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V\ I! l' .,i J \}


DURANTE EL GOBIERNO ESPAÑOL,


HASTA LA ENTRADA


DEL EJÉRCITO TRIGARANTE,


OBRA ESCRITA EN RmIA


POR EL PADRE ANDRES CA VO
DE LA COlUPAÑíA DE JESUS.


Publícala


CON NOTAS y SUPLE~IENTO,


EL LIC. CARLOS ¡lIARlA DE BlISTAiJfANTE.


y la dedica


A LOS SEÑORES SUBSCRITORES DE ELLA, Y PROTECTORES
DE LA Ll'fERATl'RA MEXICANA.


TOM. l.
.' , ~.


l\fEXICO.
Imprenta de Luis Abadiano y Valdé~.


Calle de T acuba núm. 4.


1836.






CUANDO tocaba el último tercio de mi vida.
y Horaba como una gran desgracia bajar al se~
pulcro sin dejar á mis conciudadanos una histó-
ria completa de lo que habia ocurrido en esta
República durante el gobierno Español de tres-
cientos años y diez y siete días; una feliz casua-
lidlld me proporcionó la história autógrafa del
sábio Jesuita Andrés Cavo escrita en Roma, la
que poseía el IUmo. Sr. D. Joaquin Madrid, Obis-
po in partibus de Tenagra, que me la franqueó
generosamente. Ya tenia noticia de eIJa desde el
año de 1799, comunicada POl' su hermano el P.
Lorenzo Cavo; pero era inferior á la idea que
me he formado despues de Sil lectura; habíala
escrito y dedicado al Exruo. Ayuntamiento de
México, de cuya Secretaría se le remitieron mu-
chos Apuntamientos por mano del Sr. Regidor
D. Antonio Rodríguez de Velasco, y aun se le
babia excitado á escribirla, Efectívamente; cor-
respondió el P. Cavo á este encargo de una
manera muy cumplida, y cual solo pudiera un
sábio expatriado hasta Roma, que no tenia otro
objeto á que consagrarse, que recordaba sin ce-
sar la memoria de su cara Pátria, y que por un
acaso se encontraba allí con los mas sábios Je-
suitas Mexicanos con quienes consul~ó sus dudas.
Por tales causas ha salido la obra mas acabada




H.
que pudiera desearse, y que la hará harto re.
comendablc á sus lectores. Hoy, pues, se las
presento con el mismo placer que lo haria si
estuviera en mis IIlallOS poner á los pies del Pre-
sidente de la República ocho 6 doce millones de
pesos con que remediara las necesidades que afli.
gen á la N acion; pero ya que no me es dado
hacerlo así, le pongo á la vista los medios y ar-
bitrios de que el gobierno Español se valió pa-
ra llevar á esta colonia al grado de poderío,
explendor y arreglo, á que no llegó ninguna de
la otra América, pudiendo decirle tanto al go-
bierno como al Congreso general.... Hunc igi-
tUf spectemus, hoc propositum sit nobis exemplum.
Si quereis tener hacienda copiosa y arreglada,
seguid las huellas que os dejaron vuestros ma-
yores. Creo que no es éste un pequeño servi-
cio, en circunstancias en que todo se ha des-
truido, y nada reparado. El P. Cavo escribió su
hist6ria hasta principios del gobierno del Virey
Marqués de Crais, y no tocó sin duda por po-
lítica el gran suceso de la expulsion de los Padres
Jesuitas; yo la he tomado desde este periodo, y
estoy haciendo los mayores esfuerzos por l1c-
uarlo hasta la entrada del Ejército trigarante en
México; la empresa es árdua, y tanto, que para
poderla llenar es preciso recorrer mas de cien-
to cuarenta volúmenes que contiene la corres-
pondencia de los Vireyes con el Ministerio de
Indias de .Madrid, sin contar con la que lleva-
ron con el Consejo de este nombre. Este su-
plemento (si logro coucJuirlo) será un remiendo
de jerga cchado sobre una capa de púrpura; yo
no puedo ladearme junto á este sábio escritor,
y lUis conciudadanos me dispensarán tamaño atre-
vimiento. solo por el deseo que tengo de· Íns-




lIl.
trmrlos de lo que ha pasado en poco mas de
medio siglo, y que ahora podrán saber aunque
de una manera imperfecta.


