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DURANTE EL GOBIERNO ESPAÑOL,


HASTA LA ENTRADA


DEL EJÉRCITO TRIGARANTE,


OBRA ESCRIT.-\ EX ROYIA


POR EL PADRE ANDRE8 CA VO
DE I,A (;O~{PAÑíA DE JESUS.


Pllblíca~a


CON NOTAS Y SUPLE1UENTO,


EL LIC. CARL08 _lIARlA DE BUSTAllfANTL',


y la dedica


A LOS SEÑORES ¡.;rnSf:RITOTmS DE ELLA, Y I'ROTECTORr:~
DE LA UTERA'I'URA MEXICANA.


TOM. n.


l\iEXICO.
Imprenta de Luis Abadiano y Vald~t. -


Culle de Tacuba núm. 4. 1',' \~~.
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18~hi.


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Afio de 1630. 1


SEGUNDA PARTE.


SUMARIO DEL LIBRO SEPTIMO.


1 q Pica epidemia entre los naturales y pobres. El ar-
zobispo acude á los enfermos, y sigue el desagüe. 2 ~ Se
trata de pasar la ciudad á otro sitio. Arenga á favor de
esto del contador Molina. 3 ~ Respuesta de un regidor.


LIBRO SEPTIMO.


1630. 1. (1) EN 1630 fueron alcaldes de mesta D.
Fernando Oñate, y D. Juan Altamirano, ausente, cuyas
veces suplió D. Fernando de la Barrera: ordinarios, D.
Luis Villegas Jazo, y D. Pedro Acuña: Alférez real,
D Francisco Solís Barraza: procurador mayor, Alonso
Galván: obrero mayor de propios, D. Diego Soto Cabe-
zon: corregidor por nombramiento del Rey, D. Fernando
Sousa Suarez: teniente de éste, D. Cristohal Sanchez de
Gllevara: por ausencia del procurador mayor, entró en su
lugar D. Diego Lopez de Zárate, y por renuncia del al-
feroz real, D. Alonso Rivera: fué capellan de ciudad, Gonza-
lo Carrillo (2). A la inundacion se siguió grande epide-
mia, originada sin duda de que los naturales y gente po-
bre habitaron por largo tiempo en lugares húmedos, y
por lo mismo las semillas estaban corrompidas. La mor-
tandad hubiera sido mayor si el arzobispo no se hubiera
portado como padre comun. Entre otras providencias que
tomó de gruesas limosnas á los pobres, formó siete hos-
pitales en que se curaban los enfermos. Entretanto que


[1] Lib. Capitular.
r2] Gil GO/1Zalez Dám:!a, teat. Ecles. de las Iglesias de


Indias Occidenlales, tomo 1. fol. 69.
Tmr. n. 1




~ Año de 16::H.
esto sucedía, el ayuntamiento trabajaba en que se pusie-
ra mano al desagüe (1); y habiendo aprontado la canti-
dad de doscientos ochenta mil pesos, se hizo la escritu-
ra con el maestro mayor Martinez, obligandose á acabar
aquella obra con la dicha suma en el espacio de veinte
y un meses, con la condicion de que se le dieran cada
dia trescientos Indios. La obra, efectivamente se comen-
zó luego que cesó la epidemia; pero el Virey por con-
sejo de los inteligentes, quiso que la obra corriera hasta
las bocas de S. Gregario, para lo cual libró mandamien-
to el 12 de Octubre.


1631. 2. Se ignoran los oficiales de policía que en es-
te año y en los tres que sigue nombró el ayuntamien-
to de México: éstos, y otros muchos libros del presente
siglo, fueron consumidos de las llamas en el incendio que
la plebe amotinada causo cn 1692 (2). Los informes de
la inundacion de México, que en el año pasado habian lle-
gado á la córte, consternaron á Felipe IV., quien con-
siderando la inutilidad de los gastos hasta entonces he-
chos, y de los que se meditaban hacer para impedir se-
mejantes desastres, el 19 de Mayo del año pasado libró
cédula de que la ciudad se trasladara á sitio mas encum-
brado fuera de las lagunas, y por las noticias que tenía
le parecía el mas apropósito el llano que quedaba entre
Tacuba y Tacubaya, en la granja que llamaban Sanctorum,
junto á los molinos de Juan Alcocér. Pero para que aque-
lla providencia fuera con aprobacion de los vecinos, man-
dó que el punto se ventilara en presencia de todos los
gremios. Publicado este órden, se citó á una junta ge-
neral en que los diputados dieran su parecer. En ella, á
10 que entiendo, tomó la palabra á favor de la mudan-
za de la ciudad el contador Cristobal Malina, hombre
elocuente, que en estos ó semejantes términos habló. "Si
alguna vez, señores, se ha dudado si convenia ó nó tras-
pasar esta ciudad, cabeza del nuevo mundo á parage mas
alto, el dia de hoy queda ciertamente desvanecida esta
duda, y cuando se me representa que vosotros todos con-
vendreis conmigo en obedecer el mandamiento del Rey,
de vuestra felicidad y mía, doy el parabiell á vosotros, y


[I] GemelU, p. 6. lib. 1. cap. 9.
[2] Gemelli, giro del mundo, p. 6. lib. l' cap. 9,




AJ10 de 1631. a
á toda la Nlleva España. No me persuado que entre vo-
sotros haya uno solo que ponga en duda que esta muy
noble y leal ciudad, cabeza de un reino florentísimo, ha
llegado á tal estado, que no solo las haciendas sino tam-
bien las vidas de sus ciudadanos están á riesgo de per-
d~rse. A vosotros pongo por testigos del peligro que cor-
rImos dos RllOS há. Esta ciudad fué cubierta de las aguas
con una de las mayores inundaciones que se han experi-
mentado: buena parte de sus edificios se desplomó, otra
amenaza ruina. ¿Y cuántas vidas no costaron aquellos días
de tribulacion y de horror? Consta que treinta mil natu-
rales perecieron: que de veinte mil familias de Espaiío-
les que habitaban en su recinto, apenas quedaron aquel
aJ10 cuatrocientas, habiéndosé refugiado á otras partes los
que escaparon de aquella mala ventura. Si ignoramos es-
tas desgmcias, al metcrsenos por los ojos lo yerma de
habitadores que cstá esta ciudad tan ilustre, debiamos sal
car que acaso las mismas piedras nos están mostrando
nuestro sepulcro. Esperanzados hasta aquí de que con e-
desagüe quedaríamos libres de inundaciones, hemos vivi-
do reposados; pero ahora que esta obra se acerca á su
fin, se suscitan nuevas dudas de su utilidad, y por no sé
qué fatalidad de los tiempos, las inundaciones han sido
mas frecuentes, al paso qUE' mas tesoros hemos gastado
en este y otros reparos. ¡Con cuantas ventajas se puede
traspasar esta ciudad á la hermosa llanura, que cae en-
tre Tacuba y Tacubaya! allí hallareis un suelo firme, un
cielo alegre y despejado que convida á establecerse. aguas
saludables, y cuanto se puede desear para la comodidad
y regalo de una gran poblacion, que debe ser el centro
del nuevo mundo, y que quedando cercana á esta ciu-
dad, ofrece la ventaja del acarreo de todos los materia-
les para los nuevos edificios. Con esto adquirireis la glo-
ria de haber obedecido al mandamiento del Rey, y pon.
dreis en seguro vuestras vidas y haciendas. Esto es, se-
ñores, lo que me ha sugerido proponeros el amor que ten-
go á esta ciudad, y el deseo del bien público; vosotros de-
terminareís lo que juzgareis del mayor bien de el.»


3. A esto respondió uno de los capitulares, cuyo nom-
bre ignoramos. ,.J amás emprendería responder á lo que el
contador Molina ha propuesto, si no tocara á este m ble
ayuntamiento satisfacer sus dudas, y desatar sus dificulta-


>!/<




"* AilO de 16::n.
des: y asi el silencio en materia tan grave al paso que eu
los demás es vituperable, ¿en un miembro de este cuerpo
no fuera una prevaricacion? Con el mandamiento del Rey
á la mano y total ruina de esta ciudad, los que no atien-
den al interés comun, nos aconsejan abandonar nuestra pá-
tria, y edificar una nueva ciudad; consejo que jamás deja-
rán de promover si no se les evidencía que conviene al
bien público que nos mantengamos en nuestra pátria. El
órden del Rey de que se pasc esta ciudad á los llanos
de Tacubaya. es una consecuencia de los informes que
se le han hecho de la inminente ruina de México, lo que
sería cierto cuando se demostrara que con el arte no
podemos vencer á la naturaleza. No creo, seflores, que
haya alguno entre los que me escuchan, que no esté per-
suadido de que á fuerza de trabajo y paciencia no se pue-
dan contener las lagunas de que estamos rodeados, ni
mucho menos que el riachuelo de Acalhuacan, causa de
las inundaciones, no se pueda echar por otra parte. Es-
tos dos puntos que son incontestables, los pasa: en silen-
cio el contador Malina. Acaso se creyó que uno y otro
eran imposibles; pero esta falta no se le puede perdonar
al considerar los ejemplos de los Holandeses, nacÍon in-
dustriosa, que hasta nuestra edad trabaja en contener la
furia del mar. Con el trabajo y constancia ha consegui-
do formar provincias de las mas floridas de la Europa
de lagunachos expuestos á inundaciones. ¿Pero para qué
os traigo á la memoria ejemplos extrangeros, cuando los
t13nemos en nuestras historias? Abrid la del Rey Mexica-
no Moctheuzoma l., en ella leereis que en su tiempo
en el año de 1446, esta misma ciudad padeció tilla inun-
dacion, que no tiene que ver con la que nosotros dos
años há sufrimos. ¿Cuáles fueron las consecuencias de
aquella desgracia? ¿Acaso abandonar la ciudad y trasladar
la silla del reino de México á parage mas encumbrado?
N o por cierto, señores. Los Mexicanos jamás se hubieran
resuelto á este paso: amaban, como se debe amar, la pá-
tria. A fuerza de trabajo y con la· ayuda del Rey de
Tetzcoco, levantaron un nuevo dique que ter.iendo de ex-
tension tres leguas, su espesor era de cinco varas y
media, y con gran gloria se mantuvieron en esta ciudad.
en donde sus padres y ellos habian nacido. ¿Y á lo que
llegaron los Mexicanos sin el conocimiento del peso de




AÚD de 1631. ;;
las a~uas, III de la mecánica, es posible que no ,podrán,
arribar los Españoles tan constantes en el trabaJo, que
saben cegar lagunas, dirigir las aguas, y hacer uso ?le


l
los


instrumentos mas ingeniosos? Con tres ó cuatro mi ones
oe pesos de gasto, la laguna que nos hace mayor mal'
se puede vaciar. Bien que ni tanto se requiere; pero da-
do que esta suma fuera necesaria, con ella se evita la
pérdida de cincuenta millones de pesos, que á juicio de
los arquitectos importan los edificios de esta ciudad, y al
mismo tiempo se provee al decoro y mantenimiento de
tantas casas religiosas, y de tantas familias Españolas, cu-
yos haberes consisten en posesiones urbanas, y que se-
guramente si la ciudad se pasura á otra parte quedarían
por puertas. A la verdad, no merecen este pago ni los
sucesores de aquellos apostólicos varones que con sus su-
dores convirtieron á los Mexicanos, ni aquellas almas jus-
tas que continuamente ofrecen al Señor por nosotros sus
virginales oraciones, ni finalmente, los descendientes de
aquellos valientes Españoles que con su espada nos ga-
naron este reino. Si estas reflexiones, señores, no os mue-
ven {l sostener la pátna, muevaos á lo menos el nombre
de México que resuena por todo el orbe; porque si la mu ..
dais en otra parte, la fama de tan gran ciudad irrevoca-
blemente se perderá. Sería cosa muy larga el traeros á
la memoria ejemplos de las grandes capitales traspasadas
de un lugar á otro, que no solo perdieron su primitivo
explcndor, sino que con los años apenas tuvieron el nom-
bre de ciudades. La llanura que el contador nos pinta
tan á propósito para la nueva ciudad, ¡cuánto dista del
suelo de México! No en valde los Aztecas la escogieron pa-
ra fundar la cabezera de su reino. Temperamento sano,
ciclo, de los mas alegres y despejados aun en In€dio de
ras lagunas que se observan en el nuevo mundo. Por un
lado una laguna de agua dulce; por otro, otras de agua
salobre, que proveen abundantemente á la ciudad de sal,
pescado y caza, y facilitan la conducion de semillas, ftu.
tas &c. que se dan en los llanos y huertas de tantas
ciudades que están en sus orillas. A esto se agrega que
las lagunas son causa de la amenidad que se goza en es-
tos arrabales y poblaciones vecinas de que estamos ro-
deados. A mi ver, es grande argumento de que este lugar
es nacido para contener una gran poblacion, el explen.




ti Alio de l 63:.!.
dor y opulencia de sus edificios en tan poeos afios, pu~
apenas contamos ciento nueve de su restauracion. Es ver-
dad que en este decurso de años hemos padecido inun-
daciones; pero hemos acudido á reparar los daños que
han causado. Estos reparos no han surtido el efecto que
nos prometíamos, emprenderémos otros, y no se alzará
la obra hasta que domado este elemento proveamos á
nuestra seguridad. SIendo, pues, constante lo que os he traído
señores, á la memoria, iqué razon habrá para que cono-
ciendo la superioridad de este clima, váyamos á experi-
mentar otro, mayormente que pasando á otra parte acu-
so no pasara con nosotros la prosperidad que hasta aho-
ra hemos gozado? Teneis aquí una ciudad consagrada al
Altísimo, quien por intercesion de su madre, bajo la ad-
vocacíon de Guadalupe (1), cuya imágcn nos vino á con-
solar en la pasada afliccion, no nos abandonará. NinguJ1
bar:io de México está sin algun monumento dedicado al
culto de Dios: en ellos se ofrecen diarios sacrificios, y me
atrevo á decir, que el desampararlos sería un escándalo.
Concluyo acordandoos, que esas sagradas vírgenes actual-
mente ofrecen al Señor sus oraciones, y os prometen to-
da felicidad si os quedais aquí."


4. Parece que esta arenga movió á casi todos los di-
putados de los gremios, en cuyos tiernos corazones hizo
grande impresJOn lo que tocaba á los templos. Pero si
despues de todo esto, quedó alguna duda del partido que
se debia tomar, la resolvieron las grandes dificultades que
se ofrecian en la mudanza, y á mi ver el peligro de se-
mejante desventura que se veía muy remoto, porque los
hombres por nuestra naturaleza mas atendemos á los ma-
les presentes que á los futuros. Ni se volvió á hablar
de este asunto.


1632. (2) El desagüe de Huehuetoea que tantas fatigas
habia costado, con gran gloria de la ciudad y contento de
sus vecinos, se acabó en este año. Pero cuando todos
creían que las aguas del rio de Acalhuaean y vertientes
de aquellas lagunas inmediatas embocarían por aquel con-
ducto, se halló que era mas estrecho que lo que pedía


[1]
pañía


[2]
Alegre, hist. manuscrita de la provmcia de la Com··


de Jeslls de M~éxico.
Gemelli, p. 6. lib. l. cap. 9.




Año de 1633. 7
todo aquel cúmulo de agua. Por esta razon cuando el
m'lestro mayor Martinez esperaba el premio de sus tra-
bajos, fué con aspereza reprehendido del oídor VilIalobos:
reprehension que le causó la muerte. Este defecto de
amplitud en aquel conducto subterráneo desde el princi.
pio de la obra se advirti~; pero. estando aquel maest.ro
mayor resuelto á no segUIr la pruuera planta. necesaria-
me~te la obra habia de salir errada.


1633. (1). Por estos tiempos segun eongeturo, se res-
tauró la calzada de S. Cristobal, y se le pusieron las
compuertas que aun hoy dia duran.


1634. (2) En este tiempo, el marqués de Cerralvo á
distancia de treinta y cinco leguas de Monterey, capital
del nuevo reino de Leon, mandó fabricar un fuerte que
guarneció con doce soldados, y que aun conserva el nomo
bre de su fundador.


1635. (3) El libro Capitular de este año, pone por al·
caldes ordinarios, á D. Lorenzo Bustos de Mendoza, y á
Estevan Terrosino: por teniente del escribano mayor¡ de
cabildo, á Pedro de Santillan: por contador, á Hipólito
8antoyo: por procurador mayor, á D. Francisco de So-
lís Barraza: por renuncia de éste, á D. Pedro de la Bar-
rera: por alférez real, á D. Juan Francisco V értiz: por
mayordomo, á Francisco Sanchez de Urrieta. que se es-
cusó de admitir aquel empleo, y en su lugar nombró el.
regimiento á Pedro de Saa; entraron de regidores, D.
Juan de Orduña, D. Baltasar Rodríguez Guevara. D. Diego
Baraona, Juan de Macaya, D. Antonio Monroy y Figue-
roa, D. Felipe Moran, y D. Juan Mancilla.


(4) Entretanto que el marqués de Cerralbo con gran
pompa gobernaba la Nueva España, llegó á succederle D.
Lope Diaz de Armendariz, marqués de Cadereyta, que
tomó posesion del vireinato el 16 de Setiembre (5). Lue-
go que en aquel año cesaron las aguas, informado que
fas acequias de la ciudad habia gran tiempo que no se
limpiaban, y por lo mismo despedian mal olor, dió sus


[1]
[
2]
3]


(:1


Emmo. Lorenzana, Hist. de N. E., fol. 22.
Villaseñor, p. 2. lib. 5. cap. 40.
Lib. Capitular.
El mismo.
Gemelli, p. ti. lib. l. cap. 9.




t; ./\úo de 1 ti36.
órdenes al ayuntamiento para que entendiera en aquel/a
~bra: Efectívamcntc, en aquel, año y en el siguiente se
lImpIaron todas, en cuyo trabajo se gastaron catorce mil
pesos.


1636. (1) Fueron alcaldes de mesta en este año, D.
Lorenzo Bustos de Mendoza, v Estevan Terrosino: ordi.
narios, D· Luis Vivero de Ve lasco, y D. GregorioVi-
llegas Sandoval: alférez real, Juan Caballero: por su es-
cusa D. Juan de Vera: procurador mayor, D. Andrés Bal·
mascda: obrero mayor de propios, D. Juan Figueroa: COIl·
tador, por renuncia del propietario, García del Castillo;
procurador general de córte, Roque Chavez Osorio; en-
traron de regidores Cristobal V.alero, y Leandro Gatica:
tuvo solamente voto en el regimiento, Juan de Alcocér,
tesorero de cruzada. En el decnrso del año se ausenta-
ron los alcaldes Vivero y YilIcgas: suplió las veces de!
primero D. Alonso Rivera, y del segundo el procurador
mayor (2). El marqués de Cadereyta, descoso dc haccr
de su parte cuanto pudiera para impedir que la ciudad
se inundara, y de satisfacer al Rey que le mandaba
informarlo del desagüe, habiendo como hemos dicho, he-
cho limpiar las acequias, comisionó ú Fernando Zepeda, y
tí D. Fernando Carrillo, para que extendieran una cscri.
tura en que sucintamente dicran cuenta de los reparos
hechos en las albarradas y calzadas dentro y fuera de la
ciudad, y de cuanto en el desagüe se habia hecho; aila-
diendo los gastos que estas y demás obras habian cau-
sado desde el 1607, hasta el presente aiio, y que aiia-
dieran á su escritura lo que juzgaran sería oportuno pa-
ra la mayor seguridad de la ciudad; pero como este tra-
bajo necesitaba de mucha meditacion y tiempo, todo aquel
año se gastó en formarla.


1637. (3) Al principio dc año, se dieron las alcaldías de
mesta, á D. Diego Villegas, y á D. Luis Vivero: las 01'·
dinarias, á D. Alonso Villanueva Cervantes, y á D. Heu-
no Nuñez de Villavicencio: el alferazgo real, á D. Juan
de Orduña: la procuraduría mayor de ciudad, á D. Juan
Francisco V értiz: la de rentas y administraciones, á D.


[1] Lib. Capitular.
[2] Gemelli, p. 6. lib. J, cap. f),
[3] Lib. Capit1l1m".




AÍlo do lü:n. 9
Andrés Balmazeda: el oficio de obrero mayor de propios,
á D. Alonso Rivera y Abendafío; las plazas vacantes de
regidores las dió el Rey á Francisco del Castillo, á D.
Antonio Mancilla, y á D. Nicolás Baraona Moscoso (1).
Los comisionados Zepeda y Carrillo en el mes de Ene-
ro presental'OIl su escritura al marqués de Cadercyta, que
juzgándola pieza digna de darse á luz, mandó que se re-
partiera á los gremios de la ciudad, para que meditaran
sobre ella, y dieran su voto en la junta general que citó
para el 7 de Abril. Las tres partes que este papel cOllte-
nía, nos han parecido dignas de encomendarlas á la pos-
teridad. En la primera, cronológicamente se referian los
sucesos y vicisitudes que en el desagüe de Huehuetoca ha-
bian pasado, y se proponian estas tres dudas. l!l' ¿Si
para ~mpedir la i.nllndacion convendría ó nó cons~rv~r el
desagüe? 2"'! ¿SI el conducto que hace el desague fuese
mas ancho y mas profundo, como sería dejándolo descu-
Lierto, si se agotaría la lagwIa que causa mayor perjuicio
á Mexico? 8 "'! ¿Si se podria conservar aquella obra, caso
que se lograra el fin propuesto? En la otra parte se sus-
citaba la cuestion del caso en que aquel conducto con las
obras arriba dichas, no abarcara todo aquel cúmulo de aguas,
si las albarradas y calzadas asegurarían la ciudad, ó nó? En
la última se preguntaba, ¿si no quedándo la ciudad con se-
guridad con estas obras, convendría traspasarla? Se añadía
á esto la cuenta del gasto del desagüe, que montaba á
dos millones novecientos cincuenta mil ciento sesenta y cua-
tro pesos siete reales y medio. Juntos, pues, los diputados
de los gremios el 7 de Abril, delante del Virey, no fue-
ron acordes: los mas, estimulados de las grandes dificulta-
des que pulsaban, fueron de parecer que para dar mayor
amplitud al conducto subterráneo se rompiera la tierra, y
que quedara descubierto: á mas de esto, que se hicieran
otros reparos; pIno que de ninguna manera se pensara en
pasar la ciudad á otra parte. El marqués de Cadereyta,
oidos estos pareceres, el 20 de Julio decretó que el des-
agüe quedara al descubierto. Esta providencia se tuvo por
necesaria, pues constaba que todo el cúmulo de aguas que
debian correr por el desagüe por falta de capacidad en
el canal, retrocederían con daño de la .ciudad, y llegaría


[1] Gemclli, p. 6. lib. 1. cap. 9.
TOM. U. 2 /';;.-"


'."1'


'.




10 Año de 1638.
el caso de atramparse por la tierra piedras y leña que aro
rastraban aquellos torrentes. Esta obra que desde el mismo
año se comenzó, era ciertamente mayor que aun la del
desagüe; porque á juicio de los geómetras, desde la calza-
da de S. Cristobal hasta las bocas de S. Gregorio, se de-
bian cavar setenta millones setecientas veinte y un mil
quinientas veinte y seis varas cúbicas, para que aquel cau-
ce pudiera recibir cuatro varas de agua de los rios, tor-
rentes y rebosaduras de las lagunas (1). En este mismo
mio concedió el Rey á la ciudad que el oficio de cone-
gidor lo sirvieran los alcaldes ordinarios. La misma ciu-
dad tuvo por mejor suprimir la mayordomia de propios, y
darlos en administracion.


1638. (2) En el siguiente año el ayuntamiento hizo al-
caldes de me sta, á Alonso VillanuevaCervantes, á D.
Nuño Nuñez de Villavicencio: alcaldes corregidores, á D.
Juan Cervantes Carbajlll, y al regidor D. Juan de Vera;
alférez real y procurador mayor, á Roque Chaves: obre-
ro mayor de propios, á D. Nicolás Barones. Despues de
algun tiempo, por ausencia de Roque Chaves, se envió
á la córte por procurador general, y se puso por procu-
rador mayor á Juan Orduña, y por alferez real, al de-
positario Juan Macaya (3). En este tiempo el famoso cor-
sario Holandés, que llamaban pie de palo, con una escua-
dra de catorce navios cruzaba en la sonda de la Tortu-
guilla, esperanzado de apresar la rica flota que á la sa-
zon debia salir de Veracrllz; pero sus esperanzas fueron
fallidas, pues los Españoles fueron avisados del peligro
que corrian, en el puerto ó antes de llegar á aquella
altura, con lo cual ó no dieron las velas, ó volvieron al
puerto de arribada.


1639. (4) El primero del año, junto el cabildo, nom-
bró por alcaldes de me sta, al regidor D. Juan Vera, y á
D. Juan Cervantes: por alcaldes corregidores, á D. Feli-
pe Sámano, y al regidor Francisco Castillo; por alférez
real, á Juan de Alcocér: por procurador mayor, á D. Pe-


[1] Lib. Capitular.
[21 Lib. Capitular.
[3] Tom. 514 de las misceláneas de la Biblioteca de la


Mmerva de Roma.
(4) Libro Capitular.




Año de 1640. 11
dro de la Barrera: por obrero mayor de propios, á D.
Diego Moreno de l\Ionroy: por contador, á Echávarri: por
mayordomo á Gerónimo Montes: la plaza de alferez real
que se mandó beneficiar en el decurso del año, se le
remató á Juan Salcedo (1). En este año, ó acaso en el
pasado, se puso en Veracruz la armada de Barlovento, provi-
dencia acertada para tener limpios aquellos mares de cor-
sarios, debiendo cruzar desde las costas de Nueva Espa-
11a hasta las islas, é impedir los contrabandos, que ora con
uno, ora con otro pretesto se introducian en el reino (2).
En estos tiempos, llamado del Rey, se volvió á España el
arzobispo de México D. Juan Manso. La causa de esta
desgracia fueron los pleitos que sobre puntos de inmuni-
dad tuvo con el Virey (3). Aun en estos tiempos ¿quién
lo creyera? la esclavitud de los Indios duraba. Esto mo-
vió á Felipe IV. á librar eIl 16 de Setiembre cédula, en
que manda que en cualquiera parte de su reino que se
hallen Indios esclavos sean puestos en libertad, y da por
caso de crímen laesae majestatis, á los que ayudaren á
cautivar, ó prestaren dinero para ello.


1640. (4) El presente año tuvo la ciudad por oficia-
les de policía, á los alcaldes de mesta Francisco del Ca-
tillo, regidor, y á D. Felipe Sámano: por alcaldes corre-
gidores, á D. Juan Cervantes Carbajal, y al regidor Cris-
tobal Valero, que sirvió tambien la plaza de alférez real,
acaso por muerte del que la habia comprado: el procu-
rador mayor fué Nicolás Baraona: el obrero mayor de
propios, D. Francisco Solís, nombrado por el Rey regidor (5).
Entretanto, el marqués Cadereyta gobernaba la Nueva Es-
paña con justicia y humanidad, grangeándose los ánimos
de aquellos pueblos, procurando adelantar las posesiones
Españolas en diversas partes de su gobernacion, habia
fu ndado en el nuevo reino de Lean una colonia que de
su título nombraron Cadereyta, que el dia de hoyes una
villa respetable. Meditaba otros muchos establecimientos,
cuando llegó á Vera cruz su sucesor D. Diego Lopez Pa-


[1] Emmo. Lorenzana, Hist. de N. E., fol. 22.
[2] Gil Gonzalez Dávila, Teat. Ecles. tomo 1. fol. 60.
[3] El mismo fel. 191.
[4] Lib. Capitular.
[5] Vetancourt, tomo 1. tratad. de jl{éxico, cap. 2,
~




12 Año de 1641.
checo Cabrera y Bobadilla, duque de Escalona, y mar.
qués de Villena, grande de España, que convidado de
aquellos vecincs á detenerse (1) algun tiempo para asis-
tir á los espectáculos que le prevenian, prolongó su de-
mora desde el 24 de Junio hasta entrado Agosto. y lIe.
gó á México el 28 del mismo mes (2). La residencia de
su antecesor la tomó (3) el nuevo obispo de Puebla quc
acababa de llegar con el duque, D. Juan de Palafóx y
l\1pndoza (4). En ella recibió grandes pesadumbres por
la malevolencia de sus enemigos. Al mismo obispo come-
tió tambien el Virey residenciar al marqués de Cerral.
yo, que cinco años antes habia partido para España, de-
Jando su poder para que respondiera á los cargos que le
hicieran. Con estos despachos el mismo obispo fué nom-
brado por visitador de la Audiencia y tribunales. l .. uego
que el marqués de Villena tomó posesion del vireina-
to en cumplimiento de los órdenes del Rey (5), encargó
al gobernador de Sinalóa Luis Cestinos que entrara en
Califol'nias, observara sus costas y las islas inmediatas, lo
que ejecutó puntualmente con dos padres de la Compañía
de Jesus. Su relacíon solo sirvió de confirmar las noti-
cias que se tenian de aquellas remotas tierras: conviene
á saber, que los naturales eran de Indoles apacibles: que
aquellas costas abundaban de placeres, (asi llaman en la
N ueva España á los lugares en que se crian las perlas,)
pero que aquellas provincias eran horrorosas por su es-
terilidad (6). En el mismo año al contador de alcabalas
se le asignó un tanto por ciento de lo recaudado.


1641. (7) Los empleos de ciudad, á su tiempo se die·
ron á estos sugetos: las alcaldías de mesta á D. Juan Cero
vantes Carbajal, y al regidor Cristobal Valero: las ordi-
narias y corregimiento, al regidor D. Felipe Morán de la
Cerda,. y á D. Francisco Moreno Monroy: el alferazgo
real, á Francisco del Castillo: la. procuraduría mayor, á


Vetancourt, tomo l. trato de lUéxico cap. 2.
Lib. Capitular.
Pucci, vida del Sr. Palofóx.
Vefancourt, en el mismo cap.
Clavijero, hist. de Californias, 11:b. 2. parráfo 5,
Vetancourt. tomo 1. trato de jJ:léxico, cap. 5. Lw. Capitular.




Afto de lG4~. 13
D. Juan Orduña: el cargo de obrero mayor de propios,
á D. Alonso Rivera: la tenencia de escribano mayor de
cabildo por muerte de Carrillo, á D. Antonio Alvarez de
Castro. Despues de tiempo, por muerte del alférez real,
entró en su lugar D. Francisco Solís y Barraza: tuvo vo-
to en el regimiento el depositario general D. Antonio
Montoya y Cárdenas: dos plazas de regidores dió el Rey
{t Francisco Ccrvantes Carbajal, y á D. Diego Orejon Oso-
rio: por ausencia de Morán, alcalde corregidor, fué subs-
tituido el obrero mayor. En el año que corre. el marqués
(1) de Villena por solicitud del obispo de Puebla á quien
deseaba favorecer, dió auxilio para que quitara á los re-
ligiosos de su obispado las doctrinas que desde la conquis-
ta de aquel reino tenian, substituyendo clérigos conforme
á la cédula del Rey.


1642. (2). En el año de 1642 del nacimiento de Je-
sucristo, fueron alcaldes de mesta D. Felipe Morán de
la Cerda, y D. Francisco Moreno de Monroy: ordinarios
corregidores, D. Cristobal de la Mota Osorio, y el re-
gidor D. Pedro Diaz de la Barrera: alférez real, el re-
gidor substituto D. Antonio Montoya Cárdenas: procura-
dor mayor, D. Felipe Morón dc la Cerda, escribano de
gobierno y regidor: obrero mayor de propios, D. Alonso
Rivera y Abendaño: contador por falta de Echávarri, Juan
de Gatica: mayordomo, por renuncia del propietario, Juan
Orduña: escribano mayor de cabildo, D. Andrés Fernan-
dez Navarro: substitui'dos en lugar del alférez real preso,
D. Francisco Cervantes, y en lugar del procurador ma-
yor ausente, Leandro Gatica (3). Las casas que llaman
en México del :estado, y pertenecen á los descendientes de
Cortés, el 14 de Febrero s~ quemaron, y habiendo dura-
do el incendio toda la noche por un violento Norte que
soplaba, se tiene por cierto ser uno de los mas memo-
rables que ha padecido aquella ciudad (4). Hallábase la
Nueva España contentísima con el marqués de Villena,
pues por su afabilidad y buen trato habia sabido ganar los


[1] Vetancourt, torno 1. trato de México, cap. 2.
[2] Lib. Capitular.
[3] Arévtdo, en el mercurio de Febrero de dicho año.
L4] Vetancourt, torno 1 trato de jléx. cap. 2.




14 Año de 1642.
ánimos de aquellos vecinos que se prometian de su go-
bernacion grandes felicidades; una improvisa desgracia vi-
no á derribarlo del vireinato, suceso memorable en la
historia, que referiré como se halla en Vetancourt, autor
respetable (1), y en Pucci, escritor de la vida del vene-
rable D. Juan de Palafóx y Mendoza, obispo de la Pue-
bla de los Angeles. Este prelado en aquel Junio, con pre-
texto de abrir la visita de la audiencia, ó de tomar po-
sesion del arzobispado de México á que habia sido pro-
movido del Rey catolico Felipe IV, fué á México: en
realidad el motivo de su viaje como lo probó el hecho.
era apear al marqués de Villcna del vircinato, y entrar
en su lugar. Comunicada, pues, con pocos su comision el
9 de Junio, vigilia de la pascua de Espíritu Santo, muy
entrada la noche, hizo llamar á los oidores v al escriba-
no Luis de Tobár, en cuya presencia se leyeron los des-
pachos del Rey que pocos dias antes le habian venido.
en que se le mandaba pasar á México, y tomar posesion
del vireinato, compeliendo al marqués de Villena á. pa-
sar á la córte (2) á dar cuenta de su conducta. Ha-
biendo todos protestado que obedecerían á aquel manua-
miento, se encaminaron á los estrados, adonde poco des-
pues llegaron el mariscal D. Tristán de Luna, y otros ca-
balleros que habian sido tambien convocados, á quienes
se dió parte de 10 que el Rey mandaba.


Dispuestas de este modo las cosas, antes que ra-
yara la alba, D. Juan de Palafox comisionó al oidor An-
drés Prado de Lugo para que fuera á notificar al Vi-
rey la cédula de S. M. Entretanto se hablan aportado á
las puertas de Palacio el maestre de campo D. Anto-
nio de Vergara, D. Diego Astudillo, D. Juan Hurtado de
Mendoza, y otros sellores. Ni se descuidó el obispo en
dar sus órdenes para que las avenidas del palacio fue-
ran ocupadas de tropa. Al referir estas circunstancias, sa-
cadas de PUCCI, no puedo adivinar, ni como pudo entrar
aquel obispo con los oidores á la sala de la audiencia
que queda en el recinto del palacio, ni menos como con tan-


[1] Pucci, vida del Sr. Palafóx,p. 1. cap. 4.
[2] Pucci, vida del venerable Sr. D. Juan de PalafoJ".


p. 1. cap. 4.




Año ed 1642. 15
ta facilidad se dispuso de la tropa, cuyo cuartel estaba
allí sin que lo entendiera el marqués de, Villena. Pero á
los historiadore,; no toca el desatar las dificultades que se
encuentran en los autores, sino el referir lo que en ellos
halla. El oidor Lugo cumplió con su comision, bien que
halló al marqués en la cama, de donde se retiró ocul-
tamente al convento de descalzos de Churubusco. Luego
que salió el sol, se divulgó por México el caso, y aque-
llos vecinos no hallando causa para un procedimiento tan
cstraño, se preguntaban unos á otros ¿en qué podia ha-
ber pecado el marqués de Villena para que se le trata-
ra de aquella manera? En aquellos dias se embar-
garon sus bienes, y sus alhajas fueron vendidas en almo-
neda. Pasado tiempo, como los Mexicanos no sosegaban
en hacer pesquisas del delito que se le achacaba á hom-
bre tan benemérito, hallaron que sus enemigos lo habian
acusado al Rey de haber caido en felonía. Las pruebas
que éstos alegaban, son dignas de la historia: la una, que
habia puesto de castellano en el fuerte de San Juan
de Ulúa á un Pc.rtugués; la otra es de tan poca monta,
que de buena gana la omitiera, si no entendiera que en
los delitos de alta 'traicion las cosas mas pequeñas se abul-
tan para hacer mas odiosos á los traidores. Fué el caso,
que el marqués de Villena que se preciaba de soldado,
gustaba de tener buenos caballos: entre otros, D. Pedro de
Castilla y D. Cristobal de Portugál. personas de la pri-
mera nobleza, le regalaron dos, que probados, pareciéndo-
le al marqués mejor el de D. Cristobal, incoNsideradamente
pror umpió en estas expresiones, mejor es el de Portugal:
estas palabras de sentido tan llano y natural se las re-
firieron á Felipe IV. no de otra manera, que si en la
estimacion del marqués pesara mas el nuevo Rey de
Portugal que el de Castilla. Agregábase á esto el navío
de aviso que despachó el marqués luego que entró en po-
sesion del vireinato, ó por los vientos, ó acaso por algu.
na otra razon habia aportado á Portugal á la sazon que
aquel reino se habia alzado. Y siendo cierto que en aquel
tiempo todo era sospechoso á l,a córte de España, temió
el Rey que el marqués abriera las puertas de la Nue-
va España á los Portuguéses. y esta fué la causa por-
que se envió con tanta solicitud al obispo de Puebla á
privarlo del vireinato.




16 Año de lG4il.
(1) Entretanto que gobernaba el dicho obispo, mau-


dó derribar de los lugares públicos de la ciudad ciertas
estátuas óídolos antiguos, que hasta entonces habian COIl-
servado los gobernadores y vireyes, como trofeos de las
victorias que ganaron los Españoles contra los Mexica-
nos. No dudo que aquel zeloso obispo se moveria ú es-
to con el piadoso fin de abolir la memoria de la supers-
ticioll Indiana. Estremóse tambien en ordenar el servicio
militar, para que en caso que los Portuguéses intentaran
probar fortuna en aquel reino, hubiera quienes les hicie-
ran frente. Para esto levantó doce compafl¡as de milicias,
que hacia ejercitar en el manejo de las armas. Visitó los
colegios que no estaban sujetos ú los regulares, y los ar-
regló (2). A la real universidad dió sábias leyes, con las
cuales se gobierna hasta el presente, y le han adquirido
la gloria que tiene. Bien que el obi~po Virey estuviera
ocupado en estos negocios, no desatendia á la visita de au-
diencia y tribunales; y habiendo hallado que los pleitos no
se sentenciaban con aquella prontitud que ia justicia pide,
suspendió á tres. oidores ínte~ros y diligentes, consiguió
que muchos negocios que e.staban encallados. se de¡¡idie-
ran presto. Dejó ordenanzas á la audiencia, abogados, y
proyuradores. En estos trabajos empleó D. Juan de Pa-
lafox los cinco meses que fué Vire y, y casi dos años que
duró su visita. Fué prelado verdaderamente incansable en
el trabajo, y tan desinteresado, que no recibió ni un
real de las rentas de Virey y visitador. En ese tiempo
Felipe IV., persuadido á que la diligencia del obispo de
Puebla prevendría los designios del marqués de ViIlena,
despachó á toda diligencia á succederIe á D .• Garcia Sarmien-
to Sotomayor, conde de Salvatierra, que en aquel Oc-
tubre aportó á Veracruz, y en '23 de Noviembre con gran
(3) séquito entró en México. El obispo de Puebla, entre-
gado el baston, siguió la visita (4). Al fin de este año el
marqués de VilIena pasó de los descalzos de Churubus-


[1] Gíl Gonzalez Dáviul, Teat. celes. de las Indias Oc-
cidentales, tomo 1. vida de D. Juan de Palafóx.


[2] Vetancourt. tomo 1. trato de ft.léxico, cap. 2.
[3] Libro Capitular.
(4) Vetancourt, tomo 1. trato de jHéxico, cap. 2.




Ano de 1643. 17
co á San Martín, lugar vecino á Puebla, para disponer.
se al viaje.


lG43. (1) Consta del archivo de la ciudad. que en es-
te año fueron alcaldes de mesta, D. Cristobal de la Mo-
ta, y el regidor D. Pedro Diaz de la Barrera: alcaldes
corregidores, D. Gabriel Rojas, y el regidor U. Juan Oro
duño; alférez real, D. Diego Orejon y Osorio: procura-
dor mayor, Leandro Gatica: contador, Juan Gatica Con-
troras. Entrado el año se ausentaron el alcalde corregi-
dor Orduña y alférez real: por nombramiento del cabil-
do ocuparon sus plazas Alonso de Rivera, y el alguacil
mayor. Entretanto el obispo de Puebla seguia en su vi-
sita, y el conde de Salvatierra gobernaba el reino de Mé.
xico; el marqués de Villena que enmedio de su desgra-
cia habia mantenido la grandeza de ánimo de que era
dotado por sí, y por medio de los muchos amigos que
tenia, cerciorado de los cargos que su!> enemigos le ha-
bian hecho en la córte, sacó atestaciones de las personas
de cuenta de México de la limpieza de corazon con que
habia administrado la Nueva España, y me persuado que
no solamente aquel ayuntamiento, sino tambien el obispo
de Puebla que habia hecho las pesquisas, y el actual Vi.
rey que habia palpado las calumnias que se la imputa-
ban, escribieron al Rey en su abono (2). Con estos in-
fonnes hízose á la vela. Llegado á la corte se presentó
al Rey, seguro de sincerar su conducta, como lo consiguió
en la primera audiencia que tuvo. Felipe IV. que á pe-
sar suyo se habia visto precisado á tomar aquella ter-
rible providencia, quedó tan satisfecho al oirle sus des-
cargos, que mandó reintegrarlo, librándole despacho de
Virey de México; pero el marqués de Villena contentan-
dose con la gloria de haber recuperado la gracia del Rey,
permutó aquel vireinato por el de Sicilia. Desempeña-
do de este dificil lance. no dejó de promover la dilatacion
del nombre Español en la Nueva España. Entre otras
cosas, aconsejó al Rey que seria conveniente hacer otra
tentativa para poblar las Californias, que á mas de sus per-
las, ofreeian sus puertos un seguro anclage á los navios
que hacian la carrera de Filipinas, y se reducirían aque-


[1] Lib Capitular.
[2] Vetancourt, tomo l. trato cap. 2.
TO?\f. 11. :-s




18 Año de 1644.
IJas gentes. Este pensamiento del marqués fué sugerido
en circunstancias que Felipe IV. estimulado de los infor-
mes que tenia de la apacible Índole de aquellos natura-
les (1), pensaba dar orden para que se enviara de aque-
lla península uaa Colonia. Efectivamente en aquel año se
envIó á México, á D. Pedro Portél de Casanate, con
amplisimas facultades para conquistar y poblar aquellas
provincias (2). En este mismo año concedió el Rey á la
muy noble ciudad de México, que tomara á su cargo la
provision de fiscal de justicia mayor: este empleo se dió
á Pedro N avia.


1644. En el incendio acaecido el29 de este siglo en
que corre la Historia, se quemaron como hemos dicho
atrás los libros del archivo de la ciudad, y esta es la cau-
sa porque no hay de donde copiar los oficiales de poli-
cía, ni han bastado para hallarlos las diligencias que ha
practicado el regidor D. Antonio Rodríguez de Velasco,
comisionado de aquel ayuntamiento para recojer estas no-
ticias. Asi que una ú otra que se ha hallado en algu-
nos instrumentos públicos, se notará en su lugar (3). De
Gil Gonzalez Dávila consta, que en este mismo aiío la
ciudad de México pidió á Felipe IV. que no diera mas
licencia para otras fundaciones de conventos, así de hom-
bres como de mugeres, porque al número excesivo se
agregaba que eran tantas las criadas que las monjas te.
nian, que lo lastaba la ciudad. A mas de esto le supli-
caban que les prohibiera nuevas adquisicione~ de bienes
raíces. porque de lo contrario llegaria el tiempo en que
fueran únicos dueños de las posesiones de aquellos con-
tornos. Al tiempo que esta representacion se hacia al
Rey, llegó á México D. Pedro Portél Casanate, quien
recibido del conde de Salvatierra con benignidad, man-
dó que de las cajas reales se le subministraran los cau-
dales que necesitaba para la expedicion de Californias, y
habiéndole concedido levantar soldados, y juntar familias
para aquellas poblaciones, libró mandamiento á los go-
bernadores de la tierra adentro, para que le dieran el au-
xilio que les pidiera. Con estos socorros prontamente se


[1 J Clavijero, Hist. de Calif. torno 1. lib. 2. párraj. 5.
[2J Vetancourt, torno 1. trato de México cap. 5.
La) Clavijero, Hist. de Calif.Jom. 1. lib. 2. párraf. "




Años de 1645 y 46. HJ
alístal'on los buques, y cuando todo estaba pronto para
darse á la vela al fin del año, ciertos malvados enemi-
gos de aquel gefe quemaron dos barcos. Este contra ....
tiempo desvandó los soldados, y las familias se retiraron
á. los pueblos vecinos, interín se hacian otras embarca-
cIOnes.


1645. El siguiente año es notable por la inundacion
que México experimentó; porque aunque ocho años an-
tes el marqués de Cadereyta, como referimos en su lu-
gar, habia mandado que se alzaran nuevos diques, y que
el cauce del desagüe quedara al descubierto, no obstan-
te que en aquella obra se trabajaba incesantemente, sien-
do trabajo de un siglo poco se habia adelantado. Se agre-
gaba á esto, que estando fabricado aquel conducto por
espacio de media legua en piedra viva, no era dable el
descubrirlo, y asi los maestros de aquella obra se ha-
bian contentado en aquel espacio de abrir en trechos
lumbreras. Por esta razon, habiendo sido las aguas de
aquel Estio y del principio del Otoño muy copiosas, el
río de Acalhuacán salió de madre, y arrastró tantas píe-
dras y arena, que atrampandose el conducto, las aguas re-
trocedieron sobre la lagUna de Tzumpango (1), y de es-
ta pasaron á la de México que inundó la ciudad. Pare-
ce que este contratiempo ni duró mucho tiempo, si menos
tuvo consecuencias. En el mismo año (2), con el servicio
de siete mil pesos, consiguió la ciudad del Rey tener fiel,
mojoneros, pregoneros, porteros de cabildo y cárcel, y otros
oficiales menores. (3) Al mismo tiempo el puesto de escri-
bano real de la caja, y mayor de minas y registros, se bene-
fició en veinte mil pesos.


1646. (4) Este año, la Nueva España fué afligida con
terremotos; pero ninguno mas fuerte que el que se expe-
rimentó en Malina\co el 13 de Abril á las nueve de la
noche, pues por testimonio del arzobispo de México, que
e~taba en visita, por largo tiempo las campanas se re-
pIcaron.


[1] Gemelli, p. 6. lib. 2. cap. 9.
[2] Vetancourt, tomo 1. trato de México. cap. 5.
[3] Vetancourt, tomo 1. trato de México. cap.5.
[4] Gíl GonzaZez Dávila, tomo 1. teat ecles. de las igle-


sias de Indias, foZ. 60.




20 Año de 16i'7.
1647. (1) Por estos ~iempos, sesenta y ocho leguas al
Hue~~ Norueste de MéxIco, se fundó una gran poblacion
en SlÍIO de excelentes pastos, que en honor del actual Vi-
rey llamaron Salvatierra, y fué condecorada con los prívi~
legios de Villa,.


EL EDITOR.


El P. Cavo que jamás se separó de los ápices de /(1
política, omitió á lo que entiendo, de propétsito referir las
escandalosas ocurrencias de este año, es decir, las desa-
zones tenidas entre los padres jesuitas á que pertenecía,
y el venerable Sr. Palafóx, obispo de la Puebla. Yo no
me hallo en el cilllO de aquel escritor, y asi probaré á ha-
blar de estos acontecimientos como públicos con la impar-
cialidad y exáctitud que demanda la historia.


Cuando llegó á la América el Sr. Palafóx, halló ya
contestado el pleito que de parte de su Iglesia de Pue-
bla se habia puesto al Dr. D. Hermenegildo de la Ser-
na, presbítero de la misma, sobre tIna hacienda que lm-
bia dado para fundacion del rolegio de Veracruz. Siguió.
se este pleito con bastante ardor; pero sin pasar de los
límites de la política por ambas partes, hasta que de la
Santa Iglesia Catedral se publicó up papel con título de
defensa, firmado por el Sr. obispo, y dirigido al Rey; res-
pondiólo el P. provincial Francisco Calderon, refutando al-
gunas proposiciones, y aclarando otras de algun sentido
equÍvoco, mientras que se formaba otro mas formal y ju-
rídico que despues se imprimió, y en que por menor se
respondió á todos los argumentos que á su favor habia
promovido con bastante elocuencia y energía el de la San-
ta Iglesia. Esta, que pareció justa defensa de la Compa-
ñía, acabó de agriar el ánimo del Sr. Palafóx, y juntán-
dose de ambas partes algunos otros pequeños motivos, ví·
no á parar en los ánimos doloridos en una sangrienta con·
tradiccion. Dióse por agraviado el Sr. obispo por algunas
proposiciones de ciertos predicadores jesuitas, singularmen-
te del P. Juan de S. Miguel, que en aquellas circunstan-
cias algunos mal intencionados glosaron como denigrativas
de la conducta y dignidad de S. I. Sintió tambien (como


[1] Villaseñor, p. 2. lib. 3. cap. 4.




Año de HWI. Ql
dlgnifica en algunas de sus cartas) que los .jesuitas no le
hubiesen visitado en la enfermedad de que adoleció á princi-
pios de este mismo año: que no le hubiesen convidado pa-
m el jubiléo de las cuarenta horas en el colegio del Es-
píritu Santo, y que hubiesen sacado de la Puebla al P.
Lorenzo Lopez, de quien hacia particular estimacion co-
mo insigne operario de Indios. Tampoco faltaban á algu-
nos jesuitas de Puebla motivos de sentimiento, pues á su
parecer discordaban mucho las palabras del Sr. obispo con
lo que hacia y escribia en las ocasiones que se presenta-
ban, prohibiendo predicar en su obispado al P. Juan de S.
Miguel, y procediendo á otras demostraciones menos rui-
dosas, pero no menos sensibles contra algunos otros indi-
viduos. En estas ligeras escaramuzas, y privados resenti-
mientos, pasaron muchos dias, hasta el 6 de Marzo de es-
te año miércoles de Ceniza en la tarde, en que de parte
del Dr. D. Juan de Merlo, provisor y vicario general del
Sr. Palafóx, se notificó á los padres rectores de los cole-
gios de aquella ciudad un edicto, que desde luego suspen-
día las licencias que tuviesen los padres de ellos como
contraventores del Santo Concilio de Trento, para asegu-
rarse de la suficiencia de dichos religiosos; previniéndose les
que dentro de veinte y cuatro horas se le presentasen las
dichas licencias, pues que de no hacerlo así se procedería
á lo que hubiese lugar en derecho.


Se entenderá la esencia de esta controversia supo-
niéndose que los jesuitas, tanto en España como en Amé-
rica, se hallaban en quieta y pacífica posesion por privile'-
gio del Sr. Gregorio XIII., confirmado por sus sucesores
Gregorio XIV y Paulo V., de ejercer su ministerio sin ne-
cesidad de prévio exámen de suficencia de los señores dioce-
sanos. Con tal motivo la monicion del Sr. Palafóx fué en
su concepto un despojo de la posesion en que se hallaban
de su privilegio, habiendo sido por otra parte protegidos
áltamente por el Sr. Palafóx, siendo visitador y virey.
Cuando se les notificó el decreto, respondieron, que res-
pecto a l!-0 s~r concedido el privilegio á lo,s colegio~ de
Puebla, SIllO a todo el cuerpo de la Compañia, la notlfica-
cion debia entenderse con su padre provincial, que lo era
el P. Pedro Velasco, á quien pasarían luego noticia, y
sin cuya licencia nada podian contestar en el asunto. Sin
~mbargo, mientras daban aviso al prelado que se hallaba




22 Año de 1647.
en México, por no parecer desobedientes al edicto, se abs-
tuvieron al dia siguiente 7 de Marzo, y jueves 1 ~ de'
cuaresma, de salir con la procesion de la doctrina cristia-
na, y de predicar en la plaza los dos sermones que se hacian
en castellano y Mexieano. Instaba el viernes para el cual
se habia anunciado ya sermon desde algunosdias antes,
en cuya atencion, despues de una deliberacion larga y con-
sulta, se resolvió que los padres Pedro Valencia, y Luis
de Legaspi que habian de predicar el dia siguiente, pasa-
sen á ver al Sr. obispo dentro del término señalado de
las veinte y cuatro horas, y le suplicasen que en atcncion
á su privilegio y eseándalo que se ocasionaría de cesar la
Compañía en sus ministerios en el tiempo de c.,aresma en
que eran tan públicos, se dignase sobreseer en el asunto,
y no actuar jurídicamente contra los rectores que no eran
parte legítima, á lo menos mientras que venia la resolu-
cion del padre provincial que no podria tardar: que la
Compañía no ignoraba los derechos de la mitra en esta
parte, ni quería desobedecerle, sino solo proceder de acuer-
do, y con la direccion de su provincial. El Sr. Palafóx le
respondió con muchas quejas de la Compallía y de algu-
nos religiosos de los colegios de Puebla, negándose redon-
damente á la súplica de los padres, y concluyendo con
que, ó le demostrasen las licencias ó los privilegios. En
vano instaron los enviados, pues el Sr. obispo se mantuvo
firme, diciéndoles que siguiesen su derecho, que él usaría
del suyo. Volviéndose al padre Legaspi, le dijo.... mu-
cho me pesa que sea V. paternidad el predicador de ma-
ñana. Regresados los comisionados entraron los rectores
en consulta, oyendo á personas que reputaban por sábias,
resultando de esta sesion por acuerdo, que efectívamente
predicase al dia siguiente el P. Legaspi; mas estando á
punto de subir al púlpito á las diez y media de la Il\aña-
na, el notario del Sr. obispo notifieó al padre rector Die-
go Monroy, segundo auto con inhibicion de confesar y pre-
dicar antes de mostrar las licencias, só pena de excomu-
nion mayor. Este auto se notificó solamente al padre rec-
tor del Espíritu Santo, sin noticia alguna del padre Le-
gaspi que entretanto estaba predicando; asi es, ~ue creyen-
do el Sr. obispo ultrajada su dignidad, mandó notificar á
los padres rectores tercer auto, amenazando con pena de
excomunion mayor, y de fijar públicamente á todos los que




Año de 1647. 23
de la Compañía se atreviesen á predicar y confesar sin
prévia licencia, 6 sin demostracion de ellas. Tornósele á
dar la respuesta anterior, escusándose de contestar sin ór-
den del padre provincial, y se les concedió térm.ino de veinte
dias para hacerlo, dentro de los cuales debenan abstener-
se de dichos ministerios.


Aquella misma tarde se publicó un edicto general, en
que condenando á los jesuitas de desobedientes, transgre-
sores, y contraventores del Concilio de Trento, bulas pon-
tificias &c., les manda só pena de excomunion, no confie-
sen ni prediquen en su obispado, y bajo la misma á todos
sus feligreses no oigan sermones ni pláticas de los jesui-
tas, ni se confiesen con ninguno de ellos, por cuanto te-
merariamente por falta de jurisdiccion se esponen á hacer
confesiones inválidas y sacrílegas. Dióle el Sr. obispo ma-
" or solemnidad á este decreto, asistiendo personalmente IÍ.
su promulgacion en. la Iglesia de religiosas de la Santísi-
ma Trinidad; y aunque en su tenor se mandaba fijar en
las puertas de las iglesias, no se verificó temiéndose un
escándalo y descortesías del pueblo, ya bastante conmo-
vido, y dividido en facciones; pero despues se imprimió y
circuló por todo el reino. Nótase, que en una de sus cláu-
sulas se daba á entender que todas las demás religiones
se habian sujetado y obedecido al primer auto del Sr. Pa-
laróx menos la Compañía; mas exáminandose despues este
punto, convinieron todos los prelados de las demás religio-
nes en que á ninguno de ellos se les habia notificado au-
to semejante.


