ESTUDIOS lUSTORICOS, POLITICOS y SOCIALES SOBRE EL RIO DE LA PLATA ...
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ESTUDIOS lUSTORICOS, POLITICOS y SOCIALES


SOBRE


EL RIO DE LA PLATA






ESTUDIOS
HISTORICOS, POLIT1COS y SOCIALES


SOBRB


·EL RIO DE LA PLATA
POR


D. ALEJANDRO MAGARIÑOS CERVANTES:
CO!\lPHENDES


UN BOSQUEJO HISTORICO
DB


'Sil clf!scuntimlcnto, poblacion y conquista desde i515 á fStO; -Revolucion de
1810;-Succ,o. de 1810 á i825 ;-Apuntes de 1826 A i845 ;-Rosas y su siste
ma;-Rosas juzgado segun sus propios documentos;-La Republica orieutaL del


- ¡ Uruguay; ~ Cuestiones interiores y esteriores de la ConfederacioD Argentina;
La intcrvencion anglo-francesa ;-Rosas y Luis XI (paralelo bistúrico);-Politica
curopr.a en la Américaespañola;-Tcrritorio, poblnrion, cHmay producciones del
Rio de la Plata; -Las estancias y 109 gauchos;-Las clUtlades Hispano-Ame-
ricanas; - La sitúacion actual de la América espaiiola; - Poblacion española
(·n Améric8;-Emi~r8('ion nI Rio de la Plata;-Los españoles en Monteyitleo y
Buenos Aire~;-Espaila y América;-Relaciones mercantiles entre España y el
Ui" de la Plata;-Juicio critico do los bases y puntos de partida para la orga-
nizacion politiea de la Republica Argentina.


PARIS
TIPOGRAFIA DE ADOLFO BLONDEAU


eoUe de Petit Carreau, 26


1854






AL ESGELENTISIIIO SE~OR


DON ALEJANDRO OLIVAN.


Una parle, y 110 pequeña, de los artículos que contiene este
libro, se public~rOJI en el ORDE~, siendo usted director del mis-
mo, )" tanto por esta circunstancia como por la benévola acoji-
da que le merecieron sin conocer al autor, á quien luego se dig-
nó usted honrar con su amistad dándole repetidas pruebas de
afecto é inter"~,; durante los ocho meses que permaneció en la
redaccion de su periódico, creo cumplir un deber y pagar una
deuda muy grata á mi corazan, al ofrecerle la dedicatoria de los
ESTrDJOs HISTÓRICOS, POLITlCOS y SOCIALES SOBRE EL RJO DE LA
l'LUA.


Pobre es la ofrenda, amigo mio, pero leal y desinteresada. Ella
prueba que en Francia soy el mismo que en España: el mismo
en la próspera que en la mala fortuna: y si la obra, atendidos
los méritos de la persona, no llena cumplidamente el objeto que
me propongo, la indulgencia del amigo disimulará lo que no per-
donaria el gusto clásico, el saber y el talento del escritor. Mucho




pesarán en la balanza mis defectos; pero dudo que escedan á la
i1ustracion y bondad de usted.


Animado por ellas, he puesto Sil nombre en la primera página
de este libro; pero aunque usted lo borrase, siempre quedaria
grabado en el corazon de


Su aCectisimo y agradecido amigo,


A. MAGARIÑOS CERVANTES.


Paris l5 de marzo de l854.




INTRODUCCION·


Aunque publicados en diversos periódicos yen distin-
tas épocas, un pensamiento dominante enlaza entre ,í
los artículos que forman este libro.


Por este motivo no hemos querido hacer alteracion
alguna en los que se refieren á Rosas: hoy que los acon-
tecimientos han justificado nue8tras predicciones, tienen
acaso el mismo ó doble ¡nteres de actualidad que en la
época de su publicacion. Ademas, las cuestiones sobrc
que versan pertenecen ya á la historia, y aunque Rosas
ha desaparecido de la arena política, no por eso ejercen
menos influencia en la vida social de los pueblos argenLi-
nos. Conviene dar á conocer laépoca ominosa de su dicta-
dura tal como era, con las buenas y malas pasiones que
inspiraba, con los temorcs que infundia su estabilidad y
formidables elemementos de resistencia, con el odio,
las esperanzas y los principios que invocaban los que
combatian bajo opuestas banderas. Todo eso nunca se
espresa mejor que en el calor de la lucha: luego que
las pasiones se amortiguan, que renace la calma, que se




-íl-
levantan nuevos intereses, que se tocan nuevas u€cesi-
dades, que todo cambia se aspecto, ni de siente, ni se
piensa, ni se dice lo que entónces,


Así, bastará leer la fecha de los artículos citados, y
alguna ligera nota que les pondremos, siempre que lo
juzguemos conveniente, para trasladarse con la imagi-
nacion á la época á que nos referimos.


Estas advertencias son inútiles para nuestros lectores
americanos; pero las juzgamos indispensables para los
de España y Francia, donde, con escasas escepciones,
no se tiene una idea muy exacta de lo que sucede en el
Nuevo Mundo.


'\' esto es tanto was deplorable cuanto todas l¡ls per-
sonas ilustradas de ambos hemisferios están cQnvenci~
das de l(ls grandes bienes que report3fian América y
España de una estrecha y bien entendida alianza.


A esa causa atribuimos principalq¡ente la favorable
acojida que llaIl alcanzado los artículos en que nos ocu-
pamos, de los intereses, la preponderancia política, el
comercio y la union tle la metrópoli con sus antiguas
colQuias, y en pilrticular con las provincias del vireinato
de Buenos Aires. Hombres muy respetables de todos los
partidos no han estimulado á proseguir escribiendo de
esa manera i y siempre recordaremos con placer y gra-
titud que algunos de los órganos mas acreditados de la
prensa marileila, nos han dispensado el honor de repro,..
ducir espontáneamente en sus columnas, varios de los
artículos á que nos referimos.


Narramos estos hechos, no para alhagar nuestro mez-
quino amor propio, sino en pro de las ideas y princi-




,- 9'::'"
píos que sustentamos; ideas y principios que se nos an-
toja pueden ser de gran transcendencia hoy que la caida
de Rosas abre una nueva era á las bellas regiones que
fertiliza el Plata.


Aquí ~e eslabona insensiblemente el primero de los
artículos que publicamos en el Orden.


La caida de Rosas, deciamos, es el acontecimiento
mas importante que ha locurrido en la América del Sud
despues de la batalla de Ayacucho.


La dictatura de Rosas, y los hechos que ha dejado
consignados, esplican y reasumen las causas de nuestro
desquiciamento social.


El rio de la Plata, que por sus antecedentes políticos,
por sus condiciones de existencia, por las costumbres de
una gran parte de sus hijos, es el pais de América que
mas originalidad tiene, ha producido tambien al único
hombre que en el nuevo mundo ha imperado por espacio
de veinte años, cimentando su despotismo de unll ma-
nera estable y deslumbradora para los que solo ven el
brillo del poder organizado, y no preguntan cómo y por
qué ha podido constituirse y resistir por tanto tiempo al
vigoroso embate de los principios opuestos que al fin die-
ron con él en tierra.


Pero el mal está en las cosas y no en los hombres, y
nada se comigue con eliminar ó suprimir á estos, cuando
aquellas están dispuestas á producir otros nuevos. Es ley
constante que las mismas causas produzcan siempre los
mismos efectos. En pos de Mario vino SilaiCé¡;ar asesi-
nado renació mas terrible en Octavío, y en esa largasf)rie
de emperadores, entre los cuales: a vuelta de hombres




-·10-
grandes, hubo tantos imbéciles que entregaron Í\ la -¡¡eño-
ra del mundo, atada de piés y manos á la safla de los
bárbaros. Los tiranos, dígase lo que se quiera, no son
mas que una consecuencia l6gica, y á veces necesaria, del
estado moral é inteligente de los pueblos que esclavizan.


Séanos permitido decirlo: Rosas jamás se hubiera en-
caramado al primer puesto de la república; nunca hubie-
ra cometido los escesos que han escandalizado al mund(),
si en las tradiciones coloniales, en las condicion~fí8icas
del suelo, en la ambicion de los caudillus, en la ignoran-
cia profunda de las masas, en los ódios de raza, en los
instintos ciegos y feroces de la parte inculta y viciosa de
la pOblacion de los campos y cilldades, en los estravíos
de los partidos, en los intereses encontrados de cada
localidad, y en la relajacion de los ,-ínculos sociales por
la guerra civil y la anarquía, no hubiese encontrado ya,
prontos, ardiendo, y en estado de arrqjarlos sobre el
yunque, los férreos eslabones de esa cadena, que él supo
labrar con su energía, con su persev~rancia y con sus crÍ-
menes: cadena tan fuerte que la Europa en mas de una
ocasion intentó y no pud,o romper,y que tanta sangre, tan-:-
tas lágrimas y sacriücios ha costado a los pueblos del plata!


Un trabajo severo y concienzudo sobre aquellas regiQ.,
nes, que las examinase illa h,l~ de la historia y de li! Glo-
sofía seria muy conveniente a las demás repúblicas hispa-
no-americanas, á la Eu~opa, y prü!oipalmente á E,spa\~a.~


A las demas repúblicas hispano-americanas, porque
son tantos y tales los puntos de contacto, enla hi5toria,
en la política, en las costumbres ó. en el estado socia!, que
seria aplicable á ellas, con mas ó menOS latitud, casi




-H-
todo lo que se diga respecto de las provincias del antiguo
vireinato de Buenos Aires.


A la Europa, porque á ella, mas que á nosotros, la
conviene que con la paz tengamos órden, y, por co~si,..
guiente, medios de consumir y prod1!Cir el doble de lo
que ahora nos vende y nos compra; porque siendo tan
vital para ella ese interés, nada mas fácil de probar que
sus primeros estadistas, diplomáticos y escritores han in-
currido é incurren diariamente en gravísimos errores,
pretendiendo esplicar nuestros fenómenos políticos y so-
ciales por sus ideas y teorías europeas. Importa hacerles
comprender que detrás del Atlántico, como hemos dicho
en otra ocasion, hay otro mundo moral - campo vas ...
tlsimo no esplorado por la ciencia - que está agual'-
dando un observador inteligente que penetre en él, y
revele ála Europa atónita el secreto de la actual sociedad
hispano-americana, el desarrollo de su vida, el choque,
la asimilacion y absorcion mútua de los elementos hete-
rogéneos que hierven en su seno, y mas que todo eso, la
marcha fatal, inevitable, de sus diversas razas hacia la
unidad de creencias, leyes y costumbres, en medio del
combate tenaz y á muerte de las ideas con las bayonetas
y de la civilizacion y la libertad contra la barbarie y la
tiranía.


Finalmente, una obra de esta clase seria utilísima á
Espafla, porque en la actualidad ningun otro pais del
nuevo hemisferio puede ofrecll.rle, bajo ningun concepto
tantas ventajas como el Rio de la Plata, para su prestigio
y preponderancia en América, para su industria y comer-
cio, y para el bienestar de sus hijos, que emigran á




-n-
aquellos lejanos climas en busca de mejor fortuna .. Esto
hoy, inmediatamente, que en un porvenir no muy lejano
inmensos, incalculables son los beneficios que podrá
reportar á la madre patria la union y buenas relaciones
con las repúblicas que baña el Plata y sus demás anti-
guas colonias.


Nosotros, sin pretender llenar del Lodo este vacío,
vamos á escribir un libro dividido en una série de arti-
culos adaptados á la índole de un periódico político, á
fin de poner á buena luz las proposiciones sentadas, y
otras no menos importantes.


Prescindiendo de las razones espuestas, hay otra pode-
rosísima, de conveniencia y actualidad, que nos impele
á ello. Nadie ignora que en el Plata solo ha reconocido
Espaiía la independencia de la república del Uruguay,
pero no la de la Confederacion argentina, ni la del Pa-
raguay, gracias al sistema de gobierno planteado y se-
guido por el doctor Francia y su feliz imitador don Juan
Manuel Rosas.


Quisiéramos que plumas mejor cortadas, inteligencias
mas nutridas por el saber y la esperiencia, consagrasen
á esta tarea, verdaderamente patriótica, sus vigilias. Los
gobiernos de América y España deberian influir de un
modo directo y eficaz para que las personas competentes
por su ilustracion y conocimientos especiales, se dedi-
casen al estudio, al exámen y solucion de las cuestiones
mas vitales á nuestro estado presente y futuro. No basla
indicar la llaga, es preciso sondearla y señalar el reme-
dio oportuno ántes que el mal se haga crónico, y la
gangrena se apodere del enfermo. La metrópoli, adernas,




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conserva todavía algunas colonias, y los estudios con-
cienzudos que se hicieran sobre las repúblicas hispano-
americanas, refluirian directamente en benpficio de las
Antillas y Filipinas.


No faltará quien se adhiera á nuestro pensamiento,
porque la empresa es mas árdua y trascendental, y de
una utilidad mas inmediata y positiva de lo que parece á
primera vista.


Nunca puede deplorarse bastante la tibieza, por no de-
cir indiferencia, con que en España se ve cuanto se re-
fiere á la América independiente, y vice-versa.


Ha llegado el momento que cese esa culpable apa-
tía. La Providencia no une á los pueblos con los lazos
de un mismo orígen, de una misma religion, de unas
mismas costumbres, de un mismo idioma, para que se
consideren como cstraños, y se alejen mútuamente, así
en la próspera como en la adversa fortuna. El pueblo
hispano-americano y el pueblo ibero, no son ni deben
ser mas que miembros de una misma familia -la gran
familia española, - á quien Dios arrojó del otro lado del
Océano, para que con la sangre de sus venas, con su va-
lor é inteligencia, conquistase á la civilizacion un nuevo
mundo; que si ahora tres siglos regeneró á 12 Europa,
y dió un vuelo prodigioso á ~u industria, comercio, cien-
cias y artes, quizá mas tarde pueda devolverla con usura
lo que entónces recibió de ella.


Olvidemos las causas que nos llevaron á la arena
del combate; estrechemos los vínculos indisolubles con
que la naturaleza y el destino han ligado nuestra suerte,
y auxiliándonos mútuamente, veamos si podemos entrar




-14-
en una nueva senda, en cuyo término las futuras gene·
raciones iberas y americanas encuentren el poder, el en-
grandecimiento, la gloria y felicidad de que hoy care-
cen.


Tengan presente la España y la Europa, que la cues-
tion política quedó resuelta en Ayacucho, dejando la so-
cial en su aurora; y que las convulsiones en que se agita
el continente americano, desde su emancipacion hasta
nuestros dias, son el lento y laborioso parto, precursor
de su regeneracion social.


¿ Pueden y deben España y las naciones que marchan
al frente de la civilizacion, cooperar á esa grandiosa obra,
apresurando el plazo en que ha de cumplirse, y evitando
las contingencias á que hoy se ven espuestos la naciona-
lidad, el progreso y el porvenir de esos pueblos? ..


Sí.
¿ Cómo, cuándo, bajo qué condiciones?
Ya lo esplicaremos en lugar oportuno: ahora solo


añadiremos, que á España incumbe la iniciativa, si no
quiere que advenedizos intrusos, como sucede en la ac-
tualidad, sigan cosechando los frutos de su incuria.


Y tanto mas debe España seguir. con ojo previsor la
marcha de 108 sucesos en América, cuanto recientes y
alevosos atentados, lo mismo en Méjico que en Cuba, le
han demostrado hasta la evidencia cuales son las inten··
ciones de los anglo-americanos: cuando ve en Europa
la lucha tenaz é irreconciliable entre las razas sajona
y latina, lucha en que no falta quien asegure serán
vencidos los pueblos del mediodia ; y cuya batalla cam.
pal se dará en el hemisferio americano, donde, no va-




- ~5-
cilamos en decirlo, serán arrollados y deshechos los or-
gullosos descendientes de Albion.


No es un vano espíritu de nacionalidad el que nos in s.,.
pira esta creencia. Los anglo-americanos llegarán hasta
el istmo de Panamá, pero de allí no pasarán. En la
América del Sur las poblaciones del interior son, en gene-
ral, viriles y guerreras. Los Gauchos del Uruguay y de
las provincias argentinas, los Llaneros de Venezuela, los
Farrapos deRio Grande, etc., merece~ por confesion de
propios y de estraños el renombre de valientes entre los
valientes. Allí existe en toda su pureza la noble altivez,
el valor proverbial, el amor á la indepel'idencia, el des-
interes é hidalguía del indómito carácter español; y el
pueblo que, infatuado con su prosperidad material, no
reconoce otro código que la fuerza, que se deja guiar
por los impulsos ciegos de una desenfrenada ambicion y
codicia, que se atrae la ira y la animadversion de todos
con sus repetidos desmanes, y que débil con los fuertes
y fuerte con los débiles, cuenta siempre en su seno so-
brado número de mercenarios aventureros para lanzarlos
en columna cerrada, con razon él sin ella, donde quiera
que haya probabilidad de enriquecerse á poca costa; un
pueblo semejante, nunca, jamas impondrá su yugo ·al
altivo, hidalgo y valiente pueblo sud-americano, á me-
1l0S que este descienda al último límite de la degrada-
cion y el envilecimiento!


1\"0 se nos oculta cual pudo haber sido la mision de
esa raza, lf.ljo las nobles inspiraciones de un Washing-
ton, de un Francklin, de un l\fonroe, si la Union, á la
par <le su pasmoso progreso agrícola, comercial, indus-




- 16-
trial, etc., hubiese cultivado con igual éxito los -senti-
J¡lientos morales i pero la bandera que hoy desplega, y las
malas pasiones que nutre y fomenta, inspiran séri03 te-
mores acerca de su porvenir á todos los que penetran
en el fondo de las cosas sin deslumbrarse por el oropel
que las circunda. El dia que los Estados Unidos rellenen
sus vastos desiertos, y el acrecentamiento de la pobla-
cion en un territorio tan dilatado traiga en pos de sí la
imposibilidad de ~rmonizar sus encontrados intereses,
se romperá el frágil vínculo que une á las diversas pro-
vincias de la Confederacion americana, adulterados por
la codicia y el egoismo los sanos principios que le sir-
vieron de base. Para todos los hombres pensadores que
conocen bien aquel país, no es ya un problema que, en
un plazo mas ó ménos largo, ese coloso tiene que hacerse
pedazos indefectiblemente, miéntras la América del Sud,
marchando por opuestos senderos, podrá combatirle con
ventaja y vencerle en el terreno de la fuerza, como le
vence ya en el de la nobleza y de la justicia.


Desenmascarada en América su política, y conocidos
sus fines, nada queremos decir sobre lo que España ga-
naria, en una guerra con la Union, contando desde luego
con el apoyoy franca adhesion de sus antiguas colonias.


Bajo cualquier aspecto que consideremos el asunto de
que vamos á ocuparnos, no dudamos que encontrará
eco en nuestros lectores de la Peninsula y de Ultramar.
No obstante, si hemos de llenar dignamente el ohjeto
que nos proponemos, si hemos de tratar las graves cues-
tion6s comprendidas en él con toda la detencion que
merecen, con toda la conciencia y empeilo de que somos




- ,17-
capaces, y alcanzan nuestras fuerzas, necesitamos exa-
minar el presente de América á la luz del pasado, para
deducir de ambos el porvenir, y poderlos apreciar res-
pectivamente.


El asunto, bajo el punto de vista en que vamos á
considerarlo, nos parece enteramente nuevo: al ménos
no sabemos que haya sido tratauo por nadie hasta aho-
ra; y sin que esto tenga visos de suficiencia ni de afec-
tada modestia, confesamos que lo abordamos con des-
confianza y recelo, á pesar de tener acopiados numerosos
datos y materiales para una obra sobre América, que
empezamos á eseribir en 1847, Y que concluiremos
cuando nos sea posible disponer del tiempo y medios
necesarios para llevarla á cabo.


Si nos apoYamos frecuentemente en la historia; si in-
vocamos del mismo modo la autoridad de otros escrito-
res, nacionales y estrangeros; si los citamos oon nímia
escrupulosidad, no es por hacer vano alarde de una eru-
dicion que no poseemos, sino porque queremos confir-
mar con autoridades competentes nuestros juicios y
aserciones; porque escribiendo para las ideas y no para
el arte, no para una academia de sabios, sino para los
que no están bien informados de lo que ha pasado, y
e"tá pasando en aquellas regiones, y muy especial y
principalmente para la juventud de nuestros pueblos,
queremos que ella encuentre y aproveche sin dificultad
lo que á nosotros nos ha costado algunos años de estu-
dio, y no pocas vigilias é investigaciones.


De todos modos, suplicamos al lector que detenga su




- 18-
juicio hasta el fin. Mas de una vez, al hablar de los hom-
bres y de las cosas hispano-americanas, tendremos
que combatir opiniones admitidas y sancionadas por
nombres respetables. Podremos equivocarnos, pero no
será intencionalmente. Diremos siempre la verdad, sin re-
bozo, pero con el decoro y templanza que exige un pú-
blico ilustrado de un escritor imparcial.


Prevenimos una vez, por todas, que no es nuestro
objeto herir ni adular á nadie; que si alguna vez somos
severos, la historia abonará nuestros juicios; que ningun
sentimiento mezquino, ninguna idea interesada ni egoís-
ta mueve nuestra pluma, sino un noble deseo de hacer
algo útil en obsequio de nuestra patria, ya que á tanta
distancia no podemos servirla de otro modo, pagando
al propio tiempo una deuda de aprecio y gratitud al país
que nos acogió con generosa hospitalidad, cuando in-
gratos sucesos, no la voluntad nuestra, nos arrojaron á
las playas españolas.




- 1(1-


DESCUBRI~nENTO,


l'OBLACION y CONQUISTA DEL RIO DE LA PLATA.


BO~QUEJO JIlSTORICO DE 18Hi A. 1810.


1.


A.ntes de echar una ojeada sobre la conquista y po-
blacion del Rio de la Plata, será conveniente recordar á
nuestros lectores, lo que se entiende por tal, y las repúbli-
cas que se han formado en él.


En!eodemospor Riode la Plata, generalmente hablan-
do, todo el territorio comprendido entre los Andes, las
montañas del Brasil, el Océano Atlántico y el Estrecho
de Magallanes.


De este immenso territorio, que formaba el antiguo
vireinato de Buenos Aires, han surgido cuatro repúblicas;
pero solo tres entran en nuestro cuadro : porque la de
Bolivia, situada ya encima de la cordillera, está separada
por la misma naturaleza, y no puede considerarse como
parte integrante del Plata, como sucede con las demas.


Estas tres repúblicas son: la Confederacion argentina,
que comprende catorce Estados ó provincias confederadas,




- ~o-
sobre una estension territorial de 138,000 leguas cuadra-
das, cuyos nombrcsapuntaremos para evitar repeticiones.


Ruenos-Aires, Entrerios, Corrientes,
Santa-Fé, Córdoba, Santiago del Estero,
Tucuman, Salta, Jujuy, Catamarea,
La Rioja, San Juan, Mendoza y San Luis.


La republiea del Urugüay con nueve departamentos y
una cstension de 15,000 leguas cuadradas; y la lIel Pa-
raguay, dividida en veinte distritos, y con una superficie
de 18,000 leguas, segun unos, y 10,000 segun otros.


La historia política y civil de estos tres paises, está Ín-
timamente ligada desde los primeros tiempos de la con-
quista hasta 1810, época en que Buenos Aires, capital en-
tonces del vireinato, y hoy de la Confederac!on argentina,
se separó de la metrópoli y arrastró trás sí á las trece
provincias citadas. La Banda oriental se mantuvo en po-
der de los españoles hasta 1814 : en el Paraguay se formó
una junta gubernativa en 1811, qUfl cayó bajo la influen-
cia del Dr. Francia, el cual se hizo elegir dictador (1811),
manteniendo el pais incomunicado, segregándolll com-
pletamente de todo trato y comunicacion con los estran-
jeros, y con los estados limítrofes, sin entrometerse ni
intervenir en las cuestiones que se han agitado á su alre-
dedor, y sin contribuir con un soldado ni con un peso á
la guerra contra la madre patria.


Por consiguiente, para mayor claridad, podemos con-
siderar la historia del Rio de la Plata dividida en los tres
períodos siguientes :




- 21-
10 Desde su descubrimiento hasta 1810.
2° Desde 1810 hasta 1825, en que desapareció total-


mente el poder español á consecuencia de la batalla de
Ayacucho.


3" Desde 1825, en que quedamos enteramente libres de
enemigos yen actitud de constituirnos, hasta el presente.


No es nuestro objeto escribir una historia detallada de
estos paises, sino buscando la hilacion de los sucesos y
hechos mas notables que han influido poderosamente en
nuestro modo de ser; bosquejar, si nos es possible, la faz
histórica de cada época.


Este trabajo que, á pesar de nuestros buenos deseos é
investigaciones, no será tan completo como deseáramos,
servirá á lo menos para dar á los que no conocen, ó se
desdeliande estudiar la historia hispano-americana,tle este
y del otro lado del Atlántico, una idea clara y exacta de
los acontecimientos que han precedido y preparado el ac-
tual órden de cosas, al través de los cambios políticos y
de las convulsiones de la anarquía.


y calificamos de incompleta esta parte de nuestra obra,
ya por la inmensidad y complicacion de los sucesos, ya
porla escasez de trabajos históricos, medianamentecom-
pletos, que existen de cada pais en particular. Todas las
historias que conocemos, no llegan sino hasta principios
del siglo XVII; Y desde este período hasta el presente, á
escepcion del dean Funes, cuyo Ensayo está muy lejos
de llenar todas las condiciones del arte, no sabemos exista
un solo escritor que se haya ocupado de la historia polí-
tica del Rio de la Plata, sino incidentalmente y como de
paso. Las obras deRobel't~on, Rainal, Humbolt, Atoara, de




- 22-
Pradt, Prescot ; las inapreciables colecciones de ~avarrcte
yMuñoz, etc. sobre algunos puntos suministran abundan-
tes datos; pero en la parte histórica seria en vano con-
sultarlas de un siglo á ellta fecha. Hemos ere ido llenar
estevacío, acudiendo á los informes de los vireyes, memo-
rias, viajes, etc., inéditos unos en la bibijoteca de la Aca-
demia de la Hisloria de Madrid, y publicados otros en
la importante ColeGion de OÚ1'({S y documentos para la
historia antiqua y moderna del Rio de la Plata, por don
Pedro de Angelis. - (lluenos Aires, 183i)


En cuanto al período de la guerra de la independencia,
es preciso estudiarlo en 108 periódicos, folletos y publica-
ciones de la época: la hbtoria delseilor Torrente, única
que conocemos, y que tal vez existe, está escrita con una
parcialidad y encono indignos de un escritor tan instrui-
do y recomendable bajo otros conceptos.


Desde 1825 hasta el presente, aunque no hay historia
escrita, fácilmente puede estudiarse en los períódicos ofi-
ciales yen algunas pocas obras,como la vida de Quil'oga,
por don Domingo Sarmiento, Rosas y sus opositores, por
don José Rivera Indarte : algunos escelelltes artículos del
doctor don Valentin Alsina, don Juan llautista Alberdi,don
Juan C. Varelay otros.


Hacemos estas indicaciones, para seilalar las fuentes
donde hemos bebido, y tambien por si estraña alguno de
nuestros lectores qne no haya nna historia completa, bue-
na ni mala, de aquellos paises; lo que nada tiene de par-
ticular, si se reflexiona que nuestros archivos han sido
tantas veces, cuando no saqueados, torpemente despoja-
U08 de sus mas preciosas riquezns literarias, por motivos




--#o 23 -
que no queremos especificar (1); si pasando á una época
mas cercana, se considera el estado miserable y convul-
sivo en que pasamos nuestra vida, y que da tan poco
impulso y soláz al pensamiento para entregarse á inves-
tigaciones que requieren largo estudio y eontraecioll. Por
eso nos lisonjeamos que si nuestros esfuerzos no son
coronados por un éxito brillante, al menos serán indul-
gentes con nosotros los que compreIl{lan las dificultades
que enunciamos, y vean que, separándonos de la rutina,
ni tiempo, ni trabajo, ni diligencia ahorramos para en-
contrar la verdad, é ilustrar á la 'vez el juicio de nuestros
lectores, poniéndoles á menudo en situacion de que deci-
dan por sí mbmos si son fundadas ó no nuestras obser-
vaciones.


Sentadas estas bases, pasemos al exámen del primer
periodo.


JI.


Es cosa sorprenJente, á la verdad, que l:l historia del
Río de la Plata esté manchada de sangre espaliola, y con
mas de un crímen desde las primeras páginas. Su descu-
bridor Solís, muere (1515) en la isla de san GabrIel, á
manos de las Charruas que le devoran. (2) Gaboto, que


(1) Veu lo que cuenta Prescott (Conquest of Mexieo, tomo T,
pág. 61 testo y notas.-Paris 1814) de los manuscritos Atzecas y
documentos de la audiencia de Méjico.


(:2) Varios autores de nota, y entre ellos Azara (Dcscripcion é
HiStoria del Paraguay y lUo de la Plata, tomo 11, pago 145. -
Madrid 184;), niegan este hecho; pero el señor ri:avarrete en ~u




-- 24-
marcha tras sus huellas, al doblar el cabo de Santa María
procura ueshacerse del teniente general MarEa Mendez,
y de los capitanes Francisco y Miguel de Rojas, porque
reprendian públicamente su conducta en el gobierno de
la espedicion, valiéndose para realizar este designio de
algunos confidentes que, con pretestos simulados, los
sacan de las naves y los dE'jan abandonados (1526) en
una isla desierta (1). Poco despues la tribu de los Tim-
bues, se apodera traidoramente del fuerte de Sancti-
Spiritus, fundado ;por Gaboto, y dan muerte á todos 103
españoles (1532).


Este suceso interrumpe la conquista hasta que don Pe-
dro de :\lendoza, nombrado adelantado de estas provincias
(1534), viene con una espedicion compuesta de catorce
navíos, que traian 2200 hombres, entre ellos muchos
nobles y caballeros, segun Ruy Diaz (le Guzman, y 2500
españoles, 150 alemanes ó flamencos, y 72 caballos,


interesante y erudita noticia de los descubrimientos que hicieron
los españoles en las costas del nuevo continente, despues que le
reconoció Colon en su tercer viage el año U98, hé aquí lo que
dice apoyado en numerosos é irrecusables documentos:


«Quiso So lis reconocer el pals y tomar algun hombre para
traerlo á Castilla. Bajó á tierra acompañado de algunos con este
objeto, y los indios que tenian emboscados muchos flecheros,
cuando los vieron desviados del mar, dieron en ellos, mataron á
Solis, al factor Marquina, al contador Alarcon y á otras sei3 per-
sonas, á quienes cortaron las cabezas, manos y piés, y asando
los cnerpos enteros se los comian con horrenda inhumanidad.»
(Coleccion de los viagcs y descubrimientos que hicieron los es-
pañoles desde fines del siglo XV.-Madrid 1829.)


(1) Lazota.- Hist. del territorio oriental del Url1guay, p:íg. ,,~.
- Montevideo 1842.




- 25-
segun Schmidel, Guevara y Azara (1): armada que, como
se espresa Barco, era:


« Muy rica, y muy hermosa, y muy lucida
De todos adherentes abastada,
Aunque hubo despues hambre crecida
La gente que embarcó era estremada,
De gran valor y suerte muy subida
Mayorazgos é hijos de señores,
De Santiago y San Juan comendadores. u (2)


EnRio Janeiro,donde se detiene dicha armada algunos
dias, hace asesinar don Pedro de Mendoza á su maestre
de campo don Juan de Osorio, capitan de infantería, al
que todos querian y estimaban por su grande afabilidau
y valor. (3).


Un testigo de estos sucesos los refiere del modo si-
guiente:


« AqUÍ (Rio Janeiro) estuvimos 14 dias, y entonces
nuestro general don Pedro de Mendoza, por estar con-


(i) IIist. del Paraguay, Rio de la Plata y Tucuman.- Lib. II,
cap. 111. - Descripcion é historia, t. JI, pág. 27. Esta obra de
Azara, aunque se ha publicado como inédita (vid. t. II, pág. 230),
es la misma, salvo algunas variantes y snpresiones, que en 1809,
con su as.entimiento, y bajo el título de: Voyages dan s !'Amériqlle
Méridiollule, publicó en Paris Mr. Walkenaer.


(2) Argentina ó Conquista del Rio de la Plata, poema histórico
del arcediano don Martin del Barco Centenera. - Canto IV,
pág. 36.- Col. de Angelis, t. 11.


(1) Ruy-Diaz.- Hist. Argentina del des'cubrimiento, poblaciülI
y conquista, etc. - Lib. J. cap. x, Ang, t. T.




- 26-
tínuamente enfermo, encogido de nervios y muy débil,
Ilombró por su teniente á Juan Osorio, su hermano. Pero
poco despues tIe haber aceptado el cargo, fué acusado de
rebelion contra Mendola, por lo cual, mandó á cuatro
capitanes, que fueron Juan de Oyolas, Juan Salazar,Jorge
Lujan y Lázaro Salazar, le matasen á pUllaladas y le sa-
casen á la plaza, para que todos lo viesen muerto por
traidor: y publicó un bando con pena de muerte, para
que ninguno se alborotase por causa de Osorio, porque
le sucedería lo mismo que á él. En lo cual se procedió
sin motivo justo, porque Osorio era bueno, íntegro, fuerte
soldado, oficioso, liberal y muy querido de sus compa-
tlcros. (1)))


Barco dice que la emidia y la cobardía causaron su
desgracia:


« Por tantas obras dél tan sei1aladas,
A don Pedro hicieron que (Te) ese
Que le iba en esta muerte el interese. »


Atribuyéndole mas adelante todos los desastres que
luego sobrevinieron á la cspedicion ; pues irritarlo,


(( Con tanta cobardía y gran malicia
Comenzó á castigar Dios el armada
Con un grave flagelo y cruda espada.


Que la sangre de Abel el inocente
Clamando está ante Dios omnipotente. )) 1,2)


(1) Schmidel.- Viage al Rio de la Plala.- Cap. v, Ang. t. lll.
(2) Canto IV, pág. 39.




- 27-
Repuesto don Pedro de Sil momentánea enfermedad,


sigue su rumbo la espedicion y entl'il. en el Rio de la Plata:
Buenos Aires se levanta en su márgen occidental (1535).
Los indios querandis atacan á los espaftoles hasta en sus
atrincheramientos, y despues de muchas batallas y com-
bates parciales, en que no se sabe qué admirar mas, si el
valor y desesperados esfuerzos de los castf¡lIanos, ú el
arrojo é inquebrantable constancia de los indígenas en
defender su suelo, se ven los primeros obligados á aban-
donar á Buenos Aires y retirarse al Paraguay.


Allí, sobre la ribera oriental del rio de este llombre,se
empieza á edificar la ciudad de la Asuncion, cuyos cimien-
tos puede decirse que echó Üyólas en la fortaleza que
leyantó en aquel mismo lugar, despues de haber vencido
á los caciques Lambari y Yuandazubi (1535), capital de la
gobernacion del Plata hasta 1620; hostilizados siempre y
f)n tenaz lucha los fundadores con los Payaguás, Guay-
curús, Xat'a~es y otras tribus comarcanas.


Si hemos (le creer las relaciones contestes de todos los
coetáneos é historiadores, grandes fueron las penalidallc:,;
de los conquistadores desde la fundacion de Buenos Aires
hasta la partida de don Pedro de ~IeIHloza J1537). 1\0
eran las flechas de los indios su mas terrible enemigo,
sino la e~caséz de víveres en una costa desierta é inhos-
pitalaria, donde no se presentaba otra alternativa que
sucumbir á manos de los infieles, ó morir de consuncion.
Un testigo y partícipe de estas calamidades nos cuenta,
que era tanta la necesidad y hambre que pasaban, que
¡~ra cosa espantosa, y á algunos, de verse tan hambrien-
t()~, les aconteció comer carne humana, y asi se vido que




- 28-
Jasta dos hombres que hicieron justicia se comieron de la
cintura para bajo ••.• ))


En la ~archa de Oyólas áSancti-Spiritus, dice el mis-
mo, no tenian otro ¡refresco que las culebras, lagartos,
ratones y sabandijas que á dicha por los campos topaban
(1). Ruy Diaz hace una descripcion idéntica, añadiendo
que además de los que morian y ahorcaban, llegaron á
comer escremento humano (2). Centenara, en fin, com-
pleta el cuadro con una animada descripeion, que es de
lo mejor que hay en su poema. En ella leemos los siguien-
tes versos:


. la perra,
Pestifera, cruel hambre canina
A todos abandona ó los arruina.


Comienzan á morir todos rabiando
Los rostros y los ojos consumidos:
A los niños que mueren sollozando
Las madres les responden con gemidos.
El pueblo sin ventura lamentando
A Dios envia suspiros doloridos:
Gritan viejos y mozos, damas bellas
Perturban con clamores las estrellas (3).


Don Pedro de Mendoza partió para España en medio


(1) Carta ó informe inédito de Francisco VilIalta, fecho en la
Asuncion en Hi56. lIIuñoz, t. LXXXII.


(2) Argentina.- Lib. 1, cap. XII, pág. 40.
(:~) Canto VI, pág. 40.




-:l!)-
de aquellos horrores, triste y abatido, como un hombre
que pierde de un golpe todas sus ilusiones y esperanzas.


Nombró por sustituto a Juan de Oyólas, que vino en su
espedicion ejerciendo el cargo de alguacil mayor. Era
este buen soldado, valiente, previsor, y dotado de verda-
dero genio militar: fué él quien levantó en 1535 el fuertl,
de Corplls-Christi sobre el Paranú, y con un puñado de
valientes se lanzó desde Buenos Aires ú humillar á los
infieles de las mismas riberas, donde mas tarde edificó
la fortaleza de que hablamos no há mucho, consagrada
ü la Asullcion ue Nuestra Señora.


Ill.


Desgraciamente Oyólas no llegó á ejercer el mando su-
premo, porque murió en su espedicion.


Deseoso de esplorar la tierra y abrirse camino para el
Perú, apenas concluyó el mencionado fuerte, prosiguió ~u
viage : dejú sus buques en la Candelaria bajo la custodia
del capitan vizcaino Domingo Martinez de !rala, perso-
nage que pronto veremos figurar en primera línea, y
cuya vida 11ública y privaua es en estremo curiosa, y se
internó tierra adentro, dando órden á Irala que le espe-
rase seis meses, pudienuo retirarse si pasado ese término
no volvia.


y no volvió; (¡ mejor dicho, volvió demasiado tarde.
Segun la declaracion de un indio chané,;, que le acompa-
naba, presentado á Irala, que salió en su demunda al




- 30-
espirar el plazo conveniuo, Oyólas se aproximó hasta la
falda de las cordilleras Pemanas, y cargauo de ricos me-
tales que le franquearon Jos indígenas prendados de su
benevolencia, llegó al puerto de la Candelaria cuando el
capitan vizcaino se dirigia á la Asuncion en busca de
provisiones, y no hallando las naves, se paró en la orilla
lleno de mortal tristeza.


Muchos indios acudieron trayendo abundantes víveres,
distinguiéndose entre todos los payaguás, gente traidora
y fementida que ocultaba su ódio á l(¡s invasores, bajo
un e~terior amistoso, para hacerles caer mas facilmente
en la red que les tendian.


Estos ofrecieron sus cholueJas,que los españoles admi-
tieron agradecidos, y sin recelo se acostaronádescansar;
pero cuando mas confiados dormian, cayeron sobre ellos
los pérfidos payaguás. Oyólas se ocultó entre unos ma-
torrales, mas le desctlbrieron y le mataron sin piedad.
(( Yo, allade el indio, cuya relacíon seguimos, tuve la
dicha de escaparme, ó porque su furor se estendió sola-
mente á los españoles, ó porque mi miseria halló com-
pasion en corazones de lleras (1). »


Así habló el indio chanés á Irala, el cual entristecido
con tan funesta noticia, se restituyó á la Asuncion, que
ya contaba algunos habitantes venidos el año anterior de
1539 con el capitan Juan de Salazar y Francisco Ruiz
Galan.


En este intérvalo llegó de Espaüa el veedor Alonso de
Cabrera con provisiones y un refuerzo de 200 hombres;


(1) Vide Gueva¡'a.- Lib. \1, cap. IV.




- 31 -
traía además una céduhl.delmonarca confirmando á Oyó-
las en el mando, y en su defecto autorizando á los po-
bladores para que eligiesen al mas idóneo y que mejor
supiese representar su autoridad. Entonces se trasladó la
gente á la Asuncion, y fué alli elegido gobernador, por
pluralidad de votos, el capitan Irala.


Era Irala hombre apropósito para mandar, de génio
resuelto, activo, emprendetlor, valiente y capaz de llevar
á cabo cualquiera empresa. Lástima grande que tan bellas
dotes estuviesen oscurecidas por notables defectos, y prin-
eipalmente por una lascivia inmoderada! pues como nos
cuentan sus mismos contemporáneos : ({ tenia la mala
costumbre de chinchorrear y quitar las indias de los in-
dios, así para él como para dar á otros que con él habían
ido, no embargante que antes que partiese para la entrada
(del Peru) les habia dado muy grandes largas para que
por la tierra anduviesen á robar con título de que era ser-
vicio de V.l\L lo que querian hacer en uescubrir la tier-
ra.)) (1)


Varios aufores, de acuerdo con sus contemporáneos,
afirman que tenia un carácter en estremo irascible, y le
califican de injusto, avaro, cruel y ambicioso; y su con-
ducta, revelada por los hechos que refieren, uemuestra,
en verdad, que no carecen de fundamento tan graves
imputaciones. (2)


(1) Informe del capellan Martín Gonzalez, escrito en 25 de junio
de mi6.- Col. inéd. de Muñoz, t. LXXX.


(2) Los hechos de la vida pública y privada de lrala en el largo
período de las dos épo~as de su mando, están fielmente descritos




- 32-
Y no obstante, á pesar de sus defectos, y de ser


En esto de la carne desfrenado, (1)


dedicóse con singular empeño y acierto á la edificacion y
engrandecimiento de la Asuncion : hizo que los pocos
habitantes que habian quedado en Buenos Aires pasasen
á este punto; sofocó una conspiracion hábilmente trama-
da contra 105 españoles por várias tribus que habialogra-
do sujetar, y distribuido en encomiendas álos pobladores;
y hallábaseen paz fomentando y dando nuevoimpubo á
lanaciente ciudad, cuando llegó el adelantado Alvar Nu-
ñez Cabeza de Vaca. (1542)


Siendo adelantado AlV3r l'\uilez, h·ala tuvo que cesar en
sus funciones de gobernador, y es muy factible que mirase
con ojeriza y prevencion al que, sin haber hecho nada
por su parte, venia á recoger el fruto de sus afanes y des-
velos: al principió nada hizo, sin embargo, que manifes-
tase esta disposicion de su animo; y aunque su conducta
en los lamentables sucesos que tuvieroll lugar UD ¡¡!Jo
despues, fué muy equivoca; aunque existen varios testigos


con detalles que no se encuen tran en ninguna de las historias
que conocemos, en los varios informes y relaciones inéditas, al-
gunas sin nombre de autor, y otras firmadas por el escribano
Hernandez, el capeilan Gonzalez, Villalta, Ortiz de Vergara, etc.,
pertenecientes á los tomos LXXX, LXXXII, LXXXIV Y LXXXVIII
de la inapreciable coleccion del señor Muñoz, que tan curiosos é
importantes documentos encierra para la historia de todas las
regiones de América, conquistadas á la civilizacion bajo la ball-
dera española.


(1) Barco. Canto IV, pág 44.




- 33-
que aseguran lo contrario, nos inclinamos á créer que no
tomó una parte activa en la rebelion contra Alvar Nuñez,
() que supo manejarse con tal destreza, que consiguió
derribarle y reconquistar el poder, aparentando despre-
ciarle y DO querer meterse en nada.


Es tan importante, tuvo tal influencia en los asuntos
de la colonia, fueron tan perniciosoR y trascendentales los
resultados de esta primera sedicion contra una autoridad
legítima, que bien merece la consideremos con un poco
de detenimiento, y procuremos conciliar las encontradas
opiniones, así de 108 panegiristas, como de los detracto-
res de Alvar Nuñez.


IV.


Alvar Nuñez señaló el principio de su gobierno, dan-
do á entender que no estaba dispuesto á contemporizar
con abusos de ningun género: esto bastó para que los
antiguos pobladores le mirasen con prevencion y viesen
en él un advenedizo que, sin tener en cuenta sus servi-
cios, venia á dictarles la ley sin título alguno; pues poco
debian valer á sus ojos las credenciales de un soberano
que no podia pedirles cuenta de sus desmanes.


El no habia ganado la tierra con eIJos; él no habia
pasado los trabajos y miserias que eIJos; él no habia es-
puesto su vida en cien batallas; él, en una palabra, DO
habia hecho nada en la conquista del Rio de la Plata.


y mas y mas debia aumentarse su ira hácia el nuevo
gobernador, cuando este con mano fuerte reparó algu-




- 34-
nas injusticias; puso á raya la codicia de los encomen-
deros; hizo comprender á los oficiales reales que á él
solo competia la jurisdiccion de la justicia civil y crimi-
nal, como único y verdadero representante del monarca:;
no consintió que se vendiesen como hasta entónces los
indios por esclavos, nique se jugasen ó troca6en por caba-
llos, perros ú otras cosas equivalentes: reprobó el escan-
daloso concubinage á que se abandonaban cierta clase de
hombres, que por su posicion y carácterdebian estar
exentos de semejantes debilidades; y últimamente, des-
cubrió y sofocó una intentona de los principales corifeos
para privarle del mando por medio de una aleve y ca-
lumniosa comision, confiada á dos frailes francisca-
nos (1).


Los ofendidos disimularon, empero, su despecho, por-
que aun no se habian puesto de acuerdo, y les inspira-
ban algun ,respeto los 300 soldados que venian bajo las
órdenes del adelantado.


Alvar ]\'uñez dispuso que Irala, siguiendo las huella~
de Oyólas, fuese á indagar el camino del Perú. Volvió
este con las mas lisoll~eras noticias, mientras en el ill-
térvalo que medió, hacia el primero una campaña con-
tra los agacei'l y guaycurus, regresando victorioso á la
Asuncion con un número bastante crecido de prisio-
neros.


En setiembre de 1543, preparado todo para la espedi-


(1) Casi todos los historiadores no hacen mas que enunciar
estos hechos, que únicamente se encuentran detallados con toua
estension en los ya citados informes y relaciones de I1ernanuez,
Gonzalez, Vergara, elc.




- 3t1-
cion al Perú, proyectada desde un principio, salieron de
la Asuncion diez bergantines y ciento veinte canoas, donde
iban 400 españoles y 1,200 indios con direccion al
puerto de los Reyes.


Emprendieron una marcha penosa bajo un cielo
abrasador por medio de tierras montuosas, llenas de
bosques tan poblados y densos que á veces era preciso
abrirse paso con hachas. Los guias se estraviaron, em-
pezaron á escasear los víveres, á enfermarse algu-
nos, y los descontentos y los revoltosos á fraguar sus
planes y á derramar siniestras voces :contra el adelan-
tado.


Fué preciso volver á la Asuncion; la tropa disgustada
y anarquizada ya, y su gefe enfermo y abatido.


Sus enemigos, que como él mismo ·nos cuenta, (1) al
esplicarnos el origen del grande ódio y enemistad que
le profesaban, (( haLian tratado ya por vias indirectas de
hacerle todo el mal y daño que pudiesen, movidos con
mal celo, )) una noche del mes de abril de 1544, se pre-
sentaron en su casa, y gritando j libertad! libertad! viva
el rey (2), Ó como quieren otros, « yiva el rey y muera
el mal gobierno,)) (3);;e apoderaron de él, le cargaron
de cadenas y le pusieron preso en las casas de García
Venegas y Alonso Cabrera.


Fueron los principales fautores de esta violencia los


(1) Comentarios. - Cap. XVIII.- Barcia, Historiauores primi~
tivos de las Intlias Occidentales, t. l.


(2) Comentarios. - Cap. LXXl\'.
(3) Guevara.- Ub. 11, cap. IV, p~g. 10B.




- 36-
dos referidos sugetos, ayudados, segun el escribano Her-
nandez, de un criado vizcaino llamado Pedro Dorantes,
« el cual fué el mismo que lo espió cuando estuviese solo,
é trató la traicion (1).))


Como no contaban con el apoyo de todos, y temian
. que los pocos, pero esforzados y leales amigos del ade-
lantado, tratasen de libertarle, pusiéronle guardias de
vista, y cuando veian ó creian ver alguna demostracion


• de sus amigos y partidarios, entraban armados donde
él estaba, y decian puesta la mano en los puñales :-
( Juro á Dios que si la gente se pone en sacaros de nues-
tro pode¡', que os habemos de dar de puualadas y cor-
taros la cabeza, y echalla á los que os vienen á sacar,
para que se contenten con ella (2).)1


Diez mese:; pasó de esta manera, hasta que h'ala, por
consejo de sus amigos, determinó enviarle á la córte,
acompañado de Cabrera, Venegas y Lope de Ugarte su
agente. Es de presumir que estos llevarian pruebas suíi-
cienles para justificar y paliar su delito, y que los me-
dios de que echaron mano no serían los mas lícitos ni
legales; y solamente así nos esplicamos la injusta sen-
tencia del Consejo de Indias.


En esta ocasion creemos á lIernandez y á Barco, por
mas maldicientes que parezcan.


(( En las depusiciones de testigos que se tomavan con-
tra el gobernador, por ser el alcalde comunero, en lo
que era en su favor no se lo asentaban, ni escribian,


(i) Relacion cit.
(2) Comenlarios.- Cap. I.XXY!.




- 37-
diciendo « no os preguntan eso » induciéndoles dijesen
lo que á ellos les estaba bien, haciéndoselo firmar á mu-
chos de ellos por fuerza, é porque saliendo estos oficiales
alborotadores é sus criados á robar por la tierra, é vi-
niendo á noticias del gobernador, saliese á reprendeIlos
y maltratallos, les dijo: « ¿Paréceos que es cosajusta que
cada uno de vosotro3 quiera ser rey en la tierra? pues
quiero que sepais que no hay otro, ni le ha deber, ni
otro señor sino S. M. é yo en su nombre.)) Con razones
indirectas hácia Rui Diaz del Valle, alcalde, que dijesen
que el gobernador habia dicho que era rey; é sobre esto
hacian probanzas sobornando á los testigos que lo di-
jesen (1).»


« Venegas y Cabrera, pues, al preso
Llávaron á Castilla, y lo entregaron
Al Consejo Real, con gr~n proceso
y causas que á su gusto fulminaron (2).»


Esta suposicion adquiere doble fuerza cuando se con-
sidera que, ( despues de su prision, hub o muertes feas, é
muy mal hechas y sin castigo..... y que sus autores
pusieron muchas veces la tierra en muy. gran riesgo, y
de matarse unos con otros, y que la tierra quedase per-
dida (3).»


El carácter y temple de alma de Alvar Nuñez. no per-
tenecian á su época; por eso fué desgraciado. Es tal


(1) Relacion del escribano I1crnandez.
(2) Barco.- Canto v, pág. ;J9.
(3) Relacion sin nombre de autor, escrita en España á fiuf':;


del siglo XVI.- Muñoz, 1. l,XXXIV.




- 38-
nuestra conviccion en este punto, que, aun cuando no
tuviésemos el apoyo de la historia en nuestro favot, la
simple lectura de los hechos nos convenceria de esta
verdad. Y enefecto, sin apoyarnos en las relaciones lné·
ditas de la coJeccion del señor Muñ07" vemos que Barco
le califica de « hombre virtuoso y eminente, JI y se M-
mira de que no se hubiese castigado á los autores de su
desgracia; añadiendo á continuacion, que era tan grande
el convencimiento de su inocencia, que todavía en BU
tiempo habia quien temiese el castigo á que se habia
hecho acreedor:


« A Cabeza de Vaca ya volviendo,
Lleváronle á Castilla aherrojado.
Agora que lo estoy aquí escribiendo
Me admiro como nunca castigado
Aqueste caso fué, atroz y horrendo,
Yel gran levantamiento co·nfirmado.
En mi tiempo yo vi se recelaba
El pueblo del castigo que esperaba (1).»


El juicio que hace Ruí Diaz, tanto de los sucesos
como de la persona de Alvar Nuñez, no puede ser mas
favorable: (2) Guevara le llama varon ilustre ... feco-
mendable por sus virtudes ... tinO ae los hombres mas
juiciosos de su siglo... que merecía estátuas por su rec-
titud y justicia,. (3) uno de los mas virtuosos y va-
lientes aventureros españoles, Ilobertson (41, el mas mo-


(-1) Canto v, pág. 58.
(2) V éanse los cuatro primeros capítulos del lib. n.
(3) Lib. n, cap. VI, pág. 109.
(4) Bist. de I'Am6riq"e, lib. IV, p;íg. 271, nQta 2' (Nancy 1836).




- 39-
derado y juicioso de los escritores estrangeros respecto
de los españoles, segun la respetable opinion del señor
Quintana (1); grande y esforzado caballero, el padre
Bautista, y á los que se alzaron contra él, tttmultuantes
6 envidiosios de su gloria (2).


En vista de tan irrecusables testimonios, sentimos
que Azara, siguiendo las erradas opiniones de Schmi-
del (3) y apoyándose en la sentencia del consejo de In-
dias y algunas inducciones que no nos convencen, como
otras veces, despreciando las opiniones mas contestes
y fundadas de los escritores contemporáneos, y las de
Barco, Rui Diaz de Guzman, Guevara, Herrera, Robert-
son, Lozano, eIP. Bautista, el marques de Sorito, y tantos
otros, trate de paliar y justificar este hecho, de una tras-
cendencia tan funesta en los asuntos de la colonia, diciendo
que ya estabancansadas las tropas de la avaricia, despotis-
mo, aspereza y matos tratamientos de Alvar Nuñez (i).


Esto no es cierto, y aunque lo fuese, bien se com-
prende que ese fatal ejemplo de un gefe, imágen del 50-


(1) Vidas de españoles célebres, t. n, pág. 98. (Madrid 1841).
(2) Série de los gobernadores del Paraguay, etc., segun consta


de los libros capitulares que se conservan en el archivo de la
Asuncion, pág. 190, col. de Ang., t. lI.


(3) Ved las notas del Viage de Ulderico Schmidel, especialmen-
te la :!7 y 50 en el tomo III de la Coleccion de Angelis, tomadas,
aunque allí no se dice, de Barcia. (Véase el tomo 111 de los his-
toriadores primitivos de las Indias Oecidentales, donde se halla
la obra de Schmidel, bajo el título de Historia y descubrimiento
del Rio de la Plata y Paraguay.) Véase tambien el Exámen apo-
logético de la narraclOn histórica de los naufragios, peregrina-
ciones y milagros de Alvar Nuñez Barcia, t. I.


(4) Descrip. é hi~t. t. n, pág. iOO.-Viages, t. n, pág. 364.




- 40-
berano, juzgado y depuesto por los que estaban bajo su
inmediata dependencia por la voluntad de aquel, y que
podia considerarse á tan remota distancia, en medio de
los peligros que rodeaban á los conquistadores y su re-
ducido número, como el monarca de hecho; ese funesto
ejemplo, repetimos, no podia menos de relajar todos los
vínculos que unian á aquellos hombres tan indómitos y
valientes como licenciosos é indisciplinados, y reprodu-
cirse mas de una vez en lo futuro, como el ejemplo tic
Eduardo 11, juzgado y depuesto por sus vasallos en 1527,
se ha multiplicado despues en la misma Inglaterra, y sido
imitado por algunos pueblos de Europa.


v.


Los revoltosos, 'apoyándose en la famosa cédula de
Cárlos V, fecha en Valladolid el12 dé setiembre de 1537,
- eterno semillero de discordia y anarquía - que mar-
caba el modo de reemplazar á los gobernadores en los
casos fortuitos é imprevistos, eligen á Domingo Mar-
tinez de Irala, uno de los cómplices, y hasta el principal
promotor de esta tropelía, segun varios autores, é ino-
cente, segun Rui Diaz de Guzman y Azara; el cual para
distraer á aquellos hombres inquietos y turbulentos, in-
capaces de obediencia en el recinto de las ciudades, se
propone atravesar la cordillera de los Andes y realizar
la empresa que tan cara costó á su antecesor: descubrir
el camino del Perú.


Mas feliz que Alvar Nuñez, consigue 10 que desea: de-
mórase algun tiempo intrigando con Gasea, presidente
de aquel país, para que ratifique su nombramiento. Entre




41 -
tallto, oe sublevan algunos de los mismos revoltosos que
se alzaron contra Alvar Nuñez, porque querian volverse
á la Asuncion, y resistiéndose Irala, le deponen, nom-
brando en su lugar á Gonzalo de Mendoza; luego se arre-
pienten, deponen á este y vuelven á reelegir á Irala.


Los de la ciudad, por su parte, hacen derramar la voz
que ha muerto el gobernador en su espedicion, y en su
consecuencia proceden á nueva eleccion. Diego Abreu es
elegido; pero Francisco de Mendoza, uno de los pro-
motores de esos desórdenes, defraudado en sus espe-
ranzas, reune algunos de sus parciales con ánimo de
derribarle. Abreu le previene, le mete en la .cárcel y le
fusila; otros dicen que le hizo cortar la cabeza. Acto de
vigorosa energía que le costó la vida mas tarde. Llega
Irala, y todo vuelve á su antiguo estado (1).


¿ No recuerda el lector algo parecido á la conducta
de las guardias pretorianas con los últimos emperadores
romanos?


Estos sucesos y otros semejantes se reproducen en me-
dio de los ataques de los indios, las rivalidades de los
tenientes del Perú y el Paraguay acerca de las nuevas
tierras que se van esplorando y conquistando i en medio
de las rebeliones, las intrigas, las violencias y crímenes,
egercidos por audaces aventureros ó ambiciosos manda-


(1) Así refieren los sucesos concernientes á la deposicion de
Irala, Rui Diaz de Guzman, lib. 11, cap. VIII. Guevara, segunda
parte, cap. VII, pág. 112 Y siguientes: pero Schmidel, sin decir
nada de la deposicion del mencionado gefe, cuenta la muerte de
Mendoza del mismo modo. Viage al Rio de la Plata, cap. LIX, así
como Barco, canto V, y Azara, descripcion é historia, t. 11, pá-
gina 126.




- 42 -
tarios, sobre personas dignas de mas tespeto y conside-
raciones por su posicion, por su carácter ó sus serVIcios.
Ora Nuño de Chaves « deslumbrado por el buen éxito con
que habia dirigido algunas operaciones militares, medita
sublevarse con la gente que comandaba, para levantar una
provincia independiente de la gobernacion del Plata: )) (1)
tan pronto Cáceres, célebre por sus tropelías, carga de ca-
denas á un ministro del altar (1 recomendable por sus vir-
tudes por su espíritu manso, apacible y sufrido en los
agravios, )) (2) como ordena prender á várias personas
sospechando que conspiraban contra su autoridad, y
« entre ellas á un caballero llamado Pedro de Esquivel,
á quien manda dar garrote, cortarle la cabeza y ponerla
en la picota, con lo que todo el pueblo quedó conster-
nado (3). »


Ora Martin Suarez de Toledo, á quien este mis-
mo Cáceres habia quitado su empleo de alguacil, sale
á la plaza en medio de un motin provocado por los vejá-
menes y escesos del referido caudillo; y cuando le saca-
ban de la iglesia, donde en vano buscó refugio, para
llevarle á la prision, !( rodeado Suarez de mucha gente
armada, eon una vara de justicia en la mano apelli-
dando libertad, y juntando así muchos alcabuceros,
usurpa la real jurisdiccion sin que alguno le osase resis-
tir (4),ó en otros términos, se apodera delmanilosinoposi-


(1) Guevara, lib. n, cap. VIlI, pág. 120.
(2) Guevara, lib. n, cap. x, p~g. 131>.
(3) Ruiz Diaz, lib. 1lI, cap. XVIlI, pág. 149.
(4) lbidem.-Guevara, lib. 1I, cap. x, pág. '139. El cantor de


la conquista ha definido perfectamente á Cáceres (canto VII, pá-




- 43-
cion (1). Ora algunos descontentos de las mediJas toma-
das por el adelantado Ortiz. de Zárate, que pretendia des-
pojarles de los empleos y mercedes que les concediera
una autoridad intrusa (Suarez), se libran de él por medio
de un veneno (2), y entra á sucederle por disposicíon
testamentaria su sobrino Mendieta, mozo que veinte años
no tenia.


« y en seso, mayor falta padecía.
Rajo su mando,


Andaba la Asuncion tan temerosa
Que padres á los hijos no hablaban,
La muger del marido recelosa,
Las madres de los hijos se guardaban.
Justicia del Señor muy rigurosa
Las cosas de Menrueta figuraban,
Castigo en recompensa de pecados
De los presentes vivos y pasados.


Los españoles viejos muy ancianos
Con su cabello blanco y barbas canas,
A la importuna muerte ya cercanos,
Cansados de sufrir cosas tiranas, etc. )) (3)


gina 73) en los siguientes versos, que si son muy malos son en
cambio exactísimos :


« El Cáceres estaba tan furioso,
Tan altivo, soberbio y endiablado,
Que no tiene en si mismo algun reposo
~i puede estar momento reposado ••


(1) Azara.-Descrip. é hist., t. I1, pág. 183.
(2) Azara, t. 1I, pág. 199.
(3) Barco.-Cap. XIX; pág. 200-204.




- í4-
Tal era Mendieta: hombre perverso y corrompido,


segun la opinion unánime de todos los historiadores.
Azara es el único que) sin aducir ningun hecho que
pruebe lo contrario, concediendo que el sobrino de Or-
tiz de Zárate era un mozo de veinte años no cumplidos,
y que se hinchó tanto con su empleo que separó á su
co-adjunto Duré para mandar solo, afirma (( que su con-
ducta no rué tan loca, violenta y desatinada como la
pintan, aunque reconoce que no pudo ser muy prudente
y juiciosa. )) (1) Evidentemente el ilustre viajero se equi-
voca : el sábio jesuita Guevara, cuya obra tan útil rué á
Azara, en los pocos renglones que consagra á Mendieta
hace de él la siguiente repugnante pintura:


(e ..... Jóven bullicioso, de procederes indecorosos y
costumbres perdidas: tan desenvuelto en lascivias como
impío en tiranias. No son para relatarse los estrav!os de
este hombre : llámelo quien quisiere un Néron por lo
cruel, y un Heliogábalo por lo deshonesto : - aborto
de los que rara vez produce la naturaleza para escándalo
de los mortales, en poco tiempo llenó siglos de maldad,
y preso por los santafecinos, y despachado á la corte,
arribó al Mbiaza, donde muerto por los naturales, fué
enterrado en sus vientres. » (2)


VI.


Si el lector no está satisfecho de los personajes que
figuran en este cuadro, contarémosle estravíos y críme-
nes mas reprensibles todavía: le mostraremos al ambÍ-


(1) Descrip.-T. n, pág. 200.
(2) Lib. I1, pág. 142.




-4[i -
doso Castañeda aprisionando á Zurita, gobernador de
la Nueva Inglaterra, « vencedor glorioso de tantos Ín-
dios, y fundador ínclito de tantas ciudades, por las cuales
poco despues fué paseado en prisiones; no pudiendo
menos de deplorarse con el autor la instabilidad de la
fortuna, que tan injustamente abate á los beneméritos
y levanta indignamente á los culpados: )) (1) le mostra-
remos algunos magbtrados, traidores á su deber y á su
monarca, quienes necesitando el apoyo del fundador de
Córdoba, tratan de sobornarle, y no pudiendo conse-
guirlo, le hacen asesinar de un modo inícuo por mano
de Abreu, que se vale de una farsa legal para consumar
su atentado (2). Les contaremos algunos hechos de
Aguirre, gobernador de Tucuman, que cometió tantos
y tan exorbitantes escesos, (( que no conserva el tiempo
las particularidades de sus estravíos : - pero en términos
universales tiene memoria de atentados escandalosos
que debian atajarse prontamente: » (3) le llevaremos á
meditar sobre las ruinas de las ciudades, y entre otras,
á las dos fundadas en . el valle de Calchaqui y Conando ;
« destruidas con pérdida y muerte de mucha gente espa-
ñola, gracias al mal gobierno é insidioso proceder de
Castaiíeda: JI (4) Y si esto no bastase, le obligaremos á
que fije sus ojos por un instante, en «( una turba de fré-


(1) Ibidem, pág. 131.
(2) Guevara, lib.ll, cap. XII, pág. 117. Este se llamaba Gon-


zalo Abreu de Figueroa, y fué investido con la gobernacion de
'f~cuman, del modo que refiere Guevara en el cap. cit.


(3) Ibídem, pág. 144.
(4) Rui Diaz, lib. n, pág. 92. -A una de estas ciudades alude


sin duda Pedro Sotelo Narvaez, autor de una relacion sobre Tu-




- 46-
néticos que escarnece, befa y ultraja á un obispo re·
vestido de sus hábitos sacerdotales, mientras los unos le
acometen con violencia, los otros ponen las manos en
él con impío atrevimiento; quién derriba al suelo la
mitra, quién le despoja del báculo y despedaza las sa-
gradas vestiduras. )) (1)


y así cOIltinua la historia del Rio de la Plata, hasta
espirar el siglo XVI y gran parte del XVII.


El año de 1580, Juan de Garay reedifica la ciudad de
Buenos Aires, y es de nuevo atacado encarnizadamente
por los querandies. Entónces se da la famosa batalla,
cuyo recuerdo aun conserva la tradicion, en el Pago de
la matanza. Nombre que alude á la gran carnicerí~ que
esperimentaron los indios.


Las ciudades entre tanto van tomando algun incre-
mento: los gobernadores se reconocen impotentes para
estender su jurisdiccion sobre un pais tan estenso. Don
Hernando Arias de Saavedra, uno de los hombres mas
beneméritos de la dominacion española, cansado de es-
cribir y hacer en vano representaciones, despacha á la
corte á don Manuel de Frias, para que hiciera ver la
necesidad de dividir una gobernacion tan vasta (2); y en
1620 se deslinda de la gobernacion del Paraguay, el Ri()
de la Plata y Tucuman; es decir, las tierras comprendi-


cuman (Muñoz, t. XXXV), dirigida al licenciado Cépeda, gober."
nador del Perú. « Ha estado poblado en esta tierra un pueblo d6
españoles mas de cuatro años, y se despobló,po,.mal gobierno .•


(1) Guevara, lib. 11, pág. H17.
(2) Cuatrocientas leguas de costa sobre el Océano, y mas de


ochocientas de estension territorial.




- '¡'7-
das desde el Paran á hasta su desembocadura en el
Océano, y desde aquí hasta la Cananea por un lado, y por
el otro el estrecho de Magallanes.


Esta desmembracion era necesaria: el gobernador
que queria cumplir con su deber, se veia obligado á
vagar de una párte á otra sin atender á ninguna. Con
los elementos, obstáculos que le rodeaban, y modo como
estaba organizado el gobierno en aquellos dilatadísimos
paises, ese gobierno era la cabeza de una criatura incrus-
tada en el cuerpo rle un gigante.


Para lograr Saavedra el cumplimiento de sus deseos y
realizar las mejoras que deseaba en beneficio del pais,
despachó al citado Frias, para que, informando al con-
sejo sobre su eslens~on casi interminable, insistiese con
eficacia en su division, sobre cuya necesidad en repetidas
ocasiones habia representado.


Las dilatadísimas campiñas que corren ha~ta el es-
.trecho rle Magallanes; las que caen al Norte hasla la
Cruz alta, que rle:;lindan el territorio de Tucuman, Rio
de la Plata y riberas del rio Paraguay con las naciones
circunvecinas; los espacios mas imaginarios que trilla-
dos, en que se estendia sin límites, hasta los éonfines
del Brasil; la provincia de Guayta, eran d,el gobierno del
Paraguay, y obligaban al gobernador á ser peregrino
dentro de su propiajurisdiccion.


Sobre eso, los estremos rara ó· ninguna vez recibian
el influjo de su cabeza; ó porque llegaban con remision
las órdenes, ó porque absolutamente les faltaba impulso
para tocar en BU término: á veces sucedia que las auto-
ridades intermedias, que debieran ser el conducto mas




- 48-
fiel, embarazaban el progreso ó inutilizaban las medidas
mas urgentes y beneficiosas. Era, pues, muy necesaria la
division, y talla juzgó el consejo de Indias, en virtud de
las representaciones de Frias, quien con tanto provecho
y actividad manejó este asunto, que de simple comisio-
nado, volvió al Paraguay de gobernador) y empuñó el
baston en 1620.


VII.


Desde la mitad del siglo XVII, ·la lucha con los indí-
genas presenta una nueva faz. El indomable arrojo de
los conquistadores los han empujado hasta los confines
de sus respectivas provincias, y por diferentes direc-
ciones, los ha arrollado hasta el corazon de la Pampa,
las selvas impenetrables de Chaco, ó los sombríos bos-
ques del Uruguay. Ya los indios no se atreven á atacarlos
frente á frente; pero su ódio se acrecienta á medida que
el estrangero va ganando terreno y fundando nuevas ciuda-.
dcs en sus solitarios campos. A veces se fingen amigos,
é imitan el pérfido ejemplo de los Caracarás con los 50
castellanos que asesinaron á traicion en una emboscada,
preparada de antemano, sacándolos engañados del fuerte
de Corpus-Christus, so pretesto que los amparasen de
otra nacion grande y poderosa que amenazaba destruir-
los, si no declaraban la guerra á los españoles (1): otras
se ponen en comunicacion con los indios sometidos, y
los incitan á la rebelion; y estos con su ayuda ó sin ella,
por lo general voluntariamente, sacuden el yugo á la
primera oportunidad favorable, inmolando friamente y


(1) Guevara, lib. 11, cap. IV, pág. 90.




- 49-
sin piedad á sus señores. Las tristes escenas de Santo
Domingo de la nueva Rioja, no concluyen en el siglo
XVI; y si no siempre producen un resultado tan lamen-
table, no dede atribuirse á la falta de esfuerzos y volun-
tad por parte de los indígenas, sino á la vigilancia y
medidas de precaucion adoptadas por los españoles. (1)


Nos acercamos á la época en que el hombre de la
naturaleza va 'perdiendo su primitiva espontaneidad, y en
su comunicacion con otros mas civilizados y fuertes, busca
en el engaño y la perfidia la fuerza de que carece.


Los débiles se abandonan fácilmente á la desesperacion
y en la imposibilidad de luchar frente á frente, adoptan
el arma de los cobardes, la traicion, única arma que puede
manejar su brazo, única que traspasa la armadura de
cualquier enemigo, por mas temible y valiente que sea (2).


Por eso no debe causarnos estrañeza que, á pesar de
su ódio inestinguible contra la raza dominante, empeza-
sen desde este tiempo á recibir á lo.s que huian de las
ciudades y presidios, y se asilaban entre ellos, y que se
pusiesen bajo sus órdenes, conociendo los imperiosos
motivos que les obligaban á alejarse de los cristianos.
Los asesinos, los ladrones, los desertores, todos los que


(1) En la Relacían verdadera del víage y salida que hizo del
Río de la Plata al Perú, Francisco Ortiz de Vergara en 15(1)
(Muñoz t. LXXXVIII), se habla detenidamente de la destrnccion
de Santo Domingo de la Rioja, y de la carnicería general, ejecu-
tada fria y alevosamente por los indios en sus confiados habitan-
tes, al estremo que solo uno escapó con vida.


(2) Véase el Diario de la espedicion á la Sierra de la Ventatu!
del coronel Carcia, y su Informe á la primera junta de Buenos
Aires- en 1811. Ang. t. lll.




-líO -
por alguna circunstancia se veian compelidos á huir del
brazo de la justicia, iban á buscar asilo entre los salvajes
y ellos se lo concedian de buena gana, adivinando,
mas por instinto que por reflexion, que serian los mejo-
res instrumentos de su venganza. Estos foragidos, en
efecto, conquistaban pronto gran prestigio entre los in-
fieles por su ferocidad y desenfreno: empezaban por
apostatar de su religion; se atemperaban en un todo á
sus costumbr,es; se casaban con las hijas de los caciques
y á menos de ser muy cobardes ó imbéciles, acababan
comunmente por dirigir sus escursiones ó malocas (1), y
ser elegidos gefes de alguna parcialidad ó heredar el ca-
cicazgo de sus padres políticos, Hoy todavía desempeñan
el mismo papel, y mas de uno ha adquirido en sus
aduares fila negra celebridad (2).


Pero lo que sí debe causarnos estrañeza,! es que los
cautivos de los indios, las mugeres y niños, se aficiona-
sen tanto á su asqueroso método de vida y á su azarosa
y vagamunda existencia, que rara vez querian, pasando
aIgun tiempo en su compañía, volver al seno de sus fa-
milias y gustar las dulzuras de la civilizaeion.


Este fenómeno, obsel'vado por varios viageros, y muy
especialmente por Azara (3) y GarCÍa (4), es digno de


(1) Correrias para robar.
(2) Desde tiempos muy remotos hasta nuestros días, se encuen-


tran ejemplos mas ó menos curiosos en Barco, cant. XI y XX, p.
119, 229 Y siguientes: don Luis de la Cruz, Costumbres de los'
Peyuenches, p. 32. -Ang., t.I.-Sal'miento, Vida de Quiroya, p
208 y siguientes, etc.


(3) Descripcioll, t. 1, pág. 149.
(4) Véase lo que cuenta en su Diario ya citado de los niños y




- 51-
fijar la atencion de los sábios.; y acaso estudiado con mas
proligidad y conocimiento de las causas que le originan,
nos revelase alguna nueva é importante verdad filosófica,
justificando tal vez várias de las proposiciones sentadas
por el filó50fo de Ginebra, en su célebre discurso pre-
miado por la academia de Dijon.


Acabamos de indicar que los salvages, á medida que
se ponen en contacto con los blancos, adquieren todos
108 vicios y defectos inherentes á la civilizacion sin una
sola de sus ventajas. Así los vemos, desde esta época,
volverse mas disimulados y precavidos; concertar mejor
sus planes de ataque y de defensa; procurarse la alianza
de otros pueblos; faltar á los pactos y tratados con mas
frecueneia; y cuando menos se les espera, salir de sus
guaridas ¡ caer de repente como un enjambre de hienas
sobre las poblaciones indefensas y las estancias mas re-
tiradas. Rechazados, vuelven al ataque con nuevo ardor,
en cuanto sus contrarios se adormecen en la confianza
de un triunfo momentáneo: vencedores, degüellan, ro-
ban, destruyen, incendian cuanto pueden, se llevan cau-
tivas á las mugeres y niños, y vuelven á perderse en la
inmensidad del desierto, donde seria imposible y teme-
rario irlos á buscar (1).


Este carácter que toma la lucha, obliga á los españo-
les, á pesar de sus triunfos, á estar siempre sobre la de-


mugeres cautivas entre los pampas, ranqueles, hueliches, auca s,
etc.


(1) Las escursiones de los indios duran todavía: en 1780 pene-
traron por Lujan, rompiendo la linea de defensa establecida bajo
el gobierno del vire)' Vertiz, é hicieron gran destrozo y robos




~ 52-
fensiva, y otras atenciones .y cuidados vienen á agravar
su situacion. Los acontecimientos de Europa, cama un
sonido que repite el eco, empiezan á conmover con su
repercusion el suelo americano. Una escuadra francesa,
mandada por Lafontaine (1654), renueva con el mismo
éxito la tentativa delos holandeses algunos año~ antes. Es
rechazada por el gobernador de Buenos Aires don Pe-
dro Ruiz de Raigorri. Tentativa que despues se reproduce
várias veces inútilmente por la Francia y la Inglaterra,
hasta 1806, en que el general Beresford se apodera
momentáneamente de la capital del Vireynato; momen-
táneamente, porque antes de dos meses el vecindario de
Buenos Aires, dirigido por el capitan de navío don
Santiago Liniers, escarmienta á los invasores, y les obliga
á capitular.


• Tambien en el último tercio de este siglo se revela te-
naz é irreconciliable, el carácter de esa eterna lucha, de
lealtad y candor por parte del gabinete español, y de do-
blez y mala fe por parte d!.'llusitano, en sus posesiones
del Nuevo-Mundo: lucha que puede decirse empezó desde
que una y otra potencia trataron de interpretar la famosa
bula de Alejandro .VI, segun convenia á sus intere-
ses.


No obstante, en obsequio de la verdad histórica de-
bemos decir, y esperamos probar, que en lo que con-


en las estancias circunvecinas (J. el Diario de Amigorena en el
tomo V de la Col. de Ang., pág. 109 y 110). Eso ha dado orígen á
várias espediciones contra ellos, en las que no siempre los cris-
tianos han llevado la mejor parte. La última capitaneada por
Rosas en 1833, poco ó ningun resultado produjo.




- 53-
cierne al Rio de la Plata, se pierden en la noche de los
tiempos las agresiones y usurpaciones de los portugue-
ses.


No contentos con traspasar los límites de sus fronteras
en el interior; no contentos con apoderarse de tierras
esploradas antes por los españoles, y donde en distintos
puntos se veían, en prueba, las armas de Castilla, que
Tomé de Sousa mandó arrancar, echar al mar, y poner
en su lugar las del rey de Portugal (1); se adelantaron
en 1678 hasta la márgen oriental del Plata, y se estable-
cieron en las islas de San Gabriel, de donde los arrojó
don José del Garro. La Colonia del Sacramento, manza-
na de discordia por mas de un siglo entre ambas coronas,
edificada por los portugueses, reconquistada y devuelta
por los espullOles várias veces, marca con rasgos caracte-
rísticos la lucha de que venimos hablando, tan impor-
tunte en la historia de aquellas regiones, y tan mal
apreciada generalmente.


Importa, pues, sobremanera, conocer todo sus ante-
cedentes. No es solo el Rio de la Plata quien tiene un
interés· vital en ello, sino casi todas las repúblicas hispa-
no-americanas.


Esta circunstancia, y la de ser nuestra patria el teatro
principal de esa interminable contienda entre España y
Portugal, bastaria para recomendarla altamente á nues-
tra consideracion, aun cuando no tuviésemos por fuerza


(1) « De Sao Vicente até o Rio da Prata estaváo allguas armas
de Castella en allguas partes, mandeias tirar é deitar no mar, é
por as de V. A. » (Carta de Tomé de SOllza al rey de Portugal
fecha el i" de junio de 1553. - Muñoz, t. 86).




-04-
que ocuparnos de ella, siendo, como es por espacio de
dos siglos, la única historia de la Banda oriental, parte
integrante del vireinato de Buenos Aires.


VIII.


En casi todas sus vastas posesiones de la América
meridional, limítrofes con el Brasil, España tropezó con
los portugueses. En Venezuela, en Nueva Granada, en
el Ecuador, en el Perú, en Bolivia, en el Paraguay, en la
Guayana; pero en ninguna parte con tanta frecuencia ni
notoria mala fe como en el Uruguay, ó sea en la ribera
izquierda del Plata. La simple narracion de los hechos
convencerá al lector de lo que avanzamos.


La muerte de Solis, que sucumbió en la isla de San
Gabriel,perteneciente al territorio UurugullyO; la destrue-
cion del fuerte de' San Salvador y la ferocidad de las
tribus que habitaban la Banda oriental, ferocidad que
en una ocasion dió márgen á un gobernador, Andonae-
guí, para ordenar que fuese pasado a cuchillo todo va-
ron que escediese de doce años, diciendo que elverdadero
bautismo de aquellos salvages era la sangre (ll,babian
hecho desistir á los primeros pobladores de establecer
ciudade¡; en ella.


Al pisar aquellas playas los españoles, las ocupaban en
diversas direcciones los charruas, los chanés, los chayos,
guenoas, tapes, bajaez, mboanes, minuanes, yaros,
martidanes, caiguás y otras tribus y parcialidades muy
poco conocidas y algunas enemigas entre si(2).


(1) ),azota, pág. 207.
(2) V. el cap. III de la obra cit. de Lazota.




- 55-
Entre estas tribus, la mas notable era la de los char·


ruas:


La gente que jamás fué conquistada
Que á todo el mundo junto no temía.


En guerras y batallas belicosa
Osada y atrevida en gran manera (1)


Marchaban con la cabeza erguida, y enhiesta la frente,
soportaban el hambre, la sed y la fatiga con admirable
fortaleza, y no se detenían por embarazos de rios, mon-
tañas, ni esteros ó cenagales (2).


Indomables, feroces y valientes hasta el heroismo,
todos los historiadores están contestes en asignarles
el primer lugar entre todas aquellas valerosas tribus:
eran los verdaderos espartanos de América. Su lucha con
España empezó devorando á Solis, y no han cesado de
guerrear hasta que fueron estermínados en nuestros dias:
cuando se sentian débiles, se confederaban con otros
pueblos, y juntos volvian á esparcir el terror y la desola-
cion donde quiera que se presentaban.


La fortaleza fundada por Gaboto, en el rio de San Sal-
vador, fué destruida en breve; y la primera poblacion
que hicieron los españoles en su territorio en 1550, bajo
el gobierno y por disposicion de Irala, á dos leguas del
Uruguay !)n el rio de San Juan, sufrió la misma suerte
al poco tiempo; pues los indios atacaban á los pobladores
con tal encarnizamiento y tenacidad, que no les daban


(t) Barco. Canto X, pág. 1.04.
(2) Azara. Descrip. t. 1, pág. UIO.




- 56-
lugarpara hacer sus sementeras. El capitan Riquelme, en-
viado por Irala, para informarse de su estado, los encontró
muy enflaquecidos y desconfiados de poder salir de allí
con vida, por los continuos asaltos que padecian (1).


En 1574, Garay fundó en San Salvador otra poblacíon,
que tuvo que abandonarse en 1576 por la misma causa.


En 1603, don Hernando Arias de Saavedra, valiente
caudillo y mejor gobernador, sale de la Asumcion con
un número muy regular de tropas; resuelto á suj ctar las
tribus del Uruguay á la obediencia de Espai'la ó perecer
en la demanda. Toda su infantería, compuesta de 500
milicianos, quedó tendida en las verdes llanuras que
riega aquel caudaloso rio ; « ¡ tan grande era el furor y
ciega obstinacion con que los naturales defendían elori-
ginario suelo! )) (2)


Tantas tentati vas est ériles acabaron por fin de desegaiiar
á los españoles que no era fácil sujetarlos por las armas,
y recurrieron al medio que debieron haber empleado
desde un principio.


Felipe 111, por una Real órden fecha 30 de enero de
" 1609, ordenó que se tentase la reLluccion de los indíge-


nas por medio de las misiones evangélicas (3).
En 1619 y 1624, fundáronse los pueblos de la Concep-


cían y de Santo Domingo Soriano, y bajo estos auspicios
la Compañía de Jesus, presentóse en aquella rica viña
cosechando almas para el cielo con la rapidez y acierto


(1) Rui Diaz. Lib. 11, cap. XII, pág. 96.
(2) Guevara. Lib. 11, cap. XVIII, pág. 171.
(3) Lozano. Hist. de la Compaflia de Jesus, torno 1I, lib. IV, pág.


260.- Madrid 1764.




- 57-
que se traslucen en las reales providencias espedidas á
su favor en 1634.


El preámbulo de una de ellas, dice así :
« Don Felipe por la gracia de Dios, rey de Castilla, de


Leon, etc.
« Por cuanto .Alonso Messia, de la Companía de J esus,


me ha hecho relacion que los religiosos de la dicha
compallía sin escolta de soldados, ni mas fuerza que la
del Santo Evangelio han entrado en la gobernacion del
Rio de la Plata, conquistando provincias y reduciendo
naturales de ellas á poblaciones con iglesias, venciendo
para conseguirlo grandes imposibles, con ofrecerles
serán puestos (en encomienda) en mi corona Real, en que
procediendo con tan gran desvelo y cuidado (fue al pre-
sente están reducidos mas de 70,000 en las dichas pro-
vincias del Rio de la Plata, Paraguay y Villa del Espíritu
Santo, etc.))


Esos pocos renglones hablan mas alto, en favor de los
ministros de la Compañía de Jesus, considerados como
misioneros, que todo lo que se ha dicho (y se ha dicho
mucho), y pueua decirse contra ellos y su sistema.


IX.


Por este tiempo los vecinos de Buenos Aires, con per-
miso del gobernador, venian á veces en gran número á
cortar leña y hacer cuerambres en las costas y solitarios
campos de la Banda Oriental, donde, del siglo XVIal XVI,
algunos caballos y novillos traidos de Espal1a, se multi-
plicaron con tanta rapidez, que se convirtieron muy
pronto en un venero de riqueza de mas fácil esplotacion




- 58-
Y mas seguro que las minas de oro y plata que con tan-
to afan buscaban los conquistadores (1).


Ahora bien: los portugueses que vieron la especie de
abandono en que se hallaba la márgen oriental del Plata,
resolvieron establecerse en ella, y fundaron en 1679 la
Colonia del Sacramento.


Arrojados de allí un año despues por el gobernador de
Buenos Aires don José del Garra, un tratado inhábil
aunque provisorio, se la devolvió en 1683.


