del trabajo, sin unidad
de dirección, es un absurdo, y el dualismo haría inútiles
las fuerzas, disipándolas en vez de concentrarlas.


Bajo el aspecto social, la división de tendencias, de mi-
ras y de partidos es siempre perjudicial al pais. El espíritu
de provincialismo y de partido, el antagonismo entre los
pueblos y los territorios, siempre son perjudiciales, dificul-
tan las empresas y aun las imposibilitan, engendran odios,
rivalidades, pugnas, conflictos, sediciones y todo género do
males.


Figuremos dos naciones con opuestas cualidades uni-
tarias: la una de ellas unida y compacta; dividida por el
dualismo y rivalidad la otra.


En la una solo hay un lenguaje, todos miran con carino
al pais, y se miran unos á otros como hermanos. Sus cos-
tumbres, sus inclinaciones son análogas. La unión es tal,
que en casos de apuro el pais se levanta como un Iwrubrc,
según la espresion vulgar.


En la otra hay varios dialectos : los que hablan el uno,
apenas entienden el otro. Las costumbres y opiniones son
distintas. Cuando manda una parcialidad, la otra se consi-
dera postergada y ofendida : al pasar el poder de una mano
á otra, destruye el sucesor lo que hizo el partido opuesto.
No hallando apoyo bastante y desconfiando del éxito de la
lucha, se vuelven los ojos al estranjero, y los jefes de los
caídos, después de seguir por algún tiempo una política pe-
simista y sin éxito, concluyen por convertirse cu Oppas y
Julianes.


¿Cuál de los dos paises será mas feliz, mas fácil de go-
bernar y mas independiente? ¿Dónde preferirla vivir cual-
quier hombre honrado? La respuesta, no es dudosa. Pre-
guntad á los (¡no se ven precisados á emigrar do su pais.


¿Cuál ha sido la causa, y está siendo, de que muchos de
los capitales de Auérica no hayan venido á nuestra patria,
sino la triste situación de esta, parecido al que se acaba de
pintar? Un repubbcauo de la América del Sud, que hu-
yendo de la epidemia revolucionaria de su pais necesita




164


marchar con sus capitales á otras regiones, difícilmente se
establecerá en España: al poco tiempo do estar entre nos-
otros echaria de ver (pie apenas había ganado, y buscaría
otro pais mas unido, aunque el idioma, el clima y las cos-
tumbres no fueran quizás las que él deseaba.


La Verdad Eterna lo ha dicho en una de esas frases
concisas y enérgicas, que han pasado á ser proverbios.


Orine regnum divisura contra se, desolabitvr.
Todo reino dividido entre sí, será desolado. La prueba


de esta verdad no la vayamos á buscar fuera, de nuestra pa-
tria, ¿Cuál es la causa do su desolación y ruina, sino la
honda división y subdivisión do los partidos y fracciones
de partido? Y cuando nos hallamos divididos hasta lo in-
finito, y solo tenemos una cosa en que todos convenimos,
una, cosa en que todos los españoles están de acuerdo, único
vínculo que entre sí une á los hombres rio distintos parti-
dos, tendencias y opiniones, ¿vamos á romper este vínculo
de unión en obsequio de los causantes de nuestros males,
de los que provocan nuestros odios, de los que insultan
nuestra desgracia, de los que exageran nuestros defectos,
y nos calumnian constantemente, de Jos que nos odian en
cara los escasos, problemáticos é interesados beneficios que
nos han hecho?


La ruptura de la unidad solo favorece hoy día á la im-
piedad y al ateísmo, que logran de esta manera, á espen-
sas del protestantismo, una situación legal y autorizada, la
cual en breve se muestra tan hostil al protestantismo como
al Catolicismo.


Por otra parte, el protestantismo es el símbolo de la
desunión, la discoHia, las variaciones y la tergiversación
de todos los principios, y por donde quiera, que pasa «floja
y relaja todos los vínculos sociales, si os (pie no Jos rompe,
como los rompió por mucho tiempo en todos Jos países
donde penetró en el siglo xvr. Si en algunos de ellos hay
unidad en alguna cosa, bien puede decirse que es á posa;
del protestantismo, no por Ja eficacia de este.


A pvo 'K>s i to de estas cualidades disolventes, no t)-->::.ro




165


omitir las magníficas palabras con que concluye Bossuct su
grande obra de las Variaciones de las Iglesias protestan-
tes, cuyos sectarios son en el cstranjcro los principales cori-
feos de la libertad de cultos, de la que sacan escasos resul-
tados.


"Estas máximas de división y discordia han sido el
•principal fundamento de la Reforma, pues se estableció por
un rompimiento universal, y la unidad de la Iglesia jamás
se ha conocido en ella. De aquí es que sus variaciones y
novedades, cuya historia hemos concluido, finalmente, nos
han hecho ver con toda claridad lo que ella era, es á saber:
un reino desanido, dividido contra sí mismo , y que tar-
de ó temprano ha de caer irremisiblemente; eutie tanto que
la Iglesia católica, inmutablemente unida, afecta y ceñida
á ios decretos una vez pronunciados, sin que en ella se pue-
da mostrar la mas mínima variación desde el origen del
Cristianismo, se hace ver manifiestamente como una Igle-
sia divinamente edificada sobre piedra firme , siempre se-
gura por sí misma, ó, por mejor decir, por las promesas
que ha recibido, firme é inalterable en sus principios y
guiada por'un Espíritu que jamás se desdice."


Estas palabras del célebre Obispo de Meaux , tan pro-
fundo filósofo como historiador y político, ni han sido des-
mentidas, ni han dejado de tener su comprobación en la
esperiencia.


§ 28. La libertad de cultos no puede ser un derecho político
a pñori. — j Es absurdo considerarla corno una conquista del
siglo X I X ?


El derecho político no existe a prior i; supone una so-
ciedad ya formada y constituida. Todo lo preexistente á
una sociedad civil, si es teórico, corresponde al Derecho na-
tural; si es práctico, á la Moral: luego antes de que se cons-
tituya una sociedad no hay derecho político en ella. Ben-
tham arregló una Constitución política para España, como
pudiera hoy dia un fabricante hacer una alfombra para el
salón del ministerio de Fomento, cuyo edificio está en pro-




i n o


yecto. La Constitución del judío ingles se quedó en su car-
tera, no sin que él se diera por agraviado de que los espa-
ñoles no hubiesen aceptado aquel su engendro político.


Supongamos, y ;ojalá fuera mañana! que Polonia se
viera en el caso de poder ser nación independiente. Podría
tener mañana mismo su derecho político; pero hoy por hoy
no lo tiene. Mañana podría optar por la monarquía, y esta
electiva ó hereditaria; podría formar una república mas ó
menos aristocrática ó democrática; podría tener libertad de
cultos ó no tenerla; podría dar derechos civiles á los judíos
ó tolerarlos meramente; podría lanzar de su territorio á los
popes griegos, hoy sus verdugos, ó tolerar su culto cis-
mático; podría declarar al Catolicismo (por el cual pelea al
par de su independencia) religión esclusiva ú oficial, supe-
rior á los demás cultos tolerados, ó prescindir de toda reli-
gión, inclusa la católica, y constituirse do un modo ateo
indiferentista. Todo esto podrí,i hacer mañana al constituir-
se; pero hoy, no existiendo con independencia, y por tanto
no siendo, por desgracia, un país constituido políticamente
con división de poderes, ó, como so dice ahora, con autono-
mía, ¿dónde está el derecho político de Polonia? Y si Polonia
no tiene derecho polít ico, y está á merced de su opresor
mas quo conquistador, ¿tendrán derechos políticos los po-
lacos? Claro está que no. Hasta que tengan una Constitu-
ción, Estatuto, Carta, ó como se la quiera llamar á la ley
política constitutiva, no podrán tener derechos políticos, ni
darse una forma do gobierno, ni saber los derechos que pue-
den reclamar de él.


Por lo tanto, el hablar de derechos políticos en abstrac-
to y á priori, es un absurdo. El hombro no tiene mas dere-
cho al gobierno monárquico que al democrático : no tiene
mas derecho á ser legislado por dos Cámaras que por una
sola. No puede teñera la libertad de cultos derecho ningu-
no preexistente.


Los emigrados políticos que aportaban á las playas vír-
genes del Nuevo Mundo, se organizaban religiosamente se-
ta ' r> o
gun sus creencias religiosas, y si era su religión una, se




167


constituían unitariamente; si eran protestantes, se organi-
zaban á su modo en varias fracciones: esto es lógico.


Si el hombro, fuera do la sociedad constituida, tuviera
derecho político á alguna religión, seria precisamente (no
siendo católico) al de la religión natural; pero esta hemos
visto (pie reprueba la pluralidad de cultos. El hablar, pues,
de derechos políticos á la libertad de cultos en abstracto, es
un absurdo, y queda demostrado por lo que se dijo en el
cap. I I , §. 15, al hablar del Derecho natural.


¿Será, pues, la libertad de cultos una preciosa conquis-
ta, y aun la mas preciosa del siglo X I X ? Histórica y prác-
ticamente es un error. Fue conocida como un bocho por va-
rios pueblos de la antigüedad. Respecto al protestantismo,
la tuvieron los hugonotes en Francia por el edicto de Nan-
tcs, pues so les concedió mas que la mera tolerancia y li-
bertad de conciencia. Esta data propiamente de la paz de
Westfalia.


Ademas, en el art. 10 de los llamadosdewchon d,el hom-
bre, se consignó en 1789 el siguiente:


"Ninguno debe ser molestado por sus opiniones religio-
sas, con tal que HU maní/estación no turbe el orden público
establecido por la ley.»


Aquí está ya reconocida implícitamente la libertad de
cultos, pues no se habla de conciencia y actos internos, sino
de rmnifattieion, la cual es esterna, y abraza lo mismo el
culto que los escritos y predicaciones.


Si se considera como una derivación de los decantados
derechos del hombre, data del siglo pasado, y el origen no
es muy honroso ni lisonjero, al menos para los católicos y
los que no tienen afición á la carnicería y la guillotina. Se
vienen á la memoria las ridiculas escenas del culto de la
Razón y de las matanzas de los católicos y sacerdotes, en
quienes se hicieron los ensayos prácticos délos derechos del
hombre.


La libertad de cultos era prácticamente la negación de
todo culto. Bien es verdad que para los seievibrkadores
todos los derechos eran negaciones relativamente, pues se




168


reservaban para sí el activo y dejaban á los demás el pasi-
vo , y, sobre todo, el derecho no escrito de guillotinar á todo
el que no hablara, obrara y escribiera como ellos, ó fuera
sospechoso de pensa/r de otro modo, pues habia la celebre
ley de sospechosos, que no respetaba ni aun la conciencia.


Si los librecultistas quieren encontrar su abolengo en
los declaradores de los derechos del hombre , ni me opongo,
ni les envidio la procedencia. Suumcviqve.


Tendrán en la historia antigua á Juliano el Apóstata,
en la moderna á Robespierre y consocios.


Ademas, si la libertad de cultos es una conquista del si-
glo Xix, la tal conquista está aun á medio hacer.


En ninguna parte de Europa hay libertad de cultos mas
que para las comuniones cristianas : en ninguna se concede
para el islamismo: luego no es absoluta.


Faltan por conquistar, ademas de España, Dinamarca,
Noruega, que no permite ni Jesuítas ni judíos ; Polonia,
donde se persigue el Catolicismo; Rusia, intolerante; Por-
tugal, que solo permite la libertad de culto privado, y eso
á los estranjoros; Suecia y Suiza, que rechazan á los Jesuí-
tas y á los institutos afiliados á ellos, y ademas prohiben los
institutos monásticos y niegan derechos políticos á los j u -
díos.


¿Dónde está, pues , la preciosa conquista del siglo xix?
Bélgica, cuya Constitución es la mas lata, persigue y


maltrata á los católicos: no creo tampoco que se permitiera
á un belga declararse musulmán, aunque la mayor parte de
los solidarios , en materia de sensualidad, viven oriental-
mente. Francia sigue atando á los Obispos con las liberta-
des galicanas, y persigue é insulta á las Sociedades religio-
sas, por halagar á la francmasonería, Inglaterra saquea,
mata de hambre y hace espatriarse á los católicos , ó com-
pra sus conciencias en los años de esterilidad y ha ¡obre.
Italia destruye los conventos, roba sus bienes á las iglesias,
prende á los Obispos, apedrea éinsulta á los católicos que
acompañan á las procesiones, ó se dedican á otros actos re-
ligiosos.




169


¿Dónde está, pues, la libertad de cultos tan decantada?
¿Por qué tantas diatribas contra España?


— E s que no se admite el protestantismo en este pais.
En cambio se admite el solidarismo.
Si en Bruselas hay ocho mil solidarios, en Madrid no


bajarán fie dos mil: los indiferentistas é impíos abundan
en España, y nadie se mete con ellos. \ Qué mas pueden
desear? ¿Para (pié quieren la libertad de cultos ni do con-
ciencia, si no tienen conciencia ni quieren culto alguno?


§. 29. La pluralidad de cultos bajo el aspecto do la moral pública.
—El mormonismo y el espiritismo en los Estados Unidos.


La libertad de cultos supone inmoralidad, en cuanto que
autoriza, ó, por lo menos tolera un error y un m a l : es un
mal menor para conjurar otro mal mayor. Es la prostitución
en un pueblo poco morigerado, la cual se tolera por la paz de
los matrimonios. Pero á nadie le ha ocurrido mira]' la pros-
titución como un derecho, ni como una garantía, ni como
un adelanto, ni como una conquista de la civilización : aun
los mismos (pie la fomentan, rara vez tienen el cinismo de
aplaudirla. Porque se consienta ó tolere la prostitución y
las autoridades administrativas tengan que reglamentarla,
no por eso dejará de ser prostitución, no por eso dejará de
ser inmoral.


Si la comparación parece fuerte, en cambio es muy
exacta. No es tampoco invención mia : la usó San Agustín
para la herejía, y en este mismo concepto de San Agustín
la aceptó Santo Tomás, el purísimo Santo Tomás de
Aquí no.


Antes de entrar en otras observaciones para demostrar
la inmoralidad práctica de la libertad de cultos , hagamos
otra observación. En la escala gradual de la libertad de
cultos, el pueblo mas avanzado parece ser el de los Esta-
dos-Unidos ; pais que, á pesar de recientes desengaños , to -
davía es modelo que toman los demócratas y policultistas
modernos, y aun el bello ideal de algunos católicos que
sueñan con los derechos del hombre.




170


El P. La Cordaire fue uno de estos. Especie de Homero,
iiasta en el dormitar algunas veces, en su discurso de recep-
ción en la Academia francesa, quiso unir el hábito domi-
nicano de 1847 con el gorro frigio de 1830, y tomó por
asunto las glorias do aquel pais, solo conocido por relacio-
nes exageradas y apasiouados encomios. Con la lectura del
discurso coincidió la guerra horrible y desastrosa, el des-
cubrimiento de aquellas úlceras encubiertas ; en una pala-
bra, el desencanto. N o podia haber tomado peor asunto, ni
á peor hora: después de esto, era cosa de morirse, y se
murió. Para estasiarse ante una democracia híbrida y abi-
garrada, no había que pasar los mares ; tenia al lado la
Lnion-Hel vótica, donde hay de iodo. Pero estaos pequeña,
oscura y débil en medio de Europa, radical, y á veces tirá-
nica, con formas de libertad. La Cordaire no podia olvidar
las escenas recientes de Suiza y el atropello del Catolicis-
mo, la derrota del Sonderbvnul, el robo de los conventos, y
otras cosas, que no olvidarán fácilmente los católicos. Esto
no le convenia , y por tanto buscó lo mas remoto, que la
distancia favorece á la visualidad. Con todo, tomemos á los
Estados-Unidos por tipo y Non plus idtra de la libertad
de cultos.


Esta libertad de cultos, jes absoluta, es incondicional?
No. Para serlo debería admitirse allí todo culto, sin esclu-
sion alguna, por bárbaro, por fanático, por inmoral que
fuera. Debería dejarse al indio quemar á su prisionero, ar-
rancarle las entrañas palpitantes , examinarlas, y, si la an-
tropofagia era parte del culto, comerse en buena paz las
carnes chamuscadas de su víctima. Esto so ha hecho en
aquel pais y se hacia en algunas partes de él por los salva-
jes, que poblaban aquel territorio en el siglo pasado; y
cuenta que aquellos salvajes eran mas americanos que los
actuales americanos, raza advenediza que les usurpó sus
tierras, sin perjuicio de echar en cara á los españoles sus
antiguas usurpaciones.


Si la inmolación de víctimas humanas por motivos re-
ligiosos y la antropofagia idolátrica no se consienten, ya




171


hay una restricción religiosa por motivo de moralidad.
Los mormones formaron una secta en que, llevando el


socialismo y el comunismo al último grado de exageración,
acordaron tener comunes todas las cosas, y hasta las mu-
jeres: esta opinión era uno de los puntos culminantes de
aquella secta, no solo política, sino religiosa.


No eran ellos los inventores. Los priscilianistas en Es -
paña tuvieron ya esa comunidad en el siglo v, y los albi-
genses la llevaron á un grado de exageración y lubricidad
horrorosos. Pero al fin esto era una creencia religiosa, y los
albigenses tienen hoy dia sus panegiristas : con respecto á
los waklcnses, hay herejes que no se abochornan al decirse
descendientes de ellos.


Los Estados-Unidos no consintieron el roormouismo,
lo persiguieron : hubo batallas y sangro, y se les obligó á
dispersarse y huir de los puntos donde so habían fijado y
trataban de colonizar. Al fin, en el pais de los lunikeros era
una estravagancia mas. Allí no fue ningún poder religioso
el que persiguió al mormonismo: fue el Estado, y nada mas
que el Estado, intolerante con su inmoralidad.


Luego en los Estados-Unidos no hay libertad de cultos
absoluta é incondicional, sino que se prohiben los cultos
fanáticos, sanguinarios é inmorales.


Pero, ¿quién fija los límites de esta moralidad? ¿Quién
tiene derecho á decir: aquí llega la moralidad y aquí prin-
cipia la inmoralidad? ¿Acaso el Estado?


Mas ese es un Estado sin religión, y por consiguiente
sin base fija para la moral, pues no tiene mas reglas que
las del sentido común y las del derecho natural, que son
una misma cosa. Pero estas no so hallan escritas; no hay
acerca de ellas una convención general, y son teóricas mas
bien qxie prácticas; se sienten mas bien que se definen, y
aun por eso se suelen llamar de sentido cow/un. Pero hoy
el sentido común anda muy pervertido, y no todos lo
sienten.


Hé aquí, pues, un Estado que tiene que prohibir una
Religión, cuando él no tiene religión, y las declara todas




172
libres, y por tanto legalmente buenas. Tiene que perseguir
una inmoralidad cuando no tiene un Código en que se fun­
de su moral pública, ni reglas ni leyes por donde este se
rija, sino les meramente penales, basadas sobre la conven­
ción, y por tanto variables.


Pero antes de esto, ¡cuánta y cuánta inmoralidad se ha
amontonado en aquel pa ; s' ЛШ se han establecido socieda­
des antimatrimoniales para favorecer el concubinato y la
disolución, y perseguir indirectamente á los casados, ridi­
culizarlos, fastidiarlos, favorecer el divorcio é impedir las
bodas. En algunas capitales ha existido mas de un club con
esto objeto, y quizás existan. En Nueva­Yorck hay actual­
mente , según dicen los libros de los espiritistas, mas de
quinientos médiums, es decir, energúmenos que trafican en
supersticiones, en pactos satánicos, en sortilegios y adivi­
naciones. Aunque los espiritistas, y en general todos los
impíos, sostienen que los médiums obran naturalmente, por
medio del magnetismo y otros procedimientos naturales,
los católicos, y con ellos todos los protestantes sensatos,
saben á qué atenerse en esta materia, en que se mezclan á
la vez, y en dosis proporcionales, la inmoralidad, la farán­
dula, el charlatanismo y la superstición mas grosera.


El mormonismo y el espiritismo no son mas que la es­
plosion de la inmoralidad y de la superstición en un pais
donde la libertad do erutos se ha llevado hasta ol ateismo, y
en que las costumbres han llegado á un grado de corrupción
indescriptible.


N o sirve decir que hay católicos muy fervorosos , buá­
keros muy honrados, familias protestantes muy virtuosas.
Esto no es por el Estado, sino á pesar del Estado. En me­
dio de Sodoma vivía L o t , mas no por eso dejaba de ser
aquel pueblo un foco de inmoralidad. Ademas, ciertas vir­
tudes conviene estudiarlas de cerca. Los dos Catones pasa­
ban por virtuosos en Roma, y, con todo, eran inmorales : el
uno traficaba con sus esclavas de un modo infame, el otro
tenia vicios que le llevaron al suicidio , en medio de su
orgullosa desesperación.




173


En resumen: el ateísmo político nunca puede ser con-
ductor de moralidad, y antes á su sombra se tiene que des-
arrollar la inmoralidad, como se lia desarrollado en los
Estados-Unidos. La última guerra, apenas terminada, ha
puesto en claro la verdadera situación de este pais , al que
esperan terribles convulsiones , tanto mayores cuanto ma-
yor sea, su engrandecimiento.


Allomas , la pluralidad de cultos favorece la inmorali-
dad pública bajo diferentes conceptos ; hace que un mismo
hecho se aprecie de distinto modo ; que el uno halle un cri-
men en aquello mismo que para el otro es una virtud. Se
llama á un católico para que declare bajo juramento en una
causa criminal: el católico obedece á la autoridad, y cree
justamente haber hecho un acto meritorio; pero se llama á
un kuákoro, y este se niega á jurar , porque su religión se
lo prohibe, y acusa do sacrilego al católico. Así es que las
leyes inglesas relevan de juramento al kuákero, condescen-
dencia que no siempre se tiene con el clérigo católico inter-
rogado acerca del sigilo sacramental.


Un clérigo católico quiere casarse: con abrazar un rito
griego, cismático ó protestante, se casa en seguid i . La apos-
taría, no es delito donde quiera que hay libertad do cultos.
Ya han ensayado este medio algunos curas italianos ven-
didos á la Revolución, y mal avenidos con la continencia
sacerdotal católica. Algún fraile español hay en Gibraltar
por este estilo. N o es estraño: lo mismo hizo Fr. Martin
Lutero. Conorahaeute son mas los apóstatas por cansas de
moral que de fe. y los que reniegan del Catolicismo, comun-
mente principian por escandalizar con sus costumbres.


P e r o , admitida la libertad absoluta de cultos, no basta
admitir á las comuniones cristianas y a los israelitas; ¿por
qué no s. ha, de admitir á los musulmanes?


Ignoro s i ¡os Estados-Unidos admiten el culto musul-
mán y c o n s i e n t e n edificar mezquitas. A la verdad, las ra-
zones q u e dan l o s polioultistas lo mismo abrazan al isla-
m:s i , i o i p i o a l pidaismo. Si la libertad do c r e e r y d e pen-
sar e s d • d1. " e c h o untara!, lo mismo l a e s p a r a e' !ar\"o que




174:


para el j u d í o : admitida esta opinión, si la libertad de cul-
tos es de derecho natural, lo es también para el musulmán,
y entonces, ¿por qué restringirlo? ¿ Por qué ninguna Cons-
titución de la Europa occidental permite el islamismo? El
ateismo, el materialismo y el panteísmo son mucho peores
que la religión do Malioma, como queda probado.


Admitido esto en un pais, debe ser lícito abrazarlo al
que quiera seguirlo, y por consiguiente queda abierta la
sonda para la poligamia: cualquier rico, en vez do tener sus
concubinas dispersas, como las tienen hoy los ricos capita-
listas de Europa, puede reunirías en un harem.


La idea no es mía. La hube do escuchar de boca de un
impío, bastante grosero y mal hablado, que disputaba acer-
ca de la libertad de cultos, y encomiaba sus ventajas do un
modo bastante zafio, pues sus conocimientos no permitían
otra cosa, y su lenguaje era soez, aunque vestía con ele-
gancia y era hombre acaudalado.


— E i día que haya libertad de cultos en España, decia,
al punto me hayo 'moro: habia de poner un harem magní-
fico (serrallo decia él).


¡Oh! le contestó un compañero de viajo; eso no podría
ser : aunque hubiera libertad de cultos, no se le permitiría
á V. hacerse moro.


—Pues entonces, replicó el aspirante á renegado, ¡no se
diga que es libertad de callos!


Y en buena lógica librecultista tenia razón; pues si el
creer es libre, cada uno puede aceptarla religión que quie-
ra; y en tal concepto puede hacerse musulmán , y siendo
musulmán podría tener á la vez muchas mujeres. ¿Qué de-
recho tiene ningún Estado á cohibir el islamismo y sus
prácticas, una vez admitida la libertad de cultos?


Se dirá que esta solamente se concede á las comuniones
cristianas y á la israelita.


i Mentira! ¡bellaquería! La libertad do cultos hoy dia se
establece en gracia del racionalismo, panteísmo, materialis-
mo y ateísmo, que 110 son comuniones cristianas, que son
enemigos encarnizados del Cristianismo, mas que las rch-




175


gioncs protestante y musulmana. Entre estas sectas y la
musulmana no hay comparación: esta es mucho menos mala
é inconveniente que aquellos.


§, 30. La libertad de enseñanza, como consecuencia de la plurali-
dad de cultos, también perjudica al Estado.


La libertad de enseñanza se presenta como una conse-
cuencia forzosa de la libertad de cultos,porque, roíala uni-
dad, tampoco la enseñanza puede ser uniforme. Seria ab-
surdo epte, una vez admitido el culto público protestante,
israelita ó musulmán, se quisiera que los hijos de moros,
judíos ó protestantes aprendieran nuestro Catecismo en las
escuelas, ó estudiaran el Derecho Canónico en nuestras
universidades, ni hicieran la profesión de fe según la Bula
de Pió IV. De esto se hablará mas adelante.


Importa ahora tratar la debatida cuestión de libertad
de enseñanza, respecto de la cual hay ideas tan embrolla-
das como contradictorias.


La enseñanza, se dice, debe ser libre, muy libre.
— E s cierto: por mi parte convengo en ello, aunque al-


gunos no querrían creerlo.
La enseñanza debe abrazarlo todo. El profesor debe en-


señarlo todo, hasta los errores y las doctrinas reprobadas.
—También es cierto, y no hay que asustarse por ello.


Por el lado opuesto se grita: la enseñanza no puede ser
libro: no puedo darse libertad al error, ni á la inmorali-
dad. La enseñanza debe ser muy vigilada y cohibida, para
que no se envenene á la juventud con doctrinas perni-
ciosas.


—También estos tienen razón, á pesar de cpie dicen al
parecer todo lo contrario que los otros, y, con todo, en me-
dio de estas contradicciones, en que todos tienen razón y
ninguno la tiene, la solución es bien sencilla. El nudo de
este embrollo está en la significación de la palabra ense-
ñanza. Deslindada esta, se deshace el nudo, se ve la cues-
tión claramente, y so demuestra, como voy á demostrar
hasta la evidencia, que debiendo ser Ui enseñanza libre.




17G


(i) A i > r > i i „ i ' O 1o l £"i t
;eí'Uü cita cid i . ¡\i?3rens.


L i t i i ei i io i n i 'i i *
e ;;-s«/ urce le íí;;j-:.<> P.^uíi í.£,t.i d e c t r i i - ^ r e l u c i r . . ! , ÍJ.e-
y.'Á U::;í:':v <;•• ;-.u :j Va hf>: e i ü n n 1 :<c: u n v i c i o .


muy libre, la libertad absoluta de enseñanza es una qui-
mera, es un absurdo imposible.


Para ello fijaré dos ó tres hipótesis.
¿Es tan libre el profesor ó maestro para enseñar que pue-


da enseñarlo todo, absolutamente todo? ¿Podrá ei maestro,
á pretesto de libertad de enseñanza, dar á sus discípulos y
discípulas lecciones de rapacidad, deshonestidad, ó infa-
mia, que arruinen su inocencia, destruyan su candor, su
pudor y su honradez, con virtiéndolos en malvados? El caso
no es inverosímil ni imposible. Aunque rarísimos los ejem-
plos de estos monstruos, con todo, los registros de la ins-
trucción publica y los archivos de los tribunales españoles
y estranjems nos dan noticia do algunos abusos horribles
de este género, sobre todo en materia de honestidad.


Cuando han llegado estos rarísimos y repugnantes
casos, nadie ha gritado : ¡Viva, la libertad de eusemnza!
¡El •huicairo de.h* enhenarlo todo! Y aun los mismos parti-
darios de Sí. Bluuier, que en su solidan sino niegan la
existencia.de la moral, fruncen el entrecejo, y mas si tienen
hijos que enviar á las escuelas (1).


Pero oigo á derecha é izquierda alzarse la voz contra
esta hipótesi y de . d r : . i o todos: ¿qué tiene que ve;- eso con
la libertad de e n s e ñ a i u a i ? ¡Pues qué! ¿la corrupción y la per-
versión do l a juventud pueden confundirse con la enseñan-
za? Una cesa es Mentor, y otra os Mephi#t'>phele>i.


—¡Ta di.rhii! pudiera yo esolamar con las palabras de
•Jesucristo.


La perversión y la corrupción no pueden serlo mismo
que La en^eminza, y la. educación. Ks un absurdo confun-
dirlos, y dar al corruptor los honores del maestro, igualar
al asesino con el médico, al envenenado! - con el farma-
céutico.




177


A la luz do esta distinción entremos á examinar las
proposiciones anteriores, y todo quedará claro.


La enseñanza debe ser libre.
— L a enseñanza sí, porque se refiere á la verdad, á la


moral, á lo cierto, á lo honesto, y aun á lo indiferente y
dudoso, siempre que nada tenga contra el dogma y la mo -
ral. La Iglesia ha sancionado aquellas bellísimas palabras
de San Agust ín : In dabiis libertas; pero antes ha dicho
Tu v,eeessariis unitas. No solamente la Iglesia, pero ni
aun el sentido común pueden transigir con el error y la
inmoralidad reconocidos como tales. Porque al farmacéu-
tico se le permita espender venenos, ¿se le autoriza para
envenenar á nadie?


Pero el maestro debe enseñar también los errores. Tal
cosa, que boy se tiene por error, mañana aparece como ver-
dad. La ciencia no adelanta sino lanzándose por caminos
nuevos é inusitados: allí hace sus descubrimientos. Si Co-
lon se hubiera reducido á navegar por donde iban torios,
no hubiera descubierto el nuevo mundo. Copérnico y Ca-
bleo fueron maltratados y perseguidos por afirmar verdades,
(pie al pronto se tuvieron por errores, y que hoy dia son
ya admitidas hasta por los profesores mas católicos de las
escuelas de liorna. El error de hoyes la verdad de mañana.


—Claro está que el profesor debe enseñar los errores;
pero su obligación es enseñar la verdad como verdad, el
error como error (V;. El que trocando los frenos esplica el
error como verdad, ó la verdad como error, no ntwTm, sino
que perrieiit!. Ningún catedrático esplica mas errores que


(i) Tiborghien, profesor krausista de la Universidad de Bruselas,
afirma en el principio de su obra titulada Esquisse de phüotophie
•inórate, que la ciencia se constituye solamente por lo cierto. La
scitnce ea'l mi ensembU s>;st¿m/iti,qiie de connaismnees vraie.x et cer-
i'iiim. Esto es falso. La ciencia scire se constituye también por
lo dudoso y lo probable, y el que en una ciencia, v. gr. el De-
recho, no conoce las teorías de lo dudoso y lo probable, no conoce
]a ciencia. Hay algunas, como la medicina, en que lo cierto se re-
duce á muy poco. El autor confunde la ciencia quod scititm, con la
verdad quod certum. Y, con todo, este autor que tan grave error
srnite en la sesta fínea, pág. 1.A de su libro, está siendo el vademé-
cum de los jóvenes aprendices de filósofos en Bélgica y España.




178


el de teología dogmática: en cada lección tiene que hablar
de una ó mas herejías, que son otros tantos errores. La
Siirnmade Santo Tomás, en su método constante y uniformo,
presenta por lo común tros argumentos (pie suelen ser tres
errores, antes de asentar su tesis. Pero tiene buen cuidado
de responderlos y rebatirlos, luego que deja consignada la
verdad. Véase por qué he convenido con los que piden la
libertad de enseñanza, y con los que dicen que también se
debe enseñar el error. La Iglesia en materias dudosas é in-
diferentes deja ancho campo á la discusión. Su antagonis-
mo con los adelantos científicos es una vulgaridad mil ve -
ces rebatida. Por eso motivo no contesto á los argumentos
sacados de las persecuciones de Galileo y otros. El ser sabio
no da derecho para ser imprudente, y el descubrir una ver-
dad no lo da tampoco para atacar otras verdades superiores.
Si á la Iglesia, so Ja combato desdo el campo do las ciencias
naturales, entra en esto, no para destruirlo, sino para re-
batir á su contrario, (pie desde allí le presenta la batalla.


Si yo insulto á mi vecino desde mi casa, porque estoy
dentro de mi propiedad, ¿será estraño que el agraviado in-
vada mi domicilio y entre en él para contener mis desma-
nes? ¿Será esto un atentado contra mi derecho, ó una justa
represión de mis insultos? Lo triste en estas cuestiones vie-
ne á ser que, apenas se hace un descubrí miento arqueoló-
g i c o , científico, ó en cualquiera región de la naturaleza,
se haya de usar de él, y ante todo, como de un arma contra
el dogma y la Iglesia, y esta tenga que venir á examinarlo
con justa prevención, hasta que so descubre lo ridículo del
argumento; y en vez de abochornarse los argumentadores,
á vista de su derrota, tienen el cinismo de gritar que la
Iglesia acogió con malos ojos aquel descubrimiento.


Pero avancemos ya á otra clase de observaciones.
Hemos convenido en que la libertad do enseñanza no


puede ser absoluta; que no puede darse esta libertad hasta
el punto de traspasar los límites do la moral. Preciso ha sido
bajar al terreno ele la moral para escoger uno en que todos
conviniéramos, al menos por ahora. Ademas, muchas gen-




179


tes que no se asustan de los estravíos teóricos é intelectua-
les, se horrorizan de los estravíos prácticos en el terreno de
la moral, como si estos no fueran hijos de aquellos, y aque-
llos mucho mas graves que estos.


La herejía y la blasfemia son delitos mas graves que la
solicitación torpe. Decid á un padre que su hijo es panteis-
fca ó materialista, y se encogerá de-hombros. ¿Eso, que le
importa, si no lo siente ni se ve? Pero decidle que su hija es
solicitada torpemente por un libertino, y pondrá el grito
en el cielo, y toda venganza le parecerá pequeña. Con todo,
el delito de su hijo es mucho mas grave que el delito do su
vecino contra el honor de su hija, aunque el en su grose-
ría no lo crea de este modo; y la perversión intelectual
trac casi siempre la moral.


Ved aquí por (pié bajé primero á poner el ejemplo de la
represión en ese terreno en que aun el hombre mas pre-
ocupado no quiere la libertad de enseñanza absoluta. Pa-
semos á otro mas especulativo.


¿Se querrá la libertad de enseñanza respecto á todo.-,
los errores jurídicos, políticos y sociales, y aun á los de!
orden físico y natural? Entonces el catedrático de geografía
podrá enseñar á sus discípulos, que de la tierra á la luna
solamente hay de distancia cuatro leguas y media ; (pie la
China no existe; (pie el planeta Tierra no es un globo sino
una .planicie, y por eso so llama -planeta. El do matemáticas
ensoñará (pie tres y dos son seis, porque el seis debe pre-
ceder al cinco.


El catedrático de Derecho enseñará que la propiedad
es un robo; (pie el Estado no tiene derecho á castigar á na-
die; que lo que se llama Derecho penal es un absurdo y
una tiranía; que culos actos que se consideran como deli-
tos la culpa es del Estado, porque no educa y moraliza
bien á los delincuentes (1 ) ; que lo que se llama robo no es
mas (pie una compensación de los ricos á los pobres, quo


(1) Un discípulo mió lo defendió en la Academia bajo mi pre-
sidencia pocos años Irá, espresando que no lo decía arguyendo;
sino que lo decía así por convicción.




180


se abrogan estos si no la dan buenamente aquellos. Que los
delitos son hijos del organismo y mecanismo del hombre, y
que este al robar, asesinar ó adulterar no tiene la culpa de
que en su cráneo estén desarrollados los órganos de la sen-
sualidad, de la furatividad 6 de la asesinatividad (1).


Los errores del orden físico y geográfico por grotescos
serian ridiculizados, pero no se le tolerarían á ningún pro-
fesor, y suponiendo al que los propalara, ó loco, ó grandí-
simo mentecato, se le (paitaría la cátedra y aun se le inhá-
bil itaria para la enseñanza. Luego para estos errores, mo-
ramente naturales, tampoco hay libertad de enseñanza:
luego por este lado tampoco se quiere una libertad abso-
luta de enseñanza, ni se transige con el error manifiesto.


Con respecto á los errores jurídicos, sociales, económi-
cos y políticos, ya es otra cosa. De ellos hay larga cosecha:
no todos están en igual grado de absurdo y de error. Los
gobiernos toleran su publicación en periódicos y folletos;
mas, por ahora, no parece probable que ni estos ni los pro-
pietarios y capitalistas que forman las modernas oligar-
quías, ni los magistrados y jurisconsultos acepten tales ab-
surdos. El dinero es muy cobarde, y huyo con solo oir la
voz del socialismo, ó del radicalismo, de los cuales proceden
osas teorías: la voz de Lotero le halaga, la de Voltairo le
divierte, pero le asusta la de Proudhon.


Convengamos, pues, en que por este lado, á posar de la
lenidad usada con la prensa, no se quiere tampoco la liber-
tad de enseñanza, al menos con el estremo de exageración
(pie pretenden algunos, llevando las cosas al terreno prác-
tico ele lo que se ha dado en llamar socialismo.


¿A qué se reduce, pues, la tan decantada libertad de
enseñanza? Dígase claramente que el tan decantado dere-
cho se reduce únicamente á la libertad de impugnar el
dogma católico, el principio sobrenatural, el esplritualismo,


U) E s t a doctrina materialista tiene ya muchos sectarios, no s o -
lamente en Bélgica, sino en España. Lalndépendance Belge de 24 de
febrero de 1864 la sostiene abiertamente. De aquí se deduce, que el
Estado no tiene derecho á castigar á los delincuentes.




181


y, en una palabra, todo lo que directa ó indirectamente so
relaciona con la Religión católica. Los protestantes sensa-
tos, que los hay, aun los israelitas juiciosos, no querrían
tanto; y desearían solo poder hacer propaganda, y predicar
su religión y sus creencias, sin admitir el racionalismo, que
lo mismo destruyo su doctrina que la católica. Se opon-
drían al materialismo, al fatalismo, á la negación do lo so-
brenatural como se oponen Guizot y otros ; pero los libre-
cultistas no se contentan con esto, y dentro del protestan-
tismo hay ya gran número de racionalistas que ridiculizan
la parsimonia del ex-ministro de Luis Felipe.


Se ve, pues, claramente que la libertad absoluta de en-
señanza, es un absurdo inadmisible. Que se confunde la
ttihSfíñauza con la perversión. Que el profesor tiene deberes
que cumplir y límites (pie no puede traspasar; que lo mis-
mo en las cátedras que en los templos, en la enseñanza que
en lo relativo al culto, no se pueden dar al error los fue-
ros de la verdad. Que aun impuesta, la libertad de cultos,
la enseñanza tiene que estar en correlación con estos, y
nunca se podrá tolerar mas que el error parcial de las sec-
tas admitidas, pero no el do las falsas religiones escluidas.
Si la libertad de cultos abraza el islamismo, no habrá mo-
tivo para combatir la enseñanza de la poligamia: á la ver-
dad, dejar vivir á un moro con doce moras, y prohibir que
los teólogos musulmanes defiendan la poligamia, seria un
absurdo. Pero así como en los países católicos so tolera á
veces un culto falso por las razones políticas y teológicas
ya esplicadas, así la libertad de enseñanza se proporciona
á la condición de los cultos admitidos, sin tolerar en la en-
señanza del error mas de lo (pie se tolera en el culto del
error.


Ved aquí en qué concepto la libertad de cultos es un
preliminar de la libertad de enseñanza; pero es un absurdo
invertir el orden pidiendo primero libertad de enseñanza
para reclamar' luego la libertad de cultos.


En España se ha seguido este procedimiento: se ha prin-
cipiado por la consecuencia para sentar luego el antece-




182


dente ; pero esto no es lógico. Nadie principia á edificar
por el tejado; y aunque España sea el pais de las anoma-
lías, esta seria una de las mas absurdas.


Con todo , á piretesto de esta cuestión, la sangre ha cor-
rido ya en España. Digo á pretesto, porque todo el mundo
sabe que las grotescas y bárbaras escenas de la derrota de
los silbantes nada tenían que ver con la cuestión de ense-
ñanza. El gobierno por su parte no pudo en aquella oca-
sión hacerlo peor ; pero las oposiciones tampoco. Para ver-
dades el tiempo, que dará á cada uno su merecido.


No dejaré de advertir, antes de terminar esta materia,
que para tratarla concienzudamente seria preciso entrar en
otras doctrinas mas profundas, que el Catolicismo tiene res-
pecto á esta materia, al tenor do aquellas palabras de San
Pablo: Non plus supere quam oportet supiere. Pero estas
observaciones, que no están al alcance de todos, me llevarían
lejos del asunto principal de la controversia, mucho mas
cuando yo solo he querido considerar la cuestión de ense-
ñanza bajo su punto de vista social y político.


Tampoco entraré á examinar si el profesorado está para
investigar verdades, ó para enseñar las verdades ya inves-
tigadas. Esta cuestión, sobre la cual hay mucho que decir,
no os de mi incumbencia en esto momento.


Concluiré, pues, con una observación que no debo omi-
tir. Cuando el Catolicismo logra uniformidad en la ense-
ñanza, todas las doctrinas dolos profesores en los estableci-
mientos públicos llevan también un carácter de unidad y
de convicción que facilita los adelantos. Los profesores se
autorizan mutuamente, el principio de autoridad y el res-
peto á ella se enaltecen, y la verdad se fija, en el ánimo do
los alumnos, sin peí juicio de que la disputa so anime en los
puntos dudosos, como sucedía en las antiguas universida-
des y entre los mismos tomistas y escotistas.


Pero cuando falta esta convergencia en el profesorado,
cuando en puntos esenciales y capitales el uno afirma y el
otro niega, el uno destruye lo que enseña el otro , el discí-
pulo se hace , no ecléctico, sino escéptico , duda de todo,




183


concluyo por mofarse del uno y del otro profesor ; y al ver
que nada halla cierto, se rie de los libros, del estudio, de la
enseñanza; y desde el juego y la crápula pasa á las intrigas
sórdidas y á la político-manía, como un modus vlvendi. El
profesorado se desprestigia así, como sucede en Francia y
Bélgica, so pena de adulará los discípulos para lograr popu-
lachería. Esta es una de las consecuencias ole la libertad de
cultos en materia de enseñanza. Esto sin hablar do las escuelas
llamadas vvinfm, objeto de continuas reyertas y desacuerdos,
como también de funestísimos resultados, como se puede
ver por lo que so ha dicho en el párrafo 25, pág. 151, acerca
de las del distrito de Basilea, en el cantón de Berna.


§. 31. La libertad de cultos bajo el aspecto económico , es gravosa
para los intereses del Estado.


En este asunto me detendré p o c o , contentándome con
unas breves observaciones.


Todo cnanto so gasto en el culto del Dios-Verdad , es
poco: á El solo debemos todo, y no debemos ser mezquinos
con Aquel á quien llamamos Autor de todo bien... Todo
cuanto se gaste en obsequio del error y la mentira es por
d o m a s , y no solamente es prohibido 6 inútil, sino perjudi-
cial. Una escuela de medicina en que se enseñase á envene-
nar y matar hombres; una escuela de Derecho donde se en-
señara á perder pleitos , ó bien á ganar causas injustas á
fuerza de astucia, fraudes é intrigas, serian, id mas mi me-
nos, que esas escuelas privadas donde se adiestra á los rate-
ros para el robo y los escamoteos.


Se ha ridiculizado mucho á Fernando V I I por haber
creado una cátedra de tauromaquia en 182Í), al paso que
en 1830 se cerraron temporalmente las universidades por
causas políticas. A la verdad, la inmoralidad de la tauro-
maquia no estaba en la cátedra, sino en la práctica de
aquellas lecciones en las plazas. Si al fin hubieran cesado
estas se concebirían las diatribas ; pero ridiculizar la cáte-
dra de tauromaquia cuando cada dia se construyen plazas
nuevas, es una hipocresía grotesca y vulgar.




184


Una cosa igual sucede con la pluralidad de cultos : don-
de hay esta epidemia, el gobierno tiene que pagar templos,
culto y ministros para el error, y consentir escuelas para la
enseñanza de errores.


El católico y el protestante dicen: 11 Jesucristo es Dios;
el Mesías vino ya." El judío dice : "Jesucristo no era Dios:
nuestros padres le mataron por malhechor : el Mesías no ha
venido aun." Uno de los dos miente; pues entre decir
Jesucristo es Dios, Jesucristo no es D ios , no hay término
medio. El gobierno cristiano sabe que el judío miente; con
todo, paga al rabino para que mienta.


El católico dice: "Jesucristo está en la hostia consagra-
da;" el protestante dice: "Jesucristo no está en la hostia
que los papistas suponen consagrada." Uno de los dos
miente. El gobierno católico (el de Francia por ejemplo)
cree que el protestante miente: con todo eso le paga para
que mienta, para que enseño el error, para que envenene las
almas y las pierda.


Casi todos los países de Europa donde hay libertad de
cultos tienen que subvencionar á estos, y las Constituciones
de Francia, Bélgica,, Prusia y otras que so han recorrido
en el cap. 111 lo espresan así. De aquí resulta que cuan-
tos mas cultos hay, mas recargado está el presupuesto,
y bajo este concepto la unidad de cultos es mucho mas
económica y barata para el Estado que la pluralidad de
ellos.


Esta observación económica no tiene réplica. Con
todo, es una cosa peregrina que los policultistas de España
están siempre hablando de hacer rebajas y economías en el
presupuesto á costa del clero. Mas ellos quieren aumen-
tar cultos que en su día habrá que pagar, y mientras se
dificulta el aumento de parroquias rurales, se quiere traerá
España la plaga de templos protestantes y sinagogas, que
si hoy no piden al presupuesto pedirán mañana.


Bien veo que estos señores tienen, respecto á este pun-
to, un elaterio particular y peregrino. Hay quien dice que
el presupuesto eclesiástico atenderla también á los cultos




185


disidentes; otros piden que se rebajen setenta millones de
los ciento veinte que importa la dotación del culto y del
clero, y otros por fin adoptan la teoría Norte-americana de
no pagar ningún culto. En los casinos, cates y otros puntos
donde so organiza y fomenta nuestra proverbial holgazane-
ría, al amparo de la políticomanía, fórmula predilecta del
ilolce far niente, es muy común oir.esta teoría reducida á la
fórmula siguiente : La misa que la pague el que leí oiga; ó
bien el que quiera misa que la pague.


Esta segunda fórmula es menos usual, y tiene una res-
puesta muy sencilla que dio un d iputado :—Como en Es-
paña todos queremos misa, con muy pocas e insignificantes
escepciones, por eso la pagamos : á esta contestación solo
le faltaba el ergo para ser una consecuencia tan lógica como
inesperada de la petulante premisa, que en distinto concep-
to se había lanzado.


La cantidad que se abona al clero bajo la buena fe de
un tratado internacional, no se le puedo quitar, disminuir,
ni escatimar, sin faltar al Derecho de gentes y á la equidad
natural.


La cantidad que so abona al clero es á título de indem-
nización, como la que se da á un propietario, de una vez ó
en pensiones anuales, por espropiacion de un terreno para
la dirección do un camino público, ó ai dueño do una casa
que se demuele para ensanchar una calle. Un gobierno que
dejase de pagar á sus acreedores, contratistas, empresarios,
ó inscritos en el gran libro de la Deuda, seria un gobierno
tramposo, y los gobiernos, como los particulares, no tienen
derecho para hacer trampas.


La moral es una como la verdad; ambas so derivan de
Dios para los hombres y los Estados. Los políticos no sue-
len avenirse con esta máxima de que hi vwral sea ana para
unos y otros; pero el Cristianismo y la razón la sostienen.


En resumen: lo (pie al gobierno se le propone es sim-
plemente roliar, cosa que no permite la moral pública, como
tampoco la privada. Ademas, estas máximas suelen ser fu-
nestas á la propiedad y á la libertad, pues los gobiernos




180


tienen la fuerza, y cuando principian por robar á Dios, no
está muy segura la hacienda de los débiles; y luego los
proletarios aprenden del gobierno á no respetar los intere-
ses de los ricos.


La máxima do que pague la misa el que la oiga, sobro
ser grosera, rapaz y materialista, está en pugna con todo
el Derecho constitucional de Europa, que paga algún culto,
ó bien muchos cultos, como en general sucede. Esta máxi-
ma, que preconiza el materialismo y el ateísmo oíicial, está
en lucha con las tradiciones de todos los países civilizados.
Aun algunas de las Constituciones particulares de los va-
rios Estados Norte-americanos designan la Religión de
aquel Estado y suministran cantidades para algún culto.
Por otra parte, allí todas las religiones pueden adquirir pro-
piedades y bienes de toda clase, libremente y sin restric-
ción alguna. Eu los Estados-Unidos hay iglesias protestan-
tes riquísimas, sin que á nadie se le antoje robarlos sus
bienes. El gobierno se guardaría muy bien ni aun de inten-
tarlo. La iglesia protestante de la Trinidad en Nueva-Yorck
(Trinity Chtnrh) tiene propiedades por valor de muchos
millones de libras, y después ele pagar espléndidamente á
su clero, le sobran grandes cantidades de que no sabe qué
hacer, pues reúne ella sola mas renta que entre todo el clero
del arzobispado do Toledo, desde el Arzobispo al último sa-
cristán do parroquia.


Es por tanto una ridiculez y una gran iniquidad querer
ahora hacer en España, después de haber despojado á la
Iglesia, lo que se hace en los Estados-Unidos, donde se
respeta y ha respetado siempre la propiedad religiosa.
Cuando la Iglesia tenia sus bienes, no necesitaba que el go -
bierno atendiese á los gastos de sostenimiento del culto y
del clero; y ahora que se le han quitado los bienes, se halla
gravosa la mezquinísima indemnización, con la, que se da á
un párroco el espléndido sueldo de... ;3,•>()() rs.! menos de
lo que se da al barrendero de una oficina.


Se dirá cpie el Estado en España no tendrá que subven-
cionar los nuevos cultos ni sus escuelas.




187


Es verdad que eso se dice y eso se ofrece al principio;
pero la esperiencia acredita lo que sucede luego, pues, una
vez admitidos y afianzados, pedirían también subvención
como el culto católico. Ademas resultaría que el Estado
tendría que reconocerle el derecho de adquirir como lo tiene
el protestantismo en Inglaterra y en los Estados-Unidos;
y entonces era este de mejor condición (pie el Catolicismo
y la Religión dominante, á la cual se la imponen en esta
parte graves y molestas restricciones.






C A P Í T U L O V .


La pluralidad de cultos bajo el aspecto del derecho
público eclesiástico.


§. 32. Idea de este capítulo.


Tratada ya la cuestión de pluralidad de cultos á la luz
del derecho divino, tanto natural como positivo, y después
de haberla examinado en el terreno del derecho constitu-
cional y político, comparando las disposiciones de las leyes
fundamentales, opio rigen á los pueblos mas cultos, y los in-
convenientes (jue produce política, administrativa y econó-
micamente, todavía resta, para concluir, considerarla bajo
el aspecto del derecho público y social, ventilando algunas
cuestiones que hoy se agitan en tal concepto acerca de las
relaciones entre la Iglesia y el Estado, y también entre los
paisas católicos y los protestantes ó indiferentistas en sus
relaciones con respecto á los asuntos religiosos.


Con este motivo, después de examinar la teoría moderna
de la Iglesia libre en el Esta do libre, se tratará otra cuestión
no menos importante acerca de la libertad esencial y carac-
terística de la Iglesia, probando que esta es inenalieuable, y
que el Estado solo puede cohilarla en la parte esterior y
mas grosera, cuando se dedica á perseguir á la Iglesia, En
sus relaciones con el Estado, solamente la gratitud ata sus
manos, dejando cierta intervención en las cosas mistas, á
trueque do los favores que este le dispensa. Son aquellas
relaciones las de una madre con sus hijos. Si los hijos son
débiles, ó de corta edad, suple con su inteligencia la falta
de previsión de aquellos, les defiende 3̂ administra sus bie-
nes temporales. Así las naciones católicas nacieron y cre-
cieron en la Edad Media al amparo de la Religión. Cuando
ya fueron adultas, se emanciparon, y h o y día casi todas ellas




190


se vuelven contra su madre. Pero ¿acaso el hijo emancipa-
do, por fuerte, por rico, por poderoso que sea, nada debe á
la que le dio el ser? U n ministro de la Corona, un capitán
general, ¿tienen derecho á perseguir ó despreciar á su ma-
dre porque hayan llegado á ser ricos y prepotentes?


Por ese motivo se demostrará en este capítulo, en qué
concepto la Iglesia es y debo ser mirada siempre como Ala-
dre por los Estados católicos; que esto no es una figura,
sino una realidad; (pie la teoría moderna del divorcio entro
la Iglesia y los Estados católicos es una doctrina ingrata
y peligrosa. Finalmente ; para cerrar la primera, parte
de este libro bajo el aspecto del derecho en general, se
terminará este capítulo con la cuestión de solidaridad, pro-
bando cpio aun cuando los Estados católicos sean y deban
ser hermanos, como hijos de una misma Madre, es quimé-
rica esa pretendida solidaridad para pagar unos las deudas
de otros.


§. 33. La Iglesia libre en el Estado libre.


Pax, pax, el non eral par.


Esta frase, atribuida al conde de Cavour, y cuya origi-
nalidad le disputó el conde de Montalembert en el Congre-
so de Maiinas, no ha hecho fortuna. Cayó al poco tiempo
do nacer. Su bello ideal eran Bélgica y los Estados-Unidos.
Los belgas la aplaudieron, y no parece sino que desde en-
tonces la libertad de cultos se encargó de hacerles ver su
error.


Con respecto á los gobiernos viejos de Europa , corroí-
dos por su falta de fe religiosa, su debilidad, la presión par-
lamentaria, las exigencias crecientes de los partidos, el des-
enfreno de la prensa y la inmoralidad y la sensualidad cre-
cientes, no les gusta oir hablar mucho de los Estados-Uni-
dos. Cada monarquía y cada imperio tienen á la vista una
federación, que es su pesadilla. Por otra parte, la grosera
impiedad de las democracias, vendidas á las sociedades se-




191


(1) Assemblée genérale des catholiques en £elrjiqiie,iomo I, pág. 38.


cretas , impregnadas de un materialismo soez y do una in-
moralidad cínica, asusta á todos los hombres de bien, y re-
pugna á las conciencias católicas, Pero como los imperantes
van siendo cada dia en Europa mas indiferentistas en materia
de Religión, los católicos se van haciendo cada vez mas in-
diferentes con los imperantes en Alemania, Bélgica, Fran-
cia, Italia y otras partes, hasta el punto de que sean ya
pocos los católicos que fien mucho en tal o cuál forma de
gobierno.


Con todo, á los doctrinarios do Europa, corroidos por la
impiedad y el indiferentismo, no les conviene el (pío so ha-
ble do federaciones. ¡Oh! ¡Si pudieran destruir el mal ejem-
plo de la Confederación Helvética! Algunos lo han inten-
tado ya, y no ha quedado por políticos aiiexioruulores el
que no se repartieran aquellos cantones entre Francia, Pru-
sia, Austria é Italia.


Ello es que lo del Estado y la Ljlesla, Ubres no agrada-
hoy dia á nuestros doctrinarios, al monos prácticamente.
Una cosa es (pie se grite: ¡Viva la libertad,! y otra cosa es
que la libertad sea una verdad. La centralización es una.
cuerdecita fuerte y dura, que la administración tiene puesta
á la garganta de los pueblos: la libertad política se com-
pensa- con la tiranía administrativa y burocrática. Esto es
lo que hoy dia se llama en Europa un Estado Ubre.


Pero á estos gobiernos de Estados cpie se dicen Ubres
tampoco Jes conviene la Iglesia libre. El conde de Cavour
estuvo bien lejos de dar libertad á la Iglesia de Italia : casi
todos los Obispos estaban presos, otros desterrados; los
escritores católicos presos ó con mordaza; y do esta manera
continúa la Iglesia en aquel pais.


El dia lí) de agosto de 1863 decia en el Congreso de
Malinas el célebre abogado de Bolonia, J. B. Casoni, al
describir el estado del Catolicismo en Italia (1): "¿Cuál es
la verdadera situación del Catolicismo en Italia? Os lo diré,




192


(1) Véanse los párrafos 23 y 24 en el cap. i u .


señores, en dos palabras : estado de persecución completa.
Se lian suprimidoódestruido unos mil doscientos conventos:
mas de seis mil religiosos y monjas han sido echados á la
calle, sin mas culpa que su estado; cincuenta Obispos están
desterrados, confinados ó presos. Al venir aquí, trató de re-
cibir la bendición del que es director de nuestras concien-
cias y padre espiritual de la Iglesia do Bolonia, Mons. Can-
zi. Pues bien, señores ; para obtener esta bendición, que el
hijo pide á su padre, al marchar de la casa paterna, he teni-
do que arrodillarme en las losas de un calabozo y á la vista
de un carcelero. ¡Ved aquí, señores, lo que os en Italia la
Iglesia libre en, el Estado libre, esta fórmula célebre que el
despotismo revolucionario ha robado al noble veterano de
la libertad católica!1 1


Al día siguiente este noble veterano, el conde de Mon-
t a l e m b e r t , deoia al Congreso que, en electo, él era el autor
de aquella fórmula, (''est a la Bdylqu.e que vousavonsem-
pyrv.rdé les e.rcmplrs, les ¡drús, les solutions résum.ées dans
une formule d/jd célebre : L'EGLISE LIBRE DANS T.'ETAT
LIBE ¡o, et qui pov/r nov.s avoir été dérobée par UN ( J H A J í J )
COUPABLE, ríen reste pas raoins le syrnbole de nos conuic-
tiorix et de nos esperances. (A.pplaudisseuieíds.)


Se me olvidaba decir (pie al fin de las palabras de Ga-
soni se lee (Alouvemevt). A la verdad, estos aplausos des-
pués de aquel movimiento, no venían del todo bien. Debió
recordarse que el primer ensayo de la fórmula dio un re-
sultado negativo, esto es, tiranía en vez de libertad.


Mas adelante se presentará una gran parte del discurso
del conde de Montalembert; pero en el capítulo anterior (1)
se ha dado noticia de las interesantes cartas del Cardenal
de Malinas acerca de la cuestión de libertad do cultos en
Bélgica, cartas que, publicadas después del discurso del
señor conde, deben ser leídas antes que este para poder
apreciar el verdadero valor histórico de lo que allí se dice
bajo el aspecto político.




193


13


Resulta, pues, que si bien el conde de Montalerabert fue
el autor de esa fórmula, en cambio Cavour la hizo célebre.
N o se apuro por eso el señor conde, que si Colon descubrió
el Nuevo-Mumlo, Américo Vcspucio le dio su nombre.


Pero oigo decir á propósito de esto: " S i Cavour hu-
biera vivido, probablemente hubiera llegado á realizar el
pensamiento de la Iglesia libre en el Estado libre."


— N o , jamás ; ni en cien siglos. Su pensamiento no era
dar libertad á la Iglesia: no estaba en sus principios. Todos
esos apóstoles predican una cosa y hacen otra.


Eugenio Sue, que esplotaba á los obreros y en sus no-
velas hablaba á cada paso de sus padecimientos, vivia como
un sibarita. Habiéndose lastimado un jornalero en su mag-
nífico jardín, lo hizo llevar al hospital: un buen católico le
hubiera cedido su cama, ó, por lo menos, lo hubiera recogi-
do en su casa.


Proudhon, que propalaba la fórmula la propiedad es
un robo, era propietario, aunque habitualmente entrampa-
do , y á veces preso por deudas. Reconvenido por no ab-
dicar la propiedad, según su fórmula, decia:—"Mientras
haya propietarios yo debo serlo: dejaré de serlo cuando
los demás no lo sean." ;Oh magnanimidad! Proudhon hu-
biera sido capaz de ayunar cuando absolutamente no hu-
biera encontrado nada que comer.


Jesucristo era bien distinto de estos apóstoles de la li-
bertad; practicaba lo que enseñaba; es mas, lo practicó an-
tes de enseñarlo, pues el sagrado testo dice: Cw-pit faceré
et docere. Pero la fe de estos otros, antes por el contrario,
consiste en decir una cosa y hacer otra: es fe sin obras al
estilo protestante. Velut ees sonans and cyraballum tin-
niens, como decia San Pablo. El axioma español dice, por
el contrario: Obras son amores.


La fórmula cavouriana de la Iglesia, libre en el Estado
libre, tan aplaudida en el primer Congreso de Malinas (1863),
la hallé muerta al asistir al segundo, en agosto de 1864. Ya
para entonces nadie la recordaba, ó, por mejor decir, no se
quería recordarla. Algunos lejanos ecos la repetían aun,




194


pero los belgas meneaban la cabeza con dolor, y el libro
del conde de Val de Beauliou circulaba de mano en
mano (1).


¿ Qué babia pasado en un año ?
—¡Ah! los defensores de la independencia nacional de


Bélgica, los paladines de su verdadera libertad acababan de
ser vencidos con arterías é influencias burocráticas, mas ó
menos morales: el dolor y la humillación se pintaban en sus
semblantes. Algunos de ellos se veían vejados, otros perse-
guidos, y á vista do esto y del despojo do sus iglesias y de
las cosas santas, mal podian aplaudir á la Iglesia libre en
el Estado libre. Después los males se han aumentado, y hoy
dia aquella fórmula ha sido sustituida por esta otra: La
Iglesia esclava en el Estado ateo.


El doctrinarismo no quiere abandonar las corruptelas
y exageraciones introducidas á la sombra de las regalías, la
desamortización completa, la nivelación del error con la ver-
dad, de la caridad con la francmasonería, y quiere sostener
á todo trance en Bélgica, en Francia, en Italia, en Portu-
gal, en Irlanda, en Polonia, en Méjico, en el Brasil y en las
repúblicas meridionales de América todo cuanto puede ve-
jar al Catolicismo, consistiendo solo el aumento do libertad
en aumento de insultos para este.


H o y dia la fórmula cavov.riana está ya muerta por el
descrédito y el ridículo. Todavía se oye repetir alguna que
otra vez ; pero en tales labios, que bástala pronuncien ellos,
para que los católicos no la crean, ó la oigan con tedio. Su
oferta de libertad es como la oferta de paz en boca del impío.


Et curabant contritionem filias populi tmi cura igno-
minia, dicentes: P A X , FAX, ET NON ERAT PAX.


§. 34. La libertad de la Iglesia es independiente de la libertad de
cultos.—Cita inexacta del conde de Montalembert.


Los policultistas pretenden establecer cierta solidari-


(1) L'erreur libre dans l'Stat libre, et les calholiques Lamenai-
siens. Este precioso libro fue aprobado por la Santa Sede.




195


(1) En su rescripto al Patriarca de Aatioquía, Alejandro.
(2) San Matee, cap. v. 17 y 18.


dad entre la libertad de la Iglesia y la del Estado, come-
tiendo en esto un gravísimo abuso, y queriendo hacer de-
pender la suerte de la Iglesia de las vicisitudes políticas,
como si fuera un contrato innominado Ac fació vi facías.
Abuso , y abuso gravísimo lo llamo , porque la Iglesia de
Dios, infalible, eterna é inmutable, no puede aceptar esa
inconveniente solidaridad; pues no seria justo, como dice el
Papa San Inocencio I : Aol mobilitatem necessitatum raun-
danarwm. Ecclesiam Dei commutari (1).


La libertad de la Iglesia es un don que le otorgó su
mismo Fundador. No la envió este á mendigar el favor de
los príncipes ni de los cortesanos ; antes por el contrario,
les avisó á sus discípulos que serian maltratados por los
gobiernos temporales y por las sectas disidentes, como lo
eran por la sinagoga: Cávete cvutera ab hominibus. Tradent
caica vos in coaciliis et bisynagogismis Jkigellabuivb vos:
et ad prasides et cal Reges ducemini propter rae (2). Esta
profecía, ni ha faltado, ni faltará jamás.


Se refiere lo mismo á los gobiernos democráticos y á los
presidentes de las repúblicas (prccsides), que á los monár-
quicos absolutos ó constitucionales (Reges). De unos y otros
manda á sus apóstoles desconfiar (cávete).


San Pedro y San Pablo fueron azotados en la sinagoga,
y los príncipes los persiguieron, maltrataron, y , por fin, los
asesinaron , que no habían de ser los discípulos de mejor
condición que su Divino Maestro. La persecución es el me-
dio de purificar la Iglesia, el crisol en que se funde la plata,
Pero ;ay del perseguidor!


Pues entonces, se me dirá quizás, jen qué consiste la
libertad de la Iglesia?


Su libertad esencial consiste y consistirá en el Non
possumus. San Pedro , maltratado y amenazado por el
Sanhedrin, lanza esas palabras contra los magistrados israe-
litas que le prohiben predicar: ¡Figivmos si voy d dejar




196


de obedecer á Dios por obedeceros á vosotros! Esta santa
libertad, esencial á la Iglesia, no la abdica, ni la abdicará
nunca, por amigos ni por enemigos, por halagos ni por ame-
nazas. Sabe que ningún poder humano prevalecerá contra
ella, y que sus enemigos serán confundidos: no hay Esta-
do, ni partido, ni secta que al entrar en la pelea tenga esta
seguridad de conseguir el triunfo, porque el Omnipotente
ha dicho que las puertas del infierno jamás prevalecerán,
ni contra la Iglesia , ni contra la Piedra fundamental: que
el cielo y la tierra pasarán, pero su pidahra, empeñada no
pasará jamás. Ni las monarquías ni las democracias tienen
esta promesa.


Las generaciones de verdugos y tiranos van desfilan-
do: unos gritan ¡orden! (los regalistas), otros ¡libertad! (los
revolucionarios). Para la Iglesia, casi lo mismo son hoy dia
los unos que los otros. Los ve desfilar como el plátano cerca
del arroyo ve deslizarse las aguas de este, murmurando y
fugitivas para no volver.


Pero entonces, se repetirá, ¿en qué consiste esa libertad
si siempre la Iglesia ha do ser perseguida? ¿Qué libertad es
esa que siempre ha de andar maltratada en una persecución
que no cesa, ni cesará?


— E s la libertad de Jesucristo, que, siendo Dios, se dejó
prender y crucificar. ¿Por ventura, la vida de Jesús no es la
vida de su Iglesia?


Preso, maltratado y escarnecido, responde con valor al
juez incompetente que le quiere condenar con falsos testi-
monios. Recibe una bofetada, y reprende con santa libertad
al esbirro, echándole en cara su grosería con un dilema que
no tiene réplica. U n Roy malvado le manda hacer milagros,
y Él no quiere hacerlos. El déspota le manda, pero Él no
quiere obedecerlo. Luego es libre.


¿Qué le costaba á Jesús haber dejado ciegos á Herodes
v á todos sus aduladores cortesanos? Entonces hubieran cai-
do de rodillas delante de Él, y le hubieran pedido humilde-
mente otro milagro para deshacer el milagro. Pero en vez
de hacerlo así, como lo hubiera hecho quizás la malignidad




197


humana si fuera omnipotente, Jesus ni aun se digna con-
testarle. Luego es libre.


Luego hay en Él dos libertades, pues aunque esterior-
mente está cohibido, atado y preso, tiene su libertad esen-
cial e' interna. ¿Acaso el justo será esclavo porque tenga
atadas las manos cuando hace bajar los ojos al verdugo?
¿Acaso es libre el esclavo cuando tiene las manos desatadas?


Lo mismo sucede á los Apóstoles. Presos, maltratados,
amenazados, continuamente perseguidos, con todo, son li-
bres. Les prohiben predicar, y predican; congregarse, y se
congregan; ejercitar su culto, y lo ejercitan. Muere uno, y el
sucesor cubre inmediatamente su hueco, y presenta el pe-
cho á los golpes, como el soldado que pasa á ocupar el hue-
co del delantero herido, pero no contra su voluntad, y solo
por obedecer á su jefe. El Apóstol, el Obispo, el sacerdote,
ocupan el puesto de honor espontáneamente, muy gusto-
sos, y al ofrecerse á los golpes asestados contra su libertad
esterior, dicen, como se dijo de su Divino Maestro: Oblatas
sam quia, ipse volui. Luego son libres; luego perseguidos,
amenazados, cohibidos son libres, como lo era el filósofo,
que al ser triturado en el mortero, decia al tirano : Golpea
en la caja, ya, epae no puedes golpear al espíritu que está
dentro.


Después de una lucha de trescientos años, la fuerza tiene*
que capitular con la razón, y el Estado pide treguas á la
Iglesia. Llámase á esta capitulación la paz de Constantino.
Pero, ¿quién pidió la capitulación? ¿La Iglesia á Constanti-
no ó Constantino á la Iglesia? En verdad que desde enton-
ces acá siempre á esa capitulación se la llamó el Triunfo de
la Iglesia. Si triunfó la Iglesia con su palabra, luego el ce-
sarismo y la fuerza fueron vencidos.


Rompió la capitulación el apóstata y librecultista Ju -
liano: nueva derrota para el cesarismo y para la fuerza.


Luego la Iglesia ha sido, es y será siempre libre, á des-
pecho del Estado: podrá este despojarla de sus hojas , pero
no logrará cortar el tronco ni sus principales ramas.


Al par de la Iglesia de Irlanda no hay otra tan opri-




198
mida como la de Polonia, y con todo, no es esclava del autó-
crata. Lucira, y luchará con é l : se niega á reconocerle nin-
guna autoridad espiritual. Por el contrario, la riquísima
Iglesia Anglicana es y será esclava del gobierno inglés.


Los políticos se sublevan contra esta idea: acusan á la
Iglesia de rebelión y de sostener ideas revolucionarias; de
erigir un Estado dentro del Estado. Estas diatribas se oyen
aun en los Estados-Unidos (1). Pero ¿qué se ha de hacer?
Si Dios le dio esta libertad á su Iglesia, ¿por qué ha de
consentir que le despojen de ella los políticos?


Solo hay una cosa que ate las manos á la Iglesia: la gra-
titud. Esta se deriva de la equidad natural, y por esa razón
á veces aquella abdica ciertas atribuciones en manos del
Estado, cuando le debe atenciones y favores. Esta es la idea
filosóiíco-cariónica del derecho de patronato (2) y la base de
las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Si un j u d í o , si
un hereje hace un favor á la Iglesia, esta se lo agradece en
lo que puede agradecérselo; y si con un hereje se muestra
agradecida, ¿tendría derecho á ser ingrata con los príncipes
católicos?


Mas si llega un día en que estos truecan los favores en
disfavores, la Iglesia tiene ya desatadas las manos: nada tie-
ne que ver con los ingratos, y se considera libre de los com-
promisos anteriores. Rotos estos, luchará con el Estado jtor
espacio de otros trescientos años, si es necesario, y o n su lu-
cha será libre. El esclavo no lucha: desde el momento en
que lucha contra su opresor ya no es esclavo.


Esta doctrina es bien clara y sencilla; con todo, ¡cuántas
doctrinas claras, sencillas y de profunda filosofía se olvidan
hoy por buscar lobregueces y enmarañadas doctrinas!


(1) En el caso del jesuíta Kolhman, que en aquel país tuvo
que defender la inviolabilidad del sigilo sacramental católico con-
tra los tribunales y los periódicos.


(9) El Santo Concilio de Trento calificó al patronato de servi-
dumbre (no esclavitud) en el cap. i x de la íáess. 2'¡ De Ref. El prediu
sirviente no deja de ser libre porque tenga impuesta una servidum-
bre rústica ó urbana. Por ese motivo el conde de Montalembert se
equivoca lastimosamente al hablar de iglesias esclavas, confundien-
do la esclavitud con la servidumbre.




199


(1) Véase ademas en los Apéndices la carta á qus se refiere.


La misma maxima de la Iglesia libre en el Estado libre
es una doctrina de repulsión. Equivale á decir: "El Estado
no debe hacer favor á la Iglesia, para que de esa manera la
Iglesia nada, tenga que agradecerle: á su vez la Iglesia tam-
poco debe hacer ningún favor al Estado, á fin d e q u e el
Estado nada tenga que ver con ella." Es una libertad de in-
gratitud, desden, envidia y desconfianza, en armonía con la
política y la diplomacia del siglo X T X , que en todo son des-
confianza, envidia, ingratitud y aversión. Todas las teorías
parlamentarias están basadas en la desconfianza. El Rey
desconfía délos Parlamentos, los Parlamentos del Rey , los
ministros de sus gobernados , los gobernados de todos los
gobernantes, en cuya autoridad nunca ven cariño, sino pro-
pensión á tiranizarlos. Así, pues, la teoría de la Iglesia- li-
bre en el Esliólo libre-, no es otra cosa que la suplantación
do la ley del odio y la desconfianza á la ley del amor, de la
caridad y de la gratitud, que es la ley del Cristianismo.


A l propalar y defender esta el conde de Montalembert
en el Congreso de Malinas, hizo bien en decir que él ha-
blaba como político: es cierto, corno político del siglo X I X .
Pero la política moderna no es la política católica, ni la po-
lítica de los Santos Padres.


Vn solo Santo Padre citó en su discurso el señor conde,
y valiera mas no le hubiese nombrado, pues la cita es falsa.
"Bini- n ai rae rient t-ant au monde que la liberté ele son
Egli se." à di/ Sa in! Anselme da/as un- tex-fe mille foi.8 cité
depili» que vous l'uvons reinis en- lumière au debut de la
lutte contre le manopole nniversitaire (1).


En verdad, señor conde, que si los universitarios pai-
sanos vuestros fueran aficionados á evacuar citas, cosa mo-
lesta ó enojosa, como allí se dice, y como ha hecho mi pobre
universitario español (aunquemuy católico), pudieran ha-
beros dado un mal rato.


Me c h o c ó , ante todo, ver atribuida una proposición tan
poco teológica á un Padre del siglo x i , teólogo escolástico




200


( 1 ) Pág. 204 de la edición citada.


y profundo, que escribió acerca de la naturaleza Divina y
de la libertad humana, no de paso, sino ex professo. El se-
ñor conde no se tomó la molestia de citar. Esto nada tiene
de particular cuando son palabras do la Bibl ia, ó muy co-
nocidas ; pero es algo raro cuando se trata do un Santo Pa-
dre. Leer todas sus obras (un tomo en folio enorme) para
hallar el pasaje, era cosa terrible; mas no me arredró el em-
peño. Busqué en el Index -ver ara notabiliurn la palabra
libertas, y afortunadamente hallé en la segunda edición de
los Maurinos, hecha en 1721 , Libertas Ecelesiai.—Xihil
Deus ma/jis diligit in hoc mundo quam Eccleske liberta-
tem. Es precisamente la proposición del señor conde. ¿Qué
mas habla que pedir?


Con todo ; busqué la página 4 4 0 — 1 D. á que se referia
el Ibidem del P. Gerberon, revisor de la obra, y hallé...
lo que me figuraba, San Anselmo no decia semejante cosa.
Ahí está citada hasta la página. El que desconfie de mí,
puede registrarla en cualquier biblioteca (1).


San Anselmo recomienda al Papa Pascual un emisario
suyo, portador de la carta, apellidado Balduino (Baldewl-
num), al cual llama libertatis Ecclesiee Del amatorcm. So -
bre estas palabras forjó el monge francés aquella proposi-
ción, que no habia dicho el monge inglés San Anselmo, teó-
logo mas profundo, y que escribió todo un tratado acerca
de la libertad moral del hombre, ó, como dicen los teólo-
gos, el libre albedrío.


Así, pues, tanto el señor conde como los otros mil que
han citado su testo como de San Anselmo, pueden reco-
gerlo cuando gusten, pues San Anselmo no dijo tal cosa,


Y ya que so ha citado á este Santo Padre, concluiré este
párrafo con una muestra acerca de su doctrina en materia
de libertad moral y de la libertad de la Iglesia, en que dice
lo mismo que yo he manifestado do acuerdo con la teología
católica.


San Anselmo, comentando el cap. v u de la Ep. 2. : l á




201


(1) Ep. 2.a ad Corint., cap. vil, v. 5.
(2) Si hubiera sabido esto el autor de ciertos artículos volteriano-


janseEÍsticos, que al imprimir este libro han escandalizado á todas
las personas religiosas y sensatas de España, no hubiera estrañado
que el clero juegue en 'pura pérdida de algunos siglos á esta parle.
Jesucristo, San Pedro, San Pablo, y todos los Apóstoles y casi todos
los Papas han jugado en pura pérdida, según eso. Y, con todo, la
Iglesia sale cada vez mas fuerte de esas pérdidas: es un gana-pierde.


los de Corinto ( 1 ) , y aquellas palabras: Forls pugnen in-
ti'jS timares, opina lo mismo que yo y que todos los que
opinan bien, que la Iglesia siempre tendrá enemigos y será
perseguida. Vel /orla erant Mis pugna; quia impugna-
bantur ab injidelibus, qui sunt extra, Ecclesiarn: intus,
id est in A'celesia, timares, quia limebant ne cliabolus ibl
aliquid, oqxraretur. Forls pugna} ab apértis iuimi.cis, in-
tus timares a fal.sis freUribus. Sic et Eceles ia SEÍIPER HA-
BET INIMICOS, et quos feral forls et qaos gemat intus.


Hé aquí la doctrina de los Santos Padres sobre la per-
secución continua de la Iglesia (2). Pudiera añadir pasajes
do San Cipriano y otros Santos á este propósito; pero los
creo innecesarios.


La conclusión que de aquí sacamos los católicos es muy
sencilla.


El señor conde de Montalembert ve todo el mundo ab-
sorbido por la democracia, la cual quiero libertad é igual-
dad, y opina (pie ni la Iglesia logrará en adelante sostener
sus privilegios, ni debe querer la unidad de cultos basada
en el apoyo de los príncipes católicos. Por tanto, que estan-
do estos ya de paso, á la Iglesia le conviene democratizarse
y sacar el partido que pueda do las ideas nuevas.


El señor conde ve poco lejos en la historia: la Iglesia
ve mas allá, El señor conde no mira mas que á Francia, y
ve todo á la francesa: la Iglesia mira por todo el mundo.
De Lamennais dijo Gregorio X V I , según una anécdota
bastante generalizada: Es demasiado francés para que sea,
católico; dando á entender que generalmente sus compa-
triotas miran todo bajo un aspecto restringido á su pais y
no universal, ó católico. Sí: la democracia lo invade todo;




202


(1 ) Véase su obra citada en la nota á la pág. 194.


sí, dará la vuelta al mundo ; ó no, como dijo Chateau-
briand ; es lo cierto que cuando concluya de dar la vuelta
estará en el punto de su partida. Detras de la democracia
estala demagogia, detras de esta la dictadura militar, des-
pués la monarquía, y detras de las monarquías corrompi-
das la democracia, y vuelta á principiar. Esto enseña la
historia, esto ha sido y esto será. Nihil sub solé novum.


§. 35. La Iglesia en sus relaciones con el Estado.—Si la Iglesia
católica es Madre de los Estados católicos, y en qué concepto.


Queda probado que la teoría de separación y divorcio
entre la Iglesia y el Estado es de m o d a , pero no es buena.
Sucede con ella lo que con la libertad do conciencia ; los
mismos que la piden no la dan. Ofrecen libertad á la Igle-
sia, pero están muy lejos de otorgársela. Por esa razón el
conde do Val dcEcaulieu ha traducido esta frase , diciendo
que la Tylesia en el Estado libre equivale á decir el error
libre en el Estad.o libre (1 ) . En sus conatos de evitar á
la Iglesia persecuciones, que nunca le han de faltar, según
la promesa de Jesucristo , quieren proporcionarle una paz
quimérica, divorciando la Iglesia del Estado, esto es, rom-
piendo las relaciones entre el hijo emancipado y la madre,
que siempre es madre.


La conducta observada por el Emperador Napoleón III
con la Santa Sede después de la guerra de Italia, y el chas-
co pesado que dio al clero francés, desde que empezó á coad-
yuvar á la espoliacion del Patrimonio do San Pedro; la
protección dispensada á Renán, y que escandalizó aun á
los mismos protestantes alemanes ; la persecución á varias
asociaciones caritativas, y á otros institutos religiosos,
han hecho que varios escritores modernos franceses, bel-
gas y alemanes, volviendo enteramente las espaldas á la
monarquía, se hayan echado en brazos de la democracia.
Todo lo ven turbio en Europa; todo de color de rosa en




203


(1) Lib . i de los Reyes, cap. v i n , v. 11. Iloc erit jus Regís, qui
imperaturus cst vobis, etc.


América. En todo ven á Napoleón, y en nada ven á los radi-
cales de Suiza, de Méjico, el Perú y Nueva-Granada. A la
verdad la Iglesia tiene muy poco que fiar do algunos de
los Reyes que ahora se estilan: el confiar en ellos seria como
confiar en la francmasonería. Pero esto, j es nuevo en la
historia? Desde Juliano el Apóstata á Enrique I V de Ale -
mania, y de este á Enrique VIII de Inglaterra, la Iglesia
tiene un largo catálogo de Monarcas ingratos, sin que por
eso haya erigido sobre sus faltas y apostarías un sistema
general y absoluto en pro ni en contra de determinadas
formas de gobierno.


Las ligerezas de Constantino y las torpezas de sus hi-
jos son bien conocidas ya en la historia. Los vicios de En-
rique IV de Alemania, monstruo de liviandad, crueldad y
perfidia,, lo son igualmente; pero también lo son los atrope-
llos y maldades de los demócratas Rienzi, Arnaldo do Bres-
cia y otros de la misma estofa. La Iglesia, á pesar de eso, no
erigió una forma determinada de gobierno, con esclusion
de otra. Prefirió, sí, la monarquía, porque es la suya propia:
Jesucristo no dio á su Iglesia forma democrática, sino mo-
nárquica. Esta forma era la mas usual y tradicional, mas
parecida á la forma de gobierno del mundo, que es di-
rigido por solo Dios; mas parecida al régimen familiar y
patriarcal, origen y base de todas las sociedades, en que el
padre manda á la mujer, sus hijos y criados; menos espues-
ta á los peligros de la ambición, y mas á propósito para los
casos de apuro y resistencia,en los cuales se necesita robus-
tecer el poder para salvar al Estado. Pero cuando las mo -
narquías llegan á corromperse, son el gobierno peor de
todos ; tanto peores cuanto son mas absolutas: cormptio
opliiui peasima. El mismo Dios lo dijo así á los israelitas,
cuando cambiaron su gobierno judicial por el monár-
quico (1).


En este concepto, el derecho eclesiástico habla siem-




204


(1) El decreto de Graciano, en su segunda parte, causa 32 de la
cuestión 4.:l, citaba aquellas sabidas palabras : Tpsa et Apostólos et
martijres nostros, ti orones bonos christianos, omnes ciiit/i peperit, qui
diversis temporibus apparuerunt. Todo el pasaje allí consignado es
doctrina de Santos Padres relativa á este propósito.


pre de Reyes y de príncipes, mas no por eso deja de enten-
derse lo mismo con las repúblicas, sean aristocráticas ó de-
mocráticas.


H o y dia hay empeño en divorciar completamente á la
Iglesia del Estado. En este sentido se han espresado el con-
de de Montalembert y casi todos los de su escuela desde
1829. A esta escuela perteneció también Lamennais. El
discurso de aquel en el Congreso do Malinas tiene notas de
la música de este, aunque cantadas por otra clave. La Santa
Sede las ha contestado en el Syllabus, reprobando la teo-
ría de la Iglesia libro en el Estado libre, y el divorcio y la
ruptura entre ambos. Y á la verdad no podia hacer otra cosa
sin romper con las doctrinas tradicionales de los Santos Pa-
dres. Veamos lo que estos dicen.


Los príncipes católicos son hijos de la Iglesia: la Igle-
sia, por consiguiente, es su Madre ( 1 ) ; luego deben á su
Madre respeto, obediencia, y protección. Los Estados mo-
dernos casi todos nacieron al abrigo de la Religión. España
é Italia, sobre todos, se formaron y restauraron bajo la
base del Catolicismo, como probaré luego , á pesar de que
esto de puro sabido no necesita pruebas.


Aunque los Estados católicos principiaron á emanci-
parse de la tutela maternal desde el siglo x i v , siguiendo en
esta emancipación las condiciones biológicas de la niñez,
adolescencia, juventud, virilidad y senectud, en que quizás
se hallan ya varios de ellos, es lo cierto que el hijo eman-
cipado, cualquiera que sea su posición social, su edad y su
salud, debe siempre á su Madre los tres homenages citados.
Y si á una madre cualquiera debe esto por derecho natural
todo hijo, ¿qué no deberá el Estado católico á una Madre
tan pura, santa y bondadosa como la Santa Iglesia?