Llegaban correos con frecuencia al P. Provincial,
de lo que ocurría en Puebla, por lo que se formó consulta,
en razon de lo que debía practicarse; y despues de mu-
chas discusiones se acordó, que el remedio mas pronto
y eficaz que habia en el caso era proceder á la elec-
cion de Jueces conservadm'es de los amplísimos privilegios
que gozaba la Compañia. Crecido número de personas,
cuyo dictámen se oyó, opinaron del mismo modo, sin em-
bargo de que tambien se presentaron algunas dudas so-
bre las personas que se elegirían para este caso. Se con-
vino en elegir dos religiosos de Sto. Domingo, tanto mas
cuanto los de este órden se ofrecieron á protejer los de-
rechos de la Compañía, y sacrificar, si fuese necesario en
Sil defensa, hasta los vasos sagrados. Efectivamente, fue.




24 Aüo de lü4'i.
ron nombrados el dia 20 de Marzo Jueces conservado-
res, Fr. Juan Paredes, y Fr. Agustín Godines. El Sr.
Palafox dió sus poderes al fiscal del Rey, D. Pedro Me-
han, y al maestro de campo D. Antonio de Vcrgara. Para
justificar esta conducta, se publicó é imprimió un mani-
fiesto cuyo título era: Resolucion jurídica sobre el dere-
cho cierto de la Compañia de Je,ms, en el nombramien-
to de jueces conservadores; papel que se dió á recono-
cer y á aprobar á muchos sugetos del cabildo eclesiás-
tico, claustro de la Universidad, y personas de varias
religiones, las cuales opinaron quc el Sr. Palafox se ha-
bia excedido en el modo, y (Iue los padres Jesuitas de-
bian ser restituidos á su buena opinion y posesion pri-
mera en qu.e estaban, de que no debieron ser privados,
empezandose por la suspension y despojo; y que resti-
tuidos, dándoseles término competente l y ordenúndoseles en
decente y debida forma, deberian mostrar sus privilegios
como ofrecian. El catálago de estos doctorcs aproban-
tes es bastante difuso, y da idea del empeño que se ha-
bia tomado en este asuRto: llegó el nlÍmero á sesenta
y cuatro, la ll1Jyor parte frailes.


En 30 de Marzo, el fiscal Melian dirigió al Virey
conde de Salvatierra una exposicion, en que bacia pre-
sentes repetidas cédulas y órdenes del Rey, para que los re-
gulares no procediesen lÍ la eleccion de conservadores.
sino en aquellos eaSQS gravísimos e!l que lo permite el
derecho, y previniendole que los conservadores antes <le
comenzar á usar de su oficio, deberian presentarse á la
Audiencia con las causas de su nombramiento, y siendo
conformes á. derecho, bastantes, y dignos de aquel reme-
dio, se les permita el uso, ó se les prohiba y escuse no
lo Iiliendo. El Virey pasó este pedimento á su asesor
general. el cual aunque convino en los principios del fis-
cal, pero opinó que la Compañia se hallaba en el ca-
so de nombrar conservadores, y usar de aquel extraor-
dinario remedio.


Debe suponerse que como el Sr. Palafóx era un vi·
sitador de la real Audiencia, no habia terminado sn visita,
y de consiguiente los oidores estaban sujetos á Sil juris-
diccion, y por· lo mismo impedidos de conocer en este
asunto, por cuya causa el P. provincial se resolvió á re-
cusar á ü)da la Audiencia, fundándose en el ejemplar




Aüo de 1647. ;¿;:¡
ocurrido pocos UlIOS antes de D. Garda Valdés OS01'io, que
habia merecido la aprobacion del consejo de Indias. El
Virey por estos motiv08 dió por buena la recuilacion, y
recayendo en él toda la autm'idad, permitió á los conser-
vadores nombrados por la Compañia el uso libre de su
jurisdiccioIl en todo lo que mirase á las injurias y turba-
ci0n de los privilegios de la Compañia, sin extenderse al
punto de las licencias de predicar y confesar, por no ser
tocante al conservatorio. Aprobó tambien el nombramieu-
to el arzobispo n, Juan de Mañosca, dando su licencia
para que los jueces conservadores comenzasen á actu!l.l' en
la causa desde México, por distar la Puebla las tres die-
tas concedidas á los conservadores de la Compañia, por
el Papa Gregorio XIII.


Establecida y reconocida por las primeras perso-
nas de México la autoridad de los jueces conservadores,
incluso el obispo de Michoacán D. Fr. Marcos Ramirez
de Prado, se dirigió á este tribunal el P. provincial, pi-
diendo reposicion del auto y edictos, y restitucion á los
ministerios de que los Jesuitas habian sido despojados:
otorgóse á esta solicitud por auto de 2 de Abril de 1647
en que Jos jueces conservadores se declararon antes de
todo por legítimos de esta causa, por concurrir en ellos
las cualidades que se requieren, conforme á las bulas, le-
tras apostólicas y privilegios presentados y pasados por
el consejo de Indias, y ser á juicio de los jueces este ca-
so de los contenidos en ellas, y hallarse dentro de las
tres dictas computadas desde el último confin de la Dióce-
sis del obispado de Puebla, en que linda con el arzobis-
pado de México: mandaron que los Jesuitas fuesen resti-
tuidos y amparados en la posesion en que habían estado
de confesar y predicar en Puebla: que el Sr. Palafox no
pudo usar, ni su provisor tampoco, de los medios de vio-
lencia, despojo, injurias y agravios inferidos en los autos
pasados en 8 de Marzo, ni menos de las· censuras en ellos
fulminadas: que se notificase al Sr. obispo y su provisor,
repusiesen dentro de seis días dichos autos, aejando á los
Jesuitas sin estorbo ni impedimento en el ejercicio de su
ministerio: que absolviese á precaucíon ó cautela á las per-
sonas que debiesen haber incurrido en la excomunion ftIl-
minada por el Sr. obispo; recogiendose todos los impresos
que se hubiesen publicado, ó los escritos á mano con pr~._. ':'


Tmr. n. 4 4'/::: .. ~/·v
,.~




2ü Aüo de HJ47.
testo de iníorme en razon de los dil~zmos, cuyo litigio te-
nian pendiente el Sr. Palafox y los Jesuitas: que esta me.
dida fuese extensiva á todos 1011 obispados de América, s6
pena de que si no se cumpliese así. ó se pusiese algull
estorbo, fuese multado el Sr. Palafox en dos mil ducados
de Castilla, incurriendo en la pena de excomunion ma-
yor, precediendo la trina monicion canúnica: que si el Sr.
obispo ó su provisor tuviesen causa para resistir á este
decreto. se presentasen por medio de sus procuradores en
el tribunal de dichos jueces á deducir sus derechos cn cl
breve término de seis dias, sin innovar en cosa alguna,
con apercibimiento de reagravar las penas h3sta poner
entredicho, y cesacion á divmis. Mandaron asimismo que
se leyesen estas providencias públicamente: que sc absol-
viesen y alzasen las censuras, y no obrando como va di·
cho, se les conminú con la prosecucion de la causa en re-
beldia, haciendose saber esta providencia en defecto dei
Sr. Palafox y su provisor, en las puertas de su casa, ó
en otro lugar público para que llegase á su noticia. Man-
daron asimismo se notificase esta providencia, acompaña-
da de las bulas y cédula por cualquier notario, escriba-
no público ó real, ó sacristan que ftIese requerido con
este mandamiento por cualquiera religioso de la Com-
pañía.


El Sr. Palafox, desconociendo la autoridad de los jue-
ces conservadores, habia prohibido á los escolares de las
aulas de los Jesuitas, que asistiesen á ellas só pena de ex-
comunion, y como la mayor parte de la juventud de Pue-
bla cursaba dichas aulas, esta medida multiplicó la desa-
zon pública á un grado indecible, y contribuyó infinito á
engrosar la parcialidad de los Jesuitas en mengua y des-
doro de la dignidad episcopal. como despues verémos.


Los comisarios destinados para notificar en Puebla
este decreto, lo fueron, el Dr. D. Cristobal Gutierrez de
Medina, cura del sagrario de México. y el Dr. D. Mi-
guel Ibarra. Llegados á Puebla se alojaron en el conven-
to de S. Agustin, donde erigieron su tribunal, y procedie-
ron á la prision de varias personas que remitieron á las
cárceles de México. Esta providencia se tomó á peticion
de D. Antonio de Gaviola fiscal de la inqllisicion, y de
D. Pedro de Melian, fiscal del Rey. Este se presentó al
Virey, quien COllSUItó con el asesor general D. Mateo de




Afio de 1647. 27
Cisneros que apoyó las providencias del gobierno vireinal:
en la hi~toria de estos autos se refieren varios hechos dig-
nos de memoria. Dicese que habiendo los jueces conser-
vadores declarado incurso en las penas de su primer edic-
to al Sr. Palafox, éste recompensó á los conservadores
con un golpe mas sensible, y al mismo tiempo mas rui-
doso: que el Sr. obispo hizo erigir en su iglesia Catedral
un triste tumulto cubierto de bayetas: el pueblo lleno de
terror desde la noche antes, con el lúgubre clamor de las
campanas, y cuasi sin interrupcion, pues se habia tocado
¡j anathéma, concurria COIl tropél inmenso á este espec-
táculo. El Sr. Palafox acompañado de la mayor parte de
¡¡U cabildo salió de su palacio, y sin perdonar alguna de
las pavorosas ceremonias que prescribe el ritual. apagó can-
delas, las arrojó al suelo, las pisoteó anathematizando so-
lemnemente á los conservadores, y á dos religiosos de la
Compaüia, el uno procurador del colegio, y el otro maes-
tro de teología. Predicó despues explicando y aplicando ú
los sugetos las tremendas ceremonias de aquel acto, y la--
mentandosc de la desgraciada suerte de aquellas almas
endurecidas sobre quienes se habia llegado á descargar gol-
pe tan doloroso. El vulgo quedó tan encendido contra la
Compaiíia, que á no haber sido porque algunas persona;>
previsoras velaron aquella noche en las calles de los .oo·
legios de los Jesuitas, tal vez les habria prendido fuego.
El Sr. Palafox conoció su posicion peligrosa, y en Mé-
xico se temió sobreviniesen mayores desgracias, por lo que
se dispuso que los conservadores, auxiliados del brazo
secular, pasasen personalmente á Puebla, é instruido de es-
ta resolucion el Sr. Palafox, escribió una carta en papel
sellado para que en todos tiempos obrase efectos jurídicos al
fiscal 2lfelian, á efecto de que se revocase esta providen-
cia, previniendo los funestos resultados que podia produ-
cir. Díjole que en los conventos de S. Agustín y de Jesui-
tas de Puebla se estaba haciendo prevencion de armas, pues
el pueblo se habia conmovido altamente, habiendo se allí pu-
blicado que se esperaban hombres facinerosos de Méxi-
co, que multiplicarian las desdichas. Por tanto, requirió en
Hombre del Rey como visitador general del reino y su con-
sejero, como prelado y vasallo del Rey, una, dos y tres
veces se pusiese en esto remedio, asegurandose su perso-
na r ministros con publica y notoria demostracion, pro-


,.




28 Año de 1(14"/.
testando que los dalios, muertes, albo::otos y excesos que
resultasen, no serían de su cuenta. Esta carta está fecha-
da en Puebla en 6 de Junio de 1647.


El Sr. Melian, á pesar de ser íntimo amigo del Sr.
Palafóx, le respondió proporcionase un medio de conci-
liacion para dar punto á este negocio, puesto que desea-
ba la paz, y que esto lo hiciese por términos mas sua-
ves y templados. En cuanto á la prevencion de armas que
se hacia en los conventos dichos, le asegura que otro tan-
to se decía del Sr Palafóx con publicidad. y que él las
habia reunido, y con las expresiones mas enérgicas con-
cluye su carta, que confiando en su prudencia y grandes
obligaciones que le debia, le requería admitiese á compo-
sicion este disturbio, y que el reino le debería su quie-
tud, y este importante servicio, que aventajana á los otros
que habia prestado.


Los males y escándalos habian llegado entonces á
un punto indecible, y penetrado de ellos el cabildo ecle-
,~iástico de Puebla, pidió al ayuntamiento de aquella ciu-
dad le ayudase á la súplica que intentaba hacer d Vi-
rey, para que dispusiera que cesaran las discordias entre
el obispo y la Compañía; efectívamente, la ciudad nom-
bró por su parte á dos regidores, que lo fueron D. Ge-
rónimo de Salazar, y D. Alonso Diaz de Herrera. Entre-
tanto el Virey escribió á la ciudad y á su alcalde ma-
yor D. Agustin Valdés y Portugal, culpandolos de que
no le hubiesen dado aviso de los peligros que amenaza-
ban á Puebla; mas reunido el cabildo en 15 de Julio,
respondió que la ciudad no tenia que avisarle, porque los
desórdenes que podían temerse en el pueblo, solo eran en
materia espiritual por causa de las excomuniones que se
fulminaban por ambas partes, y no por algun motin ó le-
vantamiento, en lo cual estaba muy atenta á cumplir con
su obligacion en lo tocante al real servicio. En este mis-
mo cabildo propuso el alcalde mayor que el Virey ha-
bia escrito al Sr. Palafóx una carta que le habia entre-
gado por su mano al escribano de cabildo, en la que le
requiere en nombre del Rey elija medios para que ce-
sen las controversias, proponiéndole el que le parezca mas
á propósito. Tambien exhibió otro capitulo de carta, escri-
ta á dicho alcalde mayor, en que Je decia hiciera que
llegase á sus manos antes que hubiesen salido de la ciu-




AJio de 1547. 29
dad ¡OH comisarios que iban ti la súplica. porque la con-
troversia la habia pasado á S. M. con términos muy
ofensivos á la ciudad de Puebla, y diciendo que estaba
en peligro, y que no tendría fuerzas para apagar el fue-
go que se encendiese: concluía el Virey previniendo á
la ciudad estuviese muy unida con el alcalde mayor. El
ayuntamiento respondió qne no habia reconocido en sus
vecinos movimiento alguno que diese cuidado. y que si
habia mandado á sus capitulares ú México, era solamen-
te por suplicar se terminasen aquellas diferencias. Abun-
daba en los mismos sentimientos el fiscal Melian, pues
queria que se oyese á los Jesuitas y se propusiesen me-
dios de conciliacion. El Virey consolado con esta carta,
pasó oficio á Melian citandolo para una junta que pen-
saba hacer al dia siguiente, y le suplicaba que en ella de-
pusiese por un rato el carácter de fiscal, pues él depon-
dría tambien el de Virey, interponiéndose como mediane-
ro por el mejor servicio del Soberano. Este oficio se da-
ta en 14 de Junio de 1647. Dirigióse otro igual á los de-
más interesados en el asunto, y de hecho, se reunieron
para consultar el modo y término con que debería con-
cluirse expediente tan peligroso. Teníase esperanza de con-
cluirlo, cuando derepente desapareció ésta con la noticia
de que el Sr. obispo se habia desaparecido de Puebla la
noche anterIor, ignorándose el rumbo que habia tomado,
á pesar de las ayeriguaciones que se habian hecho.


Por semejante nueva, el Virey dispuso pasase luego
á Puebla el eapitan D. Diego Orejon, corregidor interino
que era ele México. para inquirir los motivos de la au-
sencia del Sr. obispo, y tomase las medidas necesarias
para conservar el órden. Pareció buena ocasion para que
en su compañía fuesen igualmente los jueces conservarlo-
res, á quienes precedió algunas jornadas el P. Pedro Ve-
lasco, provincial de la Compañía. Todos estos fueron bien
recibidos en Puebla: el Sr. Palafóx á su partida dejó en-
cargado el gobierno de esta Iglesia á tres vicarios ge-
llerales en defecto unos de otros, y lo fueron D. Juan
Merlo, el Dr. D. Alonso de Varaona, y Dr. D. Nicolás
Gomez; mas de estos, el primero se hallaba en México
de orden del Virey, y de los otros dos, el uno renunció
solemnemente en presencIa de tres capitulares el dia 30
de Junio, y el otro el 4 de Julio. En vista de estas re-




30 Aúo de 1647.
nUIlcias, el cabildo declaró la sede vacant!? !J lomó en SI
el gobierno de la Diocesis. En este intérvalo los conser-
vadores mandaron quitar todas las cédulas de excomu-
nion fijadas por el Sr. obispo, é hicieron que el cabildo
pidiera á los jesuitas las licencias de predicar y confesar,
los cuales salieron en procesion de sus colegios, y las pre-
sentaron (1), allnque no todos, á tres comisarios nombra-
dos por el cabildo, y lo fueron D. M?guel Poblete, D,.
Jacinto de Escobar, y D. Lorenzo de Horta. Al siguien-
te dia el cabildo promulgó un edicto, por el que consta
que los Jesuitas hicieron presentacion de las bulas, privi-
legios y licencias que tenian y habian tenido para ejer-
cer su ministerio, y vistos dichos privilegios y licencias
con informe de los comisarios nombrados, hallaron ser bas-
tantes para ejercer y haber ejercido dichos ministerios en
toda clase de personas seculares y religiosas, sil! haher
contravenido al Santo Concilio de Trento, ni al tercero
Mexicano, por lo que se dieron en esta parte por satisfe-
chos, y á mayor abundamiento los autorizaron para con-
tinuar en su ejercicio: declararon asimismo que los Jesui-
tas habian sido legítimos ministros. y que con bastante
jurisdiccion habian administrado el Sacramento de la pe-
nitencia, y predicacion en el obispado de Puebla, y por
la autoridad de que se creían re\-estidos, les alzaron cua-
lesquier mandato ó prohibicion que se les hubiese intimado
á los feligreses de confesarse y recibir los Sacramentos de
ellos, y de consiguiente, cualesquier pena ó excomunion
mayor que por transgresion de lo dicho les hubiese sido
impuesta: amonestaron á los estantes y habitantes de Pue-
bla, seculares y religiosos, continuasen la enseñanza y ejem-
plo de la Compañía de Jesus con asistencia á sus sermo-
nes; y por último, mandaron se fijase aquel decreto en
las puertas de. la Catedral de Puebla, y en todas las
iglesias del obispado, sin que osase persona alguna quitar,
tachar Ó oorrar aquel edicto, pena de excomllnion mayor,
y de quinientos ducados. Este decreto data el 19 de Ju-
lio de 1647, y lo subscriben D. Juan de la Vega, Dean.
-D. Jacinto de Escobar.-D. Miguel de Poblete, chantrc.-
D. Hernando de la Serna, raciünero.-Id. V. Lorenzo dr
Harta, y el secretario D. Alonso de Otamendi.


fI] Segun "~fitTC el P. Francisco Xavirl' Ale!!/'(;,




Aiío de 1647. 31
Este dia predicó en el colegio de EspírItu Santo á


J)resencia de un numeroso concurso, el P. provincial de la
Compaüía Pedro Ve/asco.


A poco de haberse proveid? este auto, se tuv<;l noti-
cia de que el conde de SalvatlCrra pasaba de Vlrey ~l
Perú, y que le succedía el Sr. D . . Jlarcos de Rueda, obis-
po de Yucat(lIl con título de gobernador, y con tal mo-
tivo creyó el Sr. Palafóx habersele mudado la fortuna en
BU favor, por lo que regresó á su Iglesia á principios de
Noviembre; mas á su vuelta se halló con cédula del Rey
en que le mandaua cesar en la visita de tribunales que ha-
bia el Monarca fiado á su cuidado. En estas circunstan-
cias el Sr. Palafúx, representado por el maestre de cam-
po D. Antonio Vergara, presentó escrito protestando c0l!-
tra la fuerza que hacian dichos conservadores, CQmo lo habIa
hecho otra vez; y caso de no declararse este artículo, pe-
dia se alzasen de una y otra parte las censuras, remitien-
do la decision de la fucrza al consejo. El mismo Virey
mandó dichas censuras, y que el Sr. Palafóx no innova-
se cosa alguna en la restitucion que el cabildo habia he-
cho á los Jesuitas. Los conservadores alzaron efectívamen-
te las censuras que hahian fulminado contra el Sr. obis-
po, su provisor, y otras personas fijadas en tablilla, dan-
do licencia á cualesquier sacerdote secular ó regular que
tuviese licencias de confesar para que los absolviese. Tam-
bien mandat'on se tildasen, borrasen y quitasen los rótu-
los de ellas, por cuanto habiendo presentado por vía de
fuerza ante el Virey, como presidente de la Audiencia, en
quien residia la autoridad y jurisdiccion del tribunal, la re-
cusacion de los demás ministros de ella, se despachó real
provision remitiendo la determinacion del artículo de fuer-
za al Rey y al consejo de Indias, y para que en el Ínte-
rin que se efectuase y determinasen fuesen absueltos, sin
innovar en cosa alguna, en cuya conformidad se habia de
hacer dicha absolucion, y constándoles de ella á los jue-
ces se quitarían dichos rotulones. Este auto se proveyó
el 23 de Noviembre de dicho año de 47.


El Sr. Palafox dió cumplimiento tanto á la provision
real, como al edicto de los conservadores, y D. Antonio
Ve1'gara presentó certificacion de haber sido absuelto el
Sr. Palafox ad cautelam de las censuras impuestas.
Cuant(ls escándalos, ultrajes y atropellamientos se hubie-




32 ,\.IlO de J (;41.
sen ejecutado en toúa la sél'ie de e.,tc asunto, fácil CE
concebirlo, suponiendo que ambos contendientes tenían gran-
de influjo, poder y prestigio. El Sr. Palafox pocos años
antes, revestido de omnímoda autoridad. habia separado del
mando al duque de Escalona; y ya sea por el modo con
que lo hizo, por la restitucion al vireinato de México de-
cretada por Felipe IV. que inducian el concepto de ¡njlIs,
ta; ya, por las alegaciones del Virey desposeido, que an-
daban en manos de muchos, lo mismo que las del Sr .. Pa-
Iafox; ya, en fin, por el carácte¡' benévolo y popular del
jóven duque de Escalona que le habia conciliado el apre-
cio, y por la compasion que se merece todo personage hUll-
dido en la desgracia, el Sr. Palafox se habia concitado
gran número de enemigos irreconciliables. Nos abstenemos
de hacer ninguna calificacion en cste asunto, pues tanto la
Compafüa de Jesus como el Sr. Palaf'u. nos II1CITCClI
consideracion y aprecio; aquella, por su zelo en la propa-
gacion del Evangelio, por su enseñanza en nuestra juyentud,
y porque proporcionó á este pueblo su civilizacion; éste, por
sus escritos, por ser una de las lumbreras y ornamento mas
precioso de la iglesia de España, y finalmente por el amor
entrañable que profesó á los oprimidos indios Mexicanos, de
quienes fué padre, verdadero amparador de ellos, legislador
de la universidad de México, y panegirista de esta nacion
en el supremo consejo de las Indias. Si como verdaderos
católicos creémos que el juicio de la cabeza de iglesia
en este asunto es tan severo como imparcial, hé aquí e!
que pronunció el Papa Inocencia Undécimo á quien 118\"1:'
sus quejas el Sr. Palafox.


"Oidas las dos partes contendientes en juicio contra-
dictorio y muy escrupuloso en Roma, en una congrega-
cion particular de cardenales y prelados graves, para flue
exáminase las dudas suscitadas por los Jesuitas, y resuelto
sobre ellas, su Beatitud declaró en Breve de 14 de Abril
de 1648 que comienza •.•• Sicut accepimus: Que los pa-
dres de la Compañia, por ningun caso podian confesar el
personas seglares de la ciudad y Diocesis de Puebla. de 105
Angeles sin aprobacion del obispo Diocesano, ni predicar la
palabra de Dios en la iglesia de su orden sin pedirle su ben-
dicíon, ni en las demas iglesias, sin su licencia, aunque sean
de su órden contra su voluntao; y que los que contravi-
niesen. pudieran ser apremiad');) y castigadr)s por el obís-




Atio de 1648. 33
po vice Delegado de la Santa Sede, aun con censuras ecle-
siásticas, en virtud de la resolucion de Gregorio XV. que
comienza: inexcrutabili Dei Providentia, y que segun esto,
el obispo ó su vicario general pudieran mandar á los di-
chos religiosos que no mostraron haber alcanzado la di-
cha aprobacion y licencia, que dejasen de confesar, y pre-
dicar la palabra de Dios, só pena de excomunion latae
sententiac; ni por esta causa pudieron los dichos religio-
sos, como por manifiestos agravios y violencias, nombrar
conservadores, ni ellos, dcspues de nombrados como está
dicho, pudieron fulminar cxcomunion indebida y nulamen-
te contra el obispo, y su vicario genera!.»


Tal es el texto de la sentencia que reparó un tanto
los agravios inferidos á la dignidad episcopal, y por los
que protestó el Sr. Palafox que se habia sostenido vigo-
rosamente en esta ruidosa y escandalosa lid. Mandóse eje-
cutar el Breve por el consejo de Indias; pero en el año
de 1652 todavia no tenia su cumplimiento; de modo que
fué necesario sobrecartar la cédula por la oposicion de los
PP. Jesuitas. Tambien declaró el Rey en cédula de 1648
dirigida ú los dominicos Fr. Agustin Godines, y Fr. Juan
de Paredes, que los Jesuitas se excedieron en nombrar-
los jucces conservadores; asi como estos en aceptar se-
mejante nombramiento.


1648 {1) Hasta este año no se resarcieron ]os daños
que el incendio habia causado en los dos barcos que apres-
taba D. Pedro Portél de Casanate para la expedicion de
Californias. Con ellos, llevando en su compañia dos padres
.Jesuitas, que debian quedar allí de misioneros, buen nú-
mero de soldados, y algunas familias, corrió toda la cos-
ta Oriental, haciendo frecuentes desembarcos para hallar
sitio oportuno en donde poner algun presidio; pero la es-
terilidad de aquella costa era tal, que desesperado de sa-
lir con su intento, se volvió al puerto, de donde pasó á
México á informar al conde de Salvatierra, á la sazon
que este Virey despues de un gobierno prudente que le
ganó los ánimos de los Mexicanos. se disponia á partir al
Perú, á cuyo vireinato habia sido nombrado; por lo. cual,
dejando el cuidado de las Californias á su succesor,. salió
de México acompañado, como es costumbre, de los tribu-


(1] Clavijero, hist. de Cal~f. tomo 1. lib. 2. parráfo 5.
TOl\{. JI. 5




34 Años de lü4!J y 50.
nales para Ir á Acapulco. En su lugar, con solo título dlO
gobernador del reino (1), entró D. Marcos Rueda, obis-
po de Yucatán, que tomó posesion el 13 de Mayo. Su go-
bierno nada tuvo de singular, se murmuró en México del
mandamiento que libró (2) de suspender la zanja que se
hacia para descubrir el desagüe.


1649. El gobierno del obispo de Yucatán duró poco 1
pues el 22 de Abril del año que corre falleció. Su entier-
ro {ué muy pomposo: yace en S. Agustin. Por estar nom-
brado el su cee sor entro á gobernar la Audiencia, presidio
da de su decáno Matias Peralta. Parece que ninguna co-
sa digna de la historia sucedió en estos tiempos. So-
lamente consta que se revocó el mandamiento del obispo
difunto, y se siguió á descubrir el desagüe.


1650. Gobernó la Audiencia cl reino de Nueva Espa-
ña hasta que supo haber llegado á V cracruz el nuevo vi-
rey D. Luis Enriquc? de Guzman, conde de Alvadeliste,
que hizo su entrada en México el 3 de Julio. La bue-
na manera con que este caballero se hacia obedecer, lo
hizo tan recomendable á los Mexicanos desde los princi-
pios, que pedian á Dios que su gobierno fuera duradero (3).
Este año es notable por la sublevacion de los Tarahuma-
res, que unidos con los Conchos y Tobosos, dieron la muer-
te á dos misioneros franciscanos, un Jesuita, y á los sol-
dados que presidiaban aquella provincia. Sabido esto por
el Vire y, dió orden al gobernador de Durango que se es-
tableciera un presidio en Papigochi, y que de allí envia-
ra tropas contra aquellos indios.


1651. (4) La recaudacion de tributos y alcabalas que has.
ta este año estuvieron al cuidado de los oficiales reales, se
dividió en dos tribunales, cuyos ministros nombrados por el
Rey comenzaron en el presente el ejercicio de sus cargos.


1652. (5) Nuevos mineros se descubrieron en estos tiem-
pos en la Nueva España, que conservan el nombre de
Albadeliste. En este año (6) el visitador D. Pedro Gál-


[I] Lib. Capitular.
[2] Vetancourt, tomo 1. trato de Méxicu. cap. 2.
(3 J Alégre, hiato manuscrita de México.
[4] Villaseñor, p. 1. lib. l. cap. 6.
[5] El mismo, al cap. 48.
[6] Vetancourt, tomo 1. trato de México cap. 2,




Años de 165S y 54. 35
vez, entendia en ejecutar su comision (1). El presidio que
se habia establecido en Papigochi este año, fué destruido
por aquellos indios, quienes valiéndose de la ocasion de
que los soldados babian marchado contra los Tarahuma-
res, quemaron aquella poblacion, y mataron á los vecinos
que se habian refugiado á la Iglesia, sin perdonar á sé-
xó, ni edad. Entre estos murió gloriosamente su misione-
ro, el P. Jacobo Basilio, Jesuita. Para contener á estas
naciones, el Virey dió orden al gobernador de que levan~
tara gente, y pasara á castigarlos (2). El 3 de Mayo, go-
bernando el estado del marqués del Valle D. Diego Va-
lié s, se quemó el gran palacio que tiene en México, en cuya
restauracion y portada se gastaron cuarenta y dos mil pesos.


1653 Al siguiente año, cumplido el trienio que es el
término ordinario de la gobernacion de los vireyes de Nue-
va España, el conde de Albadeliste que se habia hecho amar
de los Mexicanos, pasó COn el mismo empleo al Perú. En
su lugar entró en la ciudad el dia de la Asuncion de la
Santísima Virgen María D. Francisco Fernandez de la
Cueva, duque de Alburquerque, de cuyas virtudes se pren-
daron tanto aquellos vecinos, que se prometian grandes
felicidades bajo su gobierno.


1654. (3) Gobernando la Nueva España el duque de
Alhurquerque, que se habia declarado protector de "los
sábios y de las artes, acaso por su misma benignidad. los
camino3 del reyno se inundaron de ladrones; y tanto,
que ninguno se atrevia á viajar sin ir bien acompañado.
Para limpiar la tierra de semejante peste, se valió el
Duque de todos los medios que su empleo le proporcio-
n~ba, y tuvo la gloria de que muchos de estos se pren-
dIero~, y en un mismo dia fueron ajusticiados: con este es-
carmIento.. los que escaparon de la Justicia se retiraron de
aquella VIda, y el comercio refloreció.


1655. Pasemos ahora al año de 1655, desde donde se
8eben comenzar á contar las pérdidas que el comercio de


(1]
crita.


[2]
[3]


Alegre, ltist. de la provincia de México, manus~
Gama en su carta.
Vctancourt, tomo 1. trato de México, cap. 2.
~




36 AfIo de 1655.
la Nueva España y de las islas experimentaron, que has.
ta entonces casi no habia sido interrumpido de los extran.
geros; mal que en su orígen vino de un inglés que estu-
vo en México, y en Quauhtemalan por muchos años, y que
se ha continuado por Ingleses, Franceses y Holandeses, au-
mentandose siempre que se mueve guerra entre España y
las demás naciones. Para aclarar esta verdad, que tanto
interesa á la historia de México, es necesario tomar las
cosas de atrás (1). Desde el año pasado, los Ingleses sin
estar en guerra con los Españoles, pirateaban en el seno
Mexicano y en las islas: nuestra córte se quejó al protec-
tor de estas hostilidades; pero no consiguió la satisfaecion
q.ue pedia. Tratábase á la sazon de hacer liga con la Fran-
CIa contra España, que no se concluyó. En este estado ni
de paz ni de guerra con los Ingleses se hallaba la Nue-
va España, cuando arribó á Lóndres el célebre Tomás
Gage, que largo tiempo estuvo en México, y muchos
rulOS de ministro de una de las doctrinas del obispa-
do de Quauhtemalan. Este religioso, que segun confiesa
en su viaje (2), habia juntado cuatro mil pesos en pie-
dras preciosas y perlas, y tres mil en pesos, se vol vi a i,
su pátria con pretesto de acudir á los católicos; pero en
la nevegacion su fragata fué apresada de un mulato que
llamaban DieguilIo, que mandaba una division de la es-
cuadra del célebre corsario Holandés Pié de Palo. Des-
pojado de la mayor parte de sus haberes, volvió á la cos-
ta, de donde fué á la Habana. de aquí á España, y des-
pues á Inglaterra. Este, pues, religioso apóstata, con el gran
conocimiento que habia adquirido de las pocas fuerzas que
Jos E!>pañoles tenian en aquellos tiempos. así en las is-
las como en la tierra firme, y acaso tambien llevado de
ódio que muestra á una nacion á quien tantos favores de-
bia, luego que llegó á Lóndres representó á Cromwel que
con una fuerte escuadra y pocas tropas de tierra era muy
fácil desposeer á los Españoles de las islas de la Amé.
rica. y que ocupadas estas, debia rendirse el continente
ó parte Septentrional. pues los navios que de España iban
en socorro de aquellas colonias, debían hacer el viaje por


[1] Vida de Cromwel, tomo 2. cap. 5. en la Haya por
Jacoó(!} Jongh.


(2] Gage, tomo 2. p. 4. cap. 5.




Año de 1655. 37
enmedio de las islas. Para hacer mas plausible su pro-
yecto, no dudo que llevaría el plan de las fortificaciones
que habia, y que á punto fijo llevaría anotado tambien cuan-
ta era la guarnicion de Cuba y de la Habana, donde acababa
de estar. El protector lo oyó con gusto, y se aprovechó de
sus informes, no solo por la razon comun de que las de-
más naciones y mucho mas los Ingleses en aquellos tiem-
pos se comían de envidia de ver que los Españoles casi
solos desfrutaban las riquezas de la América, sino mucho
mas porque habiendo gastado en perseguir á los católi-
cos las rentas del erario, temia pedir al parlamento nue-
vos subsidios. Asi que esta ocasion la abrazó no de otra
manera que si con los despojos de los Españoles hubie-
ra de afianzar su tiranía. Para el logro de esto, mandó
aprestar, Ein que nadie entendiera su destino, una fuerte
(1) escuadra de treinta naves de guerra al comando del
almirante Penn, en la cual se embarcaron cuatro mil solda-
dos escogidos, con golpe de aventureros, á cargo del co-
ronel Venables, que debia dirigir las operaciones de tierra.


Esta escuadra, que era la mayor que salía á sur-
car los mares de la América, asustó mucho á los Es-
pañoles de Europa, creyéndose que iba á embestir á
Cadiz; pero cuando supieron que se había alejado de las
costas, quedaron temerosos de su paradero. Entretanto los
Ingleses aportaron á refrescarse á las Bermudas, en don-
de se publicó la jornada de la Española: esta voz atrajo
tí la escuadra de Penn gran número de aventureros que
pensaron hacer fortuna con los despojos de aquellos Is-
leilos. Con estos refuerzos el almirante dió las velas, y
el 13 de Abril dió fondo en aquella costa. Esta expe-
dicion; no fué tan secreta que los Isleños de la Espailo-
la la ignoraran, y asi se previnieron formando un cuerpo
de soldados. inferior en el número al de sus enemigos; pe-
ro animado del celo de la defensa dc la pátria (2). Los
Ingleses hicieron su desembarco sin oposicion: serían en
todos siete mil de infantería y algunos escuadrones, con
víveres para tres días, gran trén de artillería y municio-
nes de guerra: con estas fuerzas, por un país muy. fron-
doso, se encaminaron á la capital que distaba pocas leguas.
----


f1] Vida de Oromwel. 2] Hist()ria, jol. 123.




38 Afio de 1655.
En este bosque los nuestros cargaron á los Ingleses talJ
felizmente, que con gran pérdida recularon. Este revés no
los acobardó, sino que dejado aquel camino tomaron otro
por campaña abierta; pero de nada les valió, porque aque-
llos Isleños (1) capitaneados de D. Juan Morfa, se apo-
sentaron en lugares tan ventajosos, que en el primer ata.
que quedaron en el campo de batalla el mayor general
Haynes, y seis mil infantes: esta mortandad infundió en
los pocos enemigos que quedaron tal miedo, que no pa-
saron hasta estár protegidos del cañon de los navíos. Es.
ta victoria la saco de la historia de Jamaica, escrita en
lengua inglesa (2). Concuerdan en lo mismo los Españo-
les, que solamente añaden que se tomaron seis banderas.
Los Ingleses echan la culpa de esta desgracia al coman-
dante Venablesj ora por haber hecho el desembarque en
mal parage contra las informaciones que se le dieron en
Inglaterra; ora, por haberse fiado de unos negros espías quc
condujeron el ejército á una celada que tenia n los ene-
migos dispuestaj mas si hemos de dar crédito á los vie-
jos Isleños, que por relaeion de sus mayores sabian co-
mo habia pasado aquella accion, esta sucedió de otra ma-
nera, y la referiré mas como la oyó D. José Julian Par-
reño, de quien la recibimos, y de quien hago mencion en
este lugar en testimonio de gratitud. Desembarcadas las
tropas inglesas, y marchando para la capital, les cogió la
noche en parage muy húmedo como es toda la costa. Co-
menzaron á oír un ruido extraño, que con la noche se
fué aumentando, y se figuraban que un tropél de caballos con
algun ejército se acercaba, y no era otra cosa que el rui-
do de los cangrejos, que en la primavera es en aquella
costa intolerable. Este estruendo en país enemigo, descon-
certó á los Ingleses, que no pensaron sino en salvarse en
los navíos. Entretanto, los nuestros que espiaban sus mo-
vimientos, viéndolos desvandados viniéronse á ellos, y en
aquella noche los desbarataron, dejando en el eamp~ los
seis mil muertos que dijimos, y teniéndose por felices los
'fUe llegaron al embarcadero.


De uno ú de otro modo que haya sucedido esta ac-


[1] Eguiara, Bibliot. Mexicana, fol. 415.
[2J D. Antonio 8ancltez Valverde, idea del valQr de la


Española, cap. 14.




Aúo de 1 Gj¡J. 39
CIOIJ, viendo 108 Ingleses que sus esperanzas se habían frus-
trado, temerosos de volver á Inglaterra, en donde segu-
ramente el mal éxito de aquella expedicion se habia de
atribuir á los gefes, juntaron consejo de guerra, y resol-
vieron compensar aquella desgracia con la toma de Ja-
maica. En efecto, embarcadas las tropas y pertrechos, se
hicieron á la vela en demanda de aquella Isla, persuadi-
dos á que en la diligencia Estaba la buena ventura. Lle-
gados allí el 3 de Mayo desembarcaron sin oposicion (1),
porque aquellos colonos ignoraban no solo los sucesos de
la Española, sino aun que tal escuadra surcara aquellos
mares. El general Venables, para evitar otra como la pa-
sada, publicó en el campo que se dispararía contra el In-
glés que se apartase de las banderas. Dada esta y otras
providencias, marchó á Santiago, capital de la isla, con el
fin de sorprenderla si podia como sucedIÓ, pues la primer
noticia que tuvieron en aquella ciudad, fué tener á sus
puertas al enemigo. Estos Isleños en aquel tiempo, sin du-
da por descuido vivian tan desprevenidos, que en nada
menos pensaban que en su defensa, sin acordarse que en
1599 Antonio Shirley habia saqueado aquella plaza, y
que en 1G95 el coronel Jeukson, tambien Inglés, hubiera
hecho ID mismo, á no haberse rescatado con buena suma
de dinero. En tan repentino lance, el arbitrio que se le
ofreció al gobernador para sah-ar la isla, fué proponer á
los Ingleses entregar la plaza con ciertas condiciones que
de propósito eran equívocas, para dar tiempo al tiempo, y
salir de aquel aprieto. Entretanto proveyó abundantemen-
te el campo enemigo de víveres, y sobre todo, estremóse
en despachar continuos regalos al general Venables y á.
su muger que hacia tambien aquella jornada; al mismo
tiempo á la deshilada fué poniendo en salvo las municio-
nes de guerra y boca con cuanto tenian aquellos ciuda-
danos, enviando por delante los viejOS, mugeres y niños,
y; en el silencio de la noche el gobernador con los ma-
gistrados, soldados y vecinos, abandonaron la ciudad, y se
retiraron á un monte bien defendido por la naturaleza, con
la esperanza de acudir desde allí á lo que la suerte ofre-
ciera. Los Ingleses al dia siguiente enviaron sus patrullas
como acostumbraban á correr el campo: una de eitas que


TI] 1Iistoria de Jamaica, jol. 134.




40 Alío de 1655.
se acercó mas á la ciudad, observó que no se vela gen-
te, lo que le picó la curiosidad, y la paseó al rededor, y
hallando que ni en las puertas habia guardias, ni centiné.
las apostadas en las avenidas de la ciudad, temerosa de
alguna estratagema, dió la vuelta al campo á referir á su
general lo que habia observado. Este despachó á toda di-
ligencia U? piq~etc de soldados que no solo confirmó la
otra relaclOn, SIllO que añadió que los Españoles habian
desamparado la ciudad, y que no se hallaba uno de quien
tomar lengua. Desengañado el Inglés, movió su campo
y entró en Santiago. Allí, dejado en la plaza de armas un
fuerte destacamento, corrieron los soldados al saquéo. En-
tonces el general entendió la astucia del gobernador, quien
con capa de rendir la ciudad habia puesto en salvo los
bienes de los vecinos sin dejar cosa en que pudiera sa-
ciarse la codicia Inglesa, los cuales airáronse de esta pie-
za que se les habia jugado; pero no hallando en quien
desfogar su cólera, y viendose en pais enemigo, les entró
un cierto horror y temor de algun repentino ataque, y así
volviéronse á la plaza de armas en dónde se fortificaron.
En este estado de indiferencia pasaron algunos dias, cuan-
do comenzaron á enfermar de calenturas, como regular-
mente acaece á los forasteros en aquellos climas: agre-
góse á esto que se escaseaban los mantenimientos, y lle-
gó á tal extremo la necesidad, que se trataba ya de aban-
donar aquella empresa, como hubiera sucedido, á no ha-
ber caido una ronda de Españoles en mano de los Ingle-
ses, de quienes supieron la guarida de los suyos. Alenta-
dos con aquellas noticias, se resolvieron á llevar al cabo
aquella expedicion_ A la historia de l\Iexico. poco condu-
ce el referir Jo que en aquel intermedio sucedió en Ja-
maica; bastará saber que desde ese tiempo fué en deca-
dencia el comercio de la Nueva España. El gobernador
de Jamaica luego que se vió sin fuerzas bastantes para
echar á los Ingleses de la isla, acudió á la Española, Cu-
ba y reino de México: el Virey Duque de Alburquerque le
respondió luego que procurara sostenerse, ínterin le despa-
chaba los refuerzos que habia mandado alistar.


1656. (1) Nombrados los oficiales que debian coman·
dar el tercio que el Duque de Alburquerquc enviaba al


[I) H1'storia de Jamaica,fol. 137.




Años de 1657 y 58. 41
"ocorro de Jamaica, en el siguiente año en las emhar-
caciones prevenidas de antemano pasaron á aquella isla, con
tanto consuelo de los vecinos de esta, cuanto que sus
cr¡sas habian ido de mal en peor; pues los Ingleses ha-
bian cobrado nuevos bríos con el descubrimiento de la$
vegas en 'lae pastaba el ganado vacuno, y el !recuente
hallazg') de los bienes de los vecinos de Santmgo. No
obstante el valor del tercio que de México habia lle-
gado, mus de una vez hizo temer á los enemigos que no
podrian COJilservar lo que enn tanta facilidad habian ad-
quirido. La guerra que se hizo fué galaua, no pudiéndo-
;:0 juntar un ejército que en campo abierto decidiera de
la suerte de aquella isla. Con este arbitrio sorprendieron
los Españoles varios piquetes enemigos; pero ó por una
dc aquelhs fatalidades que son frecuentes en la guerra,
ó mas bien por los socorros que los Ingleses recibieron de
13s Bermndas, y acaso de la Europa, el tercio de Mexi-
canos fué poco á poco debilitándose (1), y por último
fué destrozado.


1657. (2) Con la muerte de los Espaüoles que ha-
bían venido de México, los Isleños de Jamaica perdie-
ron la esperanza de mantenerse en su pátria, y desde
entonces no pensaron sino en su seguridad, abando~ndo
la isla, y llevandose cuanto pudieron. Parte de é!1fos se
refugió en las otras islas, parte en la Nueva Espafia. Por
amor de la verdad, se debe decir que los Ingleses tu-
vieron la humanidad de no perseguir á los fugitivos, siéndo-
les muy fácil impedirles el embarco: se dieron por con-
tentos de poseer isla tan fértil á tan poca costa.


1658. En este año se divulgó por las islas y por la
Nueva España, que los Ingleses habian quedado dueños
de Jamaica. Esta noticia infundió tal terror en aquellas
partes, que todos anunciaban que la ocupacion de aque-
Ha isla, acaso la mas abundante de puertos, habia de ser
en los tiempos futuros la madriguera de los enemigos dd
nombre Español, de donde habian de infestar aquella¡;
costas C0n grave perjuicio del comercio. El Duque de
Alburquerque procuró compensar esta pérdida con nuel'"OS
establecimientos. .En estos aijos consta que se fundó en


[I] YetalltOu1'l, 10m. 1. {mt. (lflf,j.ricn. cap. 2
[2J His'. de .Tl!llwic{/, epi.Yt. 3


'J'ü:\f. n. 6




42 Año de 1659.
el nuevo México la 'villa de Alburquerque, en donde se
repartieron aquellas tierras á cien familias Españolas (1):
de aquí nació que se redujeran muchas familias de In-
dios que formaron diversas misiones.


1659. (2) En este año, ó acaso en el antecedente, la
Audiencia condenó á las penas de derecho á unos cuan·
tos sodomitas, que fueron ejecutados en la plaza mayor,
y sus cuerpos quemados. Ejemplar que por la novedad
atrajo mucha gente á México ..


[1] J'illasefíor, teat. Americano. p. 2. lib. 6. cap. 17.
l2] Vetancourt, tomo 1 trato de Méx. cap. 2.




Año de 1659. 48


SUMARIO DEL LIBRO OCTAVO.


1 ~ EL duque de Alburquerque regresa á España con
sentimiento de los Mexicanos, y fué protector de los lite-
ratos. Entra en su lugar el marqués de Leyba. 2? Ocur-
re un levantamiento en Tehuantepeque, y dán muerte al
alcalde mayor. Sosiégase por el influjo del Sr. Cuevas
JJávalos, obispo de Oaxaca. 3? Se sigue con ardor el
desagüe: aporta á Californias D. Bernardo Pyñadero: hay
un motin en la tripulacion de sus buques, y regresa á
México. Regresa el conde- de Baños á España: succédele
en el vireinato D. Diego Escobar, obispo de Puebla, y á
éste el marqués de Mancera. 4? El volcán de Popoca-
tepetl tiene una erupciono El Inglés Davis sOI'prende y
saquéa á S. Agustin de la Florida. 5? Anunciase la muer-
te de. Felipe IV. La Reina gobernadora reasume el man-
do. La expedicion de Californias al mando de Francisco
Lucenilla, tiene el mismo mal suceso que la anterior. 6? Por
la pérdida de Jamayca se puebla el seno Mexicano de pi-
ratas, que hacen gran daño, y sisteman sus robos: para
contenerlos celebra la Reina gobernadora un tratado con
Inglaterra: á pesar de esto, los piratas hicieron un des-
embarco en Cuba, que castigú ejemplarmente el gober-
nador de Jamaica. Sublévanse los Indios Tarahumares, y
el capitan Barraza los obliga á rendir. Fr. Manuel Ca-
brera adelanta el desagüe de México. 7? Carestía abso-
luta de víveres en México. Regresa el marqués de Man-
cera á España, y en Tepeaca muere su esposa: succéde-
le el duque de Veraguas, y muere al sexto dia de tomar
posesion del vireinato, y entra en el gobierno el arzobis-
po D. Fr. Payo de Rivera. Elógiase la conducta de este
prelado en todos los ramos de su administracion. Remue-
ve al P. Cabrera del desagüe, y Jo confia á un oidor. El
P. Cabrera se indemniza de las inculpaciones que se le
hacen, pero es desatendido. 8 ~ Fundan los Belemitas en
México, viniendo de Guatemala. Edificase la iglesia de S.
Agustin de México, arruinada por un incendio. Sale Car-
los 1I de la minoridad. Renuncia D. Fr. Pavo todos hs
cargos, y aunque el Rey se resiste á su prctEmsion, [a He-
"a á rabo. no obstante haberlo llombrado presidente del


-:;




,14 AfIO de lG5f:1.
consejo de Indias, y obispo de Cuenca. ()? Númbrase por
virey al marqués de la Laguna, que sabe la sublcvacion
del N. México, en la que perecen vcinte y un frailes fran-
ciscanos, y todos los Españoles que andaban por aquellas
provincias: sítian la guarnicion de la plaza, que se defien-
de con vigor; mas al fin se retira al Paso del Norte. El
Virey manda hacer levas para recobrar lo perdido. 10. Re-
nuévase la gueITa con cscaramusas de los Indios, y los
Españoles no vuelven á recobrar todo lo perdido. Retíra-
se al fin el arzobispo Rivera para Espafia con sentimien-
tb de los Mexicanos: llega á la córte acomparlado de un
solo criado, y se retira al convento de Dolores del Ris-
co. Horrible teITemoto ocurrido en este año. 11. Fúnda-
se una colonia en santa Fé del N. México con. trescien-
tas familias: se le dá el título de ciudad, y se aumentan
las guarniciones en varios puntos dispersas. Arriéndanse
las alcabalas en todo el reino, y se nombra juez privati-
vo de ellas.




Aiío de 1 GuO.


~~-'""''''''''''''''''''''''---'''''''''''''''--":,-,---- ......... ~,,,~, ............ ~ ...... _~G·!
@$$*~~@~$~~{~M!il~~ri;$~@®*®~®~.~® •.• ".· .
. 'Qj ........................ _---"" ........... - ........... -......._-....... __ ..... - ..... _""' ..... ,.,.,.-""'" ,,~ ........... ""' ...... [Q}


LIBRO OCTAVO.


1660. 1. EN el siguiente año, el duque de Albur~
querque (», acabado su gobierno, se volvió á España pa-
ra pasar de allí á servir el ,vireinato de Sicilia; á que lo
habia nromov}do el Rey FelIpe IV. En su partlda, el sen-
timjent~ de Jos Mexicanos fué universal, por perder un
padre, y un celoso gobernador del reino, que supo jun-
tar la piedad y la magnificencia (1). Fué el protector de


[*J NOTA importante á la historia del duque de Al-
bllrqllerque.


En 12 de .~Iarzo de 1660, el duque de este nom-
bre, Virey de Mé.rico, habiendo ido á reconocer el estado
de la obra de Catedral por encargo de la có¡'te, estando
haciendo oracion en la c4pilla de la Soledad de dicha Ca-
tedral, un soldado de.~tinado para la expedicion de Jamay-
ca, Español f llamado.M aJ1uel de Ledezma, acometió al
Virey con una e''Pada, Y cn el momento fué preso por su


:{uardia de alabarderos. Siguióse la causa en aquella mis-
ma noche, .~e le substanci6, y sentenció el proceso por el
real acuerdo de oidores y alcaldes del crímen, y al dia
siguiente fué ejecutado en la plaza mayor, cortada la ca-
ne,:Cl, y fi)ada en una escárpia, declarando este delito de lesa
JJ]agestad in primo capite. Firmaron esta sentencia los
sOlores D. Caspar FF1'/Utndez de Castro. D. Francisco
Calderon !I Romero. D. Antonio Alvarez de Castro. Dr.
D. Andrés Sancltez de Ocampo. D. Jllan Francisco de
Montemayol' de Cucnca. D. Juan Manuel!l Sotomayor.
D, Antonio Laramogrl:J'o, !I P. Alvaro de Fraes. El es-
cribano de la causa fué Pedro del Castillo. r Registro tri-
mestre de ~Iéxico, Julio de 1832. Núm. 3. tomo 1.J


[1 ] Bguiara, Biblioteca lI'le:;cicana, fol. 838.




46 Aüos de 160' Y tj4,
los literatos, y promovió los estudios de la LJ uÍversidad..
(1) En su lugar entró en México el 16 de S\'tiembre
el marqués de Leyba y de la Cerda (2). En el mismo
año se aumentaron las poblaciones del N. México, redu·
ciendose á vida cristiana muchas naciones, de las que se
formaron veinte y cuatro pueblos. En esto entendian los
padres Franciscam¡s, cuando en el desagüe de J\1éxieo,
en el parage que llaman vertideros, se hacian (3) dos ar-
cos que daban firmeza á aquella obra.


1661. 2. (4) El levantamiento de la fértil provincia
de Tehuantepeque sucedido en este año, lo hizo notable.
Este comenzó con haber aquellos Indios dado la muerte
ú su alcalde mayor. Acudieron los EspailOles á sujetar-
los, pero llevaron la peor parte, pues toda la provincia
se puso en armas. Esta nueva que voló á México, asus-
tó al conde de Baños, que temió que aquella sedicion
se propagára por aquellas provincias tan publadas: así que
se trataba ya de enviar tropa que lus redujera á su deber,
cuando un mensagero le llevó la noticia de quedar la
dicha provincia apaciguada y reconocida de su descarrío
pO,r las dili~encias del Mexica~o 1? Ilde~ünso Cue.v~s
Davalos, ObISpO de Oaxaca, qtuen a la prImera notICIa
de 10 sucedido corrió á aquella provincia, y consiglliú
que los naturl],les depusieran las armas. El celo que mos-
tró en esta ocasion aquel obispo, fué alabado del Rey
en cédula de 2 de Octubre del siguiente aüo, y luego
que vacó el arzobispado de México le dió el nombra-
miento. Es verisÍmil que esta sublevacion nacería de las
extorciones que el alcalde mayor haría á aquellos In-
dios, pues á veces estos empleos los solicitan hombres
que no piensan sino en acumular dinero, y así cometen
mil vilezas con grave perjuicio de 103 Indios.


1662.... 1663 ••••
1G64. 3. Hallo que en este ailo era superintendente


del desagüe el oidor Lic. D. Antonio Lara Mogrovejo.
Esta obra seguía sin interrupcion, á la cual (5) el ayun-


fI1 Lib".Capitular.
[2J Fillaseñor, p. 2. lib. 6. cap. 17.
[3] Lib. del desagüe.
[4] Emm. Lorenzana, Concilios ¡'J;[e.r:icunos. fol. 309.
f51 (;r;w1lz. p. 6. lib. 1. cap. 9.




Año de 1665. 47
tami:mto habia destinado anualmente cien mil pesos. El
tiempo en que mas se adelantaba era el de las aguas; pues
las avenidas se llevaban las piedras y tierra que caían en
el conducto. Mientras que en México se trabajaba en ase-
gurar á la ciudad (1), D. ~eI?1ard~ Be:nal, Piñare~o con
dos pequeños buques aporto a Cahformas a exammar la
costa, y buscar lugar en donde poner un presidio; pero en
lugar de cumplir las condiciones á que se habia obligado,
gastó el tiempo en la pesca de perlas, haciendo á los na-
turales tantas vejaciones, que por mucho tiempo les duró
el ódio contra los Españoles. Entendía en esto aquel ca-
pitan, cuando en las tripulaciones comenzaron las desave-
nencias que remataron en riñas y muertes, y no teniendo
éste ni fuerzas ni autoridad para contenerlas, dió la vuel-
ta á Nueva España á informar al conde de Baños, que
lo recibió con despego, y escribió al Rey que el descuido
de aquel capitan habia sido causa del mal suceso de aque-
lla tentativa. Este Virey, recomendable por su piedad y
afabilidad, despues de cuatro años de gobierno se volvió á
España. Los Mexicanos lo quisieron mucho; pero su satis-
faccion no fué cumplida (2), pues las pesadumbres que su
hijo le causó le acibararon la vida. Le succedió en el car-
go el obispo de Puebla, D. Diego Osorio y Escobar, con
quien habia tenido competencias sobre puntos de .iurisdic-
cion. La entrada de este prelado se hizo en México (3)
el 29 de Junio. Su gobierno duró muy poco, pues el
15 de Octubre tomó posesion del vireinato el marqués de
Mancera, D. Sebastian de Toledo (4).


