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MEMORIES DE UN CONSTITUYENTE.




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la lev.


.N7­2 . ­ I M P R E N T A DE Г.Л П1ВГЛ0ТКС V DK INSTRUCCIÓN V R E C R E O .
Capellanes, '->, principal.




VICTOR BALAGL'ER


MEMORIAS
D E


MADRID
L , B R E I , Í A I)l¿ M I - J M N A T N A V A R R O


A R E N A L , 1 6 .






DE LA SOBERANÍA NACIONAL


Y


D E L A S C O R T E S E N C A T A L U Ñ A


I.


Pudieran escribirle volúmenes sobre el asunt;


que hov emprendemos: pero nuestro intento e.


S'ilo reunir algunos apuntes pura facilitar el e s t u -


dio de aquellos que con más tiempo v mavore


conocimientos puedan dedicarse á profundizar es!


malcría. Para esto \¡unos á allegar materiales.


(Comencemos por decir algo del sistema repre


senlativo v del constitucionalismo, en el mod


como debe entenderse, ó como nosotros le enten-


demos al menos.


Si bien ¡ludiera en rigor llamarse sistema re-


presentativo al con ¡unió v enlace de principios


al orden de cosas producto de la reunión, discu


s i o n . deliberación y acuerdo de varios represen-


tantes, la verdad es . que solo debe da"se el non,-




Ore de institución representa! iva . á la i juo esta
basada sobre el elemento popular. Kl c o m i e n z o
del sistema parlamentario delie lijarse en el im>­
mentó en que se ve a la (dase popular, represen­
tada por síndicos, procuradores ó diputados, c ía
poderes ¡id Jior v con delegación legítima, sen­
tarse en los escaños de los Congresos nacionales,
contribuir á la formación de las l e \ e s , participar
riel gobierno v destino de las naciones. V ileln
solo así considerarse, \ sólo así puede ser . jiorque.
éntrelos más grandes intereses sociales de un |>a¡'s.
el más grande es el del jiueblo, ya que, siendo la
única clase (pie s e sostiene á sí misma v avuda á
sostener á las demás, lamiendo condiciones de vida
independiente v propia , Пела reconcentradas en
ella la a c c i ó n , id movimiento, la fuerza, la vida, el
fuego céntrico de la n a c i ó n .


El origen v cuna del sistema representativo se
hallan en la ¡"península ibérica. No hav que ir á
buscar modelos de parlamentarismo fuera de casa,
como hacen algunos, poco conocedores de nues­
tra historia, que abundantes los tenemos en ella.
Los grandes modelos que pueden presentarnos los
extraños, tal vez, v s in tal vez, nacieron de ha­
berse inspirado en las antiguas Cortes de las n a ­
cionalidades ibéricas. Pudiéramos apelar á muchas
\ grandes autoridades en prueba de este aserto'




¡ i C . ' d limitémonos á a l a r lo que dicen los inmor-


tales legisladores del año \'2 en el nofabilísiim»


li-curso preliminar leído cu las Corles , al pre-


sentar la comisión de Constitución el provecto de


r i l a .


Después de decir la comisión en los primeros


párrafos de aquel luminoso v excelente preámbu-


lo, «que nada olrece la comisión en su proyecto


que no se halle consignado del ¡nodo mas autén-


t i c o y solemne en los diferentes cuerpos de la le-


gislación española,), añade algunas lineas más aba-


t í , «(¡ue sólo ¡a falta de t iempo, la urgencia del


trabajo \¡ la impaciencia natural del país; por ver


terminada la obra , le impidieron presentar todos


i«>s comprobantes (¡ue en nuestros Códigos d e -


muestran haberse conocido v usado en España,


cuanto se comprendía en el provecto de Consti-


tución. Este trabajo, dice textualmente el preám-


bulo, «aunque ímprobo v dif íci l , hubiera justifi-


cado á la comisión de la nota de limadora en el


concepto de aquellos que, poco versados en la h is -


toria \ legislación antigua de España, creerán tai


vez tomado de naciones extrañas ó introducido por < 1 prurito de la reforma, iodo lo que no ha estado
en uso de algunos siglos á esta parte, ó lo que se


oponga al sistema de gobierno adoptado entre


nosotros después de la guerra de sucesión. „




8


He aquí comii nuestros legisladores de Cádiz


temiendo que algún día pudiese hacérseles e


cargo de haber acudido como luente á las moder


ñas Constituciones extranjeras, hacen doanteman


ia protesta solemne qim se acaba de leer. \ rocha


zan el cargo, poniendo de mnniliesto los manan-


tiales en donde fueron á beber aquellas pura


doctrinas de constitucionalismo sentadas en el Có-


digo inmortal del año 1 2 . Y estas fuentes, esto:


manantiales, en admirables [¡ágmas nos lo dicen


están en las antiguas (Constituciones de las nació


nalidad.es ibéricas, hechas en Cortes donde ha-


bía verdadera, legítima, real v electiva represen-


tación del pueblo.


Tenemos , pues , confesado por los mismos le


gisladores <le Cádiz, que no fueron á inspirarse ei


los artículos ¡le la Constitución francesa de 1701


como algún autor ha pretendido \ escrito, sino c


los antiguos (Códigos nacionales, que dormían e


sueño del oh ido en el fondo de nuestros archivos


Otro cargo se les pudiera hacer á los constiiu, e n -


tes de (Cádiz, más acertado v mas pisto que el d'


copistas de la Constitución francesa, \ dicho < "


esto con todo el respeto que tan altos v estrenuo


varones deben merecernos.


Así como supieron aprovechar muchas grande


\ buenas cosas une había en nuestras Conshl ueii




9


nes antiguas, ¿cómo se olvidaron de lo que había


en ellas, Y en ellas estaba explícita v terminante-


mente consignado, para asegurar la indemnidad de


los derechos que constituyen la ciudadanía, por


ejemplo, para contener la potestad real dentro de


sus límites jurisdiccionales, para residenciar al


monarca y á sus delegados en cuantos actos P U Y O S


se denunciasen como contrarios á las leves , á la


libertad \ á la soberanía de la nación?


\n que nuestras Constituciones tuvieron á la


vista, va que sobre ellas, y no sobre ninguna e x -


tranjera , basaron la del año 1 2 , ;lástima grande


que olvidado dejaran quizá lo más importante en


ellas consignado'.


l i .


En el m i s m o preámbulo citado, se quejan tam-


bién amargamente nuestros const i tmenles de!


año 12, de la ignorancia en que ¡iiteiicionalmentc


se había procurado dejar al país , relativamente


á ntieslras antiguas cosas o historia política.


«La oomis ío . i recuerda con dolor, dicen, el velo


une lia cubierto en los últimos remados la impor-


tante historia de nuestras Cortes. Su conocimient•:


estaba casi reservado á los sabios \ literatos que




10


la estudiaban, más por espíritu de erudición, (pie


con ningún fin político. Y si el Gobierno no había


prohibido abiertamente su lectura, el ningún cui-


dado (pie tomo para proporcionar al público e d i -


ciones completas y acomodadas de, los cuadernos


do Cortes, 5 el ahinco con (pie se prohibía cual-


quier escrito que recordase á la nación sus anti-


guos fueros \ libertades, sin exceptuar las nuevas


ediciones de algunos cuerpos del derecho, de


donde se arrancaron con escándalo universal le-


ves benéficas y liberales, causaron un olvido casi


general de nuestra verdadera Constitución, hasta


el punto de mirar con ceño y desconfianza á los


que se manifestaban adictos a las antiguas de Ara-


gón y Castilla. La lectura de tan preciosos monu-


mentos habría familiarizado á la nación con las


ideas de verdadera libertad política y c ivi l , tan


sostenida, lan defendida, lan reclamada por n u e s -


tros mayores en las innumerables enérgicas peti-


ciones en Cortes de los procuradores del reino, en


las cuales se pedia con el vigor y entereza de


hombres l ibres, la reforma de abusos, la mejora


y derogación de leves perjudiciales, y la repara-


ción de agravios.


»La funesta política del anterior reinado había


sabido desterrar de tal modo el gusto y afición


hacia nuestras antiguas instituciones, comprendí-




11


das en los cuerpos de jurisprudencia española,


descritas, explicadas \ comentadas por los e s c r i -


tores nacionales, á tal punto. <pie no puede atri-


buirse sino á un plan seguido por el Gobierno, la


lamentable ignorancia de nuestras cosas , que se


advierte entre no pocos (pie tachan de forastero y


miran como peligroso y subversivo lo que no es


más que la narración sencilla de hechos históricos


referidos por los Pilancas, Zuritas, Anglurias, Ma-


narías, y tantos otros profundos \ graves autores,


que por incidencia ó de proposito, tratan con só-


lido magisterio de nuestros antiguos fueros, de


nuestras l e ve ? , de nuestros usos v costumbres.»


\ de esto, (pie ya se quejaban el año 1 8 1 2


nuestros hombres de Cádiz, ^ lamenta también


con sentidas ¡rases en nuestros tiempos el eminente


repiiblico i ) . Salustiano de Olózaga. En su Calila


de la. Coim/iltfHoit (irayoueaa, después de decir-


nos que la historia política de España no se ha


escrito todavía ni podrá escribirse con verdad,


mientras no sean conocidos los muchos documen-


tos (pie yacen entre el polvo de nuestros archivos;


añade que los castellanos, en tiempo de Felipe ff,


fueron á arrancar sangrientamente á Aragón la l i -


bertad (pie ellos habían perdido, v manifiesta, que


más tarde, no solo toda España perdió su libertad


sucesivamente, sino (pie se ha procurado " q u e




12


perdiera también la m e m o r i a de ella v el conoci-


miento de sus antiguas leves fundamentales..» >


á propósito de esto, sienta que en los arcln\cr-


esta la verdad, «que pocos han conocido, dice,


que no pudieron decir los que de ella supieron ó


adivinaron algo , v que truncaron v desfiguraron


horriblemente ios únicos á quienes fué permitid;'


escribir v fomentar, á gusto de los que manda-


ban, los hechos públicos de los siglos anteriores.


V , efectivamente, parece increíble que hasta


tal punto s e liava borrado la m e m o r i a de nuestra>


antiguas cosas. Hoy se ve á hombres que pasan


por ilustrados, v que en realidad lo s o n , ir á bus-


car e n los anales de países extranjeros cjeniplo-


de parlamentarismo, que mejor v más abundanle-


\ más puros tenemos en casa.


De tal manera la pesada atmósfera del absolu-


tismo, que desgraciadamente se lia cernido sobn


España por tanto t iempo, ha interpuesto un \el >


espesísimo entre lo pasarlo v io presente, velo tra.-


del cual se ocultan los ricos tesoros de las libér-


enles patrias, las obras importantes v patrióticas


del sistema representativo! Hubo cronistas é h i s -


toriadores, á sueldo de los monarcas absolutos, i,


miserables cortesanos del rey , que escribieron la


historia en el sentido que podía satisfacer á su re:v


;>mo v tenor', v que en su afán de matar lo que




13


I I I .


Hemos dicho que el sistema representativo era


antiquísimo en Kspuña.


Veámoslo si no vendo á buscar, no sólo su orí-


_ion, sino los fundamentos del mismo.


Debajo los cimientos de nuestros grandes pala-


cios de la Kdad Media y de nuestros edificios ino-


áié moda llamar //roci/icialismo, llegaron hasta ¡i


falsear documentos para destruir la verdad h i s t ó -


rica, y para poder escribir , no en sentido nacional,


s ino en sentido de una determinada provincia.


Pero la verdad acaba por salir triunfante y por


brillar con luz más radiante y pura á través de los


errores tras de la cual se la quiere hacer desapa-


recer. Hoy se levantan do quiera escritores i n d e -


pendíenles, que liónos de patriótico entusiasmo,


evocan los grandes recuerdos antiguos para que


puedan servir de norma, pauta v ejemplo á los m o -


dernos, y que, al rehabilitar la memoria de las


antiguas gloriosas nacionalidades ibéricas, resuci -


tan los grandes monumentos de la clase popular.


Llegada había de s e r va la hora en que se e s c r i -


biese la historia de los pueblos, al par une la de


ios re\es.




14


(sernos, se lian hallado vestigios de construcciones


romanas, vestigios i juc han permanecido largos


siglos sepultados en las entrañas de la iierra. para


luego aparecer de pronto á flor de ella y avergon-


zar con su riqueza y esbeltez á aquellos q u e , ce -


gados por el orgullo de la oi.-ncia, creían que lo


antiguo era raquítico v miserable, \ sólo hallaban


grandeza, bondad y originalidad en lo nuevo. En


nada se parecen nuestros edificios modernos á los.


romanos ; sin e m b a r g o , se han construido sobre


ellos, sobre su base y sus cimientos. Lo prop.o


sucede con las instituciones políticas. En nada se


parecen á las romanas, v sin embargo, como base,


como punto de apovo, parten de aquellas. .Nues-


tros edificios modernos se han alzado sobre las


ruinas que dejó el pueblo romano esparcidas pol-


la faz de la tierra, como nuestro sistema represen-


tativo arranca de entre las rumas de sus institu-


ciones políticas.


Omnipotente v poderoso era aquel pueblo que


se había propuesto hacer del universo todo un


mundo romano, \ al cual hoy aún, v siempre, h a -


bremos de volver los ojos para buscar en él e jem-


plos, asi de grandes virtudes v de grandes heroi-


cidades, como de grandes monstruosidades \ de


grandes crímenes. Este pueblo, al dominará E s -


paña, dejó arraigada en nuestro suelo una insti-




tueion, planta lozana que debía ¡rasformarsc, an-


dando el tiempo, en árbol gigante de robustas


ramas \ Irondoso follaje. Al (pulamos los roma-


nos la libertad, nos dieron con esta institución el


germen \ principio restaurador de una nueva l i-


bertad, mucho más ce. ihzada (pie la antigua, prin-


cipio \ fundamento de admirables y grandes em-


presas. Orneemos hablar del municipio , que


durante ciertas ipecas ha sido, bien puede decir-


se, el gobierno único de los pueblos, v q u e , como


arca santa, hasta en les tiempos Je ) más espantoso


absolutismo ha conservado en su seno la g e n e r a -


dora semilla de la idea representativa.


[.a dominación romana desapareció de España


para hacer lugar á otra dominación, á tiempo


que sobre las rumas de la antigua sociedad se al-


zaba triunfante y esplendorosa una sociedad nueva,


bajados j hechos trozos vacian por el suelo los


ulcerables dioses de barro y de madera de los


antiguos romanos, y sobre el ('apitobo de los C é -


sares se alzaba triunfante la horca del Justo, aque-


lla íiorca m/ámc y degrada;¡fe, convertida en pen-


dón de gloria v en símbolo de amor, de luz y de


justicia.


Conspiraron á un tiempo contra boma la idea


v la fuerza. Eran representantes de la idea los


cristianos, los hombres de la cruz, de lascaíucum-




16


has, aquellos hombres que habían ido á hundirse
en las entrañas de la Iierra para organizarse, v que
de ellas salían, precursores de una nueva suc ie ­
dad, sin más armas o!ensi\as que el livangeho
bajo el brazo, v llevando por bandera la horca de
los romanos, padrón de ignominia y signo de,
muerte convertido por ellos en signo de r e d e s ­
cion y vida. Los representantes de la fuerza стаи
aquellos hombres del Norte, a quienes los histo­
riadores todos llaman godos, pero á quienes c o n
más propiedad Masdcu y Ortiz. de la Vega llaman
septentrionales. Los cristianos hacían la revolu­
ción por la propaganda pacifica, los septentriona­
les por el hierro: aquellos en nombre de esa t r i ­
nidad sublime que se llama libertad, igualdad y
fraternidad: estos en nombre de esa trinidad hor­
rible (píese llama el odio, la venganza y el exter ­
minio. La fuerza lué laque derribó, la idea laque
construyó sobre las ruinas.


Allí iba con unos v con otros ese móvil m i s t e ­
rioso Y supremo que, con apariencias de casual i ­
dad á veces, v i e n e rigiendo desde el principio de
los siglos los destinos humanos, señalando a cada
hombre su misión, á cada época su camino v a caita
idea su norte, v ese móvil supremo quiso q u e d e
aquel día para en adelante, lueson cabezales hom­
bres de la idea y brazo los hombres de la luerza.




17


Entonces fué cuando la España, que había sido


de los romanos, paso á ser la España de los sep-


tentrionales.


IV.


Pero sucedió entonces una cosa singular, v que


merece (¡jar la atención. La España, que con los


romanos había acabado por hacerse romana, con


los bárbaros no se hizo bárbara. Existía \a en ella


el germen de la doctrina predicada por los após-


toles de la Cruz, había acampado en ella el e j é r -


cito de los soldados de la idea, Y éstos pudieron


mas que los soldados de la fuerza. En vez de


amoldar los conquistadores á sus usos v costum-


bres a los conquistados, los conquistados civiliza-


ron á los conquistadores.


Comenzó entonces á levantarse el edificio de la


nueva sociedad v de la nueva civilización. Puestos


de acuerdo los representantes de la idea y los de


i; fuerza, que eran entonces los altos dignatarios


de la Iglesia, v los monarcas de los septentriona-


les, echaron los cimientos sobre los cuales se ha-


bía de elevar más tarde el alcázar de las libertades


públicas.


No cabe la menor duda que la soberanía nacio-
WEMUULVS DF. 1¡,N CONSTl 1 Vt L HTT,. '2




18


nal está reconocida en e! Fuero- Juzgo; no caU


la menor duda tampoco, que en los Concilios de


Toledo se halla el germen que había de dar m a s
tarde nacimiento á las Asambleas nacionales: pero


la verdad es, «pie no puede decirse que en estos


Concilios estuviese planteado el sistema represen-


tativo. En ellos lo eran todo el clero y el rcv.


quienes asistían alii por derecho propio; represen-


taban muy poco los nobles, y nada absolutameiih


el pueblo, el cual era llamado para hacer un pa-


pel de comparsa. Pero allí, s i n embargo, \ has


que reconocerlo, con reminiscencias del inunicipi i
romano estaba el germen del sistema representa-


tivo futuro.


Pero si en los Concilios no se e n c u e n t r a p lan-


teado el sistema representativo, pues que en oi!o>


sólo c r e e m o s hallar nosotros el dominio avasalla-


dor del clero, que no sabemos á donde hubiera


ido á parar, si afortunadamente no hubiese venido


la invasión árabe; quizá (y téngase en cuenta q u e


e s una idea aventurada) quizá podria encontrarse


e n otras Asambleas de carácter distinto que t u -


v ieron lugar en igual tiempo, y acerca de las cua-


les n o s faltan desgraciadamente datos para, poder-


las apreciar. E\; una Asamblea general v nacional


de hispano-romanos, según la llaman los autores,


después de ia sangrienta revolución que arrojó del




19


trono á Witiza, loó proclamado rcv aquel D. Ro-


drigo ipie tanto lia dado que hablar á la historia


\ á la fábula. ¿Se hizo esta proclamación en toda


regla, asistiendo representantes del clero, nobleza


\ pueblo? Bien pudiera ser . pero es solo una idea


(pie a\enturamos para estudio.


De ledos modos, si aquel D. Rodrigo fué e le -


gido del pueblo, hemos de reconocer que Dios


no aprobó aquella \ez la elección popular. wn los


campos de (¡uadalele perecieron para siempre


aquel rev . aquel trono v aquella corte, v los


árabes triunfadores invadieron la España como


torrente desbordado. Si aquellos nuevos invaso-


res de la [latría se hubiesen presentado algunos


siídos antes, hubiera de seguro bastado la menor


de nuestras antiguas tribus ibéricas para volver-


los á arrojar al mar de donde salian. Pero ya no


había nacionalidades en la península, y va no había


patria por consiguiente. Roma, queriendo fundir


en una las nacionalidades, las había matado á t o -


das, y la dominación de los septentrionales con-


tinuó en este sentido la obra de Roma. Ya aquí


no había patria, v allí donde no hav patriarlo hay


héroes: solo existen esclavos.


Tilicamente en algunas ciudades hallaron r e -


sistencia ios árabes, \ \ lose entonces á muchos


hombres de corazón verdaderamente ibero, restos




•20


de las antiguas razas, ei-.lre (jineiies \ivia como un


recuerdo santo y uu culto sagrado ia memoria de


las muertas nacionalidades, refugiarse en los Piri-


neos, como van las águilas á las montañas á pro-


crear sus aguiluchos, para al ¡i esperar ei momento


propicio de arrojarse sobre aquellos nuevos c o n -


quistadores de su país. Dios debió elegir la inva-


sión de los árabes como una ocasión suprema para


revalidar, con mejores fundamentos, la obra que


Roma se había encargado de destruir.


Dios, que rodeado de las sombras impenetra-


bles del misterio, señala con su dedo el camino


que han de seguir la civilización v el progreso á


través de los siglos v de las edades, quiso que


nuestra sociedad pasara por aquel último tamiz


para (pie brotara en cada pueblo ibero una nueva


nación purificada por el hierro, por la sangre v


por el fuego, como la raza humana toda entera se


había purificado un día por el agua del diluvio;


una generación virgen, una raza independiente v


l ibre, esencialmente cristiana por su origen, esen-


cialmente civilizadora por su misión.


La invasión de los árabes hubo de ser , bajo


tiste concepto, beneficiosa. Las nacionalidades,


que estaban dormidas, despertaron al choque,


como despierta el pedernal al sentirse herido por


el acero v arroja fuego de sus entrañas. Los e s -




21


clavos volvieron á ser l ibres, las nacionalidades


volvían á lener patria. la patria volvía á tener h i s -


toria, v los (pie solo habían sido comparsas en los


(Concilios de Toledo, iban á tomar asiento como


ciudadanos en los escaños, desde lo alto de los cua-


les no debían tardar en proclamar su derecho á


hacer leves y á hacer reyes . Fueron entonces


levantándose, unos tras otros , los astures . los


vascos, los catalanes, los aragoneses, los navarros;


v cada pueblo, despertando del letargo, suprimió


los siglos que habían pasado, lanzándose por si


solo, v por su propia cuenta, á la reconquista.


Las nacionalidades volvían á reconstituirse. ¡No


eran los godos los (pie levantaban la enseña goda,


como malamente se ha escrito v más injustamente


se lia creído. Eran catalanes, astures. gallegos,


aragoneses, vascos v navarros, es decir , naciones


distintas (pie nada teman de común entre sí más


que el haber nacido ba|o el mismo cielo \ ado-


rar al mismo Dios; pero euvas costumbres eran


distintas, cu va lengua era distinta, y cuva patria


era distinta también. (Combatieron todos á un


tiempo, es verdad . [tara felicidad común v para


arrojar al común enemigo: pero cada una en su


casa, cada una en su país.


i'Cn este momento de la historia es cuando hay


que ir á buscar los orígenes de la patria catalana.




22


V.


Fué en 711 cuando los árabes invadieron á


España y tuvo lugar la rota famosa del Guadalete,


pero hasta dos años más tarde, en 7 1 3 , no pene-


traron en Cataluña. Fueron apoderándose una tras


otra, de Lérida, L r g e l , Tortosa, Tarragona, \icl i .


Barcelona, \. siguiendo la costa, de Gerona, Am-


punas \ Hosas, hasta llegar á los P i r i n e o s , donde


se detuvieron por el pronto.


Ocuparon sin hallar resistencia la mayor parte


de estas ciudades, pues que muchos de sus mora-


dores fueron á refugiarse en las fragosidades \ as -


perezas de los Pirineos, á donde se trasladaron


con sus mujeres , hijos y tesoros. Hay motivos


para creer que allí formaron un Estarlo libre' é in-


dependiente, \ i[ue, continuando en el ejercicio


d e s ú s leyes, usos v costumbres, se eligieron un


je fe , una cabeza, un príncipe, ó un rey , llámesele


como quiera. Existen documentos incuestionables,


por los cuales se prueba que en 7 3 0 aquel grupo


de hombres l ibres, refugiados en los Pirineos, tenia


á su cabeza un príncipe ó un jele llamado CHnn-


I ihano.


Los proscriptos de las montañas, cuvo centro




23


(lo refugio principal parecí; que era el Camgó, no


¡arelaron en inquietar á los invasores de su país.


El primer levantamiento contra los árabes, de (pie


hay memoria en nuestras comarcas, fué en 7 2 4 ,


once años después de su invasión, y siete más


tarde del alzamiento de Pelavo en Asturias. Pero


si bien esto es lo que probado queda , todo in-


duce a c r e e r que la guerra de la reconquista c o -


menzó tan pronto como los cristianos se hubieron


organizado en el seno de las montañas á que ha-


bían ido á buscar un asilo.


No existen memorias escritas de aquella época,


Y hav ipie apoyarse en los recuerdos tradicionales


que nos han conservado antiguos historiadores.


Por estos recuerdos se ve que la lucha entre


los árabes y los proscriptos de las montañas con-


tinuo viva siempre, y que consistía en escaramu-


zas, sorpresas, avances \ retiradas, guerra propia


de guerrilleros montañeses, hasta que comenzó á


tomar un carácter más organizado en 7 o 4 con la


aparición de Olger. y los (pie han sido llamados


los nueve varones /v no Harones; de la fama.


Otger lué el Pelavo catalán. Eos antiguos c r o -


nistas se han devanado los sesos para darle noble


cuna v hacerle descender de ilustre prosapia; pero


Olger no pudo ser, no fué olro (pie un jefe de los


independíenles, de los proscriptos de las montañas




24


de les ensílanos del Pirineo. No liav en él otra


noble cuna ni otra ilustre prosapia que su valor,


su patriotismo \ su grandeza, tres ti lulos que valen


más por sí solos á los ojos de la crítica histórica,


que todas las genealogías imaginarias ó reales de


los cronistas.


Mientras Otger v sus compañeros llegaban a


formar una hueste terrible, v balaban con ella a


poner sitio á Ampurias, aparecía otro núcleo ¡le in-


dependíenlos en el Valles. Nuestros recuerdos tra-


dicionales hablan de un puñado de cristianos que


se mantenían fuertes e n e ! castillo de Egara, hov


Tarrasa. E s fama que los bizarros «caballeros de


Egara ,» que así son conocidos en la historia, no


sólo resistieron en aquel castillo cercos y asaltos,


sino (pie dieron improvisadas acometidas contra


los pueblos vecinos en (pie estaban los árabes,


metiéndose de continuo con ellos en escaramuzas,


cerrándoles el paso, cogiéndoles precioso botin, \


rompiendo á menudo sus huestes.


Se dice que Dapifer sucedió á Otger en el mando


d é l o s independientes, v luego á Dapifer, Seniofre


ó Seniofredo; v como hav quien en este caudillo


halla el tronco de los condes de Barcelona, se ago-


tan todos los recursos para probar que Seniofre


era de estirpe Carlovmgia. Aquellos caudillos pri-


meros de los independientes eran de la tierra c a -




íalana, jefes valerosos á quienes sus hechos (le ar-


mas, v no sus títulos de nobleza, ponían al frente


de las huestes cristianas. Tan ridículo es buscarles


timbres nobiliarios, como hablarnos de los mila-


gros que se dicen entonces acaecidos, suponiendo


>:iie los santos bajaban á la tierra paro combatir


entre los cristianos y darles la victoria. Allí no


hubo más nobleza que la de las proezas, ni más


milagro que el de un puñado de hombres lanzán-


dose á la reconquista de su país contra numerosí-


simos ejércitos de salientes invasores.


Sin embargo, los gotholaunos, ó sean los c a t a -


lanes, no eran en número bastante, m teman fuer-


zas suficientes para arrojar del país á sus e n e m i -


gos. Hubieron en lances de pedir apoyo á los con-


des de las fronteras, v e n varias ocasiones p e n e -


traron en Cataluña cuerpos de francos, con aviida


de los cuales llegaron á apoderarse de plazas tan


importantes como Cerona, Vieh \ l ' rge l .


La empresa más notable fué la toma de Barce-


lona en el año 8 0 1 , de la cual, después de un


glorioso sitio, se apoderé» el mismo Ludovico Pío ,


que mandaba las huestes de los sitiadores. Ludo-


V'ce- Pío, monarca franco, \\i\o de Carlo-Magno.


había entrado en Cataluña, no como conquistador,


s i n o para ayudar á los naturales á conquistar su


perdida patria. Importa mucho deiar esto t e r m i -




26


VI.


Existe una prueba patente, que no deja lugar


a duda, para hacer constar la independencia de


los catalanes y para demostrar que los emperado-


res francos sólo ejercieron aquí un protectorado.


mi ii temen te consignado, importa mucho hacer


constar que el recobro de Barcelona se debió, no


tanto á las armas del monarca franco, como á los


esfuerzos de los proscriptos de las montañas v de


los Caballeros de Eyara, que fueron todos á j u n -


tarse bajo los pendones de guerra de i,udo\ieo,


cuyo auxilio v apoyo habían reclamado.


E s conveniente para nuestro objeto fijar bien


esta circunstancia y levantar acta de ella, porque el


sistema parlamentario catalán eslá estrechamente li-


gado con la época de la independencia del condado


de Barcelona, y hay que desvanecer los errores


que torcidamente han esparcido autores antiguos


esclarecidos, suponiendo que Cataluña fue provin-


cia del imperio (raneo. No fué así. bos emperado-


res franceses no tuvieron nunca dominio en Cata-


luña, v sólo se les admitió á título de protectores,


con las condiciones establecidas en un pacto, se-


gún v eremos.




Está cu los que unos llaman preceptos y otros


¡iriviletjios de los mistóos monarcas franceses


Carlo-Magno, LudovieoPío y (darlos c/ Calvo. En


e-tos documentos, especialmente en el de Ludo—


\ i c i ) Pío, se encuentra el fimdamenlo de la histo-


r ia del derecho y de la Constitución política de


Cataluña, la primera piedra ipie hubo de servir de


liase al alcázar de su independencia y públicas l i-


bertades. Pero ante lodo, hay que hacer aquí una


observación que debe tenerse muy presente para


nuestros estudios sucesivos. En Cataluña, lo


propio (pie en Aragón, las palabras fuero, privi—


ictjio \ franquicia, no teman el significado que pos-


o-normen le se les dio \ se les da ahora, s u p o -


niendo que ellas entrañan merced de rey . y que


¡ e s derechos conocidos con estos nombres fueron


debidos á la liberalidad o longanimidad del inonar-


e a . En Aragón y Cataluña hubo lucros, privile-


gios v lranquicias antes (pie reyes, y más part icu-


larmente en Cataluña, donde punas los reyes


fueron conocidos oficialmente como tales, sino


M > ' 0 como condes de Barcelona. Se solía llamar


jarros á las leyes civiles, privilegios á lo que hoy


¡lamamos artículos de la Constitución política, v


fnuiijuicia era sinónimo de libertad. En Cataluña


h',me franc (de la palabra franq/icsa, franquicia)


uniere decir, hombre libre. Reino, lieina,—decía
i -




28


el conde de Barcelona v res déla corona de Ara-


gón I) . Alonso III á su esposa Doña Leonor do


Castilla, la cual se quejaba de que no pasasen las


cosas como en aquel p a í s . — e l nos/re poblé es frena'


é no es ass! svbje.de com ho es lo poblé de C.aste-


lla. E s decir, nuestro pueblo es libre y no esto


si-jeto como el pueblo de Castilla.


Dicho esto, que debe tenerse rmiv presente


para lo sucesivo, volvamos á los privilegios de los


emperadores francos.


El de Carlo-Magno está fechado el i de las no-


nas de Abril de <Slá, once años después de haber


entrado en Barcelona su hijo Ludov ico Pío: pero


ni es tan extenso, ni tan explíci to, ni tan impor-


tante como el que dio l.udnvico en <S I C> confir-


mando el de su padre. En este documento se re-


duce \a á escrito el pacto entre los catalanes v el


monarca francés, y bien puede va dársele el nom-


bre de privilegio ó Constitución política, ("arlóse/


Cairo confirmó en 8Í-4 el pacto ó sea la Consti-


tución política de su padre.


Por estos documentos importantes, que obran


en el archivo de la catedral de Barcelona, se ve:


que los catalanes pidieron el apovo de los monar-


cas franceses, no porque dependiesen en manera


alguna de ellos, sino como una nación solicita el


auxilio de otra contra los enemigos que la opn-




¿y


unan; que, cu Irada Barcelona por Ludovico Pin,


- e pusieron ha ¡o su protección \ la d e s ú s suceso-


ros, pero con la condición de conservar sus le\es,


privilegios \ franquicias como hombres indepen-


dientes v libres; que teman va los catalanes leyes


> costumbres propias, las cuales se comprome-


tieron á respetar los emperadores Ira neos; que hu-


bieron de quedar muy limitadas las facultades de


ios r e v é s de F r a n c i a en este país; v por fin. (pie


estaban \a constituidos ó eran conocidos los tres


estamentos, eclesiástico, militar v popular ó real,


que más tarde, habían de llamarse Brazos, pues


hallamos consignado que del privilegio de L u d o -


vico Pió se dejaron tres copias en cada ciudad,


una en m a n o s del obispo, otra en poder del conde


o gobernador general , v la tercera bajo la e u s -


iedia de los ciudadanos.


No se puede dar reconocimiento más marcado


de las tres clases, clero, nobleza \ estado llano, \


aquí podría hallarse, de seguro, el origen del s i s -


lema representativo en nuestro país por poco que


en ello se lijara la atención. Pero no bav necesi-


dad de irle á buscar tan aila, que aun descendiendo


á más modernos tiempos, lo hemos de encontrar


establecido de una m a n e r a i n c o n c u s a en época


bastante primitiva para poder caberle á Cataluña


ia gloria de haber sido el primer listado de E u -




30


ropa en que la clase popular entró á formar partí-


de los Congresos nacionales, procediendo á Ara-


gón, Navarra v Castilla, \ mucho más aún á In-


glaterra, á C U Y O pais usurpatoriamente se llama


cuna de la libertad europea.


V I I .


Los primeros condes que hubo en Barcelona


fueron nombrados por los emperadores franco-:


pero eran solo condes gobernadores, especie üe


caudillos militares ó generales enviados para la


defensa del país. Hasta llegar á 8 7 3 no hallamos


á un conde soberano, ¡mes si bien es verdad que


algunos de los condes anteriores á esta época tra-


taron de declararse independientes, ninguno K.


consiguió.


Vifredo el Velloso fué el primer conde s o b e -


rano de Barcelona en 8 7 3 , y lo fue por aclama-


ción de los catalanes, que se gobernaban por la>


leyes electivas del Vuero-Juzíjo. Eligiólo el paí-.


por medio de un acto de soberanía nacional. A l -


gunos historiadores pasan como sobre ascuas al


llegar á ese punto, pero ha\ que confesar que Vj-


fredo fué proclamado por voto de los catalanes, es


decir, por elección popular, cuando el primer rev




31


¡le Aragón lo fue por elección de los caudillos o


nobles.


Tenemos, pues, aquí tan antigua la indepen-


dencia como la soberanía de la nación.


(Como los datos de aquellos tiempos escasean,


no tenemos noticias de Asambleas nacionales 6


(Cortes durante; el gobierno de nuestro primer


conde soberano, pero /os (enemas tundndísimos


para creer que Bereuguer bamon id. Curra, el


cual gobernó desde ! 01 <S hasta lOib'i, celebró


muchas \eces (Cortes para arreglar los negocios


del Estado. Hallamos también que este conde es


el primero del que consta haber jurado las f r a n -


quicias ^libertades) de los barceloneses, C U N O ju-


ramento hizo sobre el altar de San Juan de la


iglesia de Sania (Cruz v de Santa Eulalia de Bar-
rí j


eelona. Existe un privilegio ó (Constitución polí-


tica de llamón Bereuguer id Curvo, por el cual


asegura, as ía los seglares como á los eclesiásticos,


la conlirmaeion de todas sus Iranquicias j hereda-


mientos libremente, sin censo alguno, comprome-


tiéndose por su parte los barceloneses á guardarle


fidelidad y auxiliarle contra sus enemigos.


¿Fué este privilegio otorgado á consecuencia de


unas (Cortes"' Todo induce á creerlo así. De todos


modos, talando esto no lucra, que sí debió de ser ,


tenemos a! conde jurando pública v solemnemente




32


guardar y hacer guardar la libertad y Constitu-


ción política del país en el año I 0 2 o .


Los «pie no se lijan en los datos (pie acabamos


de dar. por ignorarlos o pasarlos por al to, asegu-


ran, sin embargo, que los principios de represen-


tación nacional fueron consagrados y elevados á


derecho constitucional por D. Ramón Berenguer


en las verdaderas Cortes de Barcelona en 1 OGS.


V efectivamente es así. En estas célebres Cortes,


que no fueron precisamente en I OGS . sino que.


abiertas en 1 0 6 ' . ) , no terminaron hasta -I 07-1 , se


compiló y estableció el Código de los Cmüjes.


quedando consignado de hecho y de derecho (pie


los condes soberanos de Barcelona, v luego como


tales los revés de Aragón, no podían legislar ni


lormar Constitución ó estatuto de interés general,


sin concurrencia de las Curtes. Los autores hacen


observar que este principio se llevó hasta el punto


de (pie, no habiéndose llamado ó asistido á esta le-


gislatura los representantes de los condados de,


A m p o n a s , Besalú y Pallas, todos los antiguos j u -


risconsultos-de Cataluña , o|)inan que el Código de


los Umlyes, sin embargo de estar hecho en Cortes,


no tenia fuer/a \ vigor legal en aquellos condados


por la circunstancia mencionada. De aquí pode-


mos deducir una práctica altamente l iberal , y un


principio de doctrina eminentemente constitucio-




33


nal, á saber , (¡ue estaban dispensados del cum-


plimiento de lo acordado en Corles aquellos l i s ta -


dos que en idlas no tenían representación.


Han supuesto algunos que en estas Cortes de


Barcelona de 10(51) a 1071 , convocadas por R a -


món Hcrcnguer el Viejo para dar fuerza de ley v


reducir á tal lo (¡ue \a estaba recibido como uso


I sitltjc,-. no lu\o representación el elemento po-


pular. Es un error. Se lipin principalmente los


que tal sientan, en los veintiún nombres de las


personas que aparecen linnando el acta de la san—


(en) con el conde de Barcelona y su esposa Doña


Aiuiódis. Si en este dalo hubiésemos de apoyar-


nos, caeríamos entonces en un error mucho nía—


\.>r aún, pues habríamos de suponer que sólo


asistieron barones á aquellas Corles, \ que no sólo


l o hubo representación del estamento popular,


pero ni del eclesiástico tampoco.


En los vcinUna nombres de los firmantes del


arta, no aparece ningún eclesiást ico, ni ninguno


que. al parecer, sea representante del estado lla-


n o , -m embargo de que en esto nos cabe alguna


dada. Pero es preciso tener en cuenta que, como


\,i admiten nuestros antiguos cronistas, aquellos


\e ü l m i K i fueron sólo una comisión, nombrada por


A-.iinblea general ¡tara que recopilase los usajes


eses , v los presentase después para su aproba-
H E H : ' ¡ U U « M 1 í í O í S l í T l ' V t M I i .




cion á las (lories, lín el preámbulo de- esle Código


se consigna, que después de redactado por la in-


dicada comisión, fué aprobado laude el ermsilw


¡iroboram hominum.


No puede quedar la menor duda de que el es-


tamento popular estaba representado en aquella


Asamblea nacional, ni tampoco de que allí tuviese


su representación el estamento eclesiástico, al


cua l , por otra parte , se \e comenzar en Cataluña


la ¡dea de Congresos representativos, bes compi-


ladores de los Códigos, los jurisconsultos mi'is e n -


tendidos en las leves catalanas, los cronistas más


importantes, todos están c o n f i r m e s y contestes ea


decir que el conde 1). llamón bereuguer el Viejo


celebró verdaderas Corles y formó los usajes, con


intervención \ consejo de los obispos, prelados v


otros eclesiásticos, barones , nobles , caballeros,


ciudadanos v hombres de villas.


Así , pues, cuando no se quieran encontrar, que


bien se puede, los albores del sistema representa-


tivo en Cataluña en (''pocas anteriores, hay que


hallarlos sin vacilaren las Corles de 1 0(i() á 1071




VII I .


Desdo 1071 no hallamos que volviesen á ce le-


brarse Corles en Cataluña hasta 1 1 2 ' ) , en época


de D. Ramón berenguer III ol Gromfc. A estas


( j a l e s o Asambleas, parece que no asistieron más


que eclesiásticos y nubles; pero también debe ad-


vertirse ipic, más que Corles. Inoren solo un ver -


dadero Concibo, pues se ocuparon principalmente


ile cosas relativas ala Iglesia y al clero.


Durante la época de 1). Ramón Berenguer Í V ,


l'amado el Sania, por cuyo enlace con la r e i n a de


Aragón se unió Cañduña á aquel r e i n o , sólo b a -


ilamos Corles en ¡¡'43 \ 1112. /a.s primeras en


Barcelona , y en Gerona las segundas. Se trató


únicamente en el las , así en unas como en oirás,


del establecimiento de los Templarios en Catalu-


ña, y tuvieron un carácter de Asambleas mixtas,


entre Colimbo y Corles.


Unidos quedaron el reino de Aragón y el Prin-


cipado de Cataluña; pero séanos permitido decir de


paso que ninguno de los dos perdió su carácíer de


nación libre é independiente.


Por vez primera, á la muerte del conde de Bar-


celona D. Ramón Berenguer IV, hubo Cortes ge-




36


nerales de aragoneses y catalanes en Huesca. En


ellas se decían') el testamento de aquel príncipe,


v se acordó que quedase regen le del remo la


viuda Doña Petronila. ínterin llegaba la mayor


edad del príncipe 1). Alfonso. A estas Corles, que


fueron celebradas en ' 1 1 6 2 , asistieron por parte


de Cataluña los tres Brazos , pues consta que en-


viaron sus procuradores las ciudades v villas.


También asistieron los tres Brazos á otras Cor-


tes particulares de Cataluña que se celebraron en


Barcelona el año I I 9 8 , convocadas por Pedro <>l


Católico, v si bien no consta que la clase popular


tuviese representación en las que si-, reunieron el


año 1 2 0 0 en la m i s m a Barcelona, se baila pro-
bado que la tenia en las celebradas en Cervera e¡


año 1 2 0 2 .


Ya desde entonces se ve al estamento popular


constante v s in interrupción en su puesto, lo pro-


pio e n las Corles reunidas en Pingcerdá el a ñ o


•1206, como en las celebradas en Barcelona v Lé-


rida en 1 2 1 0 . Es , pues, una equivocación la que


se lia sentado, al decir por algún historiador, res-


petable v digno de crédito por otra piarte., que á


D. Ja ime"I el Conquistador se debe indudable-


mente el otorgamiento definitivo del derecho de


acudir á las Curtes la clase popular. Se ha i l u d i ó


(¡ue antes de su reinado el derecho vacila, v no es




37


así , pues vemos al tercer estado concurrir á t o -


das las legislaturas ('(deliradas, quedando- sólo


duda si asistió á las (lories de Barcelona en 1 2 0 0 .


.\'o está probado que á estas asistiera ; pero tam-


poco consta ipie depira de concurrir .


En las Cortes que se reunieron en Lérida el


año 121 i para proclamar rey á D. Taime el Con-


quistador. asistieron diez síndicos de cada una


de las ciudades, villas y lugares principales con


poderes bastantes para consentir \ aprobar lo que


se acordase, y en todas las legislaturas convoca-


das por aquel gran monarca aragonés, el pueblo


lué siempre llamado á ocupar su puesto.


Aunque el pueblo catalán tenia va reconocido


por inmemorial y continuada costumbre el d e r e -


cho de representación á (pie siempre lué llamado


con rarísimas excepciones, desde las Cortes de


11)71 , no quedó, sin embargo, legalmente san-


cionado hasta bis Corles de Barcelona de ¡ 2 8 3 .


reunidas por Pedro el Grande. En ellas dio el
monarca su sanción á los capítulos presentados,


algunos de los cuales teman un carácter tan esen-


cialmente político, que fueron, por decirlo a s í , la


base de la Constitución catalana, y la consagra-


ción del régimen l iberal , que vigente estuvo en


Cataluña hasta la malhadada guerra de sucesión,


á principios del siglo pasado. Estaba va anter ior-




38


monte reconocido el derecho de las Cortes á lem's­
lar con el rey, era tradicional é i n c o n c u s o en el
estado llano el derecho á formar parle de las Cor­
tes; pero esle derecho n o s e \ e sancionado por lev
paccionada hasta 1 2 8 3 , v de esta época arrancan
las primeras lenes conocidas sohre el sistema r e ­
presentativo catalán.


I X .


Fueron ba¡o muchos conceptos importantes la­
Corles de 1 2 8 3 . Ya I ) . J a i m e el Con<¡ifisl(id.or en
I 2 2 8 hacia c o m e n ido en partir el pinler legisla­
tivo con la nación, estableciendo que teman dere­
cho á c o n c u r r i r á las Cortes los ciudadanos v
hombres de \illa, y cuantas personas por su posi­
ción social eran merecedoras de ligurar en el
Cuerpo representativo; pero en la legislatura de
1 2 8 3 , presidida por Pedro el (¡runde, se estable­
ció que en lo sucesivo sena necesario el consen­
timiento de los prelados, barones, caballeros v
ciudadanos de Cataluña, ó de la mavor parle de
ellos, llamados á Cortes, para hacer Constitucio­
nes ó estatuios generales; que las leves de Cata­
luña fuesen jiaccmnadas y tuviesen luer/a de con­
trato, es decir, que el re\ no pudiese hacer ш




30


derogar ninguna sin concurso ni aun autorización,


de las (lories. v que estas dclnau ser convocadas


todos los años dentro de Cataluña en la época que


mejor le pareciese, no impidiéndolo alguna pista


causa.


(Homo esta última disposición íuo infringida por


el r e v á poco de aprobada, en las (lories de B a r -


celona de 1201 se reiteró ¡a le\ de 1 2,X. ' j, pero


haciendo obligatoria la r e u n i ó n anual , v no p e r -


mitiendo al re\ alegar causa alguna que evitase-la


congregación de los tres Brazos, dejándosele, Mi )


embargo, la /acuitad de eíeg/r la población donde


deberían celebrarse. No tardo, empero , en c o n o -


cerse qui; esta lacullad podría tener graves i n c o n -


venientes, y en las (Virios de 1 2'M) en Barcelona,


se acordo que la apertura de la Asamblea legis la-


tiva se veriüease todos lo- años en un día señala-


do, debiéndose r e u n i r las (lurtes en Barcelona ó en


Lérida alternativamente, a no ser que el rev c r e -


yese conveniente elegir otro [imito, en c u v o caso,


debía señalarlo y anunciarlo con dos meses de an-


ticipación . advirtiendo que si el monarca estaba


ausente ó enfermo, ó las Cortes no podían cele-


brarse por cualquier otro obstáculo, deberían pre-


cisamente reunirse á los treinta días después de


haber aquel desaparecido.


Los tres Brazos que componían las Cortes cata-




40


lanas, se intitulaban más técnicamente estamentos


eclesiástico, militar y rea l , y sólo tomaban el


nombre de Brazos, cuando, después de convoca-


dos , hablaban ya en las sesiones y deliberaban


Fu los tres estamentos se comprendían indistinta-


mente nobles y plebeyos.


E l Brazo eclesiástico le componian; su presi-


dente nato, el arzobispo de Tarragona; los obispos


de Barce lona , Lér ida , Gerona, V i c h , Toríosa.


L rgel, Solsona y Elna en el Resel len; los síndicos


de los cabildos de las catedrales ; el castellan de


Amposta ; el prior de Cataluña; los comendadores


de las órdenes militares, y los abades y superiores


de los monasterios.


El Brazo militar, ó sea el noble, lo componían


todos los nobles de Cataluña, desde el duque de


Cardona, presidente del brazo, hasta el último


hombre de paratje. Formaban parte del m i s m o


los extranjeros, si poseían feudos ó jurisdicciones


territoriales en el Principado, y los ciudadanos,


así nobles como plebeyos, ya fuesen comerciantes


ó simples artesanos que poseían tierras jurisdiccio-


nales.


E l Brazo real ó popular, lo formaban las ciuda-


dades del Principado y las villas de realengo, te-


niendo la presidencia Barcelona. Todas, así c i u -


dades como villas , enviaban sus respectivos




41


diputarlos con el nombre de síndicos. Barcelona


enviaba cinco por lo regular; pero no tenia sino


un solo voto, como las demás.


Las (lurtes eran nulas si se excluía de ellas
algún Brazo.


Las Cortes eran convocadas para tratar del e s -


tado y reformas hacederas en el país y. para hacer


\ establecer las necesarias y convenientes á la


custodia, gobierno y quietud de la n a c i ó n .


Todos los que teman derecho de asistencia á


las Corles , podían presentarse y exigir su admi-


sión , aun cuando por descuido ó por malicia no


hubiesen sido previamente llamados por Cortes


reales.


Por lo que foca á los procuradores, síndicos ó


diputados de las ciudades v villas, e ran especia l -


mente elegidos á cada n u e v a convocatoria de


Corles. La noticia más antigua que hemos po-


dido hallar relativa á esta elección, es de Diciem-


bre de 1 3 Í 7 . En c! manuscrito titulado Rúbrica


de Bruniíjiter, que se custodia en el archivo de


nuestras (Jasas consistoriales, consta que el lunes


•i de los idus de Diciembre del año citado, los


concelleres y consejo de ciento, reunidos en la


plaza del palacio real con muchos jurados y m u -


chos de los otros ciudadanos y habitantes de


Barcelona, eligieron síndicos á dos de los conce-




42


llores \- á seis oíros ciudadanos para concurrir á


las Corles (pie el rey había convocado. Después


de esta noticia, á cada paso se encuentra en la


citada Rúbrica ñolas relerenles á elección de los


síndicos de Cortes, elección que siempre consta


hecha en público en las plazas v escaleras del


palacio real , v siempre seijun la forma, acostum-


brada. También consta que á los pocos días de su


elección, los síndicos debían presentarse á jurar


en la plaza pública, delante del pueblo congre-


gado para el acto.


Se ve, pues, por estas noticias que los repre-


sentantes del pueblo eran verdaderamente tales,


y elegidos por voló libre y espontáneo de sus re-


presentados.


X .


Para ser diputado ó síndico, es dec i r , para


ser elegible, no se necesitaban más condiciones


que ser catalán, v e c i n o de la población que lo


elegía, y estar habilitado para formar parte de la


corporación municipal, de manera que con estas


condiciones la prole de los cuneros, hoy tan fe-


cunda v tan fatal piara el país, no podía existir en


Cataluña.




4:5


En el siglo xv los dipútanos cobraban hono-


rarios á razón de 3 0 sueldos por día. según


consta en esta noticia , que traducimos al pié de


la letra, de la Rúbrica.


«A \'¿ de Enero de 1 4 2 0 . Ramón de Plá. uno


de Iris síndicos, hizo recibo de 3.ÍI libras catala-


nas por su salario de 2 3 4 días , á razón de 3 0


sueldos por día, según es costumbre dar á los


síndicos de Cortes c.ríraricilalem. >••


Los diputados de las antiguas Corles catalanas


pueden presentarse como dechado y ejemplo de


patriotismo, de lealtad, de a m o r a l trono y al


pueblo, de hidalguía, de rectas intenciones, de


cuantas virtudes son necesarias á los legítimos


representanles del país, (pie, sólo por amor á


é l . se presentaban en los escaños del Congreso á


hacer o ír su autorizada v desinteresada voz. ¡ i n -


feliz, por otra parte, el diputado que no cumplía


como bueno v leal, ó que se manifestaba indife-


rente a los intereses del pais!


Escarnio de sus conciudadanos, blanco de sus


tiros, se veía precisado á abandonar la ciudad.


Anles de ir á las Cortes, los diputados presta-


ban el juramento solemne de no admitir empleos


ni honores para ellos m para los suvos , no sólo


durante el tiempo de su mandato, smo hasta


cuíco años después de haber cesado en sus fun-




i i


cioncs. La diputación ó yeneral de Cataluña,


cuerpo casi soberano entonces , era el centinela


avanzado del país, y ante este tribunal eran re -


sidenciados los síndicos al volver de las Cortes, á


fin de que, durante cierto espacio de días, pudie-


sen los electores hacerles todos los cargos que


quisieran respecto al buen ó mal desempeño de


su elevado cometido. E l país era inexorable para


con un diputado traidor ó vendido. Probado el


cohecho se le borraba del libro de los ciudadanos


honrados, y quedaba inhabilitado para toda clase


de empleos v honores.


Recordamos haber leído que una vez , en


tiempo del emperador Carlos 1 , este monarca re -


galó una pieza de rico brocado á un representante


de Cataluña que había ido á tomar asiento en las


Cortes de Monzón. E l diputado catalán, que h a -


bía prestado solemne juramento de no aceptar


dádivas ni empleos, se halló entonces en un ver-


dadero compromiso de delicadeza, pues ni podía


faltar á lo que tan solemnemente había jurado, ni


queria dar un desaire al emperador. En este


apuro aceptó la pieza de brocado que le ofrecía el


rey, pero lué para regalarla á uno de los templos


de Barcelona, á fin de que se destinase al uso v


servicio de una de las santas imágenes veneradas


por los catalanes.




45


En otra o c a s i ó n , en tiempo de Felipe I I , los


diputados catalanes que se hallaban en las Cortes


de M o n z ó n , accedieron á que el monarca sus-


pendiese las Cortes á causa de haberse declarado


la peste en dicha villa, pero al regresar á esta


cuidad fueron públicamente degradados por haber


tenido miedo á la peste , y por haber dado su


consentimiento á (pie el rey suspendiese las Cor-


les antes de haber contestado á ciertas quejas


del país.


Ejemplos como estos abundan en los anales de


nuestra historia, y prueban cuan alto rayaban el


patriotismo de nuestros mayores, y cuan arraiga-


das estaban en nuestro suelo las verdaderas prác-


ticas constitucionales.


Los altos luncionarios \ empleados, como go-


bernador general, senescal, almirante, e t c . , esta-


ban absolutamente excluidos de las (lurtes, siendo


las únicas incompatibilidades que había. Al c o n -


trario de lo que hoy sucede , nuestros antiguos


políticos creían deber alejar de las Cortes á los


altos funcionarios (pie podían falsear la represen-


tación nacional seduciendo, oprimiendo, vejando


ó influyendo malamente. En cambio se daba d i c -


tas á los diputados.


Los diputados de Barcelona teman un consejo,


con el cual conferenciaban \ se ponían de acuerdo




4G


para cualquier caso grave, el i lien! I oso ó delicado.


Llamábase este cunse|o la veinticuatrena J e ("or-


les, por ¡orinarse de veinticuatro ciudadanos, que


eran elegidos al propio tiempo que los diputados,


solamente para dar a estos el consejo y el apoyo


de sus luces ó influencia. Venia á ser en cierto


modo la veinticuatrena de Cortes, lo que hoy son


los comités políticos para los representantes de


cada partido.


XI


Abríanse las Corles el día señalado con la (pie


entonces se llamaba «proposición del rey* y hoy


discurso de la Corona, i'hi esta proposición ó dis-


curso , el monarca hablaba de los motivos (pie le


habían precisado á convocar las Cortes, de lo que


esperaba de ellas y de los asuntos generales de!


reino, contestándole por lo regular el arzobispo


de Tarragona con palabras de mera cortesía.


Sucedió una vez que Juan fl celebraba una


solemne apertura de Cortes en Barcelona, v por


ley ó capítulo de Cortes estaba terminantemente


prohibido, á cualquiera que fuese, hallarse en el


estrado que sustentaba el trono y al nivel del rey ,


mientras que este pronunciaba el discurso con el




41


fiiiil abria lii legislatura. E n tanto que Juan 11


pronunció este discurso, su nieto, liqo del conde


de Foix o ¡ufante de Navarra estaba junto al trono


del rey su ahucio. Terminado el discurso, la


Asamblea guardó si lencio. y en vano esperaba


Juan II la respuesta, que según uso, debía dar el


arzobispo de Tarragona á la proposición real. Era


que se había decidido no contestar mientras el


infante continuase en el puesto que contra la ley


ocupaba. Esta decisión fué comunicada en voz


baja al \ ice-cancil ler , pero en términos generales


como eran los de que no ¡india darse contestación,


mientra* hubiese junio al trono personas que no


debian estar.


Encargado de trasmitir esta respuesta al rev,


el v ice-canciller cumplió con su encargo; pero, el


rev le volvió á enviar á la Asamblea para hacer


observar que la presencia de un niño era sin con-


secuencia, y que no debía dilatar por lo m i s m o


su respuesta. A pesar de la opinión del rey, las


Cortes persistieron en su silencio, y Juan II, c e -


diendo ante una insistencia protegida por la ley.


chó orden id infante para que abandonase el sitio.


Entonces se levantó el prelado, y contestó al


discurso del rey diciendo que las Cortes liarían lo


que más conforme estuviese con el servicio de


Dios y la salud del reino.




48


En todas las circunstancias cunm en esta, ha-


llamos la prueba de los sentimientos íntimos, de


los sentimientos patrióticos y nacionales que ani-


maban á nuestras antiguas Corles y á nuestros


antiguos ciudadanos. Se ve á estos siempre respe-


tuosos para con el rey , siempre adictos, pero


inspirándose déla susceptibilidad más le\e en sus


relaciones con el poder soberano, pero inflexibles


con respecto á lo que imperiosamente les exigían


su posición en el Estado y las prerogalivas anexas


á uno de los grandes poderes nacionales, á la re -


presentación del pueblo que les habia confiado


la elevada misión de defender sus derechos y


franquicias, y depositado entre sus manos una


partí; de su soberanía al eonliarles el poder de


hacer sus leyes.


La primera sesión de las Corles no se reducía


más (pie al discurso del rev v á la contestación de


la Cámara.


liu la segunda quedaban nombradas las diez y


ocho personas, nueve por la parle del rey y oirás


nueve por parle de los Brazos, «pie debían formar


lo que hoy se llama la comisión de acias, listas


diez y ocho personas, con el nombre de halxh fu-


dores, examinaban las circunstancias legales de


(os diputados y los poderes que traían para ver si


estaban en regla v dar su dictamen.




49


Constituida va la Asamblea , elegía el rey á


Lis personas que en su nombre y representación


habían de entenderse con ella, v á estas se daba


!a denominación de tratadores del rey.


Los Brazos no deliberaban en común, sino


onda uno separadamente, pero al objeto de enten-


derse entre s i . cada estamento nombraba s e i s


•rotadores de Brazos. ) reunidos los diez y ocho,


'-diferenciaban y se ponían de acuerdo, llevando


l u e g o los asuntos á la discusión de s u s respecti-


vos Brazos, lín estos, después de amplia discu-sión, se tomaban los acuerdos por mayoría abso-
luta, excepto en el Brazo militar, donde e r a


necesaria unanimidad de votos para que hubiese


decisión, pues el disenso de un solo individuo


paraba el Brazo.


Aprobadas por ios Brazos las proposiciones de


l o s tratadores, se llevaban á la reunión general


!e los mismos, y como estaban ya previamente


¡probados por cada uno en particular y se hablan


miphamente discutido, poco lugar ofrecían al


óchate de la Asamblea general, con tanto mavor


motivo cuanto (pie limaban también la aprobación


no los tratadores del rey. Para su sanción y


•.íeimiliva anrobaeion si1 aguardaba á celebrar la


otima sesión, que era llamada del Solio, donde


•I rey juraba todo lo hecho \ legislado, no disol-
ME MORi A s DK t S CC >ST1T>: Y E M * . i




viéndose jamás las Corles hasla que per parle del


monarca, v con toda la religiosa pompa \ pública


solemnidad se había prestado este juramente».


X I I .


Dos circunstancias muv importantes \ mu\


notables hav que hacer observar tratándose de


las Cortes caíala ñas.


La primera, (¡ue hasta después de haber ter-


minado todo lo <pie debían tratar las Cortes \


hasta después de haber prestado el res id jura-


mento de guardar v hacer guardar las eonslitu


(•iones hechas y demás acuerdos v actos de Cor-


te, no se le otorgaba el servicio ó donativo (pe-


en los primeros tiempos nunca hit; pecuniare


por cierto, consintiendo solo en gente armada,


sostenida á costa del Principado.


La segunda, que el subsidio no era nunca, v o -


lado por las Corles, como el re\ no desagravias)


antes al país , á cualquiera de los tres lira/o?


ofendidos ó á los simples particulares, de las i n -


justicias, desafueros ó arbitrariedades que el (


sus oficiales hubiesen podido cometer desde i;


legislatura anterior.




51


Sobre este punto, fueron siempre inexorables


los catalanes.


E n 1 2 6 4 se negó al re\ D. Ja ime el Conquis-


tador el auxilio que pedia contra los moros, m i e n -


tras no satisfaciese los agravios que se r e c l a m a -


ban de arbitrariedades cometidas por él y sus


oficiales en el país.


A I) . Pedro el Grande le negaron las Cortes


ei auxilio que pedia para la guerra, si antes n o


retiraba ciertas órdenes (pie había dado c o n t r a -


r ias á lo prevenido en las Constituciones.


E n tiempo de Alfonso, el conquistador de Ñ a -


póles, las Cortes se negaron á servir á este rey


con el subsidio que demandaba, si antes no v e -


nia de Ñapóles á responder de ciertos cargos


que se le hacían, v aun acordaron que el s u b s i -


dio no le fuese dado hasta s e i s meses después de


su regreso \ de haber satisfecho los agravios


para ver si eran cumplidos.


E n 1 3 9 6 el Parlamento que celebró la reina


en Barcelona, pasó á hacer algunos actos de con-


sideración, sm intervenir los síndicos de B a r c e -


lona, quienes por c a u s a s especiales no se habían


presentado aún ¡i tomar asiento en el Congreso.


D i e r o n s e por agraviados los diputados barcelone-


s e s , v se delibero que no se presentasen en el


Parlamento ínterin aquellos actos no fuesen revo-




52


cados, como asi t ino que hacerse cu -16 de D i -


ciembre de dicho año, pasando entonces á ocupar


su puesto los diputados. [Jjruniquer, lomo 2 . " .


pdg. 2 8 9 . )


En 1 4 3 7 la veinticuatrena de (lurtes delibero,


y dio instrucciones á los diputados para que no


permitiesen que se procediese á hacer ningún


acto de Curies, como antes no luese reparado un


agravio que había recibido de parte del g o b e r -


nador de la ciudad de Corona. , Bruuiquer, lugar


citado.)


Los anales parlamentarios de nuestro país es -


tán llenos de hechos de esta Índole, y consta en


diverses é importantes casos la lirnieza con que


en este punto obraron siempre las Cortes cata-


lanas.


El derecho de quejarse y ser desagraviado no


se limitaba á los Brazos ó diputados. Cualquier


catalán, aun de la condición más humilde, tenia


derecho de acudir en queja ó ¡jreujes á las Cortes,


pidiendo remedio v justicia contra la autoridad,


el oficial ó empleados que le hubiese ofendido ar-


bitrariamente, aun cuando fuese el m i s m o rev.


Por lo mismo, todas las legislaturas comenza-


ban por nombrar una comisión, que era llamada


de jueces de (jreujes, la cual se acostumbraba


componer de diez y ocho personas, elegidas la




53


ilutad por el rev v la otra mitad por las Cortes,


cuya comisión tenia á su cargo dar informe sobre


cuantas ipjejas se presentaban.