Es verdad que el vulgo no tiene idea de lo que es la




205


Iglesia; y cuando se les pregunta se ve claramente que ha-
blan de ella sin saber lo que es, sin entender siquiera que ellos
mismos son una parte de la Iglesia, como son también una
parte del Estado. Creen que la Iglesia son los curas, como
ellos dicen, ó á veces dan definiciones mas broncas (1). A l
ver el modo con que acerca de la Iglesia se espresan los pe-
riodistas españoles, creo que de cada cinco, los cuatro no
saben lo que es Iglesia, ó tienen ideas muy equivocadas
acerca de ella. ¿ Qué estraño será induzcan á errores á la
turba ciega é ignorante que los lee, si ellos mismos no en-
tienden aquello de que están hablando?


Se me dirá que el considerar á la Iglesia como madre
del Estado católico, no pasa de ser un lenguaje figurado y
metafórico.


Es verdad que es lenguaje figurado; pero es antiquísi-
mo, es católico, es racional y jurídico. Que lo combatan los
protestantes no lo estraño; pero no puedo menos de ver
con disgusto que sean los católicos los que se vuelvan con-
tra él.


Veamos pruebas; no me gusta afirmar nada sin pro-
barlo.


El Estado no es otra cosa que la reunión ó conjunto do
ciudadanos de un pais bajo sus autoridades legítimas que
los gobiernan y representan ; lo mismo que la Iglesia es
la reunión de los fieles cristianos bajo la dirección cíe su,-.
Obispos, sometidos al Komano Pontífice. .El uno forma el
orden civil y temporal, el otro el espiritual ó religioso. Cuan-
do tocios los individuos del Estado profesan una misma
creencia religiosa, y obedecen á unos mismos ministros de
la Religión, los mismos que forman el Estado forman la
Iglesia particular, unida á la Iglesia universal ó católica


¿Por qué en este caso á la Iglesia universal ó católica
(no á la particular) se la llama nuestra Madre?


(1 ) Como prueba de ello, puedo referir, bajo palabra de honor,
que habiendo preguntado á un cursante de Derecho en un grado de
bachiller / qué es la Iglesia ? me respondió: Un edificio donde dicen
misa. Escnsado es decir que se le reprobó. Pudiera añadir otras con-
testaciones no menos grotescas, que tengo, oídas á este propósito.




206


— ¡ O h , la analogía no puede ser mas clara! El hijo no
tiene mas que una madre, pero la Madre puede tener mu-
chos hijos. La Iglesia católica tiene muchas iglesias en Es-
tados católicos ó disidentes, pero ningún Estado puede
comprender á la Iglesia universal. Los que dicen que
la Iglesia está en el Estado, si lo dicen con relación á
la Iglesia universal dicen un desatino grosero ; no saben lo
que dicen. ¿En qué Estado europeo cabe ni está hoy la Igle-
sia universal?


La Iglesia enseña á los ciudadanos que forman el Es-
tado, los educa, les enseña lo que han de creer y lo que han
de obrar para su salvación eterna. Cumple con ellos estos
deberes de enseñanza, dirección y corrección, que ejerce la
Madre con el hijo, nunca el hijo con la Madre. La su-
perioridad de lo eterno sobre lo temporal, de lo espiritual
sobre lo material, lo divino sobre lo humano, lo perpetuo
sobre lo transitorio no necesitan demostración, y esta su-
perioridad está en la Iglesia en todo y por todo, como lo
están las atribuciones de una madre sobre un hijo por el
mismo derecho natural.


Esto en el orden filosófico-jurídico: veamos en el histó-
rico y en el terreno de la prescripción.


Así (pie nace el niño se le lleva á bautizar. A l presen-
tarse á las puertas déla Iglesia, el sacerdote pregunta: ¿Qué
traes á la Iglesia nuestra Madre? El neófito, por sí ó por
boca de su padrino, responde que quiere someterse á ella
y tenerla por madre. Así lo jura para toda su vida.


Luego todo cristiano, en el hecho de serlo, ha jurado
tener á la Iglesia por Madre y Maestra, y tiene que reco-
nocerla por ta l , so pena de ser perjuro. Luego en un pais
católico de diez y seis millones do ciudadanos que han
jurado reconocer á la Iglesia por Madre, la Iglesia tiene
que ser reconocida como Madre por estos diez y seis millo-
nes de ciudadanos, que forman lo que en lo civil se llama
Estado, y por consiguiente la Iglesia será Madre del
Estado.


¡Oh, so me dirá, una cosa es el Estado y otra cosa esos




207


(1) Véanse mas adelante al citar las leyes de Partida y Eecopi-
lada, que prescriben la unidad católica.


diez y seis millones de hombres en la parte religiosa! La
Iglesia es Madre de los españoles, pero no de España.


•—Es verdad ; poro suprimid esos diez y seis millones de
cristianos y veréis lo que lo queda al Estado. ¿Podéis con-
cebir á España sin españoles?


Es verdad que son cosas distintas lo civil y lo espiri-
tual ; pero como esta abstracción,, con respecto á los hom-
bres mismos, que á la vez son de la Iglesia y del Estado,
es ideal y no real, resulta que la distinción es una pura
sutileza.


Es verdad que son distintos objetiva, pero no sujeti-
vamente.


Es verdad que la vida civil y temporal es distinta de
la vida religiosa y de la vida eterna, pero también lo es
que esta es mas noble y principal que aquella, y que el
católico no puede postergar esta por aquella ni lo accesorio
por lo principal, contra todas las reglas de filosofía y de sen-
tido común. Porque un soldado tenga sus jefes, ¿dejará por
eso de tener obligación de profesar á su madre obediencia,
respeto y defensa en cuanto buenamente pueda?


Si quisiera continuar esta demostración manifestando
que la Iglesia obra como las madres, por la ley del amor
que es la santa caridad, á diferencia del Estado que obra
por la fuerza y por la coacción, podria sacar aun mas ra-
zones y analogías fundándolas en aquellas hermosas pala-
bras de San León Magno: Reges noleatibus Episcopi vo-
lentibus.


Omito igualmente los testos legales (1) que desdo la
Edad Media vienen dando á la Santa Iglesia este cariñoso
título, que en España se conserva aun en todos los docu-
mentos oficiales.


¿Se dirá que esta os una / rase de cortesía?.
—Si tal so cree, dadle su verdadero nombre y llamadla


frase de hipocresía... sí, ¡de hipocresía! porque este es el




208


nombre que cuadra á esa ficción, que aparenta respetar con
los labios lo que no cree el corazón.


Si la Iglesia es Madre de todos los españoles y de todos
los Estados católicos, estos deben á la Iglesia lo que todo
hijo, aunque sea emancipado, debe á su madre. Así, pues,
los partidarios de la farsa que se llama Iglesia libre en el
Estado libre, dicen á este:


—Deja á los españoles que defiendan á la Iglesia su
Madre, pero no consientas que España la defienda. Los es-
pañoles deben ser católicos, pero España debe ser atea.


Deja á los españoles que mantengan á la Iglesia y su
culto, pero el Estado en España es ateo, no recibe favores
de Dios como Estado, ni las calamidades públicas pasan de
ser efectos naturales: por consiguiente, no teniendo ni Dios
ni Madre , prescinde completamente de estos deberes
filiales.


Si las armas españolas sufren una derrota, el Estado no
la sufre, son los españoles: á bien que españoles son los
que han muerto. Si gana, los españoles ganan; el Estado no
gana.


Ved ahí la doctrina atea que predican esos católicos al
divorciar al Estado de la Iglesia, al hijo de la madre, á los
gobiernos humanos de la Providencia Divina. Esto se con-
cibe en la boca de un Cavour ó de un ateo, pero no en la
de un conde de Montalembert ni de un católico.


Veamos ahora lo que los Santos Padres, los Papas y los
Concilios nos dicen sobre este punto.


Voy á demostrar (pie ese divorcio entre la Iglesia y los
Estados católicos, ó bien los Reyes , príncipes ó gobiernos
en nombre de estos, es contra la doctrina tradicional de la
Iglesia.


Esto es lo que debo mirar un católico , no lo que se le
antoje á tal ó cuál Obispo francés ó alemán. Entre San
Agustín y Fenelon, estoy por San Agustin. Entre tal cual
Obispo de ahora y los Santos Padres del siglo i v , estoy pol-
los Santos Padres. Entre Pió I X y el conde de Montalem-
bert , estoy por Pió IX .




209


§. 36. El divorcio entre la Iglesia y los Estados católicos es contra
la doctrina tradicional de la Santa Iglesia.


Obras enteras y muy voluminosas se lian escrito acerca
de la concordia del sacerdocio y del imperio, y no todas
ellas con igual ni con recto fin (1): Esto mismo manifiesta
la dificultad de sentar en esta parte doctrinas á gusto de
todos. La historia y la esperiencia, al referir los frecuentes
y casi continuos desacuerdos entre la Iglesia y los Estados,
manifiestan igualmente esta dificultad. Los partidarios de
la libertad de cultos, al establecer el completo divorcio en-
tre los dos poderes, no pretenden dar una solución, sino un
corte, como hizo Alejandro con el nudo gordiano: Konsol-
vit, af fumen fiw/if.


La Iglesia católica no adolece de la inrpaeiencia juve -
nil de Alejandro, ni del impetuoso calor de estos políticos
nuevos. Siendo naturalmente conservadora, no se lanza
fácilmente á doctrinas nuevas y aventureras, sino (pie es-
tudia la tradición y las doctrinas do los Padres, que cons-
tituyen la gran base de su elemento racional é histórico á
la vez.


Nada mas fácil que consignar aquí un gran cúmulo de
citas. Con abrir cualquiera do los tratadistas citados, podría
henchir páginas enteras de erudición sagrada. Pero como
los tratadistas mismos de Derecho canónico, que andan en
manos de todos (2) , suelen también presentarlas, no haré
mas que aducir algunas de las mas generales y autoriza-
das, tanto para que no haya molestia en buscarlas en otros
libros, como por dar completo este trabajo aun en sus por-
menores.


La concordia entre la Iglesia y el Imperio data desde


(1) Marca: Concordia sacerdotii et imperii.
Pey: De üavtoriié. den de.ux pv.iisances. Hay una traducción al


castellano en dos tomos en 4.° Pudiera citarse también á Bossuet,
Duval y Bianchi.


(2) Devoti, Selvagio, y aun el mismo Calvario.




210


principios del siglo IV, ó sea á los trescientos años del naci-
miento de Cristo, y de resultas de la paz que Constantino
dio á la Iglesia abrazando el Cristianismo. En España data
del año 590, desde la conversión de Rccaredo.


En el Concilio i de Nicea marca nuestro compatriota Osío
la división de poderes para que haya entre el sacerdocio y
el imperio la concordia y armonía convenientes, en aque-
llas palabras tan conocidas: "Tibí Deius impertían concre-
didit nobis qum sunt Eeclesiw commissit" (1). No se esta-
blecía el derecho, sino cpie se deslindaba.


N o puedo menos de citar las magníficas palabras de
San León I I , Pontífice y Padre del siglo v, que en su
Ep. 15 ael Taribiwm, dice: "Ecclesiaslica lenitas, etsi saeer-
clotali contenta judíelo cruentas refugit ultiones, severis
tomen Cli/ristianormn Principurn constitutionibus adjw-
vatur."


El mismo en su Epíst. 15G cal Leonera Aug., le dice:
"Debes incunctanter aelvertere Regiam potestatem tibí,
non solúm ad muncli régimen, sed máxime cul Eccleske
prcesiclium esse collatam, utausus nefarios c crin prime rulo
et quev sunt bene staiuta defendéis, et veram paeem las
qum sunt túrbala reslitaas.


No puede presentarse con mas energía, sencillez y clari-
dad la teoría tradicional de la concordia entre los dos pode-
res y su mutuo auxilio. Omito por esto motivo aducir otros
pasajes de San Agustín, en la caita ya citada arriba al con-
de Bonifacio, así como los de otros Santos Padres, y tam-
bién las disposiciones consignadas en el decreto acerca de
esta materia.


En la Edad Media aparecen San Pedro Damiano, Ivon
de Chartres y San Bernardo, sosteniendo la misma doc-
trina.


El primero dice (2) : "Quonium atraque digaitas al-
terna incichn utilitatis est indaga, dum et sacerdotium


(1) Las refiere San Atanasio en su historia Arrian, ad ¿dona-
díos, cap. X L I V .


(2) Lib. ni de sus Epístolas ; cap. vi ad Annon, Árchiep. Colon.




211


( i ) Epist. 238.


Reejni tuitione protegitur et Rcgmmn sacerdotalis of/icii
sanctitate fulcitur."


Ivon do Chartres (1) : "Novit paternitas vestra quid
cum Regnwm et Sacerdotium inter se conven iunt bene re-
gitur nvundus, jloret et friictificat Ecclesia."


Podría citar otros muchos pasajes mas de estos dos
Santos, y también de San Bernardo en la epístola al Papa
Eugenio, al hablar de las dos espadas , y del Papa Inocen-
cio I I I en la epístola ccxciv del lib. II, y en otros pasajes.


El Concilio de Trento , en el cap. x x de la Sess. 25 De
Reform., estableció también la teoría de la concordia entre
los dos poderes, pudiéndose considerar esta como doctrina do
derecho público eclesiástico y disciplina general de la Iglesia,
desde el Concilio i de Nicea al de Trento inclusive. Como
cosa de oficio la consideró este en aquellas palabras: "Sceeu-
lares quoqveprincipes OEFICII sur ADMOXENDOS ESSE CEX-
8XJIT, coujidens eos ut adholicos, quos Deas sa/ncüe jid.ei Ec-
cles'ucque protectores esse voluil," etc. Así, pues, Cavour, el con-
de de ilontalembert y todos los policultistas quo sostienen
el aforismo de la indiferencia entre la Iglesia y el Estado, sien-
tan una teoría moderna peligrosa, contraria á la tradición
católica y á la doctrina y disciplina del Santo Concilio de
Trento, por lo cual Su Santidad justísimamente la incluyó
en el Syllabus, como opuesta á las decisiones de aquella
santa reunión inspirada por el Espíritu Santo.


Concluiré citando tres escritores españoles, que pueden
ser consultados sobro esto punto.


Del siglo xv i , el P. Pedro Rivadeneira, en su I'cíiicipc
Cristiano.


Del x v n , el venerable Sr. D. Juan Palafox, Obispo de
Osma, en su Memorial á Felipe IIIpor la inmunidad-
eclesiástica, tomo ITT de sus obras.


Del XVIII, el Memorial del Sr. Belluga áj Felipe V.




212


§. 37. Teorías acerca de las relaciones entre la Iglesia y el Estado
con respecto á la pluralidad de cultos.— Lamennais y sus ecos en
la segunda mitad del siglo xix.


No quiero terminar este capítulo de Derecho público
sin dar una ojeada sobre algunos de los errores modernos
mas graves que sobre esta materia se están vertiendo en el
cstranjero, principalmente en Francia, cuya literatura nos
es mas conocida, y ademas absorbe y sintetiza generalmente
todos los errores que circulan por Europa.


La teoría mas generalizada en nuestras escuelas y de
carácter mas católico, es la que clasifica las relaciones entre
la Iglesia y el Estado en sus tres aspectos de Iglesia perse-
guida, tolerada y protegida. Esta teoría es corriente, como
fundada sobre la realidad. En nuestras escuelas está gene-
ralizada, pues las dos obras de testo mas usuales en ellas (1)
la consignan con claridad. Pero en realidad esta teoría es
incompleta, pues la protección es de varios modos, que se
distinguen, no solo en la forma y accidentalmente, sino
también en su esencia, y de un modo trascendental.


N o es lo mismo el modo de ser de la Iglesia española,
protegida eselusivamente por el Estado, que el de la Iglesia
católica de Francia, protegida por el listado al par de las
Iglesias reformada y Confesión de Augsburgo, y ademas las
sinagogas, también subvencionadas por el Estado desde
principios de este siglo (2).


Sabido es que allí el gran empeño de los disidentes, por
ahora, es quitar al Catolicismo su carácter oficial ó de Re-
ligión del Estado, á pesar de su minoría con respecto á los


(1) Las obras de los Sres. Aguirre y Golmayo.
(2) El Anuario oficial de 1S5S fija el número de protestantes


franceses en 748,332. La Geografía de Malte-Brun los hace subir
á millón y medio; pero ellos suelen decir que son dos millones.


La Iglesia reformada (calvinista), estendida en la parte meridio-
nal y en las inmediaciones de los Alpes, tiene 105 consistorios con
567 Pastores y £2 auxiliares, pagados todos ellos por el gobierno.


La Iglesia de la Confesión de Augsburgo (luterana), en la Aba-
cia y parte próxima al pais alemán, tiene 44 consistorios, 261 Pas
tores y 3G Vicarios ó auxiliares.


Las Iglesias independientes baptistas, anabaptistas , invingia-
ÍIOS, ete., 94 Pastores.




213


( 1 ) Véase el capítulo penúltimo.
_ (2) He dicho ya que no admito la palabra teocracia, por ser oca-


sionada á blasfemias. Y o la llamo hierocracia, poder sacerdotal.


católicos, supliendo con el mido do su trompetería la esca-
sez del número, como los soldados de Gedeon, y ayudándo-
les en este sentido los católicos policultistas.


De todas maneras, á la clasificación trimembre de per-
seguida, tolerada y protegida hay que añadir la de eselu-
mm, sin lo cual ni so pueden resolver algunas cuestiones de
Derecho público, ni esplicar bien la Disciplina eclesiástica
en España Nuestra patria hace por el Catolicismo lo que
ningún pais del mundo, y en cambio la Iglesia concede á
España lo que á ningún otro pais. Por ese motivo, el dia en
que este, admitiendo la libertad de cultos se ponga bajo el
pie de los domas Estados, la Santa Sede, retirándole todas
sus concesiones, lo dejará reducido á lo que son los domas
paises católicos, según veremos luego (1).


Lamormais, después de su caida, introdujo una teoría
incompleta, que posteriormente se ha modificado y amplia-
do. Según ól, la combinación era triplo: ó el Estado absor-
bía la Religión y la Iglesia, como en Inglaterra y Rusia, ó
la Iglesia absorbía al Estado, ó ambos eran independientes
el uno del otro. También esta combinación era incompleta,
y los publicistas modernos la han hecho cuádruple ; á
saber:


1.a Absorción de la Iglesia por el Estado, ó Iglesia ci-
vil, que por otro nombre suele llamarse cesa/rismo.


2. a Absorción del Estado por la Iglesia, que llaman ma-
lamente teocracia (2) .


3.a Alianza entre la Iglesia y el Estado, que llaman con-
cordia ó sistema de Concordatos.


4. a Independencia de la Iglesia y del Estado, que hoy dia
ha recibido el nombre de sistema americano, por referirse
á los Estados-Unidos de America. Este sistema se suele
llamar por los católicos el ateísmo oficiad. Y o creo que su
verdadero nombro es el de indiferentismo civil. El de in-
dependencia no le conviene, pues en el sistema de Concor-




214


datos también la Iglesia es independiente del Estado y el
Estado de la Iglesia, según las tradiciones del siglo iv. En
realidad, la absorción del Estado por la Iglesia católica es
una quimera, y lo que se dice de San Gregorio V I I c Ino-
cencio III , en este sentido, está ya refutado por la sana crí-
tica. El estado temporal del Papa es una escepcion necesaria.


Según eso, los cuatro nombres técnicos deben ser: cesa-
rismo, liierocracia, indiferentismo y concordia.


El conde de Monta!embert, en una nota al discurso que
leyó en Malinas (1), esplica su teoría de la Iglesia- libre en
el Estado libre con otras cuatro combinaciones arbitrarias
y de escasa aplicación práctica:


1.a Iglesia libre en pais esclavo.
2. a Iglesia esclava en pais esclavo.
3* Iglesia esclava en pais libre.
4. a Iglesia libro en pais libre.


Según el señor conde, la primera combinación es impo-
sible. La segunda so ve en Rusia. La tercera en Suecia,
Portugal y el Pi amonte, y es el bello ideal de los falsos libe-
rales (2) de España y Francia. La cuarta la halla el señor
conde en Inglaterra y America, en Bélgica , y aun en Aus-
tria, después de la regeneración liberal del imperio.


Esta combinación del señor conde no ha hecho fortuna
ni tiene apenas utilidad ni aplicación práctica. Ademas, no
sabemos qué entiende por Iglesia libre ni por Iglesia, escla-
va, pues confunde á veces la servidumbre con la esclavitud.


Declara imposible la Iglesia libre en estado esclavo, y
no ve (pie hoy dia, al menos por ahora, el Catolicismo es
mas libre en Constantinopla y en Esmirna que en Euro-
pa. Al hablar de la Iglesia libre de Inglaterra se le olvi-
dó decir si es la católica ó la anglicana, pues esta debió


(1) Tomo i d e las Actas del Congreso de Malinas, páginas 32o', y
2 9 copiándola de la edición francesa de Ch. Douniol.


(2 ) Yo no tengo la culpa de que el señor conde 11 ame falsos libe-
rales á los regalistas españoles y á los canonistas de palinodia. Sus
palabras son (pág. 3 2 9 ) : Cesi l'idéal des fance libércevx eri Italie,
en E spagne, en France el par lout. Ignoro si durante su estancia en
Madrid, en el mes de octubre de 1 8 6 5 , habrá cambiado de opinion;
pero se me figura que no.




215


ponerla el señor conde con la de Rusia, y con respecto á la
católica olvidó también las deplorables escenas del esta-
blecimiento de la jerarquía eclesiástica católica en 1854,
los disgustos del Sr. Cardenal Wiseman con. este motivo, y
que aun no se lian revocado algunas leyes tiránicas contra
los católicos. Últimamente admitió que la Iglesia libro po-
día concordarse con el Estado; pero esto ya no es indepen-
dencia, sino concordia, y hace variar todo el sistema.


Con respecto á la persecución del Catolicismo en Bél-
gica en 1804 y 65, el señor conde verá cómo aviene su
teoría con los hechos. En el segundo Congreso, en 1864, nos
dijo un amigo suyo que esto era pasajero, y que la últi-
ma palabra estaba aun por decir. Y o creo que la última
palabra ni se ha dicho ni se dirá; entre otras razones, por-
que son pocas las cosas en que la humanidad pueda decir
la última,pnidabra, y porque la Iglesia será siempre per-
seguida.


Dejando, pues, á un lado esta clasificación poco impor-
tante en la práctica, vengamos á la otra mas usual entre
los publicistas modernos, y que he designado con los nom-
bres de liieroeracia-, cesarismo, indiferentismo y concor-
dia. Lamcnnais, autor de este sistema, mudó de opinión
tres veces en diez arlos.


I.° Principió por combatir el indiferentismo, batió en
brecha el galicanismo y el regalismo, proclamó el absolutis-
mo poní ilicio, y pasando mas allá de los límites trazados
por los Doctores católicos, avanzó hasta un punto donde
apenas habría llegado Suarez. Lamennais, en su tratado de
La Religión considerada, en sus relaciones con el arden
político y civil, avanzó hasta la hierocracia. y esta abso-
luta en el Romano Pontífice.


2." Después de la revolución de jul io , en 1830, La-
mennais hubo de plantear otras teorías distintas en L'Ave-
nir, principiando á enseñar la teoría de la independencia,
ó, mejor dicho, indiferentismo entre la Iglesia y el Estado,
y declaró (pie el Catolicismo debia buscar la libertad fo-
mentando todas las libertades y aislándose del Estado, y




216


(1) Publicada por Lamennais en los A ff aires de lióme, páginas
134, y 1 3 5 ,


(2) Esquisse di une philosophie, tomo n i , páginas SO y 89 .


por tanto que la libertad de cultos, de imprenta y de en-
señanza son compatibles con el Catolicismo. Lacordaire y
Montalembert, sus compañeros, adolecieron de los mismos
errores, pues lo son en absoluto.


Errores, sí, y condenados por la Santa Sede , porque
habiendo osado el abate Gerbet presentarlos á ella, recibió
una condenación esplícita y terminante, no solamente en
la Encíclica del 15 de agosto de 1832, sino también por la
Carta del Cardenal Pacca á Lamennais con esto motivo (1).


Hó aquí sus palabras: "Las doctrinas de El Porvenir
(EAvenir) sobre la libertad de cultos y la libertad de im-
prenta, que han sido tratadas con tanta exageración, y lle-
vadas tan lejos por sus redactores, son igualmente muy re-
prensibles , y en oposición con la enseñanza, las máximas
y la práctica de la Iglesia. El Padre Santo ha cstrañado y
sentido en el alma tales doctrinas, "jHirqae »i, cu, (dgaiuis
circunstancio* la prudencia exige tolerar ciertas cosas,
como un mal menor, i ales doctrinas -no pueden ser jan ais
presentadas por un católico como un bien, ó como una, cosa,
apetecible."


Es precisamente la doctrina que sostengo en este libro,
conforme con toda la tradición de la Iglesia,, desde Han Pa-
blo á Pió I X inclusive.


Lamennais, en su orgullo, incurrió entonces en mas cra-
sos errores: sus compañeros so retiraron de é l ; pero aun el
mismo Lacordaire, al vestir el hábito dominicano, por des-
gracia, no dejó del todo al hombre viejo.


Lamennais, en su tercer período, vino á caer en el in-
diferentismo que había combatido tan briosamente, y esta-
bleció lo (pie se llamaba el Crisíiauis'mo individual, una
religión á gusto de cada uno, la quinta esencia del protes-
tantismo y del libro examen. En sus investigaciones filosó-
ficas (2) negó el pecado original, y , por consiguiente, la




217


encarnación y la redención del hombre por Jesucristo, y
por tanto la base del dogma católico (1).


Allí deshizo ya todas sus teorías anteriores, como don
Quijote al querer probar su celada tan laboriosamente cons-
truida. Combatió la sumisión del poder temporal al espiri-
tual, la del espiritual al temporal, y combatió hasta el sis-
tema americano, llegando hasta la .extravagancia. K a y que
citar sus palabras: Sans moyen de contraíate, sans jnrís-
diction politique ni civile, la raison libre, impersonnelle,
•incorporelle, constitue le pouvoir spirituel, dans lequel
réside la suprême 'puissance du gouvernement, car gou-
verner c'est réaliser au de-hors une volonté correspondant
à une pensée qui se determine.


Estos delirios rayan en lo absurdo: refutarlos, seria ha-
cerles demasiado honor. La idea misma del gobierno raya
en lo estrafalario: un tejedor, un pintor y un escribiente
gobiernan cuando trabajan, puesto que realizan esterior-
menle una voluntad correspondiente éc un pensamiento
que se d/íeriiúna,.


Este es Lamennais en su tercer período, y á tal estremo
vino á parar el autor do la teoría de las triples relaciones.


Este último sistema bajo la base de Lamennais y con
todos sus errores lia sido reproducido el año pasado por
M. Charpillet, en su tratado del Conflicto del Catolicismo
con la civilización moderna-. Este libro es una serie do he-
rejías desde el principio hasta el íin, pero con algunas con-
fesiones importantes. Declara el Catolicismo incompatible
con el liberalismo (2), niega rotundamente el dogma del
pecado original, como lo negó Lamennais, y concluye por
proclamar el cristianismo individual, pues el Catolicismo
acabó ya. Lo mismo decia Lu tero hace trescientos años. La
razón de negar el pecado original es porque el liberalismo,


(1) La Divine Commedie, introduction , pâg. 98 .
i2) Il y a des catholiques libéraux, mais on ne sait pas si ces car


tholiques sont orthodoxes. Por mi parte consigno estas palabras sin
calificarlas, pues huyo de cuestiones de este género (páginas 21 y
22) . La doctrine du pèche originel se montre en contradiction inévita-
ble avec l'idée entière du progrès ou de la civilisation.




218


(1) Cito este folletito, que no merece la pena, á fin de que no se
dejen engañar algunos incautos por el retumbante título de l'h.ilo-
sophie da Drnit eadeskistique. Su autor desconoce á veces aun los
elementos del Derecho canónico, incurriendo en errores y vul-
garidades. Es una de esas obritas de pacotilla, que se publican
en Francia por sujetos que saben de todo menos de lo que es-
criben. El autor dice candorosamente que rio sabe si hay salva-
ción fuera de la Iglesia ( p í g . 182) . El Papa se hizo juez supremo de
la Cristiandad por las falsas Decretales (pág. 6 5 ) : no cito otros
errores y vulgaridades por el estilo : ex tingue leo ítem. La llamo de


según él j debe considerar al hombre como bueno y perfec-
to, al paso que el Catolicismo le considera imperfecto y caido.


JYotre religión calholique (¡¡XOTKE") eaí (léveme insuf-
fisante... Le catholicisme est clone insvfjisant par la simple
•raison que l'homme est clevenu, beaucoup pilas puissant.


¡Oh! sí, Monsiear; el hombre es mucho mas pujante ó
poderoso : con el vapor, la electricidad y otros adelantos,
su condición ha mejorado mucho. Pero ¡oh desgracia! ¡helas!
Los médicos no han hallado aun el medio do que los hom-
bres no se mueran, y hasta ahora, ¡¡helas, helas!!, ni aun la
causa del cólera-morbo. ¡Oh! el dia en que se halle el medio
de que el hombre no se muera, yo negaré el pecado origi-
nal, y no me contentaré con el cristianismo individual.
Aquel dia me haré panteista, y me declararé parte de la
divinidad. Pero mientras que vea pobres (pie tienen ham-
bre, mientras (pie vea senectud, enfermedades y (pie los
hombres mueren de ellas irremisiblemente, no puedo ave-
nirme á considerarme un trozo de divinidad.


El dia en que yo me muera, de resultas del pecado ori-
ginal y la consiguiente maldición á nuestros primeros pa-
dres , i de qué me servirán el vapor, la electricidad y todos
los adelantos de la industria y la pretenciosa jactancia de
los modernos economistas?


Aun mas delirios que el citado lamennasiano acumula
en su Filosofía del Derecho eclesiástico M. Adolfo Frauck,
catedrático de Derecho natural en el colegio de Francia. En
su obrita glacial (1). después de presentar la teoría lamen-
nasiana sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado, se
decide por el sistema de Concordatos, y combate á Lameu-




2 1 9


pacotilla, porque corresponde á la Büjl-ifitM-qne de, Philomplde con-
U"inp<>raiiie. compuesta toda de tomitos á 2 frs. 50 cents., por el es-
tilo de los manuales del licorista, del jardinero, cocinero y reposte-
ro, etc., que se venden en Madrid al mismo precio (10 rs.).


La llamo gtnrial, porque no se averigua por ella si el autor es pro-
testante ó judío, aunque le creo en religión ricnisie , ó nadista.


(1) l'ág. 11 .
(2) Es cierto: en un regimiento, durante la última guerra , se


presentó de capellán un sugeto á quien conocieron varios oficiales
por haber sido mancebo de una peluquería de .Nueva-Yorck, donde
iban a afeitarse varios de ellos.


nais y el sistema americano. M. Franck quiere que todos
los cultos estén subvencionados, porque ese es el modo de
tenerlos á raya, intervenir el gobierno sus actos é impedir
que se estralimiten. Es decir, que como buen universitario
francés, aparentando defender la libertad, quiere en reali-
dad la centralización, la burocracia y el cesarismo.


Por de contado, M. Franck es policultista furioso, y no
solo defiende la tolerancia civil, sino que combate la intole-
rancia dogmática. El templo para él es como una biblioteca
donde so puede ir ó no ir á estudiar. Con todo, á la biblio-
teca no se va los domingos. El sacerdote es un médico , y si
anatematiza al incrédulo es semejante á un médico que ma-
tase á su enfermo porque no quería tomar las medicinas.
Pero M. Franck debiera advertir que los médicos no
vuelven por casa del enfermo que no toma sus medicinas,
aislan á los contagiados y ponen la camisa do fuerza á los
frenéticos y atacados de hidrofobia. Esta teoría la toma de
Marsilio de Padua , con quien so conforma: ;escelente
filosofía!


Suele decirse que no hay libro malo que no tenga algo
de bueno: M. Franck, al combatir el sistema americano, hace
una pintura sarcástiea de él, que bien merece el ser cono-
cida por los aficionados al indiferentismo religioso (1). "Toda
persona, dice, siempre que tenga provecho en ello, se im-
provisa como teólogo, predicador (2 ) , ministro de un culto
cualquiera, y so da en espectáculo en un bazar ó en una
granja, condecorados con el nombre de templo. Esta indus-
tria suele ser la última á que se dedican los que no han te-




220


nido suerte en otras empresas, ó comerciantes arruinados
que proporcionan así el sostenimiento á sus familias."


"La religion en los Estados- Unidos, como que no está
sometida á ninguna autoridad que la contenga en los límites
de su misión, no solamente participa de todas las pasiones
de la multitud,-sino que las sostiene y escita (1)... ¿Será pre-
ciso hablar de las sectas que estallan cada día en los Esta-
dos-Unidos, y que reúnen á la cscontricidad do la raza an-
glo-sajona el descaro proverbial de aquel pais? Estas sectas
han llegado á ser innumerables, y muchas, como la de los
shaíers ó danzo/aten, que nada tienen de humano, cuanto
menos de cristiano. Para un hombre como Channing encon-
trareis millares de fanáticos ó charlatanes, que llevan á cabo
la perversión moral y religiosa de una nación entregada al
interés y á las pasiones violentas de una independencia sal-
vaje. Citaré solo al famoso José Smith, el fundador de la
secta de los mormones."


No concluiré este párrafo sin hablar de otro delirante,
que en la misma colección (2) viene cantando la calda del
Cristianismo y la desaparición do toda intolerancia, conclu-
yendo con esta frase su pretendida. Filosofía efe la historia,
que ni es filosofía ni os historia: "La grande vipiM'ique in~
tlustrielle remplacera la séculaire république chrétienne.
La France relèvera peut-être le sceptre échappé depuis
long temps de mainsdel>¡les de la Papauté."


Son palabras fáciles de entender, por lo que las dejo
conforme están on el original (pág. I.').'! , penúltima del l i -
bro). Por desatinadas que sean estas ideas, conviene cono-
cerlas. A veces los locos y los delirantes revelan proyectos
ocultos.


(1) Habla en seguida de los mormones.
( 2 ) Odi/sse Barol, Lettres sur la philosophie de l'histoire. En el


preámbulo, Emilio Girardin reprueba el estudio de la historia en
los institutos, porque los catedráticos de ella les vuelven los ojos al
cogote. L'histoire qu'on vous apprend... vous met les yeux derrière la
tête. (Ibidem, pág. 200 . )


Pero, ¿qué culpa tiene la ciencia de que algunos profesores fran-
ceses, en vez de ensenar historia, enseñen 'política socialista?


Una cosa es la ciencia, y otra el abuso de la ciencia.




§. 38. No existe solidaridad religiosa entre las naciones.


Se ha querido establecer una especie de responsabilidad
moral entre todas las naciones, de modo que unas paguen
las deudas de las otras, y haya derecho á tomar represalias
contra las que no obren determinadamente en cierto senti-
do político, que convenga á la generalidad. Hay en esto
cierto fondo do verdad, pero mezclado con grandes exagera-
ciones y aun absurdos.


Si ia generalidad de las naciones admite un derecho
fundado en la. utilidad recíproca, y algún país se niega á
cumplirlo, tendrán derecho los restantes á escluirlo á él de
los beneficios y utilidades de su alianza, á no comunicarse
con él, no solamente en aquel asunto, sino en otros análo-
gos. Este principio no es otra cosa que la elevación del de-
recho privado á derecho público. Si en un pueblo, familia
ú oficina se establece una Sociedad de socorros mutuos,
por ejemplo, el que se niega á pagar los dividendos, ni par-
ticipa de los beneficios, ni toma parte en los acuerdos de
las juntas. El usa de su libertad, y los demás de la suya;
ni él comunica con ellos en soportar las cargas, ni los otros
con él en la participación de beneficios. Esta es precisa-
mente la base de la escomunion cristiana , tan sencilla y
filosófica, y que da lugar á tantas declamaciones por su-
getos (pie, en sus pobres cabezas, no pueden comprender
que haga la Iglesia lo que hace cualquier Sociedad de
socorros mutuos ó de accionistas para la esplotacion de
minas.


Pero querer ampliar estos principios al derecho general,
al derecho público y á las relaciones entre países indepen-
dientes, y sobre todo en materias religiosas, es un absurdo;
mas este absurdo se ha querido establecer y aplicar en gran-
de escala con respecto á la libertad de cultos. El mismo
conde de Montalembert la quiso establecer en su célebre
discurso, que se insertará mas adelante , y á continuación
de él la consignó en la misma sesión el conde Foucher de




222


Careil (1). Concretándole al Catolicismo, como lo hizo este
caballero en su brillante peroración, tiene algo de verdad,
pues las naciones católicas tienen unidad de pensamientos,
de Religión, de dirección; son todas, por decirlo así, homóni-
mas. Pero ¿puede es tenderse esta solidaridad del Catolicis-
mo, unitario por esencia, al Cristianismo con sus mil sectas,
sectas disidentes, discordes, sin lazo, sin trabazón, sin fije-
za, especie de Proteos , que mudan de forma á cada mo-
mento?


Y cuenta que en el Cristianismo se comprenden, no so-
lamente las mil y mil sectas protestantes, desde el anglica-
nismo, que tiene su gerarquía casi como la Iglesia católica,
hasta los kuákeros blancos y kuákeros negros, en que todos
son sacerdotes y sacerdotisas, sino también todas las comu-
niones cismáticas del Oriente, desde la griega cismática de
Rusia hasta la de los abisinios, y el llamado por nuestros
mayores el Preste Juan de las Judias. Y aquí está uno de
los flacos del discurso del conde Poucher , lleno de invecti-
vas contra Rusia y de sentidas quejas á favor do Polonia
Aceptando todas las diatribas contra el buitre ruso, que de-
vora las entrañas de aquella nación magnánima, especie de
Prometeo católico, no puede menos de estraüarse que el
señor conde no tuviera ni una frase de dolor para la des-
graciada Irlanda, para ese pais devorado por el leopardo
inglés, que si no es un buitre cpie devora las entrañas de
Irlanda, es una fiera que la despedaza y dispersa sus miem-
bros por toda la superficie del globo. Cosas se pueden echar
en cara á Inglaterra en esta parte, que en verdad no se di-
rán contra Rusia.


¿Por que, pues, al hablar de esta solidaridad, clamar tan
acerba y tan j ustamente contra Rusia y callar tan sistemá-
ticamente con respecto á Inglaterra? La razón es bien o b -
via. Uno y otro conde hallan el origen del mal en la polí-
tica : en que Rusia no sea liberal, en que su gobierno sea


(1) Discours de la solidante des peuples et la persistarice de
l'esprit national: quinta sesión, dia 20 de agosto, pag. 190 del tomo i
de La Asamblea general de católicos en Bélgica.




223


absoluto; pero en el momento en que en sus discursos hu-
biese un párrafo relativo á Irlanda, todo el artificio venia
á tierra, todas sus razones y argumen tos se evaporaban , y
el auditorio diria: "Tan tiránica es la conducta de Ingla-
terra liberal con Irlanda, como la de Rusia despótica y
absoluta con Po lon ia ; " luego el origen del mal no está en
el error político, sino en el error religioso. De aquí ese si-
lencio sistemático y calculado con respecto á Irlanda, que
por cierto debió pocas simpatías al primer Congreso de
Malinas, donde se habló mucho de Polonia, pero nada ó casi
nada de Irlanda, Cúr ta/m varié?


Al hablar allí también de la pretendida solidaridad, se
repetían las palabras del P. Lacordaire : "¡Católicos, donde
vosotros mandáis, dad libertad de cultos á los disidentes,
para que estos, en sus respectivos países, la den á los ca-
tólicos!"


Parafraseadas estas palabras de una manera un poco
dura, pero exacta, y en un concepto, que no quiso decir el
conde de Montalembert, pero que dicen los protestantes,
podríamos comentarlas de este modo;


—Beatísimo Padre: conceded en Roma libertad de cultos
á todos los protestantes, y sus respectivas sectas, á todos
los griegos cismáticos y aun á los mismos kuákeros, si
quieren establecer junto el Vaticano algún templo donde
puedan bailar, temblar y recibir el Espíritu Santo por un
par de libras esterlinas. Sí, porque de poco servirá que Es-
paña, Portugal, Austria, Baviera y demás países católicos
den franquicias al error, al ateísmo y á la herejía, si no las
dais Vos mismo, y no planteáis en Roma la Iglesia libre en
la Moma libre. Sí, Beatísimo Padre, tampoco Vos tenéis
Estado libre. Es verdad que el Estado libre do Mazzini y
Cicerobachio asesinó á M. Rossi, vuestro ministro, á mon-
señor Palma, y trató mas de una vez de asesinar á Vues-
tra Beatitud; pero no importa. Todo es hasta acostumbrar-
se. Es cuestión de unos trescientos años. Si. vuestros ante-
pasados hubiesen dejado obrar á Arnaldo de Brescia y a!
tribuno Rienzi, ya estaría todo arreglado.




224


N o os asuste. Beatísimo Padre, que los protestantes
construyan dentro de la misma Cuidad Leonina, y cabe el
Vaticano, otro Vaticano protestante, que, por burlarse del
vuestro, tenga diez mefa-os mas de longitud y cuatro mas
de latitud, á íin de decir que el Vaticano protestante de
Roma es mayor que el Vaticano Papista. Todo esto seria
hasta, acostumbrarse. En Roma hay fuera de la puerta del
Pópulo un local donde, desde el tiempo do la dominación
francesa, se reúnen los protestantes para su culto. Pero
esto no basta: es preciso que los permitáis abrir las venta-
nas de eso edificio, construir otros mayores y mas elegan-
tes, poner inscripciones anticatólicas sobre sus puertas, ha-
cer desprecios públicos á vuestras procesiones, á vuestros
ritos, á vuestras solemnidades. Ellos no creen en vuestros
dogmas; debéis dejarlos que los desprecien. Si al salir Vos
al balcón del Vaticano á dar la bendición llr'il et orbi,
una docena de protestantes ingleses y otra de renegados
italianos se queda con el sombrero puesto y os da una silba,
no importa, debéis sufrirla, porque hay libertad de cultos, y
ellos no ven en el vuestro mas que una farsa. Todo es hasta
acostumbrarse.


Es preciso que para la educación de los renegarlos se
erija otra Sapiensa: ¿por qué no han do tenor estudios
públicos en Roma? Ellos los toleran á los católicos en Ber-
lín y Edimburgo. Aun debierais, en rigor, permitirles que
en la estampería Camerale imprimieran Biblias protestan-
tes para repartir á los italianos; ¿por qué no? Hay protes-
tantes que imprimen libros papistas si estos les pagan bien,
y al fin... ;todo es hasta acostumbrarse: 1 '


Tales son, en último resultado, las peregrinas consecuen-
cias de esta solidaridad. Establecido el principio de nive-
lación absoluta, de igualdad completa entre la verdad y el
error, el Catolicismo y las sectas disidentes, y preconizado
por los católicos, los protestantes y los griegos cismáticos
tienen ya derecho al dentera pro dente, oeulum 'pro aculo.
Si en España no so admite la libertad de cultos, yo no la
concedo á los católicos ingleses: si en España no se admi-




225


te á los predicantes metodistas, yo no admito en Suecia á
los Jesuítas.


Cuan absurda sea esta idea de solidaridad, lo compren-
de cualquiera. ¿Qué motivo hay para castigar en los cató-
licos ingleses las pretendidas faltas de los católicos espa-
ñoles? Prescindiendo de la cuestión dogmática, en la que
nunca admitiremos paridad, lo que dictan la equidad na-
tural y el sentido común es, que si el gobierno español nie-
ga una cosa á subditos ingleses, el gobierno inglés no la
conceda á subditos españoles. Si el gobierno español per-
mito á los ingleses que establezcan cementerios protestan-
tes, sin culto, el inglés no debería tampoco impedir á los
españoles que establezcan cementerios católicos en Ingla-
terra; pero si prohibiese el culto católico en ellos, no po -
dríamos quejarnos los españoles. S i los italianos y france-
ses les permiten cementerios con culto protestante en ellos,
> habrá razón para negarlo á los católicos de aquellos paí-
ses porque Jos españoles no lo toleremos en el nuestro? A l
imponer restricciones á los protestantes en España, sabe-
mos ¡pie no podemos quejarnos (á pesar de la superioridad
v veracidad de nuestra Religión) de que á los católicos es-
pañoles no se nos conceda por los protestantes lo rpte nos-
otros no los toleramos á ellos. Pero que esto sea un motivo
liara establecer una solidaridad católica general pasiva, y
que se niegue á los católicos ingleses, daneses y prusianos
loque Kspaiía no concede á los protestantes en general, se-
ria, el colmo del absurdo. Tanto valdria el exigir que un
católico dinamarqués pagase las deudas de un comerciante
de Cádiz á un protestante, nada mas que por ser católico el
español insolvente.


Así. pues, la solidaridad católica, que basada en la ra-
zón de unidad es positiva hasta cierto punto, para sus auxi-
lios mutuos, nara sus alegrías y tristezas, es un absurdo
cuando de Ja vida religiosa y moral se la saca á la vida
política, y se le quiero dar tal latitud, que los católicos de
un pais hayan de ser responsables de los aciertos ó des-
aciertos de sus co-religionarios en otras naciones.


j.j




220


Ademas, la intolerancia protestante y cismática tiene
mucho cpie andar todavía hasta que pueda blasonar de ha-
ber dejado en libertad al Catolicismo; y por otra parte, sien-
do Roma el centro del Catolicismo, una vez que se admi-
tiera tan exagerada y absurda solidaridad, la menor restric-
ción impuesta á las sectas disidentes dentro de la Ciudad
Eterna seria un motivo ó pretesto para iguales actos de in-
tolerancia en Inglaterra y Rusia.


Véase, pues, cómo no es exagerado lo que se dijo arriba,
que los protestantes y cismáticos querrían hacer en Roma
otro Vaticano protestante al lado del Vaticano católico, ora
para sobrepujar al Catolicismo, ora para tener protestos do
intolerancia contra los católicos á la menor restricción im-
puesta en Roma á los protestantes, por racional que fuera.


Si de las comuniones cristianas pasamos á los musul-
manes, y auna otros infieles y paganos, esta, quimérica so-
lidaridad traería mayores absurdos. Los turcos podrían pe-
dir (pie se les permitiera erigir mezquitas en Roma y en
España, so pena de arrasar los templos católicos. Los chinos
pedirían la construcción do pagodas. Pero no esto solo, sino
que para permitir predicará los misioneros católicos ó pro-
testantes podrían exigir se permitiera predicar á los ima-
nes , bonzos y talapines en Roma y en España ; y como la
predicación pública lleva el derecho de propaganda y de con-
versión ú apostasía, podrían exigir también que el romano
y español (pie se quisieran convertir al islamismo ó al bu-
dhismo pudieran hacerlo, pues de lo contrario se cohibiría á
los misioneros católicos en aquellos países y á los que qui-
sieran convertirse al Catolicismo.


Admitida la apostasía aun á los cultos paganos y mu-
sulmanes, la situación de los adúlteros y concubinarios es-
taba legalizada. Un descreído cpie deseara dar rienda suelta
á su liviandad, podía hacerlo con apostatar y ser musul-
mán ó budhista. La mujer legítima reclamaría ante los tri-
bunales : el marido contestaría secamente:—Soy libre para
seguir el culto que quiera: he dejado de ser cristiano: hace
quince dias que soy musulmán, y vivo con arreglo á mis




creencias religiosas.—El j u e z , respetando la religión y la
awral del nuevo creyente ó muzlírn, le reconocería el de-
recho basado en aquellas dos, dejando apenas á la mujer y
á los hijos la acción civil ad indemnitcitem, la cual, si el
nuevo niuzlim era rico, le importaría poco.


Se dirá que exagero. Una cosa es que diga cosas exa-
geradas, otra cosa es que yo exagere. Que es exagerado lo
que digo, y muy exagerado, ya lo sé ; pero estos absurdos,
estas exageraciones son consecuencias precisas de un prin-
cipio falso, exagerado y absurdo. Si las consecuencias son
lógicas y precisas, cúlpese al que sentó un principio de
exageración, pero no al que saca esas consecuencias exa-
geradas. Y o pongo el espejo delante: ¿qué culpa tengo de
<pie ellos se vean deformes?


La verdad en esto es bien sencilla, clara y precisa. Los
protestantes, los cismáticos, los infieles y racionalistas, se
han opuesto, se oponen y se opondrán á la propagación del
Catolicismo, como este se opone (pero con razón que Dios re-
conocerá en su dia al que la tenga) á la propagación de sus
errores. Cuando el Catolicismo crece, se le conceden, á mas
no poder, algunas franquicias lentamente y de mala gana;
franquicias y tolerancia arrancadas- mas bien que concedi-
das. A su vez el Catolicismo, cuando los herejes y los in-
fieles son muchos, tiene que conceder pro bono piacis, según
la doctrina de San Agustín y Santo Tomás, algunas fran-
quicias, que se le arrancan también, con harto dolor suyo,
dolor justo, muy justo, porque son concesiones al error, y
ad vitanda majora mala; pero, concedidas, las respeta.


En tal concepto, la pretendida solidaridad está basada
en un principio de necesidad, y nada mas que de necesidad.


Así lo comprenden los impíos modernos, cuando por
todos medios tratan de corromper los ánimos, ridiculizar el
culto católico, desprestigiar á sus ministros, poner en tela
de juicio todos los derechos del Catolicismo, y hacer al pais
escéptico en materia de Religión. Adelantada su obra de
iniquidad y do perversión, llega un dia en que se pasa re-
vista á todas las huestes descreídas, y entonces so dice al




228


( i ) Véase en los apéndices el artículo sobre la francmasonería.


gobierno:—'"¡Ya somos muchos! Toléranos." Y ¿cómo será
intolerante con la existencia del error el gobierno que tole-
ró la propagación del error?


¡Cosa rara! y entonces se concede la libertad de cultos
á los que so ríen de todo culto, y se restringe esta libertad
á las comuniones cristianas, cuando los que han pedido
la libertad de cultos ya no son cristianos. A esto se reduce
la preciosa conquista del siglo Xix.


§. 39. Actualidad y porvenir de Europa bajo el aspecto religioso
y social.


H a y en la atmósfera política y social en estos momen-
tos cierta pesadez, cierto malestar' general, que indican la
proximidad de una gran tormenta. Se han sembrado vien-
tos , y se acerca la hora de recoger tempestades. De dónde
vendrán estas, sobre qué descargarán, cuáles serán sus re-
sultados transitorios, cuáles los duraderos, no es fácil de
adivinar.


Que la Iglesia padecerá en esta borrasca, me parece
muy probable; en cambio es indudable que no naufragará
en ella. La palabra de Dios está empeñada.


Que varias instituciones humanas van á desaparecer
y ser relegadas á la historia, también me parece indudable.
Tan gangronadas y corrompidas se hallan , que solo Dios
Omnipotente pudiera restaurarlas por un milagro, que pro-
bablemente no hará. A favor de estas instituciones huma-
nas, no tiene empeñada su palabra.


En medio de esta deshecha borrasca,, la Tglcsia tiene ya
poco que esperar de las monarquías europeas, tal cual están
hoy dia, Harto harán ollas en defenderse. Antes llevaban
la cruz sobre la corona; ahora la mayor parte ole ellas han
metido su diadema dentro de un triángulo, quo no es el dé-
la Santísima Trinidad. De príncipes afiliados en la franc-
masonería, la Iglesia, claro está, tiene muy poco que esperar
y mucho quo temer (1). Las regalías en sus manos fueran




229


un sarcasmo sangriento; seria lo mismo que conceder á la
francmasonería el patronato de las iglesias : el lobo guar-
dando la grey.


Si la democracia europea tuviera condiciones de vitali-
dad, ó comprendiera sus verdaderos intereses, hubiese con-
tinuado llevando la máscara de religiosidad 3̂ catolicismo,
que representaba veinte años há, y que en España ha sos-
tenido hasta el de 18(¡0. Pero es muy difícil hacer por largo
tiempo el papel de hipócrita. Dios lo dispuso así en sus altos
juicios; pues si la democracia europea no hubiese arrojado
tan pronto la máscara, y si en vez de ser hipócrita hubiera
sido verdaderamente católica, es muy posible que á estas
horas contara en sus filas millones de católicos.


I Cuál es hoy dia la posición de estos en casi toda Eu-
ropa? ¡Triste es decirlo! El indiferentismo político. Nada es-
peran ni de las monarquías ni de las democracias, tan c o i -
rompidas y tan descreídas las unas como las otras ; y como
el hombre necesita creer, se avivan las creencias religiosas
en la proporción que se amortiguan las políticas.


Al poner sitio los romanos á Jerusalen, se marcharon
los cristianos de aquella ciudad. No debían ir con los roma-
nos, porque hubieran sido traidores: tampoco quedarse en
la ciudad apoyando á los facinerosos. ¿Qué remedio? En vez
de ser romanos ó judíos , fueron cristianos.


La mayor parte de los católicos en Europa se hallan
hoy día políticamente en el caso de los primeros cristianos.


¡Cosa entraña! Algunos deseos de Lamennais se van á
cumplir pronto, pero n o en la forma que él quería. N o es el
Papa el que se pone al frente de los pueblos contra las mo -
narquías: son algunos monarcas los que empujan al Papa ha-
cia los pueblos, olvidándose de que el Catolicismo consta de
doscientos millones de católicos, mas ó menos tibios, mas
ó menos fervorosos , piara la maj'or parte de los cuales la
forma de gobierno civil es indiferente, siempre que ese go -
bierno civil no sea impío.


Las groserías de Choiseul, José I I , Aranda, Pombal y
otros con el Papa precedieron á la Revolución francesa.




230


¿Será parecido el año 1893 al 1793 ? ¿Se adelantará?—No
lo sé; pero el 1865 es parecido al 1765, al menos en Es-
paña.


Hace ciento y un años que los ministros do Carlos I I I
exageraban la regalía del Exequátur.


Hace cien años que Campomanes publicó su Tratado
de amortización.


Hace noventa y nueve años que se encausó al Sr. Lan-
castor, Obispo de Cuenca.


Hace noventa y ocho años ocurrió el motín de los som-
breros, promovido por el duque de Alba contra Esquiladle,
y atribuido calumniosamente á los Jesuítas.


i Para qué seguir buscando fechas y analogías?
Dejémonos de querer penetral' en un porvenir oscuro,


y en cambio consignemos unas cuantas verdades.
A la Iglesia no lo han de faltar nunca persecuciones.
A pesar de estas y deja/jar siempre en pura pérdida,


como diñan Febronio y Laniennais, durará hasta la consu-
mación de los siglos.


La Iglesia se atempera á toda clase de gobiernos.
La Iglesia tiene ya poco que esperar de las monarquías.
Las democracias modernas son descreídas é impías.
La Tglesia no humillará su frente ante la impiedad roja


ni ante la hipocresía coronada.
Cuando el sol del Evangelio se pone en un lado, ama-


nece por otro.
La Iglesia agradece los favores que so le hacen.
La Iglesia retira sus favores á los ingratos.
Lo que existe por concordato ó contrato, no existe por


privilegio.
Las revoluciones son en el orden moral medios de pu-


rificación, como las tempestades.
Las tempestades son pasajeras en lo físico y en lo moral.
Después do la tempestad, brilla el sol mas claro.
Pont nubila Phabus.




C A P I T U L O VI .


La pluralidad de cultos bajo el aspecto histórico, prin-
cipalmente en España.


§. 40. Idea de este capítulo.


En ol propósito de tratar la cuestión de la unidad reli-
giosa y de la pluralidad de cultos y sus inconvenientes bajo
todos conce] itos, preciso es también abordarla bajo el aspecto
histórico; pero aquí me arredra no lo difícil, sino lo vasto del
asunto: preciso es ceñir á un capítulo materia que podía y
debía ser objeto do un libro, mucho mas habiendo de tra-
tarla no solo bajo el punto de vista español, sino también
de la historia general y de lo que se llama Filosofía de la,
historia.


Queda concluida con el capítulo anterior la parte que se
puede llamar jurídicn y (jenera.l. Resta ahora la histórica y
•partindar de, Espudut. Preséntanse aquí una multitud de
cuestiones históricas graves y complejas. Persecuciones su-
fridas por los cristianos españoles, conversión de Roca-redo y
formación de la nacionalidad española bajo la unidad religio-
sa, bautismo de los judíos por Sisebuto, perdida de la inde-
pendencia en la invasión de España por los árabes, conducta
pérfida de los judíos en aquella ocasión, persecuciones su-
fridas por los mozárabes, matanzas de judíos por moros y
cristianos, fundación de las coronas de Asturias y Sobrarbe
al calor de la Religión, persecución de los albigenses es-
pañoles, y, por abreviar, las espulsiones de judíos y moris-
cos y el número de víctimas de la Inquisición, exagerado
por lo común.


Bajo el aspecto de la historia general seria preciso tra-




232


tar de la intolerancia de los pueblos cultos de la antigüe-
dad, de las persecuciones horribles con que el politeísmo,
simbolizando la pluralidad de cultos, trató de estinguir el
Catolicismo por espacio de tres siglos, de la intolerancia de
los herejes con los católicos, y de las arterías y crueldades
de los Emperadores bizantinos contra ellos, de la intole-
rancia de Lutero y las horribles matanzas de los campesi-
nos y otros fanáticos, de la intolerancia de ('alvino, Me-
lanchton, Bezay otros protestantes, que defendieron la pena
capital y la quema de todos los que no pensaban como
ellos, del suplicio del español Servet, quemado por Calvino
en Ginebra, de los horrores que allí y en otros puntos de
Suiza y Alemania se cometieron contra los católicos, de la
sublevación de los Paises-Bajos contra la dominación es-
pañola, de la sublevación de los Hugonotes contra los Be-
yes de Francia, las dos Saint-Barthélemy, el edicto de Nan-
tes, los Camisardos y las Dragonadas, la persecución de
varios hombres sabios por la Iglesia con motivo do sus opi-
niones científicas, la grotesca farsa del culto de la Razón;
finalmente, las horribles matanzas de sacerdotes y católicos
en Francia, por los revolucionarios, ascendientes legítimos
y verdaderos padres de los modernos librecultistas.


Claramente se ve con cuánta razón acabo de escribir
que para tratar á fondo con pruebas, documentos y ver-
dadera crítica todas las cuestiones históricas conexas con
la de unidad religiosa, seria preciso hacer un libro es-
pecial, y no bastarían quizás dos volúmenes del tamaño
de este.


En la precisión, pues, do tratar las principales dificulta-
des, y para proceder con el conveniente método, presenta-
ré primero los hechos de intolerancia contra los católicos, y
en segundo los actos de oposición de los católicos contra
otros sectarios. En estos puntos mas bien me concretaré á
indicar los libros y escritos que se pueden consultar para
tratar estas cuestiones, que no á presentar hechos, que ne-
cesitarían largas pruebas.


Finalmente, como los enemigos del Catolicismo y de la




233


( I ) Véanse en el Apéndice.


unidad de cultos suelen tener continuamente en su pluma
una colección de sucesos aducidos sin criterio, y mezclar
en todas sus diatribas á Cableo, la Inquisición de España,
la Saint-Barthélemy y las Dragonadas, he creído conve-
niente, en vez de poner estas cuestiones en su verdadero
punto de vista, oponer hechos á hechos, horrores á horro-
res, y formar un catálogo de crueldades hereticales contra
los católicos, á fin de que estos tengan á la mano un re-
pertorio mucho mayor que el de ellos, para aplastar sus
argumentos bajo la horrible y pesada mole de sus inaudi-
tas y no censuradas crueldades (1).


Este procedimiento es pesado y poco lógico; pero, ¿por
que; so ha de tener generosidad con quien no la tiene, no-
bleza con quien ataca á traición, lógica rigurosa con el so-
lista (pie se líe de ella? Mientras nuestros contraríos, en vez
do argüir en buena lógica, no hagan mas que dirigir hue-
cas declamaciones, invectivas hiperbólicas y hechos exago-
rados , preciso es ponerles delante las torpezas de sus ma-
yores para hacerles callar. La espcriencia me lo ha ense-
ñado así, como mejor recurso que la lógica y la crítica, que
do suyo son tardías en sus procedimientos, y por tanto
poco á propósito [tara seguir á gentes ligeras.


§. 41. Intolerancia de los pueblos cultos de la antigüedad.


Confieso ingenuamente que doy muy poca importancia
á estas investigaciones históricas acerca do las costumbres
que tenían los pueblos antiguos en materia de religión. El
siglo pasado fue muy aficionado á ellas y á henchir todos
los libros con noticias ele griegos y romanos. H o y la pe-
dantería va por otro lado , y so despacha muy á su gusto
con las noticias de los Vedas y el Zend Avcsta, y con las
tradiciones del Oriente. Por otra parte, desde que se ha
inventado la FilonofCa de la historia, so ha hecho de moda
el escribir de historia sin haberla saludado ni citar un hecho,
ó bien darnos como lecciones altísimas de aquella algunas




234


vulgaridades sabidas por todos, pero anunciadas en lengua-
je sibilítico: por lo común, estas altísimas elucubraciones
son las opiniones políticas del escritor. De aquí el descré-
dito en que ha venido á caer la escuela histórica para las
cuestiones jurídicas , víctima en esto , como en otras cosas,
de la político-manía, que estraga casi todas las ciencias.


De la intolerancia de los pueblos antiguos escribió con
.mucha erudición el abate Bergier en su 'Tratado histórico
y dogmático de la verdadera Religión (1 ) . Allí pueden
acudir los que deseen mas datos en este punto. El autor no
presenta los testos literales en que se apoya, pero los cita,
y no seria difícil evacuarlos si fuese necesario. Y o , por mi
parte, me abstengo de hacerlo, pues solo quiero indicar li-
geramente este punto, al que , repito, no doy gran impor-
tancia.


El autor citado prueba que los griegos eran intolerantes
en esta materia de Religión, y en su apoyo aduce la doctri-
na de Carondas y Zaleuco en sus Códigos, de Pitágoras y
su escuela, y de Platón en el lib. x de las leyes. El supli-
cio de Sócrates, el decreto de muerte contra Alcibíadcs por
haber blasfemado de los misterios de Cores, la condenación
de Diágoras por ateísmo y Ja de Teodoro, íí quien el Areó-
pago condenó por la misma causa, las persecuciones de
Anaxágoras, Estilpon y de la célebre Aspasia , acusados de
impiedad, manifiestan que los griegos, en la época de su
mayor cultura, de su mayor saber y gloria, aunque politeís-
tas, no eran tolerantes , y perseguían con pena capital el
ateísmo, el racionalismo, la impiedad y la blasfemia.


Por lo que hace á Roma , es bien sabida su intolerancia
religiosa antes y después del imperio. La ley de las Doce
Tablas prohibía introducir ritos y dioses cstranjeros sin la
aprobación de los magistrados; poro, según Dionisio do Ha-
licarnaso ( 2 ) , ningún rito estranjero fue admitido en Roma
por autoridad pública, como se hacia en otras partes. Cice-


(1) Bergier: tomo i, cap. IX, art. 4.°, pág. 373 de la traducción
española de 1S 17.


(2) L ib . í í de su historia citado por Bergier.




235


(1) Cicerón: De Legibus, l ib. TI.
(2) Dion. Casio, lib. L T I .
(3) Tito Livio, lib. iv , núm. 30, lib. x x x i x , núm. 16".
(4) De Giv. Bei, l ib. v i , cap. vi.


ron, en su obra De Legibus ( 1 ) , se mostraba también alta-
mente intolerante, considerando la desobediencia á los pon-
tífices y los augures como un delito capital, y haciendo re-
montar esta severa restricción hasta los tiempos de Numa
Pompilio. Mecenas aconsejaba al Emperador reprimiese toda
novedad en materia de religión (2), no solamente por res-
peto á los dioses , sino también por cálculo político, pues
la introducción de nuevos cultos podría traer sediciones y
trastornos para el imperio.


La práctica iba de acuerdo con esta doctrina. El año
.345 IT. C. se encargó á los ediles vigilasen para que no se
introdujera en Roma ningún culto nuevo, y el año 508 el
cónsul Postumio hizo renovar esta disposición (3). El año
G05 se echaron por tierra los templos de las divinidades
egipcias Isis y Sórapis, que se habían introducido en R o -
ma, y un cónsul fue el que dio el primer golpe para demo-
lerlos.


Las persecuciones contra los judíos en tiempo de Ti-
berio y Claudio, y las que por espacio de tres siglos sufrió
el Cristianismo desde Nerón hasta Diocleciano y Maxencio,
manifiesta?! que Ja célebre ciudad de Roma fue siempre
teórica y prácticamente enemiga de la libertad de cultos.


Es verdad que los filósofos desde eJ tiempo de Augusto
se hicieron impíos, y la doctrina de Epicuro los condujo al
sensualismo y á los deleites. Juvcnal se lo echaba en cara
á los romanos, y San Agustín los acusaba de adorar en los
templos lo mismo de que se burlaban en los teatros (4).


"No nos incumbe á nosotros, como dice Bergier, con-
ciliar las contradicciones dolos paganos ;•< y yo añadiría que
esto es una muestra de los estravíos á donde conduce la
impiedad lo mismo á los gentiles que á los cristianos, y que
manifiesta los inconvenientes que produce el fomentarla.


Pero entre los romanos austeros y probos del tiempo de




236


la república y antes de que la político-manía los condujese al
servilismo, y los romanos abyectos, impíos, malvados, sen-
suales é incrédulos del imperio, la elección no es dudosa...
al menos para los hombres de bien.


Do la intolerancia que aquellos mismos Emperadores y
romanos degenerados profesaron contra el Cristianismo, las
persecuciones de nuestros santos mártires y del triunfo de
la Iglesia, escusado fuera el hablar aquí.


Diré solamente, para concluir, que si por trescientos años
fue el error intolerante y sanguinario con la verdad cris-
tiana, ningún derecho histórico tiene á que la verdad sea
hoy tolerante con él.


§. 42. Intolerancia del paganismo, judaismo y la herejía con el
Catolicismo en España.


Lo que sucedió á la Iglesia general sucedió á la particu-
lar do España, y lo (pie se acaba de consignar al fin del
párrafo anterior hay que repetirlo como base de este, y pre-
guntar: i acaso el error ha sido tolerante con la verdad ni
con el Catolicismo en España, siempre que ha podido sub-
yugarlo?


—Antes ha sido el error intolerante con el Catolicismo
en España, que esto tuviera ocasión de serlo con el error.


A l presentarse los siete varones apostólicos que por
encargo de San Pedro predicaron la fe en la Bética, según
la constante tradición de nuestra Iglesia (1), los gentiles y
judíos los persiguen con. objeto de matarlos, y se salvan mi-
lagrosamente. Hé aquí la acogida que el error hizo á la
verdad la primera vez que se presentó en la Bética, por
donde hoy dia pretendo también el protestantismo incoar
su funesto y revolucionario apostolado.


Y antes de eso el error habia hecho otro agravio á la
verdad natural, pues los romanos, al subyugar á España,
la habían privado del monoteísmo, que profesaban casi to -


(I) Véanse sobre este punto y los siguientes las pruebas aduci-
das en la Historia eclesiástica de España, tomo I, cap. i.




237


dos los aborígenes, conservando así puras las tradiciones
Noachidas. Los celtíberos y sus vecinos á la parto del Norte
adoraban á un solo Dios, y aun á ese no le daban nombre, y
aquella pujante confederación central de España, que ocu-
paba el territorio desde el Ebro al Guadiana, y desde Se-
gorbe hasta Arévalo, no estaba manchada con el politeís-
mo, sino que vivia según los principios de la ley natural.
Ningún ídolo se ve en las monedas que nos restan de sus
pueblos (1 ) . Si las noticias de su pujante lucha de doscien-
tos años hubieran llegado á nosotros escritas por ellos mis-
mos y no por sus enemigos, ¿quién sabe si encontraríamos
entre los héroes de Nu man cía y de Nertobriga, defensores,
no solamente de la independencia de la patria, sino tam-
bién do la unidad de culto? Los estranjeros que robaron
-ai independencia á nuestra patria, la mancharon también
con sus infamias y necios errores; y estos mismos tiranos
que habian ahogado en sangre el monoteísmo español en-
viaban luego procónsules que asesinasen á los cristianos de
Zaragoza en número imposible de contar, marcando des-
pués con su sangrienta huella casi tocias las ciudades mas
principales de España, Tarragona, Barcelona, Valencia,
Compluto, Calahorra, Toledo, Herida, Córdoba, Sevilla, Cá-
diz, Málaga, Avila,, Orense, Ecija y Gerona.


Los testimonios de estos asesinatos jurídicos, que la
Iglesia honra con el sagrado título de 'martirios, son irre-
cusables, no solo por sus actas y monumentos, por la an-
tiquísima liturgia gótico-apostólica, y por la tradición cons-
tante, sino también por los himnos del célebre poeta Pru-


( l ) Callaida Deum radium, esse quídam ahtnt. Celtiberi et vici-
niores sui in lloream habitantes cuipiam Deo cv.jus nomen non extat,
rotunda: tuna tempere nocturno ante fores per omnes domos pernoc-
ta'irt, sa.ltns agitantes. San Agustín, De, avílate Dti, libro V T I I , capí-
tulo i x , cuenta á los españoles entre los antiguos que adoraban á
un Dios increado, único, incerpóreo, é incorruptible. San Agustín
disfrutaba en su tiempo códices y testimonios que no han llegado
a nosotros. El suponer un pagano que los gallegos no tenían Dios,
era indicar que no tenían ídolos, ó que el Dios a quien adoraban era
innominado.




238


dencio, que ningún crítico, por avieso y descreido que fue-
ra, se atrevió jamás á poner en duda (1).


Ved aquí el primer capítulo de la libertad de cultos en
España. ¿Por qué los detractores de nuestra unidad reli-
giosa principian por el modernísimo capítulo de la Inqui-
sición, y omiten, este y los demás que le preceden y voy á
citar? ¿Es ignorancia ó es mala fe?


Los visigodos se apoderaron de España, y con ellos
triunfó la herejía: la Península tuvo dos razas, la vence-
dora estranjera y la nacional vencida, cpie era católica, y á
la que apenas se permitía su culto: en la imposibilidad de
esterminar á los indígenas, dejando despoblada la Penín-
sula, los godos, que odiaban la industria, la agricultura y
el comercio, hubieron de tolerar el Catolicismo. Aun así,
Leovigildo fue intolerante, y el parricida de San Herme-
negildo asesinó muchos miles de católicos y desterró á va-
rios Obispos.


Aun después de fundirse las dos razas, vencedora y ven-
cida, por la abjuración de Recaredo y los Obispos y magna-
tes arríanos en el Concilio III de Toledo, la herejía y la li-
bertad de cultos alzaron su criminal cabeza, asesinando á un
Roy legítimo, el honrado Liuva I I , y tratando de restable-
cer el culto arriano, y con él la torpe é impolítica división
de razas, injuriosa para los españoles, atentatoria contra la
unidad nacional, fundada ya por Recaredo, y contra la
igualdad y fraternidad de españoles y visigodos, pues para
mí son de mas estima y valía los españoles aborígenes, ca-
tólicos y cultos, que los visigodos, bárbaros, advenedizos y
contaminados con el arrianismo, conquistadores y tiranos,
á quienes solo se puede principiar á tener alguna estima
desde Recaredo en adelante.


Ved aquí otro segundo capítulo do la libertad de cultos
en España, manchado también con sangre de Santos y los
sufrimientos y dolores de los inocentes perseguidos.


(1) Véanse las pruebas en el citado cap. I de la Historia Ecle-
siástica de España, en que se hallan las referencias á los respectivos
tomos de la España Sagrada.




239


El tercer capítulo habremos de registrarlo del siglo V I I I
al x i i l , desde la batalla del Guadaleteá la de Murada!, ó las
Navas de Tolosa. Los judíos, maltratados por Sisebuto, y
después por Egica, se vengaron viniendo á España con Ta-
r ik, en cuyo ejército acaudillaba una división do aquella
gente el judío Mclek-Chulani , ó Julani. Los judíos que
habían sido espulsados por Egica, y que habia traído á Es-
2>aña la tolerancia del librecultista Witiza, no solo servian
de espías á los musulmanes, sino que les franquearon las
puertas de varias ciudades importantes; y al paso (pie el
vencedor subyugaba á los cristianos y los dejaba reducidos
á condición casi servil, se vio á los judíos poblar á Sevilla
y Córdoba al par de los musulmanes, y con harto dolor de
los españoles. Tan pujantes llegaron á ser los judíos por en-
tonces en España, que se creyeron capaces de sublevarse en
el Pirineo, á las órdenes de Melek-Julani, como se subleva-
ron mas adelante en Toledo en mas de una ocasión.


Los mozárabes gozaron tal cual tolerancia bajo el yugo
sarraceno: Córdoba vio ensangrentadas sus plazas con los
martirios de muchos católicos españoles, que en gran n ú -
mero sacrificó el Califa Abderrahman de Córdoba, El mismo
San Eulogio, cronista, y al fin víctima de aquella persecu-
ción , nos pinta con vivos colores las vejaciones á que esta-
ban espuestos los infelices mozárabes, que, al llevar á en-
terrar los cadáveres de sus parientes, eran apedreados pol-
los muchachos y la chusma musulmana, y se veian conti-
nuamente vejados y saqueados por los va l í es y wazires mu-
sulmanes.


Los mozárabes de Andalucía, después de la campaña de
D. Alfonso el Batallador por aquel pais, fueron espulsados
de España. H é aquí cómo refiere Conde esta espulsion (1):


(1) Conde , tomo n , cap. x x i x .
No cito al erudito arabista M. Dozy, porque, en su odio á los mo-


zárabes, no desperdicia ocasión de hablar mal de ellos, y aun en ge-
neral de los españoles. Aunque su obra goza hoydia de gran reputa-
ción, será conveniente que los católicos españoles la lean con pre-
vención, y los arabistas estudien los sucesos en sus fuentes, con mas
imparcialidad que suele aquel hacerlo.




240


(1) Es muy común entre los libre cultistas manifestar vivas sim-
patías por los musulmanes, ensalzar su cu'tura, sus escuelas, sus
adelantos, etc. Alguno de ellos ha llegado á decir que fue una
lástima '/ue triunfasen los Reyes Católicos; y lo decia de corazón. N o
debo omitir que &lc.spañi>l que esto dijo, vivía tan mahometanamen-
ts, como un verdadero musulmán.


Estos españoles algaravizados pueden contar en su ascendencia
á D . Oppas , I ) . Juan el Tuerto, y otros varios Judas de la indepen-
dencia española.


"La resolución que el Rey A l y tornó, por consejo de sus
alymes, fue que se escribiese á todos los walíes de todas las
ciudades y fortalezas de Andalucía para que con secreto y
diligencia sacasen á los cristianos de las fronteras... y luego
fue esta orden cumplida, y pasaron muchos cristianos mu-
hadines á los confines de Mikinesa, Salé y otras comarcas,
y de estos muchos murieron con la mudanza del clima • y
adre de África."


Ved aquí , pues , una espulsion de mozárabes, es decir,
de católicos españoles, hecha por los musulmanes en masa
y sin conmiseración ninguna, por los ascendientes de aque-
llos mismos moriscos, cuya espulsion en el siglo x v n se la-
menta con tan sentidas lágrimas. ¿Y no habrá una para
aquellos pobres mozárabes, que al fin eran católicos y al fin
eran españoles, mas españoles que los moros, á quienes solo
.podemos considerar tales por la circunstancia de haber na-
cido en la Península, no porque sus hábitos, religión, idio-
ma ni costumbres les hagan dignos del honor de serlo, ni
do ser equiparados á los que peleaban por la causa de la ci-
vilización y de la independencia (1)?


¿Por qué, pues, se ocultan estos hechos, por los que
tanto claman contra las espulsiones de los judíos y los mo-
riscos?


¡Oh, pero los moriscos tenían una capitulación'.
—También la tenían los mozárabes.


Pero Jos de Andalucía se sublevaron á vista de D. A l -
fonso el Batallador.


—También se sublevaron los de las serranías de Al ajuar
y las Alpujarras, y estaban dispuestos á sublevarse mas




241


16


veces, ni paso que los sublevados con D. Alfonso se vinieron
con el á Zaragoza.


§. 43. Oposición del Catolicismo contra los falsos cultos en Es -
paña.—Persecución de los albigenses.—Espulsiones de judíos y
moriscos.


Desde el siglo X I I en adelante , el Catolicismo , hasta
entonces casi siempre maltratado en España por los paga-
nos, los arríanos, el librecultista Witiza y los musulmanes,
principia á ejercer fuertes represalias contra sus enemigos
y perseguidores.


San Fernando castiga duramente á los albigenses, fac-
ciosos á la vez que herejes , perturbadores de la Iglesia y
del Estado (I) . La severidad del Rey en castigar la rebelión
y la herejía, en su principio, libró á España de los horro-
res de la. guerra civil, que asoló las comarcas meridionales
de Francia. El Rey de aquel país avisó á San H'ernando que
se habia visto precisarlo á quemar aquellos herejes. En Es-
paña se les aplicó aquella pena, antes desusada en nuestros
Códigos civiles y eclesiásticos. El Santo Rey llevaba él
mismo leña á la hoguera en que habían do ser quemados
los herejes : ¡cal era el horror que le inspiraban! Pero la
moda de quemar á los hombres vivos vino de Francia, y
no debe olvidarse cuando los estranjeros nos hablan do las
hogueras inquisitoriales. Los ingleses mismos quemaron
inicuamente á la Doncella, de Qrlcans,prisionera de guerra
poco después, cuando en España apenas se conocía este
suplicio, que los franceses y los ingleses nos enseñaron
á usar (2). Siunn cvirpi.e.


También D. Jaime el Conquistador se vio precisado á


(1) Véase la relación de estos sucesos por D. Lúeas, Obispo de
T u y , en el tomo X X J I de La España Sagrada, p*g. IOS, segunda
edición. Dicho Obispo trabajó bravamente contra los albigenses, y
consiguió se demoliera el templo que ya tenían en León.


( 2 ) A mediados del siglo pasado fueron quemados vivos en Fran-
cia los jóvenes d'Etalonde y Labarre, después de haberles arrancado
la lengua, por haber cantado una canción impía ; y eso cuando se
estaba imprimiendo la Enciclopedia y cundían por todas partes los
escritos de Voltaire : para entonces ya no se quemaba en España.




242


(1) Véase á Bleda en su Tratado sobre la espulsion de los mo-
riscos.


espulsar muchos miles de musulmanes de la ribera del J ú -
car, cpie se habían sublevado y eran una amenaza continua
contra la nueva conquista de Valencia. En vano le ofrecie-
ron doblar los tributos y gruesas cantidades de dinero para
evitar su espulsion. El Rey les hizo salir á todos en masa;
cuatro leguas ocupaba la columna de los espulsos y sus fa-
milias y cabalgaduras , (pie fueron custodiados por tropas
cristianas hasta la frontera musulmana (1).


Los que tanto declaman contra la espulsion de los mo-
riscos en el siglo x v n , no han tenido en cuenta que ya don
Jaime se vio precisado á ejecutar lo mismo cuatro siglos an-
tes, y que los musulmanes lo habian hecho asimismo con los
mozárabes.


Por lo que hace á los judíos y sus persecuciones en el
siglo x i v , deben notarse varias cosas (pie no se han tenido
en cuenta. ¿so eran solamente los católicos y los españoles
los que por entonces los persiguieron. También los musul-
manes hicieron varias matanzas de judíos , como observa
D. Alberto Lista. Hacia el año 1320 entraron por las fron-
teras de Cataluña unos fanáticos franceses llamados los
Püstorcillus, asesinando á todos los judíos (pie habian á las
manos, y fue preciso derrotarlos y echarlos de nuestro ter-
ritorio.


N o era, pues, solamente en España, ni por causas reli-
giosas, la persecución do los judíos : motivos políticos habla
también para ello, y estos eran los que mas iniluian. En la
guerra iban siempre, como el chacal, cu pos de los ejércitos,
y, cualquiera que fuese el vencido, compraban sus despojos
de manos del vencedor, al moro lo que fue del cristiano, al
cristiano lo (pie fue del moro. En la paz eran asentistas, y,
dando grandes cantidades á los príncipes y señores feuda-
les , arrendaban pechos y tributos, que les producían rendi-
mientos enormes, en un pais donde el Tesoro, lo mismo en-
tonces que ahora, da al asentista, no solo el empréstito, sino




24,3


el dinero para hacerlo. Puede calcularse el odio del país,
empobrecido por las guerras y continuas disensiones, al
ver (pie en la paz pasaba su escaso ajuar á manos de judíos
(pie esplotaban los vicios, holgazanería, prodigalidad é im-
previsión de los príncipes y los magnates. Todos los prínci-
pes impíos, lascivos y disipadores se dejaron dominar por
los judíos. D. Pedro el Cruel, que -tenia aquellos tres vicios
y otros mas, les dispensó singular protección, y el Rimado
de Palacio, por Pedro López de Ayala, se lo echaba en cara
con aquellos conocidos versos:


"Allí vienen judíos, que están aparejados
para beber la sangre de los pueblos cuitados.»


D. Sancho el Bravo y Euriquo IV, cpie también tuvie-
ron no poco de impíos, holgazanes, sensuales y disipadores,
fueron muy aficionados á los judíos.


N o se crea por eso (pie se omitían los medios de con-
vertirlos, acudiendo á la controversia y la persuasión. El
célebre y piadoso Raimundo Lulio se dedicó toda su vida,
con admirable tesón, á preparar medios para la conversión
de los musulmanes, fomentando para ello el estudio del ára-
be, y otros. San Pedro Pascual trabajó mucho en el mismo
sentido. San Vicente Fcrrer y (Jerónimo do Santa, Fe dis-
putaron con ellos y convirtieron millares de jud í o s , c enán -
dose espontáneamente desde principios del siglo x v casi
todas las sinagogas de Aragón y las mas importantes do
Castilla, en especial las de To ledo , Salamanca y Segovia,
Por desgracia, Enrique IV, llamado el Impotente, débil de
carácter, vicioso, disipador y poco piadoso, volvió á darles
importancia durante su reinado.


No así ios Reyes Católicos, que , á pesar do las ofertas
•cuantiosas do dinero que hicieron para evitar su espulsion,
los lanzaron de España por decreto dado en Granada en
1192. Vacilaba el Rey D. Fernando, hallándose exhausto
de dinero. Preséntesele Torquornada con el Crucifijo en la
mano, diciéndole: »Señor, los judíos compraron á Cristo por
treinta dineros; V. A. se lo quiere vender ahora por treinta
mil maravedís."




244


El número de judíos espulsos se calcula en cerca de ocho-
cientas mil almas, pero este cálculo so ha tenido por exa-
gerado, atendida la población de España y lo reducido de
las juderías, la diminución do sinagogas desde principios
del siglo XV y la conversión de muchos de ellos, que por no
salir de España so bautizaron hipócritamente. En mi juicio,
aquel cálculo se exageró en mas de la mitad.


La espulsion de los judíos españoles ha sido objeto de
grandes controversias. Ni los teólogos ni los canonistas pres-
cribían esta medida. La doctrina de Santo Tomás no era
contraria á su permanencia entre los cristianos: los cánones
y las Decretales pontificias no mandaban espulsarlos , sino
aislarlos, y que no se mezclasen con los fieles. El Papa Ale-
jandro V I dio asilo en Roma ámuchos do los espulsos, se-
gún se dice, y aun quedan noticias de los que marcharon á
Ferrara y otros puntos de Italia.. En Londres hay todavía
judíos descendientes de los espulsos de España. En su dis-
persión providencial, nopudiendo formar un cuerpo de na-
ción ni aun en las sociedades recientemente formadas en la
América septentrional, en alguna parte ha de permitírseles
vivir y servir de testimonio de la verdad divina y de la
autenticidad de los hechos y dichos de los sagrados libros.


Por otra parte, su propaganda nunca ha sido temible
para el Catolicismo, y previenen contra ella la aversión que
suelen inspirar aun á los infieles. El mismo Mariana parece
vacilar, y se espresa en términos ambiguos al apreciar este
hecho: "Los mas escritores dicen (pie fueron hasta en nú-
mero do ciento setenta mil casas , y no falta quien diga lle-
garon á ochocientas mil almas; gran muchedumbre sin duda,
y que dio ocasión á muchos de reprender esta resolución,
que tomó el Rey D. Fernando en echar de sus tierras gente
tan provechosa y hacendada, y que sabe todas las veredas
de allegar dinero: por lo menos el provecho de las provin-
cias á donde pasaron fue grande, por llevar consigo gran
parto do las riquezas de España, como oro, pedrería y otras
preseas de mucho valor y estima. Verdad es (pie muchos de
ellos, por no privarse de la patria y por no vender en aque-




245


Ha ocasión sus bienes á menos precio, se bautizaron, algu-
nos con llaneza, otros por acomodarse con el tiempo y va-
lerse de la máscara do la Religión cristiana, los cuales en
breve descubrieron lo que eran y volvieron á sus mañas,
corno gente quo son compuesta de falsedad y de engaño.-


Que la medida de espulsion de los judíos fue violenta,
impolítica y exagerada, es indudable. No tenían los Reyes
Católicos obligación de hacer mas que lo que hacia el Papa;
y mandaban los Concilios, las Decretales y el mismo Dere-
cho consuetudinario. La Inquisición misma podia plantear-
se contra los herejes y apóstatas , sin tocar con los judíos,
como hacia y hace la Inquisición romana, y como se hacia
con los moriscos, que aun duraron un siglo, habiendo In -
quisición. La medida, pues, solamente es defendible en el
terreno de la unidad religiosa absoluta, y de la filosofía
providencial.


