DE LA LEGISLACION
}

206 Ciencia
de que se compone, y las leyes políti-
cas y económicas serán el primer obje-
to que llamará nuestra atencion, de las
quales tratarémos particularmente en el
siguiente libro.


CIENCIA


DE LA LEGISLACION
ESCRITA EN ITALIANO


POR EL CABALLERO


CATET ANO FILANGIERI,


Y TRADUCIDA AL CASTELLANO


POR


DON YAIiIIE RUBIO,
abogado de los reales consejos.


TERCERA EDICION


corregida y afiadida con discursos anal—
ticos en cada libro.


TOMO IL


MADRID
IMPRENTA DE NUÑEZ


1 822.


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OVY, 1511, VcrtV Y..pitT70Y 1 volmli Trohet xe4hor


Ti,h y -res-
Nihil est civitati prcestantius quarn leges


recte posit‘e. Eurip. itl Sup.


DISCURSO PRIMERO


DEL TRADUCTOR
SOBRE


las leyes políticas y económicas.


N inguna parte de la legislacion
necesita mayor reforma que la
relativa á la económica y polí-
tica. Se han adoptado ciegamen-
te en los códigos modernos las
leyes de los antiguos y de los
bárbaros, sin considerar las cir-
cunstancias de los tiempos, el ca-
rácter y genio de los ciudadanos.
Los dos principales objetos de es-
tas leyes son la poblacion y las
riquezas, los cuales están íntima-
mente unidos entre sí, y son el
fundamento primero y esencial de


a 2




(IV)
las sociedades ; pues sin hombres
no hay sociedad, y sin riquezas
para subsistir no hay hombres.Por
esta razon todos los legisladores
de las naciones cultas y bárbaras
han establecido algunas leyes pa-
ra aumentar la poblacion y las
riquezas; y han puesto un cuida-
do muy particular en proporcio-
nar medios oportunos para este
fin. En ninguna nacion de las an-
tiguas se ponia tanto interés en au-
mentar la poblacion como en los
Hebreos, en la qual se considera,
ba el celibato y la esterilidad co-
mo una especie de oprobrio y de
infamia; parece que tomaban tan
á la letra el crescite et multiplica-
mini, como si hubiera sido un pre-
cepto rigoroso que Dios les habia
impuesto. Y así vemos por la Es-
critura, que la poblacion hizo en
este pueblo progresos muy rápi-
dos. Sus leyes políticas, así como
todas las otras emanadas de la Sa-


(V)
biduría eterna, no podian menos
de ser perfectamente acomodadas
á las circunstancias de la nacion,
y dirigidas á su utilidad y felicP
dad.


De los Persas sabemos que:te=-•
Frian una ley que ofrecia-Prélniói
á los ciudadanos que daban mayor
número de hijos alEstadcy, que
los legisladores de esta=";;natitiri
nunca perdieron de vista


. estVjetó. Su religion4 su moral y 14'
pi nion 'pública ;contribuían i; 61 te
mismo .fin, puesto qué tenían-11bl
una accion de las mas .a.gradabt01
á la divinidad el criar bljtk'Milz,
tivar los campos, y plantar árbo-:'
boles. Es.iincreible quári4,espetaL.-:'
bles son las leyes quand.ozeStáthaL:-;
posadas en:
legisladores .


de.
Persia no':pd.4


dian servirse de medios- mas efi-
caces . para promover. la :poblia-


- 7


Las repúblicas -de la Grecia no,




(VI)
miraron tampoco con indiferen-
gia.Ñste importante objeto. Sus le-
yes ofrecian premios á los padres
de. familia, castigaban el celibato
yla esterilidad en el uno y otro
sexy se rreputaban coinunrnente
losfeel•batarios corno malos ciuda-
danos., enemigos de la patria, des-
t*toreshde la sociedad, y co-
no~nigidas de su posteridad;
pdes;creíanMejos que no daban
hijo5 r k by:patria cometian un de-


4an atroz como si les qui-
ta-se la-vidac, No hay -:mas que
leel4..1.11•: leyes :deAtenas yflde LAH
cedsm..34 para le,OnVeacerse , de
esu-i verdad.•En larprimera•de es-
tamapúbIicas á nildie se admitia
al..;g0bieznó- antesde tener hijos
y»-einjla que :tenia tres
estaba -exento-7de la-3, obligacion dei
hae.eLguartlia, ,y el., que: cinco .
todU,,layeargas de república.'
En las dos repúblicas el celibato:-
se-aliputába ' corno • Uti,..0elito., se


(vil)
formaba contra el celibatario una
acusacion formal , y se castigaba
por sentencia de juez. En Lacede-
monia se prohibian y castigaban
los matrimonios de los viejos, los
de un viejo con una jóven, y los
de un jóven con una vieja; y la
unjan de los dos sexós guando por
su edad, ó por defecto de una de
las dos partes no podia aumentar
la poblacion, se reputaba por es-
tos legisladores como criminal.
En Roma Cambien estaban prohi-
bidos estos matrimonios ; mas ni
en una ni en otra república se cas-
tigaban sino con la infamia, que
es el medio mas eficaz para pre-
caver semejantes desórdenes polí-
ticos guando los ciudadanos no
han llegado á un grado de depra-
vacion, que les haga mirar con
desprecio la opinion pública. Es•
verosímil que las demás repúbli-
cas de la Grecia siguieron esta
misma costumbre., y se sirvieron




(VIII)
de los mismos medios para animar
y fomentar la poblacion.


Los Romanos tarnbien la pro-
movieron con sus leyes, las qua-
les concedian las mayores prerro-
gativas á los padres de familia, un
derecho peculiar y acaso excesivo
á los maridos sobre las mugeres,
y á los padres sobre los hijos, sir-
viéndose del amor del poder, que
es el resorte mas poderoso en to•
dos los gobiernes para excitar los
hombres á aumentar la poblacion
por los vínculos legítimos del ma-
trimonio. Desde la fundacion de
Roma en todas las especies de go-
biernos que ha habido en ella, ve-
mos constantemente seguido el.
sistema de aumentar la poblacion,
prohibiendo por sus sábias leyes la
prostitucion, y los demás vicios
que hacen insoportable el matri-
monio; y sirviéndose de los me-
dios mas oportunos y eficaces pa-
ra; determinar , los ciudadanos á


(IX)
casarse. Vemos en la historia de
esta famosa república establecida
la censura , que velaba sobre las
costumbres de los ciudadanos,
castigar con penas pecuniarias á
los celibatarios, y conceder pre-
mios á los padres de familia que
hablan dado hijos á la patria. Mas
estas leyes fueron inútiles guando
la corrupcion se hizo general. El
lujo llegó al mayor exceso, y ar-
rastró la corrupcion de las cos-
tumbres. Las matronas Romanas
desunes que entraron en esta re-
pública las riquezas del Oriente,
ya no pusieron medida ni térmi-
no á sus adornos, á su delicadeza,
á su vanidad, y á sus gustos. La
incontinencia con estos incentivos
hizo tales progresos que llegó has-
ta los excesos mas vergonzosos. El
libertinage rotos todos los frenos,
y burladas todas las leyes, á ma-
nera de contagio se comunicó rá-
pidamente á toda clase de duda-




(X)
danos. Estos fieros republicanos,
perdido el amor al trabajo y en-
tregados al ocio y á las deli-
cias, abandonaron las virtudes so-
ciales que hablan hecho tan re-
comendables á sus padres. Roma
estaba llena de esclavos, unos que
lo eran en realidad venidos de las
provincias conquistadas, y otros
que aunque conservaban el nom-
bre de ciudadanos habian perdido
su libertad por sus vicios, y no
conservaban de su antiguo valor
y dignidad sino la fiereza y la va-
fflidad.
- Este fué el origen funesto de
las guerras civiles, de la tiranía,
y del despotismo que preparaban
las cadenas á su moribunda liber-
tad. Mario y Sila , dos monstruos
nacidos para la ruina de la repú-
blica, degollaron millares de ciu-
dadanos parvquitar la libertad á
este pueblo; César y Pompeyo se
-disputaron' el imperio; Augusto,


(XI)
Antonio y Lépido siguieron la mis-
ma empresa, sirviéndose de la
fuerza de una parte de los ciuda-
danos para poner en esclavitud á
la otra, y haciendo correr ríos de
sangre dejaron desierta la Italia y
las demás provincias. Y así la des-
poblacion de este Imperio se debió
á las discordias civiles, al terror
de la tiranía, y á los esfuerzos de
la libertad contra el despotismo.
César y Augusto viendo la ruina
que habian causado en la pobla-
cion.;• pensaron seriamente en pro-
porcionar medios para promover-
la, sirviéndose de recompensas y
de penas, renovando las leyes an-
tiguas , y proponiendo otras de
nuevo para animar y excitar los
hombres al matrimonio.


Restablecieron el tribunal de
la censura en su antiguo vigor; pe-
ro todo fué inútil, porque-ninguno
de estos medios era bastante eficaz
para vencer los obstáculos insupe-


1




(XII)
rabies que presentaba la corrup-
cion universal, y curar esta fiebre
lenta que insensiblemente consu-
mia y destruía el estado deplora-
ble de la república. Augusto en la
célebre arenga que hace á los ca-
balleros Romanos celibatarios que
rabian pedido la revocacion de
las leyes que animaban al matri-
monio, les dice: "Que no son hom-
bres porque no dán señales de vi-
rilidad, ni Romanos porque hacen
esfuerzos para destruir la repúbli-
ca; que son homicidas porque pri-
van al Estado de aquellos ciuda-
danos. que pod dan engendrar; im-
píos porque desobedecen á la vo-
luntad de los dioses ; sacrílegos
porque consienten que perezcan
los nombres y las imágenes de sus
mayores; pérfidos porque procu-
ran desolar la patria, y privarla
de habitantes?'


Despues publicó este Empera-
dor la famosa ley Julia Papia Pop-


(XIII)
pea para promover los matrimo-
nios; pero todos sus esfuerzos fue-
ron inútiles, y no produgeron el
efecto que deseaba. Es cierto que
se casaron muchos para no incur-
rir en las penas de esta ley; pero
tambien es constante que despues
de haber tenido un hijo, ó repu-
diaban la muger , ó si volvia á
concebir la hacian abortar; y pa-
ra eludir los demás capítulos de
esta ley se sirvieron de mil medios
infames. Quando la corrupcion de
las costumbres se ha hecho uni-
versal , de poco sirven las mejores
leyes; y por esta razon decia Tá-
cito haciendo la comparacion de
los Germanos con los Romanos en
esta materia: Plusquam ibi boni mo-
res valent , quan; alibi borre leges.
Los Germanos sin estar animados
con buenas leyes, ni con penas,
ni premios , abrazaban el matri-
monio como la primera obligacion
del ciudadano, y consideraban la




(XIV)
procreacion de los hijos como el
mayor beneficio del matrimonio; y
los Romanos por el contrario , lo
aborrecian , y temian tener hijos.


Si estas leyes de Augusto no
causaron el efecto que se proponia,
es necesario que las reputemos por
inútiles, y confesemos que no a-
certó con los medios proporciona-
dos para animar y determinar los
hombres á abrazar el matrimo-
nio. Por esta misma regla, que en
la legislacion es ciertísima, pode-
mos juzgar de la utilidad ó in-
utilidad. de las leyes presentes de
la Europa relativas á este objeto.
La Europa está tan poblada co-


mo puede estar? Si lo está, es pre-
ciso confesar que las leyes relati-
vas á la poblacion son las mas o-
portunas, las mas propias, y las
mas eficaces para aumentar el nú-
mero de los hombres. Si no lo está,
sino que le faltan muchos.millones
de individuos, debemos juzgar que


(XV)
hay algun vicio en esta parte de la
legislacion.


Todo el terreno de la Europa
ciertamente no está tan cultivado
como deberia estarlo, ni produce
todo lo que podria y deberla pro-
ducir : estas son unas verdades
sensibles, que no se necesita sino
solo los sentidos sin reflexion al-
guna para conocerlas ; porque no
hay reyno ni provincia donde no
se vea mucha estension de terreno
inculto; muchos lagos que podrian
desecarse ; muchos bosques que
podrian cortarse ; muchos llanos
pingües que podrian llenarse to-
dos los años de doradas espigas;
muchos collados que podrian es-
tar cubiertos de viñas, olivos, ár-
boles frutales, ó mieses, y no pro-
ducen en el dia sino una yerba sil-
vestre estando reducidos á un pas-
to sin substancia ni jugo para criar
sino muy pocos animales domésti-
cos, que al paso que aumentan tan-




(XVI)
tolas riquezas de las naciones, fa-
vorecen infinito la poblacion.


De este principio ciertísimo
podemos concluir que la Europa
no está poblada como debe estar;
que la falta de fuerza y de brazos
tiene una gran porcion del terreno
sin cultivo. Y así puede sentarse
como una regla fija y cierta para
conocer el estado de poblacion, el
grado de perfeccion que tiene en
la nacion la agricultura. Si esta
arte tan útil está en un estado de
perfeccion, es preciso que tambien
lo esté la poblacion; si está muy
imperfecta, tendrá tambien muy
pocos habitantes.


Por lo que hemos dicho se vé
que la agricultura en, todos los
paises de la Europa, no solamente
no ha llegado á su perfeccion, pe-
ro-ni aun á su medianía. Saliendo
de las ciudades grandes en todos
los Estados de la Europa, á excep-
cion de muy 'pocos, no se vé sino


(XVII)
el triste espectáculo de la aridez
y de la esterilidad; luego el esta-
do de su poblacion es súmamente
imperfecto; luego la legislacion
relativa á ésta lo es tambien. El
número de los celibatarios se au-
menta todos los dial, y se dismi•
p uye el de los matrimonios. ¿En
qué consiste esto? ¿es caso porque
se ha disminuido, (5 se ha apagal.
do en los hombres la inclinacion
natural á propagarse, á unirse le-
gítimamente con una esposa para
pasar con ella una vida dulce y
feliz? No. La naturaleza humana
tiene fuertes estímulos para mul-:
tiplicarse prodigiosamente, y son
muy pocos los que nose dejan
var de esta dulce propension
no encuentran algunos obstáculos
invencibles que se los,impidan. Es
evidente que estos son la falta de
medios para alimentar la muger,
los hijos y toda la familia


• Wr
La experiencia de todas lasmti-


Tomo II.




(XVIII)
¿iones, y de todos los siglos, nos
hace bien sensible esta verdad.
Luego es preciso concluir que en
todo Estado en que la poblacion
no se ha disminuido por una cau-
sa extraordinaria, como peste, es-
terilidad, guerras sangrientas , ó
sediciones horrorosas y sanguina-
rias, y sin embargo se halla en un
estado de imperfeccion, que no se
aumenta ó crece sino muy lenta-
mente, y no con la propension de
la fecundidad natural, debe atri-
buirse precisamente al defecto del
gobierno, de la política, y de las
leyes. No hay estado en la Euro-
pa donde no haya infinitos celi-
batarios; no hay gobierno que no
haya establecido leyes para mi-
norarlos, y aumentar los matri-
monios. Los legisladores se han
servido de premios y penas, como
los Romanos y Griegos para cu-
rar este mal, y aumentar la po-
blacion; pero todo ha sido inútil,


(XIX)
No se ha reflexionado sobre la
causa que lo produce, y por con-
siguiente no se han aplicado los
remedios convenientes para cu-
rarlo.


Es necesario quitar los obstá-
culos que sofocan los impulsos de
la naturaleza para que los hom-
bres, dejándose llevar de la incli-
nacion natural, se determinen al
matrimonio, y se vean por todas
partes nacer hijos como las espi-
gas en los campos. Los legislado-
res no deben fijar su atenciQn sino
en los obstáculos que se oponen al
progreso de la poblacion, y ser-
virse de los medios convenientes
para quitarlos. Este es el único
objeto de las leyes relativas á la
poblacion. Teniendo siempre pre-
sente aquella gran máxima: Que
todo lo que se dirige á hacer mas
dificil la subsistencia, igualmente
se dirige á disminuir la 13,


oblacion.
Segun este principio, el primer


b 2




(XX)
obstáculo de la poblacion en top
das las naciones es la mala distri-
bucion de las propiedades, por-
que la propiedad hace nacer en
el hombre la esperanza de la sub-
sistencia, le hace buscar muger,
y desear con ansia tener hijos,
para que con sus brazos le ayuden
á cultivarla, sean el báculo de su
vejez, y herederos de su nombre.
Mas el que no tiene sino su jornal
escaso para mantenerse , incierto
por las enfermedades á que está
sujeto, por la inconstancia del
tiempo, y por muchas otras cau-
sas, no es posible que sustente á
la muger y los hijos, y por esta
razon aborrece el matrimonio; y
en el caso de haberse determina-
do á este estado, teme tener hijos,
y acaso se sirve de medios injustos
para no tenerlos.


En todas las naciones los ciu-
dadanos están divididos en dos
clases, enemigas eternas é irre-


(XXI)
conciliables -


entre sí, es á saber,
en propietarios y mercenarios. El
propietario quiere comprar el tra-
bajo del mercenario al precio mas
bajo que sea posible; y éste ven-
derlo lo mas caro que pueda: mas
corno los propietarios son muy
pocos, y los mercenarios muchí-
simos, resulta que su trabajo de-
be.venderse á un precio ínfimo, y
tan corto, que casi es incapaz de
pitveer al hombre del alimento
necesario. Esta es-la :causa. de la
miseria de la clase. delo.s...:lornale-
ros, la que les quita- á. la -omayar
parte el deseo de casarse, y de te-
ner: hijos.


cierto que muchos jotnale,
•os,4_ pesar de su miseria• buscan


tina compañera de sus penas para
hallar en los inocentes placeres
del, matrimonio-1 un alivio á las
molestias de sus trabajos y de ..su
miseria; pero la poblacion no cre-
ce por eso, antes bien, Itodos los




(XXII)
dias se disminuye: y los hijos que
nacen de estos matrimonios infe-
lices son víctimas de la miseria,
y de la indigencia en los prime-
ros años de su vida. Los legisla-
dores han conocido este mal, y
para precaverlo han empezado to-
das las sociedades distribuyendo
el terreno que ocupaban en por-
ciones iguales, y tornando las me-
didas para que esta distribucion
se conservase siempre invariable
que recibiera las alteraciones me-
nores que fueran posibles. Así en-
tre los judíos por ley expresa la
parte del terreno enagenada debia
volver á los señores antiguos el
año de jubileo, ó al vendedor mis-
mo, ó á su familia, medio eficaz
para que no se aumentára el nú-
mero de los no propietarios, re-
uniéndose las posesiones en pocas
manos.


Los Atenienses por este mismo
motivo prohibieron testar á los


ciudadanos, prescribiendo que la
herencia paterna se dividiese por
partes iguales entre sus hijos; pro-
hibieron que nadie pudiera suce-
der, ni poseer dos herencias;
permitieron el matrimonio con
la hermana consanguínea, y obli-
garon al mas próximo pariente
por parte de padre á casarse con
la heredera. Licurgo prohibió las
dotes, y quiso que los bienes
del padre se distribuyesen por
iguales partes entre sus hijos; y
que si alguno de estos moría
sin tenerlos, su parte se entregá-
ra al que tuviera mayor número
de ellos.


En algunos pueblos no se co-
nocia el derecho de propiedad,
sino en la misma nacion , la qual
todos los años distribuía á los ciu-
dadanos la parte de las posesio-
nes, que siempre era proporcio-
nada al número de ellos. Los Ro-
manos conociendo la utilidad que


rencise°11clila




(XXIV)
habia de resultar de la distribu-
cion de las tierras entre los ciuda-
danos para multiplicar la pobla-
cion, desde sus principios hicie-
ron esta distribucion, y arregla-
ron por sus leyes la sucesion pa-
ra que estos bienes no saliesen de
las familias , y no se disminuyese
el número de los propietarios. To-
do el mundo sabe con quánta re-
gularidad distribuían el terreno
de los pueblos conquistados por
inedia de las leyes agrarias, re-
partiendo la mitad á los ciuda-
danos mas pobres, y vendiendo la
otra parte á beneficio de la repú-
blica. Todos estos medios son efi-
caces para precaver el mal; pero
no para curarlo.


En el dia que las propieda-
des están en manos de pocos, to-
das estas leyes no 'servirian sino
para perpetuar el mal, y acabar
de destruir en poco tiempo la poL
blacion. El nial que hoy padecen


(XXV)
todas las sociedades de la Europa
consiste en que las propiedades
están en manos de pocos, de don-
de nace la miseria, la indigencia,
el poco número de matrimonios,
y la ruina de los habitantes; y
por esta razon debe buscarse el
remedio para este mal tan grave
y tan funesto á la sociedad.


Mas aun guando en una na-
don ledo el territorio -estuviera
distribuido entre los ciudadanos,
de manera que no hubiera uno se-
lo que no fuera propietario, no
por esto nos libtatíamos de este
inconveniente , si esta distribu-
cion de propiedades estaba hecha
con tanta desproporcion , que unos
tuvieran mucho, y- otros poeuísi-
mo. La poblacion' en este caso se-
ría igualmente impedida. Porque


siendo el terreno inmenso, unos
no pueden hacerse grandes pró.-
pietarios y acumular en sus ca,-
betas grandes porciones, sin que




(XXVI)
otros queden sin ninguna propie-
dad, ó á lo menos sin la suficiente
para la tnanutencion de su fami-
lia. Esta escesiva desigualdad no
puede menos de impedir los pro-
gresos de la poblacion por el gran-
de abuso que se hace del terreno,
apartándolo de la cultura, y des-
tinándolo para la caza y otras di-
versiones, y para usos, de los qua-
les no resulta utilidad alguna á la
sociedad; y así la agricultura lé-
jos de perfeccionarse por estos
grandes propietarios, y aumentar-
se la riqueza nacional, se destruye
y deteriora.


El que juzga de las riquezas
de una nacion por las casas mag-
níficas, por los equipages sober-
bios, por los muebles costosos y.
elegantes, por la multitud de cria-
dos, por los jardines hermosos y
huertas deliciosísimas de estos
grandes propietarios, se engaña
muchísimo. Una nacían solo es ti-


(XXVII)
ea guando la mayor parte de los
ciudadanos y de las familias vive
con comodidad. Este es el verda-
dero barómetro de la prosperidad
de una nadan , y el medio seguro
y eficaz de aumentar los matri-
monios, y dar impulso á la pobia-
cion. La historia de todas las so-
ciedades confirma esta verdad; y
la experiencia, que todos los dial
nos presenta á nuestros ojos algu-
nos pueblos felices, donde estar
do distribuidos los terrenos con
alguna proporcion los vemos to-
dos ricos, y aumentarse rápida-
mente-en elles los habitantes.


Confieso que el; .mal está tan.
arraigado, que es dificil hallar un
remedio eficaz. Las grandes pro-
piedades se suceden de padres á
hijos, y las leyes mismas las han
fijado en ciertas familias con ca-
denas de diamante para que nun-
ca jamás puedan salir de ellas. El
t.nico remedio que queda para


4




(XXVIII)
destruir este mal, es romper estas
cadenas, quitar las primogenitu-
ras y los fideicomisos, y dejar en
circulacion estos bienes, sujetos
enteramente á la voluntad de los
poseedores; que se distribuyan i-
guahnente entre los hijos, y luego
veremos derrocarse estas enormes
masas, y de sus ruinas levantar-
se infinitas familias que harán la
felicidad del pueblo, aumentando
infinito el número de sus hijos.
• Estos grandes .propieta•ids no


quisieran tener sino un hijo solo;
la multitud'de ellos les incomoda
y les luce infelices porque no
han de tener sino un heredero
que entre en la posesion. de sus
grandes riquezas , y los deniás sa-
liendo de la casa • de sus padres,
han de estar sujetos á todas las
incomodidades de la miseria y de
la indigencia-, mirando á su her-
mano primogénito que nada en
las •riquezas y en la abundancia


(XXIX)
de todas las comodidades, como
un usupador que los oprime y
despoja de sus bienes, á los quales
tenían un derecho comun. Esto
les obliga muchas veces á tomar


4 contra su voluntad un estado pa-
ra el qual no habian sido llama-
dos; las mugeres son encerradas
en los cláustros para pasar una vi-
da violenta y contraria entera-
mente á sus inclinaciones; y los
jóvenes que no pueden colocarse


• en la clase igual á la del primo-
génito renuncian para siempre al
matrimonio, y viven en el desór-
den, entregándose á las pasio-
nes que les hacen descender al
sepulcro en la flor de su edad,
cí contraer males que les hacen
pasar una vida mas cruel que la
muerte.


Dejando solo á los primo-
génitos medios mas que sufj-
cientes para subsistir, condenan
los otros á la indigencia; y a,




(XXX)
briéndoles las puertas de los mo-
nasterios para que abracen este
género de vida, acaso contrario á
sus inclinaciones, los hacen de
este modo víctimas de su deses-
peracion. Esta contradiccion que
se halla entre las máximas de los
gobiernos y sus determinaciones,
entre el modo de pensar de los
políticos y las leyes, quizás lle-
nará de admiracion á la posteri-
dad. Los mayorazgos se han mul-
tiplicado prodigiosamente y es-
tancado los bienes territoriales en
pocas manos, y se han aumentado
infinito los no propietarios.-Esta
bárbara institucion que las leyes
autorizan, fomentan, y protegen,
es mas funesta que la peste misma
á la poblacion, porque reduciendo
los ciudadanos á la indigencia,
los aparta del matrimonio.


Las leyes para animar la po-
blacion deberian destruir las pri-
mogenituras y fideicomisos, pana


(XXXI)
aumentar el número de los prój
pietarios, quitar enteramente la
prohibicion de enagenar los fun-
dos feudales , que no es de los
menores obstáculos de la /unid-
plicacion de los individuos de
la sociedad , de la prosperidad
de los pueblos „ y la riqueza de
los Estados. Porque estando es-
tos terrenos fuera de la circula-
clon por su constitucion funda-
mental, quedan incultos; ó si se
cultivan, no es con aquel cuidado,
aplicacion y actividad que los
propios ; y así no dán los produc-
tos que se podían esperar, con los
quales se aumentada la riqueza
nacional y la poblacion, y se per-
feccionada la agricultura.


Además de estos obstáculos
que impiden la poblacion, hay , o-
Iro que es muy funesto á ella; á
saber, los excesivos bienes que
poseen los eclesiásticos. En todos
los paises del mundo la sociedad




(XXXII)
ha dado los alimentos convenien-
tes á los sacerdotes, que estando
ocupados enteramente en las fun-
ciones del culto público, no po-
dian por otra parte, ni con su
trabajo, ni con su industria , ga-
nar su subsistencia ; pero tambien
se puede asegurar, que en ningu-
na religion como en la católica,
que prohibe con tanta severidad
el interés v la codicia, se ha da-
do á sus ministros con mayor
abundancia bienes para alimen-
tarse.


Una devocion poco arreglada
ha hecho pasar algunas veces á
manos de los sacerdotes bienes in-
mensos con perjuicio de la cari-
dad y de la justicia. Al principio
se d cela: que los que sirven al al-
tar deben vivir del altar, esto es
muy justo; pero que con. pretexto
de la religion, hayan de entrar ri-
quezas inmensas en la Iglesia ; que
los sacerdotes destinados á servir


(XXXIII)
de egemplo á los fieles en la fru-
galidad, moderacion , pobreza y
desinterés, hayan de gozar de unas
rentas pingües para vivir en la a-
bundancia, y fomentar el lujo, la
vanidad y orgullo, por no decir o-
tros vicios mas infames é indecoro-
sos; en fin, se hayan de enriquecer
con las donaciones y ofrendas, y
ser los mayores propietarios en
cada nacion sin pagar los tribu-
tos, ni contribuir con sus bie-
nes para la conservacion de la
sociedad; esto, ni es muy confor-
me á la razon , ni muy útil á la
Iglesia y al Estado. Una gran par-
te de los fundos en las naciones
católicas están en manos de los
eclesiásticos, que por las leyes ro
pueden enagenarlos, sino en muy
pocos casos; por consiguiente es-
tán estancados, y fuera de la cir-
enlacian.


Esta es una de las causas que
I mpiden la multiplicacion de los


Tomo H.




(XXXIV)
propietarios , y pone un obstáculo
mas fuerte á los progresos de la
poblacion , que los mayorazgos y
los fideicomisos.


Estos bienes en manos de los
eclesiásticos, ora los cultiven ellos
mismos, ó los arrienden, nunca
pueden producir lo que produci-
rían si estuvieran en manos pro-
pias de los ciudadanos , porque
el arrendatari o y el beneficiado
no ponen el mayor esmero en su
cultivo, no mejoran estas pose-
siones; antes bien no tienen repa-
ro en deterioradas para sacar de
presente todo el fruto, y aumen-
tar las rentas que ellos han de
percibir. Como no los han de tras-
mitir á ninguno de los suyos, los
miran sin interés. De este modo
impiden los progresos de la agri-
cultura, y causan al Estado gra-
vísimos perjuicios. Los gobiernos
han conocido ya los males funes-
tos que experimenta la sociedad


(XXXV)
de hallarse tantos bienes en ma-
nos de los eclesiásticos, y desde
mas de un siglo en todos los pai-
ses católicos se están tomando las
medidas mas eficaces para reme-
diarlos. Se han publicado muchas
leyes relativas á este objeto, pro-
hibiendo las nuevas adquisicio-
nes para impedir el progreso del
mal; pero se han dejado en las
manos muertas estancados todos
los bienes que antes poseían.


En algunos paises han pasa-
do mas adelante, y se ha obliga-
do á los eclesiásticos á abando-
nar todos los bienes raices por
precios justos y equitativos para
hacerlos entrar en circulacion. Es;
tas providencias han excitado los
clamores de los eclesiásticos; la
i gnorancia, la supersticion, y la
calumnia se han unido para dés-
a creditar,


, infamar y hacer odiosos
estos gobiernos; pero no fiad fal-
tado eclesiásticos celosos é ilus-


'e 2




(XXXVI)
orados que han aplaudido la sabi-
duría con que han procurado con-
ciliar la felicidad de los ciudada-
nos con los intereses de la Igle-
sia , dejándole á ésta y á sus mi-
nistros , que son tan necesarios al
Estado y tan dignos de la esti-
macion del gobierno, rentas abun-
dantísimas para el culto y su de-
cente manutencion.


Algunos políticos atribuyen la
despoblacion de la Europa al ce-
libato de los sacerdotes. Es preci-
so confesar que si el número de
los celibatarios fuese excesivo,
causaria en los estados un graví-
simo perjuicio á la poblaeion; pe-
ro siendo moderado , el perjuicio
y el impedimento que ponen al
progreso de ella, es de tan poca
consideracion que no merece la
atencion de los legisladores. Que
se reduzcan los ministros del al-
tar al número preciso; que se les
obligue á que cumplan por sí


'(XXXVII)
eotrlas sagradas obligaciones de
su ministerio;.que se les consigne
una renta decente, y no excesiva;
y luego se verá disminuido el cle-
ro secular. No aspirarán.1 : él tan-
tos ociosos, holgazanes, 'é igno-
rantes, que solo entran en este es-
tado tan santo para gozar de las
prebendas excesivamente pingües,
y disfrutar de unas comodidades
que no hubieran podido conse-
guir de otro modo. Que se obli-
gue á las monjas á un trabajo coti-
diano y penoso, á una vida aus-
tera, penitente y frugal, y se les
prohiban las visitas del locuto-
rio, y pronto veremos disminuir
Se en estas casas de retiro, y en
estos asilos de la penitencia, el
número de personas que entran
en ellos sin' : vocacion, y contra
las intenciones santas de la igle-
sia; y las que queden servirán de
egemplo á los fieles para seguir el
camino de la virtud.




(XXXVIII)
Que -se obligue .á -los -Tnonges


á que hagan la vida de los anti-
guos, corno nos la describe S. Juan
Crisóstomo; y á los mendicantes
al trabajo de manos', puesto que
ya no son necesarios ni para pre-
dicacion , ni para la instruccion
de los fieles , á que vivan en el
retiro corno en un sepulcro con-
sagrados á la penitencia y á la
mortificacion, y no se les permi-
ta mendigar de puerta en puerta,
ni entender en los negocios del
mundo; y pronto veremos reduci-
dos á un número cortísimo los re-
ligiosos, y los pocos que queden,
con su vida penitente y mortifica-
da, servirán de edificacion y pre-
dicarán . con su egemplo á todos
los fieles el desprecio del mundo,
el amor del retiro, de la peniten-
cia, y de la virtud ; y de este mo-
do se verá reformado el clero secu-
lar y regular en muy pocos años.


Si los obstáculos de que hemos


(XXXIX)
litillákó hasta aquí impiclenAs
progresos de la poblacion; los
tributos excesivos, los impuestos
insoportables , y las violencias
con que se exigen, la acaban de
destruir. La''Sociedad no puede
subsistir sin tributos para soste-
ner sus cargas, y éstos se deben
pagar por los miembros de ella;
pero es preciso que sean propor
cionadós á sus fuerzas, pues de
ótro modo sería mejor Vivir en
los bosques, si lejos de encontrar
en el Estadó la seguridad de la
propiedad, se--perdia sin poderla
defender siendo víCtima de la in-
justicia del gobierno, Estos son
los primeros principios, los fun-
damentos, las bases, y las leyes
primeras de las sociedades. ¡Po-
demos decir que en los estados
de la Europa se observa esta ley;
y se guarda esta proporcion eii
la imposicion de los tributos? ¡Se
exigen á proporcion de las rentas,




(XL)
y de los bienes de los ciudadanos?
¿Se hacen servir para las necesi-
dades justas del Estado? No hay
mas que consultar las provincias
y los pueblos, y por todas partes
.oiremos resonar las quejas, los
gritos, los clamores contra la
desproporcion de estas contribu-
ciones insoportables, contra el nú-
mero y la diversidad de ellas.


El pueblo que las, paga , y
que forma la sociedad , no sabe
ni conoce las necesidades del Es-
tado, la cantidad de las contri-7.
lauciones, y los. fines en que se in,
vierten. El pueblo está oprimido
con un peso muy enorme, con
unos . impuestos que consumen:
toda su subsistencia ; de mane-
ra , que los 'exactores de. estas
contribuciones quitan la subsis-
tencia al infeliz Ciudadano , le
Persiguen hasta en su misma cho-
za , y le arrancan con violen-
cia, con injusticia, y aun con. in-


(XLI)
humanidad, lo que absolutamente
necesita para su sustento y el de
„su familia. En vano hace presen-
te su imposibilidad, la multitud
de hijos que tiene que mantener,
las enfermedades, y la escasez del
año; los exactores están sordos,
y llevan la injusticia hasta el ex-
tremo de hacerle vender aquellos
muebles despreciables, pero pre-
cisos que la miseria le ha dejado.
Estos son hechos ciertos que es-
tán á.:la vista de todo el mundo;
pero una política bárbara y cruel
los aparta del trono para que no
turben:la paz de no Soberano jus-
to y 'com pasivo, que pondria re-
medio á estas injusticias.


Mientras que se siga este siste-
ma ruinoso de contribuciones-, que
consume la subsistencia de infini,
tas familias de artesanos y labra-
dores, es imposible que haga pro.
gresos la poblaciori, porque la . me-
dida de ella siempre es proporcio-




(XLII)
nada á la de la subsistencia. Don-
de el hombre y la muger: pueden
mantenerse con comod id ad sin mili=
cho trabajo, los hombres se mul=
tiplican con mucha rapidez ; pero
donde falta este apoyo se dismi-
nuye la poblacion: La naturaleza
y la comodidad .-dán un impulso
muy fuerte á la propagacion de
la especie , pero la miseria vila
opresion la destruyen; la natura-s
loza y las comodidades han po-
blado los paises mas inhabitables;
y la opresion y la' violencia han
dejado desiertos los mas amenos.


Quizás la Europa tendrá-_- está
suerte desgraciada, si los Sobera.4
nos que hoy gobiernan avisados
con los males que ha padecido la
poblacion por el peso enorme de
las contribuciones', no procuran
aplicar el remedio correspondien
te con la moderacion y la justi-
cia, - que, no 'debe jamás-apartarse
del trono.


(LXIII)
Es preciso, pues, qué sé hágá


una reforma en las contribudo-
nes, en los tributos, y en el mc.).
do de exigirlos. Es preciso redil-
cir los gastos para disminuirlos.
Las necesidades-, del Estado son
muy .:grandes, y exigen grandes
contribuciones , es verdad, ¿ pero
son precisas? ¿Lo será una' guerra
que se emprende. muchas veces
-por `capricho, pox vanidad y por
Intereses particulares, con pre
tensiones fundadas sobre derd -1
ellos que no tienen otro título;
sino uñas antiguas usurpaciones?
¿Lo serán los gastos qué •se haééd
para_' diversiones costosísimas,'
para conservar un' esplendor imal.
ginario, ¿ para saciar las pasio-
nes vergonzosas, y etfriquecer- á
favoritos con .-escándalo de todo
el pueblo , y 'de todas las naci-
nes, derramaildo,á, manos llenas
sobre estos hombresi viles los teJ.
coros de la nacion,•y los frutos de




(XLIV)
los sudores y trabajos de los pue-
blos? ¿Sobre estos esclavos de los
vicios que léjos de servir á la pa-
tria son elinstrumento de su ruina?


No son éstas necesidades del
Estado, sino hurtos cometidos con-
tra la nacion, á la qual se obliga
que honre y pague los desastres
que le causan, y la ruina que le a-
carrean, disimulando con sus viles
adulaciones los defectos del Sobe-
rano, y dándole consejos deprava-
dos, que la reducen á la mendici-
dad y á la servidumbre. ¿. Lo será
por ventura el gasto que se hace en
naa ntener en tiempo de paz una mul-
titud exórbitante de hombres ar-
mados, que solo sirven para causar
horror á los ciudadanos pacíficos,
consumir sus subsistencias , y des-
moralizar á los pueblos con sus vi-
cios? El Estado queda oprimido,
exáusto y despoblado, alimentan-
do á tantos hombres inútiles, que
solo sirven para disminuir la po-


(XLV)
blacion. Los pueblos no estarian
menos tranquilos, ni las naciones
menos seguras, si se restablecie-
ra la economía militar de los
antiguos.


Las tropas que están siempre
armadas en la Europa ascienden
á muchos miles, las quales no sir-
ven en tiempo de paz y de guerra
sino para despoblar las naciones,
empobrecerlas y oprimirlas, sin
que por esto los pueblos estén mas
seguros, ni sus fronteras mas
bien defendidas. Cada nacion au-
menta sus tropas á proporcion
que lo hace la vecina, para que
en caso de una invasion repenti-
na no la halle desprevenida; pero
este exceso de tropas no las pone
en mayor seguridad que lo estaban
antes, guando tenian menos tropa;
y así el aumento de ella no hace
mas que ocasionar mayores gas-
tos, la despoblacion , la pobreza,
y la opresion. Ninguna de las na-




(XLV.I)
9iones antiguas conservaba en
tiempo de paz muchas tropas sino
los Emperadores Romanos des-
pues que Roma perdió su libertad.
Estos establecieron las cohortes
pretorias para su .defensa y para
la . opresion del pueblo, y lo fue-
ron para la ruina de los .


mismos
Emperadores.


En las naciones antiguas todo
cuidadano era soldado , y no a-
guardaba sino la voz de la patria
para volar á su defensa. Por esta
causa eran mas libres que las mo-
dernas, y estaban menos expues-
tas á ser oprimidas. Cárlos VII
de Francia fué el primero que
conservó un cuerpo siempre ar-
mado, y su egemplo fué imitado
por las demás naciones de Euro-
pa. Todos se armaron, no para
hacer guerra, sino para vivir en
paz y poderse defender en el caso
de ser atacados.


Despues de este tiempo toda.


(XLVII)
la Europa no presenta sino el es-
pectáculo de la guerra en el mis-
mo seno de la paz, y se puede
considerar como un quartel de
invierno donde el soldado consu-
me las subsistencias, entregado á
la ociosidad y á los desórdenes.
El soldado no se reproduce, ni
dá hijos á la patria; y es preciso
renovar siempre estos cuerpos sub-
sistentes que devoran en cada ge-
neracion una gran porcion de la
especie humana, sin que contri-
buyan á su reparacion. El sueldo
que se les dá apéalas basta para
su mantenimiento; y si se les au-
mentase para poderse casar, esta
enorme carga causada la ruina de
los Estados. Las tropas serán céli-
bes mientras sean mercenarias, y
serán tales siendo perpetuas. Así
las tropas en la forma que existen
en el dia son un grande obstáculo
para la poblacion.


Los legisladores podrían poner




(XLVIII)
un remedio eficaz para curar este
mal siguiendo el sistema de los
antiguos, no teniendo siempre en
pie un cuerpo de tropa vivo por-
que nunca ha sido necesario, y 0
ahora lo es mucho menos para la
seguridad de los pueblos. Jamás
han seguido este sistema los go-
biernos antiguos ni los moder-
nos, corno hemos dicho, hasta
despues del reynado de Carlos
VII de Francia, prueba de que no
lo han creido necesario para su
seguridad.


Hoy lo es mucho menos, por-
que la comunicacion entre las na-
ciones está tan abierta, que no se
puede levantar un regimiento, ni
armar una embarcacion de guer-
ra , sin que toda la Europa lo
sepa en un momento. Hoy no se
puede hacer en ningun pais una
irrupcion instantánea é imprevis-
ta; luego es inútil el tener siempre
un gran cuerpo de tropas armadas


(XLIX)
por el temor de evitar una sor-
presa, ó una invasion repentina;
y por este temor vano é inútil opri-
mir la nacion con gastos excesi-
vos, reducirla á la miseria• ar-
ruinar las artes, el comercio y la
agricultura, é impedir los:progre-
sos de la poblacion.


Tampoco son necesarios para
la tranquilidad interior del Esta-
do, porque la experiencia de :to-
das las naciones nos enseña, que
si el pueblo se levanta contra


.
el


Soberano, los soldados se ponen
luego de su partido, especialmen-
te si la opresion y las violencias
han dado, , lugar al descontento y
al levantamiento. Los tronos no
se sostienen sino por la justicia,
la moderacion , y la humanidad
de los Soberanos. Quando el pue-
pueblo vea que obedeciendo al
Príncipe no obedece sino á la jus-
t icia y á las leyes, y no al capri-
cho y á la arbitrariedad, se pon-


Tomo H.


• d


1




(L)
drá todo en su defensa lleno .de
respeto á su persona.1,y de semi-
sion á sus órdenes ; y el audaz y
sacrílego que se atreva á excitar
la sedicion será víctima de su in-
dignacion. No hay cosa mas fá-
cil á un Soberano que ganar el
corazon del pueblo, pues solo con
ser medianamente benéfico , cle-
mente, humano y justo . , se..gran-
geaAos;..elogios y la admiracioit
de todos. El pueblo comunmente
disitnula los defectos del gobier-1
no; y aunque uno á.otro se que--
je con razon sin -e1.1.3, su voá
es ahogada por la de -un millon
que lo defienden. Pero guando .el
grito de la injusticia y de la.ab;
bitrariedad es universal, el trono
aunque rodeado de ..guardiwes-4
tá socabado, y su ruina es inevi
table.


La experiencia de todos los
siglos nos ha manifestado con to-
da evidencia, que la autoridad ab>


(L1)
soluil y sin límites que algunos
hombres ambiciosos atribuyen á
los Príncipes como un derecho in-
contestable que les conviene , y
que alguna vez el pueblo enga-
fiadó; 'seducido, ó demasiado ig-
norante y casi estúpido, aplaude,
celebra y defiende, n'O :es mas que
una espada de dos filos dispuesta
siempre'á herir al imbecil que la
mIleja. El Príncipe que sentado
en el trono cree que todo lo pue-
de, sin que siga otra regla que su
voluntad, nunca puede estar con
seguridad por mas rodeado que
esté de guardias. Augusto no ha-
lló medio aquietar sus temo-
res sitio en la aparente diminu-
cion de su autoridad. De manera
que los Soberanos deben tener por
una máxitna cierta 'é' indudable,
que su trono no tiene apoyo mas
firme que el amor d'eg os pueblos;
la sabiduría de las leyes, su
giosa observancia ,:r y la modera-


d 2




(L1I)
cion del gobierno. Solamente el
tirano necesita tropas mercena-
rias que le defiendan de un pue-
blo que lo aborrece y detesta, y
por esta causa está pronto á le-
vantarse. Para poderse sostener,
es preciso que acaricie y tenga
siempre contentos á los mercena-
rios que le han de defender ; es ne-
cesario que sea su esclavo ó su
víctima. Su suerte depende del ca-
pricho de estos hombres insolen-
tes, que guando conocen que el
Soberano necesita de sus fuerzas
para su defensa, se hacen mas or-
gullosos y venden mas caro su
favor.


La historia de los Emperado-
res Romanos nos presenta egem-
plos bien trágicos de esta verdad.
El tirano con la confianza de las
tropas mercenarias oprime al pue-
blo , se burla de las leyes , y hace
temblar á todo el mundo; pero al
fin las mismas tropas le arrancan el


cetro ¿lelas manos, le hacen el ob-
jeto del desprecio, y lo exponen
á todo 'el furor del pueblo. Mas
la tropa disciplinada é instruida
en el arte de la guerra, ¿no es pre-
ferible á una tropa bisoña que se
acaba de levantar? Sí , sin duda,
pero á los tres meses el labrador
robusto está disciplinado é ins-
truido en toda la táctica, y lleva
la ventaja á los demás en saber su-
frir el trabajo , el rigor de las es-
taciones, las fatigas de las mar-
chas, y las demás


,


incomodida-
des, que esta tropa siem-


corrompida con la mo-
licie
pre viva,


qu e le inspira el ócio de
las guarnic iones , se consume en
un par de meses en tiempo de
guerra.


Romanos para conservarLos
robustezla de sus soldados , los


hacíantrapajaalra iqoucaunpdlondnooloesstjt;
ban en canlp1na,


puentes, calza-la fábrica le los




(LI V)
das y composicion de caminos, y
otras obras públicas, y en las la-
bores del campo; y hoy mismo la
Suecia puede armar ochenta mil
hombres para su defensa, que son
soldados excelentes , y se ocupan
en la agricultura. ¿Pero tendrán
éstos igual valor que la tropa de
línea ? Sí, aun mas, porque el va-
lor es un sentimiento que nace de
la propia fuerza ; como estos tie-
nen mayor fuerza que la tropa vi-
va debilitada con el ócio, los pla-
ceres y los vicios, es preciso que
tengan mucho mas valor. La histo-
ria está llena de egemplos de esta
naturaleza ; y no hay pais que no
pueda presentar muchos héroes de
los que toman las armas en defen-
sa de la patria, y en las invasiones
repentinas que alguna vez hacen
los enemigos,quando la nacion es-
tá mas desprevenida y descuidada.
Los regimientos que se levantan
en estas ocasiones de la gente del


(LV)
campo, y las partidas que el amor
de la patria forma, é inflama, son
los primeros que resisten al ene-
migo, se exponen á su furor, y se
sacrifican con gusto.


