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ENSAYO


L.\ le' R ;\ e TIC é'\. DEL G o Il 1 E R r..; o


Pi\. R J. A M E N T ~'J.. Rl O.






ENSAYO
SOBRE LA


PRACTICA DEL GOBIERNO
PARLAMENTARIO,


POI{


C. H. D E A M É Z A G A.


r


MADRID,


j >-
-..






Ademas de las indicaciones hechas en el
cuerpo de la obra, creemos justo citar aquí
algunos de los autores á (luienes reconoce-
mos deber mayor gratitud.


Lord Macalllay. IIislGly of Eng!alld.
Hallam. Conslilutiona! HislOly of Er:glond.
Sir J. Mackintosh. Hisloly if Ihe Revolulion al1688.
Hume. A Ilistary if England, 11lcúrpcrating tÍle corn'c(j:GI.'S i/!!(¡ ; (


searches ?f rcant historiaJI,L ~London, J. l\-furrJ.y.
Guizot. Histoire de 1,1 Rtvo!ution d'Angletcrre.
Rico y Amat. Historia púlítica)' pl1rlamentaria de España.
Rocbuck. HiuGly iflhe Whig Minislr; ifI830.
Massey. HislGly of EngIad during Ihe Reign of George JI!.
Walford. M('!l ~llhe 'Time (Diccionario de los contemporáneos)
Hallam. lntroduction ('J t/.'c Li/{'rafure of Europe.
[rskinc May. C,,:srituliollol Hisloly al" Eng/ond.
Guizot. Ci"vi/isa/io" en Europe.
Guizot. Id. en Fraua.
A. de Tocquevillc. Dc'rl2'xrati~' fJl Am/¡-iqut:.
'Tite St,mdard LiIJ'-ül)' l,'dcjJa'dia of politi({d, (úNSrilllt/"f:a/, (t,~tl5


ti((¡! (lndfúrcmi( /.:tlO'1vüd..z,f.-London, H. G. Bohn.
Herhert Spenccr. Essay ún Rrprescntativc Ca·Iyrmnenf.
Blackstone. Coftll1utltarics en lile LaczlJs l' Enf!Jand. Sclcction~ hj


R. M. Kcrr.
Bentham. cfrairJ de L/gis/afioll (j7);/1' {'t jXíld!e, traduction E. DlI


monto


Colmeiro. COIi.uiu!(ioJ! de LCOJl_v GH!i/:'d.
fl(' Lolrnl'. I~~'( Cli.,Úlrt!i",,· {F11k./'71id, \\lth Jl(l(r~, h; M.Kgregor




Lord Brougham. I/", Brilish C'/lSlitllliu/l.
Lord Brougham. Statesmen ?lthe time~fG{~rgl JI/.
Sir E. Creasy. 'TIJe E1lglish (,c,nsti:uti&ll.
Dr. Fischcl. T/¡e ElJf!:,iis/t C;i/lslituti~'J1.
A. Fonblanquc. !{ow '7VC are gervlTt/cd.
Erskine May. 'Treafisc lIpall tht' Itl'lv, pri'V·jlfgcs {lnd mtlgt' I~( p¡¡,./!¡l-


mento
Mr. de Franql1eville. Lts Instituticns de l'Angletcrrt'.
H. Donio!. Une RfJórme socia/c en Anylaerre. (Folleto.)
F. Bastiat. fEwures cr;mpf'¿tes.
Dictionnaire de l'Ecol1omie palitique. -Paris, Guillaumin.
J. Garnicr. 'T"llitl d'Econúmie politiquc.
J. Garnicr. 'Tr,út! d¿s Finances.
V. Mode::,te. Du Paup,;í'isme etI Frana.
Legoyt. La Francc el FEtrangcr.
Mézieres. l/Econcmie, remede au Pauptí-isrnc.
L. de Lavergne. L'Agriculturc et la Populati011.
L. de Lavergne. Economie rurale de l'AJ1f!,Ieterre, de tEC9SSC et dt'


r Ir/ande.
"The Statcsman's real' Book. - London, Macmillan and c.o
Ru!~s, Orden and proCí!L'dings of (he HOllse ~fCommons.
Standing Orden c:f the Lords and Cr;mmons Gil Prl-v'ate Bi!!s for sc~­


sion 1865.


Madrid, 10 de Mayo 186).


C. H. DE A.




ENSAYO
SOBRE LA


PRÁCTICA DEL GOBIERNO
PAR L A M E N T A R 10.


LA VIDA POLÍTICA EN INGLATERRA.


CAPÍTULO PRIMERO.
i Es posible el gobierno parlamentario? - Causas supuestas por las


cuales no puede aclimatarse en el continente. - Ineptitudes de
raza. - Clima. - ¿ Qué es una aptitud? - Facultades de las razas
latinas. - Pasiones. - Entendimiento. - Verdadero móvi1 de to-
do esfuerzo. - Libertad comprometida entre los anglo-sajones;
establecida por las razas latinas en Roma. - Religion. - Supuesto
antagonismo entre el catolicismo y la libertad. - Hostilidad del
partido liberal hácia el clero. - Protestlntismo en Inglaterra;
doctrina del derecho divino. - En Alemania, protestantismo y
despotismo. - Libertad de cxámen. - Influencia del clero cató-
lico. - Transaccion. - Otras diferencias entre la Inglaterra y el
continente, que no son ni de raza ni de religion.


Los acontecimientos del mes de Abril de este
ailo han venido á revelar la intranquilidad que
reina en los ánimos. Todos preven la posibilidad
de un motín, quizás de una revoluciono En mé-
llOS de once años hemos tenido ya otras dos, y




I~~TABILlDAD Ir-; EL co:!'rrIl\Él\TL


estamos esperando la tercera, sin contar la inten-
tona de San Cárlos de la Rápita.


¿ De qué proviene esta inquietud contÍnua, tan
opuesta al desarrollo de la prosperidad de España?


Del desacuerdo entre las instituciones y las cos·
tumbres.


La importacion del gobierno constitucional
produjo en las instituciones un cambio repentino
y profundo, que exigia se modificasen nuestras
costumbres de una manera análoga.


No ha sucedido así: por esta razon camina-
mos hácia la desorganizacion absoluta.


Todo el continente se halla en el mismo caso:
110 es cuestion solamente española la de averiguar
si el gobierno constitucional es posible; es una
cuestion europea. Bajo ese punto de vista vamos
á examinarla. Lo que se diga de una nacion pue-
de aplicarse á las demas: elegiré mas , cuantas ve-
ces pueda hacerse, puntos de comparacion en
otros países, porque deseamos apartarnos de toda
pasion.


En todas partes se establece el gobierno cons-
titucional: no quedan en Europa más que los es-
tados del Papa, la Rusia y la Turquía, donde no
se esté ensayando. Este hecho prueba COIl evi-
dencia que la mayoría de los habitantes de Euro-
pa lo cree superior á las demas formas políticas.


Sin embargo, en ninguna parte echa raíces ni
proporciona estabilidad. En Espai'ia, como en




t~T:\r:[L!J)AJ) l'~ Il'\GLATEI!R:\.


Francia, en Prusia, en Austria, en el continente
entero, la revolucion amenaza, y la reaccion vie-
ne detras.


Sólo una nacion vive tranq uila, sin tillltasmas
de ninguna especie, con la libertad y el órden
igualmente afianzados. Algunos llaman su prospe-
ridad portentosa: es, en efecto, la mayor que el
mundo haya conocido nunca, pero no hay porten-
to ninguno. Mientras las otras lIaciones malgastan
el tiempo y sus fuerzas en agitaciones estériles, la
Inglaterra trabaja, se enriquece: ni revolucion ni
reaccion amenazan sus libertades.


i Diremos por esto que lo que los ingleses ha-
cen con tan buena suerte, no lo podamos hacer
nosotros? La solllcion de esa duda, sea cual fue-
re, es importante. La nacion que se convenza de
la imposibilidad de aclimatar el gobierno parla-
mentario, obrará cuerdamente renunciando desde
Imigo á un ensayo tan costoso, á una incertidum-
bre tan llena de peligros.


La libertad y la prosperidad de Inglaterra fue-
ron causa de esa imitacion, generalmente inten-
tada, de su organizacion gubernativa.


Algunos oponen al buen éxito de esa imitacion
dos obstáculos insuperables:


Primero, la diferencia de c1im:l y de raza.
Segundo, la de religiotl.
Si eso fuese exacto, todos nuestros esfuerzos


serian en vano.




ID


Importa, pues, antc todo, aprcciat el valor de
ese argumento.


U n grande hombre, l\!Jontesq uiel!, cs quien
ha hablado de la influcncia de! clima sobre la po-
lítica. Concedamos que la libertad !lO puede flo-
recer sino en los climas del N ortc. Segun eSl) ,
¿ qué clima era e! de Inglaterra en tiempos de
Guillermo e! Conquistador, monarca de los más
absolutos? Segun eso tambien, el clima de San
Petersburgo sería hoy más meridional que el de
Florencia, donde el gobierno de los grandes du-
ques era moderado y libre hace más de un siglo.


Esta objeciol1 de! clima nos conduce á un ab-
surdo.


Se dice tambien que las razas latinas no tiencn
las aptitudes necesarias para la práctica de la li-
bertad.


¿ Qué es una aptitud! i Qué se necesita para
ser apto para una cosa! Entendimiento, volun-
tad, perseverancia: llinguna de esas tres faculta-
des escasean en las razas latinas, y sobre todo, cn
la raza española.


Dícesc que las razas latinas ticnen ciertas pa-
siones. i Sc creerá acaso que no las tengan tam-
bien las razas germánicas! El corazon del hom-
bre es e! mismo en todas partes, como es el
mismo en todas partes su entendimicnto: habla-
mos de Europa; á no ser aSÍ, la literatura de una
nacion sería letra muerta para las demas. No se




AI'TI1TDES. II


vena, COlllO se ve, tener el §<!{~'ott! en Ingla-
terra tantas ediciones como en España; Calderon
y Lope representados en los teatros de Alemania
tan á menudo como en los nuestros; los españo-
les no reconoce riamos el mérito de SchiIler, de
Moliere, de Shakespeare.


De perseverancia y de energía, ninguna na-
cion ha dado muestras mayores que la española.


Pero todo hombre necesita, como estímulo
para su esfuerzo, un objeto visible que le cauti-
ve: ese objeto nunca es otro que la conquista del
bienestar. ¿ Cuál fué el móvil de los prodigios de
valor, de inteligencia, de heroismo de toda clase,
realizados por los españoles en América? Prodi-
gios que apénas tienen igual en la historia. Resal-
ta bien claramente en las crónicas de aquel tiem-
po que ese móvil no fué otro que el deseo del
bienestar bajo la forma de barras de oro. En los
siglos poco ilustrados el oro era estimado como
la verdadera y casi la única riqueza.


Una nacion que ha hecho cosas tan grandes, y
que no ha degenerado, es capaz de hacer cosas
áun mayores. Para ello sólo falta generalizar una
verdad bien cimentada ante la ilustracion del dia,
á saber: que el oro es únicamente un signo, una
representacion de la riqueza, y que haIlarémos la
verdadera riqueza, no en lejanas minas, sino aquÍ
mismo, dentro de casa, en la estabilidad, la se-
guridad, la libertad y el trabajo. Así que estemos




'2


convencidos de eso, se desarrollarán las aptitudes
que hoy se nos niegan.


Los hechos son más concluyentes que los ra-
ciocinios, y contra la teoría que estamos exami-
nando hay hechos de dos clases: L°, la repú-
blica romana, raza latina, subsiste cuatro siglos
con gloria y con libertad; 2.", la Inglaterra, raza
sajona, ve en várias fases de Sil historia la .liher-
tad comprometida.


Sobre unos y otros hechos nos detendrémos
más adelante; pero desde luégo nos ocurre la idea
de que las causas que fomentan la libertad son
otras que la raza.


La segunda objecion que suele oponerse es la
diferencia de religion. Segun algunos, el catolicis-
mo es desfavorable, tanto como el protestantismo
favorable, á la libertad.


Esta objecion nos parece tan infundada como
la anterior. N o hay nada en el dogma católi-
co, que excluya forma política alguna; todas las
acepta.


Desde el quinto siglo la separacion de lo espi-
ritual y de lo temporal es doctrina proclamada
por la Iglesia.


Si más tarde, y en nuestros dias sobre todo, la
Iglesia ha hecho causa comun con la prerogativa
régia, con las ideas absolutistas, se debe atribuir
á que la escuela liberal del contincntc sc ha dc-
clarado antagonista del clcr(l, y áun de la religion.




CATOLH.:1SMO. --- PROTE5TA:\TI~M,.) 1;


La Iglesia no se opondria nunca á un libera-
lismo prudente. Pero cuando se atacan los legíti-
mos intereses temporales del clero; cuando una
minoría fogosa olvida el respeto debido á las
creencias de la mayoría; cuando la existencia de
la religion misma, del dogma, es amenazada por
el progreso de las ideas liberales, ¿ debe causar
extrañeza que la Iglesia venga á combatirlas?


La parte más sana de las 5deas liberales trae su
orígen de las ideas cristianas. Y si en lugar de co-
meter la hIta de amenazar á todo lo que tiene re-
lacion con la Iglesia, el liberalismo lo hubiese
respetado, no existiria esa luc ha ni habria esa
causa de retraso.


Que el protestantismo, en su esencia, favore-
ce la libertad, es otro error. Ha podido contri-
buir á propagarlo un hecho histórico de gran im-
portancia. Jacobo II de Inglaterra era católico:
cuando lo proscribieron, y le reemplazó en el tro-
no un príncipe protestante, la libertad quedó de-
finitivamente establecida en aquel país. Pero el
catolicismo no entra para nada en las tendencias
absolutistas de Jacobo n. Durante los siglos XVI
y XVII vemos en toda Europa, estados católicos
v estados protestantes, la misma lucha entre la
libertad yel poder Real; en todas parte-s sale ven-
cedor el último; y si la Inglaterra femna la única
excepcion, /lO proviene de que sea protestante,
puesto que entónces el mismo resultado hubiera




'4 JGLFSJA ANGI.1CA!\:"A.


debido producirse en los demas estados protestan-
tes; viene de otras causas, que más tarde nos to-
cará examinar.


En Inglaterra no se ha establecido la libertad
á favor del protestantismo, sino á pes:.u de él. En
efecto, su identificacion con la Corona es allí más
completa, puesto que el rey de Inglaterra es jefe
de su iglesia.


La iglesia anglicana fué un instrumento de la
ambicion de los Tudors: ella fué, entre todas las
iglesias, la primera en adoptar la doctrina del de-
recho divino. Fiel á los Estuardos protestantes,
permanece fiel al Estuardo católico, prueba con-
vincente de su adhesion á la prerogativa régia: y
sólo cuando J acobo II le declara guerra abierta,
y la amenaza con una ruina próxima, es cuando
se une á los w higs, á los liberales. - Estos, más
hábiles, más imparciales que los liberales del con-
tinente, no cometen el error de enemistarse con
ella. - La concordia de opiniones reina hasta el
dia entre el clero y los seglares, y es una garantía
más para la libertad.


Pero se nos dirá: la doctrina anglicana se se-
para poco de la romana; la que tiene el verdade-
ro carácter protestante es la luterana.


Pues bien: el luteranismo ha coexistido en Ale-
mania durante 300 años con el gobierno absoluto.
Es preciso leer la historia de aquellas pequeñas
córtes en el siglo pasado, y las memorias de la




1,
11115n1;1 epoca, para ver hasta que punto de de-
gradacion el despotismo habia llevado á la protes-
tante Alemania. Esta no ha manifestado sus aspi-
raciones liberales sino mucho despues que Espa-
ña y Francia, países católicos y latinos.


Se nos dirá que no estamos dentro de la cues-
tion; que el protestantismo favorece la libertad
en el sentido de que acostumbra la razon al libre
exámen. A esto contestarémos con el ejemplo ya
citado de Alemania, donde la libertad de exámen
ha sido llevada hasta sus últimos límites, sin que
por eso la lihertad política haya adelantado un
paso.


Ademas, aunque el catolicismo no admita la
libertad de exámen en materias de fe, está léjos
de pesar por eso sobre la escuela liberal del con-
tinente, puesto que la mayor parte de sus miem-
bros se han desprendido de toda traba religiosa.


Realmente el ohstáculo consiste en la influen-
cia del clero sobre las masas católicas; por lo mis-
mo .se hace más indispensable el conseguir entre
la Iglesia y la escuela liberal una buena armonía,
que está léjos de ser imposible.


Pero si no queremos admitir la idea de una
transaccion, si es absolutamente necesario 1 des-
arraigar el sentimiento católico para dar espa-


I Hemos .,dvertido ya que hablamos del liberalismo del conti-
nente en general: por fortuna en España apénas puede decirse que
exista antagonismo entre la libertad y la religion.




¡ti J!\YLJ:EI'\CIA PEI. CI.f:RO.


ClO á la libertad, ésta no florecerá por mucho
tiempo en nuestro sucio, porque así que tome
vuelo una nueva revolllcion, la sociedad entera,
alarmada, volverá á solicitar la ayuda del clero, á
aumentar su influencia. Esto sucedió en Francia
en 1848, y volverá á suceder; en momentos tan
críticos, la sociedad echa mano de todos los prin-
cipios que pueden contribuir á restablecer el ór-
den en las ideas. - Viene la paz, la tranquilidad;
entónces la preponderancia del clero inspira des-
confianza, se empieza de nuevo á hacerle guer-
ra, una guerra ciega, hasta que vuelve la revolu-
cion. Este es uno de los aspectos del círculo vi-
cioso que recorren sin cesar las naciones del con-
tinente, desde los excesos de la libertad hasta los
del despotismo.


Considerando á la vez estos dos argumentos de
raza y de religion, vemos qCle la Alemania, que
reune ambas condiciones, no puede, sin embar-
go, aclimatar las instituciones liberales.


En cuanto á España y Francia, si no hubiese
entre ellas y la Inglaterra más diferencia que las
que hay en cuanto á esas dos condiciones, se po-
dria deducir que una de las dos, ó las dos á un
tiempo, son esenciales.


Pero existen otras muchas diferencias: en la
historia y en las costumbres, en lo pasado y en
lo presente. Vamos á hacernos cargo de la in-
fluencia que han tenido r siguen ejerCÍl:ndo.




CAPÍTULO 1I.


Causas antiguas que en Inglaterra han tJ.vorecido, y aquí han estor-
bada, el establecimiento del gobierno misto. - España. - Edad
media. - Feudalismo. - Gnion de la corolla y del pueblo. - No-
bleza abatida j pueblo privado de sus fueros. - Largos reinados de
los Reyes Católicos, de Cárlos V y Felipe II. - Inquisicion.
- Francia. - Edad media. - Igual situacion, igual resultado,
despotismo. - Inglaterra. - Edad media. - Fuerza del poder
Real.-Tendencia general del siglo xVI.-En todas las monarquías
de Europa, lucha entre el despotismo y la libertad. - En Ingla-
terra, unian de lo nobleza y del pueblo, que hace triunfar la li-
hertad.


Las causas que han favorecido en Inglaterra
el establecimiento del gobierno misto son acci-
dentales, exteriores, independientes de la estruc-
tura Íntima del entendimiento anglo-sajan. Es
preciso hacer á los ingleses la justicia de decir
que se han esforzado; pero no suponerles aptitu-
des especiales, exclusivas. Cien veces está la li-
bertad á punto de perecer, y hasta 1688 no se ve
asegurada.


Las causas que han impedido el establecimien-
to de ese gobierno en el continente son igual-
mente accidentales y exteriores: casualidades des-
graciadas. Deducir de ellas nuestra ineptitud sc-


2.




ESPASJ.o\. - Jo:DAl) MEDJA.


ría lo mismo que quitarnos la esperanza de toda
civilizacion. Sin duda la apatía, el egoismo, han
contribuido á ese resultado; pero eso es cuanto
se puede conceder.


En España, durante la edad media, hallamos la
Corona, insignificante; hs ciudades, poderosas;
la aristocracia, áun más poderosa; el pueblo, ex-
cesivamente oprimido. Al concluir el siglo xv,
ocupan el trono, en que tantas veces se habian
sentado reyes débiles ó incapaces, dos grandes
monarcas, Fernando é Isabel, con dos grandes
ministros, Mendoza y Cisneros. Inmediatamente
todo cambia de aspecto: se forma la alianza de la
Corona y del pueblo. La union de las comunida-
des con la aristocracia hubiera sido la salvacion
del gobierno constitucional, más antiguo en Es-
paña que en ninguna otra nacion. Pero el egois-
mo, las rivalidades, suscitan una division: la
aristocracia, aislada, no puede defeIlderse de Cis-
neros, y queda sometida: pocos años despues, las
comunidades son vencidas en Villalar, y el país
donde la libertad estaba más adelantada, ve nacer
el absolutismo más completo que haya conocido
Europa. Las virtudes mismas de Isabel y de Cis-
neros nos son funestas en el sentido de que fUIl-
dan el respeto ciego á la autoridad sobre los me-
jores sentimientos del hombre.


Los más valientes, los que empleando su talen·
to y su brazo en cue~tiones interiores, hubieran




ESPAISA - ABSOLUTISMO.


quiziís salvado nuestros antiguos fueros, se ocupan
en conquistar la América, e! reino de N ápoles, en
conservar los Países Bajos, en llenar e! mundo
con la gloria de! nombre español; gloria que ador-
mece el dolor de nuestras heridas, y á cuya som-
bra se establecen los ejércitos permanentes, azo-
tes terribles de los siglos XVI y XVII.


U n reinado débil despues de! de los Reyes
Católicos hubiera quizás destruido sus efectos.
Pero da la casualidad de que en este momento
crítico, en ese siglo XVI, cuando por todas par-
tes, en todos los países, el poder Real lucha pa-
ra transformarse de limitado en absoluto, tenemos
una sucesion de reinados como el citado y los de
Cárlos V y Felipe II. El cetro está en manos
firmes y hábiles, y este período dura más de cien
años (1474-- 1598). No hay que extrañar que la
mudanza sea rápida y completa, mucho más
cuando la Inquisicion viene á imprimir sobre el
despotismo que nos rige, un sello en otras partes
desconocido.


En Francia vemos igualmente la preponderan-
cia del feudalismo durante la edad media, la debi-
lidad del Rey, la opresion del pueblo; las mismas
consecuencias: alianza de estos últimos y sumi-
sion de los grandes. Las diferencias entre uno y
otro país no son esenciales; en Francia, por
ejemplo, el poder Real se desarrolla con ménos
rapidez v ménos vigor. Richelicll, contra lo que




20 l~GLAT.t:I{RA. - EDAD MEDlA.


generalmente se cree, no habia abatido del todo
el poder de los grandes señores; pero éstos des-
confiaban del pueblo, carecian de ideas políticas,
por cuya razon la Fronde, que hubiera podido
ser una revolucion fecunda, se redujo á una agi-
tacion sin resultado.


La Inglaterra nos presenta un espectáculo to-
talmente diverso. N o se puede achacar á la raza,
puesto que son los mismos fenómenos: única-
mente el órden cronológico es opuesto, por lo
cual son opuestas las consecuencias. El poder
Real es fuertísimo desde la conquista: Guiller-
mo I es absoluto; sus primeros sucesores están
llenos de energía y capacidad. Viene un príncipe
despreciable, Juan sin Tierra. Al momento se
aprovecha la ocasiono La nobleza y el pueblo se
unen contra la Corona; union que ha continuado
siempre, base misma de la Constitucion. La eman-
cipacion de los siervos se hace muy temprano. La
aristocracia influye de una manera decisiva para
la extension de las libertades; así es que cuando
la guerra de las Dos Rosas la aniquila, el pueblo,
huérfano de jefes, no puede resistir, bajo la dinas-
tía de los Tudors, á la expansion del poder Real.
Observemos de paso que cuantas veces ocurren
en Inglaterra casualidades desgraciadas como és-
ta, la libertad peligra; consideracion que debe
convencer de lo que valen las aptitudes de raza.


Sin embargo, los restos de aristocracia, de es-




lTDOI\$. - ~~'1 LA.RDes. 21


plfitu publico, la posicion insular, y como con-
secuencia de esa posicioll insular, la Ellta de ejér-
cito pernnnente, cuya f'lerza en manos de la
Corona ha sido mirada siempre por los ingleses
con t:lI1ta desconfianza, que hasta hoy dia el Par-
lamento autoriza cada aÍlo al Gobierno á mante-
ner el ejército por otro aii.o; la larga Qostumbre
de guardar las t(mnas legales, todo eso hace que
los Tudors, príncipes tan notables por su tacto
como por su energía, procedan con cautela, con
lentitud, sin alarmar las susceptibilidades de la
nacion. Era obra de paciencia; pero si no se hu-
biese extinguido esa familia, la libertad corria
gran nesgo.


En el momento decisivo reinan los Estuardos,
inferiores en todo á los Tudors. La nacion se
ve deshonrada en el exterior, y en el interior
oprimida. Las inno\'aciones se intentan con tor-
peza, la resistencia es violenta. La aristocracia,
q'le habia vuelto á formarse, se divide. Parte de
eIla hace oposicion á la córte y da el impulso.


En este momento la Inglaterra parece que ol-
vida las condiciones de su genio. Las reformas
van demasiado léjos, las antiguas bases de la Cons-
titucion se echan abajo. Por consiguiente, se re-
corren todas las fa~es inevitables en semejantes
casos: anarquía, despotismo de una faccion,
despotismo de un hombre, y desenfreno de la
rcacc IOll.




22 VICTORIA In: J.A UBERT;o,.D.


Despues de la restauracion, el ejemplo y los
consejos de algun rey del continente llevan á
los Estuardos más allá en los ensayos de despo-
tismo. J acobo II trata de aprovech~lr el exceso de
sentimiento monárquico, nacido de los excesos
de la revolucion, escudándose en la doctrina del
derecho divino, recientemente adoptada por la
iglesia anglicana. Pero este reyes el ménos ca-
paz de todos los de su estirpe, y al mismo tiem-
po el más antipático á los ingleses. Halla la aris-
tocracia entera unida al pueblo, y por fortuna
para el mundo se consuma la revolucioll de 1688:
nos ocuparémos de ella más adelante.


Hay que notar la tenacidad, la duracioll de es-
ta lucha entre el despotismo y la libertad. Empie-
za con el advenimiento de los Tudors, y dura
cerca de dos siglos. Pero produce el gobierno
constitucional misto, la forma más perfecta que
se conoce.


Resumiendo: vemos en el instante decisivo, en
España y Francia 1 reyes ó ministros capaces, y
desunion entre la nobleza y el pueblo. - En In-
glaterra, en el momento análogo (los tres últimos
Estuardos), reyes incapaces, y unioll de la aris-
tocracia con el pueblo.


Todo eso es otra cosa que aptitud ó ineptitud"
Las circunstancias han tenido Ulla fuerza que no
es posible desconocer.




CAPÍTULO III.


Movimiento libcrJ.l del continente á fines del siglo XVIIl y principios
del XIX.·- Los enciclopedistas y filósofos en Francia. - Propa-
ganda liberal. Resurreccion intempestiva de las ideas de la Gre-
ei.l antigua. - Teorías vagas. - Aplicacion rigurosa. - Revolu-
cion extraviada de su verdadero objeto. - El despotismo viene
como un remedio. - Tradicion constitucional interrum pida en
España y en Francia. - Ideas francesas. - Ideas inglesas sobre lo
libertad, - Milton. - Locke. - Literatura política. - Imitacion
de la Inglaterra. - Antipatías nacionales. - Porvenir de las ra-
zas latinas. - Del método. - Carácter nacional. - Causas que
sostienen el gobierno parlamentario en Inglaterra.


Vamos á examinar cómo se procedió en Espa-
ña y en Francia cuando se trató de reanudar la
tradicion interrumpida del gobierto misto: en una
y otra nacion, aunque en España mucho más,
habian existido gérmenes de él, que, COIl circuns-
tancias favorables, hubieran podido llegar á dar
frutos; pero por desgracia habian pasado muchas
generaciones, y los recuerdos nacionales eran
unas sombras.


N otábase en Francia durante el siglo pasado
una grande actividad intelectual, un gobierno de-
plorable, un malestar profundo, Gran número




2+ MOYIMIE'KTO LlHFJU\I, SIGlO X\"fn,


dé: hombres de Estado y de gens (fesprit se ocu-
paban en el estudio de las cuestiones sociales. La
nacion, demasiado frívola para entender á los pri-
meros, escuchaba sólo á los segundos. La Ingla-
terra atraia las miradas de todos; todos deseaban
libertad, legalidad, justicia como allí. Este deseo
se transformó en pasion: las imaginaciones aca-
loradas no atendian más que al resultado, creycn-
do alcanzarlo sin transicion ; se cegaban respecto
de las dificultades de la práctica, que ademas no
era fácil fuesen conocidas de hombres puramente
literarios, y suprimian la memoria de esa lucha
de dos siglos que aClbamos de citar.


Esa propaganda ardiente penetró por todas par-
tes; hubo una embriaguez general de libertad,
que harto pronto se manifestó por medio de actos
violentos é infecundos.


¿ Cuál es la razoll de ese gol pe en vago? Que
el estudio habia sido superficial, ó por mejor de-
cir, no hubo estudio. Fué un movimiento apasio-
nado; no hubo ni la reflexion, ni la deliberacion,
ni la paciencia que exigian circunstancias t:1I1 di-
fíciles.


Para no pasar por imitadores de los ingleses,
cometieron aquellos hombres la indiscrecion de
eVOC:lr los recuerdos de la antigüedad, sin pene-
trar - y aún hoy no se ha penetrado - el carác-
ter de crueldad y de t~dsedad de la civilizacion pa-
gana. Se dió á la opinion pública Ulla direccion




lIJtAS IH'~ LA A.~TlGijEn.\D.


err:lda, :ldoptando fórmulas y teorías altisonantes.
Se quiso echarlo todo abajo para reedificarlo todo
de nuevo. Para nada se tuvieron en cuenta los in-
tereses existentes. Sc fueron á buscar precedentes
en la lejana Grecia y en la remota historia, sin
fijar la atencion en los precedentes nacionales que
apénas contaban dos siglos. Reinaban ideas vagas,
como, por ejemplo, la de libertad, no sabiéndo-
se, ni por aproximacion, cuáles debian scr sus
límites; y se querian aplicar como principios ab-
solutos, es decir, en su más lata extension, cuan-
do para conseguir el objeto hubieran sido necesarios
principios poco numerosos, pero bien definidos,
y sobre todo, una aplicacion ménos rigurosa y
más acomodada á circunstancias de cuya influen-
cia era imposible prescindir.


La revolucion, iniciada por algunos hombres
pensadores, aguijoneada por la ligereza y por la
frivolidad de otros, fué llevada á término por
hombres violentos, que la extraviaron y la hicie-
ron retroceder hácia el despotismo. Ha pasado ya
várias veces por esas mismas fases, y á ménos
que se alteren las costumbres y se modifiquen las
ideas, volverá indudablemente á pasar por ellas.
Si hubiese sido iniciada por hombres de Estado, y
no por hombres literarios, hubiera llegado á buen
puerto. Pero en el partido liberal no habia hom-
bres de Estado ni podia haberlos. Dos ó tres si-
glos de gobierno absoluto no pasan lmpunemen-




IlJEAS FRr\J\'{'"F,SAS.


te. Es preciso leer en Macaulay 1 un notable
pasaje, en que confiesa que los ingleses de 1688
no hubieran estado ni más felices ni mejor inspi-
rados que los hombres del continente desde 1789,
si la tradicion constitucional no se hubiese con-
servado, siempre y sin interrupcion, en 1 ngla-
terra.


La Francia abrió la marcha, y las demas na-
ciones seguimos sus huellas. La lengua francesa
era, durante el siglo XVIII, la única difundida por
Europa; la literatura francesa, la unica que tu-
viese vida en el continente.


De ahí el mal que han hecho lo que en Fran-
cia misma se llaman las ideas francesas. Quédale
á Francia la gloria, que no es poca, de haber des-
pertado á las demas naciones del letargo que las
postraba. Pero ¿ se dejará llevar de su amor propio
hasta desconocer que esas ideas tienen gran parte
de falsas é inaplicables? ¿ Querrá separar lo que es
justo, de posible aplicacion, y desechar lo res-
tante ?


A nosotros, que no tenemos nuestro amor pro-
pio comprometido, nos es más fácil, despues de
haber imitado las instituciones é introducido las
ideas francesas, reconocer que quizás hubiera sido
más seguro el hacer de la Inglaterra el objeto de
nuestro estudio.


El credo liberal moderno se formule) en r nl':la-




J!\r,L.\TF.RRrI.. - LJT.tRATl:H.A POLÍTICA.


terra mucho ántes que en Francia. Desde el
gran poeta Milton y el gran filósofo Loc ke, am-
bos pertenecientes al siglo XVII, son innumera-
bles los escritores que se han ocupado de política.
Desde entónces, todos los hombres de talento
que ha tenido esta nacion han tomado parte en
la discusion de las cuestiones que se han agitado
en oda época. Así es que la literatura inglesa
presenta una coleccion riq uÍsima de obras dignas
de leerse por los que se interesan en las cosas del
gobierno. Hay estudios críticos sobre la Consti-
tucion, hechos con calma, con imparcialidad, con
aquella moderacion que tan necesaria es en la
práctica. Pero de nada puede sacarse más prove-
cho que de los historiadores; todos ellos dan pre-
ferente lugar á las cuestiones constitucionales; en
ellos se sigue paso á paso el desarrollo de los prin-
cipios, y en ellos se les ve modificarse todos los
dias, acomodándose á las exigencias de las situa-
cIOnes.


No podemos, sin exceder los límites que nos
hemos propuesto, entrar en detalles sobre las insti-
tuciones inglesas. Sería, ademas, tarea inútil, pues
ya ha sido admirablemente desempeñada r.


J A. Fonblanquc. Ho7.U <zve (]r¡; gO'7)crncd, pequeño tomo en 12.°,
de 200 p .. lginas; resúmen conciso, al mismo tiempo que claro ).-
completo, ue la constitucion ingles.lo - Las obras que citJ.mos á con-
tinuJcíon son excelentes, y ningun.l de elbs es Llrga :


Lord Brougham. 'lAc Bri:is/¡ C:"nstitutlOJl.
Sir E. Creasy. 'T//¿· Eng/ir/i Cvnstitutiu ..




Al escribir este ensayo, es parte de nuestra in-
tencion encarecer la importancia del conocimien-
to de esa literatura, la primera entre las literaturas
políticas; pero nuestro especial propósito es ob-
servar de qué manera se ponen en práctica las
instituciones, concretándonos ;í indicar las prin-
cipales.


La idea de imitar á la Inglaterra es, para mu-
chos, insufi·ible. Aquí se recuerda la quema de
San Sebastian y la posesion de Gibraltar; allá
Waterloo y Santa Elena; en una y otra parte se
maldice la política dominadora de la Inglaterra;
Es verdad que á veces se manifiesta bajo formas
que deben herir justamente el amor propio de las
demas naciones; es verdad que se deben resistir,
,. en Madrid se han sabido resistir, ciertas inso-
lentes intervenciones; pero no se mire como una
cosa nueva, ni se crea que sólo los ingleses son
capaces de ello. Recuérdese q'le la misma inter-
vencion insolente era la política habitual de la
Espúía de Felipe II, de IaF rancia de Luis XIV,
cuando la España y la Franci:l no tenian rivales.


El resentimiento no debe impedirnos juzgar
fríamente cuando se trata de nuestro intereso Al
contrario, si los ingleses son altivos porquc ;.:c


Dr. FischeL 'Y/U! Enf!,lish COl!Stitlltion.
l\1r. de Frc1nqueville. LiS lnNitutions di" l'Arzg!/'lt'/Tt'.
Como historiJdürcs, en primera. líncJ., M,lC<1uLty y H.dIJI1I.
Vé,15(, la list.1 en LlS primeras p,ígillJS de este libril.




IMI"fACIOr-. lt-;CLES.\.


sienten fuertes, es claro que nos conviene inda-
gar en qué consiste su fuerza. El porvenir de las
razas latinas, dueñas del Mediterráneo, que, abier-
to el canal de Sue:/-, vuelve, despues de tres siglos,
á ser el centro del comercio del antiguo continen-
te, es espléndido, con tal que sepan organizarse
para sacar todo el partido posible de tan inespera-
da ocasion, y para competir con la actividad de
la nacion que no se distrae en agitaciones inú-
tiles. Supongamos entre la Inglaterra y nosotros
más que una antipatía: supongamos una guerra
abierta y un ódio mortal. Viendo en nuestros ene-
migos una organizacion que hiciera su fuerza,
i seríamos tan locos que no la imitásemos, á fin
de luchar mejor contra ellos?


¿ N o hemos imitado los caminos de hierro? Los
accionistas hubieran creido demasiado comprome-
tidos sus intereses si, por ódio tí por amor propio,
se hubiera querido hacer una mezcla del invento
de Stephenson y de los carros del tiempo de Te-
místocles, si se hubiera querido introducir en la
construccion tí en la explotacion otras innovacio-
nes que las que sugieren la experiencia y las ne-
cesidades locales. Se ha importado casi todo sin
variacion : así es que los ferro-carriles del conti-
nente marchan, poco más ó ménos, como los
ingleses.


Todas las ciencias siguen, tanto en la in ves ti-
g-aClOn como en la práctica, el método expen-


.,




METono.


mental: en tudu el mundo civilizadu se aplica una
invencion, sin tomarse el trabajo de desfigurarla.
La ciencia política es la única que se obstina en
los errores de la edad media : en quererlo sacar
todo del raciocinio puro, sin tener en cuenta la
experiencia, los hechos.


La invencion depende casi siempre de la ca-
sualidad : esto 'puede consolar el amor propio na-
cional. Pero la aplicacion depende únicamente de
una marcha lógica y sencilla. El apartarse de ella
es señal de ligereza ó de presuncion.


Todo es cuestion de método: el seguido hasta
aquí es vicioso.


El método es principalmente lo que debemos
cambiar, porque en política no es posible una
imitacion tan exacta como en las ciencias ó en la
industria. Es preciso, al contrario, tener en cuen-
ta las diferencias históricas, las condiciones ma-
teriales, la fuerza relativa de los diversos intere-
ses. No debemos imitar servilmente las institu-
ciones ajenas, ni cambiar todas las propias de una
vez; sino adoptar el buen método, el método
experimental, para llegar á cunocer las que sea


aindispensable introducir, conservando al mismo
tiempo un carácter más nacional á nuestra legis-
lacion.


Léjos de haber pecado por ahí hasta ahora,
hemos pecado en sentido opuesto; hemos con-
servado intacto Jluestro carácter en lu cjllC huhic-




CAUSAS DE J:oSfAlllLIDAD. 31
ramos debido modificarlo; tenemos aú n las cos-
tumbres de una nacion gobernada despóticamen-
te, y nos hemos dado las instituciones de un
pueblo libre.


Acabamos de ver las causas que, en lo pasado,
han favorecido el establecimiento del gobierno
misto en Inglaterra. V camas ahora las que lo
sostienen hoy día; en otras palabras, veamos sus
costumbres políticas.


Las causas de la estabilidad y del progreso de
aquel país son cinco principales.


r. a La más importante, aquella cuyos efec-
tos son incesantes y universales, es la coopera-
cion de todos; todo el mundo se ocupa, cada uno
en su esfera, de sus intereses propios en primer
\ugar, y luégo ue los de su distrito, de su provin-
cia, de la nacion.


2." El espíritu de transaccion, que ha hecho
establecer el gobierno misto, forma la más favo-
rable á la libertad para todos; que ha proporcio-
nado una cámara alta, poder efectivo, tan inde-
pendiente de la Corona como del pueblo; y por
fin, que, presidiendo á todas las reformas, trata
de conciliar todos los intereses.


3." La lentitud en las reformas, y su aisla-
miento una por una; de manera que la discusion
sea detenida, completa, y más fácilmente acer-
tada, por no estar dividida la atcncion cntrc va-
rios objeto,.




32 C .. \USAS DE ESTABILI PAn.


4. a El respeto á la legalidad: las re/armas se
consiguen por los medios legales, pacíficos; no
se recurre á la fuerza, al derecho de resistencia,
sino en casos extremos; la ley se cumple siem-
pre ; la justicia, igual para todos, es inaccesible á
los halagos y al miedo.


S. a La unanimidad sobre los puntos más im-
portantes : los partidos extralegales, violentos,
son insignificantes, y esto tI vorece el ejercicio de
todas las libertades.




CAPÍTULO IV.


PRL'>lERA CAI'SA. COOPERACION.


GOB1ERII:O !lE L'\J LOCALIDADES Ó GOllIERl\'O l.Oe \L.


ImportJ.l1ci.l primordi<ll de 1.1 coopcr.lcion. - ToJos lo:, illgle~es tra-
b,ljan. - Intereses particulares. - Excepciones. - Efectos del tr.l-
bajo. - Capit<ll ~ intdigcl1cIJ. -Intereses públicos. - Suma de la
activid,ld gl'l1crJ.l. - El país mejor gobernddo de todos. - La
iniciJ.tiva privada lo abr~lza todu. - Miss Nightingale: hospitales
nlilitares. - Mrs. Chh,}-l.Olm: coloni~acioll. - Apoyo que la opi-
nion les preste!. - Conjunto de lo que produce la inicbtiva priva-
da. - U niformidad de org,mizJcion en todo el país. - Residenci.l
en el clmpo. -- Aumento de b riquczcl. - Civilizacion en el
campo. -Lc,.ca! 0¿!jGavirllmcnt y c~ntralizJ.cion. - Libertad.-
Atribuciones del gobil'rno ¡oed. -- Slíé.riJJ - L?rd Liwunant.-
Just;ús 01 tl.'c pcace. - Vilh? - P J.rroquias. - Cor-:mer. - Gr,l-
tuiJau de Jos cJrgos. - Gobil'rno patriarcal y electivo. - Obras
públicas. - Presupuesto local. - Independencia de 105 magistrados
locales nombr.1Jos por la Corona. -- Sus relaciones con sus aJmi-
nistr~Hlos. - Cumplimiento de Ll ley. - No hay administrac1on.
-DL d,'mde proviene b f.lcilidad de los ~lnglo sajones en goher-
narse .. 1 si mismos. - S'lj rcliance. - ScIJ respecto - Efectos dl' b
ccntralizacion. - ÉpOClS de gloria. - Compar.lcion con las n3cio-
]}es libres. - EmplcomaníJ.. --- Arrogancia del cmplcJ.do. - Es un
servidor Jel púhlico.


De esas cinco causas, la primera, la coopera-
cion de todo!', es la que tiene más importancia,




OCIQS1D.-\D y TRABAJO


la que hasta cierto punto supliria la t¡lita de ja~
demas. Al estudiar éstas, casi llegaremos á COI1-
siderarlas como efectos de la cooperacion : tan re-
petida y poderosamente verémos aparecer su in-
fluencia.


Todos los ingleses están educados pan una
existcncia ocupada, prácticamente útil; la ocio-
sidad en la opulencia, la ociosidad en la medianía,
son igualmente dcsconocidas.


Puedc decirse con certeza que la superioridad
de la Inglateera viene de que todos los inglescs
trabajan; la fuerza de la nacion consistc cn la
ilustraciol1, cn la rique~a, en la actividad de los
individuos l]uc la componcn.


Todos los ingleses principian por ocuparse de
sus intercses particulares; nadie pretende sacrifi-
carlos al país.


Hay excepciones, como la del ilustre Cobden,
que descuidó sus asuntos para dedicarse al ser-
vicio de la propaganda librecambista; cuando
triunfaron esas ideas, cra pobre. La nacion, agra-
decida, le regaló una fortuna, l] ue pudo con or-
gullo aceptar.


Pcro lo general es l]ue cada uno se ocupc, cn
primer lugar, de haccr ó de aumcntar su fortuna.
Un hombre que llega á ese fin por el trabajo, por
la honradez y por el talento, no puede ménos de
haber derramado á su alrededor, y durante su car-
rera, repetidos beneficios; no puedc ménos de




'-:::'OI'¡'~HA.l'IO~. --- lNTERES PlrBf.{C'O y PARTICULAR, 35


haber desarrollado sus cualidades morales é inte-
lectuales; nu puede ménos de haber fomentado
el capital y la inteligencia de su nacion.


y por las mismas razones, no puede ménos
de ser más apto para vivir bajo un gobierno libre,
que el hombre que sólo conoce la ociosidad.-
Este abandona al Gobierno, á las autoridades, el
cuidado de los intereses públicos; aquel sabe que
lo que interesa á todos, interesa á cada uno. En
ninguna parte son más atendidos lo~ intereses pú-
blicos que en Inglaterra, donde los intereses parti-
culares absorben tanto tiempo; bien distribuido,
alcanza á todo. Lo que hace cada uno es dar al
país una parte de su tiempo; esa cooperacion ge-
neral representa una suma de actividad mucho
más considerable que la que en otras partes re-
sulta de los servicios de un ejército de emplea-
dos. Nada hay que se exima de esa vigilancia, de
esa discusion universal. Ya se trate de un acto
aislado de opresjon que no dañe más que á un in-
dividuo, áun el más humilde, ya de un mal más
gra ve, del cual pueda resentirse una clase nume-
rosa, la nacion entera está siempre dispuesta á
prestar su atencion y su apoyo eficaz á cualquie-
ra que alce la voz en favor de la humanidad, de
la justicia. Allí se realiza el gran dicho de Solon :
« El país mejor gobernado es aquel donde todos
sienten la injuria hecha ,í uno so]o.))


La iniciativa pril'ada lo ahraza todo: las refor-




;6 ~lIS~ !\IGHTI!\G.'\LL


mas ell las leyes, en las costumbres, han ~ido llJil
veces suscitadas por un particular y llevadas á
cabo por la cooperacioll de todos.


N o cítarémos más que dos ejemplos. Al prin-
cipiar la guerra de Crimea, los hospitales milita-
res y las ambulancias dejaban mucho que desear.
Una señora, 1\1iss Nightingale, se fué á Oriente,
y ofreció encargarse del cuidado de unos cuantos
heridos. Este rasgo nada ofrece de extraordinario,
pues tenemos en España muchas señoras anima-
das de la misma caridad. Pero ¡en qué país hu-
biera sucedido que esa mujer, ayer desconocida,
fuese hoy una potencia, que cambiase la organi-
zacion del servicio sanitario, que impusiese, por
fin, sus ideas al ministro de la Guerra? Eso fué,
sin embargo, ISJ que pasó; porque la opinion, la
prensa entera, estaban con ella; millares de heri-
dos y de enfermos debieron su sal vacíon á la ini-
ciativa de Miss Nightingale, á la cooperacioll del
país.


El segundo ejemplo lo debemos tambien á otra
señora, Mrs. Chísholm. La escena es en Aus-
tralia: llegan centenares de infClices mujeres á
buscar fortuna en aquella colonia. Expuestas á
perderse miserablemente, Mrs. Chisholm las aco-
ge, las protege desde su llegada; hace al interior
de aquel país, casi despoblado, peno,sos viajes
de trescientas y cuatrocientas millas, para colo-
carlas al servicio de bmilias respetables y aCOll1()-




l'OüI'FRACIO!-' - M~';;. CHI~H()I.M. 37


dadas. No es esto todo; en 1846 vuelve ~í lngla-
terra, donde muchos de los emigrantes, por taIta
de recursos, habian dejado sus mujeres y sus ni-
ños. Se dirige al público con perseverancia in-
cansable en favor de esos desgraciados, y consi-
gue que el Gobierno envie varios huques y reuna
esas familias l. ¡\lIás aún: consigue la formacion
de una sociedad de préstamos para favorecer la
emigracion de las familias 2, que ha hecho, de
muchas personas miserables en Inglaterra, colo-
nos bien acomodados en Australia.


¿ Cómo alcanzó resultados t:m considerables
una señora sin grandes relaciones, sin una gran
fortuna? Únicamente por el enérgico y cordial
apoyo que la nacion ha prestado á sus esfuerzos.
Los mayores talentos, las virtudes y los sacrifi-
cios más sublimes de los individuos, pueden muy
poco ú nada; miéntras que la voluntad, aunque
moderada, de una nacion entera, produce mara-
villas.


Esta es tambien la ocasion de citar las iglesias,
las escuelas ~ los caminos, los puentes, las funda-
ciones útiles de mil géneros en que se emplean
allí constantemente las grande'i fortunas; pero
tenemos que limitarnos á esa ligerísima indicacion
del imponente conjunto de grandes cosas que re-
sulta de la cooperacion de los indi\'iduos -al bien


I \V.dtorJ. /11m ?/ tl/; '7:ilJ.'l'.
Fnna/t' (;')('/,'':';-III;(li/ J~(ll.'.' /';'·'"II"tl'.




U~IFORMIDAU DE CIVILIzAn 01\'.


general; para dar una idea adecuada de él, sería
necesario un libro, y no tardarémos en poseerlo,
pues ~r. de Franqueville lo tiene anunciado al
fin de su excelente obra Les Institutions de l' An-
g/eterre.


Los beneficios de esa organizacion no son el
patrimonio exclusivo de una comarca favoreci-
da; ningun distrito, por apartado que esté del
centro, se ve privado de ellos. Sobre toda la
superficie del país, las antiguas familias de pro-
pietarios, ricas, instruidas, residen en el campo
la mayor parte del año. El primer resultado de
esta costumbre- y notemos al paso que se con-
seguiria en España, quizás en ménos tiempo yen
mayor proporcion- ha sido que las rentas de las
haciendas han cuadruplicado en 200 años '. Los
propietarios, que son, como sus antecesores lo
fueron durante muchas generaciones, el consejo,
el ejemplo y el gobierno del distrito, merecen
la confianza y el respeto de sus vecinos; sus re-
laciones con sus propios arrendatarios son exce-
lentes.


Este roce contÍnuo ha producido otro resul-
tado no ménos importante, y es, que la educacion,
la civilizacion han penetrado igualmente por to-
do el país. Se ha formado una clase, desconocida
en otras partes, de cultivadores arrendatarios,


1 Término mcJio. En ;llgul1JS partes han ;JlIment.tdo diez \'e..:t'~,
en otr:1S no han hecho m~ís ljUC duplic:!r.




COOP.E.IL'\CI0:\. ~ ADMINlSTRAClOr-.: LOC\L 39


farme;s, más ricos, más instruidos sin compara-
cion, que los labradores de ningun otro país. En
el campo de Inglaterra se está al corriente de las
cuestiones del dia, tanto como en las ciudades;
la opinion de las poblaciones rurales tiene un
peso considerable. En nada como en esto se ha-
lla tan marcada diferencia entre la Inglaterra y
la nacion más adelantada del continente.


Es verdad que en ninguna otra parte se ha
conservado 10 que las instituciones de la edad
media tenian de favorable á la libertad; es decir,
la independencia de las localidades con respecto
al gobierno central.-En el continente se ha crea-
do una fuerte centralizacion administrativa: en
Inglaterra, por el contrario, se ha conservado el
Local Self Government, que es lo opuesto á cen-
tralizacion, que es el gobierno de cada fraccion
territorial por sus propios habitantes; así pues la
administracion no existe. Se supone que los pri-
meros en padecer por la negligencia ó la inca-
pacidad del Gobierno son más capaces y más
celosos para manejar sus propios intereses, y los
conocen mejor que una autoridad extraIla, por
muy buenas intenciones que se le atribuyan.


(¡Para todo lo que no es~ de la manera más evi-
dente, de interes general, nacional, la ccntraliz3-
cion se considera como inconstitucional l.))


J Cre:1sy, Thc Englislz CJnstitution, chapo XVII, p. 361 ct seq. Lo-
(Id Gvvernmcnt.




El Local Se!!, Government es la gran escuela
en que se forman las costumbres políticas de la
Inglaterra. En proporciones reducidas es idéntico
al gobierno parlamentario. «(Este, para penetrar en
las costumbres, requiere ser apoyado en el libre
gobierno de las pequeñas localidades por sí pro-
pias '.)) ( La libertad inglesa depende no ménos
del Local Self Government que del Parlamen-
to 2.))


Las principales atribuciones del gobierno local
son: conservar la paz y el órden; mantener la
fuerza de la policía; sustentar á los pobres; cuidar
de cárceles, puentes, caminos, calles, alumbra-
do; hacer reglamentos para la conservacion de la
salud pública; vigilar los pesos y medidas; orga-
nizar las milicias provinciales. En una palabra,
todas las atribuciones, y más que las atribuciones,
de la administracion en otras partes.


Hay en cada condado dos persona,s cuya au-
toridad se extiende á todo él : el Sheriff y el Lora
Lieutenant.


El Sheriff es la primera autoridad del condado.
Suele ser un propietario acomodado, y es nom-
brado anualmente por la Corona. Sus atribuciones
consisten especialmente en hacer ejecutar la ley.


l Lieber, citado por Creasy, ubi supra.
2 Niebuhr, id. id. id.
Hemos recurrido principcdmcntc á Crc.l~~· .\ Fonhl.mque p,.tril


t"c,te C<lrítldo y el siguiente,




CO:)}'f'.IC\CJü."\. .-'\lL\11NJSTRACICl\, L~:CAL. +f


El es <-¡uien forma los jllrados y preside las elec-
ciones para el Parlamcnto.


El Lord Lieutenant es el jefe de la milicia pro-
vincial, que se reune veintiun dias al año para
ejercitarse en la táctica militar . .Este jefe suele
ser un par de Inglaterra; su nombramiento es vi-
talicio, hecho por la Corona, y generalmente re-
une el cargo de Custos Rotulorum, guarda de los
archivos de la provincia.


Los jueces de paz, Justices of the peace, nom-
brados tambicn por la Corona, son asimismo pro-
pietarios acomodados. Sus atribuciones son: pren-
der á toda persona que ha turbado la paz; prevenir
y sofocar motines, arrestando á los promovedo-
res de ellos; juzgar delitos de poca importancia.


Reunidos dos ó más de estos magistrados en
Courts of petty sessions, su jurisdiccion es ya de
más elevada categoría. Todos los procedimientos
criminales empiezan ante dichos tribunales.


Reunidos en Courts of quarter sessions , sesiones
trimestrales, todos los jueces de paz de un con-
dado, su jurisdiccion se extiende más aÚn: fallan
en casos de robo no acompañado de violencia, de
crímenes intentados y no perpetrados, de negli-
gencia de deberes públicos, etc.


Todas las demas funciones administrativas son
ejercidas por personas nombradas por medio de
e1cccion.


En las villas, horoughs, los vecinos eligen el
+




(iCllILI~!'-'C 1'.\l'l(lAla',-\1. , t:U,l"¡ I\~,


consejO municipal y el alcalde. En los pueblos
que no tienen corporacion municipal nomhran
comisiones de mejoras, comisiones de salud pú-
blica, etc. l.


Los vecinos de las parroquias eligen los Cans-
tables, el consejo parroquial, vestry, los inspec-
tores de caminos, los administradores de la ley
de pobres, etc. Es tambicn electivo el Corono',
magistrado encargado de hacer investigaciones,
en union con un jurado, en todos los casos de
muerte repentina. Cuando aparece violencia, y
hay indicios contra una persona, este tribunal
puede formular su acusacion.


Todos estos cargos son gratuitos; las excep-
ciones rarísimas, y todas modernas. La práctica
antigua y constante en Inglaterra e, i( ingertar la
») autoridad legal en la autoridad social: hacer uso
)) de los medios naturalmente producidos por. el es-
) tado social del pueblo, para gobernarlo Icgalmen-
»)te. Hay dos formas primiti vas de gobierno , que
Jllos hombres están dispuestos por instinto á adop-
) tar: el gobierno patriarcal y el electivo: ambas
llse hallan combinadas en eIIA,-(Ij Sa(Govl.'/"nmozt
») de Inglaterra ".))


Pero eso proviene de que nadie huye de lIn


1 Archbold, Dutics ?f el Justhc ~f t!ti pl'ila, Sir C. R,1\\ linson,
Munidpal Cr;rporlltioilS /11 t. lJ:d.:cs e{ il Pilrisli ?rrict'l. L;I\\ l', P:J,i.,
¡Jealth acts.


2 Bo\\":--cr, C~i}.'I1/(i¡,r{./r¡(5, ri~,ldo pnr ere,I'>!" nt Sll11Ll.




COOPEIL-\ClON ... _" PRJ::SV.PUESTO LCCAL. 41


deber; de que nadie abandona la casa de sus an-
tepasados, si le ha tocado heredarla fuera de la
córte. N o se les ocurre á las personas acomoda-
das que, teniendo con qué vivir, no nece~itan
sueldos, ni ménos que sería una simpleza tomarse
un trabajo sin cobrar un sueldo. La consideracion
dominante es contribuir en persona á la buena
administracioil del país.


El gobierno central no es, por consiguiente, la
entidad gigantesca y misteriosa que vemos entre
nosotros: los ingleses tienen conciencia de lo que
son y de lo que pueden sin él. N o ejecuta ningu-
na obra pública; todas se hacen por empresa, ó
bien de cuenta y por direccion del gobierno local.
Las excepciones á esta regla son, como en lo de-
mas, las obras de interes general, nacional; por
ejemplo, las que dependen de los ministerios de
Guerra y de Marina.


El gobierno local dispone de un presupuesto
considerable, aunque no se sabe con exactitud á
cuánto asciende. Mr. Gladstone y 1\1r. 1\1ac Cu-
lloch están de acuerdo para fijarlo aproximada-
mente en 18.000,000 de libras esterlinas 1, Ó sean
Rs. 1,800.000,000. Para explicar la magnitud de
esta suma, hay que añadir las muchas obras l¡Ue
voluntariamente hacen los partic ulares, y la eco-
nomía para el presupuesto producida por la gra-
tuidad de los empleos administrativos.