Esta devolucion, efectuada gracias á la in~apacidad de
Cárlos 1I, y á la actitud imponente y audaces manejos que
desplegó en esa ocas ion el gabinete de Portugal; esta
ocupacion consentida por un rey de España, legítimo y
único dueño de aquellos paises, de hecho y de derecho,
robustecida por un nuevo tratado (17U1), y veinte y cuatro
alios de posesion no interrumpida, ha servido despues
para cohonestar el derecho y falsos títulos de posesion
que desde entonces empezaron á alegar los portugueses,
y mas tarde sus sucesores los brasileños, siempre que se
ha tratado de hacerles restituir lo que tenian y tienen
usurpado.


Tal era la }jolítica de Espalia: y cuando en 1705 el
gobernador Inclan, por órden del virey de Lima y can-
sado ya de sufrir los avances de sus ambiciosos vecinos,


(t) En el artículo Buenos Aires, corrcsl'ondiente al tomo V de
la Enciclopedia que en la actualidad publica el sellOr Mellado
(articulo cuya mayor parte nos pertenece), nos hemos ocupado de
este punto, consignando, p. 986-88 cuanto hemos podido averi-
guar acerca del primitivo origen y estraordinario acrecentamienlo
de los ganados de las dos riberas del Plata y Paraguay, su princi
pal ramo de riqueza en la actualidad.




- 59-
puso sitio á la Colonia y se apoderó de ella; diez años
despues un nuevo tratado le obligó á devolverla á sus
primitivos dueños (1716).


De modo que los españoles reconquistaban la Colonia
á balazos, y los lusitanos se la arrebataban interponiendo
una nota diplomática.


En esta porfiada lucha de la astucia y la intriga con el
valor y la lealtad, los portugueses salieron vencedores;
pero los soldados castellanos escribieron con su espada
una página de gloria en aquellas tan disputadas murallas,
padron eterno de la negligencia de su iluso gobierno.


Para comprender toda la gravedad de este cargo, es
necesario saber cuáles eran las conocidas intenciones,
hasta dónde llegaba la audacia y cuál fué el primordial
objeto de los portugueses al fundar la Colonia, y la ancha
brecha que Espafia abria á su autoridad y á sus intere-
ses, facilitándoles' con su devolucion el contrabando en
todo el vireinato, y monopolizándole en su favor, pues
no fué otro el objeto que se propusieron, segun la opi-
nion de un entendido escritor, al levantar una fortaleza
en aquel punto dominante y tan favorable á sus miras (1).


Sin duda por eso la corte, recelosa ya de la preponde-
rancia y vuelo que tomarian los intrusos, si se les dejaba
ú título de amigos ocupar territorios que luego declara-
rian suyos, adoptó tales medidas, que por lo pronto pa-
ralizaron de un golpe sus planes de engrandecimiento.


Pueden verse á este respecto las disposiciones de Fe-
lipe V al gobernador de Buenos Aires don Baltasar Gar-


(1) Robertson. - Hist. de l'Amérique, lib. VIII, pág. 133.




- 60-
cia Ros, en su despacho fecha 11 de octubre de 1716 (1).


Una de las diposiciones era que no se diese mas terri-
torio á la Colonia, como se convenia en el tratado, que
el que alcanzase el tiro de bala de una pieza de á 24
disparada desde la plaza. Por esta medida júzguese de
las demás.


La ocupacion de la Colonia fué útil á España bajo otros
conceptos: ella le hizo conocer á fondo á su adversario y
pensar en invertir parte de los tesoros que sacaba de
América en defensa y provecho de la misma. Así es que
al disponer la entrega de la plaza, aleccionada con el
ejemplo, ordenaba que sefortificasen los puntos de Mon-
tevideo y Maldonado, para que ni Portugal ni otra na-
cion alguna pudiera apoderarse de ellos (2).


Desgraciadamente esto era mas fácil disponerlo que
realizarlo, no teniendo á la sazon los comisionados re-
cursos para ello, como sucedía á las autoridades de Bue-
nos Aires.


Todavía fué necesario que los portugueses viniesen á
sacudir la apatía del gobierno español.


I?espechados estos por el estrecho círculo á que se veía
reducida su rapacidad en la Colonia del Sacramento, tra-
taron de establecerse en otro punto del litoral desde
donde pudiesen estender su dominacion al interior.


X.
El ayudante de campo don Manuel de Freitas Fonseca,


recibió órden para desembarcar con 300 hombres en
(1) Se halla en la obra cil. tic LazoLa, pág. 158.
(2) Oficio del rey a uon Bruno Mauricio ue Zavala, f('('ha :17 de'


enrI'O tle 1720.




- 61 -
Montevideo, y poblarle y fortificarle, como parte de los
dominios de su soberano. Asi lo efectuó á fines de 1723.


Apenas lo supo Zavala, gobernador de Buenos· Aires, le
intimó que inmediatamente se retirase: y habiendo re-
cibido una negativa categórica, se preparó á emplear la
fuerza, ya que las buenas razones no bastaban.


El impertérrito Freitas, apenas le vió venir, en vez de
hacer una desesperada resistencia eomo era de esperar
en vista de sus propias palabras, se retiró prudentemen-
te, protestando que no lo hacia de miedo, sino porque no
queria ser él causa del rompimiento de la guerra.


Habiendo tan felizmente arrojado á los portugueses,
empezó don Bruno Mauricio de Zavala en enero de 1724
á fortifiear á Montevideo,aprovechando lo que habian
dejado los intrusos.


Despues de concluido el reducto que se trabaj aba en la
punta del Este (hoy batería de San José) retiróse á Bue-
nos Aires, nombrando de comandante encargado de
la defensa de la plaza, al capitan don Francisco Antonio
de Lemos.


Así se fundó bajo la advocacion de san Felipe y San-
tiago la ciudad de Montevideo, ciudad que por su posi-
cíon geográfica, por la bondad é importancia de su puerto,
el mejor de aquellas regiones (1), segun la opinion de un
escritor competente de quien se sospecha con bastante
fundamento que era espía ó comisionado del gobierno
inglés (2), está destinada á ser el emporio del co-
mercio del Rio de la Plata, siendo indispensable ya,


(1) Falkner. Descripcion de la Patagonia, p. 16. Ang. t. I.
(2) Véase el discurso preliminar que precede á su obra.


*




- 62-
para dominarle, y asegurarse: su pacífica posesiono


Conviene que nos fijemos en esta circunstancia que no
ha sido bien apreciada todavía; las continuas espedicio-
nes de los estrangeros y en especial de los ingleses des·
de la guerra con Felipe n : la usurpacion de Portugal
en 1817: la guerra con el Brasil hasta 1828, la última
con Rosas, no tienen otro orígen ni otra razono Ahí está
la historia abierta para los que quieran estudiarla.


Don Bruno Mauricio de Zavala, hacia por consiguiente
un servicio relevante á su patria, en comprender desde
temprano la inmensa importancia de aquel pedazo de
tierra, abandonado por la incuria de su gobierno, yen·
clavar allí la bandera de Castilla, antes que el lusitano,
con sus arteros manejos y ambicion desmedida, reali-
zase el plan que acarició hasta el último instante de su
dominio en el Brasil: llevar sus fronteras hasta la ribera
oriental del Plata.


En el largo y lisongero oficio, fecho en Aranjuez el
16 de abril de 1725, que con este motivo le pasó el So-
berano, aprobando plenamente su conducta, dándole
muchas gracias y en su Real nombre manddndole se las
diese d la ciudad, militares y demds vasallos que con-
currieron d esta fundon, se encuentran compendiados
los sucesos que precedieron á la fundacion de Montevi-
deo, y la confesion de que don Bruno Mauricio de Zava-
la, anteriormente habia solicitado várias veces con efi-
cacia, que se le facilitasen los medios de llevar á cabo
las órdenes que tenia, pero que no habia sido posible
atenderle (1).


(1) Actas de la fundacion de Montevideo, p. 6. Ang. t. m.




- 63-
Zavala, déseoso del aumento y pro~peridad de la na-


ciente poblacion, dispensó franquicias y privilegios á to-
dos los que pasasen á Montevideo en clase de pobla-
dores.


Los primeros vinieron de Buenos Aires, los segundos
de las islas Canarias; es decir, seis familias Argentinas
y cuarenta y una Canarias, traidas en dos viages por don
Francisco de Alzáibar, plantearon de 1724 á 1728 la ciu-
dad de Montevideo. Así consta de las actas de su fun-
dacion.


Esta poblacion que tomó un incremento rápido, ne-
cesitaba una administracion que llenase sus necesida-
des; y Zavala, que la miraba con un interés paternal,
ordenó se erigiese un cabildo y autoridades competentes
ello de enero de 1730. Mas tarde la córte de España
nombró (1751) un gobernador político y militar con de-
pendencia del gobierno de Buenos Aires. El primero que
ejerció este cargo fué el coronel don José Joaquin Viana.


XI.


Hemos dicho que en 1620 se separó la gobernacion
del Paraguay de la delRio de la Plata; y aunque revuelta
y anárquiea, ningun suceso de distinto linaje de lo's que
llevamos narrados, presenta su historia hasta un siglo
despues.


Desde su separacion de Buenos Aires, la provincia del
Paraguay quedó sujeta á la jurisdiccion de la real audien-
cia de Charcas, la cual con motivo de las quejas que
aquella elevó á su conocimiento, mandó por juez pes-
quisidor al oidor y protector' general de Indias don José




- 64-
de Antequera, cuyo empleo ejerció desde el 13 de se-
tiembre de 1721 hasta el 6 de junio de 1722, en que en-
tró y fué recibido por gobernador en virtud de un despa-
cho del virey Morcillo, espedido en Lima el 24 de abril
de 1721.


Bajo su gobierno empezaron los escandalosos des-
órdenes y revueltas que continuaron en el de sus suce-
sores.


Esplicaremos su origen y los funestos resultados que
produjo el capricho del citado virey; pues su irreflexiva
conducta dió márgen á que apareciese como intrusa una
autoridad que no podia ser mas legitima.


Queriendo proteger el virey á don Baltasar GarciaRos,
sin considerar los servicios deAntequera. estando ya re-
conocido por gobernador, y desempeñando sus funcio-
nes á satisfaccion de todos, envió al mencionado Ros,
no á reemplazarle, sino á ocupar su puesto, de un modo
tan desacertado, que mas bien parecia una destitucion
violenta é ilegal, que una providencia Justa, cual con-
venia.


Ros se presentó á tomar posesion del gobierno, se-
guido de un ejército de 6,000 indios guaranis, sacados
de las misiones jesuitas; presentóse con ademán impo-
nente y altanero, echando bravatas y amenazas, y de-
jando traslucir su encono contra algunos de los que
habian figurado en los anteriores disturbios. El gober-
nador y la ciudad entera se sublevaron contra este
proceder despótico, y salieron á su encuentro resueltos
á rechazar la fuerza con la fuerza. Los beligerantes se
encontraron en las márgenes del Tebicuari, donde sufrió




- 65-
una completa derrota el ejército invasor, salvándose su
gefe milagrosamente.


Llegó al Perú la noticia de estos sucesos y el virey,
aunque tarde, si no conoció completamente la ligereza
de su procedimiento, previó todos los males que podrian
resultar, si no se adoptaba un pronto medio de evitar
sus consecuencias.


Estaba ya en el gobierno de Buenos Aires el capitan
general don Bruno Mauricio de Zabala, esforzado guer-
rero, íntegro magistrado y hombre bien quisto en todas
las provincias del Rio de la Plata (1). No necesitamos
insistir sobre las bellas dotes que le adornaban, porque
fácilmente se comprenden al recordar su conducta en la
fundacion de Montevideo, y las honrosas palabras con
que el monarca supo hacer justicia á sus largos y grandes
servicios, lealtad y patriotismo. Ese valiente caballero,
que tratando de justificar su vigorosa energía con los
portugueses, se atrevia á decir á su rey: u para defender
el país hasta perder la vida no necesito 6rdenes nin-
gunas (2). Escusamos decir que pacificó al momento la
provincia, y que Anteqllera, cediendo á sus insinua-
ciones, se ausentó del Paraguay.


El 4 de mayo tle 1725 fué recibido por gobernador,
segun despacho del virey, don ~fartin de Barna; pero


(1) Empezó á gobernar en 1717, y concluyó en 1734: pocos
gobernadores han obtenido tant.o tiempo la contianza del mo-
narca. Esta sola circunstancia hace el mas completo elogio de
Zabala.


(2) Diario de Zabala. Actas sobre la fundacion de lUontevideo,
pág. 5.




- 66-
ese mismo año cesó el primero y entró á reempla-
zarle don José de Armamluru, marqués de CaHtel-Fuerte,
quien considerando el estado anárquico del Paraguay,
envió á don N. Zulueta en reemplazo de Barua. Llegó
este á la capital, y hubo una especíe de motín, promo-
vido y realizado por los comuneros (nombre que habia
adoptado cierto partido desde mucho tiempo atrás, para
significar la justicia con que defendian sus derechos, á
imitacion de los de Castilla); y precavido y no poco
amedrentado, tuvo el buen sentido de alejarse y no
darles pié para que s~ entregasen á mayores escesos.


Este nuevo acto de rebelion, siquiera estuviese fundado
en justas y racionales exigencias, exasperó al nuevo
virey, que solo vió de por medio su autoridad ajada, y
usurpado el primer atributo de su régio carácter. No
era Castel-Fuerte hombre capaz de tolerar nada que
pudiese rebajar en lo mas mínimo la alta dignidad que
representaba, y las atribuciones y prerogativa~ que por
ella creía competirle : era además de genio irascible y
vengativo, y si no se le calumnia, muy déspota y san-
guinario.


El P, Bautista, le ·l)inta dominado por las fúrias, y le
atribuye los asesinatos perpetrados en Lima, á conse-
cuencia de la repulsa de Barua. Antequera, cuatro re-
ligiosos y un negro perecieron en el cadalso; y si son
cierlas las circunstancias que acompafíaron á estas eje-
cuciones, no podia estar en peores manos el gobierno
del Perú. Los comuneros, en represalia, asesinaron al
segundo gobernador (Ruilova), enviado por él, y admi-
tido por tal en su cabildo (1733).




- 67-
Entonces el pueblo salvó completamente los límites


del respeto y la obediencia, y como un potro delibocado,
se precipitó en una senda de perdicion y locura. Los
comuneros, por sí y ante sí, eligieron sus gobernantes,
dándoles el título de generales 6 justicias mayores, y
destituyéndolos con la misma facilidad que los elevaban:
la anarquía llegó á su colmo en el Paraguay; y á la
verdad causa estrañez.a ver en el primer tercio del
siglo XVIII, las mismas lúgubres escenas que hemos
visto reproducirse en nuestros dias en todas las re-
giones conquistadas á la civilizacion bajo la bandera
española.


XII.


El referido padre, escusándose de hablar <le todos los
que ocuparon el poder en esta época « porque seria una
madeja sin cuenta,}) habla de la eleccion del obispo
don Juan de. Arreguí, virtuoso eclesiástico, que se vió
compelido á aceeder á los deseos de los anarquistas
para evitar un gran crímen. Es estraño que el P. Bau-
tista, que aboga por los comuneros cuando rechazaron
á Rarua, no haya visto en esos primeros actos el orígen
de los desastrosos acontecimientos posteriores.


« Este varon grande, luego que le llegaron las bulas
y cédulas de obispo de Ruenos Aires, pasó á consa-
grarse en la del Paraguay. Ya concluida esta funcíon, y
aprestándose para volver á su iglesia, acaeció el levan-
tamiento y muerte del señor gobernador Ruilova. A vista
de este hecho y otros que trae la insolencia de rula
república alterada, procuró atajar todo lo posible estos




- 68-
escesos, yéndose á un pais que llaman Guayaibiti, donde
sucedió la muerte por estar su ilustrísima en un pueblo
inmediato, que pertenece á nuestra religion, nombrado
El Itta, en donde se estaba aviando, ya despedido de
la ciudad. Aquí estorbó todo lo posible, que quitasen la
vida á un don Antonio Arellano, cubriéndolo con su
manto, y á todos aquellos que llamaban contrabandos,
que eran los que no seguían la parte del comun. Aquie-
tados ya algunos, supo su ilustrísima como iban á entrar
á la ciudad para pasar á cuchillo á todos los contraban-
distas que en ella encontrasen; y compadecido é instado
por algunos piadosos, volvió de dicho pueblo, que dista
doce leguas, y encontrando al comun en un vallecito,
donde está fundada la recoleccion nuestra que llaman
Buricao, se fué á dicho convento, en donde los exhortó
á que mirasen lo que hacian, y que nunca se justificaba
su causa con tomarse ellos la justicia, si alguna tenian,
matando y robando, etc. Aquietáronse por entonces, y
lo dejaron tranquilo en este retiro de la Recoleta. Pero
una tarde de improviso fueron á decirle que solo de una
manera se sosegarian, y era tomando él el baston de
gobernador. Entróse el santo obispo á la pobre iglesia
que entgnces teníamos, y ni con súplicas y exhortaciones
que les hizo, pudo persuadirles que desistiesen, clamando
todos á un tiempo que la voz elel pueblo era la de Dios.
Viendo este empeño, se retiró su ilustrísima á nuestro
convento grande, por ver si alli le dejaban, cesando de
un intento tan estraño; pero ni así, porque corpo dicen,
á tirones le sacaron de la iglesia de aquel convento, y le
entregaron el mando y el baston, que tuvo por bien admi-




-ti!:! -
tirIos, por evitar mayores daños é inconvenientes, como
en efecto asi sucedió, por el mucho amor que le tenian
todos. Gobernó su ilustrísima desde el dicho mes de
setiembre ue 1733 hasta que pudo conseguir de ellos
su retirada á su amada iglesia y patria de Buenos Aires,
dejando en su lugar á Jon Cristóbal Dominguez, que
habia sido su padrino de consagracion, y hombre de
toda satisfaccion, que mantuvo á todos en suj€lcion y
obediencia; hasta que por órden del vire y ) al mandato
suyo "\olvió segunda vez el señor don Bruno Mauricio de
Zabala á aquietar y sosegar la tierra. Entró á esta comi-
sion el año del Señor 17?5, y hechas algunas jU8ticias,
se .retiró á su presidencia de Chile (1). ))


En 1741 llegó de España don Rafael de la Moneda,
hombre inteligente, enérgico, y propio para mandar
aquella grey tumultuaria y rebelde. Habia conseguido
Zabala sofocar la hoguera de la anarquía, pero quedaban
algunas brasas ocultas en sus cenizas. El P. Bautista
hace el mas cumplido elogio, un poco parásito, « de las
brillantes cualidaJes, juicio, integridad y demas prendas
grandes, adquiridas y heredadas» que adornaban al
nuevo gobernador; pero en lo que no cabe duda es que
sabia mandar. Apenas recibido del gobierno, parece que
algunos frailes empezaron á tramar una conspiracion,
en la que entraban gran número de personas muy nota-
bles, y'cuyo principal objeto era asesinarle. Tenían to-
madas per(ectamentc sus medidas, y todo parecia augu-
rarles un feliz resultado, cuando fueron delatados por un
traidor. D. Rafael de la Moneda supo manejarse, con tal


(1) Serie de los gobernadores del Paraguay, pág. 199.




- 70-
destreza y sagacidad, que antes de estallar el motin se
apoderó de los principales cabezas; les formó causa con
arreglo á la ley, y los fusiló á todos para escarmiento y
edificacion de los que quisieran imitar su ejemplo. Fué
talla impresion que produjo este acto de justa severidad,
que nadie mas en el Paraguay, mientras él permaneció
en el poder, se atrevió á conspirar ni á entrometerse en
los asuntos del gobierno.


Algunos de nuestros lectores americanos estrañarán
sin duda que aprobemos la conducta de un hombre, que
la tradicion coloca en el número de los tiranos de las
colonias; pero si se hacen cargo de la situacion en que
se encontró coloGado desde que empuñó el baston, y la
clase de hombres que se veia obligado á mandar, con-
vendrán con nosotros en que era preciso armarse de toda
la severidad posible, y hacerse temer de todos para ser
respetado. No somos nosotros de los que abogan por la
pena de muerte en delitos políticos; pero el mismo
Becaria la aconseja, si mal no recordamos, en un peligro
inminente que amenazase la seguridad del Estado, y·no
hubiera otro medio de salvarle.


Esta consideracion, pues, nos hace ser imparciales
con don Rafael de la Moneda, y no atribuir ciegamente
á su despotismo lo que era un efecto lógico y necesario
de su posicion y de las ideas de su tiempo.


Existe, además, un hecho que no deLemos pasar en
silencio, y que bastaría para disculpar la interpretacion
que damos á su conducta. Perdió la vista recorriendo
las provincias de su jurisdiccion, situadas bajo el Tró-
pico, en el rigor del verano. El objeto de esta escursion




- 71 -
no fué oh'o que el de promover su prosperidad y bien-
estar, indagándolo todo por sí mismo, oyendo las quejas
y reclamaciones de sus gobernados, desterrando algunos
abusos, y adoptando medidas de utilidad general. Un
gobernador que procede de esta manera, no podia ser
un mandatario estúpido y cruel.


XIIl.


Estos tres episodios de la historia del Paraguay, nos
bastan para comprender su existencia en el resto del
siglo XVJII. La mala semilla arrojada en la rebelion de
1544 debia producir abundantisimos frutos, en aquella
tierra clásica de la anarquía y el desórden. Es lástima,
por cierto, que se haya perdido la segunda parte de la
historia del P. Guevara, que le fué arrebatada, segun
es fama, en la hacienda de Santa Catalina, estancia que
poseian los jesuitas á 14 leguas de Córdoba, y donde se
hallaba en compañía del P. Falkner, autor de la des-
cripcion de la Patagonia.


Angelis asegura (1) que entre las várias instrucciones
comunicadas al gobernador Bucareli, para llevar á efecto
la espulsion de los jesuitas en las provincias argentinas,
se le mandaba recoger y enviar á España el manuscrito
de la historia del P. Guevara. Esta comision fué desem-
peñada por el doctor don Antonio Aldao, letrado de cré-
dito de aquel tiempo, y cuya presencia no bastó á pre-
servar de la dispersioll y del pillage tantos documentos
puciosos del saber y de la aplicacion de la sociedad que
habia civilizado aquellas provincias.


(1) Discurso á la historia de Guevara.




-72-
Sea esto cierto ó no, no cabe duda, que dicha segunda


parte, única que podria arrojar una viva luz sobre los
sucesos de esta época, se ha perdido; y que sin embargo
de existir un escritor que ha hecho laudables esfuerzos
para reponer este vacío, ha tenido frecuentemente que
pasar por alto muchas circunstancias por falta de datos
en que apoyarse (1).


Con todos estos malos antecedentes y tradiciones polí-
ticas, ha pasado no ob"tante en el Paraguay un fenó-
meno muy curioso. En este pais tan revolucionario, al
parecer de génio tan poco sufrido, y donde se encabeza-
ban los motines con la palabra libertad! la voz del pue-
blo es la de Dios! la. revolucion de 1.810 no encuentra
eco: de sus entrañas surge un hombre singular (1811) ,
que como Bonaparte, subyuga y domina á sus compa-
ñeros, consiguiendo que cansados estos de servirle de
testaferros, le dejen despejado el camino de la dicta-
dura (1814). No bien asegurado en el poder, en vez de
dirigirse contra el comun enemigo, y encaminar sus hues-
tes contra el torrente de bayonetas realistas, que de un
momento á otro amagaba precipitarse victorioso desde
las escarpadas crestas de los Andes, donde luchaban sus
hermanos brazo á brazo contra el poder colosal de Es-
paña, y donde se veía por primera vez flamear, símbolo
de la democracia, la bandera de la independencia de
todo un mundo ... él, egoísta, astuto y recelo~o, opone
un muro de puñales entre la revolucion y el pueblo ;


(1) El Dean Funez: hemos leido su obra en América; pero á
pesar de haberla solicitado aquí con empeño, no hemos podido
obtenerla.




-73 -
descarga su mano de hierro sobre los primeros que se
atraven á murmurar: á una señal suya, las cárceles ~e
llenan de reos políticos, la sangre enrojece los cadal-
sos, y la sociedad aterrada, hollada, escarnecida, inclina
la cabeza y dobla la rodilla, en fin, ante el amo que ella
misma se ha dado.


No conoce el mundo civilizado todavía, porque no lo
sabemos nosotros que somos sus yecinos, hasta dónde
llegó el sombrío despotismo de ese hombre original y
estravagante : favorecido por la posicion geográfica de
su país, situado en un rincon de América, por medio de
una línea de fuertes y guarniciones, lo separó de los Es-
tados circunvecinos, sin permitir que entrase ni saliese
nadie bajo ningun pretesto ni motivo. El digno compa-
ñero de Humboldt, M. Aimé Bompland, expió largos
años en una de las posesiones rurales del dictador, su
aficion á la botánica é historia natural. Gobernaba á lo
sultan y se reia de la Europa, porque sabia que la Eu-
ropa tenia mucho que hacer en sus propios lares, para
¡rle á pedir satisfaccion del otro lado del Océano; y en
caso de no obtenerla cumplida, enviar 50,000 soldados
á apoderarse del Paraguay.


Sabia que las repúblicas vecinas, empeñadas en la lu-
cha con la metrópoli, no podian oponerse á sus planes
liberticidas, yviendo que antes de conquistar su indepen-
dencia se despedazaban estúpidamente, creció en l¡rios
é insolencia, y perseveró en su inicuo sistema, sin dig-
narse contestar siquiera á las reclamaciones y exigen-
cias, así de los gobiernos americanos, como de los agpn-
tes diplomáticos europeos.




-74 -
Una tiranía tan atroz, soportada con evangélica resig-


nacion durante veinte y ocho años, demuestra bien
que el pueblo que se plegaba á ella, como todo el pueblo
Hispano-Americano, lejos de estar nutrido con las ideas
y sentimientos de la libertad, no con ocia mas que la
licencia y el predominio de la fuerza bruta; y que alta-
nero é insolente con los débiles, y humilde y sumiso
con los que le trataban sin misericordia, inclinaba la cer-
viz y se postraba de hinojos cuando le arrojaban al ros-
tro con desprecio algunos centenares de cabezas desti-
lando sangre todavía I


Así se esplica tambien la salvaje tiranía de Rosas, que
por espacio de 20 años ha oprimido á la desventurada
república Argentina. Tirano mas sanguinario y feroz que
el Dr. Francia, cuya escuela ha seguido, consiguiendo
los mismos resultados que su digno maestro; pero no
nos anticipemos á reflexiones que no son de este lugar.


Puede considerarse, por lo tanto, el Paraguay desde
la exaItacion del Dr. Francia á la dictadura hasta su
muerte (1842), como si hubiera sido borrado del catálogo
de las naciones, como si realmente no ex.istiera i como
un jóven lleno de vida que yacia en profundo sueño, ale-
targado con los vapores de una orgla, y que re cíen
ahora abre perezosamente sus ojos, avergonzándose de
sus pasados escesos y estravios (1).


(1) Afortunadamente los que sucedieron al doctor Francia en
el poder, han desplegado una inteligencia y prevision admirables
y que no era de esperarse de hombres educados en su escuela.
Ellos fueron organizando gradualmente la administracion en to-
dos los ramos de un modo tan hábil, oportuno y conveniente,
que en tollas pal'tes resonó un aplauso univel'sal, y todos los




-75 -


. XIV.


Siguiendo la marcha y el encadenamiento de los su-
cesos en el Paraguay, nos hemos adelantado demasiado.
Volvamos nuestra vista á las márgenes del Plata á la
mitad del siglo pasado.


La política imyrevisora del gabinete español dió már-
gen al alzamiento de los indios guaranís que componian
las misiones jesuíticas de la parte oriental del Río Uru-
guay, como la avaricia y estorsiones de los corregidores
produgenm treinta años despues en las provincias del
alto Perú, anejas al vireinato de Buenos Aires, la sub le-
vacion de Tupac-Amaru, que ya entonces puso el poder
de España á dos dedos de su ruina en América, y que
figura en primer término entre los acontecimientos que
mas han contribuido á su emancipacion.


amigos de la verdadera causa americana se llenaron de gozo y
congratularon al Paraguay por el acierto y firmeza con que en-
traba en la senda del progreso. La educacion, el comercio, el
ejército, el clero, la hacienda, las relaciones esteriores, sufrie-
ron importantes modilicaciones y mejoras, que deben ser muy
grandes cuando en el acto se palparon sus ventajas, cuando me-
recieron la aprobaeion de propios y de estraños. El mensaje
presentado por los cónsules paraguayos al Congreso el 12 de
marzo de 1843, en el que están sencillament~ consignados los
trabajos del nuevo gobierno, es un documento que deberian es-
tudiar para llenarse de confusion y vergüenza los demas orgu-
llosos pueblos del Rio de la PI ala, que con mas luces, preten-
siones y recursos que el Paraguay, no han sabido servirle de m.<?,"'
delo teniendo ~caso que imitarle mas tarde.




-76 -
La Colonia, en manos de los portugueses, cOllvirtióse


muy pronto en un vasto depósito para el contrabando,
que cada día se hacia con mas impavidez. La córte de
Madrid, llena de los mas vivos recelos, espidió cédulas
de corso á favor de don Francisco de Alzaihar, y siendo
esto insuficiente, ordenó á don !\Iiguel de Salcedo, su-
cesor de Zavala, que se apoderase de ella á todo tran-
ce.


Salcedo puso sitio á la Colonia (1735), pero inútil-
mente: dos años despues, la triple infervencion de la
Francia, Inglaterra y Holanda para que cesasen las
hostilidades entre España y Portugal, redujo á los beli-
gerantes al mismo estado en que se hallaban al principio
de la cuestiono


El casamiento de Fernando VI con una infanta de
Portugal, vino entonces á favorecer á los lusitanos, aun
mas allá de sus deseos. Pronto veremos hasta dóndp,
llegó la ceguedad del monarca español.


Como precursor de los males que iban á acaecer, un
año antes de realizarse el célebre fratado de 1750, es-
talló un alzamiento general, ó m,s bien, una erupcion
de charruas, yaros, minuanes, tapes y otras tribus coa-
ligadas, que pusieron en gran consternacion la campaña
de la Banda oriental.


Las acertadas disposiciones de Andonaegui, sucesor
de Salcedo, si no consiguieron del todo sofocar la sedi-
cion, al menos pusieron á raya la ferocidad de los bár-
baros.


En tanto, el gabinete de Portugal á fuerza de intrigas
diplomáticas habia conseguido (1750) la ratificacion de




-77 -
un nuevo tratado, que realizado no podia ser mas fatal
á España.


No es nuestro objeto examinarlo: cada uno de los
puntos que encierra, exigiria una larga disertacion agena
de este lugar: deseamos solo apuntar aquí algunos de
los hechos capitales que se deducen de su simple lectura.


La realizacion de ese tratado envolvia en sí misma
dificultades de alta trascendencia, que no se escaparon
á la penetracion del m~istro español, pero que por .un
espíritu de sumision y respeto á las órdenes de su sobe·
rano, no quiso ó no supo hacer valer en tiempo opor-
tuno.


Por él obtenia Portugal, con visos de legalidad, un
grande aumento de territorio que por título ninguno le
pertenecia.


Cedia la Colonia, es cierto; y España, que no se pa-
raba en sacrificios para obtenerla, deseosa de matar el
contrabando, no advertía que por alejarlo temporalmente
de ese punto, habilitaba á su enemigo para que penetrase
hasta el corazon de sus Estadoti, y lo hiciese en mayor
escala por medio de los rios interiores.


El nombramiento de comisionados por una y otra
parte (1) .solo sirvió para legalizar en cierto modo las
nuevas usurpaciones de los portugueses, dándoles oca-
sion para que empleasen los medios de hacerlas dura-
deras.


Por el articulo XVI, el rey de España cedia al de Por-
tugal las misiones jesuíticas, concesion cuyo espíritu se


(1) El marqués de Valdelirios por parte de España, y el gene-
ral Gomez Freyre de Andrade por parle de Portugal.




-78 -
conocerá, leyendo el artículo á que nos referimos. El co-
locaba á los guaranís en la dolorosa alternativa, ó de
quedar bajo el dominio de sus mas implacables enemigos,
ó abandonarles sus lindos pueblos y l'eraces- campos,
fertilizados con el sudor de su frente; yal mismo tIempo,
echaba por tierra el bello edificio que con tanto aran y
trabajo habian levantado los jesuitas.


Dice así:
(( De los pueblos ó aldeas, que cede S. M. C. en la


márgen oriental del rio Uruguay, saldrán los misioneros
con los muebles y efectos, llevándose consigo á los in-
dios para poblarlos en otras tierras de España; y los re-
feridos indios podrán llevar tambien todos sus muebles,
bienes y semi-bienes, y las armas, pólvora y municiones
que tengan: en cuya forma se eDtregarán los pueblos á
la corona de Portugal, con todas sus casas, iglesias y
edificios, y la propiedad y posesion del terreno. Los que
se ceden por ambas magestades, Católica y Fidelísima
en las márgenes de los rios Pequirí, Guaporé y Marañon,
se entregarán con las mismas circullstancias que la Co-
lonia del Sacramento, segun se previno en el articulo XIV;
y los indios de una y otra parte tendrán la misma liber-
tad para irse ó quedarse, del mismo modo y con las mis-
mas calidades que lo podrán hacer los moradores de
aquella . plaza : solo que los que se fueren perderán la
propiedad de los bienes raices, si los tuvieren. » (1)


Los PP. protestaron respetuosamente contra esta me-
dida, hicieron palpables los graves perjuicios que irro-


(1) Este tratado y el de 1777, se encuentran en el t. IV, de la
col. de Ang.




- 79-
gaha, mas que á sus intereses, al mismo monarca. Tuvie-
ron várias consultas, y no perdonaron medio alguno para
interesar en su favor á cuantos estaban en disposicion
de secundar !iUS miras.


Esta conducta, efecto del interés y amor con que mi-
raban á aquellos pueblos, que ellos habian puesto, con
no pocos afanes y desvelos, en un pié tan brillante, que
escitaba los cejos y la envidia de todos, dió armas á sus
enemigos, y vehementísimas sospechas, para que se les
considerase como promotores de la rebelion que estalló
en breve.


Es difícil condenar á los PP. , pero mas díficil todavía
manifestar su inoc1!'hcia. Se sabe cuán dóciles eran los
indios, y que nada hacian sin su consentimiento: casi
creemos que ellos les incitaron á la rebelion, persuadidos
que hacian un eminente servicio al soberano, el cual uná
vez desengañado, no podría menos de anular el tra-
tado (1).


Si hemos de creer al doctor José Seabra de Silva, mi-
nistro de la casa de Suplicacion, y procurador de la Co-
rona, que escribió contra ellos una voluminosa obra, ó
mas bien libelo, los plenipotenciarios españoly portugués
descubrieron todas las tramas de los jesuitas « en la
poderosa república que dichos regulares habian estable-
cido en el centro de los territorios adyacentes á los rios
Uruguay y Paraguay, con la que se animaron á sostener
la notoria guerra en que disputaron á las dos coronas de
Portugaly España hasta el reconocimiento de sus propias


(t) Véanse los párrafos -U, 56, 83 Y 100 del Diario histórico de
la rebelion V guerra de los pueblos guaran{si Ang., t. V.




- 80-
tierras, y el uso de su suprema jurisdiccion dentro de sus
dominios, con la armada, formal y manifiesta rebelion y
osadía que se caracterizaron auténticamente en la carta
ele oficio, que el secretario de Estado' don Ricardo Wall
dirigió en 27 de setiembre de 1754 al conde de Perelada,
embajador de Fernando VI en Lisboa, para hacerlo como
lo hizo luego presente á S. M. F., yen la formalautén-
tka respuesta á ella. ») (1)


Hemos leido muy detenidamente los documentos á que
se refiere el mencionado ministro, y que copia á conti-
nuacion, y no hemos hallado en ellos la mas minima
prueba de la supuesta culpabilidad de los jesuitas, pues
ni aun sc les nombra siquiera.


Como no nos es posible, ni seria fácil en los estrechos
límites á que por fuerza tenemos que sujetarnos, ventilar
todos los hechos que militan á su favor ó los condenan,
narraremos en pocas palabras el principio y de~enlace
de la lucha, valiéndonos de una obra consagrada esclu-
sivamente á referir dia por dia los principales sucesos de
este famoso levantamiento. Hablamos del diario del
P. Tadeo Javier Henis, cura del puebÍo de San Lorenzo,
cuyo autógrafo se halló entre otros papeles de su escri-
torio, cuando entraron vencedoras en dicho pueblo las
tropas de España y Portugal.


(1) Ueduccion cronológica y analitica en que por la série su-
wsiva de cada uno de los reinados de la monarquía portuguesa
desde el gobierno del señor don Juan 1II hasta el presente, se
manifiestan los horrorosos estragos que hizo en Portugal y en
lodos sus domiuios la compañia llamada de Jesus, etc.; tomo 11,
pág. 297.-Madrid 1768.




- 8~ -


xv.


( A mediados de enero de 1754, dice Henís (1), apa-
reció en las cabeceras del río Negro un numeroso escua-
dron de portugueses, y con este motivo se tocó alarma
por todas partes, se despacharon por los pueblos pre-
surosos correos, se hicieron cabildos, se tomaron pare-
ceres, y unánimemente proclamaron que debian defen-
derse.


ce El 27 de dicho ~s salieron armados del pueblo de
de San Miguel 200 hombres á caballo á recoger la demás
gente de sus establos ó estancias hasta llegar al número
de 900. Despues siguieron 200 del pueblo de San Juan,
y otros tantos de los pueblos de San Angel, San Luis y
San Nicolás, con 80 de San Lorenzo, de suerte que to-
dos eran 1,500, Y fuerOll repartidos para defender los
confines de sus tierras. »


A la noticia oe las disposiciones que tomaban los gua-
ranís, el marqués de Valdelirios, nombrado comisario
por la córtc para la celebracion del tratado, Gomez
Freyre, gobernador de Rio-Grande, y Andonaegui, go-
bernador de Buenos Aires, tuvieron una junta en Martin-
García para determinar los medios de apagar la naciente
insurreccion (2).


Se determinó que Andonaegui los atacaria por San
Nicolás, y Gomez Freyre por la frontera de Rio Grande.


Pero poco prácticos en el teatro de las operaciones,
(1) Diario histórico, pár. 1° y 2°
(2) Diario, pár. 40.




- 8'2-
Y mal tomadas las medidas, gastaron estérilmente mas
de cuatro meses sin obtener ningun resultado favórable.


Entre tanto la division cundia entre los indios, pro-
movida por algunos emisarios de los portugueses y espa-
ñoles : la proximidad, no obstante, del peligro, los hizo
prudentes, y el 4 de octubre se juntaron finalmente las
tropas de los pueblos, se presentaron delante del ene-
migo, y enviando á Gomez Freyre unos pliegos le decla-
raron su última resolueion, « que era defender valerosa-
mente las tierras de sus antepasados, y por tanto que se
volviese en paz á su casa, y que tuviese para sí sus co-
sas dejándoles á ellos lo que era suyo; y que si él de-
seaba tanto la paz (porque como habia informado por
varios correos, queriendo engañar á los indios, deda
que él jamás habia venido á hacer la guerra, que queria
ser amigo de los indios, y que solamente deseaba tomar
posesion de las tierras que el rey de España les habia
dado), saliese de los montes, bosques y arenales, y sa-
case la artillería gruesa, que ellos tambien se irian en
paz á sus pueblos (1).))


El general lusitano, con falaces y evasivas respuestas,
trataba de alucinarlos y ver si fomentando la desunion
entre ellos, ganaba tiempo para que le llegasen mayo-
res refuerzos, ó atacarlos desprevenidos, ó cuando me-
nos, para que desmoralizados y cansados, desistiesen
de su tenaz propósito.


Los indios conocieron su intento, y rompieron la!?
hostilidaJes, matando á cqantos podian (2).


(1) Pár. 52.
(2) Pár. 06.




- 83-
Con este motivo tuvieron lugar algunos choques par-


ciales, hasta que Gomez Freyre, el 14 de noviembre,
celebró un armisticio con los caciques, pretestando que
la retirada de Andonaegui al Salto Chico, rompiendo
la línea de operaciones, le imposibilitaba para acome-
ter á los sublevados.


El esforzado brigadier don Joaquin Viana, primero y
digno gobernador de Montevideo (1), lIeno de una no-
ble indignacion, se trasladó al campamento de Gomez
Freyre; le instó para que rompiese aquella¡;; treguas
humillantes é ignominiosas; se puso al frente de los es-
pañoles) y despues de un primer encuentro en Mbatobi,
en que salió vencedor, destrozó completamente en una
campal batalla á los rebeldes en las lomas de Caybaté.
El diario de Henis no llega hasta aquí; pero el. P. Bau-
tista, en su breve noticia sobre Andonaegui, hace subir
á 2,500 el número de los muertos por parte de los in-
dios (2).


Esta victoria postró la altanería de los sublevados,
quienes pagando de este modo sus miserables divisiones
y rencillas, deshechos y per¡;,eguidos en todas direccio-
nes por el ejército hispano-lusitano, que marchaba reu-
nido des pues del triunfo de Mbatobi, huyeron á sus im-
penetrables bosques y sierras inmediatas, á esconder su
vergüenza é infortunio.


Un solo pueblo, el de San Lorenzo, se atrevió á re-
sistir; pero fué fácilmente sometido, y el de San Miguel
reducido á cenizas por los mismos indios la noche de


(1) Nombrado el 22 de diciembre de 1749.
(:1) Série c!e If>s gobernadores del Paraguay, página ~08.




- 8. -
su derrota, fué ocupado al dia siguiente por los vence-
dores.


Bien caro, no obstante, pagaron estos su triunfo sobre
los guaranís. Mucha sangre y mucho oro les costó. Se-
gun aparece de una memoria dirigida al gabinete de
Madrid en enero de 1776 por el ministro Souza Cou-
tinho, en las dos campañas emprendidas contra los in-
dios invirtió el gobierno portugués veinte y seis millo-
nes de cruzados, y es muy probable que los gastos de
España igualasen ó tal vez superasen esta cuantiosa
suma.


Parece que subyugados los principales opositores, na-
da iInpediria la realizacion del tratado. Sin embargo,
los portugueses no contentos quizás con lo que buena-
mente s~ les abandonaba, suscitaron nuevas dificultades
nacidas de la imperfeccion de los planos, y mas que
todo de la mala fe con que procedian.


Su comisionado Gom~z Freyre,' despues de una larga
série de trabajos empezauos é interrumpidos frecuente-
mente sin llegar á ningun resultado sati5factorio, con un
protesto futi! se retiró al J anciro.


En este intérvalo murió Fernando VI, y Cárlos m,
poco despues de subir al trono, anuló en 1761 el trata-
do de 1750.


Ya era tarde: los portugueses, á la sombra de ese
tratado, mientras se pasaban meses y años en averiguar
el verdadero nombre de un rio, su curso ú otra circuns-
tancia cualquiera, edificaron fuertes, poblal'ón estancias,
y penetraron hasta el interior de la Banda oriental.


Don Pedro de Ceballos, mandado con refuerzos de tro-




- 85-
pas para relevar á Andonaegui y arreglar las cuestiones
que se ventilaban en el Rio de la Plata, altamente ofen-
dido de la conducta desleal de los lusitanos, les exigió
esplicacionei', que ellos eludieron con los subterfugios
de costumbre.


La guerra entre España élnglaterra(1762), ála que se
adhirió luego Portugal, vino á favorecer los deseos de
Ceballos, que puso sitio á la Colonüt el 5 de octubre
del mismo año, y la tomó un mes despues por una ca-
pitulaciou.


Tan activo como valiente, prosiguió su campaña sin
detenerse; apoderóse de las fortalezas de Santa Teresl1,
Santa Tecla, y San Miguel, y vencedor, se adelantó au-
dazmente hasta el Rio Grande (1763).


Este benemérito español hubiera llevado adelante sus
conquistas, ó mejor dicho, reconquistas, áno haberse sus-
pendido las hqstilidades con Inglaterra y Portugal, á la
ratificacion del tratado firmado en Paris el 10 de febrero
de 1763. Por el artículo 21 vióse obligado á devolver
todo lo que había conquistado.


Al estudiar los documentos de esa época, se siente
un impulso de ira involuntario, considerando cómo un
rasgo de pluma hacia inútiles tantas hazañas y heróicos
sacrificios. Las intrigas y manejos del gabinete de Lis-
boa echaban por tierra los esfuerzos de los mas leales
defensores del trono castellano, y una política que no
queremos calificar, les ligaba las manos, en vez de ceñir
su frente con una corona de laurel.


¡ Vergüenza da decirlo! A instigacion de Portugal
fué removido Ceballos) y la Colonia volvió á poder de




- 86-
los usurpadores, que consiguieron una doble "ictoría con
la supresion de la órden de los jesuitas (1767).


Desde el alzamiento de los guaranís, se les acusaba,
no SiD fundamento, de ser ellos los principales instiga-
dores de su rebelion.


Este gravísimo cargo, unído á otros que ya se les ha-
cian, y los antecedentes que existian contra ellos en Eu-
ropa, acabó de malquistarlos en España y Portugal; y
los gabinetes de Madrid y Lisboa, ó mas bien Aranda y
Pombal, trabajaron de consuno para derrocarlos, lo que
consiguieron al fin por los medios que todos saben.


La historia no ha descorrido suficientemente el velo
que encubre las causas secretas que, además de las co-
nocidas, pudieron influir en el ánimo de ambos reyes, y
no falta quien ponga en duda y demuestre la falsedad
de la mayor parte de los cargos que se hacen a la Com-
panía de Jesus. Pero sin entrometernos á decidir esta
difícil cuestion, podemos asegurar, con el examen de
los datos que tenemos á la vist.¡l (1), que las misionlls


(1) Vide-Lozano, Historia de la Compañia de Jesus, en la pro-
vincia del Paraguay, 2 t.-Madrid 1764.


Relacioll geográfica é histórica de la provincia de Misiones,
por el brigadier don Diego de Alvear, (Ang., t. IV.)


El tomo 1 de la descripcion é historia de Azara.
Diario histórico de la rebelion y guerra de los pueblos glIara-


nís, situados en la costa oriental del Uruguay del año 1754 (Ang.
t. V.)


Memoria histórica, geográfica, política y económica sobre la
provincia de Misiones de indios gual'anís, por don Gonzalo de
Doblas, teniente gobernador (Ang. t. m.)


Aunque en esta última obra se zahiere con frecuencia á los




- 87-
de la América del Sud, tanto españolas como portugue-
sas, bajo su influjo y administracionllegaron al mas al-
to grado de prosperidad, y que apenas han caido en otras
manos, se han arruinado; consiguiendo ellos, solo con
la uncion de sus palabras, solo con las armas de la reli-
gion y el convencimiento, que los indios trabajasen, es-
tudiasen, etc. j empresa bien árdua, á la verdad, consi-
¡lerada la natural é indomable pereza, la aversion á una
labor continuada y metódica que se observa en todas las
razas americanas, y muy particularmente en las tribus
errantes pastoras, como eran las del Uruguay, el Para-
guay, y las que se estendian por el inmenso litoral del
Brasil.


XVI.


A las continuas reclamaciones de los gobernadores de
Buenos Aires y Montevideo, sobre los avances y tro-
pelías de sus vecinos, creóse por real cédula de 8 de
agosto de 1776 el vireinato del Rio de la Plata, com-
puesto de todo el territorio que hemos señalado en el
artículo primero. Don Pedro de Ceballos fué el primer
virey que tuvimos.


Padres por los inconvenientes anejos al modo de dirigir á sus
neófitos, su simple lectura demuestra, contra las conocidas in-
tenciones del autor, la desmoralizacion, el mal estado, los vicios
á que se han entregado, la opresion y vejámenes que sufrian los
indios, apenas les hao fal tado sus doctrineros; y los mismos es-
tremados remedios que propone para obviar á tamaños incon-
venientes, son un resistible argumento de lo perjudicial que les
ba sido su separacion.




- 88-
Habiendo zarpado de Cádiz al frente de una escuadra,


preparada con el objeto de reprimir las demasías de los
portugueses, el 20 de febrero de 1777 se apoderó de la
isla de Santa Catalina; dirigióse á la Colonia é hizo lo
mismo, y preparába~e para llevar sus armas victoriosas
desde la frontera del Hio Grande hasta la capital del
Brasil, cuando vino á detener su marcha triunfal la no-
ticia de otro tratado de paz celebrado en Europa.


Por el tratado de 1777 quedaba España en el com-
pleto dominio de ambas orillas del Plata, inclusa la Co-
lonia del Sacramento, sin mas obligacion que devolver
la isla de Santa Catalina.


Pero la ignorancia en que estaban los dos gabinetes
sobre la topografía del país por dondc debia correr la
línea divisoria; las utilidades inmensas que reportaban
los portugueses en conservar lo usurpado, especialmente
en el Paraguay; la viciosa latitud del tratado anterior, y
las ocurrencias que tuvieron lugar en Europa, con mo-
tivo de la guerra entre España é Inglaterra, todavia hi-
cieron inútiles esta vez los esfuerzos de la metrópoli para
determinar definitivamente la línea de sus dominios en
América.


Además, los ingenieros portugueses, todas las ocasio-
nes que se trató de levantar planos, tomar medidas, sus-
tituir razonable y científicamente el nombre de un rio ó
lugar por otro, no encontrándose el que se vcía en el
mapa, manifestaron el mas decidido empeño en no ha-
cer nada, en dejar las cosas como estaban, en paralizar
en cuanto les fuese posible el trabajo de los ingenieros
españoles; prevaliéndose para esto de sutilezas y dispu-




- 89-
tas de palabras, de estériles controversias sobre cómo
debian entenderse los artículos tercero y cuarto que es-
tablecian las condiciones bajo las cuales habia de mar-
carse la linea divisoria; volviéndose en sus manos dichos
artículos tan flexibles y elásticos que no podían serIes
mas favorables (1).


Este tratado, á pesar de todo, fué revalidado en 1778,
y aunque inútil en América, como observa el señor An-
gelis, neutralizó las fuerzas de Portugal, en la guerra
que se encendió poco despues entre Inglatena y España,
aliada con la Francia.


(1) Sobre la cuestion de límites, vide en la col. de Angelis:
1° Tratado firmado en Madrid á t3 de enero de 1750, para


determinar los limites de los Estados pertenecientes á las coro-
nas de España y Portugal en Asia y América.


2° Carta de don Manuel Antonio de Flores al marques dé Val-
"delirios, comisario general de S. M. C. para la ejecucion del


tratado de 1750.
3° .Tratado preliminar de 1777.
4° Correspondencia oficial sobre la demarcacion de límites


jlor don Félix de Azara.
5° Apuutes históricos sobre la demarcacion de límites de la


Banda Oriental y el Brasil.
6" y sobre todo, el Informe del virey don Nicolás de Arredon-


do á su sucesor don Pedro Melo de Portugal y Villena, sobre el
estado de la cuestion de limites entre los córtes de España y
Portugal en 1795.


Este informe es un precioso documento en el que se espone y
examina con un órden, claridad y lógica poco comunes en es-
critos de esta clase, todo lo concerniente á un )lunto tan deba-
tido, y que aun no se ha resuelto, si bien nuestro derecho es in-
disputable como legítimos herederos de los que tenia la corona
de Castilla.




- 90-
Desde esa época hasta espirar el siglo pasado y prin-


cipios del presente, escepto la invasion de los ingleses,
de que vamos á ocuparnos enseguida, no sabemos haya
acaecido en eIRio de la Plata ningun suceso notable. La
eterna disputa entre España y Portugal quedó sin resol-
ver, y ella ha dejado en pié, degpues de la emancipacion
de las nueYas repúblicas, una cuestion de límites con el
Brasil; cuestion que si continuamos imitando á nuestras
respectivas metrópolis, lo decimos con pesar, no tiene
otro desenlace que una guerra fatal para el imperio.


Todo cuanto pudiera decirse respecto de Portugal en
los últimos años de la dominacion esparlOla, se halla
compendiado en las siguientes palabras de don Nicolas
de Arredondo, virey de Buenos Aires.


(! Los portugueses se avanzan mas y mas cada dia há-
cia el Perú y Montevideo; estas provincias son el blanco
á que hacen su tiro desde principios del siglo XVI, sin-
que los haya cansado la fatiga, ni saciado el fruto que
les ha rendido esta. ))


« Tenemos espresa prohibicion de defendernos con las
armas; y no se nos permite otra licencia que la del ruego,
la de las protestas y la del recurso á nuestro gabinete:
medios muy honestos y templados á la consonancia de
la buena fe; pero débiles y desproporcionados para ba-
tir á un enemigo que nos ataca por la fuerza, y pone en
ella la defensa de sus injusticias. Es verdad que tenemos
ajustadas convenciones provisionales que preservan sus
derechos y los nuestros, mientras se establecen los lí-
mites de ambas coronas. Pero ¿ de qué sirven los pactos




- 94 -
Y las leyes, cuando prohiben ellas mismas castigar á sus
infractores? De nuestra parte se observan estos tratados
con la exactitud mas religiosa, y de parte de los portu-
gueses se quebrantan á cada paso, sin mas pena que la
de contestar á la protesta, ó al requerimiento que les ha-
cen nuestros comisarios. » (1)


y aEí debia suceder, en efecto, porque en 1792 se si-
tuaron tres guardias avanzadas en la frontera de la Banda
Oriental para contener los desmanes de los Río-Gran-
denses, Paulistas y H.io-Pardenses; quienes ya solos, ya
como contrabandistas, ya como particulares) invadian
nuestros campos, penetraban hasta nuestras estancias,
y se llevaban todo el ganado que podian.


Las medidas inefic'aces de los gobernantes españoles,
coartada su energía por las disposiciones de la córte, no
sirvieron mas que para aumentar la audacia de sus pe-
ligrosos vecinos; hasta que en 1801, á consecuencia de
la guerra que se originó en la metrópoli, recelosos los
españoles de algun ataque por parte de los lusitanos, se
retiraron al Cerro Largo y á Santa Tecla, y al año si-
guiente los portugueses, constantes en su sistema, se
apoderaron de los siete pueblos de Misiones, sitmidos en
la márgen izquierda del Uruguay.


XVII.


La estrecha alianza de la metrópoli con Napoleon es-
citó el antiguo rencor de la Inglaterra, que, segun su
costumbre, empezó las hostilidades sin prévia declara-


(1) Informe citado.




-92-
cion de guerra, (1804) apoderándose traidoramente en
la boca del Plata de cuatro fragatas, que bajo el seguro
de la paz se dirigian á España.


Mas de 3.000,000 de pesos y un precioso cargamento,
fueron el fruto de esta piratería.


En vista de un ataque tan inesperado como ilegal,
el gabinete español le declaró la guerra en el mismo
año.


Tiempo hacia ya que el ojo especulador de la Ingla-
terra, al fijarse en el mapa de las posesiones españolas,
se habia detenido con placer en las dos riberas de nues-
tro rio .. Una escuadra con 10,000 hombres de desem-
barco, zarpó en la costa del Brasil con destino á la már-
gen oriental del Plata (1805).


En junio del año siguiente, doblaron el cabo de San
Vicente, y como Montevideo estaba bien fortificado, se
dirigieron á Buenos Aires.


El 15 desembarcaron en los Quilmes á cuatro leguas
de la capital.


Débil y mal combinada la resistencia, apenas duró un
dia. El 27 entraba triunfante Berresford en Buenos Ai-
res, mediante una capitulacion, cuyos artículos violó en-
seguida.


Dice el Sr. Torrente (1) que la opinion pública atri-
buyó aquel bochornoso desenlace á inteligencia de unos
con los ingleses, y á un criminal aturdimiento en los de-
mas; y añade mas adelante, que se debi6 al descuido de
unos, impericia y flojedad de otros, y por la sorpresa de
todos.


(1) Historia de la revolucion Hispano-Americana, t. J. c. l.




- 93-
Nosotros creemos que de todo hubo un poco.
El pendon de Castilla, sin embargo, contaba todavía


valientes sostenedores que lo hicieran tremolar victo-
rioso. El capitan de navío don Santiago Liniers, que al
frente de alguna tropa se hallaba en la ensenada de Bar-
ragan cuando se rindió la capital, pasó á MoLtevideo
con el objeto de promover una espedicion contra los in-
vasores.


El 23 de julio salió de la Colonia con una fuerza de mas
de 1,000 hombres, que recibió un aumento considerable
apenas pisó la ribera opuesta.


Liniers se adelantó audazmente sobre Buenos Aires,
donde Berresford se habia atrincherado, y le intimó que
se rindiese.


Fueron desechadas sus proposiciones.
El 11 de agosto tuvieron lugar algunos choques par-


ciales, y el12 rué atacada la ciudad por diferentes pun-
tos.


Diez y ocho piezas de artillería guardaban las entradas
de la Plaza Mayor, y las tropas británicas guarnecian las
azoteas, balcones y demas puntos dominantes.


Unos y otros sostuvieron dignamente el honor de sus
armas; pero al fin, despucs de dos horas de una san-
grienta y porfiada lucha, el leon castellano abatió al,
leopardo tle Albion. La juventud Hispano-Americana,
dice el historiador antes citado, supli6 con sus pechos
la {alta de aban trenes de la artillería.


El altanero Berresford se vió obligado á rendirse á
discrecion.


Grande y bella fué la parte que tuvieron los hijos del




- 9'-
Uruguay en esta victoria, cuyo esfuerzo remuneró la cór-
te de España, concediendo á la ciudad de Montevideo el
justo título de reconquistadora, permitiéndole ademas,
añadir una cadena trozada al escudo de sus armas.


Pero no por eso desistieron los ingleses de sus pla-
nes: esos orgullosos insulares no abandonan facilmente
la idea que una vez han acariciado: no se abaten por
un contraste.


Dos meses despues de la rendicíon de Berresford, el
general sir Home Pophan, atacaba por mar á Montevi-
deo, ansioso de apoderarse de la llave del Plata.


La guamicion contestó bizarramente á su ataque, y
el gefe inglés tuvo que contentarse con bloquear la ciu-
dad, arrojándole todos los dias por via de afectuosa insi-
nuacion algunos centenares de balas, bombas y granadas.


Reemplazado Pophan por el general Samuel Acmuty,
este en enero de 1807 desembarcó con parte de su gente
en la punta de Carretas, é intimó la rendicion á la pla-
za. Sus defensores contestaron que viniese á tomarla.
Desembarcaron entonces los ingleses el resto de su gen-
te en el Buseo, á una legua de Montevideo, batiendo al
virey que se adelantó con intencion de impedir este mo-
vimiento.


Estrechada la pla¡o,a por el enemigo salieron contra
él 3,000 hombres mandados por el brigadier Lecoc y
por el general Viana.


A pesar de los grandes esfuerzos de estos valientes,
perecieron 600 de ellos, y los demas hubieron de retirar-
se en el mayor desórden.


No se desanimó la plaza por tan duro contraste, ni f'U(!




- 95-
menos heróica la resistencia que opuso á los repetidos
ataques que la dió el enemigo por espacio de catorce
días, con tan poca interrupcion, que las tropas no tuvie-
ron un momento de descanso.


Viéndose en este conflicto, pidieron con la mayor an-
siedad auxilios á Buenos Aires, de cuya ciudad salieron
inmediatamente 3,200 hombres á las órdenes de Li-
niers.


El inspector Arce, que mandaba la vanguardia, entró
en Montevideo el 2 de febrero; pero habiendo d!\do los
enemigos en la misma noche un asalto irresistible á di-
cha plaza, se posesionaron de ella en la mañana del 3,
malogrando por este inesperado incidente los nobles es-
fuerzos de la espedicion argentina (1).


Esta victoria, aunque momentánea, aseguró el triunfo
de las armas británicas: toda la Banda Oriental cayó en
su poder. En vano salió de Buenos Aires otra espedicion
á las órdenes del coronel don Francisco Javier Elío. Es-
te bizarro adalid filé completamente derrotado dos ve-
ces, y en la segunda obligado á volverse á Buenos
Aires.


XVIII.


Alentados los ingleses por el buen éxito con que al
parecer se empellaba la fortuna en secundar sus planes
usurpadores, determinaron lavar la man,~ha de su pasa-
da derrota apoderándose de la capital del vireinato, tea-
tro de su desdoro y humillacion.


(1) Torrente, t. J, p. 14.




- 96-
El teniente general Whitelocke, inteligente y esforzauo


guerrero, era el encargado de llevar á cabo tan alta em-
presa.


Lleno de confianza y protegido por sesenta y un bu-
ques, 8alta con 12,000 veteranos en las playas de Bue-
nos Aires, defendidas por 7,000 hombres escasos, la ma-
yor parte milicianos.


El valiente Liniers los mandaba.
Heróica fué la resistencia de la ciudad; exacta y bri-


llantemente descrita por el señor Torrente; merecen
leerse las páginas que le consagra. Cada casa, segun la
Gaceta estraordinaria de Lóndres era una fortaleza, '!I
cada calle un atrincheramiento, donde eran recibitlos
los ingleses del modo que refiere el mismo general in-
vasor en su comunicacion al gobierno británico.


« Metralla en las esquinas de todas las casas, fusilería,
granadas de mano, ladrillos y piedras tiradas desde los
tejados ... Cada propietario con sus negro~, defendiendo
su habitacion ; cada una de las cuales era una verdadera
fortaleza ... » (1)


Así, en las caJIes de Buenos Aires, regadas con la
sangre de 2,000 cadáveres, lo menos, fueron por se-
gunda vez arrollados, deshechos, vencidos, obligarlos á
capitular los que neciamente creyeron tardarian en apo-
derarse de ella, el tiempo que gastasen en hacer una
salva triunfal.


y ¡oh fragiliuad de los juicios humanos I el 7 de ju-
lio de 1807, firmaba el altivo Whitelocke una capitula-


(1) Glorias militares de los españoles desde la m~3 r~moj3 :n¡·
ligüpdad hasta el presente, t. I1, p. 197.-Cádiz 1808.




-97-
cion, obligándose á evacuar todo el territorio Hispano-
Americano, y á entregar la plaza de Montevideo en el
mismo estado en que se hallaba al tiempo de su rendi-
cion. (1)


Tal fué en este siglo como en los anteriores, el resul-
tado de las tentativas de la Inglaterra, y este solo he-
cho es la prueba mas evidente de que aquellos paises han
rechazado siempre todo dominio estranjero.


Aquf, propiamente hablando, termina el primer perío-
do de la historia del Río de la Plata, porque los sucesos
á que dió márgen la ocupacion de las tropas inglesas,
junto con los ,acontecimientos que se suscitaron en Eu·
ropa; el descontento de la tropa y algunos gefes, obli-
garon á la audiencia á declarar que habia caducado el
gobierno del virey Sobremonte (2). Sucedióle Huidobro


(1) El que quiera mas amplios detalles sobre la espedicion de
Whitelocke, ademas de la historia del señor Torrente puede
consultar el t. JI de la obra citada (Glorias de los españoles),
donde se halla una ucscripcion completa de la hcrúica defensa
de Buenos Aires, tal como consta de la Gaceta estraordinaria de
~!adrid del ~O de setiembre de 180i, la de Lúndres del 12 y del
Daily Advertiser del U del mismo mes.


(2) La conducta del virey en esta ocasion ha sido objeto de
muy ágrias censuras Jlor parte de escritores españoles y ameri-
canos; pero sea cual fuere el valor de las inculpaciones que se
le hacen, debemos advertir que hemos leido y examinado muy
detenidamente la conclusion fiscal y sentencia que reca)'!Í en la
causa formada al señor marqués de Sobremonte sobre su con-
ducta militar en los acontecimientos de Buenos Aires en 1806 y
180i, por la cual quedó absuelto de todo cargo, en el consejo
de guerra celehrado en Cádiz en los dias 8, 9, 10, 11 Y 12 de
noviembre de 18\3. En vista de las pruebas alegadas, el fiscal


*




- 98-
(27 de febrero de 1807) que apenas gobernó un año; á
este Liniers (16 de mayo de 1808) que duró casi 10 mis-
mo; y Liniers Cisneros (19 de julio de 1809), bajo cuyo
mando estalló la revolucion de 1810 que debia separar
para siempre la América española de su metrópoli, ar-
rancar de la corona de Isabel los mas bellos florones
que Colon la regalara!


pidió que se diera al señor Sobremonte, en recompensa de sus
servicios, un mando igual en la Península al que tenia en Amé-
rica cuando fué depuesto, con el abono de sus sueldos; cusa
sentencia fué aprobada por S. M., ascendiéndole á mariscal de
campo y nombrándole consejero de Indias. Este documento deja
en el mejor lugar al señor marqués de Sobremonte.


---




- 99-


II.


LA REVOLUCION DE 1810


EN BUEN OS AIRES
~SEGl'N


LAS ACTAS CAPITULAHES •


......


No es de nuestra incumbencia historiar los aconteci-
mientos que precedieron á la revolucion española yalla-
naron el camino del trono al intruso, hermano del usur-
pador; pero como juzgamos necesario, para formarse
una idea exacta '"y marcar el instante decisivo, la época
de transicion entre el antiguo y nuevo órden de cosas
en América, recordar al menos la forzada abdicacion de
Cárlos IV, Y su reclamacion de la corona al mes siguiente;
la renuncia de sus derechos arrancada á Fernando por
Napoleon en Bayona, y la creacion de juntas é insurrec-
cion en toda la Península: el.lector poco instruido en
estos sucesos hará bien de consultar algunos de los mu-
chos libros que se han escrito sobre ellos; nosotros no
podemos ni qneremos narrarlos. Prescindiendo de nues-
tra incompetencia para tratar con acierto todas las cues-
tiones que abrazan, comprendemos que perderíamos el
tiempo inútilmente, sin añadir nada nuevo á lo que plu-
mas mejor cortadas han escrito. Son hechos juzgados
ya por la historia, y que, por mas descoloridos y descar-




- :1.00-
nados que se presenten, ocupan mucho espacio y no
deben considerarse superficialmente. Importa sin em-
bargo conocerlos bien para la mejor inteligencia de lo
que vamos á esponer; importa sobre todo tener en cuenta
el glorioso alzamiento de las provincias iniciado por la
de Asturias, y los azares de la lucha trabada por un pu-
ñado de heróicos y leales defensores del trono castellano
contra el poder colosal de Napoleon, lmsta la funesta
batalla de Ocaña, que, sembrando el terror y el abati-
miento por todo el reino, hizo temer que fuese tan aciaga
para la independencIa como la de G uadalete, segun la
bella frase del conde de Toreno. Aciaga. y funesta, en
efecto para España, no solo en su recinto, sí que tambien
del otro lado de los mares.


El 19 de noviembre de 1809 tuvo lugar, pero hasta
fines de marzo no se supo oficialmente en América, cuyos
habitantes, hasta ese momento recelosos y aterrados por
el mal éxito que habian tenido las dos juntas formadas,
la una en Méjico el 9 de agosto de 1808, y disuelta á los
treinta y siete dlas, y la otra en la Paz el 15 de junio de
1809, pereciendo en el patíbulo sus autores, no se hablan
atrevido á imitar su ejemplo. Mas llegó la noticia del con-
traste de Ocaña, abultado por el miedo' y la distancia.
Se dijo que todas las fuerzas españolas que aun podian
combatir habian depuesto las armas: que los mismos
reyes de España renunciaban de nuevo solemnemente á
sus derechos, para evitar mas desgracias y efU8ion de
sangre: que en vista de tantos desengailos, las ciudades
y los pueblos inclinaban, porque no les era dado hacer
otra cosa) su orgullosa cerviz ante las invictas legiones




~ 401-
del capitan del siglo: i qué no se dijo é inventó entonces
por los que tenian interés, tanto nacionales como llstran-
geros, en que las Colo~ias fuesen independientes!


En consecuencia, Caracas tomó la iniciativa, y el 19
de abril de 1810 instaló una junta conservadora. Tam-
bien fué esta la primera seccion Hispano-Americana que
se declaró independiente, y bajo la direccion del ilustre
Bolivar constituyóse en República. Buenos Aires y Santa
Fe de Bogotá crearon sus juntas el 25 de mayo: Quito,
el 19 de agosto y Chile el 11 de setiembre del mismo
año.


De este movimiento tan simultáneo y general nos bas-
tará para nuestro objeto examinar la parte correspon-
diente al Rio de la Plata. Los que tengan alguna curio-
sidad acerca de los demas paises pueden consultar sobre
algunos detalles los primeros capítulos de la conocida
obra del Sr. Torrente, leyéndolos con la debida precau-
cion, pues su autor al hablar de las patriotas no se mues-
tra nada indulgente con ellos, y hasta altera ó desfigura
los hechos cuando as! le conviene; y los hechos, salvo
algunas modificaciones, en todas partes son los mismos,
y solo varía el lugar de la escena.


En cuanto á nuestro país, cuna de la independencia
Hispano-Americana, el estudio detenido que hemos he-
cho de las actas capitulares de la revolucion, publicadas
en 1836 por el Sr. Angelis, en el tomo III de su impor-
tante coleccion, nos habilita para presentar en su ver-
dadero punto de vista esa revolucion tan calumniada,
rectificar no pocos errores y dejar tambien consignado
sobre bases sólidas é indestructibles el principio, el fun-




- 102 .!-
damento, el punto de arranque de nuestra regeneracion
política y social; la tradicion generatriz, la encaróacion
viva del dogma imperecedero proclamado por ella: la
patria y la libertad.


Ya hemos dicho que bastará para nuestro objeto ocu-
parnos únicamente de los acontecimientos del Plata, en
el primer período de la emancipacion del Nuevo Mundo,
porque reasumen y epilogan, y son la síntesis mas alta
de lo que sucedió en las demas secciones de América,
con la enorme diferencia de que en todas ellas fué sofo-
cada la revolucion con éxito mas ó menos duradero,
mientras que en las provincias del Rio de la Plata, siem-
pre de pié y siempre combatiendo, llevó á todas partes
BU bandera libertadora, llegan<lo á Ber la primera, no por
el órden cronológico, sino por la solidaridad de sus
ideas, por su mision de apostolado y propaganda, por
sus resultados y por su influencia en los destinos de una
de esas grandes revoluciones, como la califica Humboldt,
que de vez '3n cuando agitan á la especie humana, y que,
propagándose uesde el hemisferio austral al boreal, desde
las riberas del Plata y de Chile ha8ta el norte de Méjico,
abre una nueva era á 14 millones de habitantes.


D. Baltasar Hidalgo de Cisneros, virey <le Buenos
Aires, en el pleno ejercicio de su autoridad, manifestó
oficialmente lo que todos sabian, es decir, la triste y crí-
tica situacion en que se encontraba la Península. No es
exacto que él convocó voluntariamente el auxilio de un
cuerpo deliberante, al que debian concurrir los repre-
sentantes de la ciudad y de las provincias del vireinato,
sino muy á su pesar, y por los síntomas alarmantes y ru-




- ~03-
mores siniestros que corrian entre el pueblo, propalados
principalmente por algunos jóvenes entusiastas que de-
liraban con la regeneracion y el porvenir de su patria.


El cabildo, con fecha 21 de mayo, pasó un oficio al
virey pidiéndole permiso « para convocar la principal y
mas sana parte del vecindario, á fin de que, en un con-
greso público, espresase la voluntad general, y acor-
dase las medidas mas oportunas para evitar toda desgra-
cia y asegurar su suerte venidera. )l


Concedido el permiso por el virey, se envió un comi-
sionado al comandante del batallon de Patricios D. Cor-
nelio de Saavedra, para que seapersonase con el cabildo.
El objeto de este requirimiento no era otro que el de en-
cargarle mantuviese el órden y la tranquilidad pública.


Pero ya el pueblo se habia reunido y empezauo á gri-
tar que jlaUese á los balcones el caballero síndico pro-
curador (D. Julian de Leiva), que salió en efecto, y fué
interpelado sobre cual habia sido la contestacion que Cis-
neros diera al Ayuntamiento. Contestó Leiva que habia
accedido á sus ruegos, y que actualmente se hallaban
ellos trabajando por el bien público, y que era necesario
que se retirasen á sus casas para no no perturbar el
órd:n.


Entonces el pueblo gritó con mas fuerza:
- i Lo que queremos es 1 a de posicion del vire y !
Leiva intentó en vano persuadirle que se conservase


tranquilo: en ese intérvalo llegó Saavedra, y despues de
conferenciar algun tiempo con el cabildo, asegurando á
éste que él respondia de la tranquilidad pública, salió, y
consiguió que se retirase el pueblo




- 104 -
Los cabildantes determinaron que al dia siguiente se


celebrase el cabildo abierto, convocando á la prfncipal
y mas sana parte del vecindario, como ya queda dicho,
por medio de la siguiente esquela:


« El Escmo. cabildo convoca á Vd. para que se sirva
asistir, precisamente mañana 22 del corriente, á las
nueve, sin etiqueta alguna, y en clase de vecino, al ca-
bildo abierto que con avenencia del Escmo. Sr. virey ha
acordado celebrar; debiendo manifestar esta esquela á
las tropas que guarnecerán las avenidas de esta plaza,
para que se le permita pasar libremente. »


El acto se inauguró leyéndose una especie de discurso
ó esposicion, en la que se recomendaba al pueblo la fide-
lidad á Fernando VII, la moderacion y el respeto á las
leyes.... Son verdaderamente paternales y de una alta
prevision los consejos con que concluye, y no hay duda
que si hubiera sido posible seguirlos, ni habrian tenido
lugar los tristes sucesos que pronto ensangrentaron la
revolucion, ni producido tan amargos frutos las precoces
innovaciones de algunos hombres muy patriotas sÍ, pero
faltos del conocimiento práctico de los trastornos y cam-
bios políticos, y de las nuevas situaciones que ellos crean.
La juzgamos digna de someterla á la consideracion del
leétor.


FIEL Y GENEROSO PUEBLO DE BUENOS AIRES:


ee Las últimas noticias de los desgraciados sucesos de
nuestra metrópoli comunicadas al público de órden de
este superior gobierno, han contristado sobremanera




- ~05-
vuestro ánimo, y os han hecho dudar de vuestra situa-
cion actual y de vuestra suerte futura.


u Agitarlos de un conjunto de ideas que os ha sujerido
vuestra lealtad y patriotismo, habeis esperado con ansia
el momento de combinarlas para evitar toda division,
y vuestros representantes, que velan constantemente
sobre vuestra prosperidad, y dcsean con el mayor ardor
conservar el órden y la integridad de estos dominios
bajo la dominacion del señor don Fernando VIl, han
obtenido del Escmo. Sr. virey, permiso franco para
reuniros en un congreso. Ya estáis congregados, hablad
con libertad; pero con la dignidad que os es propia, ha-
ciendo ver que sois un pueblo sábio, noble, dócil y gene-
roso. Vuestro principal objeto debe ser precaver toda di-
vision, radicar la confianza entre el súbdito y el magistra-
do, afianzar vuestra union recíproca, y la de las demas
provincias, y dejar espeditas vuestras relaciones con los
otros vireinatos del continente. Evitad toda innovacion
ó mudanza, pues generalmente son peligrosas y espues-
tas tí division. 1\0 olvideis que teneis casi á la vista un
vecino que acecha vuestra libertad, y que no perderá
ninguna ocasion en medio del menor desórden. Tened
por cierto que no podreis por ahora subsistir sin la
union con las provincias interiores del reino, y que
vuestras deliberaciones serán frustradas si no nacen de la
ley ó del consentimiento general de todos aquellos
pueblos. Asi, pues, meditad bien sobre vuestra situacion
actual, no sea que el remedio para precaver los males
que temeis, acelere vuestra destruccion. lIuid de tocar
siempre a cualquier estremo, que nunca deja de ser peli-




- ~06-
groso. Despreciad medidas estrepitosas ó violentas, y
siguiendo un camino medio, abrazad aquel que sea mas
sencillo y mas adecuado para conciliar, con nuestra
actual seguridad y la de nuestra suerte futura, el espí-
ritu de la ley y el respeto á los magistrados. »


Concluido el discurso se leyó el oficio al virey y su
contestacion : enseguida trató se de proceder á la vota-
cion.


Muy fuertes altercados se empeñaron entonces, casi
no se entendian los votantes; para concluir de una vez
se convinieron por unanimidad en fijar una sola propd-
sicion para resolverla respectivamente. Despues de re-
chazadas dos, se adoptó la tercera que es como sigue:


u Si se ha de subrogar otra autoridad á la superior
que obtiene el Escmo. señor virey, dependiente de la
soberana, que se ejerza legítimamente á nombre del
señor don Fernando VII, yen quién. ))


Para que la votacion se hiciese con mas libertad, el
ayuntamiento dispuso que los vocale" entrasen á la sala
de acuerdos á poner su voto cada uno por sí, y que ru-
bricándolo solamente para simplificar el acto en lo po-
sible, lo publicase des pues el escribano.


Estractamos de la larga lista que presentan las actas
las principales opiniones emitidas por los llamados á
votar.


El obispo dijo: - Que mediante las noticias de la
disolusion de la Junta central, en quien residia la sobe-
ranía, habia motivos para dudar de su existencia; pero
que consultando á la vez la satisfaccion del pueblo y la
seguridad presente y futura de aquellos dominios, opi-




- ~07-
naba que debia continuar en el mando el virey, sin mas
novedad que añadirle dos asociados, todo lo cual debia
entenderse provisoriamente hasta ulteriores noticias.


El general don Pascual Ruiz-Huidobro : - Que debía
cesar la autoridad del virey y reasumirla el cabildo,
como representante del pueblo, para ejercerla ínterin
formase un gobierno provisorio, dependiente de la legí-
tima representacion que hubiese en la Península de la
soberanía del monarca.


El asesor general, don Juan de Almagro: - Que no
habiéndose recibido hasta entonces documento alguno
oficial que les asegurase la total pérdida de España, era
de parecer que no se hallaban aun en el caso de hacer
novedad alguna; pero que en el caso que lo juzgase
así la mayoria, debian a30ciarse al gobierno aquellas
personas de mas probidad que tuviese por conveniente
el cabildo.


Don Cornelio Saavedra : - Que debia subrogarse el
mando del virey en el cabildo mientras se formaba la
corporacion ó junta que habria de ejercerlo, que así lo
exigían las circunstancias y el bien del pueblo, y que no
quedase la menor duda que este era el que conferia la
autoridad ó mando.


Nótese como ya se invoca al pueblo y como se le con-
ceden atribuciones que no tenia ni podia tener por el
sistema de gobierno que hasta entonces le habia regido,
añadiendo el comandante don Pedro Andrés García:
I( que la salud del pueblo era la ley suprema,» y el doc-
tor don Antonio Saez, que habia llegado el caso de rea-
sumir el pueblo su originaria autoridad y derechos, etc.




- ~08-
Moreno, Chiclana, Balcarce, Vietes, Rivadavi~, Paaso,


Belgrano, Castelli, Rodriguez, Tagle, French, Beruti,
Lopez, Alberti, Mateu, Larrea, principales actores en el
drama de nuestra revolucion, se adhirieron al dictámen •
de Huidobro y Saavedra, que en el fondo viene á ser el
mismo; pues ambos opinaban que debia cesar Cisneros
en el mando y subrogar éste en el cabildo.


Don Pedro Antonio Cerviño dijo: - Que se formase
una junta de vpcinos buenos y honrados á eleccion del
cabildo, cuyo presidente podia ser el virey, convocando
á las ciudades interiores para que enviasen sus vocales.


Ademas, unos, como el oidor don Manuel J. de Reyes,
repetian que no encontraban motivo llor la subrogacion,
lo que equivalia á decir que debia permanecer el "irey
á. todo trance; opinando sin embargo, que si la plura-
lidad del congreso pensaba de distinto modo se le nom-
brasen dos adjuntos, sin mas atribuciones que las de
ayudarle en el despacho del gobierno: otros como el
brigadier don Francisco Orduña y don José Martín de
Zuloeta; que mientras no se supiese la total pérdida de
la metrópoli debia permanecer todo en el mismo estado;
yen caso de querer innovar, se convocasen diputados
de las demas provincias del vireinato para su seguridad,
y que ademas concurriesen á votar mas de doscientos
vecinos de primer órden que faltaban; finalmente, aun-
que pocos, otros como el doctor Rivarola dijeron: que
re,'ijJecto á no estar instruidos en los datos suficientes
para votar en maleria tan ardua obedecían y obedece-
rían á cualquiera que l'cpresentase la legítima autori-
dad de Fernando VII.




- 109-
Tales son las principales opiniones consignadas en


las actas: las reducimos á su última espresion, despo-
jadas de las razones mas ó menos especiosas con que las
encubrian sus autores, así como tampoco nos paramos
á considerar la diversidad de pareceres en cuanto á la¡;
personas y al modo como debian formar parte del go-
bierno en union con el virey, el cabildo, ó en junta CR-
pecial. La cuestion capital, dominante, única, decisiva
á juicio nuestro, era la remocion de aquel y la creacion
de una autoridad donde predominase el elemento ame-
ricano como quiera que fuese. Consideradas bajo este
punto de vista, nos han parecido secundarias todas las
demas cuestioneg, y escusado el perder el tiempo en
examinarlas y debatirlas.


Hemos tenido la curiosidad de contar el número de
los que votaron, no solo para ver si ~ra cierta la supo-
sicion de Zuloeta, sino tambien para confimar una idea
que nos despertó la lectura de sus palabras; y hemos
visto en efecto, que apenas llegan á doscientos veinte y
cinco, habiéndose repartido cuatrocientas cincuenta es-
quelas, segun leemos en el último párrafo del acta del
congreso general; y retirádose, antes de llegarles .m
vez, veinte personas, cuyos nombres se cspresan en el
citado párrafo.


Esto solo, á nuestro modo de ver, es una prueba indes-
tructible de lo adelantada que estaba, de las ramificacio-
nes é importancia de la revolucion, euando mas de 141.
mitad de los vocales faltaron, acaso por vez primera y
en tan críticas circunstancias, al llamamiento de la au-
toridad; y ya se suponga que si no todo!'., la mayor p~r!p,


4




-HO -
estaban iniciados en los planes de los disidentes, lo que
no es posible, porque nos asisten fundadas razonés para
creerlo así; ya se suponga que era de miedo y por no
comprometerse ni con ellos ni con el gobierno español,
ue todos modos habrá que admitir esta hipótesis: ó los
primeros eran bastante numerosos, tenian las simpatías
de la generalidad y contaban con el apoyo de los hom-
bres que estaban en disposicion de hacer algo para ins-
pirar á los ocultos vocales confianza ó recelo; ó aunque
reducidos en número, eran bastante inteligentes, auda-
ces y valientes para engañarlos, dividirlos, yen el último
trance emprenderlo todo y ganar á balazos lo que no
podian pacíficamente. En uno y otro caso, se ven fal-
seadas por su base las gratuitas suposiciones del citado
autor de la Historia de la Revolucion Hispano-Ame-
ricana.


Nos alejamos involuntariamente de nuestro relato
cuando quisiéramos en esta ocasion narrar simplemente
los hechos, que son harto elocuentes, sin añadir una pa-
labra á lo que dicen las actas. Volvamos, pues, á ellas.


Habia sonado media noche, cuando concluyó la vota-
cion de los que habian acudido á la invitacion del ca-
bildo; determinóse dejar para el siguiente dia el exámen
y confrontacion de votos, no obstante que algunos de los
concurrentes pedian que se realizara en el momento.


fieunido el ayuntamiento el 23, leemos en el acta de
ese ¡Jia: « estando juntos y congregados los señores que
lo componian, reflexionaron que, sin embargo de ha-
berse fijado carteles citando ti los vocales del dia ante-
rior para que á las tres de la tarde concurriesen á firmar




-H4 -
el acta, no convenia por las ocurrencias que sobrevi-
nieron el que se hiciese una nueva reunion, ni se consi-
deraba necesaria para el fin indicado supuesto que en el
congreso se recogieron los votos rubricados y se publi-
caron todos, cada uno en el acto de haberse dado. - En
cuya virtud acordaron corriese el acta en los términos
en que estaba estendida, sin recogerse las firmas de los
vocales j que se archivasen los votos rubricados para
cualquier duda que ocurriese, y se procediera inmedia-
tamente á la regulacion de ellos con el mas prolijo ex á-
men, debiendo dos de los señores capitulares estar
prontos para prevenir á los que concurriesen que se re-
tirasen hasta nueva citacion. ))


Hasta aquí el acta. Advirtamos ahora nosotros para
mejor inteligencia, que esa disposicion tan intempestiva
y falta de tino, no salió del ayuntamiento, sino que le
fué inspirada por Cisneros, aguijoneado por algunos
verdaderos realistas, que con fundamento veían en su
deposicion la ruina del dominio español y el triunfo de
los encubiertos planes de sus antagonistas, los ameri-
canos. Conocian instintivamente que su influencia y pre-
ponderancia en los negocios públicos no podia menos
de serIes fatal. Sus justos temores se traslucen en la me-
dida adoptada por los capitulares j pues hecha deteni-
damente la regulacion de los votos y resultando de ella
á pluralidad con esceso que el virey debia cesar en el
mando y recaer este provisoriamente en el cabildo, con
voto decisivo el caballero síndico procurador general,
hasta la creacion de una junta que habria de formar el
mismo cabildo en la manera que estimase conveniente,




H2-
cuya junta se encargaria del mando mientras se congre-
gasen los diputados que habian de convocarse de las
provincias interiores para establecer la forma de go-
bierno que correspondiese; estos señores, tratando de
conciliar los respetos de la autoridad superior con el
bien general de estas interesantes provincias, dice lite-
ralmente el documento citado no há mucho, propen·
diendo á su union con la capital, y á conservar franca
la comunicacion con las demas del continente, cuyo ob-
jeto jamas ha podido perderse de vista, acordaron que,
sin embargo de haber á pluralidad de votos cesado en el
mando el virey, no fuese separado absolutamente, sino
que se le nombrasen acompañados con quienes gober-
nase hasI:Pla congregacion de los diputados del vireí-
nato, lo cual seria y deberia de entenderse por una junta
compuesta de aquellos, y presidida por dicho stñor en
clase de vocal: mediante á que para esto se hallaba con
facultades el cabildo, en virtud de las que se les confi-
rieron en el congreso general.