En efecto; la nacionalidad habia nacido del Catolicis-
mo, y se habia desarrollado á su calor y bajo su amparo. La
raza visigoda no se fundió en la española hasta que se hizo
católica, según queda ya demostrado. Renació la indepen-
dencia, en las montañas de Asturias y del Pirineo, á la som-
bra de la Cruz , al abrigo de dos cuevas, quo la tradición
adornó de portentos y milagros. Estas dos nacionalidades,
que bajaron paralelas combatiendo á los moros, se unieron
al pie de los muros do Toledo á la muerte de Alonso V I
representadas por D. Alfonso el Batallador y doña Urraca,
Los vicios y la ambición , impidieron entonces que se reali-
zara lo (pie vino á quedar hecho cuatrocientos años des-
pués en las personas de otro Rey de Aragón y otra Reina
castellana , antítesis completa do la malandante doña
Urraca.


Reunidas las dos Coronas , fundada la unidad nacional,
espulsados los musulmanes de Málaga y Granada, reincor-
porada la Navarra meridional á España, todas las tenden-
cias eran unitarias. Tratábase de la unidad de leyes en el
Ordenamiento de Montalvo, de la unidad de tribunales en
las Ordenanzas de corregidores, de abatir el feudalismo en




240


(1 ) JJl cora de los Palacios, cap. vil.


las Cortes do Toro y de Toledo, de revindiear la jurisdic-
ción civil sus derechos temporales, de centralizar el poder
en todos conceptos, de unir las Ordenes militares lia jo la
dependencia de la Corona, deformar un ejército perma-
nente en lugar de las tropas allegadizas y levantiscas de les
señores feudales, de confiar al pueblo su seguridad propia
por medio de la Santa Hermandad, Guardia civil económi-
ca y animada por el espíritu religioso para la persecución dio
malhechores ; en una palabra, de unir , aunar y uniformar
todo lo (pie hasta entonces babia estado dividido, separado
y sin armonía alguna.


Era una comente de unitarismo (pío estaba en las ideas
del R e y y de sus pueblos, (pie todo lo avasallaba, (pío hacia
fácil lo (pie pocos años antes parecía imposible. El pueblo
español se admiraba do verse hecho uno como antes de la
batalla del Gnadalote. Aragoneses y castellanos eran espa-
ñoles, y Jos toledanos, al entrar Jos Reyes de vuelta de la
batalla do Toro, cantaban aquel estribillo:


"Flores de Aragón
Dentro en Castilla son,
Pendón de Aragón, pendón de Aragón (1)."


El pendón real de Portugal se ponia sobro el sepulcro
de 1). .Juan I en satisfacción do la batalla de Aljubarrota.
Los portugueses habian derrotado (ti Rey de Castilla, poro
los Reyes de España derrotaban á ellos y á los traidores,
que les habían allanado el camino de Castilla,


Y, en efecto, dentro de poco ya no habría castellanos ni
aragoneses, sino solo españoles. X o había anexión, ni su-
misión, ni postergamientos, ni superioridades: era una fusión
completa, inesperada, providencial.


Y en medio de este cuadro de unidad, de uniformidad
y de fusión, hacían sombra dos razas heterogéneas, que no
se unian ni fundían, que se entristecían con lo que alegra-
ba, á los españoles, que miraban su prosperidad con ojos en-
vidiosos, y su poderío con recelo. Los unos en ocho siglos




247


no so habían, fundido en la raza española, los otros acaba-
ban de ser á duras penas domeñados en el suelo que ocho
siglos autos usurparan á España, haciendo tribútanos á los
cristianos. La una raza tenia la astucia y el dinero; la otra
la fuerza v el fanatismo : unidas en un dia aciago, conspi-
rando juntas, allegando entre ambas fuerza y dinero, astu-
cia, y fanatismo, podían, á la vuelta de algún t iempo, pro-
ducir conflictos graves para España, como los produjeron
un siglo después los moriscos, desprovistos de dinero, astu-
cia y medios de corrupción.


Los Rovos Católicos cedieron á esto impulso de unidad
y se deshicieron de la una raza: las capitulaciones de la
otra eran demasiado recientes, y el levantamiento del A l -
baicin puso de mauiliesto cuan peligroso hubiera sido el
querer v i o la r las , y que era preciso proceder con pulso.


Si los judíos se llevaban el oro y la pedrería á países
estraños, la Providencia liahia. cegado á los monarcas de
aquellos países para qno no vieran lo que reveló a u n a ilus-
tre castellana, que al buscar la salvación de un alma, del
(din'i. di>. a ¡i sillo 'pobre indio, por la cual duriu lodos sus
ff.,-l,'os, e o e o u t r ó montañas de oro y plata , superiores á las
riquezas de! Ollv, y á cuanto pudieron llevarse los judíos al
emigrar de España. Y .Dios, (pro da y quita los bienes de
fortuna y premia la fe y la confianza en. E l , hizo venir á
Colon con mas ovo qno pudieran soñar todos los judíos es-
pulsa i los.


Pero, :quo conexión hay entre la expulsión de estos y el
descubrimiento de América?


—Dios lo sabir, ellos coincidieron.
JRespetemos los arcanos de la Providencia, que hizo á


Colon mendigar por varias Cortes de Europa, antes que
viniera á ofrecer un mundo á la .Reina que firmó la espul-
sion do !os judíos! fusta se decretó en 14ÍJ2, y en 149o vino
Colon á "arcolona con el primer oro do América.


—'.Casualidad! ;;Rara coincidencia!!
¿Y por qué el filósofo ha do creer en la casualidad y no


en la Providencia? ¿Hemos de ser fatalistas, como el mu-




21S


( 1 ) El Protestantismo comparado con el Catolicismo, tomo n, ca-
pítulos xxxvi y xxxv i l , páginas 293 y siguientes de la primera
edición.


(2 ) Artículo de M. VAbbé Jules Morel en el Juicio crítico de la
vida de Cisneros, por líetele.


sulman, por no ser cristianos y acatar al Dios en quien se
cree, pero á quien no se quiere adorar?


La controversia sobro la espulsion de los judies no va
ligada con la de la Inquisición: pudo haber Inquisición ha-
biendo judíos en España, como había moriscos.


Por lo que hace á la Inquisición, después de haber he-
cho Balines su juicio crítico (1 ) , la cuestión quedó (ijada, y
aun cuando continúan las exageraciones en pro y en contra,
el católico y el hombre de buena fe tienen ya un criterio
seguro á que' atenerse. H o y dia, algunos escritores franceses,
descendientes de los que tanto horror tenían al Santo Oficio,
pasando de estremo á estremo, se deshacen en elogios á favor
de la Inquisición de España, llegando á ponerla por encima
de la misma de Roma (2) . No me gustan exageraciones. Las
apologías exageradas de la Inquisición me hacen casi mi-
rarla con malos ojos, al paso que las rabiosas diatribas y el
odio frenético y reconcentrado do los impíos contra ella me
hacen, no solo tenerla respeto, sino defenderla en su tiempo
y para los objetos con que existió. Opino con Balines acerca
de ella, y á su juicio crítico me remito. Seria impertinente
que añadiera nada á lo que él escribió.


Resta solamente la cuestión de intolerancia con respecto
á la espulsion de los moriscos. Esta, en mi ju ic io , es mas
sencilla que la de los j udíos.


Los dos cargos graves que se forman contra Felipe I I I
por este hecho, son:


1.° Que con la espulsion de los moriscos se quebranta-
ron las capitulaciones que con ellos se habían hecho.


2." Que se mató la industria y disminuyó la población,
resultando de ello el empobrecimiento y decadencia de
España.


Ninguno de los dos cargos es cierto ni exacto. No to-




249


dos los moriscos tenían capitulaciones. Los de Aragón no
tenian ninguna. I) . Alfonso el Batallador capituló con los
de alguna que otra población, como, por ejemplo, los de
l ú d e l a ; pero en otras no hizo con ellos pacto alguno, sino
que los dejó en clase de exaricos, especie de adscribios [/le-
bas, pues eran donados, vendidos y cambiados como cosas,
no pudiendo salirse del pueblo de su residencia (1). Así es
que habiendo emigrado varios moriscos de Santa Cruz,
pueblo del cabildo de Tarazona, á otros pueblos inmediatos,
el cabildo los reclamó, y se les obligó á volver al pueblo; y
esto en el siglo x v i , es'decir, poco tiempo antes de la es-
pulsion.


Con respecto á los do Valencia queda dicho que don
Jaime que los conquistó no se creyó atado por este motivo
para dejar de espulsar de una vez á mas de cuarenta mil,
por haberse rebelado algunos do ellos, y amenazar otros á
la reconquista. El mismo derecho tenia Felipe I I I , después
de la sublevación de los de Alajúar y otros parajes de la
Sierra, y esto mismo hay que decir con respecto á los de
las Alpujarras y otros puntos de Granada.


Ademas, las capitulaciones eran generalmente con los
habitantes de los pueblos grandes y fortificados, donde en
el siglo x v n habia ya muy pocos moriscos: por el contra-
rio, á los de los pueblos pequeños no se les habían conce-
dido capitulaciones. Sabido es que los espulsos vivían
generalmente en pueblos de señorío, y dependían do cabil-
dos, monasterios y magnates, cuyos vasallos eran. El pue-
blo los odiaba, y los agermanados de Valencia asesinaron
á muchos de ellos, al paso que los señores del pais les con-
fiaban la guardia de sus castillos, por inspirarles entonces
mas confianza (pie sus vasallos cristianos. Para la guarda
del infante D. Fernando, preso en el castillo de Játiva, so
metió allí guarnición de moriscos.


( 1 ) En el libro i x de los Fueros de Aragón está el otorgado por
D. Jaime II en las Cortes de Zaragoza de 1 3 0 0 . Dejudccis et sara-
cenis liabilurdibus in locis domini Regís ut sint t-mtitm in comanda
ipsius. Allí se les amenaza con pena capital, si tratan de eximirse de
la comanda real.




2-50


Se ha exagerarlo y exagera la importancia de ellos en
odio del Catolicismo, y por atribuir á este los perjuicios en
los intereses materiales de España, lejos de buscarlos en
los vicios, desgobierno, holgazanería, vanidad y político-
manía.


Entonces, por el contrario, se acusaba á los moriscos de
perezosos y holgazanes, y muy flojos para el trabajo. Bleda
dice, como cosa corriente, que los labradores cristianos tra-
bajaban doblo ó triplo que los moriscos ; que estos no ser-
vían sino para esplotar terrenos de primera calidad y férti-
les, donde tuviesen rendimientos seguros con poco trabajo;
que eran sucios . groseros y desaliñados ; que generalmente
so dedicaban á. ser pastores y carboneros, y fue preciso pro-
hibirles esto oficio en tierras de Valencia, porque se pre-
valían de el para ser ladrones, y cuando se veían persegui-
dos aparentaban ser leñadores ó carboneros.


Y, á la verdad, si atendemos ií lo (pie son hoy sus des-
cendientes en África, y á lo que hallaron nuestros soldados
en los campos y calles de la Ciudad Santa de Tetuan, la
presunción está á favor de Bleda, y de que los moriscos
eran tan inútiles, ladrones y holgazanes, como lo son ahora
sus d e s c e n d i e n t e s e n ol Riíí* Se habla de su agricultura en
Valencia y (.arañada. Sí por cierto: en las vegas y terrenos
do primera calidad; pero, ¿qué agricultura tuvieron en los
montes y terrenos de segunda y tercera?


Pero á fin de hostilizar al Catolicismo é insultar á Ja
unidad d.e cultos, se exageran los males que so siguieron á
España ile la ospulsion de cien mil holgazanes, á quienes
ahora se quiere hacer pasar por industriosos y sumamente
laboriosos (1) .


(1) Véase al citado libro do Bleda. Argaiz, hablando de los espul-
gados del obispado d« Tamzona, que fue uno de los puntos de donde
salieron mas moriscos, dice que los pueblos de estos, hacia el año
1660, cuando éi escribía, estaban ya repoblados de cristianos y gente
mas honrada.




§. 44 . El protestantismo en España.


Aunque en un orden cronológico riguroso debia tratar
de la persecución del protestantismo en España, antes que
do la espulsion de Jos moriscos, he preferido hacer de este
asunto un capítulo aparte, siquiera no le dé toda la ampli-
tud que algunos desearían. Balines lo trató también ma-
gistral mente, con su erudición y criterio bien conocidos, y
yo también tuve ocasión ele hacerlo casi por el mismo
tiempo (1 ) . No necesito, pues, dar gran latitud á un tra-
bajo bocho por separado con mayor esteusion y en que
ha lucido la pluma del célebre y malogrado Raimes.


Posteriormente, el presbítero americano Sr. Eizaguirre
(D. José Ignacio Víctor) pub l i có la obra titulada El Üato-
Ucixmo en fireNenc'ifi, de sus disidente* ( 2 ) , revista intere-
sante al par que amena, del estado del protestantismo en
el antiguo y nuevo mundo, (pie retrató) al vivo y con cu-
riosísimos datos los estragos del indiferentismo y la liber-
tad de cultos, y el estado de disolución en «pie se encuen-
tra el protestantismo por doquiera.


Si á estas dos obras de actualidad se reúnen las Varia-
ciones de la ltjlcxia i>rotexi<t,it<> por Bossuet, v los B4n-
d.ios jilosójieos sobre ti protestantismo por Augusto Nico -
lás (3), el católico español tiene mas que suficiente para
contestar á cuanto en el terreno de la ciencia y de la his-
toria se le pueda objetar en favor del protestantismo. Y
si el protestante fuero inglés, puede contestársele y po-
nerlo en ridículo con las cartas de Vi l i iam Cobbet, en que


(1 ) ]ialmes: El Catolicismo comparado con el protestantismo en
sus relaciones, etc., etc. La primera edición en cuatro tomes en 8.°
marquilla se publicó en 1842 . Es obra traducida á varios idiomas,
y de reputación europea.


Por el mi-ano tiempo, y con motivo do las gestiones de los pro-
testantes de (.Hbraltar, tuve ocasión de traducir y publicar una o b r a
titulada, Ohwvaa'mes sobre el protestantismo, en un tomo en 4.° de
240 páginas, impreso en casa de Aguado en 1842 , en que se trata de
los perjuicios cansados por el protestantismo en Erancia.


(2) Dos tomos en 8." marquilla publicados en Ibircelona por
Eiera (D. Pablo), año 1856 .


(.3) Ambas obras han sido publicadas por la Librería religiosa.




252


tan malparada dejó á la llamada Reforma protestante ele
Inglaterra (1) ; mas si fuere francés, hallará mas que sufi-
cientes noticias sobre las rebeliones , maldades, traiciones y
desafueros del hugonotismo, en la obra titulada Observacio-
nes sobre el protestantismo.


En sentido opuesto, y siguiendo por desgracia las hue-
llas de Llórente y de otros escritores de ingrato recuerdo
para la Iglesia, ha dado el Sr. I) . Adolfo de Castro una
Historia del Protestantismo en España, refiriendo su in-
troducción de un modo amanerado y no muy exacto, que
no desagradará, por cierto, á la propaganda de Gibraltar, á
cuyo gusto parece escrita. Con gran injusticia y sinra-
zón incluye entre los sospechosos de protestantismo á
varios españoles, que murieron en el seno del Catolicismo,
como Antonio Pérez y el príncipe D. Carlos, hijo de Feli-
pe II, <pic si tuvieron relaciones íntimas con los protestan-
tes, no]uiede afirmarse perteneciesen á ninguna de sus in-
numerables sectas. Por este y otros motivos que omito, el
católico español debe hacer poco caso de los argumentos en
pro de los protestantes Cazalla y otros, que en tiempo de
Felipe II trataron de alzar el pendón do la negra reforma;
ellos (pie, en su lascivia, e inmoralidad, no trataban de re-
formar sus vicios y los escandidos de su vida privada.


Por otra parte el Sr. Castro, editor del malandante Bus-
capié del Quijote, metió mucho ruido con el descubrimiento
de aquel libro, que nadie ha querido reconocer como parto
del piadoso Miguel Cervantes de Saavedra, sino como mero
engendro de su editor, remedando el lenguaje del manco
de Lepanto (2 ) . Los católicos españoles solo han visto en el
Buscapié del Quijote una sátira mal encubierta contra el
clero, y aun las personas que tenían con la Iglesia española
cuentas pendientes y atrasadas, como D. Bartolomé Ga-
llardo, no se dejaron coger por aquel fraude literario. Desde


( 1 ) iiay dos ediciones: una de 1 8 2 7 , y otra mas económica por
la Librería relie/iosa, en dos tomos en 8 . ° , al cual se ha añadido el
tercero con las nuevas cartas.


( 2 ) Hoy día el Sr. Castro, con su refutación de Renán, ha logra-
do alguna simpatía entre los católicos.




253


(1) Puede verse también en mi Historia Eclesiástica de España,
tomo n i , cap. v.


entonces los escritos del Sr. Castro son ya muy sospechosos
para todos los críticos en general y para los católicos muy
en especial, y esto refluye naturalmente encentra de su
Historia <!cl Protestantismo en España.


Para calcular los inconvenientes que este hubiera pro-
ducido en nuestra patria, y la clase de gentes que se consti-
tuyeron en apóstoles suyos , tanto en Andalucía como en
Castilla la Vieja, puede verse la obra citada de las Observa-
ciones sobre el Protestantismo (1) , motivo por el cual no
repito aquí lo que allí dije.


S. 45. La nacionalidad española está fundada sobre el Catolicismo.


Esta tesis constituye una especio do axioma, tan vul-
gar y tan corriente, que nadie cree necesario aducir las
pruebas. Yo me creerla también dispensado de hacerlo, si
no fuera por el temor de que alguno lo negara, contra toda
evidencia ; pues sugetos hay que , ¿í trueque de pasar por
originales, niegan aun la existencia de la luz que nos alum-
bra, y aun los hechos que tenemos á la vista.


Antes de las invasiones cartaginesa y romana en Espa-
ña, no había nacionalidad en ella. Aun es dudoso (pie hu-
biera una federación, si bien los celtíberos la tenían entre
sí. Los romanos, de todos modos, destrozaron esta y las de-
mas federaciones. Los visigodos tenían interés en impedir
toda idea de nacionalidad é independencia, y ¡lasaban á de-
güello á los bagaudas, guerrilleros de los países septentrio-
nales, que, sublevándose contra romanos y visigodos, pro -
clamaban la independencia del pais, y apellidaban los mal
olvidados hechos de Viriato.


Los visigodos, mientras fueron arríanos, repugnaron el
ser españoles: tenían distintas leyes, distinta religión, dis-
tintas costumbres, distintas inclinaciones, distinto lenguaje,
y se empeñaban en sostener la distinción do razas, prohi-
biendo los matrimonios entre visigodos y romano-hispanos.




2o i


Regíanse los españoles por las leyes teodosianas, reco-
piladas en el Breviario do Aniano; los visigodos tenían el
código de Eurico, poco conocido, del que podernos conjetu-
rar que cuntenia fósanos y albedríos, mas ljien quo leyes
y fueros racionales. Las costumbres do los españoles eran
didees y afables, groseras y belicosas las de los visigodos,
cuyos ejercicios eran la guerra, y por única granjeria el
pastoreo de sus rebaños. Así que los visigodos estaban en
el primero y segundo peldaño de la escala gradual de la ci-
vilización, como cazadores y pastores: los españoles, como
labradores, comerciantes, industriales y artistas, se baila-
ban en los grados mas altos de ella.


Domeñando los cántabros y sometiendo los suevos, liizo
mucho Leovigildo para establecer la nacionalidad territo-
rial de España: aun así no logró espulsar á los bizantinos,
que vinieron en apoyo de ' los católicos. Pero, convertido
Recaredo al Catolicismo, los imperiales principiaron á ser
mirados por todos como enemigos: un misino Código rigió
en toda la Península, desapareció la distinción entre ven-
cedores y vencidos, permitiéronse los matrimonios entre
visigodos y españolas , y los Obispos españoles, cuyos nom-
bres, Fulgentiius, Isidoras, Gaudiosas, eran latinos, prin-
cipiaron á dirigir los destinos político-religiosos del pais
por medio ele nornocánones dictados en los célebres Conci-
lios de Toledo. Desde entonces quedaron basadas sobre la
Religión católica la unidad y la nacionalidad de España,
inauguradas por Leovigildo, pero llevadas á calió por el
gran Recaredo. Desde entonces en España solo hubo espa-
ñoles, y el gran enciclopedista San Isidoro hubo de escribir
la historia de las razas bárbaras en España, para que no se
perdiese su memoria.


El negar la verdad y exactitud de estos hechos, es cer-
rar los ojos á la luz, es pretender originalidad á fuerza de
estravagancias y desaciertos.


El segundo período de nuestra nacionalidad consiste en
su restauración después de la aciaga batalla del Guadalete.
Perdidas la independencia, la Religión, la cultura españo-




255


las, y reducidos á ser tributarios los que nacieran libres,
un puñado de estos so alberga en las montañas de Astu-
rias : los vascos defienden sus desfiladeros no pisados por
el musulmán, y después de muchas derrotas y de vicisi-
tudes, todavía no esclarecidas por la historia, los monta-
ñeses del Pirineo central organizan también sus guerrillas
contra los infieles, (pac les arrebataran su nacionalidad.
A la sombra de la Religión se refugian los insurgentes en
San Juan de la Peña, como antes habían hecho los as tures
en Covadonga, y el Catolicismo consagró aquellos dos hu-
mildes albergues, donde mas pronto, ó mas tarde, tuvieran
su modesta cuna las dos restauraciones de España, que
forman dos distintas lenguas y nacionalidades. El Catoli-
cismo es el emblema de su nacionalidad : los unos onarbo-
lán la cruz del Rey Casto, los otros la cruz aparecida so-
bre una encina, de Sobrarbo. Los Obispos van con los ejér-
citos y comparten las derrotas. Hermoigio de Tuy .y Se-
bastian do Salamanca son conducidos prisioneros á Córdo-
ba, después de la derrota de Yaljunquera. Pero si la, restau-
ración triunfa, la Iglesia participa del botín, el sitio de la
victoria es consagrado á Dios con una iglesia ó un monas-
torio, Santiago recibo sus votos anuales, y al partir el des-
pojo, cobra su parte como un soldado de á caballo. El leo-
nés le invoca al entrar en la batalla, el castellano á San
Midan, el aragonés y el catalán á San Jorge, la Iglesia
administra justicia por medio de sus arcedianos, donde ni
el Rey ni el señor pueden atender á ella, y cuando surgen
rivalidades políticas, los Santos Obispos y Abados cscitan
á la reconciliación y ofrecen su equitativo arbitraje. Mon-
ges soldados, con una cruz al pecho, custodian ios caminos
y fronteras, corderos en el claustro, leones en ol campo do
batalla, y el dia en que el Rey de Castilla es derrotado en
Atareos, toda la caballería de Calatrava se deja acuchillar
sobre el campo sin volver la espalda. La Cruz primacial
de Toledo es acribillada á flechazos en los campos de Mu-
radal, y la misma Cruz primacial es enarbolada sobre los
muros de la Alhambra.




25G


Quitad á la historia de España su colorido religioso
desde el siglo V I I I al siglo X V , y apenas hallareis que nar-
rar, sino rebeliones y desdichas vergonzosas, pues en las
desgracias las hay que honran y las hay que afrentan.


A la sombra de los laureles de Granada surge el tercer
período de la nacionalidad española, ya una y gloriosa. Los
dos arroyos (pie tenían sus manantiales en Covadonga y San
Juan de la Peña, hechos caudalosos ríos al pie de los muros
de Toledo, en mal hora allí separados por el vicio, vuelven
á juntarse en Granada para no volver á separarse, y la re-
unión de Navarra á sus dos hermanas completa la unidad
nacional de España, bajo el cetro de unos Reyes á quienes
la Santa Sede da el merecido título de Católicos.


La Providencia hace fuerte á España en medio de aquel
cúmulo de reinos distintos , razas , fueros , antagonismos é
intereses opuestas, y le da prodigiosamente trabazón, consis-
tencia y estabilidad, cuando la voz de un fraile apóstata va
á desquiciar la Europa, amenazar los Tronos , encender las
guerras religiosas y políticas. Dios estingue la raza de los
antiguos Reyes de Aragón y Castilla para que un estranjero
venga á España á sacar ejércitos y caudales, con (pie vaya
nuestra patria u combatir el protestantismo en el Sacro I m -
pelió y en el centro de Europa.


Tales son los tres períodos del establecimiento, restau-
ración y unificación de la nacionalidad española, los tres en
nombre del Catolicismo. Si hay alguna verdad axiomática
é inconcusa en nuestra historia, es indudablemente la tesis
de que nuestra nacionalidad está fundada sobre el Cato-
licismo.


Pero esta verdad histórica tiene también su contraria,
como las acciones jurídicas, no para indemnidad, sino para
destrucción. Esta la veremos en el capítulo siguiente, al
probar que la nacionalidad de España, fundada sobre el
Catolicismo, puede peligrar con la ruptura de la unidad
religiosa.




5. 4 6 . Cánones y leyes peculiares de España contra la pluralidad
de cultos.


Al principiar el siglo iv , España, sujeta al imperio ro­
mano, carecía de potestad legislativa, ó de оulonomía, como
dice ahora en griego la pedantería política. Pero en cambio la
Iglesia católica era libre , á despecho del imperio, y legis­
laba para los católicos con absoluta independencia.


De aquel tiempo (300, 302) tenemos los cánones ilibe­
litanos , llamados vulgarmente de Elvira, primera fuente
de legislación española, pues nada tenemos mas antiguo. El
primer canon do entre los ochenta y uno que contiene es
precisamente contra la libertad de cultos.


¡Cosa notable! El primer acto legislativo ele España, el
primer monumento de nuestra independencia religiosa y
aun algo política, en cuanto entonces podia serlo, está de­
dicado á castigar la. libertad de cultos con una pena la mas
fuerte, la mas terrible que en el derecho canónico se reco­
noce, cual es el de privar de comunión aun al fin de la vida,
tíl cristiano que inmolare á los ídolos, lo cual es un acto de
libertad de cultos, por el cual el cristiano ejecuta un rito
de otra religión, es considerado como reo de un delito gra­
vísimo.


.Canon 1.° De lús qui post bapthrnvm idolis immola­
veruvt.


Placuit ­inter eos, qui postfidem baplismi salutaris,
oilvlta adate, <ul fernplum idolatraturus accesserit, quoil
esl crimen pr'tu.eipide, (quia est summum scehts) пес in
time eum (Jommwnionem accipere.


Entre, el católico y los herejes y judíos, no puede haber
sociedad ninguna, según los cánones iliberitanos, que pro­
hiben ya de un modo terminante los matrimonios mistos.


Canon 10. Haerctlci si se transferre nolverint ad, Ec ­
t 'LKSlAM C A T I I O L I C A M псе ip>sis catholicas domdas csse pael­
las ; sed ñeque judiéis ñeque hareticis clare placuit, E O
QVOb S U L L A P O S S I T E S S E SOCIETAS F I D E L T S C U M I X F I D E L I .


Si contra fecerint pa/rentes abstineri per quinquenium
placuit.




Nótense en este importantísimo canon la, palabra enU'¡-
lieo (ctdhollcm ¡)i<eüw) y la de lyMa caUiVn-.i, en contra-
posición á la, palabra ¡uureiicus y la prohibición «le asociar-
se con infieles, en lo cual envuelve una reprobación esplí-
cita de la, libertad de cultos ; pues si no podian impedir su
culto á los gentiles, se aislaban del hereje y se negaban á
tratar con él.


Omito en obsequio de la brevedad otros varios ('anones
relativos á esta materia, y sobre los cuales "pudieran 'nacer-
so muy curiosos comentarios. !insta para mi propósito con
estos dos que son bien terminantes.


En el Concilio n i de Toledo, abjuró del arrianismo el
Rey -Rccaredo, y con él casi toda la grandeza goda y gran
¡jarte del cloro arriano, echaudo ya los cimientos de la, uni-
dad religiosa, sobre la cual rabia de estribar la unidad na-
cional, entonces aun no realizada» En aquel Concilio se
dictaron disposiciones muy curiosas contra Ja idolatría,
mandando que los Obispos, en unión con ios jueces terri-
toriales, la persiguiesen por toda España y la Ge.iia uurbo-
nense. \¿ís palabras tes Urales dicen asi.-, (¿tnmi-im- iivid
per oran era JIis¡ri n U'ru-#'"'>•'.i,úl'w „i idolnl rie- xnrrih-tjiaw
liiolufií. h'IU ciim, (.•(';».••(•-,/;.•''. ;/!>,,•K,.i>.SXII,IT J'I-l.IIRT/IT-- ¡J. *>'</-
nodiiH ordt.)i<i/vti ai oiiihiv Sácenlos (I) e,i Uko suo una
cuín jud.ive territorio «>u:rilegin,i% MNITIOROLNM. ¡¡enptind,
et e,efar,uiui'.re i¡¡ ve.),l:>nn, riten,, di/fceu!. (Canon xviJ


Por la carta de contestación ó rescripto de San Grego-
rio á Rccaredo, vemos ene esto moaarea hizo ya entonces
con los judíos lo que en eí siglo x v i hacera,; los i leves Ca-
tólicos, rehusando su dinero á instancias do Torquemada.
También á Rccaredo se le ofreció una cantidad por dero-
gar las disposiciones que había dictado contra ¡os judíos : á
este propósito dice San. (jregorio : •¿'!-'"- ciu,I •-<-.•••'en. Ksetü-
fenfiet e.oustitv.tiouerii <¡n i,i<l'•<m, ron/ni ju-l-t-oen 1.1, perji-
diarii dedisset. hi de q>iib,is yind du fue/u,)!, reclll ><d,i-




25:!


(1) Es el c a t K . i i 07 . E.--ÍO c a n o n h a s-ido i n c l u i d o en casi tn.-Vs l-s
compilaciones de Jas Decretales, por Jo cual es muy conocí "o : !>,»
compraron ivun y Burchard : Gracia:¡o io i ¡ : c ¡ u j ó t í : 10 . : .
Dejtulwh.


liera vautra: ment in iujieetere, pecuniarum surnmam aff<>-
renilo molli! sani ; quann Excelle•alia vestiri coni en ips il, et,
Omnipotentis Bei piacere jadíelo requirens auro innocen-
tiam prtptulit.


Sa li i < la. es la violencia quo con ellos ejecutó el Rey Si-
se-bato, la cual desaprobó el Concilio iv de Toledo, presi-
dido por San Isidoro.


Es notatile esto noraocánon (1) , que dice así, al hablar
de aquella violencia:


De, jnd.u/ts autem, hoc prajeepit Sánela Synodes nemi-
ni deincèjis ad credendam vim in ferre. (Jai en i m vvlt
Deus 'misere!nr el epiem vvlt indura/. Non eu-im, lides in-
viti salvami: su ni sed, vole ni es, ni integixi sii: forma, jv,s-
i itiii': nient filini ìiùmo propri i arbitrii volúntate serpenti
»vedifíii« peri if. sic 'i'oca.nie grulla Dei propria' mentis con-
versione- I omo <j uisque cre.de.tulo xnh:a,lur. Ergo non vi,
sed, libera arbitrii facúltale ni concertunlui' sua d.e nuli
surit, non piiiliìs h repellerò I i. Qui, antem jàm. prldèm ad.
clvrlstianii'çteiii venire coaefi sunt, siimi: facluni, est ie:¡n-
pordms •religiosissimi Si.sclji.di, quia gòra constat eos esse
.-•aera ment/s i ! t r ; , , i s associ ajos, et baptisuri grill "fin per-
cepisse, el enrisnia'e tinelos cese, et eorporis Dam.ini ci
sanguinis pxlilisse participes, o portel, vi Jid.em, etiam
qnam. vi vel necessitale suseeperurd, tenere eogardur, ne
nonien, diciiiu.nl blaspiiern-einr, et iid.es quam suseepc.ru,,d,
cilis ac culi tempi ibi! is habeaiur.


Siguen tí esto nomocáuon otros varios contra los judíos.
El 58 contra, ios que protegen. » los judíos indebidamon-


le, sobornados por sus dioses.
El 5Í) contra los judíos tornadizos, ó que , después do


Lechos cristianos, vuelven á su antigua infidelidad.
El ()(), que ¡os hijos de los judíos sean educados en h.


Religion cristiana.




2G0


El (13, que los judíos casados con cristianas se hagan
cristianos, ó si no, que se separen.


El G5 incapacita á los judíos y á sus descendientes para
ejercer cargos públicos.


El O'G, que los judíos por ningún título puedan tener
[sor criado á ningún cristiano.


Se v e , pues, que esta disposición, tan censurada, y que
dio ocasión á la cuestión Alertara, es originaria, de España,
y antiquísima. Ivon de Ghartres la incluyó en su compila-
ción. (Pág. 1 3 , cap. XCTX.)


El libro X I I del Fuero Juzgo está dado precisamente
contra los herejes y judíos , y , por tanto, contra la libertad
de cultos. De removendw pi'essuris et omnium hceretic»-
vvm omnímodo sectis dedruetbi.


La ley 2.a del tít. I I dice que ya por todos los confinen
de España existe la unidad de cultos, y, por tanto, prohibe
que ningún español ni estranjero dispute contra, la fe cató-
lica, pública ni privadamente, id trate de falsear los decre-
tos del Evangelio, ni las disposiciones apostólicas, esto es,
pontificias. Con pena de confiscación 3- destierro perpetuo
castiga la ley al trasgresor.


No copiaré toda la ley por ser muy prolija, pero sí las
primeras palabras, en que consigna que la unidad religiosa
existia, ya de hecho en todos los confines de la nación: ".Di-
vina; virtutis eeternum auxiliwm et in ultimorum serie
sceeulorum pietextis ejus revela.lum arcanum per retroacta
d.ierum témpora, omniumut cernimus a C U N C T I S N O S T R I
U E G I M O N I I F I X I B U S et perfidia/ni dissipavit errantinm et
dogmaticen ahdicavit commenta pravorum. Kullus ergo
eujuslihet gentis aui generis homo, proprius el advena,
proselylus et indígena, exlevnus et íncola, contra sacram
el singudaritér v.na.m verileáis calholicaí quascumque noxias
di.sputationes eamdera fidem hnpugnans paldm p>ertina-
citer atque constanter proferat, vel proferre silentev adlen-
Ict. NuUua Evangelii decreta, convellat: nullus Apostólica
instituía decerpat... Kam quwxumque 'persona ex his iu
cundís istis vetitis extiterit depireliensa, siquidem ex qua-




2Ü1


(1 ) Quiperediasua scelera non sol à m slaliun Ecclewr ptrturhan.
niahieriuU, vr-iuiddiàei au.su tijranreico ieierre co'tati sent , -'mi<n,i
patrm- ai.: populo univers»; ità tiemjù ntsvum quasi Uuipas invetim:
'jaudeutes, divsrsas in catholieos exercèrent tirages. (Canon 8.°)


r.uhiqm religión!*paténtate mi otilóle faerit, araisso loe!
el dÁgnitatis honore perpetuo rada erit obnoxius reru.a
et.iaen cunad a rúan omissioue midctatus. Si vero ex- laida
extiJcrlt, et honore soltdus et loco et oran i recum possessio-
M erit nu.d.atus. Ita id omnis transgressor sanctionl*
i-din*, a al (eterno exilio laanci palas intereat a-id divieei
.nisendioue respectas d prasca/ricatione convertatu-r ef
•:icat."


1 1 E si fuero omn ciego pierda su ondra toda e seya despo-
jado de todas sus cosas e seya echado de la tierra, por
siempre si se non quisiere repentir.» Así traduce el fuero
romanceado.


Seria inútil y prolijo citar todas las demás leyes contra,
los judíos y sus ritos, (pie contiene el mismo libro; solamente
sí la, ley 12 del tíL. ni de dicho l ibro, en que prohibo á los
judíos tener criados cristianos. Xr. jadeéis 'inan.cipia. desve-


dan! vel adloereord christiana. En otras se les manda !.:
circuncisión, celebrar la Pascua, guardar el sábado según <.n
costumbre, casarse según sus ritos, distinguir las viandas se-
gún ellos, y otras varias cosas al mismo tenor. Se ve, pues,
que aun cuando había judíos en España y se los toleraba
por las leyes del Fuero Juzgo, no tenían libertad de culto,
ni aun casi de conciencia.


El hipócrita, F.gica dispensó protección á los judíos a!
subir á su vacilante trono: pagáronle en breve, tomando
parto en la conspiración (pac estuvo á pique de destronarle.
El Concilio xvr do Toledo so vio precisado á dictar contra
ellos disposiciones severas para estirpar su r a z a , tratando!-
rio traidores á la patria y ai pueblo ( l ) . Mejor hubiera sido
expulsarlos que tenerlas reducidos á condición servil , ou ; -
tnvU'H sus hijos y sujetarlos á las vejaciones que entonces
se les impusieron.


Ya hemos visto lo que poco tiempo después hicieron




202


para mal do España, apoyando á los arabos ;pio so apode-
raron de ]a Península.


La, ley 1.a, tít. i, lib. I del Fuero Rea 1 , trata de ¡a santa
fe católica. Establece y consigua casi todo el dogma católi-
co, y concluye diciendo: »é queremos é mandamos «pío todo
cbristiano tonga fe é la guarde; qualqnior que contra ella
viniere en alguna cosa es hereje, y rescibirá la pena, (pie es
puesta contra los herejes.1 1


Las leyes del Fuero Real, consiguientes con la doctrina
de Santo Tomás con respecto á los judíos, y con las dis-
posiciones del Fuero Juzgo, si bien toleran á los judíos, no
conceden tolerancia alguna á los hercios, antes mandan
quemarlos. Así , pues, la quema de los herejes no era una
cosa, peculiar de la Inquisición, sino do dos siglos antes. La
lev L"\ tít. r del lib. T V , es terminante, v por ella se impone
pena capital á cualquiera que se haga mon» ó judío , "ó la
muerte de este tocho á tal sea de fuego."


La siguiente es contra, los herejes y sus fautores:
"Firmemente defendemos que ningún homo no se faga


hereje, ni sea osado de rescibir ni defender ni de eneobrir
hereje ninguno, de qnalquier herejía que s e a , m a s qualquier
j t o m olio lo supiere, que luego lo faga saber ni Obispo de la
tierra, y á los que tuvieron s o s voces, ó á las justicias de los
lugares v todos sean tonudos de prenderlos ó de recaudar-
Sos : ó (piólos Obispos 6 los Perlados de la Iglesia los jnx-
¡ •aren por herejes, (pie los quemen s i no se quisieren fcor-
Le'tr é, s i ¡e o facer mandamiento de Sauota Iglesia.: ó todo
christieiio que contra esta nuestra, ley viviere, ó no la guar-
dare, así como sobredicho es, sin Ja pena de la descomunión
do Sancta iglesia, en que caya, sea. o] cuerpo, ó quanto tu-
viere, á merced del Rey."


He copiado íntegra esta ley castellana, del siglo xiTJ.
que representa el espíritu y el derecho del pais, aun mas
que Ja legislación de Partida. Por olla s e vo aplicada ya la
•ene. de fuego á los herejes, como la aplicaban en aquel


'• ieropo los franceses, ingleses y alemanes, no solo por delitos
religiosos, sino por otros do superstición,}' á veces políticos.




La lnrpúsicion, pues, tribunal misto de eclesiástico y
real, se subrogó en lugar de los Obispos en el siglo xv i ,
conforme á las antiguas leyes.


Los fueros de Aragón contenían también restricciones
contra los herejes, j in el libro vil ele la Compunción que
por aquel tiempo se hizo, se halla el fuero De jndwis et
a->.'iu:¿iiii cap,'iyinii'¿V, en que concede varias franquicias
á los conversos, prohibe molestarlos, y manda castigar á
los que los llamaron reuef/ai ó tordillas, ú otra palabra
semejante. A continuación añade: Vulimiva eliwm el sta-
lii.riivii.fi, ifiioil ijiiii.ii'tocv.iiiji'ie A.rchlepi.xco/>/•, Kptucopí f ra-
l/res pni'do •irlo re-i reí 1,11 no, v'.s urea*:'- rint ud ellos cel loca
idj) .vti.nire n'i cij.j mi/e i luí h'tace rhit, sea raora.ui, fece/rint,
ti cecinan Dei i/,'<•//'« juilasiH ral, saracen Is piropo riere vo-
Irce'ui!. .i.iiiint i-iratioiica iasuelan eoaveniaai etpaiien-
''•:r a Hída:P ¡irwd.'cntioiie ,•, eor:<\a.


En ln compilación (\\v.i el Justicia Martin Diez
üaux en t i e m p o y por et ¡cargo del ílev D. Alonso y de las
Cortes de Teruel, clasificando ios usos y observancias de
Aragón, establece en la observancia primera io siguiente:


i),' .".:"i-tii,i'./." rea,;\ :,)j!.i'eles non (jnaderii• foris.
Da la r.izon mas u d e i n u t e ni Uv.Lw de los fiadores, y dice
que es jiorqiie los inüeles no pueden concurrir á las Cortes,
y que ios fueros y privilegios que allí so otorgan son para
ios cristianos solos, y no mas.


iXo ¡ lü ' lnvo ¡muí H legislación de Navarra, y Cataluña
contra los h e r o V s ó hi f ieles , p o r no h u v r est<; trabajo de-
masiado prolijo: por eso motivo omito igualmente otras
disposiciones íbraies y las contenidas en el Ordenamiento
de iíontaivo.


Las leyes de Partida contienen disposiciones relativas
á los m o r o s v judío.- tolerados entonces en España, y con-
tra ios herejes , q u e nunca fueron tolerados.


Prescríbese ú los judíos »!a vida que deben fazer en-
tre; los cristianos é d'.ir cejsas non deben usar;" que ningún
judío pueda, haber oficio ni dignidad para poder apremiar
á los cristianos. .Manda respetar las sinagogas, y que no so




264


( 1 ) Lpy 3 . a , tít. xxv, Partida 7.1 El Fm.ro iícal prohibo llamar-
los marroims ni tornadizos.


El Fnoni ¿o D. Jaime I en Huesca De judiáis et sarcuenis ba¡>-
tknndis (¡ib. viii De observantiis) ya citado, prohibe quu nadie
les impropere: "dkendn reí vocuiido eum renegat vd tomadlü vd cotí-
si'niile eerijiirn. "


les apremie en sábado, ni se les obligue á (pie se tornen
cristianos. Prohíbeselas anclar sin la señal, por la (pie han
de ser conocidos, y que tengan por criado á ningún cris-
tiano; aunque los pueden tener para su labranza y custo-
dia. Los cristianos no deben tomar purga ni medicina he-
cha por judíos: si la receta el médico judío , deberá confec-
cionarla un farmacéutico cristiano.


Con respecto á los moros, los cristianos deben conver-
tirlos con buenas palabras »J non por premia," ya" los con-
versos no se los deberá insultar llamándolos tornadizo* ( l ) .


Pero el mas notable es el tít. X X V I de dicha Parti-
da 7.a, iiuo trata de los herejes. "Herejes, dice la i ey , so:;
una manera de gente loca que so trabajan de escatimar
las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, ó le dan otro en-
tendimiento contra aquel que los Santos Padres le, dieron
é que la. Iglesia, de liorna cree é manda guardar.»


La ley de Partida considera á ¡toma corno la piedra de.
toque de toda verdad dogmática.


La ley 2.'1 de dicho título declara acción popular la acu-
sación ele los herejes: "los herejes pueden sur acusados de
cada uno del pueblo delante do los Obispos ó de L H Vica-
rios (pie tienen sus logares.» Si quieren reconcilia"-.,- con la
Iglesia, se ios perdonar;!,; pero »si non so quisieren quitar
de su porfía, devenios jmigar por herejes, é darlos después
á los jueces seglares.» Si el hereje fuere predicador, "elé-
venlo quemar en fuego de manera «pie .muera,» y lo mismo
al (pie asista cotidianamente ni srtcri.'ício: si no fuere cre-
yente de ellos, pero acudiere al sacrificio, "sea echado del
nuestro señorío para siempre, ó metido en cárcel íá.vái, (píe
so arrepienta, ¿las si no fueron al sacrificio, sino solamente
á oir doctrina do herejes, pague diez libras de oro á la Cá-




2C>5


mará del R e y ; y si no tiene con qué pagar, que le den cin-
cuenta azotes públicamente."


Las leyes siguientes castigan á los fautores y encubri-
dores de los herejes.


La Nueva y la Novísima Recopilación renuevan la le-
gislación de Partida, siendo en ambas compilaciones la pri-
mera ley, (pie á la vez es la ley primera del Ordenamiento
Real. <>K si qualquier cristiano con ánimo pertinaz é obsti-
nado errare é fuere endurecido en no tener y creer lo que
la Santa Madre Iglesia tiene é enseña, mandamos que pa-
dezca las penas contenidas en las nuestras leyes de las Siete
Partidas, y las que en este libro, en el título De los herejes,
se contienen. (Ley Id, tít. i , lib. L ) "


La Constitución del año 12, á pesar de su sabor algo de-
mocrático, y de haber abolido las Cortes (pie la otorgaron
el Tribunal del Santo Oficio, dio un testimonio brillante á
favor del Catolicismo en su arfe. 12 (único del cap. I T ) , en
que estableció la unidad de cultos con carácter de perpe-
tuidad, en esta forma:


"Cap. ii.—Ar&. 12 . La Religión de la nación española
es y se tú perpetuamente la católica apostólica romana, única
verdadera. La nación la protege por leyes sabias y justas, y
prohibe el ejercicio de cualquiera otra."


Ksta Constitución se dictó también para América y to -
das las posesiones españolas.


La. Constitución de 1837 v i n o , en esto como en otras
cosas, á echar á perder la de Cádiz, y dijo secamente en su
ara 11 ( l ) :


"La nación se obliga á mantener el culto y los minis-
tros de la Religión católica que profesan los españoles."


La, tibieza de estas palabras, tan. distante de la energía
y profundo catolicismo de la del año 1 2 , marca ya el carác-
ter de los ([lie Ja otorgaron y la tibieza do sus creencias.
H a y cierta, especie de despego en esas palabras, con las cua-


ti) El art. 4." deroga el ¡"aero eclesiástico, contra la doctrina
terminante del Concilio de Trento, por lo caai quizás ningún ecle-
siástico español quisiera jurarla en adelante.




2GG


¡es se tira un puñado de incienso á Dios y un pedazo de
pan al clero, pero con cierto desden glacial y ofensivo. Por
osó los católicos esoañoles miran , es decir , m 1 ra.,,ei,os, con
odio y desprecio esa Constitución revolucionaria, hija de
un motín soldadesco y de las sociedades secretas, que, repre-
senta el indiferentismo revolucionario y anticatólico de gran
oartc de los otorgantes, pero no Ja voluntad nacional. Cuan-
tas veces so eleve en hombros déla .¡¡.evolución, otras tantas
caerá silbada al poco t iempo, y cJ clero y los hombros de
bien deben, por este y otros motivos, mirarla con horror, y
trabajar legalmente por que desaparezca.


Derogada hoy, ninguna obligación hay de respetarla, y
antes sí derecho á tratarla cou la conveniente dureza crítica.


Mas decorosa y comedida es la Constitución vigente, v
aunque no tenga la energía que caracterizaba en esta ¡¡arte
á Ja del año 12 , establece el Catolicismo como Religión del
Estado :


••Art. 1 L La Religión da la nación es ¡ti Libóla es la
católica apostólica romana. El Estado se obliga, <í naenle-
aér el caito y sus ministros."


Y a no dice católica, como decia la del 37, sino católica
o'postó)Iu-a, roen ana.


No dice que es religión, de los españoles, sino que es la
religión de la ¡acción, esyeiñ.ola.


No se contenta con tirar con desden un puñado de in-
cienso y un pedazo de pan, sino opio principia por darle un
puesto do honor y decoro, cual corresponde, dejando para
el .segundo lugar la cuestión de mantenimiento; (pie la igle-
sia nunca vende su primogen.itura por un plato de ¡cu-
tejas.


No solamente por el deber del juramento, sino por evi-
tar la reaparición do la desatenta Constitución de i S37,
debe procurarse por los católicos sostener la de ¡S-15.


El Código penal de 1.8-18, basado en este principio de
la Constitución, dada tres años antes, declaró punibles los
atentados contra, la unidad do Religión en Mspaña. Todo el
tít. 1 del lib. II está dedicado á castigar los delitos contra la




Religión, entendiendo por esta La católica apostólica roma-
na, como lo declara la Constitución citada do 1 8 4 . 3 .


"Art. 128. La tentativa para aludir ó variar en España
la Redejón católica apostólica romana será castiga a a,, con
las penas de reclusión temporal y estrañamiento perpetuo
si ol cu 1 pablo se hallare, constituido en autoridad pública
y cometiere el delito abusando de ella.


"No concurriendo estas circunstancias, la. pena será la
prisión mavor, y en caso de reincidencia la de cstra.ua-
íniento perpetuo.


.iArt. 12!). El que celebrare arta-i pi'thllcw do nn culto
que no sea, ol do la Religión católica apostólica romana,
será castigado con la pena de estrañamieuto temporal.


iiArt. l'h'i. El español que apostatare públicamente de
la Religión católiea apostólica coreana, será castigado con
la pena de extrañamiento perpetuo.


ii Esta.pena cesará desdo el momento en (pie vuelva al
gremio de la Iglesia.»


No se diga (pie ol Código castiga solamente la anastasia.
El art. 1 -a) amenaza con prisión correccional, en su caso


tercero, "a ! que hala i ' n i | 1 1» 1 t i ' n ' i i
contrarias al dogma i i [ ¡ i i
pues de haber sido con 1 n h i


En consonancia c n 11> j \ 1 Mi Ti i
Real, Partidas, Eneres l b i i i 1 i ni
to, Leves ! '¡a-i ij alada: i i i si v i
(Jódigo penal, en arm i 1 i 1
ta, universal y unánin c i i
esce'¡ «dones , vino á
tradición constante y i i 1 it >
de 18Ó1 y s u art. I


»La üeiigion cate i 1
sion ile cualquier otr ) < 1 il 1
nación e s p a ñ o l a , se c i i i ] -> i
S. M. Católica, con te 1 1 le h s \ i i i |
debe gozar, según la
¡irados cánones."




Tal es la tradición legal de España desdo el año 300 al
1851, desde el Concilio de Elvira hasta el Concordato no-
vísimo , desde el Fuero Juzgo al Código penal vigente; y
aun si opusiéramos remontarnos á los tiempos del primitivo
monoteísmo español, pudiéramos decir que la unidad de
culto data en España desde su primera población hasta
nuestros dias, y que el politeísmo y el policultismo son c;i
ella de importación estranjera, señal de envilecimiento, es-
clavitud y división.


§. 47. Cuestión de actualidad sobre libertad de cultos.


Las Cortes de 1812, al abolir la Inquisición y dar al
pais una Constitución nueva y casi democrática, obedecie-
ron á las ideas de fines del siglo pasado, en rpio estaban
imbuidos la mayor parce de sus diputados, pero estuviere;;
muy lejos de aceptar la pluralidad de cubos; antes consig-
naron briosamente la unidad como artículo constitucio-
nal, según queda dicho. A pesar del desbordamiento del
periodismo naciente, ni entonces, ni en 1820, ni en 183-1, se
trató de plantear la pluralidad do cultos.


En 1840 , y al terminarse la guerra c iv i l , so inauguró
por primera vez esta, cuestión, poco después del pronuncia-
miento de setiembre. En ministro metodista de Cibraltar,
llamado mister Hule, acudió al Congreso con una exposición
pidiendo la libertad de cultos: la embajada inglesa secundó,
como siempre, esta pretensión, y al mismo tiempo se hizo
gran espeudieioii de Biblias en castellano, regaladas ó dadas
casi de balde. En la calle del Príncipe se planteó una "un-
ciría central de propaganda," dé la cual salían para provin-
cias las remesas do Biblias adulteradas, que en gran núme-
ro se espendiau en Madrid para provincias.


Varios Prelados, de los pocos que aun estaban en sus
Sillas, reclamaron contra esta infracción de las leyes ; pero
apenas se hizo caso de sus quejas.


La reacción á consecuencia del pronunciamiento de
Lodo y las mejores tendencias del gobierno, la reconcilia-
ción con la Santa Sede, los escarmientos que pudo sentir




este á consecuencia do Ja caída de Luis Felipe y las dos revo-
luciones de 1847, hicieron acallar aun los menores conatos
de establecer la pluralidad de cultos. Así fue que el art. 2,"
del Concordato so estableció sin dificultad, y las noticias
ostra va can les que sobre este punto se han hecho circular
son ofensivas á la reputación y catolicismo del Fxcnio. se-
ñor D. Lorenzo Arrazola, principal redactor del Concorda-
to, y de cuya solidez de principios en favor do la unidad
católica nadie ha dudado ni puede dudar.


El Concordato estipulado por el ministerio Tsarvaez se
publicó en el número de El Clamor Público correspondien-
te al dia 8 de mayo de 1851, con gran disgusto del minis-
terio sucesor, que se apresuró á secuestrar toda la tirada, no
sin que se salvaran algunos números, en los cuales se ve el
art. 1." tal cual está en el Concordato, que se publicó poco
tiempo después en la Gacela, y es el que hoy rige.


Así, pues, todo lo que se ha propalado de dificultades
sobro este punto, es una patraña gacetillera que nada
significa.


En odio al clero y al Catolicismo, se trató durante el
infausto bienio de 1854 á 50 de establecer la libertad de
cultos, y al efecto se puso esta cuestión en tela de juicio, al
discutirse la segunda base, de funesto recuerdo. El pais se
sublevó legal y pacíficamente contra este delirio y horrible
insulto, lanzado á la faz de la nación católica por unos po-
cos representantes de su propia é individual osadía, que no
de los sentimientos verdaderos de un pais católico e' hidal-
g o , cuya representación so habían arrogado. Alzóse una
imponente cruzada, vinieron representaciones de todos los
ángulos de la Península, el país se mostró profundamento
agitado, temieron algunos al regresar á sus hogares verso
tratados como el infeliz Tordesillas al volverá Segovia des-
pués do las Cortes de la Coruña, y, por último, no fue po-
sible complacer al embajador inglés, que con cariñosa be-
nevolencia alentaba á los vacilantes, insinuándose en sus
ánimos con su elegante y generosa hospitalidad.


La Constitución perturbadora quedó archivada. La pro-




270


( l) . f a s ie "c..v. ¡ oa \- •• a;ir>¡aio:a al tai d o este t o a i o : n o :,3 c o n -
s i g n a e a (•• t es to p e r r o ai-.vuar é E m a d a a e este a r t í c u l o .


paganda do Cibraltar, del pcTimi -maldijo, continuó su obra
do corrupción ] i o r el litoral de Andalucía entre los contra-
bandistas, presidiarios cumplidos, tahúres y holgazanes de
profesión, dignos apóstoles del protestantismo en España.
En uno de ios números de la Gacela oficial <¡a Madrid, en
la primera, mitad de junio de lHfKí, se hacia la descripción
de los protestantes de C ranada. Por el carácter semioficia!
de la relación, creo n o debe entregársela al olvido para
honra, del libreeulusmo en España ( 1 ) .


Poco después estalló la revolución socialista en Honda,
predicando la libertad de caitos, la división de la propie-
dad y la rebelión contra todos ios poderes del Estado.


Así, pues, el protestantismo se nos presenta ahora como
en el siglo xv i , apoyado en la holgazanería, el robo y la, sen-
sualidad, y con el mismo carácter faccioso que entonces
tuvo. Los hugonotes, acaudillados por el calavera Martiu La-
nuza, comprometedor y semi-asesino de su primo el Justicia
I). Juan, entraron también robando los pueblos de Aragón,
y trayendo en sn hueste todos los desalmados y malhecho-
res de las dos fronteras.


Por desgracia en los dos años trascurridos desde LS(¡."3
á 05, e! mal ha tomado tales proporciones o incremento
en España, que pasma ¡o mucho (pie se ha bajado en la
fácil pendiente del mal. Entonces la nación rechazó con
desden aquellos miserables renegados; pero hoy día, en el
profundo encono contra el Episcopado y el clero español,
es niuv posible que hadaran frenéticos abogados, aun entre
los que cotonees so mostraron hostiles á la decantadla li-
bertad de cultos.


Hoy día no debíanos hacernos ilusiones en esta parte
para nuestra patria. El Catolicismo está don-orado en IJól-
giea, y pierde terreno de día eu diaen la política. Lo mismo
sucede en Francia.


E n Italia está pe-seguido, y el protestantismo compra




lo que á la Iglesia se le vende. En Méjico el Emperador
Maximiliano establece ia libertad de cultos y pretende im-
poner al Catolicismo un yugo humillante y vejatorio, que
rechazan el clero y el pueblo honrado, y obliga á retirarse
al Nuncio. En Chile se deroga el artículo constitucional que
establecia la unidad de cultos, y en el mes de agosto se
acabado establecer la pluralidad de cultos en obsequio dio
ios estranjeros, permitiéndoles el culto doméstico y escuelas
para sus hijos.


Y mientras esto pasa en el cstranjero, un presbítero
español, residente en la corte, sin licencia del Ordina-
rio, sin agregarse, á ninguna iglesia, como mandan Jos Sa-
grados Cánones, lanza al público un folleto herético é im-
pío, insultando al Papa y á la Iglesia docente ; folleto que;
aplaude parte de Ja prensa ministerial, á pesar de haber
salo condenado por el Primado de España, previo espe-
diente canónico, y por casi todo el Episcopado español.


La prensa en su casi totalidad se pone de parte del clé-
rigo condenado por hereje, escupe contra ol Prelado v
contra la Iglesia católica, y blasfema impunemente : ofrece
Lina edición copiosa y gratuita de la Caria v íiw firesbíle-
,VH, y el clérigo caído, al revolverse contra el Prolado, alaba
el policultismo y dice con error herético ' 'que en todas las
religiones está la Divinidad, y que no hay religión (pie no
converja á una aiíonuúotv pura, de la Divinidad ( 1 ) . " Error


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la \ V r J a d . L o . p i e r o b a l o i. i S


HL n a t u v


^ 1




grosero, ignorancia supina de los elementos de teología. Se-
gún eso, el politeísmo con el culto de Venus y Mercurio, con-
verge á una adoración pura de Dios; el judaismo negando la
venida de Cristo converge á una adoración pura de Dios; el
mahometismo con su poligamia y fatalidad, el mormonis-
mo con su comunidad de mujeres y otras infamias y ridi-
culeces, convergen á una adoración pura de la Divinidad.


Cuando esto se escribe por un presbítero y se aplaude
por casi todo el periodismo español, decidme ¡que no hace
falta defender la unidad religiosa!—Es verdad: lo que hay
(pie defender es el sentido común.




C A P Í T U L O VII .


La pluralidad de cultos en España bajo el aspecto
político y social: sus consecuencias, ventajas y des-
ventajas en diferentes conceptos.


§. 48. Idea de este capítulo.


Examinada ya la cuestión bajo los puntos de vista filo-
sófico, teológico, estadístico, histórico, político y jurídico en
general, y después de haber examinado la cuestión relativa-
mente á España en el terreno de los hechos y de la histo-
ria, pasemos á observarla bajo el aspecto político español,
examinándola con respecto al presente y al porvenir, y esto
de un modo positivo y utilitario, comparando ventajas y
desventajas, utilidades é inconvenientes; probando de una
manera positiva (pie las ventajas de la pluralidad de cultos
son quiméricas, y que sus inconvenientes son positivos
con respecto á la organización de la familia,


á la enseñanza pública y privada,
al derecho constituyente y al Código civil,
al orden público,
al respeto debido al gobierno,
á la independencia nacional.


Claro estaque todas las ventajas queya quedan demostra-
das á favor de la unidad, y en general, son otros tantos in-
convenientes y repulsas contra la libertad de cultos en con-
creto y relativamente á España. El criterio de nuestros
lectores puede fácilmente deducir este gran cúmulo de ven-
tajas, que seria prolijo é impertinente ir recapitulando aquí
de un modo sistemático.


Tampoco presumo enumerarlas todas. Es bien seguro
que los que viven en países protestantes, y donde hay l i -


18




274


bertad de cultos, verán con estrañeza que omito muchos
que entre ellos son vulgares y acredita la espcriencia de
todos los dias. Á la vez será muy posible que los católicos
de talento y perspicacia echen de menos algunas observa-
ciones que para ellos son obvias.


¡Quién puede presumir do agotar una materia, y decir
la última idea acerca de un asunto!


§. 49. Qué ventajas producirá la pluralidad de cultos, y á quiénes.


Siguiendo el orden que solía tener Santo Tomás en la
investigación de las cuestiones teológicas que se proponía
dilucidar, principiaré por la esposicion de los argumentos,
es decir, por enumerar las ventajas que generalmente so
atribuyen al policultismo, llamado libertad de cultos, ora
por los protestantes que pretenden introducir sus sectas y
errores en España, ora por los que, siendo volterianos, in-
diferentistas y solidarios, piden esta libertad, que paradlos
está de mas no teniendo religión ninguna, los cuales son
los que hoy dia meten mas ruido en España con esta cues-
tión.


Reasumiré, pues, todos estos argumentos, tal cual los
he oido propalar, ó los he leido en los periódicos que abo-
gan por la pluralidad de cultos en España, presentándolos
con las frases mismas con que suelen alegarse, á fin de que
sean así mas conocidos.


1. Vendrán muchos capitales estranjeros, aportados por
judíos y protestantes.


2. Nos libraremos de esa ignominia que nos afrenta á
los ojos de Europa.


3. El clero católico, que hoy vegeta en la indolencia
(relata, refero), se hará .muy activo, sabio é ilustrado lu-
chando con el protestante.


4. La Iglesia gozará de esa libertad á que aspira: será
libre en el Estado l ibre: desaparecerán las regalías y esas
vejaciones añejas que aquella está sufriendo.


5. Cada uno vivirá con arreglo á su conciencia, y des-
aparecerán la hipocresía, y no pocas supersticiones. El que




275


quiera ser religioso, lo será de buena fe y de corazón.
6. Los clérigos que llevan su celibato con impaciencia,


podrán casarse haciéndose protestantes: mas vale que sean
buenos casados que no concubinarios.


7. El español gozará del derecho que tiene todo hombre
para creer ó no creer, y adorar al Dios que gusto y en la
forma que mas lo plazca.


8. Muchos do los edificios destinados al culto podrán
ser vendidos en beneficio del Estado.


9. Se establecerá el matrimonio civil para los que no
quieren hacer sacramento.


10. Nos ahorraremos todos los gastos de culto y clero,
y los millones que estos cuestan se dedicarán á obras públi -
cas, marina, ó estincion de la Deuda.


11. Desaparecerán los privilegios del clero , su inmuni-
dad y todas las franquicias de que gozan hoy d ia , con lo
cual habrá mas uniformidad en la administración de justi -
cia, y el clero será menos inffuyente en la política.


12. Se aumentará la población de España, que se resin-
tió no poco á consecuencia de la espulsion de los judíos y
los moriscos, y por las persecuciones del Santo Oficio.


111. Los protestantes y los judíos entienden de los in-
tereses materiales mas que los católicos, y con eso se au-
mentaría mucho el bienestar material de nuestra patria.


Estas son las ventajas que oigo preconizar acerca de la
introducción de la libertad de cultos en España; y si hay
algunas mas, no será difícil reducirlas á estas. Dejo á un
lado las razones especulativas que no son de este sit io, y
las cuales quedan refutadas.


l.° Vendrán muchos capdedes.
Ya vinieron para construir los ferro-carriles, solo que se


los vuelven á llevar.
Vendrán ó no vendrán. H o y dia hay muchos judíos en


España, y algunos de ellos en altos puestos. Los que no vie-
nen es porque no quieren venir. La puerta tienen abierta.
Hay libertad do conciencia, y conforme viven pacíficamen-
te los (pie hay, pudieran vivir ellos si quisieran venir. ^


'• ] ir ,




276


2.° Áros libraremos de esa ignominiosa intolerancia.
Así la llaman los protestantes; pero los católicos estran-


jeros están muy lejos de llamarla de ese modo. Si á los in-
gleses no les gusta, dentro de Inglaterra hay millón y me-
dio de católicos que nos aplauden. ¡Bien quisieran los pro-
testantes tenerla en Inglaterra! Si en Francia hay dos millo-
nes escasos de protestantes que nos insultan por ese motivo,
en cambio hay mas do veinte millones do católicos que nos
la envidian.


Mas nos censuran por los toros, y con todo eso no lleva
trazas do desaparecer esa ignominia anticatólica, que se ha
venido aumentando en proporción que se ha-debilitado el
sentimiento católico.


3.° El clero católico se hará mas activo.
Esto es un insulto, y un insulto nunca es mas que una


mala razón. No entro á rebatirlo, porque esta es la tarea
cotidiana de la prensa periódica. Pero tampoco puedo me-
nos de decir que no espero en tal ventaja. ¿Dónde tiene el
protestantismo esos santos y sabios que han de venir á ser
modelos de nuestro sacerdocio? Cuando el clero protestante
se está desbandando y haciendo racionalista en casi toda
Europa; cuando en Inglaterra lo mas florido de el se viene
al puseysmo y al Catolicismo, se cree que el protestantismo
nos va á enviar Pastores modelos. Si son estos como Withe
y los apóstoles del sombrerero Alhambra y demás holgazanes
y presidiarios de Granada, los librecultistas, tan exigentes
con el clero católico, se contentan con poco en el protestante.


Los Pastores y ministros que han ido á Turin y otros
puntos de Italia, han sido objeto de rechifla (1). En España
succderia lo mismo.


¿Si querrán los policultistas que el Obispo anglicano
Colenso, que no admite la divinidad de Ja Biblia, venga á
reformar y enseñar á nuestro clero? William Cobbet ha dc-


(1) Véase la preciosa obrita del P. Perrone sobre el Viaje de San
Pedro á Roma, la cual pone en caricatura á uno de aquellos desdi-
chados, que se atrevió á negar la estancia de San Pedro en la Ciudad
Eterna. Dicha obra se lía traducido al castellano en este mismo año.




mostrado hasta la evidencia que el clero anglicano solo tie-
ne activida.d para hacer dinero, y esto lo ha probado
con números y con razones, á las cuales no se ha podido
contestar. Y cuando los protestantes mismos se rien de la
falta do actividad de su clero para la vida espiritual, ¿ se
quiere venir á presentarlo como un modelo para el
nuestro?


¿Serán modelos de Prelados los millonarios Obispos de
Inglaterra? En los países donde hay libertad de cultos se
insulta groserísimamente al clero católico, so exageran los
menores deslices, y si no los hay verdaderos, se inventan.
Bien es verdad que lo mismo hace una gran parte do la
prensa española. Para los protestantes é impíos no hay
clérigo bueno.


Claro está que los soldados se forman con la guerra.
Mas por esa razón, en vez de procurar la paz, debían las
naciones estar siempre en guerra, á fin do tener ejércitos
valientes y aguerridos y generales espertos. Hace cuatro
años apenas tenian generales los norte-americanos. H o y un
cervecero es uno de los primeros generales del mundo.


¡Pero han muerto millón y medio de hombres, se han
destruido obras colosales, y derrochado una cantidad fabu-
losa de millones...!


—¿Qué importa? en cambio hay un ejército aguerrido, y
Lee es un gran general. El clero católico trabaja briosa-
mente donde hay libertad do cultos para salvar cuatro al-
mas, pero la herejía hace perder cuarenta, que sin aquella,
probablemente se salvarían. H é aquí la cuenta.


4." La Iglesia será Ubre en el Enfado libre: desapare-
cerán las regalías, el cesarismo, esas restricciones odiosas
<jae vejan ái la Iglesia.


—¡Mentira! ¡¡Oferta engañosa!! En Francia hay libertad
de cultos, y no se ha querido ni aun mitigar el Placel. En
Ttalia hay libertad de cultos, y se han roto las negociacio-
nes con la Santa Sede por cuestiones de regalías.


La Iglesia do Francia está mas vejada por el cesaris-
mo que la de España, á pesar de no haber aquí libertad de




278


(1) Tal me sucede á m í , que hace diez y seis años vivo retraído
de ella, sin que por eso dejo de lanzárseme aquel insulto.


cultos : allí se hace con el Obispo católico lo que no se
haria con un rabino.


Las regalías pueden y deben modificarse en España sin
necesidad de admitir cultos inútiles, y ya el gobierno ha
ofrecido entenderse con la Santa Sede para el arreglo del
Exequátur, la mas irritante y de introducción moderna en
su abuso y exageraciones.


5.° Cada uno vivirá según su conciencia: desaparece-
rán la hipocresía y las supersticiones.


Donde hay libertad de conciencia se vive con arreglo
á ella, } ' en España la hay hace medio siglo. Es mas: hoy
clia hay en España libertinaje de conciencia. Hay la ne-
gación de Dios en libros y periódicos. Ademas, con la hi-
pocresía se medra 3ra poco.


La nación está dividida en dos campos, á saber: neo?
católicos y no-católicos; os cuestión do una letra. Todo el
(pie cree en Dios y va á misa, es llamado neo-católico, aun-
que viva alejado de la política (1).


Muchos de los que ponen el grito en el cielo contra lo
(pie llaman neo-catolicismo de los Obispos y del clero, se
hallan no poco sorprendidos cuando al salir de misa les
dice un impío groserote:—¿Es V. neo-católico? ¡A qué viene
V. á esa farsa!


Entre los protestantes hay también hipócritas, y no
pocos, y los hay en abundancia en los paises donde hay li-
bertad de cultos. Todo impío que pueda medrar á costa
de un católico se hará hipócrita en medio do un país libre-
cultista.


El Tartufe se escribió para un pais en que había liber-
tad de cultos.


Por lo que hace á las supersticiones, hay que advertir
que estas anidan con preferencia en los paises no católicos,
y que el Catolicismo las combate. Las ideas de ser aciago
el martes, de serlo el número 13, y otras sandeces por el




estilo, no son católicas. El Catolicismo condena las ideas
fatalistas, los sortilegios, agüeros, la quiromancia ó inspec-
ción de las rayas de la mano, y otras ridiculeces comunes
en la librecultista Francia, donde se reputan por industria.
En parajes bien públicos y concurridos do Paris, y basta
en los bailes campestres, so encuentran farsantes vestidos á
guisa de astrólogos, que por medio franco dicen la buena
ventura á las barbas del gendarme. En Epaña no se con-
sentirla esta farándula; por lo menos hasta ahora no se ha
consentido.


El espiritismo, superstición de las supersticiones, culto
de Satanás, fanatismo horrible y devastador, que hace
sacerdote á un medio farsante, medio endemoniado, que lee
por el espinazo, y hace mil actos de pretendido magnetis-
mo, ha nacido entre los protestantes, entre ellos cunde y
se practica. Los ensayos que en Madrid se han hecho han
sido ejecutados clandestinamente por sugetos reconocidos
públicamente como impíos y enemigos del Catolicismo.


No se hable, pues , de estincion de supersticiones por
el librceultismo, cuando este es el conductor de todas
ellas.


Si por supersticiones se entiende, como entienden los
impíos, las ceremonias santas, legítimas y plausibles de la
Iglesia, esto será una blasfemia y un cambio horrible de
palabras.


0." Los clérigos que llevan su celibato con fon-paciencia,
'podrán, casarse luciéndose protesta-ules.


"Cuando el Dupa, cseu.rda su, huerta, nos tira por enci-
ma de, Jas tapias todas las nadas yerbas que va, arrancan-
do en ella." Así decia un protestante inglés, al ver las de-
pravadas costumbres de los clérigos católicos apóstatas, y
que algunos de ellos ni aun tenían religión, ni se casaban,
sino que vivian escandalosamente, y que otros de estos re-
negados, si llegan á casarse, resultan adúlteros. La livian-
dad que les domina no se corrige con el matrimonio. Son
genios veleidosos, impresionables, de pasiones no reprimi-
das. Unos so ordenaron en un momento de entusiasmo,




280


poético mas que católico, otros por hacer carreree engañaron
hipócritamente á sus Prelados, y al ver defraudadas su am-
bición ó su avaricia, ó las dos cosas juntas, reniegan de su
estado y de su Dios.


Afortunadamente son escasos en número; pero, aun así,
sus caídas son muy deplorables para la Iglesia, y sus esce-
sos tanto mayores cuanto mas alto el estado de que caye-
ron : corruptio optimí pessima.


Y en obsequio de estos Luteros, dignos hijos de Fr. Mar-
tin, el marido de Catalina Bora, ¿ se ha de admitir el pro-
testantismo, afrentando á toda la casi totalidad del clero
católico, virtuoso y continente?


Tanto valdria que se diesen leyes contra la propiedad
en obsequio de los ladrones.


¿No es mas sencillo que se vayan á Gibraltar á ser pro-
testantes, que no el legalizar en nuestra patria la lujuria
de una docena de malos curas?


N o se crea que pasarían de ese número los clérigos
apóstatas, si es que llegaban. En 1834 se abrieron las
puertas de los conventos de monjas á todas las que quisie-
ran salirse. Hacíanse grandes declamaciones sobre la tiranía
que con ellas se venia ejerciendo, y se creía (pie los con-
ventos iban á quedar despoblados. Con todo, ¿cuántas mon-
jas rompieron la clausura en toda España? No llegaron á
treinta, y algunas de ellas seducidas, y casi obligadas á sa-
lir del claustro, pretendieron en breve volver á él, ó [Misa-
ron una vida infeliz, abreviada por amargos remordimien-
tos. A otras se les demolieron sus conventos, se los inva-
dió para fortificarlos, se dispersó á las comunidades, y con
todo cada monja buscó por su lado una lóbrega mazmorra
dónele volver á ser emparedada, según el romántico len-
guaje que era de moda por aquellos tiempos.


¿No han venido en 1804 á España doce pobres carme-
litas descalzas de Bogotá, á quienes la tiránica libertad de
cultos de aquella despótica democracia espulsó de su mo-
nasterio y de su propia patria?


¡Hé acpií la libertad de la libertad de cultos!




281


7.° El español gozará el derecho de creer y adorar al
Dios que guste.


¡Oh! ¡no tal! Suponemos que estos señores no adorarán
al Dios de los musulmanes y de los mormones. N o creo que
avancemos hasta tal progreso. Las españolas, aunque muy
piadosas, tienen fama de poco sufridas en materia de rivali-
dades. Es verdad que en discursos magistrales y académicos se
ha deplorado la intolerancia de nuestros padres contra los
musulmanes, y el haberlos espulsado de España. Pero si tan-
to deseo de turbante tienen estos buenos españoles, ¿qué
necesidad hay de que vivan en España ? Si Gibraltar está
ahí á la mano para algunos clérigos incontinentes, un poco
mas allá está Tánger. La travesía, ni es cara ni difícil.


Por lo demás, hablando seriamente (si es que las ridi-
culeces merecen ser respondidas seriamente), Dios no es
mas que uno, y su culto verdadero es uno. Nadie tiene de-
recho al error y á la mentira, y esto quedó ya probado en
el cap. i. Creer que es lo mismo rezar la oración dominical
que decir cien veces Dios es Dios y Mahoma su profeta,
es un absurdo con puntas de locura.


8." Muchos de los edificios destinados cd culto católico
'podrían ser vendidos á beneficio del Estado.


Esto en todas las lenguas de todos los paises se llama
sencillamente robar. Y o soy en este particular menos ser-
vil, y no concedo á ningún Estado el derecho de ser usurpa-
dor. Ademas, esta teoría es muy peligrosa ; los gobiernos la
aprenden muy pronto, pero suele salir muy cara á las na-
ciones donde se ensaya. Acostumbrado el gobierno á des-
pojar á las iglesias, pasa á despojar á la aristocracia de
sangre, y luego á la del dinero, y luego á los que compra-
ron los bienes do la Iglesia, á pretesto de que los llevaron
baratos, y luego viene el socialismo y roba á todos los ricos,
y luego viene el ejército á concluir el festin á metrallazos.


Las teorías del dominio eminente de los gobiernos so-
bre la propiedad son muy difíciles, y necesitan meditarse
algo mas que lo que hasta ahora se han estudiado. H o y dia
todos los trabajos de los economistas tienden á favorecer




282


la propiedad; pero la teoría do la espropiacion de manos
muertas la destruye por su base. Un norte-americano se
guardaría muy bien de conceder al Estado derecho para
apropiarse lo de una comunidad.


Un socialista hambriento formulaba poco tiempo há
este terrible silogismo.—Los bienes de la Iglesia eran de los
pobres: cuando esta los tenia, yo participaba algo de ellos:
hoy no participo nada. Iré á buscarlos en donde estén.


La lógica del socialismo es bronca, feroz é inadmisible;
pero por desgracia la aprenden los hambrientos á la prime-
ra lección, y tiene algo de providencial.


Por otra parto, el vandalismo, cpie ha destruido tanto
glorioso monumento en nuestra patria, para baldón y v i -
lipendio nuestro, acusado de ferocidad por todos los hom-
bres (pie tienen algún sentimiento de estética, debía ya
estar avergonzado á vista de las maldiciones de (pie es ob-
jeto. Pero la codicia impía es insaciable, como la lujuria, y
ademas estúpida, insensible, destructora y de pésimo gusto.


9.° Se establecerá el matrimonio civil con sus ventajas.
¿Para qué? Á la verdad, nuestro Código penal es bien


tolerante con el concubinato, y los que no estén satisfechos
de nuestra legislación deben ser bien desconteuta.dizos. El
concubinato ya no os delito en España. La ley castiga el
concubinato con escándalo (art. 3(52), ó, por mejor decir, el
escandido del concubinato. Si no hay escándalo, si el con-
cubinario es bastante habilidoso para no dar escándalo, no
se lo castiga. ¡A qué, pues, el contrato civil, cuando tene-
mos una ley tan bona.cli.cma en esta parte, que no concibe
el amancebamiento entre solteros y viudos, y aun en los
casados solo castiga el no tener habilidad para ser unos
coiicu.binarios <le.eentitos!


La Iglesia llama al contrato civil concubinato ó aman-
ceba/miento.


Entre los cristianos no cabe unión legítima sin sacra-
mento.


La Iglesia de Francia á los católicos casados civilmente
los considera como amancebados, y no puedo ser otra cosa.




283


Si pues el contrato c ivi l , á los ojos do la Iglesia y de la
razón, no es masque el concubinato ó amancebamiento de
dos solteros ó viudos, y nuestro complaciente Código penal
apenas baila punible este acto, já qué fin se quiere el con-
trato civil , cuando ya lo tenemos legalizado de hecho, si
no de derecho?


El contrato civil entre los católicos ( n o hablo de las
otras sectas y religiones) no es mas que un acto por el cual
dos personas libres dicen al alcalde:—"Con permiso de V .
nos vamos á amancebar: para ello me entiendo con V . , y
no con el cura, que es intolerante en esta materia. SírvaseV.
inscribirme como casado en el registro civil, aunque el cura
se empeñe en llamarme amancebado." Y el alcalde da gusto
á los nuevos barraganes.


Esto, á la verdad, no ofrece grandes ventajas para un
cambio radical en materia de relieóon.


En 8,000 so calculan hoy dia en Madrid los eoncubina-
rios (sin contar los casados), y la piadosa Asociación para
los matrimonios de los pobres , planteada por el piadoso
presbítero Sr. Tenorio (Q. E. P. D.), ha podido apreciar y
está apreciando los felices resultados de nuestro Código pe-
nal, en esta parte de la moral pública.


Si el contrato civil es el concubinato, y este se halla
tan favorecido hoy por la ley penal, ¿á qué so quiero mas
contrato civil?


10. KOH ahorraremos todos los gastos de culto y clero.
Si la libertad de cultos entra en España cu alas del so-


cialismo, quo por ahora es el que la pide con mas denuedo
(aunque es al que menos falta- le hace, pues no cree en Dios
ni en ninguna religión), nos ahorraremos de pagar muchas
cosas, porque apenas habrá nadie que quiera pagar, y
habrá do tener mucha fuerza y buenos puños el que haya
de cobrar alguna cuenta.


Se quemará el gran libro de la Deuda; serán saqueados
los Bancos y las casas de los banqueros; se hará un nuevo
reparto de la propiedad, en virtud del cual los arrendata-
rios so anexionarán las fincas de los arrendadores, y serán




284


abolidos todos los censos. Estos principios se lian procla-
mado ya , y mientras se ejecuten, claro está que no se pa-
gará á la Iglesia; pero tampoco se fomentará la Marina ni
las obras públicas: serán momentos de angustia y despil-
farro, y con este ni se fomenta ni se economiza.


Pero pasados estos momentos, aunque se establezca la
libertad de cultos, no por eso dejará de pagarse la subven-
ción al clero, como se le paga en Francia, en Bélgica, y
hasta en varios paises protestantes, en cuyas Constituciones
se halla sancionado aquel principio.


El que haya libertad de cultos no autoriza para ser
tramposo; y es tramposo todo el que no paga lo (pie debe.


A l cloro español se le paga por el Estado, por via de
indemnización perpetua, como paga á otros de cuyas pro-
piedades se ha incautado por via do utilidad pública. Se le
pagaría aunque no existiera el Concordato, pues el gobier-
no tenia reconocida la deuda antes del Concordato, y lo
ofreció al incautarse de los bienes de la Iglesia. Y no podia
ser otra cosa, so pena de ser usurpador; y he manifestado
antes que es muy servil profesar doctrinas que autoricen
al Estado á despojar impunemente á los particulares. Y o
aborrezco esa doctrina añeja de pura tiranía.


Todos los Estados de Europa, aun los no católicos, pa-
gan los gastos de culto y clero. Bélgica, modelo del libre-
cultismo en Europa, paga al clero católico. Inglaterra y
Rusia pagan los suyos respectivos, y aun contribuyen algo
para el culto católico.


Solo para el Seminario de Meinouth, único del clero
católico en Irlanda, para sus cinco diócesis, paga el gobier-
no inglés mas de medio millón todos los años. Paga ade-
mas en Inglaterra para las escuelas católicas.


Ademas, roto el Concordato en esta parte, los compra-
dores de los bienes de la Iglesia no cedidos por los Obispos
en virtud de la transacción Rios y Rosas, no podrían rete-
nerlos en conciencia, y volverían á las pasadas ansiedades
y á consultar á la sagrada Penitenciaría. La Iglesia, no te-
niendo dotación fija, reclamaría el diezmo, y el gobierno,




285


intolerante con la Iglesia, quedaría desacreditado entre to-
dos los países del mundo.


11. Desaparecerán los privilegios y la inmunidad del
clero... y este será menos influyente.


—Es cierto; pero también lo es que el Estado perdería
todos los derechos, regalías y gracias otorgadas ó reconoci-
das por el Concordato, no solamente en materias espiritua-
les, sino también en los asuntos mistos, como se dirá en el
capítulo siguiente, donde se demostrarán los graves per-
juicios que por ese concepto pueden seguirse á la nación.


S í ; el clero perderá prestigio é influencia por ese con-
cepto; pero también el Estado tendrá que deplorar por ese
dcsprestigiamiento de la Iglesia , pues ni podrá contar con
su apoyo en casos arduos y difíciles, ni con la influencia
que ejerce en las ideas y las costumbres para la sanción de
las leyes. La moral pública y privada están basadas en Es-
paña sobre el Catolicismo; hasta tal punto, que las personas
desafectas á nuestra Religión generalmente están reputadas
por inmorales , y de hecho lo son casi todas ellas. Por lo que
hace al pueblo, sucede lo mismo: no todos los que tienen
sentimientos católicos, por desgracia, tienen buena morali-
dad; pero, generalmente, los que no tienen moralidad, tam-
poco tienen catolicismo. Así, pues, el desprestigio del clero
traerá el del Catolicismo; el del Catolicismo, la perversión
de la moralidad, y la perversión de la moral pública y pri-
vada, el aumento de crímenes y malestar.


Hé aquí por un sorites riguroso las ventajas que repor-
tará la nación del desprestigiamiento del clero.


12. Se aumentará la. población de España, etc.
Esta idea fue la que predominó en el Perú al estable-


cer la libertad ó pluralidad de cultos. Con todo, el Perú
sigue tan despoblado como estaba. N o es la libertad de
cultos la que ha poblado las vírgenes praderas y selvas de
la América del Norte. Si algunos puritanos fueron á po-
blar allá, también emigran los católicos irlandeses y los re-
volucionarios de Europa que no tienen religión ni culto.
A la verdad, después de los asesinatos de Talambo serán




28G


muy necios los españoles que vayan á colonizar en el Perú,
aunque les ofrezcan libertad de cultos.


Como nuestra situación política no es mucho mejor que
la de las repúblicas americanas, á las que tan malos ejem-
plos políticos estamos dando, la libertad de cultos, hija de
la demagogia y de la anarquía, lejos de atraer pobladores,
los ahuyentaría de seguro.


Los que vinieran serian tales, que ganaremos mucho con
que no vengan.


Por los que vienen hoy día podríamos calcular los que
vendrán entonces, y , salvas algunas honrosas escepciones,
podríamos desear que muchos de ellos no hubieran pisado
nuestro suelo.


La mayor parte de los estranjeros que vienen á Espa-
ña, pierden al poco tiempo las buenas cualidades que traían
de su país, se hacen holgazanes y ebrios, y sabiendo traba-
jar bien se hacen mas atrasados que los artesanos espa-
ñoles. Es una observación muy generalizada que el menes-
tral español trasplantado al estranjero gana, y el estranje-
ro trasplantado á España, pierde. Los que no degeneran,
después de hacer una pacotilla, se vuelven á su país.


Así que, el pretendido acrecentamiento de población so-
lamente nos produciría en realidad el aumento de unos
cuantos centenares de impíos, holgazanes y beodos.


No trato de ofender, ni soy capaz do ello, á los varios
estranjeros honrados que en estos últimos años han venido
á España, y se han establecido en nuestro pais, á pesar de
ser protestantes, y aun israelitas. Pero estos mismos son
una prueba de que hoy dia no se molestaría en España á
sus co-religionarios si querían vivir tranquilamente, sin
lastimar las creencias religiosas de nuestro pais.