El que tiene amor al gobierno
siempre es héroe; podrá ser muer-
to, pero no vencido. El arte de
la guerra no consiste en los movi-
mientos teatrales de la táctica mo-
derna , que mas sirven para la
ostentacion, que para otra cosa:
En siendo el soldado obediente á
las órdenes de los geles respecti-
vos, diestro en el manejo del fu-
sil, y sin temor á la muerte , es-
tando inflamado del amor á la pa-
tria es un héroe. Mil hombres de
esta especie valen mas que cien
mil de tropas rancias, enervadas
con el ócio y los vicios , y cons-
ternadas con la imágen de la muer-
te, que no saben mirar con un '
rostro firme, porque no conocen
la patria, ni tienen ningun amor




(LVI)
por ella. Por todo lo que dejamos
dicho se vé que la tropa de línea
causa la miseria de la nacion , im-
pide el progreso de la poblacion,
fomenta la incontinencia pública,
no contribuye ni á la seguridad
externa ni interna de las nacio-
nes; y por consiguiente, no sola-
mente no es útil, sino que es sú-
mamente perjudicial.


Por qué medios se podrá con-
seguir la seguridad pública así
interna como externa? Por medio
de los mismos ciudadanos , los
quales convidados para alistarse
en la milicia con algunos privile-
gios , exénciones y prerrogativas
de honor, correrian al momento á
dar su nombre para la defensa de
la patria en tiempo de guerra, y
para hacerla respetar en tiem-
po de paz ; especialmente si su
obligacion se limitaba á su de-
fensa en tiempo de guerra, porque
siendo esté peligro muy incier-


(LVII)
to y remoto , qualquiera recom-
pensa sería bastante por pequeña
que fuera.


Esta tropa se compondria de
ciudadanos honrados, y no de de-
lincuentes que suelen entrar en la
veterana para librarse de la jus-
ticia. No habria deserciones en
tiempo de guerra, porque el que
tiene propiedades, muger, é hijos,
no deja tan fácilmente su puesto
como el que es puramente merce-
nario, que no tiene interés por
conservarlo, ni pierde nada en a-
bandonarlo, porque vende su per-
sona á otro Soberano que acaso
le hace mejores condiciones. Por
otra parte se evitaria otro incon-
veniente aun mas funesto. En tiem-
po de guerra es necesario repo-
ner las tropas , y es preciso para
este efecto recurrir á la violen-
cia. Se sortea entre aquellos infe-
lices que no han podido conse-
guir la exéncion, ó por sus privi-




(LVIII)
legios, ó por dinero, ó por otros
medios mas vergonzosos.


Cae la suerte desgraciada so-
bre algunos jóvenes que se ponen
inmediatamente en manos de los
comisionados con las lágrimas de
sus padres, hermanos y parientes,
que les consideran como muertos.
¿Qué esperanzas se puede tener
de estos soldados? ¿Qué valor les
puede inspirar el anuncio de una
muerte cierta, sabiendo que los
privilegiados y los ricos que son
mas interesados en defender la pa-
tria que no ellos mismos que no
gozan ni tienen posesiones, ni car-
gos, ni nada de lo que se la pue-
da hacer amable se descargan
tan fácilmente de una obligacion
tan esencial? ¿Dudarán mucho en
abandonar su puesto , y en pasar-
se á los enemigos , donde halla-
rán paula, amigos, y quiz ás inte-
reses y honra , y podrán entrar
en todos los derechos de ciudada-


(LIX)
nos , de que tan injustamente su
patria los ha despojado ?


Desengañémonos , la patria no
se defiende con tales soldados, ni
se hace la guerra con ellos. El sol-
dado voluntario es el único que
es capaz de defenderla, especial-
mente si es propietario y tiene
muger é hijos. Los oficiales debe-
rían elegirse en cada provincia de
los propietarios mas nobles y mas
ricos , los quales tendrian el car-
go de ejercitar en la capital del
distrito todos los dias de fiesta á
los soldados alistados en el mane-
jo de las armas y en las princi-
pales evoluciones, ofreciendo pre-
mios á los que mas se distinguie-
ran en esto, los quales se podrian
pagar con la moneda mas estima-
ble, menos costosa al erario, y
mas fácil al Príncipe , que es la
del honor. Estos oficiales y sol-
dados serian excelentes defensores
de la patria , sin vicios , rohus-




(LX)
tos, fuertes, y llenos de honor; de-
jarian la esteva y la inspeccion
de los criados para volar al so-
corro de ella, guando la necesi-
dad exigiera sus servicios. Las
plazas de la frontera podrian ser
guarnecidas de guardia urbana
que deberia mudarse todos los dias,
y solos dos regimientos serian bas-
tantes-para guardar la sagrada
persona del Soberano; y de este
modo sin causar los graves per-
juicios que hemos dicho á la na-
cion, se conseguiria la seguridad
exterior é interior.


Quizás algun Príncipe mode-
rado y justo introducirá en sus
Estados una reforma semejante,
que hará mudar de aspecto toda
la Europa. Las luces han llegado
hasta los tronos, sin que la nie-
bla densa que derraman los cor-
tesanos y aduladores lo hayan po-
dido impedir ; y una política sá-
bia y prudente les hace conocer,


(LXI)
que la prosperidad de las nacio-
nes, y la felicidad de los pueblos
que gobiernan, debe ser el objeto
de su poder y autoridad. La mis-
ma razon les hace conocer, , que
solo debe usarse de la fuerza con
una nacion de esclavos; mas los
Soberanos que son lo que deben
ser, están unidos con los ciuda-
danos, como el padre con los hi-
jos por los vínculos de la mode-
racion , de la dulzura y de las
buenas leyes. .Quando hay esta
armonía entre el Soberano y los
Súbditos , no se necesita un gran
cuerpo de tropas, que solo hacen
temblar á los ciudadanos pacífi-
cos, y no se atreven á resistir á
la fuerza de los enemigos. En es-
te caso todos los ciudadanos se-
rian soldados, y harian gloria de
sacrificarse en defensa de la pa-
tria y del Soberano. El enemigo
podria ganar muchas batallas, pe-
ro no conquistar la . nacion, ni der-




ribar el trono. Sus esfuerzos se-
rian inútiles, porque siempre ha-
llaría enemigos mientras hubiese
hombres. Un pais que está coh-,
tento con su gobierno, y que'aiiiá
á su Soberano, es inconquistablé


La reforma de - las tropas de
tierra deberia aumentar en las na-
ciones marítimas las fuerzas de
mar para defender el territorio
comun á todas las naciones, sobré
el igual todas tienen igual dere-
cho , y conviene á todas quesea
libre por los peligros á que están
expuestas, y las grandes utilidades
que les han de resultar.l,as fue
zas marítimas rió causan
daño , ni empobrecen á ninguna
nacion, sino que la defienden, -y
la hacen mas rica y mas fuerte.
Una nacion que hace progresos en
la -marina, muy én - breve será ri-
ca y poderosa ; desaparecerá Pa
miseria , y hará-rápidos progre
sos-la publacion,


- Además de los obstáttilós stlji
bredichos para el aumento de 11
poblacion en las naciones , hay
otro que no es menos funesto•-,
que retarda considerablemente stil
progresos; éste es la incontinen
cia pública, que siempre es re-
lativa al número de los celibata-
rios, y de. la miseria nacional. La
incontinencia pública , regular-
mente es efecto de la miseria y
del celibato forzoso de algunas
ciases de. ciudadanos, y ella ha-
ce disminuir los matriffiónios. Son
pocos los que saben resistir á los
impulsos de-la naturaleza; y guan-
do por la miseria no pueden sa-
tisfacerlos-'legítimamente en una
muger propia, buscan una pros:--
titutai queda satisfe-
cha, pero la especie-humana no
consigne oingun aumento.Quandó
la corrupción se hace general au-
mentándose mucho el número de
las prostitutas, aun los- mismos ri-




(LXIV)
cos quieren mas satisfacer sus de-
seos con estas mugeres, que en un
matrimonio legítimo. Y lo mismo
hacen los artesanos, porque repu-
tan el matrimonio como una carga
pesada.;:y la muger legítima co-
mo un peso insoportable. El hom-
bre corrompido mira el matrimo-
nio como el sepulcro de la liber-
tad y de la felicidad , porque es
incapaz de apreciar las agrada-
bles y secretas satisfacciones que
nacen de la íntima union de dos
esposos;d. e .su amor recíproco, de
sus mútuos servicios, y del cum-
plimiento de las dulces y,sagra-
das obligaciones de . formar el es-,
píritu y el corazon - de sus tier-
nos hijos.


Los deleites sencillos y unifor-
mes no hacen impresion en un co.
razon corrompido , sino ;;los mas
torpes y groseros. El número de
esta clase de célibes se ha multi-
plicado mucho en la Europa, ex-


(LXV)
tendiendo por todas partes la cor-
rupcion con grave perjuicio de
los matrimonios y del Estado. Es-
te desórden que siempre ha cau-
sado la ruina de la poblacion se
ha hecho en estos tiempos mas
funesto, porque por medio de la
prostitucion se contrae un vene-
no mortal , que destruye la fe-,-
cundidad, la virilidad y la vida;
un veneno que despues de haber
sido pena del delito, es la ruina
de la inocencia; y el que lo ha in-
troducido en su sangre comuni-
ca á sus hijos una debilidad tan
grande que nacen sin vigor y sin
fuerzas, y aun muchas veces en-
teramente inútiles para la gene-
racion.era• Be aclsec' •La prostitucion pública, que
causa tantos estragos en la pobla-
cion, pide toda la prudencia y sa-
biduría de los legisladores para
remediarla; y no hay otro medio
para conseguirlo que quitar (lis-


Tomo 11,


e




(LXVI)
tninuir quanto sea posible la cau-
sa que la ocasiona y la fomenta.
Esta causa hemos dicho que es el
gran número de celibatarios, y la
miseria y pobreza en que se ha-
llan tantas familias infelices. Que
el gobierno tome las medidas con-
venientes para disminuir aquéllos,
y hacer vivir con alguna como-
didad á todas las clases de ciu-
dadanos , y desaparecerán , 6 se'
disminuirán sensiblemente la pros-
titucion,la incontinencia, y el des-
órden de las costumbres. En la
América septentriona l , donde el
terreno se ha repartido con una
justa proporcion , de manera que
los ciudadanos de aquellos Esta-
dos felices viven con su indus-
tria y trabajo con alguna como-
didad, y suma libertad, se multi-
plican extraordinariamen te los ma-
trimonios , y se reforman las cos-
tumbres y la honestidad pública.


Ni la prostitucion , ni el liber-


(LXVII)
tinage han podido penetrar hasta
ahora en este dichoso pais. No se
conoce en sus felices habitantes
el gusto y la pasion de aquellos
deleytes brutales, que despues de
haber consumido en los liberti-
nos de la Europa su hacienda, los
reducen á una especie de estu-
pidez y melancolía , que no sa-
ben sino gemir y lamentarse. Los
hombres en este pais ván al ma-
trimonio llenos de vigor y sen-
sibilidad ; y las mugeres son dul-
ces, modestas, compasivas, y do-
tadas de todas- aquellas virtudes
que hacen al sexó tan amable; la
inocencia y la virtud no dejan ja-
más perecer en ellas la belleza.
Pueden compararse las costum-


bres públicas de las naciones de
la Europa con las de estos A me-
ricanos ?


Hasta aquí hemos hablado de
los obstáculos que impiden los
P rogresos de la poblacion en los


e 2




(LXVIII)
Estados de la Europa , y de los
medios para removerlos y aumen-
tarla , que es el primer objeto de
la política; ahora hablarétnos del
otro objeto de las leyes políticas
y económicas, que son las rique-
zas , de las quales muchos polí-
ticos antiguos creyeron que eran
la ruina de las naciones; y que le-
jos de desearlas un gobierno sabio
las debla mirar con horror; mas
la política moderna tiene por fal-
sas y ridículas estas ideas, y to-
das las naciones están persuadi-
das que contribuyen á su seguri-
dad y felicidad.


Las riquezas son temibles,
guando son el fruto de la conquis-
ta, y no del sudor del labrador,
del artesano, y del mercader, por-
que necesariamente corrompen los
pueblos , fomentan los vicios , y
aceleran la ruina de las naciones.
El oro y la plata destruyeron á
Lacedomonia y á Atenas , á Ti-


(LXIX)
ro, á Cartago y á Roma , mas que
las armas de los enemigos. Mas
hoy no producen el mismo efec-
to , porque no- se adquieren con
los mismos medios. En los tiene-
pos antiguos un pueblo rico esta-
ba lleno de gente ociosa , vana,
enervada y entregada á las pasio-
nes mas corrompidas , por consi-
guiente la mas servil y mas ex-
puesta á caer en el despotismo;
mas en el dia un pueblo rico es
laborioso , ocupado , fuerte y li-
bre; v así los legisladores deben
procurar hacerlas entrar en los
Estados por unas sabias leyes y
Un gobierno mOderado , porque
son el apoyo de la felicidad de los
ci udadanos , y de la libertad in-
terior y exterior de los pueblos.
islas cómo se intruducen las ri-
quezas en el Estado? Por la agri-
cultura, las artes, y el comercio.


La agricultura es la fuente
principal de las riquezas, sin ella




no hay artes ni comercio. Los.
frutos de la tierra, que son la
materia primera , se deben á la
agricultura; las artes y el comer-
cio no hacen mas que dar valor,
extender su uso , acrecentar su
consumo, trasportadas de un pais
á otro, y permutarlas; por donde
se vé que las artes y el comercio
dependen de la agricultura, y sin
ella están sin egercicio, ó por me-
jor decir muertas. Los pueblos
agricultores pueden vivir por sí;
mas no los comerciantes y manu-
factureros. La prosperidad de los
pueblos depende principalmente
de la agricultura, porque las ri-
quezas que no vienen de los fru-
tos de la tierra son inciertas, in-
constantes y precarias. Luego el.
pueblo que abandona los pro-
ductos de su suelo para entregar-
se á las artes y comercio, muy
en breve ha de caer en la pobre-
za , la' infelicidad y la miseria.


(LXXIi
Toda nacion que tiene un sue-


lo fértil puede estar persuadida
que tiene unas minas mas ricas y
mas inagotables que las del Perú;
y los legisladores sin perder de
vista las artes y el comercio, de-
ben principalmente dirigir sus le-
yes, y emplear toda su actividad
en fomentar la agricultura, darle
nuevos impulsos para llevarla á su
perfeccion , estando persuadidos
que lá opulencia nacional debe es-
tar fundada sobre esta Fase sóli-
da é inmoble; que si la agricultu-
ra está en su perfeccion tambien
llegarán á ella las artes y el co-
mercio que reciben su vida y vi-
gor de ella ; mas lejos de fomen-
tarla los gobiernos en la mayor
parte de los pueblos de la Euro-
ropa, se oponen á sus progresos.
Son tantos los obstáculos que se
oponen á su perfeccion , que mien-
tras éstos no se aparten, la na-
clon que deberia ser muy rica, se




(LXXII)
quedará siempre en estado de po-
breza , de miseria , y de infelici-
dad. Los obstáculos que se opo-
nen á los progresos de la agricul-
tura nacen, ó del gobierno, ó de
las leyes, ó de la grandeza inmen-
sa de las capitales. La legislacion
debe ocuparse con la mayor acti-
vidad en quitarlos todos.


El gobierno que no debe tener
por objeto sino la prosperidad y
la opulencia de las naciones, que
debe facilitar todos los medios pa-
ra conseguir este fin , que debia
ingerirse lo menos que fuera po-
sible en los negocios de los ciuda-
danos, dejándoles la mayor liber-
tad en sus operaciones, planes y
proyectos, les quita la libertad ; y
así destruye la industria , é impi-
de que prosperen la artes , el co-
mercio, y la agricultura, ponién-
doles obstáculos insuperables. El
primer obstáculo que pone á los
progresos de la agricultura, es la


(LXXIII)
prohibicion del comercio libre de
los productos de la tierra.


Temiendo no falte lo necesa-
rio para su consumo, se han prohi-
bido las extracciones, se han cer-
rado los puertos, se han llenado
de guardas las fronteras, se han
impuesto penas terribles contra
los que se atreven á extraer los
frutos de primera necesidad; pro-
videncias fatales que han arruina-
do la agricultura y el comercio,
despoblado los Estados , introdu-
cido la carestía, y destruido la
prosperidad. La agricultura se re-
siente de estas fatales providen-
cias, que solo están fundadas en
unos errores inveterados, y unas
preocupaciones que nuestros pa-
dres bárbaros nos han dejado, y
el gobierno las respeta con la mas
religiosa supersticion.


Prohibe la extraccion de los
frutos de primera necesidad, por-
que teme que de resultas de ella




(LXXIV)
se ha de introducir la carestía
en el pais. Veamos si estos te-
mores son vanos , ó están bien
fundados. La carestía consiste , ó
en que hay menos frutos de los que
se necesitan para el consumo, ó
en que habiendo bastantes, su pre-
cio es tan grande que muchos ciu-
dadanos no los pueden comprar.
Porque si hay frutos bastantes pa-
ra el consumo , y aunque su pre-
cio sea subido no hay nadie que
no los pueda comprar, no se pue-
de decir que hay carestía. Senta-
da así la idea de la carestía , vea-
mos ahora si nace de la libertad
del,comercio, ó de la prohibi-
cion y restriccion de esta liber-
tad. Si el comercio es libre , el
propietario lo venderá sin duda
alguna al que se lo pague mejor;
si lo compra el forastero , lo ex-
traerá del Estado; si es un ciuda-
dano el que le ofrece mayor pre-
cio, ó igual, siempre será éste pre-


(LXXV)
ferido por muchas razones, espe-
cialmente para asegurar mas su
negociacion.


Supongamos que los produc-
tos de los propietarios exceden de
mucho el consumo del pais, en es-
te caso ya se vé la utilidad que
resulta al Estado de que estos fru-
tos salgan fuera, á lo menos lo
superfluo; ¡mas se podrá esto con-
seguir con una libertad ilimitada?
Veámoslo. El precio de las cosas
vendibles siempre es proporcio-
nado al número de compradores,
á la cantidad de la cosa , y al
número de vendedores. Los pro-
pietarios en nuestra hipótesi es
necesario que envien los frutos á
las naciones que no tengan bas-
tantes para su consumo. A medida
que . estos frutos saldrán del Esta-
do, crecerá el precio de ellos en
el pais; y á medida que entrarán
en el extrangero , se disminuirá
su precio : así es preciso por esta




(LXXVI)
razon que la extraccion se dismi-
nuya, y guando se hayan puesto
los frutos á un precio igual en el
pais , y en el de los extrangeros,
cesará totalmente la extraccion.


Pero qué, ino podria suceder
que esta igualdad de precio no se
fijase basta haber extraido, no so-
lamente lo superfino , sino aun lo
necesario, y en este caso la liber-
tad ilimitada del comercio no in-
troduciria la carestía, y sería per-
judicialísima al Estado? Es muy
dificil que esto suceda; y si suce-
diera alguna vez, otra nacion se-
guramente supliria lo que baria
falta en ésta por los mismos mo-
tivos que el propietario habia ex-
traido sus frutos , es á saber, por
la ganancia que resulta del ma-
yor precio; de manera que la mis-
ma libertad que la habia puesto
en la carestía, la repondria en la
abundancia. Los precios siempre
estarian en una justa proporcion,


(LXXVII)
sin que se vieran aquellas altera-
ciones repentinas que afligen tan-
to al gobierno, y causan tantos
males al comerciante , al propie-
tario, y al labrador. Y así la li-
bertad del comercio no puede
causar en un Estado la falta de
los frutos necesarios para el con-
sumo.


Tampoco puede hacer subir su
precio de modo que muchos ciu-
dadanos no los puedan comprar.
Quando en un Estado habiendo la
cantidad suficiente de frutos para
su consumo, éstos se venden á un
precio muy alto , es porque están
estancados en pocas manos. Ha-
biendo poquísimos vendedores, es
preciso suba el precio de los fru-
tos, y el monopolio es inevitable.
Este desórden se evita teniendo
cada propietario la libertad de
vender sus frutos guando le aco-
mode; y siendo así , seguramente
no los pondrá en manos de un mo-


4




(LXXVIII)
nopolista , privándose de la utili-
dad que le podrá resultar de ven-
derlos en el tiempo que mas cuen-
ta le traiga.


Pero supongamos que con esta
libertad ilimitada se levante el
precio de los frutos , su utilidad
no será para dos 6 tres monopo
listas, sino para los propietarios.
Estos son los que se enriquecen,
y todas las clases de ciudadanos
participarán de sus riquezas , el
sastre, el zapatero, el herrero, el
carpintero, el cerragero , el jor-
nalero , el albañil , los criados;
en fin todos los que le ayudan en
sus labores , ó le fabrican instru-
mentos, 6 le venden las cosas nece-
sarias , las venderán con un pre-
cio proporcionado al valor de los
productos de la tierra, y estarán
mas bien pagados. La suerte de los
artesanos, comerciantes , jornale-
ros, &c. está unida á la del labra-
dor.De donde se infiere, que el pre-


(LXXIX)
cio de los frutos aunque esté mas
subido que ordinariamente estaba,
siempre será proporcionado á las
fuerzas de los que deben consu-
mirlo. Y así ni la falta de los fru-
tos necesarios para el consumo, ni
el mayor precio de ellos, pueden
nacer de la libertad ilimitada de
venderlos , sino que todos estos
males deben atribuirse á la priva-
cion de esta libertad.


La experiencia nos hace ver
todos los dias que los Estados
que privan al propietario de esta
libertad , padecen con mas fre-
cuencia estos desastres, que no los
que gozan de ella, y esto aun en
los años mas abundantes. La ra-
zon confirma tarnbien esta verdad.
Supongamos que haya en el pais
una abundancia de frutos que ex-
cedan el consumo que se puede
hacer de ellos, lque se hará de este
superfino? ó se perderá en el pais,
<5 con una licencia limitada del




(LXXX)
gobierno se extraerá: en quarquie-
ra de estos dos casos la cultura se
ha de resentir de estas trabas, y
en uno y otro la nacion está ex-
puesta al inminente peligro de una
carestía. Si se prohibe la extrac-
cion, el género se ha de vender
á un precio tan bajo , que no ha
de pagar los gastos del labrador;
y por consiguiente no lo cultiva-
rá, y así esta abundancia ha de
producir la carestía de otro año.
Si la extraccion se permite con li-
mitacion , la cultura de este fru-
to sufrirá el mismo daño , mas el
Estado sufrirá otro mucho mayor,
porque el gobierno nunca conce-
de esta licencia sin informarse de
la cantidad del producto de los
frutos, y de lo necesario para su
consumo; para esto es necesario
mucho tiempo , de manera que
el propietario tiene que venderlo
por sus urgencias á los monopo-
listas, antes que el gobierno haya


(LXXXI)
dado la licencia para,extraenlo.:


Se concede ,
el permiso y em-


pieza á extraerse, y sube el preció.
de repente de un modo extraorrf
dinario; esto no es en utilidad del
propietario que lo vendió á unipre-,
cio muy bajo, ,sino del monopo-
lista , que no: redunda ni :et-3 los
artesanos, jornaleros, comercian-
tes , &c. y asista .resien-
te en extremo, y los,:campp


.que-
dan . incultos porque el labradQX
no tiene;, las fuerzas .incesarias
para el cultivo: 1'p:r donde,se vé,
que. si el gobiernorlprohibe abso-
lutamente la extraccion en los a-
ños de abundancia,,re .sulta al,a 3 o
siguiente caregía. ,4,:cantidad de
estos frutos ; .si„Goticede .una
Eencia Jimitadaproduce el mis-•
410 :año una carestía 4 . p:recio, y
el, siguiente una escasez die can-
tidad-Por tanto es preciso pohr.97,.
sur que el defecto de libertad41;,
comercio de las producciones des,
ni730 II.




(LXXXII)
la tierra , -es perniciosísimo á la
pábladon , á las • artes, y al co-
mer'cio';'y .ocasiona tal miseria en
los propietarios de los terrenos,
que 'impide y retarda Muchísimo.
los' progresos de la agricultura.


Además de este obstáculo que
pone el gobierno á sus progresos,
lo son tambien la ;alteracion con-
tinua de -la tasa de' los terrenos,
la enagenacion de las rentas del
fisco , la naturaleza de algunos
impuestos,. -de exigir-
los , inlitud ‘ de lo's hombres
que 'se emplean en la cobranza de
los-'ttl ibutos que se arrancan á la
agricultura , y el sistema militar
que -hoy se sigue en todas-las na-
ciones de la Europa.•


Las leyes ponen á los progre-
S'Os (de la agricultura la segunda
clase de obstáculos. Hay nacio-
nes en Europa, cuyas leyes pro-
hlen á los • propietarios cercar
sus posesiones, siendo así que la


(LXXXIII)
experiencia y la razon nos ha-
cen ver quánto contribuye esta
clausura á la fecundidad de las
tierras , preservándolas del exce-
sivo rigor de los frias, del ímpe-
tu furioso de los vientos , y de o-
tros mil males á que están expues-
tos los terrenos abiertos; de ma-
nera que es evidente que la ley
es injustísima , y causa grivísimos
daños á los propietarios y á la a-
gricultura. ¿Pues qué, no tendrá
el propietario el mismo derecho
sobre el campo que sobre su ca-
sa, y las demás cosas suyas? ¿No
podrá disponer de lo que es suyo?
¡Y aun-se le quitará esta libertad
en la sociedad donde ha buscado
un apoyo para conservarla? ¿No
es éste un atentado contra los de-
rechos imprescriptibles de la pro-
piedad? Así esta ley que es injus-
tísima , porque viola el sacratísi-
n'o derecho de la propiedad; per-
Iligiosínia á la agricultura, por-


f 2


1




(LXXXIV)
que desalienta é impide al labra-
dor que expenda y gaste lo que
él mismo quisiera para mejorarla,
se debe considerar como la ignó-
minia de los códigos de la Eu-
ropa. Se debe sentar corno una re-
gla cierta y fija en esta materia
para juzgar de la utilidad o per-
juicio de las leyes , que toda di-
rninucion que se hace por ellas al
derecho de propiedad , causa el
mayor perjuicio á los progresos de
la agricultura, porque destruye la
industria y la aplicacion , del la-
brador ó del propietario; y por el
contrario , quanto mayor sea la
extension que las leyes dén á estos
derechos, tanto mas fomentan los
pregresos de ella.


Las leyes que han conservado
en los códigos de Europa muchos
restos del bárbaro derecho feu-
dal, ponen tarnbien un obstáculo
invencible á la agricultura. El de-
recho privilegiado de la caza por


(LXXXV)
el qual el señor del feudo se re-
serva un espacio vasto de terre-
no, para que los animales devo-
radores y devastadores de las pro-
ducciones del campo, gocen del
privilegio de no poder ser muer-
tos sino por las manos del Baron,
que con este ejercicio quiere dis-
traerse de los enfados é incomodi-
dades que le causan su vida ociosa,
inútil y voluptuosa; este derecho
que conserva toda la barbarie de
su origen, que es tan contrario al
i nterés público que deja incultas
tan vastas porciones de terreno,
causando perjuicios notabilísimos á.
la agricultura, se conserva aun en
el dia en su mayor vigor en mu-
chos paises de la Europa. La Dina-
marca, la Polonia, mucha parte dela Al emania y la Rusia, conservan
todavía la servidumbre de la gle-
ba ; y la triste humanidad gime
en la mas vergonzosa esclavitud,
sin conocer ni propiedad real ni




(LXXXVI)
personal, cultivando un suelo que
no es suyo, viendo con dolor que
los frutos de su sudor pasan á las
manos del bárbaro que los oprime.


Trabajan porque ven el palo
levantado que les amenaza; y des-
apareciendo éste, cesa el temor,
se abandona el trabajo, y la na-
turaleza venga con su esterilidad
los agravios que la ley hace á los
cultivadores. ¡Cómo ha de pros-
perar la agricultura en unos pai-
ses donde las leyes tienen al la-
brador en la cadena reducido á *
la desesperacion, al envilecimien-
to, á la bajeza y á la ignominia,
gimiendo bajo los rigores de la
tiranía? El feudalismo en cada na-
cion tiene diferentes modificacio-
nes, que todas son gravosas para
el labrador y se oponen á los pro-
gresos de la agricultura. Estos son
los principales obstáculos que las
leyes , ponen á esta noble arte; mas
hay otros que no nacen del vicio


(LXXXVII)
de las leyes , sino de la falta de
egecucion de lo que prescriben
muchas de ellas, que no se pue-
de negar que son utilísimas para
promover la cultura de las tier-
ras, y que ofrecen á los labrado-
res la seguridad , tranquilidad y
comodidades convenientes para
este fin.


En todos los códigos , así an-
tiguos como modernos, se hallan
muchas leyes de esta especie.Cons-
tantino Magno mandó á los exác-
tores del fisco que no incomoda-
sen á los labradores pobres , ba-
jo pena de la vida ; exceptuó de
la obligacion de los bagages por
otra ley á los bueyes destinados
al cultivo de las tierras. Honorio
y Teodosio prohibieron á los a-
creedores de hacer ejecucion por
sus créditos en los bueyes y en los
ins trumentos necesarios para el
cultivo comprendidos tambien
los esclavos, imponiendo pena de




,


(LXXXVIII)
la vida á los contraventores. Los
Emperadores Valente y Valenti-
niano Confirmaron estas mismas
leyes , y en todos los códigos mo-
dernos se hallan copiadas, pero
moderada la pena; mas es preci-
so confesar que son muy poco ob-
servadas . , pues se han inventado
mil medios para eludir un privi-
legio tan justo y tan sagrado, e-
chando mano de todo la dureza de
los exáctores de los tributos, y la
inhumanidad de los acreedores.


Los magistrados mismos con
el pretexto de seguir el espíritu
de las leyes, han encontrado me-
dios para eludir el sentido expre-
so de ellas. Si un acreedor pide su
crédito contra el labrador insol-
vible, el magistrado manda que
le entregue los bueyes en pago,
prohibiendo al mismo tiempo al
acreedor que los venda para ma-
tarlos; y así' cree obrar conforme
al espíritu de la ley , porque im-


(LXXXIX)
porta muy poco que los bueyes
estén en manos de uno ó de otro
estando siempre destinados á la
labranza. Este modo de interpre-
tar la ley es bien miserable , vil
y bajo. No es posible que un en-
tendimiento ilustrado llegue á per-
suadirse que los legisladores que
han publicado estas leyes , se ha-
yan propuesto de conservar siem-
pre fijo un cierto número de bue-
yes destinados para la labranza,
mirando con indiferencia que es-
tén en ésta ú otra mano, dejando
imposibilitados infinitos labrado-
res para continuar el cultivo de
las tierras inutilizadas para pro-
ducir la abundancia de frutos, con
los quales se sustentaban millares
de c iudadanos. Así todo parece
que se ha conjurado para hacer
ma s penosa y mas dura esta ar-
te tan antigua , tan noble , y tan
necesaria para la conservacion
d e los Estados, de las artes y del




(XC)
comercio. Los gobernadores , las
leyes y los mismos magistrados
ponen obstáculos á sus adelanta-
mientos ; y con esta opresion los
sudores de los labradores serán
inútiles para hacer fecundos los
campos.


El honrado labrador que con
sus sudores y trabajos alimenta al
Soberano , al magistrado , al sol-
dado , en fin á la patria, es mira-
do con desprecio como una per-
sona vil ; y el esclavo miserable
que vende su persona á los gran-
des señores, es honrado y estima-
do, y de mejor condicion que a-
quéllos. Las exInciones y los privi-
legios son para gente ociosa, afe-
minada, voluptuosa, incapaz de
servir á la patria ; y el peso de los
trabajos , la necesidad , y la mise-
ria, para el laborioso labrador. En
las capitales se oyen los clamo-
res y los gritos de una turba i n


-sensata y turbulenta, sin honor,


(XC!):
sin bienes, holgazana, y llena de
vicios , que no tiene otro mérito,
sino de estar si.empre pronta á tur-
bar el órden público, y excitar se-
diciones y alborotos para robar y
asesinar; y las lágrimas y los ge-
rnidos del triste labrador no son
atendidos. En este estado se halla
el sistema de gobierno en casi to-
da la Europa.


No hay ciudad donde á ex-
pensas de la labranza no se vean
levantar todos los dias colosos
fastuosos, que contribuyen al de-
coro del Estado, y no hacen mas
que oprimirlo con su peso y per-
petuar los errores del gobierno
sobre la prosperidad de los pue-
bl os. Este desórden influye mas
que ninguno otro en la ruina de la
agricultura, y es el que constitu-
ye la tercera clase de los obstá-
culos.


Las grandes ciudades, las ca-
pitales inmensas que no deberian




(XCII)
ser sino parte, ó la cabeza del Es-
tado, se han hecho todo el Esta-
do. El numerario todo vá á la ca-
pital , como los ríos á la mar, y
tras de las riquezas los hombres,
dejando desiertos los campos para
establecerse en el pais del oro y
de la plata. Hombres y dinero to-
do se ha encerrado dentro de los
muros de la capital, dejando por
todas las provincias espacios in-
mensos enteramente desiertos. Tal
es el estado de casi todas la na-
ciones de la Europa, incompati-
ble con los progresos de la agri-
cultura, y del todo opuesto á la
prosperidad de los pueblos. Por-
que los propietarios abandonan
las tierras para retirarse á las ca-
pitales , dejando el cuidado de e-
llas á unos mayordomos que no
tienen interés en mejorarlas. El
dinero que podia comprar tantos
brazos , para el cultivo, se consu-
me y se sepulta en la capital, no


permitiendo_al propietadp que re-
serve una cantidad para4a mejo-
ra y cultivo de sus campos. Infi-
nitos miserables que podian
picarse en aumentar las produc-
ciones de la tierra, buscan mendi-
gando en las capitales el pan que
ellos podrian dar á otros; de ma-
nera que la tierra está abandona-
da á la miseria y á la indigencia,
que por falta de medios no se la
puede hacer producir todo lo que
podria.


Para remediar estos males nq
basta prohibir á los labradores y
propietarios que no se establezcan
en la corte ni en las capitales,
sino que es necesario conocer la
causa del mal, y aplicarle el re-
medio que sea eficaz. Las causas
que concurren á engrandecer las
capitales con perjuicio de la agri-
cultura son de dos especies , las
u nas son necesarias , y las otras
abusivas.




(CXIV)
Es necesario que entren 'sumas


inmensa's erila. capital, porque to-
dos los tribútos, los impuestos, y
todas las rentas del Estado es pre-
ciso que vengan á ella. Los Minis-
tros , los empleados, y todos los
que tienen en la capital sus des-
tinos., no solamente gastan en ella
sus sueldos, sino tambien sus ren-
tas propias. El deseo de -salir de
la obscuridad, la ambicion, la es-
peranza de hacer fortuna ,- el
tractivo de los placeres, y la Mi*.
Ma sociabilidad , que es tan natu-
ral al hombre, todas estas y otras
muchas causas harán siempre en-
trar en las capitales muchas gen-
tes y dinero. Es necesario que el
legislador busque al un recurso
para hacer qué estas mismas
quezas vuelvan á salir de ellas
para las provincias, poniendo una
especie de equilibrio entre unas y
otras, lo que- no será' muydificil
conseguir si se consulta la razoné


(CXV)
Que se haga el comercio inte-


terior mas libre , la exportacion
mas fácil, los productos del cam-
po se venderán con mayor estima-
cion, y serán la fuente inagotable
de las riquezas. El propietario
procurará aumentar el producto
de sus tierras por la grande uti-
lidad que le ha de resultar; y esto
no lo puede conseguir sino estan
do presente á todas las operacio-
nes del cultivo. Por este medio in-
directo saldrán infinitas gentes de
la capital para retirarse á su pais,
y su retirada hacia salir á muchos
de aquellos séres viles que hacen
un tráfico infame de su libertad,
los quales no se diferencian de
los esclavos, sino en poder mudar
de señor. Mas como éste igual-
mente los puede despedir guando
quiera,su condicion es peor que la
de aquéllos, porque los expone to-
dos los dias á caer en la indigen-
c ia, y morir de miseria en la vejez.




(XCVI)
El segundo remedio es la mul:


ti plicacion de los propietarios. Los
grandes poseedores no solamen-
te arruinan la poblacion , como
hemos dicho arriba , sino tam-
bien la agricultura por el abuso
que hacen del terreno , y por las
riquezas y los hombres que ha-
cen entrar en la capital. Si lo que
uno de éstos posee estuviera en
manos de cincuenta ó cien per-
sonas, ninguna de éstas podria
ir á ella á gastar su dinero. Cui-
dando siempre de sus posesio-
nes las cultivarian mejor, harian
en ellas muchas mejoras y da-7.
rian veinte veces mas producto
que ahora. Los grandes propieta-
rios no saben salir de la corte,
donde consumen inútilmeute sus
riquezas, ó en objetos de vanidad
y lujo, ó en saciar pasiones ver-
gonzosas. Por donde se ve que la-.
reunion de muchas.posesiones en.
una sola mano engrandece las ea-


(XCVII)
pitales , y la division de éstas en
muchas manos, puebla las campi-
ñas, multiplica las producciones, y
dá un nuevo fomento á la poblador'.


El establecimiento de manu-
facturas en las provincias sería
otro remedio para estos males,
porque llamaria muchos hombres
á ellas y haria refluir en ellos las
riquezas de la capital. Estos esta-
blecimientos fomentarian la agri-
cultura por el mayor consumo que
tendrian los faltos , lo que obli-
garía á trabajar la tierra con ma-
yor cuidado, y serian mas abun-
dantes las cosechas. Los frutos en
este caso se venderian mas bara-
tos, y el precio de las manufac-
turas se disminuiria. En la socie-
dad civil, como en la naturaleza,
todo está encadenado; el legisla-
dor que sepa seguir el órden na-
tural que tienen las cosas , hará
la felicidad de la nacion , porque
co


ilsus eyes dará impulso á toda
Tomo




(XCVIII)
la máquina social, y con su mo-
vimiento se animará todo y ca-
minará á la perfeccion. El hom-
bre por una inclinacion que le es
natural lo quiere mejorar todo. Si
el gobierno y las leyes no ponen
obstáculo á su actividad, todo se
consigue. No necesita ni premios
del gobierno, ni fomentos la indus-
tria de los hombres. El formará sus
cálculos; y en viendo la utilidad,
ésta le hará hacer con mas gusto y
actividad lo que es necesario para
conseguirla, que no todas las dis-
posiciones del gobierno. Éste so-
lo debe emplear su autoridad , en
remover obstáculos, y dejar á los
ciudadanos en libertad.


El gobierno debe remover los
obstáculos que impiden la circu-
lacion interior, facilitándola mas
y mas abriendo caminos, y cons-
truyendo puentes , canales , &c.
Mas, ¿quáles son las causas abu-
sivas que deben reformarse ? La


(XCIX)
primera es reformar las apelacio-
nes de los tribunales de la provin-
cia á la capital , porque esto ha-
ce venir de las provincias á la ca-
pital muchos hombres y muchas
riquezas , habiéndose apoderado
de los ciudadanos en casi .


todas
las naciones un espíritu litigioso;
porque la multitud y obscuridad
de las leyes todo lo hacen soste-
nible. Los litigios son eternos, y
por consiguiente costosísimos. Las
apelaciones son necesarias para re-
formar las sentencias injustas de
los tribunales inferiores; pero el
bien del Estado exige que no sal,-
gan de la provincia. Así las ape-
laciones á la corte de los tribu-
nales de las provincias es una de
las causas del engrandecimiento
de ellas, y uno de los obstáculos
de los progresos de la agricultura
y de la poblacion. La segunda son
los privilegios concedidos á los
habitantes de las capitales , los


g 2


IPi




(C)
(piales guando no están fundados
sobre el mérito son súmamente
perjudiciales al Estado. Si de-
be darse preferencia á alguna cla-
se de ciudadanos en la sociedad,
solo debe ser á los que son mas
útiles; y en las artes , oficios
destinos, á los que se hayan dis-
tinguido mas con alguna inven-
cion de utilidad pública que sea
notoria á todos, ó con alguna ac-
ción muy gloriosa, y al mismo
tiempo de la mayor utilidad pa-
ra el Estado. Mas los gobiernos
no siempre arreglan su conducta
por la justicia distributiva , ni por
el bien público, sino por su inte-
rés particular , y muchas veces
por vanidad.


Los Príncipes, aunque tienen
toda la fuerza de la nacion en la
mano, no dejan de temer á los
mismos que les temen , especia l


-mente guando muchos están re
-unidos, y pueden tener una gran-


(CI)
de influencia sobre los demás: Las
capitales son de esta especie por
la mucha gente que hay en ellas,
y la grande influencia que tienen
sobre las provincias y sobre todo
el reyno. Por esta razon son muy
temidas de los Soberanos , y éste
es tambien el motivo porque se les
conceden tantos privilegios y es-
tán menos oprimidas, sacrifican-
do de este modo el interés de la
nacion al de la capital.


Esto podia tolerarse en los
tiempos bárbaros del feudalismo,
porque el Soberano propiamente
no lo era sino de la capital; todo
lo demás estaba dividido en di-
ferentes reyezuelos, que reunidos
entre sí, algunos de ellos tenian
la insolencia de levantarse con-
tra su Soberano que no tenia co-
munmente mas fuerzas que las de
la capital , y las de algunos feu-datarios que le estaban sumisos.
Mas en el dia en que está yá des-


Itrzaaci" 13-e`lil̂




(CII)
truido este coloso , y todas las
partes del reyno reunidas con su
cabeza no forman sino un cuerpo;
en el dia en que están yá cortadas
todas las cabezas de la hidra; en
el dia en que la principal fuerza
del Soberano, la opulencia y la se-
guridad pública, la forman los la-
bradores y los artesanos y comer-
ciantes de las provincias, yá no
hay motivo para distinguir con
tantos privilegios á los habitan,
tes de las capitales, perjudican-
do notablemente esta preferencia
á la justicia, á la política y al Es-
tado.


Finalmente el establecimiento
de hospitales, casas de misericor-
dia, de niños expósitos, &c. en
las provincias, baria refluir en e-
llas mucho dinero de la capital
que contribuirla á poner en vigor
la agricultura, y aumentar la po-.-
blacion.


Mientras que las capitales sean


tan ricas y tan grandes, no hay
que esperar que prosperen la agri-
cultura , ni las artes , ni el co-
mercio ; y la poblacion siempre
se irá disminuyendo por las razo-
nes que dejamos dichas. Estos son
los obstáculos que impiden los pro-
gresos de la agricultura ; y un go-
bierno ilustrado, despues de haber-
los destruido, debe dar otro paso
para animarla y darle un nuevo
impulso, el qual consiste en hon-
rar á esta clase de ciudadanos que
es la mas necesaria, y la mas útil
al Estado.


Los antiguos que conocian bien
lo que importaba al Estado pro-
teger á la agricultura y á los la-
bradores, no omitieron nada para
hacerla mas honorífica que todas
las otras profesiones del Estado.
Los Monarcas fastuQsos de la Per-
sia en la fiesta que estaba desti-
nada para ensalzar esta profe-
sion , deponiendo toda su pompa


'1A




(CIV)
real, se confundían con los hon-
rados labradores comiendo jun-
tamente con ellos en una misma
mesa, gozando aquéllos de la mis-
ma honra y dignidad que los or-
gullosos sátrapas y ministros. La
dignidad real, y todo el lustre del
trono parece que solo estaba des-
tinado para honrar á los labra-
dores, pues no se permitía asistir
á esta pompa ni á los artesanos
ni á los guerreros , sino á los que
por sus propias manos cultivaban
el campo. Entonces les decia el
Soberano: hijos mios, á vuestros
sudores debemos nuestra subsisten-
cia: nuestros cuidados paternales
aseguran vuestra tranquilidad: ya
que vosotros tambien necesitais
nuestra autoridad, estimémonos co- th


iguales , amémonos corno her-
manos, y que reyne siempre entre
nosotros la concordia y la paz.


En la China desde los tiem-
pos mas remotos se celebra una


(CV)
fiesta semejante, destinada al mis-
mo fin. El Emperador por ocho
dias continuos se hace labrador,
cava la tierra , abre un surco, y dis-
tribuye algunos honores á los que
han cultivado mejor el terreno.


En los primeros tiempos de
la república, los Romanos hicie-
ron servir las leyes , la policía
del gobierno, las costumbres, y el
culto, para honrar esta profesion.
Los Cónsules, los Dictadores , y
los primeros magistrados cultiva-
ban por sí mismos la tierra, y se
gloriaban de dar á su familia los
renombres que acordaban á su
posteridad la ocupacion favorita
de la cabeza de ella. Tanto se
honraba en Roma en los prime-
ros siglos de la república la no-
ble profesion de la agricultura!
Es verdad que guando esta sober-
bia ciudad llegó á la cumbre de la
grandeza abandonó la cultura de
las tierras.




(CVI)
Los Lacedemonios miraron es-


ta arte como vil , y la hicieron
ejercer por los Ilotes. Las bárba-
ros que destruyeron el imperio de
los Romanos, embriagados con
sus conquistas, dejaron á los es-
clavos el cultivo de las tierras; y
tambien los Europeos despues que
formaron colonias en el Nuevo
Mundo abandonaron su cultivo, y
la profesion mas necesaria y mas
honorífica se hizo la mas vil y
la mas despreciada. Tal es el ge-
nio y la condicion de los hombres
que abandonan muchas veces una
utilidad real y verdadera por una
vana é imaginaria. El arte feroz
de matar los hombres , de afligir
la humanidad , de llevar por to-
das partes el terror, la desola-
cion y la miseria ; el arte cruel de
robar y asesinar se hkt'reputado
de mucho honor, porque sin mu-
cha incomodidad y trabajo, y en
muy poco tiempo, se podia llegar


(CVII)
á adquirir por ella grandes cau-
dales; y el oro que todo lo enno-
blece, hizo á esta profesion tan
odiosa la mas estimada y l& mas
honorífica.


Todos los conquistadores des-
lumbrados con la brillantez le los
metales, se han formado esta idea
de la profesion de las armas. Es-
tas ideas se comunicaron á la le-
gislacion , y el uso y la costum-
bre han hecho este modo de pen-
sar muy comun en las naciones
de la Europa. Por esta causa se
ha impedido hasta nuestros dias
el progreso de la agricultura. Mas
despues que las luces de la filoso-
fía se han derramado por todas
partes, las preocupaciones que ha-
bíamos recibido de los bárbaros
han empezado á disiparse , la a-
gricultura empieza á mirarse con
estiinacion; y si los gobiernos co-
mo es de esperar la protegen y
la honran, no tardará en ocupar




(CVIII)
el lugar que debe tener én la opi-
nion de los hombres.


El honor, las distinciones, y
las recompensas, son los resortes
mas poderosos para todos los co-
razones; las naciones mas bárba-
ras Plas cultas se mueven igual-
mente por este principio. El hom-
bre salvage y el civilizado, el que
vive en la miseria, y el que nada
en las delicias, quiere ser honra-
do y distinguido, siente el despre-
cio y el envilecimiento. Si el la-
brador ve que el gobierno distin-
gue á los de su clase, les honra,
y aun les recompensa, estemos se-
guros que esta arte llegará muy
pronto á la perfeccion con gran-
de utilidad del Estado. A todas
las artes les dará espíritu y alma,
y derramará la abundancia y la
alegría en todos los pueblos, ciu-
dades y provincias.