1665. 4. (5) Por estos tiempos, sin que los autores de-
terminen el año preciso, sucedió que el volean de Popo-
catepetl vomitó cenizas por cuatro dias; fenómeno que asustó
grandemente á los Mexioanos. Consta que en (6) este año
el corsario Inglés Davis sorprendió la plaza de S. Agus,
tin de la Florida, y que la saqueó:


[1] Clavijero, Hist. de Calif. lib. 2. párraf. 5.
[2] Veta7lr.ourt, tomo 1. trato de México cap. 2
[3] Lib Capitular.
[4] Emmo. Lorenzana.
[5] El mismo, Hist. de N. E., fol. 25.
[6] Gazetero Americano, tomo 1. fol. 14,




,:18 AfIO,; de 1 tHííi y tn.
1666. 5. (1) Hallo en las informaciones que tI'ue el J!,


Florencia, del milagro de la Aparicion de la Santisim:l
Vírgen de Guadalupe, que en este año eran alcaldes or-
dinarios, D. Alonso Cuevas Dábalos. y D. Dicgo Cano
Moctheuzoma. En este mismo año lIegú cédula de la Rei·
na gobernadora, por ser menor su hijo Cario:::, en que par-
ticipaba al marqués de Mancera y al ayuntamiento, la muer-
te del Rey Felipe IV. su marido, sucedida el 15 de Se-
tiembre del año pasado, y le mandaba que se publicaran
los lutos conforme á lo establecido, é hicieran loo: prepa-
rativos convenientes para alzar por Rev al príncipe. En
obedecimiento de esto, la ciudad con la pompa acostumbra-
da publicó los lutos ú voz de pregonero.


1667. (2) En este tiempo que gobernaba la Nueva Es-
pafia el marqués de Mancera, recibió de la Ueina gober-
nadora el despacho en q!,e contestab:l á los informes del
conde un Baños sobrc el yiaje ú Calif,)]'nias del capitan
Bernardo Bernal Piñarédo. En ellos mandaba que se le obli-
gara á cumplir lo que tres años antes habia prometido.
Efectivamente, aquel capitan saJi6 del puerto de Chaca-
b. con dos barcos; pero acaso sin haber tocado en aque-
lla península se volvió al puerto.


1668. (3). Igual suerte tuvo otra expedicíon que en
este afio emprendió el capitan Francisco LuccniJla, á quicn
faltaron los víyeres, y espantó la aridóz de la,; costas de
Californias, por lo cual regresó ú la costa de México.


1669. 6. Gobernaba el reino de México con pruden-
cia y. acierto el marqués de Mancera, cuando se verifica-
ron los anuncios de los daiíos que habia de causar á la
N ueva España la pérdida de Jamaica. En esta isla se au-
mentaban cada dia mas los corsarios, estando ciertos de
hallar en ella la proteceion que deseaban: de allí salian en
convoy, y unos iban á las islas á piratear, y otros á la costa
de México; de modo que atemorizaron á aquellos vecinos,
llegando á tanto su insolencia, que se dejaban ver aun en
las aguas de Veracl'Uz, sin duda espiando ocas ion de una
sorpresa. Avisado de esto el V~rey, no dudo que pon-
dría por toda aquella eosta atalayas con buen número de
soldados que acudirían á donde la necesidad los llamara.


[1 J Florencia, informaciones de G/ladalupe.
[2] Clav~jel'O, ltist. de Calif. lib. 2. parráfo 5.
[3] Clav{jero, Hist. de Cal{f. lib. 2. párrafo 5.




Año de 1 669. 4~
Parecía que tocios los foragidos de Inglaterra, Francia y
Holanda habian huido á la Jamaica. y á la Tortuga á pro-
bar fortuna, y á enriquecerse de los despojos Españoles. De
esta última isla que estos haIlal'Oll desierta y poseyeron
por algun tiempo, fueron echados por los Franceses: en
ella, esta nacion halló formado un baluarte inaccesible
que le sirvió de punto de reunion para hacer mal no
solo á la Española que le quedaba en frente, sino tam-
bien á las costas del reino de México. Ambas nacio-
nes, bien que entre sí cnemigas, movidas de envidia se
unian para ruina de las colouias Españolas. La paz que
en aquellos intervalos hubo en la Europa, no servía de otra
cosa que de no venderse las presas ni en Jamaica ni en
la Tortuga, sino en alguna isla desierta en donde con-
currian los compradores; pero siemrre en estos mercados
se tenia cuidado de apartar las alhajas mas apreciables
para hacer un presente á los respectivos gobernadores, que
sabedores de lo que pasaba, por máxima de política se
hacian desentendidos. Efeetívamente, Franceses é Ingle-
ses conocian muy bien que la posesion de aquellas dos
islas dependía de la voluntad de los Españoles, y que so-
lamente podrian mantenerse en ellas, si estaban á su de-
vocian los corsarios. gente arriscada, y pronta como nin-
guna á cualquier rebato. De Jos labradores. que tenían
por gente pacífica, poca cuenta hacian. Esta fué la cau·
sa porque aquellos gobiernos aun en tiempo de paz, pro-
tegieron á aquella peste de hombres. La máxima, aunque
tan contraria á toda buena fé, tuvo todo el efecío que
aquellas dos cortes se propusieron, y á ella se deben las
florecientes colonias que una y otra nacíon poseen en las
islas de la América.


Para evitar estos males que los corsarios hacian, el
marqués de Cadereyta, veinte y nueve años atrás habia
puesto en Veracruz la armada de Barvolento; pero esta
providencia, la única que se p0dia tomar, no remedió á
los inconvenientes, porque fiados los corsarios en la pe-
queñéz y ligereza de sus buques, frecuentemente frustra-
ban la diligencia de los Españoles, escondiéndose trás de
algun cabo ó islote, ó bien haciendo fuerza de vela pa-
rahuir de la caza que les daban, y si acaso perdian
una ú otra embarcacion, esta pérdida la compensaban
con muchas presas. A mas de esto, por las especulacio~ .
TO~I. 11. 7 .¿?'


/'f .




50 Año de 1670.
nes de los corsario~, los contrabandos se multiplicaban,
y llegaron por estos tiempos á términos de que de an-
temano, por medio de otros que tenian interés en aquel
trato, previní'~ran á los mereaderes Españoles á la tal
feria que se debia hacer en tal ¡ligar y tiempo. Los mer-
caderes lIevarhs de la excesiva ganancia, enviaban perso-
nas de satisfaccion, y por factorías compraban partidas
gruesas de géneros, emplaza'1do desde entonces otra feria
para otro lugar, por temor de que el gobierno no Jo en-
tendiera. Estos tratos duraron largo tiempo asi en la Amé-
rica Septentrional, como en la Meridional, con tal fran-
queza de aquellos corsarios, que les fiaban sus caudales.
y tal lealtad de los Españoles, que al tiempo determina-
do satisfacian puntualmente. Estos corsarios tenian sus ge-
fes que dirigian las expediciones, y á veces sucedia que
no contentos con estas ganancias, despachauan alguna ve-
la al mando de alguno que no se hubiera hallado en las
refriegas con los Españoles, á la misma Veracruz, y ora
con un pretesto, ora con otro, pedian entrar al puerto, lo
que aunque una ú otra vez se les negaba, comunmente
se les concedia queriendo los gobernadores mas bien ce-
der del rigor de la ley, que faltar al derecho de gentes.
y aunque es cierto que en aquellos buques se ponian Jue-
go guardias, pero debiendo pagar las provisiones y gastos
que hacian, se les permitía vender parte de la carga, lo
demás lo despachaban cohechando á las centinelas.


1670. (1) Consta que en el siguiente año fué pro-
curador mayor de la ciudad, D. Juan Fernandez Manci-
lla, y que al marqués de Mancera, en atencion á lo bien
que gobernaba la Nueva IEspaña, se le prorrogó la gober-
nacian por otros tres años. Entretanto que este Virey
participaba á la córte de España estos perjuicios que cau-
saban los corsarios de Jamaica, y que no podia evitar, la
Reina gobernadora trataba de cortar de raíz el contraban.
do en aquellas partes, é impedir los disgustos que de él
naciari entre Españoles é Ingleses, para lo cual manejó
Un tratado con el Rey de Inglaterra, que su embajador
firmó en Madrid el 8 de Octubre del presente año (2).


[1]
[21


tugal,


Autos hechos en Jlléxicn.
Alvare:z Colmenar, Anales de España y


tomo l. fol. 339.
de Por-




Afio de 16'71. 51
El artículo octavo dice de esta manera: "Los vasallos res-
pectivos de las dos potencias, se abstendrán en adelante
de comerciar y navegar por los puertos y lugares, que
la una ó la otra potencia ocupa en las Indias Occiden-
tales. • •• V los vasallos de su M. Británica, no irán á
negociar, ñi navegarán, ni harán tratos en los puertos y
lugares que el Rey católico posee en las Indias Occiden-
tales.)1 En este tratado procedió el Rey de Inglaterra con
toda la sinceridad que la Reina gobernadora deseaba, y
para darle una completa satisfaccion, removió del puesto
de gobernador (1) de Jamaica á Linch. protector declarado de
los corsarios, y en su lugar puso á Lord 'Vaughan, minis-
tro de integridad, quien luego que ocupó a<o¡uel cargo, hi-
zo saber á los corsarios que los despachos de la córte que
llevaba le mandaban mantener buena armonía con las co-
Jonias Españolas: que para que se cumpliera aquel man-
damiento revocaba todas las patentes de corsarios dadas
por sus antecesores, y les declaraba que seria inexórable
en castigar á los que volvieran á piratear. Esta amenaza no
hizo mella en los ánimos de los corsarios; ya, porque acos-
tumbrados ú aquella vida libre y arriesgada no podían re-
ducirse á un trato lícito; ya, porque creyeron que no ten-
drian efecto las bravatas del nuevo gobernador, y asi á la
primera ocasion ciertos corsarios de aquella isla hicieron
un desembarco en la de Cuba, de donde sacaron un buen
botin. Entretanto el gobernador Waughan que velaba so-
bre sus pasos, luego que supo que habían vuelto de su ex-
pedicion, los hizo ahorcar. Esta ejecucion alborotó á 10B
vecinos de aquella isla; pero 'Vaughan, constante en des-
truir los piratas, no cedió (2). En este ailo los Indios Ta-
rahumares y Conchos, que veinte ailos habia que hacian
guerra á los Españoles, fueron vencidos por el capitan Ni-
colás de Barraza. quien sabiendo de una cautiva que por
mucho tiempo estuvo entre ellos, el lugar en que tenian sus
reales, con seiscientos hombres los cercó y puso en tanto
aprieto, que se vieron obligados á rendir.


1671. (3) En este año, ó acaso en el siguiente, el mar-


[lJ Hist. anónima de Jamaica.
[2] Alegre, hist. de la provinóa de México,


crit a de la Compañía de Jesus.
[2] Vetancourt, tomo 1. trato 1. cap. 2.


lj.


manus-




52 Años de 1672 y 73.
qués de Mancera, en nombre de la Reina gobernadora, díó
las gracias al religioso franciscano, Fr. Manuel Cabrera
de la economía con que manejaba el dinero de la ciudad
en el adelantamiento del desagüe. Este religioso, por man-
dado de Jos vireyes corría con aquella obra, por ser muy
versado en arquitectura, y en la lengua Mexicana que ha-
blaban los trabajadores.


1672. Las heladas segun eongeturo, se anticiparon este
año, y se perdieron los maizes y cacao.


1673. (1) 7. Síguese el año de 73, notable en la his-
toria de Mexico, por la carestía que hubo de maíz y cacao,
que se puede decir es el todo de los alimentos de los Me-
xicanos. Lbs abastos no se pudieron hacer á tiempo como
en los demás años, y asi estas semillas subieron á muy
alto precio: el marqués de Mancera y el ayuntamiento se
valieron de todos los arbítrios que su autoridad les suge-
ría, y procuraron hacer entrar en la ciudad cuantas semi-
llas hallaron en las provincias vecinas que no hiciesen fal-
ta á aquellas poblaciones. :En este estado se hallaba la
ciudad, cuando acabado su gobierno, en que se mostró el
marqués de Mancera muy sagáz, volviase ú España. En
Tepeaca tuvo la pesadumbre de perder á su muger Do-
ña Leonór Carreto, á quien hizo celebrar suntuosos fune-
rales en la Iglesia de los franciscanos. En su lugar entró
de Virey el 8 de Diciembre (2) D. Pedro N UIlO Colon,
duque de Veraguas, caballero del toizon, y descendiente
del gran Cristobal. Este caballero era avanzado de edad y
enfermizo, pero muy caritativo y amante de los Indios
(3), quien desde luego dió providencias para que abara-
taran el maíz y cacao; pero la muerte que le cogió el
sexto día de haber tomado posesion del vireinato, cortó las
esperanzas que se habian concebido de sus partes. Sus
funerales se hicieron con grande pompa en Catedral (4),
quedando su cuerpo depositado en la capilla del Santo
Cristo, hasta que sus herederos lo trasladaron, á lo que
congeturo, al sepulcro de sus mayores en la Española (5).


[1] El m'ismo, tomo 1. trato de JrIéxico, cap. 2.
[2] Lib. Capitular.
l3] Vetancourt, tomo 1. tratad. de Jl'Iéxico, cap. 2.
[41 Emmo. Lorenzana, ltist. de N. E. fol. 36.
[5] Vetancourt, tomo 1. troto de JlIéxico, -cap. 2,




Afío de 167-1. 53
La Rema gobernadora que estaba bien informada d", la
¡nca salud del duque, habia dispuesto que en caso q'Je
m1lriese entrara de Vitey el arzobispo de México, D. Fr.
Pnyo Enrriqllez de Rivera, de los duques de Alcalá; y pa-
ra que Colón no recibiera pesadumbre, aquel pliego lo
despachó á la inquisicion. Efectivamente, el 13 el ar-
zobispo entrú en posesion del vireinato.


1671. Fué universal el contento de los vecinos de Mé-
xico por haber la Reina nombrado por Vircy á su arzo-
bispo. Sabian todos que los nueve años que gobernó la
Iglesia de Quauhtemalan, habia dado tantas pruebas de
su desinterés y santidad, que aun aquellos pueblos hilo-
raban, y que en los cinco años que llevaba de arzobis-
po se habia grangeado el apreciable renombre de padre
comun; asi que todos se persuadian que gobernaria el vi-
reinato, no como juez, sino como obispo santo. Efectíva-
mente, como se lo imaginaron asi sucedió; pues de tal
modo supo templar la justicia con la mansedumbre, la li-
beralidad con la economía, que su gobierno servira en los
siglos venideros de ejemplo. Lo primero en que entendió,
fué en la reparacion de las obras públicas (1). El palacio
de los vireyes, que no era de la mejor arquitectura, y que
estaba imperfecto, y por lo mismo no parecía digno de
la- primera ciudad del nuevo mundo, lo renovó y acabó,
Hizú de nuevo muchos puentes en las acequias, y restau-
ró otros ruinosos (2). En el mismo año el arzobispo quitó
la superintendencia del desagiie á Fr. Manuel Cabrera, y
puso en su lugar al oidor D. Lope de Sierra, quien á po-
cos meses que entendía en aquella obra, avisó al Virey
que estaba terminada. Luego que esta voz se esparció por
la ciudad, dió gran materia de murmuraciones, no pudien-
do persuadirse los Mexicanos á que una empresa que por
lo menos necesitaba un siglo, y á la cual seis meses an-
tes faltaba mucho, se hubiem podido terminar en tan po-
co tiempo. Entre los demás que hablaban del caso, el
principal como mas inteligente era Fr. Manuel Cabrera,
que pidió á la Audiencia ser oido, y habló en estos ó se-
mejantes términos.


"Temeria ser tachado de vengativo, y que por despi-


[1] Vetarl('ourt, tomo 1. trato de Jl.féxico, cap. 2.
[2J El mismo autor, trato 1. cap. 2.




54 Aiío de 1674.
que afirmaba que era un imposible que el descubrimien-
to del desagüese hubiera acabado, si no hablara delante
de un tribunal compuesto oc sábios ministros imparciales,
que velan en el bien comun, y si no viera inminente la
ruina de esta muy noble ciudad. Estas dos razones me
mueven á exponer á V. A. lo que la experiencia en mu-
chos afios me ha enseñado. Hasta ahora no se ha acaba-
do .de descubrir el desagüe en toda su extension: se ha
llegado á un puesto en que se precipitan las piedras, Ieiía
y demás cosas que las avenidas arrastran, y si para dar
salida á estas el conducto no se ensancha, vendrá á atram-
parse. A esto se debe atender ante todas cosas, si se lo-
gra; entonces se podrá cesar del trabajo. Ahora ciertamen-
te si se para la obra, se duplicarán los gastos, y dentro
de pocos aiíos ¿qué sumas no serán necesarias para des-
atacar el desagüe? No en valde nuestros mayores maes-
tros de esta ciencia, no hallaron otro medio para dar corrien-
te á aquel cúmulo de aguas, que el descubrimiento del con-
ducto. Lo que hasta aquí llevo dicho es una demostra-
cion, y me persuado á que V. A. convendrá conmigo, si
trae á la memoria que desde los principios se erró /a obra
por no haber seguido el plan propuesto. El conducto que
se llama desagüe, es tan estrecho, que no puede abar-
car toda la agua que traen las avenidas; ¿cómo pues abar-
cará las piedras, arena y maderos que estas arrastran? En
esto S%, á mi ver, se debe trabajar; de otra manera la
fatiga y caudales consumidos en sesenta y siete años se-
rá inútil. Siendo esto constante ¿para qué son estas prie-
sas? ¿Permitirá V. A. que con vergüenza de esta ciudad
se borre de la memoria la mayor obra y monumento de
la magnificencia Mexicana? Las obras grandes necesitan
gran tiempo; si este se acorta, ó quedan imperfectas, ó
son inútiles. Contmúese por treinta ó mas años á descu-
brir el conducto, entonces si que sin miedo de ensolvarse
podremos gloriarnos de habcr hecho una obra que si no
excede á Íos monumentos de la antigua Roma, ciertamen-
te los iguala dejando para siempre á l\Iexico libre de inun-
daciones.» Fueron desatendidas estas razones de aquel re-
ligioso, y el voto de D. Lope de Sierra prevaleció. En se-
guida hubo repique general, y en accion de gracias se can-
tó en la Iglesia Catedral el Te Dcurn laudamus, con asis-
tencia de los tribunales.




Años de 1674 y 75. 55
1675. (1) En el siguiente año, á lo que entiendo, el


arzobispo Virey, hizo renovar los empedrados de la ciu-
dad, y los de las calzadas. Por la gran devocion qUe pro-
fesaba á la milagrosa imágen de Guadalupe, personalmen-
te acudia á los que trabajaban en la calzada que de Mé-
xico vá á este Santuario, y su presencia y exhórtaciollcs
á los trabajadores, cooperaron á la presteza con que se
renovó. Hecho esto, condujo el agua por una bella ar-
quería á la plaza de aquel templo, que no duró largo tiem-
po (2). En este año se comenzó á acuñar oro en la ca-
sa de moneda, pues hasta entonces aquel metal en tejos,
por mandamiento de los reyes, se llevaba á España.


1676. 8. (3) Este año un furioso incendio destruyó el
magnífico templo de. S. Agustin el 11 de Diciembre, cuan·
do se celebraban las fiestas de la jura del Rey Carlos.


1677. De varios instrumentos consta que en este año
era corregidor de la ciudad D. Alonso Ramirez Valdés, y
superintendente del desagüe, el oidor D. Andrés Sanchez
Ocampo (4). A principios del año, llegaron á México los
hermanos Bctlemitas, que habian fundado su órden bajo
la dircccion del V. Pedro Vetancourt en Quauhtemalan,
cuyo instituto ya aprobado de la Santa Sede, era asistir
á los convalescientcs, D. Fr. Payo los recibió con benig-
nidad, y solicitó de la cofradía de S. Francisco Xavier que·
les adjudicase para la fundacion de su hospital de conva-
lescientes ciertas rentas que una muger piadosa habia de-
jado para el mantenimiento de viudas que deseaban vi-
vir en retiro. Conseguidas estas y otras rentas, el piadoso
sacerdote Vidal corrió con la prevencion de lo necesario
para la Iglesia, que con gran solemnidad se abrió el 25
de Marzo (5). El protomedicato en este año aconsejó á
la ciudad que prohibiera la siembra del grano llamado blan-
quillo, que aeaso será la álaga, por parecerle que era da-
ñoso á la salud (6). De aquí colijo que acaso este año fué


[21] Vetancourt, tomo ]. trato de la ciudad, cap. 2.
[] Vetancourt, tomo 1. trato de la ciudad de Méx. cap. 5.
[31 P. Oviedo en la vida del P. Vidal, lib. 2 cap. 14.
[4


J
Vetancourt, tomo 1. trato de A-léxico, cap. 7.


[5 Eguiara, Bibliot. Mexicana, fol. 3.
[6 Es especie de trigo amarillo de inferior calidad,


.fel que se consume mucho en Oaxaca, y llaman pan amarillo.




56 }\ños de 1677 y ~/¡'¡
escaso de panes en la Nueva Espai'ia. Entretanto <lue cs.
to pasaba (1) el Virey obligado de un mandamiento de
la Reina gobernadora, cometió á D. Isidro Otondo que en
el puerto de Chacal a alistara embarcaciones que traspor-
tasen á Californias una colonia.


1678. (2) Carlos n. que el año anterior habia salido
de la minoridad, lo participó á la ciudad de .México, y
al arzobispo Virey á quien á mas de esto significó su
agradecimiento por los buenos informes que habia recibi-
do de su paternal gobierno. A la verdad, el Rev tenia mu-
cha razon de estar agradecido á D. Fr. Payo. quien no
atendiendo sino al bien publico, en él gastaba sus cuan-
tiosas rentas, por lo cual dejó dentro y fuera de la ciu-
dad muchos monumentos de su magnificencia (3). No
contento con esto velaba sobre las rentas reales. l)ara
que estas no se las apropiaran los que en ellas enten-
dian, ni se gastaran en otros usos (lue en los estableci-
dos, por medio de diestros contadores liquidó las rentas y
gastos con tanto aumento del erario, que pudo enviar al
Rey cuantiosas sumas, que en aquellos tiempos calamito-
sos fueron muy bien recibidas.


1679. En este año era regidor D. José Romero, y su-
perintendente del desagüe ei oidor D. Francisco Monte-
mayor. Al paso que los vecinos de México se gloriaban
de tener por virey á D. Fr. Payo, y ofrecian á Dios con-
tinuos votos por su conservacion, solo él se hallaba dis-
gustado con el enorme peso del arzobispado y vireillato.
Los hombres santos á quienes sus virtudes elevan á Jos
primeros cargos, por lo comun viven en ellos disgustados,
y no desean otra cosa que dejarlos. Conocen los peligros
que los rodean, y la facilidad con que se puede faltar á
sus obligaciones. Este pensamiento era un torcedor para
aquel arzobispo, que lo oblig6 (4) á escribir al Sumo Pon··
tífice y al Rey, pidiéndoles por merced que lo descarga~
ran de aquellos pnestl)s. Edificado Carlos 11. de aquel
acto de lmmildad, sintió mucho aquella demanda, y así


gj
tuga[,


[3]
[4]


Clavijero, hist. de Calif. lib. 2. parraf. 6.
Alvarez Colmenar. A.nales de España y de Por-


tomo 1. fol. 267.
Vetancourt, tomo 1. trato de ~]~1éJ;ico, cap. 2.
Vetancourt. tom. 1. t)'(lt. d~ ftléxico, cap. 2~




Mío de 1680. 57
procuró que continuara en ambos empleos para que sir-
viera de ejemplo a los demás ministros de la Nueva Es-
paña. Para esto le respondió á su car~a con términos ~.s­
petasos, poniéndole delante de los oJos el gran servIcIo
que hacia á Dios y á la corona en gobernar con tanto
acierto, de lo cual se complacía Dios, y sacaba su glo-
ria: que se sacrificara posponiendo su quietud y devocion
al bien de tan gran reino. Esta respuesta, aunque acon-
gojó á D. Fr. Payo, por considerar que se frustraban sus
-esperanzas, por entonces, con todo volvió á instar, seguro
de que conseguiria lo que deseaba; á mas de esto inte-
resó al mismo Rey para que le alcanzara del Papa lo
que le tenia pedido.


1680. 9. No dudo que á la precedente carta del arzobis-
po, se juntarían otras de personas de cuenta de la ciu-
dad, que aseguraban al Rey que si al arzobispo no con-
cedia su dimision, peligraba su salud. Esto á mi ver, in-
fluyó mucho para que tuviera el consuelo que deseaba.
Pero queriendo Carlos n. conservar en el gobierno de
las Indias á prelado tan edificativo, determinó hacerlo pre·
sidente de aquel consejo, y nombrarlo obigpo de Cuenca.
Acaso se imaginó que D. Fr. Payo estaba disgustado de
vivir en México, y que deseando volver á su pátria tomaba
por medio la dimision de ambos puestos; pero esta congetu-
ra cuan errada haya sido se conoció despues. Entretan-
to nombró por Virey al marqués de la Laguna, D. To-
más Antonio Manrique de la Cerda (1), que hizo su en-
trada en la ciudad el 30 de Noviembre. Al nuevo Virev
pasó el arzobispo la carta que habia recibido del gober:"
nadar de lluevo México, en que le daba parte de la su-
blevacion general de aquel reino, que se ejecutó de es-
ta manera. Los Indios ya reducidos que subian á veinte y
cinco mil, y estaban avecindados en veinte y cuatro pue-
blos, se convinieron con los gentiles que estaban esten-
didos por aquellas tierras (2) en dar sobre los Españo-
les. Para ejecutar esto con el secreto que el negoeio pe-
dia, hubo en diversas partes varias juntas. Se ignora si
Jos Indios ya convertidos movieron á los idólatras, ó és-
tos á aquellos: lo que consta es, que la trama se urdiq


[1] Lib. Capitular.
['2] VetallcclIrt, tomo 1. trato 8. cap. 6,
TO:\{. n. 8




58 Año de 1680.
tan bien, y que se guardó tal secreto, que aquella conjura.
cion que poco á, poco se habia ido 'disponiendo, y que se
estendió por mas de ciento cincuenta leguas, fllé ignorada
de los Españoles, hasta que el diez de Agosto improvisa-
mente á una misma hora los asaltaron, dejando muertos
veinte y un padres franciscanos que cuidaban de aquc--
1I0s pueblos, y trabajaban en la reduccion de los infieles,
y á todos los Españoles que andaban por aquellas vastas
provincias (1).


Desembarazados los Indios de éstos, tuvieron la au-
dacia de sitiar el fuerte de la capital Santa Fé, en don-
de residen los gobernadores. Por medio de algunos natu-
rales fieles, los soldados de aquella guarnicion fueron avi-
sados de que los enemigos se acercaban á la plaza; asi
que. poniendo en son los pocos morteretes y fusiles que
habIa, se aprestaron para detener el ímpetu de los con-
jurados, que Juego aparecieron dando grandes a!aridos á
su usanza. Los soldados los dejaron acercar; pero cuando-
estuvieron á tiro, las descargas hicieron en ellos tanto es-
trago, que el terreno quedó cubierto de cadáveres; no por
esto aquellos bravos Indios se acobardaron: soldados fres-
cos entraron á substituir á los muertos que disparaban
diluvios de flechas contra Jos Españoles. En estas vicisi-
tudes pasaron diez dias, sin que aquellos Indios se movie-
ran de sus puestos, esperanzados de que su constancia
haría rendir la plaza. Al cabo de este tiempo, consutlll-
das las provisiones de boca y guerra, y no pudiendo los
Españoles tolerar la hediondez que despedian los monto-
nes de muertos debajo del fuerte, determinaron abando-
narlo con la poblacion, y á media noche, por caminos se-
cretos y despoblados, salieron de Santa Fé, y se retiraron
al presidio del paso del Norte, que distaba doscientas le-
guas, desde donde dieron aviso al Virey de lo que pa-
saba. Entretanto aquellos Indios al dia siguiente viendo
que el fuego habia cesado, se creyeron que consumida la
polvora se les rendirían los Españoles; pero como advir-
tieron que no se oía ruido ni habia indicio de gente, con-
tentos de haberlos obligado á huir, y sin pensar en se-
guirlos, quemaron todos los edificios. La causa de esta su-


[1] Existe el expediente de la reconquista del nuevo
México en el archivo general, y lo hé visto.-EE.




Año de 1681. 59
blevaclon general, fueron las vejaciones que los naturales
sufrian de los Españoles, y el deseo de recobrar su li-
bertad, la cual ha sido y será el origen de los· levanta-
mientos en los Indios de la Nueva España. El Virey te-
meroso de que aquella rebelion cundiera por las provin-
cias confinantes, mandó hacer levas, y tomar todas las dil-
posiciones para recobrar en el siguiente año lo perdido (1).


1681. (2) 10. Al principio del año que siguió, marcha-
ron de México los escuadrones que iban al nuevo Méxi-
co: á estos se les ordenó juntar gente de aquellos presí.
dios, y sentar el real en el paso del Norte, en donde por
las diligencias de aquel gobernador hallaron dispuestas to-
das las cosas para hacer aquella jornada que emprendían
con todo el arte militar. De aquí salieron en busca de los
enemigos, pero sus diligencias fueron inútiles, porque es-
10s jamás midieron sus fuerzas con Jos Españoles, y bien
que tuvieron diversos campos, estos los habian sentado
en puestos inaccesibles desde donde espiaban la coyuntu-
ra de que algunos soldados se desvandasen para dar so-
bre ellos: este modo de guerrear, el mas seguro para que-
brantar las fuerzas de los contrarios, mantuvieron aque-
llos Indios en esta campaña, de lo que aburridos los Es-
pañoles, quemadas sus ranehel"Ías y maizales, se volvieron
al presidio. El ódio que estos Indios mostraron contra los
Españoles parecia innato: ni fué posible reducirlos prome-
tiéndoles un perdon general, y otras muchas ventajas. Siem-
pre se negaron á tratar de asiento; y lo peor es, que
aun en nuestra edad no se ha podido recobrar lo per-
dido. Entretanto el arzobispo D. Fr. Payo de Rivera (3)
recibió la noticia auténtica de la aceptacion de su renun·
cia del arzobispado, nueva que lo colmó de tanto gusto,
cuanto experimentan los hombres ambiciosos en la pose-
sion de algun gran cargo á que aspiraban; yasi repartidos los
pocos bienes que tenia en los templos y pobres (4). da-
da su Iibreria á los padres del oratorio de S. Felipe Ne·
ri, con pocos domésticos se fué á embarcar á Veracruz.


[1] Compendio de Sinalóa en la historia del Paragua
de ll'1umtori.


[2] Vetancourt, tomo 1.
[3] Vetancourt, tomo 1. trato de Mécl,ico, cap. 4.
[4 J Eguiarn, Bibliot. ]~{exicana. anteloguio l.


*'




6() Aijo de Hi82.
Cuanto haya sido el dolor de los Mexicanos en este Jal,'
ce, lo conocerán los que vieren salir de su reino un sall-
to obispo, padre de los pobres. Llegado á España escri-
bió al Rey, escusándose de no ir personalmente á darle los
agradecimientos de los puestos á que lo destinaba, Cumplida
esta obligacion, acompañado de un solo criado, con admi-
racion de la córte, se fué á encerrar al retiro de agusti-
nos descalzos, que llaman Dolores del Risco, en el obis.
pado de Avila (1). Este año fué memorable por un ter-
remoto sucedido el W de Marzo, que atemorizó á los
vecinos.


1682. ll. La infructuosa expedicion del nuevo Méxi.
Co en el año pasado, obligó al marqués de la Laguna á pen-
sar en algun medio con que pudieran los Españoles mano
tenerse en la posesion de aquel vasto reino. Entre otros
se escogió el de enviar una numerosa colonia á la capi-
tal Santa Fé. Para esto se despacharon trescientas fami-
lias de Españoles y mulatos, á quienes por caballerías se
repartieron aquellas tierras. Y para condecorar la colonia,
libró el Virey despacho en que la hacia ciudad. A mas
de esto, se aumentaron las guarniciones en todos Jos fuer-
tes que habia esparcidos por diversas partes, lo que fué
de grande utilidad para contener las provincias vecinas,
que á imitacion de los Indios de nuevo México procura-
ron despues sacudir el yugo de los Españoles (3). En el
mismo año se puso en México juez privativo de alcaba-
las, á cuyo cargo quedaron los arrendamientos en todo el
reino. Consta que era regidor al mismo tiempo, D. Die-
go Pedra,za Vivero (4).


[1] .Gemelli, giro del mundo, p. 6. lib. 3. cap. l.
[2] Villasefi01', trato Americano, tomo 2. lib. 6. cap. 17.
[3] Vetallcourt, tomo l. trato de México cap. 5.
[4] Instrumentos mexicantos.




.-\lio de 1 tl~2. 61


SUMARIO DEL LIBRO NOVENO.


1 q Don Isidro Otondo que habia llevado á Calif(lr-
ni as una colonia, dá vuelta á la Nueva Espaüa por f¡I, ha.
llar donde establecerse. Agramont entra en Veracruz. ~ q
Saquéa aquella plaza. Antonio Benavides que se vendía
por visitador, es ahorcado. 3 q El marqués de la Lagu-
na encarga al gobernador de la Habana, que envíe una
vela á buscar por el seno Mexicano el lugar donde los
Franceses se habian establecido. Se le hacen honras en
México á D. Fr. Pavo de Rivera. 4 q Los corsarios in.
festan las costas de Ñueva España. 5 q Apresan la vice.
Almiranta de una flota. 6 q Pasan al mar del Súr, é
i mentan en el puerto de Acapulco robar una nave Pe-
ruana. 7 q Se apostan entre el cabo Corrientes y la cos-
ta para apresar la nave de Filipinas, que se les escapa.
S q Se encomienda á los padres de la Compañía de Je-
sus la reduccion de los Californios, v se escusan. 9 q
Avisa Barroso no haber hallado en el' seno Mexicano co-
lonia Francesa. Llega de Virey á Veracruz el conde de
Monclova, y envia naves á buscar la dicha colonia. 10.
V uelven las naves sin hallar rastro de Franceses. Se po-
nen presidios en Coahuila. 11. Por relacion de otro pri-
sionero se envia otra nave á buscar la· colonia de los
Franceses. Entra de virey el conde de Galve. y llegan
.Franceses al Nuevo México. 12. El gobernador de Coa-
huila halla un fuerte comenzado, y á muchos Franceses
muertos. Se avisa al Rey, que manda echarlos de la is-
la Española. 13. Se levantan los Tarahumares, y el Je-
suita Salvatierra los apacigua. 14. Se vuelve á tratar de
poner presidio ~en Californias. Se guarnece la bahía de S.
Bernardo. 15. Llegan los Españoles á la isla de Santo
Domingo, y sauido donde tenian Sil campo los France-
ses, van á ellos. 16. Vencen los Españoles á los France-
ses de la isla Española, y queman el Guarico y otras
poblaciones. 17. Se pone presidio en Tejas. Hambre en
México. 18. Sigue la hamure. Los ricos hacen grandes
limosnas. 19. Gran tumulto originado de la hambre. Se in-
cendian los archivos. D. Carlos de Sigüenza y Gúngora pro-
~'Ira salvar el de la ciudad. 20. Se ajustician Jús autores d~·




62 Afio de 1682.
los incendios. Se les cortan á los Indios las melenas; st
les quita el pulque. Manda el Rey fortificar á Panzaco-
la 21. Se diseña el fuerte y poblacion de Panzacola, Se
lleva al cabo el mandamiento del Virey de echar de los
corrales y casas ricas á los Indios. 22. Carestía de mai.
zes, y epidemia. 23. Gran temblor en México. Derrota de
los Franceses en la isla Española. Muerte de la madre
Sor Juana Inés. 24. Se llevan soldados y familias á Pan·
zacola. Una escuadra Francesa espera inútilmente la flota
que salia de Veracruz. 25. El P. Juan María de Salva.
tierra emprende la conversion á la fé de los Calífornios,
y para este fin junta limosnas. 26. El provincial de la Com-
pañía de Jesus pide al obispo de Michoacán Virey, que
le conceda á su religion convertir á los Catifornios, lo que
obtiene con la condicion de que sea sin gasto del erario.
27. Llega la nave á Filipinas. Gran temblor en Nueva Es-
paña. Se atumulta la plebe por la carestía de víveres. 28.
Entra en Californias el P. Salvatierra con un capitan, cin-
co soldados, y tres Indios. Al puerto de S. Dionisio lla-
ma de Loreto. 29. Se celebra en Nueva España la no-
tiria de la paz. 30. Muere D. Carlos de Sigüenza y
GÓlIgora. Su elogio.




Aíío de 1683. 63


D~~~~~~~~-~~-~'~~~~'·~·'~-~-~
•• ** ••••• *** ••••••••••••• ~t1~.~"'~* .~~ ......... ~~~~~_~ ....... -t.." "-''''~~110~~


LIBRO NOVENO.


1683. 1. (1) HABIENDO el noble ayuntamiento vin-
dicado su antiguo derecho de patron del Santuario de
nuestra Señora de los Remedios con cédula del Rey, nom-
bró por capellan al sacerdote Urraca. Hasta estos tiem-
pos no se ejecutó la expedicion de Californias (2), en que
se habia trabajado por seis años. En el puerto de Cha-
cala se dió á la vela el capitan D. Isidro Otondo con dos
embarcaciones, á estas debia seguir otra cargada de vi-
tuallas, que por largo tiempo fué detenida de los vientos
contrarios; pero finalmente, llegó á salvamento. En estas
tres velas, á mas de los colonos y soldados que debian
quedar en los presidios que se pensaban establecer, iban
Ires padres Jesuitas, y entre ellos el famoso matemático
natural de Trento, P. Eusebio Kino. Al treceno dia ar-
ribaron al puerto de la Paz. Al ver los Californios que
á sus puertos llegaban tantos Españoles, recibieron gran
pesadumbre, pues las muchas vejaciones de los pesead0-
res de perlas los habian aburrido. Esta expedicion que
duró tres años, fué tan infructuosa como las demás, á cau-
sa de la esterilidad de la tierra. Y asi al cabo de ellos,
habiendose gastado en valde doscientos veinte y cinco mil
pesos, se volvieron los Españoles á la costa de Nueva Bs-
paña. Mientras que el capitan Otondo de puerto en puer-
to iba buscando un país cómodo para poner presidio, el
marqués de la Laguna á toda diligencia hacia levas en Mé-
xico, y formaba un competente ejército para hacer levan-
tar el sitio de Veracruz al corsario Inglés Nicolás Agra-
mont, á quien habia conducido _el mulato Lorencillo (3),


[1]
[2]
fa]


pañía


Vetancourt, tomo 1. trato de México, cap. 5.
Clavijero, hist. de Cal~f. lib. 2. parraf. 6.
Alégre, hist. de la pravincia de iUexico, de la CQ1llo


de Jesus.




64 AI10 de 16tl;J.
quien por un homicidio habia huido de dicha ciudad u
Jamaica. Este ejército no llegó á Veracrur. hasta princi-
pios de Junio, cuanoo va el corsario saqueda la ciudad se
habia dado á la vela. ta plaza se rindió el 17 de May 0,
sin que la guarnicion y vecindario se hubieran defendido
como debian, de solos ochocientos enemigos. ¡Tanto era
el miedo que el arrojo de los corsarios infundía en aqueo
1I0s tiempos á las colonias Españolas!


2. Ocupada por los Ingleses la ciudad, y transporta-
dos al castillo de S. Juan de Ulúa, como dice (1) el P.
Vetancourt, ó como afirma el P. Espinosa (2), á la isla
de Sacrificios ciento cincuenta Españoles, entre los cua-
les se contaba el ayuntamiento y personas de cnenta, con
once clérigos, los padres franciscanos, dominicanos, agus-
tinos' y jesuitas, á mas de estos ciento veinte entre mu-
latos y negros, que eran gente robusta, y encerrados hom-
bres y mugeres en la Iglesia mayor, sc repartieron lo~
enemigos para saquearla, sin dejar en la ciudad cosa al-
guna de valor. Apenas éstos se habian embarcado, cuan-
do se descubrió una flota Española que navegaba en de.
manda de puerto. Incontinenti el castellano de S. Juan
de Ulua, despachó una ligera falúa á aquel general, dan-
dole cuenta de lo que acababa de pasar, y prometiéndo-
lo cooperar con las fuel'r.as que tenía en la fortaleza pa-
ra quitar el botin á los Filiburstiers. Aquel general, en lugar
de dal" alcance á los enemígos, puso en consejo de guer-
ra aquel negocio, y asi les dió tiempo para que forzando
de vela se alejaran de las costas. Este suce~o causó en
M éxico gran pesar. no solo por quedar aquellos vecinos
reducidos á la miseria, sino tambien por hallarse alli los
caudales de los comerciantes prontos á remitirse á Espa-
ña en primera ocasiono En el mismo aHo, de Veracruz pa-
só á México favorecido de muchos, D. Antonio Benavi-
des, á quien llamaban el Tapado, vendiéndose por mar-
qués de S. Vicente, mariscal de Campo, castellano de
Acapulco, y otros dictados: la Audiencia lo mandó pren-
der, y averiguada su imposturá lo condenó á mue rte (*).


[lJ
[2J
[*]


gunas


Vetancoud, tomo 1. trato de .JJéric/J, cap. 2.
Espinosa. Crónica de Portuganda, lib. 1. cap. 14.
N OTA. La relacion del saquéo de Veracruz, tiene al-


equivocaciones. Los Filihurstiers que tomaron la ciu~




Año de 168,1. (j5
108,1. :{ (1) Cuando se contaban 1684 años del nac¡-


rnic;nto de Jesucristo, siendo alcaldes ordinarios D. José
Mateo Guerrero y D. Juan Urrutia Retes: corregidor, el
conde de Santiago: alguacil mayor, D. Bernabé Alvarez
Ita, y regidores, D. Alonso Diaz de la Barrera, n. Cris-
tobal. Loza y D. Juan de Torres: el gefe de escuadra que
mandaba la armada de Barlovento, D. Andrés Ochoa y
Zárate, apresó una nave francesa, y habiendo sabido de los
prisioneros que el caballero Roherto (2) de la Sala, con una
escuadra habia ido a poblar las costas del seno Mexica-
no, se lo participó al marqués de la Laguna. Temeroso


dad jU1n(lS tomaron el castillo de Ulúa: situáronse en la is.
la del Sacrificio, donde no alcanzan lo.~ fuegos de la fol'.
taleza, fortificandose en dicho punto, y alli llevaron toda
la riqucza y ./i·utos preciosos, como granas que encontra·
ron en la ciudad, y que pasó su valor de siete millones
de pesos. Allí habia depositada esta riqueza, porque esta·
ban aguardando la flota de España, que al cabo de sie.
te días se presentó al mando del {feneral Saldivar. Toda
la gente de la ciudad principal se- reunió en la iglesia de
la l/I'crced, donde se mantuvo encerrada por siete dias con
sus noches, y allí hacían sus operaciones naturales. Se lle-
varon no pocos clérigos, frailes y mugeres, haciendo caro
gar á aquellos todos los efertos que se robaron, y los tra·
taran con la mayor inhumanidad. Estando yo en Vera-
Cl'IlZ en Pi añ.o de 1821, hice copiar la hütoria de este su.
ceso del libro de entierros de negros y mulatos, única cons-
tanda que habia en aquella ciudad, porque los papeles ori.
ginalrs perecieron rn el incendio que sufrió aquel archi.
va del gobierno; me costó la impresion 150 ps. en la im.
prenta de Priani, y la edicion la hice para que no se pero
diera la historia de este ruidoso acontecimiento, del que so·
lu habia allí memoria casi por tradicion, no obstante que
anualmente se celebraba una fiesta aniversario de tal acon-
tecimiento. Y lo digo yo Carlos María de Bustamante. Es.
ta historia está en el periódico Juguetillo, núm. 10 que ca·
menzé á publicar en j}Jéxico en 1812, cuando hubo libertad
de imprenta que suspendió el virey Venegas.


[1] Lib. Capitular.
[2] Cárdenas, Ensayo á la hist. de la Florida, año


de 1684.
To'ol. n. !l




66 AfIO de 1 ü85.
éste de que aquella intrépida nacion se arraigara ell
aquellas partes con grave perjuicio de la Nueva Espaíia,
escribió al gobernador de la Habana encargandole que
aprestara una fragata al mando del célebre pilóto Juan
Enriquez Barroso, para que registrada la costa del se-
no Mexicano, avisara lo que los franceses intentaban. Mien-
tras que estas provi¡lencias se tomaban, (1) lleg6 á Mé-
xico la nueva de la muerte de D. Fray Payo de Rive-
ra, á quien el cabildo de aquella iglesia hizo suntuosas
exequias, á que asi~tieron los tribunales. La oracion fune-
bre la dijo el electo obispo de Oaxaca D. Isidro Sariñana.
La vida de este prelado la dió á luz en México D. José
Avilés.


1685. 4. (2) El mariscal de Castilla era el corregidor
de México en el siguiente año, en que conjurados los Fran-
ceses é Ingleses corsarios contra los Españoles de la Amé-
rica, les hicieron una cruel guerra. Los mayores dalios re-
cayeron sobre la porcion mas noble que es la N. E.,
cuyas inagotables riquezas aguzaban el insaciable apeti-
to de estas naciones establecidas en la Tortuga y Jamaica:
quienes ó se publicara guerra, ó se estuviera en paz, no
de otra manera que afanados Icones corrian ú la presa.
Ni á estos detenia la situacion de las costas de la N. J::.
escasa de surgideros y sus rnares borrascosos. La peque-
ñéz y ligereza de sus buques los salvaba de todo peligro,
hallando siempre abrigo de las tempestades, situando se de-
trás de un arrecife, o bien de alguna punta. desde don-
de espiaban la ocasion de abordar á las embarcaciones
que navegaban aquellos mares. De nada habian servido las
providencias del marqués de la Laguna de guarnecer las
costas con las milicias, que ya en estos años estaban ar-
regladas, porque aunque acudiesen ú los fuegos que se en·
cendian en las atalayas, al acercarse los corsarios, éstos
que sabian el tiempo en que aquellos labradores entendian
en sus haciendas, entraban en las poblaciones con tanta
celeridad, que no pocas veces el lugar habia sido saquea-
do, y los ganados embarcados, antes que los vecinos lo
advirtieran. Esta fué la causa porque muchos lugares de
aquella costa se despoblaron. Era máxima de estos c:orsa-


ll]
[2]


Vetancourt. tomo 1. tratad. de 11'Iéxico, cap. 4,
Lib. Capitular,




Años de 1685. 67
ríos cargar pocos víveres, para que el hambre los obli-
gara á bu~carlos. ¡Gente endurecida con el trabajo, y á
quien los peligros jamás aterraron!


5. (1) Cuando se trataba entre ellos de hacer al-
guna presa, parecian poseidos de algun furor diabólico; y
el ver un buque superior al suyo, era incitamento para apre-
sarlo, lo (lile ejecutaban en poquísimo tiempo con este mé-
t0do: el acometimiento era por próa, no por la popa ni
costados, con golpe de fusileros que despejaban el com-
bés y alcázar, con lo que conseguian desordenar la gen-
te, y sin pérdida de tiempo con los eocles aferraban el
navio enemigo, saltando en él armados de puñales; pero
esto se hacia con tal presteza. que aturdidos los Es.
pañoles, sin pensar en su defensa, les recomendaban sus vi-
das; y se puede afirmar que raro navio, una vez que los
corsarios vinieron al abordaje, dejó de ser apresado. E·s-
te modo de apresar embarcaciones, que verdaderamente
era peligroso, fué el que practicaron aquellos piratas con
los navíos que volvian de la N. E. cargados de oro, pla-
ta y ricas mercaderias. Para evitar est.os males, el mar-
qués de la Laguna libró mandamiento al gobernador de
Ver8cruz para que no permitiera salir del Puerto vela que
no fuera en conserva. Este {u'den, en parte remedió el mal,
pero no del todo; porquo los corsarios en el canal de Ba-
háma que es el paso mas peligrosos de los que bacen la
carrera de las Indias que quedan al Norte, por la abun-
dancia de islotes y bajios, observaban desde estos si al·
guna embarcacion poco velera quedaba atrás, y entonces
le embestian del modo dicho. Así en aquellos tiempos una
nave que era vice-Almiranta de una flota, cayó en ma-
nos de un corsario, que llamaban Pedro el grande, natu~
ral de Dieppe á donde en triunfo la condujo. Esta accion
se hizo con tanta prontitud, que el corsario halló al capi-
tan y á los oficiales á la mesa. De e$to les entró tal mie·
do á los Españoles, que ya no les llamaban Ducana-
res Filiburstiers como antes, sino demonios, Con la voz que
se esparció de la fortuna que hacian los que se empIca..'
ban en tan detestable oficio, el número de corsarios se
aumentó tanto, que no cabiendo, por decirlo así, en el se·


[1] Hist. general de los viajes de M¡" d' L' Harpe,
tomo 15. lib. :21. cap. 2.


*




d8 Años de 1686.
no Mexicano, por el Istmo de Darieu, atravesando montaña,;
inaccesibles, bajaban al mar Pacífico en donde á fuerza
de armas robaban las embarcaciones, y asolaban aquellas
costas.


6. (l) A estos se juntó el Inglés Guillermo Dampier.
que poco tiempo antes habia pasado y repasado el di-
cho Istmo, quien con sus compañeros habia robado cua-
tro embarcaciones, y despues de haber saqueado las
costas del Perú, en este año arribó al mar de Nueva Es-
pafia. Uno de los que mandaban estas embarcaciones era
Towunley, que sabiendo de un mulato prisionero, que po-
cos dias antes un bello navio Peruanu habia surgido en
Acapulco, concibió el designio de apresarlo. Para esto es-
cogió entre sus camaradas ciento cuarenta buenos fusile-
ros, que embarcados en doce canoas entral'Oll al amane-
cer en Acapulco. Observado el navio que estaba anclado
entre el parapeto y el fuerte, conocieron que la empresa
era imposible, y asi con el mismo silencio con que entra-
ron, salieron y desembarcaron fuera del tiro del cañon de
la fortaleza, que deseaban observar. Allí hubo una ligf'ra
escaramuza con una partida de Españoles que los obligc>
á embarcarse, pues desde la noche autes los habian vj~to.
Los demás corsarios sintieron mucho esta inútil tentativa,
que seria causa de alarmar á toda la costa, como efecti-
vamente sucedió, pues el oficial que mandaba en Acapul-
co, dada parte al virey marqués de Laguna de lo que pa-
saba, despachó correos por la costa avisalldo que se guar-
daran de los corsarios, por lo cual aquellos vecinos se ar-
maron, y en cuantas entradas hicieron Jos enemigos per-
dieron gente. En este año, por solicitud del arzobispo (2)
D. Francisco Aguiar y Seixas que habia succedido á V.
F~ay Payo, se edificó la casa de locas que llaman de Hor-
migos.


1686. 7. Estos corsarios creyeron compensar las des-
gracias que habian tenido en las entradas que hicieron por
aquella costa con apresar el galeon de Filipinas, que anual-
mente aporta á Acapuleo. Este era uno de los motivos que
los habia traido á aquellos mares, y hallandose en el tiem-
po en que el galeon hacia aquella carrera, para que no


(1 ] Dampier, tomo l. rapo 9.
[2J Emm. Lorenzana, Concilios !r[exicanos. fol. 223.




Ailo de 1 tí6S. 89
se les escaparan apostaron de distancia en distancia, en-
tre el cabo de Corrientes y la costa de Nueva España,
SU8 cuatro naves al mismo ticmpo que las falucas se ale-
jaban al descubrimiento, y efectívamente, ~omar~m tan bien
sus medidas cerrando el paso, que era ImposIble pasase
aquel buque sin ser visto; pero Dios que facilmente des-
concierta las cuentas de los mortales, dispuso que el ga-
leon en aquel año tardara mas de lo ordinario, y que los
corsarios hubieran consumido las provisiones de maíz que
habian robado. Asi que precisados de la necesidad, desta-
caron dos navíos que fueran á proveerse á la costa, y afr)r-
tunadamente en aquellos dias al Este de dicho cabo, pasó
el galeon y entró en Acapulco. Entretanto las dos embar-
caciones se proveyeron de maíz en una granja que halla·
ron sin gente, y continuaron á cruzar en sus puestos; pe-
ro ~iendo que corrian semanas, y que el tiempo de los
mosones necesarios para el largo viaje de la India Orien-
tal pasaba, sospechando lo que habia sucedido. endereza-
rou las próas á aquellos mares.


8 (1) Ya en este tiempo, precisado de la falta de ví-
veres, habia dado la vuelta de Californias á Nueva Espa-
fía como digimos. el capitan D. Isidro Otondo, noticia que
sintió mucho el marqués de la Lagun:;¡, por hallarse con re-
petidas órdenes del Rey para que se poblasen. Asi que
no ofreciéndoselc medio eficaz para el cumplimiento de
aquellos órdenes, propuso á la Audiencia que le sugiriera
lo que debia hacer. Esta, despucs de varias eonsu!ta~, le
espuso que no servía pensar hacer en aquellas provincias
publaciones con aparatos de guerra, que el medio único
de reducir aquellos Indios, sería encargar á los padres de
la Compañia de Jesus esta comision, asi por ser aceptos
á aquellos naturales. como tambien porque en las provin-
cias inmediatas de Sinalóa y Yaqui, habian convertid,) gran
numero de infieles: que para facilitarles la reducci(Jll de
Jos Californios, de cajas reales se les suministraría tndo lo
necesario. Aprobado del marqués de la Laguna este pa-
recer, se encomendó al fiscal de la Audiencia que lo par-
ticipara al provincial de Jos Jesuitas; pero éste desplles de
maduro exámen, respondió en estos términos ... La reduc-
cían de los Californios que el Sr. Virey y AudieuCla po-


[I] ClavUero, Hist. de Galif. tomo 1. lib. 2. p{¿rraj . .';r~~::




70 Año de J 686.
nen á nuestro cuidado, es una prueba evidente de la es-
timacion que esta mínima Compañía de Jesus constante-
mente les ha debido; pero considerando que es ageno de
nuestro instituto el emplearse en el gobierno civíl de los
pueblos, y el atender al manejo de las cosas temporales,
que son indispensables en nuevas reducciones por ocasio-
nar distraccion de los ministerios apostólicos, nuestra reli-
gion no se puede encargar de este cuidado, si á uno y otro
no se provee. Ni por esto se crea que queremos escu;;ar-
/lOS de la conversÍon de aquellos infieles, antes bien esta-
mos dispuestos á ír á aquellas y otras cualesquiera regio-
nes que el Sr. marqués y Audiencia nos destinare.)) Con
esta respuesta se desvaneció la esperanza de que los Ca-
lifornios se redujeran á vida cristiana y civíl (1). Conge-
turo que oída esta representacion de Jos Jesuitas, se pre-
sentó al Virey el capitan Luccnilla, ofreciéndose para
aquella expedlcioll, perú su oferta no fué admitida.


9. (2) Entretanto que esto pasaba en México, el pilo-
to Juan Enriquez Barroso, que desde el año pasado ha-
bía zarpado de la Habana, eonsumidas las provisiones apor-
tó á Veracruz á dar cuenta al Virey de su comisiono Es-
te habiendo corrido casi todo el seno Mexicano, en nin-
gun puerto ó ensenada halló rastro de que los Franceses
no solo hubieran fundado colonia, pero ni aun de que hu.
bieran aportado. Esta informacion envió á la corte el mar-
qués de la Laguna. En este estado se hallaban las cosas
de Nueva España, cuando surgió en Veracruz la flota: iba
el nuevo virey D. Melchor Porto Carrero Lazo de la Ve-
ga, conde de Monclova (3), á quien llamaban brazo de
plata, por usar el brazo derecho de aquel metal, que ha-
bia perdido en una batalla. Luego que este desembarcó y
,'lUpO el informe del piloto Barroso (4), como traía órde-
nes espresas de averiguar á fondo si Jos Franceses habían
formado alguna colonia en el seno l\lexicano, reunió una·
junta de capitanes de la flota para resolver lo que debia
hacer: de esta salió que se despacharan dos bergantines


[1] Clavije~'o, hist. de Calif. tomo 1. lib. 2. pál-rafo 7.
[2] Cárdenas, ensayo á la hist. de la Florída en es-


te 0110.
[3] Emmo. Lorenzana. !listo dc la N. E. fol. 27
[4 J Cá¡'dcnas, ld. id.