Oficióse esta resolucion á Cisneros, nombrando para
ponerla en sus manos una diputacion compuesta de los
señores don Manuel José de Ocampo y don Tomás Ma-
nuel de Anchorena (mas tarde ministro de Rosas) encar-
gándoles muy especialmente el fin que se proponia el
cabildo con semejante arbitrio, y cuanto interesaba á la
tranquilidad y salud pública el que se llevase á efecto;
quedando abierto el acuerdo hasta su regreso.


Cisneros, como es de suponer, manifestó á los diputa-
dos su firme y decidida voluntad de cooperar á objeto
tan santo, y hasta no tomar parte alguna en el mando ~i




- 143-
era \lrecíoo : :iU conte:;lacion respira la mayor aLnega-
don, lealtad y amor al soberano y al pueblo confiado á
su gobierno; pero desconfiamos de su veracidad, cuan-
do le vemos im,inuar, no aconsejar, mandar, pues así
traducimos eljuzgar por muy conveniente que se tratase
el asunto con los comandantes de los cuerpos de la guar-
nicion, respecto á que la resolucion del cabildo no pa-
recia en lodo conforme con los deseos del pueblo mani-
festados por la mayoría de votos. Es decir, apelar á las
bayonetas para hacerlo pensar de otro modo.


Mas ya era tarde: todos los comandantes no estaban
muy seguros de sus mismos soldados; y habia ya mas
de uno relacionado con los disidentes.


Mandólos llamar el cabildo, y su respuesta acabó de
confirmarle en que era inútil hacer mas resistencia, y
pretender conservar á Cisneros en el poder contra la vo-
luntad general tan espresamente manifestada. No hubo
mas remedio que ceder. Cisneros se conformó ó aparentó
conformarse con lo que no podia evitar: y así adquirió
mayor fuerza la naciente revolucion, mayores bríos
los hasta entón.ces encubiertos promotores de la tempes-
tad conjurada contra el virey.


El 24, no obstante, reunió se de nuevo el cabildo, y á
pluralidad de votos y á pesar de todo, decidió que con-
tinuase en el mando asociado á los señores don Juan Ne-
pomuceno de Sola, el doctor don Juan José Castelli, don
Cornelio de Saavedra y don José Santos de lnchaurregui;
cuya corporacion ó junta debia presidir el referido virey
con voto en ella, conservando en lo demas su renta y
altas prerogativas de iU dignidad, mientras se erigia la




- H4-
junta general del vireinato. No citamos las demas dis-
posiciones concernientes á esta primera junta, porque
son puramente reglamentarias; y porque no habiendo
tenido mas que algunas horas de existencia, al tratar de
la que le sucedió, tendremos ocasion de hablar mas des-
pacio de las que se rocen con los. sucesos posteriores.


Algunas intrigas se habian cruzado entretanto : los
realistas en su agonía, pusieron en juego cuantos recur-
sos les inspiraba la desesperacion y el convencimiento
de que ya no les era dado retroceder un solo paso sin
caer en un abismo. Idéntica era la situacion de los pa-
triotas; y mas horrible acaso, porque la voz. de traido-
res zumbaba en sus oidos con siniestras amenazas, hijas
de la impotencia y el miedo, mas bien que de la posibi-
lidad de realizarlas y el deseo de venganza.


Siguiendo el consejo de Cisneros, algunos miembros
del cabildo propusieron que se volviese á consultar otra
vez á los gefes de los cuerpos para ver si despues de lo
dispuesto se hallaban con ánimo y potestad de prestarle
su auxilio, á fin de llevar á efecto las resoluciones toma-
das en tan apremiantes como estraordillarias circuns-
tancias; y i cosa estraña! esos mismos hombres que el
dia anterior habian demostrado que era físicamente im:-
posible mantener al virey en el poder contra la voluntad
del pueblo « contestaron unánimemente que estaban apa-
rejados y dispuestos á sostener la autoridad que por voto
de él habia reasumido el cabildo. J)


Pero cuando supieron quienes debian formar la junta
provisoria, despues de algunas discusiones promovidas
sobre la materia, y especialmente por el comandante




- w>-
don Pedro Andrés García, sobre que si el cabildo volvia
á reasumir el mando, deberia tener voto decisivo el ca-
ballero síndico; y por don Cornelio de Saavedra, sobre
que debia reformarse la eleccion de vocal hecha en su
persona y recaer en Leiva, porque no queria ser censu-
rado en lo mas mínimo; contestes espusieron que aquel
arbitrio era desde luego el único que podia adoptarse
en las actuales circunstancias, como el mas propio á
conciliar los estremos que debian constituir su seguridad
y defensa; que no dudaban seria de la aceptacion del
pueblo, ofreciendo contribuir por su parte á que que-
dase plantificado, y se retiraron reiterando las mismas
ofertas.


En vista de ellas, acordaron los cabildantes se pro-
cediese en el dia á la instalacion de la junta, y que al
efecto se citasen inmediatamente los vocales electos para
que á las tres de la tarde compareciesen irremisible-
mente en la sala capitular; que al propio tiempo, pasase
una comision compuesta de los dos señores nombrados
anteriormente á prevenir á Cisneros la misma conferen-
cia, manifestarle el fin de ella, y el ceremonial dispuesto
para el caso ; - que se convocara igualmente á los tri-
bunales todos y corporaciones, al obispo, cabildo ecle-
siástico, prelados y gefes de los cuerpos á fin de que pre-
senciasen el juramento que habian de prestar los vocales
en manos del alcalde de primer voto, de desempeñar
bien y fielmente los cargos que se les conferian ; conser-
var la integridad de aquella parte de América á Fer-
nando VII y sus legítimos sucesores, y guardar pun-
tualmente las leyes del reino. - Todo lo que se verificó




-116-
al pié de la letra quedallll0 así instalaua la primera
junta provisoria.


Los revolucionarios no se dormían entretanto: desde
\¡ue supieron la desesperada resolucion del cabildo y el
niugun apoyo, la indiferencia con que habian sido aco-
gidas por sus compañeros las enérgicas palabras de
García, empezaron á trabajar con actividad febril para
(¡ue no se malograsen sus planes, y quedase en manos
de Cisneros, por una diestra evolucion parlamentaria,
el poder que casi habian conseguido arrebatarle el 23.


Apenas habian salido los vocales de la sala capitular,
la fermentacion del pueblo empezó á hacerse sentir: se
oyeron gritos subversivos; la multitud dividida en gru-
pos derramóse por la ciudad alarmando al vecindario.


castelli, uno de los vocales y uno de los revoluciona-
rios mas audaces, hizo presente á Cisneros, exagerán-
dolo, el peligro que le amenazaba. El ex-virey tuvo
miedo, se amilanó, no comprendió que le engañaban;
cerró los ojos para no ver que todavía algunos miles de
bayonetas le formaban una muralla impenetrable y que
á una palabra suya, nada mas que con mostrar un poco
de serenidad y arrojo, se hundirian en el pecho del in-
defens.o pueblo al grito de ¡viva Fernando! ¡viva el
virey! ¡mueran los anarquistas) revoltosos y traidores!
como sueedió en Quito. - Nada consideró Cisneros;
:,\010 pensó en huir dirigiendo al cabildo, en la mañana
del siguiente dia, un oficio escrito á las nueve y media
de la noche en el que le decía: que siendo él la causa
de la agitacion que se habia renovado, procediese á otra
cleccion en sugetos que pudiesen merecer la confianza




- ~17-
del pueblo, cuya medida era de urgentísima necesidad;
que se reuniese, por consiguiente, sin pérdida de tiem-
po, y se espidiera como correspondiese en la inteligencia
de considerarse con el poder devuelto.


Miedo y terror pánico, inaudito, revela el oficio del
ex-virey, que no tuvo en ese momento decisivo la ,forta-
leza de alma, el pundonor necesario para conjurar la tor-
menta, manteniéndose firme en su puesto hasta el último
instante, como era de su deber, y sacrificando allí hasta
la vida si necesario fuese, en pro de la causa que sostenia
y de la cual era ó debia ser el mas fuerte campeon.


Toda la noche del 24 al 25 la habian empleado los
revolucionarios en tocar cuantos resortes estaban en su
mano, en ver á cuantas personas podian influir en la
realizacion de su. proyecto; en acometer briosamente
los obstáculos siemp.e renacientes que nacian de una
situación tan anormal. Porque á escepcion de unos po-
cos, nos inclinamos á creer que aun no se sabia á punto
fijo, especialmente de los que tenian tropas á su dispo-
sicion, quienes conspiraban con lealtad y quienes juga·
JJan con dos barajas, como vulgarmente se dice. Toda·
,'ía no ha descorrido la historia el velo que encubre la
parte de gloria legítima y cierta que corresponde á cada
uno de ellos; y si los nombres de Moreno, Castelli,
Saavedra, Rodriguez, etc., simbolizan el partido ameri-
cano, cuyo objeto principal fué desde un principio, eman-
cipar el suelo que los habia visto nacer, no todos tenían
las mismas ideas y elevacion de miras, ni todos tuvieron
igual parte en el magnífico resultado ialcanzado el 25.
Tal es nuestra opinion, que aunque en pugna con lo que




lH; --


generalmente se cree, no por eso menuscalJU en manera
alguna la reputacion de los que hayan sido en efecto
buenos y leales patriotas, y los sucesos, su posicion ó
corta inteligencia no les hayan permitido hacer en
aquellos dias solemnes, cuanto hubieran deseado en ob-
sequio de la patria. Se nos perdonará esta pequeña
digresion, si se atiende á que esta es una cuestion no
resuelta aun, que ha dado márgen en el calor y cegue-
dad de nuestras discordias civiles á los mas duros ata-
IIues, aleves suposiciones, y hasta infames calumnias ...
r olvamos á las actas.


Hemos visto la conducta pusilánime del ·virey retra-
tada en su oficio; la respuesta del cabildo ofrece un con-
traste tanto mas chocante cuanto parece que él, mas
que nadie, debia temer la saña y resentimiento del
pueblo, oponiéndose ti su volundad tan espresa y termi-
nantemente manifestada. No contento con decirle á Cis-
ueros que no puede desprenderse de la autoridad que él
le confiara; añade: (1 que teniendo la fuerza armada
á su disposicion, está en la estreclw obligacion de sos-
tenerla, tomando las providencias mas activas JI vigo-


'?"Osas para contener á los descontentos, y haciéndole en
suma responsable de las funestas consecuencias que po-
dria causar cualquiera variacion en lo resuelto.


Apenas despachado el pliego, acudió multitud de
~ente á los corredores de la casa capitular, y algunos
individuos, en clase de diputados, prévio el competente
permiso, se aper;.onaron en la sala, esponiendo que el
pueblo se hallaba disgustado y en conmocion; que de
nillguna maner[\ se conformaba con la eleeciun de pl'e-




- H!J ~


tiidente hecha en Cisneros, y mucho menos con que es-
tuviese á su cargo el mando de las armas; que el cabil-
do en la ereccion de la junta y su instalacion se habia
escedido de las facultades que á pluralidad de votos se
le confirieron en el congreso general, y que para evi-
tar desastres que eran de temer, visto el estado
de fermentacion en que se encontraba el pueblo, era nece-
sario tomar prontas providencias y variar la resolucion
comunicada á éste por bando: los cabildantes procura-
ron serenar aquellos ánimos acalorados, como los llama
el acta, y les suplicaron aquietasen la gente que ocu-
paba los corredores, en la intelig!mcia que si ellos
habian obrado mal, era por creer que estaban faculta-
dos para hacer lo que les pareciese mas oportuno y
conveniente; que, sin embargo, y á pesar de todo, me-
ditarían sobre el asunto con la reflexion y madurez que
exigia, y que estuviese cierto el pueblo que á su repre-
sentante no le animaban otras miras que las del mejol'
bien y felicidad de aquellas provincias. Con lo que se
despidieron los precitados individuos, suplicando que no
se perdieran momentos, pues de lo contrario podrian re-
sultar desgracias demasiado sensibles y de nota para el
pueblo de Buenos Aires.


Con estos datos volvieron los cabildantes á tratar de
la materia, y despues de várias reflexiones convinieron
en que cualquiera innovacion, en órden á lo resuelto el
dia anterior, produciria males de la mayor entidad, pues
que los pueblos del vireinato, y aun los del continente,
entrarían en desconfianzas al observar una tan repentina
\ariacion; y al ver que al gefe de aquellas provincias no




- ~20 -
se le dejaba la menor autoridad, seria consiguiente la
division y este el primer eslabon de nuestra cadena (1),
que la insistencia de una parte descontenta del pueblo
no debía esponer á todos á consecuencias de tanto bulto,
y era necesario contenerlo por medio de la fuerza;
pero que, estando esta á cargo de los comandantes de
los cuerpos, era tambien preciso esplorar nuevamente
su ánimo, no obstante que en el dia anterior se compro-
metieron á sostener la resolucion y la autoridad de donde
dimanaba. En cuya virtud acordaron citar á todos en el
acto para que inmediatamente compareciesen en la sala
capitular.


Presentes los gefes, (2) el sindico don Julian de Leiva
les hizo entender el conflicto en que se encontraba el ca-
bildo y recordándoles su anterior compromiso, les pidió


(t) En las actas redactadas por un acérrimo realista, hay vá-
rias es presiones puestas evidentemente en un sentido doble, y
esta es una de ellas. Acaso sea torpeza nuestra, pero no hemos
podido distinguir si la frase primer eslabon de nuestra cadena
se refiere á los españoles con respecto á los americanos, ó de
unos y otros respecto á los estrangeros. Hemos preferido la se-
gunda version aunque violenta, no obstante que en el período si-
guiente, qne casi literalmente ponemos á. continuacion en el tes-
to, se espresa la idea de tratar á los disidentes como un puñado
de rebeldes y facciosos. (Véase la p. 41 de las actas.)


(2) Comparecieron puntualmente á la hora señalada los seño-
res don Francisco Orduña, comandante de artillería; don Ber-
nardo Lecog, de ingenieros; don José Ignacio de la Quintana,
de dragones; don Estéban Romero, segundo de patricios; don
Pedro Andrés García, de montañeses; dón Francisco Antonio Or-
tiz de Ocampo, de arribeños; don Juan Florencio Terrada, de
granaderos de Fernando VII; don Manuel Ruiz, de naturales;




- 424 -
que le dijesen francamente si se sentian dispuestos Ó
no á sostenerle. A escepcion de Orduña, Lecog y Quin-
tana, que permanecieron:en silencio, los demas contesta-
ron que el disgusto era general en el pueblo y las tropas
por la eleccion de Cisneros para presidente de la junta,
y algunos que en vano habian trabajado incesantemente
aquella noche para contenerlas: que no solo no podian
sostener al gobierno establecido, pero ni aun á sí mis-
mos, pues los tenian por sospechosos ... que el pueblo y
las tropas estaban en una terrible fermentacion y era
preciso atajar este mal con tiempo, contrayendo á él
solo por entonces los primeros cuidados sin detenerse en
los demas que se temian y recelaban.


Estando en esta sesion, las gentes que cubrian los cor-
redores dieron golpes por várias ocasiones á la puerta
diciendo que querian sábér lo que alli se trataba. Salió
don ~lartin Rodriguez y consiguió aquietarlos.


Diremos para abreviar, que el resultado del acalora-
do debate con los comandantes, y el giro tempestuoso
que iba tomando el negocio abatieron la arrogancia de
los capítulares.-Cedieron y enviaron á decir á Cisneros
con las frases usuales en casos semejantes, que ha-
bían variado de resolucion, y si él se convenia, lo hicie-
ra sin protesta alguna para itO exasperar los ánimos,
que ellos en todo tiemllo le franquearian cuantos do-


don Gerardo Esteve y L1ac, de artilleros de la Union; don José
Merelo, de andaluces; don JI1artin Hodriguez, de húsares del rey;
don Lúcas Vivas, del segundo escuadron de húsares; don Pedro
Ramon Nuñez, del tercero; don Alejo Castex, de migueletes; y
uon Antonio Luciano Ballesteros, de quinteros. (Actas, p. 42.)




- l:l'l-
curnentoíl pidiese y necesitase para su jUbti1icaeior1•


Mientras iban y venian los diputados nombrados al
efecto, cundió con la velocidad de la luz la noticia entre
los revolucionarios del espanto que al fin habian llegado
á. infundir hasta en los mas obcecados y enérgicos miem-
bros del ayuntamiento, y no se contentaron ya con la
deposicion del virey. Con el ardor é irreflexion propios
de la juventud, á nombre del pueblo se presentaron en
la sala, esponiendo que para su quietud y para evitar
cualesquiera resultas en lo futuro, no tenia aquel por
bastante que cesase Cisneros en el mando; sino que ha-
biendo formado idea de que el cabildo en la eleccion de
la junta se habia escedido de sus facultades, y teniendo
noticia cierta ue que todos los sellO res vocales habian
hecho renuncia de sus respectivos cargos, habia reasu-
mido la autoridad que depositara en él y no queria exis-
tiese la junta nombrada, sino que se procediese á cons-
tituir otra, eligiendo para


Presidente vocal y comandante general de armas,
á don Cornelio de Saavedra.


Para vocales á Jos señores
Doctor don Juan José Castelli.
Doctor don Manuel Alberti.
Licenciado don Manuel Belgrano.
Don Miguel de Azcuénaga.
Don Domingo Mateu.
Don Juan de Larrea.


\' para secretarios á los doctores
Don Mariano Moreno y
Don Juan Jo~é de Pa~50.




-- 1 t:3 -
:\0 contentos con esto, impusieron condiciones (1) afir-


mando paladinamente que aquella era la voluntad deci··
dida del pueblo, y que nada escucharia que no fuese en
ese sentido. Hubo todavía, para honor del nombre es-
pañol, quien volviese á la brecha y afrontase la cólera
de los vencedores; pero nosotros podemos decir con no
menos orgullo, que no abusaron nuestros padres de su
triunfo, que no azuzaron al populacho contra los últimos
eampeones de un poder agonizante. ¡Sublime y grande
espectáculo! En la mañana de ese dia memorable, por
vez primera se encontró frente á frente la inteligencia en
la América del Sur, y luchando brazo á brazo el trono y la
democracia. Allí, como evocados por la vara deun májico,
surgieron de repente inspirados oradores, cuya voz elo-
cuente vibraba en todos los- corazones repercutida por el
eco de sus propias ideas y sentimientos, y magnetizando
á la muchedumbre, la hacia estremecerse de entusiasmo,
entreabrir sus brazos con arrogancia, prestar el oido y
pasarse la mano por la frente, como si saliese de un largo
)' penoso sueño, y le volviesen gradualmente la memoria y
las ideas, mostrándole enriquecido con todas las galas de
su brillante imaginacion, un ancho camino rico de glo-
ria, de esperanzas, de porvenir, de felicidad. Era un es-


(1) Las condiciones impuestas por los revolucionarios, ademas
del nombramiento forZOSO de las personas indicadas por ellos
para componer la junta, se reducian á que establecida esta, de-
beria publicarse en el término de q'lince días una espedicion de
000 hombres para las provincias interiores, costeada con la renta
del virey, oidores, contadores mayores, empleados de tabaco y
otros que tuviese á bien cercenar la junta, dejándoles cóngrua
~uficiellte para su subsistencia. (P. 43.)




- H4-
pectáculo sublime, repetimos; porque si de una parte
arrancaban frenéticos y prolongados aplausos, hasta
ahogar la voz del orador, los principios que se invoca-
ban, las acusaciones fulminadas contra los abusos del
poder, el sentimiento comprimido de un naciente espíri-
tu de nacionalidad, que se dejaba traslucir al través de
las fingidas cuanto falaces protestas de adhesion al mo-
narca, no era menos digna de alabanza, no preocupaba
menos fuertemente el ánimo, la contemplacion de los úl-
timos representantes de una tradicion de tres siglos,
tratánd~ de contener, no ya con un muro de lanzas y
bayonetas como sus antepasados, sino únicamente con
la fuerza de su palabra vehemente y arrolladora, la rui-
na del magnífico edificio alzado por aquellos, Bin parar-
se á considerar que al hundirse amagaba sepultarlos de-
bajo de sus escombros.


La discusion· se fué animando por grados, hasta que
llegó á un punto que fué preciso cortarla. El cabildo 5U-
plicó á los diputados, que para proceder con mejor acuer-
do, le representase el pueblo por escrito, lo que ellos
pedian de palabra á nombre suyo (1). En esta situacion,


(1) Si quedase alguna duda sobre el espiritu de pardalídad en


favor de la metrópoli con que están redactadas las actas, se des-
vaneceria al ver la tenacidad con que se insiste sobre estas cir-
cunstancias. En la página M3 al hablar de las medidas para la
instalacion de la segunda junta, se lee:


« y en vista de todo· acordaron que sin pérdida de instantes se
establezca nueva junta por acta separada y sencilla, eligiéndose
para ella de vocales los mismos individuos que han sido nom-
brados de palabra en papeles sueltos, y en el escrito presemado
por los que han tomado la lJOZ del pueblo, archivándose esos pa-
peles y el escrito para constancia en todo tiempo."




-- Hl>-
rndhióse un oticio de la junta anuncial1l1o la Ilimisioll
de Cisneros, al que se contestó, que enatencion ti. las apu-
radas circunstancias y novedades posteriormente ocurri-
das, se dignase lajunta mandar suspender la publicacion
del bando, hasta que el cabildo le informase de sus últi-
mas determinaciones.


Despues de un largo intérvalo de espera, presentaron
lo~ individuos arriba citados el escrito que ofrecieron, fir-
mado por un número considerable de vecinos, religiosos,
comandantes y oficiales de los cuerpos, vertiendo en él
las mismas ideas que manifestaron de palabra.-Los ca-
bildantes les advirtieron que congregasen al pueblo en la
plaza, pues que ellos, para asegurar la resolucion, de-
bian oir del mismo pueblo si ratificaba el contenido de
aquel escrito: ofrecieron ejecutarlo así y se retiraron.


Dicen las actas « que al cabo de un gran rato salió el
cabildo al balcon principal, y el recaudador general,
,íendo congregado un corto número de gentes, con res-
pecto á la quc se esperaba, inquirió que dónde estaba el
pueblo, y despues de várias contestaciones dadas por los
que allí se habian apersonado, y reconvenciones hechas
por el caballero sindico, se oyeron entre aquellos las vo-
ces de que si hasta entonces se habia procedido con pru-
dencia porque la ciudad no esperimentase desastres, se-
ria ya preciso echar mano de otros metlios ; que las gen-
tes, por ser hora inoportuna, se habian retirado á sus
casas; que se tocase la campana de cabildo, y que el
pueblo se congregaría en aquel lugar para satisfaccion
del ayuntamiento, y que si por falta del badajo no se ha-
cia uso de la campana, mandarian ellos tocar generala,




- 126-
Y que se abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la
ciudad lo que hasta entonces se habia querido evitar, y
los señores, añade piadosamente el escribano redactor
de las actas, viéndose conminados de tal suerte, y con el
fin de evitar la menor efusion de sangre que seria una
nota irreparable para un pueblo que tenia dadas tan
incontrastables pruebas de su lealtad, nobleza y generosi-
dad, determinaron que por mí el actuario se leyese en altas
é inteligibles voces el pedimento presentado, y que los
concurrentes espresasen si era aquella su voluntad. »


Se leyó el pedimento y gritaron á una : « que aque-
llo era lo que pedían y lo único que querian se ej e-
cutase .... ))


Una vez conformes, es decir, obligados á ceder, ha-
biendo espuesto detenidamente, y como á manera de
condicion cuáles sp,cian los deberes y obligaciones de la
nueva junta, determinaron los cabildantes que se proce-
diese á su instalacion sin pérdida de tiempo y se publi-
case el bando sin detenerse en las fórmulas que se ob-
servaron en la. primera, citándose únicamente á los
vocales, ministros, gefes, prelados y comandantes que
fuese posible haber en tan limitado tiempo.


Momentos despues, don Cornelio Saavedra y sus có-
legas, hincados de rodillas y poniendo la mano derecha
sobre los Santos Evangelios, reproducian el juramento
de sus antecesores ... Era preciso hacerlo así; era preci-
so pronunciar con los labios lo que rechazaba el corazon:
para no hundir prematuramente en la tumba el pensa-
miento colosal que germinaba en su cabeza, para no
complicar mas la c~itica situacion en que se encontraba




- 127-
la capital, y dar lugar á que la sangre inundase las ca-
lles de Buenos Aires, á que se desencadenasen de re-
pente todas las pasiones que aun mantenia sujetas el vin-
culo de una autoridad ante la cual todos estaban acos-
tumbrados á humillarse. Se les ha acusado de perjuros;
pero no se tiene en cuenta que á ese perjurio se debió
que el pueblo sacudiese con dignidad sus cadenas, y res-
petando á los últimos mandatarios de un poder que cier-
tamente no amaba, no empañase con una sola gota de
sangre la brillante página de ese gran dia, precursor de
su independencia. No se tiene en cuenta que á ese per-
jurio se debió que el tránsito de la servidumbre á la li-
bertad no fuese tan brusco y repentino que lo deslumbrase
y enloqueciese, y se reprodujesen en Buenos Aires las
tristes escenas que se han visto en Italia, Francia, Ingla-
terra y Alemania, cuando el pueblo ha recobrado de
pronto sus derechos y sobrepuéstose á aquellos contra
quienes nutria desde largo tiempo antiguos é invetera-
dos motivos de queja y resentimiento, mas ómenos fun-
dados, mas ó menosjustificables.


De todos modos, se ve por lo que dejamos espuesto,
que esa revolucion, obra de la inteligencia mas bien que
de la fuerza bruta, triunfó merced á una audal y verda-
dera evolucion parlamentaria, como las que hoy se ven
diariamente en los gobiernos representativos. - Se ve
que el combate entre los partidarios del antiguo régimen
y los innovadores, grande y sublime sin duda, fué pura-
mente moral, porque felizmente no hubo necesidad de
quemar un solo cartucho.


Damos aquí por terminada nuestra tarea, trasladando




-t;28~-
á continuacion por la referencia que tienen con los suce-
sos que acabamos de narrar, una proclama fecha e126
de mayo y una circular ó manifiesto espedido el 27 por
los miembros de la segunda junta. -Ambos documentos
solo tienden á radicar mas y mas en la apariencia los
sentimientos de fidelidad y adhesion al cautivo de Va-
lencey, á restablecer la confianza pública, y si no hemos
leido mal, á justificar á los revolucionaríos de cuanto
habian hecho en atencion á los fines que se proponían.
Dicen así:


La junta provisional gubernativa de la capital del Ría
de la Plata


A los habitantes de ella y de las provincias de su su-
perior mando.


PROCLAMA.


'feneis ya establecida la autoridad que remueve la in-
certidumbre de las opiniones y calma todos los recelos.
Las aclamaciones generales manifiestan vuestra decidida
voluntad; y solo ella ha podido resolver nuestra timidez
y encargarnos del grave empeño á que nos sujeta el ho-
nor de vuestra eleccion. Fijad pues, vuestra confianza,
y aseguráos de nuestras intenciones. Un deseo eficaz, un
celo activo y una contraccion viva y asidua á proveer
por todos los medios posibles, la conservacion de nues-
tra religion santa, la observancia de las leyes que nos
rigen, la comun prosperidad y el sosten de estas po~e­
siones en la mas constante fidelidad y adhesion á nuestro
muy amado rey el señor don Fernando VII y sus legíti-




- ~29-
mos sucesores de la corona- de Espru:1a. ¿ No son estos
vuestros sentimientos? - Estos mismos son los objetos
de nuestros conatos. Reposad en nuestro desvelo y fa-
tigas; dejad á nuestro cuidado todo lo que en la causa
pública dependa de nuestras facultades y arbitrios, y
entregáos á la mas estrecha union y conformidad recí-
proca en la tierna efusion de estos afectos. Llevad á las
provincias todas de nuestra dependencia y aun mas allá
si puede ser, hasta los últimos términos de la tierra, la
persuasion del ejemplo de vuestra cordialidad, y del ver-
dadero interes con que todos debemos cooperar á la
consolidacion de esta importante obra. EUa afianzará de
un modo estable la tranquilidad y bien general á que as-
piramos.


Real.fortaleza de Buenos Aires, á 26 de mayo de 1810.


La junta pt'ovisional gubernativa de la capital de
Buenos Aires.


CIRCULAR.


Los desgraciados sucesos de la Península han dado
mas ensanche á la ocupacion bélica de 10.5 franceses so-
bre su territorio; hasta aproximarse á las murallas de
Cádiz y dejar desconcertado el cuerpo representativo de
la soberanía por falta del señor rey don Fernando VIIi
pues 'lue, dispersada de Sevilla, y acusada de malversa-
cion de sus deberes por aquel pueblo, pasó en el dis-
curso de su emigracion y dispersion á constituir sin for-
malidad ni autoridad una regencia, de la que nadie
puede asegurar que sea cenlro de la-unidad nacional y




- ~30-
depósito firme del pQder del monarca, sin esponer á
mayores convulsiones que las que cercaban el momento
vicioso y arriesgado de su instalacion. No es necesario
fijar la vista en el término á que puedan haber llegado
las desgracias de los pueblos de la Península, tanto por
la fortuna de las armas invasoras cuanto por la falta é
incertidumbre de un gobierno legítimo y supremo, al
que se deben referir y subordinar los demas . de la na-
cion, que por la dependencia forzosa que los estrechan
al órden y seguridad de la asociacion, tienen su tenden-
cia á la felicidad presente y á la precaucion de los funes-
tos efectos de la division de las partes del Estado, que
temen con razon todo lo que puede oponerse á la mejor
suerte en los dominios de Am.érica.


El pueblo de Buenos Aires bien cierto del estado las,
timoso :de los dominios europeos de S. M. C. el sellOr
don Fernando VII; por 10 menos incierto del gobierno le-
gítimo soberano en la representacion de la Suprema
Junta Central disuelta ya, y mas en la regencia que se
dice constituida por aquella sin facultarles, sin sufragios
de la América y sin instruccion de otras formalidades
que debian acceder al acto; y sobre todo, previniendo
que no anticipándose las medidas que deben influir en
la confianza y opinion pública de los dominios de Amé-
rica, faltaria el principio de un gobierno indudable por
su origen, estimó desplegar la energía que siempre ha
mostrado para interesar su lealtad, celo y amor por la
causa del rey Fernando, removiendo los obstácnlos que
la desconfianza, incertidumbre y desunion de opiniones
podrian crear en el momento mas crítico que amenaza,




- i31 -
tomando á la América desapercibída de la base sólida
del gobierno que pudiese determinar su suerte en el
continente americano español.


Manifestó los deseos mas decididos porque los pue-
blos mismos recobrasen los derechos originarios de re-
presentar el poder, autoridad, y facultades del monarca,
cuando éste falta, cuando éste no ha provisto de regente
y cuando los mismos pueblos de la matriz han calificado
de deshonrado al que formaron, procediendo á susti-
tuirle representaciones rivales que disipan los tristes res-
tos de la ocupacion enemiga. Tales conatos son íntima-
mente unidos con los deseos honrosos de su seguridad
y felicidad, tanto interna como esterna, alejando la anar-
quía y toda dependencia de poder ilegitimo; cual podia
ser sobre ineficaz para los fines del instituto social,
cualquiera que hubiese levantado en el tumulto y con-
vulsiones de la Península despues de la dispersion y
emígracion de los miembros de la junta suprema cen-
tra:!.


Cuando estas discusiones se hacen en sesiones de
hombres des encontrados, son espuestas á las consecuen-
cias de una revolucion y esponen á que queue acéfalo el
cuerpo político; pero si se empeñan por el órden y modo
regular ue los negocios gravísimos, no pueden menos de
conducir como por la mano á la vista del efecto que se
desea. Tal ha sido la conducta de Buenos Aires en pro-
pender á que examinase si en el estado de las ocurren-
cias de la Península debía subrogarse el mando superior
del gobierno de las provincias del vireinato, en la junta
provisional que asegurase la confianza de los pueblos y




- 432 -
velase sobre su conservacion contra cualesquier ase-
chanza, hasta reunir los votos de todos ellos, en quienes
recae la facultad de proveer la representacíon del sobe-
rano.


El escelentísimo cabildo de la capital con anuencia del
escelentísimo señor virey, á quien informó de la general
agitacion agravada con el designio de retener el poder
del gobierno, aun notoriada que fuese la pérdida total
de la Península y su gobierno, como espresa la proclama
del 18 del corriente, convocó la mas sana parle del pueblo
en cabildo general abierto, donde se discutió y votú
públicamente el negocio mas importante por su funda-
mento para la seguridad, felicidad y tranquilidad gene-
ral; resultando de la comparacion de sufragios la mayo-
ría con esceso por la subrogacion del mando del esce-
lentísimo señor virey en el escelentísimo cabildo, ínterin
se ordenaba una junta provisional de gobierno hasta la
congregacion de la general de las provincias: voto que
fué acrecentado y aumentado con la aclamacíon de las
tropas y numeroso resto de habitantes.


Ayer se instaló la junta en el modo y forma que ha
dejado fijada la base fundamental sobre que debe ele-
varse la obra de la consel'vacion de estos dominios al
señor don Fernando VII, Los ejemplares impresos de
los adjuntos bandos y la noticia acreditada en bastante
forma que el escelentisimo cabildo y aun el escelentísimo
virey, que fué don Baltasar Hidalgo de Cisneros, dan á
Vd., no dejan duda á esta junta que será mirada Jlor
todos los gefes, corporaciones, funcionarios público,; y
habitantes de todos los pueblos del vireinalo, como




- i33-
centro de la unidad para formar la barrera inespugnable
de la conservacion íntegra de los dominios de América
á la dependencia del señor don Fernando VII, ó de
quien legitimamente lo represente. No menos espera
que contribuirán los mismos á que, cuanto mas antes sea
posible, se nombren y vengan á la capital los diputados,
que se enuncian para el fin esprcsado en el mismo acto
de instalacion; ocupándose con el mayor esfuerzo en
mantener la union de los pueblos y en consultar la tran-
quilidad y seguridad individual, teniendo consideracion
á que la conducta de Buenos Aires muestra que sin desór-
den y sin vulnerar la seguridad puede obtenerse el medio
de consolidar la confianza pública y su mayor felicidad.


Es de esperar que cimentado este paso, si llega el
desgraciado momento de saberse sin duda alguna la pér-
dida absoluta de la Península, se halle el distrito de
8uenos Aires sin los grandes embarazos que, por la in-
certidumbre y falta de legítima representacion del sobe-
rano en España á la ocupacion de los franceses, la
pusieron en desventaja para sacudirse de ellos; puesto
que tanto como el enemigo descubierto invasor, debe
temerse y precaverse el que desde lo interior promueve
la desunion, proyecta rivalidades, y propende á introducir
el conflicto de la suerte política no prevenida. Cuente
Vd. con todo lo que penda de los esfuerzos de esta junta,
cuyo desvelo por la conservacion del órden y sistema
nacional se mostrará por los efectos. Este ha sido el
concepto de proponer el pueblo al escelentísimo cabildo
la espedicion de 500 hombres para el interior, con el
fin de proporcionar auxilios militares para hacer ob-


*




- <134 -
servar el órden, si se teme que sin él no se harian libre
y honradamente las elecciones de vocales diputados,
conforme á lo prevenido en el articulo X del bando
citado, sobre el que hace esta junta los mas eficaces
encargos por su puntual observancia, y la del artí-


'culo XI.
Asi mismo importa que Vd. quede entendido que los


diputados han de irse incorporando en esta junta, con-
forme y por el órden de su llegada á la capital, para que
así se hagan de la parte de confianza pública que con-
viene al mejor servicio del rey y gobierno de los pue-
blos, imponiéndose con cuanta anticipacion conviene
á la formacion de la general, de los graves asuntos que
tocan al gobierno. Por lo mismo se habrá de acelerar
el envío de los diputados; entendiendo deber ser uno
por cada ciudad ó villa de las provincias, considerando
que la ambicion de los estranjeros puede escitarse y
aprovechar la dilacion de la reuníon para defraudar á
S. 1\1. los legítimos derechos que se trata de preservar.


Servirá á todos los pueblos del vireinato con la ma-
yor satisfaccion, el saber, como se lo asegura la junta,
que todos los tribunales, corporaciones, gefes y minis-
tros de la capital sin escepcion, han reconocido á la
junta y prometido su obediencia para la defensa de los
augustos derechos del rey en estos dominios; por lo cual
es tanto ó mas interesante que este ejemplo empeñe
los deseos de Vd. para contribuir en estrecha union á
salvar la patria de las convulsiones que la amenazan, si
no se prestasen las provincias á la union y armonía, que
uebe reinar entre ciudadanos de un mismo origen, de-




- 3:~5 -
pendencia é interés. A esto se dirigen los conatos de
esta junta; á ello los ruegos del pueblo principal del
vireinato, y á lo mismo se le escita con franqueza dé
cuantos auxilios y medios pendan á su arbitrio y serán
dispensados prontamente en obsequio del bien y concen-
tracion de los pueblos. Real fortaleza de Buenos Aires,
á 27 de mayo de 1810.


Cornelio de Saavedra.-Doctor Juan José Castelli.-
Miguel Belgrano.-Miguel de Azcuénaga. - Doctor Ma-
nuel Alberti.-Domingo Mateu.-Juan Larrea.-Doctor
Juan José Passo, secretar}o.- Doctor Mariano Moreno,
secretario.


Estas proclamas y circulares produjeron el efecto
apetecido, y la revolucion iniciada por nuestros padres
en la mañana del 25 de mayo de 1810, se llevó á cabo
á la sombra del órden y la legalidad, y aparentando vigi-
.lar por los derechos de la corona de Castilla, amenaza-
dos por la codicia estrangera en el Nuevo Mundo y apa-
rejarse para su defensa. Dueños del poder los america-
nos, provocaron la. lucha con arrojo, sí, pero tambien
con harta precipitacion, y por eso sin duda, no procla-
maron abiertamente la independencia hasta que se tra-
bó el combate y la victoria coronó sus armas.


Entonces á la voz de las juntas y gobiernos revolucio-
narios, la Europa vi9 con asombro ejércitos improvisa-
dos desbaratar á las mejores tropas de la Península, y
llevar su pendon emancipador, precedido por la victoria,
desde las riberas del Plata hasta la cuesta de Chacabuco
y las faldas del Cordonkanki.


Asi el alto y bajo Perú, Chile, el Ecuador, la Banda




-136 -
Oriental y casi toda la América del Sur, en una palabra,
convertida en teatro de los brillantes hechos dearmas del
pueblo argentino, ora vencedora, ora vencida, y alentada
y sostenida por las juntas y gobiernos revolucionarios de
la heróica Buenos Aires, pródiga del oro, de la sangre y
de la inteligencia de sus hijos, despues de una sangrien-
ta y porfiada lucha de quince años, la América del Sur,
repetimos, merced al esfuerzo, al patriotismo é indoma-
ble constancia de todos sus buenos hijos, logró al fin
llamarse libre é independiente.




-137 -


IlI.


APUNTES HISTÓRICOS DE 1810 A '1826.


Al llegar a los asuntos de 1810 tuve que contestar,
y el ORDEN, periódico en cuyo folletin salió á luz
el bosquejo histórico que termina en ese primer período,
publicó con las reservas y protestas convenientes las re-
clamaciones fundadas é infundadas que ora amistosa-
mente, ora invocando la ley, me dirigieron, entre otras
personas, D.Marcos Sobremonte, hijo del virey del mis-
mo Hombre, un hijo del general Liniers, y un jóven ca-
pitan, pariente del general Huidobro. El comunicado de
este último no se publicó por los términos descorteses y
las falsedades históricas, y hasta calumnias de que venia
lleno. Así tuve el disgusto de decírselo al autor, el cual,
exasperado y furioso, exigió una 8atisfaccion de su doble
agravio; pueril desahogo de su vanidad ajada, al que
contesté poniéndome inmediatamente á sus órdenes.
Luego, mejor aconsejado, desistió de su idea, recogió el
comunicado, y conviniéndose en hacer las correcciones
exigidas, no volvió á buscarme ni en mi casa ni en la
redaccion.




- ~38-
. D. Alejandro Olivan entónces, y D. Pedro de la Hoz,


director de la ESPERANZA, me indicaron, en vista de las
dificultades que surgian y que serian mayores á medida
que penetrase en la historia moderna y tuviese que ha-
blar de los actores españoles del drama de nuestra re-
voluclon, muchos de ellos vivos y residentes en Madrid,
me indicaron que me ocupase de otros asuntos menos
ingratos para la justa susceptibilidad y el orgullo espa-
ñol, humillado con la pérdida del Nuevo Mundo, tanto
mas cuando habiendo yo nacido allí, y considerando las
cuestiones bajo el punto de vista americano, era muy
probable, si queria llevar las cosas al estremo, que ni el
público ni los tribunales se declarasen á rrú favor.


Confieso que la opinion de estas dos personas tan res-
petables y autorizadas, unida á la de otras no menos
dignas de tenerse en cuenta, me hizo meditar muy seria-
mente sobre el particular; y como yo, por desgracia ó
por fortuna, no sé escribir sin decir la verdad ó lo que
creo la verdad, lisa y llanamente, comprendí toda la gra-
vedad del caso; y temiendo, no los riesgos personales,
sino las incomodidades, las impertinencias, las denun-
cias, las citas judiciales, etc., adopté un término medio
que me escudase hasta cierto punto contra el peligro que
me amenazaba, y me permitiese á la vez continuar sin
una larga y violenta transicion, y sin romper el hilo de
los acontecimientos sucesivos, la serie de cuadros que
me propuse bosquejar.


Eso esplica la insercion aquí del siguiente fragmento
de 1810 á 1826, que salvo algunas lijeras modificaciones
de mera forma, está tomado literalmente del CUADRO




- 139-
POLITICO, HSTORICO y' ESTADISTICO DE LA AMÉRICA DEL
SUD, publicado en Paris por M. Fermin Didot, en 1827,
si no me es infiel la memoria. Como apunte histórico,
sin estar exento de errores, me parece en general bas-
tante exacto, y creo que llena cumplidamente el fin que
me propongo. Hubiera podido añadirle algunas notas,
pero entonces habria hecho un trabajo nuevo, de doble
estension, que me llenaria todo el volúmen, y me obli-
garía á estrellarine otra vez en el escollo que he querido
y quiero evitar.


Hé aquÍ cómo se espresa el autor anónimo (se firma
A. de A.) sobre los sucesos concernientes á la historia
del Rio de la Plata, desde la instalacion de la primera
junta revolucionaria hasta un año despues de la batalla
de Ayacucho, tumba definitiva del dominio español en
América.


El establecimiento de la junta de BuenosAires, dice, se
efectuó con mas tranquilidad que en el resto deAmérica.
El virey Cisneros informó á los habitantes de los sucesos
de la Península, y de su incertidumbre sobre la legitimidad
de su propia autoridad. El Ayuntamiento, valido de esta
declaracion, reclamó la convocacion de una junta de
personas notables, para deliberar acerca del plan que de-
bia seguirse en tales circunstancias. En efecto, su pri-
mera reunion fué el 22 de mayo de 1810, con anuencia
del virey, y comenzó sus sesiones el día 25 del mismo
mes.


D. Juan Passo fué elegido para comunicar esta inno-
vacion al l.)ueblo de Montevideo, que se declaró por el
nuevo gobierno; pero las tropas desembarcadas de Eíi-




- 140-
paña, en una espedlcion al mando del general Elío, die-
ron fuerza al partido de oposicion que formaban algunos
europeos.


Las autoridades del Paraguay, Córdoba y Chuquisaca
se opusieron tambien al nuevo órden de cosas, y trataron
de disolver la junta, apoyadas por el virey, arrepentido
de su condescendencia. Pusiéronse de acuerdo con Li-
niers, que organiló 2,000 hombres y asoló las cercanías
de la ciudad de Córdoba, para impedir" el acCiso de las
tropas de la junta. El virey y los miembros de la audien-
cia, declarados cómplices, fueron espulsados á Canarias.
Liniers cayó en poder del coronel Ocampo, gefe de los
independientes. La misma suerte tuvieron Concha, últi-
mo gobernador de Córdoba, y los coroneles Allende,
Moreno y Rodriguez, que fueron pasados por las armas
en el monte de los Papagayos.


Mientras que las armas argentinas triunfaban en Cór-
doba, Eliot, capitan de un navío de guerra inglés, se de-
claró contra el movimiento de Buenos Aires; pero muy
luego recibió órden de no mezclarse en las desavenen-
cias de este país, de resultas de haberse quejado la junta
al embajador inglés de Rio Janeiro.


El ejército mandado por Ocampo recibiÓ refuerzos con
órden de marchar hácia el Alto Perú, donde se hallaban
reunidos los realistas, á las órdenes del coronel Córdoba.
Balcarce, gefe de Ocampo, los venció en las jornadas de
Santiago, de Cotagaita y Tupiza. Córdoba y Nieto, que
mandaban los realistas, fueron pasados por las armas,


consecuencia de la bárbara ley de represalias.
Así, el ejército de Buenos Aires se apoderó del Perú




- H~-
hasta el Desaguadero, límite de aquel vireinato. Balcarce
reemplazó en el mando á Ocampo, con un aumento de
5,000 hombres. Castellí, miembro de lajunta, seguía al
ejército como gobernador del Alto Perú.


Cuando se preparaban á invadir este país, gobernado
por el virey Abascal, se recibieron proposiciones del
Ayu~tamiento de Lima para suspender las hostilidades y
tratar de paz. Las bases estaban contenidas en artículos
presentados y aceptados por la junta, y se concluyó un
armisticio entre Castelli y el general Goyeneche.


Sin peligro por esta parte, Buenos Aires dispuso de 900
hombres, mandados por Belgrano para marchar al Pa-
raguay con objeto de someterle. Los paraguayos, man-
dados por Yedros, derrotaron á los argentinos en las od-
Uas del Tebicuari. Belgrano, despues de una conferencia
con Yedros, se retiró sin ser molestado, en virtud de un
acuerdo que sancionó el principio de la separacion de
esta provincia, la cual cayó poco despues bajo la influen-
cia del doctor Francia, que la segregó completamente
del l'i'ato de los Estados vecinos, sin permitir entrar ni
salir á nadie en su territorio, ofreciendo un contraste. sin-
gular entre su organizacion y la de las demas provineias
arrebatadas al dominio español.


No habia ya mas enemigos que temer siDO Elío, que,
siendo gobernador de Montevideo, tomó el título de ca-
pitan general. Artigas, rico propietario de la Banda Orien-
tal, creyendo que babia llegado la hora de proclamar la
libertad de su país, y resentido ademas de un desaire del
gobernad6r de la Colonia del Sacramento, abandonó la
causa real en 1811, y recibió socorros de armas y muni-




- 142-·
ciones para escitar la rebelion en su provincia, á donde,
por órden de la junta, pasaron las tropas de vuelta del
Paraguay para sostener las operaciones de Artigas en la
formacion de guerrillas. El mando del ejército se confi-
rió á Rondeau, oficial distinguido, que habia sido prisio-
nero de los ingleses en Montevideo en 1807. Artigas y
Rondeau batieron en muchos encuentros al enemigo, con
especialidad en la accion de las Piedras, desde cuya ven-
taja los patriotas avanzaron hasta Montevideo, y con
nuevos refuerzos se decidieron á sitiarla.


Habia en la junta dos partidos: Moreno acusaba á Saa-
vedra de abrigar miras ambiciosas; este, al primero, de
gefe del populacho. Saavedra, para apoyar su partido,
Jogró que los diputados por las provincias para el con-
greso general tuviesen asiento y voto en la junta. Moreno,
ya sin influjo, hizo dimision; fué enviado en calidad de
diputado á Inglaterra, para solicitar la proteccion del go-
bierno británico, y murió en la navegacion.


De estas disensiones participaba igualmente el ejército
acampado en Guaqui y en Iraicoragua, en tres cuerpos
á las órdenes de los coroneles Diaz-Vejez, Viamont y Bal-
caree, general en gefe. Este y Diaz-Velez eran del par-
tido de Moreno, y Viamont del de Saavedra. Goyeneche
aprovechándose de esta desunion, atacó á Diaz-VeJez á
pesar del armisticio, le sorprendió y arrolló en todas di-
recciones; la dispersion fué total. El vencedor se esten-
dió por todo el Alto Perú, y en consecuencia Puirredon
obtuvo el mando del ejército, quedando Viamont de se-
gundo. .


A pesar de estas ventajas, los realistas no consiguieron




- 14:1-
sofocar la insurreccion de las provincias conquistadas.
Cochabamba, Chayanta y Santa Cruz de la Sierra se inun-
daron de guerrillas que entorpecían la marcha victoriosa
de sus tropas, sin que les arredrase la conducta cruel del
general Goyeneche, que hacia pasar por las armas á
cuantos caían prisioneros. Saavedra marchó al ejército,
que aumentó y proveyó de armas y oficiales.


El gobierno le depuso durante su ausencia, acusándole
de ideas liberticidas, y de haber contribuido al destierro
de Larrea, Peña, Posadas y otros patriotas. Conseguido
este paso, sus enemigos solicitaron una mudanza en la
forma de gobierno, disminuyendo el número de los in-
dividuos de la junta que hacian las resoluciones lentas é
insuficientes en momentos de crisis. En vista de estas re-
clamaciones, el Ayuntamiento convocó una asamblea en
setiembre: en ella se decidió formar un nuevo gobierno
compuesto de tres miembros y dos secretarios. La elee-
cion de los primeros recayó enSarratea, Chiclana y Pas-
sos; la de los segundos en Rivadeneira y Perez. Por un
reglamento ó estatuto, se fijó el modo de renovacion
como sigue;


u La asamblea de los diputados de las municipalidades
de las provincias debia reunirse cada seis meses para
nombrar el miembro saliente y una junta especial reno-
vada cada año; estaba encargada de proteger la libertad
de la prensa, pronunciando en union con el Ayunta-
miento, contra las infracciones de dicha libertad. »
Artiga~ y Rondeau sitiaron á Montevideo, y Elio no


pudiendo resistir, imploró la proteccion del gobierno por-
tugués. La princesa Carlota empleó su influjo y envió á




-Hi-
Elio un socorro de 4,000 hombres, bien provistos de to-
dos 108 medios necesarios, á cuyo efecto vendió dicha
princesa todas sus joyas. El generel Souza, que mandaba
las tropas, estaba ya en marcha cuando Elío hizo propo-
siciones de paz al gobierno de Buenos Aires, que fueron
aceptadas en noviembre de 1811. Los portugueses debian
retirarse en virtud de este tratado, y los de Buenos Aires
evacuar la Banda Oriental hasta el Uruguay. Se levantó
el sitio de Montevideo; pero los portugueses, lejos de
retirarse, entrar0.n en el territorio de la Plata, come-
tiendo.toda clase de escesos.


A esta sazon, el ejército patriota en el Perú sufrió otro
nuevo descalabro en Rio Nazareno, cerca de Suipacha.
El general Tristan, que mandaba la vanguardia enemiga,
se apoderó de la provincia de Salta. La posicion del go'-
giemo de Buenos Aires llegó á ser muy crítica' carecia
de fuerzas para contrarrestar á los realistas y oponerse á
los portugueses. Sin embargo, envió 4,000 hombres con-
tra los últimos, y al general Belgrano, que mandaba en
el Perú, se le previno que se replegase á Tucuman. La
marcha de las tropas de Buenos Aires intimidó á los por-
tugueses, los cuales propusieron la paz, que se firmó el 6
dejunio de 1812.


Poco antes de la conclusion de este tratado, se descu-
brió en Buenos Aires una conspiracion contra los miem-
bros del gobierno y los partidarios de la revoluciono Se
hallaba á la cabeza de ella Alzaga, rico comerciante. El
plan fué descubierto, y los principales autores sentencia·
dos á muerte y decapitados.


El general Belgrano se habia retirado á Tucuman, se-




- 14[,-
gun las órdenes del gobierno, y habria continuado su
movimiento retrógrado si el pueblo no se hubiera opuesto
armándose y obligándole á hacer frente á las tropas del
Perú. Tristan le atacó el 24 de setiembre de 1812; pero
tuvo que retirarse con pérdida de 1,100 hombres entre
muertos, heridos y prisioneros. El glorioso sitio de esta
batalla fué sei'íalado por la denominacion de Campo del
Honor.


Entretanto se habian tenido dos asambleas populares
en Buenos Aires, para la elecciOD de los miembros del
gobierno. La primera, e15 de abril de 1812, eligió á Puir-
redon, declaró que la supremacia de las provincias del
Rio de la Plata le pertenecia, y propuso alteraciones en la
Constitucion; esta fué disuelta por el gobierno como aten-
tatoria á su poder. La segunda, en 6 de octubre, eligió á
Medrano, y se decidió á seguir los pasos de la primera;
pero el Ayuntamiento, el pueblo y las tropas se opusie-
ron á sus designios, y fué disuelta militarmente. A este
acto se siguió la convocacion de una reunion popular el
8 de octubre de 1812, que depuso á los individuos del
gobierno, sustituyéndolos con Pei'ía, Passos y Fonte ..


Elío fué reemplazado por D. Gaspar Vigodet, que se
jactaba de destruir pronto la junta de Buenos Aires. A
mediados de diciembre salió Rondeau de aquella ciudad
y avanzó á Montevideo. Vigodet le salió al encuentro el
31, y rué rechazado con gran pérdida. Sarratea se pre-
sentó con nuevos refuerzos á estrechar el sitio de la
plaza: esto produjo disgustos entre los partidarios dc
Rondeau, que al fin se encargó del mando nuevamente,
por dimision de Sarratea.




-U6-
Aprovechándose Vigodet de las fuerzas navales que


tenia á su disposicion, dejando la guarnicion precisa en
la plaza, con el resto intentó poner el pié en las costas
de Buenos Aires. En efecto, el 13 de febrero de 1813
desembarcó con sus tropas en las márgenes del Paraná.
Era su objeto proporcionar víveres á los sitiados, redu-
cidos á la mayor estremidad. Noticioso de ellte desem-
barco el gobierno de Buenos Aires, destacó al coronel San
Martin con una division de infantería y caballería. Este
intrépido militar aprovechó una llanura, y Rin esperar la


. infantería, empeñó una accion en que la victoria fué com-
pleta, en San Lorenzo.


Belgrano recibió orden ~e atacar á los enemigos del
Perú, y lo verificó dando la batalla de Salta el 20 de fe-
brero de 1813. Tristan y todo su ejército quedaron pri-
sioneros. Estos dos generales tenian relaciones intimas
desde la juventud; y ellas influyeron desgraciadamente
en los asuntos politicos : ambos americanos se abraza·
ron y convinieron en que las tropas peruanas volviesen
á sus hogares. Tristan se retiró al Perú con su ejército,
despues de haber jurado no tomar las armas contra
Buenos Aires. Esta generosidad no fué aprobada por el
gobierno : Tristan, reunido á la divisionde Goyeneche,'
se dispuso de nuevo al combate, desentendiéndose de
lo sagrado de su compromiso y de la responsabilidad
de Belgrano. El resultado de la victoria de Salta fué la
ocupacion de una parte del Alto Perú.


La asamblea constituyente se reunió el 31 de euero
de 1813. Se componia de diputados nombrados por los
colegios electorales de las ciudades y pueblos del Rio de




-H7-
la Plata. Su autoridad fué reconocida, así como el supre-
mo poder ejecutivo. Los miembros que componian esta,
eran: Peña, Perez y Fonte.


El ejército del Perú á las órdenes de Pezuela, sucesor
de Goyeneche y el de Buenos Aires, mandado por Bel-
grano, se encontraron en Vilcapugio al norte de PotosÍ.
La batalla fué sangrienta, Belgrano derrotado se re-
plegó sobre Ayouma, al norte de Chuquisaca: perseguido
por el enemigo, allí fué nuevamente batido.


Estos dos desastres produjeron un sobresalto estraor-
dinario en la capital, donde la opinion vacilaba y el cré-
dito del gobierno disminuía. Los miembros propusieron
concentrar sus fuerzas para aumentarlas. El gobierno de
tres se consideró embarazoso para dirigir el timon del
Estado en momentos de crísis : en consecuencia fué anu-
lado en la asamblea del 31 de diciembre, y Posadas
nombrado director supremo con un consejo compuesto
de siete individuos.


San Martin sucedió á Belgrano, acusado en razon de
su última derrota: marchó hacia Tucuman COIl tropas
y municiones, disciplinó un ejército que en pocos dias as-
cendió á 3,500 hombres: formó guerrillas que intercep-
taron la comullicacion entre las tropas enemigas, y las
privaban de todo género de provisiones. Pezuela aban-
dono á Salta, Tarija y una gran parte del Alto Perú. L1S
guerrillas de Cochabamba, mandadas por Arenales, con-
tribuyeron mucho á estas ventajas.


Al mismo tiempo se creó una fuerza naval para con-
trarestar la enemiga. La flotilla compuesta de dos ber-
gantines, tres corbetas y una goleta con tropas de des-




-H8-
embarco, se confió al mando de Brown, comerciante
inglés de Buenos Aires.


Los altercados entre Rondeau y Artigas produjeron
el que este abandonase el sitio de Montevideo. San Mar-
tín pidió una licencia para restablecer su salud Rondeau
le sustituyó en el mando del ejército, y Alvear pasó á
encargarse del sitio, cuya plaza empezaba á escasear
de víveres; al fin reducida al último estremo, Vigodet
ofreció capitular bajo condiciones honrosas que Alvear
aceptó. Este tomó posesion de la plaza en junio de 1814,
quedando en su poder 5,500 prisioneros, y 1,100 fu~
siles, un parque completo de artilleria y almacenes mili-
tares.


Artigas pidió se le entregase Montevideo, como llave
de la Banda Oriental, cuya peticion rué negada, y para
oponerse á sus tentativas, permaneció en las cercanías
una divi$ion á las órdenes de Soler, gobernador de dicha
plaza.


Alvear valido del influjo que le habia proporcionado
este triunfo, logró el mando en jefe del ejército del
Perú, y se puso en marcha con algunos refuerzos; mas
Rondeau que contaba con popularidad entre sus solda-
dos, rehusó recibirle, cuya noticia supo Alvear en Cór-
doba, y retrocedió á la capital, donde le eligieron di-
rector supremo en enero de 1815. La insubordinacion
del ejército fué uno de estos manejos de los jefes, y el
resultado inmediato, la division de las provincias decla-
rándose Ull1S por Rondeau y otras por Alvear.


Hácia el mismo tiempo don Fructuoso Rivera, cau-
dillo de la Banda Oriental, derrotó las tropas de Buenos




- H9-
Aires, mandadas por el coronel Borrego. Soler, des-
pues de este revés tuvo órden de evacuar á Montevideo,
Artigas la ocupó, y resuelto á atacar la provincia de Bue-
nos Aires, marchó contra Santa Fe, y la rindió. Alvear
envió 2,000 hombres á las órdenes del brigadier Viana
y el coronel Alvarez para contenerlo.


Fonte, diputado por el ejército del Perú para depo-
ner á Alvear, se presentó tambien, demodo que este no
tuvo otro arbitrio que dimitir el mando para evitar la
guerra civil. Sin embargo, como le consideraban con
bastante popularidad entre los soldados, sus rivales pro-
vocaron un movimiento popular el 15 de abril de 1815,
á favor del cual quedó depuesto.


En esta reunion pública se anuló la autoridad del di-
rector y de la Asamblea; el Ayuntamiento se arrogó el
mando supremo. Alvear se retiró entre las tropas acam-
padas á una legua, y esparció el rumor que intentaba
atacar la ciudad: á esta voz el Ayuntamiento mandó ar-
mar á todos los ciudadanos, publicando la ley marcial; se
ocuparon todas las avenidas, yen esta situacion impo-
nente le enviaron diputados notificándole que, si no de-
ponía el mando militar, seria declarado enemigo de la
patria. Obedeció, y obtuvo el permiso de embarcarse en
una fragata inglesa mandada por Percy, que sirvió de
mediador en este acuerdo.


El Ayuntamiento nombró á Rondeau director supremo,
despues de haber formado una junta de observacion re-
vestida del poder legislativo, sustituyéndole Alvarez,
mientras se hallaba al frente del ejército donde era ne-
cesario.




- HiO-
Cuando los miembros de la administracion se deshi-


cieron de sus contrarios, pusierún sus miras en sujetar á
Artígas, dueño de Sanla Fe, y enviaron contra él una es-
pedicioll á las órdenes de Viamont, que logró pocas ven-
tajas, mientras que Pezuela, reforzado por tropas euro-
peas, venció poco despues á Rondeau, en la batalla de
Sipesipe, el 29 de noviembre de 1815.


Alvarez convocó los representantes de la provincia;
mas el pueblo sublevado le obligó á renunciar el poder
supremo. Balcarce ocupó su lugar, y la administracion se
confió á una junta. El nuevo Congreso, reunido en San
Miguel de Tucuman, procedió al nombramiento de un di-
rector supremo, y la eleccion recayó en Puirredon, que
tomó las riendas del gobierno con aprobacion general;
confió el mando del ejército á Belgrano, y envió refuer-·
zos á San Martin, que ocupaba las provincias limítrofes
de Chile. Este congreso declaró la independencia del Rio
de la Plata enjulio de 1816.


Los egemplos tristes de la desobediencia al gobierno
supremo habian sido muy repetidos para que pudiesen
cicatrizarse de pronto sus crueles vestigios. La anarquía
levantó orgullosamente la cabeza. Artigas libre, marchó
á la Banda Oriental, y la guerra civil devastó aquel her-
moso suelo agitado por los emisarios del Brasil, donde
establecieron algunos gabinetes europeos sus talleres de
desorganizacion. Santa Fe, Tucuman, Mendoza y Monte-
video se separaron de Buenos Aires. Los indios salvages
interceptaron absolutamente las comunicaciones, y todo
el país ofrecia la imágen del desórden.


En tal estado de agonía, se presentaron descarada-




- 41,. -
mente las proposiciones de una transaccion por medio de
príncipes estrangeros para gobernarlo. Los portugueses
se conceptuaban poseedores de la Banda Oriental: así la
cuestion se dirigia al otro lado del rio.


La Francia proponia al príncipe de Luca; el Austria
negociaba por el infante D. Pedro. Algunos patriotas y
la masa del pueblo, descansando sobre su patriotismo,
la pureza de sus intenciones y las pruebas de un cons-
tante valor, rechazando todo convenio deshonroso á la
consecuencia desu independencia, sin influjo estrangero,
buscaban ansiosos una mano capaz de dirigir con tino
sus generosas disposiciones. Por último, como sucede en
las grandes enfermedades físicas, acontece en las políti-
ticas que se curan por medio de terribles crisis; así su-
cedió en Buenos Aires en los primeros meses de 1821.


El movimiento fué tan simultáneo como sangriento
para deponer las autoridades civiles, siendo de mas con-
sideracion en Buenos Aires, por la mayor escala de
poblacion y la reunion de los primeros corifeos de los
movimientos anteriores. Al fin, despues de un sacudi-
miento espantoso, de aquellos que produce el rencor po-
pular largo tiempo concentrado, nació la calma que sigue
siempre, como consecuencia de una gran tempestad.
Los hombres ilustrados depusieron sus pasiones, y la
administracion se depositó en los esclarecidos patriotas
D. Bernardino Rivadavia, D. Martin Rodriguez, D. Fran-
cisco Cruz y D. Manuel Garcia.


Estas personas estimables, que por sus destinos en
. diferentes comisiones fuera del territorio se hallaban
exentas de las prevenciones que siempre engendran las




-1;)2 -
facciones, se dedicaron con asiduo empeño á observar
sus males y á cicatrizar sus llagas, cuyo santo objeto
procuraron conseguir por medio de sabios reglamentos,
tomando por bases los principios siguientes:


« La organizacion federal del gobierno en sus detalles
debe ser obra de lo que manifieste la esperiencia, dese-
chando toda teoría, aunque sin salir de los límites de un
sistema representativo republicano. »)


Se declaró la inviolabilidad de las propiedades, la pu-
blicidad de los actos de la administracion, el olvido de
todas las disensiones pasadas, la tolerancia religiosa y el
restablecimiento del crédito.


La creacion de un Banco de descuentos en 1822 es uno
de los actos que mas honran á esta administracion, y que
mas útiles y beneficiosos han sido al país. Fué obra del
ilustre ministro ltivadavia.




- 403-


IV.


DE 1826 A 1846.


LAVALLE y EL EJÉRCITO LIBERTADOR.


En 1826, fué elegido presidente el esclarecido patriota
Rivadavia, que deseaba ardientemente llevar á cabo la or-
ganizacion delarepública. Por desgracia, el resultado no
correspondió á sus esfuerzos: triste es decirlo, pero el país
no estaba todavía preparado para las grandes mejoras
que él se empeñaba en realizar .. La Constitucion redac-
tada por el congreso general, convocado al efecto, encon-
.tró una viva oposion en los caudillos de las provincias, y
Rivadavia, que era un verdadero patriota, resignó el
mando y se retiró á la vida privada. Sucedióle provisio-
nalmente D. Vicente Lopez, que fué en breve reemplazado
por el coronel Dorrego.


« La presidencia nacional, ó mas exactamente el
hombre Rivadavia, dice el ilustre escritor argentino don
José Rivera lndarte, se revela en la historia contempo-
ránea por convicciones profundas, pero teóricas, por
una superioridad sobre los hombres de su época, sin
disfraz, y por consiguiente, irritante. Es un continuo en-
bayo de sistemas sociales de altura eminente, casi siempre




-']5i- -
desgraciados, pero que han dejado profundos surcos en
la sociedad argentina de enseñanza y de progreso. Hay
en ellos cosas que han caido por sí mismas. Otras tan
útiles y necesarias que todos los gobiernos se han visto
obligados á respetarlas. Han sido obra sublime del po-
der de la inteligencia sobre la fuerza bruta. Veinte años
de guerra y trastornos políticos no han podido destruir
los gérmenes que ella sembró, y que se reproducen bajo
los golpes incesantes de la hoz de la muerte. »


En 1825, el Brasil habia declarado la guerm á Buenos
Aires con motivo del ausilio que este' prestaba á los su-
blevados de la Banda Oriental incorporada al imperio en
1823. La batalla de ltuzaingó ganada por los ,atriotas
el 20 de febrero de 1827, á las órdenes del general ar-
gentino don Cárlos María de Alvear, obligó al emperador
don Pedro 1 á desistir de sus pretensiones; y por inter-
vencion y mediacion de la Gran Bretaña se firmó el 27
de agosto de 1828, una convencion preliminar de paz,
cuyos principales artículos garantizaban la independen-
cia de la provincia disputada, dejándola en libertad de
adoptar la forma de gobierno que creyese mas conve-
niente á sus necesidades é intereses.


EllO de diciembre de 1829, sublevóse en Buenos Aires
~.lUa division del ejército .que habia hecho la campaña
del Brasil, comandada por Lavalle (1). El gobernador
Dorrego y don Juan Manuel de Rosas, que ya entónces
figuraba ostensiblemente en la política, y era coman-
dante general de las milicias de campaña, huyeron á esta
última y llamaron sus parciales á las armas. Lavalle
los venció en Navarro, tomó prisionero á Don'ego, y




- Hlñ-
cometió el atentado de mandarle fusilar en el acto (2).
Rosas se asiló á la provincia de Santa Fe, volvió con el
ejército de esta provincia, y en breve alcanzó en Puente-
Marquez un triunfo completo sobre las fuerzas de su ad-
versario. Celebróse un tratado, y Lavalle se retiró á
Montevideo.


En 1830 rué Rosas elegido gobernador con facultades
estraordinarias y desplegó una conducta demasiado se-
vera. La supresion de la libertad de imprenta y de va-
rios institutos de enseñanza datan de entónces.


De 1833 á 1835, sucediéronse enel poder los generales
Balcarce y Viamont y el doctor don Manuel Vicente Maza.
Rosas fué reelegido con facultades estraordinarias, ,y
desde esta fecha no descendió hasta que lo derribaron
de la silla del poder. Por espacio de 17 años su voluntad
de hierro fué la llllica ley de la República Argentina.


En 1837, fundándose Rosas en una ley promulgada
diez años antes, queria que los fr~nceses prestasen el
servicio urbano como los naturales. Continuos vejáme-
menes por su parte, y continuas reclamaciones de los
agentes franceses, especialmente de M. A. Roger, obli-
garon al fin á la Francia á volver por su honor vulne-
rado; y el 28 de marzo de 1838 se declararon en estado
de bloqueo todos los puertos de la Confederacion Ar-
gentina.


En enero de 1839 Lavalle, que se hallaba retirado en
Merr,edes, lejos de la política y de los sucesos, fué invi-
tado por la. comision argentina que se formó en Monte-
video, para que se pusiese al frente de una cruzada que
se preparaba contra Rosas.




- ¡56-
Lavalle contestó al doctor don Florencio Varela, co-


misionado ad hoc, que mientras no supiese á fondo las
intenciones de la Francia, no empuñaria las armas para
ayudar á oprimir á su patria.


Las mas solemnes protestas y satisfacciones le fueron
dadas.


De resultas de esto, pasó LavalIe á Montevideo,
donde esperimentó muchas y gravísimas dificultades,
antes de verse en disposicion de realizar su intento. Al
fin el 2 de julio con 130 hombres embarcóse con direc-
cion á Martin-Garcia.


Desde allí escribia estos bellos renglones que reflejan


su alma heróica, su corazon tan patriota y americano:
11 ••• en cuanto á mí, Vd. me ve en un camino único-


el de la Patria, - y aunque todo el universo se conju-
rase contra mí yo iria á morir alli, porque así me lo
mandan mi deber y mis compromisos (1). )1


En Martín-Garcia encontrando nuevas dificultades en
los franceses para trasportar su pequeña division al Sur,
y viendo que la venida de Echagüe, general de Rosas,
al Estado Oriental, le dejaba libre el paso en Entre-
Rios, varió su primer plan que era ir á la provincia
de Buenos Aires, y dirigióse á la de Entre-Rios. Logra
desembarcar sin ser sentido, monta su division y se in-
terna á lo largo del Uruguay. El 22 de setiembre se en-
cuentra en el Yeruá con las fuerzas de la provincia,
mandadas por el gobernador Zapata, en numero de
1,600 hombres, que acuchilla- y destroza, teniendo él


(') Carta á don A.. Lamas datada en Martin Garcia el H! de julio
de 1839.




- 11'17-
apénas 400 reclutas, pero si gefes y oficiales escelentes.


V cncedor en el Yeruá, Lavane envió agentes y entró
en correspondencia secreta con varios ciudadanos de la
subyugada Corrientes, pueblo siempre enemigo de Ro-
sas (3), y el 5 de octubre de 1839, en varios puntos de
esta provincia estalló simultáneamente una revolucion
que se logró sin disparar un tiro.


La variacion del plan de Lavalle y el entusiasmo cau-
sado por la batalla del Yeruá, hicieron que muchos ha-
cendados del sur de Buenos Aires, siendo el principal
don Manuel Rico, y toda la juventud que residia en sus
estancias, l'eunidaá sus peones, precipitando la 1'evolu-
cion preparada de antemano, se levantasen contra
Rosas, al mando de Castelli, hijo del célebre patriota de
1810. Al instante reunieron como 1,500 hombres.
Pero por desgracia carecian de todo; y en vano se pu-
sieron de acuerdo con los buques franceses que vigila-
ban la costa; en vano por medio de ellos pidieron ar-
mamentos y gefes á sus amigos de Montevideo. Rosas no
les dió tiempo para organizarse.


Contando CastelJi con el coronel Granado gefe ene-
migo, que mandaba un cuerpo de veteranos en el Sur y
que fué infiel á sus compromisos, cometió el error de
presentar batalla en Chascomús el 7 de noviembre de
1839 con masas in organizadas y casi desarmadas á las
fuerzas de milicias, de indios y veteranos que el gober-
nador de Buenos Aires, apenas tuvo noticia de su alza-
miento, envió á las órdenes de su hermano Prudencio.
Ca:-telli fué completamente deshecho como era de espe-
rarse; pero es indudable que, sin la traicion de Granado.




- 158-
habria triunfado, y que ella fué la causa primera de su
derrota.


Vencidos los revolucionarios en Chascomús, los que
pudieron ganar la costa se embarcaron en buques fran-
ceses, siendo voluntariamente seguidos por mas de 800
gauchos. Llegaron á Montevideo y sin querer admitir la
hospitalidad que se les brindaba, sin descansar de sus
fatigas, embarcáronse de nuevo al cabo de diez dias con
direccion al Uruguay. Subieron hasta el Salto, camina-
ron de allí por esta costa á la altura competente, vadea-
ron el rio y se reunieron por fin á Lavalle en Corrientes,
en enero de 1840.


Ciertamente no comprenderá un europeo la magnitud
- del sacrificio que hacian los gauchos, al abandonar su
rancho y su parejero, para encerrarse voluntariamente en
un buque, donde se ahogan y sofocan acostumbrados á
la vida inquieta y vagabunda de nuestros campos, á la
inmensidad del desierto, al aire impregnado de trébol y
suaves aromas que se desprenden de las cuchillas ves-
tidas de 11ores. El movimiento continuo es unaneeesidad
tan vital como otra cualquiera para el gaucho, que vive
y se ha criado encima del caballo, desde la edad de tres
años, ó mas bien desde que nace hasta que muere. Mu-
chos hacendados de nuestra campaña, han sucumbido
en la última emigracion, no de miseria; no por las fati-
gas militares, sino por el camhio de vida, por la tris-
teza, por la postracion física y moral que se ha apode-
rado de ellos, al verse encerrados dentro de los muros
de Montevideo, sin un potro, para cruzar, libres como la
brisa que las perfuma, esas llanuras que divisaban á lo




- 459-
lejos, y dirigirse como en dias mas felices á sus pagos,
donde el mate les esperaba en la puerta del rancho, bajo
el Ombú, en la estancia vecina, así como el asado con
cuero en medio de la algazara dc una yerra, ó de viaje,
en el silencio de los campos, á la márgen de algun ar-
royo, bajo la sombra de los Talas y Sarandies ..•


Solo así se comprende fácilmente cuán insoportable
debe ser para el, gaucho,'aunque sea por algunos ins-
tantes, la inaccion á que se ve forzado dentro de un bu-
que, y el mareo que le quita las fuerzas, le espone á la
risa de los otros, y acaba por desesperarle si se prolonga
mucho tiempo. Solo aú se esplica la aversion instin-
tiva, involuntaria que profesa al mar.


Conviene recordar, ademas, que estos gauchos que tan
espontáneamente iban á buscar á Lavalle, eran los mis-
mos que diez afios antes habian peleado contra él en el
Puente de Marquez y en Navarro.


Algunos meses antes (julio de 1839) Echagüe, despues
de haber sometido á Corrientes habia invadido la Banda
Oriental, con un ejército de 6,000 hombres, que iba au-
mentando á medida que avanzaba; y el 29 de diciembre
de ese mismo año, aunque logró sorprender al ejército
Uruguayo en Cagancha, fué completamente batido por
la reserva de este, que se componia de 1,200 ginetes.
En esa batalla memorable los orientales pelearon uno
contra seis.


Alentado con este triunfo, en marzo de 1840 abrió
LavaUe su segunda campaña sobre Entre-rios, con un
ejército bisoño, compuesto como de 4,000 hombres, casi
todos de caballería. En esta provincia Echagüe con nue~




- 160-
vos refuerzos de Buenos Aires, habi.a organizado, des-
pues de su derrota en la Banda Oriental, unnuevo ejér-
cito que constaba de 2,000 caballos, 1,200 infantes y 10
piezas de artillería.


Entretanto las provincias de Jujuy, Salta. Tucuman,
.eatamarea y ll!: Rioja, al saber este suceso y los anterio-
res, se alzaron, se ligaron, y nombraron de generalísi-
mo, al general Brizuela, gobernador de la Rioja, hombre
que habia sido de gran vigor y prestigio entre aquel
gauchage,. pero que habia llegado entonces á inutilizar-
se enteramente y á embrutecerse con la bebida: copia-
mos literalmente estas palabras de un manuscrito que
tenemos á la vista.


EllO de abril de 1~40 Lavalle atacó á Echagüe en
don Cristóbal. Las cargas de sus escuadrones fueron tan
brillantes que en pocos instantes deshicieron completa-
mente toda la caballería enemiga. Echagüe protegido
por su artillería é infantería veterana, consiguió no sin
gran trabajo, situarse cerca del Paraná en el Sauce Gran-
de, entre la Bajada y Puntagorda.


La fisonomía característica de nuestras localidades,
y su conocimiento práctico han salvado muchas veces
á los que parecian enteramente perdidos. Situado Echa-
güe donde hemos dicho, en lugares escabrosos, sin ca-
ballería que le ausiliase, casi sitiado durante tres meses
por Lavalle, habria tenido al fin que sucumbir, si no
hubiera escojido la posicion tan ventajosa de Sauce
Grande, desde donde podia comunicarse con Buenos Ai-
res y pedir socorro. Los 700 hombres que le envió Ro-
sas, al mando de Ramirez, reanimando sus batallones




- Hl1-
abatidos les pusieron en estado de resistir con éxito los
ataques de sus adversarios.


El 16 de julio, Lavalle habiendo recibido ciento y
tantos vascos reclutados en Montevideo, armas, pólvora,
etc., atropelló con su caballería las posiciones de Echa-
güe. Fué rechazado sin pérdida notable, y se retiró á
Puntagorda, sin que Echagüe durante tres dias, le
siguiese ni saliera de sus zanjones. Esta fué la batalla
de Sauce Grande que se festejó en Buenos Aires como
un gran triunfo, cuando en realidad significaba bien po-
co, miéntras LavalIe, ausiliado por los franceses, embar-
caba en un convoy que pasaba por el ParanA, á la vista
del enerr,igo, su ejército compuesto de 3,400 hombres.


El proyecto de este era demasiado notorio para que
se escapase al general Pacheco, gefe de Rosas, que con
1,500 hombres, iba siguiendo el rumbo de los buques
por la costa occidental del Paraná, para privarles de ca-
ballos y ganados, é impedir el desembarco; pero Lava-
He, gracias al arrojo y decision de algunos de sus jó-
venes compañeros, en la noche del 10 de agosto,
consiguió montar una division, se puso á su frente .y se
dirigió al Tala. Pacheco venia en marcha con la idea de
sorprenderle. Era una noche estremadamente oscura,
y Lavalle al sentir la aproximacion del enemigo, mandó
hacer alto y que sus escuadrones, lanza en ristre, espe-
rasen á que se aproximára. El éxito mas brillante coro-
nó su audacia: la derrota fué completa; Pacheco perdió
allí la espada. y una de sus espuelas, indicio seguro del
terror pánico que le acometió.


Uno de los episodios mas bellos y dignos de inspirar




-1.62 -
á un bardo americano, una de las mas altas leccion.es de
devocion y patriotismo que nos ha legado esa juventud
her6ica, que ha derramado su sangre, y hecho toda cIa-
se de sacrificios, sin mas lauro ni recompensa que el
santo amor á la patrIa y el deseo de libertarla, es sin
duda la audaz empresa que di6 márgen á esta victoria;
empresa llena de abnegacion y sublime heroísmo.


Obligados á la brevedad por el plan que nos hemos
trazado, diremos en pocas palabras lo sustancial del he-
cho que, en nuestro dictámen, los recomienda al apre-
cio y consideracion de todos los verdaderos patriotas, de
todos los hombres de corazon que ven en la juventud la
esperanza y el porvenir de su patria. Debemos estos de-
talles á la bondad del señor don J. Maria Pelliza, jóven
Argentino, amigo de la libertad, soldado de Lavalle, que
ha peleado tambien por la defensa de Montevideo.


El 26 de julio de 1840 el general Lavalle hizo llamar
á los jóvenes del Norte (1) y les espuso la situacion
apurada en que se encontraba el ejército, preguntándo-
les si se sentian capaces á riesgo de su vida, de propor-
<;:ionarle caballos en la provincia de Buenos Aires. To-
dos contestaron que sí :-corria por sus venas la sangre
de los héroes de Mayo!


Una vez decididos, se embarcaron en una goleta, co-
mo con 250 hombres de tropa; y cuando estaban en el


(1) Con sincero placer consignamos aquí los nombres de esos
valientes: merecian estar escritos con letras de oro: don
JosÉ IRAÚLA, don GREGORIO GUERRico, don JosÉ MARIA PELLIZA,
don MARlA:<iO CAlIELINO, don PEDRO LA CASA, don MARIANO COJ,L,
y algunos otros jóvenes agregados, cuyos nombres ignoramos.




- ~6a -
costado de la Espeditive donde se hallaba Lavalle, este
los hizo llamar y uno á uno les habló en estos términos:
-Amigo mio, por la patria es preciso sacrificarlo to-
do ... es a.lta la empresa., pero grande en sus resultados ...
si como V. me promete, me da solo diez caballos, yo es-
taré con V. á las doce horas de haber llegado,. montaré
(!sos diez caballos, me haré de 500 y veremos qué hace
el tirano cuando me vea en la plaza de la Victoria ... Les
daré á Vdes. patria, si me proporcionan caballos l ...


En este lenguaje continuó hablándoles por algunos
instante sr y la uncion de sus palabras penetró de tal modo
en sus corazones, que todos salieron de allí resueltos á
morir ó á realizar su empresa.


Todavía, Lavalle, inundados los ojos de lágrimas, les
dijo al despedirse apretándoles la mano: Me parece que
no nos hemos de volver á ver .. -Si, mi general, contes-
taron ellos con acento varonil, con la confianza del que
conoce lo que vale y se siente fuerte y capaz de cum-
plir lo que promete.


EllO de agosto á las ocho de la noche llegaron al
puerto de Cabrera, y cada uno de los seis jóvenes que
mencionamos, con 30 hombres, se dirijió por distinto
rumbo á realizar su intento, ó á sucumbir si no le era
posible.


Fuertes partidas enemigas habian venido por la costa
Mechándolos y gritándoles las obscenas y sangrientas
pala~ras que forman el primer capítulo del Sistema Ame-
ricano, que ha inventado Rosas.


Venian á galope siguiendo la goleta para asesinarlos
cobardemente apenas tocasen en la orilla.




- 1b.i -
Figurá03 cual seria su situacion.
Las olas embravecidas ..• la noche lóbrega y tormento-


sa ... solos en la playa... con el sable en una mano y el
freno en la otra .. " hundiéndose hasta la rodilla en el
terrreno fangoso y lleno de cañaverales de la costa de
Cabrera . .• sin poder distinguir el camino. .• mientras
el enemigo á poca distancia los buscaba y tal vez se ha-
llaba á veinte pasos! ..•


Horrihle situacion!
Nos falta espacio, sino narraríamos ampliamente este


suceso con todos sus detalles, que son interesantí-
simos.


Despues de angustias y tribulaciones de todo género,
generosamente ayudado por los Casteses y San-Marti-
nes (hacendados del Norte) reunieron 2,000 c¡¡.ballos.


Lavalle por obstáculos imprevistos no estuvo en el
paraje señalado en el tiempo convenido.


En fin, el 4 de agosto, con la primera luz del crepús-
culo, pasaron á la isla del Baradero, y esa noche, á las
ocho y media pusieron en San Pedro á disposicioll del
gellerall,600 caballos y 800 vacas, habiendo quedado
sumergidos en los fangales de dicha isla, con algunos
soldados, 400 caballos.


Todo el ejército prorrumpió en vivas al verlos llegar:
al otro día bajó Lavalle, los hizo llamar y, vivamente
conmovido, les dirijió estas sentidas palabras: - Mis
amigos, la patria recompensará algun dia este impor-
tante servicio. Vds. han llenado su mision de ttn modo
que no esperaba. Es preciso que me sigan: con 50 como
Yds. nada mas, yo realizaria la empresa que me pro-




-16t> -
pongo.-Vds. han salvado al ejército, reciban por medio
de mí, el testimonio de su gratitud ..•


Al saber Rosas la derrota del Tala reunió activamen-
te las milicias del Sud y del centro de la campaña: llamó
las fuerzas veteranas de la frontera: formó entonces y
fortificó con 100 piezas y 4,000 infantes, su campamen-
to de los Santos Lugares, á 5 leguas de Buenos Aires.


A fines de agosto, la vanguardia del ejército liberta-
dor, deshizo con indecible facilidad en la Cañada de la
Paja, á 18 leguas de Buenos Aires á las fuerzas del cen-
tro de la campaña, mandadas por los españoles Gonza-
lez y Maestre, que huyeron al amago y sin pelear.


El 5 de setiembre, Lavalle, que habia marchado len-
tamente, procurando aumentar su ejército en el camino,
llegó á 7 leguas de la ciudad.