Oportunamente decia á este propósito el Sr. Olózaga al
discutirse la segunda base en las Constituyentes de 1855:
" H a y , señores, muchos diputados que creen que esta en-
mienda debe tomarse en consideración, atendido el atraso
de nuestra industria, lo reducido de nuestro comercio y las
ventajas que podemos obtener de una grande inmigración




287


de estranjeros, que vengan con sus capitales y sus artes á
fecundizar este suelo... Mas ¿por qué no vienen esas hues-
tes de estranjeros, cuando hay tantos estranjeros católicos
que salen á probar fortuna y dejan su pais en busca de lo
que en él no encuentran? ¿No saben los señores diputados
que en muy pocos años han emigrado de Irlanda , donde
todos son católicos, nada monos (pie dos millones de irlan-
deses? Pues de esos dos millones no sé que un solo indivi-
duo haya venido á España, y á España podían ciertamente
haber venido á ejercer su culto. Y hay mas, señores: ¿saben
las Cortes á dónde han ido, á dónde van todavía osos infe-
lices? Cruzan el Atlántico y van á los Estados-Unidos, en
donde... hay en el d iauna secta que va cundiendo, (pie va
haciéndose poderosa y temible, y que ha tenido ya encuen-
tros con los desgraciados emigrados católicos que han lle-
gado de aquel pais, la secta de los knoiv-notlung, do los
(pie por humildad dicen que no saben nada, y saben lo bas-
tante para impedir que vayan estranjeros, y sobre todo ca -
tólicos, á arrancarles la riqueza de aquel pais.1 1


Respecto á la despoblación do España por las ospulsio-
nes de judíos y moriscos, se ha dicho ya lo suficiente. La
emigración para América, las epidemias, las guerras civiles
y estranjeras, la holgazanería, la vanidad y otros vicios han
sido la causa verdadera de la despoblación do España, mas
que aquellas espulsiones cuyo número se ha exagerado.


Entre los judíos y moriscos espulsados no llegaron ape-
nas á medio millón, según los cálculos mas exactos, y con
todo pasan de cuatrocientos mil los españoles que murieron
en la guerra de la Independencia, y también pasan, con
mucho, do medio millón los españoles de uno y otro bando
que han muerto desastrosamente en la última guerra civil
de 1831 á 1810, sin contar las víctimas del cólera en 1835,
que se aproximaron á igual número, según la opinión común.


Con monos político-manía y mas afición al trabajo, con
menos vanidad estúpida y mas aplicación y modestia, esta-
ría España mas poblada, sin necesidad de remedios empíri-
cos é impertinentes, como el de la libertad de cultos.




288


(1) Véase esta preciosa obrita citada en el Apéndice.


13. Los protestantes y los judíos son mas ricos que los
católicos, y fomentarán los intereses materiales.


Esta reflexión coincide con la primera de los capitales,
y con la anterior relativa á la población, y es tan imperti-
nente como una y otra. Entre los protestantes hay también
holgazanes, y entre los católicos hay hombres, y aun pro-
vincias enteras, notables por su laboriosidad. ¿Serian los
catalanes mas laboriosos porque fueran protestantes? Y, con
todo, los catalanes son fervorosos, y aun fervorosísimos ca-
tólicos, y no ceden en religiosidad á ninguna provincia de
España.


Por el contrario, los protestantes de Gibraltar, pensio-
nando á Trigo, Alhambra y otros holgazanes, presidiarios
y contrabandistas de Granada y del litoral de Andalucía,
en verdad que no han venido á mejorar ni la moralidad, ni
la actividad laboriosa de aquel país, donde hay también
católicos muy buenos y muy laboriosos. El que sea holga-
zán por temperamento, ó por vicio, no se hará laborioso por
mudar de religión, ni por dejar de ser católico.


Mons. Segur, en sus lindísimas Conversaciones sobre el
'protestantismo actuad (1), respondía ya muy cáusticamente
á esta observación, y me escusa el trabajo de contestar á
esta y otras por el estilo.


Dios suele premiar en esta vida con bienes temporales
lo poco bueno que han hecho aquellos á quienes predestina
á una reprobación eterna.


JNo recuerdo haber íeido mas razones positivas á favor
ele la libertad de cultos.


Otras generales se hallarán en el discurso del conde de
Montalembert, donde tendré el honor de refutarlas. Aquí
consigno solamente las mas broncas, las peculiares de Es-
paña y las mas vulgares. Sí, las mas vulgares y las mas bron-
cas, porque como esta cuestión no se ha tratado entre nos-
otros de una manera elevada, solamente se han dado ideas
groseras, hijas de la pasión, no del raciocinio, para que p u -




289


(1) N o he querido apenas referirme á ellas por no dar á mi tra-
bajo un colorido demasiado fuerte con respecto á dicha época.


diosen estar al alcance del vulgo, al cual se dirigían. El
vulgo, á lo que ahora malamente llaman pueblo, esto es, la
parte mas zafia y grosera del verdadero pueblo, no com-
prende las abstracciones ni las razones elevadas : su vista
alcanza poco, entiende mejor el lenguaje de las pasiones y
del interés que no el do la ciencia y de las aspiraciones en-
cumbradas.


Los librecultistas en esta parte, si no han sido verídi-
cos, han sido sagaces al formular esa serie de pensamien-
tos. Pero haría un agravio al conde do Montalembert y
otros librecultistas católicos si los mezclara con los suyos.
Son tan abigarrados y groseros, que desentonarían al lado
de aquellos.


Por mi parte no me tomaré la molestia de refutarlos
prolijamente. Seria hacerles demasiado honor. Cualquier
persona de buen sentido los puede rebatir con ligeras in-
dicaciones que so le den para ello, y no pocos fueron ya re-
batidos con mas ó menos acierto y eficacia en las discusio-
nes de la segunda base (1).


50. Inconvenientes de la libertad de cultos en la organización
de la familia.


Mi objeto no es hacer aquí una enumeración de estos
inconvenientes, que se sienten mas bien que so razonan.
Como este tratado no tiene un objeto descriptivo, sino mas
bien racional y escolástico, tratando este punto filosófica
y jurídicamente, me detendré muy poco en él, pues quiero
usar el lenguaje de la razón mas que el de la pasión y el
sentimiento. Pero no seria completo el trabajo si no mani-
festase algunos de los inconvenientes que la falta de uni-
dad religiosa sucio tenor en el seno do las familias.


El espectáculo de una familia dividida por opiniones
religiosas es muy triste, y en España lo seria mucho mas.


19




290


El padre protestante, va ó no va al templo ; el hijo escép-
tico y racionalista va al billar y al casino, mientras que la
madre con su hija, cual otra Santa Ménica, va á la iglesia,
arrostrando las burlas del uno y el desden del otro, á llo-
rar sus estravíos y pedir á Dios los reduzca al buen
camino.


Tertuliano, en su lib. I I Ad uxoreni, y San Agustín ai
pintar las angustias de su madre, nos dejaron cuadros muy
patéticos de las tristes consecuencias de la pluralidad de
cultos en el seno do una familia.


El primero aconseja á su mujer que si enviuda no se
case, pero mucho menos con un gentil, y le pinta con vivos
colores las vejaciones á que se verá espuesta. Por fecunda
que fuese la imaginación do Tertuliano, muchos de aquellos
pequeños rasgos y pormenores no so lo hubieran ocurrido
probablemente si no los hubiera presenciado (1). "La siorva
de Dios tiene que morar en medio de una casa pagana llena
de ídolos, y cncontairso en medio de los honores tributados
al demonio y á las fiestas paganas en honor de los prínci-
pes. Se ve precisada á servir á los inicuos é impíos la cris-
tiana que estaba acostumbrada al trato de los Santos y á
besar las heridas de los confesores y los mártires. ¡Qué men-
ción de Dios hallará en su casa, qué invocación de Cristo!
Allí todo es para ella cosa cstraña. Todos los objetos le son
antipáticos y enemigos; todas son cosas reprobadas, introdu-
cidas por el genio del mal pava, impedir la salvación."


(1) Q. Septimii Florentis Tertuliani ad iccorem de matrimonio
enm gentilibus líber secvndus.


"Si statio facienda est marítusde die condicat ad balnea... Quis
ad convivium Dominicum illud, quod infamant, sinesua suspicione
dimrnittet.


nMoratur Dei ancilla cum laribus alienis et Ínter illos ómni-
bus honoribus dasmonum ómnibus solemnibus regum incipiente
armo, incipiente mense, nidere thuris captabitnr: et procedit de
janua la,ureata et lucernata ut de novo consistorio libidinum publi-
carum. Discumbit cum marito in sodalitiis, Siept in popinis et mi-
nistrabit nonnumquam iniquis sólita sanctis ministrare et non
hic pradudicium damnatioms suse ad cognoscet... Quod maritus
suus illi, vel marito quid il!a cantabit... Quie Dei mentio, qua; (Jhristi
invocatio... Omnia extranea, omnia inimica, omnia damnata adte-
rendai saluti á Malo iminissa,"




291


( 1 ) Bien lo demostró así la católica y fervorosa Reina de Bélgica
en ios últimos momentos de Leopoldo I.


Se ve que el sabio Tertuliano , á pesar de ser seglar, y
no de los mas austeros en doctrina, especie de Lamennais
del siglo ITI por su caida, con todo, no era indiferentista, ni
librccultista, á pesar de que el señor conde de Monto! e m -
bert le citó como partidario de estas ideas.


¡Olí! Por mas que se quiera decir, debo ser horroroso el
padecimiento de un católico al ver morir dentro de su pro-
pia casa, dentro de su propia familia, una persona querida
á la cual se profesa cariño, y mirar con los brazos cruzados
cuál pasan los momentos en que pudiera salvarse, y cuál se
acerca la hora de la eternidad para aquella pobre alma, que
dentro de pocos momentos será quizás, por su falta de fe, re-
probada, inexorable é irremisiblemente perdida, y perdida
para siempre (1).


Un indiferentista, un librccultista no puede compren-
derlo: ya lo se'; pero cualquiera católico medianamente fer-
voroso lo comprenderá muy bien.


Y luego después, al acompañar sus restos mortales á la-
última morada, llegar con ellos hasta la puerta del templo,
ó del cementerio, y decir aquellas palabras que en casos
tales pronunciaba el gran O'Connell, al acompañar los restos
do algún amigo protestante: ¡Mi amistad llega Itasla,
aquí!


Se me dirá que la Iglesia tolera los matrimonios mistos,
que en el estranjero hay familias cuyos individuos profesan
tres y cuatro cultos distintos, y con todo viven en paz.


Es cierto que la Iglesia tolera los matrimonios mistos;
pero, en el hecho mismo de tolerarlos, indica (pie son ma-
los , que le repugnan , que á duras penas los permite por
evitar mayores males, como tolera la pluralidad de cultos.


Yo no dudo cpie habrá familias en que la diferencia de
cultos no producirá escisiones; pero tampoco puedo menos
de creer (pie las producirán en otras, y no temo asegurar
que en España seria ocasión de continuas reyertas, aten-




292


diendo al carácter de nuestro pais. Familias hay en nuestra
patria, por desgracia, que yacen postradas en ol mas grosero
indiferentismo. Cierto es también que se trabaja con éxito
por aumentar el número de estas; pero también lo es, por
fortuna, que una misión, una calamidad, una muerte ocur-
rida en el seno do ella, sacan á estas personas de esc letargo
vergonzoso, hijo, mas bien que de la depravación, de una
holgazanería esp¿ritual.


El carácter español tiene en esta parte un feliz privile-
g i o , observado ya y reconocido por algunos estranjeros.


Después de largos años do vicios y aun de crímenes,
alejado un español de la Iglesia y de todo acto religioso,
burlándose de los que practican y frecuentan los sacramen-
tos, leyendo libros impíos, cuando llega la hora do morir,
halla lo mas natural del mundo confesarse y pedir los
sacramentos. Lo contrario suele ocurrir, por desgracia, pero
no os lo mas frecuente, y aun suele ser raro.


Con respecto á las mujeres, una española, apostatando
del Catolicismo, seria una anomalía enorme é inconcebible,
sobre todo en la clase media. Y o podré desconfiar, y des-
confio, de la firmeza de algunos españoles en materia do
religión; pero la de las españolas no debo inspirar cuidado
ninguno. Será preciso pervertir mucho las costumbres de
ellas para que renieguen de la religión de sus padres; y aun
así, pervertidas y envilecidas, no será difícil obtener su
rehabilitación y la abjuración de sus errores en el momento
en que una calamidad cualquiera predisponga su corazón
para oir la verdad.


Por lo demás, en mis ligeras escursiones por el cstran-
jero he tratado siempre con familias católicas, y no he te-
nido ocasión do observar las familias disidentes. Oigo des-
cripciones pomposas de la familia protestante en Inglater-
ra: yo no me fio de estas descripciones, en que se toma por
tipo alguna que otra familia ejemplar para pintar un cua-
dro risueño y encantador. ¡He visto tantos desengaños, por
mis propios ojos, en lo que he viajado por el estranjero, que
difícilmente podré fiarme de relaciones poéticas de viajeros




293


Si hay familias protestantes buenas en Francia, Bélgi-
ca, Inglaterra y otros paises, no las creo superiores á las
católicas de las mismas poblaciones, y aun juzgo que los
católicos do allí no adolecerán de ese carácter farisaico,
puerilmente escrupuloso, de los protestantes ingleses.


Es muy común en nuestro pais (pie los españoles que
no van á misa el dia festivo hablen con énfasis de la
santificación del domingo por Jos protestantes ingleses.
A estos les sucede lo que á los fariseos: á fuerza de
leer la Biblia concluyen por no entender ni aun lo mas
claro de ella, y reducen la ley á esterioridades. Semejantes
á los fariseos de quienes se burlaba Jesucristo, han conver-
tido el domingo en dia, no de descanso, sino de aburri-
miento. No estraño que los franceses se despidan en Ingla-
terra para volverse á Francia, el sábado por la tarde. Me
da grima el oír hablar del domingo en Inglaterra, y do las
ridiculeces insoportables de la familia inglesa en aquel dia,
contra la mente misma del Evangelio, que están leyendo
sin entenderlo.


Si volviera Jesucristo al mundo, los protestantes ingle-
ses echarían en cara á los Apóstoles que desmenuzaran es-
pigas endomingo para mitigar el hambre, y Jesucristo ten-
dría (pie preguntarles si en el caso de caer un jumento en un
hoyo durante el domingo, se le podía sacar de allí.


A mí me encanta mas el espectáculo de una familia ca-
tólica española, donde se conservan esas costumbres senci-
llas y pairas, donde se lleva esa vida patriarcal, de que hay
todavía frecuentes modelos en la parte septentrional de
España, y, sobre todo, allende el Ebro, sin perjuicio de en-
contrarlas también en todas las demás provincias: donde
nadie se sienta á la mesa sin que el anciano ó el niño eleven
al cielo su modesta plegaria; donde al toque de oraciones
se saluda á María, suspendiendo todas las conversaciones y
labores y descubriendo la cabeza; donde al oír los tros gol-
pes pausados de la campana mayor se suspende el trabajo y
cesan, las conversaciones por un minuto, para adorar la Hos-
tia santa, que en aquel momento se eleva á lo lejos en la




294


iglesia; donde después de rezar el rosario toda la familia, sin
perjuicio de tener ocupadas las manos en sencillas labores,
como los antiguos monges , se toma la modesta cena, des-
pués de la cual todos, aun los mas provectos, besan la mano
do su anciano padre, y reciben cariñosamente, antes de
acostarse, la bendición del jefe de la familia.


Mi pluma entraba con gusto por el ancho campo de las
descripciones, harto mas ameno que el árido y duro terreno
del razonamiento y escolasticismo, en que me veo encerrado
en este escrito, y del que no debo salir. Pero, ¿por qué he de
borrar lo que ya so ha escrito?


§. 51. Consecuencias bajo el aspecto de la enseñanza.


La libertad de cultos obligaría también á cambiar ra-
dicalmente la ley actual de instrucción pública en España
y los reglamentos para su ejecución. Esto no produciría
gran sensación al pronto, pues desde 1845 se ha centrali-
zado la instrucción pública en España, convirtiendo las
universidades en oficinas de enseñanza, quitándoles toda
su independencia y su antigua vida literaria, haciéndoles
sentir las oscilaciones políticas, y renovando sus reglamen-
tos casi todos los años.


Las universidades ya apenas tienen que ver con los ade-
lantos de la ciencia: eso fue en otro tiempo; hoy día ya no
tienen vida literaria, están reducidas al vneeanimno de la
enseñanza. Si un catedrático hace adelantos, los verifica
como particular, no como catedrático. El claustro no existe
sino de nombre: solo so reúne para actos do mera pompa, y
se ha matado la discusión, sin la cual no se depura la verdad.


Las personas que hicieron la ley de 1845, y lo que se
llamó, no sé por qué, secularizar la enseñanza, no conocie-
ron nuestras universidades. Dice el Sr. flil y Zarate en su
Historia de la instrucción pública en España, que para
significar la secularización de la enseñanza en 1845, se
mandó que la función inaugural de aquel curso fuese presi-
dida por los gobernadores civiles. Desde 1 835 el clero no




295


(1) Perdóneseme esta palabra, pues, aunque nueva, es muy sig-
nificativa.


(2) En prueba de ello , obsérvese que al crear en Madrid las f a -
cultades de ciencias físico-matemáticas y Derecho, se han creado las
ItcaLs Academias de ciencias naturales y de ciencias morales y po-
líticas , en las que entran no poco* catedráticos de la Universidad
de .Madrid ; prueba de que esta no satisface á su actividad literaria.


tenia intervención alguna en las universidades de España;
nada había (pie secularizar. Así, pues, la presencia de los
gobernadores civiles en las universidades significaba otra
cosa muy distinta, que no se quería decir, esto es, la buro-
cratizacion (1) de las universidades; y en esta, como en
oteas ocasiones, para desorientar al público, se llamó secu-
larización al acto de convertir en oficina, un estableci-
miento libre, y se declamó contra el clero, mientras so ata-
ba al cuello de las universidades el dogal de una exagerada
centralización. Esta es la verdad.


En Madrid hizo la apertura el Sr. D. Fermín Arteta,
militar, y como nuestra política actual está basada en el
militarismo, la significación no pudo ser mas exacta. U n
militar inaugurando la primera universidad de España,
en LS15, significaba la supeditación de las letras á las ar-
mas, y en el paraninfo se debió escribir aquel dia: Cedant
armis loijai. Desde entonces las armas nos visitan de cuan-
do en cuando. Nuestro sistema de enseñanza es un reme-
do del de Francia: allí Napoleón organizó la Universidad
militarmente, pues él no sabia arreglar las cosas de otro
modo. La enseñanza en España quedó también napoleoni-
za<la.


Las universidades, completamente afrancesadas desde
entonces, perdieron toda su vida científica (2) , y, por con-
secuencia de esta torpeza, la juventud dedicada al profeso-
rado, y falta, de vida literaria, se lanzó á la vida polí-
tica y al periodismo, empleando en estos una actividad ro-
bada á las letras, sin haber tomado por modelo la noble con-
ducta de la magistratura española, que vive apartada do las
miserias del periodismo y la político-manía.


Bajo este concepto, el. camino está ya allanado por esta




29G


( 1 ) La prueba está bien reciente : á los catedráticos que han
salido diputados se los acaba de declarar funcional'ios públicos.


parte para introducir la libertad de cultos en España, y los
autores del plan de 1845 y de la burooutiuicioii de las
universidades pueden estar satisfechos de haber contribui-
do á ella como los que mas (1).


Un plan de estudios en sentido libreeuitista seria hoy
cosa muy fácil do hacer. Nadie estrañaria se diera un plan
nuevo, cuando so están renovando los planes y reglamentos
á cada paso. Por otra parte, la vida religiosa es tan escasa,
en los varios que se han sucedido desde 1837 hasta ol pre-
sente, que nadie apenas echaría de ver la desaparición de
lo poco, ó casi nada, que oficialmente queda.


Con todo, veamos lo que en este caso sucedería.
Es de suponer que los alumnos protestantes y judíos


estarían en la proporción de uno á ciento con respecto á los
católicos; pero, aun así, preciso seria reformar la enseñanza
en obsequio de este uno, en perjuicio de los ciento y en
menosprecio de los decantados derechos de las mayorías.


Suprimiríase la protestación de fe en los grados de doc-
tor y licenciado tal cual ahora se hace, y volverían los con-
flictos con esto motivo.


La teología y el Derecho canónico emigrarían de las
universidades, y se refugiarían esciusívamente en ios Se-
minarios. Supuesta la libertad de cultos, ¿cómo se obliga
á un protestante ó israelita á estar asistiendo por espacio
de un curso á una cátedra de Derecho canónico ni de dis-
ciplina eclesiástica? Un protestante tendría derecho para
decir á su profesor : * h Yo no quiero estudiar ni aprender lo
que V. me enseña contra mis creencias religiosas: yo no soy
de osa Iglesia, ni creo en ella, ni le reconozco derecho al-
guno. " El gobierno, cuando mas, dejarla alguna (pie otra
cátedra, por el bien parecer, y para (pie algún abogado que
tuviese necesidad ó deseo de actuar en los tribunales ecle-
siásticos, tomara lo que se llama comunmente tina tintara
de Derecho canónico, á fin de manejar los negocios niatri-




inoniales ó beneficíales que se llevaran á su bufete. Pero á
la vez seria preciso que los Prelados tomaran también sus
precauciones.


Por otra parte, como los tribunales eclesiásticos, roto
el Concordato y todas las tradiciones antiguas, prescindi-
rían de la ley del enjuiciamiento civi l , aun en los asuntos
mistos, puesto que ya nada tenían que ver con el Estado,
tampoco necesitarían que sus auxiliares para la adminis-
tración de justicia tuviesen los conocimientos que hoy se
exigen y tal como se exigen, lo cual no seria sino una justa
represalia.


Quizás esto chocará á ciertas gentes, que están en la
creencia de (pie á ellos les es lícito atacar á la Iglesia cuan-
do quieran, y no conciben que esta se defienda y use de re-
presalias, como si la defensa no fuese de derecho natural.
Pero por lo que sucedo en otros paisos calcularemos en tal
caso para el nuestro.


Ademas, la necesidad de aislar á los estudiantes cató-
licos del contagio de las malas doctrinas, obligaría á for-
mar universidades esclusivamente católicas, como se han
formado en Bélgica, Irlanda y otros puntos, y se van á
formar en Alemania. Podiendo ser catedrático un protes-
tante, los católicos no querrían enviar sus hijos á cátedras
de herejes. El gobierno lucharía por algún tiempo contra
estas exigencias, que acusaría do fanatismo, preocupación,
codicia, clericalismo y otros dicterios; pero el clamoreo dé la
opinión y déla casi totalidad de los españoles concluirían por
triunfal1, y habría entonces dos universidades: una católica
que preferiría quizás situarse en Alcalá ó Salamanca, y que
llevaría en pos de sí todo lo mas llorido de la juventud, y
otras oficiales ó del gobierno, en abierto antagonismo con
aquellas. A estas, como á las de Bruselas y Canto, concurri-
rían todos los jóvenes disolutos, impíos, procaces y charla-
tanes. Los catedráticos, por congraciarse con aquella juventud
levantisca y petulante, se verían precisados á mimarla y
adularla, á fin de adquirir una ridicula populachería, como
sucede ya en varios puntos do Europa, donde se recibe al




298


catedrático y se le despide con aplausos y palmoteos, como
á un histrión que acaba de declamar su papel. Farsas de
este género, que seducen á veces á observadores tontos y
superficiales, no se avienen con la gravedad característica
de nuestra patria; pero al aceptar la libertad de cultos en
obsequio á exigencias estranjeras, nuestro carácter y nues-
tras costumbres se cambiarían de seguro, como ya han
degenerado en otras cosas.


El espectáculo de dos universidades rivales en una po-
blación, no es nuevo. Las hay actualmente en Dublin y
Edimburgo.


Por otra parte, los católicos, para aislar á sus hijos del
contagio de las escuelas dirigidas por profesores impíos,
tienen que hacer grandes esfuerzos para sostener todos los
ramos de enseñanza. En la católica de Dublin hay cáte-
dras para arquitectos é ingenieros católicos, y en la de Lo -
vaina se iba á crear el año pasado, I8G4, la de minas, v iva-
mente deseada por todos los católicos.


En Alemania se ha formado este mismo año, 1803, una
asociación de señoras para crear una universidad católica,
en el punto que mejor parezca, acusando así la falta de ac-
tividad de sus maridos católicos en no haberlo hecho antes.


Lo que se dice de las universidades habría que decirlo
de los institutos, y puede calcularse cómo se recibiría en
casi todas nuestras provincias á los profesores herejes que,
el gobierno enviara á ellos, y lo que en este caso harían las
diputaciones provinciales y los ayuntamientos de los pue-
blos, al votar los presupuestos para el sostenimiento de unos
establecimientos literarios que, en vez de aprecio y estima,
les habian de inspirar aversión y odio. Es seguro que ha-
bría institutos que se quedarían sin un alumno, pretiriendo
estos los colegios privados. La oligarquía algo volteriana
(pie monopoliza hoy en gran parto varias diputaciones pro-
vinciales, no ha de sor eterna.


Pero la lucha principal se establecerla en las escuelas de
instrucción primaria, como está sucediendo boy día en casi
todos los países de Europa, donde la libertad do cultos está




299


( 1 ) Cas de consrienee sur les libertes piddiques, segunda edición
en 18G5. A la pág. 27 dice, hablando del régimen napoleónico: "La
sola ley que se imponía ¡i los estudiantes era una disciplina militar y
puramente material. Fuera de eso, se les permitían todos los vicios."


produciendo á los gobiernos muchos sinsabores, enormes
gastos y continuos litigios. En algunos de ellos , como en
Prusia, los coidlictos han sido de tal género, que han obli-
gado á dictar disposiciones constitucionales, para tranquili-
zar las conciencias y deslindar los derechos de los ciudada-
nos y los deberes del gobierno. En España, por el contrario,
hay en esta parte un régimen sencillísimo y uniforme, y no
hay actualmente en Europa un pais en donde el sistema de
enseñanza sea mas sencillo, uniforme y barato que el de
nuestra patria.


Con respecto al de Francia y sus gravísimos vicios, pue-
de verse la cáustica descripción que hizo en el Congreso de
Malinas el Obispo de Orleans, Mons. Dupanloup, llenando
de ridículo á los que lo sostienen, y las quejas de Mons. Pa-
risis, Obispo de Arras, contra el militarismo universitario
de Francia y su tiranía (1).


§. 52. La libertad de cultos relativamente al derecho constitu-
yente y al Código civil.


De la familia se forma el pueblo, de los pueblos las pro-
vincias y naciones. De los males del policultismo en la fa-
milia, pasemos á tratar de la perniciosa influencia (pie este
ejercerá en el pais bajo el aspecto de la legislación. Las ven-
tajas de la unidad de cultos para codificar y legislar en un
pueblo son tan obvias, que saltan á la vista del monos in-
teligente.


En tanto la legislación es mas fácil y mas ventajosa en
cuanto es mas uniforme. Esta unidad , en la forma, contri-
buye á la unidad en la esencia, á la disciplina y al buen or-
den. Un ejército en que cada soldado viste á su gusto, es
un ejército indisciplinado. Prácticamente se vio este incon-
veniente en España durante la Edad Media, cuando cada




300


pueblo algo importante tenia su fuero particular. Alábase
á San Fernando y al Rey D. Alfonso el Sabio por los tra-
bajos que hicieron para uniformar las leyes de Castilla. Dos
siglos hace se está trabajando por los políticos españoles, y
sobre todo por los políticos del Centro y Mediodía de Espa-
ña, por quitar sus fueros á las Provincias Vascongadas y á
las Coronas do Aragón y Navarra, y traer aquellos países
á la uniformidad de leyes civiles , ya que á duras penas vi-
nieron á la unidad política.


Al cabo de algunos años y afanes, tenemos dos de los
cuatro Códigos necesarios en un país bien administrado,
después del Código fundamental y político. Tenemos Códi-
go penal, y no tenernos Código de procedimientos penales.
Tenemos Código do enjuiciamiento c ivi l , pero no tene-
mos Código civil. El proyecto de este quo so publicó para
examen y estudio, acogido con frialdad, no satisfizo á los
pocos (pie lo estudiaron profundamento, á posar de conte-
ner cosas muy buenas y dignas de estar ya en observancia,
porque introducía otras que no están en nuestras prácticas
y costumbres y son do importación ostranjora.


Pero ¿de epió servirán todos estos trabajos el dia que
por desgracia se estableciera la libertad de cultos? Toda la
obra de San Fernando y de los Alfonsos X y X I , todos los
de Jaime I I el Conquistador, los Reyes Católicos y demás
legisladores unitarios de España venían por tierra, no solo
en lo político, sino en lo civil.


En medio de los grandes trabajos de unificación y co-
dificación uniformo, se introducía un elemento perturbador
que, matando la unidad nacional en su esencia, tenia que
destruirla también en su forma.


Esta, según los principios filosóficos, depondo siempre
do la esencia, y, variada esta, preciso es variar también las
formas : imposible es (pie la ropa de un hombre muy alto
sirva bien piara uno muy pequeño, y vice versa. U n marco
cuadrado no so adapta bien á un cuadro redondo : preciso
es desbaratar el marco ó el cuadro. Lo que sucede en los
cuerpos físicos acontece igualmente en los morales.




301


Las leyes de un pais unitario en muchas cosas no se adap-
tan bien á una nación policultista, sobre todo en lo que
se refiere á los matrimonios y toda la organización de la
familia basada en estos. La legislación general de España,
y lo mismo la foral, en esta parte descansaban completa-
mente en el principio católico, desde hace muchos siglos.
(Jomo el matrimonio es la base de. la familia, la uniformi-
dad de la base católica hacia que hubiese también unifor-
midad en la esencial organización do la familia, á pesar de
la divergencia de fueros.


Así , por ejemplo, las leyes de Toro disponen que el
hijo casado y velado salga de la patria potestad. El protes-
tante no tiene velaciones.


La publicidad y clandestinidad de los matrimonios, su
validez y sus impedimentos, la legitimación y sus conse-
cuencias, el divorcio y la disolución, testamentos y últimas
voluntades, esponsales, juramentos, sepulturas y legados,
todos ellos están ahora basados sobre la doctrina de la
Iglesia, y la mayor parte sobre la del Concilio de Trento.
Admitida la libertad de cultos, habria que variarlo todo.
Los protestantes y los israelitas no podrían ni querrían
atemperarse á tales leyes, ni era posible hacerlo una vez
que so los reconociera el estado civil. Ridículo seria decir-
les podéis vivir libremente en España, y luego quererlos
sujetar á leyes católicas. Preciso seria mudar estas, supri-
mirlas ó alterarlas.


¿Y en obsequio de quien? ¡De un centenar, de un mi-
llar de advenedizos ó de renegados! ¡Unos centenares de
ostranjeros y otros tantos centenares de españoles de con-
ciencia resellada, un millar de impíos descreídos, sin Dios
y sin ley, enemigos de todo gobierno y de toda Religión,
indiferentistas, solidarios, que hablan de protestantismo
sin conocerlo, que aplauden á este por su hostilidad contra
el Catolicismo, al cual odian sobro todo, pero que en el
fondo de su corazón, y aun en sus conversaciones privadas,
se rien del uno lo mismo que del otro, han de merecer mas
que diez y seis millones de españoles honrados! Tanto val-




302


dria el reformar la ley hipotecaria á gusto de los trampo-
sos, estafadores, contrabandistas y ladrones.


Por muy acostumbrados que estemos á los cambios do
leyes y á las traducciones de Códigos estranjeros, seria
contar demasiado con el carácter bondadoso y aun bona-
chón de los españoles, el suponer que esto no habia de
producir una indignación profunda, y (pie no se habia de mi-
rar como una injuria hecha á toda España en obsequio de
cuatro advenedizos y de media docena de impíos, tornadi-
zos y renegados.


Las leyes deben estar basadas sobre las costumbres:
Quid sine moribus leyes profieiunt vanee.
¿Sobro qué costumbres iban á basarse en España las


nuevas leyes?—Sobre ningunas; antes al contrario, venían
en contradicción con todas las leyes , todas las costumbres
y todas las tradiciones del pais.


El gran padre y enciclopedista San Isidoro, honra y
prez de nuestra patria, decia que la ley, para ser buena y
bien recibida, debia ser honesta, justa, possihilis, secun-
elum locmn vel secunclum consuetud, inempa.tria>,, non ali-
quo privato corauwdo sed pro oommuni utilítate civium
scripta. Lo que dice aquí San Isidoro lo han dicho des-
pués todos los jurisconsultos, lo dice Bacon en varios apo-
tegmas de sus Leguen leges, y aunque no lo dijeran ni San
Isidoro ni Bacon, ni otro alguno jurisconsulto católico ó
protestante, lo dirían el sentido común y la espcriericia.


Pues bien; nuestros codificadores tendrian que alterar
centenares de leyes ó suprimirlas ; ó introducir costumbres
nuevas, costumbres repugnantes á la totalidad de los es-
pañoles : las leyes nuevas no serian secundum mores, ni
aun ¡meter mores: tendrian que ser contra mores, contra
leges patrien, el usus antiquos et 'receptos.


Habría que alterar igualmente el Código penal en todo
lo relativo á los delitos contra la Religión; la ley del enjui-
ciamiento civil en todo lo relativo á los tribunales eclesiás-
ticos, y aun en la parte administrativa; lo concerniente á
beneficencia y cementerios en la parte relativa á la inter-




303


vención del clero en estos y otros asuntos. Seria preciso
también variar la ley do instrucción pública, y no pocas
en lo relativo á la fe pública y al notariado.


Es verdad que do medio siglo á esta parte estamos
acostumbrados á que en España se alteren fácilmente las
leyes, y se bagan estas por via de traducción y á veces para
dejarlas peor. Pero también es cierto que el pais las mira con
malos ojos, y tiene el suficiente criterio para distinguir; y
así como aplaude la ley del enjuiciamiento, que es españo-
la, y está fundada sobre el derecho y prácticas del pais, de-
puradas y mejoradas, ha recibido con desden, y opone su
odio y su resistencia pasiva á la indigesta ley hipotecaria,
que atropelladamente y sin miramientos ha venido á intro-
ducir perturbaciones inconsideradas en el derecho de pro-
piedad.


Las nuevas leyes podían contar con el odio y la animad-
versión de millones do españoles, mejor dicho, de casi toda
la nación española, y como que lastimaban las conciencias
de los católicos, estos no harian, en conciencia, escrúpulo
de infringirlas, siempre que pudieran hacerlo sin incurrir
en las penas civiles, y pagadas estas no so creerían obliga-
dos á mas, como sucede en otro caso con las leyes justas.


Se dirá que esto es predicar la rebelión. Y o ni la predico
ni la predicaré nunca, mientras los poderes sean legítimos y
las leyes siquiera tolerables. Pero también es ridículo que los
que no tienen conciencia hablen á los católicos acerca de los
deberes de conciencia; que los que hoy se rebelan contra la
Religión y la ley hablen del respeto á favor de leyes es-
tranjoras en que ellos piensan, y, finalmente, que quien so
rie de Dios , de la Iglesia y de sus cánones, venga muy for-
mal á recordar sus palabras y sus preceptos, y entrometerse
en la conciencia de los que tienen celo por la causa de Dios.
Las peroratas de los impíos hablando de Dios y de concien-
cia, nunca pasarán de hacer el efecto (.pie los sermones de
un beodo predicando contra la embriaguez.


Los católicos no tendrán derecho á despreciar esas leyes,
si son por lo menos tolerables; pero si miran con tedio las




304


leyes sustituidas á sus antiguas y venerandas leyes, si elu-
den disposiciones de sabor herético, introducidas á la fuer-
za, por intrigas revolucionarias, ficciones parlamentarias, y
por diputados descreídos y resellados al estranjero, elegidos
bajo la presión del puñal y del garrote, ¿serán estos los opte
tengan derecho á reconvenirles?


¿Con qué derecho tocarán á los fueros do las Provincias
Vascongadas los librecultistas, que, en obsequio de cuatro
advenedizos, quieren destrozar toda la legislación vigente?
¿Se atreverían á decantar las ventajas de la uniformidad
legislativa en España?


¡Unas mismas leyes y unos mismos códigos regirán en
toda la Península, como dice la Constitución!


Sí, es verdad; pero vosotros, que habéis suprimido los
fueros de Aragón y Cataluña; que habéis destrozado la pa-
triarcal familia aragonesa y sus venerandas instituciones;
que vais pellizcando los fueros vascongados, y tenéis agar-
rotados los de Navarra, y habéis agarrotado el municipio con
una centralización exagerada, ¿podéis figuraros que se ha-
brá de variar toda la legislación sin que aquellos pueblos
se resientan? ¿No les ha de doler que en obsequio de la li-
bertad de cultos, que es la variedad, se haga un desentono
y variación completa, después de haberles despojado á ellos
de sus fueros en obsequio de la uniformidad legal y codifi-
cativa tan decantadas?


Esto es muy grave, y merece ser pensado. Creo que no
debo continuar en este terreno, peligroso y resbaladizo. Es-
toy muy lejos de querer revoluciones sociales, recrudescen-
cias de provincialismo, rebeliones mas ó menos paliadas,
cuanto menos escitarlas ni aplaudirlas. No está en mis
principios ni on mis ideas semejante conducta. Pero
cuando so preven los males, deben anunciarse con tiempo
y con templanza. Y o no falto á esta. Cualquiera persona
inteligente comprenderá que en tan delicada materia es do-
ble lo que callo que lo que digo; que he borrado mucho mas
que lo que dejo escrito; que pudiera escribir mucho y con
calor si tratara de escitar pasiones y despertar ideas que




305


es mejor dejar dormir. Pero si llegan á despertarse, ¿quién
tendrá la culpa?


§. 53. La pluralidad de cultos bajo el aspecto del orden público.


En pocas naciones se ha establecido la libertad de cul-
tos sin producir hondas perturbaciones en el orden social,
y gran derramamiento de sangre. La historia de Alemania,
Bélgica, Inglaterra, Francia y todos los paises septentriona-
les de Europa, donde cundió la herejía, lo manifiestan bien
á las claras. Sangre, y mucha, se derramó por las herejías
de los albigenses, husitas y taboritas; sangre derramó el
protestantismo desde la guerra de los paisanos hasta el tra-
tado de Westfalia; con rebeliones y sangre se introdujo el
hugonotismo en Francia y Holanda, y con rebeliones y
sangre se inauguraba en Aragón , después de las revueltas
de Antonio Pérez.


Aun en el presente siglo, después del ateísmo de la
Convención francesa, y del indiferentismo religioso, que so
hizo de moda en los seis primeros lustros de é l , todavía las
guerras religiosas han costado no poca sangre en Bélgica y
en Suiza, y tambicn pudiera decirse en España, y en Polo-
nia, cuyas guerras, de independencia unas, civiles otras, te-
nian un colorido religioso muy subido.


En los mismos Estados-Unidos los desacuerdos religio-
sos comprometieron, en época no muy remota, la tranquili-
dad pública. Los asesinatos de irlandeses é incendios de
templos católicos en Filadelfia y Temington en 1844; los
conatos para hacer lo mismo en Nueva-Yorck, donde los
católicos tuvieron que aliarse para oponerse al furor salva-
je de los protestantes llamados universales; los insultos y
persecución grosera contra el Nuncio do Su Santidad, mon-
señor Bedini, en 1853, con objeto de asesinarle, y otros des-
manes que pudieran citarse, manifiestan bien á las claras
que, aun en aquellos paises, la pluralidad de cultos tiene
graves compromisos con respecto al orden público, y eso
que allí el hábito de tratar entre sí los disidentes en opi-


20




306


niones religiosas; el carácter flemático de la mayor parte de
los habitantes; la costumbre de charlar sobre todo, hablando
á destajo en raeetings y periódicos, tratando, aun las cues-
tiones mas arduas y difíciles, superficialmente y según
las impresiones del momento, hacen que las opiniones no
produzcan resultados trascendentales, ni se lleven con faci-
lidad las disputas clel terreno de los principios al do los
hechos.


Pero en España ó Italia, paises meridionales, en cpie la
sangre hierve fácilmente, que el calor se aumenta con la dis-
cusión; donde el carácter impetuoso de los naturales no se
conforma con las utopias y las opiniones, si pronto no las
ve reducidas á la práctica; donde la contradicción exaspera
pronto, irrita y subleva los ánimos con facilidad, la plurali-
dad de cultos, los desacuerdos religiosos, las disputas sobre
materias en que por espacio de siglos se ha e s t a d o en pose-
sión de no admitir dudas ni altercados, son estas una espo-
sicion continua de reyertas y recíprocas agresiones.


Por otra parte, los partidos políticos se han repartido
bien ó mal sus papeles en materias religiosas. A las personas
piadosas y á todos los católicos fervorosos, no solamente en
España é Italia, sino también en Bélgica , I rancia y otros
paises de Europa, se los acusa de enemigos de la libertad,
y en viendo á uno confesar y comulgar se le caliñea por la
gente impía como un desertor del liberalismo (1), llamán-
dole clerical, cagol ó neo, según el pais respectivo. Así que
los católicos tienen que estar haciendo continuas protestas,


(I ) Al ver el odio de los católicos belgas contra los liberales, lle-
gando á decirme uno de los principales individuos del Congreso de
Malinas, que prefería sin vacilación ninguna un protestante á un li-
beral, le manifesté que en España hay liberales que confiesan , co-
mulgan y trabajan muy activamente en sociedades caritativas y muy
católicas.


—¡Oh! esos no son liberales, ni pueden serlo.
Pero ellos dicen que lo son: Vds. han aplaudido esta mañana á


un joven español, que es periodista de la Union Liberal, y se ha es-
presado con mucho brio contra los errores de la instrucción pública
en España.


—Pues bien : ese joven en Bélgica no podría ser liberal; porque
asi que le vieran frecuentar los sacramentos, le rechazarían los libe-
rales, llamándole clerical.




307


no siempre creídas, de sor amantes do la libertad, de la l i -
bertad bien entendida, que no es anarquía, ni libertinaje,
ni demagogia.


A su vez los católicos acogen con sospechas y descon-
fianza á todo el (pie habla de libertades, progreso, v otras
palabras análogas, no porque ellos no quieran estas cosas,
sino porque los impíos las tienen de continuo en sus labios;
y al que las usa y hace alarde frecuente de ellas se le consi-
dera como hereje, ó por lo menos asociado á malas compa-
ñías. Do aquí el que estos amantes de la libertad tengan
que hacer continuas protestas de catolicismo, que á su vez
tampoco son enteramente aceptadas ni creídas por los otros.


Esto trasciende á la política, á la literatura, á las cien-
cias, á las artes, y aun á las costumbres mismas y á la vida
doméstica; pues al paso que los unos hacen alarde pública
y privadamente de ser conservadores, afectos á todo lo an-
tiguo, pausados, graves, respetuosos y amigos de todo lo
que es español y de vivir á la antigua española, los otros
hacen ostentación de ser revolucionarios, reformadores, ov-
naleros (1 ) , demoledores, impetuosos , agresivos, burlones,
hombres de moda, despreciadores de todo lo español y ami-
gos de vivir á hi fvanesa. Con tan heterogéneos y discor-
des elementos, el orden está siempre comprometido, los in-
sultos son continuos, los epítetos denigrativos se sueltan á
cada paso, las cosas mas rectas y sencillas se interpretan
malignamente; basta que unos quieran una cosa para que
los otros la combatan y detesten; y en este montón de iras,
enconos, envidia, calumnias, enemistades, insultos, odios,
desdenes, groserías, amenazas, persecuciones, intrigas y en-
venenadas disputas, la menor chispa puede producir una
csplosion.


No sirvo decir que la Religión nada tiene que ver con
la política ni esta con la Religión, cuando en todo el mun-
do está teniendo que ver , cuando no hay cuestión social


(1 ) Se da esto nombre burlesco á los que , á pretesto de ornato
público, destruyen los monumentos antiguos.




308


que no encierre una cuestión religiosa, ni cuestión religiosa
que no envuelva una social, como decia el ilustre marques
de Valdegamas. Dios está en todo ; y aunque algunos cier-
ren los ojos por no verlo , no por eso dejará Dios de es-
tar allí.


Si largos años de libertad de cultos no han apagado
estos rencores y agresiones en Europa ni en America, ¿po-
dremos esperar nosotros que la libertad de cultos se plantee
en España sin conflictos graves, cuando nuestro genio es
tan poco sufrido en materias religiosas, y cuando la libertad
de cultos viene empaquetada en algodón inglés y oliendo á
comunismo?


N o se diga que en Inglaterra y otros paises hay parti-
dos y no hay revoluciones. Si no las tienen, las han tenido,
y muy sangrientas. Si tienen tranquilidad, no es por los
partidos, sino á pesar de los partidos. Sin ellos, estarían to-
davía mucho mejor.


La unión da la fuerza. Vis unita fortior.
Plures per se tendunt uA piara, VMUS vero non nisí


ad wiim.
Facía per plures tardiv.s expediuntv.r.
Todas estas eran máximas de gobierno sancionadas por


los antiguos, favorables todas ellas á la unidad y contrarias
al dualismo y la división.


N o acudo á robustecer esta proposición, que es de sen-
tido común, con pruebas deducidas de la historia de nues-
tra patria, porque tienen su lugar aparte.


Acúdase allí, y se encontrará que el dualismo religioso
la perjudicó en tiempo de los godos ; que no se fundóla
nacionalidad española hasta que se fundieron las razas ven-
cedora y vencida. Que la unidad nacional se fundó en la
unidad religiosa.


Que cuando Witiza atacó á esta (digan lo que quieran
sus modernos panegiristas), se perdió la nación.


Que la nacionalidad volvió á fundarse sobro la unidad
religiosa, y con esta la robustecieron y afianzaron los Re-
yes Católicos.




309


Que en nuestros clias la unidad religiosa fue la que
salvó la independencia de España, ¿ Hubieran podido hacer
nuestros padres sin tesoro, sin ejercito, sin administración
ni gobierno lo que hicieron, si no hubieran tenido la unidad
religiosa?


Todos los jansenistas, todos los impíos y volterianos,
fueron afrancesados. Entre los primeros baste citar á Lló-
rente, Arce, Santander. Entre los segundos, á Godoy, M o -
ratin, Azanza, y, en una palabra, toda la camarilla de Go -
doy que era conocida en Madrid por su impiedad, sensua-
lidad y malas doctrinas.


¿Qué hubiera sucedido si en España hubiera habido si-
nagogas y templos protestantes? Es bien seguro que sus
prosélitos no hubieran formado al lado de los católicos.


Es verdad que el año 12 apareció el volterianismo en
Cádiz con cínica petulancia, y entre sugetos que eran (pre-
ciso es hacerles justicia) acérrimos defensores de la patria;
pero ;ay! la España de 1812 no era ya la España de 1808,
la España de Trafalgar y del Dos de Mayo, grande y he -
roica hasta en sus desastres. Era ya una nación cuarteada,
dividida, liona de rencillas y miserias. Ya no era la tierra de
•Liu labio y un idioma. Era la tierra que principiaba á cor-
roer el escepticismo, que se educaba por los libros de aque-
llos mismos á quienes combatía. Era ya un reino dividido y
desolado, que hubiera perecido sin remedio á no haberle
venido la salvación de fuera, cuando antes él habia sido
quien enserió á Europa el modo do vencer al capitán del
siglo.


§. 54 . Otros inconvenientes de la pluralidad de cultos contra
estas pretendidas ventajas.


Concluyamos enumerando inconvenientes:
1." El gobierno que plantee la libertad de cultos ha de


ser mirado con odio por todos los católicos españoles.
2." El partido ó partidos que apoyen esta medida del


gobierno, serán mirados como impíos y vendidos á la in-
fluencia estranjera, principalmente de Inglaterra.




310


(1 ) E.derilida.d de las misiones protestantes. Se ha publicado este
librilo traducido al castellano, y juntamente con las Nuevas cartas
de William Cobbet, en un tornito en 8.",de los que lia dado á luz la
Librería religiosa de Barcelona.


3.° El clero y todos los católicos prácticos y fervorosos lo
combatirán, en elecciones y en todos los casos que la ley permi-
ta: no les secundarán en ningún apuro, antes se complacerán
en su postergamiento, y en verlos hundidos para siempre.


4." El gobierno cpic tal haga cometiendo un acto de fe-
lonía con la ruptura del Concordato, comprometerá todas las
ventajas de este y de los anteriores, y los privilegios, dere-
chos consuetudinarios, regalías, etc., perdiendo toda la ges-
tión ó intervención que tiene en los asuntos eclesiásticos,
según se probará mas adelante, y quedará deslindado mi-
nuciosamente.


5." Los ministros de cultos heréticos ó infieles serán
vistos con odio y aversión profunda: sus sectarios ó rene-
gados serán objeto de aversión para toda, persona decente.


Los cargos públicos que desempeñen estos renega-
dos serán igualmente objeto do aversión por espacio de
mucho tiempo.


7." La libertad de cultos servirá solo para que los pro-
testantes logren algunas conversiones insignificantes, com-
prando el vicio y la holgazanería de unos y csplotando el
hambre de los católicos débiles, que es á lo que se reducen
todas las decantadas conversiones hechos por los protestan-
tes, como les probó hasta la evidencia con datos irrecusa-
bles el difunto Cardenal Wiscman (1).


8." Que sus gestiones solo servirán para legalizar la im-
piedad y el ateísmo y la presión de todo culto cristiano por
el solidarismo, como se mostrará en el capítulo último de
este libro. Estos inconvenientes son tan reales y positivos,
como son quiméricas las ventajas anteriormente enunciadas
y rebatidas.


En el capítulo siguiente se manifestarán los inconve-
nientes y desventajas que resultarán al Estado, á la Corona
y al gobierno español por el establecimiento de la plurali-




311


dad de cultos en España, perdiendo los derechos y privile-
gios concedidos por los Concordatos, las regalías legítimas
ó toleradas y otros beneficios que obtiene la nación españo-
la por la mudad de cultos, y que se espone á perder por la
ruptura del Concordato y establecimiento do la pluralidad
de cultos.


§. 55. La independencia española, fundada sobre el Catolicismo,
puede algún dia peligrar por la pluralidad de cultos.


Si la historia, ha do servir do algo, si ha, do ser narra-
ción de lo pasado para enseñanza del porvenir, estudiemos
el pasado de España para aprender lo que la pluralidad de
cultos |Hiede traerle. Entiendo por historia lo que se ha
entendido siempre en nuestro país por esta palabra. Es
verdad que los saldos moderaos, á fuerza do definirla con
su ftstritle.iile- ge rmanía, nos han llevado al punto de no
sabor lo que es Historia, como no sabemos ya lo que es
Derecho, después de las catorce definiciones que do él nos
dan los modernos.—;La historia, se nos dice, sujetivamente
consolé rada, prescinde de la narración y d e Ja enseñanza!—
Sea en hora buena; yo les regalo esa, historia no escrita de las
grandes evoluciones de ht, humanidad, y su desarrollo en
el tiempo y en el, espacio, principiando por la época de la
creación hasta el diluvio.


Yo estoy por Ja historia escrita, y por la que llaman
objei iva.


Hemos visto que los españoles independientes eran m o -
noteitas : al perder su culto sencillo y primitivo á manos de
los cartagineses y romanos, perdieron también su indepen-
dencia.


Al ser subyugados segunda vez por los visigodos, se
hallaron que estos no eran católicos: venían contagiados
de la herejía, arriaría.


Establecida la nacionalidad sobre el Catolicismo, trató
en vano Witerico do restablecer el arrianismo, asesinando
al monarca Liuva. Asesinado él á su vez, su cadáver fue




312


arrastrado á un muladar por el pueblo de Toledo. El pri-
mer librecultista español fue Witiza : ¡gran honra para sus
eo-religionarios! Se ha tratado de vindicar á este príncipe,
y los jansenistas y ultraregalistas suponen que fue calum-
niado por el clero.


¿Dónde están las pruebas?
— N o las hay, pero se suplen con meras conjeturas.


Las conjeturas son la" polilla de la historia : todas las
patrañas históricas principiaron por conjeturas. La razón
crítica las rechaza; pues á fuerza de conjeturas se puede
probar cuanto se cpiiera.


La raza del librecultista Witiza fue traidora á la causa
nacional en la batalla del Guadalete, y aun después la fuga
del intruso D. Oppas dio ocasión á Muza para asesinar á
los principales cristianos de Toledo (1) ; Oppas era hermano
de Witiza, hijo de Egica, según el Pacense, historiador coe-
táneo de aquellos sucesos. Esta lección no es para olvidada.
España perdió su libertad é independencia á manos de los
inñeles llamados por los librecultistas.


En la batalla de las Navas corrió gran riesgo nuevamen-
te la nacionalidad española á manos de los infieles: la Santa
Sede, el gran Papa Inocencio I I I , el calumniado hoy dia
por todos los impíos, publicó una cruzada á favor de Espa-
ña con las mismas concesiones é indulgencias que para
Tierra Santa, Los enemigos del gran Papa tienen buen cui-
dado de callarlo. Sus abuelos eran mas agradecidos. Con el
triunfo do la Cruz triunfó la independencia de España en
los campos de Murada!


Los fanáticos albigenses quisieron encender la guerra
religiosa prevalidos de las reyertas políticas y discordias
de Castilla. Era el tiempo del Rey Santo, Fernando I I I ;
la nacionalidad española daba un gran paso uniendo toda la
parte N. O. de la Península á la España central, poniendo
sobre una cabeza las coronas, antes separadas, de León


( 1 ) Nonmdlos séniores nobiles vivos, c/ui uicumque remanserant,
per Oppam filiam Egicce Regís, a. Toleto fugarn arripienteni, gladio
paiibuii jugulut. (Pacense, núm. 36 . )




313


y de Castilla, y para retmirles en breve las musulmanas
de Córdoba, Jaén y Sevilla. Este hecho culminante en
nuestra historia, este período glorioso de ella en el si-
glo X l i i , quizás no hubiera tenido lugar sin las virtudes
cristianas del Santo Roy, y si los albigenses hubieran en-
cendido en León las sangrientas guerras que asolaron el
Mediodía de Francia. La mano vigorosa de Fernando I I I
ahogó á la vez la rebelión y la herejía, y con el suplicio de
unos pocos malvados ahorró á España mucha sangre ino-
cente.


Menos cauto el Rey de Aragón, D. Pedro el Católico, en
quien la liviandad sofocaba á veces el sentimiento religioso,
al socorrer á los herejes condes de Foix y de Tolosa, sus va-
sallos feudales, mancilló los laureles que ganara en las X a -
vas, y comprometió el dictado de Católico, que habia de
llevar mas puro otro descendiente suyo, el que euarboló la
Cruz en ios muros de la Alhambra y restauró la unidad
nacional de España.


La sublevación de los moriscos en el siglo x v i estaba
relacionada con manejos estranjeros contrarios á la inde-
pendencia do España. Los revolvedores de Zaragoza, acau-
dillados por el díscolo Martin do Lanuza, que habia dejado
á su primo en manos del verdugo, entraron por Sallent con
quinientos hugonotes y foragidos, que les regalaba la pia-
dosa madre de Enrique I V el Bearne's.


La indignación de los aragoneses fue grande al ver cuál
invadían su pais la demagogia y la herejía, unidas siempre
como hermanas naturales. Olvidando sus agravios y sus
fueros, derrotaron á los malvados que principiaban su cam-
paña saqueando las iglesias, y que en alas de la herejía les
traían, no libertad, sino libertinaje y anarquía. Solo siete ca-
ballos castellanos llegaron á tiempo de perseguir á los últi-
mos fugitivos, (pie ya los montañeses de Aragón habían
metido á lanzadas dentro del Reame. Nuevo capítulo de glo-
ria para los librecultistas españoles del siglo xvi .


Aquellos mismos hugonotes, aliados con los ingleses, les
entregaban poco después el puerto del Havre, al paso que




314


el traidor Coligny, que vendía ciudades á los ingleses, hacia
á Poltrot que asesinase á Guisa, el valeroso conquistador
de Calais. Como siempre, á la herejía y á la anarquía se jun-
taba la traición.


La libertad do cultos solo fue un protesto para la suble-
vación de los Paises-Bajos. Es preciso ser muy miope para
no distinguir entre las causas y el pretesto: aquellos países
hubieran trabajado por emanciparse de España, de cual-
quier manera y con cualquier motivo, y mucho mas des-
pués que subió al trono de Inglaterra la Peina Isabel, (pie
afianzaba su vacilante corona atentando contra las ajenas.


Pues qué, ¿no se hubieran sublevado los flamencos con-
tra Felipe I I aunque este no hubiera establecido el Santo
Oficio?


H o y dia los belgas hacen mas justicia á España; y en la
apertura del segundo Congreso de Malinas, el respetable
barón de Guerlache, decia oportunamente: " N o olvidemos
que si somos católicos se lo debemos en gran parte á los
Felipes de España,"


De todos modos, es lo cierto que la cuestión de libertad
de cultos fue el pretest o para separar aquellos paisas de la
nacionalidad española. Allí los católicos pelearon por lo co-
mún al lado do los españoles; los herejes y librecultistas
combatían contra España.


La desmembración de Portugal de la unidad nacional
de España, es bien sabido que se debió en gran parte á las
maquinaciones heréticas do Inglaterra, la cual desdo enton-
ces manda en aquel país con una especie de protectorado,
que hace sombra, á su independencia.


Inglesas eran las tropas que en apoyo de Carlos de Aus-
tria vinieron al litoral do Andalucía, y sus desmanes contra
el Catolicismo, y los saqueos de iglesias y conventos, com-
prometieron y perjudicaron á la cansa austríaca que venían
á defender. A ellas debimos también la pérdida de ese pe-
ñón maldito, donde, hoy dia so osténtala libertad de cultos
dentro de la Península y para baldón do España. Allí está
el foco de esa propaganda impía que compra las fáciles con-




315


ciencias de algunos holgazanes de la Botica, que predica el
socialismo al par do las doctrinas protestantes, que reparte
Biblias adulteradas y puñales triangulares, que trae libros
protestantes empaquetados entre láminas obscenas y entre
los fardos de algodón y tabaco, que mezcla la demagogia
con la hipocresía.


¡Oh! si los librceultistas españoles tuvieran amor patrio,
el solo nombre de Gibraltar deberia ruborizarles al acor-
darse que ese baluarte del protestantismo, robado á Es-
paña contra toda ley , toda moral y todo derecho, es la ca-
verna de los renegados españoles, de los apóstatas impa-
cientes con su celibato, de la propaganda revolucionaria e
impía, que trata de introducir entre nosotros esa libertad
do cultos que ya no es la tolerancia del protestantismo, sino
la salvaguardia do toda impiedad, y un sarcasmo continuo
contra todo culto y toda religión.


Otro recuerdo antes de concluir. España perdió en este
siglo su libertad y su independencia, aun (pie plugo á Dios
fuese por breves años. También Napoleón I, el verdugo de
dos Papas, el falsificador de Concordatos, era librecultista:
sus elogios al Alcorán en África lo acreditan bien. El mis-
mo estaba afiliado en la francmasonería: los ejércitos que
en nombre suyo traidora y cobardemente invadieron nues-
tra patria, ni aun librceultistas eran, porque sus generales
no creían en Dios, ni se tomaban la molestia do darle culto
alguno. Si puede haber alguna cosa mas odiosa piara los es-
pañoles (pie Gibraltar, es la memoria de Napoleón I , y este
ora librecultista, y trataba de regalar á nuestra patria este
semillero do desacuerdos para mejor subyugarla.


;Oh! si en España hubiera habido protestantes, no hay
que dudar do qué parte hubieran estado: los protestantes
trajeron los ingleses á la Rochela, ya que los católicos los
hn.bian echado á duras penas de Calais, el Gibraltar de
Francia, y del Havre de Gracia, vendido por Conde y Co-
ligny: lo que hicieron en Francia, liarían los protestantes en
España. Todos los comensales de Godoy eran jansenistas Ó
impíos: todos los afrancesados y los traidores cívicos eran




316


volterianos y malos católicos. N o hubo apenas un buen
católico traidor á la patria, y no hubo un traidor á la pa-
tria que fuera buen católico. He conocido mas de cincuenta
afrancesados: todos eran malos católicos, y la mayor parte
de ellos impíos.


La historia y la esperiencia lo enseñan con tristes pre-
cedentes, y para mí es indudable que todo español mal ca-
tólico y renegado, en un caso de apuro, será enemigo do la
independencia de nuestra patria. ¡ No lo estamos viendo en
esos malos españoles, que unos deploran la restauración con-
tra los sarracenos, y los otros se lamentan de que nuestros
padres se alzaran contra Napoleón I, con cuyo suave impe-
rio hubiéramos progresado tanto!


¡Oh! el traidor á Dios no será leal á la patria.
Y ahora, vosotros, librecultistas españoles, fabricantes


de aposta-sí as, id á poner coronas sobre el monumento del
Dos de Mayo y en las tapias de Monteleon. Si Daoiz y Ve-
larde pudieran alzarse de su tumba, os




C A P Í T U L O V I I I .


Funestas consecuencias de la pluralidad de cultos en
España bajo el aspecto canónico.—Perjuicios del
Estado por la derogación de privilegios y regalías
en materias eclesiásticas.


ij, 56. La derogación del art. l . ° del Concordato de 1851 trae con-
sigo la ruptura y derogación de dicho Concordato y también de
los anteriores.


Frangenti ¡Ídem, fides frangatur eidem.


Bien veo que habrá muchos que se sublevarán contra
esta idea; pero es preciso irse acostumbrando á ella. Mucho
se ha declamado contra el Concordato por personas que se
suponian bien informadas , dando á entender que el Estado
salió perjudicado en aquella transacción; pero sus declama-
ciones no han sido jamás acompañadas de pruebas. En rea-
lidad ha sido al contrario, y mucho mas no habiendo cum-
plido el Estado con las cosas onerosas para él, y habiéndose
quedado con las útiles á sus intereses materiales.


Dícese que España hizo una gran concesión al estipular
la unidad de culto.


Cualquiera que oiga esto creería que antes del Concor-
dato habia oír España libertad de cultos, y que cesó por
aquel contrato. Pues qué, ¿ se hizo otra cosa en ese art. 1.°
que recordar el derecho antiquísimo y tradicional de Espa-
ña 1 ¿ So hizo mas que consignar un artículo constitucional
de España? ¿Se hizo mas que continuar el hecho y el dere-
cho, robusteciendo la Constitución y las leyes patrias, y el
deseo de la casi totalidad de la nación, con un contrato in-
ternacional?


— i Oh! ¡ Pero España se ató las manos para el porvenir!




318


Y ¿qué necesidad tiene España de obrar mal en el por-
venir?


Cuando uno va á confesar, propone firmemente no ro-
bar, no matar, no mentir, etc. ¿ N o seria ridículo decir (pío
se perjudicó uno en la confesión, porque se ató las manos
para el porvenir en materia de mentiras, anexiones de lo
ajeno, sensualidades, adulterios, etc.? ¿Que diríamos del ca-
tólico que tal dijese?


Queda ya probado que la pluralidad de cultos es mala;
cpie la libertad para esta pluralidad solo puede disculparse
por una triste precisión. Pues bien : ¿que necesidad hay de
adquirir esta triste precisión para tener el gusto de reme-
diarla por esa funesta libertad %


Por otra parte, no deja do ser estraíio que cuando tanto
se declama contra el Concordato y sus desventajas, se pro-
duzca tal alarma, en el momento en que se amenaza con las
represalias que la Iglesia tomará al tiempo do su ruptura.
Se quisiera por algunos que el Concordato hubiera sido una
transacción leonina, con todas las ventajas para el Estado
y ninguna concesión á la Iglesia. Los canonistas estranjeros,
que conocen nuestro Concordato y lo han visto con impar-
cialidad , lo consideran como muy beneficioso para el Esta-
do, y dicen, y con razón:


Nonfecit taliter omni nationi.
En cambio ninguna nación concede al Catolicismo la


unidad eselusiva como le concede España. Por ese motivo
la magnanimidad de nuestro Padre Santo el Papa Pió I X
ha hecho por nuestro pais lo que por ninguno del mundo,
tratándole con la especial predilección que es bien notoria.
Pero si faltan la base y el punto de partida, de esta especial
predilección, tienen que cesar las gracias y concesiones á ella
consiguientes.


En filosofía, quia sublata causa tollitur effectus.
En Derecho civil, porque el Concordato es un contrato


bilateral y oneroso, y faltando una parte á la estipulación,
la otra queda libre ; y negándose el uno á levantar su car-
ga, da derecho al otro para tirar la suya.




319


En Derecho canónico y romano, porque es doctrina cor-
riente y asentada por todos los intérpretes antiguos y m o -
dernos, que el privilegio no admito mutación de tiempo, lu-
gar, persona ni condición, y hay que estar en él á la mente
del donante.


En Derecho de gentes, porque es corriente entre todos
los diplomáticos y tratadistas de Derecho internacional
aquel axioma de las represalias:


Frangenti fulera, fieles frangatur eidem.
Algo de esto indicaron ya en 1854 los Sres. Aguirre y


R iosyRosas en las sesiones para la discusión de la segunda
base; pero, en mi juicio, no se atrevieron á decir todo, ni
pudieron manifestar á fondo todas y cada una de las cosas
que perdería España en este concepto. Por tanto, estoy en
el caso de hacer este trabajo minuciosamente, y ponerlo en
claro con franqueza y lisura.


La libertad de cultos seria un acto de felonía y mala fe,
y á los gobiernos cpie proceden de mala fe les persigue el
descrédito como á los particulares que faltan á sus deberes,
á sus juramentos, á su palabra de honor y á sus contratos.
Como (pío ol gobierno español no lo ha hecho, ni quizás lo
hará, no injurio anadie determinadamente al usar esa dura
calificación.


El art. l.° del Concordato dice: "La Religión católica
apostólica romana, que con esclusion de cualquier otro
culto continúa siendo la única de la nación española, se
conservará siempre en los dominios de S. M. Católica,
con todos los derechos y prerogativas de que debe g o -
zar, según la ley de Dios y lo dispuesto por los Sagrados
Cánones."


El artículo ofrece la unidad de culto, y no por tiempo
sino para siempre.


Esta oferta hecha á Dios en nombre de la Iglesia es
mas obligatoria que cualquier otro pacto ; pero ¡cosa estra-
ñal gobiernos débiles que no so atreverían á romper un
tratado con otro pais, por inicuo y gravoso que fuera, no
tienen escrúpulo de cometer este acto de felonía, que Dios




320


castigará en los gobernantes y en los gobernados. En los
gobernados también; porque los pueblos tienen siempre el
gobierno que merecen, y cuando tienen un gobierno des-
leal y corrompido debe suponerse que también el pais es
corrompido y desleal.


La unidad de cultos es la base del Concordato : esto lo
indica el ser su primer artículo: quitada la base, quitado el
art. l.°, todo el resto del Concordato cae por tierra. El Papa,
no solamente no puede ya cumplirlo, sino que so ve preci-
sado á castigar ese delito, aunque sea con harto dolor suyo,
aunque paguen justos por pecoAoves, como se dice vulgar-
mente.


Este castigo y esta ruptura principian por la retirada del
Nuncio, que es á la vez embajador y legado.


La ruptura de relaciones y salida del Nuncio trae con-
sigo la clausura y suspensión temporal ó perpetua del Tri-
bunal de la Rota, y cesación de otras gracias que se irán
analizando.


§. 57. Consecuencias de la cesación del Tribunal de la Eota.


España, como pais único en el mundo que conserva la
unidad de cultos, tiene también privilegios que no se han
concedido á ningún otro pais. En el Tribunal de la Rota
Romana, Francia tiene un solo auditor, pero España tiene
dos : uno por la Corona de Castilla y otro por la de Aragón.
A pesar de eso, concedióse á España el tener un Tribunal
de la Rota igual casi al de Roma, beneficio que no tienen
los otros paises del mundo.


Otorgó esta gracia á España Clemente X I V , en 2(¡ de
marzo de 1771. Cuantas veces se ha cerrado este Tribunal
se han seguido gravísimos perjuicios á España, pues debien-
do ir á él todos los pleitos de divorcio, nulidad de matri-
monios, beneficios, capellanías, causas criminales de los
clérigos y otras muchas, todo se paraliza, y quedan los plei-
tos y las causas pendientes, sin poder ser terminados.


N o se crea que los perjuicios son solamente para los




321


21


clérigos, pues so siguen muchos á los legos, sobre todo en
las causas matrimoniales y de patronato. Este gran privi-
legio y beneficio del Tribunal de la Rota produce ademas á
la nación la gran ventaja de economizarle varios millones
de gastos que baria en otro caso, si las causas tuvieran que
ir en apelación á la Rota Romana, donde tendrían los liti-
gantes que acudir, como acuden los de otros paises que no
gozan este beneficio.


Establecida la libertad de cultos, seria muy posible que
el Papa no quisiera restablecer la Rota , con gran mengua
y perjuicio de los intereses de España, pues en el momento
en que este pais se redujera á remedar á Francia y Austria
y no ser España, no habia razón para que disfrutara de
privilegios que los otros no tienen.


Quizás no bajarían de tres á cuatro millones los que
perdería España anualmente con la supresión del Tribunal
de la Rota. Todo lo que hoy ganan en ella los abogados,
procuradores, etc., en las muchas causas de divorcio , cape-
llanías y otras que se ven anualmente en Madrid , habría
que darlo á los abogados , procuradores y agentes do
Roma, y en mayor cantidad.


No debe cstrañarse que materialice demasiado estas y
otras cuestiones. Preciso es hacerlo en una época metaliza-
da, en que las razones de bolsillo pesan mas que los remor-
dimientos de conciencia.


Se dirá que así se ahorrarían pleitos. Entonces, ¿por qué
se solicitó con tanto afán? Cuando se pierda se conocerá el
daño, pero tarde.


Se replicará que la Rota existia antes del Concordato, y
nada tiene que ver con este, y que por la ruptura del
Concordato no tiene derecho á privar á España de los pri-
vilegi os a n ter i ores.


Y o podría responder secamente á esta cuestión, dicien-
do:—Y si el Papa se empeña en no restablecerlo porque cree
que no lo debe restablecer, ¿qué hará entonces el gobierno?
A bien (pie la unidad religiosa también era anterior al Con-
cordato, y habiendo mudado la condición religiosa del pais




322


de lo que era cuando se hizo la concesión del Tribunal, tie-
ne derecho el donante á revocar el privilegio, según la doc-
trina corriente de los jurisconsultos (1).


¡Oh! [Pero en ese caso nos vengaríamos del Papa!
— L o creo, y la esperiencia me lo acreditada si (pusiera


dudarlo. La venganza era el néctar de los dioses del paga-
nismo, y como el policultismo es gentílico y un retroceso
al paganismo, creo muy posible esto retroceso y esos actos
de barbarie pagana, de que nuestra historia contemporánea
presenta ejemplos.


El Papa, por el contrario, no se vengaría., porque la
venganza es incompatible con la caridad cristiana, con el
espíritu de lenidad eclesiástica, con la moral del Evangelio
enseñada teórica y prácticamente por Aquel que dijo: Apren-
ded de Mí, que, soy manso y liwen'dde de corazón.


Pero el mismo que dijo esto dio á San Podro la potes-
tad, simbolizada en las llaves para abrir y cenar , atar y
desatar', castigar á los díscolos, premiar á los sumisos y ab-
solver á los arrepentidos ; y el que abrió los tesoros de Ja
Iglesia en favor de España y premió su constante unidad
católica cuando era fiel y leal, castigaría su infidelidad y su
deslealtad cerrando esos mismos tesoros, que antes Ic fran-
queara, y sujetando á los españoles á lo (pie se sujetan los
domas católicos del mundo.


El Papa sabría distinguir entro el Estado impío y los
españoles piadosos; pero, por desgracia, como estos forman
parto de aquel, les alcanzarían los castigos do esto, porque
Dios castiga en los subditos los delitos do los príncipes y
de los gobiernos, como castigó en todo el pueblo israelita el


(1) La misma ley de Partida lo establece así para el caso de qnc
se abusare de los privilegios reales (ley 42, tít. x v m , Partida 3. a) .
"Otrosí decimos que si alguno toviere privillejo ú usare dei mal,
assi como si pasare á mas, ó fiziere mas cosas que en el privillejo
fueren dadas, tal privillejo piérdese." En la nota se añade la doc-
trina de los decretalístas, que si un privilegio se da á un instituto
religioso por su austeridad, se pierde siempre y cuando el instituto
se relaje. Luego si un privilegio derogatorio del derecho común,
como es este, se concede á una, nación por su catolicismo esclusivo,
perdido este, se pierde el privilegio.




323


pecado de David, y es qne los pecados de los gobernantes
son trascendentales, y el tener gobiernos malos es indicio
claro de (pie el pueblo está corrompido y merece castigo.


¡Triste verdad, pero muy cierta! Los que no miran al
cielo se reirán de esto.


—Es verdad, pero dia llegará en que lloren. Algunos
mueren haciendo el valiente, pero ninguno muere riendo.


§. 58. Dispensas de Nunciatura.


Mas de un siglo antes de obtener el gran beneficio del
Tribunal de la Rota, obtuvo España otro no menos impor-
tante en la transacción del Nuncio Mons. Facheneti, en
1G40. Por ella el Nuncio de Su Santidad en España debe
estar autorizado para dispensar en mas de setenta casos allí
tasados, y para cuyas dispensas habría también (pie acudir
á Roma, si la Nunciatura no estuviera autorizada para
concederlas á los españoles. Hay, pues, en esto varios bene-
ficios para el pais, en razón do la celeridad, facilidad y eco-
nomía. Las dispensas mas caras cuestan por tarifa 176 rs.,
y entre ellas están la dispensa del impedimento de pública
honestidad. Muchas de ellas cuestan solo 44 rs., v algunas
menos: también hay varias que so conceden gratis.


Para todas estas dispensas habría que acudir á Roma
si la bondad del Padre Santo no quería comisionar perso-
na, ó al mismo Nuncio cuando volviera. Mas aun así, te -
niendo derecho el Papa á considerar rotos por la libertad
de cultos todos los contratos, transacciones y Concordatos
anteriores, concedería ó no concedería de gracia y con limi-
taciones lo (pie hoy dia el gobierno puede gestionar que se
conservo como vigente, en virtud de un contrato solemne
y del derecho consuetudinario.


I N D U L T O C U A D R A G E S I M A L . — B U L A D E C R U Z A D A .


Tiene también España otros dos privilegios de que no
disfruta ningún otro pais católico, cuales son los dos indi-




324


cados á la cabeza de este párrafo. Como suele citárselos jun-
tos y no hay deseo de abultar, se los reduce á un solo
párrafo, aunque son distintos.


Los españoles comemos de carne en casi todos los vier-
nes y sábados del año, por un privilegio particular, y aun
durante la Cuaresma, escepto en los viernes, y otros pocos
dias á que no alcanza la concesión. La Santa Sede, viendo
el mal estado de nuestras pesquerías, y que, de llevar á ri-
gor aquella disposición, nuestro comercio tendría que abo-
nar grandes cantidades al estranjero para la importación
de pescado, quiso aliviar á la nación católica y unitaria por
escelenciade esta pérdida, que habia de ser en beneficio de
los ingleses y holandeses, herejes y librecultistas. Este es el
origen del indulto cuadragesimal.


Este indulto es moderno, pues no cuenta un siglo de
existencia. Lo obtuvo Carlos I I I por Breve de Pió VI, en
23 de diciembre de 1778. La Santa Sede no ha querido
darle carácter de perpetuidad. León X I I lo concedió á Fer-
nando V I I por diez años en junio de 1824. Á la conclusión
de aquel plazo, Gregorio X V I , vistas las malas doctrinas
religiosas que por España cundían, no quiso conceder esta
gracia mas que por un año, otorgando igual gracia á don
Carlos para los territorios de Navarra y Provincias Vascon-
gadas, Aragón y Cataluña, Asi es que durante la guerra
civil se imprimían dos distintas Bulas en España (1). Así
continuó esta gracia hasta 1845, en que se prorogó por dos
años, y desde 1851 Su Santidad tuvo á bien prorogarla por
diez años. La próroga actual data de 30 de abril de 1801,
y vale por doce años.


Introducida la libertad de cultos en España, jprorogaria
Su Santidad esta gracia? Probablemente no. No tendría ya
lo que llaman ahora en la moderna gemianía la razón
de ser, ó lo que decimos en buen castellano, el motivo, fun-
damento, ó razón del privilegio.


Siendo ya España un pais como otro cualquiera en ma-


(1) Véase el Boletín bibliográfico del Sr. Hidalgo.




325


tcria de Religión, habiendo admitido la herejía oficialmen-
te en su seno, ¿qué motivo había para otorgarle una gracia
que no se ha concedido á los franceses, austríacos ni belgas?
Admitida la libertad de cultos y reducida España á ser
como esas naciones, ¿se le prorogaria una gracia que ellas
no tienen? Es de creer que no.


Muy duro se había de hacer á los españoles reducirse
ya á lo que hacen todos los demás países. Puede calcularse
esto por lo que les cuesta á los que viajan por pais estran-
jero atemperarse á esta costumbre católica.


Oigo responder á esto irónicamente, y los oráculos de la
impiedad, que abundan en Madrid y no faltan en las capi-
tales de provincia, no dejarían de decir en gacetillas y «ar-
tículos de fondo:—¡Buen remedio, comer de carne!


—Para los impíos buen remedio, para los católicos no; y
como afortunadamente en España los católicos estamos, con
respecto á los impíos, en la proporción de uno á ciento, re-
sulta que la casi totalidad de la nación se vería perjudicada
por la impiedad do unos pocos.


Los productos del indulto cuadragesimal se calculan
hoy día en mas de millón y medio. Según el decreto de 8
de enero de 1852, las tres quintas partes de este producto
deben aplicarlas los Obispos á los establecimientos de be -
neficencia de la misma diócesi, y las otras dos para obras
de caridad dentro do la misma. Faltándoles estos millones,
los establecimientos de beneficencia se han de resentir en
la cantidad proporcional, que habría que recargar en los
presupuestos provinciales.


Ademas, haciéndose mayor gasto do pescado seco intro-
ducido del estranjero, la importación seria mucho mayor,
y el dinero que por esto concepto llevarían de nuestro em-
pobrecido pais; y si hoy dia la balanza mercantil nos ma-
nifiesta al cabo del año una pérdida de veinticinco millo-
nes en nuestro comercio con el estranjero, en ese caso la
pérdida seria por lo menos de unos veintiocho, pues no ba-
jarla de tres á cuatro millones esta otra pérdida, y para la.
nivelación de ella se haría aun mayor estraccion de metálico.




326


(1) Pág. 37 del presupuesto oficial de 1865 á GG.


Supongo que de esta n u e v a pérdida no se reirán los
que antes se reían del escrúpulo de no comer de carne en
los v i e r n e s .


Por lo que hace á la Bula de la Savia, Cruzada, no en-
traré aquí á tratar de su origen histórico y de los grandes
beneficios que ha producido al Estado y al Tesoro de Es-
paña, noticias curiosas y de erudición, pero que no hacen
falta para el objeto de este capítulo.


Según el art. 38 del Concordato, debe destinarse el pro-
ducto de la Bula de Cruzada para la dotación del culto y
clero. Suprimida esta gracia, pues graciosamente la conce-
de la Santa Sede , y por tanto puede suprimirla cuando
guste, u n a v e z falseado el Concordato, el gobierno perdería
los millones que por esta Bula ingresan en el Tesoro, sin
que por eso cesara la obligación que tiene de mantener al
clero como acreedor del Estado á título de indemnización.


En el presupuesto de este año económico de 1865 á
18G(¡ figura la renta de Cruzada por valor de millón y m e -
dio aproximadamente, esto e s , u n millón cuatrocientos
ochenta y ocho mil reales de producto líquido (1).


R E A L R A T R O X A T O .


La pérdida de este es consiguiente á la derogación del
Concordato y establecimiento de la libertad de cultos. La
Santa Sede tendría derecho á no aceptar las presentaciones
Lechas por la Corona para obispados, prelacias, abadías y
deanatos, y volveríamos á los conflictos y disturbios que
agitaron á las iglesias de España desde 1834 á 1845, y que
fueron trascendentales aun á la política.


Una de las cosas (pie mas impulsaron al clero y á to-
das las personas piadosas á tomar parte en el pronuncia-
miento de 1843 contra el regente Espartero y el partido
que entonces se llamaba exaltado y por mote a.yacaeho, fue
el gran disgusto de todas las personas religiosas por los




conflictos á que dio lugar con las malhadadas cuestiones de
presentación do Obispos y Vicarios capitulares, que eran
impuestos á la fuerza y produjeron persecuciones á los ca-
bildos. Con razón decia Balines á esto propósito (1): "Se han
ensayado también algunos medios duros, se ha procedido
contra algunos de los firmantes, tal vez con la esperanza de
intimidar y contener á los demás; pero el efecto ha sido di-
rectamente contrario al cpie se prometían los autores del
procedimiento. Las convicciones se han arraigado mas y
mas, el calor del entusiasmo ha removido los ánimos, la tur-
bación de las conciencias ha sido cada dia mayor, y la auto-
ridad, empeñada en sostenerse, se ha visto mas combatida y
vacilante."


Gran parte del clero y todos los católicos fervorosos en
general tomaron parte en el pronunciamiento do 1843,
único popular y verdaderamente nacional que ha tenido
lugar en España desde la revolución de 1834. Prueba de
ello es, que al paso que todas los otros pronunciamientos, el
del sargento García en 1837, el de las barricadas de 1847,
el del funesto bienio de 1854, el do Loja y otros monos im-
portantes, se recuerdan con tedio y horror por todos los
hombres do bien; por el contrario, el de 1843 ha dejado
grato recuerdo, y fue aplaudido como un acto reparador
por todos los hombres de orden y de Religión, y hasta por
el mismo Raimes, cuyas simpatías tuvo de palabra (2) y
por escrito.


En el núm. L" de El Pnimialentó de leí Nación, se es-
presaba en estos términos : "Porque en esta revolución que
acaba de verificarse la nación, ha tenido un pensamiento
coman reldjloso, que mal podría desatender la situación
actual nacida de aquel movimiento. En Sevilla como en
Toledo, en Granada como en Valencia, el pronunciamiento
contra Espartero ha tenido cierto carácter religioso, á causa


(1) Pensamiento de, la Nación, tomo T, pág. 525. Este párrafo y
los cuatro siguientes correspondían también al capítulo anterior al
tratar del orden público.


(2) Puedo asegurarlo bajo palabra de honor; pero allí están sus
artículos que no dejan duda respecto á este particular.




328


de que el gobierno del ex-regente había puesto en zozobra
á los católicos que temían la invasión del protestantismo
en esta tierra clásica de la fe."


Medítense bien estas palabras escritas en 7 de febrero
de 1844, y que si no llevan las iniciales de Raimas, están
consignadas en la pág. 8.a del número primero do m céle-
bre Revista,, donde nada se estampaba sin su revisión y
anuencia.


Ello es que el Catolicismo, aunque amenazado, vejado
y perseguido desde 1837 á 1843 por el partido ccuitado,
con motivo de no querer reconocer á los Obispos ni gober-
nadores intrusos, triunfó por "fin, cebando su espada y su
influencia del lado de los moderados en el pronunciamiento
de 1843, no por apoyar á estos, que no lo mereciau, sino
por derrotar á los perseguidores de la Iglesia, como lo con-
siguió. Lo que hizo entonces lo volvería á ejecutar en cir-
cunstancias análogas, si por desgracia ocurriesen otra vez.


De este modo, los privilegios concedidos por Urbano I I
á los Reyes de Aragón y sus descendientes, y por Adria-
no V I y Benedicto X I V á los Reyes de España, quedarían
anulados por ingratitud, que es una de las causas por las
que se pierde el patronato.


Perdería también la Corona la alternativa en las provi-
siones de canonicatos y beneficios de las iglesias catedrales
y colegiatas, como también la presentación de los beneficios
curados.


N o sirve decir que estas concesiones rigurosamente
databan del Concordato de 1753, aunque se han modificado
por el de 1851. Pues qué, ¿creen los policultistas que han
de poder cuando quieran romper este último, y no ha de
poder el Papa romper aquel otro? El patrono pierde sus
derechos por no defender á la Iglesia patrocinada, y también
por malas doctrinas, y por otras causas análogas, que son
bien conocidas y aplicables á este caso.


El gobierno tiene también algunos emolumentos por la
espedicion de estos títulos, cuyo producto no sé á cuánto
ascenderá, pero calculo que no bajará de 200 á 300,000 rs.>




329


por la cancelarla de Gracia y Justicia, estampilla, papel de
ilustres y otros conceptos.


Esto seria ingreso de menos en el presupuesto y recargo
de mas á los contribuyentes.


M A E S T R A Z G O D E L A S Ó R D E N E S M I L I T A R E S . — P R I O R A T O S D E


S A N J U A N .


Los Reyes de España no son maestres de las Órdenes
militares , solamente tienen los maestrazgos en administra-
ción. Los grandes maestres eran personas religiosas, eran
fmires profesos, y los Reyes no lo son. Por razones políti-
cas se dio la administración á la Corona do España, á fines
del siglo x v y principios del xv i , no de todas á un tiempo,
ni de la misma manera. Fue este un gran medio de centra-
lización, y que contribuyó mucho á domeñarla aristocracia,
y centralizar el poder en las vigorosas manos de los Reyes
Católicos.


Pero dejando los de España de titularse Católicos, puesto
que la nación al hacerse policultista dejaba de serlo csclusi-
vamente, debía perder la Corona, y perderia probablemente
la administración de las Órdenes militares. Establecidas
estas para pelear contra infieles y sostener la unidad cató-
lica, lo mismo contra los musulmanes que contra los herejes,
un monarca que llame estos á su lado y los equipare á los
católicos, seria indigno de estar al frente de aquellas tan
brillantes y beneméritas instituciones.