Año de 1687. 71
que corrieran hasta los montes Al'ala~:les. ado~dc .no
babía llegado Barroso: y para que aquella d.ctermmacllJll
se ejecutara luego, el c0l!de no.mbró los capItanes, y ~de­
jú órden de que en segUIda sah.eran del pue~to dos ~ra­
gatas. sin embargo de quedar hstos dos navlOs de lmea
para las ocurrencias. Dadas estas providencias, subió á Mé-
xico (1) donde entró el 30 de Noviembre de 1686.


1687. 10. (2) En el siguiente año fué corregidor de la
ciudad, D. Juan Nuñez de VilIavj('encio: procuradores ge-
nerales, Lic. D. José Arias Maldonado, y D. l~rancisco Ga-
tica: y regidor, D. José Velez Guevara (3). Las cuatro
embarcaciones que el conde de Monclova dejó listas en
Veracruz en este año, corrieron el seno Mexicano mas allá
de los montes Apalachesj y aunque no hallaron poblacion
alguna Francesa, con todo, de los muchos fragmentos de
naves de aquella nacion que vieron en las costas, cono-
cieron que habian zozobrado en aquellas inmediaciones:
con este desengaño volvian á la Veracruz, cuan do una
borrasca los obligó á refugiarse á la Habana, de donde
hicieron vela á la Nueva España, gratificando el Virey á
cuantos habian tenido parte en aquella expedicion, y pa-
ra impedir en lo sllccesivo que los Franceses no hicieran
otra tentativa, habiéndose en aquellos tiempos reducido los
Indios (4) de las provincias de Coahuila, el conde de Mon-
clova puso en aq'lellas partes un fuerte presidio, y se fun-
dó una colonia que llamaron la villa de Monclova, con
ciento cincuenta familias, en que habia doscientos setenta
hombres capaces de tomar las armas contra los France-
ses (5). En este tiempo el ayuntamiento, temeroso de que
el conducto del desagüe se atrampase como lo habia anun-
ciado Fr. Manuel Cabrera, suplicó al Virey que mandara
seguir la obra que por trece años habia estado interrum-
pida. El conde de Monclova para procoder con acierto,
reunió una junta general el! la que se resolvió que al mis-
mo religioso se le encargara la ~uperintel1dencia de aque.


[1) Lib. Capitular.
[2] Instrumentos públicos.
[3J Cárdenas, ensayo de la


te año.
hist. de la Florida en es-


[4J
15J


Villaseñor, teat. Americano, p. 2. lib. 5. cap. 41.
Vetancourt, tomo 1. trato 1. cap. 2.




7'2 AI10 de 1688.
Jla obra, como la habia tenido antes, y que se le aumen-
tara la autoridad. Ambas cosas quedaron decretadas (1).
Por este tiempo el conde de Monclova á su costa con-
dujo el agua al convento de religiosas de S. Juan de la
Penitencia con grande utilidad de los vecinos de aquel
cuartel, que quedaron abundantemente proveídos.


1 (\88. 11. (2) En el próximo ailo, una embarcacior.. sa-
lida de la Habana á corsear, apresó una vela enemiga, y
de uno de los prisioneros llamado Rafael Huitz, entendió
el capitan que los Franceses poco antes habian funda-
do una colonia en el seno Mcxicano, y para haccr aqucl
prisionero mas creible su relacion, decia haber estado en
ella. El gobernador de aquella plaza que sabia las diligen-
cias que el virey de México practicaba por aclarar aquel
hecho, le escribió lo que pasaba enviandolc el prisionero:
y habiéndose e~te ratificado en México, el condc conJi-
sionó á D. Andrés J>éz, marinero expcrimentado, para que
con una fragata y una barca de catorce remos, corriera
el seno Mexicano en compañia de aquel prisionero. l)éz
ejecutó su comision sin dejar recodo de aquel mar que
no visitara sin hallar rastro de Franceses. Cerciorado de es-
to, volvió á Veracruz, V la audiencia condenó á Rafael Huitz
por embustero á galeras. En csto trabajaba el conde de
Monclova, y la Nueva Espafla satisfecha de su rectitud y
prudencia, se prometia grandes aumentos, cuando sin haber
cumplido dos ailos fué nombrado por virey del Perú, y
en su lugar D. Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Me n-
doza. conde de Galvc (3), que entró en México el 17 de
Setiembre. Aún no se ponia en camino el conde de Mon-
clava, cuando el gobernador (4) del Nuevo :México avi-
só al Virey que á aquella plaza habían llegado tres Fran-
ceses, que iban á la colonia que su nacion habia poco
antes fundado en el seno Mexicano, cuya noticia sorpren-
dió el ánimo de ambos vireyes, quienes con todas las di-
ligencias practicadas para cumplir los mandamientos del
Rey, no habian podido impedir lo que los Franceses medi·


'-1] Vetancourt, tomo 1 trato de _:lIé);. cap. 2.
[2] Lib. Capitular.
[3] Cárdenas, ensayo á la híst. de la Florida en es-


te año.
[ 4] Lib. Capitular_




Año oc lüS!:J. 78
taban. Asi que comunicado el negocio entre los dos, el
conde de Galve mandó al gobernador de Coahuila, que con
un destacamento, un geógrafo y un intérprete, marchara á
aquella costa, y diera cuenta de las fuerzas que los Fran-
ceses tenian en su Colonia.


lG8!J. 12. (1). D. Alonso Leon, gnbernaoor de Coa-
huila, en el al10 siguiente salió con sus soldados á cum-
plir el mandamiento del conde de Galve. Caminó muchos
dias por aquellos desierto!;, hasta que habiendo ~alido á la
laguna de S. Bernardo, quedó pasmado con la vista de un
fuerte comenzado, y muchos cadáveres aquí y allí de Fran-
ceses, que se conoce que habian muerto, quién á golpes,
quién á flechazos. El gobernador, deseoso de saber aquella
tragedia, á cinco naturales que por fortuna se hallaron, pre-
guntó cllal era la cansa de tan estraüo acontecimiento. U ná-
!limes estos respolldieroll que 110 lu sabian; pero que si
queria averiguarlo, le darÍaJl noticia de aquel suceso cinco
cxtrangeros, que eran reliquias de los que habian desem-
barcado en la vecina bahía que se hallaban entre los Asi-
nais, nacían poco distante. D. Alonso Leon, resuelto á no
dar la vuelta á Coahllila hasta apurar el ca~o, destacó al.
gunos soldados que fueran ú aquella provincia á buscar á
los Franceses, prometiendoles de parte del Virey seguri-
dad, y que serian repatriados. Despues de muchos di as vol-
vieron los mensageros con dos Franceses, cuyos nombres
el'an Jacobo Gro~let, y Juan L' Archiveque; los otros tres
no quisieron fiarse de los Españoles. Estos refirieron que
los Indios impensadamente cuando los suyos estaban ocu-
pados en construir aquel fuerte que llamaron de S. Luis,
les embistieron y mataron, y que ellos y sus compañeros
debian sus vidas á la prontitud con que se pusieron en
salvo. El gobernadnr vuelto á Monc!ova, despachó al Vi-
rey estos Franceses, quienes ante él se ratificaron. Pensando
despues el conde de Galve que aquel negocio era de la
mayor importancia, con el capitan D. AnJrés Péz envió á
la corte dos Franceses, ii. la sawn que Carlos II. que vi-
via temeroso de las prnyectos de aquella nacioll, que no
cesaba de poner asech,tIlzas á las posesiones EspailOlas de
la América Septentrionaí, pensaba €oll darles Ull buelJ gol-


[l ] Cárdetla.~, ensayo él la !listo de la Florida en ('s-
IC (lila.


TOlI. IJ. J ()




74 Año de 1689.
pe en la parte mas floreciente que tenian en aquellas par-
tes, cual era las poblaciones que habían hecho en la isla
Española. Para esto, conociendo la soli~itud y cuidado que
tenia en el real servicio el conde de Galve, dejó á su dis-
posicion el modo de hacer aquella jornada, encargandole
!lobre todo que procurara ccharlos de aquella isla, pues
eran malos vecinos.


13. Al tiempo que esto pasaba en Madrid, fué el le-
vantamiénto general de los Tarahumares y Tepehuanes, uni-
dos con otras muchas naciones, que caen al Norueste de
México, suceso que hace este año notable en la ]¡j,;toria.
Esta sublevacion fué tanto mas peligrosa, cuanto que ha-
bia gran tiempo que secretamente se tramaba, y parecia que
aquellas naciones con haber dado la muerte á los misio-
neros franciscanos y tres Jesuitas, con tódos los Esparro-
les, estaban resueltas á hacer fi'ente á todas las fuerzas de
la Nueva España (1). La causa de este levantamiento filé
la misma que otras veces ha rebelado á los Indios de la
Nueva España: es á saber, las vejaciones que los infeli-
ces sufrian de los Españoles, establecidos en las minas
que abundan por aquella sierra madre. A esto se juntó (2)
que sus antiguos sacerdotes, ó hechiceros les decían, haber
llegado el tiempo en que recuperada su libertad, restau-
rasen la Religion de sus mayores. Los gobernadores de los
presidios inmediatos, oido esto, {¡ toda furia despacharon cor-
reos al conde de Galve, quien respondió ~ue en los pue-
blos fronterizos se hicieran levas, y sin darles tiempo á los
amotinados de unirse, entraran por aquellas provincias, obli.
gando á los Indios á deponer las armas. Los capitanes y
gobernadores cumplieron este órden; pero sus diligencias
fueron inútiles, pues los naturales desde los picachos de
aquellas s erras espiaban la ocasion de embestir á los Es-
pañoles desvandados, y asi sin recibir mal lo hacian. Es~
ta guerra hubiera durado largo tiempo, y acaso se hubie.
ran pcrdido todas aqucllas provincias, como vemos cn nues-
tra edad otras muchas, si los misioneros con apostólico ze.


[11 Apéndice al Cristiano felíz del ilfuratori, relacion
de Sinaloa.


[2] Hist. manuscrita del P. Jaime Dutté, que se con-
serva en la miúon de Hucihucic en la Tarahumara.




Año de 1689 y 90. 75
lo no hubieran apaciguado aquellos pueblos (1). Entre los
demás es digna de conservarse la memoria del P. Juan
María Salvatierra, noble Jesuita Milanés, que sabiendo aquel
levantamiento, bien que á la !lazon estaba lejos de los
Tarahumares, luego que entendió que se les habia pasa-
d<l el primer ímpetu, con la autoridad y amor que se
grangeó entre ellos, pues los habia convertido á la fé, con·
siguió que se sujetaran á los Españoles. Este gran ser·
vicio que aquel Jesuita hizo á la corona, se lo agrade-
ciú el conde de Gah-e en una carta. (*)


1690. 14. llalla que en este año se volvió á tratar de
poblar las Californias, en virtud de nuevas órdenes que ha-
bían llegado al Virey. Estimulaba á Carlos n. insistir en
aquella expedicion, no solo la arduidad de la empresa que
en un siglo no se habia podido conseguir, sino tambien


[1] Apéndice al Cristiano feliz del llJurat. rel. de Si-
nalaa.
[~1 El Erlital'.-En 18 de jl'Iayo de este año de 1689 el


Sr. arzobispo D. Francisco Aguial' y Seixas, arreglan-
dase al procesu é iJ~rurmaciones jurídicas que se practi-
caron, pral/unció s(mtctlcia de ser milagrosa la renovacion
del Cristo cruc~ficwlo (Iue se/'enera en una magnifica ca-
pilla de Sta. Teresa la antigua de il'Iéxieo. Remitióse el
proceso original á Madrid sfgun Salawr. En esta renovacion
portentosa, cuya historia está escrita d'ifusamente con el p1'O-
ceso, y por eso la omüo, consta que en esta imagen su-
frió Jesucristo las agonias que en el triduo de su cruci-
fiJ.:ion en el GÓl!.iotlta. Su infinita misericordia no se con-
tentó con aqu ella pasion gene¡'al hecha por todo el géne-
ro humano, sino que sl{{rió otra para purificar este suelo
Jfexicano de las innumerables abominaciones é idólatras,
con que SI' coinquinó en los muchos siglos en que estu-
vo hundido en aímenes los mas detestables. El culto que
se le drí es magnífico, y á sus pies santísimos den'aman
los jllc,l'icallos sus corazones dwriamente. La vista de
este Señor, lleno de di/{nidad y modestia, no puede de-
jar de conmover al humbre mas endurecido, y nadie osa fi·
jarla fll su rostro sin cOllturbm·se. En ciertos dias dpsJli-
de una fragrancia extraordinaria y exquisita, salida de la
misma efigie.




76 Año de ] 690.
las noticias que corrian de los muchos placeres que ha-
bia en aquellas costas: este nombre dan en la Nueva Es-
paña á los fondos del mar criaderos de perlas, de las cua-
Jes se habian visto algunas en la Europa de tan bello
oriente, que no cedian á las orientales. A mas de esto, el
ímimo religioso de aquel Rey deseaba que en sus dias se
convirtieran aquellas naciones, á quienes no faltaba sino
sacerdotes que las instruyeran en los misterios de la fé.
Para ejecutar el conde de Galve este mandamiento con
parecer de la audiencia, preguntó al capitan (1) Otondo,
que, como dijimos, cuatro años atrás habia vuelto de aque-
lla península, cuánto seria menester para llevar y mante-
ner un presidio en aquellas partes. Este respondió que
treinta mil pesos anualmente bastarian. El Virey mandó
que se aprontara dicha cantidad; pero desgraciadamente en
aquellos dias llegó órden de remitir quinientos mil pc~os
á la córte, dejando para mejor ocasion la expedicioll de
Californias, y de entender solamente en la pacificacion de
los Tarahumares (2). Mientras que en esto entendia, el con-
de de Galve, proveyó que el gobernador de Coahuila fur-
mara un presidio en la laguna de S. Bernardo, en el mis-
mo parage en que los Franceses intentaron establecerse,
]0 que en este año se ejecutó, y se reunieron en tres ¡me-
blos varias rancherias de Indios gentiles, que á lo que con-
jeturo quedaron al cuidado de misioneros fi'anciscanos.


15. Al mismo tiempo que el conde de Galve atendia
á la propagacion del dominio español en aquel continen-
te, hacia grandes preparativos para la jornada de la isla
española. Me persuado á que dió calor á este negocio (:3)
el haber sabido el conde que el gobernador de aquella
isla habia conseguido con las armas desencastillar á los
Franceses de la isla de la Tortuga, de donde habian he-
cho infinitos daños, no solo á las islas, sino tambien {L
la Nueva España. Hechos, pues, estos preparativos, yem-
barcados en la armada de Barlovento, que constaba
de seis naves de línea y una fragata, dos mil seis-
cientos soldados dieron las velas en el puerto de Vera-·
cruz en demanda de aquella, en cuya parte que cae al


[1] Clavijero, hist. de Cal!f tomo 1. Zib 2. párrafo 7.
f2] Vil!ase"ñor, teat. Americano, p. 2. lib. 5. cap. 45.
[3 J Charlcvoix, !lÍst. dI', Sto. Domingo lib. 7.




Afio de 1690. 77
N orte, seIs leguas distante del cabo Francés, Que nuestros
Espaftoles llaman Guarico, ancló con facilidad la arma-
da. El desembarco se hizo sin oposicion de parte de los
enemigos, y alli se nos unieron setecientos Isleños, que te-
nian muy presentes Jos daftos que poco antes recibieron
de los Franceses en la toma de la ciudad de Santiago.
Ignoro los geies que comandaron esta jornada, asi en tier-
ra como en mar, y esta ignorancia mia es tanto mas sen-
sible, cuanto que la accioll fué la mas gloriosa que hubo
cn aqucllos años cn la América. Entretanto, sabido en el
Guarico el desembarco y fuerzas de nuestros Mexicanos,
su gobernador :MI'. Cussi, viendosc sin tropa bastante pa-
ra disputarles el paso, juzgó que el unico partido que se
debía abrazar, era el de disponer una celada; á esta se
opuso el teniente Rey, :MI'. Tranquesnay, que á lo que
parece se preciaba de arriscado, y creyó mas glorioso á
su nacion esperar á los Mexicanos en la llanura de la
Limonada. Este fué el parecer que prevaleció en el con-
8elo de guerra, ado.de se encaminó con las milicias de la
isla y demás gente de guerra MI'. Cu~si, en cuyo valle
con toda comodidad escogiú sitio ventajoso para poner su
campo. Entretanto que los Franceses entendian en esto,
nuestrOs Mexicanos corrian la campaña, sin encontrar cuer-
po alguno de enemigos que les disputara el paso, y sa-
bie'1do de algunos prisioneros que los Franceses se forti-
ficaban en el valle de la Limonada, corrieron trás ellos.


16. (1) Llegados allí, y observado el campo enemigo,
despues de haber jugado la fusileria y artillería, cuando
vinieron á las armas blancas, los Franceses llevados de su
fogosidad arremetieron contra nuestros Mexicanos con tal
furor, que desconcertaron nuestras líneas, y este desórden
acaso hubiera sido principio de la victoria, si quinientos
lanceros que habían venido de N lleva España, y que es-
taban de reserva, no hubieran sacado á los suyos con ai-
re de aquel lance; pues habiendo hecho prodigios de va-
lor, dieron tiempo á que se volvieran tí ordenar las líneas.
Los Franceses entretanto, perdida aquella ventaja, no pu-
diern[} sostener el ímpetu de nuestras tropas, y asi su
derrota fué completa, nn habiendo quedado con vida, si-
no solo lo~ que en los vecinos bosques se salvaron. Co-


(1] Charleooix, hist. de Santo Domingo, lib. 9.


, J




'r8 Año de 1691.
mo qUInIentos quedaron tendidos en el campo de batalla.
entre ellos ~Ir. Cussi gobernador, á quien los nuestros
hallaron traspasado de una lanza, el lugar teniente Rey
Tranquesnay, su sobrino l\fr. Butteval con mas de trein.
ta ofieiales y trescientos Filiburstiers ó piratas, que eran
la flor de las fuerzas Francesas. Esta batalla deeisiva que
se dió en el mes de Enero, hizo á los Espafioles dueños
de todo el Norte de aquella isla, ni volvieron á ver la
cara al enemigo. El eomandanto, considerando que el pero
seguir á los fiJgitivos en un pais embarazado de malezas,
era obra mas larga que gloriosa (1), apresados los buques
que se hallaron, hechos muchos prisioneros, é incendiada
la ciudad del Guarico con las demás poblaciones, sin tocar
á la costa de Ouest, en donde los Franceses tenían bue.
nos establecimientos que seguramente podían haber destrui-
do, dió la armada la vlwJta á Veracruz (2). El conde de
Galve dió solemnemente las gracias á Dios de aquella vico
toria, en Catedral, y D. Carlos de Sigüenza, célebre lite·
rato Mexicano, poco tiempo despues dió á luz la historia
de esta jornada.


1691. 17. (3) Establecido ya en el afio antes el presi-
dio de la laguna de S. Bernardo, que defendia la costa
de los piratas, quedaba por guarnecer la vecina provincia
de Asinais, ó como llaman los Españoles do Tejas. Esta
nacion de natural pacífico, acaso sobro todas las de aquel
continente. mostraba deseos de convertirse á la fé, y de
estar sujeta á los Españoles, razones que movieron al con·
de de Galve á mandar al gobernador de Coahuila que pa-
sara á aquella provincia, y escogiera sitio oportuno en don-
de dejara un presidio, y para la conversion de los natu-
rales proveyó que catorce padres franciscallos trabajaran
en aquel ministerio. El presidio y misiones efectívamente
so pusieron en este tiempo; pero habiendo despues de dos
ó tres años sobrevenido una larga seca, que causó la muer-
te de los ganados que allí se habian llevado, la pérdida
de las sementeras, y el enagenamiento de los Españoles
por las vejaciones que hacian á los Indios, se abandona-


[IJ SI:g-üenz,a, hist. de la guerra de la isla Española
[~! J E~lliara, Bihliot. lV[exicana. fol. 477.
[2) Villaseñar, trato Amaicano, p. 2. lih. 5. cap. 45.




Año de 1692. 79
fOil casi todas las misiones (1). Mientras que esto pasaba
en Tejas, México y sus ciudades vecinas se hallaron afli-
gidas con el azote de la hambre. Parece que la causa ha·
bia sido, no la escaséz de lluvias, sino la!! tempranas hela-
das; pues por lo COffiun de ahí nacen las pérdidas de Jos
maizales en la Nueva Espaiia. La falta, pues, de esta se-
milla, que es la que únicamente causa hambre en aquel
reino, por ser el pan de los Indios, y de la mayor parte
de los Españoles, hubiera sido mayor si el Virey y ayun-
tamiento no se hllbíeran valido de su autoridad para el
abasto, no solo haciendo acarrear los maizes de las pro-
vincias vecinas, sino tambien de las lejanas. Pcro habien-
do sido este año tambien fatal para los naturales, se hi-
cieron plegarias en las iglesias para que Dios se apiada-
ra de aquel reino, en que parece quc las estaciones del
año se habian invertido. A mas de esto, se hicieron rigo-
rosas pesquisas entre los cosecheros, para averiguar si ocul-
taban algunas partidas asi de trigo, como de maíz, y á
los que hallaron los jueces compre hendidos en este deli-
to, sus semillas se adjudicaron al abasto (2). El presente
año no fué escaso de aguas, antes bien fué tan abundan-
te, quc el 9 de Junio á la media noche llovió y granizó
con tal tezon por el Poniente, que cuantas sementeras de
maíz habia por los pueblos de la jurisdiccion de Tacuba,
comenzando desde los Remedios hasta la ciudad, amane-
cieron encharcadas. Esa noche se perdió todo el trigo que
habia en aquellos molinos, y continuando con exceso las
aguas, todos los caminos se pusieron impracticables, y Mé-
xico en diversas calles se inundó; mal que hasta fines del
año durú. De aquí vino que la carga de trigo se pagaba
á veinte y cuatro pesos (3). En el oncio del ensayador
se marcaron en este afio ochocientos mil marcos de plata.


lfj92. 18. (4) Al comenzar á correr el año del SerlOr
de 1692, el noble ayuntamiento de México se componia de
estos oficiales. Superintendente del desagüe, el oidor D. Fran-
cisco Fernandez Marmo.:.lejo: corregidor, D. Juan Nuñez de
Villavicencio: alcaldes ordiuarios, D. Alonso Morales, y D.


[1] Eguiara, Bibliot. .Mexicana fol. I1I.
[2] Sigüenza, en sus manuscrítos.
[3] Gemelll, giro del mundo, p. 6. lib. 1. cap. 8.
r 4] Libro <Japitular.




80 Año de 1692.
Juan de Dios Medina Pi cazo: algnacil mayor, D. Rodri.
go Juan de Rivera Maroto: regidores, D. Diego Pedraza
y Vivero, D. Bernabé Alvarez de Ita, U. Juan de Tor-
res, D. Luis Miguel Luyalldo y Bcrméo, D. Juan Manuel
de Aguirre y Espinosa: escribano mayor interino, D. Ga-
briel Mendieta Revollo: contador, D. Francisco Morales:
mayordomo, D. Francisco Manrique y Aleman: procura-
dor general, el regidor D. Diego Pedraza: alférez -real, el
regidor D. Juan Manuel de Aguirre: diputado de casa de
moneda, D. Luis Miguel Luyando: diputado de alhondiga,
el alférez real: escribano ele dicha, José del Castillo: ca-
pellan, Br. D. Francisco de Esq-"ivel, y desplles de tiem-
po entró de corregidor D. Teobaldo Gorraes Beaumont
y N ayarra. Gobernando éstos la ciudad, el conde de Gal-
ve que estaba muy cuidadoso de la calamidad de la ham-
bre que seguía, y que debía durar hasta la 'mitad del
Otoño, á persuacion de su 3sesor D. Gaspar Sandoval (l),
dió licencia para que el Ur. D. Ambrosio de Lima y Es-
calada diera á luz un libro en que convencía de ignoran-
tes á los médicos que habian aconsejado á la ciudad quin-
ce afios atrás, que prohibiera las siembras del grano que
llamaban blanquillo, que acaso es la álaga ó escanda, co-
mo perjudicial á la salud. En estas providcncias entendia
el conde, cuando la ciudad habia llegado casi al extre-
mo de la necesidad. Y como la gente pobrc se impacien-
ta fácilmente con las calamidades públicas por tocarles mas
de cerca, se tenia gran cuidado en persuadirle que se pen-
saba en el abasto de maíz, que entretanto los ricos con iiU~
ahundantes limosnas suplian la f"lta e.ue habia. En efec-
to, éstos mostraron toda la compasioll quc se podía es-
perar de su cristiandad, y se vieron en este particular
ejemplos dignos de la primitiva I§.desia. Sobre todos ~e se-
ñaló el arzobispo D. Francisco de Aguiar y Seixas, pre-
lado, que euanto excedia á los demás en Sil ministerio, tan-
to daba las mayores prucuas de heroica \'irtud. P')r me-
dio de sacerdotes de su aprobacion (~) consolaba á to-
d,)s, y agotadas sus cuantiosas rentas se adeudó. N o en
valde los ,Mexicanos lo veneraron como á padre comun


[1] Eptiara, Bibliot. jtJcxicana, fol. 11 L
l2] Gcmelli. lib. 2. cap. fL




At10 de 169~. 81
19. (1) En este lamentable estado S'il hallaba México


en el mes oe Junio. cuando la gente maligna que no fal-
ta en las grandes poblaciones, comenzó á murmurar del
gobierno que en aquellos días habia enviado comisarios á
comprar todo el maíz que había en Chaleo, Toluca y Ce-
laya, no de otra manera que si el Virey y regidores hu-
bieran tomado esta providencia para alzar el precio del
maíz. Estas murmuraciones, propagándose de unos en otros,
tomaron tanto cuerpo, que por despique al anochecer del
8, la plebe se amotinó, y despues de haber apedreado las
ventanas de palacio, y cometido otros insultos que no pu-
dieron impedir ni los vecinos de mayor 3,l)ltoridad, ni el
Arzobispo, pegó fuego al palacio del Virey, á las casas de
cabildo y á los cajones, como allí llaman, ó tieooa¡;; de ta-
blas de mercaderes que están al rededor y en el media
de la plaza, de donde robaron todo el dinero que habia.
La Audiencia, corregidor y alcaldes, corrieron, á jUlltar gen-
te para apagar el Incendio; pero sus diligencias fueron inú-
tiles, y el fuego continuó toda lanoohfi~ (2) .. En esto se
trabajaba cuando la voz de que se quemaban las casas de
cabildo, llegó al retiro de 1). Car~de. Sigüenza. y Gún-
gora. Este literato, honor de Mé)\:!co, .~)(citado del amor
de l;ls letras y de la pátria, considerando que euun mo-
mento iban á ser consumidos de las llamas los monu-
mentos mas preciosos de la historia antigua y moderna de
los Mexicano.s, que se conservaban en aquel archivo, con
sus amigos, y alguna gente moza y denodada, á qllien dió
cantidad de dinero, partió para la plaza, y viendo que
por las piezas bajas no era dable subir al archivo, pues el
fuego las habia ocupado, puestas escaleras y forzadas las
ventanas, aquellos hombres intrépidos penetraron en aque-
llas piezas, y aunque, el fuego se propagaba por ellas,
enmedio de las llamas asiendo de aquí y allí los códices
y libros capitulares, los lanzaban á la plaza, en cuyo mi·
nisterio tan arriesgado continuaron hasta que no dejaron
monumento de los que no habian sido devorados por el
fU\1g0, y se salvaron los edificios vecinos en que tuvieron
gran parte los presos que se habian escapado por no' que-


[1] Vetancourt, tomo 1. trato de México, cap. 2. Eguia.
m, Bibliot. JlIexicana, fol. 473.


[2] EguiarIJ, Bibliot. Jl1exicana, fol. 473.
'l'mr. n. 11




H2 Año de 1692.
marse, y en premio de su fidelidad obtuvieron la libertad,
Al mismo tiempo los demás justicias rondaban por los oar-
rios de la ciudad para impedir otros incendios, porque nin-
guno se persuadia á que fueran caRualidad cuatro incen-
Elios en diversas partes á un mismo tiempo. El conde de
Galve temeroso de algun insulto, aquella noche se quedó
en S. Francisco, en donde se hallaba cuando el fuego se
manifestó.
• 20. (1) Al dia siguiente comenzaron las pesquisas de


los autores de los incendios, y se prometieron premios yaun
la impunidad, al que los descubriera. De uno ó de otro modo
se halló que ocho de la plebe habian sido los autores, los que
fueron ajusticiados. A otros muchoS' que tuvieron parte, se
condenaron á la pena de azotes (2). Se quitó el baratillo.
A mas de esto, el conde de Galve- que habia averiguado.
que de fos Indios ociosos y borrachos provino en parte
aquel atentado, mandó que á éstos se les cortaran las
melenas, y que trajeran el vestido y cabello á su usanza
como lo habian mandado repetidas veces los Reyes; á es-
to añadió, que 00 vivieran en los corrales de las casas ri-
cas de México, en donde, con pretesto de servir se ocul-
taban de los recaudadbres de tributos, y no satisfacian á
las obligaciones de cristianos. Por último, para quitar del
todo ]a borrachera, á que los Indios son muy propensos,
con dispendio de las reales rentas, prohibió el pulque (3),
bien que de aquella bebida entraran anualmente en las
cajas reales cien mi! pesos. Si fué ó no prudente este
mandamiento, otros lo vean~ Lo cierto, es, que de conta-
do las naciones de la Nueva España quedaron privadas
de una especie de vino á que estaban acostumbradas des-
de su niñez. Tengo por cierto que un libro que aquella
Universidad publicó (4) en aquel tieulpo sobre los dafios
que causa el abuso del pulque, fué á influjo del conde de
Galve; pero aquel cuerpo de literatos no condenó el uso,
que es muy sano, como lo es el del vino, sino el exce-
so. El daño causado aquella noche montó á tres millones


[1] Vetancourt, tomo 1. trato de JJléx1:co, cap. 2.
[2J Autos que paran en la secretaría de gobicrtW de


México.
r3] Gemelli, p. 6. lib. 1. cap. 3.
[4] Eguiara, Bibliot. l~lexicana. fol. 1 l.




Año de l693. 83
:le pesos. Entretanto habiendo llovido bastantemente, y no
habiendo los maizes tenido contratiempo, la cosecha fué
abundante, V cesú la hambre (1). En aquel mismo año vol-
vió de Macl"rid, con los dos Franceses que dijimos, D. An-
drés Perez: este llevó órden al conde de Galve para que
poblara á Panzacola, y pusiera allí un fuerte presidio. Es-
te puerto, el mejor que ttene la Nueva España en el
mar del Norte, aunque queda distante de México, era uti-
lísimo para mantener la comunicacion con la Florida. En
virtud de este mandamiento, el Conde despachó á Vera-
cruz á aquel capitan á aprestar las embarcaciones que
debian conducir los sugetos que habian de ir. á trazar el
fuerte y ciudad (2).


1693. (3) 21. El primero del afio, el regimiento nom-
bró por a',caldes ordinarios, á D. Miguel de Ubilla, y al
conde de MiravaIle: de mesta, á D. Alonso Morales, y
á D. Juan de Dios Medina Picazo: por alférez real, á D.
Roque Rivera Maroto: por procurador mayor, á D. Juan
de Aguirre: por diputados de propios, á D. Bernabé Al.
varez de Ita. y á D. Rodrigo Juan de Rivera Maroto: de
posito procurador mayor, por escribano mayor, á D. Fran-
cisco de Vera: entró de superintendente del desagüe, el oi-
dor D. Miguel Calderon: y de regidores por nombramien-
to del Virey, D. Antonio Urrutia de Vergara, á D. Alonso
Flores Valdés, D. Francisco y Ardila, D. Pedro de Cas-
tro y Cabrera, D. Francisco Rodesno, D. Luis Moreno de
Monroy, D. Gonzalo Casaus, D. Gerónimo Arteaga y D.
Juan de Urrutia: fué alguacil mayor D. Juan Padilla Arnao:
procurador de córte, en lugar de Vequellina Solís, Juan
Diego Serrano: regidor, el correo mayor D. Pedro Xi-
menez de los Cobos, y capellan de los Remedios, D. Luis
Urrea. A un año turbulento siguió otro quieto, en que el
conde de Galve comenzó (4) á reedificar el palacio de los


[1] Cárdenas ensayo á la Mst. de la Florida en cs-
te año.


[2J EL EDIToR.-Cuanto dice el P. Cabo es exacto,
otro tanto dijo al Rey el conde de Revilla Gigedo en
10 de Enero de 1792 en su carta núm. 352 tomo 164,
por mano del marqués de Baja-Mar.


[3] Lib. Capitular.
[ 4] Emmo. Lorenzana, hist. de la N. E. fol. 28.


*




84 Año de 1694.
Vireyes, destrllido en el incendio del año pasado. En este
entendia, cuando avisado (1) que los buques estaban prepara-
dos para conducir la gente que iba á Panzacola, dió órden de
que acompañara al capitan D. Andrés Péz, el matemáti-
co D. Carlos de Sigüenza,· lo que se ejecutó en este año.
Llegados estos á aquel pllerto,y puestos nombres á aquc-
Ilos lugares, se diseñó la fortaleza y poblacion, las que in-
mediatamente se comenzaron á edificar con los alarifes v
peones que llevaron de Veracruz; y para que estos no qu~­
daran expuestos á los insultos de los corsarios, quedó allí
un destaca monto. Entretanto que esto sucedía en Panza-
cola, en México se perdieron las sementeras de maiz: es-
to incitó al Virey á llevar al cabo su mandamiento, de
que los Indios salieran de los corrales de las casas ricas
de la ciudad, y se fueran á vivir á sus barrios. De la eje-
cucioll de esta órden (2) se vino en conocimiento, que en
los seis años pasados, mas de setecientos Indios, ni habian
pagado el tributo, ni cumplido con la iglesia. Los regi-
dores al fin del año, procuraron acopiar maizes para el
abasto, y el que habia se dispendiaba en la alhondiga eco-
nómicamente.


1694. 22. (3) Fooron oficiales de policía en el siguien-
te rulo, los alcaldes ordinarios D. Juan de Azoca, y D.
Martín de Ursua: de mesta, el conde de Miravalle, y D.
Miguel Ubilla: alférez real, D. Antonio Urrutia Vergara:
diputados de propios, D. Pedro Castro Cabrera, y D.
Francisco Rodesno que tuvo tambien el empleo de obrero
mayor: de posito, D. Juan de U rrutia: alcaide de alame-
da, D. Luis Moreno de Monroy: escribano mayor propie-
tario, D. Gabriel Mendoza Revollo: teniente de corregidor,
el Lic. D. Antonio Sesati: procurador general, D. An-
tonio Urrutia. Hallo en el mismo año, que fué diputado
de propios D. Gonzalo Cervantes: de posito. n. Geróni-
roo Arteaga, y alcaide de alameda, D. Juan de Urrutia (4).
En este año la ciudad y provincias vecinas experimenta-
ron la calamidad de carestía de maíz, por las mismas cau-


[1] Cárdenas, ensayo á la hist. de la F101'ida en es-
te año.


[2) Vetancourt, trato de ¡lIéúc9, tomo 1. cap. 2.
un Lib. Capitular.
ti] Emmo. Lorenzana. hist. de N. E. fol. 28.




Año de 1695. 85
das que en los años pasados; y habiéndose hecho el abas-
to de esta semilla de lejanas tierras, su precio era muy
alto. Durante esta necesidad, sobrevino una epidemia que
llevó al sepulcro millares de personas, no solamente por
los malos alimentos con que se nutrían, sino tambien por
10 t.ocante á los indios, á lo que me parece, por faltarles
el pulque; pues los hombres somos de tal condicion, que si
nos (altan los alimentos y bebidas á que desde nuestra
tierna edad estamos acostumbrados, nos debilitamos, y por
lo mismo quedamos mas expuestos á enfermar. A estos dos
azotes de la Divina justiCIa con que México era afligido.
proveyó Dios el remedio con las limosnas de los ricos, y
con el cuidado que tenia de los enfermos su arzobispo
Seixas, que aunque á la sazon estaba empleado en la fá-
brica del Seminario Tridentino, y en trazar la casa de ni-
ñas honradas y pobres, con todo; personalmente acudia co-
mo padre comun al consuelo de todos. Las aguas fueron
en este año abundantes, y las cosechas como se podian
desear, y asi la epidemia cesó.


H\95. 23. (1) Consta que en este año tuvieron las alcai-
dias ordinarias D. Gerónimo Lopez de Peralta, y D. Fran-
cisco Gonzalez de Peralta: las de mesta D. Antonio de
Urrutia, y D. Juan de Azoca: el alferazgo real, D. Fran-
cisco Guerrero y Ardila: la procuraduría mayor, D. An-
tonio Urrutia de Vergara: la diputacion de propios, D. Luis
Monroy, y D.,Gonzalo Cervantes, que sirvió la alcaida de la
alameda: las plazas de obrero mayor y diputado de pasi-
to, D. Pedro Ximenez de los Cobos: el corregimiento, D.
Carlos Tristan del Pozo: el Rey dió una plaza de re-
gidor á D. Diego Reinoso Borja (2). Un gran temblor
se sintió en México el 24 de Agosto á la media noche,
que repitió al siguiente dia á las siete de la rnafiana, y
asustó á los vecinos (3). Tambien me parece digno de
no omitirse la expedicion que en este afio hicieron los Es-
pañoles é Ingleses contra los Franceses, establecidos en la
isla Española; pues conjeturo que tuvieron gran parte en
ella los socorros que enviaría el conde de Galve. Esta
jornada fué feliz: se destruyeron los fuertes que habian le-


(1)
[~]
[3]


Lib. Capitular.
Emm. Lorenzana, hist. de N. E. fol. 28.
Gacetero Americano, tomo 2. fol. 125.




86 Afio de 1696.
vantado: se les cogieron ochenta y un cañones, y dos Ju-
gares quedaron asolados. Este año perdió México á la
poetiza Sor Juana Inés de la Cruz, monja del convento de
S. Gerónimo, muger de raros talentos, como lo prueban
su~ obras. Los poetas Mexicanos mostraron su sentimien-
to con diversas poesias (1).


1696. 24. (2). El primero del año, conforme al estatuto,
junto el regimiento, nombró por alcaldes ordinarios á D. Fe-
lipe Cuevas, y D. Mateo Cofre Morales: de mesta, áD. Juan
Gerónimo Lopez de Peralta, y D. Francisco Gonzalez de Pe-
ralta: por alferez real y diputado de posito, á D. Pedro Castro
Cabrera: por obrero mayor y diputado de propios, á n. Pedro
Ximenez: eDeste oficio tuvo por compañero al alcaide de ala-
meda D. Juan de U rrutia: por procurador general, á D. Diego
Reinoso BOIja: por segundo alcaide de alameda, á D. Simon
Fernandez Angulo: por procurador de negocios, á Juan Lo-
pez Pareja: por escribano de pasito, por muerte de Mar-
chena. á José del Castillo: por capellan de los Remedios,
por muerte del sacerdote Urraca, al Br. D. Juan de la
Peña (3). El fuerte y poblacion de Panzacola se terminó
con gran gloria del marqués de Galve á los tres años, adon-
de en la armada de Barlovento se condujeron los solda-
dos que habian de formar aquella guarnicion, y los Colo-
nos, bajo el comando del gefe de escuadra D. Andrés de
Arriola. Ignoro el nombre del capitan, á cuyo cuidado que-
dó aquella plaza, como tambien el número de soldados, y
familias que se transportaron de la Vera cruz; solamen-
te consta que aquella colonia se comenzó á llamar Santa
M aría. Ocupado el puerto de Panzacola con un fuerte y
una nueva ciudad, el conde de Galve, despues de ocho años
de gobierno, en los cuales se adquirió UI1 inmortal nombre
por su justicia y prudencia, se volvió á España. En su lu-
gar entró de Virey (4) el 27 de Febrero, D. Juan de Orte-
ga Montañéz, obispo de Miehoacán (5). En aquella J}ri-


[1] Calleja en la aprohacion de las obras de la ma-
dre Sor Juana Inés de la Cruz.


[2] Libro Capitular.
[3] Cárdenas, ensayo á la hist. de la Florida en es-
~e año.


[41 Lib. Capitular.
[5] VttancoIl1·t, tomo 1. tmt. de México, cap. 2.




Año de 1696. 87
mavera, y parte del Estío, cruzó en el mar de la Ravana
una escuadra Francesa. que esperaba los galeones que en
aquel tiempo debian salir de Veracruz para España. Sin
duda que los Franceses creyeron con aquella presa compen-
sar las pérdidas que en el año anterior habian tenido en la es-
pañola, lo que hubiera sucedido si Dios no hubiera des-
concertado sus proyectos salvando los tesoros, por haber-
se detenído aquellos buques mas de lo que se pensaba,
pues no salieron del puerto hasta entrado el Estío. En-
tretanto los Franceses viendo que tardaban mas de lo que
se imaginaron, creidos de que sus designios habian sido des-
cubiertos, el 3 de Agosto embocaron al canal de Bahá-
ma en demanda de la Europa. En este mismo dia, sabido en
México el peligro que corrian aquellos navios que poco an-
tes se habian dado á la vela, se hacian plegarias, y el
obispo-Virey, ciudad y tribunales, llevaron en procesion,
de su santuario á la ciudad, á la milagrosa imágen de Ma-
ría Santísima bajo la advocacion de los Remedios, para que
fuera la intercesora con Dios, y que salvase aquellos cau-
dales (1). El 24 de Agosto, al cumplirse un año del gran
temblor, se experimentó otro semejante.


25. A pedimento del Provincial de los Jesuitas, el obis-
po-Virey les encomendó la -reduccion de los Califomios.
Suceso tan singular, que me ha parecido digno de con-
tarlo desde sus principios. Repetidas veces en esta histo-
ria hemos hecho mencion de las vejaciones que los natu-
rales de aquella península habian sufrido de los pescado-
res de perla (2), que habian sido cle tal naturaleza, que
la audiencia de Guadalajara en cuyo distrito están aque-
llas provincias, se habia visto obligada á prohibir bajo ri-
gorosas penas aquel tráfico. En este estado de abandono
se hallaban aquellos naturales, cuando el P. Juan Ma-
ría de Salvatierra, persona condecorada, movido de los
informes del P. Kino que por tres años estuvo en Ca-
¡ifomias con el capitan Otondo, como antes dijimos, pi-
dió á la misma audiencia que la reduccion de los Cali-
fornios se dejara al cuidado de los Jesuitas, que ellos la
emprenderian sin gasto de la real hacienda. Esta pro-
puesta fué muy bien recibida de aquel fiscal D. José Mi-


[1 ] Em m. Lorenzana. hist. de N. E. fol. 28.
[2J Olavijero, Hist. de Calif. tomo l. lib. 2. párraf. 8,




8" Afios de 1697.
randa". grande amigo del P. Salvatierra, que la pasó á la
audiencia, y ésta al obispo-Vire)', exhortándolo á no de-
jar escapar aquel ventajoso partido, que quizá jamás se
ofreceria semejante. Entretanto el P. Salvatierra, confia-
do en la Divina Providencia, con licencia de sus supe-
riores, solicitó limosnas para obra tan pia. Los primeros
que concurrieron con dos mil pesos fueron el conde de
Mira valle, y el marqués de Buenavista. A ejemplo de es-
tos, otros bienhechores prometieron quince mil pesos, y
de contado dieron cinco mil. La congregacion de N ues-
tra Señora de los Dolores. establecida en el colegio máxi.
mo de S. Pedro y S. Pablo, dió el fondo para una mi-
sion, y el rico y limosnero sacerdote de Querétaro, D. Juan
Caballero y Ocio, prometió fundar dos. Agregóse á csto que
el tesorero de Acapulco D. Pedro Gil de la Sierpe, ofre.
ció prestar una galeota para el transporte dcl presidio, y
dar un pequeño barco para la conducion de vituallas.


26. Con estas prevenciones el pl'Ovincial de la Com-
pañia de Jesus, pidió en forma al Virey liccncia de en·
vial' sugetos á la redueeion de Jos Californios. Este, aun-
que mostraba deseos de que aquel proyecto se verifica-
ra, con todo no quiso otorgar la demanda sin el parecer
del acuerdo. En aquel tribunal hubo sus debates sobre
si convendria ó nó, encomendar aquel negocio á un cuer-
po de religiosos: dudas que ocasionaron la admiracionde
muchos, que se acordaban qUe años atra,s aquellos toga.
dos solicitaron que la Compañía de Jesus se hiciera car-
go de aquella empresa, suministrando el erario cuanto fue-
ra menester para ella. Al fin, como no se pedían subsi·
dios de la real Hacienda, el pedimento fué otorgado c.on
dos condiciones: la primera, que se hiciera sin gravamen
de las rentas reales: la segunda, que se tomara posesion
de aquellas tierras en nombre del Rey Carlos n. Por lo
demás se concedió al P. Salvatierra y Kino, que eran los
promotores de la empresa, y á sus sucesores, que nombra-
ran por capitan y soldados para su seguridad los que qui-
sieran, á los cuales pudieran despedir cuando lo juzgaran
conveniente, dando de ello aviso á los Vireves. Pocos dias
despues que este negocio se evacuó, aportÓ á Veracruz el
nuevo Virey D. José Sarmiento Valladares de la nobilísi-
ma familia de los reyes antiguos' de México, conde de Moc-
teuhzoma y Tula, que entró en México el 18 de Diciembre




Año de 1697. 8H
HJ()7. 27. (1) Junto al ayuntamiento el día de la Cir-


cuncision del Sr., eligió por alcaldes ordinarios á D. Agus-
tín Flores, V á D. Antonio de Deza y Ullóa: de mes-
ta, á D. Ma'teo Cofre Morales, y á D. Felipe Cuevas al-
caide: por procurador general, al alguacil mayor D. Juan
Padilla Arnáo: por diputados de propios, á D. Antonio Ur-
rutia, á D. Alonso Torres de Valdés. y áD. Diego Reí-
naso BOlia: por obrero mayor al marqués del Villar de
la Aguila: por diputado del pasito al primer diputado de
propios, y por alcaide de alameda, á D. Pedro Castro. Ea
el decurso del año, en otros cabildos, entraron de obreN
mayor, D. Pedro Ximenez: de primer cirujane de cárcel
Francisco Molino: de procurador de audiencia, por muer-
te de Pareja, Sebastian Vazquez: de procurador general,
D. Juan Manuel Aguirre: de diputado de propios, D Jo-
sé Ximeno; de alférez real, D. Gonzalo Cervantes, y de
regidores, D. Juan Manuel Aguirre, D. José Xlmenez de
Salinas, y D. Miguel Cuevas Dávalos (2). Mediado Ene-
ro aportó ~on felicidad á Acapuleo el galeon de Filipi-
nas, cuya carga pagó de almoxarifazgo o~henta mil pesos.
Concurrieron <Í la feria que allí se celebró, no solo los
mercaderes de la Nueva España, sino tambien los del Pe-
rú, que arribaron el 22 del mismo mes. en una fragata
de cuarenta y dos cañones, y un patache que debian
conducir al Virey conde de Cañete, y qUe desembarca-
ron dos millones de pesos para emplearlos en mercan-
cias chinesas. Entretanto que la feria ~c hacia, murieron
muchos, como regularmente sucede, por lo malo de aquel
temperamento (3). Apenas se habia terminado la feria, cuan-
do el 25 de Febrero á las diez de la noche un furioso
temblor que duro dos minutos, derribó muchos edificios
de aquel puerto: repitió la mañana siguiente con gran sus-
to de los [.lrasteros: este se exte;ldió mas allá de Méxi-
co, en donde tambien arruinó algunas fábricas (4). Es-
ta calamidad sobrevino á la ciudad al tiempo en que por
una de las causas que hemos dicho, habia escaséz de tri-
go y maíz, repartiendose el poco que habia económica-


[~] Lib. Capitular.
E-] Gemelli, giro del mundo, p. 6. lib. 1. cap. 2.
[3] El mismo, en el cup. 3.
[4] El mismo, lib. 2. cap. 3.
TOM. !l. 12




90 Año de 1697.
mente. Acabada esta provision, repentinamente el 12 de
Marzo se llenó la plaza mayor de gente, y gritaba á las
ventanas del palacio del Virey pidiendo pan. El conde
de Moctheu.zoma asorado de aquellos gritos, y trayendo
á la memona el tumulto cinco años antes sucedido, man-
dó asestar los pedreros á las bocas calles, y por medio
de personas de cuenta que eran aceptas á la plebe, que-
dó apaciguada. Entretanto espidió órden á los cosecheros
que enviaran á la ciudad el trigo y maíz que tuvieran,
como efectivamente se hizo, quedando la ciudad abaste-
cida para dos meses. Entrado Mayo, el trigo nuevo y maíz
de tierra caliente, en donde se hacen anualmente doO! co-
sechas de aquella semilla, se distribuían en la alhondíga á
puerta cerrada á los mas necesitados, estando presente ó
el corregidor, ó alguno del ayuntamiento. Al fin de1 mes,
hallándose que la cosecha del trigo habia sido abundante,
libró el Virey mandamiento para que se aumentara el
peso del pan (1). Libre el Virey de este cuidado, el 25
del mismo mes pasó á habitar al palacio de los vireyes,
restaurado despues del incendio. El 2 de Setiembre del
mismo año, en la Catedral, con asistencia del conde de
Moctheuzoma y tribunales, se cantó una solemne misa (2)
en accion de gracia~ de haber aportado á España la flo-
ta que habia partido de Veracruz el año antes; bien que
los Franceses habian apresado el navío Corta brazos que
hacia Fparte de ella. El oro, plata, y géneros que condu-
jo esta flota, pagaron de derechos en Cadiz cuatrocientos
doce mil pesos (3). El 23 del mismo mes llovió tanto, que
ar:uinadas algunas casas se inundó la ciudad desde S. Juan
de la Penitencia hasta la Alameda.


28. (4) Entretanto el P. Juan María de Salvatierra,
encomendados en México los negocios de Californias á su
amigo el P. Juan de Ugarte, mozo lleno de prendas na-
turales y sobrenaturales, ya se habia puesto en camino
á acopiar provisiones en la fértil provincia del Yaqui, se-
guro de que sus hermanos los misioneros cooperarian á


[1] Gemelli, giro del mundo, p. 6. lib. 2. cap. 5.
[2] El mismo. al cap. 7.
[3] El mismo. cap. 8.
[4] Clavijero, /listo de Calif. lib. 2. párrafo 7.




Año de 1698. 91
la nueva expedicion que iba á emprender. De camino, es-
timulado este varon apostólico del peligro que corrian los
Jesuitas misioneros entre los Tarahumares que poco an-
tes se habían sublevado, y del deseo de apaciguarlos, co-
mo años atrás lo habia hecho en la Tarahumara baja,
pasó por aquella provincia, en donde tuvo mucho que pa-
decer; pero al fin su paciencia y demás virtudes consi-
guieron que se aquietaran y sujetaran á los Españoles.
Llegado al puerto de Yaqui, halló ancladas la goleta y
barco que su amigo el tesorero de Acapulco le habia des-
pachado. Embarcadas las provisiones ellO de Octubre
con un capitan, cinco soldados y tres Indios de diversas
provincias, se dió á la vela el P. Salvatierra en demanda
de las Californias. Con este aparato se emprendió una de
las mas dificiles reducciones del nuevo mundo. La nave-
gacion, con todo que al principio fué trabajosa, se puede
decir que rué feliz. Aportaron primeramente en los puer-
tos de la Concepcion y de S. Bruno; pero hallando la
tierra espantosamente estéril, por consejo del capitan de
los soldados fueron á anclar al puerto de S. Dionisio que
lo hallaron á propósito para el presidía. Luego que des-
embarcaron se hizo la ceremonia de tomar posesion de
la tierra en nombre de Carlos n., y el P. Salvatierra por
la tierna devocion que teriia á la Santísima Virgen, bajo
la advocacion de Loreto, puso á aq uel puerto este nom-
bre. Esta fué la capital de aquellas vastas provincias, de
donde se esparcieron los Jesuitas que gloriosamente tra-
bajaron en la conversion de aquellos infieles hasta su ex-
trañamiento de los reinos de España (1). En este año se
escaseaba en la Nueva España el azogue, por lo cual el
Virey escribió al gobernador de Filipinas que comprara en
la China porcion de aquel metal, y lo despachara á Aca-
pulco (2). La escaséz de que hablamos fué tal, que bien que
el precio del quintal fuera de ochenta y cuatro pesos, los
particulares llegaron á venderlo á trescientos (3). En es-
te año llegó á MéXICO cédula real para que se permitie-
ra el uso del pulque, del cual se cobraron los derechos


[1] Gemelli, p. G. lib. 3. cap. 1.
[2] El mismo autor, p. 6. lib. 1. cap. 11.
[3J El mismo, lib. 2 cap. 10.
~




9~ Afios de 1699 y 700.
acostumbrados (1). El 20 de Octub~e el volean de Popo"
catepetl vomitó fuego.


1698. 29. (2) En el libro Capitular que corresponde
al año que corre, están escritos de alcaldes ordinarios, D.
Juan Salaesa, y D. José Rivera Valdés: de me sta, D.
Agustin U rrutia, Alonso Flores de Valdés, y D. Antonio
Deza y Ullóa: de alférez real y obrero mayor, D. Pedro
Ximenez: de procurador general y alcaide de alameda, D.
Juan de Agllirre: de diputado de propios, D. Pedro Cas-
tro Cabrera, y D. Francisco Guerrero y Ardila: de posi.
to, D. Diego Reinoso de Borja: de mayordomo de propios
por renuncia de Manrique, D Juan Vazquez, y en lugar
de éste que era cobrador sobre los derechos del aguar-
diente, se puso á D. Francisco Manrique (3). La noticia
de la paz que se hauia hecho entre España, Francia, é
Inglaterra y Holanda, el 19 de Noviemure del año pasa·
do, que una balandra Inglesa habia llevado á la Havana
por órden del gobernador de Jamaica, se celebrú con fies·
tas en México, y aquel comercio que habia padecido tan-
to con la guerra, recobró toda su actividad.


1699. Fueron en el presente año oficiales de policía,
los alcaldes ordinarios D. Antonio Carrasco, y D. Juan
Luis Bueno Baeza: de mesta, D. Agustin de Urrutia, y
Alonso Torres Valdés: alférez real, D. Diego Reinoso Bar·
.ia: procurador general. D. Juan Manuel de Aguierre: di-
putados de propios, D. Manuel de Cuevas, y D. José Xi·
meno: de posito, D. Pedro Castro: obrero mayor, D. Pe-
dro Ximenez: alcaide de alameda, D. Juan de Aguirre, y
alguacil mayor, D. Miguel de Cuevas Dávalos.


1700. 30. (4) Siendo alcaldeR ordinarios el último año
del siglo presente, D. José de la Puente, y D. Andrés Ber-
rio: de me sta, D. Antonio Carrasco y D. Juan Luis Bue-
no Baeza: alférez real, D. José Ximeno Salinas: procura-
dor general, D. Diego Reinoso Borja: diputados de pro-
pios, D. Pedro Castro Cabrera, y D. Pedro Ximenez de
los Cobos: de posito, D. Miguel Cuevas: alcaide de ala-
meda, D. José Ximeno: escribano de alhondiga, Gines de


fI 1 Lib. Capitular.
[2] El mismo, lib. 4. cap. 1.
[3] Gemelli, p. 6. lib. 3. cap. 8.
[4] Lib. Capitular.