. El texto del P. Cavo en nada lo he alte-
rado, su castellano es puro, y su sencillez ini-
mitable; solo he corregido una ú otra palabra
que me ha parecido menos castiza, y que olia
á patavinismo, porque era imposible dejara de
pegársele á un hombre que solo trataba con Ita-
lianos, y no cultivaba el castellano (1). Ofrez-
co mis afanes á los buenos Mexicanos que han
contribuido á la edicion de esta Obra, y mi.
ro en ellos unos verdaderos patriotas, amigos de
la gloria de su N aeion , y protectores de su
bella literatura.
~léxico 18 de Julio de 1836.


·Carlos María de Bustamante.


; ,.~..,
.


-.


[ a ] Al calr:e del texto de la hist6ria se leen
alt(unas notas que he puesto para aclararlo y am-
plificar sus conceptos, que por lo comun son to-
madas del P. Francisco Xavier Alegre, que se ocu-
paba de escribir la his[ória de la Compañía cuan-
do ocurrió la expulsion.




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PROLOGO.


Esta Obra trata de la Historia moderna de la
ciudad de l\fpxico. En la del antiguo imperio de
los Nlexicanos, aun en nuestros dias, se han em-
pleado valientes plumas; pero hasta ahora (á lo
menos que yo sepa) ninguno ha emprendido
la Historia desde la conquista de los Españo-
les de aquella ciudad hasta nuestros tiempos. Des-
confio de poder desempeñar asunto tan grave,
que seguramente sería superior á mis medianos
alcances, si el amor de la pátria, y las exhór-
taciones de los amigos no hubieran alentado mi
cobardía, para no dejar sepultados en eterno al.
vido los monumentos de la primera ciudad del
lluevo mundo. El trabajo, á la verdad, es excesi-
vo, debiéndose recorrer el espacio de 245 años,
mucho mas que desde aquellos tiempos, México
es recomendable por su opulencia, y tanto, que
apenas pocas ciudades de Europa la excedian. De
la historia eclesiástica de ella no hablaré, sino
en los puntos que tienen conexí'on con la civíl,
A un sugeto desterrado, lejos de su pátria co-
mo yo me hallo, faltan los monumentos de esta
parte de la Historia: si acaso los adquiriere, me
dedicaré á servir á mi nacion aun en esto. Juz-
go inútil el protestar al principio que contaré los
sucesos como los hallo en los monumentos que
se conservan en los archivos de aquella ciudad,
ú en los autores que entre los sábios son teni-
dos por eruditos. La libertad con que escribo es
la de un historiador que no sigue partido. Este
candor deseo en mis lectores, para que no des-
aprueben lo que estriba en sólidos fundamentos.
y si como PS antigua costumbre de los poetas.


1




al principio de sus obras, el invocar la divmidad, la
fuera de los historiadores, con gran contento mIO
me volvería á Dios, que á Colón cuando buscaba
por el Occidente la India Oriental, le deparó un nue-
vo mundo en que su santo nombre fuera adora-
do, no solo en espíritu y verdad, sino tambien
con el mayor explendor, y le pediría que dirigie-
ra mi pluma, model'ára mi estilo, y me conce-
diera terminar esta Historia con felicidad. N o me
atrevo á impugnar lo que los autores refieren de
maravilloso, sucedido antes y en la fundacion de
México; porque aunque sean cosas sin fundamen-
to, forjadas por naciones supersticiosas, á la an-
tigüedad se debe perdona}' este defecto como di~
ce (*) Tito Livio hablando de Roma, porque to-
dos los pueblos por lI1ácsima de política han te-
nido cuidado de mezclar en las historias de las
fundaciones de sus ciudades muchas cosas divi-
nas á las humanas, p~ra hacerlas respet.ar como
augustas y venerables. Me parece verosímil que
los Aztecas, nacion que fundó el reino de )iIé.
xico, se refugió en el lago en que está situada
aquella ciudad, como en un baluarte, para de-
fenderse de sus enemigos, y con el discurso de
los años y bajo sus sábias leyes, había llAgado
á tal opulencia, que arribando á ella los Espa-
ñoles no podían persuadirse á creer aun lo que
veían con sus ojos (**).