Son dignos de notarse los siguientes renglones de
una órden comunicada al ejército, al pisar la provincia
de Buenos Ayres: los tomamos de uno de los manus-
critos que tenemos á la vista:


(( Orden General del Ejército Libertador. - Cuartel
general en San Pedro, agosto 9 de 1840. - ATt. 4° ... ,
Sres. geres, oficiales y soldados dell!.)ército Libertador:
en estos dias se va á decidir la suerte de la República
Argentina y la de todos nosotros. Dentro de pocos dias
nos veremos bendecidos por 500,000 Argentinos y cu-
biertos de gloria, ó moriremos en los cadalzos del ti-
rano, ó arrastraremos una vida ignominiosa y miserable
en paises estrangeros, mientras su rabia se satisface en
nuestros padres, esposas é hijos, i Elegid, mis bravos
compafieros I Media hora de corage es bastante para la




- 166-
gloria y felicidad de la República Argentina, y pam
nuestra propia felicidad y gloria. El General en' Gefe
tiene una gran confianza. - Jo' LAVALLE.


Nunca Rosas se ha encontrado en situaclon mas apu-
rada. La Francia bloqueaba sus puertos: las provincias
se habian alzado· contra él: el general Paz en Corrientes
organizaba un ejército. El Estado Oriental se preparaba
para atacarlo: sus ejércitos completamente desmoraliza-
dos en el interior, huian sin pelear ante los libertadores:
nadie podia socorrerlo. El mismo Lopez que, desde Iejoil,
seguia la retaguardia de Lavalle, era tan impotente, que
habiendo atacado por tres veces á San Pedro, donde ha-
bian quedado los enfermos del ejército, fué rechazado
en todos por la escasa fuerza que lo custodiaba.


y Lavalle en estas circunstancias, no tenia mas que
estirar el brazo, para tocar con su lanza las puertas de
Buenos Aires!


Los masorqueros, cabizbajos y humildes andaban en
la ciudad abocánd03e con los que ellos llamaban sal-
vajes unitarios, disculpándose y ponjéndose en buen
lugar, - para que intercediesen con el vencedor.


El tirano mostró en esos dias cuán pusilanime y men-
guado es : apenas vió suspensa sobre su cabeza la espa-
da de la justicia se preparó para huir. Su equipaje donde
iba una immensa cantidad de oro, robada á los pueblos
que tiranizaba, á los unitarios cuyos bienes confiscaba, es-
tabaabonlo; un buque inglésle esperaba en el puerto; y es
indudable que despues de tantas bravatas hubiera huido
cobardemente, si Lavalle, penetrando audazmente en la
ciudad, hubiera prestado su apoyo y el prestijio de su




- ~67-
presencia á los que allí le esperaban; creemos que un
alzamiento espontáneo y eléctrico habria tenido lugar,
y acaso en los Santos-Lugares tambien.


Nos ha referido una séñora que, en esa época, se halla-
ba en Buenos Aires que era tanto el gozo por la llegada
del ejércíto libertador, que 10B amigos de la causa se
reunian secretamente en sus casas á felicitarse y brindar
por los triunfos y la entrada de LavalIe. Era tal el en-
tusiasmo, que muchos hombres llevaban un chaleco
celeste, hajo el punzó q'le se veian obligados á usar y se
quitaban desde que pasaban el umbral. Los viejos llora-
ban de placer, los jóvenes bailaban sin música ó con
guitarra en las piezas mas retiradas de la casa ••• en fin,
era una especie de alegria loca, de vértigo y delirio
indefinible.


Bien lo pagaron despues!
Se dice que Rosas lo supo, y que solo pronunció estas


palabras ;- Se alegran, eh? .,. Está bien ... mañana será
otro día.


La vanguardia del ejército del mas antiguo é impla-
cable enemigo de Rosas, se aproximó hasta divisar las
torres de Buenos Aires; pero de repente Lavalle, sin que
todavía se sepa bien el verdadero motivo, dió la órden
de retroceder. Su estrañaconducta ha dado orígen á mu-
chas suposiciones. Se ha dicho que fué para sorprender
á Lopez; se ha dicho que para reunirse á sus amigos del
interior y volver luego con fuerza competente. Se ha di-
cho tambien que Rosas envió un chasque con falsas co-
municaciones y que Lavalle engañado por ellas retroce-
dió. Lacasa, oficial de este último, que hizo con él toda




-1GB -
la campaña, y que ha publicado en el Nacional de Mon-
tevideo un notable trabajo sobre ella, asegura que cerca
de 12,000 enemigos venian por distintas direcciones á
cortarle el paso; pero sea de esto lo que fuere, el he-
cho es que retrocedió y que despues de su retirada tu-
vieron lugar en Buenos Aires las tristes escenas de que
tanto se ha hablado en América y Europa.


Lavalle se dirigió á Santa-Fe, cuya capital defendida
por alguna infantería y siete piezas de· artillería, tuvo
que rendirse el 29 de setiembre, quedando prisionera
toda la guarnicion junto con sus gefe y oficiales.


Las fuerzas que al mando de Garzon defendian á Santa-
Fe, áscendian á 500 fusiletos y 7 piezas de artillería.-
Las defensas de la ciudad consistian : en ocho parape-
tos que cerraban otras tantas calles que terminaban en
la plaza mayor: estos parapetos estaban foseados, y en
todos, menos en uno, habia una pieza de artillería. Las
azoteas principales de la plaza y la torre del Convento
de la ~Ierced, situado en una de las casas, estaban guar-
necidas de infantes; así como el :edificio del Cabildo,
que es una verdadera casa-fuerte. - En el radio de
una cuadra de la plaza las azoteas principales estaban
igualmente ocupadas por infantes enemigos, lo mismo
que la torre del convento de Santo Domingo. La adua-
na, otra casa casa fuerte distante dos cuadras de la pla-
za, tenia una guarnicion de 150 fusileros: bien defen-
dido este edificio era intomable; pero su defensa ais-
lada, no se ligaba con la de la plaza. .


El 28 de setiembre de 1840, el general Lavalle 01'-
denó al general lriarte que atacase la ciudad y la to-




- ~69-
mase en el dia, porque el campo que el ejército ocupaba
en Andino á dos leguas de la ciudad estaba exhausto
~e pastos; estos no se encontraban en una gran dis··


tancia y era urgente concluir la operacion para que
los caballos no se aniquilasen. Solo se esperaba el re·
imItado para marchar á los pastos y aguadas del Cha-
co. - La columna destinada al asalto de la ciudad
constaba de la division Vega 400 hombres de caba-
llería, la legion Mendez 200 hombres de caballería,
la legion, Salvadores 350 infantes y 4 piezas de ar-
tilleria. Total 1,000 hombres. - Los infantes y los ca-
rábineros de los cuerpos, que echaron pié á tierra para
el asalto, formaban el total de 650 hombres: 300 lan-
ceros, 100 de la division Vega, y toda la legion Mendez
permanecieron á caballo en reserva y de observacion.
Antes de romper el movimiento se envió á la ciudad
una mujer con una intimacion á Garzon, á la que con-
testó únicamente (1 diga le V. que tengo p6lvora y plomo.»
- En el momento á las 3 de la tarde, las tropas desti-
nadas al asalto se pusieron en movimenfo y entraron
en la ciudad sostenidas por 4 piezas de artillería, y ocu-
paron á viva fuerza algunas azoteas de que se desalojó
á los enemigos. Pero la noche se aproximaba, y se creyó
prudente diferir el ataque para el día inmediato, por
evitar el desórden de un asalto en medio de la oscu-
ridad y librar la ciudad de sus horrores.


El 29 se tuvo que esperar un refuerzo de 200 hombres
de milicias de Buenos Aires que el general Lavalle anun-
ció que iba á mandar. Todas las tropas destinadas al
ataque se subdividieron en pequeñas columnas de 200,


>1-




'- 170 -
100 Y hasta 50 hombres que se apostaron en las caIles
que afluian á la plaza; se ocupó el convento de la Mer-
ced, y se dió órden que, sin esperar otro aviso, las co-
lumnas atacasen á un mismo tiempo las trincheras al
toque de « á la carga.» Esta órden fué ejecutada puntual-
mente, y este movimiento simultáneo aterró al enemigo
que sufria ya Jos fuegos desde algunas azoteas de la
plaza, que se habian tomado de antemano á viva fuer-
za. - Toda resistencia fué inutil, atacados como se
vieron en todas direcciones en el mismo instante. El
Cabildo se defenuió mas tiempo, pero al fin cedió. Garzon
que estaba allí pudo retirarse á la aduana, cuya guar-
nicion capituló poco despues.


La permanencia en Santa-Fe, fué fatal al vencedor.
Esta provincia tan insignificante por sus medios mate-
riales y personales, ha sido sin embargo, en todos tiem-
pos el sepulcro de los ejércitos, relativamente numero-
sos y fuertes de Buenos Aires, que la han invadido; y
la razon es muy sencilla : todos los elementos de nuestra
clase de guerra son aIli negativos: suma escacez de ca-
ballos; poquísimo ganado vacuno y Janar; aguas salo-
bres é imp?tables, escasos y malos pastos. Los densos
bosques uel Chaco, que:empiezan á distancia dedos leguas
de Santa-Fe, y la morUfera yerba llamada mío-mio, que
los cabanos apetecen y los mata á las pocas horas de
haberla provado, son otras tantas causas de efecto tan
sorprendente para los que no conozcan tan poderosos
obstáculos, para los que no sepan que por ellos Santa-
Fe es un pésimo teatro de guerra para un ejército inva-
sor. Pronto podrá el lector apreciar la importancia de




- 47~ -
estas observaciones, cuando hablemos de lajornada del
Quebracho.


Rosas reconcentró sus fuerzas en Coronda, y puso
bajó las órdenes de Oribe el numeroso ejército de las
tres armas que reunia en ese punto, y tambien á Pa-
checo, de quien estaba descontento desde el desembarco
de Lavane.


En este estado se encontraban las cosas, cuando el
gobierno frances envió al Rio de la Plata á M. Angel
René Armand de Mackau, baron de Mackau, gran oficial
d.e la órden real de la Legion de Honor, vice-almirante,
comandante en gefe de las fuerzas navales de Francia,
empleadas en los mares de la América del Sud, etc., etc.


Este señor, condecorado con tanto titulo, llegó á
Montevideo el 23 de setiembre de 1840 y el 29 de
octubre del mismo año, firmaba á bordo de la Boulon-
naise el ignominioso tratado que, en el Rio de la Plata,
ha hecho su nombre sinónimo de traicion, como el de
Júdas lo es de perfidia en todo el mundo civilizado.


« El Estado Oriental, los pueblos y ciudadanos Ar·'
,yentinos, que tan principal papel representaron en el
drama del Rio de la Plata, han sido innoblemente ven-
didos en este desenlace, que preparó la política impró-
vida y desleal del galnnete francés.


(1 Un sentimiento unánime de indignacion, de que en
igual grado participan los Argentinos, los Orientales,
la crecida poblacion francesa de estos paises, y - pre-
ciso es reconocerlo -la marina misma, cuyo gefe celebró
el tratado que termina la cuestion, ha condenado seve-
ramente ese acto de ignominia, como contrario al honor,




- ~72-
á ·la dignidad y á los intereses materiales de la Fran-
cia, como un6/. traicion vergonzosa á sus aliados en el
Plata (1). »


La nota de nuestro ministro de relaciones esteriores
fecha 22 de octubre de 1840 (2) Y los hechos y razones
alegados por el autor del folleto citado prueban (cap. II
y I1I) que la alianza de hecho y de derecho existia entre
la Francia, la República Oriental y el pueblo argentino,
representado por el ejército del general LavaIle y la
emigracion de Montevideo: y el art. 3° del tratado en
que Rosas ofrece á los Argentinos proscritos amnistía,
olvido del pasado y garantías,es una amarga irrísion,
un lazo torpemente tendido, que ni siquiera tiene el
mérito de haber sido preparado con astucia; - la reali-
zacion de ese artículo nada menos importaba que en-
tregar á Rosas sus enemigos desarmados para que los
degollase á su satisfaccion.


Esto es en lo que respecta á los Argentinos, veamos en
lo que respecta á los· Orientales.


Por el arto 4°, Rosas debia de seguir considerando en
estado de absoluta y perfecta independencia (estúpida.
ironía, pues al ingerirse en los asuntos de nuestro pais
atacaba su soberanía) á la Republica Oriental sin per-
juicio de sus derechos naturales, toda vez que lo reclamen
la justicia, el honor y seguridad de la Confederacion
Argentina. Es decir - que podia Rosas en virtud de ese


(1) Sobre la Convencion, etc., foIl. de 120 pág., por el Dr. F.
VareIa.-Imprenta de la Caridad.-1840-pág. 40. .


(2) Documentos oficiales, etc., follo de 32 pago - Imp. del
N acional-1840.




- 173-
artículo (como lo hizo), desconocer nuestros derechos,
invadir y talar nuestros campos y ciudades, y degollamos
tambien, cuando la justicia, el honor y la seguridad
de la Confederacion Argentina, que, como todos sa-
bemos, eran su capricho y voluntad únicamente, así lo
exijiesen!


En vano el imbécil que firmó esa convencion, luego
que se vió interpelado por los mismos que traicionára,
ha querido sacudirse del fango de que se ha cubierto,
negando la alianza de la Francia con los Argentinos y
Orientales (1); pero aun cuando eso fuera así, por qué
relacion, por qué vínculo de los que conoce el derecho se
Ita creido obligada la Francia á incluir á la República
en el tratado que ha celebrado, si ella no era su aliada,
ó si lo era, cómo se ha tratado sin su participacion (2)?
Este dilema - que puede aplicarse á los dos pueblos -
con el que nuestro enviado el señor D. Andres Lamas
interrogó al vice-almirante, que nada contestó, reasume
tc.da la gravedad de los cargos, toda la mala fe é injus-
ticia de ese trafado.


A la verdad, es imposible leerlo sabiendo sus conse-
cuencias sin descargar una maldicion sobre el que lo
firmó. Mucho convendría que los pueblos americanos no
olvidasen esta leecion.


Por el artículo 1° de la convencion de 29 de octubre,
Rosas reconoció las indemnizaciones debidas á los fran-
ceses. rn poco de dinero, pues, y las serviles adulaciones
del tirano.y sus ministros, fueron sin duda lo único que


(l) Documentos oficiales, elc., pág. 13.
(1j Folleto citado en la misma pág.




- ~74-
obtuvo Mackau en pago de su ignominia: en pago del
alzamiento del bloqueo, de la devolucion de la isla de
Martin Garcia, repuesto el material de armamento que
tenia cuando fué tomada, y dos buques mas, con la
misma cláusula - como se convino en el art. 20 y
como se efectuó literalmente por el complaciente nego-
ciador (1).


Al leer los documentos de esa época, y al ver el modo
como los gabinetes europeos han considerado reciente-
mente la cuestion del Plata, casi creemos que j\lackau
no ha hecho mas que ejecutar las órdenes de su .qobierno,
como él mismo dice: .•. mon gouvernement, dontje n'ai
(ait qu'exü"¡tter les ordres (2). Pero así mismo, ( si
ellas leprescribian hacer lo que ha hecho, el almirante
jamás debió encargarse de una mision de deshonor;
debió imitar la conducta del señor Bau(Un, porque el
brillo que procuran los favores de una corte no borra
la negra mancha de una accion indecorosa (3). »


Los hechos por otra parte, debieron abrir los ojos á
1\1. Jfackau, al considerar que todavía flameaba sobre su
fragata una bandera parlamentaria cuando los Argentinos
y estranjeros eran degollados en las calles de Buenos
Aires: citaremos algunos - Nobrega súbdito portugues,
Gándara ingles, CIad ellas ahogado en un baul, Gonzalez
(D. Lucas) españoles, Varangot francés ... y anterior-


(1) Véase el tratado; se halla entre los documentos oficiales
justilicativos del folleto sobre la Convencion, etc.


(2) Documentos oliciales, etc., pág. 30. - Nota del baron de
Mackau al señor Lamas.- Cap. VIl!.


(3) Sobre la Convencion, etc., pág. 56.




- .75-
mente Bacle muerto por el mal trato que se le daba en
la cárcel, Buchi asesinado por la mas orca á mediados
del año 39, Dubué fusilado en Mendoza el 21 de agosto
de 1839 y los demas que cita Indarte en las Tablas de
Sangre: todos franceses!


Pero eso qué importabal Meses despues de su llegada
á Paris, Mackau fué nombrado ministro de la guerra.
En las dos cámaras sostuvo luego la validez de la con-
vencion del 29 de octubre ratificada por M. Guizot : mas
de una vez ha tratado de hacernos aparecer como pue-
blos semi-salvajes á los cuales solo conviene un gobierno
despótico como el de Rosas. - El señor Page, su digno
colaborador, ha escrito con este objeto sendos artículos
en la REVISTA DE AMBOS MUNDOS.


En cambio el señor Bellemare, salió exprofesamente
de Montevideo para ir á poner en manos de los diputados
la protesta que, con fecha 11 de noviembre, les diri-
jieron los Franceses residentes en Monteyideo - ya de
antemano el noble conde Dubouchage, en sus pregun-
tas (1) y el gefe del gabinete en sus respuestas, tácita-
mente, ignorándola, habian reprobado la conducta de su
plenipotenciario.


y mas tarde Odillon Barrot, de Siéyes, Billaut y 96
diputados que forman la lista publicada en el número
1219 del PATRIOTA FRANCES, así como el gefe del partido
legitimista, el elocuente Berrier, y el mismo Thiers que
en plena cámara (2) declaró salteador (brigand) á Rosas,


(1) Ses ion del Ui de julio de 1840.
(2) Sesion del Hi de marzo de 1844.




- ~76-
han demostrado la inutilidad, desdoro y torpeza de la
convencion de 29 de octubre.


A principios de noviembre Lavalle recibió en Calchines
la noticia de la convencion Mackau; y una sonrisa de
desprecio, indignacion é ira reconcentrada, pero pro-
funda, fué lo único que le arrancó. El 23 se presentó un
soldado prisionero del ejército libertador con pliegos
dirijidos á este último por Mancilla, comisionado de
Rosas: el de Mackau, M. Halley, llevaba la comision
de ofrecer indemnizaciones en Francia á Lavalle y á los
gefes escluidos en el arto 3° con tal que se adhiriesen
á él. ..


Lavalle y sus amigos rechazaron con desprecio las
ofertas que se les hacian : prefirieron morir peleando
como buenos á traicionar su causa.


El tratado Mackau hizo tanto mas daño á la revolu-
cion, cuanto algunos dias ántes, el 10 de octubre, á
consecuencia de haber el general Lamadríd sublevado
la Sierra de Córdoba así como el Norte con su repen-
tina aparicio n por la parte de los llanos de la Rioja, la
provincíay ciudad deCórdoba se habían levantado contra·
Rosas. La revolucion de la capital se verificó hallándose
dicho general á cinco leguas de ella en la Chacarrilla,
por aviso que dirigió á sus amigos de su aproximacion,
y de la intimacion que habia dirigido al gobernador
Lopez.


El21 de noviembre salió Lavalle de Ascochingas, á once
leguas de Santa-Fe, para reunirse á Lamadrid. Oribe
apenas tuvo parte de sus movimientos, emprendió su
marcha tra:; él con tropas frescas y bkn montada~.




- 477-
mientras los caballos de sus contrarios iban cayéndo-
seles por el camino, muertos de estenuacion; ademas
un gran convoy de familias trababa y retardaba su mar-
cha.


E12S logró Oribe alcanzarlos en el Quebracho, estan-
do desmontada la mitad de su caballería. Lavalle vióse
obligado á aceptar la batalla: (( El ejército enemigo dice
el señor Lacasa, constaba de 4,000 caballos, 2,000 in-
fantes y 10 piezas: El libertador de 3,000 caballos, 300
infantes y 4 piezas, pero de aquellos mas de 1,000 esta-
ban con el recado (montura) al hombro, asi es que en-
traron en línea apenas 2,300 soldados. » Despues de la
derrota retiróse Lavalle á. Córdova lentamente y sin ser
perseguido por Oribe.


Bien vengas mal si vienes solo: el 12 de Enero de
1841 poruna inconcevible incuria y descuido del coro-
nel Vilela, la division que mandaba fué sorprendida por
Pacheco, de noche, en Sancalá. Hé aqui lo que dIce La-
valle acerca de la empresa que le había encomendado.


« Esa preciosa columna la habia yo destinado á ocu-
par las provincias de Cuyo, donde á la sazon el fraile
Aldao no podia oponerte sino 800 á 1,000 hombres(I).


El general Acha operaba entretanto en San-Juan con
la inteligencia y arrojo que revela el siguiente parte ofi-
cial.


(( El general Acha al mando de la legion Brizuela, es-
(t) Carta del general LavalJe al general Paz datada en Salta el


3 octubre de 1841. - Nuestro amigo D. Andres Lamas ha tenido
la bondad de facilitarnos una copia de esta carta, de otra que le
habia franqueado el general D. Ignacio Alvarez.




- 478-
cuadron Paz, batallon Libertad y dos piezas de artillería,
conducia á distancia de 12 leguas la vanguardia del ejér-
cito. (De Lamadrid que iba á invadir las provincias de
Cuyo.)


« La vanguardia habia ocupado la capital de San
JuanJ el 13 de agosto y se habia montado perfecta-
mente. Empezaba á reunir lo necesario para auxiliar al
ejército, cuando apareció en .las inmediaciones de la
Punta del Monte una division enemiga al mando del ge-
neral Benavides.


(1 La Jegion Brizuela bajo la dir'1ccion del valeroso
jóven, teniente coronel, D. Crisóstomo Alvarez habia
salido en proteccion del coronelOyuela que huia en ese
rumbo.


« Al llegar á aquel punto se encontró con una y otra
fuerza reunida, ordenó la suya inmediatamente, las ata-
có y arrolló en todas direccioues. Un momento despues
se descubrieron los polvos del ejército de Aldao, que en
masa se acercaba á protejerlos. El general Acha entón-
ces, que con su columna seguia los pasos de Alvarez,
formó ~u línea y esperó á los enemigos que en número
de 2,200 circularon aquel puñado de valientes.


« En este dia tuvo lugar uno de aquellos acontecimien-
tos singulares en la historia. Nuestra division al empezar
el combate solo constaba de 450 hombres: sucesos impre-
vistos le habían arrebatado el resto de su fuerza, y hasta
sus dos piezas de artillería se habían inutilizado en los
primeros tiros.


(\ La sangre corrió durante ocho horas, y el campo de.




- 1.79-
Angaco quedó consagrado el 16 de Agosto por un su-
ceso inmortal, por mil rasgos de unheroismo ejemplar,
y por la mas espléndida victoria de la libertad contra la
tirania.


« El ejército enemigo fué completamente deshecho y
su infantería prisionera con todos sus bagajes y ele-
mentos de guerra .... »


Enseguida refiere Lamadrid la vuelta de Benavides
con nuevos refuerzos y la gloriosa defensa de Acha en
San-Juan, durante tres dias (que no transcribimos por
ser muy estensa), y concluye diciendo que solo capituló
cuando se le acabaron las municiones (1).


El general Acha capitul6 bajo la condicion de respe-
tarse las vidas. No obstante, despues que Benavides se
reunió á Pacheco, fué fusilado por su órden el 21 de se-
tiembre en el Desagüadero, y su cabeza clavada en un
palo en el camino que conduce á este rio, entre la Re-
presa de la Cabra y el paso del Puente (2).


La sorpresa de Sancalá, desbarató los planes de La··
valle y Lamadrid, que se retiraron á las provincias del
interior. El primero se dirijió á la Rioja y el segundo á
Tucuman. Brizuela no prestó á LavalIe la cooperacion
que debiera. En tanto, Aldao y llenavides invadieron la
Rioja : Brizuela nada, absolutamente nada hizo, hasta
que cayó en manos de los enemigos. A principios de
agosto, Lavalle pasó de la Rioja á Tucuman, mientras
Lamadrid se ponia en marcha hacia Cuyo; yel 19 de


(t) Parte del general Lamadrid impreso en el número 579 del
Araucano, periódico chileno.


(2) Palabras del parte de Pacheco á Rosas.




- ~80-
setiembre de 1841 en los campos de Famalla, el ángel
de la muerte coronó por segunda vez: con lauro dé victo-
ria las banderas de Rosas.


Se ha acusado á Lavalle por esta batalla y creemos
que sin razono El hizo cuanto estaba de ~u parte para
triunfar; pero la negra estrella que le perseguia, como
ha dicho La Casa, inutilizó todos sus esfuerzos. Cuando
llegó á Tucuman, un traidor (Ferreyra) encargado de
tenerle en ese punto caballadas y vaqueanos, estaba de
acuerdo con los enemigos. Oribe venia en marcha, y La-
valle tu\'o que salir inmediatamente de la ciudad, que
fué ocupada por Garzon .... Oigamos al mismo LavalIe :


« Dos dias medité profundamente sobre mi situacion,
y me resolví á atacar al ejército enemigo, siéndome
imposible caer sobre la parte mas débil en número que
era la guarnicion de la ciudad. Las razones porque
me resolví á dar esta batalla tan desigual, las espon-
dré si algun día se me hace cargo del resultado. (1) ))


Segun esa carta, no tenia él mas que 1,300 hombres
de caballería, 80 infantes y 3 piezas de á cuatro: el
ejército enemigo, 800 infantes, 6 piezas de campaña,
1200 hombres de caballería porteña, y 1000 santiague-
ños: de los cuales, descontando 200 infantes, 400 ca-
ballos y 3 piezas que habian quedado en la capital de
Tucuman á las órdenes de Garzon, siempre quedan
2400 hombres contra 1380: es decir, casi el doble,
sin contar la desventaja de la artilleria é infantería.
Solo así es que sabian ganar batallas los tenientes de
Rosas.


(1) Carta citarla al general Paz.




-1;j1 -
Cinco dias despues, Lamadrid fué igualmente ven-


cido en el Rodeo del Medio (provincia de Mendoza). Se
ha pretendido que aun contaba con fuerzas considerables;
pero segun resulta de los datos que el mismo general Re
sirvió comunicarnos en Montevideo en 1845, su reducido
ejército, era muy inferior al de Pacheco. Segun sus
apuntes, apenas llegaba á 1,150 hombres de las
tres armas, mientras el de Pachaco se componia de
2,000 infantes, 1,300 caballos y 13 piezas de artillería,
mandados por él y Benavides, segun el parte del mismo
Pacheco, publicado.


La batalla empezó á las 12 del dia 24 de setiembre,
con la derrota de toda la derecha enemiga y retroceRo
ue toQ.a su infanteria, que se habia estendido hacia el
ala derecha del ejército de Lamadrid. Por cerca de dos
horas estuvo decidida la victoria á favor de este último:
pero la escandalosa fuga de uno de ios gefes, rlespues
de haber desobedecido todas las órdenes que se le dieron
para que cargase sobre la izquierda enemiga, la decidió
al fin á favor de Pacheco.


Lamadrid entró á Mendoza á las 4 de la tarde de ei'·e
mismo dia, con 700 hombres de caballería, y se lamú
con ellos á atravesar la Cordillera.


En el corazon del imiemo, cu.ando cerrada entera-
mente por el hielo, corrian el riesgo de quedar sepulta-
dos bajo la lluvia de nieve que incesantemente cae en
esa épocu. A fuerza de amonestaciones y repetidas ins-
tancias, con gran trabajo cORsiguió Lamudrid que, á
algunas jornadas, se volviesen como 200 hombres. Ihan
á morir de hambre y de frio y no quería m,e valiente


1;




- 182-
veterano, que se sacrificasen alli inútilmente, cuando
podían aun salvarse y conservar su vida, para rendirla
mas tarde si él volvia, en el altar de la Patria.


Detengámonos un instante .... contemplemos á esa
pequeña, pero esforzada hueste que prefiere encontrar
digna tumba en la terrible Cordillera con su viejo adalid
á la cabeza, antes que doblar la cerviz al yugo. Séanos
permitido reproducir algunos versos que consagramos á
este hecho tan glorioso como memorable en un largo
canto titulado CRUZADA ARGENTINA.


Lamadrid .•..•.......
• . . . • . . • aUi vencido
Cual centella veloz despareció,
Entre los pliegues húmedos del manto
Que flota de los Andes en la espalda,
y corona, cual pálida guirnalda,
Las montañas que se alzan á sus piés :
Entre el mar de neblina, que á torrentes
En ondas de zafir, azul y plata,
De su nevada cumbre se desata
y en nubes convertido cae después.
Seguido de un puñado de valientes,
Lanzóse á atravesar la Cordillera
En el mes de setiembre, cuando era
El fria mas intenso y matador:
Cuando el invierno en su mayor cruéza
Cristalizando el aterido suelo,
.-\.le,·080 cncubria bajo el hielo
La senda del camino al viajador.




- ~S3-
Envano por do quier aterradora,
De sempiterna nieve inmensa faja,
Amagaba, cual fúnebre mortaja,
Tragarlos en su paso, al ronco són,
Con que el sonante casco de los potros
En la escarcha sus huellas imprimia ...
La nieve, aunque glacial, se derretia
Al calor de su ardiente corazon!
Adelante! decían, y á este grito
La atmósfera en redor se caldeaba,
y la sangre en sus venas circulaba,
y volvia su pecho á palpitar.
Adelante! decian : y sublime,
Disipando la niebla aparecía
La Argentina bandera, que se via
De cima en cima, rápida ondear.
La cataráta con su voz de trueno,
Con su áspero bramido los torrentes,
Con su murmullo el viento y las corrientes,
Con su lava el volcán atronador,
Saludándola en coro, con terrible
y salvaje harmonía estrepitosa,
Callaban á una voz cuando radiosa
La miraban pasar, mientra el Condor,
Sus resonantes alas sacudiendo,
A.I abatir su vuelo, con desmayo,
Cual silo hiriese repentino rayo,
Se posaba en el asta del pendon;
y sus fulmineos ojos enelavando




- 184-
En el Sol que en su centro relucia,
Con tremendo graznido se perdia
Del blanquecino espacio en la estension!


y ellos siempre adelante, y adelante!
Siempre adelante, con ardiente anhelo,
Resbalando cual témpanos de hielo,
Que furioso desprende el vendabal
De la cúspide azul del Illimani (1),
. Cuando el rayo, que pasa de carrera,
Va imprimiendo en su nívea cabellera
Sus fulminantes garras de metal.


Unos rodaban desde el alta cumbre
A los profundos senos de un abismo,
Yen su postrer, horrible parasismo,
Con sus trémulas manos, al caer,
En las grietas del hielo ansiosamente
Suspensos un momento aparecían,
y luego, dando un grito, se veían
Al fondo del abismo descender!


Otros rendidos, sin aliento cási,
Postrados por el hambre, por el frio,
Por las marchas continuas y el ímpío
Soplo del huracan abrasador,
Paraban el corcel, y reclinando
La cabeza en su cuello, - su bandera
Que se alejaba, - por la vez postrera
Contemplaban con intimo dolor!


(1) El ct'rro mas elevado de la cordillera despues del Sorntn.




_.- ~85 -
Hasta que yerta mano, por sus miembros
Cual serpeador reptil se deslizaba,
y sus nublados párpados cerraba,
y oprimia convulsa el corazon.
Hasta que helados, como estátuas mudas
Que un manto de verdura encubre leve,
Sepultados quedaban en la nieve,
O arrogantes encima del bridon !


y siempre, siempre airado el enemigo
Siguiendo sus pisadas incansable,
y rompiendo "la nieve con el sable
Para sacar sus víctimas de allí :
y enseguida, la punta del acero
Enclavando en su pecho inofensivo,
Deleitarse en las ánsias del que vivo
Conoce, al despertar, que va á morir!


y esta ferocidad atroz horrorizará mas al lector
cuando sepa que era un sacerdote el que azuzaba á los
veneedores para que no diesen cuartel á los vencidos.
Un obispo, Santo Dios! Jose Manuel Eufracio, obispo
de Cuyo, al que Rosas congratuldndole por sus justos
anatemas contra los salvajes unitarios, impíos enemigos
de Dios y de los hombres, le dice: que resalta la verda-
dera caridad cristiana, que enérgica y sublime por el
bien de los pueblo,~, desea el esterminio de un bando
sacrilego, feroz, bárbaro, etc., etc., etc. (1)


t( Este prelado se colocó al frente del gobierno de San
Juan y en ese doble carácter presidió á las honibles


(1) Oficio de Rosas á dicho obispo Gac.-5,483.




- f86-
escenas de fines de 1841 i allf, casi á su vista estaba cla-
vada la cabeza del valiente Acha; los enemigos de Ro-
sas huian vencidos y sin esperanza, y huyendo del puñal
que los amenazaba, caian entre los hielos de los Andes
que se desplomaban sobre ellos. Era un espectáculo
tremendo, y en medio de esta carnicería, delante de
eso:; desgraciados que luchahan con todos los rigores de
la fortuna y de los elementos, el obispo levantaba su
báculo gritando: - muerte '!I esterminio á los venci-
dos " ! ! (1) ))


Valerosos proscritos! en los Andes,
Teñida en vuestra sangre, habeis escrito
Con vuestra espada en moles de granito,
Gigantesca una página inmortal;
Que en ígneas letras en su cumbre un día
Mirarán vuestros nietos palpitantes,
Cual vió las tablas de su ley radiantes
El pueblo hebréo en Sinai brillar.


Al fin tras penas tantas, un sol puro
Rompió las densas nubes, y sereno
Entre las fajas del pendon Chileno
Con tibio rayo vuestra sien cubrió.
AMERICA os aplaude y dice absorta :
(( Modelos de constancia y fortaleza,
« Levnntád con orgullo la cabezB j
« Alta) muy alta, que os bendigo yó! »


Despuea de crueles padecimientos, quedando algunos
bajo la nieve, otros tullidos, otros sin piés y sin manos,


(2) Andres Lamas-Apuntes histórico •.




- '187-
llegaron en efecto á Chile á principios de octubre. La
mas generosa proteccion les fué acordada por parte del
gobernador de los Andes D. José Erasmo Jofré, el vecin-
dario de Santa Rosa, el gobierno de la capital, la comi-
sion Argentina, y el senor D. Dlpmingo Sarmiento.


El general Lamadrid, en sus apuntes, 10 recomienda
repetidas veces, al referir los importantes servicios que
hizo á él Y á sus proscritos compañeros desde que supo
su aproximacion. Los que conOcen al señor Sarmiento
saben que no es este el único título que tiene al apre-
cio de sus compatriotas y de los amigos del pueblo Ar-
gentino.


La travesía de los Andes, realzada por las circuns-
tancias que la acompañaron, merece ocupar nn lugar
alIado de los hechos de armas mas gloriosos, y no en vano
decia la comision Argentina al general Lamadrid en las
notas que le dirijió con fecha 19 de setiembre y 2 de
octubre de 1841-


( Mucho ha perdido la República Argentina,. mas Ir!
queda V. E.; le quedan sus valientes comparieros de
gloria,. le queda mas arraigado el odio á su bárbaro
tirano, le quedan los huesos de sus hijos sembrados en
los campos para recordarles que es preciso ser libres ó
morir como ellos, si se ha de llevar el nombre argentino
dignamente.


ce Hombres capaces de concebir y ejecutar tales pen-
samientos .~on dignos de la admiracion que inspiran, y
del lugat· que desde luego les reserva la historia para
recomendarlos á la posteridad como modelos de patrio-
tismo, de elevacíon y de grandeza. ))




- t~x-
Volvamo8 á Lavalle, 11 quien hemos dejado en Fa-


malla, completamente deshecho.
El enemigo persiguió por algunas leguas á los restos


del ejército , y con encarnizamiento al general en
gefe, que salió del campo de batalla como con 60 hom-
bres y se dirijió á Salta, donde llegó á principios de
octubre.


Lavalle, segun la carta citada al general Paz, habia
pensado hacer la guerra de recursos en Salta y no aban·
donar el territorio Argentino, sino en la última estremi-
dad; pero en ese punto, el 5 de octubre, los escuadrones
de flornos y Ocampos, no se sabe aun si espontanéa-
mente ó impulsados por algunos subalternos, manifesta-
ron su decidida voluntad de atravesar el Chaco, y diri-
jirse á Corrientes para incorporarse al general Paz. La-
valle supo esta fatal noticia por los mismos jefes; y en
la imposibilidad de contenerlos, los dejó partir. En la
noche de ese mi{lmo dia se les incorporó el coronel Sa-
las, los hermanos Camelinos, y algunos otros.


Este acontecimiento desbarató los planes de I,avalle,
(lile, con poco mas de 100 hombres se dirijió á Jujuy.


El 8 de octubre llegó á la ciudad á las 12 de la no-
che, y di~puso que se acampase su fuerza á distancia de
tres cuadras de ella en una quinta inmediata, y él con
Hila guardia de 8 hombres mandada por el teniente AI-
varez, su secretario D. Félix Frias, y su ayudante D. P.
La Casa se retiró al alojamiento que le tenia preparado
de antemano el gobierno de Jujuy.
E~ta confianza, este menosprecio de la muerte cuando


estaha eieJ'to que los enemigos venian siguiendo sus




- 489-
pisadas, prueban el temple diamantino de su alma y el
brio inquebrantable de su corazon magnánimo.


En la mañana del 9 de octubre, al amanecer, la casa
donde estaba Lavalle rué cercada por una partida de 25
Ó 30 hombres. Su ayudante vino á prevenírselo-J.avalle
le pregunto únicamente qué cIase de enemigos eran, y
contestándole La Casa que eran paisanos:


- Entonces no hay cuidado (respondió) vaya Vd.,
cierre la puerta y mande ensillar, que nos hemos de
aórir paso.


De allí á algunos instantes se oyó simultáneamente el
galope precipitado de algunos caballos y tres tiros.,;


Cuando entró La Casa y sus compañeros, el primer
patriota de la República Argentina ya no exisUa!


(1 Un profundo dolor reunió alrededor de sus restos
á la pequeña division y se acordó transportarlos á Bo-
livia. (1) ))


Cuando pasaron los primeros momentos de conster-
nacion, se colocó el cadáver de Lavalle atravesado sobre
un caballo, cubierto con su poncho. El general Peder-
nera se puso á la cabeza de la fuerza, y empezaron la
marcha.


No habian andado una legua cuando supieron que el
enemigo, por distintas direcciones, fraccionándose en
fuertes partidas, venia á cortarles el paso: pero ellos sin
desanimarse y atropellando cuanto se les ponia por de-
lante siguieron su camino.


A cuatro ó cinco leguas de Jujuy, el valiente y leal
teniente coronel Mancilla, se hizo cargo del cadáver; y


(1) La Casa-Nacionat citado.




-190 -
atacado y persego.ido continuamente, sin alejarse una
pulgada de él, estuvo tres ó cuatro veces por eaer en


• poder de los enemigos.
Pero la corrupcion empezó á apoderarse del cadáver


yen el temor que se les cayese á pedazos, .10 descama-
ron en Rodero, mas allá de Humahuaca, entre dos mon-
tañas, en una quebrada, á la márgen de mi riachuelo,
donde lavaron sus huesos ..•


Impulsados del vivo ¡nteres que nos inspira todo lo
concerniente á Lavalle, hemos tratado de informamos
de alguno que hubiese estado allí y hubiese visto con
sus ojos lo que nosotros hemos leido.-Felizmente, el
coronel Dannel, antiguo veterano que ha hecho toda la
campaña con Lavalle, que era su ayudante y ha acOID-
panado su cadáver hasta Bolivia, bondadosamente, con
la mejor loluntad nos ha referido cuanto podiamos de-
sear, y hemos visto con placer que su relato coincide
con 10 que ha publicado la prensa de Bolivia y Chile, re-
producido por la de Montevideo.


En la persecncion, nos ha asegurado el coronel Daimel
que estuvieron cinco y seis días sin comer: y cuando
al cabo de este tiempo obtenian un poco de maiz crudo
en las rancherías de los indios por donde pasaban, se
consideraban muy felices y 10 devoraban sin mas pre-
paraeion.


Los restos del cadá"er fueron depositados en la cate-
dral de Potosí.


Algunao partidas del ejército enemigo pasaron al ter-
ritorio Boliviano persiguiendo á los fugitivos. El general
Urdimenea, jefe de la frontera, les intimó que inmedia-




- 191-
tamente se retirasen so pena de tratarlos como á ene-
migos : Oribe furioso y despechado reclamó la estradi-
cion del cadáver; el noble jefe boliviano lleno de indig-
nacíon, ni siquiera se dignó contestarle. (1)


Si no hubiéramos sido tan sóbrios, tan sóbrios que
hemos apuntado únicamente los rasgos mas nota-
bles de cada suceso, segun nuestro modo de compren-
derlos, con gusto habríamos consagrado algunas pági-
nas á este virtuoso y digno soldado de Lavalle.


Son rarísimos 10H ejemplos de un afedo tan vehemen-
to y de3interesado,-de una fidelidad tan acendratla y
constante.


Mancilla era un indio, gaucho de los que en 1829 pe-
learon contra Lavalle á favor de Rosas. Perseguido mas
tarde por este último, emigró y apenas supo que su an-
tiguo enemigo iba á hacerle la guerra, se puso bajo
sus órdenes y desde que salió de Montevideo le acompañó
fielmente en todas sus campañas. Cuando se trató de
salvar el cadáver, se hizo espontáneamente cargo de él
y no lo abandonó por un solo instante: llegó á Bolivia;
depositó sus restos en lugar sagrado; constituyóse
guardian de ellos, y permaneció allí por mas de un año,
hasta que los condujo á Valparaiso con destino á la fa-
milia del General. En Valparaiso, donde hoy existen,
murió este leal y benemérito soldado.


Si algun dia la patria Argentina,-y ese dia ha delle-
gar-recoje los huesos de sus hijos dispersos en los cam-
pos de batalla, ó proscritos en suelo estranjero, y les


(1) Véase para mas amplios pormenores el articulo Rosas juz-
gado segun sus propios documentos.




- I:¡~-
alza UH monumento que eternice su memoria, aliado de
la urna del General Lavalle debe de colocarse la que
contenga las cenizas del Teniente Coronel Mancilla.


ee Si alguna vez ha dicho á propósito de Rutino Va-
rela un malogrado escritor, mártir de la ruda tarea que
se impuso combatiendo sin descanso á la tiranía; si al-
guna vez volvemo5 á esa patria viuda de sus mejores
h:jos, le llevarémos la urna que contenga cenizas tan pre-
ciosas, capaces de inflamar en fuego patriótico á cora-
zones de mármol. Cerca de ella irán á inspirarse los jó-
venes de una generacion venidera, mientras que noso-
trosla regaremos con nuestras lágrimas, la honraremos
con la religion de tan santos recuerdos, y con e~ olvido
de nuestras malas pasiones. (1) ))


Así se espresaba, euatro años antes de su muerte, el
infatigable escritor que ha cooperado mas que ninguno
eDil su inteligencia, al sosten de la causa de la civiliza-
don en el Rio de la Plata.-Pobre Indarte ! cuando es-
eribia e~a5 proféticas palabras muy lejos estaba de pen-
sar que en él empezarian á realizarse.


En efecto, en laórden general comunicada al ej(;rcito
Correntino el 4 de noviembre de 184.5, encontramos la
siguiente disposicion de su general en jefe, entónl!es,
don José, ~1. Paz:


" Art. 2" El general del ejército luego que la patria
.';~'l libre del tirano que la oprime, solicitará del gobier-
no ded{a;


1° Que los restos de don José Rivera Indarte sean
{raidos á su seno, y colocados con el honor corre.~pondiente


(1) Nac.-Núm, 629.




-In -
IÍ sus eminentes servicios en un monumento público. (1)))


Despues de Famalla y Rodeo del Medio, la heróicaju-
vcntud que componialos dos ejércitos libertadores, emi-
gró á los estados limítrofes y derramóse por la Repú-
blica Oriental, Chile, Bolivia y Perú.


Tomemos acta, antes de alejarnos con el.Ia de los
campos de batalla, y pongamos en paralelo la conduela
observada por los contendientes de una y otra comunion
política. Admiremos el heroismo, la lealtad caballeresca,
la clemencia y grandeza de alma, mayor en la adversa
fIue en la próspera fortuna, de los campeones de la noble
causa de la libertad argentina, tanto mas admirable
cuanto no hay crimen por nefando que sea, que no


, hayan cometido los procónsules del tirano en las mí-
seras provincias que han caido bajo su yugo. Hable
Corrientes, Córdoba, 'Tucuman, Catamarca, San Juan,
Mendoza. Los libertadores ni fusilaban, ni perseguian,
ni insultaban á nadie. Los seides de Rosas pasaban á cu-
chillo á sus prisioneros: Lavalle les devolvia los suyos
tomados en Santa Fe; Acha respetaba la vida de los que
se rindieron eu Angaco ; Varela (D. Rufino) defendia,
en una ciudad tomada por asalto, esponiendo la suya,
la vida de los que en el ardor del combate, puestos de
rodillas, clamando en vano misericordia, veian ya á una
pulgada de su pecho las bayonetas de sus airados ven-
cedores .... Ese mismo Varela que despues fué tan vil,
infame, y traidoramente asesinado, al ir á entregar á
Oribe con bandera de parlamentario á Garzon y demas
jefes prh;ioneros en Santa-Fe, que le vieron caer bajo el


(1) Como del Plata. núm. ¡¡3.




- 194-
puftál de un asesino, sin interponerse entre él y su li-
bertador : sin acordarse siquiera como militares, que su
honor estaba empeñado en que este volviese libreéileso á
dar las gracias al hombre generoso, que tan noblemente
habia roto sus prisiones 1


Por mas que se reflexione, ha dicho perfectamente el
señor La Casa, no se puede ver en los jefes y soldados
del ejército libertador mas que un grupo de valientes que
han buscado en toda la esten sion que se encierra entre
los Andes y el Plata, el sitio y el dia para cumplir su ju-
ramento de vencer ó morir por la libertad de su patria.
Si han perdido una cuestion '[Iotitiea en su derrota, han
ganado una cuestion moral con su constancia SiD par y
con su muerte her6ica.


En efecto, la pérdida que ha hecho la República Ar-
gentina en esta cruzada de jefes y oficiales distingui-
dos, muchos de ellos soldados de la guerra de la inde-
pendencia, es muy notable. Quisiéramos tener el tiempo
preciso, para leer detenidamente todos los partes ofi-
ciales y consignar aquí los nombres de esos viejos
guerreros Argentinos, que han puesto en la frente de
Buenos Aires una corona de laureles, arrancados en di-
versas regiones, peleando por la independencia ameri-
cana; y han venido despues á dejar sus huesos en los
campós de batalla sosteniendo los dogmas de esa teyo-
lucion inmortal.


En la imposibilidad de hacerlo cómo deseáramos,
añadimos algunos nombras que recordamos en este ins-
tante, á los nombrados anteriormente.


Maciel, tomado prisionero en la frontera de Corrien-




- ~90-
tes y fusilado por órden de Oribe: Vilela, despues de Fa-
malla: Crárnmer muerto en Chascomus : Manterola en
MachigaBta : Rojas, en Catamarca : Salvadores, en Men-
doza: Sardina, en Tucuman .•..


¿ y qué diremos de la bravura y arrojo de la juven-
tud que acompañó á Lavalle? No.hay mas que abrir los
periódicos de la época para encontrar en cada suceso,
feliz ó desgraciado, uno ó muchos rasgos de valor, eje-
cutados esclusivamente por ella.


y es digno de mencionarse que entre tantos nombres
distinguidos el de Alvarez es el maS notable.


Recordamos seis individuos de este nombre (y toda-
vía hay mas) que todos, menos uno, han sucumbido bi-
zarramente sin desmentir la nobleza de su raza.


D. Crisóstomo Alvarez, muerto en San Juan; el
Dr. don Francisco Alvarez, gobernador de Córdoba,
muerto en Angaco; don Zacarias AIvarez, jefe del es-
cuadron Maza, muerto en Sauce Grande; don Eduardo
Alvarez (hijo del general don Ignacio) muerto en esta
misma batalla; don Ignacio Alvarez, otro hijo del gene-
ral muerto en Famalla; Alvarez, teniente, uno de los mas
decididos defensores del cadáver de Lavalle.


Con la desaparicion de Lavalle consumóse la desorga-
nizacion súbita y completa de todos los elementos reu-
nidos y asestados contra la tiranía por el noble mártir
que acababa de morir.


En esa época un solo pueblo quedaba en pié: Cor-
rientes; pero Corrientes no hacia mas que seguir el im-
pulso que le habia dado anteriormente Beron de Astra-
da ; Corrientes como Montevideo, no ha seguido pe-




-- 196 -
¡eando despucs, sino por sostencr su independe.qcia y
empeñada en la lucha por compromisos anteriores; y
su principal conato como el de Montevideo, no ha sido
otro que el de salvar su independencia á todo trance.


Mientras la cruzada Argentina y la conflagracion que
pt'odujo cn toda la República, empezaron y acabaron con
Lavalle. Lavalle es respecto de ellas lo que el punto
céntrico de un círculo, respecto de las líneas que parten
de la circunferencia y vienen á confundirse en él. Si ha-
cemos abstracion de ese punto, las líneas mudan de po-
sicion y el círculo desaparece: Así, muerto LavalIe, se
apagó con todas sus consecuencias y resultados la re-
volucion que habia hecho nacer


(( El soplo de fuego que vida le dió. 11 (1)
Seriamos, sin embargo, injustos si no reconociéramos


con placer y orgullo que á pesar de todo: « La juventud
Argentina en la proscripcion, obligada d ganar el pan
con el sudor de su rostro, continuamente sobresaltada
por los infortunios de su patria y por los suyos propios,
/wstigada y aun injuriada por preocupacionés locales, y
por el principio retr6grado, sin estímulo alguno, ni es-
peranza de galardon, ha trabajado, no obstante cuanto
e.s dable por merecer bien de la patria y servir la causa
del progreso. Ninguna desgracia, ningun contratiempo
ha entiviado su elevocíon, ni quebrantado su constancia;
y aunque en distinta arena ha combatido sin cesar co-
mo los valientespatriotas con el fusil y la espada. (2)))


Sí, título grande y patriótico es sin disputa la lucha


(1\ Pacheco y Mitre.
(:2) E. Echeverria.- Ojeada retrospectiva, elc" pág. 66.




- ,197-
encarnizada y no menos gloriosa que la juventud Ar-
gentina arrojada de los campos de batalla, ha sostenido
despues por medio de la prensa en el hogar del estran-
jero. Sus robustos acentos han atravesado los mares, y
hoy, gracias á ella, sabe todo el mundo civilizado que en
la rivera derecha del Plata, hubo un monstruo, un de-
monio en forma de hombre que se llamó Rosas. Toda
la América del Sud COLoce los nombres de algunos de
esos dignos apóstoles, que llevan con tanto honor la
bandera del progreso. Ellos han demostrado con el con-
sejo y el egemplo que,


I( No solo es fuerte el que el acero esgrime
y sabe diestro fulminar las balas,
El que de fuego al pensamiento dá alas
Puede en la lucha descollar tambien! ,)


Así se han estrechado los vinculos que unen al pueblo
Oriental y al Argentino, y la libertad ha vuelto á encon-
trarlos juntos en el camino del honor y de la gloria, con-
tinuando la bella tradicion que nos legaron nuestros
padres al morir por la independencia Americana (4).


Tal fué el desenlace de esta revolucion, de este gran
sacudimiento social que conmovió hasta en sus mas
hondos cimientos á la república Argentina y los países
comarcanos. Cuna y orígen de los grandes aconteci-
mientos políticos que en estos últimoa años han llama-
do la atencion del mundo civilizado, hemos debido pre-
sentarlos, aunque rápidamente, con toda la conciencia é
imparcialidad de qne somos capaces. Los sucesos pos-




- ~98-
feriores se refieren á Montevideo, al Brasil, al Paraguay,
á Corrientes y al Entre-Ríos, estados y provincias con
las cuales se ha visto Rosas empeñado ántes y despues
en nuevas guerras hasta que una: cruzada universal pro-
movida contra él por el Brasil, aniquiló para siempre su
poder en Montecaseros, lanzándole á mendigar un asilo
del otro lado ue los mares.


NOTAS.


(1) Dé aquí los datos que hemos podido recojer acerca de las
campañas de Lavalle. Pocos generales habrán escrito con su
espada, una hoja de servicios tan gloriosa como la su!a. y sin
embargo que no la ofrecemos completa, y desconfiamos que algo
le falte, así mismo ella basta para calificarle de héroe.


El general D. Juan Lavalle nació el 16 de octuhre de ti97;
Entró á servir en 1812 ó 13, en el regimiento de granaderos á
caballo que mandaba el coronel D. J. San Martin. Los primeros
ensa!os militares del jóven Lavalle fueron en nuestro pais, contra
ArUgas en 1814 y 15; Y la primera accion de armas en que se
encontró, el combate de Arerunguá, en clase de alferez. Pasó
despues á Mendoza donde se organizó el ejército de los Andes á
las órdenes de San Martin; y en la batalla de ChacalJuco, el 12
de febreJo de 1817, Lavalle que ya era teniente del mismo regi-
miento, empezó á manifestar todo lo que debia esperarse de su
valor. Siempre en el mismo cuerpo, hizo en clase de capitan la
campaña sobre el Maule, ! se encontró en la sorpresa de Cancha
Rayada el19 de marzo de 1818. Asistió á la batalla de Maipú el
5 de abril del mismo año; y en ella, como en la de Chacabuco,
se distinguió como buen soldado. Despues hizo la campaña al
Sud de Chile á las órdenes del general Balcarce : correspondió á
las esperanzas que de él se tenían como valiente en el bloqueo de
Talcahuano y en diferentes combates de caballería, que tuvieron




- 199-
lugar durante aquella campaña. ~n agosto de 1820 se embarcó
con su regimiento, que hacia parte del ejércittl éspedicionario y
libertador del Perú mandado por San Martin. Se hall6 eH dife-
rentes combates, y tuvo una parte activa en la victoria del Cerro
de Paseo, sirviendo á las órdenes del general Arenales, que man-
daba una division que maniobraba en la Sierra. Promovido á
sargento mayor de su regimiento, fué poco despues, mandando
uno de sUS escuadrones, el héroe del combate de Rio Bamba, en
el que, varias cargas muy atrevidas que dió, decidieron la vic-
toria. En la accion de Pinehincha, Lavalle mandó, á las órdenes
del general colombiano Sucre, el contingente de caballería del
ejército de los Andes, y por su brillante comportacion en esa jor-
nada, en que tuvo buena parte, fué promovido á teniente coronel
de sn regimiento. Hizo tambien la desastrosa campaña de los
Puertos Intermedios; hallóse en Torata y en Moquéhua el 21 de
enero de 1823, dónde habiendo sido herido el coronel de su regi-
miento D. E. Necochea, se puso á su frente Lavalle, y combatió
con tanta tenacidad y bra'Vura que llenó de admiracion á los pa-
triotas y á los realistas. Sin duda fué alli, donde, protejiendo la
retirada del ejército, dió cuarenta cargas en un dia y medio. (Sar-
miento. - Vida de Quiroga, pág. 194.)


Despues de esta derrota se embarcaron en Sama las fuerzas
salvadas: « el buque que conducia los granaderos á caballo había
varado, de modo que rué preciso ti estos saltar d tierra, y atra-
vesar ti pié Y sin recursos, un grande espacio de arena en donde
corrieron el riesgo de perecer todos de sed; pero al fin, salvos se
encaminaban á Lima (Apunt. sobre la sublevadon del Callao de
Lima en 1824 por el general D. E. Martinez. - Como del Plata-
245,) No obstante que l\liller, en su magnífica descripcion de la
costa desierta del Perú, dice: (Memorias, tomo n, pág. 51) ... cerca
de cien cadáveres insepultos, esparcidos por la lúgubre mansion
del desierto, marcarán por siglos el camino que llevaron, y perpe-
tuarán el recuerdo de sus padecimientos. »


En 1823 regresó á Buenos Aires condecorado con el grado de
coronel, despnes de haber establecido en las campañas del Perú,
una brillante reputacion militar como soldado esforzado. En los




- 200 -
años de 18:!6, 27 Y 28 hizo la campaña del Brasil: mandó en el
combate del Yerbal; asistió al de Camacuá y al de ltuzaing6,
mandando siempre el regimiento de caballería, número 4, que él
habia organizado. Ya era coronel efectivo. Por su bello compor-
tamiento en Ituzaingó, como gefe de una division de caballería
á que pertenecia el número 4, fué promovido á la clase de coronel
mayor.


Emigrado á la República Oriental espedicionó sobre el Entre-Rios
en 1831 contra el tirano de Buenos Aires, pero tuvo que retirarse,
porque su empresa fué malograda. En 1836 se unió al ejército
del general Rivera, y se encontró en la batalla de Carpinteria,
que habiéndoles sido adversa, le obligó á emigrar al Brasil.
En 183i volvió á la República Oriental y peleó con su bravura
acostumbrada en la batalla del Palmar ...


Desde aquí se abre una nueva época, una nueva série de triun-
fos, de rasgos de valor y patriotismo, que empieza con su partida
de Montevideo y concluye con su muerte en Jujuy.


(2) Una de las dificultades, quizá la mas grande que se presenta,
al intentar hacer la apología y juzgar á los hombres contempo-
ráneos, es la multitud de eslabones que todavía los liganj al
mundo. La loza de la tumba cubre sus huesos; pero su nomhre
vivo y palpitante, sin el prisma de los años, se ha encarnado en
las creencias de la multitud, vive de su vida, y al mismo tiempo
que un bimno canta su apoteósis, un eco del infierno, compuesto
de todas las pasiones mezquinas que heredamos de Caín, le arroja
una maldicion tremenda. ¿De qué parte está la justicia? Merece
ó no la glorificacion ó la infamia?


La posteridad lo decidirá. Entretanto, cada hombre puede juz-
garlos segun le dicte su conciencia.


Podemos equivocarnos, pero en enanto á LAVALLE, tenemos la
conviccion profunda qué es digno de la mas alta y grandiosa
idcalizacion.


Fué un verdadero patriota y un noble mártir de su altas creen-
cias; magnánimo y generoso hasta en sus errores.


Sin embargo,' hay una mancha que empaña sus laureles .•. pero
él la ha lavado con su propia sangre muriendo por su patria.




- 20~ -
Creemos que la muerte de DORREGO fué un grande error poHtico
y nada mas. No es aquí el lugar de entrar en esplicaciones, pero
si Napoleon que era un genio, pudo fusilar al duque d'Engbien
(1804), qué estraño es que Lavalle se equivocase despues de la
revolucion del! o de diciembre, en una época tan azarosa como el
año 281 Y en fin, si en el cielo hay piedad y perdon para d
culpable que se arrepiente, por qué en el mundo impío no ha de
haberla para aquel que, si comete un crímen, tiene la nobleza de
confesarlo, y apenas conoce el mal que ha hecho, cruza los
brazos, baja la cabeza, y, vertiendo sincero llanto le dice con el
acento del dolor: juzgadme! Cnando espia su falta con largos
años de sacrificios y patriotismo, cuando cae sin vida al pié de
la bandera de la civilizacion peleando contra la harbárie y la
tiranía? ...


Involuntariamente nos olvidamos que escribimos una nota.
(3) El heroismo de Corrientes es admirable. Seis veces ha sido


invadida: y cuando no se ha ceñido de laureles, ha caido peleando
valerosamente. En la primera invasion (marzo de 1839) fué de-
gollada mas de la mitad de su ejército en la batalla de Pago-
Largo. En la segunda (enero de 18"10) Lopez llega hasta el rio
Corrientes, en busca de Lavalle, y retrocede espantado al no ver
una sola persona en un radio de muchas leguas; tan espantado,
que ni siquiera se detiene en Entre-Rios, sino que repasa el Pa-
raná y se vuelve á Santa-Fe. En la tercera (octubre de 18iO)
Echagiie, que la habia invadido creyéndola indefensa, la abandona
precipitadamente, al encontrarse con un ejército débil en nú-
mero, pero fuerte en disciplina y entusiasmo, organizallo por
Paz. En la cuarta (setiemhre de 1841) destroza completamente
en Caa-gua¡;ü el :l8 de noviembre al ejército de EchagÜe. En la
quinta (enero de 1813), á consecuencia de la batalla del Al"royo-
Grande, es sometida de nuevo: - pero muy pronto los Mada-
riagas, vuelven del Brasil en donde' estaban proscritos, enar-
bolan su bandera y la libertan de sus opresores. Y en la sexta
(fehrero de f846) reduce á la última estremidad á Urquiza, que se
le escapa de entre las manos, grarias :í la superioridad (11' SllS
cal,~Il~das.




- 202-
(4) Desde los primeros combates de la guerra de la Indepen-


dencia los nombres de Orientales y Argentinos han dividido los
laureles y los infortunios, en aquella lucha inmortal.


La sangre Oriental y Argentina se encuentra mezclada, en una
misma fila, desde 1810, en las orillas del Plata, del Uruguay y del
Paraná : y despues en los cien campos de batalla que se han
abierto al pié de los Andes en aquella guerra de titanes.


Este magnífico recuerdo de gloria nacional, está consignado en
una de las calles de Montevideo: el documento oficial de esa
nomenclatura, uno de los mas bellos timbres de su autor, el señor
D. Andres Lamas, lo espresa con las siguientes palabras: - -


••••• « L08 Andes han visto abrirse ti sus piés, desde la cuesta
de Chacabuco hasta las faldas del Chimborazo y del Cordonkanki,
108 ma.s gloriosos campos de batalla de la guerra de la indepen-
dencia Sud Americana. En ninguno de ellos dejaron de bdllal'
las espadas deZ Rio de Za Plata, y en muy pocos las de Su márgen
Oriental. » (Nac. - Núm. 1335.)


Los Orientales, en efecto, asistieron á ese grandioso drama, no
solo como soldados, oficiales y gefes de los ejércitos Argentinos,
sinotambien formando un cuerpo especial. El batallon, número 9,
que salió de Buenos Aires para el Perú en 1814 al mando del
coronel D. Manuel Vicente Pagola, y que sostuvo tan dignamente
el honor de las armas republicanas, era compuesto totalmente dc
Orientales.


Mas tarde en Ituzaingó, Juncal, Yerbal, Bacacay, Vallés y tantos
otros combates de gloriolo recuerdo,~ Argentinos y Orientales
pelearon reunidos bajo un mismo pabellon, ya acariciado por la
brisa de la victoria, ya despedazado por el aliento abrasador de
la metralla.


Decimos que pelearon reunidos bajo el pabellon Argentino, por-
que aunque en 1825 el general Lavalleja desembarcó con la
handera tricolor de 1815 y 16, fué suprimida poco despues : y
basta el 18 de diciembre de 1828 no tuvimos otra bawlera que la
Argentina (Véase elDiario de sesiones de la H. A. COIlstituyentt>,
número 1.2, tomo 1, pág. 1.01), en que la nacional fué creada por
ley especial de ese dia.




- 203-
y en fin, en toda la pre8ente guerra se han visto mezclados 108


nombres Argentinos con los Orientales en la lucha santa, en que
la paciencia y el valor se han puesto ti prueba. Junto al nombre
del general Rivera se alza el del general Paz: al lado de los de
i1fedina, Aguiar, Luna, Silva, Flores y otros, se encuentran el del
ministro Pacheco y Obes, Baez, Olavarria, Hornos y otros en el
ejército en campaña. En el de la capital: esos mismos nombres
Orientales y Argentinos se confunden, y en el día que la poesia
distribuya sus coronas, y vaya cantando las victimas que muf'Íeron
en defensa, de esta tierra, encontrará repetidas ocasiones de decir,
que si un dia cayó valiente D. Guillermo Aguiar, no menos bravo
cayó en otro el esforzado D. Prudencio Torres. (Apuntes Histó-
ricos del sitio de Montevideo por D. F. Wright, pág. 244.)


iII!!! .... 9




v.


ROSAS Y SU SISTEMA .
.. 1 ..


(Publicado en la ILUSTRACIO~ de l'rladrid el5 de julio de i81)1.)


¿ Quién es Rosas? ¿Qué representa? ¿ Qué se propone!
Sus parciales de América y Europa le pintan como un


genio que domina los acontecimientos, los hombres y
las cosas, como el único eminente politico, capaz de
regir la República Argentina y labrar su felicidad.


Sus enemigos, que no son pocos, le niegan hasta las
mas insignificantes cualidades.


Entrambas opiniones son erróneas á juicio nuestro,
y vamos á probarlo, dando á conocer los medios de que
se ha valido para llegar al poder y vincular la dictadura
en su persona. Su famoso sistema americano, al que
plumas ignorantes ó engañadas, venales ó serviles, tan
torpes é inmerecidos elogios tributan, aparecerá en toda
su repugnante desnudez, reflejado en algunos de sus
propios documentos públicos, insertos en los periódicos
de aquel pais y muy principalmente en la Gaceta mer-
cantil de Buenos Aires, el órgano oficial de Rosas y su
jauría de dogos carniceros.


Aun asimismo desconfiamos que se dé entero crédito
á nuestras palabras. Tantos y tan incrcibles ROn los aten-




- 20lS-
tados, las aberraciones y los crímenes de ese hombre.
funesto, que en nuestros dias ha alcanzado una triste
celebridad, porque dotado del genio del mal y favorecido
por circunstancias especiales, representando una farsa
horri~le , ha sabido imperar despóticamente por espacio
de veinte años en el Rio de la Plata, y hace diez,- desde
la famosa cuestion con la Francia, - ocupar vivamente
la atencion del mundo civilizado.


Rosas no es un hombre vulgar; al contrario, su volun-
tad de hierro, su energía y perseverancia, encaminadas
al bien hubieran labrado la felicidad de su patria; pero
con sus resabios de gaucho malo (1) con su poca ó nin-
guna instruccion , con su ferocidad inaudita, no es otra
cosa que la encarnacion viva del principio retrógrado,
estacionario y estéril del régimen colonial, en pugna con
el progresista, regenerador y fecundo proclamado por la
revolucion de 1810: es la personificacion mas alta del
caudillaje, de esos cacipzgos que han surgido de la
anarquía y que mantienen á la América en lucha eterna
y en un estado comparable solo con el de los mas atra-
sados pueblos del Asia: es, en suma, la sintesis mas
completa de los odios de raza, de los instintos ciegos ~
feroces, estúpidos del salvaj e contra todo lo que sale de
la esfera de sus hábitos y preocupaciones; del predominio
de la fuerza bruta sobre la inteligencia; del desborda-
miento de todas las malas pasiones que han despertado
y embravecido, en la mitad del continente americano,
los abusos y males inherentes á los gobiernos coloniales,


(1) Los gauchos son los habitantes de la campaña, y los malos
los que se han distinguido por sus delitos.




- 206-
las ambieiones de los eaudlllos , la profunda ignorancia
de las masas, los estravios de los partidos, los intereses
eneontrados de cada localidad, y la relajacion de los
vínculos sociales por la guerra civil.


No hay un solo hecho de la vida pública y privada de
Rosas que no tenga su esplicacion satisfactoria en alguno
de esos antecedentes.


Los estrechos límites á que por fuerza tenemos que
sujetarnos, no nos permiten entrar de lleno en su análisis,
ponerlos de relieve con todo el detenimiento que merecen.
Entonces probariamos las muchas inexactitudes y errores
en que han incurrido é incurren diariamente los que
pretenden esplicar nuestros fenómenos-politicos y sociales
por sus ideas y teorías europeas. Detrás del Altántico
hay otro mundo moral,- campo vastísimo é inesplorado
por la ciencia, - que está aguardando un observador
inteligente que penetre en él y revele á la Europa atónita
el secreto de la actual sociedad Hispano-Americana, el
desarrollo de su vida, el choque , la asimilacion y
absorcion mútua de los elementos heterogéneos que
hierven en su seno, y mas que todo eso, la marcha fatal,
inevitable, de sus diversas razas hácia la unidad de
creencias. leyes y costumbres, en medio del combate
tenaz y á muerte de las ideas con las bayonetas, y de
la civilizacion y la libertad contra la barbarie y la tiranía.


Concretándonos por ahora al Rio de la Plata, ¿ nada
dice, nada enseña la desesperada cuanto gloriosa resis-
tencia de Montevideo, que en ocho años de asedio ha
resistido heróicamente á la fatiga, al hambre, á la miseria,
prefiriendo hundirse entre ruinas como Su/!unto y




-:207 -
l\umancia, antes que doblar la rodilla al opresor de los
argentinos? ¿ Nada dice, nada enseña el armamento
voluntario de esos millares de estrangeros , españoles ,
franceses, italianos, ingleses, comerciantes, artistas, ó
artesanos honrados y laboriosos, que abdican hasta su
nacionalidad (1) y prefieren la muerte en las murallas de
Montevideo, al reposo, al bienestar y quizá la fortuna en
Buenos Aires? ¿ Nada dicen, nada enseñan las perdu-


(1) Los estrangeros no habian pensado en armarse hasta que
Oribe espidó una circular el f o de abril de 1843 á los cónsules
residentes en Montevideo, en la que se mostraba dispuesto á no
respetar sus propiedades ni sus vidas. Cuando nos ocupemos de
la defensa de la plaza sitiada, insertaremos ese documento ini-
cuo. Con este motivo, mas de mil españoles y seis mil franceses,
ingleses, italianos, etc., se reunieron espontáneamente y acudie-
ron al gobierno pidiéndole armas, y el gobierno accedió á su
deseo. - Un cónsul vendido d Rosas y el celebérrimo almirante
M. Massieu de Clainal levantaron su voz oficialmente y decla-
raron que los que tOfflalen las armas perdian 8uciudadania, 11 no
serian mas protegidos por ellos ni por su rey. Los franceses que
solos pasaban de 4,000 hombres, no se arredraron por eso. El
cónsul y M. de Clairval intrigaron de mil modos, y hasta tuvieron
la impavidez de convocar á todos los gefes de estaciones navales,
ministros y cónsules estrangeros para recabar por la fuerza el
desarme de las legiones y obligar al gobierno legal de la Repú-
blica á capitular con los invasores. Todas sus amenazas y ten-
tativas se estrellaron en la d.ecision de sus compatriotas. El almi-
rante despechado exigió que los franceses uo usasen en adelante
la bandera ni las insignias de su nacion; duro sacrificio al que,
despues de una porfiada resistencia, se prestaron los legionarios.
El gobierno en gratitud los declaró nacionales, y les concedió
todos los derechos y franquicias que gozan los hijos del país. Este
solo hecho demuestra bien cual era la guerra que hacian Rosas y
sus tenien tes.




- 208-
rabies guerras de Rosas con las provincias de la con-
federacion y los estados vecinos? Lo mismo con Entre-
rios que con Corrientes, lo mismo con la Banda Oriental
que con el Paraguay, lo mismo con Bolivia que con el
Brasil? ¿ Nada dicen, nada enseñan, en fin, sus eternas
disputas con los gabinetes europeos, y las continuas
reclamaciones de estos en favor de sus súbditos, de los
pactos infringidos y de las promesas que el traidor gaucho
viola descaradamente tan pronto como los ministros
estrangeros le vuelven las espaldas? ..


Ante la lógica inflexible de los hechos callan los
sofismas de la impudencia y la calumnia: elij an nuestros
lectores: ó todos esos pueblos y hombres se engañan y
son unos perversos. ó Rosas es un déspota ambicioso,
sanguinario y feroz, con el cual no pueden entenderse
ni propios ni estraños. Mas adelante les probaremos que
esta segunda hipótesis es la única verdadera.


¿ Cómo conquistó ese hombre su posicion, cuáles
fueron sus antecedentes politicos?


Hijo de una familia distinguida, cuando todavía no
contaba veinte años, escapóse ó fué espulsado de la casa
de sus padres á consecuencia de su mala conducta, y
anduvo errante largo tiempo en las estancia3 (1) y
desiertos de la República Argentina y de la Banda Oriental.
En esa vida errante y vagamunda contrajo estrechas
relaciones con los gauchos y los indios, se" familiarizó
con sus usos y costumbres y adquirió cierta celebridad
entre ellos por su destreza en el caballo, por su liberalidad


(1) Posesiones rurales destinadas al pastoreo, matanza de los
ganados, etc.




- 209-
Y su aire de maton. Luego, favorecido por don Luis
Donego, á quien mas tarde declaró salvaje unitario y le
confiscó todos sus bienes en pago de los beneficios que
le debia , lo mismo que al doctor don Vicente Maza, se
encargó de la administracion de una de sus estancias y
estableció en ella una especie de feudos ó colonias militares,
prestando el mas decidido apoyo á sus antiguos com-
pañeros de glorias y fatigas. Tal fué la base de su influjo
y preponderaneia en la provincia de Buenos Aires.


No bien Rosas se conceptuó con algun prestigio, intrigó
para que se formase un escuadron de milicianos com-
puesto en su totalidad de los gauchos ó peones de su
establecimiento, y gracias á los disturbios de la época,
su idea encontró benévola aeojida cerca de las autoridades.
Creóse el escuadron que se llamó de Colorados del monte,
y Rosas no descansó hasta que le nombraron su
comandante.


En 1820 aparece su nombre por primera vez en la
escena política: á presencia de los ejércitos de Buenos
Aires y Santa-Fe se compromete á entregar CI;XCUENTA
MIL cabezas de ganado á la segunda, empobrecida y
aniquilada per la guerra civil: hace aparecer esta oferta
como un donativo suyo, y luego por medio de un ardid
que no carece de ingenio, arranca al gobierno cincuenta
mil duros, pide auxilio de hombres y caballos para
facilitar la saca y transporte de los ganados, y á fuerza
de astucia y maña se proporciona las 50,000 cabezas á
espensas de los demas estancieros, y sin sacrificar él ni
una sola res de su establecimiento, sale airoso de su
compromiso) gana DOSCIENTOS MIL DUROS en este




- 2~O-
escandaloso negocio, y adquiere amigos, influencia y
popularidad en la provincia de Santa-Fe, una de las mas
belicosas y valientes de la conrederacion.


Las frecuentes depredaciones de los salvajes de la
Pampa y el Chaco le habilitan para proponer poco
despues al gobierno una especie de transacion que él
llama negocio pacífico , y que se reduce á pagar á los
indios un tributo anual, en dinero, licores, mantas etc.
El artero gaucho conoce á todos los caciques, responde
con su cabeza de su fidelidad , y el gobierno alucinado
por sus protestas, pone en sus manos este poderoso medio
de centuplicar su fortuna, su influencia, su popularidad.


Al espirar el alío 28, Lavalle, gefe de una divisiondel
ejército que hizo la campail.a del Brasil, se subleva contra
Dorrego (hermano de don Luis) gefe del partido federal,
y entonces gobernador de Buenos Aires; le bate en
Navarro, le coge prisionero y comete el desatino de
mandarle fusilar en el acto. Rosas que se encontró en la
batalla y que ya era comandante general de las milicias
de campaña, en vez de prolongar la resistencia, como
pudo y debia, ó cobarde ó aleve, huye y va á asilarse á
Santa-Fe.


Hombres oscuros del partido federallevantan labandera
que Rosas ha dejado cubierta de lodo y sangre en los
campos de Navarro, y luchando con idomabte arrojo
triunfan en la Guardia del monte y en las Viscacheras ,
obligan á retroceder á Lavalte que' marchaba victorioso
sobre Santa-Fe, y organizan la resistencia, en términos
que al presentarse Rosas con el ejército de aquella pro-
vincia,dominaen casitodala de Buenos Aires. Líbrasepor




-2H -
fin una batalla campal en Puente-Marquez y la victoria
se declara á su favor.


Lavalle puede luchar aun; pero se decide á deponer
las armas, prévia una convencion de paz que su enemigo
viola enseguida con insigne mala fe. (1)


En 1830 se hace Rosas elegir gobernador .•. manifiesta
que no puede gobernar sin facultades estraordinarias, y
se las conceden. Publica un programa del que todos se
rien: á los pocos dias prende y fusila sin forma de proceso
á Cox, á Molina , al mayor Montero y á otros muchos.
Suprime la libertad de imprenta, declara abolidos varios
institutos de enselianza , se avoca algunas causas crimi-
nales, y las falla segun su capricho; inicia la pretension


(1} El articulo VII de la convencion dice de este modo:
"Niltgun individoo, de cualquiera clase y condicion que sea,


será molestado ni perseguido por su conducta ú opiniones polí-
ticas anteriores á esta convencion: las autoridades serán inexo-
rables con el que de palabra Ó por escrito contr:iVenga á lo esti-
pulado en este artículo.


Yel cartaginés Rosas no bien subió al poder, publicó el si-
guiente decreto:


Art. 10 Todo el que sea considerado públicamente como autor,
fautor ó cómplice del suceso de 10 de diciembre (la subl.evacion
de Lavalle contra Dorrego) ó de alguno de los grandes atentados
cometidos contra las leyes por el gobierno intruso que se erigió
en esta ciudad aquel mismo dia, y que no bubiese dado, ni diese
de liD! en adelante pruebas inequívocas de que mira con borror
tales atemados, será castigado como reo de rebeJion. ,.


Siguen otras amistosas advertencias por el estilo.
Ambos documentos se encuentran en la Recopilacion de leyes


y decretos promulgados en Buenos Aires, etc., tomo 1I, pági-
nas 972 y U07.




- '212-
estúpida de que los estrangeros presten el servicio militar
como los hijos del pais; espide un decreto sobre estámpas
y libros prohibidos, y le da un efecto retroactivo, man-
dando despedazar y quemar en la plaza de Buenos Aires
cuadros y obras, como el grupo de las gracias y las ruinas
de Palmira; y por último, fomenta las divisiones intes-
tinas de los caudillos de las provincias, para deshacerse
de los que le eran desafectos, para mediar en sus con-
tiendas, y establecer su imperio sobre la desunion y el
abatimiento de todos.


Todas estas arbitrariedades, violencias, amaños tí m-
trigas empiezlI.Il á conmover los ánimos, á esparcir el
terror; familias enteras emigran de Buenos Aires; una
agitacion sorda, precursora de la tempestad, se deja
sentir en las provincias. Rosas conoce el peligro y se
apresura á abandonar el puesto. El general Balcarce le
reemplaza.


¿ y qué le importa? ya ha hecho él su primer ensayo;
ha demostrado lo que puede y de lo que es capaz; ha
robustecido su poder, preparando en los últimos dias de
su mando una formidable espedicion al desierto con el
objeto aparente de esterminar á los indios, pero en rea-
lidad con el único fin de conservar la fuerza armada á
su disposicion. Deja que los pocos hombres que aun
pueden hacerle alguna sombra; se gasten en el gobierno,
en las lides parlamentarias, en los debates de la prensa,
en los mil escollos del sistema republicano, y él, cons-
tante en su propósito, sin rebelarse abiertamente contra
la autoridad) le suscita obstáculos, crea una sociedad po-
¡JUlar restauradora, llamada mas-horca, t'u columna




- 2'3-
mas fuerte (1), atiza el fuego de la discordia, promueve
motines, manda asesinar cobardemente al único caudillo
federal que le supera en valor, en audacia y prestigio, al
terrible Facundo Quiroga, llamado con razon el Tigre de


(1) El señor Lefebre de Becour, partidario declarado de Rosas,
encargado de Negocios de Francia en Buenos Aires durante dos
años, y uno de los colaboradores de la incalificable convencion
Mackau, se espresa de este modo al hablar de la mas-horca:


• El club de )05 Jacobinos en 1793 no fIlé mas terrible á la an-
tigua nobleza de Francia; compuesta de una reunion de perso-
nas sin carácter, manchadas la mayor parte con delitos de todo
Iinage, de )a hez del pueblo, en fin, se sostiene por el terror que
inspira. Se llama boy la Sociedad popular; pero al principio se
llamó Sociedad de la mas-horca (del marlo ó espiga del maiz
simbolo de la union). Los asociados pretenden que están unidos
entre s1 como los granos de maiz sobre la planta.


« Los crimenes nocturnos que han desolado á Buenos Aires y
sumido á la ciudad en una especie de terror estúpido, son ema-
nacion de ese club. La comision directiva resuelve, una banda de
verdugos ejecuta. Contra el partido unitario, y para estinguirlo,
se ha formado esa monstruosa asociacion ... Esa horda-salvage
lanzó bramidos contra el partido unitario y contra los que sos-
pechaba le eran favorables; ella enviaba á sus seides á registrar
las casas, á insultar á las mugeres y á los viejos, á robar y sa-
quear, á pretesto de buscar pruebas para sus acusaciones. Cada
dia alumbraba un nuevo crimen; ya se encontraba por la mañana
el cadáver de un hombre que yacia en el barro, desfigurado y
sin cabeza, ya la cabeza de una víctima clavada en la punta de una
lanza ó colgada de la cuerda de un farol. Todos los buenos ciu-
dadanos se estremecian de horror; un silencio tétrico, un estupor
mudo reinaba en la ciudad. El puñal de los asesinos hacia jus-
ticia por la noche de una palabra escapada durante el dia en favor
del partido cuya ruina babia sido jurada. »


Este articulo, con el eplgrafe Affaires de Buenos-Ayres, ea;pi!-




-214-
los Llanos; bace la situacion insostenible para todQ go-
bierno regular, y antes de tres años de su descenso de la
silla gubernativa, los representantes y las 'personas mas
influyentes de su partido van á rogarle una y otra vez
hasta que acepta, que admita el gobierno como él lo
quiere, es decir, con facultades estraordinarias, ó con la
suma del poder público, segun la novísima frase inven-
tada por él. Esto pasaba en 1835.


Su elevacion fué acompañada de sangrientas ejecucio~
nes, de destituciones en masa, de medidas escepcionales
y despóticas: desde entonces hombres y mugeres llevan,
los primeros en el ojal del frac ó levita, y las segundas
en la cabeza en fotma de lazo, una cinta colorada como
un estigma de oprobio, como el signo con que el estan-
ciero marca el ganado (1) ; un trapo color de sangre, de


ditlon de la France, etc., firmado por un pretendido oficial de la
escuadra francesa se encuentra en la Revista de Ambos Mundos
de fO de febrero de f841. La traducc.ion pertenece á don Andrés
Lamas, que acaba de publicar últimamente una ohra notable por
mas de un concepto, titulada: Apuntes históricos de las agre-
siones de Rosas contra la independencia de la República Oriental
del Uruguay; lihro escrito con admirahle conciencia, y que nos
ha sido utilísimo, sobre todo en las citas y documentos oficiales
de Rosas.


(1) Con fecha 7 de julio de t839, escribia Rosas al gobernador
de Santa Fe don Juan Pablo Lopez:


• No se olvide Vd. de lo conveniente que es hacer generalizar
en las mugeres y en los hombres el uso de la divisa federal: los
hombres al pecho en el costado izquierdo, y las mugeres al lado
izquierdo de la cabeza.»


Cuando el general Lavalle entró victorioso en Santa Fe, en-
contró en la casa de gobierno esta carla y otras muchas, que se
publicaron en todos los periódicos de Montevideo.




~ 2~5-
ese color, símbolo de la barbarie, de ese color que predo-
mina en todas las banderas, de los pueblos mas feroces co-
mo el Japon, Siam etc. y que escogen siempre los hombres
ávidos de crimenes y destruccron, como hemos visto últi-
mamente en Paris; un trapo color de sangre, repetimos,
donde se leen las palabras sacramentales del famoso
sistema americano. iii Mueran los salvajes unita-
rios I!.'


j/i Mueran los salvajes unitarios I!! palabras tremendas
que se reproducen, mas aterradoras que las del profeta
Daniel en el festín de Baltasar, al frente de los documen-
tos oficiales, en los anuncios de las esquinas, en los
avisos de los periódicos, en las muestras de las tiendas y
estableelmientos públicos, en las telas, en los muebles y
objetos destinados á los usos mas comunes de la vida,
en los billetes de los teatros, y hasta en las tarjetas de
convite á un baile ú otra diversion cualquiera! Palabras
que repite el sereno en las altas horas de la noche, y
que estampadas en todas partes, pronunciadas de mil
modos distintos, oidas en las oficinas del estado y en las
pulperías, (tabernas) en el hogar doméstico y en las calles,
al levantarse, al acostarse, y aun en medio del sueño,
acaban por grabarse como un axioma en la memoria de
los que las escuchan, sistematizan, engrandecen y perpe-
tUaD los odios y rencores entre los hermanos de una
misma familia y los demás pueblos de la tierra: porque
no se crea que los unitarios son únicamente los antiguos
compañeros de Rivadavia; Rosas entiende por taleí' á
todos sus enemigos, sean porteños, orientales, tucuma-
no,;, franceses ó ingleses.




- 2:1.6-
Sérias complicaciones con Bolivia y algunos disturbios


en las provincias á consecuencia de los asesinatos de
Quiroga, Cullen, los Reinafés etc., etc., mantuvieron á
Rosas bastante entretenidó hasta 1838 y 39 en que tuvo
lugar el bloqueo de la Francia y la cruzada del general
Lavalle, á cuya VOl. se levantaron contra el dictador casi
todas las provincias argentinas.


La obra del Neron americano apareció entonces tal
como era. 11:1 gobierno frances (Guizot) abandonó vilmente
á sus aliados, y Rosas que habia estado á dos dedos de
su ruina, se levantó mas erguido y terrible que nunca.
El terror, ese resorte de su gobierno en todas ocasiones,
ejercido en una escala inmensa, aseguró en sus manos
vacilantes el cetro de hierro que una fácil victoria pudo
haber roto en su cabeza maldita. (1)


Antes habia fusilado en Buenos Aires á centenares de
indios indefensos; sus hordas habian pasado á cuchillo á
los prisioneros de Pago Largo, en Corrientes; con la
piel de Beron de Astrada su caudillo, se tejió una manea
para el caballo de Rosas; la cabeza de Zelarrayan fué


(1) Lavalle, vencedor en el Yeruá, don Cristóbal y el Tala, llegó
hasta cinco leguas de Buenos Aires con un poderoso ejército, No '
habia salvacion para Rosas, estaba perdido, completamente per-
dido; su equipage, repleto de oro, se encontraba ya á bordo de
un buque inglés é iba á embarcarse, cuando el inftemo le inspiré
una idea diabólica, y realizó casi un milagro en su favor. Lavalle,
engañado por un chasque(especie de correo) retrocedió creyendo
que tenia á sus espaldas las fuerzas de Lopez; y Rosas, en tanto,
celebró su tratado con la Francia, intimidó á las poblaciones
con sus atrocidades, y se puso bajo un pié respetable de de-
fensa.