En cuanto se r e u n í a n las Cortes, quedaban


Instituidos todos los empleados reales existentes


en Cataluña, hasta q u e . sujetos á u n j u i c i o de


residencia celebrado por los comisionados de v e -


guería nombrados por las m i s m a s Cortes de le -


gislatura á legislatura, fuesen absueltos de su


conducta oficial en el desempeño de los destinos.


;< l 'nas Cortes, ha dicho un ilustre contempo-


ráneo, con \erdadera iniciativa en todos los r a -


mos de la legislación y dei Gobierno, que p n n -


eijuaban sus tareas por residenciar al m o n a r c a y


a iodos sus delegados en cuantos actos suyos s e


denunciaban como conlrafuero. pidiendo su r e -


medio y reparación, y que terminaban por r e v o -


car los s e r v i c i o s otorgados á la corona (si las


licenciaba antes de llegar al término de sus t r a -


bajos legislativos), ó por anular todo lo hecho por


ellas m i s m a s si negaba la regia s a n c i ó n á sus


provectos de lev , r e u n í a n dentro de sí más ele-


mentos de estabilidad \ de supremacía parlamen-


taria que todas las que en España se han c o n o -


cido en el siglo que corremos."..


Conforme observa o/ro autor, las disposiciones
; o g . i ! o 5 de las Cortes con el rey se calificaban de




54


Constituciones y actos ó capítulos de Cortes. El


jurisconsulto catalán Ripoll diferencia la Consti-


tución del acto de Cortes, diciendo: «¡pie la


Constitución se hacia por el rev y los tres Brazos


juntamente , usándose la fórmula slati/imits el <>r-


diuamus, mientras que los actos ó capítulos eran


peticiones que elevaban uno ó dos Brazos sepa-


radamente al rey sobre intereses particulares del


Brazo.» La fórmula de esta concesión era: Plan


al senyor rey. í Place al señor r e y . ;


Las Constituciones se consideraban como leves


paccicnadas, y lodos los antiguos jurisconsultos


están conformes en darles esta tuerza y vigor: y


como una de las principales precauciones para no


bastardear el texto y espíritu de las leyes, es


su interpretación auténtica, las Cortes catalanas


no (pusieron que esto fuese facultad del rev . sino


que se apropiaron esta interpretación, conside-


rándose como autoras de las leves v acordaron


que esta importante atribución debía residir en los


Brazos, pero oyendo para las interpretaciones á


una comisión de jur isconsultos .




55


X I I I .


L i s (lories no podían celebrarse en pueblo de
menos tic dosrienlas casas , ni en lugar alguno
¡lúe fuese casa de re\ ó tuviese fuerza armada.


lin la Itíthrica di­ l}runi<¡i/er se lee : с E n 2 4
de Marzo de I í.'iO. (picncncio la rema celebrar
las (Virios en el casi i ib > de l 'erpiñan. los conce­
lleres escriben á los síndicos que disientan por
ser casa de rey. s á veintiséis les escriben e jem­
plares, \ á \eintioclio escriben que cuando el rey
esté indispuesto, recibida información de médicos
continuada en las actos de la corte, лап los Esta­
mentos con protesta allí donde está el rcv á ce le ­
brar el acto, \ de otra manera, el re\ debe i r al
.¡parlamento de las Estamentos. »


Con motivo de esío. dice un autor muv en ten­
íalo, por cierlo, en todo lo que se roza con el


parlamentarismo antiguo: " En cuanto á las reía—
•iones elídales entre el re\ \ las Cortes, éstas


llevaban siempre ventaja: porque si bien abunda­
ban las muestras de política \ cortesanía cuando
se hallaba presente, es lo cierto que nunca, ni
en corporación ni en comisión, se presentaban en
el palacio del re\. Este iba para todo en persona




5t¡


á las Cortes ; son mu\ eontadas las \eees <¡ue és-


tas se presentaban en [(alacio. \ siilo en ocasiones


tan críticas y solemnes como cuando muñéndose


el rey D. Martín sin sucesión m testamento, (pu-


sieron oír de su boca el nombre del sucesor, para


evitar una guerra erv d.»


Cas Cortes llevaban esto tan al extremo, <pie


ni siquiera permitían que la sanción de las leyes


y capítulos de Corles fuese otorgada en el palacio


real, sino en el seno de aquellas. Así es que.


habiendo sucedido una vez, duranle la legislatura


de Barcelona de 1-itH), que las circunstancias del


momento hiciesen de suma urgencia la sanción


de un capitulo de Cortes, se obligó á Felipe III


á levantarse de su cama á las doce de la noche


para trasladarse al convenio de San Francisco,


donde las (Cortes celebraban sus sesiones, al o b -


jeto de sancionar v pirar aquel capítulo.


De grande importancia, de suma trascenden-


cía y de vital interés para el parlamentarismo,


era un privilegio ó facultad di; las Corles cata-


lanas. Había obligación de considerarlas reuni-


das v con lacultad de deliberar v tomar a c u e r -


dos, hasta seis horas después de disimilas por el


rev. A nadie puede ocultarse la trascendencia


ile, este derecho de próroga, altamente lav ora-


ble para la causa del constitucionalismo, v s a -




57


bulo es que de él usaron las Cortes de Lérida


en LítiO para intentar la libertad del principe de


\ l a n a .


El poderío é influjo de este cuerpo legislativo


i logó á rayar tan alto, y tan respetado se vio, (pie


Icé la admiración de las naciones extranjeras, y


dio fama merecida á Cataluña, que era recono-


cida do quiera como suido clásico de parlamen-


tarismo y sistema constitucional.


Aquí no existía la lomuda aragonesa de si non


• 'ion: pero venia á ser lo mismo. Los condes-reyes


ao eran reconocidos v admitidos como tales hasta


que habían prestado solemne y público juramento


a las Constituciones y libertades del país. No se


olvidaban jamás los catalanes de exigir la solem-


nidad del juramento , si por cualquier incidente


el conde-rey la retardaba, y llevaron su suspica -


cia política hasta tal ex t remo, que á D. F e r -


nando el de Antequera, el rey aclamado por s e n -


tencia de los jueces de (Jaspe, se le obligó a


prestarlo basta cuatro veces antes que ellos pres-


tasen el suyo de hdelidad.


l~n autor del siglo xvu ha escrito: « Era lev


perpetua que los condes de Barcelona luesen t e -


nidos á jurar , tener y guardar todas las leyes


de la tierra, ordenanzas de la corte, estatutos v


privilegios así generales como particulares, y




58


X I V .


Le estaba expresa v terminantemente prohi-


bido al rev por las Cortes el otorgar privilegios


generales ni especiales en contra de lo dispuesto


por las mismas, y acostumbrada á renovarse esta


prohibición en cada legislatura.


esto antes que los subditos les presten ó den o b e -


diencia, ¡uranieuto de, fidelidad, pleito y h o m e -


naje. Kn tanto «pie si antes que la real majestad


haya jurado, algunos de los subditos le prestaren


el juramento de fidelidad, fuera nulo, se tendría


por no hecho v de ningún valor.»


Ya en otra obra ha dicho el autor de estas l i -


neas que la libertad, la cual por espacio de siglos


tuvo un templo en Cataluña, estaba asegurada


contra cualquier ataque, pues los buenos patri-


c i o s , mirando en ella el elemento de prosperidad


el porvenir, el bienestar, en una palabra, el alma


del país, habían tímido buen cuidado de tomar


las medidas para que fuese indestructible v para


que no pudiese atreverse á ella ninguna clase de


anarquía, ni la del rey que es la tiranía, ni la de


los nobles ipic es la oligarquía, ni la del clero


que es la teocracia, ni la del pueblo que es la l i -


cencia .




59


Los diputarlos ó representantes del país toma-


ban á su cargo el vigilar que las disposiciones y


acuerdos de las Cortes se observasen y no fuesen


quebrantados ni por el rey ni por sus oficiales. \1 efecto, en cada legislatura se nombraban c o -
misiones, que discurriendo por las veguerías ( lo


• ¡ue hoy llamamos distritos^, investigaran é infor-


masen si eran cumplidos los acuerdos tomados


por la Asamblea nacional.


Un autor ya citado, el S r . Manrique, hace ob-


s e r v a r ipie en vanas leyes de nuestras Cortes se-


na establecido el J U I C I O por jurados sobre cuya


c o n v e n i e n c i a , inconveniencia ó posibilidad tanto


>o discutí! hoy y se disputa..


h i i a l m e u i e . estudiando la historia de nuestras


antiguas Corles. Constituciones, legislación y l i -


bertades se encontrarán reconocidos , respetados


v aclimatados en Cataluña muchos derechos v


muchas libertades, que sólo á costa de mucha


sanare y de muchos sacrificios hemos logrado


volver á conquistar en tiempo moderno.


Xo hablemos ya del derecho de petición, r e -


unión V asociación, que eran tan latos como per-
mitían las circunstancias y las costumbres pol í t i -


cas de aquellos tiempos: en cuanto á la libertad


de imprenta, folletos políticos se imprimían e n -


tonces, cuya reproducción no ha sido hasta ahora




fiO
permitida: en cuanto á la libertad de enseñanza,
bastará decir que cualquiera tenia derecho á abrir
cátedras, y en cuanto á tolerancia religiosa, re­
cordar ipie en las (lories de 128.'í, se confirma­
ron lodos los privilegios, Iranquezas \ libertades
que tuviesen los judíos y sarracenos en cada lu­
gar de Cataluña, permitiéndoles el ejercicio pú­
blico de su culto. Ya antes de 1 2 0 8 , por medio
de un documento que el autor de eslas líneas ha
trasladado en otra obra, Г). Jaime el СонциЫи­
<iitr otorgó v a r i a s gracias á las aljamas de pidios.
prometiéndoles conservar, adornar v ensanchar
sus sinagogas, tener cementerios particulares, v
diñarles en libertad de oír los sermones de lo­
frailes, comprometiéndose por sí \ por sus suce­
sores á no hacer innovación alguna en aquellas
disposiciones, sin (pie previamente fuesen oídos \
juzgados conforme á derecho.


Para completar las ideas que brevemente nos
hemos comprometido á dar en estos escritos s o ­
bre lo relativo á las Cortes catalanas, debemos
consignar que los diputados eran inviolables.
«Nunca falta en los príncipes la ambición de a u ­
mentar su hacienda, decían nuestros antiguos;
nunca debe dejar de ser lev el freno de ambición
tan nociva: nunca les fallan tampoco aduladores
(pie son enemigos de las libertades públicas, v




61


nunca á éstos so les debe dejar ocasión de s e n ir


exclusivamente al principe en daño del Estado;


nunca, pues, deben faltar vengadores de la liber-


tad, v para que estos no falten es menester que


sean inviolables, siendo de advertir que esta i n -


violabilidad no es en beneficio de tales ó cuales


diputados, s ino en beneficio del m i s m o Estado.»


No ha existido jamás nmgun país en que tan


lermmanlemente consignado \ reconocido estu-


viese el derecho de la soberanía nacional. S i a l -


guna vez , que [incas fueron, en la época del


constitucionalismo catalán, el monarca quebran-


taba su solemne juramento de guardar y hacer


guardar las leves, faltando de este modo al pacto,


las Cortes, si no bastaban las respetuosas y r e p e -


tidas súplicas v manilestaciones que hacían para


volver al buen c a m i n o al extraviado príncipe, no


vacilaban entonces en ponerse á la cabeza del


pais, en aclamar á otro por conde de Barcelona,


\ en jurarle fidelidad, después de haber él jurado


las leves. Constituciones v libertades.


Así sucedió en tiempo de I ) . Juan II, de F e -


lipe IV v de Felipe \ . En nombre del pueblo


catalán se desposeyó del trono á estos tres pr ín -


cipes como conculcadores de las leyes y violado-


res de las [latrías libertades, v si bien e s verdad


• me sucumbió las tres veces Cataluña, y si bien




62


lo es qoe los tres monarcas volvieron á ocupar


el trono del que se les había arrojado en nombre


de la patria, también lo es que sólo fué después


de una larga, cruda y sangrienta guerra durante


la cual los catalanes supieron demostrar á cuánto


rayaban su valor, su entereza y su amor á la l i -


bertad v á la patria.


El cronista Pujados dice en su Crónica <le


Calaluña, y con esta f r a s e podemos dar por t e r -


minados nuestros artículos. « E l s e r v i r de los c a -


talanes se puede decir (pie no es servir, sino c o -


re! nar.




EL CASTILLO
Y


L O S C A B A L L E R O S D E E G A R A ,


I .


La historia debe importantes resultados á los


estudios de la orillea moderna. Ninguna duda


¡Hiede caberle al historiador de que Tamisa fut-


ía antigua y lamosísima ligara , siendo quizá la


m i s m a que Ptolomeo llama l igosa, v la q u e , s in


duda por error b equivocación de los copiantes,


se ha llamado en diferentes escrituras E g r a . E x a -


ra, E v a bra y E x a l e r a .


La existencia de ligara de iodos era sabida.


Nadie ignoraba (pie había existido una ligara , á


la que liorna pagana había hecho municipio y


Roma cristiana sede episcopal: pero discordes an-


daban los autores en .-eñalar el sitio donde un día


se levantara; así e s , que mientras unos la ponían


en Narbona, otros la situaban en Berga. y otros,




64


finalmente, en ligea rio los Caballeros. Nuestro ce-


loso v docto cronista I ) . Jerónimo Pujades, fué


quizá el primero (pie sacando á luz el irrecusable


testimonio de las piedras escritas, probó, por m e -


dio de la traducción de unas inscripciones halla-


das en ciertas lápidas, que ligara había existido


en el sitio donde hoy se levanta San Pedro de


Tarrasa. Vinieron detrás de él á robustecer esta


opinión con el peso de su autoridad, los Flore/.,


los Masdeu, los Fnnestres \ los Ainal.


Ninguna duda queda va del lugar en que s<


hallaba situada E g a r a ; pero si bien los citados


autores anduvieron afortunados en demostrar esio


de un modo patente, no les sucedió lo propio en


averiguar su or igen, vicisitudes y ruma. Su his-


toria yace oculta en el seno de las tinieblas amon-


tonadas por los siglos barbaros. ¿Quién la fundó 9


¿Quién la destruyó? Se ignora completamente.


Pujades colige de una carta de venta corres -


pondiente al año 9 7 8 , que esta ciudad no fué aso-


lada en la general pérdida de España , cuando la


venida de los moros, y cree que debió conservar-


s e , dándose á partido como Barcelona. S i n e m -


bargo , las tradiciones están contextos en citar


aquella época como la de la destrucción de Egara .


Así lo asegura, entre otros, el autor de unos Ana-


les manuscritos (pie hemos tenido ocasión de




65


(f) «Memorias de la antigua ciudad (le Kgara, situada en
Cataluña, en el lugar donde lo está la villa de Tai-rasa, con
otras varias noticias pertenecientes á la historia eclesiástica y
á la del reino de España, y muy particularmente á Cataluña,»
por D. -losé Ignacio Rodó. Kste manuscrito se halla en poder
de! Si*. D. Miguel Yinyats, en la actualidad, diputado provin-
cial por id partido de '¡'arrasa.


MKMT-RlAe I.E !"N ( MNf, l 11 L VR.S IT.. 5


hojear Para esfe aulor r io cpieda duda alguna


íjue los moros, en la pérdida de Kspaña, después


de asolada Tarragona, pasaron adelante c o n q u i s -


tando otros puelilos hasta llegar á la ciudad de


Kgara, donde hallaron tan tuerte defensa y res is -


tencia de los naturales, que antes que entregarse,


prefirieron, cual otros sagundiles . perecer entre


lus escombros v rumas de su ciudad nativa. Des-


truida' hubo de quedar entonces la población,


salvándose sólo su íor l ís imoé inexpugnable c a s t i -


llo, como luego veremos. v desde aquel m o m e n -


to, l o q u e evo ligara arrasada, se llamo Terra


rusa, de donde lomaron el nombre de Terrosa ó


T a m i s a las dos villas modernas que boy se levan-


tan en (lolaluña en el sitio ocupado un día por la


í V e n e n i o ¡"gara.


V ipie ero rica v opulenta ciudad lo de higa ra,


no cabe dudo por las memorias que de ella se


conservan. Florecía muchos años antes de la ve-


nula de Jesucristo, existiendo va en tiempo de los





fenicios, según parece , de quienes heredaron sus
naturales la industria en la fabricación de sus ma­
nufacturas. Fué capital en tiempo de los cartagi­
n e s e s , v municipio en la época de la dominación
roma na.


Su posición, en medio de un suelo poco fértil,
parecía destinarla únicamente para la industria y
fabricación, así e s , que desde tiempos antiquísi­
mos, sus moradores se dedicaban con preferencia
á la industria de lanería, habiendo sido siempre
muy celebrados sus artefactos.


A esto [ j u d o m u s bien contribuir la protección
(pie le dispensaron los emperadores romanos. Sus
productos eran tenidos en grande estima \ expor­
tados á las cosías de F r a n c i a \ de Italia, especial­
mente á Roma \ á Sic i l ia , donde los nobles so
preciaban de \eslir sus manufacturas.


Algunas lápidas que de la época romana se
conservan, prueban la importancia \ esplendor de
la antigua población.


Pero lo cierto es, que rema una lamentable n s ­
curidad por lo que atañe á la historia niil/ia; \
política de l igara. Sedo tenemos alguna más ¡uz.
tocante á su historia eclesiástica, lin tiempo de los
godos fue silla episcopal. \ no cabe la menor
duda que su iglesia catedral estaba donde lv>\ s e
hallan las tres iglesias de San Pedro, Santa María




117


v San Miguel, las cuales se edificaron de las lau­
nas de aquella.


Se sabe haberse celebrado en su recinto un
Concilio el año (i I I . liste Concibo, que parece
fué nacional, confirmó las decisiones del de Hues­
ca. celebrado en ¿>08. donde se establecieron dos
cánones: uno de los cuales era. que los sacerdotes,
diáconos \ subdiáeonos guardasen el cel ibato, v
p¡ otro, que todos los años se celebrasen s íno­
dos, fué presidido este Concilio por el metropoli­
tano Ensebio, \ asistieron, entre otros obispos,
ios de Barcelona, Zaragoza. Corona \ Calahorra.


A iuerza de grandes trabajos de investigación,
j b T . i f T s . sobre todo, á un importante manuscrito
• ;'!<• e\¡s|ia mi id c o m e ó l o de [ladres Recoletos de
Ta,rasa, se ha logrado saber que va en 31­5 había
obispo en l igara. \ que fueron veinlieineo los que
<>onp:iroi! sucesivamente la sede desde dicha
' ' p í a hasta (¡8 4. por el ónlen siguiente:


Teivuluis­. til •!: lalerinus, 3 3 0 : Joannes . 3 0 3 :
O l i o s . Ш : I r ineo. Ш; Fat ic lus , 11 í : Fél ix ,
:¡(!3: Nohridius. 31 2: Tauro­ , 3 2 3 : Xehridius I I ,
Ш: rVI¡\ I I . 3 0 3 : Joannes I I . .*>8(i: S o f r o ­
nio. ."i íSíí: Tigridm. 3 8 ' . ) : l'ctrus , 3 9 7 ; l lergio.
• >l'\i: Celios II 1 П З ; Eugenio , 0 3 3 ; Deoda­
tus. 0 3 3 : Coíbai . 0 Í 3 ; Baeaiidus. 0 3 1 ) : Secua,
fió:.: Vicente. 0 3 3 ; .liixtus. (¡70; Joannes 111. 0 8 4 .




No habiendo memoria de más obispos desde


6 9 3 , en que acabó Juan l f l , hasta í ) 2 8 , en que-


mé electo San Ju l io , benedictino de .Montserrat,


se cree que hubo de ser extinguida la sede por la


irrupción de los moros, acaecida á principios del


siglo V I I I .


Queda ya dicho que la tradición supone que la


ciudad de ligara fué; destruida por los moros, des-


pués de haber opuesto sus naturales una vigorosa


resistencia á aquellos invasores. Has la fija la tra-


dición el año de su ruma, poniéndola en el de 7 i i ,


según unas memorias manuscritas del doctor don


Segismundo Font v Pares , de las cuales s e n o s ha


facilitado copia. Pero si los moros acabaron con


la ciudad de ligara hasta dejarla arrasada fierra


rasa,j , no sucedió lo propio con el castillo, tortí-


simo almenar , baluarte inexpugnable, donde s i :


refugiaron los héroes de la independencia catala-


na, conforme vamos á ver.


II.


Apoderados de Cataluña los moros, muchos


habitantes se doblegaron al yugo de los invasores


á fin de no abandonar sus hogares, mientras (pie


otros muchos, templado su corazón en el fuego




(')'.)


riel patriotismo, corrieron á refugiarse en los Piri -


neos con sus niu|eres, sus lujos v sus tesoros.


|>ara es|)orar la aurora de un porvenir me jor , v


criar allí á sus lujos, educándoles en el triple culto


do amor á la religión d"l Crucificado, de amor á


la tierra de sus padres \ de odio á los invasores


de su tierra. Los grandes valles de Cerdaña. Aran,


Andorra v Pallas, llenos de espesos bosques, de


llagosas cavidades, de ignoradas cuevas y de á s -


peras quebradas, ofrecieron un asilo seguro á los


jn'oscritos. Refugiados al l í , como los aragoneses


en Truel v e n Covadoiiga los astures , fortale-


ciendo su espíritu con el aire de libertad que se


respira en las montañas, robusteciendo sus miem-


bros con las fatigas, las necesidades y los rebatos,


esperaron á que llegase el día en que poder arro-


jarse de pronto sobre aquellos hombres de extraña


patria, de extraña religión y de extraños usos que


hablan invadido su país.


Los naturales de ligara v de sus inmediaciones,


no tuvieron necesidad de ir á ampararse de los


Pirineos. E l vasto castillo de ligara les ofreció á


Unios un asilo seguro. Allí se refugiaron también


con sus mujeres , sus hijos y sus tesoros, los que


hasta el último trance defendieron la ciudad, y


muchos habitantes del Valles y de los pueblos


vecinos, arrojados de sus casas por los invasores.




70


De Egara y de los Pirineos debía partir á un


tiempo el primer grito de patria é indepen-


dencia .


La tradición da el nombre de loa cu bul le ros de


Egara á los catalanes que en aquel castillo s e l u -


cieron inertes v temidos, consiguiendo que jamas


dejase de ondear el pendón de la cruz en sus al-


menas, v (pie fuese aquella fortaleza un baluarte


inexpugnable, á C U N O S pies se estrellaron siempre


las muslímicas armas. Es fama que. los bizarros


caballeros de E g a r a , los caballeros de la patria,


como con más propiedad debiera llamárseles, no


sólo resistieron en aquel castillo cercos y asaltos,


sino que dieron imprevistas acometidas contra ios


pueblos vecinos en que estaban los moros, me-


tiéndose de continuo con ellos en escaramuzas,


cerrándoles el paso, cogiéndoles preciosos botines


v rompiendo á menudo sus huestes.


Así se mantuvieron, según tradición, por es-


pacio de ochenta años , sucediendo los hijos á les


padres, v heredando los menores la inquebranta-


ble íc v la bélica fortaleza de sus mayores.


No tallará quien ponga en duda c! manteni-


miento por espacio de tantos años de una fortaleza


en medio de un país ocupado cas i totalmente por


el enemigo; pero la misma tradición se encarga


de explicarnos esto




71


\ anos s i t ios se vio ohligado á sosioncr el c a s -


tillo de l igara : pero siempre los moros , viendo


impotentes sus esfuerzos, acaba lian por levantar


el campo v retirarse á Barcelona ó á otra de s u s


¡liazas Inertes, dejando entonces ciertas épocas de


respiro á los valientes egarenses , que aprove-


chaban aquellos momentos para reforzar s u s m u -


res v proveer la lorlaleza con auxdio .de las po-


blaciones v e c i n a s , cuvos habitantes, al reconocer


el v ugo de la m o r i s m a . no habían renunciado á


favorecer á sus hermanos, siempre (pie para ello


se les presentaba o c a s i ó n .


Cuéntase que una vez el sitio puesto á Egara


por los moros, duro muchos meses. \ a que n o


era posible rendir por la tuerza á aquellos bravos,


se trato de rendirles por hambre . Llegó un día en


pie el ¡ele de las luerzas sitiadoras, crevendo que


los egarenses estarían va extenuados v des fa -


llecidos por el hambre . les envió un parlamento


oi reo leudóles honrosas condiciones de capitulación.


Las condiciones fueron rechazadas, v el embaja-


dor mero pudo enterarse por s u s propios ojos de


que les almacenes estaban llenos de víveres v los


establos llenos de ganados de todas clases. La


abundancia reinaba en el castillo. El parlamenta-


rio no pudo menos de mostrar su asombro. Los


sitiados le llevaron á la cajiilla del casti l lo, y en-




72


simándole la imagen de la Nírgen, esplendente-


mente rodeada de luces, le dijeron:


—_\o os admiréis si desjmes de tantos meses


se llalla tan bien provisto nuestro castillo. T o d o


se lo d é b e n o s á la ¡lema de los Cielos, que está


obrando para nosotros este milagro.


S i n embargo, allí no habió más milagro que el


del palriotismo. A fuerzo de grandes trabajos \


de muchas penalidades, los sitiados habían abierto


una mina ó camino subterráneo que iba á salir á


dos ó tres horas de distancia , en un punto com-


pletamente ignorado de los conquistadores del


país. Por aquel conducto recibían las provisiones


v las tropas de refresco que á veces les enviaban


sus hermanos de los Pirineos, con los cuales e s -


taban en constante comunicación.


Así cuenta la tradición que por espacio de


ochenta años se fué sosteniendo el castillo. Lástima


grande que la carencia total de documentos v m e -


m o r i a s escritas haga remar ton profunda oscuridad


en los anales de aquellos tiempos. .\i sabemos los


nombres de los héroes egarenses, ni cómo se go-


bernaba aquel pueblo allí refugiado, ni cuáles


eran sus costumbres v leves, ni cuáles fueron sus


hechos .


Solo una cosa sabemos, v esta afortunadamente


confirmada por un documento auténtico que viene




73


en apoui de la tradición pira que no pueda caber-


r o s duda de haberse mantenido inexpugnable el


castillo de ligara durante el periodo de la inva-


sion muslímica.


Más de tres tercios de siglo hacia ya que impe-


raban en nuestro país las armas de los m u s u l m a -


nes, cuando, puestos de acuerdo los catalanes de


ligara ó Tarrasa con los que vivían libres en los


valies piremacos \ los que gemían cautivos en


Barcelona, decidieron ponerse, bajo la protección


de LudoMCo Pío, lujo de Carlo-Alagno, ofrec ién-


dose á reconocerle bajo ciertos pactos v condicio-


nes si les ayudaba á arrojar de esta tierra á los


invasores'. Así consta en los preceptos de los em-


peradores francos, citados va por nosotros en otra


ocasión y existentes en el archivo de la catedral


de Barcelona, lin este documento, fuente primera


de la historia catalana á datar de la época de la


reconquista, la existencia de los caballeros de


ligara está reconocida en aquellas palabras de


yol/tos siee hispanas intra liarrlünonam famosi


nonti ais eivilalem reí Tarrasit/m easlellurn, e tc .


Llamado pues por los delensores de ligara vino


\.udo\ic,o Vio, al comienzo del sig/o iv, á poner su


campo sobre Barcelona, pasando los bravos c a t a -


lanes <pie se habían mantenido fuertes en Tarrasa


á ayudarle en el cerco v conquista de la que d e -




74


III.


Así en Aragón como en Asturias, grandiosos


monumentos que atraen al viajero y lijan la aten-


ción del artista, indican el sitio que fué cuna de


la patria independencia. En Cataluña sólo señalan


este lugar unos paredones ennegrecidos que se van


desmoronando. Lo que se enseña en Tamisa al f o -


rastero como castillo de Egara no es más que un


resto escuálido, imperfecto y remendado de aquel


célebre propugnáculo, donde acreditaron su te \


su constancia fuertísima nuestros ínclitos m a -


yores.


Al escribir eslas líneas acabamos de visitar los


restos de aquella antigua fortaleza. Apenas queda


nada.


Las venerables ruinas se levantan á orillas del


bia ser mu>• luego corle v cuna de los condes bar-


celoneses.


Tal fué el origen que tuvo la guerra de la r e -


conquista y de la independencia catalana. Acarnos


ahora lo que ho\ ha quedado de aquel castillo cé-


lebre , cuna de heroicos al fiar que desconocidos


varones.




75


pintoresco torrente llamado Valle del paraíso, y


por lo ipie loca á su exterior, se conservan algu-


nas paredes negras y sombrías en donde, e s p a r -


cidas acá \ acullá, se ven las hendiduras d e v a n a s


saeteras, algunos restos de ventanas góticas, algún


arranque de muro. E s va imposible conocer la


forma de las murallas coronadas de almenas, ceñi -


das de torreones v flanqueadas de torres c i r c u l a -


res. Se enseñan los que dicen ser vestigios del


loso, y en la puerta de entrada dos hendiduras ó


largos tragaluces abiertos en la pared que, al decir


de las gentes, indican el sitio donde estuvo el


puente levadizo. Sin embargo, á nosotros nos p a -


reció que nada de esto debía ser , porque ui allí


podía estar el foso ni allí tampoco el puente leva-


dizo, ('orno este castillo ó la parte que de él (p ie -


daba lúe monasterio de cartujos en el siglo xiv,


según luego veremos, debió sufrir grandes altera-


ciones a lin de ser habilitado para su nuevo obje-


to. Lo que hov se conserva son restos del monas-


terio más que del castillo.


Por lo que loca á su interior, lié aquí lo que


puede verse: un patio cu cuya parte superior


corre una galería, que está interrumpida por r e -


cientes hundimientos, y que debió ser cuadrada


Y compuesta de veinte toscas ojivas apoyadas s o -


bre columnas de iguales bases v capitales. La e s -




c;;lcra ijue conducía á esta galería debió s e r anoh,


v espaciosa, pero hoy es sólo un inonlon de es-


combros, por sobre los cuales se Irepa para ir i


eentemplar desde lo alto el liaste aspecto cpic pre-


sentan aquellas rumas. Permanecen aún en pi¡


los cuatro paredones del que fué santuario ó ca-


pilla, hov convertido en corral de cone|os. La


piedra nie servia de clave á la bóveda, v en la


cual se distinguen aún tres ligeras de imiv linee


dibujo representando, según parece, á (Insto azo-


tado por dos sayones, sirve hoy de abrevaden


para las gallinas.


Muros agrietados, arranque de arcos, escudo-


de armas destrozados, ventanas rotas, capiteles


partidos, vestigios di1 almenas v de torres, arcos


más antiguos cegados por modilieaciones hechas


en el edificio, rumas y escombros, lié aquí lo que


queda del inexpugnable baluarte de la milicia


cristiana. Kl viento penetra por todas partes en


el interior del venerable recinto, silbando de un


modo lúgubre y quejumbroso por aquellas desier-


tas galerías como si lamentara su ruma.


E n un ángulo, y en una miserable habitación


arreglada con restos antiguos, vive una pobre fa-


milia, á cuyo cuidado está la conservación de las


ruinas, las cuales pertenecen hoy á los señores de


M a u n .




idea mu\ equivoca tendría el que lormase opi-


nión de lo ipie era el antiguo castillo por los


restos existentes en el día. La lortaleza de los ca -


balleros de ligara debía extenderse en vasto radio


por los campos Acianos á las rumas, y de seguro


(¡ue el .irado y la azada del labrador remueven hov


tierras amontonadas sobre los cimientos del cas-


tillo.


La tradición, única animadla con la cu,d pueden


disiparse un tanto las tinieblas (¡ue reinan en lodo


este asunto, nos dice también que el castillo e s -


taba, rodeado de proíundos lusos, los cuales se lle-


naban de agua cuando convenía, y que en cada


uno de sus ángulos tenia una luertisnna torre, de


las cuales una cayó, otra lúe derribada por un


rayo, \ las dos restantes, en época mas reciente,


fueron mandadas derribar hasta la mitad, á causa


de amenazar ruina, por el marqués de SenmanaL,


a cuso dominio había ido á parar el edilicio.


También asegura la tradición, recogida deboca


de los ancianos por el autor de un viepi m a n u s -


crito, ipacen cierta época luyo lugar una grande


tempestad, á consecuencia de la cual la Riera de


lúa «trenas, vecina á Tarrasa, se salió de madre


mondando los campos de la parle Norte de San


Pedro. \ dividiéndose en dos brazos aisló la calle


e iglesia de San Ledro, abriendo dos profundos




barrancos colaterales <¡ue luego v u n i e r o n á formar


uno solo, v derribando con la avenida gran parte


de los muros del antiguo castillo, listo barranco


es el «pie después se llamo \ continúa llamándose


todavía Valle del paraíso.


listas alteraciones sufridas por el territorio a c a -


ban ríe desorientar completamente, v, unido esto


á la carencia total de memorias escritas, lince que


no pueda formarse cabal idea ríe lo que era id an-


tiguo castillo, el cual , sin embargo, debía tener


gran extensión \ abrazar un vasto radio.


Las noticias que tenemos de haber s e n ido esto


edificio para monasterio de cartujos, se deben al


doctor I ) . José de Valles, v se hallan en su libro


titulado) Primer instituto de la saurada reí i (¡ion


de la Varlnja, impreso mi \1{.)Í.


Según este autor, por los años de l . ' H í . h a -


biendo quedado viuda sin sucesión de I ) . Ramón


de Calders la nobilísima señora doña Blanca de


Centellas, hija que fué de I). Bernardo de Cen-


tellas, señor de la villa dcTarrasa , v de doña Ale-


manda su mujer, de la casa de los marqueses de


O u i r r a . deseosa de ofrecer parte de sus bienes á


D i o s , resolvió fundar una cartuja, v para (dio


cedió el castillo que poseía en Tarrasa v era el


m i s m o donde por esp«c."t de tantos años si 1 hablan


mantenido fuertes los caballeros de ligara.




Cumplido quedó el deseo de doña Blanca, v


aquel m i s i n o año, después de grandes reparacio-


nes en lo que del antiguo castillo so conservaba,


quedó convertida la antigua morada de los bata-


lladores héroes de la independencia, en pacllico


asilo de solitarios cartujos , dándose á la nueva


fundación el título de Cartuja de San J a i m e ' de


\ allparaiso, por haber ocurrido va la inundación


de que se ha hablado v estar situada ¡unto al pro-


fundo barranco, repentinamente abierto por la


avenida de las aguas, al que el vulgo había c o -


menzado á llamar Valí del Paradla.


\i\ió sólo cuatro años la noble doña Blanca


después de su donación, v solo durante estos cua-


tro años moraron en aquel sitio los cartujos, pues


hallándole reducido por el creciente desarrollo de


su fundación, decidieron trasladarse áMontalegre


en el iugar (pie había sido de religiosas agrísimas


y donde ¡KM-manecieron hasta quedar extinguidas


las órdenes religiosas en 1 8 3 5 .


Ya nada más se vuelve á saber de esta fortaleza,


s ino que pasó al dominio de los marqueses de


Senmau.it, de quienes la adquirió recientemente


la lamilla .Mauri . hov día su propietaria.


falos son las notieías que, no sin trabajo, h e -


mos podido recoge!' relal¡vamenté al que bié ba-


luarte de la catalana independencia. De este lugar




80


(1) Los varios manuscritos que se citan en estos artículos,
de a utores desconocidos unos, y otros de D.Segismundo Fonl,
doctor D. Antonio Sola y doctor I». .losé Ignacio Rodó se ha-
llan en poder de 1). Miguel Vinyals, diputado provincial, don
Felipe Soler, notario, y del doctor Coll, presbítero, quienes
nos los lian facilitado con la mayor amabilidad y con celoso
interés. Llcvenlcsoslas lincas el profundo recuerdo de grati-
tud que les consagra el autor.


ignorado, de entre cslus ruinas olvidadas \ de


aquellos héroes por desgracia conocidos, arrancan


los fundamentos de la nmderna historia de Cata-


tal uña {' I ~'¡.




EL REY DON JAIME


Y


E L O B I S P O D E G E R O N A .


I.


Ls un hecho cierto y prositivo, por más que


luisa autores, verídicos en otros puntos, empeña-


Jos en negarlo, que á principios del año 1 2 Í 6 , el


iv\ I). Jaime el Coni¡alsla(lor mandó cortar la


lengua al obispo de Gerona, fray Berenguer de


Ca-lellbisbal. Ln vano ciertos cronistas lian pro-


curado hacer que se olvidara este suceso n e -


gándolo, refutándolo ó laceándolo; pero todos sus


esfuerzos han sido inútiles. La verdad, lo propio


pie la luz, acaba siempre por abrirse paso á tra-


vés de la más insignificante rendija.


Zurita se \ ió obligado por la censura oficial á


herrar, en su segunda edición de ios Anales, el


re ¡saje que relativo á este suceso había impreso en


! . i primera. Aliaren escriba') sendas páginas tra-
KEMOKlA^ ! 'E O CO .'.STIT1. VEN l ' F , 6




82


tando do demostrar la poca consistencia y la fal-


sedad del hecho : otros autores, cortesanos de la


mentira , han lanzado los rayos do su ira contra


los que. apóstoles de la verdad, lian intentado po-


ner este suceso en claro. Sin embargo . hov no


puede caber va la menor duda. La crítica histó-


rica demuestra, con severa lógica, que el hecho es


indudable.


Lo que todavía eslá oculto bajo un vado hasta


ahora impenetrable, es la verdadera causa que im-


pelió á I ) . Jaime á hacer cortar la lengua ai


obispo de Gerona. Aparece como lo más cierto,


(jue este prelado reveló algo que el rev le había


confiado en secreto de confesión, v que quiso el


monarca castigarle por donde mismo había pecado:


pero se ignora en qué consistía este secreto; pues


aun (aiando algunos han supuesto que lo revelado


por el obispo fué el matrimonio clandestino del


rey con Doña Teresa Gil de Vidaura, es positivo


que este enlace no pudo realizarse hasta después


de l í í o l , época de la muerte de la rema Doña


Violante. 'Ni creemos que vavan tampoco más


acertados los que suponen (¡ue la revelación del


obispo fué por haber comunicado al infante Don


Alfonso, primogénito del r e y , la desapacible dis-


tribución de la corona que el monarca tenia pre-


meditada .




83


El hecho es. que el rey mandó prender v cor -


tar la lengua á fray Bereuguer de Castellbisbal,


escribiendo, poco después de esta sangrienta m u -


tilación, una caria al Sumo Ponlihoe, dándole


cuenta de los motivos que había tenido para pro-


ceder tan cruelmente contra el obispo, y pidién-


dole ser absuelto. El I C N I O de esta carta no es c o -


nocido: pero sí lo es la contestación del Papa


Inocencio I V , dada en Lion de l 'Yaneía , á 10 de


las calendas de Tubo del año 1 1 1 de su pontificado


¡'22 de Junio de 1 2 4 0 ' . la cual trascribe el padre


(idóneo Ramaldo, sacándola de la librería Vati-


cana v del libro III de las Epístolas del Papa Ino-


cencio, cuyo primer capítulo, que transcribimos


per ser el m;is constante abono de la noticia, dice


así, t raducido del lal m:


( ' I n o c e n c i o , obispo, s i e r v o de los s i e r v o s de


Dios , al rev de Aragón, espíritu del más s a n o con-


se jo : Recibidas v leídas tus letras , ocupó ¡i nues-


tro ánimo un grandísimo asombro por la enormidad


del delito ipie ellas expresaban; pues afirmaste


que nuestro venerable hermano Bereuguer , obispo


de Gerona , antes que lo fuese, había alcanzado


tanta autoridad en la curte, que era tenido como el


más honrado éntrelos mayores; pero que después,


como tú añades, siendo traidor contra t í , tuvo la


osadía de revolar cosas que tú le hablas descu-




84


(1) En nuestra Historia de Cataluña insertamos algunos
párrafos de esta epístola. El cronista de (terona, en su obra
Gerona liixturico-?rionumeiit<il, con una ligereza que noque-
remos calificar, tacha de falso la ¿pisto!» citada por nosotros,
«Permítasenos , dice , dudar, no dirumos de su autenticidad,
sino hasta de su existencia, ínterin no podamos leerla por
nuestros propios ojos.» Puede leerla cuando guste en Odorico
Kainaklo, y traducida del latín en la Historia de Poblnl, por
Kinestrcs, tomo 11, página 277.


bicrto en el fuero de lu penitencia, y también ha-


bía armado contra tí otras muchas \ graves má-


quinas, por lo cual le mandaste salir luego de lu


remo; v habiendo el alcanzado allí la dignidad epis-


copal, lú, encendido con el calor de la ira, le hi-


ciste prender v con mandato sacrilego quitarle


parte de la lengua. Así nos pedias que mandáse-


mos salir de tu remo á dicho obispo, v á tí v á los


partícipes en consejo, avuda ó ejecución, se diese


la absolución de tan gran delito» í I ';.


Hasta aquí el primer cajutulo de la epístola. La


suma de los otros consiste en dec ir : que concede


al rev D. Jaime la grandeza de sus virtudes y ha-


zañas, manifestándole el amor (pie por ellas v las


de sus predecesores le tiene el Paj ia sobre ios de-


más jiríneipes católicos, y que á esa medida era el


dolor del escándalo con su delito ocasionado; que


no debía su real prudencia haber érenlo ligera-


mente en delito tan inverosímil de su conlesor, v




85


ao fácil de probar, ni cuando se probara podía ser


castigado del r e y , sino del mismo Papa; que no es


taba el rey en disposición de rec ibir la absolución,
pues le duraba el rencor contra el afligido obispo;


v que, por fin, le exhortaba al arrepentimiento de


sus culpas, v á que . conforme á los saludables


consejos que le daría el penitenciario frav Des ide -


rio, que le enviaba, satisfaciese á Dios y a l a Igle-
sia para no perder el Reino eterno por la sacrilega


tiranía de aquella sangrienta ejecución.


Varias cosas se deducen del contenido de esta


epístola, entre ellas, que frav Berenguer reveló un


secreto de confesión; que la revelación de este se-


creto fue anteriora su nombramiento de obispo, y


por consiguiente, anterior á los amores del rey


con Doña Teresa Gil de Vidaura y también á los


sucesos que dieron margen al levantamiento del


principe D. A l o n s o ; que I). J a i m e , no sólo des-


terró al fraile por la revelación del s e c r e t o , sino


por estar urdiendo tramas contra él v por acaudi-


llar quizá alguna parcialidad ó algún bando que


ponía, en conflictos al re ino, v que no se lanzó el


monarca á proveer por sí y ante sí la captura del


obispo v su bárbara mutilación, cediendo sólo á


los impulsos de su cólera , sino (pie tomó consejo


de los barones que le rodeaban.


terrible fué la sentencia, bárbara y cruel más




8<i


(jue terrible; pero criminal y gravemente crimina)


ai)(]u\o el sacerdote indigno que anlo Dios \ a rile


los hombres fallaba de aquel modo ;i la santidad del


Sacramento. S i la Iglesia no lema perdón para el


rey que mandaba arranear la lengua al monje por


haber revelado un secreto de conlcsion , tampoco


debía tenerlo para aquel otro rev que más ade-


lante castigaba un delito político con hacer beber


á los reos el plomo derretido de la campana que


les llamaba á consejo.


I I .


Bastaría el sencillo documento de que hemos


dado cuenta en nuestro anterior artículo, para de-


jar sentado como verdad irrecusable el suceso de


haber mandado el rev I ) . Jaime cortar la lengua


al obispo de G e r o n a , por revelación de secretos


que le había descubierto el monarca en el hiero


de la penitencia. Sin embargo, por si acaso esto no


bastaba, Fmest res , en su Historia do Poblef,


apéndice á la disertación X I , tomo 2 . " , nos da


importantísimos detalles, que comprueban y par-


ticularizan el trágico acontecimiento, copiando va-


r ias escrituras que extrae del proceso de reconci-


liación del r ev D. J a i m e , cuvo proceso parece que




87


se conservaba en el archivo de che lio monasterio.


Por eslas escrituras se ve q u e , recibidas las


letras exhortatorias del Papa . a\iuose el rey á


seguir los consejos de su penitenciario fray Desi -


derio, haciendo público el reconocimiento del de-


lito cometido y el propósito de satisfacer á la Ig le-


s i a , con esentura que otorgó en la ciudad de


Valencia el "> de Agosto de I 2 1 ü , la cual comienza


asi. traducida del latín:


«¡Nos J a i m e , rev de Aragón, por consejo y


exhortación de fray Desiderio, penitenciario del


señor Papa, reconocemos habernos excedido g r a -


vemente en el hecho de la mutilación de la len-


gua del obispo de Gerona, y haber enteramente


ofendido á nuestra madre la Iglesia. Por tanto,


dohéndonos de lo hecho , contritos y humillados


¡x dimos perdón á Dios y al Sumo Pontíf ice , su


vicario en la tierra. »


Sigue ofreciéndose á pedir perdón al ofendido


obispo, á levantarle el destierro, v , en satisfacción


del delito, á construir un hospital, á terminar la


abadía de Henilazá de la orden cisterciense, va


comenzada, ó á dar algunos réditos á la iglesia de


Gerona, según lo que al Papa le pareciera mejor


v más conveniente. También se ofrece á reconocer


su culpa en junta de prelados, nobles y ciudada-


nos de sus remos.




38


Don Jaime envió este documento ai Papa por


conducto de fray Arnaldo de Peralta , obispo de


Valencia, al que nombró para este caso su e m b a -


jador, v lo acompañó con una carta, que también


traslada íntegra el citado Fmes l res , en la cual


protesta de su arrepentimiento, manifestándose


dispuesto á hacer cuanto el Papa le ordenare en


desagravio de su enorme delito, v acabando por


pedirle la absolución.


A estas cartas contestó el Sumo Pontífice con


otra, fechada en Lion , á 10 de las calendas do


Octubre del año iv de su pontificado ( 2 2 de S e -


tiembre de 1 2 4 6 ) , comisionando á sus legados


Fe l ipe , obispo c a m e n n e n s e , y fray Desiderio,


para que en su nombre absolviesen al rey luego


(pie hubiese dado satisfacción á la Iglesia v al


agraviado obispo.


Los legados del Papa presentaron las letras


apostólicas al rey en la ciudad de Lérida, donde


á la sazón se hallaba , y D. J a i m e , antes de reci-


bir la absolución, hizo en la iglesia de religiosos


franciscanos de dicha ciudad el acto de perdón y


reconciliación con el obispo de ( ¡erona, como es


de ver en la escritura que así dice traducida:


«Antes de nuestra absolución, delante de los


carísimos y venerables y discretos varones obispo


camennense v frac Desiderio, nuncios del Sumo




89


Pontífice, v congregada toda la multitud, así de


prelados como de otros en la ciudad de Lérida,


en la casa de los frailes menores , perdonamos de


puro corazón al obispo de Gerona, sobre todas las


cosas por las cuales había incurrido nuestra ofen-


sa, v al m i s m o damos en adelante nuestra seguri-


dad. Dada esta escritura en Lérida á -16 de las


calendas de Noviembre, año 1 2 4 6 . »


C o n c u r r i e r o n á este acto público, á más del


obispo de Camerino y fray Desiderio, legados


apostólicos, el arzobispo de Tarragona, los o b i s -


pos de Zaragoza, U r g e ! , Huesca y Elna , muchas


magnates de Aragón v de Cataluña, v varios c i u -


dadanos principales de Lérida.


Luego que el rev hubo firmado el anterior e s -


crito, procedieron á absolverle los legados pontifi-


c i o s , imponiéndole por penitencia (pie hubiese de


terminar el monasterio de Bcmfazá, dando para la


fábrica de su iglesia 2 0 0 marcos de plata, v bie-


nes suficientes para que pudiesen mantenerse en


él hasta cuarenta monjes , en vez de los veinte


para tpie se edificaba; que completase la dotación


del hospital de San Vicente de Valencia , hasta


que tuviese la renta anual de 6 0 0 marcos de pla-


ta, v que fundase además una capellanía perpetua


en la catedral de Gerona.


Así terminó aquel suceso que tanto escándalo




90


hubo de mover entonces , y que á tan diversos y


contradictorios pareceres lia dado lugar después.


Por lo que toca al obispo gerundense, fray


Bereuguer de. Castellbisbal, se sabe que falle-


ció fuera de su diócesis , en Ñápeles, el año


de 1 2 5 4 .




MEMORIAS
U X СX > \ " S T 1 Г l Y K N T F


Г" Л <, l X \ S L I L ' Г \ Ш Л 1 И 0 . ) ( , )


Mailrlil № .LE KI.vii'iubrc ilf 1X70.


Madrid ofrecía un áspenlo singular. Se \eia
o I R ¡as calles mucha menos gente que de coslum­
¡>i'f. \ se tropezaba con olerías personas en cuy os


¡i i Tongo apuntos para hacer un libro, relativos todos á
'.as Cortes Constituyentes de 1Щ) y 70. Los iba reuniendo
para publicar un volumen á mi regreso do Italia, después de
habji' prestado juramento el rey y haber terminado las Cor­
les; pero la desgraciada muerte del general Prim y les suce­
sos posteriores, impidieron su publicación, llovió hágaselo
de aquellos relativos al viaje que hicimos á Italia los diputa­
dos nombrados por las Cortos para notificar al duque de
Aosia su elevación al trono tíe España. Téngase presente que
estos apuntes, si bien están con orden y método, fueron es­
critos para servir de base á un trabajo de mayor importancia.
Se dan hoy á luz. tal como se escribieron, algunos en el mismo
•ih de los sucesos, otros en dias posteriores, pero cercanos;
iodos con la impresión del momento, y al vuelo incorrecto de
ia pluma.




92


rostros se leía visiblemente la preocupación que á


todos dominaba.


Salí de mi casa á la una en dirección al Con-


greso. A p o c e s pasos encontré un amigo, quien


me dijo que los republicanos se iban reuniendo.


<pie no terminaría la tarde sin que mediase algo


s e n o , que estábamos abocados á grandes aconte-


cimientos, v que acaso, antes de concluírsela vo-


tación de monarca, las turbas entrarían en el Par-


lamento para arrojarnos de é l . ]\'o me hizo gran
mella lo que el amigo me dijo, que era hombre


de pasión política \ dado á exagerar sucesos; poro


va sea que vo estuviese preocupado al pensar en


el acto que iba á tener lugar, ya que lo estuvie-


sen los demás, es lo cierto, que hasta en el andar


de las gentes me parecía notar algo extraordinario.


Antes de llegar al Palacio de las Cortes supe


que se habían tomado algunas precauciones, v


que en varios puntos de la capital había tropas


prevenidas y dispuestas para acudir allí donde


pudiesen ser necesarias.


También el Congreso ofrecía aquella tarde un as -


pecto singular. El salón de c o n f e r e n c i a s estaba


lleno, v se v e í a á los diputados departir con v i -


veza y a n i m a c i ó n ; pero s in el ruido v la gritería


que acostumbran á llenar aquel espacio. Todos


parecían estar impresionados, v todos, con su a e -




titud, respondían á la gravedad de las c i rcunstan-


cias y á la solemnidad del momento.


¿Nadie faltaba á la cita; ninguno se Labia e x c u -


sado. Supe que sólo t res , por hallarse realmente


enfermos, habían enviado su voto por escrito,


López R u i z , Pascual y S i lvestre , y Garrido


; I ) . Joaquín). El primero votaba por el duque de


Montpensier, el segundo por el duque de Aosta, el


tercero por el duque de la \ ictoria. El diputado


valenciano Pésol, s in embargo de haberse roto un


brazo á consecuencia de una caída tres dias antes,


*c hallaba e n el salón. Matos habia venido de G a -


nar ías sólo para dar su voto.


Pocos momentos antes de principiar la sesión


hablé con el general Prnn , v le manifesté el te-


mor ipie de turbación de orden teman algunos.


Estaba trampillo, sereno y hasta r isueño, v i n e


contestó, con aquella precisión de frase v aquella


M I habitual sonrisa:


— A q u í no pasa nada.


Los primeros momentos de la sesión fueron


tempestuosos. La minoría republicana se agitaba


LO sus bancos, v procuraba , con preguntas, con


incidentes, con interrupciones, con demandas de


lectura de reglamento y de documentos, turbar la


•oiemnidad del acto y retardar la orden del día.


iodos sus esfuerzos fueron vanos, y s e estrellaron




94


ante, la impasibilidad de Pnm , (pie no despegaba


sus labios, v ante la energía de R u i z Zorrilla.


Éste presidió la ses ión admirablemente. Se oía


rugir á la minoría republicana, «e la veía á veces


levantarse airada como una ola monstruosa; pero,


como la ola también, caer v estrellarse á los


pies de la presidencia.


Se procedió por fin á la votación. Conforme á la


lev de elección de monarca, las papeletas debían


ir firmadas con el nombre y apellido del diputado


votante.


Obtuvieron: 191 votos el duque de Aosta , 6¡)


la república federal, 2 7 el duque de Montpensier,


8 el duque de la Victoria , 3 la república unita-


r ia . 1 la duquesa de Montpensier, 2 el príncipe"


Alfonso de Borbon, v hubo 19 papeletas en


blanco.


Entre los que votaron al duque de Aosta, figu-


raban los Sres . Aladoz y Rosell, que hasta pocos


dias antes hablan defendido la candidatura del


duque de la Victoria, y los generales Izquierdo \


Peralta, que habían estaalo defendiéndola del du-


que de Montpensier.


Por este último volaron tres ministros que ha-


bían sido del Poder e jecutivo, Topete, R o m e r o


Ortiz v Lorenznna, y el director general de in-


fantería Fernandez de Córdoba.




95


Cánovas del Castillo, antiguo ministro de Doña


Isabel IT, votó en blanco.


El presidente declaró que quedaba elegido rey


de. los españoles el señor duque de Aosta.


Sobre la fórmula de esta declaración hubo aca-


loradas reverlas en los días anteriores y en la


misma larde de la velación, pues mientras unos


aseguraban que debía decirse rey de España.


otros afirmaban que debía ser rey de. los es-


pañoles. El general Prim, obligado á vecesá p r e -


senciar alguna de estas discusiones, se limitó,


siempre que fué requerido á dar su opinión , á


encogerse de hombros.


La sesión, que había comenzado á las dos de la


larde, se suspendió á las ocho de la noche, v o l -


viéndose á abrir á las ocho y media.


E l secretario Llano \ Persi subió á la tribuna v


levó la lista de los veinticuatro diputados que h a -


bían sido designados para pasar á Florencia á no-


tificar al duque de Aosta su elección de rey , con-


forme á lo prevenido en el art . 8 . " de la lev de


elección de monarca.


Fueron designados, por este orden, los señores


Santa Cruz, Maduz, M o a (D. Augusto) , Silvcla,


López de Avala , Martin de Herrera, Martos,


marques de Sardoal , duque de Tetuan, conde de


Enemas, marqués de Torrcorgaz. marqués de




96


Valdcguerrero, Salazar y Mazarredo, marqués de


Machicote , Peral ta . Montesinos, (¡arcia Gómez,


Valora, López Domínguez, Gasset y Artime, R o -


dríguez ( I ) . G a b r i e l ) , A b a r e d a , Ralaguer v Na-


varro Rodrigo.


Se designaron también doee suplentes.


S e acordé), á pesar de la viva y enérgica oposi-


ción hecha por el diputado republicano S r . Hi-


gueras, (pie las Cortes suspendieran sus sesiones


hasta el regreso de la comisión que debía pasar á


Italia. E l presidente, al solicitar este acuerdo, lo


fundó principalmente en tener que ausentarse él


y los secretarios con los veinticuatro diputados


que se habían designado.


Serian las nueve v inedia ó las diez de la noche


cuando se levantó la sesión , después de haber


pronunciado el S r . Ruiz Zorrilla un notable d i s -


curso, en el que, dirigiéndose iiominalmentc á


los Sres . Ríos Rosas , Cánovas del Castillo y To-


pete, les excitó á que, como monárquicos, el pri-


mero con su elocuencia, el segundo con su lalen-


tu, el tercero con su abnegación nunca desmenti-


da, ayudasen á la consolidación v defensa de la


monarquía que se acababa de elegir.


Y o salía del salón con el general Pnin á tiempo


que Topete , entre un grupo de diputados, decía


con su habitual viveza:




1)7


— N a d i e sera más del que yo al nuevo m o -


narca; pero (pncra Dios que no se arrepientan los


mismos <pie le, traen.


Castelar decía en otro grupo, a ludiendo, s i n


duda, á los 1 9 1 :


— ; Están locos! ¡eslán locos! ¡están locos!


íjii lederal de esos que hahlan como un libro,


v siempre con intención , se acercó á Prnn.


— Dígame usted , nu genera l—le p r e g u n t ó , —


( . conio es que van á Florencia , según lie oído


a n u n c i a r , el presidente y los secretarios? ( . E n qué


artículo de la ley de elección se' consigna esio?


¿ N o le parece á usted. . .


— M e parece que \a es larde , amigo m í o . —


contestó el general .—-¿Vamos á disentir todavía'?


¿Aun no llene usted bastante con ocho horas de


sesión? ¿No está usted contento?


El diputado añadió entonces :


— \ o estoy contento; pero . . .


—- ¡Pues yo también, \ buenas n o c h e s ! — r e -


plicó el general poniendo su mano derecha sobre


el ¡echo de su interlocutor, ademan lamiliar acos-


tumbrado por D. Juan J'rirn con sus amigos,


cuando quiere corlar una conversación.


Acompañé al general hasta la portezuela de su


coche, y me despedí de él .


Después de la agitación que había remado du—
.UE.MO'.U.VS ÜE 1"N C O N S T I T U Y E M E . 7




, 9 8


M a d r i d 30 >1<- K„


El 17 recibí ana comunicación de la secretan.)


de las Cortes, manifestándome haber sido desig-


nado para formar parle de la C o m i s i ó n que debía


comunicar al duque do Aosta el acuerdo tomado


la tarde anterior, y diciéndome que contestara


dentro de aquel mismo día si aceptaba el referid.'


encargo, pues la Comisión tenia que emprender


su viaje á Italia á la mayor brevedad.


Contesté afirmativamente, \ el 18 fui citado á


la reunión que celebraron en la presidencia lo?


nombrados para el viaje.


Supe entonces que ocho de los designados se


ranle el día, principalmente en los alrededores


del Congreso , donde se había reunido mucha


g e n t e . Madrid estaba perfectamente tranquilo.


Sólo en la Carrera de San Gerónimo se veían al-


gunos grupos de personas retardadas que d i scu-


tían sobre el importante suceso del día. En las


demás calles que recorrí , apenas transitaba, gente.


Muchas familias se habían abstenido de salir de


casa, v en algunas tiendas me pareció notar c ier -


tos preparativos, como para estar dispuestas á


cerrar á la menor señal de alarma. 1.a noche (or-


mino tranquilamente. Prim tuvo razón.
A" o había pasado nada.




99


cvcusnlian (lo ir. Eran los S res . Santa Cruz, S i l -


veìa , Avala, .Martos, Salazar y Mazarredo, m a r -


(|ués de Marineóte, general Peralta y brigadier


Lopez Domínguez. Se acordó que entrasen á sus-


tituir á estos otros tantos suplentes, y fueron


nombrados los ocho-que estallan en primer lugar


entre los doce, resultando pasar á formar parte de


la comisión, por este orden, los Sres . Romero Ro-


bledo, brigadier Roseli, Herrero (I). Sabino) ,


Barrenechea , Alcalá Zamora (1). Luis) , Palau de


Mesa, Llloa i T ) . Juan) \ Matos, los cuales acep-


taron .


Se había acordado en Consejo de Ministros que


el v i a j e s e luciera por m a r , mandándose alistar á


este electo la escuadra del Mediterráneo, com-


puesta de las fragatas Na mancia, Victoria y Vi-


lla ile Madrid.


El punto de embarque debía ser Cartagena, v


el día designado piara salir de Madrid el jueves ¿ 4


de Noviembre.


(ionio la Comisión era numerosa, pues á más de


los veintiocho diputados, incluvendo en este nú-


mero al presidente y los tres secretarios del Con-


greso, había que contar los taquígrafos, los mace-


ros \ ujieres de las Cortes y la servidumbre, se


convino en (pie, se repartiera entre los tres buques


designando la suerte el (pie cada uno debia ocupar.




100


Para el buque almirante Villa de Madrid.


donde debía i r el presidente, señaló la suerte, por


este orden, al secretario tercero S r . Ruis v Al o n -


ta ner. v á los Sres . Balaguer, marqués de Torre-


orgaz, .Madoz, Roseli , marqués de Valdegiierrero,


Llloa ( I ) . J u a n ) , conde de Enemas, Navarro v


Rodrigo, Alcalá Zamora, Gaset y manpiés de


Sardoal.


Para la Numancia , al vicepresidente I ) . Felix


(Jarcia Gómez, al secretan» segundo S r . Carratala.


\ á los señores duque de Tetuan, Llloa f i ) . Au-


g u s t o ) , Romero Robledo, Valora y Martín de


Herrera.


Pai';; in Y/r/oria, al vicepresidente I) . Cipriano


.Montesinos, al secretario primero Sr . Llano >,


Persi, \ á los Sres . Barrenocliea, Herrero, Ro-


dríguez \ Matos.


E n cuanto á los S r e s . Alvarrda v Palau de M e -


sa, manifestaron que deseaban emprender el via je


por tierra, v que se u n i r í a n á nosotros tai G e n o -


va , á donde, según sus cuentas , debían llegar, v


en efecto llegaron, antes que la C o m i s i ó n .


Los taquígrafos de las Corles lueron ios señores


Zapatero, Marchante y Bannaga. á las órdenes


del jefe de s e c c i ó n de la secretaría S r . Fernandez


Martin.


Algunos creían que la prensa debiera tener re-




101


presentación; pero por razones de delicadeza, lá-


c¡les do comprender, se acordó no ¡avilar á n i n -


gún periodista.


Tomadas, pues, todas las medulas c o n v e n i e n -


tes, cada uno se dispuso para el viaje.


A bordo ilfi h V/!l:r de Madrid, 2I> do Noviombro,
La Comisión salió de Madrid el jueves 2 4 á las


diez de la noche, en tren extraordinario, h a b i é n -


dolo dispuesto y arreglado todo convenientemente


nuestro compañero Montesinos, rjue es director


gerente de una de las compañías de ferro-carri les.


El ministro de 3íarina, S r . Ueranger, había


salido ya para Cartagena la noche anterior c o n la


Comis ión del Almirantazgo, destinada para a c o m -


pañarnos en el viaje.


En el momento de nuestra partida, la estación


estaba llena de gente. A más de los ministros


v autoridades, se hallaban en el anden muchos


de nuestros amigos políticos v particulares, que


fueron á estrechar nuestras manos. Había tam-


bién las compañías del ejército v milicia, para


hacer los honores de ordenanza.


Prun me estrechó cordialmente la mano al despe-


dirse de mí, v me dijo en catalán, que era la lengua


uue usábamos siempre que nos veíamos á solas:


•—Cuando el rev venga, s e acabó todo. Aquí




102


no habrá más grito que el de ¡vira el retj! Ya


haremos mitrar en capa á todos esos insensatos


que sueñan con planes liberticidas y que confun-


den la palabra progreso con la palabra desorden,


y la libertad con la licencia.