Que el gobierno con sus sabias
leyes aparte todos los obstáculos


(CIX)
que hemos .dicho que impiden los
progresos de la agricultura, y ha-
rá salir al labrador de su miseria
y de su pobreza. No serán ya al-
mas viles las que se ocuparán en
esta arte tan necesaria alEstado,
sino los ricos , los magistrados;
y los filósofos buscarán-en ella la
tranquilidad, la dulzttra y el des-
COSO que no han podido conse-
guir en los ejercicios de sus des-
tinos, ni en el trato de las gen-
tes. Quando el rústico labrador
-vea en su compañía;,á l es,tos hom-
bres tan justa mente;honrados , él
mismo creerá participar de su ho-
nor , yslaplicará con nueva ac-
tividadAilicultivo de las tierras;
los llanos gol no ofrecen á nues-
tros ojos sino desiertos horrorosos
se convertirán en campos férti-
Jes,; la campiña se verá poblada,
y la naturaleza misma recibirá
con la compañía de los hombres
nueva fecundidad. Las manufac-




(CX)
turas y las artes recibirán con el
auxilio de la agricultura un vigor
nuevo.


La agricultura es a la primera
fuente de las riquezas del Estado;
las artes y las manufaettiras son
las segundas: guando las produc-
ciones de la tierra son tan abun-
dantes que- -sólara l ,liY:necesario;
guando la.poblacion se bwautnen z


-tado de manera que sobran gen-
tes para la agricultura,lina gran
parte deis -habitantls se aplica
á las matiliPacturaályDáulas''artes
para dat-1 14.1a nueva forála á los
productog•del pais , une los bene-
ficios dt-Llía-Gultura córIlos de la
industria. ;ptbd-uce ePlabrador,• y
perfecciona eh artista; Tal . fía:Si-
,dó siempiela. Sterte • di¿tbdas. las
naciones-qüe,ná se-hartihechoon-
qu istadoras . /ni-tati' Vivido en la
opresion y l tiranía. El genio del
hombre es fectindísimo,.y guan-
do vive pacífico y libre, Sabe ha-


(CXI)
cer mil invenciones utilísimas en
las artes dando nuevas formas á
los tesoros de la naturaleza para
hacer agradable la vida.


Las circunstancias del gobier-
no, y la situacion en que se ha-
lla el hombre, le impelen á que
emprenda la carrera de las artes
ó que se dedique á las manufac-
turas ; y esta inclinacion que la
halla dentro de sí mismo se forti-
fica con la curiosidad y el deseo
de la ganancia ; y ayudada con
los auxilios que el gobierno le
presta, le hace llevar muy pron-
to las artes y las manufacturas á
la perfeccion. Mas como el hom-
bre en todo lo que emprende con
dificultad se detiene en el medio
sin declinar á uno ú otro estre-
mo, es necesario que el legislador
le dirija en esta carrera, sin pro-
teger ni despreciar con exceso las
artes por no dejarlas abandona-
d as destruida la agricultura.




(CXII)
Las manufacturas, las artes,


y la agricultura, siempre deben ir
hermanadas ; y el objeto princi-
pal de las leyes económicas, de-
be ser combinar los progresos de
las unas con los de las otras de
manera que no se perjudiquen,
promoviendo especialmente aque-
llas manufacturas que emplean
mayor cantidad de las materias
primeras que produce el pais. Por-
que éstas fomentan la agricultu-
ra consumiendo mayor cantidad
de frutos, y obligan al labrador á
cultivar con mayor cuidado las
tierras, lo que pone en mas acti-
vidad todas las artes que sirven
al labrador; y además de esto ha-
ce entrar muchas riquezas en el
Estado. Por estos motivos es justo
que el legislador les dé la prefe-
rencia en las leyes.


Mas sí el pais fuese tan esté-
ril que no produjese los frutos ne-
cesarios para la rnanutencion de


(CXIII)
los habitantes, entonces sería una
temeridad proteger las manufac-
turas que consumen los frutos del
pais, porque con estas providen-
cias no baria mas que apresurar
la ruina del Estado promoviendo
el consumo de los frutos. La pro-
teccion debe darse en estos pai-
ses á las artes y manufacturas que
los traen de fuera, que son la fuen-
te de sus riquezas, y la manuten-
clon de los habitantes. De aquí
se infiere que las leyes económi-
cas deben ser diferentes en los pai-
ses agricultores que en los paises
comerciantes. En otra parte hemos
dicho que la diversidad del clima,
Y la situacion del pais, debe tam-
bien producir en estas leyes una
gran diversidad como en todas
las demás.


Si una nacion se hallase léjos
de la mar y sin tener en un pais
r íos navegables , y fuese su suelo
m uy fértil sin que pudiera ven-


709.0




ti


(eXIV)
der los frutos á los vecinos por
tenerlos éstos en abundancia , la
agricultura necesariamente habia
de decaer en esta nacion si el le-
gislador no fomentaba las artes
y manufacturas que consumen es-
tos frutos , protegiendo á los ar-
tistas y manufactureros para que
se multipliquen , y dando la pre-
ferencia á aquéllos que con su in-
dustria saben reducir las obras al
menor volúmen y peso que sea
posible para que se puedan trans-
portar fácilmente.


La abundancia de los frutos
del pais facilitada la subsisten-
cia de los artesanos, disminui-
ría su jornal, y se podrian ven-
der en los mercados extrangeros
las obras mas baratas, lo que les
dada la preferencia sobre todas
las demás; y haciendo entrar de
este modo riquezas en él pais, se
multiplicarían las fábricas, y con
este consumo el labrador se ani-


(CXV)
maría y continuarian los progre-
sos de la agricultura.


Su prosperidad no duraria si-
:no el tiempo que los extrangeros
tendrian interés en comprar lo's
productos de su industria; luego
que se aumentasen sus riquezas sus
manufacturas habian de decaer,
porque subiendo el precio de los
jornales de los oficiales, los pro--
duetos de las manufacturas no ten-
drian la preferencia en los merca-
dos por el aumento de precio que
de necesidad habian de tener, y
la nacion sería luego reducida á
su antigua pobreza. Para poder-
se sostener era necesario que su
comercio se conservára en un esta-
do medio. Deberia extraer abun-
da ncia.de las obras fabricadas pa-
ra comprar casi igual cantidad
de primeras materias del extran7.
gero; y con esta igualdad de ba-
lanza, que era imposible que du-
rase mucho tiempo, podría sos-


h 2




(CXVI)
tenerse conservándose las obras
de sus manufacturas en el mismo
precio, fomentando la agricultu-
ra sostenida de las artes y de las
manufacturas. Y así esta nacion
solo podria ser próspera en la me-
dianía de las riquezas.


Así como los hombres están
unidos entre sí por sus necesida-
des mútuas, tambien ha querido
la divina Providencia estrechar
los vínculos de las naciones, dan-
do á cada una de ellas produccio-
nes propias que las otras no tienen.
Y por la misma razon cada na-
clon debe considerar el producto
que tiene peculiar como una mina
riquísima, ó como un fondo in-
agotable de riquezas, donde de-
be aplicar todo su cuidado é in-
dustria. Si es un fruto de la tier-
ra , lo debe cultivar con el ma-
yor cuidado para darle toda aque-
lla perfeccion que puede recibir
e la industria del hombre; y si


(CXVII)
es alguna especie de manufactu-
ra que tiene alguna perfeccion sin-
gular por el concurso de circuns-
tancias, como del clima, del agua,
de la posicion , &c. debe poner to-
do el esmero en perfeccionarla con
la seguridad , que en los merca-
dos siempre ha de llevar la pre-
ferencia á las de las otras nacio-
nes. Por el contrario , serian in-
títiles todos los esfuerzos que ba-
ria en introducir producciones
propias de otros paises, y poco a-
nálogas al clima, ó manufacturas
que no serian muy conformes á las
circunstancias del pais.


Las leyes son las que deben
dirigir y proteger las artes y ma-
nufacturas ; y su influjo princi-
pal debe consistir en quitar los
obstáculos, y los mayores son los
establecimientos y las leyes que se
dirigen á disminuir la concurren-
cia de los artífices. No hay me-
dio mas eficaz para llevarlas á la




1


(CXVIII)
perfeccion, como la emulacion y
la concurrencia entre los artífi-
ces. Esta los excita á mejorarlas
para poderlas vender mejor que
las de sus competidores. Por esta
razon las leyes que quitan esta con-
currencia ó la disminuyen, arrui-
nan las artes y manufacturas. Ta-
les son las leyes de maestría, de
matrícula , las de cuerpo con es-
tatutos, instrucciones, examen, y
ciertas cualidades para entrar en
él. Los legisladores quieren en-
tender en todo, encadenando la
industria y los talentos, y todo se
resiente de esta servidumbre ig-
nominiosa. En un pais donde el
gobierno tenga la vanidad de en-
trometerse en todo, dictando le-
yes á los artistas, y queriendo di-
rigirlos á su fantasía y arbitrio,
nunca tendrán las artes aquella
nobleza y brillantez que nace del
espíritu de libertad.


Un artífice, si las artes están


(CXIX)
reducidas á cuerpos, no puede
ejercer su arte sin cosentimien-
to del mismo cuerpo; y para con-
seguir este consentimiento , es
necesario pagar la cantidad que
prescriben los estatutos autori-
zados por la ley. Por mas pro-
gresos que haya hecho en esta ar-
te, por mas talentos y habilidad
que tenga , si no paga la canti-
dad señalada , no tendrá la li-
cencia necesaria para ejercerla,
y su mayor obstáculo es su habi-
lidad ; y el interés y la envidia
le suscitan enemigos dentro del
cuerpo que procuran con todos
medios impedir su admision.


Para dedicarse á una arte, an-
te todas cosas es necesario consul-
tar, no sus talentos y sus inclina-
ciones, sino el dinero necesario
para la admision en el cuerpo. De
aquí resulta que las artes que pi-
den grandes talentos están llenas
de artífices ignorantes, incapaces,




(CXX)
no digo de hacer progresos en e-
llas, sino de ejercerlas con algun
mérito.


Este es el motivo porque en
Espada están todas las artes en
el estado mas imperfecto, habien-
do talentos tan excelentes y ge-
nios tan capaces de hacer mil in-
venciones, y llevarlas á un gra-
do de perfeccion que dejaria a-
sombradas á todas las naciones.
Hasta que las artes, las manufac-
turas y la industria tengan la li-
bertad que deben tener, esta na-
cion ocupará siempre el último
lugar entre las cultas de la Eu-
ropa, y el Estado se privará de
los inmensos caudales que podrian
producir ; la agricultura es uno,
de los fomentos principales, y la
poblacion privada de estos me-
dios de subsistir perderá infinitos
individuos.


Dejo aparte los pleytos y liti-
gios que tienen estos cuerpos en-


(CXXI)
tre si, enemistades, rivalidades,
pretensiones caprichosas , mono-
polios, vejaciones, y persecucio-
nes de los principales individuos
de ellos, y otros mil males que
resultan de estas corporaciones
establecidas por la ley contra la
libertad personal de los ciudada-
nos , sin que de ello resulte nin-
guna utilidad , sino mucho Per


-juicio al Estado. Las leyes en es
ta parte deben dejar al ciudada-
no en su plena libertad; que sea
bueno ó malo en su arte, el le-
gislador no debe extender á esto
su vigilancia. El comprador que
siempre es imparcial, por el in-
terés que tiene , castigará la ig-
norancia ó el descuido del artífi-
ce, y premiará su habilidad, su
ingenio y su aplicacion com pran


-do sus obras , y abandonando la
demás; y esta pena será mas efi-
caz para excitar la vigilancia, la
actividad, y la industria de los




(CXXII)
artistas que todas las penas de las
leyes.


Lo mismo debe decirse de los
privilegios exclusivos que el go-
bierno concede á algunas perso-
nas para ejercer alguna arte, por-
que producen efectos igualmente
funestos, y además destruyen en-
teramente la concurrencia y la
emulacion. Por donde se vé que la
ley, protegiendo las artes, no de-
be hacer sino excitar la concur-
rencia y la emulacion, apartan-
do todos los obstáculos que la im-
piden ó le destruyen, y prohibir
que se les impongan tributos 6
contribuciones; y para animarles
y dar vigor é impulso á la indus-
tria, sería necesario conceder al-
gunas distinciones honoríficas, dar
algunos premios pecuniarios, dis-
tribuir algunas recompensas á los
que mas se distinguiesen en la
perfeccion de sus obras , con lo
qual se animaria la industria sin


(CXXIII)
que costase mucho al erario.


La autoridad suprema, si sabe
usar bien del resorte del honor,
tiene en la mano el medio mas
eficaz para hacer nacer los inge-
nios, crear filósofos y sábios de to-
das especies , infundir valor á los
soldados, y hacer de ellos otros
tantos héroes , formar generales
perfectos, y dar vigor á todo. Oué
no puede esta autoridad guando
el que la maneja sabe hacer buen
uso de ella? La misma autoridad
hace la felicidad ó la ruina de la
nacion, la ensalza ó la sepulta en
la obscuridad, enciende el vigor
nacional ó lo apaga , en fin ha-
ce brillante el trono del Monarca,
respetable y temible á todas las
naciones, ó despreciable, vil y lle-
no de ignominia.


Las artes y las ciencias todas
están enlazadas, se comunican sus
i nfluencias, y contribuyen mútua-
mente á sus progresos. Todas tic-




(CXXIV)
nen algunos instrumentos , algu-
nas formas, y algunos elementos
que les son comunes. Las artes
han dado á la física mil experi-
mentos < que han confirmado sus
principios, y han servido para rec-
tificar algunas de sus máximas; la
arquitectura ha perfeccionado la
geometría. Y estas mismas artes
han recibido de las ciencias lu-
ces é influjos poderosos para cor-
rer á su perfeccion. La agricultu-
ra y las artes hacen en el dia la
fuerza de los Estados; y así el le-
gislador debe protegerlas y diri-
girlas, y los hombres deben culti-
varlas; mas es preciso que el co-
mercio las anime, sin el qual que-
darian muertas y sin vigor.


El comercio que todo lo anima
y lo pone en moviento en un Es-
tado que se puede llamar la fuen-
te de las riquezas, del poder y del
explendor de las naciones , que
hace salir á los pueblos del esta-


`1.


(CXXV)
do de salvages , y los lleva con
mucha prontitud á su perfeccion;
el comercio, digo, unas veces ha
sido cultivado y tenido en la ma-
yor estirnacion por algunas na-
ciones, y por otras ha sido aban-
donado y mirado con el mayor
desprecio. La paz lo llama á los
estados, y la guerra lo hace huir.
Las naciones guerreras le aborre-
cen y le detestan, y las pacíficas
le aman y le acarician. Ha corri-
do de unas ciudades á otras, y tan
pronto como ha visto las legiones
armadas, y ha oido el sonido hor-
rible de la trompeta , inmediata-
mente ha abandonado aquéllas
donde estaba muy de asiento.


El comercio que estuvo desde
la mas remota antigüedad en su
mayor vigor en el Asia, apénas
Oyó el ruido de las armas, se pa-
só á los Fenicios fijándose en Ti-
ro y en Sidon, dos ciudades que
le eran muy gratas; peco apénas




(CXXVI)
éstas dejaron las artes para seguir
el extruendo de las armas, se pasó
á Cartago: no bien enriqueció es-
ta ciudad, y llenó de gustos y co-
modidades á sus habitantes, guan-
do su gobierno se llenó de orgu-
llo, y quiso dedicarse á las con-
quistas: entonces se pasó á Atenas,
Corinto y Rodas , de donde le arro-
jaron las legiones Romanas, y es-
tuvo muchos siglos sin tener asien-
to fijo en ninguna parte, hasta que
por los siglos mit y xiv se me-
tió en algunas pequeñas repúbli-
cas de Italia , donde estaba mas
como pobre refugiado que busca-
ba un asilo huyendo de sus ene-
migos, que corno habitante libre
que se atreviera á presentarse co-
mo quien era, hasta que fué aco-
gido, protegido, y amparado por
Venecia, Génova, Pisa y Floren-
cia; y de allí empezó á extender
su imperio hasta las ciudades An-
seá ticas.


11


(CXXVII)
Én fin, despues de haber su-


frido tantas vicisitudes el comer-
cio, hoy se ha hecho el apoyo,
el alma, y la fuerza de todas las
naciones; y parece que todas ellas
se han convenido en ser comer-
ciantes. Y así el comercio en el
dia es necesario para la existen-
cia y conservacion de los cuer-
pos políticos. Las leyes deben pro-
tegerlo y dirigirlo ; y los legisla-
dores deben saber el que convie-
ne mas al estado de su nacion, y
á la naturaleza de su gobierno;
proporcionarlos medios para com-
binarlo con el de las demás na-
ciones , sin lo qual es imposible
que prospere; quitar todos los obs-
táculos que impiden sus progresos,
O por los impuestos y contribucio-
nes, 6 por los privilegios exclusi-
vos, ó por querer internarse dema-
siado en el gobierno, y dirigir sus
operaciones.


El Soberano debe publicar so-




(CXXVIII)
bre esta materia muy pocas leyes,
con el fin único de quitar todos
los obstáculos que retarden el co-
mercio interior, y que impiden la
extension del exterior; y estable-
cer el crédito público y privado,
que es el fundamento de la moral
y de la política de las naciones
comerciantes.


Á todas las naciones no les
conviene una misma especie de
gobierno, ya por la naturaleza del
pais, y ya tambien por la forma
de su gobierno. Un pais estéril no
puede hacer el mismo comercio
que otro que es fértil. Aquéllos, pa-
ra poder subsistir, necesitan traer
de fuera lo que necesitan; deben
buscar lo superfluo de una nacion,
y permutarlo con lo superfluo de
otras; y de esta permuta, que siem-
pre deja mucha utilidad , allegar
riquezas para la subsistencia de
su pais estéril y destituido de to-
dos los productos naturales. En


(CXXIX)
los antiguos Tiro hizo este comer-
cio de economía, y en los moder-
nos Venecia y la Holanda , sin
el qual en un pais tan estéril, de
necesidad hubieran perecido estas
naciones.


En los paises fértiles no ne-
cesitan para su subsistencia sino
permutar lo sobrante con el de
las demás naciones, para adquirir
por este medio lo que les falta; y
así toda su' industria y sus tra-
bajos deben ocuparse en aumen-
tarlo, y hacer que esté en él con
abundancia.


Es preciso para este fin faci-
litar la extraccion , y hacer de
manera que lo que se extraiga
exceda mucho á lo que se in-
troduce ; y que lo que se queda
en el pais se pague con la mone-
da corriente, para que introdu-
ciéndose de este modo las rique-
za s con esta moderacion , se in-
cline siempre á su favor la balan-


Tomo H.




(CXXX)
za de las riquezas relativas de
las naciones. •


La situacion y extension del
pais deben determinar tambien la
naturaleza del comercio. Un pais
marítimo de poca extension que
tiene puertos muy buenos y ca-
nales y ríos navegables, debe ha-
cer el comercio de economía; mas
el que no tenga estas. proporcio-
nes , lo deberá hacer de propie-
dad <5 de otra especie. Si el ter-
reno es mediterráneo , y de poca
extension y muy poco fértil , se
deben promover las manufactu-
ras, y sobre ellas fundar todo su
comercio.


El de economía parece mas
análogo al gobierno de muchos,
y el de propiedad y de lujo mas
propio de las monarquías. Los a-
nales de la industria de las na-
ciones modernas nos manifiestan
esta verdad ; pues vemos en vi-
gor en todas las repúblicas el co-


(CXXXI)
mercio de economía , y en.las
monarquías el de propiedad y de
lujo.


En las repúblicas reyna la fru-
galidad, y en las monarquías el
fausto y el . lujo; los que ejercitan.
el comercio de economía, es ne-
cesario que se contenten con ga-
nar poco para conseguir la pre-
ferencia, y• como no tienen otro
medio para subsistir es preciso
que sean frugales; mas en la mo-
narquía sucede todo lo contrario.
Esto es lo que comunmente suce-
de; pero las circunstancias parti-
culares pueden obligar á los le-
gisladores de los gobiernos dife-
rentes á apartarse de esta regla
general.


La necesidad del comercio pa-
ra la conservaeion de los Estados
d ebería llamar la atencion de los
gobiernos para facilitarlo ,
t¿.adole todos los obstáculos y de-jándole ea suma libertad :.esto


. no
1 2




(CXXXII)
obstante en casi todas las nacio-
nes de la Europa se vé entorpeci-
do y puesto en cadenas por las
infinitas trabas que el gobierno le
pone con sus leyes y sus provi-
dencias; lo que impide sus progre-
sos, y hace perder al Estado infi-
nitas riquezas y comodidades. Esto
nos manifiesta que en esta parte
de la legislacion hay muchos vi-
cios que deben corregirse , y lo
que el gobierno ha hecho has-
ta ahora no es lo que debe ha-
cerse..


El primer obstáculo que se o-
pone al comercio por el gobierno
es el establecimiento de las adua-
nas, invencion que excogitó Au-
gusto como un medio eficaz para
poder contentar la codicia de las
legiones y de las cohortes, y por
medio de esta fuerza conservar la
autoridad que habla usurpado, o-
bligando al mismo pueblo á con-
tribuir' con, Stas intereses para fa-


(CXXXIII)
bricar las cadenas que le habian
de tener en la esclavitud y en la
opresion. Las aduanas son unas
minas inagotables, y un tesoro
misterioso que no podrá acabar
jamás la prodigalidad mas exór-
bitante.


El mismo 'Emperador despues
de las guerras civiles estableció
un impuesto de uno por ciento so
bre todas las cosas vendibles desde
las de mas alto precio basta las
mas pequeñas. El pueblo se quejaba
altamente de esta imposicion en
tiempo de Tiberio ; y para apla-,7
car g o publicó un edicto, en el
gua' le manifestaba la necesidad
de esta contribucion para mante-
ner el egército.


Además de esta contribucion
in trodujo una nueva imposicioni
sobre los legados y herencias car-,
gando el cinco por ciento de su
valor líquido; y•todo lo que en-
traba en Rotna.i'de las provin-




(CXXXIV)
cias del -imperio y de las nacio-
nes extrangeras, pagaba la qua.-
dragésima ó la octava parte, ó
go mas ó menos, segun la volun-
tad del Emperador, cargando sin
embargo-mas las mercaderías de
lujo y las extrangeras, que los gé-
neros de necesidad._ : que venian
de las provincias del imperio. Las
aduanas eran menos perjudiciales
en los Romanosqueen las naciones
modernas .comerciantes , porque
lejos de introducir en Roma el co-
mercio las riquezas, no hacia mas
que extraerlas, y aun por algunos
respetos podían:-considerarse co-,
'no útiles; ¿mas qué es lo que -las
puede justificar hoy, que siendo el
comercio la fuente de las riquezas
del-Estado, esta- inven clon injusta
y'monstruosa pone á esta fuente
uno .de los mayores obstáculos pa-
ra qu'e corra ? Porque impone á to-
do ciudadano industrioso unape-
na pecuniaria,
al tnerpáde•


ti-


(CXXXV)
á que pague una multa que es tan-
to mayor quanto mayor beneficio
hace á la sociedad; le trata como
enemigo, recibiendo sus géneros
guando ha de entrar en nuestros
puertos ó ciudades con una mul-
titud de hombres armados; em-
plea ura infinidad de personas vi-
les y despreciables , venales y
corrompidas , que sin embargo
de estar pagadas por el gobier-
no , el interés les hace proteger
el contrabando :discurriendo me-
diospara ,i;nlrodticir todos los gé-
neros prohibidos por la ley , ó
librarlos del gravamen del regis7
tro. En fin , se puede pensar sin
dolor-que eLhonrado comercian-
te, guau() gimas se acerca á la eiu-.
dad con sus géneros, tanto mas ex-
puestoestá á recibir una afrenta á
unahrapii5a.. iSe podria creer;:-.que
las naciones 'civilizadas hicieran
un insulto tan grande á las luces
yiáda verdad? ¿Cómo:juzgarán


1


5


Ri




(CXXXVI)
de esta conducta las generaciones
futuras? ¡Es esto conforme á los
principios del sistema económi-
co, siendo constante que el comer-
cio es la fuente de la vida, del
vigor, y de la fuerza del Estado?
¡Pues qué el erario no podria con-
seguir por otra parte, sin poner es.,
tos obstáculos al comercio, el
mo producto que saca de las a-
duanas? ¡Y no se podrian com-
binar sus intereses con los del co-
mercio sin que el fisco se perju-
dicase, adquiriendo las riquezas
de este modo tan perjudicial á
los particulares y al bien del Eso
tado lr •
- Los escritores etonomistaltnó=
denlos han demostrado esta' ver4
dad con toda evidencia; pero
no se ha hechO caso de sus
cursos, y la luz no ha llegado á
penetrar ;hasta el trono. Los es-
fuerzos que han hecho para ilus-;
trar la teoría obscura é intrin,.-


(CXXXVII)
cada de la hacienda pública , no
han hecho mas que agravar los
males del pueblo , mostrando la
facilidad con que podrian curar-
se y la indolencia de los que de-
berian poner en ello remedio. Los
que la administran y la dirigen
cierran los ojos á la luz , y no
quieren hacer una reforma que
sería tan útil al Estado , á los par-
ticulares , y al Soberano.


Quando el Estado se halla en
muchos apuros se habla mucho
de comercio , pero jamás se toma
ninguna providencia que no le sea
perjudicial. ¡En qué consiste esto?
En que no se considera el comer
cio sino como un medio para au-
mentar las rentas del erarió, autij•
que sea con el mayor perjuició
de los particulares y del bien
coman.


El comercio interior y exte-
rior está encadenado, y el ciuda-
dano industrioso es espiado corno




(CXXXVITI)
si fuera un enemigo; no puede pa-
sar de un pueblo á otro sin que
se vea mil veces detenido, para
saber los géneros que transporta
y las guias que lleva. Si quiere
hacer alguna especulacion fuera
del reyno con las naciones extran-
geras, antes de saber si su suerte
será feliz.. ya las aduanas le ha-
brán cobrado una parte:del bene-
ficio que„quizás nunca . consegui-
rá:. ,Si quiere. hacer alguna expe-
dicion clandestina dentro del Es-
tado , es necesafio,que cierre cien
bocas á fuerzade.regalos, que cor-
rompa, cien,.,-frguardas , que ador7
mezea. cien .,dragones para poder
ejecutar su ., proyecto , y dejando
sembrado el Icami no de . oro y.; pla-
;la , mientras-egos vilesmercena,
rios se detienen en recoger estas
riquezas, continúa su camino no
sin temores y peligros... ¡Podrá
de este modo. prospera rnel.. comer-
sio;estando: erk una opresieln; y. ser-


(CXXXIX)
vidumbre tan pesada? El comer-
cio es hijo de la libertad , y no
puede subsistir sino enmedio
ella. Es necesario quitar- todos
obstáculos que las aduanas pone«
al comercio interno y externo-:Si
éste ha de hacer proresos, y bus,-!
car medios pa va su las pérdi-
das que el fisco pa,ceria con es-
tas mudanzas en la P.forma:del
sistema de las contribuciones é
impuestos.


El segundo, , obslá.eplo no me-
nos pernicioso que el Primero es
la enmidia, que se tienen las na--
dones , la qual,tace -nacer eta;
tre : e113§,.;:jiyalidAdms.. muy per-
nicios4s. :Persuadidos. los ,nue
rigen. sus. intereses que ',no pue-,..
de enriquecerse una sin que o-
tra se haga pobre , y que para
que .una gane es necesario que o-
tra pierda, ponen la mayor habi-
lidad ;de su política en ensalzar
la pasion que gobiernan sobre




1
(CXL)


las ruinas de las otras. Esta má.-
xirna fatal tan contraria al dere-
cho de las naciones, y tan funes-
ta á los mismos que por ella se go-
biernan , es la que ha hecho na-
cer los celos y la rivalidad entre
las de la Europa , las quales pa-
rece que todas se han reunido
para destruirse mútuamente en
secreto, sin que ninguna se enri-
quezca.


Los mismos celos y la misma
rivalidad•producida por la máxi-
ma que las naciones modernas han
tomado de las antiguas , encendió
la guerra entre Roma y Cartago,
y causó la ruina de estas dos fa-
mosas repúblicas. La misma má-
xima y los mismos celos armaron
á los Holandeses é Ingleses con-
tra los Portugueses y Españoles;
y los mares del África, del Asia,
de la América y de la España se
vieron muchas veces teñidos de
sangre y cubiertos de cadáveres;


(CALI)
despues de haber destruido las


'fuerzas de estas dos potencias, y
haberles quitado infinitas posesio-
nes del Asia y del Africa , este
mismo principio abominable in-
trodujo la division en estas dos
naciones codiciosas , y se arma-
ron para su ruina. La Holanda por
fin sucumbió y quedó reducida
casi á la nada. La Francia y la
España , habiendo recobrado al-
gunas fuerzas, se armaron contra
la Inglaterra: la lucha quedó mu-
chos años casi igual; mas guando
Bonaparte quiso hacer los últimos
esfuerzos para destruir la Gran
Bretaña, fué víctima del mismo
principio, y arrastró en su ruina
á todas las potencias que de gra-
do ó por fuerza hablan entrado en
Su partido.


Todas las naciones oponen obs-
táculos á las empresas pacíficas de
las otras, y se alegran de sus pér-
didas : todas se cunjurart contra1


1,


pFI




(CXLII)
sí, sin que haya otra causa de es-
ta desunion mas que la rivalidad
y los celos. El comercio que de-
beria unir los pueblos los separa;
el que debería conciliar la amis-
tad es causa de la discordia y
de la guerra , que hace resonar
sus rayos de un polo á otro en-
volviendo en ella á todas las na-
ciones sin que ninguna pueda que-
darse neutral.Esta rivalidad y en-
vidia es causa que el comercio
haga tan pocos progresos.


Si las naciones estuvieran per-
suadidas que sus intereses están
tan íntimamente unidos, que no
puede ganar ni perder una sin
que las otras resientan los efectos
en sus intereses, no se vedan las
divisiones ni la envidia ni las
rivalidades que hoy las devoran
y las destruyen á todas. La expe-
riencia misma nos confirma esta
verdad tan interesante en todos
los Estados de la Europa. El in-


(CXLI II)
terés de la España está en perfec-
cionar su agricultura, aumentar
su poblacion, hacer tomar nuevo
vigor á su comercio con las Amé-
ricas, y dar salida á los meta-
les de oro y plata comprando las
producciones de la industria de
los extrangeros. Todas las nacio-
nes tendrian en esto el mayor in-
terés, porque de la perfeccion de
su agricultura resultaria el aumen-
to de la poblacion, y de ésta e.
mayor consumo de los extrange-
ros : de la mayor actividad de su
comercio con las Américas en-
trarian mayores tesoros en Espa-
ña, los géneros extrangeros serian
bien pagados, y las fábricas y ma-
nufacturas seguirian siempre con
el mayor vigor y actividad, y las
p roducciones de América se corn-
prarian á un precio muy moderado.


El interés de Portugal es ad-
mitir la concurrencia de todas las
p roducciones extrangeros y la ven-


itraildsc°13ct.4?"




(CXLIV)
ta de ellas como de las propias;
y no permitir privativamente
á los Ingleses la introduccion de
sus géneros. De este modo com-
praria mas baratas las mercade-
rías extrangeros que necesita, y
venderia mas caras las suyas; y es
indudable que en esto se intere-
san todas las naciones que pueden
proveerla de sus géneros y nece-
sitan comprar los de Portugal. Lo
mismo se debe decir de la Rusia,
Su interés grande consiste en que
en el puerto- de Cronstad , y. en
el de Arcángel, admita indiferen-
temente á todas las naciones del
Mediodía y se libre del monopolio
de los Ingleses : así venderia me-
jor sus géneros y compraria mas
baratos los extrangeros. De este
modo se daria actividad á la in-
dustria y al comercio de muchas
naciones de la Europa, que en el
dia parece que está muerto y sin
vigor.


(CXLV)
La Francia con un suelo tan


fértil , con tantas manufacturas,
y tantos ingenios que han dado el
tono del buen gusto á toda la Eu-
ropa, extrae infinitamente mas de
lo que recibe de los extrangeros; y
así su mayor interés consiste en la
concurrencia general de todas las
naciones á sus puertos y mercados
para,la mejor venta de las produc-
ciones de su suelo y de su indus-
tria, y para proveerse con mas co-
modidad de los géneros extrange-
ros. La prosperidad de sus colo-
nias crecerla á proporcion de la
metrópoli, la poblacion se aumen-
tada en ellas, sus productos se-
rian mas abundantes, y la Europa
e ntera los compraria mas baratos;
y así el interés de la Francia está
unido con el de las demás nacio-
nes. Si esta potencia formidabledis minuyese las fuerzas de tierra,y a umentase las de mar, teniendo
Puertos tan buenos en el Mediter-


»)o




(CXLV i)
ráneo y en el Océano, podria im-
pedir que ninguna potencia se a-
poderase del imperio de la mar,
y protegeria la libertad del comer-
cio de todas las naciones.


La Inglaterra que se ha con-
ciliado el ódio de todo el inundo
por sus injusticias, sus celos y en-
vidia; que ha querido ser rica con
exclusion de todas las demás na-
ciones; que se ha hecho detesta-
ble á todos los amantes de la li-
bertad y defensores de los dere-
chos de la humanidad por las vio-
lencias, opresiones, y tiranía que
ejercia con sus colonias; esta po-
tencia orgullosa tiene tambien
nidos sus intereses con los demás
Estados, y no hay ninguno que no
deba espantarse de los desastres
que le amenazan por la libertad é
independencia de sus colonias. Si
llegára á destruirse el gobierno de
esta potencia , si se sentase en su
tróno un déspota , es cierto que


(CXLVII)
la Holanda, la Francia, la Espa-
ña , Portugal , la Dinamarca , la
Rusia, y la Suecia, sentirian algu-
nas ventajas aparentes , pero de
tan poca duracion, que luego que-
darian envueltas en la ruina uni-
versal de toda la Europa.


Si la libertad y la independen-
cia llega á fijarse en alguna pro-
vincia de la América, este sagra-
do fuego abrasará todo aquel vas-
to Continente, sin que haya fuer-
zas humanas para poderlo apagar.
Todos los esfuerzos que la Euro-
pa hará para detener el . movi-
miento rápido de la libertad , no
servirán sino para encender mas
el amor de ella, y formar milla-
res de héroes para defenderla. Si
la América se hace independien-
te , se acabó el comercio de la
Europa. Por que, ¿qué podrá lle-
var ésta á aquélla que no tenga
en su suelo con mayor abundan-
cia y de mejor calidad ? Es evi-


k 2




(CXLVIII)
dente, pues, que los intereses de
todas las naciones están entre sí
tan íntimamente unidos, que la
ruina ó prosperidad de una na-
cion tiene la mayor influencia en
los intereses de las otras. ¿ Qué
resta, pues, sino que los Sobera-
nos abran libremente sus puertos
y mercados á todas las naciones,
y dén la libertad al comercio, sin
la qual siempre será tímido, lán-
guido y lento; que reconozcan que
todos los hombres del mundo for-
man la gran sociedad del género
humano; y que todos sus miem-
bros tienen igual derecho de par-
ticipar de los bienes de todos los
otros, y de hacer las permutas y
los cambios que convienen á sus
mútuas necesidades?


De este modo se aumentará. la
prosperidad de cada una de las
naciones, crecerá su poblacion,
y los géneros estrangeros se com-
prarán Mas baratos; y aumentán-


(CXLIX)
dose en ella los frutos que otros
necesitan, siempre se venderán és-
tos con mayor estimacion. Esto
manifiesta con evidencia el enla-
ce que tienen entre sí los intere-
ses de las naciones, por cuya cau-
sa deben renunciar á toda rivali-
dad y envidia, y procurar que
todas lleguen á la prosperidad y
á las riquezas. Y así los gobiernos
no deberian estipular en sus tra-
tados de comercio sino la liber-
tad general de la industria y del
comercio, sin la qual es imposi-
ble que prospere. Todo lo que fa-
vorece esta libertad fomenta y
dá vigor al comercio , lo que la
restringe lo debilita. No se pue-
de dudar que la multitud de le-
yes que los legisladores han es-
tablecido sobre esta materia la
disminuye y coarta, é impide sus
progresos no menos que la riva-
lidad.


Si abrimos los códigos de 12




(CL)
Europa , hallamos en ellos infini-
tas leyes, estatutos, y reglamen-
tos sobre las cosas mas mínimas
del comercio; de manera que los
legisladores parece que se han
convertido en comerciantes, que-
riendo dirigir todas las empresas,
y arreglar todos los intereses con
el fin, es preciso confesarlo, de fo-
mentarlo y protegerlo; pero la ex-
periencia de mas de dos siglos'les
podía haber enseñado que no eran
estos medios capaces de promo-
verlo sino de destruirlo. El co-
mercio quiere libertad , y el que
se la quita lo destruye. 1Qué hom-
bre industrioso formará un cálcu-
lo de comercio, y emprenderá una
negociacion arriesgada, si le de-
tienen un millon de obstáculos que
las leyes mismas le imponen? Que
se vea en la historia los males
que en cada nacion han produci-
do las leyes económicas que se
-han dado sobre diferentes ramos


(CLI)
del comercio. No hay ninguna que
no pueda ofrecernos muchos he-
chos, y documentos auténticos, pa-
ra probar con toda evidencia que
guando el gobierno se quiere in-
ternar demasiado en las cosas del
comercio, seguramente causa su
ruina. Y así debe tenerse por cier-
to, que si el comerciante en qual-
quiera nacion que sea , para ha-
cer sus especulaciones debe tener
siempre los ojos puestos al códi-
go económico, jamás formará nin-
guna empresa de mucha conside-
racion , y el comercio estará en
el peor estado.


Otro obstáculo no menos per-
judicial para el comercio es obli-
gar las colonias al exclusivo con
l a metrópoli , estableciendo es-
te sistema con las leyes mas se-
veras. Es evidente que estas le-
yes prohibitivas coartando el co-
mercio lo enervan y debilitan,
al mismo tiempo que son contr




(CLII)
tias á los intereses de la metró-
poli y de las colonias. Los legis-
ladores no han podido tener sino
dos motivos para establecer esta
exclusiva perniciosísima; es á sa-
ber, el aumento de las imposicio-
nes sobre los colonos, cargando
los derechos en la introduccion
de los géneros extrangeros, 6 en
la extraccion de los frutos colo-
niales, ó hacer redundar á bene-
ficio de la metrópoli toda la uti-
lidad del comercio por medio de
este monopolio. Poca reflexion es
menester hacer para conocer que
se han engañado.


Primeramente esta imposicion
indirecta sobre las colonias no re-
cae sobre ellas, sino sobre la me-
trópoli misma; porque empobrece
las colonias, las ultraja, las irrita,
y con la opresion tan injusta no
hace mas que disponer los ánimos
de los colonos á romper en la pri-
mera ocásion favorable las cade-


(CLIII)
tías que los tienen atados. lUnos
hombres que están en esta disposi-
cion cultivarán con mucho cuida-
do las tierras para que dén frutos
en abundancia? ¡No las irán aban-
donando, ó por su propia volun-
tad, ó compelidos de la pobreza?
Y reducido á este estado, lqué fru-
tos coloniales se podrán extraer,
y qué géneros extrangeros podrán
entrar? Es , pues , evidente que
quanto mas pobres sean las colo-
nias, menos frutos producirán , y
menos géneros extrangeros se in-
troducirán; y en llegando á tener
poco mas que los precios se acabó
el comercio, y se secó la fuente
de las riquezas de la metrópoli y
de las colonias. Creo que esta so-
la reflexion bien meditada con-
vencerá á todo hombre sensato,
que los legisladores establecien-
do la exclusiva sobre este motivo
se han engañado.


No es menos ilusorio el segun-




(CLIV)
do motivo de hacer redundar la
utilidad del comercio en sola la
metrópoli. Porque ó ésta vende
sus géneros á las colonias, y com-
pra sus producciones al precio
comun y general, ó no; si al pre-
cío comun, es inútil la exclusiva;
mas si les vende mas caros sus
géneros y compra mas baratos
sus frutos , empobrece las colo-
nias y arruina enteramente el
comercio ; y así no resulta de
este monopolio ninguna . utilidad
á la metrópoli. De donde se infie-
re que las leyes que establecen la
exclusiva del comercio de la me-
trópoli con las colonias son muy
perjudiciales al comercio. Por
mas guardas que la metrópoli
ponga, por mas espías que haya,
por mas severas que sean las pe-
nas, el contrabando se hará pro-
metiendo una ganancia tan exce-
siva, y las colonias se proveerán
de esté modo de lo que necesiten,


iCLV)
sin contar con lo que la metró-
poli les quiere enviar. Porque la
esperanza de una gran ganancia
hace despreciar todos los peli-
gros, y así se hace comercio clan-
destino que arruina las colonias,
los comerciantes, y los intereses
de la metrópoli. La historia del
comercio nos presenta muchas
pruebas convincentes de esta ver-
dad , y sin embargo los gobiernos
hasta ahora no la han querido re-
conocer. Los súbditos de las co-
lonias siendo miembros de un mis-
mo cuerpo como los demás ciu-
dadanos de todo el imperio , de-
ben gozar de los mismos privi-
legios, y la justicia exige que no
se les imponga mayores graváme-
nes que á los otros. Así el interés
de la metrópoli es que tengan los
colonos la misma libertad de co-
mercio que los demás.


El último obstáculo del co-
mercio es la mala fé de los ne-




(CLVI)
gociantes. El crédito y la confian-
za son el alma del comercio, lo
que dá vigor á todas sus opera-
ciones , y la circulacion reducida
precisamente á los términos del
numerario, sería muy lenta y de
muy poca consideracion; mas el
crédito le dá infinito vigor, y hace
circular los géneros con la mayor
rapidez. Es evidente, pues, que to-
do lo que debilita el crédito, de-
bilita el comercio, le quita ener-
gía, impide sus progresos, en fin,
le pone un obstáculo que es capaz
de destruirlo enteramente. Las mu-
chas quiebras en una nacion le
quitan el crédito, y hacen que los
demás comerciantes tengan poca
confianza en sus individuos; ¡
llenos de estos temores y descon-
fianzas, se atreverán á exponer sus
intereses enviando caudales á la
nacion ? Yo creo que no. En una
gran parte de las naciones de la
Europa 'se ha tomado el medio de


(CLVII)
la quiebra para hacerse opulentos
los comerciantes.


Parece que esta injusta y de-
testable especulacion no está pro-
hibida por las leyes guando se vé
que con tan poca vergüenza se
usa de ella. Lo que causa admi -
racion es que todas las naciones
y todos los gobiernos están ocu-
pados y hablan de continuo del
comercio, y jamás han sido las
quiebras tan frecuentes. Es ver-
dad que las leyes establecen las
penas mas severas contra ellas;
mas este mismo rigor es causa de
la impunidad , y las hace inúti-
les. ¿ Pues qué remedio debe po-
nerse á este mal? ¡Cómo se debe
quitar al comercio este obstáculo
que es tan contrario á la moral,
á la política, al decoro de las cos-
tumbres, y al interés de los par-
ticulares y de las naciones? Vea-
mos de qué medios se podrá ser-
vi r el legislador para conseguirlo.


0




(CLVIII)
Las quiebras son voluntarias


y fraudulentas, ó involuntarias
y forzosas ; en aquéllas la insol-
vibilidad del deudor no es mas
que aparente , cede algunos efec-
tos á sus acreedores, y oculta la
mayor parte de ellos; en éstas el
deudor verdaderamente es insol-
vible, porque una desgracia que
el comerciante ha tenido , co-
mo la pérdida de una nave ó la
quiebra de un corresponsal suyo,
le han puesto en este estado de-
plorable, y no pudiendo pagar á
sus acreedores les cede los bienes
que le quedan en pago de parte
de sus créditos. Los primeros son
unos ladrones públicos, dignos-de
tanto mayor castigo quanto es-
cogen á su arbitrio el tiempo mas
oportuno para robar lo que quie-
ren ; los segundos son unos infe-
lices dignos de compasion , y en
medio de la afrenta y de la des-
gracia que sufren, y del rigor de


(CLIX)
la ley á que están expuestos, no
les queda otro consuelo que el tes-
timonio de su conciencia. La ley
condena al primero á la muerte;
y al segundo sin embargo que no
es delincuente á una cárcel per-
petua , privándole de la libertad
personal que la suerte le ha de-
jado , y confundiéndolo con los
delincuentes en estos edificios que
las leyes han levantado para la
seguridad del reposo público.


Esta injusticia de la ley que
castiga de este modo al inocente,
quita la libertad al ciudadano sin
causa y le oprime, está á la vista
de toda la Europa; y no vemos
que ninguna nacion corrija un er-
ror tan deplorable y tan funesto
á la humanidad. Por otra parte
estas leyes tan severas con los
quebrados que son inocentes, son
súmamente indulgentes con los
fraudulentos y voluntarios. Si és-
tos se componen con sus acreedo-




(CLX)
res, aunque su delito es tan gra-
ve y tan perjudicial á la nacion,
la ley se despoja de su severidad,
y no se acuerda del delito ni del
abuso de la confianza pública. Si
una tercera parte de sus acreedo-
res se compone con el fallido con-
tentándose con una parte ó por-
cion de su crédito , queda libre;
y con lo que ha robado entabla
una nueva negociacion , y » si la
suerte le favorece se enriquece á
costa de sus acreedores. Mas si
éstos no quieren hacer composi-
cion con el infeliz fallido de bue-
na fé, y quieren perderlo, les au-
toriza para que lo tengan encer-
rado en una cárcel perpetua. De
manera que la ley ha puesto en
manos de los acreedores el perder
á un inocente y salvar á un mal-
vado ; y así tanto por su rigor,
como por su indulgencia , es ab-
solutamente inútil. No hay año
donde no haya una infinidad de


(CLXI)
fallidos en varias naciones de la
Europa, y hasta ahora no vemos'
que á ninguno se haya aplicado
la pena de muerte, ¡y despues de
esto -extrañaremos que haya tan-
tas quiebras?


Para extirpar este delito el le-
gislador debía procurar precaver-
lo, y señalar una pena proporcio-
nada contra él, sin que quedase á
los delincuentes ninguna esperan-
za de impunidad, quitando á los
acreedores el derecho de decidir
de su suerte, y no dejándoles sino
el de indemnizarse del mejor mo-
do que les fuera posible de su cré-
dito , quedando á cargo del juez
continuar el proceso contra el fa-
llido; y justificándose que lo es de
mala fe aplicarle la pena con , to-
do rigor, la qual no deberia ser la
muerte sino la infamia , marcán-
dole en la frente las letras ini-
cialesde su delito con hierro en-
cendido para que constase á todo


Toin0
1




(CLXII)
el mundo que habia perdido por
sus delitos la confianza pública;
y por esta razon no se le de-
bia admitir en ningun empleo pú-
blico , y declarar por nulo todo
quanto hiciese y toda obligacion
firmada por él. Esta pena debe-
'la ejecutarse con todo el aparato
que hace ajas temible la justicia,
y mas vergonzoso el delito. Mas
justificada la quiebra involunta-
ria, y cedidos á los acreedores los
bienes, deberia ponerse al fallido
en libertad y publicar su buena
-fé y su inocencia.