I Mr. dl' Fr~lJ1ljll{'vjll(', obr.l ciud,l, p. 6o~ :: ~;ig.




++


Las corporaciones electivas ya citadas votan
este presupuesto en lo que concierne á los gastos
parroquiales y municipales. Sin embargo, una
parte de él, los gastos provinciales, es votada por
los jueces de paz en las sesiones trimestrales; y
si se recuerda que estos magistrados se nombran
por la Corona, se creerá en la posibilidad de un
abuso. Pero hay que conocer la posicion de estas
personas. Ninguno de los magistrados que hemos
citado tiene nada que temer, nada que esperar
del Gobierno; son enteramente independientes,
porque no son empleados. El nombramiento por
la Corona viene de que el Reyes considerado por
la Constitucion como la fuente de la justicia,
como el jefe del poder ejecutivo, y hemos visto
que las atribuciones de los magistrados que nom-
bra la Corona son judiciales y militares. Pero á
pesar de ese orígen , residiendo en el país, tienen
el mayor interes en quedar bien con los vecinos,
en administrar con celo y rectitud, bajo el punto
de vista de las ventajas de su distrito respectivo.


Los deberes que aceptan son ulla carga; los
cumplen generalmente bien, porque la idea de lo
que cada uno debe á la sociedad, es una idea al-
tamente proclamada en Inglaterra; desde el mi-
nistro hasta el más humilde empleado, todos se
reconocen por servidores del público, y no sólo
los empleados, sino los particulares, hablan ;,
nle111l<jo de ~IIS deberes.




l-COPEr:ACI:):,\. -- Dr~CE!\TfL"I.UZACI0!'\.


(( De la práctica del gobierno local proviene la
J) notable buena voluntad de los ingleses, no sola-
JJ mente en obedecer la ley, sino en prestar apoyo á
)i su cumplimiento; práctica eminentemente social,
ilque excita la admiraciol1 de los extranjeros '.)) El
gobierno local inspira la parte mejor de las cos-
tumbres políticas; el respeto de la legalidad com-
binado con la libertad de opinio/1 y con la de
accion legal. De ahí viene tambien que si alguna
vez asoma la revolucion, no ataca sólo al Gobier-
no, sino á la sociedad entera, y así es que ésta la
doma pronto.


Verdaderamente, para todo lo que es adminis-
traciol1, insistimos sobre este punto, apénas hay •
gobierno, apénas hay empleados; la autoridad
central no existe sino para los asuntos nacionales.


De ahí viene no solamente la facilidad con que
se organizan sociedades industriales, mercantiles,
polí ticas, de todas clases; sino tambien la facili-
dad con que los colonizadores ingleses yamerica-
nos, llevando consigo á todas partes las tradicio-
nes del Low! Self Covermnent, se gobiernan á sí
mIsmos.


El Self Covernmmt desarrolla estas cualidades
de confianza en el propio valer, self relianee, de
respeto á sí mismo, self respNt, y otras an~ílogas,
cuyos nombres indican por su brevedad, su COI1-
,i,ioH, cu;ín frecuentes v t:lmiliares son en los




CE!\TRAJ.IZACI0r-.; l\DMI~ISTRAT1\' i\.


países donde se habla el ingles y reinan las cos-
tumbres inglesas, las ideas que representan.


« Es necesario haber visto, dice un aleman na-
)) turalizado en los Estados U nidos 1, naciones
))obligadas durante siglos á someterse á la cons-
)) tante y minuciosa intervencion administrativa,
)) para comprender hasta qué punto se apagan allí
n1a energía de accion, la confianza en uno mismo,
)) la resolucion, las facultades inventivas. ))


Es verdad que á veces los estados gobernados
por la centralizacion tienen, bajo la duminacion
de un hombre de genio, épocas de prosperidad y
de gloria extraordinarias. Pero no se pueden poner
en paralelo estas épocas con las correspondientes
en los estados libres, ni tampoco las grandes ciu-
dades de los unos con las grandes ciudades de
los otros. Lo que es preciso comparar es toda la
superficie del país, hasta las provincias remotas,
y largos períodos de historia en la sucesion de
muchos reinados.


({Entre los males de la centralizacion, lUlO de
ldos peores es que se crea una cJase numerosa
))de individuos ql¡e buscaH coIucacion en los em-
» pleos retribuidos por el Gubierno. La sed univer-
») sal de los empleos es la peor de las enfermedades
)) sociales. Todo el cuerpo político se inficiona de
)) un humor servil, venal, que no excluye el espíri-
))tu de anarquía y de faccion. Una nacion de pre-


1 Lieber, PQ!itical E:hirs, apud Crcasy, loco eit.




(OOPF.I{A(,IO~. -1.0~ ~:MPLf:ADO~ •. +7


)) tendientes es la más miserable de las naciones l.))
Todos hemos podido observar aquí y en otros


países centralizados la insoportable arrogancia
del empleado, sobre todo del empleado inferior.
Parece que á medida que se desciende en la
jerarquía administrativa, el orgullo va en aumen-
to. Compárese esto con lo que pasa en Inglaterra,
IJ1erced á la idea del deber y á la cooperacion de
todos. Esta hace que el empleado, por alto que
sea, se siente pcqueño en comparacion de la na-
cion entera. Hasta la policía es allí atenta, hu-
mana, servicial; sus maneras con el público son
las de un empleado con el que lo emplea, y no,
como parecen ser en el continente, las del repre-
sentante de un amo absoluto con los esclavos de
ese amo. Esos modales la hacen aquí, á pesar de
sus verdaderos é indispensables servicios, gene-
ralmente impopular, miéntras en Inglaterra no
sólo puede contar siempre con el apoyo universal
de la Opillioll, sino, cn caso necesario, con el apo-
yo de la fuerza, prestado por el público mismo.


Tales son en la administracion interior los
efectos del Local Self GovernlflCnt; su orígen es,
no lo olvidemos, la cooperacion de todos.


Vamos á ver cómo esta misma causa influye,
por una transicion insensible, en los asuntos de
interes general, nacional, en el gobierno del Es-
tado.






CAPÍTULO V.


I'R ¡MERA CA liSA. - COOPERACION.


r.OBJERNO DEL ESTAllO.


Ccntr,dilJCion: ¿ es ncces.1ri:l? - Poder del Estado en Inglaterra, ~~in
centra lizacion. - Hom brcs de Estado. - Designados por su méri-
to. - Igu,ll orígcn que los magistrados locales. - Atcncion gene-
ral á los debates del Parlamento. - Reuniones de toda especie. -
Discnrsos. - Hom bres políticos ante el país. - Organizacion de
los pJrtidos. - La nacion y los partidos. - Éstos servidores de
aquclb. - España, cOfmpcion de los hombres politicos, calum-
nias. - Inglaterra, corrupcion de los hombres políticos. -Orga~
nizacion de nuestros partidos.- La carrera de la politica.-Parti-
dos compuestos de un corto número de individuos. - Su estado
mJyor. - Abstcncion. - Elecciones. - Indifer~ncia. -Opinion
públic,l. - H"bl.!durÍas. - Los hombres de bien.- ¿Quién gobier-
na?-Abstcncion de las C¿Jrtcs.-Autocracia de los ministros.--
ImpopuLrridad injllsta.- Moderados y progresistas.- La culpa Je
lo ma10 L tiene la nacinn. - Atribuciones del Gobierno. - Des-
centralizJcion.- Los fueros de bs Provincias Vascongadas. - Su
suprcsion, ó su introduccion en otras provincias. - El ridÍculo.-
Lord Palmcrston. - El duque de Richmond. - Socialismo.-[,,.
afie ion á la kctura. - Conocimientos gencrales.- Grandes hom-
brcs.- Esc,lsez. - Nivel general de la instruccion, - Cárlos lII.
- M.lr:.J.vilbs dd poder absoluto. - Una parte de 13 sobcraní:l.--
El ('ircito. ---Ideas pr:u:ticas.-Neccsidau Je la coopcracion.-J.ó-
gicJ de 1:15 SitlLH:ioncs.


; Es necesaria la ccntralizaciun i i scrá débil en
"ll ¡¡ccion colectiva UIl Estado quc carezca de




':;0


ella? Los hechos son elocuente cOl1testacion; y
ademas de los hechos, que basta indicar,citarémos
la opinion de un hombre de Estado eminente,
.\1r. de Toequeville 1 ; ( Vemos en Inglaterra la
)) centralizacion gubernativa llevada á un grado
))muy alto. El Estado parece moverse allí como
)) un solo hombre; su voluntad levanta masas in-
)) mensas, rcune y lleva ;Í un punto dado todo el
\1 esfuerzo de Sil poder)l; Y añade; « La Inglaterra,
nque ha hecho tan grandes cosas de cincuenta
Il años á esta parte, no tiene centralizacion admi-
»nistrativa. Creo que la centralizacion adminis-
)) trativa no puede otra cosa que enervar á la na-
))cion que se somete á ella. ))


Hemos dicho que la transicion del gobierno lo-
cal al gobierno del Estado es insensible. En efec-
to, los diputados, lo!' ministros, los hombres de
Estado, salen generalmente, designados por b
opinion, de la clase de donde se sacan los magis-
trados locales; de los padres de provincia, como
se diria en nuestras Provincias Vascongadas. De-
cimos salen generalmente, !w necesariamente,
puesto quc el mérito reconocido, en 1 nglaterra,
conduce ;Í tocio; se podrian citar muchos ejem-
plos ademas del de Cobden. Pcro generalmente,
en una f~lmilia ljue se eleva, la primera g:cner;¡-


. cion emplea su energía en hacer fortuna, ,ea el1
la industria (-; en el cOlllercio, v en ;lhnc¡rsc; Le
ln




(. OOn,IL\{"(:):'\. -- - .-'\S:\.\1llLr..:\C; L0CALE~.


segunda gencracion, cuando se ha trasmitido la
capacidad, puede llegar á todo: tal es el caso de
sir Robert Peel.


Los que tienen, ó menos ambician de gloria,
,) más apego á la tranquilidad, se concretan á
ocuparse de los intereses locales; los más activos,
los m<Ís capaces, se dedican al estudio de los in-
tereses naciollales.


Las as;unbleas locales, insignificantes si se las
cOllsidera aisladamente, son importantísimas en
su conjunto. Son deliberantes, legislativas, y vo-
tan impuestos. Son en pequeño la perfecta imá-
gen del Parlamellto ; así es que, perfectamente co-
nocido su mecanismo por todo el país, no lo es
1l1énos el dd Parlamcnto , y las discusiones de c:ste
son atendidas y comprendidas en todas partes. N o
hay nadie que no estc: bien enterado de lo que
pasa cada aÍlo en el.


Ademas, hay frecuentemente reuniones agrí-
colas, artísticas, literarias, industriales; banque-
tes por diferentes l1l0til'os, elecciones para el
Parhmento, parciales y generales; meetings de
tuda e~pecie. Son otras tantas ocasiones en que
los hombres importantes prollullciandiscursos; no
hay diputado que, lo ménos una vez al año, no
:lsista á una de esas reuniones, y dé cuenta ;[ sus
electores y al público de lo que ha hecllO y de lo que
piensa hacer en las cuestiones ;¡un JlO resueltas;
11 prcns;¡ difuJlde csos discursos por toda TIl¡!la-




terra; todo el mundo lee los diarios. N o hay,
pues, un hombre que haga algull papel, cuya
carrera paso á paso, cuyas Op1l11011eS, cuya ca-
pacidad, no sean conocidas de la nacion entera.


De ahí resulta que las altas posiciones políti-
cas, la de jefe, las de los principales hombres de
un partido, son concedidas por unanimidad, ó al
ménos por una inmensa mayoría de ese partido,
al mérito clara y evidentemente probado. Esa es
la organizacion de los partidos: su disciplina vie-
ne de la Eucrz¿l de ]¿l vp/n/un l)'[;l)};c¡z~


Todo el mundo sabe en Inglaterra que Lord
Derby ha reorganizado el partido conservador, de


cuyo porvenÍr se IIegó á desesperar cuando 10
dislocó la conversion librecambista de sir Robert
Peel. Él es quien dirige, con un patriotismo igual
á su tacto, una oposicion tan poderosa al ménos
como el partido que gobierna. N o contento con
responsabilidad tan grave, ha hallado tiempo y
ha tenido abnegacion bastante para vigilar en sus
más pequeños detalles la admillistracioll de socor-
ros á las víctimas de la crÍsis algodonera en el
Lancashire, donde medio millon de personas es-
taban sin recursos. Y por fin, en medio de tanta
ocupacion, ha podido en estos dos años comple-
tar una traduccion en verso de la lliada, que pu-
blicada hace tres meses, es ya clásica, y ha he-
cho olvidar la celebrada de Pope.


N o es extraño que los conservadores acepten




C001'flL"..C1C.:\. - 1i0MHXLS VE: l~~T:\lL:. 5')


con orgullo y confianza la direccion de Ull jefe
que es, ademas, uno de los grandes oradores que
ha tenido Inglaterra. Ni será extraño que su hijo,
Lord Stanley, siguiendo sus huellas, venga un dia
á sucederle en la direccion de ese partido.


Todo el mundo sabe que Lord Palmerston á
los 25 años era Secretario de la Guerra, y que
esto sucedia en 18°9, cuando los deberes de esa
administracion eran apremiantes y difíciles. Lord
\Vodehouse, á los 37 años, ha sido ya embaja-
dor en cúrtes importantes, y ocupa en el dia un
puesto más delicado aún: el de virey de J rlanda.


Se ve que tanto los tories como los whigs sa-
ben renunciar temprano á la disipacion mundana,
á la ociosidad, y dedicarse á los intereses de la
naClOll.


Hemos citado ejemplos muy conocidos, muy
en evidencia; pero esas mismas son las costum-
bres de la generalidad. El resultado ha sido la for-
maciOll de dos principales partidos, reales y ver-
daderos, que C0111 prenden numerosas indi viduali-
dades : en medio de ellos, en número mayor aún,
la masa entera de la nacion, no como entre nos-
otros, pasiva, indiferente, sino siguiendo con
atencion la marcha de cada uno, y confiando las
riendas del gobierno, hoy á los liberales, mañana
;¡ los conservadores, con todo conocimiento de
causa .


.Aquí SOl! los partidos los que gohiernan ,í b
~ .




Lo\ )'\:-\(°TON , r.03 l'ART1P05o


nacion ; allí es la nacion quien se gobierna por
medio de los partidos.


La nacion no se considera como el patrimonio
de los partidos; al contrario, considera á estos
como individualidades que se disputan el honor
de servirla.


Aquí se suelen oir quejas fuertÍsimas de b cor-
rupcion de los hombres políticos. N o hay que
creer ni la mitad de lo que se dice en un país de
publicidad incompleta y de juicios ligeros. Pero,
haya lo que haya, sépase que la corrupcion de los
hombres políticos de Inglaterra era inmensa en
el siglo pasado; que la vigilancia incesante y se-
vera, al par que desapasionada, del público, ha
desarraigado ese mal por completo 1 ; Y en fin,
que miéntras áun subsistia, la misma vigilancia
le impidió tomar proporciones peligrosas para h¡
prosperidad del país.


Pero, aunque dejemos ,í un lado la idea de
corrupcion, tenemos que reconocer IIn mal gra-
ve : la organizacion defectuosa de nuestros parti-
dos. En Inglaterra, b calidad de hombre político
no envuelve-al ménos en la misma proporcion
que aquí -la idea de una carrera, de una pro fe-
sioIl distinta de las demas. Ya hemos dicho que
cada 1I1l0 es, ante todo, propietario, {j industrial,


1 El asunto en que rstc I'ncs (IV1:1)n ]S65) se 11:1 "Visto mClcLldl\
c:'l nombre dLl Grall Cancilkr, Ll i nyc"tig'lcion .í fjlle' lL\ eLld(J lu~;n 1
j111.lcb.lll la H'rchd de IHw°.;tLI a~pr('i()n




CQOPFRPI.C!O:-". - 1 OS l'ARTIDC~. li


() comerciante, y al mismo tiempo todos son po-
líticos. Esto hace que las ambiciones estén con-
tenidas en límites estrechos; sólo los que verda-
deramente descuellan por su mérito llegan, allí
donde todos tienen siquiera una tintura de cono-
cimientos políticos, á una gran altura: las media-
nías !lO llegan á ser poder. Las teorías vagas no
tienen crédito donde los intereses positivos inter-
v ienen directamente, con actividad y energía,
en el manejo de los negocios.


En Espaiia y en Francia es mucho más nume-
roso el estado mayor de cada partido; son inllume-
rabies los que han sido ministros ó pueden llegar
;i serlo; eso destruye á menudo la homogenei-
dad de los partidos y acaba con su disciplina;
miéntras en Inglaterra no hay más que dos par-
tidos, dos jefes, y sabe todo e! mundo que, en
saliendo Lord Palmerston, tiene que entrar Lord
Derby. Pero si el estado mayor es inmenso, en
cambio cada partido se compone de un número
de personas mucho menor que en Inglaterra; allí
los electores son partes activas; aquÍ se abstienen
() son indiferentes. Así es lJ ue en España las e!ec-
ciones se hacen en e! gabinete de! ministro de la
Gobernacion. Fuera de unas cuantas notabilidades
muy marcadas, es difícil, á ménos de circunstan-
cias especiales, entrar en el Congreso sin una
especie de compromiso moral COIl el partido que
está por entónces en el poder.




Lo más grave no es eso; es que la nacion q ue-
da totalmente extraña á todas las cuestiones de!
dia; la opinion pública, la primera de las fuerzas
en política, no existe en nuestro país. N o mere-
cen el nombre de opinion pública las habladurías
á que hemos ya aludido. Venir diciendo: yo no
me ocupo de política, yo soy un hombre de bien;
y al mismo tiempo censurar :llnargamente la polí-
tica, es caer en un absurdo, pO[L!Ue á eso se puede
contestar que si ese hombre de bien ,y los otros
hombres de bien, se hubieran puesto en e! cas()
de poder ser, ó ministros, ó siq uiera alcaldes, el
gobierno estaria en buenas manos. Se podri:l con-
testar, ademas, que semejantes acusaciones no se
hacen sin tener pruebas evidentes.


En esa abstencion general, i quién gobierna? No
son las Córtes, cuyos individuos padecen de esa
misma tendencia á abstenerse. Es el ministerio,
muchas veces es un ministro; es decir, que de
hecho, hemos vuelto al gobierno de un hombre
solo. Es positivo que en España, sohre todo en
cuestiones de hacienda, las Córte, tienen por cos-
tumbre descansar ciegamente en la confianza que
un ministro les inspira.


Por eso se han cometido grandes taltas, por
eso nos amenazan grandes calamidades. Entónces
hemos acusado y acusarémos á los ministros.


Soberana injusticia; en cuanto ;í las cosas uti-
les que se han hecho en España, v SOl} muchas.




el merito por enkro corresponde á 105 que nos
han gobernado, porque ellos las han llevado a
cabo, sin que la nacion les haya ayudado en nada.
Progresistas y moderados merecen igualmente
nuestra gratitud; el país debe los innegables ade-
lantos de estos último~ treinta aÍlos á uno y otro
partido constitucional; ambos han hecho cuanto
cra posible en circunstancias tan ingratas.


Pero de sus taltas, la nacion es responsable,
por no haberles hecho una oposicion oportuna.
Todo hombre está expucsto á equivocarse; si tu-
viésemos la costumbre de tomar parte en el ma-
nejo de los intereses de las pequeíí.as localidades,
sabriamos cuán fácil es una equivocarían, y no
nos apresurari:ul1os á censurar á unos hombrc5
agobiados de trabajo.


Las atribuciones del Gobierno en Inglaterra son
mucho ménos variadas; cada uno, á porfía, le
ayuda y le descansa en mucha parte de lo que en
el continente es su tarea obligada. Teniendo mé-
110S cosas de que ocuparse, hace mejor las que le
han quedado que hacer, y no está expuesto á tan-
ta crítica.


En nuestro país todo lo dejamos á su respon-
sabilidad. Si alguna vez manifiesta repugnancia en
desprenderse de alguna de sus atribuciones, tiene
razon, porque sabe que la llenariamos peor q uc
el, no teniendo costumbre de ocuparnos. Si que-
remos obtC'ner h dcscentralizacion, sería preciso




l.As PJ{Q\'J!\C AS V,-\tTO]\,(;:\P;\'i,


primero dar mejor idea de lu que sabriamos ha-
cer con ella.


N osotros, con nuestra abstenciün, nuestra fri-
volidad, nuestra ligereza, que tantas veces agrava
situaciones críticas de por sÍ, tenemos la culpa de
los errores que achacamos á los gobiernos.


Solas las Provincias Vascongadas tienen una
organizaeion interior que recuerda la independen-
cia del gobierno local de Inglaterra. Así es que ~í
pesar de la esterilidad natural de su suelo, sllsten-
tan una poblacion numerosa; la hect;irea de este
terreno tan pobre alcanza un valor considerable;
la seguridad personal ha sido siempre completa;
los caminos, excelentes y muchos; la instrucciol1,
general; la miseria, casi desconocida; b crimina-
lidad, insignificante. La España sería una nacioll
libre, rica y poderosa, si las demas provincias,
infinitamente mejor tratadas por la naturaleza,
tuvieran estas instituciones y estas costumbres.


Esto es lo que bajo pretexto de ideas liberales
quisieran algunos suprimir. ¡Quisieran someter di-
chas provincias á la autoridad de un gobernador
civil 1, que no puede conocer el país, ni tener en
él relaciones ni apoyo, y cllya autorizacioll sería
precisa para las cosas más sencillas!


Conservemos más bien, segun la opinioll de
uno de los hombres más notables y m{ís probados


1 Ya lu hay; pem en rc<¡}íJ;Jd, cxj<:6cndo J()~ ti Jf:fO.', , l,¡s )lIllt,¡S .\
el DipULldn general ~()hicrrl.1n.




Jel p;Lrtido progresista, esa organizacioJ]; y si
se quieren hacer cesar las desigualdades, modifí-
quese en algunos puntos, y extiéndase á todas
partes donde se pueda aclimatar.


Hállese una provincia en la cual todos los pro-
pietarios residan, no concentrados en su capital,
sino esparcidos en toda su superficie; donde ejer-
zan todos, cada uno á su vcz, los cargos públi-
cos, moiestos y gratuitos; donde tomen á pecho
los adelantos de su distrito y los intereses de
toda su provincia; y hallada que sea, apresú-
rense á darle los fueros. Se puede hacer sin incon-
veniente para la unidad nacional. N o solamente
el principado de Gales y el reino de Escocia tienen
sus leyes particulares muy diferentes de las ingle-
sas, sino que la administracion ad ministrati va dc
toda la Inglaterra, lo hemos visto, es sumamente
parecida ;Í la de las Provincias Vascongadas,~'
sin embargo, nadie dir,[ que el amor de la patria
cOlJ1un fllte en la Gran Bretaña.


Es verdad que existe en España un gran obs-
táculo para todo eso, y es preciso hablar de él.


N ada ejerce tanto dominio sobre los hombres
corno el ridículo, y sería altamente ridículo entre
Ilosotros el dar á ciertas pequeiíeces la importan-
cia que les dan los hombres más graves en In-
glaterra.


Sería ridículo elvcr;i Ull presidente del Consej()
de lVTinistr'ls \'isitar ',Jln escuela, oir canLlr á la~,




60 [1. RmÍcULO.


TImas, interesarse en los progresos de su illstruc-
cion, y hacer alguna observacion bencvola ~obrc
su manera de cantar. Sería ridículo ver á un gran
personaje asistir á un banquete de agricultores,
y al postre dirigirles con cordialidad un diSCurso
tratando de sus intereses, concluyendo por una
disertacion muy larga y muy sábia sobre h cría
de los cerdos.- Esto lo hacen en Inglaterra Lord
Palmerston y el duq L1e de Richmolld, y nadie se
acuerda de reirse. - Ciertamente si no supiesen
más que eso, serían altamente ridículos. Pero al
ver estas dos personas hablar de cosas que, aun-
que humildes, tienen su utilidad, es otro el senti-
miento que se despierta. La Inglaterra, tan civi-
lizada ya, tiene los ojos puestos en un grado áun
más alto de civilizacioll; todo lo qlle hace tiene
un fin útil, y todo lo quiere hacer bien. Agradece
á sus grandes personajes que contribuyan :í ese
movimiento de progreso, y, aunque riquísima
en vena satírica, la emplea casi exclusivamente
contra las pretensiones no justificada~.


Si nuestras ideas no cambian muy pronto en
este sentido, marchamos á un desquiciamiento
terrible.


El socialismo ha invadido provincias enter:IS;
sabemos muy bien que semejante quimera no
puede establecerse de un modo duradero; pero
puede causar males espantosos COIlW permanez-
camos con los braz,os cruzados.




61


Habria tambien otra dificultad, otro obstúculo,
él la cooperacioll de todos; ménos grave sin em-
bargo, pues se superaria con la voluntad. ¿ Cómo
pasar de la ociosidad completa ;Í la actividad uni-
versal! i Qué excesos de celo, qué imprudencias
110 son de temer? i Cómo esperar que la nacion,
alejada hasta aquí de sus propios negocios, se
haga de repente entendida en política, en legisla-
cion, en hacienda?


Es claro, sin embargo, que desde el momento
en que veamos la necesidad de dar;Í esos objetos
importantes una parte considerable de nuestra
ateneion, el simple sentido comun, tan notable-
mente desarrollado en España, podrá p~r sí solo
haeer mucho. Pero no será bastante; será preciso
que la aficion á la lectura se haga mucho más gene-
ral. Sin pretender que todo el mundo deba ni pueda
tener conocimientos profundos en várias materias,
es necesario, absolutamente necesario, que los
conoéimientos generales se hallen mucho más
difundidos; son indispensables para que pueda
conocerse el mérito de los hombres que se han
dedicado especialmente á algun estudio. En el
estado actual de las ciencias va siendo cada vez
más necesaria la division del trabajo, es decir,
el que cada lUlO se dedique á un ramo especial;
pero sólo donde haya abundancia de cOllocimien-
tos generales se sabrá distinguir con certeza al
hombre de t:¡]ento del charlatan.




ESCASf"Z Dr. (;HA!\ [JF~ H.)J\llBEl.


Es costumbre entre nosotros quejarse de que
hace mucho tiempo no tenemos grandes hombres.
N o son, sin embargo, las facultades intelectuales
escasas en España; pocas naciones hay mejor
dotadas bajo ese respecto que la nuestra. ¿ Cuál
es entónces la razon de esa escasez? El nivel ge-
neral de la instruccion en la sociedad española. Un
hombre de genio á veces necesita estudiar poco
para saberlo todo. Marlborough era ignorante,
Napoleon 1 habia leido poco, y muchos como
ellos se han elevado de un solo vuelo, por intui-
cion, á la altura á que otros no llegan sin gran-
des esfuerzos. Pero vivian en un centro ménos
ocupado de frivolidades; oian discutir á personas
de mucha instruccion, grandes intereses; sus fa-
cultades extraordinarias hacian el resto. En pocas
partes ha habido ménos actividad intelectual, gra-
cias á tres siglos de lnquisicion, que en España;
la virilidad del pensamiento español degenera,
desde la mitad del siglo XVI, en infancia. La
erudicion pueril llega á usurpar el nombre de ins-
truccion; á fines del siglo pasado estamos sumidos
en un adormecimiento completo. En una so-
ciedad semejante las facultades de los genios que
acabamos de nombrar hubieran quedado estériles.
¿ Cuántos hombres que hubieran podido ser de
gran mérito habrán nacido en España en las gene-
raciones que han ido pasando desde Villalar hasta
las Córte.; de 1812? Es¡niia los hadescollocido.




lV1as auné( ue nuestra buena estrella nos hiciese de
vez en cuando hallar un grande hombre, no bas-
taria, ni sería la prosperidad que le debiéramos,
una prosperidad estable. - Lo que hacen los in-
dividuos pasa; sólo es duradero lo que es obra
de las naciones.


't:árlos III fué nuestro gran rey; si desde sus
tiempos se hubiese seguido la marcha por él tra-
zada, la España sería hoy una de las grandes po-
tencias del mundo. Pero todo venia dd Rey, y con
él desapareció todo. - N o es el primero, nu será
el último ejemplo, de un suberano superior á su
siglu y á su país, que pasa sin ser comprendidu
ni ayudado comu él deseára.


Las maravillas del poder absoluto en manos
capaces son brillantes meteoros. Sólu es fecunda
la práctica de la libertad, aceptada con todos los
deberes, con todo el trabajo que impone. Los
reyes que han sabido serlo han trabajado muchí-
sima; de ello son ejemplo Felipe II, Cárlos III ,
Luis XIV, Napoleon IlI. Hoy que la dignidad
del hombre se ha relevado hasta el punto de que
reside en cada uno de nosotros una parte de la
soberanía, debe cada uno tomar sobre sí una parte
del trabajo; de esa reunion de facultades encami-
nadas al mismo objeto resulta una prosperidad y
una fuerza que dejan oscurecidos los prodigios
del poder absolutn.


i\1uchos ha n clamado por el papel que ha des-




empúlado el ejercito en Espaila l'sto, Itltil11o.,
anos.


Refl.exiónese que es la única co"a en Espalía qUL'
tenga organizacion y disciplina. El coronel, el ca-
pitan, el sargento, el cabo, saben que si no se
ocupasen como es debido de su regimiento, de su
compañía, de las fracciones menores, no bahri;¡
ejército. Los oficiales no creen que su grado sea
un privilegio para vivir descuidados. Entre ellos,
el ocuparse de los detalles necesarios no es nunca
ridículo.


Esas son ideas sanas y prácticas, y pur e;,o,
desde que tenemos gobierno liberal, los generales
han sido casi los únicos hombres de Estado.


N o hay duda que el mando militar no es el
más favorable á la expansion de la libertad, pero
donde nadie bace lo que debiera hacer, haya al
ménos la buena fe de contesar lj ue el ejérc ito, al
encargarse de la mision de gobernar, se ha hecho
acreedor á nuestro agradecimiento.


Si queremos que cese el regimen del sable, y
se coloque nuestra patria entre las naciones ;í la
altura que le corresponde, no hay más q \le un
medio: trabajar todos Inra ese objeto. De no ha-
cerIo, tarde () temprano volverémos al despo-
tismo, pero !lO sin haber pasado ántes por una
revoluciol1 terrible, por 1us horrores de tilla de-
mocracia desenfrenada.


Esa cooperacioll 1II1i\'(:rsal 110 (', va \lna CIll"-




6;


tion de eleccion; es una c uestion de vida () de
muerte.


Miéntras subsistia el despotismo teniamos la
eleccion : ó despotismo con descanso 1 ó libertad
con trabajo. Ahora ya Iio la tenemos.


Cuando se trató de concluir con el despotismo 1
todo el mundo hizo un esfuerzo; desde entónces
parece haberse creido que no habia que lncer
más que descansar, que todo iría bien de por sí.


Era al contrario: no haciamos más que princi-
piar á trabajar.


En u/l gobierno ahsoluto 1 la abstencion, el
descanso 1 son lógicos.


En un gobierno parlamentario son en extremo
ilógicos y peligrosos.




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CAPÍTULO VI.


SEGUNDA CACSA.- TRANSACCION.
E!': L~\ ESENCJ..\ DEI. GOBIERNO. -- FORMAS PURAS


6 COMBIN.~DAS nos POR nos.


Trl'~ ¡(,rmas PI imiriv:1S dc· gobierno. - Reprcsentaciol1. -l\Jorur-
qlll{l, .¡ristocr.lci.l, Jcmocr~lcia.~-J\;lodiiicacjoncs. -- Ant,~goflismo
de dos elementos. ~ Despotismo de un elemento ('xclusivo.-
Tendenci,l del despotismo. - Equilihrio y libertad. - ;vlonarquí"s
tcmpladas.- Grecia.- Polonia.-Europa del siglú XVI.- Francia.
- Feudalismo. - V cncci,l. _. Despotismo mon,-lrquÍco, despoti:::-


1110 democrático. -- EstJdos U nido", - Condiciones especiales.-
Falta de equilibrio. - Emigrarion. - Antigéiedad clásica. -In-
tolerancia. - Esclavitud. - Idea moderna de la libertad. - Civi-
liz<1(ion pagana y civilizJcion cristiana. - Asesinato político.-
Crimen inÍltil. - Igualdad, p,l~ion de todo Je:;potismo.-VeneciJ.
- Reyes de España. ~ Atén:ts. - Ostracismo. - Grandes hom-
bres. - Su accion en una sociedad que tiene elementos de vitali-
d<lJ. - Consecuencias para la Grecia de SllS principios políticos. -
PérJida de Id libertJd.-ConsecucncLls en las sociedades actuales.
--Democracia en el porvenir. - CiviJiz:.Jcion, instrucciol1 y ri-
quez.1 , d camino m;ls corto. -. Medios indirectos. - IngLtterr.i,
'")u marchJ en el último siglo. - Signiflcacion de las aspiracione:-.
democrátic<\s. - Temor t¡tH~ inspiran. - Democracia, progre~()
supremo JUIl lejano.


Todas las formas de gobierno conocidas pue-
den reducirse <Í tres: la forma !11011<Írquica, la
aristocr<Ític;[, la delTlo(T,iric;[.




El principio de la representacion, adoptado
por las naciones modernas, no altera en nada la
esencia de un gobierno. El Estado no se resume
en una sola ciudad, como en las repúblicas anti-
guas, contiene varios millones de habitantes re-
partidos en un vasto territorio, todos los ciuda-
danos no pueden reunirse para deliberar y votar;
la representacion ha venido de esa imposibilidad,
pero puede dominar en un Estado el elemento
democrático, lo mismo con la representacion que
sin ella, de modo que estamos justificados no re-
conociendo más que las tres formas arriba nom-
bradas.


A veces se presentan puras, es decir, que do-
mina exclusivamente uno de los tres elementos,
sin mezcla de ninguno de los otros dos. A veces
dos de los elementos se combinan, excluyendo al
tercero; éstos son los gobiernos templados. A
veces, en fin, la Constitucion los admite y
reconoce todos tres; este último es el gobierJIo
misto.


El gobierno monárq uico fué natural en el orÍ-
gen del género humano, cuando éste se compo-
nia de unas cuantas familias, cuyas cabezas tenian
un poder absoluto sobre los suyos. Así que se
multiplicó la especie y que empezaron las emi-
graciones desde el Oriente, su cuna, hicla el
Occidente, los emigt:antes se gobernaron de otro
modo, y adoptaron, segun la, circllnstancia~, una




de las utras dos formas: la aristocracia, como en
Egipto, Jonde tO!1H) el car~icter teocrático; (í la
democracia, cumo en Grecia, donde es prepüIl-
derante desde los tiempos más remotos. Estus doo
elementos, en efecto, son inherentes á la existen-
cia misma de una sociedad, por rudimentaria y
primitiva que sea; siempre hay un corto número
más capaz, más energico, más apto para adquirir
v conservar; ese es el elemento aristocrático: lo
restallte es el pueblo. El principio monárquico, al
contrario, es ficticio en toda reunion de hombres
que pase de la familia; puede ser una cOllvenien-
Ci:l, una necesidad social, pero no se desprende
de la naturaleza de las cosas.


La experiencia y el progreso fueron introdu-
ciendo modificaciones en los gobiernos. Los ex-
cesos y los inconvenientes de las formas pura~
hicieron que se pensase en templarlas. La Grecia
es la primera nacion que trata de establecer una
ponderacio!1 de los poderes,


Casi puede decirse que en la época de la guer-
ra de Troya, cuando el Oriente era gobernado
despóticamente, cuando Egipto permanecia in-
móvil bajo la dominacion de una aristocracia de
sacerdotes, vemo~ ya las ciudades griegas hacer
un ensayo de monarquía mitigada; de toelas ma-
neras, el poder de los reyes de aquellas pequeñas
monarquías es insigllificante al empezar los tiem-
pos hist,;ric(ls. Jksd(' ('ste J1)ome1\to, desde que




Hl:"TCl<.tA y t...'!\.'.f.KH.}.o;,:!..~.


conc1uyenlas tradiciones semifabulosas y empieza
la verdadera historia, hasta nuestros dias, se pre-
sentan constantemente dos órdenes de hechos,
cuya invariable unif()rmidad autoriza á la ciencia
política á establecer, por medio de los más sa-
nos procedimientos de la induccion, las leyes si-
guientes:


I.a La presencia en una constitucioll de dos
de esos principios implica su antagonismo, el ani-
quilamiento del más débil, la victoria y el dominio
exclusivo del otro.


2.<1 El dominio exclusivo ó la preponderan~
c·la oemasiaoo marcada de un princ"tpio, cualquiera
que sea, monárquico, aristocrático ó democráti-
co, es cJ despotismo.


3. a El despotismo tiende á resumirse en ma-
nos de un solo hombre.


y como corolarios, tenemos: que la libertad
no existe sino donde los tres principios se hallan
equilibrados con la mayor igualdad posible; que
la libertad es difícil de establecer y de conservar;
que cuesta meditaciones, trabajo y sacrificios;
que el gobierno misto es el que mejor la asegura,
y que ese gobierno es una cosa nueva, una crea-
cion de la civilizacion más avanzada.


Hemos dicho que la presencia de dos principios
en un gobierno, concluye por la destruccion del
más débil y la victoria del más fuerte. Los ejem-
plos abundan y se extienden por 1111 gran nÚmerl)




TI<;\!\SAlTIC:'\. --l):)) ELF.ML'\l{Y.


de siglos. Las monarquías templadas de Grecia
todas fueron derribadas por la democracia. La
monarquía aristocrática de Polonia fué desgarrada
por una nobleza turbulenta, que sumió á su país
en la desgraciJ. en que hoy le vemos. Cuando los
reyes del continente europeo en los siglos xv r
XVI hubieron destruido el poder político de la
nobleza, quedaban solos la Corona y e! pueblo,
una enfrente de! otro; ya sabemos que éste fué
vencido y sometido. La monarquía democrática
de Luis Felipe ha sido derribada en nuestros dias
al primer impulso de la democracia. - Esto es tan
evidente, que ya !lO se necesitan otras pruebas:
faltando la ponderacion de un tercer elemento in-
dependiente que pueda prestar su fUel"7,a al más
débil, éste tiene ljue sucumbir.


Quédanos examinar la segunda ley. Que la do-
minacion exclusiva de un principio es el despo-
tismo.


En cuanto á la monarquía absoluta ó la aristo-
cracia ahsoluta, cncontrarémos pocos contradic-
tores. La opresion aristocrática del feudalismo
europeo, la de los nobles dc Venecia, han dejado
recuerdos demasiado profundos, lo mismo que la
opresion monárquica que siguió al feudalismo,
para que no se acepte desde luégo esta proposi-
clon.


Más difícil será probar, contrJ. la corriente de
L1S ideas liberales en el contillente, ljue la demo-




cracia exclusiva es tan opresiva como las otras
dos tormas; que el despotismo democrático es tan
positivo y tan malo, presenta los mismos caracté-
res de envidia, de suspicacia, de obcecacion, y
contiene los mismos. gérmenes de decadencia que
el despotismo monárquico ó el aristocrático.


Cítanse los Estados Unidos, la libertad que allt
se goza, su prosperidad. Pero no se tiene en cuen-
ta que allí apénas hay pobres, ni los puede haber
en mucho tiempo. El territorio es tan inmenso,
tan fértil, tan favorecido por la naturaleza, que
IS0 millones de habitantes pueden vivir en él con
holgura, y apénas contiene la quinta parte de ese
número. Cuando la poblacion esté con el territo-
rio en la misma relacion que en algunos reinos de
E'lropa, se podrá comparar á éstos con la gran
república; hasta entónces no. Y cuando se pre-
senten en ella los terribles problemas que la Eu-
ropa del dia encierra, es muy posible que la into-
lerancia de un principio dominante en la COllsti-
tucion produzca los efectos que ha producido
siempre desde que se escribe la hi~toria, es decir,
el despotismo de una faccion y luégo de un hom-
bre. Si, por el contrario, la democracia de los Es-
t,tdos U nidos subsiste y prospera, si conserva la
libertad, seLi un progreso que el Illundo entero
podr;¡ aprolfechar. Por ahora el experimellto ha
durado poco, no es completo ni decisivo; COI1-
viene aguardar ántcs de IIcgar:i una c()l1c1usiol1, ~.




'1 RAl\SACCIO:¡-';. - ESTJ\V::-'S uNID::::'S.


por de pronto confesar que, siendo ya tan difícil
aclimatar bs ideas y las costumbres inglesas, lo
sería mucho más aclimatar las americanas, porque
las sociedades europeas ticnen incomparablemente
mayor analogía con la Inglaterra que con los Es-
tados Unidos.


Es verdad que han variado algo allí las cos-
tumbres políticas respecto á los primeros tiempos,
variacion que puede ayudar á prcver en 10 que
pararán aq uellos estados, sobrc todo observando
que trae orígen de dos causas: primera, la influen-
cia incontrastable de la falta de equilibrio en los
poderes, que proceden todos, Presidente, Senado
y Congreso, del mismo orígen democrático;
segunda, la afluencia considerable de emigrantes
poco aptos para usar de la libertad. La cmigracion
tan grande que acude allí va poniendo todo el
poder político en manos de la democracia euro-
pea, bien diferente de la antigua democracia ame-
ricana. Pero á pesar de todo eso, áun queda bue-
na parte de las sanas ideas prácticas, del elemento
inglés, de las tradicioncs de la madre patria; y
debemos reconocer que los Estados Unidos no
son, con mucho, el peor modelo de libertad que
se nos propone.


Aunque por las difcrencias territoriales y eco-
nómicas arriba indicadas no podemos admitir que
su cxperiencia sea para nosotros concluyente,
la l1la\,o!" parte de nuestras ideas t;¡]sas sobre la




74 en 1 LIZ -\CIOl'\ .'\NTIGU 1\.


libertad no viene de los Estados U nidos, si IlO
debe atribuirse á la concepcion errónea que nos
hemos formado de la antigüedad clásica.


No creamos que la Grecia conoci() jamas la
libertad verdadera. - La antigüedad era intole-
rante, intransigente, bárbara; el triunfo de un
partido era la opresion ó quizás la exterminacion
del otro. Los principios opuestos, demasiado ab-
solutos, no sabian vivir en armonía el uno aliado
del otro. A aquellos griegos, tan grandes orado-
res, les faltaba el sentido político. Sus declama-
ciones son el modelo de las que nosotros oimos:
la historia de la Grecia es el espejo en que pode-
mos mirarnos.


N o se supo nunca en Grecia lo que es la
verdadera libertad: la libertad pagana era cruel.
Ahora se condena, y con raZOll, la esclavitud de la
raza negra, raza evidentemente inferior: durallte
toda la antigüedad existe, sin excitar ninguna pro-
testa de la opinion públ iea, la esclavitud de los hlan-
coso La idea moderna de la libertad es infinitamen-
te más hermosa, y sobre todo m,ís exacta, puesto
que quiere decir libertad para todos, tolerancia,
reconocimiento de los derechos de las mino-
rías. Véase en la excelente obra de r-.-1r. Guizot,
La (,lvilisation f!ll l!.'uropl', la diferencia entre la
intolerancia, la intransigencia de la civilizacioll
antigua, y la tolerancia, la transaccion, de la ci-
vilizacion moderna. Este camhio rZldical "iene




TRAI\SACCIOI\". - CIUSTIAI\ lSMO. 7S


del cristianismo; miéntras la filosofía pagana no
reconocia más que la igualdad política de los ciu-
dadanos de una misma ciudad, nuestra religioll
ha proclamado la igualdad moral de todos los
hombres; la primera era corruptora y cruel; la
segunda es moralizadora y humana. El nombre
de moderados que se dan los conservadores en
España, sería magnífico si se adoptase en ese
sentido, si se llegase, sobre todo, á ver unida
la energía en la accion con la l11oderacion en las
ideas.


No solamente hemos adoptado las ideas anti-
guas en cuanto á la libertad, sino en otras cosas
que llegan á ser monstruosas. El asesinato políti-
co era una virtud á los ojos de los griegos más
civilizados: esa apreciacion, hija de la pasion más
ciega, la han adoptado algunos modernos como
nacida de una razon sana. Debemos protestar
contra doctrina tan absurda. El asesinato polí-
tico, ;[ los ojos de una época ilustrada, debe
ser un crÍmen odioso; los medios inmorales han
de producir siempre á la larga resultados deplo-
rables. Y es un crÍmen inútil; cuando se re-
curre al puñal para salvar la libertad, es que la
libertad está perdida; y si de algull modo puede
renacer, es volviendo la nacion entera á las seve-
ras ideas morales, en lugar de dejarse extra v iar
hasta el e rimen.


Otra de las idea, gncgas introducidas entre




nosotros es que la igualdad [;¡vorece la ¡iberraJ.
Es todo lo contrario; la libertad jamas ha existido
sino con la desigualdad,


Ese sentimiento de la igualdad es la pasioll do-
minante de todo despotismo. Véase Venceia, do-
minada por la e !ase aristocrática; todo noble que
por su mérito se distinguía de sus compañeros,
era suprimido, sin reparar en los medios. V éanse
los reyes de España. ¿ Quién ha pasado un nivel
más exacto sobre todas las cabezas y todas las
inteligencias? i Quién ha sofocado más eficaz·-
mente todo deseo de saber, de instruccioIl, toda
investigacion.1 i Quién ha tenido más sospechas
del mérito y de los ,ervicios prestados, quién ha
sido más imparcial en su ingratitud háeia los gran-
des hombres, hácia hombres como Cortés, el gran
Gonzalo y Colon? ¿ Quién ha reducido una na·-
cion más generosa, más ardiente, más activa, á
un estado de sopor más miserable? ¿Quién ha
mantenido una política más socialista? El respeto
á la propiedad, que á un hoy no es muy fuerte,
se va creando desde la caida del despotismo.


Pero nada puede compararse con la envidia que
han tenido de sus grandes hombres algunas re-
públicas, y más que todas, Aténas, que pasa por
una de las lumbreras de la humanidad. Allí se
presenta esa pasion despótica de la igualdad con
deplorable candidez, en la ley del ostracismo. Si
un ciudadano adq uiria tal nombradía que diese




77


recelo á la república, un decreto popular le obli-
gaba á alejarse; esto vino á ser el destierro para
todos los que la hubieran hecho grande y respe-
tada de sus enemigos, y vino á ser, en efecto, la
causa principal de su humillacion.


Los grandes hombres son los guías de! género
humano. Ellos lo han sacado de la barbarie; y si
los demas pueblos no hubiesen tenido más sentido
que los brillantes atenienses, si el ostracismo hu-
biese penetrado en todas partes, la sociedad eu-
ropea hubiera vuelto por grados al estado salvaje.


N o pretendemos que una nacion se deba pos-
trar á los piés de un hombre, por grande que sea.
Eso es un signo funesto, es la prueba de que esa
nacion es incapaz de salvarse á sí misma. Los
grandes hombres son los que inician á las masas
en todo progreso; pero en una sociedad culta, en
que todo el mundo se halla dispuesto á apropiarse
las ideas que ellos vierten; en una sociedad acti-
va y trabajadora, en que todos velan por sus de-
rechos, es sólo donde la adulacion y e! servilismo
son combatidos por la conciencia Íntima que cada
uno tiene de su propio valer, al mismo tiempo
que el respeto y el agradecimiento se pagan como
un justo tributo á los servicios prestados; donde,
en fin, la influencia de un hombre grande es be-
néfica, y no puede nunca llegar á ser perniciosa.


La gloria de la Grecia nos impide ver las cala-
midades que le acarrearon los falsos prinCIpIOS.





l1":CADEI\"CL\ Df. LA. (;RM'IA,


El esplendor de sus hechos de armas, la perfec-
cion de su literatura y de sus artes, hoy todavía
modelos inimitables, ofuscan nuestros ojos, por-
que ocupan un gran lugar en el desarrollo de la
civilizacion.


Pero si examinamos detenidamente la historia,
verémos cada ciudad desgarrada por disensiones
intestinas; y las diferentes ciudades en guerra unas
contra otras hasta la invasion de los Persas. En
este momento empieza el siglo hermoso de Gre-
cia (490 años ántes de Cristo). Hay union, hay
heroismo, hay grandes hombres; la democracia se
ve sancionada por una inmensa gloria, una in-
mensa prosperidad.-Ese instante, sin embargo, es
corto; sesenta años despues, en 43 I, empieza la
funesta guerra del Peloponeso; Aténas, invento-
ra del ostracismo, es sometida en 404 por Espar-
ta, y su libertad es perdida para siempre; no tar-
dan mucho en perderla los demas griegos. Re-
nuncian á todo esfuerzo para reconquistarla, se
entregan á la vida fácil y sensu~d, se consuelan
con la gloria artística, lo que prueba que la per-
feccion en las artes no es la manifestacion de un
estado político social envidiable, y no vud ven
á salir de su degradacion. Desde 330 están ya
dominados por los reyes de Macedonia; en 146
los romanos se apoderan de Corinto; poco des-
pues la Grecia entera es declarada provincia ro
mana; es decir, qu~ paga 1111 <;ifTlo de dCl11ocraci;¡




I"JU\r-.~ .. \('ClO[\;. --- DEMOCRACIA FLTTlJRA. 79


gloriosa, pero excesiva, por veintiun siglos de la
esclavitud m,ís abyecta; y áun en nuestros dias,
que se ha restaurado la independencia de la Gre-
cia, nadie envidiará la suerte de los griegos.


U n siglo no es nada en la vida de una nacion;
por eso no percibimos á primera vista las conse-
cuencias de la marcha que llevarnos hace medio
siglo apénas; pero al que reflexione sin pasion, no
es posible se le oculte que las ideas de la antigüe-
dad han ejercido en nuestros tiempos demasiada
influencia, y que son esencialmente falsas.


Que la intolerancia de un principio cualquiera
conduce al desúrden, á la anarquía, á la pérdida
de la libertad.


Que la igualdad es incompatible con la liber-
tad, y que es característica de todos los despo-
tismos.


N o por eso dejamos de creer que el porvenir
pertenece á la democracia.


Algunos entre los liberales quisieran su adve-
nimiento inmediato. Esa impaciencia de tempera-
mento hace desconocer cuáles son los medios más
directos. Lo mismo que toda guerra inútil es una
pérdida de tiempo y de capital, c¡ ue hubieran po-
dido emplearse mejor, tambien es toda revolucion
rápida y violenta una pérdida de uno y otro, ma-
yor aún, porque trae una rcaccion que retarda
considerablemente toda clase de progreso. La de-
mocracia es el último término de la civilizaeion,




So InMGCJ{:U'I:\ I'L'TUR.\.


pero ese término está muy lejano. Ni en la vlep
Europa, donde la organizacion social es tan com-
plicada, donde los intereses amenazados de una
perturbacion violenta se ligan y hacen dar, por
un paso adelante, dos ó tres pasos atras, ni en
los mismos Estados Unidos, cuando estén ente-
ramente poblados, será duradera la democracia
hasta que la instruccion, la moderacion y el bien-
estar hayan penetrado en todas las clases de la so-
ciedad. Lo cual sólo puede suceder lenta, pacífica
y legalmente, sin alarmar, sin provocar reacciono
Así es que el país que tenga una organizacion
estable, en que se desarrollen libremente la ins-
truccion y la riqueza, será el que marche con
más rapidez hácia ese resultado, aunque por me-
dios que, superficialmente mirados, parezcan in-
directos. El principal, y diriamos casi el único
inconveniente de la democracia, es la falta de ins-
truccion en las masas. Si en un gobierno misto se
necesita ya una suma de ella mucho mayor que
en un gobierno absoluto, se comprende fácilmen-
te cuánto mayor aún es esa necesidad en una de-
mocracia. Hoy, y hasta ahora, no ha sido ni pue-
de ser más que el reinado de una muchedumbre
ilusionada por teorías hoy inaplicables: ha sido
y sería la anarquía y el desórden; ha parado y
pararia en el despotismo de un solo hombre, como
remedio á tantos males. La educacion es el "er-
dadero camino hácia una democr:lcia definitiva;




T/{J\r.;SAlTION. -- :U~~MOCR.t\CIA ¡"UTURA.


cuanto n1<lS instruidos los hombres, son menos
ficiles de seducir, más moderados en sus ideas.
T oda medida que tenga tendencia á enriquecer y
á instruir d pueblo es un medio mucho más di-
recto de llegar á la democracia que el estableci-
miento inmediato de la democracia misma. La
aplicacion á las cuestiones económicas y su reso-
lucion; el aumento de remuneracion y la dismi-
nucion de las horas de trabajo; el aumento de las
horas que los trabajadores pueden dedicar á ins-
truirse; tal es la marcha más segura. El camino
más corto del gobierno misto á la democracia, es
la moderacion.


La Inglaterra, como no se apresure, será pro-
bablemente la primera en llegar á esa democracia
civilizada y definiti va, precisamente porque tiene
una aristocracia fuertemente arraigada, porque su
forma de gobierno le da la estabilidad necesaria
para estudiar esas cuestiones económicas l. Véase
en las historias y en las memorias, véase en las
novelas, pintura fiel de las costumbres, el terreno
que la aristocracia inglesa ha ido cediendo desde
el siglo pasado, tanto en las leyes como en las re-


I V(~<lI1se L1S obr.\s de IVIr. DlIpont White, L'lndividu ct ¡'Etat,
La Cmtralisation, La Liócrt/ politiqueo F:l autor, aunque más bien se
inclina h.í.cia l.t democracia, prcgunt..1 en ~l1bun pJsaje ~i h presencid
oc una aristocl"aciJ. no es favorable á la libertad. E~t~l duda en él no
~c declar,) sin algo dl: rcpugnanci.l; pero escrihe con demasiada con-
ciencia y bUCJLl te, para pJsarb Ul ::.iklH.:io.




DF.MOCj~ACl-'\ FUTLR .. \.


laciones sociales, y se hallaLí comprobada la ver-
dad de nuestra asercion. La Inglaterra se va de-
mocratizando lenta, pero inevitablemente; las
cesiones hechas han sido hechas de buena fe ~
con espíritu liberal, sin intencio]1 ni posibilidad de
volver atraso


Por otra parte, lIO hay que dejarse asustar por
esas tendencias democráticas de! continente. No
son sino las naturales aspiraciones al bienestar, al
progreso, desviadas hoy en sentido democrático,
únicamente porque el gobierno constitucional no
inspira ya la fe que inspiró en un principio. Vea-
mos establecido un gobierno misto verdadero,
estable, liberal, y las tendencias que inspiran tan-
to temor desaparecerán.


La democracia es e! progreso supremo; pero
esa transformacion final de las sociedades nece-
sita toda la lentitud que la ciencia atribuye ú las
revoluciones geológicas.




CAPÍTULO VII.


SEGUNDA CAUSA. - TRA~SACCIO};.


EN LA ESEl\"CJA DEL GOBIERNO : CONSTITUClOl\~ MISTA.


Primer ejemplo d~ gobierno misto ('n Roma. - Diferencias con el
de Inglatcrr,l. - Ausencia de reprc'1cnt.1cion. - Falta de una co-
rona hercJitaria. - Preponderancia del principio aristocrático."-
Cónsules. - Semrj,lnz:1S con IngLltcrt"a. - Larga prospnidad.-
Las cO"itumbres se corrompen. - Rivalidad entre la aristocracia y
el puehlo. - El despotismo j beneficio relativo, mal absoluto.-
Inglaterra. - Juan Sin Tierra. - Prestigio y poder de la Corona.
- Defin'¡c"¡on legal y progresivamente hecha de las atribuciones de
los tres poderes. - Influencia del espíritu de transaccion. - Nece-
sidad de que se conserve. - Teoría del gobierno misto. -1\'lonar-
quías rodrad:ls de instituciont:s republicanas. - Equilibrio de los
tres poderes. - Apariencia y realidad de ese cqui1ibrio. ~- CJ~;;.ra
alta elegid] por el pueblo; nombrada por b Corona; independiente
de uno y de otro. - Aristocraci:t en Francia, Italia, Prusia, Aus-
tria, España, J ngbterra. - lnnuencÍJ. de esta última y de la gen-
t,)'. - Sus relaciones con Lls poblaciones del cJmro. - Su cuno-
cimiento de las lH!ccs'[d3dcs loc.llcs. - Sus opiniones liberales.-
Accesion de hombres nuevos. - No es un:l. clase ni un partido. -
Es un cuerpo político. - Razon de su cxistenciJ. - Conveniencia
de semejante in:itirucion en el ccmtinente. - Ob5t.1culos p:lr:l su
establecimiento. - Supuest.l tenJencÍa absolutista de b. aristoCL\CÍ-1.;
C,ll tendencia veru,ldcLl. -- Prin(ipio hcrcJit:.uio y principio electi-
vo, -l\fayorazgos. - Dcscuilio de la propicd:ld. - Re~idcnci:1 en
L1 ('(,rte. - CCJJi~() Ndpc.]con. - EteL~()':' ele la dívj~ion Je los hit>




REPeBLlCA ROl\L'\l'\A.


nes. - Mr. de Veauce. - Mr. About. -Igualdad y libertad ...
Derc.:ho absoluto de test.lr. - Cómo contribuye J. la prosperiJJ.d
general. - Nada de golpes de Estado.- Esperarlo todo de Li opio
nioI1.- ~ Puede éstJ. suplir, por bU modl'racion, 1,1 fJlta dt: una cí-
mara hc;cdit:uia ? - Éxito prob<lblc Je este ensayo.