— T i e n e usted razón, I ) . J u a n — l e c o n t e s t é . —


Va ve usted cómo está nuestro país, donde el


desprestigio de la autoridad, la procacidad de los


republicanos, y el temor que si; lia apoderado de


las clases conservadoras, reclaman inmediatamente


garantías de orden y de paz que, al asegurar á


todos sus derechos, les aseguren también la l i -


bertad fundada en la justicia que boy no tienen.


Si las cosas han de continuar así, aquí no habrá


más libertad que para los liberticidas, v nada mas


triste que ir á buscar á un principe noble y v a -


liente, para traerle aquí, en medio de un caos


político, y exponerle á . . .


E l general me interrumpió al llegar aquí .


—.Yada, nada—me di jo .—Traigan ustedes al


rey, tráiganle pronto. Soy de opinión que debe


venir con ustedes. Zorrilla puede vol\erse con los


de la mesa, pero ha de quedar una Comisión para


acompañar al duque de Aosta y apresurar su


viaje. Cuando él venga, todo se acabará; cuando


él esté aquí, pnfeliz del que le falle! ¡Viva el


rey , y . . . y viva el rey!




i 03
Tules fueron las palabras (pie me dijo el g e -


neral, quien al repetirme por segunda vez las de


¡vira el rey! lo hizo con una entonación vigorosa


y una animación en él poco acostumbrada.


A las diez v minutos, el silbato de la locomo-


tora dio la señal. El tren se puso en movimiento,


v partimos al ruido de las músicas, que tocaban


marcha real, y á los gritos repelidos de ; Vivan


las Curies Conslit ayenles! ¡ Viva la Constitución!


v ; Vira la libertad!


También sonó allí por vez primera el grito de


¡Viva el duque de, Aosta, rey de España!


Mis compañeros de departamento en el tren


eran Gabriel Rodríguez, el marqués de Sardoal y


Juan Valera. Pasamos gran parte de la noche


conversando.


Por ellos me enteré de un suceso extraño, de


que hasta entonces no había tenido conocimiento.


Pocos días antes, Kuiz Zorrilla nos había l la-


mado una noche á su casa á Valera, á algún otro


y á mí, á iin de leernos el discurso que tenia e s -


crito para el acto solemne de notificar al duque de


Aosta su elevación al trono de España. El discurso


nos hubo de parecer bien á todos en general , v sólo


se habían hecho á su autor algunas observaciones


que, tomó benévolamente en cuenta. Aprobado va,


y corregido, se dio á la secretaría de las Cortes




104


para ponerse en limpio, pero la indiscreción <!e


un empleado hizo (pie un periódico de oposición


luviese noticia de él v pudiese proporcionarse una


copia, más (') menos liel, del documento, ipie no


vaciló en insertar mi sus columnas. Se publicó


la tarde de! día que salimos de Madrid.


El hecho era escandaloso, la intemperancia del


periódico desmedida, v el golpe en vago, porque


con escribir otro discurso quedaba l o d o remediado


v burlados los (pie, por espíritu mezquino de


partido y por obcecación de entendimiento, daban


á luz lo que no era de público dominio, é i n f e -


rían agravio á algo que es superior á pasiones v á


miserias personales.


A las tres de la tarde del viernes. 2.'), Negába-


mos á Cartagena. Esperaban en el anden el m i -


nistro do .Marina, ipie aquella mañana había ido á


inspeccionar la escuadra, las autoridades del De-


partamento, una comisión del Municipio, otra do


la Tertulia progresista. v un gentío inmenso.


l.as tropas estaban tendidas en la c a r r e r a : su-


bimos á los coches que toman preparados, y nos


dirigimos al palacio de la Comandancia general


del Departamento.


Toda la población de Cartagena estaba en la calle


ó en los balcones; la concurrencia era numerosa,


y la Comisión recorrió en id mavor orden l is calles




105


del tránsito, siendo acogida en algunos punios con


calurosos \ i v a s . en oíros con Irialdad manifiesta y


ex!ud¡ad¡). ] i e , ' ° en todas partes, hay que decirlo


en honor de los cartageneros, con respeto v c o n -


sideración.


Llegados al palacio déla Comándamela general,


donde se sirvió un refresco á la comitiva, el pre-


sidente de las Corles se asomó al halcón, rodeado


de algunos de MIS compañeros, para saludar al


pueblo. Varios vivas á las Cortes y á su presidente


acogieron su presencia, pero en un momento de


silencio, cuando todo el mundo lo guardaba por


creerse (pie Zorrilla iba á. hablar desde el balcón,


lo cual no hizo, sonó una voz fuerte v sonora, que


dijo gritando:


—.No vendrá.


Contusa gritería se movió al sonar estas pa la -


bras, v pude ver cómo el que las había pronun-


ciado echaba á correr en seguida, desapareciendo


por una de las calles próximas.


Entre cinco v' seis de la tarde se efectuó el


embarque, de-pues de babor visitado v recorrido


á la ligera el arsenal de Cartagena, que es r e a l -


mente digno de ser visitado con detención y de


ser atendido predilectamente.


En cuanto llegó á la Villa de Madrid la empa-


vesada falúa que nos conducía, y hubimos subido




106


á burdo, comenzaron los honores de ordenanza,


acto imponente y solemne, como todos los de la


mar, ipie sólo puede apreciar debidamente aquel


que por suerte lo haya presenciado.


Se arrió la insignia del Almirantazgo que on-


deaba en la Villa de. Madrid desde las ocho do


la mañana, después de ser saludada con quince


cañonazos, y se arboló el estandarte real al grito


siete veces repetido de ; \ ira España! que dio


el comandante U. Eduardo Buller. y que fué


repetido uno tras otro por la tripulación de las


fragatas, colocada de pié en las vergas. En seguida


sonaron veintiún cañonazos de la Villa de Ma-


drid, disparando otros tantos cada una de las ba-


terías de la A ' w w m c i a , de la Victoria., del castillo


y del puerto.


Era al caer de la tarde. Las primeras sombras


de la noche comenzaban á dibujarse en el hori -


zonte como si viniesen empujando ante sí las d é -


biles claridades del crepúsculo vesjierlmo; pare-


cían bajar de las nubes, nutridos y sonoros, los


gritos de ; Viva España! que pronunciaban, de


pie sobre el abismo, hombres varoniles, de ateza-


dos rostros y de corazones fortalecidos por las


grandes borrascas do la mar; la potente voz del


cañón era repetida por los ecos de las vecinas


montañas, que parecían retemblar cu sus emnen-




107


ios; el pavimento del buque se estremecía al es-


truendo del bronce; los rostros de los concurrentes


expresaban la honda impresión (pie les dominaba,


\ todo, la serena majestad del cielo, la imponente


grandeza de la mar, la densa nube de humo que


envolvía á la escuadra, las primeras misteriosas


sombras de la noche, los sones de las músicas


militares que se dejaban oír entre la exjilosion de


ios cañones, los v ivas déla tripulación, que pare-


c ían prolongarse por el espacio entre el cielo y el


abismo, todo daba á aquel acto un carácter tan


solemne, que el ánimo se sentía elevado á reg io -


nes superiores, y que los labios se entreabrían


para murmurar: ¡ D i o s salve á España!


Sábado íli ilo Nevirmlin1. ;'i bordo il<i la 07C' tía Madrid.


Poco después de haber lomado cada uno de


nosotros posesión de su respectivo camarote, dióse


aviso de ser llegada la hora de la coñuda.


La oficialidad del buque se portó con nosotros


de una manera cumplida: su galantería y su ama-


bilidad luerou tales, que salían al encuentro de


nuestros deseos. Hubo un momento de c o n f u s i ó n


con motivo de la llegada de los equipajes y con


motivo también de que. por una equivocación la-


mentable, se habían designado para la Villa de


Madrid más personas que camarotes se teman




108


disponibles; pero todo se arregló buenamente. Algu-


nos oficiales superiores se sacníicaronabandonande


sus cámaras , y el error cometido fin'' enmendado


por la hidalguía v amabilidad de los marinos.


A las siete nos sentábamos á la mesa, y du-


rante el banquete, la música de la fragata, que es


por cierto una excelente banda, tocó escogidas


piezas de ópera v patrióticos himnos nacionales,


La mesa, en forma de martillo, prolusa v e l e -


gantemente servida, lué presidida por J ) . Manuel


R u i z Zorrilla, que tema á su derecha al contra-


almirante S i ' . Rodríguez de A r i a s , y á su izquierda


al je le del departamento de Cartagena. S r . Valeár-


cel . La contra-presidencia la ocupaba el ministro


de Marina, S r . Berangor, que lema á su derecha


al embajador italiano, S r . Cerutli, \ ásu izquierda


al diputado decano S r . i ) . Pascual Madoz.


Este i n i c i o á los postres el primer brindis, v


en nombre de todos los diputados dio gracias á la
marina por su urbanidad y galantería. Brinde,


también para que la misión que llevábamos tuviese


un éxito feliz, y para que el nuevo rey de España


reuniese en derredor de su trono los verdaderos


elementos de orden, á fin de poder combatir á la


demagogia v á la reacción.


Siguieron otros varios brindis, del marqués de


Sardoal, del ministro de .Marina , del ministro de




109


Italia, (le los Sres . Ríos, Gaset, Rosoli, Valcár-


eel. Alcalá Zamora. Rodríguez Arias , alcalde de


Cartagena, Moya, (este señor diputado, aunque


no era de la Comisión, \ ino á acompañarnos hasta


Cartagena), y el que estas lincas escr ibe .


Cerró los brindis (d S r . Zorrilla c o n un extenso


é intencionado discurso en (pie, después de mani-


festar (pie iba á terminar la obra de las Corles Cons-


titu\entes con el coronamiento del edilicio, m a n i -


festó: primero, (píela monarquía debía considerar-


se, no como una institución, sino como el único


remedio de sah ación que le quedaba á España para


dominar la borrasca que estaba atravesando: s e -


gundo, que era preciso m u d a r el presupuesto; y


lercero. que era indispensable la moralidad más


severa \ más uillexible e n todas las clases del Es-
l a d o . Hijo que era preciso 110 sólo combatir , sino


hasta exterminar á lodo parlido (pie, proclamado


e l rey, se sábese de la legalidad común, y pareció
hacer caerlas intencionadas alusiones que. como


me decía gráficamente luego ! ) . Pascual Mndoz


mientras subíamos á cubierta, acaso no ¡justirán


á alijan a mi ¡jo nacslro.


El discurso d e Zorrilla fué interrumpido v se -


guido de ruidosos aplausos , 1 ) .


(1) llú aquí al discurso pronunciado por el Sr, Iluiz Zorrilla:
«La mejor manera de brindar por la marina , obedeciendo




110


Terminad:! la comida, subimos á la cámara alia


donde S Í ' sirvió el calé, viniendo en aquel momento


á su jefe en este, momento, al señor ministro del rumo, que me
obliga á hacerlo ames del instante en que yo pensaba dirigi-
ros !a palabra, es brindar en primer término por lo que lia
hecho la revolución de Setiembre, y después, por lo que falla
que hacer. Brindo porque ha destruido un Cohicrno y una di-
nastía, sobre ios cuales no he de decir nada, porque yo, para
la desgracia, no he tenido nunca, ni tengo ahora, ni tendré,
jamás sino una compasión profunda.


«Brindo porque ha destruido todo lo que hacia imposible la
libertad y el progreso en el pueblo español, y al brindar por
lo que ha destruido, tengo que brindar por los autores de la
revolución, por ios que destruyeron lo entonces existente: en
primer término, por la marina española, sin la cual, esto no
lo digo aqui sólo, sino que lo he dicho todas las veces que me
he levantado á hablar en público en cualquiera de ios momen-
tos que lo he tenido que hacer: brindo en primer término, re-
pito, por la marina española, sin la cual, la revolución de Se-
tiembre hubiera sido imposible.


«Brindo ilespues por el ejercito español, que si por los
grandes escarmientos que había sufrido, y por la condición
especial en que se encontraba constituido en este país, no
pudo iniciar la revolución, no tardó en secundar y en ayudar
á !a marina al mismo tiempo que el pueblo , para que aquella
no fuera cuestión de un cuerpo ni de una clase, no fuera un
pronunciamiento, sino que fuese lo que se debe entender por
una verdadera y grande revolución. Brindo después, aunque
inmerecidamente tengo yo la honra de ser su presidente, y
puede traducirse en inmodestia, por las Cortes Constituyen-
tes, que, á pesar de las divisiones profundas que las han tra-
bajado durante dos años, á pesar de los medios que se han
empleado, han hecho tanto en pro del pais.




111


a reunirse con nosotros nuestros compañeros do la


Xii'muneiu y do la 1 ¡doria (pie habían comido á


bordo de sus respectivas fragatas.


«Yo llamo la atención de todos los que me escucháis, yo lla-
maría la de todo el pueblo español, si en estos momentos se
encontrase aquí reunido, sobre la obra que ha llevado á cabo
la Asamblea, obra que nos parece menos grande, porque ne-
cesita del tiempo y de la distancia para ser juzgada con im-
parcialidad; pero que se compare lo que estas Cortes Consti-
tuyentes lian hecho, lo que los representantes de la voluntad
nacional han votado después de haber destruido una dinastía,
y habiendo tantos partidos que tienen representación en ellas
y que intrigan fuera ; que se compare, digo, el orden, la li-
bertad , la moderación con que allí se ha debalido y con que
allí se ha votado; (pac se compare la situación ,ie nuestro país
en este momento con la que tuvo Inglaterra después DE haber
devado al pnl iludo á Carlos i, y coa la situación de Francia
después de haber conducido al cadalso á Luis XVI.


«Nosotros hemos hecho una revolución MI ; dcrrniuar una
¡.ola gota de sangre: la marina y el ejercito se sublevaron por
convicción, y escuchando los clamores del pueblo español:
éste siguió y aplaudió á la marina y al ejército, porque la ma-
rina y el ejército habían interpretado sus sentimientos, sus
aspiraciones, sus deseos, y ¡i pesar de que los que se des-
truían eran pacos, y que la dinastía oslaba completamente
muerta en este país, si una parte de ella marchó al extran-
jero á llorar la desgracia en medio del remordimiento, hubo
individuos de su familia que so quedaron en España, que han
vivido entre nosotros y que lian sido respetados, mejor dicho,
olvidados por los vencedores de Setiembre, generosos y mag-
nánimos en el triunfo y después del triunfo.


»No ha costado una sola lágrima el hacer la revolución,
salvo ias que todos derramamos al ver batirse hermanos con-




112


A modín imchc nos despedimos, regrosando ;'i


tierra las autoridades de Cartagena y J o s amigos


tro hermanos en Aleolea, cuando hubiéramos deseado se hu-
biesen dado un abrazo, que habría lieeho innecesaria aquella
sangrienta baiaüa, en que el heroísmo de los vencidos igualó
a! de los vencedores. De entonces acá, la misión de los Go-
biernos que se han sucedido, la misión de las Cortes Consti-
tuyentes ha sido gloriosa y difícil; pero ha sido también de
paz, de orden', de libertad para llegar á la situación en que
nos encontramos, á consolidar la revolución por medio de la
monarquía, por medio de la elección de rey.


rile brindado, pues, por lo que ha bocho la revolución, y
en lo que ha lieeho, coloco en primer término la monarquía,
que parecía imposible casi de realizar en una nación dividida
por tan diversos intereses, agitada por tan distintas pasiones
y acostumbrada de antiguo á las mezquinas lachas de los par-
tidos políticos, que no han sido u.ás que un conjunto de opre-
sores cuando se encontraban arriba, y de oprimidos y cons-
piradores cuando se hallaban abajo.


»La monarquía la considero yo, no como una institución,
porque asi la consideramos todos , no como un medio de sal-
vación en el momento borrascoso por que atraviesa la nación
española, que asi lo reconocen hasta los hombres más igno-
rantes de nuestro pueblo, sino que la comprendo todavía
como una cosa mas alta, como el iris do paz y do ventura
representado por un príncipe que para el ejercito sea el tipo
de! militar valeroso, para la marina el almirante h leligenle á
quien respeta la de Italia, y para el pueblo un dechado de
virtudes privadas, yol hijo de una familia y de una dinastía
que tiene virtudes públicas, porque esta acostumbrado á res-
petar las palabras que da a su pueblo, abdicando su abuelo
cuando veía perdida la independencia de Italia, y empezando
su padre la obra de nuevo hasta que llegara a resolverse la




L L : ¡


que hasta allí i m - habían aooir .pañailo. vá s u s b u -


ques los dqiutnilos i j u c 011 ellos debían hacer el


\ ia ¡e .


lacha entre c! absolutismo y la libertad, entre lo antiguo y lo
moderno, constituyendo la Italia una, grande, liberal y rege-
nerada de nuestros días.


»Después de esto, voy á decir lo que á la revolución le falta
hacer, y hágase ó no so haga, seguiré proclamando, no ya
desde la presidencia de las ("¡'irles que dejaré pronto y con
gusto, después de babel' las Cortes terminado su misión, des-
pués de haber jurado EL rey y de haberle instalado en el pa-
tero do la Plaza de (Henle. sino desde mi posición de ciuda-
dano ó"de diputado ;i Cenes, si es que en las nuevas mis
oledores me favorecen con sus sufragios; seguiré proclaman-
do, repito, lo que creo que á la revolución le falta hacer para
consolidar la dinastía, que es el punto objetivo de todos los
hombres r¡ue en vpm'h Irm tomado parte, el pacto de unión
y el cailro de concordia para todos, que no deberá ser olvi-
dado rol' nada vil el inundo.


IV cía, señores, que. T U necesario que hagamos lo siguien-
te: pnnifw, rpi(> id palacio de nueslrns reyes sea una cosa
completa y ¡disolutamente distinta de lo que ha sido en tiem-
pos anteriores, y sin consideración á cosas ni á personas, sean
los que hayan de rodear al rey, tan dignos, tan buenos, tan
puros, tan honrados como nosotros creemos que es el rey
elegido, su señora y su familia.


»Eslo es lo que yo quiero que sea el palacio de nuestros
reyes, y después quiero lo que ya he dicho en otra parte;
pero que es fuero repetir aquí: que se encierren todos los par-
tidos dentro de la legalidad, que luchen dentro de ella; que
no pueda salir ninguno de la misma, y si salen, como saldrán
los partidos extremos, como lo hacen en toda Europa y como
no pueden minos de hacerlo eu un país arrebatado é impre-


ME.MOiUAS OE LN COr, a 1 1 I X VE.\TE . S




114


Л bordo de la IV.'í'i aY №»(.•<•/, № úr >'.n l­mlirc.


Пасс tros (lias (¡(ic navegamos coa \ iciito prós­
pcro y mar de bonanza. No puede darse un viaje


sionahlo como España, si salen, porque el uno quiera antici­
par violentamente un porvenir, que si de ha llegar alguna vez.
ha de retardarse aún mucho, y el otro pretenda resucitar un
pasado en el cual nadie cree ya; si salen, repito, de la legali­
dad, los que estamos dentro, los que representárnosla in­
mensa, la gran mayoría de la sociedad española, debernos
hacer constar, que si estamos dispuestos a tolerarlos y á res­
petarlos mientras no se excedan, mientras se encierran den­
tro de la legalidad constitucional, estamos también prepara­
dos á combatirlos y aun á exterminarlos si necesario fuera,
porque ante todo es la salvación del país, en nombre de la
cual es necesario acabar con q u i e n , dándole una legalidad con
que puede hacer triunfar sus doctrinas, si esto fuera dable,
quiere salir de ella para aprovechar con las armas en la mano
los mismos derechos que les concedemos; para convertirlos,
no en medios de propaganda, de ilustración y de progreso,
sino en armas DO guerra sin cuartel y en arietes de ruina y
de anarquía social.


«Después hay que hacer otra cosa. Los pueblos estiman
mucho la libertad, no todos la comprenden, no todos la estu­
dian, no todos saben si es el medio ó si es el fin; los pueblos
son más ó menos fuertes, los pueblos tienen éstas ó las otras
ideas, son de éste ó del otro partido; pero una revolución es
estéril y no da resultado alguno cuando no crea más que de­
rechos.


»Es necesario que las revoluciones, al mismo tiempo que
creen derechos creen intereses, y para esto es indispensable
que resolvamos la cuestión económica. No hay que culpar á
nadie por el estado en que nos encontramos; grandes causas
nos han traido á él; pero no podemos continuar en la sitúa­




115


más deliciosamente bello. El ciclo azul sm nubes,
la mar cincha sin oleaje, v las tres fragatas, siem­


cion económica actual, y cualquier Gobierno que se cons­
tituya después de venir el rey, es preciso que con valor y con
resolución, con la resolución y el valor que anima ¡i los hom­
bres que tienen fe en sus creencias y fe en el porvenir de la
patria, nivelen los presupuestos; que la nación pague ¡o mismo
que cobra, y que todo el que tenga un crédito contra el Esta­
do, sepa que ese crédito es tan sagrado y se halla tan seguro
como ы lo tuviese en uno ríe los l'aneos más acreditados de
Europa, o el dinero que por él ha de cobrar encerrado en la
gaveta de su casa.


«Es indispensable, pues, la nivelación del presupuesto;
créanme los señores que me escuchan, algunos de los cuales
volveren ¡i ser diputados en las primeras Cortes (que se reúnan
de las actúalos Constituyentes; sin nivelar el presupuesto, sin
resoh­er la cuestión económica, no os hagáis ilusiones, no
nos hagamos ilusiones, la revolución no está salvada. Es ne­
ceser o que, independientemente de la cuestión de ideas,
de la cuestión de derechos más ó menos estimados por el
pueblo ívo no vov Á I L I ' t . . i ü c como nnuslro jmch'n tos com­
prende у с е а н с а ) , la principal es la cuestión económica , y
osla ... nada reducida á nivelar los presupuestos.


spues de conseguido esto, la revolución necesita hacer
otra ­­osa. que es establecer un sistema el más estricto, el
más oinpleto, el más riguroso de moralidad. Hay que decir
la ver lad a nuestro país, hay que interpretar los sentimien­
tos do nuestro pueblo. No se adelanta nada con no sondarlas
llagas; oslas no desaparecen por no sondarlas, y , sean pro­
fundas ó superficiales, pueden afectar á un órgano del cuerpo
social ó á toda la existencia; es necesario que sepamos hasta
dónde llegan, para ver si so pueden ó nó curar, y en caso afir­
mativo emplear los medios que sean menester para curarlas.




l id


p r c a la vista una de otra y á \e,c>* a c e r c á n d o s e
hasta poder h a c e r n o s s e ñ a s , d e s l i z á n d o s e sin m o -


jí Pues liien: una de las llagas de la sociedad española, hace
mucho tiempo, es la inmoralidad, virus que ha corrompido y
acabado con la vitalidad de determinados partidos, virus de
que hoy no orce la opininn que so ludia exento ninguno, por-
que la verdad os, que hay aquí una levadura , una corriente,
un fermento, una cosa que no sé como si; engendra, en dónde
esta y ¡i dónde se dirige; poro que hace clamar a lus pueblos:
«en cuestión de moralidad, hornos ganado poco, estamos lo
«mismo que estábamos en igual época.» y esta acusación,
que en el fondo puede ser grandemente injusta y estar ali-
mentada por fatales apariencias, tiene que desaparecer, y el
que esto no lo cómbale, es porque no conoce al pueblo espa-
ñol, porque no sabe interpretar sus sentimientos, ó por otra
cosa peor, que yo no me cansaré bastante de condenar, pues
quien no combate y no balada á loda hora con la inmoralidad,
tiene mucho adelantado para sor considerado cobarde auxi-
liar ó cómplice interosado ele ella.


»Es , pues, necesario que las causas, ó más bien las apa-
riencias de la inmoralidad desaparezcan y se extingan: es in-
dispensable que los fallos de los expedientes no se retarden
ni se anticipen por la inllueneia de este cacique, porta influen-
cia de aquel agente, ó por otras causas; poro es preciso que
la administración esté al servicio de los pueblos , y no los
pueblos como un medio de explotación para la administración
públics.


»Es necesario, y debo hablar osle lenguaje, porque mañana
se publicará mi discurso más ó menos en extracto, más ó rae-
nos adulterado, y quiero que lo sepa mi país, porque á mí ne-
me duelen prendas; es necesario, repito, que cuando los al-
caldes , los ayuntamientos ó los particulares, vayan á la ca-
beza del juzgado ó á las capitales de provincia, no necesiten




117


v mnenlo apenas como por encuna de una superll-
e i e plana v unida.


rrconiwidacion del diputado, del elector influyente ni del mi-
nistro, o de otras cosas que me avergüenzo el pensar que
pueden sucederé, sospecharse que sucedan en España, aun des-
pués de esta gloriosa y honrada revolución de Setiembre, á fin
de que viendo todos la rapidez, la rectitud y la justicia de la
administración publica, vuelvan á sus pueblos y digan: «(ira-
ocias :i Dios (pie no hemos necesitado carta de recomendación,
»ni regalo, ni dinero para que se nos administre justicia.»


»Es necesario , en una palabra, que la administración no
este aquí al servicio de l.i política, y sobre todo, al servicio de
otra cosa peor, a! servicio de los merodeadores déla política.
Es indispensable que los hombres que se consagren ¡i la vida
publica y lleguen a tener cierta posición y cierta altura, no
tengan ninguna clase de debilidad, sino la mirada más alta,
el pensamiento mas grande, y se emancipen de los pequeños
inconvenientes y de los tristes compadrazgos con que han es-
tado ligados los que les han precedido en el poder, los cuales
han sido tan desgraciados, que han pasado sin que el país es-
pañol recuerde su nombre, y sin que el pueblo que los vio na-
cer les consagre' el más mínimo recuerdo de gratitud.


«Es necesario que los hombres que lleguen á ciertas posi-
ciones, se emancipen de la almos tera impura en unos casos,
pesada en otros, y no sé cómo más ealiliear, que respiramos
los hombres políticos de Madrid, y «que respiran todavía más
los que se encuentran sentados en una silla ministerial, ó vi-
ven en las alturas. Es necesario que el que funda un perió-
dico, que el que hace una gacetilla, que el que escribe un ar-
tículo sin más objeto que difamar á éste ó aquel hombre
publico, que calumniar al otro, que hacer ruido en los cafés y
en las calles, sin mas objeto que crearse una reputación de
escándalo, que no alcanzaría ni por su instrucción, ni por su




118


A las ocho de la mañana del sábado ¿(> zarpamos


anclas en Cartagena, anunciando el estampido del


carácter, ni por sus virLudus, en vez de que el ministro ;¡
quien critica, de que el Gobierno á quien aloca, de que los
diputados de quien se hurte le hagan caso y tomen en serio
lo que se les dice, lo oigan con desprecio, y despreciándolo
acudan al pueblo español para que juzgue sus artos.


«Es necesario desaparezcan do la política los hombres que
en Madrid, escribiendo artículos de fondo en que combaten
actos del Gobierno , predicando moralidad, virtud y libertad,
diciendo que el pueblo está oprimido, que el pucWo necesita
un cambio absoluto y completo en su modo de ser , y predi-
cando la virtud en la familia y la vida privada, comen en el
restaurant brillante de Eornos, cenan en la Iberia, duermen
en e! Casino y pasan su vida de crápula y libertinaje, sin vi-
vir con su familia, sin hacer caso de su mujer ni de sus
hijos, y van al dia siguió ¡to á predicar moralidad en su pe-
riódico.


«bis necesario que á esos hombres se les desprecie por to-
dos, y especialmente por aquellos á quienes quiere engañar,
es decir, á los habitantes de las provincias, que es menester
que vayan á Madrid y vean la verdad tal cual es en sí, y no
como so la predican los periódicos, los periódicos que son un
sacerdocio augusto que nadie neis que yo respeta, cuando son
antorcha de civilización, vanguardia de la libertad y hasta
fiscales del Gobierno; pero que se convierten, á veces , en re-
ceptáculos de calumnias, y en teas incendiarias del pueblo
sano y patriota.


»Es necesario, en una palabra, que la moralidad se vea en
todas partes; pero que el ejemplo fiarla de arriba, y que sea
tan severo el castigo de los que no sean morales en la admi-
nistración pública, como grande el desprecio a los que, cu-
briéndose con éste ó con el otro nombre, con éste ó con el




119


cañón nuest ra pártala \ d a n d o al \icnto la m ú s i c a ,


s o b r e c u b i e r t a , sus h i m n o s n a c i o n a l e s .


otro partido, con ésta ó con ¡a otra idea, quieran explotar la
ignorancia del pueblo para imponerse al ministro ó al Gobier-
no, y conseguir una posición que no hubieran tenido nunca.
Cuando hayamos hecho eslo, y cuando ¡os hombres que ro-
deen al nuevo rey ciento que haya do* dignos italianos en la
mesa, porque todavía hablaría con neis libertad"), sigan la con-
ducta que deben seguir, ese rey no será malo, no puede serlo,
y si lo es, nosotros tendremos la culpa,


»El que abandona á una familia ilustre, el que renuncia á
una posición magnífica, el que deja el prestigio en Italia, el
cariño de su padre, el afecto que le guarda el pueblo italiano;
al venir a España y ponerse á la cabeza de esta nación des-
pués de la revolución de Setiembre, no puede venir á otra
cosa, señores, más que á adquirir nombre y gloria, y á ser
digno hijo de la casa de Saboya y uno de los príncipes más
ilustres de Europa; y si viene con esta intención (y no puede
lener otra) , y si le anima este pensamiento í y no puede ani-
marle otro;, tic io que suceda en E>p aña , de lo que acontezca
á este rey, d ' l o que ese rey baga, nosotros tendremos la
culpa, porque so entregará á nosotros y ha de querer lo que
nosotros queramos, que como españoles y como hombres de
verdadero patriotismo, no debe ser otra cosa más que la
suerte y la ventura de nuestro país.


«Espero, por consiguiente, y voy á concluir, que incul-
cando y haciendo recordar al ¡mobló español lo que la revo-
lución ha hecho, ó inculcándole también lo que necesita ha-
cer, así como agrupándonos todos en derredor de la monar-
quía , y teniendo en cuenta los que hayan de ser sus consejeros,
porque según la Constitución, de lo malo que haga el rey, los
ministros tienen la culpa, y lo bueno lo hace el rey , éste ha
de ser el iris de paz y de ventura en este país tan dividido y




120


Lleva la cabeza <le la columna la 17/7« de Ma-


drid, como capí la na <!e la encuadra. y siguen la


Numoncia v la Victoria por las alelas de estribor


v de babor respectivamente, á muy corta distancia


durante el día. alejándose al llegar la noclic para


evitar hasta el caso remoto de un choque.


La Villa de Madrid, que lleva la insignia, \a


montada por el que- es comandante general de la


escuadra i ) . José Ignacio Rodrigue/, de Arias y e s


S U comandante I ) . Kduardo iiutler. Ls un buque


de madera de couslr.iccion española, con máquinas


de la fuerza de <S(¡0 caballos, con Vi cañones ra-


desgraciauo, no por -ai ciclo, siempre paro; no por el carác-
ter de sus hijos, siempre generoso; no por su suelo, siem-
pre feraz, sino por pequeneces y miserias de los partidos,
pequeneces y miserias de los que vienen jugando en la po-
lítica .


»Yo esp:ro, permitidme, deje á un lado al ejército y á
la marina, y ¡pie me ocupe do las Cortes Constituyentes,
porque lie tenido la inmerecida honra do ser su presidente á
los treinta rocho años, y cu mumealus íjovniscosos y difíei-
les; yo espero, .repito, que cuando se escriba la histeria,
fuera de la pasión de partido, trascurridos algunos años,
diga el pueblo español: «lia habido muchos Cobiernos y mu-
»ehos Congresos que han procurado la felicidad de la patria;
»pero ha habido pocos Cobiernos y pocos Congresos que, to~
«cando mayores dificultades, que encontrándose m situación
«tan difícil, hayan realizado una obra tan grande, tan minen-
»sa, tan poderosa como la que han hecho las Cortes ConstiLu-
jiyentes ue IStiS.»




121


vados de d dórenles calibres y dos obuses, v c o n
0/0 plazas fie ¡npulaeíon.


La Jamancio es una trágala blindada. cuya c e -


lebridad dala desdi" (pie la condujo á las aguas del


Pacifico el intrépido \ famoso marino, gloria de la


Esjiuña moderna, I). (aislo .Méndez \uñez. I.a


manfla liov el enjutan de navio I). José .Manuel


Herrera, está dolíala con -"><>() plazas, monta 2 7


caminos de gran calibre v lleva máquinas de la


tuerza de 1 . 0 0 0 caballos.


La Victoria tiene también máquinas de la fuerza


de ¡ . 0 0 0 caballos, lleva abordo 7 5-0 plazas y 2 3


cañones. \ a mandada por el capitán de navio clon


Pedro (ionzalez.


Al amanecer d'd domingo 2 7 cruzábamos por


delante de las islas i Jaleares, que se distinguían


perfectamente sobre la \ enluzca oscuridad de la mar


destacándose del azul trasparente del cielo, y sobre


las doce de la noche veíamos j>or el muro de ba-


bor el faro del cabo San Sebastian, termino casi


de las costas españolas.


llov hemos atravesado el gol ¡o de León. Este


tan temido golfo, donde habitualmente, y sobre


todo en esta época, r e i n a n las tormentas, azote de


sus peligrosas aguas, parece un lago silencioso


v tranquilo; tan dormida está la mar y tan sereno


el cielo.




122


Durante la comida, á consecuencia de palabras


nial interpretadas, se ha promovido un disgusto


éntre los diputados Sres . Navarro y Rodrigo v bri-


gadier l losell . Ha mediado con su autorizada pala-


bra el presidente S r . Zorrilla, \ el lance no tendrá


consecuencia alguna, que hav nobleza en ambos.


A las diez de la noche pasábamos por delante


de Marsella.


Son las diez de la noche v hace dos horas que


estamos anclados en el puerto de ( ¡cueva, la ciudad


de los palacios.


Al amanecer estábamos frente deNiza, v durante


todo el día liemos podido seguir con la vista ¡a


hermosa v pintoresca costa que se extiende hasta


Genova v que tanto s e parece á nuestra no menos


bella costa de levante en Cataluña, lil mar ha c o n -


tinuado tranquilo, y desde la toldilla hemos visto


N i z a . Monaco, Montano y otras preciosas villas.


Al anochecer vimos v e n i r hacia nosotros un


b u q u e , (jue luego supimos ser la corbeta italiana


Príncipe Humberto. Salía á recibir nuestra en-


cuadra, lia pasado silenciosamente por junto á la


\ lila de Madrid, v virando luego de bordo, ha


venido á colocarse en nuestras aguas, siguiendo á


la fragata á regular distancia.




Al Ucear á la rada \1110 á situarse ó nuestro
O


castado una embarcación con el capitán del puer-


to, quien nos lia hecho las más corteses ofertas


en nombre del ministro de marina de Italia, que


había salido á recibirnos cu el Principe Humberto,


v también de las anlondades de Genova, m a n i -


festándonos su sentimienlo por n o poder permit i r -


nos el desembarque, a causa de tener que estar


tres días de observación sanitaria.


Poco después otra barca se acercaba también.


En ella iba nuestro cónsul español en Genova, don


Antonio García Gutierre/, cuco nómbreos gloria


de las letras españolas, v nuestros compañeros los


Srs. í'alai; y A/varcJa que. por haber querido


facer el \ia|e por tierra, han llegado áutes que


nosotros. Desde lo alto del buque hemos cruzado


con todos (dios algunas cariñosas palabras, n o per-


mitiéndonos estrechar s u s manos amigas la rigu-


rosa lev de la cuarentena.


A c o n s e c u e n c i a de haber publicado el perió-


dico El Pois el discurso que debía pronunciar el


Sr. liuiz Zorrilla, se ha decidido hacer otro. Como


desgraciadamente todavía hay procedencias pol í -


ticas por no hab T s e conseguido formar el gran


partido nacional de la revolución de Set iembre, v


¡orno, habiendo procedencias, el S r . Zorrilla, mar-


cadamente sobre todo durante este viaje, se m-




134


dina á la do Emon laboral, ba salo comisionado
S r . Navarro y Rodrigo para redactar ol iliseuis


P u n t o r',. C,(m,n, S í l d - X m i e m ! . ! " .


Estábamos mii\ contentos pai' haber llegadi
Genova, poro con la inflexible lev de le miaron
na, aqni estamos encerrados por espacio de tre:
acaso oi irn días, molidos en csle buque como


una cárcel , sin permitirnos c o m u n i c a r siquiera c


los demás buques de ni íes (ra escuadra.


Anclados panto al lazareto, vemos la cuida


casi la (oramos, pero es Irula prohibida el aee


carso á ella, l'ara mavor desconsuelo hace i


tiempo eeifiaíifaiío. f iemos (cuido (fias m a i r i i i i W


duran Se el \ iap', días de \ rodadera pnma\era. p e


ya ho\ comenzó el mal tiempo. .Ni siquiera podi.


mos subir á cubierta pues hace un viento f u r i o s i
Al romper el día. así que la ! illn í/c Miuln


enarbofi el paladión r e a ] , la plaza ha saludado i o


'131 cañonazos \ todos los bienios del mierto em
i i


pavesaceli y se cubrieron de gallardetes pollicini


en su palo ¡na\or el pabellón de España.


.Durante el día hemos recibido \isilas del mi


lustro de marma de l iaba, de los comisionado


regios enviados por Víctor .Manuel, del síndico


Municipio de Genova, de las autoridades civiles •


militares, del cónsul, del secretario de nuestra le




1-25


gacion en Florencia, y «le varios españoles que r e -


siden en la ciudad. A los unos se les lia recibido


bajando el S r . Zorrilla hasta el pié de la escalera


del limpie; con los oíros se lia hablado á través de


una tronera, ha cuarentena no ha permitido que


las barcas se acercasen más que lo suficiente para


ponerse al habla.


h.l sindica) nos invitó en nombre del .Municipio


á un banquete v á una función de teatro paramando


desembarcásemos, pero no será j ios ib lo aceptar pues


los ebas que perdemos en la cuarentena nos harán


falla v tendremos que marchar á Florencia desde


el buque.


I'il"! io do o o l í . \¡i, J. I. • \ es 1 z 1 lt.' llii ienilire.


Segundo día de cuarenlena. Hoy nos pusieron


en comunicación con las oirás dos hágalas n u e s -


tras. .Nuestros compañeros de la J\ uiiiunria v de


la Yicloriu "vinieron á visitarnos, comieron con


nosotros v nos convidaron á una representación


dramática que esta noche se da en la .Xi/aiartcia


per los marineros.


l.'n telegrama del S r . Yiontcmar. nuestro m i n i s -


tro en l iaba, nos dice hoy que el tren real que lia


de llevarnos á Florencia saldrá mañana a las doce


de la noche, por lo cual se nos levantará de un


momento á otro la cuarentona. E l S r . Montemar




126


Y.n la reunión celebrada avcr por todos los di-


putados á bordo de la Villa de Madrid, fueron


oní/acías ciertas dificultades que habían surgido.


Algo hubo de trasparentarse el disgusto que en al-


gunos ocasiona la intimidad del S r . Zorrilla con


personas de determinada procedencia, pero la sen-


satez y tacto del S r . Madoz, han hecho que este


disgusto no suba á la superficie.


Se terminó satisfactoriamente, y con gran con-


tentamiento de todos, la disidencia surgida entre


las S res . Rosell v Navarro y Rodrigo. Gracias á


añade que el rey Víctor Manuel ha lijado ya nues-


tra recepción para el domingo, forzosamente, pues


el lunes se abre el Parlamento italiano y quien


darse cuenta de la aceptación de la corona poi


parte del duque de Aosta.


Se supone va que éste vendrá luego á visitar 1;


escuadra española v lijará el dia rie su salida pan


España, asi como se dice también que de Floren


cía iremos á T u m i á visitar á Ja duquesa.


Por la tarde se recibió otro telegrama, dieiendc


que el rey ha dado orden para que se nos levante


la cuarentena mañana á ias cinco de la larde, á fui


de que podamos salir mañana mismo á medid


noche.




127


los nobles esfuerzos del S r . Zorrilla, aquellos dos


diputados cruzaron sus manos y en un fraternal


abrazo dieron feliz término á su penosa disensión.


Se leyó el proyecto de discurso encomendado por


el Sr. Zorrilla al S r . ¡Navarro y Rodrigo v pareció


muy bien; ¡¡ero nuestros amigos, los cpie lian he-


cho el \ l a j e e n la A innaacia, manifestaron que


ellos e n la iniciada suposición de que debería r e -


dactarse un nuevo discurso, habían encomendado


ai Sr. Romero y Robledo la redacción de otro.


í . e u W e c i h i este motivo el escrito por ('este último


v, ¡i primera lectura, pareció mejor. Volvieron á


leerse entrambos v se opinó generalmente que si


bien ambos discursos tenían indisputable mérito,


era acaso más conveniente v oportuno el de R o -


mero Robledo. Aceptóse éste, v para revisarle,


fiarle la última mano v hacer en él algún,ts modi-


ficaciones necesarias, se nombró una comisión


compuesta de I). Augusto l l l o a , I ) . Juan Videra,


D. Carlos ¡Navarro v Rodrigo y el autor de estas


lineas junto con el mismo S r . Romero Robledo.


Nos reunimos, hicimos algunas modificaciones,


y leído de nuevo el discurso en reunión general,


fué aprobado por unanimidad.




128


l'I„:™U:i .1 riVl,.ir.l,ro.


La partida de (»éno\a á las doce de la noche


del 2 , dejará un recuerdo eterno en lodos los que


fuimos autores ó espectadores.


El puerto presentalla un áspenlo íaníáshco, v.


á no ser lan gastada la comparación, nunca con


mavor exactitud ha podido recordarse con motivo


de aquel espectáculo las escenas maravillosas de


las Mil i/ una noches.


L u i m o s conducidos a horra desde las fragatas


en góndolas alumbradas con globos de colores v


elegantemente einjiav osadas, al mando cada una de


un oficial de la m a r i n a italiana. Al cruzar por en


medio de los buques anclados en el puerto, iban


éstos encendiendo vistosas luces de bengala: apa-


recía iluminada la ciudad a lo lejos, lo propio que


toda la c o r n i s a de los murallones del puerto, donde


á Irechos se veían, c o m o nionslruosos tares, gran-


des locos de luz eléctrica : las fragatas de la m a -


rina italiana Principe Humberto, Moría Pin v


alguna otra presentaban un aspecto deslumbrador


coronadas de (aróles que desde lejos parecían g lo -


bos de luego suspendidos en el aire, y en el des-


embarcadero se alzaba un vistoso a r c o de triunfo


formado principalmente con trofeos nublares v


Con pabellones de banderas españolas é italianas.




Todo acuello me recordaba que también había
\o \isto otra \ez á Genova en un iba de liebre
v de delirio, en un día para ella inolvidable de
desla uacnnial: el día que desembarcaron las tro­
pas francesas que iban á tomar parte cu la guerra
de la unidad llábana.


Л pesar del inlenso lino que hacia, .frío desco­
nocido en l iaba, á pesar de la пиле que durante
Iros días había estado envendo sin cesar, el muelle
estaba cuajado de getilc. Millares de personas se
'grupahan tras de las 'das de los soldados que
tendidos en columnas de honor, cubrían la c a l ­
iera (pac debíamos seguir piara llegar ala eslaemn
del camino de hierro situada en el Arsenal .


Al subir al tren, luimos saludados con estrepi­
tosos aplausos v con gritos repetidos de ¡rica, Es­
paña! ¡ \ ¡can los diputados españoles! Al propio
tiempo las músicas italianas tocaban la marcha
real española v las autoridades de Genova se des­
pedían afectuosamente de todos nosotros.


Subió al coche del S r . Zorrilla la comisión que
el rev \ íclor Manuel había mandado á Genova
na ra recibirnos, compuesta del general JN'egre, el
>r. .Nicolini. maestro de ceremonias, y los a y u ­
dantes del rev, conde Collobiauno y caballero de
Gharboneau, v los demás nos f u i m o s acomodando
eada uno en nuestro respectivo departamento.




]30


A 0 . Pascual Mndoz. Rodríguez. Alvareda,


algunos o!)'os v á m í . nos locó un sunluoso coche


salón con mullidas v comerías butacas, comuni -


cando este coche con un pequeño gabinelo en el


que había una gran cama con liqosas colgaduras.


Se decidió por aclamación que el gabinete \


la cama fuesen reservados para ! ) . Pascual M.a-


doz. el cual venia algo atropellado por el viaje.


l.os demás nos dispusimos á pasar la noche en las


butacas del salón.


A las doce v cuarto partimos de la. testación,


viendo desaparecer ante nuestros OJOS la bellísima


(iénov.-i q u e , aun de lejos, nos enviaba sus sa lu-


dos por medio de voladores cohetes (pie rasgaban


los aires deshaciéndose en estrellas de brillantes


colores.


No recuerdo haber jiasado en mi vida noche


de (rio más intenso ni más excesivo. Los calor í -


feros dejaron de calentar bien pronto, v t o d a s


nuestras mantas y ropas de viaje eran insuficien-


tes para hacernos entrar en calor. Había cesado


de nevar y helaba como si estuviéramos en el


polo. Desde Genova á Florencia no vimos un


solo palmo de tierra cpie no lo fuese de nieve,


cosa desconocida en Italia.


E n Tortona, Piacenza, Parma v Modena nos


esperaban las autoridades, á pesar de lo crudísimo




1 3 :


f!e la üuchc \ de lo inicmpe.-tno de la hora, con


hundas de música \ relrescos preparados. Todas


las estaciones eslahan adornadas con handeras y


troíeos hispano-ilahanos. Esto nos lo cumiaron


después, pues ninguno de los que iban conmigo


se atrevió á acercarse á los cristales para verlo.


El i no nos lema á lodos acurrucados \ ateridos


en nuestras butacas. El S r . Zorrilla cumplió por


todos recibiendo á las autoridades \ bajando un


momento á cada estación.


Ea noche, que lúe mala para todos, fué pésima


para i ) . Pascual .Madoz, quien, á pesar de haberse


metido en cama v haberse arropado bien, su'rió


mucho á consecuencia de violentos ataques de los


que no le dejaron un solo momento de descanso.


Entre si te \ ocho de la mañana llegaba el


tren real á Bolonia. Allí nos lemán preparadas


habitaciones á íin de que pudiéramos descansar


un momento \ vestirnos de eliqueia para el acto


de nuestra entrada en Florencia. Se había prev islo


todo lo que podía hacernos falta. Así h¡s autor i -


dades como las comisiones que salieron á reci-


birnos, estuvieron con nosotros llenas de a m a b i -


lidad v galantería.


Cuando estm unos vestidos, el sonido déla cam-


pana de la estación nos anuncio que estaba d i s -


puesto el almuerzo con que se nos obsequiaba.




132


.Vos sentamos a la mesa, que era ríe ochenta cu­
biertos y entre diez \ once \ol\iamos á ocupar
nuestros asientos en el tren.


lis un delicioso \ pintoresco camino el que se
atraviesa desde liolonia á Florencia. Cubierto de
июле lo v i m o s , pero esto m i s m o daba realce á la
belleza del paisaje. En una extensión de o(> kilo­
metros, desde Porretla á Pistoia, la vía férrea s e
abre [laso á través de la cadena interior de los
Alpes. L o s túneles se suceden con prodigiosa ra­
pidez, v á la salida de cada túnel cambia el paisaje
como por encanto, v espléndidos panoramas se
ofrecen á cada momento á los OJOS del viajero.


El día había aparecido nublado, el suelo e s ­
taba cubierto de escarcha, estaban helados, f o r ­
mando vistosos grupos de estalactitas, los arrovi . s
(pie se desprendían de las montañas, v el irm era
cada vez más intenso y penetrante.


Llegamos á Florencia á la una de la tarde. L!
cañón de la oiucladela, al propio tiempo que ims
saludaba, advertía á los florentinos la llegada del
tren real.


Nos esperaban en la estación el síndico, las
autoridades, varias comisiones v nuestro ministro
plenipotenciario en Italia i ) . Francisco de Paula
Mon temar.


Veinticinco carrozas abiertas , pertenecientes a




la casa real, estaban 111s11ue>L;is para conducirnos
al //o/e/ a'c la Villa i) Albergo della Cilla donde


se nos había preparado el alojamiento.


Precedidos de una escolla de caballería segui-


mos la carrera ipie estaba trazada por las princi-


iiales calles de la ciudad, las cuales se hallaban


vistosamente adornadas con arcos de triunfo, col-


gaduras, grujios de banderas esiiañolas e ¡tabanas


v lujosas guirnaldas de flores. Las tropas de línea


v guardia nacional, tendidas por la carrera, p r e -


sentaban sus armas, v sus bandas nos recibían ó


con el himno rio Hiego ó con la marcha real ita-


liana, v de apiñada muchedumbre, no obstante


lo desapacible del día. estaban llenas las aceras


de las calles \ las ventanas y balcones de las ca-


sas, i'or todas panes erarnos recibidos con uni-


versal palmoteo v saludados por los gritos de


; Vira I'Jsjjiiñu! ¡ 1 irán los diputados españoles:
Al llegar al Hotel, (jue estaba elegantemente


decorado, fué preciso (jue el S r . Huiz Zorrilla


v algunos dipntndos se asomaran al balcón. La


[liaza, que es grandiosa, estaba invadida por un


gentío inmenso, v un aplauso general , espontá-


neo, estrepitoso, saludo á los diputados ¡pie en el


balcón aiiarecieron. Li S r . Zorrilla, jarra corres-


ponder á la galantería del pueblo tlorentino. dio


vivas á l iaba, al rov \ íclor Manuel, al duque de




Alisia, v a la fraternidad cnlrc Italia v España.


Por la tarde se reclino la visita del marques


Borea d'Olino, el cual, en noniLire de S . M. el


rov Victor Manuel, mamlestó quo la Comisión de


las Cories españolas seria reculada al dia siguiente,


domingo í . en audiencia solemne, á las once de


la mañana.


A las seis de la larde lu\o lugar cu nuestro


hotel el banquete olrecido por la Dipuiaeion al


cuerpo diplomatico. Asistió el S r . \iseonli V e -


nosta, ministro de Negocios extranjeros d • l iaba,


Y casi tollos los enibajadores de las polencias ex-


tranjeras que á la sazón se bailaban en Herencia.


El S r . M a d o z iio pudo asislir á esla comida,


pues tu\o que guardar cania á c o n s e c u e n c i a de


sus padecimientos, exacerbados por la lntiga \


sobre l o d o por el Ino cruel de nueslra última no-


che de wa¡c.


riori'iiOa, i de Dim'iulirc.


A las diez--',' inedia de la mañana, hora en que


tomábamos los coches de la casa real que debían


conducirnos a! pe lacio Pilli, la n ie\e ea la al >u n-


dautemenle v en espesos copos. :\o(>bs!aule eslo,


la muchedumbre era inmensa por las calles del


transito, c las tropas oslaban tendidas en la car-




Atravesamos ci Arno ¡ « r e! puente della Tri­
nila, \ llegamos al palacio l'itti, suntuoso edificio
(onstruido por Ih unellcsehi en el siglo vv para
morada de un simple ciudadano llorciiímo, y ipic.
adquirirlo más larde ñor los .Mediéis, lia venido
sir\ lendo liasta hov de [lalaeio real .


['"rumos recibidos en el salón d i Irono. Allí
oslaban el re\ rio liaba, el príncipe Humberto,
heredero do la corona, el príncipe de Carignnno. el
Consejo de Ministros, los altos dignatarios de la
corle, los representantes de las Cámaras italianas,
el Municipio de Florencia, los generales del e jér ­
cito \ de la armada, los embajadores de las po­
tencias evlraiijeras; pero allí laminen, sobre toda
aquella multitud de ¡intentados, estaban los ad­
mirables Irescos, las sorprendentes estatuas, las
jiercgrnias pinturas que adornan aquella sala v
que son memoria ínqiei'eeedera de los inmortales
artistas de \\\ edad de oro del pueblo florentino.


No había \uelto á лег á Víctor Manuel desde
• I día en que lo encontré sobre el campo de lia­
talla de Solferino, cuando iba so á recorrer aquel
campo de muerte con mis amigos Rivadeuoyra v
Culehet, dos horas después del combale, venando
él . de regreso, pasaba jior mi lado, al Ironie de su
Estado mavor. ennegrecido porci humo de la pól­
vora, v con el sable, todavía desnudo, en su mano.




Levérense los discursos, según estaba acordado
en el ceremonial. \ cuando c! dunue do Aosna
( o r m i n o la lectura del su\o mi contestación al da:
Ruiz Zorrilla, o l e . voK leudóse Inicia nosotr".*.
i l e o :


— ¡Diputados españoles. \i\a
El \ i\ a fue contestado con ca


¡I) i u s e i . n o n i ­ a . P.CIZ ZARCO, I.Í.A .
»Soñor: Venimos en representación de las Cortes Consti­


tuyentes a ofrecer a vuestro hijo S. A. I¡. el deque de Aosta.
la corona de España, y siendo V. M. jefe do la familia del
ilustre principe, os pedimos rcsp"l liosamente ta venia. Antes
de que V. M. nos la otorgue, como esperamos, licito eos ha
de ser expresaros nuestro profundo reconocimiento por ios
honores y atenciones de que hemos sido ohjelo desde el ins­
tante en que nos aproximamos a las costas italianas. Habién­
dolos recibido por nuestra Investidura y representación,
cumpliremos el grato deber Ce comunicar estas pruebas d­
consideración y de benevolencia a las Cortes Constituyentes:
como ahora, creyéndonos sus fHes intérpretes, liaeeti№
votos al cielo por la prosperidad de vuestro reinado y la ver­
tura y la grandeza de la nación indiana.»


El rey Víctor Manuel se dieno contestar al anterior dis­
curso con otro concebido e¡ ios siguientes términos:


­Con vuestra petición, ge flore? diputados, d i s p e r s á i s U'
D I S C U R S O i> M. V E TO




137


En t<>( 1 os nosotros linhin h e c h o gran impresión
la hgurii simpática \ la gallarda a p o s l u r a tic! (]uí|iie


señábalo bonor ti mi ilhmstía y á la Italia; poro pedís un sa­
crificio á mi corazón. Sin embargo, doy ¡i mi muy amado
liij!) el consentimiento para aceptar el glorioso trono á que
le llama e! voto del pueblo español. Coolio en que, con la
aya ai de la divina Providencia y la leallad de vuestro noble
pij dio, podra cumplir su elevada misión para prosperidad y
grandeza de España.»


Terminada ¡a lectura de los anteriores discursos, el señor
iiuiz Zurrida leyó iguaimeiite el que sigue:


Л Л. Л . R. F.I N R O U E HE A O S T A .


«Serecísimo señor: Las Cortes Constituyentes de la nación
española, a! terminar el grave y delicado encargo que reci­
ñeron del ­adVagio lihéi rimo del pueblo, en solemne y pú­
'»i:ea sesión del H> del pasado .Noviembre, han elegido á
vuestra alteza para ocupar el treno. Por su honrosa eonlianza
véannos a iraer а V. Л. el voto ilo la representación de un
ruado dueño do sus destinos, y á invitaros á que, aceptando
!aa espontaneo ofrecimiento, ciña S. Л. I!. a sus sienes la
corona cíe España, que coa sus hechos gloriosos cien reyes
áaévaron.


"No es de este momento examinar las causas de nuestra
endenté revolución publica; pero­ sí recordaremos a Y. A. que
BIA.SLIA historia ludria condigna en todas sus paginas, al par
oír la lealtad ñ los monarcas y la fe en los juramentos, el
amor y la nunca desmentida decisión con que el pueblo es­
pañol supo siempre volver por sus fueros y sus libertades. El
Kalimicnlo monárquico de la nación española, grabado por
una no interrumpida tradición de siglos en el corazón de las
«¡versas dates sociales y anido hoy en estrecha u'ímnzit con
fl e.qai itu del derecho moderno, exige (рае la monarquía, que




KÌ3


do Aosta, \" nos liahia eaulivadu por su A I R E de


N I . H I c s I m , por sus (ino-- modale*. \ min princi-


represenla mu stres gloria, s y l ina nueslro pasado, persisla y
se Derivavo l'iuiilnilii cu la soberania nac'onal por el eoneurso
ile loclos, l'uorle .'OH la iiiiliseuLilile logitimidad de su origini.
Asi contribuirà ulieazmeiito a la prosperiuad y grandoza del
pois, fin ùu uue^tros esfuerzos y o'njoio constante de ime- Iras
mas vie.as espcranzas. t'ara Ib-vnr ;i feliz termino esla oin-
presa grande y gairiosi, las Girl es do Espana Irai bimaido on
la casa de Sanava, quo ha sal.ado ideutiliearse con ci sentì-
linealo ni iena! de la noiVe Italia, y rogirla con exilu ili-
tdioso por medio (io liislilueiùties libros , un principe » qeieu
investir •'•<; la Cigni'iad augusta y li quien conliar las elevntias
prerngalivas quo. la elouslitueiun de ISO:) alribuye al n o -
na rea.


»l.a nacion espora badar en V. A. un rey ([ne nelninudo
piar el amor de los puebtos Y ansioso de su l'elieidad, procure
cernir las lierinas abioa'tas cu el eorazon ile la patria por eon-
tiuuadas dcsgi'aoias quo smciiguaron el poderio con quo en
oii'os tiompos iogro, couipreiidieiìdo y [iroliijando al iniiiortal
genoves, eonqu'Star a la civilizaeion un nuovo niumlo a la v>:
quo llenaba el antiguo conci brillo de su gloria y con el ico
de sus Ic/.aiìas. (.a patria de tsntos hérees no HA inucrlo. sin
> tnbargo. a! porvoinr ni a la esperanza. Deeaida, posicela es-
iaba va misndo a nrineipios do esle siglo, cantivi.» su ivy ù in-
vadi io su territorio, asombro al mondo por 'd. esbier/.o, per-
ei loson, por el heroismo con quo lucilo basta arrojar de su
suolo al invasor y recobrar su liulladn indepoadenoia. l'acìdos
que filili deaiiieslran tali viri! energia y quo sabon eseribir en
el tempio de la inuioriaiidad los nouibres de sns bijos y de
sus ciuc.ades, lionen dereebo a creor |iasajeros sus inforui-
nios, y a t-sperar quo la Prov idencia olorgue eonqiensaeiou a
sus males . liauiaudùles a nuevos y mas altos destinos.




pilmctilc l a m i n e n , por el notable d i s c u r s o de
conieslaeion. ipie levo con voz Ireinóla al proiei—


»En nombro del pueblo español, nosotros, sus represen­
tantes, os ofrecemos la corona. Cumplida nuestra honrosísima
misión, а V. A. loca resolver si el regir los destinos de E s ­
pinal, cuyos anliguos timbres se lian confundido á veces con
los de vncslra familia, y cuyos antigaos reyes «on vuestros
abuelos, brinda caliendo bastante al levantado corazón de un
principe joven , deseoso de emular con sus aclos los grandes
ejemplos de oiis predecesores.»


El principe Amadeo, visibl ¡nenie conmovido; pero con voz
clara y admirable entonación , leyó el discurso .¡no ¡i conti­
nuación trascribimos.


neciaoso ra', s. л. R . кг ncocr r>r AOST-V,
«El elocuente discurso de vil slro digno presidente, seño­


ras diputados, ¡lumenta la natural y profunda emoción <jne
había producido ya en iní el voto ele la Asamblea Constitu­
yente de España.


•Con ánimo agradecido, expondré brevemente las razones
por tiiié me decido ñ aceptar, como acoplo anle vosotros
ton la asistencia de Dios y el consentimiento del rey mi pa
«re, la antigua y gloriosa corona que venís á ofrecerme. La
Providencia me había concedido ya una suerte envidiable.
Vastago de una ¡lustre dinastía, participé de las glorias de mi
antigua casa y de los destinos de mi lamida, sin tener ¡a res­
ponsabilidad de gobierno. Yo veía abierto ante mí un camino
fácil y venturoso, cu el i [no no me hubieran fallado, como no
roe lian faltado ha.­la hoy, ocasiones de servir ultimen!­ á m¡
patria. Vosotros, señores diputados, habéis venido a descu­
brir ante mi­, ojos un horizonte más dilatado: me llamáis á
cumplir un deber, arduo siempre, pero mucho mas arduo en
los tiempos que alcanzamos. Lid a las tradiciones de mis un­




140
pió. \ con oobio a r r o g a n c i a ;¡l iin Kste discurso ,
s e ­ u d a m e e l o pensado \ . admirablemente oscri lo .


tepasados, que nunca se arredraron ante el deber ni ante el
peligro, acepto la noble y elevada misión qne la España quiere
eontiurme; aunque no ignore las grandes ilüicullaües que ella
ofrece y la responsabilidad qne al .aceptarla contraigo para
con la historial. Pero confio en Dios, que ve la rectitud de mis
intenciones, y cotnio en el pueblo ospailol, tan justamente
orgulloso ele su independencia, de sus grandes tradiciones re­
ligiosas y políticas, y que tantas pruebas lia dado de saber ar­
monizar su raspado al orden con su amor indomable y apa­
sionado á la libertad.


«Soy aún , señores diputados, demasiado joven; son aún
desconocidos los hechos de mi vida piara que pueda yo ana­
huir a mis méritos la elección que lia h e c h o la noble naco!)
española, leiigo la seguridad ue une l i a b a i s creído que la Pro­
videncia ha concedido á mi juventud ¡a mas ala! y la mas fe­
cunda enseñan»): ai espectáculo ce uu pueblo que reconquista
su uniuüd y SU independencia, merceei a la miauía uuion coa
su rey, y a ¡a practica lia i de ias insliluei'inen ubres; queréis íu;e
vucat.ro p.as, a! que ¡a naturales prodiga Leu ios sus dones y
11 historia lo .as sus glorias, coca: lambí 11 de esa feliz un un
qi,e na Ir che, y que hará siempre, asi lo espero, la prospe­
ridad de Italia. Л .a gloria de mi padre, a la fortuna de tai
oías d.­bo, pues, vuestra elección, y piara hacerme digne de
e i l a no puedo ícenos de seguir leaaneule e l ejemplo d e las
tradiciones constitucionales cll que be S i d o e.uicailo. Sufran)
en el ejército, seré, señores, e l primea' ciudad.uio ante los re­
presentantes de ia llaciail.


«Los anales de España están llenos de nombres gloriosos,
ue caballeros valientes, de atrevidos navega i Les, de granad
capitanes y de reyes famosos. Xe s e si alcanzare la fortuna de
verter mi sangre per mi nueva patria, y si me será dado aña­




141


cautivó por completo basta á aquellos mismos de


entre nosotros que hasta entonces habían per-


manecido reservados.


Firmada el acta por todos los concurrentes, el


rev Víctor .Manuel salió al gran balcón de palacio


en compañía de los dos príncipes sus hijos, y del


Sr . iiuiz Zorrilla, siendo iodos aclamados con


gran entusiasmo por la multitud (pie llenaba la


plaza á pesar de la n i e v e que continuaba ca lendo


e n abundancia.