Cesaría con esto la provisión de beneficios y demás car-
gos que hace la Corona en los territorios de las Órdenes, y
los emolumentos que por esto concepto obtienen ella y el
Tesoro.


Cesaría probablemente el tribunal de las Órdenes mili-
tares.


Cesarían quizás canónicamente aun las Órdenes milita-
res mismas, pues siendo el objeto de estas hoy dia tradi-
cional, histórico, de gratitud y bellos recuerdos, ¿qué objeto
podian tener en España, al renegar esta de su historia, para
admitir la pluralidad de cultos? Faltándoles la sanción de




330


la Santa Sede, si esta la retiraba, quedarían reducidas á
meras instituciones políticas.


Lo que se dice de las cuatro Ordenes militares de San-
tiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, pudiera decirse en
la proporción debida, y con poca variación, con respecto á
los grandes prioratos de la Orden de San Juan en Castilla
y Navarra, y la Castellanía de Amposta con respecto á la
lengua de Aragón. Es verdad que desde cpio la Corona con-
virtió en España esta Orden en institución política y sobre-
puso la Corona á la Cruz, y dio la cruz de rjracia para pre-
miar servicios políticos y méritos contraidos en las barate-
rías electorales, quedó esta Orden deslucida, viéndose la
cruz blanca en pechos de personas poco piadosas y con
mengua de otras muchas que la llevan con fe católica y
honradez, y á quienes no pretenda rebajar en nada.


Por lo demás, esta institución quedaría reducida á lo
cpie es en Alemania, Francia y otros países, una vez que
España ya no se diferenciaba de ellos.


V I C A R I A T O G E N E R A L CASTRENSE.


Vivos deseos tuvieron los Borboncs de Francia, antes
de 1830, de obtener una organización de la jurisdicción es-
piritual para el ejército francés, parecida á la del vicariato
general de España; pero la Santa Sede no quiso complacer-
les en esta parte, pues no ora justo conceder á un país don-
de hay libertad de cultos las ventajas de un país unitario.


En el ejército francés hay jefes protestantes, y también
judíos, señalándose estos generalmente por su intolerancia
con los soldados católicos y las cosas relativas al culto. No
suele ser así con los jefes protestantes, que, por lo común,
se muestran tolerantes con los soldados católicos. Noticias
son estas bien generalizadas en el ejército francés, y y o las
he adquirido por conducto fidedigno.


Un pais donde el capellán, si lo hay, tiene que ir pre-
guntando á cada soldado cuál es su religión, y tiene que
estar á las órdenes de un judío ó de un hereje , no puede




331


gozar en esta parte de las ventajas de un pais unitario en
donde á ninguu soldado hay que preguntarle por su reli-
gión (1).


Y el soldado español, modelo de soldados, sobrio, pareo,
laborioso, sufrido, infatigable, ligero y caritativo, en medio
de los deslices y los vicios de una vida ocasionada á ellos,
nunca pierdo la fo, y á veces conserva hasta la devo-
ción (2 ) . ¿Podrá compararse este ejército de una nación
católica al de los otros paises, donde el soldado apenas tiene
fe, con pocas honrosas cscepciones? De ningún modo.


El batallón español, ó el regimiento de caballería en su
caso, forman una parroquia cerrada y completa, Donde va
el batallón va la parroquia. Así como en esta , el párroco
(que por ser sacerdote no deja de ser ciudadano) obedece al
alcalde en todo lo civil y relativo al orden público, y á su
vez el alcalde se somete al cura en todo lo espiritual y lo
religioso, del mismo modo el capellán castrense obedece á
su coronel en todo lo relativo al orden militar, y á su vez
ejerce jurisdicción espiritual sobro su propio jefe. ¡Magní-
fica compensación, que puso la obediencia al lado del man-
do y de la fuerza! ¡Bellísima armonía, en vano buscada fuera
del Catolicismo y su unidad!


También el Emperador Napoleón I I I ha logrado algu-
nas prerogativas para su limosnero mayor, con respecto al
ejército francés; pero ni son las del Vicariato general cas-
trense, organizado para España y sus dominios como una
cuasi diócesis, ni seria posible concedérselas. Así es que los
militares franceses y sus capellanes dependen muchas ve -
ces, y para muchas cosas, de los Ordinarios de los obispados
por donde transitan ó donde residen.


Introducida la libertad de cultos en España, el Vicaria-
to general quizás no pudiera sostenerse tal cual está hoy


(1) Véanse sobre este punto las disposiciones del tit. I , lib. I de
la Novísima Recopilación.


(2) El P. Sabater, misionero franciscano en África, aseguraba
en una carta escrita poco antes de su muerte, que había asistido á
mas de ocho mil soldados heridos, y que solo un presidiario de Ceu-
ta se resistió á confesarse.




332


dia, y con todos sus privilegios, que son cosa distinta de su
organización, y esto daria lugar á no pocos conflictos, que
serian entonces tanto mas sensibles en vista de la ninguna
utilidad que su pérdida habría reportado. Ciertas cosas, y
la salud es una de ellas, no se aprecian hasta que se pierden.


Los librecultistas hallarán la compensación en la supre-
sión délos capellanes y de los subdelegados castrenses. Ellos
que, en su vulgaridad de ideas, por todas partes buscan me-
dios de destruir, creerán que en los paises donde hay liber-
tad de cultos no paga el Estado capellanes militares; pero
quedarán no poco sorprendidos al saber que los mismos go-
biernos protestantes costean capellanes católicos, y que los
hay aun en los Estados-Unidos.


Durante la guerra de Crimea el gobierno inglés mantc-
nia allí diez y ocho capellanes católicos, y aunque al jirin-
cipio estaban, en lo económico,bajo la dirección del capellán
mayor protestante, lograron eximirse de esta dependencia
y organizarse aisladamente, nombrando un capellán mayor
católico, que se entendía con el general en jefe y el go -
bierno.


En la guerra de los Estados-Unidos, tanto el ejército
federal como el confederado tenían capellanes católicos, en
su mayor parte jesuítas , á los cuales se han dispensado las
mas cordiales simpatías, hasta por los jefes mismos protes-
tantes ó ateos. La paga que se les daba era igual á la de
los capitanes, y alternaban con estos. Cuando estaban acam-
pados por algún tiempo se les permitía levantar una tienda
grande que sirviera de capilla, y en la que tenían el Santísi-
mo. No se les aprisionaba, y si querían quedarse con los
prisioneros de su batallón, sobre todo estando heridos, se
les dispensaban obsequios y consideraciones por ambas par-
tes. En medio de una guerra horrible é inhumana, en que
no pocas veces se ha enterrado á los heridos juntamente
con los muertos, es notable que Estados civilmente ateos
hayan dado á los capellanes católicos y jesuitas considera-
ciones, que no so les dispensarían quizás en la vieja Europa.


Finalmente, en la Memoria que sobre capellanes milita-




333


ros ha publicado este aüo el ministerio do la Guerra de
Washington, al paso que ha demostrado la escasa valía de
los capellanes protestantes, manifestando que debía dis-
minuirse su número, ha citado con elogio el celo y laborio-
sidad de los capellanes papistas.


P A T R I A R C A D O D E I N D I A S . — C A P I L L A R E A L .


No es probable que por la libertad de cultos desapare-
ciera el patriarcado de Indias , mucho mas siendo una ins-
titución meramente de honor y sin jurisdicción alguna.


Mas probable es que lo hicieran desaparecer, ó quizás
lo intenten, ciertas gentes de miras tan estrechas y mez-
quinas, que no parece sino que les ofende y estorba todo lo
que es grande y glorioso.


Si el Vicariato general castrense probablemente se re-
sentiría en su jurisdicción y privilegios por la libertad de
cultos, también seria preciso se resintieran los relativos á la
Real Capilla. Data la exención desde la época do los Reyes
Católicos, y ha sido ratificada por el Concordato. Violado
este por la Corona y su gobierno, preciso es que sienta
aquella las consecuencias de esta violación, y que pierda los
privilegios que debió á la munificencia de la Santa Sede,
quedando solamente las concesiones del derecho común (1).
De la piedad de los monarcas españoles descendientes de
los Reyes Católicos es de esperar que no llegará este caso,
ó si llegara, lo que Dios no quiera, seria en uno de esos
momentos aciagos en que los monarcas, con todas las apa-
riencias de libertad constitucional, están bajo la presión
despótica de los partidos, sin reinar ni gobernar. Y no se
diga que los Réjaos no son responsables, porque la respon-
sabilidad recae siempre sobre los ministros de la Corona,
pues ni la Iglesia puede siempre admitir estas ficciones le-
gales para la imposición de penas y censuras, ni dejan de


(1) Cum Capilla ducis JSurgundv.e, etc. La Capilla ducal de
.Borgoña está refundida en la Real de España.




334


tener los monarcas facultades para oponerse á las leyes
malas, cuando la Constitución les permite interponer su
veto.


Aunque probablemente la Santa Sedo, en su alta benig-
nidad, no castigaría al monarca que introdujera la libertad de
cultos,retirando los privilegios déla Real Capilla, mucho mas
si conocía que la Corona habia sancionado aquella ley contra
su voluntad y bajo una presión moral, bueno es (pie se con-
sigue que la Santa Sede puede retirar sus privilegios á los
monarcas que retiran los suyos al Catolicismo y atentan
contra la unidad religiosa.


H O N O R E S C O N S I G U I E N T E S A L R E A L P A T R O N A T O .


Y no seria solamente en los privilegios otorgados á la
Real Capilla en lo que podría imponer el castigo conve-
niente al monarca (pío desfavoreciese á la Iglesia, sino tam-
bién podria hacerlo en los derechos útiles y honoríficos de-
rivados del Real Patronato; pues perdido este por la rup-
tura del Concordato, tenían también que ser suprimidos
aquellos. Quedarían, pues, reducidos Sos honores á lo que
se hace en otros países con los príncipes católicos, y nada
mas, y aun las oraciones en la misa tendrían que atempe-
rarse á lo que dispusiera la Santa Sede; pues si bien la Igle-
sia suele pedir por los príncipes cristianos, aunque sean
librecultistas, no á todos otorga lo mismo en esta parte. Mal
pudiera decirse et pro mtholloo noniro Rege reí lleglna,
cuando, una vez admitida la libertad de cultos, habia ce-
sado en rigor el motivo por que so dio á los piadosos y
magnánimos Reyes que lo llevan por antonomasia, y que
lo realzaron tanto con sus disposiciones en favor de la uni-
dad do culto en España.


P A T R O N A T O D E INDTAS.


Aun en esta parte del Patronato seria quizás preciso
hacer modificaciones, tanto mas teniendo en cuenta lo exor-




335


hitante de los privilegios, que por justas cansas, y para bien
de aquellos paises, fueron otorgados por la Santa Sede á la
Corona de España. Algunos de ellos, cambiadas las circuns-
tancias y adelantados ya los trabajos de colonización y civi-
lización, van siendo demasiado gravosos para la Iglesia, y
probablemente aprovecharla la Santa Sede esta ocasión
para derogarlos ó modificarlos, de manera que los capitanes
generales y las Audiencias, á título de vicepatronos, no
continuaran siendo en Cuba, Puerto-Eico y Filipinas mas
Obispos que los Obispos de aquellos territorios, y mas Con-
cilios <pie los Concilios, con mengua de la jurisdicción de
aquellos, fundándose en corruptelas anticanónicas (1).


No conviene descender á mas pormenores en esta deli-
cada materia; pero tampoco debe omitirse esta indicación,
que los versados en las cosas do aquellos países comprende-
rán fácilmente hasta, dónde alcanza, y lo que la prudencia
y el amor á la patria obligan á callar en esta parte, que no
es poco.


P A T R O N A T O D E L A O B R A P Í A D E J E R U S A L E N .


Los Reyes de España lian reclamado este derecho en
virtud del que tenían á la Corona de Jerusalen por la Casa
de Aragón y de las Dos-Sicilias, y aun mas por los gran-
des sacrificios hechos por nuestros monarcas para ol soste-
nimiento de aquellos Santos Lugares, en épocas muy difí-
ciles, y cuando los demás príncipes cristianos nada hacían
por tan venerandos recuerdos.


Carlos III se declaró patrono de ellos; pero los minis-
tros do Carlos TTI tenían ideas muy libres y equivocadas en
esta materia, y se adjudicaban los patronatos con demasia-
da facilidad. Que tenían derecho al patronato es indudable;
pero quizás no se hizo en esta parte lo bastante por afian-


(1) La Santa Sede en este momento trata justísimamr.nte de fa-
vorecer en aquellos paises á la jurisdicción ordinaria, por razones
que no son de este escrito.




33G


zaiio canónicamente, y hubo torpeza é ignorancia de parte
de los ministros de aquel tiempo, que hubieran podido ob-
tener su declaración muy fácilmente.


H o y dia la prepotencia francesa en aquellos países, á tí-
tulo del protectorado concedido al Emperador por el Pon-
tífice, hace casi ilusorio nuestro patronato, que ya na-
die quiere reconocer. ¿ Que" seria en el caso de que el
monarca, ya mas que de un pais católico, fuera policultista?
Ademas que los fondos de esta Obra padecerían, como es
consiguiente, sobre lo mucho que ya han padecido, y las
leyes vigentes en esta materia quedarían derogadas con la
libertad de cultos.


R E A L A U X I L I A T O U I A .


La Corona interviene en las elecciones de Vicarios ge-
nerales, Capitulares, foráneos, Gobernadores y demás indivi-
duos de la jurisdicción eclesiástica, tanto voluntaría como
contenciosa. Introducida la libertad de cultos, no habiendo
de ejercer mas jurisdicción que la espiritual, y muy poco en
materias mistas, no habría razón para que siguiera exigién-
doseles á las autoridades eclesiásticas que diesen cuenta de
los nombramientos de aquellos, como no la exigiría para
confirmar los nombramientos de rabinos y Pastores protes-
tantes.


Quizás los Prelados y cabildos hallarían conveniente el
seguir dando cuenta al gobierno de los nombramientos de
Vicarios, á fin de obtener la real auxiliatoria, y por no exa-
gerar las consecuencias de la ruptura de relaciones con el
gobierno. Esta cuestión es difícil, como todas las que son
de conveniencia mas (pie de derecho estricto, y no se puede
reducir á poco espacio, ni conviene tratarla aquí.


Basta consignar el principio de que si la real auxilia-
toria llegaba á ser una cosa inútil y aun gravosa, la Iglesia
tendría derecho también á revindicar su libertad en esta
parte, que vale mucho mas que una protección estéril con
honores de protectorado.




337


P L A C E T Y R E C U R S O S D E F U E R Z A .


Los partidarios de la libertad de cultos dicen que si la
Iglesia quiere ver desaparecer el Placel, debe procurar la
libertad de cultos.


Muy caro se quiere vender á la Iglesia lo que se le
debe dar de balde; y tales ofertas son maquiavélicas, pues
se ve que el gobierno francés se empeña en sostenerlo pro
uris et focis, y do un modo absurdo, á pesar de haber en
aquel país libertad de cultos.


Austria abolió ya el Exequátur, y otras varias Consti-
tuciones de Europa lo han anulado igualmente. En España
debió desaparecer por el Concordato, pero ya que esto no
se hizo, el gobierno ha ofrecido, por su real decreto de 6 de
marzo de LS(¡5 , ponerse de acuerdo con la Santa Sede res-
pecto á la inteligencia de aquel convenio en esta parte, se-
guir lo indica el art. 4.° de él cuando se dio el pase á la En-
cíclica ( 1 ) .


Probable es que se haga lo mismo con los llamados recur-
sos de fuerza, viniendo á crear un tribunal misto de indivi-
duos del Tribunal Suprimió y de la Rota, que decidan con
uniformidad é imparcialidad en esta materia, creando juris-
prudencia en los casos arduos y difíciles, y quitando la acri-
monia, que aun tienen esos recursos cpie debieran llamarse
do queja, y no de fuerza, y en analogía con los otros en
que el juez seglar se entromete en lo espiritual.


Pero, á la verdad, tampoco para esa regalía se necesita
la libertad de cultos, y por el medio altamente canónico y
político que se ha indicado se obtendría una solución sa-
tisfactoria.


De todos modos, hágase ó no se haga, es lo cierto que,


( 1 ) El autor do este libro escribió poco tiempo antes un tratado
sobre el Exequátur, por cuya publicación recibió una carta suma-
mente benévola de la Santa Sede. El examen y juicio critico de los
dictámenes del Consejo de Estado y otros documentos formarán
una segunda parte de aquel libro, que quizás se publicará pronto.




338


una vez planteada la libertad de cultos, el Placet y los re-
cursos de fuerza serian todavía mas opresores y vejatorios,
y deberian desaparecer á todo trance, pues ya no habría
motivo para ellos ; ó, como so dice ahora, les faltarla la -ra-
zón ele ser.


S E M I N A R I O S CONCILIARES.


Carlos I I I se arrogó el patronato do ellos. Era la moda
de su tiempo, y el Real patronato, en la exageración á opio
lo llevaron sus ministros, llegó á ser una manía y una epi-
demia para la Iglesia de España,


Si una colegiata estaba reñida con su Obispo y hallaba
algún privilegio anticuado de cualquier concesión real, en
acudiendo al Consejo este la declaraba por sí y ante sí per-
teneciente al Real patronato, y poniéndose de parte de los
díscolos, intimaba al Obispo respetase aquella iglesia, por-
que era cosa del Rey. Suprimidos los Antonianos, adjudicó
sus bienes á los hospitales, pero imponiendo á estos la ser-
vidumbre de soportar el Real patronato, con sus pesadas
consecuencias. El Rey nada daba de su bolsillo ni de su
patrimonio, pues los bienes do los Antonianos estaban es-
piritualizados y no eran de Carlos III , ni habian sido dados
por los Reyes, sino por la piedad de los particulares.


Habia hospitales en que se arrogaba este derecho des-
pojando á sus legítimos patronos; y siendo así que los bie-
nes de los Antonianos, después de los escamoteos burocrá-
ticos, solo producian unos 3,000 rs. y las donaciones ele los
patronos particulares mas de 50,0(10, exigía el patronato
con las mismas poderosas razones que el león de la fábula al
hacer las partijas (1).


( 1 ) Tal sucedió en el hospital de la Santísima Trinidad de Sala-
manca, del que tuve el honor de ser diputado algunos anos, y cuyo
archivo he manejado. Carlos III se arrogó su patronato , sin que él
ni sus antecesores le hubiesen dado ni un maravedí. El Sr. Tavira,
en sus exageradas ideas, llevó esto á tal punto, que todas las perso-
nas piadosas le retiraron sus limosnas. El hospital se empeñó en
muchos miles, pues creó una multitud de empleados para hacer por




339


Otro tanto hizo con los Seminarios. A la espulsion de
los Jesuítas, cedió á varios de estos los edificios, y aun al-
gunos predios que habían sido de la Compañía, exigiendo
por este motivo se sometieran á su patronato, y , pasando
mas adelante, los declaró á todos sujetos á su autoridad por
este concepto, como so ve por las leyes recopiladas , que
afortunadamente, aun en tiempo de Fernando Y I I , ya no
estaban en observancia. El rector y los catedráticos habían
de ser á gusto del patrono. Los resultados no pudieron ser
mas funestos : á principios de este siglo algunos Seminarios
eran focos de jansenismo, y aun de algo peor que janse-
nismo : cuáles fueran estos, es bien sabido, y y o no debo
decirlo.


La intimidad de relaciones entro la Iglesia y el Estado
hacia apenas tolerables estas exigencias, que han ido dis-
minuyendo á proporción que se han ido aflojando aquellas-
H o y dia el gobierno, al tenor del Concordato, paga á los
Seminarios una cantidad alzada, por via de compensación
de los bienes que se les ocuparon y para atender á la en-
señanza y educación de la juventud eclesiástica, que en su
dia trabaja asimismo en pro, no solamente de la Iglesia, sino
también del Estado.


El plan por el cual se rige su enseñanza está aprobado
por ambos poderes desdo 1853. Roto el Concordato por la
libertad de cultos, los Prelados no tendrían necesidad de
atenerse á e l , en lo cual ganaría quizás algo la enseñanza
eclesiástica.


Ignoro si los Seminarios tienen que sufrir hoy dia algu-
nas otras dependencias, ni tampoco es preciso individuali-
zarlas aquí. Baste indicar (pie el gobierno perdería aun esos
derechos consuetudinarios ó modernos, mas ó menos legíti-
mos, que pretende sobre aquellos establecimientos. Que-
riendo tener libertad ó pluralidad de cultos, como hay en
Francia y Bélgica, no habia razón para que se entrometiera


interés lo que antes se hacia gratuitamente y por caridad. Los dis-
gustos que esto le acarreó acibararon los últimos días de su vida al
Sr. Tavira, si no loa aceleraron.




340


«n estos establecimientos, como no se entrometen los gobier-
nos de aquellos países, en estos últimos años.


§. 59. Institutos regulares y monásticos.


Entre las restricciones ridiculas é impertinentes im-
puestas hoy dia á la Iglesia de España, una de las mas in-
concebibles y grotescas es la prohibición de vestir pública-
mente hábito religioso, ó vivir en un instituto monástico,
según los impulsos de su espíritu, y hacer en esta parte tan
importante, el uso de su libertad que quiera cada uno.


Cualquiera es dueño de vestir á su gusto: se ven pol-
las calles los trajes mas ridículos. El musulmán y el indio
son dueños do lucir sus turbantes y chilabas por cualquier
calle de España, sin llamar apenas la atención de los pue-
blos grandes. Cualquiera es dueño de llevar 6 no llevar bi-
gote y barba, y, con todo, la libertad infantil de España se
asusta al ver que un sacerdote se deja crecer la barba, ó se
viste un pedazo de sayal (1). ¡Pobres gentes, cpie se asus-
tan de tan poco! Semejante es su miedo al de los pajarillos
que huyen do un pedazo de trapo.


La verdadera libertad en España está todavía en anda-
dores. Los venideros se admirarán al ver que gentes que te-
nían todo el dia la libertad en los labios, llevasen su espíritu
restrictivo y mezquino hasta tal punto y con una especie de
hipocresía política. El religioso estranjero que al cruzar el
Pirineo recibe el mandato de despojarse do un hábito que
ha llevado por toda Europa y por Turquía, pregunta con
asombro: ¿será cierto que el África empieza aquí (2)? ¡Hasta
qué punto la impiedad y el odio al Catolicismo oscurece las


(1) En mi Historia eclesiástica de España consigné el atentado
cometido con el respetable 1\ Velez, Arzobispo de 8autiago, confi-
nado á Mahon durante la guerra civil, á quien el gobierno prohibió
vestir sayal capuchino ni usar barba.


(2 ) ¡Conque por lo visto aquí hay frailes! me decía muy asus-
tado uu español al ver cruzar un capuchino por las calles de Mar-
sella.


—Qué quiere V., le dije; aquí no se asustan los judíos de lo que
se asustan en nuestra tierra les cristianos.




341


nociones mas sencillas de verdadera libertad, en corazones
por otra parte rectos y en cabezas bien organizadas!


No me bago la ilusión de creer que la libertad de cultos
produciría en España libertad para el Catolicismo en esta
parte, antes bien, si esto produjese, lejos de ser un mal
seria un bien, de los pocos que produciría aquella. Pero
no; las restricciones continuarían, y, aunque fuesen tiráni-
cas, se obligaría por la fuerza á cumplirlas.


Slevólo, sic jabeo, sicpro ratione voluntas.
Pero lo de menos es la cuestión de hábitos y trajes. Ha-


bitas non fae.lt monacJiuni. El derecho de asociación es
uno dé los mas preciosos que la naturaleza concede al hom-
bre, que es un ser naturalmente social y sociable. Máxima
es esta inconcusa en filosofía y derecho. Y si el hombre es
sociable civilmente, y es una tiranía impedirle el derecho
de asociación, cuando do él no abusa en su vida civil, ¿qué
diremos do osa otra que le cohibe, le molesta, le impide in-
justamente asociarse para la vida religiosa y la espiritual,
mas independiente, mas elevada, mas incoercible que la vida,
civil ?


"Repito que no me hago ilusiones en esta parte: ol odio
(pío los impíos profesan en Francia á los institutos religio-
sos; las restricciones que allí se les imponen para su propa-
gación, á pesar de la libertad de cultos ; las tropelías que
contra ellos se han cometido en Bélgica; los atentados quo
se cometieron contra sus casas en Bruselas, en un motín de
época no remota (18G2); las vejaciones que se les hacen su-
frir con cualquier pretesto; los brutales atentados d é l o s
radicales suizos contra los conventos, violando la Consti-
tución y los pactos internacionales que afianzaban su exis-
tencia; los atropellos que se han cometido y siguen come-
tiendo por ol flamante Reino de Italia, desde que allí se es-
tableció la libertad de cultos ; las amenazas que uno y otro
día vomita contra ellos la prensa impía en toda Europa, au-
gurando su estincion completa tan pronto como pueda lle-
varla á cabo, son otras tantas premisas de que en España,
aunque se planteara la libertad de cultos, no se concedería




342


permiso para el libre establecimiento de institutos reli-
giosos.


Al consignar esta observación trato tínicamente de ma-
nifestar que, estando por hoy como limitada la restaura-
c i ó n do institutos religiosos por el Concordato (si n o e n la
letra y e n sus disposiciones, al menos en el hecho y tal cual
se ha interpretado), la ruptura del Concordato traería el de-
recho de ¡irocedcr en esta parte sin restricciones ni limita-
ción impuestas por el poder temporal, siempre que cada co-
munidad se compusiera de menos de veintiún individuos, y
no se opusiera en ningún concepto á la vigente ley de aso-
ciaciones.


60. Bienes de la Iglesia vendidos.—Pago de diezmos y primicias.


En los últimos artículos del Concordato se halla reco-
nocida de hecho Ja enajenación de los bienes de la Iglesia
vendidos hasta entonces. La Santa Sede n o califica; pero
ofrece no molestar á los poseedores y su descendencia. Mas
esta concesión final no es aislada ni absoluta; supone los
artículos antecedentes. Así lo indica la redacción misma
del art. 42 : "En este supuesto, atendida la utilidad que ha
de resultar á la Religión católica de este convenio, el Santo
Padre, á instancia de S. M. Católica, etc. 1 1 Hay , pues, c o r -
relación entre las palabras con que principia el párrafo y las
siguientes.


Suponer que, violado el Concordato y establecida la li-
bertad de cultos, haya de quedar vigente en obsequio de
los compradores la concesión de la Santa Sede, es mucho
adelantar. Violado el Concordato, ningún comprador do los
bienes que se llamaron nacionales, fuera de los cedidos ca-
nónica y espontáneamente por los Obispos, podría poseer
aquellos en conciencia. Volverían las antiguas ansiedades,
las dudas y las angustias de los moribundos, que, al dejar
piara siempre aquellos codiciados bienes, y prepararse á
comparecer ante el Tribunal eterno, verán aquella cuestión
de modo muy distinto que la vieron en vida.




343


—¡Esto es horrible! se me dirá.
Horrible, y muy horrible; pero ¿quién tiene la culpa?


¿quién la tendrá? ¿Por qué no se dejaron las cosas en su ser
y estado? Pues qué, ¿la mala fe, la felonía, la violación de
todas las leyes divinas y humanas, han de quedar impu-
nes y sin ningún correctivo? ¡A tiempo estamos de que no
suceda!


•—¡Oh, y o no tengo la culpa del establecimiento de la
libertad de cultos!


Tampoco la tiene el Papa, ni la tiene la Iglesia de Es-
paña. Ambos ofrecieron no molestar á los compradores siem-
pre que se respetase el Concordato, cuya primera base,
cuya piedra angular es la unidad de cultos. Quitada esta
base, todo lo edificado sobre ella viene por tierra. Cúlpese á
quien, faltando al decoro y á la buena fe , cometieren la fe-
lonía de rasgar un contrato internacional, y hollar todas las
tradiciones de nuestros antepasados.


— A mí poco me importa, dirá otro : ¡ ojalá hubiera podi-
do comprar mas! Y o no creo en esas cosas ni temo esco-
muniones.


Tampoco las creía ni las temía Lutero, y ele seguro que
ya las creo, como las creen los precitos de quienes dice la
Sagrada Escritura que creen y se estremecen. (Credunt et
coniwmiscunt.) No consiste en no creer : esto es un error
como otro cualquiera; y tan malo es creer lo que no se debe
creer, como no creer lo que debiera ser creído. Muchos se
mueren sin creer que se morían.


La cuestión, pues, se ha de ventilar ante un Juez á
quien no se engaña, y do cuyo fallo no hay apelación,


Claro está que estas observaciones importarán muy
poco á quien no tenga creencias católicas; pero siendo estos
en España en escaso número, la perturbación se introduci-
rá de hecho entre los compradores que tengan sentimientos
católicos, y esto hecho y esta perturbación es l oque yo con-
signo como una de las funestas consecuencias de la ruptura
del Concordato y planteamiento de la libertad de cultos.


Por lo domas, yo no entro aquí en el fondo de la cues-




3ii


tion canónica, que dejo intacta : consigno un liecho que
sucedería, y que puede prever cualquiera.


Este Lecho traerá consigo dos consecuencias que tam-
bién conviene consignar aquí. Los compradores que deseen
tranquilizar su conciencia tendrán que recurrir á la sagra-
da Penitenciaría, y someterse á sus condiciones. Esto será,
en verdad, muy doloroso, después de haberse creído y esta-
do por mucho tiempo en quieta y pacífica posesión; pero,
¿quién tendrá la culpa?


El segundo, no menos grave, será la reaparición del
precepto de pagar diezmos y primicias. Todos los Catecis-
mos españoles enseñan esta obligación como quinto de
los preceptos ó mandamientos de la Iglesia. Aunque hoy dia
no se paga diezmo, con todo, ni se ha borrado ni se borrará
de los Catecismos, pues el precepto es de disciplina general,
de la Iglesia, aunque por la particular de España se halle
modificado en su forma, y subrogado por la cantidad que el
gobierno suministra al clero, y la cual es pequeña compen-
sación é indemnización de aquel. Si el culto y sus ministros
llegasen á verse abandonados y sin el pago de las pensiones
estipuladas en el Concordato, la Iglesia tendría derecho
para vo lverá exigir á los católicos los diezmos y primicias,
como los pagan en otros países.


H o y dia, personas ignorantes del Derecho, y que escri-
ben de todo sin haber estudiado nada, consideran á los
sacerdotes como funcionarios públicos, porque cobran del
Tesoro, y con ignorante osadía les amenazan dejar de pa-
gar sus reducidas pensiones. A la verdad, nadie ha consi-
derado como funcionarios públicos á los acreedores que
perciben del Tesoro, en cuya clase está el clero. El suspen-
der el pago de su presupuesto nunca pasaría de ser una
deuda no pagada, que en el lenguaje vulgar se llama una
trampa, y aun hay términos mas fuertes para espresarlo. Y o
me guardaré muy bien de aplicar este nombre en concreto,
ó en adjetivo; pero á los ojos de la moral y de los hombres
de bien, el hecho no merecería otra calificación.


Quizás serian pocos los que se prestaran á pagar el




345


diezmo; pero los buenos católicos y los que desearan la
tranquilidad de su conciencia, tendrían que atenerse á lo
que enseña el Catecismo. A los demás, á los despreciadores
de la ley de Dios, Él los juzgará en su dia.


REGISTRO C I V I L . — N O T A R I A D O P A R R O Q U I A L .


La necesidad de hacer economías en un país harto re-
cargado por los presupuestos exorbitantes nacional y pro-
vinciales ha hecho que apenas se haya organizado el regis-
tro civil, en el cual casi todo está por hacer, pues nuestra
estadística principia á salir del caos. Por este motivo los
registros parroquiales tienen que suplir en esta parte, y lo
hacen con economía y gran fidelidad, al paso que las noti-
cias municipales apenas inspiran confianza alguna, por lo
común. Temerosos los ayuntamientos de que sus declara-
ciones verídicas solo sirvan para recargarles en las contri-
buciones , tienden siempre á disminuir, y no pocas veces
se trata de intimidar al párroco para que mienta al tenor
de lo que miente el alcalde (1).


Las pequeñas utilidades que los párrocos reportan por
la espedicion de íes de vida, nacimiento, matrimonio, de -
función y otras, van compensadas con mayores molestias,
y á veces vejaciones, cuando se les piden por las autori-
dades y tribunales, en cuyos casos tienen que trabajar
gratis y con premura.


El párroco, pues, sirve como de notario en todos estos
casos, y tiene su archivo, al cual se refiere en los documen-
tos que espide.


Todavía este año se ha hecho un agravio á esta clase
benemérita, pues so les ha negado el intervenir en las cer-
tificaciones de consentimiento paterno para el matrimonio.
¡Cosa rara! El párroco es , ademas de ministro, en opinión
de unos, ó testigo de mayor escepcion, según otros , notario


( I ) Sé de varios casos, que me han refetido algunos párrocos, de
habérseles amenazado por los ayuntamientos si daban los estados
con exactitud.




34G


que testifica del acto, y tan necesario, que sin su presencia
es nulo, ó tiene el Obispo que autorizar á otro. Según el
axioma filosófico, el que puede lo mas puede lo menos, y,
con todo, al párroco español, que puede certificar del con-
trato matrimonial, se le ba prohibido certificar de los pre-
liminares del contrato, embrollando para ello leyes que ha-
blan del notariado curial, y suponiendo que no tendrían
protocolos á que referirse. Pues que', ¿no podían en los mis-
mos libros de matrimonios estender las partidas de consen-
timiento paterno y referirse á ellos en sus certificaciones?


Mas en el caso de plantearse la libertad de cultos, seria
preciso organizar el registro civil con mas gastos y esmero,
y las autoridades civiles tendrían que ser menos exigentes
con los párrocos en todas estas materias, pues no se ve la
razón para que continuaran ciertas prácticas, que aun hoy
dia la unidad de cultos y las buenas y armoniosas relacio-
nes entre ambos poderes apenas hacen soportables.


Bien pudieran, quizás, añadirse mas observaciones res-
pecto á las desventajas que bajo el aspecto canónico se ha-
bían de seguir al poder civil del planteamiento de la liber-
tad do cultos. He puesto las que y o alcanzo; probablemente
se me habrán olvidado ó no habré alcanzado algunas muy
importantes: de seguro que la esperiencia acreditaría otras
muchas y mas difíciles. Sirvan de muestra las que acabo de
aducir.


Con respecto á la Santa Sede, es muy posible que esta, no
llevase las cosas al estremo, si es que veia algún medio de-
coroso de conciliación, ni tampoco puede caber en mímente
el prejuzgar lo que entonces haría, Fuera esto un orgullo
ridículo y petulante, tratándose de quien es, á la vez que
Maestro, Padre universal de todos los católicos, y que, como
tal, corrige enseñando •paternalmente.


Por mi parte, como buen español, así como no deseo la
pluralidad de cultos, tampoco desearé que nuestra patria




347


quede privada de los privilegios, honores y gracias otorga-
das á ella ó á sus monarcas, en premio de la unidad religio-
sa; pero si la Santa Sede nos despojaba de ellos en castigo
de haberla perdido, aunque con dolor, y sin culpa ninguna
por mi parte y la de todos los buenos, reconoceria la just i -
cia del castigo.






C A P Í T U L O V I I I .


La libertad de cultos termina por la negación de todo
culto y la tiranía del Catolicismo.


§. Cl. Idea de este capítulo final.


El epígrafe de este capítulo hubiera parecido una exa-
geración, un capricho de fantasía al suponer que la liber-
tad de cultos envuelve en su último resultado la negación
de todo culto; pero al acompañar esta idea antitética con la
idea del solidarismo, los que sopan á lo que este se reduce,
la presión y la tiranía que ejerce donde esta epidemia prin-
cipia á cundir, comenzarán también á ver con claridad en
esta materia, y convencerse de la horrible tiranía que en-
vuelve la mal llamada libertad de cultos. A l a manera que
la pretendida reforma protestante ora todo menos reforma,


y se apellidaba así cuando era una completa relajación, así
la pluralidad de cultos, bajo el halagüeño nombre de liber-
tad y de culto, envuelve, en vez de libertad, tiranía, y en
vez do culto, la negación de Dios, do tocia moral, de toda
religión, y, por consiguiente, de todo culto; porque, negada


la existencia de Aquel y de estos dos, ¿á quién se dirigi-
rá el culto, ni qué objeto podrá tener?


Para probar la verdad de lo dicho en el epígrafe de este
capítulo, voy á dar idea de lo (pie es el solidario y de la,
tiranía que los malvados que á esta secta pertenecen des-
plegan contra toda religión y todo culto; y si probare que
las sociedades modernas, corrompidas por la sensualidad,
vejadas por la político-manía, descreídas, egoístas, sin creen-
cia ninguna fija, guiadas solamente por el interés, el orgullo
y la ambición caminan al solidarismo, quedará también




350


(1) De estas negaciones en el Congreso de Gante se habló ya.


probado que caminan á la negación de todo culto y á la
tiranía de los existentes, y principalmente del católico.


§. 62. El solidario.


Pocos años há que no se conocía esta palabra en el sen-
tido antircligioso que hoy tiene: los Diccionarios, por muy
modernos que sean, no le dan la significación horrible (pie
hoy se le da. El solidario es un hombre que no solamente
no es católico, pero tampoco protestante, israelita ni musul-
mán. N o profesa religión alguna, se burla de todas, y para
él tan ridículo es el protestante como el católico, el musul-
mán como el judío. No cree en Dios ; no cree en la inmorta-
lidad del alma; es materialista práctico; se burla de todos
los cultos y de todas las creencias religiosas , y las persigue
no solamente con el sarcasmo, sino también con toda clase
de inti'igas y felonías que pueda emplear. Como no admite
el principio sobrenatural, ni cosa ninguna espiritual, ni
tampoco noción alguna de moral pública ni privada (1),
para él todos los medios son lícitos , con tal que conduzcan
á su fin: las palabras honor, decoro, probidad ó moralitlad
son términos vagos que se usan, siguiendo una rutina; pero
en el fondo nada, absolutamente nada significan para él.


Hasta aquí nada hallamos en el solidario que no hayan
tenido los secuaces de otras sectas. A fines del siglo pasado
habia lo que se llamaba esprits forts (espíritus fuertes), que
se apellidaban á sí mismos filósofos, profanando este nom-
bre, y llegando hasta el punto de hacer odioso lo que debe
ser objeto de aprecio y alta estima.


Los volterianos, los jacobinos, los sans-culots eran todos
razas de gente descreída que hacia alarde público de ateis-
mo é impiedad, si bien las dos últimas especies tenían ade-
mas un carácter político de ferocidad sanguinaria y ester-
minadora, cosa de que no adolecían los volterianos, gente por
lo común aristocrática y de letras, que se mofaba de toda




351


idea religiosa, amiga del sibaritismo y la opulencia, y á la
cual debió sorprender no poco la aparición del sansculo-
tismo, (pie tampoco creia en Dios, pero que ahorcaba á los
aristócratas, aunque fuesen volterianos. Esta variante no
entraba en sus cálculos. Pero, en medio de todo, aquellos
hombres necesitaban creer. Los mismos asesinos de Paris
organizaron el culto de la Razón , idea estúpida y digna de
aquella gente. Lo que sucedió en la catedral do Paris el
dia en que se organizó aquel culto teatral y ridículo, y
los cínicos horrores de sensualidad á que se destinaron las
capillas de aquel edificio, no son para repetidos. El mismo
Robespierre, al condenar á la guillotina al malvado ex -
capuchino Chaumette, inventor de acpiellas farsas y direc-
tor de aquellos misterios de obscenidad, decia (pie con cien
vidas no pagaría aquel malvado las villanías de aquel dia
infame. Pero, al fin, tanto ellos como los que luego inven-
taron el culto de la Naturaleza y otros, reconocían la nece-
sidad de sustituir el culto y las creencias del Cristianismo
con otro culto y otras doctrinas religiosas, cualesquiera que
fuesen.


Lamennais alcanzó á conocer al indiferentista, y lo
batió en todos conceptos. Cansados todos de los horrores
de la Revolución francesa y de las guerras napoleónicas,
sentian necesidad de descansar. El indiferentismo era la
especie de descanso que tomaban entonces las razo-
nes estraviadas: por no agitarse, por no moverse, les er«\
indiferente el error ó la verdad. Creiau (pie debia haber un
culto para el pueblo, para el vulgo, que se debían ahorrar
disputas religiosas, que todas las religiones venían á ser lo
mismo; pero ellos, como gente superior, ilustrada y des-
preocupada, no debían atenerse á esas esterioridades, sino
en la parto oficial; pues si el gobierno lo mandaba debían
llenarse aquellas ritualidades sin vacilar, cualquiera que
fuese la ceremonia mandada por este, sin perjuicio de reírse
do ella en sus adentros y en sus conversaciones privadas.
De 1814 á 1830 la mayor parte de los funcionarios públi-
cos creían en Dios de real orden. Tal era el indiferentismo




352


que corroía la Europa. Era una evolución del volteria-
nismo.


En España no solamente los enemigos de Fernando VII,
sino también muchos de sus partidarios, eran volterianos,
se habían educado al calor de las doctrinas enciclopé-
dicas y vivían en la mas completa indiferencia religiosa,
pero sin faltar á las esterioridades.


La revolución de 1830 y las luchas consiguientes, no
solamente en Francia, sino en Bélgica, España y otros
puntos de Europa, sacaron á esta de semejante marasmo:
desde 1850 principió ya una fuerte oscitación, y cada uno
marchó á ocupar su puesto. A l indiferentismo sucedió la
negación completa, el ateísmo desvergonzado y agresivo, el
volterianismo con todo su pedantesco aparato de seudo-filo-
sofía, crítica, sarcasmo y erudición en ciencias naturales: vol-
vieron á presentarse como nuevos los argumentos ya pulve-
rizados, y o l racionalismo concluyó de destruir al protestan-
tismo en Bélgica, Prusia y la parte septentrional de Francia.


El inglés, cargado de Biblias, se queda sorprendido al
oír que la mayoría protestante niega ya la divinidad de la
Sagrada Escritura, que duda de sus relaciones históricas, y
se rio de los milagros y de todo lo sobrenatural. Un
Obispo inglés (Colenso), niega la divina inspiración de la
Biblia, y, á pesar de eso, el dromedario inglés viene cargado
de volúmenes de ese mismo libro, en que ya no creen sus
lores, y con seriedad cómica nos lo alarga cual si no lo co-
nociéramos.


Pero el volterianismo de la segunda mitad de nuestro
siglo acal>a de entrar en otro período nuevo : ya no se con-
tenta con ser descreído, cínico y burlón, sino que toma un
carácter agresivo, tiránico, intolerante. Ya no se trata de la
tolerancia de religiones y de la libertad de cultos : se trata
de acabar con todas las religiones y con todo culto. No es
ya ni el sarcasmo ni la indiferencia, os ya la agresión y la in-
tolerancia : no es ya contra el Catolicismo y el Cristianismo,
es contra toda creencia religiosa, contra toda manifestación
de ella, contra todo culto.




353


2 3


El solidario no cree en Dios , no cree en el alma, no cree
en lo sobrenatural; no cree ni aun en las sibilíticas frases
del krausista, que pinta aun Dios tonto y holgazán, á quien
lo mismo importa el bien que el mal , y á la humanidad la
convierte en un Dios. El solidario se compromete á no pro-
fesar ninguna religión y despreciarlas todas ; no casarse á
la faz de la Iglesia, no bautizar á- los hijos que nazcan de
su concubinato, no asistir á ningún acto religioso, ni admi-
tir ninrnm culto, no tratar con ninsnm sacerdote de nin-
gimo de ellos, no llamarlos al fin de la vida, no consentir
que los llamen sus amigos, rodear á estos de las mas esqui-
sitas precauciones cuando estén enfermos, á fin de que no
se acerque á su lecho ningún sacerdote, aunque el mori-
bundo lo reclame.


Así murió Voltaire: en vano reclamó un sacerdote; sus
amigos, sus verdugos, impidieron que llegara hasta su le-
cho. Pero esto era un caso aislado: faltaba erigirlo en sis-
tema, organizado, y que los volterianos murieran como mu-
rió el jefe de la secta. Esta organización es horrible, aun
cuando uno se haya obligado á ella in solidmn para sí y
para sus amigos. Pero el solidario no se contenta con eso:
su carácter no es la indiferencia, sino la agresión. Persigue
todos los cultos, y principalmente el católico; lo impide en
cuanto puede, intriga para aislar al católico, impedirle re-
cibir los Sacramentos, tiranizar su conciencia, acelerar su
agonía, hacerle morir en el aislamiento, y ademas infamar
su memoria, suponiendo que no quiso recibir los Sacramen-
tos, y que ha muerto fuera déla Iglesia. El párroco, que te-
nia otra idea de su feligrés, reclamará contra esta tira-
nía ; pero los solidarios que le rodeaban declararán, todos
unánimes, que juró ser solidario, y se negó á que se lla-
mara á ningún cura. Su cadáver no recibirá los honores de
la sepultura eclesiástica; y si algún pariente piadoso pone
una cruz sobre su tumba, ó un signo religioso en su lápida
mortuoria, los solidarios la arrancarán, diciendo que el di-
funto protestó contra esas supersticiones, y rogó á sus ami-
gos libraran de ellas á sus mismos restos mortales.




354


Ved á ese joven que se retuerce en su lecho de agonía,
y pide á voces que le traigan un sacerdote. Es un pintor de
Bruselas, que, llevado de sus pasiones fogosas, ha descui-
dado por algunos años las prácticas del Catolicismo, que le
ensoñó su piadosa madre. Por desgracia suya se ha juntado
con malas compañías, y entre sus amigos se cuentan algu-
nos solidarios. La melancolía se apodera do é l : principia á
trazar el boceto de un asunto religioso, y al encontrar á
otro amigo católico envidia la tranquilidad de este, y le re-
vela algunos secretos de su alma, lacerada por los remordi-
mientos. Pocos dias después, enfermo do gravedad, encarga
se llame á su amigo ; poro el amigo no llega: se le dice que
le desprecia. Suplica se avise al párroco; pero el médico, la
asistenta, los amigos le disuaden de ello: insta, llora, grita;
nada consigue: la asistenta es solidaria, y vitupera su fa-
natismo. Entonces conoce la red que so 1c ha tendido: quiere
arrastrarse al balcón para pedir auxilio, se le hace volver á
la cama, echándole en cara que compromete su salud, y ame-
nazándole con la camisa de fuerza. Los amigos que llegan á
la casa son despedidos ; el médico, también solidario, ha
prohibido que hable, que le vea nadie. Sospéchase el com-
plot, trátase de valerse de la autoridad ; pero en Bruselas
hay ocho mil solidarios; lo son muchas autoridades ; lo son
públicamente dos ministros de la Corona, Las reclamacio-
nes serán vanas y ademas tardías, porque el pintor ha
muerto, y ha muerto como solidario. La desesperación
aceleró sus últimos momentos. ¿Solamente la desespera-
ción...? Si los parientes, si los amigos murmuran sobre
esto, se les amenazará con los tribunales; los asistentes
contarán su proeza, y se jactarán de ella casi públicamen-
te ; pero si les llaman á declarar dirán, bajo juramento,
que es falso todo lo que han referido como cierto una hora
antes.


Estos hombres son verdugos : ¿qué diferencia hay en-
tre ellos y el indio estrangulador cpie ahorca á otro indio
por devoción á su dios? De este modo la inqiiedad hace re-
troceder á la civilización, y reproduce en medio de los




355


países cultos las escenas de la barbarie mas horrible.
El solidarismo está ya organizado en Bélgica , se orga-


niza en Francia y en Italia, y se organizará en España,
Elementos para ello no faltan, y no pocos principian ya á
tirar la máscara de catolicismo con que hasta pocos meses,
há encubrían su impiedad grosera.


Véase, pues, la tiranía do las conciencias y la negación
de todo culto erigidas on sistema. ¿Para qué quiere un soli-
dario la libertad de cultos si él no quiere culto y lo impide
á los demás? ¿Por qué habla de libertad el tirano de con-
ciencias, el verdugo odioso de sus semejantes, la hiena asque-
rosa que profana hasta los sepulcros ?


—Porque así como en política entiende por libertad la
anarquía, la demagogia y el libertinaje mas cínico é inde-
cente, aun á costa de sus conciudadanos, del orden público
y de todo lo mas sagrado que tienen la patria, la propiedad
y el honor , negando á los demás la verdadera libertad,
así en Religión entiende por libertad la impiedad, la here-
j í a , la blasfemia , la irrisión do todo culto , la incredulidad
absoluta y la tiranía de todas las creencias. Su moral , su
religión y su política son homogéneas. Predica la libertad
con el garrote á ios (pie no couvienen con él en política, y
la religión la predica con el dogal , estrangulando al que
pretende invocar á Dios en su agonía.


Las relaciones entro la francmasonería y el solidarismo
y sus divergencias llevarían este párrafo mucho mas allá
dé l o s términos que debe guardar. Por ese motivo, y para
completar este cuadro, pueden verse en los Apéndices al-
gunos apuntes relativos á esta materia.


La francmasonería es esencialmente librecultista, y ha
sido la que principalmente ha hecho cundir por Europa es-
tas ideas. Su origen judaico lo suministró los signos y le
dio ese carácter cosmopolita peculiar de aquella religión,
cuyos sectarios no tienen patria, y llevan su maldición por
toda la superficie de la tierra. El judío , atrayendo á sus lo-
gias á todos los herejes, disidentes y descreídos de todas las
religiones, pudo así tener una importancia que las leyes le




350


(1) Ambas se hallan consignadas en el hermoso discurso pronun
ciado por el vizconde de Kerckhove en la segunda sesión del Con-
greso segundo de Malinas, páginas 53 y 54. Rl señor vizconde, que
estuvo en Madrid de embajador de Turquía, ha escrito después un
folleto en S.° que se titula Y a til encoré des catholiqíieslibéraux/
Su precio 25 c e n t s .


negaban, y que no siempre lograba, á posar de sus cau-
dales.


Pero entre la francmasonería y el solidarismo hay la
diferencia que entre la astucia y la fuerza violenta y agre-
siva. El primero marcha al fin pausada y sigilosamente; el
segundo de una manera brutal, franca y desembarazada: el
primero profana las cosas santas; el segundo las destruye.
La política de ambos se reasume, con respecto á sus tenden-
cias religiosas, en dos frases ya célebres en Bélgica (1):


El Catolicismo ha de ser derribado legalmente ó abati-
do •revolucionariamente (masonería).


La negación de B i os es la, paz del alma (solidarismo).
Veamos el porvenir de ambos.


§. 63 . La verdad sin disfraz, y el porvenir.


He probado ya (pie el solidarismo es la tiranía ejercida
por la impiedad sobre las conciencias, que es la negación
de todo culto y de toda religión; que es el materialismo
práctico q u e , saliendo feroz de sus cavernas, se muestra
agresivo, inmoral, cínico, tirano y fanático, no contentán-
dose con no creer y con el sarcasmo, sino forzando á los
demás á que no crean ó á que aparezcan como si no creye-
ran, violentando de este modo la libertad hasta en lo mas
sagrado de la conciencia.


La existencia de esta plaga horrible de tiranos y ver-
dugos, que en pleno siglo xrx renuevan algunas de las
horribles tradiciones de los albigenses y do otros fanáticos,
es indudable. Estará muy atrasado de noticias el que las
ignore. Si ellos las ocultaran, podrían ponerse en duda; pero
lejos de eso, hacen público alarde de su falta completa de




337


(1) La Obra de funerales de los pobres, establecida en Bruselas,
se presentó al Rey Leopoldo, y obtuvo de él, no solamente socorros,
sino elogios, diciendo, que al favorecer a las clases desvalidas se
oponían á que se las llevara á ese estado salvaje, á donde algunos
querrían conducirlas. Los solidarios se ofendieron de estas palabras.
Dos de sus ministros, que lo eran, reclamaron contra ellas, y el Rey-
tuvo que darles una satisfacción. Este acaba de morir.


creencias, y se reirían de cualquiera que dudara de la exis-
tencia de su secta. El nombre de solidarios no se les lia-
dado , lo han tomado ellos, lo dicen, lo propalan. X o es una
sociedad secreta, antes hace alarde público de su existen-
cia. Está al lado del Rey Leopoldo, y el Rey la temo (I ) .
Y con todo, los solidarios hacen alarde de ser librecultistas.
Mas ellos, que se ríen de toda religión y de todo culto,
¿para qué quieren la libertad do cultos? Para ellos basta la
de conciencia. En España, por ejemplo, si no hay solidarios
organizados, hay millares de españoles que viven como ellos,
sin que la ley y la Religión les molesten, á no ser impruden-
tes y agresivos de palabra, obra ú escrito, en cuyo caso
puedo asegurarse que no se castiga su opinión, sino su agre-
sión y su imprudencia.


X o haré y o el agravio á varios de los librecultistas es-
pañoles de suponerles solidarios, cuando me consta su cato-
licismo, y que al proclamar la libertad de cultos, como prin-
cipio general, ni piensan dejar de ser católicos, ni creen que
las sectas disidentes hagan prosélitos. Pero al tornar parte
en esta puja de liberalismo, porque no se diga que son me-
nos liberales (pie otros, miran por sus opiniones políticas
mas que por las religiosas, mas por su amor propio que por
el amor divino, mas por una cuestión de orgullo que por el
bien de las almas ; y entro la libertad de cultos con sus
mentiras y errores y la palabra do "Dios, que es Verdad y
vida, pedieren el error á la verdad, la herejía al Catoli-
cismo.


Querer negar esto os cerrar los ojos á la l u z , es aluci-
narse por no ver la verdad ; es aquello que se dice : JVb-
luit iii/'d.J i;je re id aude taje red; porque, indudablemente, el
que admite la causa quiere los efectos, y el que concede el




358


antecedente, no puede menos do admitir las consecuencias.
Las consecuencias ya sabemos cuáles son : la autorización
oficial del error, la ofensa á la verdad, la propagación de las
malas doctrinas, la pérdida do muchas almas, que en otro
caso rpiizás se salvarían, la división de los ánimos, y , en
último resultado, la negación de todo culto y la tiranía so-
bre todo de los católicos por el cinismo solidario.


La progresión es la siguiente, según acredita la espe-
riencia.


Principiase por pedir la libertad de cultos para las co-
muniones cristianas, y aun también para la israelita. Pro-
híbense las asociaciones cristianas, como en Francia, ó se
so las persigue, apedreando sus ventanas y ofendiendo con
groseros insultos á sus individuos, como en Bélgica.


Después se pide la igualdad de cultos: así la están re-
clamando hoy dia los protestantes franceses, aunque están
en la proporción de uno á veinte con respecto á los católicos.
Desaparece con esto el carácter oficial del Catolicismo, y el
Estado se declara ateo prescindiendo de todo culto.


En pos de la nivelación de cultos, rebajado ya el cató-
lico al par del protestante y el israelita-, viene la negación
de subvenciones por el Estado para ningún culto, y la supe-
ditación de todos ellos por igual á la autoridad civil, á pre-
testo de orden público y de evitar discordias.


Viene en seguida de esta negación el solidarismo, que
no contento con negar todo culto público y privado, y toda
religión y moral, intenta suprimirlas á la fuerza, valiéndose
para ello del sarcasmo, la intriga y la intimidación, y si
puede la violencia.


l.° Libertad de cultos.
2." Igualdad ó nivelación de cultos.
3." Negación do subvención á todo culto priblico.
4." Agresión violenta y tiránica contra todo culto , y


principalmente el católico.
Italia está en el primer período. Francia va entrando


en el segundo. Varios Estados de Alemania pretenden po-
nerse en el tercero, y Bélgica principia á entrar en el cuarto.




Es verdad que los católicos librecultistas no aceptarán
estas consecuencias, las tacharán de exageradas, inverosí­
miles é imposibles. También las hubieran tachado lo mismo
los católicos belgas treinta años Irá, pero con todo hoy son
víctimas de esta opresión, á pesar de su inmensa ma­
yoría,


¿Por qué no acuden á la revolución?
—Porque como católicos no pueden admitirla en prin­


cipio general.
Porque no quieren comprometer la independencia de su


pais, teniendo vecinos ambiciosos.
Porque la lucha fratricida seria atroz y de dudoso éxito,


teniendo los católicos la razón y el número, y sus contra­
rios la fuerza y la osadía de una minoría audaz, que dispo­
ne del Tesoro y no repara en los medios.


Véase á dónde ha traído la libertad de cultos á Bélgica
al cabo de treinta años. Ab uno disce, отпев.


Pero en cambio en los Estados­Unidos y en Inglaterra
el Catolicismo medra á espensas de la libertad.


— E s verdad: donde hay tinieblas se enciende luz ; pero
¿por esa razón habremos de apagar las luces y sumergirnos
en tinieblas voluntarias?


. Yo creo que lo mismo en Italia que en España la liber­
tad de cultos no traerá esas tinieblas completas en que
algunos paises de Europa quedaron sumergidos de resultas
de los errores del siglo X V I . Creo que la libertad de cultos
será solo un medio pasajero de purificación para el Catoli­
cismo, en el sentido en que el Salvador decía: Oportet
kwri¡w8 ше; pero ¡ay de los desdichados que contribuyen
á esta purificación ajena, y hacen coro á los malvados y
descreidos que, á protesto de la libertad de cultos, preten­
den solo la negación de todo culto, y principalmente la
ruina del Catolicismo, el cual les estorba mas que los otros!


Es verdad que las puertas del infierno jamás prevale­
cerán contra la Iglesia (portee inferí, non prcevedebunt ad­
vemun шли); poro la promesa de indefectibilidad hecha a l a
Iglesia católica ó universal no se ha hecho á las iglesias




3G0


particulares, y la desaparición del Catolicismo en muchas
de ellas durante el siglo x v i nos lo manifiesta así.


Verdad es también que ahora, al paso que el sol se oculta
en algunas, parece amanecer en otras, y se verifica el desea-
do post tenebras apero lucera.


Con todo, yo hallo preferible el quo un pais sea seme-
jante al cielo, donde la luz es perpetua, donde no hay som-
bra alguna, donde Dios es el Sol indefectible que lo alumbra
todo.


Lux vera, qua: üluminat oranem homincm
veiiientem in hunc inundara.


§ . 6 4 . Bendiciones y maldiciones.


No concluiré este tratado sin copiar en parto el capí-
tulo X X V I I I del Deulcronmaio, y á la verdad que no pudie-
ra poner ni idear mas alta ni mas oportuna conclusión para
mi trabajo.


Es Moisés, mejor dicho, es el mismo Dios por boca de
Moisés, el que se dirige al pueblo fiel, al único pueblo fiel
y unitario quo había á la sazón en toda la tierra, y al pres-
cribirle la observancia de la ley y de sus ritos, esto es, su
culto, y renovar la prohibición de adorar dioses ajenos, ó
tener libertad de cultos, bendice la unidad, ofreciéndole sus
favores espirituales y temporales, y amenaza la pluralidad
con las maldiciones y execración mas terribles. Son estas
muy estensas, y algunas de ellas espresadas en lenguaje
simbólico. N o las copiaré aquí todas por no alargar el testo
siendo fácil verlas en la Santa Biblia, y con toda la ener-
gía y concisión que en latín tienen.


"Si oyeres la voz del Señor tu Dios y cumples todos sus
mandamientos, el Señor te ensalzará sobre todas las gentes
que moran en la tierra.


11 Bendito serás en la ciudad, bendito en el campo.
H Bendito el fruto de tu vientre, benditos también los


frutos de tus tierras, las crias de tus ganados y los rediles
de tus ovejas.




361


nBenditos tus graneros, benditos tus ahorros.
iiA. tu presencia huirán tus enemigos: por un camino


vendrán, y por siete echarán á huir.
n Abrirá el Señor su tesoro, que es el cielo, y te dará las


lluvias al tiempo conveniente.
M.K1 Señor te pondrá á la cabeza y no te dejará á la cola,


y estarás siempre encima y no debajo.
ii Pero todo esto será si escuchares los Mandamientos del


Señor tu Dios, y no to apartares de ellos; si no siguieres
dioses ajenos, ni ¡es dieres callo.


iiMas si, por el contrario, no quisieres oir al Señor tu
Dios , y guardar sus Mandamientos y ceremonias, vendrán
sobre ti todas estas maldiciones, que to cogerán:


nMaldito serás en la ciudad, maldito en el campo.
nMaldito tu granero, malditos tus ahorros.
nMaiditos los frutos de tu vientre, malditos los de tus


campos, y tus ganados.
nEnviará sobre ti el Señor hambre y necesida^l, hasta


que te deje perdido y arruinado por las invenciones pésimas
con (pie le abandonaste.


iiDe bronce sea el cielo que tengas sobre t i , y de hierro
la tierra que pisas.


nEche el Señor polvo sobre la tierra en vez de agua, y
caiga sobre ti ceniza del cielo, hasta que te veas arruinado-


iiAbandónete el Señor al salir contra tus enemigos; por
un camino vayas, y por siete tengas que huir.


uTus hijos y tus hijas sean entregados á pueblo estraño
á vista tuya, y no tengas valor para impedirlo.


nY todas estas maldiciones vendrán sobre ti, y persi-
guiéndote se apoderarán de ti hasta que mueras, porque no
escuchaste la voz del Señor, ni guardaste sus Mandamien-
tos ni las ceremonias que te encargó. 1 1


Al oir estas maldiciones, no faltará quien se sonría con
desden. Cuando la impiedad llega al estremo, desprecia
todo, hasta la palabra misma de Dios:


Tmpius cum in profundurn vencrit conternnit.




362


Otros dirán : Eso no se ha escrito por mí; eso so referirá
solamente á los israelitas. Pueblos librecultistas hay (pie
nadan en la abundancia, mientras nosotros, con la unidad
de cultos, nos hemos empobrecido.


— ¿ Y desdo cuándo data nuestra decadencia y posterga-
mionto? ¿Desde cuándo han venido todas las plagas sobre
España, en otro tiempo tan opulenta? ¿Desde cuándo fue el
Rey de España cautivo y su suelo fue pisado por los que
antes huian delante de sus tercios? ¿Desde cuándo los ven-
cidos en Pavía y San Quintín se apoderaron do España, y
el país donde no se ponia el sol fue objeto de ludibrio y
postergado entre los últimos de Europa, sino desde que la
impiedad tomó su asiento en las gradas del Trono , y la
Iglesia fue despreciada, y sus bienes malvendidos para pa-
gar deudas que no eran suyas, y sus alhajas profanadas
sirvieron para la molicie cortesana, y la blasfemia y la he-
rejía campearon libremente en el pais que en otro tiempo
pudo apellidarse católico, y donde hoy ¡oh mancilla! hay
que combatir lo que nunca pudieron creer nuestros ma-
yores...?


Yed , pues, lo que pretende la pluralidad de cultos, que
termina por la negación de todo culto.


El triunfo de todos los errores sobre la verdad única.
La legalización civil de la herejía en el Estado y el


ateísmo oficial.
La facultad de obrar mal. erigida en derecho.
El lenitivo del dolor preferido á la salud, el opio ven-


dido como elíxir de vida.




APÉNDICES.
N Ú M E R O 1.°


Libertad de Dios y de los ángeles según Santo Tomás.


No debiendo entrar en cuestiones teológicas acerca de
la libertad Divina, sino hablar el lenguaje vulgar y de todos
conocido, parece conveniente, para mayor claridad y firme-
za en tan delicada materia, consignar el siguiente artícu-
lo de Santo Tomás, en que se fija sencillamente cómo exis-
te la libertad en Dios sin perjuicio de la necesidad de amar
el bien, y sin posibilidad, ni aun remota, de obrar el mal.


Sarama totius thcol., jxirt. i, q. 15, a/rt. x.
Utriim De/es liahe.at l.iherum urbitrinm.
Ad. decimum, sie proceditur. Videtu r qnod, De/u ¡a non


Jtábtat liberu/m arinirium ( í ). Dieit cnine Ifieronimus
•va Hornilla de filio prodigo (et est ep, IJJJ ad, Damasum,
proph finern), "solus Dcus est in quem peccatuui non cadit
nec cadere potest, caitera cum sint liberi arbitrii in utram-
que ])arteni ñecti possunt.n


Liberum, urbitrinm, est facultas redionis et volunlatis
fpui, bonum et malum elif/itur. Sed Deas non vult •ma-
lura, ergo liberum arbitriurn non est in Deo.


Sed contra est qvod dicit Ambrosios in libro II ele
Flde (<-ap. n i , par. ad, médium). Spiritas Sancius dividid,
•singulis, -proüt vult, id est libero voluntatis arbitrio, non
oiecessif<dis obseqvio.


.¡{espondeo di.cendu.m, qnod, liberum arbitrium liabe-
mus respecta eorum qum non, necessu.rio volumus vel na-
turaü instinvtu. Non enim ad liberv/m arbitrium pertmet


(1) Para los que no conozcan la Sianma de Santo Tomás, debe
advertirse que en todos los artículos principia con los argumentos
contra la doctrina verdadera.




3Gi


quod volumus esse felices, sed ad naturale/m instinctum:
undè et odia ammalia, quee naturali instinct a moventur
ad aliqnid, non dicuntur libero arbitrio movevi. Cavi
igitur Deus ex necessitale suona bonitatem velit, alia vero
non ex necessitate ut saprà ostensum est (1) resj/eclu, ilio-
rum, quee non ex necessitate vult, liberum arbitri am habet.


Adprimum ergo dicendwm quod Ilieroniìiws videtnr
exehulere à Dea libevum arbitrium, non simplieilèr, sed
solum quantum ad hoc quod est dejlecti in peccatavi.


Ad secundum elicendum quod cum nudami culpa: dica-
tur per aversionern à bollitale Divina, per quam Deus
omnia vidi, ut saprà ostentimi est (loco citato) manifest um
est quod impossibile est cum malum culpw velie; et timen
ad opposite se liabet in quantum celle potest Ime esse vel
non esse, slcut et nos lion peccando posswmus velie sedere
•vel non sedere.


En tan poco espacio da Santo Tomás una idea mas
exacta de la verdadera libertad, que cuanto so lia dicho en
muy largos tratados. Puede haber libertad sin .(acuitad
para hacer el mal. Esta es una imperfección de la verdade-
ra libertad. Por eso la libertad humana ó moral es imper-
fecta; por eso ni Dios, ni los ángeles, ni los Santos tienen
esa libertad imperfecta; y, con todo, á esa libertad de hacer
el mal, que es la base do la libertad de cultos, se llama el
Dios del siglo x ix .


N U M . 2."


Carta de San Anselmo al Papa Pascual, en que se le
atribuye por los librecultistas una cosa que no dice.


E P I S T O L A X L V I I .


Paschedi Domino et Patri Summo Pontifici, cum re-
verent la amando, Anselmus Ecclesia; Cantuariensis vocal us
Epnscopms, debita/m subjectionern curii oralionibus.


Quoniam causa inter liege ni, Anglorum et me pro
quee vestram olìmadii preesenliam ex maxima parte nota
est vest ree Celsitudini et quee adhàc notificanda sunt per


(1) Art. 3." dé la misma cuestión, muy precioso, en que esplica
que todo lo que Dios ama lo ama necesariamente.




305


jid.elem servum vestrum car issi mum fratrem nostrum
Bcddeurinum latorem, p/rcrsenliam possimi intimavi non
est mihi neeesse inscribenda ilia immorari. Eurndem au-
tem fratrem rerum mearum consilium (cxmsiliarvamì) et
libertatis Ecclesie Dei amatorem (1) ad vestra vestigia
(fastidiai) tamquam me ipsum mitto et ci vicem meam in
audiendo et dicendo committo. Hoc tantum scriba quia
propter restraint, et. amlecessorimn vestrorum obediential!!
et libertatem Ecclesie (2) quas abnegare nolo exulsum ab
Episcopatu atque rebus omnibus expoliatus, in qua, renec
nostra prece nec Consilio vestra eget prudentia. Omnipo-
fens Ecus d/iù vest ram, Sancì ila.tem nobis in prosperilu.te
conserve! incolumen. Àmen.


N Ú M . 3."


Obras que se han tenido en cuenta al escribir este
libro, y conviene conocer para las discusiones que
ocurran sobre pluralidad de cultos (3).


1. Agustín (San) : Sus epístolas al conde Bonifacio.
2. Balines (Jaime), presbítero: El Protestantismo com-


parado con, el Catolicismo en sus relaciones con la civili-
zación europea: cuatro tomos en 8.°, Barcelona, ap. Tau-
ló, 1842. Esta primera edición es mas incorrecta que las
siguientes.


El nombre del escritor basta para recomendar esta obra,
que, traducida á varios idiomas, valió al autor una reputa-
ción europea. De todos sus escritos este es el mas célebre
y conocido.


3. Bel armiño: Controversia'., lib. n i De laicis, cap. x v m ,
Non posse conciliar i (Jatliolieos cum lucreticis: prueba este
asunto con razones y autoridades de Santos Padres; pero


(1) A estas palabras se refiere la cita en el Index rerum notdbi-
lium. Nihit Duat mcu/h diligit iu mundo quam. lihe.rtaie.rn Ecclesice.


(2) Lo mismo dice en la carta siguiente al Obispo Tusculano, en
que dos veces dice lilertatem Ecclencv Dei.


(3) Se citan con preferencia los escritores españoles y sus tra-
ducciones y ediciones, tanto para la mayor facilidad de su adquisi-
ción y manejo, como para demostrar que España en todos tiempos
ha velado mucho y trabajado en esta cuestión.




;366


aun se hallan mas abundantes en el P. Rivadeneira que se
citará luego.


4. Bleda (Fr. Jaeobo) : Defensio Fidel, in causa neo-
phgtorum sive moriscorum Regni Valentía totmsque
HispanitE: Valentiee, 1610, un tomo en 4.°


Es obra rara y muy curiosa, para lo que su mismo tí-
tulo indica; y, sobre todo, para rebatir las falsedades eco-
nómicas, que se han acumulado sobre la espulsion de los
moriscos. El autor era un religioso dominico coetáneo.


5. Bossuet (Benigno), el célebre Obispo de Meaux:
Historia de, las variaciones de la Iglesia protestante sobre
puntos de controversia. La primera traducción de esta obra
se hizo en cuatro tomos en 4.". La reimprimió la Compañía
general de libreros, en cinco tomos en 4.°, y, últimamente,
la Librería, Religiosa,; de modo que esta obra se ha casi
popularizado en España.


(]. Castro (Alfonso de), Zamorano, religioso de la Orden
de San Francisco: Contra heereses et de justa kttrre.tico-
rum pumitione: escrita en 155(1 y dirigida al Emperador
Carlos V. Es un tomo en folio. La primera edición se hizo
en Salamanca. H a y otra de París cíe 1578. Es obra conoci-
da y citada en el estranjero.


7. Cobbet ( W i l l i a m ) : Historia de la Reforma protes-
tante en Inglaterra, é lrlamda.


La primera traducción en castellano so hizo hacia el
año 1821!, á poco tiempo de publicadas aquellas cartas, y
se imprimió en Madrid en dos tomos en 8." marquida.


Posteriormente fue reimpresa por la Librería, Religiosa
en 1850, en dos tomos en 8.°, á los que se añadió otro ter-
cero con el título do Nuevas Cartees á los ministros de, la
Iglesia de Inglaterra, é Irlanda; y para completar el tomo
se añadieron las del Cardenal Wiseman sobre la esterili-
dad de las misiones protestantes.


Catecismo de la unidad religiosa, por un prebendado
de la Santa Iglesia de Toledo: un cuadernito en 8.", impreso
en casa de Aguado.


8. Gabilan (Fr. Diego): Discurso contra los judíos, tra-
ducido del portugués: su autor Fr. Vicente de Costa Matos.
Madrid, 1681. U n tomo en 4.°


9. Eizaguirre (José Ignacio Víctor), presbítero: El Ca-
tolicismo en presencia de sus disidentes, dos tomos en 8.°
mayor. Barcelona: Librería Religiosa, 1850.


El autor, presbítero de Chile, ha logrado reunir en esta
interesante obra un cúmulo de datos estadísticos muy im-




3G7


portante, siendo, por lo tanto, su obra de tan amena como
útil lectura.


10. Lamennais (el Ab. F.): Ensayo sobre la indiferencia
en materia, de Religión. Traducción castellana en 1826:
tomo i de la Biblioteca de Religión, impresa de real orden:
Madrid, ap. Aguado: un tomo en 8.° marquilla. Aunque el
autor claudicó después, con todo, cuando la escribió era ca-
tólico fervoroso, y, por tanto, no debe confundirse esta con
las Palabras de un Creyente, y otras posteriores, en que
deliró lastimosamente. Se anuncia una nueva edición cató-
lica, por los editores de la Revista Católica de Barcelona.


11. Nicolás (Augusto): Da Protestantisme, etc . , París,
1852. Del protestantismo y de todas las herejías en su re-
lación con el socialismo, precedido del examen de un es-
crito de M. Guizot.


Esta preciosa obra se tradujo al punto al castellano: im-
primióse en Madrid en casa de Aguado en un tomo, y tam-
bién la publicó la Librería Religiosa. En el cap. II del li-
bro I I I trata la cuestión de tolerancia.


12. Ribadeneyra (Pedro), de la Compañía de J esus: Tra-
tado de la Religión y virtudes que debe tener el Príncipe
cristiano. Madrid, ap. Madrigal, 15.95 : un tomo en 4.°


La pluralidad de cultos se combate en los capítulos xx i i i
y x x i v del libro I.


Esta obra, interesante como todas las del autor, uno de
nuestros clásicos del siglo X V I , fue traducida al latín por el
P. Juan Oran, con el título Princeps clacisl'nenas adversús
Nicolaum Machiavellum cceterosque hujus temporis polí-
ticos: Antuerpice ap. Trogntesium, 1003: un tomo en 4."


El mismo es autor del curioso libro histórico titulado
Cisma de Inglaterra, obra de mucha estima, pues fue el
P. Rivadeneyra testigo presencial de algunas cosas de las
que refiere.


13. Observaciones sobre el protestantismo en Éramela,:
discurso compuesto para leerlo en el Consejo del Rey de
Francia, traducido al castellano por D. V. de la Fuente: Ma-
drid, 1.842. Imprenta de Aguado : un tomo en 4.°


Un padre filipense, llevado prisionero á Francia en 1 SOS,
á consecuencia de los sucesos del 2 de mayo (el P. I). Ra-
món Cazcarro), poseía un ejemplar de este libro, muy per-
seguido en Francia por los protestantes. Con motivo de las
gestiones cpie se hicieron en 1841 para introducir el pro-
testantismo en España se tradujo este libro, cuya edición
está casi agotada.




368


14. Segur (Mons. L. G.), canónigo de Saint-Denis.
Conversaciones sobre el 'protestantismo actual, obra es-


crita en francés y traducida al castellano por un sacerdote:
Sevilla, 1802: un tomo en 8."


El autor, con ese estilo sencillo é insinuante, pero á la
vez cáustico ó incisivo, que le es peculiar, combate al pro-
testantismo y también la libertad de cultos, rebatiendo las
razones que aquellos alegan mas couummcnte para atraer
á la gente vulgar, motivo por el cual conviene la circula-
ción de este libro entre la gente sencilla, á la cual pudieran
alucinar aquellos.


15. Stapleton (Tilomas) Anglas Sac. theol. Dr. Promp-
tuarkim Galholicmn ad instructionem concionutorum con-
tra hwreticos nostri tem/poris. Lvgduni ap. Juntas 1591.


Esta obra, ya poco conocida, es muy curiosa, y en la
Dominica 5.a después de la Epifanía, con motivo de la pa-
rábola de la zizaña, trata la cuestión de tolerancia con mu-
cha doctrina y citas de Santos Padres.


Thomasino: EdÁts des Princes Chrétieiis en, faveur de
la Religión dcréticnne.


Escribíase por aquel erudito padre al tiempo de la re-
vocación del edicto de Nantes, y es una apología de aque-
lla justísima medida, al paso que manifiesta los inconve-
nientes de la mal entendida tolerancia.


Verstegan ( R i c b . ) : Theatrura crnd/ilitidurn, luerctico-
rum nosiri teiuporis. Antuerpia', 1587: un tomo en 4." con
láminas.


NÚM. 4.°


Discurso de la Iglesia libre en el Estado libre, por el
conde de Montalembert, de la Academia francesa.


Quinta sesión, di a 20 de, agosto de ISdd, tmxo i, pág. IOS
de las actas del Congreso.


No he dudado jamás del catolicismo, talento, nobleza y
buena fe del señor conde. No tengo con respecto á su per-
sona sino respeto, cariño y aun admiración en algunos ca-
sos: lejos de mí toda pasión innoble que, por otra parte,
debiera importarle bien poco en la insignificancia do mi
humilde persona. Sentiría en el alma que cualquiera espre-




369


sion mía dicha ó do las que v oy á decir pudieran lasti-
marle en lo mas mínimo. Soy hombre de escuela, y disputo
como se disputa en las escuelas, donde, si no se deja pasar
ninguna opinión con que no se convenga, en cambio tam-
poco las cal ideaciones pasan de opinión de escuela.


Quería dar íntegro todo el discurso del señor conde,
pero esto hubiera hecho el libro mas estenso y costoso, y
luego muchas de las contestaciones eran ya hacia el final
innecesarias por las que se habían anticipado. Ademas, el
discurso es demasiado político y relativo á Francia, y por
tanto gran parte de él innecesario para nosotros.


Quiero, antes de principiar, responder á un argumento
que embozadamente se me ha hecho, al saber que empren-
día este trabajo, preguntándome con cierto aire de compa-
sión: "¿Quiere V. medirse con el conde de Montalembert?"


A esta pregunta, respondo yo con estas otras:—Los
hombres grandes, ¿aciertan en todo? ¿Quién está mas alto,
el conde de Montalembert, ó Pío IX?


El sugeto á quien respondí con estas otras preguntas no
tuvo á bien contestármelas. Y o siempre he visto que los
pigmeos situados en un monte , si no son mas altos que los
gigantes de la llanura, están mas altos que ellos. •


Pero el conde de Montalembert ha recibido mas de
veinte mil felicitaciones y adhesiones por su discurso.


— Es verdad ; pei'0 le ha firltado una... una que supone
por doscientos millones.


"Eminencias, monseñores, señores:
M D O S motivos me han atraído al seno de este numeroso


Congreso.
ii Vengo, ante todo , por pagar este homenage á la libre


y religiosa Bélgica. Desde los primeros años de mi juven-
tud, aun antes de estar ligado á este noble pais por un víncu-
lo sagrado, teína ya conquistada mi simpática admiración.
Al grito de ¡Libertad como en Bélgica! se formó el partido
católico en Francia, y ha luchado desde 1830 á 1850. De
Bélgica hemos tornado los ejemplos, las ideas, las solucio-
nes, reasumidas en una fórmula que so ha hecho célebre, la
Iglesia libre en el Estenio libre, y que no por habernos sido
robada por un gran culpable deja de ser el símbolo de nues-
tras convicciones y esperanzas.


MAl enarbolar esta divisa, nos proponemos reclamar la


21




370


libertad de la Iglesia, fundada sobre las libertades públi-
cas. Lo que nosotros hemos formulado, Bélgica lo ha cum-
plido. Desde 1830 , con un instinto maravilloso, con una
confianza magnánima, que no se deja abatir por ningún tro-
piezo, ni debilitar por ninguna ingratitud, Bélgica, ca-
tólica y liberal, ha encontrado la solución de los problemas
mas difíciles del nuevo mundo. Ha comprendido las condi-
ciones nuevas de la vida pública y la independencia del po-
der espiritual del poder temporal... (1).


ii Vengo también atraído por la publicidad, por esa
atmósfera de la vida pública, que so respira con tanta ansia,
al salir de eso país, que lia querido ser, al menos por algún
tiempo, el menos libre de todo el Occidente.


( á ) .
nLa vida pública, este glorioso patriotismo de las na-


ciones adultas, este régimen de libertad y de responsabili-
dad, que enseña al hombre el arte de confiar en sí mismo y
de investigarse á sí mismo (sel/ reliadle o.iul sel/ coalrol),
es lo que, por lo común, falta á los católicos modernos fuera
de Bélgica.


HEscclentes en la vida privada, decaen en la vida pú-
blica. Continuamente y por doquiera se ven oprimidos/ve-
jados, vencidos ó engañados por sus émulos, sus antagonis-
tas y opresores, ora por los incrédulos, ora por los protes-
tantes, ora aquí por los demócratas y allí, por los déspotas.


n¡Misterio doloroso y profundo, muy doloroso y muy
humillante, para que se pueda uno conformar en creerlo uni-
versal y permanente (o) i


.i¿Queréis que vayamos á buscar las causas y los reme-
dios? Voy á deciros sin rodeos lo que pienso do esto en el
ocaso de mi carrera, consagrada enteramente á la defensa
de los derechos y libertades del Catolicismo. Sí ; al tratar
ante vosotros una cuestión tan difícil, pero la mas esencial


(1) Habiendo repetido esta frase en la segunda parte de su dis-
curso, el señor conde declaró , después de terminado el Congreso,
que no aludía á la soberanía temporal del Papa.


(2) Sigue el señor conde entonando un idilio político en obse-
quio de la libertad de Bélgica, que los catóiicos belgas agradecerían
que fuese cierto. Lo omito por innecesario.


(3) Y o no hallo aquí ningún misterio, sino una cosa muy senci-
lla, que siempre ha sucedido, que está sucediendo y sucederá; esto
es, el cumplimiento de un aviso de Jesucristo; que los hijos de las
tinieblas son mas astutos que los hijos de la luz. Que la tierra no es
un pais de fel icidad, sino de expiación para los buenos: Et voilá
tout.




do todas, me espongo ti lastimar opiniones y afectos infini-
tamente respetables, perdónese á mis antiguos hábitos de
franqueza parlamentaria, como también a l a urgencia del
examen, á los límites dentro de los cuales debo ceñirme,
y que no me dejarán tiempo do velar ó atenuar mi pensa-
miento, aunque quisiera hacerlo.


r. Puede que me equivoque, pero los católicos son por do-
quiera, menos en Bélgica (1), inferiores á sus adversarios en
ia vida pública, porque todavía no han sacado partido do
la revolución que ha producido la sociedad nueva en la vida-
moderna de los pueblos. Sienten una mezcla insuperable
de embarazo y timidez á vista de la sociedad moderna. Les
mete miedo ( 2 ) : todavía no han aprendido á conocerla,
amarla y practicarla. Muchos de ellos son todavía, sin
figurárselo, del antiguo régimen, por su espíritu, por su
corazón, es decir, de aquel régimen, (pie no admitía ni la
regularidad civil, ni la libertad política, id la libertad ele
conciencia.


ii Usté régimen antiguo tenia su lado grande y bello: no
quiero juzgarlo aquí, ni menos condenarlo. Bástame reco-
nocerle un defecto capital: está muerto, y no resucitará,
en ninguna parte. (Movimiento) (3).


njKs decir que el nuevo orden sea irreprensible? ¡Ojalá!
¿Cumplirá sus promesas? ¿Dará por doquiera la libertad que
anhelamos? Lo dudo (4). Hasta de ahora no se ha logrado,
y si fuera preciso no tendría inconveniente en demostrar,
que en Francia, cien años há, por ejemplo en 1.7(13, había


( 1 ) Si el señor conde hubiera tardado un_ año en pronunciar su
discursease hubiera ahorrado esta cláusula. A los católicos belgas les
está sucediendo allí lo mismo (pie á los denla* de Europa. Para ver-
dades el tiempo, y el tiempo no ha estado con el señor conde.


Sabré todo, yo r¡nisi -ra á los católicos superiores á todos en la
moral, mas que en ios apuntos de ia vida pública.


( 2 ) No es precisamente miedo, es miedo con asco, como el que
dan ciertas sabandijas. Si la impiedad, el ateísmo, el materialismo,
el solidarismo, la francmasonería-gobierno, la inmoralidad y el co -
munismo, no dan miedo y asco al señor conde, en verdad que tiene
un valor algo estraño.


(3) Eso no lo sabe el señor conde. Las resurrecciones históricas
son muy fáciles. Napoleón ITf ha resucitado en Francia cosas que
se creían muertas para siempre, tal como los golpes de Estado, las
mordazas á los periodistas para que chillen ó callen á gusto del go-
bierno, etc. Horacio decia, y muy bien : Multa, renascentnr qwe
jara cecidere, carlentq>v>, qwe nunc sun.t in ¡tonore vocabula. Lo que
sucede con las voces sucede con las costumbres.


(4 ) Hace bien el señor conde en dudarlo, y aun liaría mejor en
negarlo. JVon pniest queráis bonos fructus faceré.