Es interesante comparar á la brillante sinrazon
de los griegos en política, el fuerte sentido comllll
de los romanos; el ver, sea esto dicho de paso en
contestacion al argumento de las aptitudes, las
razas latinas dar el primer ejemplo, y bien glo-
rioso, de una aproximacion muy inmediata á una
constitucion mista.


En efecto, entre la repúbíica romana y un
gobierno misto, tal como hoy lo concebimos, !lO
hallamos más que dos diferencias:


l. a La falta de representacion. El pueblo no
nombraba diputados: deliberaba y votaha en masa.
Lo cual vino de que el Estado en un principio
consistia en sola una ciudad;


y 2. a La falta de una corona hereditaria. Esto
provenia del ascendiente exagerado en un princi-
pio de la aristocracia, de que el gobierno no era
rigurosamente un gobierno misto.


En efecto, Jos cónsu!cs se elegian al principio
exclusivamente entre los nobles. Se remedió este
defecto dándoles un poder que, aunque limitado,
era considerable; de modo que parecían, y casi
eran, el tercer elemento, que mantenia el equi-
librio entre los otros dos.




TJ.lAI\SAt'CI:Ji\", -- RUMA. I!'\(;T.,'\TFR.R A.. S.:;


Las semejanzas de las costumbres políticas de
Roma con las de Inglaterra son numerosas. Ve-
mos la misma cooperacion de todos á la adminis-
tracion y al gobierno; el mismo apego á las for-
mas antiguas y á la legalidad; las mismas luc has
prolongadas para obtener una concesion ; la mis-
ma estabilidad en las concesiones una vez otor-
gadas.


No hahlamos ni de su gloria militar, ni de su
poder, ni de sus atrocidades contra los pueblos
conquistados. No comparamos tampoco las discu-
siones, á veces sangrientas, del foro, con las dis-
cusiones pacíficas, elevadas, del parlamento inglés,
diferencia debida á la civilizacion cristiana. Pero
decimos que nil~guna nacion antigua disfrutó de
una libertad tan fecunda como Roma, que se acer-
caba tanto al gobierno misto; ninguna la disfru-
tó tanto tiempo; la república, fundada 509 años
ántes de Jesucristo, subsiste casi hasta el princi-
pio de la era cristiana, hasta que con la rivalidad
entre Mario y Sylla empiezan los horrores y las
calamidades (78 años ántes de Cristo).


Las costumbres, y sobre todo las de la aristo-
cracia, se habian corrompido, y corrompido has-
ta d punto dc tener envidia á los hombres nuevos
que surgian del pueblo, C01110 Mario, y de temer-
los. En este momcnto un tercer poder indepen-
diente en su orígen, un trono hereditario, hubiera
podido salvar la cOllstitucioll; el consulado electiv()


8




fué en manos del pueblo el arma con la clIal, des<
pues de abatir la aristocracia, dió muerte ;í la li-
bertad.


En la anarquía que siguió á las proscripciones
recíprocas de Mario y Sylla, en b corrupcion,
la indolencia y el abatimiento general, el despo-
tismo era un beneficio relativo. Sin duda ninguna
era preferible al sangriento desórden anterior, yal
desórden no ménos sangriento que vino m;Ís tarde,
cuando por falta de un hombre capaz cayeí el
imperio en manos del ejército, y lo desgarraban
los pretorianos de la capital y los legionarios de
las provincias. Pero de eso á deducir, con un
ilustre escritor, que la dominacion de un hombre,
por grande que sea, es un bien en sí, hay una
distancia que no puede salvarse. Al contrario,
un hombre de tanta talla, de una capacidad tan
universal, un hombre que redime ~i Ulla sociedad
corrompida del trabajo de gobernarse y de prote-
gerse á sí misma, debe ser cOllsiderado como una
calamidad; porque coronando con su prestigio
personal el poder absoluto, prepara y hace posi-
bIes, al cabo de unas cuantas generaciones, los
reinados de los N erones y de los Heliog;íbalos.


Será siempre mayor bien de por sí el que las
sociedades estén organizadas de manera que el
órden y el progreso vengan de la sociedad misma;
que las capacidades colectivas sean superiores ;Í
la capacidad más privilcgi'1da; que los l~rande';




x-


hombres nacidos en su seno sean sus servidores, y
no sus amos; en una palabra, que el despotismo
no pueda llegar á aceptarse como un beneficio.


El segundo ejemplo de gobierno misto, mucho
más perfecto que el primero, lo hallamos en
Inglaterra. N o ha sido fundado como un sistema
completo concebido de antemano, y luégo apli-
cado. Las casualidades felices que hemos visto
en su historia han ido disponiendo poco á poco
los diversos elementos de una manera favorable.
En ello ha tenido más parte que nada esa coope-
racion de todos que, manifestándose allí desde
los tiempos más remotos, ha introducido en las
instituciones y en las costumbres un segundo prin-
cipio igualmente importante: la transaccion. Esta
es la esencia misma de la constitucioIl de Ingla-
terra; y proviene de que todos los intereses, de-
fendiéndose activamente, tienen que ser tomados
en cuenta al cerrarse la lucha sobre cada cuestiono


Si en los tiempos de Juan Sin Tierra, ó en
cualquiera époea posterior, la Corona hubiese sido
enteramente vencida y aniquilada por la aristocra-
cia y el pueblo; si no hubieran quedado más que
estos dos elementos, 1:1 guerra hubiera empezado
entre ellos, y el uno hubiera tenido que sucumbir.
Por f()rtuna la fuerza y el prestigio de la Corona
eran tales, que primero filé necesaria, para dismi-
nuir sus excesos, la lIniOll de las dos órdenes del
Fstado; 1I11ioll que, fundada entúnccs, ha suhsis-




F.VUJI.lB;UO DLL PODER.


ti do hasta hoy, ha sobrevivido á las circunstancias
que la crearon; y segundo, que cuando se consi-
guieron concesiones razonables y se establecieron
derechos suficientes, no se pensó en llevar más
adelante la lucha contra el rey.


La prudencia en cada uno de los tres elementos
que reconoce la constitucion inglesa consistirá en
no abandonar nunca al más débil. Si uno de ellos,
cualquiera que sea, viene á desaparecer, la liber-
tad está herida de muerte. La Corona es tanto
un escudo para la aristocracia contra el pueblo,
cuanto la aristocracia es un escudo para el pueblo
contra la Corona. Esto puede no parecer verdad
si se considera sólo un momento dado, circuns-
tancias dadas; pero si se considera un largo perío-
do, ó mejor aún, la historia universal, es de una
verdad incontestable.


El estado de Inglaterra en 1215 contenia ya
los gérmenes del gobierno misto, el equilibrio de
los tres poderes que lo componen. Pero para ha-
blar con exactitud, es preciso decir que los demas
estados de Europa, Francia, y sobre todo España,
los contenian igualmente. Lo que no se hizo aquí,
y se hizo en Inglaterra, fué ir poco á poco, y por
los medios legales, definiendo las atribuciones, las
inmunidades, los derechos de cada uno, hasta que
quedaron puestos en clara evidencia por medio
de varios actos legislativos, de los cuales los más
importantes SOI1 : la Peticiol1 de Derechos (1628),




¡ RANSACCION. - EIJUILlBR10 DEL PODER. g9


el Habeas C~rpus (1679), y la Declaracion de De-
rechos. Este líltimo fué obra de la revolucion de
1688, revolucion que dió á luz el sistema de!
gobierno misto, tal como hoy se conoce.


El gobierno misto es el que previene y corrige
mejor todas las eventualidades, e! solo que ga-
rantiza la libertad.


Consiste en el equilibrio de tres poderes inde-
pendientes uno de otro : el trono hereditario, la
aristocracia hereditaria, y el pueblo.


Su perfeccion teórica sería que ninguno tuviera
preponderancia. Cuando, derribado del trono Cár-
los X, lo ocupó Luis Felipe, se dijo que la Francia
habia fundado una monarquía rodeada de institu-
ciones republicanas. Esto parecia extraño á Lord
Brougham, uno de los hombres más liberales de
Inglaterra, y contestaba que una monarquía debe
ser rodeada de instituciones monárquicas. Sin
embargo, era un paso en la buena direccion : no
hay duda que una monarquía templada por insti-
tuciones democráticas será preferible á una monar-
quía absoluta j pero no es bastante aún: para que
la libertad sea estable es menester q ~le los tres po-
deres tengan una existencia y una accion legal
reconocidas, y esto lo hallamos en el gobierno
misto.


El principio del equilibrio de los tres poderes
es generalmente admitido j tanto, q lIe áun en las
repúblicas hay dos cámaras.




')0 AI'.-Ir~IF.~rIA y I{F,ALlDAD.


Pero eso es tener solamente la aparienCIa, es
contentarse con examinar e! sistema superficial-
mente. Si venimos á considerarlo en la práctica,
verémos que la Inglaterra es el único país que
posee la realidad de ese eq uilibrio.


U na cámara alta, nomhrada por el pueblo, por
más que se compliquen las formas de la elcccion,
tendrá el mismo modo de ver que la cámara baja,
porque tendrá el mismo orígen. Será una inutili-
dad, una nada.


Nombrada por la Corona, dependerá de la Co-
rona. Será tambien una nada.


N o existirán en verdad más que dos poderes:
el trono y e! pueblo; y á la larga, el uno someteni
al otro, ú éste derribará al primero.


U na cámara alta compuesta de una aristocracia
hereditaria es la lÍnica que será un poder efectivo,
independiente; la única cuya accion pueda inter-
ponerse con eficacia entre los otros dos; la únicl
que se apoyará siempre en el más débil, Y por
interes propio no favorecerá nunca :tl m,ís fiJerte.


Tal es la cámara alta inglesa.
Las aristocracias de! continente no existen co-


mo poder político desde los siglos XVI Y XV 11, en
que fueron absorbidas por e! poder Real.


En Francia, la nobleza, separada de! resto dL>
la nacion por los recuerdos anteriores á J 78<) \'
por los de I 793, que han dejado entre las c bse~
resentimientos y desconfianzas, se ha alcjadll ,k




.,.


T[~ANSA.{'C[O~. - ARISTOCRACIA.


I<JS negocios, y parece resuelta á l'erllldn<.:cer in-
diferente, á abdicar la parte que lc toca en la
gralllleza futura de la patria.


Ese ejemplo ha sido imitado en las dernas na-
ciones del continente, y es tanto nüs de sentir,
cuanto que no habia en otras partes los recuerdos
de 1793. Si en Italia, en Prusia, en A ustria sobre
todo, donde el soberano es un caballero y un
homhre de energía, la aristocracia en masa se
hubiera unido de coraZOll al movimiento liberal,
hubiera podido prestar los mismos grandes servi-
cios que prestó la aristocracia inglesa en r688.
Las situaciones hubieran sido más estables, las
cuestiones interiores se hubieran resuelto mejor,
la moderacion hubiera guiado la política, y de esa
manera se hubiera facilitado tambien la solucioll
de las delicadas cuestiones exteriores que agitan
:í la Europa.


En España no hay resentimiento ni uescon-
hanza. El despotismo de nuestros reyes habia
reducido :i los grandes como á los pequeños. La
generosidad con que los primeros favorecieron las
ideas de 1820, que destruian sus casas, no es pro-
pia para dejar recuerdos odiosos. Pero tampoco
<.:s aquÍ la nobleza un cuerpo político.


La inglesa es un poder r<':collocido en el Estado.
Poderosa é ilustrada, <.:jerce, adclllas de la influen··
cia legal en el Parlamento, tilla influellcia social
1I11l1l'IlS:l.




RES1DE:,\"CIA EN EL CAMPO.


Tiene tambien la fuerza material del número,
por su alianza natural con una clase, de la cual
puede decirse que los lords, aunque se sientan en
la cámara por derecho hereditario, son los verda-
deros representantes en e! Parlamento. La gentry
es realmente por la sangre, una nobleza; ofrece
la particularidad de encerrar casas más antiguas
que muchas casas tituladas; pero allí no se llama "
nobleza I, porque esa palabra lleva consigo la
idea de un poder independiente como cuerpo po-
lítico. Como en Inglaterra nada es estacionario,
inmóvil, la gentry se aumenta cada dia con fa-
milias enteramente nuevas; los hijos de los co-
merciantes, de los industriales que hall hecho
fortuna y se han afincado, vienen á formar parte
de ella.


Propietarios los ¡ords y los gent/emen de hacien-
das considerables, residiendo en el campo gran
parte de! año y viviendo en buenas relaciones con
sus colonos y vecinos, toda la poblacion rural les
está unida en intereses. La aristocracia no es Ulla
ficcion teórica, es una realidad.


La residencia habitual en el campo es una ven-
taja tambien en otro sentido. Ac¡ uÍ un senador, en
general, sale poco de Madrid, y si va á provincia
en verano, suele ser de paso, y algunas veces á


1 Los S\yintc)n y los .Edmonstonc, por ejemplo, (llle se c<l~,Jbn,
r::n el siglo XIV, con hijas de reyes, no son llamados nobles. (V. Bllr-
ke's Landed Gt'I1tI~V,)




THA::-.SAlClC)\.. -- AIU:,TOCItACJA 1:-" (,U::'.\. y~


una provincia que no es la de su familia, la de sus
intereses. Allá, cuando se reune la cámara alta,
hay quien puede hablar con todo conocimiento de
causa de cada provincia, de cada distrito; tanto
ó más que en otra parte deberia hacerlo un con-
greso de diputados.


Las opiniones de esa aristocracia, áun de la
parte que sostiene los prjncipios conservadores,
han sido siempre liberales. Ella ha salvado la li-
bertad comprometida bajo los Tudors, amenazada
por los Estuardos. Ella es quien verdaderamente
ha inaugurado la era moderna, y continúa en esas
nobles tradiciones. Dueña absoluta de la cámara
de los comunes, y por consiguiente, de todo el
parlamento durante la mayor parte del siglo pa-
~ado, ha usado de su omnipotencia en el sentido
más liberal.


N o es ni ha sido nunca una casta separada.
Cuidadosa de conservar su influencia, ha sabido
no aislarse. Recibe en sus ¡¡las á todo aquel que
se distingue por el valor, por la inteligencia y áun
por la riqueza. Lo que se ha dicho del ejército


., frances, que cualquier soldado puede llegar á ser
mariscal de Francia, es verdad en Inglaterra de
los honores civiles; todo hombre de mérito, cual-
quiera que sea su orígen, puede llegar á ser par
hereditario. Al mismo tiempo se evita un aumento
exagerado de la C<lmara alta por medio de limita-
ciones en la slIcesion, y por la consiguiente ex-




tincion de los títulos cuando hitan los Slt,'c:-;orco
llamados en su creacion.


Sale, como vemos, dc la masa de la nacion, r
vuel ve constantemente :í ella en la persona de todos
sus hijos, excepto los primogénitos. De esa ma-
nera evita la envidia de las dernas clases, pues
aparece claramente que el objeto de su existencia
no es crear distinciones de nacimiento, sino lle-
nar una necesidad política. Segun la expresion de
Macaulay, es la aristocracia más democr;ítica,
así como la dern'lcracia inglesa es la más aristo-
crática del mundo. En una palabra, no es ni una
clase ni un partido. N o representa, como sucede
casi exclusivamente en otras partes, la ilustracion
del nacimiento; es el premio de todos los servi-,
cios, la reunion de las principales fuerzas de un
país, combinadas en un cuerpo político, cuyo fin
es contribuir al buen gobierno.


Los liherales del continente le echarán en cara
algunos escándalos. Sería imposible que no los hu,-
biese en una clase numerosa, y conJa publicidad
completa de aquel país, nada queda ignorado. Su
existencia, no atacada ,i pesar de e~o, prueba que
los servicios y la gloria de la g,eneraliébd redimen
las faltas de unos cuantos. Las clases medias, si le
tuviesen ódio ó envidia, son hoy bastante podero-
sas en lliglaterl'a para empeIlar la lucha; si IlO lo
hacen, cs porque su buen sentido les demuestra
que la aristocracia e!' indispensahle 1 \ qllC' 1 en <;l(-




111 a , sabe llenar su mision social y políticamente.
Eso es lo que debe ser hoy u na aristocracia; los
títulos y las preeminencias no se comprenden ya
de otra manera.


Sería una ventaja inmensa para las naciones que
aspiran al gobierno parlamentario tener una ins-
titucion semejante. Pero no será posible estable-
cerla ahora. Primero, porque b nobleza se ha
apartado de los negocios, se ha acostumbrado á
que no cuenten con ella para nada. Segundo,
porque se la ha visto, en estos últimos tiempos,
inclinarse más bien al lado de la Corona, y se ha
deducido de ahí que es partidaria IUta de las ideas
absolutistas. Este es un error, pero tan arraigado,
que ha de pasar mucho tiempo ántes de que se
disipe y se venga á reconocer que la aristocracia
no ha hecho más que oponerse á las tendencias
democráticas exclusivas, y que donde realmente
exista, donde sea un cuerpo político, será por
fuerza el antagonista de los excesos del poder,
tanto en sentido democrático como en sentido
monárquico.


Para que la Ilacion admita la idea de que puede
haber libertad sin igualdad, para que reconozca
lo indispensable que es un tercer poder indepen-
diente, para que la aristocracia pueda ser resucÍ-
tada ell derecho, es preciso que primero exista de
hecho por la influencÍa tÍtil, por la coopcracion
patriótica, por UJia autorid:IlJ mural evidcnte; que




HOMQCa:NF.IDAD y TRADIC'IONH.


dé pruebas de moderacioll, de talento político,
de opiniones francamente liberales.


Ese proceder debe ser abierto, franco; todo
debe esperarse de la opinion. Sin duda será dolo-
roso para algunos el ver casas ilustres desaparecer
por la division de los bienes. Pero no hay más
remedio; es preciso someterse á las consecuencias
de una indiferencia tanto tiempo continuada, y
no comprometer por impaciencia una cuestion ya
difícil. Con buena administracioIl y economía
pueden atenuarse los efectos de la division de los
bienes. Hace más de medio siglo que el código
Napoleon rige en Francia, y sin embargo, las an-
tiguas familias conservan todavía grandes fortunas
territoriales. Y no es preciso olvidar que ulla re-
forma precipitada trae siempre una reaccion, y
acaba por ser funesta á los mismos á quienes pre-
tende favorecer.


Por otra parte, la nacion debe considerar aten-
tamente esta cuestion, y examinarla bajo el punto
de vista de sus propios intereses.


U na aristocracia ficticia, formada hombre por
hombre para hacer el papel de senado, 110 tenien-
do nada de hereditario, careceria de toda influen-
cia social ó política. Le t~dtaria lo f¡lIe en todas
partes donde la ha habido ha hecho SlI fuerza:
la homogeneidad y las tradiciones. Es evidente que
el principio hereditario produce en las aristocra-
cias, como sobre el trollO, individualidades inca··




TJ.!Al\.~:HTIOl\. l\lAYOR.AZGOC,. 97


paces ó viciosas. Este inconveniente se obvía en
Inglaterra, en cuanto á la aristocracia, por la
contínua admision del mérito. La cámara alta
siempre abunda en hombres de talento, ya de los
que se sientan en ella por derecho hereditario, ya
de los nuevamente creados. El principio heredita-
rio, en general, es superior al principio electivo,
porque garantiza la estabilidad, y despierta la am-
bicion sin excitarla demasiado.


Hablar de restablecer los mayorazgos, estando
su abolicion tan reciente, ¡nrece una temeridad.
Lo que fué temerario y poco pensado, fué su abo-
licion misma.


Es verdad que las Córtes que dieron esa ley
pudieron tener, ademas de la razon políticl, una
razon sólida y plausible de otra clase. La agricul-
tura estaba abandonada en toda España, excep-
tuando unas pocas provincias. La incuria de los
grandes y de los pequeños propietarios era igual;
pero la de los grandes tenía, sin duda ninguna,
consecuencias más graves para la nacion : desde
que la tierra ha empezado á dividirse se cultiva
algo mejor.


La funesta residencia en la córte dió en eso
otra de sus mil consecuencias; viviendo en el
campo los grandes, hubieran sido más ricos, mé-
nos indolentes, hubieran tenido más influjo, y no
se hubieran abolido los mayorazgos.


Esa division de lo, bienes que hemos copiado
~




lJ/\'L/Oh j):' 1 Pkvl'H:1J,\IJ


Jel c(¡Jiga N apoleon, prod llce ;1 la larga l UllSé
cuencias económicas deplorables, de las que em·
pieza á resentirse Francia. El fraccionamiento
llevado á sus últimos l[mites es 11 tl daDo. Todos
hemos leido en la última sesion del cuerpo legis-
lativo el hecho referido por ]Vil'. de Veauce, de
un padre que muere sin testar, dejando una casa
que valia 715 francos; vendida ésta judicialmente,
y dividido el producto entre sus tres hijos por
iguales partes, les quedan 700 francos de gastos
y lo demas para repartirse. Antes de "\1 r. de V e;l u-
ce, y movidos por los mismos motivos, algunos
liberales franceses, entre los cuales citarémos á
Mr. About, en su libro Le Progres, habian pe-
dido para el padre la libertad absoluta de dispo-
ner de su hacienda por testamento. Esto pasa en
Francia, donde hay más preocupaciones demo-
cráticas que aquí; y esto conduce directalllente a
la desigualdad en la herencia, al mayorazgo.


Se dice que es inmoral; es verdad que repugna
á nuestros instintos de justicia, y que ser;í mucho
más perfecto un estado social en que ya no sea ne-
cesario para la balanza del poder.


Pero la verdadera raZO!l es que estamos ena-
morados de la igualdad, que la Jesigualdad !lOS es
odiosa. ReRexiúnese que la libertad no ha exis-
tido nunca con la igualdad, ni podrá existir hasta
que la instruccio!l sea general y uniforme; que la
liberud e~ el alma del progreso. Recuádcllse los





e/cCUh rebajantes de esa ig;ualdad prematura, y
las cOllSeCUeIlCi:1S de su ll1<1nifestacion m:is lógica,
el ostracismo. Con todo eso á la vista Se com-
prendeLí la conveniencia de unas instituciones
formadas de manera que los hombres distinguidos
sean, no desterrados, sino estimulados por la es-
peranza de los honores, de la estimacion pública.
Ellos servirán <Í su país de dos maneras: primero
por sí mismos; luégo por sus descendientes, que
r(mnar;in un cuerpo político, el cual se opon-
drú ú los progresos rápidos, pero poco duraderos,
garantizando los progresos lentos, pero seguros
y no interrumpidos. Véase, por último, si esa
marcha no es la que en definitiva más rápidamente
conduce á la democracia ilustrada, es decir, á una
igualdad estable.


Todo lo que se haga para apresurar la tenden-
cia natural de la civilizacion á la democracia y á
la igualdad, tend rá el efecto contrario, alejará su
advenimiento. La igualdad 110 ha existido hasta
ahora en ninguna república, por democrática que
haya sido. - N o hablamos de la igualdad política,
sino de la igualdad de condiciones. - Esta es y
será por mucho tiempo un sueño irrealizable. La
division de los bienes no la prod ucirá; lo único
que puede hacerse es sustituir unas personas por
otras. V case la Francia, donde hay fortunas re-
ciente:; inmensas. Siendo imposible crear la igual-
dad de condiciolles, se hallará una ventaja y nin-




100


gun inconvt:nientt: t:n tt:ner una cámara ht:redita-
ria con mayorazgos. En cuanto éi la desigualdad
de rango, irá minorándost: cada vt:z, :í medida
que las clases inferiores se eleven por la eduea-
cion. Si se toma la march;t contraria, rebajar las
clases superiores, la sociedad entera experimenta
una pérdida.


En Inglaterra el derecho de propiedad es ab-
soluto: el dueño de una fortuna puede dejarla ú
cualquiera de sus hijos; excepto en los casos com-
parativamente raros de mayorazgos, no tiene obli-
gacion de dejúrsela al mayor. De ahí resulta que
ningun hijo tiene la seguridad de heredar á su pa-
dre, y por con siguiente, todos trabajan. En los
países donde es forzosa la igual division de los
bienes, todos los hijos esperan con los brazos
cruzados, ó á lo más con algun emplciJlo del Go-
bierno, que llegue el momento de heredar. En
Inglaterra cada uno siente la necesidad de crear-
se una independencia, y ésta es una de las causas
más poderosas de la riqueza de aquel país: las
fortunas particulares componen la fortuna na-
cional.


Tales son las principales consideraciones que
se han de tener presentes al examinar la conve-
niencia de establecer aquí la libertad de testar. El
informe debe ser largo y detenido: la opinioll de
un país !la varía en un dia. De los dos inconve-
nientes, pn:cipitacion () lentitud, el último es mu-




cho menor, porque siempre que se quiera habrá
dementos para fundar una aristocracia hereditaria,
miéntras que una tentati va precipitada podria aña-
dir uno más á los gérmenes de division que ya
tenemos.


Nada de golpes de Estado. Recuérdese el que
se trató de dar hácia el año 1852. Téngase muy
presente que las únicas reformas duraderas y pro-
vechosas son las que ántes de pasar á las leyes
están en la opillion general.


y si no reconocemos á la democracia el dere-
cho ni la utilidad de imponerse por la fuerza, 110
podemos reconocer tampoco á la aristocracia el
derecho ni la utilidad de imponerse por un golpe
oe Estado.


Pero si no tenemos y 110 hemos de tener en
mucho tiempo una cámara hereditaria, puesto que
la debemos esperar de la opinion, ésta es la que
debe esforzarse más, trabajar más, para llenar el
vacío que habrá en nuestra constituciot1, para lle-
nar la mision de la cámara alta, que es oponerse
á las reformas precipitadas. - La existencia de la
cámara alta en Inglaterra, y su constitucion, son
un efecto del espíritu de transaccion : su creacion
entre nosotros sería ahora todo lo contrario.


Hágase un ensayo; cincuenta años 110 SOI1 nada
en la historia de un país. Tenemos, ademas, mil
otras reformas más urgentes que hacer; por ejem-
plo, la de la hacienda. Tratemos de introducir en


9




[02 ()1'1.:\'10,\ I'L I1I.[C-\.


nuestra política la lentitud, la moderacioll, la tran-
saccioll sin la cámara hereditaria, que las repre-
senta. Si se puedell conseguir así, tanto mejor; lo
tÍnico que hemos querido decir desde luego es qUl'
tememos sea imposible; y lo que afirmamos de
nuevo, es que cuando no hay más que dos pode-
res en presencia uno de otro, uno de ellos es des-
truido, el otro queda solo; que siendo el exceso
de autoridad y el exceso de la mal llamada liber-
tad igualmente insoportables á los hombres, fluc-
túan constantemente las sociedades entre llIlO;'
otro miéntras 110 se halla ese término medio, esa
libertad pacífica y progresiva, que sólo puede pro-
porcionar el gobierno misto.




CAPÍTULO VIII.


~EGUNDA CAUSA. - TRA"'SACCION.


EL PAUPERISMO, l'Ol\'SECUEl\'CIA DEL GOBJERl\'O MISTO.


Lujo improclucti\'o. - G,lstns reproductivos."- PcrícccÍon de Lt agri--
cu]tur.t. - - J\fJyor v.dür, y no l1l.1yor cxtcnsion, de las haciendas,
C:lllS.l de difcrcnci.l en Lb fortun:l!:', - Pequeños propietarios hallan
\,cnt.Ua en dej:J.rlo de ser. - Miseria en el cunpo y en LIs CiUJ.l-
dc!;. Importancia de l.l provinciJ. - Aglomeraciones en 105 cen-
tros inuustri.1lcs. - Exceso de produccion. -- Comparacían entre
el pouperi,mo de Inglaterra y el de Francia.·- Falta de uniformi-
dad en los datos estadísticos. -- Juicio arriesgado. -.-- Aspecto de L
miseria en Lónurcs y en Parls. - Artículos ele los dbríos ingleses.
-Diferente .\preciacion de las ventajas de la publicidad.-Inutili-
d.ld de tod:l comp:1.rJ.clon miéntras Últen datm posi6vos.~El pro-
blema de la miseria.-La opinion se ocupa de él.-Iniciativ:l in-
dividu::tl. - Sociedades bíblicas. - Moralizacion de las masas.-
Mercados pard 1J. industria, lej:.mos y cerca.nos. -- Generalizacion
del bienestar. --- Inconvenit~ntes de la bendlccncÍa ofi.ci~ll. - Espe-
l."ubcion, mejoLl de aloj.lmientos de pobre:;. -- Educarion. - Aso-
ebcion. - Ensayos en FrJ,ncia y en Inglaterr.l: los tejedores de
RochdJlc.-EmprcsJ comcrci.ll y CJj.l de Jhorrm. -Desarrollo dv
bs tnJl1uf.1ctur,ls y de la miseria; es moderno. Situacion 6.\0-
rabIe de Ing1.lterr.1 para re~olvcr el problemJ. -Tarea del siglo
pasctdo y dd .H.:tUJ.1. - Preeminencia hoy de LIs cuestiones utilit.l-
l'j:1S.-C,1I-,l.cter d.: b Icgislacion t:n e~;tos l'dtimos años.


Suele atribuirse á las grandes fortunas, al lujo
de la aristocracia inglesa, la miseria, (>1 pauperis-
1ll0, qllc reina e11 aqllel país.




El lujo improductivo, todos los verdaderos eco-
nomistas convienen en ello, produce deplorahlts
efectos. Pero de ese lujo hay mucho más en Es-
paña yen Francia; estos últimos años, sobre to-
do, va tomando proporciones alarmantes. Todo
el mundo gasta fuera de proporcion con lo que
tiene, y esto, á la larga, tiene que producir con-
secuencias fatales para los particulares como pa-
ra la nacion, si no se piensa sériamente en eIJo, si
el buen ejemplo no viene de las clases elevadas.


Hay en Inglaterra mucho ménos de esa clase
de lujo que entre nosotros. Las inmensas fortu-
nas de la Gran Bretaña se emplean por la mayor
parte en su bvenciones útiles de toda clase, en me-
joras agrícolas, en objetos reproductivos, que
crean un capital. El cultivo perfecto en todo el
país, hasta en el último rincon, se debe á los
grandes propietarios. La extension de sus hacien-
das no es mayor que la poseida por las grandes
casas en otros países. La desproporcion entre las
rentas viene del mayor valor que el capital y la
inteligencia, la residencia en el campo y la vigi-
lancia del due/lO, han acabado por dar á las tier-
ras; no es que posean más, es que durante siglos
han administrado mejor. La fie¡ ueza que tienen
hoyes obra suya; y no ha sido para los propieta-
rios solamente la ventaja. La clase media del cam-
po en Inglaterra, á la cual tenemos que citar á
menudo, es rica; antiguos propietarios en pcque-




lO)


110, los yCQ/IlOl han hallado por experiellcia que
era más ventajoso vender sus tierras y dedicarse
á la agricultura, sobrc tierras arrendadas, como á
una industria; en e! dia constituyen Ulla clase
numcrosa, acomodada, instruida. La pobreza de
los trabajadores de! campo llO es miseria: esta
existe sobre todo en las ciudades, en los distri-
tos manuLlctureros. Tales son los resultados eco-
nómicos de las grandes posesiones en Inglaterra.
Los resultados sociales y políticos son áun más
túorablcs. La civ ilizacioll de la gente del cam-
po - esa palabra lo comprende todo - es entera-
mente igual ,i la de las ciudades; si el acento de
las clases ínfimas en algunas provincias lastima
el oido de los habitantes de Lúndres, la igno-
rancia de las cosas esenciales es más profunda
en los miserables de la capital que en los traba-
jadores agrícolas. C0tI10 resultado político, la
provincia ha ganado el no poder ser sacrificada á
los caprichos, ~i las pasiones de la capital; ha
conservado la parte de influencia que le corres-
ponde; y se mantiene ese equilibrio entre los po-
deres 1 que es la esencia de la libertad y la condi-
cion de la estabilidad.


Estos beneficios 1 harto importantes, justifican
la existencia de las grandes haciendas, á las que
se puede) ademas, considerar bajo otro punto de
vista, bajo el punto de vista de un impuesto.
~:stc, en general, es una prima de seguros pagada




L\ ]!'>J)lsrRI..-\.


al Gobierno por e! público, para recibir CIl cam-
bio la seguridad, e! úrden : las gralldes haciendas,
de! mismo modo, son una prima de seguros pa-
gada por e! mismo público, con el mismo objeto;
todo servicio exige que se pague su precio. La,
grandes haciendas CII Inglaterra han correspondi-
do plenamente á su objeto, pues la provincia sin
jefes no puede ser nada.


Ni son ellas tampoco las que hall producido
los efectos que algunus les achacan, el pauperis-
mo. En efecto, si la division infinitesimal de la
propiedad no puede, C0l110 lo vemos en Franc ia ,
impedir la miseria en el campo, es claro que se-
ría ineficaz para contener la emigracion hácia lus
centros manufactureros, allí donde existe una in-
dustria poderosa. Esa aglol11eracion de pobla-
cioll en dichos centros es la causa más directa
del gran desarrollo de la miseria. Todos los hor-
rores que oimos pasan en las ciudades.


En las ciudades es donde todas LIs necesidades
a llmentan, y donde los salarios son proporc ion al-
mente menores que en el campo. El trabajo en
general, y sobre todo el de las mujeres, está po-
co retribuido. La competencia de los mismos tra-
bajadores ha precipitado la crísis; todos han de-
sertado del campo para acudir á las ciudades; su
presencia en número excesivo ha abaratado los
salarios; esta baratura ha sido UllO de los elemell-
tos que han desarrollado la industria inglesa, y la




JU"


han desarrollado de tal manera, quc hoy la pro-
duccion cxagerada no puede hallar bastantes con-
~umidores, bastantes mercados; fabricantes y
obreros sufren igualmente de ese estado anormal
de la industria, que constituye una de las gran-
des dificultades para la Inglaterra.


N o la gran propiedad, sino la gran industria,
es la que más ha contribuido á crear la miseria.


Albunos hablan de la miseria en Inglaterra co-
mo de una plaga espantosa que no tiene compa-
racioI! con la que existe en Francia.


Tambien nosotros hemos tratado de hacer esa
eomparacion, y despucs de muchas investigacio-
nes, viendo la inutilidad de nuestros esfuerzos,
tuvimos la honra de hablar de esas dificultades
con uno de los hombres más competentes en el
ramo, una persona cuyo nombre es una :lUtoridad
en Europa. -- Nos dijo que era vano, en el es-
tado actual de la estadística, intentar una compa-
raciono A eso se une el que la beneficencia no
está organizada cn todas partes del mismo modo.
Así es que miéntras en Inglaterra la ley de po-
bres rige y se aplica en toda la superficie del país,
en Francia hay unos 11,000 ayuntamientos que
tienen bureaux de bienfaisancc, y unos 25,000 quc
carecen de ellos; de mancra que por esa soh ra-
ZOI1, apareceria mayor en Inglaterra el número dc
pobres, cuando lo que es en verd:ld mayor es el
l1limero de pobres socorridos. N o solamente tiene




cada nacion su sistema de beneficencia, sino que
tiene su sistema de publicaciones estadísticas; y
hasta que no se fije para ellas un tipo único, qu~
sea adoptado por los diferentes gobiernos, pro-
posicion ya presentada en los últimos congresos
estadísticos; hasta que todos los pobres sean so-
corridos en todas partes, será enteramente impo-
sible el comparar.


Sin embargo, se dice rotundamente: el paupe-
rismo es mayor en Inglaterra. Dos motivos pue-
den hacerlo creer: el aspecto de la miseria, y lo
mucho que la prensa se ocupa de ella.


Generalmente lo que se compara es Lóndres
con París, y en efecto se pueden tomar las dos
capitales corno representantes bastante exactos de
las dos naciones.


En Lóndres es verdad que se ven muchos más
pobres. Pero ¿ cómo están distribuidos París y
L(>ndres? En París, en los barrios ricos, todas las
casas son poco más ó ménos por el mismo estilo,
y son habitadas poco más ó mén03 por la misma
clase de personas. Vienen luégo los barrios de
comercio, donde reina la misma uniformidad; y
en fin, los barrios pobres, en los cuales se halla
concentrada la miseria.


En Lóndres reina en cuanto á edificios la ma-
yor irregularidad. En los barrios m;Ís suntuosoo,
como en los que son el centro del comercio, se
hallan á cada paso calles, callejones v patios, h:¡-




l':\Llrc.RI~MO -- r.Ú!'\nl~t:s y PARís. r09
hitados por una poblacion miserable. Resulta que
á cada paso tropieza uno con pobres que están
en las inmediaciones de sus casas. El aspecto de
esos infelices es lastimoso, mucho más que lo
que se ve en el continente; pero no olvidemos que
todas las grandes ciudades de Inglaterra se hallan
envueltas en una densa nube de humo; que la
limpieza es imposible para esas pobres gentes; á
fin de emitir un juicio, sería necesario no pararse
en las apariencias, y comparar las realidades de la
mlsena.


En París, el pobre que viene á los barrios ri-
cos á mendigar tiene que hacer un inmenso via-
je: así es que vienen pocos. Ademas ¿para qué
vendrian? Están de antemano seguros de no sacar
nada. Hemos dicho ya 1 la razon por la cual en
el continente los empIcados, y sobre todo los em-
pleados inferiores, tratan al público con altanería
y dureza. La policía se hace en Francia de otra
manera que en Inglaterra: es verdad que la poli-
cía francesa empieza á corregirse de sus malos
modales; pero está léjos de tener los de la ingle-
sa. Un pobre que pidiese limosna en la rue de la
Paix estaría seguro de ser Ilevado á la cárcel;
si la pide en Regent street, el policeman cerrará los
ojos, y no intervendrá sino cuando se le llame;
es decir, para proteger al público contra un men·
digo insolente ó importuno.


I P~g. 47.
10




110 PUBLICllJAD.


Esas son las razones por las cuales se ven más
pobres en Lóndres que en París.


Pero se dirá: ¿ por qué pintan la miseria los dia-
rios ingleses con colores que hacen estremecel~,
tanto que si un extranjero hablase de ese modo
se le acusaria de exageracion? - Porque es la
táctica habitual de la prensa inglesa: no estando
el Gobierno encargado de todo, siendo forzoso
contar preferentemente con la cooperacion del
público, es preciso horrorizar, conmover la opi-
nion. - La prensa inglesa tiene por costumbre
decir las verdades más amargas, y el público las
agradece en favor del bien que proporciona. Na-
da se oculta allí; en el continente, con buena in-
tencion sin duda, se oculta todo lo que es alar-
mante. Hemos conocido epidemias en algunas
ciudades de Francia; los diarios seguian trayendo
el número normal de defunciones; si alguno iba
al Ayuntamiento á informarse de la verdad, le con-
testaban que los diarios traian toda la verdad; y
sólo cuando habia pasado el peligro, se confesaba
lo que se habia estado ocultando.


En Inglaterra todo se imprime: al ver esa ma-
nera diferente de pensar en cuanto á las ventajas
de la publicidad, es permitido suponer que se apli-
ca á la miseria lo mismo que á las epidemias, y
que pasan cosas en nuestros grandes centros que
no se diferencian mucho de lo que leemos tan á
menudo que pasa en Inglaterra.




III


Ni las apreciaciones que acabamos de hacer,
ni las que se podrian producir en sentido contra-
rio, tienen valor ninguno. Las cifras solas, cuan-
do, por las medidas que adopten los congresos es-
tadísticos, se puedan someter á la prueba de una
unidad comun, servirán de hase segura para asen-
tar un juicio.


Hasta entónces la cucstiOll queda enteramente
illdiscutible.


y áun cuando por cl progreso de la estadísti-
ca se haya llegado á poder comparar numérica-
mente la miseria de las dos naciones; si la Ingla-
terra tuviese la desventaja, cosa que !lO podemos
prever, quedaria una consideracion importante:
¿ es debido el desarrollo de la miseria á las for-
tunas territoriales? - ¿ ó al inmenso vuelo que ha
tomado la industria? - i ó á los vicios de las cla-
ses mismas que sufren? - Sabido es que están
muy dadas á la bebida.


O bien en otra forma: si la Francia, que ha
creido deber destruir la gran propiedad, tuvien
una industria tan desarrollada como la Inglaterra,
¿ cuál sería el número de sus pobres? Todo eso
pide tiempo, mucho tiempo. Algunos se apresu-
ran á sacar conclusiones, y fundan sus argumen-
tos en hechos insuficientemente estudiados. No
es así como se llega á la verdad, y la verdad es la
que nos importa {í todos conocer.


Es preciso confesar que las generaciones pasa-




J J2 REM[DIO;:.


das nos han dejado ideas políticas falsas, y sobre
todo, una marcha esencialmente falsa en los estu-
dios políticos. Si nuestro siglo ha de ser un siglo
de progreso, debe ante todo reformar el méto-
do, edificar de nuevo sus convicciones, auxilián-
dose con la experiencia, con hechos perfectamen-
te averiguados.


La prensa hace un acto meritorio pintando
la miseria bajo los colores más vivos, llaman-
do fuertemente la atencion hácia un problema
que es el problema de nuestro siglo, .Y que está
siempre en Inglaterra á la vista del público. Pero
la prensa inglesa lo hace sin espíritu de hostili-
dad hácia las grandes fortunas territoriales ó in-
dustriales ó comerciales. Es una discusion, no
una declamacion; de ella resultará el remedio, y
no estériles revoluciones. Si la publicidad inglesa
es más completa que la nuestra, tambien es más
prudente: ya sabemos en qué términos se discu-
tian estas cuestiones en 1848. Esa calma es ne-
cesaria para llegar á resolverlas. Ya la opinion,
conmovida, empieza á ocuparse sériamente de
ellas. Hombres acostumbrados al lujo !lO han
temido visitar los alojamientos más miserables,
para convencerse por sí mismos de la extensioIl
y de la gravedad del mal. Guiada por ellos, la
ll:lcion obrará. Si la cuestion de la miseria puede
ser resuelta en alguna parte, lo será en Inglater-
ra; se irá hasta el fondo, se atacará el mal, no




I'AUl'n{]~MO. ~CCU:DADE~ níBLICAS. 11:;


por teorías inmensas en su enunciacion, imposi-
bles en la práctica, sino por medidas de detalle,
que tenderán todas al mismo fin. Cada dia vemos
en el Parlamento discutirse algo por este estilo y
aplicarse esta clase de remedios, vigilándose luégo
el efecto que producen. Pero si no nos engaña-
mos, el verdadero remedio se hallará en la iniciati va
individual, en la educacion y en el espíritu de
asoClaclOn.


En esto, como en lo demas, la accion del Go-
bierno, aunque produzca algun bien, va acompa-
ñada de muchos inconvenientes; la iniciativa in-
dividual sería ciertamente preferible. En Ingla-
terra no falta esa iniciativa, pero no podemos
ménos de observar que algunas veces se desper-
dicia en objetos relativamente inútiles; más, que
se pierde completamente su eficacia por no con-
centrarse los esfuerzos en un solo punto.


H ay sociedades al infinito que se oc upan de
difundir e! E vangelio en los rincones más remotos
de! mundo, que pagan misioneros, imprimen
traducciones de la Biblia, yenvian unos y otras á
los antípodas. Todas ellas reunidas emplean cuan-
tiosas sumas de dinero, mucho cela, mucha ener-
gía, en ese objeto, que ya deja de ser tan loable
cuando se considera que los individuos de esas
sociedades tienen cerca de sí, en su mismo país,
millones de infelices compatriotas que 110 saben
una palabra de doctrina cristiana; que ignoran lo


10.




que es e! alma; que viven en el m,is triste embru-
tecimiento. Ningun remedio se podrá hallar para
curar esa plaga, que valga tanto como la eduCl-
eion religiosa; ella sola les podrá sacar de donde
están; remediando su ceguedad moral, se reme-
diaria la miseria que, en muchos de los casos,
reconoce e! vicio por su causa principal. Con lo
que cuesta un misionero en Australia, se podrian
tener varios en Lóndres. Ademas de los motivos
religiosos, ¿ no habria motivos de interes bien en-
tendido? La tranquilidad pública no tiene nada
que temer en Inglaterra, pero la seguridad de
los particulares aumentaria indudablemente. La
industria inglesa busca merc ados en las extremi-
dades de! mundo: la Inglaterra ha sostenido guer-
ras injustas para poder vender. Si se hubiese gas-
tado en el interior el capital y la energía que se
han prodigado de una manera tan cruel, se hu-
biera podido aumentar, en una proporcion nota-
ble, el bienestar del pueblo, y por consiguiente, el
consumo; se hubiera creado un mercado cercano
y seguro. No se diga que es imposible. El bien-
estar tiende á hacerse general, y no puede pre-
verse hasta dónde llegará. Parecerémos bárbaros
á nuestros descendientes cuando vean e! número
comparativamente pequeño de personas que en
esta época gozan de ciertas comodidades l.


La miseria tiene unas proporciones tan colosa-
I Véase sobre la cxtcnsi{;n del hicnestcu" un ,lornirable j1clsajc dt




I'Al'l'FkI~MO.·- Ht.l\.EI'-ln~~C1A. 11':;


les, (lile no será excesiva para remediarla la re-
union de todos los esfuerzos. El sentimiento del
patriotismo, tan vivo en Inglaterra, debía indicar
á las sociedades bíblicas que el orgullo nacional,
tanto como la caridad cristiana, exige ante todo
la desaparicion de esa llaga vergonzosa, cuyo es-
pectáculo hace triunfar á los enemigos de aquel
palS.


Sin embargo, aunque la iniciativa privada pu-
diera hacer más, ha hecho ya mucho.


Aunque se diga que es ineficaz, y se la quiera
sustituir por la beneficencia oficial, está probado
que esta última es orígen de muchos males. La
creacion de socorros administrativamente distri-
buidos aumenta el número de los indigentes que
se confiesan tales; la facilidad de proporcionarse
recursos sin trabajar tiene una influencia fatal en
las costumbres, y acaba por aumentar el número
de los indigentes verdaderos. Es verdad que la be-
neficencia privada produce, en menor escala, los
mismos efectos. Pero siendo la continuidad de la
beneficencia oficial más cierta, sus efectos son
más perniciosos. N o por eso puede suprimirse de
una vez: mucho tiempo ha de pasar ántes de que
cese de existir el número y la clase de pobres que
hacen necesaria su existencia; pero la tendencia
debe ser á disminuir su accion, á sustituirla con


!vl.K.luby, Criti(,d l1/ld llis(IJrlc,d Ess{~p, .\':,utj!/~v'" C0i!t;1iÚC.1 {ji,' ,~;;-
,;t'fY1 vol. 1, 2~1-2~6, Ed. 'l'Jl1\:hnitl.




116 ESPECULACIQN.


la educacion, con el apoyo de toda clase prestado
por el público entero al infeliz, á fin de que éste
adquiera una posicion independiente, y aumente
su dignidad, su responsabilidad, al par que su
condicion material.


La especulacion, cuando ha sido bien enten-
dida, ha sabido sacar provecho de las mejoras in-
troducidas en el ramo de alojamientos para los po-
bres, con gran ventaja de éstos. Es un principio
verdaderamente fecundo, no sólo porque aumenta
la dignidad del pobre, sino porque los recursos
que se empleen así en su alivio no tienen límites
como los de la beneficencia. En los demas ra-
mos que no sean el alojamiento, se pueden hallar
combinaciones análogas, y entónces la condicion
del pobre empezará verdaderamente á mejorar.
En estos últimos veinte años algunas socieda-
des, como, por ejemplo, la Metropolitan .dssoci,,-
tion far improving the dwellings of the industrious
classes, fundada en 18+8, han hecho muchísi-
mo en ese sentido, ayudadas por la poderosa in-
fluencia del príncipe Alberto, de Miss Burdett
Coutts, de Mr. G. Peabody, que hizo una do-
nacion de 15°,000 libras, y de otras personas
notables.


Pero todo lo que se pueda esperar de agentes
extraños, es poco en comparacion de lo que po-
dria, para mejorar su condicion, el mismo pobre.
Enaltecer por la cd ucacion la estirnacion de su




l'.-\UPl':klSMO. - .HH':CACIli}.. 117


propia persona en los infelices que sin ella se irian
degradando; inspirarles la confianza de que la
buena conducta debe infaliblemente llevarlos al
bienestar; ése es el remedio verdaderamente efi-
caz. y entónces, la mision de la sociedad, que
bebe ser protectora de los débiles, se reduce á
tener en cuenta las eventualidades que pueden
recaer sobre el trabajador, independientes de su
voluntad y de su buena conducta; á remediarlas,
alej:ll1do al mismo tiempo la humillacion y la des-
moralizacion de la limosna, respetando la digni-
dad del hombre l.


La educacion hará llegar á las clases meneste-
rosas á servirse de otro agente poderosísimo: la
asociacion. Ya empieza á nacer en Inglaterra;
en ese país, aristocrático por excelencia, el espí-
ritu democrático de a<¡ociacion está más desarro-
llado que en otras partes, y los dos elementos se
armonizan. Hasta ahora, sólo las grandes for-
tunas han podido acometer muchas cosas útiles;
hoy se sabe que pueden intentarse por la asoci:l-
cion de los peq ueños capitales.


Cuando se haya probado hasta qué punto la
asociacion es fecunda, cuando se hayan sacado de
ella todas las maravillas que es capaz de producir,
se habrá hecho más para la verdadera democra-


1 Pocas combinaciones hay mejores para contribuir á ese fin que
la Société &, Prdts du PrÍncc lmpérial. "- Véase, Blanchard Jerrold,
'ni Childrm of Lutetia, 1, 245.




1\.50<.:I,o\<.:10]\,. ROCHD:\r 1 •.


cia, la que proporciona el bienestar de todos, que
lo que pueda hacerse por un nuevo ensayo de re-
púhlica.


Pero pa.ra eso es preciso fundar la costumbre
de asociarse, no con el fin de conspirar ó mur-
murar, sino con el de trabajar ó comerciar.


Algunos ensayos de esta clase han fracasado en
Francia, otros han salido bien. Creemos que di-
rigidos con entendimiento y prudencia, deben dar
excelente fruto la mayor parte de las veces.


Citarémos el ejemplo de los trabajadores de
Rochdale, localidad que Cobden representaba en
el Parlamento.


En r844 unos cuantos pobres tejedores de fra-
nela, des pues de intentar en vano conseguir un
aumento de salario, vieron que era más sencillo
y mejor el tratar de disminuir sus gastos. Resuel-
tos á no depender en su tentativa más que de ellos
mismos, se asociaron para ver de suprimir los
numerosos a~elltes intermedios entre los produc-
tores y los consumidores de los objetos más ne-
cesarios á la vida, como viajeros del comercio,
tenderos, etc., etc.


Establecieron como regla invariable comprar
y vender al contado.


Formaron el capital veinte y ocho socios fun-
dadores, que luégo llegaron á ser cuarenta, sus-
cribiéndose cada uno por dos peniques, ccrca dt:
un real, por semana, suscricioll que Im:go se au-




I'ACl'l':RISMO. - ROl"HDAI.L


mentó hasta tres peniques, ó sean, poco más ó me-
nos, diez cuartos. Así consiguieron reunir unos
2,800 reales.


En el dia ha alcanzado la asociacion al más alto
grado de prosperidad. Es una empresa comercial
al mismo tiempo que una caja de ahorros. Los
consumidores son accionistas; para llegar á serlo
es preciso imponer 5 libras, 500 reales, pagaderos
á 10 cuartos por semana; pero sobre todo lo que
se compra hasta completar esa suma, se hace una
deduccion en favor del comprador, que varía en-
tre 5 y 10 por 100; de esa manera consigue com-
pletar su imposicion mucho ántes. Las ganancias,
segun se ve, se reparten no sólo entre los accio-
ni stas , sino entre los compradores. Se aparta el
interes de las acciones, el fondo de reserva, y lo
demas se utiliza por los consumidores. El capital
de esta sociedad asciende hoy á 40,000 libras, ó
sean 4.000,000 de reales.


Una organizacion semejante supone cierta edu-
cacion, y por eso decimos que la instruccion es
una de las fuerzas que con mejor éxito comba-
tirán la miseria.


Si ahora se pregunta por qué se ha tardado tanto
en buscar remedios para unos males cuya rclacion
hace estremecer, dirémos que es porque la cues-
tion del pauperismo nunca se ha presentado con
tan graves proporciones como en estos últimos
treinta altos. La produccion casi fabulosa de las




120 LEGISlAC10~ MODERNA.


manufacturas no data de más léjos. Teniendo en
cuenta lo larga que es la vida de una nacion, se
ye que el mal no es antiguo, y abrigamos la COI1-
fianza de que no tardará en quedar notablemente
disminuido.


La Inglaterra se halla en una posicion magnÍ-
fica para hacerlo: en su organizacion política, la
libertad, principio de todo progreso, y la mode-
racion, principio de estabilidad, están firmemente
arraigadas. Con ellas las mejoras son sólo una
cuestion de tiempo; si ellas faltan, con nada se
puede contar. Tal fué la obra del siglo pasado y
del principio de éste: esa gran idea presidió á la
política inglesa. Hoyes fácil ver que el impulso
es en otro sentido. Sus hombres de Estado, que
ántes la hablaban de libertad y de gloria, la hablan
hoy de reformas sociales; renuncia á la guerra,
á lo que se llamaba sus ideas de dominacion. Ha
hecho ya bastante por la libertad; la libertad es
ya sobrado fuerte para caminar sola.


Toda la atencion se concentra en las mejoras
interiores, en las cuestiones de humanidad, bajo
las inspiraciones de la religion; el espíritu del
cristianismo, léjos de debilitarse como en el con-
tinente, se robustece y se desenvuelve cada dia
más.


V éase en la obra de Erskine May 1 el carác-
ter de la legislacion en estos últimos años. U na


I Comt. lli¡f. o{ En?, 1I, \88 N SC~.




Pi\UrF.R1SMO. - I.F.GISIACION. I21


de las primeras reformas fué la de la justicia: Lord
Brougham, que ha tenido en ella, como en otras
muchas de las más útiles que se han hecho desde
principios de! siglo, una parte muy principal,
abrigaba un presentimiento del justo orgullo de
un soberano que pudiera decir 1 «que halló la ad-
n ministracion de la ley cara, y la dejó barata;
»la halló libro sellado, y la dejó letra viva; la ha-
nlló patrimonio del rico, y la dejó patrimonio del
)) pobre; la halló espada de dos filos, el de la astu-
ncia y el de la opresion, y la dejó vara para apo-
)) yarse la honradez y escudo para defender á la
)) inocencia. )) Esta reforma no se ha concluido aún
del todo, pero ya puede la reina Victoria pronun-
ciar esas palabras.


La esclavitud fué abolida en r834-; el trabajo
excesivo de los niños en las fábricas, prohibido
en r833. Se han hecho una porcion de leyes para
mejorar la condicion de las clases trabajadoras:
se han establecido cajas de ahorros, baños, lava-
deros, parques de recreo; se vigilan las casas de
huéspedes; se toman medidas sanitarias; y en esto
ha hecho áun más la iniciativa privada que e! Par-
lamento.


Lo más importante, sin embargo, son los progre-
sos de la educacion del pueblo. Lord Brougham,
entónces lVIr. Brougham, llamó por primera vez
en 1816 la atencion del Parlamento hácia la edu-


1 Ibid., \93-
11




122 LEG;SLACJON.


cacion de los pobres; en r820 volvió á insistir. Por
fin, en 1834, la opinion estaba decidida, y em-
pezóse á subvencionar por el Estado la educa-
cion popular; en el dia son unos 7°.00°,000 de
reales anuales (774,000 libras en 1862) los que se
inscriben en el presupuesto con este objeto '.
Pero como los particulares contribuyen conside-
rablemente á esta grande obra, es en realidad mu-
cho mayor la suma empleada; por ejemplo, las
sumas votadas por el Parlamento desde 1839 á
r862 para construccion de nuevas escuelas as-
cienden á 33.000,000 de francos, miéntras los
particulares y las localidades han dado· 5°.000,000
de francos para el mismo fin 2.


Los resultados que hay derecho á esperar de
tantos esfuerzos serán sin duda proporcionados á
ellos. La grandeza de nuestro siglo consistirá en
haber sido el primero que se ha ocupado séria-
mente de los intereses de los débiles y de los pe-
queños. El papel de la Inglaterra en esta nueva
fase de la civilizacion no será ménos glorioso que
en la fase de la fundacion de la libertad.


1 Mr. de Franqueville, [mt. d~Angl., 168-377. Srtltcs1r.,T,-¡'r Yem"
Book r865, 221-223.


2 Mr. de Franquevillc, ut supra, .372.




CAPíTULO IX.


SEGU:'I!DA CACSA.- TRANSACClO:-.I


EN LA LEGISLACION.


lmposibilidad de imitar instituciones extrañas. - Importancia del
principio de transaccion. - Viene de la cooperacion. - Lucha de
los intereses. - Prescripcion. - El trono, la :lristocracia y e1 clero,
aliados .1 liberalismo. - Irregularidod y simctrÍ .. en la legislacir}D.
- Acto de 'lolerancia.-Sus inconsecuencias y contradicciones con
los principios.- Preocupaciones y padoncs de ~1.quella época; acogi-
da hecha por la nacion á aquella ley. - Efectos de su aparente in-
coherencia. - Tradicion legisbtiva en lngbterra, en vista de las
ideas generales, y no de las ideas de unos cuantos.-- El progreso no
encuentra oposicion. - Nada ue lo existente es sacrificado. - Diez-
mos. - Derechos scñori.llcs. -Medidas para hacerlos desaparecer.
- Ventajas recíprocas. - Lcy de cereales. - Inquietud que inspira
el progreso intransigente. ~ Conciliacion de los intereses, transac-
cion. - Hostilidad contra la ley.