Después de habernos despedido del rev de


Italia, que á todos estrechó afectuosamente la


mano, dirigiéndonos cariñosas palabras, pasamos


á las habitaciones particulares del duque de Aosta.


F,l S r . líniz Zorrilla nos fué presentando á todos,


uno á uno. v el príncipe, lo propio que pocos


momentos antes su augusto padre, a todos nos fué


estrechando la mano, saludándonos afectuosa-


mente.


Al salir de palacio, todos decíamos v pensába-


mos lo propio. El nuevo rev de España se había


dir alguna página á las innumerables que celebran las glorias
de España; pero en todo caso, estoy bien seguro, porque esto
dependí! de mí y no de la fortuna, que los españoles podrán
siempre decir del rey que lian elegido: «Su lealtad se ha le-
vantado por encima de las luchas de los partidos, y no tiene
»en el alma más deseo que la concordia y la prosperidad de
ola nación.»




ganarlo tantas voluntados como diputados formá-
bamos; Ja CO J I U . S / Í I / I .


)d mi se lo .¡lio á di v á nosotros nos r e s e n a


el porvenir, pero sé (¡no lodos salimos do la c á -


mara real profundamente impresionados, y que.


I O D O S ;'¡ tii);i, C R E Í M O S (¡ue la J ' N O idenc/a bendecía


la revolución española, coronandola d,d nie|or


modo (pie podíamos desear, con la elevación al


trono de un principe dotado de alias prendas v


relevantes virtudes.


,\o hacia apenas dos horas que habíamos r e -


gresado á nuestro alojamiento, cuando de repente,


v sin previo a v i s o , se présenlo en el hnlcl el nuevo


monarca español, para visitar al presidente v de-


más individuos dé la Comisión. Ciego cu un m o -


desto coche de dos caballos, acompañado de. su


av urlante de campo, el marqués Dragonetti. y de


sus oficíale* de ordenanza, los S res . (instavo C o -


lonna y marqués Gualterio. Sobre media hora


e s i m o de visita, v e n conversación con el señor


ICnz Zorrilla v los demás diputados que nos h a -


llábamos en casa. .Nos dijo que estaba dispuesto á


i rá España (ajando se le indicara, y nos preguntó


si la fiebre amarilla había desaparecido va de B a r -


celona, manifestándonos su deseo de ir á d e s e m -


barcar en esto punto, precisamente por estar allí


haciendo estragos aquel terrible azote.




1 4 3


:\o hav que negarlo. Aquella tarde el duque


de Ansia se había conquistado las simpatía? de


cuantos españoles estallamos allí. El S r . Rui/


Zorrilla, dominandoá lodos en entusiasmo, decía,


con asent milenio de todos :


— ctSov realista de esle rev. Al rog esar á l i s -


paña, nuestro atan v nuestro anhelo ha de ser fa-


cilitarle los medios para que pu da gobernar sin


contrariedades. Deelaro desde aqui que será un


nial patriota v un hombre indigno, aquel (pie


trate de crearle diheullades v ponerle c-bstáeulos.


Seria una gran iniquidad la que cometen:anos si


a un |ÓAen como esle, di- tan altas prendas, en


vez de hacerle fácil el camino para asegurar la


ventura de la patria, se lo hiciésemos d.líeil, esca-


broso y quizá imposible por nuestras miserias,


nuestras rencillas o nuestras ambiciones. Declaro


traidor á la patria al que tal haga. Cuanto de hoy


en adelante se haga en España, si es noble v ele-


vado, ha de hacerlo el rey. Seamos responsables


.nosotros de lo malo, pero para lo bueno que no


luna más autor (pie él . Perderíamos nuestra dig-


nidad v nuestro decoro si por culpa nuestra p e r -


díamos al rev .»


Habíamos sido imitados á comer con los reyes,


v á las seis de la tarde nos encaminábamos otra


vez al palacio Pilfi, cuya fachada estaba profusa-




114


mente iluminada, cuino iluminados laminen osla-


ban aquella noche ln> edificios públicos. \ primu


pales casas de Klorencia.


Hccibidos con regia pompa \ con ceremoniosa


aparato, después de atravesar porenlrr una dobl<


(¡la de coraceros, |ó\enes todos de gallarda pre-


sencia v hercúlea figura, eniranios en el saloi


donde estaba preparada una lu¡osa mesa de eiouh


cincuenta cubiertos. Estaban invitados con no-


otros los altos dignatarios, los embajadores, c o m í


sienes ded Senado v del Congreso, el Municqm


de Florencia v los más distinguidos persona j e s d<


la corte.


La mesa, dispuesta en forma de íierraiJura


estaba presidida por \ Ictor Manuel, quien lena


á su derecha al rev de España, vestido con e


uniforme de almirante italiano, cruzada al pceln


la banda de Carlos I I I . y con una magnííiea faj;


de capitán general español, que en nombre de


general IVrim y c o m o regalo de este, le había pre


sentado por la tarde el S r . Zorrilla.


En los sitios preferentes se sentaban el príncipe


Humberto, el de Cangnano, el mariscal Cialduu


el ex-niinistro Ratazzi, el conde Meuabrea, lo-


presidentes de las Cámaras, y en representado!


de los españoles, los Sres . Zorrilla, Madoz, Mon-


tesinos, García Gómez y Beranger. Los demás




145


MEK!MLU^ l'E l ¡> (.U.NS'l IT L VE NT E . 10


confundidos con los imitados , seguíamos á lo


largo de las mesas, que estaban ricamente d e c o -


radas, demostrando un lujo, una magnificencia y


una riqueza tales, que con solo su descripción se


!.en¡:r¡aii algunas páginas.


Terminado el banquete , que lué espléndida-


mente servido, pasó la real familia á un salón ta—


j izado de azul, donde se tomó el café.


Mientras el re\ de España departía con nosotros,


c! S r . Zorrilla conferenciaba con Víctor Manuel


on otro ángulo del salón. E n esta conferencia se


deridió que el duque de Aosía podría marchar á


España sobre el 18 de Diciembre, á cuyo hn


quedaría una comisión de siete ú ocho diputados


para acompañarle, en tanto que Zorrilla partiría


en seguida con los demás para hacer que las


Corles discutiesen y votasen sm pérdida de tiempo


las leves necesarias, antes de la llegada del m o -


narca. También mandestó Zorrilla su deseo de


pasar á T u m i para saludará la duquesa de Aosta,
que estaba aún retenida en cama después de h a -


ber dado á luz su segundo hijo.


Se quedó conforme en ambos puntos, deci -


diéndose apresurar los leslejos que debían tener


lugar en Florencia, á lin de que Zorrilla pudiese


partir cuanto antes.




146


Tuvo lugar en este día la apertura de las Cá-


maras italianas: fuimos invitados á ella y asistimos


á la sesión regia. Nos había sido reservada la


tribuna del Senado. \ en ella un sillón para el


rey de España.


E l sillón, sin embargo , permaneció \aeío.


¿Por qué?


Según se diio, el duque de Aosta se preparaba


á asistir, ruando supo que el asiento que se le


tenia preparado estaba en una tribuna y no en el


salón de sesiones, como á su dignidad real c o r -


respondía. Tlenuneió, pues, á concurrir á la c e -


remonia, siendo este acto muy aplaudido por el


S r . Zorrilla y por los demás diputados españoles


que tuvieron noticia de él .


Aquella noche dio un banquete nuestro minis-
tro plenipotenciario el S r . Montcmar á la Comisión


de las Cortes, á los ministros italianos v á las au-


toridades de Florencia .


Terminada la comida, se pasó á los salones


donde se sirvió el café.


Por largo tiempo había estado dividida la o p i -


nión en la corte de Italia respecto á la c o n v e -


niencia de aceptar el duque de Aosta la corona de


España, y hasta en el seno mismo del gabinete se




147


habían pronunciado sobre este punto opiniones


contradictorias.


Sólo Víctor Manuel había manifestado siempre


su opinion favorable. Ya cuando se trató del d u -


que de. ( ¡ e i m \ a , el rev de Italia se expresó (meste


sentido, pero los temores v recelos de la ilustre


madri1 de aquel |óvon príncipe v las observaciones


v consejos de algunos de sus ministros le hicieron


desistir. Siempre Víctor Manuel se mostró adieto


á que ocupase el trono de hispana un miembro de


su familia.


Cuando por segunda vez se trató del duque de


Aosta, fracasada la candidatura del príncipe p r u -


siano. N íelor Manuel desde el primer instante dio
á conocer su opinion favorable, pero se levantó


gran oposición en la córte v en el seno m i s m o de


su familia. Un senador italiano, persona respeta-


bilísima, ligada á España por antiguos vínculos,


tuvo que deshacer grandes errores y desvanecer


grandes preocupaciones, sirviendo en este puntola


causa de Víctor Manuel. Se creía generalmente


que nuestro país estaba entregado á la más leroz


anarquía v no faltaba quien asegurase que el du-


que de Aosta, si aceptaba, tendría en Madrid la


suerte que Maximiliano en Méjico.


El príncipe Amadeo, por su parte, no se ma-


nifestaba muy deseoso de la corona, y , al prinei-




148


pío, tampoco su esposa, la princesa <le Cisterna,


parecía muy propicia á que la aceptara. El brillo


de la diadema real no deslumhraba á ninguno de


ellos.


Poco á poco se fué cambiando la opinión, v en


algo contribuyó á esto un diputado español mu\


conocedor del país v muy relacionado con los


principales personajes de Italia, principalmente


con un ex-presidenle del Consejo de .Ministros, que


hizo un viaje á Florencia do acuerdo y con aquies-


cencia del general Prim.


Este diputado constituyente, cuyo nombre no


me es dado revelar, estuvo en Florencia, en T u -


m i \ en Milán, v celebró conlerencias con los


hombres más importantes, desvaneciendo un error


capital que en la corte italiana había logrado echar


hondas raices. Se creía allí que el genera! Prim


jugaba con cartas dobles. Se creía allí que Prim as-


piraba al trono de España para él, y que las nego-


ciaciones diplomáticas con Italia eran sólo un pre-


texto para mejor encubrir sus personales deseos v


mejor disfrazar su ambición. El diputado a quien


me reliero, puso esto en claro y demostró de una


manera evidente, no dejando lugar á duda, que


jamás había penetrado tal idea en la mente del ge-


neral Prim, tipo perfecto de caballerosidad v ejem-


plo íieJ de hidalguía.




149


Y es verdad. No faltó, de ello sov yo buen tes-


tigo, no faltó i|uicn propuso cierto día al ge-


neral Prim ipie se luciese dictador piara luego con-


vertirse en César; pero recuerdo perfectamente


ias palabras con (pie rechazó indignado semejante


propuesta, lis un noble corazón el de Prim v vio


lo muevo el insano alimento de una ambición des-


atentada. Su ambición es legítima v no pasa de


ios límites (jue le imponen su amor á la patria, su


dignidad v su nobleza.


La opinión, sin embargo, s e había generalizado


entre los hombres públicos de Italia de tal m a -


nera, que doce días antes de la elección de monar-


ca, un personaje político de este país m e escribía :


{¡Creo haber adamado de tiempo á donde va


P r i m , pero, por lo m i s m o ¡pie tengo formado con-


cepto acerca del particular, me r io de los que


toman ciertas cosas en s e n o , como en tiempo de


Roma m e hubiera reído de los hombres públicos


que no hubiesen sabido leer en el interior de César


ó de Octavio. Usted debe saber más que vo sobre


este punto, y si P r i m ovese la lectura de esta


carta hecha por usted, al terminar, la sonrisa apa-


recería en los labios de ambos, como aparecía en


la de los augures al hallarse solos después de las
ceremonias pacanas.»


V en electo, recuerdo que leí la carta á P r i m v




150


que nos sonreimos, pero el autor ele la carta no
nos hubiera agradecido la sonrisa á poder verla.


_\o; nadie que le conozca podrá tachar á Prim
de ambiciones desatentadas, superiores á la posi­
ción legítima que ocupa.


.Le conozco á íondo, y ¡ojalá que lodos le c o ­
nociesen como yo! En su alma noble, en su co­
razón hidalgo, no caben pasiones bastardas ш mi­
sera bles. Mucho podría yo decir v contar sobre
este punto, pero estas líneas están destinadas á la
publicidad, y no íaltaria quien atribuyese á móvi­
les de adulación lo que sólo seria espíritu de j u s ­
ticia.


La calumnia se celia boy sobre todos los hom­
bres públicos de España, pero principalmente se
encarniza en Prim. ¡Qué desconsoladora injus­
ticia:


V ya no es sólo en nuestro país. Aquí mismo,
ayer noche, en conversaciones entre diplomáticos
oía achacará Prim la responsabilidad de esa misma
tremenda lucha cutre Prusia y Francia, (jue hoy
preocupa á toda Europa, de esa misma guerra que
tan colosales proporciones lia ido tomando.


— A . Prim le convenía tomar la revancha de
Méjico—decía a ver uno que pasa en Europa por
una notabilidad diplomática .—Juró entonces aca­
bar con Napoleón, y cumple su juramento. La




151


candidatura Ilulhenzoller lia sido la bomba Orsini


do Piaiii.


V aparto mía. me decía yo al oír esto: ¡Qué


craso, ([iié profundo error hay á veces en los j u i -


cios humanos!


¡La candidatura Ilollienzollerl


ÍSunca asunto más espinoso ni más difícil fué


seguido con tan prudente laclo \ con tan impene-


trable política como éste lo lué por el general


Prim.


IVim se bailaba de caza en los montes de T o -


ledo cuando llegó á Madrid nuestro compañero


Salazar v Mazarredo. portador de la caria en (pie


Leopoldo de Hollienzoller acoplaba su candidatura


al trono español. Hubo de saberlo un diputado


míLiyenle á ipiien, por c h a parle, no se le podía


ocultar, v cometió la indiscreción de decir:


— ¡Va tenemos rev 1


Esto basté) para que so investigase, se a v e n -


guara v se descubriese. 11 Izóse la luz sobre la candidatura do Holhenzo-
ller antes de que iVim volviese de los montes de*


Toledo.


El día, ó mejor dicho, la noche que P n m llegó


á Madrid, de vuelta de su cacería, dos amigos


fuimos á la estación del ferro-carril para recibirle ,


y le manifestamos nuestra satisfacción como ino-




152


nárquicos. ni ver ( ¡UC temnmos candidato v que


acepíaba.


El general se quedó atónito y nos interrogó.


Le dijimos entonces lo que \a salea todo el


mundo polílico en .Madrid, el nombre del c a n d i -


dato y la aceptación de éste.


Prim frunció las cejas, y estrujando un guante


que tenia en la mano, exclamó:


— T r a b a j o perdido: candidatura perdida. . . ;Y


Dios quiera que sea esto sólo!


En efecto, se perdió el trabajo, se perdió la


candidatura, y no lué aquello sólo, por desgracia.


Ea guerra entre Francia v Prusia, lia sido conse-


cuencia de aquella indiscreción.


A seguir las cosas ennlorme Prim ( ¡nena , la


aceptación del príncipe Leopoldo debía quedar re-


servada basta que él hubiese podido efectuar á


Francia cierto viaje que para este caso tenia en


proyecto. Prim confiaba q u e . después de ha-


berle oído. Napoleón III hubiera entrado en sus


planes, como habia entrado va el conde de Fus-
il iark.


Es posible que, á no ser aquella malhadada in-


discreción, las cosas hubiesen tomado otro sesgo.


Ni la guerra hubiera tenido lugar, ni estaríamos
hoy nosotros en Italia.




153


Morí»-* « ,1c I)i-;.m!.n..


Este (lia, (pie las ceremonias oficiales nos r ie -


laban libres, lo consagramos principalmente á re-


c o r r e r la bella é histórica ciudad que se levanta á


orillas del Arno.


Visitamos sus principales monumentos, gloria


eterna del arte, y fuimos al templo de Santa Croce


para saludar la tumba del Dante, en cuya lápida


la posteridad lia escrito el verso misino que Dante


dirigía á Virgilio:


En tanto <pie nosotros recorríamos los palacios,


ios templos v los museos, donde el asombro y la


admiración trasportan á los viajeros, el ministro de


M a r i n a presentaba al rey la comisión del Almiran-


tazgo v una de la escuadra, que habían llegado á


Florencia el día anterior.


Por la tarde nuevo banquete en nuestro alber-


ijn. Se había invitado á las autoridades populares


y á var ias distinguidas personas de la ciudad, en-


tre ellas al popular poeta Guíenme Pro ti, que e s -


tuvo sentado ¡i la mesa junto á nuestro García Gu-


tiérrez y (pie á los postres nos levó con enérgica


entonación un canto dedicado á Amadeo de S a -


boga por su exaltación al trono de España. Se m-




154


vitó á García Gutierre/ á leer algo, pero siendo


invencible la modestia de este autor, el S r . Don


Juan \alera leyó la preciosa carta en verso que


nuestro Manuel del Palacio dirigía al nuevo mo-


narca español ,de la cual era portador el S r . Ruiz


Zorril la.


Terminado el banquete, nos dirigimos al teatro


de la Pérgola, donde habia función rég-ia, ponién-


dose en escena la ópera Jone del maestro P e -


trella.


La vasta sala de aquel teatro, brillantemente de-


corada, resplandecía de luz, y ocupaban los pal -


cos principales las damas más ilustres de la corle


florentina, las lamillas más distinguidas de la


ciudad.


A las nueve apareció en el palco real Víctor Ma-


nuel, dando la derecha al rey de España v la i z -


quierda á los príncipes del Píamente v de Car i -


gnau"). Con ellos entraron el presidente de la Comi-


sión española S r . Zorrilla y los vicepresidentes se-


ñores Montesinos y García Gómez, piulo con los


demás de la comitiva, pero los tres primeros per-


manecieron pocos momentos en el palco, pues no


habiendo más asientos que los necesarios para la


familia real , según la etiqueta italiana, juzgó el


S r . Zorrilla que debían retirarse.


Los reyes no estuvieron más allá de una hora




155


en el teatro, y corno aquella misma noche partía


para Turin el duque de Aosta, á las once abando-


namos también el espectáculo para trasladarnos á


la criación del ferro-carril con objeto de despedir


al rey.


La despedida lué afectuosa. Después de haber


cruzado algunas palabras con Zorrilla y estrechado


la mano de lodos los diputados, el duque de Aosta


subió á su eoedie y no se apartó de la portezuela


hasta que el tren se hubo puesto en movimiento.


Al partir éste, Zorrilla dio un viva al rev de


España, (jue fué por todos contestado.


7 do Dkk'iriljre.


Tanto en este día, como en los anteriores, t u -


vieron lugar á líllmia hora varias conferencias de


los diputados. No estaban todos contentos v en al-


gunos se traslucía visiblemente cierto disgusto, sin


embargo de que el S r . Zorrilla, por su parte, ha-


cia cuanto en su mano estaba para evitar toda causa


de descontento. La m i s m a conducta parecía o b -


servar nuestro ministro plenipotenciario en la


corte de Italia, y sin embargo algunos se manifes-


taban resen Lidos.


Sucedió en esto que comenzaron á interpretarse


ciertas idas v venidas, que se quiso sacar partido


de ciertas conferencias entre el indicado ministro




156


y el S r . Zorrilla, y que se intentó dar tortura á


palabras y frases por éste último pronunciadas sin


segunda intención, á mi ver, en conversaciones fa-


miliares. Esto sucede siempre donde lia v hombres


políticos v sobre todo cuando estos hombres polí-


ticos son meridionales. No faltó por lo mismo


quien, de comentario en comentario, de deducción


en deducción, v quizá más que nada, de malicia


en malicia, dedujese de todo ello erróneas c o n s e -


cuencias.


E n una de nuestras conferencias se trató de si


debía aceptar el S r . Zorrilla el collar de la Anun-


ziata que el rev Víctor Manuel le ofrecía. Todos


fueron de parecer que debía aceptarle, así como


se crevó conveniente no hacer lo propio con el


gran cordón de la Corona de Italia ó de San


Maurino que se iba á dar á los miembros de la


Comisión.


Se supo entonces que un ayudante del rev de


Italia iba á partir á España, portador del mismo


collar de la Anunziata para el regente señor d u -


que de la Torre , y para los generales Espartero


v P n m .


Se c o m i n o en que se quedase en Florencia ó


en Turin, al lado del nuevo rey de España, una


comisión compuesta de seis ú ocho diputados,


para acompañar á éste en su viaje. Todos, ó la




157


mayor parte al menos, repugnaban el quedarse,


yo no sé por (pié. Todos manifestaban A ¡vos d e -


seos de irse con el presidente, y uno á uno f u i -


mos todos interrogados para saber los que v o l u n -


tariamente estaban dispuestos á esperar la partida


del rev. Nos brindamos á ello solamente los se-


ñores duque deTetuan , marques de Sardoal, b r i -


gadier Rosell , I ) . Juan \ alera, I). Francisco Bar-


reriecliea, U. M a r i a n o Hius y el autor de estas l ineas.


Se resolvió, pues, que nos quedásemos n o s -


otros, agregándosenos el S r . i ) . Augusto Ulloa,


que había expresado grandes deseos de partir,


pero á quien encarecidamente rogaron el S r . Ruiz


Zorrilla v otros señores, que permaneciese en


Italia. Accedió por Un el S r . Ulloa, vencido por


la insistencia de los ruegos, v quedé) nombrada


(¡sí la c o m i s i ó n .


Se nos dieron, entre otras instrucciones, la de


quedamos dos días más en Florencia para corres-


ponder al convite á que nos invitaba el Senado


italiano, v que el S r . Zorrilla, por lo premioso de


su partida, no podía aceptar; la de que pasáramos


en seguida á Milán para visitar al príncipe H u m -


berto en su residencia; v la de que, terminados


estos deberes, partiésemos á T u m i á esperar junto


al rey el día de nuestra partida, que desde Ma-


drid se nos fijaría.




A las siete de la noche asistimos al banquete


que el Municipio de Florencia ofrecía á la diputa-


ción española en el suntuoso palacio Corsini, que


su propietario prestí') para este (docto, \ que es un


magnífico edificio situado en el muidle del Arrio.


Tiene este palacio una grandiosa escalera, qim


s e tediaba primorosamente engalanada, y una r ica


galería de pinturas, con cuadros de los más pre-


claros artistas, que recorrimos antes de pasar al


salón del banquete.


Este presentaba un aspecto deslumbrador. Era


una gran sala, de elevación sorprendente, d e c o -


rada con gusto exquisito. Estaba iluminada por


diez v nueva1 arañas de forma verdaderamente co-


losal, v por una multitud de candelabros. La luz


del sol no hubiera sido más v i v a , lia jo aquel


océano de luz se destacaban caneo grandes mesas


vistosamente aparejadas, v do quiera que se lija-


ban los ojos, se veían artísticas estatuas, guirnal-


das de ostentosos colores, pabellones italianos \


españoles enlazados, ramilletes de olorosas flores


v grupos de arbustos sabiamente combinados.


Cada mesa llevaba el nombre de u n o de los an-


tiguos r e i n o s de la corona de España. La de ho-


nor, que estaba situada en el centro para la pre-


sidencia, se denominaba Cas/illa la Mioja. Las


otras cuatro, que de ella partían ó arrancaban




159


c o m o cuatro grandes barras, llevaban los nom-


bres de León, A rayo/i, Navarra y (¡ranada.


Como de antemano s e nos había dado á cada


uno un diseño biográfico de las mesas, con el


nombre de cada convidado, v el de la mesa y


sitio i[iie debía ocupar, nos fui: facilísimo encon-


trar nuestro puesto en medio de la c o n f u s i ó n n a -


tural del primer momento, pues pasaban de dos-


cientos los invitados.


Mi puesto estaba en la mesa (¡ranada. Cada


una se bailaba presidida por u n individuo del


Municipio, y la de honor por el síndico de F l o -


r e n c i a . S r . P e r u z z i , ( j i n e n tema á su derecha al


Sr . Zorrilla, v á su izquierda al S r . Montemar,


siguiendo luego los ministros italianos, los presi -


dentes de las Cámaras, nuestros vicepresidentes


v nuestro ministro de M a r i n a .


E n el acto de sentarnos á la mesa cada u n o de


los diputados españoles, \ al desdoblar la serville-


ta, encontramos un objeto precioso, rasgo de d e -


licada galantería del Municipio. Debajo de m i


servilleta había un lindísimo álbum de fotografías,


con las principales v islas de la ciudad v de s u s


monumentos, leyéndose en s u s cubiertas de t a f i -


lete, en español v en letras de oro: Recuerdo de


Florencia.


A los postres, el síndico S r . P e r u z z i inauguró




160


los brindis con un notable discurso, al que con-


testó con otro el S r . Zorrilla. Brindaron también


¡os presidentes del Senado v del Congreso, el


general Cialdini v los S res . García Gome/. , M o n -


tesinos y Beranger .


Terminado el banquete, la concurrencia se e s -


parció por los salones del palacio C o r s m i , prolon-


gándose la r e u n i ó n hasta bien entrada la noche.


Parecía c o m o que volvían á surgir dificultades


para la próxima marcha del rey. Los unís allega-


dos á él y á Víctor Manuel, tomando pretexto del


estado en que se hallaba la princesa de Cisterna,


nos manifestaban que acaso ser ia mejor v más


conveniente aguardar algún tiempo y retardar el


viaje de Amadeo hasta entrado el año próximo,


votadas ya por las Corles las leyes que (altaban, y


calmadas las pasiones.


Esto demostraba que no cesaban en sus traba-


jos de zapa aquellos que estaban empeñados en


destruir la obra revolucionaria de España. Preci-


samente para desbaratar estos planes convenía la


permanencia de una c o m i s i ó n en Italia. Desde


Madrid se enviaban con prolusión á Florencia pe-


riódicos malévolos, caricaturas significativas, libe-


los injuriosos, encaminado lodo a hacer almosiera


para que la corte de Italia vacilase, v el duque de


Aosla retrocediera.




161


La comisión que quedaba en Italia tenia. pues,


cue llenar una delicada m i s i ó n , v de su tacto de-


jicndia inuclio. i)e todos modos era de suma ne—


resalad la |lermanencia de un grupo de diputados


en la corle (lorentina hasta que el r e v efectuase


-u v i a j e , y de tal modo lo lialna comprendido así


el general P r i n i , que en esle sentido v á este


electo, dn'i instrucciones á alguno de los diputados.


Ln la mañana de este día. que es en el que


tuvo lugar el banquete de la municipalidad, varios


hombres de listado, italianos, alguno de los m i -


nistros, v no sé laminen si la familia real, habían


recibido un anónimo de España, especio do circu-


lar, escrita con profunda v perversa intención.


\ a en o l e anónimo no había las \ ulgaridades ipie


i ;i otros, ni se hacían groseras ameno/as. Los au-


I ¡res se fingían amantes de la casa de Saboya, á


la que se daba id consejo de no aceptar la corona


de España, é> ¡xir lo menos retardar dos ó tres


:.,eses el viaje del rev electo. Después de hablar


g:\iluitanieiile de cierta supuesta actitud de los


generales duque de la Torre v Tópele, se decía


ipie amenazaba romperse la conciliación de los


¡res partidos que hablan hecho la revolución, y


aue. rote el pacto, la obra caía por su base. In-


dicábase el ¡icligro que podria sobrevenir en este




162


Alguien hubo de liaeer alguna indicación sobre


esto al S r . R u i z Zorrilla, el cual, como hombre a


quien n o duelen prendas, tocó delicadamente la


cuestión en el discurso de su brindis. Lo propio


que había hecho en el discurso de la Villa de


Madrid, en el de esta noche anatematizó la con-


ducta del partido republicano español, manilesto


que era un partido insensato que se habla pro-


puesto por obra hacer trizas la unidad de la patria


española, y sent(') que el parí ¡do hbcral-monár-


quieo era solo u n o , sin distinción de matices ni


de procedencias, compacto \ dispuesto á sacrili-


carse por el progreso, por la libertad \ por el rev


que habían elegido las Cortes soberanas ' ! } .


;'l) Jlé ¡u[iii los párrafos do su discurso:


<;Nosotros los c.-pafiolcs, que después de tres siglos veni-
mos trabajando por nuestra unidad, nosotros que al fin la
hemos conseguido á pesar de que hoy tenemos entre nosotros
un partido que quiere otra vez hacer trizas, hacer pedazos la
patria española que todavía no es eompá lamente una, nos-
otros tenemos otra ansio:: que cumplir, cual es la de conso-
lidar la era de libertad y de progreso que hemos conquistado
por la revolución de Setiembre, bqo la égida y bajo la direc-
ción Ue la monarquía que no voy yo ahora á discutir en frente
de la república en el terreno be la couvía,¡encía ni en el de
los hecho*; pero que es aiin para Europa una realidad histo-
rie, ¡i y social, un he<.bo positivo y evidenle, h monarquía, míe
os hoy indiscutible: y .aún podría decir algo más, aún podría
poner ¡a monarquía que existe en los pueblos donde reina la




1(33


Torio* oiiiintos habían recibido el anónimo de


i[ne he hablado antes, comprendieron v aplaudie-


casa de Snboyn, en frente de ta república que rige en algunos
pueblos del mundo.


«Puro no hay para qué hacerlo ni es esta la ocasión. E s -
paña es monárquica como lo es Italia. ¿Por qué, señores?
Porcino recuerda y tiene el deber (te recordar, así como el de
aprender en las lecciones de la experiencia y de la historia,
que no por ir más deprisa se adelanta más, que no por querer
avanzar en su dia, so consigue todo lo que el filosofo piensa
en su gabinete, todo lo que el político ha concebido en sus
sueños de ventura como lo unís conveniente para un país:
porque recuerda, dejemos atiera aparte la cuestión do clima,
de temperamento y de ra/.a, que tiene también su fuerza;
porque recuerda lo que fue la república de 1848 en Francia,
un sueño de verano, una ilusión, un momento; porque re -
cuerda que después de dar Cavaignac, con la Asamblea y la
miiieia nacional ñ su lado, la gran batalla que dio en las ca-
lles do París a los que se llamaban republicanos y no lo eran,
porque cavaignac era quien representaba la república, era
quien representaba la legalidad personificada en la Asamblea
\ en la guardia nacional; porque recuerda que después de
dar aquella gran balada que liño en sangro las calles de Paris
y !f ¡¡o no hilo a los republicanos, la república desapareció;
y no porque la Francia no quisiera la república una vez pro-
clamada aquella forma de gobierno, sino porque no estaba
preparada para ello, porque la Francia sentía en su corazón
el e.-,urii:i úe !.i monarquía; porque en vez de la república
huúier: aceptad.i | a monarquía si hubiera encontrado una
monar púa que bebiese cumplido con sus deberes constitucio-
nales. Este (¡oloroso experimento de la Francia y el que
vosc-;!••.>* mis.üos .e¡Í!i>!.. is per vuestras divisiones en 1848,
es lo q .e lia bocho aprender á los liberales españoles que no




1C.4
ron !;¡ uileneion do Zorri l la , v ésto, con uoMo


franqueza, con perfecta lealtad, disipó las preocu-


pedian precipitarse en su camino, que no debían tener gran
cuenta de la forma, que debían acomodarse ;í ¡o que sentía el
país y a las conveniencias do la política. [Muestras d e apro-
bación.)


«Por eso hemos resistido dos años, por eso hemos estado
durante dos años en la interinidad, luchando un (lia y otro
dia con todo género de obstáculos y venciendo ddicn'ltades.
Por eso hemos venido a establecer la forma monárquica, y
después de establecida, amulo se creía difícil eompletar la
obra revolucionaria, hemos elegido el rey que ha de regir los
destinos de la patria española.


-Toaos vosotros oiréis boy y habréis oído durante mucho
tiempo, que la dinastía de Saboya oo puede consolidarse en
España, que os imposible que el hijo de vuestro graa rey
consiga cebar raíces en el pueblo español, que allí todos son
enemigos, que•allí no se n uniíen reyes extranjeros, que el
parlido republicano es numeroso, que el absolutista es
iiresistible, que la restauración tiene grandes fuerzas, que .•$
imposible que podarnos luchar contra otro candídalo que lia
figurado durante e: periodo revolucionario. No, no creáis
nada do esto; y si no estatuad los hechos que han tenido jugar
en los dos años úkimos.


»En España hay un gran pertido que ama la monarquía y
que no tenia simpatías por osla o por laotra persona. Es-
paña es una nación buena y liberal, que al mismo tiempo
ansia el reposo, la tranquilidad y e! orden, y osla nación os
la que ha de estar al lado del duque do A osla para com-
batir á los enemigos que tenemos, y que son tos mismos que
tenéis vosotros: el socialismo y el absolutismo. (Gratules
aplauso*.)


Allí no tiene otros enemigos la monarquía del duque deAos-




paciones ¡pie pudieran a l g u n o s a b r i g a r t ó c e n l e ;'i


esle punid.


— No — decía luego en un g r u p o de h o m b r e s


pol i l lo .>s .—no has h o n o r de ipie el p a r l a l o m o -


nárquico liberei se pueda i p i e b r a o l a r en Ksnaña.


Si no c a l m i e r a en su c o n v i c c i ó n estar ía en su ín-


teres a u s i n o , h s el par t ido q u e debe c o n s e r v a r la


re\oi a c i ó n . \ uiüdo cuino un solo h o m b r e j .erm.i -


ueeeia hasta ipie c-do consol ubala la un "\a cb-


uasiia . El ipie quisiera r o m p e r los lazos q u e uueo


\ deben ronl ini inr íinieiiilo á los p a r i i d o s d e ¡ a r e -


la, y a'|ii! no tiene otros tani|)oco vuestro rey. Como esta es


unacuem'oe que dentro ¡le puco tiempo se baile dilucidar y bC


ha de resolver en la estera vicloiiosa de ios hechos, vosotros


veréis quien tenia razón, si los que inventan mentiras, forjan


calumnias, mandan aqui periodico» y alli caricaturas para


hacer vera Italia que en España pasan cosas eisiintasde las


que han sucedido, o tenemos razón los que hemos venido


rapa, teniendo detrás a todo un puíbio, ñ ofrecer la corona


de Espacia á un miembro de la dinastía ce Saboya, hecho


liev.alo ti cabo en virtud del voto de las Corles Constituyen-


tes, y que estamos dispuestos resueltamente, como lo está la


España liberal y monárquica, a me; ir por la libertad y por


el progreso de nuestra patria, libertad y progreso que es la


libertad y progreso de la r za latina, y á morirai mismo


tiempo, porque ese es nuestro deber, y si no seriamos indig-


nos, no ya de llamarnos españoles, sino de ser hombres, á


morir, repito, por el rey que hemos elegirlo y que hemos


venido á pretender do vosotros, (uranica y estrepitosos


i,oi/a«.sei.i




166


volucion; el que no contribuya por todos los m e -


dios á consolidar la dinastía quitando obstáculos


de su camino, este será un insensato ó un enemigo


de la libertad de España.


Las prudentes v patrióticas palabras del señor


Zorrilla, hacen mucho más fácil Indelicada misión


de los que aquí nos quedamos, y nos abren ancho


y práctico camino.


8 di' Di. it'inlu'f1.


Siendo este el día designado para la pártala de


nuestros compañeros, á las ocho de la mañana fue


á despedirse el S r . Ruiz Zorrilla de Víctor Ma-


nuel. Era la hora á que este le había citado.


Solamente el ministro plenipotenciario señor


Montemar asistió á esta entrevista, de la cual


luego nos dio rápida cuenta Ruiz Zorrilla.


\ ic tor Manuel estuvo con él sumamente afec-


tuoso manifestándole gran confianza. IMéese (pie


al despedirse le abrazó cariñosamente, diciendole


que a su lealtad \ á la hidalguía de la nación e s -


pañola confiaba la vida y el porvenir de su lujo.


Zorrilla le d i o sobre este punto las mayores \ más
conipíelas segundades.


Mientras tenia lugar esta conferencia, algunos


compañeros estábamos al lado de i ) . Pascual Ma-


doz, persuadiéndole á que se quedase en Italia




167


Imsta la pártala del rey. Los que en este día se


ponían en c a m i n o , iban á continuar su viaje por


tierra hasta Madrid, pues las fragatas quedaban


en el puerto de la Spezia para aguardar al rey y á


la C o m i s i ó n . El v ia je iba á ser, por consiguiente,


molesto v penoso, y deseábamos convencer al se-


ñor Madoz de que no se hallaba en disposición de


emiirciiderlo ni de resistirlo.


\ ciamos su salud quebrantada, pues durante


aquellos días, sólo se había levantado de la cama


para los actos oficiales, v esto lo había hecho aún


cediendo á su inquebrantable fuerza de voluntad.


Le proponíamos que se quedase en Florencia


para cuidarse v restablecerse, marchando después


á la Spezia, donde estaban las fragatas , v donde


tranquilamente, con toda comodidad, podía e s p e -


ra ' el día de nuestra partida para España. El m i -


nistro de m a r i n a S r . beranger, le hizo á este pro-


pósito toda clase de olerías, las más cordiales y


e inñosas. .No le pareció buen plan á Madoz. Le


tardaba regresar á España por un lado, v por otro


creía que su deber le obligaba á partir con el


grueso de la Comisión, no sillo para presentar sus


homenajes ¡i la r e i n a , sino para contribuir con su


autorizada presencia en el Parlamento á quitar


cuantos obstáculos pudiesen presentarse al Go-


bierno para la votación inmediata de las leves, v




168


consiguientemente, para la pronta ala ilol rey.
Madoz me decía ¡jue esto era lo más conve­


niente , v ipje era preciso <pie el rev pasase en
Madrid las pascuas de Navidad.


— E s preciso acabar pronto con la interini­
d a d — m e decía , — pues nada hay tan fatal como
esta para nuestro país. Mientras ella dure , tie­
nen esperanzas les republicanos, los carlistas v
los partidarios de la dinastía caula, 'vi cuanto el
rev llegue á Madrid . se acabó todo. (Ion el rev
daremos á nuestro país el orden iptc le hace ¡alta
v de que se India tan ansioso, levantaremos el
prestigio de autoridad que está por los sucios, v
haremos que todo el mundo respete la ley. Sin
esto no es posible marchar. En estos momentos
supremos, mi puesto está mi Mediad, al lefio de
Pr im, para darle hueva: v av ¡a larle ; tanto mas,
cuanto que descomió de ios repúblicas;..­, \ habrá
(jue darles асам) la batalla para escarmei.¡arlos
antes que llegue el rev. Todos tenemos nuestro
deber que cumplir, vil de usted osla en permane­
cer aquí. El uno en irme á Madrid muerto o
vivo.


.No hubo medio alguno de convencerle, 4 loe
necesario ceder ante su inflexible voluntad.


Л medio día partió con Zorrilla v con los de­
mas compañeros, á quienes despedimos en la es­




1(5!)


lacion, :'i la cual lialuan acudido también las auto-


ridades todas de Florencia.


Los que nos quedamos tuvimos aquel día nues-


tra r e u n i ó n , nombramos presidente al S r . I ) . A u -


gusto Ilion , como diputado más antiguo v eoirm


de más categoría por lialier sido ministro, y d e c i -


dimos partir para Milán al día s iguiente , después


de asistir aquella nnclie á la recepción del Senado.


T i n o esla lugar á las diez de la noche , v lué


espléndida.


Habían sido invitados al palacio del Senado to-


dos los diputados, los hombres políticos más i m -


portantes, los represéntente* de la prensa. \ se


nos obsequió lina \ delieadainenle.


Hasta la una de la madrugada permanecimos


en los salones del palacio, departiendo amigable -


mente con todos, v conlnbu\eudo á desvanecer


los e r r o r e s v las preocupaciones que en algunos


existían sobre nuestra política, sobre nuestra p a -


tria v sobre nuestros hombres píibhcos.


El general Cialdini. que parece \a á ser nom-


brado embajador cerca de la corte de Madrid, v


el senador S r . iMarliani, tan entendido en cosas


de España v tan conocedor v entusiasta de nues-


tro país, nos han ido presentando á todos los


hombres importantes de Italia, con quienes, aun-


que sólo sean de b o x , hemos trabado relució-




170


nes íntimas que no se romperán tan fácilmente.


Me han dicho que nuestro famoso banquero v


ex—ministro, el señor marqués de Salamanca,


que se halla á la sazón en Florencia , estalla t a m -


bién esta noche en el Senado. Yo no le he visto;


pero algo de lo que él dice ha llegado á nuestros


oídos. E l S r . Salamanca, por otra parle , está en


su derecho. Cree que sin la restauración borbónica


no puede marchar nuestro país. Es una aprecia-


ción que respeto ; pero que combato. Yo .creo


precisamente lo contrario.


Antes de salir del Senado recibimos un t e le -


grama de Turin participándonos la llegada á aque-


lla ciudad, á las once v media de la noche , del


tren especial en que habían partido nuestros com-


pañeros. Según el despacho, al l l egará Turin,


han tenido una verdadera \ entusiasta ovación.


Milán 9 de Diciembre.


Era va de noche cuando llegamos á Milán.


¡Nos esperaban en la estación las autoridades civi-


les v militares. Las calles estaban iluminadas con


bengalas; en todas las ventanas colgaduras y lu-


c e s ; una multitud inmensa victoreando á España


y á sus diputados. La población presentaba un


magnífico golpe de vista.


Nos acompañaron al Hotel Cavour en lujosas




171


carrozas, y el general Cucci , ayudante del prín­
cipe Humberto, sino á saludarnos en su nombre y
á decirnos la hora á que seriamos recibidos al día
siguiente.


El Municipio había nombrado una comisión
que nos acompañase á лег lo más notable de la
ciudad, y el cónsul español S r . Brocea se puso á
nuestras órdenes. La milicia nos dio una guardia
de honor con bandera. Las músicas militares se
situaron en la plaza frente á nuestro hotel y
hasta hora mu) avanzada de la noche estuvieron
tocando escogidas piezas.


Milán, domingo 11 (le Dioimihre.


Ayer sábado luimos recibidos por el príncipe
Humberto y la princesa Margarita. El S r . Ulloa
llevó la palabra en nombre de la C o m i s i ó n , pre­
sentando á estos ilustres príncipes nuestros respe­
tos v homenajes, y pronunciando con este motivo
un selecto discurso en francés.


Media hora después de nuestra salida de pala­
cio, el príncipe Humberto se presentaba en nues­
tro hotel á devolvernos la visita y á imitarnos á
su mesa aquella tarde.


El banquete con que nos obsequió fué esplén­
dido. La mesa estaba ricamente puesta, y el ser­
vicio fué esmerado. Durante la comida, la or­




questa del teatro de la Sea la locaba en una sala


\ec ina escogidas piezas de los más célebres


maestros.


La j i r m c e s a .Margarita, sobre todo, estuvo con


nosotros sumamente amable. Es una ilustre dama


que posee grandes cualidades v está dotada de


rara inteligencia, con decidido a m o r á las artes


\ á las indias letras. Su tipo es seductor, su con-


versación encanta: todo es ludio v todo es atrac-


tivo en ella.


Terminada la recepción f u i m o s á \ isilar el tea-


tro de la Srtiln. ene >e mandó iluminar solo para


que pudiéramos verle, pues está cerrado en la


actualidad.


El principie Humberto nos invitó para boy a


una cacería en los alrededores de .Milen . poro


soio Jo han acompañado el marqués de Sardoal.


el duque de Te¡uan v el brigadier !' • •• II. Lo>


demás nos liemos quedado en la ciudad.


Esta noche á las ocho par imos para l 'ur in .


Milán es una bellísima capital que, sobre sus


bellezas, tiene para mí la de guardar un gran


recuerdo de nn vida. Vi á Midan por vez p r i -


mera en IS-'i',). Entré en ella con el ejército l i -


bertador, después de la balaba de .Magenta, y pre-


sencié los días de entusiasmo y de delirio de este


pueblo.




113


Está situada esta ciudad en medio de una


vasta. llanura o , mejor dicho, en medio do un


jardín ¡pie riegan el Adda j el T i e r n o . T i e n e


soberbios edilicios que guardan riquísimas obras


de arte, pero la preocupación de todo viajero que


ileí<a á Milán es su catedral ó su iluomo. Domina


la ciudad, es el centro de ella, el unan y la ma-


ravilla de todos. E s una verdadera montaña de


mármol, de estatuas y de bordados de piedra.


Turne 11 «l.- Diriiiiil.ic.


Llegamos á Turin a las once de la noche.


El príncipe Humberto lúe á la estación de M i -


lán á despedirnos y permaneció de pié en el añ-


ilen hasta ipie hubo partido el tren. La comisión


del Municipio estuvo sumamente obsequiosa y lina


con nosotros, acompañándonos á todas partes, no


d '-¡andemos un solo instante y colmándonos de


a tenciones.


Antes di? salir de Milán, Valora, Llloa v \o


quisimos hacer una visita á un príncipe ilustre de


las letras, al célebre poeta Manzoin. Luimos á su


casa, pero no tuvimos el gusto de hallarle. Aquel


ilustre anciano, gloria de la liaba moderna, se


hallaba en el campo, y tuvimos que contentarnos


con dejar nuestras tarjetas.


Al llegar á T u m i recibimos una tristísima n u e v a .




174


El S r . Rms que salió á recibirnos en la esta-


ción fué el encardado de comunicárnosla. R m s .


que no habla sido de nuestra expedición, nos es -


peraba en Turin á donde habia ido para despedir


al S r . Zorrilla.


La nueva que nos comunicó fui'1 la de la


muerte del S r . I ) . Pascual Madoz que acallaba


de saber por telégrafo. Había tenido lugar en


Genova aquella m i s m a noche, á las s iete , á la


hora poco más ó menos en que nosotros salíamos


de Milán.


Madoz había seguido á Zorrilla á T u r i n v a


G e n o v a , pero en este punto hubo de detenerse,


postrado por la enfermedad. Zorrilla v sus com-


pañeros de diputación, que se habían llegado á


Genova para flotar un vapor que los condujera á


Niza desde donde continuar por tierra su viaje,


tuvieron el sentimiento de dejar á Madoz, á quien


un fuerte ataque de asma imposibilitó de seguir


su c a m i n o .


! ) . Pascual Madoz quedó, pues , en Genova, al


cuidado de los íaeullativos de la escuadra v del


ministro de .Marina S r . Beranger. que no se apartó


un momento de la cabecera de su locho v que \ >


aleadlo con verdadera v esmerada solicitud. Los


primeros facultativos de la escuadra Sres . Renitez


Jiménez se trasladaron á tierra para asistir al




175


Sr . Madoz; poro viendo que su enfermedad se


agravaba, tuvieron junta con uno de los más acre-


ditados médicos do la ciudad, sin que los esfuer-


zos de la ciencia fuesen bastantes á dominar la


intensidad del mal.


A todos nos afectó hondamente la muerte de


Madoz, pero á mí de seguro más que á todos,


pues en él había yo hallado siempre un protector


decidido, un consejero iinpareial \ un amigo r e -


suelto. Es bien seguro (pie Cataluña, por la cual


tanto lia hecho en vida, honrará su memoria v


vestirá de luto por su muerto. Noble partidario


de las ideas liberales, gran adalid de la causa


proteccionista, en el Parlamento, en la prensa,


en el Gobierno, en todas partes defendió siempre


con elevado criterio las ideas de libertad consti tu-


cional, de progreso moral é intelectual v de de-


cidida proiec.c¡oii á las arles v á la industria. Su


nombre vivirá eternamente en la hisloria de C a -


taluña, aun cuando no lucra más que por los «er-


v ¡ C H I S que preslo en Barcelona en l í S o í , siendo


gobernador eiv il, durante la invasión del colora.


En aquellas azarosas circunstancias para la c a p i -


tal del Principado, Madoz jiresló grandes é im-


pagables s e n naos.


A! llegar al Holel Trombet/a, destinado en
'lurui para nuestro nfyomeuto, nos ocupamos en




176


primer lugar de dar las disposiciones necesarias


para (pie fuese embalsamado el cadáver de


I ) . Pascual Madoz, para que la escuadra le luciese


ios honores de capitán general v para que fuese


depositado en una canilla del cementerio de Ge-


nova hasta que se dispusiera trasladarlo á E s -


paña .


El ministro de Alarma, con quien obramos de


acuerdo en lodo esto, había llegado á T u m i aque-


lla misma noche, pocas horas antes que nosotros,


con el contra-almirante 1). José Ignacio Rodríguez


de A r i a s v otros oficiales de la escuadra. que no


habían tenido todavía o c a s i ó n de presentar sus


homenajes al rev.


A mi llegada á f u r i n enconlre mi correspon-


dencia algo retardada. v entre ella unas cartas


del capitán general v del Av unlamienlo de B a r -


celona manileslando s u s deseos de que- el rev des-


embarcara en la capital del Principado. Consulte


sobre oslo á m i s compañeros de comisión v se


decidió escribir al general P r i m , pero va indique


que ser ia s in resultado, ¡mes me constaba que el


general no era favorable al desembaron del rey en


Barcelona. Antes de pariir para llaha le había yo


indicado este deseo, como m í o . v diome razones


políticas de gran peso [tara hacerme desistir.




177


Tiirin, lc2 Di, I.'mlm*.


El ministro ele Marina fué recibido en audien-


cia por el rey Amadeo, á quien presentó los ofi-


ciales de la escuadra que no habían podido ir á


Florencia á ofrecerle sus respetos.


Por la tarde fuéá visitarle la Comisión.


Amadeo habita en lo» bajos del palacio en que


inoraba su padre Víclor .Manuel, cuando siendo


rey del Píamente lema su corte en Turin .


Nos recibió modesta v sencillamente en su des-


pacho y U n o la bondad de presentarnos á su e s -


posa María Victoria, que seguía aún en cama, no


bien reslablecula de su reciente alumbramiento.


La nueva nana de España oslaba incorporada en


la c a n i a , junto á la cual se ve ía la cuna del tierno


infante ipie pocos días ánles diera ¡i luz.


Muy (exorables noticias teníamos de la princesa


de la Cisterna, mucho se nos había hablado de su


belleza tísica \ moral y de bis nobles cualidades


que la adornaban, pero la realidad superó á lo


que nos dijeran. Sabinos de la audiencia prenda-


dos de la que iba á ser rema de España.


Nos recibió con exquisita amabilidad, contestó


con frases levantadas á nuestras indicaciones, nos


hizo ínlinidad de preguntas referentes todas á


nuestro país, y manilesló gran sentimiento por


MK.1K UIA* Ufcl (.1 CO^S I II L" YÍ:.\TE.




178


la muerte de 1). Pascual Madoz informándose de


su familia y pidiéndonos <pie escribiésemos á ésta


en su nombre para darle el pésame.


.María \ letona tiene un rostro de rasgos pronun-


ciados v bellamente correctos; el brillo de sus O J O S


es especial v su mirada penetrante; su \oz es dulce


v cariñosa; su conversación instructiva v amena,


é inspira su presencia, al par que el más profundo


respeto, la más afectuosa simpatía.


Al salir de la cámara real \o!\irnos al despacho


del re\, (pie nos preguntó cuándo podríamos par-


tir, l.e dijimos que, por lo que habíamos dispuesto


con el S r . Zorrilla antes de su marcha, creíamos


que el v i a j e podría efectuarse, si le parecía bien,


dentro de cuatro ó cinco días. EnIunces el rev se-


ñaló para la partida el sábado 1 7 .


Xos despedimos de S . VT. dirigiéndonos á nues-


tro hotel para escribir v telegrafiar á Madrid la


disposición tomada por el rev.


A las siete de la tarde volvimos á palacio, i n -


vitados por Amadeo á su mesa, v nos recibieron,


en la antesala los capitanes de navio, nuestros


compatriotas, f ) . Eduardo Butler v ! ) . Juan Ho-


mero á quienes aquella mañana S . M. había nom-


brado sus avudantes de campo.




Turin, 14 ríe Didpinhrí!.


iil Municipio de Turin. las autoridades civiles


v militares, las personas más distinguidas de la


capital se esmeran en obsequiarnos con una galan-


tería, á la cual verdaderamente ignoramos cómo


corresponder. El rev , por su parle, liace lo


mismo.


Ilov liemos recibido un telegrama del Gobierno,


en cilra v reservado, diciéndonos que retrasemos


algo más la partida, lisio nos lia puesto en gran


c o n f u s i ó n . No se nos dicen los motivos que liav


para retrasar el viaje v esto no sólo desbarata


nuestros planes si que también el proyecto del rev .


Con este mol iv o hemos celebrado una animada


c o n f e r e n c i a , no faltando entre nosotros, quien c re -


yese que si se trataba de prolongar nuestra p e r -


m a n e n c i a en Turin j ior mucho tiempo, debíamos


partir á España. Me he opuesto á ello por mi parte


diciendo que, aun cuando luc^e solo, me quedaría en


T u m i hasta que el rev emprendiese su v i a j e .


S e ha resuello que l.dloa v vo fuésemos á ver


al rev v le comunicásemos el telegrama recibido.


Hemos ido. le hemos dicho lo que sucedía v


nos ha parecido ver que esto le contrariaba, con


tanto mavor mot.iv o cuanto que no liemos podido


comunicarle la causa de este retraso, ignorada com-




180


pletamenfe de nosotros por el laconismo \ la re-


serva del despacho.


A nuestro regreso al hotel, ha vuelto á susci-


tarse la conversación emprendida antes.


Se ha recibido muy mal este retraso y se ha re-


suelto telegrafiar al Gobierno y á 1). Manuel Ruiz


Zorrilla, haciendo ver lo crítico de nuestra situa-


ción, las disposiciones tomadas por el rev para


partir el próximo sábado, los comentarios á que


este retardo dará lugar en haba, y la conveniencia,


á nuestro entender, de que el rey vaya á España


cuanto antes.


Me ha parecido bien este acuerdo y no me he


opuesto, pues juzgo en electo, que no es agradable


nuestra misión v que esto nos crea compromisos;


pero, sin embargo, creo que no debemos ser exi-


gentes ignorando los motivos que elGohierno pueda


tener.


E n este concepto, y con este fin, he podido cal-


marla susceptibilidad de alguno de mis compañe-


ros y hacerle conocer la razón.


Todos los meridionales padecemos de la misma


enfermedad. Un accidente imprevisto cualquiera


nos solivianta y, antes de conocer las causas que


hayan podido motivarlo, nos entregamos impru-


dentemente á deducir fantásticas consecuencias v


á hacer inverosímiles deducciones.




181


Mañana 1 5 tenemos gran l)ani|uclc v recepción
en palacio.


Tiin'n, s.tbado 17.


Л pesar de (pie el rev esiá amabilísimo con nos­
otros invitándonos frecuentementeá su mesa, ápesar
de que las autoridades se des\i\en en nuestro ob­
sequio acompañándonos á \er cuanto de notable
encierra esta capital, á pesar de que las lieslas \
las maciones se suceden unas á otras, nuestra s i ­
tuación es poco agradable. La irregularidad con (pie
se reciben los correos, á causa de los tristes suce­
sos que tienen lugar en Francia, nos lince carecer
de noticias do nuestras lamillas. Tanto Huiz Zor­
rilla como los ministros nos escriben lacónica­
mente, sm ,pie por sus cartas podamos apreciar
el estado de cosas en nuestro país. Se lia creído
conveniente que el rev retrasase su salida á causa,
según parece, de que los republicanos van prolon­
gando las discusiones en las Cortes, v va no s a b e ­
mos cuándo podremos partir. Todo nos induce á
creer que pasaremos aquí las pascuas de .Navidad.
Kl rev está visiblemente disgustado por c\ r e t a r ­
do. Se reciben anónimos de Madrid llenos de ame­
nazas v de tristes augurios. Algún periódico i t a ­
liano, con malévola intención, lia dicho que el vuqc
de Amadeo se retarda, de tal modo que acaso no




182


tenga va lugar. Todo esto es sensible, todo esto


nos disgusta, lodo esto afecta en particular á a l -


guno de la Comisión, v cada día tenemos sesiones


en que nos entregamos á comentarios y aprecia-


ciones que por momentos nos hacen cuestionar


con viveza. Por fortuna, lia\ tales lazos de


fraternidad entre nosotros que, por vivas que sean


las discusiones, no lia de llegar á turbarse jamás


la armonía tpie rema entre lodos.


Hoy se b-a recibido un desjtacho de Madrid de-


ciéndonos que probablemente iremos á desembar-


car en Barcelona.


Me lia sido preciso destruir en algún centro la


atmósfera que se babia formado, no sé por quién


ni con (jué motivo. Se lia tratado de rebajar al ge-


neral Trini ensalzando la jiersonalidad de Ruiz


Zorrilla. ¿Por qué esto? Cada uno de estos hombres


políticos tiene su esfera v su jiuesto, v nohav que


menguar la importancia del uno jiara aorcocnlar la


talla del otro. He tenido necesidad de poner las


cosas en su verdadero terreno. ¿Puede ponerse en


duda que al general P r i m . csjiecial v particular-


mente, se debe el triunfo de la candidatura del


duque de Aosta? Negar esto v suponer que se debe


á los trabajos v esfuerzos de otros, es negar la evi-


dencia. ¿Qué se proponen con esto? ¿Hs que hay


intención de levantar un partido contra l 'nm'í




183


Nuestra desunión sena la mayor de las calami-


dades. Así no se fundan ni se consolidan dinastías.


Si las ambiciones personales han de ser superio-


res á los grandes intereses de la patria, todo está


perdido.
ISili. nhiiimtirf!.


Se recibió por la mañana un telegrama del Go-


bierno diciendo «pie al día siguiente se flpiria el


de nuestra partida. F u i m o s a comunicárselo al rey


el S r . Ulloa y vo, en nombre de los demás com-


pañeros, \ le manifestamos que, á nuestro juicio,


el viaje podría emprenderse dentro de cuatro ó


cinco días.


Conocimos que el re'j estaba impaciente. ; .s de


suponer (pie le lian herido las apreciaciones de


algún periódico suponiendo que el v i a j e no so efec-


tuaba \a.


Nos manifestó (pie sus deseos serian los de des-


embarcar en Barcelona.


Por la noche tuvimos el banquete con que nos


obsequió el Municipio de T u r i n . Fué espléndido y


asistieron á él más do c i e n personas de la sociedad


tunnesa. (auno do costumbre, los brindis fueron


dirigidos á los nuevas re^es de España y a la fra-


ternidad de Esjmfia é Italia. Contestamos á los


discursos que se nos dirigieron el S r . Ulloa, el


marqués de Sardoal v yo.




184


La fiesta se prolongó hasta altas horas de la no-


che saliendo todos nuiv complacidos, \ en especial


los que no cesamos un sido instante de recibir se -


ñalados obsequios de todos aquellos señores que


llevaron al extremo su amabilidad v galantería.


1!) lie Diciembre.


Se recibió por lin el despacho del Gobierno li-


jándonos el día ! ." de Enero para el de la llegada


á Madrid. Quedaba á cargo nuestro manifestárselo


al rev para que éste dispusiera su v la je en la forma


\ los días que imqor le pareciese, combinándole


con el del arribo. S e había abandonado la idea de


Barcelona y se '¡¡aba como ¡mulo de desembarco


el puerto m i s m o do Cartagena, de donde habíamos


partido, y donde esperarían el general P n m , el


presidente de las Corles v las comisiones.


Fuimos á participárselo al rev que, con este mo-


tivo, nos invitó á una cacería pare, el día siguiente.


Entre los obsequios que nos tema dispuestos id


Municipio, había el de una ex¡ edición al templo


de Suporga, que es el Escorial de los revés del


Píamente.


Tuvo lugar la expedición en osle día, acompa-


ñándonos el comendador Noli y otros miembros


de la municipalidad.


En la cumbre de la más elevada de las colinas




185


que como avanzadas parecen desprenderse de los


Apeninos, dominando las dos vertientes v la h e r -


mosa ciudad de T u r i n , se eleva la basílica de Su-


perga que, destacándose su blanco sobre el fondo


azul del cielo, se ve perfectamente desde las ca-


lles m i s m a s de la capital.


Este templo, panteón de los reyes de Cordería,


es el cumplimiento de un voto de Víctor Amadeo II .


Este príncipe se hallaba sitiado en su buena


ciudad de Turm por un e|crcito de 0 0 . 0 0 0 fran-


c e s e s al mando de Keuillade. El sitio, que había


eemenzadoá primeros de Abril de 1 7 0 0 , duró c i n c o


m e s e s . Víctor Amadeo se sostenía con valor, pero


la brecha estaba abierta, los asaltos se repetían


treeuenteinenie. los sitiados no podían disponer de


tropas de refresco, v el hambre, la muerte y la


pesie se enseñoreaban de T u r i n .


Cada día los sitiados dirigían sus angustiosas


miradas hacia la v e c i n a colma de Superga, donde


debían aparecer las señales anunciando la llegada


del príncipe1 Eugenio de Sabova en socorro de la


plaza. Fueron por lin apercibidas estas señales


el i de Set iembre.


El príncipe Eugenio apareció) para salvar la ca-


pital, v bajo los muros de Turm tuvo lugar una


gran batalla en la que los franceses tuv leron 8 . 0 0 0


muertos, muidlos heridos v un número censido-




186


rabie de prisioneros. S u derrota fué completa.


Víctor Amadeo v el príncipe Eugenio se batieron


corno simples soldados.


En m e m o r i a de osle señalado hecho de armas


y de la salvación de Turni , Víctor Amadeo ordené


que fuese construido un templo sobre la colma de


Supergti. en el mismo sitio en que habían apare-


cido las señales indicando la llegada del socorro.
f iste templo, comenzado en 'I /1 íi y terminad)


diez y seis años más larde, se destino luego para


sepultura de los re\es.


Diez gradas conducen al peristilo, formado de


seis columnas de piedra en primera línea \ de


una columnata en segunda v tercera línea. El edi-


ficio es en forma de rotonda, y la cúpula m u v pa-


recida á la de los Inválidos de París.


La sepultura de los revés se halla en las capi-


llas subterráneas. A derecha del altar. <pie decori:


la estancia principal, se eleva una pirámide que


sostiene la figurado la Fama llevando en una mina


la Irompcta v e n la otra un retrato real: allí es


donde vacen los restos de Víctor Amadeo I I .


Desde el terrado de la Su porga se disfruta de


un admirable punto de vista. La mirada puede


seguir el curso do! Po ó del .iridano, desde su na-


cimiento en el monte Viso, á través de las ruáis


llanuras del Pianinole v de la Lombardia.




187
I


2-2 Diciembre.


Mañana es el día destinado para nuestra salida


de Turm. ('orno el rey desea pasar la pascua de


Navidad con su padre Víctor Manuel, nos (pueda-


remos dos días en Florencia de donde saldremos


el 2 6 para la Spczzia , embarcándonos v partiendo


el m i s m o día para Cartagena.


Fin esta forma lia quedado dispuesto el viaje.


Kl día 2 0 lo empleamos por completo en la ca-


cería con que el re\ nos obsequió.


El 21 luimos á despedirnos de la rema, que


cada vez nos parece más simpática y más digna


del trono á que está llamada. H i c i m o s también


nuestra \isita de despedida al príncipe de C a n -


p l a n o .


Nuestra correspondencia nos lia enterado de lo


que sucede en España.