[*1 Tito Libio en el Prólogo. [**1 El origen de }}féxico, sus progresos, y grado de apu7en,
cia á que habla llegado esta Ciudad cuando arribaron los eS'pa.
ñoles á Veracruz, está demostrado en las Maliunas de la Aja.
meda de México, que en dos tomos en cuarto acabo de publi.
car parainstruccion de la juventud ll!rxicana. Remito á mis
ledores (í dicha obra, donde encontrarán cuanto pueda hacer útil
y IIgradablt aquella, no menos que á esta, que es su continua,
('ian.-L. B.




St'::\lARIO DEL LIBRO PRIMERO.


1 ? Situaeion dl; i\fexico y su opulencia. 2? Llegan allí
los Espaü.olcs, y SOIl rt:cibidos de l\bctheuzoma comO
.,tros tantos diuses: sospecha Cortés que este Rey trata
de matarbs, y lo prende: se ~nscita por esto un tumul-
to, que queriendo apaciguar :\Ioetheuzoma es herido de
ulla pedrada y muere: se substituyen otr'Ós reyes, y al
último Quauhtem(lc prende IIolguin. 3? Los Españoles
toman la ciudad de México. 4? Quauhtemóc con la no-
bleza Mexicana es llevado al palacio de Coyohuehuatzin;
vii Cortés allá con gran pompa, y procura saber donde
habían ocultadr) los tesoros. 5? )landa Cortés salir de
la ciwlad á los .Mexicano.'!: hace nuevas pesquizas de los
tesoros: dá tormentos ú Quauhtemóc, que sufre con he.
roica paciencia. 6? Cortés se esmera en honrar á Qua.
uhtcmóc: divide entre sus soldados y confederados los
despojos de los Mexicanos. 7? Cortés se retira á Co.
yoacán: elegidos los ministros de policía, divide aquellas
tierras entre sus soldados, lo que le acarrea el ódio de
muchos. 8? Destruye los ídolos de los :Mexicanos, y con
ellos la mayor parte de sus monumentos. 9 P De las en.
trañas del volcán de Popocatepetl hace sacar azufre. 10.
Envia embajadores á Michoacán. de donde el hermano
del Rev vú ú felicitarlo. 11. El Rev de Michoacán con
gran c(;rtcjn sube á ~Iéxico. 12. ~ianda Cortés reedifi-
car á .México, y la divide entre los Españoles y natu-
rales. 18. Se suspcnde la restauracion de México por las
nuevas que llegan de qne Garay iba á poblar á Pánu.
CO. Cortés eon un buen cjército conquista aquella pro.
vincia. 14. Obliga á los Españoles á llevar á México sus
familias. 15. Prohibe á los l\Iexicanoil los sacrificios, es-
tablece fundician de cañones, v abre el camino del mar
del Sur. 16. El Emperador Carlos V. destina á Tápia
por Gohernador del Reino de México. 17. El Ayunta-
miento envia á éste sus procuradores, dandole parte de
las razones porque Cortés no ohedecía. 18. Carlos V.
hace á Cortés Gobernador y Capital1 general. 19. Con-