Aiio de 1700. 93
Castro, y corregidor D. Miguel Diaz de la Mora. por di-
ligencias de éste y los regidores, se limpiaron las acequias
que cortan la ciudad, providencia que de cuando en cuan-
do se toma para evitar los inconvenientes que acarrean
á las grandes poblaciones las aguas muertas. Acabado es-
te trahajo (1) el 22 de Agosto, de cincuenta y, cinco años
de edad, en el hospital del amor de Dios de que era
capellan, falleció el virtuoso y célebre literato Mexicano,
D. Carlos de Sigüenza y Gúngora, nacido para las ma-
temáticas y otras ciencias, sugeto á quien debemos los
monumentos que se han conservado de la historia anti-
gua y moderna de los Mexic-anos, particularmente el apre.
ciabilísimo del viaje de esta nacion desde Aztlán en el
Norte de la America, hasta colocarse en la laguna de Me-
xico, de que hizo un presente al viagero Gemelli (2) pa-
ra que 10 publicar a, como lo hizo, en su giro del mundo.
Los mauuscritos de este insigne varon que se contenian
en 28 tomos en folio, los dejó en su testamento á los pa-
dres de la Compañía de Jesus, entre quienes vivió mu-
chos años; pero por condescender con los ruegos de su
padre, se vió precisado á dejarlos. Estos manuscritos se
conservaban en la librería del colegio máximo de S. Pe-
dro y S. Pablo de México; pero en nuestra edad, por no
sé qué fatalidad, apenas quedaban nueve ú once tomos.
Con estas obras dió á aquel colegio el mismo D. Carlos
sus libros que fueron cuatrocientos setenta cuerpos. La fa-
ma de las letras de cste eclesiástico, no fué como la de
los demás criollos que queda sepultada en aquel continen-
te; la de D. Carlos de Sigüenza voló en España, y el Rey
Carlos lI. lo hizo su cosmógrafo: de allí pasó á Francia,
de donde Luis el grande que deseaba recoger en París los
mayores hombres, le escribió convidándolo con un buen
partido que no quiso admitir.


[1] Eguiam, Bibliot.iYIexicana, fol. 483.
[2] Gemelli, giro del mUlIdo, p. 6. lib. 2. cap. 6.


EL EDlTOR.-Abty raro es el documento manuscrito que
existe hoy rn l}léxico de este sábio de siglo. Apenas se
vé en la Universidad UIt fragmento que dió al VÚ'ey so-
bre la fortaleza de UMa en 31 de Diciembre de 1695, fir-
mado de su puño y letra; ¡tal es el abandono en que han
f:stado las letras entre nosotros!




94 AiJo de l'/OU.


SUMARIO DEL LIBRO DECll\fO.


1 ~ Entra la casa de Borbon en la corona de Espa.
ña por muerte de su Rey Carlos IJ. Despacho de la
Reina gobernadora. 2 C; Se refiere la ceremonia de los
lutos. 3 ~ Exéquias del Rey difunto. 4 ~ El presidio de
Californias padece gran necesidad de víveres. Inútilmen-
te se acude al Virey. 5 C; El P. Juan de Ugarte pro-
veido de buenas limosnas vuela á socorrerlo. Se divulgan
muchas calumnias contra los Jesuitas de Californias. 6 e;
Felipe V. y otros bienhechores socorren á los Californios.
Los Ingleses alzan el sitio del fuerte de S. Agustin de
la Florida. 7 C; Los tesoros de la Nueva España que ha-
bian escapado de una escuadra enemiga, caen en otra.
Se concede á los Franceses por diez aiios el asiento de
los negros. 8 q El Duque de Alburquerque pone gran
cuidado en la eleccion de gobernadores de las plazas, y
aumenta la armada de Barlovento. 9 ~ Viene de Cali-
fornias á México el P. Valdusa á solicitar del Virey las
limosnas que Felipe V. habia mandado dar á Jos misio-
neros, y que se fundara al Norte de aquella península
un fuerte; pero nada consigue. 10. Se benefician los em-
pleos de la casa de moneda. 11. Contiene los oficiales de
policía. Elogio del Duque de Alburquerque. Entra de
Virey el Duque de Linares. 12. Cae nieve en México. y
un gran terremoto derriba muchos edificios dentro y fue-
ra de la ciudad. 13. Por diez años se concede á los In·
gleses el asiento de los negros. 14. Se celebra en Mé-
xico el naCimiento del Infante D. Felipe Pedro Gabriel.
15. Hambre y epidemia en Nueva España. 16. En la
Canal de Baháma se pierde la flota de la Nueva Espa.
ña. Singular caridad de dos procuradores Jesuitas. 17.
El marqués de Vale ro socorre al presidio de Tejas. Tix.
jana cacíque Floridano vá á México. 18. El Tonatiuh, ca-
cÍque del N ayarit vá á México, y promete sujetar su
provincia al Rey. lU. Descripcion de dicha provincia. 20_
Los Franceses rinden á Panzacola. 21. El marqués de Va-
lera enYia al Uey una águila de dos cabezas. 22. Se guar-
nece la provincia de los Tejas, y la bahía del Espíritu
Santo. Llegan los Galeones ú Cadiz. 23. Se sujeta la pro-




Año de 1700. 95
vincia del Nayarit. 24. Se ponen en la provincia dos
presidios. Se incendia el hospital Real. 25. Comienza el
gobierno del marqués de Casa Fuerte. Se quema en la
plaza de S. Diego un esqueleto de un Indio N ayarita.
26. Felipe V. abdica la corona. Se jura en la Nueva Es-
paña á Luis 1. 27. Muére Luis l., y Felipe V. vuelve á
tomar el gobierno. 28. Llega á Veracruz una flota. Adorna
el Virey la Alameda. 39. El marqués de Casa Fuerte edi-
fica la aduana y casa de moneda. 30. El inquisidor Gar-
zeron ordena los presidios de la Nueva España. Llegan
a Veracruz los azogues. 31. Carga de la nave de Filipi-
nas. 32. Derechos que paga. 33. El marqués de Casa Fuer-
te envia á Tejas una colonia de Canarios que llamó de
S. Fernando. Se restaura la calzada de S. CristobaJ. Se
termina la aduana, y la casa de moneda.


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96 Año de 1701.


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LIBRO DECIMO.


1701. 1. (1) EN el año del Señor de 1701, el 1 ~
de Enero, entraron de alcaldes el conde de Peñalva, y
D. Diego Velazquez de la Cadena: de mesta, D. José de
la Puente, y D. Andrés Berrio: de alférez real, y alcai-
de de alameda, D. Miguel Cuevas: de procurador g(~ne­
raI, D. Diego de Borja: de diputados de propios, D. Juan
Aguirre, y D. José Ximeno: de pasito, D. Pedro Castro:
de obrero mayor, D. Pedro Ximencz: de escribano de
alhondiga, Diego Ruiz Rivera: de secretario de cartas, el es-
cribano mayor D. Gabriel Mendieta: de regidor. D. José
Medina Picaza. Comenzamos á escribir la historia de un
año que fué de los mas turbulentos, por haber pasado
la mOI!arquÍa Española de la familia de los Austriacos á
la de los Borbones, por cuya causa se conjuraron contra
España y Francia casi todos los reinos de la Europa, pa-
reciendo que una ú otra, ó acaso ambas, habían de qlle-
dar arruinadas; pero Dios que fácilmente desconcierta las
cuentas de los mortales, de las sangrientas guerras que
siguieron, nació la exáltacion de una y de otra. Bien es
verdad, que en aquellos primeros años de furor en que
las Españas estuvieron divididas en bandos, se debilitó la
monarquía, y de esta debilidad de la madre pátria, resul-
tó en el nuevo mundo que el gobierno perdiera á los prin-
cipios parte de su actividad; pero con la mejora del buen
partido, poco á poco no solo reeobró su vigor, sino que
se adelantó tanto, que llegó al explendor que en nuestra
edad goza, En el reino de México no hubo parcialidades (2):


[1] Lib. Capitular.
[2] México siguió entonces la suerte de España sin


que se notase la menor alterarion en los ánimos, porque
aun no estaba formado el e.\]>íritu público. CoUjese esta




Aiio de 1701. 97
todos siguieron el partido del que nombró por heredero
de la corona su Rey Carlos n., y esta constante fideli-
dad de los Mexicanos sirvió de tanto consuelo en sus vi-
cisitudes á Felipe V. (1),. que pensó allí refugiarse (2). La
Reina gobernadora, Mariana de Neubourg, participó al conde
de Moctheuzoma y al ayuntamiento el 10 de Noviembre,
la fatal noticia de la temprana muerte de su marido
Carlos, sucedida el 1 ~ de aquel mes. Este despacho no
arribó á México hasta el 7 de Marzo del presente año.
Abierto con las formalidades correspondientes, se halló que
la Reina mandaba que en los lutos de su marido se ob-
servaría la pragmática que los rclormaba, que habia si-
do publicada en Madrid ocho años antes. En cumplimien-
to de este mandamiento, aquel Virey comunicó al acuer-
do la real cédula, pidiémlole su parecer sobre el cere-
monial que se debia guardar en la publícacioll de los
lutos. Este, tres dias despues, propuso al Virey el cere-
monial de que se hablará despues, que diputara dos mi-
nistros que entendieran en la pompa de las exéquias;
que librara mandamiento á las ciudades y alcaldes mayo-
res para que hicieran los funerales; y por cuanto los mer-
caderes luego que supieron la muerte del Rey, habían es-
tancado todas las bayetas de ca~tilIa, que es de lo que se
visten en los lutos, con el fin de venderlas á precio su-
bido, que mandara fijar el precio de estas á veinte rea-
les vara, multando á los que la vendieran á mayor pre-
cio en quinientos pesos, y perdimiento de las bayetas, que
se aplicarían al juez, cámara y denunciador, y para que
llegara á noticia de todos se publicara bando. El conde
se contormó con este parecer; y nombrados por comisarios.
que entendieran en los funerales á los oidores D. Juan
de Escalante, y D. José de Lu,a, añadió que incurrieran
en la misma pena contra los mercaderes, los que com-
praran las bayetas mas caras.


2. En el mismo dia libró el Virey órrten al ayunta-
miento de que el 16 publicara los lutos; y para que aquella


conducta con que se observó en 1808, cuando Bonaparte
invadió á Espmia, y se conocerá la diferencia de una
época con otra.-El Editor.


[1] Ladwcat. aI't. de Felipe V.
l~] Lib. Capitular.
TO~f. JI. 13




98 Año de 1701.
demostracion de sentimiento se hieiera con la pompa que
se debia, que se guardara el ceremonial que le proponia,
el que se ejecutó al pié de la letra en el dia destinado,
saliendo entre diez las y once de la mañana de las casas de
cabildo {¡ cabaUo, los trompetas y timbales con casacones
de luto, sus instrumentos enlutados, y dispuestos con sordi·
nas: siguieron los maceros con ropones ncgros á su usan-
za, y con las mazas enlutadas: venian despucs por su ór-
den diez y seis ministros de vara de la audiencia ordina-
ria: tres tenientes del alguacil mayor: despues el corregi-
dor, alcaldes, procurador, alguacil mayor y escribano de
cabildo con lutos largos, faldas caidas, sombreros engoma-
dos, y los caballos con gualdrapas negras. ¡Tal era el uso
de aquellos tiempos! Con este aparato, llegaron al pala-
cio, en donde el conde de Moctheuzoma los recibió cor-
tesmente, y les dió parte de la muerte del Rey. Habiendo
la comitiva vuelto á tomar los caballos, se ejecutó el pri-
mer pregon á las puertas de palacio por DIego Velazquez:
entonces se hizo seña al campanero, y la campana mayor
de Catedral sonó doscientas veccs, á que correspondie-
ron las campanas de setenta y una iglesias, que habia en
México, yen sus arrabales. Con la misma pompa, por segun-
da vez, se pregonó la muerte de Carlos JI. en las casas
arzobispales; la tercera en la inquisicion, y la última en las
casas de cabildo. Duró el doble desde aquella hora hasta
las ocho de la noche, y hubiera continuado varios dias á
no estár tan próxima la semana santa. Es digno de no-
tarse, que siendo en aquel dia el tiempo sereno, como 10
es casi siempre en la Nueva Espafia cuando se acerca
la primavera, y aun entrada esta, luego que comenzaron á
doblar se entoldó el cielo, y no volvió la serenidad hasta
que las nubes descargaron copiosos aguaceros.


3 (1) El 22 de Marzo fué el dia señalado por el Vi-
rey para recibir los pésames de los tribunales que hicie-
ron su cumplido con este órden: la real audiencia con el
acompañamiento de sus ministros: el tribunal de cuentas.
oficiales reales, contadores de tributos y alcabalas: la muy
noble, insigne y leal Ciudad: la real Universidad: el régio
Consulado: el Protomedicato: las Religiones: el Illmo. y


[I] Exé'luias celebradas en México á Carlos ll. im-
presas.




Año de 1702. 99
Exmo. arzobispo D. Juan de Ortega Montañéz, con el ve-
nerable Dean y Cabildo. En el recibimiento de estos se
pasó la maíiana, quedando la tarde para recibir al tribu-
nal de cruzada, títulos, nobleza y caballeros. Los fune-
rales se hicieron el 26 y 27 de Abril; en este interme-
dio trabajaron los arquitectos y pintores un mausoléo que
en una de las naves de Catedral formaba un cuadro de
catorce varas de frente, en que estaban las inscripciones
de las acciones heroicas del difunto Rey: sobre este cua·
dro se levantaba una soberbia pirámide ochavada, que te-
nia cinco cuerpos de fingido mármol, que iba á rematar
con el estandarte real. En toda esta máquina estaban bien
repartidas cuarenta arrobas de cera del Norte, que al dia
siguiente se mudaron. Llegado, pues, el 26 de Abril por
la tarde, al ruido de todas las campanas de la ciudad,
se entonaron las vísperas de difuntos, las que termina-
das, el penitenciario de aquel cabildo D. Antonio Ga-
ma dijo la oracion latina en alabanza de Carlos 11. Al
siguiente dia al amanecer, todos los órdenes religiosos en
las capillas que se les habian destinado, cantando el ofi-
cio de difuntos, celebraron solemnes misas, y á la hora acos-
tumbrada, con asistencia del Virey, tribunales y nobleza,
hizo el arzobispo el funeral, y predicó el canónigo D. Ro-
drigo Garcia.


Hechos estos oficios al Rey difunto, y satisfecha& las
obligaciones ·del vasallage. se pensó en señalar dia en que
se alzara por Rey á Felipe V.


(1) A los 4 de Noviembre, el conde de Moctheuzo.
ma, despues de cuatro años de Virey en que se mostró
muy prudente, se volvió á España: y en su lugar tomó
posesion del gobierno en el mISm') dia por segunda· vez,
el arzobispo de México, D. Juan de Ortega Montañéz.


170:2. (2) El primer dia del siguiente año, el regimien-
to puso por alcaldes ordi'larios á D. Tomás Terán, y á
D. Felipe Estrada: de me sta, al conde de Peñalva, y á
D. Diego Velazquez de la Cadena: por alférez real y al-
caide de alameda, á D. Pedro Castro: por procurador ge-
neral, á D. Juan de Agnirre: por diputadl)s de propios, al
obrero mayor D. Miguel de Cuevas, y á D. Dieg,J Bor-


r 1 ] Libro Capitular.
[2 J Clav!Jcro, hist. de Calif. lib. 2. párraf. 13.


;;




100 Año de 1702.
ja: de pasito, á D. José Ximcno: por secretario de carta"
al escribano mayor D. Gabriel Mcndieta. Entretanto la
nueva colonia de Californias, como sucede en las gran~
des empresas, sufria grandes contrastes por la esterilidad
de las costas. El P. Salvatierra que de su natural era
generoso, fiado en la Divina Providencia mantenía á cuan-
tos Indios acudían al presidio de Loreto. Ni habia otro
arbitrio para aficionarlos á los Espaiioles que ir poco á po-
co inspirando en su ánimo el amor á la religion de Je-
tiUcristo que se les Pl·edicaba. Esta facilidad de este mi-
sionero en pais esracísimo de mantenimiento, atrajo tan-
tos naturales, que los víveres se escasearon. Agregóse á.
esto, que el barco que habia ido á cargarlos al puerto
de Ahorne en el Yaqui habia fracasado. Estos contra-
tiempos no hicieron caer de ánimo á aquel Jesuita, que
encomendaba á Dios su establecimiento, y esperaba el so-
corro de aquella necesidad por medio de sus bienhecho-
res. Efectí\'amente, nada hubiera tenido que desear si no
le hubiera faltado la condesa de Galve; pues esta Seño-
ra le habia prometido su proteceion, y conseguir del Rey
Carlos n. que cooperara á la reduccion de los Calitor-
nios; pero como la muerte cortó en flor la vida de éste,
se frustraron sus esperanzas. Asi que se vió precisado á.
recurrir al conde de l\foctheuzoma, exponiéndole la ne-
cesidad del presidio y de los misioneros; pero este recur-
so fué inútil, porque pasada la súplica á la Audiencia,
ésta, inmoble en su máxima de que del erario exhausto
no se habia de concurrir ni con un maravedi, respondió
que no habia lugar á la peticiono Aquellos togados no se
hacian cargo que es muy diverso el establecimiento de un
presidiO y su conservacion; y si los padres de la Com-
pañía de Jesus á ambas cosas se habian cbligado, con to-
do, en una pública calamidad, provenida de una desgra-
cia, y cuando era evidente que de mantener á los Indios
qU6!1cudian al presidio dependia la conservac)()n de éste,
y la reduccion de aquellos, á lo menos por equidad se
debia socorrer. Pero esta es la condicion de los hombres,
que lo que con ánsia desean, si lo consiguen no se cui-
dan de conservarlo.


5. El P. Juan de Ugartc que hacia de procurador de
aquella nueva cristiandad, luego que entendió que nada
habia que esperar del Vírcy y Audiencia, con las limos-




Año de 1702. J01
nas que juntó en México voló á consolar á sus herma-
nos: de camino, acopiadas grandes provisiones entre los
misioneros de Sinalóa y Yaqui, aportó á Loreto al tiem-
po que la necesidad llegaba al extremo. En este tiempo los
enemigos de los Jesuitas divulgaron en México, que no
en valde se confinaban en las Californias: que el fin era
apropiarse la pesca de perlas, y juntar grandes tesoros.
A esta calumnia se agregó quc por enfermedad del ca-
pitan de aquel presidio, el P. Salvatierra substituyó á D.
Antonio Melldoza, hombre inquieto, que no pensó sino
en revolver á sus soldados contra el mismo padre, lamen-
tándose con ellos del miserable estado á que estaban re-
ducidos, pudiendo enriquecer se con la pesca de perlas. pues
no eran empleados sino en hacer de peones de las obras
públicas, en abrir caminos, y en entender en la lahranza
de los ca m pos. Pero el P. Salvatierra que conocia que
la ruina de las CalifornÍas sería abrir la puerta á la co-
dicia de los soldados, sin hacer caso de las murmuraciones
del capitan, velaba en que las fábricas y demás hacien-
das fueran adelante. Esta constancia de aquel Jesuita obli-
gó al capitan á escribir al conde de Moctheuzoma y á
otras personas; pero como los informes de éste no se
acordahan entre sí, se desatendieron. No obstante, los ene-
migos de los Jesuitas se valieron de ellos para publicar
la grande autoridad, que en aquellas tierras querian estos
padres abrogarse; no de otra manera, que como si allí quisie-
ran establecer una especie de monarquía. El desvanecer
estos rUlllores costó gran tiempo y trabajo, y no es de
nuestra historia el decirlo todo: lo que hace al caso es,
que la verdad se aclaró, y la santidad del P. Salvatier-
ra despues de esta prueba fué mas notoria.


6. (1) Este fué el estado de las Californias en los
cuatro primerr¡s años. En el presente hubo grande esca-
séz de semillas; pero Dios que cuidaba de aquellas mi-
siones las proveyó abundantemente por medio del nuevo
Rey Felipe V.: que bien que se hallase empeñado en una
sangrienta guerra contra casi todas las potencias de Eu-
ropa, y aun contra parte de España, se acordó de los
desvalidos Californios que estaban en un rincon del mun-
do nuevo: y habiendo dado á los Jesuitas los agradeci-


(l] Clavijero, hist. de Calij. tomo 1. lib. 2. párraf. 20.




102 Año de 1703.
mientos de sus tareas apostólicas, libró mandan'liento al
arzobispo-Virey de que anualmente se pagaran á los Je-
suitas empleados en aquellas misiones seis mil pesos. A
mas de esto, el marqués de Villapuente fundó en aque-
Bas provincias tres misiones, y á su ejemplo D. Nicolás
Arteaga con su muger Doña Josefa ValJejo otra. De es-
te modo aquellas misiones fueron cada dia en aumento
(1). Mientras que esto pasaba en México, los Ingleses de
la Carolina, disp'iesta una expedicion de aquellos naturales
bajo el comando del coronel Moore contra la Florida, si·
tiaron la plaza de S. Agustin; mas cuando los Españole~
que habian recibido refuerzos de la N veva España se de·
fendian valie~temente, se avistaron diversas velas que ig-
noraban si iban del reino de México ó de la IIavana en
socorro de aquella plaza. Los Ingleses que no se espera·
ban esta visita, alzaron el sitio COIl tanta precipitaeion que
abandonadas las municiones de guerra y boca, talando el
país se volvieron á Charlestown.


7. (2) En esos dias en la Catedral se cantó una so-
lemne misa con asistencia de los tribunales, por haber
llegado á salvamento á la Havana los galeones que en
aquella primavera habian dado las velas en Veracruz, sin
encontrar una escuadra enemiga (,ue los esperaba en la
sonda de la Tortuguilla (3). Estos mismos galeones que
habian escapado de este peligro, no pudieron evitar el ser
apresados cerca de Vigo de las escuadras combinadas de
Inglaterra y Holanda, que tiempo habia los esperaban; en
cuyas aguas derrotada la escuadra Francesa q'le manda-
ba el conde de Chateau Renaud, y echadas á pique varias
embarcaciones, los tesoros de Nueva Espaua pasaron á los
enemigos (4). Entretanto la escuadra Francesa del gene-
ral Ducás habiendo pasado en las costas de España á vis-
ta de los enemigos aport6 felizmente á Veracruz. En ella
fué el nuevo virey V. Francisco Fernandez de la Cueva
Enriquez, Duque de Alburquerque, y marqués de Cuellar,
quien luego que saltó en tierra sUpC\ que desde el 1 C; de


[1] Gazetero Americano, tomo 1. fol. 14.
[2] Eguiara, Bibliot. Mexicana, fol. 401.
[31 Vos~hien, diccionario ~eograf.
[41 Cárdenas, ensayo á la hist. de la Florida


te año.
en es-




Años de 1703 y 704. 103
Mayo (1) conformo al tratado do Madrid del año antes,
se habia puesto en dicho puerto la factoría Francesa del
asiento de los negros que debia durar por diez años, en
el cual aquella nacion se obligaba á proveer á las isltis
v continente de cierto número de esclavos Africanos á
precio moderado. Habiendo, pues, el Duque de Alburquer~
que dado las órdenes convenientes para evitar contesta-
ciones con una nacion benemérita de la corona, y colma-
do de bonores y regalos al general Dueás, subió á Mé-
xico, en donde entró (2) el 27 de Noviembre.


1703. 8. (3) D. Tomás Terán y D. Felipe Estrada,
fueron alcaldes de mesta en el siguiente año: los ordina-
rios, D. Carlos Samaniego, y D. Pedro Dávalos: el alfé-
rez real, obrero mayor: y alcaide de alameda, D. Juan de
Aguirre: el procurador general, D. Miguel de Cuevas: los
diputados de propios, D. Pedro Castro, y D. José Xime-
no: de posito, D. Diego de Borja: el secretario dü cartas
el escribano D. Gabriel Mendieta, y el mayordomo de po-
sito, en lugar de Angulo, D. Francisco Manrique. Luego
que el Duque de Alburquerque entró en posesion del vi-
remato, procuró gobernarlo con aquel tiento y afabilidad
que convenia en tiempos tan peligrosos, en que unas pro-
vincias de España empuñaban las armas contra las otras.
De ahí nació el cuidado que puso en el gobierno militar,
y en poner por castellanos de las fortalezas á personas
de confianza, de cuya fé habia pruebas, pues conocia muy
bien que de otra manera la guerra civíl podia cundir por la
N ueva España. A mas de esto, por haberse multiplicado
asi las escuadras enemigas como los corsarios, aumentó
la armada de Barlovento, qué corriendo aquellos mares
hizo algunas presas; y aunque es verdad que varios na-
vios de comercio asi Españoles como Franceses fueron
apresados, con todo, la costa estuvo limpia de corsarios.


1704. 9. (4) Junto el cabildo el primer dia del año,
salieron nombrados por alcaldes ordinarios el conde de
Santiago, y D. Alonso Navias Bolaños: de mesta, D. Car-
los Samaniego, y D. Pedro Dávalos: por alférez real, di-


[1]
[2]
[3]
[4]


Tratado de Utrech, tomo 1. fol. 466.
Lib. Capitular.
Lib. Capitular.
Lib. Capitular.




104 Año de 1704.
putado de propios, y alcaide de alameda, U. Pedro Xi-
menez: por procurador general, D. Miguel de Cuevas: por
diputado de propios. U. Pedro Castro: de posito y obre-
ro mayor, D; Diego Borja: por secretario de cirtas el es-
cribano D. Gabriel Mendieta. En el decurso del año p:Jr
muerte del alcalde ordinario Bolaños. substituyó el re-
gimiento al alférez real. En el mismo año el P. Salva-
tierra (1) desde Califi)rnias despachó á México al P.
Juan Manuel Baldasua. El fin de este viaje era solicitar
bastimentos para aquellas misiones que estaban afligidas
de la calamidad del hambre, y del Duque de Alburquer-
que, el cumplimiento de las órdenes del Rey que habia
llegado en aquel Abril, de dar á los misioneros de aque-
lla provincia la misma limosna que se pagaba de las ca-
jas reales á los demás misioneros de las otras provincias
de Nueva España, sin peljuicio de lo asignado para acei-
te, vino, vasos sagrados y demás utensilios de Iglesia que
se suministraba á las misiones recientes. A mas de esto,
mandó que se edificara un presidio en lo mas septentrional de
aquella costa, en que hubiera treinta soldados que sirvie-
ran de resguardo de las misiones que por aquella parte
se establecerían, y de que refrescaran 10il que venian en
los galeones de Filipinas. Por último, que se enviaran á
aquellas tierras familias, que enseñaran á los Indios las
artes. Pero esta solicitud del P. Baldasua no tuvo efecto,
ni tampoco el pagamento de los seis mil pesos que dos
años antes se habian comenzado á dar. El Duque de Al-
burquerque, bien que desease cooperar al aumento de las
Cahfornias, se hallaba con el erario no solo exhausto, si-
no tambien adeudado, pues los tesoros de la América no
bastaban para sostener la guerra, y este fué el motivo de
dar largas para la ejecucion. Asi que, aquel Jesuita cono-
ciendo que su prf'sencia era inútil, se volvió á Californias
á tiempo que la necesidad era tanta, que ya se pensa-
ba en abandonar el presidio de Loreto, lo que acaso se
hubiera ejecutado si el incomparable Juan Ugarte, colum-
na de aquella cristiandad. no se hubiera ofrecido á sustentar
á los misioneros y soldados con raices y frutus de la tier-
ra hasta que llegaran las provisiones de Sinalóa y Sono


[1] Clavijero, Hist. de Calf( lib. 2. cap. 2R




Años de 1705 á 1707. 105
ra. Resolucion con que cobraron tanto brio los soldados, que
protestaron oponerse á la marcha de los misioneros.


] 705. (1) Consta que en el presente año fueron al cal.
des ordinarios, el marqués de Guardiola, y el conde de Lo~
ja: de me sta, el conde de Santiago: alférez real y dipu.
tado de propios, D. Miguel de Cuevas.: procura?or gen!"-
ra! y alcaide de alameda, D. Pedro XIInenez: dIputado de
propios y obrero mayor, D. Pedro Castro: secretario de
cartas, el escribano D. Gabriel Mendieta. Despues de tiem.
po, por muerte del conde de Loja, entró de alcald~ el
obrero mayor. Fué superintendente del desagüe el OIdor
D. Juan Escalante.


1706. (2) En el año siguiente, el muy noble ayunta-
miento puso por alcaldes ordinarios. á D. Juan Leonel
Cervantes y á D. P~dro Castro, y Cabrera: de mesta,
al marqués de Guardiola: alférez real y diputado de po-
sito, á D. Pedro Castro: por procurador general y alcai-
de de alameda, á D. Juan de Aguirre: 'por diputado de
propios y obrero mayor, á D. Pedro Ximenez, que tuvo
por compañero en la diputacion á D. José Ximeno: por se-
cretario de cartas, al escribano D. Gabriel Mendieta. En
el mismo año entró de corregidor D. Nuño Nuñez de Vi-
lIavicencio, y murió el alcalde ordinario de segundo vo-
to; pero no consta quien haya sido substituido en su lu-
gar.


1707. (3) Los oficios de policía se dieron en el año
que corre de este modo: las alcaldias ordinarias, á D. Jo-
sé Elisalde y á D. Antonio Terán: la de mesta , á D.
Juan Leonél Cervantes: el alferazgo real, la diputacion
de posito y la alcaidia de alameda, á D. Juan de Aguir-
re: la procuraduria general, á D. Miguel de Cuevas: la
diputacioll de propios, á D. José Xi meno y á D. Pedro
XimeIiez, que tambien fué obre\'!) mayor: fué secretario
de cartas, el escribano D. Gabriel Mendieta, y superin-
tendentes del desagüe, el oidor D. Baltasar Tobúr, y D.
Juan Diaz Bracamonte (4). En la hist0ria de este año no
hallo otra cosa digna de ser contada, que haberse bene-


[1] Lib. Capitular.
['2] Id.
[3J Lib. Capitular.
[~] jJJurillo geograf.
10M. 11.


lib. 9. cap. 2.
14




106 Años de 1708 y 1709.
ficiado los oficios de casa de moneda. El de tesorero se
J?uso, hasta ciento cincuenta mil pesos, y los otros tres de,
fundIdor, ensayador. y marcador, en ciento sesenta mil.
Ni esto debe hacer fuerza si se considera la renta que go-
zaban los empleados en aquella real casa; plles en estos
tiempos (1) el tesorero tenia cincuenta y cinco mil pe-
sos, el ensayador y fundidor, oficios que gozaban los car-
melitas descalzos del desierto, quince mil: el de marcado!'
de diez á once mil. y así de los demás; de modo que los
oficios mas viles, como de barrer alguna oficina, no ba-
jaban de un peso al dia.


1708. 11. (2) Gobernaban la ciudad en este afio los al~
caldes ordinarios, D. Fernando Mier, y D. Antonio Urru-
tia Vergara:. de mesta , D. José Elisalde y D. Antollio
Terán: fué alférez real y alcaide de alameda. D. Geró-
nimo Arteaga: procurador general y diputado de posito,
n. Miguel de Cuevas: obrero mayor y diputado de pro-
pios, D. Pedro Ximenez, que tuvo por compañero en es.
te oficio á D. José Ximeno: secretario de cartas, D. Ga-·
briel Mendieta el escribano. En este año se hicieron en
México grandes fiestas por cl nacimiento del príncipe de
Asturias D. Luis, que habia nacido el aüo antes á Jos 25
de Agosto.


1709 (3) En el dia de la Circuncision del Señor en-
traron de alcaldes ordinarios, D. José Nuñez de Villavi-
cencio y D. I,uis Moreno de Mouroy: de me sta, D. Fer-
nando Mier y D. Antonio Urrutia: de alferez real. de alcai-
de de alameda y de obrero mayor, D. Pedro Xirnenez: de
procurador general, D. Miguel de Cuevas: de diputados
de propios, D. Juan de Aguirre y D. Gerónimo Arteaga:
de posito. D. José Ximeno: de secretario de cartas, el es-
cribano D. Gabriel Mendieta: de escribano de alhóndiga.
Jacobo Gomez Paradela (4). HácJa estos tiemp'Js Felipe V.
hizo merced al Duque de Alburquerque, en premio de su
buen gobierno de la Nueva España, del toison que con
gran solemnidad le puso el decáno de los inquisidores D,
Francisco Veza.


[1] Gemelli, giTO del mundo, p. 6. lib. 2. cap. 2.
[2J Libro Capitular.
[3J Id.
[4] Emrrw. Lorenzana, hist. de N. E. fol. 30.




Años de 1710 y 1711. 1O'i
1710. (1) Cuando se contaban del nacimiento de Je-


sucristo 1710 años, fueron alcaldes ordinarios, D. Miguel
Gonzalez del Pinal y D. Marcos Tapia: de mesta. D. Jo~
sé Nuñez de Villavicencio, y D. Luis Moreno de Monroy:
alférez real, alcaide de alameda y procurador general, D.
Miguel Cueva5: diputados de propios, D. Juan de Aguir-
re y D. Gerónimo Arteaga. que tambien lo fué de posi-
to po~ muerte de D. José Ximeno: obrero mayor, D. Pedro
Ximenez: secretario de cartas, el escribano D. Gabriel Men-
dieta: escribano de alhóndig~. Gerónimo Ruiz Cabal (*).


(2) Al fin del afIO, el Duque de Alburquerque que por
ocho años continuos habia gobernado la N ueva Espa-
ña con la mayor moderacion y prudencia, y que habia sa-
bido preservarla de turbulencias y partidos, se volvió á Es-
paña, entrando en su lugar el duque de Linares, D. Fer-
nando Alencastre Norofia, y Silva.


1711. 12. (3) En el año que sigue empezaron á ejer-
citar los cargos de regidores todos estos caballeros por
nombramiento del nuevo Virey: el conde de Santiago, el
marqués de las Torres de Rada, D. José Nuñez de Villa-
vicencio, el Marqués de Altamira, el conde de Fresno, el
de Mira valle, D. Gerómmo Monterde, y el marqués de


f1] Lib. Caplt/dar.
f*] NOTA. En este año se erigió el tribunal de la AcO/'-


dada, por providencia acordada de la Audiencia de J'lféxico,
y que le (lió el nombre con que Cha sido concluido en to-
dos tiempos. Aprobólo el Rey, y se consiguieron los efec-
tos que se deseaban, haclendolo independiente de todos los
demás tribunales, y únicamente del Virey de l~féxico. Ce-
sado los robos y escándalos que se cometian en las ciu-
dades y caminos, volvieron á quedar inseguros y eJ'Pues-
tos, cuando dejó de existir dicho tribunal por la consti-
tucion de las córtes de Cádiz de 1812. El gefe de es.
te juzgado era conocido con el nombre de capitan ó juez
de Acordada: nombraba sus tenientes provisionales, y en
todo se conducía bajo la direccion del Virey. Si lo vie·
ramos restablecido, ahorrarla el gobierno los muchos miles
de pesos que gasta, en que los destacamentos de tropaF
cuiden los caminos.


[2] Id.
[3] Lib. Capitular.




108 Año de 1712.
B!l~l1avi~ta: éste, por eleccion del regimiento, fué alra!(k
<'rdinario con D. Pedro de Luna: Je rnesta, D. Miguel
Gunzalez del Pinal, y D. Marcos Túpia: alférez real, D.
Juan de Aguirre: procurador general, el marqués de AI-
tamira: diputados de propios, los condes de Santiago y
del Fresno: obrero mayor, el alcai€le de alameda, D. Ge-
rónimo Monterde: diputado de po sito, D. José Nuilez de
V iIIavicencio, y secretario de cartas, el escribano 1). Ga·
briel Mpndieta. Entrado el al1o, fué diputado interino de
propios, D. Manuel Guazo: juez de aguas, D. Miguel de
Cuevas: alguacil mayor por el Rey, D. Mateo Morales
Chofre: diputado de alhóndiga, de propios, y alférez real,
D. 'José Nuñez de ViIlavicencio: el Virey puso por re-
gidores, á los Marqueses del Villar, del Aguila y de Vi-
llapuente, á D. Pedro de Luna Gomez, ú D. Antonio Te.
rán. á D. Diego Ufl"utia, á D. Juan del Castillo, y á D.
Pedro Carrasco Maróz. Este afio fué singular por dos
cosas: la primera, por una nevasca, fenómeno de que en
nuestra edad se acordaban los viejos, y que no se vió mas
en México hasta el dia de la Purificacion de la Santísi-
ma Virgen María en el año de 1767 (*). La otra, por un
espantoso terremoto (1) que se sintió el 16 de Agosto, que
duró casi media hora, y arruinó muchos edificios de la
ciudad. Dos meses despues se experimentó otro que no
hizo daño. El duque de Linares, sin perdonar ÍI sus ren·
tas, reparó las fábricas maltratadas, y socorrió á los pobres
cuyas casas se habian desplomado. Este caballero, desde
que entró de Virey, se mostró liberal y caritativo. Era á
la verdad, uno de aquellos hombres que por inclinacion son
propensos á hacer bien, y los males comunes los sentía
no de otra manera que los propios.


1712. 13 (2) Hallo en el libro Capitular de este alio.
que fueron alcaldes ordinarios, D. Pedro Escorza, y D. Pe-
dro Ximenez: de mesta, el Marqués de Buenavista y D.
Pedro de Luna: alférez real, y diputado de propio!'! y del
posito, el marqués de Altamira: juez de aguas, el conde
del Fresno: procurador general, D. Juan del Castillo: di-
putados de propios, el segundo alcalde de mesta, D. Jos(


f*J Otra hubo en Diciembre de 1813~ 1 J Emm. Lorenzana, hist. de N. E. fol. 30. [2J Lib. Capitular.




Año de 1712. 109
Nujjcz de Villavicencio, y por renuncia del alférez real el
juez de aguas: de pasito. D. Diego Urrutia y D. Pedro
'Carrasco, y obrero mayor, el alcalde ordinario de segun-
do voto: escribano de alhóndiga Juan Ramo: secretario de
cartas, el escribano D. Gabriel Meudieta: alcaides de ala-
meda, el segundo diputado de po sito D. Adrian Aleman,
y por decreto del Virey D. Diego Baldivieso. Al consi-
derar que entre los oficiales de policia se ven en este
aiio tres alcaides de alameda, cosa nunca sucedida, me ha-
ce congeturar que aquel público paseo, ó se aumentó, IÍ
se hermoseó. Tambien la prontitud de los Ingleses, prin-
cipalmente cuando se trata de establecer en algun país
casas de comercio, me obliga á creer que el 1 ~ de Ma-
yo cuando espiraba el tratado (1) con la Francia, el go-
bernador de Veracruz puso al Factor Inglés en posesion
del comercio de negros esclavos, que debia durar por diez
alios; tratado que se habia hecho por motivo de la guer-
ra de sucesion á la monarquía Española. A Felipe V. que
se hallaba á la sazon dueño de casi toda España, pensan-
do en salir con honor de una guerra que parecia intermi-
nable, se le ofreció el arbitrio de separar de la liga for-
mada contra sí, á las potencias combinadas; y como la
segunda en este órden era Inglaterra, por medio de sus
embajadores que asistian al congreso que entonces se te-
nia en Utrech, se dirigió á la Reina Ana, proponiéndole
que con tal que desistiera de la guerra, concedería á su
nacion que en las islas de la América y puertos de tierra
firme, pudiera establecer casas de comercio que abastecie-
ran de negros esclavos á aquellas tierras, conforme á lo
que diez años atrás se habia ejecutado con los Franeeses,
cuya concesion acababa el 1: de Mayo. (2) Aquella Reina
que ya estaba cansada de la guerra, por el poco fruto que
de ella sacaba, aceptó esta proposicion que sirvió de pre-
liminar á la paz. Este tratado es conocido con el nombre
de Asiento. Efectuado que rué en Veracruz y demás puer-
tos de la América, con grandes utilidades de los Ingleses,
ii.lé en adelante un manantial de disputas entre ambas na-


[l) Tratado do Utrech, tomo 4. fol. 4666. impreso en
TJlrech en 1712, en francés.


[2) De qué diferente modo piensa hoy y obra la In-
~laterra declarandose enemiga de la esclavitud.




no Afio~ de l'lla y 'IU.
ciones, pues los Ingleses faltaban frecuentemente 11 las con"
diciolles de este tratado; porque l'Iiendo una rle ias prin-
cipales la vigésima tercia, en~que se decia Que pOI' nin<Tun
caso se permitiría que los Illgleses con el pretesto de lle.
val' esclavos introdnjeran mercaderías, con perjuicio del
comercio de España, jamás esto se cumplia; y para que
los mi'1istros de la aduana estuvieran mas vigilantes en el
mismo tratado, se les conminaba con la pena de muerte,
si ocultamente permitian introducirlas.


1713. (1) En el aJio flue sigue tuvieron los cargos de
alcaldes ordinarios, .1). l)ie~o Velazqucz de la Cadena, y
D. Pedro Escorza: de mesta, D. Pedro de Luna Gorraés:
de alférez real. juez de aguas, y diputados de propios, el
conde del Fresno: de procurador general, D. Juan del
Castillo: de obrero mayor y diputado de propios, D. Pe-
dro Ximenez: de pos ita, el marqués de Altamira, y D.
Pedro Carrasco, que tambien sirvió la a!caida de alame-
da: secretario de cartas, el escribano D. Gabriel Mendie-
ta, y de justicia mayor, el marqués del Villar del Agui-
la (2). El 11 de I~ebrero por mandamiento de Felipe V.
se cantó en Catedral, con asistencia del Virey y tribuna-
les, una solemne misa en accion de gracias de haber la
Reina dado á luz el 7 de Jnlio del atlo pasado un in-
fante, á quien se le pusier'-¡Il por nombres Felipe Pedro
Gabriel; y estando próxima la cuaresma. se adelantaron
las fiestas que en semejantes acaecimientos se hacen, por
lo cual en los quince dias inmediatos hubo corridas de
toros, y los gremios mostraron su regocijo con carros triun-
fales. Publicó estos espectáculos en canciones, el abogado
D. Diego Ambrosio de Orcolaga. Me inclino á creer que
en este año se adelantaron las heladas, y por lo mismo
se perdieron las sementeras de maíz.


1'114. 15. (3) El regimiento, á pluralidad de votos, escogió
por alcaldes ordinarios á D. Antonio Cervantes, y por
tercera vez, ú D. Pedro Escorza: de me sta, ú D. Diego
Velazquez de la Cadena: por alférez real, á D. Juan del
Castillo: por diputados de propios, al juez de aguas, c( n-
de del Fresno, y al obrero mayor n. Pedro Ximenez: de
posito, al marqués de Altamira, y al alcaide de alame-·


[1] Lib. Capitular.
(2J l1as tres gmcias manifiestas en llfé:t'ico, 1713.
r31 Libro Capitular.




Año de 1714. 111
da D. Pedro Carrasco: por procurador general, á D. Ma.
teo Morales Chofre: por secretario de cartas, al escriba-
no D. Gabriel Mendieta. Fué corregidor interino D. Mi-
guel Diaz de la Mora (1). Congeturo que aun no se ha-
bian acabado las fiestas que en México se hacian por el
nacimiento del infante 1). Fernandv, cuando llegó la in-
fausta noticia de la muerte de su madre la Reina Luisa
María Gabriela de Sabova, sucedida el 14 de Febrero:
gran pérdida para España, pues era muy amante de la
nacion, y tenía una superioridad de genio poco comun á
su séxo y edad. Las pesadumbres, se puede decir, le abre-
viaron sus dias, y no fué la menor ver á su padre que
se había declarado enemigo de su marido. Los lutos se
publicaron en México conforme á la costumbre, al tiempo
que la dcsolacion era general en la Nueva España, por
la hambre que se padecía, que fué tanta segun nos con-
taban nuestros mayores, que por las calles no se veían
sino enjambres de pobres pidiendo pan. En esta calami-
dad el arzobispo D. Fr. José Lanziego, y el duque de Li-
nares, se mostraron padres comunes, y sus haberes los gas-
taron en S0correr á los pobres. Aun duraba (2) este azo-
te de la .:ivina justicia, cuando sobrevino una epidemia
originada sin duda de les malos alimentos, que hallando
á los pobres debilitados les fué fatal. La caridad de los
ricos fué el consuelo de estos infelices. Parece que una
y otra cosa no fueron duraderas, y que al fin del año con
la abundante cosecha de maíz, cesó tambien la epidemia
(3).~ Entretanto que en México se padecian estos males
en el mes de Agosto, de la colonia que poco tiempo an-
tes habian fundado los l,'ranceses, y que congeturo que
pocos años despues llamaron Nuevo Orleans, llegaron al
presidio del Río grande en Cóahuila dos Franceses que
iban á proveerse de toros. Estos po, mandamiento del Du-
que de Linares pasaron a México, y le refiri'''-,IP' los gran-
des deseos que tenia n los Indios Ansinais ó T, _; _~s de con-
vertirse. Esta embajada llegó á MéxICo al iiCOlpO que
aquel Duque deseaba guarnecer de nuevo aquella provUl-


[1] Alvarez Colmo Anales de España y de Portugal, tomo
l. fol. 280.


[2] Emm. Lorenzana. ln"st. de N. E. fol. 30.
(3] Villaseñor, p. 2. lib. 5. cap. 45.




1l~ Año de 1715.
cia, por lo cual nombró por eapitan de aquel presidio Íl
D. Domingo Haman, á quien dió facultad de poner vein-
te y cinco soldados, y encargó á los padres franciscanos
que volvieran á aquellas misiones (1). En el mismo año,
Ó acaso en el antecedente, en el nuevo reino de Leon
cuarenta leguas al S;ldeste de Monterey, se fundó una
nueva colonia, que cn honor del Virey llamaron S. Feli-
pe de Linares.


1715. 16. (2) El dia primero del año conforme al es-
tatuto, se pusieron por alcaldes á D. Diego CarbalJido, y
á D. José Cristobal Avcndaño: de me sta, ií D. Antonio
Cervantes, y á D. Pedro Escorza: por alférez real, á D.
Pedro Carrasco: por procurador general, y juez de aguas
al conde del Fresno: por diputados de propios, al alcaide
de alameda. D. Miguel de Cuevas, y al obrero mayor D.
Pedro Ximenez: de posito, al marqués de Altamil'a, y D.
Juan del Castillo: por secretario de cartas, al escribana
D. Gabriel Mcndieta: por capellan de ciudad, al Br. D.
Bartolomé de Rivillas, y por substituto, al Lic. D. Juan
Ignacio de Santibañez (3). La pérdida de la rica flota
que en la primavera habia salido de Veracruz, filé muy
sensible á toda la N lleva España. Esta habiendo embo-
cado en el Canal de Baháma con tiempo borrascoso,
rué combatida de continuas tempestades, hasta que el 31
de Julio hallándose entre los cayos de la Florida, (asi lla-
man á Jos Islotes, á la flor de agua), desgraciadamen-
te casi todas las embarcaciones fracasaron. De tal desgra-
cia apenas escaparon, como sucede en semejantes lances,
los mas atrevidos que se apoderaron de los botes que
llegaron á la costa. Es digna de alaharse la accion he-
roica de dos procuradores Jesuitas que pasaban de Mé-
xico á Madrid y Roma, y se nombraban los padres An-
tonio de Figueroa Valdés, Mexicano, y Pedro de Loyo-
la: ambos fueron rogados de sus amigos á saltar en una
lancha, y evitar la muerte; pero uno y otro pospusieron
su vida á la salud eterna de tantos naúfragos, que no qui-
sieron abandonar en aquel extremo lance.


Al fin del año estaba ya restablecido el presidio de


[lJ
[2]
[3'
. J


Villaseiior, p. 2. lib. 5. cap. 40.
Libro Capitular.
Eguiartt, Ribliat. Z¡le.úcana, fol. 88.




Año de 1717. 118
Tejas, y los padres franciscanos se empleaban en redu-
cir á aquellos gentiles, y formar pueblos.


1716. 17. Por segunda vez fueron elegidos en el si-
guiente año los mismos alcaldes ordinarios, D. Diego Car-
ballido, y D. José Cristobal Avendaño, demostracion que
no se habia antes visto, sino en D. Pedro Escorza: entró
de alferez real y de _ juez de aguas, por escusa de D.
Miguel Cuevas, y de D. Juan de Aguirre, D. Pedro Xi-
monez: de diputado de propios y de posito, el marqués de
Altamira. V el obrero mayor, conde del Fresno: de alcai-
de de alameda, D. Juan del Castillo: de escribano de di-
putacion, Antonio Alvarez! de secretario de cartas. el es-
cribano D. Gabriel Mendieta, y de alcaide de alhóndiga
D. Miguel de Aramburu.


(1) Este fué el último año del gobierno del Duque de
Linares, quien por Agosto entregó el baston á D. Balta-
sar de Zúñiga Guzman, Sotomayor y Mendoza, Duque de
Arión, y marqués de Valero. Gongeturo que este Virey
llevó cédula real al inquisidor D. Francisco Garzeron, de
visitador de los tribunales y. presidios de la Nueva Es-
paña, de que inmediatamente tomó posesion (2). Apenas
el marqués de Valero habia comenzado á gobernar. cuan-
do recibió un expreso de Tejas, con quien el capitan D.
Domingo Ramon le participaba el hambre que experimen.
taba aquella provincia, que era tal, que si no era socor-
rida presto, se veria en la necesidad de abandonar aque-
lla tierra, V retirarse con sus soldados á Coahuila. El mar-
qués de Valero con el nuevo Gobernador de Coahuila pro-
veyó que se llevaran víveres, soldados y menestrales que
{)nseflaran las artes á aquellos Indios.


1717. (3) Del libro Capitular consta que fueron alcal-
des ordinarios en el año que corre, D. Cristohal Aven-
daño, y D. Pedro Carrasco: de mesta, D. Diego Carba-
lIido: alférez real, D. José Nuñez de Villavicencio: obrero
mayor y juez de aguas, el conde del Fresno: procurador
general, el marqués de Altamira: diputado de propios. n.
Juan de Aguirre, y D. Miguel de Cuevas: de po sito yal.
caide de alameda, D. Juan del Castillo: secretario de cal'-


[1] Libro Capitular.
[2] Villaseñor, p. 2. lib. 5 cap. 45.
r3] Libro Caditular.
TOM. n. 15




114 Año de 1717,
tas, el escribano D, Gabriel Mendieta: alcaide de alhon-
diga, D. Manuel Hodriguez de la Rosa: regidor por el Rey,
D. José Gonzalez Movellan, y capellan de ciudad, D.
Juan Mancilla. En aquel año, por ausencia del alférez real,
C1~t:-Ó á servir aquel puesto el conde dlll Fresno, y por la
mIsma causa se substituyó ú éste el marqués de Altaflli,
ra (1). En el mismo año el cacíque Floridann Tixjana-
que á la sazon con grande comitiva se haJlaua en Pan-
zacoJa, mostró deseos de ir á J\Ióxico: el gob,'maclor de
aquella colonia que deseaba desembarazarse de aqueJlos
huéspedes, que le consumian los bastimentes necesarios,
habiéndole alabado el pensamiento lo emba.rcó en prime-
r~ ocaslon. Llegado á México el marqués de Valero, lo
llIZO albergar decentemente, de que quedó tan prendado
aquel Indio, que pidió el bautismo y recibió por nombres
los del Virey. Al volverse prometió mantener la paz con
los Españoles (2). El Duque de Linares que se habja
quedado en la Nueva Espaiía, ó por sus enfermedades, ó
aCaso porque gustaba cid temperamento de México y de
la vida privada, murió en este ailo. Su funeral. se hízo con
gran pompa y con gran llanto, en S. Sebastian, Iglesia
de los Carmelitas descalzos ("). l';8te caballero fué uno


[1] Cárdenas, ensayo ú la hist. de la Florida en es-
te año. [2] Emm. Lon!mana, hist. de N. E. fol. 30.


[j(.] El retmto de CUC¡'PO entero del Duque de Linm'es se
halla en la portería de Santa Teresa la Nueva, pues fué su
bien hech<J r. Dejó á su sucesor una iJlstruccion muy sábia
para conducirse en el gobierno de ~Iéxico, la que pasará
por modelo en las de su das/'. En la obra titulada: México
por dentro y fuera, bajo el gobierno de los vireyes, que
publiqué por suplemento á la Voz de la Pátria en 1831,
'en la pftgina 125. artículo Baratillo, se lee una descrip-
cion exáctísl'ma que hace de este mercado el Duque de
Linares, no menos que drl carácter de nuestra gente po-
1Jll1ar. "La plebe [dice] es pusilánime; pero mal inclinada,
y por esto, y pOI' su gran multitud, merece alguna aten-
ClOno Ella se mueve con gran facilidad á los concur.YOb'
c~n el ~n de robar en tQ(I~IS part~s, p'l!e:y sin escrúpulo,
dlré á V. Bra. que el que tiene la mlehcldad de ponedo
por obra. siempre está reincidiendo en el pensamiento •••.




Año de 1718. 115
dc los Vil'C):'CS mas amables que han gobernad:) a Méxi-
co, y á qlllcn su liberalidad y limosnas le grangearon el
amor de aquellos vecinos (1). En este tiempo el arzo-
bispo D. Fr. José Lancicgo entendia en la fábrica del co-
legio de Niñas pobres de Belén.


17IR 18. (2) D. José Martinez Lejarzar y D. Juan
Manuel Arg-üelles, fueron en este año alcaldcs ordinarios:
de me sta, D. José Cristobal Avendaílo V D. Pedro Car-
rasco: alférez rcal, D. Juan del CastillO': juez de aguas,
D. Miguel de Cueyas: procurador general. D. Juan de Aguir-
re: diputados de propios, el obrero mayor D. Antonio de
las Casas, y el conde del Valle: de posito, y alcaide de
alameda, D. Juan de Baeza: secretario de cartas, el escri-
bano D. Gabriel Mendieta: escribano de alhóndiga, Cristo.
bal Rodriguez: contador, D. Francisco del Barrio Loren-
zot: corregidor, D. Ramon de Espiguel Dávila: y re~ido­
res por nombramiento del Virey, el marqués de Guardió-
la, el conde del Valle, D. Antonio de las Casas y O1'e-
llana, D. José eristobal Avendaño, y D. Juan de Baeza
(3). El Tonatiuh, cacique del N ayarit. provincia distante
de MéxICo ciento ochenta leguas al Norueste de Zacate-
cas, pasó á México acompañado por orden de aquel cor-
regidor, del capitan D. Santiago Roja. La vellida de es-
te indio fué con el pretexto de pedir al Virey misione-
ros que bautizaran á los suyo~, y de reconocer al Rey de
España por señor de su provincia; pero en realidad, el fin
era obtener del marqués de Valero, que pudiera su na·


La plebe no es el mayor daño que robe, sino la recípro-
ca protecr!Oll quP. hallan los delincuentes para eludir el
castigo, ya en el parentesco religioso ó eclesiástico, ó ya
en la consanguineidarl con los que aquí tienen representa-
cion; pues sin se/' mordaz, es suficiente que haya sido una
ama de leche, ó de un hijo de pila [que basta llamarse compa-
dres] para tiranizar el aUJ.:ih·o de la justicia, y vale/'se de
su casa para que esté oculto en ella.') ¡Qué bien conocia
el duque de Línares á los ¡)[exicanos del bajo pueblo! Lo
peor cs, que los de su época en nada se diferencian de
los de la presente.


[1] Emmo. Lorenzana, concilio jlfe:eicano fol. 224.
[2] Lib. Capitular.
[3] Apostólicos afanes.




116 Año de 1718.
cion cargar sal en las costas del mar del Súr cercana,
á sus tierras, pues los vecinos de estas, por cierta hosti-
1idad de los N ayaritas, no permitian que se acercasen á
aquellas salinas, y no teniendo esta nacion otro tráfico que
el de sal que llevaban á vender á Zacatecas y á otras
minas, se les hacia muy duro quedar para siempre pri-
vados de aquella corta utilidad. El marqués de Vab'o, no
obstante que sabia esto, deseoso de que en sus dias se am-
pliara el dominio e~pañol por aquella provincia, trató muy
bien al Tonatiuh, y se valió de aquella ocasion para sus fi-
nes, con tanto mas gusto cuanto que habia oído decir, que
aquella provincia era la madriguera de cuantos fora-
gidos huian de la justicia de la Nueva Galicia, que esta-
ban seguros de hallar asílo entre aquellos indios. A mas
de que era gran mengua del gobierno de la Nueva Es-
paña, que reducidas y bautizadas todas aquellas naeiones
que quedaban al rededor del Nayarit. solo aquella provin-
cia se mantuviera en su gentilidad é independencia; mu-
cho mas que las diligencias que se habian practicado pa-
ra esta empresa, hasta entonces habian sido inútiles, pues
cuatro expediciones se contaban ya, unas por órden de
los Vireyes, y otras de la Audiencia de Guadalaxara. El
mismo efecto habian tenido las tentativas de varios varo·
nes apostólicos, y todo por instigacion de los mal hecho.
res, que decian á aquellos indios que con la libertad per-
derian sus bienes.