372


un orden de seguridades, libertades individuales, locales y
municipales, cpie no tenemos boy. Pero la cuestión no es
esta. Existe la sociedad nueva, la democracia, para llamar-
la por su nombre (1). Puede asegurarse que ella sola exis-
te, atendiendo á la poca fuerza y vida que tiene lo que no
es ella (2). Ya es soberana en la mitad do Europa, y ma-
ñana lo será en la otra mitad, y no cambiará de princi-
pio ni de naturaleza mientras vivamos nosotros. AI con-
trario, irá siempre desenvolviéndose en el sentido de su
principio.


o Antes do ir mas lejos, me detengo para rechazar una
imputación que me heriría en lo mas vivo. ¿Podrá sospe-
charse de mí que quiera renegar de lo pasado ó calum-
niarlo para predicar el culto de una idea nueva? Por gran-
des y muchos que hayan sido mis defectos, nadie se atre-
verá jamás á echarme en cara que haya adulado á la victo-
ria, ni adorado al sol saliente. (A pía usos -pi'olongadm.) (3).
Mi mano se secará mil veces antes que recomendar esa
bajeza vulgar á mis hermanos, ó á mis padres en la fe.
¡Demasiadas páginas hay en nuestros anales deslucidas con
el humo de un incienso repugnante (4)1 No quiera Dios
que volvamos á ver á los católicos y al clero correr de un
polo á otro del servilismo, aplaudir con beatífica confianza
A los golpes de la fortuna, á los triunfos de la fuerza, y der-
ramar una vez mas sobre los poderes que se suceden, insul-
tando y proscribiendo á sus antecesores, esos torrentes de
elogios que hacían ruborizar á Eenelon. (Carta al duque
de Checreux.) (5).


i. No en verdad, no; si los católicos quisieran escucharme,
no serian mas idólatras del espíritu moderno que del anti-
guo, ni se enamorarían mas de la soberanía del pueblo que


(1) Atención á esta cláusula y la siguiente.
(2) La democracia en Europa y América est;l corrompida moral-


mente ; y si est;í corrompida, jen dónde está su fuerza] Juzgaemos
por España.


(3) Alude á su desacuerdo con el Emperador Napoleón III,
por no haber reconocido el. golpe de Estado.


(4) De buena gana hubiera omitido este párrafo que á nada
conduce, con respecto á la cuestión, y que es un sarcasmo violento,
por los elogios que se dieron al Emperador durante la guerra de
Crimea, mientras aparentó ferviente catolicismo. La Iglesia agra-
dece los favores que se le hacen, aunque sea un pagano quien los
dispensa.


( 5 ) El bueno de Fenelon aduló á LuisXIY mientras creyó sacar
partido por la corte: so hizo ultramontano á mas no poder.




373


del Derecho divino (1), ni confiarían mas en el sufragio
universal eme en la infalibilidad real.


TI En los poderes de aquí bajo nada es infalible, nada es
absoluto, nada perfecto (2). Pero lo esencial es reconocer
en medio de las fuerzas sociales y de los principios políti-
cos lo que ya es añejo y gastado, bien que siempre sean
dignos de nuestros respetos ó de lástima. Lo esencial en.
todas las artes, y sobre todo en la política , que es la
primera de todas, es distinguir lo posible de lo imposible,
la fecundidad de la esterilidad, la vida de la muerte.


iiEn cuanto á m í , no soy demócrata; pero aun soy mo-
nos absolutista (3). Procuro, sobre todo, no ser ciego. Lleno
de deferencia y amor por lo pasado, en lo que tenia de gran-
de y bueno, no desconozco lo presente, y procuro estudiar
el porvenir. Miro delante de mí, y no veo mas que la de-
mocracia (4 ) . Yo veo este diluvio subir, y subir de conti-
nuo, llegar á todo y cubrirlo. (Gen., VTT, v. 18 y 19, Velie-
enenler iitn.trulaoewtU.) Como hombre, probablemente me
espantaría; poro como cristiano nada me espauta, porque
veo el arca al mismo tiempo que el diluvio (porro aerea
ferebatar aupar capias. ) (Grandes aphcasos.) Sobre este
inmenso océano de la democracia, con sus abismos, sus tor-
bellinos, sus escollos, sus calmas bochornosas y sus hura-
canes, la Iglesia sola puede aventurarse sin miedo y sin
desconfianza. Ella sola no naufragará. Ella sola tiene la brú-
jula, (pie no varía, y un piloto que no se equivoca,


nSicndo esto cierto, voy derecho al fondo do las co-


( 1 ) El señor conde debía saber, respecto á este particular, que lo
atribuido á bis doctores católicos sobre el Derecho divino, es una
vulgaridad, que ya rebatió Balines oportunamente. (Protest-vitüm»,
tomo ui, cap. 48 y apéndice de él.) San Pablo dice: Per me Reges reg-
nant; pero ni á él ni A ningún católico se le ocurrió la estravagancia
de que Nerón y Heredes fuesen personalmente Reyes de Derecho
divino. Los impíos lian atribuido á los teólogos sus propios errores.


(2) Suponemos que el señor conde dejará á salvo la infalibili-
dad Pontificia, .maque es cosa de aquí bajo, y fa santidad de la
Iglesia católica.


(3) Tampoco yo soy absolutista; pero aun soy menos demócrata,
y con todo, por mi parte, seria demócrata, muy demócrata, si la de-
mocracia en Europa y América no fuera tan brutal, soez é impía.


(4) El señor conde es corto de vista. Yo también lo soy, y, con
todo, veo en primer término muchas monarquías que no caerán , al
menos por ahora : en segundo término veo la democracia en lonta-
nanza, y detras de la democracia las dictaduras militares con el nom-
bre de Imperio.




374


sas (1) , y asiento arriscadamente esta fórmula. Los católicos
nada tienen que echar de menos del orden antiguo, ni que
temer del orden nuevo. Entiéndase bien el pensamiento.
No digo nada de lo antiguo que admirar-, sino nada de lo
antiguo que echar de menos. No digo nada moderno que
combatir, sino mas bien nada que temer (2).


nTendremos, por el contrario, que combatir mucho, y
siempre; pero, si sabemos manejarnos, seremos invenci-
bles (3). Sí, ciertamente; si al bajar del arca á esto suelo,
que acabo de mostraros cubierto por las olas del diluvio de-
mocrático , á medida que estas olas, después de haberlo in-
vadido y derribado, irán á su vez fluyendo, y dejarán al
descubierto una tierra nueva; si abordamos franca y re-
sueltamente esto nuevo mundo, para elevar allí nuestros al-
tares, y plantar nuestra tienda, fecundarla con nuestros tra-
bajos, purificarla con nuestra abnegación, y luchar contra
los peligros inseparables de la democracia con los inmorta-
les recursos de la libertad; si logramos comprender y cum-
plir este cargo, seremos en tal caso, no inatacables, sino in-
vencibles (4;.


iilniporta fijar el sentido de las palabras, y alejar hasta
la apariencia de equívocos. Cuando hablo de democracia,
entiendo por olla la democracia liberal ( 5 ) por oposición á
la democracia meramente igualitaria, ó sea lo que un pu-
blicista francés ha bautizado con el nombre de democracia
ha/perial. Cuando hablo de libertad, entiendo la libertad
por entero. N o la libertad política sin Ja libertad religiosa,
como sucedía antes en Inglaterra (tí) y sucede hoy día en
Suecia, No la libertad civil sin la libertad política, hipocre-


(1) Ya era hora. Con todo, no se hagan ilusiones los lectores,
pues el señor conde no da las pruebas de lo que dice.


(2) Véase la nota anteriora la pág. 371.
(3) Por lo visto los belgas , á los cuales el señor conde nos pre-


sentaba por modelos, en los años 1804 y 6f> no han sabido manejarse.
Ellos bien han peleado; pero lo cierto es que han sido vencidos.


Se aira que esta derrota no es definitiva; que mas adelante será
otra cosa. Yo respondo á esto con las palabras de los solidarios bel-
gas: i. El Catolicismo ha de ser ó legalmente vencido , ó revolucio-
nariamente aplaatado.ii


(4) Todo este párrafo es pura poesía, lenguaje de imaginación,
sin una prueba ni filosofía,


(5) Eso ya se entendía. Con todo, el Papa en el St/Uabus ha opi-
nado de otro modo. Sigue el autor haciendo política antiimperialista
en este párrafo.


(6) i Y por qué no ahora? ¿Satisface al señor conde el estado ac-
tual de la Iglesia de Irlanda?




sía detestable, que consagra la igualdad bajo el yugo de un
amo, cualquiera que sea (1). No la libertad ilimitada, que
conduciría á un desorden universal (2). N o , en fin, la li-
bertad antigua, la libertad aristocrática, muy venerable,
muy sólida y muy robusta, pero fundada en el privilegio.
Nada de todo esto, sino solo y sencillamente la libertad de-
mocrática fundada sobre el derecho común y sobre la igual-
dad arreglada por la razón y la justicia (3).


i.El porvenir de la sociedad moderna depende de dos
problemas: corregir la democracia por medio de la libertad;
conciliar el Catolicismo con la democracia (Sensación pro-
longada.) ( 4 ) .


IILO primero es lo mas difícil, con mucho, entro los dos
estreñios (.">). Las afinidades naturales de la democracia,
por una parte, con el despotismo, por otra, con el espíritu
revolucionario, son una gran lección do la historia y una
grande amenaza para el porvenir ( 0 ) . Balanceada conti-
nuamente entre estos dos abismos, la democracia moderna
busca penosamente su asiento y su equilibrio moral. No lo
adquirirá sino con el concurso de la .Religión.


nMas á rin do que, los católicos condenados á vivir en
el seno de la democracia, á gusto ó á disgusto, puedan ejer-
cer sobre ella una acción fecunda y saludable, es preciso
que sepan aceptar las condiciones vitales de la sociedad m o -
derna.


«.Sobre todo, es preciso renunciar á la vana esperanza de


( 1 ) Pero cuando los pueblos abusan de su libertad politica, no
hay mas remedí,] que quitársela, como se le quita al loco un cuchi-
llo, aunque sea suyo propio.


(á) bi loiicss tampoco ia libertad ilimitada de los Estados-Uni-
dos. Mr.-i si la jibe'-tad luí de ser limitada, venimos á la cuestión de
siempre, j Cuides son sus límite*?


(3) Sigue ia poesía. ¿Dónde está esa libertad?
(1) Y era para causar sensación. Corregir la democracia con la


libertad, es lo mi-uno que curar á un loco dejándolo suelto, ó querer
enmendar 4 uu muchacho travieso dejándole hacer cuanto se le an-
toje. JJi autor luego entra sin querer en ia buena doctrina : corregir
la democracia con la iveligion.


( 5 ) N o es difícil, sino imposible ; si la democracia es pacífica,
piados,1', y morigerada, r,o necesita corrección: si es impía, agresiva,
inmoral y holgazana, no será la libertad el medio de corregirla.


Por ¡o (ine liece ai segundo estremo, no hay dificultad ni tal pro-
blema. El (Catolicismo se aviene con toda clase de gobiernos . y en-
tre utja monarquía corrompida ó una democracia piadosa, la elección
no es difícil. Pero ¡dónde está esa democracia?


(H) Y para el presente aun mas, pues la democracia en Suiza y
toda Europa, y en casi toda América, es tiránica y revolucionaria.




376


ver renacer un régimen de privilegio, ó una monarquía ab-
soluta favorable al Catolicismo (1).


No basta que esta renuncia sea fácil y sincera; es pre-
ciso protestar clara, atrevida y públicamente contra todo
pensamiento de volver á lo que irrita é inquieta á la socie-
dad moderna.


nNada hay mas imposible boy dia que restablecer ni
aun una sombra de feudalismo ni de teocracia (2). Todo
hombre ilustrado sabe que esos son vanos fantasmas, l ías
con todos los gobiernos y en todos los siglos se ha enga-
ñado á los pueblos por medio de fantasmas. Bélgica lo ha
esperimentado lo mismo (pie Francia. (Aprobación.) No
faltará algún hombre muy ilustrado y perfectamente con-
vencido de la insubsistencia de esos temores que afecta
creer, ó do los peligros (pie denuncia, que por eso deje de
ser menos afanoso en propagarlos, exagerarlos ó esplotarlos
contra nosotros.


PISepamos evitar los lazos que diariamente se nos tien-
den. Sepamos quitar al enemigo los protestos que necesi-
ta (3) para concitar contra nosotros las preocupaciones pú-
blicas y de que procura sacar contra nosotros tan gran par-
tido. Desaprobemos constantemente toda ilusión teocrática
para no ser estérilmente víctimas de las desconfianzas de
la democracia, y para poner á cubierto de las tempestades
del tiempo esa independencia del poder espiritual, que es
ahora mas que nunca, el ínteres supremo de nuestros al-


(1) Por mi parte ni la espero ni la deseo. Creo que lo mismo su-
cederá á casi todos los católicos ; pero estoy muy lejos de suponer
que sea imposible, nivana esperanza, como asegura el señor conde.
Y si una monarquía absoluta fuera favorable al Catolicismo, los ca-
tólicos la aceptarán, no por absoluta, sino por favorable; y si una
monarquía absoluta se muestra hostil, los católicos la desecharán
aunque sea absoluta. Tal sucede hoy dia con el absolutismo imperial
de Francia.


(2) Protesto contra el abuso de esa palabra : teocracia es el go-
bierno de Dios: teocracia es el gobierno del universo. El santo nom-
bre de Dios no se pronuncia entre católicos sin respeto : lianctam et
terribile nomen ejus. Es preciso que los católicos dejen quieta esa pa-
labra. — Con respecto al feudalismo, debe observar el señor conde
que si ha desaparecido aquel ha quedado la oligarquía con su caci-
quismo, y allá ae van.


(3) ¡Quitar pretestos! estoes demasiado candoroso: los protes-
tos nunca faltan. El señor conde ¿no ha leido la fábula de El Lobo y
el Cordero, que escribió Fedro acerca de los pretestos?


El Catolicismo tiene doctrinas mas sólidas en esta parte: el te-
mor pueril á los pretestos de acusación suele hacer incurrir en otros
inconvenientes.




377


mas y de nuestras conciencias: proclamemos en toda oca-
sión la independencia del poder civil (1) como lo han he -
cho en varias ocasiones y con tanta autoridad los Obispos
de Bélgica (2).


ti Bien mirado, creo rpie las tendencias y las voluntades
invencibles (M) de la democracia se pueden reducir á dos
principios: ante t odo , el derecho que tienen todos para as-
pirar á todo, es decir, la igualdad política, y después, la su-
presión de todo privilegio y do toda sujeción en materia
de Religión, es decir, la libertad de cultos. Creer que con
estas dos condiciones se pueda sentar la democracia sobre
bases sólidas é inquebrantables, seria una tontería lamen-
table. Pero en el fondo, tal cual os, esa viene á ser su ten-
dencia. Es verdad que á eso tiende irresistiblemente. Una
vez que esté asegurada en esos dos estreñios, la democracia
moderna se duerme fácilmente en una seguridad peligrosa
respecto de lo demás. Para inocularlo el sentido, el gusto
y la necesidad de la libertad pública, es preciso hacer un
esfuerzo generoso y continuo, un esfuerzo para el cual la
conciencia de los católicos es mas propia y mas interesada
que ninguna otra, porque á la Religión católica es á la (pie
mas lo importa que la democracia llegue á ser liberal y la
libertad llegue á ser cristiana (4).


„Xo luiy cosa que Dios quiera mas en el mímelo que la
libertad de su Iglesia ( 5 ) . Así lo ha dicho San Anselmo en


(1) ¡Oh, y en verdad que el gobierno belga es independiente de
hecho y de derecho! y lo ha sido al nombrar en noviembre de 1865
para ministro de Cultos nada menos 4 M. Bara, que hace tres años
estaba estudiando en la universidad de Gante, y que ao solamente
es solidario rabioso, sino que se ha declarado públicamente enemi-
go de Jesucristo, del Evangelio y de toda religión.


(2 ) El señor conde copia aquí un trozo de la obra de M. Kettler,
Obispo de Maguncia, titulada Libertad, Autoridad. Iglesia, escri-
ta en 1H(!2, el cual se muestra enemigo del absolutismo. (Jomo nada
añade mas que la opinión personal del autor, se omite por brevedad.


(3) Con perdón del señor conde, creo que tiene algunos otros
todavía peores. La democracia moderna, manejada esclusivamente
por la francmasonería, tiene los mismos fines que esta, y se necesita
estar muy ciego para no verlo.


(4) Nuestros lectores observarán que en este párrafo, como en
casi todos los anteriores, no hay razón alguna, sino solamente las
ideas del señor conde en obsequio de la democracia, con ninguna de
las cuales estoy conforme.


Como en esto de político-manía cada uno puede pensar á gusto,
no creo necesario sustituir mis observaciones y creencias á las suyas.


(5 ) Queda probado en el párrafo 3 4 , pág. 1 9 9 , que esta cita del
señor conde no es exacta. Véase también el apéndice 2 . ° , pág. 3 S 5 .




378


un testo mil veces citado desde que lo saqué á luz durante
la lucha contra el monopolio universitario. La libertad es,
pues, para la Iglesia el primer bien , la primera necesi-
dad (I) . Pero la Iglesia no puedo ser libro sino en el seno de
la libertad general (2). Ninguna libertad particular, y la do
la Iglesia menos que ninguna otra, puede existir hoy di a
sino bajo la seguridad de la libertad común (3). Otra cosa
era en los grandes siglos de la historia cristiana. Nuestros
padres no conocian la libertad sino bajo la forma de privi-
legio, y los privilegios eran tan numerosos, tan varios y tan
sostenidos por el espíritu de corporación y la energía per-
sonal, que llegaron á. formar por mucho tiempo un conjunto
formidable y suficiente para las seguridades públicas (4).
La Iglesia, sobro todo, que había sido la primera en con-
quistar y asegurar su propia libertad, ofrecía comunmente
á las libertades públicas ó individuales un asilo y la protec-
ción (pie necesitaban. Y cuando la monarquía absoluta (5)
hubo destruido y reemplazado por todas paites las liberta-
des do la Edad .Media, el poderío y las inmunidades de la
Iglesia,, mas ó menos respetados, parecieron á Jos ojos de
los pueblos una compensación mas ó menos suficiente de
todo lo (pie los príncipes les habían quitado. Pero los tiem-
pos han cambiado, y so han olvidado los servicios que pres-
tó la Iglesia como corporación privilegiada (U). Todo privi-


(1) Esta proposición no es cierta, ni teológica ni canónicamente.
La libertad es un ur.oi bien y muy necesario para la Iglesia; pero no
el primero. L a pureza del dogma y la santidad de las costumbres son
bienes mayores.


(2) El señor conde tiene una idea equivocada y poco teológica
acerca de la libertad de la Iglesia, El ¡a considera , como los políti-
cos, cual una cosa esterna y que necesita recibir, siendo asi que la
libertad do la Tidesia es interna, sujetiva, esencial á ella y derivada
de su propia constitución, como queda probado.


(3) lY por qué no? Lo que sucedió otras veces puede suceder
ahora.


(4) Eso era en Francia. En España habia entonces, sin privile-
gios, tanta ó mas libertad civil que ahora.


(5) La monarquía absoluta nada tiene que ver con la cuestión.
En España la importaron los tíorbones y los franceses que vinieron
con ellos, y suprimieron las Cortes, quitaron sus fueros y libertades
á la Corona oe Aragón, y exageraron las regalías al estilo galicano.
Maeanaz, instrumento de ellos y regalista exageradísimo , era abso-
lutista rabioso hasta el servilismo.


((i) Como ei señor conde no está muy fuerte en teología ni en
Derecho canónico, dice cosas algo inconvenientes, ¿De dónde saca
el que las inmunidades de la Iglesia sean derivadas de un privilegio?
Pues qué, jno dice el Concilio de Trente que los príncipes católicos
deben guardar la inmunidad eclesiástica, "Dei ordinatione et sacris




S7D


íogio, por antiguo, por inofensivo, por legítimo que sea, re-
pugna á nuestras generaciones anhelantes de igualdad, y
que jamás propenderán á sacrificar Ja libertad, no solamente
de algunos, sino de muchos, á los peligros ficticios que los
falsos profetas lo harán entrever por su ídolo (1 ) .


nEl reclamar para la Religión católica una libertad pri-
vilegiada, como patrimonio inviolable en medio déla escla-
vitud, ó por lo menos de la sumisión general, no es sola-
mente e! colmo de la ilusión, es crearle uno de los peligros
mas formidables (2).


iiPor mi parte, confieso francamente que en esta solida-
ridad de la libertad del Catolicismo con la libertad pública,
veo un progreso real (3). No estraño que otros piensen de
distinto modo, y que se tenga una respetuosa simpatía por
lo que no existe. Me inclino ante estos recuerdos; pero me
levanto y me sublevo contra la idea de que estos recuerdos
se quieran erigir en regla de conciencia, dirigir la acción
católica en el sentido de un pasado, desvanecido ya, y de-
nunciar y condenar á los que rechazan esto utopia.


iiPor lo domas, yo no me quiero meter en teorías, ni
menos en teología (4). Hablo únicamente como político y
como historiador. No respondo por medio do argumentos
dogmáticos á los dogmatizadores (píeme condenan, y á los
cuales yo recuso (5). Invoco los hechos y saco de ellos ense-
ñanzas puramente prácticas, que os propongo. Invoco la


canonibus mncito.m?" ¿Opinará el señor conde con los ultra-regalis-
tas, que no le dan mas origen que el privilegio'?


(1) No sabemos qué ídolo será este : [será la monarquía; ¿Será el
absolutismo! Yo creo que la libertad esterior de la Iglesia está tan
comprometida por la tiranía democrática como por la. monárquica.
En ningún pais del mundo está hoy mas ultrajada la libertad de la
Iglesia, que en la república de Nueva-Granada.


(2 ) Estas son bofetadas al aire. j De dónde saca el señor conde
que la Iglesia, para sostener su inmunidad , necesite deprimir la li-
bertad de los pueblos? El Catolicismo es compatible con todas las
formas de gobierno, y no mata las libertades ajenas por conservarla
suya.


<:5) Si la libertad moderna fuera verdadera libertad, sí; pero el
Catolicismo no puede admitir solidaridad, con una libertad hipócrita
y charlatana que solo tiene las apariencias de libertad, y la parte
mas baja y sórdida de esta: la facultad de hacer el mal.


(4) Mal hecho : la teología ante todo. La política es lo último.
La iglesia nunca posterga la verdad á la utilidad política.


(5) Un católico no puede ni debe desentenderse del dogma en
ninguna cuestión religiosa, y el señor conde habla de dorimatizadores
porque el dogma está contra él. Esos dogmatizadores son Dios en el




380


espericncia, y ved lo que respondo (1). N o existe un solo
pais en el mundo (hablo de pais que valga algo en la opi-
nión, y que influya en los destinos del mundo) (2) donde la
Iglesia pueda dar fondo ó establecerse bajo la protección
esclusiva de un poder cualquiera. Todas las tentativas he-
chas para consolidar ó renovar la antigua alianza del Altar
y del Trono bajo la base del empleo del poder coactivo con-
tra los enemigos de la Iglesia, han fracasado miserable-
mente (3).


uPor el contrario, siempre que le ha sido preciso vivir y
luchar contra estos adversarios, sin poder armar contra ellos
el brazo secular, la Iglesia ha encontrado con maravillosa
rapidez los hermosos dias de su fuerza y de su juventud (I) .


M Al principio de los tiempos modernos, un príncipe ge-
neroso y hábil, que fue á la vez un grande hombre y un
gran Rey, Enrique IV, introducía en Francia la libertad de
conciencia (5) bajo una forma incompleta, pero la única que
entonces podia soportar la sociedad. Al efecto dio el edicto
de Nantes (0). Al punto brilló esa magnífica espansion
del genio, de la disciplina, de la elocuencia, de la piedad, de


Sinai, San Pablo, San Agustín, Santo Tomás, y todos los teólogos y
canonistas sanos, hasta Pió IX inclusive, que condena en el Syllabus
la utopia del señor conde.


¿Tiene derecho ningún católico A rechazar esos dogmatizadores?
(1) Vamos á ver luego que el señor conde se equivoca en la his-


toria tanto como en el dogma, y que la experiencia está contra él.
(2) ¿Dirá esto el señor conde por eliminar á España? En las ideas


desfavorables que abriga contra nuestro pais, es de presumir que así
sea. Con todo, cuando Su Santidad tuvo que huir á Gaeta, España
influyó ventajosamente en los destinos de la Iglesia y del mundo.


(3) Esto no rige con respecto á España: aquí no se han hecho
tales tentativas: la alianza entre el Altar y el Trono data desde el si-
glo vi, y nuestro pais no hace mas que conservar el hecho y el de-
recho.


El señor conde habla como si todo el mundo fuera Francia.
(4) Esta proposición es históricamente falsa. Ni en Inglaterra, ni


en ninguno de los Estado.3 alemanes ha vuelto la Iglesia á tener los
hermosos dias de su juventud, con rapidez ni sin rapidez, y eso que
ha luchado y lucha briosamente. En Irlanda, en Polonia, en gran
parte de Oriente, se sostiene á fuerza de lucha; pero i qué diferencia
entre lo antiguo y lo actual! La historia es historia; dejémonos de
declamaciones.


(5) Otros Reyes de Francia la habian concedido antes, pero sin
éxito.


(ü) Gracias á los manejos de la bella Gabriela, manceba del Rey,
á la cual los calvinistas pagaron bien. Véase sobre esto lo que se dirá
en el Apéndice uúm. 7, al hablar del edicto de Nantes.




381


la caridad católicas, que coloca al siglo x v n entre los pri-
meros siglos do la Iglesia (1).


n Comienza con San Francisco de Sales y acaba con Fe-
nelon este tierno y valeroso Apóstol de la libertad de
conciencia (2). El nieto de Enrique IV, Luis X I V , con la
misma mano (o) con que acababa de imponer á la Iglesia
de Francia la servidumbre de los cuatro artículos de 1682,
deshizo la obra de su abuelo y proclamó la unidad de creen-
cia en su reino. Todo el mundo vio allí el triunfo de la
Iglesia: creyóse asegurada la ortodoxia para siempre (4), y
estirpada la herejía. Precisamente sucedió todo lo contra-
rio (5). La Iglesia católica fue la que después de un siglo
entero de decadencia (ó) estuvo á pique do ser estirpada
del suelo de Francia, La revocación del edicto de Nantes
no dio solamente la señal de una odiosa persecución. Con
la comitiva de hipocresías é inhumanidades que trajo con-
sigo (7), fue una de las causas principales de la relajación


( 1 ) Otra proposición históricamente falsa. ¿Quién se atreved
comparar el desastroso siglo xvu con el siglo iv, el V T , el x m ni
aun el xvi í


En España hablamos tenido un Cisneros, San Ignacio deLoyola,
Santa Teresa, y mas de veinte Santos eminentes: Fr. Luis de León,
Cervantes, el duque de Alba, I) . Juan de Austria, los PP. del Con-
cilio de Trento, y otros mil hombres eminentes pertenecieron al si-
glo xvi, sin libertad de cultos; es mas, con Inquisición.


(2) San Francisco de Sales era saboyano, y no francés. Nació en
1 5 6 7 . ¿Qué tiene que ver San Francisco de Sales con el edicto de
N antes?


Ademas, lo que hace el conde es un sofisma que se conoce en las
escuelas con el nombre de post lu/c,. ergo per hoc.


No sé hasta qué punto seria Fenelon partidario de la libertad
de conciencia, ni estoy para averiguarlo; pero si lo fue diré senci-
llamente, que no fue el único error de que se tuvo que retractar.


(3) Lo cual quiere decir que Luis XIV hacia el bien á medias, y
por consiguiente no podia obtener buenos resultados. Buianu ex
integra causa.


(4) Muy necio será el hombre que crea han de durar siempre
sus obras : todo lo humano es variable, y los políticos lo saben bien.


( 5 ) V no podia menos de ser asi habiendo subido al trono de
Francia, después de Luis XIV, la lujuria, la inmoralidad, la tiranía,
la impiedad, y hasta la francmasonería.


( 6 ) ¡Un siglo después de tanta maldad !
(7) Hipocresías é inhumanidades: ¡de quién?¿de los fanáticos ca-


misardos, ó de los católicos1! ¿Querrá el señor conde, á trueque de
sacar adelante su tesis, hacer liga con los volterianos y demás im-
píos, que adulterando la verdad histórica han acumulado á los dra-
gones delitos que no cometieron, ocultando las horribles atrocida-
des de los protestantes? Véase mas adelante en el Apéndice lo rela-
tivo á los camisai'dus.




382


del clero (1 ) , del desbordamiento y de las profanaciones
del siglo x v i i i (2). La fe y las costumbres desaparecían
gradualmente (3), cuando la Revolución vino á proscribirla
Iglesia. Esta no se levantó sino con su vida propia para
valerse en adelante de su inmortal energía, sin privilegio
y sin apoyo seglar, para dar al mundo el espectáculo del
prodigioso renacimiento de que han sido testigos nuestros
[ladres y nosotros mismos.


ii¿Cuántos otros ejemplos como este podría sacar de la
historia contemporánea? Puede que hable de ello mas ade-
lante. Mas al presente es preciso observar' que la simple apa-
riencia do una alianza demasiado íntima entro la Iglesia y
el Trono basta para comprometerla y debilitarla. De 1814
á 1830 hemos vivido en Francia a l a sombra do una Carta,
que abalizaba la libertad política y la religiosa, pero decla-
rando que la católica era la del Estado (4). Sobre todo, des-
de 1824 el Rey y sus hijos daban el ejemplo público de la
mas sincera piedad. ÍSo hubo ni aun apariencia do ninguna
medida violenta ni arbitraria contra los disidentes (~>). Ade-
mas, era ministro do Instrucción pública un Obispo. Los


(1) El clero francos en el siglo xvir, tan aplaudido por el conde de
Montalerobert, era tanto ó mas relajado que en el xvm. Jlichelieu y
Mazzarino nada tenían que echar en cara al Cardenal de Kohan. La
aristocracia se comía las rentas de la Iglesia, acumulando beneficios
contra lo dispuesto en el Concilio de Trento, apenas admitido y
mal observado en Francia. La biografía del Abad Raneó, antes de
su conversión y restauración de la Trapa, es una muestra de lo que
sucedí» en Francia en el desdichado siglo xvn.


(2) Mandando la francmasonería durante la regencia, esto era
de esperar.


(3) Es claro, siendo Voltaire el alma de la corte y de la arista-
da. Véase el trozo siguiente de una carta suya de 4 de mayo que ci-
ta Augusto Nicolás á este propósito á su amigo d'Alombert: l'our
uini i/ni i'ois touí en ce mornent couleur de. roñe, je vnü d.'ici la toteranre
¿etoldir, les p;iHut-mU mppelcs, tes préfres marics el r infame, écrasé
sans t/uon sen apercoive.


Para entonces Sos protestantes habían vuelto de hecho, si no de
derecho, y gozaban de gran favor. La obra de Luis XIV habia sido
destruida casi completamente por la impiedad y la masonería.


(4 ) Obsérvense bien estas palabras, de las cuales se infiere que
el señor conde no solamente quiere la libertad de cultos, sino la igual-
ilajl de cultos, como consecuencia precisa de su doctrina la Iglesia
libre en el Estado libre.


Obsérvese también que en Francia habia libertad de cultos de
1814 á 1 8 3 0 , y, por consiguiente, cuanto se hacia por la Iglesia esta-
ba desvirtuado por aquella y por la libertad de imprenta.


( 5 ) Este argumento es contra los librecultistas, pues prueba que
ios disidentes no se contentan con la mera libertad de cultos y de
conciencia, sino que anhelan mas.




383


maestros de todas las escuelas eran nombrados por los Obis-
pos (1). Los profesores de todos los colegios eran tiscalizados
por Mons. Frayssinous (2). Con todo, esta protección otor-
gada á la Religión, tan legítima y tan natural en los Bor-
bones, no liabia servido mas que para hacerla llegar á los
últimos términos de la impopularidad. En 1830 todos los
clérigos, incluso el abate Lacordaire, se veían precisados á
no sabrá Ja callo sino disfrazados en trajo seglar (3).


i.En 1848 este mismo Lacordaire se presentaba en la
Asamblea de los representantes del pueblo vestido de fraile
dominico (4) , y un Obispo era llamado para bendecir Ja
Constitución republicana en la plaza do la Concordia (5).


njCómo, pues, se podrá esplicar este contraste, sino por
la actitud resuelta, digna é independiente, que el clero ha-
bía tomado, á gusto ó á disgusto, durante la monarquía
parlamentaria? Yo no diré rpie el gobierno escéptico é in-
diferentista del Roy Luis Felipe quisiera mal á la Iglesia;
pero siempre resultará que la hizo bien ((i). Por el contra-
rio, el gobierno de la Restauración, que la quería muy bien,
no la hizo sino mal (7).


(1) IStenos los que nombraban los protestantes en los puntos don-
de mandaban ellos.


(2) No es cierto : había muchos protestantes. Cuvier, que dirigía
el Museo, era calvinista, y favorecía á los suyos,


(3) Y con todo, habia libertad de cultos. Este argumento tam-
bién es contra los librecultistas, porque prueba que el error y la he-
rejía son altamente intolerantes, y que las concesiones que se les ha-
cen las pagan en intolerancia contra el Catolicismo.


(4) ;Bueno estuvo aquello!
(•'>) Mejor hubiera sido un rabino : el engendro lo merecía. Cier-


tas ceremonias en pueblos creyentes inspiraa devoción y afecto; pero
entre gentes descreídas no pasan de ser farsas y vanas esteriori-
dades.


Por lo demás, el señor conde, en este y otros pasajes, no hace
mas que hablar de Francia y de su política; pero la historia de Fran-
cia no os iey general de la historia.


((i) Según esto, al que se le roben sus bienes se le hace un bien,
ahorrándole de cuidados y del temor de otros ladrones. ¡ Estraño
modo de discurrir!


(7) Pero en el Tribunal de Dios, donde lian comparecido Car-
los X y Luis Felipe, Mons. Frayssinous y AL Lameimais, ¡cree el se-
ñor conde que habrán merecido lo mismo el catolicismo de ios
unos que el indiferentismo de los otros?


¡Oh, yo no me meto á esplorar, se me dirá, los altos juicios de
Dios!


—Pues hay que esplorarlos, porque no es lo mismo salvarse que
condenarse. Lo temporal pasa; la eternidad dura sin fin.




384


ii¿De dónde provino tan estraño resultado (1)? porque
cuanto menos solidaria es la Iglesia de un poder cualquiera
y menos invoca su apoyo, tanto mas fuerte y popular apa-
rece á los ojos de la sociedad moderna (2). Esta verdad es-
taba reconocida por todo el mundo pocos años há (3). Des-
pués muchos renegaron de ella por una estraña ilusión.


uSe me figura que, gracias á sucesos recientes, esto vol-
verá á ser evidente para todos.


iiNo temáis, señores, que vaya á contaros la historia de
lo que pasa en Francia doce años há. Ya comprendereis el
sentimiento de reserva y dignidad que me impide usar de
vuestra dichosa libertad (4) para decir hoy todo lo que
pienso acerca del régimen bajo el cual volveré á entrar
mañana para acabar en él mi vida.


iiMe concretaré á recordar como de paso, que cuando
en 1852 se restableció el imperio sobre las ruinas de la
república, suprimiendo la libertad de la tribuna y de la
imprenta, un gran número de católicos se llegaron á figu-
rar que el poder absoluto iba á restablecer la preponderan-
cia política de la Tglesia, infeudándoso en ella (5). Se lo pe-
dia esto con los trasportes de un rendimiento apasionado.


H Y si hoy llegara á estallar una nueva revolución pue-
de temblarse al pensar las represalias (pie tendría que pa-
gar el clero por la solidaridad ilusoria que pareció reinar
por algunos años entre la Iglesia y el imperio ((>).


u N o cesemos, pues, de recordar y repetir las bellas pala-
bras de M. Guizot, de ese ilustre protestante que se ha cu-


(1) De la libertad de cultos: se hacia el bien á medias. Álodicmn
fermentum totam masam corrumpit. La frase de la Iglesia solidaria
de un poder no es admisible.


( 2 ) Pruebas. En la república a rchi democrática de Nueva-Gra-
nada, impía y descreída, se persigue al Catolicismo, y lo mismo
suele suceder en otras repúblicas de la América meridional. Eu
Méjico... En Bélgica hoy día hay divorcio entre el clero y el Es-
tado, y, con todo, la democracia insulta ala Iglesia.


(3) Francia no es'todo el mundo. El señor conde propende siem-
pre á confundir la historia de Francia con la historia general.


(4) Que pregunte ahora el señor conde á loa católicos de Bélgica
por su dichosa libertad. De poco sirve que ias instituciones sean li-
berales si los que han de ejecutarlas son tiranos para el Catolicismo.


(5 ) Lo de la infeudacion es una frase hueca é inexacta: nadie
pensó en ella.


(o') Con eso y sin eso, la Iglesia de Francia lo habia de pasar
mal.




385


bierto de nueva gloria defendiendo la soberanía del Papa
contra católicos ingratos (1). (Aplausos.)


uLos beneficios del despotismo son cortos, pues empon-
zoña los manantiales mismos que abre (2). X o posee, por
decirlo así, mas que un mérito de escepcion, una virtud de
circunstancias, y luego que ha pasado su hora estallan todos
los vicios de su naturaleza, y pesan sobre la sociedad. (His-
toria de ta civilización en Francia, lección 2.a)


nAquí, sin duda, y o no predico mas que á convertidos.
En la libre Bélgica el poder absoluto encuentra pocos admi-
radores. Pero salgo de un pais en que por espacio de doce
años diariamente se ha estado oyendo en el campo católico
proscribir y maldecir la investigación de las concesiones
políticas (¡¡aranties), la libertad de la tribuna y los debates
parlamentarios. Estudiando la genealogía de esta escuela,
le he hallado un ascendiente, que ha sobrepujado y reasumi-
do todas sus diatribas contra la libertad política en una fa-
mosa carta, de 7 de abril de 1771, á Saint-Lambert: " N o
usoy parlamentario... mas quiero obedecer á un hermoso
•íleon, que naturalmente es mas fuerte que y o , que n o á dos-
M cien tas ratas de mi especie (3).( (fra,n acceso de hilaridad.)»
Quien escribe esto es el mismo Voltaire. El hermoso león
(le heme lion) era Luis XV . Las monarquías absolutas aca-
ban ordinariamente con un Luis XV , después de haber
principiado por un Luis X I ( h ) . "


Suspendo aquí la traducción de la primera parte del
discurso pronunciado en Malinas por el señor conde de
Monta]embert, y la hubiera suspendido antes, pues habla


(1) Los cuales todos ellos son librecultistas y partidarios déla
Iglesia turre en el Estado libre, dando á este anarquía por libertad,
y á la Iglesia tiranía por libertad. l)e seguro que ninguno de esos ca-
tólicos ingratos os unitario.


( 2 ) Este apotegma históricamente es falso, como otros muchos
de los que en estilo sentencioso vierte el buen padre de ese charla-
tanismo político que se encubre con el pomposo nombre de filosofía
de la historia. Aun tomado el despotismo en el sentido estricto de
la palabra, y sin que sea visto que yo lo defienda, ¿quién puede negar
que el despotismo en China y en todo el Oriente ha producido bene-
ficios duraderos?


(3) No soy amigo de aplaudir ni aun las verdades dichas por
aquel librecu'tista : acepto sus verdades por verdades, no como di-
chas por él. Tampoco soy partidario del absolutismo neto; pero es lo
cierto que en España <d león nacional se lo comieron las ratas.


(4) Con perdón del señor conde, el absolutismo francés acabó,
no en Luis XV" sino en Luis X V I , guillotinado por los librecultistas.


25




386


de la libertad política en general, y nada apenas de la liber-
tad de cultos. Con todo, he querido traducir casi una mitad
de ¿1 para que los españoles puedan formar idea de las aspi-
raciones del señor conde, y no echen de menos el resto de
la primera parte, mas política que católica, mas francesa que
universal. Debe perdonarse al célebre orador el que aprove-
chara aquella ocasión de dar salida á las ideas de su rica y
exuberante imaginación, por largo tiempo comprimida.
Pero como por otra parte no hace al caso para el asunto de
este libro, pasaré por alto el resto de ella, no sin dejar con-
signados los siguientes breves pasajes, cuyo conocimiento
conviene á nuestros lectores:


ii
nLa Europa marcha por todos los caminos hacia el re-


pugnante régimen del imperio romano, saliendo de las filas
de una democracia corrompida (1), y que encuentra hoy día
desvergonzados panegiristas entre los sabios de real orden
(savants ofjiciels), entre nuestros literatos cortesanos, y aun
entre ciertos profesores alemanes. (Entre estos hay que
citar en primer término á Mommsen y Droysen.)"


"La verdadera teoría (á que aspira la burocracia mo -
derna) vedla espuesta, con trece años de distancia, por dos
apóstoles de la democracia, á los cuales hay que alabar si-
quiera por su franqueza. En noviembre de 184!), un repre-
sentante del pueblo, ya entonces bien conocido, M. Félix
Pyat, decia en una carta dirigida á los electores : "La re-
iipública tiene los dos poderes, porque procede de la sobe-
nranía del pueblo, y el pueblo en bolieniuo espiritual ylem-
«poral. Nada de tiara ni de corona: el pueblo es Papa lo
iimismo que Rey."


nEl año pasado (1863), aqní mismo, en Bélgica, en Bru-
selas, en el Congreso de la asociación internacional ¡«ira el
progreso de las ciencias sociales, un demócrata francés de-
cía: "No , señores; no queremos dos espadas; no (ploremos
urnas que una; pero esa tengámosla nosotros." (Anuales
de VAssociation irde/veíationale pour le prognes des setén-
eles sociales: 2.° Uve., pág. 160.)


(1) ¡Ah señor conde! Si la democracia europea, según V. mismo
dice, está corrompida y gangrenada antes de subir al poder, ¿quó
puede V. esperar de ella en el poder, donde todo se corrompe
mucho mas] Lo corrompido está muerto, y lo muerto no da vida. ¡Y
con todo el señor conde quiere fundar sobre ella la libertad de cultos!




387


nYa lo veis, estas aspiraciones, á la vez estúpidas y fe-
roces de la tiranía futura, nos recuerdan el servilismo mas
odioso de los pasados tiempos. 1 1


"Al venir, me detuve, como siempre, con emoción pro-
funda ante ese monumento que adorna vuestra capital, el
monumento del Congreso y de la Constitución elevado á
vuestra independencia nacional por las manos de la libertad
satisfecha (adhesión), coronada por la estatua de un Rey,
hombre honrado (nueva adhesión), de un Rey fiel á sus
juramentos, que jamás ha oprimido, corrompido, ni despoja-
do á nadie... (Aplausos 'universales: interrupción prolon-
gada. La Asamblea entera se levanta, para, adherirse al
orador con la voz y los ademanes.)


"Un año después, en aquel mismo salón, yo lo v i , na-
die se acordó del hombre honrado cuya estatua corona aquel
monumento. El que 110 halda despojado á nadie, habia de-
jado á la impiedad do sus ministros despojar á la universi-
dad de Lo vaina, despojar á los establecimientos católicos.
Su gobierno, compuesto en parte do solidarios, corrompía
públicamente las conciencias venales de católicos tibios.


L'n año mas, y el hombre honrado nombraba en no -
viembre de 18(iÓ por ministro de Cultos á AI. Bara, que
no cree en Dios. Un mes después daba cuenta á Dios do su
nom bramiento.


Segundo, parte del discurso del señor conde de Montalem-
l/crt, en, la sétima, sesión, di.a 21 de agosto de lSO-i.


"En la manifestación de las cuatro gloriosas libertades
que sirven de base á vuestra Constitución, nie habia dete-
nido en la libertad de cultos. De esta última voy á tra-
tar hoy.


11 De un católico que acaba de defender delante de una
Asamblea católica la libertad de cultos, que no es otra cosa
(pie la aplicación práctica y social do la libertad do concien-
cia, no se puedo sospechar que cpiiera defender la ridicula
y culpable doctrina de que todas las -religiones son igual-
mente verdaderas y buenas en sí mismas, ó que la autori-
dad espiritual no obliga en conciencia.


11 Por mi parte, declaro quo entiendo el principio de la
libertad de cultos, y las frases libertad religiosa, libertad,




388


de conciencia y tolerancia civil, que son equivalentes (1) ,
en el mismo sentido que los Obispos en comunión con la
Santa Sede, que tantas veces han protestado su adhesión á
la Constitución belga, y los católicos, tan fervorosos y ce-
losos, que han sido los principales autores y los defensores
mas decididos de esta misma Constitución.


üEste sentido se ha fijado sin rebozo en las esplicacio-
ues dadas á la Santa Sede por el eminente Primado de la
Bélgica, cuya persona saludo con veneración y cuya auto-
ridad invoco también con entera confianza (2) .


(Vivan demostraciones de adAesion.)
MAdmito , pues, completamente la distinción tan justa-


mente introducida de intolerancia dogmática y tolerancia
civil, la una inseparable de la verdad eterna, la otra indis-
pensable á la sociedad moderna


n Estoy de acuerdo con los intérpretes mas autorizados
de la Religión y do la filosofía para convenir en que la li-
bertad moral me da la libertad do escoger entre el bien y
ol mal ; pero no me da derecho á escoger el mal ('>). Para
ilustrar y determinar mi elección, no quiero consultar mas
que á la Iglesia, pero no al Estado (4). No es contra la
Iglesia, sino contra el Estado, por lo que reclamo esta l i -
bertad de conciencia, que es á la vez el derecho, el mérito
y el mayor peligro para el hombre (ó). Lejos de pretender
ni aun la sombra de un ataque al poder espiritual, creo cen-
tuplicar sus fuerzas en las sociedades modernas, proclaman-
do con Fenelon la incompetencia del poder temporal y la


(1) Queda demostrado en el cap. I que no son lo mismo, ni equi-
valentes. Al señor conde le conviene confundirlas, como veremos
mas adelante.


(2) El Sr. Arzobispo se vio precisado, con este motivo, á dar es-
timaciones en las Cartas que publicó, de las cuales ya se lia dado
noticia en un capítulo anterior. (Véase en los párrafos 2?, y 24 , pági-
nas 116 y siguientes.)


Por él se echa de ver que la Santa Sede no miraba esta cuestión
como el conde de Montalembert, y que en 1814 tampoco la vieron
de ese modo los Obispos.


(3) Pues si el señor conde admite este principio, ¿porqué no saca
de 61 sus legítimas consecuencias? (Véanse los párrafos 2." y 3.°)


( 4 ) Esto es cierto. Pero cuando el Estado es católico , y viene
en apoyo de la Iglesia su Madre, el deber de todo católico es obede-
cer á la Iglesia y al Estado; pues su poder, dentro de sus justos li-
mites, viene también de Dios. Aron est enini potestaa nisi á Deo.


(5) Por eso es mas perfecto el Estado donde no hay ese peligro.
Nadie tiene derecho á buscar el peligro, á pretesto de adquirir ma-
yor mérito. El que va á una casa de prostitución para tener el mé-
rito de no pecar allí, peca en el hecho de ir.




389
ilegitimidad de la fuerza y de la coacción material en ma­
teria de fe (1) . "E l principio de la libertad religiosa, tal
como debe entenderla y practicarla todo hombre verdade­
ramente cristiano y verdaderamente liberal, en nada tocaá
la unidad ni á la infalibilidad de la Iglesia. Consiste única­
mente en reconocer el derecho que tiene la conciencia hu­
mana de no ser gobernada en sus relaciones con Dios por
decretos y castigos humanos ( 2 ) . " .


(1) Las palabras de Fenelon que cita el señor conde dicen así:
"La fuerza no puede persuadir á los hombres; no hace mas que hi
pócritas. Cuando ios Reyes se mezclan en asuntos de Religión, en
lugar de protegerla, suelen reducirla á servidumbre. Conceded á to­
dos la tolerancia civil, no aprobando todo como indiferente , sino
sufriendo con paciencia todo lo que Dios sufre, y procurando atraer
a los hombres por medio de una dulce persuasión." (Lettre aupré
íendani.)


San Agustín opina de otro modo, y entre San Agustín y Fene­
lon la elección no es dudosa.


Reconociendo las buenas prendas y altas cualidades del célebre
Fenelon, creo que es preciso rebajar algo el alto pedestal que á su
gloria y reputación formaron en el siglo pasado los volterianos y jan ­
senistas, y aun en este mismo siglo el abate líochbaker y algunos
otros católicos, con buen deseo , pero con mal criterio , y solo por
zaherir a Bossuet y su galioanismo. Bossuet era mejor teólogo que
Fenelon.


En la condenación del libro de las Mclamas de los Santos, Fene­
lon, á pesar de lo que dice este pasaje, mezcló demasiado al Rey, y
solo apeió a ¡torna cuando vio (pie la corte le abandonaba. Ignoro
cuáles eran á punto fijo sus doctrinas sobre libertad de conciencia;
por un pasaje solo no se puede formar opinión; pero sus obras no
estuvieron de acuerdo con lo que aquí dice. La publicación de sus
Cartas ha manifestado que en ia cuestión del quietismo, en vez de
dulzura, hubo de su parte acrimonia y algo de simulación. (Véanse
los artículos de №. Algar Griveau en el tomo i x de los Anales de


filosofía cristiana,)
(2) Estas palabras son de M. Cuizot, en su obra De la Iglesia //


de la socieila/l cristi/ina en 1801. Contienen varios errores graves que
el señor conde, ó no adivinó, ó dejó pasar sin correctivo. La idea
que da de la libertad religiosa es protestante; aun mas... es absurda.
¿Conque la libertad religiosa no afecta á la unidad de la Iglesia? Hay
aquí un .juego de palabras indigno de un hombre pensador. Enton­
ces resultara que cualquier secta disidente tiene unidad, lo mismo
que la Iglesia católica.


La negativa de castigar con penas humanas los estravíos religio­
sos, es otro error protestante contra la doctrina terminante y la dis­
ciplina de la Iglesia.


Escuso dar las pruebas, porque se hallarán en cualquier obra de
Derecho canónico, al hablar de las penas y delitos eclesiásticos.


Cita aquí ademas el señor conde unas palabras de Mons. Kett
ler, Obispo de Maguncia, de que ya se habló anteriormente.




390


n Habiendo recibido de Dios con mi alma inmortal la
libertad moral, la facultad de escoger entre lo verdadero y
lo falso, sé que debo escoger lo verdadero ; mas no quiero
que el Estado me obligue á creer lo que él crea verdadero,
porque el Estado no es juez de la verdad (1). Con todo, el
Estado, el poder civil y laical, soberanamente incompetente
en materias de doctrina religiosa, está obligado á sostener-
me y apoyarme en la práctica de la verdad que yo escogí,
es decir, en el ejercicio de la Religión que profeso, porque
y o la encontré única , verdadera y superior á todas las
otras (2). Esto es lo que constituyo la libertad religiosa,
que el Estado moderno, el Estado libre está obligado á res-
petar y asegurar, no solamente á cada ciudadano en parti-
cular, sino también á los ciudadanos reunidos para profesar
y propagar su culto, es decir, á las corporaciones, á las aso-
ciaciones, á las iglesias.


njTendré que añadir, por ventura, que la libertad reli-
giosa tal cual la invoco no debe ser ilimitada como cual-
quiera otra autoridad? La libertad de cultos, como todas
las otras, debe estar contenida por la razón eterna (o) y la
religión natural. El Estado que , en tesis general, es in-
competente para juzgar entre los cultos y las opiniones re-
ligiosas, es juez competente, pero falible, do lo que convie-
ne á la paz pública y las costumbres públicas. Tiene el dc-


(1) Hay aquí otro error encubierto. Ni el Estado ni los particu-
lares son jueces en materia de Religión ; pero uno y otros tienen
su criterio propio y su responsabilidad para aceptar la verdad y des-
echar el error. Ni el Estado ni los particulares tienen derecho al
indiferentismo religioso.


(•2) Y si el Estado es incompetente en estas cuestiones , ¿cómo
sabrá que profeso la verdad? ¿Cómo podrá negar el ejercicio del cul-
to a! musulmán y al monnon'í


Ei señor conde cita un pasaje del Obispo Kettler en su obra Li-
berté, Áutorité, fí'jtise, al que se afudió en ei párrafo 2 o , pág. 156,
cuando probé que las restricciones que el Sr. Obispo pone á la liber-
tad de cultos son ilusorias en la práctica.


El Sr. Obispo dice: "Et. elle (i'Eglise) conteste era ponvnir cívile
eomme a Vaidorit'e ecclésiastiquc le clroit de injhwncer par la con-
trainíe."


Esta doctrina, contraria á la de San Agustín y á la disciplina de
la Iglesia, que castigó siempre á los apóstatas, en absoluto no es
cierta. Dudo que el Sr. Obispo de Maguncia opine lo que aquí se le
atribuye.


(3) ¿Qué es la razón eterna? Estas palabras riñen al verse juntas;
¡a ro':on no puede ser eterna. Supongo que querrá decir el. Dere-
cho Matera!; pero ¿por qué no hablar claramente, como debe hacerlo
un católico?




391


rocho de legítima defensa contra todo lo que ataca á la so-
ciedad civil (1).


uPor lo domas, ¡no quiera Dios que me entrometa á dis-
cutir un dogma , redactar un formulario, inventar ó corre-
gir una teología! No me cansaré do repetir que no voy á
tratar de teología, sino de política é historia. Siempre (pío
hable de la Iglesia será, no como intérprete de sus leyes y
doctrinas, sino como simple cristiano, como hombre polí-
tico dominado por el sostenimiento de lo que es posible y
de lo que no es posible (2).


nEn esta suposición, puedo ya decir desahogadamente
que de todas las libertades, cuya defensa he tomado hasta
ahora, la libertad do conciencia es, en mi juicio, la mas pre-
ciosa, la mas sagrada, la mas legítima y la mas necesaria. Y o
estimo todas las libertades y he servido á todas ellas; pero
me honro, sobre todo, de haber militado por esta (3).


iiPero ¡cosa, cstraña y dolorosa! esta libertad, la mas
delicada, la mas espuesta á ser desflorada con solo tocarla
con el dedo, proclamada por doquiera en derecho, en teoría
y de hecho es casi por todas partes la menos comprendida,
la menos respetada, la menos preservada do mil atentados
groseros ó péríidos, casi siempre inadvertidos é impunes.


iiPor otro parte, preciso es confesar que esta decisión
entusiasta que me anima por la libertad religiosa, no es
general entro los católicos ( 4 ) . La quieren para sí, y en esto
no hay gran mérito (5). Pero la libertad religiosa en sí, la
libertad de la conciencia de otro, la libertad de un culto que
so detesta y que se rebate, ved aquí lo que inquieta, lo que
aterra, á muchos de ellos (0), Si quieren examinarse l o smo-


(1) lista es la base délas regalías que no son de privilegio ; y,
por lo tanto, si el señor conde admite este principio y considera
como esclavas las iglesias en que existen Real Patronato y regalía?,
él sabrá cómo aviene este principio con aquellas consecuencias.


(•2) Sigue aquí uu trozo declamatorio y político, que omito por
no hacer al caso para la cuestión.


(3 ) Sigue uu trozo de oratoria encomiástica de la libertad de
cultos, que se omite por ser mera declamación.


(4) Bacno es que lo conozca el señor conde.
( 5 ) No la quieren para sí personalmente ó sujetivamente, sino


para la verdad, pues no quieren dar al error los fueros peculiares
de esta.


((>) Tanto corno aterrar, no. La mentira repugna, pero no aterra,
y la libertad de cultos supone para el católico la legalización de la
mentira.




392


tivos de semejante espanto, podrá reducírselos á tres prin-
cipalmente ( i ) . La libertad de conciencia es combatida por
muchos católicos: primero, porque la creen de origen anti-
cristiano ( 2 ) , porque la ven invocada por los enemigos de
la Iglesia ( 3 ) , porque con ella, á su parecer, mas bien se
esponen á perder que no á ganar.


iiDe estas tres objeciones, no se cuál es la mas quimé-
rica é infundada. V o y á contestarlas con toda la energía de
mi alma.


n N o : la libertad de conciencia no tiene un origen anti-
cristiano; por el contrario, tiene el mismo origen que el Cris-
tianismo y que la Iglesia, Ha sido criada y planteada el
dia en que el primer Papa, San Pedro, respondió al prime-
ro de los persegidores : "Vó / i posswmus: no podemos m o -
l i n o s de hablar de lo que hemos visto y oido. No podemos
nmenos de obedecer á Dios antes que á vosotros."


iiVed aquí la cuna de la libertad de conciencia (4 ) . Por
ella y para ella se fundó la Tglcsia: con ella y p o r ella lian
muerto nuestros mártires ( 5 ) , y su sangre ha convertido el
mundo, con ella y por ella sola ((i) ha hecho la Iglesia to-
das sus conquistas y reparado todas sus pérdidas. El por-
venir en esta parte corresponderá á lo pasado. Tengo en
prueba de ello Ja palabra de un Obispo ilustre (pie no quiero
dejar de citar: "Fundada en su origen sin el apoyo de


(1) Algunas mas de tres se lian alegado: esclusado es decir que eí
señor conde omite aquí todas las principales objeciones.


(á) Cuando ia libertad de cultos es hija de la necesidad, ningún
católico la considera como anticristiana; pero si cuando se considera
en abstracto y como un derecho y cosa buena en su esencia.


(3) Esa razón es frivola; yo la he consignado como un hecho, no
como una razón.


(4) El señor conde juega aquí con el sentido común y con la
buena fe. ¡Confundir la libertad de la Iglesia, que es la verdad, con
la libertad ele cultos, que es la libertad para la mentira y el error!
jüe dónde saca el señor conde que San Pedro fuera partidario déla
libertad de conciencia'! Con libertad de conciencia, habían obrado
Ananías y Sátira al reservarse parte del dinero que íes costó tan
caro. Al prohibir San Pablo á los cristianos el trato con los gentiles,
aun en cosas temporales que pudieran evitar, jera partidario de la
libertad de conciencia]


( 5 ) ¡Quó horror! ¡Los mártires cristianos muertos por la libertad
de cultos! Es hasta donde puede llegar ¡a alucinación suponer que
los Santos que murieron por no sacrificar á los ídolos, murieran por
la libertad de cultos que, según el señor conde, es sinónima de li-
bertad de conciencia. Esta proposición merece casi una censura teo-
lógica.


(ti) ¡Sola! Otro error teológico.




393


.Ja fuerza, solamente por la eficacia de la palabra y de la
ngracia (1), por las virtudes de los cristianos y la sangre
nde los mártires, por los mismos medios se debe restable-
ncer la unidad de la fe, y lo será ciertamente." (Aplau-
sos.) (2).


I I .NO: la libertad do conciencia no ha sido invocada
siempre por los enemigos do la Iglesia ; ni tampoco ha po-
dido serlo por aquellos que le han hecho mil heridas y ar-
rancado almas (pie en su mayor parte debia salvar. No se
la invoca contra nosotros, sino que so la infringe contra
nosotros y se la violó siempre (3). (Adlwion.) En vano la
turba de escritores superficiales repite á cada paso que la
reforma se hizo á nombre de la libertad de conciencia (4).
Si los autores de la Reforma pudieran salir de sus tumbas,
desaprobarían enérgicamente lo que dicen sobre este punto
los panegiristas modernos. Tanto horror tenían á la libertad
de conciencia, como los enemigos mas encarnizados contra
esta entre los católicos sus contemporáneos. Antes bien
hubieran firmado de antemano el juicio formado por uno
de nuestros mas lrenétioos antagonistas, M. Edgardo Qui-
ne t : "Por doquiera que el protestantismo ha dejado liber-
ntad á la Iglesia enemiga, no ha tardado en desaparecer
iideshonrada (5)." (Movimiento.) La historia escrita con-
cienzudamente por los mismos protestantes nos manifiesta,
que Lulero y L'alviuo, Enrique V I I I y Gustavo Wasa,
fueron perseguidores desapiadados, damas Ja libertad de
conciencia lia sido mas ultrajada que por el protestantismo
anglieano y la Revolución francesa, los dos enemigos mas
formidables de la Iglesia. El Código penal contra los cató-
licos ingleses é irlandeses, las leyes que siguieron á la cons-
titución civi! del clero en Francia, bastan para demostrar á


( 1 ) Luego no por la sola libertad de cultos, como acaba de decir.
(•¿i Estas palabras son de Mons. Kettler, cap. X X I I . Salvo el res-


peto debido á tan ilustre Prelado, debo manifestar que hay aquí
confusion de ideas. Una cosa es la propagación del Evangelio y otra,
distinta la unidad del Catolicismo. Esta la sostuvieron los Apósto-
les por la fuerza coercitiva, espulsando de la Iglesia á los herejes
cismáticos y escandalosos que la quebrantaban. Ni la lógica ni el
Derecho canónico permiten confundir una cosa con otra.


(¡í) Esto es cierto : solo le faltó al señor conde añadir el futuro
al pretérito y presente.


( 4 ) Lo que dicen Augusto Nicolás y otros escritores profundos,
y como una verdad histórica, es que los hugonotes franceses fueron
los primeros que la invocaron.


(5 ) Ch. Tlionissen : Du progrès indéfini.




394


qué atentados está espuesta la fe de los católicos bajo el im-
perio de legislaciones, que desconocen la libertad religio-
sa (1). Sin duda que la historia del Catolicismo no está
limpia do esta mancha: tiene mas de una página sangrien-
ta y siempre vituperable; pero las execrables crueldades de
la Inquisición española y las de la revocación del edicto de
Nantes (2) palidecen á los ojos de todo juez imparcial ante
las atrocidades de la Reforma británica.


M N o son, finalmente, Jos enemigos de la Iglesia los que
mas necesidad tienen de la libertad religiosa; por el contra-
rio, la Iglesia es la que por todas partes tiene necesidad de
reclamarla y de aprovecharse de ella (tí). Aun diría mas:
quo en la sociedad moderna solo nosotros tenemos necesi-
dad de ella, porque solo nosotros somos los que alarmamos
á los opresores de la conciencia religiosa. La razón es bien
sencilla: solo nosotros somos una Religión, una Iglesia ca-
paz de ponerse frente á frente con los señores del mundo,
con los Césares lo mismo que con los demagogos, im-
pregnados unos y otros de esta, horrible confusión de los dos
poderes, que es el ideal de todas las tiranías (4 ) .


uNo solamente podemos ganarlo allí todo, sino quenada
tenemos que perder. No puedo hablar mas que del tiempo
actual. Si tuviera tiempo de daros un curso de Historia, ya
que poseo algún tanto Ja de la Edad Media, de los siglos
de fe esclusiva y preponderante, me dedicaría con gusto á


(1 ) [.Conque en tiempo del Terror no había en Francia libertad
religiosa? ¡Ah señor conde! jY el art. 10 de los derechos del hom-
bre, sancionado en 1789? ¡Oh! había mas que libertad, habia liber-
tinaje; pero ahí debia aprender el señor conde lo poco que gana el
Catolicismo con la libertad de cultos, que para él suele ser tiranía,
al paso que es libertinaje para el error y la impiedad.


(-2) El señor conde se constituye aquí en eco de las vulgaridades
amontonadas por los herejes y los volterianos contra la justísima
revocación del edicto de Nantes. Usando tal criterio histórico para
los hechos del Catolicismo francés, no era de esperar lo tuviese
bueno para la Inquisición española. Hoy dia sus paisanos ponen
á esta en las nubes. (Véase !a obra dei abate Morel ya citada.)


Yo no estoy ni por los encomios de este ni por los vituperios del
señor conde: no me gustan las exageraciones.


(3) En este precioso párrafo, con cuyo contenido estoy conforme,
hace el señor conde confesiones importantes, pero que son argumen-
tos contra firoducentem , pues acreditan que Ja libertad de cultos no
basta para que el Catolicismo goce de libertad.


(4) Para evitar que esta frase fuera interpretada en mal sentido,
el señor conde envió una aclaración, después do terminado el Con-
greso , declarándose partidario de Ja soberanía temporal del Papa, y
manifestando que no habia aludido á esta ni aun remotamente.




395


demostraros que, eseepto en algunas raras y muy famosas
cscepciones, la coacción en materia religiosa no ha servido
mas (pie de una manera insignificante, y que la fe católica
nada ó casi nada debió al empleo de la fuerza, de la coac-
ción material contra los infieles ó contra los herejes, aun en
las épocas mas florecientes de la Edad Media (1). Pero esto
seria tratar de arqueología (2).


r.Aun admitiendo el sistema de la fuerza al servicio dé-
la fe, y que la coacción en materia religiosa haya producido
grandes resultados en lo pasado, es imposible negar que ya
es del todo impotente en el siglo en que vivimos. Aquí la
esperiencia es soberana, universal é irrefutable. Italia, Es-
paña y Portugal están ahí para probar la impotencia radi-
cal del sistema que se llamaba la mitigan alianza del Al-
tar y el Trono 'para la defensa del Catolicismo (3). En nin-
guna parte la Religión ha recibido en nuestros dias mas
crueles agravios; en ninguna parte sus derechos son ó han
sido menos reconocidos (4). Los gobiernos de las dos Penín-
sulas habían pretendido establecer allí un bloqueo hermé-
tico contra el espíritu moderno, y en ninguna párteoste
espíritu ha hecho mas estragos (5j . Los que no somos muy
jóvenes, hemos conocido antes de su caida esos gobier-
nos absolutistas y católicos: hemos alcanzado á conocer el
despotismo, mas ó menos ilustrado, pero clerical, de Fer-
nando V I I en España ((i), Fernando I y I I en Ñápeles, y


(1) Yo daría otro curso probando lo contrario de lo que dice el
señor conde.


(2 ) No sé á qué viene aquí la arqueología. La cuestión no es ar-
queológica, sino histórica, ó. mejor dicho, historico-crítica.


(3) La alianza entre el Altar y el Trono, tan aplaudida desde
1814 á 1830 , fue una consecuencia de la Santa Alianza, llamada así
malamente, pues nada tenia de Secuta. Las cinco grandes potencias,
harto ingratas entonces con España, hicieron aquel tratado, del que po-
co podía esperarel Catolicismo, siendo los contratantes principales dos
protestantes, dos católicos tibios y policultistas y un griego cismático.


(1) No es cierto: la Iglesia católica ha sido mas ultrajada en Suiza,
en Mueva-Granada y en Méjico, países democráticos, que en España.


(;")) Este bloqueo, al menos por lo que hace á España, era político
mas que religioso. Ademas, los estragos los hizo en tedas estos paí-
ses cuando sus gobiernos rompieron la alianza con la Iglesia, no du-
rante ella. La revolución vino de arriba abajo y de los gobiernos á
los pueblos. Luego no es cierta la acusación del señor conde culpando
á la alianza del Altar y el Trono de lo que se hizo al romper aquella.


Ademas en Francia había libertad de cultos desde 1814, y no por
eso dejó de hacer estragos la Revolución antes y después de 1830.


((!) Sobre la calificación de Fernando VII y el ministerio de Ca-
lomarde habría mucho que decir. Yo no concederé que fuese clerical.




396
Carlos Alborto en el Piamonte. j Qué ha resultado en sus
reinados? Un hebetamiento universal de las almas y délas
inteligencias entre los hombres de bien, una cólera impo­
tente entre un pequeño número de gentes celosas, y entre
los otros la pasión fanática del mal. Habíase agarrotado y
sofocado el espíritu público, que, al despertar, se pasó al
enemigo (1). La tempestad no encontró allí sino corazones
atrofiados por la supresión de la vida política, é incapaces
de atender á las circunstancias nuevas. El falso liberalis­
mo (2), la incredulidad, el odio á la Iglesia lo habían inva­
dido todo. Bajo la corteza superficial de la unión de la Igle­
sia y el Estado, y aun de la subordinación del Estado á la
Iglesia, la lava revolucionaria había ahondado su álveo, y
consumía en silencio las almas en que habia hecho presa (3).
Al primer choque todo vino al suelo, todo, y para no levan­
tarse mas. Estos paraísos del absolutismo religioso llegaron
á ser el escándalo y la desesperación de todos los corazones
católicos ( I ) .


ii¡Ved á Portugal, ese pueblo en que la Inquisición ha
reinado con mas furor (ó) y que aun hoy día no admite el
principio de la libertad de cultos! El es el único del mun­
do que, así como Rusia y la Italia de Víctor Manuel ((i), ha
impedido á los Obispos ir á Roma á reunirse con sus her­
manos convocados de las cuatro partes del mundo, alrede­


( 1 ) ¿Cómo se habia de pasar al enemigo, si él mismo era el ene­
migo i


( 2 ) Según el señor conde, los liberales de 1 8 3 4 eran falsos libe­
rales: allá se entenderán con él nuestros modernos progresistas.


_ ( 3 ) Esto del silencio no es del todo cierto. Desde 1 8 2 0 al 2 3 poco
silencio hubo en España, ni Portugal ni Italia. Lo que vino después
fue la reacción lógica y precisa, según todas las leyes históricas, en
pos de una revolución desatentada en todos ellos.


(4) Escándalo sí, desesperación no : todo este pasaje es exage­
rado.


Ese engourdimment des arnés que hubo de 1 6 2 4 á 1 8 3 0 , según el
señor conde, fue general y debido á causas políticas. Los protestan­
tes mismos en aquel tiempo apenas dieron señales de existencia en
Francia, como hace notar el P. Cu. Daniel, que dice: (Les protesiants
de France. Eludes religieases, liist. et lit. par des Peres de la. (Jorn­
pagnie de. Jesús, mai­juni lSú'i, рад. 558. J De leur prepe aven, si
cette periode n'offre ríen de remarqiiable i/.s ne doivenf sen prendre
y'a eux­mvenes, car ce ful bien moins la liberté que la vie intericure
qui lew íiianqua.


(5 ) Pombai, Pereira y demás jansenistas portugueses que rigie­
ron allí antes y después de la Inquisición, malearon completamen­
te el carácter de aquel pais.
_ ( 6 ) Y con todo, Italia, cuna del Estado libre en la Iglesia libre,


tiene libertad de cultos.




397


dor del trono de su afligido Padre (1) , el único en que esas
modestas heroínas, á las cuales aun algunos incrédulos ro-
dean de honienages, las Hermanas de la Caridad, han sido
espulsadas, ultrajadas, despojadas y desterradas con una
bajeza salvaje (2 ) .


(Al llegar á este pasaje, un portugués, colocado á espedi-
das de la mesa presidencial de la Asamblea, D. Antonio
d'Almeida (;)), se levanta gritando:—¡Eso no es cosa del
vais, hi culpa, es del gobierno! añadiendo otras palabras
que el ruido nos impide oir. Calmada la emoción produ-
cida por este incidente, el señor conde continúa su dis-
curso diciendo):


ttDeben darse las gracias, como se las doy yo, á este
generoso portugués por su protesta contra el despotismo
religioso (4) que reina en su pais , y ha reemplazado al an-
tiguo espíritu católico. H a procurado volver por el honor
de su patria. Todos le felicitamos y le damos las gracias.
(A pda usos.)


i.Mis argumentos y mis ejemplos no por eso dejan de
estar en pie (5) . Digo que en los países sometidos á la coac-
ción religiosa, el Catolicismo va marchando do derrota en
derrota. Por el contrario, donde quiera que ó bien lucha, ó
triunfa, ó resiste, marcha al combate á nombre de la liber-
tad de conciencia; en él encuentra la vicia, y por ahora en
ninguna parte puede vivir y defenderse sino al abrigo de
este principio ((I). Sí, cíteseme un pais, uno solo en que no


( 1 ) La prensa democrática y progresista en España se opuso
también á ello, y aun hubo interpelaciones en el Congreso, pidiendo
al gobierno que se opusiera.


(2) Es público y notorio que se hizo por cuenta de la francma-
sonería, á la q u e estaban vendidos varios ministros de aquel pais.


(3) 1). Antonio de Almeida asistió también al año siguiente al
segundo Congreso de Malinas, donde tuve el gusto de tratarle y
simpatizar con él.


En la confusión que produjo su interrupción, un español amigo
mió, que asistía al primer Congreso, D. Leocadio Pagasartundua,
protestó también contra las palabras del señor conde, que ofendían
a España; pero su protesta pasó inadvertida.


(4) Los políticos que tratan de proporcionar á España la honra
de ser anexionada á Portugal, fundando un it<erisrno que tiene por
base el ceder á Francia las tierras que baña el Ebro, y que cantan
en todos tonos las glorias gubernamentales de Portugal, pueden
meditar un rato sobre estas lisonjeras palabras del señor conde.


(5) El señor conde olvidaba que en Portugal hay libertad de
conciencia, y aun, en parte,de cultos. Casualmente es uno de los mo-
tivos por que encomian aquel pais nuestros modernos iberistas,


(G) En España el Catolicismo lucha hoy dia y resiste, no en




398


huya, que invocar la libertad religiosa, uno solo en Euro-
pa, en Asia y en América (1).


iijEncontrará acaso otro abrigo en Francia contra las
añejas cabalas y trabas de una legislación escrita para to-
dos los antiguos despotismos ?


n j E n Inglaterra contra el fanatismo de las preocupacio-
nes nacionales y populares?


n j E n Suiza contra las opresiones y robos verificados
por el radicalismo ?


n¿En la misma Italia contra los sucesores y discípulos
de Maquiavelo?


n j E n Grecia contra los herederos retrógrados de las re-
yertas y sutilezas bizantinas?


njEn Turquía contra los asesinos del Líbano y esas re-
crudescencias intermitentes del fanatismo musulmán (2)?


n¿En Suecia contra esos fieros liberales (3) que por una
ley reciente acaban de condenar al ilotismo civil y político
á sus compatriotas culpables do profesar- la loy de sus pa-
dres, y que obligan á pobres criadas católicas á estar por
espacio de seis meses seguidos oyendo las instrucciones de
los ministros protestantes?


M¿En Rusia contra esa monstruosa é hipócrita tiranía, á
la que Pió IX recordaba no há mucho, en su Carta de 22 de
abril, los enérgicos juramentos de Catalina II á favor de la
libertad de conciencia?


i.sEri China ó en Cochinchina, en donde nuestros misio-
neros han necesitado nuestras escuadras (I) y nuestros pie-
nombre de la libertad de cultos, sino de la ley, la prescripción y el
contrato internacional, combatiendo de paso y fundada en ellos la
pretendida libertad de cultos,


( 1 ) El señor conde huye siempre de la frase libertad de cultos,
usando las palabras libertad de conciencia, libertad religiosa, que,
como mas ambiguas, le sirven mejor para oscurecer la cuestión,
confundiendo, como hace en este pasaje, la libertad de la Iglesia
con la libertad de conciencia, que él considera como sinónima de
!a libertad de cultos. Hecha esta distinción, todas las declamaciones
y hechos citados por el señor conde en este pasaje vienen á tierra.


(2) En Turquía la Iglesia católica es mas hbre hoy dia que en
muchos Estados europeos.


(3) El señor conde pone una curiosa nota acerca de ¡a intoleran-
cia de Suecia, y las tropelías cometidas con los católicos, que se pon-
drá mas adelante entre las crueldades de los herejes.


(4) En China fueron los ingleses y franceses por intereses mer-
cantiles, y casi nada por los religiosos. En Cochinchina fueron los
españoles y los franceses : nuestros soldados y nuestros intereses
llevaron fo mas pesado de fa carga, como habían ilevado no poca
parte los misioneros españoles.




399


nipotenciarios para obtener la libro predicación de la fe
cristiana, pero en donde no han obtenido, gracias á Dios,
ni reclamado mas que la libertad (1)?


..Así que por doquiera, sí, por todas partes hoy, como en
los primeros tiempos de la Iglesia, el Catolicismo baja á la
arena, lucha, resiste, se sostiene y triunfa á nombro de la
libertad de conciencia (2 ) .


nPascad una mirada atenta por toda Europa, por el
mundo entero: en ninguna parte el Catolicismo puede in-
vocar el privilegio, la esclusion de los otros cultos; en nin-
guna parte si no es en algunas mezquinas (diétives) repú-
blicas de la América española, sin fuerza moral ni material,
sin influencia alguna sobre el resto del mundo, y en donde
los desórdenes del clero solamente son sobrepujados por la
brutalidad de sus perseguidores (3 ) : en ninguna otra parte
la libertad de la Iglesia católica puede ser reclamada ó
afianzada fuera de la libertad de conciencias y de cultos.


nSe me objetará quizás el Concordato austríaco (4) , y se
hará mal en esto. Honro y admiro este acto : felicito á sus
autores y doy las gracias al gran Pontífice y al noble E m -
perador que lo han llevado á cabo. Pero, á eseepcion de dos
ó tres disposiciones sobre la jurisdicción de los Obispos, que
ni han sido ejecutadas ni probablemente lo serán, no en-
cuentro nada, absolutamente nada incompatible con la li-
bertad de cultos (5 ) . En prueba de ello que el Emperador


(1) Nosotros nada sacamos de allí sino la honra y el bien de la
Religión; los franceses han sacado honra y provecho, y están sacan-
do intereses materiales habiéndose establecido allí: Suum naque.


(2) No es cierto : siempre el mismo sofisma de confundir la li-
bertad de la Iglesia con la libertad de cultos: la libertad del hom-
bre de bien con la libertad de los picaros y ladrones.


(3) Los republicanos de América verán lo que hay de cierto en
esto, y si están en el caso de conformarse con el señor conde.


(4) No tal, señor conde; el que se le objetará á V. es el de Espa-
ña, acerca del cual hace V. como que se olvida, porque echa por
tierra toda su teoría general y absoluta: Sur tóate V Europe... nullepar
le catholicisme ne peut plus invoque)' le privilége, Vexclusión des aulres
cuites, etc. ¡Puede ignorar el señor conde el Concordato español? Si
lo sabe, jera posible se le olvidase? Si lo sabe y no se le olvidó, ¿dón-
de está la buena fe?


(5) Siendo Alemania el foco del protestantismo, mal podia el
Emperador negar hoy dia la libertad de cultos á sus subditos pro-
testantes.


Sabido es que, respecto al cumplimiento, habiéndose abolido
por él la traba del Exequátur, en Austria no se ha opuesto obstácu-
lo á la Encíclica Quanta cura, como en otros países.


Se lee en el Monde de 4 de agosto de L863 que el Emperador de




400


y Rey apostólico, con la misma mano con que firmó el
Concordato rubricó también los edictos , que conceden á
todos los protestantes de su vasto imperio un conjunto de
libertades y seguridades públicas absolutamente iguales á
las de la Iglesia católica, y como no las poseen en ningún
otro pais, ni aun en los protestantes. (Adhesión.)


ii Este gran hecho, ó, por mejor decir, gran principio, en
ninguna parte se halla mejor formulado que en el programa
político que acaba de presentarse en la cuestión de Polonia
á nombre de la Europa civilizada y cristiana, y propuesta
por ella á la Rusia.


//Entera, y -perfecta libertad de conciencia y abrogación
de las trabas puestas al culto católico (1).


ii Tal es el cuarto de los seis puntos propuestos á Rusia
por las tres potencias en favor de la desdichada y católica
Polonia. Lo que Francia y Austria, las dos primeras po-
tencias católicas del mundo, piden al cisma perseguidor de
Rusia, es precisamente lo que la civilización moderna, bien
entendida, pide y concede en todos los países en que tiene
su influencia. Pero no olvidemos que estos dos términos
son coexistentes é inseparables. Primero libertad completa
de conciencia: luego abrogación de las trabas puestas al
culto católico: esta es la consecuencia. (Movimiento de
adhesión.) (2).


nSeriaun delirio insensato suponer que pudiera obte-
nerse en Polonia, ó en cualquiera otra parte, entera liber-
tad de conciencia á los católicos con la sujeción ó simple-
mente la molestia de las sectas disidentes.


Pueden sostener unos que esto es una desgracia, los


Austria acaba de presentar á la Dieta de Transilvania una ley, cuyo
art. 2.° dice así: "La religión griega unida como tal y la religión
griega oriental gozarán de la misma posición independiente, bajo
la inspección superior de la Corona, que las otras religiones de
Transilvania. El ejercicio de los derechos políticos es independiente
de toda confesión religiosa."


(1) Por de contado el proyecto se quedó en proyecto, y hoy dia
Rusia está poniendo á los católicos en la alternativa de apostatar ó
ser deportados á Siberia.


(2 ) Esta esplicacion del señor conde es demasiado complaciente
y benévola. El artículo es un puro pleonasmo. Si Iluda concedía á
Polonia libertad completa de conciencia tenia que quitar las trabas
al Catolicismo, de lo contrario la libertad no era completa.


Volviendo yo el comentario contra prodneentem, diria que Aus-
tria y Francia pusieron la segunda frase, porque saben muy bien
que, á pesar de la libertad completa de conciencia, se ponen y pon-
drían al Catolicismo trabas injustas.




I 'll


otros que es nna fortuna y un progreso inmenso; pero ni
los unos-ni los otros pueden negar (presea un hecho.


njSerá esto una gran desgracia? Por una vez mas des-
carto con esmero todas las discusiones teológicas; pero no
puedo permanecer sordo á la voz do autoridades tan gran-
des y tan respetables, que me parece han invocado la li-
bertad religiosa en bien de la verdad católica con un sin-
cero entusiasmo, ó al menos haberse aliado con ella con
cierta resignación espansiva, No invocaré Jos testos anti-
guos y eélelircs do Lactancio y de Tertuliano (non, est re-
ligión'/» cogeré religionem) (Ij de San Atanasio , de San
Agustín (i), de San Hilario que se encuentran por doquie-
ra y delierian estaren la memoria de todos. Tengo aun á
mi favor testimonios mas recientes y mas tópicos. El gran
conde De Maistrc ba presentado el problema, sin atreverse
á resolverlo, en este pasaje poco conocido desús admira-


( 1 ) Las palabra» de Tertuliano que cita el señor conde son estas:
Videie ue ef /(".' ad irreliifiosUaJt* elogiouní concnerul whmert líber-


tatem rejigvmis et interdicere optionem divinit-itis, ul non liceai mihi
célere quem velim sed cogar colere quem nolim: nema se ab invito
ecli vo/et, ite. h-mio (piidem. Esta última frase de Tertuliano es falsa:
,\'¡ibuco<li>in'wr, (pie era hombre, se quería hacer adorar en Babilo-
nia por tres israelitas contra su voluntad. Prescindiendo del escaso
valor de la .".atondad de Tertuliano por razón de su crida, y respe-
tando, como es justo, su Apologético (cap. xxui). de donde están
tomadas tftii-i palabras, debiera advertir el señor conde que el testo
que cita, nuda pnu ba para su asunto. Confunde, como siempre, la
libertad de la iglesia y del Catolicismo con la libertad de cultos y
de la hrovjí», q n c son distintas.


Adem 's ('enfunde la coacción religiosa con la prohibición de
culto. Si-ebuto iiizo bautizar á los judíos, y en esto obró mal, pues
solo debió prohibirles, cuando mas, ef culto público. En España no
hay bberti'.d de ca'tos, pero tampoco se obliga 4 nadie á que se
haga católico á.la fuerza. Este es el sentido, y no otro, de ia frase
.Yon est re/igionis cogeré religionem.


El s( ñor o- Tule, siguiendo á la Revista Católica,, dice que aquí
están el nomli: e y la cosa, y que de entonces acá no se ha dicho cosa
mejor. Pues si esto es cierto, ¡medrados están los librecultistas en
materia de citas!


(2) ¡(San Asustin partidario de Ja libertad de cultos, cuando él
mismo dice que se equivocó al defenderla por algún tiempo! Véase
su doctrina en el párrafo 1 8 , pág. 84 de este tomo. San Atanasio,
perseguidor de los arríanos y perseguidísimo por ellos, fue partida-
rio de la l iWrta-1 de la Iglesia, pero enemigo acérrimo de que se
diera libertad á los herejes.


Desdichado es el señor conde en materia de citas. Ademas de la
de San Anselmo y estas, que le devuelvo, aun falta luego otra del
Sr. Obispo de Arras.


20




402


bles cartas. Es del 13 de diciembre de 1815 (1): trata pre-
cisamente de Bélgica y de la protesta que los Obispos de
aquel tiempo habian hecho contra la ley fundamental del
Rey Guillermo. LTé aquí cómo se espresaba:


nDecir en general que el admitir la religión protestante
es una desgracia para un pais católico, es una verdad tan
trivial que no merece se moleste uno en hablar de ella; pero
lo que importa saber es, si hallándose reunidos bajo el mis-
mo cetro (2) el pais católico debe rehusar la tolerancia que
el otro le pide, ofreciéndole reciprocidad: ente, es un grande,
muy grande problema... (3). El motivo de dudares que las
sectas no tienen fuerza contagiosa sino al principio y du-
rante el paroxismo revolucionario, pasado el cual, ya no
hacen conquistas (4). El Catolicismo, por el contrario, siem-
pre es conquistador... Por una docena de miserables que el
protestantismo nos llevará en los Paises-Bajos, y cuyos an-
tecedentes ignominiosos deshonrarán su apostasía, aun á
los ojos do sus ridículos apóstoles, cien personas, distingui-
das por su posición, carácter y virtudes, pasarán á nuestro
campo en Holanda (5). Así , pues, yo no decido nada, n


nObservaré, de paso, que esta carta es perfectamente
aplicable á Francia y Bélgica hoy día , en donde hay real-
mente dos países, dos pueblos reunidos bajo el. cetro de la
misma ley (G), los católicos y los incrédulos, y donde la re-
cíproca tolerancia, que el conde Do Maistre entreveía, debe
y puede bastar para el sostenimiento del Catolicismo.


riUn célebre contemporáneo del conde De Maistre (mon-
señor Frayssinous), el mas ilustro do los Obispos de la Res-
tauración, era mas atrevido que él. Decia á la Cámara de
diputados : •• La libertad que queremos piara nosotros , la


( 1 ) Carta al Arzobispo de Itagusa.
( 2 ) Luego en España, donde esto no sucede, tampoco hay pa-


ridad, ni tampoco en las repúblicas liispano-aiuericanas.
El conde hab'a de un caso concreto, y no en general.


(3) Aun á pesar de eso, el conde nada afirma ; luego tampoco el
Sr. de Montalembert tiene derecho á mirarle como testimonio en su
favor.


(4) Esto, con perdón del señor conde De Maistre, no es cierto.
Véase lo que dice el Sr. Cardenal de Alalinas en su Curta sobre au-
mento de protestantes en. BéUjica , pág. 133, línea penúltima. Véase
también la Destrucción del Catolicismo en el cardón de JJasilea en
estos últimos anos , pág. 153.