Vamos á ver el principio de transaccion aplicado
en la marc ha de las reformas, como acabamos de
verle establecido en las instituciones. Siendo una
imposibilidad reconocida, y probablemente una
imprudencia, el importar de una vez todas las
instituciones de un país extraño, se hace todavía
más importante el estudio del espíritu que pre-




I)Rt~SCRlrCIOI" •


side á las reformas, porque nada se opone á que
lo imitemos desde luego; esa imitacion, á más de
ser la sola posible, es la sola verdaderamente Ven-
tajosa.


Pt>r supuesto que ese espíritu de transaccion re-
sulta sobre todo de la actividad universal. Ya he-
mos prevenido que esa primera causa es, en nues-
tro entender, el orígen de todas las demas, ó si se
quiere, la única. Donde un principio no se defien-
de, donde no da señales de vida, es evidente que
será sacrificado; donde se defiende, hay lucha, y
luego que esta ha durado algun tiempo, echan de
ver los intereses opuestos que es más ventajoso
no continuarla, viniendo á panr en una transac-
Clan.


La Inglaterra ha reconocido siempre la legiti-
midad de los derechos adquiridos, la prescripcion.


Lejos de ser detenida por ello en la senda del
progreso, ha evitado muchas causas de retraso.


Ha respetado los derechos del trono, le ha con-
servado, y el trono le ha dado en cambio la esta-
bilidad.


Ha respetado los derechos establecidos de la
aristocracia, y esta nunca ha tenido recelo de la
expansion de la libertad.


Ha respetado los derechos del clero y sus doc-
trinas, y el clero no ha opuesto su poderosa in-
fluencia á la propagacion de las ideas modernas.
El clero es más liberal y los seglares más religiosos




TRAr\SACC!ON. - ACTO DI': TOLERANCIA. 125


que las clases correspondientes en el continente;
es que cada uno ha andado la mitad del camino
hasta encontrarse.


Esas tres instituciones, opuestas en todas partes
~lliberalismo, son en Inglaterra sus aliadas.


La legislacion inspirada por esos principios está
llena de irregularidades aparentes, que tienen cada
una su razon tangible; práctica preferible en sus
resultados á la simetría perfecta de una legislacion
abstracta, en la cual se ha atendido más á los prin-
cipios que á los hechos.


El tipo de estas leyes, de disposiciones inco-
herentes y de efectos provechosos, es el Acto de
Tolerancia de 1689.


«De todas las leyes hechas por los Parlamentos,
ndice Macaulay, de quien extractamos abrevian-
)) do 1, ninguna presenta de una manera tan nota-
)) ble los defectos y las excelencias peculiares de
)) la legislacion inglesa. Para un jurisconsulto ver-
)) sado en la teoría, pero no bien enterado de la
)) Índole de las sectas religiosas y de los partidos
))que dividian la Inglaterra en aquel tiempo, apa-
))recerá como Ull cáos de absurdos y contradic-
nciones. No se presta á ser juzgada por el criterio
)) de buenos principios generales; más, no consien-
)) te ser juzgada por el e riterío de ningun princ i pio
))bueno ni malo. Ninguna de las leyes crueles da-
)) das contra los disidentes en tiempo de los Tudors


r HistGry uf Ei1g/ai1d, IV, 86, Ed. T,uchnitz.
11.




126 ACTO lH: TOL.lo:RA!',:CIA.


)) ú de los Estuan.los es abolida por esta nueva ley.
)) La persecucion sigue siendo la regla, la toleran-
))cia es la excepciono No es eso todo. Lo que se
)) concede de libertad de conciencia es concedi-
))do de la manera más caprichosa. Un cuáquero,
») con hacer una declaracion de fe en términos ge-
))nerales, obtiene todas las ventajas de la ley, sin
))firmar ni uno solo de los treinta y nueve artícu-
)) los 1. Un ministro independiente, que está dis-
II puesto á hacer la misma declaracion que el cuá-
)) quero, pero que tiene dudas sobre cinco <Í seis
II de los artículos, queda sometido á las penal ida-
lldes de las leyes anteriores.


)) Esos son algunos de los defectos más chocan-
J:tes que llaman la atencion; pero esos defectos
II vendrán á mirarse casi como méritos si se to-
llman en cOllsideracionlas preocupaciones apasio-
))nadas de la nacion para quien se hizo el Acto de
)) Tolerancia. Que las disposiciones que acabamos
)) de enumerar son torpes, pueriles, incompatibles
)) una con otra, incompatibles con los verdaderos
)) principios de la tolerancia religiosa, es preciso
llreconocerlo. Todo lo que puede decirse en su
)) defensa es que desterró grandes males sin herir
)) á las grandes preocupaciones; que puso fin des-
)) de luégo y para siempre, sin una votacion no-
)) minal en el Parlamento, sin un alboroto en las
))calles, sin siquiera Ull murmullo de las clase,


T Los treinLl ~. nueve artículos de la I.:.;lcsil AngliclI1.1




TRAI'\SACCION. -ACTO DE. TOLERAI'\CIA. 127


)) m,ís sumidas en d fanatismo, á una persecllciol1
») horrible que habia durado cuatro generaciones.
)) Esta defensa, aunque parezca Roja á los hombres
)) aferrados á la teoría pura, parecerá probable-
)) mente completa á los hombres de Estado.


)) Los ingleses en 1689 no estaban dispuestos
)) á admitir la libertad religiosa, á admitir la doc-
)) trina de que los errores religiosos no deben ser
)) castigados por los magistrados civiles. Esa doc-
)1 trina era justamente entónces más impopular que
)J!o habia sido nunca. Si se hubiese preparado una
») ley concediendo entera libertad de conciencia á
)) todos los protestantes, se puede afirmar con cer-
)Jteza que N ottingham nunca la hubiera presen-
)) tado al Parlamento; que todos los obispos, in-
)) cluso Burnet (el más tolerante), hubieran votado
)) en contra; que hubiera sido denunciada todos los
)) domingos desde los diez mil púlpitos de Inglaterra
)) como una carta blanca á favor de los peores blas-
») femadores y herejes; que hubiera sido condenada
)) con tanta vehemencia por los disidentes radica-
)) les como por los ortodojos celosos; que hubiera
)lsido quemada por el populacho en la mitad de
)) las plazas de Inglaterra; que nunca hubiera lIe-
l) gado á ser ley del país, y que hubiera hecho el
)) nombre de tolerancia, durante muchos años,
llodioso á la mayoría del pueblo.


J) y áun suponiendo que esa ley más perfec-
l)ta hubiese llegado á promulgarse, ¿ qué más hu-




PRINCIPIOS Y CIRCUNSTANCIAS.


)) biera hecho que lo que hizo el imperfecto Acto
)) de Tolerancia?


») Es verdad que reconocia la persecucion como
)) regla, y que sólo por excepcion concedia la li-
)) bertad de conciencia. Pero es igualmente verdad
))que la regla permaneció en vigor sólo contra
))unos cuantos centenares de protestantes disiden-
))tes, miéntras el beneficio de las excepciones al-
)) canzó á centenares de miles.))


Esa es la tradicion inglesa: nada de principios
abstractos; las realidades palpitantes con todas sus
imperfecciones son lo que se trata de satisfacer.
Los hombres que dirigian en 1689 las discusiones
del Parlamento eran bastante ilustrados para que-
rer una libertad de conciencia más lata, para ver
las inconsecuencias y las injusticias del Acto de
Tolerancia. Pero tenian suficiente orgullo para co-
nocer que la Inglaterra no estaba tan ilustrada
como ellos, y suficiente modestia para hacer las
leyes acomodadas á las ideas de la nacion, y no á
las suyas propias. La práctica les dió razon; ese
progreso, más lento en apariencia, fué más rápido
en realidad, porq ue no encontró la oposicioll que
el fanatismo hubiera hecho á una medida más ra-
dical. Esto es lo que quisimos indicar más arriba
al decir que allí los principios se amoldan ¡í las
circunstancias.


En cuanto es posible, y es posible osi siem-
pre, nada de lo que existe es sacrificado. Los




diezmos, los derechos seíioriales que han subsis-
tido hasta hoy y subsisten todavía en parte, no
han sido borrados por una ley rajante, ni siquiera
por una ley que, reconociéndolos en derecho, im-
ponga una solucion obligatoria. Mas como impe-
dian en muchos puntos el desarrollo de crecidos
intereses, era necesario hacerlos desaparecer. Las
disposiciones legales adoptadas en 1836, 1841 Y
1852 concluir:ín insensiblemente con ellos, dejan-
do una latitud muy grande en las formas de la
transaccion, y no causando perturbacion algu-
na l. Los poseedores de derechos antiguos, reci-
biendo una compensacion, ganarán; los que ad-
quieren derechos nuevos ganarán igualmente; na-
die pierde, la riqueza de unos y otros se aumenta.
La ventaja es evidente, más fácil de determinar
que allí donde los unos no ganan sino á costa de
los otros, y el beneficio que reporta el país no
puede negarse por nadie.


Así es que muchas veces ha sucedido que los
que al principio se oponian absolutamente á una
reforma salen gananciosos cuando por fin se ven
obligados á aceptarla. Los grandes progresos de
la agricultura datan de la ley de cereales, de la
necesidad de competir con los productos extran-
jeros. La perfeccion de los métodos agrícolas ha
seguido aumentando el valor de la tierra. Los


I Véase Une Reforme sociale en Angletcrrc, par Hcnry Donio1, Pa-
ris, 1861. (Extrait du Jourllal d8J ErOl1omiste$.~




l;"TEi{ESn GEN~:RALES.


propietarios, que se creian amenazados de ruina,
se han enriquecido, y la nacion ha ganado do-
blemente, teniendo propietarios más ricos y sub-
sistencias más baratas.


La legislacion que apadrina los intereses de una
sola clase es condenada con justa razon; debe ser
igualmente fomentadora de los intereses generales
del país.


Pero si el legislar en favor de una clase sería
injusticia, el alarmarla en contra del progreso, el
hacérselo considerar como una amenaza, es im-
prudencia. En Inglaterra nadie se cree amenazado,
porque siempre en toda reforma se han respetado
los antiguos derechos; la palabra reforma no ex-
cita sospechas ni inquietudes.


La actividad de cada interes en defensa propia
es necesaria; de lo contrario el más indolente
quedaria sacrificado. Conciliarlos todos es una
regla sábia y prudente. Hacerlo al reves, dar una
ley que no aventaje á los unos sino perjudicando
á los otros, no preocuparse de una transaccion,
es crear, al mismo tiempo que la ley, gentes in-
teresadas en que no se cumpla ó en que se eche
abajo.




CAPÍTULO X.


TERCERA CAUSA. - LENTITUD EN LAS REFORMAS.


CLARIDAD Y UNIDAD DE SU OBJETO.


Perseverancia y pacicnci...l. - Discusion fuera del Parlamento.
Desacuerdo de éste con la opinion pública. - Aislamiento de
cada reforma. - Programas extensos. - Esperanzas exageradas.-
Cuestiones sin decidir. -Atencion exclusiva al punto discutido.
- Emancipacion católica. - Reforma parlamentaria. - Liga de
los cereales. - Su organizacion y sus trabajos. - Mr. Cobden y
Mr. Bright. - Táctica electoral. - Triunto del libre cambio.-
Pasiones despertadas en la discusion. - Órden no turbado. -Fin
de la Liga.- Acertado juicio del público en las dernas agit:.lCiones
políticas. - Cartismo. - Organizacion.- Meeting del ID de Abril
de 1848.- Disposiciones tomadas.- Apoyo prestado por la socie-
dad entera al Gobierno. - Muerte del Cartismo. - Reformas en
el continente. - Falta de Jiscusion. - Impaciencia, yiolencia.-
L:l sátira usurpa el lug3r de la discusion. - Oposicion; asunto de
moda. - Ceguedad general. - Estudiantes. - Pueblo. - Prensa.
- Direccion tomada por el movimiento. - Revolucion. - Terror
y reacciono - Injusticia Jc los extremos. - Preponderancia de las
capitales; su causa. - Lóndrcs en 1640, en 1688 Y hoy. -Cam-
bios de ministerio en el continente. ~ Deberes de b oposicion.-
Oposicion sin la saludan natural. - Necesidad de dos partidos le-
gales. ~ Desorganizacíon de uno de ellos: Sir Robert Peel. ~
Progresistas en España. - Su reorganizacion un deber. -1\.-1ilici,1
nacional. - Retraimiento ~edicimo. _. DíJacion.·- Disoluciones
de C()rtes. --- Caso en que es necf'sJ.ria UTIJ. disolucion .. _- Caso en
que {"~ p~ligros;l. - Cambio de- mini~tcrio. --~ Cómo y cuándo. ~




D1SCUSION.


Empleo Je la tuerza en la edad media. - Violencia hoy inexcus,l-
ble. - Remedio laeil y legal de una mala situacion. - Utilidad:
Bentham. - Pérdidas causadas por las revoluciones. - Progreso,
efecto natural de las instituciones liberales.


La costumbre de consultar á todo el mundo,
de oir la defensa de cada interes y de tomar sus
argumentos en consideracion ántes de resolver,
produce saludable lentitud en las reformas; y sien-
do necesaria una atencion no dividida para abra-
zar un conjunto tan complexo, se observa que
cada reforma no toca más que un punto á la vez.


Es un magnífico espectáculo el de la nacion
entera trabajando sin descanso, con una pasion
igual á su paciencia, durante largos años, por la
realizacion de una reforma, sin que se turbe el
órden, sin revoluciono


La discusion empieza casi siempre fuera del
Parlamento. Suscitadas por la iniciativa de un
particular, las reformas pasan por un primer estu-
dio en la prensa, en los clubs ó casinos, en los
banquetes, en las reuniones agrícolas, comercia-
les y. de todas clases, en los meetings, en esas
mil ocasiones que un inglés tiene de hablar en
público.


De esa manera toda cuestion, ó adquiere im-
portancia, ó se gasta. Nunca llega al Parlamen-
to como no haya adquirido popularidad fuera de
él: de esa manera los legisladores no gastan el
tiempo en balde.




I.EI\'TITun. PRO(il{AMI~S F.XTEl'SOS. 133


A veces el Parlamento puede no representar la
opinion. Es decir, que la mayoría del país está
por una reforma, miéntras que la mayoría parla-
mentaria, elegida hace ya algunos años, puede
haber permanecido contraria á ella. La opinion
se somete, aguarda las próximas elecciones; nun-
ca se apresura á recurrir á la violencia; sabe que
ninguna reforma es de inmediata necesidad; que
el tiempo en que está retrasada puede emplearse
en estudiarla mejor; y sabe, por fin, que tiene
medios legales de obtener satisfaccion.


Ademas de la lentitud, tiene la manera de tra-
tar las reformas otra particularidad importante:
no se discute más que una á la vez; hablamos de
las de cierta trascendenci3.


Los programas muy extensos SOIl impractica-
bles. Destruir y reedificarlo todo es empresa su-
perior á la más alta capacidad humana. Y cuan-
do esos planes tan vastos van unidos á promesas
magníficas, es mucho peor aún, porque si tras
las esperanzas exageradas que se excitan, vienen
las decepciones, se destruye la fe en las prácticas
liberales. Los reformadores ingleses anuncian sen-
cillamente el bien probable que resultará, y mu-
chas veces los hechos han ido áun más allá que
las más halagüeñas previsiones.


La enunciacion perceptible de un objeto limi-
tado hace más clara la situacion de los partidos.
Con los programas que abrazan mucho, hay á
J~




'14 ('u ":STIO:-.. ES SIX D'F.CIDU:.


menudo disidencias dentro de los n11smos parti-
dos. Eso ha hecho conocer la ventaja de dejar
indecisas algunas cuestiones, que lhman allí cues
tiones abiertas, open questiom.


La mayor ventaja, sin embargo, de las cues-
tiones sin decidir no es ésa; es la de 110 distraer
la atencion. El modo de hacer bien una cosa es
ocuparse de ella sola; para que una ley llueva
tenga el menor número posible de defectos y de
inconvenientes, no es excesiva precaucion la de
consagrarle una discusion extensa en que se oiga
á todo el mundo, una meditacion detenida y una
atencion exclusiva.


Estos dos caractéres de lentitud en la marcha,
de unidad en el objeto, se hallan notablemente
marcados en todas las medidas importantes lleva-
das á cabo en Inglaterra desde 1688. - V éanse ,
entre otras, la emancipacion de los católicos 1,
la reforma parlamentaria 2, Y sobre todo, como
ejemplo de agitacion política bien organizada, la
célebre Liga de los cereales 3. ((Formada en J838,
)) cuando las dos cámaras del Parlamento, los pri-
)) meros hombres de Estado de todos los partidos,
))105 propietarios y los labradores todos, defen-
))dian con firmeza los derechos protectores sobre
)) los granos; cuando los comerciantes) los indus


1 Erskine lv1:J.y, (J-llSt. Ilist. e{ .Enr/, JI, C:lp. XTI, xrll ! .\/\
2 El mismo, ¡hid., 11, ':;If'. x.
Extr~crD de J ic h I OhLl, 11 , z+'" ~. ~ig'.li('nt('·,




JI triales, la poblacion de las ciudades, eran indi-
)) ferentes á la causa de la libertad de comercio,
)) presenta el más notable ejemplo, en la historia
)1 inglesa, de una gran causa ganada contra intere-
)1 ses y preocupaciones poderosos, con la sola fuer-
)) za de la raza n y de la opinion.


)) Esta asociacion se sirvió desde luégo de todos
))los medios por los cuales, en un país libre, se
)) puede ilifluir sobre el público. Diarios, folletos,
)) hojas sueltas, se repartian con extraordinaria
)) energía y perseverancia. Los jefes de la Liga, y
)) sobre todo, el grande hombre que la Inglaterra
))acaba de perder, 1\1r. Cobden, hablaban en los
)) meetings reunidos en todos los rincones de In-
)) glaterra, con conocimiento, con abnegacion,
)) sin cansarse. De todas partes se enviaban dele-
lIgados á W estminster, á Manchester, á varios
j) otros puntos. En 1842 los delegados ascendian
») á 1,600. Esos intrépidos abogados intentaban
))convertir á sus doctrinas á los mismos labra-
l)dores. Todo el país estaba sobreexcitado por
l)la lógica magistral y por la copia de datos de
))Mr. Cobden, por la elocuencia vigorosa de
)) Mr. Bright. Las simpatías del bello sexo se bus-
l) caban en apoyo de la agitacion. Se recogian su-
)) mas considerables por suscripcion, lo que per-
nmitia á la Liga disponer de un numeroso estado
)) mayor de agentes húbiles, que recogían en todas
1) partes, y hacian circular, datos sobre los vicios




Ll{jA IH. LOS C.ERL-1.LE~.


)) de las leyes protectoras, y promovian peticione,
)) al Parlamento.


)) Por esos medios la opinion fué rápidamente
)) conquistada. Pero quedaban por vencer, no sólo
)) el Parlamento, sino tambien los electores. Al
)) primero se le dirigian peticiones casi de cada
)) parroq uia; los pocos librecambistas que contaba
)) en su seno no se cansaban de promover deba-
n tes y de pedir votaciones nominales. En cada
)) eleccion para diputado se presentaba Ull candi-
)) dato librecambista; se vigilaba la formacion de
)) las listas electorales. No se detuvo aq uÍ la Li-
)) ga; hallando que con todos sus esfuerzos 11 o
)) llegaba á la mayoría en los colegios, creó por
J) medio de los fondos de las suscripciones un nú-
)) mero considerable de electores librecambistas,
)) comprándoles pequeñas fincas que pagaban la
)) cuota exigida de contribucion. Nunca fué tal!
)) completa una organizacio11 de esta clase. Así' es
») que en 1846 las leyes protectoras, con las CU:l-
)) les parecian ligados los intereses más poderoso"
)) del Estado, fueron abolidas, y abolidas [1:lra siem-
)) pre. Habia habido gran presion, pero sin albo-
)) roto. Los propietarios habian sido denunciados
)) como si negáran á los trabajadores el pan barato
)) que les q ueria dar la Liga. Estos argumentos es-
)) taban llenos de peligro; pero el pueblo inglés tu vo
)) confianza en sus instituciones, y la agitacion no
)) fué manchada por actos violentos ni ilegales.




U:;-,TJTUD. --C.\RTI5r.l0. '37


)) La historia de la Liga encierra otra leccion.
))Sobrevivió á sus triunfos, y concluida su mi-
n sion, el amor de los ingleses á la libertad se
)) alarmó, y temió que abusase de su poder. Su
)) influencia declinó pues rápidamente, y por fin
)) vino á ser impopular en su mismo cuartel ge-
l: nera!.


)) Al recorrer la historia de las agitaciones polí-
)) tios en Inglaterra, se ve que todas las medidas
Il impuestas por la opinion al Parlamento han rc-
))cibido más tarde, cuando los ánimos ya calma-
)) dos tenian toda su lucidez, la aprobacion de la
)) posteridad, y que ésta desaprueba lo que rechazó
n la opinion de tiempos anteriores. La abolicion
)) de la trata de negros, la emancipacion de los ca-
)) tólicos, la reforma parlamentaria, la abolicion
Ji ue las leyes protectoras, tuvieron la sancion de
)) la opinion contemporánea; la separacion de la
)l Irlanda y el Cartismo son ejemplos notables de
)do que desaprobó.))


Esto sin duda ninguna es debido á lo que he-
mos visto, á la detencion con que se discuten las
reformas; si las unas no llegan á colmo, si las
otras triunfan, es que se ha llegado á conocer lo
que cada una vale.


Ya que hemos hablado del Cartismo, vamos á
bosquejar su historia. Seguimos extractando del
libro de E rskine May 1, pero libremente, y con


1 Tomo If, 241 Y sipliente::,
12.




('Al{ JJ~Mo.


la mayor brevedad posible: (( Los cartistas eran
)) obreros, y ese nombre les venía de la Carta del
» pueblo, que pedia el sufragio universal, y que
)) ellos pretendian hacer triunfar. Su organizacion
ndata de 1837. Durante varios años subsistió e!
» Cartismo, unas veces procediendo legalmente,
notras veces usando de violencia; pero falto siem-
» pre de! apoyo de la opinion, iba debilitándose,
))cuando la revolucion fi'ancesa de 1848 vino á
» infundirle nueva vida. Se anunció en Lóndres
» para e! lO de Abril de dicho año un meeting
»mónstruo, al que se aseguraba con jactancia que
» concurririan 15°,000 hombres; éstos, formados
)) en procesion, debian ir á presentar al Parlamento
)) una peticion con 5.000,000 de firmas, que luégo
» se hallaron ser la mayor parte falsas.


llMerced á la publicidad inglesa, estos preparati-
)) vos eran conocidos; y desde e!6 pudo el Gobierno
» anunciar por carteles que e! meeting era criminal
)) é ilegal, porque tendía á crear terror y alarmar;
» que la íntencion de presentar al Parlamento la
» peticion por un número tan considerable de
» hombres era ilegal. Se exhortaba á las personas
» bien dispuestas á que no acudiesen al meeting.


) Al mismo tiempo declaraba el Gobierno que el
)) derecho constitucional de peticion sería respeta-
» do, como fuese ésta presentada por delegados en
)) corto número.


)) Ello 1 todos los puntos importantes estaban




U:J\TITt:D.- CARTISMO.
'3'1


))ucupados por la caballería, la infantería y la ar-
)) tillería. Esa numerosa fuerza, dispuesta á entrar
)) en accion, se habia ocultado hasta el punto po-
nsible. El palacio del Parlamento estaba lleno de
)) policía, y las calles guardadas por J 70,000
») constables voluntarios. Esto último es el más no-
)) ble ejemplo que puede citarse en la historia, de
)) la fuerza de un gobierno constitucional. El sos-
») tenimiento del órden fué confiado á la nacion
)) misma. Todas las clases de la sociedad riva-
),lizaron cn valor y lealtad. Nobles y elegantes,
)) legistas, comerciantes, sabios, ministros del cul-
)) to, tenderos, trabajadores, se apresuraron á pres-
)) tar juramento, á reclamar el privilegio de llevar
))el baston de constable en aquel dia de peligro. Los
)) Cartistas se vieron en oposicion, no sólo con el
)) Gobierno, sino con la inmensa fuerza moral y
)) material de la sociedad inglesa. Sólo podian co-
)) meter desórdenes; intimidar estaba fuera de su
))alcance.


)) Los J50,000 hombres del meeting se reduje-
HOIl á 25,000, á los cuales hay que añadir unos
)) JO,OOO curiosos. Se dispersaron pronto, sin efu-
nsion de sangre, y no se volvió á hablar del Car-
)¡tismo.


») Este ruidoso golpe fallido es un ejemplo de la
1) impotencia de una causa que no cuenta con el
))apoyo de la opinion ni con la cooperacion de
)) várias clases de la sociedad.)l




'4° DJSCUSIOr.; .EN .!!:L CO~T'~.r.::";T~:.
Hemos visto cómo se inician, progresan y ,e


ejecutan las reformas en Inglaterra; vamos á ver
cómo se hacen en el continente.


De discusion por el público, de leyes madura-
das fuera de las regiones gubernativas, no hay
señal. Las únicas leyes bien elaboradas que haya-
mos tenido son algunas de las que han sido in-
troducidas por los diferentes gobiernos: entre
nosotros, hasta ahora, sólo los gobernantes han
hecho algo bueno; nosotros no hemos hecho
nada.


A veces la opinion pide reformas. N o las dis-
cute, no las estudia, no; pero las exige con vio-
lencia. Y si el Gobierno, único contrapeso que te-
nemos aquí para esas precipitaciones, las rechaza
durante sólo seis meses, hacemos una revolucion
que barre un ministerio, una dinastía, el trono.
Luis Felipe cayó porque Mr. Guizot no concedió
al momento de pedida, la reforma electoral. Los
franceses estarán hoy bien persuadidos de que si
la hubieran pedido con calma, con templanza, la
hubiesen conseguido sin necesidad de correr por
su impaciencia los riesgos de la república de 184-8.


N o llamamos, ni se puede llamar, discusion y
estudio, la guerra [rí vola de epigramas y de chis-
tes que se hace en la sociedad, en los salones, á
un gobierno, y que en EspaÍla, como en Francia,
es precursora de un trastorno. Lo que prueba la
influencia que las clases superiores ejercerian, si




LE.':-"TITUJ). -1\100.\ LH. OPO~ICIO~.


c¡uISlesen, es la que ejercen ciegamente. Esas
buerras de chistes y de gracias dan siempre la se-
¡-íal, y vienen á parar en revoluciones. Los pe-
queilos escándalos atribuidos á los hombres en el
poder, contados primero en los círculus escogidos,
se difunden rápidamente, y van adquiriendo ma-
yor gravedad cuanto más bajan. El descontentu
se hace general, las c Jases medias murmuran, la
oposicion viene á ser asunto de moda; y en un
país donde el ridículo se aplica con tal sinrazon,
defender en semejantes momentos al Gobierno,
aunque no sea más que por el principio que re-
presenta, sería un acto de valor de que pocos
sun capaces. Una ceguedad universal se apodera
de la mayor parte de la sociedad, indudablemen-
te interesada en e! mantenimiento de! órden;
se trasforman las nociones más elementales del
sentido comun. Si los estudiantes hacen una
manifestaciol1, á nadie se le ocurre decir que
la modestia sienta bien á la juventud, que un ob-
sequio de verdadero cariño, y al mismo tiempu
ménos ruidoso, al profesor separado por el Gobier-
no, sería más conveniente; ni tampoco se dice
que los que han figurado en la procesion no son
entre los estudiantes los más sensatos, los más
aprovechados, los de mejor porvenir; no se dice
eso, se les llama juventud generosa, estudiosa,
esperanza de ia nacion. Unos cuantos jóvenes que
apénas empiezan á aprender algo, )' que en un




gran palS deberi:m tener muy poca lmportancia
relativa, hacen un gran papel, se llenan de vani-
dad en el mismo momento en que están sirviendo
de juguete á los que los hacen mover.


Si se les juntan unos cuantos curiosos, otros
cuantos vagos, y algunos partidarios de los re-
medios violentos, no hay elogios bastantes para
ellos, y esta peq ueña fraccion del pueblo se con-
vierte en todo el pueblo: sensato, glorioso, gene-


,


roso.


La prensa, que no tiene el poder ni de hacer
comparecer testigos, ni de citar á una de las partes
encausadas, que es el Gobierno, para que presen-
te su defensa, se arroga la mision de un tribunal,
y se olvida de la suya propia, que es el publicar
hechos, acompañarlos con sus comentarios, á fin
de que juzgue el único tribunal competente: la
opinion pública.


Esto n.o solamente ha pasado aquÍ en Abril
último, sino que ha pasado mil veces en todas las
grandes capitales del continente.


En llegando;i ese punto, las clases alta y media
no guardan ya la direccion del movimiento que
ellas mismas han provocado. El pueblo de los bar-
rios bajos de París ó de Madrid se siente empujado
;i la acción por esas voces subversivas que cir-
culan en el aire; la revolucion se hace en un abrir
y cerrar de ojos.


Entónces empiezan el terror v el arrepenti-




1 ['I'\TITUD. --l'Ul-:Rl.O.


miento; se blasfema de la libertad; la nacion pa-
sa al extremo opuesto, y loca de miedo, aspira
al despotismo como á su salvacion, ansiosa de
echarse en los brazos de aquel que le prometa ór-
den, áun á cambio de hacerla esclava.


U no y otro extremo son igualmente absurdos;
y lo es m:ís todavía el variar de opinion, tan ente-
ramente, á intervalos dados. Hay que fijarse en
una creencia: la libertad bien entendida es e! más
fecundo de los agentes civilizadores; si está llena
de peligros, es porque se la entiende mal.


N o es justo el insultar al pueblo como se hace
en las épocas de miedo; pero tampoco es justo el
ensalzarlo por encima de todo, como sucede en
bs épocas de agitacion.


N o es justo decir que la revolucion ha sido he-
cha por la hez del populacho de una capital: los
que combaten en las barricadas serán muchas
veces honrados y laboriosos artesanos extravia-
dos por aplausos imprudentes, por la imprevi-
sion de las clases superiores: ni pueden evitar, ni
son responsables de que la esperanza de! robo les
traiga algunos aliados, que ellos mismos desprecian
y castigan. Pero tampoco es justo que ese mismo
pueblo honrado, ni esos estudiantes, lleguen á im-
poner su voluntad á todo un pals. No son la par-
te más ilustrada, ni tampoco una parte numerosa
de la nacion. Son unos cuantos millares en medio
de muchos millones.




1++ l'l{EPOKDEIC-\NCIA DE LAS CAPIT.'\LF.5.


Los asustados, al otro dia de una revolucioll,
se lamentan de esa monstruosa preponderancia
de las capitales. Las razones de ella son bien sen-
cillas : la primera es la indiferencia, la ligereza,
la abstencion, sobre la cual no necesitamos insis-
tir de nuevo. La segunda es que toda persona
notable por su posicion, por su fortuna, por su
capacidad, todo el que tiene importancia política,
se apresura á abandonar la provincia, á venirse
á la capital, donde parece obligatorio el despre-
ciar la provincia.


Esta no es nada, porque le f<¡)tan jefes.
Lóndres en 1640, cuando la revolucion que


destronó á Cárlos 1, hizo un papel análogo. En
1688 ya habian variado las cosas, y en el dia son
enteramente distintas. En primer lugar, la unani-
midad que existe, segun hemos dicho, sobre las
principales bases de la Constitllcion aleja la posi-
bilidad de una lucha. Pero hay más: el country
gentleman, el caballero que reside en el campo,
elemento importantísimo siempre, es hoy muy
superior á sus antepasados; áun en el siglo XVIII
era ignorante, hoyes altamente instruido. Gracias
á la facilidad de comunicaciones, está sin cesar en
contacto con los jefes de su partido; y por fin,
éstos se guardan muy bien de abandonar las pro-
vincias, donde reside gran parte de su fuerza. De
ese modo las revoluciones son tan imposibles co-
mo innecesarias.




q;


Aqu í, con nuestras costumbres, pocas veces ha
sucedido, sin que primero se haya vertido sangre,
UIla cosa que en el gobierno parlamentario debe
ser natural y fácil: el que un partido suceda al
otro en el poder.


¿ Será necesaria una nueva batalla en las calles
para que el partido progresista llegue á ser gobier
no? ¿ De quién será la culpa? ¿ De ellos por im
paciencia, () de sus ad versarios por obstinacion?
Es evidente que, como partido legal, y partido
que ya ha prestado grandes servicios, deben
gobernar á su vez. Sería en ellos tan poco pa-
triótico el apresurarse, como en sus adversarios
el cerrarles el paso, á pesar de las circunstancias,
á pesar de la opinion del país.


El partido que momentáneamente no gobierna,
no deja por eso de tener deberes positivos que
llenar, ni deja de influir sobre el bienestar de una
nacion. Le es fácil entre nosotros, de cualquier
color que sea, el paralizar los negocios excitando
las pasiones; y de esa manera el hacer su adveni-
miento al poder imposible sino por la fuerza, y
traernos, en lugar de un cambio de direccion en
un punto determinado, una revoluciono


Podria tomarse como ejemplo la conducta de
la oposicion actual en Inglaterra, oposicion con-
servadora, que léjos de exasperar á sus adversa-
rios, se limita á contenerlos. De hecho gobier-
na tanto como ellos, puesto que los hubiera po-


I]




J A O'POSIC'lON.


dido derribar várias veces; su actitud espectantt'
proporciona al país el inmenso beneficio de que
ambos partidos contribuyen á las mejoras que
se están haciendo, sin retrasarlas un solo dia.


La oposicion en España tiene sobre sí una gran
responsabilidad; impaciente, puede precipitarnos
en un abismo; prudente, debe llegar sin sacudi-
miento, sin perturbacion, á gobernarnos. Toda
oposicion que no se baila en posicion de ofrecer
la solucion constitucional, es facciosa; pero no
puede dejar de serlo en e! estado actual de los
partidos y de! país. Si la nacion entera se ocupase
de sus negocios, ya no sería posible que una opo-
sicion echase abajo á un ministerio sin ofrecer al
mismo tiempo los elementos compactos del que
le debiera reemplazar. La cooperacion de todos,
la opinion, acabarian con ese fraccionamiento en
pequeñas divisiones, que tanto complica en e! dia
nuestras dificultades.


Habria dos grandes partidos legales, los libera-
les y los conservadores, y en medio de ellos la
masa de la nacion, confiando alternativamente el
gobierno á unos y á otros. Las fracciones de par-
tido, hoy bastante considerables para entorpecer
la accion de un ministerio, é insuficientes para
formar un poder nuevo, serian absorbidas por
uno de los grandes partidos nacionales. En un go-
l-¡ierno parlamentario es indispensable la existen-
~ia de dos grandes partidos constitucionales, á fin




de que cuando el uno se gaste, el otro' pU'edh apo--
derarse de la autoridad. La desorgauizalCion de
cualq uiera de ellos, por más que al lwonto· apa-
rezca compensada por un beneficio, es la mayor
de las calamidades. Este caso se ha presentado.en,
Inglaterra, cuando el cambio de política de' sir
Robert Peel en una cuestion económica desorgap
nizó al partido conservador. Es verdad que: la,
abolicion de las leyes protectoras de los cereales;
fué un bien inmenso para la nacion; pero, sin que'
nadie haya sospechado la pureza de los motivos,
que hicieron tomar á aquel hombre de Estado una·
resolucion tan inesperada, todo el mundo con,yie~
ne en que expuso á su patria á un gran peligrm,
¿Qué hubiera sucedido si, por cualquier motiwo,.
los whigs hubieran debido ser reemplazados por
los tories, miéntras éstos no habian aún vuc!to ác
reorganizarse?


Este es el primer deber de nuestro partido pro-
gresista: reorganizarse. Todo el mundo sabe que
á principios de 1863 fueron lbmados á formar un
Gobierno, y no pudieron combinar los elementos
necesarios. Deberian quizás principiar por redu-
cir su programa, y sobre todo ventilar la cuestion
de la milicia nacional. Apelamos á la buena fe del
partido mismo: la milicia es una pérdida conside-
rable de tiempo para los que la componen, y ha
sido siempre una causa de ruina para todas las si-
tuaciones liberales. Su institucion tiene por obje-




to defenderlas; en la práctica, sin embargu, les
ha sido siempre funesta; la agitacion esteril que
promueve excita la opinion contra ella, y es uno
de los llamativos más poderosos de la reacciono


Pero el primer deber del partido progresista es
volverse á constituir de una manera compacta.
Dos de sus más respetados jefes han prestado últi-
mamente á España el servicio de lluerer apartarle
de la conducta sediciosa y amenazadora llue venía
siguiendo hace algun tiempo. Es de esperar que,
escuchando su voz, saldrá de su retraimiento; que
dejará de abstenerse en las elecciones; que se es-
forzará para reunir, no una mayoría ~ es vano el
esperar que el próximo gobierno que haga elec-
ciones, renuncie á influir en ellas ~ pero al mé-
nos una minoría respetable, juiciosa, que vaya
poco á poco atrayéndose la opinion pública, y á la
larga se convierta en mayoría, sola manera cons-
titucional de formar un ministerio '.


Esto, creemos, conciliaria al partido progresista
el favor de la opinion pública, y no habria nece-
sidad, para que llegase á ser gobierno, ni de una


1 Si esta dilacion parece insufrible, comp<lrcsc lo que ha sucedido
en Inglaterra. Hasta 1693 los grandes cargos del Estado se hallaban
casi igualmente repartidos entre los liberales y los conscrvaJorcs.
(V. lVIacaulay, Hist. ,{Engl., VII, 249, Ed. Tauehnitz); en el
año de 1693 se empezó á dar homogeneidad al gabinete, y para 1696
ya estaba realizad~l esa revolucion; sin ernhJrgo, hastl el año [770,
.mnqlle dominaron los liberales, habia entre ellos ,llguno que otro
c.:onserv,ldor. Desde 1770 lun :;idn loe; rniTli::.tt'ri()~ venLHinJ.mentl'




1 . .t.NTl'l UD. - Dl::,OLUl:l0!'. Di. CÚKT.lb.


batalla en las calles, ni áun de acudir al expedien-
te usado de una disolucion de las Córtes.


Las disoluciones, que entre nosotros siguen á
los alborotos de la calle, y acompañan tan á me-
nudo los cambios de política, prueban evidente-
mente que no tenemos más que la apariencia de!
gobierno parlamentario.


En las sanas tradiciones, no debe haber diso-
lucíon más que en un caso: cuando e! Ministerio
está de acuerdo con la opinion dd país, y el Par-
lamento contra esa opínion. Entónces se acude á
remedía tan grave.


Pero cuando un partido llega al poder sin ser
llamado por el Parlamento, una disolucion es gra-
vísima, mucho más con las elecciones como aquí
homogéneos, y podemos observar los largos períodos que cada parti-
do ha permanecido en el poder.


EstJll en el ministerio:
LOS LI.n ERALES, LOS CONSERV.ADORE,S,


74 años de 1696 1770 12 anOS de 1770 1782
2 )) 1784 22 )) 1806


1807 23 \\ 1830
4


"
1834 1835


6 \\ 184 1 )) 1846
6 i) 1852 10 meses 1852
6 i) 18 58 16 )) 18 59
6 \) 1865
No hemus nureado lJS pequeñas interrupciones sino en nuestro


:,iglo. Se ve, haciendo abstraccion de ést:1s, que hay tres grandes
,cpULb:dos libccales de 1696 á 1770, Y de ,84' á 1865; y una
< "mervJd"r" de '770 Ó ,830, (V, E, M"y, COII<I His¡, a[ Eng" ll,
'''l'' VIl! )




CAMBJOS In: POLÍTICA.


se hacen. - Porque es seguro que la cálllara llue-
va traerá una inmensa mayoría á favor del Gobier-
no; y, por consiguiente, éste no podrá cambiarse
sin una nueva disolucion.


Las instituciones que hoy tiene España, si se
pusieran en práctica como es debido, son muy
suficientes para asegurar el desarrollo de la liber-
tad; es claro que debemos aspirar á que ésta sea
mayor que hoy; pero eso se consigue con una
marcha lenta y progresiva. Con revoluciones se
la expone á gran peligro.


Más tarde verémos en qué caso es prudente
recurrir al derecho imprescriptible de resistencia.
Hablamos ahora en la suposicion de que el Go-
bierno respeta con escrupulosidad las leyes exis-
tentes; lo que no se puede negar era el caso de
Mr. Guizot en 1848.


En las circunstancias tan delicadas en que hoy
se halla Espaíia, sólo nos puede salvar el juzgar
con calma, sin acaloramien to y sin miedo, el por-
qué, el cómo y el cuándo se debe hacer un cam-
bio de situacion.


El porqué, debia ser principalmente la oposi-
cion del Ministerio á una reforma aislada, bien
dennida, deseada por la generalidad de la opinion;
y no un descontento caprichoso, sin objeto, unas
aspiraciones vagas, un programa exageradamente
extenso.


El cómo y el cuándo son muy sencillos si la 111a-




I.El\Tl'lUl).-~:Ml'r.I::.D L'¡.: LA ¡"UERZA. 151


vona en las dos cámaras está de acuerdo con el
país sobre la oportunidad de una reforma. - Hay
una votacion en contra del Ministerio, y éste se
retira. Pero si la mayoría del Parlamento está con
el Ministerio, y no con el país, cosa que sucede
casi siempre en España, y que sucede algunas
veces en Inglaterra, ¿ qué se hará? N o hay más
que una marcha que esté exenta de peligro: la
que se siguió en Inglaterra cuando la Liga de los
cereales: trabajar la opinion, esperar nuevas elec-
ciones, y lle~adas que sean, no abstenerse.


Vale más sufrir temporalmente una mala ley,
una mala situacion, que derribarla al momento
por la violcncia; y, sobre todo, es necesario vcr
la grave diferencia que existe entre cambiar una
ley, cambiar un ministerio, y exponersc á dcrribar
toda una constitucion.


Recurrir á la fucrza cra excusable, era preci-
so, en otros tiempos, cn la edad media, cuando
las atribuciones de los diversos poderes estaban
áun ménos claramcnte definidas que ahora. El
cmpleo de la fuerza tcnÍa entónccs muchos mé-
nos inconvenientes. Cada uno poseia poco fuera
de los objetos más indispensables. El crédito no
se habia inventado j los beneficios que producc
Itoy están cn relacion con la tranquilidad; cuando
ésta se altera, aunque li~eramente, lo que baja
el crédito público es una pérdida incalculable su-
frida por la sociedad.




15 2 CO:'TE Di:. L.A~ Rt.VULUClu.t..1.::..


Las tentativas violentas carecen hoy de excu-
sa, puesto que toda reforma es asequible por los
medios legales. Nuestra tarea se halla muy sim-
plificada; lo que nos queda que hacer es sacar
partido de los principios liberales que poseemos;
cosa sumamente práctica y sencilla; parece que
no queremos ver la luz de esa verdad, y que bus-
camos dificultades donde no las hay.


Casi todas las agitaciones que se han observa-
do en e! continente, han carecido de objeto ver-
daderamente útil. La idea de la utilidad, que Ben-
tham introdujo en la legislacion inglesa, ha pene-
trado poco entre nosotros; sin embargo, todos los
progresos positivos que ha realizado la Inglaterra
desde principios de! presente siglo son debidos á
la influencia de esa idea; todos los hombres de
Estado allí están penetrados de esa doctrina.


Las revoluciones que se hacen donde ya se ha
derribado el despotismo son innecesarias; rara
vez traen una reforma provechosa, rara vez cor-
rigen un defecto en la legislacion ú alivian una
miseria. Cuestan, ademas de la sangre y de las
desgracias, un capital considerable, perdido para
la nacían entera. Pero lo que es peor aún, es que
alejan indefinidamente el establecimiento de un
estado de cosas en que el progreso sea el resulta-
do natural del juego de las instituciones.




CAPÍTULO XL


Cl.'ARTA CAUSA.


L H; A L J [) A [) E N L A S R E F O R ~1 A S.


Respeto ,í 1.1 I~y. ~ Obedienci.l voluntaria. -1Vlor-üid,1.d cünstitu-
don.d. - Libcrt,ld de opiniones y de acciono - Constitucioll; pres-
tigio ficticio y verd,ldero. - Derechos e~enci.llcs. - Ddinicion
exacta. -- Lib"rtod (ivil, ha," de la libertad político. - Progre-
'0 del derecho constitucional en Inglaterra.--· Rey de hecho.-
Hampden; coopcrJcion. -- Magna CJlarta.- V{UilS confirmacio-
nes de ella. - Pctitioll of Right. - Habeas Corpus. - Bil! 0I
RigJltS. --~ Act oj~ Settlemem. - Cámaras constituyentes. - Toda
leyes pclrtc de la Constitucion. - Derecho de resistencia. - Re-
volucio!l de I 688; moder~da, con objeto definido, necesariJ.,
legal. - Juicio de Macaulay. - Precedentes. - Colecciones legis-
lativas, jurídicas, parlamentarias. - Juristas en el Parlamento.-
L",l Iligh C/lance!!or.··- Attorncy general. - Solicito,· general.-
Abogados en los Córtes. - El foro español. - Sueldos de los ma-
gistrados en Inglaterra. - La ley emana de la nacion. - Legislo-
don por decretos.


De ese proceder lento, tranquilo, prudente,
resulta que para conseguir una reforma ó para
cambiar una situacion, n'lllca es la ley hollada;
;¡\ contrario, todo se hace por medio de ella.
Siempre es peligroso ahrir la puerta ;i la arhitra-




Hf.SPETO DL L/1. Ln


riedad, aunque al pronto se presente bajo la tor-
ma de un beneficio.


En el capítulo que antecede nos hemos ocupa-
do de la impaciencia con que deseamos y de la
precipitacion con que ejecutamos las reformas.


Hemos querido dejar á un lado UIU considera-
cion importante: el respeto de la ley. Son dos
cosas, sin embargo, estrechamente ligadas: nadie
negará que una ley hecha deprisa tiene todas las
probabilidades de salir defectuosa, y entónces no
se observa: entre nosotros este defecto ha dege-
nerado en costumbre.


Es tambien evidente que una ley ampliamente
discutida, bien hecha, será ventajosa, y por con-
siguiente, respetada. El respeto de la leyes lo que
más falta nos hace; el respeto de la leyes el úni-
co fundamento sólido de la libertad: y es preciso
que la ley sea respetada por todos, desde el Go-
bierno hasta el súbdito más humilde.


«La obediencia de un ciudadano libre á las le-
)) yes, que obedece porque son las leyes de su
n país, aunque considere algunas de ellas erró-
))neas, representa el triunfo de la razon y de la
)) libertad, puesto que esta obediencia constitu-
nye un acto voluntario. Este noble atributo del
)) hombre no se desarrolla nunca en polítio sino
lldonde existen instituciones adecuadas. El obe-
)) decer á las instituciones del SelJ Government,
)) no tiene nada de humillante bajo el aspecto de




T.fGAI rn·~n. --- RF.~PETO D"f: r.:\ LEY


\)Ia sumision. No obedecemos á una persona que,
))como individuo, sabemos no es superior á nos-
notros; á quien obedecemos es á las institucio-
)) nes, de las cuales sabemos que formamos parte
)) tan integrante como las mismas autoridades.
)) El deber religioso de obedecer por razones de
)) conciencia no está exceptuado de esta clase de
)\ohediencia. Al contrario, es un importante cle-
1) mento de ella l.


» La difusion de esa moralidad constitucional,
))no solamente en la mayoría de una nacion, sino
» en la nacion entera, forma la indispensahle con-
ndicion de un gobierno libre al mismo tiempo que
)) pacífico; puesto que una minoría, con tal que
)) fuese poderosa y obstinada, pudiera estorbar la
))práctica de una constitucion libre 2.))


Esas costumbres proceden de (''\.\I1a veneracion
)) profunda á las formas constitucionales, que al
nmismo tiempo que produce la obediencia á las
)) autoridades miéntras obran dentro de esas for-
)) mas y con arreglo á ellas, combina la libertad
))de expresar las propias opiniones, la libertad" de
») accion sujeta únicamente á la definicion legal, la
) censura sin restriccion de esas mismas autorida-
)) des en todos sus actos públicos; dominándolo
))todo una seguridad perfecta en el corazon de ca-
nda ciudadano, en medio de la mayor furia de una


l Licbcr, aplld Creas)", 3 62, 363, nota.
1. Grotc, !listo (ir (;ratl.', :1pud Creasy, 163.




1..1\ CONSTITC"CIOl'\'.


)) lucha política, de que las formas de la Constitll-
))cion no serán ménos sagradas para sus adversa-
)) rios que para él mismo l. ))


Hay un punto que examinar especialmente. Se
da entre nosotros el nombre de constitucion á al-
gunas hojas sueltas que consagran los más impor-
tantes de nuestros derechos políticos y civiles. Se
ha querido hacer de la constitucion algo de so-
brenatural. Si el país siente un malestar cualquie-
ra, es preciso cambiar la constitucioll : hecho ese
cambio, deberémos gozar una dicha completa.
Como la última suele ser siempre tenida por el
tipo de la perfeccion, se trata de defenderla de los
ataques de sus enemigos; se decide, pues, al ha-:
cerla, que no podrá ser reformada sino con cier-
tas restricciones; se exige para su revision la ma-
yor solemnidad posible; lo que no ha evitado que
haya si do reformada á menudo.


Todas las constituciones, con tal que garanti-
cen ciertos derechos esenciales, vienen al fin y al
cabo á dar los mismos resultados. - La consti-
tucion que ahora tenemos no es ni mejor ni peor
que las que la han precedido: la verdadera dife-
rencia la halla riamos en variar nuestras costum-
bres. El atribuir al cambio de constitucion las
virtudes de una panacea universal en política, es
quitar al país la te que le queda en la ley política
existente, así como en la venidera.


I Grote, loe. cit., 363-




L'HiAl.IDAD. -- LA CO!'\STITLTC'I;J;-';,


Toda c()l1stitucion puede ser considerada co-
mo suficiente con tal que garantice la libertad,
la seguridad y la propiedad personales l. La cons-
titucioll no es una ley aislada, es el conjunto de
todas las leyes que aseguran esos derechos. Así es
que si se busca la constitucion de Inglaterra no
se halla. ¿ Es la Magna Charta del rey Juan? ¿ ó
el Acto de Habeas Corpus? ¿ ó la P eticion de Dere-
chos? ¿ ó la Declaracion de Derechos? ¿ es todo eso
junto? N o, es más aún. - Es toda la legisla-
cion, desde la antigua ley tradicional no escrita,
Common Law 2, hasta el último acto del último
Parlamento. Los derechos reconocidos en los ac-
tos que acabamos de citar se han ido desarro-
llando á tenor de las circunstancias, y se han ar-
raigado en los más pequeños detalles de la legis-
Iacion. Por eso es difícil el estudio de la constitu-
cion inglesa, y ademas, sería inútil el copiarla
servilmente. Basta importar algunas de las dispo-
siciones principales y su espíritu; y en cuanto
al resto, penetrarnos de la importancia del res pe-


1 Blackstonc, Commentm'ies on the Laws of ElIgI., apud Fis-
" hel, 38.


2 Harémos observ:lr que el código de Justiniano se ha mirado
~Jiempre en Inglaterra con prevcncion, como una cr~acion del des-
potismo imperial; ni las leyes romanas ni las canónicas han sido nun-
ca admitidJs allí como en el resto de la Europa occidental; han
'!\lcdado supedit,ld", ,í 1.1 legislocion puramente inglesa. (V. Blaks-
t:Jne, 39 y siguic:lte~, ('~Iicion citada, y Fi~rhrl, English Constitu-
:0,,:, \)) ,4-)


'4




to á las leyes existentes, de Sil reforma gradual y
aislada.


V árias veces ya hemos tenido que indicar una
particularidad de la historia constitucional de In-
glaterra; ahora nos detendrémos más en ella.
Todas las monarquías de Europa en los si-
glos XIV Y XV eran limitadas; en todas tenía el
pueblo sus franquicias y sus derechos. Lo que se
hizo en Inglaterra fué ir definiendo cada vez más
claramente esos derechos á medida que se presen-
taban las ocasiones. Hoy dia toda Europa tielle
ciertamente más libertad que en los siglos XIV Y X\',
pero los derechos del pueblo, las atribuciones del
Gobierno no están limitadas con mucha más exac-
titud que entónces. En Inglaterra, al contrario,
todo ello es tan claro, tan notorio, que nadie pue-
de equivocarse, y por consiguiente, ni puede ha-
ber recriminaciones infundadas de parte de los
gobernados, ni pueden extralimitarse los gober-
nantes: esa misma clara detinicion de la leyes lo
que convendria introducir entre nosotros, sin co-
meter la equivocacion de desear alteraciones ra-
dicales en la forma de los gobiernos, recordando
constantemente que en Inglaterra la libertad civil
se ha anticipado mucho á la libertad política 1 ;
que la primera es el verdadero fundamento de la
segunda; y por ti¡¡, que allí se ha procedido parte
por parte, pues si se hubiese hecho todo de ulla


1 Ersk, l\1ay, C0;:.<t. llist. :f EJl/ .. :., JI, 21\~r'




LJ~GAL1D.·\D. - GOm:r..l{:'>IO DE HECHO. 15Y


vt:z, hubit:ra sido imposiblt: llegar á la mIsma
t:xactitud, á la misma precision.


Antes de entrar en la exposicion de la marcha
seguida para obtener las garantías constituciona-
les, marcha legal siempre que era posible abste-
nerse del uso de la fuerza, creemos conveniente
llamar la atencion sobre dos hechos: el uno que
prueba el escrupuloso respeto que se tuvo siem-
pre ;í la legalidad; el otro, el valor con que los par-
ticulares recurrian á la proteccion de la ley en los
tiempos más calamitosos.


El primero á que aludimos es el Estatuto
de 1495, declarando que ningun súbdito puede
ser perseguido por alta traicion, en razan de su
obediencia al Rey de hecho, aunque ilegítimo.
Durante bs guerras de las casas de York y de
Lancaster, la sucesioIl fué sumamente embrolla-
da; hubo á veces dos reyes á un tiempo, y cuan-
Jo por fin triunfó Enrique VII, se temian nume-
rosas veng:lllzas. En otro país hubiera habido
:lIl1nistÍa tÍ ejecuciones, segun el carácter del ven-
cedor; allí el Parlamento estableció una ley uni-
forme para todos, una ley permanente; nadie pudo
ni puede ser encausado por mera obediencia al
gobierno de hecho. La sabiduría de esta ley se
hizo ver en una ocasion importante: el gobierno
de Cromwell fué ilegítimo; sin embargo, cuando
\'ino la Restauracio/l /lO se pudo encausar sino á
lo~ ljue habian participado en la rebelion contr,l




160 JOHN HAMPDE~.


Cárlos 1; los que sirvieron al gobierno constitui-
do despues de la muerte del Rey quedaron en
salvo.


El segundo ejemplo que citaremos es el de
Hampden. Cárlos 1, que, como todos los Estuar-
dos, tendia al despotismo ~ habia establecido un
impuesto ilegal, llamado Jhip money. ] ohn Hamp-
den dió el ejemplo de la resistencia legal. Su pro-
ceso se vió ante la Cámara del Exchequer. Esto
era en 1637, en los peores tiempos que conoció
Inglaterra en cuanto á justicia; la decision del tri-
bunalle fué contraria: lo cual probó á Hampdell
y á otros jefes de la opinion, probó á la nacion en-
tera, que toda libertad estaba perdida cuando esta-
ba perdida la justicia, y desde ese momento fué
unánime la resistencia á las usurpaciones del po-
der Real. Hampden era un caballero, country gen-
tleman, de buenas relaciones y de gran fortuna; h
parte que le habia tocado en el impuesto del ship
money no pasaba de veinte chelines; en otro país
un hombre de sus circunstancias hubiera pagado,
no sólo esa pequeña suma, sino otra mucho ma-
yor, no por miedo ~í indisponerse con la córte, si
se quiere, pero al rnénos por comodidad; q uizis
hasta hubiera parecido ridículo meter tanta bulla
por tan poco dinero. Hampden pensó de diferen-
te manera: otros en posicion ménos buena que
la suya no pod ian hacer el gasto de un pleito se-
mejante; ~i él, pues, le tocaba resistir. Si huhiese




l.¡":(,ALlD.J,.D, -~ MA(~1'.A CHAj{TA.


sido la sentencia cn su bvor, á la Inglaterra en-
tera ahorraba el importe del impuesto ilegal;
siéndole contratú, se vió que cra tiempo de sal-
var la libertad. Ésta hubiera perecido al poco tiem-
po en manos de Strafford, e! ministro más capaz
que tu vieron los Estuardos, - hombre compara-
ble por su energía y su talento con Cisneros y
con Richelieu ,-- á no haberlo evitado la coopera-
e ion de cada uno y de todos.


Volvamos á tomar desde el principio la histo-
rÍ:! del progreso de la constitucion inglesa.