- 217-
escupida y pisoteada por este; capitaneó en persona una
cuadrilla de mas-horqueros que asesinaron en el reciuto
de la sala. de representantes al doctor don Vicente Maza,
presidente de ella, su protector, y mandó fusilar á su hijo
don Ramon, coronel de infantería ... ; pero todo esto es
nada si se compara con lo que hizo este insigne malvado
cuando se retiró Lavalle y la victoria empezó á favorecer
sus armas.


Los degüellos en Buenos Aires por la mas-horca y la
guerra de esterminio en las provincias, señalan con ras-
gos saIlgrientos esa época ominosa de su dictadura.


Los sucesos se agolpan, crecen bajo nuestra pluma y
tememos esceder las regulares proporciones de un artí-
culo de periódico. Tiempo es ya de que apoyemos con
algunos documentos lo que llevamos dicho y lo mucho
que dejaremos sin decir; pero que suplirá fácilmente el
buen sentido y la imparcialidad de nuestros lectores .-Co-
razones de piedra, que nos preguntais todavía por qué
combatimos contra Rosas, leed ... y avergonzáos ... pero
no ; os aplazamos para el próximo número. J~a multitud
de documentos acompañados de las convenientes aclara-
ciones para su mejor inteligencia, ocuparán mucho lugal'
y sabemos que ws lectores y sobre todo las lectoras de
LA ILUSTRACION, detestan los artículos demasiado largo:;.


VI.


ROSAS JUZGADO SEGUN StS PROPIOS DOCUMENTO~.
(Publicado e11::! de julio de 1801.)


« j Corazones de piedra, que nos pregnntais todaYÍa
por qué combatimos contra Ro~a!', l~ed y avpraom.:íos! »




- ~48-
I!:SQ de<tiamos al terminar nuestro primer artículo, y


eso repmimos al principiar el segundo; y ese dijimos y
6SO repetimos, porque nos parece imposible que la sim-
ple lectura de los documentos á 'tue nos referimos, no
arranque una maldicion valiente y poderosa contra el
dictadGr y sus sayone5, á todo corazon bien puesto, á
todo hombre que abrigue sentimientos humanos, y nada
mas, aunque profese simpatias á Rosas, porque no le
conozca bien, ó por estar mal informado. No se trata
ya de doctrinas ni de principios politicos: se trata de la
humanidad, de la civilizadon, de la honra y del porve-
nir de un plileb~ q~ pr~tfita eeutra esos crímenes, le-
\' ¡wt¡ffiQOMl Qada año contra su. autor, J sooumbienoo
heróicamoote bajo las lanzas de ros tlMlOOOS, uegf86
africanos é indios bra'vos que forman las cohortes de
Rosas.


Nos duele como americanos tene¡' que sacar á la ver-
gü.enza pública el oprobio, el envilecimiento y degr.da-
cion que revelan una parle de esos dO~limentos; pero
al ha.cerlo asi, cumplimos con un deber imprescindible.
HGsas volverá á repetir que todo es una infame c{(lum-
nÜl; que pertenecemos al salvaJe y asqueroso bandfJ
1tnitario enemigo de Dios y de los hombres, que estamos
vendidos al oro inmundo francés, que nuestro ooselo
era godo y realista acérrimo, etc. Eso repetirá el dicta-
dor, ó su Gaceta y el Defensor del Cerrito; pero los que
como nosottbS prefieren las amarguras de la emigracion,
y morirán en tierra estraña antes que ir á vivir en aquel
lodazal de sangre, mientras imperen alli reyezuelos in-
trusos como Oribe y Rosas; los que altivos en ~u hon-




- 219 -
rada pobreza (pobreza que no han conocido hasta que
Rosas y Oribe ocuparon militarmente su pais); los que
en una situacion tal, luchando años enteros con su in-
grata suerte, no han cometido ninguna accion que los
obligue á inclinar los ojos al suelo delante de nadie y
pueden llevar la frente erguida do quiera que se presen-
ten ... esos tienen derecho, si no á que se les crea sobre
su palabra, al menos á que 8e escuche con atencion lo
que digan y se respeten sus convicciones.


Nada irrita tanto á Rosas y á sus tenientes como la
exhibicion de sus documentos; ¿ por qué?., porque son
tales que á veces ellos mismos deben avergonzarse de
haberlos escrito y publicado; porque hablan con tanta
elocuencia que no se necesita mas para juzgar á sus
autores. Suplicamos al lector que los lea con deteni-
miento.


Hé aquí como se espresa Prudencio Rosas, hermano
del dletador, al remitir al juez de paz y comandante mi-
litar de Dolores, el 20 de noviembre 1839 la cabeza de
de D. Pedro Casfelli, hijo del célebre patriota de 1810 •


• Con la mas grata satisfaccion acompaño á usted la cabeza del
traidor foragido unitario salvage Pedro Castelli, general en gefe
titulado de los desnaturalizados siu patria, sin honor y leyes, etc.,
para que la coloque en medio de la plaza á la espectacion pú-
blica ... la colocacion de la cabeza debe ser en un palo bien alto,
debiendo estar Lien asegurada para que no se caiga y permane-
cer asimientras el superior gobierno disponga otra cosa; debiendo
usted transcribir esta misma nota á S. E. nuestro ilustre restau-
rador de las leyes para su satisfaccion. p


Desagüadero setiembre 22 de f8.f.1.
« ••..• El títulado salvage general Mariano Acba, fué decapitado


:tyer íY Sil cabeza puesta á la espectacion pública en el camino




- 2'20-
que conduce á este rio entre la represa de la Cabra y el paso del
puente. Angel Pacheco. »- (Diario de la tarde de Buenos Aires
del 22 de octubre de 1841.)


Acha, segun resulta de una comunícacion publicada
en el Boletin de Córdoba, se entregó bajo condícion de
que se le perdonaría la vida á él Y á sus compañeros.
El fué degollado y sus soldados fusilados.


Ceibal setiembre 14 de 1841.
: « ..... Entre los prisioneros de la batalla (del Monte Grande) se
halló al traidor salvage unitario ex-coronel Facundo Borda, que
fué al momento ejecutado con otros traidores titulados oficiales
de entre los de caballería é infantería. Manuel Oribe. »-(Diario
citado).


Santiago octubre 8 de 184i.
..... Así como la cabeza del salvage Acha está puesta sobre un


palo en el camino de Mendoza, de igual modo la de los salvages
Avellaneda, gobernador de Tucuman, y Casas están eu la plaza
de Tucuman. Adeodato Gondra. » - (Gaceta Mercantil del 6 de
diciembre de 1841.)


Catamarca 29 del mes de Rosas (octubre) de 1841.
« ..... Despues de mas de dos horas de fuego, y pasado d cu-


chillo toda la in(anteria, ha sido derrotada toda la caballeria yel
cabecilla solo huye por el cerro de Ambaste; se le persigue, y
"ronto estará su cabeza en la plaza, así como !la lo están las de
los titulados ministros Gonzalez y Dulce, y tambien la de Espeche,
gobernador que puso el Pilon ... (t) en fin, mi amigo, la fuerza de
este salvage unitario tenaz pasaba de seiscientos hombres, y to-
dos han concluido, pues as! les prometí pasarlos á cuchillo. Ma-
riano Maza.- (Gaceta citada.)


Nótese el lenguaje tabernario, procaz y verdadera-
mente satánico dll Jlo~as y sus seides. Fije el lector su
atencion en ese afan de llamar salvajes, desnaturali-
zados, traidores y sacrílegos á sus enemigos, cuando


(1) El general I.amadrid.




- '221 ---
lJaJíe mi lllas lSalvage, mas traidor ni desnaturalizado
que él y sus esbirros. Si alguno lo duda, que pasee sus
ojos por las siguientes lineas que harian ruborizar al
mismo Cain .


• El infrascrito tiene la grata satisfaccion de participar á V. E.
(á Rosas) agitado de las mas gratas sensaciones ... gue el infame
caudillo Mariano Vera, cuyo nombre pasará maldecido de gene-
l'lIcion en generacion, quedó muerto en el campo de batalla cu-
bierto de lanzadas igualmente que su escribano José Pino. Ca-
listo Vera. »- (Gaceta del 3 de abril de -1840.)


CaJista Vera era hermano de padre y madre del ge-
neral don Mariano Vera, y no le mató en Dingun campo
ue batalla, sino villanamente, á traícion y en una em-
boscada!


Se ha hecho un crimen el interceder por los reos, se
han perseguido cadáveres con el solo objeto de cortarles
la cabeza, y se ha llevado la ferocidad hasta el estremo
de negarles sepultura.


ORDEN DEL DIA.


Entre Rios.- Mayo 22 de f842.
Art. f O S. E. el Escmo señor gobernador de la Provincia or-


dena que el individuo-sin escepcion de clase que pida por un
salvage su(rird la misma pena que el reo. - Juan Avellano.


Cuando murió el general Lavalle todo el ejército de
Oribe se ocupó en rastrear sus huesos: los curas párro-
cos espidíeron certificados de que no le habían dado
sepultura en sus parroquias (puede verse uno de ellos
en la Gaceta del 6 de diciembre de 1841): finalmente-,
Oribe escribia á Arredondo, gobernador de Córdova:
« He mandado hacer activas pesquisas sobre el lugar




- 222-
donde está enterrado el cadáver para que le corten la
cabeza y me la traigan! »


Esta persecucion de caníbales dió márgen á uno de
los mas bellos episodios de nuestra historia contempo-
ránea, y no podemos resistir al deseo de copiar una
nota de la obra del señor don Anares Lamas, en que ha
consignado un hecho tan memorable y que por sí solo
hace la apología de nuestra causa.


a Una de las acciones mas hermosas de esta guerra de quince
años, tan rica de heroismo y sacrificio por una parte, como de
abominable barbarie por la otra, es la defensa del cadáver del
general Lavalle. Es una accion digna de la mas alta y religiosa
epopeya. Pero ante ese puñado de hravos escapados á la muerte
en los campos de Famalla, que se detiene en los llmites de su
patria y los cierra con su sangre al paso de cuadrúplos enemigos,
de esos soldados que caen y mueren allí sir ,iendo de escudo al
cadáver de su general, que luchan con brio indomable y se sacri-
fican con júbilo, solo para que ese cadáver tenga tumba cristiana
en la tierra estranjera que va á servirle de asilo; que ofrecen su
sangre y sus cabezas á la rabia de sus enemigos, solo para que no
profanen la cabeza de su muerto general... ante ese espectáculo
de beróica piedad, Oribe y. sus compañeros de crimen no sin-
tieron ni enervado el brazo, ni conmovido el pecho, ni enaltecida
la mente, ni ennoblecida siquiera la palabra ...


" Esto muestra al hombre, lo muestra todo entero. Es lino de
esos hechos que son una verdadera autopsia moral. »


» En el momento que supo Oribe que había caido sin vida el
valiente soldado de Maipú, Chaeabuco, Paseo, Rio Bamba, Pi-
chincha, Bacaeay, Yerbal, Ituzaingó, el soldado de la independen-
cia de cuatro repúblicas, mandó perseguir BU cadáver con en-
carnizamiento, y que se arrancase á la tierra aquella noble cabeza,
si la tierra la habia acogido en su seno! D


Libres los despojos humanos del general Lavalle en tierra ho-




- 223-
liviana, por el heróico sacrificio de los patriotas que los CU6ta-
diaban (1). Oribe en Sll despecho reclamó la e.t~w..qtII­
llos restos. El general Urdimenea rechazó con horror tan \Voz
proposicion. (Apuntes histórico8.-Nota 34.)


Los artículos siguientes de tres decretos de los intru-
sos gobernadores de Tucuman, eatamarea 'Y Corrientes
ponen el sello á este cúmulo de horrores:


El artículo quinto del primero dice así:
TodM los argentinos e,~tán autorizados d quitar la vida rt lo~


compremJidos en el anterior articulo (á los unitarios, es deeir, á
todos los enemigos de Rosas) 1m cualquier ¡ugu.r ~ l~ril~'Í8
de la Repitblíca, etc.


El segundo es mas esplícitO : ved como se espresa ;
" Considerando que es un crimen el mirar á los malvados fa-


cinerosos con clemencia, etc.
Art. 1.9 Quedan proseritos para siempl'e y fuM.(Jc de la 18,.,


t040s los in dí viauos de uno y otro sex,o que se hallan alisUUl(li
en las filas de las dos divisiones de bandidos y maJv~do~ salva¡~
inmundos unitarios.


Art. 2° Son comprendidas en el artículo anterior todas las
personas de uno y otro sexo que hubiesen cooperado y prestado
su influencia á los perversos asestadores del órde\l actual.


Art. 3" Será igualmente comprendido en el arto t" todo aq\itll
que auxiliase, protegiese ó e:;eondiese á alguno de los disper$Q~
etc., debiendo necesariamente dar parte en el acto que llegase á
su noticia, al juez ú oficial de su departamento. »


El de Corrientes añade:
Art. 3° Todo el que mantuviese corrf'spondencia con los ante-


dichos, ó á favor de estos implorase la clemencia del gobieroo,
ó por a!qun modo se le probase adhesion á ellos, son incursos en


(1) Habiendo empezado á apoderarse la corrupcion del cadá-
ver, lo descarnaron y se repartieron sus hue!\Oi. que d~1.aren
lutlio en la i¡¡l~a de Mojo, primer Plwblo Illl BQUllia, donde
lIe,aron.




-- 2~4 -
la lIlisma pena. (Véanse las Gacetas del 29 de enero ~. 20 de se-
tíllmbre de i8.t2, y la del 20 de abril de 1843.)


Es preciso remontarse á la época mas ominosa del
terror en Francia para encontrar ejemplos de un en-
cono tan profundo y refinada crueldad, y dudamos que
en los anales de pueblo alguno se encuentren aberra-
ciones tan tristes como las que hemos presenciado en
esos dias de dolorosa prueba á que el Altísimo en sus
juicios impenetrables ha querido sujetarnos, sin duda
para expiacion nuestra y escarmiento de la generaciones
venideras.


Entre esas aberraciones hay algunas que nos sofoca-
rian de risa, si no nos ahogase la indignacion al consi-
derar la perversa intencion que envuelven: inhabilitar
al vencido para enajenar sus propiedades ó traspasarlas
con falsas escrituras á manos estrangeras.


Tal es la Ímlole del decreto que á continuacion inser-
tamos, decreto redactado por el mismo Rosas, segun
pública voz y fama, y puesto en egercicio por el apóstata
fraile Aldao (de negra memoria) en la provincia de Men-
doza. Su estravagante originalidad nos incita á copiarlo
casi integro. Necesitamos probar que el sistema de Rosa:;
es lo mas absurdo, lo mas inicuo é inmoral que se co-
noce. Dil\e así el documento sui géneris y clásico del
Patriarca de la mas-horca:


MENDOZA mayo 31 de 1842.


El Poder ejecutivo de la provincia de Mendoza:
Considerando que desde el principio de la lucha de los fede-


}'ales contra el bando salvage de unitarios, han manifestado estos
{¡\timos un desquicio completo de su cabeza, etc. En uso de la,




- 225 ---
lawltades ordinarias y est¡'aordinarias que inviste, ha acordado
y decreta:


Art. jO Es encargado el gefe de policía de disponer una casa
de las del estado, para asegurar á los salvages unitarios que á su
juicio se consideren mas frenéticos.


Art. 2" Ningun salvage unitario podrá disponer de mas del valor
de diez pesos, sin prévio conocimiento de la policía, á cuya au-
toridad se les n@mbra como tutor y curador.


Art. 3° Será de ningun valor todo contraLO de compra y venta,
donacion y cesion, habilitacion, mútuo, préstamo, arriendo de
bienes, sean muebles, semovientes ó raices, que esceda del valor
espresado sin prévio conocimiento del gefe de policía.


Art. 4° El escribano que procediese á autorizar algun contrato
de la calidad referida, sin una constancia de haber sido visado
por el gefe de policia, será penado con la pérdida de su oficio.


Art.;;o Serán declarados salvages unitarios los que resulten
comprendidos en las listas de clasificacion, que con esta fecha se
pasan al gefe de policía.


Art. 6° Ninguna persona, sea estrangera ó de la República, ten-
drá opcion á reclamar sobre cualquier contrato que tenga con
los comprendidos en el articulo anterior, sin que alltes haya pre-
cedido el consentimiento de la policia.


Art. 7° No podrán servir de testigos en ningun instrumento
público ni privado, asunto ni causa civil ó criminal, escepto en
los casos de grave urgencia cn que no se encuentre otra persona
hábil, y despues que el gefe de la policía sea certificado por un
facultativo de confianza, de hallarse en disposicion de que su juicio
~e halla restablecido algun tanto.


Art. 8° Sus esposiciones no harán fe en juicio, sino jespues de
obtenido el consenso del gefe de policía, á virtud del reconoci-
miento respectivo que mandará practicar de su estado y capa-
cidad, etc. ,


Rosas á pesar de ser su autor, y á consecuencia de los
graves cargos que le dirigió con este motivo la prensa
de Montevideo y Chile, no se ha atrevido á reproducir




- 226-
en su Gaceta este abominable escrito, firmado por el
fraile Aldao, como gobernador de Mendoza, é inserto
en el Boletin oficial de la misma provincia.


Así por medios indirectos ó directos ha establecido
la confiscacioD, esa ley de los tiempos bárbaros, donde
quiera que alcanza su poder. Cuando ha tenido el mas
ligero pretesto, ni siquiera. se ha tomado la molestia
de disfrazar su pensamiento. Con estas depredaciones
ha enriquecido á sus tenientes y se ha atraido las simpa~
tías de la parte inculta, viciosa y corrompida de sus
tropas y parciales (1). Hé aquí el testo literal de algunos
decretos.


BUENOS AIRES 16 de setiembre de 1840.
Art. t" Se declaran especialmente responsables los bienes,


muebles é inmuebles, derechos y acciones de cualesquiera clase


(1) Antes y despues de la victoria les ba prometido y otorgado
magníficas recompensas á costa de sus enemigos. A los vencedo-
res de Pago-Largo les concedió medallas, tltulos, etc., yademas
cuantiosos ganados, que representan una suma inmensa: el ejér-
cito constaba de fO,OOO hombres. El artículo 9 del decreto á que
nos referimos dice así:


" De las haciendas que fueron de los salvages unitarios en la
confederacion, se concede al general en gefe de dicho ejército
3,000 cabezas de ganado vacuno y 3,000 lanares. A los generales,
2,500 vacunas y 2,500 lanares. A los coroneles t ,500 vacunas y
f,bOO lanares. A los tenientes coroneles, t,OOO vacunas y 1,000
lanares. 11. los mayores, 500 vacunas y 600 lanares. A 1011 capi-
tanes, 400 vacunas y 500 lanares. A los tenientes, 300 VaCUlt1ll y
400 lanares. A los alferéces, 200 vacunas y 300 lanares. A. los
sargentos, 100 vacunas y 200 lanares. A los cabos, 80 vacunas y
180 lanares. A los soldados, tJO vacunas y 150 lanares.


Art. 12. Los indios amigos gozarán segun sus clases, de los
mismos premios honorificos que acuerda este decreto.




- '227 -
iJue SB;ln, en la ciudad y campaña pertm~ientes j lo;; trailiol'es
salvages unitarios, á la reparacion de los quebralltos ClIusa~o~ ~
las fortunas de los fieles federales por las hordas del c!esnatu-
ralizado traidor Juan Lavalle, etc.


Siguen las mismas disposiciones que en el anterior,
tocante á escribanos, ocultacion, ete.


TUCUMAN 26 del mes de Rosas (octubre) de l8M..
1:1 gobernador y capitan general de la provincia de TueuJBIIIiI,


considerando, etc.
¡\rt. f o Quedan ocup¡¡dos todos los pienes, muebles, r¡¡i!lWl y


semovientes en esta ciudad y canlpaña, de los salvag~s unitarios,
vecinos ó naturales de esta provincia, etc.


Art. 2° Una comision de cincu individu6s proeedeI'á , ftORlbrar
ilidividualmente los prófugos y á aplicarles la pe8a IIfla\ll@ftti,
en el ílrtículo anterior.


Art. 3° Esta comision procederá á la clasith:~c¡Qn ¡l~ lO~ nl-
va~es qlJe con el disfraz de l¡¡ federacion residen en esta !liq!lad
y su ClImpaña, des pues de haber cooperado con su influjo y 'por
obra á fomentar la guerra contra la federacioD; etc. - (fhI/J6t/l
del 29 de enero de 1842).


V no se crea que estas rafSzias revef:ltidas de lIiettfo
colorido de legalidad, se eneaminan únicamente al dljs-
pojo de las posesiones ó bienes de alguna importancia.
En Jos periódicoll de la confederaeion, 88 muy frecmmte
encontrar avisos como eite :


Remate por 1. J. Arriola. En la /)illle de Lujan n° tOo JIpy jlJ~V~
:ji del corriellWl 11 1~5 ~ie~ de l.a mañll/)3, de órd~p g~~ §!lij9r jy~z
de primera instancia, se remat:¡rán á la mpjor PQstura las exis-
tencias de dicho cuarto, que pertenecieron al salvage unitario
Pedro Echenagusia (1). (Sigue una rellleion de muebles y ropa,
de uitll\ue no valen seis Hl3pa\iedises.) (Gaceta a.l iU de dilliem-
lIre d. 1&40.)


(1) Degollado por la mas-borca en las canes de Buenos Aires
el 9 de octubre de 1840.




-2,;\8 "-
Si huyendo de la ensangrentada arena de la política,


donde se revuelcan victimas y verdugos cubiertos de
fango hasta la garganta, nos refugiamos en el hogar do-
méstico, 1 cuánta miseria, cuánto vilipendio, cuánta de-
gradacion ! ... La muger, su ángel guardador, su divi-
nidad protectora, manchada y envilecida en las continuas
orgias y bacanales del déspota, ha trocado su mision
de paz y consuelo por otra de venganza, ludibrio y hu-
millacion. En las Gacetas correspondientes al 25 de fe-
brero y 25 de marzo de 1843 se registran los nombres
de 32 mugeres, algunas de ellas señoras á las que se han
pagado gruesas cantidades por servicios estraordinarios,
palabras que en boca de Rosas significan libertinage, de-
lacion y soborno.


Lejos de nosotros la idea de escarnecer al bello sexo
argentino! narramos un hecho con las pruebas en la
mano. Esas infelices son mas dignas de compasion que
de desprecio. No sabe el mundo todavía cuánto ha tra-
bajado Rosas y con qué brutal tenacidad se ha empeñado
en poner en contacto á la parte mas rica, mas inteli-
gente y noble de la sociedad con la escoria de ella. Ha-
lagando los instintos de la plebe, se ha conquistado su
benevolencia. El y su hija Manuela han sido los primeros
en contaminar á los demás con su mal ejemplo. En to-
dao ó en casi todas las festividades públicas y privadas
be han reproducido escenas parecidas á esta:


"Gran pOl'cion de vecinos se reunió en la casa contigua á la
del juez de paz, donde fué servida con abundancia carne con
cuero (1) : concluida la comida, se formó del contento geueralla


(1) Yauundante vino carloll, debell1o~ añadir.




-- t2!} -
llta:; federal y republicana dama en el patio de la casa del juez
¡fe paz, adoptando nne~tra alegre media-caña por baile, la que
j 'l'a locada por la música restanradora: en es.ta danza aceptada
unánimemente por todos, no quedó nadie sin bailar, pnes iodos
entreverados no se conoció distincion. La señorita doña Manuelita
de Rosas, digna hija de nuestro ilustre restaurador, y la respe-
table familia de S. E. dieron realce con su presencia, etc. (Gaceta
del 10 de Agosto de 1839).


¿ Y sabeis lo que es la media-caña? •• una danza nada
honesta que solo bailan en público los negros y las mu-
gercillas de vida airada; una danza en la que se recitan
uoplas por el estilo de esta:


«Al que con sah:ajes
Tenga relacion,
La verga y degüello
Por esta traicion ,
Que el santo sistema
De federacion ,
Le da á los salvajes
Violin y violon (t).


Calígula se hacia tirar en un carro por mugeres des-
Iludas: Hosas ha hecho algo peor que eso; pero en la
imposibilidad de probarlo, nos limitaremos á transcribir
uno de sus caprichos que se parece bastante al delim-
bécil emperador romano. ¿ Quién no ha oido hablar de
las uélebres fiestas parroquiales, en que su retrato rué
paseado en triunfo por las calles en un carro ad hoc por
los primeros dignatarios y las principales señoras de
Bueno!; Aires y colocado en los templos) al lado de la
imágen \eneranda del Señor de cielos y tierra? ... Ahí


(1) El violin y violon es una frase que significa degollar, iu-
ventada pOI' Mariano Maza.




- '230 -
vá ese pllrrafito de un largo artículo que tenemos á la
vista:


LlJego que el ~eñor inspector general dispuso la retirada del
flllrat!l, empezó la marcha en el mismo órden, siguiendo la co-
lumna por el espresado arco prim;ipal y de este por la calle de la
ReCQnquis~a basta la casa de S. E. Al salir de la fortaleza el aCQm-
p;¡ñamiento, se empeñaron las señoras en conducir el retrato «le
S. E. 'fJR~l'!¡¡O DEL CARRO que alternativamente habian tomado los
generales y gefes de la comitiva AL CONDUCIRLO AL TEMPLO, etc.
(Gaceta del 19 de setiembre de 1839.)


Así ha convertido los altares en trípode de sacrllegas
profanaciones: así han subido al púlpito los sacerdotes
para inocular en el pueblo con su palabra santa la escla-
vitud y el baldono El impío ha sido deificado por los
mismos que debieran anatematizarlo. Leed, leed:


« Así que regresaba la prQcesion al templo subia al púlpito el
padre presidente fray Juan Gonzalez, y enseñaba al público la doc-
trina y enseguida predicaba un elocuente sflrmon, en el qne á los
feligreses despues que los exhortaba, haciéndoles ver, qne si era
justo amar áDios Nuestro Señor, que del mismo modo lo era amar,
obedecer y respetar á nuestro actual gobernador, á nuestl'o ilustre
restaurador de las leyes don Juan :\lanuel Rosas, etc. - (Gaceta
del '!l6 octubre de i839.)


j Ifj!ens3tos! - escl:¡ma el cura "icario de la Guardia del Sallo,
refiriéndose á los Unitarios eu un olicio dirigido á nosas con mo-
tivo de una farsa ridícula de que este se valió para bacer creer á
sus secuaces que habian in ten tado asesinarle; - ¡insensatos! los
pueblos hidr6pil!68 de· cólera 011 busearrin por lall ooll8S, ftIl \'11#11-
tras easali J eft lo. I)/dnplJS, y *ell3l)dO li'1J6stPPI! eu!!\ IIlj forQlarmn
una boud;!. balsa de vuestra sangre, doJlr!!l se bañatiall los Pjl.-
triptas para refrigera~ Su devorallt.e ira! - (Gaceta del 24 de abril
«:le 1841.)


Cuando al~uno!i bU6U6S io.e6rdote~ 11' han resiatido á
secundar su obra de iniquidad, c(}mo los jesuitas, á quie.




- 231 -
nes él mismo llamó y restituyó sus conventos, Jos ha
hecho insultar por la mas-horca, los ha encarcelado, y
por último los ha arrojado del pais. Oigámosle :


«Los padres de la compañia de Jesus ... sujetos á la obediencia
(le un superior opuesto á los principios políticos del gobierno, no
han Conosl'ondido á las esperanzas de la confederacion, consig·
nadas valientemente en el decreto de sn restitueion. Su m3r¡;b¡¡
de fusion opuesta al sentimiento federal, desagradaba altamente
mucbo bá la opinion pública cúntenida por los respetos del
gobierno. Pronuncióse despues fuertemente, etc. (Mensaje á la
XIX' legislatura.) - (Diario de la tarde del 3 de enero de 184~.)


Pero esto no bastaba: tambien sus manos impias se
han teñido con la sangre de los ungidos del Señor.


EllO de mayo de 1842 fueron fusilados en los Santos
Lugares (1) con otros ciudadanos distinguidos cuatro ve-
nerables eclesiásticos, los seiíores cura don Francisco
Solano Cabrera de Córdova, don Manuel Frias de 61 afios
de edad, vicatio de la provincia de Santiago durante
24 años; su hermano don Felipe Frias de 56, y don Gre-
gorio ViIlafañe de 75. Estos eclesiásticos antes de morir
fueron desollados en la corona y en las manos, d pre-
testo de degradarlos de su cardcter sacerdotal! ! I


Rosas niega la desolladura, pero confiesa el hecho.
(Gaceta del 22 de julio de 1843.) Dice que los mandó
matar por crímen(J.~ /¡orrible.~ : lo de siempre, cuando se
vé confundido, cuando no encuentra otra salida, Mude
siempre á esa infame calumnia. Y Dios oonsiente todavía
á ese hombre sobre la tierra!


j No mas! ... la pluma tiembla y salta del papel hor-
rorizada ... bastan y sobran esos hechos yesos doemnen-


(1\ Campamento de Rosas á cinco leguas de Buenos Aires.




- z3~-
lus para probar lo que hemos avanzado. El sistema tan
cacareado del eminente político, del Washington de ü¿
4mérica del Sud como le llaman sus torpes aduladores,
es solo un sistema de sangre, de dece~cion, de violencia
y embrutecimiento. Esos hombres á quienes enriquece
eon los despojos de sus víctimas, unidos hoy á él por los
dobles vínculos del crimen y la propia conveniencia, se-
rán los primeros que le abandonen en cuanto empiece á
eclipsarse su estrella. - Napoleon que valia algo ma.s que
Rosas, cuando sonó la hora de la desgracia se vió trai-
cionado por los mismos á quienes habia sacado del polvo.
Los instintos plebeyos del gaucho oculto bajo el uniforme
de capitan general, su mal entendido amor á la democra-
cia, su odio á los estrangeros, encuentran eco en las tur-
bas que do quiera se complacen en humillar á las clases
opulentas é ilustradas; pero á las turbas se las arroja
con la victoria en el buen camino, y se las enfrena como
al mar con sus propios diques: es ley providencial que
el arte domine al número, yla inteligencia á la fuerza
brllta.


Las circunstancias favorables del pais, la violacion de
los tratados, el profundo conocimiento de nuestros hom-
bres y nuestras cosas, los mismos errores y desaciertos
de sus enemigos, y la casualidad, el destino, el ángel
malo que siempre ha tendido á Rosas una mano salva-
dora, cuando ya no habia esperanza ni salvacion para
él, le han permitido entronizar su despotismo de una
manera estable y deslumbradora para los gobiernos de
Europa, que solo ven el brillo del pouer organizado. El
terror que han inspirado ~us atrocidades y repetidos




- 233-
triunfos se ha hecho universal, y el terror es una enfer-
medad endémica, contajiosa, que obra mas prodigios que
la virtud. Ese es el secreto de su larga dominacion. Los
pueblos aislados, privados de toda garantía, de todo re-
fugio, de todo apoyo, pierden su natural altivez, se de-
gradan, ó mejor dicho, siguen el torrente de los sucesos
que los arrastran en su carrera, y hasta se baten y mue-
ren por una causa que detestan en el fondo de su alma.
i, Eran republicanos, eran voluntarios por ventura la
mayor parte de los soldados que formaban los ejércitos
franceses en tiempo de la convencion, cuando la Europa
entera se desplomaba sobre la Francia? ¿ Cuando mil
guillotinas se elevaban á un tiempo en todas las ciudades
y aldeas, teñidas con la sangre de sus padres, herma-
nos, deudos y amigos? .. y sin embargo, esos mismos
soldados triunfaban en Jemmapes yen Fleurys, y la Eu-
ropa retrocedia ante ellos llena de asombro yadmiracion.


Rosas, pues, que ha lanzado siempre sus legiones en
una haz fuertísimamente ligada por el terror y el cebo
del botin, ha vencido hasta ahora á sus adversarios, que
no han sido capaces de deponer en aras de la Patria su
sistema particular, y que cn vez de aunar sus esfuerzos
contra el comun enemigo, han pretendido j loca i1usion!
hacerle la guerra separados, cada uno por su cuenta y
riesgo. Así cayó Beron de Astrada, Lavalle, Lamadrid,
Rivera y todos los que han luchado contra él. Sus in-
mensos elementos se dispersaron é inutilizaron faltos de
un centro de accion revolucionario. Esta es la verdad:
cl individualismo los perdió, y ha llegado el tiempo de
proclamarlo en voz alta.




- !:J4-
Por fortuna tantos desastres han hecho al fin abrir los


o}es a \es que comba.ten el desIIotismo absurdo y antiso-
cial de Rosas, euyos poderosos resortes se han gastado
ya ell e~ta. sangrienta y prolongada lucha, y es mu, IWO-
bable <iue 6n la nueva cruzada q1¡e l~ elvilizacion bale-
vantado contra él, desaparezca para siempre de la esoeI'la
politica y del mundo.


Esto es lo que probaremos en otros articulos á la luz
de l(ls hechos y de la razono El reinado del mal no es
ni puede ser eterno. Dios consiente pero no para siempre.


VII.


1,'\ REPUBl-ICA ORIENTAL DEL UR.UGUA y: ORIGEN VE LA.
GUERR.A ACTUAL: RIVERA, ORIBE Y ROSAS.


(Publicado el 26 de Julio de 1851.)
La República Oriental del Uruguay, aunque pequeña


relativamente á otros Estados de América (1), es uno de
aquellos p1J,ises destinados por la Providencia á formar
una grande y poderosa nacion. Situada en una posicion
topográfica, como pocas en el mundo, lindando al Nor-
te con el Brasil, ;;11 Este con el Océano Atlántico, al Oes-
te con las provincias argentinas y al Sud con el Rio de la
Plata; dotada. da UD clima meridional, y rica en produc-
ciones de los tres reino¡¡ i cortado en todas difllc~ione&
su far~ territorio po\' riQs tan caudalQsQs co~\Q el Ur"-


(1) Tiene 15,000 leguas tluadrada$ y tl60sta de DUlV6 dap!lftll-
IIltln16S, que llevan el nombre dQ sus respecth~$ capitales, á ~a­
ber : Montevideo, Canelones, San-José, Colonia, Soriano, pay-
sandú, Cerro-Largo, Maldonado y Entre·Rios, Yi y Negro, que no
debe eonfundirse con el Entre-Rios, provincia de la Confedera-
cion Argentina, levantada hoy en armas contra Rosas.




- '235-
guay, el Yi, el Negro, el Daiman, el Arapey, el Cebolla-
ti, el Cuarehim y sus afluentes, cuya direccion marea,
dividiendo sus aguas y ramificándose en multitud de bra-
zos, la Cuchilla-Grande, ramal de los Andes y el rasgo
mas preeminente de nuestro país, al que cruza de Norte
á Sud, y que hace mas importantes á esos rios, todavíano
~urcados por el hombre, pero que algun día estenderán
>iU benéfica influencia en proporciones colosales á la
agricultura, á la industria y al comercio, -fuentes de
la rIqueza púhlica y privada,-Ia República Oriental fue-
l'a ya un col080 de prosperidad, si el genio de la barbarie
y de la guerra no esterilizase con su aliento las semillas
fecundas del progreso que espontáneamente brotan de su
,:,eno, despedazado sin cesar, ora por el hierro de sus
propio!! hijos, ora por la codicia estranjera.


Desde 1810 la sangre ha enrojecido los campos y las
ciudades, las llanuras y las montañas; el resplandor de
las llamas ha iluminado nuestras glorias y nuestrall mi-
serias, y el estridor de los sables, el silbido de las balas y
el trueno de los cañones ha ensordecido la tierra, desde
las márgenes del Plata hasta los confines del Brasil, des-
de el Uruguay hasta el Océano ... El período mas largo
de paz que hemos tenido apenas llega á dos ó tres alios.


Para formarse una idea exacta de la belleza y de los
inmensos recursos que encierra este hermoso pedazo
del Edem americano, es preciso haber cruzado sus vastas
soledades, sus campos desiertos, aunque poblados de in-
numerables rebaños, una tarde de enero, cuando el sol
desaparece tras una cuchilla (1) dorando con sus últi-


(1) Pequeña montaña 6 serrezuela.




- ;.l36-


mos reflejos los bosques del Daiman ó el Río-Negro> que
se pierden de vista, en tanto que la brisa, cuyas alas se
han perfumado en la fragante cabellera de virgenes sel-
vas tan antiguas como el mundo, agita suavemente las
erguidas palmas, los sombríos sauces, laureles y saran-
<líes que crecen á orillas de los rios, confundidos con
los rastreros membrillates, los aromáticos salsafraces de
hojas plateadas y copa en forma de bóveda, los espi-
nosos aromas,loi seibos de encarnadas flores, los cor-
pulentos guayacanes, los densos guaviyus, los frondo-
sos molles, que ostentan agrupadas como un racimo sus
llores de color amarillento, y el alto y flexible coroni-
lla, cuyas estremidades están defendidas por largas es-
pinas casi tan duras como el hierro; mientras en una emi-
nencia, al pié de un valle, en una quebrada ó al confin
de una llanura, como avanzado centinela se levanta, so-
litario é imponente, el jigante de las selvas americanas,
el magestuoso ombú, velado en su claro-oscuro man-
to ... Es preciso contemplar esta naturaleza magnífica, al
lánguido fulgor de una alborada ó de una noche de diciem-
bre, cuando los primeros vislumbres de la aurora ó de la
luna vierten sobre ella su rocío de plata. Nunca una des-
cripcion pálida. podrá definirla tal como es. Los sonidos y
las palabras mueren al llegar al oido; nada pintan, nada
['evelan, se necesitan volúmenes y horas enteras para des-
cribir un paisaje, y no todas lás veces se consigue; al
vaso que una simple ojeada sobre los cuadros sublimes
de la creacion, graba para siempre con caracteres de fue-
go en nuestra mente su animado trasunto, sus per6gri-
nas imágenes, su recuerdo indestructible ...




- 237-
Nos domina el sentimiento; habla el corazon, y es


fuerza que reflexione la cabeza.
Para que se juzgue hasta donde llegan los inestingui.


bIes recursos de ese pais, para que se vea lo que se pue-
de esperar de él solo con dejar hacer, vamos á exhibir al-
gunos hechos que, con el frio y mudo pero irresistible
lenguaje de los números, lo ponen al alcance de todos.
Tomamos estos datos de un folleto publicado en Paris en
1845 (1) Y de unos estados insertos al fin de unos apun-
tes históricos sobre el sitio actual (Montevideo 1844) por
el señor Wrigh, relativos á las administraciones de Rive-
ra y Oribe.


A fines del aí'lo 38, despues de una porfiada lucha,
que duró mas de tres años y de la que nos ocuparemos
en breve, rué vencido Oribe y obligado á abdicar el po-
der. El general Rivera subió por segunda vez á la pre-
sidencia.


Lastimosa, tristísima, muy semejante á la actual era
la situacion del pais ; agotado el erario, sus rentas em-
peñadas, desvastada la campaña por el ejército legal lo
mismo que por el conslit~lcional; destruida la confian-
za pública, holladas las inmunidades, monopolizado el
comercio, interrumpidas las relaciones con las repúblicas
vecinas ... y sin embargo, bajo la tolerante, y nada mas
que tolerante administracion de Rivera, la capital se en-
sancha y dilata hasta formarse á estramuros una nueva
ciudad que se confunde con la antigua, pues se alzaron
QUINIENTOS DOS EDIFICIOS; en menos de tre~ años acu-


(1) l.e Rio de la Plata, por A. Delarour, fundador y redarlO1'
[Iel Patriota rr(/ncé,~ ue MOlllevidt'o,




- 23S-
den á nuestras playas VEINTICINCO MIL estranjerOSj el
pastoreo y las faenas rurales, ademas de i3ubvenir abun-
dantemente á las necesidades interiores, envian al este-
rior sus productos por valor de VEINTIDOS MILLONESCUÁ-
TROCIENTOS TRES MIL SEISCIEN'fOS SETENTA y CINCO pesos
fuertes, tres reales, y entran en la rada de Montevideo
DOS MIL OCHOCIENTOS VEINTICINCO buques 1 (1).


Los datos suministrados á M. Delacour por don Con-
rado Rucker, empleado superior de la Aduana de Mon-
tovideQ (2), presentan un resultado no menos eatisfac-
torio.-Allí se prueba con ese mismo lenguaje <le los
números á que son tan aficionados los estadistas euro-
peos; que el comercio de la Inglaterra con Montevideo,
á pailar de las tristes circunstancias actuales, se eleva
anualmente á VEINTE MILLONES de francos, yel de Fran-
cia á DIEZ Y OCHO (3).


¡ Y el pais en que con tales condiciones de vida, tra-
bajado y aniquilado por la guerra y las discordias civi-
les, ofrece tan sorprendentes resultados, escasamente
cuenta 250,000 habitantes!... Menos que cualquiera
prOVincia de España.


(t) Tal es el resultado que de sí arrojan los referidos estados
que solo abrazan el trienio de 1840 ,¡ 1842 Y que se refieren úni-
camente:i la capital. Su autor el señor don Juan N. Madero los
ha formado teniendo á la vista los libros de la aduana, de la ca-
pitanía del puerto, etc. Compárense con los que presenta relatL
vos á la admillistracion de Oribe (Est. V, VI Y VllI). y se verá
cuán infalible es aquella máxima de \(.s economistas, de que 8010
con dejar hacer, dejar pasar, se realizan prodigios en los países
verdaderamente ricos.


(2) Folleto citado pág. 119.
(3) Pág. t24.




- 239-
Con estas premisas pasemos ya á ocuparnos de las


cuestiones politicas que en estos últimos años se baR ve-
nido sucediendo hasta crear la situacion en que hoJ
nos 6n~ontra.mos.


Ello de marzo de 1835 el general don llanuel Oribe
ftm elegido presidente de la República. El general don
Fructuoso Rivera acababa de terminar su periodo consti-
tucional, y prestó su leal apoyo y proteccion á Oribe pa-
ra que le reemplazase.


Oribe, que siempre alimentó contra él una envidia
baja y ruin, porqoo siempre se habia visto supeditado
por su prestigio ó influencia, al poco tiempo de su ele-
vaciou al poder, creyó convenioote d~shacerse de su Me-
cenas, y con este objeto envió una cuadrilla de maÜK>.-
choree 8. que lo asesiJlasen en su estanc0(¡, del Rie N6p'o,
donde se enctmtraba á la sazono
E~apado milagrosamente por entre la balas de los


• asesinos, merced á su presenGia de ánimo y arrojo, Ri-
vera 8e asiló á los bosques, y alli su~ que Oribe desti-
tuía á sus partidarios, desterraba á sus amig{)S (1) le


(1) El ilustré Rivadavia, los Vltrelas, el doctor Alsina y otras mu-
chas personas notables, pertenecientes al partido nnitario que
se habian asilado en Montevideo, fueron violentamente dester-
rauos al Brasil por Oribe á instancias de Rosas, que desde mucho
tiempo alras, - desde 1830,-pretendia que no se debla du
hoslIitalidad á los 'proscritos por él, atenla la gl'túitvd y 11J8 mte-
!'ueS C8~tlneS de los pueblos del Plata. Son palabras testuales
de una nota de su ministro Anchorena al gobierno oriental fecha
20 de setiembre de 1830, publicada en los periódicos de Monte-
video y Buenos Aires. Rivera se negó siempre á convertirse en
instrumento de la saña de Rosas, y este es el origen del odio im-
placable que le profesa.




- 240-
declaraba traidor, y estaba en secretas negociaciones
con Rosas para anularle é incorporar la Banda Oriental
á la República Argentina.


Muchos errores y desaciertos ha cometillo el general
Rivera en su larga carrera política, y sus defectos no son
pocos; pero nadie le negará un patriotismo á toda prueba
y una alma noble y generosa. Ha derramado su sangre
desde la edad de quince años, combatiendo por la inde-
pendencia del suelo que le vió nacer, y los leones de
Ca.·tilla, los leopardos de Albion, las quinas de Portugal,
las estrellas del Brasil, y todos los pendones de los Es-
tados vecinos, se han humillado mas de una vez ante la
bandera azul y blanca que él tremolaba en su robusto
brazo.


Rivera no pudo ver con indiferencia ni la ingratitud,
ni los desmanes, ni los proyectos maquiavélicos de Ori-
be, y el 16 de julio de 1836 se alzó en armas contra él
declarándole traidor á la patria y á la Constítucion.


Sus fieles gauchos y sus numerosos parciales de todos
los puntos de la República acudieron al grito de su anti-
guo general, y des pues de cuatro sangrientas batallas
con fortuna varia, el tercer ejército de Oribe fué com-
pletamente deshecho en las Puntas del Palmar el 15 de
junio de 1837.


De nada valió á Oribe la proteccion de Rosas; el pai~
en masa le rechazaba. Encerrado con algunas fuerzas ur-
banas dentro de los muros de Montevideo, tuvo al fin
que capitular. Celebró una eonvencion de paz tí media-
dos de octubre de 1 R38, abdicó el poder, y í'e trasladó:í
Ruenog Aires.




-',w-
Su renuncia y aceptacion por la asamblea general


convocada al efecto, están concebidas en estos términos:
« Montevideo octubre 20 de i838.
Convencido el presidente de la República que su permanencia


en el mando es el único obstáculo que se presenta para volver
á la misma la quietud y tranquilidad de que tanto necesita, vie-
ne ante V. H. á resignar la autoridad que como órganos de la
nacion le babeis confiado. No es en este instante útil ni decoroso
entrar en la esplicacion de las causas que le obligan á dar este
paso, y debe bastaros saber, como lo sabeis, que as! lo exige el
sosiego del pais y la consideracion de que los sacrificios persona-
les son un bolocausto debido á la conveniencia general. Dignáos,
honorables senadores y representantes, admitir la irrevocable re-
signacion que hago en'este momento del puesto que he desem-
pelí.ado, y concededme ademas, como á los ministros que quie-
ran seguirme, una licencia temporal para separarme por algun
tiempo del pais, que as! lo aconseja nuestra posiciono Honorablr
asamblea general. - Manuel Oribe.


ACEPTACION.


El Senado y la Cámara de representantes de la República
Oriental del Uruguay, reunidos en asamblea general, decretan:
Art. 1° Adm!tese la resignacion que hace del cargo de presidente
de la Repúblic~ el brigadier general don Manuel Oribe.-Art. 3"
Se concede al serror ex-presidente de la República y á los ciu-
dadanos que han sido sus ministros, licencia para salir del ter-
ritorio por el tiempo que lo creyesen necesario, etc.


Júzguese ahora con qué derecho se titula Oribe presi~
dente legal de la República del Uruguay, el traidor
Oribe que hasta ha dejado de ser ciudadano de ella, por
el arto IV del cap. IV de esa Constitucion que invoca,
admitiendo empleos y honbres de un gobierno estraño;
y véase tambien la justicia y buena fe con que su oficio-
so amigo don Juan M, Rosas le proteje. Fuerza es con-


*




- 24,2-
venir que han nacido el uno para el otro. Continuemos.


Rosas recibió muy mal á Oribe: este, en su concepto,
habia tenido poca fibra y no habia querido seguir al pié
de la letra sus instrucciones; y en honor de la verdad
debemos declarar que el ex-presidente, aunque antes, en
la guerra con el Brasil, se habia distinguido por algun
rasgo de crueldad con los prisioneros, no se manchó
en el período de su mando con ningun crímen. El tra-
to de Rosas y la desgracia le fueron fatales: pronto le
veremos convertirse en el mas sanguinario de los pro-
cónsules del Dictador.


Elegido Rivera presidente por segunda vez, aceptó (1)
la guerra que Rosas le estaba haciendo embozada y trai-
doramente desde 1830. Rosas le contestó lanzando del
otro lado del Uruguay el 28 de julio de 1839 un ejército
de 7,000 hombres; ejército que á pesar de haber sor-
prendido al nuestro en la mallrugada del 29 de diciem-
bre del mismo año, fué batido y deshecho en los campos
inmortales de Cagancha por algunos escuadrones capi··
tar.eados por Rivera, por mil quinientos hombres, úni-
cos que no se aterraron en la sorpresa.


El general Rivera, como Artigas y Quiroga, es un tipo
de esos célebres guerrilleros americanos, acostumbrados
á vencer á sus enemigos con fuerzas tres ó cuatro veces
inferiores. Pocos cuadros de infantería, aun siendo eu-


(1) « La República Oriental se honra en declarar que ella no
lleva, sino que contesta la guerra: su rol es, pues, enteramente
defensivo, aun en el caso probable de tener que invadir. » -
(Manifiesto de guerra Jlublicado en Montevideo el i 1 de marzo
de 1839.)




- :24;\ --
ropea, han reshitido las cargas de sus gineleo: los escua-
drones á cuyo frente se pone, ó quedan tendidos en el
campo ó triunfan. Su serenidad, su audacia, el entraña-
hle afecto que le profesan sus soldados, y las breves pe-
ro enérgicas palabras que les dirige, antes y en los mo-
mentos de la pelea, les obligan á hacer prodigios de
valor. En Yucutujd con 700 hombres venció á Oribe que
nevaba 3,000; y la batalla de Cagancha, ganada por ese
puñado de valientes cuando casi todo nuestro ejército
huía en alas del espanto, es uno de los laureles mas es-
pléndidos y bien ganados, de los muchos que ciñen la
frente del vencedor del Rincon, Santa-Ana y Gualeguay.


No por eso Rosas desistió de sus proyectos: los apla-
zó para mas tarde. Puso á Oribe bajo las órdenes de Lo-
pez, gobernador de Santa-Fe, y le envió al interior de la
República Argentina á pelear contra los que él llamaba
unitarios, pero que no eran mas que infelices que se re-
velaban contra su salvajetiranía, y tan satisfecho quedó
de este primer ensayo, que álos pocos meses le nombró
general en gefe del formidable ejército que reunió en
Coranda.


Oribe, como todos los instrumentos de un poder san-
guinario y feroz, como Fouquier, Tallien, Carnot, y de-
mas procónsules y miembros de los comités en la época
del terror, correspondió dignamente á la confianza del
moderno Robespierre, y si no se escedió en sus instruc-
ciones como aquellos, llenó cumplidamente los deseos
de Rosas. Con cabezas humanas aseguró el trono vaci-
lante de su amo, y con cabezas humanas erigió un mo-
numento de oprobio ásu memoria. Remitimos al lector




- 2&4-
á nuestro segundo artículo. Maza, Gondra, Pacheco,
etc., estaban á sus órdenes ó seguian sus instrucciones.


Las provillcias argentinas fueron asoladas, la sangre
corrió á torrentes en los campos de batalla y en las pa-
cíficas ciudales i tres años duró aquella desesperada con-
tienda, hasta que los dos ejércitos libertadores, capita-
neados por Lavalle y Lamadrid, cayeron para no levan-
tarse mas en Famalla y Rodeo del medio (1841).


El general Rivera cometió entónces la imprudencia de
pasar el Uruguay, é invadió la provincia de Entre-Rios.


El 6 de noviembre de 1842 fué completamente ven-
cido en el Arroyo-Grande, donde todo se perdió menos
el honor. Toda la infantería, el parque de arUlleria y los
bagages quedaron en poder del enemigo. Como de cos-
tumbre, fueron condenados á muerte todos los prisione-
ros de cabo para arriba; la degollacion duró tres dias(1).


Oribe, engreído con la victoria y al frente de 14,000
soldados, invadió la Banda Oriental á principios de enero
de 1843.


(1) En una carta del coronel don Gerónimo Costa, muy cono-
cido en Francia por su ponderada defensa de la isla de Martin
Garc1a, carta escrita sobre el campo de batalla, publicada en el
Boletin n° i2 de Mendoza, y dirigida al fraile Aldao con fecha
7 de diciembre, se lee lo que á continuacion copiamos:


« El resultado de esta importante victoria ha sido quedar en
el campo de batalla mas de 2,000 salvages muertos y 1,500 pri-
sioneros, toda su artillería y material del ejército, siendo entre
los primeros el titulado general Abalos, coroneles Baez, I1enes-
trosa, Mendoza, sobrino del Pardejon Rivera, Morello el secre-
tario de mascarilla, y mas de ciento cincuenta geres y oficiales
que en el acto fueron egecutados. »




Pasados los primeros momentos de estupor, algunos
esforzados patriotas en los departamentos y en la capi-
tal dieron el grito de i al arma! El valiente coronel don
Melchor Pacheco y Obes (hoy general y ministro de la
república en Paris) fué el primero que en el departa-
mento de Mercedes demostró lo que podia hacerse cuan-
do hay fe, patriotismo é inteligencia en los que com-
baten· por una noble causa. Declaró libres á los negros
esclavos, organizó una fuerza de cerca de dos mil hom-
bres, y se replegó sobre la capital cuando el enemigo
avanzaba sobre ella á marchas forzadas.


Pronto la capital tuvo un gobierno del que formó parte
este mismo Pacheco, alma de la heróica resistencia de
Montevideo por espacio de tres años. El y sus dignos
compañeros ayudados por el respetable general Paz,
aunque desprovistos de todo, sin dinero, sin tropas, sin
aliados, sin crédito interior ni esterior, organizaron en
pocos di as la resistencia con tanta rapidez, que cuando
llegó el menguado teniente de Rosas, en vez de entrar
con tambor batiente y banderas desplegadas como es-
cribia á aquel, uespues de hacer una salva triunfa! en el
Cerrito, (1) tuvo que sentar alli su. campo, porque se
i1llContró con una línea de fortificacion que cerraba la
ciudad de mar á mar, coronada por cien piezas de arti-
llería y defendida por seis mil bayonetas.


Entónces empezó la encarnizada lucha que no en VClno
ha llamado la atencion de la Europa,-aunquc la Europa
no la haya comprendido,-y que dura todavía desplles
de ocho años que está sitiada la ciudad de Montevideo.


(1) Eminencia á dos leguas de l\lolllevide0.




- 246-
El primer paso de Oribe al pisar el territorio de su pa-


tria, fué arrojar á la circulacion millares de proclamas
revestidas de su firma, amenazando pasar á cuchillo á
todos los unitaros-y á los que los protejiesen, si no depo-
nían inmediatamente las armas y se sometian á su auto-
ridad, que era la única legítima.


Poco des pues estableció á imitacion de Rosas comisio.
nes clasificad~~as, cuyo destino es el mismo que el de
las que este creó en 1830 con motivo de su adveni-
miento al poder. Comisiones inicuas que no son mas
que una parodia servil de las famosas comisiones clasi-
ficadoras de la primera república francesa, y de las que
esos dos Caines han dado el primer funesto ejemplo en
la America del Sud.


Enseguida espidió un edicto confiscando los bienes
de varios unitarios, medida que luego amplió á los de
todos (1); mas tarde, otro decretando la introduccion
del papel moneda de Buenos Aires y su aceptacion bajo
pena de la vida; robo manifiesto y escandoloso, pues
nadie ignora que Rosas ha falsificado mas de SESEi'lTA
MILLONES de pesos fuertes, y no contento con estas espo-


(1) Este decreto está evidentemente calcado sobre el de Rosas
(¡ue ya conocen nuestros lectores; dice así:


«Ministerio del Interior.
Cuartel general del Cerrito de la Victoria, julio 28 de 1845.
El Poder ejecutivo de la República: considerando los enormes


Ulales (la música de siempre).
Art. 10 Los bienes de los salvages unitarios secuest rados en todo


d territorio de la RepúIJ!ica 8e declaran propiedad deE Estado.-
(Siguen otros dos articulos haciendo estensiva la pena á los neu-
trales Ó indiferentes que no se incorporen á su ejército_)




- 2.i7 -
liaciones, se entregó átoda clase de escesos y violencias ;
puso los fusilamientos y degüellos á la órden del dia) y
por último, siguiendo siempre las huellas de su maestro,
estableció mas-horcas en todas las capitales de los de-
partamentos ocupados por sus tropas.


Seria interminable nuestra tarea si hubiésemos de ci-
tar el largo catálogo de sus crímenes. Repetiríamos inú-
tilmente lo que llevamos dicho acerca de Rosas. Para
apreciar á Oribe basta leer la siguiente circular á los
cónsules estrangeros :


« El presidente legal de la república.
« Cuartel general abril t· de 1843 .
• Al Sr. Consul de ...
« El que firma ha sido informado con disgusto, que varios es-


trangeros de los residentes en Montevideo emplean unos su in-
fluencia para atraer partidarios á los rebeldes salvajes unitarios,
y otros toman las armas en favor de los mismos rebeldes.


« Notorio' es el respeto que el que firma ha dispensado á las
propiedades y personas de los súbditos de las otras naciones,
porque así se lo han aconsejado la civilizacion, la justicia y sus
propios sentimieutos, mientras aquellos se conservasen en la
esfera que les corresponde; pero estos y aquellos le aconsejan
oorar en un sentido enteramente contrario y vigoroso contra los
que olvidando su posicion, la pierden tomando parte en nego-
cios que no les pertenecen, p sea llevados del interés ó de
cualquiera otro estimulo.


" Por consiguiente, el que firma se ve obligado á declarar que
no respetará la calidad de estrangero ni en los bienes ui en hlli
personas de los súbditos de otras naciones que tomasen partido
con los infames, rebeldes salvajes unitarios, contra la causa de
las leyes que el infrascrito y las fuerzas que le obedecen sostie·
nen, sino que serán considerados tambien como rebeldes salvages
unitarios, y trtltados sin ninguna consideracwn.


Con este motivo el que firma se complace en saludar al... con




- '248-
6btima y consideracion. - Manuel Oribe. - Por órden de S. E.
Carlos G. Villademof'08.»


Ya hemos dicho que esta bárbara circular promovió
el armamento de los estranjeros que hasta entónces ha-
bian permanecido en espectacion, aunque vivamente
alarmados por el terror general que los escesos de Oribe
empezaban á difundir en el país. Acudieron a las armas
porque no les quedaba otro recurso: se les declaraba
unitarios, es decir, fuera de la ley, y ellos sabian por cs-
periencia lo que aquellas palabras significaban en boca
tle Rosas y sus tenientes. Bastaba para incurrir en su
enojo profesar simpatías al partido contrario, ó usar de
su influencia para atraerles prosélitos. En vano el noble
comodoro Purvis, digno representante de la Inglaterra
en el Plata, humilló con su pié la cerviz del insolente
degollador, obligándole á que se retractase y retirase su
nota (1) en él termino de veinte y cuatro horas: los es-
tranjeros comprendieron que Oribe, forzado por la ne-
cesidad, prometeria lo que no cumplió ni pensó jamás
en cumplir, y persev~raron en su propósito. La esperien-
cia ha demostrado luego cuán fundados eran sus temores.


Dejando para otra ocasíon el exámen de este punto
que se liga naturalmente con la política de los gabinetes
europeos en el Plata, y la heróica defensa de Montevi-
deo, que merece un artículo aparte, veamos ahora qUti
es lo que Rosas se propone en esta guerra.


(t) y como Oribe contestase paladinamente que primero se cor-
taria la mano, Purvis capturó la escuadra argentina que blo-
queaDa á Montevideo, y el titulado presidente amonestarlo seve-
ramente Jlor Rosas, no tuvo mas remedio que cantar la palinodia,
retirar la nota, y prometer que respetada á los ('~trallgl'ros,




- 249-
Su Gaceta ha declarado que es preciso reducir á Mon-


tevideo á su estado normal, y en el British Packet (1)
del 15 de mayo da 1841 se encuentra un articulo que
confirma aJ?pliamente las pretensiones de Rosas á este
respecto.


Reducir á Montevideo á su estado normal, no es otra
cosa que reducirlo á la condicion de provincia que tenia
antes de la revolucion de 1810. Mas claro: Rosas quiere
incorporarlo á la Confederacion. Su mas vivo anhelo,
todo el fin de sus aspiraciones se reduce á reconstruir el
antiguo vireinato de Buenos Aires, que como nadie ig-
nora, se componia de la República Argentina, la Banda
Oriental, el Paraguay y parte de Bolivia.


Montevideo es indispensable para la realizacion de sus
futuros planes. La posicion geográfica, la riqueza y
grandes recursos de aquel país privilegiado, ha sido por
espacio de dos siglos una manzana de discordia entre
las coronas de· Espru:la y Portugal. Los ingleses tambien
han querido en várias ocasiones apoderarse de él; Y Ro-,
sas no puede consolidar su tiranía, ni estender sus con-
quistas y su sistema rojo, sin clavar antes alli su lábaro
de muerte. Mientras Montevideo permanezca en pié,
siempre sus enemigos tendrán un asilo en la rivera iz-
quierda del Plata, el comercio estranjero un depósito y
un mercado sin rival en aquellas regiones, yel contraste
que ofrezca con Buenos Aires y las míseras provincias
argentinas hará resaltar mas y mas el despotismo que
las abruma. Es preciso que Montevideo ó Rosas sucum~


(i) Periódico inglés que se publica en Buenos Aires con el único
objeto de que circule en Europa.




- 2!)O-
han ;-no pueden coexistir. Para que las tradiciones de
nuestra revolucion se salven, es de absoluta necesidad
que Rosas y todos los caudillos desaparezcan; así como es
indispensable para que el gaucho consume su obra de
iniquidad, que Montevideo vuelva á su estado normal,
ya bajo el dominio de Oribe, ya bajo el de otro cualquie-
ra. El dictador no dormirá tranquilo, no verá realizados
sus locos ensueños, hasta que cambie su cuchilla ester-
minadora en cetro de hierro, y para esto necesita do-
minar desde el cabo de Hornos al de Santa María. En-
tónces,-j cierre primero la muerte nuestros ojos !-po-
driaimponer la ley á la America y á la Europa. La Eu-
ropa retrocederia ante las dificultades que tendria que
vencer para combatirle con ventaja. El haria creer á ma-
sas inespertas é ignorantes que se trataba de una con·
quista, y hasta las piedras se levantarian contra los
estranjeros ....


Es preciso conocer las provincias del Plata, cuyas po-
blaciones viriles, guerreras, y las mas intrépidas de Amé-
rica, al decir de Torrente, han demostrado ya combatien-
do contra la madre patria en la mitad del nuevo mundo,
hasta qué grado de exaltacion llevan el sentimiento de
su independencia (1): es preciso conocer la topografía
de aquel país, defendido por impenetrables montañas,
ríos, bosques, desiertos y llanuras inmensas, para for-
marse una idea exacta del carácter que podria tomar la
lucha. La guerra con solo elementos europeos, ha dicho
oportunamente el señor Lamas, seria un cáncer intratable,


(t) Un solo hecho nos permitiremos aducir en prueba tle ello:
los ejércitos españoles vencidos antes en Salta y Tucuman, nunca




- 251 -
Y Ilegaria el caso en que la Europa preferiria abandonar
lJuestros mercados á tener que abrírselos con las armas.


¿ y cómo han procedido la Francia y la Inglaterra, ó
mejor dicho, sus menguados diplomáticos, en esta cues-
tion, que no es ya una cuestion política sino humanita-
ria, de honra, de conveniencia propia? i Vergüenza da
decirlo! provocando á Rosas, poniendo ]as armas en ma-
nos de ]os súbditos de sus reyes, prom9viendo levanta-
mientos, y luego, al menor contraste, á la mas leve prome-
sa del Caimacan, que no cumple ninguna, desistiendo de
sus pretensiones, abandonando á sus compatriotas y
traicionando á sus aliados! j Tanto pueden el oro y las
intrigas de Rosas !


El tratado Lepredour, que al parecer ha sido aproba-
do por la comision nombrada al efecto y que pronto debe
discutirse en la cámara francesa, es uno de los muchos
pul!s con que nos han obsequiado franceses é ingleses, in-
gleses y franceses, desde 1840 á 1851. ¡Dios los perdone!


Felizmente la causa santa de Montevideo no necesita
ya de]a Europa para triunfar. A estas horas las mejo-
res tropas del dictador, á las órdenes de Urquiza, su
mejor general, veinte mil brasileños y doce mil para-
guayos han debido penetrar en la Banda Oriental y en
Corrientes. Tal vez marchen ya sobre Buenos Aires, y
pasaron la cordillera de los Andes. Todas las provincias y ciu-
dades del resto de América se perdieron y reconquistaron por
los realistas várias veces: solo el vireinato de Buenos Aires y
su capital permanecieron en pié, desde el principio basta el fin
de la contienda. Los ejércitos argentinos llevaron su pendon
emancipador á todas partes, y en todas partes dejaron bien puesto
Sil nombre.




- 252-
el mónstruo que la oprime haya expiado sus crímenes
en un patíbulo; ó vague por la Pampa entre los indios
salvajes, que él llama sus amigos, pero que le matarán
sin misericordia en cuanto se ponga á precio IIU cabeza.


La verídica Presse de Paris y el imparcial Journal des
Debats, periódicos amigos desinteresados de Rosas,
pueden decir lo que quieran, y la Esperanza y otros dia-
rios españoles repetir en coro lo que en ellos encuentren.
Los sucesos hablarán.


En un cuarto y último artículo examinaremos las cues-
tionee pendientes entre Rosas y las provincias ArgentI-
nas, el Brasil, el Paraguay, la. Francia, la Gran Bretai'la,
y en general con las demas potencias estranjeras. En
este rápido bosquejo, procuraremos poner á buena luz
1M aspiraciones de Rosas y su verdadera situacion en la
actualidad. Esta faz de su gobierno y de sus actos es
acaso la mas importante y la que exigiria un exámen IDas
detenido y concienzudo; pero la indole de un periódico
literario que aparece de siete en siete dias, no permite
estenderse demasiado sobre una misma materia. Trata-
remos, no obstante, de conciliar la brevedad con la ne-
~sidad de fijar bien ciertos hechos, y así completaremos
el cuadro que nos hemos propuesto trazar del sistema
del dictador, de lo que representa y de lo que se pro-
pone. Ya que Rosas encuentra panegiristas en todas
partes, justo es que alguno se encargue de rectificar la
opinion pública estraviada, pues como ha dicho un ilus-
tre mártir de sus nobles creencias : IL PRIMO DE' NOSTRI
DOVERI SI É L' AMORE DELLA VERlTA É LA FEDE IN ESSA (1).


(1) Silvio Pellico, Dov. degl. uomini.




-253 -


VIII.


CUESTIONES INTERIORES Y ESTERlORES DE LA REPUBLICA


ARGENTINA: INTERVENCIONES EUROPEAS: SITUACION


ACTU.4.L DE ROSAS.


(Publicado el 23 de agosto dl'1R5L)


Hemos manifestado en los anteriores artículos, cuál c::;
el espíritu y las necesidades del sistema de Rosas: ahora
vamos á ocuparnos de las cuestiones á que ha dado lugar
en América y Europa; cuestiones capitales para el pOI'-
venir de aquellos paises, y que no pueden resolverse sa-
tisfactoriamente, sin que el patriarca de la mas-horca y
del sistema americano rojo desaparezca para siempre de
la escena política,


La primera cuestion relativa á las provincias argentina::;,
versa sobre la usurpacion de poderes que Rosas les ha
hecho, desconociendo su soberanía y la igualdad de pre-
rogativas y derechos que tienen con Buenos Aires. En
vano las provincias, en diferentes ocasiones, ora por
medio de sus delegados, ora apelando á las armas, han
procurado reconquistar sus perdidos fueros. Rosas ha
contestado á sus justas reclamaciones fusilando á sus
emisarios, y tambien á sus gobernadores (1; no bien caían


(t) Debemos advertir que por la ley fundamental de la Repú-
blica Argentina ningun gobernador puede ser juzgado ni senten-
ciado sino por un congreso general de diputados de todas In
provincias; y sin embargo, el proceso del sucesor de Lopez, dün
Domingo Cullen, gobernador de Santa-Fe, no contiene IDas 'lUI'
la siguiente pieza:


Arroyo del Medio junio 22 de 1839.
Al Escmo. señor gobernador "Y capitan general, nuestro i1uSlrf>


S




- 254-
en sus manos, invadiendo su territorio con fuerzas infini-
tamente superiores, y llevándolo todo á sangre y fuego(1).
El alzamiento de Urquiza de que tanto se habla hoy, no
es un hecho aislado y sin antecedentes. Como observa-
mos oportunamente en El Clamor público, al rectificar
las equivocadas opiniones de La Esperanza, ese alza-
miento se liga con el de Corrientes, pueblo heróico que
en cuatro años ha roto seis veces sus cadenas y seis veces
ha sucumbido, agobiado por el número de suscontrarios; y
se ligatambien y tiene el mismo origen que los posteriores
(le Córdoba, Tucuman, Salta, Catamarca, La Rioja, San
.lmlD y Mendoza, provincias de laConfederacion argentina.


Así se esplica cómo Rosas desde que manda no ha te-
nido ni tendrá un solo dia de paz: los pueblos oprimidos
y vejados, vencidos mil veces se rebelarán, porque baju
el despotismo la rebelion es el único recurso que queda
al oprimido contra el opresor.
fPstaurador de las leyes, brigadier don Juan Manuel Rosas.


Excmo. señor:
Recibí delleniente coronel graduado, edecan del Excmo. señor


;;übernador y capitan general de la provincia de Córdoba, al reo
de lesa-nacion unitario Domingo Cullen; y en virtud de las ór-
denes de V. E. fué fusilado, habiendo recibido los auxilios espi-
rituales por el señor sacerdote de San Nicolás, don Ramon Gon-
zalez Lara.


Llios guarde la importantísima vida de V. E. muchos años.
Excmo. señor.- Ped{'o Ramos
:\fucho podriamos decir de los asesinatos de los gobernadores


Heredia, los li.einafés, Quiroga, etc.; pero tendriamos que entrar
en largas esplicaciones, y nos basta para nuestro objeto probar
enn un solo hecho irrecusable lo que atirmamo5 en el testo.


(1) Véase el articulo VI de los documentos relativos á Ca tu-
marca, Tucuman, Mendoza etc.




- 255-
La segunda cuestion es la independencia del Paraguay


que el dictador se empeña en no recOOlocer, á pesar que
oficialmente lo fué por la primera junta que se formó en
Buenos Aires (1) Y posteriormente lo ha sido por todos
los gobiernos menos el suyo. La razon que alega es cu-
riosa, pero pueril é irracional, y no merece una séria re-
futacion. ¿ Cuándo ni cómo España le ha nombrado á él
heredero universal de todos sus derechos en aquella parte
de América?.. El descaro y la insolencia del gaucho
solo pueden igualar á su ignorancia. Declare paladina-
mente que el Paraguay nunca ha fraternizado con su sis-
tema de sangre; diga que quiere impedir á los estrange-
ros la navegacion del Parana~ y que aquella rica y flore-
ciente república, sepultada en un rincon de América, se
opone tenazmente á su propósito, porque la Providcncia:
no le ha abierto otro camino para ponerla en comunica-
cion con la Europa, lo mismo que á las provincias litorales
de la confederacion, que el caudaloso é inmenso Paraná,
verdadero mar, que arranca de las montañas auríferas
del Brasil y va á desembocar en el Plata, despues de ha-
ber fecundizado en su tránsito centenares de leguas y re-


(J) Así aparece del arto V de la Convencion entre las escelen-
tlsimas Juntas gubernativas de Buenos Aires y del Paraguay, en
el que se establece que este es independiente de aquella: y en
la Gaceta de Buenos Aires del 3 de octubre de 18B S~ encuentra
un oficio de la Junta gubernativa del Paraguay á los comisarios
de la del Río de la Plata, general don M. Belgrano y doctor don
V. A. Ecbeverria, en el que se dice literalmente:


« La contestacion que VV. SS. nos citan --S ba dado á esta Janta
la Escma. de Buenos Aires corresponde á su carácter de justicia
y lI1ürleracion, en el reconocimiento de nuestra independenc-ia. »




- 256-
corrido paises tan variados en temperamentos como en
producciones; confiese Rosas que no puede consentir
que la industria, las ideas y el movimiento civilizador de
la Europa penetren con el comercio en los míseros pue-
blos sometidos á su yugo, y no busque pretestos fútiles y
mezquinos para oprimir con la ley del mas fuerte á un
pueblo tan sensato, tan pacifico é industrioso como el
Paraguay. ¿ Por qué si algunos derechos tenia, no los hizo
valer mientras vivió el doctor Francia? ¿ Y por qué se
ha acordado de ellos justamente cuando el Paraguay en-
traba en una nueva era de paz, de progreso y felicidad? .•
La razon es clara; el doctor Francia, cuyo elogio á fuer
de discipuIo agradecido ha hecho el dictador en su Ga-
ceta, mantenia secuestrado aquel pais del trato del mun-
do civilizado, y los nuevos gobernantes siguen otra marcha
muy distinta. Lo suficiente para que Rosas cartase toda
comunicacion con el Paraguay (1) ; prohibiese que nadie,
directa ó indirectamente fuera osado á recibir sus frutos
ni aun por razon de medicina (2), Y por último declarase
salvajes unitarios á sus naturales.


Conocidos estos antecedentes, volvamos á la razon pe-
regrina que alega para no reconocer su independencia.


CI El dere~ho del gobierno argentino, dice Rosas en su Gaceta
del :l5 de enero f8'5, es comun IJ. los de América, y de que ac-
tualmente están en posesiono Tiene el mismo titulo sobre los
terrHorios respectivos del utl-possidetis de las secciones ó pro-
vincias españolas antes de la independencia; es de fundacion.»


y luego en dos difusos y endiablados párrafos que no
entendeda el mismo Merlín, se empei'ía en demostrar que


(1) Decreto del 8 de enero de 1845.
(2) Diario de la tarde de Buenos Airp,~ del 17 de abril dI' 18i:i.




- '21)7 -
siendo Buenos Aires capital del vireinato espanol del Río
de la Plata, su gobierno ha heredado todos los derechos
de la corona de Castilla, sobre todas las secciones que le
correspondian entonces.


Ya hemos dicho que este absurdo no merece los ho-
nores de una séria refutacion. Solo es de estrañar que el
titulado demócrata, el americano por escelencia, el que
grita y hace gritar á todos j federacion ó muerte! (y es
mas unitario que nadie) reniegue del primer principio
proclamado por los emancipadores del nuevo mundo, á
saber: que el cautiverio de Fernando VII y la ocupacion
de España por los franceses, dejaba á los pueblos de Amé-
rica libres para reasumir el poder supremo y adoptar la
nueva forma de gobierno que cada uno creyese mas con-
veniente á sus necesidades é intereses. Si el Paraguay no
puede ser libre, en el mismo caso se encuentran la mayor
parte de los Estados americanos, inclusos los del Norte;
pero el Paraguay sabrá como ellos escribir el acta de su
independencia con la punta de sus lanzas en algun campo
de batalla, y Rosas ó el que le suceda no tendrá mas re-
medio que firmarla. Doce mil paraguayos con el fusil al
hombro y sable en mano, aguardan hace cinco años que
se les dé la señal de pasar la frontera; y hoy, gracias al
alzamiento de Urquiza y á la alianza ofensiva y defensi-
va con el Brasil, van á conseguir lo que tanto anhelaban:
marchar sobre Buenos Aires, á destruir al tigre en su gua-
rida. i Dios bendiga sus armas!


La cuestion del Brasil es todavia mas séria y compli-
cada que la del Paraguay. El Brasil tiene un interés di-
recto en la independencia de Montevideo. El pretesto que




- 258-
siempre alegó Portugal para justificar sus usurpaciones
en nuestro territorio, se fundaba principalmente en que
las fronteras flaturales de sus posesiones en América
eran el Amazonas y la rivera izquierda del Plata. Desde
1678, época en que se fundó la colonia del Sacramento
por los portugueses, hasta nuestros dias, entrambas coro-
nas se han disputado con las armas en la mano el esclu-
sivo dominio de la Banda Oriental, y sus sucesores han
seguido las huellas de sus respectivas metrópolis.


Pero estaba escrito que los descendientes de los espa-
ñoles, emancipados, probasen á los de Lusitanfa que el
antiguo brio de sus padres existia tan esforzado é indo-
mable como en los primeros tiempos de la conquista. El
poderoso imperio del Brasil que contaba cinco millones
de almas, rué vencido por la pequeña provincia cispla-
tina (1', auxiliada por algunas tropas de Buenos Aires.
El general argentino don Cárlos Maria de Alvear batió
completamente en Iluzaingó el 20 de febrero de 1827
al grande ejército imperial á las órdenes del marqués
de Barbacena, y el 27 de agosto de 1828 por media-
cion de la Gran Bretaña, se firmó una convencion
preliminar de paz cuyo tercer artículo dice terminan-
temente:


« Amba~ altal! partes contratantes (el Brasil y Buenos Aires) se
obligan á deimder la independencia é integridad de la provincia
de Montevideo, por el tiempo y en el modo que se ajustáre en el
tratado definitivo de paz. »


Esta convencion se ratificó y ha sido respetada hasta
la elevacion de Rosas al poder; pero han sido necesa·


(1) Nombre que dieron los brasileros á la Banda Oriental al
incorporarla al imperio en 1823.




• - 259 -
rios los últimos sucesos, para que el Brasil compren-
diese, demasiado tarde, - aunque nunca es tarde
para conocer un error, - cuales eran las intenciones de
Rosas al violar ese solemne pacto. El dictador aspira
nada menos que á derribar el imperio, ora promoviendo
sediciones en las provincias situadas al Norte del Brasil ,
fronterizas con la república del Uruguay, ora declarando
en su Gaceta, que la monarquía es planta exótica y un
escándalo en América, y que ya es tiempo que ese Empe-
rador BANANA, (1) deponga una corona y un cetro car-
comidos. Dueño Rosas de la Banda Oriental, puente colo-
cado por la naturaleza entre las provincias argentinas y
el Brasil, la conflagracion de este último seria inevita-
ble. En la tierra brasilera, .como en el resto de América,
nada se ha arraigado profundamente. Las provincias li-
mítrofes con las nuestras son todas republicanas. Hay en
el Brasil veinte negros, mulatos, etc., para cada blanco,
y el dia que el moderno Atila traspasase victorioso sus
fronteras proclamando la libertad de los esclavos, la
igualdad de derechos y el comunismo en accion, porque
no merece otro nombre el despojo y esterminio de la
clase ilustrada y opulenta por la ignorante y miserable
(cuyo número es infinitamente superior), el triunfo del
sistema rojo seria infalible. El emperador del Brasil, en
vista de los atropellos y violencias de que han sido vic-
timas sus súbditos en el territorio uruguayo ocupado por
las tropas del dictador, y de las últimas intentonas de
este en varias provincias del imperio, ha comprendido


(1) Plátano. Er. el sentido que Rosas le dá, es una palabra al-
tamente injuriosa.




-< !tiO-
al fin su posicioll y se ha decidido á recoger el guante
que el audaz gaucho le ha arrojado mil veces á la cara.
Las últimas cartas que tenemos de Rio-Janeiro nos ase-
guran que 20,000 brasileros estaban acampados á princi-
pios de mayo en la frontera de Rio-Grande. La lucha,
pues, ha debido ~a empezar, y será á muerte. No hay
transacion posible entre el sombrío despotismo de Rosas
y las instituciones eminentemente liberales que rigen en
el Brasil, el pais de la América del Sud, donde - no va-
cilamos en decirlo - se goza la mayor suma de libertad.
Si el imperio estuviese solo en la contienda, le compa-
deceríamos de antemano; pero unido á Montevideo, al
Paraguay, al Entre-Rios y á las demas provincias argen-
tinas que irán alternativamente rompiendo sus cadenas,
no bien encuentren un punto de apoyo, la victoria coro-
nará su esfuerzo. El imperio para consolidarse necesita
conquistar gloria y prestigio, y gloria y prestigio le es-
pera al fin de esta noble y peligrosa cruzada. Juega el
todo por el todo, y su enemigo no olvida ni perdona!
¡ Vre victis!


Tras el Brasil vienen la Francia y la Inglaterra: gran-
des intereses comerciales, tratados existentes, compro-
misos anteriores y razones de conveniencia propia-
prescindiendo de otros motivos de honra y decoro, -
mal de su grado las colocan de parte de los enemigos de
Rosas.


Los ministros franceses é ingleses, no obstante, se em-
peñan en desconocer el carácter de la lucha que soste-
nemos. Sacrifican á mezquinos intereses particulares los
grandes intereses de su comercio, de su influencia, y de




- !6~ -
su buen nombre en aquellos paises (1). No hablamos de
humanidad: quien transije con Rosas no la conoce.


i Pobres miopes! ..• No ven ó no quieren ver que la
violacion de los tratados, las tropelias de este y su odio.
á los estrangeros, son una consecuencia lógica y nece-
saria de su sistema. El, que nada respeta, no puede con-
sentir que haya dentro de la sociedad indígena esclava,
otra sociedad estrangera libre, que goce de prerogativas
y derechos negados á la primera. El contraste es dema-
siado chocante para no llamar la atencion de todos, para
no despertar comparaciones odiosas que redunden en
perjuicio de Rosas, y Rosas por carácter y principios
no tolera jamá3 nada que pueda perjudicarle. La única
diferencia que hay entre los estrangeros y los hijos del
pais, es que á los primeros se les mata ó se les des-
poja con algunas precauciones, y se forma luego causa


(1) Rosas declaró terminantemente que no pagaria los intereses
ni el capital del empréstito hecho á la República Argentina por
algunos banqueros de Lóndres, y hoy nadie ignora que solo por
estos y en obsequio á estos el ministerio inglés se resolvió á
abandonar la intervencion en 1847.


En una memoria que tenemos á la vista (Au nom de f8,OOO
Franrais, Appel á la France, etc. Paris, f849), dirigida á Luis
Napoleon, en la que se prueba cuanto se dice con documentos
auténticos, se encuentra plenamente confirmada esta asercion.


« La casa de Bareng y compañía ha anunciado hace algunos
dias que el gobierno de Buenos Aires pagaria mensualmente
1>,000 dollars (mas de 25,000 francos) noticia que, fijada en la
Bolsa de Lóndres, ha producido inmediatamente en los fondos de
la Deuda argentina un alza de 8 por 100. Por complacer á una
casa de comercio particular, para facilitarla los medios de reem-
holsar sus capitales, no se ha vacilado en sacrificar el comercio,
el bOllor y la dignidad de la Gran Bretaña en el Rio de la Plata! ))




- 262-
para averiguar quién ha sido el asesino, ó justificar el
robo; pero la suerte de unos y otros es en el fondo
idéntica; sus vidas y fortunas penden de una palabra
ó de un gesto del ilustre restaurador de las leyes. (Así
se titula desde que las ha puesto debajo de su asiento.)
Ningun estrangero alcanza satisfaccion de sus agravios, y
pocos, muy pocos, la restitucion ó el pago de sus bienes
confiscados. Todo lo que cuenta la mercenaria Presse y
demas periódicos de París asalariados por Rosas, es
música celestial, farsa y mentira! Aunque él quisiera
se encontraria en la imposibilidad de satisfacer todo
lo que debe (1). La codicia de sus condottíeros es in-
saciable, y antes que caiga una víctima, ya se han re-
partido sus despojos.


La afluencia de estrangeros á Buenos-Aires, á pesar
de este estado de cosas, se esplica fácilmente. La pobla-
cion que en Europa se desborda y derrama como el lí-
quido en un vaso, acudia hasta ahora poco á los Estados-
Unidos. El aumento escesivo de emigrados ha producido
allí casi los mismos inconvenientes que en el viej o mundo.
La inmigracion europea rechazada en el Norte, se ha
visto obligada á costear el Sud de América; y como sus
costas mal sanas, en general, no la inspiran confianza,
como en muchas partes las capitales encierran un gran
número de individuos pertenecientes á las razas negra,


(1) • L'!l suma de indemniz.aciones debidas y reconocidas por
Rosas en el tratado de t84{), y las cantidades reclamadas oficia-
mente por nuestros agentes diplomáticos, por espoliaciones ve-
rificadas solo en el territorio argentino, en los dos años ¡Ioste-
riores al tratado, ascienden á mas de VEINTE y CINCO MILLO~ES DE
FRANCOS. »- Aa nom de 18,000 fran¡:ais, etc., pág. H.




- 263 -,-
mestiza, etc., que se dedican á la esplotacion de los di-
versos ramos de la agricultura, la industria y los oficios
mecánicos, y las ciudades del interior demandan creci-
dos gastos para trasportarse á ellas, la inmigracion se
dirije en masa hácia el Rio de la Plata, cuyo inmenso
territorio virgen, cuyo fértil fuelo y suavísimo clima, sin
igual en el mundo, al decir de Azara, la brindan con
fáciles medios de subsistencia y la seducen por todos
conceptos. El que se ve con el dogal al cuello, el que
huye del hambre y de la miseria, solo piensa en salir
de la situacion precaria en que se encuentra, é iria al
Japon si en el lapon supiese que le aguardaba la for-
tuna. La mayor parte de los emigrados, ademas, son
pobres labradores ó artesanos, muy mal informados
acerca de las condiciones políticas del pais donde van á
vivir. Y no obstante, ¿por qué la inmigracion desde 1836
afluía de preferencia á la rivera izquierda del Plata y
hui a de la derecha dominada por Rosas? (1) ¿Cómo en
pocos años se engrandeció tanto Montevideo que superó
á Buenos Aires en poblacion, en cultura, en comercio,
en industria, en riqueza, en importancia política y lite-
raria? (2) Hoy la rica, la floreciente, la envidiada Mon-


(1) « En 1836 apenas se contaban 5,000 franceses residentes en
el Rio de la Plata. En 1842 habia en la ribera izquierda de 18 á
W,OOO. Desde 1837 hasta fines de 184':1, 33,607 emigrados euro-
peos acudieron á fijarse en Montevideo. Entre estos últimos ha-
bia t5,801 compatriotas nuestros, pertenecientes casi todos á los
departamentos del mediodia, y muy principalmente al de los
Bajos-Pirineos. »-Memoria cit. pago 13.