( 5 ) El hecho es que no pasaron.
(>',) Véase la ventaja que quieren proporcionar á España los libre-


cUit istas, apenas verificada nuestra fusión nacional, tan fraccionada
por el espíritu de provincialismo, de fueros, etc., etc.




40:;


El señor conde pasa luego á citar al príncipe do Mean,
acerca de cuya conducta véase lo dicho en el párrafo 23,
pag. 122 y siguientes. Cita luego la autoridad de monseñor
Parisis, Obispo de Arras; de Mons. de Salinis, Arzobispo de
Aucli , y del Obispo de Maguncia.


No consigno sus pasajes porque hacen poco al caso, y
tampoco dicen lo que el señor conde les quiere hacer decir.
Es mas: con respecto al Sr. Obispo de Arras, su opinión en
materia de libertad de cultos es enteramente contraria á la
quo le atribuyó el señor conde en el Congreso do Malinas.
Mons. Parisis, Obispo de Arras, ha reimpreso en este
mismo año un precioso folleto acerca de esta materia, titu-
lado Vaso de conciencia, sobre las libertades púhlicas, y
el cual se publicó en 1.847 ( 2 ) , para esplicar su conducta
en 1831) al pedir la libertad de la Iglesia, por cuanto al-
gunos pretendían hallar contradicción entre sus doctrinas
de una y otra fecha. El señor conde no podia ignorar la
existencia do esto libro: jpor qué, pues , se valió de pasajes
de Mons. Parisis do 1830, y no de sus osplicacionos en 1847 '


La opinión neta do Mons. Parisis está formulada, en es-
tas palabras testuales que apoyan mi opinión y rebaten la
del señor conde (3): lia elirédm catlioliqm ne peut pan
sa.ns idler eontre II enseignermnt formel et obiigatoire du
Sa.inl-S¡cge regarder la, liberté ctcil des caites córame un
bien en, sol, ni sourtout, córame un mienx, ov, córame un
progres dnms le bien.


Luego el Sr. Obispo de Arras afirma categóricamente
que la libertad do cultos en sí no es buena,, y quo no es de
católicos afirmar que sea una mejora ni un progreso. Es
claro: si no os buena en sí, es mala en su esencia, y el mal
no puede ser mejora ni progreso.


(1) Ya dije mi opinion con desenfado acerca de estas citas de
Obispos particulares á la p !ig. ¿OS. Ademas, Mons. Frayssinous,
sosteniendo el despotismo universitario napoleónico, trató de hacer
algún bien, pero sin fruto, pues era el bien á inedias.


(2) Cas de conscience sue tes libertés publiques, par Mons. Pari-
sis, Eue pie d'Arras: deuxième ed. Paris ap. Lecofi're, 1883.


(3) Pág. 15 de la seguirla edición , que tengo á. la vista.


i t q u e r e m o 3 páralos domas (1). " Morís. Clausel de Montáis,
Obispo de Ohartres por aquel mismo t iempo, invocaba la
Curta y la libertad de conciencia contra las famosísimas
Ordenanzas de 16' de junio de 1828.»




404


Respetando, como respeto mucho, la doctrina de mon-
señor Parí sis, en el caso de que fuera contraria á la mia,
repitiera sencillamente lo que tengo dicho ; pero según los
huenos principios de Derecho canónico, "entre la palabra
del Papa y la de veinte ni treinta Obispos, por sabios que
fueran, estaré por la del Papa.1 1 Afortunadamente el Epis-
copado, hoy dia, está compacto al lado de la Santa Sede en
iodo el mundo, sin que lleguen á seis entre mil los Obispos
que no han aceptado el Hyllabns, y por tanto se une á este
la fuerza que da la Iglesia dórenle, annapuc dispara, con
su aceptación unánime.


Dejando, pues, á un lado todas las citas de Obispos que
presenta el señor conde, y que en su mayor parte hablan
de la libertad de la Iglesia, no de la libertad de cultos, y
con objeto de abreviar ya este Apéndice, examinaré sola-
mente dos ó tres pasajes importantes del discurso.


El señor conde deduce de las citas de los Obispos ale-
gados por él:


"Que la. Iglesia puede pone rse de avaerdo perfectamente
con el estado moderno, que tiene por Ixw- ta, lil'crlo/l re-
I igios.i.«


Esto nadie lo ha negado. La Santa Seda puede hacer
Concordatos, aunque sea con los infieles, cuanto mas con
los países iibrecultistas ; mas en tal caso ya la iglesia no
es del todo libre en su acción esterior, pues tiene que so-
meterse á lo estipulado. Si recibe beneficios, tiene que mos-
!nir gratitud En tal caso, ya no es sistema de indiferen-
tismo 6 libertad absoluta, sino de concordia, ó libertad rela-
tiva. Es preciso optar por un sistema ó por otro, por el sis-
tema americano ó por el sistema de Concordatos : ó indi-
ferentismo ó concordia. Todos los católicos convenimos ya
en rechazar el Cesarisrno (l). En este particular estoy de
acuerdo con el señor conde; pero, desechado aquel, hay que
A c e p t a r uno de los otros dos: ó las relaciones benévolas, o la
indiferencia. El señor conde aplaude á la vez á Bélgica, al
Austria y á los Estados-Unidos. Esto no puede ser: ó lo
uno ó lo otro. (Véase el párrafo 37, pág. - 1 2 y siguientes.)


Dos pasajes tiene el señor conde relativos á España que
no deben omitirse : " Y o como católico prefiero mil veces
vivir en Bélgica bajo el mando de Leopoldo I, que en Es-


fio Por mi parte pienso escribir un tratado sobre regalías, si
Dios me da vida, y poner esta cuestión en su punto de vista, espre-
sando el origen de aquellas y sus vicisitudes.




405


paña bajo el mando de eso Carlos I I I , que pudo de una
plumada espulsar todos los jesuítas do sus veinte reinos,
con pena de muerte á quien discutiera una orden tan atra­
biliaria,"


Yo también lo preferiría; pero creo muy preferible el
vivir en España, si la Constitución, el Concordato y las le­
yes fueran una verdad de parte de sus gobernantes de to­
dos colores; y como no espero mejorar con la libertad de
cultos, defiendo la legalidad vigente y pido su cumpli­
miento.


Después do hablar del suplicio do Calas y La Barre, en
Francia, á mediados del siglo XVIII, añade: "Reprobando
los suplicios y las crueldades cometidas á nombre de la
Religión, no acuso á nuestros padres por haber mirado al­
guna vez como necesario el empleo de la fuerza coactiva
para proteger la Religión contra sus enemigos. Digo sola­
mente (pie este sistema en adelante es imposible."


Una uo­sa es la, coacción con pena capital, otra, cosa os
la coacción por medio de penas civiles, en armonía con la,
legislación moderna, y otra cosa el impedir el culto público
á los no católicos en países católicos. Yo repruebo Jas po­
nas sangrientas en esta materia, pero defiendo y defenderé*
las de! Código penal do España. Por lo domas, la palabra
ЬЩУМШ se suelta mas fácilmente que se prueba.


" l̂ as hogueras encendidas por una mano católica me
causan tanto horror como los cadalsos eu (pie los protestan­
tes han inmolado tantos mártires. (Movimiento: <iplausos.)*


i En qué estallan pensando los católicos que aplaudieron
tan inconveniente despropósito, y una comparación tan in ­
famante y anticristiana! Semejante proposición, casi digna
de censura teológica, merece un fuerte correctivo. ¿Conque
para el señor conde de Montalcmbert casi no hay diferencia
entre los mártires católicos y Jos apóstatas y renegados?
¿Conque para el señor conde es lo mismo el suplicio del
malvado que el del hombre de bien, sin que este le inspire
mas simpatías (pie aquel? jConque á su señoría el mismo
horror le inspiran el suplicio do Tomás Moro y el venera­
ble Obispo Fisher, que los de Ciprian de Valora y 'el sensual
y malvado Cazaba? Los Santos mártires que pedían por fa­
vor no se les quemara con herejes, ¿qué dirían al saber
que al conde de Montalembert le inspiraban el misino hor­
ror unos que otros?


Dios manda castigar con pena capital al librecultista. En.
el cap. xvi i del Deulevonennio manda Dios, el mismo Dios,




•iOG


matar á pedradas al idólatra; esto es, al israelita apóstata,
al que en uso de su libertad de conciencia introduce en
su país un culto nuevo. En el x u i manda matar igual-
mente al profeta falso: Qivia, locutus est vi vos averterd.
á Domino Deo vestro. ¿Qué es un hereje, sino un pro-
feta falso? ¿Le inspiran al señor conde horror los suplicios
mandados por Dios en el Deutcronomio y el Levítico? En
tal caso Dios mandó una cosa horrible. Supongo que el se-
ñor conde rechazará con indignación esta blasfemia como
buen católico. Pero si la rechaza, le preguntaré en seguida:
El presbítero Caza!la, apóstata, seductor, profeta falso en
Valladolid, ¿era de mejor condición que los profetas falsos
de Israel? ¿No era mayor su iniquidad cuanto es superior
el Catolicismo al judaismo?


El bachiller Herrezuelo, que maldice desde la hoguera
á su mujer porque abjura el protestantismo, ¿es ó no un
profeta falso?


— ¡Oh! pero el pueblo israelita era un pueblo de dura
cerviz : la pena estaba en armonía con sus ideas. H o y tene-
mos costumbres mas suaves, ideas mas tolerantes.


Pues bien: por ese motivo la Inquisición, tribunal misto
de eclesiástico, secular y pol ít ico , con arreglo á las ideas
generales de la época, comunes en todos los países, aplicó
penas duras á los apóstatas de España. ¿Querrá comparar
el señor conde el suplicio del apóstata con el del mártir, el
del profeta iálso con el de San Esteban?


Añade á continuación "que la mordaza puesta á cual-
quiera que predica su fe con un corazón puro, le hace el
mismo efecto (pie si se la pusieran á él."


Dejemos á un lado lo del corazón puro, que es mera
frase retórica: el corazón no se ve , y todos los beresiarcas
han hecho alarde de una pureza que no tenían. Resulta,
pues, que la mordaza puesta por la Iglesia á los herejes
Arrio, Eutiques, Nestorio, Wicleff Lutero y Cal vino, etc.,
la siente el señor conde como si se la hubieran puesto á
él. ¡Estupendo catolicismo!


Todas las prohibiciones de libros malos que hace la Igle-
sia, son mordazas (hablo el lenguaje del señor conde) pues-
tas á sus autores, y el señor conde las siente como si se las
pusieran á él. El Rey de Prusia, á pesar de ser protestante,
ha prohibido la circulación del libro arriano del renegado
Renán. El señor conde siente esta mordaza como si se la
pusieran á é l ; porque ¿quién le ha dicho al conde de Mon-
talembert que Renán no tenga corazón pmroi




407


El señor conde compara en seguida "al inquisidor espa-
ñol diciendo al hereje: ¡la verdad ó la -muerte! con el ter-
rorista francés, que decía á su abuelo: ¡la libertad ó la
'muerte!" y añade (pie ambos le son igualmente odiosos.


El inquisidor español Pedro Arbués es Beato : está en
los altares, y va á ser canonizado. El Cardenal Cisneros,
principal fundador de la Inquisición después de Torquema-
da, tiene pendiente su proceso de beatificación. ¿ Le son
igualmente odiosos al señor conde el Beato Arbués y el
Venerable Cardenal Cisneros que Marat y Robespierre?


El señor conde, siguiendo á Mons. Kettler (pág. 51 de
la obra citada), dice que la libertad de la Iglesia consiste
en el "derecho de administrar ella misma sus negocios se-
gún sus principios, y no someterse sino á las leyes genera-
les del Estado."


N o convengo con esta idea de la libertad eclesiástica en
ninguna de sus dos partes:


1." Porque la libertad es cosa práctica, y no simple-
mente un derecho á gobernarse á sí misma.


2.° Porque si las leyes del Estado son inicuas y anti-
católicas , la Iglesia no tiene obligación do respetarlas, y
lanza su non possumus.


3." Porque es hacer depender la libertad esencial é in-
trínseca de Ja Iglesia de una cosa accidental y esterna.


Y o lie puesto el principio de Ja libertad eclesiástica en
la facultad práctica, propia, inenalienable, que tiene la Igle-
sia para resistir y rechazar todo lo que sea contra su dog-
ma, su moral y su disciplina esencial, venga de donde
quiera. Esta es la idea que tengo de la libertad eclesiástica,
según <lejo consignado en los párrafos anteriores.


Querer (pie la libertad de la Iglesia consista en la su-
misión al derecho común, es un error grave, antijurídico y
anticanónico. Es hacer consistir la libertad de la Iglesia
en una cosa esterna , y que no está en su mano, pues el de-
recho civil no lo redacta ella. Con el derecho común ape-
dreó la Sinagoga á San Esteban. Véase, pues, cuan equivo-
cada idea de la libertad eclesiástica tiene el señor conde al
decir Le d.roit commun ext. a.ujov.rd'hui le sevd, asile ele la
liberté reluji ea.se, de la liberté de VEalise comme de toat.es
les antees libertes.


Bien lo manifestó en el segundo Congreso de Malinas
lord O-Reylly en la malhadada proposición acerca de la
propiedad eclesiástica. Los católicos ingleses y españoles y
muchos franceses creímos ver una reprobación indirecta en




408


el modo con que se hablaba de la llamada amortización,
eclesiástica, que se miraba como un privilegio, pidiéndose
en ella el derecho común. Mr. Mylos O-Ileylly manifestó
que el derecho común en Inglaterra es una pura hipocresía,
pues sostiene la amortización en favor de Ja Iglesia angii-
cana, y Ja prohibe á la católica.


Concluiré citando uno de los trozos en (pie al final de
su discurso el conde de Montalembert deshace toda, su obra,
decidiéndose por el sistema de Concordatos, después de ha-
ber vacilado entre este y el americano, ó de indiferentismo.
Dice así:


"Lo que debemos pedirá la fuerza pública, al Estado, es
que no impida ni deje impedir la observancia de las leyes
de Dios y de la Iglesia, y que proteja los derechos religiosos
como los demás derechos... La fuerza púbiica debe pro-
tegerme contra el que me impida ir á la Iglesia.; pero si
(pusiera hacerme ir á la Iglesia, contra mi voluntad, seria, tan
ridicula como insoportable.


iiLa independencia recíproca do la Iglesia y del Estado,
que es la gran ley de las sociedades modernas, no exi-
ge precisamente su separación absoluta, ni mucho menos
su hostilidad recíproca (Asentimiento.) Esta, separación
absoluta no es una condición esencial de la libertad re-
ligiosa ó públ ica ; antes bien puedo verificarse aquella
con una opresión espantosa; tal como se vio en la Revo-
lución francesa,. La Iglesia libre en e! Estado libre no
signifícala iglesia en guerra con el Estado, la Iglesia hos-
til ó estraña al Estado. (Xaeoa lulhesion.) La Iglesia y el
Estado pueden y aun fichen conciliar sus ¡•cs¡icctieos inte-
reses para dar á la sociedad, lo mismo que al individuo,
tales ventajas, que solo esta inteligencia puede asegurar
Antes que Cavour lo había dicho un honrado italiano, Cé-
sar Cantú (II infarta Ciüvei'sal, tomo vi, pág. °>:í8): »es pre-
ciso no ver en la Iglesia ni una esclava, ni una enemiga,
sino una libre cooperadora. Esla alianza, puede contener
concesiones y eomprom ¿sos recíprocos."


Hasta aquí el señor conde.
¡Véase en lo que viene.á parar después de tanto folla-


j e el decantado discurso del señor conde de Montalem-
bert I A decirnos una verdad vieja, viejísima, vulgar, tri-
vial, sabida de todos, proclamada por Osío en el primer
Concilio de Nicea, á presencia de Constantino, en el sabi-
dísimo y manoseado pasaje Tibí Deas imperiam concredi-
dtt nobis quw suul Eeelesice commisil, etc.




409
¡Y para esto dos discursos de á dos horas! ¡Y para esto


ensalzar hasta las nubes el sistema americano, para venir
luego á parar al sistema de Concordatos!


Vette allhwe peal eo'mporter des amcessions córame
des engagements.


Cdte. al llamee existe en Belgique en falt córame en
droit.


2\o tal: cuando so emitió esta frase la Iglesia, de Bél-
gica ya se hallaba perseguida, y desdo poco tiempo después
lo fue mucho mas, usurpándole el gobierno sus legados pia-
dosos, sus cementerios, sus casas religiosas, sus hospitales,
las rentas de la- Universidad do Lovaina, y sujetando al
Catolicismo á mil vejaciones, á pesar de la alianza en j'a'tt
coraría: en a.roit.


La Providencia quiso poner en claro, poco después, el
verdadero estado do Bélgica, para (pie ol Catolicismo viera
fijamente en esta cuestión, y comprendiese (pie la Iglesia
adelanta poco con garantías de papeí; (pie una cosa os ofrecer
libertad y otra cumplirla; que lo mismo se falsean los Con-
cordatos que Jas Constituciones políticas; que el Catolicis-
mo está en el caso de reconcentrarse hoy día, sin contar
para nada con gobiernos francmasónicos, que lian de per-
seguirla con mil pretestos, ni con una diplomacia egoista
que ha. do sacrificarla por treinta, dineros.


El Catolicismo tiene (pie buscar la fuerza en sí mismo,
en su cohesión, en su adhesión á la Cabeza de la Iglesia y á
sus Prelados, en el cumplimiento estricto de los preceptos
evangélicos, en las obras de caridad, en la. lucha abierta
contra el error, en la repulsión del respeto mundano (pie
hace tibios y cobardes á muchos católicos, dando fuerza á
los enemigos de la Iglesia, (pie no serian tan osados si los
católicos, sobre todo en España, Italia y otros paises do
Europa, fueran mas decididos y obligaran á los contrario»
á respetar su verdadera y santa libertad, y con ella la santa
libertad de la iglesia.


Ksta, es mi opinión francamente espuesta. La Iglesia
siempre es libre: los católicos lo son y lo serán siempre
(pie quieran serlo al tenor do lo dicho, buscando su fuerza y
su libertad en el Evangelio y en su conciencia, no en el
derecho común, manejado hoy dia en casi todas partes por
enemigos hipócritas, dispuestos á vencerlo legalmente, ó
aplasta)lo reeola clonar lamente.


En conclusión, y para (pie se vea de cuan distinta ma-
nera sojuzgaba en el segundo Congreso de Malinas, citaré




410


dos pasajes del discurso de apertura del barón de Guerla-
clie, uno de los fundadores déla libertad é independencia de
Bélgica en 1830, y presidente en ambos Congresos de Ma-
linas (1):


"Nuestros adversarios violan abiertamente el principio
establecido en el Congreso y echan por tierra el art. 17 de
la Constitución belga, convirtiendo ia regla en escepcion y
la escepcion en regla (2). Así es que hemos encontrado en
nuestros libre-pensadores unos hombres tan hábiles para
desnaturalizar la voluntad espresa del Congreso , como lo
habían sido los ministros del Rey Guillermo para falsear
la ley fundamental de 1815. El liberalismo se ha colocado
en el puesto del oranc/ismo, y continúa usando de sus ma-
ñas. El dia en que el Catolicismo principió á mostrarse en
los Estados generales , Botrenge y Reyphius dejaron los
bancos de la oposición liberal, cuyos jefes eran, pava pasar-
se al partido protestante, al que se aproximaban por sus
simpatías, ó , por mejor decir , por sus odios comunes. Si
Dotrenge y Reyphins, que murieron desesperados y maldi-
tos como tránsfugas, después de la sublevación de 1830, es-
tuvieran todavía en el mundo, tronarían hoy contra los
católicos al lado de nuestros adversarios; serian nueva-
mente los héroes de su partido , boy dia ya resucitado y
engrandecido. 1 1


Hasta aquí las palabras del respetable señor barón de
Guerlaohe, (pie tuve el honor do escuchar en la mañana
del 29 de agosto, y (pie copio aquí sin comentarios, pues
no los necesitan. Ellas solas dicen mas que un libro, y valen
por una contestación al discurso leido por el señor conde
de Montalembert en el primer Congreso.


( 1 ) AsseviMée genérale, etc. ( Deuxieme session d, Matines: 1864;
tomo i, pág. 14 ) Siento en el alma que estas actas hayan llegado á
mis manos cuando ya estaba muy adelantada la impresión de este
libro.


(2) Vea el señor conde de Montalembert de lo que les servia en
] 864 la Constitución de Bélgica á los católicos, á pesar de sus diti-
rambos en el primer Congreso de 1863.




411


NÍÍM. 4."


La francmasonería.


Acerca de esta asociación se ha escrito mucho, por ese
motivo no tengo necesidad de estenderme en este punto,
pero también quedaría incompleto el cuadro si no dijera
algo de ella con relación al indiferentismo y el poli-
cultismo.


Sobre el origen de esta secta, ó agrupación de sectas,
también se ha disputado mucho , buscándole un origen re-
moto en el Egipto, y después en la construcción del templo
de Salomón. (Jasi todos los escritores masones han trabaja-
do por ennoblecer su origen, dándole antigüedad é impor-
tancia, y ocultando así el verdadero principio de ella, que
fue una asociación de judíos. Dispersos en varias naciones,
dedicados al comercio, y por tanto precisados á viajar con
frecuencia, necesitaban reconocerse para apoyarse mutua-
mente, favorecerse, hospedarse y trasmitir sus noticias, para
lo cual tenían signos particulares y un lenguaje simbólico.
Las columnas de Jaquin y Booz, el nombre de Jehová es-
crito en el Delta ó triángulo y colocado en el fondo del pa-
bellón que decora el Oriente, el deletreo y la Biblia coloca-
da sobre el ara, ó mesa del Venerable ó Presidente de la
logia, y otras varias prácticas masónicas, todas son de origen
israelita. Aunque los cismas y modificaciones ocurridos en
la francmasonería han introducido mil prácticas distintas,
siempre han quedado estos vestigios judaicos , comunes á
todas Jas logias, como indicios de su verdadero origen.


Tanto Clavel en su Historia pintoresca sobre ta franc-
masonería,; como Krause y otros que han escrito sobreesté
punto, pretenden que los masones tuvieron otro origen mas
reciente en Lombardía, donde edificaron grandes iglesias
y se dieron una organización misteriosa. "Debemos notar,
dice Clavel (1), que la mayor parte de los miembros de es-
tas sociedades eran de comuniones opuestas á los Pontífi-
ces, como lo prueban las mismas construcciones, por ciertas
señales que en ellas colocaban los masones, y de los que el
Dr. Krause ha dado una amplia colección."


Continúa el mismo autor diciendo cpie los masones, fa-


(1) Historia pintoresca de la. francmasonería , por F. T. B. Cla-
vel, traducida al español: edición de Madrid de 1847.




412


vorecidos por los Papas con privilegios esclusivos para cons-
truir iglesias, se derramaron por Europa, construyendo edi-
ficios religiosos, en los cuales ponían los signos masónicos
y varias esculturas mofándose de los Papas , Obispos y
monges que los protegían.


Es verdad que algunas esculturas indecentes , groseras
y burlonas cpie se ven, no solo en iglesias estran jeras, sino
aun en las españolas, sobre todo de Castilla la Vieja y Ga-
licia, revelan demasiada impiedad en los constructores y
mucha torpeza ó tontuna en los Prelados y cabildos que las
consintieron. Pero como algunos de los signos que pasan
por masónicos son muy usuales entre los cristianos, es aven-
turado V aun ridículo quererles dar á todos ellos origen
masónico. El Delta ó triángulo representa á la Santísima,
Trinidad: escultores y grabadores católicos lo han colocado
por adorno en láminas y en altares con el nombro de J cho-
va ó sin él. Pero los escritores masónicos quieren suponer
que todos esos grabados ó esculturas han sirio hechos por
artistas masones, que de esa manera declaraban indirecta-
mente su origen} ' hacían á los cristianos prestar adoración
á los símbolos masónicos en los mismos altares del Catoli-
cismo. Sin negar que haya habido casos de tan impía profa-
nación y bellaquería, estoy muy lejos de darle tanta latitud,
ni menos aceptar estas gratuitas suposiciones, encaminadas
todas á ocultar el origen judaico, meramente judaico, do la
francmasonería.


Por lo demás, sabido es que Krause, uno de los orácu-
los de la impiedad moderna, ha querido convertir en franc-
masonería aun la misma filosofía, y que eso lenguaje mis-
mo estridente, áspero, sibilítico, especio do «hm-oul-ibrn,,
con que sus adeptos destrozan nuestros oídos y nuestro
hermoso idioma, tiene mas de jerga masónica (pie de len-
guaje filosófico (!,)• Afortunadamente el buen sentido, re-
cobrando su imperio, va desterrando ya esc bárbaro y ás-
pero lenguaje, haciéndolo objeto de ridículo. Por eso no
puedo menos de estranar que haya católicos que, á true-
que de pasar por filósofos, y lograr algún aplauso, mas
burlón que positivo, renieden tan grosera, gongo riña y re-
chinante ¡jeriiuiida. Para mí es sospechoso en la, fe todo el
que la usa; como lo eran los arquitectos y escultores que
se permitían poner cu Jos templos aquellas impías ó inde-


(1) Krause tiene publicadas varias obras masónicas, que son ra-
ras, pues solo se dan reservadamente á los discípulos iniciados.




413


cuntes esculturas, por las que se reconocían y dejaban en
los templos mismos las huellas de su impiedad.


El mismo Clavel describe de esta manera el lenguaje
de los francmasones iniciadores, al dirigirse á los que tra-
tan de catequizar. "Esta es una institución filantrópica,
progresista (-tic), cuyos miembros viven como hermanos bajo
el nivel de una dulce i «maldad. En ella no se conocen los


o
frivolos distintivos del nacimiento y de la fortuna, y esas
otras distinciones, mas absurdas aun, de las opiniones y
de las cree netas. La única superioridad que existe en ella
es la del talento, y aun para esto se exige que el talento
,.ea modesto y no aspire á la dominación. U n a vez admiti-
do en ella, se encuentran mil medios y mil ocasiones de
ser útil á sus semejantes, y en la adversidad so reciben
consuelos y socorros. El francmasón es el ciudadano del
universo. (1). No existe ningún lugar donde no encuentre
hermanos solícitos p a r a acogerlos benignamente, sin que
tenga necesidad de ser recomendado mas que por su título,
y de hacerse conocer de ellos de otra manera que por los
signos y las palabras misteriosas adoptadas por Ja gran fa-
milia dolos iniciados ('-).•<


Esto lo dice un francmasón que por haber dicho esta
y otras cosas por el estilo, fue espulsado por el Gran-
de Oriente: bien es verdad (pie, apoyado por varias logias
de París, y en especial por la Clemente Amistad, que le
nombró su Venerable, fue vuelto á admitir.


Si se tiene en cuenta que hoy dia muchos príncipes de
Europa están afiliados 'pídjlicanienfe en la francmasonería,
como consta de las guias y anuarios de estas, y que en al-
gunas naciones se toman la molestia de dirigir las logias
]ior sí mismos, ó por personas de su confianza, se echará do
ver lo que el Catolicismo puede esperar hoy dia de esos
príncipes de Europa.


El Emperador Napoleón le profesa, como es público,
gran cariño. l i a cuidado con paternal solicitud del nom-
bramiento del Grande Oriente. El fue quien designó al


(1) Querrá decir de la (ierra, porque en la luna no consta que
haya francmasones. Todas las ideas panteistas generalmente van
reñidas con la geografía: ios filósofos que aseguran que Dios es la
humanidad ai arción, y otras sandeces por el estilo, indican que
pasaron algo de prisa por las cátedras de física, astronomía y geo-
grafía.


(2) Clavel: Historia pintoresca de la francmasonería , pág. 2 :
traducción castellana. Madrid, 1 8 i 7 .




414


mariscal Magnan, su ayudante, para presidir el Grande
Oriente de Francia, como lo ha hecho hasta fines de mayo
de esto año, en que murió.


El mismo, en el decreto en que suprimía el Consejo
de la Sociedad de San Vicente Paul, encomiaba la franc-
masonería francesa.


En su reciente viajo á la Argelia, la logia de Oran, com-
puerta cxisi toda, de judíos, fue recibida por el Emperador
con mucha amabilidad. Preguntando á los dichos masones,
se lamentaron aquellos judíos de que hacían pocos prosé-
litos, (pie los musulmanes eran muy fanáticos y no querían
entrar en las logias, ni profesar sus doctrinas de toleran-
cia. El Emperador les animó á seguir con constancia sus
trabajos difundiendo las luces.


Esto no debe estrañarse teniendo en cuenta (pie á fines
del siglo pasado y principios del presente, lo eran también
casi todos los príncipes. Los registros de la logia de Va-
lencey, si se conservan, pueden suministrar curiosos datos
acerca de algunos estranjeros que el día 10 do julio (dia de
la Virgen del Carmen) de 1 8 1 2 , fueron recibidos en ella,
sin que oso no obstara para que pocos años después ador-
naran sus pechos con la cruz del Santo Oficio, pues si los
francmasones son ciudadanos de todo el universo, también
son miembros honorables de todas las relie/iones, sin per-
juicio de no tener ninguna, y por consiguiente de ser no
tanto policultistas, como indiferentistas prácticos.


Y aquí tenemos ya la diferencia entre el masón y el
solidario. La masonería representa al libreeultista modera-
do, que ataca al Catolicismo sin violencia y sin coacciones
aparentes, valiéndose de la astucia, desacreditando á la-
Iglesia, al Papa, á los Obispos, el culto y las creencias ca-
tólicas, siempre que se presenta ocasión de hacerlo ; ala-
bando la. tolerancia, la libertad de cultos y considerando
las franquicias otorgadas al Catolicismo como un atentado
contra la igualdad. Sus doctrinas y sus prácticas en esta
parte son de completo indiferentismo. Auuque no sea pro-
testante, ni tenga idea alguna de sus variadas sectas y doc-
trinas, habla sistemáticamente á favor del protestantismo,
no por propagarlo ni favorecerlo, que eso no entra en sus
ideas, sino por fomentar ese ataque continuo contra el Ca-
tolicismo.


Los protestantes por su parte so muestran agradecidos
y propenden á entrar eu las logias, habiendo poblaciones
en Francia donde todos los protestantes son á la vez franc-




415


masones, y se valen de los signos masónicos para reconocer
que no son católicos.


Todo francmasón es libreeultista: no me atreveré á in-
vertir la proposición por no lastimar honrosas escepciones;
pero es triste que católicos honrados no se avergiiencen de
opinar como ellos en materia tan grave, y dejen la opinión
de los Santos Padres, de los teólogos, los Papas y los Con-
cilios, por opinar como los francmasones, los protestantes
y todos los enemigos de la Iglesia.


El solidario, como queda dicho, es menos paciente que
el masón, y espera de la fuerza y la osadía lo que el otro
del tiempo, la perversión de las ideas y la astucia. Bajo esto
concepto es mas temible el masón que el solidario. Este
asusta, mientras que el otro engaña, El solidario es el me-
dio providencial para aterrar á los débiles que se asustan
do la violencia y so rien con la astucia, Por eso no he debido
hablar del solidario sin hacerlo del masón.


El número de francmasones, según la estadística publi-
cada en Bélgica en este mismo año, asciende á 500,000 acti-
vos cu todo el mundo, habiendo ademas unos ocho millones
de adictos ó pasivos. Algunos Reyes de Europa figuran al
frente de las logias de sus respectivos pauses, y constan sus
nombres en los almanaques do la secta. Aunque sean pú-
blicos, no creo conveniente consignarlos en esta obra, con
respecto á los que guardan, reserva, y si he consignado el
del Emperador Napoleón, es por ser esto público en toda
Europa, y aun oficial,


Al morir el Rey Leopoldo do Bélgica, el Gran Oriente
ha publicado una carta, con fecha 11 de diciembre de 18(35,
avisando que : "Leopoldo Jorge, Clrrislian de Sa,jon'u:t-<Jo-
burgo, Reí) de los belgas, revestido del grado de Oub. ' . K.'.
D. •. dO." grado (1), ha muerto ayer con la calma y sereni-
dad del justo y con el estoicismo del verdadero masón.»


A este caballero Kadosk, prodigó el conde de Motita-
iembert grandes elogios en el primer Congreso de Malinas.
Y si Jo sabia, ¿fue decente elogiar allí á un masón? ¿Igno-
raba el señor conde lo que sabían todos?


(1) Quiere decir caballero francmasón Kadosk del grado xxx :
solo le faltaban tres para llegar al último. El maestro siempre se
reserva una leccioncita.




116


N Ú M . 5.»


Crueldades de los herejes con los católicos.


Uno de los argumentos (pie los policultistas suelen ha-
cer á favor de la libertad de cultos y contra la intolerancia
de los católicos, es la acumulación de hechos por lo común
exagerados, acusando de fanatismo sanguinario á los defen-
sores de la unidad católica, y queriendo hacer á estos res-
ponsables de los escesos y abusos de algunos pocos católi-
cos, ó á veces de los políticos, que teniau muy poco do ca-
tólicos. Al mismo tiempo callan sistemáticamente, no sola-
mente otras crueldades menores cometidas por ellos en odio
del Catolicismo, sino la parte de culpa (pie ellos tuvieron en
aquellos escesos.


Desde el siglo pasado se principió á ocultar, desfigurar
y adulterar la verdad histórica sistemáticamente, en odio
del Catolicismo, por los esfuerzos no solamente de los pro-
testantes, sino también de los enciclopedistas y volterianos,
sus auxiliares y naturales aliados. Así, por ejemplo, estos,
en vez de hablar de los camimirdoa y sus horribles escesos,
torcieron la, historia, echando toda la culpa á los dragones
(pie el gobierno francés tuvo que enviar p ira reprimir aque-
llos asesinos fanáticos, (pie llevaban por bandera el cadáver
de un niño atravesado en una pica, y dieron á este pasaje
do la historia el título de £<•'« Drayonadm.


Algunos católicos tibios se han dejado coger en estas
redes, aceptando la nomenclatura herética é impía, l istono
debe seguir como hasta aquí. Es preciso que los católicos so
acostumbren á llamar las cosas por sus nombres con ener-
gía, y no dejarse dominar cobardemente por las burlas de
los herejes y sus auxiliares. Los campos se van deslindando,
y los católicos tibios vale mas que se decidan do una vez.
En una batalla los cobardes estorban. El capitán israelita,
antes de entrar en acción, exhortaba á retirarse á los que
pudieran tener motivo de temor (1). No calió neutralidad:
*d que no está con el Catolicismo no es católico, aunque se
apellide tal. Qci meeum non cst, contra me ext.


No pudiendo aquí citar hechos minuciosamente y dar
sus pruebas , lo cual alargaría esta obra demasiado, me con-
cretaré á citar las obras y libros en que pueden compro-


(1) Dculeroii., cap. xx.




417


(1) Sobre la condenación de Galileo se han escrito mil patrañas,
que la sana crítica ha principiado á poner en claro. No estuvo preso
en la Inquisición, sino en casa del embajador de Toscana. (YTéa?e á
Bergier, Diccionario de Teología. V. Ciencia.)


27


barse aquellos y estas. El (pie quisiere estudiar detenida-
mente y en conjunto las crueldades cometidas por los here-
jes contra los católicos, puede consultar la obra ya, citada
Theatrv/íii crudeUtatura hcereticorum nostri temporis, es-
crita por Eich. Verstegan, Antverpicc, 1517, un tomo en
4.° con láminas. Esta obra se ha hecho rara, y apenas se
halla en las bibliotecas, á pesar de haberse hecho varias
ediciones, que cita Brunet en su Manual del librero. Con-
vendría que la Librería Religiosa, ó algún editor católico,
la hiciera traducir y publicar en castellano.


Los hechos que los herejes echan en cara á los católicos,
mas principalmente, desde la época de la Reforma, son:


1." La Inquisición.
2." Condenación de Cableo (1).
3." La Saint-Barthélemy.
4.° La conspiración de la pólvora.
5." Los asesinatos de Enrique I I I y Enrique IV.
o'." Las que llaman ellos Dragonadcts.
Contra estos capítulos de culpas, que luego veremos no


ser tales, oponemos los católicos á los protestantes los car-
gos siguientes irrecusables.


1.° La matanza de los campesinos por Lutero.
2.° La quema de Servet por Calvino.
3.° La Saint-Barthélemy de Pau, por la madre de Enri-


que IV, (pie precedió á la de Paris,
4." Los asesinatos de Tomás Moro y otros católicos in-


gleses por Enrique V I I I , Kramer y el Obispo de Londres.
5." Asesinato de María Estuard por Isabel de Ingla-


terra.
G." La Inquisición inglesa en tiempo dé la dicha Isabel.
7.° Las traiciones de Coligny y los hugonotes contra


los católicos y su propia patria.
8.° Los asesinatos de misioneros católicos por el pirata


calvinista Jacques Soria y otros protestantes.
Las crueldades de los protestantes ingleses en


Irlanda.
10. Las atrocidades de los fanáticos llamados Ca,mi-


so/rdos.
11. Los martirios del Japón promovidos por los pro-


testantes holandeses.




418


N o acumulo mas, porque creo muy suficientes los he-
chos históricos que acabo de citar para responder á los car-
gos de los protestantes y devolvérselos con usura.


Matanza de los campesinos por escitaciones de Lulero.


Es muy común hoy dia entre literatos de reata, perio-
distas y oradores demagogos considerar á Lutero como pri-
mer autor de lo que llaman Emancipación del pensamien-
to y de la libertad de los pueblos. Nada mas falso. Lutero
no sufría impugnaciones. Lutero era un servil en toda la
estension de la palabra, adulador de los príncipes, encu-
bridor de sus pasiones bajas, tolerador de la poligamia, pa-
laciego y enemigo del pueblo, al que trataba con el mayor
desprecio.


Exasperados los campesinos de Alemania con los malos
tratamientos de los señores feudales protestantes, y fana-
tizados por las doctrinas de los pretendidos reformados, se
sublevaron contra toda autoridad. Mientras no hicieron
mas que arrasar iglesias y quemar monasterios y conventos
con sus bibliotecas y preciosidades artísticas, los príncipes
protestantes nada dijeron ;pero , cuando les tocó el turno,
se armaron contra aquellos furibundos y los pasaron á cu-
chillo. La matanza fue horrible: aquestos fanáticos, es-
perando el auxilio del cielo, al ver venir sobre ellos la ca-
ballería, se pusieron de rodillas, rogando á Dios con gran
vocerío, y esperando que bajara fuego para esterminarla,
como á los perseguidores de Elias. El hereje Munzer que
los acaudillaba, herido y preso en la batalla ríe Erancke-
nause, fue ajusticiado por los protestantes con gran tole-
rancia. Desdo el cadalso acusó á Lutero do ser el autor de
aquella revolución, que había costado la vida á 100,000
hombres.


Oigamos cómo se espresaba el sensible, el liberal Lutero,
el amigo del pueblo y de la libertad de pensar. En una
carta á Rubel le dice, en el estilo soez y ramplón que soba
usar cuando se enfadaba: " A l asno le corresponden el car-
d o , la albarda y el látigo: así lo ha dicho la Sabiduría. A los
plebeyos (los pai'sanos) paja y cebada. Si no quieren ceder,
para eso están el palo y el arcabuz: eso es lo que dicta el
derecho. Oremos para que obedezcan; pero, si no ceden,
nada de piedad con ellos."


No teniendo y o las obras de Lutero, ni facilidad de con-




419


sultarlas, cito este pasaje bajo el testimonio de Audin, bió-
grafo de Lutero, pág. 2.91 (1).


Lutero, lo mismo que Molanchton, Calvino, Knox, Beza
y todos los corifeos de la llamada Reforma, opinaban que
se debia quemar á los herejes (2).


Las palabras de Melanchtou á propósito de los campesi-
nos, son terminantes: "Esos rústicos son unos necios; ¿para,
qué quieren esos hombres mas libertad que la, que tienen?
¡José aumentó los tributos en Egipto, porque al pueblo no
conviene soltarle la brida!"


¡Hé aquí los estupendos liberales del siglo X V I , padres
conscriptos do la libertad del pueblo, al decir de los moder-
nos tribunos de la plebe!


Calvino escribió todo un libro para probar que los he-
rejes deben ser quemados (3) , y Teodoro Beza opinaba y
escribía en el mismo sentido. Sus escritos en este sentido
son Lien conocidos ó irrecusables. Veamos ahora sus hechos
en conformidad de estas doctrinas.


Quema (h: Servet por Calvino.


Miguel Servet era un medico español, que hubiese he-
cho grandes beneficios á la humanidad s i , contentándose
con escribir de medicina, de la que sabia mucho , no se hu-
biera metido á teólogo, por ese alan que aqueja á los hom-
bres grandes do meterse á delirar sobre lo que no en-
tienden. A muchos módicos les ha sucedido eso mismo,
haciéndose groseros materialistas. Atribuyese á Servet el
descubrimiento de la circulación de la sangre ; pero tanto
acerca de esto como de su patria (4) se ha escrito mucho,
sin avenirse hasta ahora los contendientes. Estas cuestiones
de erudición para la. presente importan muy poco ó nada,


Estudió en Paris , y contagiado con los errores protes-
tantes, no pudo volver á España . por lo que se fijó en Vie-
na del Delfinado.


En 1531 escribió su primer libro sobre la Trinidad. Al
año siguiente escribió otro, en que modificó las opiniones
emitidas en el primero, y siguió vacilando en sus errores


( 1 ) Audin: Histoire de la vie, des ouvrages et des doctrines de Lu-
ther.: Paris, 184 ! ) .


( 2 ) Idem, p á g . 2 8 4 .
(3) Sostuvo esta doctrina, no solamente en el tratado Fidelis eu-


positio, sino también en las Cartas á M. de Poet.
( 4 ) De Trinitatis erroribus, libri septem, per Mictuicleni Sort-


tum, alias Heves, ab Aragonia Ilispanum.




420


hasta que en 1553 escribió el último y mas disparatado, con
el título de Christianismi restitutio. Andaba desaveni-
do con Calvino, el cual, para vengarse, intrigó contra él,
y logró que su libro fuera presentado á las autoridades de
León, las cuales le pusieron preso, pero no con tanta vigi-
lancia que no lograra escapar de las cárceles y de Francia.
Por desgracia suya se metió en Ginebra, cayendo en la red
que el sanguinario Calvino ocultamente le habia tendido.
El mismo lo delató é hizo prenderle. El consistorio protes-
tante, que hablaba mucho de tolerancia, aconsejado por los
magistrados deBasiiea, Lerna, Zurich y de Schaffhouse, le
condenó á ser quemado v i v o , y el suplicio se ejecutó en la
plaza de Ginebra, lio Roma protestante. Calvino infamó su
memoria, diciendo que murió con gran cobardía : los soci-
nianos pretenden que mostró gran entereza. No es fácil
averiguar la verdad. Ello es que los protestantes le quema-
ron vivo, el año de 1553, y con él quemaron sus libros.


La conducta de Calvino fue acriminada por algunos pro-
testantes. Lejos de vindicarse, halló este muy natural y sen-
cillo el haber quemado á Servet, y haciendo preceder aquel
suplicio de tales tormentos, que jamás los usóla Inquisición
de España.


Estos hechos son tan ciertos y conocidos, que no los nie-
gan ni aun los protestantes mismos; pero si alguno se atre-
viese á negarlos, podría convencérsele, no solamente con los
datos acumulados por Audin en la vida de Calvino , sino
también por la Historia eclesiástica, protestante ele Mo-
sheim (siglo xv i , sec. 3. a, parte 2.a, cap. i v ) , y , sobre todo,
con la carta de Calvino á M. de Poet y su. F-idelis expositio.


El asesinato jurídico de Servet, que al lin era un estran-
jero y emigrado en Suiza, escelente médico, pero ridículo
teólogo, débil de carácter y vacilante, negando hoy lo que
habia dicho ayer, fue un gran baldón para el protestantis-
mo, que por entonces exigía en Francia la libertad d,e con-
ciencia, mientras quemaba en su Roma á los partidarios
del libre examen. Al fin la Inquisición era consiguiente en
sus doctrinas, y se apoyaba en las leyes civiles y eclesiásticas:
ni daba ni pedia cuartel. Pero los calvinistas suizos unian á
la crueldad la inconsecuencia.


No fue solamente con Servet con quien se ensangrentó
Calvino. Bolsse, fraile apóstata, Castalion, Gentilis, Okin y
Blandart tuvieron que huir de Ginebra ó retractarse, y los
tres últimos estuvieron para ser quemados por sostener las
doctrinas de Servet.




421


Asesinato del P. Aeecedo y setenta Jesuítas por el pirata
calvinista Jaeques Soria.


El P, Ignacio Accvodo, do la Compañía de Jesús, había
venido á Europa desde el Brasil, á fin de obtener mas ope-
rarios, que asegurasen el éxito de sus misiones en aquel
pais: prestáronse muchos á seguirle, y no cabiendo todos
en un buque, hubieron de repartirse en la armada que, al
mando do Vrasconcollos, salia de Portugal para el Brasil el
año de 1571.


El P. Acevedo , con treinta y nueve Jesuítas mas, se
embarcó en el buque llamado Santiago: los otros treinta y
dos entraron á bordo de otro llamado Los huérfanos, por-
que iban en él varios jóvenes á quienes la epidemia había,
(tejado sin padres. Una tormenta dispersó la escuadra. El
buque Santiago, separado del resto de la flota, se encontró
con el pirata Jacqucs (Santiago) Sourie, á quien los espa-
ñoles de aquel tiempo llamaban Jaeques Soria. Era este un
calvinista rabioso, amigo de Coligny, y que servia á las
órdenes de Juana Labrit, la madre de Enrique de Bearno.
Los calvinistas franceses, lo mismo que los protestantes ho-
landeses, se habían dedicado á la Marina con preferencia,
por razones especiales y fáciles de comprender. Reunidos
en sus buques practicaban su religión sin inconveniente
alguno, evitaban las persecuciones, y, por el contrario, se
hacían perseguidores, echando á pique los buques católicos,
saqueando á mansalva los puertos pequeños, llevando re-
fuerzos, armas y avisos á sus co-religionarios, y degollando
á los misioneros católicos que caían en sus manos. Las cró-
nicas de los institutos religiosos, principalmente de los do -
minicos, franciscanos, agustinos y jesuitas, están llenas de
noticias de tales asesinatos, y seria prolijo referirlas. Hasta
los misioneros do San Vicente de Paul, con ser tan moder-
nos, y su instituto del siglo x v n , pagaron también su tri-
buto á Ja piratería protestante en vida de su Santo fun-
dador.


Seis buques llevaba Jaeques Soria cuando se puso á dar
caza al Santiago. Heroica fue la resistencia de aquel navio,
solo contra seis en medio del mar, y sin esperanza de so-
lí irro humano. El P. Acevedo se negó á que tomaran parte
en el combate los jóvenes Jesuitas, como quería el capitán;
pero en cambio socorrían á los heridos, auxiliaban á los
moribundos y exhortaban todos con la voz y el ejemplo á




422


ios combatientes, permaneciendo sobre cubierta los que
eran necesarios, sin temor al fuego ni al peligro.


Violos sobre cubierta el pirata, y esta presa era mas co-
diciada para él que la captura misma del buque: mandó que
los seis suyos embistieran al Santiago todos á la vez. El ca-
pitán murió, y gran parte de la marinería liabia sucum-
b i d o : el buque fue tomado al abordaje, y los treinta y
nueve Jesuítas fueron pasados á cuchillo, después de mil
burlas sacrilegas y horribles tormentos. Solo fue reservado
un Jesuíta que servia de cocinero, y que el pirata reservó
para el mismo oficio en su buque. Aun á este dudaba el pi-
rata en dejar de asesinarlo. U n sobrino del capitán le dijo
con valor :


— S i quieres completar el número, sábete que yo soy Je-
suíta, pues me habían ofrecido admitirme en la Compañía
en llegando al Brasil.


—-Pero tú no vistes la ropa de ellos.
•—¡Poco importa! dijo el valeroso joven.


Y quitando la sotana al cadáver de un Jesuíta (pie iban
á echar al mar, se la puso á toda prisa, diciendo al pirata.:


-—Ya me tienes vestido de Jesuíta.
—Pues que lo quieres, vete con ellos, le dijo el pirata


tirándole una estocada.
Su cadáver flotaba sobre las olas un momento después,


al par do los otros treinta y nueve Jesuitas.
El buque donde iba Vasconoellos con los otros treinta


y dos Jesuitas, entre ellos los PP. Diaz y Castro, fue igual-
mente alcanzado por cuatro buques franceses y uno inglés,
todos protestantes, y mandados por otro pirata hereje, lla-
mado Capdevila. Después de una heroica resistencia, en
que murió el almirante, también fue apresado este otro bu -
que , y los otros treinta y dos Jesuitas pasados á cuchillo,
después de atormentados: á casi todos ellos so entretuvie-
ron los herejes en picarles la corona con sus hachas de abor-
daje, partiéndoles la cabeza por la corona misma.


De los setenta y dos Jesuitas ni uno entró en el Brasil.
Con t o d o , para el año 1572 otros tantos navegaban para
allá con mejor fortuna, en lo humano. En lo humano digo,
porque para el misionero católico es preferible la suerte de
los setenta y dos primeros.


Benedicto X I V , en 21 de setiembre de 1742, mandó ha-
cer información sobre el martirio de aquellos setenta y dos
misioneros españoles y portugueses. Pueden verse mas datos
y otros muchos martirios de Jesuitas á manos de herejes




423


en las crónicas de la Compañía, por Alegumbe, Nieremberg
y otros, y también en la moderna historia de la misma por
Crétineau Joly (1).


Dícese que Juana Labrit desaprobó la conducta de Jac-
ques Sonríe. Poco se conoció en la enmienda, Juana de Na-
varra reunía á los otros vicios el de la hipocresía, siendo
tan taimada como Isabel de Inglaterra, á pesar de los elo-
gios mancomunados de los protestantes y los volterianos.


Veamos un rasgo de ella.


La Saint-Barthélemy de Pan.


Los protestantes, los impíos y policultistas citan á cada
paso la Saint-Bo,rthélemy de París, nombre que dan á la
matanza de protestantes franceses en la noche de San Bar-
tolomé, ó sea el 24 de agosto de 1572 (2); pero se guardan
bien de hablar déla Saint-Barthélemy bearnesa, en que el
protestante Montgomery, con el beneplácito de J uaná La-
brit (d.'Albret), madre de Enrique de Bearne, que después
se apellidó Enrique IV de Francia, mujer taimada y perti-
nazmente calvinista, pasó á degüello, con gran perfidia, un
gran n f i m e r o de caballeros católicos bearneses, contra la fe
de los tratados.


Juana, Labrit autorizó también la horrible carnicería
de curas y de religiosos, que se hizo en Orthez, en tal nú-
mero, que corriendo la sangre hasta el rio Cave, parecía
este un rio de sangre.


Una historia antigua de Navarra, hablando de la
matanza de católicos el dia de San Bartolomé en Pau, dice
así: "Estas noticias exasperaron en cstremo al Roy Carlos de
Francia, que desde entonces concibió el proyecto de hacer
un segundo Saiul-Barthélemy, en expiación del primero."


Al hablar el mismo autor de esta segunda nociré, aña-
de: "Acordábase aun de los caballeros asesinados en Bear-
ne á sangre tria por Montgomery, el cual se pascaba jactan-
ciosamente por Paris. Todas estas cosas hicieron al Rey
resolverse á ejecutar un castigo sangriento..." (Historia
de Navarra, lib. iv.) (3).


(1) Véase el del V. Acebedo en el tomo I I , cap. X I I .
( 2 ) No puedo menos de reprobar se den nombres de Santos á


hechos horribles y vituperables. Por remedar á los franceses en todo,
nuestros remedadores políticos han dado en llamar la San Daniel
á la dispersión de. los silbantes en la noche del 1 0 de abril de este año.


(3) La cita está tomada de la obra titulada Observaciones sobre,




424


Así , pues, como hubo en poco tiempo y con diferencia
de pocos años dos matanzas distintas en noches del 24 de
agosto, cuando se hable de la Sa'mt-Bartheílvmy, el católico y
el crítico deben ante todo preguntar de cuál se trata; si de
la bearnosa, ó la parisiense. Esto solo bastará para hacer ca-
llar á cualquier argumentante, cpio tenga un poco de ver-
güenza, pues serla mucha impudencia echar en cara á los
católicos la segunda sin hablar de la primera, y mas atroz
de los protestantes contra los católicos, (pie fue en gran
parto causa y ocasión de la segunda.


Por lo que hace á Coligny, á quien los protestantes con-
sideran como mártir, era un traidor á Dios, al Rey y á su
patria. Indujo á Poltrot á que asesinara al valiente duque
de Guisa, que habia conseguido rescatar á Calais ele manos
de los ingleses. Mientras que los católicos franceses pelea-
ban por la independencia de su patria y la integridad de su
territorio, el faccioso y traidor Coligny ofrecía á los ingleses
los puertos del Havre y la Rochela, en compensación de
Calais, ganada, por los católicos.


Sobre las traiciones de este malvado puede versóla carta
de William Cobbet, que, á fuer de ingles y enemigo de Fran-
cia, es harto imparcial en la materia (1).


Veíase también la citada obra Observaciones sobre el
protestantismo, en que están compendiadas todas las trai-
ciones de los calvinistas franceses desde mediados del si-
glo xvx hasta el xvín inclusive.


Acerca do las verdaderas causas de la matanza de hu-
gonotes en París en la noche del 24 de agosto de 1572,
véase la Disertación, del Abad Caveirac, al l indel tomo vni
de la Historia de la Iglesia por M. Henrion, edición de
Paris de 1843 , en (pie se rebaten concienzudamente las
exageraciones que los protestantes y los volterianos han
acumulado sobre aquel deplorable suceso.


el protestantismo: Discurso compuesto para leerlo en el Consejo del
Rey de Francia por un ministro amante de su patria , impresa en
Paris el año 1 7 8 7 : un tomo en 8.° marquilla. No he hallado en Ma-
drid esta historia. No poseyendo la obra francesa á que se refiere,
no se ha podido evacuar esta cita; pero tampoco hace falta, pues el
hecho es muy conocido y puede verse consignado en otras his-
torias de Francia.


(1 ) Carta i x .




425


Asesinatos jurídicos de Tomás Aforo, Fisher y 72,000 ca-
tólicos ingleses, por Enrique VIII.


No es preciso detenerse mucho en este capítulo : es bien
conocido de todas las personas medianamente versadas en
Ja historia. Los protestantes mismos no lo niegan ni pue-
den negarlo: algunos, como el adulador Burnet, tratan de
atenuarlo, diciendo que estas ejecuciones eran necesarias
para establecer la reforma. Cobbet se burla de él con san-
griento sarcasmo en la carta segunda del tomo I de su obra
ya citada, donde habla del suplicio del gran canciller T o -
más Aforo, el jurisconsulto mas eminente de Inglaterra y
eJ seglar mas probo é ilustrado, reconocido por todos los l i -
teratos do Europa como uno de los escritores mas distingui-
dos y mas ilustrados en el siglo xvr.


Juan Fisher, Obispo de Rochestei, consejero del m o -
narca anterior y predilecto de Enrique V I I I antes de su
desenfreno, fue condenado á muerte, lo misino que Tomás
Moro, por no querer reconocer la soberanía temporal del
Papa. Al Obispo Fisher le tuvo preso quince meses en un
calabozo estrecho y hediondo, antes de sacarle al suplicio. Se
le condujo á este cubierto de andrajos asquerosos y en un
estado do repugnante hediondez, pues no se limpió su ca-
labozo en todo aquel tiempo. ¡Do este modo trató aquel
monstruo al Santo Prelado, á quien por mucho tiempo ha-
bía apellidado su ladre!


El suplicio de Juan Honghton, prior de Ja Cartuja de
Londres, fue de Jos mas horribles. Así cpie fue ahorcado,
cortaron la cuerda para que cayera de golpe al suelo : le
abrieron el cuerpo y echaron á la hoguera sus entrañas
palpitantes: cortáronle la cabeza y descuartizaron sus
miembros, que fueron colgados en varios parajes de Lon-
dres, y clavaron un brazo sobro la puerta principal del m o -
nasterio.


Jamás la Inquisición de España hizo tales horrores con
ninguno de los que relajó al brazo seglar.


No omitiré autes de concluir una noticia poco sabida,
Nuestro célebre literato y filósofo Luis Vives, valenciano,
uno de los hombres mas sabios, no solo de España, sino
do todo el mundo, en el siglo X V I , era secretario de la vir-
tuosa y venerable doña Catalina de Aragón, hija do los
Reyes Católicos, primera mujer, por mejor decir, primera
víctima de aquel verdugo con corona.




420


Luis Vives fue preso inicuamente y maltratado por
Enrique V I I I por espacio de muchos meses, pasando gran-
de miseria y privaciones (1).


El catálogo de las horribles crueldades de Enrique V I I I
contra los católicos ingleses no puede reducirse á breve es-
pacio. Concluiré esta reseña con las palabras de Chateau-
briand (Etudes •historiqv.es): "El protestantismo puede re-
vindicar en justicia algunas virtudes, tales como las de Lu-
tero, fraile apóstata, aprobador de la matanza de los paisa-
nos; Cal vino, doctor cruel, que quemó á Servet; Enri-
que V I I I , revisador del Misal, que hizo perecer setenta y
dos mil hombres en los suplicios. ;Hé aquí sus tres Cristos!"


Véanse sobro esto los capítulos X X V I T I y x x i x del li-
bro I del Cisma de Inglaterra por el P. Pedro Rivadenei-
ra, uno de nuestros clásicos del siglo xvi , escritor contem-
poráneo y testigo presencial, pues vivió en Inglaterra en
tiempo de la Reina doña María. La naturalidad y candor
de sus narraciones y los pormenores á que desciende han
hecho que aun los mismos ingleses sensatos, y sobre todo
los católicos de aquel pais, les den gran importancia.


En aquellos capítulos se hallarán pormenores muy cu-
riosos acerca del Obispo Fisher, que él llama Obispo R o -
fense, latinizando el nombre, como hace con todos, y tam-
bién de Tomás Moro, á quien hubo de amortajar su propia
hija con ánimo varonil, para que no se le arrojase á la se-
pultura indignamente, como al Obispo Fisher.


N o puedo menos de recomendar á los católicos españo-
les la lectura de este precioso libro, una de las mas ricas
joyas de nuestra literatura clásica, que reúne la amenidad
á la erudición sólida.


Crueldades horribles de la Reina Isabel de Inglaterra
contra los católicos.


Vanos son ya todos los artificios de los herejes ingleses
para alucinar respecto á la conducta de aquella mujer abo-
minable, monstruo de liviandad y tiranía. La sana crítica
ha logrado abrirse paso á través del cúmulo de imposturas,
elogios pagados y declamaciones absurdas é inicuas, con que
los herejes ensalzaron taimadamente á esta mujer, al paso


(1) Véase su vida escrita por I ) . Luis Mayana al frente de la
magnífica edición de las obras de Vives, que costeó en Valencia el
Sr. Arzobispo Fabián y Fuero á fines del siglo pasado.




427


que denigraban calumniosamente á Felipe II . Demonio del
Mediodía llamaban estos al Rey de España, al paso que
á la tirana y lasciva Isabel la seguían llamando la Reina
doncella (1), título (pie se daba á sí misma, aun á vista
de sus numerosos queridos. Hija de padre fue aquella mu-
jer inhumana, lo mismo en la liviandad que en su tiranía
feroz y sanguinaria, llegando á decirse de ella, con la dife-
rencia de sexo, lo que se dijera de su padre, que su cólera
no perdonó á ningún hombre, y su liviandad no respetó á
ninguna mujer.


No he hallado en ningún autor el cálculo de los católi-
cos asesinados por la Inquisición de la Reina Isabel ; pero
William Cobbet (2) lo hace subir, no á millares , sino á
muchos miles. Sus palabras inolvidables sobre esta materia
son las siguientes: "Es imposible, sin referir la historia do
esta (María Stuard) , conocer cómo Isabel pudo establecer
la religión protestante en Inglaterra á despecho del pueblo
mismo, porque, en efecto, fue contra la voluntad de casi
todas las clases de este. Ella hizo arrancar las entrañas á
algunos centonares de vasallos ; ella hizo dar tormento á
muchos y muchísimos centenares ; ella mató de varios
modos á muéleos miles ; y sin hablar de la grande mortcm-
dad que hizo en Irlanda, redujo á una absoluta mendicidad
á un número igual al que en el dia forma la población de
uno de los pequeños condados de Inglaterra."


Tampoco el P. Rivadeueira pudo formar el cálculo de
los mártires católicos; pero al fin de su obra se halla un
catálogo de una obra impresa en Tre'veris el año 1588, titu-
lada Concertacion de la Iglesia católica en Inglaterra (3),
en la cual se escribe haber sido muertos ó desterrados y
despojados de sus bienes un Cardenal, tres Arzobispos y
diez y ocho Obispos; un abad, cuatro priores y cuatro con-


(1 ) WilUam Cobbet en la Carta x (segunda del tomo 71, en la
edición arriba citada) se burla sarcásticamente de la liviandad de
la Reina doncella, ó la buena Reina Bess. como todavía la llama
John Bull, Ó sea el vulgo inglés. Cita á Witaker, ministro protes-
tante, que dice pasó su vida encenagada en un desenfreno sin lími-
tes, y da como prueba el acta del Parlamento, que aun existe entre los
Estatutos de su tiempo, y es el 13 del cap. i, sección 2 . a , por el cual
el Parlamento en el año trece de su reinado declaró herederos legíti-
mos de la Corona á sus hijos naturales, cualesquiera que fuesen sus
padres.


(2 ) Carta x .
(3 ) Debe ser en latín Ooncerfatio, esto es, pelea, combates ó cam-


paña de la Iglesia católica en Inglaterra.




428


ventos do religiosos; trece deanes de catedrales, catorce ar-
cedianos y mas de sesenta canónigos. Sacerdotes, por la
mayor parte de sangre ilustre, quinientos treinta. Muchos
hombres de letras, y entro ellos quince rectores de colegio,
cuarenta y nueve doctores en teología y doce licenciados,
diez y ocho doctores en leyes, nueve en medicina y once
maestros de escuela ó de música.


De los seglares, ademas de María Stuard, ocho condes,
diez barones, caballeros principales veintiséis, nobles mas
de trescientos cincuenta y seis, y do la gente común gran-
dísimo número.


Viene en seguida la relación de los colegiales proceden-
tes de los Seminarios do R o m a , Reirns y Vallado] id marti-
rizados desdo el año 1577 al 1052 en número de veintitrés,
con sus nombres, méritos y género do suplicio que padecie-
ron la mayor parte de ellos.


En una carta que copia el mismo P. Rivadeueira, es-
crita por un sacerdote de los que andaban ocultos (cap. x x x
del libro I I ) , dice que habían salido del reino mas do cin-
cuenta mil personas do lo mas principal por recusantes, esto
es, por no apostatar del Catolicismo.


El célebre Roberto Personio (Personn), en carta escrita
desde Londres á 17 de noviembre del año 15SO, publicada
por el P. Rivadeneira en el mismo capítulo ya citarlo, con-
firma lo dicho en la carta anterior, siendo muy de notar
que llama inquisidores á los esbirros y polizontes , que
tenia la Reina Isabel para descubrir y prender á los católi-
c o s , y que llamaban con la palabra francesa persuivants.
"Los nobles que han echado en las cárceles los meses ¡ tasa-
dos por causa de la Religión católica son muchos ilustres y
ricos, y cada uno en su lugar poderoso, de manera que ya
no bastan las antiguas cárceles de Inglaterra., pero ni aun
las muchas nuevas que han hecho para ello. Poro, con todo
eso, envían cada día nuevos inquisidores (1) para buscar y
prender á otros... que de un mes á esta parte se han dado
los nombres de mas de cincuenta mil que recusan ir á las
iglesias de los herejes, y después so han hallado muchos
mas, según pienso. 1 1


Si en un mes se habia perseguido á mas de 50,000 ca-
tólicos, \k qué número llegarían los católicos maltratarlos
por la Inquisición de la buena Reina Bess?


(1) Nótense estas palabras por los que tanto declaman contra la
Inquisición de España, cuyas víctimas, por todos conceptos, no han
llegado ni aun á la mitad de las causadas por esta mujer.




429


«Once cárceles públicas y bien capaces, dice el P. Riva-
deneira (cap. x x x v i n del lib. n ) que habia en su tiempo,
solamente en Londres, llenas de católicos y siervos de Dios,
que están aprisionados por nuestra santa fe. Y en la torre,
que es una de ellas, hay tantos linajes de tormentos y tan-
tas maneras y formas de penas, que solo el oirías basta
para entender bien esta clemencia de los ministros de la
Reina, porque son tan nuevas y tan estrañas, que compiten
con la ingeniosa crueldad de los antiguos tiranos, y en al-
gunas cosas los sobrepujan, porque dejando aparte los gri-
llos, esposas, bretes y otros instrumentos usados para ator-
mentar los cuerpos y cada miembro de ellos con su pena
particular, hay otros tan horribles y nunca oidos, tan pe-
nosos y espantosos, que solo Satanás los pudo inventar é
inspirar á los herejes sus ministros (1) . 1 1


Después de referir los horribles sufrimientos, que se ha-
cían pasar á los católicos presos en las cárceles y la inhu-
manidad con (pío los trataban en vida y en muerte, y aun
después de muertos, añade el mismo: "¿Pues qué diré de
otra manera de castigo en que se manifiesta esta clemencia
y blandura de la Reina? Doncellas honradas y honestas
se mandan llevar al lugar público de las mujeres infames,
para que allí sean deshonradas y afrentadas, por no que-
rer decir mal del Papa, ó consentir en cosa contra nuestra
santísima fe. ¿Hay tormento mas cruel, ni mas afrentoso y
horrible para una doncella virtuosa y casta que este...?


nBastc decir que el nombre de cristiano jamás fue tan
odioso á los gentiles y bárbaros como hoy lo es en Ingla-
terra el nombre de católico."


No copiaré mas de lo que sobre este punto dice aquel
célebre y venerable escritor.


William Cobbet (2) copia la descripción de dos de
aquellos diabólicos suplicios, tomadas de la nota segunda
del tomo v de la Historia escrita por el Dr. Lingard: el
uno es del haro de hierro dentro del cual se enroscaba el
cuerpo de la víctima: era tan suave este procedimiento que
las víctimas echaban sangre no solamente por ojos, boca y
narices, sino hasta por las puntas do los dedos. El otro era
el del marco, y servia para los interrogatorios, estirando en
él los miembros de los interrogados, hasta descoyuntarlos,
si no respondían á satisfacción de los jueces.


(1) Véase su descripción en la obra citada ThecUrum crudelita-
tteni hmreticorum,


("2¡ Véase hacia el fin de la Carta XI.




430


El protestante Strype (citado por William Cobbet) cal-
cula en unos quinientos los que hacia ahorcar anualmente
la buena Reina Bess; pero el mismo añade que se quejaba
que eran pocos. Con todo, no es exacto este cálculo, pues si se
cuenta á los mendigos que se ahorcaba anualmente por fri-
volos pretestos y solo por ser pobres, su número pasaba con
mucho de quinientos. En un solo dia fueron ahorcados en
la obra del palacio nuevo del Obispo anglicano de Londres
mas de cuatrocientos mendigos entre hombres, mujeres y
niños. Recogidos por las calles so los llevó á la obra en cons-
trucción, á pretesto de darles limosna. Encerrados allí en
la planta baja, se les ató, y en seguida se les fue colgando
de las vigas del edificio, que aun estaban descubiertas.


El mismo adulador Hume refiere, que para esterminar
á los mendigos "se renovó la ley marcial, nombrando gran
preboste á sir Thomas Wilford: diósele autoridad ilimita-
da, mandándole prender y ahorcar, con arreglo á dicha ley,
á todos los que mereciesen inmediatamente ser ajusticia-
dos, según, los informes de los jueces do paz de Londres y
de los condados inmediatos." A pesar de lo horrible que es
el ahorcar solo por informes, en la práctica ni aun infor-
mes so tomaban, como no se tomaron para los cuatrocien-
tos ahorcados en el palacio del Obispo, y otros muchos
miles que después fueron colgados, y para quienes se con-
tinuó aprovechando las mismas cuerdas.


Jamás la Inquisición de España cometió tales horrores,
ni llegó el número exagerado de sus víctimas ni á la cuarta
parte de los horribles guarismos de los mártires de Enri-
que V I I I y su maldita hija.


¡Y qué diferencia entre víctimas y víctimas! ;Qué com-
paración entre Cazaba y el Obispo Fisher! El poner sus
nombres juntos casi es un crimen. La Inquisición de Espa-
ña quemaba apóstatas, renegados, tornadizos, judaizantes,
hipócritas, fanáticos, sodomitas, y mas adelante brujos y
supersticiosos, espiritistas «lados á la teurgia y al pacto sa-
tánico (1). La Inquisición inglesa atormentaba católicos
probos y honrados, por no querer abandonar la Religión do
sus padres, la Religión católica, bajo la cual habia ganado
el pueblo inglés sus grandes libertades, la Religión que la
misma Isabel habia jurado algún dia y de la cual habia re-
negado.


(1) Las obras que están publicando los espiritistas modernos
manifiestan, que la Inquisición de España no andaba tan descami-
nada en esta parte como quieren suponer sus detractores.




131


Sin contar los desterrados y espatriados, si las víctimas
llevadas al suplicio por la buena Reina, Bess so calculan
en otras 72,000, es decir, en igual número que las de su
padre, quizás no sea un cálculo exagerado. Eso en Inglater-
ra, pues si se cuentan las de Irlanda y Escocia, pasarán con
mucho de ese número.


Asesinato jurídico de la Reina de Escocia María Stuard,
•por suprima Isabel de Inglaterra.


Esta horrible página de la historia de aquella hiena,
que se burlaba de su pueblo apellidándose á sí misma la
Reina doncella, como queda dicho.no necesita ni ser referida
ni comprobada. Es tan vulgar y tan conocida, que la impie-
dad misma, auxiliar de la herejía, no ha podido ni tergiver-
sarla ni hacerla olvidar. Lo único que ha podido hacer ha
sido ochar algunas ligeras manchas sobre el carácter á veces
ligero do aquella malograda señora, y su falta do tacto en
algunas ocasiones.


Es muy fácil dar buenos consejos políticos á los cien
años de haber pasado los sucesos, y después de babor visto
sus consecuencias. Veíase sobro esto punto la carta X de W i -
lliam Cobbet, que trata délos inicuos medios de que se va-
lió Isabel para asesinar á su prima. El asesinato jurídico
tuvo lugar el dia <S de febrero de 1587; dio, de eterna infa-
mia, para la Reina de Inglaterra, como dice aquel escri-
tor inglés. Lo mismo dice Witaker, lamentándose de que
se le hubiera enseñado desde niño á pronunciar su nombre
con respeto, "como el tumor de su sexo y la gloria de nues-
tra Isla."


" ¡ L o mismo se me ha ensoñado á mil esclama Cobbet;
pero ahora ya es un deber nuestro enseñar á nuestros hijos
la verdad, líespondedme á esto: negad, si podéis, cpie esa
Reina, esa que se titulaba Cabeza de la Iglesia, fue la que
cometió este crimen, la que mandó quitar la vida en un
cadalso á la desgraciada é inocente María, después de ha-
ber intentado inútilmente asesinarla á sangre fría (1) ."


Esta verdad, que no han sabido los ingleses, hasta que
les han abierto los ojos á duras penas los mejores estudios,
el desprestigio de la Tglesia angíicana y la libertad de ha-
blar otorgada á los católicos desdo 1829, la sabíamos per-
fectamente los católicos españoles, mas adelantados que


(1) Véase el final de la citada Carta x .




432


ellos en este y otros muchos puntos de crítica histórica.
Ve'ase también sobre ella el cap. X L , lib. II del Cisma


de Inglaterra, por Bivadeneira, que contiene la prisión y
muerto de María, Reina de Escocia, con una relación de
ella, tan sencilla y tierna á la par, que apenas puede leerse
sin llorar.


Atropellos causados á los Obispos irlandeses (1).


Tomás Louro (Rildariensis Egms) murió en 1577 perse-
guido y despojado de todo, teniendo que servir de maestro
de escuela para ocultarse y poder vivir. Fue sugeto de gran
virtud, y muy importante al laclo de la Reina María.


Guillelmo Walscy (Medensis Epus). Confiscados todos
sus bienes: preso con grillos por muchos años. Los católicos
lo rescataron, sobornando á los carceleros, y habiendo es-
capado á España, vino á Alcalá de Henares, donde murió
hacia el año 1 578.


Mauricio Gibbon (Cassilliensis Ep.) corrió la misma
suerte, y murió por el mismo tiempo en Oporto.


Edmundo Tanner (Corleagensis et Clonensis Ep.). Tam-
bién preso, librólo un señor poderoso, y anduvo fugitivo
predicando y administrando los sacramentos hasta que mu-
rió de fatiga y privaciones en enero de 1588.


Tomás O'Horloy (Roscensis Ep.). Estuvo en el Concilio
deTrento , y era hombre de gran saber y virtud: después de
haber estado preso por mucho tiempo en Inglaterra ó Ir-
landa, logró se le dejase arrestado por empeño de varios se-
ñores católicos.


Murió de edad de setenta años, en el de 1579, en me-
dio de una selva, de resultas de la fatiga, enfermedades y
privaciones.


Hugo Lascey, Obispo de Leymerik, anduvo oculto y
fugitivo por mucho tiempo, predicando y administrando los
sacramentos: murió en 1580.


Nicolás Skeret (Gcdvensis Archiep.) fue preso, y ha-
biendo logrado escapar de la cárcel, buscado con empeño
por los herejes, aportó á-Portugal, donde murió el año
1588, y fue enterrado en la iglesia de San Roque.


(O Este párrafo se estractó de un manuscrito inédito, titulado
Perbreve comptndium in quocontinentur nonnulla eorum quee in
Ilybernia, regnante impía Regina Elisabedia, vincula, exüium et
martyria perpessi sunt Rpi&copn compositum el P. J'óannt Holingo
Hybcrno, ¿ioc. detu.




433


Pvicardo Creag, Arzobispo Ardmachano, Primado de Ir-
landa, hombro do gran virtud y austeridad: fue muy mal-
tratado por los herejes en la cárcel de Dublin y eu la torre
de Londres, de donde se escapó milagrosamente. Vuelto á
ella, después de algún tiempo, murió allí hacia el año 1585.


Mauricio Macbren, Obispo Imolacense: murió preso e n
la cárcel de Dublin, el año 158íj, después de muchos tra-
bajos.


Patricio O'Heley, franciscano, Obispo de Mayoci, fue pre-
so con su compañero Fr. Conaldo Ororik, y se los llevó ante
el juez atados codo con codo y con grillos, el cual por
haber dicho que reconocían y defendían la autoridad del
Papa, los condenó á muerte. Fueron ahorcados, haciéndo-
les varios insultos antes y después del suplicio, año 1579.


Pero aun fue mas horrible el suplicio del Arzobispo de
Casel, Dennicio Hurley , doctor en ambos derechos y per-
sonaje muy ilustre, cuyo martirio conviene consignar con
alguna mas detención.


Fstaha desempeñando sus funciones episcopales cuando
le prendieron y llevaron al castillo de Dublin. Un Obispo
protestante y varios ministros quisieron disputar con él;
pero, viéndose vencidos, quedaron corridos y avergonzados.


Para vengarse le pusieron unas botas de cuero crudo
llenas de manteca, aceite y sal, y de esta manera le metie-
ron en una. pequeña hoguera para tostarle á fuego lento,
de modo ¡pie, derritiéndose la manteca é hirviendo dentro
do las botas, se le quemaron las piernas, quedando los hue-
sos con la carne cocida y con horribles dolores.


No habiendo dejado por eso de confesar la fe y defen-
der la auíorillad del Papa, le sacaron á ahorcar, pocos dias
despeos, nna mañana del mes de mayo, en Dublin, año 1585.


Conviene tener en cuenta este horrible suplicio, del que
no hay ejemplar en España, para cuando los ingleses nos
echen en cara de palabra ó por escrito los horrores de la
inquisición, (pie no llegaron á los suyos ni con mucho. Con
este objeto citare las palabras latinas del manuscrito:


" Toi'hinüa, nova lili ¡mmidur; namejns pedibns atro-
ces Ji.icrrlicocinn mniisfri. ocrea» bvdyro, oleo et sale opple-
¡as, av. (i/cod hrri'jl criol/dlus fv.it) críalo ex corlo cornli-
las sidjjwrvnl. Posten vero cateáis simal ct conapedibus
allie/atura a¡>erlo ¡aloco, nampe in medio castri (vtispec-
locidnxa mando, Itominibus et anfjelis, ubi ab ómnibus
videri pofwit) lento ixjni apposuernnt, iüicque detiane-
xan!, doñeo ip<so corlo co¡asíanpió, butyro, oleo et sxlefer-


•2S




434


ventibus, ossa non cute pro carne tecla, verumeiiám (mi-
nino inundafuerunt relicta. In dicto tormento, noviter
invento, invictas Christi miles, tumquarm alter Lauren-
tius, máxima, cuín -palien!la, vultuque hilari perseverar it,
consta nt er ad peenitenliam, el Samuel Poidijicis obedien-
tiam exhortando."


«Postea in ere/astulurn et obscurissimum carcercm re-
ducilar, et post se.e menses, tamqumn traditor et -reas cri-
rninis hescc MajesU.dis, ab iniquo judi.ee ad mortem con-
clemnatus evt: cal. extrema m poní inaudita, tormenta et
carce/ris molestias albescente cosió, ras forte twmultus fie-
ret in populo, qui ejus exemplo, doctrina et cousí.antia
perinolas tul ejas defensionemperveniret, ia norantibus ci-
vibus, patibido suspensas •nairtyriam, couswmmavil. Du-
blinii, circo- annum 1-185."


Podrían añadirse á este otros muchos actos de ferocidad
y barbarie hereticales, que narra el mismo Jesuíta Ilolin-
go, testigo de vista de algunas de las cosas que refiere.


Basta con las dichas para poder responder.


Crueldades de los herejes en los Paises-Bajos.


No me detendré en ellas, pues la obra citada (Theatrum
crudelitatum heereticorum nostri temporis) ahorra ese
trabajo.


Pueden verse también en las diferentes obras que tene-
mos en castellano sobre las guerras d 0 Flandcs, como Ca-
ferino Dávilu, el P. Flaminio, Estrada y otras. También la
del Sr. Eizaguirre al hablar de Holanda.


Perfidia de los holandeses en el Japón.


Sabidas sontas infamias que en el Japón hicieron los
herejes, á fin do impedir quo los españoles y portugueses co-
merciaran en aquel país, y (pie se propagara el Catolicismo,
tan floreciente en aquellas regiones á principios del si-
glo x v n .


Los protestantes hicieron creer á los indígenas que los
españoles trataban do apoderarse de aquella isla. Un buque
español andaba sondeando las costas en busca de un buen
fondeadero : los protestantes les dijeron que aquel acto era
una agresión contra la independencia de su pais.


La historia de los mártires del Japón es bien sabida, y




435


los h o r r o r e s c o m e t i d o s al l í en var ias épocas . L o s h o l a n -
deses aconse jaron á las autor idades de l J a p ó n q u e n o d e j a -
ran entrar en el país á n i n g u n o q u e antes n o pisara la Cruz.
S a b í a n b i en q u e los ca tó l i cos no lo har ían p o r t o d o s l o s i n -
tereses de la tierra, al paso (pie el los n i n g ú n i n c o n v e n i e n t e
tenían en pisar el s í m b o l o d e la r e d e n c i ó n de l g é n e r o
h u m a n o .


E s t a p á g i n a d e la h i s tor ia p r o t e s t a n t e es u n a d e las
mas feas é i n f a m a n t e s para él. L a cr í t i ca m o d e r n a , e n a l i a n -
za c o n la i m p i e d a d , h a q u e r i d o poner la e n d u d a ó esp l i car -
la. ¡ V a n o s esfuerzos! L o s d o c u m e n t o s y narrac i ones d e la
é p o c a están contes tes , y las actas d e c a n o n i z a c i ó n d e l o s
márt ires j a p o n e s e s , en las var ias é p o c a s de las p e r s e c u c i o -
nes , p o n e n aque l h e c h o fuera de t o d a d u d a .


Carta, Ialina, del Provincial de los dominicos en 1704,
sobre las crueldades que se cometían con los católicos
'irlandeses.


E n v e z de t r a d u c i r este d o c u m e n t o p o c o c o n o c i d o , aun-
que i m p r e s o , es pre fer ib le d a r l o e n su or ig ina l l a t i n o , p u e s
p a r e c e d i g n o d e ser c o n s e r v a d o .


P o r él so v e n las c r u e l d a d e s q u e se c o m e t í a n c o n t r a l o s
c a t ó l i c o s , c u a n d o t a n t o so c l a m a b a c o n t r a l o cpie l l a m a b a n
las I) i ve/o naulas.


Ad SS. Dominion V . Clemeniem Papara IX, libellus supplex de
Prcesenti Ilihernias sub Acatliolico jugo statu.


BEATISSIME PA'L'EIl:


Post sacrorum oscula pedum humilitèr ac reverentèr, ex spe-
ciali praìcipuorum l/ibernice Catholicorum commissione, S a n c i -
tati s Vestra: oculis exponit Pr. Ambrosius Oconor S. Theologhe
Pnesentatus ac Pro vinci,» Hibernise S. Ordinis Pnedicatorum,
Prior Provineialis, s;eva Statuta et crudelia Decreta in ultimo
Acatholico Parlamento circa initium currentis anni 1704, Dubl i -
ni in Hibernia sancita et Londini per modernam Britannici
Sceptri (fubernatricem confirmata, quibus publica fides et pacta
violantur, Orthodoxa extirpatur l iel igio , et cultores ejus, S. Se -
áis veneratores, in nihilum fere rediguntur. P idem publicara et
pacta violari, liquet ex articulis 1, 2 et 9, Capitulationum Lime-
ricensium, quibus liherum Religión is exercitium Ilibernis (armata
marni tum se defendentibus) perpetuò concedendum, utr inique con-
ventimi, mhscriptum, et siy natura end; Eeligionem vero Catholicam,
et Cultores illius, Iris legibus ext i rpan , patet ex Decretorum
tenore, qui in substantia est proùt sequitur.




436


I. Stabilita, rata, et de novo confirmata declarantur omnia,
qnie alia hucusquè Parlamenta contra Eeclesiasticos Sajculares
et Eegulares, caiterosque Orthodoxos decreverunt.


II . Qnod Parens Catholicus filium suum quantumvìs scelera-
tum, inobedientem, et rebellem haìreditate privare nequeat, si
tiiius tidem deserat Catholicam, et Protestanticam vclit amplecti.


I I I . Quod nemo Catholicorum bona mobilia, voi immobilia,
terras, aut possessiones ullius Protestantis, et si illi sanguine in-
timò juncti , hsereditari valeat; undo Filius aut Frater Catholicus,
Patri aut Fratri Protestanti in bonis succedere nequit; sed si
Primogenitus aut proximior consanguincus sit Catholicus, et
sacundo , vel tertio-genitus. aut alius ejusdem familia', quamvis
à trunco remotior, Protestwiiiam Keligionem profiteatur, junior
seu remotior, seniore Catholico aut propinquiore excluso, in bo-
nis succedit, nec per Patris moribundi testamentum, aut alia lege
valide potest alitor disponi.


Iv\ Quod nullus Catholicus pro se aut pro hicredibus ejus,
terras, possessiones. aut bona quiecumque, emere vel acquirere
possit.


V . Qaod Catliolici, quibus bonorum portio aliqna (soluta
prids sumiim pecuniaria ad bonorum fermò valorem) per (1 liber-
ili um concessa est, villas suas, terras, et alia bona solis Protes-
tantibus, et nulli Catholico concederò, valcant et locare.


\ I. Mater Orthodoxa, mortuo marito, prolis sua; curam habe-
re, aut tutricem agere nequit.


VI I . Omnis persona Catholico, sit incapax ad contraliendum
ia posterum matrimonium cum Protestante, et casu quo ex Hi-
lm>iu ia. Àivjliaoi aut Scoliiim transcant partes ad contraliendum,
nudum et invalidimi declaralur matrimonium.


VI IT. Quamvis Catholici bona hucusquè possidentes, vocem
ad •digamies Parlamentarios habuerint; ex nunc tamon omni voce
actìvà et pasivà privantur.


I X . Nullus Ecclesiasticus sive Sivcularis sive Begularis per
quatuordecim atmos proximo sequentes lliberniom ingrediatur
g-ub hcsie Majestatis pugna,


X. Quotquòt de Clero sieculari de facto in Hibernia degunt,
alea re:.istrentur; et quisquis corum invenitur, nunc non esse in
actuali possessione alicujus Parochha de consensu Prokstantki
Ouberriii, eàdem contra Eegulares lata poni» puniatur, nisi ante-
iinem incasis -Junii Regno discesserit.


X I . In una eademque Parochia quantumvìs magna (proìit
sunt nonnulla» quinque leucarum distanti»') unices tantum sit
Sacerdos. absque Ceadjutore, Vicario, Subpastore, etc.


X.ÌÌ. Morti lo vel amoto ilio unico Sacerdote, nullus in illius
Parochia succedet Paroch.il s aut Sacerdos Catholicus.