El modo de precaver las quie-
bras es establecer unas leyes sun-
tuarias proporcionadas á los fon-
dos de cada comerciante; y en el
caso de quiebra, justificándose
por documentos ó por testigos
-haber gastado mas de lo que la
ley habia prescrito, sin necesidad
de mas pruebas declararlo fallido
de mala fé , y aplicarle la pena


(CLXIII)
sefialada por la ley. Los comer-
ciantes que quiebran de mala fé,
se sirven tambien de las dotes fin-
gidas para robar una gran porcion
de caudales á sus acreedores, apo,
derándose la muger tan pronto co-
illo se declara la quiebra de sus
mejores alhajas para hacerse pa-
go , y recobrar su dote fingida.
Para precaver este desórden, para
quitar á los tramposos este me-
dio de robar, el legislador podria
determinar que la dote no se pu-
diera poner en comercio sin con-
sentimiento de la muger; y en el
caso de consentido, que estuvie-
ra sujeta á todos los peligros y
desgracias del comercio, y si su-
cedía la quiebra que quedase pri-
vada del derecho de repetirla.


Finalmente, el último medio
de que se sirven los tramposos son
las polizas simuladas, notando en
sus libros de caja una deuda muy
grande á favor de una persona


12




(CLXIV)
que se ha concertado con él para
representar esta farsa fingiéndo-
se acreedor; y como esta deuda
está hipotecada , en el concurso
de acreedores es admitida. Si el
fallido resuelve pagar á cada a-
creedor la tercera parte de su
crédito, el acreedor supuesto que
se ha introducido con el fin de
salvar al quebrado una gran por-
cion de sus bienes, regularmente
tendrá un crédito tan quantioso
que con sola la tercera parte que
cobre se quedará el fallido con
bienes bastantes para poderlo pa-
sar muy cómodamente. Para pre-
caver este desórden, la ley de-
beria prescribir que el que pres-
tase su nombre antes de la quie-
bra para contestar un crédito fal-
so , sería castigado con la pena
del fallido como cómplice en el
mismo delito. El juez en el dis-
curso del proceso deberia infor-
marse con , la mayor escrupulosi-


(CLXV)
dad de la condicion de los acree-
dores para distinguir los verda-
deros de los supuestos y fingidos.
Así quitada el legislador todos los
obstáculos que impiden los pro-
gresos del comercio; pero esto
basta, sino que deberia proporcio-
nar todos los medios para facili-
tarlo y darle vigor y fuerza.


Los primeros cuidados del go-
bierno deben aplicarse á facili-
tar el comercio interior del rey-
no , construyendo caminos , cal-
zadas , puentes y canales para
que sea mas libre la comunicac ion
de las provincias , y el. transpor-
te de las mercaderías menos cos-
toso. Este es el medio eficaz para
avivar la industria y activar el
comercio , pues los hombres se
Comunican por su reunion las lu-
ces y los pensamientos, y se ex-
citan en ellos las pasiones de la
emulacion y de la gloria, que son
las que bien dirigidas les hacen




(CLXVI)
obrar tantos prodigios útiles para
la humanidad. En fin las artes,
las invenciones, la cultura, todo
ha nacido de la union y comunica-
cion de los hombres entre sí. Así
el que quiera avivar la industria,
adelantar las artes y los conoci-
mientos, es preciso que facilite la
comunicacion entre los hombres.
Por el contrario separados se ha-
cen salvages, se olvidan de las
ideas y de las instrucciones que
antes tenian, las artes y la indus-
tria decaen y se pierden.


El segundo medio de que de-
be servirse el gobierno es el buen
arreglo de la moneda , sobre lo
qual los escritores economistas
modernos han hecho tantas y tan
útiles meditaciones. Muchos polí-
ticos no conociendo sino unas má-
ximas generales de esta sublime
ciencia, adoptan con la misma fa-
cilidad los mas absurdos errores
que las mayores verdades; así han


(CLXVII)
seguido ciegamente el error de los
antiguos, los quales creían que el
valor de la moneda dependia so-
lamente del arbitrio de la auto-
ridad pública; y con esta falsa
idea han arruinado el comercio
de muchas naciones de la Euro-
pa. Este error fué indiferente pa-
ra ellos , y aun concederemo s que
fué muy útil; pero para los mo-
dernos será siempre muy perju-
dicial, porque se han variado las
circunstanc ias y los intereses son
muy diferentes.


Quando todo el comercio está
reducido á lo interior del Estado,
no tiene mucho inconvenien te que
el gobierno dé á su arbitrio el va-
lor que quiera á la moneda sea
del metal que se fuere , como lo
hizo Licurgo en Lacedemonia , y
los Romanos, los quales á las mo-
nedas de hierro cubiertas con u-
na lámina sutilisima de oro ó pla-
ta les dieron el valor de estos dos




(ÜLXVIII)
preciosos metales; pero fuéporque
aquél quiso apartar enteramenteá los Espartanos del comercio, y


.éstos facilitar el interior que es
el único que conocian. Roma no
comunicaba mas que con sus súb-
ditos y sus confederados que sed istinguian poco de los pri meros,porque seguian sus máximas, sususos, sus costumbres, y su legis-


lacion , y ponian en esto su glo-
ria. Estos repu blicanos no cono-
clan otro medio de en riquecer lapatria que la violencia de laguerra. Las naciones


modernashan adoptado para a dquirir ri-quezas
el sistema del comercio,especialmente el exterior. Este esla fuente de la opulencia de los


Estados, y la moneda es el ins-trumento y el medio para hacer
este comercio, no sola mente conlos mismos conciu dadanos , sinoCambien con los extra ngeros; y así
el valor de la moneda nopuede


(CLXIX)
depender solamente de la autori
dad del que la acuña, sino del in-
trínseco valor de los metales de
que se compone , segun la, esti-.
macion que las demás naciones
le dan.


Es preciso seguir las ideas de
los modernos economistas que con
tanta luz y juicio , tanta exácti-
titud y profundidad, han tratado
esta materia tan delicada, espe-
cialmente el conde de Carlí, el
marques de Becaria., y el abate
Galliani ; estos tres genios subli-
mes, estos hombres grandes que
con sus escritos y su método ex-
celente han dado todas las ins-
t rucciones necesarias para el buen
arreglo de la moneda con grande
utilidad del comercio. Para faci-
litarlo mas, era Cambien necesario
que el gobierno arreglase la uni-
formidad de pesos y medidas en
todo el Estado. Los Griegos y Ro-
manos que eran menos cerner-




(CLXX)
ciantes que nosotros no sufrieron
jamás esta diversidad en sus domi-
nios; y entre nosotros que nos pre-
ciamos de tantos conocimientos
no hay provincia que no tenga pe-
sos , medidas , monedas y leyes
diferentes, lo que además de los
perjuicios que causa al comercio
interior, es una prueba de que hay
poca unjan entre los miembros que
componen el cuerpo político.


El último apoyo que el legis-
lador debe dar al comercio en las
naciones marítimas es mantener
siempre una fuerza respetable pa-
ra defender la libertad de los ma-
res, que es el terreno comun de
todas las naciones, al qual todas
tienen igual derecho; y sin em-
bargo la preponderancia de las
fuerzas de una potencia orgullosa
quiere usurpar su imperio , y dar
la ley á todas las otras. La nacion
que tiene la fortuna de tener cos-
tas, y 'estar bañada de la mar,


(CLXXI)
es necesario que tenga fuerzas ca-
paces de mantener la policía y
la libertad general de los mares,
ó que renuncie ignominiosamente
al beneficio del comercio.


Mientras no se conserve el e-
quilibrio sobre el imperio de la
mar, el comercio estará siempre
encadenado y oprimido, y depen-
diente de la orgullosa potencia
que queriendo poseer sola las mi-
nas que dán fuerza y vigor á los
Estados, quiere tenerlos á todos
dependientes de su voluntad. No
hay otro medio para salir de esta
esclavitud vergonzosa y romper
estas cadenas, sino que todas las
potencias marítimas de concierto
pongan las fuerzas proporciona-
das á su estado y á sus intere-
ses, y todas reunidas defiendan lo
que es suyo y tan injustamente
se les usurpa.


Si la Francia, esta potencia
tan poderosa, y esta nacion tan




(CLXXII)
activa, hubiera puesto todos sus
cuidados en sostener y aumentar
su marina, al paso que hubiera
protegido su comercio hubiera
podido conservar el equilibrio del
imperio de la mar, y no hubiera
sufrido los golpes que la Gran .
Bretaña le ha dado con sus fuer-
zas marítimas; y si las demás po-
tencias hubieran conocido la ne-
cesidad de tener en buen estado
las fuerzas de mar, no se hubie-
ran visto insultadas tantas veces
por piratas berberiscos que han
molestado su comercio, y han ex-
puesto á tantos peligros la indus-
tria de sus ciudadanos.


Mas quedan pocas esperanzas
de que se puedan acrecentar las
fuerzas marítimas de las naciones
de la Europa por el estado en que
está su hacienda, y la imposibi-
lidad de aumentarla. Mientras se
quieran expender caudales inmen-
SOS para mantener una tropa per-


(CLXXIII)
manente de tierra que todo lo de-
vora y lo consume , es necesario
renunciar al aumento de las fuer-
zas de mar, y resolverse á arras-
trar lar cadenas de la servidum-
bre, sin poder salir de los puertos
para emprender ningun viage sin
haber pedido antes el permiso á
la nacion orgullosa que ha usur-
pado el imperio de los mares. Si
se llega á reformar el sistema mi-
litar presente, las naciones cono-
cerán la importancia y la necesi-
dad de estas fuerzas, y pondrán
todos sus cuidados en aumentarlas
para defender sus costas, prote-
ger su comercio, llevar sus tro-
pas de tierra con mucha facilidad
y con poca costa donde sea nece-
sario, 6 para defender las colo-
nias de la invasion de los enemi-
gos, 6 para reducirlas á la obe-
diencia en el caso que hayan que-
Iido sacudir el yugo, 6 para hacer
una invasion en el pais de los ene-




(CLXXIV)
migos , y vengar los agraviós é in-,
sultos que han hecho á la nacion.


Quando es necesario hacer al-
guna expedicion por tierra se ha-
llan mil incovenientes que impi-
den ó retardan la ejecucion de
los proyectos y muchas veces los
hacen inútiles. Los montes, los
ríos, los caminos , los transportes
de artillería, de víveres y muni-
ciones, y en fin, todo lo que es.
necesario para tener un ejército
bien equipado y dispuesto para la
guerra , todo pone mil obstáculos
á la ejecucion del plan. Mas so-
bre mar todo se trasporta con la
mayor facilidad y con la mayor
prontitud sobre un camino muy
llano que no ofrece ninguna di-7
ficultad. La tropa marina es la
mejor del mundo, la de mayor
valor, de mayor intrepidez, de
mayor firmeza, y de una fideli-
dad á toda prueba , y del mayor
heroismo, Acostumbrados á los


(CLXXV)
peligros de la muerte , y á las fa-
tigas y variacion de las estacio-
nes , saben sufrir con firmeza las
incomodidades y los trabajos de
la guerra , y presentarse delante
del enemigo con aquella intrepi-
dez que es el anuncio de la vic-
toria. Su valor no se desmiente
jamás porque nunca se corrom-
pe con el ocio de las guarnicio-
nes; y así estos ilustres guerre-
ros no dejan de ser héroes en tiem-
po de paz y de guerra. La manu-
tencion de estas tropas tampo-
co es gravosa al erario, porque
puede sacarse de los beneficios
del comercio que defienden y pro-
tegen. Pueblos marítimos , dis-
pertad de vuestro letargo, poned
todo vuestro cuidado en aumen-
tar vuestra marina, y estad cier-
to s que sereis respetados de to-
das las naciones del mundo si
so is poderosos por la mar, y vues-
tro nombre se pronunciará conn




(CLXXVI)
admiracion y respeto de un polo
á otro por todas las naciones;
mas por el contrario, por mas po-
derosos que seais por tierra no
sereis temidos sino de vuestros
vecinos, y los demás pueblos se
reirán de vuestro poder y despre-
ciarán todas vuestras amenazas.


Por todo lo dicho hasta aquí
se vé que el legislador para pro-
mover la felicidad de la nacion,
y hacer entrar en ella las rique-
zas, debe poner el mayor cuidado
en aumentar la poblacion y el
número de propietarios para que


• las tierras se cultiven mejor y ha-
ya mas medios de subsistir, por-
que de este modo se disminuirá el
número de los célibes, y se au-
mentarán los matrimonios: debe
tambien proteger las artes y la in-
dustria, y avivar el comercio re-
moviendo todos los obstáculos que
lo tienen encadenado, y darle to-
dos aquellos socorros que puedan


(CLXXVII)
ponerlo en mayor vigor. Por estos
medios la nacion saldrá de la de-
bilidad en que se halla, adquirirá
nuevas fuerzas, y se pondrá en ua
estado de seguridad, tranquilidad,
y felicidad, que es el fin de todas
las sociedades.


Tomo H.




J


(CLXXXVIII)


INDICE
de los capítulos contenidos


en este segundo tomo.
Páginas.


Capítulo I. De las leyes de los anti-
guos , y particularmente de los
Griegos y Romanos respecto á la
poblacion


Cap. II. Estado presente de la po-
blacion de la Europa


125
Cap. III. Corto número de propieta-


rios, número infinito de no propie-
tarios: primer obstáculo de la po-
blacion




3 z
Cap. IV. Muchos grandes propieta-


rios, pocos pequeños propietarios:
segundo obstáculo de la pobla-
cion


47
Cap. Y. Riquezas exórbilantes de los


(CLXXIX)
eclesiásticos, y prohibicion de ene-
genar sus bienes: tercer obstáculo
de la poblacion


57
Cap. VI. Tributos excesivos ,impues-


tos insoportables , modo violento
de exigirlos: quarto obstáculo de
la poblacion


Cap. VII. Estado presente de las tro-
pas de la Europa: quinto obstácu-
lo de la poblacion 76


Proyecto de reforma en el presente
sistema militar 83


Cap. VIII. Ultimo obstáculo de la po-
blacion: la incontinencia pública. i o


Cap. IX. Segundo objeto de las leyes
políticas y económicas: las rique-
zas


Cap. X. De los manantiales de las
riquezas


Cap. XI. Primera clase de los obs-
táculos que se oponen á los pro-


68


o8


IO




(CLXXX)
grasos de la agricultura: los que
nacen del gobierno


114
Cap. XII. Segunda clase de los obs-


táculos que se oponen á los pro-
gresos de la agricultura: los que
nacen de las leyes


131
Cap. XIII. Continuacion del mismo


asunto
147


Cap. XIV. Tercera clase de los obs-
táculos que se oponen á la agri-
cultura; los que nacen de la ex-
tension inmensa de los capitales


1 S z
Cap. XV. Del fomento, que aparta-


dos los obstáculos, se podria dar á
la agricultura haciéndola honrosa
á los que la egercen


169


CIENCIA


DE LA LEGISLACION.


LIBRO SEGUNDO.


PARTE PRIMERA.


De las leyes políticas y econor-
mieds'.


CAPITULO PRIMERO.


De las leyes de los antiguos, y particu-
larmente de los Griegos y Romanos,




respecto á la poblacion. ¡tfla
••


Dos son los objetos de las leyes pólíti-
-ca,r y económicas, como se ha visto en el
plan de esta obra: la poblacion y las
-quezas. Sin hombres no hay sociedad,,
Sin medios de subsistir no hay hombréS.
Todos conocen la estrecha relacion que


Tomo II. A




a Ciencia
estos dos objetos tienen entre sí. Yo habla-
ré ante todas cosas de la poblacion. Fiel
á lo,


que he prometido , principio este li-
bro ' exponiendo con la mayor brevedad
lo que han pensado los antiguos legisla-
dores , particularmente los Griegos y los
Romanos , para fomentar la poblacion: el
buen método pide que ántes de proponer
lo que debe hacerse, se exámine lo que se
ha hecho. Entremos y penetremos en la
antigüedad. Olvidémonos de los siglos
.que la dividen de; nosotros, y constitu-
yámonos censores de lo que se ha pensa-
do y practicado entre las naciones mas
cultas para la multiplicacion de la espe-
cie humana.


En todas las •• naciones , en todos los
siglos , en todas las especies de gobierno,
los legisladores han considerado la mul-
tiplicacion de los hombres como una cosa
de primera necesidad , y por esta razon
la poblacion ha sido el primer deber de
sus ciudadanos. No hablo de los Hebreos,
pues es notorio quán abominable era en
este pueblo el celibato y la esterilidad. El
respeto á la opinion pública obligaba al
1-1'e1:;reo á reproducirse: el temor de lá in-
famia7 le precisaba á seguir los deseos deP.' .
ta naturaleza.,En ninguna nacion , dice


de la legislacion. 3
el docto Seldeno (i), se ha observado con
un respeto mas religioso el crescite ,
multiplicamini como entre los Hebreos.
Vemos en los libros sagrados quán rápi-
dos fueron los progresos de su pobla-
clon (2): sus leyes dictadas por la Sabi-
duría eterna, 2 podian dejar de ser las mas
admirables sobre este objeto? Pero deje-
mos al pueblo de Israel, porque siendo
tan conocidas sus leyes, sería inútil hacer
mencion de ellas en este lugar. Veamos
lo que se ha hecho en otras naciones:
empezémos por los Persas.


Todos los años , dice Estrabon , los
Reyes de esta fértil region proponen pre-
mios para aquellos ciudadanos que dén


(1) Juan Seldeno en su obra intitulada de
jure sature et gentium juxta
Hebraorum. Lib. 5. cap. 6.


(a) Basta leer en la Biblia la historia de
las guerras de este pueblo para quedar per-
suadidos de su excesiva poblacion. En el lib.
s. Paralip. cap. QT. vers. 5 . y 6. encontra-
rnos que los combatientes eran 1,57o,000,
sin contar la tribu de Leví y la de Benjamin.


Suponiendo, pues, en estas dos tribus un
número igual de Hebreos propios para la
guerra, es preciso decir que este pueblo te-
nla 1,69 ,o0o personas en estado de tomar


A 2





4 Ciencia
mayor número de ciudadanos al Esta-
do (1). Este era, corno se vé en Herodoto,
el grande objeto de las leyes de esta na-
clon (a). Su misma religion, las máximas
de su moral , sus opiniones , todo contri-
buía á este fin comun. Uno de los dog-
mas de la religion de los Magos , que
era la de la Persia en aquel tiempo,
enseñaba que la accion mas agrada-
ble á la divinidad es engendrar un hijo,
cultivar un campo, y plantar un árbol.
Si el abad de S. Pedro hubiera querido
crear alguna secta, seguramente no hu-
biera podido predicar un dogma mas útil
que éste.


Quiero referir aquí el artículo 1 9 de
las armas, cuyo numero supone una pobla-
clon de 6,764,000 almas. Esta poblacion pa-
recerá otro tanto mas extraordinaria si se
observa que la Palestina, segun el docto
Templan, no tiene mas extension que la sex-
ta parte de la de Inglaterra. Basta tambien
leer la descripcion que josefo hebreo ha-
ce en el lib. 3 . de Bello cap. 3 . de la
Galilea para convencernos de la prodigiosa
poblacion de aquel pais. Véase lo que dice
Dion Cassio lib. 69.


Srrab. lib. . p. 733.




(a) I G,a1). .5 3 5.


de la legislacion. 5
su Sadder, que es un compendio del cé-
lebre y antiguo libro Zend-Avesta. "Cá-
',sate en tu juventud: este mundo no es
,,sino un pasage : es necesario que tu hijo
,,te siga, y que no se interrumpa la cacle-
„na de los séres.” 1Qué medio mejor po-
dian emplear los legisladores de la Persia
para animar la poblacion, que el influjo
de la moral , de los dogmas y de la reli-
gion? Mas si la legislacion de los Persas
era admirable para promover la poblacion,
no lo eran menos las leyes de la mayor
parte de las repúblicas griegas.


En toda Grecia , dice Musonio , nin-
guno podia ser célibe impunemente. Las
leyes establecian mil premios para los pa-
dres de familia, y castigaban la esterili-
dad en uno y otro sexó (1). Así como era
delito disponer de su vida , tambien lo
era disponer de su posteridad. La ley veía
igualmente en el suicida y en el celibata-
rio un hombre que abusaba de sus dere-
chos, un mal ciudadano, un destructor de
la sociedad. Era necesario, pues , apartar
á los hombres de este delito, y animarlos
á la virtud opuesta ; y éste era el espíritu


(r) Léase á Musonio , apud Stob,eunt ,
SerM. 73.




6 Ciencia
de todas las leyes griegas relativas a!
matrimonio y al celibato. La historia no
nos ha transmitido sino las de los Ate-
nienses y de los Espartanos, de las quales
quiero hablar aquí (1).


En Atenas, dice Dinarco (2), ni los
oradores, ni los comandantes del egército,
podian ser admitidos al gobierno de la
república ántes de tener hijos : y en Es-
parta, segun Eliano (3), bastaba tener tres
hijos para estar exentos de la obligacion
de hacer la guardia , y tener cinco para
estar libre de todas las cargas de la repú-
blica. Además , como en la una y en la
otra república el celibato era castigado,
se introdujeron ciertas fórmulas de acu-


(r) No sé cómo estas reflexiones se le pa-
saron á la delicada pluma de Montesquieu.


Adviértase sin embargo que yo no ra-
ciocino sino sobre las máximas de los Grie-
gos, los quales jamás consideraron el celiba-
to con relacion á la religion.(2) Dinarchus invectiv. in Demost.(3) 2.F.lian. variar. histor. lib. 6. cap. 6.
Lo mismo refiere Aristóteles, con sola la


jo
diferencia que éste creía bastaban guarro hi-


s para eximirse un ciudadano de todas las
cargas de la república, Aristór, lib. a. Polit.
cap. 9.


de la legislacion. 7
sacion relativas á este delito. En Atenas,
dice Polux , se llamaba la acusacion de
la agamia ó del celibato ; en Esparta á
la acusacion del celibato añadieron la de
apsigamia , y de la cacagamia ; esto es,
de aquellos que se casaban tarde, y de
los que hacian un mal casamiento (1).


La union legítima de los dos sexós
era , pues, entre los Espartanos una obli-
gacion , que era preciso cumplirla con
acierto y en tiempo oportuno , y de una
manera útil á la especie humana. Todos
los órganos del cuerpo, especialmente los
de la generacion , se debilitan á medida
que el hombre envejece. El matrimonio
de dos viejos es inútil; pero la de un vie-
jo con una jóven , ó la de un mozo con
una vieja, es doblemente perjudicial, por-
que en el primer caso se deja inculto un
campo que podria ser cultivado, y en el
segundo se pierden en fecundar un terre-
no estéril aquellas aguas que podian em-
plearse con fruto en un terreno fértil. Por
estas consideraciones los Espartanos aña-
dieron á las penas contra la agamia las de
la opsigamia y cacogamia , que no tenias


(I) julius Pollux in Onomastico , lib. g,
cap. 6,




8 Ciencia
otro objeto que precaver estos y otros des-
órdenes semejantes que condena la natura-
leza, no sufre el buen orden civil, y de-ben ser castigados por las leyes (z). i Pero
con qué penas eran castigados estos deli-
tos? Las leyes recurrieron á la infamia,
que es el remedio mas conveniente para
precaver los delitos en una república, en
donde los ciudadanos no se han acostum-
brado aún á despreciar la opinion pública.
La pena de los celibatarios era, dice Plu-
tarco (2), ser excluidos de los juegos gím-
ricos , y andar desnudos por la plaza pú-
blica en el invierno cantando un himno
lleno de irrisiones contra ellos. La de los
opsigamos , esto es, la de los que se ca-


(1) Las leyes Romanas procuraron tam-
bien impedir estos desórdenes. Uno de loscapítulos de la ley Papia Poppea, de la qual
hablaré mas abajo, era relativa á este objeto.Sexagenario masculo , quinquagenariee fw-
mince nuptias contrahere jus ne esto. LéaseHeineccio ad lepero
& Papians


.Popp. comm. lib. r. cap. s.
En el Seto. Prisciano se estableció,


utsexagenarii , quinquagenariee licet inie-
rint matrimonium, pwnis tawen cxlibattis
subsiet perpetuo. Heineccio ibid.(a) L'u/tuco in vita Licurg. El mismo


de Za Zegislacion. 9
saban tarde, era, segun Ateneo (t), ser
conducidos un dia solemne cerca del altar,
y ser allí azotados por las mugeres. La
historia no nos habla de las penas contra
la agamia , pero es de presumir que no
serian menos afrentosas.


Estas eran las leyes que las dos repú-
blicas mas célebres de la Grecia habian
establecido para animar la poblacion. Las
de las otras repúblicas se han perdido con
el tiempo; pero es creible que estaban for-
madas sobre el mismo plan. Muchos he-
chos de la historia de la Grecia nos dán
motivo para pensarlo así : uno entre otros
referido por Diodoro Sículo , lo demues-
autor refiere un hecho del qual se puede de-
ducir que en Esparta, á las otras penas im-
puestas contra el celibato , se afiadia la de
privar al célibe ya viejo de aquellos obse-
quios que la juventud le debia. Habiendo en-
trado un capitan viejo, recomendable por su
valor, en una casa donde habia reunidas al-
gunas personas, un joven que estaba sentado
junto á él no quiso cederle el asiento, dicién-
dole: tú no tienes hijos que oigan dia me lo
puedan ceder mí. Esta arrogante respuesta
no solamente quedó sin castigo, sino que fue
aplaudida. En tanto desprecio estaba en Es-
parta el celibato. Plut. ibid.


(r) Athen. lib. r3.




YO Ciencia
tra claramente. Quando Eparninondas ge-
neral de los Tebanos , dice este historia-
dor , estaba herido mortalmente para mo-
rir, se le acercó Pelópidas, y le dijo: ¿Así
mueres, amigo, sin dejar hijos? No, res-
pondió Epaminondas , yo dejo dos , la
victoria de Leuctres y la de Mantinea son
los dos hijos que yo dejo á mi patria (1).
¡Feliz siglo ! ¡Feliz república! donde la
paternidad es la primera obligacion del
ciudadano, y donde un hombre que mue-
re sin hijos necesita de dos victorias para
lavar esta mancha (2).


De los Griegos paso finalmente á Ro-
ma , y veo en este pueblo que las leyes


(1) Diod. Sic. lib. 5. cap. 87.
(a) Las muchas colonias griegas estable-


cidas sobre las costas de la Italia, del Asia,
y del Africa, bastarian , sino tuviéramos o-
tras pruebas, para hacernos conocer la sabidu-
ría de las leyes de los Griegos dirigidas á la
multiplicacion de la especie. Dion en el lib.
sa., y Tucíd. en el lib. 3., nos dicen que los
Trachinienses habiendo perdido muchos ciu-
dadanos, no hicieron sino pedir á Esparta su
metrópoli ro9 hombres para llenar el vacío
de su poblacion; y Plutarco en la vida de Ti-
muleon refiere, que habiendo éste arrojado á
Dionisio de Siracusa, y encontrado esta ciu-
dad y la de Selinunte muy despobladas,


de la legislacion. I I
para promover la poblacion empiezan con
la misma Roma. Rómulo concede los ma-
yores privilegios á. los padres de familia;
dá á los maridos sobre las mugeres (1), y
á los padres sobre los hijos (2), derechos
casi ilimitados; anima por este medio la po.
blacion, valiéndose del amor del poder,
que como se ha visto en otra parte (3), es
el gran principio de actividad en todos
los hombres , y en todas las especies de
gobierno. Augusto en su arenga, que refie-
re Dion , dice que en los primeros tiempos
de la república, los Reyes el Senado, y el
pueblo hicieron continuamente reglamen-
tos para determinar los ciudadanos al
matrimonio (4). Numa toma las mas acer-
tadas providencias para que la prostitu-
clon , enemiga declarada de la poblacion,
no penetre en Roma (5): se sirve de todos


convidó á los Griegos á establecerse en ellas,
y luego pasaron 6c de ellos á habitarlas.
Una madre que pare pocos hijos no los dé
seguramente á otras.


(a) Gel. lib. 57. cap. 6.
(a) Dionis. Alicarn. lib. a,
(3) Lib. a. cap. 12.
(4) Dionis. lib. 56.
(5) Era costumbre entre los Romanos que


las nuevas casadas, mientras que se hacia el




12 Ciencia
los medios para excitar los hijos á pedir
á sus padres el permiso de casarse (1),
apartándolos por este medio de los pla-
ceres y seducciones de la vaga Venus, que
hace insoportable el matrimonio á los que
han perdido el gusto de los placeres de la
inocencia. En los tiempos posteriores se
estableció la censura, y los censores tra-
bajaban sin cesar en destruir el celibato, y
promover la poblacion , obligando á los
celibatarios á pagar cierta pena pecuna-


sacrificio á Juno, que era la diosa protecto-
ra de las bodas , tocase el altar : de aquí vi-
no que tangere aran.: Junonis, nubere,
significaban una misma cosa. Numa para a-
partar las mugeres de la prostitucion , orde-
nó que la que una sola vez se hubiese entre-
gado á un hombre, no podria participar de
este honor si ántes no ofrecia un sacrificio de
humillacion á esta diosa vestida de luto, y
en la actitud mas humillante. Léase Heinec-
cio en su Comm. á la ley Julia y Papia Pop-
pea lib. 1. cap. a. Las palabras de esta ley de
Numa nos las ha conservado enteras Festo:
Pe/lex aram Yunonis ne tagito , se tagit,
Junonei crenebis demiseis acnon fominani
cze di to. Léase á Festo en la palabra pelles.(r ) El, ordenó que el padre que hubiese
dado al hijo el permiso para casarse no tu-


de la legislacion. 13
ria llamada muleta uxoria (1). Se vé en
Auto Gelio un fragmento de una oracion
del censor Publio Scipion Africano, la qual
comprueba que la censura no se contentaba
solo con castigar al celibatario, sino que
concedia mil premios á aquellos ciudada-
nos que habian dado hijos á la repúbli-
ca (a). Los célibes estaban excluidos de la
confianza pública , y por consiguiente pri-
vados de poder ser castigos (3). Entre
tanto se vé con la mayor admiracion que
los Romanos en los tiempos posteriores no
miraban al matrimonio sino con la mayor
viese derecho de venderlo. Véase á Plutarco
en la vida de Numa. Es fácil conocer quan-
to excitan estas leyes á los hijos para solici-
tar de sus padres el permiso de casarse.


(1) Léase á Festo en la palabra uxorem.
Censores, dice Valerio Máximo, illos orines;
qui ad senectutenz calibes pervenerant A.
E. R. 4. penas nomine in ceratium deferre
jussisse. Lib. a. cap. o.


(a) Anitnadvertimus (dice Aulo Gelio,
oratione P. Scipionis) quam censor habuit ad
populum inter ea, qu ‘e reprehendebat , quod
Contra majorum instituta fierent , id etiam
e: cluiblp: 5. casse,pq.uoIlfilios adoptivos patri a°
doptatori inter pr,enzia patrum prodesset.
G l,


(3) La primera pregunta que se hacia




1 4 Ciencia
aversion, sín embargo de estar protegido
por tantas leyes, y á la vista de los censo-
res , que parece no tenian otro objeto
que multiplicar el número de los matri-
monios. Mas de qué sirven los impulsos
guando son insuperables los obstáculos?
á.
De qué sirven las leyes guando los ciu-


dadanos no tienen interés en observarlas?
De qué sirve la censura guando es gene-


ral la corrupcion ? Sabemos á qué exceso
habia llegado el lujo de las matronas ro-
manas, su corrupcion , y su fausto, y
quán grande el número de los Ministros
de sus placeres , cuyos nombres lujosos
nos ha conservado la historia, como los
de ()matrices ,vcstitrices , ciráfiones ,


pse-
cades, texitrices , anctatrices, y otros mu-
chos séres fastuosos que el lujo de los
Romanos 'labia hecho objeto de primera
necesidad. Sabemos los progresos que hi-
zo en Roma la incontinencia pública (1):
los que se presentaban delante del juez pa-
ra hacer algun juramento , era : ¿ ex animi
tui sententia tu equum habes , tu uxoreni ha-
ber? Dime con toda verdad, ¿tienes caballo
y estas casado? Sin estos dos requisitos ó cir-
cunstancias, la ley creía que no se podia darfé al que juraba.


(s) Hablo de los tiempos de la decaden-


de la legislacion. i 5
es bien sabida la multitud de sus esclavos,
y los esfuerzos del Africa , del Asia , y
de todas las provincias para reemplazar
esta clase infeliz de hombres destinados á
ser el instrumento, el pasto, y la víctima
del lujo y del ocio de los Romanos (t).


Sabemos que la agricultura iba deca-
yendo en Italia (2); que las campiñas a-
bandonadas enteramente por los ciudada-
nos libres, eran habitadas por los escla-


cia de la república. Léase la arenga de Au-
gusto que trae Dion , lib. 46, en la qual se
reprehende el libertinage de los Romanos.


(t) Todos los escritores antiguos nos di-
cen que entraban en Roma continuamente
esclavos de la Siria, de la Sicilia , de la Ca-
padocia , del Asia menor , de la Tracia ,
del Egipto. Estrabon lib. 54. dice que se ven-
dieron diez mil esclavos en un solo dia en De-
los, ciudad de Cilicia. Un triste suceso dió á
conocer que un solo palacio en Roma conte-
nía quatrocientos de ellos , que fueron con-
denados á muerte por no haber impedido el
asesinato de su patrono. Tác. Anna'. lib. 14.
cap. e. Al paso que Roma se poblaba de es-
clavos, se despoblaba de ciudadanos.


(s) Los escritores del tiempo de Augusto
y de los siglos siguientes se lamentan de la
decadencia de la agricultura en Italia. Léase
á Columela en el proem. lib. 1. cap, 5. y




16 Ciencia
vos (i), y que la tierra regada con el su-
dor de estos infelices habia perdido bajo
sus serviles manos la antigua fertilidad.
Sabemos que las discordias civiles , que
los terrores de la tiranía, que las sospe-
chas , los temores , las venganzas de la
ambicion, y que la lucha sangrienta del
despotismo que nacia contra la libertad
moribunda , quitaban continuamente á la
patria una numerosa porcion de ciudada-
nos , y privaban á la otra de la seguridad
y tranquilidad (2).
Horat. lib. 2. Od. Varr. lib. 3. cap. r.
Tácit. Annal. lib. 3. cap. 34. Suet. in vit.
d'itigust. cap. 42-


(a) Partem , dice Livio , ergas-
tolo d solitudine vindicant. Y Séneca , Con-
trol,. s. lib 5. dice: Arata quondam populis
rufa singulorum ergastulorum sunt..dt nunc
eadem , dice Plinio lib. 1S. cap. 3. vincti
pedes , dan:nate manas , inscripti vultus' e-
xercent. Se me preguntará, dice Livio en
el lib. 6, de dónde pudieron los Volscos sa-
car tantos soldados despues de haber sido
vencidos tantas veces: era preciso se halla-
se una poblacion numerosísima en esta co-
marca , que en el dia sería un desierto , si-
no la habitasen unos pocos soldados y escla-
vos Romanos.


(a) Léase á Appian. de Dell. civ. lib. 2.'


de Za legislacion. 17
1Qué fruto podian producir los dé-


biles esfuerzos de las leyes contra la ac-
clon destructora de todas estas fuerzas
unidas? César y Augusto (i), viendo que
se disminuía continuamente la poblacion,
y que los matrimonios cada dia eran mas
raros, trabajaron, no en destruir las cau-
sas de este mal, sino en disminuir sus efec-
tos, y entrambos se ocuparon en discur-
rir medios para obligar á los ciudadanos á
tomar aquel estado que mas aborrecians
esto es, á ser padres y maridos.


(a) En el censo que mandó hacer Cé-
sar despues de la guerra civil no se encon-,
traron sino 55c) ciudadanos Romanos. Léa-
se el Epítome de Flore sobre la décad. as.
de Liv. — Suet. en la vida de César, cap.
45. Appian. ibid. Plutarco en la vida
de César.


Quien haya leido en Livio la descrip-
cion de los censos anteriores, conocerá los
golpes fatales que sufrió la poblacion de
Roma en los tiempos de que hablamos. Sí
la narracion que refiere de Fabio Pictor en
la Decad. r , lib. r , cap. 57, no es exá-
gerada , como parece que lo es , el número
de ciudadanos Romanos bajo el sexto Rey su-
peraba á lo menos un doble al de los tiem-
pos de César ; pues nos dice que en el cen-


Tomo II.




i í3 Ciencia
Estos Emperadores renovaron la cen-


sura , y quisieron ejercerla por sí mis-
mos (I): pero si un Censor puede con-
servar en el Estado las buenas costum-
bres , no puede jamás restablecerlas; for-
maron diferentes reglamentos , pero to-
dos inútiles. César destinó varias recom-
pensas á los que tenian muchos hijos MI
prohibió á las mugeres menores de 45 años,
que no tenían maridos ni hijos, el uso de
las joyas y de las literas (3); método esce-
lente dice Montesquieu , de atacar el celi-
bato por la vanidad (4). Augusto aun hizo
mas: impuso nuevas penas á los que no se


so de Servio Tulio se hallaron Soco °
hom-


bres en estado de tomar las armas. Pero
dejando ,',aparte este censo , que nos parece
inverosímil, si se examinan los censos pos-
teriores, empezando desde el quarto siglo
de Roma hasta el séptimo , se hallará que
entre los diez y ocho censos de que se hace
znericion en los libros de Livio , y en el
Epitome de los que se han perdido, los
quales precedieron al que hizo César, to-
dos pasan de ac0000, siete contienen 24oD
cinco 300000, tres 35000o, y dos 400000.


Dion, lib. 43.
(2) Suet. en 14 ¡'ida de César cap. ao.
(3) Eusebio en su Crónica.(4) Esprit des Loix 23, cap. Ir,


de la legislacion.


Fra
9cc-Isco eco


habían casado , y aumentó las recompen-
sas de los que lo estaban y de los que
tenian hijos-. Pero todas estas leyes se
dirigian demasiado directamente á su ob-
jeto, y por esta razon encontraron infini-
tos obstáculos. Algunos años despues los
caballeros Romanos pidieron la revoca-
cion (r). Esta vergonzosa solicitud dió
motivo á aquella célebre arenga de Au-
gusto que trae Dion (a) , que por todas
partes respira la gravedad de un Cen-
sor , y manifiesta el estado deplorable de
una república , que insensiblemente la
consume y arruina una lenta calentura.
Esta arenga es muy larga : solamente
trasladaré aquí sus últimas palabras. Des-
pues de haber íderriostrado la necesidad.
de la poblacionr; y.probado quán nece-
sario era contraerlmatrimonios para re-
pararla pérdida de los ciudadanos ;'_que
la guerra , las .enfermedades , y las dis-
cordias civiles habianlecho perder á la
patria; despues de haberlos dicho que
la aversion que tenian á un vínculo tan
dulce debia atribuirse á la corrupCion.
universal; despues de haber referido las-


(t) Dion, lib. 56.
(a) Id. allí.


Ea




20 Ciencia
recompensas que habia destinado al ala.;
trimonio, haber prometido su amistad y
favor á los padres de familia, y asegu-
rado que tendrian siempre preferencia en
la distribucion de las magistraturas , se
vuelve á los celibatarios , y manifestando
que no sabe qué nombre darles, les di-
ce: "Vosotros no sois hombres , porque
»no habeis dado ninguna prueba de vi-
»rilidacl. Mucho menos puedo liamaros
5, Romanos, porque haceis los mayores es-
»fuerzos para destruir la república. 01
»podria ciertamente llamar homicidas,
',porque privais al Estado de aquellos cluz.
»dadanos que podríais engendrar.
, píos , por qué no obedeceís á la volun-


»tad de los dioses? ¿Sacrílegos , por que
"' sufrís tranquilamente que .las imágenes
»y el nombre de vuestros:mayores perez,?.
»can? ¿Pérfidos, por qué procurais desolar
',la patria y privarla de habitadores? Pero,
»todos estos nombres no


•bastan á del-
//clarar lo que sois.... Salid, pues, de es-


te estado si me estimais s y si me ha-
»beis dado el nombre de padre, no por
»adularme, sino para honrarme, casa-
»ros y dad hijos al Estado; asi tendré
3, parte en este beneficio que liareis á la
»patria, y seré verdaderamente digno de


de la legislador:. 21
»este nombre sublime (x)."De esta mane-
ra terminó su discurso Augusto , y des-
pues publicó la célebre ley llamada Julia
y Papia Poppea, del nombre de los que
fueron cónsules parte de aquel afio. La
grandeza de este mal se veía bien clara
en la eleccion de estos mismos cónsules;
pues dice Dion que no estaban casados,
ni tenian hijos (a).


No es mi intento comentar ahora esta
ley, ni referir los diversos capítulos de
que se compone. Esta empresa me apar-
taría demasiado de mi objeto. Remito
mi lector á la obra profunda del célebre
Heineccio , que la ha ilustrado con la
mas vasta erudicion que pueda desear-.
se (3). Me contentaré con decir sola-
mente que los esfuerzos de Augusto fue-
ron inútiles , y que los Romanos con-
tinuaron en aborrecer como antes el ma-
trimonio y la paternidad. Esto es lo que


(r) No he traducido literalmente este
trozo de la oracion; mas se verá leyendo
el texto Griego que no me he apartado de
los pensamientos del autor.


(2) Dion , lib.
(3) Léase la obra de Heíne.ceio intitu-


lada: Ad legem juliam et Papiam Pop-,
txam commeiitarius,




2 2 Ciencia
quería dar á entender Tácito, guando ha-
blando de las costumbres de los Ger-
manos , escribió: Numerum liberorum


fi-
nire, out quemquam ex agnatis necare,
fiagitium habetur ; plusquam ibi boni mo-
res valent , quam alibi bonce leges (1). No
puede dudarse quiso aludir Tácito en es-
te lugar á la costumbre de los Roma-
nos, que por no incurrir en las penas
prevenidas en la ley Papia Poppea con-
tra aquellos que no tenian hijos, se ca-
saban 5 y despues de haber tenido uno
solo repudiaban la muger,


, 6 la hacian
abortar luego que advertían había con-
cebido. Ellos habían inventado este re-
medio infame para eludir el capítulo de
la ley Papia Poppea, que prohibía á los
que no estaban casados recibir herencia
ó legado alguno de los estrafios, y so-
lamente concedía la mitad á los casados
que no tenian hijos (2). Por esta causa


(x) De morib. Germ.
(2) Esta determinacion está comprendi-


da en los cap. 36 y 37 de la ley Papia
Poppea. Cglibes nisi intra centum les huic
legi paruerint , siegue hgreditatem , neque
legatum ex testamento, nisi proximorum
capiunto. ,


Si qui conjuguen nfasculus (ultra vigesi-


de la legislacion. 23
dijo Plutarco que los Romanos se casa-
ban por heredar, y no por tener here-
deros (i). Las recompensas y las penas
establecidas por Augusto para promover
la poblacion no fueron de ninguna uti-
lidad para Roma. El mal era superior á
los remedios, y los obstáculos mas po-
derosos que los esfuerzos. Los Germa-
nos, como hemos visto en el lugar cita-
do de Tácito , sin recompensa ni penas
veían en el matrimonio la primera obli-
gacion del ciudadano, y en la procrea-
cion de los hijos el mayor beneficio de
esta union. Los Romanos al contrario,
aunque precisados por las leyes , abor-
recian lo uno, y temian lo otro (2).


¿Qué juicio formarémos de estas le-
yes de Augusto? ¿Eran las mejores? No
puede decirse buena una ley guando no
es á propósito para producir el efecto


tnum quintum annum ) fcernina (ultra vice-
simum) orbi erunt , semissem relictorum tau-
tum capiunto. Léase á Heineccio Conn. ad
leg. ,uliam et Papiam Poppgam , lib. I.
cap. 5.


(1) Plutarco en las Obras morales, don-
de habla del amor de los padres por sus hijos.


(a) Léase á Plinio lib. 4, epist. 15. El
mismo Tácito en los Anales lib. 1$ , y Ara,




— -


24 Ciencia
que desea conseguir el legislador la in-
utilidad no es circunstancia indiferente
para la ley. Porque aunque el juzgar por
los efectos es un sistema erróneo, esto
tiene lugar en qualquiera otro asunto,
pero no en la legislacion. Y esta es la
causa por qué despues de haber expues-
to las ideas de los antiguos legisladores pa-
ra promover la poblacion , considero los
efectos para juzgar del estado presente
de la legislacion por lo que mira á este
objeto , y ver si las leyes de la Europa
relativas á la poblacion son las mas con-
venientes para aumentar el número de
los hombres. Para formar pues este juicio,
me propongo examinar si la Europa es-
tá hoy tan poblada como puede estarlo.


Esta investigacion tan importante pa-
ra la legislacion será el objeto del capí-
tulo siguiente.


rujan°
Marcelino lib. 14, cap. 5 9 : en este


último autor se vé que los desórdenes se con-
servaban aún en su siglo. Pile tuno Roince
existimatum quidquid extra urbis pomceria
natura fiússet pr,eter orbos f? calibes , nec
credi posse , qua obsequiorum diversitate
culti sint homines sine liberis, ut hi, qui
patres fnerint , tanquam in capita rnendico-
S'Uní caribes ddminarentur.


de
CAPÍTULO II.


Estado presente de la población de la
Europa.


N. 'entro á examinar aquí la célebre
cuestion agitada por tantos escritores, si
la Europa ha estado en otro tiempo mas
poblada que está al presente. Aunque po-
dría dar mucha fuerza á mis ideas la
opinion de aquéllos que se han declara-
do en favor de la mayor poblacion de
la antigüedad, sin embargo la buena fé
que profeso no me permite ocultar mis
pensamientos sobre este objeto. Por po-
co uso que se haga de la buena crítica
leyendo sus escritos, se verá fácilmente
quán falsos son los datos sobre los quales
apoyan sus cálculos quiméricos. Los de
Vossio y Wallac causan fastidio á todo
lector juicioso. Si estos dos escritores po-
co filósofos y sinceros , hubiesen recibi-
do de la antigüedad una comision para
defenderlos, no hubieran podido olvidar
tan vergonzosamente todas las reglas de
la crítica , ni abusar tanto de la histo-
ria , como lo han hecho , movidos sola-
mente del espíritu de sistema, y de la
manía tan comun á los filólogos y orado-




L6 Ciencia
res, de hacer vana ostentacion de sus ta-
lentos en la defensa de una mala causa.


Despues de las luces que el célebre
Hume (t) ha derramado sobre este obje-
to, no puede yá dudarse que á pesar de
la disminucion que ha experimentado la
poblacion , particularmente en algunas
provincias de la Europa, no se han au-
mentado mas, sino que se han disminuido
en su totalidad.


Pero se halla en el estado en que
podría y deberia estar? Hé aquí una cues-
tion mas importante que la primera, y mas
fácil de resolver ; mas ella nos conduce á
algunos resultados peligrosos para el que
los anuncia, y humillantes para los que
los causan.


La señal mas segura del estado de la
poblacion de un pais, es sin duda el esta-
do de su agricultura (a). Si ésta por e-
jemplo está muy léjos del grado de per-
feccion á que pudiera llegar ; si una por-
cion del territorio de su pais no está cul-
tivada , y la otra no produce por defec-


(r) Hume, Discursos políticos, disc. so
sobre el número de los habitadores de algu-
nas naciones antiguas.