* cede




cede privilegios á lor:; ;,;oldados, y hace varias leyes. ~(J,
Conced~ á México escudo de armas, y firma el decreto
de no enagenarla de la COl"Ona de Castilla. 21. Los sol.
dados de Cortés se alborotan con los mandamientos del
Emperador: llega Garay tt la costa, se le desbandan sas
soldados, y se somete á Cortés. 22. Se instituye en Mé-
xico el tribunal de cuentas, y á los padres franciscanos
dá Cortés el palacio de las aves de }Ioctheuzoma. :la.
Los oficiales realc~ hacen malos informes de Cortés. :H.
Determina éste ir á castigar á Olid, que se le habia 1'0-
belado, á lo qne se opone la ciudad; pero Cortés finge
ir solamente á Goazacoalcos. 25. Envía al Emperador con
Soto varios regalos, provee al gobierno duraBte su au-
sencia, y se lleva á Quauhternúc. 26. Sabidas por Cnr-
tés las turbulencias de México, dospacha á los dos ofi-
ciales reales que llevaba, y él parte para Ibuéras,




Aüo de ] 5~ L .;:;J~
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"', >. f •• '


LIBRO PRIMERO,


COJUENZA ESTA HI8TOR1A..


l. En un ameno y espacioso valle, en donde hacen l'c·
manso los manantiales que corren de las sierras de que
México está. cercada, se forman muchos lagos: los dos
mayores están situados en lo mas profundo, y sus ori-
llas notablemente hermoseaban mas de cincuenta ciuda-
dc~; treinta leguas tcnian de circunferencia, y estaban di-
~'ididos por un dique, obra de gran solidéz, que tenien-
do á trechos sus cOlllpuertas descargaban las aguas del
uno en el otro cuando la necesidad lo pedia. El mas al-
to era de agua duke y abundante de peces de esquisi-
to sabor: el bajo era salitroso, y por lo mismo mas útil
á los Mexicanos, porque en sus orillas purificaban la sal
que dejaba la resaca, y de ella proveian á las provin-
cias vecinas. En el medio de este lago estaba México
fundada: su comunicacion con la tierra era por tre[ol dis-
tintas calzadas; la una, de dos leguas hácia el Sur, la otra,
de una legua al Norte, y la tercera corría al Poniente:
sus calles eran bien anchas formadas á nivel, unas de
agua, otras de tierra hechas á mano, y finalmente, las
mas de agua y tierra para la comodidad de sus vecinos.
De aquí nacía que en la ciudad habia muchas islas, y
tanta multitud de grandes canoas, que testigos oculares ase-
guraron que al tiempo que llegaron allí los Españoles, mas de
cincuenta mil navegaban por aquellas lagunas, fuera de
innumerables de menor porte cIue estaban formadas á fuer-
za de fuego de un solo tronco. La ciudad se dividia en
dos cuarteles: el primero llamaban Tlatelolco, que algu-
nos interpretan isla, aquí habitaba el pueblo, y en él se
hallaba la famosa plaza del mercado, que dió tanta ma-
~eria á nuestro!'; antig-uos esr.ritorei". El otro, que era el


I




~ AilO de 15:21.
principal, llamaban jlI¡'cr;('o, ó por perpetuar PI nnmlm:
d,~ L11l alltiguo caudillo Jlr,ritli, ó lIuit:ilopochtli. l\Iarte
de los ~lexicanos, {¡ por la abundancia que en aqudla
tierra hay de la planta lnrtl, 6 pita, y la voz 1('0 que
~igllifica enmedio. En esta parte estahall los edificios pú-
blicos, palacios reale~, y casas de los noble", que com-
ponian la córte y tribunales; pnr esta raznn la ciudad to-
mó el nombre de Jllí:xico, y dejó el antiguo de ]'(,lIor7l-
¿iaúll, que quiere decir tUllal sobre piedra. S(~an](' per-
mitido añadir á esta descripcion histúrica, que México te-
nia en Sil recinto ocho grandes templos tach{)lIado~ de
joyas y piedras preciooas, y mas de d,)s mil menores, que
todos eran monumentos de la n1?gnificencia de los Mexicanns.