(2) Antes del sitio se publicaban en Montevideo nueve perió-
dico,; políticos; seis nacionales; uno dedicado esclusivamente á




tevideo, aniquilada por el génio de la debtrucdon, por
Rosas, que envidiaba tanto su prosperidad material,
como aborrecia los principios liberales que proclamaba,
reducida á una plaza de armas, agoniza en un lento y
prolongado martirio, víctima de sus altas convicciones,
y esperando apoyada en su bandera, la bandera de la
civilizacion y la libertad, que la Europa ó sus hermanos
del continente acudan en su defensa... Entre tanto el
sol de cada dia alumbra un nuevo sacrificio, un nuevo
rasgo de heroicidad sublime; la flor de sus valientes des-
pedazada por el plomo y el hierro enemigo, cubre con
sus pechos, con los miembros palpitantes de sus com-
pañeros muertos á su lado, la brecha que abre en las
invictas murallas el canon de los esclavos. Sus huesos
son las piedras y su sangre la argamasa que las une!
j Muera Rosas! gritan, y al caer se abrazan á la tierra,


cual si al morir peleando,
la tierra así abrazando
quisieran defender. (1)


Mientras á tiro de fusil en el recinto de la beróica ciu-
dad, venerables ancianos, inocentes niños y débiles mu-
geres, vencidos por la miseria y el dolor, caen y espi-
ran repitiendo tambien: ii Muera Rosas l.'


¿Qué estraño es que la emigracion europea se dirija y
t'e agolpe ahora á Buenos Aires? ... Miopes estadistas
tlue en esta malhadada cuestion del Plata nunca os ha-
los españoles y costeado por ellos; otro trances y otro inglés.
Existiau, ademas, dos semanal'íos de literatura y várias publi-
caciones mensuales.


(1) Mitre.




_.- 2b¡) -
beitl mostrado á la altura de las grandes nacione~ cuyos
de5tinos regís, levantad el sitio de Montevideo, tranqui-
lizad el pais, dadle un año, nada mas que un año de
paz, y veremos entonces adónde se encaminan y cuál
ribera prefieren vuestros compatriotas.


Las intervenciones europas que tanto nos echa en ros-
tro el dictador, prueban hasta la evidencia cuan fundado
es nuestro aserto. La marcha indecisa, vaga, contradic-
toria, de los gabinetes de Saint James y las Tullerias ha
servido únicamente para ensoberbecer á Rosas y dar á
todos una falsa idea de su poder. Verdad es que la com-
plicacion de sucews en Europa y la torpeza y algo mas (1)
de los diplomáticos estrangeros, ha contribuido eficaz-
mente á prolongar esta lucha sorda y tenaz entre la ci-
vilizacion y la barbarie, entre el gaucho que no conoce
mas ley que su capricho, y los gobiernos legales de Eu-
ropa y América, que á nombre de sus compatriotas le
piden garantias, órden, paz y condiciones de existencia
idénticas á las suyas. Rosas, cediendo en apariencia
mientras duraba el peligro, ha vuelto á sus ruines há-
bitos apenas se veia libre de importunos testigos; y á
fuerza-de oro, de intrigas y decepciones, se ha burlado
siempre de ellos, los ha humillado y puesto en ridicul,?


(1) Cuéntase que el baron de l\lackau, negociador en 1840 del
ominoso tratado que lleva su nombre, no tuvo empacho en ad-
mitir entre otros regalos, una magnífica bajilla de plata, pertene-
ciente al rico comerciante español don Lucas Gonzalez, degolla-
do en las calles Buenos Aires el 19 de setiembre de 1841; Y M.
H. Mendeville, ministro plerlipotenciario de la Gran Bretaña, ba
sido durante cinco años visita diaria de la bija única del die la-
<lar, la célebre Manuelita Rosas.




- 266-
La consecuencia de todo esto ha sido- que la Inglaterra,
y muy especialmente la Francia, distraidas en la actua-
lidad por atenciones mas graves, se han dejado alucinar
por engañosas promesas, y aunque convencidas interior&
mente de que Rosas es un malvado, se muestran dis-
puestas á tolerarle hasta que se presente una coyuntura
favorable en que puedan sin mengua de su decoro (ó lo
que viene á ser lo mismo, sin grandes sacrificios pecu-
niarios) contribuir á su ruina y apresurarIa con sus bue-
nos oficios.


Rosas conoce esto perfectamente y sabe que el triunfo
de su sistema es incompatible con la preponderancia de
los estrangeros. De ahí su tenacidad en resistir á todas
sus exIgencias, hasta á las mas razonables, só pretesto
de que abrigan siempre una segunda intencion fatal al
honor y á la independencia americana. .


En vano le hemos probado que la Inglaterra y la
Francia están solemnemente obligadas á intervenir en
los asuntos del Plata, siempre que peligre la indepen-
dencia de la república del Uruguay.


Por la mediarion y bajo los auspicios de la Gran-
Bretaña, el Brasil y Buenos Aires reconocieron nuestra
independencia y se comprometieron á respetarla, y la
Inglaterra se reservó el derecho de intervenir siempre
que peligrase aquella. Ahí están los tratados de 1828;
á ellos apelamos.


Por el art. IV del pobrísimo tratado l\Iackau, la Fran-
cia en 1840 exijió Y obtuvo de Rosas que respetada la
independencia de nuestro territorio. La república del
Uruguay habia prestado á aquella nacion grandes servi-




- 267-
cíos, y por protejer su escuadra y los intereses de sus
súbditos, acalló de malquistarse con el dictador.


Ese es el origen de la intervencion anglo-francesa.
Estábamos en nuestro derecho al invocarla, y no hemos
sido . traidores á la causa americana, como pretende
Rosas. La verdadera causa americana tiene mas puntos
de contacto con la Europa civilizada que con la Amé-
rica salvaje: nosotros hemos aceptado la intervencion
porque se comprometió á respetar nuestra independen-
cia; si no, la hubiéramos rechazado. Así lo ha declarado
antes de ahora de la manera mas esplícita y terminante
en todos los periódicos de Paris, cuando el porvenir de
Montevide.o estaba en manos de la Francia, nuestro mi-
nistro plenipotenciario, el ilustre general don Melchor
Pacheco y Obeso


Nosotros, es decir 1 los que Rosas llama unitarios, rom-
peremos á cañonazos, Dios mediante, el frágil dique que
se opone á la libre navegacion de los rios il1teriores, y
entonces la República Argentina no presentará el triste
espectáculo que hoy ofrece. En Buenos Aires está recon-
centrada la i1ustracion, el comercio y la industria: fuera
de allí no hay mas que ruina, ignorancia, retroceso y
opresion. A la libre navegacion de los rios - cuestion
vital para la Europa y para nosotros - se une la funda-
cion de ciudades á sus márgenes, la construccion de ca-
minos de hierro, el establecímiento de fábricas en el
interior, etc., cosas todas á que el gancho se opone en
nombre de falsos principios y de añejas preocupaciones;
cosas todas que los gabinetes de Paris y Lóndres le pi-
den, en virtud de conce~iones hechas á sus compatriotas




- t68-
en aquellos tiempos gloriosos en que se hizo cuanto nos
honra y engrandece, en aquellos tiempos en que los
salvajes y traidores unitarios les concedian cuanto anhe-
laban, promovian la colonizacion, la esplotacion de mi·
nas, la introduccion de nuevos veneros de riqueza, la
fundacion de pueblos, etc., etc. Escusamos añadir que
este solo motivo á falta de otros, acabaria mas tarde ó
mas temprano por llevar otra vez á la Europa al Rio de
la Plata, si antes los enemigos leales de Rosas, los que
no transijen nunca con él, no se encargan-como de
costumbre-de evitará sus generosos y consecuentes
protectores la molestia y los gastos del viage.


Vendidos á los estrangeros de Europa, nos llama el
dictador, y los estrangeros de Europa nos pagan con
ingratitud los sacrificios que hacemos por ellos. Por se-
guir sus tradiciones, por ampararlos y defenderlos, lo
hemos perdido todo ..... ¡no importa! Ahora y siempre
diremos que fuera de los principios que hoy acatan é
invocan los pueblos libres del viejo hemisferio, no hay
salvacion para nosotros; y que el grande elemento de
estabilidad y progreso que tienen aquellos paises, es la
emigracion europea laboriosa é inteligente. A no ser
por ella, la raza blanca habria tal vez desaparecido.
El sistema americano hace un horrible consumo de
carne humana (1), Y entre la Europa y el Arrica no puede
ser dudosa la eleccion.


(1) Segun un cómputo formado sobre los partes oficiales, car-
tas partícularee, etc. y rebajando una tercera parte, resulta que
desde 1830 acá han muerto en acciones de armas y entre enve-
nenados, fusilados y degollados mas de 60,000 personas bolo




- :269-
Reasumiendo, pues, todo lo dicho 1 la situacion de Rosas


e8 hoy la siguiente:
La Inglaterra y la Francia descontentas de su po-


Iitica y prontas á secundar cualquiera tentativa séria
contra él.


Las provincias argentinas aguardando con ánsia el
momento de vengar sus pasados ultrajes, y de recobrar
el rango que les pertenece y el fin constante de todas sus
aspiraciones: igualdad de derechos con Buenos Aires;
convocacion de un congreso general compuesto de di-
putados de todas las provincias para arreglar los asuntos
interiores y esteriores de la república. Destruccion del
sistema sangriento é irresponsable de Rosas, y anula-
cion de todos los actos arbitrarios por los cuales se ven
hoy reducidas á ser tributarias, esclavas, y en todo de-
pendientes de la capital.


Urquiza al frente de 10,000 hombres, proclama estos
principios en Entre-Rios, y á favor de ellos promueve la
tercera cruzada contra Rosas.


Ocho ó diez mil argentinos y orientales proscritos, de
Jos 40 ó 50,000 que vagan errantes por las repúblicas
vecinas, se dirigen á las fronteras del Brasil, Chile, Bo-
livia y Paraguay para unirse al ejército libertador ..


Veinte mil brasileros aguerridos, á las órdenes de un
general valiente y esperimentado, el conde de Caxiás,
pacificador de Rio Grande, avanzan en columna cer-
rada, confiados en la santidad de su causa y seguros de
la victoria.


en el Rio de la Plata: guarismo espantoso atendida la escasa
poblacion de este que no llega á un millon.




- 270-
Con igual ardor y entusiasmo marchan á su encuentro


los libres paraguayos, anhelando escribir con la sangre
de los sicarios del déspota el acta de su independencia.


Al lejano rumor de las salvas triunfales con que estos
valientes anuncian su aproximacion, se estremecen los
bosques del Uruguay, del Daiman y Rio Negro, y lanzan
centenares de guerreros que han estado allí ocultos
ocho años, prefiriendo la sociedad de los tigres y ser-
pientes al yugo de Rosas y su procónsul Oribe.


En las erguidas cuchillas y en la cumbre de las mon-
tañas arden desde la copa á las raices, árboles seculares,
como inmensos candelabros que el genio de la libertad
enciende para convocar á sus hijos al combate.


A su ardiente resplandor numerosas guerrillas se or-
ganizan, y disputan el terreno palmo á palmo á los in-
vasores.


La heróica, la invencible Montevideo cubierta de hon-
rosas cicatrices, ceñida la sien de palmas y laureles in-
mortales y envuelta en el humo de sus cien cañones que.
la prestan su voz gigante para dar el parabien á sus
hermanos, tremola desde lo alto de la muralla su ban-
oera, y el mundo entero se descubre para saludarla con
respeto y admiracion! ...


La espada de Damocles está pendiente sobre la cabeza
del dictator... union y perseverancia es lo único que se
necesita para acabar con él: la mina está preparada
debajo del edificio de su tirania; solo falta una mano
vigorosa y firme que reuna en una sola haz las haces
distintas que brillan por todas partes y las sacuda sobre
el dormido cráter ... El hombre á quien la Providencia




- 274 -
parece haber confiado esta grande y patriótica mision
es, ¡ impenetrables juicios del Altísimo! es el general don
,Iu~to José Urquiza, el mas intrépido é inteligente de los
pocos hombres de corazon que ligados por compromisos
anteriores han seguido las banderas del tirano. El pon-
drá fuego á la mina, y i ójala su estallido sea tan vio-
lento, tan intensas las llamas, que ni siquiera nos dejen
el polvo de los huesos de Rosas ! ...


IX.


ROSAS Y LUIS XI.
(Publicado elfO de mayo de 1852.)


Estábamos esperando algunos datos que habiamos
pedido á América, con el objeto de terminar la serie de
artículos sobre el Rio de la Plata que empezamos á pu-
blicar en LA IWSTRACION, cuando el último paquete nos
trajo la feliz nueva de,la ca ida de Rosas.


Este desenlace, que habiamos vaticinado con mucha
antelacion, no nos sorprendió : los elementos reunidos
contra él en esta nueva cruzada, no podían menos, como
demostramús entonces, de 1:lniquilar para siempre su for-
midable poder.


El resultado ha correspondido á nuestras esperanzas:
merced al arrojo y patriotismo del general Urquiza, y de
sus dignos aliados, Montevideo, Corrientes y el Brasil,
el dictador ha venido á esconder su ignominia en Eu-
ropa. La Providencia, siempre justiciera, ha querido
reservarle este suplicio de condenado. Justo es que ar-
rastre lejos de su patria una existencia envilecida y des-




- 272 -
preciable, el que por tantos años fué el azote y oprobio
del suelo que le vió nacer, y obligó á millares de sus
compatriotas á mendigar el pan amargo del destierro.
No era digna su vida miserable que la mano de un hom-
bre libre la sacrificase en el campo de batalla, abrién-
dole la gloriosa tumba reservada tan solo á los va-
lientes.


Conviene que viva para que sirva de escarmiento á
los que quieran imitar su ejemplo. Conviene que viva
para que oiga desde un rincon de la apartada Europa,
el grito unánime de entusiasmo y demente alborozo,
confundido con el anatema universal que se levanta con-
tra él desde el Uruguay hasta los confines del Brasil;
desde las riberas del Plata hasta las faldas de los Andes.


En ese inmenso territorio, donde él imperó como amo
absoluto, hoy la libertad, precedida por la victoria, abre
una nueva era de paz, de union, de olvido, de progreso
y felicidad. ¿ Qué mayor suplicio para Rosas ?. Arrojado
del altar, escarnecido y befado por los mismos que le in-
censaron como á un dios, condenado como un réprobo á
presenciar la dicha de los bienaventurados, ¿ no sufrirá
los tormentos de Luzbel, á quien tanto se parece en fe-
rocidad y orgullo, al verse encadenado en el abismo que
sus crimenes le han abierto? Al considerar que ni en vida
ni en muerte hay redencion para él; porque, vivo, sus
hechos son tales, que una vez en tierra no hay poder
humano que vuelva á encumbrarle á la altura de donde
cayó; y muerto, la historia imparcial, que no es otra cosa
que el fallo de la posteridad, no podrá menos de marcar
:;u nombre con sello perdurable de infamia, y enseñarle




- 273-
maldecido y execrado á las generaciones venideras, como
el símbolo mas exacto de todo lo malo que puede engen-
drar la ignorancia, el despotismo y la barbarie.


Hoy pues que su estrepitosa caida ha llamado viva-
mente la atencion del mundo civilizado, volvemos á em-
prender nuestra interrumpida tarea, deseosos de aumen-
tar la celebridad de Rosas, y de acabar de darle á conó-
cer en España. i Ojalá nos fuera dado hacer otro tanto
en las demás capitales de Europa, y muy principalmente
en París y Londres, donde plumas venales siguen toda-
vía haciendo su apoteosis (1).


Prescindiendo de la verdad de los hechos, juzgamos
que en la actualidad todo lo que á él se refiera debe te-
ner doble interés para nuestrps lectores de la Península y
de A.mérica, y esta consideracion nos ha movido á escri-
bir el siguiente paralelo, cuya idea primitiva nos fué ins-
pirada por el motivo que vamos á referir.


No hace mucho tiempo que viendo representar por
primera vez á Valero, á ese eminente actor, el magnífico
drama que lleva por titulo Luis XI, nos pareció notar
algunos puntos de contacto, algunas estrañas coinciden-
cias.entre el carácter y la vida pública y pl'Ívada de aquel


(1) Aprovechamos esta ocasion para dar las mas espresivas
gracias á la prensa española, y en particular al Clamor Pú/JIico,
1'01· la manera noble y digna con que se ha ocupado general-
mente de las cuestiones tlel Río de la Plata. El Clamor, con un
desinteres y benevolencia que le honran, espontánea y gratuita-
tamente ha reproducido íntegros, varios artlculos que en refuta-
cion :i las calumnias de los agentes de Rosas ha publicado en
Paris y Lóndres nuestro distinguido amigo, el general D. Melchoi'
Parhl'co ~. Ohr"




- ~7~-
monarca, y el carácter y la vida pública y privada del
célebre dictador de¡Buenos Aires, D. Juan ManuelRosas.


Es muy probable que no hubiésemos parado mientes
00 este pensamiento, que nos asaltó durante la represen-
tacion si una circunstancia, ó mejor dicho, una costum-
bre que conservamos desde la niñez, no nos hubiese obli-
gado á fijar nuestras ideas, vagas é indecisas hasta en-
tonces, á coordinarlas, á formular un juicio sobre ellas;
y á establecer involuntariamente una especie de paralelo,
que nos dejó en efecto sorprendidos.


Acostumbramos leer de noche, y siempre que vemos
en la escena un personaje histórico que nos preocupa
fuertemente el ánimo, procuramos tener á mano antes ó
despues de la representacion, algun buen libro, si es po-
sible el mejor, que se haya escrito sobre los sucesos á
que se refiere el drama ó comedia, y encontramos un
verdadero placer en recordar lo que habiamos olvidado,
ó ilustrarnos acerca de lo que ignorábamos. Así conse-
guimos á un tiempo entretener agradablemente nues-
tras continuas veladas, y al cabo de una lectura mas ó
menos detenida, convencernos por nosotros mismos de
la menor ó mayor verdad histórica que en el drama tie-


. nen los personajes y sucesos que en él figuran.
Con este objeto, pues, la misma noche que ~imos re-


presentar á Valero con tanta propiedad é inmejorable
acierto el Luis XI, cogimos al acostarnos á uno de nues-
tros autores favoritos, á Chateaubriand, yla luz del alba
nos sorprendió leyendo el tomo III de sus Estudios his-
16ricos, que contiene, como saben nuestros lectoreR, el
Anúlisis razonado de la historia de Francia.




- 275-
A medida que leiamos, nuestra admiracion subia de


punto. El sublime cantor de los Mártires, al trazar á gran-
des rasgos el carácter y los hechos mas notables de la.
vida del tirano francés, sin advertirlo ha trazado con
mano maestra la biografía del tirano argentino. Luis XI
y,Rosas son Ulla misma persona. La semejanza, la iden-
tidad es tan grande para el que conozca al segundo, que
no tiene )nas que cambiar los nombres propios ó al-
guna otra circunstancia accidental, para pintarle y darle
á conocer tal como es.


Cúmplenos aquí advertir á los que no nos crean, que
todo lo que vamos á decir respecte de Rosas, lo hemos
ya probado suficientemente con sus propios documentos
oficiales, ora en articulo s parciales como este, publica-
dos en la Ilustracion, ora en un folleto ad hoc, en prosa
y verso, que dimos á luz en Montevideo á principios de
1846, (l). Hace mucho tiempo que tenemos especial
empeño en contribuir, haMa donde alcancen nuestras
escasas .fuerzas, á la celebridad del famoso gaucho·
malo (2) Juan Manuel Rosas.


(f) Episodios de nuestra historia contempordnea.
(2) Campesinos que usan ""tro traje, tienen otras ideas


y costumbres que los habitantes de las ciudades: Rosas
por su cuna nada tiene de tal; es nieto de un conde, y su
familia de las mas ilustres de Buenos Aires; pero por su educa-
cion, por su vida errante y vagabunda, por sus hábitos é instin-
tos, es un gaucbo completo, y malo, que es todavía peor. El lo
conoce, y nada le enfurece tanto como que le califiquen de este
modo. En veinte años que ha mandado, y veinticinco que figura
en la escena polltica, se ha civilizado algo, muy poco, porque es
agreste, original y estravagante en grado superlativo. Cuando
se incomodaba, lo que sucedia á menudo, salia decir que era







- 276-
Con esto y con añadir que las palabras en letra bas-


tardilla son del testo francés que tenemos á la vista, el
lector nos hará el obsequio de no acordarse de la anterior
ligera digresion, y de seguirnos sin mas preámbulos en
el rápido paralelo que vamos á hacer entre los dos tira-
nos, y que puede considerarse como el epílogo de los
artículos citados.


Luis XI, dice Chateaubriand, colocado entre la edad
media que maria y los tiempos modernos que empeza-
ban •.• nacido en una época social en que nada estaba
consumado y todo comenzado, siguió un sistema mons-
truoso, indefinible, original suyo .•.


El ilustre restaurador de las leyes, el héroe del de-
sierto, el padre de la patria, la columna de la federa-
cion, el defensor de la independencia americana, el
Washington del Sud, el príncipe normando (1), Rosas,
en una palabra, porque estariamos escribiendo hasta
mañana sin agotar todós los títulos que la adulacion y
el miedo han aglomerado sobre su cabeza, hasta el punto
de dar su nombre á uno de los meses del año (2) ; Ro-
sas apareció tambien poco despues de la última batalla
que postró el dominio español en el Nuevo Mundo (1824),
y consagró definitivamente los nuevos principios de la


dueño absoluto del honor, vidas y haciendas de sus desgracia-
dos compatriotas, refiriéndose á las facultades estraordinariils
de que se hallaba investido por una farsa de repr':3entacion na-
cional y el voto unánime de la provincia de Buenos Aires, arran-
cado por la mas-horca á sus habitantes con el puñal al cuello .•


(1) Títulos de Rosas: el origen de cada uno de ellos pued,'
dar márgen para escribir un largo articulo.


(2) El mes 1.11' octubre se llama en Buenos Aift'~ 1') mes de Rosas




- 277-
revolucion Hispano-Americana. Cuando s\Jbió al pqder
(1830) nada se habil\ cimentado, y todas "la ide~8, tQdos
los intereses, todos los principios estaban iniciados y se
debatian en los campos de batalla, en la prensa, en el
foro, en la tribuna. Su sistema, que él ha bautizado con
el título retumbante de Sistema americano, era tan mons-
truoso, tan indefinible y original, que necesitAriamos
escribir muchas páginas para esplicarIo debidamente.
En el fondo se reducia á dominar por medio del terror
y la fuerza bruta á las poblaciones agrestes é incultas de
la campaña, valiéndose de sus caudillos : neutralizaba
el poder de estos, es citando celos y rivalidades entre
ellos: con las campañas sujetaba á las ciudades, y vice-
versa, estableciendo en todas las capitales y pueblos de
alguna oonsideracion, numerosas sociedades ó clubs que
él apellidaba populares, y que se han hecho famosos ba-
jo el nombre de mas-horcas. Pretendia reconstruir el an-
tiguo vireinato "de Buenos Aires, del que se han formado
cuatro repúblicas (la Confederacion Argentina, la Banda
Oriental, el Paraguay y Bolivia), y hacia poner al frente
de todos sus documentos públicos, ¡ viva la (ederacion!
mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios!! I
cuando, como se ve, él era el déspota mas unitario y
absoluto que ha existido desde la aparicion del doctor
Francia, sn maestro. Detestaba á los europeos, y su gran
pensamiento era alejarlos y hacer nulá su influencia en
aquellos países, cuando sin ese poderoso elemento de ci-
vilizacion y de órden, la poblacion, la industria y el co-
mercio habrian decrecido en una progresion igual á los
frecuentes trastornos y, cilmj~lJ!li"~ .q1j.~llemo?Jm~;¡.en-


..




- 278-
ciado desde la guerra de la independencia hasta el pre-
sente. Titulábase Pácificddor del Plata, y vivia con la
guerra, y no ha tenido un solo dia de paz desde que fué
electo capitan general y gobernador de Buenos A.ires.
Repetia que anhelaba la paz á todo trance, y era el pri-
mero en rechazarla cuando los gabinetes europeos, la
necedad de sus enemigos, alguna victoria, ú otra cir-
cunstancia favorable se la brindaban.


Vociferaba que su principal conato se dirigia á aflan-
zar la union y concordia entre las provincias de la Con-
Cederacion, y de esta con las repúblicas vecinas, cuyos
vinculos habia relajado la guerra civil, y donde quiera
que interponia su paternal influjo, los pueblos se alzaban
en armas, la sangre corria á torrentes, y la anarquía, el
odio, las venganzas y ambiciones personales estallaban
con mas violencia que nunca.


Esta contradiccion entre sus obras y sus palabras, en-
tre sus pretensiones y sus hechos, esplica la mala fe, la
decepcion, el cinismo y profunda inmoralidad de todos
los actos de su gobierno. Rosas era un hombre que no re-
trocedia ante consideracion alguna, con tal de llegar al
fin que se habia propuesto : hombre especial, conocedor
como nadie de nuestra sociedad y nuestras cosas; muy
poco instruido, pero de gran despejo y talento natural,
en el que se encontraba mucho de la ferocidad de Sila,
de la hipocresia de Cromwel, de la impudencia y auda-
cia de Catilina, y de la intolerancia sanguinaria de Maho-
ma, sin que tampoco le faltase algo del genio de estos
famosos criminales.


Séanos licito reconoeerlo. No se manda veinte alios,




- 27~-
ni se hacen las cosas que él ha hechu, con una inteli-
gencia vulgar, ni sin estar adornado de grandes dotes
como hombre de accion y de energia. Digámoslo si(l
miedo, en voz alta, porque de lo contrario nos haremos
muy poco favor los que nos jactamos de ser sus enemi~
gos. Si era él tan inepto y su poder tan frágil é imagina-
rio, ¿ cómo ha resistido tanto tiempo al embate de una, de
dos, de tres c9aliciones, en alguna de las cuales flgura~
ban naciones tan poderosas como la Francia y la Ingla-
terra ? ... Dej amos la repuesta á los que suponen que. es
un hombre vulgar, favorecido únicamente por la fortuna.


El constante anhelo de Luis Xl fué humillar elor';'
gullo de la aristocracia é inmolarla á su odio, como el
de Rosas ha sido humillar á la clase mas decente d~ la
república, envilecerla y entregarla al furor de la plebe,
de la mas-horca,ó ála elervecenciapopular, como decian
sus periódicos hablando de las célebres saturnales de QC~
tubre y abril de 1840 y 41, al responder á ,los cargos que
le dirigia la prensa patriótica, por las innumerables víc-
timas sacrificadas en esa época infanda. Buenos Aires ha
visto con escándalo pasear por las calles su retrato en
un carro, del que tiraban esposas de generales, yescol-
tado por ministros, diputados, altos funcionarios civiles
y eclesiásticos ... por lo mas granado de la sociel;lad bo~
narense! ,


j y ese retrato fué recibido debajo de palio y colocado'
en el altar por mano de un obispo!


I Y la multitud se prosternaba delante de él, se descu-
bria, y doblaba la rodilla, como pudiera hacerlo. ante la
imágen del Redentor de los hombres!




- 280-
Creemos que este solo rasgo caracteriza á Rosas.


;, Lo repetimos, el constante trabajo de la 'Vida de
rJ.uiS XI y la idea fija que le dominó, fueron /Ji aba ti-
'ifJ!iento de la alta aristocracia y la centralizacion del
poder •
. Mucha sangre y muchas lágrimas nos ha costado;