(e) Aquí a o se habla sino de los paises
agricultores.


de !a legislacion. o7
to de cultura lo que podria ; si lagunas
infectas, que pudieran desecarse, ocu-
pan parte de su suelo ; si no se han cor-
tado muchos bosques inútiles; si terre-
nos fértiles, que podian estar cubiertos
de espigas, están por falta de cultura
condenados á no producir sino yerbas
silvestres , y á los animales un pasto
mezquino ; si, en una palabra, se obser-
va que los habitantes de este pais piden
á la naturaleza mucho menos de lo que
ella podria ofrecer á su industria , sin
andar en busca de numeraciones, cálcu-
los, ó de otras vanas congeturas, se pue-
de asegurar con toda certeza que su po-
blacion es poco considerable. Esta es u-
na verdad tan clara y evidente, que se-
ría ridículo empeñarnos en demostrarla.
Establezcámosla, pues, como un dato se-
guro , y desde aquí demos una ojeada
filosófica sobre el estado de la Europa.


¿Quál es, pregunto, aquella nacion
de la Europa que pueda gloriarse de ha-
ber llevado, no digo al mayor grado de
perfeccion , sino á una simple medianía su
agricultura? 1Quál es la que no vé una
mitad , ó á lo menos una tercera parte
de su terreno inculto , ó cubierto de bos-
ques inútiles , de aguas estancadas , ó de




28 Ciencia
pastos supérfluos? ZQuál es el pueblo en
Europa que pueda decir con los Chinos
industriosos: La tierra que habitamos
está toda empleada en proveer á nuestra
subsistencia ; no partimos con las fieras
sus preciosas producciones ; el arroz, que
es nuestro primer alimento , cubre la su-
perficie de nuestro vasto imperio; las a-
guas de los ríos son las superficies sobre
las quales levantamos guando se nos per-
mite nuestras movibles habitaciones: he-
mos construido sobre las mismas nuestras
poblaciones fluctuantes , por no defrau-
dar á la agricultura de aquella porcion de
terreno que ocuparían las casas (r) 5 los
árboles que en otra parte se amontonan
unos sobre otros , y cubren los terrenos
mas fértiles , los distribuimos con una sa-
bia economía en los lugares inútiles para
otra produccion ; la tierra que en otras
partes se deja ociosa , es obligada por
nuestros vigorosos esfuerzos á dar sus
frutos tres veces al año ; en una palabra,
la generosidad de la naturaleza es pro-
porcionada á los muchos brazos que em-


(r) Se sabe que hay en la China un gran
raiMero de familias que habitan , sobre las
aguas de los ;ios, en algunos edificios hechos
en forma de pequeñas embarcaciones.




de la legislacion. a9
picamos en cultivarla." ¡ Ah ! á excepcion
de algunos pequeños Estados de Italia,
y de algunas repúblicas de un territorio
muy limitado, las demás naciones de Eu-
ropa:están muy distantes de poder decir
esto mismo. Basta salir de las capitales
de nuestros grandes Estados , donde el
mucho consumo anima la agricultura de
las sierras vecinas, para ver , al paso que
nos apartamos de ellas, el triste espectá-
culo de la esterilidad.


El estado de la agricultura de la Eu-
ropa nos asegura del estado infeliz de su
poblacion.


¿Quál es la consecuencia que debe-
mos deducir de esta reflexion? Que la le-
gislacion es defectuosa en la Europa ;
corno hemos dicho es rfe s ó: erila pcij=
1lb:ea juzgar de la naturaleza de las cauce
sas por los efectos. En el curso ordinario
de las cosas, la naturaleza humana properij:¿r
de á multiplicarse prodigiosamente. Quan
do el hombre tenga con que alimentar sin
mucha pena y trabajo la muger y los hi.7
jos, seguirá sin dificultad los deseos de la,
naturaleza. El placer de perpetuarse en
sus descendientes, y el estado del matri-
monio es tan aliciente , que todo ciudada-:
/-1Q 9.1.1 e pueda lostenez j• Ils cargas ; y tenga




30 Ciencia
lo que necesite, seguirá la inclinacion de
la naturaleza que siente en su corazones
Esta es una verdad que muchos escritores
célebres han demostrado hasta la eviden-
cia (r), y que la experiencia de todos los
siglos ha hecho incontestable. Así en to-


o Estado , donde sin haber sufrido algu-
na desgracia fatal que alguna vez suele
afligir á las naciones, la poblacion no se
aumenta, ó se aumenta lentamente, es á
saber, de una manera que no es proporcio-
;Jada á la fecundidad natural ;.4eberdecirse
que hay un vicio en la política-cuya fuerza
puede medirse por la diferencia que hay en-
tre la poblacion que existe y la que puede
haber (2). Quejsegompare en laYuropa el
número de,;los i;papAclos con el de los ce-
libatarloS, y, se juzgue .por'solo:este cálculo
quáles,,spn los defectos de nu,estra.
tica, y los vicios, destructores de la pre,
lente legislacion.: 1; Nuestros legisladores
han conocido el ipahipero han conocido


(» Léase el Eaiayo sobre la naturaleza
da' comercio del "citado Hume part. r.
cap`.' 'I 5 . El' Amigó: de los hombres, y otros
muchos escritores económicos.


(c) Véase la obra del conde de Verri,
que tiene por cítelo : Meditaciones sobre la
economía pública, §. ao.


de la legislacion. 3:1
las causas, y han hallado los remedios?
Qué se ha hecho hasta ahora, y qué se


hace al presente para curarlo ? Lo que
hace un médico , guando no conociendo
la causa de la enfermedad quiere impe-
dir sus efectos. Se proponen recompensas
á los matrimonios, y á la paternidad; se
conceden algunas ténues exenciones á
aquellos ciudadanos que han dado cierto
número de hijos al Estado ; se priva á los
celibatarios de algunas prerrogativas; pe-
ro entretanto se dejan subsistir los obs-
táculos que impiden, á la mayor parte de
les hombres casarse .y ser padres. Esto es
lo mismo que regar el terreno sin sem-
brarlo.


Quitad los obstáculos , y no os de-
tengais en estos incentivos y alicientes. La
naturaleza ha dado suficiente premio al
matrimonio, y no necesita de otros socor-
ros. Que el Príncipe, dice, Plinio:, no dé
nada, pero que no quite.. ; queno alimen-
te , pero que no mate ; y los hijos nace-
rán por todas partes (1). En vez , pues,


(r) A tque adeo nihil :Aargiatur princeps,
duna nihil auferat ; dum non ocei-,
dat , ner deerunt qui filio: concupiscant.
nio en el Panegírico de Trajano.




32 Cienciade pensar en premios , recompensas, y
incentivos, la ciencia legislativa no debe
córisiderar sino los obstáculos. Debe exá-
minar guilles son los impedimentos que
detienen los progresos de la poblacion, y
qué medios deben emplearse para apar-
tarlos y destruirlos: Á estos dos objetos
se debe reducir la parte de esta ciencia
relativa á la multiplicacion de la especie.
Para proceder con Orden en esta investi-
gacion pongamos aquí un principio gene-
ral, que han adoptado como un axioma
todos los escritores políticos y económicos
del siglo : Todo lo que se dirige á hacer
dificil la subsistencia, se dirige á .dismi-
nuir la poblacion.


CAPÍTULO
Corto número-de propietarios, número in-
finito de no propieiarios:.priíriér obstáculo


de la poblacion (i).


La propiedad es la fuente productiva
del ciudadano , y el suelo es el vínculo


incontestable', que dejo
se- iitádó; trié- obligarla á poner . entre los
primeros obstáculos que se oponen á la po-
blacion, todas las causas que impiden los


de la legásideion.
33


que le une á la patria; un ciudadano que
vive del trabajo diario, aborrece el matri-
monio porque teme la carga de los hijos.
Un propietario desea lo uno y lo otro: to-
do nuevo brazo es para él un beneficio de
la Providencia, y la dulce esperanza de
adquirir un apoyo para su vejez , y un
heredero de sus bienes , excita en él un
vivo deseo de procrear una robusta prole.
Pocos esfuerzos se necesitarian para de-
mostrar esta verdad por la historia de todas
las naciones y la experiencia de todos los
siglos; pero no quiero apartarme de los
principios que dejo sentados. Hemos di-
cho que todo lo que se dirige á hacer di-
ficil la subsistencia, se dirige tambien á dis-
minuir la poblacion. El corto número,
pues, de propietarios, y el número infinito
de no propietarios , debe producir necesa-
riamente este efecto. Voy á demostrarlo.


Leed el gran libro de la sociedad , ob-
servad el estado de todas las naciones, y
los hallaréis divididos en dos partidos irre-
progresos de la riqueza nacional , á saber,
2as que impiden prosperar á la agricultura,
.Zas artes, y el comercio , pues todas estas
hacen mas dificil la subsistencia; mas como
debo hablar despues con mayor extension pa.
ra no confundi r


el órdcn de las cosas, me abs-
Tomo




34 Cieñcia
conciliables. Propietarios y no propieta-•
ríos, ó mercenarios, son las dos clases de
ciudadanos infelizmente enemigos entre
sí. En vano los moralistas han procurado
establecer un tratado de paz entre estas.
dos condiciones diversas. El propietario
procurará siempre comprar del jornalero
sus obras, al menor precio posible, y és-
te vendérselas al mayor. á Quál de estas
dos ciases perderá en este negocio ? Es•
evidente que será la mas numerosa. i Y
qua' es la mas numerosa? Por desgracia
cornun de la Europa , por un vicio, enor-
me de la legislacion , la clase de propie-
tarios es infinitamente pequeña -relativa-
mentes á la de los mercenarios. De esta
funesta desproporcion- nace . la falta de
subsistencia en la mayor parte de los ciu-
dadanos que componen la clase de
mercenarios. La concurrencia que. resulta
de su- multitud debe necesariamente en-
vilecer el premio de sus obras.. Quince, ó
á lo mas veinte granar/t), son el precio
tengo en este lugar de considerarlas bajo este
aspecto, siendo bastante haber indicado en es-
ta nota que deban ser contadas en el número
de las causas que dañan mas á la poblacion.


(m) Moneda napolitana, que seis de ellas
hacen un real de vellorí.


de la legislacion. 35
ordinario entre nosotros del jornal en-
tero de un labrador, que solamente ha-
lla trabajo en . algunos meses del ano. De
este: precio puede . . rebajarse seguramente
una tercéra parte , porque á lo menos
guarro meses del ano no encuentra donde
ocupar sus brazos. Suplid las necesidades
de una familia con diez ó doce sueldos
diarios.


Esta es la causa de la miseria de la
mayor parte de los ciudadanos; de aquí
nace la falta de subsistencia en la clase de
los mercenarios; y esto es lo que le quita
el deseo , la esperanza, y los medios de
reproducirse con el socorro de un vinculo
incompatible con la miseria , y funesto
quando la produce y acrecienta.


Que no se me opongan los hechos y
la experiencia. La facilidad de hablar y la
impotencia de exáminar las cosas, dice
Montesquieu , es lo que ha hecho afirmar
á algunos que quanto mas pobres son los
ciudadanos de un Estado , mas numerosas
son las familias. Concedo que los que ab-
solutamente no poséen nada , como los
mendigos , tienen muchos hijos. Pero esto
procede porque Se hallan en un estado
igual al de un pueblo que nace: nada
Cuesta al padre enseriar su arte á los hi-


C 2
Francisco leceña




3 6Cienciajos, los quales naciendo son los instru-
mentos de esta misma arte. Mas los que no
son pobres, sino porque privados de pro-.
piedades, y el trabajo -de sus manos envi-
lecido por la concurrencia, no les sumi-
nistra lo necesaria para el mantenimiento
de la familia ; estos, digo , darán pocos
hijos al Estado. No teniendo el suficiente
alimento, ¿cómo pensarán en dividirlo ?
No pudiéndose cuidar en sus enfermeda-
des , ¿cómo podrán criar sus hijuelos que•
se hallan en una continua enfermedad
qual es la infancia?
• Salid de las capitales, dirá alguno,


penetrad en lo interior de las provincias,
observad los paises sujetos al dominio feu-
dal donde frecuentemente el baron es el
único propietario de las tierras; veréis en
estos lugares la mayor parte de los hom-
bres precisados á sacar su subsistencia de
un ténue y diario salario, que les conde-
na á la mas espantosa miseria : vereis la
indigencia pintada en su rostro, en su pe-
bre casilla, y en su mismo lecho, en el
qual rara vez encontrareis una sola per-
sona. Cada uno de estos infelices quiere
tener una compañera de sus penas, y pso-
cura suavizar con los inocentes placeres
de la naturaleza , los espantosos rigóres


de la legislacion. :37
de su miseria. Mas yo pregunto á 'este
obstinado partidario de la pobreza, ¿si los
matrimonios fueran en estos paises tan
frecuentes , por ventura no deberia ír
aumento cada dia su poblacion? ¿Por qué
al paso que nos alejamos de las capitales-,
hallamos la desolacion en las campiñas?
¿Por qué en lugar de crecer la poblacion,
se vé disminuirse sensiblemente ? Es •pre-
ciso decir, ó que el hecho no es cierto, ó
que los hijos que nacen de estos infelices
esposos perecen en la aurora de sus dias,


que el matrimonio es estéril guando es-
tá atormentado por la miseria.


Volvamos á nuestro asunto. Creo ha-
ber demostrado bastantemente, como el
corto número de propietarios, el infinito
número de jornaleros , y la grande des-
proporcion que en la Europa se halla en-
tre estas dos clases de ciudadanos ,;clebe
necesariamente producir en la mas.nume-
rosa la falta de subsistencia, y por consi-
guiente de la poblacion. Veamos ahora lo
que han pensado los legisladores mas cé-
lebres para precaver este mal, y lo que
convencida hacer al presente.


Todas las sociedades han comenzado
por la distribucion de—las tierras. Las le-
yes agrarias han sido siempre las primeras




,39
en la'. ihfancia de los pueblos. El primer
objeto de estas leyes ha sido señalar á ca-
da ciudadano igual porcion de terreno: el
segundo procurar que esta. distribucion
tuviera la menor alteracion posible. Pa-
ra conseguir este fin ordenó Moysés la
restitucion de los fundos en cada año deljjubileo (1). Un Hebreo no podía despo-arse de su propiedad para siempre; sola-
mente rodia venderla para ciertó tiempo.
El año del jubileo era el término prescrito
por la ley. El comprador estaba obligado
entonces á restituir eliundo al vendedor
ó á su familia. Esta ley se extendía tam-


q
bien á todas las 'eSpecies de donaciones


tiÁ
ue: se hacían de ellos. De este medio sé
/i6f


Moysés pardImpedir que el número
-de los no prOPiltariós creciese considera-


en In riácion, y que la subs1-
:tariéia,
muchOs se reuniese en las mal.


nóS
'1"".


Nn puedeFelitdalre que
-éste misinalué


el Objeto de' las layes de los Atenienses,
Yie'prohibiafi j:losCiudadanos testar (2);




(r) Léase á Zeppero en la obra intitulát.
da : Legurn Mosaicaturn forennum ex:plana-
tio , :ib. 4. cap.


(2) Solon dispensó% de esta prohibicion


de la legislacion. 39
que prescribían se dividiese la herencia
paterna entre los hijos en iguales par-
tes (1); que no permitían á una misma
persona succeder en dos herencias(2) que
permitían casarse con la hermana consan-
guínea, y no con la uterina ( 3); y que
obligaban al pariente mas cercano por


los que morían sin hijos. Véase Plutarco en
la vida de Soon y á Pottero Arch‘eologi.de
Grdec‘e li.b. 4. cap. 15. Tambien al padre
permitió substituir herederos á sus hijos , si
morían antes de los veinte años. .7-heredes á
patre testamento substituti liberis , si li-
beri ante annt1771 detatis sude vicesimum de-
cesserint , lice.redes surto. Demosthenes in
Stephanum Testen: , Orat. B.


(1) ()limes legitisri filii hcereditate.»2 pa-
ternal ex dquo inter se herciscunto. isaJus
de 11‘eredit. Philocternonis.


(2) Filolao de Corinto estableció en
tenas que el número de las porciones de tier-
ra fuese siempre igual al de las herencias.
Véase Aristóteles Politic. lib. a. cap. Ja.
Montesquieu Esprit des Loix lib. s. cap. 5.
. (3) Sororem ex parte p« tris in niatrimo-


niohabere »ir esto. Petit, Afijo. lib. 6.
tit. I. de Connubis.Desposán'dose con la her-
mana consaguMea solamente se podia succe-
der á la porcion del padre; mas desposándo-
se con la uterina se podía succeder al mismo




40Ciencia
parte de padre á desposarse con la he-
redera (1).


Licurgo hizo mas: prohibió las dotes,
quiso que todos los hijos participasen
igualmente de la herencia paterna, y que
los bienes del que monja sin hijos se dis-
tribuyese entre los que tenian mas (e).


Los Germanos , segun lo que nos re-
fiere Tácito , destruyeron hasta la propie-
dad para multiplicar el número de los
poseedores de los fundos. La nacion, que
era la única y perpetua propietaria de e-
llos, los distribuía cada año entre los pa-
dres de familia. La reparticion se repetia
todos los años para proporcionarla al nú-
mero de ciudadanos que podia aumen-
tarse ó disminuirse , y á la extension del
territorio que en los pueblos guerreros
está sujeto á continuas vicisitudes (3).
tiempo á dos porciones , es á saber, á la del
padre del esposo, y á la del pacirecle la esposa.


(a) Virgo dotalis extra cognationem ne
flubito; sed agnato proximo nuhito , et o-
mnia sua bona in doten; aalerto. Petit ibid.


(e) Plutarco en la vida de Licurgo.
(3) Tacit. de morib. German. .elgri, di-


ce , prontinzero cultorum ah universis per
occupaniur, ciuns OJOS inter se secan-


a'unz dignaticinem partiuntur ; facilitaiem


de la -lekistacion. 4t
Veo finalmente tenian el mishío. Obje-


to las leyes que regulaban las succesiones
en los primeros tiempos de los•Roinanos.
Los primeros legisladores de este pueblo
conocieron la necesidad de multiplican y
conservar en una nacion el número de
propietarios. Para conseguir lo primero
asignaron á cada ciudadano una potcion
de tierra, y para lograrlo segundo arre-
glaron las succesiones; resolvieron que
solo hubiese dos órdenes de herederos es-
tablecidos por las leyes, los hijos y des-
cendientes de éstos que vivian bajo la
patria potestad, y se llamaban licr.-derds
suyos; y en falta de estos los parientes
mas cercanos por parte de varon, que se
llamaban agnados (1). Los cognados,


partiendi camporunz spatin priestant. dirva
per annos mutant , et superest ager: nec
eninz cum ubertute et amplitudine soli labore
contendunt, ut ponzaria tonservent , et prata
sepiant , et kortos rigent , sola terric seges
imperatur. Entre los Irlandeses hasta el siglo
pasado, luego que moría un padre de fami.-
lías, la cabeza de la Tribu dividia nueva-
mente los bienes entre todas las familias de
la misma Tribu. Hume Hist. de Inglaterra.


(t) Fragmento de la ley de las doce ta-
blas en Ulpian. tit. ult. dQ .Fragnientis.




42 ciencia
los parientes por parte de muger, no po-
dian succeder, porque hubieran traspor-
tado los bienes á otra familia.


Por la misma razon la ley no permi-
tia que los hijos succediesen á las madres,
ni éstas á aquéllos. Los bienes de la ma-
dre iban á los agnados de la madre, y
los del hijo á los agnados del hijo (1). Fi-
nalmente los nietos por parte del hijo suc-
cedian al abuelo, y los nietos de la hija
no le succedian (2). Esto parecerá tal vez
estraflo; pero la utilidad pública era el
único objeto de la ley , y ella pedia que
la propiedad quedase en las familias, y
que no se disminuyese el número de pro-
pietarios (3).


(r) Léanse los fragmentos de las leyes
de las doce tablas en Ulp. tit. 26. §. 8.


(2) Iustit. lib. 3. tit. r. §. La hija
succedia al padre mientres vivia, mas des-
pues de su muerte los bienes paternos no pa-
saban á sus hijos sino á los agnados; en una
palabra, las numeres, dice Montesquieu , suc-
cedian en los primeros tiempos de Roma, quan-
do esto no se oponía á la ley de la division
de las tierras, pero no soccedian guando éstas
lo resistian. Esprit. des Loix 27. eaP•
único.


(3). .1 Pero cómo conciliarémos este espí-


de . let •legi slacion. 43
Ihspnés se establecieron las• leyes


agrarias para aumentar el número, pues


ritu de las primeras leyes de los Romanos,
que tenian por objeto las succesiones abin-
testato, con la libertad ilimitada concedida
al mismo tiempo por las mismas al padre
de f:milias para testaN y constituir heredero
á qu quiera ciudadano-? No eran las mis-
mas leyes de las doce tablas las que oroena-
ban: Pote, familias uti legassit super pecu-
nia, tutelave sao rei, ita jus esto? Mon-
tesquieu (ibid.) reflexionando sobre esta apa-
rente contradiccion condena de inconsecuen-
tes los Decemviros, como que destruian con
una mano lo que procuraban sostener con la
otra. Pero permitaseme por un momento ha-
cer de. jurisconsulto para defender aquellos
sabios legisladores de una imputacion que no
tiene ningun fundamento. En una obra de
esta naturaleza sadebe perdonar al autor una
digresion , á la qiiaj le conduce involuntaria-
mente el curso de, sus ideas.


Los jurisconsultos han disputado mucho
sobre si se usaban en noma los testamentos
antes de las leyes de los Decemviros. Heinec-
cio Dissert. de orig. test. §. Toniasio
Dissert.de init. soeces. test. §. a. hasta el 8,
y Trecheilio de init. succes. test. cap, e- S.4.
defienden la afirmativa ; mas la opinion con-
traria de otros muchos jurisconsultos, y mu-
chas razones convincenusimas que no puedo




44 Ciencia
consta que con ellas se arreglaba la dis-
tribucion de las tierras de los vencidos,


examinar, me hacen dudarlo. Lo cierto es
que antes de la promulgacion de estas leyes
los Romanos, por ley ó por costumbre, creían
poder enagenar sus propiedades, y que empe-
zase á tener efecto despues de su muerte. Se
demuestra por muchos pasages de Livio , de
Dionisio de Halicarnasia y de Plutarco, que
eran muy frecuentes estas enagenaciones que
ellos 11,man abusivamente testamentos ; y
aunque éstas en el derecho eran muy dife-
rentes de los testamentos, producian por otra
parte los mismos efectos, que era alterar la
distribucion de las tierras. No siendo los De-
cemviros soberanos legisladores del pueblo,
sino meramente autores de aquellas leyes que
debian isee, aprobadas por el mismo, segura-
mente no hubieran podido persuadir á los Ro-
manos que se despojasen de un derecho que
tanto estima el hombre, á saber, de disponer
de su propiedad aun en aquel momento en que
conoce(0é: no- puede retenerla para sí, y de
influir en cierta manera en la sociedad despues
de su muerte. Mas lo único que podían inten-
tar era hacer dificil su uso , para que fuese
menos alterada la distribucion de las tierras
que ellos habían procurado conservar arre-
glando las succesiones. Para conseguir este
fin los Decemvi ros introdugeron los testamere


'tos. La libertad ilimitada que las leyes con-


"


de la legislaCion. 45
disponiendo que una mitad se vendiese
á beneficio de la república, y la otra se
distribuyese á los ciudadanos mas pobres.


Este es el medio de que se han servi-
do los primeros legisladores de los hom-
bres, para impedir que el número de los
no propietarios se multiplicase demasiado
en una nacion. Mas aunque estos reme-
dios son útiles para precaver el mal,
no lo son para corregirlo. La resti-
tucion de las posesiones, por egemplo,
mandada por Moyses, en el estado pre-
sente de las cosas, aumentarla el número
de los no propietarios en vez de dismi-


cedian al padre de familias de disponer por
testamento de su propiedad', satisfacia aque-
lla inclinacion natural del hombre de que se
ha hablado: mas, las solemnidades que de-
bian acompasar este acto para que fuese vá-
lido, hacian tan dificil su uso, que rara vez
podía valerse el ciudadano del derecho que
la ley le daba.


Si la ley no hubiera exigido otra solem-
nidad que la de hacer el testamento en la
junta del pueblo, y á presencia de los pontífi-
ces que debían aprobarlo, esto solo era bas-
tante para que mas de tres quartas partes de
Romanos murieran abintestato. No puedo
copiar aquí todas las autoridades que confir,




46Ciencia
nuirle. Ahora que : se hallan en manos de
pocos todas las posesiones, si se les qui-
tase la libertad de enagenarlas , el mal
llegaria á su colmo. Las circunstancias son
diferentes, y lo deben ser tambien los
remedios. Acordémonos de lo que hemos
dicho en otra parte, que la bondad de las
leyes es relativa al .estado de la . nacion.
En el estado presente de las naciones de
Europa todos los bienes están reunidos
en pocas manos. Luego debe trabajarse
para que se distribuyan en muchas, ponien-
do para este efecto los remedios conve-
nientes; y esto es lo que se tratará en el


maa estos hechos, sola mente digo, para hacer
conocer e! objeto que se propusieron hacer los
Decenviros en esta disposicion, que de las
dos. especies de testamentos que se usaban
entre los Griegos, la una que se hacia á pre-
sencia de! pueblo, y la otra á presencia del
magistrado, escogieron la primera por ser
mas dificil de egecurarse.


Desoues de estas reflexiones, dejo al lec-
tor que juzgue de la armonía que habla entre
las - leyes de las doce Tablas que arreglaban
las succesiones legitimas, y las que arregla-
baq las testamentarias, y de la pretendida
inconsecuencia .que les imputa el autor del
Espíritu de las Leyes.


de la legislacian.
47


capítulo siguiente, donde considerando
los grandes propietarios como un obstácu-
lo de la poblacion, investigaré las causas
que concurren para aumentar en la Eu-
ropa su número; y que perpetuando los
bienes en sus manos, conservarán siempre
esta funesta desproporcion entre la clase
de propietarios y no propietarios que,
como se ha demostrado, es la ruina de la
poblacion.


CAPITULO IV.


Muchas grandes propietarios, pocos pe-
queños propietarios: segundo obstáculo


de la poblacion.


Este obstáculo es una consecuencia del
precedente.


Quando en una nacion se hallan mu-
chos grandes propietarios, y pocos peque-
ños propietarios, precisamente ha de ha-
ber muchos que no lo sean. Los espacios
no son infinitos : las grandes propiedades
que posée uno solo, supone la falta de
éstas en muchos, al modo que en un pais
donde es permitida la poligamia, y el nú-
mero de mugeres no es mayor que el de
los hombres, la union de uno con diez de




48 Ciencia
ellas supone nueve celibatarios. Así los
grandes propietarios, multiplicando el nú-
mero de los que no lo son, es preciso se-
gun los principios que dejamos sentados,
que sean los obstáculos de la pobla-
cion (11.


Mas no solamente impiden el progre-
so de ella disminuyendo el número de
propietarios, sino que la retardan , parti-
cularmente por el abuso que hacen de los
terrenos. Si la poblacion crece á medida
que se aumerítan , los medios de la subsis-
tencia; si dos fanegas de tierra quitadas
á. la cultura privan quizás al Estado de
una familia, ¿qué vacío no dejarán en la
generacion de los hombres aquellos in-
mensos bosques que estos grandes propie-
tarios destinan á las diversiones de la
caza, y aquellas magníficas y soberbias
casas de campo, cuya vista destinada á re-
crear al espectador ocioso, parece prohibi-
da solamente á la vista del pueblo, como
si se temiera dejarle ver un robo he-
cho á su subsistencia? No se perfeccio-
na, no, entre las manos de éstos la agri-
cultura; no son estos pocos felices ro-


(i) LaWato ingentia cura, decia Virgi-
lio, exiguurn Mito.


de la Jegislacion.
49Jeados de una multitud de miserables los


que


componen la felicidad nacional; no
sol


los grandes propietarios los que cons-
tituyen la riqueza-4:1a


nacion. La como-
didad comun de,14,:mayor parte de los
ciudadanos, el bien estar de la mayor
parte de las falarijias , es el verdadero ba-
rómetro de la prosperidad de un Estado,
y el único vehículo de la fecundidad. En
este sublime equilibrio, en esta medianía
de fortuna , hallaron los Griegos y los Ro-
manos de los primeros siglos el germen
de la generacion. Es un mal ciudadano,
decia Curio, el que mira como pequeña
una porcion de tierra que puede sustentar
á un hombre.


¿Cómo, pues, aumentaremos el nú-
mero de los pequeños propietarios?¿Cómo
desmembrar al ,presente estas grandes ma-
sas ., las quales, con cl tiempo han adqui-
rido una consistencia que las hace mas
i nsoportables á los pueblos quesimen bajo
su peso? ¿Qué remedio aplicaremos á este
mal? ¿Deberemos acaso imitar el egemplo
rle ,Tarquino, que abatía con el baston en
su • jardín las amapolas mas altas ? No
quiera Dios que proponga un remedio
peor que el mal. Yo habría perdido in-
ú tilmente el tiempo si osase predicar la


Tomo II.




so Ciencia
tiranía, y si tuviese la necia presuncion
de hacer á los hombres mas felices con las
máximas de un déspota. Este mal no so-
lamente se puede remediar sin perjudicar
á nadie en sus derechos, sino aumentán-
dolos, y haciéndolos mas sagrados. Abo-
lid ante todas cosas los mayorazgos y los
fideicomisos. Estos son la causa de las
ex6rbitantes riquezas de pocos, y de la
miseria de la mayor parte ; porque los'ffia-
yorazgos son los que Sacrifican muchos
hijos al primogénito de una familia; y
los fideicomisos muchas familias á 'una
sola. Estos son los que disminuyen infini-
to número de propietarios en las naciones
de Europa, y causan hoy la ruina de la
poblacion.Quántos desórdenes nacen de un
mismo principio ! ¡Quáritos males se ori-
ginan de una ley injusta y parcial ! Un
padre que no puede tener sino un hijo
que sea rico, quisiera tener uno solo, y no
vé en los demás sino otras tantas cargas pe-
sadas para su familia. La infelicidad de
una casa se calcula por la multitud de los
hijos. Se cree haber satisfecho á los de-
seos de la naturaleza luego que se ha
conseguidd tener un heredero. El interés
rompe los sagrados vínculos de la sangre,


de la legislacion.
5


Los hermanos privados por un hermano de
la comodidad que gozaban en la casa de
su padre, no vén en él sino un usurpador
que les oprime, y les despoja de un bien
al qual todos tenian un derecho comun.
Obligados á mantenerse en el celibato
maldicen el momento que les ha visto na-
cer, y la ley que les degrada.


Tantos hijos privados del derecho de
propiedad, y por consiguiente del de ca-
sarse, obligan á otras tantas doncellas á
quedarse célibes, reducidas á la imposi-
bilidad de tener un esposo. Estas infelices
se vén muchas veces forzadas por sus pa-
dres á encerrarse contra su voluntad en
un cláustro, donde juntamente con su
cuerpo sepultan para siempre su pos-
teridad.


Nuestros venideros se admirarán ob.
servando una contradiccion tan gran-
de entre nuestros principios políticos y
nuestras leyes ; entre las máximas por
las quales se dirigen nuestros gobiernos,
y las decisiones de sus códigos. Un espí-.
ritu de antimonaquismo ha penetrado en
todos los gabinetes de la Europa la dimi-
nucion de estos asilos del celibato, y de
la esterilidad se ha hzchu uno de los ob-
jetos mas sérios de la administracion.


1.:yi5Pd."41)z




52 ciencia
ministerio vé con disgusto el vacío que
por todas partes deja en la generacion el
monacato de los dos sex6s , y hace los
mayores esfuerzos para detener sus pro-
gresos; mas no piensa en destruir la cau-
sa. ¿Por ventura encerrarian los claustros
tantos religiosos, y tantas vírgenes, Si en
una gran parte de las familias del Estado
no se destinase solamente al primogénito
para el matrimonio ? Vería acaso la re-
ligion entre sus ministros y sus vestales
sin los mayorazgos tantas víctimas de la
desesperacion? ¿Y no habria en los cláus-
tros mas virtud sin esta bárbara institu-
clon , teniendo menor número de hombres
y de esclavos?


Estas son las funestas consecuencias
de las primogenituras , tanto mas perju-
diciales al presente, quanto son mas fre-
cuentes. No hay ciudadano que tenga
trescientos ó quatrocientos escudos de
renta que no instituya un mayorazgo, y
crée ennoblecer su familia con una in-
justicia autorizada por la ley y por la
costumbre de los Grandes. Entretanto el
número de los no propietarios vá siem-
pre en aumento; los patrimonios se re-
unen mas ,de dia en dia en las manos
de pocos; y aquellas mismas leyes que


de la legislacion. 53
sostienen las primogenituras y las substi
tuciones, creen poder fomentar la pobla-
clon con una leve exéncion concedida á
las cargas que consigo trae la paternidad.
Ellas forman un volean , y pretenden des-
pues detener sus irrupciones con barreras
de vidrio. Ellas mutilan la mayor parte de
los ciudadanos, y pretenden despues mul-
tiplicar su número , dispensando de las
cargas de la sociedad á un padre que tiene
doce hijos. ¡Deplorable imbecilidad de los
hombres y de los legisladores! tú eres mas
funesta que la misma peste, porque sus es-
tragos no hacen mas que acelerar la muer-
te de los hombres; mas los tuyos les im-
piden el nacer , y nos hacen menos sensi-
ble su pérdida!


El primer paso que deberia darse para
multiplicar el número de propietarios, y
desmembrar estas grandes masas , que
l evantan sobre la ruina de muchos la
grandeza de pocos, sería abolir las pri-
mogenituras y mayorazgos, instituciones
ámbas que parece están.


introducidas ex-
presamente para disminuir en la Europa
el rultnero de propietarios y de hombres.


Otra ley convendria tambien abolir
entre nosotros, es á saber, la que prefiere
en la succesion de los feudos la hija del




54 Ciencia
primogénito á sus hermanos. Esta ley,
dictada por la pasion y por el amor de
una reyna voluptuosa ; esta ley que tras-
porta los bienes de una casa á otra, que
empobrece un hermano por enriquecerá un
estrafio; esta ley es la que ha ocasionado
la ruina de la casa del autor, y lleva su
nombre. Esta es la pragmática Filange-
ria (t). La ley Voconia prohibia instituir
heredera á la muger (a), y nosotros que
hemos adoptado hasta los errores de la ju-
risprudencia Romana, despues nos hemos
apartado tanto de sus antiguos principios,
que en algunos casos hemos preferido las
hembras á los varones. No quiero hablar
sobre este punto, porque temería abusar
del sagrado ministerio que me dá la filo-
sofía, haciéndola el instrumento de una
venganza mugeril y de una vanidad pue-
ril. Me contentaré solo con decir que este
bárbaro establecimiento no debe ocupar


(a) Léase á Giannone en la historia civil
del reyno de Nápoles lib. 25. cap. S., y la
coleccion de nuestras pragmáticas en el tí-
tulo de Feua'is , pragrn. a. Ad viértase que esta
pragmática no tiene lugar en los feudos que
son de jure Longobardorurn.


(a) El fragmento de esta ley en la qua'
se establece rre quislu. rea'ern virginem


de la legislado% 55
el último lugar entre las causas que con-
curren á impedir entre nosotros la multi-
plicacion de propietarios. No es menor el
obstáculo que opone la prohibicion de
enagenar los fundos feudales.


Si el sistema de los feudos pudiese
jamás combinarse con la prosperidad de
los pueblos , con la riqueza de los Esta-
•los, y con la libertad de los hombres,
esta sola prohibicion sería bastante para
hacerlo pernicioso y funesto. Un supues-
to interés del Príncipe hace que una gran
parte de las tierras de su estado quede per-
pétuamente separada de la circulacion de
los contratos. Todo lo que es terreno
feudal no se puede vender, dar á cen-
so perpetuo, ni enagenar de qualquiera
otra manera. Estas por lo comun son


mulleren; faciat , lo refiere Ciceron en la se-
gunda in Verrem, de cuyo lugar, y de otro
de S. Agustin lib. 3. de civit. Dei, se infiere
que la hija, aun siendo única, era compre-
hendida en esta ,prohibicion. En el lib. a.
tit. 22. de las Instituciones de Justiniano se
habla de un capítulo de esta ley , que limita-
ba la facultad de hacer legados. Parece que el
legislador discurrió este remedio para evitar
que el testador no pudiera dar á una muger co-
mo legataria lo que no podía como heredera.




Ciencia
tierras ociosas que podrían dar produc-
tos al Estado, si la ley que prohibe la
enagenacion de los fundos feudales no
privase de la cultura que es siempre lán-
guida, y no puede ser jamás activa qu ar).
do no está acompañada de los preciosos de-
rechos de la propiedad. Muchos terrenos
incultos estarian cultivados; muchos bra-
zos mercenarios serian propietarios si el
fisco, aboliendo esta ley perniciosa, hi-
ciese este pequeño sacrificio á la utilidad
pública, del qual sería el primero que
experimentaria sus ventajas. Si en la de-
volucion de los feudos perdia como uno,
gariária Cómo ciento por los progresos de
la poblation y de la agricultura, siempre
relatiVOS'á los de la propiedad.


En--fin los fundos domaniales , ó las
Los fideicomisos se introdugeron en Ro-


ma con el fin de burlar las instituciones de
la -ley Voconia. Se instituía por heredera á
una persona que podia serlo, segun la dispo-
sicion de la ley, y le rogaba el testador que
entregase la herencia á otra que estaba ex-
cluida pór ésta, AunquezeIto no era mas que
una súplica .y no una- «den que tuviera fuer-


réy:,z2nO'Cleiaba deYcum-plirse. Se prueba
por el e:01010 de Publ lo Sextil i o P. ufo. Léase
á Cieerea'Wo FiiiilüsboríoYutn et malovuM;-,


de la legislacion. 57
tierras Cornunes , que no son de algun par-
ticular, no dejan de disminuir el número
de propietarios en aquellas naciones donde
aun se conserva el espíritu de pasto de los
siglos bárbaros autorizados por las leyes,
no obstante los manifiestos desórdenes que
ocasiona esta fatal institucion. Hablaremos
de esto quarído examinemos los obstáculos
que se oponen á la agricultura. Pero ade-
más de los fideicomisos y mayorazgos, de
las tierras comunes, de la prohibicion de e-
nagenar los feudos, de la ley que prefiere
la hija del primogénito á los hermanos de
éste, que no sé si se ha adoptado por las o-
tras naciones, hay otra causa casi universal
en toda Europa que disminuye el número
de propietarios, y mas que todas las otras,
el de los hombres. De esta hablaremos en
el capítulo siguiente.


CAPÍTULO V.
Riquezas ex&bitantes de los eclesiásti-
cos, y prohibicion de enagenar sus bienes:


tercer obstáculo de la poblacion.


Los primeros sacrificios que ofrecieron
los hombres, dice Porfirio , fueron yer-
bas. El padre reunía. á sus hijos en medio
de un campo, para rendir este homena-




5 8Ciencia
ge á la divinidad. No había entonces tem.
plos ni altares. El campo abierto era el
templo , y pocos céspedes amontonados
el ara ; y un haz de espigas, ó unas po-
cas frutas , eran el holocausto que el
hombre ofrecia al Autor de la naturale-
za. Para un culto tan sencillo cada uno
podia ser pontífice en su familia.


El deseo natural de agradar á la di-
vinidad multiplicó despues las ceremo-
nias. Entonces el labrador no pudo ser
sacerdote. Se consagraron á la divinidad
algunos lugares particulares: fué necesa-
rio que hubiese algunos ministros encar-
gados de cuidarlos; y la atencion conti-
nua que exigia su ministerio obligó á la
mayor parte de los pueblos á formar del
sacerdocio un cuerpo separado. Fué nece-
sario que este cuerpo apartado de todos
los cuidados domésticos fuera alimenta-
do á expensas de la sociedad. Los Egip-
cios , los Persas, los Hebreos , los Grie-
gos, y los Romanos, señalaron algunas
rentas para el sacerdocio (a ). Pero en nin-


(1) En muchos lugares de la Escritura, y
particularmente en el Levítico, se habla de
las retribuciones que se daban á ]os Levitas.


Hyde de Relig. Pers. cap. i p, nos dá
noticia de las riquezas de los Magos (y de su


de la legislacion. 59
guna religion fué llevada tan léjos la jus-
ta obligacion de alimentar á los ministros
del altar como en la nuestra , sin embar-
go de que ninguna está mas apena del in-
terés y de la codicia. La devocion dió el
primer paso , el fanatismo lo extendió des-
pues hasta el exceso. Se dijo al principio
cabeza, que se llamaba Balac) que eran los
sacerdotes de la Persia.


Por lo que toca á los Griegos, se puede
inferir fácilmente de lo que nos ha quedado
de sus leyes, de qué manera se proveía entre
ellos á los gastos del culto, y á las necesi-
dades del sacerdocio. En Atenas las leyes,
despues de haber arreglado las obligaciones
de los ciudadanos, ordenaban que una por-
cion de ellas sirviese para el sustento de los
ministros de la religion.


Reliqua ex sacris victimis sacerdotibus
cedunto. Petit, leg. Att. tit. a. de Deorum
culta , sacris ,edibus,festis iudis.


Sabemos que en esta ciudad , una parte
del trigo que se recogía de los campos pú-
blicos se destinaba al mismo fin, y se lla-
maba frumentunt sacrum. Véase á Poluce lib.
6. cap. 7 . Potter. Archolog.Gríec. lib. a.
cap. 4. dice: Estaba generalmente recibida
entre los Griegos en algunos casos la cos-
tumbre de las décimas sagradas. Y por lo
que mira á los Romanos, Dionisio de Hall-




6o Ciencia-
que los que servian al altar debian vivir
á expensas del altar, lo que era justo. Mas
los sacerdotes, no contentos con esto, em-
pezaron despues á predicar que la reli-
gion que vivia de sacrificios, exigia ante
todas cosas el de los bienes y el de las ri-
quezas (1). Esta máxima proferida en me-


earnasia nos asegura en el lib. s. que Rómu-
lo, antes de distribuir las tierras á los ciu-
dadanos , habia separado una porcion de e-
llas, cuyo dominio perteneciese á la repú-
blica, y otra para el sustento de los sacer-
dotes y reparo de los templos ; y Livio en
el lib. r , nos haba de los campos destina-
dos por Numa para el mismo fin.


(1) El lenguage de la supersticion, ha sido
siempre el mismo en todas las religiones, en
todos los paises, y en todos los tiempos.
Basta leer el artículo octavo del S adder , que
es un compendio del antiguo libro del Zend-
wests para encontrar en boca de Zo-
roastro la misma doctrina que practicaban
nuestros sacerdotes en tiempo de la igno-
rancia. "No basta, dice el codicioso profeta,
»que vuestras buenas obras sean mas que las
:hojas de los árboles, las gotas de la lluvia,


salas arenas del mar , las estrellas del fir-
2:aumento : para que os sean últiles es ne-
15cesario que el Destur (el s7.cerdote) se dig-
-.ene aprobatlits. Vosotros no podreis conse,-


de la Iegislacion. 6
dio de la ignorancia, y en un tiempo en
que estaba extinguido el gérmen de la
razon, y corrompida una gran parte de
los principios de la moral, hizo la mayor
impresion en los ánimos. Los nobles, que
tenian concentradas en sus manos todas
las propiedades , empezaron á disponer
de ellas en favor de los eclesiásticos y
de los monges. Los mismos Reyes die-
ron al clero lo que habian usurpado á los
pueblos. ExIntos aquéllos de todas las
cargas de la sociedad , dispensados de
todas las contribuciones , enriquecidos á
porfía con donaciones y ofrendas, llega-
ron , digámoslo así, á ser les -únicos pro-
pietarios de la Europa.


Rasgado el velo de la supersticion,
disipadas las tinieblas de la ignorancia,
combatidos los errores del fanatismo,
los hombres han advertido que entre los
dogmas de nuestra santa religion no hubo
jamás el de enriquecer á sus ministros. Pe-


”guir este favor si no pagais fielmente á esta
-)gula de la salud lá décima de vuestros bie-
z lnes , de vuestras tierras, de vuestro dine-
5 )ro, en una palabra, de quanto poseeis. Si
"el Destur queda satisfecho, vuestra alma
'')evitará los tormentos del infierno sereis




de la iegislacion. 63
plantar para una posteridad que sería la
suya ? ¿ Cómo podrá perfeccionarse la a-
gricultura entre las manos de uno, que
en vez de emplear parte de sus rentas pa-
ra mejorar su fundo, se expondrá mas bien
á deteriorar su beneficio para aumentar
aquellas rentas que no son sino pasage-
ras? Estas funestas consecuencias de los
exórbitantes é inagenables bienes de los
eclesiásticos, se han demostrado en fin á
los gobiernos con toda su deformidad. La fi-
losofía ha hablado en favor de los hombres,
y su voz ha penetrado hasta los tronos. Ha
abierto los libros santos de la religion, y ha
encontrado en ellos las armas para defen-
der la felicidad de los pueblos contra la a-
varicia de sus ministros. Por todas partes
han procurado oponerse á este abuso. Se
han publicado muchas leyes relativas á
este objeto , cuyo fin ha sido cerrar es-
te manantial perenne que llevaba todas
las aguas á este grande estanque , donde
se corrompían por falta de movimiento.
Se han prohibido á los eclesiásticos las
nuevas adquisiciones, y los testamen-
tos han dejado de ser las minas del sa-
cerdocio. Quando muere un padre no tie-
ne el bárbaro derecho de aplacar la divi
nidad con un legado que transmite á un


Prancise0 Uectila


6 ciencia
ro el mal estaba ya hecho, y si las ofren-
das han faltado , ha quedado todavía la
mayor parte de las propiedades en manos
de una sociedad que no puede perecer, ni
disponer de sus bienes. Basta recorrer las
campiñas para ver que dos terceras par-
tes de las tierras se hallan en manos de
los eclesiásticos.


En este estado de cosas , ¿ cómo po-
drá jamás florecer la poblacion, guando
sus progresos se derivan de la multipli-
cacion de los propietarios? Si los fideico-
misos y mayorazgos son contrarios á la
poblacion porque disminuyen el número
de los propietarios, ¿qué obstáculo no de-
be oponer este fatal desórden , que ha-.
ce de casi toda la Europa el patrimonio
de una sola familia? Si los progresos de la
poblacion, como hemos dicho, son relati-
vos á los progresos de la agricultura, ¿cómo
podrá ésta florecer jamás entre las manos de
un beneficiado que no puede tener nin-
gun interés en mejorar un fundo que no
puede transmitir á otro , ni sembrar ó


',colmados en este mundo de elogios , y go-
zareis en el otro de una felicidad eterna.


»El Destur es el oráculo del cielo ,-nó hay
»cosa que le sea oculta, y ellos són los que
',libran á todos los hombres."