X I i l . Nomo etia.m ex illis Siccularibus, quibus vi Capitula-
tion, uni Liracricensium aut alias, id pennissum erat, agore queat
ampliiis Advooatum, Procuratorem, Ageatem, ved ahud quod-
camque ofticium in Curiis Regni I l ibemia: oxercere, nisi, priiis




437


preestet adjuralionis juramentum, quod in substantia est tenoris
sequentis:


Ego N. N. }aro qnnrl pmkmw Uvallire t'rineeps (sie appellant
Jaoobum ITT magna? Britannia? Regem) nullum jus habet, ant ha-
bere debet ad alijiwd, b tribus mar/nee Britanni» Eegnis, et quoti-
totis mm viribus ac bonis coidribwun el assistam ad Begiam sucees-
sionem in linea Protestatitica conservandam. Sic rue Deus adju-
vel. etc.


XIV. Ut nullum Collegium, Seminarium, aut Schola pro
Catholica? juventutis instructione in toto Regno permittatur; nee
ullus sit ludimagister aut substitutus ejus , seu vices gerens ad
juventutem in Cathecismo aliisque scitu necessariis instruendam,
nisi fuerit Religionis Protestantium ; item ne quis Catholicus
proles suas studiorum causa ad exteras Ortliodoxas Regiones
mittat.


Ecce, fidelium omnium communis Pater, plusquarn sanguino-
lenta Decreta sancita et confirmata, ut dictum est, qua? strictis-
sima? executioni nìinc mandantur, qua? Ecclesiasticos in secun-
dum dispersionis exilium abirc cogunt; qua? personas qualificatas
in extremam pauperiem, et ignobiliores in ignorontite tenebra.?
redigunt; qu.e plerosque Catholicos in desperationem et avita-
fidei desertionem induxerant, aliosque in idem dissidentia? ac
errores pnecipitium indacero nata sunt; qnas tandem snpor fì-en-
tem illam Jiomanw fidei lenaciss-imam, Sanctorum instduiu liabitarv
tem ingentia sereni mala et irreparabilia damna, nisi Beatitudo
Vestra, efficatiori, quam suggeret Spiritus Sanctus, via tempes-
tive sucourrat. H.ec (inquàm) qua? vidit ot audivit Orator, vobis
annunciai, ut maturo concepto Consilio, de remedio quamprimùm
satagatis disponere.


A quadriennio quippè et ultra, Provincialis (licet immeri tris)
instltutus Orator, ex Hiapania per Belgium et Angliam in lii-
berniam properavit, ibidemque sibi subditos (numero nonne/inta
circitèr) per Regnimi hiac inde dispersos, et non sine fructu
occultò evangeiizanl.es in visit, atque ad conturnelias. aliaque
quantunivìs aspera,, pro nomine J e s u liete patienda, pro viribus
anima vit; qua; et quanta ipse inteivà fuerit perpessus, quoti ès ad
carcercs qmesitus, quam pressò satpins insecutus, referrc consultò
omittit, et s e rv i i » licet inutilis Altissimo consecrat.


At, Religio silere non sinit , quod orthodoxis ipsa? etiam
muliercula1 aeatholica? ignominiose in dies objiciunt. Pro fide (in-
qumnt) pro Romanie Sedis infallibilitate et obedientia, ac pro
Regio jure (ut pretenditis, Catbolici diiberni) vita?, honoris, et
bonorum jacturam vos pati, perspicue liquet; at, ¡6 stulti et tardi
ad credendum! pertinacitèr adha?retis errori; videtis ad oculum.
veram fidem sine charitate mutua et pio compassionis affectu in
nulla subsistere Christiana congregatione; videtis paritèr ad ocu-
lum illud inter Protestantes mutuum vigere charitatis vinculum,
pacificam correspondentiam, junctasquo auxiliatrices man us ad
obsistendum omni contraddenti, ad subveniendum expulsis ò




438


Gallià Hugonotis, quibus priiis per contributiones uberrimas.
deindè de bonis, de terris, de officiis Civilibus et Militaribus
provisum est.


Intuemini, vos ipsos, his omnibus exutos; Principes Catholicos
è contra perspicitis in vi céra digladiantes, causa» vestrie immemo-
res, imo obsistentes plerosque, et nobis adhérentes, atque pro
electi à Throno Regio solius Religionis titulo Principis vestri,
copiosaaque multitudinis eum sequentis. restauratione minime
contribuentes, sed Deorum falsorum more, quo Mulciber in Tro-
jam, pro Troia, stabat Apollo, si unus causant vestram promovet,
alter strenue resistit; Papam colitis Komanum; sed in quo vos
liucusquè juvit? Quid pro vobis domi aut foris egit? Quid alii
ejusdem communionis consortes? Quomodò igittir vera erit vestra
.Religio, in qua nulla unio charitatis. pax nulla, aut compassio
reciproca]


His (Beatissime Pater) aliisque id genus ratiociniis (licet levi
bus) acathohei vexant, terrent, molestant Catholicos Hibernos
rudiores; hi autem difficilem aut nullum ad Pastores et Misdona-
rios recursum habentes, ncc sophismata illa de se solvere valentos
anguntur, et nonnulli in fide vacillant, quia ertiti sunt dexteri
eorum oculi, veritatis pnecones, in exilium missi, aut domi oc-
cultò latitantes, aut carceribus inclusi, proùt de facto sunt, cum
aliis diversis in distinctis Regni partibus. quinque Oraioris sub-
diti per ani)os j a m quatuor, humano subsidio destituti.


Verumtamòn ad vacillantes iirmandos, ad stabiles confortan-
dos, atque ad objectionis tcnebras dissipandas, Ecclesiastici utrius-
que Cleri Mmkmarii cum Cordatioribus sacularibus plurimum
ì.iboraviimis. Pro irrefragabili Sancta1 Sedis justificatione, Inno-
centii XII (tel. ree.) egregia facinora deservierunt. Publica; per
eum indictw 27 Peb. et 13 Martii 1698, preces ; Apostolica
Brevia pietate paterna, et Pastorali» solicitudinis compassione,
piena data 10 .Tunii, 1698, et 6 Junii 1699, atque reperita; ejus
ad Principes Catholicos instantia; pro Hibernorum causa vim argu-
i-.lenti énervant; item, iterata1 Augustissimi Cicsaris et Catholici
: i)i:e mem.) defunct. Regis Caroli II ad Auriacum Principerò, lit-
tera1 (quas solicita vit et obtinuit Orator) in favorem Catholico-
ram Hiberniax et pro stabilimento Conditiomim, Limcrici, J fiber-
vos; inter et Avriacum, solemnitèr stipulatarum, hos paritèr Prin-
cipes uteumquò justificant.


Promissit id Auriacus, et mille artibus Catholicis persuasum
voluit, titulo Religionis Hibernos nihil passuros; at, qui dictas
m o i conditioneS; seu capitulationcs, proprio suo syngrapho, ac
Magno Angliie Sigillo munitas aperte violavit, quomodò alias
promissa servasset? Quarè ad Cathohcorum Principimi servan-
dam amicitiam non imponeret, non illuderet, non deciperet? No-
timi quidem est quanta astutià persuasit Excell. Corniti de Abers-
berg (Legato turn. Cuesareo Londini) Regulares nulles in exilium.
mittendos; et tarnen hi tunc actualitòr navibus et expensis Coro-
na» in Galliam transportabantur; imo curavit Auriacus ut idem




439


Excell. Comes Decretimi da Exil io Epiiscoporum et Regularium
esse revocatimi signiflcaret Illustrissimo Domino Internuncio
Bruxelis tum commoranti; sic et ipsi Sancta 1 Sedi per suos Minis-
tros impositurn voluit.


Perplura alia I i ibernorum gravamina et immania Protestan-
tium facinoi-a recensenda forent Sanctitati Yest iw, Sitndissirne Pa-
ter, si in alio Memoriali Innoc. X I I , anno 1(197. porrecto fusiùs
non forent deducta, et alias perspicuuni sit Beatitmlinem Ves-
tram cocto suo judicio insupportabilia Iliberiiorum cervicibus im-
posita onera nullo negotio pereepturam; et Paterno suo zelo re-
medium, ut speratili', opposituram.


Hìnc ad Te , Beatissime Pater, unicum Cliristi Domini in
terris Vicarium (pro cu jus Potestate agnoscenda, jurisdictione
tuenda, superiori tate veneranda, relata et plura damna patiuntur
JJibernij nomine eorum, quorum comraissionem gerit, supplex
recurrin Orator, jugi ac flebili supplì catione rogans, quatenùs vi-
gilanti cura nostratum sub jugo Turcica severiore gemc.ntium
causam, cordi babeat, protegat, et promoveat ; Gloriosi sui Praìde-
cessoris rcccntia sunt exempla meritò imitanda, et prosequenda,
ne cn'pfun, sed non peri'ectam, vulneris sanationem arguant ini-
mici Crucis Cbristi; renovanda- public» ' prece?, et apud Catholi-
cos Principes (Angli»-" praisortìm Confederato» ) instanti»», ut
ipsi snas ad Angl icum Gubernium urgeant, nec sibi ampliùs im-
poni sinant; subsidia colligenda, ne (quod jmilend'im ac abjeclio-
nis extreme' censuit Innoc. X I I ) ex Mammon*. iniqviUith profmior
sit erga Hmionottas extorres Ilirreticorum m.avvs ovina ex ('liristi
patrimonio hbemlitas i'. idi oli cor um erga ejusdem coiumiuiiotiis fra-
trcs pro jiKta causa exulantes: Viaticum et sustentatio honesta
Missionariis, vitam exponere paratis, indo pneparandnm, no re-
rum (idei ignoranti» Catliolicis, Mifsiomirhmm ministerio lmcus-
quò eonstantibus, nut aliunde vacillantibus, labendi in errorem,
ansam pnebeat. Vidit cnim Orator plu res, qui cum j tiramento
protestabantur, in Districtibus integris et Parocbiis nnllam ins-
tructionem, riullam exhortationem , nihil de Evangelo ventate
auditum fuisse ab anno 1697. quo Eeclesiasticorum, maxime lìe.qu-
larium, cxequebatni' exi l iam; proinde minimo mirum esse debet,
si juniores pervertantur, et seniores ipsi titubent pr;e ignoranti»
aut oblivione eorum qroe scire oportet de necessitate saluti?.


Tandem ut interveniente Sanctitatis Yestra? aucloritate, in
futura' pacis congressi! provideatur de liberiate conscientia? bono-
rumque securitate pro Ilibernis, profit in prsefatis Gapitidationi-
bu.s Limeneensibus conventi] ni erat. ne causa eorum oblivioni
tradatur, ut in pace ult imaEyswikana; et rursùs, ut sancita anno
1688, i'i Parlamento Dublinensi sub regimine (piai mom.) Ja-
cobi I I , inconcussa persistant, casu quo optata diù Serenissimi
Regis nostri (quem Deus diii sospiter) Jacobi I I I , restauratio fé-
liciter succédât.


H»?c sunt compendio (Beatissime Paler) qua? vobis représen-
tai! et supplicari cupiunt ilii, quorum nomine agit Orator; audi




440


benignò, ò Pater, et pro filiis ferventer ago, Regiones vides sep-
tentrionales Hairesis peste infectas; sola Hibernia, erroribus undi-
que circutncincta, stetit in fide constans et inconcussa; at. nunc
per Hisreticos Anglas, Scotos, Ilugonottns Galios (1) muri ejns rnpti
sunt, constantia fracta, nobilitai prostrata, plebs fere annihilata,
Clerus expulsus, bona erepta, Regnum per alieuos captum et in-
habitatum, et remanet dumtaxàt vera; fidei scintelia; nec est, qui
pro fide, pro Rege, pro populo domi forisque fideli aperiat os,
non est qui consoletur aftìictos usque ad unum.


Sancìitas Vedrà nomen suum in Dei gloriam perennare sata-
git; laborat et sudat ut Catholica Eeligio in Regiónibus longin-
quis propagetur, utque propagata à morum corruptela servetnr
immunis: in lume finem nec expensis nec industria? parcit; absit
interim quod eam, ubi hactenùs conservata est illesa; quantum
in vobis est, perire sinatis; faciliìis longò et felieiùs pneservatur
semel accepturn, quàm recuperatili' amissum. Hibernia nunquam
se Ecclesia Romana? filiam ostendit ingratam; in prosperis olhn
se suaque omnia Sedi Apostolica? consecravit: in adveráis ad can-
dela Se lem (solatium non raro experta) recursum sempèr babuit:
nunc ad Beatitudinis Vestra? patcrnam clementiam, ne rescinda-
tur, inficiatur, aut in ter persecutionum iluctus subiuergatur. ge-
mebunda appellat, postulans auxilium per media qua' Vobis ma-
gìs idonea apparebunt, et rogans per viscera misericordia? Dei
nostri ut fataloni ictum quamprimùra avertere satagas. Absit
enim quod sub Pontificati! Vestro Hibernia legatur fiderà exuisse
Catholicara. Interim orant nativi Hibernia? Incoia? curii Oratore, ut
qua' agenda sunt videa?, atque ad agenda, qua? divino inspirante
lumine videris, convalescas.


Crueldades e/a las Esladon-Unido» (2).


En 1700 mandó el gobierno protestante inglés (pie todo
clérigo cogido en el territorio que hoy ocupan los Estados
del Norte, fuese condenado á cárcel perpetua: si llegaba á
escaparse, debía sufrir pena capital El quo le dalia asilo
tenia tres días de prisión y una fuerte multa. Después se
añadió á esto la tortura y la esposicion en la, picota (e,'•po-
situra a/u pilori.) Hasta el año 1784 no so abolió esta ley
inhumana en el Estado de Nueva-Yorck. Por espacio de
largos años se perdió así un gran número de emigrados,
que se fueron haciendo protestantes. Todo esto era mucho
mas cruel que lo practicado entonces por la Inquisición


(1) Eran los tpie habían salido de Erancia á consecuencia de la
revocación deí edicto de N antes.


(2) Relación dada al primer Congreso de Malinas : tomo 11 de
sus actas, pag. 260 .




411


española, A esto se reducía para los católicos la decantada
libertad de los Estados-Unidos.


A principios de este siglo no había en los Estados-Uni-
dos mas (pie un Obispo católico, 22 clérigos, y 24.500 fie-
les. No había iglesias, sino oratorios privados y capillitas en
barracas de madera.


Hay ahora 7 Arzobispos, 47 Obispos, inclusos los coad-
jutores, 2,773 clérigos, y los católicos se aproximan á
5.000,000 (4.800,000). Tienen unas 2,948 iglesias, algunas
de ellas magníficas: 2,576 capillas provisionales y estacio-
nes, 2(15 conventos de mujeres, 9o de hombres, 250 ense-
ñanzas caritativas, ademas de las escuelas unidas á cada
iglesia y á cada convento, 70 escuelas literarias (de segunda
enseñanza), 1.109 seminaristas, sin los que estudian en E u -
ropa, y 1.2 universidades católicas.


Oruehlades del protestantismo en Su.ecia.


No referiré aquí las crueldades y supercherías que co-
metió Gustavo Wasa para introducir el protestantismo en
aquel desgraciado país , por no alargar mas este apéndice.
Baste decir que los horrores fueron tales, que so llamó j u s -
tamente el Xeroii del Norte al citado tirano.


Uno de los países en (pie el Catolicismo se halla mas
vejado, es precisamente Snecia, en donde la religión pro-
testante está de tal manera supeditad;! por el poder tem-
poral , (pie no viene á ser mas que una especie de poli-
cía á voluntad del monarca. En 25 do octubre de 1800 se
votó por fin una ley por la cual se abrogaba la pena de
destierro y privación de toda herencia al que abandonase
la religión del Estado. Esta pena atroz, tratándose do una
religión falsa y meramente civil, so acallaba de imponer á
seis pobres mujeres convertidas al Catolicismo. La Europa
toda alzó un grito de indignación contra aquella persecu-
ción atroz, y con todo, las señoras protestantes de Francia
é Inglaterra (pie representaron á favor de Alhambra, Trigo
y los holgazanes de Granada, nada tuvieron que decir res-
pecto de aquella persecución.


Con todo, aun prescindiendo de la verdad de nuestra
Religión y su unidad (de lo cual nunca puedo un católico
prescindir), no habia comparación con respecto á España.
Allí el Catolicismo fue en otro tiempo Religión del Estado;
mas en España nunca lo fue el protestantismo. El Catoli-
cismo aquí es una Religión independiente; allí no lo es. El




442


protestantismo tiene aquí un colorido político y revolucio-
nario, lo que no sucede allí.


El partido protestante hizo, á pesar de eso, los mayores
esfuerzos por sostener las antiguas penas, y manifestó su
desagrado por la abolición de ellas. ¡Hó aquí la decantada
tolerancia protestante! Tolerancia para todos los errores,
pero tiranía para el Catolicismo.


Aun así, no se crea que aquella abolición fue completa;
antes al contrario, se prohibió que pudieran obtener cargos
públicos civiles ni militares los que no fuesen luteranos;
se prohibió la admisión de institutos monásticos bajo gra-
vísimas penas, y también contra los que se convirtieran al
Catolicismo.


El que quiera abandonar la religión protestante, tiene
(pie sujetarse á escuchar las exhortaciones de su pastor, y
después Jas del consistorio episcopal ó su delegado, por un
espacio do tiempo ilimitado. Así es (pie á una criada, llamada
Josefina Balizaran se la obligó á oir estas predicaciones por
espacio de ocho meses, desde mayo de 18(¡ 1 hasta febrero
de 1802. La pobre mujer padeció mucho durante este tiem-
po, pero no se dejó subyugar, y, por fin, se hizo católica.
Su nombre fue justamente puesto en las actas del primer
Congreso de Malinas (pág. 809, tomo i) , y yo me complazco
en citarlo aquí con elogio, como lo citó el señor conde de
Montalcmbert.


Véase por este rasgo lo que es la tolerancia protestante
en aquel país.


N Ú M . 6."


Asesinatos de varios católicos célebres, cometidos por
los protestantes.


Suelen estos quejarse de los asesinatos intentados ó
ejecutados por católicos contra algunos co-religionarios su-
yos notables, acusando por este motivo al Catolicismo de
intolerancia.


Al príncipe de Orange le tiraron un pistoletazo, y se
dijo que había sido pagado el asesino por Felipe I I , el cual
puso su cabeza á precio.


A l almirante Coligny le dispararon un tiro en París
pocos dias antes de la noche de San Bartolomé, en la cual
fue asesinado.




443


Enrique I I I fue asesinado por un fraile dominico, te-
niendo puesto sitio á París.


Enrique IV fue asesinado por Ravaillao, que so confe-
saba con un Jesuíta.


Enrique Stuard, conde de Darnlcy, marido de María
Estuard, fue volado con pólvora, estando durmiendo, y la
opinión pública acusó á su mujer de haber sido cómplice
en el asesinato, ó por lo menos de haberlo sabido antes, lo
cual vino á confirmar después casándose con Botlnvell,
acusado de ser el asesino de su primer marido.


Guy Eawkes de Yorkshire, soldado católico, fue cogido
con un farol y una mecha en los sótanos del Parlamento,
dispuesto á volar al Rey y á todos los diputados, lo que se
llamó la cwjmncion de la pólvora. En ella estalla com-
plicado un Jesuíta,


Veamos lo que hay de cierto en estos cargos, y pase-
mos luego á formular otros. La cabeza del príncipe de
(frange fue puesta á precio por Felipe II , como de vasallo
traidor, y como solia hacerse entonces, no solamente en Es-
paña, sino en toda Europa, con las ele los rebeldes, ban-
didos y grandes criminales. La justicia imponía así la pena,
capital, previa causa y sentencia, al que no podia imponér-
sela por mano del verdugo ( i ) .


Ademas el asesinato del príncipe de O rango no fue, por
motivos religiosos, ni por hereje, sino por causas políticas y
por rebelde contra el monarca español, al cual había jura-
do obediencia, y cuyos Estados sublevaba.


Coligny era odiado de los parisienses, no solo por here-
je , sino aun mas por traidor á la Francia, pues habia ven-
dido álos ingleses los puertos de la nación, y, sobre todo, el
del Havre, llave del Sena y de París, motivo por el cual
le hubieran odiado aquellos por sus traiciones y felonías,
aunque fuera católico.


Ademas habia hecho asesinar al duque de Guisa, gran
patriotay escelente católico, como veremos luego.


El asesino de Enrique III , j a c o b o Clemente, estaba lo-
co, y esto es bien sabido: la comunidad probó no tener cul-
pa ninguna. El Rey, flojo y débil de carácter, era católico,
aunque malo y relajado: no se le puede considerar como un
hereje asesinado por católicos.


(1) En Inglaterra, en la culta y tolerante Inglaterra, se estila to-
davía poner a precio las cabezas de los reos políticos. Por la de Ste-
phens, el jefe de los íenians, ofrece actualmente el gobierno inglés
1,000 libras esterlinas.




444


Ademas su asesinato fue providencial. É l habia hecho
dar de puñaladas al duque de (luisa y al Cardenal su her-
mano, sobre seguro, y estándose celebrando los Estados ge-
nerales en Blois.


Enrique IV era católico cuando fue asesinado por Ra-
vaillac: los católicos nada tenían que temor de el, y ora muy
querido de ellos, y hasta de San Vicente de Pav.l, San
Francisco de Sales y otros muchos Santos de aquel tiempo.
Los protestantes, por el contrario, estaban recelosos de que
castigara las demasías que contra él estaban cometiendo.


También Ravaillao se cree que estaba loco. El que se
confesara dias antes con un Jesuíta, nada prueba. El confe-
sor no podia revelar el secreto sin faltar al sigilo sacramen-
tal, ni podía tampoco defenderse de los cargos alegando
que habia querido disuadirle.


Véase sobre este particular la vindicación de los Jesuí-
tas en la obra de Crétineau Joly.


Veamos ahora algunos de los asesinatos ejecutados ó
intentados contra católicos.


El duque de Guisa había sacado de manos de los in-
gleses la ciudad francesa de Calais, en la cual tenían aque-
llos un Qibraltar francés. El traidor Coligny les vendió el
puerto del Havre de Gracia á trueque de socorros contra los
católicos, y aun ofreció trabajar por que recobrasen á Ca-
lais. Ademas pagó á Juan Poltrot de Mero, calvinista fa-
nático, para asesinar al duque de Guisa, á cuyo fin, du-
rante el sitio de Orleans, desertó de los hugonotes y espe-
ró ocasión de disparar por la espalda un arcabuzazo al du-
que, estando este en una batería (1).


Cuando el duque de Guisa le preguntó por qué le ha-
bía asesinado, respondió secamente, que no tenia resenti-
miento ninguno personal contra él, pero que habia obrado


'por el celo dé la Religión; y, en efecto, le habia fanatizado
Teodoro Boza en Ginebra, donde habia apostatado del Ca-
tolicismo, y de donde salió para cometer su crimen (2). El
libertino y obsceno Beza hizo la apología de aquel ase-
sinato.


El duque do Guisa le contestó como buen católico: "Si
vuestra Religión os enseña (pie debéis asesinarme, l a m i a


(1) Lo mismo fue asesinado el general Pimodan en la batalla de
Castelfidardo por un piamnntés, que se habia alistado con este ob-
jeto en los zuavos pontificios.


(2) Véanse mas datos sobre esto en la Carta ix de Cobbet.




445


me manda perdonaros, por lo mismo que me habéis ofendi-
do y sois mi enemigo."


¡Soberbio rasgo en que contrastan la caridad católica
con el fanatismo impío de aquellos calvinistas, que pedían
entonces libertad de conciencia!


Por lo (pie hace á la conspiración de la, pólvora, véanse
algunos datos ciertos, sin perjuicio de los aducidos por
Cobbet en el tomo I I de sus Cartas.


Jacobo I, hijo de la desgraciada María Stuard, era me-
dio tonto, medio loco, medio pedante. Tuvo habilidad para
depositar su con lianza en los asesinos de su madre. Aquel
necio tirano había ofrecido suavizar las sanguinarias leyes de
su antecesora Isabel; pero lejos de eso, las exacerbó aun mas,
sobre todo contra los nobles católicos, á los cuales arruinó
por completo. Uno de estos, sir Roberto Catesby, concibió
el proyecto de asesinar al Rey con toda su camarilla esco-
cesa y el Parlamento protestante, volándolos á todos al
tiempo de Ja apertura de las Cámaras.


Como en el Parlamento habia algunos católicos, se que-
ría salvar á estos. Uno de los lores católicos á quien se di-
rigió un anónimo, descubrióla conspiración, y el día 5 de
noviembre de 1005, pocas horas antes de verificarse la es-
plosion, se prendió en los sótanos del Parlamento á Cuy
Fawkes, oficial católico, con un farol encendido al lado de
unos barriles de pólvora.


Los conspiradores eran pocos : los motivos de la conspi-
ración políticos, pues los escoceses de la camarilla de Ja-
cobo I eran una pandilla de tiranos y ladrones odiosos, y
como tales los pinta la historiado Inglaterra,


Al interrogara' Cuy un lord escocés "¿para qué guardaba
aquella pólvora? le respondió:—Para volarte á ti y á todos
los mendigos escoceses y echaros de una vez á vuestras
montañas. ••


Entre los ajusticiados fue uno el Jesuíta Caruier, que
habiendo sabido el secreto en confesión y tratado de evi-
tarlo, según confesión de los conspiradores, con todo, se le
(pliso incluir entre estos, por no haber delatado lo que la
moral y disciplina católica prohiben revelar (1).


El duque de Alba, y casi todos los generales españoles
en los Países-Bajos estuvieron para ser víctimas de asechan-
zas contra su vida.


1). Joan do Austria estuvo á pique de ser asesinado


( 1 ) Véie.'e A VvTlIb.m Cobbet, Carta X Í I , tomo n.




446


por cuenta de la Reina Isabel de Inglaterra y sus conseje-
ros. El P. Rivadeneira, después de referir cómo estos pro-
curaron sembrar la guerra por todos los reinos católicos,
d ice : "Enviaron de Inglaterra un caballero noble, mozo
y muy atrevido, llamado Egremundo Ratheliffo (1), para
que á traición matase al dicho Si*. D. Juan. Aunque nues-
tro Señor fue servido que se descubriese la maldad, y fue
preso el caballero, y confesando la maldad, le fue cortada
la cabeza en la ciudad de Xamur, y juntamente con él á
un su cuñado, que era su consorte y compañero en la
traición."


Los protestantes han atribuido el asesinato del conde
de Darnley, marido do María Estuard, á esta y á los ca-
tól icos: pero esto se halla ya reputado por una calumnia
hasta por los mismos protestantes, y las cartas de la des-
graciada Reina están ya reconocidas por apócrifas: la sana
crítica ha descubierto que fueron falsificadas por cuenta de
la Raimo doncella, ó á sabiendas de ello.


Por el contrario, Darnley asesinó a! católico italiano
Rizzio, maestro de música y secretario de la Reina María,
y estuvo presente y detras de la silla de la Reina, mientras
Je daban de estocadas á los pies de esta, su mujer, que se
hallaba en cinta.


Darnley, aunque aparentaba ser católico, por no des-
agradar á la Reina, en realidad ora protestante.


Un año después, hallándose este enfermo (en 1507) en
Glasgow, fue su casa volada con pólvora y pereció aquel
malvado entre sus ruinas. Bothwell, asesino de Darnley, era
también medio protestante y obligó á María Stuard á ca-
sarse con él, cosa que olla no podia ni debia, hacer, y que
fue una debilidad criminal, de que no puede absolverle la
historia, pero que pagó demasiado cara.


Bothwell fue derrotado por otro cómplice suyo, Mur-
ray, hermano natural de María Stuard, eclesiástico rene-
gado y prior ilo San Andrés, hombro sanguinario, ladrón
y gran embustero, que á su vez fue asesinado en 1570 por
otro á quien había confiscado sus bienes para robárselos,
según sus pérfidas mañas. Murray, persiguiendo á su her-
mana hasta prenderla, destronarla y entregarla á Isabel
para que la asesinase jurídicamente, y John Ktiox, su ami-
go apóstata, sanguinario, grosero y fanático insoportable,
hasta para la Reina doncella, son dos personajes á cual


( I ) Historia del Cisma de Inglaterra.




447


mas repugnantes entre los muchos monstruos que entonces
abortó Escocia (1).


Crueldades de los Jterejes y revolucionarlos con los católicos
de Suiza en nuestros días.—Asesinato del diputado ca-
tólico Lea.


La herejía y la impiedad, hermanas gemelas, trabajan
hoy día contra el Catolicismo como en el siglo xvr , como
en la época de la Reforma y de la Revolución francesa; y, á
pesar de las decantadas conquistas del siglo x i x , han eje-
cutado recientemente atentados horribles, de que no se ne-
cesitan citar libros, pues han pasado á nuestra vista. Las
matanzas de religiosos y quemas de conventos en España é
Italia durante el presente siglo, hablan muy alto contra esos
elogios de la libertad y de las pretendidas conquistas. Pero
sobre todas estas escenas de horror aparecen con mayor re-
pugnancia los horrores y repugnantes crueldades de los ra-
dicales suizos contra los católicos del Sonderbund (2).


El Obispo de Friburgo, Mons. Marilley, fue desterrado,
después do haber sido atropellado y preso en un calabozo
del castillo de Chillón, en 1848.


No recordaré los atropellos, violaciones y asesinatos de
los bandidos alistados en los cuerpos francos, salvajes de la
civilización europea, ni los horribles asesinatos cometidos
contra los católicos, y el modo inhumano con que eran de-
gollados y descuartizados los soldados del Sonderbund, que
caían en sus manos y en las de sus prostitutas: me fijaré
solamente en el asesinato del diputado L e u , muerto en
su propio locho, durante la noche del 19 de julio do 1845.


Leu, diputado por su Cantón, católico fervoroso, y alma
del partido religioso y sensato de Suiza, era hombre muy
popular y querido en el pais: fue asesinado en su propia
cama de un balazo á quemaropa. La prensa impía aplau-
dió el crimen, y por su parto hizo cuanto pudo por que
(piedara impune. El gobierno federal no parecía tampoco


(1) A Juan Knox, fraile renegado, zafio, de malas costumbres y
peores mañas, le llama el Dr. Johnson, protestante, el gran malva-
do de la Reforma.


Acerca de Murray, ex-prior de San Andrés, dice Witaker, tam-
bién protestante, "que cometió los crímenes mas monstruosos."
(Véanse sus citas en W. Cobbet, Carta X . )


(2 ) Véase á la pág. 151 algo relativo al origen de estos suce-
sos, y los medios tiránicos y anticonstitucionales con que fueron
cerrados los monasterios atropellando el pacto federal. . -




448


muy dispuesto á castigarlo; pero la indignación general y
el clamoreo de los hombres de bien á vista de tanto cinis-
mo , obligaron á prender al asesino, bien conocido de todos.


Era este un tal Santiago Muller, «pie acababa de hacer
quiebra. En sus declaraciones apareció que habia sido ins-
tigado por las sociedades secretas y algunos jefes de los
cuerpos francos, que esplotaron su ignorancia y desastrosa
posición, ofreciéndole impunidad y dinero para salir de sus
apuros.


Entre los nombres de los seductores aparecían en el
procoso los de José Buhiei , principal instigador; el coronel
Sneichen, y o l capitán Corrugioni: ¡á qué citar mas!


El asesino escaló la casa, para lo que se le facilitaron
medios esteriores. La vista de un niño en la cuna, y los re-
mordimientos, le hicieron desistir al pronto, y volvió pasos
atrás. Necesitó animarse con un vaso de licor, volvió, y
apuntó al corazón, de Leu, que estaba medio descubierto en
su lecho.


El asesino huyó precipitadamente por donde habia en-
trado, dudando si habría logrado su objeto, pues al sentir-
so la detonación oyó un grito penetrante y una voz que
pronunciaba lo que csclaman los católicos en tales casos:
¡Jesús, Marín!


Se dice que estos hechos aislados nada prueban.
—Para los vivos y los egoístas, nada.: para los parientes


y amigos de Leu, los católicos suizos y los hombres piado-
sos, probó y probará mucho. Probó y probara que los he-
rejes y los impíos son en el siglo x i x lo que fueron en el
siglo X V I y en todos tiempos, á posar de los decantados
adelantos de la civilización.


NI'AI. 7."


Edicto ds üfar-tes.—Su revocación por abusos de los
calvinistas.—1685.


Enrique IV dio en loíKSun edicto de tolerancia para
los calvinistas ó hugonotes, de los cuales habia sido jefe an-
tes de su con versión al Catolicismo. Los escritores franceses
suelen poner en las nubes á Enrique IV; mas, á pesar de sus
encomios, aparece que siempre fue hombre taimado, sensual
y algo hipócrita: tuvo , en cambio, otras escelentes cualida-
des (pie no se le pueden negar en buena ciática.




449


29


Entre las varias queridas de Enrique TV, sobresalía la
duquesa de Beaufort, llamada la bella Gabriela. Eos pro-
testantes la ganaron con dádivas y promesas. Enrique lo
concedió, aunque de mala gana, según aparece de la cor-
respondencia de M. de Thou, que secretamente era adicto
al Catolicismo, y reunió los antecedentes para él, junta-
mente con Chamier, hábil ministro protestante. Redactólo,
aunque á su pesar, el canciller M". de Chiverny, el cual., en
sus Memoria.-: ,1,- Ex/o.do (pág. 31(5 de la edición de 1630),
después ríe referir los manejos que hubo para ello, asegura
que fue plan ¿en do ¡vira vergüenza y confunión del Estado.


El edicto de Na núes era un oprobio para la monarquía.
El calvinismo era naturalmente antimonárquico, y mostró
siempre un carácter democrático exagerado, desde su apari-
ción en Suiza, y Francia.. Con todo, Enrique I V concedía á
ios calvinistas viento tres plazas para su seguridad, cuarenta
y cinco mil estarlos para el sostenimiento del culto, parti-
cipación en los destinos públicos, y otras varias gracias y
seguriiiadades á este tenor; en fin, basta tener seis Asam-
bleas generales propias.


Luego <pie obtuvieron los calvinistas el edicto, no se
contentaron con é l , y antes se mostraron tan exigentes y
agresivos, que pidieron otras ciento tros plazas mas en
otras provincias, y derecho para fortificarlas; y llegaron á
exigir al Rey que demoliese las que él estaba levantando.
Resuelto o t a b a Enrique á castigarlos á vista de tal felonía,
y conociendo el disparate que había hecho con el otorga-
miento del edicto de Na.ntes, cuando el puñal de un asesino
fanático vino á poner término á sus días.


Los calvinistas fingieron gran sentimiento, y , según su
táctica, molieron murho ruido, echando la culpa á los Je-
suítas pnivi drxnrkitfar á los tribunales. Acostumbrados hoy
día á ver cómo se manejan estos negocios, y cómo en casos
tales Jos conspiradores y asesinos piden socorro y favor á
la justicia , no podemos menos de reírnos del espediente
formado contra los Jesuítas, que solo sirvió para probar su.
inocencia. Eos Jesuítas estaban recibiendo favores de Enri-
que IV á manos llenas. Ellos dirigían su conciencia, y en
su testamento ¡es dejó su corazón.


Pero los calvinistas no podían desconocer que el carác-
ter de Enrique IV, aunque solapado, no era para sufrir ul-
trajes, y que los aprestos do guerra contra España les al-
canzarían á ellos, pues no era probable que so comprome-
tiese en una guerra tan aventurada dejando á sus espaldas




450


subditos tan levantiscos y exigentes , y que formaban una
república dentro de su monarquía, y otro Estado dentro del
Estado.


Luis XITI hubo do sufrir de ellos no pocos ultrajes , y
no fue el menor la oposición violenta que hicieron á su ca-
samiento con Ana de Austria, infanta de España, oponién-
dose abiertamente á su viaje, conspirando sin rebozo y
haciendo alianzas con Inglaterra. La Rochela fue un foco
permanente do conspiración y un insulto á la Corona de
Francia y á la independencia de aquel país , hasta (pie Ri-
chelieu la sacó de sus manos, á despecho de Inglaterra, que
la tenia casi por suya.


Los calvinistas bearneses, compatriotas de Knrique IV,
so negaron á recibir el edicto de Nantes y á consentir el
restablecimiento del culto católico. Era este uno de los in-
sultos (pie Enrique IV murió sin vengar. Luis X l l i y Riehe-
licu obligaron á duras ponas á los bearneses a que admitie-
ran el edicto de Nantes en la parte favorable á los católicos.
Tal era el modo que los calvinistas tenían de entenderlo, y
tal su tolerancia.


Luis XIV, viendo esto espíritu sedicioso de los calvinis-
tas, á pesar do las derrotas (pie les hizo sufrir Richelieu,
decidió por fin revocar el edicto de Nantes; pero no se atre-
vió á dar el golpe de una vez. Por espacio de veinte años
estuvo preparándolo desde 1065 á Iliis5,y dio para ello
sobro cincuenta declaraciones y decretos restringiendo gra-
dualmente los privilegios de los protestantes. Por fin, ore-
parado ya todo por Colbert, el gran hacendista y restaura-
dor del Tesoro en Francia (1), se revocó y anidó completa-
mente el edicto de Nantes, en 25 de julio de 1085.


Los calvinistas quedaron aterrados con aquel golpe. To-
dos esperaban un levantamiento general, pero se guardaron
bien de hacerlo, hasta que Inglaterra, Holanda y Saboya
les ofrecieron gente y dinero, y vieron al Rey comprome-
tido en una guerra estranjera; autes por el contrario, muchos
de ellos aparentaron abrazar el Catolicismo á fin de quedar-
se en Francia.


La conducta de Luis XIV revocando el edicto de Nan-


(1) Por decreto de 1 1 de junio de 1 6 8 0 se prohibía en el regla-
mento de arriendos redactado por Colbert que los protestantes fue-
ran arrendadores ni recaudadores de contribuciones.


El abate Colbert, hijo del ministro y coadjutor del Obispo de
líuan , puesto á la cabeza del clero, felicitó al Iley por la revo-
cación del edicto.




451
tes, prueba (pie si la libertad de cultos se lia establecido en
un pais por la violencia, y la intriga, un gobierno católico
puede y debe revocar las leyes inicuas en (pie se apoye
aquella.


N Ú i ! . «.<••


Los camisardos.—Las dragonadas (1703).


Era preciso hablar del edicto de Nantes y de su revo­
cación para comprender las crueldades de los ОатттЬы y
su represión por los dragones franceses.


Resentidos los calvinistas por la revocación del edicto
de Nantes, principiaron á conspirar, llamando en su auxilio
á los protestantes do Inglaterra, Holanda, Alemania, Suiza,
y aun a) mismo duque ele Saboya, cuya casa, entonces como
ahora, propendía siempre á medrar á costa do los vecinos,,
y sin reparar en bajezas, traiciones ni alianzas inicuas.


Los protestantes del Vivares, Delibrado y las Ce venas
principiaron á concitar á sus co­religionarios con predica­
ciones acaloradas, milagros supuestos y actos do fanatismo.
Hubo profetas que acreditaban su misión divina, ofre­
ciéndose á dar saltos peligrosos, pitonisas inspiradas que
representaban farsas ridiculas, y (pío, semejantes á los kuá­
keros, recibían al Espíritu Santo con grandes estremeci­
mientos, convulsiones y accesos de epilepsia. Una carta in­
terceptada en 1G!)I. descubrió toda la trama, cuando ya el
duque de Saboya se preparaba á invadir el territorio fran­
cés en apoyo de los calvinistas, l levando, no obstante, en
sus banderas la profanada Cruz de Saboya. Cogiéronseles
ademas en las costas de Genova dos galeras con doce ofi­
ciales y trescientos soldados, y luego otros varios buques
con cuarenta oficiales y cuatrocientos cincuenta soldados,
y con muchas armas, municiones y dinero, todo procedente
de Inglaterra y Holanda, y en apoyo de la sublevación de
aquellos fanáticos.


Viéndose descubiertos y próximos á ser castigados, em­
puñaron las armas con la mayor desesperación , y no tanto
por salvarlas, cuanto por vengarse y cometer horrores.
Inauditos fueron los que ejecutaron , no perdonando ni
edad ni sexo: saquearon muchos pueblos; mataron gran
número de católicos, arrancándoles las entrañas, operación




que parece muy del agrado de los librecultistas antiguos y
modernos, cual si fueran descendientes de los druidas ó de
los sacerdotes de Motezuma. En Inglaterra, así (pie ahorca-
fian á un católico, el verdugo cortaba la cuerda, y, abrién-
dole el cuerpo, le arrancaba las entrañas: lo mismo hacían
los herejes en Holanda; y en pleno siglo X T X hicieron esto
ios demagogos suizos con los católicos del Ronderbund, y
aun en liorna con varios sacerdotes, á quienes los niazzinia-
nos arrancaron los intestinos, después de haberles dado de
puñaladas. Por lo visto, es una especialidad del humanita-
rismo (pie clama por la libertad de cultos.


Los horrores cometidos por aquellos fanáticos pueden
verse en las Cartas del piadoso y verídico Prelado lícchier.
Obispo de Nimes ( 1 ) , que se vio sitiado por ellos en su
propio Palacio, y , no obstante, tuvo la magnanimidad de
pedir por ellos á Luis X I V cuando llegó la época de casti-
garlos.


En efecto; avista de aquellos asesinatos, saqueos y ma-
tanzas, el intendente del l.anguedoe, .M. Lamoignon de
Bavillo, se vio en la precisión de tomar medidas enérgicas
contra aquellos fanáticos, que llevaban por bandera un niño
atravesado en una pica. Bcrwik , al frente do una brigada
de dragones (2 ) , los derrotó y persiguió enérgicamente,
castigándolos con todo el rigor de las leyes militares. Los
protestantes, que no habían tenido ninguna palabra contra
¡os escesos de los cirnvivirdus, dieron á la represión do estos
el apodo de Las (hxigovwlns; y algunos católicos simplo-
nes y malos críticos no han tenido la suficiente energía, por
torpeza ó por ignorancia, para recusar ese apodo.


Durante la funesta y escandalosa regencia que siguió ó
la muerte de Luis X I V , el regente Orleans destruyó en
gran parte la obra de Luis XIV. Entonces fue cuando la-
falsarios favorecidos por di principiaron á adulterar estay
otras páginas de la historia de su pais. Sabido es que
Luis X V I tenia dentro de su familia mas de un pariente
francmasón.


(1) Vóanso sobre este particular las Cartas de FlecLier en el
tomo xvi de sus obras, según la cita de las Observan ¡mes sobre


(2) Dábase el nombre de dragones á unos soldados (pie peleaben
á pie, ó á caballo, según las circunstancias: tenían un caballo pa"a
cada dos soldados, y usaban fusil y bayoneta. Lauíartiniere, en la
I/iitoriadi Luis XI F, ¡ib. X L I I T , pág. 327 de la edición de La Haya
en 1742, habla de los escesos de estos soldados, pero vindicándoles
en parte.




4-.)'!


Estas lecciones no se lian perdido para la Europa mo-
derna, y sobro todo para España; y es y a cosa corriente,
siempre que ocurre una revolución, ocultar los crímenes de
los sublevados y exagerar ó inventar pretendidos horrores
do parte de los soldados que los reprimieron.


Así se ha bocho en este mismo año en la ridicula derro-
ta de los silbantes, en la noche del 10 ele abril. El gobier-
no, que después de una serie de incalificables torpezas dejó
insultar, escupir y escarnecer á unos honrados veteranos
(lo he visto yo mismo con dolor y vergüenza), mandó ha-
cer á oscuras lo (pie debió hacer á la luz del día, y la R e -
volución ha bautizado con el grotesco nombre de la noche
de San Daniel (recuerdo gabacho do la noche de San Bar-
tolomé) aquellos acontecimientos en (pie los silbantes se
mostraron dignos de aquel gobierno, y aquel gobierno dig-
no de aquellos silbantes.


(/artas del Sr. Obispo Vlechier, de Nimes, sobre los faná-
ticos canusardos (1) y sus escesos, copiadas del tomox
desús obran, en 17ÜJ.


CAUTA CXXXVIII Á LA PAC. 130.


Relación de los movimientos y crueldades de JOS fanáticos.


Por fin es preciso, señor, darle á V. parte de las tribu-
laciones y desgracias que nos están sucediendo en esta dió-
cesi. Ya debería haberlo hecho , no solo para consolarme,
sabiendo lo (pie se interesa en mis cosas, sino también para
suplicar á V. sus oraciones para un asunto cpie debe inte-
resar á todos los hombres de bien, y, sobre todo, los que
tienen celo por la Religión y la tranquilidad pública, como
á V. le sucede. Sé que desde el principio de la guerra se le
han dado noticias acerca de este piáis, verdaderas las unas
y falcas las otras y sin fundamento, tal como la que se dijo
do que me habían insultado los fanáticos, aunque nada es
imposible de lo que se imputa á estas gentes, que han aban-
donado á Dios y están abandonadas por El.


Estos fanáticos, señor, son ahora los hugonotes de otro
tiempo, los conversos do los campos (2), seducidos por gen-


(1 ) (Euvres completes de Messire JSsprit Flechier, Evéque de
Nimes: a Nimes, an. 17S2, tomox. Lo poco que son conocidas
estas Cartas en España, me obliga á traducirlas.


(2) Téngase en cuenta eme los camisardos eran protestantes que




434


tes que se dicen profetas, que predican la libertad de Is-
rael, que comunican el Espíritu Santo á los muchachos y
á las jóvenes , soplando en ellos, les enseñan una jerga ó
algarabía, á que hagan contorsiones estraordinarias (1), y
reciben inspiraciones de matar á los curas y á los católicos,
hacer la guerra al Rey hasta que les deje reedificar sus
iglesias y practicar libremente su religión. Principiaron por
degollar á varios misioneros (2). Como era corto su número,
se los dispersó sin darles importancia: volvieron á reunirse
y salieron al campo; su banda se aumentó, quemó, asesinó,
alarmó por todas partes; mediante las horribles crueldades
que ejerció,so apoderó de las armas que había por Jas casas,
por los castillos ó palacios de los señores, y de las que te-
nían las compañías de la Hermandad (o), que se había reuni-
do tumultuariamente, y logró armar de fusiles doscientos a
trescientos hombres. En pos de estos seguian otros varios
armados de hoces y de hachas. No les faltaban municio-
nes, las aldeas les suministraban víveres, no se les veía
mas que en los bosques y las montañas, y hacían de noche
sus correrías, quemando iglesias, asesinando hombres, mu-
jeres y niños (4), y amaneciendo á seis leguas del sitio de
sus destrozos. El señor conde de B... trabaja con actividad;
no hay mas tropas que las milicias nuevamente levantadas
y las cuadrillas do Burgueses (liourgeowa), de las cua-
les no se, podía fiar. La corto no temía al principio estas re-
vueltas. Los regimientos que pedíamos eran necesarios en
otros puntos : todas las guerras se están haciendo ahora
lejos de aquí ; se deliberó largo tiempo acerca do los socor-
ros que so nos habían do enviar; estallan lejos y temían
que llegara tarde : los (pie se sacaban de la provincia va-
lían poco, por mas que hiciera el intendente. Entre tanto
se iba sublevando toda la gente del campo, los profetas y


'aabian quedado en Francia fingiéndose católicos, y por tanto eran
verdaderos apóstatas y renegados. Se les llamaba ceemisardos por-
que vestían generalmente en sus correrías unas camisas ó blusas de
tela blanca grosera, por cuyo traje se conocían principalmente de
noche.


(1) llabia profetas que ofrecían en testimonio de su misión dar
saltos como el de Alvarado. Alguno rodó por los precipicios; pero
otros fanáticos mas ágiles los reemplazaban en esta gimnasia espi-
ritual.


(2) Estos en verdad no eran dragones.
( 3 ) Especie de milicia nacional, ó, mejor dicho, cuadrilleros de


la Santa Hermandad.
( 4 ) Tampoco estos eran dragones.




455


las profetisas reunían asambleas por todas partes, en las
cuales se alistaba á los jóvenes. Así llegaron á formarse
varias partidas, á las cuales daba valor la flojedad de los
nuestros. La rabia que los dominaba les hacia sobrellevar
fatigas estraonlinarias y cometer mil crímenes inauditos.
Así han quemado unas cien iglesias, asesinado mas de
treinta, curas y degollado cerca do dos mil católicos (1) , lle-
gando á quedar casi abolido el culto católico en tres dió-
cesis ; y esto con tales inhumanidades, que causan horror.
Vea V. lo que nos ha estado pasando por espacio do ocho
meses. Por tin el Rey se apiadó de nosotros y nos ha en-
viado tropas regulares y un mariscal de campo para man-
darlas, y esperamos que Dios bendecirá sus armas y nos
devolverá, la tranquilidad.


Aquí hemos corrido algunos riesgos, y algunos de ellos
continúan. Los paisanos se han convertido en bandidos, y
de dia y de noche recorren la llanura, de manera que no
podríamos salir de la población sin peligro, á no llevar es-
colta Así que llegó el señor mariscal de M..., reunió la no -
bleza, la halagó, y procuró reanimarla con sus discursos
vivos y graciosos. Dio seguridad en cuanto pudo á los cató-
licos, que estaban con razón desalentados. Encontró pocas
tropas, muchos enemigos, todas las Oevenas sublevadas, la
llanura habitada por los conversos, que andaban levantis-
cos, y comenzó bien pronto á sentir todo el peso de un
asunto difícil de conocer de lejos.


Los fanáticos no so sorprendieron por su venilla; pocos
días después vinieron en número de trescientos ó cuatro-
cientos á una legua de esta ciudad, como para desafiarle.
Marchó contra ellos con una partida, compuesta ele la no -
bleza del pais y sus vasallos, y un destacamento de los
dragones do Pimarcon, y los derrotó sin gran esfuerzo,
quedando muertos ó heridos un centenar de aquellos (2).
Los restantes se salvaron á favor de la noche y de las mon-
tañas. Poco tiempo después, habiendo avanzado hacia las
Oevenas, batió allí una, partida de unos novecientos hom-
bres, dejando tendidos en el campo unos cuatrocientos de


(t) Téngase en cuenta que aun no habían llegado los dragones:
los camisardos matados por estos con arreglo á las leyes militares,
no llegaron á este numero. La Martiniére asegura que los soldados,
aunque cumplieron aquellas con iodo rigor, ro las violaron nunca,


(2) Estas fueron las primeras víctimas de los dragones: muertas
en acto de rebelión.




45 ü


ellos. Pero estas pérdidas las repararon bien pronto, y
estando los ánimos enconados como lo están, les acuden
reclutas de todas partes, á su voluntad. Había llegado á tal
punto su insolencia, que aun dentro de N ¡mes propalaban
que ya había llegado el tiempo de la libertad, (pie nuestra
dominación habia pasado, y que habían de empapar sus
manos en sangre de católicos. Llevaron su osadía hasta el
punto de tener el mismo Domingo de llamos una junta sin
precaución alguna, en un molino do las puertas de la ciu-
dad, y mientras que estábamos cantando vísperas, se pusie-
ron á cantar sus salmos y hacer su plática. El mariscal sa-
lió de su casa, reunió algunas tropas, y con ellas pasó á
cuchillo hombres y mujeres, á todos los que componían
aquella reunión, en número de mas de cincuenta personas,
reduciendo á cenizas la casa donde se juntaban.


Este escarmiento era necesario para abatir el orgullo
de esta población. Pero, señor, el corazón de un Obispo no
puede menos de entristecerse y sentir con toda, su alma,, al
ver por una parte derramar sangro de católicos y por otra
la de esos malvados, que, por malvados que sean, al fin son
una parte de su grey. Después se han hecho levas en todos
los pueblos de la gente sediciosa, se han exigido á todos
los principales habitantes fianzas en dinero en gran canti-
dad, haciéndolos responsables de todo lo (pie pueda ocurrir
de muertes ó incendios. Después, habiendo llegado todas
las tropas que el l íey envia, que son cerca de odio mil
hombres, el mariscal de M... está en Alais para ponerlas en
movimiento contra los rebeldes, á los ciados deben atacar
por los flancos M. Julien, mariscal de campo, y el brigadier
Peralta.


Esta guerra no es como otras. Es verdad que estos fa-
náticos no son mas que paisanos reunidos y divididos en
numerosas bandas, pero están disciplinados á su modo. Su
ferocidad les sirve de valor, y no temen la muerte, porque
saben que la tienen bien merecida. Endurecidos en el tra-
bajo y la fatiga, están siempre en marcha, todo el pais está
por ellos, y por donde van reciben víveres piara su mante-
nimiento y avisos piara su seguridad.


Hacen estragos por el campo impunemente, tienen sus
guaridas en las montañas y en los bosques, y es mas difícil
encontrarlos (pie batirlos.


Sus jefes son gente baladí, llenos de crímenes, crueles y
desesperados. Los otros son seducidos por pasajes de la Es-
critura mal aplicados, con profecías ridiculas, esperanzas




1-57
ele socorras esómnjoros y falsos milagros hechos por Dios
en obsequio suyo.


Vea V , señor, el verdadero estado de la revolución de
las Ccvenas y de las diócesis inmediatas, con las cuales se
hallan unidas por el comercio y la Religión. No dudo que
me tendrá lástima, como á los compañeros que se hallan
en igual caso. Vemos perdido el fruto de diez y siete años
de trabajo (1) , y no oimos hablar mas que de maíanzas y
carnicería. Estamos siendo testigos do la desolación de los
pueblos que Dios nos habia confiado, y reducidos á ver
perecer muchos inocentes sin remedio y muchos pecadores
sin conversión, á llorar los males que nos asedian, y á te-
mer aun los remedios mismos, que no pueden menos de ser
violentos.


Ndmes 25 do abril de 1703.


C A U T A C L X X I I , D E UN A Ñ O D E S P U É S .


Creo, monseñor, que le escribirán á V. do distintos pun-
tos la historia de nuestros fanáticos. De algún tiempo acá
están sucediendo cosas bien raras. El mariscal de V... (2)
vino acá con deseo de terminar por buenas este iástidioso
asunto. Los rebeldes acababan de ser batidos por el maris-
cal de M... Los consistorios secretos no hallaban recursos
en sus partidarios de las provincias inmediatas. El Rey en-
cargaba que se economizase la sangre de estos subditos. Los
conversos aseguraban á la corte que solo ellos podían atraer
á estas gentes, pues que las tropas, ó no querían, ó no po-
dian encontrarlas.


Con estos antecedentes se principió á tratar con Cava-
lier, jefe de la partida principal do estos bandidos, muy
acreditado entre ellos, y que se creia y so titulaba coman-
dante general do los religionarios de las Cevena.s. Cavalier
ha escuchado, ha predicado, ha profetizado y ha imouesto
condiciones, tales como la libertad de conciencia, libertad
de todos los presos por motivo do Religión, amnistía para
todos los delitos pasados, permiso para salir del reino ó para
servir en el ejército. Pareció esto algo insolente, diéronsele
mejores consejos, y escribió que se sometería sin condicio-
nes. Con este motivo, hubo promesas, se hicieron amistades


(1) Alude á las conversiones que se habían hecho, las cuales eran
en su mayor parte fingidas.


(2) Villars.




•158


con el tal Cavalier: este general fanático tuvo una entre-
vista con el mariscal de V... á vista de todo ÍNimes, en el
jardín de Recoletos, concluyóse una tregua, señalóse á Cal-
visson sitio para una entrevista, se le dieron á Cavalier
quince días para reunir las bandas de que se creía jefe , y
para esperar las órdenes del Rey, por las cuales debían salir.
Eran por entonces como unos quinientos, se les suministra-
ban abundantes víveres, y todos los pueblos inmediatos acu-
dían á ver á sus hermanos: allí se predicaba, se cantaban
salmos, por todas partes brotaban profetas y profecías, y se
forjaban milagros. Jamás se habían visto tantas locuras, las
cuales so sobrellevaban con pena, pero con cierta cachaza,
esperando que se acabasen nuestros males con la marcha de
aquellos foragidos.


Al otro día de espirar la tregua, Rol and, jefe de la par-
tida de fanáticos de las Ccvenas, atacó en un desfiladero un
destacamento de mas de doscientos hombres del regimien-
to de Tournon, donde fue muerto el pobre Corbeville, que
era el teniente coronel que los mandaba, y con el casi toda
la gente que llevaba ( i ) . Con esto se engrió Roland, el cual
se creyó gran hombre como Cavalier, y se negó á entrar en
su capitulación, titulándose general vencedor é inspirado
por Dios rías de un año antes que el otro. Cavalier marchó
á Calvisson con sus guardias para atraer á Roland, tanto
por autoridad como por unos buenos pasajes de la Sagrada
Escritura que al efecto llevaba estudiados. Pero Roland
dijo que el Eterno Padre le hablaba también á el como á
los otros, y que baria su capitulación por aparte. Volvió
Cavalier á su campamento, y se encontró con (pie durante
su ausencia algunos délos nías foragidos de su partida ha-
bían conspirado contra él. Los unos apellidaban libertad de
conciencia, los protetas gritaban que Cavalier era un trai-
dor. En poco estuvo que le mataran, pero logró sostenerse
con algunos de sus mas adictos : escapóse la partida y se
internó en los bosques; marchó en pos de ella y envió á
decir al mariscal de V... que iba á reunir su gente ó hacer-
se matar, ó (pie si no vendría á poner á disposición de él su
cabeza. Este mariscal y M. de B. avanzaron hasta And use:
desde allí se entró en tratos con Roland. Gánesele, pero su
gente se sublevó contra él; creyóse poder caer sobre ellos,
pero lograron trepar alas montañas, donde no fue posible


(1) Aquí hallamos una dragonada pa,úi¡j., pues los muertos fue-
ron los dragones.




459


darles alcance. Hay unos seis á ochocientos de la partida
de Cavalicr que son enviados con él á la Alsacia. La con-
ducción va á ser muy difícil.


La corto, que se creia que todas estas turbaciones esta-
ban ya terminadas, se quedó muy sorprendida al saber
esto. El señor mariscal, que aun no conocia bien el espíritu
de este pais, ahora se halla por fin bien informado.


Conociendo esto, como V. lo conoce , estoy bien seguro
(pie hubiese V. tímido tanta desconfianza como yo del éxito
de estas negociaciones. ¿Qué caso puede hacerse de unas
cabezas tan desarregladas? Los pueblos han exaltado á es-
tos desdichados, y ellos á su vez han exaltado á los pue-
blos. También puede ser que la flota enemiga que ha veni-
do á nuestros mares haya hecho cambiar el aspecto del ne-
gocio (1). Sea do esto lo que quiera , ya se han intentado
todos los medios de dulzura (2). Ahora veremos las conse-
cuencias.


Nimes 10 de junio de 1704.


C A R T A CXC'I, DE 12 DK DICtEJLBIÍE D E 1704.


Hétenos aquí, señor, en los Estados, donde nos hallaría-
mos mucho mejor si V. hubiese ejecutado el proyecto que
tenia de venir aquí (3). Verificóse la apertura el dia 4.
Hubo buenas arengas, buenas mesas, gran acompañamiento
y muchos Obispos. Hemos otorgado al Rey lo que se nos
pidió de su parte, tres millones de donativo y dos de la ca-
pitación. Esto es m u y poco para los apuros del Estado,
pero es mucho, y así me atrevo á decirlo, para la miseria
de esta provincia. Esperamos que S. M. á su vez atenderá
á nuestros apuros y nos hará alguna rebaja.


Nunca he tenido resolución para escribir á V. (pie nues-
tras desdichas habían terminado : me alegraba mucho del
corto reposo de que gozábamos, pero preveía que no iba á
ser de larga duración. Nuestros males se habian mitigado,
pero no he creido que estuvieran curados. Catinat (4), uno
de los mayores asesinos del país, á quien se habia llevado


(1) Es indudable que recibían socorros y ofertas de Inglaterra,
Holanda, Suiza y el Piamonte.


(2) Es muy notable esta cláusula de un Prelado tan verídico y
notable como Mona. Flecliier, y por ella se ve cuánto se ha menti-
do con las pretendidas drayonadas.


(3) Va dirigida esta carta al conde de Calvisson.
(4) Era uno de los .jefes délos fanáticos que habian capitulado.




460


á Ginebra, ha entrado en Lavaunage con otros varios ban-
didos tan malvados como él. Créese que Cavalier hará
pronto lo mismo: ya escribe que está arreglando su veni-
da. Vuelve con algunos recursos y con instrucciones de Sa-
boya. Los pueblos están locos lo mismo que estaban, y
es de temer que veamos renovarse la rebelión bajo formas
nuevas, pero quizás aun mas peligrosas. ¡Quiera Dios apar-
tar la tormenta y quitar la fuerza al veneno piamontes do
que se hallan infestados sus ánimos (1)! Aun no conviene
divulgar todo esto. Espresiones mil á la señora condesa. Soy
de V. afectísimo, etc.


Montpellier 12 de diciembre de 1704.


N Ú M . 9.°


Los mormones.


Los Estados-unidos han sido el tipo y el bello ideal de
ciertas gentes en materia do libertad religiosa y política, y
se les ha citado y cita como el JYon plus ultra en tal con-
cepto. Por esta razón me detendré algo mas en lo relativo
á este pais y su tolerancia religiosa, como, por razones aná-
logas, fue preciso detenerse algo mas en el origen de la
Constitución belga y sus libertades. Mas con respecto á los
Estados-Unidos, consignaré, no precisamente principios,
sino hechos prácticos do intolerancia religiosa, sobre los ya
citados.


Ya se habló en el capítulo primero acerca de los mor-
mones y su persecución en los Estados-Unidos, para pro-
bar- prácticamente que no hay en el mundo ningún pais
donde exista la libertad de cultos absoluta é ilimitada, ni
puede haberlo. Allí se ofrecieron mas datos acerca del mor-
monismo y sus vicisitudes, y esta es la ocasión de con-
signarlos, refiriéndome corno comprobante á la moderna
publicación de M. Bertrand, allí citada, la cual si no mere-
ce fe ni aquiescencia en lo relativo á los idilios (pie enseña
á favor de la vida patriarcal de los Sanios del nuevo pueblo
de Israel, con todo parece que debe tenerla en la parte


(1) Son notables estas palabras, por las cuales se ve que la
Gasa de Saboya favorecía a los herejes, según sus antiguas mañas:
Et oter la force an poison Eiêmoniais, dont ces esprits sont infectes.




461


histórica concomiente al asesinato del jefe do aquella secta,
concluyendo con esto el catálogo de crueldades de los he-
rejes, no ya solamente con los católicos sino entre ellos
mismos, pues al fin los mormones son de origen protestan-
tes y verdaderos hijos del libre examen y del espíritu
privado.


Joseph Smith nació el 23 de diciembre de 1805 en
Sharon, condado de Windsor, Estado de Vermon (Norte-
América). Su religión era la protestante, y como tal leia, y
leía, y leía la Biblia, entendiéndola cada vez menos, como
sucede á sus co-religionarios. En 1820 asistió á una re-
unión, que tuvieron varias sectas protestantes para ponerse
de acuerdo. Lejos de conseguirlo, hubo allí tal tumulto y
divergencias, que los conciliadores se tiraron las Biblias á
la cabeza y salieron con el mayor desorden. Para acabar
con las sectas protestantes creyó lo mejor fundar una nue-
va. El espediente era soberbio; para acabar con los ladro-
nes echarse á robar. Tuvo visiones, estasis, revelaciones y
mandatos divinos. Toda esta parte del libro de Bertránd
merece, como pueden figurarse los lectores, la misma fe que
los portentos de las Mil y una noches y los Cuentos tár-
taros.


En virtud de estas revelaciones y mandatos Smith
subió en 22 de setiembre de 1827 al monte Cumorah, cerca
de Manc'icstcr, en el condado de Ontario, Estado de Nueva-
Yorek. Allí encontró, on un arca de piedra, el libro de Hor -
món, escrito en láminas de oro. Mormon y su hijo Moroni,
según él decía, fueron los únicos cristianos que escaparon de
una batidla que se d i o en aquella montaña, donde fue des-
truida la tribu de los Nefitas en el siglo IV de la venida de
Cristo, porque es de notar que Jesucristo predicó en Amé-
rica, y la Iglesia estuvo allí muy floreciente hasta entonces.
Todo esto marcha. 1 >ajo la.palabra de Smith v de su difunto
Mormon, autor del libro. De ahí les viene el nombre de
mormones, que no les gusta á los sectarios, pues ellos en
su profunda humildad se llaman los Santos.


Smith no pudo enseñar á nadie las láminas de oro, por-
que se le mandó volver á depositarlas on el monte Cumo-
rah, que es el monte Santo de los mormones. ¡Ya se ve!
un libro de oro no está al alcance de todas las fortunas;
pero Smith enseñaba las copias que había sacado, y d i o á
luz su libro en 1880 . ¡Cosa rara! ora la época de los visio-
narios, de los sansimonianos, fourrieristas y demás gente de
la misma estofa. Entre el P. Enfantin y Joseph Smith hay




462


ciertas afinidades, y aun pudiéramos hallarlas con la Reina
de Pal mi ra, lady Stanhope, la fantástica Sibila de la colina
de D jomi , de la que tantos despropósitos dijo Lamartine,
otro de los visionarios de 18:10. Aun entre los católicos los
habia que deliraban: yo no citaré de los nombres de estos
"visionarios católicos sino el de Lauíeuriáis, que cayó por
entonces: otros quedaron dentro del Catolicismo por un fa-
vor especial de Dios, pero al borde del abismo.


Es indudable que la Providencia envía á la tierra de
cuando en cuando ciertas plagas morales, para castigo del
orgullo humano. Hay épocas en que todos los historiadores
se echan á mentir inventando y fraguando documentos apó-
crifos; otras en que se dan á los maleficios, sortilegios, su-
persticiones y actos de fanatismo; otras de filosofismo me-
tafíisico, oscuro, sibilítico, impío é inmoral, y en que se
tiene por pobreza de talento el hablar claro y de modo que
se entienda. La parte intelectual del hombre adolece de
tantas ó mas enfermedades que la moral y física. La epide-
mia intelectual y moral ele la humanidad desde 1828 á 1834
merece ser estudiada con detención y aparte. Quizás en
este momento estamos pasando otra epidemia,, que la histo-
ria apreciará en su dia.


Smith, con sus revelaciones mormónicas, tenia tenden-
cias socialistas y materialistas. Dios, según el libro de Hor -
món, es un hombre como nosotros, pues Adán fue criado á
su imagen y semejanza (¡soberbia razón! ¡¡fruto del libre
examen!!). Dios no ha criado nada, pues la materia es eter-
na; pero ha sido organizada por El. N o continuaré la reseña
de este catecismo, tan ridículo como grosero.


La moral so reduce á vivir como los Patriarcas del A n -
tiguo Testamento, siendo todos pastores y agricultores, v i -
viendo con cierto régimen democrático, en una modesta me-
dianía, sin lujo, pero sin privaciones. Como los Patriarcas
eran polígamos, Smith no halló razón para que no lo fue-
sen los Siíiifoa nuevos, y así es que los mormones tienen
todas las mujeres (pie pueden mantener. Esto ha repugnado
á sus paisanos protestantes y iibrecultistas.


A pesar de tan absurda moral y tan disparatadas creen-
cias, Smith halló prosélitos, y ¡cosarara! sus primeros pro-
sélitos fueron varios ministros del culto protestante, á los
que declaró apóstoles. En cambio, ministros protestantes
fueron también los que le fusilaron.


Smith tuvo revelación en 1831 para fundar el templo
de Sion, centro de la iglesia de los Santos y capital del




4G3


Nuevo Mundo, y al efecto marchó al Missouri, donde eli-
gió sitio para su nueva colonia, y ayudado por sus proséli-
tos, ya numerosos, adquirió gran esteusion de terreno.


El número de los mormones se aumentó rápidamente.
Los habitantes de él vieron con disgusto la nueva vecindad,
y principiaron á perseguir á los mormones: al cabo vinie-
ron á las manos, y habiendo sido preso el profeta Sinith,
con varios de sus apóstoles y discípulos, se los condenó por
un consejo de guerra á ser fusilados en la plaza pública de
Farwest, á presencia de sws familias. En el consejo do
guerra habia diez y siete ministros protestantes (1). ¡Oh
tolerancia sublime del protestantismo! ¡Oh libertad religio-
sa de los Estados-Unidos! Smith logró escaparse antes de
la ejecución; pero la relación de las atrocidades que so hi-
cieron allí con los mormones, en pleno siglo xrx , horroriza.


Con los restos de sus discípulos se marchó Smith al
Estado del Illinois, y se fijó en Nauvoo: los ¡Hiñeses le re-
cibieron mal. En Nauvoo se planteó un periódico de oposi-
ción contra, los mormones. Los sanios nnc.i'cm, aunque muy
amantes de la libertad, arrasáronla imprenta de El Espo-
silov, que asi se llamaba el periódico de oposición. Nueva
batalla en que fueron derrotados los mormones y preso el
profeta. Según la relación de M. Bertrand, el 25 y 20 de
junio se llevaron á cabo varios procedimientos para cubrir
el espediente, pues so bahía convenido entre los enemigos
de los mormones en proceder por la vía ejecutiva. El 27 de
junio de 1839, á las cinco de la tarde, se presentaron dos-
cientos hombres enmascarados á la puerta do la, prisión. El
gobernador habia licenciado las milicias, quedándose con
litios pocos milicianos.


Los agresores dispararon sin pólvora, y los ocho mili-
cianos echaron á correr. Smith fue asesinado en compañía
de su hermano José, no sin que Smith hiriese á uno de
los asesinos. Arrojóse por la ventana; pero cayó en medio
de los asesinos, que lo acribillaron á balazos. No contentos
con esto, un coronel llamado Williams, hizo fusilaran el ca-
dáver con toda formalidad, apoyándolo contra un pozo, y
tirándole cuatro balazos.


A la muerte de Smith hubo cisma entre los Santos,
pues el oficio de profeta ofrecía ya algunas ventajas. Los


(1) On remarquera que parmi les officiers qui prononcèrent cette
sentence il se trouvait dix sept ministres protestantes. (Mémoires d'un
mormon, piar Bertrand, pág. 50. )




404


doce apóstoles escomulgaron á todos los pretendientes y
eligieron á Brigliam Young, que felizmente reina, si bien
espulsados del Illinois los mormones tuvieron que emigrar
el año 1847 á las montañas Hojas, á orillas del lago Sale,
donde llegaron en número de 30,000. Este número sigue
aumentándose considerablemente, y la poligamia lo hará
crecer mucho dentro de pocos años. El terreno que pien-
san colonizar tiene casi tanta es tensión como el de España.


Los mormones suponen que la guerra y escisiones de
los Estad os-Unidos son el castigo de su persecución, y es-
peran el día de poder volver á su Sion, en el Missouri. Los
protestantes americanos y europeos miran á los mormones
con gran horror, y no los quieren reconocer por hermanos:
¡ingratos!


El Catolicismo, por el contrario, les hace mas justicia.
Los reconoce por protestantes y muy proteda ules. Lejos
de tenerles horror, los mira con la compasión que á los
demás hijos del libre examen, y mas bien (pie repugnan-
cia les inspira risa. Pues qué, ¿el mormonismo es una sec-
ta menos dieerlida (pie la de los bailarines kuákeros?


X Ú M . 10.


Los protestantes de Granada en 1883, según la
«Gaceta» oficial de Esp


Después del escándalo que se ha. producido en el cstran-
jero con la causa seguida en esta Audiencia contra José
Albania, Manuel Matamoros y oti'os, conocidos por los pro-
testantes españoles, preciso es decir algo, pira que se co-
nozca de una vez la índole del proceso, qué clase de delito
es el que han perseguido Jos tribunales españoles, qué le-
yes han aplicado para su castigo, y, por último, quiénes son
estos criminales presentados á larga distancia como márti-
res de una religión que no profesan ni pueden profesar,
como no profesaron jamás la de sus padres.


Aprovechando Ja perturbación que neeeso[diamante, lle-
van consigo las idean soe'adisfas esplo/udo/i en, los años
''dimos en algunas provincias de Espanta, y seaudada-
ntenle en las del Mediodía, la Sociedad de la, propia gande/,
'protestante inglesa, 'por 'medio de sus agentes en Gibral-
tar, creyó llegada, la, ocasión de introducir en España para




465


to


vender á buen precio sus tan conocidas ediciones de la
Biblia reformada, y de establecer centros directivos, para
que, á beneficio de la confusión producida por la soñada
esperanza de una gran reforma, no religiosa sino social,
pudiera presentarlos como celosos agentes del gran centro
europeo, á quien ciaban cuenta de sus adelantos religiosos
en España. Acudieron para ello á todas las clases de la so-
ciedad, y encontraron tan solo auxiliares y secuaces en la
menos instruida, en la que mas cundian las exageraciones
socialistas sobre la nivelación de fortunas, y, como era na-
tural, en la mas inmoral y mas degradada del pais.


Con personas de tales condiciones formaron los espre-
sados centros en Málaga, Barcelona y Granada; y al reunir-
se estos, con el misterio y la reserva consiguientes, no pu-
dieron menos de despertar sospechas en las autoridades
locales de que no se asociaban para cosa que fuera lícita,
creyendo desde luego que se trataba, como en otras varias
reuniones socialistas, que á la sazón tenian lugar en otras
poblaciones de las mismas provincias, de preparar el re-
parto nivelario de la propiedad, y de juramentarse con el
fin de hacer la guerra á las personas acomodadas. Pero,
contra lo que esperaban, hallaron que los congregaba un
supuesto fin religioso, y que para llevarlo á cabo so encon-
traban provistos de diplomas, de alocuciones contra la R e -
ligión católica apostólica romana; y, finalmente, de nu-
merosos ejemplares de la Biblia reformada, con abundante
correspondencia de Gibraltar, en donde se recibían las pro-
testas que contra Roma se iban remitiendo.


Como era natural, y en justa observancia de las le3'es
de España, que si bien toleran la libertad, de conciencia,
prohiben terminantemente los actos públicos de un culto
que no sea el de la Religión católica romana, procedieron
contra los asociados y los entregaron á los tribunales de
justicia con los comprobantes todos de su criminal maqui-
nación, llevada, sin embargo, á cabo con el provechoso fin
de encontrar en la holganza los medios de subsistir, que
su falta de aplicación al trabajo en los respectivos oficios
de sombrereros, sastres y zapateros les negaba.


Cosas notables han ocurrido durante la sustanciacion
de tal proceso, y que, sobre ser motivo de hilaridad en esta
ciudad, en donde eran conocidos por sus malos anteceden-
tes la mayor parte de los procesados, pueden servir para
envanecer con su conquista al centro directivo protestante
y á las muchas personas, que han puesto su firma en solici-




466


tudes, pidiendo gracia para sus nuevos co-religionarios. Ci-
taré una de entre ellas, que por sí sola es bastante á mi
propósito. Retrasada por unos dias la remesa de fondos para
cubrir las dotaciones asignadas á los nuevos protestantes,
único aliciente que les hizo abjurar de la Religión de sus
padres, uno de los encarcelados pidió un escribano ante
quien retractarse ; y habiendo conseguido su objeto, pasa-
ron unos dias, teniendo esta baja en sus filas los mártires
de la Iglesia reformada. Pero llegaron de Gibraltar los fon-
dos retrasados ; y al hacerse la distribución entre sus anti-
guos compañeros, que vivían y gastaban como personas
acomodadas, con la oferta de satisfacerle su mensualidad
vencida y de continuar satisfaciéndole las siguientes, el
protestante convertido volvió á sus creencias ( 1 ) , y por se-
gunda vez renegó de la Religión católica, que no lo daba
recursos materiales para vivir como sus compañeros en la
holganza y libres de todo trabajo y de toda fatiga para pro-
porcionarse la subsistencia.


Pero estas y otras cosas solo podían hacerlas José Alba-
nia, oficial de sombrero , procesado antes por homicida y
penado en cuatro aTvos de presidio, aunque revestido o/toro
en la Iglesia reformada, con el elevado carácter de Obispo,
y sus compañeros, todos marcados como socialistas y como
hombres de malas costumbres, y poseídos de los vicios mas
repugnantes y mas impropios del hombro honrado.


Por fortuna para todos, la piedad de nuestra Reina les
ha conmutado por estrañamiento de España las penas de
presidio que les fueron impuestas, y con esto tendrán oca-
sión de practicar á su satisfacción la religión que elijan,
que de seguro no será otra que aquella, si la hubiere , que
se comprometa á sostenerlos sin necesidad de dedicarse á
ninguna industria ni trabajo.


EIN,


(1) Este infeliz, dos veces renegado , se llamaba Trigo, según
otra comunicación de la Gaceta de 12 de mayo del mismo año 1 8 6 3 ,
que contiene mas noticias sobre estos renegados, que por ser perso-
nales en su mayor parte, omito consignar.


Las contenidas en este apéndice pueden verse en el número de
la Gaceta de 8 de junio del mismo año.




ÍNDICE.
P á g s .


Prólogo 3


CAPÍTULO PRIMERO.


La unidad y la pluralidad de cultos bajo el aspecto filosófico.


§. i.° La libertad de cultos bajo el aspecto moral. 9
2, n Idea de la libertad moral en el hombre 10
3.° Es mejor á veces la necesidad que la libertad 13
4." Idea del culto _ 15
5.° La pluralidad de cultos supone siempre el culto del


error 23
6." ¿Dónde está la verdad?.. 26'
V.° Libertad natural de elegir culto 29
8.° ¡Libertad de pensar, libertad de pensamiento, libre-


pensadores! 31
9." La razón universal respecto á la verdad 34
10. i Es lo mismo libertad de conciencia que libertad de


cultos?. 39
11. Libertad de cultos.—Sus especies.—La libertad abso-


luta de cultos ni existe ni puede existir 48
12. Diferencia entre la libertad y la tolerancia 55
13. La resolución de antagonismos por la libertad 58
14. Síntesis ó resumen de este capítulo.—Corolarios 63


CAPÍTULO IT.


La libertad de cultos bajo el aspecto del Derecho divino, natu-
ral y positivo , y con arreglo á la doctrina y disciplina de la
Iglesia.


15. La libertad de cultos no es de Derecho natural 65
16. La pluralidad de cultos reprobada en* el Antiguo Tes-


tamento 71
17. La pluralidad de cultos prohibida en la nueva ley.—


Doctrina de San Pablo 78
18. Doctrina de los Santos Padres, y principalmente de


San Agustín, sobre libertad de cultos 80
19. La libertad de caitos bajo el aspecto teológico 90
20. La libertad de cultos bajo el aspecto canónico 101


CAPÍTULO III.


Estadística de los cultos en Europa y América.


21. Idea de este capítulo 109
22. Los protestantes y los judíos en Roma, su culto y


condición social 109
23. Francia y Bélgica.—Cartas del Cardenal Arzobispo




de Malinas sobre las Constituciones de aquellos paí-
ses, de 1815 y 1830 en lo relativo á la libertad de
cultos 116


24. Continuación de las cartas del Emmo. Sr. Cardenal
de Malinas (parte segunda de dichas cartas).—Cons-
titución de Bélgica en 1830 : sus libertades 12!)


25. Continúa la estadística de los cultos en Europa y
América : grandes diferencias en esta parte.—En
ninguna parte hay absoluta libertad de cultos 13!)


CAPÍTULO IV.


La pluralidad de cultos bajo el aspecto político y económico.


26. Nuevo aspecto de esta cuestión.—Método 15!)
27. La pluralidad de cultos, como elemento perturbador,


es perjudicial para el buen gobierno y la adminis-
tración del Estado lf¡0


28. La libertad de cultos no puede ser un derecho políti-
co « priori.—j,Es absurdo considerarla como una
conquista del siglo xix? 105


20. La pluralidad de cultos bajo el aspecto de la moral
pública —El mormonismo y el espiritismo en los
Estados-Unidos 16!)


30. La libertad de enseñanza, como consecuencia de la
pluralidad de cultos, también perjudica al Estado. 175


31. La libertad de cultos bajo el aspecto económico, es
gravosa para los intereses del Estado 183


CAPÍTULO V.


La pluralidad de cultos bajo el aspecto del Derecho público
eclesiástico.


32. Idea de este capítulo 189
33. La Iglesia libre en el Estado libre 190
34. La libertad de la Iglesia es independiente de la liber-


tad de cultos.—Cita inexacta del conde de Monta-
lembert _ 194


35. La Iglesia en sus relaciones con el Estado.—Si la
Iglesia católica es Madre de los Estados católicos, y
en qué concepto 202


36. El divorcio entre la Iglesia y los Estados católicos es
contra la doctrina tradicional de la Santa Iglesia.. 20!)


37. Teorías acerca de las relaciones entre la Iglesia y el
Estado con respecto á la pluralidad de cultos.—La-
mennais y sus ecos en la segunda mitad del siglo xix. 212


38. No existe solidaridad religiosa entre las naciones. . . . 221
39. Actualidad y porvenir de Europa bajo el aspecto reli-


gioso y social 228


CAPÍTULO VI.
La pluralidad de cultos bajo el aspecto histórico, principal-


mente en España.


40. Idea de este capítulo 231




41. Intolerancia de los pueblos cultos de la antigüedad.. 233
42. Intolerancia del paganismo, judaismo y la herejía con


el Catolicismo en España 236
43. Oposición del Catolicismo contra los falsos cultos en


España.—Persecución de los albigenses.—Espulsio-
nes de judíos y moriscos 241


44. El protestantismo en España. 251
45. La nacionalidad española está, fundada sobre el Cato-


licismo 253
46. Cánones y leyes peculiares de España contra la plu-


ralidad de cultos 257
47. Cuestión de actualidad sobre libertad de cultos 26S


C A P I T U L O V I L


La pluralidad de cultos en España bajo el aspecto político y so-
cial : sus consecuencias , ventajas y desventajas en diferentes
conceptos,


48. Idea de este capítulo 273
49. Qué ventajas producirá la pluralidad de cultos, y á


quiénes 274
50. Inconvenientes de la libertad de cultos en la organi-


zación de la familia 289
01. Consecuencias bajo el aspecto de la enseñanza 294
52. La libertad de cultos relativamente al derecho consti-


tuyente y al Código civil 299
53. La pluralidad de cultos bajo el aspecto del orden pú-


blico _ 305
54. Otros inconvenientes de la pluralidad de cultos con-


tra estas pretendidas ventajas 309
55. La independencia española, fundada sobre el Catoli-


cismo, puede algún dia peligrar por la pluralidad de
cultos 311


C A P Í T U L O VII I .
Funestas consecuencias de la pluralidad de cultos en España,


bajo el aspeoto canónico.—Perjuicios del Estado por la d e -
rogación de privilegios y regalías en materias eclesiásticas.


56. La derogación del art. 1." del Concordato de 1851
trae consigo la ruptura y derogación de dicho Con-
cordato y también de los anteriores 317


57. Consecuencias de la cesación del Tribunal de la Eota. 320
58. Dispensas de Nunciatura 323


Indulto cuadragesimal, Bula 323
Real Patronato . . . . , 326
Maestrazgos de las Ordenes militares : Prioratos de


San Juan 329
Vicariato general castrense 330
Patriarcado de Indias. Capilla Real 333
Honores consiguientes al Patronato 334
Patronato de Indias 334
Patronato de la Obra Pia de Jerusalen 335
Real Auxiliatoria 336
I'lacet y recursos de fuerza. 337




Seminarios Conciliares 338
5 9 . Institutos regulares y monásticos 340
60. Bienes de la Iglesia vendidos.—Pago de diezmos y


primicias 342


CAPÍTULO IX.


La libertad de cultos termina por la negación de todo culto y la
tiranía del Catolicismo.


6 1 . Idea de este capítulo final 34!)
6 2 . El solidario... . 350
63 . La verdad sin disfraz, y el porvenir 356
6 4 . Bendiciones y maldiciones 360


APÉNDICES.


Núm. 1.° Libertad de Dios y de los ángeles según Santo
Tomás 363


2.° Carta de San Anselmo al Papa Pascual, en que se
le atribuye por los librecultistas una cosa que no
d i c e 364


3.° Obras que se han tenido en cuenta al escribir este
libro, y conviene conocer para las discusiones que
ocurran sobre pluralidad de cultos 3G5


4," Discurso de la Iglesia libre en el Estado libre, por
el conde de Montaíembert, de la Academia fran-
cesa 368


4." La francmasonería 411
5.* Crueldades de los herejes con los católicos 416
6.° Asesinatos de varios católicos célebres, cometidos


por los protestantes 442
7." Edicto de Nantes.—Su revocación por abusos de


los calvinistas.—1685 448
8." Los camisardos.—Las dragonadas (1703) 451
0." Los mormones 460
10. Los protestantes de Granada en 1 8 6 3 , según la


Gaceta oficial de España 46 í


F I N D E L Í N D I C E .




FE DE ERRATAS Y ACLARACIONES.
Págs . Línea, Dice. Lease .


V T I
10
11


12


12


14


45


51
72
76


206


205


411


25
1


21


1.a


12


18


24


34
6


18


25


26


le, nomine
inofensiva
cosas indiferentes


de lo principal: en qué
consiste


tampoco tienen libertad:


Dios solo puede hacer el
bien : lo hace necesa-
riamente.


ridiculo Marquina pri-
mer Inquisidor civil


Medians
nunca he visto
en el campo de batalla


el cadáver de Judas;
Que traes á la Iglesia


nuestra Madre
falta de vida literaria


4." La francmasonería.


le nom
inmotivada
cosas buenas ó indife-


rentes
de lo que principalmen-


te caracteriza
tampoco tienen esta li-


bertad (1):
Dios solo puede hacer el


bien, pues necesaria-
mente obra bien (2).


de Cantero primer inqui-
sidor civil y el ridículo
Marquina


Médiums
nunca he oido
en el campo de batalla:


el cadáver de Judas
Que pides á la Iglesia


menguada en su vida li-
teraria (3).


4. u bis.


(1 ) Téngase en cuenta que se habla de esta libertad humana ó
moral y en la forma que se esplica después á la pág. 364.


( 2 ) Se redacta en esta forma para evitar ambigüedad, pues
aunque necesariamente obra bien, no obra el bien necesariamente.
El pensamiento se aclara por lo que antecede y sigue.


(3) Algunos ejemplares llevan salvada esta errata.