Los republicanos, después de haber intentado


por lodos los medios prolongar las discusiones en


lasCórtes, al ver completamente perdida su causa,


se agitan v se preparan, quizá para una situación


de fuerza. Cada día es neis \ míenlo el lenguaje


de sus periódicos, parlicularmenle el del Cómba-


le. Al leer algunos números de osle periódico v de


algún otro, recibidos hoy aquí, se ve desgrac ia -


damente que, más que libertad, hay licencia de




188


prensa. Sucede \a en nuestro país con los perio­
distas, y también con los oradores politices, ipie
están divididos en dos clases, alta y baja. Todos
manejan el arma poderosa de la palabra ó de la
pluma, pero si unos esgrimen la espada \ son ca­
balleros, otros blandón el puñal y son asesinos.


Por fortuna, la obra revolucionaria se corona
c o n la elección de monarca, \ es de creer (pie á
la litigada del rev todo \a á entrar mi caja. Si este
príncipe sabe seguir los consejos desinteresados
(pie sabrá darle P r i m , si sabe rodearse de perso­
nas honradas v dignas cu\o espíritu sobrenade
por encima las miserias do partido \ las ambicio­
nes personales, el pueblo español verá llegar una
era de prosperidad v de bonanza. Orden, liber­
tad, moralidad política \ administrativa, principio
de autoridad, respeto á la lev, conciencia del de­
ber al par que del derecho: lié ahí lo que España
necesita, lo que de seguro conseguirá con el prin­
cipe «pie llama á su trono, porque, (anuo dice con
gran sensatez el Sr . Huiz Zorrilla, «el duque de
Л osla no tendrá más intereses ni más aspiracio­
nes que los intereses v las aspiraciones de la na­
c ión española, que será su verdadera patria, v asi
habremos levantado una monarquía que no se
apove en éste ó en aquel partido, smo en toda la
n a c i ó n , que es lo que principalmente necesita




189


nuestro desdichado país; porque en las naciones


todo es grandeza y generosidad, y en los partidos,


generalmente hablando, todo estrechez \ aisla-


miento, necesitándose que el monarca desde su


altura pueda distinguir entre la voz poderosa é in-


contestable de la opinión pública, y el eco casi


siempre triste v apagado de los partidos políticos


que aspiran en \anoá veces á representar a la na-


ción (1} .o
Florencia, ¿2T¡ de Diciembre.


Nuestra salida de Turin con el rev fué una


verdadera ovación. La despedida no pudo ser más


afectuosa por parte de aquel pueblo para con el


duque de Aosln, ni más simpática y benévola para


nosotros.


A la hora l'qada nos reunimos todos en palacio,


del cual salimos en carretelas descubiertas. El se -


ñor l lloa , como presidente de nuestra Comisión,


iba en la del rev. Las tropas estaban tendidas en


la carrera v detrás de ellas se apiñaba la multitud


saludando con vivas v con cariñosas demostracio-


nes al duque de Aosta. Pero, donde era inmenso


el gentío v donde llegaron á s e r más ruidosas las


demostraciones, lijé en la estación del ferro-carr i l .


(1) Discurso del Sr. Ruíz Zorrilla en las Cortes el 10 de
Noviembre.




1510


Allí esperaban las autoridades, las corporaciones


los joles de la administración \ de la indicia, v


allí fueron calurosas \ enlusíaslas las aclamacio-


nes (]uo se dirigieron al rey \ á la Comisión de


los diputados españoles.


Pudimos entonces ronvoncernos de que el du-


que de Aosta era verdaderamente querido \ es t i -


mado en Turm, cu\a población entera, al par que


mostraba su regocijo por su advenimiento al trono


de España, no podía ocultar el sentimiento de que


se hallaba pesiada por su marcha.


Por nuestra parte., laminen, nos alejamos coa


pena de Turm. Habíamos sido objeto de especíale^


distinciones, v al consagrar en estas líneas un


recuerdo cariñoso á lodos cuanto, á porlía se e s -


meraron en distinguirnos v obsequiarnos, eren


pagar, en nombre de los o i d i o dqmtados españo-


les, un tributo de amistad v una deuda de gra-


titud.


Huarnos el viaje en el coche regio. El duque


de Aosta vestía por primera vez el uniforme do


capitan general español. Durante id camino, sin


las trabas enojosas de la etiqueta, que en Turm


le tuvieron algo alejado de nosotros, conversi) con


todos familiarmente. Tiene el rev una mirada p e -


netrante, una gallarda presencia, es sobrio de pa-


labras, lo cual parece indicar la gran cualidad de




191


la reserva, y posee una circunstancia que ha de


atraerle muchas simpatías, la de oír con atención,


v sin interrumpir nunca, cuanto se le dice v


cuenta, liaras veces se sienta. Todo e j viaje lo


hizo de pié. apiñado en el sable ó en las paredes


del coche; pero no exige de los demás que hagan


lo que él, pues les imita á sentarse desde el pri-


mer momento.


Al llegar á Florencia, luego de haber acompa-


ñado hasta el palacio Pitli al rev . nos fuimos á


nuestro antiguo Albergo della cl/ld, donde halla-


mos nuevos periódicos de nuestra España, y nueva


correspondencia de nuestras familias y amigos.


Entre mis cartas había la de un compañero,


que me daba interesantes v curiosas noticias sobre


lo «pie ]lasaba en el Congreso entre bastidores, es


decir, en los pasillos v en el salón de conleren—


cías, eternos Jugaros de cabalas, de cabildeos y de


merodeos políticos. Llamábame la atención, entre


otras cosas, sobre la actitud de lluiz Zorrilla, de


quien me decía v aseguraba que había celebrado


conleremaas con Cánovas del Castillo v con E s -


cobar, el hábil director de la Época. Decíame


que al primero le había propuesto lormar una si-


tuación puramente conservadora, de la cual fuese


el uno de los principales elementos: v que había


tratado de atraerse al segunde demostrándole las




grandes dotes que militaban en el rey. v pidicn-


dole su auxilio para establecer un gabinete c e n -


s e n ador.


S i el hecho e s cierto, sido de una manera me


lo explico. Consecuente con sus actos durante


todo el v i a j e , y c o n sus discursos pronunciados en


la Villa ilc Madrid y en Florencia, el S r . Rmz


Zorrilla tiende visiblemente á ¡o r inar el partido


conservador liberal de la nueva monarquía. No m e


pesa y hasta se lo aplaudo s i . c o m o creo, obra de


acuerdo con Prun v Sagasta. Llegó va el m o -


mento de consolidar la obra revolucionaria, v de


apartarnos del c a m i n o de las aventuras. L s n e c e -


sar ia la existencia de un partido que conserve


los triunfos de la revolución sin dar un paso


atrás, pero s m muidlo menos darlo hacia adelante.


Con una monarquía nueva, que hav que fortale-


cer y consolidar en lucha con los republicanos,


los alfonsislas y los carlistas, un [taso hacia ade-


lante consliluve un peligro. Aplaudo, pues, li


idea de Kuiz Zorrilla en atraerse las clases c o n -


servadoras; que han de ser principalmente firme


sosten del nuevo reinado; encuentro esto conse-


cuente c o n s u s actos y con s u s discursos durante


este v i a j e ; pero no hay tampoco que extremar las


cosas. Seamos conservadores, debemos serlo, hav


imperiosa necesidad de que lo seamos, pero c o n -




senadores do la ro\oliioion \ do la monarquía re-


volucionaria, con Prim»a la cabeza. Caben en Iré


nosotros v con ni ¡sol ri is- lodos los i ¡ u e . \ o igan de


donde v i n i c i e n , acoplen de buena fe las conquistas


de la revolución v la casa de Sahova. q u e va á per-


sonificarlas; pero no caben los q u e , soldados de


un pretendióme, ó heraldos de c a u s a s perdidas,


pretendan derribar lo por lodos á lanía cosía le—


\ anlado.


\ anas veres he oído di-cir á P r i m que desde el


momento en q u e pire el rev lia de tener por r e b e l -


des v ha de t ra tar c o m o á tales, si dan motivo, á


cuantos estén lucra d e la legalidad constitucional.


¡lov no se debe hablar de más partidos que


uno. en el cual se han liuidido Iros procedencias:


el paríalo nacional de la revolución do Se l iembre .


D í a llegará, cuando la obra e s t e solidada v con-


sagrada por el tiempo, en que e s t e g r a n partido,


do común acuerdo v c o n Iralernal u n i ó n , s e podrá


dividir en dos s i n peligro. Entonces, creo n o


eq i( iv ora nao , sera cuando los progresistas v i o s


hberales.de la procedencia unionista formen el


paríalo q u e ha de conservar lo conquistado,


a neutras que los demócratas v los republicanos


desengañados, conslUuvan el que [Hieda proiiuu—


c u ' s e en más avanzado sentido.


O v e no sé' comprender á Prmi. ó me parece
« . . i l O H I A ñ LM C ü . ^ M I ' l i . U X I B . 1 .~>




194


que esto es lo que piensa y á eslo va. Fn este


sentado le prestaremos muchos nuestro apovo. Ku


la actitud de Ruiz Zorrilla, ¿hay algo contrario á


esto".'


Nú, ni puede ser tampoco. Zorrilla es h o m -


bre de corazón liberal y de gran entendimiento,


(atando hace pocos días sala') do Florencia, era el


primer y más decidirlo entusiasta del nuevo re\.


Su rectitud de intenciones no puede ponerse en


duda, su cariño á Prnn tampoco, su amor á la li-


bertad v á la obra revolucionaria es innegable.


Su actitud obedece, pues, á una combinación po-


litica, previo acuerdo con Prmí indisputablemente,


para apartar del campo borbónica) á raerlos hom-


bres importantes como Cánovas, gloria de la t r i -


buna española, el cual sena realmente una gran


adquisición para la causa revolucionaria.


A bordo de n -Y;,mrtììcìu, lums iCi de IHOemhre.


Fl din 2 o , primero de la Pascua de Navidad,


se pasó en Florencia, nevando cani una profusión


v una densidad como pocas veces he visto, v ne-


vando estaba también á grandes copos cuando en


las primeras horas de la mañana de este dia sa


hamos de nuestro Albergo para dirigirnos al pa-


lacio Pitti .


Después de haber ido á buscar al príncipe




195


Amadeo á sus habitaciones particulares, pasamos


er>n él á las de su augusto padre el rey Víctor


Manuel.


Amadeo vestía el umlorme de almirante es -


pañol.


tiran las ocho v media de la mañana cuando le


dejamos á la puerta de la cámara real de su p a -


dre, con ( ¡uien estuvo encerrado sobre media


hora, unido luego á reunirse con ellos el here-


dero de la corona de l iaba, príncipe Humberto,


\ su tío. el príncipe de Carignano.


Próxima va la hora de nuestra partida, los c i -


tados personajes salieron de la cámara, acompa-


ñándonos el rey Víclor Manuel hasta la puerta del


parque, donde esperaban los coches que debían


conducirnos á la estación. Allí abrazó y besó á su


hijo, \ uno á uno, fué dándonos la mano á lodos


los diputados con verdadera familiaridad, deseán-


donos un buen viaje, y repitiéndonos que hacia


votos por la felicidad de España, bajo el cetro de


su hijo.


A las diez de la mañana partía de Florencia el


tren real.


El rey de España, con su hermano el príncipe


Humberto y su tío el principe de Carignano, ocu-


paban un coche, v nosotros el inmediato con


nuestro ministro plenipotenciario, el S r . Monte—




19(5


mar, con el general ("ialdini, que iba de embaja-
dor á España, v con los ministros italianos.


Sobre las doce llegamos á la Spezzia. Había


cesado la n i e v e , pero llovía copiosamente á inter-


valos. El día estaba sumamente frió, y lodos los


montes v colmas inmediatos á la Spezzia aparecían


vestidos con una sábana blanca hasta el' límite


mismo del mar.


Aguardaban en la estación nuestro ministro de


M a r i n a , S r . Beranger, con la c o m i s i ó n del almi-


rantazgo, los admirantes de la escuadra italiana, el


prefecto del deparlamento, el síndico de la Spezzia


y otras autoridades. Las tropas estaban tendidas


desde la estación hasta el muidle, donde se ele-


vaba un elegante! pabellón adornado con los colo-


r e s , las banderas \ los escudos de, España v de


Italia.


Pocos momentos nos detuvimos en este pabe-


llón, los precisos solo para escuchar los discursos


de despedida que dirigieron al rev las autorida-


des. También allí, á posar del mal tiempo, la


multitud que se agolpaba era considerable.


A la una de la tarde nos embarcábamos en las


fallías ipie se tenían preparadas para conducirnos


á la Nnrnanda, que era el buque preparado para


recibir al rev .


El embarque se hizo en medio de atronadores




197


uvas- de aquella multitud al reij de Espana, á


Ihih'fi \ á Espn/i'i. Sonaban las músicas nublares ,


enviando sus últimos ecos al vastago de la c a s a


deSnbova, \ la escuadra española, á lo lejos, de -
jaba oír la pótenle voz del cañón haciendo los s a -


ludos de ordenanza.


La labia real, arbolado el estandarte, v seguida


de las otras en que iban los demás individuos de


la comitiva, avanzó por en medio de una verda-


dera calle formada con botes españoles é indianos.


Los marineros que iban en los primeros daban los


siete vivas al rey, que son los de ordenanza en la


marma. y en seguida se incorporaban con sus e m -


barcaciones á la llotilla, situándose á retaguardia,


como escolta de honor.


Algo molestados por la lluvia, llegamos á la


Xvmaneia. Iün el momento de poner el pié en la


fragata española, que con Méndez A'uñez diera la


vuelta al mundo, se arboló el estandarte rea!,


saludado por el cañón de las escuadras española é


italiana, suelas en aquel anchuroso puerto.


Antes de almorzar, el rev , el principe Humberto


v el de (iarignano (pusieron visitar el buque,


acomjiañándolcs en esta inspección el comandante


de la fragata, S r . Herrera, y el ministro de Ala-


rma. En el ínterin, los demás f u i m o s á tomar po-


sesión de los camarotes que se nos habían desti-




198


nado, y do los cuales, en obsequio nuestro, se


desposeyeron los galantes oficiales de la Ñama neta.


Las habitaciones destinadas para el rey estaban


rica y lujosamente adornadas.


La antesala, tapizada de azul y blanco, daba


paso á un salón de confianza rodeado de divanes


encarnados, con un piano y una pequeña, pero


escogida biblioteca. Al entrar, á la izquierda, es-


taban el tocador \ dormitorio de S . .\L, y á la


derecha su despacho, todo adornado con gusto


exquisito. Desde la antesala se bajaba al comedor,


que estaba separado del resto del buque por una


especie de \erja hecha artísticamente con carabi-


nas, con espadas, con machetes y con hachas tic


abordaje.


En este comedor t ino lugar el almuerzo du-


rante el cual estuMi tocando escogidas piezas la


excelente música de la Numanria.


Terminado el c o m i t é , los príncipes Humberto


y de Canguano. \ las demás personas que con


ellos habían venido, se despidieron del monarca


español , embarcándose en las labias destinadas


para \ol\erles al puerto. Nuestro eminente poeta


I). Antonio García Gutiérrez, que nos acompañaba


á Madrid, se dirigió con otras personas á la Villa


de, Madrid, en cuyo buque debía hacer el v i a j e ,


y el general Cialdini al Principe líumlier'o, Ira-




109


gata italiana, destinada para conducirle \ esco l ­
larnos.


El rey (puse subir al alcázar de popa para s a l u ­
dar de l e j o s á su hermano v á su tío que se a l e ­
jaban, \¡ allí permanecimos con él hasta mucho
después que la Sumarian se buho puesto en mo­
vimiento , hasta que, con las primeras sombras de
la noche empezaron á coníundirse v á desapare­
cer las costas de baba .


A las cuatro de la larde abandonaba la escua­
dra el puerto de la Spezzia, saludada al partir por
el cañón de ios buques liábanos que quedaban en
bahía y por el de los tuertes de ambas costas del
golfo.


Los buques se dirigieron á ocupar sus puestos,
según la orden de f o r m a c i ó n que se les había
dado.


La Sumaiicia ocupaba la cabeza \ centro de la
escuadra , llevando a su izquierda la Iragata blin­
dada Viciaría \ la goleta italiana Vedelia, y á su
derecha la fragata italiana Príncipe Humberto y
la |7//« de Madrid.


\ o no sé lo i jue el rey Amadeo sentina al л е г
alejarse las bellas costas de Italia, \ con ellas su
país natal, su lamilla, s u s íeeuerdos de inlaneía,
su es jx isa y sus hijos que allí quedaban basta que
pudieran ir á España. De mí sé decir que, aun no




200


siendo aquel no país, aun dirigiéndome al m í o .


aun no dejando allí ningún recuerdo m ningún


lazo de familia, s ino \endo en su busca por e!


contrario, sentía mi alma ajumada por la más ¡ t ro -


funda tristeza.


Habíamos ido á buscar á un príncipe joven,


generoso, valiente, \ le arrancábamos á los b r a -


zos de su familia, quizá contra su \ oluntad m i s m a .


para llevarle á un país desconocido v agitado por


la tempestad de las pasiones jiolílicas. que e s la


más tunosa v la más horrible de las tempestades.


Inmensa responsabilidad pesa sobre nosotros.


¡Qué gloria si la Providencia corona nuestra obra


v con (día tan generosos esfuerzos llevados á cabo


por todos] Pero en cambio , ¡(pié gran tristeza \


qué eterno duelo si las tempestades políticas, las


pasiones embravecidas ó las propias miserias nues-


tras impiden realizar el objeto v fin de lodos nues-


tros afanes!


k honlo .le la .V»,».,»(*». 27 .le DiVi-mr-i-,


Poco después de nuestra salida del puerto, h a -


bía ido refrescando el viento v creciendo la mar de


tal modo, que era muv gruesa á media noche , lo


cual nos hizo presumir que íbamos á tener un


viaje muv distinto del (pie llevamos á la ida.


A las nueve de la mañana, después de una no—




201


che pasada con bastante molestia por el 'estado de


la mar, subí sobre cubierta v hallé al r e v que ha-


cia va más de una hora ipie se estaba pascando


con el duque ile Tetuan y el marqués de Drago—


uelli, su secretario particular, v único italiano que


le sigue á España, paies los demás v i e n e n en la


comitiva sólo para acompañarle hasta- Madrid v


volverse á los pocos días.


El tiempo había aclarado un poco v aparecido el


sol . si bien que débil v á intervalos. El Ino era


excesivo v la mar estaba bastante picada, aunque


no como durante la noche. El rev resistía bizar-


ramente el fr ío, v era refractario al mareo, cuva


molestia me dqo no haber conocido nunca.


A corta distancia de nuestra fragata se veía el


Príncipe I lamberlo. más l e jos a [ta recia la Victo-


ria . luego la Sedella v, inuv lejos va, á gran


distancia, la Villa de Madrid.


En el alcázar de jiojia vial edecán del rev, don


Eduardo Ibi l ler . nuestro cariñoso v querido c o -


mandante de la Villa de Madrid, que con sus


gemelos m a r i n o s estaba mirando dicha fragata.


— M e ¡tareco que mi ¡xibre Villa va á tener un


viaje d i f í c i l , — m e dijo contestando á una observa-


ción m í a .


Butler había sido jior espacio de mucho tieinjio


comandante de aquella fragata , y la miraba




202


con el amor v el cariño de una cosa propia.


A la hora señalada bajamos á almorzar con el


rey y con él subimos luego á cubierta ; pero al


poco tiempo va de nosotros sólo quedaban dos á


su lado, el dutpie de Tedian y el brigadier Rosell.


únicos <pie pudieron resistir al mareo.


Se había ido cubriendo el cielo. Era tan duro


v atcmporalado el \ieulo \ tan fuerte la mar de


proa, que la Xuinancia , verdadera montaña de


hierro v madera, se balanceaba como si lueseuna


miserable cascara de nuez.


A media larde se habían y,\ perdido de visla la


Villa de Madrid y la Vedel/a. La Victoria oslaba


muy le jos , v sólo nos seguía, luchando brava-


mente con las olas, el Príncipe Humberto.


La comida fué silenciosa. ILus dejé) de asistir,


y no recuerdo si algún otro. La verdad es que el


mareo nos molestaba á muchos.


Terminada la comida, subimos al salón de con-


fianza, donde pasamos una o dos horas en tertulia,


con el rev.


La Xumuncia tenia que luchar con la mar


gruesa de proa v el viento era cada vez más duro.


Se dotadlo por lo mismo ir á buscar la costa de


Francia, al objeto de que el viaje pudiera ser más


cómodo. Algunas veces las (das llegaban á sal—


lar dentro del buque , que seguía , á pesar d¡-




203


todo, aunque cabeceando, su imponente marcha.


Pasamos, yo á lo menos, la noche con bastante


incomodidad; pero á la madrugada , gracias á la


determinación tomada de acercarse á la costa,


comenzó á caer la mar y á ceder el viento.


28 <le Diciembre.


Amaneció con el cielo enteramente cubierto y


sombrío; pero la mar estaba más tranquila.


No se veía ningún buque de la escuadra. Hasta


el Príncipe lliunhertu había desaparecido.


A medio día tuvimos otro temporal fuerte; pero


luego calmó la m a r v allopí el viento. C o m o el


tiempo se puso bueno, pudimos dar nuestros pa-


seos sobre cubierta, acompañando al rey que per-


manecía sereno y trampillo, s m el menor síntoma


de molestia.


Pasamos tan arrimados á la costa de Cataluña,


que podíamos distinguir, no sólo ios pueblos, s i n o


los habitantes, l 'n grupo de marineros esLaban en


el alcázar de popa contemplando una población y


hablando en catalán. Me acerqué á ellos y me


dijeron, que aquella villa era San fel iu de Gui-


vols. de donde precisamente eran naturales: la e s -


tallan mirando con amor v con cariño. C o n el


m i s m o muir ' y con el mismo cariño que ellos,


fijaba vo también la vista en aquellas costas de




•204


mi querida Cataluña. ¡Cuántos recuerdos se agol-


paban á m i mente !


El rev estaba paseando con el duque de Tetuau


y con Butler v examinaban el horizonte. Me acer-


qué á ellos figurándome cuál ser ia el objeto de su


c o n v e r s a c i ó n . En efecto, Butler buscaba la I illa,


de Madrid, su barco querido que no v e í a , y c o -


municaba al rey sus temores.


2!l de Duieiribre.


Este fué el mejor día del viaje. Amaneció des-


pejado v con viento y mar favorables.


La fragata italiana Principe Humberto, habia


logrado descubrirnos v estaba va á nuestro lado,


pero en toda la extensión que abrazaba nuestra


vista no se divisaba ningún otro buque. En vano,


distintas v e c e s durante el día, interrogamos el


horizonte con los anteojos m a r i n o s . No aparecie-


ron ni la Victoria, ni la Villa de Madrid, ni


la Ved el ta.


S e creyó que este último b u q u e , al cual se


había visto no poder resistir la mar gruesa de


proa, se habria refugiado en algún puerto de la


costa de Francia . En cuanto á la Victoria y á la


17/07, no se dudaba que seguían su camino, aun-


que retrasadas por el temporal.


Terminada la comida , y cuando, como de eos-




205


lumbre, estábamos de tertulia eon el rc\ , el m i -


nistro de M a r i n a v el general A r i a s , entraron á


darnos la grata noticia de (jue i r í a m o s á amanecer


sobre el puerto de Cartagena.


Kl día se pasó sin novedad y la noche Irunqui-


lameiite.


50 do DiOcmhrf?.


A primera hora estábamos todos sobre cubierta,


movidos simultáneamente por el mismo impulso,


pero á todos nos había adelantado el rey , que es


gran madrugador.


No se veía aún Cartagena, pero en cambio tuvi-


mos la agradable sorpresa de ver á nuestro lado


la Victoria. Durante la noche nos había alcan-


zado, \ escollados por ella y por el Príncipe


¡iinnlierto, nos dirigíamos hacia Cartagena, hn


¡•llanto á la ! illa de Madrid v á la I edella. con-


tinuaban ocultas en las proluudidades del hori-


zonte.


Kl día era despojado y bueno.


Se dio orden de seguir gobernando con a u n


poco andar para que tuviésemos tranquilamente


tiempo de desavmiarnos y vestirnos, llegando a


puerto a hora mejor v más cómoda [tara lodos.


Concluido el almuerzo, el rev se retiro á su


cámara para vestir el mu forme de capitán general




206


y prepararse para recibir al general F'rim y demás


ministros. Nosotros nos subimos á la torre de la


Numancia.


Ya el monte v el castillo que le corona, centi-


nela avanzado de Cartagena, estaban á nuestra


v isla.


Yo no sé por qué, á medida que nos íbame-


acercando al puerto, la tristeza se apoden') do mu


corazón. S e lo comuniqué" as i , s in poderme dar


cuenta de ello, á mi compañero Huís y al general


Rodríguez de Anas , persona distinguida y e x c e -


lente á quien consagro en estas lineas un recuerdo


afectuoso debido al que tan corteses atenciones \


tan delicadas pruebas de cariño nos dispxmsó d u -


rante el viaje do ida y vuelta.


H i c e observar al contra-almirante Rodríguez


de Anas algunas circunstancias que llamaron mi


atención.


Estábamos á la vista del castillo, nuestro b u -


que había enarboladool estandarte real, y el cañón


del puerto permanecía mudo, s i n saludar la in-


signia.


No se veía v e n i r á nosotros el vapor que, se-


gún las noticias oficiales, debía salir á recibir al


rey con el general P n m v los demás c o m i s i o -


nados.


Nos hallábamos ya sobre la boca del puerto, f




¿07


;'i pesar de repetidas señales pidiendo práctico,


este no llegaba.


En el puerto, que teníamos ya en trente v en el


cual la Xi/inaiicia iba á aventurarse sin práctico,


no v e í a m o s ningún movimiento ni ninguna señal


de salida de buque.


listas circunstancias m e parecieron bastante


r a r a s para llamar sobre (días la atención del m i -


nistro de M a r i n a y del general Rodríguez de


A r i a s .


M e pareció que algo debía suceder en Car ta -


gena. ¿ Q u e pasaba allí cuando, estando no \a á


la vista s ino á la boca m i s m a del puerto la escua-


dra real, nadie mamlestaba apercibirse de ello".'


¿Cómo no aparecía el buque (pie debía conducir


á Prun? ¿Cómo ningún otro de los buques y lan-


chas que , según creencia nuestra, debían salir á


saludar al r e \ ? ¿Qué signdicaba aquella especie


de falla de respeto? ¿Qué aquel silencio de muer-


te"' ¿Era ni siquiera posible pensar que los vigías


hubieran dejado de señalar la escuadra?


Estábamos ya en bahía y disponíase la Xum an-


da á echar las anclas, cuando se vi ó venir un


bote con el práctico retardado. S u s servicios eran


va inútiles.


Movido por una instintiva curiosidad y obede-


ciendo á mis preocupaciones del momento, me




208


acerqué á la escalera del Imque en ei acto que el


práctico poma el pié en ella.


Recordaré toda mi vida la conversación, ó


mC|or las pocas palabras que cruce con aquel


hombre.


— ¿ E s V. el práctico'.' le pregunté.


— Si señor, m e contestó.


— ¿Dónde está el general 1*1011?
El hombre me miró de una manera particular


como si quisiese conocerme antes de contestar á


mi inusitada pregunta, pregunla que hice sin


darme cuenta de por que la hacia , y después de


un instante en que m e pareció ver que titubeaba,


m e contestó:


— No sé.


— ¡Cómo! m e apresuré á replicar. ¿Acaso n„


está el general Prim en Cartagena?


— No señor, no está.


— ¿ P u e s quién bav en Cartagena para recibir


al rey?


— Están el S r . Topete, como presidente de!


Consejo de Ministros, y los generales Concha.


Córdoba y otros.


La contestación del práctico me de|ó estático,


y aquel hombre, como si no quisiera darme mes


noticias, aprovechando el instante en que me.


(puede (rio ante la gravedad de la noticia . acabe




209


de subir la escalera. pasó por delante de mí y se


dirigió á la torre donde estaba el comandante de


la Xa manda.


No podía \ol\er de mi asombro.


Prim no estaba en Cartagena. ¿Dónde estaba


r u i s ? ¡Topete presidente del Consejo de Ministros!


Pues ;\ Prim? Concha, retraído desde la revo lu-


ción, y Córdoba, el incorregible niontpensiensta,


en Cartagena! ¿Qué pasaba? ¿Qué había sucedido


en España?


Al recobrarme de mi sorpresa, eché á andar


tras del práctico y subí en su seguimiento á la


torre.


Allí estaban Augusto El loa , Barrenechca y el


duque de Tefuan contemplando la ciudad con


unos gemelos. Me acerqué jirccqiitadamente á


¡dios y les referí lo que de labios del práctico


sabia.


La noticia hubo de causarles naturalmente la


misma sorpresa que á mí, y nos fuimos en busca


del práctico que á la sazón estaba conversando


con el comandante Herrera. Ya entonces aquel


hombre, conociéndonos, fué más explícito.


Nos dijo lodo lo (jue sabia y lo que sabia era


lo siguiente:


El 2 7 por la noche , al salir del Congreso el


general Prim, habla sido asaltado por unos a s e s i -
MEUORIAR DE UIÍ CONSTITUYENTE, l ' l




210


n o s que dispararon contra el s u s trabucos, hi-


riéndole de alguna gravedad. A consecuencia de


este horrible atentado, el regente del r e i n o enco-


mendara á Topete la presidencia del Consejo de


Ministros, y éste s e ha oía noblemente prestado á


ir á Cartagena para recibir al re\ •


El práctico no sabia más.


X o podía haber para nosotros en aquel m o -


mento noticia de más gravedad. Hubo para todos


un momento de consternación. E n \ l a n í o s á llamar


inmediatamente al ministro de M a r i n a y á n u e s -


tros demás compañeros, Valora, Rosoli. R i u s y e l '


marqués d e S a r d o a l , celebrando con ellos una


c o n f e r e n c i a en un r i n c ó n del puente.


Ullou v el ministro de M a r i n a , quedaron en-


cargados de participar al rev lo que sucedía.


Media hora después llegaba á la Xinmna'n
una barca y en ella el brigadier Topete, el mi-


nistro de Fomento S r . Echcgaray, los directores


de las armas y v a r i o s generales , entre ellos el


marqués del Duero, líos de Olano, Cotoncr, Cór-


doba, Echagiie , Serrano Bedova, C e r v i n o y otros


que no recuerdo.


E l rey les recibió, rodeado de los ocho diputa-


dos, en el salón de popa.


Elevó la pa'abra Topete. Yo no recuerdo cua-


les hieren precisamente sus palabras, pero las




211


di ¡o de tal manera, que conmovió á todos. En


aquel momento, por boca de aquel intrépido ma-


rino hablaba la patria.


Habló del horrible atentado cometido contra el


general P n m . l)qo que con él liabia sido herida


la revolución de Set iembre; que al saber el suceso


había volado al lecho de P n m ; que junto á aquel


lecho ensangrentado, el regente del remo le con-


fiara una misión de honor, v que venia á buscar


al monarca elegido por las Cortes soberanas, r e s -


pondiendo de la vida del rev con su propia vida.


No recuerdo ipié más dqo; pero sé (pie habló


como un hombre de cora/on, s e q u e sus palabras


respiraban la lealtad del hombre honrado, la con-


vicción did patricio omínenle, la hidalguía del no-


ble caballero.


El re -, estrechó entre sus manos la del honrado


mar ino , v éste entonces lué presentando al m o -


narca, uno á u n o . á lodos los ene con él v i n i e r o n


de Madrid.


Terminada la recepción olicial. nos enteramos


(le ]o~ d i d a l l e s (lid suceso.


P n m salía del Congreso en su coche. Detenido


éste1 por un obstáculo mlencionado al pasar por la


calle del Turco, fué asaltado por unos hombres


desconocidos que, introduciendo la boca de sus


trabucos por la ventanilla de] coche, dispararon




212


una descarga aboca de jarro Contra el general, hi-


riéndole gravemente v también á uno de sus a y u -


dantes. Los asesinos habían logrado escapar á la


vigilancia de la justicia.


E l crimen había consternado á todo Madrid.


Al acudir Topete á \isitar al ilustre herido, ha-


bía recibido de éste v del regenlc del remo el en-


cargo de presidir el Consejo v de ir á Cartagena


en busca del rey . Topete, cu\a posición era difícil,


pues «pie, como es sabido, no había votado al du-


que de Aosta, tuvo la abuegacian de aceptar en


aquel momento supremo. Acto noble, propio de


hidalgos corazones, que no lo será recompensado


más que por la satisfacción de su propia c o n c i e n -


cia N por ia loa de los hombres honrados. Se


présenle) á la Cámara el á<S, pronunció aule ella


algunas palabras ipie \i\irán, recibió sus pode-


res, y partió para Cartagena acompañado de los


más distinguidos generales de! ¡rus, entre ellos el


marqués del Duero que, precisamente por ser lu-


íoslas cireinislancias, so aprcsuroáolroccrsu apo\ o


al Gobierno.


Ll rasgo nobilísimo de Topete tendrá su recom-


pensa en las páginas de la historia.


Mientras nos ocupábamos de estos sucesos, do-


pete celebraba una conferencia con S . M. v acor-


daban emprender el viaje á Madrid al día si-




•213


guíente 31 ¡i las siete ele la mañana, decidiéndose


que <d rey se quedara aquel día á comer y á dor-


m i r en la A Híncatela. S . 31. manifestó deseos de


bajar unos momentos á tierra para visitar el arse-


nal y la población, y en el acto se dieron las ór -


denes oportunas.


Todos fueron á acompañar al rey. \ o me quedé


solo á fiordo.


¡.a noticia del alentado contra Prim me había


alectado dolorosainenle. No acierto á explicar'todo


lo que sufrió mi corazón, herido en lo más pro—


huido y en lo más íntimo de sus sentimientos.


Acababa de dejar en Italia el cadáver de Madoz.


(distaba destinado á encontrar cadáver á Prim en


Madrid? lista idea me destrozaba el alma.


Eran las dos de la larde comido el rev desem-


barcó en el arsenal, acompañado de Topete, del


ministro de Fomento, de mis compañeros los d i -


putados de la Comisión, y de los generales. Visitó


aquel establecimiento, el dique dotante \ la f ra -


gata Ara/liles, y se dirigió luego al palacio de la


Comandancia general, desde cuso balcón presen-


ció el desfile de las tropas, venidas desde Madrid


pina hacerle los honores. Fra aquel el balcón mismo


desde el cual el día 2o de Noviembre habíamos


oído nosotros resonar aquel grito fatídico de no


vendrá. Fl rey había venido, pero Prim estaba




•214


agonizando herido por el plomo de niiserables ase-


sinos.


Terminado el deslile de las tropas, el re\ sin


aparato alguno, seguido de algunos diputados v


generales, se dirigió á pié, atravesando por en


medio del apiñado genlio. á la casa hospital de la


candad, este acto entusiasmó al pueblo de Carta-


gena, \ aquel pueblo, que se decía ser tan repu-


blicano v que aparentaba ser lo , prorunipiu en


gritos repetidos \ espontáneo.- de ,' \ tea el reí/'


Cuando á bis cuatro de la tarde, Amadeo se di-


rigió otra vez al arsenal para embarcarse . su


tránsito íué una verdadera ovación. !'.',! sentimiento


de aquel pueblo se había sobreexcitado, v de b¡-


balcones arrojaban llores v palomas al rev v ia


multitud le saludaba con enlusiaslas aclamaciones.


La gallarda presencia del monarca, su nublar


continente, su simpática juventud, su visita a! hos-


pital v en él sus rasgos canlal.iv os, sus afectuosos


saludos á todo el mundo, s u confianza al mez-


clarse con el [jueblo sin guardias \ s i n aparato,


todo conlribuv (') á ganarle las sinqialias de la pri-


mera ciudad española que le recibía e n s u ¡-ono.


Al regresar á la Xumaneia, tanto S . M. como


los <pie le habían acompañado llegaban muv con-


tentos, no sólo por la ovación, s i que también por


haberse recibido un telegrama diciendo que el ge-




neral Prim presentaba síntomas de mejora y que


no se desconfiaba ya de salvarle.


Esta noticia nos tranquilizó á todos v me pare-


ció ver serenarse la frente hasta entonces sombría


del noble Topete.


A las seis de la tarde tuvo lugar en. la Numan-


da un regio banquete, al cual asistieron lodos los


que habían llegado de .Madrid. La comida terminó


con un brindis de Topete, el cual consistió sólo


en decir:


— S e ñ o r e s , ¡viva, el rev!


Todos los concurrentes, de pié v con entusias-


mo, contestaron con una prolongada aclamación al


v iva del bravo marino


Sobre las nueve de la noche se acercaron á la


Xumanria algunas grandes lanchas tripuladas por


socios de la Tertulia progresista de Cartagena, los


cuales venían á ofrecer al monarca una serenata


marítima.


Entre diez v once de la noche se retiraban los


concurrentes volviéndose al puerto, v después de


habernos quedado cosa de media hora con el rev,


nos retirábamos á nuestra vez á los camarotes. De-


biamos partir á las siete de la mañana del s i -


guiente día.


Sena sobre la una de la madrugada, yo me ha-


bla acostado va, v como de costumbre estaba l e -




216


yendo un rato en la cama antes de dormirme,


cuando oí llamar con cierta precaución á la puerta


de mi camarote. Pregunté quién era v me c o n -


testó la voz de Ruis .


Sin saber por que se me sobrecogió el corazón.


— ¿ Q u é ha\"? pregunté á Hius así que entró) en


el camarote.


Eslalia pálido v por única contestación me


alargó un telegrama cifrado en el cual el ministro


de la Gobernación participaba la muerte del ge-


neral Pnm acaecida en las primeras horas de


aquella noche.


Renuncio á decir lo que en mí pasó. Podrán ex-


plicárselo sólo los que comprendan la situación \


la responsabilidad de aquellos ocho diputados que


llegaban á España acompañando al rey , v que al


llegar encontraban cadáver al general P n m . P o -


drán explicárselo también, por lo (pie á mí perso-


nalmente toca, lodos cuantos sepan el cariño a n -


tiguo, la amistad fraternal que me unía á la noble


é ilustre \ietima, de quien tanto se podía esperar


para bien de mi desdichada patria.


Salté de la cama en la cual me habia incorpo-


rado al entrar l í ius , y me xeslí precipitadamente,


trasladándonos en seguida al camarote de Liloa,


desde donde enviamos á buscar á los demás com-


pañeros.




217


Pasamos la noche en vela, discurriendo sobre


ei suceso, sobre las consecuencias que podía t e -


ner, sobre el peligro mismo que pocha correr el


rev en su viajo á Madrid si el asesinato de Prnn era


obra de alguna vasta conspiración, sobre las even-


tualidades que podían presentarse, y sobre la ma-


nera de comunicar al monarca, aquella míausta


nueva.


Yo no SÍ ' ' los años que me quedan de vida ni


las adversidades que la suerle me reserva, pero sé


que, fuesen cuales fueren aquellos y sean cuales


fueren éstas, jamás, eternamente ¡amas he de ol-


vidar la triste noche del 30 de Diciembre de 1 8 7 0


a bordo de la Xitmnnria.


A las cinco de la mañana llamamos al marqués


de Dragonetti para que despertase al rey , y


cuando éste se hubo vestido, entraron en su cá -


mara Augusto (Illoa y el ministro do Marina, para


comunicarle la noticia.


Recibióla con prolundo sentimiento.


No lo ocultamos la gravedad del suceso, no le


ocultamos tampoco las consecuencias que podía


tener, no 1c ocultamos ni las dudas que nos sobre-


sallaban, ni los temores que temamos, ni la tr is-


teza que nos embargaba, ni los conflictos que po-


dían surgir.


E i rey nos escuchó con su reserva habitual,




218


pero le M U I O S , á mí al menos me pareció verle,


resuelto y sereno.


Su resolución y su serenidad levantaron mi


ánimo, en aquel momento hondamente afligido.


A las siete abandonamos la Numancia al es-


truendo del canon, y pusimos el pié en la falúa


real.


Pocos minutos después llegábamos á la orilla,


en la cual se alzaba un pabellón lujosamente ador-


nado. Las primeras luces del día nos permitían


ver este pabellón y en él un grupo de generales,


muchos de ellos encanecidos en la \ ida del cam-


pamento y en las luchas de la política. La ma\or


parte de aquellos generales habían, sin embargo,


manifestado su adhesión á una candidatura con-


traria á la del príncipe que iba á pisar el territo-


r io español.


De ellos, de aquel grupo, puede decirse que


dependía todo en aquel momento. Por su valor,


por su respetabilidad, por sus grandes s e n I C I O S .


por su verdadera importancia, por lo que eran,


por lo que significaban \ por loque representaban,


de ellos dependía la suerte lutura del príncipe de


la casa de Sabo\a.


E n el instante de aproximarse la labia real, un


general se adelantó á todos. De pié en la orilla,


descubriéndose respetuosamente \ agitando su




219


sombrero, Viva el rey de España! gritó. Era el


noble Topete. Yira <d rey de España! gritaron


unánimemente todos aquellos ilustres nublares.


Hidalgos y nobles corazones, caballeros y espa-


ñoles, todos se apresuraron en aquel momento


supremo á rendir homenaje al jó\eu principe que


ante ellos se presentaba solo \ casi podría decirse


desamparado por la muerte de Priin.


Fué aquel un momento solemne.


Al ver á aquellos bravos militares agruparse


todos en derredor del joven monarca, al ver á


muidlos de aquellos leales varones sacrificar en


aras del patriotismo sus alecciones personales para


reconocer al rey elegido por las Cortes Consti tu-


yentes, al ver allí á Topete, el iniciador de la re-


volución, y Iras de Topete, y tras de lodos, espe-


rando, á las puertas de .Madrid, al general Serra-


no, vencedor de Aleolea y regente del remo, un


corazón se ensanchó latiendo de entusiasmo. La


revolución de Setiembre estaba salvada.


El 10 de Noviembre, el rev había sido elegido


por las Corles Constituyentes, pero su consagra-


ción tema lugar el •'SI de Diciembre en las playas


de Cartagena.


Las últimas palabras de Prim en el momento


de entregar su alma al Criador, habían sido:


— l*o muero, pero el rey llega. ¡Yira el rey!




220


\'u iba repitiendo oslas nobles palabras de la


víctima ¡pie sellaba con su sangre el advenimiento


del duque de Ansia al trono de España, palabras


de que tuve conocimiento al llegar á tierra: \o


iba, digo, repitiendo estas palabras á medida que


nos dirigíamos á la estación y al tren que debía


conducirnos á Madrid.


\ miraba al rev . y al ver á su lado al marino,


encarnación de la idea revolucionaria, compren-


día que P n m , muriendo en aquellos momentos,


había prestado un gran servicio á la nueva dinas-


lía legándole aquel hombre, v comprendía que las


últimas palabras de P r m í podían ser proi'elieas.


— ¡^ n a el rey !—dec ía vo á m i vez .—Lngulo


por la sangre de Prnn entra en España. ¡Permita


el cielo, pues, que nunca se rompan los lazos que


han de u n i r al nuevo monarca con su nuevo


pueblo! I ) .


(-1) El lector habrá podido observar por la incorrección de
estos apiniíes, que están escritos obedeciendo á la impresión
del momento y de los sucesos. Son notas que ¡ha tomando
para ayuda de memoria en cuanto se me ofreciera ocasión de
escribir un libro.


Dos años han trascurrido ya. Muchos sucesos han tenido
lugar, y no lodos aprecian las cosas de la misma manera que
las apreciaban entóneos.


No he querido, sin embargo, cambiar una sola tinca á mis
apuntes, y ni siquiera he intentado darles la corrección lite-




221


raria de que carecen, por temor de quitarles su sello de cir-
cunstancias.


Creo haber sidoexactoy fiel en la apreciación de los hechos,
y creo haberlo sido también al trasladarlas palabras pronun-
ciadas en determinadas ocasiones por los hombres políticos
¡i que he debido referirme. No fiando en la memoria, lo apun-
taba todo en el acto. Tal como escribí el diario, tal lo publico.
Si en algo hubiese error, que lo dudo, enmiéndelo quien con
más autoridad pueda hacerlo, que el error en mí—me adelanto
á decírselo á la crítica,—proceder puede de entendimiento,
nunca de voluntad.


Ma.lrlil Notiembre 1872.






A L Í - H E V E L A B B A S S I .


I .


El 2 9 do .Ionio do 1 8 0 ' í una pequeña barca,


une había salido de Tarifa á las seis de la mañana,


atravesaba el estrecho de Gibraltar \ penetraba á


las diez en el puerto de Tánger.


Cuando la barra hubo atracado, se presentaron


en ella algunos moros, y uno de ellos, que era el


capitán del puerto, envuelto en un albornoz, e s -


pecie de saco grosero con capucha, desnudo de pié


y pierna y con una gran caña en la mano, pidió


el certificado de sanidad, que el patrón le dio i n -
mediatamente, y encarándose en seguida con el


único pasajero, árabe, á juzgar por su traje é idio-


ma, que llevaba la barca, entabló con él el s i -


guiente diálogo:


— ¿ D e dónde vienes'.'1


— De Londres p o r Cádiz.


—¿Hablas la lengua mogrebma'?




224


— N o . Hablo sólo el árabe.


— ¿ D e dónde eres, pues"?


— D e Klialeb ( i ) .


— ¿ V r donde está Kbaleb?


— lín el Seham ( 2 ) .


— ¿ Q u é país es Khalcb?


— E s t á hacia el levante, cerca de Turquía.


— ¿ E r e s , pues, turco?


— N o sov turco; pero IIM país se halla bajo el


dominio del Padischah [•)').


— ¿ P e r o eres musulmán?


— S í .


—¿Cómo te llamas, pues?


— A l í - B c ) el Abbassi , príncipe de la familia


de los Abbasidas, descendiente del santo y glo-


rioso profeta.


Al oír esto, el capitán del puerto continuó su


interrogatorio en un tono menos seco v duro que


el que había usado hasta entonces, manifestando


desde aquel momento merlo respeto por el ilustre


viajero que llegaba á Tánger.


— ¿ A qué v i e n e s á este país?


— A visitar al gran emperador que felizmente lo


r ige, á continuar mis viajes científicos, y á r e a l i -


(1) Alepo.
(2) La Siria.
(3) El Gran Señor.




225


zar la sania peregrinación á la Meca, tan reco-


mendada a lodos los verdaderos ore\entes.


— ¿ Traes pasaportes?


— S í ; traigo uno de Cádiz.


— 0 \ por ipn'" no lo Irnos de Londres?


— P o r q u e el gobernador de Cádiz me lo lia lo-


mado reemplazándole con ésle.


— Dámele.


— T o m a .


\ Alí-ISi-v el Abbasss eiilregó su pasaporte ai
capitán del puerto, quien, dando orden de no de-


jar desembarcar anadie , partió á enseñarlo al ka id


o gobernador. Este lo envió al cónsul de Esjiaña


para reconocerlo, v ajirobado como auléntico. lo


reiuilio al jiríncqie ¡>or conducto de Sidi Mabo-


r.ied. jele de los artilleros de la |>laza. en\nido por


el gobernador para interrogarle de nuevo.


Diiigiole ésle casi las mismas preguntas que


le liüliia bocho ya el enjillan del puerlo, v d á n -


dole el pasaporte, se marchó á dar mienta al kaid.


Poco tiempo dcs j iues, volvió el capitán del


¡cierto con la licencia del gobernador para el des-


embarco.


Alí-Hey salló en tierra al momento, y ap iñán-


dose sobre dos moros {porque estaba herido cu


una pierna á cause, de haber voleado su coche al


atravesar por España) se hizo conducir á casa del




22(5


kaki. Este le aguardaba \a impaciente algunos pa-


sos fuera de su puerta, y le hizo subir con todas


consideraciones á una pieza donde estaba su se-


cretario \ también su k'tahia ó vicegobernador.


El ka id, dirigiéndose al ilustre viajero, le di ¡o


(pie (pieria darle hospitalidad hasta ipie hubiese


mandado arreglar un alojamiento conlóeme él me-


recía; hizo (pie le s i r v i e r a n c a l é con azúcar. \ en-


tablo una coirv e r s a c i o n c o n el recién llegado sobre


sus \ lajes.


liste le dijo entonces ser el principe Alí-He\,


hijo de Olhman. príncipe de los Abbassidas. que


después de haber empleado mucho** años en viajar


por los oslados cristianos estudiando en sus escue-


las las ciencias de la naturaleza v las arte- útiles


al hombro, había tomado por fin la resolución de-M a j a r por los países musulmanes; y cumpliendo
al m i s m o tiempo con el sagrado deber do la pere-


grinación á la M e c a , observar las costumbres,


u s o s y naturaleza de las tierras que se hallasen al


n a s o , á fin de no hacer inútiles las fatigas de tan
larga travesía y sí provechosas á sus conciudada-


nos en el país «pie escogiera linalmenfe por patria.


E l gobernador quedo muy satisfecho con estas


explicaciones.alentóle e n su propósito, v deseando


corresponder á la honra que le cabía albergando


en su casa á tan ilustre \ sabio v i a j e r o , le hizo




227


servir una abundante cena, compnrliénido luego


ron ol su propio lecho, que era un diván cubierto


Con una alfombra á estilo del país.


Al anochecer del siguiente día avisó el ka id á


su huésped , 0 1 1 o estaba \a d ispueslo su aloja m í e n lo.


irisando Ali-«>ev ;í ooiqiarle, luego de haberse


l ' -peibdo del gobernador \ habiendo quedado


mu\ amigos.


Ocspuiv de beber jiasado la noche en su mie\a


' i s ¡ ! . Ab-!>o\ se enteró de! rito de lo- marroquíes,


•dgo dilormile del turco, que era. al parecer, el


-i¡\.>: ó instruido e n las ceremonias religiosas del
país, se disjmso á cumplir con ellas al siguiente


ba . ¡pie era \ icrnes.


!¡í/o;'e rasurar la cabe/a. c\eop|o e] meidion di>.


pelos reservado mi la rorondla. \ después se hizo


rasurar toilas las demás parios de su cuerpo, de-


ando sólo la barba, de modo que no quedase ras-


leo de lo que el prolela ha proscrito en su lo\


como horrible impureza. Kn seguida se hizo ¡ teom-


¡ l iñara l baño público donde efectuó su ablución


^"iicr.d. •, luego pasó á ocupar el iba en sus c e r e -


monias religiosas.


í'oco dcsjiues de la llegada de Alí-Bev á T á n -


ger, su evisícncia comenzó á ser bástanle agrada-


ble. Sus rolai-imie-s íntimas con el ka id \ el kadi.


que !e deinoslraban mucho respe!o \ delerencia.




U ! ! ¡ ¡ i l S | i ! : ­ W . i < I . I O S ' ­ ¡ o p , . n i i '


•pi'piii:.
!| o p i ' L P R ­ ' M o ш р г л м р ; Ü[ ; : o m o p ; o s o n ' i ' S O D O Ì L I


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л н й Ъ и NI O I . M U I ' Ü : . I O Í Í I Í Ü J O P S Í : M . ) : ! ! I ¡ S;Ü . ) ) < ш л и


uu-pu pmhe o n o . K j ü i . ' . j op o p\q


, u l < f > | o p 0 1 m . > | . i , » . ) ! i i | u •. O ! S I ¡ S . I . H I n > .üii . ­ . ) .>;>j.)ir


o j u o . i d o p o u ; \ O J ! : O : O O O . ) ] 0 ' ¡ O O o \ o n o \ \ ]


• \0{j­!|V o n b . : ; . ) ! : ­ ; ; . I O . I I O ] r . . ; o p i > p . \ n


11 sopinn 'MIHII) i 4 o
O i b


­ p ­ ! o ( ! o i o ¡ ) LUOIL i¡o oní> o i j o i i s ,:p ­pvoii.!^ ! . ; Ü : Í
­ ' . 1 0 p . ; ;q j . M O i .им j e o \ o í p j p ! ( ¡ . ) u p o ; ; r n . u o o o . ) o . i o í !


s o p : : p ¡ J ' ! . ! , ' . ( p [ s u s : s o h : u o s . i . ) d s , ) ¡ r:t i i d i ! i ,i ( 1 > o j \


p i ! >j p ! ' J ! i ¡ N (' p ; s u p i n s . > . i d s o . и,¡ s u s : o í i ' u í í ¡ un i ; . ' »


• d o . MI ' op i i o . i o r i o j j o u i ) s o i i ¡ , ; i ü n . l j s i : : o s e ' o d i i i b o


i l s o p i : ¡ s i \ ! i | : p ¡ : p i . ¡ n o s o . Í O U M Í ; n s u o . : , ) ­ , c o p i p


; s O I U O J p i | • o u ¡ : u i o | u i ! op \ 0 { ¡ ­ ¡ ¡ \ ' o z n . l ) iMliSíj
M Í O i ' o d u i o i ] p i u l a ; . l o i ! o . ) i ¡ 1.|.>л . Ì S u n i i p i s o p


s l i p ) , ) p i p o i . n i i i i i i ! i b : a . ¡ n r ¡ ¡ ¡ i i O i i i K i o o s \ o ; u i > ~ '


o . u i : n s : s o . ¡ I . ; , ) i i u i . ) o i i o . ) o p o ­ n i p ) u p o j no o p u n j


o . ; d л o i ( p , ! s o . i i p i i o i i op s u u o p j o i : o s i i o o i o o o i r i o i o


i)I) ¡ 0 ¡ l o i ì!| : . I O ; : o l | ,ip O j S , l l l > ! U l i S l I p O i l , : , l p , ­ p i , •!'•.


• l O ' ­ o . i ­, u . i i p i p o n b s i o o i i , ) ! p o i : s o ] о o p ' p u u p i \ u o , i




•­'M.iiioso \ siUtì|!:mf)
•[osiniiìb osoui.i.ii[ и ]


чм.юлоГ op sii.iopii.i) siiuiiirqy
"Slipi!¡UOf|


Л stipimi siimposiiiu S U O L I ,ip sozoid su|i¡o.¡op(|
MSOjijlil K.IOAjod .loiílUl l!| 0[) p.I.IIKj II I


'.lopezon op oiaplraoo sema: u "|
•.itrze.) a.iad sonofiíp.iod op soans so(¡


'iidsiipocp so.ipoíd op so.iii|pui soun!rf[y
•sas.jírriii si;|0|sid ap so.md ooiiiiifj


•si!i3iio.\t!(| sus no;) S O S Ó [ « I I Í sapsiij оциоу
: sopioin?


-is i-om'qo so| op lauodiuo.'J os operáu o¡s¡;¡ 'sos
-no sojuaíomos uo o.npiin)so.¡ unSos 'uuqns il
,io.')Bi¡ a iKp oíd) op.ioó.i |o iim.mpuoa oidi s o p m j . i
soj op O]!io.i¡ p; (ipiHMj.uiíiu nqiiznop; i¡j a o a j
-!!>• odiouj.id ¡o- ' opiipmos ',üoi¡ i¡¡ op sonni oe,o(¡


—lioso.id \ o.ipni;) so¡ o i!(paz!!."!p; ¡q 11 .mpis oip
-od , s u . a ¡j "¡ai ; o. o i: e.me sopin.i:> sus op ou» .un \
— II.) Op IMpilp'.ll! UOjplS [,} Olii) Op>pilOI.')lp o.ioui u:;
«шуги oí os ' >.í[|0 no op;r,¡|i:o op s-oiulsop см и i л
vl!ip OlpOOl op UOIOIUO '![ .10.l'Oli lì >:|ll)b/OUÌ II IM tí
i:| e o.iomud on) apisiKjipi odi.tui.nl |o • soiuo: \
a.là >¡o!.ii!¡i:.>so.id lìj o.¡en opi:p:uos i!ip ¡o omo')


w o M i n i i i s nip pi a.iod ,s.apuujso,,
Op OpiSo.l jO JOitodsip Op OSI Vii |0 p i i q pip OO.p.).).!


o ? S




230


Las armas iban cu cajones cerrados con llave:


los demás objetos en grandes azalafes cub¡erlos de


damasco rojo galoneado de [.lata; [odas las llaves


ensartadas en una larga c inta , iban colocadas en


un pialo.


El kaid aguardaba al príncipe a la puerta de


la cindadela, recibiéndolo con muidlos cumplidos;


hizele atravesar un nórtico en el cual había gran


número de oficiales de la curte, v en seguida en-


traron ¡untos en una pequeña mezquita para hacer


la oración de la tarde, a la cual asistió también el


sultán.


Acabada esta., Al í -Bev salió inmediatamente de


la mezquita , á c u . a puerta había preparado un
mulo para el sultán ; el animal estaba rodeado de


minuto ¡iiinievo de sirvientes y primeros obélales


de la corte. Delante había dos hombres armados


de una pica o lanza, que mantenían pcrpondicu-


lariiienle. cuva longitud era de catorce pies. Se-
guían de cerca á la comitiva setecientos soldados
negros, armados de fusiles, agrupados sin orden


ni prelerenria, v rodeados de gente por todas


parles.


El kaid v el príncipe abbassida se situaron en


medio del [taso inmediatos á los d o s lanceros. A


su lado iba el presente, llevado en hombros de los


í-riados de! último.




231


No UiroV) mucho ni salir el sulíni; , montó un


su cabalgadura , v al Hogar al centro del c írculo,


el ¡irlucijie \ el kaid se adelantaron. Detuvo el


sultán su muía. \ A l í - B e y . presentado por el


kaid, luzo u n a inclinación de cabeza, poniendo su


mano en el pedio, á lo cual correspondió el sultán


con otra inclinación, diciendo:


— S e a s luen venido.


Al instante gritaron todos:


— ¡ B i e n venido! ¡ B i e n venido!


Acto continuo picó el sultán su muía dir igién-


dose á una batería distante de allí doscientos pasos,


buése á ella Alí-Uev con su introductor, v per-


maneció pinto á la entrada, adelantándose el kaid


con el regalo.


Desde el momento en ipie penetraron en la ba-


tería, remo el mas profundo silencio , a pesar de


ser muchas las personas que allí había , par t i cu-


larmente oüciales del primer rango.


l 'u instante después, el kaid llamó á Alí-Bev ,


v siguióle este al terraplén de la batería, que


lormaba una especie de terrado al Norte sobre el


mar, artillado con nueve piezas de grueso cal ibre,


h a el ángulo oriental se alzaba una especie de c a -


sita ele madera de algunos pies de elevación para


dominar el pira peto , subiéndose á ella por una


escalinata de ocho gradas.




232


El sa l lan , mitrando en la casita, se liaina re-


costado sobre un colchoncdlo rodeado de almoha-


das. El principe, el kaid y dos oliciales de distin-


ción, dejaron á la jnierta sus [lanluflos para cami-


nar á pie deseal/o, según costumbre. Dos oficiales


se colocaron á los lados de A)i-lies sosteniéndole


cada uno por un brazo, v el kaid se puso Inicia le


izquierda coino ¡ru'a l<trinar una Milla. Al hallarse


en presencia del suban, el principe abbassida hizo


una inclinación profunda de la milad del euerjio.


puesla la mano derecha sobre (d pecho.


Después de haber ivpcíid-» su expresión do


bienvenida, el suban hizo sentar á Al í -Bev en la


escalera.


Eos oliciales se reliraron. \ el kaid normanocio


de pió.


Entonces el sultán con mucho aféelo v un tono


Heno de anusíad, el i ¡o al príncipe abbassida que
se alegraba mucho de verle, v iCjntiolc mucha.-


veces la satislaecncí que par ello scnlia . ponién-


dole la jnaiio sobre el pecho como para hacerle c o -
nocer sus senluiiicnlos, lanío por gestos como por


palabras. Pregunlole por los países en donde haba


oslado; cuántas lenguas hablaba, v si sabia e s c r i -


bir en ellas; <pié ciencias había estudiado en las


escuelas de los ensí lanos: cuánto tiempo había re-


sidido en Europa : v después de haber dado gra-




23:5


cias ;'i Dios por liaberle lincilo salir d> m i r e !os


inficia;, mamlesló seiiimiienlo ile ijuc un li ombre
(•(unii Ali-Be\ liubieso tardado lauto en ir a M a r -


rueeos. Contento de i jue liubiese profondo su pais


à Argol. Tnncz e Tripoli, le re il ero \ a n a s v e e e s


su proleeeion \ amistad, nianileslandose niuy dis-


onesto en su la\or.


El principe abbassala lema algn do alraclivo


en su rostro \ sus ìuodales. Coanlos lo \eian se


inlerosaban por «'1 en seguala , arraslrados por
ima mexpheahle simpatia, \ el sulian lue de oste


nùmero.


Entro las \arias pregun'as quo lo bizo, lue una


de ellas. si tema mslrunientos para bacor obser-


vacionos, y a la rospuosla a'irmalo.a del principe


le dipi ipie ci lena verlos, \ (pie podia i r e n seguida


por e 11 os.
Aponas Indio promineiado osta palabra. Oliando


el kaid lue à tornar la mano do Ah'-Hev para


aeonipafiarle; pero òste, s in unnerse, liizo obser-


\er al sulian quo era mdispeiìsaMo aguardar al


dia siguiente, ponpie no (juodaba bastante tiempo


para propararlos en aquel dia.


El kaid se quedó mudo de terror \ asombro. '.


min') casi con espunto al principe.


En Marruoeos lamas se contradico al sulian . \


era ipuzà la vez primera (pie un hombre sealrevia




234


á tanto. S i el kaid mismo lo hubiese hecho así, de


seguro (jue su cabeza no hubiera estado á los dos


minutos sobre sus hombros.


El sultán, empero, pareció no advertir aquella


falta terrible de etiqueta; tal era ya el imperio que


ejercía en el el príncipe desde su primera entre-


vista, y le contestó;


— E n h o r a b u e n a . Tráelos mañana.


— ¿ A que hora?


— A las nidio.


—.No haré falta.


Y Ali-Hev se despidió del sultán saliendo con


el kaicl.


Al día siguiente v á la hora señalada volvió ai


castillo. Aguardábale el sultán en el m i s m o sitio


con su principe (akih o mullí j otro lávenlo. Te-


ma delante un servicio de le completo.


No bien llegó el príncipe, cuando le hizo súber


la escalera y sentar á su lado. Tomó en seguida la


lotera, puso té en una taza, v habiéndola llenado


de leche, se la presentó por su propia mano.


Mientras Alí-Hev la tomaba , pulió el emperador


papel Vj pluma. I riqéronle un pedazo de mal papel


v un tintero de cuerno con una pluma de caña:


escribió en cuatro líneas v inedia una oración que


dio á leer á su fakih, y nomo éste le adv i cuera que
había olvidado una palabra, el sultán tomó el papel




\ la añadió. Acabado de lomar id té , presentó al


príncipe su escrito para hacérselo leer , y acom-


pañó su lectura señalando con el dedo palabra por


palabra sobre el papel y corrigiendo sus delectes


de pronunciación, como hace un maestro con su


discípulo. Acabada la lectura ; le rogó (pie guar-


dase aquel escrito como recuerdo suyo:


Dióle el sultán vanas \eces señales de su alecto.