2. Llegados ú esta ciudad· los Espaüoles, y recibidos
de su Rey J\loctheuzoma como otros tantos dioses, á po-
co tiem}lo, por sospechas que Reman Cortés tuvo de que
Quauhpopoca hacia la guerra á los Españoles por ón!en
de aquel Rey (1), no solo In prel1diú, ~jllo que para Ilte-
mnrizarlo ma~, le puso grilIos.E~tc dcsllcato (IHe hizo
perder la paciencia á los Mexicanos, puso ú los Espa-
ñoles en gran peligro; porque de él se originó un gran
tumulto, que dicen muchos autores creyeron los Castellanos
sosegar con obligar á Moctheuzoma ú que subiese á la
azotea del palacio en que estaba preso, y desde allí aren-
uase á sus vasallos á dejar las armas, que por su de-
fensa habian empuñad", l)ero como este razonamiento
fuese tenido por indicio de cobardía, una pedrada que
lo había herido gravemcnt0 le qllit6 la vida. Luego que
los Mexicanos supieron el Je,;graciado fin de su Hey,
con{;wme á sus leyes, eligierflll por su Seüor :i Cuitla-
huatl, hermano del difunto, hombre (le valor y acredita-
da experiencia, como 10 prob6 en aquella noche que hu-
yeron de J\léxico los Españole~ y lIamarun triste. Pero
la suerte priv6 á los Mexicanos de tan gran Rey, qU('
murió de viruelas, enfermedad desconocida ha~ta enton-
ces de aquella nacion. Pur muerte de éste, los votos de


[1] En el llIJ1L SS. inédito que ten¡![o del P. S{/híl-
gun que no m'ú el autor, consta que Corl(;s arrfst~) á
.:Jlnct1zeu'Z011la desde el mismo dia de Sil llcl!ada: (;/1 la.~'
cartas de CorUs consta quc con e,~ta intenci~1l sc Iwllabu
.desde que desembarcó en Veracruz.




Afio de 1 fí2L ;$
los electores !le acordaron en Quauhtem6c, sobrino de los
reyes precedentes, y cufiaelo de M'Jctheuz01na, hombre de
espíritu, y dotado de tal grandeza de animo, que ann sus
enemigos lo estimaroll. Este filé el que soportó los tra-
bajos del largo sitio dc México, en el cual considerando
sus generales que no se podia por mas tiempo defender
la pfaza, lo obligarun á salvarse en una canoa que fué
apresada por Holguin, á quien Quanhtemoc conjuró que
tratara con el respeto debido, ú la reina y damas que
le acompafiaban (J). Llevado Quauhtemóc á la presen-
~ia de IIcl'llán Cortés, le habló en estos términ0s: "Ha-
biendo cumplido con los deberes de Rey, defendiendo á
mi nacioIl, por voluntad de los dioses vengo cautivo á
tu presencia: 1) y extendiendo la mano al pulíal que Cor-
tés traía a la cintura, le dice: "Ea Español! con este puñal
pásame el corazon, y quítame la vida, que es ya inútil
ú mis pueblos.»)


.'J. E~Ul acci,¡n sucedí!) el 13 de Agosto del año
de 1 [,21, Y desde ella comenzó la historia de la ciudad
de México, por haber pasado entonces el imperio de aquel
nuevo mundo á los E~pañ()les. Este dia se celebra anual-
mente con un paseo á cahallo, en que marchan los tri-
bunales y nobleza, llevando con gran pompa á S. Hipó-
lito el pendon que sirvió á la conqui"ta de la ciudad,
que se conserva en las casas de Cabildo. Es digno de
I1ntarse, que en toda la carrera no se ven 'Mexicanos,
como lo ase¡"Turau hombres de verdad. ¡Tan profilllcla es-
tá en .'''I,S únimos la IWl'ida, qlle despues de mas de dos
siglos parecía ya curada! Luego que Cortés vió delan-
te de sí al Rev QlIallhkrnr'Jl~, procuró consolarlo v ha-
cerle Illcn,)s )I(:8ado su c:alltiverio, asegunindole qi¡e lo
conservaría eUll10 rehenc~, hasta que su soberano CarIos
Y., el mayur Rey fllte habia en la Europa, dispusiera de
su suerte, <¡lte desde luego sería que se le volviera su
libertad, y se le restituyera su reino que con tanta glo-
ria había ddl'lldido. Creo qlle Quauhtemoc recibiría .'s-
tm; e"'presio!ws COIIIO pltro cumplimiento de aquel gelle-
ra l ; entretanto, le pidió hieiera cesar las hostiJidad",s Coro
té~ en c.ambio, y que mandara á los suyos rendir las ar-