64 Ciencia
convento de frayles una porcion de aquel
patrimonio que no puede disfrutar, y al
qual tienen un derecho exclusivo sus hi-
jos. Pero funestamente los gobiernos no se
han empeñado hasta ahora sino en impedir
los progresos del mal. Si no se puede au-
mentar el desórden , no ha dejado de con-
servarse por otra parte en toda su ex-
tension. Si sus cuidados se hubieran di-
rigido á la raiz del árbol, hubieran ar-
rancado la planta con mas facilidad y me-
nos ruido, y no se hubiera dado lugar á
infinitos desórdenes que son consecuencias
necesarias de todos los remedios paliativos,
y se hubieran precavido con igual gloria
los escándalos de la ignorancia, las ca-,
lumnias de la supersticion , y los clamo-
res del sacerdocio. Los terrenos inmen-
sos que poseía, y que se hallan todavía
entre sus manos inmortales , hubieran ya
entrado en la circulacion de los contra-
tos; y esta clase de hombres tan necesa-
ria al Estado , y tan digna de ser res-
petada por el gobierno, hubiera sido la
primera en aplaudir la vigilancia de las
leyes , si la reforma hubiera caído sobre
la naturaleza de sus rentas , y no sobre
la prohibicion de aumentarlas.


El rigor del método me obliga á de-
.


de la leaislacion.
65jar aquí suspensa la curiosidad del lec-


tor sobre la eleccion de los medios con
los quales deberla perfeccionarse esta em-
presa. Es fácil de ver por el plan que
he propuesto al principio de esta obra el
lugar oportuno para explicar mis ideas
en el libro quinto de esta obra, donde
hablaré de las leyes que tienen por obje-
to la religion 3 y donde , distinguiendo
siempre ésta, del abuso que de ella se
ha hecho, no me olvidaré jamás del res-
peto que se debe al altar y á sus minis-
tros. Me basta haber considerado en es-


. te lugar el estado presente de las rique-
zas de los eclesiásticos, como uno de los
mas fuertes obstáculos de la .poblaciom
¿Pero qué debe decirse de su celibato?
• Se ha hablado demasiado en estos últi-
mos tiempos de esta práctica de nuestra
religion para poderla pasar aquí en si-
lencio. Todos los políticos modernos han
declamado contra el celibato de los ecle-
siásticos, y muchos han atribuido á sola
esta causa la despoblacion presente de la
Europa.


Mas yo me atrevo á decir que soy de
contraria opinion. Creo que si el número
de los sacerdotes fuese tan limitado co-
mo deberia ser, el pequeñísimo vacío que


Tomo H.




66 Ciencia
su celibato dejarla en los espacios de la
generacion , no podria compararse con los
desórdenes que en este género de cosas
producirla qualquiera novedad. Ni sería
ésta la primera vez que la poblacion ha
florecido en medio del celibato del sa-
cerdocio.


La Phrigia estuvo sin duda mucho
mas poblada de lo que está al presente
quando los sacerdotes de Cibeles eran eu-
nucos, y la poblacion de la Siria no de-
jó de ser muy considerable en el tiem-
po que sus sacerdotes se mutilaban, y se
atrevian á despojarse de su virilidad , en un
pais donde se adoraba la figura de lo que
nosotros llamamos Priapo.. á No hay por
ventura en la China un millon de Bon-
zos consagrados al celibato? Y con todo
la China sola está mas poblada que toda.
la Europa.


No apartemos, pues, á los ministros
del altar del sacrificio que ellos ofrecen
al Altisimo de aquello que les es mas
amable ; permitámosles que renuncien á
los mas vivos placeres de la naturaleza pa-
ra acercarse á la mesa del Señor con ma-
nos inocentes, y un espíritu mas.; puro.
Hagamos, de modo que la reforma caiga
sobre su número , y especialmente sobre


de la legislacion.
67


sus riquezas. Este es el verdadero obs-
táculo que al presente opone el sacerdo-
cio á los progresos de la poblacion en
casi toda la Europa, y esto es lo que debe
extirparse.


Nuestros augustos legisladores han
conocido esta verdad. Espero que perfec-
cionarán la reforma que han empezado.
Mas despues de haber reformado el sacer-
docio , ó por mejor decir, la naturaleza de
sus rentas, les queda aun mucho que ha-
cer. Ellos deben reformarse á sí mismos,
si quieren que la poblacion florezca en sus
dominios. El estado presente de las ri-
quezas y de los dominios del sacerdocio
la tienen muy lánguida é impiden su pros-
peridad ; mas los tributos excesivos, los
impuestos insoportables, la violencia con
que se exigen, la destruyen y aniquilan.


E 2




68 Ciencia


CAPITULO VI.


Tributos excesivos, impuestos insoporta-
bles, modo violento de exigirlos: quarto


obstáculo de la poblacion (t).


Como la sociedad tiene sus ventajas,
de las quales debe participar cada uño de
sus miembros, del mismo modo tiene sus
cargas, en las quales es justo, que cada


(1) Quizás no me atreveria á escribir so-
bre este objeto si no tuviese la suerte de vi-
vir en un pais donde el mas humano de los.
Reyes, juntamente con sus mas celosos mi-
nistros,. procuran con los esfuerzos mas vi-
gorosos librar al Estado de los antiguos.
desórdenes que hablan introducido una do-
minacion estrafia , y la antigua -anarquía.
Esta reforma debe hacerse lentamente. Al-
gunos benignos crepúsculos nos anuncian que
no está léjos la aurora de nuestros felices dias.
El movimiento se ha comunicado á las aguas
que una larga quietud habia corrompido. Es-
tamos en un estado de crisis. Los síntomas de
ésta, muy léjos de acobardarnos , deben ha-
cernos esperar que nuestros males serán algun
dia. curados. A nosotros toca implorar la di-
vina Providencia para que alargue los dias de
aquel de quienes debemos esperar el remedio.


de la legislacion.
uno tenga su parte. Pero esta compen-
sacion , á que deben contribuir todos los
individuos de la sociedad, debe ser pro-
porcionada á sus fuerzas, y al beneficio
que cada uno recibe. Sin esta proporcion
el órden social , en vez de mejorar su
condicion , la baria infinitamente peor ; el
dado sería mayor que el beneficio, y el es.
todo de la sociedad sería el peor de todos.


Segun estos principios que la filoso,
fía, menos poderosa que el interés, ha
considerado inútilmente como los primeros
dogmas de la moral de los gobiernos, ¿qué


• dirémos del estado presente, de las imposi,
ciones , y de los tributos de la mayor parte
de las naciones de Europa? ¿Dónde se en-
cuentra hoy esta proporcion tan necesaria
entre lo que se dá , y lo que se recibe; entre
el tributo que se exige , y la fortuna del que
lo paga? ¿ Ha habido jamás tiempo en que
los hombres hayan pagado mas ;y recibido
menos de la sociedad ? Que lo digan los
clamores de los pueblos, la miseria de las
p rovincias, y la violencia de las exáccio-
nes ; y mas que ninguna otra cosa, la mul-
t iplicidad de las contribuciones. Tasas, ca-
pitaciones, impuestos sobre los fundos,
sobre las producciones, sobre los géneros,
sobre las manufacturas, sobre los brazos


,




7o Ciencia
derechos de entrada y de salida, impues-
tos sobre lo que se transporta de un lugar
á otro, subsidios, &c. No acabaria jamás
si quisiera individualizar todas las bocas
de esta hydra espantosa, conocida con
el nombre general de contribuciones.


Supuesta, pues , esta pintura confusa
del estado presente de las contribucio-
nes de la mayor parte de las naciones de
Europa, vengamos á las consecuencias.
Si la medida de la subsistencia es la me-
dida de la poblacion, ¿cómo podrá jamás
ésta hacer progresos en las naciones eu-
ropeas , guando vemos que el ciudadano
debe privarse de parte de su subsistencia
para pagar el tributo que le pide el Estado?


guando vemos un pobre infeliz arrancar
el pan de la boca de sus hijos para satisfacer
al receptor del fisco, que con el brazo del
gobierno vá derra mando la desolacion en el
Estado? ,;Quántas veces no se siembra, y
se deja ociosa á la naturaleza, porque se
apodera el receptor del fisco de la porcion
de trigo que con algun trabajo guardaba el
pobre labrador para la sementera? ¿Quán-
tas veces la choza del inocente labrador pa-
sa á ser teatro donde la misma exáccion
hace vanidad de su codicia, de su feroci-
dad, y de su injusticia? Si el infeliz que


de la legislaciort. 71la habita no tiene con que pagar el impues-
ro, en vano opone la excepcion de la nece-
sidad contra la determinacion de la ley ; en
vano se esfuerza en justificar la falta de me-
dios por la multitud de hijos, por el au-
mento de sus necesidades, y por la di-
minucion de sus fuerzas. Todo es inútil.
El fisco quiere ser pagado. El mayor fa-
vor que se le hace es concederle una bre-
ve dilacion. Durante este tiempo el hom-
bre del campo redobla su trabajo, y dis-
minuye su alimento : condena á los hi-
jos á la misma injusticia, y deja á la mu-
ger el cuidado de vender todo lo que
hay en sil alvergue; aquellos desprecia-
bles muebles que la miseria habia dejado
para el socorro de sus necesidades ; el le-
cho en el quál hacia pocos dias habia dado
un cuidadano al Estado; el tosco vestido
con que ella procuraba ocultar su pobreza
en el dia destinado para asistir á la mesa del
Señor ; y guando esto no basta, se venden
los instrumentos mismos necesarios para sus
labores. De este modo satisface las cargas
fiscales una gran parte de los ciudadanos
del Estado; y con este precio se pagan en
las campiñas de la Europa los beneficios
de la sociedad.


No son estas las tiernas descripciones




72 Ciencia
del Taso 5 del Ariosto, sino hechos que
quizá los Príncipes ignoran solo porque
los ministros fingen no saberlos , y Ja
política destructora de algunos cortesa-
nos procura alejar de los tronos para no
turbar sus delicias; mas el resto de los
hombres los tienen continuamente de-
lante de sus ojos, y turban cada instante'
la paz del sensible filósofo, que vive muy
apartado de los palacios de los reyes para
poder aplicar algun remedio.


No nos alucinemos: mientras que los
impuestos permanezcan en el estado que
tienen en el dia. ; mientras el tributo
que el ciudadano está obligado á pagar
á su Príncipe absorverá el producto de
las tierras y del trabajo; ó mientras que
la porcion que le queda al labrador y
al artesano, despues de satisfecho el im-
puesto , no será suficiente para asegurar
su subsistencia ; léjos de adelantarse la
poblacion de la Europa , se irá disminu-
yendo siempre, pues está necesariamente
subordinada á los medios de la subsisten-
cia. Es preciso persuadirse que en qual•
quiera parte donde un hombre y una mu-
ger tienen con que stibsistir sin penali-
ciades se propaga la especie, y donde fal-
ta este apoyo se disminuye.


náturale-


de la legislacion• 73
za y la comodidad son dos fuerzas que im-
pelen los hombres á reproducirse con la
misma energía que la miseria y la opre-
sion les inspiran un deseo contrario. Aqué-
11a.s poblaron las lagunas de la Holanda
y las fér:iles campiñas de la Pensilvania:
éstas inspiraron, segun la relacion del cé-
lebre Drake, á algunos pueblos de la A-
mérica el exécrable voto de no tener
comercio alguno con sus mugeres para
no multiplicar las víctimas de la codi-
cia del conquistador. Esta funesta con-
juracion contra la naturaleza y contra
el mas dulce de sus placeres , el -úni-
co suceso de esta especie que la historia
ha transmitido á la memoria de los hom-
bres, se leerá quizás algun día en los ana-
les de la Europa, si la moderacion de los
Príncipes que hoy reynan no les obliga á
aliviarnos de un peso que excede á nues-
tras fuerzas, y que no se ha llevado hasta
este tiempo sino á costa de la poblacion.


Es evidente, pues; que es absolu-
tamente necesaria en la Europa la re-
forma de los impuestos y de los tributos,
de su naturaleza y del modo de cobrar-
los. No se omitirá en esta obra una ma-
teria tan interesante, y trataré de ella en
este mismo libro guando exlmináre de pro-




5 74 Ciencia
pósito la teoría de las contribuciones. Bas-
ta disipar aquí de antemano una dificultad
que se me podrá objetar. Me parece que
oigo alguno que me dice : "Este es un
,,mal necesario. Las necesidades de las
,naciones son tan grandes, que todas es-
tas contribuciones aun no bastan pa-
ra remediarlas. LaS deudas de la ma-
yor parte de las naciones, son una prue-
ba de esto. ¿Cómo, pues, se podrán


,,disminuir ?" Funesto raciocinio sacado
de una suposicion falsa. ¿Quáles son, pre-
gunto , las necesidades del Estado , que
para socorrerlas, estas contribuciones in-
soportables sean un mal necesario? ¿Se
puede llamar por ventura necesidad del
Estado una guerra emprendida para la
conquista de una provincia , sobre la
qual se reclaman algunos derechos apoya-
dos sobre algunas antiguas usurpaciones?
¿Se puede llamar por ventura necesidad
del Estado todo lo que se expende para
aumentar cl cxplendor de los tronos , y
alimentar los vicios y la molicie de una
turba de cortesanos codiciosos y vanos?
¿No sería mejor para las naciones que
hubiese menos esclavos y mas ciudada-
nos, menos aduladores y mas filósofos?
Derramar los tesoros de la sociedad y el


de la legislacion. 75
fruto de los sudores de los pueblos so-
bre algunos hombres , que léjos de ser-
virla, no son ordinariamente sino el ins-
trumento de su ruina? ¿No es acaso un
hurto , una injusticia, un peculato co-
metido por aquella misma mano que de-
beria castigarlo? Un Soberano colmando
de dones y de riquezas á un ministro
indigno, á un adulador que le encubre
sus defectos, á un favorito que le ven-
de, ¿ no obliga á su pueblo á que hon-
re y pague las adulaciones, los engaños,
las traiciones, los malos consejos, los vi-
cios, las locuras que lo reducen á la men-
dicidad , y la miseria ? ¿No es esto lo mis-
mo que vender la lana del cordero para
pagar al que le lleva al matadero? ¿Se pue-
de finalmente llamar necesidad del Estado
la manutencion de cien mil combatientes
que nos ofrecen el espectáculo de la guer-
ra hasta en el seno de la paz, y que en lu-
gar de defender la nacion la despueblan
con su celibato y con sus vicios , con lo
que consumen sin reproducir, y con la
miseria á que están condenados los pue-
blos que están obligados á mantenerlos?
El Estado está oprimido , y la nacion se
despuebla para alimentar á tantos despo-
bladorea. ¿Son estas las necesidades del




de la legislacion. 77
dó hacian la guerra á todas las naciones
del mundo. ¿Están acaso los pueblos por
este medio en mayor seguridad, y las fron-
teras de las naciones mas bien defendi-
das? No , sin duda. Todos los Príncipes
han aumentado sus tropas á proporcion
del aumento que las han dado sus ve--
cinos. Las fuerzas se han equilibrado cc-
mo lo estaban antiguamente. Una • na-
cion que con diez mil hombres tenia 'bas-
tante para defenderse, necesita tener vein-
te mil , porque han crecido al doble las
fuerzas del Estado contra quien quiere
asegurarse. Las ventajas de la mayor se-
guridad se han reducido al cero, el exce-
so no se halla sino en los gastos y en la-
despoblacion.


Nó era éste el sistema militar de los
antiguos. Ní la Grecia que suyugó y ven-
ció todas las fuerzas del Asia; ni Ro-
ma mientras que fué libre (1); ni Filipo,


(1) El primer cuerpo de tropas ociosas
que se conocieron entre los Romanos fué la
guardia pretoriana: este abuso se introdujo
en la decadencia de la república y de la li-
bertad , y sabemos quánto aceleró su ruina.
Al principio su número fué de nueve ó diez
mii hombres. Vitelio lo aumentó á diez y
seis mil , y en tiempo del Emperador Seve-


Francisco 'berdía


76 Ciencia
Estado? ¿Los pueblos estarían menos se-
guros, y menos tranquilas las naciones, si
se restableciese la economía militar de los
antiguos? Esto es lo que exáminarémos
en el capítulo siguiente , donde demos-
trarémos que el estado presente de las tro-
pas de la Europa, es uno de los obstácu-
los mas poderosos de la poblacion.


CAPITULO VII.


Estado presenté de las tropas de la Europa:
quinto obstáculo de la poblacion.


U n millon y doscientos mil hombres
componen el estado ordinario de las tro-
pas de la Europa guando el mundo está
en paz ( r), que no son mas que un mi-
llon y doscientos mil hombres destinados
á despoblar la Europa con las armas en
tiempo de guerra, y con el celibato én
tiempo de paz. Ellos son pobres, y em-
pobrecen los Estados ; defienden mal á las
naciones de los enemigos exteriores , y
los oprimen en lo interior. Nosotros man-
tenemos mas tropas en tiempo de paz,
que los mas famosos conquistadores quan-
(r) Sin hr.cer cuenta de las tropasde mar,


véanse los estados militares de la Europa.




78 Ciencia
ni Alejandro, que llevaron por todas par-.
tes la victoria en pos de sus falanges; ni
Atila ni los bárbaros, que destruyeron
el imperio Romano; ni los Germanos que
vencieron y triunfaron de Varo y de sus
legiones ; ni Tímur-Beg, ni Gengis-Ran,
que saliendo del fondo de la Corea subyu-
gó la mitad de la China, la mitad del
lndostan , casi toda la Persia hasta el Éu-
frates, las fronteras de la Rusia, Casan,
Astracan , y toda la gran Tartaria; ni
Carlo Magno, finalmente , que para ex-
tender los límites de su monarquía , y
fundar la de los Papas, combatió con to-
da la Europa conurada. contra él: nin-
guno, digo, de estos pueblos guerreros,
ninguno de estos célebres conquistado-
res, tuvo jamás el pensamiento de conser-
var en tiempo de paz aquel egército que
durante la guerra había conducido de-
lante de su enemigo. El ciudadano era


ro llegó hasta cincuenta mil. Véase á Justo
Lipsio de magnitudine Romana lib. a. cap. 4.
Herociiano lib. 3. Augusto no dejó en la ca-
pital sino tres cohortes de esta guardia, pero
Tiberio llamó y puso junto á su persona el
cuerpo entero ; resolucion fatal que decidió
de la suerte del universo, é hizo desapare-
cer hasta la sombra de la libertad. Léase á


de la legislacion.
79


soldado guando lo exigia la necesidad, y
dejaba de serlo guando cesaba (s). Esta
economía militar adoptada en todas las
edades y por todas las naciones, fué por
la primera vez, despues del fatal ejem-
plo de los tiranos de Roma, alterada en
Francia en el rey nado de Carlos V11. Es-


Tácit. .4nnal. lib. 4. cap. a. Suet. vid. de
..dugust. cap. 37.


Las legiones que estaban en las provincias
no podían llamarse tropas ociosas. Se sabe
que ellas no habitaban en las ciudades, y que
estaban siempre acampadas y en continuo mo-
vimiento, ó para hacer nuevas conquistas, 6
para conservar un dominio que siempre les
era contestado , y tenian á los vencidos en
un estado de guerra tácito, pero perpetuo,


(i) Las naciones antiguas eran mas libres
que las modernas porque estaban armadas.
Todo ciudadano era soldado, el campo era
su hogar, y llevaba la espada que aseguraba su
libertad. Ordinariamente defendia á su cos-
ta la patria. En los dias mas felices de Ro-
ma el uso de las armas estaba reservado so-
lamente á aquella clase de ciudadanos q.ue
debían necesariamente interesarse en el bien
de la patria y tenian un patrimonio que de-
fender. Dionisio Ilalicarnasia lib. 4. cap. 17.
nos asegura que el mas pebre soldado que
en aquellos tiempos militaba en Roma poseía




8o Ciencia
te Príncipe, aprovechándose del crédito
que le habian grangeado sus victorias so-
bre los ingleses, y de las impresiones de
terror que estos formidables enemigos ha-
bian esculpido en el ánimo de sus súbdi-
tos, ejecutó este proyecto que sus prede-


mas de 90o libras, suma muy considerable
en unos tiempos en que el numerario era tan
escaso.


En las repúblicas de la Grecia, ningun
ciudadano estaba exénto de ir á la guerra, sino
el que estaba privado de este honor por la
ley „6 dispensado por algun privilegio conce-
dido ásuedad,ó por alguna otra prerrogativa,
pues de lo contrario eran privados de los de-
rechos de ciudadano. Véase á lEsqu i nes, Cte-
sz5hontem , y á Demóstenes in Timocratem.
De este modo los primeros Romanos iban
á la guerra á sus expensas.


Los Carlos entre los Griegos fueron los
primeros que militaron por sueldo, y por
esta causa se hicieron tan despreciables en
aquellos tiempos de libertad y de heroismo,
que en el lenguage antiguo Griego ICnréc y
Zkíancipia eran sinónimos. Pericles entre los
Atenienses fué el primero que introdujo la
costumbre de pagar al soldado durante /a
guerra. Po, ttero .41.chteolos. Grxc. lib. 54.


t t.


de la legislacion.
8I


cesores no se hablan atrevido á intentarlo.
Bajo el pretexto de tener siempre algunas
fuerzas en pie para defenderse de alguna
invasion no prevista que los Ingleses pu-
dieran hacer en sus Estados, licenciando
las demás tropas ,-conservó un cuerixs de
nueve mil hombres de caballería y diez y
seis mil de infantería (r).


Esta novedad, que dió el primer golpe
á la libertad civil dé los Franceses, ocasio-
nó una revolucion universal en el sistema
militar del resto de la Europa. Cada Prín-
cipe se creyó entonces precisado á defen-
derse de una nacion siempre armada. Era
lugar de unirse todos contra aquél que se
habia puesto en un estado de guerra per-
petua, en lugar de obligar á Carlos VII á
licenciar las tropas que se habia reserva-
do, todos imitaron pronto su ejemplo.


En un momento adoptaron todas las
naciones de la Europa el sistema de man-
tener un egército siempre en pie. Cada
pueblo se armó, no para hacer la guerra,
sino para vivir en paz.


Este desórden nacido en la Francia,
se aumentó despues en la misma, y era


(r) Historia de Cárlos V, tom. a. In-
troduccion.


Tomo




82 Ciencia
toda la Europa. Debemos á Luis XIV esta
excesiva multiplicacion de tropas , que
en el seno de la paz ofrecen el espectá-
culo de la guerra, y'que han formado de
casi toda la Europa un .quartel de invier-
no , donde el soldado forragea , está ocio-
so, y consume.


La Europa está oprimida, y decae la
poblacion para mantener este cuerpo in-
útil. Se consumen 14 subsistencias de los
pueblos para alimentar un millon y dos-
cientos mil celibatarios siempre existen-
,tes, que no se reproducen , y es preciso
renovar continuamente con otros célibes
que , se quitan á la propagacion. ¿No es
esta una antropofagia monstruosa, que
devora en cada generacion una porcion
de la especie humana ? Se declama tanto
contra el celibato de los sacerdotes, sin.
embargo que entre ellos se encuentran vie-
jos é impotentes ; y se sufre con indiferencia
el celibato de tantos hombres que son la flor
de la juventud y dela robustez. Pero mien-
tras subsista el sistema militar de Europa
en el estado que tiene en el día, el celi-
bato de las tropas será un mal necesario..


No estamos en el tiempo en que solos
los feudatarios y propietarios de las tier-
ras hacián el servicio militar á sus ex-


de la .legisliwion.
83 1,


ffrrisas ; las tropa'- al presente se- cóffiptSz.
nehl1/411 mercenarios , sin mas bienes que
su'Snéldo, que apénas les basta para man-
tenerse. ¿Quién alimentaria sus mugeres
é hijos? Pues no es tanto el celibato de las
tropas lo que impide los progresos de la
poblacion , quanto la miseria ( Lúe causa a/
Estado su manutencion : este obstáculo en
vez de disminuirse, se acrecentaría mucho
mas si se aumentase el sueldo á la tropa
para que se pudieran casar los soldados.


Así las tropas serán célibes mientras
sean mercenarias , y serán mercenarias
mientras sean perpetuas. ¿Podría un legis-
lador aplicar algun remedio á estos males,
y quitar estos dos obstáculos que impiden
los progresos de la poblacion ? ¿Se podría
en el estado presente de las cosas, imitar
la economía militar de los antiguos sin
exponer á ningun peligro la nacion ? E-
xáminémos este objeto.
Proyecto de reforma en el presente sistema


o es esta una digresion inútil ó estra-
fia de mi asunto. Yo perderia en vano el
ti empo, y sería un declamador importuno
si descubriendo los males que oprimen á


F




"


idá_hombres, dejase á otros el cuidada, de
buscar los remedios propios para,,citrarjos,
Esto sería afligir á la sociedad sin socorT
real. ;un delito en la péisnna de un fila-
sofá, y una impertinencia en la persona
de un ciudadano. Veamos, pues, qué sis-
tema convendría seguirse para remediar
el doble obstáculo que opone á la pobla-
cion el estado presente de la tropa; pero
exáminérnos primero si el actual sistema
militar es en el dia necesario.


No sé si en algun tiempo ha sido ne-
cesario mantener un egército siempre,en
pie para la seguridad de los pueblos. El
establecimiento tan reciente de la perpe-
tuidad de las tropas, me hace dudar mu-
cho de esto. Lo cierto es que si en algun
tiempo ha sido necesario, en el nuestro
seguramente no lo es. Hoy, que la co-
municacion de los pueblos es general, y
que mil ojos extrangeros están observan-
do los movimientos de los Príncipes, de
modo que una nacion no puede armar un
bastimento de guerra sin que dentro de
pocos dias lo sepa toda la Europa; no te-
nemos que temer las invasiones repenti-
nas, las guerras imprevistas, y sería inútil
prevenirse para no ser sorprendidos. Lue-
go este terror pánico no puede autorizar


de ¡a lekislacion.
en -el legas tropas- Peiiretirás.-


yn4'érío%97pbdií jlstileisftó la
sfebtaja Oriesulti''Para la tranqUilVdaI


el :E,dtadó. Eh mas 'seguro apoyo,
de::átá no el atáláldádo-; que 'muchas've
ees1 Será el Ir 11%1/6;1. ; sostener la rebáltoti
qtlaWel .1o; 9.2 74-telieri''arine al ciudadarici
cióntrá'Sli Prinülte;la justicia y láhuma-
nidáci'de lók-S-615earios qué' `hoy . t'Os go-
biernan, es ér verdaderó escifdd .¿cifitt'a. e/
furor de losISiilb361, el verdadero apoyo
dO'ldJ'tinbs,.51:31a"ilnicá arma de que de-.
ben seffirse TU gobiernos. Las tropas
lalytiáldias 1 cedía Marco Antonino , sorr
iniiülcs á''U'n-Piíncipe "que hace colsocer
á sus puebIís que obedeciéndole obedecen
á lá jüáicia y á leyes. (I).


Haced felices á las naciones, y pistón.:
ces-Iliñ espíritu sedicioso no efiaintrará.
partidarios ; y si' Regase á 'encrintrarlos,,
todo el- •-pítébló se anis:ad-contra él, y será
justamente la víctima dila itscrignacibti!
pública. ¿, De qué sirve , leva'ritar
un dique contra un tórrente que no pue-


(s) Erodiano en la vida de Marco Anto-
nio; y Salustio dice: Non exercitus, neque
thesauri regni pr;"1;sidia sunt verum amici,
quos siegue armis cogere , neque auto parari
‘.0eant , of.ficio


,fide parantur.




86
dé.causars daño?..Z Z\ió4,1r ,acaso 1-19./
persuadir á los Príncipes á que ~justos
y hilmanos , ,por §tyzprqpi inter,éls,:._;Comof
al , presente lo sor}, rpO ,sp111.1us


la guardia pretoriapa, „"tiberió hubiej!)
r,a proscri pt,o ja inlac1•de4gs:Aomangs
Calígula..reducido.;sus,a bditos,á.,119.kg1
la muerte de Tiberio, ly bep,}4,t_ernbly,,a1


evado? Es un abuse, ex,4rable , della 4)pr.
títica y de la aj.trpriciald...el,bnscar ypedlls,
Para asegurar..las.oPregilelles...-DelO
pluma de Vilaquiáyelo,esta-v,,elgortzosa,
investigacion, que, sino fuera egylvogg›;
desacreditarla para, siempre la mempd41
de este grande hombre. Mi .objeto esaseri
gurar felicidad ,de,; puzellp_s, y Per.
las opresiones de los. i4spotas. Vd:Príncipe
que3está siempre armado ,,,,psifflde ser guan-
do 91.4efa_ dueño absoluto .de. un pueblo
sin armas..¿ Mas es, ,éste el.verIiadero in-
terés de los Príncipes 1„ Une éxperier^eiá;
tán , antigua como la,


-soeie4ads nos:)hai,
manifestado que este. domiuju _absoju-tPir
estk,autoridad sitl,freno y sin 4íJrajtess-ai
que"han llegado ó procurado llegar una
gran parte de los Reyes; esta orhili-
potencia despótica que 1á árnbicion de un
ministro ofrece al Príncipe como el objeto
de la scberat;la, que la adulacion le maní-


de la legislacion. 87
fiesta.- como un derecho incontestable, que
la; supersticion santifica y pone sobre el'
trono en nombre de los dioses , que la
estupidez de los pueblos degradados ha
aplaudido y defendido alguna ' .1reP,' no
es sino una espada de dos filos, 'Clispues-
ta siempre para herir al imbecil que la
maneja.


Augusto rodeado de sus coaortes
iSretorianas, persuadido de la fideldá'd.de
sus legiones, hallaba sin 'emba'rgo : Jií la
extension de su poder la 'Causa de sus te-
mores. Sabia que si sus tropas podiañ ha-
cede triunfar de los esfuerzos impotentes
de ú'ria élállion abierta', no poclian,segu-
ramente defenderle del pufiar de un: re-:
publicano decidido; sabia cíué"los }tóma-
nos que-veneraba-n* 1a rriern&riáVe Bruto
alabadan la imitacion de su való-
río encontró el escudo de su Seguridad*
niño en la diminullen aparente de su -rpo
der-rSolo su interés le hizo:desde el priríz''
cipio enemigo de la república , y despues'
le determinó á declararse el padre.


Estamos persuadidos que no hay se-
guridad para los Príncipes sino en la vir-
tud, en el amor de, los pueblos , en la
móderacion del gobierno, en la sabiduría
de las leyes, y en su religiosa observan-




88 Ciencia
da (1). Solo el tirano privado de estos
iñedios tiene necesidad de una tropa de
mercenarios que lo defietúlan de un pue-
blo silnip-re irritado y oprimido ; pero
lquiétrre librará de sus defensores? Es
necesario que sea ó su esclavo ó su víc-
tima. Para ser adorado de sus súbditos
debe adorar á sus guardias. De su capri-
cho depende hacerlo venerar como una
cleidad,„ócie hacerlo despedazar corno tIrg.
M alheehbr. El egemplo de los que domi--
fiaron á Roma es una prueba de esta ver-
dad. Sus estátuas eran adoradas, la tirite,
lacion y el temór les ofrecian honorei
divinos; mas estas estátuas eran pronlo•
despedazadas_ , la divinidad desaparecia,
la adoracion se convertia en desprecio y
en escarnio luego que cesaba el temor , y
el tiram5;era muerto. La misma guardia pre-
toriana que le hacia adorar , le hacia pi:-
sar guando se disgustaba de él. habiendo
llegado á ser el único apoyo de la sobe-
ranía. , y, del trono, mas veces le mancho,
con 'sáiísre que le defendió.-Con su so;4::
corro a tirano pisaba al Senado, al puebla
y las leyes, pero últimamente perecía á


(1) .Quisceptra duro stevus imperio regir
aimet timentes : motu: iip ouctorem redit. Se-:
reca,


de la legislacion. 99,
sus marros. Con su ayuda lo hacia temblar
todo, pero él mismo temblaba á la vista
de sus defensores. Al mismo tiempo era el
objeto mas despreciable á los ojos de la na-
cion, y el . mas venerado fnientras le que-
rian las cohortes pretorianas. Las estátuas,
las medallas, la apoteosis errpr.1„elas cohor-.
tes, y no del fantasma á quien; se of!e-Cian..


Finalmente, si.-para defender el sipren:
ma de las „tropas pery-Jetuasy se recurre á
la superioridad que, lleva en la guerra un
cuerpo disciplinado- y amaestrado en e/,
arte de combatir, sobre una turba de ciu-
dadanos que pocos dial antes de pelear:
han dejado la azada y el arado; resppn-
do , que estas ventajas quedan .sobrada-:
mente compensadas con la molicie que;
inspira 'al soldado el. ócio de la guarni-
don , y que dos ó tres meses del manejo
de las armas bastarán ,para adiestrar
labrador robusto y endurecido en el tra-
bajo , mientras que tres semanas de fatiga,.,
destruirán en una sola .campafia.legiones
enteras de soldados disciplinados.
g uando éstos no están acostumbrados al
trabajo.y al rigor de las estaciones,. (t).


(s) En Suecia, donde todo soldado es-
labrador (viviendo de las pcduccieues del




. .


00 Cioicía
Pero qué dirémóS del valornrcrereo


que este sentimiento, que - nace del cono-
cimiento de las propias fuerzas , puede
-animar todos los corazones; mas el solda-
do mercenario, debilitado por el Ocio, se-
rá menos susceptible que el robusto la-
brador? Toda la historia ofrece pruebas
de esta verdad nosotros tenemos un
restiníciñio doméstico en la última guerra
Contra la casa ; de-Austria , sostenida con
tanta gloria por el augusto padre de
nuestro Soberano para la defensa de estos
reynos. Los que resistieron con mayor va-
lor al enemigo, los primeros que se expu-
sieron y se sacrificaron por la patria, fue-
ron los' regimientos provinciales formados
de labradores, sacados del aráciO ry de la
a zada pocas semanas' antes de lx accion.
Yo no sé : si estos mismos, acostumbrán-
dose en el dia i'los movimientos ridículos
de la táctica moderna (ya que' el frívolo
gusto del siglo 'se ha mezclado hasta en
él arte de la guerra) ,'no sé, digo, si es-
tos regimientos mostrarian hoy -el mismo
valor.


La miseria, pues, que ocasibria en el


campo lkrnado" Bo:rtel 1 , que el gobierno le
dá para alimentarse, no es menos aguerrido.


de la- legislacion. 9 r
Estado; los-obstáculos que ópáne á la po-
blacion,tlaincántinencia pública fórnenta-.
da por:el ócio y el celibato de los , SOkia-
dos ; todos estos efectos funestos de-Uper-
petuidacide las tropas ,Aio sonde•riinguri.-
modo. Compensados ;:pát las ventajas
puedo: producir esta Perpetitidad Yerláíivatu
mente 4-da:se,guridad:interiér'6: egtteriollril
las-:naciones. Veamos ahora.. si. estás Piales)
seevitarialt,:i.i.


si consegtliíárnos'-estáll
ventajas eón un sistema . Militar 1-iteráw
menté
-=


• .;
- Una.


nacion , por Sobré' Que 4.ifehe 09.
driatener trescientol) cMil c-ombaiientIO
siempre prontos á defenderla, aunque no
que en . otras partes ; y es ..mas .robtista:yr
dispuesto para sufrir las fatigas
ra. Exceptuados diez-regimientos de -eXtrzan.,,
geros -que-tiene. esta naCion.,let'resto
tropa que...asciende. á ochenta::yquatrO,:nll
hombres se mantienen dela-maneta


•.iitie he-
mos dicho. El Estado ha sacado de.:es-te.sis-¿
tema . rdesr x7entájas , pues al mistrio-:tieMpo
que' este -cuerpo:: de• tropas hatebrespetabl'e,
esta.. liotencia.,.


• Ita- caltivado-'nria: .1>asta;:ex
tension de terrenos que estuvieron :incultal
basta - la época de esta sabia institucion::-
- _Probo se ha. hecho célebre para siempre


en los fastos de :Roma por haber conserváldli
la disciplina militar en las. tropas qué lg fue




92 Ciéncia
ckinen-de ser en tiempo de paz- labrado-
res, artesanos, ciudadanos libres, y padres.
Algunas exenciones , algunas prerrogati-
vas..4honoríficas , el derecho exclusivo de
llevar las armas , la preferencia en la pro-‘,
yision de aquellos cargos que no eligen si:«
no honor -y fidelidad -en-. los que deben,
ejercerlos, podriandooner al _gobierno en
estado de elegir entre estos ciudadanos
los mas propios para defenderla nacion


Mrnpgi,de guerra. ). y hacerla respetar
en tiempo de paz. Todos los, ciudadanos
correrian í porfia á ser alistados en:eI li-
bro millar s guando solamente fuese la.


ron confiadas, ocupándolas err los-trabajos da,
campo. Ejercité sus legiones , :cubriendo-. d'e'
viñas las.rértiles colinas de la Galia rde Pa-
nonia: TedujoJá.cultivo muchos terrenos es-
tériles secó muchas lagunas , y las convir-
tió :ens,icos. y abundantes pastos. Véase á Au-
relio _4» Probo.


NO:fué-soto Probo entre los Romanos el
que conoció las ventajas de este sistema. Las-
manos victoriosas de los soldados de Roma
se, ocuparon mucbas veces en trabajos publi-
cos en aquellos paises que habian conquistado.


Es un resto del espíritu antiguo de nues-
tros bárbaros padres el creer quv.el soldado
deba pelear ó -estar ocioso..


de la legislacion.
93


obligacion del soldado defender la patria
en tiempo de guerra. Toda ventaja, por
corta que sea, se tiene por bastante re-
compensa de un peligro remoto é incierto.
Las tropas no se compondrian en este ca-
so de mercenarios y de malhechores esca-
pados de los rigores de la justicia. No se-
ría entonces vergonzoso el ser soldado.
En tiempo de guerra las deserciones se-
rian menos frecuentes, porque un duda-
dano que posée alguna propiedad, mu-
ger é hijos, no desampara tan fácilmente
su puesto, como lo hace un mercenario,
al qual siempre le tiene cuenta revender
su persona á otro Príncipe , y no pier-
de nada abandonando su patria.


Con este sistema se evitaria otro des-
órden. Por el modo con que al presente
se hace la guerra , ninguna nacion puede
tener un egército tan numeroso que pue-
da resistir al enemigo sin necesidad de
hacer nuevas levas. Luego que es amena-
zada de una guerra se recurre á la violen-
cia. ¡Qué triste espectáculo! ¡Qué funes-
to presagio! Aquellos ciudadanos que no
han podido esconderse, ni huir ó eximir-
se de estas levas forzosas con la ayuda de
los privilegios e) del dinero , son atados y
¿levados por fuerza á presencia de un de-




94legado , cuyas funciones siempre son o.
diosas , y su probidad sospechosa á los
pueblos.: Los padres acompañan á estos
infelices ; y dán temblando extlas manos
del delegado el nombre de, susajújos, y
esperan la decision de la suerte. Un
billete negro sale de la urna fatal , y
destina las víctimas que el Príncipe sacri-
fica á la guerra. Esta ceremonia, acom-
pañada de las lágrimas de los padres , de
la desesperacion de las madres , de los
sollozos de las esposas , z qué valor pue-
de inspirar á estos nuevos combatien-
tes , á quienes todo anuncia una muerte
cierta?


No , no se compran por este precio
los. verdaderos. soldados. No fueron llama-
dos de este modo á la guerra los' pueblos
del Septentrion que devastaron la Europa.
Los Alanos, los Hunos , los Getas , los
Turcos, los Godos y los Francos fueron
todos compañeros , y no esclavos de sus
bárbaros gefes. No precedia entonces á
los horrores de la guerra un aparato tan
triste y melancólico, ni hoy se empezarla('
las guerras con tan terribles auspicios si
se encontrasen en una nacion trescientos
rail combatientes que se obligasen volun-
tariamente á defender la patria, sin que


de la legislacion.
95


se usase de la fuerza, ni la suerte fijase
su destino.


En fin estos labradores , estos artesa-
nos, estos propietarios, estos soldados li-
bres, podrian tambien ser instruidos en los
ejercicios militares, dándoles una compe-
tente instruccion, antes de ser alistados,
á los que de nuevo empiezan. Duarnte
este breve tiempo deberian ser alimenta-,
dos á expensas del Estado: despues cada
dos ó tres años se podria hacer una revis-
ta general. Los inspectores comisionados
por el gobierno para este efecto deberian
entonces visitar las provincias, y en cada
pais exáminar los soldados que en él se
encuentran , renovando en su memoria
aquellos ejercicios que les fueron enseña-.
dos guando se alistaron. La presencia con-
tinua de los oficiales, que deberian ser
elegidos todos de los mas nobles y mas
ricos propietarios de cada pais, no deja-
ria de mantenerles egercitados discipli-
nándoles en los dias festivos , aunque
fuese á costa de algun premio , que no
dejarian de ofrecerles para contraer este
anérito con el Príncipe, que premiaria su
vigilancia con la moneda inapreciable de
los honores. Entonces los oficiales , sin
disipar sus rentas entre los vicios y el




96 Ciencia
Ocio dé las-guarniciones, servirían al So--
berano sin abandonar sus campes , que
serian mejorados por su continua presen-
cia.:-En los paises de la frontera, Y en las
plazas de armas la guarnicion .dr4 su-
plirse por lana guardia urbana que sé mu-
dase diariarnente ; ydós regimientos solos
Serian suficientes para guardar la sagra-
da persona del Príncipe.


De-este modo sin sobrecargarse á íos
pueblos, ni detener los progresos de la
generacion , se podría proveer á la segu-
ridad contra los enemigos de fuera, y á
la tranquilidad interior del Estado.


Conozco que este proyectó está infor-
me , mas en la ejecucion se perfecciona-
ria ; y los gobiernos mucho mejor instrui.
dos que yo en las necesidades del Estado,
StIplirian Io que he dejado de proponer. •


¿Qtiién sabe Si algun dia la modera-
don de los Príncipes, oyendo los votos de
un obscuro político


'


emprenderán 'una
reforma que podrá hacer mudar de sem-
blante á la Europa. Deseo justo, y lleno de
humanidad, que "no deja- remordimiento
alguno en el alma que lo ha formado!


Serán acaso siempre vanos, diré con
un escritor célebre, los suspiros del hom-
bre Virtuoso por la prosperidad de las na-


de la legislacion. 97dones; mientras que los del ambicioso y
del insensato son muchas veces satisfe-
chos y favorecidos por la suerte ? No: los
progresos que hacen los conocimientos
útiles han ennoblecido al presente los tro-
nos. Parece que la política, ilustrada por
la razon, ya ha empezado á hacer cono-
cer á los Príncipes que no deben emplear
su autoridad sino en felicidad de los pue-
blos que gobiernan : saben que la fuerza
es el instrumento del que quiere reynar
sobre una nacion de esclavos ; pero que
las buenas leyes, la moderacion , y la dul-
zura, son las únicas cadenas que unen á los
verdaderos ciudadanos con el Soberano.


Parece que la experiencia empieza á
persuadirles que es inútil tener levanta--
dos tantos brazos siempre armados sobre la
cabeza de los pueblos; porque si los súb-
ditos tiemblan delante de sus tropas, éstas
huyen á la vista del enemigo. Á pesar de
los prestigios de la opinion y del error, se
vén precisados á confesar que guando una
nacion no está oprimida y es feliz, todos
los ciudadanos son soldados guando lo exi-
ge la necesidad; que serán otros tantos Ro..
m anos, Espartanos, y Atenienses, tan in-ter


esados como ellos en la defensa de lapatria ; que el enemigo nada adelantará
Tomo II.




98 Ciencia
entonces ganando una batalla, porque en-
contrará siempre nueva resistencia mien-
tras que hallase nuevos ciudadanos con
quienes combatir ( ); que las guerras serán
entonces raras y j ustas, y las victorias lle-
nas de honor; que los triunfos no estarian
como hoy mezclados y turbados con los
suspiros de aquellos infelices, que con la
pérdida de sus parientes , ó con el sacri-
ficio de sus patrimonios , han pagado la
gloria y la usurpacion del ambicioso que
los ha vendido con engalló ; que las ben-
diciones de los pueblos serian las trompas
victoriosas que anunciarian el pasage del
héroe que ha salvado la patria ; que. en-
tonces, sin ofender á la divinidad , se le
podria llamar el Dios benéfico , el Dios


(s) La conquista de las Galias costó diez
años de fatigas, de victorias y de negocia-
ciones á César, y no costó por decirlo así
sino un dia á Clodoveo á la frente de pocos
Francos. 1 Fué acaso este Rey, guando no te-
nia sino quince ó diez y seis afios, mayor.
generar que César? Los Francos eran mas va-
lientes que los Romanos? No, sino que César
tenia que combatir contra unos pueblos que
habian sido siempre libres ó felices; y Clo-
doveo encontró la Galia oprimida y subyu-
gada hacia mas de cinco 4igios.


de la legislacion.
99de los ejércitos; y entonces en fin los mi-


nistros del altar podrían sin temor supli-
carle bendigera sus banderas.


Estas máximas muy divulgadas en la
corte de los Príncipes; los progresos glo-
riosos que la libertad comienza á hacer
en aquella misma nacion, que fué la pri-,
za que introdujo el sistema fatal de la
perpetuidad de las tropas , y la misma
que experimentó sus funestos efectos ; el
celo de los escritores que á porfia hacen
esfuerzos para ilustrar á los Príncipes, y
prevenirles contra los engaños perniciosos
de sus ambiciosos ministros; y sobre todo,
la evidencia de la verdad, me hacen es-
perar que la reforma que he propuesto
será algun dia emprendida. La nacion
que la pondrá primero en egecucion serájla primera que experimentará sus venta-as. Reformando sus tropas de tierra se
pondrá en estado de defender mejor el:
terreno comun , aquel terreno sobre el
qual todas las naciones tienen iguales de-
rechos, pero que la fuerza en el dia ha
concedido á pocas su dominio ; aquel terre-
no que une á todos los pueblos; y los ex-
pone á que experimenten todas las ven-
tajas y los peligros de los paisesconfinan-
tes; aquel terreno finalmentecsore el qual.G 2




ioo Ciencia
cada uno de los pueblos debería tener al-
gunas fuerzas capaces de conservar la li-
bertad general, única ley que una nacion
tiene derecho de dar á las demás. Este
territorio es la mar.


Convendria , pues, levantar la mari-
na militar sobre las ruinas de las tropas
de tierra. Éstas causan la miseria de los
pueblos, sin defenderlos; y aquélla los de-
p ende no empobreciéndolos , sino enrique-
ciéndolos. No es éste el lugar de expo-
ner todas las ventajas que resultarian á
una nacion de los progresos de la marina
militar: yo podria demostrar tambien co-
mo la misma poblacion ganaria mucho;
pero me distraeria demasiado si entrase á
exáminar por menor todas estas ventajas.
141e contento con haber sentado aquí co-
mo de paso esta verdad.


Es evidente, pues, que la reforma de'
las tropas perpetuas, sin comprometer la
seguridad de la nacion, quitaria dos gran-
des obstáculos á la poblacion : el celiba-
to de los soldados, y el que causa su ma-
nutencion en las otras clases de ciudada-
nos. Destruidos estos dos obstáculos, per-
deria su fuerza otro vicio que no contri-
buye menos en-el estado presente á im-
pedir los progresos de la poblacion, cu-


de la legislacion.
TOr


ya actividad es siempre relativa al núme-
ro de los celíbatarios , y á la miseria na-
cional. Este es la incontinencia pública.