Pidió sus instrumentos, los miró pieza por pieza


V con la nia\or minuciosidad, haciendo (pie le ex-


plicase aquello que le era desconocido ó cuyo uso


ignoraba. Maniicslaba un placer sumo, v pidió á


\!í-15c\ que hiciese una observación astronómica


en su presencia : para salislaeerle, tomó este dos


¡lluras de sol con el circulo multiplicador. Ense-


ñóle en seguida dilcrcntes libros de tablas astronó-


micas \ logarítmicas (pie llevaba consigo, para ha-


cerle ver que de nada servían los instrumentos si


no se entendían aquellos libros y otros muchos


más. El sultán quedó extrañamente sorprendido al


ver tantas (aíras. Ofrecióle entonces Alí -Bcv sus


iiislrumenlos: pero le respondió que los guardase,


pues o! sólo sabia usarlos, á más de (pie, dijo:


— Bastantes nuches nos quedarán para mirar


juntos al 'cielo.


Entonces v ió claramente Al í -Bev que el empe-


rador trataba de conservarle junio á su persona y




2ЯП


agregarle á su s e n icio, lo cual va ¡tules había nm­
infestado con oleas expresiones. Añadió (pío (le­
seaba ver ios otros instrumentos. ofreció AIí­llc­
llevárselos a! olro día, v desoidióso de el .


A'obió á la mañana siguiente, y subió á su ha­
bitación .


El emncrador marrmmi eslaha. recostailo sobre
un peipieño cohdion v una almohada, y delante de
él, sentados sobre una alfombra, su gran íakih v
dos de sus favonios. Luego que v m al príncipe a b ­
bassida , se siento \ dio orden de traer otro col­
chón de terciopelo azul lo mismo que el S U Y O .
hízolo poner á su lado, \ obbgi') á Alí-I5ev ;i sen­
tarse en él .


Después de algunos cumplidos de una y otra
parte, mandó ésle último Iracr une, máquina eléc­
trica v una ei'unara oscura, presentándoselas ai
sultán como dos objetos de рае* diversión que no
tenían aplicación alguna á les ciencias. Habiendo
montado las dos máquinas, coloco la cámara oscura,
enfrente de una ventana. Ei suben se levantó \
entró dos veces en la cámara . cubriéndole el
mismo Ali­líev con su baceta durante el largo es­
pacio de lienipo que se entretuvo en considerar
los objetos trasmitidos por la пикрина, lo cual luí­
realmente una prueba inmensa de conhanzai.


Divirtióse brego el sultán en лег detonar la bo­




237


U:\\i\ eléctrica diferentes veces; pero lo «pie colmó


-u pasmo lúe el experimento do la conmoción eléc-


trica. Ili/.oscla repetir a A l í - B c v muchas veces,


ten leudóse todos asidos por la mano para formar


(adena. \ luego le pnl;o largas explicaciones sobre


las máquinas y sobre la influencia de la electricidad.


En esta entrevista acabó de echar raices en el


animo do! sultán su álcelo por Alí-Rcv. al que re i -
tero cien veces su amistad, v á quien no lardo en
dar de ella una prueba real, según vamos á ver.


Hallábase Alí-Hev en la noche de aquel día cu
compañía de sus amigos, cuando llegó un criado


del sultán Iravéndole m; regalo de su parte. Man-


eóle introducir al ¡ i i H i i o i i f o , \ se presento postraü-


oose v poniendo delante del principe un env nlinrio


cubierto de una teda de oro c pinto. La curiosidad


ce \er el primer regulo de! emperador de Marruc-


i i s le mzo que abriera apresuradamente el envol-


mno, v encontró . . . ilo- punca- instante negros.


Ab~Bev pareció ipiedar sorprendido cerno si no


comprendiera íoda la importancia de aquel regalo;


pero bien pronto le sacaron de dudas los plácemes


qae se apresuraron á darle cuantos estaban en su
conuiañía. dioiendnle: •


— ¡Dichoso de vos! ¡Une- felicidad la vuestra!


¡Va s íes hermane del sultán! El sultán es hermano
V i i C s t r O .




23S


Y otras Irases por el estilo.


Efectivamente, el signo más sagrado de frater-


nidad entre los árabes, es presentarse mutua-
mente un pedazo de pan \ comer entrambos: de


consiguiente, los panes enviados por el sultán


eran la mayor prueba que podía dar de cariño:


eran su signo de fraternidad con Al í -Bev .


El 1 1 de Octubre reciba') éste un mensaje del
sultán por conducto del kaid. Le advertía i j n r es-


tuviese pronto á partir con él al día siguiente,


previniéndole (pie pidiese cuanto necesitara; pero


Alí -Bev, contradiciendo por segunda vez al empe-


rador fcosa inusitada en aquel país) dijo que le


era imposible partir tan pronto, y que necesitaba


permanecer en Tánger algunos días. El suban, s i n


embargo, no se incomodó por esto v le concedí->


diez días.


Mulev Solimán, que as í se llamaba entóneos el
soberano de Marruecos, partió el 1 i muv de ma-
drugada, v Alí-Bev comenzó á hacer sus prepa-


rativos para partirá su vez.


Ahora bien, ¿quién era ese hombre que poco


después de haber llegado á Tánger desplegaba u n


liqo v un fausto veril-aleramente orientales'.''


¿Quién era esc hombre que se hacia reconocer


como príncipe, abbassida. como scherd'f descen-


diente de Abul-Abbas, tío de! profeta, cuva dinas-




2:19


11


Don Domingo Badía Y Lebhch había nacido en
Barcelona EL 1 d e Octubre de 1 7 6 7 , DEDICAN-


tía ocupó el trono del cuídalo por espacio de suele


siglos?


¿Quién era ese hombro que por su fausto, sus


riquezas y sus regios regalos á cuantos entraban


caí relación con él se concillaba el respeto; por


sus conocimientos v sabiduría, la veneración, \


por su conducta el amor de todos?


¿Quién era, en fin, ese hombre á quien el sul-


tán llamaba hermano, v por el cual sintió á la


primera entrevista una simpatía tan prolunda que


lo quiso allegar á su persona, abriéndole el ca -


mino del lavorilismo, de las grandezas \ de los


honores?


;Oi i ién? . . . í- v


Vamos á decírselo á nuestros lectores.


Era un cristiano, era en catalán llamado I)o-


ini ngo Badía v l.e'olich.
Su historia en Atrica, que luego relataremos,


parece una novela.


Veamos antes á qué* iba eso hombre al África,


impulsado por su genio, por su corazón Y por su
amor ú la ciencia.




240


(¡ose con ardor al estudio desde sus primeros años.


No es \erdud que estudiara en la Universidad de


VítlencM, cuino se h;i dicho. Su gaita lihrc y fo-


goso nunca se a\ i n o iueu con los reglamentos es-


colares. Con electo. Ba.dia no conoció más aulas


que su propia habitación; encerrábase en ella, pro-


visto de los libros que más se conlorniaban con su


inclinación, v [lasaba muchas horas entregado al


estudio. Primero se dedico con ardor al de las


matemáticas, á la delincación \ al (hbu|o; siguió


lageogralia , astronomía, física \ música; pero su


atención se ti¡ó particularmente en el estudio de


las lenguas orientales, y especialmente el árabe


moderno, el cual llegó á serle tan familiar, que


parecía su propio idioma.


Con estos conocimientos, asombrosos para su


corta ociad, llamó la atención del Gobierno de


Caídos III, (pie á los catorce años le con linó el


destino de administrador de utensilios de la costa


de Granada; á los diez y nueve era ya contador


de guerra con honores de comisario, v á los vein-
tiséis Carlos. IV le nombraba administrador de ta-


bacos de Córdoba.


Pero estos empleos, aunque eran ciertamente


unos tesumomos de su mérito en razón de la


corta edad en que los obtuvo, no estaban en a r -


monía con los estudios que había hecho ni podían




241


darle ocasión para desplegar su genio extraordi-


nario, limitando sobradamente la esfera de su exis-


tencia. Con el objeto, pues, de ensancharla, y sin-


tiéndose llamado por su vocación y por sus alientos


á mas altas empresas, presentó al Gobierno de


Carlos IV en 1 8 0 1 un provecto de viaje científico


al interior de África, y examinado por orden del


rey y reconocida su utilidad, fué nombrado para


realizarle el mismo Badía.


Había éste contraído estrecha amistad con el


sabio naturalista I). Simón de Rojas Clemente, «pie


á la sazón se hallaba regentando una cátedra de


árabe, el cual luego que supo el proyecto de Badía


quiso asociarse á la expedición.


En su eons 'cuencia, ambos amigos salieron de


.Madrid para París y Londres en 12 de Mayo


de 1 8 0 2 , en cuvas capitales entablaron relaciones


con los sabios más distinguidos y coti los más im-


portantes establecimientos científicos, proveyén-


dose allí de los instrumentos más necesarios para


las observaciones, y adquiriendo también una


magnifica colección de historia natural, que en-


\ ¡aren al Beal Gabinete.


Entonces fué cuando el príncipe de la Paz, va-


lido de Carlos IV , y el hombre omnipotente por


aquel tiempo en España, concibió una idea que, a


ser realmente suya, como afirma en sus Memorias.,
MEMI.UIAS DE VS C u . S t . l l T r Y E > T E . 1Ü




242


le honra ciertamente en gran manera. Cono-


cía á Bacila, con quien finiera algunas conferen-


cias, \ decidió cambiar su viaje de cienliíieo en


político.


Nos es preciso ahora entrar en algunas cons i -


deraciones para comprender los motivos, une i m -


pelieron al principe de la Paz á semejante resolu-


ción, así como también para hacernos cargo de


cuál era la verdadera misión ijue llevaba al África


el (jue hemos visto desembarcar en ella bajo el


nombre de A l í - B e v .


E l mismo príncipe de la Paz lo explica minu-


ciosamente en sus va citadas Memorias, y á su


texto nos atenemos.


La idea del valido de Carlos IV fué primero la


de encargar á Budín y á Clemente un viaje, que á


la vista del extranjero pasase solamente por cien-


tífico, al A l m a v al Asia; mas cuyo objeto princi-


pal debía ser inquirir los medios de extender


nuestro comercio en las escalas de Levante desde


Marruecos al Egipto, y hacer la misma indagación


sobre los planes ^ medidas que convendría adop-


tar para montar nuestro comercio en la región del


Asia con culera independencia de la Europa, para


formar enlaces comerciales y políticos con el impe-


rio chino, v organizar allí el tráfico directo de los


pesos fuertes españoles sin que en él micrvinie-




243


sen otras manos que las nuestras. A estos encar-


gos se del na añadir el de adquirirse cuidadosa-


mente miantos artículos exóticos de cultivo ganan-


c i o s o les fuese dable recoger ó sorprender en las


islas del Asia para aclimatarlos en la América .


De. estos \ anos objetos mencionados, había uno


mayormente que, según el príncipe de la Paz con-


fiesa, era en él una idea lea. \i\a siempre en su


espíritu hasta soñaren (día con frecuencia, v era


buscar (d modo de adquirir los españoles una parte


especialísima del c o m e r c i o interior del Abacá por


el conducto de Marruecos. Multitud de artículos


de- nuestra producción, poco ó nada estimables en


Améru-a, v de valor también muy corlo y nada
cierto en los mercados de Europa, podían hallar


salida en los países aliacanes con preciosos cam-


bios.


«Pocos habrá que ignoren, dice el m i s m o prín-


cipe, la riqueza v variedad de objetos de exporta-


ción (pie otreee el Al r ica interior en polvo de o r o ,


marfil, ámbar gris, gomas, pimienta arábiga, cue-


ros, algodón, añil, cera, sen, anatron, áloe, plu-


mas de avestruz, e t c . sin añadirá esto la granje-


ria de esclavos, indigna de nombrarse, añade,


pero recibida v buscada codiciosamente en aquel


tiempo sin ningún rebozo como ahora. A estos


varios artículos, procedentes de las caravanas, se




241
juntaban los que eran propios de .Marruecos, gra-


nos inagotables, ricos frutos de salida cierta en


todos los mercados de Europa, ganados abundan-


tes, caballos s i n igual para el servicio de la caba-


llería ligera, buenas lanas, tejidos estimables de


esta especie, y los preciosos laiileles amarillos in-


imitables en Europa. Saludos son también los ob-


jetos más preciados de importación para lo inte-


rior del África, consistentes en armas blancas y


de fuego, pólvora, plomos, abalorios y bujerías


de toda especie, telas bastas de lana, sederías,


cotonadas, papel, latones, vidriado, corales, gra-


nates, ágatas, e t c . ; mercancías que podían todas


ellas surtirse por nosotros de primera mano, dando


pasto á la industria de todas las provincias sobre


todo á la Cataluña, la Yi/caya, las dos ("astillas,


Valencia, (¡ranada v .Murcia. Lo que, menos per-


iodo en nuestras fábricas, no podía bailar con-


sumo en otras partes, lo debía encontrar ilimita-


damente en las ferias de Sus . donde se tema un


comercio activo en la piarte central de la Nigricia


de Occidente, Tombuetú, Dqiiua, Segó v otros


puntos de la .otra parle del desierto. Estable-


cido este comercio, no debía quedar m un re-


zago ni ninguna cosa de descebo en nuestras lá-


l ineas, ¡i


Tales son las palabras del principe do la Paz.




Esta oscura ensenada de comercio se hallaba


realmente descuidada por las demás naciones c o -


merciantes, (pie encontraban mejor su convenien-


cia fraileando á un mismo tiempo con el África v


el Asia en los mares del Oriente v en la Arabia v


el Egipto. España solamente, por su posición


geográfica, nodia benelieiar este otro cabo de c o -


n i c r c i o africano, sin temer la concurrencia. Según


las ideas del principie á nuestras- mismas puertas,


la travesía de pocas horas, casi bajo el amparo de


nuestras baterías, casi á cubierto de enemigos,


aun dado el caso de tina guerra, nuestro comer-


cio con el África debía ofrecer empleo seguro v


ventajoso, no tan solo á los grandes negociantes,


sino también á los más cortos, hasta al humilde


pescador de un hanpi ichuelo v de una vela.


"Hacíase!, empero, necesario para tal empresa,


continúa, tener pílenlos v asientos propios en los


lugares aptos v oportunos de las costas marrocpu-


nas, c o m o los tuvo el Portugal en otro tiempo, v


como, unido después éste á la corona de Castilla,


los tuvimos también nosotros, si bien no se sacó


ningún provecho de aquellas posesiones, puesta


entonces nuestra codicia toda entera, por desgra -


cia nuestra, en los negocios de la América . Con


otra gente menos idiota v desleal (pie la morisma,


habría cabido un buen tratado de comercio C U Y O




24í>


provecho hubiese sido mutuo cutre Marruecos v


la España, mayor quizá para los mismos marro-


quíes por la doble \enlaja del movimiento comer -


cial que habrían tomado sus provincias, y del in-


menso desarrollo que se habría seguido de su


cultivo é industria, puesta en mayor contacto con


la Europa, y derramada en sus mercados. Difícil,


sm embargo, como era persuadir á los moros sus


verdaderos intereses, y mucho más lograr que


consintiesen en hermanarlos con los nuestros, to-


davía pensé yo <[ue se podría sacar partido de la


situación política en que el monarca de Marrue-


cos se encontraba entonces.


«Reinaba a la sazón Muley Solimán, príncipe


más bien dado a l a contemplación del Alcorán que


á los negocios del Gobierno, muy más bien alla-


quí, como de profesión lo era, que señor de un


vasto imperio; flaco y perezoso, nada propio para


las armas. Sus provincias del Atlas se hallaban


invadidas por las Iribus libres de aquel punto, y


el seherif Ahhmed, levantando en Sus el estan-


darte de la rebelión, desaliaba su poder en aquel


punto y amenazaba hacerse dueño del imperio.


Scheri f por scherif, y déspota por despola, los


pueblos de Marruecos debían ganar en aquel


equino,, rvovvvviv \l\lm\cd tenia talentos y «vendas


singulares para el trono. Mulcy, se hallaba en gran




247


peligro (le perderle como le perdió más tarde.


«En tales circunstancias me pareció poder l o -


grar mi pensamiento si indicándole una alianza


con España \ ofreciéndole socorrerle contra sus


enemigos, se pusiese por condición la de cedernos


dos puertos por lo menos, á contento entero


nuestro, uno de (dios en el Estrecho v otro en el
Océano, prestándose igualmente ¡i celebrar un


pacto de comercio en sus Estados sin condiciones


onerosas y sin ningunas restricciones. Menos es -


crupuloso que lo (pie merecían aquellos pueblos


semi-bárbaros , como enemigos iiitn dañinos, y


como amigos niuv gravosos \ mu\ falsos, desde


un principio hubiera yo lomado otro c a m i n o más


derecho; pero había dos motivos para obrar más


cuerdamente, lo primero la voluntad de ('arlos J V ,
incapaz de aprobar ninguna empresa que ofreciese


ni un solo viso de injusticia; v lo segundo, la ne-


cesidad de no alarmará Inglaterra.


«Pronto, no obstante, se nos vino á mano la


o c a s i ó n de una guerra, bapi todas luces ¡usía.


Mulev Solimán, n n a moderación v o u v a paz


m í e n Iras duro la lucha con la nac ión inglesa, nos


coste algunas parias bajo el nombre de regalos,


coiin> hubiese cesado había \a más de un año este


tríbulo míen,), se nos atrevió á pedirlo (auno un


derecho v ¡ ¡ adquirido, \ del recuerdo pasó luego




243


á la amenaza de interrumpir nuestro comercio en


sus Estados.


«Negados los presentes, se musiré, su despecho


á poco tiempo impidiendo comprar granos en sus


puertos v retirando enteramente su protección á


nuestros buques. Tras de esto se siguieron los


amagos contra nuestros presidios, y vejaciones \


durezas ejercidas con los negociantes españoles,


violando á cada paso los tratados \ las costumbres


recibidas. Sobraban los motivos para lomar satis-


facción á mano armada é invadir los Estados de


aquel príncipe; mas siguiendo mi pensamiento \


mis deseos también de que en el caso de una


guerra se luciese ésta con acierto y con inu\ ¡lo-


cos sacrificios, concebí el raro medio de que líadia


pasase á aquel imperio, no ya como español, mas


como árabe, como un ilustre peregrino v un gran


príncipe descendiente del Proieta, que habría


vuqado por Europa y volvería á su patria dando


la vuelta al África y siguiendo á la Arabia á visi-


tar la Aíeca.


"Su objeto principal seria ganar la confianza de


Muley, y presentada la ocasión, inspirarle la idea


de pedirnos nuestra asistencia v alianza contra


los rebeldes que combatían su imperio v amena-


zaban su corona. Si esta idea era acogida, debía


ofrecerse, él mismo para venir á negociar acerca




¿49


de ella en nuestra corte con poderes amplios. Si
no alcanzaba á persuadirlo debía explorar el remo
can el achaque de \iajero, reconocer sus tuerzas,
enterarse de la opinión de aquellos pueblos, y


procurarse inteligencias con los enemigos de Mu-
lev, por manera que entrando en guerra pudiése-


mos contar con su asistencia y obrar de un
mismo acuerdo en interés reciproco bajo las con-
diciones \a apuntadas, pero en mavor escala para
peder hacernos dueños de una parle del imperio,


ia que mejor nos eonv míese.
«Uadía era el hombre para el caso. Valiente \


arrojado como [locos, disimulado, astuto, de c a -
rácter emprendedor, amigo de fantasía y verda-


dero origina! de dónele la poesía pudiera haber


secado muchos rasgos para sus héroes fabulosos,


hasta sus mismas fallas, la violencia de sus pasio-
nes \ la genial intemperancia de su espíritu, le
hacían apio para aquel designio.»


liemos dejado hablar al mismo príncipe de la
Paz á lin de que nuestros lectores comprendieran


tndala trascendencia é inqiortaucia de su provecto.
Atrevido era v osado, peligroso y difícil; pero


Badia se encargó de llevarlo á cabo.
"Tales fueron las veras con que aceptó mi en-


cargo, añade (íodov, que sin consultar con nadie,
v de su solo acuerdo, osó circuncidarse, sola cosa




¿50


que le fallaba para el difícil \ arriesgado pape!
que debía hacer entre les mahometanos.*


Así loé. Badía llamó en Londres á un faculta-


tivo acreditado, v confió á su destreza la peligrosa


operación, que según parece, fue terriblemente


dolorosa para nuestro paisano Badía, haciéndole


padecer mucho, y ocasionándole una enfermedad


de que sólo muv lentamente convaleció:


En seguida, con el fin de que pudiera ¡asomar


por completo al monarca v validos do aquella


corto seini-bárbara, halló medio de lonarse el
mismo una genealogía completa árabe, como hqo


de Othman-Bev, príncipe abbassula, y descen-


diente del Profeta, v así que estuvo ya restable-


cido del todo, apareció un día en Londres con


traje musulmán para comenzar á representar su


papel.


Algún tiempo después, revestido Badía con to-


das las señales exteriores, y con sus inmensos co-


nocimientos en las ciencias lísicas y matemáticos v


en las costumbres v literatura oriental, regresó á


España, donde recibió las instrucciones reserva-


das, los numerosos documentos v recomendacio-


nes ipie debían sostenerle en su peligrosa em-


presa, v que con los demás ntedios materiales, le


facilitó el podm 'oso valido príncipe de la Paz. el


cual también, según parece, aseguróla subsisten-




251


t : ¡ ; ¡ J e su mujer é lipa con una pensión J e I 2 . 0 0 0
reales.


En cuanto á Rojas Elemente, no le acompañó,


que Inen lo hubiera ijueriJo, porque el principe
lo la Paz no lo halló conveniente.


Marchóse, pues, solo Badía , desembarcan J o en


langer, según hemos \isto, \ cortando desde en-


tonces toda correspondencia hasta con su familia
cara depir al Gobierno español en entera libertad


!(• hablar de él según mepor conviniese al objeto


Ir s u s v i a j e s . El seerelo por de pronto no lué co-


municado á nadie por el príncipe de la Paz. l )es-


. pareció v i entonces por completo la personalidad


ee Badía, ostentándose e;¡ s u lugar la grandiosa


figura J e Al í -bey el Abbassi . El Gobierno e s p a -


" " 1 lo recomendó el eazineute á todos s u s cónsu—


i<-s \ agentes en A Inca como si íuese un árabe


que había permanecido largo tiempo en . .urapa,


q u e e n ella había hecho sus estudios, v que s e


saina adquirido en (día generales simpatías.


Por lo que loca á Alí-bev personalmente, va


ii< 111;e visto eiimo su elegante v simpática figura,


<.¡ porte maje-tuoso, el lujo que ostentaba, sus 1 ¡lulos e-cntos en árabe antiguo, y adinirable-
o i e i l e conleeeiouado.. de sellos \ signaturas, la


! t oueíosidad de sus prácticas religiosas, su cóm-


ele';; posesión del idiuna árabe, v más que todo




252


su? inmensos conocimientos en astronomía, quí-


m i c a , historia natura], geografía, dibujo y medi-


cina, llamaron desde luego Inicia tan eminente


personaje el respeto v la admiración de aquellos


pueblos incivilizados, sin que ni por asomo se


suscitara por el pronlo la más pequeña duda acerca


de su descendencia. Por lo demás, buen cuidado


tuvo id de circular la idea de que durante su


larga permanencia en Europa había adoptado en


parte sus usos, y que, al res!i')/irse á Abacá, ex-


perimentaba la sensación de un europeo que se


hallara en semejante caso y jamás hubiese salida


de su país.


V ahora que \a sabemos quién era aquel prín-


cipe oriental (jue hemos visto llegar á Tánger:


ahora que va nuestros lectores saben que Iras la


figura v nombre del árabe Alí-Bev, se ocultan la


bgura v nombre del catalán Hadía; ahora que va


le tenemos introducido en la curie del sultán ven


camino para ser su favorito, vamos á seguirlo paso


á paso en sus curiosos viajes, en sus novelescas


aventuras v e n su arriesgada \ temeraria empresa.


I I I .


Nuestros lectores recordarán que Alí-Bev á


quien continuaremos llamando así; había piálalo al




253


sultán diez días para disponer su via je \ salida de


Tánger.


Ihspueslo va todo lo necesario para la niarelia,


empleo Alí-Iíey todo el martes 2' i de. Octubre en


liacer salir de la ciudad todos sus bagajes, vendo


el a acampar á c i e n toesas al Oeste de las mura-


llas, donde había va hecho reunir s u s . tiendas,


gentes N equipajes. Sabo de Tánger después de
hecha su oración en la mezquita, acompañándole á


caballo el kaid. los lakihs y talbes de la ciudad, con


otras personas de importancia, unos montados y


oíaos á pié, que no quisieron abandonarle hasta


el sitio donde había levantado su tienda, y quo así


Se acataban para honrar en id al viajero ilustre v


ai favorito del sultán.


Antes de salir de su casa A l i - B e y , uno de los


laivihs le cogió el índice de la m a n o derecha v lo


¡>aso j¡or la sujieríieic de una de las paredes de


su emulo, haciéndole trazar ciertos caracteres


misteriosos para lograr buen v i a j e y feliz r e -


greso.


{'.errada la noche, todos los personajes que le


habían acomjiaíiado, se r e u n i e r o n en su tienda,


donde le o f r e c i e r o n una c e n a suntuosa, despidién-


dose luego de el v retirándose á la hora de cerrar


•as puertas de la ciudad.


Kl miércoles 2(> por la mañana, cuando Alí-Bey




254


acababa de dar orden de levantan -el campo para


emprender la marcha, se presentaron á saludarle


por última vez el kaid \ todos los l'akdis. Forma-


ron un círculo alrededor suyo, dirigieron juntosá
Dios dos oraciones para que le concediese un feliz


viaje, v después de abrazarle afectuosamente, se


separaron de él con lágrimas en los ojos.


Al í -Bcv. enternecido con aquella afectuosa


despedida que jamás había alcanzado personaje


alguno en Tánger , montó á caballo v partió.


No pueden leerse sin conmoción las líneas que


en su dietario escriba') Alí-l lev aquel día.


'i En el momento en (pie me encontré solo, dice,


quedé sumergido en la más profunda meditación.


En efecto, educado en dilerent.es países de la Eu-


ropa civilizada, me veía por primera vez al frente


de una caravana, caminando por un país salvaje,


sin otra garantía para mi seguridad indi vidual (pie


mis propias fuerzas. Partiendo de la costa septen-


trional de África, é internándome en el Mediodía,


decíame á mí mismo: 'Seré bien recibido en toda?


partes? ¿Qué vicisitudes serán las que me aguar-


dan? ¿Cuál es el término de mis proyectos? ¿Seré


acaso víctima desgranada de algún tirano? ¡Ahí


no, de ningún modo. El gran Dios, que desde la


alto de su trono ve la pureza de mis intenciones,


me prestará su auxilio. Salido de este estado de




255


abatimiento, saqué la consecuencia siguiente:
Pues Dios con su mano todopoderosa me ha con-
ducido lelizmenlc hasta aquí á través de tantos
escollos , con igual felicidad me llevará hasta
ed fin.»


El dietario de Al i - B e y , del cual acabamos de


entresacar las anteriores lineas, lo escribió en


árabe, v es preciso tener en cuenta que figuraba


ser id que escribía un musulmán, cuva juventud


¡labia trascurrido en Europa. Hacemos esta ad-


vertencia para que la tengan presenie nuestros


lectores siempre que citemos las memorias de


\:. i!. . .


' I ÍH llegó con toda su comitiva y equipajes á
Alcazalquivir, v atravesó los sitios en que tuvo


lugar la famosa rota de I ) . Sebastian, pasando


luego á la ciudad de Alcá/ar, en donde el ilustre


viaicro lué bien recibido v obsequiado. El gober-


nador quiso añadir seis soldados á su escolta y le


envió» una cena abundante aquella noche, man-


dándole laminen una segunda cena otro personaje


de suposición.


De advertir es , que á medida que el viajero iba


adelantando, hacia curiosas observaciones sobre


los sitios que atravesaba, sobre las plantas v ani-


males que veía, sobre las costumbres de los pue-


blos, sobre el estado de la atmósfera, e t c . , oh-




256


servacioncs que trasladaba á su dietario, digno de


leerse ba|o todos eoneeptos.


Vamos nosotros siguiéndole en su viaje.


E l 2 9 atravesó el rio Eukos, aquel al cual se


refiere nuestro famoso poela Herrera cuando dice,


hablando de la ruina del ejército de D. Sebas-


tian:


Tú. infanda Libia, en cuya seca arena
murió el vencido reino lusitano
y se acabó su generosa gloria,
no estés alegre y de ufanía llena
porque tu temerosa y flaca mano
hubo sin esperanza tal victoria,
indina de memoria.


Que si al justo dolor mueve á venganza
alguna vez el español coraje,
despedazada con aguda lanza
compensarás muriendo el hecho ultraje,
y Luko, amedrentado, al mar inmenso
pagará de africana sangre el censo.


Profecía del poela, que la España se ha encar-


gado de, cumplir en nuestros días.


Sin incidente alguno digno de referirse, Al ¡ -


Bey llegó á la ciudad de Mequmez el 1.° de No-


viembre, donde ya se tenia noticia de su llegada


y todo estaba dispuesto para recibirle, según or-


den expresa del su lian.


Mequmez está situada en una pequeña altura,


\ un triple lienzo de murallas rodea su recinto,




257


(•¡¡paz de contener un c."p':i*citu numeroso, además


de la población. Dichas murallas llenen quince


piés de altura sobre tres de espesor, con algunas


aberturas ó aspilleras de trecho en trecho, ha


ciudad, mirada desde lo alto del c a m i n o , presenta


una hermosa perspectiva con sus torres, v está


rodeada de huertas \ olivares en antiteatro.


Ali-líoy entró á descansar en una pequeña c a -


pilla que existe aún á la puerta de la mudad, \


por medio de uno de sus criados cusió á par t i c i -


par su llegada al gobernador. Poco tard(') en l l e -


gar un olicial de palacio enviado por el sultán


para recibirle, el cual le condujo con iodos sus


bagajes á la casa que se le tenia preparada.


Al entrar en ella, se encontró el príncipe a b -


bassala al superintendente del Tesoro, quien des-


pués de los cumplidos acostumbrados, se informó


de cuanto necesitaba, tanto Al i - B e \ como su


gente y los animales, habiendo recibido orden de


proveer absolutamente á lodos sus gaslos s in ex-


cepción .


El sultán hacia las cosas en grande.


Además de eslo, el gobernador de la ciudad


le envió á las nueve de la noche una magnilica


cena.


A la mañana siguiente pasó á visitar al primer


ministro del sultán, (pie se llamaba Sidi Molía-




258


mol Salaouí, quien le manifestó que lema orden


de presentarlo al emperador al día siguiente.


Decididamente el sultán bahía cobrado un afecto


V una simpatía inexplicables por el que c r e í a ser


un principe abbassida.


Cuando Al í -boy se Indio retirado á su casa, re-


cibió el presente de una magnílica comida que le


envió el ministro.


E l día í- fueron á buscar á Alí-Bev de orden


del sultán, conduciéndole á la mezquita de pala-


c i o , e n donde no tardó en llegar Mulev Solimán.


Coran era viernes buho sermón v en seguida la


o r a c i ó n acostumbrada , simulo de notar que este


sermón , predicado por un fakih del emperador,


consistió, como otro que overa en Tánger Al í -Bev ,


e n alentar el odio de los veidadores musulmanes


contra los cristianos, insistiendo el orador con


energía en que aera grave pecado mantener c o -


mercio c o n los cristianos , á ¡os males no se les


debía vender nada, ni darles género alguno de ví-


veres v alimentos.»


A l í - B e y oyó este sermón con la religiosidad de


un verdadero ere vente.


Cumplidos los deberes religiosos , se presentó


al sultán, que le recibió con grandes muestras de


alegría y deferencia, diciéndole que pensaba p a r -


tir dentro de breves días para Fez , empeñándole




á tratar de esto asnillo con su ministro el Salaouí.


Salido de la mezquita, pasó A l í - B e y á verse
con esle personaje, quien le rogó con instancia


pidiese cuanto necesitara para salir al día siguiente


v marchar á F e z , donde seria alojado en casa de
Mulev Echas, que era entonces un santo muv c é -
lebre y venerado.


El príncipe Alilmssiila, cumpliendo esta orden,


se retiró á su casa para hacer sus preparativos de


marcha.


Ai día siguiente, o de Noviembre, le llevaron


por h mañana, de orden de Salaouí , las muías
que necesitaba, y (anco soldados de á caballo que


debían agregarse á su escolta , v salió en seguida


de Mequmez, llegando á Fez después de un \ iaje


lebz \ corto.


IV.


Poco llama la atención la pintura epie de Fez


hace A l í - B e v . Según dice, las calles son m u v os-
curas, porque, no solamente son estrechas en tér-minos de ser imposible marchar de frente dos
hombres á caballo, sino también porque las casas,


que son altísimas, tienen en el primer piso un
vuelo ó proyección que quita mucha luz, m e o n -




\«.mente <¡ue se aumcnla más con la especie de


galerías o pasadizos (pie retinen la parle superior


de las casas por ambos lados, á lo cual es necesa-


rio añadir las murallas elevadas de distancia en


distancia para servir de apovo á las casas de a m -


bas aceras , y agujereadas en lonua de arco. E s -


tos arcos se cierran por la noche, de modo que la


ciudad se halla entonce* dividida en varios c u a r -


teles , absolutamente incomunicados unos con


otros.


Fez contiene multitud de mezquitas, cuvo n ú -


mero hacen subir á más de doscientas. La princi-


pal se llama el Ka rubín, y en ella se cuentan m á s


de trescientos pilares, con muchas puertas y dos


hermosas rúenles en el palio. La mezquita de Fez


cuenta la singularidad de poseer un sitio cerrada,


o cubierto , destinado á las mujeres que quieran


participar de la oración pública. «Circunstancia


que es única v peculiar de este monumento, dice


el ilustre viajero, porque no habiendo nuestro


santo profeta señalado á las mujeres lugar en el


paraíso, l o s musulmanes tampoco les heñios d e s -


tinado sitio en las mezquitas, y las eximimos de


concurrir á la oración pública.»


La mezquita más frecuentada en Fez, val misma


tiempo nada parecida á las demás, es la dedicada


al sultán Mulev E d r i s , fundador de la ciudad, v




por esta razón venerado como sanio. En dielio


santuario reposan sus c e n i z a s .


El templo, como todos los monumentos de este


género, i ¡ene un patio rodeado de arcos; pero la


parle cubierta es un gran salón cuadrado sm arco


ni pilares. Su techumbre es alt ísima, de madera,


v adornada de arabescos; forma una pirámide oc-


tógona, tpie solamente estriba en las cuatro parti-


dos clel salón.


El sepulcro del sultán MulcvEdris está colocado


a la derecha del nicho del unan, \ cubierto con


una tela pintarrajada de varios colores; dicha tela


está en extremo sucia , á causa de la devoción de


los visitantes. En lo interior del sepulcro hav col-


gadas gran número de lámparas de vidrio y ara-


ñas de cristal. A ambos lados del sepulcro se ven


dos grandes cajones para recibir las ofrendas pe-


cuniarias.


l is este santuario o! asilo más sagrado do todo


el imperio; el mavor criminal, aun el culpable de
crimen de lesa majestad ó de alta traición, está


allí seguro, y nadie tiene derecho para arres-
tarlo.


Lasdemás mezquitas son pequeñas y miserables,


excepto la que se halla en el palacio del sultán,


que es grande; mas no por esto, según A l í - B c \ ,


•que es quien todas estas noticias nos proporciona,




•262


ruó,(ir construida ni con carácter alguno de belleza


c>ríe la dislinira de las demás.


El palacio del sultán se compone de muchos


patios, unos á medio construir, otros medio arrui-


nados, los cuales s i r v e n de entrada á habitaciones


en (pie no le (uc dado penetrar al intrépido \ia¡ero.


E n el primer patio se \en \a guardias y puertas


cerradas (pie solo se abren á los empleados, á los


criados de la casa ó á los ipic gozan de privilegio


particular. En el tercer patio se halla una casita


de madera, semejante á las de los dependientes de


aduanas de Europa , á la cual se sube por cuatro


escalones. Por dentro la cubre una tela ¡untada, \


sobre el pavimento hav una alfombra. En frente de


la puerta hav un lecho con sus cortinas, á un lado


una silla v al otro un jioqueño colchón. La exten-


sión de este gabinete no excede de quince pies


cuadrados, v era, en la época en que A l í - B e v v i -


sité Fez , (d sitio donde el sultán, sentado en la


silla ó recostado en la cama, recibía las personas


que habían obtenido el permiso de serie presen-


tadas; pero «pie jamás pasaban de la puerta, pues


sólo los fa\oritos tenían el privilegio de entrar \


sentarse en el colchón. Por lo que á Alí-Bev toca,


siempre gozó de esta distinción particular.


En el m i s m o patio existe una capilla ó pequeña


mezquita, en la que .Mulev Solimán hacia diana-




263


i;icnte sus oraciones, menos los \iernes, en c u s o


día se trasladaba a la gran mezquita de palacio,


que está abierta al público por medio de una


puerta (pie cae á la calle.


E n el segundo patio se bailaban entonces las


enemas del ministerio. Había, y habrá ahora lo


m i s m o , un portal s u c i o , bajo \ húmedo, situado al


pie de una escaleril la; la jaeza podría tener unos


muco pies de ancho sobre ocho de largo; las pare-


des eran en extremo sucias v descostradas, s in


v e r s e allí otros muebles ó adornos que una vieja


alfombra (pie cubría el suelo, fin un rincón de este


miserable reíanlo, el ministro se mantenía ordina-


riamente sentado en cucli l las, teniendo á su lado


un mal tintero de cuerno, v c u un pañuelo de seda


algunos papeles, junto con un libro de memorias


pira apuntaciones. Cuando salía, cerraba su tin-


tero, envolvía en el pañuelo papeles v libros v los


poma bajo id brazo, de modo que al marchar se


llevaba consigo todos sus archivos.


lil palacio, prosigue diciendo nuestro viajero,


está situado sobre una eminencia en un cuartel ó


arrabal que se halla lucra de la ciudad de Fez,


llamado A in'va Fez. Los judíos están obligados á


vivir cu dicho cuartel , donde los cierran por la


noche.


El ¡ardm de palacio no es más que un simple




2*54


huerto con algunos árholes v vanos eihliems de


puro ornato. Llaman á este jardín ¡ji/rlir/ií. El


r i o de Fez atraviesa el palacio: al entrar en la c i u -


dad se divide en dos brazos, los cuales suminis-


tran la grande abundancia de a_;iia que s e ve en


las casas y mezquitas; de modo que ajumas se ha-


llará casa sin fuente; en los edificios de alguna


consideración ha\, por lo m i m o s , dos y á veces


más. La ciudad contiene gran número de molinos.


Fez posee muellísimos baños públicos, un r e -


cinto compuesto t o d o de almacenes de banzos, se-


das y efectos ultramarinos que lorman el sitio lla-


mado El-kaissería, un hospital ú hosjiiciopara locos


\ algunos otros establecimientos.


La cuidad está cercada en lodo su vasto recinto


de murallas que, aunque se mantienen en pié, no


[)or eso dejan do ser muv antiguas y dclerioradas.


Sobre dos de las eminencias que hav al Oriente v


al Occidente de la mudad, se \en dos fortalezas


muv anticuas, ene consisten en un simóle cua-
O 1 i


• Irado de murallas de 0 0 pies de frente.


Y .


Tal es la ciudad á la cual llegó A l í - B o v . y en


la que debía esperar al sultán.


Habíale precedido un o'ieial con una orden del




205


monarca para el anciano liad] Edrw, á lin de que


mandase preparar alojamiento para nuestro héroe,


asistiéndole * s i n icndoleen todoeuanlo necesitase.


En su consecuencia, se alojó en su casa al l le-


gar á Kez.


Va hemos dicho que las cenizas de Mulev Edris ,


lundador de aquel imperio, se veneraban en su


santuario de Kez, donde también se habían esta-


blecido sus descendientes, mirados como la lamilla


más ilustre del país, con el nombre de scherifs de


Muli'ij lulris. El ¡ele de esta familia tomaba el


l'íulo del emkitihlem ó el antiguo. El emkaddem.


cuando A l í - B e v llego á Fez, era el m i s m o líadj


E d n s . á quien lué recomendado por el sultán.


Era un a n c i a n o venerable v, como los jefes de


su familia antecesores suvos, administraba los fon-


dos que estaban colocados en cofres al lado del se-


pulcro del santo, como también las limosnas de


gramas, animales v otros eb .;tos (pie los habi tan-


tes ponían á su disposición á titulo de tributo; él


mismo hacia la distribución entre los seherits de


la tribu, la mavaír partí" de los cuales se mantenían


con iludios fondos, aunque los había muv ricos,


va por los inmensos bienes de que eran poseedo-


res, va por el comercio que hacían, tanto ellos


como el enikaddem.


Era tan grande, v lo es aún, la veneración que




266


licúen los habitantes de Fez á Mu le y F d n s , que


en todas las situaeioties de la vida, v aun por mo-


vimiento indeliberado, et: vez de invocar á Dios,


invocan á Mule\ F d n s .


lladj F d n s recibió con grande agasajo al en-


viado del sultán; pero como era tan viejo que


apenas podía andar v no se hallaba en estado de


manejarse por sí mismo, su hijo mayor, llamado


también lladj F d n s Rann luó quien se encargo


del huésped que les enviaba el emperador, lle-


gando á contraer con él lazos de íntima amistad v


v iva simpatía.


Al día siguiente de su llegada á Fez, reeibió


Alí-Bey la visita de los principales scheril's de la


tribu de F d n s y de otras muchas de la ciudad. En


estas visitas las preguntas eran innumerables, las


observaciones inliuilas, como también las noticias


é informes pedidos á los criados de Alí-Hev por


todos los medios imaginables. Hacíanles suinr


verdaderos interrogatorios con relación á la per-


sona de su amo; pero los molestos preguntones


quedaron tan satisfechos de las respuestas de los


sirvientes, que antes de pasar el segundo día, va


habían besado cien veces la barba del principe


abbasida, y los más distinguidas le pedían que les


otorgara la gracia de contarlos en el número de




2G7


Los Ldris, por su parlo, sabedores laminen del


carme que le profesaba elsuUan,delasabid¡ir ía que


le adornaba, de las numerosas prácticas religiosas


á que se entregaba, estaban encantados con su


huésped, \ como creían tenerle largo tiempo en


M I compañía, nada escaseaban para hacer agrada-


ble su permanencia en aquella casa. Lvnpero, Alí-


Ue\ insistía cada iba para que le buscaran aloja-


miento, pues va nuestros lectores pueden com-


prender las razones que le impelían á \i\ir solo,


le,os de testigos, y lué preciso al bu complacerle.


Ln su consecuencia, algunos días después pasé) á


habitar la casa que le habían dispuesto y (pie era


h e r m o s Í M i n a .


Hallábase en Fez un hermano del sultán, lla-


mado Mule\ Abdsulem, que tenia la desgracia de


ser ciego, y que era un digno y respetable an-


ciano. Mi !!• •,. que le conocía de Tánger, pasó á


\isilarle, recibiéndole con gran contenió el her -


mano del emperador, llenándole de caricias y en-


cargándole luese á verle todos los días, lo cual


prometió y cumplió el príncipe.


Ll despolisnio, que desde muy antiguo ha pe-


sado sobre el imperio marroquí, había reducido á


los habitantes á la costumbre de ocultar su di-


nero v adoptar, tanto cu sus \cslidos como en los


muebles de su casa, cuanto pudiera contribuir á




áfiS


disimularlo, de manera i jue nadie s e atrevía á dar


la más ligera muestra de lujo, cualesquiera qu •


fueran sus riquezas, excepto los parientes i n m e -


diatos del sultán v los miembros de la lamilla


Ldris . que gozaban de mayor libertad en este


punto, y que de consiguiente no temían vestir v


alojarse más decentemente que los demás. Los


nuevos amigos de A l í - B e v notaban en id un sis-


tema contrario al del país, pues que acostumbra-


do, según él decía, al lino oriental, de ningún


modo podía acomodarse á la mezquindad usada cu


Fez. Con este motivo temblaban por él v comuni-


cábanle sus temores sobre el particular: pero,


lejos de corregirse con estas advertencias, en nada


alteró sus usos, hasta que s u s amigos acabaron


por acostumbrarse, y aun hubo quien se adelantó


á imitarle.


Su tertulia crecía diariamente. Los bajas, l o s
scherifs y los doctores ó sabios se c r e í a n honrados


en formar parte de ella.


Nuestro príncipe ejercía decididamente una es-


pecie de fascinación sobre todos los que le rodea-


ban. Nadie llegó á sospechar que tras de aquel


hombre s e ocultaba un cristiano; á nadie le pasó


siquiera por la imaginación que aquel personaje


iba á perturbar y revolucionar el país. Kl por su


parte andaba muy cauto \ representaba su papel




269


¿i las mil maravillas. Estudiaba, observaba, se iba


creando simpatías v partidarios, y esperaba ocasión


propicia para comenzar sus trabajos.


Algunos días después de su llegada, lleváronle


a la mezquita de Muley Edris y á una hermosa


habitación contigua donde v io un precioso surtido
de relojes, previniéndole que el sultán había or-


denado se le juvjiarase aquella habitación, á fin de


que pudiese ir allí á leer ó estudiar, debiendo subir


también los doctores todos los días para conferen-


ciar con él .


A Al í -Bev no le convenía en modo alguno su-


jetarse á trabas, ni bajo su carácter de viajero


ilustre v de príncipe oriental le convenía tampoco


acceder á ciertas ordenes, aunque sólo fuera para


demostrar su independencia; así es que, después


de manifestar la extensión de su reconocimiento


por las bondades del sultán, y aceptarla habitación


mandándola adornar á su gusto, dqo que iría a l -


guna vez á leer, pero que no seria todos los días.


Semejante lenguaje dejó parados á cuantos lo ove-


ron. Era inusitado cu el imperio.


En diez días solo fué dos veces. Muchos docto-


res acudieron, deseosos de conocerlo, v á todos en-


cantó con la variedad y extensión de sus c o n o c i -


mientos. Su nombre comenzó á hacerse célebre,


contribuyendo á darle fama algunas aventuras que




¿70


dejarnos de contar para ipie esta relación no se


prolongue demasiado, y las señaladas muestras de


deferencia que con el teman el hermano del sultán


\ los parientes de éste.


Seguro \a de tener su vas las simpatías genera-


les, A l í - B e v desjdego todo el aparato con\emente


á su rango, v no hubo j iersoi ia distinguida en Fez


que no se apresurase á ir á \isilarle, de modo que


su c a s a estaba llena de la mañana á la noche.


Algunos días después se a n i m e n ' ) la próxima lle-


gada del sultán. Acompañado de muchos criador


V algunos sugotos distinguidos de la ciudad, salió


Al i-Bey á recibirle montado hasta una distancia


considerable.


lis curioso saber el modo como efectuó su e n -


trada en Fez (d emperador. Dejemos que la relicra


el misino Al i-líe \, á cuyas memorias, por otra


parlo, como ya comprenderán nuestros lectores,


nos atenemos especialinenle en osla relación.


«Apenas lo divisamos, dice, le lucimos nues -


tros saludos, a los que correspondió afectuosamen-


te, \ confundiéndonos con los señores de la comi-


tiva, le acompañamos á palacio. Kl sultán entró


en él, pero el sequilo y la tropa, junto con el pue-


blo, se retiraron cada cual por su lado. La comi-


tiva del sultán se componía de un pelotón de quince


á veinte j inetes ; c i e n pasos más atrás, venia el




271


salían montado en un mulo, llevando;') su lado al


olieial que sostenía el qiiil¡is»| en una cabalgadura


semejanle. El quitasol es en .Marruecos el dis t in-


tivo del soberano: ninguno s ino él, sus lujos \


hermanos pueden usarlo. No obstante, á mi m e


cupo el inestimable honor de usarlo.


«Ocho ó diez criados iban inmediatos, al sultán:


el ministro Salaoui seguía detrás con un criado á


¡iié. y cerraban la marcha algunos empleados \


mil soldados de caballería blancos v negros, con


largos lusiles en la mano, Firmando una especie


de línea do batalla, (pie su centro lema diez ó doce


hombres de londo v aún más, v cu vas extremida-


des terminaban en punta con un solo j m e l e , pero


sin órdrn de Idas ó distancias. En el centro do la


linea había un centro de trece grandes banderas,


cada cual de su color, unas encarnadas, otras ver-


des, amarillas ó blancas. Esta hilera de estandar-


tes sirve de punto de vista á la tropa para m a r -


char, hacer alto ó variar de Frente, pero todos los


movimientos se hacen Unnulliiosameiilc v en desor -


den. Junto á las mismas banderas marchan cuatro


o sois tambores roncos con algunas malas a n t a s :


pero no sonó esta especie de música hasta después


de haber (mirado el sultán en su palacio.»


El m i s m o día de la llegada del sultán, Mal v


Ahdsulem dijo á A l í - B e y que el emperador le ad-




272


iniiii'ia todos los viernes, v que si no le enviaba a


llamar diariamente, era porque no quena incomo-


darle ni privarle de su libertad, añadiendo que le


enviaría uno de sus sabios el cual s o encargaría de


acompañarle á palacio.


La ligura de A l í - B e y comenzaba ya á hacer som-


bra á algunos cortesanos, v hubieran logrado os-


curecerle y perderle en el ánimo del sultán, si su


carácter resuello y decidido no le hubiese hecho


salir triunfante en la aventura que vamos á relatar.


VI .


Al día siguiente de la llegada del sultán, ha-


llándose Alí-Bey en su «rasa con una reunión de


unas veinte personas, anunciáronle un mensaje


del sultán. Hizo entrar al enviado, que era el pri-


mer astrónomo v astrólogo de la corte, el cual se


presento ¡naniíestando el más pn-Iñudo respeto, v


poniéndole en las manos un magnifico Icliaik de


parte del sultán, le dijo, que él, Sidi (.¡unían, te-


ma el honor de haber sido nombrado por S. M.


para acompañarle á palacio todos los viernes.


A l í - B e v , después de besar el khaik y ponerlo


sobre su cabeza, según costumbre, lo dejé) sobre


un almohadón y recibió los cumplimientos de to-


dos los circunstantes.




Sirvióse el té, y después de media hura de con-


versación, Sidí Guiñan le pidió si podría baldarle


una palabra en particular. A l í - B c y le condujo á
otra sala con un escribano ó secretario que liabia


traído consigo.


Luego (pie se sentaron, comenzó á hacerle di—


leventes preguntas sobre su edad, patria, nombre


•, lugar donde había estudiado, pidiéndole d e s -


pués que le resolviese diferentes problemas astro-


n ó m i c o s .


listaba muv lejos de gustarle á A l í - B e y s e m e -
jante conversación. porque ignoraba su objeto;


así es que dio sus respueslas con alguna severi-
dad, lo cual no impidió que el secretario las tras-


ladase. Alí-Bev resolvió los problemas, vanadio


las dos predicciones de dos próximos eclipses de


sol v luna, cuyas fechas y horas anotó también el


escribiente. Después de esto los despidió, hacién-


doles un regalo á cada uno.
Sidi Guiñan volvió el viernes por A l í - B e v , v


montando éste á cabadlo, pasaron á la mezquita de
palacio, donde habiéndole hecho sentar Sida Gui-


ñan, le dejó) solo, l 'na hora después apareció el


sultán en la tribuna donde rezaba ordinariamente


la oración de los viernes sin ser visto del pueblo.


Concluido el rezo, partió sin ni siquiera haberle


visto Al í -Bey .
.MEMORIAS ii C l ' í CÜ,VhTITL"TC\TE. 1 8




274


I\o bien había salido, cuando Sidi (¡mnan abrió


la puerta de la tr ibuna, llamó al príncipe abbns-


sida, le hizo entrar, v habiendo cerrado la puerta,


le acarició mucho, enseñándole el sitio donde


acostumbraba el sultán á hacer oración, aseguran-


dolé (pie todo se lo había contado, (jue le había


participado su anuncio de los eclipses, ipie el s u l -


tán le había respondido »pie quedaba satisfecho. v


(pie le había dado orden de acompañarle todos


los viernes á la mezquita, como lo había hecho en


a (piel día.


Al í -bcv conoció al momento la mala te de aqi.m!


hombre, A ' le respondió con sequedad:


—-Muy bien: pero me es indiferente venir aquí


á hacer mi oración, ó hacerla en cualquiera otra


mezquita.


Sidí G i n m m . embarazado, procuraba disimular


su intriga.


Condujo al príncipe á la calle por una puerta


interior de palacio, diciéndole misteriosamente:


— S a l i m o s por aquí, porque como todo el mundo


sabe que el sultán te ha llamado. advertirán mas


pronto las señales de distinción que te concedí 1 .


Pero A l í - b c v . indignado de la felonía de seme-


jante hombre , replico con acrimonia:


— T a n t o se me da salir por aquí como por otra


puerta.




275


V montando al instante á caballo, partió con


sus criados.


Sidi Guiñan montó igualmente en su m o l a , y
corriendo para alcanzar á A l í - B e y , s e puso á su


lado, \ le pregunto si gustaba dar un paseo, á lo


cual el príncipe le contesto que nú con aspereza.


Sm decirse más palabra llegaron á la casa de A l i -


Bev, despidiéndose Sidi (iinnaii á la puerta.


K\ príncipe abbassida. conociendo la fuerza de


su influencia, como también los motivos de la


conducta de Sidi í l innan. crevó indispensable dar


un golpe i jue produjese su efecto en el público.


Quiso, como vulgarmente se dice, jugar el todo por


el todo, v encumbrarse ó perderse para siempre.


Tomó, [mes, la jiluina mi el acto, v pasó un es-


crito á Muley Abdsuleni, demostrándole la injus-


ticia de aquella especie de menosprecio de que


acababa de ser víctima, pues él nada había pre-


tendido, v id sultán, por el contrario, no le había


enviado á llamar sino para desairarle.
«Por esta razón, concluía , salgo inmediata-


mente [>ara Argel . o


B i e n presumía Alí-Bov al hacer esto. S e había


va formado un verdadero partido, y lodos sus


amigos, al saber su resolución se alarmaron v tra-


taron por todos medios de calmarle v detenerle.


Tuvo entonces lugar de asegurarse que realmente




270


su prestigio había echado loadas raíces entre aque-


llas gentes.


Al día siguiente, Mu lev Abdsuieni. que le (pie-


ria entrañablemente, le envió un recado suplicán-


dole que pasase á verle. Acudió Alí á su i m i t a -


c i ó n , y Mule\ le dijo que había estado en palacio


\ hablado al sultán de su negocio, que éste se ha-


llaba en extremo irritado contra Guiñan, que bien


veía era hombre de mal corazón, que el sultán al


dar la orden de conducir á Alí lodos los \ i o n i o s


á palacio, no (pieria decir que le dejaran en la


mezquita, s i n o que le introdujesen en él para


\crie y hablarle, que esto era lo que debía hacer


lodos los viernes, v que podría suceder que G u i -


ñan v algunos otros tuviesen que arrepentirse.


Acabó diciendo que iba á dar orden para arrestar


á aquel miserable.


Al regresará su casa á participar su triunlo á


sus amigos, celebráronlo estos con grandes d e -


mostraciones; pero uno de el los, con semblante


bañado por la tristeza, le dijo:


— T e m o , príncipe, que tu sobrada bieldad te


hava hecho cometer una talla.


—¿Cuál?—preguntó Al i -Hoy.


— L a de haber comunicado al traidor G u i ñ a n


los días v horas en que han de suceder los electos


de so! v luna.




277


— ¿ P o r que'?


— P o r q u e no contenió con no haber dicho nada


de tí v de la obligación que te tiene en el particu-


lar , ha presentado al sultán tu trabajo, y se ha


hecho pasar por autor de él .


A l í - B e y se sonrió diciendo:


— ¡Pobre hombre! Me da lástima.


— ¿ P o r qué?


— Porque ni él ni nadie conoce en Fez los días


v horas de ios eclipses sino Y O .
— ¡Cómo! ¿Pues no se lo has dicho todo y él lo


ha escualo?


— N o : desde un principio conocí al hombre


con quien trataba ; por ello en cuanto á la parte


astronómica no le dqe \erihid en cosa alguna, y de


consiguiente los pronósticos que ha dado son


falsos.


Al oír eslo, lodos se abalanzaron á él , le besa-
ban las manos, le abrazaban v le levantaban en


brazos proclamándole hombre superior á lodos los


hombres.


Dos días después, el sultán envió á l l a m a r á


Ali-Bev , v éste le encontró en la casita de m a -


dera del tercer patio de su palacio. Al instante


que entro, le invitó á sentarse en un almohadón á


su lado, y entre otras preguntas que 1c h izo , fué
una de ellas si lo gustaba aquel país y si el clima




278


le prohaba bien. Luego, llamándole h i ¡o s i n o v


dándole otros títulos honrosos, añadió repetidas


veces ipie era su padre.


Q u i s o el príncipe abbassida besarle la mano:


pero el sultán le presentó la palma como á sus


propios lujos. En seguida, (pillándose su propio


albornoz, se lo puso por su mano, repitiéndole


(pie podía ir á verle siempre ipie gustase, no l i -


jándole día ni hora, porque no trataba de causarle


la menor incomodidad.


Hacia ya rato (pie duraba su conversación,


cuando el sultán, viendo que era la hora del rezo,


se levanto para pasar á la mezquita, repitiendo á


Alí que era su hqo, v duaéndole que le acompa-


ñase. Todo esto hubo de pasar en presencia de


muchas personas, v entre otras, en la del inulti ó


principal unan del sultán. Mí te personaje, lomando


al príncipe abbassida por la m a n o , le condujo á la


mezquita, que estaba llena de gente, y no le sollo


hasta ipie se hubo sentado.


Alí—iJev, entrando en la mezquita con toda


aquella comitiva, y sobre todo, revestido del a l -


bornoz del sultán sobre el s u y o , atrajo sobre el


las miradas de toda ¡a asamblea. Salió al concluirse


la oración; lodos cuantos jiodian alcanzarle, le be-


saban el hombro ó la extremidad de su vestido.


Dio limosnas á la puerta de la mezquita, según




219


costumbre, y la multitud le ce lmóde bendiciones


uniendo su nuinbre al de Muley Solimán.


En seguida monti'i á caballo v volvió á su casa


enlerainenlo satisfecho, pues la reparación de su


in jur ia liabia sido pública y sobre todo ruidosa.


Cumplimentóle lodo el mundo. \a no s e trató en-


tonces de partir á Arge l , y continuo visitando al


sultan y haciendo la oración con el en la tribuna.


Vil.


No contaremos todas las aventuras que s u c e -


dieron á nuestro héroe. Seria hacer esta relación


interminable. Bastará decir que fué ganando poco


á poco el lav or del soberano de Marruecos, ad-


quiriendo tal concepto por sus conocimientos a s -


tronómicos, por s u s cairas maravillosas, v lo que


ora más piara Mulev, por su profunda inteligencia


de los textos y de la ciencia arcana del bl.irode.la


!e\, que formó empeño e n conservarle en s u s


Estados.


Su reputación de ilustre y de sabio se fué e x -


tendiendo por todo el imperio, y como no es posible


desarraigar del espíritu de aquellas gentes la idea


de que el que sabe hacer una observación ó


cálculo astronómico, ha de ser por fuerza as t ro-




280


logo, saber la historia de cada uno y decirlo i.i


buena ventura, todos los dias encontraba personas


que le rogaban les hiciese descubrir las cosas per-


didas ó robadas; otras, que hallándose enfermas,


iban á pedirle les rcslituvese la salud; v otras,


en fin, que no querían de el más que un flus ó


moneda pequeña, para conservarla como un don


precioso en m e m o r i a suva. creyendo que esto ha-


bía de darles suerte.


A lin de complacer al sultán se entretuvo en


hacer un calendario para los cuatro meses que


terminaban el año árabe, v lo compuso indicando


la correspondencia de las datas con el año solar,


los días de la semana, del mes v de la luna, la


longitud v declinación del sol en Pez mi punto de


medio día. la hora de su salida \ puesta, en id


m i s m o lugar, la del paso de la luna por el m e r ; -


diano, la diferencia del tiempo medio al verda-


dero, las lases v otros ¡amíos lunares, v los lenn-


menos más notables de otros planetas, (auno eir.


precisamente la época en que habían de suceder


los do- eclipses de sol v luna, el almanaque -o


hizo mucho más interesante por el pronóstico de


dichos fenómenos, cuva descripción hizo comple-


tamente, añadiendo las ligeras que debían p r e -


sentar. Al lin puso otros dibujos que presentaban,


el uno la grandeza de los planetas con relación ¡J




281


sol. el otro el sistema solar con todos sus nuevos


descubrimientos.


Al presentar este almanaque quedó asombrado


el sultán lo m i s m o que todos los grandes de su


corte, v pudieron con\cncerse de cuan pequeños


eran, al lado de Alí -Bev, los que representaban


en Fez el papel de sabios no sabiendo nada.


I na vez publicados los días v circunstancias


de los eclipses, cu p o c o tiempo llegaron á noticia


de toda la ciudad. El eclipse de luna fué poco


notado del pueblo porque el cielo estalla cubierto


de nuiles y llovió un poco, pero en cambio el


eclipse de sol, que lu\o lugar del modo \ en la


forma prevista por Alí B m . , causó un desorden


espantoso. El cielo se- bailaba perfectamente lim-


pio, era á medio día, \ de repente se oscureció el


sol casi del todo, quedando apenas descubierto


medio dedo del disco. Eos habitantes corrían por


las calles como locos dando gritos; los terrados


estaban llenos de gente. \ todo el mundo acudía


á la casa de Alí-.iíc\ como un reluguo. hallándose


tan atestada, que era imposible dar un paso desde


la puerta basta lo más alto


Nuestro héroe llego á tener tal intimidad con


el sultán, que éste no podía pasarse s in él, y ha-


biendo emprendido un \ia¡c á Marruecos, le in—


y liii á seguirle á dicha ciudad .




282


E n su consecuencia, pues, Alí­15ev dejó Ре/. \
marchó en s­guunietito del sullan. Fl día que
salió de la ciudad, era i n m e n s a la muchedumbre
que se agolpaba á su paso para despedirle \ b e n ­
decirle. Iodos los personales de hez le acomna­


i .1 i
fiaron hasta una lesna de distancia, siguiéndole
una gran muchedumbre. Alí­liov se marchó d e ­
jando en hez una m e m o r i a cierna v un núcleo de
partidarios dispuestos á lodo por él.


Durante, su via je enriqueció su colección de
historia natural, pero no como id hubiera queri­
do, v c o m o hubiera podido, según se desprende
de estas líneas, que se leen en sus Memorias:


" M i s amigos de Fez, dice, no ignoran mi gusto
por las colecciones de historia natural, v sallen
cuánto alraelivo lame para el alma sensible á las
bellezas de la naturaleza, pero los salvajes (pie
m e rodeaban no eran capaces de comprenderlo.
Yo me hubiera guard,ido bien de desplegar d e ­
lante de ellos lo que condenan en los europeos
(pie viajan por su país, es decir, el amor á las in­
vestigaciones, el ardor por las ciencias, v el celo
por la dilatación de su dominio con el descubri­
miento de n u e v o s individuos.


'•Semejante gusto v liberalidad de opinión, son
del lodo extranjeras á la ociosa gravedad (pie debe
caracterizar á un príncipe de mi santa religión.