Las principales disposiciones de la /ldagna Char-
ta, año 1215, son las siguientes;


(( Nillgun hombre libre I ~erá prendido ni redu-
)) cido á prision, ni despojado de su propiedad, ni de
)) su libertad, ni de sus costumbres libres; ni será
) puesto fuera de la ley, ni desterrado, ni se le
)) dañará de otro modo; ni será juzgado más que
)) por juicio legal de sus pares (esto es, la institu-
)) cion del jurado) y por la ley de! país. La justicia
))!lO secí vendida, tU negada, ni retrasada á nin-
)1 gUll hombre 2.))


Segun se ve, esas disposiciones encIerran todo


I Habi.l Sil:1VOS cntónces; no se sabe pmitivamcnte cuándo dejó
de haberlos, pon¡uc Lt scrvidllm bre flH~ desap.uecicnJ.o insensiblemen-
tL, pLro se supone tlUl: en el siglo siguientL.
~ E::,t.lS son 1.1,:; p,dJbras del capitulo IV OC Lt Cltart,l contlrnlaJl


por Enrique 111: dit1l'1"cn muy poco de 1.1 .Md[!,l/.l Cltarta dd rey
Juan. Enrilluc 111 reÍntl de 1216 ,í J 272, Y dió dur.mtc su reinado
c1..'is r()nfirJll~l(i\}J1l's Jl' Ll Ch,lrt.l.


q.




j 62 I'ETITlON üF IHGHT. ~ HAll.t::A:.. COR.POS.


lo esencial á la libertad y á la seguridad de los
súbditos. Pero aunque fueron confirmadas por los
diferentes reyes hasta Enrique VI treinta y seis
veces, se habian ido introduciendo algunos abu-
sos de la prerogativa Real, los cuales iban en
rápido aumento desde que empezó á reinar Cár-
los 1. Vino á remediarlos la Peticion de De-
recho, Petition of Right, así llamada, porque
el Parlamento pretendia con razon que no exigia
ninguna novedad, sino la confirmacion de dere-
chos antiguos. Ese acto es de 16zg, y previene:


« Que son ilegalcs los empréstitos forzosos, los
))donativos al Rey, todos los impuestos no vota-
»dos por la Cámara de los Comunes; el aloja-
)) miento de soldados, el estado de sitio, las prisio-
))nes arbitrarias.))


Tampoco el célebre acto de Habeas Gorpus,
considerado como la mejor garantía de la libertad
civil, contiene ningun principio nuevo. N o hace
más que facilitar el uso de un remedio que ya
existia. Es del reinado de Cárlos II, año 1679;
su objeto principal es :


« Esclarecer inmediatamente ante un magistra-
)ldo el motivo por el cual un súbdito ha sido pues-
nto en prision; aprobar dicha providencia, ó po-
»ner en libertad al preso. II


Los tres años que reinó Jacobo 11 fueron un
contÍnuo ataque á la legalidad. El Parlamento
que declaró reyes á Guillermo IIJ }' ;l María,




LEGALIDAD. ~ BILL O~' IHGHTS.


preparó un acto que se llamó Declaration of Rights,
y tomó el nombre de Bili of Rights, despues que
vino á ser ley. En él se enumeran en doce párra-
fos las ilegalidades cometidas por] acabo II :


\( El Rey se ha arrogado el derecho de dispen-
)) sar de la obediencia á la ley; ha puesto en juicio
)) á varios obispos por una humilde peticion que
» le dirigieron; ha instituido un tribunal superior
)) eclesiástico; ha levantado impuestos sin consen-
ji timiento del Parlamento; ha tenido ejército per-
)1 manente; ha desarmado á los protestantes; ha
)) influido en las elecciones para el Parlamento;
J) ha cometido arbitrariedades; ha obtenido jura-
») dos irregulares; se han exigido fianzas excesi-
)1 vas 1; se han im puesto multas exhorbitantes;
)lse ha prometido;: el importe de las multas ántes
)) de la sentenci3..»)


El acto, cuya fecha es 1689, contimia toman-
do doce resoluciones correspondientes, declara que
JlO pod rá vol verse á repetir ninguno de los hechos
enunciados, y termina por una cláusula que hace
obligatoria la frecuente reunion del Parlamento.


Por fin, el .det ofScttlnnent, en 1701, al tiem-
po de arreglar la sucesion á la Corona, no tenien-
do hijos la princesa Ana, más tarde reina, 111-
troduce algunas resoluciones que no se habían in-
cluido en la Declaracion de Derec hos :


1 VéJSC p;íginJ .81, FLlI1Zd, en lloLl
Z A amigos de Lt (t>l te




ACT el' S~:Tl LU"lf.:-..:T.


( Incompatibilidad de un empleo ó una pensioll
)1 de la Corona con un asiento en la Cámara de
1)105 Comunes; nulidad de un perdon concedido
¡) ha jo el gran sello del Estado, ántes de b sen-
))tencia, en los delitos tIue deben ser juzgadus por
)lel Parlamento (delitos políticos por supuesto); y
nla más importante de toda:-, inamovilidad, inde-
))pendencia de los jueces.))


Sobre esas bases, en corto número, bien detlni-
das, positivas, pues tienden principalmente á ga-
rantizar los derechos civiles, descansan las liber-
tades inglesas. Es la parte vital de la cot1stitu-
cion, no es toda la constitucion. Absurdo fuera
esperar de una ley sola, por más que lleve ese
nombre de constitucion, la correccioll de todos
los abusos; no hay mélS remedio que atacarlos
uno por uno, con paciencia y pcrseveLlI1cia:
así es como los ingleses van perfeccionando la
suya.


Las cámaras constituyentes no tienen UlJa vir-
tud particular; en su esencia, en sus elementos,
son las mismas que las Córtes regulares; ó por
mejor decir, siendo b constitucion el conjunto de
todas las leyes, todas las cámaras son constitu-
yentes; por eso mismo, todas las veces que se ha-
ce una ley cualquiera se modifica la constitucion;
prueba más de que toda ley debe ser hecha con
el más detenido estudio. De esta manera el res-
peto ,í la constitucioll dejaria de estar escrito,




l.Hj:\LID.'\J), - llLR~XHO DE J{i.~I~Tf:!\C1:\. 1 6~


pero pasaria á las costumbres, y Ilegaria á ser una
realidad. Dado ese respeto ;Í la ley, y la convic-
cion de que lleva consigo la facilidad de ser me-
jorada, e! recurso de la fuerza se emplea rara vez
y s()lo en casos extremos.


El derecho de resistencia es imprescriptible;
pero ántes de emplearlo es preciso calcular las
desgracias que acarrea y comparar los inconvenien-
tes de la marcha contraria, la paciencia '. Jor-
ge IV hubiera sido cien veces echado de Francia;
en Inglaterra se reflexionó que la organizacion
política era ya tal, que atenuaha suficientemente
la influencia que pueden ejercer las malas cuali-
dades de un soberano. J abobo II rué expulsado y
sus descendientes desposeidos de! trono por la
revolucion de 1688; pero ántes de hacerla, se
pensó mucho. U n partido considerable queria
conservar al Rey, no por su persona, sino por el
principio, para no crear antecedentes peligrosos.
En esa revolucion, que puede considerarse como
modelo, se hallan los caractéres siguientes:


Fué moderada, porque el impulso y la ejecucion
estuvieron en manos de hombres de Estado acos-
tumbrados á negocios, notables por su posicion y
su talento.


Fué eficaz, porque tenía un objeto bien defini-
do, como lo prueba la claridad de la DecIaracion


1 El elp. x de la llistoria de la Rcvolucion de 1688, por sir J Mac-
kiTlto"h, lxpli(,¡ ,¡dmir.¡h1cmcntc Ll doctril1J del derecho de lcsistcncia.




166


de Derechos, él ue, adenus de las disposiciones re-
cordadas m~is arriba, disipa la idea errónea de un
poder Real de orígen di vino;~ doctrina emitida
por primera vez en tiempo de] acabo 1, erigida más
tarde en sistema por el doctor Filmer I, yadopta-
da por la Iglesia Anglic::lI1a ; - sustituy¿ndole una
llocion razonable, la idea de un contrato recípro-
camente obligatorio entre la nacion y el mon;,rca.


Fué necesaria y legal: durante tres años el Rey
habia atacado abiertamente las leyes más explíci-
tas, amenazando la pádida de toda libertad. La
Ilacion se sublevó en verdad para consolidar las
instituciones antiguas. Se conservaron en cuanto
fué dado las formas legales: si la asamblea que
ofreció la corona al príncipe de Orange se llamó
Convencion, no hay que dejarse engaííar por esa
semejanza de nombre cOllla Convellcion francesa.
El Rey solo era quien podia haber convocado un
parlamento; faltaba el gr,ll1 sello del Estado; ese
nombre es una prueba más del respeto escrupu-
loso á las formas legales. Se hizo lo más aproxi-
mado á los precedentes nacionales, oyendo el
parecer de una reunion compuesta de los que se
habian sentado en los parlamentos del tiempo de
Cárlos II.


« Esta revolucioll 2 se hizo en villdicacíon de
)) derechos antiguos, y fué conducida COIl cs·


I Macauby, Hist. ~f E1Ig., J, 69, EJ. Tauchnitz
2 I'vlac.lUby, lfisc. úFEn,(') Ed. 'l'.lu .... hllitz, JJl, 413"4-5c ¡ussírn




f.F:(J.t\LID.\D -- PREC'FnF'STF':>.


\) tricta atencioll á las formas antiguas. Los dis-
\lcursos pronunciados entúnces presentan un mar-
ncado contraste con la oratoria revolucionaria de
notros países. Ambos partidos convenian en tratar
ncon respeto las antiguas tradiciones constitucio-
l) nales de! Estado. Los liberales no hablaban de la
\l igualdad natural de los hombres, de la inaliena-
n ble soberanía del pueblo, ni de Harmodio, ni de
n Tirnoleoll, ni de Bruto. Buscaban precedentes y
) leyes en su propia historia, en su propia legisla-
»cion. Cuando se les decia que no había prece-
n dente que autorizase á declarar el trono vacante,
» mostraban en los archi vos de la Torre de Lúndres
))un documento de 300 años de fecha, por e! cual
))el Parlamento habia declarado vacante el trono
)) de un rey pérfido y tiránico, Ricardo II (1399).))


Cuantas veces se presenta un asunto difícil, se
sigue la misma marcha, se acude á los preceden-
tes, que sirven casi siempre de guía, á ménos
de una necesidad bien probada de apartarse de
ellos. N o hay que ir á buscar en los archivos los
originales; ese trabajo inmenso se ha hecho fácil
por las colecciones completas y extensas que exis-
ten impresas, no solamente de todas las leyes, sino
de los debates del Parlamento, de los procesos po-
hticos que constituyen una jurisprudencia l.


I Cit;¡mo~ LiS l\rinl:ip.tlc;"i dI...: L,';as (,)lCl..~Li{)nc:,:
La:: ]eyc:; /) ,u.::t():, p.l :.ldo:; por todos los P~]rhml:nto:; dl:sJc Id. /lIlag!:fI


(";o' irt,,; f'llblil.·.I~·i()!l que ~,{' ulI1tin,ú ohci.tlrncntc. Se l1.unan StdtJ(l,·~




J68 l'RF:C"F:DE"\TFS.


Así es, dice Macauhy, que la mayor parte de
las leyes existentes es antigua.


y con todo, áun no han parecido suficientes
esas garantías. La presencia de eminentes juris-
consultos en las dos Cámaras viene á dar nueva
é importante luz en los debates. En la Cámara


oj' Engiand hasta 17°7; luégo Statuw if Great Britain hasta 1801 ;
Y desde entónces Statutes ojo tI u: Unitcd Kingdom.


La Historia parlamentaria de Cobbett contiene los dehate:, abrevíJ-
dos de las Cámara:, desde SlI orígen hast:.t 1 g03.


Desde 1803 se con,:,inru bajo el título de Par!illmcnta,} Dchates,
publicados por Han.sard en toda su extension. La primera pJ.rte tit-
no 36 tomos 8.° La segunda contaba y.l en 1864, 238 tomos 8.°


Ross, Par/iamentary Record, Debates del Parlamento "brevÍ-tdüs;
lo mismo que T. Srnith, Par/lamentar y Rcgister, y Leoni Lcvi,
Annals of Legislation. Este llltimo compendio es muy conocido y muy
consultado por los extranjeros.


Cobbett public{) tambien una coleccion rompIeta de ~)'tate 'Tri¡ds and
Prrxeedings fir Righ 'Tre¡wm, etc. PnKcsos de Estado y pro..:cJimicntos
por alta traicion, etc., desde los tiempos m:ís remotos ln~u 1826.
(Compilados por T. B. )" T. J. Howell, 33 tomos 8. 0 )


Hatsell, Precedents ~f Procecdings in Parliament, Precedentes de
Procedimientos en el Parlamento, 4 tomos 8. o Esta obra puede con-
siderarse como un Índice y compendio cronológico de todos los casos
ocurridos ante el Parlamento, de cualquier clase que sean.


T. Erskine May., La'l.!'-J', Pri'L,,'leges, Proct't'dings and Usagr r:f Pllr-
I¡amen!; Ley, privilegios, procedimientos y usos del Parlamento. Obra
Je la misma n.lturalez:l que la anterior.


Se imprimen ademas, de órden del Parlamento y á cosLt dd EsuJo,
tojos los int(Jrmes de las comi~iones, tudos los papeles que se manuJ.rI
presentar sobre L1 mesa. Se public.m anualmente uno~ 1,000 de esto~
libros, Blue B()cks; contienen unas 50,000 páginas, y Sll (O~r(' e~ ,¡¡.
68 á 70,000 libLb c~tcrlinas ;Inll.llcs. (Sc~ion de 1.1 C;;m.1L\ de ].¡",
Comunes del 24 !'vlol"?o ¡g6,.)




LEGALIDAD. _. LOS ABOGADOS.


alta vemos al Gran Canciller, á los Grandes Can-
cilleres retirados, que suelen ser los primeros le-
gistas del país; en la baja, al Áttorney General y
al Solicitor General, fiscal y procurador generales,
consejeros legales de la Corona, que defienden su
prerogativa en el Parlamento, y sostienen la tra-
dicion de la ley.


Muchas veces se oye la queja de que á las Córtes
espaÍlolas concurre excesivo número de abogados.
Sería mejor, en efecto, que todos los intereses, en
una justa proporcion, tuvieran representantes es-
peciales, competentes, prácticos; el interes fa-
bril, el mercantil, el territorial. Pero los conoci-
mientos legales son tambien útiles, y la queja
debia ser que no toman asiento en nuestras Córtes
de una manera fija y permanente nuestros más
distinguidos jurisconsultos, aquellos que por su
talento y su carácter son la honra del foro es-
pañol. Un gran abogado, que gana de 20 á 30,000
duros anuales, no ve nada en España que le con-
venga tanto como seguir ejerciendo su profesion :
así es que, por regla general, no la abandona. Se
cree que nuestras leyes pueden ser hechas por
hombres políticos llenos de pasion, por militares,
banqueros, propietarios, y nadie se ha penetrado
de la parte importante- no dominante-que po-
dria tener en las discusiones la ilustracion de un
gran jurisconsulto, y con qué ventaja podria ser-
vir de guí:l, v marc<¡r de antemano la illlpractibili-


';




L:\ J.I.:y to:M -\~:l,. DE LA N ACIO?\.


dad de lo que se estuviera hacienuo sin completo
acierto.


En Inglaterra los cargos de Attormy General y
Solicitar Genera! son ya muy buenos de por sÍ, y
ademas, conuucen ordinariamente al del Gran
Canciller, es decir, de par hereditario, con un
sueldo y un retiro crecidísimos 1, Y ademas, un
sueldo distinto como presidente de la Cámara
alta. Por las ventajas inmediatas y por la pers-
pectiva de posicioll tan elevad:!, sueleJl aspirar á
los cargos públicos los legistas más Ilotables.


Todo lo que acabamos de referir prueba el gran
respeto que allí se tiene á la ley: respeto que no
llega á supersticion. La nacion sabe muy bien
que de ella emana la ley; pero sabe igualmente
que es una calamidad el infringirla ú el derriharla,
miéntras para mejorarla le quedan los medios que
la misma ley previcnc; sabe, auemas, que para
que las modificaciones sean veruaueras mejoras, es
preciso hacerlas COIl las condiciones más perfec-
tas que puedan reunirse de calma, de detenimiento
y de estudio.


Aquí, entre nosotros, es donde más bien se
quiere que nazca la superstiejoJ1, con ese prestigio
exagerado que se ha querido dar á la constitucioll,
y que 110 sería exagerado si se hubiese dado ;i la
ley.


Pero si la Iegislacjoll precipitada en el Parl"men-




to es mala, ¡que dirémos de la legislaciun por de-
cretos, de que tantll se abusa? Es esenci:d poner
~¡ esto un remedio pronto y enérgico. En algunos
casos son necesarios los decretos; fíjense estos
casos con la mayor claridad, y hágase obligatoria
la sancioll del Consejo Real. En Inglaterra el Par-
lamento faculta á Su ;\1ajestad á dar órdenes y
proclamas en ciertos casos, con el parecer, y se-
gun el parecer, del Privy CQlmúl. N o abdiquemos
en manos de un ministro, por muy probo y muy
capaz que sea; tomemos la direccioll de nuestros
propios asuntos; exijamos que se establezca una
legalidad bien determinada, y que todo el mundo
se atenga á ella.




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CA PfTUI,O XII.


CUARTA CA lJSA.- LEGALIDAD.


ORGANIZACION DE LA JUSTICIA.


Universalidad de la Constitueion. - Uniformidad de la jurispruden·
cia. - La administracion francesa y la ley. - Delitos políticos.-
Confusion en las ideas. - La justicia en Inglaterra. - Atribucio·
nes jurídicas del Gran Canciller. - Su alta posiciono - Gourt o/
Glwnccry. -f0.een's Bench. -Gamman Pleas.-Exchequer. - In-
amovilidad. - Otras garantías de justicia. - Pureza de los magis-
trados. - Tribunales excepcionales. - Estado de sitio. - Suspen-
sion del Habeas Corpus: en Irlanda, en Inglaterra. - Efectos de
esa suspension. - Cuenta dada al Parlamento. - Accion militar
en ausencia de un magistrado. - Igualdad ante la justicia. - Pro-
cesos criminales y civiles. - Humanidad para con el acusado. -
Dureza que se le muestra en el continente. - Sospechas de par-
cialidad. - Causa de Valencia. - Causa de Fontanellas. - Ocasion
lavorable par" un progreso positivo. - El Jurado. - Abnegacion
bien entendida. - La primera necesidad de una nacion, la justicia.


La jurisprudencia política y administrativa está
en Inglaterra íntimamente ligada con la jurispru-
dencia civil y criminal.


Esto muestra la unidad, la universalidad de la
constitucion, sin la distincion hecha en otras par-
tes. Distincion funesta, porque donde los delitos
políticos SOIl considerados como especiales, don-


15




LA ADMIN1STRACJOK y LA LE.Y.


de la administracion es superior á la ley, como
sucede en el continente, se abre la puerta á la
arbitrariedad. En Inglaterra cada uno puede ejer-
cer sus derechos políticos tan imperturbablemen-
te como los civiles; no se diferencian unos de
otros. Cualquiera reclamacion que el Estado ten-
ga contra un particular, la hace judicial, y no ad-
ministrati va mente.


En el resto de Europa, la administracion es su-
perior á la ley: no digamos aquí, sino áun en
Francia. No sería difícil citar ejemplares odiu-
sos; nos contentarémos con ad ucir uno, que sin
ser odiuso, es suficientemente significativo. Se
cree que tratándose de un objeto benéfico) puede
ser permitido el que un prefecto falte y autorice
á sus administrados para que falten á la ley. Están
prohibidas las loterías, pero todos los dias los pre-
fectos autorizan las de beneficencia.


En Inglaterra no se comete una demasía tan
peligrosa bajo ningun pretexto) ni por ninguna
autoridad; la Corona está obligada al cumplimien-
to de las leyes, tanto como cualquiera de sus súb-
ditos.


Aun trae peores consecuencias la distincion
que se hace entre los delitos ordinarios y los de-
litos políticos. Estus unas veces se castigan con
una injusticia que toma el carácter de tiranía; ci-
temos un ejemplu que tampucu tiene nada de tri··
gicu, porq uc la pcna impucsta ha sido ligera, pcr"




LEGALIDAD. - DEI.ITOS POLÍT1COS. 175


que no deja de probar lo poco que se respeta la
ley. El año pasado han sido condenadas en Fran-
cia trece personas por reunion ilegal de más de
veinte personas. Es decir: la ley previene que si
un comité electoral pasa de veinte personas, ne-
cesita para reunirse la prévia autorizacion admi-
nistrativa. En este caso no fué pedida, porque no
llegaban á veinte los hombres políticos notables,
los abogados ilustres reunidos en París para tra-
tar de elecciones, y fueron condenados.


Otras veces los delitos políticos quedan Im-
punes.


De donde resulta una deplorable confusion en
las ideas, que sería imposible con una jurispru-
dencia uniforme, invariable.


La justicia administrativa, política, civil y cri-
minal de Inglaterra, son una sola cosa. Su jefe
supremo, aunque su jurisdiccion es especialmen-
te civil 1, es el Gran Canciller. Es presidente de
la :lita Cámara, y el primer personaje seglar del
reino, ántes de todos los pares. En España el jefe
de la grandeza es el Mayordomo mayor, cargo de
palacio; en Inglaterra, por encima del jefe de pa-
lacio, está, en las ceremonias públicas, este Can-
ciller, que siempre ha principiado por ser aboga-
do; que á veces, de orÍgen oscurísimo, ha subi-
do por su propio mérito á la primera dignidad.


1 Brougham, Britislt Di1luitution, 273. (V., para todo lo rclativp
.1 b or~,1Il1zJ.cioIl judicLd, tI misma obr.l, 3°1 5 378,)




'7 6 ORGAl"lZACIOS" DE LA J V':iT1UA.


Su alta posicion personifica la majestad de la ley.
Su jurisdiccion es muy extensa y variada: no


podemos entrar en pormenores, pero dirémos una
particularidad importante; nadie puede ser de-
clarado loco, sin que primero este magistrado
mande proceder á un informe, en vista del cual
da su decision l. Al ver los peligros que por la
codicia de algunos parientes corren las personas
de inteligencia vacilante, no se puede ménos de
desear para nuestro país una garantía análoga.


Es más especialmente el jefe de un tribunal
llamado Cámara de la Cancillería, High Court 0l
Chancery, cuyas atribuciones son tambicn muy
extensas, compuesto dc quince magistrados 2,
cuyo sueldo varía entre 2,5°0 y 7,000 libras, y de
los cuales cuatro son inamovibles 3.


Los verdaderos jueces en lo criminal yen lo ci-
vil son los cuatro del Banco de la Reina, !!¿ueen' s
Bench, y su jefe el Lord Chief Justice; los cuatro
de la Cámara de Common Pleas, y su jefe; los
cuatro de la Cámara de! Exchequer, y su jefe el
Lord Chíef Baron.


Todos estos son inamovibles desde e! año 170 1


1 Blackstone, Comm. on the L. of E. Selections by Kcrr, 249.
2 "C n Master of the RolIs, con 7,000 libras de sucIJo; tres Vice


C/zancellors, con 6,000, 5,000 (3,5°0 de retiro); once lV!asters in
Ordinary, con 2,500.


3 El Gran Canciller cae él se retir,1. con el ministerio. El motivo
de esta excepcion es su carácter político como presidente de 1.1 Cá-
mara alta.




l.r.G:1.L1IlAD. - 1l\:\MnVILlD .. \D.


por el Ad o[ Sett/elllen!; para que sean separados
es indispensable que las dos cámaras del Parla-
mento se unan para elevar una peticion al Tro-
no, y que éste acceda á ella. Esto constituye una
garantía de independencia, de imparcialidad, y no
es b. única: el pequeño número de los jueces,
la publicidad y el jurado contribuyen al mismo
fin l.


El pequeño número de los jueces permite seña-
larles sueldos espléndidos: eso, ademas de atraer
á la magistratura los hombres más eminentes
de la profesion legal, les pone al abrigo de toda
tentacion, así como la inamovilidad les pone al
abrigo de toda intimidacion, de toda influencia.
Dos veces al año recorren la Inglaterra y el país
de Gáles, juzgando en cincuenta y seis ciuda-
des las causas criminales y civiles; en los dis-
tritos más populosos hay ulla tercera sesion en el
invierno; estos viajes se llaman circuito Si se re-
conoce la ventaja de tener aquí pocos jueces y
bien retribuidos, pero se dice al mismo tiempo
que el sistema es inaplicable por la dificultad de
las comunicaciones, recordarémos los viajes re-
petidos de Isabel la Católica; ¿ puede compararse
el estado de los caminos entónces con el de aho-
ra! Ademas, los viajes de los jueces en Inglaterra
son costumbre que ¿ata del año de 1176, Y el


1 V éanse otras garantías de independencia en los jueces, Broug-
ham, Brit. Canst., 272-27)<




PUREZA DE Lv::' MAGJSTKAD'J~.


VIapr por :lquel país ha ~iJo, hasta una epoca
comparativamente reciente, el siglo XVII, tan in-
comodo como peligroso l.


La publicidad es completa y esmerada: no sólo
se insertan en todos los diarios los procesos nota-
bles, sino que se publican toJos, hasta los [1I1a-
dos por los tribunales inferiores; y como nadie
deja de leer los periódicos, el menor desman co-
metido por un magistrado, alto ó bajo, levantaria
un grito, que lIegaria hasta el Parlamento y sería
la ruina del culpable.


Así es que en los anales ingleses se encuentran
pocos ejemplares de jueces prevaricadores; y
cuando los ha habido, tal es la importancia que
se da á la justicia, que la historia de esas prevari-
caciones ocupa un lugar señaladísimo en la histo-
ria general del país. Dice Lord Brougham 2 que
durante el último siglo, y áun algo más atras,
en medio de la mayor violencia de las facciones,
cuando se atacaba con mayor furia :i la Corona,
á la Iglesia, al Parlamento, no se ha oido ni una
insinuacion contra la pureza de los magistrados.
O si se ha oido, la indignacion de todos los par-
tidos la ha sofocado, destruyendo la fama del mi-
serable calumniador, como cuando] unius come-
tió el error de atacar á Lord Mansfield.


En los tiempos en que b prerogativa régia es-
I Macaulay, Hist. (¡fEng.,], 366-379, Ed. 'f.wchnitz.
1. Loe. cit., 27 S,




LU;Al.l11.\D. HA.STA FL SIGLO XVII. T79


tJ.ba nul dehn ida, algunos monarcas de tenden-.
cias despóticas establecieron tribunales más dóci-
les '; pero áun entónces cuidaban de introducir-
los sirviéndose de alguna institucion ya existente.
Por esos medios se cometieron injusticias; sin
embargo, no hay que tomar al pié de la letra lo
que dice Hallam 2, Y ademas, hay que tener en
cuenta el estado de los demas reinos de Europa
en la misma época, los siglo~ XVI y XVII. Las le-
yes subsistieron siempre, el jurado fué siempre
el alma de los procedimientos 3. Los jueces ordi-
narios estuvieron siempre en sus puestos, y su
posicion conservó bastante prestigio para que pu-
dieran muchas veces resistir á las usurpaciones
de los tribunales especiales y prohibir la ejecucion
de sus fallos 4. La sed de justicia es en Inglaterra
tan universal y tan profunda, que áun en la guer-
ra civil de 1642 á 1649, el cÍrcuÍt, viaje de los
jueces, no fué interrumpido; tu va lugar en su
forma acostumbrada dos veces al año 5. Esta sed
de justicia ha sido siempre característica del pue-
blo ingles.


Ademas es preciso contar desde r688, época
en que empezó :í haber mayor regularidad en to-


I .\'t..zr C/idm¿I"I", lligll Cc.-nImislic.,n.
!. C[¡!1Sf. ¡Iist., 1,231 .
.¡ Fj"l'hcl, Engl. C~!Ht., 12 ,í 1 S.
4- Hume, llist. ~/ Filg. ,lbrl'\ iJ(b, ,..~ ~6, ~ ,:=;


Fic; ... ·lwl, \(l(. l'lt" .:;.




180 JURISDICCIOl";ES EXCEFC10r-.I\I.fo:S.


do. Desde entónces, apénas se ha acudido á esas
jurisdicciones excepcionales tan frecuentemente
empleadas en el continente cuando se presentan
circunstancias políticas difíciles. El estado de si-
tio no puede declararse sino por las dos cámara:;
del Parlamento juntamente con la Corona, y SL:
declara en los artículos de! mismo documento los
motivos que ha habido para decretarlo, y el tiem-
po que ha de durar r. Es facil concebir que ha-
ciéndose de esa manera, sólo se empica en cir-
cunstancias de dificultad más que ordillaria; como
por ejemplo, la rebe!ion de Irlanda en 1798, ell
que se suspendió el Habeas Corpus.


Desde la union de Irlanda con Inglaterra en
1800 \ esa ley no ha quedado en suspenso m~l'
de seis veces: el mismo año 1800, de 1802 ;1
1805, de 1807 á I8ro, en r814, de r822 á 1824,
Y por fin en 1848. Los progresos de la civiliza-
cion alejan cada dia más la necesidad de medidas
excepcionales. En Inglaterra, la supension del
Habeas Corpus ha sido mucho ménos frecuente.
Se echó mano de ella en 17 r 5, cuando la rebe-
lion en favor de los Estuardos; en 1722, cuando
la conspiracion del mismo partido; en 1745,
cuando la invasion del Pretendiente. De 1688 ,i
1794 se cuentan nueve suspensiones. En 1794,
la agitacion que excitó allí la revolucion frances;¡


I Cj,'clcp,L'dia of Polirhal Kno?u/edge, art.Ículo Mm·tia! Ltl7.L'.
1. Er~k. 1\1<1;:., [.)113t. Hisr. "r F.nr:., JI, 262 -2"70,




11.(,.-\L1P,\0, Jl'RJ"-!'!CC I::"'''<F~·, ., ~l""I'C!.-::",\r.r'). l.~ f


hizo recmrir ,i la misma medida; y estuvo en ,'¡-
gor hasta 1800. La última vez que ha sido em-
pleada fué en 1817 durante U!lOS pocos meses. Es
cierto que la suspension de 1794 á 1800 puede
justamente parecer muy larga; y hoy que se juz-
ga con más calma, se cree que el Gobierno podia
haber excusado el recurrir á ese medio. Pero si
comparamos esos hechos, su poca frecuencia, la
legalidad que los acom paiía, la intervcncion de I
Parlamento, con lo que pasa por aquí, esto es,
la declaracion pura y sencilla del estado de sitio
por la autoridad militar cuando lo cree necesario;
si comparamos la posicion de los ingleses priva-
dos únicame!lte de Jos beneficios del Habeas Cor-
pus, es decir, cxpuestos á una larga prision pre-
ventiva 1, Y á lo pcor, á una prision arbitraria, con
nuestra posicion durante el estado de sitio, ex-
puestos como estamos, no sólo á la prision ar-
bitraria, sino á las severidades de un proceso mi-
litar, se verá toda la difercncia que existe entre
la libertad de Inglaterra y la del continente.-
Convicne añadir que despues de atravesar una de
esas epocas de cIÍsis, el Gobicrno inglés tiene
obligacion de presentarse al Parlamento á dar


I Digarnm de pa~o que en muchas oCJ~ionf"J, tLlt,ír:Jose ríe deli-
t()c:> (omuncs, el magistrado tiene t'.tcult<ld de evitar al .h:'lIsado b pri-
:-ion preventiv.l) presenLindo [stc una (') " :í¡ i;;lS fianz .. ¡s. De e.',t:J m,l-
ner~ :,c t\'ir:l :.í UlI inocente el ljllC e~rr ('11 1.1 (;I¡-((:} j¡;¡.',t.l ~er juzg-ado
y ,¡b~lIclr¡), ((,!lll) <;lked{' c,n ottO_ p,(l"('-"




R~~l)RESrCN DE. ~lOT1~f:3.


cuenta de su conducta, del uso yue ha hecho de
las facultades extraordinarias que le han sido otor-
gadas; de este modo están tomadas todas las pre-
cauciones posibles para evitar un abuso de poder.


En cuanto á la represion inmediata de un mo-
tin, la costumbre es que un magistrado civil,
generalmente un ]ustia of the peace, interven-
ga para hacer la~ intimaciones ántes de recurrir
á la fuerza. Decimos la costumbre y no la ley,
porque ésta previene que en :llIsencia de un ma-
gi~trado civil la autoritbd militar puede, si el
caso lo pide, emplear la fuer:¿a contra los albo-
rotadores que estén abiertamente perturbando d
()rden. Esta doctrina se estableci() en 1780 ¡,
cuando la agitacion contra lus católicos lleJl(',
á Lóndres de desórden durante varios dias, sin
qye ningun m'lgistrado cumpliese con su deber.
Unico caso quizás en que se ha visto abstencioll
semejante, y aunque la ley sanciona desde en-
tónces la accion puramente militar, la costumbn·
de que el magistrado civil esté en el primer puesto
no sufre casi excepcioll ninguna.


Despues de todo lo que acabamos de ver, que-
da en pié el gran hecho de que los delitos polític(),
no se juzgan sino por los tribunales ordinario>,
cuyas atribuciones lo abra:¿an todo. Se reprimen
los alhorotos, se ca<;tiga á los alborotadores sin acu·
dir á cumisiones militares sino muy rara ,'ez. El




ver a un p.lisano juzgado pur un consejo de guerra
es una monstruosidad que aHí apenas se ha cono-
cido l. Y COS;l digna de notarse, en casi todos los
procesos políticos, han sido castigados los jefes,
han caido cabezas ilustres; res~rvándose el perdon
para los hombres obscuros seducidos por los pri-
meros.


Es que en Inglaterra hallamos la igualdad más
completa ant~ la ley, tanto en Jn~ delitos políticos
como si se trata de lo criminal ó de lo civil. Si la
igualdad de condiciones es un sueilo irrealizable,
s i la igtl<llebd p()1 í tica abunda en inconvenientes
mientras la instruccion no sea más general, la
igualdad ante la justicia es absolutamente necesa-
ria. Pero no la puede haher donde la ley !lO está
bien definida; y sea por esta raZO!l, sea por las
otras ya expuestas, muchos creen que aquí no
existe. En Inglaterra no hay, en un acusado ó en
una de las partes de un pleito, categoría tan eleva-
da, ni fortuna tan considerable que dé motivo á
dudar de la imparcialidad de los tribunales: todo
el mundo está persuadido de ella.


El acusado, cualquiera que sea, está siempre
seguro de ser tratado con consideracion hasta que
su crÍmen t¡uede probado. El juez empieza casi
siempre, sobre todo cuando ve alguna turbacioll
() falta de educaciol1 en el acusado, por prevenirle
que ponga cuidado en lo que va á decir, que no




I ::.~ 1 (i 1.. .'.1 ll;¡ j) :\.'\ 1 ~_ L.\ l~.).


C:itá obligad() ;í acusarse ;i sí mismo: la Comtitu-
cion le considera como inocente hasta elmomell-
to en que se haya probado lo contrario . .En un
proceso civil, ti'ecuentemente sllcede que el juez
aconseja á las partes lo m<Ís conveniente ;í sus in-
tereses, una trans:lccion, la cual much,\s veces se
arregla en el acto.


En el continente, casi siempre, desde que se
abren los debates, se ¡HUestra al ;\Cusado una
severidad chocante. Un hombre inocente puede
turbarse si le tratan () le interro~an de mal modo.
~~e dirá que los informes de la ~policía ,obre los
antecedentes de esa persona son la razon de tanLt
dureza. En primer lugar, la policía no es inhlible;
luégo, aunque el acusado sea un antiguo criminal,
puede no haber cometido el nuevo crÍmen que
se está juzgando; pero sobre todo, la illlpresion
que resulta en el público es deplorable. LJ na idea,
que persistimo~ en creer falsa, porque tenemos fe
en el honor de los magistrados, ha cundido pro-
fundamente, con grave dailo de la sociedad, entre
las clases que más necesitan confianza en la justi-
cia; y es que si el reo pertenece á una clase algo
elevada, habrá parcialidad en su favor; ó que entre
dos partes, la más influyente ganar;i el pleito.


DejanJo ií un lado la persecucion juJicial sus-
citada á un médico de Valencia por haber certifi-
caJo q LIe Ulla persona estaba loca, alegándose,
cl!ando la enfi:'rm:l se cur", <¡'le IlUIlca habia pa-




decido tal enfermedad; pasando tambien en silen-
(' jo otros casos notables y recientes, dirémos dos
¡nlahras del asunto Fontanellas, que tanta scnsa-
e ion ha producido en Europa.


N () pretendemos emiti r opinion !'obre el fond(l
de la causa; sería preciso haberla examinado de-
tenidamente. Pero el Plíblico fórrTI<) la suya, y para
UIl ntÍmero considerable de personas resulta que
IlO hay justici:l en lluestro país.


¡Por qu¡:! porque se ha visto ~í tlil hombre á
quien no se podia perseguir sino por usurp:1cion
de estado civil, un hombre que no habia sacado
de ese delito más ventaja, ni hecho m~;s perjuicio,
ljue vivir unos cuantos dias en una casa, tratado
desde el principio como el autor de los crímenes
más horribles y mejor probados; porque se impo
nía silencio á los que le defendian; porque 110 se
veía al presidente exclusivamente preocupado de
que se esclarecieran las pruebas de si era ó no
era Claudio Fontanellas.


La humanidad, la calma, el buen sentido que
manifiestan los jueces ingleses dan la medida de
i.l verdadera misjon de un magistrado: es deplo-
rable ver que Sl: acalora, que se enfurece, aunque
tenga delante al criminal más pervertido. Su oficio
en el tribunal no es tomar parte en la causa, sino
lILLlltcner la balanza igual La indignacion se queda
para la opinion pLÍ blica, y así no se compromete
L1 maje<;tad de la .í lIstiC'ia.




186 I<;C,lLDAD Ar-;TE LA U:L - ]""AI"'.


La agitacion que levantó este procesu 1 calma-
da ya y olvidada sin duda dentro de poco, ha-
brá sido estéril. Se ha hablado de él algo ¡mí,
de lo que se suele hablar de cosas sérias, y se cree
haber hecho lo bastante. Si algo puede dar ú co-
nocer la razon por la cual la Inglaterr:t tiene li-
bertades, y nosotros parecemos no deberlas te-
ner jamas, es un caso como éste: el servirú de
ilustracion á lo que llevamos dicho en el capítulo
anterior acerca de la exacta definicion legal l.
Cuando ha habido que alcanzar algun objeto bien
determinado, de una llecesidad evidente, se ha
hec ho un esfuerzo para conseguirle; y sin tener
ningun sistema preconcebido, se ha fundado fir-
memente, detalle por detalle, la libertad. El asun-
to F ontanellas habia apasionado en pro ó en contra
á toda la nacion; se hubiera aprovechado en In-
glaterra ese estado de los ánimos para dar un paso,
sólo un paso, pero del cual hubiera resultado una
administracion de la justicia m:lS clara que la luz
del dia. No t-;dtarán entre nosotros hombres que
hayan visto con proti.lJ1do sentimiento la marcha
de aquellos debates, hombres capaces de indicar
los remedios precisos; pero saben perfectamente
que desde el momento en que se tratase de obrar,
quedarian solos; y la certeza de no poder nada
sin la cooperacionnaciollalles ohliga a cruzarse de
hrazos.




U .. GA.LlJl:\D. - JURADO.


Restanos hablar del jurado. Esta institucion ,
una de las mús importantes garantías de la j us-
ticia, ha sido imitada en otras partes, pero no
adoptada tan generalmente como en Inglaterra,
donde en ciertos casos funciona no oolamente en
la causa, sino desde que la acusacion se formula.


Así vemos puesto en práctica el mismo princi-
pio de abnegacion, el sacrificio del tiempo y de
la comodidad particular en pro de los grandes in-
tereses. Todo el mundo contribuye no sólo al
gobierno, sino tambien á la administracion ue la
justicia.


N o se comprende cómo en el continente pue-
de haber indiferencia y apatía tratándose del j u-
rada: b justicia es la primera necesidad de un
pueblo, la base de todas sus libertades.






CAPÍTU LO XIII.


<.,!L'lN'L-'I. CAISA, - t'NAKIl\1Jl)AD,


La UlL1l1imicLJ ncu.~~.lru. Otra:, ClUS:lS sin cll.l inútiles. - Estd.-
~!os l'nidos; con un p~ll"tido l1lon .. írquico, guerra civil. - Cn.ll1i-
miJaJ democrática, d~mocracia estclhlecida.~ Prosperit.Lld.-Con-
vencimiento. --- Derecho de reunian. - Libertad de discusion; de
1..\ prensa; de religion; todas Je~arrolbdJ.) donde existe unani-
miJ .. d .. - Reaccton de los etectus sobre las CJUSJS. - Libertad
prematura en el continente. - ¿ PueJe h~lbcr unanimidad? - Apa-
rienciJs en contra. -Francia, libertad de b prensa hoy. _ .. - España,
agitacion (lue precedió .. 11 1854. - Su rcprouuccion hoy. - Trono
heredit.lrio. - Objeto de CS,l instittlcion.- Peligro de olvidarlo.-
Unid.tu rcligiuscl. - Prop,¡gand.l protestante. - Intcrvencion in-
glesa. - Bib!¡; ~)0ád¡e's. - Solidaridad de las naciones. - Orgullo
IlJcion.ll. - La unanimid.td existe ya; latente, inútiL - FaltJ.
Je cooper.iCion. - Fr..tnci-t en 1848. - Agitaciones en Inglaterra.
- Los dos p.utidos constitucion,lles.-Su ant:.tgonismo.- Sus pun-
tos de con:-1cto. - Difnencias minorad:ls por b volunt:ld de la
n,lCÍan. - Siempre los mismos jefes.


N o serí'a suficiente para la prosperidad estable
de un país el concurso de las cuatro causas que
acabamos Je ver, si Etltase la última, la unanimi-
dad en los puntos importantes, en las bases de la
COllstitucion. Sin ella (( la excitacioIl de las pasio-
)l IlCS políticas conJucc al dcrramamiento de san-




tJ ...... A!\1.'l.111J .. \P.


Jlgre, y no es pos¡'6fe que tod:ls fas autoridades
r, del Estado se hallen sometidas á la plena libertad
)1 de una crítica independiente á la p:u que pací-
)1 f1ca r.))


Sin ella, el carácter enérgico y las costumbres
activas de los ingleses conducirian ;Í una contí-
nua y sangrienta batalla. Los que proponen los
Estados Unidos como modelo á la Europa, se
olvidan de muchas consideraciolles, pero se olvi-
dan sobre todo de ésta. Si hubiese ell los Estados
Unidos un partido monárquico, numeroso, influ-
yente, activo, ¿que resultaría? La guerra civil.
Acabamos de ver allí mismo una lucha larga y
cruel, producida por la falta de unanimidad en
cuestiones quizás ménos graves.


Es evidente que si todo el lIlundo pensase dd
mismo modo sobre una forma dada de gobierno l
se concluiria toda disc usion y se establecería esa
forma, aunque fuese la más avanzada, aunque
fuese la democracia pura: duraria más ú menos,
eso es ya otra cosa, pero al pronto se estableceria
pacíficamente. U na de las razones nüs fuertes
por las cuales la democracia no ha podido todavía,
ni podrá en muc ho tiempo, ser duradera en Eu-
ropa, es lo muy léjos que estamos de desearla (.
de aceptarla unánimemente.


En Inglaterra la concordia de opiniones sobre
las bases de la Constitucion actual es GISl COI11-




LA I.:NANT'\l!J):\J) FS F.Sl'C)~T.\i\I:.--\.


pleta; la minoría á ellas opuesta, insignificante;
los partidos extralegales son harto poco numero-
sos ó influyelltes para poder producir un peligro.
La mayoría los obliga únic:unente á no reclamar,
para el triunfo de sus principios, el empleo de
otros medios que los legales; dentro de esos lími-
tes las opiniolles mús radicales tienen toda liber-
tad de manifestarse y de hacer propaganda; se
sabe qlllé !lO hallarán eco.


La unanimidad es espontiínea; proviene dé'1
estado pn)spero de la nacion y no podria reconu-
cer otra causa. La expniencia ha demostrado ú
b Inglaterra que la libertad templada del gobiemo
misto es eminentemente favorable á sus intereses,
y que permite llevar á cabo sin revolucion las
alteraciones necesarias, por profundas que sean.
Los dos grandes partidos legales han puesto siem-
pre por encima de todas las consideraciones la
~:loria y la prosperidad del país; constantemente
han sabido sacrificar sus diferencias á ese senti-
miento de patriotismo. En todas partes sucederi:l
otro tanto, se veria b misma abnegacion, si en
todas partes la opinion pública fuese tan vigilante
y tan justa como en Inglaterra; pero donde el pú-
blico permanece indiferente respecto de lo pre-
sente y de lo porvenir, donde desprecia al pare-
cer sus intereses, se ve á menudo á los partidos
continuar una lucha Imprudente en momentos en
que la u nion de todos, con el fin de sostener los




grandes principios, sería indispensable para la ~;¡l­
vacion del país.


La unanimidad f:lvorece la prúctica de la liber-
tad. Aun en un gobierno absoluto se verá al so-
berano permitir alguna más expansioll cuando ha-
lle ménos resistencia. Todo principio combatido
se hace intolerante en proporcioll de la fuerza que
le ataca. En los gobiernos libres, la tolerancia para
las minorías, que es la verdadera libertad, crece
á medida que las mayorías se sienten 11L15 inataca-
bles. En Inglaterra todas las libertades h:lll ido en
aumento rápido desde que se perdití definitiva-
mente la causa de los Estuardos en I 74-5, Y desde
que ha desaparecido la agitacion democrática dc
fines del siglo pasado y principios del presente.
De eso puede uno cerciorarse en cualquiera histo-
ria de Inglaterra, pero en ninguna resulta más
claramente, por el mismo plan de la obra, que en
la de Erskine May 1, ya tantas veces citada aquí.
Seguirémos dando algunos extractos; pero si se
desea ver con más detalle el desenvolvimiento de
la libertad, recomendarémos en el original los ca-
pítulos desde el IX hasta el XIV, lj ue tratan de la
libertad de opinion, de la libertad personal y de
la libertad religiosa. Allí vcmos cómo se ha id"
estableciendo, por ejemplo, el derecho de reunion,
cómo se ha ido afirmando, y cómo por medidas
sucesivas se le ha corregido de sus inconvenientes


I C(jJiS. ilist. -:lEn.::,.




[1)3


y se han evitado sus peligros; vemos tambien
que aunque la opinion pública tiene en los meetings
la forma más poderosa de agitacion, forma que
combina la discusion con la accion, y la fuerza
moral de la conviccion con la fuerza palpable del
número 1, la libertad de reunion no es absoluta Z.


Se equivocaria quien creyese que hay en Ingla-
terra libertad alguna absoluta; no la puede haber
en el mundo, puesto que la libertad de cada uno
tiene que ser limitada por el respeto á la de los
de mas 3. Sill embargo, hay en aquel país una su-
ma de libertad mucho mayor que en otras partes,
ejercida sin inconvenientes, aumentada por una
gradacion lenta, á medida 'lile va progresando la
educacion política del pueblo; progreso cada dia
más sensible. La historia de Inglaterra nos enseña
cómo la libertad produjo el estado próspero del
país; cómo esa prosperidad creó un convenci-
miento unánime de la excelencia de la forma po-
lítica adoptada; y como á su vez esa unanimidad
influyó fa vorablemente sobre la libertad, encade-
nándose estrechamente 105 efectos con las causas.
Pero lo que debe llotarse principalmente, es que
todo proviene de la cooperacion.


En el continente se ha querido impélt°tar de u na


J E. l\.by, loco cit.lto, IJ, 123.
1. n,iJ., 187. VL;.U1~e t.llnbiC'n LE, p,lgilU~, 1 H)-T23, :- en gcncLl;


]U:'. CJpltulos IX y x.




l'l'l':SnOs Dl:S,\ST1C:\


vez un grado de libertad igual alq ue la Ingbterra
no ha llegado á disfrutar sino despues de una larga
experiencia. N o se han tenido en cuenta las con-
diciones indispens~lbles : y entre ellas la unani-
midad.


¿ Es posible aq uÍ? El no tenerla sería una des-
gracia tal vez irremediable: la fuerza de la volun-
tad nos proporcionaria las ventajas de la coopera-
cion, de la transaccion y de la lentitud en las
reformas, del respeto á la ley; pero la voluntad
no puede nada sobre las convicciones, y sólo del
convencimiento puede venir la unanimidad. Cree-
mos que, por fortuna, no solamente es posible en
cuanto á las bases principales de la Constitucion
actual, sino que ya existe; quizás no producida
por la prosperidad de que gozamos, y sí por d
temor de lo que puede sobrevenir: de todos mo-
dos creemos que existe. Las apariencias, es ver-
dad, no lo demuestran : vamos caminando al
mismo fraccionamiento de partidos que ve1110<;
en Francia, sin tener para ello las misma" razo-
nes. En Francia la libertad de la prensa empeza-
ria hoy por discutir la dinastía y áun el trollO;
tras esta discusion vendria Ull trastorno, y ese te-
mor, que todo hombre de buena fe tielle por biell
fundado, retrasa indefinidamente el aumento de la
libertad. Espaiía tiene, hasta ahora, ulla ventaja
inapreciahle, a\lnque :d parecer JlO la estima en
su .iusto valor, pues h:lce lo pO'iihle p(lr pndcrJ:¡ :




en Francia hay trt:s dinastías rivales, cada una
con sus partidarios; en España hay una sola, al
rededor de la cual podrian agruparse todos aque-
llos cuyas convicciones son monárquicas. N o su-
cede así sin embargo; se cometen las mismas im-
prudencias que presenciamos en 1852 y ül53.
Aquella fué una época de excesiva libertad de
lenguaje; los más interesados en sostener la mo-
narquía decian lo que hubiera dicho un republi-
cano; de ello n:sultó el susto de 1854 y 1855.
Hoy, en el estado actual de España y de Europa,
vendria un trastorno mucho más grave.


Semejante inconsecuencia merece séria refle-
xion. N uestra Reina posee en alto grado las cua-
lidades que caracterizan á las grandes almas: la
generosidad y el valor: á todo el mundo consta
que ha gobernado siempre con arreglo á la Cons-
titucion; que, por ejemplo, cuando en 1863 se
retiró el ministerio O'Donnell, llamó á los pro-
gresistas, y que éstos 110 pudieron organizar un
gobierno; su reinado ha sido de los más felices
para nuestra patria; España, despertando de su
prolongado letargo, da señales de querer ocupar
el lugar que Lt corresponde entre las naciones. Si
en vez de una reina hubiéramos tenido un rey,
es más q ut: probable, dada la agitacion que ha
conmovido á nuestro país en estos treinta años,
dada la abstcllcion gcneral y la olllnipotcncia del
ejercito, qut: hubiésemos vuelto al despotismo. Las




EL TROr-O. --- tJl, OBJ~TO.


circunstancias actuales constituyen para el afian-
zamiento de la libertad moderada, para el exacto
deslinde de nuestros derechos, una de esas oca-
siones raras, favorables, y de mucha mayor in-
/l.uencia que las supuestas aptitudes de raza. Sin
embargo, hacemos lo posible para no aprove-
charla.


Hay otra consideracion más importante toda-
vía, porque es más general. Hemos concluido
con la teoría del derecho divino: la majestad Real
existe en las constituciunes modernas sólu cuma
un beneficio para la sociedad entera. Los hom-
bres que en 1688 tomaron la monarquía como
base del sistema político de Inglaterra, tenían de-
masiada experiencia para esperar en cada genera-
cion de reyes un héroe y un santo á la vez; pero
sabian al mismo tiempo que en la Iimitacioll del
poder Real, en el equilibrio de los tres poderes,
habia un remedio preparado contra las peores
cualidades reunidas en un soberano. Así es que
el reinado de Jorge IV se deslizó tranq uilamente,
y no tuvo para Inglaterra ninguna mala conse-
cuencia, porque ella misma se gobernaba. Lo que
ese rey hubiera sido con poder absoluto, es difí-
cil decirlo; tenía muchos defectos, grandes vi-
cios, sin una sola cualidad buena <Í grande que
los compensára. El porvenir puede reservar á los
ingleses un rey peor que Jorge IV; la nacion no
se resentirá en lo más mínimo, siempre por la




IJ?\ .-\"'1!'-1JD:\I). - RE':lPETO AL TRO::\O. 197


misma razon: porque ella misma se gobierna.
Conservará las ventajas que proporciona la insti-
tucion de la monarquía; las podrá conservar aún
sin el trastorno de un cambio dinástico. Derri-
bar á un rey porque no sea bueno es un re-
curso elemental, es un medio salvaje, digno de la
inEmcia de una sociedad: derribar un trono, lo es
todavía mucho más. Los progresos de la cien-
cia política consisten principalmente en que las
medidas violentas vengan á ser inútiles j en que
sea posible, sin los sacrificios que cuestan, con-
seguir el objeto para el cual se recurria ántes á
ellas, es decir, un buen gobierno. La forma mista
asegura la continuidad del buen gobierno; de
eso está persuadida la inmensa mayoría de la
nacion inglesa; esa persuasion produce la unani-
midad.


El respeto al trono, sin supersticion ni adula-
CiOIl, el respeto impersonal, es uno de los ba-
luartes más fuertes del órden J una de las condi-
ciones más esenciales del progreso. Olvidarlo es
cegarse filtalmente. En un país donde todo está
en el aire, es peligroso perder de vista una de las
primeras máximas del gobierno constitucional,
,í saber: que el trono es irresponsable. Asunto
delicado, del cual no hablamos sino muy á pesar
nuestro. Pero en vista de ciertas alusiones de la
¡nema, esperamos nos sea permitido decir alta-
mente que todo lo qlle tienda á disminuir el res-o


1-




peto al trono es una cabmidad pública. 1\0 pUl'
eso creemos que fuese imposible la libertad de b
prensa, si se reuniesen otras condiciones que ve-
rémos más tarde; tenemos ménos fe en la eficacia
de las recogidas que en la accion de los tribuna-
les. Estamos persuadidos de que el escándalo de
un proceso no sería temible; más bien abriria
los ojos de los imprudentes, y recaeria sobre
el mal inspirado escritor, al mismo tiempo que
una sentencia judicial, la rcprobacioll del pübli-
co, desanimando á los que sintiesen tentaciones
de imitarle. La sociedad, indigmda y alarma-
da, abandonaria la funesta costumbre de minar
incesantemente el sentimiento monárq uico, áun,
por fortuna, tan arraigado en el pueblo espa-
i101; Y las clases elevadas no seguirían pre¡nrando
una tem pestad cuyo furor serán las primeras e1\
sentir.


Tenemos en la unidad religiosa otra ventaja,
que algunos impacientes nos querrian arrebatar
pidiendo b libertad de cultos; 110 reflexionan que
careciendo Espai1a de una unanin'lidad bastante
vigorosa en las demas cuestiones, y siendo ésa
una condicion esencial para la práctica de las ins-
tituciones liberales, es imprudente añadir á los
que ya existen, otro motivo de desacuerdo.


Se hace en Andalucía \lila activa propaganda
protestante: viene de Inglaterra; algunas socie-
dades, de las cuajes hCll1C>s hecho mC[lcion cn el




t':-,Ai\L\IlDAD.


Clpítulo del Pauperismo, se han empeñado, con
más celo que discrecioll, en convertirnos. N () es-
peramos nada de los f;uüticos; los hay en to-
das partes, y más de una vez se ve el ministro de
Relaciones Exteriores importunado por esas so-
ciedades bíblicas; pero de la opinion ilustrada é
imparci:t1, tan poderosa en aquel país, tenemos
derecho á esperar que algun dia se oponga á esa
propaganda. Por orgullosa que esté la Inglater-
ra de su estabilidad, no puede desconocer que
las revoluciones del continente se hacen sentir
en su isla; la primera revolucion francesa y la
de 1848 inllaron eco al otro lado del canal de la
J\!Iancha. Todas las naciones modernas son soli-
darias unas de otras, tienen interes en su mutua
prosperidad. N o hay rivalidad entre ellas, ni si-
quiera en comercio, ni en industria; puesto que
una nacion muy productora necesita que los de-
mas países sean ricos para encontrar en ellos con-
sumidores. A la opinion pública le sería fácil evi-
tarnos las ditlcultades que !lOS trae esa propagan-
da, y conseguir que se empleára en mejoras in-
teriores ulla energía tan mal encaminada.


España necesita hacer muchos y grandes pro-
gresos ántes de que pueda hablarse en ella de li-
bertad religiosa. Aunque ese principio sea tan
verdadero como el de todas las demas libertades,
110 es tiempo ahora, por muchas consideraciones,
de plantearlo aqllí. Las reflexiol1es de Macaulay




:'..QC)


sobre el estado de la opinion en Inglaterra cuandll
se hizo el Acto de 'l 'olerancia 1, aunque aplicable~
en gran parte, no dan todavía una idea suficiente
del estado actual de los ánimos en España sohre
este punto. Los partidarios, nacionales ó extraños,
de la tolerancia religiosa, no pueden imponer á
este país su maner~ de pensar, por ilustrada que
sea, sin exponerlo á grandes males en cambio de
un pequeño bien, porque 110 es posible crear por
una ley la ilustracion en todo el mundo.