19. Es evidente, que la reduccion de esta provincia cuan-
do no fuera libre, era por su situacion dificultosísima, pues
corriendo de Norte á Súr al pie de cuarenta y cinco
leguas, de Oriente á Poniente por mas de treienta, toda
la provincia se componía de los despeñaderos que forma
en aquella parte la gran sierra madre que corre de la
una á la otra América, por lo cual pocas gentes apos-
t adas en aquellos desfiladeros, con las piedras que tienen
á mano, podian derrotar un ejército bien ordenado. Aun
en nuestros dias, que los misioneros Jesuitas teniamos cui.
dado de la composicion de caminos, apenas podia ir por ellos
tlna bestia á media carga, y cuando caminabamos por la
provineia, á veces era necesario cerrar los ojos para no
desvanecernos. Con todo, la tierra es abundante, á lo que
parece, de minerales ricos, que los indios tienen cuidado de
ocultar á los Españoles, y tan fértil, que en las cañadas




Año de 1719. 117
'lue forman tres grandes rios que cortan la provincia, y
que abundan de pescados de exquisito sabor, se dan casi
sin cultivo maizes. frutas y añiles, y otras producciones que
apenas las creeriamos si no las hubieramos visto. La len-
gua Cora, que en la mayor parte de estos pueblos se habla,
es tan dificil, que si no se está entre ellos muchos años,
110 se puede aprender; y tiene de particular, que no se ase-
Ill ..eja Ú otra dé las naciones que tiene vecinas: de don-
de parece que se puede colegir que estos indios decien ..
den de alguna raza particular que se refugió en aquel rin-
con del mundo nuevo. Pero volvamos á la historia. El mar-
qués de Valero para que aquellos indios no se arrepin-
tieran de sus ofrecimientos, otorgado el comercio de la
sal, y encomendados á los Jesuitas que los mismos Indi'ls
habian pedido por misioneros, nombró por capitan de aque-
lla provincia á D. Juan de la Torre. á quien dió órden de
que juntara gente de guerra para formar presidios en ella.


17 W. 20. (1) El primero del año, juntos los capitula-
res en la sala de cabildo, hicieron alcaldes ordinarios á D.
Antonio de las Casas y D. Gaspar l\Iaderazo: de mesta, á
D. José Martinez Lejarzar y á D. Juan Manuel Argüelles:
alferez real, á D. Pedro Carrasco: juez de aguas. á D. Mi.
guel de Cuevas: procurador general, á D. Juan de Aguir-
re: diputados de propios, al conde del Fresno y á D. Jo.
sé Avendaño: de posito. á D. Juan Baeza: obrero ma-
yor, al marqués de Altamira: aIGaide de alameda, al mar-
qués de Guardiola: de alhóndiga, á D. Juan del Castillo
y al conde del Valle: á estos añadió el Virey, á D. José
Gomez Castaño: secretario de cartas, al escribano D. Ga-
briel Mendieta: fué juez superintendente del desagüe, el
marqués de Villahermosa, y teniente del alguacil mayor, D.
Juan de la Peña. El hallar entre los oficiales de policía tres
alcaides de alhóndiga, me obliga á creer que este año hu-
bo carestía de semillas (2). Mientras que esto sucedia en
México, con admiracion de la Europa se declaró la guer-
ra entre España y Francia, sin otro motivo que el ódio que
el duque de Orleans regente del reino en la menor edad
de Luis XV. tenia al ministro de España cardenal Albe-


flJ. Lib. Capitular. 2 AlIJare. Colmenar, AllaZes de España y de Por-:,
r,uga. ..'




118 Año ,le 1720.
r0ni, que habia tramado desposeerlo de la regencia. Est¡,
guerra pasó á la Nuen España, y el In de Mayo lo~
Franceses invadieron á Panzacola .. EI gobernador que mano
daba aquel presidio, ti lo que conjeturo estaba no solo es-
caso de pertrechos de boca y guerra, sino que tambien
habia perdido las esperanzas de ser socorrido; por lo cual
hecha una decorosa capitulacion, entregó la plaza (1).
En el mes siguiente, el presidio y misioneros de Tejas.
se retiraron desde luego á Coahuila, y aquel capitan par-
ticipó al Vire)' lo que habia sucedido. Este, apesarado de
aquellos males, mandó hacer levas, y dispuso que qui.
nientos soldad es repartidos en ocho compañta~ partieran
inmediatamente ti restablecer aquel presidio y misiones ba-
jo el comando del nuevo goberuadur de Florida y Tejas,
marqués de 8. Miguel de Aguara.


1 i20. 21. (2) Los oficiales (1;; policía en el próximo
año, fueron los alcaldes ordinarios D. Juan Antonio Aguir-
re y el regidor nombrado por el Virey, D. José Dáva-
108: de mesta, D. Antonio de las Casas y D. Gaspar Ma-
derazo: el alférez real y juez de aguas, D. José Goma.
lez Movellan: el procurador general. 11. Juan de la Pe-
ña: los diputados de propios, D. Juan del Castillo y D.
Pedro Carrasco: de Fusito, el marqués de Altamira: el obre-
ro mayor, el regidur, alcalde ordinario de segundo voto:
el alcaide de alameda. D. Juan de Aguirrc: el secretario
eJe cartas, D. Gaul'íel Mendieta escribano, y el Virey dió
una plaza vacante en el regimiento á D. Juan Antonio
Cóz y Zevallos (3). Segun entiendo, al tifmlpo de esto.,
magistrados, en Apuala, pueblo que pertenece á la alcaidía
mayor de Teposcolula en el obispado de Oaxaca, un ca·
zador que iha por el hosque r¡ue lleva á la marina, vis-
ta una águila real, le tiró con tal felicidad, que rota la ala
cayó. Al estampido alzaron el vuelo otras tres águilas semc-
.lantes. Cuando el cazaclor reconocio su presa, quedó pas-
mado al verla hoca arriba, con dos cabezas y cn ademán
de defenderse. El miedo de que era preocupado, le hizo no
pensar en conservarla viva, y asi á golpes de fusil, muer-
ta la llevó á su pueblo, en donde cClncurricron todos lo~
------


[1] Yillasciior, p. 2. lib. 5. cap. 45.
[2] Lib. Capitular.
ra] Villaseiíor, p. 2, lib. 4. cap. 6.




Afio de 1721. 119
VCCJl10S á ver una ave tan singular. Aquel cura connciel1-
(jo que era presa digna del marqués de \T alero, se la des-
pachó, y dió gran materia á los filósofos J\lexicanos de mu-
dIOS discurS')s. Entre tanto el marqués, puesta gran dili-
gencia en desecar aquella ave para su conservacion, hizo
de ella un presente á Felipe Y., quien la mandó poner en
el Escurial. Este hecho, bien que á algunos parecerá in-
creíble, por no tener semcjank en la antigüedad, lo po-
llemos en esta historia, no solo porqne Yillaseüor, autor
J'cspetable, con otros muchos 10 retlC!'a, sino tambien por-
que en nuestra edad aun existían en I\Iéxieo personas de
cuenta que habian sido testigos ocularss. Es de advertir, que
las dos cabezas de esta águila no eran como se pintan la-
armas imperiales, sino que la \lna miraba á la otra, como
lo atestig[]a el eruditísimo Feijoó (l) por cópia quc hi-
zo sacar del origillal. Del mismo lugar se han llevado en
d;vcrsos tiempos á México otras águilas reales, y esto ha-
ce desvanecer la opinion del conde de Butron (2) que ase-
gura no haber transmigrado á la América.


1721. 22. (3) A los 200 años de conyuistado Mexieo,
fileroll alcaldes ordinarios D. Juan Antonio Cóz y Zeva-
lIos, y el conde del Yalle de Opotla: de mesta, D. Juan
Antonio Aguirre y D. José Dávalo~: alférez real, el eonde
de Santiago: obrero mayor y juez de aguas, el conde del Fres-
no: procurador general, D. José Cristobal Avendaño: diputa-
dos de propios, el alcaide de alameda D. Antonio de las
Casas y D. Jnan de Baeza: de posito, el segundo alcalde
d~ mesta: secretario de cartas, el escribano D. Gabriel
:M:endieta: teniente de alguacil mayor, D. Roque Calde-
rón Salgado: entró de regidor D. Juan de la Peña. Pa-
sados dias de esta eleecion, el regimiento quitó á D. An-
tonio de las CasaR la diputacion de propios, y puso en su
lugar ú D. José Movellan; pero habiendo pasado este ne-
¡:V.cio tÍ. la Audiencia, por decreto de esta, fué el mismo
repuesto en, aquel empleo. Entre tanto que esto pasaba,
el presidío de Tejas se habia nuevamente guarnecIdo de
soldados, y por solicitud (4) del marqués de S. Miguel


[1] Teat. crit. tomo G. discurso 4.
[:¿] B~ffon, to~. 16 fol. 70.
[3J LtlJ. Capztular.
[41 Villaseñor, p. 2. lib. 5. cap. 45.




12U Año de 1722.
c:le Aguayo, se ocupó en este año la bahía del Espíritu San-
to, puerto importante que los Franceses habian desampara-
do despues de la guerra, pues ésta poco habia durado, y
acabó sin otra condicion (1) que despedir al cardenal Al.
beroni del ministerio de España. Por este motivo Felipe
V. escribió al marqués de Valero que procurara resta-
blecer el presidio de Tejas, y que á los Franceses no hi-
ciera hostilidades, porque el negocio de Panzacola pres-
to se ajustaria (2). A la mitad de Septiembre llegaron á
Cadiz con felicidad los galeones que de Nueva España
habian salido en aquella Primavera, conduciendo en oro,
y plata y productos de aquella tierra, once millones de
pesos (3). Ya en este tiempo en las fronteras del Naya-
rit se hacian los preparativos para aquella jornada, no juz-
gando los Espafíoles que era prudencia fiarse de aquellos
Indios; mucho mas que el Tonatiuh con su comitiva lue-
go que lleg6 á Xerez, se habia escapado, y se sabia no
solo que aquella nacion desaprobaba cuanto aquel cacique
había ofrecido al marqués de Valero, sino que estaba re-
suelta· á no permitir que los Españoles entraran en su
provincia, por lo cual el capita.n D. Juan de la Torre, COIl-
vocando los pueblos vecinos con un cuerpo de tropa res-
petable, ocupada IR puerta que les quedaba al Poniente y
era la garganta de la provincia, bajó á Peyotan en donde
asentó el real. En esto se pas6 aquel año. Esta tardan-
za fué la causa porque el marqués de Valero, poco satisfe-
cho de la conducta de aquel capitan, lo llamó á México
y substituy6 en su lugar á D. Juan Flores de S. Pe-
dro.


1722. 23. (4) En el siguiente año tU\'O México por al-
caldes ordinarios á D. José Cristobal Avendafio y á D. Juan
Estevan de lturbide: de mesta, á D . .luan Antonio Coz
y Zevallos, y al conde del Valle de Opotla: por alférez
real, á D. Antonio de las Casas: por juez de aguas, al
primer alcalde de mesta: por procurador general. al con-
de del Fresno: por diputados de propios, á H. Jose Mo-


[1] Alvarez Colmenar, Anales de España y de Portu-
:jal, tomo 1. fol. 289.


[2] Gmela de _~[adrid de 29 de Septiembre.
[3] Apostólicos afanes.
t4] Lib. Capitular,




Año de 1722. J 21
vellan y á D. Juan de la Peña: de pasito, á ]). Juan de
Haeza: por obrero mayor, á D. Roque Calderon: por al-
caide de alameda, á D. Juan del Castillo: por superin-
tendente del desagüe, al oidor D. Joaquin de Urive: por se-
cretario de cartas, al escribano D. Gabriel Mendieta: por
corregidor segunda vez, á D. Ramon de Espiguel Dávi-
la. D. José Dávalos que habia renunciado la plaza de re-
gidor, acaso arrepentido volvió á su puesto (1). En el si-
guiente año, habiendo entrado de comandante de la expe.
dicion del Nayarit el capitan Flores, requirió de paz á aqueo
1I0s naturales, conforme á las instrucciones que habia re·
ci bido del marqués de Valero; pero estos, ó deseosos de con-
servar su libertad, ó mas bien instigados de los facinero-
sos refugiados en su provincia, respondieron que en la Me-
sa: así llaman los Españoles á una llanura que está sobre
picachos en el corazon de la provincia, que los esperaban.
Cortada con esta respuesta toda esperanza de paz, hubo
algunas escaramuzas con aquellos indios, y siempre en su
daño. Entretanto, el comandante hizo saber á sus solda-
dos que se previnieran para dar el asalto á la Mesa el
17 de Enero. Para este fin dividió el ejército en dos par-
tes, la una puso al cuidado del capitan Escobedo, á quien
encomendó que en el dia señalado acometiese á aquella
altura por el Cangrejo que queda al Norte, mientras que
él Je frente atacaria por el Poniente, con el designio de
que al mismo tiempo, si se podia, ganaran la cumbre; pe-
ro Escobedo, la vigilia del dia destinado, habiendo proba.
do á subir por los derrumbaderos del Cangrejo, no halló
la rc~istencia que se esperaba, porque todas las fuerzas
habían cargado al Oriente; con lo cual ganó la Mesa, en-
cendiendo luminarias para avisar á sus compañeros que la
sorpresa de aquel baluarte de los enemigos se habia lo-
grado. Entretanto estos, viéndose en aq'lella llanura con las
tropas ue Escobedo, se desbandaron por el Súr y Ponien-
te, saltando como cabras de uno en otro precipicio. EiI-
ta anticipacion de Escobedo le rué muy sensible al capi-
tan Flores por haberle quitado el honor de la victoria.
Llegado este á la Mesa, y enviados varios destacamentos
en p6s de los enemigos, march¡) á un monte contiguo que
domina á aquella plaza, en donde hizo pegar fuego á dos


[I] Afanes apostólicos.
TOM. n. 16




lZt Año de 1723.
templos dedicados al sol: hecho esto, los soldados forma-
r?I1 una enramada, en que se dijo misa, y se dieron gra-
cIas á Dios de haber ocupado la provillcia sin gran der-
ramamiento de sangre (1).


24. Desde este tiempo cayeron de ánimo aquellos
naturales, y la provincia toda quedó en aquel año sujeta
oí los Españoles; y para que esta no se rebelara, se pu-
sieron dos fuertes presidios, el principal en la Mesa, que
aun dura con el nombre de S. Francisco Xavier de Ya-
lero: el otro en Guainamota. Pacificada la provincia, el ca-
pitan Flores envió al Vire y los pocos despojos de aquella
nacion, y en premio de su diligencia obtuvo el grado y
s';Ieldo de coronel (2). El 20 de Enero al amanecer se ma-
mfestó el fuego en el hospital real, y aunque por las di-
ligencias del corregidor, ciudad y hermanos de S. Hipó-
lito se salvaron los enfermos é iglesia, esto no impidió qlle
el fuego no cundiera al nuevo Coliseo, guarda ropa y ca-
sas vecinas. Es dignísimo de notarse lo que refiere D.
Francisco de la Fuente en su Diario sagrado y profano,
impreso el año 1761, que aquella noche se habia de repre-
sentar la comedia aquí fué Troya. En este mismo año
el marqués de Valero despucs de haber gobernado por
seis años la Nueva España, con singular prudencia, entre-
gó el vireinato á D. Juan de Acuña, Limeño, marqués de
Casaf'uerte y general de artillería, que en el mes (3) de
Octubre entró en México, en donde fué recibido con sin-
gular aplauso, no solo por la recomendacion de que era
criollo,sino tambien por ser muy querido de Felipe V., que
conocia bien los servicios que la corona le debia.


1723. 25. (4) Se halla en el libro Capitular del año
que corre, que fueron alcaldes ordinalios D. Juan de Bae-
za Bueno, y D. Felipe Cayctano de J\ledina: de mesta,


[1] En este año se comenzaron lt publicar las ga·
zetas en México: suspendióse su publicaC'Íoll á poco, y
uolt:ieron ú publicarse en Bnero de 172H, pOI' D. Juan
Praurisco Sahágun de Arévalo Ladron de Gueva¡'a, en
la impTenta de Jos4 Bernardo de HogaZ, calle de S.
BeTnardo


[21 CastOTrlna en su primera gaceta de Enero de 1722,
[3] Libro Capitular.
[ 4] El mísrno libro,




Año de 1 '7~4. l~:i
r~i alferez real U. José Cristnbal Avendaño y D. Juau
Estevan de Iturbide: juez de aguas y obrero may;)r, D.
Antonio de las Casas: procurador general, el conde del Fres-
11'): diputad0s de pr;)pios, D. Juan Antonio de Coz y Ze-
vallos, y el cómde del Valle, que lo fué tambien de po-
sito: alcaide d(~ alameda, D. Miguel d~ Cuevas: secreta-
rio de cartas, el escribano D. Gabriel l\fenrlieta: alcairle de
alhundiga, D. Miguel Morales, y corregidor, D. Gaspur
Maderazo. Luego que el marqués de Casafuerte comen-
zó á gobernar la Nueva España, se conoció que Dios lo
habia dotado de tales prendas, que parecia nacido para la
felicidad de un gran reino. En su tiempo no hubo otros
escalones para subir á los puestos que los del mérito, p;)r
lo cual ti ninguno promovió que no hubiera dado prue-
bas de su integridad en los cargos que antes habia ocu-
pado, ú que no fuera sugeto adornado de prendas, que
prometiera'} desempeñaria Jos oficios que se le encomenda-
ban. Y como sea máxima acertada el comenzar las re-
formas por la propia casa, para que en ella como en un
espejo se vean los demás, aquel Virey arregló su familia
de tal modo, que ni recibia dones, ni recomendaba pre-
tendientes. Con estas disposiciones emprendió la reforma
de los abusos que en aquel gran gobierno se habian in-
troducido, lo que costó gran trabajo. En este año (1) en
la plazuela de S. Diego el provisor de Indios hizo un au-
to de fé, y en una hoguera preparada con gran concur-
so de la ciudad, se quemó el esqueleto de un indio Na-
yarita, que decian ser el bisabuelo del cacique que fué
á México en el gobierno anterior. En una cueva de aque-
lla provincia, los Españoles hallaron este esqueleto, senta-
do en una silla con chafarote en la mano, adornado de man-
to real guarnecido de piedras falsas, y con penacho de vis.
tosas plumas. En la misma cueva habia un altar, en que
·¿icen que se sacrificaban hombres.


1724. 26. (2) En el próximo año, el ayuntamiento pu-
so por alcaldes ordinarios á D. Clemente del Campo, y
á D. Diego Gorostiaga: de mesta, al alférez real, D. Juan
de Baeza Bueno, y á D. Felipe Cayetano de Medina: por
juez de aguas, á D. Juan de la Peña: por procurador ge-


[1) Villaseñor, p. 2. lib. 5. cap. 38.
[2J Lib. Capitular.




124 AiJo de 1725.
neral, á D. José Dánlos: por diputados de propio>!, ú D.
Juan Antonio de Coz Zevallos, y á D. Miguel Cuevas, que
tambien lo fué de pasito con el alcaide de alameda D.
Roque Calderon: por obrero mayor, á D. José Avenda-
ño: por secretario de cartas, al escribano D. Gabriel Men-
dieta: y por capellan de los Remedios, al Br. D. Fran-
cisco Peregrina. En el decurso del año renunció el pro-
curador general, y entró en su lugar el diputado de pm-
pios y de posito: fué superintendente del desagüe el mar-
qués de ViJlahermosa, y por muerte del diputado de
propios D. Juan Antonio Cóz ZevaIlos, se substituyó al
conde del Valle (1). Es notable este año por la inespe-
rada abdicacion del reino de Felipe V. Esta noticia la
comunicó al marqués de Casafuerte su hijo Luis l., quien
€n 10 de Enero habia sido proclamad'), y reconocido por
Rey de España. En su despacho daba órden para que
hechas las prevenciones acostumbradas, se jurara por Rey
en la Nueva España, lo que se ejecutó, celebrandose es-
te suceso con todas aquellas demostraciones con que los
Mexicanos acost.umbran hacer semejantes fiestas.


1725. 27. (2) Las alcaldías ordinarias en el siguiente
aüo tocaron á D. José Antonio Dávalos, y al marqués de
Buenavista: las de mesta, á D. José Clemente del Cam-
po, y á D. Diego Gorostíaga: el alferazgo real y la al-
caidia de alameda, al primer alcalde ordinario: el oficio de
juez de aguas y diputado de posito, á D. Juan de Bae-
la Bueno: la procuraduría general. al conde del Fresno: la
diputacíon de propios, á D. Miguel de Cuevas, y á D.
Juan de la Peña, que tambien 10 fué de pasito: fué secre-
tario de cartas el escribano D. Gabriel Melldieta: tenien-
te del alguacil mayor, D. José de la Fuente I)onze: en-
traron de regidores D. José Castro, D. Felipe Cayetano
de Medina, y D. José de la Bela y Escaliar (3). Aun no
se habian terminado, á lo que entiendo, en el reino de Mé-
xico las fiestas con que se celebraban las juras de los nue-
VOi reyes de España, cuando improvisamente aportó á


[1] Aharez CoZmPrIa1', Anales de España y de Por-
tugal, tomo 1. fol 290.


[2] Lib. Capitular.
[3J Alvarez Colmenar, Anales de España y de Pors


'ugal, tomo 1. fol. 290.




Años de 1726 V 727. 12&
Veracl'llz una embarcacion con "despacho de Felipe V., en
yllc avisaba la temprana muerte de su hijo Luis l., su-
cedida el 31 de Agosto. En estos, decia el Rey al mar-
qués de Casafuerte, que para que los bandos que ha-
bian dividido el reino llO volvieran á renacer, ni se ex-
pusiera la monarquía á los peligros que trae la menor
edad de los reyes, si entraba su hijo Fernando en ella,
se babia visto precisado á reasumir la corona; y por lo
mismo le ordenaba, que publicados los lutos y celebrados
los funerales de su hijo conforme ú la costumbre, nueva-
mente lo juraran por Rey de España Uno y otro ,eje-
~utó el marqués de Casafuerte.


1726. 28. (1) En este afIO tuvieron los cargos de al-
caIdes ordinarios D. José de Bela y Esc aliar, y D. To-
más Sabalza: de mesta, D. José Antonio Dávalos, y el
marqués de Buenavista: el alférez real, D. Juan de la Pe-
ña: de diputado de propios, D. Cayetano de Medina: de
posito, el juez de aguas D. José de la Fuente Ponze, y
el conde del Valle: de obrero mayor, D. José Castro: de
alcaide de alameda, el primer alcalde ordinario: de secre-
tario de cartas, el escribano D. Gabriel Mendieta, y tu-
vo una plaza de regidor D. Luis de Luyando y Bermeo.
En el mismo año murió el obrero mayor, y el ayunta-
miento nombró en su lugar al conde del Valle (2). En
aquel año la rica fioL de Nueva España aportó á Cadiz,
conduciendo en oro, plata y efectos, diez y ocho millones
de pesos. Debian seguirla otros cuatro navios ricamente
cargados. Esta abundancia de dinero y mercadurías, sir-
vió notablemente para avivar el comercio de Cadiz, que
estaba caido por las guerras pasadas.


1727. (3) Los nuevos alcaldes ord inarios fueron D.
Juan de la Peña y D. José Die go de Medina: de
mesta , D. José Bela y Escaliar, y por enfermedad
de Sabalza el obrero mayor D. Miguel Cuevas: alfé-
rez real, D. Felipe Cayetano de Medina: procurador ge-
neral, el primer alcalde de mesta: diputado de propios. el
conde del Fresno: de pasito, el juez de aguas D. José Dá-


[1] Lib. Capitular.
[2] Murillo, geografia, lib. 9. cap. 2.-Gazeta de Ma-


d.rid de 18 de Marzo.
[3] Lib. Capitular.




l:.W Afio de 1728.
valos y D. Luis Luyando: alcaides de alhóndiga, D. l\'h ..
guel Gonzalez, D. Diego de la Fuente y D. Felipe de
Mata: alguacil mayor, D. Lui~ Inocellcio de Soria: alcaide
de alameda, el marqués de Casafuerte, y ~ecretario de ear·
tas el escribano D. Gabriel .Mcndicta. El hallar nombra-
do al Virey por alcaide de alameda, me obliga creer que este
caballero deseoso de adornar aquel público paseo con her-
mosas fuentes como se vé, el noble ayuntamiento en cuer-
po le ofreció aquel puesto, que admiti;') con agrado, Tam·
bien por conjetura saco que este año fué escaso de man-
tenimientos, pues tres alcaides de alh0ndiga nn se nom-
brarian sino en caso de que se ree.uiriera suma vigilancia
en los magistrados, para suplir con ella la falta que se ex·
perimentaba.


1728. 20. (1). Juntl el regimiento el primero del ai'ío
en la sala de cabildo, "utó por alcaldes ordinarios á D.
Luis Luyando, y á D. José de Veytía: de mesta. al juez
de aguas, D. Juan de la Peña y á D. José Diego de .Me-
dina: por alférez real, á D. José Bela Escallar: por dipu-
tado de propio~, á D. José Antonio Dávalos: de posito, al
obrero mayor D. Cayetano de Medina y á D. Luis Ino·
cencio de Sorja: por secretario de cartas, al escribano 1).
Gabriel l\1endieta: por alcaide de alameda, á D. Francis-
co Bernabé Nufiez: por capellan de los RemedlOs, á D.
José Ruiz Aragona: entraron de regidores D. Juan Ru-
vin de Célis, y el Lic. D. José Francisco de Cuevas Agu¡r-
re. En el mismo año el alcalde ordinario de segundo vo-
to pasó á ser oidor de la Audiencia de l\Iéxico; se subs·
tituyó en su lugar al conde del Fresno (2). Entretanto que ei
marqués de Casafuerte se ocupaba en el pacífico gobier-
no de la Nueva España, no se descuidaba que en la ciu-
dad los edificios públicos fuera ¡ suntuosos; para esto, con-
sultados los mejores arquitectos, ideó dos que en nuestros
dias podian ser admirados en las mas cultas capitales de
la Europa: estos fueron la real casa de moneda, y la aduana, en
que se comenzó por estos tiempos á trabajar con empeño.


1729. 30. (3) Entraron en los oficios de policía el pri.
mero del año los alcaldes ordinarios D. Juan Ruvín y D.


[1] Lib. Capitular.
[2J Emmo. Lorenzana, hist. de 1(1 N. E. fol. 3L
[31 Lil¡¡-o Capitular.




Auo de 1730. 127
Jqsc Gorraez: de mesta, D. Luis Luyando y el conde
del Fresno: el alférez real fué el alcalde ordinario de pri-
mer voto: el procurador general, D. José Francisco Aguir-
re: el diputado de propios, el conde del Valle: el mayor-
domo de los mismos, D. Juan Vazquez: el juez de aguas,
el primer alealde de mesta: los diputados de posito, el al-
férez real y D. José Bela y Escaliar: el secretario de car-
tas, el escribano D. Gabriel Mendieta: el escribano de di-
putacioll, José Retes: el corregidor interino, D. José Gor-
racz y el propietario marqués de Guardióla. Por estos tiem-
pos el inquisidor D. Francisco Garzeron entendia en la
visita de los presidios de la Nueva España, en donde pa-
ra cuntener la codicia de los capitanes, puso aranceles que
se conscr;an en nuestros dias, pues no teniendo otro suelo
du los que aquellas rem0tas partes gobernaban, que casi
el de los simples soldados, su utilidad, como testigos de vis-
ta, deponemos que era excesiva. Recibian estos en las ca-
jas reales de México á razon de trescientos pesos por lo
menos, por soldado, á quienes pagaban con maiz y géne-
mil, y costandoles la fanega de semilla á dos ó tres rea-
les, la cargaban ti. ocho. Lo mismo era en las mercadurias,
pues si la memoria no me engaña, una mano de papel coso
taba ocho ó diez reales: un manojo de tabaco un peso (*).


1730. (1) Los empleos de ciudad se dieron en el próxi-
mo año á estos sugetos: las alcaldias ordinarias, á D. Jo-
sé Cl'istobal Avendaño, y á D. Fernando Almasan: las de
mesta. á D. Juan Ruvin de Célis y á n. José Gorrraez:
el alferazgo real, á D. José de Cuevas Aguirre: la dipu-
tacion de propios, á D. Luis Inocencio de Soria: el oficio
de juez de aguas, al conde del Fresno: el de obrero ma-
yor, á D. José Antonio Dávalos: la alcaidia de alameda,
1. D. Juan de la Peña: la capellanía de ciudad, á D. Ge-
rónimo Carrasco: la depositaría general, á D. Manuel de


[*J En este año fué canonizado S. Juan Nepomuce.
no. y el dia en que llegó á Jl.'Iéxico la noticia, iba á
s(;r penitenciado por la inquisicinn un clérigo que le ha-
bía dado culto público, anticipandose al juicio de la igle-
sia; !I asi es que fué puesto en libertad con general admi·
r'leion de cuantos supiemn el hecho. Así proteje este dr:
fensor d,,[ honor á los que lo invocan.


[1 J Lib. Capitular.




128 c\üo de 1131.
Agesta: la mayonlomía de propios, á D. Felipe Mata: y la
de pasito, á D. Marcos Antonio Baquedana (1). Con gran
contento del reino llegaron en este año ú Veracruz los
azogues, de que se padecia escasez, con lo cllal las po-
blaci~nes en donde habia minas recobraron su antiguo co-
mercIO.


1131 31. (2). En el año del nacimiento de Jesllcris-
to de 1731, fueron alcaldes ordinarios el conde del Valle,
y D. Pedro del Barrio: de mesta, D. José Cristobal Aven-
daño y D. Fernando Almasan: alférez real, D. Manuel de
Agesta: procurador general, el conde del Fresno: diputado
de propios, D. José Movellan: juez de aguas, D. Franeis-
co de Cuevas Aguirre: obrero mayor y alcaide de ala-
meda, D. José Antonio Dávalos, y secretariD de cartas,
el escribano D. Gabriel Mendieta: por muerte del procu-
rador géneral se puso en su lugar {¡ D. Antonio de las Ca-
sas (3). Al fin del año que acabó, ó á principios de este,
aportó con felicidad á Acapulco el galeon de Filipinas.
Noticia que se celebrú en México con repique universal,
y al dia siguiente, como es costumbre, con asistencia de los
tribunales, en Catedral se canto misa de accion de gracias.
Esos galeones que regularmente todos Jos años arribaban
á la Nueva España. o poco antes de N aviJad, ó poco des-
pues, habian sido utilísimos á aquel comercio, en el pre-
sente siglo, que casi se habia pasado en continuas guer-
ras, y por lo mismo habia quedado muchas veces inter-
rumpido el comercio de la Europa, no arriesgandose Jos
comerciantes Españoles á emprender la carrera de las In-
dias. Por fortuna en los treinta y un años que corrieron
del siglo, habia sucedido lo contrario en el mar Pacífico,
que libre de corsarios, los galeones iban y venian sin pp-
¡igro. Los criollos gustaban mas de las manufacturas Chi-
nesas que de las Europeas; y á la verdad, en paises por
lo comun, ó templados ó calientes, no se necesitan tanto
los paños cuanto los tejidos de seda y algodon: á mas de
que los géneros que van á México del Asia, aunque no
tengan la apariencia que los de Europa, son de mas du--
ra, y en nuestros dias costaban aun menos de la mitad"


[1] jl'lurillo, geograf. lib. 9. cap. 2.
[2] Lib. Capitular.
[3] JIu nllo , ~e(}graf lib. 9. cap. 2.




Año de 1731. 129
ventajas que siempre harán que se prefieran los unos á
los otros. El galeon, pues, de este año, como consta
de la gazeta de México de Febrero, descargó en Aca-
pulco dos mil setecientos sesenta y siete fardos: cuaren-
ta y siete mil cajones: quinientas cincuenta y cuatro chur-
las de canela: ciento cuarenta y siete marquetas de ce-
ra: cincuenta y un balsas de porcelana de la China: ca-
torce cajones de los órdenes regulares establecidos en
Filipinas. y doscientos noventa picos de pimienta: noven-
ta y cuatro dichos de estoraque. Esta era la carga prin-
cipal. á la que se debe agregar las anchetas, é innume-
rables mercancías en pequeñas cantidades que no se apun-
tan; y finalmente todo lo que habia pasado sin registro,
que se metía de contrabando.


32. P3r los derechos que esta carga pagó, se puede
calcular el valor de lo registrado. En Manila desenvolsa-
ron los comerciantes siete mil quinientos pesos, y en Aca-
pulco el almoxarifazgo subió á ciento sesenta mil pesos.
De esto se colige el aumento que aquel comercio habia
adquirido en treinta y cinco años, pues los derechos que
pagó el galeon de 1697, como ~n su lugar dijimos, sola-
mente fueron ochenta mil pesos. A ninguno que sabe cuan
lucroso sea aquel comercio, parecerán excesivos estos de-
rechos; mucho mas si refleja, que la corte habia librado
mandamiento de que solo un galeon con cierto número
de toneladas hiciera anualmente aquella carrera, providen-
cia que se tomó así para la dependencia del reino de Mé-
xico de España, como tambien para evitar la ruina del
comercio de Cádiz, que seguramente hubiera sucedido; pe-
ro los mercaderes de Manila, cumpliendo CGn este órden,
disponían las cosas de modo, que en un solo galeon me-
tian, si no doble, á lo menos carga y media, colocando
las provisiones y demás cosas que el ambiente no perju-
dicaba, en los costados esteriores de la mio. Ni por esto
la navegacion se retardaba; porque desembocadas las úl-
timas islas Filipinas, y llegado el galeoll al grande Océa-
no pacífico, encontraba los vientos que una parte del año
soplan del Asia, y la otra de la Ainérica, que Haman Mo.
zones, no perdiendo su fuerzas sino es cerca de las cos-
tas, con 10 cual con viento á popa navegaba hasta cerca
de Californias. V olvámos á la historia. Luego que se su-
po el arribo del galeon, el Consulado publicó el dia en que


TOM. n. 17




130 Míos de 1732 y 733.
la féria se abriría, y derepente un país casi desierto, co-
mo es Acapulco, quedó hecho un emporio. Verisímilmen-
te, como sucede casi todos los años, en aquellos dias mu-
chos mercaderes y gentes de servicio morian de vómito
prieto: (así llaman en el reino de México á cierta enfer-
medad, {;ue á mi ver no es otra cosa que la que hoy
los médicos en Europa llaman fiebre perniciosa, proveni-
da del uso de licores, á que incita el temperamento de-
masiadamente caliente y húmedo, que hace que el aire
sea muy denso, y por lo mismo mal sano.) Este es el
motivo porque aquella féria se abrevia todo lo que se
puede.


33. En el mismo año (1), el marqués de Casafuerte
envió á Texas una colonia de Canarios que se estable-
cieron en la villa que hizo edificar, cuyo diseño formó D.
Antonio de Villaseñor. Este Virey no permitió que esta
poblacion se llamara Casafuerte. como querían muchos,.
sino de S. Fernando, en honor del heredero de la coro-
na. ¡Moderacion digna de alabanza! (2) Cuando se traba-
jaba en esto, salieron de Veracruz en demanda de Cádiz
los azogues; su carga pasaba de dos millones setecientos
cincuenta mil pesos.


1732. (3) Consta del libro capitular del año que cor-
re, que tuvieron los oficios de alcaldes ordinarios el obre-
ro mayor D. José Dávalos y D. Domingo Gomendio Ur-
rutia: los de Mesta, el conde del Valle y D~ Pedro dd
Barrio: el de alférez real y juez de aguas el alguacil ma-
yor D. Luis Inocencio de Soria: el de diputado de pasi-
to, D. Juan Ruvin de Célis: el de alcaide de alameda, D.
Juan de la Peña: el de secretario de cartas, el escribano
D. Gabriel Mendieta, y el de procurador general D. Ma-
nuel de Agesta (4). Por estos tiempos !e restauró la cal-
zada de S. Cristobal: sus compuertas se alzan por Car-
nestolendas para que sus aguas desemboquen en la laguna
de Tetzcoco, tiempo en que se hace gran pesca.


1733. (5) El primero de este año, conforme al esta-


(1)
[2]
[3J
[4]
[5]


Villaseñor, p. 2. lib. 3. cap. l.
Murillo, geografia. lib. 9. cap. 2.
Libro Capitular.
Villaseñor, p. 1. lib. 1. cap. 14.
Lib. Capitular.




Año de 1733. 131
tuto, se hizo la eleccion de empleos de policía, en que
fueron nombrados por alcaldes ordinarios D. Juan de Bae-
za Bueno, y D. Francisco Antonio Sanchez de Tágle: de
me sta, el alcaide de alameda D. Jase Antonio Dávalos y
D. Domingo Gomendio Urrutia: por alférez real y juez
de aguas, D. José Movellan: por diputado de propios y
obrero mayor, D. Felipe Cayetano Medina: pcr diputado
de posito, D. Juan Ruvín de CéJis: por secretario de car-
tas, el escribano D. Gabriel Mendieta. Dcspues de algu-
nos meses tomó posesion de una plaza de regidor el al-
caIde ordinario de segundo voto. Conjetut"O que en e_~te
(1) tiempo, terminadas . las suntuosas fábricas de la c¡;lsa
de moneda y aduana, pasaron á habitar á la primera' el
superintendente, contador, tesorero, los tres' ensayadores,
balanzario, y fiel de monedas: á la segunda, los minis-
tros de aquella oficina (2). En el mismo tiempo, por or-
den del marqués de Casafuerte, se restauró la plaza de
Acapulco (3). (*) En la real casa de moneda se ac.uñaron
en plata diez millones nueve mil setecientos noventa y
cinco pesos. En oro, ciento cincuenta y un ~il quini~nw
tos sesenta.


[1]
[21
[3]
[*']


Villaseñor, p. 1. lib. 1. cap. 6.
Id. en el mismo lzb. cap. 40.
Murillo, geograf. lib. 9. cap. 2.
Par(!ce quiere decir se repuso y fortificó.


'*'




Año de 173!j,


SUMARIO DEL LIBRO UNDECIMO.


-1 9 Muerte del marqués de Casafuerte. 2? Su elo-
gio. 3? Desvanecidos los temores de guerra, se envía á
N. E. la flota. 4? Se aumentan en Coahuila los pre-
sidios. Vientos impetuosos preceden á la peste que con.
Jagia la ciudad .. 5 9 Descubrimiento de las lllasas de pla-
iade Arizona. 6 P Refiérese lo sucedido en la peste que
llamaron matlazahuatl. Carga que conduce la flota de Pin-
,tado. 7? Estragos que hízo la peste eH la N. E. N ú-
mero de muertoll. 8? Llegan á Veracruz navíos con
azogue que se escaseaba. 9? Se declara la guerra con
Inglaterra, y los azogues escapan de su vigilancia. 10.
Manda el Rey que se sondeé el puel'to del nuevo San-
tander. 11. Se aumentan las rentas reales. Llega de Vi-
rey el duque de la Conquista. Los Ingleses sitian en va-
no el fuerte y poblacion de S. Agustin de la Florida. 12 .
. \sustado el duque de la Conquista de los pregresos del
almirante Yernon, baja á V cracruz, donde contrae la
enfermedad que lo mató. 13. Llega George Anson al
mar de Acapulco en demanda de la nave de Filipinas,
que pocos dias antes habia andado en aquel puerto. 14.
Sabidora la Audiencia de que en aquel mar habia cor-
"arios, difiere al siguiente año la partida del galeon de
f'ilipinas. Se incendian las casas del Estado. 15. Libre el
mar del Súr de enemigos, el galeon parte á Filipinas.
Se refiere lo que sucedió á Anson. 16. Apresa éste la
nave nuestra Señora de Cobadonga. 17. Valor de esta
presa. 1.08 obispos contienen la avaricia de los merca-
deres. 18. Llega á N. E. la noticia de 10 sucedido con
el navío de nuestra Sra. de Cobadonga. Se restauran loo
arcos que conducen la agua á la ciudad. Se puebla la
Sierragorda. 19. Se restaura la calzada de S. Antonio.
Propios de la ciudad. La féria de galeon de Filipinas se
hace en l\fatanchel. 20. Se imprime en México el Tea-
tro Americano de Villaseñor. Entra de Virey el conde
de Revilla Gigedo, y manda publicar los lutos por el Rey
Felipe V. Número de familias de México. 21. Jura de




Año de 1733. 133
Fernando VI. Valor de las alcabalas. 21. De los tribu-
tos. Un navío Holandés entra en Matanehel, y aquel al-
caIde mayor comete una vileza. 22. Se puebla la costa
de la nueva Santander. La armada de Barlovento de Ve-
raeruz pasa á la Havana. 23. En la tierra adentro se
adelantan las heladas, y se pierden los maizales. Gran-
des terremotos en la N. E. 24. Sale de la Havana la
flota de N. E., y por una borrasca se refugia en la Mar-
linica. 25. Gran hambre en el interior del reino. Las mi-
nas de Bolaños dan mucha plata.




~34 Año de 1734.


~~~~~~~~~~~~~~'~~~~~~~-~-~D
~~~ •• ~~~*-$.~~*$._.~*~.*@ ••• _l'i._.
~~-~--,~------~,--------~--~-~~--~~-~-~


LIBRO UNDECIMO.


1734. 1. (1) SIENDO alcaldes ordinarios D. Jose
Francisco de Cuevas Aguirre, y D. Gaspar de Alvara-
do: de mesta, el diputado de propios D. Juan de Baeza
Bueno, y D. Francisco Antonio Sanchez de Tág!e: alfé-
rez real, el conde del YalIe: procurador general, D. José
Antonio Dávalos: juez de aguas, D. Felipe Cayetano de
l\ledina: obrero mayor y alcaide de alameda, D. Juan
de la Peña: diputalio de propios, el alguacil mayor D.
Luis Inocencio de Sória: secretario de cartas, el escriba-
no D. Gabriel Mendieta. y corregidor D. Juan Ruvín de
Celis; la N. E. tuvo una gravísima pesadumbre con la
muerte de su Virey, marqués de Casafuerte, que fal/e-
ció el 17 de Marzo (2) á los 77 mios de edad, habien-
do empleado los (3) 59 en servicio de la corona. Gran
pérdida, (;jue toda México lloró, y cuya memoria en nues-
tra edad aun se conserva. Las partes y dotes naturales
y sobrenaturales quc adornaron á este criollo, lo hacian
digno de gobernar el nuevo mundo. No en valde Felipe
V. lo continuó en el gobierno de la N. E. por doce años;
demostracion que no se habia hecho con otro que con
Jos primeros vireyes de México, y con D. Martin Enri-
quez, y es probable que si Dios le hubiera conservado
la vida, hubiera seguido en aquel cargo por mas años.
Se colige esto de lo que oímos contar á nuestros ma-
yores: es á saber, que pasado el tiempo regular del go-
bierno de 108 vireyes, los consejeros le trajeron á Feli-
pe V. á la memoria, que era tiempo de proveer la pla-
za de Virey de México, á esta propuesta preguntó el Rey:


[1 J Lib. Capitular.
[2] Id.
[3] Emm. Lorenzana, bist. de N. E. fol. 31,




Año de 1734. 135
;Viye Casafuerte? Los consejeros re5pondieron que VIVla;
pero que agoviado con los años no podia con el peso de
aquel gobierno. Entonces Felipe V., para desembarazarse
de semejantes propuestas, les dijo: "Si viye Casafuerte, sus
prendas y virtudes le darán aquel vigor que necesita. un
buen ministro." Esto solo hastó para no pensar en ennar-
le sucesor. De este concepto tan alto que el Rey habia
f,)rmado de aquel Virey, nació que cuanto hizo en el go-
bierno (1) no solo se tuvo á bien, sino que fué alaba-
do, y la posteridad, juez imparcial, le habrá hecho justi-
eia, llamándolo con el nombre de gran gobernador.


2. La religion, caridad y justicia formaron su carác-
ter. De estas virtudes nacía el deseo que mostró de la
propagacion de la fé contra los infieles, en que dió acer-
tadas providencias: el aumento del culto divino en los
templos, y la caridad con los pobres. Sus bienes los re-
partió en obras pías: entre ellas dotó dos comidas á los
presos. Su integridad fué singular: servirá de muestra el
caso siguiente, cuya memoria es aun fresca en la N. E.
U n particular acomodado, por medio de un oidor hizo
no sé que regalo al marqués, ereyenclo aquel conducto
seguro para que lo recibiera. A esta propuesta, que le
sobrecogió, se negó el Virey, y esforzando el oidor las
razones de que el sugeto que hacia aquel presente no
tenia dependencia con algun tribunal, y nada mas preten-
dia que hacerle aquel corto obsequio, cortó el discurso el
Virey licenciando al oidor con estas palabras: "Si recibes
regajos venderás la justicia." Pasado tiempo, á aquel hom-
bre adinerado se le suscitó un pleito, lo que sabido por
el marqués de Casafuerte mandó llamar á aquel oidor, á
quien dijo: "Ahora es tiempo de que con toda libertad se
vea la CalJSa de D. Fulano." Este porte tan desinteresa-
do que mantuvo en doce años este Virey, le grangeó
no solo la veneracion y aprecio de todos, sino que se der-
ramaron muchas lágrimas en su funeral, que se hizo con
gran pompa (2) en la iglesia de los recoletos Francisca-
nos de S. Cosme y Damian. (,) Al siguiente dia de su muer-
te, abierto el pliego, que llaman de mortaja, se halló subs-


[1] Emm. Lorenzana, !tÍst. de N. E. fol. 3l.
[2] Emmo. Lorenzana, hist. de N. E. fol. 32.
[*] Allí existen sus restos venerables.




136 Años de 1735 y 17::16.
tituido en su Jugar el arzobispo D. Juan Antonio Vizar-
ron y Eguiarreta, que en el mismo dia entró en posesion
del vireinato.


1735. 3. (1) Entraron en los cargos de ciudad el pri-
mero de año los alcaldes ordinarios D. Luis Inocencio de
Sória, alguacíl mayor y juez de aguas, y el marqués de
Salvatierra: los de mesta, D. José Francisco de Cuevas
Aguirre, y D. Gaspar Alvarado: de alférez real, alcaide de
alameda y diputado de posito, D. Antonio de las Casas:
de procurador general D. Luis Luyando: de diputado de
propios D. José }<'rancisco Aguirre: de obrero mayor D.
l\Ianuel de Agesta: de secretario de cartas D. Gabriel
Mendieta, escribano: y de regidor D. Gaspar Hurtado de
l\Iendoza (2). IIabiéndo en los años pasados la armada
de Barlovento apresado muchas embarcaciones Inglesas,
que iban á descargar sus mercaderías, ora á las islas, ora
á las costas de N. E., e;,;tuvo en un tris 'lue no se de-
clarára una nueva guerra entre España é Inglaterra. Los
comerciantes de Lóndres que eran interesados en aquel
comercio de contrabando, alborotaron la plebe contra los
Espauoles, y obligaron al Rey á enviar á Lisboa una
fuerte escuadra de veinte y cinco navíos de guerra. Es-
te paso asustó á la eórte de Espai'ía 'lue hacía aiistar la
flota que iba al reino de México, quien deseosa de acla-
rar el fin de tan inesperada providencia, representó al
mismo Inglés Keene que la flota se habia aprestado en
virtud de la paz que reinaba entre ambas coronas; y por
10 mismo, tratandosc de intereses comunes, pues muchas
casas de Inglaterra eran interesadas en aquellos navíos.
pedia una respuesta satisfactoria para determinar si ha-
bian ó no de partir. La respuesta fué como la deseaba
el ministro Patiño, y así la flota. añadidos dos navíos por
haber cargado mas géneros y frutos al mando del ge-
neral Pintado, salió de Cádiz el 22 de Noviembre.


1736. 4. (3) Fueron alcaldes ordinarios en el año en
que nos hallamos D. Ambrosio Eugenio Mclgarejo, y D.
Francisco Marce)o Pablo }<"'ernandez: de mesta, el al gua-


[1] Lib. Capitular.
[2] Alvarez Colmo Anales de España y de Portugal,
~om. 1. foZ. 298.


[3] Libro Capitularo




Año de 1737. 137
cil mayor D. Luis Inocencio de Sória, y el marqués de
Salvatierra: alférez real, D. José Cristobal Avendaño: juez
de aguas D. Juan de Baeza: obrero mayor, D. Felipe
Cayetano de Medina: diputado de propios D. José An-
tonio Dávalos: de pasito, D. Francisco Sanchez de Tá-
gle: alcaide de alameda, D. Juan de la Peña: capellan
de los Remedios, D. Juan José Medina, y secretario de
cartas el escribano D. Gabriel Mendieta. En el mismo
aiío (1) se aumentaron los presidios de Coahuila, á que
dió ocr¡sion la vecindad de los Franceses, que podian por
allí invadir la N. E. El primero se puso treinta leguas
al Norte de Monclova, que constaba de cincuenta sol-
dados: el otro con treinta y tres, á cincuenta y cinco le-
guas de distancia. Es memorable (2) en la historia el
prese,lte año por los furiosos súres que soplaron en el
reino de México, que arrancaron los cédros mas arrai-
gados, las cruces y veletas de las torres (3), y por un
cometa á que atribuyeron los sábios, (no sin fundamento,)
la espantosa peste que desoló la N. E., que se comen-
zó á sentir á fines de Agosto (*) del presente año, y que
de la parte Occidental de México, esto es, de un obra-
je de Tacuba se propagó en poco tiempo por la ciudad
eon gravísimo daño de sus vecinos; de modo que á prin-
cipios de Noviembre, ni el hospital real con todos sus
salones, corredores altos y bajos que se cerraron con la
iglesia, ni los otros ocho hospitales que la ciudad tiene,
p'1diall abarcar á los enfermos, ni la peste remitió su fuer-
za aun en el corazon del invierno, como vamos á ver en
el siguiente año.


1737. 5. (4) En el siguiente año las alcaldías ordina-
[1] Villaseñor, p. 2. lib. 5. cap. 41.
[2] Carta de D. Antonio de Lean y Gama, escrita en


México á 23 de Marzo de 1802.
[31 Dislocó la veleta de Sto. Domingo, y los caminos


por los montes se hicieron intransitflbles. P. Alzate, tomo
3. pág. 420. de la edicion de Puebla.


[4] Lib. Capitular.
[*] El Chólera morbus del año de 1833, tambien se


desarrolló en ¡tléxico en A!.("osto, en cuya sazon se aguar-
daba la aparicion del del'flntaao Cometa de Erschel que
apareció en 11 de Octubre de 1835. •


TOM. n. lE!




138 Año de 1737.
rias tocaron á D. Francisco Antonio Sanchez de Tágle,
y á D. Diego Carballido: las de mesta, á V. Ambrosio
Melgarejo, y á D. Francisco .Marcelo Pablo Fernandez:
el alferazgo real, á D. Juan de Baeza Bueno: la procu-
raduría general, al alguacil mayor D. Luis Inocencio de
Sória: la diputacion de propios, á D. José Movellán, y al
obrero mayor 1>. Juan de la Peila: la de positn, y el di-
cio de juez de aguas, á D. José de Cuevas Aguirre: la
alcaidía de alameda, á D. Luis Luyando: el cargo de se-
cretario de carta~, al escribano D. Gabriel l\fendieta, y
tuvieron dos plazas en el regimiento D. Antonio de las
Ca;¡as, y D. Francisco Marcela Pablo Fernamlez. En es-
tos tiempos el dominio Español se extendía ya hasta la
Pimería alta. Este aumento se debia ú la solicitud de los
padres de la Compaflía de Jesus, los cuales reducidas
todas aquellas naciones, fuera de l()s Apaches, que siem-
pre se han negado á sujctarseá los Espaiioles, habian
procurado enseñarles las artes (1). Esta dilatada provin-
cia se nombra, por la mayor distancia de la línea, pues
está situada entre los treinta y treinta y tres grados, y
tiene de extension cien leguas: al Oriente le queda la
Apachería, al Sur la Sonora, al Poniente el mar de Ca-
lifornias y costas Je los Serís, y al Norte los eocoma.
ricopas. En aquella parte de esta provincia, que llaman
Arizona, no sé con qué contingencia al haz de la tier-
ra se descubrió una gran bola de plata virgen. Esta no-
ticia, que luego se esparció entre los mineros de Sono-
ra, atrajo á aquel desierto mucha gente, que halló gran-
des masas del mismo metal y ley, algunas de peso de
veinte y una arrobas, y la mayor de ciento cuarenta, que
no sé si en otra parte del mundo (2), fuera de la Mo-
nomotapa, ha habido hallazgo semejante. Tengo preseu-
te que en algunos parages de la N. E., Y particularmen-
te en el que llaman real del Oro, en ciertos círculos que
la naturaleza forma de tepustetes, (asÍ llaman los inteli-
gentes de minas á ciertas piedras negras que se aseme-
jan á botellas rotas), cavando se han encontrado granos


[11 Alegre, historia manuscrita de la Compañía de Je-
sus de la proGÍncia de jl! éxico.


[2] Sachinu, hist. de la Comp. de Jesus. parte 2. lib.
4. fol. 153.




Año de 1737. 139
de oro virgen de diver3as grandezas; pero esto no es
comparable con las enormes masas de que tratamos. Si-
gám')" la historia. Divulgada pé)r el reino tanta abundan-
cia de plata, se suscit6 la duda si debian tenerse por mi·
n35, en que s3~un la ley, la quinta parte de la plata per-
tenece al erario; ó corno tesoros, en que fuera de la par-
te que toca al descubridor, d resto se adjudlca al fisco.
El caSD era dudoso para los oidores, que resolvieron con-
sultar al consejo de Indias. Entretanto que la consulta iba
y venía su respuesta, tengo por verisímil que la audien-
cia de Guadalaxara á toda prisa enviaría algun juez que
impidiera la saca de platas; pero estando aquella provin-
cia distante de la capital mas de quinientas leguas, el año
corrió, y de la mayor parte de aquellas riquezas se apro-
vecharon los descubridores, arrimando forjas á las masas,
y formando lJ1rras cómodas al transporte (*).


(j. (I) Al tiempo que esto sucedía en la Pimería, en
México todo era llanto, por no hallarse ni calle ni barrio
en que no muriera mucha gente, á mas de la que falle-
cía en los nueve hospitales que en aque lJa edad ha-
bia; y [1<) bastando estos para todos los enfermos que á
ellos acudían, el P. Juan Martinez, Jesuita, á mas de dos
que levantó, y otro que por su solicitud se formó en la


[*] 80b1'e esto hay dos cédulas reales que tengo, la una
es de Felipe V., y la otra de Fernando VI., en que se de-
clara que estos fllndo,~ metálicos son patrimonio de la ca-
t'on(/. En 1827 estando yo en a junta de Californias, se
presentaron ciertos extrangeros solicitando se les permitie-
se colorriznr pl)r aquellos puntos: reconocimos la carta geo-
gráfica, y hallarnos que en el terreno que pedían estaba
comprendido el punto de Aritbna, conocimos la superche-
ría, 1J nos opusimos á la pretensioil. No olvide el gobier.
no esta anecrlota, que podrá repetirse, y váyase con tien-
to en esto de colonizar con extrangero,f. JlJéxico y la~'
principales ('/urfar/es de la República abundan de gentes
que puedan colonizar, y saca/se de ellas no poco fruto co-
mo vivan sujetas á buellos reglamentos, y gobernadores que
sepm, ¡'er¡lizarlos.-El Editor.


[1 ] II~farmacianes hechas en JlIexico sobre esta peste,
coma cOlista de carta del Sr. D. AlItan/o Lean y Gama,
escrita en 23 de Marzo de 1832.


,¡¡.