CAPÍTULO VIII.
Ultimo obstáculo de la poblacion: la in-


continencia pública.


unesta reflexion I Los vicios y los des-
órdenes tienen, por decirlo así, una re-
cíproca filiacion entre sí. Unos nacen de
otros, y aquéllos dán nueva fuerza á éstos.
De este modo la miseria y el celibato for-
zado de algunas clases de ciudadanos, im-
pidiendo los matrimonios, ocasionan la
incontinencia pública , y ésta disminuye
el número de aquéllos. Donde reyna la
corrupcion de costumbres, el hombre (res-
precia una esposa ; y donde hay pobreza,
y son muchos los celibatarios forzosos, de-
be reynar la corrupcion de costumbres. La
naturaleza quiere ser satisfecha ; son po-
cos los que saben vencerla. Luego es ne-
cesario tener una esposa ó recurrir á una
prostituta. La moral nos ofrece la primera;
la pobreza y el celibato forzado nos con-
denan á la segunda.




102 Ciencia
Un ciudadano que no puede tener u-


na esposa, encuentra en la incontinencia
pública una recompensa agradable de es-
ta privacion. Se satisface la sensualidad,
pero la generacion queda ociosa. Esta en-
fermedad , que al principio no ataca si-
nofi Jos que están condenados al celibato
Ptír , por el mal gobierno, ó por
las leyes; guando el número de éstos se
ha aumentado en la nacion , se hace con
tagíosa , y se comunica á todas las clases
del Estado.


.La.. corrupcion se hace entonces
nerat, y •es comun la aversion al matrP-
rnonio , qüe, es el mas dulce de los


. víncu,
los-que unen á los hombres. El rico lo -a-
borrece por sensualidad, y .el pobre por su


..artesano quiere mas partir el
fruto de sus sudores con una prostituta
qu5 puede abandonar, y mudar siempre
que quiera; que con. una muger que es en-
faclosa. quando se pierde el gusto á los
placeres de la inocencia. En fin todas las
otras clases de ciudadanos miran enton-
ces el matrimonio como el sepulcro de la
libertad y de- la felicidad. Los inocentes
placeres que compensan los sacrificios que
dos honestos esposos hacen .á los precio--
5os vínculos' de su ternura, desaparecen




de la legislacion. 103
á los ojos del hombre corrompido. Él es
incapaz de apreciar aquella agradable y
secreta satisfaccion que nace de la' íntima
union de dos esposos, de su recíprócé:á.
mor, de sus mútuos servicios, Y.delas
dulces y sagradas obligaciones con que
cumplen, formando el espíritu y el co-
razon de sus tiernos hijos. -


. Estas delicias son demasiado senci-
llas , uniformes y debla:das- para ellos.
Solamente los grosetOs3 deleyte1- pueden
penetrar y conmover los-corazone5Sifilo-
nestidad. Tales seonlas Ç que al presente-se
llaman grandes placeres de ta:vida.»-ert
casi todas las naciones de-'1a:›EufóPaP;
donde por nuestra.detgra:cia; Y-Para lrükr-1
na de la poblaclbri:.,%e ha: itailtiplicádb
i nfinitamente la clase f 'de' estos celibká=
ríos que ;-no halértr-étVo vOto-nue él, -de
abstenerse de una 'esposa, y dónde -Para
afrenta de nuestra especie y de nuestro
siglo, se ha introducido otro vicio que)la
hecho los mayores; progresos,, vicio que
guando quería nombrarlo pudor me,
ha impedido; vicio que degrada la hujiy.
nidad , dando á . uo2sey5 todas las debili-
dades del otro; vieib vació de generacion,
que despuebla al mundo con ellmiSmli
instrumento con que debía poblarlds-y qüe




2 04 Ciencia
;ocasiona tal revolucion entre los hombres
.que pueden abstenerse de las mugeres.
¿Qué vacío no debe dejar en la poblacion
este exceso de la incontinencia pública?
¿Es estraño que apénas se celebre un ma-
trimonio cada año sobre cien hombres en
la mayor parte de las naciones de la Eu-
ropa (1)? Mas este desórden que en todos
tiempos ha causado la ruina de la pobla-
cion, hoy se ha hecho mas mortífero que
nunca. Desde que .1a América se ha ven-
gado-de todos los males.que le hemos he-
chthrgnplunicandonos -.uno que tiene su
asiento , en la misma fuente del placer,
desde Cesta época la prostitucion despue-
bla lás naciones;,p9rque al- mismo tiempo
9:Re aparta á los hombres del matrimonio,
cgmunica á los t-A,ue se , entregan á este
vicip_un veneno destructor de la fecundi-
dad. de la virilidad , y de la vida ; un ve,


(i) Léanselos cálculos de IVIr.Sussinilch,
el ; qual dice 'q41^1-ilolanda se hace el cómpu-
tétqul hay un matrimonio cada año por cada
64 pérsonas, mientras qué en Suecia se cele
bra utO por cada 126. En la Marca de Bran-
demburgcr.y en Finlandia uno por cada soS.
En Berlín uno por cada no, y en Inglaterra
ppo por. cada p8 , 115


de la legislacion. T055
neno que, despues de haber sido la pena
del delito, llega á ser aún la ruina de
la inocencia; un veneno finalmente que
no respetando la misma posteridad de
aquél que la ha introducido en su san-
gre, hace nacer una raza degenerada,
bastarda , y privada muchas veces de la
virilidad, monumento de la depravaciort
y de la desgracia de uno de sus autores.
Si es tanto, pues, el estrago que causa
en la poblacion la incontinencia pública,
¿qué remedio debe oponer el legislador
á este mal? Seguramente no deben imitar
el egemplo del Emperador Teodosio, que
para desterrar la prostitucion de Roma")
mandó que fuesen demolidas las casas de
la prostitucion (1).-


Establecer unwigual ley , sería lo mis-
mo que hacer un lupanar de un pais en=
tero , poner en peligro la honestidad con-
yugal,-y querer destruir un desórden con
otro mayor.


El único medio de detener los pro-
gresos de la incontinencia pública es des-
truir, ó á lo menos debilitar la fuerza


(a) Léase á Zepero en la obra intitulada
Legum ilfosaicarum forensium explanatio,
lib. 4. cap. i 8.




io6


Ciencia
de aquellas causas que la producen y -la
fomentan. Disminuid el número de los ce-
libatarios , que las leyes y el gobierno
haciendo nacer en el Estado la abundan-
cia permitan á todo ciudadano que se ca-
se; y entonces viereis disminuirse insensi-
blemente en la nacion la incontinencia
pública, la prostitucion .y la inmodestia;
ya que sus progresos, corno . se ha demos-
trado, son siempre relativos al número de
celibatarios, y á la miseria de la mayor
parte de -los ciudadanos.(r).


Nosotros tenemos. una prueba de he-
cho en la América Septentrional en las
colonias anglo-americanas. Que se lea lo
que dice el célebres. "ranitlin , y el in-
mortal Raynal , y se observará corno la
riqueza Universal repartida . . sabiamente
por la primera distribucion de las tierras
y el baeniMewdela . industria, multiplica
el número de los' matrimonios , y corno
ámbas cosas conspiran á conservar laseos-
tumbres y la honestidad pública. La pros-
titucion no ha podido aun mostrarse en
esta feliz region, donde todo hombre se


(i) En el discurso de esta obra hablaré
los otros remedios dependientes de la educa-
cion, de lao costumbres, y de la patria po-
testad.


de la Zegislacion. 107
halla en estado de tomar una muger y
de mantenerla sin penalidades. El liberti-
nage , que es siempre una consecuencia
de la miseria , no ha podido aun inspirar
á sus felices habitantes el gusto de estas
delicias esquisitas , de estos placeres bruta-
les, que con preparacion , y el dispendio,
consume y enerva entre nosotros todas las
fuerzas del alma , y excita los vapores de
la melancolía despues de los suspiros
del deleyte. Los hombres no consumen
los años mas floridos de la vida en un
celibato vicioso. guando ván al matrimo-
nio, el largo uso del vicio no ha debilita-
do sus órganos; la sensibilidad de su co-
razon no se ha enervado aun por los pla-
ceres que han gozado, y no llevan al ara
sagrada del amor un corazon indigno de
esta deidad adorable. Las, mugeres son:
aun lo que deben ser , dulces , modestas,
compasivas, benéficas, y dotadas de todas
aquellas virtudes que perpetúan el imperio
de sus atractivos. En los bosques de la
Florida y de la Virginia, dice Raynal , y
aun en los mismos del Canadá, se puede
amar toda la vida lo que se amó la-,prime-
ra vez , es decir, la, inocencia y la virtud,
que no dejan jamás perecer enteramente
la belleza.




1°8 Ciencia
Este es el estado de las costumbres de


la América inglesa: ¡ qué triste paralelo
puede formarse con los de la Europa!


Estos son los principales obstáculos
que se oponen á los progresos de la po-
blacion de la Europa , y los medios de
remediarlos. Creo haberme extendido bas-
tante en este examen, yá es tiempo de
pasar al otro objeto de las leyes políticas y
económicas: es necesario hablar de las ri-
quezas.


CAPÍTULO IX.
Segundo objeto de las leyes políticas y eco-


nómicas: las riquezas.


Hubo un tiempo en que las leyes no
tenian por objeto sino formar héroes , y
la pobreza era el primer grado del herois-
rno. Se temian las riquezas , y con razon,
como lo hemos observado en otra parte.
Quando éstas son el fruto de la conquis-
ta, y no del trabajo del cultivador, del ar-
tesano, y del mercader , deben necesaria-
mente corromper á los pueblos , fomentar
el Ocio, y acelerar la ruina de las nacio-
nes. De este modo Esparta dominó en la
Grecia, mientras que las leyes de Licurgo


de la legislacion, 109
alejaron de la Laconia el oro y la plata;
y Roma fué grande y virtuosa mientras
que sus ciudadanos ofrecian sacrificios á
los dioses hechos de madera 6 de argila.


Mas el estado presente de las cosas es
enteramente diverso. Yá no son los tribu-
tos de los pueblos subyugados, ni el botín,
ni las alianzas , ni los títulos pomposos
de Rey que César , Pornpeyo y los patri-
cios Romanos vendian al que mas ofre-
cia (1) , los que hoy enriquecen los esta-
dos. Un trabajo continuo, una vida ente-
ramente ocupada , protegida por buenas
leyes , y un gobierno moderado , son las
fuentes de donde nacen las riquezas. En
otro tiempo estaban sumergidos los pueblos
ricos en el ócio mas profundo, y siempre en
peligro de ser presa del despotismo; hoy
las naciones mas ricas son aquellas don-
de los ciudadanos son mIts laboriosos y
mas libres. Así no tenemos ningun moti-
vo de temer las riquezas , sino de desear-
las; y el principal objeto de las leyes de
hacerlas nacer, porque ellas solas son el
apoyo de la felicidad de los pueblos, de
la libertad política exterior, y de la inte-


(I) S uetonio in Ces. cap. 34.45. 54. Cic.
ad .,itticum lib. 34. ep, t2,




I 10 Ciencia
rior de los Estados. Persuadidos de esta
verdad importante, que solo he insinuado
en este lugar, y dejo demostrada en otra
parte (1), vengamos ahora al exámen de
las causas, ó por mejor decir , de los me-
dios mas propios para introducir y con-
servar las riquezas en una nacion. Des-
pues hablaremos de la manera de distruir-
las con la menor desigualdad posible;


CAPÍTULO X.
De los manantiala de las riquezas.


lf"
.1--/a agricultura, las artes y el comercio
son las tres fuentes universales de las ri-
quezas. La agricultura nos dá las produc-
ciones de la tierra; con las artes se au-
menta su valor , se extiende su uso, y cre-
ce su consumo; por el comercio se permu-
tan , se trasportan , y se les dá por este me-
dio nuevo valor. La primera dá la materia,
la segunda la forma, y la tercera el movi-
miento. Sin la forma y el movimiento se
puede tener materia; pero sin ésta no pue-


(1) En el lib. 1. donde hemos hablado
de la relaeion de las leyes con el genio y
la índole de los pueblos.


de la leci.dacion. II I
de existir ni forma ni movimiento. De don-
de se sigue que la fuente principal y única
de las riquezas es la agricultura. Así solo
las naciones agricultoras pueden subsistir
por sí mismas, mas las manufactureras y
comerciantes deben depender necesaria-
mente de las primeras. Sin la agricultura
un pueblo puede participar de los frutos
del comercio y de la industria, pero el
árbol solo-pertenece al pueblo agricultor;
toda prosperidad que no está fundada so-
bre la agricultura es precaria; toda ri-
queza que no viene de la tierra es incier-
ta (t); todo pueblo que renuncia á los be-


(i ) La sítuacion de la Holanda puede ser
una prueba de esta verdad. Esta nacion , que
puede decirse sin duda alguna la mas rica de
la Europa, tiene un territorio muy corro y
estéril con una gran poblacion , y todas las
cosas contribuyen á su grandeza menos la
agricultora, ¿está acaso asegurada de con-
servar por mucho tiempo su prosperidad? ¿A
qué peligros no está expuesta ?¿ Qué asechan.
zas pueden urdirse contra su fortuna? Su co-
mercio, fruto de su grande economía é indus-
tria, siempre está expuesto á algunos golpes
que no puede precaver ni remediar. La In-
glaterra le ha dado uno mortal por su acta
de navegacion y los tratados con la Rusia y,ecti-ia


framciscu




T I2 Ciencia
neficios de la agricultura, que deslumbra-.
do con la utilidad de las artes y del co-
mercio, desprecia los beneficios de las pro-
ducciones de la tierra ; que prefiere, en
una palabra, la forma á la materia, pue-
de compararse á aquel avaro imbecil que
seducido por la codicia de una corta ga-
nancia no quiere colocar su dinero en ma-
nos de un rico propietario, sino en las de
un hijo de familia pródigo, que le hará •
perder pronto el capital y sus rentas. Es-
tas consecuencias me parecen tan senci-
llas como los principios de donde nacen.


Dejémos al lector que lo juzgue por


Portugal, y aun hubiera podido hacerle per-
der el de Cádiz por la facilidad que }labia ad-
quirido para dar la extension que quisiera á
su comercio clandestino entre la Jamayca
y las colonias Espafiolas. Las ciudades An-
seáticas se han apropiado parte de su comer-
cio de cabotage, y del de giro y de comi-
rion. Para privarla de las ventajas que saca
del comercio que hace sobre las riberas de!
Rhin, bastaba que el Rey de Prusia estable-
ciese una factoría en Wesel. El comercio
actual de Dinamarca no se hace sino á ex-
pensas de los Holandeses. Los beneficios ó
utilidades de su agricultura, es decir, de su
pesca de arenques y ballena, se han dismi-


de la legislacion. 113
sí mismo , y pongamos por principio cierto
que en toda nadan donde la agricultura
puede cultivarse con ventaja, las leyes no
deben despreciar los progresos de las artes
y del comercio; pero siempre deben subor.4
Binarlos á los adelantamientos de aquélla.
La agricultura debe ser el punto donde
deben ir á parar todas las líneas econó-
micas, el grande interés con el qual de;
ben combinarse todos- los otros , la divini-
dad en cuya presencia deben todas las otras
desaparecer, y el fundamento eterno so-
bre -el qual el legislador debe levantar el
grande edificio de la opulencia nacional..


Sentado este principio, vengamos al
examen de los obstáculos que en la ma-
yor parte de la Europa se oponen á lbs


' progresos de la agricultura , los cuales
deben procurar destruir las leyes:in


nuido infinito. Ya no hacen el comercio de
seguros que en otro tiempo hacian para una
gran parte de ia Europa,dei qua! sacaban.Ven..
tajas muy considerables. Ultimamente • basta
observar el curso actual de las cosas en:la Eu-
ropa, para proveer que todo pueblo tendrá tar-
de d temprano una navegacion relativa.á lana-
t uraleza. oe su pais y al aumento de sainclustria,
y las Provincias unidas verán cada dia.disinb
nuirse mas y mas su comercio, .a,.medida


Tom. 11.




I 14 Ciencia
ternoniendo toda su proteccion. Para pro.
ceder con órden en este examen distribui-
ré estos obstáculos en tres clases. En la
primera se comprenderán los que opo-
ne el gobierno ó la administracion , en
la segunda los que oponen las leyes, y
en la tercera los que nacen de la gran-
deza inmensa de las capitales. Empeza-
remos por los del gobierno.


CAPÍTULO XI.
Primera clase de los obstáculos que se
oponen á los progresos de la agricultura;


los que nacen del gobierno.


S i alguna vez es lícito mirar con ojos de
artífice las estatuas de los dioses ; si el
mostrar los defectos y los vicios de. los


que las otras provincias extiendan el suyo:
Esta es la suerte de un pueblo cuya pros-


peridad no está' fundada sobre la agricultura.
Observando los esfuerzos vigorosos que en el
dia hacen todas las naciones para librarse de
la incinstria estrangera, rue atrevo á pronos-
ticar que antes de medio siglo serán solamen-
te ricas las naciones de la Europa que se apli-
quen con mas cuidado á la agricultura, y
saquen mas producciones de su territorio.


de la leOslacion•
s1 1 5gobiernos no es delito sino en los paises


donde reyna el despotismo, ó donde una
obscura y misteriosa política crea las sos-
pechas y dirige las miras de un cuerpo a-
r istocrático, tímido porque es débil ; mas
es una virtud y un beneficio en un pais
donde la Providencia me ha hecho nacer,
en el qual el gobierno instruido por la exr,
periencia empieza á sentir la necesidad de
destruir las causas de los antiguos des-
órdenes que se oponen demasiado á la
felicidad pública. En fin , si la obliga-
cion del filósofo es acelerar el tiempo de
las reformas, y estusar á una nacion mu-
chas experiencias y pruebas que él mismo
deberia hacer á su costa, y muchas ve-
ces pagándolas á un precio excesivo; si
todo esto es verdad, yo me haria agravio á
mí mismo y á la moderacion de los Prín-
cipes del dia, si hablando de los obstá-
culos que impiden los Tprogresos de la
agricultura en la mayor parte de las na-
ciones do Europa , detenido por un vil
sentimiento de debilidad 6.: de adulacionim portuna y no necesaria, dejase' de ha-blar de los mas poderosos que son los que
zlacen del gobierno:


La administracion , que deberia ser el
apoyo de la prosperidad de los pueblos y


14 2




r6 Ciencia
de:la opulencia de las naciones; la admi-
olistracion, que solamente debia mostrar
su influencia en allanar el camino por don-
de los hombres corriesen á y.0 felicidad;
la administracion , que deberia abrazar
por regla general de su conducta aquel
gran principio, dejar obrar libremente, y
mezclarse lo menos que sea posible en lo
que se hace; la adtninistracion, digo, por
haberse apartado de estos principios salu-
dables; ha venido á ser .en la mayor parte
de las naciones la causa de su miseria, la
destructora de la industria de lós hom-
bres , y el manantial mas fecundo de los
obstáculos mas poderosos que impiden los
progresos de las artes , del comercio,
principalmente de la agricultura. El pri-
mero de 1(5s-obstáculos que se oponen á
ésta es sin duda la falta de libertad en
el :comercio de:sus producciones.
. Un error nacido de una falsa supos i


-clon, ha hecho. creer á los gobiernos que
el movimiento natural del comercio po-
drir, hacer salir del Estado una par te aun
de lo que era necesario para su consumo
interior. Para librarse de este terror pánico
se han cerrado los puertos de las naciones,
rodeado ele guardias sus fronteras, y se
han establecido las penas mas espantosas


de la legislacion. r r7
contra las extracciones clandestinas de al-
gunos productos necesarios para la vida;
recurso fatal que ha destruido la propie-
dad , arruinado la agricultura, debilitado
el comercio, empobrecido los campos, des-
poblado los estados, y aumentado la cares-
tía en la mayor parte de las naciones de
Europa. En vano se ha procurado en es-
te siglo mostrar este error con toda su
deformidad. En vano la pluma de los es-
critores económicos ha pintado con los co-
lores mas vivos los males que acarrea al
Estado esta funesta preocupacion. El an-
tiguo sistema combatido por tantos escri-
tores , por tantos filósofos , por el mismo
voto público, se ha conservado en todo
su vigor. Las trabas que habla antes,
aun se conservan ; las cadenas que tenian
aprisionado el comercio de los granos y
de algunos otros productos de la tierra,
en vez de desatarse, en muchas partes se
han apretado mas ; y entretanto la agri-
cultura se debilita bajo su peso. El go-
bierno respeta con supersticiosa venera-.
ci-on los antiguos errores , y los filósofos
despues de haber declamado y escrito in-
útilmente contra estas vejaciones , esperan
con impaciencia que las desgracias de los
pueblos hayan llegado al último extremo;




1 I 3 Ciencia
pues solo el exceso del mal puede disper-
tar á los gobiernos de su largo y profun
do letargo.


¿Pero podré yo tratar en una obra de
esta naturaleza de una materia tan im-
portante, sin añadir algunas ideas á las
reflexiones de los que me han precedido?
Por mas dificil que sea esta empresa, y aun
guando sea inútil, no por eso debo aban.,
donarla; empezaré fijando el estado de la
cuestion para proceder con acierto en este
exámen.


Se ha dicho que el motivo que obli-
ga á los gobiernos á prohibir la libertad
del comercio de algunos productos de la
tierra necesarios á la vida, es el temor de
la escasez de ellos. ¿Pero qué es escasez?
Es necesario convenir en el significado de
esta voz. La escasez de un género es de
dos maneras, ó guando la cantidad que
hay en el Estado es menor de lo que se
necesita para el consumo de- él, O guan-
do su precio es tal que una 'parte de los
ciudadanos no tiene con que proveerse.
Si existe la cantidad necesaria para el
consumo interior, y aunque su .


precio sea
subidotodos los ciudadanos pueden com-
prarlo, no se puede decir que hay escasez
de este género. En Inglaterra, por egent-,,.


de la legislacion. 119
plo , cuesta el trigo ordinariamente doble
ó triple que en muchos paises de Italia:
¿se podrá decir por esto que en Inglaterra
hay siempre escasez de trigo?


Supuesta esta definicion, veamos aho-
ra quál de estas dos especies de carestía
puede provenir de la libertad ilimitada
del comercio de los productos de la tier-
ra, ó si mas bien ambas pueden ser con-
secuencias de la privacion, .6 de la res-
triccion de esta libertad. Supongamos que
el comercio de un género sea entera-
mente libre, y no esté embarazado con
impedimento alguno ; en este caso, ¿qué
uso hará el propietario ? Lo venderá al
que mas le ofrezca. Si éste es un comer-
ciante estrangero , lo enviará fuera del
Estado; si es un ciudadano, lo venderá á
otro ciudadano ; pero con esta diferencia,
que en el caso de igualdad de ofertas, el
ciudadano será siempre preferido por el
dueño por la seguridad de la convencion.
No cuento aquí los gastos y riesgos de
la transportacion, ni el pago de los de-
rechos de la extraccion , si acaso los hu-
biere, porque los considero á cargo del
comprador.


Supongamos que la cantidad de las
cosechas de una nacion exceda á la que




120 Ciencia
se necesita para el consumo de los habite
tantes; no se puede negar que el interés
universal del Estado exigiría en este caso
que se extragese el sobrante, y que el pais
solo conservase la cantidad proporcionada
á la necesidad interior; ¿se podria esto
conseguir con una libertad ilimitada ? Exá-
-minémoslo. Es un axioma de la ciencia
económica, que el precio de qualquiera
mercancía es en razon directa de los que la
piden , y en razon inversa de su cantidad y
del numero de los vendedores. Luego en
nuestra hipótesi los propietarios del géne-
ro de que se trata, para venderlo con esti-
rnacion , deberán enviarlo fuera del pais,.
y pasarlo á aquella nacion en la qual la
cantidad del género es inferior á la que su
respectivo consumo exige. Al paso que
este género salga del Estado, su precio se
aumentará en lo interior ; y al paso que se
introduzca en la naden cxtrangera se
disminuirá en la misma. Así el beneficio
de la extraccion irá siempre disminuyén-
dose mas y mas por el aumento del pre-
cio en lo interior, y por la di minucion en
la nacion extrangera. Quando, finalmen-
te, después de varias oscilaciones, los pre-
cios de las dos naciones se nivelarán , en-
tonces cesando el beneficio, cesará el rno-


de la legislacion, 121
s-imiento , y con la libertad mas gran-
de para la extraccion , no saldrá del Es-
tado la mas pequeña cantidad de este
género.


Se me podrá hacer aquí una obje-
don , diciendo que este nivel en los pre-
cios de estas dos naciones podria verificar-
se guando se hubiese extraido , no solo lo
superfluo de la nacion vendedora, sino
parte tambien de lo necesario para su con-
sumo interior. ¿La escasez no sería en-.
tonces una consecuencia de esta ilimitada
libertad que tanto se desea? Esta objecion
no puede tener fuerza sino en un solo ca-
so, y es guando se quiera negar la exis-
tencia del órden inmutable que se observa
en todas las partes de la natitHeza.


Si no se quiere negar esteórden se
verá que la tierra reproduce todos los años
una cantidad correspondiente al consumo
universal. No hay sino un misantropo in-
sensato, dice un escritor juicioso ( t), que
pueda creer que los hombres están con-
denados á hacer decidir por la suerte
quién de ellos deba morir de hambre; pe-
ro nosotros consideremos este objeto con


(1) El conde de Verri. Reflexiones sobre
la economía política, Q. VIII.




122 Ciencia
ojos mas benignos, y tendrémos ideas-mas
verdaderas y de mayor consuelo. Hijos de
una vasta familia que ocupa la superficie
del globo, y naturalmente inclinados á
ayudarnos mútuamente , podemos reco-
nocer fácilmente que el Autor de la natu-
raleza nos ha provisto abundantemente
de todo lo que necesitarnos para la con-
servacion de la vida. Si el comercio fue-
se libre , favoreciendo sus designios , su-
pliria con lo superfluo de un pais las ne-
cesidades de otro, y la ley de la conti-
nuidad bastaria para equilibrar periódi-
camente la necesidad y la abundancia.


Supuesta esta verdad, que no se pue-
de negar sin ultrajar á la Providencia,
veamos alr,ra si tiene fuerza la objecion.
Se ha di& que el peligro que amenaza
á la nacion vendedora es , que el bene-
ficio de la extraccion se acabe guando no
solo se haya exlraido lo superfluo del gé-
nero, sino tambien parte de lo necesario.
Supongamos que esto suceda, siendo por
otra parte bien dificil, por muchas razo-
nes cuya indagacion dejo al lector: su-
pongamos, digo, que esto suceda, ¿ ha-
bria por eso -carestía del género en esta
nacion, si'su comercio fuese libre ? ¿Qué
causa ha obligado á los propietarios de


de la legislacion. 123
este género á enviarlo á la nacion que
lo necesitaba ? La esperanza de una ga-
nancia considerable , de un preció ma-
yor que el del interior ; pues estos mis-
mos motivos obligarian á otras nacio-
nes á llevarle este género de que se ha
privado para proveer á otra. La misma
libertad que parece debla producir la es-
casez , le acarreará la abundancia. Sus
puertos, nunca cerrados para la salida
ni para la entrada de este género, darán
por una parte y recibirán por otra. Enton-
ces , puestos en un justo nivel los pre-
cios, no se verian aquellas instantáneas
alteraciones que, cí consternan al minis-
tro, ó hacen quebrar al comerciante, al
propietario y al labrador.


Luego no hay que temer que la li-
bertad mas ilimitada en el comercio, de
qualquier género que sea, pueda producir
en un Estado la primera especie de es-
casez, que se ha dicho ser la falta de la
cantidad necesaria para el consumo inte-
rior. Veamos ahora si puede producir la
segunda, es á saber, la subida del precio,
de modo que una parte de los ciudadanos
no pueda proveerse del género. Esto nun-
ca puede suceder, y lo pruebo con dos ra-
zones: la primera es sencillísima. ¿Quán-




124 Ciencia
do sucede, pregunto, que el precio de
una mercadería, de la qual existe en el Es-
tado la cantidad necesaria, sea gravoso,
subido, y superior al justo nivel? Guan-
do la cantidad existente de la mercadería
se halla en pocas manos, entonces falta
la concurrencia entre los vendedores, y
el corto ruStnero de éstos aumentará ex-
cesivamente el precio de ella ; y entonces
en fin es int vitable el monopolio. Pues
este desórden es el que se evita por la
libertad del comercio. Si cada propie-
tario puede hacer el uso que quiera de las
producciones de sus tierras, él mismo ne-
gociará sus frutos, y no querrá segura-
mente despojarse de esta ventaja. Las
trabas artificiales , y las prohibiciones,
son las únicas causas que pueden
garle á ponerlos en manos de un clieSttó
monopolista , por no saber qué Liso hacer
de ellos. Esta es la primera razon. La se-
gunda se funda sobre la necesaria con-
secuencia que nace del mismo aumento
del precio, guando éste no recae en be-
neficio de tres ó guarro monopolistas, si-
no de los propietarios de las tierras. Si
éstos son ricos 3 es rico el Estado; si éstos
son pobres, el Estado tambien es pobre..
Todas las clases de- la sociedad deben con-


de la . leaislacion. 125
Pesar que . su suerte está unida-á la de los
propietarios de la tierra. El artesano que
hace sus vestidos, que fabrica sus casas;
sus muebles, los utensilios necesarios pa-
ra el cultivo de sus tierras; en una pala-
bra, que provee á sus comodidades y á su
lujo; el mercenario que les sirve, el abo-
gado que les defiende, el mercader que
comercia por ellos , el marinero , y el ar-
riero que transportan sus frutos; todos es-
tos individuos trabajarán mas , y serán
mejor pagados por los propietarios si ven-
den mas caros sus frutos. Si los no pro-•
pietarios deben pagarlos á mas alto pre-
cio, tambien sus obras serán pagadas mas
caras por los propietarios. En conclusion,
el precio de los géneros será caro; pero
no superior á las fuerzas de los que deben
pagarlo.
• De estas reflexiones, que solamente
he insinuado por no faltar á la brevedad
que profeso, se puede con seguridad in-
ferir que ni una ni otra especie de escasez
puede ser consecuencia de una ilimitada
libertad en el comercio de los productos
del terreno.Veamos a hora si ambas pueden
provenir de la privacion de esta libertad.


Si la experiencia no nos hiciese ver
:la frecuencia de las carestías en lgs




126 Ciencia
ses en que reyna este funesto sistema,
sin embargo de la fertilidad de sus terre-
nos , y la regularidad de las estaciones;
la razon solo bastaria para mostrarnos
quán expuestos deben estar á esta desgra-
cia. Para convencernos volvamos á la hi-
pótesis ya expresada, á fin que el pa-
ralelo entre los dos sistemas sea mas
exácto.


Supóngase que la cantidad de la co-
secha de un género que no es de libre
comercio sea mayor de la que necesita el
consumo interior. En este caso, ¿qué uso
se hará de este superfluo? O se dejará
perder en el pais, ó se permitirá que sal-
ga una cantidad ilimitada, concediendo el
gobierno la licencia despues de muchas
dilaciones, informes, averiguaciones y
cálculos; pues en uno y otro caso digo
que la cultura de este género se resentirá
de las trabas que el gobierno impone á
su comercio, y la nacion quedará expues-
ta al peligro de una inminente carestía.
'Esto es evidente. En el primer caso, de-
jando alterar y destruir lo superfluo pro-
hibiendo rigurosamente la extraccion, el
precio de este género necesariamente ha
de bajar; y si el exceso es muy conside-
rable, el labrador no querrá continuar su


de la legislacion. 127
cultivo, y la abundancia de un año pro-
ducirá la carestía de otro.


En el segundo caso se seguirá el mis-
mo efecto por lo que respecta al cultivo,
pero causará un daño mucho mayor al
Estado. Parece esta una paradoja, pero
voy á demostrarlo.


En un pais donde el comercio de un
género no es libre, antes que el gobier-
no sepa si la cantidad que hay en el Es-
tado es mayor que la necesaria para el
consumo interior , es preciso que pase
mucho tiempo. Los fraudes que pueden
cometerse en esta averiguacion; y la di-
ficultad de hacer un cálculo, cuyos datos
son inciertos, exigen la mayor vigilancia
de parte del gobierno. Así no se permiti-
rá la extraccion de este superfluo sino
algunos meses despues de cogida la cose-
cha, esto es, guando ya los poseedores
de las tierras apurados de una extrema
necesidad los hayan vendido, y hayan
pasado á. manos de los monopolistas; y


qué resultará de esto? Verificada la
extraccion , sube instantáneamente el
precio del género; pero sin que puedan
los propietarios de las tierras aprovechar-
se , por tener ya vendida á muy bajo pre-
cio la . cosecha. en un tiempo en que la




128 Ciencia
concurrencia de vendedores, la cantidad
del género, y el pequeño número de los
compradores se combinaron para dismi-
nuir mucho su valor. Así el mismo motivo
que los habria retraido de la cultura de
este género en el primer caso, causa igual
efecto en el segundo; pero con la diferen-
cia de que los gastos de la sementera, sien-
do mayores por el aumento que la extrac-
cion ha dado al precio del género, este
motivo será tambien mucho mas podero-
so. Además de esto , como el provecho de
esta extraccion todo es á favor de los co-
merciantes y no de los propietarios, los
no propietarios, cuya suerte como se ha
dicho depende siempre de la de aquéllos,
no hallando donde emplear sus brazos y
recursos, ó á lo menos no hallando don-
de emplearlos con mayor ventaja que an-
tes , porque la miseria no permite á los
propietarios hacer los gastos que, ludan
siendo ricos; los no propietarios, digo,
verán aumentar deSpues de la extraccion
el precio de aquel género, sin que se au-
mente proporcionalmente en ellos la po-
sibilidad de pagarlo.


Síguese de aquí que en el primer caso
la abundancia de un año produce una es-
casez de cantidad en el siguiente; y en el


de la legislacion. 129
segundo, esta abundancia producirla una
escasez de precio en el mismo año, y una
de cantidad en el siguiente. Quando el co-
mercio de un género no es libre, una ex-
traccion dada accidentalmente por el go-
bierno, lejos de ser útil, es mas dañosa
que la prohibicion misma (1). Bajo qual-
quier aspecto que se considere esta inter-
.posicion del gobierno, este defecto de li-
bertad en el comercio de los productos
de las tierras, será siempre fatal á la po-
blacion porque disminuye la subsisten-
cia; y funesta á la agricultura, á las ar-
tes, y á la industria, por el desaliento y
la miseria que causa en los propietarios de
de las tierras.


Pero no son estos los únicos obstácu-
los que el gobierno opone á los progre-


(r) No me empego en demostrar aquí
quán absurdo es el sistema propuesto por
IVIelon, sobre regular la extraccion de los gra-
nos por su precio; porque este errado sistema
ha sido refutado con la mayorevidencia por un
conciudadano mio en una obra que hace ho-
nor á su patria. Está escrita en frances, y de.
ne por titulo : Diálogo sobre el comercio de
los granos. Yo hubiera podido aprovecharme
en este capitulo de sus luces, si antes de co-
menzarlo no hubiese jurado cerrar todos los


Tom. H. 1




30 Ciencia
sos de la agricultura. Hay otros que me
contentaré con insinuarlos, para evitar
inútiles repeticiones que contribuyen tan-
to al descrédito de una obra. Estos son:
Primero, la variacion continua de los im-
puestos sobre las tierras. Segundo : la
enagenacion de las rentas públicas. Ter-
cero : la naturaleza de algunas imposicio-
nes. Quarto: el modo de exigirlas. Quin-
to: la multitud de hombres que se qui-
tan á la agricultura, no para servir ni
defender, sino para defraudar á la Na-
cion y al Príncipe en la cobranza de sus
rentas. Sexto : el sistema militar actual.
De éste ya se ha hablado con bastan-
te extension; y de los otros trataré en el
discurso de este libro , guando el órden de
mis ideas y la distribucion de la materia


libros publicados sobre este asunto, y no con-
sultar sino mi propia razon. Pero no quiero
negar á este escritor el tributo de la admi-
racion que me ha causado, y debo confesar
que sus diálogos me han sorprendido. No es
posible escribir en materia tan estéril con
tanta elegancia, amenidad y gusto. Estaba
reservado al célebre Galiani llevar hasta los
almacenes de granos las gracias que D'once-
nelle habla esparcido con mayor facilidad so-
bre los sepulcros de los muertos.


de la legislacion.
131de que trato me permitan observar estos


vicios en toda su extension, y bajo
todos sus aspectos; y con esta ocasion me
dilataré sobre la eleccion de los medios
mas propios para extirparlos.


CAPITULO XII.


Segunda clase de los obstáculos que se
oponen á los progresos de la agricultura:


L
los que nacen de las leyes.


os Atenienses sacrificaban á los dioses
c
onocidos y nosotros deberíamos sacrifi-


car al Dios conocido para que nos pre-
servase de los errores que no se conocen.
Esta oracion pública que la Providencia
no se desdeñarla de oir,


, tal vez nos ba-
ria 'conocer en nuestras leyes algunos de-
fectos y errores, que si no destruyen en-
teramente la agricultura, la mantienen á
lo menos en aquel estado de decadencia
que la vemos, la qua/ el declamador atri-
buye á los vicios de los hombres, el vulgo
á castigo del cielo, el labrador á la intem-
perie de las estaciones , el despreciable pro-
yectista á la irn perfeccion de las máquinasy de los i nstrumentos propios para facilitar


2




132 Ciencia
la cultura ; pero el filósofo que solo medita
y observa, la halla en los vicios de los go-
biernos , y en los errores de las leyes (i).


Hay en muchas naciones de la Eu-
ropa algunas leyes que parecen dictadas
expresamente para destruir la agricultura.
Una de las principales es la que prohi-
be á los propietarios de las tierras cercar
sus heredades con paredes de tierra y
con fosos ó con espinos. Si no estuvie-
ra demostrado con razones y por la ex-
periencia quánto contribuye para la abun-
dancia de las cosechas la cerca de los
campos, quánto acelera la vegetacion,
quánto modera los rigores del frio y la im-
petuosidad de los vientos que causan tan-
tos dados en la primavera ; si la experien-
cia de la Inglaterra no hubiese hecho ver
que el producto de las tierras cercadas es-
cede á lo menos en una quarta parte al de
las que están abiertas, y que léjos de cau-
sar perjuicios es infinitamente útil á las que
están destinadas para pastos; si no se hu-
biese demostrado , repito, todo lo dicho,


(x) Estos son los verdaderos azotes del
cielo, y los menos sensibles ; pero los mas
fuertes y por nuestra desgracia los mas fre-
cuentes.


de la Zegislacion. 133para no dejar duda alguna sobre la injus-
ticia y los males que causa esta ley á. la
agricultura, bastaría recorrer los campos
para conocer quánto desalienta esta prohi-
bicion al labrador, que vé perdida cada
año la mitad de su cosecha por tener stx
campo expuesto á los animales que ván á
devastarlo, contra los quales es casi impo-
sible tomar precaucion alguna; á que tran-
siten por ellos los carruages para evitar
los malos pasos de los caminos públicos, y
á los hurtos que se cometen bajo la pro-
teccion misma de las leyes.


Habiendo preguntado un dia á un la-
brador juicioso ¿por qué no plantaba ár-
boles en sus heredades , particularmente
moreras , que tanta utilidad dan en e/
dia por haber llegado la seda á ser uno
de los principales objetos de la industria?
echando un profundo suspiro , me res-
pondió : Sefior , yo soy bastante adverti-
do por lo que toca á mis intereses ; no
hubiera olvidado un objeto tan provecho-
so si la ley no me 'lo prohibiese. Es ver-
dad , prosiguió , que no hay ley clara
que me prohiba plantar quantos árboles
quiera en mi heredad ; pero hay una
expresa que me prohibe cercarla y cer-
rarla, y sepa vmd. que solas diez cabras




134 ciencia
que se introdujesen en mi campo bastarian
para destruir en pocas horas quinientas
plantas tiernas de moreras si yo me re-
solviese á plantarlas. Aunque yo tuviese
el derecho de prohibir á qualquiera espe-
cie de animales que entrasen á pacer en
mis heredades, derecho que solamente me
concede la ley en algunos meses del
año (1); aunque tuviese, digo, este de-
recho , ¿ podría hacer los gastos que se
requieren para guardar como conviene un
campo abierto por todas partes? ¿no se-
ría una locura gastar tanto en mejorar un
campo que las leyes condenan á la deca-
dencia? que me permitan éstas cerrarlo,
y egercer en él los mismos derechos que
en mi casa ; finalmente que me restitu-
yan la libertad de poder disponer de lo
que es mío, y verá vmd. dentro de pocos
dias rodeadas mis heredades de moreras,
olivos , y de toda especie de plantas aná-
logas al terreno.


Esta sencilla respuesta me sorprendió,
y desde luego deduje el obstáculo que
esta ley opone á los progresos de la agri-
cultura. Despues reflexioné sobre el golpe


(r) Desde el tiempo de la sementera has•
ta el de la siega.


de la 135
fatal que causa á los sagrados derechos
de la propiedad. No puedo entender có-
mo la han respetado tan poco los legisla-
dores. Aun guando la cerca de las tier-
ras fuese cosa indiferente para los pro-
gresos de la agricultura, guando la ley
que la prohibe fuera útil á algunos ciu-
dadanos, no veo en esta prohibicion sino
una injusticia manifiesta, y un atenta-
do contra los derechos imprescriptibles
de la propiedad.


No se deben confundir las reglas bue-
nas para el gobierno de un órden religio-
so con las leyes propias para dirigir una
sociedad civil. En un claustro, todo es de
todos ; nada hay que sea particularmente
de éste ó del otro; los bienes forman una
propiedad comun. Este es un solo sér
que tiene , dice un célebre escritor (t),
veinte, treinta, quarenta, mil, ó diez mil
cabezas. No sucede así en una sociedad.
En ésta cada individuo tiene su cabeza;
y su propiedad que es una porcion de la
riqueza general de la qual es dueño, y
dueño absoluto, puede usar, y aun abu-


(a) El autor de la Historia fi loso"fica y
política de los establecimientos de los euro-
péo: en ¡as dos Indias.


Francisco B-ectfia




136 Ciencia
sar, segun su capricho ; pues aun-quan-
do pidiera el bien público hiciese éste
el otro determinado uso , no ha de pres-
cribirlo expresamente el legislador , sino
que debe recurrir á las vial indirectas,
combinando de tal modo sus intereses,
que el propietario haga de su propiedad
el uso que desea la ley; pero que sea vo-
luntariamente y sin órden expresa de la
misma.


Esta es la diferencia que hay entre
una nacion bien ordenada, y otra que lo
está mal. En la primera, los hombres ca-
minan directamente al fin, y las leyes
oblíquamente ; en la segunda es por el
contrario. En la primera el legislador, sir-
viéndose de los intereses particulares del
ciudadano , le hace obrar como conviene,
sin violentarlo y sin descubrirle su inten-
cion; en la segunda lo exáspera , le irrita,
y le dispone para que falte á la ley, mos-
trándole su intencion , su voluntad , su
fuerza, y ocultándole sus intereses.


La ley por egemplo del Emperador
Pertinax determinando que un campo
que se hubiera dejado inculto pertenecie-
se al que lo cultivase , iba demasiado di-
recta.mente á su objeto; pues queriendo
Proteger la agricultura , violaba la propie-


de la legislacion. 1 37
dad que debe respetar el legislador con
la mayor religiosidad (t).


Si un campo es mio , puedo dejarlo
estéril, y el respeto del derecho de pro-
piedad exige que la ley me permita en
esto ser un mal ciudadano. Si por el con-
trario me quita esta libertad, si me man-
da cultivarlo, y me prescribe el modo y
el tiempo en que debo hacerlo, ya no soy
dueño del campo, sino solamente un ad-
ministrador dependiente de la voluntad
de otro.


Despues de estas reflexiones, ¿qué diré-
mos de la ley que prohibe al propietario
cerrar ó cercar sus tierras? Aun guando
pudiera ser en algun modó útil á los pro-
gresos de la agricultura, como lo era la
ley de Pertinax , Isería esto bastante para
justificar la violacion del derecho de pro-
piedad ? ¿ Es acaso permitido cometer
una injusticia para producir un bien? ¿se
puede destruir una ciudad para levantar
sobre sus ruinas un soberbio edificio? Mas
si esta ley no solamente no es favorable


(I) No debe confundirse la ley de Perti-
nax con la de Valentiniano , Teodosio y Ar-
cadio, que mantienen en posesion de las tier-
ras abandonadas al primero que las ocupa,
Si pasados dos aéos no comparece el verda-




138 Ciencia
á la agricultura sino que la destruye; si
al mismo tiempo que viola y trastorna to-
dos los principios de la sacrosanta propie-
dad , quita al labrador la voluntad de
plantar, sembrar, y cultivar como hemos
visto ; en una palabra, si es enteramente
injusta y perniciosa, ¿ no deberá consi-
derarse como el oprobrio de nuestros códi-
gos, y como la rama mas irregular é infor-
me de aquella monstruosa y antigua en-
cina, miserable y vergonzoso emblema de
la legislacion presente de las naciones de
Europa ?


Un sistema de pastos mal entendi-
do dictó esta ley, y él mismo es la cau-
sa que subsistan en el dia en la mayor
parte de la Europa las tierras comunes
valdías. Estas tierras ó campos que siendo
de todos se puede decir que no son de al-
guno, estos campos que sacrifican á la es-
terilidad una parte muy considerable de
los terrenos de las naciones , estos campos
que vendiéndose á los ciudadanos parti-
culares aumentarian casi una tercera parte
clero duefio. Esta ley no destruye la propie-
dad , porque el que abandona lo que es suyo
y vé con indiferencia que otro lo ocupa , ma-
nifiesta cierto tácito consentimiento que la
ley interpreta en favor del nuevo poseedor.


de la legislación. 139
la masa de las producciones anuales; es-
tas tierras. finalmente que presentan á
un legislador los medios para empezar
la gran reforma que se debería empren-
der en el sistema universal de las con-
tribuciones ; estas tierras , digo , están
condenadas á un lastimoso abandono para
servir de pasto á algunos pocos ganados
que la indigencia conduce á ellas por-
que no tiene ni riqueza ni propiedades
donde ocupar sus brazos. El temor de
perjudicar á esta clase infeliz de ciuda-
danos, que por otra parte serian los pri-
meros que se aprovecharian de la ven-
ta de estos campos ; este temor, digo , a-
parta á nuestros legisladores de una ern-
presa que tal vez podria mudar el sem-
blante de la agricultura en la Europa; y
este temor hace subsistir aún en muchas
partes la ley que prohibe la cerca de los
terrenos. ¡ Lastimosa condicion de la hu-
manidad! ¡La barbarie, la ignorancia, las
preocupaciones , hasta la misma piedad de
los legisladores, todo conspira á su mise-
ria! Mas no son estos los únicos obstácu-
los que- oponen las leyes á los progresos
de la agricultura (i). Hay otros , parte de


(t) En algunos paises de Europa el pro-




1 40 Ciencia
los quales se hallan mezclados entre las
ruinas que aun existen del sistema feudal.