España, cuidadosa de su dignidad, no tolerará
la intervencion extranjera en sus IH:gocios in-
teriores. En cuanto á libertad religiosa, nadie
puede pretender, como en cuanto á la trata de
negros y á otras cosas que haya contraido com-
promisos; rechazará con todas sus fuerzas con-
sejos orgullosos; éstos, si se conociese el carác-
ter de la nacion española, parecerian más bien un
modo de retrasar la libertad que de fomentarla.
La intervencion de Felipe II y de Luis X IV
en las cuestiones interiores de otros países, ex-
plica la conducta de la Inglaterra en nuestros
dias, pero no la excusa. Es justo tambiell decir
que la política seguida en el extranjero por esos
reyes estaba de acuerdo C011 las ideas que diri-
gian á sus gobiernos; miélltras lllle ;1 veces la In-
glaterra sostiene en el extranjero ideas y hombres
que ella !lO aceptaria para sí, Decimos esto pllt"


1 Vide :,upr.l, p;ígin:ls J 2 s- r :::~.




l' .... \:--¡r-.l;PI\IJ. -- U\ R~:I.lG:Ol\. 201


que la propagalllh de que se trata es, bajo el velo
de la religion, una propaganda socialista; no so-
lamente pone en peligro la unanimidad, sino que
sirve para introducir ideas subversivas; por COll-
siguiente, es sohre todo un peligro político. Lo
más que puede alegarse en defensa de las socieda-
des bíblicas, es que ignoran eso último.


La libertad religiosa ha sido precisamente, C011
la lihertad de la prensa, la última en afianzarse en
Inglaterra; y sólo cuando la unanimidad política
se hubo hecho fuertísima rué cuando todas las
libertades tomaron su mayor desarrollo. Cada vez
que los Estuardos hicieron tentativas de restaura-
cion, las medidas antiliber3.lcs se aceptaban co-
mo una necesidad. La insurreccioll de I7 I7 pro-
dujo el Septemzial Aa, que llevaba la duracion de
cada parlamento de tres á siete años; duracion
sobre la cual se habia batallado muc hísimo á fin
de reducirla al más eorto término. La insurrec-
cion de I745 retardó la emancipacion de los ca-
tólicos, presulltos partidarios de los Estuardos,
hasta 1829' Puede decirse que hasta el dia de
ayer la Cámara de los Comunes no ha admitido
en su seno á los judíos, largo tiempo rechazados;
nótese que éstos nunca han compuesto en la na-
cion inglesa sino una fi'accion demasiado insigni-
ficante para inspirar inq uietud al Estado.


Hoy no se cDmprende la persecucion religiosa;
pero de eso á la libertad de religion Inv una 111-




202 L'1\:i'l.!'>.lr-.1iL'.\lJ }(,:'\C'HAD;\, l}.;l,' rIl


mensa distancia; para proclamarla, con viene es-
perar que sea necesaria y posible; que no ofrezca
grandes inconvenientes; sobre todo, que exista
en política la unanimidad firmemente reconocida
y claramente manifestada.


¡Qué podrian contra nuestro país así unido
las intervenciones extranjeras, sea ejercid,-,s á ras
claras, sea ocultas entre misterios!


La solucion más sencilla de sus dificultades ex-
teriores é interiores, la hallaria España en la una-
nimidad : muchos sospechar;ín (Iue no existe por
la ligereza con que se acostumbra hablar de cues-
tiones gravÍsimas, sin calcular las consecuencias.
Estamos, á pesar de eso, seguros de lo contra-
rio : existe; pero gracias á la imprudencia y á la
abstencioll, es latente, ignorada, y por consi-
guiente, inútil. Se ha llegado á realizar en política
el refran de « más ruido mete lino que grita, que
ciento que callan)) : por eso el partido republica-
no mete alguna bulla. En Inglaterr;¡ nadie se abs-
tiene, la actividad de la mayoría nunca cesa, y
por ese motivo, en el concierto general de opi-
niones, las voces sediciosas no se oyen. Dada la
cooperacion, sucederia aquí lo mismo.


Recuérdese lo que pasó en Francia en 1848.
La alarma de aquel momento hizo olvidar las di-
ferencias secundarias; el gran partido del órdell,
que en tiempos tranquilos tielle allí la desgracia de
halhrse dividido entre los adicto'i ;í tres dinastías,




2.:; ;


v iú la necesidad de reunirse para defender las ba-
ses eternas de la sociedad. Desde el primer dia
de la revolucion, á pesar de haberse apoderado del
gobierno, :í pesar de su organizacion armada, ú
pesar de la libertad absoluta de la prensa, estaban
los republic:wos moralmente vencidos. La reuniOll
de los tres partidos dinásticos sofocó una propa-
ganda que amenazaba ser irresistible.


Grande ejemplo, provechosa leccion. De ella
pueden sacal' los partidos legales una completa
coniianza en sus fuerzas; pueden quedar persua-
didos que cuando no rehuyen la discusion, sus
ideas triunfan seguramenre, y que 110 tienen nada
que temer de la libertad. Esa confianza se aumen-
ta más cuanto más se repasa la historia. Las ideas
de 1793 serán siempre vencidas donde haya valor
para oponerse á ellas, como lo hubo en Francia
en 18+8; la inmellsa mayoría, la casi unanimidad
de las clases obreras, de Jos pequeños propieta-
rios, era antirepublicana, porque el desórden les
causaba grandes pérdidas, así como á todo el mun-
do, y porque veian al mismo tiempo jefes á quie-
nes ;;eguir en la cruzada para el restablecimiento
del órden. Si recorremos la historia de Inglaterra,
S:tcarémos la misma enscTíanza. Allí no ha triun-
fado I1Ul1c:lla :unrquía, porque ha hallado siempre
[UD oposiciol1 enérgica; pero ha habido épocas en
que la agitaci()ll ha tomado las 1l1;¡S terribles apa-
ricnci:ls, .1' pr"llllllciado las alllCl1a",as 111;¡S aterra-




20+ PARTiDOS L!::(;AU:S y ~.XTRALE(jt\LF.~.


doras. Citarémos la segunda mit:ld del siglo últi-
mo, el principio del actual, y especialmente los
años 1794 hasta i 800, así como los aÍlos 1815
á 1817 '. La union y el valor de la sociedad
entera alejaron el peligro, probando una vez más
la eficacia de la cooperacion universal.


Se ve que la unanimidad podría existir en Fran-
cia, que existe en momentos dados. La division
manifestada cuando un período de prosperidad ha
hecho olvidar los temores pasados es una impru
dencia : es provocar el peligro. E tl ES¡J:lña hay ma-
yor facilidad para establecer una opinion unánime;
nuestro país, los viajes de la Reina á las diferentes
provincias lo han demostrado, es mucho más
monárquico que la Francia, y no tenemos, por
tortuna, algunas de las complicaciones tan btales
para nuestros veCll1Os.


Con poco esfuerzo, conseguirian dos grandes
partidos legales reducir á la insignificancia á los
partidos extralegales. El antagonismo de dos parti-
dos es una condicion esencial del gobierno parla-
mentario; pero sólo produce buenos efectos cuan-
do están de acuerdo sobre las bases de la Consti-
tucion, cuando sus diferencias, por apasionadas
que sean, no pOllen esas bases en tela de juicio,
y se reducen á dos () tres cuestiones prácticas,
cuyo objeto sea la utilidad pública. Hoy los uno;;
'íe inclinan demasiado al principio de a.utoridad,


l E. 1\1ay, Cr:,JlL'. Jld,' c( FJ.'? ~ It, I S4 y ~if"




U~:\!\lMroAD. - COüPERAC[ON. 2Q')


los otros al principio de libertad. Cada uno juzga
las cosas desde un punto de vist:l absoluto, y sólo
atiende ~í los ineon vcnicntes del punto de yista
contrario. La actividad de la nacion entera ocu-
pándose de política introduciria una modificacion
profunda. ~ Los deberes del soberano se halla-
rian extremadamente simplificados, y su respon-
sabilidad reducida á los límites constitucionales:
le es difícil hoy, en medio de la indolencia gene-
ral, conocer las aspiraciones de su pueblo en
cuestiones interiores ó exteriores. ~ El bien del
país vendria á ser la consideracion dominante: los
extremos se acercarÍ:ln; se adoptaria por una y
otra parte un programa más practicable , ménos
expuesto á encontrar oposicion. Los partidos
verian robustecida su disciplina; guiados por los
hombres distinguidos que están hoy y podrian se-
guir á su cabeza, conducirían á Espaiia hácia su
magnífico porvenir, unidos en un sentimiento uná-
nime : el de su prosperidad y de su gloria.


Quédanos, despues de haberlos estudiado se-
parada mente, ver cómo esos cinco grandes prin-
cipios han penetrado en el Parlamento y en la
prenS:l.


¡~






CAPÍTULO XIV.


PARLAMENTO.


C\~m.lr.l ,l[t.l. --- Atrihllci()ll~s judiciales. - Modcr.lcion en cjercerLl:;',
~ Atrjhlllíonc~ kgi"Lltiva<;, - Cuatro casos de oposiciol1 á una rc-


tormJ. - 0ro~i,,-'i()n de 1.1 Ciimara a:t:t.- Crcacion de p,ll'es herC'-
ditJ.rios Ó vit.¡lilim. - La rcfC)rm,l electoral de 1832. - Lord
Broug;luIl1. - Prudencia en no alterar b Constitucion. - Resi:;-
tcncia fundada. - Extr.lvios uc 1.1 opinion. - H.econoce su error.
- Vent.,j.l5 oc h lcntitud.- Lord Derby.-Mision de lo CámarCl
.:tlo.-Conflicto entre bs dos rám:lras.-Cambiü5 en 1..1 mayoría de
U11,1 y otra. - Conferencias. - C,lmar;l bajel. - Elecciones. - 111-
flUC!ll'¡,l ;Hi::;to ... ~rJtir~l. Inl1ucllci.t gubcrnativ,l. - Emplcados.-
Pr(,5id('nt~·.·- Rcin:1Jos de Jorge nI y Jorge IV.- Alteraciones
plofund,ls. - Continll.ln hoy. -- CentralizacioIl. - Iniciativa pri-
yada. - Peligros de 1.1 seguridad.- Preponderancia de e~ta Cáma-
1',1. - Complicaciones po;,ihles. - Rctorm,l e]cctoral. - C~~mJ.ras
b,ljJS en el continente. -- Elecciones en Esp.1ña y en Fr;:mc:ia.-
PC]S0nalid.l.JCS y cuestiones útilc~. - Discl)siones.~-LJ. elocuencia.
-1\.1r. Guizot. - IVlr. Thiers. - Demóstenes. - Ciceron.-La
tribun;¡ inglesa. - Lo que puede un gran orador. - Contestacion
al Jiscurw cid trono. - Presupuestos. - Pri'L'fltc Bilis. - Sdc .. :t
CommittccE. ·-LJS instituciones y los que las ponen en movimiento_


e Á M A R A A LT A.


Hemos visto que la organizacion hereditaria de
e,ta c;¡mara es rigurosamente exigida por la esen-




ATRIHl'C:O~i'S ]L'lllCf:\LF:S.


cia misma del gobierno misto: quédanos ver c(imo
funciona.


N o solamente e5 el único tribunal en los casos
extraordinarios, en los procesos por acusacion
pública I, sino que constituye el tribunal de últi-
ma apelacion en los casos ordinarios, con cort:IS
excepciones. (( Puede parecer peligroso 2 el que
») un alto cuerpo aristocrático, que es ademas u no
») de los colegisladores, ejerza una autoridad judi-
))cíal en casos que pueden envolver intereses po-
r líticos y suscitar sentimientos de partido. Pero
») toda objecion de esta clase debe haberse desva-
)'necido al ver con cuánta dignidad la Cámara de
))105 Pares está funcionando hace mucho tiempo
)1 en materias judiciales. Esa augusta asamblea
»encierra siempre pares que ocupan, ó han ocu-
)) pado, los puestos más altos en nuestros tribu-
)lnales de Law y de Equity 3. A éstos, general-
)) mente llamados Law Lorrú, pares de la ley
)) (porque han recorrido todos los grados de la car-
)) rera de abogados), abandonan los de mas pares la


1 E. Mal', La'7./v, Pri7.J/leg(J, tre. , ~f Par/¡ament, chapt. XXIII.
2 Crc.l~y, Engl. Cmst., 381.
l Ley y equidad. Ley, lo tradicionol y la escrita. Equidad, 10 que


obliga en concierrci:.t: un contrato, por ejemplo, cu.mJo no está muy
exactamente definido por la ley. Distincion hecha de muy ~lntiguo
en Ll administr:lcion de b justicia ingl~sl , y suprimiJ.l últim:.unente,
porque Lts leyes se v::.m luciendo ln~s cLtrJs. Los tribun~le~ de
Cr.-mmatl Picas, ctc., son C'J!ti ts l' L,~·7..:v; el tril.JurLl1 oel Gr .. m Can-
ciller, ¡ligll OJ:frt ?f C/IiW(('I)', t~S Caurt a( E:¡!{¡~~,.




C.~MARA Al.T.'\. -- MOlJERAC'I8~.


»)entcra decision de jos procesos que se llevan
») ante la Cámara. Esta moderacion ha sido notable-
») mente manifestada durante el presente reinado,
)) en una ocasion memorable, el proceso de O' Con-
l) nell, cuando habia la mayor excitacion política,
»)cuando los sentimientos de la mayor parte de los
») pares presentes les hubieran llevado incontesta-
)) blemente á votar contra la sentencia que, sin
)! embargo, y con gran honor suyo, dejaron pasar
}) como sentencia de la Cámara, porque era sen-
ntencia de los Law Lords, que votaron solos.))


La modcracion que vemos en el ejercicio de
las atribuciones judiciales de la Cámara alta, la
hallarémos igualmcnte en el ejercicio del dcrecho
de modificar ó rechazar todo proyecto de ley adop-
tado por la de los Comunes; haciendo observar de
paso que ésta tiene el privilegio exclusivo de ocu-
parse de hacienda; la competencia de los Lords
~e reduce á rechazar simplemente, sin enmienda,
las medid:ls hn:lllcieras.


La resistencia de la C,ímara alta constituye uno
de los cuatro obstáculos legales á la pronta reali-
zacion de una rdürma , de los cuales hemos visto
ya dos:


I. () Oposicion á la reforma por el Ministerio,
en contra de la opiniol1 del público y del Parla-
mento; este obstáculo es el de ménos duracion,
pues se salva con un voto de las cámaras que ha-
ga retirar al lVlinisterill; 2. 0 oposicioll por la Cá-


18.




ZIO Ol'O~lCJOI\' .


mara baja, en contra del Ministerio y del país,
salvada con disolucioll y nuevas elecciolles;
3. 0 Oposicion de la Corona en contra de los otros
poderes; de éste no hablarémos, pues es un C:lSO
que no se ha presentado sino una vez desde Gui-
llermo III; no hay que dudar, sin embargo, de que
si se viniera á presentar, sería respetado y supe-
r:ldo por h tranquila discusioll, como sucede CU:lll-
d o se presenta el :


4.° Oposicion de la Cámara alta en contra del
Ministerio, de la Cámara baja y del público. A
veces ha sido obstinada; siempre se ha respetado
como un derecho. Se sabe en Inglaterra sufrir los
inconvenientes de una institucion , con tal de que
sus ventajas sean evidentemente mayores. La es-
tabilidad que da ese equilibrio de poderes es ulla
ventaja inapreciable, y cuando la Cámara alta re-
siste, todos dicen que la resistencia es su mision.-
Desgraciado el país que en asuntos de tal natura-
leza se deje arrastrar por deseos impacientes; si
consigue aniquilar á fuerza de repetidos :ltaques
uno de los tres elementos del equilibrio político,
será éste el camino más seguro hácia el despo-
tismo.


En otros países, no puede la Cámara alta opo-
nerse á la opinion del país, puesto que la opinioll
apénas existe: ni á la Cámara baja, puesto que
suele ésta hallarse identificada con el Ministerio.
La lÍnica oposicion que se conoce es la oposicion




L\MA[~A ALTA.--<.."REAl..:iO.KES .",¡UMEROSA:i. 211


all\llinisterio. En esos casos se recurre con deplo-
rable facilidad al derecho de crear un nú mero con-
siderable de nuevos senadores. Si el cargo fuera
hereditario en lugar de ser vitalicio, no hay la me-
Ilor duda en qu~ alterando la mayoría del Senado
de esa manera, se atacaria más profundamente la
Constitucion, y por consiguiente, el Gobierno se
detendria mucho ántes de acudir á semejante re-
medio. Citaremos un ejemplo notable, sucedido
en Inglaterra en IS32, cuando en circunstancias
gravísimas, ell medio de una agitacioll inmensa
en favor de la reforma electoral, continuaba la Cá-
mara de los Lords su resistencia: y citaremos las
palabras de uno de los principales actores, de los
más ardientes promovedores de la reforma, Lord
Brougham, ministro en aquel tiempo 1: (La
)) Corona tiene el derecho exclusivo de conceder
)) honores. Posee el privilegio ilimitado de crear
))pares; de éstos hay veintiseis, los arzobispos y
))obispos, que son pares vitalicios. Tambien exis-
)) te la posibilidad de crear pares seglares vita-
)>licios; pero nunca se ha ejercido esta prerogati-
)) va más que en el llamamiento de los hijos pri-
» mogénitos de los pares; operacion que aumenta
)) el número de los miembros de la Cámara úni-
))camente por el período de la vida de los indivi-
)) duos. Veintiocho pares vitalicios de Irlanda se
)l sientan por eleccion, y diez y seis pares de Es-


1 7;"c Brit. CO!í.lt., 268 Y sigo




212


)¡ cocia son elegidos para cada Parlamento. La
» única restriccion á la facultad de creacion tiene
)¡]ugar respecto de los p:lres irlandeses. No pue-
» de crearse más que uno por cada tres cuyo tÍ-
)ltulo se extingue.


J) Esta prerogativa de creacion ha sido cjercid;l
)) várias veces para influir en las decisiones del
» Parlamento. Lord Oxford obtuvo mayoría en
)) una cuestion importante por medio de la crea-
ncion repentina de doce pares, durante el reinado
nde la reina Ana.-Mr. Pitt aumentó muchí"simo
)) la influencia de la Corona en la C;ímara de los
nComunes, y disminuyó la importancia de este
J) cuerpo, transfiriendo desde él á la Cámara alta
)) gran parte de los propietarios que le eran adic-
J) tos. En tiempo¡ recientes, el Gobierno del cual
)) yo formaba parte, apoyado por una gran mayo-
¡) ría de la Cámara de los Comunes y del pueblo
)) en general, hizo pasar el Ei!! de reforma parla-
J) mentaria en la Cámara de los Lords por medio
llde la facultad que nos habia delegado el difunto
)) Rey para una creacion ilimitada de pares en
)) cualquiera fase de la discusion. Fué una fortuna
j) para la Constitucion el que el patriotismo de los
J¡ pares, guiados por los sabios consejos del duque
)¡de Wellington, nos ahorrase el tener que recur-
nrir á un expediente tan lleno de peligro. Siem-
)) pre he considerado ese momento como el mayor
)Iconflicto que he tenido en todo el curso de mi




t" .\MAR;\ Al. L-\. -_ .. t:.Kt:.\Cl.)N F.S :-.. t' M ER8~AS. 213


)) vida política. Pero si se me dijese de recordar la
llmedida que ha reclamado con más unanimidad
) un poderoso partido, que ha tenido el apoyo
» más ardiente del pueblo casi entero, citaria é~ta
nde una numerosa creacion de pares en 1831 y
)) 1832. Nada más inconsiderado que la manera
)1 en que el público apreciaba esta cuestiono N a-
l) die reflexionaba por aq ud momento la posibili-
)) dad de que ese mismo partido dejaria muy pron-
)) to de estar acorde con Lord Grey y conmigo,
» hecho que sin embargo vino á verificarse muy
)1 pronto; nadie consideraba cuáles debian ser las
)) consecuenc ¡as inevitables de un desac uerdo en-
)) tre nosotros los ministros y la Cámara de los
)) Comunes; nadie se tomaba el trabajo de pregun-
)) tar lo que sucedería si los pares, identificados
ncon el Ministerio por medio de la numerosa
)) creacion se hallasen en oposicion con el Trono,
n con la Cámara baja, con el pueblo; nadie se de-
l) tuvo cn prcver que para vencer á nuestra oli-
)) garquÍa se hubiera hecho necesaria una nueva
))creacion, áun más considerable; ludie abria los
nojos á la inevitable ruina de la Constitucion,
» traida por la necesidad de añadir ochenta ó cien
n personas á la Cámara alta cada vez que se cam-
Jl biase el Ministerio, necesidad impuesta por la
)) medida que se nos aconsejaba. Apéllas he halla-
)) do á lUlO de los que clamoreahan así por una
)1 creaciol1 considerable de pares, que no confesa-




)) se su eq uivocacion cuando se le rcpresentaban
)) con calma y claridad esas consecuencias. Pero
)1 muchas veces me he preguntado á mí mismo:
J) si no hubiera habido escision; si los pares, siem-
)) pre unidos, hubiesen persistido en oponerse á la-
J) disposiciones más importantes del Bill, ¿ debia-
J) mos ó no debiamos haber recurrido á la peligro-
1)5a medida? Han pasado cerca de treinta aiíos
n por mi cabeza desde la crÍsis de I 832; hablo de
)lella con mucha calma, como de cualquiera otra
l/cuestion política; y no puedo, COI! confianza
II alguna, contestar afirmativamente. Cuando fuí
ná \Nindsor con Lord Grey, llevaba ulla lista de
)1 ochenta nombramientos, formada bajo el princi-
II pio de hacer á nuestra Cámara, á la aristocra-
ncia, el menor nLÍmero posible de adiciones pcr-
)) manentes, es decir, que habia llamamientos de
J) hijos primogénitos de pares, nombramientos de
J) personas que no dejaban herederos, y por fin,
)lde personas que ya eran pares de Escocia ó de
1) Irlanda l. Tenía una profunda conviccion de la
)1 necesidad del caso en las circunstancias muy es-
)l peciales en que IIOS veiamos colocados; pero tal
)i era mi temor á las espantosas consecuencias de


T Tienen d~ dc-:C'cho :"'!:;!er.to en h C~mJ.ra: ).0, todos los anti-
f:'.lDS PJ.res oc Ingiaterr.1; 2.{\, todos lo" de. la Gr<ln Brf'tae.í1, cre;¡do:
f;{:~dc la r.nl0n de E~co ... ·i.l en 17°7'; 3. (¡, tortos lus Jel Reino {7 nido t
ne:ldos ucsdc la IInion de Irl.lnd:l ('11 1801. H('m{)~ \,j~to (lile 1m de
F~(ol.'i·.¡ y dl~ TrhnJ.l eligen cntre' ellos mi~'m()~, :U~ n'!HC-;cnt,U1fC\;.




\'.'.~:-'I:\.L;' :\l r.\ ":1 )


) ese acto) t¡lIe dudo mucho si no hubiera prefe--
,¡ rido correr el riesgo de la confusion que podi;¡
Il resultar si la ley hubiese quedado desechada; y
¡, estoy firmemente persuadido de que mi ilustre
)) amigo se hubiera unido á mí en la determinacion
)\ de exponernos á ese riesgo (y por supuesto de
)) hacer frente á los clamores del pueblo, lo que
))nos hubiera costado poco) ántes que exponer la
)) Constitucion á un peligro tan illminente de ser
)' subvertida. Si hubiéramos tomado esa determi-
J' nacion, estoy bien seguro del apoyo que no';
)) hubiera prestado el patriotismo de nuestros más
)1 distinguidos antagonistas, y tengo la firme creen-
, cia de que se hubiera conseguido por transaccioll
)) una medida de ámplia reforma. En aquel mo-
)) mento ciertamente esa medida hubiera parecido
)) odiosa á hombres que no calculan y no piensan,
)1 que se apasionan más en cuanto al modo de ob-
¡; tener lIna reforma que en cuanto á su objeto;
)) pero más tarde, hubiera parecido satisfactoria á
)1 todos. Mi opinioll acerca de la repugnancia expe-
)' rimentada por Lord Grey á adoptar el expedien-
nte de una creacion, al cual nos sentiamos obli-
)) gados, ha sido mas que confirmada por sus car-
lltas desde que ha leido este pasaje.))


Por otra parte, la resistencia de la C:ímar:! alLí
,e funda siempre en argumentos razonables, el!
intereses dignos de consideracioJ]; y siendo siem-
pre templada, sabe ceder ~í tiempo, :1Sí como sabe




RESISTE};,CL\.


sostenerse. :'1uchas veces In sucedido que la opi-
nion, extr:tviada al principio por algunos hombre,
impacientes de la Cámara h,¡ja y de fuera de ella,
ha acabado por hacer justicia á la sabiduría de la
Cámara alta. Esta encierra demasiada ilustracion,
y contiene elementos demasiado vivaces, para ser
egoista; nunca se le ha podido echar en cara que
haya sacrificado su deber, el bien del país, :í su
intereso En suma, la lemitud que imprime á las
reformas cuando, contra su costumbre, la na-
cion se apresura y no reflexiona bastante, es una
de las causas más eficaces del progreso no inter-
rumpido de la Inglaterra. Las palabras que cita-
mos á continuacion, pronunciadas por Lord Derb)
en la sesion del 25 de Mayo r8+6, dan una idea
clara y exacta del espíritu que á la resistencia pre-
side : « La utilidad de la Cámara alta en nuestra
)) Constitucion consiste en interponer un obst,ícu-
))10 saludable á medidas precipitadas, inconsidera-
)) das; en proteger al pueblo de las consecuencias
)) de su propia imprudencia. N unea se ha empe-
)) ñado en resistir á una opiniol1 persistente y de-
l) liberadamente expresada. Siempre se ha inclinado
)) y se inclinará ante la expresion de una opinioll
)) semejante, pero su misiol1 es detener una Icgisla-
J)cion prematura, que conduciria á males irrepa-
)) rabIes l. 1)


LDS pares de Inglaterra han contribuido mIle ho
1 Creasy, abo citadJ, 39().




21-:


;l hacer ,í su p:¡í's lo que es: durante la primera
mitad del si<>lo XVIII están á la cabeza del mo-


to


"imiento liberal; los principales whigs se hallan
entre sus filas. Los conservadores ó tories no con-
siguen la preponderancia en la Cámara alta sino
más tarde " al mismo tiempo, por supuesto, que
en la C,ímara dc los Comunes; esto último se com-
prende, sin más explicacion, al ver que fueron go-
bierno, con cortas interrupciones, de 1770á 1830.


El peligro de un choque posible entre las dos
Cámaras viene de que la fuerza respectiva de los
partidos puede alterarse con mucha más prontitud
en la baja que en la alta. Es decir, que nuevas
elecciones pueden enviar una mayoría liberal á
suceder á una mayoría conservadora, miéntras
que en la Cámara hereditaria es preciso á veces
que pasen una ó dos generaciones para que suce-
da otro tanto. Aunque los reglamentos previenen
como remedio para los casos de esa naturaleza
UIla conferencia 2 entre delegados de una y otra
Cámara, despues de la cual una ley primero re-
chazada puede acabar por ser admitida, es preciso
reconocer que desde la reforma parlamentaria de
1832, las probabilidades de choque han aumen-
tado.


Se ve cuánta prudencia, cuánta moderacion,
cuánta madurez, cuánta fe en la experiencia ven


1 E. M.l)', (:'.JI\/. Iha. ~f Eng., 1, 268.
1 ('rrI:'¡HP,I¡.r '.J(pdi!i¡,¡d K;;&7'pkdg(, +72.


Ir)




l.\:-'1ARA BAJA. - El t.Cl"l:.J.'b.


el porvenir, necesita la sociedad entera para qUt:
esas instituciones, las ménos imperfectas, sin em-
bargo, que el hombre haya invcntado todavía, fun-
cionen sin inconveniente. Se ve por fin que la
accion de la opinion pública es la sola capaz de
allanar las dificultades.


C.-\M:\RA DE 1,OS l'OMU;";ES.


Esta parte del mecanismo constitucional, juz-
gada teóricamente, ha sido y es todavía muy im-
perfecta. La aristocracia ha tenido, hasta 1832,
considerable infl.uencia en las elecciones, y áUIl
conserva algllna.


Esto, se dirá, es un extravío de la representa-
cion nacional. N o nos apresurcmos, sin embargo,
á juzgar, y comparcmos.


En primer lugar, la inter\'cncion abierta del
Gobierno en las elecciones no se toleraria; SLI ill-
tervencion secreta no es posible, puesto que no
tiene agentes administrativos. El partido que cstú
en el poder esgrime armas iguales ;Í las de SIIS
contrarios. Los dos tienen la misma organizacioll,
los mismos elementos, puesto q LIe, ya lo hemos
dicho, la aristocracia no es una clase aislada ni
un partido exclusivo; su influencia se ejerce tan-
to en sentido liberal como en sentido conservador;
las elecciones son el espeJo fiel del estado de Lt
opllllon.




AI1~¡das(; a l'sto, '-lUt.:, dentro de la C,ímara, el
Gobierno carece de medios de influir en las vo-
taciones. Segun m,ís adelante \'er&nos, no hay
destituciones en masa á cada cambio de política,
y por consiguiellte, no pueden repartirse empleos
l'ntre los protegidos de los diputados. En la Cá-
mara misma, es muy corto el número de emplea-
dos que toman asiento. Gradualmente se ha ido
conoci(;ndo cuáles son aquellos cuya presencia es
necesaria en el Parlamento, á fin de darIc con com-
petencia y responsabilidad las aclaraciones que juz-
gue útil pedir. Las disposiciones del Act of Settle-
1IICIlt se han ido modificando; hoy los ministros,
Jos subsecretarios y algunos otros altos empleados
pertenecen siempre á uno ú otro cLterpo colcgis-
lador: es costumbre que si el ministro es un Lord,
el subsecretario del mismo ramo sea de la Cáma-
ra de los Comunes, y vice versa. Hay la excep-
cion del Ministerio de Hacienda, porque los Lords
no tienen ninguna intervencion en ella. De esa
manera el 'Ministerio está siempre completo en las
dos Cámaras; puede defenderse ó se le puede in-
terpelar al mismo tiempo en una y en otra. Ade-
lTIas de esa conveniencia, hay otra raZOI1 por la
cual el Ministerio se halla siempre representado en
h Cámara de los Comunes; no se comprendcria
que la Corona diera su confianza á ulla persona
que no hubiera obtenido la de UIl colegio electo-
ra!. N o es ésta la particularidad ménos notable




220 1'.L p~ e; I DE.'\ Ti'...


de la práctica constitucional inglesa, ni la menos
conducente al bueno y pronto despacho de los
negocios.


El Presidente, Speaker, nombrado no por la
mayoría gubernativa, sino por una verdadera ma-
yoría parlamentaria, se considera responsable hú-
Cla la Cámara y no hácia el Gobierno. l( Preside de
») la manera más imparcial; una palabra suya basta
)¡para llamar al orden y á la cuestion ;í cualquier
ndiputado. Todos le respetan, le escuchan, se
)¡ inclinan al pasar delante de él. Esto prov ie-
llne de que nunca se apasiona, ni discute, ni cor-
)l rige, ni ménos insulta; no vota sino en caso de
») empate, cuando da el casting vote, el voto pre-
» ponderante l.»)


Veamos cómo hace uso de su prerogativa.
En 186r, se estaba discutiendo la abolicion de los
diezmos pagados al clero. El Bill habia llegado ~í
su tercera lectura, y al cerrarse la votacion, se
halló que los votos estaban igualmente divididos.
El Presidente podia desechar la medida ó con-
vertirla en ley. Hé aquí lo que dijo á la Cámara:


( Si la igualdad de votos se hubiese presellta-
)) do en una de las dos primeras lecturas, hubiese
)lyo seguido el ejemplo de los hombres eminente,;
llque me han precedido en este puesto: hubiera
)lvotado que sí. Pero en la tercera lectura, el se-
)) guir ese precedente produciría un efecto opues-




tA!'dARA IlAJA . . _-- CE!>. rRALIZACJO....... 221


)) tO. U II sí dado por el Presidente en una de las
)) lecturas anteriores deja la decision en manos de
!lla Cámara para cuando vuelve á discutirse la ley:
)) un sí en la última lectura q uitaria la decision á
¡,la Cámara. Creo cumplir estrictamente con mi
)¡deber dejándola el derecho de volver á estudiar
llcsta cuestion 1, Y por consiguiente, votaré que
!l1l0 ".))


En vista de todas las razones expuestas, la Cá-
mara de los Comunes podia, áun ántes de la re-
torma de 1832, Y á pesar de la influencia aristo-
crática en las elecciones, ser considerada como
la genuina representacion del país, mucho más
que ninguna Cámara baja del continente. Si se la
juzgase por los resultados que habia producido,
su orígen se hall aria todavía más justificado. El
afianzamiento, los progresos de la libertad son
obra de la marcha seguida por los dos cuerpos del
Parlamento durante más de un siglo. En los rei-
nados de Jorge IlI, Jorge IV, Guillermo IV y
el actual, se han hecho sin estrépito alteraciones
profundas en la Constitucion, y hoy se ha llega-
do á un punto que nos parece digno de meditar-
se. Esas reformas, que en su mayor parte han pa-
sado inad vertidas en el continente, tienen todas
una misma tendencia: b centralizacion. Todas


1 Al año siguiente.
::. Véanse otros casos análogos cit:ldos por E. 1\1ay, La'1v, Pri'ui/¿
.~('f, etc, ~f Parliamcnt, 345 Y!:lig.




222 CE::-":THALlZAClO!'-', lSAlTIO~,


atacan, más o mellOS de cerca, la independencia
municipal y parroquial, el Local Se!/, Government,
que ha sido para la Inglaterra la gran escuela de
sus costumbres políticas, en que se han adiestra-
do los hombres á la práctica de la libertad. Cuan-
do todos los liberales ilustrados, en Espaiía como
en Francia, hablan de descentralizar, cuando Na-
poleon III manifiesta intenciones poco compren-
didas y poco auxiliadas de aclimatar el Lou¡/ S"f/
Government, es curioso que éste se halle alhena-
zado en su misma patria; pero así se suelen des-
naturalizar las creaciones humanas.


Semejante tendencia no procede de que haya
disminuido la iniciativa privada, sino de que ha
permanecido estacionaria. N o se ha levantado á
la altura de las necesidades del dia; éstas van sien-
do cada vez mayores; cada vez más debian esti-
mular la actividad. Llega un momento en que una
nacion, satisfecha de sí misma y al mismo tiem-
po cansada de un gran esfuerzo, se persuade de
que el reposo no ofrece peligro. Las pasiones es-
tán apagadas, la prosperidad crea el contenta-
miento, se duerme en brazos de una seguridad
positiva. La inaccioIl es fatal, sohre todo para
las clases elevadas, porque tienen m.ís ocasiones
de entregarse ¡í la indolencia, y de perder, por
consiguiente, una parte de su valor moral é inte-
lectual : en lugar de la rel'olucion progresil'a, ci-
\'ilizadora, pacífica, \'ielle 1 traida por el desprc-




ClO del pueblo hácia las clases así rebaj:llbs, la
revolucion violenta y radical. Estamos muy lejü~
de oponernos á la extensioll de los derechos del
pueblo; al contrario. Lo que decimos es que, ~¡
medida que se eleva - y no hay duda que (SO su-
cede en Inglaterra ---las cbses elevadas deben
hacer mayor bien que el que han hecho hasta en-
tonces. El ejemplo de lo que pasó en Roma,
cuando los p:ltricios fueron perdiendo en el des-
canso las grandes cualid;¡des que los "habian dis-
tinguido, ellcierra una leccion; nuestro ~iglo,
instruido por la experiencia, tiene la posibilidad
de evitar ese escollo.


No puede negarse que se empieza hoy á mirar
con favor en Inglaterra la intervencion, ó al mé-
IIOS, b inspeceion del Gobierno en muchas mate-
rias l. Es lll,is expedito, más fácil, más cómodo;


1 Mr. DUpllnt Whitc, en su obra i'Indi,tJidu el I'Etut, al mismo
tiempo 'lue hJce jll~~ti ... i:l ;11 carácter humanitario de la legislacion in-
gksJ contcmpOfJne.l, seil,lLl t,lmbicn ~u tendencia ct'ntralizadüra.
Cupiarnos, abn:viándob, UIlJ.lÍstcl. inserta en dicha obra, pág. 13])
Je las leyes recientes hechas en (se scntiJo. DcbclTIOS decir (lue no
vamos tan a11.-'. como 1'vl1'. Dupont White, y que algunas de estas 1~­
ycs nos p;¡rcccn comp.1tiblcs con b ausencia de centr31iz:1cion.


1 S2~L Ley relativa ~i las C~ÚJS Jc ahorros.
1829_
1 S3L
18 33_
1 S34-
l S 55-
I ~.:;;;.


p:lr,l mejorelr 1:1 poli~ía en 13 cJpital.
)) aumento de tr,lbajos públicos en IrL1l1J,1.


reglamentando el trab.tjo de los niños en lJs fíbric.¡c.
p.lra la aplicJcion m.ls cficJ.z de b ley de pohrr"<:.


)) administr.1(ion de 1J~ prisi()i1t,~,
1 d.lti\·,l:í peSD:; ~' mcdi(LI'.,




Ct:I\TRALIZACIOl'o'.


pero insensiblemente se destruyen las defensas
avanzadas de la libertad. Parece que han olvida-


184°·
,84°·
1842.
1842.


1844.
1844.
1844.
1845.
1845.
1845.
1847.


,852 .
,853·


Ley
))
\)


relativa á caminos de hierro.
sociedades de préstamos.


para fomentar el drainage en Irl<lOd.!.
prohibiendo el trabaju Jc mujeres y niñ.ls en L1S nL1.


nas.


relativa á cmision de billetes de B:mco.
reglamentando la edific3cion en la capital.


)) sobre caminos de hierro.
los Bancos por acciones.


para cercar y cultivar bienes de propio~.
dictando medidas favorables para b salud pública.


Orden de la Reina para venta de bienes de la Corona en
las colonias.


Ley confirmando los poderes de la comisian metropolitana
de alcantarillas.


)) facilitando la venta de haciendas gravadas por censo~
ó hipotecas en Irlanda.


disponiendo el adelanto de tondos para el drainage en
el Reino U nido. .


)) para el buen (¡rden y limpie" de habitaciones amue-
bladas pobres.


para anticipo de fondos con el fin de Elvorecer 1.1 cmi-
gracion de ciertos di~tritos de Escocia.


reglamentando el pasaje por mar de los emigrantes.
para la buena administracion de fundaciones de bene-


ficencia.
1853. )) obligando á consumir el humo en las tabrieas y mIos


barcos de vapor de Lóndres.
1853. reurganizando el gobierno de la India.


!\tlr. Dupont White no cjta otrí.lS rncdid;lS recientes que han ten~
diJo al mismo ot'ljeto. Las más notables son las atribuciones del Se-
cretario del Interior (ministro de la Gobernacion), y las de los P,;r-
r,w:t"":¡uy B~IJl'tú. (Vé.lse Fischd, Tl¿'E¡ig!. COtlSt., p. 179- 1;)7)




(":\M¡\UA BAJA. ',U I'J{EPO~IH.KA~.U.~. 2'!.;


do los ingleses una doctrina por ellos proclama-
d:!: la de que, cuanto más civilizado es un pueblo,
ménos reglamentacion necesita; no deberia acep-
tarse la intervencion gubernativa sino en casos
inevitables. Para contener la marcha centraliza-
dora sólo hay un medio: que la iniciativa privada
redohle su celo y su actividad, y que haga admi-
rablemente bien lo que hacer se proponga, á fin
de no dar motivo ;í la crítica más severa. Si sus
esfuerzos no son grandes, intervendrá el Parla-
mento, y no puede ménos de intervenir; la Cá-
mara de los Comunes, hoy todopoderosa, aumen-
tará las atribuciones del Gobierno; y la Inglaterra
se irá pareciendo al continente.


La preponderancia de dicha Cámara, que ha ido
creciendo desde Jorge IlI, es la manifestacion
más elocuente y el más poderoso estímulo de la
tendencia á centralizar. Esta preponderancia aca-
bará por hacer peligrar el equilibrio; constituye
hoy para Inglaterra la más grave de sus dificul-
tades. Por ahora, y áun concedemos que por mu-
cho tiempo, no se producirá tal vez colision en-
tre los tres poderes del Estado; pero á la larga, el
exceso de importancia adq uirido por uno de ellos
tendrá que traer sus consecuencias.


El medio más seguro de alejar el momento de
un conflicto se cifra en la prudencia de los par-
tidos al tratarse de una llueva reforma electoral.
Los liberales razonablc:s ven con satis Lec ion el




22~ !{}o~}o'OJ{MA LI.t.L"l'()I~AL.


triunfo de sus ideas, y no l¡Uerran introducir llue-
vas alteraciones en una Constitucion que tiene
sus pruebas hechas. « La gloria de la Constitucion
)i inglesa, dice Erskine 1Vlay, consiste en no ser
)) una democracia pura; admite á participar en el
)) Gobierno la inteligencia de la nacion y no la
)) voluntad del pueblo. ¿ Qué teoría de Estado li-
)) bre puede haber superior á este progreso gra-
))dual de la libertad, (¡ este aumento incesante del·
)¡poder de la democracia á medida que va hacién-
)) dose más capaz de gobernar?))


La reforma electoral, á pesar de que se habla
libremente de ella, no es popular; los que desean
promoverla son escuchados con frialdad; y cuan-
do llegue el momento de hacerla, quizás se halle
que el plan de los conservadores es preferible al
de los liberales. Los primeros quieren extender el
derecho electoral aumentando por medidas eco-
nómicas el número de los que pagan la cuota re-
querida, lo cual equivale á un aumento de rique-
za; los segundos quieren sencillamente disminuir
la cuota. Lo uno sería un doble beneficio; lo otro,
I"'n las circunstancias actuales, ofreceria más de un
inconveniente.


Comparemos ahora los Parlamentos de otras
partes. Nada decimos de la Cámara alta de nin-
guno de ellos, porque ninguna ha ~echo un pa-
pel importante, ni puede hacerlo. O estas Cáma-
ras existen sin objetó, ó la resistencia es SI! mi-




sion; y no estando constituidas para ello, ninguna
ha podido llenarla.


Hablemos pues de las Cámaras bajas, del Con-
greso. La aristocracia no influye en las eleccio-
nes; pero i es mejor lo que tenemos en cambio i
No es mejor ciertamente lo que sucede en Fran-
cia, donde el Gobierno, fuertemente centralizado,
propone sus candidatos y les da su irresistible
apoyo. Tampoco es mejor lo que sucede y ha
sucedido siempre en Espaila. Aquí tenemos dos
géneros de elecciones. En las unas, el Gobierno
hace grandes ofertas de apartarse de la lucha elec-


. toral, pero nombra á quien quiere. En las otras,
la libertad de los electores se anonada ante la ac-
titud de las mesas, y la de otras personas que
ni siquiera son electores. En las primeras, sería
preciso aceptar el apoyo del Gobierno; en las se-
gundas, el de las mesas y el de la muchedumbre.
Resultado, que con las excepciones que hemos
dicho ántes, la inmensa mayoría viene nombra-
da por el partido que en el dia domina. Y como
si esto no bastára, el Congreso está lleno de em-
pleados del Gobierno. Es imposible sostener que
semejante Parlamento sea la verdadera represen-
tacion del país; no debia tener derecho á votar ni
las leyes mÉnos importantes; siJl embargo, JlO
sólo bs vota, sino que toma medidas de la mayor
trascendencia.


En tiempo de Luis Felipe, en Frallcia, las




elecciones eran, relativamente á lo que son hoy,
libres de toda influencia, así del Gobierno como
de una clase determinada. Pero todas las Asam-
bleas legislativas del continente han producido
pocos resultados útiles. Ya hemos visto la razon
de este fenómeno: no es otra que la indiferencia
del país. Cuando hay un torneo de personalidades
más ó ménos ágrias entre los ministros y la opo-
sic ion, se llenan las tribunas y se leen con avidez
los discursos pronunciados en las sesiones; lo
mismo sucede cuando un doctrinario desenvuelve
magníficas teorías abstract3.s, ó cuando se dan
grandes tajos imaginarios en el mapa de Europa.
- Pero si se trata de negocios útiles, de medidas
de gran trascendencia para el país, los hombres
que hayan empleado hrgos años en estudiarlas en
sus áridos detalles, pueden estar seguros de 110
ser escuchados, de hablar en un desierto, de no
tener quien les conteste si pertenecen á h oposi-
cion; y si son del Gobierno, les dirán: hombre,
no se canse V d. ; plantee Vd. sus idéas, que son
buenas; no necesitarnos oirlas.


De ahí ha venido que los Congresos han sido
arenas de pugilato ó Academias, nunca Asam-
bleas deliberantes; que no han tratado á tondo
un solo negocio de los que importan, y que Ja,;
J:ccesidades de sus distritos, las explican los dipu-
tados en conversaciones particulares ;Í los minis-
Uos.




C\MARA BAJA. - L.'\.S DrSCUSIO~F.S. 22')


De ahí tambien, la autocracia de éstos; no hay
que culp:lrlos por ello, tienen una excusa sobe-
rana: gobiernan. •


Es verdad que la discusion en el Congreso
significa ménos que la discusion fuera de él: las
medidas que se le presentan han debido ser dis-
cutidas ántes por la prensa; el Parlamento no de-
be ser más que un cuerpo legal, con mision de
dar la furma legal á la voluntad del país. Pero no
es ménos cierto que si la Cámara baja se compu-
siera, como deberia, de lo más distinguido en
talento é instruccion que encierra cada interes,
allí se condensaria, se ilustraria la discusion, y al
escucharla ó al leerla, el público podria aún apren-
der mucho; si prestase su atencion á las discusio-
nes verdaderamente útiles, mucho aumentaria el
valor de lo que se dice en aquel recinto; sabiendo
los diputados que se les escucha, se despertaria
su emulacioll, se tomarian el trabajo de estu-
diar las cuestiones, y quizás entónces se descu-
bririan, no sin sorpresa, capacidades hoy ignora-
das.


Otros resultados ventajosos nos traerla tambien
la cooperacion. A pesar de toda la buena fe y de
todo el estudio que se quiera suponer, es posible
equivocarse y hacer una mala ley. Una equivo-
cacion de ese género tiene hoy consecuencias
graves: cae el ministerio que la ha hecho, ó bien
se desacreditan las instituciones liberales. Si el pú-


20




LA El CCL"F"!\CIA


blico tomase en la legislacion la parte que debe
tomar, la parte princi pa1 , un error, del que todos
hubieran participado, no desacreditaria á nadie;
sería únicamente una 1eccion para el porvenir. El
error sería tambien ménos fácil, porque el pú-
blico está en posicion mucho mejor que los legis-
ladores de indicar, en las leyes vigentes, los de-
fectos que se han de corregir.


Hoy en Francia es de moda, entre ciertos ad-
miradores del Gobierno, cuya adulacion debe ;í
veces serIe incómoda, ridiculizar la elocuencia
de los campeones parlamentarios del reinado an-
terior. Es verdad que discursos tan soberbios no
conducian á nada; pero quien tiene la culpa, es el
país y no los oradores. Si el país no hubiera que-
rido que estuvieran perpétuamente entreteniéndo-
le Mr. Guizot y Mr. Thiers, no hubieran sido
perpétuamente interpelados, y hubieran emplea-
do la capacidad que no les neg:lrá nadie, en pre-
parar resultados positivos. Cuando Demóstenes
pronunciaba alguno de sus discursos, los atenien-
ses, con su tacto exquisito, su vivo sentimiento
de lo bello, se extasiaban ante su genio; pero no
se arríuban, ni olvidaban sus disensiones, y el
rey Felipe se iba apoderando de la Grecia. Sin
embargo, la elocuencia de Demóstenes, el pri-
mer orador de todos los siglos, no tiene nada de
bueca; es robusta, l('ígica, llena de hechos, dig-
na de un homb're de Estado. Cuando CiCcrOll,




23 1


con más pompa y menos sustancia que su mode-
lo, dirigia la palabra al Senado romano, se toma-
ban medidas y la conspiracion de Catilina era so-
focada, porque el Sellado tenía restos de espíritu
político.


¿ A qué conduce el ridiculizar la elocuencia?
Es una arma poderosa para servir á un país que
ljuiere ser servido: ninguna tribuna es más rica
que la inglesa, y sin embargo la Inglaterra es
fuerte y libre. Pero si Lord Somers , Lord Chat-
ham, Burke, Pitt ó Lord Derby hubieran hablado
delante de Jos atenienses, no hubiera dejado .A té-
nas de ser conq uistada y de perder su libertad para
veinte siglos.


Si á un grande hombre, dueño del poder absolu-
to, le es fácil hacer grandes cosas, en un go-
bierno libre, el mismo hombre necesitaria que la
nacion le ayudára, ó más bien le diera el im-
pulso. La cooperacion universal obliga al Parla-
mento inglés á trabajar útilmente, á distinguirse
:lSÍ de los demas Parlamentos. Cuestiones de po-
lí tica no puede ménos de haberlas en una asam-
blea de esta naturaleza, pero no son las que debe
tratar exclusivamente: otras hay más interesantes.
Sobre todo, no se da en Inglaterra el nombre de
políticas á las cuestiones personales.


AqUÍ son las lÍnicas que se discuten á fondo:
los tres primeros meses de cada sesion se van en
eso, lnjo el pretexto de contestar al discurso de la




23 2 t:L PRESUl'l;ESTO.


Corona. Si e! público tuviera e! tacto de manifes-
tar su disgusto no asistiendo á semejantes debates,
quizás no se repetirian tan á menudo. Allí, la
contestacion al discurso de la Corona se vota en
un dia. No siempre ha sido as'l : los in6leses no
han llegado desde el principio á la perfeccion en
la práctica. Pero la experiencia los ha ido corri-
giendo : hoy, no solamente queda contestado el
uiscurso del trono e! mismo dia de abiertas las
Cámaras, sino que en la de los Comunes se hace
<Íntes la lectura de un proyecto uc ley c uak¡uie-
ra '; mera formalidad, cuya significacion es que
los negocios deben ocupar principalmente la atell-
cion de! Parlamento.


Al instante se empiezan á discutir los presu-
puestos; y, sin perjuicio de ventilar las cuestiones
interiores ó exteriores que puedan ocurrir, se si-
guen discutiendo durante dos ó tres meses, em-
pezando por los gastos, cap'ltulo por capítulo: á
medida que van apareciendo los diferentes capí-
tulos se levantan á discutirlos hombres competen-
tes; si se trata de marina, por ejemplo, hay en la
Cámara uno ó más constructores de buques, en
estauo de criticar las construcciones ue los inge-
nieros del Gobierno; otro uiputado ha estado du-
rante las vacaciones á visitar alguno de los arse-
nales y trae notas exactas de la mala ó buena
administracion. ~obre cualquiera ramo que se ha-




(' \l\IAI~A lL\J:\. -- l'RIV""'TE BILLS. "-33


ble, hay hombres especiales conocidos por tales,
;í quienes la Cámara presta su atencion. El mi-
nistro de Hacienda presenta en seguida ,el presu-
puesto de ingresos, cuyo estudio no es ménos
detenido. - La importancia que se da á las cues-
tiones de Hacienda sería buena para imitada aquí,
donde se halla en tan deplorable estado.


J'vlucho mayor todavía es el trabajo ocasionado
:.í los miembros del Parlamento por las comisiones
encargadas de entender en las leyes de interes
particular, Pn"vate Bills 1, las cuales se conside-
ran como en beneficio exclusivo de la persona,
compaiiía ó corporacion que las reclama z; ésta
se ve por lo tanto obligada á instruir su peticion
en la misma forma que un proceso, á probar ju-
dicialmente que no habrá perjuicio de tercero; si
despues de oir innumerables testigos, la comision
da un intorme favorable, puede la ley presentarse
ante la C;ímara del mismo modo que las de inte-
res general.-Otras comisiones, Se/ect Committees,
están dedicadas á estudiar cuestiones que el Par-
lamento juzga necesitan ser ilustradas. Aquí no
hay forma judicial, pero no por eso es menor el
trabajo. Baste decir que los estudios, Report, de
la comision encargada de informar sobre la lim-


I E. May, Ltl<uv Pri'Ji!cgcs, etc., ql Par!iament. Chapo XXIV-XXVIII.
StOJ1diJ1J!. Orders r:fthe Lord:. ¡md Comma!ts cn Privtltt' Bilis, ,S¿ssion 1865_


2 Comprende dkha dcnominacion el cst.lblccimiento de fcrrocar-
1 i le; ~ l.lIli.lles, ga5\')IllC~ro::;, cementerios, etc., etc., etc.




pieza de la capital, alcantarillas, etc. , as'mto im-
portantísimo, es verdad, pues se trata del bien-
estar y de la salud de más de 3.000,000 de per-
sonas, abraza 5,000 preguntas con sus respues-
tas. Se ha impreso, como se imprimen todos esos
trabajos: el país está, por medio de la publicacion
de ellos, en posicion de apreciar lo que hacen sus
representantes '.


¿ Se parecen nuestros Parlamentos al inglés?
Al considerar las ventajas que en otra parte se
sacan de UIla institucioll, hariamos muy bien pre-
guntándonos si consiste en la institucion misma,
ó en el celo y laboriosidad de los que tienen mi-
sion de hacerla funcionar.


1 Ya remos vi"ro, ll.íg. 16'X, .í lo 'ille ,I~cicndc ,Hlu:llmentc ti
imprc:>ion de estos B¿u( Bocks.




CAPÍTULO XV. •


L\ LITERATURA Y EL ARTE.


El primclo de los poJcrcs.-Desconfianza.-~Int1uencia Je tI sociedad
sobre la literatura y de la literatura sobre la sociedad. - Lectores
pasivos - Revoluciones de 1789 y de 1848. - Dictaduras litera-
rios. - Voltaire, Goethe, Ryron. - Dryden y J ohl15on. - Self
GO'L'ernment en litcntura.- Sensualismo.- Fatali~rno. - Las artes:
Grecia, ItaEa, Francia. - Apasionamiento general por el arte.-
Un rasgo de costumbres. - Las artes y la política. - Mision de
las artes. - Moralizacion, civilizacion. - Progreso de la humani-
dad. - Aptitud artística y aptitud política. - Literatura inglesa.-
La restauracion. - Revolucion de 1688. - Locke y Addison.-
Libros de entretenimiento, elementales, serios. - La crÍtica-
Obediencia voluntaria. -- La ilustracion y el clero. - Los escrito-
res y la socied,td.


La prensa es el más grande, y puede ser el más
util de los poderes en las sociedades modernas.
N ada para ella es demasiado sublime, nada tam-
poco demasiado trivial. Su utilidad se extiende á
todo: justicia, seguridad, libertad, todos los in-
tereses privados y públicos, las ciencias, las artes,
hasta los anuncios que hacen vivir la industria,
todo es de su competencia.


i Por qué razon nos vemos obligados á privarnm;




LA LlTER..'\TURA y LA SOCIEDAD.


de agente tan admirable! Porque asusta á una
parte ll11merosa de la nacion. De otro modo, nin-
gun Gobierno se hubiera atrevido á imponerle
restricciones y trabas contra la Opillioll general:
ésta desconfia, porque siente que la prensa es
una potencia independiente de ella. El gran rasgo
distintivo entre la prensa y la literatura inglesas
comparadas con las nuestras es el siguiente: en
Inglaterra los lectores, h sociedad entera, influ-
yen en la prensa y en la literatura, miéntras que
en el continente la prensa y la literatuLI influ)'en
en los lectores.


Se opondrá á este aserto un argumento, base
principal de la crítica de hoy: que toda literatura
reproduce fielmente los caractéres de la attTItJsfera
en que tiene su nacimiento; {lue, por consiguiente,
es exacto lo que acabamos de decir de Inglaterra,
la sociedad influye en la literatura; pero que lo
que decimos del continente no puede ser exacto,
la literatura no puede influir en h sociedad.


Esa doctrina representa un progreso de la crí-
tica, puesto que procede de un punto de vista más
extenso y de estudios m~ís completos: sin embar-
go, es demasiado absoluta. Suministra en verdad
un nuevo elemento para una análisis más profun-
da; pero no es la síntesis suprema, la verdad defi-
nitiva. Si se limita á decir que, tomada en globo
la literatura de una época, retrata con fidelidad á
esa época, entónces es verdadera; si l1Lega la in-




LA 1.1"1 EKATt.:RA Y LA SOCIEDAD.


Huencia que tienen los libro>; de hoy subre las
ideas de mañana, carece de exactitud. Los efectos
producidos por los libros son lentos aunque segu-
ros j á veces, para que se hagan evidentes, han
de pasar várias generaciones.


Otros límites no ménos importantes deben tra-
zarse á esa doctrina: si sucede que en España,
por ejemplo, casi lo único que se lec son las no-
velas, y casi lo único que se representa son las
producciones dramáticas fi-ancesas 1, no es exacto
decir que la literatura que nos gusta es el espejo de
nuestra sociedad j entre España y Francia subsis-
ten diferencias muy grandes. En cuanto al efecto
que puedan causar nuestras aficiones literarias,
el porvenir lo dirá: las obras más irreligiosas se
han leido aquÍ en abundancia sin haber hecho, al
parecer, ningull estrago en las creencias. Cuando
hayan transcurrido años, se verá si la literatura
tiene infl uencia en las costumbres, ó si deja de
tenerla.