283


Este modo do pensar puede causar perjuicios v


producir casi siempre látales consecuencias. Víme,


pues, obligado á sacrificar m i s inclinaciones á la


preocupación de la gente de 1111 séquito, y renun-


c i a r á las riquezas de un terreno que m e brinda


con millones de [dantas; solo cogí una docena c o n


aire distraído y de indiferencia, de modo que no


[ludiese alarmar su crasa ignorancia v estupidez.»


El principe abbassida viajaba con una n u m e -


rosa caravana compuesta de sus gentes y de los


soldados que los escoltaban. En el camino salíanle


al encuentro muchos árabes de los aduares v e c i -


nos, ya para cumplimentarlo ó para convidarle á


que se quedase, va para pedirle oraciones. Por


¡odas partes fué recibido con las mayores atencio-


nes, en cumplimiento de los órdenes que se h a -


bían recibido del sultán; y en Rabal, donde se


detuvo dos ó Iros ibas, lúe tratado como el sultán


m i s m o , alojándole en la alcazaba ^ siendo objeto


de las uta\ ores consideraciones.


La llegada de Al i-He v á Marruecos causo la


más viva alegría al sultán, lo mismo que á Muley


Abdsulem \ demás amigos que tenia en la corte.


Apenas la supo el sultán, le envió en prueba de


su alecto la provisión de leche de su j i roo ia m e s e ,


y otro tanto hizo Mulev, Abdsulem.


El emperador guardaba una sorpresa á nuestro




284


héroe, Hallábase un (ha descansando en su aloja-


miento, cuando se presentó uno de los ministros


del imperio, portador de un firman, por el cual


el sultán hacia donación absoluta á Al i-He y de su


casa de recreo, llamada Semelaha, con bienes


raices ipie consistían en tierras, palmeras, oliva-


res , huertas, e t c . , y una casa grande en la ciu-


dad, conocida con el nombre de Sidi Benhamed


Duqueb.


E l castillo y plantaciones de Semelalia hablan


sido comenzados por el sultán Sidi Molíame!, pa-


dre de Muley Solimán, (pie había, fijado allí su


residencia. Hizo plantar las más bellas \ mejores
especies de árboles tríllales, \ adornó la posesión


con deliciosos jardines, (irande abundancia de


agua, <pie llegaba del Atlas por un conduelo mag-


nífico, aumentaba el encanto de aquella habitación,


que tenia más de media legua, de terreno cercado


todo de .iltas murallas; las grandes posesiones \


las palmeras se hallaban fuera di1 la cerca general,


y por la parte de dentro, cada jardín de recree,


cada huerto ó plantación de (divos lemán su cerca


particular. Era un sitio regio.


Por lo que toca á la casa de la (andad, era tam-


bién grande v magnífica. Habíala hecho conslruir


para habitarla Benhained Duqueb, mir.isb'n favo-


nio ipie gobernó el imperio durante largo tiempo.




285


Parle de ella y el baño eran de una arquitectura


regular y bella; pero lo demás, aunque muy c a -


paz, oslaba muy lejos de corresponder.


No se limitó á esto la. liberalidad y grandeza del


sultán. Alí-Bev había llegado con respecto á él


hasta (d grado mayor de intimidad que se puede


tener con un soberano.


P o c o tiempo después del regalo de la posesión


de Semelalia y de la casa Duqueli. el sultán le


hizo saber que iba á enviarle dos mujeres de su


harem.


Al í -Bev había manifestado vanas veces que


estalla resuelto á no lomar ninguna mujer sino


después de cumplida su peregrinación á la casa


de D i o s , \ por lo m i s i n o trató de sostener su pala-


bra, aun á pique de desagradar al sultán. Keliusó,
pues, el presente, pero las mujeres ya habían s a -


lido del harem imperial, adonde era imposible


volver, y el buen Mu le y Abdsulem se encargó de
tenerlas en su casa.


Este temía hablar al emperador de la negativa


ríe' Alí-Bev v también á éste. Toda la corle tenia


lijos los ojos en (dios, deseando saber el lin de aquel


gran negocio; cada uno cuchicheaba al oído de


su vecino, pero nadie se atrevía á explicarse abier -


tamente sobre el par! nadar, v Alí continuaba vendo


á la corte como si tal cosa sucediera.




2Sfi


S i n embargo, no podiendo i\!ulo\ Abdsulem


soportar por más tiempo situación lan embarazosa


y para él tan critica, decidió romper el silencio \


fué el primero en hablar de ello á Alí . liste se pa-


rapetó tras de la rigidez de sus principios é invoco


el voto que tenia hecho.


Aíulev Abdsulem, que si 1 hallaba entre él \ e;


sultán, mamieslaba la ma\or agilacion. Algunas


lágrimas se ocuparon de sus o|os cerrados á ia


luz del día; y el principe abbassida. á quien la si-


tuación peligrosa á que por culpa suya se hallaba


reducido aquel respetable príncipe, c o n m o v í a mas


que ningún peligro de ruantes pudieran á el ame-


nazarle, se levantó. \ tomándole la mano, le


dijo:


•—En fin, M u lev Abdsulem, me consta cuánto m e


estimas; puedes conocer el fondo de mi corazón \


leer basta m i s secretos pensamientos; indícame,


pues, la conducta que he de observar, dune que


quieres que llaga v lo cumpliré, pero míralo y re-


flexiona antes.


.Mulé\ lomó la mano de Alí. la puso sobre su


corazón, v después de algunos momentos de s i -


lencio, dijo c a s i balbuciente:


— Q u e lleven las mujeres á tu casa.


A l í - B e y calló.


Las mujeres regaladas por el sultán eran un,)




287


blanca llamada Fai iina-Mohhann v una negra l l a -


mada Tignm.


FI príncipe abbassida recibió á las mujeres, cpie


llevó aquella noche á su casa la directora del h a -


rem de .Mulev Abdsuleni, pero se presentaron


aule ód cubiertas, v dirigiéndose á Fatima, le dijo:


— T e estimo, pero circunstancias particulares


me impiden verle v hablarle. Deseo ¡pie el velo


que le cubre no se apa ri e |amás para mí; todo


cuanto hallarás en tu habitación es tuvo, lo m i s m o


que las ¡ovas guardadas en una capí de la que


aquí le dov la llave. Conilo que protejerás á Tigmu


Y pídeme lo que te baga fadta por conducto de
cualquiera de m i s s í m e n l e s . Tú v vo. Fùitima, no


debemos hablarnos mas.


S i quedó asombrada la córte de Marruecos de


haber Alí-Bov rehusado las mujeres, no lo quedó


menos del recibimiento que tuvieron. Fra impo-


sible mantener la cosa secreta á causa de los c r i a -


dos v personas de la casa. Así es que en menos de


v cmt icuatro horas supo toda la ciudad hasta las


circuiislancias más pequeñas del suceso.


Y eso ¡pie Fatima era un prodigio de hermo-
sura. I n negro la v ¡ó un dia al salir del baño, v


conto que ora un pórtenlo de gracia v de belleza.


No se daban razón de que así despreciase Alí-Bev


el tesoro (pie en su casa propia tenia.




288


Nuestro héroe continué) visitando al sultan v á


Muley ALídsulem conio si nada hubiera sucedido,


porque entre los musulmanes es regla de cortesía


no hablar jamás d é l a s mii|eres.


Deseando el sultan partir para Mequinez, v


deseando hacer agradable á su huésped la morada


en el imperio, resolvió ¡pie pasase á Suera ó Mo—


gador á una partida de placer, ordenando en con-


secuencia que los tres bajaes de las provincias de


Hhahha, Scherma y Sus se reuniesen en Mogador


con sus tropas para mejor honrarle.


Vamos á dar breve cuenta de esta expedición.


V I I I .


Conforme á las intenciones del sultan, Al í -Bev


salió de Marruecos, coni poniéndose su campo de


cinco tiendas; la suya, otra para sus fakihs, otra


para la cocina, otra para los criados, \ la última


para su guardia, que la formaban un cabo y cua-


tro soldados negros de la guardia de caballería de!


sultan.


Llegado á la mudad de Suera, que en los mapas


se conoce con el nombre de Mogador, encontró


allí á los tres bajaes de Hhahha, de Scherma y


de Sus , que v a l e estaban esperando con sus t ro-




289


pas. Dioronle con éslas el cspocíáculu de cortadas


de caballos \ escaramuzas, en las cuales figuraban


sus cómbales, [ligando las armas, gastando mucha


pólvora v ineliendo mucho ruido.


Ln día llevaron á Al í -Bev á un castillo del s u l -


tán siluado en las montañas en medio del bosque,


donde se le sirvió una gran comida.


\olvió de la expedición rodeado de soldados de


caballería v otra gente que se entregaba por el ca-


m i n o a carreras \ escaramuzas para demostrar su


regocijo.


Concluidas las diversiones con que se obsequió


al pr inc ipeabbass ida .de las que también participó


el pueblo de alegador, regresó á .Marruecos con


una escolta de quince caballos, mandada por un


. iicial. Entonces fué cuando A l í - B e y comenzó á


servirse del quitasol, privilegio reservado al sul-


tán , á sus hijos y hermanos, v prohibido á lodos


los demás.


Nuestro héroe s e volvió por el m i s m o camino


por donde había ido á Mogador. y c o m o siempre


e precedían su nombre v reputación, todos los ba-


!litantes de los aduares inmediatos al camino s a -


lían en ceremonia á recibirle. Los [Harneros eran


los soldados de caballería colocados en hilera, que


le pagaban el saludo con una reverencia y al grito


simultáneo de A l l i t h hdmrk amor Sidina ( D i o s
IUEMOIUAS DE i;.V í.ONS'l I I C Y E V l ' E . U'




290


bendiga la vida di; Nuestro Señor ; . V e n í a n luego


los viejos v los tnucliaehos v le saludaban presen-


tándole un jarro de leche.


Todos le inslaban para ijue se quedase en su


jiais. Las mujeres, detrás de las hondas ó las rocas,


hacían resonar los ecos con sus gritos agudos de


aplauso. Como á cada instante se repetían dichos


saludos, porque los habitantes acudían de largas


distancias, no hay necesidad de decir que le era


imposible á Alí—Be \ accederá todas las imitacio-


nes. Pedíanle entonces una oración, levantaban


todos las manos; él la rezaba, v ellos manifesta-


ban su reconocimiento corriendo los caballos \


disparando sus escopetas.


Al llegar al paraje donde debía pasar la noche,


después de las mismas ceremonias \ estando \a


acampado, lodos los notables de la Iribú o aduar


acudían segunda vez. precedidos del scluk v de


les principales, que de dos en dos llevaban un


grueso carnero por los cuernos v se lo presenta-


ban, mientras otros le hacían presentes de alcuz-


cuz, (adiada, gallinas. Imitas, e le . entregándolo a


su mavormo.


Así fué. obsequiado v festejado por todos, como


Alí-Bev volvió á Marruecos.




I X .


lía llegad!) \a el caso de decir algo do la misión


particular que condujo al interior del África á


i.ueslro intrépido paisano.


Badía, que con el nombre de Al i -Be v nos ha


dejado unas .Memorias muy curiosas acerca de s u s


v ia jes científicos, no dice una palabra del asunto


publico. Debemos, pues, atenernos á lo que cuenta


el príncipe de la Paz, y á lo que dicen VI. B a u s -


set y el S r . Mesoneros Romanos que de ello han


hablado.


Ya liemos visto cómo nuestro Badía ó Alí -Bev


suj>o conquistarse las simpatías del sultán. Llegó


a ser tal id ascendiente que lomó sobre és te , que


no sido le trataba como amigo y hermano, no


-sólo lo eonsultaba en todas o c a s i o n e s y e n los


negocios más arduos, no solo, como va sabemos,


l e colmaba de regalos verdaderamente regios, lle-


gando hasta enviarle mujeres de su harem impe-


rial, siuo que descansaba absolutamente en el


todo el peso de la corona.


Al propio tiempo, el pueblo v los magnates


d e ) imperio—que odiaban en general al despótico


\ estojado Muley Sol imán—favorecían con s u s


simpatías y con su obediencia casi idolátrica al




292


príncipe A l í - B e y , hasta c ! extreme de llegar á for-


marse un partido poderoso para exaltarle al trono


v deshacerse del aborrecido Mulev.


Por poco (pie Radía hubiese querido, sus p a r -


tidarios le hubieran hecho emperador de M a r -


ruecos.


P o r otro lado, alzábase en el interior del impe-


r io otra formidable facción, siempre en contra del


sultán remante , v á favor de Ilesehan , hijo de


Achvnet, Y uno de los príncipes de sangre impe-
r ia l ; nuestro intrépido A l í - B e v se hallaba en la


situación más crítica v comprometida en presen-


cia de ambas banderías , y representando además


la suva propia, x- todo ello (emendo que contar


reservadamente con el Gobierno español.


Su perspicacia \ talento superiores le sacaron


siempre de apuros.


Ante todas c o s a s , v según el primer propósito


de su v i a j e convenido entre, él v Godoy, exploró


la voluntad del sultán remante sobre la realización


de la alianza con España \ la extensión de sus re-


laciones mercantiles; pero ni lodo el lavar, ni c!


gran ascendiente que Badía se había ganado sobre


el crédulo y devoto emperador, alcanzaron á per-


suadirle que buscase nuestra amistad. El austero


fanatismo de Muley le hacia m i r a r como grave pe-


cado toda especie de liga c o n infieles. Su ojeriza




2ÍJ3


razón al ver los monumentos v vestigios que allí


quedan de su esplendor antiguo. Los q u e , tan


nial aconsejados de nuestra propia est irpe, q u i e -


ren dividir mis remos, encontrarían mejor em-


era todavía más I U I T I C por lo locante á los espa-
ñoles, pues los antiguos odios nacionales se j u n -


¡alian al sentimiento religioso.


La intención decidida de Mulev, luego que hu-


Ilíese logrado sosegar ó rechazar á los rebeldes


que agitaban s u s provincias del A t l a s , era hacer


la guerra á España , soltar, como él dec ía , sus


¡ i e r r e s contra ella en los dos mares, v dejar liber-


tad á s u s vasallos para atacar nuestros presidios.


¡Singular \ peregrina situación la de Badía!


— L e j o s de buscar amigos y socorros en E s p a -


ña , — le decía el e m p e r a d o r , — n a d a llenaría mi


dina de contento como ver cumplida en nuestros


lias la divina promesa i jue á este imperio le está


hecha de recobrar la España, aunque otro fuese el


i legato para tan santa obra, v mas que [jara esto


luese necesario cederle mi corona. Discurre neis


bien medios de apresurar los tiempos buscando


amigos y abados en nuestras viejas razas ; ponte


Iñ á su cabeza, haz r e v i v i r la gloria de nuestros


i a a v d i ' c s , lú, que al pasar por aquellas tierras has


didudo sentir hervir tu sangre é ínilamarse tu co-




podría atraerlos y acabar esta guerra impía ipic


me hacen, mejor por tus consejos que por con-


ciertos v alianzas con príncipes mheles. Llama al


Á f r i c a y al A s i a para la grande empresa eu\o


fundamento es este imperio, y que los hermosos


r e m o s de Granada, Sevilla y Córdoba vuelvan .1


ser nuestros.


Tal concepto tema Muley de los talentos de su


huésped, v á tal punto poseía éste su perlecla


confianza.


Dueño así de extender sus relaciones v de en-


tenderse y concertarse con quien le conviniera, se


avistó con Heschan el pretendiente, v sin mani-


festar (piién era, siempre sosteniendo su p¡q>el de


príncipe abbassula, y diciéndole que había viajado


por España para eumjilir un voto, le propuso su


intervención con el Gobierno español, para bus-


carle ayuda y coronarlo. En cuanto á condiciones,


dejando á Heschan que s e explicase él m i s m o , llega


éste á prometerle por ceñirse la corona de Mar-


ruecos, la cesión de Fez entera. Esjiaña debía,


pues, adquirir por medio de este tratado, Tetuaio


T á n g e r , Larache, los dos Sa lé , nuevo v viejo, v


todo el r i c o territorio de aquel remo, el más c i -


vilizado del imperio.


Según las observaciones de liadía, las fuerzas


de Muley. si había de hacer frénica los españoles.




consistían solo en 1 0 . 0 0 0 hombres, los más de


ellos ese la \ os, \ aunque en caso de guerra lodos


los moros son soldados, im había temor' de• que se


alzasen |ior un hombro que estaba aborrecido,


mucho más no simulo nuestra entrada s i n o en


clase de abados y a la\or de otro schent (¡ue go-


zaba de un gran crédito. Toda la parle litoral opri-


mida \ vo|ada por Mulos i:n los negocios de c o -


m e r c i o , lejos de acudicie, hubiera peleado eo


'•outra suya. .Vuestro dominio m i s m o , según Ba-


día manifestó á (iodoy , en vez de disgustar á


aquellos moros industriosos, les debía ser grato \


preierible. respetada su religión, introducidas


nuestras le\es en materia de pnipiedad que allí
no tema nadie, v dada entera l ibertada su comer-


c i o . Aún parece 'que había algunos de aquellos


pueblos que rclcrian por tradición haber sido más


felices cuando se hallaron gobernados por portu-


gueses o españoles.


Kl principe de la Paz, al recibir las noticias v


o! iser\aciones de Badia, [icso todas las c i r c u n s -


tancias de la empresa, y, según parece, (puso ase-


gurarse de la certeza de aquellas cosas. A este lin.


cuando fué tiempo, puso en el secreto de aquella


tentativa á un hombre tan leal y activo como s a -


gaz v cuerdo, que era el cónsul de Alegador, don


Antonio Rodríguez Sánchez. Ofrecióle á éste tanta




2<>;


parte en ln fortuna v en la gloria que podrían


traer aquellos sucesos para España, eonin de vitu-


perio si se empeñase un lance desastrado.


Rodríguez afirmó á Godov que las operaciones


de Jíadía eran ciertas y segura-; , que t o d o estaba


calculado con buen pulso, y que vistas las c i r -


cunstancias del país . el carador do las persona-


que mediaban y las disposiciones do los ánimos,


el buen éxito de la empresa parecía indudable,


cuanto en operaciones de esta clase se podía j u z -


gar con mimos nesgo de engañarse.


Añadía además de e s t o , que no seria imposible


¡pie el imperio de .Marruecos quedase todo por


España, si se diese anchura á Hadía ¡tara aprove-


char cualquier evento favorable á este designio,


por más raro y singular qii" pareciese el modo de


cumplirlo, porque existía wn partido que quena


darlo la corona, medio cierto por el c u a l , dueím


que llegase á ser de aquel imperio, lo podía aña-


d i r á la corona de Castilla, haciéndole ocupar por


las tropas espafiólas. \ estableciéndose después u.•


virey moro, á la manera de los príncipes medíalo-


del imperio anglo-indio.


Todavía, después de esto, para más asegurarse,


hizo Godov partir á los mismos lugares, para que


so mlormase por sí propio, al coronel I ) . f r a n -


cisco Amores , oficial mío era entonces de la-secre-




opo¡ 0||t!ij os ' op oíd) o s i u : .louu.id [i: . > 111 > o s i . i


-o.ul sr,[ •opuS.ioouo 011F1 op niiisuu i:| ,»)uon¡


—zipj .muoq ruad soi.uisooou p> oirzní onli s o x i o o


-OS SO] S o p o ) 0|l!OUü!)O.I.)OS 0|.11!L\II,) Oj) l io i OISOljsI p


uo somuSuud son O]uouio)uo.id anli imHi\m ( e j p i ' j p
o.iiifui.i o.i]K,)nii o p oipoo.i onl) s iM.Mjou sirpí


•saso.inSi.i smu pii|i|.')i:\,i


\ UOISlOO.ld l![ 110 . ) O[)0)piSv). l p) . lU.ll loOSI! 0.10(1 \


uji . i jy op eso.iduio i![ opoj ixo zipoj [3 o.iod .ui.iedo.id
UlllOAUOO Olll) 0 [ o p o ) .lOOOUO.) 1! líl .ll![) 0 | 0 ] U í u d


UOU'I Ol l l ) , r h j \ I! olip IU.10.) I!llll)jn lili U%\"


•\m °v °i"ui' <n> L\ '«ii;ui'.iv»


:)0ssni¡{[ ope|io p : s i m o i u S 'opu.uosuoo ih¡ os onli
míj . ioo ojuomSis i¡[ ounioi; «i op sonliioin p; oiip.u
- s o /i¡ (| i![ op odi.ouj.id ¡o opuuno onj soouojmj


•soipxne so[ sopiqioo.i iioson| onimio u o od|o« u ímt ;


[ 0 .inp e.iud soisondsip o\ ui:<pa¡so oíd) so| o|isodo.i!Í


US UO .lOAlHlISOp l lO. IOipnd Olll) O l l , )S0 ' l (p ] l l . ) OS Olll)


.iofop uis oi.iqo oponln; v. oinau .¡onod op iiijiioS.ni


if| o.nsouiop ó| sumopti onl) oms 'sopupoo.i sooi


- l O p i l SO] Op p n ) l ) ; . ) 0 \ 0 1![ \ S O I ] , ) 0 I | S()| Op [ ) l !| ) . I0\


o[ z o j i¡[ op jduui. id p; oui.upan.) 0|OS IH!| OU 'SO.!


- o u i y O)[on \ •zoníri.ipojq \ iiipiijl uo:> oijiiopund


-so.i.ioo v.[ opiiS.ioouo onioi uoitil) « Á •sooon.i.uqo


op ojunsí! [o uo oidioui.id un opsap ooiun o|uorfo


ns 'lujonf) i![ op (Hp)lldsjp jop A opiiJS '.J op I I I .10¡




dispuesto para ser desembarcado en la cosía de


Á f r i c a v en el punto ipie él m i s m o designe.


i iAnles «pie esla expedición parla para su des-


tino, creo útil v con\emente d a r á V. l i . una idea


exacta de las c ircunstancias, en las cuales vamos


á entrar , v generalmente, de lodos los esfuerzo-


(pie son precisos liacer para triunfar.


oAFuIev Solimán, actual emperador de Marrue-


c o s , es un hombre tan estúpido y tan superslie n-


so. que es preciso asombrarse de ipie se halle aun


en el trono en visla de lo que le aborrecen s i s


subditos, los cuales esperan con impaciencia el


momento de \erse libres de él . Tan cobarde c o m o


c rue l , manchado con todos los v i c i o s , no llene


ninguna de esas nobles cualidades que s e notan en


nuestro joven viajero. Mulev Solimán se parece


al indolente monarca de Méjico, mientras que


nuestro joven español tiene toda la energía v el


valor de (lories. Aprecia éd m i s m o tan bien su


j ios ic ion y la de Sol imán, que me envía á decir.


;¡ae licué.enlre sus manos á. o Ira Molezuma.


«Los hqos so parecen al pariré, y ninguno de


ellos tiene las cualidades n e c e s a r i a s para remar a


satisfacción de los habitantes de Marruecos. l*J


e i a v o r está proscrito v desterrado; el segundo es


despreciado v detestado por toda la n a c i ó n ,


aun cuando sea el objeto de las preferencias de -u




299


pudre: los otros son aborrecidos o están desterra­
dos. El único competidor de un poco de impor­
tancia \ que lia anunciado pretensiones á la coro­
na, es el pacha del Mogador, Muley Alidelmeleck.
Algunas circunstancias felices para él parecían
favorecer su ambición v ser contradictorias á m i s
proyectos. De desear liulnera sido que el gobierno
del Mogador, que cuenta grandes establecimientos
marítimos, se liubiese encontrado entre las manos
de un hombre menos recomendable y de preten­
­•lones menos elevadas; sin embargo, nuestro nuevo
Corles no parece temerle.


• Ahora que V. E . conoce la situación de toda
esa familia, debe лег (pie todo concurre a favore­
cer nuestro plan, y le parecerá, como á mí, n a ­
tural v en (d orden de las cosas que el ingenio,
ía habilidad, la inteligencia y el carácter de
nuestro viajero le b a j a n adquirido tal ascen­
diente sobre esas almas vulgares, y una tal p r e ­
ponderancia, que no lucra extraño llegase á obrar
una gran revolución, hasta sin el socorro de un
aparato de fuerza militar, sin choque y sin estre­
pito. De lodos modos, él estará pronto á rechazar
la fuerza con la fuerza si las circunstancias lo
ем sen.


)>Kn cuanto á los ministros y á los primeros
personajes del Estado, es inútil hablar de ellos.




300


Es una clase llena de ambición, de ignorancia,


de avaric ia . , de baieza v de cobardía.


>;E1 \"ice-consul did r e v en .Mogador, I ) . Anto-


nio Rodríguez Sánchez, ha recibido la orden de


favorecer con todo su poder las e.rcnrsiones cien-


tíficas de nuestro joven sabio, v se le ha (Jado a


entender que seria posible que esas excursiones


cambiasen de objeto; se le ha prometido r e c o m -


pensarle hidalgamente si conlribu\e á hacer salir


a i r o s o en sus provectos al \ ¡ajero. Este \ i c e - c ó n -


sul es j ó \ e n , activo, disimulado y discreto, de


una figura agradable, \ no está casado. Los m o -


ros v los indígenas le a m a n mucho, y no podía-


mos encontrar un hombre de un carácter mas


apropiado y más con\emente para la ejecución de


las órdenes de que debe encargársele.


«El cónsul de S . M., D. N. Salomón, ha d i -


rigido inuv bien la introducción del \iajero, asi


como su correspondencia, ha sabido allanar igual-


mente todos los embarazos de e s e primer m o -


mento, Y ha dado prueba de inteligencia v c o r -
dura. Podría, sin embargo, n o ser el m i s m o si


llegase á saber que las operaciones científicas po-


dían convertirse en nublares. IIa\ muchas m u j e -


res en su casa, está dominado por (días, su co-


m e r c i o habitual ha debilitado singularmente su


carácter, v s e n a poco ó propósito para secundar-




301


nos. Este cónsul, por lo demás, tiene grandes re-


laciones con todos los negociantes del imperio de


Marruecos, y si llegaba á tener el menor temor


ile ver su fortuna comprometida, no hay ninguna


duda que empozaría por esconder sus capitales y


salvar lo (pie pudiese., cosa que necesariamente


daría la alarma á los moros v á los otros cónsules


extranjeros.


«Bastaría esto para echar por tierra iodo nues-


tro plan: la máxima más verdadera en política es


la de (¡lie no es preciso conceder á cualquiera


más confianza de la que pueda merecer. Por esto


se. ha guardado reserva con ese cónsul. Proseguí-


remos obrando así con id hasta el momento en que


circunstancias mqirev islas exigieran que fuese


pueslo en (d secreto por tenerse necesidad de sus


servicios.


>d)e todas maneras sen'! prudente asegurar la


retirada y no abandonar á los españoles que p u -


dieran encontrarse en .Marruecos ó en Tánger, en


(d caso de que V. E. recibiese aviso ánlcs que vo


de un jiebgro mminenle. A osle lio será preciso


ipie V. E . prepare secretamente las embarcaciones


necesarias, v tenga dispuestos en la bahía de Tánger


buques de Algeciras. de San Lucar y de Cádiz,


corno asimismo algunos de esos faluchos que se


emplean para el c o m e r c i o de Tánger y de Gubraltar.




302


«Después de haber iludo á conocer el carácter


de las personas que deben aparecer en esa grao


escena, es preciso que dé á V. E . una idea de


algunos otros puntos que son bastante impor-


tantes.


» Y . E . participará de la opinión del viajen-


respecto á que la guarnición de Emita debe sei


progresivamente aumentada, de manera que reun i


una fuerza disponible de nueve á diez mil hom-


bres, los cuales podrían acampar bap> los m u n i -


do la ciudad, cuando fuese llegado el mnmenm


de obrar, con el pretexto de ejercitarles v hacerle-


maniobrar en sus lineas solamente. Esta demos-


tración bastaría por si sola para atraer sobre aquel


puntóla atención d é l o s moros. Estas tropas ie>
deberían obrar hostilmente sino cuando su |cle


hubiese recibido el aviso de A l í - B e y . No le falta-


rán á Y . E . buenas razones para disfrazar y ex-


plicar ese grande aumento de tropas en (.lenta.


Puede entre otras cosas decirse que han sido en-


viadas allí piara contener el gran número de pre-


sidarios ipie. abundan en aquella población.


«También podría decir V. E . , para impedir


las observaciones de las potencias extranjeras, de


los habitantes de Marruecos, y hasta de los espa-


ñoles, que las turbaciones interiores que existen


en el imperio vecino habian hecho concebir le-




303


mores á V . E . por la lorlaleza de Ceuta, una de


las más importantes de su mando, y que se ha


reforzado su guarnición para preservarla de todo


golpe de mano y ponerla en estado de sostener un


sitio.


«Vamos ahora á las demandas de A l í - B e v .


1.a »Veinticuatro artilleros y dos oticiales.
i.' «Tres ingenieros y dos zapadores.


c}. a «Algunos físicos con sus instrumentos \


una f a r m a c i a de campaña.


i . ' 1 i; Algunas piezas de campaña de diferentes


cahimes, con todo lo necesario.


o.' 1 >jJ)os mil lusiles v municiones.


G." »(iual.ro mil havonetas.


7.'1 »3Iil pares de pistolas.


«Eos cuatro últimos artículos son los que más


precisan. Es preciso prepararlos lo más pronto \


secretamente que sea posible. A este lin, to-


mará V. E . de los arsenales de Cádiz ó de los


almacenes de la m a r i n a el número pedido de fu-


si les , bayonetas ó [listólas, sea de nuestras fábri-


cas, sea de las extranjeras. Será preciso escoger


lo mejor que haya para que la humedad no los


altere en el caso de que sea preciso enterrarlos


en alguna playa luego de su desembarro.


«En cuanto á los proyectiles y los cañones,


cu\o número no está determinado, lo mismo que




so-i


su calibre, lo dejo enlernnienle al cuidado de V. E .


ya sea por lo locante á su trasporte-, \a por


lo tocante á las precauciones que deben tomarse


para disimularlos y hacerles tomar la aparien-


cia de armamentos de comercio. Las órdenes que


MIMO al comandante de la isla de León, de las


cuales mando copia adjunta, facilitarán á V. E.


los medios \ le pondrán en oslado de efectuar con


reserva, y en el momento favorable, el trasporte


de todo este material.


«Por lo que toca á los olicialcs, ingenieros, za-


padores y artilleros que se piden, no creo que


sean necesarios muchos. Oficiales de esta clase no


cambian lácdmenle de sitio sin inspirar sospechas


siendo en gran número. La naturaleza de sus ser-


\ icios exige por lo demás que sean iniciados algún


tanto en el secreto de los trabajos que se les im-


pone, y un secreto es tanto menos guardado


cuanto mas se rcjiarte. Va tendremos tiempo de


pensar en esto lo propio que en los físicos.


«Fijémonos sólo en la actualidad en establecer


una correspondencia segura \ seguida con Alega-


dor, y en asegurar, para un caso desgraciado, la


retirada del viec-eúnsul v de los demás españoles.


Para esto nos basta un solo buque, \ no se podría


enviar una Ilota porque se oponen á ello infinidad


de razones, lia hecho V. E . muv bien en haber




305


Л1ЕМ ;­'Rl A S T,E СП\f­TIl U YE .\TE .


entregado su* últimos despachos a un piloto de
confianza encargándole que no los dejara mas que
en manos de la persona á quien лап dirigidos. La
marina real tiene en el departamento de V. E. dos
pequeños buques (pie podrían ser utilizados para
la correspondencia, pero como su armamento es
militar, lo propio (pie el de los oíros buques de la
Armada, es preciso valerse de ellos con pruden­
cia v no emplearlos mas que en el último extremo
v en el caso en (pie ios buques encargados de los
despachos tardasen demasiado en \enir, ó bien
en el caso en que hubiesen de llevar objetos s o ­
licitados con toda premura por el viajero. Será
preciso darle parte de todas estas disposiciones
¡wra su gobierno particular.


«Renuevo á V. E . las seguridades que ya le
longo dadas de toda mi confianza para con su per­
sona, v de la satisfacción que experimento vién­
dole en tan buenas disposiciones para el éxito de
nuestra empresa.


«Envío á Y. E. copia de un aviso (pie el via­
jero me ha hecho pasar hace algún tiempo, á luí
de (pie V. E. pueda valerse en el caso de ser ne­
cesario.


y. El principe de la Paz. ••>




ben;


Este interesante documento, i m e liemos tradu-


cirlo de las Memorias de M. liaussel. nos pone


en el caso de poder apreciar la situación en que


se hallaba nuestro viajero, como le llama el prín-


cipe de la Paz. v del estado en (pie se encontraban


los trabajos. Lástima quo no poseamos más noti-


c i a s (pie las uie nos puede proporcionar este do-


cumento \ algunas otras pocas comunicaciones de


escasa importancia (pie mediaron (mire el m i s m o


principe de la Paz \ el marqués de la Solana. La


correspondencia do Badia con el príncipe de la Paz


se perditi desgraciadamente, v aun los documentos


(atados, se han conservado porque M. Bausset.


que pudo recoger copia, los tradujo al francés, i n -


sertándolos en sus Memorias.


Todo estaba, pues, disjiuesto. A l í - B e v , (pie se


bebía entendido con los jefes de los bandos. \


que cada día gozaba do más f u o r \ crédito en


la córte de Marruecos, se hallaba va dispuesto.


En aquel entonces, un acontecimiento inespe-


rado vino de pronto á echar por tierra tan temera-


rio v gigantesco designio.


Dejemos que lo (unente quien sólo podía con-


tarlo, el m i s m o príncipe de la Paz.


Hé aquí una página desús Memorias, referente


á este asunto:


«Ninguna de estas cosas, dice hablando de los




307


preparativos, se lialaa hecho ni se hacia sin las


órdenes del rov. Cuando envié mis instrucciones


por extenso al marqués de la Solana, me pareció


debido mostrárselas primero á Carlos IV ; pero


S . N. me dijo que podía enviarlas, y que d e s -


pués, cuando se hallase más despacio, tendría


cántenlo en verlas, juntamente con un resumen


bien circunstanciado que tenia pedido, de la cor-


re-pendencia de badía. El resumen estaba ya e x -


tendido, v justamente aquella misma noche me


mandó se lo lévese. Entre las cartas de badía se


encontraba el anuncio de la donación de Seinela—


lia, v demás gracias y favores que ed emperador


marroquí le había hecho, junto con el diseño de


aquella posesión v un traslado del lirman que la


tiasaba á su dominio.


»Y lié' aquí cuando llegué á esta parte del r e -


sumen v desdoblé' el diseño, noté en S . N. una


señal como de horror, tras la cual, después de


haber leído por sí mismo aquel diploma, me dqo


estas palabras:


— ;e.\o, en mis días no será esto. No he apro-


bado la guerra porque es justa y provechosa á mis


vasallos. He aprobado también que antes de ha-


cerse vaya un explorador, porque esto se acos-


tumbra v es forzoso algunas veces para e m p r e n -


derla con acierto; pero ¡amas consentiré que la




nos
hospitalidad se vuelva en daño v perdición del


•.pie la da benignamente. Con D i o s \ con el uuindo


ser ia yo responsable de íal hecho, siendo un


agente m í o (unen, habría obrado de esía suerte.


La culpa e s de Badía, que debió quedarse libre v


no aceptar estos favores . . . A Badía que se va\a


y que prosiga sus viajes; otro hombre de más


in ic io \ de más peso se podrá encargar de seme-


jante negocio. »


«Tal era Carlos Í Y , en cuyas relaciones diplo-


máticas no habrá sobre, la tierra príncipe ni Go-
bierno que le pueda echar en rostro ni una sombra


de doblez o dolo.


— «Pero, señor—le due al r e \ ; — tiene que


costar más de«! inecr lo que está hecho, que llevarlo


adelante. I ! a v además personas, \ algunas de éstas
españolas, que podrán pagar con su cabeza si se


vuelve un paso atrás de lo que está \a andado.


— « S i los comprometidos—dqo el ro\,—son


vasallos m í o s , escribirles que se vengan al instan-


te. Si son moros, no es cuenta m í a : pero se podra


a\ isarles.


— » ¿ Q u i é n de ellos, insté aún, volvería á liarse


de nosotros, ni querría concertarse con otro que


Badía? .Nadie podría tener sus relaciones; de el se


lian porque lo creen un moro y un gran príncipe.


VA tiene en su favor los m i s i n o s j e íes de ia guar-




3011


día; iiiucliori goliernadorer* \ taques... nadie podría


suplirle.


— »Y leen—repuso el rey ,—de jemos esos me-


dios y empréndase la guerra por sus caminos na-
turales, si .Mulcv no se aviene con nosotros.


«En vano lué representar á Carlos IV las v e n -
tajas incalculables que podrían traernos aquellas


posesiones, los arbitrios \ recursos permanentes


que adquirirían en la región del Alrica nuestras


indusírias v comernos , las aclimataciones ricas
(pie allí podrían hacerse en abundancia de los más


preciosos frutos de los trópicos, el suplemento (pie


esto liana á las riquezas de la América, suplemento


tan necesario, ya fuese que las guerras interrum-


piesen los negocios en aquellos países lejanos, ó


\a que éstos se alzasen algún día v adquiriesen su
independencia como la America del Norte; el do-


minio que nos darían aquellos puertos sobre las
bocas del Estrecho, frente por frente de los nues-


tros y tan á corta distancia; la importancia que


tomaría nuestra amistad con las demás naciones


comerciantes teniendo aquel dominio; el respeto


que |)or (a! modo podría imponerse á la Inglaterra;


el aliento \ esjiintu de gloria que cobraría la E s -
paña, coiiquistadasaquellas tierras deliciosas contra


sus enemigos naturales (pie lo fueron tantos s i -
glos, el aumento de í'uorzas (pie se podría añadir




310


á nuestro ejército con escuadrones berberiscos, la


necesidad de agrandarnos v de buscar nuestros


equilibrios con la Francia por cuanlos medios fue-


sen dables; tantas v tantas cosas (auno estas que


ui dqe y me inspiraba con vehemencia mi deseo


de ver cumplida aquella empresa.


— « T o d o es verdad—respondió el r e v , — t o d o


cuanto tú quieres v me dices, lo quisiera vo igual-


mente, mas ¡ni conciencia no se a\icne ni podría


avenirse con los medios: Xon stinf faeieiu/a mala


al i/ufe venían/ dona.


— «Gran principio, verdaderísimo, me aires i


yo á decir por úllnno argumento, si lo observasen


todos; pero en política dañoso, si es uno solo el


(jue lo observa.


— « O b r a n d o rectamente, Dios estará c o n m i g o —


dijo el rev .


— «Pero el correo ha partido con la instruc-


c ión—di je vo todavía .—V. M. lo había mandado.


— «Vo lo desmando ahora—dijo el r e y , — d e s -


páchese un alcance.


«Aquella' noche entera fué pasada en vela para


deshacer cuanto había hecho y deshacerlo par,!


s iempre.»


No debe haber desagradado á nuestros lectores


que basamos trasladado la narración del príncipe


de la Paz. E s el único documento oficial que nos




311


queda para salicr i:l verdadero nu'u d que dio lugar
a que se destruyera el edificio con lanía habilidad


como peligro levanlado [jor nuestro paisano .Badía.


Grande lué el compronuso de éste ipie se h a -
llulla \a á la mitad del camino peligroso donde se-
lladla adelantad" a lgo imprudentemente quizá;


pero su admirable sagacidad, su presencia de espí-


ritu, \ los grandes recursos de su ingenio baila-


ron medios de sacarle de aquel apuro. Contentó á


los conjurados con esperanzas v promesas v les lué


manteniendo con buenas razones, hasta que le


bié dable retirarse sm que ninguno le vendiese, v


abandonar la corle marroquí bajo el pretexto de


su peregrinación á la Meca, confirme los precep-


ios del Alcorán.


Le seguiremos también en este M a j e tan pe-ligroso como interesante' al través de las regencias
berberiscas, !a Grecia, el Egipto, la Siria, la A r a -
bia v la Turquía, v veremos cómo Badía supo


desplegar en ocasiones las más interesantes \ pe-


ligrosas, la serenidad de su animo, su valor


indomable, \ la prodigiosa multitud \ profundidad


le sus conocimientos.


La historia de Badía parece una novela, v sin
oinbargo nada más caerlo.


«Bombido con entusiasmo \ veneración por los


pueblos más ci\ i i izados del As ia \ África, por las




3 ) 2


en tiandos su imperio, se v 1 0 obligarlo a desceñirse
la corona v abdicarla en lavorile Abderraman, so-


brino suvo. sin ijno ninguno de sus hijos p u d i e r a
haberla.


En cuanto á Sida l iesohan, lundó un Estado


(1) Mesonero Roíannos.


tribus errantes ríe les desiertos, por los b i j a s so-


beranos de Trípoli, de Aere, del Cairo \ de la


Meca; consultado por los doctores de las diversas


sectas del islamismo, reverenciado como un ser


casi sobrenatural á causa de su carácter enérgico


v sublime, de sus predícenme* astronómicas, de


sus curas asombrosas, v del magnífico tren orienta!


de su comitiva, abriéronse á su insaciable inves-


tigación los lugares neis sagrados, aipiellos en opio


ningún cristiano ha podido nenolrar jamás: pud-


presenciar v tomar parte prmcijinl en todas las ce-


remonias más recónditas del islamismo; \ des-


correr, en lin, el velo espeso ipie hasta entonce-


había tenido encubierta la fisonomía v costumbres


de la moderna sociedad musulmana ' ! ) . »


Ksto con res i r - lo á ISadía, á ijiiien. según lieirm-


dicho, vamos á seguir en su interesantísimo viaje


i j i ie perdió va t o d o su carácter jiolítico.


Por lo (pie loca á .Mulev Solimán, nos adelan-


taremos á decir (me al lin. años




3 1 3


independiente con l¡ is conquistas ipie había hecho
sobre Sus v otras provincias inmediatas.


La o c a s i ó n malograda era segura.


Ni Badía ni ( l o d o \ se habían engañado.


X .


Destruido el objeto político, sabedor de que no


podía contar c o n el Gobierno español, abandonado


en mitad del c a m i n o por quien á emprenderle le


había comprometido, Badía ó A l í - B e y , se v i o ,


según va hemos dicho, en una amarga v apuradí-


sima situación.


No tuvo más recursos que contentar con espe-


ranzas á unos, con promesas á otros, y gracias á


su prudencia v habilidad, pudo conseguir que n i n -


guno lo vendiera.


Entonces, como lo que más importaba para él


era salir de Marruecos, anunció que iba á partir


para su anunciada peregrinación á la Meca, viaje


que hizo pasar quizá como un pretexto á los ojos


de s u s partidarios para que guardaran el secreto
de la conspiración.


Al anunciar su marcha, tuvo sobre el particular


algunas disensiones con el sultán v Mulev Abdsu-


leni, quienes s e empeñaban en disuadirle de tu:




penoso viaje. B i e n lejos estaban ellos de sospechar


el molivo delan repentina marcha.


Mulcy Abdsulem le decía para disuadirle que


tampoco el sultán había hecho aquella peregrina-


ción, que la religión no exigía se realizase perso-


nalmente, que podría pagar el viaje á un pere-


grino, y de este m o d o tendría igual mérito á los


ojos de la Divinidad. El sultán, particularmente,


(pie deseaba de todas veras retenerle consigo, se


presentó un día en su casa acompañado de su her-


mano Mulev Abdsulem, ele su pruno Mulcy A b -


delmeleck. y de toda su corte, favor insigue que


jamás había concedido á nadie. Entró á las n u e v e


de la mañana y no se retiró hasta las cinco de la


tarde, según cuenta el misino A l í - B e y , el cual hizo


s e m r una comida á su llegada y otra cuando salió.


El sultán, que quena darle pruebas de su aléelo


é ilimitada confianza, comió en ambos banquetes,


tomo cale, té y limonada tlilcreiit.es veces, escribió


y rubricó las órdenes del día sobre el propio e s -


critorio de Badía, tratóle como á un hermano que-


rido, v, finalmente, al salir, seis de sus criados le


presentaron en su nombre dos soberbios tapices.


Apenas acompañaron al sultán á su palacio,


c a s i lodos los oficiales volvieron otra vez á casado


Alí -Bey para cumplimentarle y renovar sus i n s -


tancias al objeto de detenerle, haciéndole las más




315


lisonjeras insinuaciones sobre su suerle Iatura, si


consentía en quedarse. Al í -Bey , empero, perma-


neció inflexible y fijó la época de su partida para


j u i c o s días después.


Llegó el momento de dar el último adiós al sul-


tán. Renovó éste sus instancias, repitiéndole mil


veces ipie reflexionase las fatigas y peligros que


lo aguardaban en tan largo v penoso viaje, pero


nada pudo conseguir. Al separarse, le abrazo con


l a s lágrimas en los ojos, regalándole una tienda


inagiiílica de tela encarnada con franjas de seda,


/vetes de enviársela, lúzola armar en su presen-


c i a , v entonces entraron doce fakihs v rezaron al-


gunas oraciones que debían atraerle las gracias


del ciclo y dicha constante en el viaje. lil sultán


añadió á aquel presente varios odres para poner


agua, objeto esencial para aquel camino.


Luego (pie Alí-Bey llegóá su casa, envió á decir


á Kátmia Mohhana que se cubriese, porque deseaba


hablarla.


listando preparada para recibirle , pasó Alí-Bey


a su habitación acompañado de toda su gente, y le


«lijo:


—Mohhana , hallándome á punto de marchar


para Levante, no le abandonaré si quieres seguir-
me, pero si gustas quedarte, eres libre de hacerlo.


Li hermosa Mohhana, á través del tupido velo




316


que la ocultaba, lijó sus OJOS en Al í -Bev, y con


una voz dulce c o m o el tañido de un arpa, le con-


testó:


— Q u i e r o seguir á 1111 señor.


Volvió él á insistir.


— R e p a r a buen en lo que dices, pues no es cosa


para hecha dos veces.


La herniosa tapada bajó la cabeza como para


manifestar que estaba decidida.


—¿Ins is tes en seguirme?—preguntóla A l í - B o \ .


Mohliana, con un acento que manifestaba una


firme resolución,


— S i , señor—le contestó ,—te seguirá por todo


el mundo basta la muerte, do quiera que vavas.


tu compañera inseparable siempre.


Había algo de afectuoso al par que enérgico en


la voz deMohhana. Parecía hablar con el corazón.


Al í -Bev no pudo menos de conmoverse al ver el


afecto de aquella mujer , que era suya, v á quien


ni siquiera conocía aún, \ volviéndose á los que


le rodeaban, les dijo:


— Y a oís las palabras que Fátmia Moliliana


acaba de proferir, y sois testigos de su resolu-


ción.


En seguida, dirigiéndose á la para él hermosa


desconocida.


— E r e s — l e d i j o , — m u j e r apreciable, me tienes




317


«.'ocio y lo protegeré: disponte para marchar.
Adiós. '


Mohhana. á (pnen [ lareee que aquella orden


llenó de iiílulo, se abalanzó entonces á Al i -Bev , y


antes que éste hubiese podido impedirlo, le tomó


la mano. \ levantándose algo el velo aplicó en


ella un beso. Al contacto do los labios de Mohha-


na, sintió A l í - B e y como si le aplicaran en su mano


un botón de luego.


Luego <pie hubo salido de su habitación, dio


orden de construir para Mohhana una especie de


litera, llamada en el país ¡I •/rimero. perfecta mente


cerrada por lodos lados, la cual se colocaba sobre


Lina muía ó camello, v era la que usaban las m u -


jeres de distinción. Respecto á Tiginu no hubo


lanía ceremonia, pues podía caminar envuelta en


M I kliaik ó albornoz. Destinó también para en-


trambas una gran tienda, donde nadie podía v e r -


las ni incomodarlas.


Dispuesto va lodo, nuestro viajero salió de la


ciudad de Marruecos dirigiéndose á t e z por el


m i s m o c a m i n o 'que había emprendido á la ida.


En Fez se detuvo bastante tiempo, ¡ r e s meses


o ne is , v aunque él no explica el objeto de su de-


tención, bien pudiera s e r que fuera para acallar


las sospechas que pudieran tener s u s cómplices


en el plan trazado \ darles garantías.




313


Pocos J o s autos de que partiera, llegó á Fez
Mulev Abdsule.'ii llevándole una carta de reco-


mendación del sultán para el (ley de Túnez, v


otra para el bajá de Tarables ó de Tripob. Fl


mismo Mulev Abdsulem le dio otra suya para el


dey de Argel , á quien Mulev Solimán no (puso


escribir tal vez por consideraciones políticas.


Habiendo, llnalmente, resuelto su partida de


Fez para Argel , despidióse Badía de .Mulev Abdsu-


lem v demás amigos, y á las diez de la mañana


del 3 0 de Mavo de 1 8 0 o sala') de su casa, acom-


pañado de lodos (dios, conduciéndole primero á la


mezquita de Mulev ludias, de donde le acompaña-


ron parle del camino, basta el momento de su


despedida. La casa de A l í - B e v , las calles, la


mezquita y salida de la ciudad estaban llenas de


gente. Por lodos bulos se abalanzaba á él la mul-


titud para tocarle, besarle, pedirle una oración o


darle muestras de respeto y alecto.


Fué despedido en medio de las mayores v mas


universales simpatías.


Entre los obsequios que le lucieron los mora-


dores de, los aduares vecinos á la ciudad, es dign . i


de referirse el siguiente:


Salieron todos los muchachos reunidos á r e c i -


birle. Uno de ellos, que iba delante, vestía una


túnica blanca, un pañuelo de seda en la cabeza, v




SI ' . i


un cinturon do lo mismo alrededor del cuerpo, v


limalia un palo de siete pies de tillo, en cuva ex-


tremidad halua suspendida una tnblita, v en ésta,


('•-mata una oración. Después de dirigirle un cum-


plido estudiado, besáronle la mano, el estribo, ó


|i> que podían tocar, y se volvieron en extremo
satisfechos.


Así fué despedido en Fez el príncipe Alí-Bev


el Ahhassi.


Tomó con su comitiva la dirección déla ciudad


de Ouschda, v según el mismo describe en su


curioso itinerario, cuva lectura recomendamos á


nuestros lectores, pues que nosotros sólo extrac-


tamos de sus M nitor fas aquello que es más con-


ducente al objeto (pie nos proponemos (1), el s e -
gundo día costeó la orilla del rio Venaut, el t e r -


rero pianh') sus tímidas al pié de la ciudad de


Teza. el sexto sentó su campo en la alcazaba de


i'emessum, el octavo atravesó los nos .Mulotua v


buza, el noveno situó sus tiendas junto al aduar


Aaiaun Mayluk, y por lin. el décimo día de su


salida de Fez llegó á Ouschda.


(1) Estas Memorias forman cuatro tdmos en francés,
impresos por la casa Didot, con atlas de cuatrocientas vistas
y planos, todo dibujado por el mismo Alí-Bey.


También esta traducido y publicado sin el atlas en Valen-
cia, por Mallen, en lies tomos en 8.°




320


Ouscbda. población de unos uuimentos habi-


(antes, e r a , c o m o las demás partos pobladas que


había hallado Alí -Bev al otro lado de la alca-


zaba de T e i n e s s i i i n , un oasis en el desierto de


Angad.


Apenas hubo llegado, el jefe v los principales


del pueblo le declararon que no podía pasar a d e -


lante, porque el m i s m o día habían recibido la n o -


lana de la revolución que acallaba de estallar en


el r e i n o de Argel , v que en Tlenisen ó Tremecen.


á donde él se dirigía, no cesaba de correr la san-


gre de los turcos v de los árabes.


Después de muchas discusiones v de haber re-
flexionado maduramente, decidióse Alí-Bev á en-
viar un correo, el ene de Miel ta, le Iraiola noticia


í .i


de que los alborotos sucedidos en la cuidad de


Tremecen se habían apaciguado; pero que los


c a m i n o s estaban infestados de rebeldes que roba-


ban v asesinaban.


VA príncipe abbassida pulio al momento una


escolta al ¡cío de la población, \ le respondió que


no loma bastantes fuerzas; pero que cuidaría de


arreglar las cosas á saüslaccion su\a. Al cabo de


dos días, el ¡oío \ los principales de Ouscbda


e n v i a r o n á buscar al Schek de Beanam, que era


el j e f e de una tribu veema, \ le propusieron el


conducir á Al í -Bey á Tremecen. \A Schek rehuso




321


MEMORIAS DE UN COXKTITV YSHTT .


desde luego, y después de haber diseulido largo


rato, se marchó sin haber decidido nada.


Muchos días pasaron en negociaciones inútiles,


v en e' ínterin hubo algunos revoltosos que se


acercaron hasta las muralla.- de Ouschda, d ispa-


parando algunos tiros de fusil v matando á dos


hombres.


La posición de Al í -Bey se hacia cada vez más


critica, pues por una parte se agotaban todos sus


medios de subsistencia . y por otra sabia que sus


enemigos de Marruecos se habían valido de su


larga permanencia en Fez para hacerle sospechoso


al sultán. Persuadido, pues , de que no dejarían


de aprovecharse de aquella circunstancia para des-


acreditarle, tomó el partido de montar á caballo


para ir solo á buscar á Boananí, que tenia su


aduar á dos leguas de distancia, al pié de las mon-


tañas.


Su gente se sobrecogió de espanto con esta no-


ticia, excepto dos renegados españoles que se h a -


bían unido á él cuando salió de Fez , los cuales en


aquel crítico momento se le presentaron , d i c ién-


dole:


— S e ñ o r , si lo permites, nosotros te s e g u i r e -


mos y participaremos de tu suerte.


Miróles Al í -Bey con atención , y viendo que


eran hombres resueltos, mandóles tomar las a r -




mas con el lin deque le siguiera uno, quedándose


el otro ei»n los equipajes.


E n el momento en que iba a montar á caballo,


presentóse ante é l . cubierta con su u d o , la her-


mosa Mohhana.


Era. la tercera \ ez que se \ e i a n . Durante el ca-


m i n o de F e z á Ousclitla, .Mi-Bes no I; había


visto supliera. Habíase contentado con preguntar


por ella v cuidar de que mida le ¡altara.


— ¿ Q u é es eso'.' 1—preguntó A h - B e y . — ¿ A qué


s ienes , sin haberte llamado?


— S e ñ o r — c o n leste» aquella m u j e r , — h e sabido
que ibas a marchar, á correr un peligro s lie s o -


nido. I'usa s o s . señor, s buena o mala tu suerte,
quiero compartirla.


Por segunda vez oía Alí-Bev la voz. dulce v


simpática de aquella mujer , por segunda vez. [•••


dalia esta una vivísima prueba de alecto \ de ad-


hesión. ¿Qué extraña simpatía enlazaba a él de


aquel modo á aquella : n u ¡ c r que se llamaba su va.


que lo era electivamente, v que sm embargo le


era todavía desconocida?


(ionnioviosc el príncipe abbassida al verse o b -
jeto de aquel tierno alecto, tranquilizóla .Mohhana


v le dijo que iba solo á ponerse de acuerdo con un


jele de Iribú para que les sirvn.se de escolta.


Mohhana con su dulcísima voz v con acento




cnnmo\ido dn'i gracias ¡i Alí por el aféelo v i e r -


ran a con opio la trataba, y se retiró.


A)i'-!><", montó en seguida ;i caíiailo \" se dirigió
á salir de la (andad, acompañado de un lici e s -


clavo llamado Salem \ del renegado de ¡pie liemos


licc'oo mención ; pero encontró cerrada la puerta
de•<biselólo, \ los principales habitantes en nú-


mero de cuarenta ó cincuenta, decididos á prohi-


birle !:¡ salida.


Suplicóles nuestro héroe que le dejasen mar-


char , v respondiéronlo casi todos á la vez . los
unos con razones \ los otro-; con gritos. El insis-


ta'), ( d io s resistieron. Por l in. dirigiéndose A l i -


IV'V al prmcqial de (dios, amenazándole con una


de las pistolas del arzón de su silla, le dijo con un


tono mitre amistoso v resuel to :


— S e h e k Sobman. hemos comenzado bien \


creo que \amos á acabar mal. Abre la puerta.


Entonces Sehek Sol imán, sacando por un lado


la viga que atrancaba la puerta, la abrió diciendo


á los demás:


—'Pues él quiere perecer, que liagaloque quiera.


Salió .\ 1 í-1í(• \, por fin, seguido de su esclavo \


de su renegado, dirigiéndose hacia las montañas


de Hoanani. P i s c o s momentos después de haber


partido, \ió llegar ¡i escapo á los mismos habitan-


tes que dian á reunirse á él para escoltarle. Acer -




324


eáronse excusando su resistencia la cual . según


decían, no tenia otro objeto que su interés por él


\' el temor de una desgracia.


Fueron muy bien , cedidos por lioanam, ipuen


desde luego les convido a comer á todos dándoles


una excelente comida; pero en la conversación


inandestó encontrar muchos obstáculos para con-


ducir ni príncipe hasta Tremecen. Por lin. c o n -


vencido por las persuasiones de éste v del Sehek


Solimán, convino en arreglarse con el Sehek de


otra tr ibu, llamado Henisuu/. lüste último debía


aguardar á Alí -Bey con su gente á mitad del c a -


mino para escoltarle hasta Tremecen, . el Boa-


naní se encargaba de conducirle hasta allí .


Al í -Bev y su acompañamiento regresaron á


Ouschda sin haber tenido novedad alguna á la ida


y á la vuelta. Así <pie llego á su campo, el pr ín -


cipe participó á Mohhana, por conducto de Salem,


el buen resultado de su expedición.


Mohhana recibió la noticia con sumo regocijo,


y en muestra de su contento, dio una rica joya al
portador de tan fausta nueva.


Dos días después, Boanam fué á avisar á Alí-


Bey que estuviese pronto para el día siguiente. A


la hora convenida se presentó en efecto con cerca


de cien hombres, y salieron al niomentode Ouschda


el príncipe y toda su gente.




325


Estaban apenas ¡i media legua de distancia,


cuando llegaron á todo escape dos soldados del


sultán gritando á los caminantes ipie se detuvie-


ran. Seguíales un cuerpo de tropas mandado por


un oficia! superior de la guardia, llamado El kaid


J)laiml. Esto anunció á Alí-Bev que el sultán, sa-


biendo (que estaba detenido en Ouscbda, le e n -


viaba para protegerle • defenderle si fuera n e c e -


sario.


Hízole saber Al í -Bev que la revolución de A r -


gel . de Trcmeccn . así como los robos de los revol-


losos, eran los únicos motivos que le habían de-


tenido, y que supuesto había ¡asado el peligro,


podía continuar su camino con toda segundad,


tanto más cuanto i ha escoltado por las tribus de


los Boananis > de los Benisuuz.


A pesar de estas razones, Ulaimi le declaró que


en el estado de cosas no pocha consentir en su viaje


hasta roc'bir nuevas instrucciones de! sultán.


Al í -Bey , á quien aquella medida no dejaba do
ínspi -<,r cierta alarma viese obligad» por c o n -
siguiente á regrosar á Ouscbda. donde escnbió al
emperador. Luego que éste recibió su carta, envió
otros dos oficiales de lacerto con la orden ele con-
ducirle ''ogiin decía a Tánger á fin -3p, que desde


o — i
allí pudiera embarcarse para Levante.


Esta orden del sultán le obligó á salir de O u s -




32i)


chda con su gente \ equipajes el -3 de Agosto a


las nueve de la noche. Acompañábanle dos ofi-


ciales y treinta inicuas ó guardias de corps de!


sultán, habiéndose quedado en Ouschda el kaid


Dlaimi con el resto de la tropa. Según parece,


salió tan tarde, á causa de que Dlaimi dijo haber


tenido aviso de que cuatrocientos árabes armados


le esperaban en el c a m i n o . Alí-bev \ I Ó S C obligado


á salir en secreto \ sin saber qué camino había de


seguir, hasta el momento de marchar, en que


Dlanm lo indicó á sus conductores.


El príncipe abbassida iba como preso v llevaba


el corazón oprimido por secretos presentimientos.


Al salir de Ouschda la caravana, dejó á un lado


el camino ordinario, atravesó hacia el Sur y se in-


trodujo en el desierto.


La noche era muy oscura y el cielo estaba en-


teramente cubierto de nubes.


X I .


Después de haber caminado muv de prisa toda


la noche, y subido por las montañas, la comitiva


llegó á las seis de la mañana cerca de las rumas


de una gran alcazaba, al pié déla cual había un


fresco manantial de agua y un grande aduar.




327


La caravana prosiguió marchando sin descanso,
siguiendo la dirección de muchos valles tortuosos,
por ouvo (ondo corr ía un arrovo <pie, aunque pe­
queño, no era menos útil para el riego á los labo­
riosos habitantes de muchos aduares.


En virtud de una orden (pie llevaban los oficia­
les encargados de acompañar á A l i ­ B e v , salían de
cada aduar uno ó dos árabes montados v equipa­
dos, l o s cuales se incorporaban a la caravana.


Habiendo llegado á las nueve do la mañana al
p;­.ra]e en donde terminaba el arrovo, los treinta
udaias se despidieron de Alí­Bev. dejándole la es­
colta de los árabes armados al mando de dos of i ­
ciales.


En el momento de retirarse los guardias del
sultán, dio el jiriiieqie abbassida algunas monedas
de oro á uno de los oficiales ¡tara gratificar á los
soldados, y continuó su marcha; pero bien pronto
habiendo oído ruido detrás de él, volvió la cabeza
v v ai á los udaias rov ucltos eontra sus jefes v ame­
nazando asesinarlos. Al punto dos de ellos corrie­
ron hacia A l í ­ B e v jwini quejarse, с re vendo que
los oficiales so habían retenido parle del dinero
que aquel los había dado. Corrió Alí­Bev hacia
la gente a molinada v no sosegó hasta que les hizo
bajar bisanuas . Llegó á convencerlos v a c a l m a r ­
los, haciendo continuasen su marcha.




32S


Durante esta riña, que alarmó bastante, á lus J e
la caravana á causa J e las desgracias que podían
haber ocurrido, nadie se acordó de hacer provi­
sión de agua, á pesar de (pie comenzaba á faltar,
v desgraciadamente ЛЬ'­Bev ignoraba que aquel
era el último lugar donde podía hallarse.


L a marcha seguía siempre acelerada por el
temor de encontrar á los cuatrocientos árabes de
quienes trataban de huir. Por esta razón marcha­
ban separados de los caminos por medio del desier­
to, caminando sobre pedregales y al través de las
montañas.


Aquel país está enteramente falto de agua. Los
viajeros no veían ni un árbol, ni una roca aislada
que pudiera ofrecer un ligero abrigo ó un poco de
sombra. Lna atmósfera trasparente, un sol intenso
que caía á plomo sobre sus cabezas, un terreno
cas i blanco, un moiitecillo ardiente como una lla­
ma: tal es el cuadro bel de los sitios que r e c o r ­
rían.


Estaban en el desierto y vivian \a en su atmos­
fera de fuego. Luego debían probar todos sus hor­
rores.