14U Afio de 1737.
plaza de gallo,; a expensas del célebn~ médico D. ViCCll-
te Reveque, tenía varias casas, en uunde asi::;tia Ú otl'üS
enfermos con las limosnas que los ricos Mexicanos pu-
sieron á su disposicion, recibiendo por prcmio una muer-
te gloriosa en el mes de Marzo. El mismo ejemplo ~i­
guieron la muy noble, insigne y leal ciudad. levantando
uno con la advocaeion de la Sma. Virgen de Guadaln-
pe en el puente de la Teja: otro el arzobi~po Virey D.
Juan Antonio Vizarron en S. Hipólito: otro el P. Nico-
lás de Segura, Jesuita, prefecto de la eongregacion de.)a
Purísima en S. Lázaro, y el último para eouvalecientes
con el nombre de S. Rafael, el cabildo eclesiástico, bao
jo la direceion de su arcediano D. Ildefonso Moreno y
Castro; pero no siendo estos bastantes para abarcar á los
apestados, el arzobispo Virey nombró cuatro médicos con
buenos salaribs, quienes recorriendo la ciudad por los cua-
tro vientos cardinales, hacían proveer ú los enfermos de
medicamentos de seis boticas, en lo que se gastaron trein-
ta y cinco mil trescientos setenta y dos pesos. En 10 es-
piritual asistian á los apestados los padres de la Com-
paJiía de Jesus, que se sacrificaron ú su serviciu, ayu-
dandolos en tan caritativo ministerio las demás religio-
nes con muchos clérigos edificativos, de los cuales al.
gunos murieron; y aunque sus nombres no han llegado á
nuestra noticia, sabemos con todo que se hallan escrítos
en el líbro de la vida. La malignidau de este contagio,
principalmente se dió á conocer cuando los cirujanos que
disecaron los cadáveres de los apestados fueron victimas
de sus observaciones, del cual mal, ni los médicos con
sus antídotos se libraron. Entre los demás, es digno de
hacerse mencion del 1\1 e xi cano D. José Escobar 1\Iorales,
catedrático de matemáticas de la Universidad, v doctí-
simo en la lengua griega (1). Con el gran nú~nero de
muertos que asoló los barrios, la Quinta, la Lagunilla,
Santiago, Xalcopinca, Santa Anna, Tetzontlali, Coyuya,
Xamaica, Candelaria, Tultenco, S. Nicolás, Acatlán, Tlax.
cuaque, S. Salvador, Caballete, Atizapán, Tepetitlán, TIa-
telolco. S. Lózaro, S. Gerónimo, S. Ciprian, Sta. Cruz,
Sto. Tomá~, S. Antonio, Romita, Amallalco, Betlén, S.
Cosme, el Zapo, Chapllltepec, S. Juan, Sta. 1\Iaría, Sta.


[1] Gazeta del mes de Diciembre de 1737.




Año de 1737. 141
Clara, Espíritu Santo, y otl'08; no siend,) bastantes los
templos para enterrarlos, se bendijeron cinco campos san-
tos por distintos rumbos fuera de la ciudad, adonde he-
cha~ profundas sepulturas, se conducían en carros. Esta
enfermedad parece que se asemejaba á aquella memora-
ble que 161 anos atrás afligió de tal manera la N. E.,
que se llevó dos millones de Indios, y conjeturo no ser
diferente de la que en estos últimos años hace tanto es-
trago en las islas y colonias de la América Septentrio-
nal con el nombre de fiebre amarilla; pues aunque los
síntomas no eran en todos los enfermos los mismos, ge-
neralmente sentian calofrío, ardor de entrañas, dolor de
sienes, flujo de sangre á las narices; y sobreviniéndoles á
todos ictericia, se ponían tan amarillos, que metian miedo,
y al quillto ó al sexto dia morian ó sanaban; pero con el
peligro de recaer, lo que sucedía hasta cinco veces, con
lo cual los. que habian escapado al primer asalto, que los
dejaba muy débilq, se rendían á estos últimos: y así co-
mo en aquella edad ni las plegarias al cieló, ni los me-
dicamentos cortaron aquella peste, así había sucedido en
el afio pasado, y en los cinco meses que corrían del pre-
sente. En este estado tan lamentable se hallaba México,
<.:uando el Vire y, la muy noble ciudad y casi todos los
gremios, por una especie de aclamacion determinaron ju-
rar por patrona á la Santisima Vírgen de Guadalupe, lo
que se celebró el mes de Mayo con aquella pompa que
permitia el estado de la ciu . ad, y con tal felicidad, que
luego se comenzó ú experimentar la proteccion de tan
gran Madre; de modo que al principio del Otoño ya la
ciudad estaba libre, El número de los muertos en ella, des-
pues que el mal se hizo reparable, sin contar los que los
ludios echaban en las acequias, y los que por sí enterra-
ban, fué de cuarenta mil ciento cincuenta; asi consta de
los libros parroquiales, y de los hospitales. De Puebla ~í
aseguro que subia á Cll1cuenta y cuatro mil. De lo demas
del vireinato se hablará en el siguiente ano (1). El 10 de
Mayo salió de Veracruz en demanda de la Havana la fl·,-
ta y azogues al mando del teniente general D. l\hnild
Lopez Pintado, conduciendo para el Rey y particulares
catorce millúnes seiscientos treinta y cinco mil quince pe-


[11 Gazeta de México del mes de Mayo.




142 Año de 1738.
sos, fuera del 01\) aeni'íado, plata y oro labrado y dema~
mercaderías.


173H. 7. (1) Al principi() de año, conf'mne á la cos-
tmubre, el regimiento hiz:) alcaldes ordinarios, á D. Cos-
me Flores, y á D. Jos{, Cosí') Dia?:: de mesta, Íl D. Fran-
cisco Sanchez Tagle. y á D. Diego Carballido: alférez real
y juez de aguas, t1 D. Antonio Dávalos: diputado de pro-
pios, á D. José Agllirre: de po sito, á D. Luis Lllyando:
obrero mayor, á D. José Movellan: alcaides de alatlH~da,
á D. Juati de la Peua, y á D. Antonio Leca: seerctario
de cartas, Él D. Gabriel Mendieta: cobrador de sisa, á D.
Juan Manuel I1idalg0. A dos años malos, siguió otro peor
en las provincias vecinas y lejanas á México, en las cua-
les se habia propagad,) la peste con una rapidéz increible
por falta de policía de! !lO cortar con tiempo la cotnuni-
cacicm con lDs lugares apestados. Oí decir en Guanax;¡a-
to á un testig:) ocular, <¡lit! de IIlla frazada crm que iba
envuelto un lío, y con la cual se cobij il un m:JZo, la
peste cundió con tanta violencia, que dentro de pocos di as
easí toda la plt!be S3 crmtagiój ~' com!) en los paises le-
janos de las eapitales faltan los socorros flue en ar¡uellas
abundan, la pestc hiz':) mayores cxtragos. No sabré decir
cuantos fueron los muertos en toda la Nueva España (2).
Cabrera, de las matrículas de cicnto trcinta alcaldías, sa-
ca ciento noventa y dos mil; pero cs de advertir, que
este cálculo es lllUy defectuoso, asi por solo comprender
]os Indios tributarios, como por no hablar del resto del
reino (3). El P. Alegre, en su histC)ria de la Compauia de
Jesus de la provincia de México, asegura que murieron
las dos tercias partes de habitantes, y Yillaseíior (4), que
quedaron desiertos muchos pueblos de la gouernacion de
México. Es digno de hacer llwllJl)ria que cuatro pueblos
de muchos vecinos en el obispadr) de Oaxaca, es á sa-
ber: TClltilan, Avahualica, Hllcyacocotlan, y Noclrixtlán, aun-
que rodeados Je pueblos apcstachs. no se contagiaron. Es-
ta peste. como ha sneedido otras veces en la Nueva Es-
paña, no era tan fatal Él los Españoles, como lo era á


fl1 Libro Capitular.
[2] Cabrera.
r3] Alezrr, hist. manuscrita.
[4] Vil1aseñor, p. 1. lib. 1. cap. 15.




Año de 1 i3/ol. 143
los Indios, ó sea por razan de los alimentos, ó por la am·
plitud de su,; viviellllas. L'JS Mexicanos llamaron á es¡ a
enfermedad ¡lIatifa.a!tuatl, que es conw si dijeran sarna
en el redaño, á lo que acaso dió ocasion que disecando
algun cadáver hallaron pustnlas en aquella parte (*).


8. Mientras que de pueblo en pueblo se iba comuni-
cando el contagio, el reino de :México tenia escaséz de
amgues. 1.as guerras, que unas ti otras se habian succnli·
do en aquel siglo, impidieron por largo tiempo la coudu.
cion de este metal, que aun abnndando en aquel reino se
llevaba dc Espai'ía, y aunque tres años antes habia ido
pOl'eion grande, no bastaba para la saca de platas, ni los
mineros hallaban modo de beneficiar sus metales; porque
aunquc esta operacioll química la pudieran hacer á fuer-
za de fUf:gO, mezclando el metal con varios ingredientes
qlle saben, no lo haeian, porque la experiencia les habia
en~eíjado que de este modo la mayor parte de los meta·
les de las minas de Nueva España, perdian acaso un ter-
cio de la plata que contenian; lo contrario sucedia cuan·
do el metal n~ducido á polvo, é incorporado con agua, sa 1,
azogue y magistral, se formaba en montones que quedaban
expuestos al sol por muchos dlas, hollándolos de cuando
en cuando, revolviéndolos de abajo arriba, formándolos en
conos escalenos y repitiendo estas operaciones, hasta que
los azogueros con sus repetidas pruebas están seguros de
,¡ue el azogue ha atraído á sí toJas las partículas de pla.


[*] En el año de 1812 cuando habia llegado la in-
surreccioll á su mas alto punto, sobrevino la epidemia .¡J~
fiebrp amarilla que apm'eció en Puebla, y se comunzco
r(/pidúirnamellte á las dClflás ciudades, muriendo muy ere.
cido Ilúmero de pel'sonas; pero sc notó que hizo poquísi-
mo estrago entre los llamados Insurgentes, re''Pecto del
que causó en los realistas. lYótese igualmente que habién.
dose desarrolladu en el pueblo de Xoxo, distante media
legua de Uaxaca al Sür, en la ciudad no se sintiemn sus
estragos. Creyúse que fué por la proteccion de nuestra Se.
110Ta de la Soledad. plltrona de OaX(lc(/., y de S Sebas-
tian, en cuya copilla ant(E;ua está fundado su sanfuano.
Para perpetuar la mpm01'úl de este beneficio [de que fui
testigo J, se gravó una lámina en que aparecen estos san·
tos protectores de dicha ciudad.




}/14 Año de 1739.
ta, que entonces se llevan á los lavaderos. En esta"! aH·
gustias se hallaban los mineros, cuando improvisa mente
aportaron á Veracruz cinco navios cargados de este metal,
que luego se condujo á las cajas reales del reino para dis-
tribuirlo entre los mineros que consumian anualmente de
cuatro á cinco mil quintales (1), con la obligacion de quin-
tar cien marcos de plata por cada quintal de azogue que
recib:an.


1739. 9. (2) Tuvieron en el siguiente año los empleos
de alca]¡les ordinario~, D. Baltasar Mosqueira, y D. Fer-
nando Villar Villamil: de mesta. D. Cosme de Flores, y
D. José CosÍo: de alférez real, D. Juan de la Peña: de
procurador general, D. José Aguirre: de diputados de pro-
pios, D. José Movellan, y el obrero mayor D. LUIS Luyan.
do: de juez de aguas, D. Luis lnoceneio de SorÍa: de al-
caide de alameda. D. Juan de Baeza Bueno: de secreta-
rio de cartas, el ¿scribano D. Gabriel Mendieta: de corre·
gidor, el Lic. D. Pedr( Manuel Enriquez. Proveida la N lleva
España eu el afio anterior de azogues, se publico en Méxi·
co el despacho de platas, dando tiempo á los comercian-
tes para que juntaran los caudales que querían embarcar.
A la sazon no se ignoraba en México que la Inglaterra
estaba para romper la guerra con los Españoles, sin otro
motivo que no haberle restituido las presas que la arma-
da de Barlovento habia hecho de sus nacionales que iban
á las costas de América á comercial" de contrabando. Se
sabia tambiel1 (3) que á la demanda del ministro Inglés
respondia la córte de Madrid con el tratado de 1670, en que
quedó prohibido á los vasallos de la gran Bretaña el na-
vegar las costas de las colonias Españolas; y siendo cons-
tante que en ellas los navios de que se trataba habían si-
do apresados, quedaban sujetos ú la ley de la cOl1fiscacion.
En este estBdo se hallaban aquellos negocios, cuando el
arzobispo- Vire)', precisado de los ordenes del Rey, quiso
probar la suerte, y mandó que se dieran á la vela aque-
llos navíos, en circunstancias que el Rey de Inglaterra ins-
tado del comercio de Lóndres, hizo partir SUR escuadras


[1]
[2]
[3J


Villaseñor, p. 1. lib. 1. cap. 5.
Gcmelli, gim del mundo, p. 6. lib. 3. cap. 1.
Alwrcz Colmenar. Anales de España ~I de Portll-


gal, tomo 1. pág. 289.




Alio de 1740. 145
ú las costas d0 Espaüa. Entretanto los azogues navega-
ban en demanda de Cádiz; pero llegados á aquella altura,
una embarcacíon les dió aviso que la guerra se había de-
clarado, y que una fuerte escuadm Inglesa los esperaba no
lejos de allí: con ('~ta noticia forzaron vela, y dieron fondo
felizmente el 14 de Agosto en Santander (1). Los Ingle-
ses, que casi estaban seguros de esta presa, sintieron mu-
dIO qlw se les escapara.


10. (2) Al tiempo que esto sucedia en la Europa, re·
cibió el arzobispo cédula de Felipe V., fecha de 10 de Fe.
1>rero, en que le mandaba comisionar algunos pilotos há-
biles que fueran á sondear el puerto del nuevo Santan-
der, para saber si era capaz de abrigar embarcaciones gran-
des, caso que se limpiara. Esta órclen habia nacido de los
itlformes qlw D. José Escandon habia enviado á la cór-
te, del viaje que por mandamiento del Rey habia hecho
;Í la provincia marítima desierta, que está situada enfren-
te del lluevo reino de Leon, la que halló de tempera-
mento muy sano y á propósito para grandes poblaciones,
que á mas de cultivar aquellas fértiles campiñas, servirían
de impedir la~ invasiones' de los enemigos; y hallándose
en la dicha costa aquel puerto. pedia la gobernacion de
la provincia, obligándose á habilitar dentro de diez años,
lo quc debia ceder en ventaja de la Nueva España, pues
no tenia al mar del Norte otro puerto que Veracruz, que
era de mal temperamento y poco seguro, y Panzacola
muy distante (3). Por este tiempo, ó acaso el} el año
antes. llegó ú México la decision del consejo de Indias,
que habia juzgado quc las masas de plata de Arizona de-
bian tenerse por tesoros.


1740. 11. (4) En e I siguiente alio, entraron de alcal.
des ordinarios, el marqués de Uluapa, y D. Agustín de Igle-
sias: de mcsta, D. Baltasar Mosqueira, y D. Fernando Vi-
llar Villamil: de alférez real, D. Felipe Cayetano de Me-
dina: de obrero mayor, y diputado de posito, D. Luis Ino-


[1] A1varez Colmenar, Anales de España y de Por-
tugal, tomo 1. fol. 375.


r2] Villaseñol', p. 2. lib. 5. cap. 41.
[3] Alegre, ltist. manuscrita de la provincia de 2lféxi.


CO, de la Compañía de Jeslls. r 4 J Lib. Capitula/".
tOMo n. 19




146 Aiio de 1740.
cencio de Soria: de posito y juez de aguas. V. Franci~-­
co Man~elo Pablo Fernandez: de alcaide de a!ameda, n.
José Movellan: de secretario de cartas, el escribano n.
Gabriel Mendieta, y de superintendente del desagüe, el
oidor D. Pedro Malo (1). En este año se aumentaron las
rentas reales. Hasta entonces el derecho de uno por cien-
to de diezmo y señoreaje de las platas del reino de Mé-
xico, subia comunmente por lo tocante á la plata á sete-
cientos mil pesos; por el oro á setenta mil; pero en el
afio que corre, con la abundancia de azogues, y con el
descubrimiento de nuevos minerales, llegó á ochocientos vein-
te y un mil novecientos setenta y cuatro pesos siete to-
mines. A mas de esto, el estanco de cobres de Michoa-
cán se remató por diez años en mil pesos anuales, y el
de los naipes, con jurisdiccion por todo el reino, en siete
mil. Entretanto, despues de haberse visto á riesgo de caer
en manos de los Ingleses (2), el 17 de Agosto eutró en
México el nuevo Virey D. Pedro Castro Figueróa Salazar
(3), duque de la Conquista, título que se ganó en la cé-
lebre batalla de Bitonto, y marqués de Garcia Real, á quien
luego participó el gobernador del (4) nuevo México, que los
Franceses con ánimo de fundar colonias habian penetra-
do en aquel reino; pero no habiendo halladQ la tierra á
propósito para sus designios, habian dado la vuelta á sus
poblaciones. Al tiempo que esto pasaba (5), los Ingleses
bajo el comando del general Oglethorp, bombardeaban la
poblacion y fuerte de S. Agustin de la Florida; pero la
brava defensa que hicieron los Españoles, los obligó á le-
vantar el sitio. En ese mismo afio, ó acaso en el ante-
cedente (6), Felipe V. informado del arzobispo y ayunta-
miento de México de los trabajos apostólicos de los pa-
dres Jesuitas en la pasada peste, dcspues de haber dado las
gracias á su general, P. Francisco Retz, escribió una corta á
la provincia de México, que se leyó en comunidad, alabando


[1] Villaseñor, p. 1. lib. 1. cap. 5.
l2] Lib. Capitular.
[3] Emmo. Lorenzana, hist. de la N. E. fol. 32.
[4] Villaseñor, p. 2. lib. 6. cap. 17.
[5] Gazetero Americano, tomo 1. fol. 14.
[6] Alegre, hist. manuscrita de la provincia de la


Compañía de Je.~us de ~[éxico.




Año de 1741. 147
n SUs individu e)3, y exhortándolos á continuar en sus nUnIS-
t()rios, prometiéndoles su proteccion.


1711. 12. (1) Hallo en el libm capitular que corres-
prmde al presente año. que fueron alcaldes ordinarios 1).
José Cristoh:t1 Avendañ·), y D. Pedro Escorza: de mes-
ta, el marqués de U1uapa, y D. Agustin Iglesias: alférez
real, D. Luis Layando: procurador general, D. José Fran-
cisco Aguirre: diputados de propios, D. José Dávalos: de
posito, D. Gaspar Hurtado: juez de aguas, D. Juan de
Baeza: obrero mayor, D. José Movellan: alcaide de ala-
meda, D. Juan de la Peña: escribano de alhondiga. D.
Juan Manuel Hidalgo: secretario de cartas, el escribano
D. Gabriel Mendieta. y juez superintendente del desagüe,
el oidor D. Francisco Lopez Adán. Parece que en el mis-
m0 año murió el escribano mayor de cabildo, y que en
su lugar se nombró como interino á D. José de Rete (2).
Por decreto del consejo de Indias. el 17 de Febrero las
Salinas de las lagunas de México, por diez años queda-
ron por D. Tomás Aristorena en veinte y seis mil pe-
sos; partido para él muy ventajoso, pues solo el Peñol
Blanco rcntaba anualmente veinte y cinco mil. En el mis-
mo ailo que (3) seguía aun la guerra con Inglaterra, y
en que el almirante Vernon, que habia hecho gran da-
ilo al comercio de las Indias, habia tomado á Porto Be-
lo, y tenia ocupados varios fuertes de Cartagena, la N ue-
va Espai'ía estaba en continuo susto de un enemigo tan
temible, por lo cual el duque de la Conquista, temeroso
de quc pasara á Veracruz, hechas levas, y enviados per-
trechos á aquella plaza. determin6 pasar á ella, y con
su presencia y autoridad, apresurar los trabajos que eran
necesarios para poner los fuertes en estado de resistir á
los Ingleses. En efecto, así lo hizo; pero cuando en esto
entendia, ulla grave enfermedad, provenida de aquel mal
temperamento, lo obligó á volverse á México, en donde
el 22 de Agosto falleció. Su cuerpo se enterró con gran
pompa. Muerto el Virey entró la Audiencia de goberna-
dora, presidiéndola el oidor decáno D. Pedro Malo. En


[1]
[2]
[3J


fugaZ,


Libro Capitular.
Vi llaseñoí', p. 1. lib. 1. cap. 5.
AZvarfz Colmenar. Anales de España


tomo l. fol. 424 ..
y de Por-




148 Año de 1742.
el afio que gobernó la Nueva Espafia eí duque de la
Conquista, dió muestras de ser un grnn ministro, v Il()
hay duda que si la muerte no le corta los paO'os, ¡;ubie-
ra dado providencias utilísimas para la felicidad de aquel
reino. En México atribuyen su muerte á una grave ro-
prehension que tuvo de Felipe V., la que llevó ~con pa-
ciencia, de haber librado á un perrillo faldero. y no los
pliegos é instrucciones que llevaba, cuando por escapar de
los Ingleses saltó del llayío á un esquife. ¿Pero qué sine
atribuir su muerte á otras causas, cuando vemos que el
temperamento de Yeracruz en pocos días destruye á los
hombrts mas robustos?


1742. 13. (1) En el siguiente año fueron alcaldes or-
dinarios, D. Gaspar Hurtado, y D. Luque Galistéo: los
de mesta, el marqués de Uluapa, y D. Agustin Je Igle-
sias: el alférez real, D. José Francisco Aguirre: el dipu-
tado de propios, D. José Antonio Dúralo~; el de posito,
D. Francisco Marcelo l)ablo Fernandez: el juez de aguas,
D. Juan de la Peña: el obrero mayor, el alcalde ordina-
rio de primer voto: el alcaide de alameda, D. José Mo-
vellan: el secretario de cartas, el cseribano mavol' de ca-
bildo D. Baltasar García de Memlicta: el capellan de ciu-
dad, El'. D. Agustin del Castillo: el contador, Lic. D. Fran-
cisco del Barrio: teniente de regidor, D. Diego :Manuel
Carballido: entraron en las plazas vacantes de regidores,
D. José Angel Aguirre, D. José Luque Galistéo. y D. MI-
guel Francisco de Lugo (2). Poco despues de la eleecion
de los ministros de polieía, el 9 de Enero aportó á Aca-
pulco el galeon de Filipinas, que apenas descargado se
dejó ver en aquellas aguas el célebre corsario George
Anson que venia en pós de él; se creía hallar la costa
del mar pacífico de la N lleya España tan de~guarnecida
¡;omo la del Perú, en donde por sorpresa una noche (3)
con un puflado de gente habia tomado y saqueado á l)ai-
ta, apresado los navíos que halló, é incendiada la ciudad, lle-
vado de la íra de que aquel gobernador se habia nega-
do á todo partido de rescatar la plaza y presas hechas.
No sabia que la noticia de estos daños ya era vieja en


[1] Lib. Capitula¡.
[2] riaje de &corge Ansoll, lib. 2. cap. 9.
[3] El mismo autor, en el cap. 6.




Año de 1 '7 4~. 14H
d romo do México, y que la Audiencia teula acuartela-
dos (1) seiscientos veinte hombres para que acudieran á
eualquiera parte donde desembarcara. Entretanto la fe-
ria de Acapulco se hizo sin saber que los enemigos cru-
zaban en aquel mar. Estos, deseosos de tomar lengua del
estado de aquella costa, apresaron un barco de pescado-
res, de los cuales supieron que el galeon de Filipinas ha-
bía arribado desde el 9 de Enero. Esta noticia no causó
cxtraiieza á George Anson, antes bien pensando en que
sí se mantenia oculto podria con ventajas compensar aque-
"a pérdida con un galeon cargado de plata, se dispuso á dar
tiempo (i que se cargara, y en el inter dejando varios ban-
cos ligeros á cierta distancia de Acapulco, para espiar lo
que los Españoles hacian, fué á hacer aguada al puerto
de Ziguatanejo (2).


14. La estada de George Anson y de sus navios en
aquella costa, no fué tan oculta que desde las atalayas
no se observara, pues habiendo diversas veces visto na-
vios que luego desaparecieron, se tuvo por señal eviden-
te de que andaban enemigos en aquel mar; y como en
él /lO navega sino el galeon de FilIpinas y tal cual em-
barcaeion Peruana que iba á cargar géneros de China, la
\udiencia sábiamente determinó que la partida del ga-
leon se difiriera hasta el año venidero. Entretanto Anson
proveido de agua dió la vuelta al mar de Acapulco, en
cuya altura se mantuvo hasta que comenzando Mayo, te-
miendo que los mozones le faltaran, se determinó á na-
vegar á la China, con la esperanza de que si el galeon
iba adelante, alcanzarlo, lo que se prometia de la li-
gereza de sus navios. Antes de dejar aquel mar, des-
pachó á Acapulco todos sus prisioneros, reservandose al-
gunos negros mas robustos. Despues de ocho meses (3),
asegurada la Audiencia de que los Ingleses se habian ido
á la China, licenció la tropa. El 24 de Febrero como á
las siete de la noche, se manilestó el fuego en las casas del
Estado soplando un fuerte Norte: no fué posible apagarlo en
toda la noche. El daño que causó fué grande, y se cuen-
ta por uno de los mayores incendios que aquella capital


Villaseiíor, p. 1. lib. 1. cap. 40.
Lease Aciguatanejo, pue¡'lo mejor que Acapulco.
Villaseiíor, p. 1. lib. l. cap. 40.




150 Año de 1743.
ha sufrido (-i<) (l). El a de Noviembre entro en México 8U
lluevo Vire)' D. Pedro Ccbrian y Agustin, conde de Fuen-
clara (2). Al fin del año 8e remató por siete años el es-
tanco de la nieve en q!]ince mil quinientos veinte y dos
pesos. Este estanco rentaba solo en M~xico quince mil
pesos. La plaza de gallos por nueve años se pujó en veinte
mil. Este divertimiento, á que concurre mllcha gente en la
N ueva España, trae Sil origen,;í lo que entiendo, de la China.


1743. 15. (3) En el 1 Ti3 de la Era cristiana, el re-
gimiento puso por alcaldes ordinarios a D. Miguel de Ber-
rio y á D. Juan de Humarán: de me sta, al marqués de
Uluapa y á D. Agustm de Iglesias: por alférez real y juez
de aguas, á D. Gaspar Hurtadn: prlr procurador general,
á D. José l\1oy;~l1an: por diputado de propios, á D. José
Francisco Aguirre: de posito, al obrero mayor D. José Lu-
que de Galisteo: por alcaide de alallll)da, á D. Juan de la
Peña: por secretario d¡: cartas, á n. Baltasar Garcia Men-
dieta: entró de superintendente del desagüe, D. Domingo
Trespalacios y Escaudon: de alguacil mayor, D. Fausto Al-
varez de Ulate, y de su teniente D. José Alvarcz de Ula-
te. Al fin del pasado año. ó á los principios del que eor-
re, dió fondo en Acapulco el galeon de Filipinas nombra-
do Iluestra Señora de Couadouga. Divnlgada esta noticia,
y hecha la fél'ia como se acostumbra, el conde de Fuen-
clara y el consulado, dieron órden de qne se embarca-
ran los caudales en el galeon quc se habia detenido el año
antes, y que estuviera pronto para dar las velas luego que
la Primavera asomara. reservando para el tiempo acostum-
brado la marcha del navio que acababa de aportar. Así
se hizo, y el un navio precedió al otro, á lo que conje-
turo, como un mes. Entretanto que estos navios (4) hacian
la carrera de Filipinas, Geol'ge Anson, que corno hemos


[*] Refierese en j}Ié:rico, que en una de las bodegas
h.abia porcion de pólvora de contrabando, y que su due-
ño se denunció á la justicia para que no se causara
grande estrago incendiándose, por lo que se le perdonó
la pena ('n que había incurrido como contrabandista.


[1] Jtlercurio de México de 1742.
[2] Lib. Capitular.
[3] Libro Capitular.
[-1J VicÚe de Georgc Ansoll, lib. 3. cap. 8.




Año de 1743. 151
fc,fendo en el pasado año, dejada la Nueva España se
habia refugiado á las islas Marianas: allí supo que no
habia salido de la Nueva EspaJ¡a el galeon, y desde en-
tonces Íl'mó el desi~niü de retirarse á la China á care-
nar el Centurion y volver en el siguiente año á esperar
en aquel mar, y en lugar de un galeon apresar dos. Con
estos pensamientos consolaba las vicisitudes que en aquel
la~go viaje habia experimentado, pues pe:didos los demás
lluvios de su escuadra, el Glocester, navIO de guerra, que
le quedaba, se habia visto precisado á incendiar. Efecti-
vamente, aportó á la China, y en el Typa dió á la ban-
da el Centurion, en lo que puso suma vigilancia. pues su-
po que Jos comerciantes de Manila, por medio de sus
amigos que tenian en Canton, trataban de pegarle fuego.
Evitado este peligro y carenado el Centurion á satisfac-
cion del comandante, entró en Canton, en donde para
ocultar su~ designios publicó que hacia el viaje á Bata-
via, y de allí á Inglaterra; pero luego que se dió á la ve.
la, que fué á los principios de Mayo, hizo saber á su tri.
puJacion que iba en pós de los dos galeones que debian
arribar ú Filipinas. Esta nueva fué tan bien recibida, que
por tres veces la chusma Inglesa gritó viva nuestro ge-
neral: tan segura estaba ue la felicidad de aquella jor-
nada.


1u. (1) El 20 de Mayo descubrió Anson el cabo del
Espíritu Santo en la isla de Sarnal, última de aquel ar-
chipiélago, y la primera que buscan los galeones que
vuelven de la Nueva España, pues allí se ponen atalayas
desde la Primavera para advertir á los galeones si hay (,
nó corsarios que crucen por aquel mar. Desde aquel dia
se mantuvo en aquella altura sin acercarse á tierra, y cuan-
do se cumplia un mes de alborear, se descubrió el galeon
Nuestra Señora de Cobadonga, que iba en demanda del
Centurion, que antes había observado. Luego que ambas
naves estuvieron á tiro de cañon, se comenzó la batalla, que
fué muy reñida por dos horas, siendo las armas iguales de
ambas partes; y aunque los Españoles eran superiores en
gente, su navio como á proposito para gran carga, no ju-
gaba el artillería. ni hacia las evoluciones navales con
aquella destreza que el Centurion que estaba sin carga,


[Il Viaje de Oeorge Anson, hb. 3. cap. 8,




152 Alío de 1743.
La batalla entre tanto seguía, sin declararse la victoria 111
por una ni por otra parte. En estas circunstancias el general
del galeon, como llaman D. Geronimo Montero, hombre de co-
raje, fué gravemente herido de una bala, y obligado á de-
jar su puesto. Yiendo George Anson que la victoria era
muy dudosa, mand(, aportar en las gahias y gabieta trein-
ta fusilero~, los mejores que tenia, que no dejaban parar
á ningun Espalíol en el alcázal' y combés del galeon. Es-
to hizo que la accion se decidiesc a favor de los Ingle-
ses, mayormente que habian muerto scsenta y siete. i es·,
tahun gravemente heridos ochenta y cuatro. que era la flor
de los Españoles. Con estas desgracias. siendo accion te-
meraria el seguir en la pelea, arriaron los Iluestros la ban-
dera: al tie:npo que Anson se (J:sponia á ocupar su pre-
sa, le avisaron que s(~ hahia pegado !llego á la p6lvora
que tenian Ins artilleros, y qne el incendio so comuuicaba
á las obras exteriores del Cf)nturion. Disimuló cuanto
pudo; su temor, y exhúrtflndo ú la trípulacion á hacer
su deber, tuvo la felicidad de que el incendio se apa-
gara. Inmediatamente pasó ú la ocupacion del galeon, en
donde dejados unos cuantos marineros para las maniobras,
mas de trescientas personas de todos estados y calidades,
fueron transbordadas al Centurion, v encerradas en su
bodega. .


17. Proveido de est~ modo ú la seguridad del buque
enemigo, los Ingleses quo no veían la hora de saber el
importe de su presa, desplles de haber registrado cuantos
escondrijos tenia el navio, hallaron en plata aClulada un mi·
llon trescientos trece mil ochocientos cuarenta y tres pe-
sos: en harras; cuatro mil cuatrocientos sesenta v tres mar·
eos,. menos dos onzas: de las mercaderías pre¿iosas de la
Nueva España tan poco caso hicieron, que apenas en
el viaje de AlISan se habla de la Cuchiuilla. Del capitan
Español, verisirnilmente supo Ceorge Anson que el otro ga-
leon habia dado las velas pam Filipinas mucho tiempo an-
tes, y que lo creía en salvamento. Esta inesperada nueva
acibal'ó al Inglés el gusto de su presa: ¡tan cierto es, que
jamás los hombres se satisfacen con lo que adquieren! Ceor·
ge Ansoll, disgustado de que sus proyectos no le habian sa-
lido como se prometia, enderezó la próa á Cantono Mien-
tras que est0 pasaba en el mar Asiático. el del Norte es-
taba inundado de escuadras enemigas. continuando se la




Año de 1744. 153
guerra con furor, y no dejando á los Españoles hacer (1)
la carrera de las Indias. Este fué el motivo porque subió
tanto en toda la Nueva España el precio de los generos
de Europa. Los obispos, para contener en parte la codi-
cia de los mercaderes que se valen de las calamidades
publicas para hacer fortuna, prohibieron que en los monu-
mentos en que había gran lujo, pues en el de la Cate-
dral de México se ponian cuarenta arrobas de cera del
Norte, que se mudaban, mandaron que solo se pusieran
doce velas: lo mismo se debia ejecutar en la exposicion,
de las cuarenta horas; providencia muy sábia, que se cofi-
tinúa siempre que hay guerra; no obstante esta falta de
comercio con la Europa. el reino de México, bajo el suave
gobierno del conde de Fuenclara, florecía cada dia mas,
y las rentas reales se aumentaban (2). El estanco de la pól-
vora, salitre, azufre yagua fuerte, se remató por diez años
el 11 de Agosto, en setenta y un mil quinientos cincuen-
ta pesos anuales. Consta de los libros de casa de moneda,
que en este año se acuñaron en plata ocho millones cien-
to doce mil pesos, con tanta ganancia del erario (3), que
pagados los exhórhitantes sueldos de los empleados en aque-
lla oficina, quedaban libres anualmente de trescientos cin-
cuenta y cinco, á trescientos cincuenta y seis mil pesos.


1744. 18. (4) En primero de Enero, junto el ayuntamien-
to, eligió por alcaldes ordinarios á D. Domingo Cazal Ber-
mudez, y á D. Pedro Larrondo: de mesta, por la cuarta vez,
al marqués de Uluapa y á D. Agustin Iglesias: por alfé.
rez real, al alcaide de alameda D. Luque Galisteo: por
diputado de propios, á D. Gaspar Hurtado: de posito, á
D. Juan de Humarán: por juez de aguas, á D. Juan de·
Baeza: por obrero mayor, á D. Juan de la Peña: por se-
cretario de cartas, á D. Baltasar Garcia l\Iendieta: por
teniente de un regidor á D. Atanasio de Zúñiga, y por
diputado de arqueria, á D. José Antonio Dávalos: entró
de corregidor, D. Gregorio Francisco Bermudez Pimen-
tel. La noticia de la pérdida del galeon Nuestra Señora


[1] Lorenzana, concilios Mexicanos,jol. 279.
[2] Villa señor, p. 1. lib. 1. cap. 5.
[3] Villasciwr, p. 1. lib. 1. cap. 6.
[1J Lib. Capitular.
TOM. 11. 20




154 Año de 1745.
de Cobadonga, que se supo el siguiente año en México
del navio que aportó á Acapulco de Filipinas. consteJ'llÓ
á los interesados, que de tal pérdida acusaban al Yirey y
Consulado. Los hombres somos de tal condicion, que me-
dimos las cosas por los sucesos. Si acaece una desgracia, la
atribuimos á falta de prudencia en los que mandan, co-
mo si todo lo hubieran de prevenir; al contrario, si de al·
guna providencia temeraria resulta alguna felicidad, se re-
puta por consumada prudencia. Los Mexicanos discurrian
de esta manera. ¿Si un solo galcon hizo tanta resistencia,
qué hubieran hecho dos? Sin duda que Ó el Inglés no se
hubiera expuesto al combate, ó hubiera quedado vencido (1).
En el mismo año, el conde de Fuenclara que estaba muy
atento al reparo de los edificios públicos, comisionó al re-
gidor diputado de arquerias, D. Jesé Dávalos. para que hi-
ciera restaurar los arcos que conducen el agua {¡ la ciu-
dad, obra en que se con sumieron grandes caudales, y que
en pocos años se acabó, comenzando desde Chapultepéc
hasta la caja del agua. El gasto se hizo de la sisa del vi-
no, aguardiente y vinagre que entra en la ciudad, y está
destinada á este fin. Esta renta es de fJuince á veintc mil
pesos anuales. De la dieha se deven desfalcar un mil cua-
trocientos pesos que importan las certificaciones oe la adua.
na, el seis por ciento del cobrador. los sue-ldos. de} obre-
ro mayor, escribano mayor, y contador de ciudad. El so-
brante se guarda para estas obras (2). Al tiempo que se
trabajaba en esto, por segunda vez llego real cédula al
conde de Fuenclara para que enviara pilótos al nuevo San-
tandcr que vieran si el dicho puerto se podia limpiar S
habilitllr para recibir embarcaciones de alto bordo. A mas
de lesto, que entendiera en la poblacion de aquella fértil
costa, y que este cuidado lo encomendara al coronel D.
José Escandon. Este oficial en el presente año pobló la
Sierragol'da, provincia no muy di~tante de Queretaro, en
donde se formaron ocho misiones de padres Franciscanos.


1745 19. (3). Hallo que en el sip-uiente año eran al-
caldes ordinarios n. Josó G(,nzalez Calderoll y D. José
Yi;laurre: de mesta por la qllÍnta vez, el marqués de Ullla~


[1 J VillrlSlC'lior, p. 1. lib. 1. cap. 6.
[2J Vi/l(!i'IéCU1. p. 2. lib. 5. cap. 40.
[3] Libl'l) Capitular.




Año de 1754. 155
¡ia y D. Agustin Iglesias: alférez real y diputad') de po-
sit:) D. Miguel de Lugo: de propios, D. Jllan de Baeza
Bueno, y D. José Movellan: por procurador general, D.
Gaspar Hurta~h juez de aguas, D. José Antonio Divalos:
obrere) mayor y alcaide de alameda, D. Juan de la Pe-
ña: sccrotarin de eart'1S, D. Baltasar Mendieta: entró de
regidor D. Francisco Casuro (1). De una caneion que se
cantaba en la Nueva España al son de la vihuela, con-
jeturo que en astos aiios se llevaron á la Florida y Pan-
zacola familias de México, y q!le los alcaldes de mesta lim-
piaron la ciudad de malas mugeres (2). Entretanto que el
conde de Fuenclara ponia gran cuidado en el aseo de la
ciudad, hacia restaurar la calzada de San Antonio, obra
muy útil á los que van á México de aquellas partes de
Chalco. El gasto de estas obras se hace de los propios
que la ciudad (3) tiene, que en estos años eran com,) si-
guen: diez y nueve mil ochocientos pesos que rentaban
los caj'mes de la plaza que e~tá entre las casas de cabil-
do y Catedral en forma de alcaiceria, compuesta de cien-
to cuarenta y cuatro tiendas de mercaderes: en su cen-
tro están los puestos portátiles que llaman baratillo: ocho
mil quinientos pesos que reditúan las casas y tiendas de
la calle de la Monterilla y de S. Bernardo: ciento cincuen-
ta pesos que se sacan de las casas bajas del Rastro y
Hurnillo: novecientos noventa y nueve cuatro tomines que
recauda la ciudad de censos: dos mil que importan los ar-
rendamicntns del rastro de S. Antonio Abad, que antes
valian de cinco á seis mil pesos: mil y quinientos que pa-
ga el arrendatario de la carniceria mayor: novecientos que
dá el remate de fiel contra~te, como llaman en México,
de pesos, varas y medidas: un mil que importa el del cam-
po: un mil trescientos en que se remata la plaza mayor:
un mil que vale la correduria mayor de lonja, y cincuen-
ta que paga el pregonero. A esto se debe añadir lo que
importan las mercedes de agua. De estos propios se
pagan los sueldos de los regidores y ministros, que mon-
tan como á diez mil pesos, el rédito de los censos que su-
be á siete mil seiscientos sesenta y cuatro. siete tomi-


[1 J Cancion de México.
[2J Emmo. Lorenzana, hist. de N. E. fol. 33
(3] Villascñor, p. 1. lib. 1. cap. 7.




150 Afio de 17,H.i.
nes y seis granos: las propinas anuales que llegan a tres
mil cuatrocientos pesos: tres mil que se dan al asentista de
las caflerias por su composicion: lo que sobra es destina-
do á las obras públicas, y á los gas tos del ayuntamiento.
Si no me engaüo, en estos tiempos, en el lIlar de Aea-
pulco se "ieron corsarios, lo que obligó al conde de Fuen-
clara á despachar ú toda prisa un barco al Cabo de cor-
rientes en Californias, y que avisara al galeon de Filipinas
que entrara en ~Iatanchel. Afortunadamente asi se ejecu-
tó, y allí se tuvo la feria con gran concurso de los mer-
caderes de la Nueva Galicia; pero cuma aquel lugar
se puede decir que es de peor temperamento que Aéa-
pulco, muchos fallecieron (1). El 30 de Diciembre, el pa-
dre Cristobal de Escobar, provincial de los Jesuitas, hizo an-
te el Virey renuncia de las misiones de Tapia y de Te-
pehuanes, por estar ya reducidos aquellos pueblos, y tener
ya al rededor poblaciones españolas. El conde de Fuell-
clara respondió, que daria cuenta al Rey, sin cuyo manda-
damiento no podia aceptar.


1746. 20. (2) Los oficios de policía en el siguiente año se
dieron á los alcaldes ordinarios D. Miguel Francisco de Lugo,
y D. Francisco Casuro: los de mesta, á D. José Gomez Cal-
deron y D. Simon Vidaurre: de alférez real, diputado de posi-
to y juez de plaza, á D. Juan de Humarán: de diputado de
propios, á D. José Aguirre: de posito y alcaide de alameda, á
D.José MovelIan: juez de aguas, á D. José Antonio Dá-
valos: secretario de cartas, á D. Baltasar Garcia l\fendie-
ta: entró de teniente del corregidor, el Lic. D. José Osa-
rio. En este año, en la imprenta de Hogál, se imprimió el
primer tomo de la utilísima obra del Teatro Americano:
el segundo (3) tomo salió á luz dos años despues, que di-


[1] Alégre, Irist. manuscrita de la provincia de la
Compañia de Jesus de ~México.


[2] LibroCapit ul al'.
[3] Villaseñor, p. 1, lib. 1. rapo 'l.-En el gobierno


del virey de Fuenclara, fué preso y remitido á España
en partida de registro el .~úbio D. L01'enzo Boturini, his-
toriador de ílIéxico. Véase esta relucíon en el segundo
tomo de las l\lañanas de la Alameda de México. Este
acontecimúmto fué una desgracia para ta literatura anti.
gua Mexicana.-E. Editor.




Año de 1747. 157
vldida en dos partes trata de la situacion, vecindario y
~ül¡:en;io de todos los lugares dependientes del vireinato
de ::\Iéxico. Esta obra se compuso por mandamiento del
Hny librado el !) de Julio del año pasado de 1741, en que
mandaba á los tres Vir/yes de las Indias que se hiciera
Ulla cxácta dcscripci¡'l1 de sus gübiernos. Por lo tocante á M:é-
:"-oieo, el conde de Fuenclara c()misionó á D. José Antonio de
Yillaseüor, contador de azogu<~s, y cosmúgrafo del reino. En
el mismo aiío el conde de Fuenclara que por sus parti-
das fué muy querido do los :Mexicanos, entregó el gobier-
no á D. Juan Francisco Güemes y Horcasitas (1), primer
conde de Revilla Gigedo, que acababa de llegar de la gober-
nacion de la Havana, y (:ntró en México el 9 de Julio. Por
el fallecimiento de Fe"!ipe V. que sucedio el 12 del mis-
mo mes, el Rey Fernando VI. mandó al Virey y ciudad,
que publicados los lutos en la Nueva España, y celebradas
jas exéquias á su padre, se jurara por Rey y señor del reino de
México. Los lutos efectivamente se publicaron, y la cere-
monia de la jura se dejó para el siguiente año. En el pre-
sente, por testimonio de Villaseñor consta, que la pobla-
cían de México era de cincuenta mil familias de Españo-
les europeos y criollos: de cuarenta mil de mestizos, mu-
latos negros, &c., y de ocho mil de indios que habitaban
en sus barrios. Se consumian entre ellas anualmente al
pié de dos millones de arrobas de harina; de ciento cin-
cuenta, á ciento sesenta mil fanegas de maíz; trescientos
mil carneros; quince mil quinientos entre bueyes y toros, v
de veinte y cuatro á veinte y cinco mil puercos. En e~­
ta cuenta no entran muchas casas religiosas, en que se ma-
taban los carneros que les venían de sus haciendas, ni
tampoco las becerras que servian de regalo á los partí-
Clllares, poniendo se solamente lo que en el rastro se ma-
taba.


1747. 21. (2). Tuvieron en el siauíente año las alcal-
días ordinarias D. José Villegas y D. lledro Echeveria:
las de mesta por segunda vez, D. José Gonzalez Cal-
deron y D. Simon Vídaurre: el alferazgo real y la al-
caidía de alameda, el diputado de posito D. Francisco
Casuro: la procuraduria general, D. José Aguirre: la di-


(1]
f2]


Libro Capitular.
Lib. Capitular,




1:'í8 Año de IH7.
putacion de propios, el juez de plaza D. José Movellan,
y el juez de aguas, D. José Antonio Dávalos: el oficio de
obrero mayor, D. Miguel de Lugo: el de secretario de
cartas, D. Baltasar Garcia Mendieta: por escusa del al-
caIde ordinario Villegas, entró en su lugar D. José Mon-
terde: por la misma razon en lugar de D. Felipe 1\1 ata,
mayordomo de propios, entró D. Antonio Leca: fué alcai-
de de alhóndiga, D. Joaquin Suarez, y tomó posesion de una
plaza de regidor el correo mayor D. Pedro Ximenez de
los Cobos (1). Preparadas en el siguiente año las co-
sas necesarias para la jura del nuevo Rey (Fernando VI)
el conde de Revilla Gigedo, acompañado de los tribuna-
les y nobleza, subió al tablado formado en la plaza mayor,
donde el ayuntamiento lo requirió á enarbolar la bande-
ra por el nuevo Rey, lo que se hizo con las aclamacio-
nes acostumbradas. Siguieron ú es10 las iluminaciones, cor-
ridas de toros y arcos triunfales, lo que tambien se eje-
cutó por toda la Nueva España. Entretanto que estas fies-
tas se hacian (2), el conde de Revilla Gigedo entendia
en el aumento de las rentas reales, y en su tiempo cre-
cieron estas. De las alcabalas de la ciudad que tenia en
arrendamiento el Consnlado (3), se recaudaban anualmen-
te trescientos treinta y tres mil trl'srientos treinta y tres
pesos dos tomines y ocho gmnos, y las de todo el reino
rentaban setecientos diez y ocho mil trescientos sesenta y
cinco pesos y dos tomines. La renta del pulque subia á cien-
to sesenta y dos mil pesos: el asiento de los cordovanes de
México, á dos mil quinientos: el del alumbre, á seis mil qui-
nientos: la media anata rentaba de cuarenta v ocho, á cincuenta
mil pesos: los novenos del arzobispado de' México y de los
obispados de Pucbla, Michoacan y Oaxaca que entraban en las
c:\jas reales de México, setenta y ocho mil ochocientos pe-
sos: el papel sellado, de cuarenta á cuarenta y dos mil
pesns.


(4). En la recalldacion de tributos habia variedad. En
México el administrador general los arrendaba á los jus-
ticias Indios. Estos se dividen en dos parcialidades: una de


[1] Lib. Capitular.
[2] Emm. Lorenzana, hist. de N. E. fol. 34,
[3] rillasciíor, p. I. liño I. cap. :'í. y 6.
[4] Villaseñor, p. 1. lib. 1. cap. 8.




Año de 1747. 158
Tenochas que llaman de S. Juan, yotra de Tlatelolcos,
que llaman de Santiago, ambas tienen sus gobernadores
v demás oficiales de policía, á usanza de los Españoles.
ta primera, cuenta, bajo su jurisdiccion, setenta y nueve en-
tre pueblos y barrios, y se estiende por el Oriente y N or-
te: esta fué la mas poderosa en la antigüedad, y aun con-
serva gran nobleza: tiene cinco mil novecientas familias.
La otra, que corre por l)onicnte y Sur, tiene setenta y
dos pueulos y barrios, y estiÍ reducida á dos mil qui-
IlÍentas familias. Este órden algo se perturbó con la pes-
te del treinta y siete y treinta y ocho. En las demás pro-
vincias los tributos se recaudan por medio de los ciento
cuarenta y nueve alcaldes mayores que las gobiernan, y
que ante, de ir á sus alcaldías dan fianzas de la suma en
que están tazados los tributos de su jurisdiccion. Las de-
mús pro\-incias de aquel vasto reino que están en los con-
fines y tienen presidios, están exéntas de esta carga (1).
El modo de cobrar los tributos es el siguiente. En todas
las provincias se hace el encabezamiento de los Indios
de dos en dos: este binario llaman tributario entero, de
quien cada cuatro meses se cobran seis reales, que hacen
ul ailo diez y ocho, repartidos de este modo: ocho reales
por el tributo: cuatro por el toston ó servicio real: cuatro
y medio por el precio de media fanega de maiz con que
debian acudir al granero del Rey: medio real para el hos-
pital real, en donde se curan los Indios enfermos: otro
medio para los gastos de sus pleitos: y finalmente. el me-
dio restante para las fábricas de catedrales. Esta pasa al
ailo de seiscientos cincuenta mil pesos. En estos tiempus
una nave Holandesa, ú obligada de la neceSIdad. Ó por
motivos de comercio, aportó a l\IatancneJ. Divulgada es-
ta noticia, el ,alcalde mayor de Huetlán, D. Pedro de la
Vaquera, en cuya jurisdlccioll está dicho puerto, voló á
él, Y ~recibió mil finezas de los extrangeros, convidándolo
repetidas veces á comer á bordo. El alcalde mayur, como
si quisiera corresponder á los agasajos que habia recihi.
do, los convidó á comer á su posatla. El dia señalado vi·
nieron á tierra diez y ocho de los mas principab Ho-
landeses, y mientras que estaban á la mesa, el :¡,i dlde
mayor cometió la vileza de hacerlos prender. ¡AlÚJll fe¡¡


Cap. 19.




160 Año de 1748.
y detestable para todo hombre de bien! Los Holandeses
que quedaron en el navío, luego que supieron aquel aten-
tado, abominando la perfidia de aquel alcalde mayor, se
dieron á la vela. Los presos con buena escolta fueron lle-
vados á Guadalaxara, y hospedados con toda humanidad
y regalo en las casas de los magnates, hasta que el Vi-
rey mandó! fucran á Veracruz á embarcarse para la Eu-
ropa (*).


1748. 22. (1) Siendo alcaldes ordinarios el diputado
de propios D. Caspa!' Hurtado y D. Francisco de la Co-
tera: ele mesta, por tercera vez, D. José Gonzalez Calde-
ron, y D. Simon Vidaurre: alférez real y diputado de pa-
sito, D. Pedro Ximencz de los Cobas: juez de aguas, D.
José Antonio Dúvalos: alcaide de alameda D. Miguel de
Lugo: obrero mayor, D. José l\fovelJán, y secretario de
cartas D. Baltasar GarcÍa l\1cndicta, el conde de Revilia
Gigedo estendiú por las raucherías de Indios y tierras de-
siertas vecinas al mar del Norte el d')minio Español, po-
niendo en ejecucion los mandamientos del Rey, librados
nueve, y cinco alías antes; y para que esto se ejecutára
conforme á la voluntad del Rey (2), en los dias ocho,
nueve, y trece de Mayo hubo junta general de los minis-
tros de diversos tribunales, en que quedó determinada la
fundacion de ulla gran colonia en aquellas tierras, deján-
dolo todo al cuidado del coronel D. José Escandón, nom·
brado gobernador. Est~, habiendo hecho publicar los pri-


[*] Nada hay nuera bajo del Sol. ha dicho Dios, y
esta verdad la vemos demostrada en nuestra historia. Creía-
mos que la jelonifl que cometiú Picaluga con el general
Guerrero en Acapulco, era la primera en su linea en es-
te continente. Exáminada la crimúwlúlad de este heclto,
prepondera sin. duda la del alcalde mflyor de Huetlán so-
bre la de Picaluga: éste siquicra habia recibido algunog
quebranto.~ en sus comercios por Guerrero, pues le había em-
bargado su bergantín; pero aquel ninguno. Notable contraste
presenta la conducta de este pérfido juez con la del go-
bierno de 1vléxico, que considen; ú los Holandeses arres-
tarIos, y los tmto con la humanidad posible hasta embm'-
carlos para Europa.-E. E.


[1 J Lib. Capitular.
[2] Villaseiior, p. 2. lib. 5. cap. 40.




Año de 17/,1!J.· 161
vIlcgios y ti<.:rras que se concederían á los Colonos, con-
siguió que dentro de pocos años pasaran á aquellas par-
tes muchas familias, con las cuales, desde Altamira hasta
Camargo, fundó once pueblos de Españoles y mulatos. De
los indios que se pudieron juntar, se formaron cuatro mi~
siones; y aunque se reconoció que era imposible limpiar
el puerto al Santander, y hacerlo capaz de recibir embar.
caciones de alto bordo por la mucha arena que dejaba la
resaca, este mal se compensó con la fundacion de unas
poblaciones florecientes, que estaban vigilantes, para im-
pedir el desembarco de los corsarios (1). El mismo año
la armada de Barlovento, (ue hasta entonces habia estado
en Veracruz por mandamiento del Rey, pasó á la Havana.


174\J. 23. (2) En el libro capitular del presente año,
~c halla q'le fueron alcaldes ordinarios D. Justo Trebues-
tro, y D. Francisco Rivas-Cacho: de mesta, D. Francis:
co de la Cotera, y D. José Monterde: alférez real y
u,leaide de alameda, D. Fans to Alvarez de Ulate: procu-
rador general D. Gaspar Hurtado: diputado de propios
D. José Movellán: de posito D. Miguel de Lugo: juez de
arruas y obrero mayor, D. José Antonio Dávalos: juez de
plaza, D. José Aguirre: secretario de cartas, D. Baltasar
García Mendieta: entró de regidor D. Atanasio de Zúñi.
ga y Prado. En muchas provincias, no muy distantes de
México, se perdieron las cosechas en este año por cau-
sa de las tempranas heladas que quemaron los maizales.
Temeroso el noble ayuntamiento de que aquella calami-
dad no atrajera á la capital gran concurso de pobres, con
tiempo se hizo el acopio de maizes de las rentas del po-
sito que en aquel año (3) recaudaba de las tres cuarti-
llas de harina, maíz y cebada, que se despachaban en el
alhondiga, y que subía á diez mil pesos, á mas de otros
tres mil que rentaban las cuarenta y tres cuartillas de
Tacuba. De esta suma se defalea anualmente el sueldo de
los diputados de propios del posito, del prucurador mayor,
contadur, escribano mayor de j~abiIdo, mayordomo, escri-
bano de alhondiga, contador de la aduana y demás minis-
tros, lo que importa dos mil trc"L:ientos pesos, á lo que


[I] Guia de forasteros de la Havana de 1781.
[2] Lihro Capitular.
[a] Villaseñor, p. 1. lib. 1. cap. 7.
TO:lf. 11. 21




162 Año de 1749.
se deben agregar un mil doscientos que se dan de li~
mosna al colegio de Niñas de S. Miguel de Belén, dos
mil que se pagan á los nietos de Baltasar Rodriguez de
los Rios, en satisfaccion de réditos atrazados: seiscientos
doce y un tomin que se dan al cobrador del seis por
ciento que le toca: 10 que sobra se emplea en acopiar
harinas, maizes &c. Con estas providencias, y con haber
sido lai3 cosechas abundantes en aquellos valles, México
no experimentó ni la carestia, ni menos la hambre que
afligió tanto á la tierra adentro. A esta calamidad se agregó
que la gente andaba atemorizada, por los repetidos temblores
que desde el volean de Coliman corrían mas allá de Gua·
dalaxara, con muerte de muchas personas, y ruina de gran-
des poblaciones, entre las cuales se cuentan Sayula, Za·
potlán el grande, Amacuepan, y otros lugares que eran
cabeceras de alcaldías. Coliman no padeció tanto, acaso
porque el movimiento en su orígen suele ser menor, ó
tambien porque sus edificios eran de materia ma·s ligera,
como hechos á propósito para resistir á los baibenes freo
cuentes de los temblores, ó ae aso por alguna otra cau-
sa que ignoramos.