Esa doctrina, en fin, enteramente pasiva, es á
una doctrina activa lo que la anatomía es á la
medicina j si del estudio del cadáver no se sacasen
aplicaciones para curar á los vivos, las disecciones
serian inútiles. El conocimiento de lo pasado con-
duce á una ciencia cada vez más perfecta; no
sabemos adónde conduce la indiferencia científi-
ca en el estudio de lo presente. H 'lgamos en hora


1 Por l'SJ LI1.011 nos ocupamos Lug:mlcllk de b litcr,ltura frances .. L




L1Tt:JL'\TUI<'\ DH. ::.It;l.8 X\·III.


huena la anatomía de lo pasado; pero sí rvanllOS
esos adelantos para descubrir y señalar los errores
y los peligros contemporáneos.


Digamos pues, si se quiere, que la literatura
inglesa refleja unas costumbres que consisten en
no adormecerse nunca en la abstencion. Cada uno
allí está convencido de que todo trae sus conse-
cuencias, cada uno obo de acuerdo con esa con-
viccion, es decir, que no se deja pasar sin protesta
un libro de tendencias peligrosas, no se deja cor-
rer la prensa periódica á capricho de los redacto-
res; el público, al contrario, quiere que no expre-
sen sus opiniones individuales, sino la suya, la
del público.


Digamos que la literatura francesa es, hace ya
mucho tiempo, el reflejo de un estado social en
que reinan la indiferencia á los graves intereses,
la imprevision de las consecuencias, la inaccion,
la pasividad. Esto procede ciertamcnte de la larga
costumbre de un Gobierno despótico.


Los que vi vian bajo aquel régimen pod ian
creerlo inmutable, y no imaginaban, en aquella
época ya lejana, que las discusiones puramente
literarias pudieran jamas pasar al dominio de los
hechos. La libertad de las discusioncs especulati-
"as les parecia una mitigacion legítima de los ri-
gores del sistema político. Se dejaban arrullar
uulcemente por aquellas utopías seuuctoras, alter-
nadas con cuentos alegres y licenciosos. Más sc-




LA LITERATURA y LA SOCIEDAD.


\' era mente hubieran criticado las unas y los otros
si hubiesen previsto los resultados positivos que
les iban :í traer.


Vino la revolucion de 1789' Nadie negará que
la literatura del siglo XVIII contribuyó muchísimo
á preparar su auvenimiento, y muchísimo tambien
á precipitarla en sus exageraciones, causas lamen-
tables ue la reaccion que dura todavía y durará
largo tiempo contra aquellas ideas, contra lo que
encierr:ll1 de bueno y de sano.


En una época más reciente, en los últirr10s
años de Luis Felipe, se vieron aparecer libros en
que el Gobierno no era atacado directamente 1
pero en cambio atacaban cosas que importa res-
petar mucho más que al Gobierno. Las inteligen-
cias fueron seducidas por ideas liberales vagas y
magníficas. Por segunda vez, la Francia leyó, no
se alarmó, se dejó conducir, y tuvo lugar la
revolucion de I84-8.


Dos ejemplos tan marcados bastan para demos-
trar que cuando la sociedad no tiene accion sobrc
la literatura, esta la tiene sobre la sociedad.


Es preciso observar tambien que de tarde en
tarde aparecen hombres que salen de las ideas
trilladas, (hn Ull nuevo impulso, y á su vez in-
fluyen en la época siguiente. De la eleccion de
esos guías intelectuales depende el camino por el
cual marchará un pueblo, eleccion que es un sín-
toma de lIll estad() social va existente. Allí donde




DICTAIH:RAS LITr,HARTA'l.


el goce de! momento presente se prct1ere él todo,
se elegirá por guía al que muestre el refinamiento
de ese goce; allá donde la idea del deber no ins-
pira repugnancia, 5e elegirá al que muestre la fe-
licidad tranquila, sencilla, asegurada por toda la
extension que la vista del hombre puede alcanzar
en el porvenir. Allí se conseguirá la perfeccion
del arte; allá, la perfeccion del Gobierno y de la
vida doméstica.


Otra diferencia no m~llos marcada consiste en
el grado de autoridad concedido por cada pueblo
á esos hombres: en Inglaterra no se COllocen las
dictaduras literarias; hasta en esto ha penetrado
el Se!! Government. Es verdad que Dryden y e!
Dr. J ohnson fueron durante su vida considerados
como verdaderos oráculos; pero su autoridad
quedó siempre limitada á las materias puramente
de gusto. Algunos hombres, sin embargo, han
tenido en la marcha de las ideas mayor inRuenci;;
que otros, y entre ellos Addison. Habló en razol1 ,
con buen sentido, con delicadeza de sentimien-
tos; la parte brillante era un accesorio. Bentham
no debe ser considerado como un literato; mas
puesto que nos estamos ocupando del efecto que
los libros producen sobre bs costumbres, podrá
decirse que la idea de la utilidad vertidJ por d
se deja ver en todo, así en e! malll:jo de los inte-
reses públicos, como en las acciones de la vida
privada.




LA LITERATURA Y LA SOClEDAD.


La omnipotencia de V oltaire en el continente
duró medio siglo, en cuyo transcurso difundió
muchas verdades útiles; pero estuvo siempre tan
visiblemente preocupado de decirlas con agude-
za, y fué tan afortunado en esa ambicjon, que su
chispeante ingenio deslumbró y suhió al primer
lugar. Desde entónces empieza en Francia la
preferencia dada á la forma sobre el fondo; de allí
viene la ad111iracioIl que llOy tributa á Goethe.
Este, con algunas pretensiones á una instruccion
profunda 1, se cuida muy principalmente de la
magnífica perfeccion de su estilo. Su novela de
Werther fué publicada en 1774, cuando apénas
contaba veinticinco años, y la dictadura de V oltaire
le tocó en herencia.


Otro gran poeta, que procede de él, Lord
Byron, huhiera hecho triunfar en su patria la es-
cuela sensualista, si su patria no hubiese sabido lo
c..¡ue importa á un pueblo libre la severidad de las
costumbres. Por más que Byron haya llamado á
esa severidad hipocresía, harto probado está que
no es posible extender á las doctrinas que procla-
man atrevidamente la abolicion de toda traba mo-
ral, la indulgencia que sin inconveniente puede
mostrarse á los errores de la v ida pri vada.


La literatura actual del continente, represen-
tada sobre todo por la Francia y la Alemania,


J Pretensiones lnst.tntc iJltLlnJJJ.I~·. ~Su::; errores cientifkos son
en el Ji .. ! bjcn cOlloriJl)C.


21




permanece bajo la influencia de Goethe, el gran
pagano; él es quien domina el siglo literario en
que vivimos. Él es quien ha introducido la indi"
ferencia moral, la preocupacio!l exclusiva del arte
por el arte; la literatura, síntoma grave, se sienta
en tan funesto pedestal. Lo bello, bajo cualquiera
de sus manifestaciones, es lo que únicamente se
busca. i Cuántas inteligencias extraviadas por esos
atrevimientos, por esas paradojas! j QLliz;is por
una línea de Espronceda () de Alti"cd de Musset I
Todos hemos sido n1;Ís tÍ ménos corrompidos cn
esa escuela.


N o caigamos en el exceso contrario, descollo-
ciendo la influencia civilizadora de la aspiracioll
hácia lo bello; pero tampoco olvidemos una COtl-
dicion imprescindible, y es, que la moralidad se
eleve por encima de todo. i Es esto lo que suce-
de? - No. Examinemos el ramo más levantado
de la literatura: la crítica, á la cual hemos hecho
ya alusion. Hoy !lO juzga; comprueba, analiza;
su gloria está en la imparcialidad, en la indiferen-
cia absoluta. Los historiadores son fatalistas; los
novelistas y los escritores dramáticos andan bus-
cando situaciones y a venturas anormales, perso-
najes escandalosos; los poetas son sensualistas) y
esta última es la palabra que mejor caracteriza b
situacion literaria. Las polemica's de algunos dia-
rios, sofocadas por la autoridad apenas empiezan,
marcan bien por su violencia que !lO respetarian




L.·\ uru:.\'¡ 1;1:.\ Y L:\ S::"C!LD.\P.


naJa, que harún la guerra ~i toda razon y perse-
guirian con el ridículo toda creencia.


En una sola cosa est;ín todos de acuerdo: en
el culto de lo bello. N o tiene, pues, nada de
extraño que las artes del dibujo hayan hecho
los mayores progresos. Deteng(¡monos algo en
este hecho, digno por su constante aparicion
en la historia, de fijar la atencion : las artes y
el buen gobierno rara vez florecen al mismo
tiempo.


Tres 6 cuatro nombres fi-anceses contemporá-
neos han conquistado un lugar glorioso aliado de
los primeros nombres del arte. La Francia, sin
embargo, no está satisfecha, ambiciona más to-
llavía. Ni Fidias, ni Miguel Angel, ni Corregia,
han encontrado rivales: quizás los tengan maña-
na, porque la sociedad francesa se halla hoy en
disposiciones muy semejantes á las que produje-
ron los dos grandes movimientos artísticos: el
arte griego, expresion suprema del arte antiguo
durante seis siglos, desde la época de Fidias has-
ta el reinado de Adriano; y el arte del renaci-
miento italiano, que no ha sido superado en la era
moderna, y tiene hace cuatro siglos, desde Leo-
nardo da V inci, una preponderancia idéntica á la
del arte griego en la antigüedad. Aquellos progre-
~;os maravillosamente rápidos, de los mármoles
de Egina á los frontones del Parthenon, de las
obras de Andrea Verrochio á las de su discípulo;




EL ARTL


aq ue! espléndido desarrollo, ¿ como se cOllSiguc!
¿ en qué centro social? ¿ por qué causas?


En la Grecia antigua, como en la Itali;! de la
edad media, el :lfte tenía ya largos antecedentes
y contaba obras muy notables. Llegó un momen-
to en el cual, arrebatada por aquellas maravillas,
la imaginacion de todo un pueblo se exaltó, se
absorbió en el estudio de la belleza plástica. Aquí
se ve probada una vez más la fuerza de la coo-
peracion de todos para un solo objeto. La crítica
se hace universal, todo el mundo aprende á juz-
gar, todo el mundo sabe distinguir lo bueno de lo
malo en arte, y apasionarse por lo sublime; las
inteligencias superiores se sienten impelidas por
la presion general hácia el arte, y resumen, en
creaciones de una hermosura imperecedera, las
enseñanzas anteriores acumuladas.


Las mismas causas están produciendo en Fran-
cia, hace treinta años, efectos análogos; los pro-
gresos de la pintura son marcados desde que va
más gente á visitar los museos y las exposicio-
nes; el gusto se ha generalizado y afinado. El pú-
blico, si quisiera, si el arte viniese á ser su pre-
ocupacion exclusiva, haria, otra vez más, grandes
artistas, desmintiendo de esa manera la teoría que
atribuye la perfeccion del arte antiguo á la cos-
tumbre de los griegos de ver el desnudo en los
gimnasios y en los juegos; teoría ya desmentida
una vez por el hecho del renacimiento italiano.




U\ LITERATVRA y LA S:JC1EDAD.


El siglo en que, para una nacion, el arte es
todo, ve la hermosura adorada en todo; y aquÍ
nos sale al encuentro otro rasgo de las costum-
bres contemporáneas. N o se trata de mostrarse
rigorista en cuanto á la vida prí vada de cada uno,
pero sencillamente de observar que la galantería
elegante es hoy en París casi una institucion, co-
mo lo fué en Mileto ó en Corinto durante la épo-
ca artísticamente gloriosa que se extiende desde
Fidias á Praxiteles, la época de las grandes corte-
sanas griegas, de la Lals de AIcibiades, de la de
Demóstenes, de Friné.


En estos últímos años, las Traviatas han pene-
trado en las óperas, en los dramas, en las come-
días, en las novelas; se han apoderado de los tea-
tros y de los paseos; son las reinas absolutas de
la moda; la gacetilla de ciertos diarios se alimen-
ta con sus a venturas. París les pertenece; y si al-
gun dia es destruido, podrán ofrecer reedificarlo
como Friné ofrecia reedificar á Tébas.


En Inglaterra la galantería, conocida bajo el
nombre enérgico de e! mal social, social e-vil, ca-
rece de! prestigio que en París la rodea. N o sólo
los hábitos de trabajo permiten á los hombres ca-
sarse mucho más jóvenes, no sólo los hombres
casados son más adictos á la vida de familia, si-
no que la sociedad es mucho más exigente en
cuanto al respeto que se le debe: estas cosas se
lj lledan ;t la sombra. Un hombre conocido no


21.




u h' RASGO DK (;06T L' MBRU.


puede, ostensiblemente como en París, frecuen-
tar cierta sociedad: sería en Lóndres una falta
esencial de tacto lo que en París se mira como
sin consecuencia. Sin embargo, en la misma In-
glaterra es necesario gran cuidado. El patriotismo
orgulloso, estoico, intolerante, de los ingleses, que
era una exageracion, pero tambien una salvaguar-
dia, va cediendo su lugar á un viso de afie ion há-
cia lo que viene del extranjero. La crítica alema-
na y las costumbres francesas han puesto un pié
en aquel país. Hace tres años el 'Times aumentó,
sin duda contra la mente del escritor, la celebri-
dad de una mujer que designaba bajo el nombre
de la anónima; el año pasado todos los diarios
contenian el anuncio de seis novelas, biografías
de otras tantas anónimas; síntomas bien ligeros,
pero en una época en que la frecuencia de los
viajes disminuye tan considerablemente la in-
B. uencia de la vida de familia, la vigilancia de la
sociedad sería más necesaria que nunca, si no se
han de perder las costumbres.


Veamos ahora lo que cuesta vivir en medio de
los placeres de la inteligencia y de los sentidos,
y la herencia que dejan esos siglos que parecen
encantadores. Las fechas son las mismas que he-
mos citado ya en el capítulo VII, demostrando la
estrecha relacion que existe entre la gloria artís-
tica y un estado polí tic o relajado, tan próximo á


1 Póg, 78




LA LlTERATL'Rl\. Y LA soca:n.'\1> "47


la licencia como al despotismo. Fidias moria en
430 ántes de Jesucristo, y ya en 404 Aténas era
humilbda por Lacedemonia.- En 338, pasa bajo
la tiranía de los reyes de Macedonia, y desde en-
tónces hasta principios de nuestro siglo, no le
queda de su grandeza pasada más que el nombre.


Roma tenía la ConstitucioIl más libre de toda
la antigüedad: sabemos cuál era, en los prime-
ros tiempos, la severidad de sus costumbres; el
arte no habia halhdo lugar, donde tanto ocupaban
la guerra y la política.


En 146 ántes de Jesucristo, Mummio toma á
Corinto; el arte y la literatura griega entran en
Roma y se hacen de moda. Ántes de cumplirse
sesenta años, ya la libertad estaba herida de muer-
te en las luchas de Mario y SyIla: la batalla de
Farsalia le da el último golpe (49 ántes de Jesu-
cristo ).


Si Roma no es conquistada al poco tiempo, lo
debe á su organizacion administrativa y militar,
al terror de su numbre; y sobre todo, á no exis-
tir en el mundo civilizado una potencia rival y
vecina que nu esté tan corrompida como ella.
Los bárbaros estaban léjos entónces; atravesar en
número suficiente la mayor parte del Asia y de
la Europa Septentrionales presentaba dificultades
muy grandes: bosques inmensos, rios profundos,
esterilidad absoluta, y por cunsiguiente, imposibi-
lidad de sostener una emigracion considerable;




LA I.IBERTAD Y LAS ARTES.


así es que ese transporte gigantesco de gente se
hace por etapas. U na tribu se establece en un
distrito, lo cultiva groseramente, se multiplica,
y es impelida más allá por otra recien venida. Al
ver el poco camino que los europeos, con todos
los recursos de la civilizacÍon, han hecho en la
América, descubierta hace cerca de cuatro siglos,
no es mucho atribuir otros tantos á la emigracion
germánica hácia el Occidente, y parece natural
creer que si los germanos se hubiesen hallado en
número bastante sobre el Rin cuando destruye-
ron las legiones de Varo, no hubieran necesitado
esperar el año 4-76 para derribar aquella repúbli-
ca avasallada, aquel imperio romano, cuya debi-
lidad es visible desde su fundacion. N o basta que
los romanos no cultiven ellos mismos las artes,
que todos los artistas del imperio sean griegos;
desde el momento en que se entregan á los goces
artísticos, domina el sensualismo, se pierden las
costumbres, se olvida el consejo de V irgilio :


Tu regcre imperi'J pC'Pu!cs, R')}11tlne, memento:
¡Ice ti/Ji erunt artes,


y viene para Italia una larga esclavitud.
Lentamente se levanta de su humillacion, y lle-


ga por fin para aquel hermoso país una brillantí-
sima época de gloria, de independencia republi-
cana, de poderío, de riqueza, de una civilizaciol1




LA Lllt:RATt;]{A y LA SOCl;:J)AD.


que probablemente no dejarán atras b, naciones
más adelantadas de nuestro siglo l. Las artes to-
rnan un vuelo inmenso, el sensualismo crece en
proporcion, y precisamente en el momento más
deslumbrador, es cuando españoles y franceses po-
Ilen el pié en Italia y empiezan las horribles des-
gracias que la desgarran.


Hé ahí el precio de la superioridad en las ar-
tes. N o por eso, imitando malamente á Platon,
proponemos que sean proscritas. El espíritu de
transacciOIl que debe animar á las sociedades mo-
dernas está muy léjos de semejante intolerancia.
Ademas, para algunas organizaciones pacíficas,
discretas, refinadas, cuyo número, gracias á la ci-
v ilizacion, aumenta todos los dias, la cultura ex-
clusiva de las artes es más que una necesidad, es
la razon misma de la existencia. A ellos, aficio-
nados y artistas, les toca sostener ese culto que
un dia hallará el campo más desembarazado. El
arte, en fin, en todas sus manifestaciones, litera-
tura, música, artes del dibujo, es eminentemen-
te civilizador, con tal que se aparte de la semua-
lidad; bajo esa condicion la sociedad le debe su
apoyo. Es lástima que el carácter sensual acabe
por apoderarse de él, cuantas veces se le concede
un espacio demasiado grande; ese carácter es lo
que criticamos, porque se exagera cada dia más,


1 Mdcauby, lJi.'il'JriCr.11 (wd critica! Ess(1).'s, A.fachi¡/,c/t:!l¡, vol. 1, Ed.
'J',luchnit.l.




F.L T1L\BA]ü.


a pesar de la fuerza moralizadora de otro elemen-
to de nuestra sociedad, que es el trabajo. La pa-
sion por lo bello nos parece peligrosa, porque lIe-
ga casi al punto de hacer poner en segunda línea
necesidades verdaderas é imperiosas, y áun la
moralidad y la ley. La corrupcion que resulta de
esas ideas conduce al desórden, y el desórden á
la pérdida de la libertad. Ciertamente no es posi-
ble hoy que los b;irbaros invadan la Europa, ni
fácil que una nacion sea reducida á la esclavitud
por la nacion vecina; pero el ad venimiento inme-
diato de una democracia extremada, con el des-
potismo que vendria despues, producirian para la
civilizacion los mismos deplorables efectos. U na
sociedad entregada á los goces literarios, artísti-
cos, sensuales, no puede defenderse de sus ene-
migas, cualesquiera que ellos sean.


Un país donde la riqueza aumenta, donde la
leyes sagrada, donde la miseria y el crÍmen dis-
minuyen, ofrece un espectáculo más digno de ad-
miracion que el país donde no existe más pre-
ocupacion que la de ver caer los andamios de un
gran pintor, aunque, al quitarse, descubran la
bóveda de la capilla Sixtina.


A medida que adelantemos y que la razoa vaya
fortificándose, se podrá conceder más espacio al
arte. Las facultades humanas se perfeccionan to-
das por adquisiciones sucesivas; lo mismo que la
razon está en prog:re~n. lo mismo podrá, en el




perfeccionamiento final de la humanidad, prodll-
cir todas sus flores el sentimiento artístico. N o
creamos que la aptitud para las artes, ni tampoco
ninguna otra aptitud, sea el patrimonio exclusivo
de una raza ó de un siglo.


Es sólo la concentracioll en un mismo foco,
sobre un mismo punto, de todas las facultades,
de todas las pasiones, de toda la \'oluntad de esa
raza ó de ese siglo. Término medio, todas las in-
teligencias son idéllticas, y la variedad de los re-
sultados depende de las diferencias en su empleo,
diferencias de método y de objeto.


Lo que importaria hoy ver desarrollarse es la
aptitud política; y seguramente sucederia, si todo
el mundo sintiese apasionadamente su necesidad,
si todas bs miradas estuviesen fijas en ese ideal.


Con e! estado de la literatura del continente
presenta un contraste muy marcado la literatura
inglesa. La forma en la cual hoy la hallamos no
es nueva; data de! glorioso movimiento de 1688,
y la voluntad del público la mantiene invariable.


En tiempo de la Restauracion, un desenfreno
espantoso reinaba en la literatura; su grosería era
repugnante l. La sana energía que suscitó la re-
volucion dió el merecido castigo á tamaño escán-
dalo. La mayor parte de los hombres influyentes
de la época eran discípulos de Locke, uno de los


1 AS'1Llcroso~ ~ innobles ingenios}' dice 1\1JcauL!y, ,fou! aJld ig!1oble
rf;;n(h, (llist. ~rEn.r:., I, 396, EJ. T.mdmitz.)




ADDlSON.


filósofos más profundos y más claros, uno de 10-;
hombres políticos más sabios y más puros que
hayan jamas honrado la humanidad. Despues de
él vino Addison, cuya influencia dura todavía.
N o es un creador ni un genio en el sentido que
hoy se da á esas palabras. A los ojos de nuestro
siglo, tiene la debilidad de no buscar lo que brilla
ni lo que agita, y sobre todo, de !lO ser indiferen-
te á una porcion de cosas; pero ha contribuido
inmensamente á la felicidad de su país. Es el buen
sentido ilustrado, imparcial, culto, agudo, vivo,
encantador. No se coloca en Ull punto de vista
arhitrario, dando á algunos objetos proporciones
exageradas, desconociendo la existencia de otros:
su mirada lo abraza todo, y todo lo ve en su justa
proporcion; ha reflexionado sobre todos los asun-
tos posibles, y sabe con exactitud el valor de cada
cosa en la economía social. Se ocupa de detalles,
de pequeñeces, pero de esas pequeñeces que ha-
cen gustosa la vida: ha sido para la Inglaterra un
admirahle preceptor. Últimamente, sin embargo,
allí"mismo se ha querido rebajar su importancia,
pero es preciso hacerse cargo de su época. El
honor de haber purificado aquella infame litera-
tura pertenece á la sociedad de entónces, ayu-
dada y excitada por Steele y por Addison. La in-
fluencia de este último no parece hoy tan grande,
sin duda por causa de la moderacion de sus escri-
tos; es, sin embargo, su lllOueracioJl la mayor




LA J.JTfRAT\) RA Y 1.A S8CI ED1\D.


prueba de superioridad. - Si hubiese usado más
violencia, quizás la reaccion hubiera venido más
pronta y más marcada; ¿ sabemos si hubiera du-
rado tanto? En tiempo de Fie!ding, hácia I 750,
todavía hallamos la expresion libre, la risa licen-
ciosa, pero ya mezcladas con alguna ingenuidad
y benevolencia; e! tono general es mucho mejor.


La literatura, siguiendo el impulso dado en
aquella época, ha venido siempre puritlcándose :
ni Sterne, cuyo 'Tristram Shandy salió á luz en
I766, ni Byron han hecho escuela l. Marcha
por Ulla senda penosa y estrecha, desdeñando el
aplauso obtenido sin esfuerzo; compensa la au-
sencia de! elemento escandaloso por cualidades
superiores que atraen y cautivan al lector tanto
como e! escándalo: léjos de ser esa traba funesta
á la inteligencia, duplica, al contrario, sus tuerzas.
N umerosos hombres de talento hay en España y
en Francia, tan capaces de interesar con un asun-
to moral como con otro inmoral, capaces de es-
cribir como se escribe en Inglaterra, donde hasta
las novelas, sin tener más pretension que la de
servir de entretenimiento, son un medio de illS-
truccion, enseñando e! conocimiento de la histo-
ria, del corazon humano, de los deberes de la
vida.


Los libros elementales de otras partes parecen
I Swifr es Cll1ilO, pero vivia !:n tiempo de Addison; el Glrnhio no


Jnbi.l tenido l\l~:lr ,tÚI~.
Z2




1.-\ CRÍTICA V-"; Ir-;r.r.:\TERl\:\,


hechos á pmp(Jsito para lllantener la i::;llOrallcu :
Ñlr. Louis Fig;llier, al empezar Sil hermosa seric
de obras destinadas ;í p()nCl" la verdadera ciencia
al alcance de la niñez, no ha heclw m;is que to-
mar en Francia la iniciati\'a de UIla reforma hace
tiempo realizada en Inglaterra.


Las publicaciones fllos,)jicas, científicas, histl)-
ricas, se distinguen en grado Illuy alto por el espí-
ritu analítico, la imparcialidad, el buen sentido,
las ideas prácticas. OjaLí prod uzca Lt Gran Bre-
taña durante mucho tiel11 po historiadores como
:v1acaulay; esto seci prueba de un estado social
en que los grandes intereses oCllpan el lugar pre-
ferente : así podrá cO!lsolarse de no poseer artistas
como Fidias ó Correggio.


La literatura inglesa no hubiera cOllSerl'ad"
tanto tiempo SlI caócter, si la crítica no fuese
más severa y más activa que cntre llosotros: la
abstencion es tan ignorada en materias literarias
como en política. No se desconoce la infl.uencÍ:L
que puede ejercer la literatura de toda especie,
desde los estudios filosóficos ha,l;l los chistes de
los diarios satíricos. Si los primeros profesan la
incredulidad, se hallan adversarios para combatirla
con razones y 110 eon sentimientos; con la in ves-
tigacion y la cicncia, no con la indignacion y el
anatema. Si los segundos se sonrien complacien-
tes al vicio, se les recuerda la seriedad de los de-
beres, el respeto ;í la, co::tumbres.




La critica puede. ser imparcial: no hay peligro
en reconocer un gran talento en una publlcacion
inmoral ó sediciosa, porque nadie pierde de vist::!
el desastre que la indiferencia puede acarrear,
nadie se dispensa, por un goce puramente lite-
rario, de la obediencia voluntaria á las decisiones
fundadas en consideraciones más altas. Si la cri-
tica tiene el valor de mostrarse sever:l, el público
tiene el buen sentido de [JO comprar. El pedido
determina la prodllccitm, en literatura como en
cualquier otro ramo de trabajo: si se comprasen
libros ó se tornasen abonos á Jos diarios indistin-
tamente, pronto se producirian los malos en abun-
dancia. Allí un libro peligroso no será leido en
general sino por los que lo juzgan y lo deJ11.ll1cian.
No todo el mundo se cree apto para juzgar, y
por otra parte, si todo el mundo usase de ese de-
recho, equivaldria á la indiferencia; por consi-
guiente, se admite muy bien que unos cuantos
hombres competentes puedan leerlo todo para
pronunciar tUl juicio: la obediencia á sus fallos
es voluntaria: se reconoce la conveniencia de que
esas atribuciones sean delegadas.


Estando el clero en comunidad de ideas y de
sentimientos con la mayoría de los seglares, y
siendo casi completa la unanimidad en los puntos
prillcipaks de religion y de moral, nadie recela
del oscurantismo de una clase 1, como en polí-




tica nadie recela del absolutismo de un partidu.
El clero no condena inevitablemente toda obra
de tendencias liberales, ni los libeLlles han de
condenar por fuerza toda obra de tendencias reli-
giosas. Los fallos literarios son casi universalmen-
te recibidos; no hay, como en política, sino un
pequeño número de disidentes, ;1 los cuales se
guardan muy bien los demas de hacer violencia,
allí donde la libertad es para todo el mundo.


No se crea que la suerte de un autor esté en
manos de una pand illa; le dan las mejores garan-
tías de imparcialidad el número y las condiciones
de las personas q lIe componcn el tribunal de la
crítica: en el continente, por el contrario, su
composicion es demasiado exclusiva, el clemento
general, el hombre de sociedad, no forma parte
de él, los literatos se juzgan entre sí. Los ingle-
ses hacen la obserl'acion que los países católicos
son ménos morales que el suyo, y lo atribuyen á
la religiot1; sería más justo atribuirlo á la litera-
tura irresponsable. Allí mismo, sin clTlbargo, lo
hemos indicado várias veces, se notan síntomas
de una relajacion cn la saludable vigilancia de la
sociedad; y entre otros, citarérnos lo leidas que
fueron dos novelas recientes, escritas por una se-
ñora, en las cuales h bigamia de las dos heroínas
constituye el enredo del argumento.


tari(al Es<~.:..""s, SOljtt~ty's CiJj¡'txjuics fJn S()(ie~v, 1, 2 S 1 -2 S2, EJ. '!'.Ulch-
nitz.




LA LITERATURA Y LA SQCH:DAD, 25í


Los literatos ingleses tienen las mismas ideas,
las mismas costumbres que el resto de sus com-
patriotas. En Francia, hace unos cuantos años,
algunos escritores y artistas se hubieran desdeñado
de pensar, de sentir y hasta de vestirse como los
demas franceses. ¿ Quién tuvo la culpa de esa
aberrac ion, ya, gracias al sentido comun, casi ol-
vidada hoy? Sin la menor duda la sociedad, que
en lugar de emplear su influencia para corregir
las excentricidades de aqueIla juventud, manifestó
ulla viva repulsion, pagada por el otro lado con
el más alto desprecio. En Inglaterra las clases
medias nunca han manifestado el mismo infunda-
do terror, pero tampoco se han expuesto al peli-
gro real y efectivo de ver todas sus ideas tratadas
como preocupaciones ridículas y estúpida¡¡, ni
huhieran permitido que se les aplicasen los apela-
tivos de bourgeois y de épiciers; los hombres que
no tienen el honor de ser artistas pueden ser res-
petables, y saben hacerse respetar. Los escritores
no forman una secta; pertenecen á la nacion,
hacen cuerpo con ella. La fortuna y los honores
vienen á recompensarlcs, como á los militares, á
los diplomáticos, á los hombres políticos. Walter
Scott fué creado Baronet 1, Macaulay entró en
la Cámara alta. La importancia de alguno~ tÍtu-


r Título hcrcditJ.rio, intermedio entre la noblezJ. y Id t,oztl)'. Su
distintivo es la palabra Sir, puest;) siempre como nuestro Don, delante
dd nombre, y no del apellido.


:;.Z,




los de baron dados en Fr:ll1cia al merito arustico
y literario no puede compararse con la que so-
cial y políticamente adquiria J\!hC:llIby en el he-
cho de su 1l0lnbramiento; los títulos continen-
tales en general s610 tienen significacion en razon
de su antigüedad; en Inglaterra es mCllOS sen-
sible la diferencia entre los recientes y los an-
tiguos : el último par del Reino U nido tiene un
voto en el Parlamento lo mismo que el baroll
De-Ros, ú el conde de Shrewsbury ti el duque
de Norfolk.


Los escritores, los artistas y la sociedad, todos
pierden en quedar aislados unos de otros. Cierta-
mente, ú pesar de lo que diee Mr. de Girardin, los
primeros no carecen de influencia: lo hemos vis-
to en 1848. Pero por mucho talento que posean,
por muy brilbnte que sea su carrera, su autoridad
se haria mayor, SI! posicion mús elevada, si lle-
gasen á ser los intérprete~ del pensamiento del
país. Quiz:ts no sucederia lo que ha sucedido
hasta ahora: en las (pocas llamadas de opresion,
110 se les escucharia C01110 Ú or:íclJlos, cualquiera
cosa que se les allto.iase escribir; pero tampoco
se les calumlliaria de una manera inmerecida \
absurda en las épocas de miedo traidas por los
(~xcesos de la libertad.


SOIl en pequclllsill10 ilumero : ~i la llacion cur-
responde el ii· hacia cllus, tenderles la mano,.'
efectuar cS;luni'1I11ntiil];j que daria a la prenSil tu-




1:\ 1,1 n.lU'l L;}{;\ y 1..-\ SOCIED:\D. 2;9


da la intluencia, y el genero de intluencia que
debe tener.


Esto nos conduce al estudio de la prensa pe-
riudica, de la prensa eSlVécialmel1tc política.






CAPÍTULO XVI.


PRENSA.


PrenSJ PCt iudicl .. - Número Jc lectores. - Di3rios y rcvist..'l.s. - Lo
que se lee. - Los tolletines. - Anuncios. - Bols.l. - Artículos
dé londo. - Utilidad ó e1eg.lnci.l del estilo. - Correspon"les.-
La Constltudull en .1ccivll. - La lcnguJ. il1g1e~,l. - Vi..l.jes. - Pu-
blicidad completa. _. Vida privoda inviobhle. ~ .. Delitos de la
prensa. - Intcnencion del públi...-:o en 1J. prcnsJ. - Tergiversacio-
nes del ~rimcs. - Tnsercion de comunicados. - Historia de la li-
berod dc L1 prensa en Ingbterra. - Compre5ion ineficaz. - Li-
bertaJ pcligros.l - Suprcsion imposible. -l\1alcs de la abstencion.


Si se comparase el número de ejemplares de
todos los diarios publicados en España y en In-
glaterra, no se tendria todavía una idea exacta
del número de lectores, porque es una costumbre
allí muy general que el mismo ejemplar sea leido
por várias personas: los periódicos son caros;
leidos de segunda y tercera mano, cuestan mucho
ménos. Al discutirse este año en el Parlamento
una proposicion de reforma electoral, se han pro-
ducido los siguientes datos estadísticos, dados por
la administracion de correos; la circulacion en el
Reino Unido fué en 1831 de 38.000,000 de ejem-




262 1'.EklÓnICCS y U:'CTO!U":S.


plare~ de diarios y de 400,000 n:vistas se:I1nnale~,
quincenales, mensuales, etc. En ¡ 86+, subió la
circulacioll á 546.000,000 d<: los primeros, y ~i
6.000,000 de las segundas l. La poblacion del
Reino Unido asciende á 3°.00°,°00 de habitantes,
de los cuales una cuarta parte: ,un varones adul-
tos: suponiendo que cada diario SGl bdo por +
de ellos, y cada revista por 15, tenemos que lee
anualmente cada varon adult(? 290 diarios y 12
revistas. Nótese que las citi·as citadas nús arriba
no comprenden el inmenso número de <:jempbres
llevados por los repartidores :i las casas en todas
las ciudades donde se publican, lo que aumentaria
muchísimo la proporcion que toca á cada habi-
tante. Puede decirse con perfecta seguridad que
todo el mundo lee los periódicos.


y no como aquí, dond<: la n1Jyor parte de los
lectores se contentan con ver la gacdilla en todos
sus ramos, los nombramientos de empleados, los
ataques personales contra éstos, y la lista de la
lotería; donde los artículos de fondo son leidos


I Hay cn el Reino Unido 1,271 periódicos; de este númcrosúl'l
73 son diarios; los A1agw:: .... irhs, que comprenden las rc.:\'i~L\::i sl'm:uulcs,
quince.:na1e::i, mt..'I1~,ualcs y trimestr,lles, ;¡s('il~lldcn ,1544-; 208 de.: dLI~
tienen un CJrdLtcr uu.:iJ..iJ.l111l'ntc nJigio:,o. El n:sto lo compunell
periüdicos que s~dcn dos ó trl'S VC(;CS por scmanJ. Es curiüs.t lJ pro-
porcion entre lo;, di.trÍos y los pLriúui((ls public.\dlls :i m~s l.ut,os in-
tervalos. Lóndrcs, con su~ 3.000,000 de almas, ~:)lo tiene 20 de lo,
prirnl'ros; en cHnhio CUl'ntl Z()~ de los scgundo~;. (l\'(";..("I"/'c·¡ Prl."
j)i,'(¡-t~rr f0r 186;, Le·nd0Jl, MilchcH :\1ld Co.)




por muy poco~ en tiempos normales, \'crdaderos
J1lome!lto" sin embargo, para estudiar con pro\'(::-
cho las cuestiones financieras, administrativas}
legislativas que interesan al país. Para que un ar-
tículo de fondo sea leido, es menester que con-
tenga algo de excitante, como sucede en las épo-
cas de agitacion. Los artÍclJlos de ciencias, crí-
tica artística ó literaria, nadie les hace caso.


Los inventos m;'lS notables se despachan á gus-
to del público con tres renglones por el estilo de
la Corrt'spondtluia. En \'ano tienen los periodistas
talento, in,truccion; en vano se esfuerzan por
despertar el interes del público sobre puntos im-
portantes. Sólo cuando se acerca una crísis, se leen
los ataques violentos y las defensas desesperadas.


Pero lo que más triste idea da de la política
continental, es que en Francia, en los años que
precedieron ;í 1848, los folletines hicieron el prin-
cipal papel. Una novela de algun autor popular
daba millares de abonados al diario tIue la publi-
caba. Merced ;Í eso, pasaban las doctrinas más ú
ménos expuestas del diario, y se aceptaban como
verdaderas por muchos de los que reverencIan
cuanto ven impreso.


Cada inglés, al tomar su diario, se persuade
l\ ue sus servidores le van á dar cuenta de la ges-
tion de su casa; y por servidorcs entiende, no sólo
la prensa, sino aquellos q uc ejercen algun cargo,
desde los ministros. Todo le interesa, no deja




REnAccro~: .


nada; está dispuesto (¡ comprobar los asertos, á
oponerse á las doctrinas.


Abren la marcha innumerables anuncios, vehí-
culos poderosos de la industria, mina de riqueza
para el diario, al cual suministran fondos para los
crecidos gastos de redaccion.


Sigue un artículo financiero competentemente
escrito; y como los negocios de la bolsa de Lón-
dres abrazan el mundo entero, este artículo dis-
cute las noticias de todos los mercados del uni-
verso. Siguen tres ó cuatro columnas de números,
precios de los fondos, de las acciones, cam-
bias, etc. - Esta parte soja tiene, á veces, una
extension equivalente á la mitad de uno de Jos
grandes diarios continentales l.


Luégo viene la gacetilla, no reunida para h
comodidad de los que no buscan otra cosa, sino
esparcida por todo el diario en párrafos, con un
epígrafe que indica brevemente lo que son; sue-
len tener por asunto las desgracias ocurridas,
contadas con precisioll de detalles, bases de la
investigacion que ha de seguir, y de la cual se con-
tinúan dando notici:ls hasta saber dónde reside la
responsabilidad.


En seguida se hallan los artículos de fondo, que
generalmente son tres. El uno de política interior,
discusion de las cuestiones del dia; el otro de po-


1 Un Ji.uio regular Jc LÓIlJrcs contiene cerCl de CU,ltro veces LI
rruteria de un diJrj() de P.1rÍs Ó de M"'clrid. El Times ('~ mucho mJyor




LA ]'REr-;SA. - I-H:DACCIO'!'-:.


lítica exterior; y el último, no el ménos impor-
tante, trata de las reformas venideras, de las que
no est;in aún maduras, y sobre las cuales se tan-
tea la opinion. AqUÍ están los gérmenes de la ci-
vilizacion futura, aquí se discuten á fondo, sin
temer la trivialidad ni el ridículo- porque el ob-
jeto de la prensa es la utilidad, y no la magnificen-
cia ó la elegancia del estilo -los asuntbs más hu-
mildes y más familiares; se habla larga y séria-
mente, por ejemplo, de la inRueneia sobre las
costumbres de esta ú otra diversion nacional. Lo
que honra á la Inglaterra es la vehemencia con
que los principales diarios se ocupan de un pobre
que haya sido mal atendido en el hospital, ó de
una costurera que no puede, por más que trabaje,
vi \'ir con su mezquino jornal. De aquí, ántes de
mucho, saldrá el renH:dio á tantos males.


Ulla parte importantísima del diario es la repro-
duccion de los discursos pronunciados en los
banquetes, mrrtings, y otras reuniones, por los
hombres políticos; los diputados dan de esa ma-
nera, lo ménos una vez al año, cuenta á sus elec-
tores de lo que han hecho en el Parlamento.


Excusado es decir que los deb:J.tes de las Cá-
maras se publican muy extensos: eso se hace en
todas partes. Lo que no se hace más que allí, es
dar todos los dias una reseña completa de la ad-
ministracion de justicia, desde las causas juzgadas
por los tribunales m;ís altos, hasta las que se ven-




tilan por los tribunales inferiores, llamados tribu-
nales de policía: la opinion vigila constantemente
de ese modQ la conducta de toda la m;¡gistratura.


Salen :í menudo artículos de crítica literaria \
artística: los descubrimientos en las ciencias, los
inventos industriales se hallan detalladamente des-
critos y competentemente discutidos.


Las noticias que de todas partes del mundo
tienen aquellos diarios son, en general, !1otab les
por la exactitud. Los corresponsales de los princi-
pales órganos de la prensa son, ,wnq ue algo pre-
ocupados de ensaL¡;ar ,1 su país á expensas de los
demas, personas de talento, instruccion y activi-
dad. Los hay en las principales ciudades del glo-
bo; cuando llega algun gran acontecimiento, reci-
ben, lo mismo que los agentes diplomáticos, mi-
siones extraordinarias. Las cartas del Dr. RllsseJI
al 'Times sobre la guerra de Crimea y sobre la de
los Estados U nidos, reunidas desplles en volú-
menes, son de las obras más curiosas que existan
como document<')s para escribir la historia.


El estado mayor de la redaccion, y sobre todo
el de estos corresponsales, causa un gasto enorme
;i la prensa inglesa. Algunos de ellos tienen suel-
dos considerables, pero los ganan, pOHIlle se ocu-
pan exclusivamente de su correspondencia como
de una profesion. Lo bien enterados que los hom-
bres de }>'tado de aquel país sllelen estar de lo que
pasa en el Illllndo, 'iC debe en parte al trahajo re;)[




LA l)gE~S.\. -- Ulll{':>S y ÜJARIC::,.


y clé:ctivo de las embaj,ldas y legaciones, en parte
:í los servicios de la prensa.


Los peril>diclJs ingleses, á pesar de que están,
ClJmo los otros, sujetos á equivocaciones, son uno
de los estudios más curiosos y m;ís útiles para
llegar á cunocer la práctica del Gobierno p:ula-
lllelltario. En los libros, siempre tiene que haber
- aunque lus autores se esfuercen en cvitarlo-
algo de abstracto; en los jlniódicos se ven las doc-
trinas siempre aplicad;¡s :í Jos hechos, la Consti-
tLlciun funcionando diariamente con sus perfec-
ciones y 'llS defectus; se ve la parte tomada por
cada lino ¡;n el gobierno, se presienten los pro-
gresos del porvenir. Los libros ingleses tendrán á
veces grand¡;s sem¡;janzas con los de otras partes;
en Jos periódicos es donde se observa mejor la
originalidad de aquellas costumhres. Sin ¡;mbargo,
la prensa contin¡;ntal nunca traduce d¡; ellos nada
de instrllcti YO () de interesante: se reserva ese
honor ;í las pec uliaridades nacionales q lIe se pres-
ten eu alguna manera al ridículo.


Siempre que una naciol1 ha estado más adelan-
tada q lIe las demas, su lengua y su literatura han
pasado las fronteras. El italiano fLlé: el primer
idioma de moda entre las personas cultas d¡; otros
paÍs¡;s, porq lIe la Italia fué la prinwra d¡; las na-
ciones modernas que entró en el camino de la ci-
vilizacioll; luégo, en los siglos XVI y XVII, le tocó
:í E~p;l¡¡a la dominacion intelectual; más tarde




268 PlHLlCllJAD COMPLt.T:\.


cedimos esa posicion á la Francia, que la ha con-
servado hasta hoy. En e! dia se ohserva, sobre
todo en el norte de Europa, una tendencia ~l su bs-
tituir e! estudio de! frances con el inglés. Y en
verdad, si la Europa ha de ser libre, es bueno que
así suceda, porque, al mismo tiempo que el idio-
ma, se difunden las ideas, y las ideas políticas
inglesas son las únicas prácticas.


N o sería inútil tampoco que cada uno viera de
cerca y por sí mismo aquel país. Pocos españoles
viajan por Inglaterra j el inevitable viaje á París
lo absorbe todo. Allí se va á buscar el placer;
de Inglaterra se sacarian ejemplos instructivos.
Despues de vencida la primera impresion, y si se
quiere, la primera repugnancú, causada por cos-
tumbres tan diferentes, se llega á apreciar el ca-
rácter inglés, y se mira con sim¡ntía el espectá-
culo de la nacion más libre y más poderosa que
encierra el mundo.


Hemos dejado para lo último los dos rasgos
distintivos de los diarios ingleses: la publicidad
completa y la participacion del público.


N o hay cosa triste, horrible, miedosa, que se
deje de publicar: si hay en Lóndres una horrorosa
epidemia, no dejará de venir en los diarios del
miércoles la nota del Registrar General diciendo
la verdad en toda su desnudez: no se teme alar-
mar al público. Dos grandes ventajas resultan de
esa conducta: primera, que todo el mundo, sa-




LA l'REl\SA .. - l'Unr.rCIDAD,


biendo ,i que atenerse, toma las precauciones nece-
sarias; y segunda, que se eVItan las invenciones,
las exageraciones capaces de producir un pánico.
En todo lo demas es lo mismo: no es prudencia
el dejar un mal cualquiera crecer desconocido,
hasta que de repente estalle con incontrastable fu-
ror. Es prudencia, por el contrario, mirarlo frente
á frente desde su aparicion, y oponerle al ménos
paliativos, hasta que se halle un remedio radical.


A pesJ.r de publicidad tan grande, no deja de ser
inviolable la vida privada. El buen gusto, la re-
probacion enérgica de la gente sensata harian,
ademas de las leyes, pronta justicia á semejantes
ataques. « Hay, sin embargo, excesos, males y pe-
llligros que provienen de la libertad de la prensa»,
dice Lord Brougham I, « pero, añade el mismo au-
»)tor Z, el único remedio que sin inconveniente
») puede adoptarse, es una mejora en la ley de difa-
» macion, que proteja á los escritores y editores
))de periódicos contra persecuciones opresivas y
» vejatorias, al mismo tiempo que defienda á los
»particulares de la maledicencia de enemigos ocul-
») tos; una ley que ponga el debido freno á la dise-
)) minacion de todo lo que sea obsceno, blasfema-
») torio ó sedicioso. )


En una palabra, la definicion cuidadosa de lo
que es y de lo que no es punible.


I '{ht'lhit. Const.) 111.-118.
¡"id" 1 J 7.




DIFAMAC!Or\.


No se crea que los delitos de la prenSé! se ,Uo-
traigan nunca de la j urisdiccion ordinaria. The
Law ofLibel 1, la ley de ditamacioll de 1792, les
aseguró, por el contrario, el derecho de ser juz-
gados ante el jurado.


El temor de la difamaciOIl es Ulla de las cOlISi-
deraciones que se oponcIl aquí más á menudo á
b libertad de la prensa. Nosotros tenernos con-
fianza en el honor de los periodistas espallOles y
crecmos que respetarian lo que merece ser lTópe-
t:ldo. La distincion entre lo que se puede decir y
10 que se debe callar es muy sencilla; todo acto
de un particular que pueda ser castigado por un
tribunal es del dominio de la publicidad, con tal
de que al mismo tiempo se aduzcan pruebas que
serian suficientes en justicia. No habiendo esa"
pruebas, ó no pudiendo ser el acto castigado por
un tribunal, la publicidad dada á un hecho poco
honroso es un delito que deben reprimir la ley y
la opinion.


El abstenerse de todo comentario en una causa
miéntras se está instruyendo; el publicar, cuando
se está juzgando, igualmente la acusacion y la
defensa, son deberes de delicadeza y de imparcia-
lidad que sabe llenar la pn:nsa de todos los pa'íses.


El otro carácter que diferencia la prensa ingle-
sa de las clemas es h intervencion directa del pú-
hlico.


I E. i\I'¡~'·J oh .. ;¡ ,icdJ) 11, I!-; 11-




Aquí reside el secreto de las variaciones del
'Times, tan aparente, que parece increible no sea


ya conocido en todas partes. Despues de publicar
-un primer artículo, inserta á los pocos dias ó á
las pocas horas otro artículo sobre el mismo
asunto sacando conclusiones enteramente opues-
tas. A esto se dice que escucha el murmullo de
la opinion, pero no es exacto: no está obligado
:i esperar, la opinion va hácia él, le impone su
Edlo. Si resistiese á una influencia considerable, la
opinion y tambien los suscritores le abandonarian.


Se escriben muchas cartas á los diarios : una~
veces, sin salir á luz, modifican su marcha;
otras veces, se publican con las firmas de los que
las escriben; otras, sin ellas. Cada periódico con-
sagra un gran espacio á las comunicaciones de
este genero. Hemos dicho que ningun interes es
desatendido por el público; así es que la corres-
pOlJdencia se refiere á toda clase de asuntos. La
rectific:tcion de un aserto ó de una acusacion ha-
lla todo el sitio necesario, cuantas veces lo recla-
ma. La prensa es servidora del público, y lo ma-
nifiesta cada dia, abriéndole sus columnas.


A veces se usa de ellas para objetos útiles, po-
sitivos, pero cuya trivialidad nos hace sonreir.
Supongamos un ejemplo entre ciento: los ingleses
viajan mucho: si alguno de ellos ha sido maltra-
tado en un hote] , (¡ ,i la cuenta ha sido excesiva,
1" escrihe, ;lllllque sea desde el líltil1lo rineon del




mundo, á los periódicos ó al editor de una de
esas Guías del viajero, cuyas ediciones se repi-
ten con tanta rapidez. La publicidad de su queja
es inmensa; el hotel tiene que tratar mejor al
huésped, ó se ve abandonado. N o se puede llegar
que esto sea dar á la prensa una utilidad verdade-
ra, pero ¿ qué español ó qué frances iria á anun-
ciar á sus conciudadanos que le han hecho pagar
demasiado cara una taza de té? Prefiere pagar
más y estar peor servido.


Volviendo á consideraciones esenciales, dire-
mos que miéntras el público en general, y sobre
todo, los hombres prácticos, los hombres ilustra-
dos de nuestro país no tomen, en la direccion de
la literatura y de la prensa, la parte que los ingle-
ses se han visto obligados á tomar, serán, la una
un peligro para las costumbres, la otra un peli-
gro para la estabilidad política: con la indiferen-
cia, con la abstel1ciol1, la libertad de la prellSa es
imposible.


Decimos más: la compresion no basta. Dada
la existencia de la prensa -libre ó 110 libre-la
accion de la sociedad es indispensable. Nunca
daña más la prensa que en las épocas de compre-
sion. No pudiendo atacar á un alto empleado, ni
denunciar lo que el Gobierno tiene interes en
ocultar, ataca las creencias y los principios más
elevados, sus vagas declamaciones trastornan to-
da idea sana; el Gobierno, cansado de represioll,




l.A PRENSA. -su HISTORIA E:K INGLATERRA. 273


deja correr el escrito; el público aplaude con ce-
guedad ridícula, y más tarde, al ver las conse-
cuencias, manifiesta un asombro no ménos risible.


No dejamos tampoco de conocer que la liber-
tad inmediata de la prensa traeria grandes trastor-
nos; se pondrian en tela de juicio el trono, la
dinastía, la propiedad. Apelamos á h buena fe
del partido progresista en esta cuestion, como lo
hemos hec ho hablando de la milicia nacional.


La compresion es un peligro, la libertad otro
peligro: esa altemativa, la hallamos en el con-
junto y en los detalles de nuestra situacion. ¡ Qué
hacer 1 - La supresion radical sería lógica; pero
¡ hay quien se atreva á soñar en ella 1 ¡ Qué recur-
so queda enttÍnces 1


Un remedio queda, tan lógico como la supre-
sion, y ademas eficaz, y si queremos, posible.
Este es : libertad y discusion.


La libertad de la prensa eS el primero de los
bienes, es el escudo de las demas libertades; pero
es la última en establecerse. V éanse en la historia
de Ingbterra 1 las vicisitudes por las cuales ha
tenido que pasar ántes de alcanzar su desarrollo
actual. La persecucion contra la prensa empieza
bajo el primero de los Estuardos; ménos cruda
despues y templada por las formas legales, se
continlÍa bajo sus sucesores; á pesar de haber si-


I Mlcauby, lJist. o/ Fng., 1, 24S, 1I, 152, VIII,4, S, 65, 70.
E. M,\y, Ce/!st. Ilist. ~r·HI1¡¿., 11,95 Y s·!gutcntes.




kl.l'RI:-S10:-'; [i L1LEl{'IAD.


do suprimida en 1695 b censura previa, y recono-
cida por ahí la doctrim. de la libertad, sit;ue la
persecuciol1 hasta nULstro siglo, hasta q UL en
183I el prucesu de Cobbett 1 cierra la larga luch:l
entre el poder y la libertad de escribir, doscientos
años despues de la aparicion del primer pníodico z
en la Gran Bretaña.


Esa historia, atentamellte meditada, nos enseiía
que la severidad de la leyes ineficaz para acabal
con la prensa perjudicial: 10 que acabó con eJla
fué la ed ucacion.


Podriamos aprovechar la ex periencia aFna,
servirnos de la legislacion v igente como medio
transitorio, y tratar de (lue su necesidad cesase
cuanto ántes.


Desde el momento en que cada partido, áun
. más, cada interes, tenga su diario ó sus diarios,


y se oc upe de ellos con afm y con discernimiento;
desde el momento en que los hombres de bien de
todas las opiniones se penetren de la indispensable
obligacion de concurrir, tambiel1 por medio de la
imprenta, á las incesantes luchas del Gobierno
parlamentario, desde ese momento cambiar;í el
carácter de la prensa; sus defectos, sus incollve-
niente3 m;ls graves desaparecer:íll; su libertad
completa, léjos de cunstituir Ull pel igro, produ-
cirá un bien incalculable.


1 E. !\fay, Camt. ji/st. ~l E¡,'g., JI, :'.,];.
'7';''; WCd .... l'y JYc·7.'''L'S, 23 ;\l,lyn 1 62.~. (E. J\.Lly, ¡I,!d., 1J, (¡~ ;'




,;\ I'KE~~<\.


Por el cuntrario, su existencia sola ~ sea libre
o no -es Illl mal igualmente grande, miéntras los
lectores permanezclll pasivos, mientras la educa~
cion no se fortalezca, no se generalice; miéntras
no sea más vivo el sentimiento de lo que se debe
~i la sociedad; y sobre todo, miéntras la ligereza
en hs cuestiones más serias sIga siendo el supre-
mo buen gusto l.


I 'v. Come fi.'g/,,¡Irura si ngf!:tl {1 /iI)(I"ú (;"'"7..'[)m, rer A. Zannini,
Lener,1 J1I. "-' P,lLt todo 1n cnnclTJlkn':"e .1 b r-b,:icnd", V. [/lirl.,
Lcttrre x, '{}, Xl!.




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CAPÍTULO XVII.


DE ALGINAS REFORMAS INNECESAR[AS, DE OTH.AS
1 RWóNTES, y DE AL(;I'N()~ I'I:NTOS EN Ql'E [1\1-
PORTA ~E FOR;\,1E I.A OI'INION.


Cambio en la t"(wm;.¡ de Gobierno. - LJ república en Fr.tncia, en
1792 y ell 1843. - OrganizJcion 3uministrativJ.. - Napolcon 1.
- Colbcrt. - Círculo vi"ioso. - Olvido de la práctica porIamen-
tarLl. - El ejército en EspJña y en Francia. - DcsmoralizlcÍon
\:rccientc del pJís. - Política exterior. - España, potencia de pri-
mer órdcn. - Francia. - Austria é ltdlia. - Gastos reproducti-
vos. - Cuestiones económicas. ~ B:lnco.- DeudJ. pasi\'a. -Cer-
tificados. - Los ministros de Hacit>nda. - L,t calumnia.-
Acreedores. - El honor y el intereso - Educacion. - Máximas
políticas. - Objeto de la cducocion. - Influencia y autoridad pa-
ternas. - Empleomanía. - Colonias. - Agricultura y poblacion.
-- Division de la propielbd. - Rentas públicas.- Loterías.-Las
reformas han Je venir dc1l'úblico. -Impaciencia.


La más innecesaria y la más funesta de las re-
formas sería la sustitucion de la forma monárqui-
La por la republicana.


En España el partido democrático acaba de
nacer: tan pernicioso sería fingir que se ignora
Sll existencia, como exagerar su fuerza. Cuenta,
es verdad, con más de un representante en la
prellsa; pero muchos de los lectores de esos


24




peri6oicos serian los primeros en espant;¡ rse '1
mañana se proclamase dc'sde un bakon del Ay\ln-
tamiellto de .Madrid la república española. Sin
embargo, los leen)' los aplauden: culpable indi-
ferencia, culpable irreflex ion, á cuya sombra van
caminando las ideas democráticas.


Aunque más considerable en Francia, ya he-
mos visto en 1848 lo que puede ese partido cuan-
do aquella nacjoll en masa se levanta asustada
contra él. Hoy, que en cxpiacioll de sus largos
errores, se ve la Francia sometida á un despotis-
mo ilustrado, razonable, glorioso, no quiere
comprender las intenciolles verdaderamente libe-
rales del hombre que la ahorr6 el insoportable
trabajo de continuar salvándose á sí misma; las
ideas exageradas vuelven á hacer progresos, y no
sería extraño que un dia conmoviesen á la Eu-
ropa.