pero debemos confesar tambien que Rosas ha sido el
pthnero que ha abatido la altivez de los caciques de las
ptlwlncias, y ha reducido á estas á una obediencia á que
nbSestaban acostumbradas. Los medios han sido inicuos
flHs resultados fatales; pero en el fondo del mal se
o'¿ififtá un gran bien, que un gobterno previsor é inte-
~~~~te sabrá utilizar en beneficio de la naeiOl1, no en
pi-tWecho suyo como lo ha hecho Rosas.
");~¿ toda la república Argentina, á escepcion de Cor-
H~hi~s, pueblo heróico que sucumbió á sus golpes cinco
véce/;~ y cinco veces rompió sus cadenas, absoluta y te-
rliH1á'acataron todos su autoridad. Los gobernadores de
lá:é fptbvincias, sus iguales segun la Constitucion, á pesar
ii~ 8rl~ fueros y prerogativas, no eran mas que procón-
Sll~tis'i;del dictador de Buenos Aires. Quiroga, Lopez,
dití1~fi, los Reinafes, Beron de Astrada, Brizuela, cau-
atj16~'1 de ,gran prestigio en sus respectivas provincias, y
qR~ 8~&lta. ó abiertamente se atrevieron á resistirle, ha ..
jaron á la tumba sacrificados por él. Los motines, las
c~j~a~M; el veneno y los campos de hatalla le dejaron
espeditas las sillas de los gobiernos proVinciales.
t6~ caudillos que aun viven, y los que mandaban últi-
tlia:iÍi~ht'é, habian tenido que doblar el cuello á la coyun-
da, ó huir ó rebelarse. Rosas para parecerse en todo á




- 284 -
su modelo, no toleraba á su lado superiorida~~, ni,n-
guna clase. Se deleitaba en pasear su nivel de plpmo
por todas las cabezas, y i ay del que en su presencia se
atreviese á llevarla un poco mas erguida q1,le los de-
mas!


Asf se esplica cómo el populacho de Buenos Aires, y
una inmensa mayoría de su campaña, amaba y ad-
miraba á Rosas; y la razon es evidente : le admiraba y
amaba, por la misma razon que el pueblo francés admi-
raba y amaba á Luis XI, que tan diestramente sabia li-
sonjear la pasion democrática, el amor á. la igualdad:
es decir, la democracia y la igualdad del despotismo,
las que abaten la cerviz del poderoso para que de~cueIle
la de la canalla, no las que elevan al hombre y le CQJl-
ceden derechos, que si un tirano se los arrebata, ponen
en sus manos el puñal de Bruto y Scévola.


Luis XI, á pesar del cariño que profesaba al pueblo,
le mandaba arrojar al rio dentro de sacos cuando des-
confiaba de él ; Y Rosas, para no ser menos, hizo dego-
llar por la mas-horca á una parte del pacífico vecindario
de Buenos Aires, creyéndole en connivencia con Lava~
lIe, y convirtió las capitales de las provincias sublevadas
Corrientes, Córdoba, San Juan, Catamarca, Tucuman y
la Rioja, en teatros de desolacion y sangre. i Mas de
cuatro mil personas sucumbieron en esta horrible carni-
cería!


Era Luis XI un hombre zorro, que con gentes despre-
ciables llevaba á cima grandes empresas; que transfor-
maba á sus criados en heraldos de armas, á sus barbe-
ro-" en ministros: al gran preboste en compadre, y á dos


,.




- 282-
-ooHlugáshii las que el uno era ale{jté y el otro triSté, en
&llJijlHñt+bJ.
::J:tthsas, ·con hombres tan nulos, por no decir despl'e-
cHibI~~; é'ÓJilo. Oriñe, su hermano Prudenció R08Qs, el
fraile Aldao, de negra memoria, ha vencido !Í. los guer-
rerór5"'mas HIi~tres de la independencia, á Lavalle, á Ri-
\'1lÍ''a, u C<Í.shilli, á Lamadrid, á Vilela, y á otros den qUI!
Iiahiáll:ganaub renombre en mil combates, y que ademas
11é~lfvalotpetsonaI, sobrepujaban á sus adversarios en
¡il\stIJ'ío y t6ntlcimientos militares, A la voz de su opre-
5Ó)!;;tA~'8llta\~u&lOs Aires, la que de Pradt llamaba Ate:..
liliSdJ<jUi,ll~c(l, del Sud, ha visto levantarse del fango
p~t~li&MH~¡flÍr altos destinos, hasta á pulperos (1)
E-tHh'o '~ft1dlnón, Barcena, Pablo Alegre y otros; y para.
qtietludil'fa\íé át Neron argentino para igualar yeseéder
tal vez á su'modelo, ha tenido vArias veces, y aun tenia
c'ti ~t\)\, (liltHhÓs' tiempos, dos ó mas locos por compafie-
i'6s', muY~aré~idt}s en su carácter á los de Luis XI: se
dMWtilt Bin· al&r~n sus horas de solaz, de un modo que
t1o'S hiaHa re"eritaI' de risa si no nos ahogase la indigna-
cio'rt. t;eh~f¡Hiriente no sobrevivian aquellos infelices largo
t-re'l'Ó'poa'sÍl infortunio. El mas celebre de ellos, el padré
V¡ytxá',trJúrió no hace mucho víctima de uno de los terri-
lliei~#ifsíwetes (2) a que con harta frecuenciá le conde-
tYába 'ffiÍ¡~~~"~bi- : faltas imaginatias en el desempeño de
ms altas funciones. Hacíale creer que era obispo, gober-
nador, gehetlill,ti'lagistrado, etc., y luego le pedia estre-


(1) Taberneros.
C~l) Disciplinas tui! 'acompañamiento de fuelles, elc.




- 283-
cha cuenta de su conducta. Tal há sido poi' espacio de
muchos años su diversioIl favorita.


No en vano hemos dicho que ti. medida que se éxami-
nan los hechos, carácter y hábitos de Rosas y Luis XI,
es tan grande la semejanza, que parecen un mismo indi-
viduo viviendo en dos épocas distintas. Reservamos para
otro artículo eSponer los demás puntos de contacto y ana-
logías que se encuentran en ambos, y que son tan mar-
cadas y características, que hacen dudar si será una ver-
dad la trasmigracion de las almas, sea de las personas
iÍ las personas, de estas á las bestias, ó de bestia á bes-
Ua, que de todo hay en Rosas y Luis XI.


x.
ttetilos yiilto que la época de la aparicion de Rosas,


cOllicide perfectamente con la de Luis XI, a.s! como su
genio fcrot y sombrío, sus gustos éstravagantes y su sis-
tema de gobierno contradictario é irracional, basado en
la guerra, en la violencia y la mentira, sistema que pa-
fece mas bien plagiado de las hordas salvajes del de-
sierto, que de pueblo alguno donde se acaten los fueros
de la razon y de la justicia. Hemos visto tambien que es
idéntica en los dos la manía de centralizar el poder, el
anhelo de abatit á los poderosos, Rosas á los caciques
de las provincias, y Luis XI á los magnates de la aristo-
cracia; la habilidad para esplotar las situaciones y sacar
prolecho hasta de los hombres mas insignificantes, y
finalmente, su empeño en invertir todas las jerarquías,
halagando los instintos del populacho; el primero como
rey que no se desdeiiaba de confundirse con sus vasallos,




- '28' ~
Y el segundo como caudillo popular que participaba de
las preocupaciones, hábitos é ideas de la parte viciosa é
inculta de los campos y ciudades, nervio principal de su
poder


Réstanos aliora, para acabar de poner en relieve la
intima conexion que existe entre uno y otro tirano, exa-
minar la conducta de Rosas en su juventud, la manera
de proceder con su padre y hermanos, los medios de que
se ha valido para estender su influencia en los paises li-
mitrofes, los resortes de su política, su insigne mala fe,
la violacion de los tratados, la crueldad sistemada con
que ha procedido siempre, ordenando friamente el de-
güello de los prisioneros y poblaciones indefensas, con el
único objeto de inocular el terror, como el mejor auxi-
.liar de su tiranía sangrienta y embrutecedora; en fin,
sus alianzas con los salvajes, y el odio mortal contra los
pueblos vecinos, donde regian principios opuestos á los
suyos.


Luis XI, siendo todavía delfin, conspiró contra su pa-
dre, se rebeló contra su autoridad: Rosas, antes de los
veinte años, abandonó el hogar paterno, despues de ba-
ber reñido con su familia. La causa de este enojo fué un
abuso de confianza, harto reprensible en su corta edad.
Su madre, no pudiendo hacer carrera de él, I;uando ape-
nas entraba en la adolescencia, le envió á una de sus
estancias bajo las órdenes de un capataz, y Rosas se
apropió algunas cantidades de consideracion, y las inver-
tió no se sabe en qué. Con este motivo fué llamado á la
ciudad y reconvenido ágriamente por sus padres: mas
él, cuyo caractel' indómito, impetuoso y estl'avagantc ~




- 281) -
empezaba ya á revelarse, les contestó sacándose el pon-
cho (1) y otras prendas de ropa, como si no quisiera
conservar nada que les perteneciese, y tirándoselas á los
piés, salió, montó á caballo, y desapareció con la velo-
cidad del tayo.


Desde entonces no ha melto á pisar la casa de sus pa~
dres, ni aun despues 'que la fortuna le elevó al primer
puesto de la república.


Hay quien asegura que en aquella ocasion cometió el
desacato de levantar la mano al autor de sus dias; pero
como quiera que fuese, muy grande debia ser el enojo
de este, cuando á su muerte, en vez de nombrarle al-
bacea, como de mas edad y representacion, nombró á su
hermano Gervasio : público menosprecio que ni en la
tumba ha perdonado Rosas á su padre.


El que es hijo irrespetuoso é ingrato, mal puede ser
buen hermano. Si Luis XI envenenó á su hermano el
duque tie Guyena, el Washington del Sud no hizo 10
mismo con el que acabamos de nombrar, porque no le
fué posible; pero le puso fuera de la ley, é hizo insertar
en los periódicos que no era hijo de su padre, D. Leon
Ortiz de Rozas (2), sino del capataz de sus estancias.


D. Gervasio Rosas se asiló á Montevideo huyendo de
su desnaturalizado hermano. Su injusta perseeucion filé
motivada por el malhadado alzamiento del Sud (1839) ,
en el que se le creyó complicado. Numerosas partidas


(1) Especie de capa cerrada, muy Usual entre la génte del
campo.


(2) Ortiz de Rozas es su verdadero apellido, y él se hacia lla-
mar y se firmaba Rosas solamente.




- 286-
de caballería anduvieron buscándole por espacio de al-
gunos dias, con órden espresa de matarle donde quiera
que le encontrasen.


La perplejidad no cabia sino en las maneras de
Luis XI, mas no en su cabeza, donde, como él mismo
decia, llevaba todo su consejo.


Rosas unas veces se mostraba alegre, jovial hasta
la locura, otras sombrío y feroz hasta la demencia;
unas veces se presentaba vestido con todo el esmero y
etiqueta propios de su alta clase, y otras recibia á los
primeros diplomáticos estranjeros, como al conde de
Lurde; por ejemplo, ministro plenipotenciario de Fran-
cia, vestido de gaucho, en chiripá (1) y ropas menores.
No seguiajamás los consejos de nadie, sino sus propios
impulsos: tiene una voluntad de hierro, y por mas que
se diga, á ella ha debido principalmente su elevacion,
ilUS triunfos y prosperidad.


El monarca francés tenia la manía de prestar dinero
sobre las fianzas deprovincias y de plazas á los soberanos
de la familia que lo necesitaban, á fin de tener un pre-
testo, si las circunstancias le eran favorables, para es-
tender sus dominios, y Rosas por distinto camino conse-
guia el. mismo resultado. Sin que nadie le nombrase
constituías e en árbitro y juez de las cuestiones de sua
vecinos; levantaba y equipaba ejércitos ó fuerzas mas ó
menos considerables, que ponia á disposicion de los que
se empeñaba en favorecer, y convirtiéndolos asi en ins-
trumentos ciegos de su ambicion y de sus planes, se


(t) Pedazo de paño ó bayeta que á guisa de saya se envuelve
alrededor de la cintura, dejándole caer hasta los piés.




- 287-
apoderaba de nuevos territorios, ensanchaba y estendia
su influencia hasta donde le abria paso la victoria. Eso
ha hecho con los republicanos de Rio-Grande ; eso ha
hecho con Oribe, con ese moderno conde D. Julian; eso
ha hecho con los revolucionarios del Alto Perú; eso ha
hecho con todos los caudillos y hombres sin corazon,
que han ido á mendigar su apoyo y á ponerse bajo su
férula, suscribiendo entre otras condiciollfils á las si-
guientes:


1& A incorporar su respectivo país á la Confedera-
cion Argentina;


2" A hacer guerra á muerte á los salvages unitarios,
que eran todos los enemigos de Rosas, fuesen america-
nos ó europeos;


3& A seguir en todo y para todo las instrucciones del
ilustre restaurador de las leyes (a si se titulaba desde que
las puso todas debajo de su asiento).


i Restaurador de las leyes l .•• horrible sarcasmo para
los que no ignoran lo que esas palabras han significado
en el Rio de la Plata ! ... Baste recordar que Luis XI vio-
laba los decretos, mudaba los jueces en su provecho ,
y nombraba comisiones ejecutivas. Rosas decia que las
leyes las hace y deshace el que puede,. que los tratados, las
palabras empeñadas, etc., son trampas para cazar tigres:
y constante en estos principios ha violado con insigne
mala fe todos sus pactos y compromisos con los gobier-
nos de la Confederacion, con el Paraguay, el Estado
Oriental, el Brasil, la Inglaterra y la Francia.


Desde su primera elevacion al poder (1830), invadió
las funciones legislativas é hirió de muerte al poder




- 288-
judicial, pidiendo al president~ de la cámara de justicia,
la lista de diez y ocho ó veinte presos que mereciesen la
última pena, y lQS mandó fusilar en San José de Flores
por una simple órden suya.


En el proceso (1837) de los hermanos Reinarés
(D. José Vicente y D. Guillermo), gobernador de Cór~
doba el primero y teniente coronel el segundo, Rosas,
por cuya instigacion mandaron asesinar ellos al famoso
Quiroga, llamado con justicia el tigre de los llanos, fué
delator, fiscal, juez de primera, segunda y tercera ins-
tancia, carcelero y ejecutor. Por último, él ha sido el
primero en América que ha dado el fatal ~jemplo de las
comisiones clasificadoras, con motivo de su adveni-
miento al poder; comisiones que no son mas qU6) Una
parodia servil, y tan funestas como las célebres comi-
siones de la p~imera república francesa. Continuemos.


El bárbaro (Luis Xl), despues del tratado de Conflans,
mandó arrojar al rio á muchos habitantes de Paris, pol'
sospechas de que eran partidarios de su enemigo,. y el
príncipe normanuo, mientras flameaba una bandera par~
lamentaría á bordo de la Boulonnaise, donde un alto
personaje redactaba las notas que precedieron al tratado
que iba á proponerle de parte de la Francia, escribia á
los corifeos de la mas-horca para que esta asaltase y de,.
gollase á la claridad del dia al pacífico vecindario de
Buenos Aires, solo porque sospechaba que tenia rela-
ciones con Lavalle, como ya indicamos; y tal vez con la
misma pluma, todavía húmeda, con que habia firmado
la órden para esta carnicería, firmó el ignominioso tra-
tado Mackau, de eterno baldon para el torpe negociador




- 289-
Y para el aleve gabinete sin dignidad que lo ratificó.
(Guizot y comparsa.)


Luis XI mandaba á sus generales que entregasen todo
al saco y lo pasasen todo á cuchillo, y que no hiciesen
prisioneros,. exactamente lo mismo que recomendaba el
héroe del desierto á Jos suyos, con la diferencia de que
como eran mas ignorantes y feroces, le obedecían con
mas servilismo, y no se halló en sus ejércitos uno solo
que se atreviese á desobedecerle, como Saint-Alldré á
Luis XI. La guena que hacia, era una guerra de ester-
minio, que deshonraría á los mismos e5tados berberisco!')
para valernos de una elocuente frase del noble comodoro
Purvis. Una de sus máximas gubernamentales era que
los muertos no se levantan.


Pocos tiranos ha habido que hayan hecho morir IÍ
tantos ciudadanos á manos de los verdugos y en supli-
cios mas crueles. Para que se comprenda toda la exac-
titud de este aserto respecto al padre de la patria, vamos
á trasladar á continuacion un estracto de las famosas
TABLAS DE SANGRE, formadas con una paciencia y un
celo que demuestran lo que puede el patriotismo y el
amor á una noble causa, por el infatigable y malogrado
D. José Rivera Indarte, el ilustre escritor, digno émulo
de Varela hasta en su muerte gloriosa. Sacerdotes de la
libertad y de la civilizacion, murieron defendiendo sus
principios, como el valiente soldado al pié de su ban-
dera. Un veneno libró á Rosas del primero, y un puilal
del segundo. Uno en El Nacional y otro en El C0111enio
del Plata, fueron los dos enemigos mas terribles que ~e
han levantado contra su tirania. Nuefl.lt'a rau!'\a, que r¡i;


1I




- ¡SO -
lA MIlHo de IG humtmidad y de la civilizMlon, perdió en
ellos tal vez á sus dos mas robustos atletas. Por' e8()
Rosalil los a$e/!linó cobardem~nte.


Segun Ipdarte, lllfl tablas de la. ¡¡angra derrama.da por
su órden, solo comprellden las víctimas muertas á hilll'fQ
ú á fuego, constando así de los documentos oficiales del
mismQ dictador, ó de relaciones dadas por testigos
dignos da fe. u Muchísimas serán las que omitiremos,
aiíade, y que no hemos podido averiguar en la incomu·
nica,qion qU qlHl est¡¡ffiOS con el interior de Buenos Airas
J ¡a.a ()Ú'~ p~Qvinc¡aJl Argentinall. Algun dia con nuevos
y JllQjQrejl dato~ mejorfl,l'6mOfi nuestfo. tabla~, como hoy
mejoramos 1M Efttmérid,e6 do la. enrnicefÍall de Rosas.
No comprendemos los muertos por miseria, destierro.,
cárceles, sufrimientOIil morales: esto es inmenso é.in-
averiguable. Inscribimos en estas tablas solo los nom·
1m!) de los que han muerto por opiniones políticas ó
inicuamente; que á la faz de Dios y de los hombres son
inoeentes ... para nuestros cálculos nos hemos valido de
11&t05 dif60t08 y precisos: si 101l hubiésemos hecho por
los partes oficiales, casi siempre exagerados, los gua-
rismos ~eI'ian trlplemente mayores. »


Ahora bien: efiltas tablas, en las que están consigna-
dos POf Mrali, con espresion del día, mes y año, los
nombrOIl dalas vietimas y de sus asesinos, la caUia 'de
Sil muert6 y otras elrcumtancias, como igualmente lo~
fusilamientos en masa, combates, etc. , etc., estas tablas
que haclnn bramar de coraje á Rosas, cuando las leía
por vez primera, y esclamar frenético, como otro tirano
mAnos sanguinario que él, paseándose furioso de un es-




- ~94 -
tremo á otro d~ sq gapi~ete ~n :P¡¡.ltlfmo (1) ¡ ¿ No haorlf
nadif1 q'lfe me librl1 dI! IJsffl hWtOrIJ? !lsma tablas Qfrecen
el siguientq eSpaqtOi!O I'Q~úmeu ;
Envenenado~ (incll,lio .,1 lll,ltQr dll ella$).
Degolla!los,
Fusilados. . . . . •
Asesinados.


. , .


Muertos en acciones de armas. U,920
Muertos en eSCllramUf;8s, fusillldo~ y l~neeados por de"


sercion, en la formacion de los diversos ejércitlls que
han c()mbatido desde 1829 hasta 1843 (época que compren-
den las tablas), debiéndose advertit.queRosas ha estable-
cido una táctica militar, bárbara'entre las mas bárbaras. f,600
Estas diversas partidas dan el total verdaderamente


espantoso, como ya lo hemos calificado, atendWa la es-
casa poblo.cioD del Rlo de la Plata, de 22,405 persona!!,
las mas activas é Inteligentes de la poblacfon, muertas i1
veneno, lanza, fuego y cuchillo, sin ft)l'maeion de causa,
y casi todas privadas de .los consuelos temporales y re-
ligiosos con que la civllizaclon rodea elleeho delmol'ibun-
do. No queremos hablar de la emlgraeion de familias en-
teras, que huyendo de los gobiernos del ilustro restaurador
y sus procónsules, se han asilado á la Banda Oriental,
Bolivia, Perú, Chile y Brasil ... pasan de DIEZ MIL II!


En fin, y para concluir de una vez este horrible para-
lelo, Luis Xl estableció la uniformidad de los vestidos con
el objeto de humillar á las autoridades señoriales; reci~
bió en su servicio á los suizos, uniéndoles un cuerpo de
10,000 hombres, no para crear un ejército nacional,
sino para formar una guardia que custodiase su persona.


(1) Ma~nílica pose.ion de Rosas á corta distancia de Buenos
:\ir!>~.




- :292-
Llevó á la tumba su odio mortal ú los flamencos, porque
en aquel pueblo activo é industrioso reinaba un espíritu
de libertad que era una sátira muda de su tiranía.


El grande americano, por motivos semejantes niveló
á sus compatriotas coil el chaleco de grana, el bigote y
la patilla federal, y sobre todo, con el roce de las últi-
mas clases con la.s mas ilustradas y opulentas. i Vergüen-
za da decirlo! Las personas mas notables de Buenos
Aires por su cuna, por sus talentos, por sus riquezas y
por su posicion social, estaban afiliadas por miedo,
solo por miedo, en la mas-horca; y como si esto no has-
tase á Rosas para su seguridad, como si conociese cuán
efimera y bastarda era su fingida adhesion, se alió con
los indios salvajes del Chaco y de la Pampa, manumitió
á los negros esclavos y les puso las armas en la mano,
para crearse una especie de guardia pretoriana que le
defendiese contra las insurrecciones del paisanaje y de
sus demás tropas. Aborrecia de muerte á las repúblicas
vecinas, que eran un sarcasmo de su despotismo y bar-
barie, y muy principalmente á Montevideo, á ese pueblo
heróico, que como el pueblo flamenco en la prolongada
lucha que sustuvo con Luis XI, desafió impávido el po-
del' del nuevo Atila, y acabó por justificar plenamente
lo que anunciábamos hace mas de un año en una com-
posicion que vió la luz pública en La Semana, periódico
literario de esta corte~


¡ Montevideo!. .. Codiciada joya
Que tres coronas devoraste ardiente,
Siempre en tu seno con amor se apoya
La Iihertad que cae rlesfallecientr ;




- l!93-
Por una causa generosa y noble;
Por eso luchas hoy con un tirano,
y tu heroismo, en la desgracia, doble,
Antes la muerte clama
Que el yugo de ese déspota inhumano!
y su poder y fama
Rómpense al choque de tu hercúlea mano!


Merced á su indomable esfuerzo, la estrella de Rosas
se ha eclipsado delante de sus muros... sus cohortes,
victoriosas en todas partes, nueve años acampadas en
la falda del Cerrito, esperaron inútilmente que el ham-
bre ó el cansancio les entregase á la ciudad invicta.
j Loca ilusion I Habia algo de providencial en la deses-
perada resistencia de ese pueblo, condenado al martirio
tantas veces, porque él, mejor que otro alguno en el
Plata, ha sabido siempre fecundizar con su sangre gene-
rosa las palmas de la victoria, arrancadas en buena
guerra alinglés, al español, al lusitano y brasilero.


Ultimo baluarte donde hizo hincapé la libert:td, ven-
cida y proscripta ya en el resto del Rio de la Plata, Mon-
tevideo, al són de las cadenas que le preparaba Rosas,
forjaba el rayo que debia hundir en el polvo su maldita
frente, El denuedo y constancia de sus defensores, le
conquistaron las simpatías de la Europa y de sus herma-
nos del Continente. Un jóven monarca, digno de empu-
ña.r el cetro, y un hombre de corazon, tan patriota como
bizarro soldado y buen general, se pusieron al frente de
la nueva cruzada. Pasó Urquiza el Uruguay, y el ejército
que sitiaba á Montevideo se disipó como el humo: pisó
Urquiza la márgen Occidental del Paraná, y de victoria




- :294-
en victoria llegó hasta 108 Santos Lugares, guarida erizada
de cañones y parapetos, donde se habia rflfugiado el ti-
gre con los restos de su formidable poder. Trabóse allí
una batalla tan reñida y sangrienta, que por espacio de
cuatro horas no se supo de quién seria el triunfo. Tal
vez Rosas empezaba á lisonjearse de que la suerte,
siempre propicia, inclinaria la balanza á su favor,
cuando, i oh justicia y castigo providencial! una audaz
carga á la bayoneta de la infantería de Montevideo deci-
dió la batf1l1a á favor de los libres.


Cuatro mil hombres quedaron tendidos en el campo(1),
y el dictador, acompai1ado de su hija, la célebre Mano-
lita, se refugió á bordo de un huque inglés, bajo el pa-
bellan que tantas veces habia insultado.


Montevideo tiene la alta gloria de haber sido el po-
deroso ariete que abrió en el edificio de su tiranía la
ancba brecha por donde debian entrar sus enemigos.
En sus murallas y en la gloriosa resistencia de sus hi-
jos, se estrelló el poder y la fortuna de ese mandon in-
solente. Montevideo, enseñando á los adversarios de Ro-
sas que donde habia patriotismo, union y constancia, el
ooloso podia medirse con la mano, agrupó alrededor de
sí todos 109 elementos que veinte años de despotismo y
desafuéroll habian ido aglomerando en los misetos pue-
blos sujetos á Su yugo, y en los que le toleraban, y su-
frian en silencio Sus ultrajes por debilidad ó miedo. AJa


(1) Posteriormente hemos sabido que esto no es exacto; per-
sonas dignas de fe que asistieron :l. la batalla, nos aseguran que
las tropas dé ltosas, eScepw los batailones de negros, arrojaban
las armas y bufan sin pelear.




- 295-
luz de los cañones de la invencible ciudad, brotó la llama
que convertida muy pronto en un incendio, saltó á la
márgen opuesta del Plata, devorando en su clrrera
cuanto intentaba detenerla.


Los defensores de Montevideo pueden alzarla frente
con orgullo: perdido todo el territorio de la república,
débiles en número, abandonados de todos, sin mas alia-
dos que la desesperacion, sitiados por mar y tierra, re-
sistieron largo tiempo á las cuádruples fuerzas que les ro-
deaban, SiD otra esperanza que alcanzar Ublt muerte
gloriosa despues de ver reducida á escombros S11 qUllrida
ciudad; pero su causa era santa, y Dios la protegió como
protegió la de los flameneo!!.


Al borde de la tumba, sintiendo ya rebaslar por SU gar~
ganta el cuchillo de IOri sicarios, el801 de ltuzaingóy Sa-
randí vino á restañar sus heridas, el genio de la libertad
los erwolvló en su manto, arrancó de su trente la corona
de espinas, y la gloria pu~o en ella una ttiple guirnalda
delanrel.


Volviendo ahora á Luis XI y su felb plagIario, dire-
mos para terminar, que una semejanza, una identidad
tan grande entre estos dos hori1br~!! diabólieos, nos hace
espetar que con la desaparlcion del segundo, los aeon-
tecimentoi3 que Se sucedan serán de tanta trascendencia
é itunen!los resultados para aquellos pafses, como 108
qne tuvieron lugar en Europa despues de la muerte del
rebelde hijo de Cárlos VII.




- ;!96


XI.


POLITICA EUROPEA EN LA AMÉRICA ESPAÑOLA.


La Confederacion Argentina y la República Oriental
del Uruguay, ó mas bien, las provincias que formaban
el antiguo vireinato de Buenos Aires, son hoy la seccion
Hispano-Americana que llama preferentemente la aten-
cion de la Europa; y los acontecimientos de que han sido
teatro, su iqmenso territorio virgen, su escasa poblacion,
la bondad del clima, la feracidad del suelo, y los muchos
é inesplotados veneros de riqueza que esconden en su
seno, esplican esa marcada predileccion de los primeros
gabinetes europeos.


Por desgracia, estos no han procurado hasta ahora
mas que esplolar aquellos pueblos en beneficio de su
comercio y de su industria, sin influir en su política de
una manera digna y conveniente, sin estudiar sus nece-
sídades, sin prodigarles su influencia civilizadora, sin
comprender siquiera los verdaderos intereses de su na-
cion, de sus centros manufactureros y de sus naturales
allí domiciliados; sin impedir-nada mas que con la
fuerza moral de su reprobacion, y. no reconocimiento de
gobiernos que no merecen ese nombre- que reyezuelos
intrusos, como Francia, Rosas y Orive, hayan estado es-
candalizando al mundo años enteros con sus crímenes,
y convirtiendo aquellas ricas comarcas en palenque
abierto á todas las malas pasiones, en lodazal de sangre,
en vastos cementerios, destinados á servir de tumba á
las ideas, al comercio y al movimiento civilizador de la




-:1.\17 -
Europa. 11. Mandeville, miDistro de la (;ran Bretaña, al
despedirse de Rosas, le decia eD UD documeDto oficial,
que hacia ardientes votos por el triunfo de su causa; y
el almiraDte Mackau, pleDipoteDciario de la Francia,
testigo de las carnicerías de octubre de 1840, tuvo la
alta gloria de firmar un tratado (que salvó eDtonces al
dictador), y defender eD las Cámaras fraDcesas alhom-
bre que le arrojó al rostro, mientras COD él Degociaba,
la cabeza del francés Varangotl


No es posible esplicarse tales anomalias, sino atri-
lJUyéndolas á la ignorancia en que se está en Europa de
las verdaderas causas que mantienen al continente
americano· en ese estado febril y anárquico, en esa per-
durable lucha que, como el Fénix de la fábnla, revive de
sus propias cenizas, y no muere sino para reDacer mas
terrible y sangrieDta.


Salvo honrosas escepciones, que DO perteneceD á los
diplomáticos, sino á los gefes de las fuerzas navales, la
política pusilánime, vacilante y contradictoria, cuando
no hostil y agresiva á la buena causa, de los agentes
europeos en el Plata, solo ha servido para añadir com-
bustibles á la hoguera que nos devoraba, afianzar la ti-
ranía de los caudillos y dar á todos una falsa idea de su
poder.


Esas naciones, tan susceptibles en Europa, han tole-
rado, no un año, sino veiote, que un oscuro gaucho
maltratase á sus súbditos, les confiscase sus bieDes y los
degollase, como vejaba, robaba y esterminaba á sus
propios compatriotas, sin forma de proceso, sin justa
eausa, sin otro móvil que su capricho y sus iDstintos de




- 298-
tigre. Los primeros estadistas de lnglaterra y Francia
han tolerado, que un mandatario ignorante y p.in dere-
ollo para tamaño atentado, impidiese la libre navega-
cion de los fios, y cerrase al comercio, á la industria del
mundo, á la pléctora de poblacion, causa de tantos ma-
les en el viejo hemisferio, vastísimos desiertos que solo
esperan la mano del hombre para convertirse en feraces
campos de cultivo, en pingües heredades, en valiosas
fábricas, en ricas y florecientes ciudades ... Han tolerado
que organizase en ejércitos permanentes sus hordas de
bandidos, y llevase la guerra, la desolacion y la muerte
á las repúblicas vecinas; han visto que hombres nacidos
del otro lado del Occéano, franceses é ingleses como
ellos, se agolpaban bajo la enseña de los que Hosas lla~
maba Salvajes unitarios, y amenazados por BUB geres,
antes que abandonar á los heróicos defensores de Mon-
tevideo, preferian abdicar su nacionalidad y cambiar
su bandera y sus colores por los del país que les habin
dispensado generosa hospitalidad y asilo; han visto que
ni los tratados, ni las amenazas, ni las concesiones, ni la
tolerancia, llevada hasta el último estremo, eran sufi-
cientes para conseguir lo que anhelaban; garantías para
sus nacionales, tranquilidad, y nuevos mercados para sus
productos; han visto que los pueblos, vencidos una vez
y otta, no bien encontraban un punto de apoyo, se le-
vantaban con mayores brios para sucumbir luego trai-
cionados por sus aliados,. han visto que el sistéma de
Rosas y BUS secuaces, basado en la violencia, en la men-
tira y el crimen, no les permitia tener un dia, un solo
dio. de paz, porque tlra incompatible con el reposo y el




- 299-
progreso de aquellos paises, porque estaba en pugna con
todos los principios fundamentales de la SOeledad.: el
respeto á la vida, á la propiedad I á las crtlenelae i y
esos eminenteil hombres de estado que han visto e8to y
algo mas, y que saben ó debian saber -108 grandes IJite-
reses que alli tienen IiUS respectivas naciones, ya que las
cODsideraciones de la humanidad y el honor nada pesá-
ran en la balanza, esos hombres han dicho: /( que los
pueblo. Sud-americanos eran como los negros, que $010
se pueden gobernar á latigazos; que la anarquía y el
desórden eran en nosotros una segunda naturalesa;, r1ue
(os GOBIERNOS FUERTES eran necesarios e?& tu}uellos
pueblos semi-salvages, etc. 1) i Y satisfechos de haber dado
una esplicaeion tan convincente eomo profUnda d& nues-
tros fenómenos politico!l y sociales, se han cmzado de
brazol ante el espectáculo nefando 1


¡Oh! hierve la sangre en las venas al olr 6&pr611&rSe
de esta manera á un Aberdeen, á un Gulzot, á un Lamar-
tine! Porque el mal exista, ¿no !le ha de combatir? Cum·
pIe á ningun buen médico indicar mal y comprender
peor una enfermedad determinada, y abandonar al pa-
ciente á sus estragos? Si 108 poderes civilizados y cris·
tianos, si los que se precian de marchar al frente del
progretlo material é inteligente de las naciones no nos
tienden una mano generosa, ¿á quién hemos de acudir? .•
¿Al emperador de Marruecos? ¿A las hordas salva]eK del
Chaco y de la Pampa? ¿No habeis oido esa palabra sal-
vaj~ !lOn que anatematizaba el Rajah argentino á tOd08
los que teniao la desgracia ó la fortuna de no pensar
como él? .. Pues-4e eso se trata! de perteneeeren un pe-'




- :100--
riodo. mas ó menos largo él las tribus errantes tiel Asia
ó del Africa, ó á la gran familia europea.


Lo que hay en América, lo que aquí no ven ó no quie-
ren ver, es la lucha entre el principio retrógrado abso-
lutista, hijo de las tradiciones seculares de la colonia,
disfrazado con nombres mas ó menos ~speciosos, y el
principio progresista de la revolucion prematuramente
iniciada en 1810. Lo que hay allí, es la democracia en
pugna COD los mil obstáculos que la rodean : el antago-
l1ismo de razas, de intereses, de preocupaciones, de abu-
sos é innovaciones, que ora vencidas, ora vencedoras,
ora encaminadas al bien, ora despeñadas en un abismo
sin fondo, caen y se levantan como heridas de un vér-
tigo espantoso. Las costumbres, las creencias, las leyes,
el carácter nacional, y hasta el idioma, se templan y
modifican en la fragua ardiente de este gran cataclismo
I:\ocial. Los terrenos cultivados disputan su imperio á los
bosques sombríos, y las populosas ciudades á los solita-
rios campos: la inteligencia aspira á equilibrar el pre-
dominio de la fuerza bruta; las ideas, los hábitos y tra-
diciones del viejo hemisferio, sostienen el r!J.do embate
de otras ideas, hábitos y tradiciones, que llamaríamos
americanas, si no les cuadrase mejor el nombre de tár-
taras. •


La imprenta, el vapor y la canalizacion tienden á
abrirse paso al través de los densos bosques, inmensura-
bles llanuras y gigantescos rios, que se eslienden como
una inmensa red sobre aquel suelo privilegiado; pero el
genio de la Pampa, personificado en la profunda igno-
rancia de las masas, en las antipatías locales ~ en la in-




- :\01 -
rlolencia natural y heredada, en el espíritu estrecho y
mezquino de los que no son capaces de lanzar sus ojos
mas allá del menguado horizonte que los rodea, opone á
esos tres poderosos agentes del engrandecimiento y pros-
peridad tie los pueblos modernos, en la parte intelectual,
el atraso y la manera singular como está desparramada
la poblacion én un territorio tan estenso, y la carencia
absoluta de rápidas vias de comunicacion; y en la parte
física, las proporciones colosales de la obra, la falta de
paz y de capitales, la casi imposibilidad de llevar á cabo
ninguna empresa realmente grande sIn el auxilio de los
estranjeros; el temor de crear nuevos motivos de queja
entre la capital y las provincias, ó de estas entre si. ..


En suma, lo que hay en la América española, yen
ninguna parte como en el Rio de la Plata, es la lucha mas
franca é ingénua de que nos ofrecen ejemplo los anales
de la humanidad entre el absolutismo y la democracia,
rntre la civilizacion y la barbarie, ya se considere en las
cosa!', ya en los elementos que constituyen la vida polí-
tica y social de las naciones.


Para poner á buena luz estas propo~iciones, necesita-
mos, apoyándonos en los antecedentes históricos consig-
nados en nuestros artículos anteriores, echar una ojea-
ua sobre el territorio, el carácter y costumbres de los
pueblos argentinos. Antes de ocuparnos de los hombres
y los acontecimientos contemporáneos, conviene dar a
conocer el teatro donde han aparecido los primeros, y
realizádose los segundos. Vestiremos á aquellos su traje,
y daremos á estos el colorido que le" corresponde. Así
esplicaremos muchos enigmas incompl'ensibJe~ para los




- 302-
que soló eoMcen aquellos paises por libros escritos á
do!! millegul1s de distancia, ó por viajeros tan verídicos
y competentes como Dumas respecto de las cOS&8 de Es~
pafia.. La importancia de estos detalle!!, que no podrán
menos de arrojar una viva luz sobre loe hechos y cues-
tiones que nos proponemo!! ventilar, se apreciará mejor
en la aplicacion práctica que de ellos hagan nuestros lec-
tore!!, y en las consecuencias lógicas, forzosas, indeclina~
bIes, que se verán obligados a deducir, al ir recorriendo
los "a1'l08 euadro~ que pensamos someter á su conside-
racion.


Cada articulo formará un cuadro aparte, en el que pro-
curarémol! bo!!quejar, porque no es posible otra cosa, con
l'8S808 car/lcteristico!l, los sucesos, los homb¡'es y las cosas
del hemisferio Americano, y muy principalmente de las
dol'l riberas del Plata. Interesa sobremanera á la Metró~
poli conocer su verdadera situacion en estos momentos.


XII.


TERRITORIO, POBLACION, CLIMA y PRODUCCIONES DEL RIO
DE LA PLATA,


El clima, la topografía del pals, la manera de ,ivir en-
gendran nue\'o~ hábitos adaptados á nuevas necesidades;
y lila que queramos darles la importancia absoluta que
algunos suponen, ya vereMOS comó teunido~ 11 otras Musas
no menos poderosas, han intluidoeficazmente en el es-
tado actual de onestra sociedad, y aoabado por darle en
las oampllfías princlpalmente un oarácter propIo y pe-
culiar.




- 30a-
Seis años antes de la revolucion, el vireinato de Bue-


nos Aires comprendla, segun Hl1mboldt (1) 143,014 le~
guas cuadra.das de 25 al grado, (lOn 1,100,000 habltatíleB:
segun los cálculos de Azara tenia 740 leguas de largo, y
i50 á 200 de ancho (2); y l!égun Torrente 440 de N. Ií S.
y 270 de E. á O.


Este último hace ascender su poblncion en 1810 á
3,000,000 de habitantes (3), re~ultando 20por legua cua-
drada: cálculo que no parece algo exagerado.


MaItebruD, en 1835, cODcedia 800\000 habitantes á la
confederacion Argentina, ósea 6 por legua cuadrada;
200,000 á la república del Uruguay, correspondiéndole
por consiguiente, 13 en el mlsm() espacio; y 300,000 al
Paraguay, Ó 10 que es lo mismo, 30 por leguacuadrada(4).


E5ta lIoblaCion tan etigua (5), comparada oon el terri-
torio de cada provincia, aparece todavía mas insignifi-
cante, si se tiene I1n cuenta la manera l1omo está disemi-
nada en las vastas soledades de la Confederacion, la
Banda Oriental y el Paraguay.


Cada departamento ó provincia, algunas tan estensas


(1) Essais sur la Nouvelle Espagne, t. 11, pág. 29.&.
(2j Descrip. é Hist., t. 1, o. l.
(S) Hist. de la Revolucion Hisp.-Americana, t. 1, pág. 12, intr.
(4) Geografía Universal ~ articulos correspondientes á IlS cita-


das Repúblicas.
(5) Pará hacer mas patente esta despropoI'clon, recordaremos


al lector, que Balbi en su Geografía Univerlial, hablando de Amé-
rica (Cap. Poblacion), asegura que cada milla cuadrada de esta
parte del mundo solo ofrece 3 1/2 habitantes, mientras la Occea-
llia tiene 6 1(2 en un espacio igual, el Africa, 7, el Asia 32, y la
Europa 82.




- ;)0'1-
t:omo Espalla, apenas cuenta una ciudad populosa, la ca-
pital, y treinta ó cuarenta villas ó pueblos, de los cuales
la mayor parte no tienen 500 habitantes. El grueso de la
poblacion está desparramauo por los campos en las es-
tancias, posesiones rurales destinadas á la cria y matan-
za de los ganados.


A fines del siglo pasarlo, las parroquias, pueblos, 'Y
hasta las estancias, estaban separadas por cuatro, diez, y
hasta por treinta leguas (1); hoy en el interior delpais se
hallan casi en el mismo estado. Apenas se ha levantado
uno que otro pueblo en las villas, cabezas de departamen-
to; pero ( derramada siempre la poblacion sobre una su-
perficie tan estensa, colocadas las habitaciones á cuatro
leguas de distancia unas de otras, á ocho á veces, á dos
las mas cercanas, el movimiento de la propiedad movi-
Iiaria no es imposible; los goces del lujo no son del todo
incompatibles con este aislamiento; puede la fortuna le-
vantar un soberbio edificio enel desierto; pero el estimulo
falta; la necesidad de manifestarse con dignidad que se
siente en las ciudades, no se hace sentir allí, en el aisla-
miento y la soledad. Las privaciones indiflpensables jus-
tilicanla pereza natural, y la frugalidad en los goces, trae
enseguida todas las esterioridades de la barbarie (2). ))


Hay mas todavía : regiones desiertas ó habitadas por
pueblos salvages, como las famosas Pampas de Buenos
Aires y el gran Chaco, rodean los paises conquistados pOI'
la civilizacion europea, se interponen entre ellos cual
brazos de mar de muy difícil travesía, y con sobrada Cre-


(1) Azara. VOlJages, t.lI. pág, :l!H.
(2) Sarmiento. Vida de Quiroga, pág. :33.




--- 300 -
cuencia 108 estados limítrofes se comunican por lenguas
de tierra apenas desmontadas. Es mas fácil conocer la
configuracion de las costas bañadas por el Occéano, que
las sinuosidades de ese litoral interior, sobre el cual, la
lmrbarie y la civilizacion, impenetrables bosques y ter-
renos cultivados, se tocan y limitan. (1).


El clima de este pais privilegiado es, en general, de los
mas templados y"benignos de América, si bien todos se
encuentran reunidos en él ; desde la fria temperatura de
la Cordillera, cubierta de nieves eternas, basta el calor
sofocante y abrasador de los trópicos. Sin duda por eso
asegura Azara, que no bay en el mundo paises mas sanos
que aquellos.


u De todo el pais que describo, añade el mismo, casi
puede generalmente decirs~, que es una llanura unida,
pues las escepciones que esto tiene, se reducen á cerritos
ú serrezuelas de corta estension, que no tienen 210 varas
de elevacion sobre su base, y á las que no se daria se-
mejante nombre, si no fuese por la casualidad de estar en
llanuras (2). »


Podría señalarse como un rasgo característico de las
provincias Argentinas, las consecuencias de esta prolon-
gada planicie. Los Andes y sus faldas orientales en 740
leguas de longitud, lanzan por innumerables vias natura-
les, el caudal inmenso de sus aguas con direccion al E.
para juntarlasluegó hácla- el· rie Paraguay y Paraná, ó
precipitarlas en el mar.


Campiñas dilatadas, ínterrumpidas de cuando en cuan-


(1) Humboldt. Voyaye aux Régions eqtlinox_, t. IV, pág. Ha.
(2) Descrip., t. J, c. l.




- 306-
do por algunas serranfas al N., forman el corazón de
aquellos paises. Donde abunda el agua, se estienden por
mUchas legu!lS v.frgene8 ~lVM, euya den5idad es tanta,
qlle dificilmenté se puede penetrar en ellas; en algunas
provincias cofIlo Mendoza, parte de la de Bueños Aires,
la Rioja, Salta y Jujuy, apena! hay vegetales; pero las
plantas parásitas, los po,jtmal~~, zarz8Ie~, cardales, y
una yerba menuda que no Sé alza una linea del suelo y
JI} mibre como una alfombra, se disputan á trechos el
terreno; bMta que á merced de algun rlo, estero ó lagu-
na, se eleYa IlJg1!n atsllú10 arbusto, 111gun I1lgarobo ó es-
pinillo: por el contrllrio, en otras, Ilomo 'l'ueuman, el
Paraguay, Catamarca, Corrientes, Córdoba, Santa Fe, y
"n log departamentos de la república del Urugnay fron-
t~rizos al Brasil, domina una grandiosa y espléndida ve-
getaelon. Hay bosques de dimensiones, que lIamarlamos
inauditas, si en América no mereciese toda la naturaleza
c~a éltllficácion. Vénse en !lllo8 Illuchas especies de árbo-
les, todas dIferente!! de las de Europa. Infinitos isipos ó
rejucos (plantas enredaderas ó parásitas) suben y bnjan
por el trOMI) de ló!! mayorllS vegetales, pasan de unos ú
otros, y los ligan y cubren (Jon una doble red de flores y
v@rdurll. Afiádid á esto la proximidad de cien rio!! gigan-
blSOO~l cuyo mutmullb se percibe á una gran distancia,
la plécldA ealmll de 011. ui81~ purlsimo, una atmóllt'era im-
pregnada de electricidad y ,de 108 mM 8Uav13S ftrtlllí.aS,
el indefinible encanto de la soledad y ~l mi8tel'l()~ y acaso
os fonnei!! una idea IlprOtimad& dé las hermosas tierras
que cruzan y fertilizan el Paraná, el Pilcomayo, el Dia-
mante, el Bermejo, el Tebicuary, el Negro; el Ara-




- 307-
pey, el CeboUati~ el Daiman y sus mil tribut8.rio~.


Reuniendo semejantes cortdicionM, lá. tierra e~ en ge ..
neral fertiHsima. ~ll el Paraguay, Tilcutnái1 y Corrientes,
son ca8iespontáne()~ todos los frutos dllla tOna iótrlda.
La yl!1'ba-mate, especie de té del que se hllée un enorme
consumo en la. América del Sud; constituye eh el prime-
ro de estos paisM el ramo principal de su riqueza agrí-
cola. Tambien Se distingué el Paraguay por su escelente
tabaco, por la abundancia de ye¡'bas medicinales, y ricas
maueras de ehanistería y de construccion, notables por
su hermoso colorido y solidet, El producto de la venta
para el esterior de la.yetba-mate y el tabaco, pasa de
1,000,000 dedurosanualel!~y el diaque tomevuelolalibre
navegacion de los rios interiore5, se triplicará esta SÍll1lIl.


Entre las producciones del reino vegetal, ya se ha re-
suelto en las provincias de San Juan y Mendoza el pro-
blema de encontrar uná mnteria que en poco volúmen
encierre mucho valor: nos referilfios á la cria del
gusano de seda. La morera que ha empezado á cultivarse
desde principios de este siglo, á pesar de los obstáculos
opuestos á su rápido incremento, sigue produciendo los
mas satisfactorios resultados. En 1844 habia yá en Men-
doza, al decir de Sarmiento (1), siete millones de lnOre-
ras y la seda recogida por quintales, habia sidO hiladá,
torcida, teñida y vendida á los r.omercianteB europeos,
en Buenos Aires y Santiago, á cinco, seis y siete pesos
libra; porque lajoyante de l\lendoza, no cede en brillo y
finura á la mas afamada de España ó de Italia.


En el reino mineral, aunque los geógrafos antiguos y
(1) Vida de Quiroga, pág. "2011.




- J08-
modernos (copiandose unos á. otros) se limitan á citar
tres ó cuatro minas en todo el territorio que vamos recor-
riendo, las hay, y se han esplotado y se csplotall en la
actualidad, si no todas, la mayor parte; de oro, en la pro-
vincia de Salta, llamadas de la Rinconada; de este mis-
mo metal, de plata y plomo, en la Rioja, en los puntos de
San Pedro, Famatima, Chilesito y Guandacol; en San
Juan, las de Guanchir, Pismante, GuadilIan y Fuente de
Oro; en Mendoza, las riquísimas de Uspallata; en San
Luis, las de la Carolina de Oro, de barra y ue lavadero;
en . Tucuman, las de Aconquija, etc.; hay otras muchas
no descubiertas todavia, y todo induce á creer que en la
Cuchilla Grande (Banda Oriental), en las sierras de
Amambahy (Paraguay), CÓ"doba y San Luis, y en otros
ramales de la cordillera que se desprenden de los Andes
al Norte, abundan los metales preciosos.


En el reino animal, el Paraguay es el mas rico en cuan-
to á especies: ya hemos indicado que la mayoría de las
provincias Argentinas se dedica casi esc\usivamente al
pastoreo y á la cria de ganados.


Antes de 1810, en sus dilatadas llanuras, en sus esten-
sos y frondosos valles, y en sus lujosas Cuchillas (1)
ricas de gracia y arromadas flores, como las llama un
poeta nuestro, habia tantos rebaños silvestres, vacunos
y caballares, que las vacas y novillos eran del primero
que se tomaba el trabajo de matarlos (2).


Estos inmensos rebaños, segun los cómputos de '-"zara,
ascendian en su tiempo á 18,000,000 de cabezas de ga-


(1) Pequeñas montañas y circumbalaciones dellerrrno.
(~) Ulloa. Noticias americanas, pág. 109.




- 309 ---
nado vacuno, y tres millones del caballar, con bastantes
ovejas, sin incluir en este cálculo (muy moderado por
cierto) 2,000,000 de ganado silvestre y las innumerables
yeguadas alzadas ó sin dueño (1). Solo de Buenos Aires
y Montevideo salian 800,000 cueros cada año (2).


No en vano nos detenemos en estas dos circunstancias,
al parecer insignificantes: la bondad del clima por una
parte, y por otra lafacilidad de vivir casi sin trabajo ni
cO.~to (3), tomada esta frase en su sentido mas estricto,
han enjendrado esa holgazanería y pereza habitual que
notan todos los viajeros en la mayor parte de los pueblofl
Hispano-Americanos, y que en el nuestro son la fuente
de no pocos males y obstáculos para el progreso v las
mejoras materiales y sociales.


y esta es la causa de que hayan dicho algunos con
mas poesia que verdad, que la atmósfera tibia y embal-
samada del suelo americano ha enervado á los españoles
y á Sus descendientes (4). Tocquevillf:, mas profundo,
sin detenerse en la superficie de las cosas, nos descubre
en la naturaleza de ellas, mas bien que en las circuns-
tancias accesorias, que la voluntad del homhre puede
contrarestar y vencer, la causa eficiente de un hecho tan
importante. Con la riqueza de colorido y la májica vehe-
mencia de su estilo preciso y elocuente, nos hace una
pintura tan exacta como grandiosa, de la costa inhospi-
talaria donde abordaron los fundadores de la nueva


(1) Azara. Descrip., t. 1, pág. 305.
(2) Azara. Essaissur I'Hisloirenal. duParaguay. t.lI, pág. ~70.
(3) Descrip. t. 1, pág. 300.
(t) MOllLesquieu. Espíritu de las Leyes. - Chevalif'f, [,elfres


,\111' l'AmlrÍ/pl!' rllI Nord, 1. 1lI, 1.efln XXX1V.




- al0 -
Ingla\emq no!! muestra sobre la vertient~ oriental de
los mOJlt~s Alleshany~, entr(l el pié d(l sus montáñas y
el OOOé,aDO A.tlántico unl!. larga banda de rocas y de
arena, que el mar pll(eee haber 1)1vid~dQ all'etirlU'l}e, y
nos dice que allí se reconcentraron al principio los es~
fuerzos d(lla industria humana." (1). La bella descrip-
cion de la América del Sud, oculta la muerte bajo su
manto b,rilla~te, que opone en contraste á aquella natu-
ralez.a, donde todo era grave, imponente, solemne, nos
fla. lo. mas completa idea de la influencia del clima y
nos I'tvela en su conjunto, mas bien que en la atmós-
fera .tibia y mnbalsamada unicll.mente, las causas del
letargo y postraeion que parecen ser nuestra herencia,
y que desaparecerán completamente apenas el poderoso
aguijon de la necesidad DOS obligue á sacudir nuestra
pereta habitual; apenas desaparezcan, como van desa~
parel'iendo poco á poco las inmensas leampi-rias y los
inmensos ganados que dan pábulo al abandono y desidia
(Jue nas domina (2), segun la respetable opinion de un
ilustrado funcionario que en mas de una ocasion mereciú
la confianza de Carlos m, el Sr. D. Antonio de Yiedma.


A pesar del sacudimiento galvánico que nos comunicó
la revolucion, á pesar del choque é impulsion que hlln
r-ecihido las masas con el cambio de instituciones, la
guerra de la independencia, les discordias civiles y las
nuevas ideas puestas en juego por la democraeía, es
cierlo que hoy todavía conservamos en todo su vigor
muchOil de los hábitos y resabios de los antiguos tiampos,


(1) Pémocratie en Amérique, t. 1, pág. 32.
(2) Descrip. Geográfica 'Y Estadística., pár. 424. Ang('li~, t. 1If.




- 3H-
Y si se quitlre, es e~ta en alguUQ& PUIltQfi 11\ horrible pin.-
tura !l"e blW.iau, Vie~lJna di lOi habitante¡ de Cpf,b.abam ..
ba (1) j Azara., de lQii crMloil dll1 Pru-aglJaY y del Plata (2) l
Y Sobrevíel •• de l~ I;iudad de Truj illQ y dI! 1M provÍJ,wi¡e¡ de:
Chac.hapoya.s y CaxatlUllbo (3); pllro tambien fli cierto,
que á DO mediar 18$ cirCI,lQstancia¡¡ !!Sp¡;tfl¡¡t~t rElUllidas tí
otras, cuy~ ~posicion nos ll(¡varía muy lejos, habriaJ;l
desaparecido Ó ;.\1 menos modi6e4dose J1otablemeuW.


Penetrollllllo en el interior de puestroll campos, echa,pdo
una ojeada sobre las estancias desparramad~ 1m iiQ~
vastas soledades, se podrá apreciar mejor 13 flllUCtitlf'd
de este allerto. Las C$tancias flla& (la/uchos licrán, pqes,
el asunto de qua nOS ocuparemo~ en el articulo illJnedil\10.


XIII,
LAS ESTANCIAS.-Lt)~ GAU(jlf()S (4).


Como es muy probable que la mayor parte de nues-
tros lectores ignoren elllentido en que nosotros usamoll
la palabr;,¡. estancta, y lo que sea, espliweIUoi lo que
sigmfica..


Una estQ.nci3 ejl un pedar;o dI} Uefr~ CQml,mml}nte de
(1) Obra (litada, párrafll .1,19,
(2) Descrip. é HistoriR, t. 1, pág, 300,
(3) Viages por el Perú, t. n, pág. 209, 309 Y 377.
(4) La palabra gaucho se aplicó en su origen á cierta clase de


individuos de malos hábitos y peores instintos, procedentes de la
mezcla de las razas española, india y africana; pero hoy el uso
ha ¡¡6ntlfa\j~ado tlIlta palabra para denotar al hOmbr~ que ha na-
cido y vive en el campo, y participa en su carácter, preocupa-
ciones y costumbres, de las cualidades que distinguen al salvaje
del bombre civilizado. (Vide Azara, Descrip. t. 1 pág. 304 á 311.
Armitage-Hist, do Brazil, pág. 139. Sarmiento, Vida de Quiroga,
toda la primera parIr.)




- :JI ~--
dos ó tres leguas de largo y otras tantas de ancho, OCII-
padas por numerosos rebaños, vacunos, eaballares ~.
lanares: suele baber hasta 30,000 animales en una sola.
En el centro hay una gran casa de material, donde re-
side el propietario con su familia, con los peones (gau-
cItOs) y las mujeres propias y ajenas de estos; ó un ca-
pataz, especie de mayordomo, encargado de la admi-
nistracion y de hacer ejecutar las faenas rurales. Cuando
la casa es pequeña, como sucede por lo regular, parte
de los gauchos vive en ranchos (1) edificados á corta
distancia de ella.


Las faenas de la estancia se redueen á cuidar del ga-
nado y á matar diariamente cierta cantidad de reses,
segun el mayor ó menor número de las que posee y
necesita el establecimiento.


El trabajo de los peones se limita á enlazar, derribar,
y desollar las reses, en lo que han adquirido tal perfec-
cion con la práctica, que en pocos minutos las descuar-
tizan y sacan el cuero sin el menor tajo ni partícula
carnosa; 10 estaquean, y preparan la carne en tiras
delgadas para el tasajo ó charque, artículo que consti-
tuye uno de los principales ramos de esportacion.


Fuera de esto, no se crea que el cuidado del peon
sobre el ganado es semejante al de los pastores en
l~uropa. El gaucho se levanta antes que el sol, se dirige
á los corrales, deja salir los rebaños, y cuando estos se
han derramado por los campos, se vuelve tranquila-
mente A la casa á tomal' mate y fumar hasta la hora del
trabajo, si hay trabajo, que por lo regular nada mas


(t) Choz~s de harro y paja.




- 343-
tiene que hacer hasta. que cae l~ tQfd~l yel\ pr-eei~Lno
siempre, wlver á recoler el ga.nadQ-.


Como tiene una inclinaeion muy regular al dolce far
nient~ y aquel género de vida la desarrolla poderosa-
mente, como necesita emplear iln algo el tiempo para
no consumirse de tedio, busca en el vino, en el juego,
en el trato de sus iguales, un medio de recreacion y de
solaz. Lapulperia llena todos estos requisitos.


Es la pulperia generalmente un rancho miserable,
situado á dos, á cuatro, á seis leguas de la estancia,
donde se espende detestable vino, aguardiente, queso,
etc.: es el punto de reunion, el rendez-vous, á que
asisten de diez leguas á la redonda, los gauchos mas
cereanos de aquel pago ó d~partamento.


Aut, entre el crujido de los vasos, el estruendo de las
carcajadas, el murmullo de las guitarras, el run run de
las chilenas (1) el estridor de los puñales, que se cruzan
con demasiada frecuencia, y no en vano, se forman esas
reputaciones colosales, esos hombres de alto prestigio
entre el gáucltage, que mas tarde aparecen á su frente
é imponen la ley á la sociedad culta é ilustrada de las
ciudades.


Artigas, Quiroga, Rosas, todos los caudillos se han
apoyado mas de una vez sobre el sucio y grasiento mos-
trador de una pulpería, antes de arrellanarse en la silla
del poder.


En estas reuniones se habla de las últimas carreras, y
se arman otras nuevas, de las Yerras (2), de los animales


(1) Espuelas para domar.
(2) Fiesta para marcar el ganado.


*




- 314-
estraviados, de los asesinatos y pendencias que -hall
tenido lugar en la semana, y de todo lo que es propio
ue su vida vagabunda y desocupada.


Siempre hay entre ellos un pallador ó cantor, que
hace el gasto de la funcion, sin gastar él nada. En su
lenguaje tosro y desaliñado, pero á menudo muy poé-
tico y vehemente, improvisa, acompañándose con la
guitarra, cantos mas ó menos largos, cuyo asunto está
tomado de la misma fuente de sus conversaciones, ó de
las desgracias y trabajos de algun caudillo famoso, de los
malones (1), de los indios, ó de sus -propias aventuras.


Así el gaucho, en su estado de peon, es, á juicio
nuestro,' el tipo mas prominente que ofrece la sociabili-
da(1 argentina (2). El que habita en los pueblos como
el que tiene un pequeño patrimonio y vive independiente,
aunque participan de la mayor parte de las cualidades
que caracterizan al primero, ni tienen su espontaneidad,
ni tantos puntos de contacto como él con los habitantes
de los demás paises de América, donde existen condi-
ciones de existencia análogas á la suya.


Arrancamos como punto de partida de las estancias,
para que se vea, cómo aislada, sin vecinos, casi sin co-
mercio con el resto de los hombres, cada familia forma
una pequeña colonia; cómo ese aislamiento detiene é
impide los progresos de la civilizacion, que no puede
acrecentarse sino á medida que la sociedad se hace mas
numerosa, y los lazos que la unen mas íntimos y mulli-


(1) Espediciones contra los cristianos.
(2) Empleamos esta palahra en su acepcion mas lala; no nos


limitamos :í lo que hoy se llama Hepúhlica Ar~rntina.




- a¡:,-
plicados ; pam que se note, de patio, como la soledad
desenvuelve y cimenta en el hombre el sentimiento de la
independencia y la libertad; como nut~e esa altivez de
carácter que en todos tiempos ha distinguido á los pue-
blos de raza castellana (1).


Se comprenderá, sin decirlo, que en tan singular a80-
ciacion, todo órden sistemado y regular de gobierno se
hace imposible. Existe un comandante general en la
campaña, y un juez de paz en los pueblos; pero su au-
toridad no pasa de un rádio muy limitado. El desierto
y la soledad hacen ineficaces las mejores leyes y dispo-
siciones, é imprimen en los hábitos y costumbres cierta
rudeza selvática, ciertos instintos bárbaros, propios de la
vida nómada y errante, como lo ha espresado perfecta-
mente el coronel don Pedro Andrés García, enviado por
la primera junta gubernativa de Buenos Aires, para
entre otras cosas averiguar y examinar el estado actual
de la campaña, y proponer las medidas que creyese mas
convenientes para su mejora y prosperidad (2), el cual
se espresa en estos términos:


« Las mas sábias leyes, las medidas mas vigorosas de
policía, no obrarán jamás sobre una poblacion espar-
cida en campos inmensos, y sobre unas personas que
pueden mudar de domicilio, con la misma facilidad que
los árabes ó los pampas (3). »


y en efecto, considerando al gaucho desde la cuna, se
ve que apenas puede sostenerse sobre el caballo, es de-


(1) Humboldt-Voy. aux reg. equinox. t. 1II, pág. 18.
(2) Oficio de la junta á García, fecha 15 de junio de 1810.
(3) Diario de un viaje á Salinas-Grandes, pág. !S. (Ang., t. m.)




- 3~6-
cit', desde la edad de b ó 6 años, este es una parte inte-
grante de su persona: desde que llega á la pubertad, le
ensilla con el sol, y no se desmonta sino para comer,
jugar y dormir: si como sucede á menudo, el dueño de
la estancia donde ha nacido, aunque muy honrado enel
fondo, es un infeliz cuya razon no ha podido ser culti-
vada, crece y llega á ser hombre, sin tener mas que una
idea confusa y no muy buena de la divinidad: como se
cria domando potros, degollando novillos, corriendo
carreras que á veces le cuestan la vida, vagando solo en
la inmensidad de los campos, sin mas armas que su
lazo, sus bolas (1) Y 8U puñal; cruzando á nado los rios
mas caudalosos, prendido con una mano de las cri~es
de su corcel, y con la otra nadando y empujándole
contra la corriente; como se cria luchando con los ani~
males feroces, y muy especialmente con los tigres, que
suelen asaltarle al cruzar un bosque, y con mas frecuen-
cia en la márgen de los grandes rios; espuesto á las ase·
chanzas de los gauchos malos, especie de bandidos, ca-
paces de asesinarle por la chaqueta que lleva puesta,
por las espuelas, ó el poncho; acostumbrado á soportar
horas enteras los ardientes rayos del sol en el rigor del
~erano, y los helados cierzos del mas frio inviernó; á
dormir en todas estaciones á la intemperie, bajo un


(1) El lazo es una cuerda trenzada, de 80 á i10 varaS de largo,
con una argolla en el estremo, que sirve de contrapeso parll Ill.n-
zartc: las bolas son tres esferas de hierro ó piedra, del tamaño
del puño mjetas á un centro comun por cordeles, y que se arro-
jan á una gran distancia, cogiendo la mas pequella ! haciendo gi-
rar las otras dos por encima de la cabeza. Es increible la fuerza
que llevan con el impulso del brazo y la velocidad del oaballo.




~~ :H7 --
ombú, ó una tapera (1); á galopar tres dia~ y tres no-
ches sin descansar, y á alimentarse únicamente de carne
medio asada, sin sal, sin pan, sin mas principio ni pos-
tre; el gauchQ reune en su carácter mucho de la energia
independiente de la raza guarani, y mucho de la forta-
leza de hierro y estraordinario valor de los primeros
conquistadores.


La necesidad de luchar brazo á brazo con una natu-
raleza exótica y grandiosa, los peligros siempre rena-
cientes que le rodean, la costumbre de verter sangre
diariamente, el desamparo y horfandad á que se ve re-
ducido desde sus primeros. años, le hacen reconcen-
trarse en su personalidad, desenvolver sus facultades
fí~icas de un modo maravilloso (2), y adquirir una indi-
ferencia, verdaderamente admirable, para dar y recibir
la muerte.


Como sus necesidades son muy limitadas y le bastan
pocos dias de trabaje para satisfacerlas largo tiempo,
como está seguro de encontrar otra estancia donde aco-
modarse cuando se le antoje dejar á su patron, por la
escasez de brazos y hombres inteligentes en las faenas
rurales, se acostumbra desde sus mas tiernos años á no
depender de nadie y á considerar á sus superiores de
igual á igual. No le dará el título de amo por todo el oro
del mundo: patron á secas y gracias. ¡Ay! del temerario
que desconociendo su carácter, y confiado en su calidad
de señor, le insultase, aunque fuese con motivo, sin


(1) Casa derribada en medio del campo.
(2) Vid. lo que cuenta Azara de los vaqueanos. Descrir., l. /.


pág. 3\0.




- 318 -
prevenirse! .•• antes de acabar la frase, una certera pu-
italAdIl. le dejaría tendido en tierra, y los demas compa-
ñeros facilitarian al asesino el mejor caballo para que
huyera, si se hallaba en paraje donde pudiera alcanzarle
la j usUcia.


El gaucho, aunque despejado, con muy felices dispo-
siciones, y tambien noble y generoso, cuando todavía la
desgracia no ha agriado su carácter, es supersticioso,
desconfiado, muy reservado y lleno de antipatías contra
el hombre de la ciudad, que tiene otras maneras, otros
hábitos, otta" ideas; que habla de distinto modo, y hasta
u!la otro traga. El le desdeña y menosprecia altamente,
y no !le toma el trabajo de ocultarlo.


Existe entre ambos una repulsion instintiva é involull-
taria, porque el contraste, en efecto, no puede ser mas
chocante; comparemos un hombre vestido á la europea,
con frac y pantalones, sombrero de castor y guantes,
cortada su barba y cabellera, con otro cuya larga me-
leila circunda su cuello, da una espresion feroz á
su tostado semblante y un aire. de melancólica alti-
vez á su mirada fija é imponente, mientras ~ae sobre el
pecho su prolongada barba, mas negra y reluciente que
el ébano. Veámosle tal como apareceria á nuestros ojos,
si nos trasladásemos á los campos de Buenos Aires,
Montevideo ó la Rioja. Contemplemos su sombrero de
copa redonda y aneha ala, adornado de algunas nores,
prenda de amor, ó plumas de pavo real; su chaqueta
de grana ó paño, caprichosamente bordada; su chiripá
(dos ó tres varas de seda ó bayeta) envuelto alrededor
de la cintura, y ya recogido entre los muslos, ya suelto y




- 349-
á guisa de saya descendiendo hasta 10B tobU1os~ sujeto
por una banda ó tirador, donde guarda 108 avíos para
fumar, el dinero, etc., y qu~ sirve además para colocar,
atl'avesadb, el enorme cuchillo, comunmente de "aina y
cabo de plata, su compañero inseparable, que no aban ..
dona en ninguna ocaeion ni circunstancia, y tan afilado
que puede un hombre afeitarse con él (1) : contemplemos
su ancho calzoncillo de lienzo, adornado en los estremos
con un gran fleco ó crivao que, resguardando sus pier-
nas, oculta á medias unas espuelas de plata colosales,
y las blanquecipas botas de potro, formadas con la piel
sobada de este animal, las cuales, partidas en la punta,
dejan al desoubierto los dedos de los piés para asegu-
rarse mejor en el estribo, de forma triangular y tan pe-
queño, que apenas cabe el dedo principal. Echemos, en
fin, U'na última ojeada sobre el poncho que se mete por
la cabeza, y que, doblado sobre los hombros de uno y
utro lado para poder jugar los brazos, llega por delante
hasta las rodillas, y acaba, junto con el estraño arreo de
su caballo, que no describiremos porque nos parece
inútil perder el tiempo en digresiones cuando no son
necesarias, acaba por darle un aspecto verdaderamente
raro y original.


En cuanto al idioma, es en el fondo el español, pero tan
estropeado y diabólicamente pronunciado, enriquecido
en algunas provincias con muchas voces derivadas del
Qllechuá, Guarani y otras lenguas y dialectos Indios,
como Chiripá, Changango (2), pangaré (3), i'iacurutú (4),


(1) Azara. Descrip., t. 1, pág. 307.-(2) Guitarra mala.
(3) Color de un caballo.-(4) Lechuza, feo.




- 320-
Vicka:rá (1), Guano (2), etc.) con otras españolas, pero
que no se usanjamás en ese sentido por nadie que hable
castellano; como rancho (3), quiebra (4), nacian (5),
Sumida (6), armarse (7), friza (8), gateada (9), etc.,
con otras españolas y americanas, pero cuya pronuncia-
cion y significacion son muy distintas, como Redetir (10),
Ay júna (11), malevo (12), tapera (13), apedarse(14),Ma-
urrango(15), orejiar (16), trajinista (17), redota(18), mo-


rao (19), guasquear.ye (20), etc., etc., ronnando de todo
esto una intrincada fraseologia, que nosotros mismos,
los de ia ciudad, á veces. no entendemos hasta haber
andado algun tiempo por los campos.


Cúmplenos ahora para completar el cuadro que bos-
(1) Ponchos de lana q'le se fabrican en Mendoza y San Juan.
(2) Sacar el guano, usar una cosa has la inutilizarla.
(3) Choza de barro y paja.
(.1) Valiente.
(a) Estrangel'o.
(6) Puñalada.
(7) Hacerse: unido con otra,; palabras este verbo, sirve para


locuciones muy usuales entre ellos: armarse rico, armar una es-
tancia, etc.


(8) Pellejo (sacarlo).
(9) Onza de oro.
(10) Gastar el dinero.
(11) Hidep ... ¡voto al diablo!


. (12) Criminal, asesino.
(13) Casa arruinada.
(U) Embriagarse.
(la) Poco ginete, torpe: tambien se dice matlwllo.
(16) Pasar el tiempo.
(t 7) Calavera.
(18) Descalabro, desgracia.
(19) Ruin, villano, cobarde.
1::l0) Irsf', huir.




- 3~U-
quejamos, manifestar como cUIlnto mil! se aleja el gau-
aho del hombrll civilizado, tanto mas 8e Ilcerca al lal.
vaje, y como en sus instintos, en su traje é ideas,
descubre á juicio nuestro, las afinidades que le ligan
á él.


Casi sin entrar en mas investigaciones, todo cuanto
vaMos á decir se deduce de sus habitaciones. ({ Estas Son,
por lo general, unos ranchos ó chozas desparramadas
por los campos, bajas y cubiertas de paja con las pare-
des de palo~ verticales juntos, clavados en tierra y tapa-
dos sus claros con barro (1) .'1 ¿ No veis aquí e~ primer
signo, el primer anillo de la dilatada cadena que le une
al hombre salYa.le? l La ptimera callia de la desoma-
don y el aislamiento de la famBia, libre ue toda traba)
sinnee6!idades eomo sin deseos) la mujer y los hijos
vejetando oomo las plantas, y los hombrea vagaildo de
pulpería en pulpería para proporcionarse UDasociedad fac.-
Ucia de algunas horas porque el bogar doméstico los al':'
roja, los expele y les obliga á. busoar en otra parte la distrac.-
cion y el empleo de su actividad, aunque sea para mal-
gastarla entre los vasos, las carreras de caballos y las
puñaladas 1


Hemos indicado ya la especie de instinto de locomo~
cion, que le obliga á no permanecer mucho tiempo en
un mismo paraje, y á dejar por el menor pretesto, á ve-
ces sin ninguno, la . estancia donde reside; parece que
su alma indómita, ansiosa de libertad, necesita á menudo
perderse en la inmensidad de los desiertos; parece que
halla un misterioso deleite inefable en la soledad, en el


(1) Azara. Descrip. é Hiat., t. 1, pág. 302.




- 3~t -
silencio, en el peligro, en los azares de los campos, en
la pompa majestuosa de su imponente, lujosa y gigante
naturaleza.


Así el gaucho, sin ser nómade, pasa la mayor parte
de su vida errante de estancia en estancia y de pago en
pago.


Recordemos ahora lo que nos dice el autor de la His-
toria de América, sobre los pueblos indígenas que viven
de la caza, es decir, errantes.


« En primer lugar tienen tal idea de su igualdad é in-
dependencia, que no conocen mas distinciones que las
que resultan de las cualidades personales (1); ») y los
gauchos, semejantes á los indios á y los antiguos Ger-
manos en su estado semi-salvaje, que elegian á sus gefes
entre los mas valientes, no admiran ni respetan sino lo
que hiere sus sentidos y proviene de esas cualidades:
la fuerza corporal, la Jestreza en el caballo, el valor, la
liberalidad, el desprecio de la muerte .... para descollar
entre ellos, es preciso poseerlas en un grado eminente,
y ahí están para justificar nuestro aserto, Artigas, Rami-
rez, Quiroga, los dos Lopez, Brizuela, Aldao, Rosas, á
cual de ellos mas bien dotado por la naturaleza, mas


,ginete, mas valiente ó feroz, mas audaz y emprendedor,
mas liberal con sus iguales. - No añadimos amigo de
las mugeres y del vino, y jugador consumooo, porque
se sobreentiende, tratándose de unos· hombreí;. que la
mayor parte, han sido peones muchos años y empezado
su carrera de simples soldados.


}) El sentimiento de la independencia es tan natural en
(1) Robel'tson, lib. IV, pág. 294 Y siguientes.




-- 323-
los salvajes, que nada puede apagarle, ni plegar su espi-
ritu á la servidumbre. Acostumbrados á ser dueños ab-
solutos de sus acciones, se desdeñan de obedecer las
órdenes de otro, y no habiendo conocido jamás la coae-
cion no pueden soportar que se les ~orrija. (1)


La guerra de la independencia ha manifestado si el
primer sentimiento estaba hondamente arraigado en el
corazon del gaucho. Le hablaron de una tiranía que
nunca conoció, de una libertad que no comprendia ; le
mostraron al enemigo invadiendo sus hogares; le dije-
ron que venia á hacerle esclavo, esto es, á reducirle á ]a
condicion de los negros, y entonces instintiva é invo-
luntariamente gritó ¡ libertad! y peleó y selló heróica-
mente con su sangre en la mitad del continente ameri-
cano los principios consagrados por la revolucion de
1810. En ningunpueblo de la América del Sud rayó tan
alto el amor á la independencia, y ninguno puede pre-
sentar una página mas gloriosa que el argentino en la
guerra de 15 .años contra la madre patria.


(( El salvaje, satisfecho de sus ocupaciones y contento
con su suerte no puede comprender las ventajas y utili-
dad de UDa multitud de cosas que los pueblos civilizados
miran como absolutamente indispensables para la vida.
Lejos de quejarse de su situacion y de envidiar la suerte
de las naciones civilizadas, se considera como un mo-
delo de perfecciones y como el mas feliz de todos los
séres (2). Il


Justamente es una de las máximas de nuestro prota-
~onjsta, que naide es mas que naide : ya hemos visto


It) tih. ~ I':i¡.:-. citado~. - (2) Idrm.




- 324-
mas arriba como me habitúa desde la infancia á bastarse
á si mismo, á no tolerar que nadie le falte en lo mas
mínimo y Á haseree la justicia por su mano. Hemos visto
además, DO 8010 su indiferencIa, sino tambien la anti-
patía y ódio profun~o que profesa á todo lo que viene
de la ciudad, creyendo en su ignoranl!ia que no hay en
todo el globo un estado mas venturoso y envidiable que
el ~myo.


Robertson, además, señala como uno de los rasgos
eatatterísti1!ol da los salvajes, su aficion al juego y la
embl'iágull, la d8ltrua tasi increible de IIlUS sentidos,
su incapacidad tr iDlUbnrdinacioD ;para lujetarse á un
plan GIlSu8 operaciones militares; la reserva que les ha~
ce no comunicarse sus ideas, ni pedirse mútuamen\e alp
gun favor, de miedo de importunar y ser gravosos á. loe
demÁs (1); cualidadci todas que se relievan en el gau-
cho, que juega hasta la camisa, visita diariamente la
pulpería, conoce en una inmensa estension de territa ..
rio por el gust6 de la yerba, las ondulaciones del terreo
no, la pl'Qximidad de un bosque, ó un solo árbol, el co-
lor de la tierra, la direccion de los rios y otras causas
que Ignoramos, 18, distancia á que se halla del punto á
donde 1W dirige, las cIrcunstancias de la localidad que pisa;
que distlll8Úe en las inmensas soledades de la Pampa,
80bte ta. menuda y'erba que la cubre,' las huenas de un
hombre, caballo u otro animal, que ha pasado cuatro ó
cinco días antes; que siguiendo leguas enteras su ras-
tro sin perderlo, sabe calcular, á punto fijo, á una gran
distancia, echándose en tierra y aplicando el oido, la


(1) Obra cit., pág. 141, 269, 3tH Y 419.




-~ :Hii-~
causa del ruIdo imperceptible que se escucha, ,ydistin-
gue si es de animales ó de gentes, si son muchos ó po ..
cos ginetes,!>i vienen despacio ó á galope, solos ó perse-
guidos, que no puede en la guerra sujetarse á los duros
ejercicios de la milicia, y no es temible sino en los pri-
meros choques ó en ]a montonera (guerra de recursos),
de la cual las hordas de ]a Argelia siempre presentes y
siempre intangibles por la superioridad de sus caballos,
su destreza y el conocimiento práctico del terreno, dan
la mas cabal idea; que prefiere, en fin, sujetarse al tra-
bajo, atravesar un desierto solo, esponerse á la muerte,
antes que importunar á sus compañeros para que re-
medien su nece;idadó se incomoden en acompañarle. L('
pareceria ridículo y degradante.


Si de estos rasgos generales a toda la raza indígena,
buscamos algunos especiales ue las primitivas tribus Ó
parcialidades de nuestras provincias, las conexiones se
aumentan á tal estremo, que no hay diferencia alguna
entre ciertas cualidades y hábitos del indio y el gaucho,
con la particularidad que en este último se han desarro-
llado con mas vigor y eRportaneidad, acabando por w-
brepujar a su modelo (1f.


No es entraño, por lo tanto, que esa influencia se re-
vele hasta en su trage, hasta en los arreos de su caba-
llo, hasta en las armas que usa. ¿Qué otra cosa es el
chiripá que el chamal de los indios? ¿ El testero, las plu-


(1) V¡;a~e lo que Cllenta (;lle"~r3 en la primera parte de ,.11
historia, y Azara (Descrip., pág. Hí1 hasla 17B) de las el1alidad('~
fi~i~a~ y morales, costumbres y crel'lIcias di' los Charruas, Al-
bayas, Pampas, !'lr.


lO




- 326-
mude avestrúz, la manea (1), no son una imitaciou:de
las prendas con que aquellos engalanan sus corceles?
¿ Qué otra cosa es el lazo, qué otra cosa son lal) bolas,
mas que los laques ó libes inventados por los Patagones,
segun algunos autores, y usados antes de la conquiata
por las tribua de la Banda Oriental, la Pampa y el Cha-
co (2)?


Estas reflexiones nos han sido sugeridas principal-
mente por la lectura de una obra escrita por un viajero


(1) El t~'6r9 el! una especie de adorno que s.e pone en la
frente' 1011 caballos, y la manea. que sirve para sujetarlos, atán-
dosela en los piés aelanl.llros. se compone de dos ramales ron un
ojal y boton de la misma piel, sujetos ;¡ una argolla de bronce
ó plata.


(2) Las bolas, dlgase lo que se quiera, ion iDveneion de tos
indios, y en nInguna parte se ban encontrado, ni bay memoria
que las baya usado otro pueblo: que eran conocidas antes de la
conquista, es un becho fuera de toda duda. En una carta inédita
de la coleccion del señor Muñoz, firmada por un tal Ramirez,
que acompañó á Gaboto en su espedicion, se lee:


« Estos querandís son tan lijeros, que alcanzan un venado por
piés, pelean con arcos y tlechas, y con unas pelotas de piedra ,.,-
l/ondas como una pelota. y tan grandes como el puño, con una
cuerda atada que las guia, las cuales tiran tan certero, que no
yerran á cosa que tiran. »


y no obstante Azara afirma (Descrip. tomo l, pág. 146), que los
eh arruas nunca las conocieron, cuando en nuestros tiempos las
manejaban eon singular destreza; 'Y BIl·rco, bablando de ellos en
Sil enciclopédico poema (canto X, plig. 105) dice terminante-
mente;


« Tan sueltos y lijeros son, que alcanzan,
Corriendo por los campos los venado~;
Tras fuertes avestruces se abalanzan
Hasta de ellos se ver apoderados:




- 327-
digno de glorioso renombre, si no por los l'esnltados de
su empresa, siquiera por el yalor, decision, desprendi-
miento é inteligencia con que supo llevarla á cabo (1).


Fué el primero que arrostrando los mayores peligros y
molestias, penetró en el corazon de la Pampa, acom-
pañado de un corto séquito, y con muy escasos conoci-
mientos de l¡u; regiones que iba á esplorar. La parte de
su obra concerniente á las costumbres y usos de los in-
dios, se ha encontrado intachable por los que han se-
guido sus huellas. Recomendamos á nuestros lectores la
página 33, en que habla del trage de los Peguenches.


I,acostumbre de encender grandes hogueras de noche
Con unas bolas que usan los alcanzan,
Si ven que están al lejos apartados,
y tienen en la mano tal destreza,
Que aciertan con la bola en la cabeza ••


El JlllIJI antigUQ de los cronistas del Plata, tl!itigo y participe de
los sucesos que Jllirfa, el aleman Ulderico Schmidel, compara la!!
bolas (cap. VIII) con balas de artillería, pero sin duda se refiere ¡í
las de mas pequeño calibre; y cuenta, que en la primer batalla
con los querandls, mataron estos con ellas á don Diego de Men-
doza, hermano del Adelantado, á seis hidalgos y á veinte solda-
dos de á pié Y á caballo.


Algo mas podriamos decir sobre las bolas, pero Jos estrechos
límites de una nota, no lo permiten; y tampocQ habriamos es~
crito lo que antecede, á no ser por la variedad de opiniones emi-
tidas acerca de ellas, por los diversos autores que se han ocu-
pado de los pueblos primitivos de América, y la necesidad de
probar, siempre que lo juzgamos conveniente, con hechos y do-
cumentos irrecusables, lo que alirmamos en el testo.


(1) Don Luis de la Cruz. Descripcion de la naturaleza de los
terrenos que se comprenden en los Andes, etc. Buenos Aires, 183::;.




- 328-
en los campos, en forma de círculo, para resguardarse
de los tigres que andan alrededor bramando y no se
atreven á acercarse mientras dura el fuego, motivo por
el cual parte de la gente vela atizándole, mientras los de-
más duermen, está tomada igualmente de los salva-
jes (1) ..


Para que resaltase mas y mas la diferencia radical
que existe entre las ciudades y las campañas, quisiéra-
mos establecer una especie de paralelo entre los gau-
chos y los demás habitantes que pueblan los campos del
resto de América. Así veriamos los muchos puntos de
contacto que existen, por ejemplo, entre el gaucho y el
guajiro, tal como le ha descrito nuestro amigo el señor
Anduel.a, en una escelente obrita publicada en 1841 (2).
Esa indiferencia y menosprecio hácia la mayor parte de
las cosas que constituyen la felicidad del hombre civili-
zado; esa costumbre de no dejar el machete ni el caballo;
ue vagar de ingenio en taberna, y de taberna en po-
trero, nada mas que por distraerse y no hacer nada; la
facilidad con que vive feliz, ó al menos contento con su
suerte, por lo limitado de sus necesidades y lo reducido de
sus deseos; y en suma, su aficion al juego y á cantar
amorosas décimas al són de la guitarra ó del tiple, re-
velan al hijo de los aventureros españoles, bajo la triple
influencia de la sangre cruzada. que corre por sus venas,
el clima en que vive, y los hábitos tradicionales que
han impreso un sello peculiar á su existencia.


(1) Vóase á Gumilla, Orinoco ilustrado, tomo " pág. 2:;8, y
Sarmieuto, Vida de Quiroga, pág. 42.


i2) Isla dI' Cuba pintoreua, pág. \l Y ~i~l1ipnlP~.




- 329-
Concluiremos apunlanuo una circunstancia especialísi-


ma del carácter español y que ha debido comunicarse á
sus descendientes, tanto mas, cuanto se han encontrado
constantemente, aunque por distintas causas, en una si·
tuacion análoga á la de sus abuelos.


(1 España es el pais del heroismo y la bravura, pero
cuanto mas heróico es un pueblo, tanto menos de ho-
mogeneidad hay en él, porque el heroismo supone las
mas veces una individualidad fuerte y poderosa. España
es, pues, el país del individualismo, y este es su defecto,
porque no existe fuerza positiva mas que en la asocia-
cíon. Cuando á poblaciones de este temple se tes añade
independencia y libertad, no es fácil avezarlas al yugo y
reducirlas á leyes uniformes (1).»


Las ideas que emitimos en este artículo estan en gér-
men, y como otras muchas. son susceptibles de mas
ámplio desarrollo.Bástanos á nosotros el haber señalado,
descendiendo desde su origen hasta las circunstancias
al parecer mas insignificantes, el modo como ha nacido
y se ha desenvuelto ese elemento bárbaro, pero lleno de
vida y esperanzas en el porvenir, así como su carácter
y la posicion que ocupa en nuestra sociedad: elemento
que constituye, propiamente hablando, la mayoría de
las provincias del Rio de la Plata.


La mayoría del Plata, repetimos, que se simboliza en
el gaucho, tal como le hemos descrito; el cual, en ine-
dio de su vida aventurera, abandonado desde la infan-
cia á sus instintos y propias fuerzas; ignorante, audaz,
rebelde á toda autoridad; mas estraviado:por falsas ideas


(1) Weis. España desde el reinado de Felipe 11, pág. 192.




- 330-
que corrompido y malo; acostumbrado á conducirse en
los actos mas triviales como en los mas solemnes de la
vida, sin el freno de la sociedad y de las leyes, es el bár-
baro en todo el sentimiento y la espontaneidad de ]a in-
dependencia individua] : ee, en una palabra, el hombre
de quien Guizot, refiriéndose ¡\ sus ideas europeas, dice
que aétualmente, en una sociedad tan regu]ar, es muy
dificil concebir (1).


Pongamos ahora en paraleló esta pob]acion americana
bárbara de ios campos, con la americana eivilizada de
las ciudades,


Nádie ignontque en el I'eeinto de estas~ muy espe ..
cia]mente despues dé 1810, se oculta la civilitacion ba-
jo todas sus fases y relaciones, tal como la conocemos
en Europa. Puede decirM que son una continuacion de
esta. Las instituciones, los establecimienlos de todo gé-
nero, los mas esquisitol! caprichos de] lujo y de la moda
tienen alli su teatro y lugar conveniente. Allí se viste,
se habla, se piensa, se vive: como en Madrid, en Paris,
en Lóndres.


En el nuevo órden de cosas traido por la revolucion,
necesariamente debía suceder que esas dos sociedades
d'¡versas, la una civilizada y la otra bárbara, puestas
una eufrente de otra, y escitadas por su mismos jefes;
naturales antipatías y lDeJlqulnos intereses y afecciones
personales, antes que quemasen el último cartucho con-
tra el cornun enemigo, tratasen de sobreponerse la una
á la otra. Roto el lazo de sumision que las mantenia su-


(1) Hist. gen. de la civilitaclon europea, tomo 1, pág. 93.-
Madrid 1839.




- 334 -
jetas á Esparta, separadas entre sÍ, y sin conocetll'lu prO ..
pia fuerza, alIenas pudieron abrir los brazos, se creye-
ron con brios para sofocarse reciprocarilente. La guerra
civil como un faro sangriento, alumbra la encarnizada
luliba que sostienen, hasta que triunfa la causa ameri-
cana bárbara, y los campos, es decir, sus Caudillos, im-
ponen la ley á las ciudades, basta que la civilizacion
europea-americana cae exánime y moribunda á los pié s
de los caballos de la horda salvaje-bárbara-americana!


XIV.
LAS CnJ'DAllEs HISPM(O-AMÉRICANAS.


Si la estraña asociacion de los campesinos en las es-
tancias, al estallar la revolucion, ofrecia grandes dificul-
tades para úrganizar el país, DO eran ni son menos po-
derú!la!! las que presentaba y presenta el estado de las
ciudades.


Nadie ignora que en la América del Sud se ha formado
la poblacion cruzándose las razas, lo cual si las per 8
recciona en el 6rden ffsico, produce en el múral gravísi-
mos inconvenientes.


Lo que vamos Iijeramente á indicar, as liplicable Ilb
mayor Ó ménor escala á todas las ciudades Hispal.1Ó-
Ameritlanas, y las cueStiones que abraza. 80Tl hoy plltá
ellas de tal importancia, que de su pronta y acertada
resolucion depende el teposo, el· bienestar y él pOrVenir
de aquellos países.


Las ciudades, á pesar de su atraso y de baber sido
vencidas mas de una vez, ejercen una influencia frresis-




--- J3t -
tibie sobre los eampoti á quienes al fin subyugan por el
ascendiente providencial de la inteligencia, de los hábi-
tos, y de las tradiciones europeas. En las capitales se re-
concentra el elemento civil, político, mercantil é indus-
trial, y desde allí, como un foco de luz, estiendc el mo-
vimiento civilizador hasta donde alcanza su accion ; pero
no hay que confiar tanto en esta, cuando á cada paso
se ve interrumpida por continuas revueltas y traotornos;
cuando cada año el capricho de un nuevo afortunado
caudillo, de un vándalo cualquiera, puede reducir la~
ciudades á escombros; cuando estas encierran en su
seno mil elementos heterogéneos que pugnan, se agitan
y hierven, como la lava en el fondo de un volean, por
brotar á la superficie, destruyendo los obstáeulos que se
oponen á su esplosíon. Si no hubiera otras razones para
llemostrar la conveniencia, Ó mejor dicho la necesidad
de que Cuba permanezca ligada á España, bastaria
recordar lo que ha pasado en las nuevas rel)úblicas á
este respecto. Nuestra heterogénea poblacion es la causa
primera del infortunio que nos abruma.


Elemento lleno de vida y espontaneidad, que despues
de hacer pedazos el edificio colonial debia sepultar bajo
sus ruinas á los mismos que le desencadenaron, nada
podria equilibrar en Cuba su tremenda preponderancia.
j Ay de la reina de las Antillas el dia que ese Océano,
contenido por un muro de bayonetas, rompa sus diques
y salga de madre! ... Santo Domingo como un fanal gi-
gantesco en medio de las olas embravecidas, alumbra la
negra página que reserva el de,tino á su historia.


Echemos una ojeada, veamos la clase de gento de que




- 3:l3-
se eompone la poblacion:de las ciudades Hispano-Ameri-
canas, y se comprenderá la conviccion profunda que nos
ha inspirado las anteriores líneas y todo el alcance que
tienen en nuestro estado actual.


¿ Quiénes forman la poblacion de las ciudades?
Blancos, indios, negros, mestizos, castas interpoladas,


definidas así desde el siglo XVI al X VIll por los que de-
bian conocerlos mejor que nadie, es decir por los vi-
reyes y las autoridades mas respetables y dignas de cré-
dito.


« Los españoles nacidos en América y los venidos de
España ... son de condicion libre y de natural altivo, ami-
gos del ocio y que llevan mal el rigor; y la blandura
les daña (1).


1/, Los mestizos, gente suelta, ociosa, y sin respeto á.
la justicia ..... (2) van en gran aumento, y todos salen
tan mal inclinados y tan osados para todas maldades,
que á estos y á los negros se ha de temer. Son tantos,
que no basta correccion ni castigo, ni hacer en ellos or-
dina,riamente justicia (3). »


... « Cada uno de estos negros, mulatos y mestizos,
es rayo contra los indios, por lo cual se manda que no
vivan ni conversen entre ellos, así por el mal trata-
miento que les hacen, como por las ruines costumbres
'lue aprenden de su compauía. » (4)


(1) Relacion del virey <,iuadalcáz31'. Col. de Muñoz, t. XXXV.
(2) Relacion de la Audiencia del Perú al conde de Lemos Mu-


iíoz, t. XXXV.
(3) Apuntes sobre papeles del año de 150-1. Muñoz, t. LXXXVII.
(i) Relacivn del virey Montesclaros. MuñO'l, t. XXXV.




- 33ft -
. «y es providencia de Dios la notable desunion y de-


safecto que recíprocamente se tienen todas las referidas
castas, entre ellas y con los indios, pues siendo tan pé-
sima la inclinacion de unos y otros, acabarían con los
españoles, que es el menor número, el dia que les fal-
tase esta desunion; y es digno de anotar el temor y su-
bordinacion que tien1ln á los europeos, á quienes parece
infunde Dios mas gallardía y espíritu,cuyo verídico ejem-
plar lo manifiesta su conquista (1). »


Hoy que los hechos tienen la palabra, como ha dicho
con sobra de chiste y malicia La Esperanza, es inútil
perder el tiempo en estériles disertaciones. Contentémo-
nos, pues, con añadir otros nuevos hecbos como conse-
cuencias legítimas y naturales de los primeros.


En unas ciudades predominaban los blancos, en otras
los n€gros; aquí los indios ó mestizos, allí los mulatos;
pero en todas su reunion producía los mas funestos re-
sultados. En unas partes, la facilidad y costumbre, dice
Ulloa (2), de hacer trabajar á los indios en la cultura
de las tierras, en las minas, en las manufacturas y oqra-
ges, y en los oficios mecánicos, hacian mirar con el
mayor desprecio á los blancos dichas ocupaciones, 10
que no sucedia sino en las colonias españolas; y añade
que seria conveniente espedir nueval! leyes para obligar-
les á trabajar c~mo en Europa, disminuyémlose así el
crecido número de gente vagam1!nda y ociosa que llena


(1) Descripcion del estado politico de. la Nueva: España. Esta
obra inédita que se halla al fin del tomo XXXV de la coleccion
de señor Muñoz, fué escrita en 1735, segun la respetable opinion
de este laborioso y nunca bien alabado cronista.


(2) Noticias americanas, pág. 294.




- 33,j -
aquellos paises, etc. En otras, existia la misma preocu-
pacionrespecto de los negros, y se creía que no podría
ejecutar un blanco cierta clase de trabajos á que esta-
ban consagrados los esclavos, sin deshonrarse (1); al
estremo que en el Rio de la Plata, afirma otro eseritor(2)
ni el mismo vir/!'lj encontraba un lacayo blanco eS es-
pañól, y era preciso que se sirviera de negros, indios 6
mulatos; si.endo lo peor que hombres muy ilustrados,
como observa el primer autor citado, por razones muy
fáciles de comprender, aunque las calla, opinaban que
no convenía desapareciese del todo una preocupacion
semejante.-En otras, los mestizos, casta ociosa é inú-
til, se entregaban á todos los vicios imaginables, reu-
niendo á la!! malas cualidades caractérísticas de los in-
dios, elorgullo, la insolencia y el cinismo.-De sus mas
salian ]08 promotores de los desórdenes públicos, ]a
mayor parte de los ladrones, asesinos, etc. (3) semejan··
tes á los negros esclavos que, una vez libres, se aban-
donaban á la mas vergonzosa crápula, á la oelosidad, al
crimen (4).


La situacion de las últimas clases, era en estremo
precaria; habia capitales como la Asuncion y Buenos
Aires, donde no existian fábricas de ningun género, y
las artes Y oficios, qlle se reducían á los mas indispen.·
sables, se ejercian únicamente por eIlosjunto con los
que llegaban de Europa estremadamente pobres (5). Ha-


n) Viages por el Perú, t. 1, pág. 5.
(2) Azara. Descrip. é hist., t. 1, pág. 299.
(3) Viages por el Perú, t. JI, pág. 376.
(~) Ibid., pág. 180.
(.'J) Descrip. é hist., t. 1, pág. 301.




- :1:3!i ~
bia muchas ciudades de segundo órden, IIlUChlSima,8 vi-
llas, pueblos y hasta provincias enteras, donde, como
tie espresa don Juan del Pino Manrique, gobernador del
Potosí, en su informe al marqués de Loreto, fecha 16 de
diciembrede 1787 (1), d escepcion de las minas y de
una poca y mala agricultura, aumentándose diariamente
la poblacíon y no aumentándose los trabajos en una pro-
porcion correspondiente,. y siendo por otra parte, aña-
dimos nosotros, muy limitados los ramos en que esas
clases podian ejercitar su industria, en competencia con
los medios, la posicion y superiores conocimientos de
sus antagonistas, los blancos ó los negros dirigidos por
ellos, la generalidad no tenia en que ocuparse (2).


Un escritor justamente célebre (Tocqueville) ha dicho
que se necesita una política nueva para un mundo en-
teramente nuevo; y la política que prohibía el cultivo
del olivo y de la viña, mal podia comprender esta ver-
dad. Funesto legado, mas que de la ignorancia de nues-


(1) Col. de Angelis, t. 11.
(:2) «La audiencia de Lima [mblicó un bando en 17 de julio de


1706 mandandu que ningun negro, zambo, mulato, ni indiu neto
pudiesen comerciar, traficar, tener tiendas ni aun "ender géueros
por la calle, en atenCÍon á que dicha gen te tienen poca te y lla-
neza en lo que venden, y no ser decente que se ladeen con los
que tienen este ejercicio; y que se ocupe cada cual de ellos en
el ejercicio de oficios mecáninos, pues solamente son apropósito
para estos ministerios, y si alguno se atreviese á contravenir á
esta órden, que sea preso y desterrado á Valdivia. » Noticias se-
aetas de América sobre el estado naval, militar y polttieo, etc.,
escritas fielmente segun las instrucciones del marqués de la En-
senada y presentadas en informe secreto ti S. ~I. c. el seI/m' dO/l
Fernando VI, pág. 423.- Lóndres i8z6.




- 337-
tros padres, de las necesidades ó ideas donúnantes en-
tOllces~ ella al'l'ojó, sin advertirlo, en el seno de las ciu-
dades, desde su cuna, un gérmen de desunion y anar-
quía en el aislamiento á que las condenaba, y las seve-
rat;leyes con que impedia su franca y libre comunicacíon.
Asi prevalecieron esas enemistades, esas envidias, esas
preocupaciones ruines de localidad y nacimiento j así
nació esa falta de sociabilidad; así se desarrolló ese
ódio que divide las castas mas inmediatas, fuente de no
pocos males y sangre vertida estérilmente (1).


A estos obstáculos, que brotando espontáneamente de
la naturaleza de las cosas, se oponian al bienestar y al
progreso de las ciudades, venían á complicarse otros vo-
luntarios, hijos del carácter de sus habitantes y de la
imprevision y negligencia del go1iierno, como observa
el señor Manrique refiriéndose á la escasez de poblacion
.' de luces de 108 pueblos de su jurisdicion.


Hé aquí literalmente sus palabras:
" Pero lo que en mi concepto hace mas oposicion al


adelantamiento de estos paises, es la tenacidad con que
tiUS naturales siguen las máximas en que se han criado
y la poca maria yarbitrios del gobierno para inspirarles
otras mas convenientes y oportunas)) (2).


Nada diremos de las costumbres de una sociedad se-
mejante: no salvaremos el dintel del hogar doméstico i
pero los que nos pintan á la América en un estado pa-


(1) "ide-Humholt-Viag'e tÍ las regiones e(¡uinocdales, l. 1 pa-
"ina ~9; Ensayo sobre la Nueva España, t. 11, pág. 67 Y siguien-
tes; y RolJertson, Historia de América, Iih. 1II, IJág. 13.


C:!) Desel'ipcion de la villa de Potosí, etc., pág. 23. AlIgeli~,
lOlllo 11.




- 338-
triarcal antes que se revolucionase, han mentido por es-
ceso de ignorancia ó mala fe. Los hechos, todavía pal-
pitantes, deponen contra ellos. Es proverbial esa fran-
que"a de mano que raya en prodigalidad; esa aUcion
desmedida aljuego, al lujo, á las diversiones de todo gé-
nero, á los placeres puramente sensuales ... que han no-
tado en las clases mas acomodadas de las ciudades,
cuantos han vivido y viajado por la América española:
vicios que, como un vírus corrosivo, comunicándose
desde las primeras clases hasta las últimas, las inficio-
nan y pervier\encQn su ejemplo (1).


El trabajo se 'feía con desprecio; el culto del oro Sé
habia erigido en sistema; nadie pensaba en otra cosa
que en hacer pronto fortuna en elmenos tiempo posible.
Todos los caminos eran buenos para llegar á ese objeto;
y divinizado el placer, el fausto, los goces materiales, y
reducida la existencia á su mas prosáica realidad, sin un
móvil de altas y nobles aspiraciones, sin ilustracion bas-
tante, sin principios de moralidad y órden para apre-
ciar la utilidad é influencia del trabajo en todas las
épocas y situaciones de la vida, el vértigo se hizo ge-


(1) Innumerables hechos podríamos citar en apoyo de lo que
indicamos en el testo; pero nos limitaremos á señalar al lector
varios escritos, de un carácter oficial, donde están consignados
algunos, tan ab-yectos 'Y odiosos, que ni siquleJ'a los hemos men-
cionado. Véase en la cóleccion del señor Muñoz (t. XXXV), exis-
tente en la biblioteca de la Academia de la Historia. Noticia qlW
se deja un virey de México á otro que le sulJsede ; las Relaciones
de los vireyes Montesclaros y Velazeo; la De&cripcion del estado
politioo de la Nueva EspafllJ, ele.; y en las Noticiauecretas, las
páginas no, 428, .f90 y ~03.




- 339-
neral, y hasta los mismos que habia& Mea n'q nI. _UiIor-
tuna con no pocos afanes y desvelos, ó la (1614'''1
seguida, ó 8U8 hijo8 88 encargaban de malgastarla ale.,.
gremente. El historiador de nuestra tevolucion cita un
adajio muy conocido en América, que pry:Jeba y con una
cODcision admirable epiloga cuanto hay que decir sobre
01 part.icular : padre pulpero, hijo caballero 'J nieto por-
diosero (1).


Contribuyó eficazmente á mantener y difundir tales
errores, la poca ilustracion de las clases mas acomoda-
das y la escasísima de las demas. Aunque es falso, como
se ha supuesto, que la Metrópoli negase la instruccion
á sus colonos, pues solo en la prOviI)cia de Lima, ade-
más de muchascscuelas de instr~ccion primaria, se con-
taban á fines del siglo pasado cuatro colegios ó estable-
cimientos públicos; uno para lo~ estudios preparatorios,
y los tres restantes para las carreraS de teología, juris-
prudencia, mediciAa y bellas artes (2); en Santiago y
Córdoba desde 1613 por una real cédula de Felipe 111,
se crearon dos seminarios (3) y en esta misma Córdo-
ba, en el Cuzco, en Guatemala y otros puntos existían
universidades, colegio8, corporaciones científicas y lite-
rarias, etc., la índole del sistema colonial y los hábitos
contraidos desde la niñez, hacian inútiles la mayor parte
de sus ventajas. No podia tener culto la inteligencia donde
le faltaba teatro para egercitar su accinn, espacio para


(1) Torrente. IJist. de la rey. Hisp.-Americana, t. 1, pág. 96.
(2) Viages por el Perú, t. T, pág. ~IO.
(3) Guevara. Hist. del Paraguay, tUo de la Plata y Tucumau,


pág. 182.




- :HU-
tender sus alas, sentimientos y creencias nacionales que
la nutriesen con su sávia fecundante, y alimento contí-
llUO en sus relaciones con los progresos de la ciencia eu-
ropea, como productos de una civilizacion mas adelan-
tada.


No exisUa en las ciudades libertad de accion, de pen-
samiento, de industria, ni apariencia siquiera de vida
pública. Dos potestades omnipotentes dominaban á la
vez el cuerpo y el alma: el depositario de la autoridad
real, y el depositario de la autoridad religiosa. Un des-
potismo blando y pacífico en épocas normales, y severo
y terrible en las de revueltas y trastornos, mantenia á
todas las clases en la dependencia y el temor necesarios,
para que con el triunfo. del principio que representaba,
prevalecieran el órden civil, la seguridad de las Colonias,
y su union á la madre patria.


Los suplicios del mulato Andresote, el de Tupac-
Amaru, el último descendiente de los Incas del Perú,
~aCÍ'if1cado con toda su familia en 1781 ; Y los poste-
riores de Leon, España, Gual, Hico, y otros revolucio-
narios, que precedieron al gran levantamiento de 1810,
grabaron esta verdad en todos los corazones con carac-
teres de sangre.


La conciencia pública se habia formado en esta es-
cuela práctica,", si por una parte, cediendo al instinto
tan natural!en el corazon humano de sublevarse contra
todo lo que le domina, simpatizaba acaso con los que
anhelaban sacudir el yugo español, tambicn creia en su
ignorancia, amilanada por el mal éxito de 10:-\ que osaron
rebelarse coutra su autoridad, y 105 frlCcu.ente¡; abu~os




.. - 3H -
del puder á que esas tentativas dieron rnárgen, que la
fuerza erá la única ley impuesta por Dios á la humani-
dad; que ella todo lo sanciona y legitima, y al que man-
daba, es decir, al que tenia poder para hacer respetar
su voluntad, todo le era lícito y permitido.


Esto sucedia en las ciudades; esto sucedia donde
(¡uiera que intervenia la autoridad pública. El vil'ey, el
gobernador de una provincia, el comandante de cam-
paña, el alcalde de un pueblo, el jefe de un destaca-
mento, partida ó guardia avanzada, todos á una, y cada
uno en su esfera, en su individualidad y en sus atribu-
ciones, personificaba la obediencia pasiva, pronta, sin
apelacion, discusion, ni exámen, exigida por la antigua
E8paña de sus vasallos de Europa y Ultramar.


Be esa manera estaba formada la conciencia pública,
fuco mas tarde de abnegacion y patriotismo, como de
tiranía y degradacion.


y así preparada la encontraron los sucesos de Europa,
que al inaugurarse la XIX centuria, debian cambiar la
faz del Nuevo-llundo.


Sonó la hora de la desgracia para España, y la fuerza
de los acontecimientos precipitó la revolucion Hispano-
Americana.


Nos cuesta trabajo decirlo, nos duele disentir de la
autorizada opinion de nuestros primeros publicistas;
pero estamos íntimamente persuadidos que esa revolu-
cion fué demasiado prematura. No condenamos á nadie:
narramos los hechos con la historia en la mano.


Desde el último tercio del siglo pasado, UDa pequeña
parte de la juventud americana, adelantándose á su




- 342-
época; y electrizada con la lectura de los escritores. de la
revolumon francesa, se atrevió á pensar de distinto modo
que sus padres.


El himno triunfal que haCÍa algunos años resonaba en
las vecinas playas, donde flameaba victoriosa la ban-
dera de la democracia, sostenida por el brazo hercúleo
de Washington, habill conmovido algunas fIbras de su
pecho, y á los mágicos acentos de patria y libertad, vió
desplegarse ante sus ojos-un inmenso horizonte, ilumi-
nado por la 1111 de una esperanza demasiado grande y
seductora para rdrnmeiat ií. ella una vez concebida.


Era natural que á una.lIltulI.oUm llemejante lIucediese
la efervescencia de las pasiones fuertemente escitadas,
y que en la imposibilidad de realizar SUI! deseos, pro-
curasen alimentarlos con la lectura oculta de aquellas
obras, que se auaptaban mas á las ideas que les domi-
naban, y que por lo mismo que les estaban prohibidas
é incurrían en graves penas si eran descubiertos, debian
apreciar y desear mas. Todos saben que hasta ahora poco,
España, desde que decayó en poder como en ciencia,
era _. relativamente á lo que fué en otro tiempo, - el
pais mas atrasado de Europa. Todos saben que el génio
español, encadenado en las mazmorras, sofocado por las
ho~uerall del santo ofIcio~ ninguna obra notable produjo
en lo!! tamos mas importantes del saber humano du-
rante un largo periodo. Rutina.rla y mezquina era la
ciencia, rutinarios y mezquinos BUS productos. No era
estrai10 que los que nacian con amor al estudio, con esa
devorante sed, hija del talento y de la curiosidad y que
una vez despierta rara vez se apaga, y crece cuanto




- su-
mas tratamos de satisfacerla, semej ante á la luz de una
antorcha que aumenta su resplandor a medida qUé le
arrojamos alimento', tratasen por todoa los medios que
estaban á su alcánce, de suplir la insulsa aridéz de los
libros españoles sobre ciertas materias, con otros de mas
sustancia y profundidad.


En América, sobre todo, despues de la latitud dada al
comercio por Cárlos m, se hizo mas fáeil y frecuente,
aunque siempre con gran reserva, la introduccion de li-
bros estrnnJeros.


Mably, Rousseau, Voltaira y sus partidArios, de Hol-
bach, Diderot, todos los enciclopedistas, y mas tarde los
incendiarios discursos de los mas frenéticos dllmagogos,
conocidos primero de unos pocos y luego popularizan-
dOM entre los demás; fueron cayendo en tnanosde la
juventud, que se empapó en su espíritu, y aliado de al-
gunas verdades, bebió no pocos errores, lié llenó de fal-
sas ideas, tomó en aversion toda forma de gobierno
que no fuese la ultra-republicana, y creyó COmo verdades
irrecusables algunas teorías tan fascinadoras, como difi-
ciles de realizar en la práctica: teorias que á pesar de lo
1esacreditadas que están, contribuyen todavía y contri-
buirán á que corra sangre á ríos en todo el continente
americano.


Hoy que sabemos un poco mas, porque M han hecho
estudios teórico-prácticos que antes no era posible, so-
bre las ciencias políticas y administrativas, sobre los
pueblos, las razas, las instituciones: hoy que el ensayo
de los gobiernos representativos ha puesto en e\'idencia
la falsedad y decepcion dé muchos principios, doradas




- 344
utopías de los que han querido constituir las naciones
a priori y arrebatados de su entusiasmo han obrado
como si los pueblos fuesen una masa á la que se puede
en todos tiempos y circunstancias imprimir la forma mas
adecuada para el objeto que se proponían, como hace
el alfarero con la arcilla; hoy no podemos formarnos
una idea exacta del candor virginal con que nuestros
padres debieron acoger los principios proclamados por
los filósofos citados: generosos errores que debemos
escusar mas bien que maldecir, nosotros hombres de
ayer, que nada' hemos hecho por la patria, ni añadido
una hoja á la corona que ellos, á pesar de todo, pusieron
en su frente.


Al lado de la cuestion política se levanta la cuestion
moral, tan grande, tan importante, tan trascendental
como la primera. Se comprende sin decirlo, cual debía
ser e] resultado de las doctrinas de la filosofía escéptica
y materialista del siglo XVIII, arrojadas de repente,
como una empozoñada levadura, sobre una colonia de
la atrasada España, sobre una sociedad tan admirable-
mente dispuesta para absorverlas por todos sus poros.
Convengamos en buen hora, como no dudamos un mo-
mento, que hubiese hombres muy leales, patriotas y
bastante instruidos, que las considerasen solo como un
medio para triunfar, no como la base ni el fin del nuevo
edificio que se proponian levantar. eomengamos que te-
nian bastante fortaleza de alma, bastante elevacion de
miras, bastante fe en el porvenir americano para re-
chazar lo que esas doctrinas tenian de incom¡¡lelO, anti-
religioso é inmoral; pero al mismo tiempo, fuerza nos




- 34S-
será reconocer que la mayoria de los hombres llamados
á propagarlas las aceptaba en todas sus consecuencias.
y no podia ser de otro modo; enervada por los pla-
ceres, acostumbrada á obedecer, con antiguos resabios
de vasallaje, escasa de instruccion, desnuda de creencias,
cegada por las pasiones y estrechos planes de engran-
decimiento personal é impelida por el vértigo revolu-
cionario, al iniciarse la lucha se halló, por una violenta
y brusca transicion, lanzada en una pendiente resbala-
diza en donde no tenia bastante discernimiento para
continuar adelante sin estraviarse, ni bastante fuerza
para retroceder algunos pasos, conttniendo y arrollando
á la multitud que, como un torrente desbordado, si-
guiendo sus pisadas, venia detras y la empujaba. ¿ Qué
hacer en una situacion tan crítica? ¿ Qué partido tomar?
. Ninguno; porque ya no le quedaba otra alternativa que
gritar con ella como los cruzados: ¡Adelante, Dios lo
quiere! ó ser hecha pedazos por las ruedas del carro
popular ...


¿Para qué mas pormenores? •• Hemos colocado una
enfrente de otra la sociedad de los campos y de las ciu-
dades. Los gauchos del Plata nos han servido de tipo
en lo que atañe á la primera, y en cuanto á la segunda,
todas las capitales y ciudades principales nos han su-
minif,trado rasgos, que en su conjunto nos revelan 811
faz política, civil y moral, antes y despues de la revo-
lucion. Con el auxilio de estas premisas examinaremos
en el próximo artículo el estado actual de la América
f!spmiola, resultado lógico y forzoso de lo que hemos
¡lidIO ~. ('[Ill((do, l)orquc :-e sobreentiende, tí se ha




- 346-
creido innecesa.rio. Nuestro leal proceder y la manera
franca y esplícita de espresarnos, en oposicion con mu-
chas preocupaciones generalmente admitidas en Amé-
rica y España, podrán acaso no agradar á algunos aquí
y allá: pero apelamos al juicio de la personas comp6~
tentes é imparciales que conOCen á fotldo la. verdadera
situacion de ambos paises. Juzgamos que opinarán como
nosotros, que no se debe, no conviene, ni e~ posible escri-
bir de Qtra ma1U!m.


XV.
SITUAtaON ACTnlL bE LA AMÉRICA ESPA~OLA.


Hemos apunt¡¡.dQ en nuestros anteriores articulos las
principé;tles causas que han preparado el a.¡¡tu¡l ór~ de
cosas, y visto con el apoyo de la historia y el de las autQ-
ridades mas competentes é irrecusables lo que eran las
colonias españolas y el modo como fueron llamadas á la
emancipacion, á la vida pública, á la libertad.


Y ahora que hemos visto y sabemos lo que eran, trasla-
démonos al instante en que una sociedad, organizada bajo
esas bases, rompió sus antiguos diques, y menesterosa de
todo, al estampido del cañon y al rugido de lodas las p.a-
siones desencadenadas, ciega y frenética se lanzó en una
nueva senda que debia precipitarla de abismo en abismo,
hasta caer convulsay sangrienta eulas garras de imbéciles
mandones ... Clavemos nuestros ojos entre el sol que toca
á su ocaso, y la sombra que se enseñorea del cielo ame-
ricano, hasta que venga á disiparla un ny.evo sol.. ... En
ese momento solemne, en esa época de transicion y ruina,
decidnos, si un solo error, si una mala medida, si un des-




- 347-
acierto poUtieo de los que tienen las riendas del }4~o
puede ócaaionar tan graves consecuencias i si la Espaiía,
por ejemplo, ha pagado cQn largoli años de eJpiaciQn y