Quando toda la Europa seguia este
sistema fatal, y la anarquía de los feudos
estaba en su mayor fuerza , las contribu-
ciones públicas y las privadas no se pa-
gaban con metales. Los nobles servian al
Estado con sus personas , no con dinero,
y sus vasallos les pagaban las rentas
en una parte de frutos, ó con sus traba-
jos. De aquí tuvieron su origen las dé-
cimas sobre todos los frutos, y las pres-
taciones de servicios que el Baron exi-
gía de sus vasallos: los bárbaros llama-
ron á esta prestacion ó tributo corbata.
Estos desórdenes , que destruyen direc-
tamente la agricultura, debieron haber
desaparecido enteramente con la ruina
del sistema feudal; pero el suceso no cor-
respondió á las esperanzas de los pueblos.
Cada Príncipe, habiendo llegado á ser
Cínico señor en sus estados, abolió como
magistrado algunos abusos nacidos del
derecho de la guerra, que destruye todos
los otros; pero muchas usurpaciones, que
el tiempo habla hecho sagradas, se respe-
taron sin embargo de las reclamaciones


pietario no puede vender su campo sin licen-


de la legislacion. 141
de/ interés público y de la libertad. La
mayor parte de las prestaciones persona-
les se han perpetuado en muchas nacio-
nes de Europa ; y las décimas de todas las
producciones naturales, que debian ha-
ber sido abolidas ó permutadas, subsisten
con gran perjuicio de la agricultura en
la mayor parte de las Baronías modernas,
esqueletos del feudalísimo que no han
sido aún reducidos á cenizas.


Subsiste aun casi universalmente e/
bárbaro derecho de la caza; otro resto de
la feudalidad. Los pueblos del Septen-
trion , aquellos Iroqueses de la Europa, de
los quales hemos conservado con oprobrio
las leyes, eran cazadores .de profesion , y
por necesidad. Quando bajaron al Medio-
día y usurparon al imperio moribundo


cia del gobierno, ni gozar de sus frutos si no
vive en el distrito del pais donde están si-
tuadas las tierras. Esta es una de las leyes
que ván directamente á su fin, y léjos de
ser útiles á la agricultura, son por el con- ,
trario un obstáculo muy poderoso á sus
progresos. Esta ha producido en estos pai-
ses tal disgusto por la posesion de las tier-
ras, que no hay quien las quiera comprar, y
por consiguiente hacerlas cultivar. Así decae




142 ciencia
las mas bellas provincias, guando se apo-
deraron de los paises mas favorecidos de
la naturaleza , no pudieron olvidar su an-
tiguo egercicio, y continuaron en ser ca-
zadores. Pero como ya no cazaban por la
necesidad, sino por el placer, este eger-
cicio , despues de haber sido el objeto de
la indigencia, vino á ser una de las mas
divertidas recreaciones de la opulencia
y de los deleytes , para distraerse de la
ociosidad y del disgusto. El dueño del
feudo, el Baron solo podia disponer de la
caza en el territorio feudal. Para gozar
sin mucha dificultad este placer, para
multiplicar las víctimas de su ociosidad
destructora, cada feudatario queda tener
á costa de sus vasallos algunos vastos ter-
renos reservados para esta diversion; de


la agricultura por todas partes con las trabas
que le ha puesto una ley perniciosa dictada
por la ignorancia aunque por medio de ella
se quería proteger. Es preciso persuadirse
que toda violacion d restriccion que se hace
á los preciosos derechos de la propiedad, es
el mayor obstáculo que puede oponerse á la
industria de los hombres; y toda extensiori
que se dá á estos derechos, es el mayor bene-
ficio que las leyes .le pueden hacer.


de la legislacion, 43
manera que en qualquiera parte donde se
encontraban señales de la prohibicion , 'na-
ba un número infinito de animales pri-
vilegiados autorizados para devastar los
campos, y destinados á perecer exclusi-
vamente por manos del Baron. Este dere-
cho, que se resiente de toda la barbarie
de los tiempos en que tuvo su origen;
este derecho contrario á la propiedad y
al interés público, y que no deja de cau-
sar gravísimos perjuicios á la agricultura,
no solamente no ha sido abolido, sino
que se egerce con el mayor rigor en una
gran parte de la Europa ; y si esto sucede
en los paises en donde solamente queda
la sombra de la fcudalidad; ¿qué será en
aquellos en los quales este monstruo con-
serva aun su antiguo vigor ?


¿Qué diremos de la Dinamarca, de
la Polonia, de una gran parte de Alema-
nia y de la Rusia, donde la filosofía que
ha ilustrado el resto de la Europa y fija-
do los derechos de la humanidad, no ha
podido aun destruir la servidumbre de la
gleba? ¡ Quién lo creeria! Esta especie de
servidumbre subsiste aun en el dia en al-
gunos paises, que há mas de diez siglos
que se glorían de ser libres, y que com-
baten por la libertad. Pero ésta solamen-




144 Ciencia
te se halla en pocos millares de nobles y
de eclesiásticos; el resto de la nacion se
compone de esclavos ligados al suelo don-
de nacen, sin conocer ni la propiedad
real ni la personal; que cultivan un ter-
reno que no es suyo, y cuyos frutos pa-
san enteramente á las manos del tira-
no que les oprime. Su fortuna, indepen-
diente de la buena ó mala cosecha , les
priva del dulce sentimiento de la espe-
ranza que es el estímulo de la fatiga.
Trabajan por el temor del palo levantado
sobre ellos; si desaparece por un momen-
to, el trabajo se interrumpe, y la natura-
leza irritada venga con la esterilidad los
agravios que la ley hace á sus cultivado-
res. ;Qué extraño es que la agricultura
en estos paises se halle en el estado mas
deplorable ?1Podria acaso prosperar enme-
dio de la rabia, de la desesperacion , de las
amenazas de la fuerza; en medio del aba-
timiento, de la bajeza, de la ignomi-
nia , de la esclavitud , y bajo la vara de
la tiranía ? Pero nunca acabarla si quisie-
se examinar menudamente todos los obs-
táculos que las leyes feudales oponen á
los progresos de la agricultura en los di-7
ferentes estados de la Europa. Como estas
leyes no 'son las mismas en todas par-


de la legislacion.
tes (t), variando en una misma nacion
relativamente á los privilegios convenidos
en las concesiones de los feudos: final-
mente, como la falta de uniformidad y
carácter de una legislacion defectuosa es
propiamente el vicio natural de los códi-
gos feudales, no sería posible manifestar
todos los obstáculos que éstos oponen á
los progresos de la agricultura, sin tratar
muy por menor de ciertas cosas que por
sí solas piden una obra particular. A mí
me basta haber insinuado los mas gran-
des y mas comunes: los particulares de


(1) En nuestro pais, por egemplo, y en
algunas otras naciones, la devolucion de los
feudos al fisco en defecto de herederos cola-
terales hasta el quarto grado; la prohibicion
deenagenar los fundos feudales, y la extincion
de todos los censos guando el feudo vuelve
á entrar en el fisco, son Otros tantos ma-
nantiales fecundos de obstáculos contra los
progresos de la agricultura , que nacen de
este_ sistema. No hablo aquí de ellos, por-
que creo haber dicho alguna cosa sobre este
punto en el capítulo 1V de este libro, don-
de hemos examinado los obstáculos que las
leyes que impiden la circulacion de las tier-
ras feudales oponen al aumento de los pro-
pietarios.


Torra. II.




a


146 Ciencia
un solo pais no entran en mi plan (1).


Paso en fin á descubrir otro desórden
que no es pequefio ni particular de un
reyno, y que nace, no del defecto de las
leyes, sino de su egecucion; el qual nos
manifiesta quán inútiles son las buenas
leyes, guando todo el sistema de la legis-
lacion es defectuoso.


De este desórden hablaré en el capí-
tulo siguiente, que solamente será un
apéndice del que concluyo.


(r) Los diezmos (le los eclesiásticos es otro
de los obstáculos fuertes que las leyes oponen
á los progresos de la agricultura en casi toda
la Europa. No hay cosa mas fácil que la con-
mutacion de esta fuente de la subsistencia
del sacerdocio. Nosotros lo haremos ver en
el lib. V de esta obra, donde exáminarémos
el modo de proveer ó acudir á la subsistencia
del clero 3 y ya hemos dado una idea en los
capítulos anteriores sobre este particular.


En Inglaterra se pagan aun las décimas
á la Iglesia, pero los eclesiásticos se han con-
venido con cierta porcion fija independiente
del éxito de la cosecha. En los paises donde
no se ha hecho este convenio , y ea don-
de la décima varía al paso que varían las co-
sechas, la Agricultura está muy atrasada. Léa-
se Younl, 41.1tmética p‘irto I.


de la legislacion.


CAPÍTULO XIII.
Continuacion del mismo asunto.


ué deberá decirse de un pais en el
qual las malas leyes se practican, y las
buenas están olvidadas y sin observancia?
¿No concurren todos los presagios á inti-
marle que le amenaza una ruina próxi-
ma? Pues este es por desgracia el estado
de muchas naciones de Europa.


Tenemos en el derecho comun y en
el municipal algunas leyes utilísimas, que
protegen las cosas necesarias para el cul-
tivo .de las tierras, y que


-velan en la se-
-guridad, tranquilidad y comodidad de los
labradores. Los antiguos códigos de las
-leyes Romanas nos han conservado mu-
chos establecimientós de los Emperadores
relativos á este Objeté. Sabemos. que Cons-
lantino.el Grande.mandó á los exáctores
del fisco, bajo pena de muerte, río mo-
lestasen á los labradores indigentes (1).
Hizo aun mas, como entre las cargas que
tenian las provincias una era la de su-
ministrar los bueyes que se necesitasen


(i) Cod. Teod.
12.tit.. 30.1. 1.


I( 2


147




148 Ciencia
para los acarreos públicos, Constantino
exceptuó de esta contribucion los bueyes
destinados á la labranza de las tierras (i).
No contentos con esto :los Emperadores
lionorio y Teodosio, quisieron defender
Con otras leyes á los labradores de aque-
lla especie de enemigos ocultos, que con
el pretexto de la ley pasan á quitarles del
medio de los surcos al buey compañero de
sus sudores, y á privarles hasta de los
instrumentos mismos del trabajo. Prohi-
bieron al acreedor que embargase al deu-
dor, para hacerse pago de su crédito, los
instrumentos que podian servirle para el
-cultivo del campo. Esta prohibicion corn:
-prendía los esclavos, los bueyes, y todos
los instrumentos rústicos; y se impuso pe-
na de muerte al que la quebrantase (2).


Los Emperadores Valente .y Valentinia-
no no olvidaron un objeto tan importante,
y la mayor parte d'e los códigos municipa-
les de Europa han confirmado, si no en el
todo, á lo menos en parte, estos estableci-
mientos de la política Romana ( 3 ). Mas


(1) Cod. Teod. lib. 8, tit. 5, leg. x.
(a) L. 8. Cod. que rei pigo. oblig. poss.


y las LL. arriba citadas del Código Teodos.
(3) Enrique III, Cárlos IX, Enrique IV,


de la Zegislacion, 149
¿quién ignora la poca ó ninguna obser-
vancia de estas leyes en la mayor parte de
las naciones, quántos medios se han en-
contrado para eludirlas , quántos atenta-
dos se cometen contra la mas justa de to-
das las inmunidades, contra aquella, di-
go , que considera como cosas sagradas
las que están dedicas á la reproduccion?


El buey , el caballo , y aquella mis-
ma porcion de la cosecha destinada para
la sementera, todo se sacrifica á la avari-
cia del acreedor, y á las cien bocas siem-
pre abiertas del fisco.


El sistema funesto de indagar el es-
píritu de la ley , sistema que destruye la
libertad civil , ha sugerido á nuestros
magistrados el medio mas estraño que
puede imaginarse para eludir el sentido
expreso de la misma. Quando el acree-
dor intenta su accion contra el labrador
insolvente, si éste tiene un buey , el ma-
gistrado manda lo entregue á aquél en
pago de la deuda ; y crée seguir el espí-
ritu de la ley prohibiendo al acreedor la


Luis XIII y Luis XIV en Francia; y entre
nosotros las pragmáticas y constituciones del
reyno han confirmado estas sábias disposi-
ciones, pero me atrevo á decir que sin sa-




F j0 Ciencia
venta del buey para matarlo y aprove-
charse de las carnes. ¿Qué importa, dice el
magistrado, que el buey sea de éste ó de
aquél? Basta que no se aparte de la cultu-
ra del campo este instrumento, para cum-
plir con el fin que se propuso el legislador.


Es preciso, pues, suponer que los Em-
peradores de Roma, y todos los otros le-
gisladores que han confirmado estos esta-
blecimientos, creyeran que en la natura-
leza solamente existia un determinado mí-
mero de bueyes propios para servir al la-
brador; y por consiguiente que no podia
alguno proveerse de un buey sin privar
de éste á otro. Es posible figurarse una
idea mas absurda que ésta. ¿Se puede ex-
plicar el espíritu de una ley de una ma-
nera mas extravagante ? Si Montesquieu
no hubiera sido mas feliz en esta especie
de trabajos , su nombre , que llena de
gloria á su patria, solo ocuparia una línea
de mas en la lista de los miserables glosa-
dores. Luego si los gobiernos, las leyes,
los magistrados, si todo en una palabra


car ninguna utilidad. La prepotencia ha en-
contrado e! modo de burlarlas , como lo
atestiguan los clamores universales de los
filósofos.


de la legislacion. 15 T.
contribuye á hacer duro y penoso el arte
mas antiguo y mas necesario, ¿ qué espe-
ranza podemos tener que los campos sean
fértiles , que la agricultura florezca entre
los sudores y las lágrimas de la indigen-
cia , y bajo los pasos destructores de la
opresion ? Quando todos los privilegios y
todas las exenciones son para las ciudades,
y todas las cargas para la agricultura;
guando el nombre de aldeano ha llegado
á ser injurioso ; guando la condicion de
aquellos que venden en la ciudad su per-
sona al . que mas ofrece, ha llegado á ser
mejor que la del ciudadano que mantiene
al Príncipe y á la patria ; guando es mas
ventajoso el ir mendigando por las gran-
des ciudades que trabajar en el cultivo
de los campos; guando finalmente los cla-
mores y las lágrimas de estos infelices no
se atienden y se desprecian , mientras que
todo se sacrifica en las capitales á los gri-
tos insensatos de una turba de hombres sin
bienes, sin piedad , sin honor, cuyo méri-
to consiste solamente en ser instrumentos
siempre irritables y siempre turbulentos;
guando éste , digo yo , es el sistema políti-
co del siglo, qué extrafio será ver en casi
todas las naciones de Europa engrandecer-
se siempre mas y mas en perjuicio de los




152 Ciencia
campos estos colosos -fastuosos de las ca-
pitales, que parece contribuyen al explen-
dor de los estados ; mas en realidad los
oprimen con su peso, y solamente sirven
para perpetuar el error en que están to-
dos los gobiernos acerca de la prosperidad
de sus pueblos ? En el capítulo siguiente
hablaremos de este funesto desórden que
destruye la agricultura , y de las causas
que mas particularmente contribuyen á
fomentarlo , y propondremos los medios
mas oportunos para corregirlo.


CAPÍTULO XIV.
Tercera clase de los obstáculos que se opo-
nen á la agricultura; los que nacen de la


extension inmensa de las capitales.


E l vulgo deslumbrado siempre por to-
do lo que es grande , admira las grandes
ciudades y las capitales inmensas. El filó-
sofo solamente vé en ellas suntuosos se-
pulcros que una nacion moribunda levan-
ta y engrandece, para colocar en ellos con
fausto y con decencia Sus cenizas. Yo no
digo que en una nacion bien gobernada no
deba haber una capital. La misma etimo-
logía de la voz nos manifiesta que es tan
necesaria al Estado, como la cabeza en el


de la kgislacion.
'53


cuerpo; mas si la cabeza crece demasiado,
si toda la sangre acude y se fija en esta
parte, el cuerpo queda apoplético, y toda
la máquina se descompone y perece. Pues
la mayor parte de las naciones de la Eu-
ropa se hallan infelizmente en este estado
de apoplegía. Su cabeza ha crecido des-
mesuradamente. La capital que deberia
ser una parte del imperio ha llegado á
ser el todo, y el Estado nada. El nume-
rario , esta sangre de las naciones , se
ha fijado en las capitales, y las venas
que deberian transportarlo á lo interior
del Estado se han roto ú obstruido. Los
hombres que siguen el curso de los me-
tales como los peces la corriente de las
aguas, han abandonado los campos para
establecerse en los lugares donde se amon-
tonan las riquezas de la nacion. Hombres
y riquezas, todo se ha concentrado en un
mismo punto. Se han amontonado unos
sobre otros dejando tras de sí infinitos
espacios, y cada una de estas grandes ca-
pitales ha llegado á ser una segunda Ro-
ma que encerraba dentro de sus muros
todos los ciudadanos. Este es el estado
presente de la mayor parte de las nacio-
nes de Europa, estado incompatible con
los progresos de la agricultura y con la




1 54 Ciencia-
prosperidad de los pueblos. Sostener lo
contrario sería negar un axioma incontes-
table de la ciencia de la economía rural;
este axioma es que la tierra independien-
temente de su fecundidad natural, produ-
ce siempre á proporcion de lo que se le dá,
pues siempre, se le dará poco mientras
que todos los ricos que hay en la nacion se
acumulan en las capitales; mientras que el
propietario abandonará sus tierras en ma-
nos de un procurador que se interesa poco
en mejorarlas; mientras que el dinero que
va á las capitales quede sepultado en ellas;
mientras que los gastos que se hacen en
ellas no permitan al propietario que las
habita reservar parte de sus rentas para
las mejoras de sus tierras , siempre mal
cultivadas estando apartadas de su vista;
mientras que tantos hombres que podrian
cultivar la tierra y aumentar la suma de
sus producciones , perseguidos por la mi-
seria huirán á las capitales para ir men-
digando el pan que ellos podían suminis-
trar á los demás, ó para vender su ociosi-
dad á un rico mas ocioso que ellos ; fi-
nalmente se dará poco á la tierra, mien-
tras que se abandone su cultura en ma-
nos de la indigencia que siempre son dé-
biles y eltériles,


de la legislacion. '155
Estas son las consecuencias necesarias


de la grandeza inmensa de las capitales,
y estos los obstáculos que semejante des-
órden opone á los progresos de la agri-
cultura. Para remediar estos males, un
Príncipe de nuestros tiempos ha prohibido
domiciliarse en las ciudades á todos los
labradores del rey-no ; pero ninguna ley
ha conseguido jamás menos su fin que és-
ta, pues en vez de proteger la agricultura
la ha degradado , y la poblacion de sus
ciudades léjos de disminuirse se ha au-
mentado. Los males subsisten 5 los reme-
dios son inútiles guando no se trabaja en
destruir las causas. Son muchas las que
concurren para engrandecer las capitales
sobre las ruinas de las campiñas; yo las
divido en dos clases , unas son necesarias,
otras abusivas. A las primeras se debe
oponer un contrapeso, y para las segun-
das se necesita de una reforma.


Veamos, pues, ante todas casas quá-
les son las necesarias , y qué contrapeso
se podria oponer á su accion siempre
viva.


La capital considerada como silla del
gobierno , debe necesariamente llamar á
sí muchas riquezas y muchos hombres.
Como cada propietario tiene que contri-




156 Ciencia
buir al Estado con una porcion de sus ren-
tas, ó con el tributo impuesto sobre sus
campos ; corno la industria de cada hombre
debe contribuirle en mas ó menos, segun
las leyes ó usos fiscales de cada pais , y se-
gun los impuestos sobre los consumos, so-
bre las exportaciones, sobre las primeras
materias, manufacturas, &c. necesariamen-
te todas estas sumas inmensas deben entrar
en la capital. Los ministros del Soberano
y del Estado, los magistrados de los tribu-
nales superiores, los cortesanos donde hay
un trono, y los empleados en los muchos
cargos que exige la organizacion política
del gobierno; todas estas personas , digo,
consumen en las capitales no solamente
sus sueldos , sino tambien las rentas de
sus heredades. La ambicion , la esperanza
de hacer fortuna á vista del gobierno , el
actractivo de los placeres mas delicados
y mas abundantes, el fausto de la corte y
de los cortesanos, el horror natural del
hombre á la vida obscura , el gusto de la
sociabilidad , son otros tantos manantiales
perennes que no se pueden obstruir, los
quales conducen á la capital muchos hom-
bres y riquezas, y las engrandecerán siem-
pre mas si las leyes no señalan alguna
cornpens.acion á las fatigas del campo; si


de la legislacion. 157
no dan á estas aguas una salida que las
vuelva al interior del Estado, de donde
vinieron á las capitales; si finalmente no
establecen con una tácita sancion un equi-
librio entre las riquezas del campo y las
capitales, equilibrio que no sería dificil de
conseguir si la legislacion fuese obra de
la razon y de la filosofia.


Veamos , pues , quál será esta com-
pensacion, cómo podría darse esta salida,
y cómo conseguirse este equilibrio.


Es necesario persuadirse que todas
las cosas en este mundo están encadena-
das entre sí. Tanto los bienes como los ma-
les tienen sus filiaciones, y éstas son en
algun modo recíprocas. De un solo mal
nacen muchos males, de un'solo bien mu-
chos bienes. De este modo un comercio
interior mas libre y una exportacion mas
fácil desterrando la miseria de los cam-
pos, que es uno de los mas graves obstá-
culos de la agricultura, disminuirán es-
tas grandes masas que concurren á des-
truirla, y uniendo entonces los propieta-
rios los beneficios del comercio á los de la
agricultura , no abandonarian sus cam-
pos , los quales necesitan de su continua
presencia para acarrearle tantas y tan
grandes ventajas. El jornalero que podria




158 Ciencia
sacar siempre de su trabajo un precio
razonable, si el propietario procurase ha-
cer valer las producciones de sus here-
dades , no abandonaria el campo. _para
darse al oficio de mendigo en la capital;
oficio que repugna á la naturaleza, que el
hombre no abraza sino compelido de una
necesidad extrema ó por haberse habitua-
do desde la infancia. En fin estas causas
que .apartarian á los propietarios y jornale-
ros de morar en las capitales „disminui-
rían en las grandes ciudades el: número ,
excesivo de aquellos hombres que hacen
un comercio infame de su libertad ; cuya
condicion solamente se diferencia de la
verdadera esclavitud por el derecho • de
poder mudar:de señor , derechoguejuu:-
to á la facilidad que tiene el amo de-p-O:,.
poderlos despedir guando se le antojé, los
expone al peligro que no tiene el.miStrié
esclavo, quiero decir, de morir de mise;;
ria, ó'pasar los:dias de su vejez en la. in-
digencia. Esta es la primera comPenzácion
que podria darse á los campos. ,s


.La multiplicacion de los propietarios
sería la segunda,- . A1 paso que • crece en
una nacion el número de propietarios , se
disminuye el de los grandes poseedores;
que no sOlamente .arruinan la poblacion


de la legislacion. 159
como en otra parte se ha observado, sino
tambien la agricultura , por el abuso que
hacen de los terrenos, y por las riquezas
y hombres que llaman á las capitales. Si
lo que posee uno de estos grandes pro-
pietarios estuviese dividido entre veinte
treinta propietarios pequeños, no pudien-
do éstos sostener el lujo de las capitales y
de las cortes, habitarian en las provincias
y en la campiña, y aumentarian su valor
estando siempre á la vista de ellos. Por el
contrario su vida campestre es insoporta-
ble á los propietarios, y no saben vivir sín
recibir el calor de los rayos del trono. Es-
te astro que los obscurece, los atormen-
ta, y los envilece , es el único objeto de
su ambicion; por estar cerca de él consu-
men sus rentas, abandonan sus intereses,
y viven en las capitales, donde para ma-
nifestar su lujo y sus riquezas profanan y
ocupan el pincel del pintor, el cincel del
escultor, el ingenio del arquitecto, la fan-
tasía del poeta, y todas las otras clases de
los artesanos; mantiene un ejército prodi-
gioso de ociosos, que mas sirven para sus
fausto que para su comodidad; y en fin des-
truye sus rentas y las de sus descendien-
tes. Ele aquí como la reunion de muchas
propiedades en unas mismas manos co-




6o Ciencia
opera al engrandecimiento de las capita-
les; y corno una sábia legislacion, procu-
rando disminuir en ellas el número de
sus habitadores y aumenta r el de peque-
ños propietarios, daría una grande com-
pensacion á las campiñas.


El establecimiento de muchas fábricas
en lo interior del Estado , dando salida á
las riquezas que por otros conductos en-
tran en las capitales , no contribuiria me-
nos para disminuir su prodigiosa grande-
za. Este establecimiento que ,ayudaria á
la agricultura abriendo un camino por
el qual pudiese volver al interior . del Es-
tado parte de las riquezas de las capitales,
fomentaria al mismo tiempo las manu-
facturas ; porque estando á precio mas
moderado los víveres en las provincias
que en la capital, gastando menos el ar-
tesano disminuiria el precio de sus géne-
ros, y por este . medio los aannentaria el
consumo general. Sabemos que-Asta . ..em-
presa tuvo buen éxito en el ministerio de
Colbert. Que no. se me oponga, pues, la
cornun oblecion de la imposilidad y difi-
cultad. El gérmen saludable de la indus-
tria puede desarrollarse en las provincias
corno en las capitales : los hombres nacen
por t odas partes con el deseo de mejorar


de la legislacion.
16r


su condicion, y de apovecharse de todo
lo que les rodea. El vicio solo de las le-
yes, y la codicia de los gobiernos, puede
apartarlos de este objeto, desanimarlos, y
por último inspirar cierta inercia al hom-
bre que es por su naturaleza el sér mas
elástico y el mas activo. Todo se podria
conseguir fácilmente sin premios y sin es-
tímulos, y no sería necesario mas que qui-
tar los obstáculos. Quizás bastarla para ha-
cer renacer las manufacturas en las pro-
vincias abolir los privilegios exclusivos,
y librar las fábricas de seda de tantos y
tan repetidos derechos, y de la esclavitud
en que gime esta especie de comercio. El
ministerio actual se ha ocupado en el pri-
mero de estos objetos; y si este primer paso
no puede producir por sí solo el bien que se
desea, es á lo menos para nosotros un tes-
timonio de la vigilancia del gobierno; y
esto solo basta para darle derecho á nuese
tra gratitud. Si la experiencia nos enseña
que debemos estar contentos de una ad mi-
nistracion que no aumenta nuestros males,


quán agradecidos deberérnos mostrarnos
á la que procura disminuirlos


Finalmen te , todo lo que contribuye
a aumentar la circula.cion interior, los ca-
minos públicos, los canales de comunica-


Tono 11>




162 Ciencia
clon , &c. sirve para equilibrar el estado
de las provincias con el de las capitales.
Mas como todos estos objetos son obra de
la administracion mas bien que de las leyes,
dejo á otros el cuidado de tratar de ellos.


Despues de haber hablado de las causas
necesarias que contribuyen al engrandeci-
miento de las capitales, y de la compensa-
cion que se podria dar á esta accion siem-
pre viva, veamos ahora quáles son ias abu-
sivas, contra las quales no son necesarias
las compensaciones, sino una reforma.


La primera , y la mas perniciosa de
estas causas, es la apelacion de las sen-
tencias de los tribunales de las provincias
á los de la capital, No se necesitan mu-
chas luces para conocer quántas riquezas
y quántos hombres hace pasar este funese
to sistema á las capitales , particularmen


-te en el dia, en que el espíritu litigioso
ha negado á ser el alma de las naciones,
pudiéndose sostener qualquiera pretension
por la multitud de las leyes , y siendo los
litigios costosos y eternos.


No permita Dios que se crea que
me declaro contra un derecho que es el
mejor apoyo de la libertad civil, contra
un derecho que la ley concede á todo
ciudadano de apelar al tribunal superior


.frazeisro r3ceffia
de la legislacion. 163


de la primera sentencia pronunciada por
el inferior. La confianza pública exige
algunos remedios, y el mas razonable es
la apelacion. Pero estos tribunales supe
riores, ¿ no podrían establecerse en las mis-
mas provincias? ¿no podria cada una te-
ner el suyo ? ¿los tesoros del Príncipe se
resentirían acaso de este corto sacrificio
que hacia al bien público ? Pero quizás
bastaría suprimir tres ó quatro cargos in-
útiles y fastuosos para hacer este beneficio
al Estado sin causar el menor perjuicio al
fisco. Esta supresion disminuirla tambieri
en las capitales el crecido número de abo-
gados que consumen en ellas la quinta par-
te de las riquezas de la nacion; el de tantos
infelices litigantes que disipan allí sus bie-
nes , y el de otros muchos ciudadanos,
que acostumbrados á vivir en las ciudades
mientras que lo han exigido sus negocios,
se fijan en Chas para siempre convidados
de los place.res que les ofrece.


Este desórden no se conoce en Ingla-
terra. Los jurados siempre se eligen
los lugares donde se empezó la instancia.
Deben tener un presidente, ó ser convo-
cados por uno de los doce grandes jue-
ces de Ingía.rerra , entre los quales está
dividido todo el reyno, ye cada uno de


L 2




164 Ciencia
ellos en el curso del año visita su depar-
tamento para hacer terminar todas las
causas. Como está fijado el tiempo de su
permanencia en cada pais, y determinado
el instante de su partida de un lugar á
otro, si los jurados no se han conformado
en sus dictámenes, llegado este tiempo;
el juez pasa adelante y se los lleva con-
sigo. Así los magistrados y los jueces sun
los que viajan en Inglaterra, y no los
miserables litigantes.


Parece que el primer paso que debe-
ria darse en Francia para una novedad tan
deseada era el restablecimiento de los
presidiales. Hacia mas de dos siglos que
estos t ribunales provinciales destinados
para decidir en último grado de apelacion
aquellas causas que no excedian de cier-
ta suma determinada por las leyes, habian
perdido su antigua fuerza. El edicto
de 1774 los sacó del letargo en que ha-
bian cuido por los golpes de la potestad
legislativa. Los aplausos de la nacion y
de la Europa recompensaron el zelo del
Príncipe que expidió el edicto; mas los
pueblos son tan desgraciados, que los in-
tereses particulares suelen ser mas podero-
sos que la yoz del interés público. Los re-
sentimientos de los parhmentos han hecho


ale la legislac ion. 165
modificar el edicto, y la modificacion des-
truyó todas las ventajas. Este suceso excita
en nosotros una refiexion muy melancó-
lica para la humanidad: es á saber, que
son necesarios muchos esfuerzos para 11-
brarla de los males que la oprimen ; pero
muy pocos para privarla de los beneficios
que ha conseguido.


La apelacion á los tribunales de la
capital es la primera causa no necesaria,


• si no abusiva, que contribuye mas que
otra alguna á su engrandecimiento, la
qual sería muy fácil destruir. La segunda
son los privilegios concedidos á los que
habitan en ellas.


No sé si sería conveniente borrar de/
derecho público de las naciones el artículo
de los Privilegios: dejo á otros el exá-
men de esta cuestion, solamente diré que
si alguna vez la economía civil exige
que cierta clase del Estado sea mas favo-
recida que las otras , esta preferencia debe-
ria ser para aquélla que lo merece mas por
su utilidad, esto es, sobre la productiva,,
Pero la justicia distributiva rara vez ha
guiado las operaciones de los gobiernos.
El interés y el temor son dos pasiones que
tienen demasiado imperio sobre nuestros
corazones. Aunque el Príncipe tenga en




166 Ciencia
sus manos todas las fuerzas de la nacion,
no deja de temer á los que le temen, y
como siempre se teme mas un perro cerca,
no que un leon que está lejos, los habitan-
tes de las capitales, como mas cercanos al
trono, han sido siempre los mas temidos,
y por consiguiente los mas favorecidos
y los menos oprimidos por el gobierno,
En otro tiempo tal vez podia perdonarse
á los Príncipes esta funesta política.
Quando su poder estaba dividido, ó por
mejor decir, oprimido por la feudalidad;
guando la parte mayor de sus vasallos se
hallaba esclava de la otra, que era mas
fuerte que el mismo Príncipe; guando
ellos solamente eran Reyes en las capita-
les de sus reynos, tenían algun motivo
que les obligaba á lo menos á sacrificar
los intereses de la nacion á los de las ca-
pitales, y arruinar la agricultura para
tener contentos y aumentar el número de
los que se hallaban mas cercanos á sus
vacilantes tronos; pero en el dia que la
plenitud de su poder igualmente se hazte
sentir en todas las partes de su vasto im-
perio; hoy que el interés particular de
los Príncipes se une con el del Estado
para conseguir un efecto del todo contra-
rio; hoy que la riqueza del campo es la


de la legislacion. 167
que debe decidir de las fuerzas del Sobe-
rano, de la opulencia pública, y de la
seguridad del gobierno; hoy, digo, ya
no existe aquella causa: la ignorancia
solamente ., y la fuerza que dá el tiempo
á los antiguos desórdenes, puede conser-
var esta funesta parcialidad que se opone
á la justicia y á la política, que perjudica
á todo el Estado para favorecer en apa-
riencia á una de sus partes, y que con-
tribuye muchísimo para el engrandeci-
miento de las capitales.


Finalmente el establecimiento de los
asilos públicos , como los hospicios , las
casas de expósitos, las de locos, los quar-
teles de inválidos, &c. á lo interior del
Estado, podría dar nueva vida á las pro-
vincias , y disminuir al mismo tiempo la
gran poblacion de la capital.


Sabemos por la experiencia que un
solo regimiento de guarnicion en una
ciudad de provincia basta para enrique-
cerla. ¿Quántos paises podrian enrique-
cerse con la traslacion de estos asilos pú-
blicos á las diferentes partes del Estado?
Convengo que con esto la capital perde-
ria mucho de su magnificencia y decoro.
Es verdad que estos monumentos de la
beneficencia pública, sepultados en lo




168 Ciencia.
interior de las provincias, quedarían sin
duda ocultos á los ojos del viajero que
no desea ver sino la capital del Estado,
que es como la corteza engañosa de una
manzana podrida; pero el bien público
no debe compararse con los aplausos de
un viajero poco filósofo. Aquel es el ver-
dadero decoro de las naciones, el verda-
dero fausto que dá ezpiendor á los tro-
nos ; y hace mas augusta la soberanía: In
•fnultitudine populi dignitas regís. Pues
la poblacion se disminuirá siempre que
la agricultúra decaiga, y ésta no florecerá
jamás mientras que la capital sea rica, y
esté.- poblada á costa de la desolacion y
de la miseria de los campos; mientras que
esté llena de propietarios apartados de sus
tierras . ; .de criados que deberian regir un
arado, de doncellas arrebatadas á la ino-
cencia . y al matrimonio, de hombres con-
sagrados al fausto-y á la ostentacion , ins-
trumentos, víctimas, objetos, ministros,
y juguetes de la afeminacion y de la sen-


-sualidad. Conozco que he descendido en
este capítulo á algunos pormenores de.-
masiado minuciosos; roas ruego á los que


_me acusen de este defecto, que se acuer-
den de lo, que dije en el plan de este li-
bro; que en la ciencia del gobierno y de


de la legislacion. ¡69
las leyes, al modo que en la naturaleza
las fibras mas menudas de las plantas es-
condidas en las entrañas de la tierra, son
propiamente las que alimentan los bos-
ques mas magestuosos, muchas causas
pequeñas reunidas pueden producir los
rnayores males. Las cuerdas mas fuer,
tes están compuestas de hilos muy sutiles
que es preciso separarlos para poderlas
romper,


-11/F
t lucho tiempo antes que hubiese en


el mundo héroes destructores de los hom-
bres, veneraba ya la antigüedad los nom-
bres de Osiris, de Ceres y de Triptolemo.
No se conocian entonces otras riquezas que
las de la tierra, y una abundante cosecha
era en aquellos tiempos el mayor benefi,
cio de la naturaleza. Los hombres no te,
pian la arrogante extravagancia de poner
bajo la proteccion de algun dios una flo-
ta, ó un egército, que movido de la am-
bicionAba á destruir una parte de sus se-


rear.cisco ectlf


CAPÍTULO XV.
Del fomento que apartados los obstáculos
se pi)dria dar á la agricultura,haciéndola


honrosa á los que la eger.cen.




170 Ciencia
rnejantes; mas postrados delante de un
monton de céspedes, inmolaban en estos
altares de la naturaleza víctimas á los
dioses para conseguir la fertilidad de sus
campos. .A. los estímulos del interés, y de
la necesidad, unieron los primeros legisla-
dores de los pueblos los del honor y de
la gloria, para animar á los hombres al
cultivo de la tierra. Conociendo que esta
ocupacion necesitaba mas que las otras
de la proteccion de las leyes, y que im-
portaba mucho honrar la agricultura y al
labrador , en Persia se estableció una so.:
lemne fiesta destinada á despertar esta
gloriosa opinion , y á representar la re-
cíproca dependencia del género humano.
Todos los afios el octavo dia del mes lla-
mado por ellos Corrent-ruz, los fastuosos
Monarcas de este Imperio deponian sus
vanas pompas, y rodeados de una grande-
za mas verdadera se veían confundidos
con la clase mas útil de sus súbditos. La
humanidad recobraba entonces sus dere-
chos, y la vanidad deponia sus absurdas
distinciones. Se veían sentados con igual
dignidad y decencia á la misma mesa
los aldeanos, los sátrapas y el gran Rey.
Parecia que estaba destinado todo el es-
plendor del trono en aquel dia para dar


de la legislacion. 171
lustre á los labradores del Estado. El
guerrero y el artista eran eycluidos de
esta pompa , á la qual la ley no quería
fuesen admitidos sino los que cultivaban
la tierra. "Hijos míos, les decia el Prín-
cipe, á vuestros sudores debemos nues-
tra subsistencia : nuestros cuidados pa-
ternales aseguran vuestra tranquilidad;
y pues que nos juzgamos recíprocamente
necesarios, estimémonos corno iguales,
amémonos como hermanos, y reyne siern,
pre entre nosotros la concordia.


En la China se celebra desde la mas
remota antigüedad una fiesta semejante
destinada al mismo objeto. El gefe de la
nacion ejerce todos los afios por espacio
de ocho dias continuos el oficio de labra-
dor. Conduce un arado, abre un surco,
remueve la tierra con la azada, y distri-
buye algunos empleos á los que han cul-
tivado mejor la tierra (a).


Finalmente sabernos quanto contri-
buían en Roma las leyes, las costumbres,
la política del gobierno, y el culto mis-
1-no á honrar la agricultura en los prime-


(r) Hyde de Relig. Pers. cap. sp.
(2) La relacion de los viages hecha por


19s establecimientos de las Indias Orientales.




I72 Ciencia
ros tiempos de la república. Sabemos que
la primera institucion religiosa de Ró-
mulo fué la de los sacerdotes arbales , de-
dicados á implorar de los dioses la ferti-
lidad de los campos: que la primera mo-
neda tenia impresa la imagen de un ma-
cho cabrío ó de un buey , emblemas de
la abundancia; y que las tribus rústicas
fueron preferidas á las urbanas para ha-
cer mejor la condicion de los que habita-
ban en los ca mpos y los cultivaban. Los
cónsules, los dictadores, y los magistrados
superiores de la república cultivaban la
tierra con sus propias manos: y muchas
veces se gloriaban de dar á su familia
un sobrenombre que recordase á su pos-
teridad la ocupacion favorita de sus pa-
dres (r).


Esta fué la idea honrosa que se tuvo
en Roma de la agricultura en los prime-
ros siglos de la república. Si en los tiem-
pos posteriores las cosas mudaron de sem-
blante; si casi todas las naciones guando
llegaron á ser grandes, aborrecieron siem-
pre aquellas mismas causas que contribu-


(1) Son célebres en la historia Romana
los Pisones, Léntulos, Cicerones, y otros
muchos apellidos semejantes,


de la degisiacion.
173


yeron mas á su engrandecimiento; si Ro-
ma embriagada con sus conquistas aban-
donó despues la cultura de la tierra; si
Esparta encomendó la labranza á los Ylo-
tes ; si los bárbaros que siguieron y cau-
saron la ruina del imperio, dejaron á los
esclavos el azadon y el arado para ocu-
par solamente sus manos con la espada y
con el escudo; sí despues del descubri-
miento del Nuevo Mundo las naciones
europeas, deslumbradas con el esplendor
del oro, prefirieron las minas de la Amé-
rica á los mas fértiles campos de la Euro-
pa ; si !a España, desde que vió entre
sus manos los metales del nuevo hemisfe-
rio, no cultivó ya las tierras; si la Fran-
cia olvidó, bajo el ministerio de Colberr,
los verdaderos beneficios de la agricultu-
ra para acelerar los progresos de sus ma-
nufacturas; finalmente, si la ocupacion
mas necesaria y mas honrosa en otros
tiempos ha sido olvidada por tantos si-
glos, degradada, y envilecida; esto no
debe parecernos estrafio si reflexionamos
sobre el curso regular que el espíritu hu-
mano sigue en las cosas, pues antes de
volver al punto de donde salió recorre
todos los espacios que componen la cir-
cunferencia del círculo; ¿ pero estamos


Francisco beeed




174 Ciencia
aun muy distantes de este punto? a pode-
rnos lisonjearnos de ver restablecida la
agricultura en su antiguo esplendor ? A
pesar de los restos de las antiguas pre-
ocupaciones, de la influencia poderosa de
los errores y de la ignorancia de los siglos
pasados que aun se conservan; á pesar de
la funesta alteracion que ha causado, en
nuestro modo de pensar, la larga dura-
clon de la legislacion de los bárbaros, de
sus usos, de sus máximas, y de las extra-
vagantísimas leyes de la caballería y del
honor; á pesar, digo, de los esfuerzos
combinados de todos estos apéndices de
males que han oprimido tanto tiempo la
Europa , a podrémos esperar vér al labra-
dor honrado, distinguido, y condecorado
por las leyes, por los gobiernos, y por la
opinion pública ? Los progresos rápidos
de los conocimientos humanos, las acade-
mias de agricultura establecidas en muchos
paises de la..Europa , los premios conce-
didos á algunos descubrimientos útiles, la
multitud de agricultores filósofos que se
han visto en estos últimos tiempos, .a son
acaso bastantes para justificar nuestras es-
peranzas? Sí; mas solo en un caso : guan-
do los gobiernos empiecen á ocuparse en
la felicidad de los labradores.


de la Zegislacion.
175


Debemos estar persuadidos que el ho-
nor es un resorte que puede obrar en
todos los corazones si se sabe manejar
bien. Los hombres en todas partes son
los mismos con muy poca diferencia res-
pecto á este objeto; y siempre les servirán
de estímulo los honores y las recompensas.
Mas ántes que el aldeano sepa lo que es
honor , es necesario sepa lo que escomo-
didad. Un corazon oprimido por la pobre-
za no tiene otro sentimiento que el de su
miseria , la qual se perpetuará en la clase
mas necesaria y mas benemérita de la soa
ciedad mientras subsistan las causas que la
producen; mientras que las leyes permitan
que estén reunidas en pocas manos todas
las propiedades y las tierras del Estado;
mientras que las substituciones hagan pa-
sar por una série no interrumpida de si-
glos continentes enteros á las ramas de
una misma familia; mientras que el clero
secular y regular absorta una gran par-
te de las tierras de las naciones ; mien-
tras que las leyes y los usos feudales no
sean reformados ; mientras que en los
campos de la Europa el colono siervo ,de
la glcba ó el mercenario libre, cultiva*
contínuatnente un terreno sin que le per-
tenezcan sus frutos nism propiedad ; rnie;3.-




176 Ciencia
tras que las contribuciones ex8rbitantes,
injustas , ó á lo menos mal repartidas,.
obliguen al labrador á un trabajo continuo
que le haga sentir todo el peso de la fatiga,
peso insoportable guando no está acompa-.
fiado con la esperanza de mejorar su
condicion; esta miseria, en fin, se per-
petuará mientras no se destruyan estas
causas y las que liemos referido en los
capítulos precedentes. Que se emprenda
esta saludable reforma ; que se procure
cierta comodidad al labrador; que se reate
licen en todas partes los deseos del benéfico
fs,nrique IV de que la mesa frugal del co-e
lono esté á lo menos provista de una•galli-
na todos los dias de fiesta; y entonces; para
perfeccionar esta grande obra , que se aña-
da á tantas órdenes fastuosas que adornan
á los nobles ociosos y á las cortes 'de los
reyes una nueva órden, símbolo de la paz
y del trabajo para premiar al labrador que
haya cultivado mejor su campo, y al pro-
pietario que haya sabido con su industria
y vigilancia dar un nuevo valor á la he-
redad que posee ; que el Soberano les de
un nuevo lustre adornándose con ella;
que una mano avara la distribuya con la
mayor economía ; y que se pese en una
balanza fiel el mérito de los que la son-


de la legislacion. x6r
citan que haya en todas las provincias de/
Estado una sociedad de agricultores filó-
sofos encargados de derramar en los cam-
pos las semillas saludables de esta cien-
cia, y de pesar el mérito de los que sean
dignos del premio señalado por la ley : fi-
nalmente,. que los que le hayan merecido
y obtenido gocen los mismos derechos y
privilegios que las leyes tienen señalados
para la nobleza adquirida hasta ahora con
un título alguna vez menos justo, con la
espada ó con la toga, con la destruccion
de los hombres, ó con el abuso de la justi-
cia en el ejercicio de la magistratura. FIon-
rada de este modo la agricultura , dejada
de ser la ocupacion de los hombres mas
despreciables del Estado; aliviaria las mo-
lestias del rico, y ocupada al magistrado
en los ratos que le quedan libres ; sería
las deliciasidel filósofo y del literato , co-
mo en orza, ,tiempo lo era del. Romano
ilustre (1)., ,,EI hombre disipado ó su-
mergido en la molicie , familiarizado en-
tonces con las ocupaciones de la vida


(r) Ommútit , dice Cicerón , ex
quibus aliqui¿PeXquiritur , nihil est agricul-
tura melius , nihil uberius , nihil dulcius , ni-
hil


Tomo II.




162 Ciencia
agrícola , depondria sus preocupaciones,
conoceria la .importancia del trabajo y del
cultivo, y abriria su corazon á los senti-
mientos de benevolencia y de estimacion
para con los que la ejercen. El labrador
por su parte , animado con esta familiari-
dad, y con la esperanza de participar de
un honor que sus brazos adquieren , y
que para conseguirlo debe merecerlo,
sentiria renovársele sus fuerzas; la activi-
dad de sus músculos sería agitada con
una nueva fuerza; todo se perfeccionaria
entre estos brazos activos y honrados ; se
multiplicaría la clase mas necesaria ; el
campo sería mas poblado; la tierra que
habitamos, y que ha decaido-juntamente
con nosotros, guando la naturaleza la lla-
na á la fecundidad; las llanuras que no
ofrecen á nuestros ojos sino desiertos, y
que son oprobrio de nuestras leyes y cos-
tumbres; entonces empezarian á transfor-
marse en otros tantos campos fértiles, y
florecerian 'lbs Estados con la ayuda de
la agricultura y de la industria, que ahora
huyen de nosotros.


¿ Quál sería en este caso el estado de
las manufacturas y las artes?


.Fin del tomo segundo.