Todo hombre que se encuentra en aquellas so­
ledades es considerado como enemigo. Así es que
los trece beduinos de A l í ­ B c y , habiendo visto
hacia el Mediodía a un hombre armado á caballo




329


que estaba á una distancia bastante larga, se reu­
nieren al punto \ partieron como un rayoá sorpren­
derle; pero <d beduino descubierto se aprovechó
de la distancia \ hu\ó á las montañas, donde lué
imposible encontrarle.


lin id Ínterin, 111 hombres ni animales habían
comido desde el día anterior ni cesado de cami­
nar á paso tirado desde las nueve de la noche.
Poco después de medio día va no le quedaba á la
caravana una gola de agua, v tanto la­ gentes de
Al i­Be v como las cabalgaduras comenzaban á ceder
á la iatiga. A cada oblante caían las midas con
sus cargas, v era preciso levantarlas continua­
mente, ­osleuieudo el peso de la carga que l leva­
lian. Tan penoso iqercicio acabó de agotar las po­
cas luerzas que quedaban á la gente.


A las d k­ de la larde, extenuado de sed v de
fatiga, c a v í un hombre al suelo, verlo como un
cadáver. Paróse Alí­Ue* á socorrerle с о " dos ó
tres de sus ­aaados. Exprimióse la poca humedad
que quedaba en un odre, v lograron introducirle
(.'ii la boca algunas golas de agua, pero tan débil
socorro produjo muy poco efecto.


El niisnio Alí­Bcv empezaba ya á sentir una
debilidad, que acrecentándose de un modo espan­
toso, le anunciaba que también á él iban á a b a n ­
donarle las luerzas.




330


Hubo do dejar á aquel desgraciado \ seguir


adelante.


Desde aquel momento fueron ea\crido sucesi -


vamente al suelo varios de la caravana, v queda-


ron abandonados á su suerte. También se dejaron


algunas muías con su carga.


El m i s m o Alí-bev cuenta que en aquellos i n s -


tantes bailó al paso dos de sus grandes maletas en


tierra, pero que no pudo saber qué fué de las


muías que las llevaban, porque nadie cuidaba va


de sus efectos é instrumentos. Por lo que loca á


aquella pérdida, la miró como cosa que no le


atañía y pasó adelante.


Alí-Bev sentia va á su caballo temblando de-


bajo de él . v esto que era el más fuerte de la ca-


ravana.


Marchaban todos abatidos y silenciosos.


Vanas veces volvió el príncipe abbassida los


ojos hacia el camello que llevaba el dar bu ero en
que iba encerrada Mohhana. Estaba perfectamente
cerrado v parecía como que ningún ser viviente


respiraba en aquel aposento de lienzo y seda.


¿Qué hacia allí la hermosa tapada? ¿Estaba es-


pirando acaso? ¿Había muerto v a ? . . .


S i quena Alí-Bev a n i m a r á alguno á que redo-
blase el paso, su repuesta era mirarle de hito en


hito v llevar el índice á la boca para manifestar




331


¡a ardiente sed que le devoraba, (huso laminen


r e c o n v e n i r a los oficiales conduclores su poco


cuidado, el cual era la (anisa de la falta de agua:


pero se excusaban con el inottn de los udaias, y


además, decían:


— ¿ N o subamos lanío c o m o los demás?


La situación de loda aquella gente, era tanto


más horrorosa cuanto ninguno de ellos c r e í a po-


der sostenerse hasta Hogar al sitio en donde se


halua de encontrar agua.


Finalmente, sobre las cuatro de la tarde, Al í -


Bev cay» á su \e/., desvanecido de sed v de fa-


tiga.


Tendido sin conocimiento en medio del desier-


to, con solo cuatro ( ' i c inco hombres á su lado, de


los cuales uno había caído cas i al m i s m o tiempo


que él, v los otros en estado de no poder darle el


menor alivio, pues no sabían dónde encontrar


agua, v aun cuando lo hubiesen sabido, fallábanles


fuerzas para ir á buscarla, hubiera Alí -Bev pere-


cido s in remedio, si la Providencia no le hubiera


salvado por una especie do milagro.


Pero después de haber caído sin conocimiento


el príncipe abbassida, llegó hasta él el camello


que llevaba el darbucco de Mohhana. Los -pocos


servidores que en medio de su agonía guardaron


una m e m o r i a de aquel hecho, v i e r o n entonces




rasgarse, mejor que abrirse, los lienzos del (lar-


buceo, precipitándose de id una mujer sin velo,


radiante de hermosura, flotante la cabellera, la


cual corrió hacia A l í - B e y , ¡indinándose sobre el


cuerpo de su señor \ procurando volverle la


vida.


Era Mohhana.


Pero, ¿qué podia hacer aquella pobre v débil


criatura en medio de la inmensidad de aquel d e -


sierto, pronta ella á su vez á caer rendida de fa -


tiga v de sed?


S i Alí -Bev hubiese entonces tenido fuerza para


abr i r los ojos, al ver aquel semblante pálido, pero


espléndido de belleza, que se inclinaba sobre el


suyo, al v e r s e en brazos de aquella peregrina v


celeste hermosura . hubiera creído tal vez ver á


un ángel que le trasportaba á los pies del Su-


premo Hacedor.


¡Pobre mujer! ¿Qué es lo que en aquellos i n s -


tantes pasaba en su alma?


¿Era -Alo fidelidad á su señor lo que la llevaba


junto al -cuerpo de \lí-Bey, ó era su amor pro-


fundo, ese amor violento que basta un instante


para desarrollarse en el corazón de una mujer de


Oriente, que n a c e , que crece , que estalla en un


m i s m o d ía? . . .


Media hora habría pasado después que Alí-Bey




333


se hallaba en (ierra sin sentido, media liora des-


pués que. Mohhana, -sublime de doler y de agonía,


se hallaba a su lado contemplando aquel pálido


semblanle. \ esperando el momento de caer exá-


nime á su lado para sostener su promesa do que,
buena ó mala, quena compartir la suerte de su


señor, cuando se divisó á lo lejos una gran cara-
vana J e m á s J e d o s mil hombres, que iba hacia el
grupo formado por las gen les de A l í - B e y .


Mandábala un morabito o santo llamado Sidi


Alarla, que iba á Tremecen de orden del sultán.


Es te , encontrando á aquella gente en tan horrible


situación, -v apresuró á mandar derramar sobre


ellos muchos odres J e agua.


Despejes J e que á Alí-bev se la echaron repeli-


das veces e i la cara \ memos, comenzó á recobrar


el eoiiocimienlo y miró á todas partes sin poder


reconocer a nadie.


Mohhana ya no estalla allí.


Había vuelto á esconderse en su rfarbucco,


huvendo á las miradas de los salvadores que les


besaban.


Siguieron echándole á Alí-Bey agua en la cara,


brazos y ¡nanos, pudiendo por fin conseguir que


tragara algunos pequeños sorbos.


Entonces ya pudo preguntar á los que le ro -


deaban:




:M 1-— t . Q i ¡ I C M O S sois'.'
Apenas le ovcron hablar , le respondieron:


— \ o teínas; lejos de ser ladrones ó saliendo


res. somos, por el contrario, tus amigos.


Y Sidi Alarlo se nombró.


Aún le \ertieren más agua encima \ eu ma\<«


cantidad que antes, haciéndole beber otra \ ez


pero así ¡pie \ icron que comenzaba á restablecer


se. llenaron de agua parle do sus odres, y coatí


miar-ai *u v i a j e , pues cada moincnlo <|uc perdía


en aijncl siiio e ra preciosísimo é. irreparable s


pérdida.


Al ¡ -Be\ mandó con aquella agua socorrer á s


gente . \ envió también de (día á .Moidiana. I r á n


quihzándose al saber <pie ésta se hallaba \a res


tabléenla.


Ignoraba aún. v hasta mucho tiempo de-qme


no lo supo, lo que había irisado durante su per


dida de sentidos.


Dejémosle hablar ahora á él mismo por un lu-


íanle :


«El ataque de la s e d — d i c e — s e manifiesta po


todo el cuerpo con una suma aridez de la piel: lo:


ojos parecen ensangrentados, la lengua y la b o e


se cubren , tanto por fuera como por dentro, d


una capa de sarro tan gruesa como una pieza d


cinco francos; el color de esta crasitud es amarill




oscuro. su gusto insipido, v su consistencia pcr -


iectanieuíc semejante á la cera blanca de los pa-


nales, t'n desfallecimiento ó languidez suspende


t o d o i i u a muenlo; caerla congoja ó nudo en el dia-


tragma \ pecho detienen la respiración; escápense


de los o¡os algunas gruesas lágrimas aisladas , cae


uno a t .erre, \ á [locos inslanles pierde uno el co-


nocimiento, bales son los síntomas s p i e advertí en


mis desgraciados compañeros de \iaje, y experi-


mente en mí m i s m o . »


Salvada de la manera que hemos redondo , la


caravam. prosiguió su viaje llegando á las s ie lede


la larde ¡unlo A un aduar v un riachuelo, después


de; una marcha forzada ile veintidós horas conse-


cutivas, sin un momeólo de descanso.


Ab'-l'ev no perdió cas i nada, porque la caravana


de Sub A Inri)! salvó con su agua lanío hombres


c o m o bestias.


Después de haber descansado sulicientemente.


volvió la caray ana á emprender su marcila, v des-


pués ile doce días de viaje, llego cerca de la c i u -


dad de W azcui.


Durante el viaje, Alí-Hev advirtió) en los oficia-


les conductores mello aire di' misterio v signos de


conveniencia; pero continuaban, no obstante, tra-


tándole con el más profundo resjicto. Las tribus


que se hallaban al pasco silian á hacerle todos los




336


honores y ofrecerle regalos de víveres v forrajes,


y él continuaba usando el quitasol, como hijo ó


hermano del sultán.


Sm embargo , en el misterio de sus acompa-


ñantes, en sus secretas conversaciones, en una


porción de circunstancias . conocía que estaba


pronta á estallar una borrasca.
Al duodécimo día de esta marcha se rasgó el


velo á la conducta misteriosa, de los oficiales que


conducían á Al í -Bev, y le anunciaron que iban á


Larar-ch ó Larachc . en lugar de Tánger, como le


hablan dicho.


Efectivamente, al siguiente día llegaron á este


punto.


Pe orden del sultán, el bajá de la emulad Sidi


ü\1oh:¡med Salaoui, destinó para alojamiento del via-


jero la mejor casa, situada en el gran mercado, a!


lado de la mezquita principal.


A l í - B e y estuvo enfermo en esta ciudad algunos


dias, á consecuencia de los sufrimientos pasados


en el desierto.


Hallábase á la sazón en Laracbe una corbeta de


Trípoli . Dio orden el sultán de fletarla á su costa,
destinando la cámara de popa para que el príncipe


abbassida pudiese efectuar en (día su travesía á Le-


vante. Pasó el mismo Alí -Bey á visitar el buque, y
dio las órdenes convenientes para arreglarla cámara




de una manera conveniente ¡tara Imi largo v i a j e ,
El L'i do Octubre de I S O . ' ) , dia ijue Al i -Bey


dcstrnó para su parlala, lue por la mañana á des-
pedirse del l)ii|á. ipuen le hizo las i n a v n r e s demos-
traciones de aorecio \ consideración, añadiendo


í •


(pao si (pieria embarcarse á las tres de la tarde,
asistiría a su embarque.


Era propuesta que no podía menos de lisonjear


al viajero, v accedió á (día.


Embalados los equipajes \ cargados á bordo,


icudió Al i -Bev al jiuerloá la hora convenida para


embarcarse con sus gentes. Preguntó por el bajá,


v le respondieron «pie iba á llegar. Mientras lle-


gaba la chalupa, aguardóse algunos instantes en la


irilla del m a r . en un sitio donde la muralla tor-


naba un ángulo (mirante. \ donde se bailaba un


callejón que salía del ángulo.


Llegad.i la chalupa \ no pareciendo el bajá,


lisponíasc el v i a j e r o á i rá bordo, cuando de pron-


a i , por un lado y otro, se presentaron dos des ta -


camentos de Iropa. y otro tercero desemboco por


d callejón. Los dos primeros se apoderaron de to-


las sus gentes, el oíro lo rodeó \ le intimó" que


se embarcara solo y partiera al instante.


Preguntó Al í -Bey , asombrado, la causa de tan


•virano jirocedcr, \ le respondieron que tal era la


calen del sultán.




338


Entonces conoció claramente la mala le del sul-


tán y del ba já , quienes hasta el último instante


habían ordenado se le lucieran los nía)ores hono-


res por las tropas y pueblo, mientras meditaba;!


el golpe (pie debía herirle profundamente , pues


miraba Ali-Bey con lauto interés la suerte de las


personas que le eran aléelas como la suya propia.


Embarcóse en la chalupa, despedazado el cora-


zón por los gritos de algunas personas de su co-


mitiva, inconsolables pnr tan cruel separación.


Entre estos gritos y lamentos sobresalían losile


Mohhana. cuya desesperación era espantosa al ver


que la arrancaban del lado de Al í -Bev .


I,a pobre nuqer volvió al harem imperial, y el


príncipe abbassida partió sin conocer aún á Moh-


hana , sin hacer más que sospechar toda la subli-


midad de aquel amor desesperanzado que había


vivido pinto á ód durante todo aquel tiempo.


Así íué como Al i-Be y salió de! imperio de Mar-


ruecos.


X I I .


Veintidós ibas empleó en la travesía la fragata
tripoblana. El I 1 de Noviembre desembarcó Ali-
Bey en Trípoli.


No ignoraba que el bajá Salaoui de Larache ha-




339


lila escrito contra e l : laminen le inspiraban des-


confianza dos de los pasajeros; pero en cuanto á


los demás, estaba completamente seguro, como


también de la tripulación, v más (pie todos del


ca|nlan.


Hizo el príncipe desembarcar sus equipajes, v


al sellar del buque le condujeron á una casa des-


tinada para su alojamiento, situada frente á la del


primer ministro v del cónsul general de España.


Bien lejos estuvo de sospechar (pie aquel prín-


cipe oriental ¡¡uo acababa de l legar, v c i ñ a lle-


gada movía lanío ruido en la población, no era


o t ro que un compatriota su\o.


Hacia \a tres días que Alí-Hey se hallaba en


Trípoli, cuando el capitán ( lela trágala le anunció


la orden de presentarse al bajá.


La audiencia luí' pomposa, v se verificó en un


gran salón donde estaba el bajá sentado en una


especie de trono ó pequeño sofá elevado, teniendo


¡unió á sí sus lujos y rodeado de una corte br i -


llante. Pusiéronle delante el regalo que le hizo


Al í -Bev , el cual admitió con gracia v finura, v


dispensó á su huésped toda clase de honores, ha-


ciéndole sentar en su presencia, conversando con


ó! largamente, haciéndole servir té, agua de olor


v perfumes, dándole, en una palabra, las pruebas


más claras de alecto v consideración.




3-tO
Despuo» de una larga conversación , despidié-


ronse mus' conlóalos uno ilc otro, pasando Alí-


Bev á ver al primer ministro, une le reclino ad-


mirablemente a s i m i s m o .


Algunas personas de Marruecos, \ en especial


el bajá Saloui, habían escrito pintando á Alí-Bev


con los más negros colores: uno de los pasajeros


de la Iragala, tal vez comisionado por el baja, ha-


bía trabajado todo lo posible para hacerle oda».»";


pero estos osados manejos lucren el objeto »1 I


menosprecio del bajá de Trípol i , después de los


informes que se tomaron v declaraciones lu chas


por las demás personas del buque.


Sobre dos meses permaneció Alí-Bev en lYipo-


b, considerado v querido del bajá, respetado de


todos v solicitado por el soberano, que le hizo bri-


llantes ciertas para que (¡jara allí su residencia


FJ principe abbassida insistió, s in embargo. en


su partida, diciendo que debía cumplir su pe»v~


gnuacion á la Meca, \ el 2(5 de Enero de I¡Silo"


se embarcó para Alejandría en un buque t u r c o ,


despidiéndose del bajá que le colmó de alencione-


y regalos, y que hasta el ultimo momento le es-


tuvo naciendo seductoras ofertas para retenerle a


su lado.




311


X I I I .


_\"íi entraremos en minuciosos detalles sobre los


\ l a j e s do Alí-Bev . m referiremos todas sus inte-


resantes y ¡leregrinas aventuro*. Nos limitaremos


al objeto (¡ue nos liemos propuesto, que es sólo


dar á conocer la importancia de los viajes de nues-


tro paisano, bien poco conocido por caerlo . pues


a u n en el día pasa por un principe árabe el autor


del libro interesante conocido por Memorias de


Mi-lifij, y apenas nadie sabia pocos años atrás


(¡ue. bajo aquel turbante \ ropas orientales, latía


el corazón de un compatriota nuestro, de! ilustre


catalán I). Domingo Badía v l.eblicli.


\ oleemos á repetir que recomendamos el libro


de s u s viajes á los que deseen más datos, v no les


pesará, por cierto, la lectura.


El buque en que Alí-Bev salió de Trípoli, dcs-


j iues de muchos días de latigosa navegación, hubo


de arribar á la (mirlad de Modon para proveerse de


\i\ eres.


Alí-Bev desembarcó v VIVIÓ en casa de una e s -
pecio do jóle de júralas, llamado Musíala Sehaux,


que con su tiranía tenia aterrorizada á la ciudad,


\ (¡ue era en Modon un \erdadero señor de vidas


\ haciendas.




342


Permaneció en Moción hasta el 2 0 de Febrero
y pasó luego al puerto llamado la Porta Longo,
situado en la misma isla Sapienza. Allí encontró
tres buques austríacos, cu vos capitanes reunidos
dieron una fiesta al principe oriental, llegando a!
día siguiente una grande urca rusa armada y otro,
barco de la misma nación, (pie llegaban de Ñápa-
les y Corló, conduciendo oficiales v soldados rusos
á las costas del Mar Negro.


Kl general \ los oficiales rusos pasaron á visitar
á Al í -Bev , el cual á su vez les devolvió la visita,
siendo recibido por los buques rusos con salvas
de artillería, y con todos los honores que marea la
ordenanza para las personas de. sangre real. Cmi
los rusos iba un p'iven griego, llamado jpsilanti,
el cual hablaba v escribía varios idiomas, v que
improvisó estos versos italianos en honor de Alí-
Bey. Kl poeta .puso sólo, sin duda, consagrar ai
príncipe una lisonja; sus versos fueron una p r o -
fecía :


"Volerà di lido in lido
la tua gloria vincitrice,
e d'oblio triunlY.trice
la tua faina vivera.
E non solo in questi boschi
sarà noto il tuo coraggio,
ma ogni popolo più saggio,
al tuo nome, al tuo valore
simulacri inalzerà.»




343


Kl buque de Alí-Bey tomó el rumbo de Ale -


¡ar.drín, pero no pudo arribar á esta ciudad. J u -
guete de una violenta borrasca, que les puso á las


puertas ile la muerte, después de haber sufrido en


el mar largas horas de angustia v de agonía, p u -


dieron casi milagrosamente, fondear en la rada de
l.miasol. en la isla de Chipre, donde Alí-Bev fué


tratado con loda consideración por 11 gobernador
turco, une era un agá. \ las personas mas inllu-


\ entes de la \ illa.


Con ocasión de liallarse en los lugares i n m o r -


talizados por los poetas griegos con la de-cripcion


de las seductoras a\enturas de la madre del amor,


quiso nuestro \ lajero \isitar los tan celebres si-


tios de Citerca, biaba, Palos v A m a t a d a , y em-


prendió su expedición acompañado de M. bran-


eudi. viee-cónsul de Inglaterra v R u s i a , v cónsul


de Ñápeles, el cual permaneció siempre en la


creencia de que su compañero e r a un principe


oriental, sin llegar ¡amas a sospechar la A e r d a d .


Alí-Hoy comenzó por x i si ta r la ciudad de N 1 -
eosia. capital de la isla de Chipre, donde fué r e -
cibido ceremoniosamente por las autoridades, que


le trataron conlóeme al rango que representaba.


De Nicosia pasó á Ciíerca, de cuya población


', del palacio llamado de la R e m a , hace u n a deli-


ciosa descripción; visitó Idalia y I •iruaca, recor-




ш


по las rumas de Л lancina v A.niaíauia. estuvo en
Palos. \ naso algunos días en el Yerosehmos Afro­
(lilis, ó sea el jardín consagrado á Venus.


Luego que ludio regresado á l.nnasol, termi­
nada su expedición artística, lu/o su travesía á
Alejandría de Egipto en un pequeño bergantín
ayrve%«, соча eternava (loto yani el soío A sus
gentes.


Fm Alejandría, como en todas jiarles, lin'1 reei­
liido según <d rango que rojircsonlaba, v con el
resjieto y veneración ; j u e demuestran los musul­
manes por el «pie lince un viaje á la .Meca. Ll en­
jutan bajá de la Puerta Otomana, que á la sazón
se bailaba en Alejandría, le envío lodo e! Iienijí t
que nuestro viajero permaneció en aquella ciudad,
su música ó orquesta cada n o c h e Los músicos se
sentaban en tierra formando semicírculo enírenie
del sofá oeujKido por Ali ­Bev . v locaban hasta que
éste les desliedla. FI mismo eapilan bajá le en­
viaba tainlnen lodos fes días su médico v regalo­
de dulces v Iruderas, v ánies de que saliera de
Alejandría', le dio una r a í la de r e c o m e n d a r l o :
¡>ara Mélleme!. Alí, otra jinra id bajá de ! i­a masco
v un brnian piara el sultán seherd de la Meca.


Alí­Bev jiermaueció en Alejandría desde el \ 'í
de Mavo basta el 'Mi de Octubre de I H O G . ce
•ovo dm se emitan .'> en una t/ijuriiii'. que una




345


barca descubierta, eon veins latinas, v se dirigió


hacia el ¡Vilo para subir este lamoso rio hasta el
Cairo.


«A las diez de la mañana, dice, entramos pol-


la boca del M í o . ;Oué cuadro tan admirable! Un


n o majestuoso, cu\as aguas corren lentamente


por entre dos orillas cubiertas de palmeras, de


árboles de toda especie, de grandes sementeras


de arroz, i jue entonces segaban, v de una infini-


dad de plantas silvestres v aromáticas, cucos aro-


mas embalsaman la atmósfera; aldeas, chozas, cá-


s e a s esparcidas acá v acullá por ambas riberas;


vacas, carneros \ otros animales paciendo recos-


tados sobre la \erba; mil especies de i c e s ha-


ciendo resonar el a i re con s u s cantos amorosos;


millares de ánades, patos v gallinas de agua, y


oíros pájaros lluviales retozando por el no , entre


ios cuales se distinguían grandes bandadas de


c i s n e s , ( jue parecen los revés de aquellos pueblos


acuáticos. . . ¡ A h ! -.por qué la diosa de amor no
escogió por morada suva las riberas de la e m b o -


cadura del •Nile? a


Llegado All-bev á bossotla ó biaschid, según los


turcos, cu cuva población permaneció uno ó dos


días, abandonó su buque para lomar una caucha,


que es una (dase de barcos destinados solamente


á navegar por el Xdo.




346


Después (le seis dias de navegación por el rio,


atravesando por entre sitios pintorescos v cruzando


por ante pueblos y ciudades populosas, el intré-


pido viajero llegó al C a i r o , alojándose en casa ded


seid El Methluti , e¡ue era el segundo selicid ó


segundo j e f e de la ciudad. Recibió las visitas de


los personajes más distinguidos, v el bajá Mélle-


me t Alí le acoge') como un amigo.


Bespetndo, festejado v querido, permaneció Alí-


Bev en el C a i r o basta el 1 • > de Diciembre, en
cuyo día, poniéndose al frente de una caravana de


c i n c o mil camellos y dos ó trescientos caballos,


compuesta de gentes de todas las naciones m u -


sulmanas que iban á hacer la peregrinación de la


Meca, atravesó el desierto v llegóá Suez, en donde


se embarcó, emprendiendo la peligrosa travesía


del mar Rojo.


En esta travesía estuvo á punto de perderse,


teniendo lugar una escena demasiado interesante


v dramática para que renunciemos á contarla.


A l í - B e y viajaba en un iftio, que son las embar-
caciones árabes de mavor porte que navegan en


aquel mar. E l i de Enero fondeó al anochecer el


dúo sobre un islote entre escollos. A inedia noche


se levantó una terrible tempestad, y luego re-


frescó el viento en términos que á las dos de la


madrugada los golpes de huracán se sucedían sin




347


interrupción con gran violencia, haciendo peda-


zos en pocos minutos los cables de las cuatro án-


coras en que el dúo se aferraba.


Abandonado el buque á la furia del viento y de


las olas, fué arrastrado liácta una roca, contra la


cual comenzó á dar terribles sacudidas. La tripu-


lación, creyéndose perdida, despedía alaridos de


desaliento y desesperación.


Ya\ medio de los clamores distinguí/» Al í -Bev la


voz aguda de un hombre que sollozaba v gritaba


como un niño, v, al preguntar quién era, le d i j e -


ron que el capitán. Hizo entonces buscar al piloto,


pero inútilmente.


Kl buque estaba perdido. Abandonado á su des-


graciada suerte, continuaba dando horribles gol-


pes, y Alí-Bev, que conservaba toda su serenidad


y sangre fría, no quiso aguardar á que se e s t r e -


llase contra las rocas v grito á sus criados:


— ¡La chalupa!


Al instante se apoderaron de ella los que más


cerca estuvieron, y todo el inundo quiso precipi-


tarse. Alí-Bev salló á la chalupa por encuna de las


cabezas de los pasajeros, y dio orden de alejarle


de la embarcación: pero un hombro que teína su


padrea bordo, la detenía por medio de una cuerda


gritando : ¡Abujupa! ¡Abtijupa! ¡Oh padre mió!


,oli padre mío!




:Í4S


Segur, miosl.ro m i s m o \ la jero cuenta, respelo


por un momento este arrebato de amor (¡bal: pero


á la \ista de un grupo do hombros prontos á a r r o -


jarse á la chalujia, gritó á aquel buen lino que sol-


tara la cuerda. Sordo á las v o c e s (¡ue se le daban,


prosiguió éste llamando á su padre, v entonces


A l í - B e v de una fuerte puñada que lo dio en la m a -


n o , le obligó á soltar la cuerda, siendo al instante


arrastrada la chalupa á doseienlas teosas del dar».


Esta e s c e n a pasó en m e n o s de un minuto. Fue-


ron momentos cortos , poro horrorosos.


Ea situación de los navegantes de la chalupa


no había, sm embargo, mejorado mucho. Fn velo


de negrísimas nubes les envolvía en una profunda


oscuridad; estaban todos casi desnudos; los goljies


de mar llenaban de agua la barca mientras desear-


gabán por intervalos fuertes chubascos.


En es lose suscitó una disputa, ¡>ues unos que-


rían ir á la derecha v otros á la izquierda, como
si lucra posible distinguir la rula en el seno de las


más profundas tinieblas.


Haciéndose cada vez más seria la disjiula, hízola


cesar Alí-Bev apoderándose rájiidanienledcl limón,


v gritando con imperio:


— 1 \ o sé más que vosotros, v me encargo de
dirigir la chalupa. ¡Desgraciado del (¡ue se atreva


a disputármelo!




349


Alí-Bev había observado muv bien la posición


de la tierra al anochecer; pero no saina á ( p e lado


dirigirse. \ o podiendo, pues, orientarse en medio


de las espesas tinieblas (pie le rodeaban, procuro


cuanto le era dable c e n s e n a r su posición re la t i -


vamente al btupie, (pie aún distinguía.


Para complemento de desgracia, nuestro viajero


se bailaba enlerino, atacado de violentos vómitos


de bilis; pero sin embargo, no abandonó el limón.


Dio orden de remar; sus compañeros no sabían:


señaló su logará cada cual, v después de distr i -


buirles los remos, les explicóla maniobra, v con su


admirable serenidad se puso á cantar (auno los


m a r i n e r o s del mar Ro|o para darles el compás v


hacerles mover con unilormidad.


;lísceua terrible v dolorosa! Alí-Bev estaba


cas i desnudo, descubierto á los golpes de mar,


lluvia y granizo, atado al limón sin saber á donde


ir , sufriendo horribles vómitos, v obligado á can-


tar para regular la uiulorinidad de la maniobra.


Alguna vez la chalupa, el único v sido refugio


de aquellos desventurados náufragos, tocaba en una


roca y la sangre se helaba entonces en las venas


de todos.


Finalmente, después de pasar una hora entera


en tan horrorosa agonía, comenzaron á aclararse


las nubes: un ravo de luna sirvió) para orientar á




350


Alí-Bev v llevar la alegría hasta el fondo de su co-


razón


— ¡Nos hemos salvado!—exclamó.


V fijando la dirección de la chalupa hacia la
costa de Arabia, aunque no hubiese claridad bas-


tante para descubrirla, se hallaron casi en tierra


al ravar el día, después de tres horas délas mayo-


res fatigas.


Desembarcaron en número de quince, lodos


casi desnudos ó en camisa, \ su primor movimiento


fué abrazarse v darse el parabién por su salvación.


f.os compañeros de Al í -Bev , sobre todo, no se


(anisaban de manifestar su pasmo por dicha tan


inesperada; preguntábanle cómo había podido


saber, á pesar de la oscuridad, que ¡a tierra es -


taba allí: y por un mov mnenlo espontáneo de re-


conocimiento so despojaron de parle de sus ves-


tidos en su favor, con lo cual nuestro viajero se


halló bien pronto vestido, algo grotescamente, es


verdad, según él mismo confiesa; pero á lo menos


al abrigo del viento que soplaba.


Sólo faltaba saber cuál era la tierra á que a c a -


baban de llegar. Para esto, Al í -Bey envió cuatro


hombres á la descubierta.


Su relación dio á conocerá los náufragos que
se hallaban en una isla desierta, que no era abso-


lutamente más que una llanura de arena movediza,




351


sin agua, sin roca ni vegetación. Descubríase el


continente á algunas leguas de distancia; mas


¿cómo exponerse aún en la chalupa y con una mar


siempre furiosa'? V si la borrasca había de durar


algunos días, •.cómo permanecer en la isla sm c o -


mer ni beber? «El tiempo, que se iba aclarando


cada vez más, me hizo descubrir en el horizonte,


dice Ab'-l íev, nuestro buque acompañado de otro


i.luo. ¡Cuál bit': nuestra alegría ai volverlo á ver,


cuando lo dábamos por perdido!»


El tiempo volvió a enmarañarse', caía el agua á


mares ) soplaba, un v imito glacial. Los pobres


náufragos estaban transidos de bao, exhaustos, sin


luerzas, después de aquella horrible noche. Apre-


tábanse estrechamente unos contra otros; un solo


capoten que llevaban lué extendido sobre sus c a -


bezas, y sirvió para defenderles algún tanto délos


aguaceros ) hacerles entrar en calor.


A mediodía calmó algo el tiempo v la chalupa


del otro buque, que buscaba á los náufragos muer-


tos ó vivos, se acercó lo bastante para divisar las


señales que le hacían con una camisa puesta en la


extremidad de un remo. Al punto se aproximó, y


sus marineros aseguraron que el dúo se había sal-


vado, sin avería considerable, por ser muy fuerte


v llevar poquísima carga. Como había perdido to-


das sus áncoras, fue afortunadamente socorrido por




352


el otro buque, <|uc llegando casualmente en aquel


apurado trance, le presto un áncora y algunos ca-


bles.


Embarcáronse los náufragos en ambas chalu-


pas y volvieron al buque. Tuvo entóneos lugar


una escena indescriptible. Todo el mundo loco de


contento por ver s a k o á Ah-Hev, so cedió á sus


pies vertiendo lágrimas de alegría; abrazábanle,


besábanle, y no sainan cómo nianileslar su rego-ci jo , porque le habían ya creído á él y ¡i sus com-
pañeros \ ¡climas del mar.


X I V .


Vueltos los náufragos al buque, tornó oslo á


emprender la travesía, y después de oíros siele


días de viajo y de haber pasado el trópico, los pe-


regrinos llegaron á Araboh, donde los que van á


la Meca efectúan la primera ceremonia de su pe-


regrinación.


A medida que se iban acercando á la Áieea, el


corazón de Alí-Bev debía latir con desusada v i o -


lencia. Iba á penetrar é l . cristiano, en la comarca


y en el templo de que había dicho el profeta:


Jamás el pié del infiel profanará, el territorio


pro/libido. Por esto nunca había sido posible á




353


hombre alguno '¡ue no fuese musulmán introdu-


cirse eii ;i(¡uel país llamado la ¡ierra prohibida.
El se pre-eulaba resuello y sereno para desmen-


tir la prolecía.


S.a lrii\esía maríhma Irniiiiió en Djeda, siendo


alojado Al í -Bey en una balulaeion adornada con


ludo el lujo oriental. Permaneció algunos días en


l,i ciudad para restablecerse, v continuó luego su


romería á la Moca, á donde llegó el 2 3 de Enero


de I S 0 7 , quince meses después de su salida de


.Marruecos.


Al entrar en la ciudad le aguardaban muchos


uiogrebmos o árabes occidentales con pequeños


cántaros de agua del pozo de Zeinzem ó pozo san-


to, la cual le presentaron para beber, rogándole


no la tomas-de otro v ofreciéndole proveer la ca-


s a , añadiéndole en secreto que no bebiese jamás
de la que le presentase el jefe del pozo.


El ¡ote del pozo, según luego supo Alí-Bev, á


ouien consiguió unirse con estrechas smioatías,
i O I '


ora un joven de veintidós á venticuatro años, de


hermosa presencia, bellos ojos, bien vestido, muv


fino, de aire duba; é interesante, v dotado de cuan-
tas cualidades hacen amable á una persona. Depo-


sitario de toda la confianza del sultán scl ienf , des-


empeñaba la jilaza más importante d é l a Meca , la


de envenenador en jefe .
M E M O R I A S l 'E V.S C Í J . N S T r i U Y C V T I . 25




354:


El jefe del Z e n i z e m o del pozo sagrado siguió


con Alí -Bev durante su permanencia en la Meca


la conducta m i s m a ipie tiene encargo de seguir


con lodos los peregrinos ile distinción que allí l le-


gan. Les envía lodos los días dos pequeños jarros


del agua del ¡ r izo maravilloso, les lince incesante-


mente la corte, les da suntuosos banquetes, espía


las lloras á que van al templo v acude con la dul-


zura \ gracia más delicadas á presentarles una


taza llena de agua milagrosa. P o r la más ligera


sospecha, al menor capricho, el sultán scheril leda


la orden de envenenar al extranjero \ el desgra-


ciado peregrino deja de existir, (auno ser ia impo-


sible no aceptar el agua sagrad,i presentada por el


¡ele del pozo, éste hombre se hallaba portal medio


dueño de la vida de todos los peregrinos.


Alí-Bev sabia que desde tiempo inmemorial


teman los sultanes scherifs de la Meca un enve-


nenador en su corte ; sabia que no se ocultaban
de ello, pues era cosa conocida por el ( 'a i ro y en


Constantinopla, en términos que el diván había


enviado en v a r i a s ocasiones bajaes y otras perso-


nas á la Meca para deshacerse de ellos por este


medio; así es que nuestro viajero llevaba siempre


consigo un contraveneno por lo que pudiera suce-


dcrle.


Fué conducido el príncipe ahbassida á una casa




355


(¡ue le oslaba preparada junto al templo ó inme-


diata á la del solían soherif.


Alí-Bey se hizo distinguir y respetar bien


pronlo por la prodigalidad de sus ceremonias r e -


ligiosas y por <d celo v fervor con que se las veían


cumplir.


Bebió el agua del pozo mara\dioso, besó la pie-


dra negra, dio las siete vueltas alrededor de la


Kaaba ó easa do Dios rozando las oraciones marca-


das, hizo sus siete viajes por entre las colinas sa-


gradas ile Ssala \ .Mema, \ la primera noche no so


recogió en su alojamiento ni so entregó al d e s -


canso hasta ijiie ludio terminado todas sus cere -


monias y práelicas religiosas con el celo de un


verdadero ere\ente.


Mientras estuvo en la Ciudad hizo cada cha lo


nusnin. Admiraba á todos tanto fervor: así os que


el sullan scheril , (pie va había oído hablar de é l ,


le i c e d í ó con agrado y benevolencia y usó con él


de cuantas muestras de consideración y amislad


pudiera desear.


Dio la casualidad de hallarse Alí -Bey en la
Meca el día en que se lavó v purificó la Kaaba,


en lo cual tomó él una parte activa barriendo la


sala con un manojo de pequeñas escobas, lo m i s m o


que había visto hacer al sultán scherif en perso -


na. Esto lo vahó ser proclamado Hhaddcm Beil




350


Allah cl Hanim, os clocar, servidor de la casa de


Dios la prohibida, título <pie le dio cierta reputa-


ción de santo, conquistándole ina\ores méritos a


la admiración del \ ulgo.


Mo relataremos lo que pasó á Alí-Bev en la


Aloca. E s preciso leerlo en su obra misma, pues


que lo que se reiloro á ¡as descripciones de la


Meca, de su templo \ del que tienen los musul -


manes en Jérusalem á donde lué laminen, según


veremos, es lo que lorma la parle clásica de sus


memorias \ viu¡es.


Había va varias descripciones v vistas de la


Moca v de su templo, pero eran sido conocidas


por las relaciones de los peregrinos o por dibuios


groseros hechos por los arabos; pero Al í -Bey ,


habiendo dado el plan do la ciudad santa de los


musulmanes, los ¡llanos, elevamones, corles \


perfiles do su templo v del do Jérusalem, en los


cuales va hemos dadlo que ¡amas había pendrado


ningún cristiano, enriqueció la historia de las


bellas artes con una geográfica \ liel descripción


de aquellos monumentos, que puede con justicia


llamarse clásica, v sobre todo, de una ciudad que


tan gran papel ha hecho en los tiempos antiguos


y modernos.


Jamás había penetrado cristiano alguno en los


lugares donde se veneran los sepulcros de Abra-




h;; in v s u familia en (lebrón, n i en el templo de


Iv.ab en Constantinopla, donde s e ciñe el sable á


los nuevos sultanes. L o s planos y descripciones


i i u e de Lodo esto da nuestro viajero, n o pueden


m i m o s de satisfacer la curiosidad publica v ofrecer


id i n a \ o r interés.


Ila\ además otra circunstancia «pie aumenta el


mérito de las relaciones \ descripciones de .Mi-


Be Y e s haberse hallado en los m i s m o s lugares


[irecisamenle en la éjmca (Lebrero de I 8 0 7 ] e n


rjue los webbabis se apoderaron de la Meca, y te-


nido todas las j i r o j i o r c i o n e s jiosibles para darnos


exactas \ ciertas nociones sobre la geología, u s o s


\ costumbres de un país casi desconocido á los


europeos, \ sobre la lamosa peregrinación de los


n ni s u lina nos. de la cual, hasta A l í - B e v . solo se había


tenido una idea la I sa o m u s miperlccta al memos.


El 2 de .Marzo de I S 0 7 , después de dar las


siete \ nidias á la casa de Dios \ r e z a r las o r a c i o -


nes particulares de despedida delante de los cua-


tro ángulos de la Kaaba. e n el pozo de Zemzem,


en las piedras do Email \ en el Alakam Ibrami,


salió Alí-Bey del lemji lopnrla puerta Beb-bndáa,


lo cual dicen los musulmanes cpie es de lebz


agüero, porque el Profeta salía por ella terminada


su jieregrinacion. \ dejo ia Meca para regresar a




358


Llegó ó eslc pimío Í I U cosa (jue de contar s e a ,
y quiso p a s a r á Medina á visitar el sepulcro del


Profeta, á pesar de que lo aoaliahau de prohibir


absolutamente los vvehhabis, que se habían hecho


dueños del territorio en aquel entonces.


Q u i s o Alí-Iie\ tentar aquel v i a j e , con la e s p e -


ranza de que la casualidad secundaria su empresa


\ se procuró dromedarios a lin de hacer más


pronto el c a m i n o , poniéndose cu marcha \ l l e -


gando felizmente á Opílenla, de donde salió á las


¡jocas horas de su llegada.


Atravesaba \a el desierto de Medina, \ c r e í a


poder llegar s m obstáculo al termino de su \in ¡e ,


cuando se le presento de repente uu pelotón de


Yvehl iabis , caycuido en su poder ól \ toda su ca-


raca na.


Despojáronle de algunos objetos v quisieron


exigirle la multa ó contribución á que se había


hecho acreedor por desobedecer la orden que ha-


bían dado, pero pudo nlortunadanienle librarse v


consiguió que se le diese j i e r n u s o con toda su


gente para volverse, uniéndose á la caravana f o r -


mada por los empleados, domésticos y eselav os


del templo de Medina, que el Saud, sultán de los


vvefihafns, enviaba lucrado Arabia.


S u s nuevos compañeros de v i a j e le contaron que


los vvohhabjs habían destruido todos los adornos




359


del sepulcro del Profeta, donde nada quedaba ab-


solutamente, que balean cerrado y sellado las


puertas del templo, y que Saud se había apode-


rado de los inmensos tesoros acumulados allí en


el trascurso de tantos siglos.


Ali-Bev pasó con esta caravana á la ciudad de


Ineboa, en donde se embarcó para-Suez, á bordo


de un (.loo que formaba parte de una pequeña


flota.


Como parecía que el destino había condenado á


nuestro viajero á no hacer viaje por mar sm acci-


dente, tuvo la desgrama de que al cuarto día de


travesía, el buque que montaba diese en una roca


á flor de agua, siendo la sacudida terrible v enca-


llándose.


Pudiéronse afortunadamente salvar pasajeros y


equipajes, ¡tasando á bordo de otro dao. Tuvo to-


davía nuestro viajero muchos percances en su


larga travesía, decidiéndose |)or luí á desembar-


car en un jiuerlo que encontraron, jiroporctonan-


dose camellos para seguir su viaje por tierra.


• Kl 1 i de Jumo, de pues de haber [lasado por
Suez, llegó Alí-Bey al Cairo, habiendo salido á re-


cibirle ceremoniosamente los personajes de más


distinción, noticiosos de su llegada.




'osci odali:,)
uà o j | ! î i j он ' m j K M i i \ i:.ioi| op oi.jedsr) , iod S O . I I : A I | O
\ souip.ud' o.ijuo s o o p o . i pm op sondsop л ; oipi f
op (j J [0 oui: \iMii.i i n s |>цо op opuoipis ' nso[.>i|op pup
­ o í a H i p a d a : no snip souni ,p: osiioos.rp Л ; > } | ­}\y


•souiaupisiHii so| uouoi] oidi jmnbusq­o
,»p opina j.) :,).)o.u:d ardi 0[ , I<K! ' S O onli 'siipiuioo
sa.;¡ ,)•;:.mua.nap o|üpur.pmuu л '.n:¡iso.oou u.iuipnd
oioano uusiuisiiimins { Ì I O S O I A . Ì I S o[ on!) op uop.io
oiio 1 •.ijii.Mmi:f'<qi: u o n t j tin . i n u o d s i p 0|0|.пшр1гсш


! ­ î b ­ > * | " l ! u l o z n i 'd [ , ; I U I o ' « Й \ - - « } П 1 > п к ' « M F
Op ,lopi>U.10(|o!rf l i . W Olib 0 0 O O O l ' o i , , ) i!ZI>f|| i ! Oï î0 [ j
оиржн! ,V|Oop;.)ui t u s Л o a . ï i ^ o p oijiì.iodos 0[ on!)
oí . ' a s a p ¡o oso\i : . i ) i : 'oiio.ios \ ü ¡ i p ¡ S i ) < ! U l j 'sopomi 'O
sop o i . i s o p o p V so.ioîiM у эр o .ifHíuiü uc.lS un op
i f j s o i i d u h í . ) i ! i ; i !\ ¡Mi> .> они o osopuo^o.iSi: *•uopîsii.iof
o.o'd o i i u u i ! , ) no o.­an! os ¿oxi op o i p t r op p ['•[


•sopir­
-0Г)\О,к1 l ' I l io ' oidi opoui Л OIU.IO] l'I 110 эГ;м \ ns
s; : H I I | ì h u OH ! ) u o . i o i p i d i u i o u ' s u S i u u ì S U S op son


­oioo.i¡soiuop s o s ( 4 i ] , ) , ! j o s u ' '«й|пл pip иооимоиол
i ' s o n i o d s o j ii| 'so .iopa .iiuipì: s u s op soñi>pu¡ ao'\


'ovini ' ) |0 u«) osuno
­s . :p ap SIMÍ) s o j o d O I ' I Í U . U H ! OS O.IOI'IMA o.iisomy


Л Х


09 Í :




Sul


Al llegar á este punto de su v i a j e en sus Memo-


rias, Ali—Bey se entrega á una extraña s e n e de


reilexiones, que queremos reproducir:


«¡Cuan extraño, dice, m e parecía aquel modo


de viajar! Acostumbrado tanto tiempo a recorrer


!¡)s desiertos con grandes caravanas, es inexplica-


b l e la sensación que exjici 'uneníe aquel día. Xo
llevaba conmigo más que ir is criados, un esclavo,


i res camellos, dos nudas, mi caballo v un soldado


toreo por escolia; veíame, en lin, sobre terreno


cultivado; encontraba de trecho en trecho jmeblos


\ caseríos habitados; mis o|os podían á cada ins-


tatile descansar deliciosamente sobre variados cua-


dros de plantíos; jopaba á cada paso con seres de


ligera humana, viajando á |)ie ó á caballo, v casi


todos bien veslidos: parecíame estar en Kurnpa,


nías, jgran Dios! ¿qué idea venta ii m, zelar su


dosis de amargura con tan gralas s e n s a c i o n e s ' ?


»Lo conlcsaré, pues lo lie sentido: al entrar en


aquellos países circunscritos por ¡a propiedad in-


dividual, el corazón del hombre se vni-oije >j com-


prime. X o vuelvo los ojos, no doy un paso s¡n


tropezar con un seto que parece me diga: Alio


ahi. no ¡raspases este limile. Mi corazón se d e s -


a n i m a , m i s libras s e relajan, me abandono i i iuc-


'ieinenle al movimiento de mi caballo, v me pa-


rece no ser ya el m i s m o Ali-Boy, aquel árabe -pie.




302


lleno de energía v luego, se lanzo en medio de


los desiertos de Alrica y Arabia, c o m o el atrevido


navegante que se abandona a las olas de un m a r


tempestuoso, con la fibra siempre en tensión v el


alma preparada á todo. _\o lia\ duda que es un


gran bien la sociedad, que la mayor dicha del


hombre consiste en v i v i r bajo un Gobierno bien


organizado, que, con el sabio empleo de la fuerza


pública, asegura á cada individuo la pacífica p o -


sesión de su propiedad,; mas también m e parece


que cuanto se ¡jana en seguridad y tranquilidad.,


se pierde en energía.»


Alí-Bev siguió su \ ia|e cruzando la Palestina,


s m (pie fuese turbada la monotonía del c a m i n o


más que por un s u c e s o que debió de alarmarle al


pronto,, pero que luego se convirtió en materia de


r i s a .


Acallaba de salir de la ciudad de Ramio, y ha-


biéndose internado en las montanas, se vio obli-


gado á trepar por rocas escarpadas donde no se


descubría camino trillado. Llegado que hubo á la


mavor altura á las dos v media de la madrugada,


hallóse rodeado de nubes \ nieblas, las cuales, á


la claridad de la luna, v con los horribles precipi-


cios que lo rodeaban, formaban un cuadro impo-


nente y magnífico.


Precedido de su guía, \ seguido de sus gentes




363


á alguna distancia, el v i a j e r o caminaba absorto en


la contemplación de tan bello espectáculo, y acaso


en aquel momento su alma se trasportaba á países


distantes, recordando desde aquellas lejanas c o -


marcas el país que le viera nacer, y pensando en


su i n f a n c i a , trascurrida á orillas del histórico Llo-


bregat. Kl peregrino de la M e c a estaba quizá pen-


sando que- iba a entrar como musulmán en los lu-


gares en que había muerto (insto, s in que le fuese


dado decir:


— Laminen vo soy cristiano.


De pronto, en medio de la oscuridad de la no-


che, se presentan dos v ie jos v detienen al guía.


fcslo, que va les conocía, les dijo en seguida,


señalando á los que guiaba:


— S o n musulmanes.


Pero ios v lejos replicaron:


— X o , que son cristianos.


El guía replicó levantando la voz:


— Lodos son musulmanes, os digo.


Adelantóse entonces uno de los v i e j o s , v asiendo


de la linda el caballo de A l í - B e y , exclamó d i r i -


giéndose á éste:


— T ú eres cristiano.


Kl fingido musulmán, interpelado tan brusca-


mente en medio de s u s reflexiones, s in saber qué


era aquello v asombrado por el tono de autoridad




364


de aquellos viejos y por la lirmezn con que habla-
ban, permaneció mudo un instante.


E l guia v sus criarlos contestaron por él.
— E s musulmán—di orón—es un bel c i r\e : t (e .


Al í -Bes no saina qué hacerse. Ignoraba la i n -
tención de aquellos hombres, v, por otra parle,


le sobresaltaba aquel acontecimiento.


— T e digo que lú eres crist iane—solvió á in-
sistir el V I C I O .


•j


El príncipe abbassida, sundín en sí y reco-


brando su serenidad, le contestó entonce-:


— S o , musulmán. s me llamo Scherif A i b u e s i ,


Vengo de hacer mi peregrinación á la Meca.


Entonces el v i c ¡ o le pidió su pro!osin:i de :<•,


llízosela Ali—1?c\ por darle gusto, y luego les


dejo I-I ¡¡¡¡miar el v une.
A h T a bien: ¿por qué se obstinaba rqeel u r o


en creer que Alí-Bev era crisiia¡u), sin habíale


\isto rd rostro m oídole hablar"?


¡Virque besaba un albornoz azul, s cu aquej


país osle color es usado por los habitante:- ( l a -


tíanos.


Eos cristianos y judíos que san á J . resalen,


pagan en a piel sitio un tríbulo de quince piastras


por persona, en provecho del sultán de Constan!i-
nopla. Los M O J O S habían arrendado aquel lóbulo, v como aquel paraje, que no disla mucho de la




365


población, es el único desfiladero por donde se


puede pasar, estaban continuamente en acecho


para que nmgun judio ni cristiano se sustrajera


al tributo.


Llegado que hubo á Jerusalen, A l í - B e v fue' alo-


j a d o en la mezquita de un santón llamado Sidi Ab-


delkader, situada al lado del líerain ó templo mu-


sulmán.


X V I .


Va liemos dicho (pie á Alí -Bc\ debe la historia


una descrqieion circunstanciada del templo musul-


mán ¡le Jerusalen, deserijiciou ( j i leantes no se


tenia, porque los musulmanes no se hallaban en


estado de darla, \ á los cristianos no les ha sido


j " sible jicnetrar jamás.


También visitó nuestro viajero, pero siempre


como moro, los lugares #\ enerados por el c r i s t ia -


n i s m o .


Obtuvo permiso para visitar el sepulcro de Cris-


to, pero no [indo hacer en el oración, atendida la


clase que representaba, porque, según él mismo


dice, los musulmanes hacen oración en todos los


sanios lugares consagrados á la memoria de Jesu-


cristo y de la "Virgen, exctqilo en el sepulcro que




:3t',6


no reconocen, pues creen <pie Cristo no murió,


sino que subió al cielo, dejando la imagen de


su rostro á Judas, condenado á m o r i r en su lugar,


v en consecuencia ipue habiendo sido sacrificado


Judas, aquel sepulcro podía muy bien encerrar el


cuerpo de éste, mas no el de Cristo. Por esta razan


no ejercen acto alguno (he devoción en este monu-


mento.


De Jerusalen pasó nuestro viajero á .laffa, em-


barcándose allí para San Juan de Acre, visitó el


monte Carmelo \ estuvo en Xazaret, alojándose


en el comento de frailes franciscanos, edificado


en el sitio déla casa donde la \írgen María r e c i -


bió la visita del ángel Gabriel.


De seguro (¡ue habrá sido Al I-He v el primero


Y tal vez el ultimo cristiano (¡ue ha visitado como
musulmán los lugares santificados por nuestra re-


ligión.


J)e Nazarct pasó á Damasco y de ésta á A lepo,


visitando entonces por primera vez el país deque


en tridos sus viajes había dicho ser hqo.


Tocamos va el término de los viajes del príncipe


abbassida.


De Damasco por Antioquía se dirigió á C o n s -


tanlinopla, á cuva ciudad llegó á últimos del


año 1 K 0 7 , pasando á alojarse en el palacio del


embajador de España, que era el marqués de Al-




3ii"


menara, único que le c o n o c í a , j i c ro que guardo


naturalmente el más profundo secreto, llevando el


misterio hasta destinarle una habitación mandada


expresamente alhajar á la oriental para recibirle .


Alí-Bo\ pasó siempre á los ojos de toda la familia


de Almenara y personal de la embajada por u n


principe abbassnla, relacionado ó recomendado


por nuestro Gobierno al embajador.


A propósito de la estancia de Alí-Bey en Cons -


tantiiiojila, se cuenta una graciosa anécdota, que


un j<>\ en agregado entonces a nuestra legación en


Constantinojila refirió al conocido escritor madri-


leño S r . .Mesonero Heñíanos.


I n día del mes de Octubre reunió el embaja-


dor Almenara á toda la legación, manifestándoles


ipic iba á llegar el principe Ali-Bey 1 Abbassi ,


poderoso magnate que le estaba altamente reco-


mendado por la corte de Madrid, como lie! abado


V amigo; v que esjieraba de torios los caballeros


españoles le tratasen con ei agrado \ respeto de-


bidos á sus distinguidas cualidades. Llegó en


efecto el príncipe seguido de una magnífica comi-


tiva de esclavos \ soldados, mujeres, camellos x


caballos; ajieóse en id jialacio de la embajada, y


fué presentada á él toda la legación por el mar-


ques, siguiendo la conferencia por medio de los


interpretes, \ en árabe puro, con todas las etique-




tas v retoricas hguras de estilo entre los orienta-


les. Repitióse la (al escena constantemente mien-


tras su permanencia en aquella capital, liasta rpie


el día de la despedida hizo disponer el embajador


un espléndido almuerzo, colocando al principe


Al i -Bey en el lugar distinguido, v apresurándose


todos á servarle por gestos v ademanes.


Lo extraño era que en. el medio de la mesa des-


collaba un gran plato de huevos revueltos con to-


mates, xianda algo exéilica en verdad en semejante


convite; pero que sin duda estaba puesto allí por


capricho del embajador. X o dejaron de notarlo \


aun de afearlo algunos de los jóvenes españoles:


pero ¡cuál fué su asombro cuando vieron al prin-


cipe Al í -Bev. que animado de repente á la vista


del plato, v poniéndose en pié, empieza á repar-


tir á lodos v á servirse á sí mismo con gracia y


desembarazo, repiliendo con sonrisa placentera,


en puro lenguaje español, aquellos versos de


Triarte:


«Y ella les dijo: sois unos petates,
¡yo os los liaré revueltos con tomates!»


El príncipe árabe reía de veras, el embajador


reía también, todos los demás estallan sin creer lo


que veían. . . Al día siguiente, v va después de


marchar Alí -Bev. supieron la verdad del caso.




369


En Constantinopla fué donde tuvo Al i -Bey las


primeras noticias de las ocurrencias políticas acae-


cidas en España v la entrada de los ejércitos de


Napoleón, con lo cual se determinó á acelerar su


regreso: pero una larga enfermedad le sorprendió


en el v iajc, obligándole á detenerse en Munich.


No bien restablecido todavía, se trasladó á Bfi-
\ona, donde, según parece, llegó por cierto bien


escaso de recursos en í) de Ma\o de 1 8 0 8 . en los


mismos momentos en (pie la familia real de E s -


paña \ Napoleón se hallaban en aquella ciudad.


Presentóse, pues, al rev Carlos I\ , y habién-


dole enseñado algunos papeles y planos relativos


a su vnqe, aquel monarca, después de examinar-


los, le di jo:


— Va sabrás que la España ha pasado al domi-


nio de la Francia por un tratado (pie verás. Vede
nuestra parte al emperador, v dile que tu perso-


na . tu expedición v olíanlo dice relación á ella,


queda á las órdenes exclusivas de S . M. I. y 1C,


v que deseamos produzca algún bien al servicio


del Estado.


Insistió Badía en seguir la suerte de la familia


destronada: pero contestóle Carlos IV :
— - N o , n o ; á todos conviene que sirvas á Napo-


león.


Lo que sucedió después, se sabe por las Moinn-




370


rim ya citadas de M". Bausset. prefecto del pala-
cio imperial.


Este fué enviado á buscar un día por el empe-


rador que le d q o :


— A c a b o de hablar con un español, que debéis


haber visto en el salón. Xo tengo tiempo bastante


para prestar atención á su historia, que por lo de-


más me parece muy larga, \edle, pues; habladle,


v enteraos de un manuscrito a que ha hecho re-


ferencia. Luego me daréis cuenta.


Es te español era Badía , que , siguiéndolas i n s -


trucciones del rey Carlos I V , se había presentado


al emperador.


M. Bausset dice que habiendo entrado entonces


en el sa loná que el emperador hiciera referencia,


vi(') aun hombre, jú\en aún, de esbelta \ elevada


estatura. Llevaba una especie de u n i f o r m e azul,


sin bordados ni charreteras , v una magnífica c i -


mitarra, prendida al uso de los orientales, pendía


á su lado colgando de. un cordón de seda veíale.


E l aspecto de aquel hombre llamo lavunible-


mente la atención de ,M. Bausset. que se aceren á
él dieiendole que estaba autorizado por el empera-


dor para seguir la c o n v e r s a c i ó n con él empezada.


«Respondióme con cortesía , dice M Bausset,


v entonces su fisonomía expresó tal dulzura v tal


vivacidad al misino tiempo, que me sentí predis-




371


puesto en su favor, v pronto á hacer por él cuanto


de mí dependiera.«


M. Baussct se nombro, v le preguntó luego su


noiubre.


— Aquí y en España — le contestó nuestro hé-


r o e . — m e llamo Domingo Badía y Lebhch; pero


en Oriente S O Y conocido por A l í - B e v , príncipe de


¡a tamiba de los abbassidas.


Hubo de causar gran asombro á M. Baussct


esta respuesta. \ Badía se apresuró á contarle su


dramática historia, reliriénclole con los mayores


detallos los principales acontecimientos.


El prefecto en sus Memorias se extiende luego


en relonr las noticias del \i¡qe de Al í -Bev. que lo
contó (d mismo, sus provéelos políticos v demás
que queda explicado, haciendo un completo elogio


del claro talento, del valor v hasta do la hermosa


ligara v porte verdaderamente oriental de Badía.


Empero, no obslarileel gran mlerésque éste lo


inspiró, v (pie laminen debió inspirar al empera-


dor, no luvo por entonces otro resultado que el


de ser recomendado al rey José, (pie parece t a m -


poco pudo atenderlo en mucho tiempo. Badía


vivió en Madrid con su 'amiba reducido á la ma-


vor estrechez , hasta que (punce meses después le
envió aquel Gobierno do intendente á Segovia. sin


que él lo huhicse solicitado, pues lo fínico que pi-




372 d i o , según parece, fué e! permiso para Irasladarse
á París á hacer la edición de sus obras que no era


posible publicar en España.


Más tarde fué nombrado prefecto de Córdoba, v


últimamente intendente de Valencia, de C U Y O des-


tino no llegó á tomar posesión.


Aún parece que se consonan en dichas dos


ciudades de Segnvia v Córdoba recuerdos de! in-


tr ¡viente moro, por lo que chocaban á sus h a b i -


tantes su ademan y maneras orientales.


Comprometido por este modo con el partido


afrancesado, no creyó prudente quedarse Badía en


España á la retirada de los franceses, porque aun


cuando su buen comportamiento en la intendencia


v prefectura parecían deber ponerlo á cubierto de


toda persecución, era difícil que la cualidad de


empleado del Gobierno intruso no le a c a r r e a s e ,


cuando menos, algún insulto. Emigró, pues, á P a -


r ís en 1 8 1 4 , v c o m o su proceder había sido recto


y patriótico, envío á los potáis días una reverente


exposición al rev Fernando V i l , haciéndole una


breve reseñy de sus importantes servicios, v olrc-


ciendose á continuarlos en favor de S . M.. á quien


tributaba su homenaje de fidelidad v s u m i s i ó n .


Esta exposición, que encaminó á manos del rev


por distintos conducios, no produjo resultado a l -


guno. Badía tuvo el dolor de ver despreciados sus




:.S73


serv"icios, v un le quedó otro recurso que el de


admitir la hospitalidad que le o f rec ía la F r a n c i a ,


v renunciar á su patria que . ingrata e indolente,


repelía en él una de sus mejores glorias.


F i jóse , j i u e s . definitivamente en París, donde


pulilmó en 1X1 i su interesante v i a j e , en francés,


hajo el nombre de A l í - B e v . v ocultando su verda-


dero nombre \ patria.


F u 181.'i casó á su luja con M. Dohslle de S a -


les, miembro del Instituto, v este enlace v el


aprecio que el Gobierno de Luis X V I I I hizo de


Badía . |)roporcionaban á éste los medios de pasar


trampillo el resto de M I S días: pero su arrojo v


osadía invencibles, el deseo de recobrar parle de


los preciosos objelos científicos que había reunido


en sus viajes, v , sobre todo, según p a r e c e . una


misión publica que le conlinó el Gobierno francés,


lo obligaron á pasar do nuevo á Oriento, á donde


regrosó con el sueldo, grado v consideraciones de


general de división (mariscal do campo) que le


había concedido el Gobierno francés, aunque con


el mimbre v rrpresentaeion do Alí-Othman, prin-


cipe oriental.


\ a no debía regresar á Europa. Aquella vida


laboriosa ¡lasada en prestar eminentes servicios,


debía tener un (in trágico.


Se supone, ¡ m e s no ha llegado aún á esclaro-




374


FIN.


corsi' esta verdad, quo la misión importante que


Badia llevaba del Gobierno Ira n e i s era para la In-


dia, v que el Gobierno inglés, celoso de esta m i -


s ión , se entendió con el bajá de Damasco, id cual


envenenó á nuestro Ab'-Bev ó Ali-()tliman por m e -


dio de una taza de care', l'impero, el S r . Mesonero
Romanos, que es el último que lia escrito su b io -


grafia, dice haber visto carta del guardián del


convento español de San branciseo en Damasco,


en la (pie albina que el desdichado Madia murió
en el mismo de una disentería natural en \HÌ'Z.


Todos s u s papeles v (decios so perdieron, que-


dando en poder del ba já , según los que siqionen


la primera versión.


Su esj iosa. que le sobrevivió algunos años, re-


sidui siempre en París, disfrutando la viudedad de


general, v creemos que su hqa, casada con M. .De-


bslle de Sales, v i v e aun en dicha cuidad.


Hemos creído que debíamos extendernos aigo al hablar d e l ) . Domingo Madia, lis una gloria de
nuestro país, (pie hasta hace poco ha sido crnm-


nalmente desconocida . v q u e . por desgracia, no


tiene aún entre nosotros loda la celebridad de (pie


es digna.




INDICE.
Í>J! LAS


MATERIAS OPK (.'OM'IENK ESTE TOMO.


P A G I N A S .


De la soberanía nacional y fie las Cortes en Ca-
taluña o


El castillo y los caballeros de l igara , 63
El rey D. Jaime y el obispo ds ü-erona 81
Memorias de un constituyente (páginas de un


diario) 01
Alí-liey el Abbassi 123


(