sangre las terribles reacciones del funesto decreto dado en
Valencia el .( de mayQ de 1814, l qué consecuencias no
habrán producido tantos estravíos, errores, desaciertos,
arbitrariedades, abusos y violencias, en fin, como la
Amériea ha presenciado antes, en el momento y des pues
de su emancipacion? ••


Frecuentemente se nos echa en cara por escritores po..
ca generosos y menos reflexivos, nuestra falta de capa~
cidad PQUtica, poniéndonos en paralelo con nuestros her·
manos del Norte, sin hacerse cargo de ~tos auf.Wlden·
tesi ¡in cOD8iderar-que, eolas instituciones de la Inglaterra
para sus colonias, desde su fundacion ó poco despues, se
ocultaba el gérmen de su libertad. El voto de los subsi-
dios, la eleecion de los grandes consejos públicos, el juiciQ
por jurados, el derecho de reunirse para tratar y ocupar.
se de los negocios públicos etc., estaban garantidos en
las cartas concedidas desde el último tercio del siglo XVI,
á los trece primitivos Estados que debian mas tarde for-
mar la Union Americana. ¿ Tuvimos ni pudimos tener
nunca nosotros esa larga escuela teórico-práctica? ¿Hemos
necesitado únicamente sustituir nombres á nombres; y
fórmulas á fórmulas como ellos? .. Y sin embargo, ¿por
qué se olvida ó se afecta olvidar que ellos conocieron
tambien la guerra civil? ¿ que apenas declarada la inde-
pendencia (1774) apareció un partido opuesto alrepubli·
cano que se denominó Tory y la Georgia y la Carolina
tie) Sud, el Connecticut y la Pensilvania, New-York y el




- 348-
Maryland, fueron sucesivamente regadas con la sangre
de los americanos disidentes, es decir, torys y republi~
canos? ¿ Por qué se olvida ó se afecta olvidar que en ese
mismo pueblo, tan recomendable por sus virtudes repu-
blicanas, á medida que la lucha se prolongaba se veía
reaparecer el egoísmo individual, y no bien hecha la paz,
cada colonia convertida en una república independiente,
se apoderó de la entera soberanía, y el gobierno federal
vió su pabeIlon ultrajado por las primeras potencias eu~
ropeas,sin recursos para contener á las tribus indias y
pagar el interés de las deudas contraidas durante la guer-
ra de la independencia, teniendo que declarar oficialmen-
te su nulidad? (1) ¿Y qué habria sucedido silos Dueblos
no hubiesen estado habituados á ser libres? Si un Wás-
hington, un Madisson, uu Hamilton y otros ciudadanos
de alta capacidad é indisputable amor patrio, no hubie-
sen concurrido á formar la segunda constitucion á cuya
sombra debia cimentarse la libertad anglo-america-
na ?.


La revolucion nuestra, producto de un concurso de
circunstancias favorables á la independencia, aceptada
por instinto mas que por reflexion, tuvo que luchar desde
su cuna con las preocupaciones y vicios, con el estado
inteligente y moral de los pueblos que estaba llamada á
organizar.


Era necesario ganarse á la muchedumbre, y paganrlo
un tributo á las ideas dominantes en la América inglesa,
en una sociedad fundada sobre la desigualdad (le claRf'~,
donr'le los hombres se diferenciaban hasta en ~Il color,


(1 I Dt!1I10Cl'fifie ell Am¿riqlle, 1. 1, p. 182.




- 349-
se prQclamó la república corno la forma de gobierno mas
adecuada y conveniente.


Hoy la república, es ya una necesidad para nosotros, 10
conocemos, y añadimos que todos los americanos que
amen ¡i. su patria, cualesquiera que sean sus opiniones
individuales, deben procurar afianzarla por cuantos me-
dios estén á su alcance. Por consiguiente, podemos decir
sin miedo de pasar por absolutistas, que la república, si
no bll. 4e ser una farsa estúpida y cruel, es la forma de
gobierno mas complicada, la mas difícil de instituir, la
que debe reunir mas condiciones para establecerse, mas
resortes para ponerse en movimiento, mas garantías para
cimentarse; la que exige mas inteligencia, mas luces y ab-
negacion en los gobernantes, y mayor número de virtu-
des en los gobernados.


Si esto es indudable, lo es igualmente que en las repú-
blicae, donde tiene cada ciudadan() dereohos políticos que
ejercer, debe recibir un grado de inlltJlUceion que le ponga
en el caso de hacerlo de un modo útil para sí y para los
demá$. D~Sgfaoiadamentf\ les faltó tiempo á nuestros le-
gisladores, y ni siquiera se acordaron de que era preciw
educar al pueblo antes de llamarle á la vida pública, como
se educa á un hijo antes de dejarle en el pleno goce de su
libertad y fQrtuna.


Se necesitaban soldados, y se declararon libres á 108
negros y mulatos; se organizaron en gueril1as perma-
nentes á los feroces habitantes de los campos y á la parte
viciosa é inculta de las ciudades; y en algunos puntos se
facilitaron armas de fuego á las tribus salvajes. Recuér-
dese lo que hemos dicho acerca del antagonismo que


*




- 300-
existe entre estas razas y la blanca de orIgen espaiiol,
representante de las costumbres y tradiciones europeas.


La revolucion encontró obstáculos y se hizo militante
y conquistadora.


La fuerza, único medio de propaganda en América
desde la conquista, decidió las mas graves cuestiones
sociales.


A favor de la guerra de la independencia, hecha en
paises tan estensos, cortados por impenetrables monta-
flas, bosques, ríos y llanuras inmensas, levantóse en ca-
da provincia un caudillo al que todos hubieron de subor-
tlinarse. Preponderó el elemento militar, y antes que
tcrminase la lucha con España, los hombres de iniciativa,
los apóstoles del pensamiento, los que alzaron la bandera
revolucionaria, los que querían un órden regular de co-
sas, los que redactaban las constitucioncs y las leyes, ge-
mian en las cárceles ó huian despavoridos de aquel charco
ele sangre, 6 eran espulsados violentamente de su patria,
ó entregaban álos verdugos su cabeza de mártires ...


Entonces la anarquía como el gigante de Camoens, de
pié sobre el cabo de las tempestades, alborotó las olas del
Océano popular, y cerró el paso á los que sin inmutarse
por su horrible aspecto, á imitacion de los intrépidos
navegantes lusitanos, intentaban seguir su ignorada y
peligrosa ruta.


De este número rué el ilustre Rivadavia, jefe del par-
tido unitario y una de las mas altas inteligencias que ha
producido la América española. Compelido á abandonar
su puesto, al partir para Europa pronunció r.~ta, fatírli-
('as palabras: la anárquia og va á dm'()/'(/I'.




- 354 -
Y así sucedió: hombres oscuros, viborez.nos á quilmcs


la patria no debe un solo dia de gloria, porque casi todos
surgieron del polvo despues que Bolívar, San Martin, Bel-
grano, Sucre y otros, aseguraron con sus victorias· el
triunfo de la causa republicana, se pusieron al frente dc
las tropas indisciplinadas, y protegidos por las últimas
clases de la sociedad, sobre sus hombros, escalaron la
silla del poder.


Reaccion del despotismo y la barbarie contra el pro-
gresoy la civilizacion, otra reaccion los derribó del puesto
que habían usurpado, porque su efímero poder no se afian-
zaba en ninguna tradicion honrosa, en ningun principio
fccundo, en ningwla necesidad verdadera de los pueblos
que tiranizaban. Rosas, el mismo Rosas, único caudillo
que ha imperado veinte años, aniquilando en su tránsito
cuantos obstáculos encontraba en su camino, ¿no cayó al
fin herido de muerte, mas que por las lanzas de sus ene-
migos por la fuerza irresistible de los principios? ¿Quiéll
reunió en una sola falange á Montevideo, al Brasil, á En-


. tre-Rios, Corrientes y el Paraguay? ¿Hubiera Rosas nunca
sucumbido si las demás provincias de la confederacion,
le hubiesen prestado su leal apoyo? Seguro de su adhesion
al tratarse de una guerra con estranjeros, ¿no desafió
impávido el poder de la Francia y la Inglaterra? .••.. Los
que insultan gratuitamente al pueblo Sud americano, lo:;
que bajo la fe de parciales ó ilusos escritores le llaman
envilecido y degradado, que nos espliquen por qué sesu-
bleva diaramente contra sus opresores, por qué no se re-
signa á la tirania, y cuando la ocasion se presenta sabe
reconquistar con un heroismo y abnegacion ejcm J




- 352-
pIares sus perdidos derechos y mancillada glorhi?


No la voluntad, no la ignorancia, sino la naturaleza
de las cosas y los errores de su época., hicieron que nues-
tros padres se equivocasen al echar los cimientos de
nuestra regeneracion política y sociaL Ellos no tenian
obligacion de saber mas que lo que sabian y enseñaban
los sábios de Europa. Sus libros, Sus institueiones, sus
teorías, los alucinaron y nos perdieron : y aunque es
verdad que ser grande en política consiste, no en estar
á la altura de la civilizacion del mundo, sino á la altura
de las necesidades de su propio país, dudamos que el
mismo cardenal Ci!!nero5; Washington ó Napoleon, hu~
biesen salido air080sen la empre!>a. sobrehumana; de
re!lonstruir de un golpe una sociedad tomo la nuestra.


Los emancipadores de América, copiaron ~ la Fran"
cia republicana (1) y á los Estados-Unidos, sin acordarse
que es muy fácil trasladar al papel la letra muerta de
las leyes, pero no el espíritu que las anima.


Con el ojo de la inteligencia clavado en las entrañas
de nnestra sociedad, se hubiera resuelto mejor el difí-


(1) Muchas de nuestras leyes están calcadaS y hasta traduci-
das á veces de los decretos y disposiciones de los revolucio-
narios franceses.-En la ses ion del 4- de agosto de t 789, el arti-
culo en discusion sobre la libertad de imprenta, se adoptó en
estos términos: .La libre CQmunicacion de los pensamientos y
de las opiniones, es uno de los derechos mas preciosos del hom-
bre; así todo cIudadano puede hablar, t'!Sctibll', imprimir libre~
mente io que quiera, Salvo la responsabilidad de los abusos de
esa libertad en los casos determinados por la ley .• Nuestra ley
de imprenta espresa lo mismo, casi con las mismas palabras;
sentimos no tenerla á mano para que se viese la identidad, por
no decir la traduccion.




- 35;t -
eil problema de su organizacion. Siempre los primeros
ensayos habrian dejado mucho que desear, pero el
tiempo y la esperiencia hubieran corregido lo que no
está en la imperfeccion humana preveer ni remediar.


Entre los muchos errores á que dió origen el entusías-
mo por instituciones que no estábamos en estado de so-
portar, los mas funestos y trascendentales, sin disputa,
fueron la latitud dada al sufragio y la demasiada libertad
otorgada ti, la imprenta.


En Buenos Aires por ejemplo, la famosa ley del 14 de
agosto de 1821, concedia el derecho de sufragio á todo
hombre libre, natural del paisó avecindado en él, desde
la edad de veinte años, ó antes si fuere emancipado.
Así se concedían derechos á personas que ni aun leer
sabian; á personas esclavas de sus preocupaciones, de
su humilde posicion y de sus pasiones. Los partidos cie-
gos, y poco escrupulosos siempre, se apoderaron con
avidez de aquella arma terrible. Los hombres del pue-
blo, instrumentos de ambicion, actores farsáicos en el
drama de la política, no han hecho ni podido hacer otra
cosa que obedecer al impulso que se les daba.


Cuando el abuso de la ley llega á ese lastimoso e5tre-
mo, es evidente que se buscan hombres, no capacidades,
para formar la mayoría de los cuerpos colegisladores, y
personas incapaces de compl'enrler su mision, los dere-
chos de sus representados, la trascendencia de las me-
didas que adoptan, la importancia de las cuestiones que
se someten á su fallo, acaso sin pensarlo, dañan tanto
a la causa pública, como sirven al interés individual.


Salvo I!onrolias e~cepciones, tal ha sido largo tiempo




- 3l>4-
la historia del sistema electoral y representativo· de las
nuevas repúblicas. Hoy aleccionadas en la dura escuela
de la esperiencia, hasta las mas incrédulas tratan de po-
ner valladares al torrente que se desborda. Merced á los
vicios de la ley orgánica y fundamental, el pueblo, en-
gañado, ha puesto el sello de su sane ion soberana á to-
do lo que de él se ha exigido, ha legitimado el despotil!'-
mo, y sus menguados opresores han ostentado á la faz
del mundo la autoridad de que se hallaban Investidos
por la voluntad suprema de la naaion, manifestada por
voto unánime de 8'!lS . órganos legítimos. Como si un pue-
blo pudiera suicidarse, abdicar BUS derechos y entre-
garse atado de piés y manos á déspotas que recuerdan
en sus actos la ferocidad sanguinaria de Mahoma, los
instintos de las hordas salvaj es entre quienes han vivido;
que fusilan á representantes en el santuario mismo de
las leyes; que se abandonan á 108 mas repugnantes es-
cesos, y juegan con la vida, con el honor y la fortuna de
sus miseros compatriotas, como no lo haria con sus es-
clavos un rajáh del Indostan ó un reyezuelo del interior
(1 el Africa!


En cuanto á la desmedida libertad de imprenta, que
acaso sea útil en una sociedad de angeles ó de demo-
nios, poco diremos. Los resultados que ha producido
en América y Europa, son fatales: sus ventajas no com-
pensan sus inconvenientes. Nos esplicaremos.


Si la facultad de comunicar sus ideas es despues de la
de pensar, el atributo quemas ennoblece alhombre;sies
el lazo, el alma de la sociedad, el medio único de perfec-
cionarla, la prueba incontestable de su destino de per-




- 355-
fectibilidad y progreso, ¿no es verdad que frecuente-
mente se abusa de ella? ¿ No es verdad que en paises
nuevos como los nuestros, -donde el pueblo (y los que
no son pueblo) en general, careeen de criterió pOi' falta
de instruccion, fácilmente se confunden las nociones mas
claras y Justas, 8e arrOjan á la voracidad pública alimen-
tos envenenados, teorias absurdas y peligrosas, y el pe-
riodismo, cátedra de enseñanza y fecunda discusion, se
eon\lier~ á menudo eI1 el banco de una taberna, desde
el cual se arroja impunemente el lodo de la maledicen-
cia y la calumnia al que tiene la desgracia de no pensar
como cUlllquier quidam periodista, titulado patriota, que
puede ser muy bien un ignorante, un perverso ó un
hombre cegado por el espíritu de partido?


¿No seria posible y conveniente por algun tiempo ha-
cer una ley de imprenta, que combinase una libertad ra-
cional con la necesidad de poner un freno á todo loque
impida que se arraigue la paz y Be afiance el órden, ese
antiguo guardian-de la sociedad, como le llamaSalvandy,
ese protector eterno de la civilizacion, cuyos pasos viene
á encaminar y dirigir la libertad, cuando ya él ha pro-
ducido bastantes progre~os para que aquella pueda sur-
gir á su lado y devolverle apoyo por apoyo? ..


Las aberraciones de los socialistas han cruzado ya el
Atlántico, y por Jo que hemos dicho de las doctrinas sub-
versivas de la filosofia escéptica y materialista del siglo
pasado, se comprenderá hasta dónde puede estenderse
el maléfico influjo de esos nuevos gérmenes de inmora-
lidad y discordia, arrojados en el seno de una societlad
enferma ypostradll por el triple azote de la guerra civil,




- 356-
la anarquía y la falta de sólidas creencias. Nuesh'o ami-
go don Felix Frias, uno de los jóvenes mas laboriosos
é inteligentes que cuenta la..república Argentina, ha es-
crito sobre el particular una série de cartas, publicadas
en el Mercurio de Valparaiso, que hemos visto citadas
con elogio en varios periódicos nacionales y estranjeros.
Recomendamos su lectura á nuestros compatriotas.


y esto es tanto mas doloroso, cuanto no hay cues-
tion, no hay principio resuelto mil veces, que no hayan
vuelto á poner en tela de juicio los palabreros sofistas y
charlatanes ignorantes. Así se ha confundido la libertad
con ellibertinage, la igualdad con el nivelamiento, la
publicidad con el desenfreno, el deseo 'de que la propie-
dad esté diseminada en muchas manos (porque así con_
viene á la democracia, pero que no pasa de un simple
deseo) con el despojo de esta misma propiedad, piedra
angular del edificio social.


¿Para qué añadir combustibles á la hoguera? En el
calor de la lucha hay siempre. /hombres candorosos y
poco instruidos lJue toman el mal por el bien; desgra-
ciados á quienes la miseria no permite reflexionar; per-
versos y egoístas que, conociendo el mal, se entregan á
él por depravacion, y porque los saca de la nulidad á
que se verian reducidos de otro modo. El buen camino
no es mas que uno; al paso que el del crimen es tan
numeroso y variable, como son numerosas y variables
las pasiones del corazon humano.


Tal es hoy la situacion del Nuevo Mundo: escritores
independientes, hemos dicho la verdad á la luz de nues-
tra razon y de nuestra conciencia. La situacion es triste,




- 357-
deplorable, peto no desesperada. TenétnolS fe fin el por-
venir y en los gloriosos destiMs de la huthanidad. i<:sta
no es mas que una époea de transición, época que ab-
sorved. la 'Vida. dE! euab'ó ó ~eis geberaciones; preciso
es resignal'éé y mll.tt'lhal.' (lOO élIa. El que se queda atrás
eS Mnsideradó Mtno desertor dé la cáusa comuo ; el que
se adelanta, es derribado, pisoteado, cúbierto de fango
POI' los qué ctuzaIt )' pasan sin órden en opuestas direc-
ciones. Pio VII éscomulgando á Napoleon en el si-
glo XIX, y el Dante predicando la igualdad, y anátema-
tiz/lUdo á los tiranos en el siglo XIII, hIln sido juzgados
del misIllo modo.


Sigamos, puM, pliSO IÍ. pa.só á nl1esttfl pátria; descenM
damos hasta ella, si no podemos ele'\'ll.rla hastá nósotrM.
Por véntl1ra., ¿sera cierto, como se pretende, que somos
un pueblo éntJileaido y degradado, cuyas fuerzas vitales
se agotan por momentos, y que necesita para salvarse
que 'Venga otro pueblo á romper Su~ at'terias con su
mano de conquistador, y le inocule con su sangre nueva
vida, nuevos hábitos y nuevas eondiciones de existencia?


No !todavfa existe en el pueblo Hispano·Americano
mas vitalidad que la que se cree. Combatiendo se forM
man las grandes; las robustas nacionalidades. Ese des-
órdet\; esa anarquia, esa falta supina de capUidad para
gobeniaHe1 ' 'M tnbl\tente , lk ··lueM ént1'é .; las due-
vas y viejM institl1cillMS! entre laS fiuevas y viejas
creencias, y entre los nuevos y viejos intereSM, que
tratan de sobreponerse I1lútuámente, equilibrando su
accion las causas que hemos espuesto. Ese mismo
desórden, en sociedades compuesta8 de elellientos .tan




- 35R-
heterogéneos, revela claramente que existe (11 ellas toda
la fuerza primitiva, toda la varonil fortaleza, toda la
espontaneidad de una materia que no ha tomado toda-
vía forma determinada, y que puede prestarse mejor que
otra alguna á las diversas modificaciones que un diestro
artífice sepa y quiera imponerle. Se trata de una cues-
tion de tiempo y nada mas.


Encontrar el tipo en que deba modelarse y que sea mas
adecuado á sus n~cesidades, es la inr:6gnita que por
ahora -estamos destinados á buscar. Perseveremos en el
camino en que la 'Providencia nos ha colocado, y mar-
chemos sin volver atrás la vista, porque en las revolu-
ciones las distancias se . encogen á medida que se ade-
lanta, y á veces se retrocede sin advertirlo.


A pesar detodo,enChile,en Venezuela, en el Ecuador,
en Nueva Granada, en Centro-América, en el Perú, en Bo-
livia, en el Paraguay, en el Rio de la Plata y en el mismo
Méjico, hay provincias y ciudades tan ricas y florecien-
tes, que parece mentira hayan podido prosperar en me-
dio de los frecuentes trastornos y convulsiones políticas.
En un período dado, todas con mas ó menos trabajo,
han visto acrecentarse su poblacion, su cultura, su in-
dustria y comercio, y por consiguiente, su riqueza. Los
que quieran desengañarse, no tienen mas que tomar la
est~ística actual de esos paises, y compararla con los cál-
culos hechos porUlloa, Azara, Humbold y otros viajero~.
Este fenómeno se realiza merced á la poblacion y á los
capitales europeos, que todos los años emigran á Amé-
rica.


Perseveremos: los estudios hechos recientemente so~




- 309-
bre la historia del antiguo hemisferio, nos enselian que
la condicion del pueblo europeo se ha ido mejorando
gradualmente hasta llegar al estado actual; y que esa
mejora se ha realizado lentamente, de progreso en pro-
greso, por medio de leyes inalterables y que tienen su
raiz en la misma naturaleza del hombre. I Podemos por
consiguiente deducir, que sucederá otro tanto al pueblo
sud-americano, apenas pase por los distintos períodos
necesarios para una regeneracion completa y radi-
cal.


¡ Adelante, pues l. .. Dios no ha puesto en vano en el
corazon del hombre esa vaga inquietud, ese insaciable
deseo de elevarse que le arrastra á buscar continua-
mente un órden mejor de cosas, que aumentando sus
goces físicos y morales, satisfaga las necesidades de su
doble naturaleza espiritual y terrena, como un sar-
casmo, como una amarga decepcion de su impo-
tencia. A pesar de las vanas declamaciones de tan-
tos espíritus apocados, á pesar de esa eterna repeticion
de acontecimientos, de esas continuas transiciones de la
lib·ertad á la anarquía, de la anarquía al despotismo,
y del despotismo á la libertad, que nos presenta la his-
toria de todos los paises, y en particular la de los pue-
blos sud-americanos, creemos que estos ade1antarien su
camino, y que el soplo de Dios los empuja· báeÍ8 el Eden
prometido á sus esperanzas. Nos es grato creer que en
el girar de los aiglos nada importa .para el porvenir de
América que se estacione ó retroceda algunos afios en
su carrera sin término. Aun cuando envilecidos y degra-
d((d().~ pisásemos el úllimo es-calon del oprobib, aunqilC




- 360-
S(l rO\Dpi(lseQ todos ¡Pi¡ vinculos de sociabilidad que to~
o,ªVÍa. nQs unen, aunque fuésemo~ borrados del ~Í6.logo
de las naciones, creemos :que se "alizlJ.l'i~. en toqo el
nuevo mundo lo que ha dicho UQ ftlCQmenll¡¡,bl~ ~itQr
refiriéndose 4 la repúblic~ Ul!!ji~a.. Creemoíl ~í,· que
a.un dado e\le caso7 tI volveria la Providencia. ~ depoi)i-
tar en el caos el gQnnen de vida de q\le ba de brotar
esa gran naciof1ali,d~d,. 'lllll lI.9 podr4 meJlO~ de liurgir
encima del 5\\!lIo JIlas privilegilWo que sobre el globo
haya sido preparado para noble mansion del hombre(1).»
¡ ».~~Q X\l,~of. ~lP@jelltQ digno de un es¡:ritor na-
cido en la hidillga. y ~eIle):.p~.pa.ciQn ~é*~1 y que sean
cualell tiJ.l;lreQ. nu~strps mútuoa euorea. d.~cierto5 y mi-
seriaS', no. olvidl\ qu~ .es esp:¡.ií.ola la. AJlsre qij6 corre en
nuestras yeMs!


XVI.
PQ»J.4(:ION ESPAjQLA BN AMÉIUCA, - EMIGRACION AL RIO


DE LA PLATA.


Aunque tal vez útil en la region de las ideas, fuera es-
téril para España en el terreno de la reaUdad y de la
práctica, todo lo que llevamos escrito hasta ahora. si
entre varias consecuencias que de los hechos capitales
se desprenden, no hubiese algunas que afectan inme-
diatamente los tntereses de la península de este y del
otro lado del Átlllntteo. . .


Queda demostrado hasta la evidencia que los males de
la América española dimanan principalmente de su pri-
mitiva organizacion polltica, de su heterogénea pobla-


(1) Rivero.-Mégico. en 1842.




- 3(jl-
cion, de la manera como está diseminada en sus vastas
soledades, del estado de semi-barbarie en que se encuen-
tra una gran parte de ella, y de la carencia absoluta de
hábitos, de órden y de trabajo.


La inmigracion europea, laboriosa é inteligente, es
pues el grande elemento de estabilidad y progreso que
tienen aquellos paises.


Cada colonia que se forme, cada ciudad qne se edifl'Ine,
es un crédito librado en favor de la Europa, un anillo
de la cadena de ]a civilizacion, un centro desde el cual
pueden ramificarse y estenderse los vinculos sociales,
que la accion directa del gobierno, el espíritu urbano, las
necesidades del comercio y de la industria, y sobre todo
el interés individual, tienden irremisiblemente á estre-
cbar mas y mas cada dia.


Por eso to{/os los tiranuelos de América, esplotando
las preocupaciones coloniales, han procurado fomentar
el odio contra los estranjeros, como el medio mas eficaz
de cimentar su despotismo. El Dr. Francia, Rosas,. y
últimamente el Senado de Nicaragua, especie de divan
americano, han desenterrado leyes convenientes al ré-
gimen para el cual fueron formuladas, pero hoy absur-
das, incompatibles con el órden de cosas existente, é
imposibles de realizarse; leyes que no tienen otro ob-
jeto que aleiar á los estranjeros, ó cuando menos arre-
batarles las inmunidades que disfrutan, sujetándolos á
la misma precaria condicion de los hijos de la tierra.
Puede verse el espíritu y la letra de esas leyes en el
titulo 27, libro IX de la Recopilacion de Indias.


Por fortuna, el pauperismo que devora á la Europa la
11




- 362-
obliga frecuentemente á volver sus ojos á las vírgenes


-playas del nuevo mundo. Los gabinetes europeos se
acuerdan entonces que es humillante y ridiculo que na-
ciones como la Inglaterra y la Francia, pOr ejemplo,
soporten con resignacion que oscuros mandatarios,
cuya insolencia corre parejas con su ignorancia, priven
á sus compatriotas y á su comercio de las,ventajas que
.aJlí encuentran. Entonces interponen su poderoso in-
flujo, se cruzan las notas, y si las negociaciones diplo-
máticas-no bastan, como sucede siempre; si no bastan
las .eseasas fuerzas navales que suelen enviar, derraman
-el oro, provocan el armamento de SUB naturales, suble-
van á las poblaciones del pais, se apoyan en cualquier
partido que quiera secundar sus miras, no muy cristia-
nas á veces, y en cuanto se anubla el horizonte ó alcan-
zan lo que deseaban, abandonan á propios y estraños á
su buena ó mala estrella, como hicieron con el infortu-
nado general Lavalle en 1840, y posteriormente con los
heróicos libertadores de Montevideo.


La inmigracion europea, sin embargo, á despecho de
todo, de las prohibiciones, de la guerra civil, de la oje-
riza de ciertos gobiernos americanos, y del abandono de
los suyos, se dirije en masa al nuevo mundo. La mano
de la Providencia la lleva allí á arrojar sávia fecunda de
vida y regeneracion, en el seno de una sociedad dilace-
rada por cuantos males pueden agobiar á un pueblo en
su infancia. Ella repone con su sangre la que en lucha
sacrílega vertemos nosotros diariamente : ella, forzada
por la necesidad, se entrega con ardor al trabajo y nos
enseña prácticamente sus ventajas: ella rasga el seno




- 363-
de la tierra fertilizada con el sudor de su frente, y como
la columna de fuego que guiaba á los israelitas, ayanza
reduciendo los bosques á cenizas, cubriendo de pobla-
ciones las llanuras, taladrando las montañas, y arrollando
la barbarie hasta SUB últimos cO~lÍines: ella descubre
nuevos veneros de riqueza, ignorados filones mas ricos
que los de oro y plata, porque en sus manos adquieren
tanto ó doble valor que aquell{)s preciosos metales;
ella sigue el curso de los grandes rios hasta su naci-
miento, se detiene á su márgen, desciende á los valles,
trepa á las mas altas cordilleras, y nos habla de los pro-
digios del vapor y de la canalizacion : ella sirve de ante-
mural al despotismo, que no puede impunemente vejarla,
y obliga á la Europa á contribuir mas ó menos directa-
mente á· que se restablezca el imperio de ]a razon y de
las leyes: ella aumentando anualmente los productos y
Jos consumos en una progresion estraordinaria, crea
nuevas necesidades que son otros tantos poderosos agui-
jones que avivan nuestra natural inercia y nos empujan
hácia el buen camino: ella, en fin, con su actividad in-
cesante, con su energía, con sus recomendables hábitos
y laboriosidad suma, es un ejemplo vivo, que siempre
tenemos á la vista, un estímulo que nos escita y hiere á
cada paso, un libro abierto donde podemos leer nuestros
deberes y comparar su sociedad con laJ).uestra,. El con-
traste choca hasta á los mas ignorantes y preocupados,
y es ley providencial que los pueblos como los individuos,
sucumban al fin á ]a accion lenta pero irresistible de
otros principios, de otras costumbres, de otras ideas
superiores á las suyas. En el órden moral como en el




- 364-
flsieo, 10 fuerte, 10 bello y bueno, triunfa sobre lo débil,
mezquino y malo.


Entre esa poblacion europea, tan recomendable gene-
rabnente, ocupa un lugar muy distinguido la española.
La honradez, la lealtad, la fortaleza inquebrantable del
carácter español, su respeto á las leyes, la fraternidad
que reina entre ellos, los vinculos de parentesco que
unen á muchos con las familias del pais; la igualdad
de idiomas, de religion, de costumbres; la facilidad con
que se identifican con nosotros, pues casi todos se casan
en América, prescindiendo de otras razones de conve-
niencia, gratitud y afecto, justifican esta marcada pre-
dileeeion nuestra.


Los gobiernos americanos deben, pues, fomentar la
inmigracionespañola, prefiriéndola á la francesa, inglesa
é italiana, cuyo carácter, hábitos y costumbres difieren
tanto de las nuestras, ó no se adaptan tan fácilmente á
nuestras mas urgentes necesidades. El gobierno español,
por su parte, teniendo en vista las razones que espon-
dremos al ocuparnos del comercio de la Peninsula con
Montevideo y Buenos Aires, no debe poner trabas á la
emigracion, siempre que se haga como debe hacerse, no
como ahora, fraudulentamente y de mala manera.


Cartas de Montevideo y Buenos Aires, publicadas en
El Heraldo, y reproducidas luego por los principales pe-
riódicos de la córte, han denunciado un hecho escan-
daloso, que viene repitiéndose hace algunos años. To-
dos los órganos de la prensa han clamado unánimes
contra tan grave mal, limitándose á copiar las cartas en
cupstion ; y aunque no dudamos que el gobierno habrá




- :~65-
ya tomado las medidas convenientes,juzgamos oportuno
decir lo que hay sobre el particular, y lo que podria: ha-
cerse, en nuestra humilde opinion.


Con motivo de la prohibicion que ha existido en vá-
rias épocas, de embarcar colonos para América, renovada
últimamente á causa de la guerra que ha terminado entre
Montevideo y Buenos Aires, tres ó cuatro casas de co-
mercio de estas dos ciudades verificaban este ilicito trá-
fico, realizando cuantiosas ganancias.


Despues que sus buques despachaban los cargamen-
tos en el puerto de la Península á donde iban destinados,
dirigianse á un punto aislado de la costa, y embarcaban
150, 200 ó mas pasajeros, sin pasaporte, sin prévio
contrato, sin otra garantiaque las palabras del capitan,
y las ofertas, mas ó menos capciosas, de los agentes de
los consignatarios del buque.


Los principales inconvenientes que de esto resultaban
era que los infelices colonos se obligaban á pagar sobre
cubierta, alimentados .y tratados sabe Dios cómo, 150
duros por un pasaje que á lo sumo valdrá 50, teniendo
que trabajar cinco ó seis años para satisfacerlo, y que-
dando enteramente á merced de sus esplotadores, hasta
llenar su compromiso.


Buques de 120 á 130 toneladas han llevado de este mo-
do cerca de 200 colonos. Figúrese el1ector cómo irian y
cómo llegarian (los que llegasen).


Ha solido escasear el agua y las provisiones y morirse
en la travesta la mitad de los pasajeros. Los canarios
llegaban frecuentemente llenos de varias enfermedades
herpéticas.




- 366-
Arribaban á Montevideo ó Buenos Aires; escogía el


consignatario los que queria, y los demás, hombres,
mujeres y niños, puestos en una barraca, á usanza de
la que se estila en los bazares mahometanos, pasaban él
la servidumbre temporal del primero que satisfacía el
importe de su viaje ...


Nos faltan palabras para anatematizar tan ruin proce-
der. Por honor del nombre español, por honor de nues-
tro propio pais, donde se ha tolerado ese escandaloso
abuso, protegido por Rosas en Buenos Aires, y disimu-
lado en Montevide() por las circunstancias escepcionales
de la guerra, nos lisonjeamos que no volverán á repro-
ducirse escenas tan lamentables. Dictando el gobierno
de España las providencias que esperamos de su noto-
ria ilustracion y celo, y existiendo ya en Montevideo y
Buenos Aires agentes caracterizados, podrá estirparse el
mal de raiz. No vacilamos en afirmar que si necesario
fuese, el gobierno argentino y el oriental prestarán su
leal apoyo á las autoridades españolas, residentes en di-
chas capitales, siempre que estén en el poder hombres de
medianos alcances nada mas.


Habiendo desaparecido la causa que motivó la prohi-
bicion para el Rio de la Plata, esta debe levantarse desde
luego. La.sdisposiciones sobre el transporte de colonos
á Ultramar, y '6spemIm-ente las qúe la esperiencia ha
demostrado ser mas convenientes para las Antillas y Fi-
lipinas, deben observarse con todo rigor. Las·autorida-
des locales exigirán de los emigrantes las garantías que
estimen justas para que no se embarquen los que no
hayan cumplido con las quintas, los imposibilitados, etc.;




- 367-
Y de los capitanes de buques, todas las condiciones de
seguridad, higiene, calidad y suma de alimentos indis-
pensables en tan largo viaje. Importa sobremanera que
una comision ,compuesta de tres ó cuatro médicos (paga-
dos por el consignatario, como todos los gastos que se
originen) pase á bordo y examine á todos los pasajeros
sin distincion de clase ni persona, una hora antes de ha-
cerse á la vela ; y que los agentes consulares en América,
se muestren inexorables contra todo el que lleve en su
buque mas individuos de los que aparecen en el rol. Con
llacer efectiva la fuerte multa marcada por la ordenanza
naval, doblándola seguIllagra'Vedad del caso, se pon-
dría á raya la C<ldicia de los transgresores~


Restablecida la paz, abiertos de nuevo todos los l1ooa-
les de lá produccion y el trabajo, y siendo tan apre-
miante la necesidad de brazos, ¿ron semejantes garan-
tías, no habrá en Montevideo y Buen6S Aires casas de
comercio respetables, empresas particulares, que se dis-
puten en leal concurrencia las utilidades de transportar
un crecido número de colonos, sin las condiciones leoni-
nas por que estos infelices, ó engañados ó ignorantes,
se han visto obligados á pasar hasta ahora? .. Cualquie-
I'a que sepa el justo aprecio en que allí se tiene á la po-
blacion. española, contestará que ni siquiera es razona-
ble ponedo en duda. .


Así los emigrantes, al abandonar su patria, al propio
tiempo que irán con la confianza de tener· inmediata-
mente una colocacion segura, sabrán que en caso de ser
vejados ó que se les falte á su contrata; habrá quien re-
clame por ellos y los defienda.




-- ;)li8 -
Tal ha sido sin duda, la mente del gobierno español,


al nombrar cónsul en Buenos Aires al señor Zambrano,
medida que juzgamos muy acertada en las circunstancias
actuales. El gobierno de S. M. no ignora que hay mas
de TREINTA MIL españoles en las dos riberas del Plata,
y Ilue el comercio peninsular en aquella parle de América,
despues del de Cuba, es hoy el mas importante para Es-
paña. El gobierno de S. M., lo decimos con placer, sin
lisonja, porque nada pretendemos de él ni de nadie,
animado de las mejores disposiciones, con alta prevision
y patriotismo, á. pesar de no estar reconocida la inde-
pendencia de la Confederacion argentina, no ha vacilado
en dar el primer paso en obsequio de los españoles allí
domiciliados, y ansioso de asegurar á la vez el porvenir
y los verdaderos intereses de la metrópoli en aquello8
ricos paises, ayer colonias ibéricas, hoy humildes repú-
blicas, y mañana grandes y poderosos Estados.


XVJI.


LOs ESPAÑOLES EN ~lONTEVIDEO y BUENOS AlIIES.


Demostradas las inapreciables ventajas que nos re-
porta la emigl'acion europea en general, y en particular
la española, vamos á manifestar la influencia que esta
ejerce en nuestra sociedad por su número, por sus cos-
tumbres y por su riqueza: tarea indispensable antes de
examinar las relaciones mercantiles entre España y el
Rio de la Plata.


A la llegada del señor don Cárlos Creuli., cónsul y
encargado de negocios de S. M. en Montevideo, se ml1~




- 369
tricularon (octubre de 1845) solo en esta ciudad mas de
5,000 españoles, debiéndose contar un número mayor
en los departamentos y en el campamento de Oribe,
donde como es notorio, habia dos batallones de vascos
de 1,000 plazas cada uno, compuestos casi en su tota-
lidad de los carlistas que emigraron de la Península des-
pues del abrazo de Vergara. PosteriQrmente pasan de
12,000 los que se han matriculado.


En la ribera derecha del Plata, es decir en Buenos
Aires y en las demás provincias de la Confederacion,
principalmente en las litorales, no bajan de 18 á 20,000.


La parte escogida de esta poblacion se dedica prefe-
rentemente al comercio, á la enseñanza pública y á las
artes liberales. Casi todos los profesores y directores de
colegios y escuelas son españoles; entre los estableci~
mientos que tienen á su cargo se han distinguido siem-
pre, y ocupan el primer lugar, el de los sAbios padres
jesuitas en Buenos Aires, y en Montevideo el colegio de
humanidades fundado y dirigido por el ilustrado doc-
tor don Antonio R. de Vargas, canónigo de Guadix, co-
legio que mereció la alta distincíon de ser incorporado
á las cátedras nacionales por decreto del superior go-
bierno de la República. Merecen tambien un recuerdo
el de los padres Escolapios y el del señor don Juan
Manuel Bonifaz. Mucho debe á todos la juventud del
Plata.


Hombres tan morales como instruidos, al par de la
ciencia que hincha y pervierte cuando no va acompa-
ñada de la religion, con el consejo y el ejemplo inocu-
lan en el tierno corazon de sus alumnos los sublimes




- 370-
preceptos del Evangelio. Por eso Rosas espulsó inicua-
mente á los primeros, á los jesuitas, únicos sacerdotes
que en Buenos Aires Be resistieron á poner en el altar
su retrato, y á profanar la cátedra del Espíritu Santo
con sacrílegas glorificaciones y homilías infernales, or-
denadas ofioialmente contra los impíos, inmundos sal-
vajes unitarios, enemigos de Dios 'Y de los hombres. Los
jesuitas desafiaron impávidos los alaridos de la mas-
horca, de esa chusma ébria de vino y de sangre, que
Rosas, para a.medrentarlos, Bolia enviar á los que se re-
sistJan 4 8US caprichos. Los hijos de Loyala, fieles á sus
tradiciones, antes que hmnillanc,anteil que renegar su
sagrada mision, prefirieron: las amarguras del destierro,
la cárcel, y hasta la muerte, si era necesario (1). Grand6
y saludable fué la· influencia que su heróica conducta
ejerció en el ánimo de todos. Nos complacemos en pa-
gar aquí este débil homenaje de nuestra gratitud y apre-
cio á esos esclarecidos varones, á quienes tanto debe la
civilizacion americana desde que pisaron las playas del
Nuevo Mundo.


La mayoria de la numerosa poblacion española en el
Rio de la Plata, aunque compuesta en general de gente
poco ilustrada, es muy rica, la mas útil al país, y la que
labra Su fortuna del modo mas decoroso y digno. No
especula con nuestros infortunios, no celebra onerosos
contratos con el gobierno; no compra por la vigésiina
parte de su precio valiosas propiedades del Estado, islas
y campos pertenecientes al patrimonio de la nacíon. Los


(t) Véase el artículo: Rosas juzgado segun sus propios docu-
mentos.




- :\71 -
cumerciantes españoles, que siempre se han distinguido
por su honradez y buena fe, buscan y encuelltran el se-
creto de doblar y centuplicar sus capitales en la esfera
ilimitada de la espooulacion mercantil; y hasta los menos
acomodados, dedicándose al tráfico al pormenor, que es
allí muy lucrativo, sóbrios, laboriosos y económicos, ad-
quieren pingües fortunas en breve tiempo. Los canarios
y gallegos cultivan la tierra, los catalanes y castellanos
108 oficios mecánicos; ¡los valencianos y andaluces po-
nen cigarrerías, confiterías, etc.; y los vizcaínos mono-
polizan todo lo concerniente á la albañilería y edifica-
cion. Ellos, unidos á los vascos franceses, en menos de
tres años han levantado en los suburbios de Montevideo
una nueva magnífica ciudad que se confunde con la
antigua, y en la falda del Cerrito, cmirtel general del
ejército de Rosas, una lindísima villa, que si no esta-
mos equivocados, se llama ahara de la Unian.


Uno de los.rasgos característicos de la poblacion espa-
ñola, es que sus individuos, de cualquier clase y condi-
cion que sean, apenas realizan alguna ganancia, la in-
vierten en bienes rústicos ó urbanos, se casan con hijas
del país, y forman familias americanas. Sus hijos, Cria-
dos en la opulencia, reciben luego una esmerada edu-
cacíon, ocupan el primer rango en la sociedad, y COn-
tribuyen con sus luces, con BUS riquezas é inflllencia, á
que se arraigue el órdeo y las instituciones.


Así, proteger y fomentar la poblacion española, dis-
pensándola espontáneamente todas las consideraciones
é inmunidades que merced á lá fuerza disfrutan los fran-
ceses é ingleses, será por parte de los gobiernos ameri-




eanos una obr.! de alta previbioll y patriotisllIo. Otro
tanto decimos del eficaz apoyo que puede y debe España
dispensar á sus naturales allí domiciliados. La sangre
y los capitales españoles que se economicen, servirán
para reponer el vacío que dejan los capitales y la sangre
americana que el minotauro de la guerra civil se traga
diariamente. La lueha á que estamos condenados devo-
rará la vida de algunas generaciones, y en ese intérvalo
oprime el COl'azon la perspectiva de la preponderancia
que puede a(lquirir el elemento estranjero. jQue al me-
nos haya siempre entre nosotros un plantel de raza his-
pana,cuyos vigorosos retoños salven la nacionalidad,
el idioma, la religion y demás gloriosas tradiciones es-
pañolas !. ..


Por fortuna, los gobiernos americanos van compren-
diendo esta verdad, y á ella se debe la deferencia con
que se prestan á satisfacer las justas reclamaciones de
los agentes de nuestra antigua metrópoli, cuando se
hacen como deben hacerse. EIgobiemo de Montevideo,
en vísperas de recibir un asalto del enemigo, á instan-
cias del serlor Creux, permitió que mas de 2,000 sol-
dadQS espaüoles depusieran las armas: verdadero y en-
vidiable triunfo para el referido cónsul y encargado de
negoci~s en aquellas críticas y apremiantes circunstan-
cias. El general Urquiza posteriormente, espidió un de-
creto, eximiendo á los espail01es del servicio militar; y
110 há. mucho, á una simple insinuacion del señor Albis-
tur, escribió á este una benévola carta, y mandó poner
en libertad á varios españoles prisioneros en la última
batalla, que aniquiló para í:iiempl'e la. tiranía de Rosati.




La huena 5emilla arrojada por el señor Creu1\. ha pro-
ducido los frutos que eran de esperarse. Seríamos in-
justos, faltarlamos á nuestro deber, si· no lo dijesemos
y no le felicitáramos por el acierto con que se manejó
entonces. La alabanza ó el vituperio es, en casos dados,·
un deber imprescindible. Su conducta hábil é inteligente,
le conquistó desde luego las simpatías así de sus compa-
triotas como de lo.s hijos del pais, y en prueba de ello
bastará recordar las espléndidas ovaciones que recibió
á su llegada y las que le acompañaron á Europa, publi-
cadas en los periódicos americanos y reproducidas en
Madrid por El Heraldo, La Esperanza y otros órganos
de la prensa. Entre esos testimonios, citaremos única-
mente una esposicion firmada por todos los propietarios
y comerciantes españoles residentes en Montevideo, en
la que manifestaron su afecto y gratitud al señor ereux
al embarcarse para la Península, justamente en momen-
tos en que ya nada podian. esperar de él.


La politíca inaugurada entonces, y los resultados ob-
tenidos, patentizan la necesidad de enviar personas que
estudien y procuren conocer á fondo las necesidas tran-
sitorias y las necesidades permanentes de aquellos pue-
hlos, lo cual no se conseguirá nunca si cada tres ó cuatro
meses se manda un nuevo agente. #


Equiparados los españoles en derechos con los estran-
jeros, garantidos y amparados por sus respectivas au-
toridades, uesaparecen para ellos la mayor parte de los
inconvenientes que traen consigo los trastornos políticos.
Son tan ricos aquellos pabes, encierran tales elementos
de vida y prosperidad, que babtan pocos meses de paz




- 374-
para reponer los mayores estragos de una dilatada gUf:Jrra
como puede vilrse en el artículo que lleva por título
La República oriental del Uruguay, publicado en la
JLUSTRACION del 26 de julio de 1851, es decir, cuando
todavía las tropas de Rosas sitiaban á Montevideo.


En vista de los hechos aducidos en ese artículo, diga-
senos si hay pueblo alguno en América, sin esceptuar
la isla de Cuba, donde los emigrantes encuentren mas
ventajas para establecerse, vivir mejor, y probabilidades
de hacet fortuna en menos tiempo.


En la nueva eta que se abre para los pueblos del Plata,
esperamos que sup gobiemos, penetrados de la gravedad
é importancia de los principios que hemos eSpllf!sto, re-
lativos á la poblacion y colonizacion española, de acuerdü
con el gobierno de S. M., cuyas buenas disposiciones no
pueden ya ponerse en duda, adoptarán en provecho
comun las prontas y eficaces medidas que sus bien com-
prendidos intereses y su mútua conveniencia reclaman.
Una de ellas, y de las mas urgentes, seria que dichas
repúblicas enviasen á España desde luego sus respecti-
vos ministros, y mientras tanto se arreglase el cuerpo
consular bajo mejores bases. Esto último se refiere úni-
camente á la república del Uruguay, porque Buenos
Aires todavía ni siquiera cónsules tiene en la Península.
Si no todos los consulados, al menos el general deberia
dotarse inmediatamente con un sueldo decoroso. As! lo
aconseja el buen servicio y el honor de la república: y
para que no se crea .que abogamos con alguna mira inte-
resada, diremos que el sugeto que actualmente desem-
peña este cargo en Málaga, el señor don Antonio de




- 375 -
Alaana, por sus servicios, por sus luces, por su notoria
justificacion, y por la solicitud y anhelo conque ha pro-
curado siempre llenar todas las exigencias de su 13m ..
pleo, hasta con perjuicio de sus intereses, 61! digno, muy
digno de todo el aprecio, estímulo y gratitud del luparior
gobierno de la república. Los mismos motivos que nos
impulsaron á elogiar la conducta del s600r Creux, nos
mueven ahora respecto del señor Aldana. Ya hemos di-
cho' y repetimos, que en ciertas ocasiones la alabanza ó
el vituperio es un deber imprescimlible, y el cumpli~
miento de un deber, aunque se interprete mal por el
vulgo, ó las personas interesada. en que no 56 cumpla;
lleva en sí la mas lisonjera. recgmpensB.


XVIII.


BELACIONES MERCANTILES ENTRE ESPAÑA Y EL RlO DE LA
PLATA.


Montevideo, capital de la república oriental del Uru-
guay, y Buenos Aires, de la confederacion argentina.,
situada la primera sobre la ribera izquierda del cauda-
loso río de la Plata, cuya boca desde el cabo de Santa
María al de S. Antonio, tiene cuarenta leguas de ancho,
y la segunda, sobre la ribera derecha del mismo rio,
cosechan alternativamente las ventaja& de &u envidiable
posicion geográfica.


El puerto de Montevideo es muy superior al de BU6n08
Aires: los buques que van á este último punto, anclan
generalmente en los Pozos, á siete ú ocho millas de la
capital : la rada es peligro sí sima, y todos los rulos acae-




- 376-
cen varios naufragios. Añádase á estos inconvenientes
los que resultan de la alza y baja del papel monedá, y
se comprenderá por qué Rosas queria aniquilar á Mon-
tevideo, y por qué en épocas normales, todos los es-
tranjeros sin distincion prefieren establecerse en esta
ciudad, no solo porque t09as las transacciones se reali-
zan en metálico, y por los ventajas del puerto que los
pone en relacion inmediata con la fuerza naval, en ca-
sos de crisis, revueltas, sublevaciones de tropa, etc.,
sino tambien, porque aun cuando los precios de venta
sean mas subidos en Buenos Aires de un 5 Ó 6 por 100,
los gastos de carga y descarga ascienden á la enorme
SUIlla de un 16 Ó 17 por 100, mientras que en Montevideo
nunca pasan del 6 Ó el 7.


El comercio de importacion del Rio de la Plata con
España en 1830 subió, segun M. Moreau de Jonnés, á
90,000,000 de reales, y el de esportacion á 120,000,000.


Actualmente salen de la Península todos los años so-
bre 70 á 80 espediciones, cuyo valor aproximado es de
10 á 12,000 duros cada una. Compónese su cargamento
de vino (el principal renglon), aguardiente, aceite ordi-
nario y refino, jabon en gran cantidad, papel florete y
frutas secas de Málaga. Antes de la última guerra, se lle-
vaban tambien blondas de Cataluña, algunas sederías,
rasos y sargas de Málaga, y probablemente restablecida
la paz volverán estos artículos á figurar entre los ramos
de comercio mas solicitados. De la Habana salen todos
los años siete ú ocho buques, con valiosos cargamen-
tos de 30 á 40,000 duros cada uno. De cada diez buques,
seis por lo menos cargan de tasajo, que llevan ~ las




.- 3/7 --
AlItíllati: allí lo venden, y se surten de azúcar, café,
eacao, etc., y retornan á la Península.


La navegacion de los rios interiores ha estado seve-
ramente prohibida por Rosas hasta ahora poco, en toda
la confederacion argentina; y las puertos de la Colo-
nia, Maldonado y Paisandú, pertenecientes á la repú-
blica del Uruguay, ocupados por las tropas del dictador,
reconquistados y vueltos á perder várias veces por los
defensores de· Montevideo; no han ofrecido garantías al
comercio. De modo que por muchos años este se ha limi-
tado únicamente á las dos capitales referidas: Monte-
video y Buenos Aires.


Se comprende por esta lijerisima reseña, cuál es la
impol'tancia del comercio peninsular con aquella parte
de América, y si nos asistía razon para .calificarle del mas
lucrativo para la metrópoli despues del de Cuba. Exa-
minemos ahora los puertos de España, las producciones
y ventajas que cada uno de ellos nos ofrecen, é indique-
mos algo sobre algunas medidas que podrian adoptarse
por las respectivas repúblicas del Plata, á fin de estre-
char sus relaciones con la Península y utilizarlas doble-
mente. Tambien apuntaremos los precios de transporte,
carga y descarga, bandera, etc., como noticias muy in-
teresantes para el comercio y para el objeto· que nos
proponemos i y estas noticias tendrán tanta mas autori-
dad, cuanto las tomamos de los datos directos que se
han servido facilitarnos los agentes consulares de Mon-
tevideo en España, y muy principalmente el señor don
Antonio de Aldana, con su infatigable laboriosidad
':1 acostumbrado celo en todo lo que se refiere á




- 378-
la prosperidad y mejor servIcIo de la república.


Desde el Cabo Creux en Cata.luña, hasta AIgeciras en
el estrecho de Gibraltar, no hay mas puertos en la costa
del Mediteráneo que comercien con el Rio de la Plata,
que Barcelona, Tarragona y Málaga. Esta parte oriental'
de España, abunda en frutos, caldos, espíritus, simien-
tes y artefactos de condiciones adecuadas á los merca-
dos de nuestro pais. Desde tiempo inmemorial, las pro-
ducciones del Este de la Península han sído tan solici-
tadas, y' tan indispensable su importacion, que á pe~ar
del entredicho en que estuvimos con la metrópoli por
motivos que todo el mundo sabe, nos vimos precisados
á valernos de banderas estrañas que nos llevasen sus
productos.


Hoy que afortunadamente el pabellon español ha
vuelto á tremolar en nuestras playas, se ha renovado el
comercio franco, de buena fe, sin traba alguna, y todo
hace presumir que se irá acrecentando á medida que la
paz, primera condicion del progreso, estienda su bené-
fico influjo á las fuentes de la riqueza publica y privada.
Por un cálculo aproximado, hecho en épocas normales,
antes de la dilatada guerra que felizmente ha termina-
do, de estos tres puertos salieron en un año, con des-
tinoal Riode la Plata, 50 buques, cuyos cargamentos
valdrían unos 300,000 pesos:fuertes, retornando los mis-
mos 400,000 cueros, importantes 1,200,000 duros, y
balanceado este cambio de artículos, resulta un benefi-
cio á la industria nacional de 600,000 patacones (du-
ros).


El estraordinario aumento que ha adquirido desde




- 379-
entonces la marina mercante española, y la abundancia
de sus producciones, nOs induce á creer que podrian do-
blarse las operaciones comerciales con nuestro pais; si; .
como es de esperar, se afianza el órden, y al menos por
algunos años, hacemos un paréntesis á nuestras eternas
disensiones domésticas.


Además de los tres puertos referidos, hay otro en
Palma de Mallorca, en el Mediterráneo, del cual suelen
salir tambien algunas espediciones mercantiles para
Montevideo y Buenos Aires; pero careciendo de dato~)
por no haber allí agente consular, nos abstenemos de
avaloradas, y si las indicamos, es 8010 para qU6 S6 ten-
gan presentes como una. cifra mas de nuestro comercio
con esta parte de España.


Sin embargo de no haber en la referida costa oriental
ibérica mas que los tres puertos espresados, la repú-
blica del Uruguay tiene un cónsul en Barcelona, un
vice-cónsul en Tarragona, un cónsul en Valencia, un
vice-cónsul en Almería, y el consulado general en Má-
laga, pudiéndose graduar los de Valencia y Almería co-
mo un 1 ujo innecesario, pues la primera ciudad no tiene
mas puerto que la peligrosa rada del Grao, y la segunda
no posee mas artículos de esportacion,. que plomo,' bar-
rilla y esparto.


Por el contrario, la. importancia que hoy está dando el
gobierno español á las Islas baleares, particularmente
á Mallorca, capital, y á Milnorca por el lazareto y her-
moso puerto de Mahon, hacen esperar con fundamento
que su comercio recibirá en lo sucesivo un aumento con-
siderable. Los productos de estas islas se' adaptan á nues-




- 380 -
tros consumos en bastantes artículos, por cuya razon
creemos conveniente á nuestros intereses un cónsul en
Palma y un vice-cónsul en Mahon.


En la cORta occidental de España, es decir, desde Al-
geciras en el estrecho de Gibraltar hasta Aya-Monte en
la raya de Portugal, y desde el rio Miño en el mismo
reino hasta Fuenterrabía, limítrofe á Francia, no hay
mas que dos puertos de usual y activo comercio con el
Rio de la Plata, tales son Cádiz y la Coruña, en cuyas
dos plazas tiene nuestro gobierno sus respectivos cón-
sules.


Suelen hacerse algunas espediciones en Pasajes, (Viz-
caya) ~ en el Carril, una de las muchas y hermosas rias
que tiene Galicia ; pero en el primer punto son buques
franceses los que llegan á tomar vascos solamente, y en
el segundo ya el gobierno español ha dictado las provi-
dencias oportunas para impedir se reproduzcan esas
espediciones, por el modo clandestino é inhumano como
se han hecho hasta aquí.


Coruña espide en corto número sus buques para Mon-
tevideo y Buenos Aires, y como sus producciones, igua-
les á las del Norte de España, tienen poca aceptacion
en nuestros mercados, casi siempre hacen 6US carga-
mentos en Cádíz; pero retornando directamente los
cueros, á 106 que dan inmediata aplicacion en sus mu-
chas fábricas de curtidos.


Cádiz, por sus salinas y por los muchos artículos que
recibe de Sevilla y otras plazas del interior, hace bai5-
tantes espediciones mercantiles á nuestro pais, embar-
cando tambien algunos pasajeros de diferentes provincias




- 381 -
de la Peninsula. Este puerto, por su posicion geográfica,
puede graduarse como el primero de España, en impor-
tancia comercial. La concurrencia á él de todos los
pabellones del globo, le hacen ser además de un punto
de recalada para el Mediterrán~o, una atalaya segura
para adquirir noticias y precios de todos los mercados
españoles.


De este puerto y la Coruña salieron para el Rio de la
Plata en un año sobre 30 buques, cuyo valor ascendió
á unos 200,000 pesos fuertes, estrayendo en cambio de
nuestros productos, además del sebo, astas, crin, etc.,
cuyo valor no bajaría de 120,000 duros, 150,000 cueros
que importando unos 450,000 patacones, unidos á la
suma anterior, dejan de utilidad á nuestra industria
370,000 pesos; por consecuencia, agregado este déficit
al que resultó en las operaciones calculadas del Medi-
terráneo, aparece que el comercio argentino y uruguayo
con España tuvo un beneficio de 970,000 pesos fuertes.
Esta demostracion, tomada aproximadamente de los años
1846 al 48, por término medio, no incluye sino una
pequeiia parte de la estraccion de tasajos que los buques
españoles conducen á las islas de Cuba y Puerto Rico,
porque careciendo de datos seguros, no nos es posible
marcar con exactitud el guarismo que les corresponde.


En las costas occidentales que baila el Océano, hay
puertos de alguna consideracion susceptibles de relacio-
narse con nuestro comercio; entre ellos se cuentan San
Sebastian, Bilbao, Santander y Vigo : los dos primeros
por sus pasajeros y depósitos; el tercero por sus harinas,
I/ue tan lueg-o como nivelen sus /lastos de fabricacion y




- 382-
transporte á ]a de ]os Estados-Unidos, serán preferidas
para nuestro consümo, segun ya se ha visto por los
varios ensayos hechQs á esta fecha; y el último, por ser
el lazareto mejor y mas concurrido del Océano. En lo
sucesivo exigirá nuestrl? interés comercial un vice-cónsul
en Santander y otro en Vigo.


Las)slas Canarias, como adyacentes á España en el
Océano, . y de tan conocido interés á nuestro pais por
sus pacificos y laboriosos colonos, carecen tambien de
agentes consulares. Esta falta es tanto mas sensible,
cuanto hoy el gobierna deS. M., que tantas y tan im-
portantu medidas de interé/! general está llevando á
cabo, ha declarado puertos francos á Santa Cruz de Te-
nerife, Orotava, Ciudad Real de las Palmas, Santa Cruz
de la Palma, Arrecife de Lanzarote, Puerto de Cabras
y San Sebastian; así, es de creer que en breve tiempo
dichas islas serán uno de los mejores puntos de escala
para la navegacion del Sud en general.: por consiguiente,
aumentados los recursos de su comercio, no seria es-
traño que nuestras relaciones con este pequeño archi-
piélago tomasen tambien mayores proporciones. Aunque
así no fuese, juzgamos que son bastantes las que hoy
existen para que hubiese en Santa Cruz un cónsul nuestro.


Con las Antillas españolas y las Filipinas no hemos
tenido hasta ahora grande intimidad comercial; con
todo, convendria un cónsul en la Habana, en donde se
observa algun movimiento mercantil respecto del abun-
dante consumo que se hace allí de nuestros tasajos y de
la costumbre que vamos adquiriendo de gastar ~us azú-
cares y tabacos.




- 383-
Los productos de las dos riberas del Plata que con


mas aceptacion S6 introducen en la Península, son los
cueros vacunos S6COS y salados: los primeros de esta-
queo ancho, pelo corto, bien descarnados y limpios de
garras y cabeza, livianos que no esceda su peso de 22 á
23 libras castellanas. Los de toro de igual estaqueo, de 25
.á 30 libras de peso, llamados aquí albarqueros. Los de
becerros, nonatos y bagüales. El sebo en marquetas,
ha principiado á tener estimacion, desde que en Málaga
y otras plazas se han establecido fábricas de velas es-
teáricas. Algunas partidas de lana lavada. se han vendido
bien en Barcelona, Cádiz y Málaga; pero elite artículo no
siempre encuentra licitadores por los escesivos derechos
que paga. Lo mismo ha sucedido con várias pacotillas
de plumas de avestruz y <meros de nutria. Las astas de
vaca y novillo, bien en su estado natural, como en plan-
chas, ó las puntas solamente, siempre son vendibles
por su aplicacion usual y por la estraccion que se hace
en Cádiz de las planchas y puntas para el Norte eu-
ropeo.


Los derechos que pagan estos artículos por el arancel
español, con distincion de bandera, son los siguientes:


En bandera En bandera
española. ~stranjera .
Rs. Cént. Rs. Cént.


ClIeroR secos en general. 14 51 ql. 37 25 ql.
Idem salados .. 7 95 30 74
Sebo purificado. 115 18
Lana lavada. 120 ») 160 »
Astas en general. • 1 ¡SO 3


y además, el 6 por ciento de al'bitl'ios de recargo.




- 384-
Para la venta de los cueros secos, no hay regularídull


en los mercados, pues en algunos se hacen cinco clasi-
ficaciones de picaduras, como en Cádiz; tres en Bar-
celona, y dos en Málaga; cuya costumbre altera los
precios, segun los perjui~ios que se han de inrerir en Sil
espendicion.


Las operaciones de Banca, que enlazan los intereses
de ambos paises, no son usuales, porque cambian regu-
lannente mercaderías por mercaderías.


Con todo, sucede á veces pedirse retornos en letras)
y COínO estas han de ser sobre Lóndres, y está sujeto
dicho papel á un incierto curso, no seria fácil determinar
con exactitud en cual de los paises quedan las utilidades
de esta negociacion.


Como los cargamentos que comunmente se hacen en
Barcelona, Tarragona, Málaga, Cádiz y la Coruña para
Montevideo y Buenos Aires, son por cuenta de los arma-
dores, no se puede regularizar el valor de los fletes i
sin embargo, lo que mas se ha visto hasta ahora en
algunos embarques por cuenta de esos comerciantes, y
de estos especuladores, es lo siguiente:


Ps. fs. Capa.
De Barcelona á Montevideo. R 10 p. % en hol.


» Málaga á 6 á 7
» Cádiz á a á 6
» Coruña á 7


Los seguros que hacen estas compañías de buques y
efectos, para el Rio de la Plata, por lo regular no eg-
ceden de uno y medio á dos por ciento, segun estacion,
bandera y buque.




- 385-
La diferencia que hay entre la bandera espaliola y la


estranjera, para el pago de los nuevos derechos de puerto
y navegacion, es ]a siguiente:


Bandera Bandera
española. estranjera.


Por cada tonelada tanto en carga traida
. como llevada. . . • . . . .. 1 real.
Cada quintal de peso que se introduzca


6 estraiga. . • • • • • . . . 1/8 id.
Cada marinero por consumo diario.. 6 mrs.


2 reales.


1/1 id.
6 mrs.


Sobre esios derechos se hacen algunas modificaciones
segun entra el buque cargado y sale en llll-tre} ó al
contrario.


Los gastos de piloto ó práctico y ancoraie, son co-
munes á todas llis banderas, siendo estos:


Por entrada. . . . . . . .
Amarra en andana .• '. . .'.
Cada bote que presta el práctico.


·Total.


Rs. 112
60
30


Rs. 202


Respecto á los derechos de puerto y navegacion ya
dichos, el gobierno español concede á la bandera cstrnn-
jera el privilegio de nacionalidad siempre que sus
respectivos paises den á la española la misma recipro-
cidad, es decir, que aquellas naciones no hagan pagar
mas que lo que aquí se cobra: esta diferencia se com-
prtmderá mejor con los ejemplos siguientes:




- 386-
Un buque estranjero de 200 toneladas y t2 hombre3 de triplIlacion


paga en los puertos cspaftoles.
Por 200 toneladas de entrada á 2 reales una.. 20 ps. fs.
Por 4,000 quintales de peso de carga de entrada


á 1/4 rs. . . . . . . . . . .
Por 200 toneladas de salida á 2 reales. • . .
Por 4,000 quintales por carga de idem. • • •
Por 60 dias de estada á 6 maravedis diarios cada


uno de los 12 marineros ..
Patente de sanidad, etc. • . . • . • • .


50
20
50


6 1/2
41/2


151


Un buque eBJlañoZ de iguales condiciones.
Por 200 toneladas de entrada á un real una... 10
Por 4,000 quintales de peso de carga de entrada


á 1/8 de real. • • • . • • • . •• 25
Por 200 toneladas de salida á un real.. • • . 10


Il


PRo fR.


ps. fs.


11


Por 4,000 quintales de carga id. á 1/8 de real.. 2B ))
Por 60 dias de estada á G maravedis diarios cada


uno de los 12 marineros .. 6 1/2
Patente de sanidad, etc. . . . .
Esceso contra el estranjero. . • .


. • o' 41/2
-~::-:,o:--'-p-s-. --:;f~:-"


Esta diferencia ha escitado el interés de muchas na~
dones que han reclamado la llivelacion; y habiendo
probado al gobierno español, que sus respectivos go-
biernos la han adoptado, les ha sido concedida la referida
nacionalidad.


Juzgamos que basta lo dicho para que se comprenda
cuál es hoy la importancia de nuestro comercio con
España, y nos lisonjeamos que los cálculos anterioreR
fundados principalmente en las espediciones de 1846 á
1848 llamarán la atencion de nuestro gobierno, á fin de
que beneficios tan positivos y de interés tan vital para la
prosperidad de aquellos pueblos, sean sostenidos por




- 387-
medio de la buena inteligencia y estrechas relaciones
con el gobierno de S. M. C.


XIX.
ESPA~A y AMÉRICA.


La pérdida de las colonias no ha sido una calami-
dad como todavía creen algunos, sino por el contrario,
un gran beneficio para España.


Caiamidad y no pequeña ha sido el abandono é in-
curia con que hasta ahora han dejado los gobiernos de
la metropóli que otras naciones esplotasen solas la rica
mina del comercio, y adquiriesen alli mas influencia de
la que eOD'yiene y seria de desear.


España deMó reconocer la independencia de la Amé-
rica inSurgente desde que se convenció que era imposi-
ble sujetarla por las armas: así habriareconquistado con
ventajosos tratados de comercio, con franquicias y con-
cesiones, que las nuevas repúblicas se hubiesen apresu-
rado á hacerla, á trueque de que las dejara libres, tan-
tas ó mas utilidades que las que le reportó en otro
tiempo su pacífica posesiono Por desgracia no se hizo,
y bien caro paga España su error ó su desidia.


Que ha sido un bien para la metrópoli la pérdida de
las eolonias, es hoy una verdad vulgar para cualquiera
pél8namedianamente instruida.


España no era sino el canal por donde se derramaba
en Europa el oro del nuevo mundo; y en medio de tan-
tas riqüezas como pasaban por sus manos, ¿ quién diria
qUe"BU comercio, su agricultura, su industria, su ha·
ciebda, yaciao beridas de muerte, y que era preciso




- 388-
prodigar ese oro tan codiciado al estranjero para que
acudiese al sosten de sus mas urgentes necesidades?
¿ Quién diria que soberana en América y tributaria en
Europa, los tesoros del imperio de Motezuma y de los
Incas, eran insuficientes para compensar las pérdidas
que le ocasionaba aquella?.. Amarga verdad que mil
hechos patentizan hasta la evidencia. El descubrimiento"
la conquista, la colonizacion y poblacion de América,
costaron á la Península, segun los cálculos de Weis y
Moreau de Jonnés, sobre treinta millones de habitantes,
y los duei'í.os de los riquísimos minerales de Méjico y el
Perú, se vieron obligados á valerse en mas de una oca-
sion, del triste espediente, que es el último recurso de
los Estados arruinados : alteraron la moneda y hasta
dieron á la de cobrfj el valor de la plata. No envano un
célebre publicista ha llamado al español el Midas de las
colonias, comparándole con aquel desventurado rey que
convertia en oro cuanto tocaba, y se moria de hambre
en medio de sus riquezas.


Hoy sin ser dueño de dos mundos, sin que el sol se pon~
ga nunca en sus dominios, ni el mar donde quiera que re
vuelva sus olas, encuentre payas ibéricas que enfrenen su
ira, el pueblo español, comparativamente, encierra den-
tro de sus límites naturales mas elementos de vida y pros-
peridad, es mas rico é industrioso, y cuenta una pobla-
cion mayor que la que tenia cuando, el decir de los poetas,
la tierra, el sol y las ondas le rendian homenaje.


La razon de esto es demasiado obvia para que nos de-
tengamos á esplanarla : perdidos aquellos raudales de
oro y plata que venían de América, encareciendo las




- 389 -
producciones indígenas y estranjeras, y fomentado la
natural indolencia de un pueblo meridional, pródiga.-
mente dotado por la naturaleza, España tuvo que bus-
car dentro de si misma recursos para hacer frente á sus
necesidades. Sujeta á la dura, pero fecunda ley del tra-
bajo, ley impuesta por Dios asi á las naciones como á
los individuos, la agricultura, la industria, el comercio y
las mejoras materiale~, luchando con los obstáculos que
todos saben, fueron paulatinamente desarrollándose; y
hoy, por mas que se diga, la situacion de la Península
ha mejorado notablemente, mejora dia por dia, y en
muchos puntos, sino en todos, fuera de la preponderan-
cia politica, nada tiene que envidiar á las épocas mas
brillantes de la monarquía desde Felipe 11 hasta Cár-
los lll. No queremos decir con esto que se encuentre á
la altura de Inglaterra ó Francia, pero no es tanto el
atraso como se supone, ni el pueblo español marcha tan á
retaguardia de la civilizacion como se pretende. Entre pro-
pios yestrailos se ha hecho moda el hablar mal de España.


y sin embargo, como hemos dicho en otra parte, el
pueblo en cuyo suelo privilegiado desde remotos tiempos
se han resueIto todas las grandes cuestiones poJiticas
de Europa, disputándose en su recinto el imperio del
mundo, Roma y Cartago, Julio César y Pompeyo, la
Cruz y la media luna, la reina de los mares y el capitan
del siglo •.• el pueblo que con el descubrimiento de Amé-
rica, abrió una nueva era á la humanidad y legó otro
mundo virgen al cristianismo, á la política, á la filosofía,
á la historia, al comercio, á la industria, á todas las
profesiones, ciencias "y artes; el pueblo que elegido en·




- 390-
tre ciento por la mano invisible del Altísimo tuvo la In-
disputable, imperecedera gloria de iniciar eee gran mo-
vimiento socialista y humanitario, para marchar ft su
frente y empujar al nuevo y viejo mundo en una nueva
senda, tan dilatada é inmensa, tan superior á todo mU-
culo y prevision, como la perfectibilidad y el progresBO
de que es susceptible la humanidad en el girar de los
siglos; ese pueblo ha her.ho mas por la civilizacion y 'el
porvenir de la Europa y del mundo, que todos los que
se han engrandecido con sus despojos, con su oro, con
su sangre y su inteligencia!


Felipe I1, al saber el desastre de la Invencible armada,
pronunció estas bellas llalabrM : se ha cortado unara-
ma, pero el árbol está lozano y volverd á brotar: eS!)
<letimos nosotros de la jóven España. El pueblo que tan
insignes pruebas tiene dadas de lo que puede y es capaz
cuando saben dirigirlo, volverá á conquistar su perdido
rango entre los primeros de Europa, si los ~ombres á
quienes el destino confia la alta mision de guiar sus pa-
sos no malgastan esterilmente su actividad, su energía
y sus recursos, y ulrigiendo el esplritu público Meia
empresas de utilidad general, respetan y continúan la
obra de sus predecesores siempre quo redunde en bene-
ficio del país.


Deseariamos sobre todo, que hubiese unidad en los
hombres que sucesivamente ingresan al poder. De5ea-
riamos, si fuese posible, que imitasen en esto á los ingle-
ses; cualesquiera que scan las opiniones de los que se
suceden cn el mando, wigs ó torys, secundan las miras
de sus antecesores, si van encaminadas al engrandeci-




- 394 -
miento y provecho de la nacion. Un beno ejemplo de
esta patriótica costumbre, una de las principales causas
á que debe su prosperidad la Gran Bretaña, nos ofre-
ce Cárlos 11, al renovar el tratado de comercio hecho
con Portugal en 1642 por el asesino su padre.


No cumple á nuestro objeto entrar en el análisis de
las varias causas que podrian contribuir á que la monar-
quía espanola, marchando desembarazada por las vías
del progreso, arribase cuanto antes al término de sus de-
seos: bástanos indicar que el comercio y las estrechas,
intimas relaciones entre España y sus antiguas colonias,
es una de sus mas urgentes y grandes necesidades. Allí,
del otro lado del Océano ~ en las riberas del Plata y
del Pacífico, en las faldas auríferas de los Andes, desde
el estrecho de Magallanes hasta el golfo mejicano, des-
de el Uruguay hasta las márgenes del San Lorenzo, se
oculla el nervio de su poder en lo futuro, los fluidos vi-
vificantes que han de restaurar su cuerpo, enflaquecido
y débil, el robilllto apoyo que tal vez incline la balanza á
su favor en Europa, si como esperamos, triunfan 11.1 fin
lae buenas ideas, y todas las repúblicas americanas, con-
vencidas de que la union constituye la fuerza, y que ca-
da dia se hace mas urgente la necesidad de poner un
dique úla insaciable codicia de sus rapaces vecinos) los
modernos cartagineses del Norte, forman causa cornun
con la metrópoli, y le dan y reciben de ella los auxilios
que 108 pueblos hermanos se prestan en sus horas de in-
fortunio ... ¿ Quién puede preveer hasta dónde podrían
estenderse las ventajas de semejante alíanza? 1 Quién
sabe dentro de un siglo ó dos, qué forma de gobierno pre-




- 392-
valecerá definitivamente en América, y en todo caso
quién mejor que España puede ayudarnos á reanudar el
hilo de nuestras imperecederas tradiciones; imperecede-
ras, si, porque, origen, idioma, religion, leyes, costum-
bres, son vínculos que no se rompen ni por ódios mo-
mentáneos, ni por los estravios inherentes á una san-
grienta y porfiada lucha, como fué la guerra de la inde-
pendencia, ni por vanas declamaciones de escritores par-
ciales ó ignorantes, ni por el afectado desvío de los que
ceden á sus preocupaciones sin examinar el fundamento
en que apoyan! Hay un momento en la vida de los pue-
blos, en que estos vuelven sus ojos con avidez á todas
partes, buscando una bandera, un principio, un hombre·.
que los salve, y j ay 1 de España si al llegar ese ins-
tante, no se encuentra alli para abrirnos sus brazos y
cubrir con su manto imperial la codiciada presa que
otros acechan y se preparan á despedazar, no bien se les
presente una coyuntura favorable!


Acaso sean estos delirios de nuestra imaginacion en-
ferma, acaso jamás nos veamos reducidos á tan duro
trance:. pero ¿ no cabe eso en lo posible? ¿ la historia no
nos ofrece ejemplos parecidos?


El tiempo resolverá tan difícil problema; entre tanto
dejando las profecías para mejor ocasion, decimos una
y otra vez que la emigracion y el comercio son en la ac-
tualidad los dos medios mas eficaces que tiene España á
la mano, para asegurar su influencia y su porvenir en
aquellos paises.


Las líneas de los vapores ingleses de Southampton y
Liverpool, ofrecen desde luego el medio mas fácil de es-




- 393-
trechar estas relaciones. Lo que hace á este respecto el
gobierno francés puede servir de norma al español.


Bajo el aspecto comercial, la América debe ser consi-
derada todavia por la inteligencia europea como lo fué
al tiempo de su descubrimiento : como un gran todo fe-
cundoen producciones brutas, que ella por algunos siglos
se verá obligada á trocar con gran desventaja por los ar-
tefactos, manufacturas y artículos de consumo del viejo
hemisferio : como un vasto mercado, manantial perenne
de riqueza, abierto hoy á la esplotacion universal sin
las trabas que le imponian sus primitivos dueños.


Son muy considerables las utilidades que deja á la
Francia su comercio con SaJ;I.to Domingo y el Canadá: y
gracias al suyo, la Inglaterra se ha reintegrado de la pér-
dida de los Estados-Unidos; se ahorra todos los gastos de
administraciony custodia, y percibe mas por este medio
que antes por razon de su soberanía. No les ha sido á
entrambas menos fnlCtífero el comercio con el resto de
América. En casi todos los nuevos Estados, el inglés fi-
gura en primer término, sigue el francés, luego en ter-
cera ó cuarta línea aparece el español.


N o se nos ocultan las poderosas causas que contribuyen y
contribuirán á que asl suceda por mucho tiempo; ¿ pero
por eso se les ha de abandonar libremente el campo? ¿Los
artefactos e!\pañoles tienen en Europa mercados fuera de
la Peninsula? ¿Pueden sostener la competencia con 105
ingleses, con los franceses ni aun con los belgas 7 El
atraso de América, por el contrario, yla carencia abwluta
de fábricas ¿no la obligan á menudo á surtirse del prime-
ro que-llega á sus puertas? Los vinos, el aceite, eljabon,




- 394-
los frutos de la Península, aunque mas caros, ¿no 50n p-refe-
ridos á los estranj eros, en razon á que teniendo mas cuerpo
resisten mejor los calores de la línea y no llegan dete-
riorados? ¿No les dan la preferencia por este motivo hasta
los mismos estranjeros que pueden pagarlos? ... Y sieu-
do España un país eminentemente agricultor, todo lo que
tienda al desarrollo y fomento de su agricultura ¿no debe
mirarse con marcada predileccion por parte del gobierno
español?


En cuanto á poblacion, bien sabemos que España no
participa de las condiciones del resto de Europa: aquí
t()davia, á Dios gracias, sollra tierra y faltan brazos :
asimismo ya empieza á notarse en algunas capitales la
desproporcion que existe entre el reducidonÚillero de
carreras en las ciencias, en las artes, en la industria y
el medio de dar ocupacion á esa multitud de hombres que
carecen de trabajo Ó no pueden mantenerse con los exi-
guos recursos que sus respectivas profesiones les sumi-
nistran. Esta desproporcion se traduce por la plaga
llamada vulgarmente empleomanía. Las bases sobre las
cuales se apoya la nueva organizacion de las sociedades
tieftden irremediablemente á aumentar este mal. La Amé-
rica ofrece un vasto campo para recibir esta exuberancia
de inteligencia que se nota ya en váriascapitales de Es-
paña y que á nuestros ojos es la causa eficiente del mal-
estar ffue aqueja á la Europa.


España, además, podrá siempre por la fecundidad de
su suelo, por su apacible clima y por el carácter de sus hij os,
proporcionarse un crecido número de agricultores del
Norte de Europa, como 10& que tratan ahora de coloni4




- 395-
zar la Sierra Morena, y en esto ganará Espall.a y ganare-
mos nosotros; la primera, porque las razas se perfeccio-
nan cruzándose, y nosotros porque ast será mayor el nú-
mero de· españoles que, sin perjuicio de la metrópoli,
puedan emigrar á América. Tememos qne entre la multi-
tud de estrangeros que acuden á nuestras playas todos
los años, guarismo que seguirá probablemente la pro-
gresion espantosa que lleva en los Estados-Unidos, la
raza española, débil en número y aniquilada por las di-
sensiones civiles, en un período mas ó menos largo, se
incorpore y amalgame con la pob1acion estranjera hasta
el punto de ser absorvida completamente.


Algunas personas, sin embargo, niegan la convenien-
cia y se oponen tenazmente á estas emigraciones, por
creerlas perjudiciales á los intereses de España; pero
las razones en que se fundan no pueden soportar cinco
minutos de análisis y critica. Baste decir que quinientos
proletarios españoles en América, consumen tantos pro-
ductos peninsulares y mantienen en ciréulacion un capi-
tal equivalente al que gastarian cinco ó seis mil en España
bajo iguales condiciones. ¿ Cómo? ... Porque los jornales
son allí muy crecidos y les permiten vivir con mas des-
ahogo y disfrutar algo mas que en Europa; porque mu-
chos de ellos en vian anualmente á sus familias socorros
mas ó menos cuantiosos, y ya como artesanos ó nego-
ciantes, siempre consumen de preferencia los productos
españoles. Otro tanto pasa con los franceses é ingleses
respecto de los suyos, y así se esplica cómo ciudades,
cuya poblacion no escede de ocho á diez mil almas, tie-
nen un movimiento mercantil y hacen pedidos jguale~




- :\96-
á los de una ciudad de cuarenta ó cir~uenta mil en Euro-
pa. La aduana sola de Montevideo, ciudad cuya pobla-
cion sufrió una baj a Mnsiderable á consecuencia del sitio
que le puso Rosas, quedando reducida tí veinte y cinco
mil habitantes, el año de 1846 produjo mensualmente
un millon de patacones, ó sean veinte millones de reales.


Al terminar esta serie de artículos que únicamente el
amor á la patria y un sentimiento de gratitud Mcia Es-
paña, nos impulsaron á escribir, al par que hacemos
ardientes votos por la union indisoluble de los dos pue-
blos, rogamos que no se interprete mallo que no hayamos
podido ó sabido espresar acerca de sus mas carosintereses.
Lo que hemos dicho y sustentado, es fruto del estudio y
de sinceras convicciones. Los errores en que hayamos
incurrido (no abrigamos la pretension de creer que á
nuestra edad se sabe todo y se acierta siempre), serán hi-
jos de nuestra manera ae ver las cosas, no del cálculo,
ni de falta de amor al suelo que nos vió nacer. Los infor-
tunios de una generacion, de una familia, de un hombre,
¿ qué son ante el bien y progreso de la humanidad? .. j Vn
grano de arena, una lágrima arrojada en la inmensidad
del Océano 1


Jóvenes todavia, contemplamos el porvenir con frente
serena, y la ola de la revolucion, bastante poderosa para
arrancarnos de nuestros hogares y arrojamos en e8tran-
jera playa, no alcanza á desviarnos una sola línea de la
senda que nos traza el deber y nuestras convicciones.


Aquel y estas nos oruenan llevar nuestro pobre con-




- 397-
tingente de accion al palenque de la lucha; ya que al fin
prevalecen nuestros principios.


Por lo tanto, cualquiera que sea la suerte que el desti-
no nos reserve, regresaremos á América: si ya no esta-
mos allí , es porcausas independientes de nuestra voluntad;
pero iremos, Dios mediante, y proclamaremos las mismas
doctrinas en la prensa y la tribuna, si algun dia merecemos
el honor de que nuestros compatriotas nos honren con sus
sufragios; y cuando no haya ni prensa ni tribuna, pro-
curaremoS imitar el ejemplo de Avellaneda, Alvarez, Mu-
iloz, Varela y otros jóvenes escritores y poetas distingui-
dos, que cayeron al pié de la bandera de la civilizacion
peleando contra la barbarie y el despotismo. Antes de
inutilizarse para su pais emigrando, ó apurar gota á gota
el amargo cáliz del destierro, mientras haya una enseña
levantada en el patrio suelo, es de cobardes no cambiar la
pluma por la esp3,da. Con el pensamiento y la accion, con
el brazo y la inteligencia dieron lustre y renombre á su
patria el Dante, Ercilla, Garcilaso,Camoens, Cervantes.
En épocas y paises como el nuestro, cuando suena la ho-
ra del infortunio y los acontecimientos ponen á prueba
el patriotismo de cada uno, el primero y sagrado deber
de la juventud Hispano-Americana, instruida ¡) ignorante
es ocupar un lugar en la filas de los que combaten por
10'8 dogmas imperecederos consignados en el acta de
nuestra independencia. Así únicamente tendremos pa-
tria, instituciones, libertad: y así únicamente lograremos
oponer una valla inespugnable al incendio que amenaza
devoramos, y decirle como Dios al mar: i De aquí no
pa.~a,.ás !


1:2




:¡~X --


XX.


BA~ES y PUNTOS DE PAHTIDA
PARA I.A ORGA"IZACIO:-i POLÍTICA DE LA REPUBLlCA ARGENTI)¡A.


Por el DI'. D. JUAN BAUTISTA ALBE/WI (1).
(Publicado en el Eco de Ambos Mundos el 15dediciembre de 1852)


La grande obra iniciada por Colon al descubrir y le-
gar un nuevo hemisferio al cristianismo, á la política, á
la historia, al comercio, á la industria, á las ciencias y
artes, á la civilizacion del mundo, en una palabra, que-
daria incompleta, silos pueblos Hispano-Americanos es-
tuviesen condenados á no salir jamás del estado preca-
rio en que hoy se encuentran, si la ley <lel progreso á
que fatalmente obedecen todas las sociedades humanas,
no debiese convertirse para ellos en una hermosa y fe-
cunda realidad, merced á los esfuerzos combinados de
los gobiernos y de los indivíduos, de la inteligencia que
concibe 'y del brazo que ejecuta, de los principios que
lleva en su bandera el siglo XIX y de las necesidades
que traen consigo las tendencias de cada época, los cam-
bios políticos, los desengaños que se tocan y las tristes
lecciones del mismo infortunio que nos abruma.


La pren~a de Chile acaba de dar á luz un libro nota-
ble, debido á la pluma de un célebre jurisconsulto y há-
bil escritor, conocido ya por otros trabajos análogos. E.I
libro del Sr. Alberdi, que, - no vacilamos en decirlo, -
hará época en la historia de la revolucion y de la litera-
tura argentinas, presenta en : relieve, y da, en nuestro
concepto, la solucion mas acertada, atendido nuestro


(1) Un tomo en 4" de 2flO páginas. -Valparai-;o. tfn2.




~ 399-
estado actual, á todas las grandes cuestiones que hoy
dividen á la América española.


Los intereses que en él se ventilan afectan no solamen-
te á la confederacion argentina, sino tambien á todo el
'nuevo hemisferio. Para tratarlos con el detenimiento
que merecen, necesitaríamos recorrer con el autor el di-
latado horizonte que nos presenta. Grandioso cuadro
que no cabe enlosestrechos Hmitesde un:artículo de perió-
(UCO, donde apenas podemos disponer del espacio indis-
pensableparadar una legera idea del libI'o que nos ocupa.


Pocos escritores americanos han hecho un estudio tan
profundo y detenido de nuéstras cuestiones políticas y
sociales como el Sr. Alberdi. Quizá ninguno reuna en tan
alto grado el espíritu investigador y filosófico, la facul-
tad metafisica, la percepcion sintética, la fuerza analí-
tica y lógica que revelan sus Bases y proyecto de cons-
titucion para la república argentina.


Por eso, el Sr. Alberdi, elevándose á la altura del
asunto que trata, busca nuestra primera condicion de
existencia en el progreso humanitario. Conquistada
América á la civilizacion por la Europa, ve en este he-
cho providencial la mejora indefinada de la especie hu-
mana por el cruzamiento de las razas, por la cOIllUDica,.
cíon de las ideas y creencias, y por el cll-mbio de los
pr6ductos diversos del arte, la industria y el suelo. ,


Hijos de la Europa, y no de los infortunados hombres
de color cohrizo, nuestros instintos, nuestros hábitos,
nuestras necesidades, la sangre que corre en nuestras
venas n{¡s impelen á marchar irremisiblemente por la
senda en que nos !;ta puesto la voluntad del Todopoderoso.




- 400-
Seamos americanos, sí, pero antes seamos hombres


civilizados, hijos de la cruz, herederos de las benas tra-
diciones europeas, á cuya sombra se han levantado co-
losos como la union Anglo-Americana: tengamos insti-
tuciones, órden, amor al trabajo, que esa es la verdadera
democrácia; busquemos en los elementosquenos rodean,
en los dones que con mano liberal derramó Dios en
nuestro suelo, en los principios que invoca y acata la cien-
cia moderna, la sávia fecunda que ha de nutrir y des-
arrollar el árbol naciente de nuestra libertad. Miremos
á la Europa, no al desierto: siguiendo á la Europa, en lo
que podemos seguirla sin mengua, tendremos con la
paz, primera condicion del progreso, el saber, la riqueza,
el poderío: - humillándonos ante el genio del desierto,
ó sea el amel'icanismo salvaje é insociable, cosecba-
remos por eterno patrimonio guerra, ignorancia, retro-
ceso y miseria!


Tales son las consecuencias que se desprenden de la
simple lectura de las primeras páginas del libro del Sr.
Alberdi : así el autor echa por tierra una de las mas fu-
nestas preocupaciones y que raices mas hondas tiene en
el hemisferio americano: nos referimos á ese mal en-
tendido patriotismo que se subleva contra todo lo que no
comprende ó no puede apreciar, y mira con prevencion
hostil, por no decir ódio, cuanto pertenece á la Europa.


La revolucion llevada á cabo por nuestros padres, la
independencia proclamada por ellos, no podia tampoco
tener otro objeto que ponernos en comunicacion directa
con el mundo para mejorar nuestra condicion y consti-
tuirnos como naciones grandes y pode.rosas, haciendo á




-iol--
nuestros pueblos mas numerosos, mas ricos y felices.
Los que cortaron el cable que nos sugetaba al ancla
metropolitana, jamás pudieron imaginarse que sería
para permanecer estacionarios en el mismo punto; y
no obstante, el bajel revolucionario vagó 3in brújula ni
timon en el océano de nuestl"Os desaciertos políticos, y
mientras su tripulacion por un lado defendia heróica-
mente el puente contra el abordaje de la España, y mo-
ribuudo y sangriento, arrojaba á sus nativas playas al
temido leon castellano, disputábase en la parte contra-
ria, espada en mano, quién mandaria, cómo se arre-
glaría y qué rumbo seguiria el frágil esquife que lleva-
ba su fortuna. As!, antes que el bajel toease la ribera se
le abandonó al furor de los huracanes; antes que la se-
milla brotára, se pensó en recoger sus frutos; antes de
tener _patria y libertad, las ahogamos en lueha fratricida
y nos enagenamos su porvenir.


Lo que entónces pasó en América, era una conse-
cuencia necesaria de la situacion en que se encontraba
el país, de sus condiciones físicas y morales, de las
ideas dominantes, y, preciso es confesarlo, de las
malas pasiones propias del corazon humano en épocas
de vértigo y fiebre revolucionaria; de la imprevision ó de
las exigencias tiel momento. Las leyes orgánicas y fun-
damentales que debían echar los ¡;imientos del- nuevo
órden de cosas, estaban muy lejos de llenar las condi-
ciones que exijia el progreso inaugurado en mayo, en
relacion con la democrácia improvisada y los intereses
mas vitales del continente Sud-Americano.


c( Todo el derecho constitucional de la América, allte~




- 402-
espai'l.ola, dice con mucha oportunidad el Sr. Albe.rdi, es
incompleto y vicioso, en cuanto á los medios mas eficaces
de llevarla á sus grandes destinos.))


y mas adelante :
« Dos periodos esencialmente diferentes comprende


la historia constitucional de nuestra América del Sud :
uno que principia en 1810 y concluye con la guerra de
la independencia contra España, y otro que data de esta
época y acaba en nuestros dias.


« Todas las constituciones del último periodo, son
reminiscencia, tradicion, reforma, muchas veces testual,
de las constituciones dadas en el período anterior.


« Esas reformas se han hecho con miras interiores,
unas veces de robustecer el poder en provecho del ór-
den, otras de debilitarlo en beneficio de la libertad ; al-
gunas veces de centralizar la forma de su ejercicio,
otras de localizarlo, pero nunca con la mira de suprimir
en el derecho constitucional de la primera época, lo que
tenia de contrario al;engrandecimenlo y progreso de los
nuevos Estados, ni de consagrar los medios conducen-
tes al logro de este gran fin de la revolucion americana.


En prueba de esta verdad, examina el Sr. Alberdi, las
várias constituciones dadas en distintas épocas cn toda
la América espailola (menos Centro· Amériea : ) es decir.
las de Buenos Aires, Montevideo, Chile, Perú, Bolivia;
la de los estados que formaron la República de Colom-
bia, el Ecuador, Nueva-Granada y Venezuela: las del
Paraguay, Méjico y California'; y de su rápido analisis
deduce la siguiente importantísima comecuencia, apli-
cable á todas menos á la última.




- 403-
« El derecho constitucional de la América del Sud está


en oposicion con los intereses de su progreso material é
industrial, de que depende hoy todo su porvenir. Espre-
sion de las necesidades americanas de otro tiempo, ha
dejado de estar en armonb con las nuevas exijencias del
presente.» .


"Nuestros contratos ó pactos constitucionales en la
América del Sud, deben ser especie de contratos mer-
cantiles de sociedades colectivas formadas principal-
mente para dar pobladores á estos desiertos que bau-
tizamos con los nombres pomposos de repúblicas; para
formar caminos de hierro, que supriman las distan-
cias que hacen imposible esa unidad indivisible en la
aecion política que con tanto candor han copiado nues-
tras Constituciones de Sud-América, de las Constitucio-
nes de Francia, donde la unidad política es obra de ocho-
cientos años de trabajos preparatorios. ))


Estamos completamente de acuerdo acerca de los me-
dios que recomienda el Sr. Alberdi para despejar la in-
c6gnita de lIuestra sociabilidad: la educacion del pue-
blo, operada mediante la accion civilizadora de la Eu-
ropa, es decir, por la inmigracion, por una legislacion
civil, comercial y marítima sobre bases adecuadas; por
Constituciones en armonía con nuestro tiempo y nues-
tras necesidades; por un sistema de gobierno que -se-
cunde la accion de esos medios.


La inmigracion, sobre todo, es una de las necesida-
des mas vitales y urgentes de América. Véase lo que con
este motivo deciamos en julio de 1852 en el ORDEN, pe-
riodico de Madrid, hablando de las prohibiciones y ~ra-




- 404-
bas que una mezquina política le opone todavía, úe
este y del otro lado del Atlántico (1).


Allí demostramos de una manera irrecusable hasta don-
de puede estenderse la accion civilizadora de la Europa so-
bre la América, por medio de la inmigracion, y cómo esta
es el agente mas eficaz y el grande elemento de estabilidad,
de progreso y de cultura que en la actualidad tenemos.


Nos parece por lo tanto muy natural, salvo algun
punto en que disentimos, que el Sr. Alberdi abogue por
ella, y pida la reforma de nuestras leyes políticas, civiles
y administrativas, en sentido favorable á su afluencia y
aclimatacion en el territorio americano. Esa reforma en-
vuelve en sí y ofrece garanUas á la verdadera democra-
cia, al régimen representativo, á la educacion popular,
al desarrollo de los valiosos gérmenes de nuestra pros-
peridad material, á la libre navegacion de los rios, al
comercio libre, á la supresion de las aduanas, á la liber-
tad de la industria y el trabajo, á la creacion de grandes
sociedades, á la construccion de ferro-carriles, canales,
puentes, etc.; eslabones de una misma cadena, que sur-
gen espontáneamente de los principios sentados por el
autor en toda su obra, y que se reHevan especialmente
en los capitulos XVI,XVIIyXIX.


Con el auxilio de estas premisas, entra luego á exa-
minar las bases y puntos de partida para la Constitucion
de la República Argentina, cuya idea dominante se en-
cuentra formulada en estas hermosas palabras del ven-
cedor de Monte-Caseros: CONFRATERNIDAD y FUSION DE
TODOS LOS PARTIDOS POLITICOS.


(1) Emjgracjon eS[lañola al Rjo de la Plata, pág. 362·63-64.




- 405-
El Sr. AlbeJ'di, despues de examinar los antecedentEs


unitarios y federales que cuenta la República, no se
decide ni por la sim pIe federacion ni por la unidad como
la entendian Rivadavia y sus amigos.


El nos pone en evidencia la imposibilidad de plantear
la una sin el auxilio de la otra, y nos manifiesta que
ambas formas han coexistido y coexisten constituyendo
dos fuerzas iguale!', dos elementos tan identificados en
la actualidad con la vida del pueblo argentino, que la
muerte de uno arrastraria en pos de sí el suicidio del
otro, como se ha visto 1,ajo la presidencia de Rivadavia,
respecto de la unidad , y bajo el despotismo de Rosas,
con la federacion.


Encontrar pues, el tipo en que han de fundirse ambas,
debe ser por ahora el principal objeto de los legislado-
res argentinos. La e~periencia de tantos ensayos infruc-
tuosos, los hechos consumados, las dificultades insupe-
rables les :están sei13lando el derrotero que han de seguir.


Por poco que se mediten las juiciosas advertencias que
hace sobre el particular el autor de las Bases, ó muy
preocupado ó muy torpe debe ser el que no comprenda
que fuera del camino que indica, en el estado á que han
llegado las cosas, no hay mas que obstaculosinvenci-
bies, luchas estériles entre el gobierno supremo y los go-
biernos provinciales, entre el c."píritu ciego y esclusivo
de localidad y el principio absorvente y á veces opresivo
del poder central.


Obligados á condensar en muy reducido espacio las
iuminos1ls teorías del Sr. Alberdi, no nos es dado se-
guirle en todas las inducciones y deducciones que se




- ,i06 -
desprenden de los hechos capitales en que las apoya.
Este artículo se baria interminable, si hubiésemos de
examinar el orígen y causas de la descenlralizacion del
gobierno de la República Argentina, la clase de federa-
cion que le convienE', la manera práctica de organizar
el gobierno misto que el autor propone, tomado de los
gobiernos federales de Norte-América, Suiza y Alema-
nia, la cuestion electoral, los objetos y facultades del
gobiernog~neral, el carácter y mision del poder ejecu-
tivo en la América del. Sud, la ciudad que está llamada
por su ,posicion topográfica, por Bueultura, por su po-
blacion y riqueza á ser la capital de la República Argen-
tina; la respuesta á las objeciones contra la posibilidad
de dar á ésta una constitucion general; la politica in-
terna y esterna que le conviene antes y despues de esta-
blecido el nuevo código constitucional; la necesidad de
que este solemne pacto esté garantido contra lexes or-
gánicas que tiendan á destruirle por escepciones, como
acontece en Bolivia: y finalmente, el proyecto de Consti-
tucion concebido segun las bases desarrolladas en el libro
(lue tenemos á la vista.


Ya lo hemos dicho: en este vastísimo cuadro estáR
comprendidlls todas las grandes cuestiones que afectan,
al presente y al porvt;lnir de América; él nos enseña ell
camino que ha recorrido hasta aquí, el punto en que se'
encuentra y el blanco á que debe dirigir sns esfuerzos;.
la solucion, en ulIa palabra, del dificil problema de
nuestra organizacion política y social y de la civilizacion
Hispano-Americana.


El espíritu y las tendencias del libro del Sr" Alhcrdi




&07 --
se reasumen en el proyecto mencionado. Copiaremehle
él algunos párrafos como el mejor telltimoniode-lal'"
dad de sus doctrinas. .


ce La República Argentina se constituye en un estado
federativo, dividido en provincias que conservan]a so-
beranía no delegada espresamente por esta Constitucion
al gobierno central.


« La Constitucion garantiza los siguientes derechos á
todos los habitantes de ]a confederacion, sean naturales
ó estrangel'os:


La libertad de trabajar y ejercer cualquiera industria.
La libertad de ejercer la navegacion y el comercio de


todo género.
La libertad de peticionar á todas las autoridades.
La libertad de publicar por la prensasin censura prévia.
La libertad de entrar, permanecer, andar y salir del


territorio sin pasaporte.
La libertad de disponer de sus propiedades de todo


género yen toda forma.
La libertad de asociarse y de reunirse con fines licitos.
La libertad de profesar todo culto.
La libertad de enseñar y aprender.
En cuanto á la igualdad, la ley no reconoce diferencia


de clase ni persona. No hay prcrogativas de sangre ni
de nacimiento; no hay fueros personales; no hay privi-
legios ni títulos de nobleza. Todos son admisibles á los
empleos. La igualdad es la base del impuesto y de los
cargos públicos. La ley civil no reconoce diferencia en-
tre estrangeros y nacionales.


La propiedad, ese derecho vulnerado en América con




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harta frecuencia, ese derecho, piedra angular del edificio
social, está garantido en términos tan inequívocos como
estcs :


La propiedad es inviolable. Nadie puede ser privado
de ella sino en virtud de ley ó de sentencia fundada en ley.


La espropiacion por causa de pública utilidad debe ser
calificarla por ley y previamente indemnizada. Solo el
Congreso impone contribuciones. Ningun servicio perso-
nal es exijible sino en virtud de ley ó de sentencia fun-
dada en ley. Todo autor ó inventor goza rle la propiedad
esclusiva qe su obra ó descubrimiento. La confiscacion
y el decomiso de bienes son abolidos para siempre.
Ningun cuerpo armado puede hacer requisiciones ni
exijir auxilios. Ningun particular puede ser obligado á
dar alojamiento en su casa á un militar.


Entre las garantías inrlividuales y públicas, figuran
prescripciones tan recomendables como estas:


El derecho de defensa judicial e's inviolable.
El tormento y los castigos horribles son abolidos para


siempre y en todas circunstancias. Son prohibidos los
azotes y las ejecuciones por medio del cuchillo, de la
lanza y del fuego. Las cárceles húmedas, oscuras y mor-
tíferas deben ser destruidas. La infamia del condenado
no pasa á su familia.
La~ leyes reglan el uso de estas garantías de derecho


público: pero el Congreso no podrá dar ley que con
ocasion de reglamentar ú organizar su ejercicio, las dis-
minuya, restrinja ó adultere en su e5encia.


La Constitucion ascgura cn beneficio de todas las cla-
ses del estado, la instruccion gratuita, que ~era soste-




- 409-
ni/la con fondos nacionales destinados'de 1'I1rmod\)irre-
vocable y especial á ese objeto. .;, .,:


La navegacion de los rios interiores es Iibrepara':tó:.
das las banderas.


Las relaciones de la Confederacion con 'las' nlíciones
estranjeras respecto á comercio, navegacion y mútua
fr€cuencia, serán consignadas y escritas en tratados que
tendrán por base las garantías constitucionales diferidas
á los estrangeros. El gobierno tiene el deber de promo-
verlos. Las leyes orgánicas, que reglen el ejercicio de estas
garantías de órden y de progrew, no podrán ser dismi-
nuidas ni desvirtuadas por escepciones.


El derecho público diferido á los estrangeros no puede
ser mas liberal: tal vez peque en alguno de los puntos
que abraza: pero la necesidad apremiante de llenar
nuestros inmensos desiertos y de atraer la pobJaclon eu-
ropea á todo trance, asegurándola cuantas ventajas y
garantías pueda apetecer, á fin de identificarla r:on la
nuestra, han influido sin duda en el {¡nimo del célebre
publicista, no drjándole ver en nuestro humilde con-
cepto algullos de los gl'avísimos inconvenientes que en
el porvenir pueden acarreamos el abuso de dos conce-
siones escnciaJísimas que les hace. Mas adelante espli-
caremos nuestra idea.


En la Constitucien uel Sr. Alberdi ningun estrangero
es mas privilegiado que otro. Todos gozan de los dere-
chos civiles inherentes al ciudadano, y pueden comprar,
vender, locar, ejercer industrias y profesiOnes, darse tí
todo trabajo; poseer toda clase de propiedades y di"po-
ner de ellas en cualquiera forma; entrar y salir del pais




- 4,ltJ-
con ellas, frecuentar con sus buques los puerto& de la
República, navegar en sus r10s y costas. Están libres de
empréstitos forzosos, de exacciones y requisiciones mi-
litares. Disfrutan de entera libertad de conciencia y pue-
den construir capillas en cualquier lugar de la República.
Sus contratos matrimoniales no pueden ser invalidados
porque carezcan de conformidad con los requisitos reli-
giosos de cualquier creencia, si estuviesen legalmente
celebrados. No son obligados á admitir la ciudadanía.


GOZaD de .e&:tas garantías sin necesidad de tratados,
y ninguna cuestion de guerra puede ser causa de que se
suspenda su ejercicio.


Son admisibles á los empleos, segun las condiciones
de la ley, que en ningun caso puede escluirlos por solo
el motivo de su orígen.


Obtienen naturalizacion, residiendo dos anos contí-
nuos en el pais; la obtienen sin este requisito los colo-
nos, los que se establecen en lugares habitados por
indigenas, ó en tierras despobladas; los que emprendan
y realicen grandes trabajos de utilidad pública: los que
introducen grandes fortunas al país; los que se reco-
mienden por invenciones ó aplicaciones de grande utili-
dad general para la República.


La Constitucion no exige reciprocidad para la conce-
sion de estas garantías en favor de los estrangeros de
cualquier país.


Las leyes y los tratados reglan el ejercicio de estas
garantías, sin poderlas alterar, ni disminuir, al estremo
que el autor coloca entre las garantías públicas de órden
v ¡le progreso la circunstancia de flllC la inmi¡rraeion no




- ~11 -
pueda ser restringida, ni limitada de llingun modo, en
ningun caso, ni por pretesto alguno.


Estas son las doctrinas, estos los principios del libro
del escritor argentino; doctrinas y principios que acep-
tamos, si bien, creemos oportuno al terminar este artí-
culo hacer algunas breves reflexiones acerca de la liber-
tad de cultos y del peligro que en época no muy lejana,
á 5eguir las cosas su curso natural, amenaza nuestra na-
cionalidad de raza.


Católicos, juzgamos que todo lo que pueda amenguar
la unidad de nuestras creencias religiosas nos será al fin
perjudicial. La libertad ab~oluta de cultos implica la li-
bertad de hacer prosélitos y de atacar las creencias
agenas, y cuando en Inglaterra, y en los mismos Esta-
dos-Unidos el catolicismo frente á frente del protestan-
tismo gana terreno dia por dia, no nos parece prudente
ni necesario proclamar la libertad cuando nos basta la
tolerancia; Si la religion católica es la forma que mejor
se adapta á los instintos morales de la humanidad,
deber nuestro es dispensarle la preferencia y el apoyo
que merece. La razon pura, última fórmula del protes-
tantismo, conduce á la impiedad. El hombre necesita
inclinar la cabeza delante de ciertos misterios que no
comprenderá jamas. En los Estado-s-Unidos, cuya rapa-
cidad, cuyo proceder agresivo é injusto con. Mégico, el
Perú y Cuba está muy lejos de merecer nuestras simpa-
tías, empiezan á Dotarse síntomas que inspiran sérios
temores á (os que penetran en el fondo de las cosas sin
deslumbrarse por el oropel que las circunda. Altiva con
su portentosa prosperidad material, la Unían no ha




- f¡·I~-
cultívado con igual éxito los sentimientos morales, y (i{''1ltiO
no está lejos el dia en que &e rompan los vínculos que la
sujetan, adulterados por la codicia y el egoismo los sa-
nos principios que le sirvieron de base: ¿ y quién puede
calcular hasta qué punto hábrán influido en ese resul-
tado las mil sectas y la total indiferencia que en materia
de religion se observa en la patria de Washington y de
Franklin?


Toleremos, pues, á los que profesen diverso culto;
pero no los autoricemos para que se conviertan en ene-
migos implacables del dogma. católico, y se entreguen á
las aberraciones que en todos partes atestiguan la este-
l'i1idad y orgullosas tendenc:as del protestantismo.


Tampoco estamos de acuerdo en el breve plazo mar-
cado para alcanzar la ciudadanía y tener opcion á los
cargos públicos. Esto ahora seria una ventaja inapre-
ciable, pero dentro de cincuenta ó cien años, si la inmi-
gracion ofrece en el sud de América, como acontecerá
apenas haya algunos años de paz, y se le abran todas las
puertas como debemos hacerlo, la misma progresion
espantosa que lleva en los Estados-Unidos, tememos
que la raza española enflaquecida y débil, en un período
mas Ó menos largo se incorpore y amalgame con la es-
trangera, hasta el punto de ser absorvida por esta. Todo
lo que el autor dice en el cap. XVI, \l. 83, no nos con-
vence. A la vuelta de pocos años, los estrangeros serian
tan preponderantes por su número, por su riqueza é ilus-
tracion, que el idioma, las costumbres, el carácter na-
cional, todo desapareceria; y nosotros apreciamos en mu-
cho nuestra nacionalidad de raza, nosotros creemos fJUt'




- H3-
ese hidalgo pueblo español tan calumniado, no cede á:
ninguno en virilidad, ni carece de aptitud para nada
cuando saben dirijirlo, ¿Porqué, pues, se le muestra
tanto desvio ? .. Las provincias Vascongadas, Aragon,
Cataluña, las dos Castillas, pueden enviarnos colonos
tan buenos ó mejores que los ingleses y franceses. EstoS'
acudirán siempre en sobrado número para inclinar la
balanza á su favor, al paso que los primeros nos son in-
dispensables para mantener el equilibrio y para que haya
siempre entre nosotros un plantel de raza hispana,
cuyos vigorosos retoños salven la nacionalidad, el idio-
ma, la religion y demas gloriosas tradiciones españolas!


Mezclemos nuestra sangre con la estrangera, ya que esa
es la ley constante de la humanidad, pero no renegue-
mos nuestro origen primitivo, no nos condenemos volun-
tariamente al ilotismo, no les entreguemos el cetro que
el destino puso en nuestras manos. Que nos comuni-
quen su fiebre de mejoras, de bienestar y engrandeci-
miento, que nos iluminen, que nos lancen y nos guien
por el sendero del progreso; pero que no se conviertan
en señores, y por la fuerza inevitable de las cosas imi-
ten el ejemplo de los anglo-americanos con los franceses
del Canadá.


Tal es nuestra opinion, opinion tal vez errónea, pero
hija de leales y altas convicciones que el señor Alberdi
tiene demasiado talento, ilustracion y buena fe para no
apreciar en lo que valgan.


Su obra, de la que se han hecho en Valparaiso dos
ediciones en breves dias, y que ha merecido el alto
honor de que el Club f//"yerdino en C/¡i(p, f;ociedad pa-




- Hí
triótica compuesta tie personas dignas de consideracion
por sus honrosos antecedentes, por sus luces y el noble
objeto que se propone, la recomiende dentro y fuera de
América como el Credo de su comunion política, que es
hoy el verdadero partido nacional, será consultada por
los actuales legisladores en el Congreso que va á inau-
gurarse.


Esperamos que ese libro realizará sin derramamiento
de sangre ni violencias una saludable revolucion en las
ideas.


El proceder del Club argentino, su patriotismo y zelo
le honran tanto como al ilustre escritor el justo home-
naje que le ha merecido.


Damos al señor Alberdi nuestro sincero parabien y le
enviamos desde Europa nuestro pobre sufragio. Nunca
hemos tomado la pluma para analizar un libro con mas
gusto que en la ocasion presente. Nunca hemos sentido
emociones mas intensas de patria y libertad. Ante el
magnífico horizonte que el porvenir de América ofrece
á nuestros ojos ¿ qué son las lágrimas, los dolores, el
infortunio de tres ó cuatro generaciones?.. Lo que una
gota del Uruguay al confundir sus aguas con el Paraná,
formando juntos el caudaloso rio ele la Plata, que se
precipita al Atlántico por una boca tie cuarenta leguas
entre el cabo de San Antonio y el de Santa María!