24. (1) En la primavera de este año, salió de Veracruz
una flota de diez y nueve buques, cargada de tres mi-
llones de pesos, y de todas las mercaderías que el fe-
cundo suelo de Nueva España produce. Esta, al mande
de D. Antonio Espínola, llegó con felicidad á la Havana,
de donde á principios de Noviembre dadas las velas y
caminando con toda felicidad, ya pasado el Canal de Ba.
háma, en demanda de la altura de la Bermuda, una fie.
ra borrasca obligó á los navíos á separarse con tanto da·
ño, que se creían perdidos. La capitana fué la que mas
padeció, habiendo cortado el palo mayor. En estas cir-
cunstancias D. Antonio Espínola no ofreciendo otro arbi·
trio, destacadas algunas ligeras embarcaciones para avi-
sar á las demás, puso la próa á la Martiníca. Anclado
en el Fort Royal, luego trató de reparar las pérdidas; pero
halló que los mercaderes Franceses vista la necesidad de
los Españoles, habian convenido en pedir por el madera.
je y cordaje cantidades exhorbitantes, lo que por algunos
días tuvo suspenso á Espínola: en esta duda se hallaba


(1 ] Testigo ocular.




Año de 1750- 163
cuando cuatro navíos ingleses cargados de todos los per-
trechos de marina anclaron cerca de la Capitana. El ofi·
cial que los mandaba luego vino á visitar al general Es·
pañol, á quien hizo saber que cuanto habia en dichos na-
víos estaba á su disposlCion, siendo esto un presente que
el gobernador de las Bermudas le hacia en nombre del
Rey de la gran Bretaña. Sabido esto los comerciantes ba-
jaron mucho del precio; pero Espínola enfadado de la su-
perchería de los Franceses, se valió de la liberalidad In~
glesa, y d€spachó una vela al Rey avisándole lo que ha-
bia . pasado.


1"750. 25. (1) Cuando corría el año del nacimiento de
Jesucristo de 175O, y eran oficiales de policía los alcaldes
ordinarios, D. Fausto Alvarez de Ulate, diputado del pa-
sito, y D. Joar¡uin Trebuestro: de mesta, D. Justo Tre-
buestro, y D. Francisco Rivas-Cacho: alférez, D. José Mo-
vellan: diputado de propios, D. Miguel J ,ugo: juez de aguas
el alcaide de alameda, D. José Antonio Dávalos: secreta-
rio de cartas, D. Baltasar García de Mendieta, y capellan
de los Remedios, el Lic. D. Manuel Rodriguez, ya con-
currían á México muchos forasteros que de lejanas tierras
venian á buscar que comer; pero el acopio de provisi()-
nes que el año antes se habia hecho, no solo era bastante
para el abasto de aquella gran poblacion, sino tambien
sobraba para el socorro de los necesitados. No sucedió
asi en las ciudades y poblaciones que cacn al Poniente
y Norte, pues habiéndose perdido las cosechas, y acudien-
do á ellas los pobres de las campiñas, se empezó á ex--
perimentar gran carestía que acabó en hambre. Desde
Guanaxuato, ciudad opulenta por sus inagotables minas,
comenzaba la necesidad: de aquÍ esta calamidad corría al
Oeste Norueste á Zacatecas, CIUdad grande y rica por
sus metales, en donde congeturo que la hambre fué ex-
cesiva, pues llegó á pagarse la fanega de maíz á veinte
y cinco pesos. Asi que no hallando que comer ni los hom-
bres ni las bestias, se interrumpieron los trabajos de las
minas. Es verdad que las cosechas de trigos fueron si nó
abundantes, á lo menos regulares. iPero esto de qué ser-
vía á una nacion que casI no se mantiene sino de maíz?
Hallándose en este conflicto los desdichados, abandona~


[Il Ub. Capitular.
,.




161 Año de 1750.
das sus casas salían en tropas á los caminos á pedi~ de
rodillas á Jos pasagcros que los socorrieran; pero estos
poco podian ayudarlos, cuando apenas los bastimentos que
llevaban les bastaban para su sustento. De aquí nacia que"
comian bueno y malo lo que encontraban: raizes y fru-
tas silvestres eran su diario mantenimiento, particularmen-
te las tunas de que abundan aquellas espaciosas llanu-
ras, por mucho tiempo saciaron su hambre: esta fruta es
á la verdad saludable si se come con moderacion, y se
le quita la cá~cara, que es como cuero, y lleno de cier-
tas espinas sutilísimas, que los Mexicanos llaman ahuatl;
pero no atendiendo aquellos hambrientos sino á su ape-
tito, despreciaban esta precaucion y devoraban la fruta
con su cáscara, por lo cual este alimento asi como á unos
les sustentó la vida, á otros se las abrevió, no pudiendo
digerir ni los huesos ni la cáscara. Cuando acabaron con
las tunas, las pencas de aquellas plantas, bien que muy
insulsas y babosas, les sirvieron de alimento, lo que tam-
bien les fué muy dañoso.


Los pobres de mas ánimo huían de aquellas tierras,
y se refugiaban ó en los pueblos vecinos á Guadalaxa-
ra ó en la ciudad, en donde estaban seguros de hallar el
sustento. Efectivamente, las comunidades y personas ri-
cas de aquella ciudad, mostraron entrañas compasivas, y
por largo tiempo mantuvierun á cuantos pobres a~udian.
Entretanto sucedió que en Bolaños, lugar de minas, cua-
renta y cinco leguas al Norueste, se descubrieron ricas
venas de plata, lo que atrajo á aquel lugar los bastimen-
tos de aquellas provincias, y los pobres que estaban se-
guros de ganar gruesos jornales, dejada Guadalaxara se iban
á Bolaños. El fin del año por las abundantes cosechas fué
feliz.




Año de 1750~ 165


SUMARIO DEL LIBRO DUODECIMO. (*)


l? Muerte del Sr. Obispo de Guadalaxara D. Juan
Gomez Parada: su elogio. Deja su librería al colegio ma-
yor de Santos, con calidad de que sea pública. 29 Los
malos alimentos, consecuencia de la escaséz del anterior,
fueron causa de una peste. 3? Un eclipse notable, ob-
servado en México, aterró á sus habitantes. 4? Conce-
de Fernando VI á los Jesuitas que dimitan las misiones
de Topía para emplearse en otras. 5? Incendio del con-
vento de Sta. Clara de México. 6? El marqués de las
Amarillas succede en el vireinato al primer conde de Re-
villa Gigedo. 7? Llega á México de Roma el P. Jesuita
Lopez, adonde fué á solicitar el patronato de Ntra. Sra.
de Guadalupe, y se hacen fiestas en México. 8? Des-
cúbrense ricas minas en la Iguana, á la entrada del N.
reino de Leon. Por causa de pleitos suscitados entre los
mineros, desaparece aquella riqueza. Varias obras mag-
níficas se emprenden para el laborío de aquellas minas.
n? Muere la Reina María Bárbara de Portugal, y se
publican' los lutos. 10. Muere á poco su esposo Fernan-
do VI., y en nombre de su hermano Carlos lIt, que
estaba en N ápoles, se publican los lutos. 11. Enférmase
el Vírey marqués de las Amarillas, y pasa á restablecer
su salud á Cuernavaca. Muere, v se le hacen sus fune-
rales en México. Elogio de este" gefe. Entra la Audien-
cia de gobernadora, representándola el oidor decáno
Echávarri. 12. Difiére~1C la jura de Carlos III para el si-
guiente año, y llega de Virey interino el gobernador de
la lIavana Cagigal. Entra en propiedad del Vireinato el'
marqués de Cruillas. 13. Júrase por Rey á Carlos 11I.,
y se describen las solemnidades de su proclamacion. 14.
Invasion de la Ravana, y toma de aquella plaza por los
Ingleses. Descríbese aquella plaza y sus fortificaciones, y
cuanto se hizo en su sitio y defensa. Sabida la toma de
la plaza, se toman medída's en México para la defensa
de Veracruz y la Costa, y pasa el marqués de Cruillas
á reconocerla y preparar sus aprestos de defensa. Epi-


("'J y el último del autor.




166 Año de 1751 •.
demia de viruelas en México, en que murieron diez mil
personas. 15. Tras de la peste de viruelas sobreviene otra
no menos terrible en México. Distíogucnse los Jesuitas
por sus actos. de caridad en la curacion de los enfermos.
Sácase en procesion á Ntra. Sra. de Loreto, y calma la
epidemia en esta ciudad. Distínguese en esta vez el buen
celo y elocuencia del P. Parreño en el púlpito. 1(\. Mue-
re mucha de la tropa reunida en Veracruz para defensa
de aquella piaza. 17. Preséntase en ella una embarcacion
de Campeche, que trae preso á un religioso Servita en
el concepto de ser un espía de los Ingleses, que es tras-
ladado á la carcel. Quéjase el arzobispo de este proce-
dimiento, y fija excomulgado al speretario de cámara que
habia intervenido en la causa. Reunese la audiencia en
acuerdo, y se manda al arzobispo que alzc la excomu-
nion, como se hizo. Llega en esta sazon un navío Inglés
á Veracruz, por el que se sabe que la Inglaterra y Es-
paña tenian pendientes tratados de paz. 18. Llega una
flota á Veracruz, por la que se sabe lo mismo, y trae
Ja noticia de la muerte de María Amalia, esposa de Car-
los lII., cuyos funerales se describen. 19. Informa el mar-
qués de Cruillas á la Córte la necesidad de establecer en
buen pie la fuerza militar, y pide oficiales que la arreglen.
20. Autoriza el gobierno de España al visitador D. José
Gálvez, concediendole una autoridad independiente del Virey,
y por ella toma posesion de su empleo, lo que comenzó á prac-
ticar dictando muchas providencias en el ramo de hacien-
da, y establecimiento del estanco dd tabaco. 21. Agita-
ciones populares sobre esto, principalmente en Puebla, que
se tranquilizan. Llega la noticia de la restitucion de la
Havana á la corona de España. 22. Se hacen grandes
fiestas en México por el casamiento de Carlos IV., en-
tonces Príncipe de Astúrias, con María Luisa de Parma.
Llega á México el teniente general VilIalva para arreglar
las milicias, con varios oficiales generales y soldados gre-
garios. 23. Lastímase el marqués de Cruillas de las pro-
videncias venidas de la Córte para arreglar las milicias.
El marqués de Rubí vá á visitar los presidios de tierra
adentro. El provincial de los Jesuitas renuncia las misio-
nes por las calumnias de sus enemigos, y dice, que estos
pasarán {¡ reducir otras naciones bárbaras, snhstituyéndo-
se en lugar de los Jesuitas, religiosos de otras órdenes.




Año de 1750. 167
Reúnese sobre esto el acuerdo de oidores, el que opina se
oiga sobre esto á los Sres. obispos, que se oponen á la
separacion de los Jesuitas. 24. Llega de Virey el marqués
de Croix. El Rey le aumenta el sueldo con cuarenta mil
pesos. Croix arregla su conducta por la direccion del vi.
sitador Gálvez. Elogio de este Virey. El marqués de Crui.
Ilas se retira á Cholula, donde es residenciado por el fis-
cal de Manila Areche, y en CholuI~ sufre alJuel el JUIcio
de residencIa donde se aflige mucho su espíritu.


NOTA. En la olml autógrafa del P. Cabo, que se
ha tenido presente para esta impresion, no aparece el su·
maria de este libro duodécimo, y he tenido que formarlo
siguiendo el contexto y espíritu de su autor, variando pa.
ra ello la numeracion de párrafos, como lo notarán los
lectores. Todo índice para salir perfecto, debe hacerse por
el mismo autor, á quien solo es dado seguir el hilo de
sus' conceptos; cada hombre es señor de sus pensamientos,
y solo á él le es dado presentarlos como los concibe y or-
dena. Espero que si este sumario estuviere defectuoso, se
me disimulará por dicha causa.




lOS Año de 1751.


D~~""""'-""""""""'~""'-""'-""",,,,,,,,,,,,,,,,,~,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,~ •
............. ~ ............... ~ .. ~
~~~~~~~~~~ .......... ~,.,~~,~~"~,~.


LIBRO DUODECIMO.


1751. (1) En este año fueron alcaldes ordinarios
D. Juan Antonio Bustillo y D. Manuel eosuela: de me sta, D.
Francisco Rivas-Cacho y D. Joaquin Trebuestro: alférez
real, juez de aguas y alcaide de alameda, D. José An-
tonio Dávalos: procurador general, n. José MovcIlan: di-
putado de propios, de posito, y fiel ejecutor con el juez
de plaza D. Gaspar Hurtado, D. José Francisco Agllirre:
diputado de po sito, D. Francisco Casuro: obrero mayor,
D. Atanacio de Zúñiga, y secretario de cartas, D. Balta-
sar Garcia de ~fendieta. En el decurso del año entró de al-
guacil mayor interino D. Gaspar Hurtado: de administra-
dor de abasto, D. José Antonio Dávalos: de corregidor
interino D. Manuel Huidrovo, y de corregidor en propie-
dad, D. Francisco de _\barca Vaklés (2). En el mismo
año á 14 de Febrero murió en Guadalaxara su obis-
po D. Juan Gomcz de Parada, natural de Compos-
tela en el mismo obispado. Este fué varon insigne en vir-
tud y ciencia. Su hermosa libre' ia la dejó al colegio mayor de
Santa María de Santos de México, con la condicion de
que fuera pública. Los malo~ alimentos con que se habian
mantenido los pobres de la Nueva Espaüa, fueron causa
de una epidemia que cundió por todas aquellas partes en
donde la hambre se habia padecido, lo que hizo este afio
notable; pero las providencias que se tomaron y las que
la caridad que los ricos pusieron por obra, cortaron este
mal.


1752. (3) En el siguiente año el regimiento pu¡;o por
alcaldes ordinarios á D. Jacinto Martinez de Aguirre y á


[ 1 ] ['ib. Capitular .
[2J Emrn(). Lorenz.ana, concilios Jlexicanos fol. 296.
[3] Lib. Capitular'.




Afias de 1753 á 55. 16~
D. Vicente Trebuestro: de mesta, á D. Juan Antonio Bus-
tillo y á D. Manuel Cosuela: por alférez real, á D. José
-Francisco de Cuevas y Aguirre: por juez de aguas y di-
putado de propios, á D. José Antonio Dávalos: de posito
y fiel ejecutor con D. Francisco Casuro, á D. Francisco
de Zúñiga: por alcaide de alameda, á D. José Angel de
Cuevas: por obrero mayor, á D. Gaspar Hurtado, y por
secretario de cartas, á D. Baltasar Garcia Mendieta. En-
tró de regidor D. Pedro Ximenez de los Cobas (1). Un
edipse de sol que el 13 de Mayo se observó en Méxi-
co, y que fué de más de once dígitos, atemorizó de tal ma-
nera á aquellos vecinos, que corrieron á las iglesins á im-
plorar la misericordia de Dios. Comenzó como á las diez
y cuarto, y el mayor oscurecimiento del sol fué cerca de
medio dia.


1753. (2). Habiendo el Rey Fernando VI. concedido
á los padres de la Compañia de Jesus desde el 4. de Di·
ciembrc de 1747 que dimitieran las misiones de Tapia y
Tepehuana para emplearse en otras de infieles, conforme
ú lo que le habia pediclo el provincial por medio del Vi-
rey, consiguió que el obispo de Durango enviara clérigos
á aquellas provincias, que recibieron veinte y dos puehlc.s.


1754 ....
1755. (3) El 5 de Abril se quemó la Iglesia y mo-


nasterio de Sta. Clara, de donde pasaron ochenta y treb
monjas, y ciento cincuenta entre niñas educandas y cria-
das al de Sta. Isabel, en donde permanecieron hasta el mes
siguiente, en que restaurada la Iglesia y claustro, con gran
pompa volvieron á su monasterio.


En este mismo año el cGnde de Revilla Gigedo despues
de haber fundado un presidio en Sonora, que se llama
Horcasitas por su apellido, para contener á los Apaches
que hacian entradas por aquella provincia, el 10 de No-
viembre entregó el gobierno de la Nueva España (4) á


[I] Carta de D. Antonio de Lean y Gama, escrita en
México á 23 de Marzo de 1802.


[2] Alegre, hist. manuscrita de la Compañía de Jesus
de la provincia de 1'léxico.


[3] Urga, manual en la coleccion de hist. de Indias,
10m. 14.


[4J Lib. Capitular. .. ?
TOM. H. 22


, ..




170 Año de 1756.
D. Agustin de Ahumada y Villa/on, Marqués de las Ama-
rillas, gran soldado, que en las guerras de Italia se ha-
bia adquirido mucho nombre, el cual ese mismo dia entró
en México. El conde de ReviJla Gigedo dabase prisa en sa-
lir de la Nueva España, por haber pedido que se le en-
viara un sucesor, no porque la estada en México le fue-
ra de disgusto; sino porque siendo riquísimo e), deseaba
poner en estado á sus hijas casaderas.


1756. Entretanto, el marqués de las Amarillas cra Ín-
tegro. Su autoridad y constancia hizo que se reformaran
los abusos, que así en la capital como en las provincias
se habian introducido. Al tiempo que en esto trabajaba
gloriosamente, llegó á México de Roma y Madrid el P.
Juan Francisco Lopez, de la Compañia de Jesus, que en
ambas córtes habia solicitado el patronato de la milagrosa


[*] NOTA. El primer conde de Revilla Gigedo pasa
pm- el Virey mas comerciante y especulador que Ita tenido
la Nueva España; cuéntase que no habia clase de comer·
cio en que no tuviese alguna parte. En palacio habia una
especie de lonja en donde se traficaba escandalosamente, y
este edificio presentaba una gran casa de barullo indecente,
sin que faltasen en él me~'as de juego. Este Virey se ~upo
aprovechar de estas especulaciones, con lo que hizo tanto
caudal que fundó mayorazgos para sus hijos en España,
y mererió que en la gazeta de Holanda se le nombrase el
vasallo mas rico que tenia Fernando VI. Su hijo, el segun.
do conde de Rtvilla Gigedo> se propuso borrar la idea des-
ventajosa de su padre, y fué el modelo mas acabado del
desinteréz, aunque era tan económico que de noche tomaba
cuentas á su mayordomo hasta de la última cehoya que COll!-
praba para su cocina. Sin embargo de esto, el primer con-
de se hizo respetar hasta un grado increible. Díjose que
.íl1éxico estaba á punto de sublevarse, y aunque carecía de
tropas para hacerse obedecer, se presentó solo á caballo por
las calles de esta ciudad, y su vista solo bastó para calmar é
imponer á los revoltosos. Su aspecto era avinagrado, p()-
blaban sus ajas sendos pelos que lo /¡acian muy .vañudo
y terrible. Si hubiera existido en estos tiempos, poco pe)'.
tido habría sacado de su catadura: ya los vigotes imponen
poco al populacho, éste solo respeta las bayonetas, y la vir-
tud y prestigo que dá esta.-E. E.




Año de 1757. 171
imágen de María Santísima de Guadalupe, conforme al
Velto hecho diez y ocho años antes, por el arzobispo y ciu-
dad en la peste. Se hicieron por este motivo fiestas nun-
ca vistas, y los Mexicanos con iluminaciones, tablados con
coros de música, y vestidos de gala, mostraron la devocion
que tenian á aquella Santa imágen. En todas las ciudades
de la N. E. se hizo lo mismo.


1757. A la entrada dd nuevo reino de Leon en la
Iguana, se descubrieron en este año mineros riquísimos,
que si la abundancia de platas que al principio rendian
hubiera continuado por algunos años, no hay duda que
en riqueza hubieran excedido á cuantas minas se habían
descubierto en la Nueva España. De sus vetas se saca-
ban tres suertes de metal: el primero era digno de ver-
se, porque siendo de una especie de greta ó lama, co-
mo llaman los prácticos de minas, expuesta al aire fácil-
mente se endurecía: por cualquiera parte que se rom-
piese quedaban los trozos pendientes de hilos de plata,
tan enmarañados entre sí, que el arte no podia imitar-
los. Con todo lo vistoso de este metal, era inferior. Se-
guía á éste otro que se asemejaba al plomo, y rendia la
mitad de plata. Venia despues el último que tiraba á
amarillo, el cual si se limpiaba de algunas piedras y are-
na, era pura plata. A la fama de este manantial de ri-
quezas voló gran gente, particularmente de Zacatecas y
Guanaxuato; pero habiendose suscitado pleitos intermina-
bles entre los descubridores de aquelIas minas, que ni
las personas mas autorizadas, ni aun el mismo goberna-
dor del reino pudieron conseguir que las partes convinie-
ran en una transaccion, el negocio pasó al Virey. Este
despachó en diligencia al oidor Calvo, para que informa-
do compusiera las partes. Entretanto aquella riqueza se
desvaneció como una nube que lleva el viento, y algu-
nos de aquellos mineros, que podian haber juntado teso-
ros, quedaron reducidos á estado tan miserable, que á pié
salieron de aquel lugar (1). Elltr8tanto en todo el siglo
presente se habia s8guido anualmente descubriendo el so-
cabon que forma el desagüe de México, y haciendo los
reparos necesarios; pero en el presente año se edificaron
dos arcos como los que se hicieron en vertideros noven-


[1] Libro del Consulado.
ji




172 Años de 1758 y .5n.
ta y tres años atrás, para formar otras dos compuertas;
quedando no obstante imperfecta e~ta obra de Romanos,
por no haberse seguido el tajo abierto del mismo socabón
desde la bóveda real hasta las bocas de S. Gregorio, Jo
que despues por solicitud del consulado, desde el año de
1771 hasta el de 8!l, se ejecutó eon tanta mas gloria de
este tribunal, cuanta que dejando á México libre de inun-
daciones, quedaba á la posteridad un munUll1ent<. de la
grandeza Mexicana en que se habian gastado cinco mi-
llones, seiscientos setenta y cuatro mil ochocientos sesou-
ta y un pesos, siete reales y cuatro granos.


L768. Este año es notable en la historia, por un nuc-
vo volean que en dos ó tres dlas se formó en la hacien-
da de Joruyo, no lejos de Pátzcuaro. Las cenizas que de
cuando en cuando despedía, atemorizaron á Querétaro y
aun á otros lugares mas distantes.


1759. En este año, el Rey Fernando dió órden al mar-
qués de las Amarillas, de que en el reino dI:! México hi·
ciera publicar los lutos, y celebrar exéquias con toda pom-
pa á la difunta Reina María Bárbara de Portugal (1).
Este mandamiento de los lutos se ejecutó luego por el
ayuntamiento; para la dispusicion de exéguias comisionó
le Vire y á los oidores D. José Rodriguez del Toro, y á
D. Domingo Trespalacios, que encomendarop.. las poesías
que debian adornar el real túmulo al Jesuita P. Fran-
cisco Ganancia, de ingenio singular, y que en la oratoria
y poesía era excelente. La oracion fúnebre y sermon fue·
ron encomendados al prebendado D. Cayetano Torres, y
al maestre escuela, D. José Eguiara, y Eguren, que habia
sido electo, obispo de Yucatán, y satisfacieron comple-
tamente á la espectacion de) público en los dias 18 y 19
de Mayo. Poco vivió despues de la Reina Fernando V J.:
por esta razon en nombre del Rey Carlos lI1., hermano
del difunto. que se hallaba en Nápoles, se le ordenó al
marqués de las Amarillas la publicacion de nuevos lutos
y funeralei, lo primero se ejecutó en aquel año.


Entretanto el Virey fué acometido de una opoplegia
qU€ le dejó baldada parte del cuerpo, y los médicos le
aconsejaron que pasara á tomar los aires mas templado~


[1] Libro Capitular.




AflOS de 1760 v 61. 178
Y ~aJudabJes de Quauhnahuac, (hoy' Cuernavaca) de Jos que
tenJ3t1 esperanza le ayudarían á convalecer.


1760. La mudanza de temperamento nada aprovechó
al marqués de las Amarillas, que habiendole repetido la
apoplegia el 5 de Enero, falleció en el mismo pueblo de
Quauhnahuac. Llevado su cuerpo á México, se le hicie-
ron los funerales en Santo Domingo con toda la pompa
acoshunbrada. de donde se trasladó conforme á su testa-
mento, al templo de María Santisima de la Piedad. El
marqués de las Amarillas fué un ministro adornado de
virtudes. El desinterés lo caracterizó, y esta fué la razon
porque despues de cinco años de Virey dejó á la marque-
sa pobre; pero la liberalidad de} arzobispo D. MaIlUel Ru-
bio y Salinas, la sostuvo con aquel decoro que corres-
pondía á su estado, hasta que volvio á Europa. Muerto el
Virey, no habiendose hallado pliego de mortaja, como lla-
man en México, ó de substitucion, entró la Audiencia en
el gobierno, presidida de su decáno D. Francisco Echá-
.... arrí, que intimó las honras de Fernando VI.; y para que
las fiestas de la jura del nuevo Rey fueran con toda la
magnificencia correspondiente á la primera ciudad del
nuevo mundo, esta funcion se difirió al siguiente año.
Mientras que se hacian estos preparativos, llegó de la Ha-
vana su gobernador D. Francisco Cagigal, nombrado Vi-
rey interino, que tomó posesion el 28 de Abril. Apenas.
este caballero se habia desembarazado de los cumplidos
mas forzosos, cuando habiendo observado que la plaza ma-
yor que quedaba enfrente del palacio estaba imperfecta,
y que los puestos que tenia (1) la deformaban, mandó
que sc despejara, y á la ciudacJ.,.que entendiera en per-
feccionarla. En esto trabajaba, cuando le llegó su sucesor
D. Joaquin de Monserrat, marqués de Cruillas, que en-
tró (2) en México el 6 de Octubre. La partida de aquel
reino de D. Francisco Cagigal fué muy sentida, pues su
afabilidad esperanzaba á los Mexicanos de que sería un
buen Virey.


1761. Hechos los preparativos para la inauguracion del
nuevo Rey, el marqués de Cruillas, acompañado de la ciu-
dad, tribunales y nohleza á acaballo, con el estandarte que


(1] Emmo. Lorenzana, hzst de N. E., fol. 34.
[2] Libro Capitular.




174 Año de 1762.
habia bendito el arzobispo, salió del palacio para el ta-
blado que ricamente dispuesto se habia erigido en la pla-
za mayor. AlIi el ayuntamiento lo requirió á que levanta-
se el estandarte por el lluevo Rey Carlos I1J., 10 que eje-
cutado, llegaron á prestar el homenage por su nacion Me-
xicana los gobernadores de Santiago, Tetzcoco, Tacuba y
Coyóacan. De aquí, nuevamente formándose el paseo, lle-
garon á los otros tablados, en donde se repitió la misma
ceremonia. Hubo aquella y las dos noches siguientes her-
mosas iluminaciones: en seguida corridas de toros, y car-
ros triunfales que los gremios dispusip.ron. Este año fué
notable por haber salido de madre la laguna de México,
é inundado los lugares bajos de la ciudad hácia la Mer-
ced. A esto proveyeron el Virey y la ciudad con una fuer-
te albarrada, la que fué utilísima, y dentro de poco tiem-
po las aguas volvieron á su antiguo lIivel. Por estos tiem-
p')s arribó á México D. José de Galvez, <¡ue iba de visi-
tador de la Nueva España, abogado de nombre del em-
bajador de Francia en Madrid. Por algunos años su vida
rué de particular, lo que diú motivo á creer, que habia al-
gunas dificultades en el pase de sus despachos que se alla-
naron despues, coartando la jurisdiccion del Virey.


1762. Al principio del alio, el oidor D. Domingo Tres-
palacios que era superintendente del desagüe, se daba
prisa en concluir una presa que se hacía con el fin de
impedir que el rio de Teotihuacán no desembocára en
la laguna de S. Cristobal, pues de allí, pasando sus aguas
á la de México, ocasionaba inundaciones como se habia
experimentado el año antes. En el tiempo de (1) las
aguas se bajan las compuertas de esta presa con grave
daño de los vecinos del pueblo de Acolman, euya iglesia
y tierras quedan anegadas. En esto se trabajaba, cuando
el Tridente, nave de línea, ca~gada de los caudales y
mercancías del reino, navegaba en demanda de la Ha-
vana, á tiempo que esta plaza se hallaba invadida de una
fuerte escuadra Inglesa: nueva que en México se igno-
raba, y que no se supo hasta pasados muchos dias des-
pues de la partida de aquel navío. El marqués de Crui·
lIas asustado por el riesgo que corrian aquellos caudales,


[1] Emmo. Lorenzana. lzist. de Nueva España, fol.
331. nota 1 ~




Año de 1761. 175
avisado el arzobispo para que se hicieran plegarias, man-
dó que á toda prisa se despachára desde Veracruz una
ligera embarcacion en pos del Tridente; pero esta dili-
gencia fué inútil, porque aquella vela habiendo corrido
parte del seno Mexicano y la sonda de la Tortuguilla.
no dió con aquel navío, que seguramente hubiera sido
apresado de los enemigos, si D. Juan de Prado, gober-
nador de la Havana, que sabia que en aquel tiempo de-
bia arribar á aquel puerto el Tridente, no hubiera des-
pachado de Bahía honda un barco que lo hiciera sabe-
dor del peligro que corría. Afortunadamente éste lo en-
contró, y forzando de vela IIcgú á salvamento, de lo que
se dieron gracias á Dios en una solemne misa en Cate-
dral, con asistencia del Virey y tribunales. Es digno de
saberse que la guerra que se habia declarado entre In-
glaterra y Espafía se ignoraba en América, por haber
sido apresados los avisos que se despacharon á la Hava-
na. Asi que, ni el Virf>y de México, ni D. Juan de Pra-
do, se hallaban preparados para sostenerla. Bien es ver-
dad, que el almirante Francés que mandaba una fuerte
escuadra en el Guarico, habia escrito á este último que
tenia órden de su córte de unir sus fuerzas con las de
la Havana contra el comun enemigo; mas como D. Juan
de Prado se hallaba sin instrucciones sobre aquella ma-
teria, le respondió agradeciéndole su favor, y prometien-
do yalerse de su ofrecimiento en las ocurrencias. Mien-
tras que el tiempo se perdía fD estos, hé aquí que una
escuadra Inglesa que habia reclutado gente, y proveídose
de viveres en Jamaica el 6 de Junio. dos leguas al Orien-
te del Morro, ejecutó fácilmente el desembarco de sus
tropas.


No será despropósito hablar de la situacion de la
Havana, ni menos de lo sucedido en aquella guerra, ma-
yormente por depender la seguridad del continente de la
suerte de aquella plaza. que es reputada su barrera (1).
Esta ciudad, cabezera de la isla de Cuba, es la prime-
ra que se presenta á los que vienen de la N. E.; está
al Nomeste, y tiene dos cabos: el que queda á la iz-
quierda llaman del Morro, por la excelente fortaleza que
lo defiende; el de la derecha, Puntal, por otro castillo. En·


[ ! J Gaulero Americano. tomo 2. fol. 70.




1 '7ti Año de 1762.
tre estos dos vá el canal de quinientos pasos, que condu
ce á un puerto tan seguro y capáz, que no sabré afirmar
si en el mar Atl{l\1tico que baña la América y Europa lo
haya mejor. En este canal, á manderecha, mirando al
Oriente, está la ciudad, en cuya extremidad C(lleda la fuer-
za, pequeña fortaleza; pero bien guarnecida con cuatro
bastiones y una plataforma. en que estaban montados se-
senta cañones. A esta SE) deben añadir otros dos castillols
llamados Coximar v la Chorrera, con doce cañones cada
uno, que miran á Oriente y Poniente. defensa que se ha-
bia creído bastante contra los enemigos. 1)01' esto se de-
cía de aquella plaza que era inexpugnable: y ciertamente
lo hubiera sido si enfrente del Morro, en la altura que
llaman la cabaiía. se hubiera edifi(~ado una ciudadela co-
mo la que se hizo de~pllcs por mandamiento de Carlos
III. Sigámos la historia. Descmbarcadas las tropas In-
glesas bajo el comando del conde Albemade, marcharon
en una columna al ::\101'1'0. En el camino les disputó el
paso un cjército visoño; pero el enemigo abriéndose en
dos álas, la artillería que marchaba en el centro hizo tal
destrozo en los soldados espaiíoles, que se vieron obligados á
huir á la ciudad. Los Ingleses entretanto, sin hallar opo-
sieion, pasado el rio Coxilllar, ocuparon el l? de Junio
la cabaña, puesto importante que queda enfrente del Mor-
ro, y superior á él. Luego se comenzaron los aproches,
aun con todo el fuego que hacía el castillo, con tanta ac-
tividad, que á pocos dias formados los parapetos y bate-
rías comenzaron los enemigos ú batido. Entretanto D. Juan
de Prado y demás oficiales de la plana mayor, juntaron
un conse.io de guerra para resolver el modo con qué im-
pedir á la escuadra enemiga el que forzára cl puerto, lo
que pareció mejor expediente por entónces, fué echar á
pique en el canal algunas naves de línea, que impidiendo
los designios de los Ingleses por lo pronto. pudieran dés-
pues aprovecharse los cascos. A esto se opuso Goicochea,
y uno ú otro capitan de navío, hombre de corage, expo-
niendo que era mas seguro y g]orioso al nombre Español,
con quincc naves de línea que habia en el puerto, salir á
combatir la escuad:-a enemiga: que del valor de sus capi-
tanes y oficiales Se podía esperar un felíz suceso, mayor-
mente que la.., fU91'ZaS contrarias 110 eran tan superiores
'-:01110 el mied0 ahultaba; que en las críticas circunstan-




Año de 1762. 177
cías en que la plaza se hallaba, un combate decisivo ha-
ría conocer á los Ingleses que los EspallOles aun con-
servaban el antiguo valor que los habia hecho dueños del
nuevo mundo. Mas la ruina de aquella plaza ~e acerca-
ba, y este solo medio que podia salvarla fué desprecia-
do. Efectívamente, luego se puso mano ú echar á fondo
en el canal tres navíos de línea.


Los Ingleses. que espiaban los procedimientos de
los Españoles, cuando los vieron empleados en afondar
aquellos navíos, no creían aun a sus ojos. Tan dispara-
tada les pareció aquella resolucion; pero despues que ob-
servaron que efectívamente se habia llevado al cabo, se-
guros ya de la toma de la plaza, con menos riesgo, al
tiempo que desde la cabaña batían en brecha el Morro,
dos frags.tas por el lado opuesto en ciertas horas del dia
<'jecutaban lo mismo. Entretanto la guarnicion del fuer-
te, bajo el comando de su gefe D. Luis de Vela.,co, frus-
traba las diligencias de los contrarios; y á la verdad po-
co hubieran conseguido si los Ingleses desmontada la ar-
tillería del fuerte, no hubieran apostado un regimiento de
diestros fusileros, que no dejaban parar español alguno ni
en los adarves, ni en las troneras. N o obstante esto, la
guarnicion se ayudaba como podía, rehaciendo 10 que el
fuego derribaba. Así siguió el sitio del Morro por varios
dias, hasta que los Ingleses entendiendo que la cosa iba
iI la larga, determinaron minar la muralla. Esta opera-
cion se empre'ldió con cautela, para ocultar sus desig-
nios, y fué muy trabajosa por haber dado eIl peña viva;
pero la constancia Inglesa lo venció todo. Entretanto los
Españoles oían el ruido de los minadores, que atribuían
á alguno de los trabajos que se hacen en los reales. For-
mado el hornillo se le pegó fuego despues de medio dia
con tanta felicidad, que cayó parte de la cortina, por
donde los Ingleses dieron el asalto con grande algazára,
al mismo tiempo que los navíos hacian fuego por la otra
parte. Al ruido acudieron las centinelas, y visto lo que
pasaba avisaron tí D. Luis de Velasco, quien con la es-
pada en una mano, y en la otra una bandera, exhortan-
do tí la guarnicion á hacer su deber, les salió al encuen-
tro. A la primera descarga cayó mortalmente herido: los
enemigos lo retiraron con grande humanidad para curar-
lo; pero al fin murió. Faltando el comandante, y C006-


Tmr. n. 23




178 Año de 1762.
ciendo los españoles que era temeridad seguir en Ta de-
fensa, rindieron las armas, y ocuparon los enemigos el
Morro el 30 de Julio.


Sabido esto por el gobernador de la ciudad, dió
orden de que toda la gente inútil para las arlllas saliera
de ella. Entretanto los Ingleses intimaron á ésta que se
rindiera; á lo que respondió D. Juan de Prado, que se
defendería conforme á su deber. Oída esta respuesta co-
menzó el bombardéo; pero de modo que se advertía muy
bien que los Ingleses, mas querian aterrorizar á la ciu-
dad, que destruirla. Así que, no pudiendo defenderse, des-
pues de maduro acuerdo el 13 de A~osto se convino en
la capitulacion, gozando cada uno de sus bienes, y con-
servando intácta la religion. Dados los rehénes de una y
otra parte, se entregó la ciudad. Entonces se echó de ver
el disparate que los oficiales habian cometido en afimdar
en el canal tres naves de línea, pues el almirante Po-
cok que mandaba la escuadra, luego que hizo reconocer
el canal y poner valizas, entró con todos sus navíos sin
contratiempo al puerto. La presa en esta conquista fne-
ron doce naves de línea, y todas las embarcaciones me-
nores, así del Rey como de los particulares, que habia
en el puerto (1). En dinero, si hemos de dar crédito á
los autores Ingleses, cuatro millones y seiscientos mil pe-
sos se hallaron en la ciudad de cuenta del Rey; lo que
si es verdad, no se halla razon por qué no se pusieron
en salvamento. Mientras que esto pasaba en la Ravana,
en México ~e divulgó que los Ingleses, vista la dificultad
del sitio del Morro, ·10 habian levantado, y alejádose de
aquella isla, y como fácilmente creemos lo que deseamos,
toda la ciudad se persuadió á que tal nueva era cierta'
Aun se hablaba del caso, cuando un barco despachado
secretamente de la costa de la Ravana aportó á Vera-
cruz con la noticia auténtica de la toma del Morro, y
ciudad. El marqués de Cruillas incontinenti mandó per-
trechar á Veracruz, y que de todas las provincias, bien
que distantes de la capital doscientas leguas, bajaran á
aquel puerto las milicias, sin por esto descuidar en que
se hicieran levas. Temía, no sin fundamento, que ocu-
pada la Ravana destacaran los enemigos parte de su es-


. [1] Gazetero Americano, tomo 2. fol. 72.




AfIo de 1763. 179
cuadra para tentar un desembarco en aquel puerto. Asi
que completado el regimiento que allí está de guarnicion,
y despachadas muchas reclutas para la pronta ejecucion
de las órdenes, á fines del año, paso él mismo á aquel
puerto. En este tiempo México estaba apestado de virue-
las, enfermedad que siempre vá de la Europa, y eraR
quince ó diez y seis años que no se padecia, con Jo cual
la niñez y juventud fué contagiada, y por testimonio de
testigos oculares, sabemos que en sol/Is diez meses que
duró esta calamidad, murieron otros tantos mil.


1763. Aun no bien las familias de los Mexicanos ha-
bian enjugado l¡l.s lágrimas pur sus difuntos hijos, cuando
comenzó á picar entre la gente pobre una terrible peste
que se asemejaba á las que se habian experimentado cien-
to ochenta y siete, y veinte y seis años antes, pues termi.
naba con la crisis de flujo de sangre por las narices. Es-
ta enfermedad en poco tiempo ccntagió á la ciudad, y
tanto que no cabiendo los enfermos en los hospitales, rué
preciso que las personas piadosas concurrieran para for-
mar otros. Entre los demás se señaló el P. Agustin Már-
quez, ministro de la casa profesa de los Jesuitas, varon
apostólico, que en pocos dias levantó uno tan grande, que
abarcó á cuantos enfermos acudieron, v á cuantos Jos Je-
suitas empleados en la asistencia de los apestados haIla-
ron que no tenian proporcion para curarse. Esto se de-
bia á los ricos Mexicanos, que pusieron en manos de aquel
hombre ejemplar cuantiosas limosnas, exhortándole á que
no perdonara gastos, con tal que los enfermos estuvieran
bien asistidos. El arzobispo de México D. Manuel Rubio y
Salinas, mostró en esta calamidad entrañas de padre co-
mun, no solo con los socorros que abundantemente hacia
dar á los pobres, sino tambien á Jos Jesuitas, que lo iban
á ver por motivo de alguna confesion, á quienes despues
de alabar su celo, los proveía de dinero para que socor-
rieran á los enfermos. Entretanto que cundía la peste, el
fervor de Jos Jesuitas crecía, y la calle de la profesa al
amanecer estaba ocupada del pueblo, esperando que abrie-
ran las puertas para llevarlos á las cOJlfesiones. En este
ministerio gastaban lo mas del dia, teniendo apenas tiem-
p? ?e comer y reposar. Esta fué la causa porq.ue fueron
vlctllTIaS de su caridad Jos padres Lorenzo Sanábna, y Juan .
.de Alva, á mas de otros que estuvieron en peligro sus vi-


'"




180 Año de 1763.
das. Parecía el cÍelo de oronce, y las plegarias que se ha.·
cian no tenían efecto. Ultimamente, se determinó hacer un
solemne novenario á Dios por intercesion de su Madre;
para esto se llevó de S. Gregorio á la casa profesa la
milagrosa estátua de la Vírgen de 1.0reto, haciendo las
funciones los ordenes religiosos. El último dia, que tocó á
los Jesuitas, predicó el mejor orador de la Nueva España
P. José Julian Parrt'ño, á quien nombro por dejar á ¡la
posteridad un testimonio de mi agradecimiento, debiendo
á su instruccion el tal cual buen gll~to de las letras. El
dicho, como que era uno de los que asistian á los apesta-
dos, sin prevencion subió al púlpito, y apenas hizo una
pequeña exhórtacion para recurrir con confianza á Jesus
por medio de su Madre, por cuya intercesion comenzó
efectivamente á disminuirse la peste, y casi acabó en aquel
año; pero siguió en la tierra adentro, en donde fué ma-
yor el número de muertos, acaso careciendo de Jos socor-
ros que ofrece la capital: la miseria abreviaba sus dias.


Al tiempo que esto pasaba, el marqués de Crui-
Has daba las providencias mas acertadas para sostener con
honor la guerra, si de la Ravana pasaba á la costa de
Nueva España: y habiendo llegado los regimientos de mi-
licias de las ciudades y villas del reino, pasó á Veracruz.
Estos, asoleados con el largo camino, luego que llegaron
á dicha ciudad experimentaron lo malo de aquel tempe-
ramento, y murieron muchos, lo que obligó al Virey á re-
partIrlos por Jalapa, Perote, y otros lugares sanos. Entre-
tanto él mismo encomendada la defensa de aquella pla-
za ú oficiales experimentadus, dió la vuelta á México. En
este tiempo arribó al dicho puerto una embarcacion de
Campeche t)ue traía preso á un religioso Servita, que de.
cia haber ido á aquella ciudad de órden del conde de
Albemarle á proveer de calzado á la tropa Inglesa; pero
habiéndole hallado entre sus papeles no sé qué plantas de
algunas fortalezas españolas, como espía lo remitieron al
Virey. Luego que este religioso llegó á México. con pa-
Fecer de la Audiencia fué llevado á la cárcel. lo que el
arzobispo sintió ;IDucho, pues se faltaba á la inmunidad
debida á los eclesiásticos. Asi que hizo fijar excomulgado
-á D. Juan Francisco Castro, secretario de cámara, que ha.
;bia intervenido en aquel negocio: incontente el marqués de
Cruillas, juntó el acuerdo en que se resolvió librar una real




Año de 1.764. 181
provislOn al arzobispo para que alzara la excomunion, lo
que luego se hizo; muc~o ma~ que se tra~aba de u.n su-
getc> cuya rectitud de mtenclOn le era bIen conocida al
arzobispo.


Al mismo tiempo que esto sucedla, dió fondo en
Veracruz un navío Inglés que mandaba su capitan LiBk-
sayo Al principio hubo sus dificultades sobre admitirlo al
puerto; pero sabiendo que venía despachado de la Hava-
na á traer la noticia de la paz, se recibió con todos los
honores militares. De éste se supo la toma de la Havana,
y que se iba á tratar de paz con Inglaterra.


La misma nueva llevó á Nueva España una flota
que llegó en aquellos dias. En esta llegaron despachos del
Rcy, en que avi"aba al marqués de Cruillas la temprana
mucrte de la Reina Maria Amalia de Saxonia, y le man-
daba que en aquel reino se le hicieran las exéquias acos-
tumbradas. En cumplimiento de esto, dado el órden al
ayuntamiento de publicar los lutos, comisionó el Virey á
dos oidores, conforme á la costumbre, para que entendie.
ran en el aparato fúnebre. Estos encomendaron la dispa-
sic ion del real túmulo al célebre pintor Cabrera, quien bao
jo la dircccion del P. Julian Parreño, que no tenia igual
en punto de inscripciones de que habia sido encargado, sa-
lió la obra de mejor gusto que cuantas se habian visto en
el reino de México.


1764. Prevenido en Catedral el real túmulo, se hicie-
ron las exéquias por la difunta Reina. Ese mismo año el
marqués de Cruillas escribió al Rey respondiéndole que
la Nueva España estaba sin defensa, pues fuera de un re-
gimiento que no estaba completo, y que componia la guar-
nicion de Veracruz, de algunos pocos soldados que habia


en Acapulco, y dos compailÍas, una de caballería y otra de
infantería que servian á la pompa de los vireyes, no ha-
'bia mas tropas en aquel vastísimo reino. Que bien, era
verdad que en todas las ciudades de la gobernacion se
habian levantado compañías de milicias (l), particularmen-
te en México. en donde á mas de las compañías de los
gremios, el comercio tenia arregladas catorce compañías,
doce de infantes, y dos de granaderos, que hacian el ser-
vicio en las ocurrencias de estar la tropa empleada en al·


Pl Villaseñor, p. l. lib. l. cap. 6.




182 Mil) de 1 'iG&.
guna expedicion; pero que estos soldados poro c.1f'l'citadob
en las armas, eran una débil deleusa en \In ('3,0 repenti-
no de inunda('ion de enemigos: que á este mal se reme.
diaría facilmente si se. enviaban de España bllenos otlcia.
les, y se daba órden á los vireyes de hacer reelul as y for-
mar regimientos qlle atendieran al servicio militar. En la
misma flota llegaron las reales ordenes á favor de D Jo·
S8 Galvez, visitador, concediéndole una autoridad indepen.
diente del Virey, y casi ilimitada; quedando desde luego
allanadas las ditlcultades que se habian suscitado entre él
y el Virey. En virtud de estas tomó posesion de su em·
pleo, el que ejecutó con severidad. Suspendió de su plaza
de alcalde del crímen, bien que por sentencia ~uperior
v()lviú á su puesto, al Sr. Gamboa, quien volvió crJl1 sa-
tisl'accion y honor á su plaza, pues D. Diego Madrid ja-
más fué llamado, y sirvió sin interrupcir'n en esta audien-
cia hasta su muerte, ya de oidor, con honor y desinterés.
El Sr. Gamboa murió de regente de la audiencia, habien-
d0 sido antes de la audiencia de Santo Domingo: .fué na-
tural de Guadalaxara, y colegial de S. Ildefonso.


1765. Este visitador, dotado de grandes talentos y de
una aplieaeion á los negocios, que parece increible, á un
mismo tiempo se empleaba en atender á tantos asuntos
cuantos dependen de los tribunales de un vastísimo reino
y de todos los que lo gübernaban: en Veracruz quitó de
la contaduría á los oficiales reales: en Puebla al superin.
tendente de la aduana, Pedraza, que habia comprado á gran
precio aquel empleo: en la misma desgracia ineurrió D.
José Alarcon. superintendente de la aduana de México;
pero éste, fiado en la rectitud de su conciencia, hizo sus
recursos que le valieron á sus herederos despues de sus
dias el reintegro de sus sueldos. Lo mismo hizo con el
contador de tributos, Lic. D. José Gallardo, y con D. Ig-
nacio Negreiros, que tenia una plaza en el tribunal de
cuentas; pero ambos des pues de algunos aí'ios recobraron
sus cargos. Con estos procedimientos del visitador, la Nue-,
va España se administraba con integridad. pues cuantos te-
nian empleos públicos civiles, temian de un dia á otro ser
depuestos. Mientras que D. José Galvez atendia al mas
recto cumplimiento de los deberes de los ministros, pen-
saba en el aumento de rentas reales. La primera en que
puso mano fué en el tabaco, que hasta entonces como




Alío dp 1765. 18-3
planta propia de la Nueva España, pues nace de por sí,
su comercio habia sido libre. A semejanza de España lo
hizo estancar. Halló en e~to grandes dificultades, porque
comprehendía á casi la mayor parte del reino que lo usan,
no tanto en polvo cuanto en humo, en ciertos cigarros, co-
mI} allí llaman, á manera de cañoncitos de papel y taba-
cu. A mas de que la villa de Córdova y otros lugares
mantenian con grande aumento de riquezas aquel comer-
cio, por la buena calidad del que producian aquellas
tierras. Si á esto se agrega que muchas familias pobres vi-
vian del trabajo de hacer los cigarros, se conocerá que
aquel proyecto debia causar el disgusto de toda la N ue-
va España. No obstante, la constancia de D. José Gal-
vez valiéndose de la buena indule de los Mexicanos, lo
venció todo. A los vecinos de la Yi~la de Córdova dejó el
cultivo del tabaco con la obligacion de venderlo á los al-
macenes del Rey á cierto precio, y proveyó que á las
fanlilias pobres se les continuara á ministrar aquella yer-
ba para la fábrica de cigarros, con tanta utilidad del era-
rio, cuanta se puede sacar de un género que casi todos
consumen.


En el establecimiento del estanco del tabaco no
fué D. José Galvez igualmente feliz en toda la Nueva
España: en los vecinos de Qllallhtemalan halló resisten-
cia. Para allanar las dificultades que allí nacieron, despa-
chó al oidor Calvo, hombre aetivo, con ámplios poderes:
pero á su llegada nació un alboroto en la ciudad, que lo
obligó á retraerse al convento de los franciscanos. No obs-
tante, el presidente, audiencIa y rpgimiento, calmaron aque-
lla vecindad, y con las mas suaves maneras consiguieron
que soportara la carga que se le imponia. Al tiempo que
esto pasaba, se numeraban en aquel reino las casas de
las ciudades, lo que en México se hizo sin alboroto; en
Pueula hubo sobre esto algunos tumultos, pues aquel ve-
cindario, que e¡; de los mas arriseados del reino, temía
que aquella novedad no les acarreara una nueva impo-
sícíon; por esto á los ministros que emprendían numerar
las casas, los hacian volver á sus posadas á pedradas. Sa-
bido esto por el visitador, mandó que se sobreseyese. Por
este tiempo, restituida de los Ingleses la H avana á los Es-
pañoles, par& la pronta espedicion de los negocios de la
isla de Cuba y del continente de Nueva España, ffia»d6




184 Año de l1J'6H.
el Rey que del Ferrol partieran cada mes por coneus
embarcaciones ligeras: providencia de las mas acertadas
que se han dado, que acalora cuanto saben los f.ue se
emplean en la carrera de las Indias. Poco tiempo des-
pues se hicieron en México, y en todas las ciudades del
reino iluminaciones, corridas de toros, y otros festejos por
el casamiento del príncipe de Asturias COl! María Luisa
de Parma, El 1 c: de Noviembre, desplles de una nave·
gacion la mas feliz, aportó á Veracrllz D. Juan de Vi-
llalba, teniente general, comisionado para el arreglo de las
milicias. Con él fueron cinco mariscales de campo, mu-
chos oficiales, y soldados gregarios.


1766. El marqués de Cruillas que habia sido el autor
de que se arreglaran las milicias y se levantaran regi-
mientos, por su mano se lastimó, pues persuadido á que
aquella comision se confiaría al cuidado de los vireyes, y
se les aumentaría su autoridad, sucediú lo contrario. Su
jurisdiceion se coartó con la llegada de D. Juan de Vi-
lIalba, de quien tm·o mucho que sufrir, y entró en dis-
putas interminables. Entre~anto el marqués de Rubí, uno
de los mariscales de campo que el año antes habia ve·
nido, luego que recibió la eomision de visitar Jos presi-
dios de la Nueva España, se encaminó para Sonora, al
mismo tiempo que el provincial de los Jesuitas P. Fran-
cisco Zevallos, habia hecho ante el Virey renuncia de to-
das las misiones que estaban á cargo de la Compañia
de Jel'Jus, en que estaban empleados mas de cien suge-
tos En ella el provincial suplicaba al Virey dos cosas:
la primera¡ que por su renuncia no creyera que la Com-
pañía se quería descargar de atender á la conversion de
los infieles, que tenia por instituto: que sus individuos es-
taban prontos á ir á las partes remotas de la gentilidad.
La segunda, que en la sustitueIOn de otr05 misioneros se
atendiera á ocupar provincia por provincia, no entresa-
cando las miSiones mas cómodas, á fin de evitar dispu-
tas entre individuos de diversos institutos. El marqués de
Cruillas que se hallaba sin instrucciones para aquel ca-o
so, pasó la renuncia al acuerdo. Este fué de parecer que
se consultara á los obispos, en cuyas diócesis estaban si-
tuadas aquellas misiones (1). Efectívamente, así se hizo.


[1] Clavijero, hist. de Calif. lib. 4. pál·raf. o.




Año de 1766. 15~
Y los obispos respondieron oponiéndose á que se substi-
t uyeran otros sacerdotes, temerosos de la ruina de aquella
reciente cristiandad. No se puede dudar que estos infor-
mes pasaron á la córte. El P. Zevallos se movió á dar
este pa~o, porque sabia muy bien lo que los enemigos
de los Jesuitas publicaban las grandes riquezas que los
misioneros de Californias habian acumulado con la pesca
de perlas, los de Sonora con sus ricas minas &c. Así, que
para dar un público testimonio de estas falsedades, deter-
minó que su religion se descargara de este peso.


En esto entendia el marqués de CruiJlas, cuando
llegó á México su sucesor D. Carlos de Croix, marqués
de Croix, que tomó posesion (1) del vireinato el25 de Agos-
to. Desde luego se echó de ver la integridad de que era
adornado, pues no se pudo conseguir que recibiera aun
aquellos regalos que se hacian á los Vireyes recien lle-
gados. .Este modo de proceder tan desinteresado, mantu-
vo todo el tiempo de su gobernacion. Por este motivo su-
plicó al Uey que le aumentara la renta, lo que tuvo efec-
to librando Carlos lII. real cédula en que mandaba, que
de cuarenta mil pesos que se daban á los Vireyes de
México de sueldo, se les diese en adelante sesenta mil.
El marqués de Croix, al desinterés, juntaba la afabilidad,
recibiendo á cuantos pedian Audiencia. Por lo demás en-
teramente se gobernaba por el parecer del visitador D.
José Gálvcz. conforme á las instruccinnes que se le ha-
bian dado. Entretanto, el fiscal de la Audiencia de Mani-
la D. Josó Areehe, residenciaba al marqués de Cruillas que
se habia retirado ú Cbolulaj y aunque a los demás Vi-
reyes se les habia permitido hatita eutonces que su po-
datario respondiera ú los cargos que se les hacian, esta
gracia se nego al marquós, que tUYO mucho que sufrir en
aquel largo juicio.


FIN DE LA OBRA [*].


[l] Lib. C(lpitulrn'.
['~J COTltimtarú su slIplr:mrnto en el tomo 3. '¿lIsta la


"l1tmda del Ejército Trigarante en Mé,t'lco.-L. B.
To~. n. ~1


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