Tantas veces se ha visto Francia al borde del
abismo, volviéndose á levantar más lozana, que
ha llegado ;í cobrar una confianza exagerada en
el porvenir. Sus recursos, las grandes cualidades
de su pueblo, le dan una seguridad engañadora, y
ademas, muchos atribuyen su prosperidad ~í la
marcha liberal seguida dcsde I7 g9. Hay una par-
te de verdad en ello, pero conviene no olvidar
que la organizacioll administrativa, una de sus
fuerzas, le viene del absulutismo. La república cn
poco tiempo la habia arruinado: Najl()lcoll 1 res-




tableció la aJl1lini,traciün Jc Colbert. La scgun-
Ja república lIevaha el mismo camino que la pri-
mera : fu~ necesario volver ú constituir el princi-
pio Jc autoriJad.


Pnegrina historia es la de esas oscilaciones
que se presentan oe quincc en quince ó de vcin-
tc cn veintc años. POSCCI1 los franceses un Go-
bierno que ks da una prosperidad envidiable: de
repl:ntc se les ocurre peJir, con la vehemencia del
capricho, una concesion de la cual quizús no sa-
hrian usar; si hallan la menor resistencia, dicen
al momcnto : (( Vaya fuera el Gobierno.)) Llega
la libertad ilimitada, y en seguida asusta: asusta,
porque cada uno tiene que hacer un esfuerzo, y
no hay nada más aterrador que la obligacion de
ocuparse dc política, si, en recompensa de su tra-
bajo, no alcanza cada uno al ménos un ministerio.
H,ícese el esfuerzo sin embargo, pero con la vis-
ta fija CIl el horizonte, atisbando si se presenta
un hombre capaz de reasumir la responsabilidad:
así q uc ha aparccido, 110 se lc escasean las com-
pensaciones. - El lamento que se oye aquÍ tan ú
IllCllllJO: (( j No hay hombres; no hay un hom-
bre !)) ofrece exactamente, sea dicho de paso, el
mismo sentido; significa: (( V enga el despotismo y
descallscmos.)) - El hombre que han hallado los
franceses les dirigc ulla pequcña alocucion : «( N o
JJqucreis haccr nada; está bicn, me cncargo de to-
1) do; pero, en csc caso, no pudcis tener ni libertaJ




cíRCULO vICIOSO.


)) de imprenta, ni libertad de tribuna, ni lihertad
nde reunion, etc.}) La nacion se extasÍa: « j Tiene
)) razon! c()mo nos conoce! qué grande hombre! ))
Y le grita: « j Lo que querais, lo que digais 1))
U n poco más tarde se le pide la libertad, no la
libertad de tal ú tal cosa, sino todo Jo que abraza
la palabra en el sentido abstracto. Contesta él ;
( Pero 01 vi dais que no la habeis querido, y que
)) no quereis hacer todos lo que es neces:lrio ha-
ncer para disfrutarla. Ademas ignoro si sois mu-
))chos los que la reclam:lÍs, y sé muy bien ljue
))fuisteis un número inmenso los que de ella re-
)) negabais; por consiguiente, os la rehuso. ))


En este momento es cuando la oposicion se
hace de moda, cuando el Gobierno se ve amena-
zado por una sociedad que lo llor:lrá si perece.


Esas alternativas hacen perder á la nacion el
pequeñísimo hábito que tiene de Gobierno parla-
mentario. La inexperiencia ardiente la ha condu-
cido várias veces por sorpresa y sin necesidad á
la democracia; el temor de la democracia la ha
llevado otras tillltas á refugiarse por sorpresa y sin
necesidad en el despotismo. Círculo vicioso, del
cual una nueva democracia no la haria salir:
ocurririan los mismos excesos, el mismo miedo,
la misma solucion; se seguiria vacilando á la ven-
tura entre la anarquía y el despotismo, y como
éste último cs, por su naturaleza, más duradero 1
la FrancÍ:l y la Europa tiencn hoy la perspectiva




e \~Bl() EN LA fORMA DE GOBILH~O. 281


de verse desmoralizadas bajo su yugo unos cuan-
toS sigios !l1 ;Ís.


Podrá esto parecer exageracion : aunque no se
hiciera, sin embargo, otra cosa que recorrer siem-
pre el mismo círculo, el mal ya sería gra ve. Más
adelante verémos que áun podria suceder algo
peor.


El ejército contribuyó poderosamente á salvar
á la Francia en I848; él solo, en innumerables
ocasiones, ha prestado igual servicio á la España;
en uno y otro país se cuenta con este elemento
de úrden, se confia en que, mientras él subsista,
la sociedad no corre peligro.


¿ Hasta qué punto puede un ejército salvar á un
país? - N o dudamos en contestar: sólo hasta el
punto de tI ue el país sea capaz de salvarse á sí
mismo. Eso en tésis general: lo que está pasando
en España es casi un milagro; es muy extraño
que hayamos tenido la suerte de encontrar hom-
bres de Estado en el ejército.


La reaccion de 1848 prueba lo que decimos:
todos los partidos se unieron, todo el mundo
contribuyó con su persona; la energía del movi-
miento universal ohligó al Gobierno, aunque al
principio en gran parte republicano, á reprimir
las manifestaciones violentas de sus propios par-
tidarios; la milicia nacional, tan poco juiciosa
com() la nuestra en las épocas de calma, no pu-
do menos de entrar en raZOll á causa de la grave-


24·




dad de los acontecimientos, y pagó COIl su san-
gre en las jornadas de Junio la ligerez~l de su con-
ducta anterior. En una palabr:l J hubo cn Francia
en aquel momento unanimidad y enérgica coope-
racion : por eso se salvó; sin eso, el ejército no
la hubiera podido salvar.


Por fortuna, existe tambien en las sociedades
modernas otro elemento de órden infinitamente
más poderoso que el ejército: el trabajo es el que
verdaderamente sosticne las naciolles. Lo s inte-
reses de todo el mundo, las economías pas:ldas y
la prosperidad futura, todo lo amenaza la anar-
quía. Esta fuerza fué la que en 1848 puso en mo-
vimiento todas las demas, y produjo aq ue\la reac-
cion irresistible. España, aunque ya va entrando
en la senda del trabajo, no está tan adelantada en
ella C01l10 Francia; por consiguiente, hay que
contar con que el úrden no tiene aquí este ro-
bustísimo a poyo.


V olviendo al ejército, es cierto que el ti'ances
en J 848 estuvo admirable; mostró un desinteres
y una modestia tanto más Hermosos, cuanto que
no ignoraba su importancia. N o hubo jefe ni sol-
dado que dejase de servir con abnegacion la causa
en que el país habia puesto su empeiío, el resta-
blecimiento de la tranquilidad. Pero reducido á su
propia fuerza, no hubiera podido hacer lo que
hizo cuando toda la nacion estaba con él.


El ejército español sc \'c:í menudo criticado




por d papel que: represe:nta en nuestras cuestiones
interiore:s; se censuran severame:nte los pronun-
ciamientos militares. Pero, en justicia y buena fe,
¿ qu~ podia hacu- d ejército mejor de lo que ha
hecho? Ciertamente que en un país que: se go-
bierna á sí mismo como la Inglaterra, 6 en un
país goberJIado por un poder fuerte, sea monár-
quico como el de Rusia, sea republicano como
el de los Estados U nidos, 6 en fIn, en un país
donde d pueblo derriba un trono por derribar un
ministerio, como en FraIlcia, los pronunciamien-
tos militares son un crÍmen: en Inglaterra, en
Rusia, e:n los Estados Unidos, el ejército obede-
ce al Gobierno; e:n Francia, miéntras pasa la COll-
mocion, permanece el ejército impasible: especta-
dor dd hecho. Pero aquí !lO hay nada de todo
eso: ni la nacion se gobie:rna á sí misma, ni hay
una monarquía absoluta, ni un Presidente, ni ha
habido siquiera un pueblo que se encargue de
derribar ministerios, y Dios nos guarde de que
venga ú haberlo, pues el Gobierno constitucional
ofrece utros medios mejores; por consiguiente,
s,ílo d ejército nos ha podido sacar de muchas
situaciones sin salida. La nacion ha abdicado tá-
cit:llllente en sus manos, ratificando siempre lo que
el ha hecho. Estos precedentes est<Ín muy bien
sentados. ¿ Quién se atreverá ;t tirar al ejército la
primera piedra por su iniciativa i La nacian es
Ill1prlldent<' y clllpahk lil el hecho de: haher de-




jado llegar las cosas á un punto que no tiene otra
solucion: el ejército, por el contrario, ha mere-
cido bien del país.


Pero si hemos tenido suerte hasta ahora, si la
intervencion militar ha producido ventajas supe-
riores á sus inconvenientes, ¿ no abrirnos con ella
la puerta á los abusos más espantosos?


Los franceses se creerán muy al abrigo de se-
mejante peligro, y, sin embargo, lo tienen más
cercano de lo que picnsan: ellos y nosotros es-
tamos amenazados de lo mismo, la diferencia es
mu y pequeña, y sobrc esto hemos querido llamar
la atencion. Si ocurren allí unos cuantos trastor-
nos como e! de 1848, si la nacion se cansa de vi-
vir tan agitada, crecerá su predisposicion á en-
tregarse en brazos de un poder fuerte; se harán
allí tan indiferentes, tan indolentes como nosotros
en política, y su situacion entónces vendrá á ser
idéntica á la nuestra.


A ninguno de los dos ejércitos puede hacerse
la injuria de suponer que haya en sus filas ni un
solo hombre capaz de faltar á sus deberes; igual-
mente á cubierto de semejante sospecha están el
uno y el otro. - Pero la disciplina misma, en un
país desmoralizadü, puede hacer del ejército un
instrumento de opresion : basta para ello, lo que
es muy posible en esas circunstancias, que el po-
der caiga en malas manos. O bien, si ,í fuerza de
desatinos y de atentados de parte de! Gobierno,




se hace f1eces:uio que el ejercito razone su obe-
diencia, que tome Ull partido, ya la disciplina se
acabó y v iellell males mayores.


Nada hace prever que se repitan las escenas
de los pretorianos de Roma; las nobles tradicio-
nes del honor militar se conservarán mucho tiem-
po. Pero Ilunca es demasiado temprano para COll-
sideral' las consecuencias probables de nuestras
acciolles: b anarquía y el despotismo SOIl dos
agentes corruptores en igual grado: si fluctuamos
constantemente entre el UIlO y el otro, la nacion
acabará por corromperse hasta tal punto que pue-
de llegar á falsear la única áncora de sal vaciOll
que hoy le queda.


Sólo cuando elb misma se gobierna, se evita
todo peligro: el ejercito vuelve gustoso á su mi-
sion verdadera, la de defender al país contra sus
enemigos exteriores, prefiriendo mil veces la glo-
ria adquirida de esa manera al triste hOllor de
vencer ú unos cuantos conciudadanos extravia-
dos. Su número puede en tal caso reducirse, y em-
plearse esta economía en hvor del progreso.


Tal es la única manera de salvarnos de los pe-
ligros que nos amenazan en -un cambio de forma
gubernativa, en la poca estabilidad de una repú-
blica, y en la estabilidad igualmente precaria de
dos ó tres dillastías rivales.


La Francia ticne - en compensacion de las
\'cntajas que 1100 llel'a e11 otros pUlltos ---- esta




causa dé: confusioll ; es una de ,us m;is serias di-
ficultades. ¿ Cómo llegar :í un consentitllié:nto
un;"ínime 1 ¿ Cómo adunar eoperallzas tan contr;1-
rias? ReRé:xionando sobré: un punto de tanto in-
teres, se verá que miéntr:¡s los hombres de ()rden
se hallen así divididos, qUé:da el país expuesto á
la guerra civil y á unas desgracias que no hicieron
más ljue entreverse en 1848 y r8S!.


Las instituciones actuales, en Espaíia como en
Francia, son muy suficientes ]lara que, con el
tiempo y la experiencia, á la sombra de la ley,
se desarrolle la libertad más ;\mplia. Lo tÍnico que
necesita el continente es regularidad en la mar-
cha. Dado que las bases principales de nuestra
organizacion política permanezcan segun están,
dado que todo el mundo trabaje y se ocupe, d:l-
do que las rcflJrm:ls se h:¡gan legalmente, bIta el
hacerlas con madurez y lentitud: distinguir las
m;ís apremiantes, prepar:ldas el terreno, no ocu-
parse más que de una á la vez, no tomarla con
entusiasmo y abandonarla con ligé:reza, sino per-
severar hasta conseguir su realizacion.


Hé aquí, á nuestro parecer, algunas de las más
urgentes.


Ante todo, no aspinr :i hacé:r, fuera de ocasion,
el papel de gran potencia. La superficit> de España
es 70 por roo mayor que la dé: Prusia, el suelo
más rico, y tenemos muchos y hermosos puertos,
cuando los prusianos carecen dé: (;1105. Pero lllles-




l'OLíTlC,:o" EXTERIOR.


na dellda es tres veces mayor, los presupuestos
poco m<lS ,í menos los mismos, nuestro comer-
cio dos veces y media rnéJlOS importante, nues-
tra poblacion está COIl la de Prusia en la rclacioll
de 16 á 18. Esas cifras son docuentes, y mues-
tran que Esp:liia ser;í utla gran potencia por la
fuerza de las cosas, sin pedir á nadie la vénia,
cuando fomente su agricultura y su comercio,
cuando se haga dueña de la inmensa riqueza de
su suelo, cuando aumente su poblacion, cuando
huya, en fin, de malgastar sus fuerzas en cues-
tiones exteriores, y las emplee en organizarse in-
teriormente : calculemos lo que nos habrá costa-
do Santo Domingo.


La Francia, poderosa y rica, tiene un sueño
generoso, la liberacion de las nacionalidades opri-
midas. Si algun dia llegase á gobernarse á sí mis-
ma, lo veria en toda su impracticabilidad, y no
pediria, como ahora, lo imposible á sus gober-
nantes. Veria tambien quizás que la mejor pro-
paganda liberal es el ejemplo de un país pníspero,
donde el trono es respetado y el pueblo libre: en
las fronteras de un pueblo semejante no puede
subsistir el despotismo, y las naciones libres no
tienen nada que temer de las demas. De ahí de-
duciria las ventajas de la ¡nz, de los gastos repro-
ductivos; aunq w: su prosperidad material sea in-
finitamente superior á la nuestra, basta una rá-
pida ojeada en el libro de lVIr. Léonce de Laver-




POLÍTICA E.X'l.U,¡üR. IlAt'IEl\\).\,


gne, L' Agriculture t'f la POPu!fltÍon, para compren-
der lo mucho que allí resta por hacer en ese sen-
tido.


Los armamentos de Francia, y los sacrificios
que ocasionan, no son nada, sin embargo, com-
parados á los de otras naciones europeas: Austria
é Italia, ambas con una haciellda en deplorable
estado, continúan empobreciéndose una á otra
con una paz amenazadora, más cara, al cabo de
algunos aÍlos , que la guerra misl1u. 1 'oda per-
sona interesada por el afianzamiento de la liber-
tad no puede ménos de mirar semejante espec-
táculo con tristes presentimientos. ¿ Cómo no ven
los liberales italianos que les importa unificar de
una manera compacta lo ya adquirido, ántes de
pensar en nuevas adquisiciones?


U na gran nacion es inatacable si se está quie-
ta; al tratar de reducir los ejercitos, hay, sin em-
bargo, que combinar con la economía un grado
razonable de prevision; pero sólo cuando las na-
ciones europeas se hayan acostumbrado á dirigir
sus propios asuntos y su política exterior, es cuan-
do podrán obtener de sus gobiernos, partidarios
siempre de los gruesos armamentos, una redllc-
cion en ellos, y dedicarse á una cosa, que á Es-
paña sobre todo interesa muchísimo: el arreglo
de la Hacienda.


¿ Somos ricos ó pohres? U nos dicen lo prime-
ro, otros dicen lo contrario: el país no sJbe á




28y


que atenerse. Sería necesario saberlo pronto, pues
todos los que no tienen un exacto conocimiento
de SU5 negocios, así los estados como los indivi-
duos, acaban generalmente por arruinarse, aun-
que se les figure que no gastan.


Por más que se diga que los recursos de una
nacion son inagotables, no deja de suceder que,
mal manejados, se concluyen tarde ó temprano;
y si no sucede así al pronto, no puede negarse
que) bien manejados) darian resultados muy su-
penores.


Todas las cuestiones de hacienda son descono-
cidas de la mayor parte de nosotros) y no sola-
mente las cuestiones mismas) sino que, al pare-
cer) ni siquiera sospechamos su importancia.


Tal vez las dificultades que presentan desani-
man para estudiarlas. Nadie al ménos debia igno-
rar estos tres principios fundamentales: suprimir
los gastos abusi vos; buscar los recursos del Es-
tado en cargas racionales) es decir, evitar todo
impuesto que pueda disminuir la produccion y
el consumo; y por último) sostener el crédito.


Las cuestiones económicas son la clave de las
de mas. Todos los trastornos y todas las revolu-
ciones han nacido de causas económicas; todas
las venideras reconocerán el mismo orÍgen. Cuan-
do sepa la sociedad que los impuestos no tienen
más objeto que la produccion de la seguridad in-
terior r exterior, tratar;l de conseguirla por el




menor precio posible; cuando sepa que las revo-
luciones aumentan el coste de esa produccion,
verá que el evitarlas es hacerse más rica. N o hay
estudio más útil que el de la economía política,
ni lo hay más desatendido. Se ignora generalmen-
te la influencia que tendria en nuestro porvenir
el arreglo de varios> pUlltos de Hacienda, como
por ejemplo la organizacion del Banco, causa en
gran parte de la crÍsis financiera que acabarnos de
atravesar, y la reforma de la Deuda.


Ninglln ministro, ningun diputado, ningun
hombre político de quien se pudiera suponer que
tendria influjo en la solucion, puede emprender
el arreglo de la deuda sin el riesgu de que su honor
sea atacado por la calumnia. A veces se oye ase-
gurar por personas formales que hay desfalcos
inmensus en algunos ministerios. ¿ Por qué no se
puede impedir semejante escánd:¡jo? ¿ Por qué no
se hace justicia si es necesario? ó ¿ por que, si no
tienen fundamento, no se disipan esas voces des-
moralizadoras? La calumnia es temible en un
país donde las pasiones son ardientes, la publici-
dad incompleta, la opinion pública indolente y
caprichosa, y donde pocos saben apreciar los mo-
tivos de una medida financiera y sus efectos.


Tal es la explicacioll de la marcha inconcebible
y flll1esta seguida por algunos ministros del ramo.
Sabian que siendo muy corto el número de per-
sonas enteradas de esta clase de asuntos, el pú-




LOS MI:t\bTROS y LOS Acl-O:¡"DOHES.


blico en general les concederia tanta más gloria
cuanto más barato salieran del paso al pronto; la
baratura inmediata ha sido su ideal, y nuestro
crédito está por tierra.


Los tenedores de nuestra deuda, franceses é in-
gleses, hall negociado con el Gobierno, ó por me-
jor decir, con el ministro, que en estas materias
es dueño absoluto 1 ; sus reclamaciones han sido
desatendidas. Los franceses han guardado en su
lenguaje ciertas formas; los ingleses han adoptado
un medio muy malo, inj usto, y por demas torpe;
han insultado á la nacion. Esta, ignorando el es-
tado de la causa, no verá más que los insultos, y
no es así cómo se la decidirá á hacer justicia.


U n pueblo honrado y altivo como el español
querrá pagar sus deudas tan pronto como las co-
nozca. La verdad es, aunque los acreedores no
estaban obligados á saberla, que el público no
tiene el menor conocimiento de este asunto.


Su historÍ:i puede contarse en dos palabras.
Cuando nos era verdaderamente imposible pagar,
los intereses atrasados se acumularon y formaron
una nueva deuda. Nuestra posicion iba mejoran-
do: entónces hicimos un arreglo, que consistió
en capitalizar la mitad de la nueva deuda y repudiar
la otra mitad. Para que semejante ajuste fuera
valedero era indispensable el consentimiento de
los acreedores: no se les pidió; por consiguiente




C¡(K"nFTC,'\DOS ll\GI.ESF.S


lo que hicimos es en el más alto grado ilegítil1lu
y de toda nulidad.


Sólo queda un medio de deshacer tan desagra-
dable yerro: que los :lcreedores, por medio de la
publicidad, se dirijan al país; éste es demasiado
noble para no hacer inmediata justicia así que haya
visto sus obligaciones. España, por su parte, sabrá
que su indiferencia, al atar las manos á los minis-
tros, le ha creado una situacion tan contraria á sus
sentimientos como á sus intereses. Aun á costa
de grandes sacrificios desearia salir de ella; pero
felizmente el sati.,facer á los acreedores extranje-
ros no costaria sino un sacrificio muy pequeño.
El capitalizar los certificados, que ascienden pró-
ximamente á 800.000,000 de reales, aplicándoles
lo que se hizo con la deuda diferida, costaria al
Estado el primer año 4.000,000 de intereses; au-
mentándolos sucesivamente, el vigésimo año que-
daria fijada la renta definitiv:1 en 24.000,000.


U n arreglo de la Deuda pasiva completaria esa
serie de medidas financieras imprescindibles.


En cambio de desembolsos relativamente tan
pequeños, tendriamos nuestro 3 por 100 cuando
ménos á 60. A ese precio, si hay que hacer un
empréstito, recibiría el Tesoro por 1,000.000,000
nominales 600.000,000 etectivos ; á 40, por la mis-
ma cantidad nominal de nuestra Deuda, sólo reci-
be 400.000,000 en efectivo, La nacio!l paga por
~u incuria tan enormes diferencias. N o insistiré-




IllUS mas sub re los cmprestitos, por<.¡ uc su cOllve-
niencia es muchas veces dudosa, y porque /lO sc
necesitan todos los diélS, pero dirémos otras ven-
tajas mayores.


El 3 por 100 cotizado á más de 60 quiere de-
cir e! dinero m;ís asequible al comercio y á la in-
dustria; quiere decir las grandes bolsas de Europa
abiertas á nuestras empresas. Los sindicatos de
las de Lóndres, Amsterdam y Frankfort las han
cerrado, desde el desgraciado asunto de los Certiji-
(adas, ;í todos los valores de nuestro Gobierno emi-
tidos despues de! año 1851 , á toda empresa par-
ticular en la cual éste tenga intervencion. Hemos
conocido compañías, cuyo capital entero se hallaba
wscrito, disolverse á la sola noticia de que el Go-
bierno garantizaba un mínimum de interes, por-
que así se hallaba revestido de cierto derecho de
intervenir en la gestiono Los capitales extranje-
ros, viniendo á fomentar la maravillosa riqueza
de nuestro suelo, despertarian la emulacion de
los capitales españoles, sacarian á luz los mu-
chos que hoy, por una deplorable desconfian-
:;,a, se hallan enterrados; dentro de veinte años
nuestro país sería uno de los más pnj'iperos del
mundo.


Ademas del honor, todo eso es lo que Espaín
pierde por su apatía. Hombres de Estado emi-
nentes, pero cuya especialidad no es la Hacien-
Ja, /lO temen confesar pública)' solemnemente




"'9+
su incompctencia en esa materia l. Nosotros tene-
mos la culpa: si muchos diputados) !lO sabiendo
lo que es Hacicnda, se entregan ciegame!lte á los
ministros del ramo, no hay quc cxtraiiarlo; es
una cadena. Lo mismo sucede cuando, no sa-
hiendo lo que es Constitucion, nos entregamos
ú los diputados. El diputado sabe generalmente
más que el ciudadano: éste dcbe principiar por
instruirse. Cuando se hagan generales - como
es indispell5able que suceda-los cstudios hnan-
ciero5, no se atreverán los que nos gobiernan
;í desterrarlos de su pensamiento. Sin duda ningu-
na, hay en España grandes hacendistas, pero
hasta quc sc hallen más difundidas esas nociones,
no sabrémos apreciarlos, ni siquiera conocerlos.


En cuanto á los ministros pasados, les ha pa-
ralizado el miedo de lo q lIe se diria de ellos: la
vigilancia sevcra, pero imparcial, de todo el pú-
blico haria imposible la calumnia si un hombre
político sc cnriqueciera honradamcnte; haria al
mismo tiempo imposible el quc abusára de su
posicion si se sintiese inclinado ;í cllo.


Tanto cfecto al ménos como el arreglo de la
Hacienda, tendria sobre el pOf\Ccrúr de España la
reforma de la edllcacion. La educacion del pueblo


1 Véase el folleto y.l citaJo, y d siguit'ntc: CL/al}"') pal.rbras SfJhrf
/)5 Ct'rtiji(ad~.~ iUl,1t'sts, .!\l.1drid, Ducazctl, 186+ El Jutor de es le úl-
timo ha tcnído b bondad de comunicarnos ,dgunos d.lto?, que hCn1(l'i
,lprovt:chddo.




!'",DUCAC10:-" DEL PUEBLO. 295


es el mejor preventivo del vicio, del crímen, de
la miseria, de los trastornos, y el mejor camino
hácia la libertad moderada. Debe ser principal-
mente profesional, es decir, que des pues de algu-
nas nociones elementales y generales, debe tener
sobre todo por objeto facilitar al trabajador el
ejercicio de su profesion, poniéndole al corriente
de los procedimientos más modernos. En el con-
tinente hay grande oposicion á semejante idea,
y en la misma Inglaterra no deja de haberla.
Combatiendo esta preocupacion en un discurso
lleno de fuertes razones y de hechos interesantes,
daba Lord Harrowby, al inaugurar la escueh de
Chipping Campdell en Setiembre 1864, muchos
datos como el siguiente: (( Algunas personas mi-
)) ran la educacion como perniciosa en ciertos ca-
n sos; varios maestros de obras me han dicho, sin
)) embargo, que los albañiles escoceses, mucho
)) más instruidos q lle los ingleses, pueden trabajar
JI 30 por 100 mis barato que éstos, porq ue tra-
JI bajan con mayor atencion y mejor éxito. JI


F llera de las horas de trabajo, la instruccion ale-
ja al trabajador de las malas compañías, le inspira
el gusto de las distracciones elevadas, le enrique-
ce, le moraliza, dulcifica sus costumbres. Todas
las grandes ciudades de Inglaterra poseen modes-
tos salones, donde, con mejores condiciones higié-
nicas que en las tabernas, con refrescos á un pre-
cio moderado, con diarios, revistas :' libros, se




reullell por la noche los obrem,. Las persona,
más distinguidas del país, los hombres políticos mú,
importantes, entre otros Lord Stanlcy, se cuen-
tan en el número de los favorecedores de las MI'-
chanics' Institutions; frecuentemente se les ve ir
allí á pasar una hora y pronunciar uno de esos
discursos fiuniliares, lectures, en los cuales sobresa-
le el sentido práctico inglés. Tan buenas relacio-
nes entre personas colocadas á tanta distancia
unas de otras en la escala social se han conocido
en Francia durante la agitacion de 1848 j en Es-
paña no se han conocido nunca j en Inglaterra
constituyen uno de los rasgos de la vida habitual;
fácil es hacerse cargo del bien producido por este
medio.


N o es menor la reforma q lle se neeesitaria
aq uí en la educacion de las c Jases med ias. HOI'
se da un lugar muy grande en los estudios uni-
versitarios á las teorías filosóllos, políticas, ad-
ministrati vas: oyéndolas discutir con elocuen-
cia, los estudiantes se persuaden de que sus pro-
fesores les han transmitido el secreto de gober-
nar, y sabiendo que la generacion pasada no ha
tenido la ventaja de hacer iguales estudios, la
miran con magnánima compasion y se prestan ¡¡
veces á demostrar prácticamente las ideas eleva-
das de que se alimenta su inteligencia. Muchos
de ellos son capaces de escribir de carrera una
Constitucion completa y perfecta; tanto m;ís per-




kcta, Cllanto le faltar.j siempre la terrihle prueba
de la experiencia.


Las nüximas políticas no se aprenden, ni se
aprenderán jamas, en las escuelas: se aprenden
en la vida activa. Nada equivale á la instruccion
política de una juventud q\le oye constantemente
en la casa paterna discutir las cuestiones del dia
á la luz de la práctica: esa educacion sólo la pue-
de dar una nacion cuyos individuos todos se agi-
tall y se gobiernan á sí mismos. La precocidad,
inexplicable :1 primera vista, de algunos hombres
políticos de Inglaterra, se explica así naturalmen-
te : las aptitudes no pueden ménos de desarrollarse
muy temprano en jóvenes que han pasado toda
s u vida en la sociedad de verdaderos hombres de
Estado, y que saben están obligados á tomar una
carrera apénas salen del colegio. Hemos citado
ya los ejemplos de Lord Palmerston y de Lord
Wodehouse; Lord Derby á los veinticinco años
llamó fuertemente la atencion de la Cámara de los
Comunes por su discurso sobre la Iglesia de Ir-
landa; William Pitt entró en el ministerio á los
veinticuatro años y medio, permaneció en el poder
durante diez y siete años, en las circunstancias
m;ís críticas, teniendo que hacer frente á los im-
petuosos arranques de la República francesa, á la
,lIllbicion y al genio del primer Cónsul, y goberno
COH un grado de autoridad q ut 110 ha tenido nin-
gun otro ministro.




T.l'] n~!\TURA CLA~lC¡\.


Aquí y en Francia, e¡ que desde muy jóven se
siente atraído por una vocacion política empieza
generalmente por las ideas !1ÜS avanzadas: la
generosidad innata de la juventud se las inspira,
y nunca se pregunta si son practicables ó si no
lo son; un ministro de veinticuatro años y medio
no se verá aquí en mucho tiempo. Podrian cll-
mar ese ardor las tradiciones de Eunilia, la auto-
ridad paterna fortificada por la experiencia, pero
no escuchará la voz del padre el jcívetl que conoce
la tranquilidad de su existencia, su extraiíamiento
de los negocios. Así es que cuando más tarde los
desengaños han ido haciendo mella, cuando el
hombre ha moderado sus ideas, se le echan en
cara las ideas contrarias emitidas por el muchacho,
y facilmente se le convence de inconsecuencia.


La educacion en los colegios y en las universi-
dades debia comprender las ciencias exactas y na-
turales, la historia y el estudio de los clásicos; sill
proponer de ningun modo la antigüedad pagana
por modelo de libertad ni de filosofía, los estudio:;
clásicos han sido siempre el ejercicio más útil
para el ingenio, así como el más noble recreu
despues de los duros trabajos de la vida pública;
todos los hombres de Estado de Inglaterra, los
más célebres, los más acti vos, los más ocupados,
han sido notables por su conocimiento y su ad-
miracion de la literatura antigua. Sir Robert Peel,
en su discurso del 13 de Noviembre de 1837 Ú




I:.L CRITFRIO.


los e~tudialltes de Glasgow, cita los ilOmbres ilus-
tres de Pitt, Fox, Burke, Canning como grandes
humanistas, y entre los contemporáneos pueden
citarse al mismo Sir Robert Peel, que fué por
eleccion rector de la universidad de Glasgow, á
Lord Brougham, á Lord Derby, canciller de la
universidad de Oxford, y al eminente ministro
actual de Hacienda, 1\1 r. Gladstone.


El criterio e~ la flcultad que se forma la úl-
tima: la j u velltlld 110 tiene ideas propias, por-
<.¡ue el sentimiento instintivo del hombre le impi-
de llegar á conclusiones ántes de poseer elemen-
tos de comparacion, ántes de haber hecho un
análisis que la conciencia considere suficiente.
Ejercitar las demas facultades para ponerse en
estado de aprender más tarde, es lo único que
puede hacerse en la universidad. La verdadera
edllcacion empieza al salir del aula: es un error el
creer lo contrario, y empezar á descansar, á hol-
gar, así que se abandonan los bancos, hoy sobre
todo, que cada año trae, en los diferentes ramos
del saber humano, un progreso, y á veces una
revoluciono


El mayor obstáculo para un cambio de esta na-
turaleza, lo constituye la costumbre de no seguir
carrera alguna las personas que ,disfrutan de alguIl
bienestar: así se pierden facultades intelectuales
prcciosísimas. La autoridad paterna es demasiado
pel] ueíia en E~paíia 1 pero la influencia paterna,




;00


que se ejerce teniendo á los hijos ociosos en casa,
es lastimosamente fuerte. Para Jos jóvenes que
necesitan de una carrera hay la misma f¡!lta de
excitacion á los esfuerzo~ intelectuales: las car-
reras son pocas, generalmente mal retribuidas, y
el adelantar en ellas consiste tí nicamente en tener
amigos; á falta de éstos, hay que resignarse a
'iufrir mas de un olvido y más de una injusticia.


Bajo el régimen antiguo, ántes de que España
renaciera, podia dccirse que 110 habia más que
tres carreras: el cjército, la 19lcsia, y los empleos.
Hoyes vastÍsimo el campo abierto a la activiJad
de los jóvenes que tengan ambicio!l, iniciativa,
confianza en sí mismos y deseo de trabajar; nues-
tro país, cuya inmensa riqueza está esperando
que se la ponga en movimiento, oti'eee á la :!pli-
caeion premios capaces de tentar aun á los que
hoy se llaman personas acomodadas.


A los que no tuvieran ambicion ni contlan'!,;!
en sí mismos, á los que se contentasen con una
suerte más modesta, les quedarían los empleos
del Gobierno.


La falta de la competencia exagerada que pre-
senciamos haria de los empleos, hoy colocacionla
más insegura de todas, una carrera regular. Se
podrian aumentar algunos sueldos verdaderamente
mezq uinos, y podrian al mismo tiempo hacers(~
ccollomias, PUl:sto <-¡ue habria mulOS cesantes, :-
que estos cuestall al ESt~1d() 156 l1lillol1l:<' <k rca-




t:~TAJllLl DAD L"\ Les fMJ LÍ':O.~.


les al ano. El servicio del público ganaria inmeIl-
samente: no hay idea del atraso que sufren los
negocios por la inexperiencia de los empleados
recientes; y son muy contados los empleados an-
tiguos.


Los empleos del gobierno en Inglaterra ofre-
cen un porvenir mediano en comparacion de lo
que producen el comercio y la industria, pero en
cambio, ofrecen mayor seguridad: miéntras se
cond uce bien en el desempeño de su destino) no lo
pierde ningun empleado. Al entrar en una oficina
recibe un sueldo suficiente, que va aumentando
anualmente de 5 en 5 y hasta de 15 en 15 libras es-
terlinas. Los oflciales de primera clase llegan en
algunas administraciones ,í tener de 700 á 800 libras
anuales (70 y 80,000 reales), y saben que ningun
cambio de política les privará de sus puestos. Esto
hasta subsecretario: hay dos en cad:l ministerio:
elullo sin color político, verdadero jefe del trabajo
administrativo, que no se quita jamas, miéntras
cumple con su deber; y el otro político, miem-
bro de una de las Cámaras, segun hemos visto al
hablar del Parlamento.


La carrera de los empleos puede hallarse pri-
vada maÍÍana de algunas de sus más pingiies pre-
hendas, si llegamos ,í perder cualquiera colonia.
¿ Podremos defender la isla de Cuba el dÍ:! qUl'
110S la quieran quitar! Lo primero que se necesita
eS qlle elLl quin;l 'iel" defenclicla. No tiene nada


::: ií




cor_O~lAS AGR1cOL '\:0


de imposible, ahora sobre todo, que la OplIllOlI
de la Isla se pronuncie fuertemente en favor de
la union con España. Nosotros debemos exami-
nar por qué medios se fomentará la fidelidad de
los cubanos de manera que se pronuncien decidi-
damente por la union. Todos los años sacamos
de allí unos 100 millones de reales. ¡No sería
conveniente ver cómo se percibe esa suma, y re-
formar el modo de su percepcion, si es capaz
de crear allí descontento?


Lo que importaria ante todo es colonizar h
España misma. Cpn una poblacion total insufi-
ciente, tenemos provincias que sufren de un ex-
ceso de poblacion y donde la emigracion es una
necesidad. Vascongados, catalanes, valencianos,
murcianos, emigran á Argel ó á la América del
Sur, sin contar las emigraciones peri()dicas de
gallegos á Portugal. Convendria pensar formal-
mente en dirigir la emigracioll h,ícia nuestras pro-
vincias poco pobladas, ~í fin de cOllcluir con esos
desiertos que, en algunas de ellas, SOIl UII oprobio
y una calamidad.


Aplicando á la agricultura el capital y la inteli-
gencia, se enriqueceria r al mismo tiempo se
haria más sano nuestro país: pocos hay q lIe se
presten tanto á la agricultura en grande escala.
Propiedades inmensas y escasez de brazos son dos
condiciones bvorables al empleo de las máquinas.
El riego, segun se ve en Valencia, aumenta COIl-




Rl\2l;EZA Dr.L SUELO.


,iderablemente el valor de las tierras bajo nuestro
clima: la construccion de canales de riego sería
para los capitales una empresa altamente remune-
radora. N uestros v inos y nuestros aceites, hechos
con los mejores materiales, se venden á precios
ínfimos por causa de su mala f;¡bricacion.


N uestro ganado de todas clases, ó ha decaido
m uc ho, ó ha permanecido estacionario en pre-
sencia del progreso universal, puesto que nuestros
caballos y nuestros merinos, en otro tiempo los
primeros del mundo, son hoy los últimos. No
hablamos de las riquezas minerales tan grandes
y tan variadas, sobre todo de las infinitas minas
de carbon de piedra, la mayor parte sin explo-
tar, cuando una mina de carbon vale indudable-
mente más que otra de plata. Es necesario abrir
comunicaciones numerosas, rápid:ls y baratas; y
por fin, resolver cien problemas difíciles, entre
ellos la fUlldacion del crédito territorial y del cré-
dito agrícola, que pongan al alcance de todos el
medio de realizar tantas mejoras, y hagan posible
la formacion de una clase de labradores arrenda-
tarios, instruidos y ricos como los farmers ingle-
ses l. En várias provincias de España, la propie-


1 LJ. Jivisioll excesiv,1 dt: la ticrr.l y 1.1 manía de ti propiedad pro-
JULcn en FrJ,I1cia. multitud de pl;qUt.:OOS propietarios pobres. Mr. eour-
cl'lle Scneuil, t.:11 su Mal1u¿I des AJj.lirc.I, citd c1ljemF1Jr, sumamente
\.OrTlun allí, del ,lldc.1I10 que complete. con un empréstito la suma de
511S e(0!10mí,lS ,1 fin eh .. s.lti~f¡(Lr su violento desl'o de comprJr una he




P1VlSIO:\" ))1': LA l'ROI'IEn:"'\L


Jad est<í constituida de tal manera, que el duúHl
de una l1:lcienda lJ10deradamenk grandl: la tiene
dil'idida en muchos trozos pequeños, lejanus UIlO,
dl: otros: los progresos de la agricultura son difí-
ciles en semejantl:s condiciones. Algunos distritos
de Alemania, donde existia el mismo inconvenien-
te, han adoptado una medida que podria aplicarse
aquí: de cuando en cuando se reune una comision
elegida por los propietarios del distrito, procuraJl-
do que tenga ciertas garantías de inteligencia y
de imparcialidad: sus trabajos consisten en tasar
las tierras, proponer los cambios de unas propieda-
des por otras, y fijar las compensaciones en me-
tálico, á fin de disminuir el número de fracciones
que componen cada hacienda l.


N o puede dejar de llamar la atencion la des-
aparicion de nuestros montes; la falta de arbolado
Ikgaria á tener las más gral'es cOllSecuencias'para
la salubridad del clima y la fertilidad del suelo:


ré'dJd vecin.l i 1.1 sUYJ. El intLres del dinl'ro está alto en los puchlo::i~
y deduciendo el que pdg.l por el emprCostito, el ,11Jcano 110 saca nad.\
de su compra: la ruina nO 5e 11.1CC esperar. Lo triste es gue 5US e..::ono-
mías inn.~rtidas en instrumcnto~, en dbollO;; (, en g,111.1do, le hubicr;tn
dado .uriba Jc 6 por TOO. No vemos que un proptttc¡rio :llclnz,ldo
sea mis feliz: ni tenga ITlcí:-i intcl"cs en el ln:lJltcnimiento del (m-irn
tille un arrcnd~tJ.rio rico.


1 Lt'.\" O!i¡:r;t'r5 .EIi"GP(~1lS, p.lr ]vir. L(~ PI.1Y, (itldo por 1\1r. Léon-
Le de LJverg;ne, L'Agrl(;/fturc él la Prij;!t!nti011, ¡<lg. 179. Rccorncn-
damos de f'<te úl,:,imo .lutor L'E(QI"/f)n:!t' r[lr,d( di' 1"~4/ig/t'tcrrt', '! en
gener,,1 toda" sus ohr.ts; son de 1..1.5 1enur,t<; 'll1C d.ln nwjm i.l idc,l \k
)J tjlle dehc ser c,] progre"n.




3°5


las inundaciones al propio tiempo irian hacicndose
cada dia más frecuentes y más desastrosas. Im-
porta estudiar atentamente los mejores métodos
para reponer los muchos árboles que se están
cortando.


Basta lo dicho para ver el inmenso trabajo que
es necesario si se han de poner en circulacion tan-
tos elementos de prosperidad. Aquí tiene la ju-
ventud actual, y tendrán las generaciones venide-
ras, en que emplear provechosamente su energía.
Todos, desde el gran propietario hasta el colono,
pueden aumentar sus fortunas en una proporciol1
considerable. El aumento de las fortunas particu-
lares es el aumento de la fortuna pública, com-
puesta tle la reunion de todas ellas, y hoy que cuesta
cada cañonazo muchos cientos de reales, el poder
de las naciones estriba sobre todo en la riq ueza.
Las rentas públicas de España bajo la domina-
cion de los califas de Córdoba, en el siglo x, as-
cendian á 600 millones de reales. Si se tiene en
cuenta que el valor del dinero era entónces quince
ti veinte veces mayor que ahora, se formará idea
de la magnitud de esa suma. Guillermo I, con todo
su poder absoluto y su rapacidad nornianda, sa-
caba de Inglaterra, un siglo más tarde, quince ve-
ces ménos '. Hoy la riqueza se halla repartida
entre los dos países de una maner:! muy diferente.


I Prcscott, Hist. ~f l';_'rdill.wd .wd ¡""!Ir'/ll, 1, 117. LondoTl ~
ROLltledge ((;!l 3 tomo~).


26.




Lá residencia en el campo constituye para I;¡
r<::alizacion d<:: todas las mejoras agrículas un auxi-
liar inapreciable. Sus efectos se h~\rian sentir no
sólo ell el aumento de las fortunas, silla en d dt:
la civilizacion y el de la estabilidad. Grall parte dt:
la España es hoy UIl desierto triste y mal sallO:
mañana podria volver á ser, como en tiempo de
los cali[¡s cordobeses, un magnífico jardin.


Pocas cosas hay q~le tanto contribuyan á des-
terrar los hábitos de economía y de regularidad,
bases eS~Jlciales del progreso que todos deseamos,
como la lotería; 30 á 40 millones de reales son
todo 10 que el Gobierno saca en limpio de ella; el
resto se pierde en b recaudacion. Por una suma
tan mezquina se dedica á fomentar el vicio del
juego, pues la lotería no es otra cosa, y la holga-
zanería viene detras del juego. 11 uchos de los q lIe
esperan sacar mañana el premio gordo, 110 han
trabajado ayer ni trabajar;ÍJl hoy. Si una de esas
personas gana, malgasta generalmente un dinero
adquirido con tanta t~lCilidad, y al concluírsele, st:
ha arraigado en él la costumbre de holgar. España
es casi el último país civilizado donde se cOllsen';l
institucion tan funesta; sería ya tiempo de q lle
el público pidiera su abolicioll y 110 cunsintiese
m~ís la desaparicion casi total, sin provechu p~l­
ra nadie, de 120 millones cada aÍÍo; suma Cllorme
que) invertida en ahorros y cn form;¡cioIl de ca-
pitales l1l;ís tarJt: reunidos por la a~ociacioll, scrí;:




CQJ';VE!\Cll'IílFNTC. - - IMPACI"FJ';Cl.'\.


capaz ella sola 1 y en poco tiempo, de hacer tomar
IIn vuelo increible ;1 la agricultura y á la industria.


Pero sobre todo, tengase presente que toda re-
forma, para ser efica7- y Juradera, ha de partir de
las convicciones del público, de su consentimien-
to. Hace cuatro aiios, bajo la impresion de 11na
muerte en la plaza, se levantó por muchas per-
sonas bien intencionadas un grito contra los toros;
hubo diarios, y diarios libenles, que pidieron su
prohibicion. Felizmente, el Gobierno no la de-
cret(). Si lo hubiese hecho, ó lo que era más le-
gal, si lo hubiesen hecho las Córtes, hubiera veni-
do luégo otro Gobierno que, necesitando popula-
ridad, los hubiera vuelto á permitir; y hubiéramos
visto la ahcion despertarse más violenta, aguzada
por la privaciol1.


Aquel fué un caso de los que demuestran nues-
tra impaciencia: nos gustan las soluciones rápi-
das; no queremos convencernos de que el pro-
greso ha de ser lento, caminando á medida que
penetra en h sociedad la luz de la ilustracion; de
que cada uno de nosotros debe contribuir ;í tan
laboriosa empresa so pena de dejarlo todo en el
mismo estado para siempre. N os cansa el discutir
largamcnte, 06stlnaJamentc, ulla cuestlon cuat-
e¡ uiera, sin resultado por lo pronto visible: no ha y,
sill embargo, otro remedio para la situaciol1 an;)-
¡¡lala, falsa y expuesta e11 que llOS ellcolltralllP'






CAPÍTULO XV 111.


CONCU'SION.


P.\llt~g¡ri(() dc Lt lngLlterr,1. - 'j'nh:¡zun en I.¡:; ideJs. --- Onctrill.b
extrt;maJ.l5. - Opiniones ;1\',mZ;ld~lS y re~-I\)gJJas. - El GobierI1\1
misto. - Su porvenir. -- L.i~ cinco condiciones necesll'i.¡:i: ~u en-
!Jce. - DifiuIlt:toC''1 en la pr~ctic.t. - Altcr,tcion en bs costum
brcs. _lT n dilema.


En el momento de llegar al termino de nuestra
tarea, se nos ofrecen dos consideraciones, sobre
las cuales nos permiti ré mos dos palabras.


La primera es q lIe algunos hallarán excesivos
los elogios que damos á la Inglaterra, y por eso
mirarán quiz;ís nuestro Ensayo con prevencion
desfavorable. N o creemos, sin embargo, muy
crecido el número de esas personas: España y
Francia son bastante ricas en gloria 1 y no necesi-
tan negar la gloria de los demas; por otra par-
te, mucho les interesa conocer la verdad, y no se
mostrarán severas COIl aquel que hace UIl esfuer-
zo por buscarla; finalmente, todo 10 que pueda
haber de poco grato en nuestras observaciones
recae, IW sobre lo,> pueblos, sino sobre los go-




CI',1'\lOl\¡,t-, EXT1~FMAnAS.


biernos que los han dirigido tanto tiempo. Extra-
ño fuera que un despotismo tan prolongado hu-
biese pasado sin dejar huellas profundas.


La segunda es mucho m:¡s grave. Las opinio-
nes emitidas aquí parecer;Ín demasiado avanza-
da,> ;í los conservadores, demasiado retrógradas a
sus adversarios: nos vemos expuestos ;Í Ser acu-
sados de incoherencia, de falta de trabazon en las
ideas. N os hemos limitado, sin embargo, ,í ob-
servar hechos, .l indicar las razones que hacen
allí practicable lo que aquí parece imposible, }'
:í expresar el deseo de ver ;Í nuestra patria en el
grado de prosperidad que disfruta Inglaterra.


Los liberales y los conservadores del continen-
te pecan unos y otros, ;Í nuestro entender, por la
exageracion y el absolutismo de sus doctrinas. Si
desapasionadamente se reflexiona, se verá que la
influencia de las clases instruidas y lo que tienda
:¡ consolidarla, como por ejemplo los mayoraz-
gos, es un correctivo indispensable para prevenir
los abusos de la libertad; todo lo que ElCilita su
práctica debia ser f~lVorablemellte mirado por sus
partidarios. La libertad, por otra lnrte, no es peli-
grosa, y sólo puede ser fecunda cuando las cIa-
ses instruidas, en cambio de las ventajas que la
,",ociedad les concede, se toman el trabajo de ser-
virla.


Durante sesenta siglos el mundo se ha goher-
Ilado por las fCJnnas puras ó por combinaciones




3 I 1


de dos de ellas: ¿ hay que admirarse si el Gobier-
no misto, que apénas cuenta dos siglos, es tan
poco conocido? Pero aunque por error de las ge-
neraciones actuales, por falta de transaccion en-
tre los diversos elementos que componen la so-
ciedad, perezca en todas partes, resucitará algun
dia, porque sólo él proporciona la libertad verda-
dera, la libertad para todos, la libertad civilizado-
ra; Stílo él conduce infaliblemente á la democra-
cia definitiva, aceptada sin temor ni desconfianza
de nadie.


Resumirémos brevemente, ántes de concluir,
los beneficios que, sinceramente practicado, re-
portaria, y el enlace que tienen entre sí las con-
diciones de su existencia.


La cooperacion de todos despojaria al arte de
gobernar de la nube de misterio que hoy lo encu-
bre á la vista de la generalidad de los espanoles.
Las sociedades establecen los gobiernos para ser
defendidas por ellos de los enemigos interiores
ú exteriores que todas tienen; en las organiza-
ciones libres, cada individuo contribuye á esa
defensa. Al defender á la sociedad, cada uno se
defiende :í sí mismo, así como al defenderse á sí
mismo, cada lino defiende á la sociedad. De nin-
guna manera se han establecido los gobiernos en
provecho exclusivo de los gobernantes; pero don-
de todos se abstienen, donde unos pocos dispo-
nen de todo :[ su antojo, puede suceder que su




112 "1 !U\r-.~ACCI0!\. --- L F I\"IITU lJ.


interes propio se halle en oposicion con el de 1
país; por el contrario, donde muc hos toman par-
te en el gobierno, el itlteres de los gobernantes
JlO se antepone nunca al de los gobernados. Ta-
les son el mecanismo y los efectos principales
de la cooperacion. El buen sentido general se
ceñiria siempre á resultados positivos, entrarian
más en cuenta los detalles y las realidades; se
vería, segun dice Macaulay, que (( así como el
narquitecto ha de tener presentes una porcion de
ncosas prúcticas, de las Ctules no tratan las ma-
))temáticas puras, ni Euler, ni d'Alembert; así el
nhombre de Estado debe proceder constantemen-
))te guiado por consideraciones acerca de las cua-
n les no se halla alusion ninguna en las obras de
))Adam Smith ni en las de Bentham.))


La transaccion resultaria de la c()operaCioll de
todos. Hay ideas liberales moderadas, como hay
ideas conservadoras moderadas; pero donde sólo
se ocupa activamente de política el pequciiísimo
número, lo componen naturalmente los carac-
teres más energico, y las imaginaciones m;ís in-
quietas; por eso escasea tanto la templanza y an-
dan tan profundas las dil'isiones. La mayona de
los hombres huye de los eAtrell10S, por consi-
guiente la intervcncíoll de todo el lJ1undo intro-
duciria la ll1oderacioll en ambos partidos.


Que las dos primeras callsa~ tracri:tn h lenti-
tud en la- reformas, es indudable: ;t!lOra "ol(l se




LEGALilL\D. - U!'>iANIMIDAD. 3
'
3


hacen en e! sentido de las ideas de! partido que
manda; tratándose de combinar una transaccion
ventajosa para los intereses opuestos, se necesi-
tarian más estudios, mayor detenimiento.


El respeto á la leyes otra consecuencia segura
de la cooperacion : está bien probado que cuanto
más numerosa es una reunion de hombres ocu-
pados de un asunto - y aquí sería toda la na-
cion-mayor severidad se nota en todo lo que se
refiere á la moral. La razon de ello está en que si
la leyes muchas veces un estorbo para algunas
personas, constituye, al contrario, el mejor es-
cudo para la generalidad.


El respeto á la ley, la lentitud en la discusion,
darian la certidumbre de un progreso constante;
y la satisfaccion producida por un estado próspe-
ro, haria de nuestra unanimidad vergonzante una
verdad gloriosamente reconocida, viniéndose á
completar de ese modo e! conjunto de condicio-
nes indispensables á la práctica de los gobiernos
libres; y al poco tiempo, la misma reaccion de los
efectos sobre las causas que hemos observado en
Inglaterra, haria que la libertad y el bienestar
fueran aumentando de concierto. España á fines
del siglo XIX podia haber reconquistado el lugar
que alcanzó en Europa al terminar e! siglo xv.


En cuanto á la práctica, no se nos ocultan tam-
poco la gravedad y la extension de nuestras con-
1'llIsionC's: no se 110S oculta que ;í nada ménos




LA PRÁCTICA.


tienden que á un trastorno radical en nuestras cos-
tumbres, á la renunCla de muchos de nuestros
placeres, de nuestras distracciones y de nuestros
pasatiempos, sustituyéndolos con las cosas que
nos son más desagradables, con un poco de sole-
dad, de silencio y de trabajo.


Pero responderémos que eso es exagerado, que
110 se necesit:J. caer en el extremo de privarse de
todo lo que ameniza la vida; que nuestros place-
res nos parecerán· más gratos y nuestras distraccio-
nes ménos insípidas despues de haberlos ganado
con el trabajo; que no conocerémos ya el sen-
timiento de hastío tan pintorescamente expresado
por las locuciones nacionales de l( hacer tiem PO)) y
« matar el tiempo.)) Nadie podrá figurarse que la
vida de los ingleses es un martirio porque traba-
jan, ni la de los españoles del siglo XVI un abur-
rimiento porque trabajaban y eran muy graves
en ciertas cosas. Al contrario, la variedad hace
más gustosos los placeres mismos, y se trataria
de conocer uno nuevo enteramente, el de la se-
guridad.


y si se nos opone otra de las grandes palabras
nacionales, la primera que se pronuncia en Espa-
ña al hablar de una cosa que cuesta algo de tra-
bajo, por ventajosa que sea, si se nos dice que
todo eso es imposible, contestarémos que, al cam-
bi:J.r nuestra forma de gobierno, debiamos h:J.ber
tenido en cuenta las consecuencias que tal cam-




UJ\ DILEMA.


bio necesariamcnte traia : la imposibilidad de sc-
guir viviendo como hasta entónces.


Es ya tarde para esas reflexiones: ante nosotros
y ante la Europa entera surge, inexorable, este
dilema:


O se alteran las costumbres, poniéndobs en
armonía con bs instituciones existentes, que son
las de los pueblos libres;


0, si las costumbres no se mudan, las institu-
ciones acabarán por ponerse violentamente de
acuerdo con ellas; y despucs de pasar por la anar-
quía, vendrémos ;1 caer en la institucion que
corresponde á nuestras costumbres: en el des-
potismo.


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CORRECCIONES.


I .... í.gina 80, línea 23, dice: Hoy y hast:l ahora, léase: Hasta ahora.
n ::!. 5, d,;(!!: Tt~orias ho:-: in:lpliclbles, léase : TcorÍJs


tc¡JJ\ í,l inJpliclblps.




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ÍNDICE.


L'I. VfDA POLÍTICA EN TNGLATERRA.
CAPíTULO PRIMERO .. ¡ F.I posN,- ,! Gohi,r,," 1'"ri""!(II-


tariCJ? •
C~-\P. 11. . Est,¡f;/eámitlnlo dd dts¡ntisJJ1',> . 17
C~'\.P. III. 11-Iú'r.:¡núo;to libifal del siglo XVIIl. 23
CAP. IV. Pri"Ul"d ((llIS~l: C~l0l'eri.1ci(jIz.' -- Gobierno de las loca-


lidades ó Gobierno local. . 33
CAP. V. Prh'hTd (¡lusa .. CC:?Ptrth'iiJl1,--Gobicrnu del Estado. 49
CAP. VI. ,S:J(lIflJd (.lusa: 'Ji rl!l5¡1('¡"i0Ii.~En 1a esencia del Go-


bienIO. -- - FonnJ.s pur;..¡s () combinaJas dos á dos. . 67
CAP. VII. ~'~gundtl (11;(5(1: -Transúcár;¡n. - En 1.1 esenda del


Gobierno: Constitucion mista. . 83
CAP. VIII. ,~-'(gUJ1(Ll ({//{$d: Transaairjn. --El pauperismo,


consecuencia del Gobierno misto. . 103
CAP. IX. Segund'l (al/sa: Transtlccl:Jn. - En Lllegisbcion.. T 2 3
CAP. X. 'hra!'Lt causa: Lentitud CJZ laI r~fcrmilS.- Claridad y


unidad en su objeto. . 131
CAP. XI. Cu,¡rfrl causa: LCJ!,alidad o: las r~.Jcrtntls. . 151
CAP. XII. CU<1rtü UI",,': Legalidad. - Organizacion de h


justicia. . '73
CAP. XlII. ~:!¡JJta (LlUJa: [lnallimidad. 1 S9
CAP. XIV. P¡lJLwlo:tú. 207




]20 ÍNDICE.
PÁG.


cAPfTuLO XV. L" literatur,'.V el m"(<,. 235
CAP. XVI. Prw¡,J. . 261
CA P. XVII. De algunas reformas innecesarias, de otras urgc~ ..


tes,)' dI! algunos puntos cn 9f1c imporli1 sef'Jrme!,1 epinion.. 277
CAP. XV IlL COllrlllsion. 309
CORRR("("ION~·$.. 317


" / .'t'~'-",".