[1] Torqucmada, monarquía indiana, pág. 1. lib. 4,
~llp. 101.




1 Aúo de 1 ;,21.
ma~, J\lúluamcllll; COIlYJlllerOn en esla~ ,kmallJao, y ~t
dieron las únlene",


4, (1) Aquella ~lOche lIe\"aron {l los bergantines que
andaban en Acachmanco ií Quauhtelt]()c, y (t los reyes
de Tetzcoco y Tlacopan, con los dellIús jJrisioneros' dc
cuenta, de donde al día siguiente todos fueron conduci-
dos al espacioso palacio de - Co!!o!llIdllfetl ell el barrio de
Amaxúe (2), en eompafiía de Cortós y de ~lIS soldados,
Subidos todos ú las azoteas. que estab:lJI . entoldadas v
colp;mlas de vistosos tapices, en lo mas desembarazad;)
ocu·pó Cort(:s un sólio ya dispuesto, haciendo tomar asien-
to á su derecha á Qllauhternóc, á su izquierda á l()~ otros
reyes y caC'íques, r pOI" Illerlin de ~!1 fiel intérprete Ma-
rina abrió el CUllgrc:Jo, pidiendo ;1 aquellos scílores que
restituyeran á los Espafínlcs todas las alhajas de valor
que habian juntado la primera vez que estuvieron en
México, y que se yieron precisados á abandonar, por
huir del peligro en que se hallaban: ;1 mas de e,to. h-
grandes tesoros que les eonstaba tenia J\Ioctheuzoma. Qua,
uhtemóc, deseoso de obedecer al Conquistador, hizo par-
tir con diligencia varios mensajeros, que despues de tiem-
po, cargados de piedras preciosas, oro y plata, volvie-
ron; pero aquel cúmulo de riquezas lc pareció tan poco
á Cortés, que dijo públicamente, que aquello ni equiva-
lía á lo perdido, ni menos podía ser el tesoro de Moe-
theuzoma: y así resueltamente mandó que se le hiciese
traer (3). Quauhtelllóc entollcns le representó, que lo~
vecinos de Tlatelolco durallle el sitio dn la ciudad, ha-
bían sacado en sus calloas casi todo lo prneioso quP ,:c
halló, lo que oído por varios cacíques de aquel barrio.
respondieron: que ellos no habian intervenido en la ex-
traccion de los tesoros, que todo haoia sido manejado por
los Tenochas, quienes por las calzadas IO:-l habian pues-
to en salvo. De aquí se suscitó ulla disputa entre los v('-
cinos ue ambos cuarteles, que Cortés interrumpió dt)jan-


(1) 'Torr¡llemada, p. L lib. 1. cupo 102.
(2) Hoy harrio de la Concepcion.
(3) Este jJasrrge está 1'0fcrúlo tí lJlaravilla en el p,


Sllluígllll, ¡,r:ese la petulallcirr. la f'odicia .'/ el orf!:ullo di
Cortés, como si S(' 1 UCir:IYl /JI"('s(·/Ile. ('S inimúable en SI'
línea.




Afto de 1 5~ l. .)
do a'luel negel!:\<) para mejor ocaSIOno l~ntretanto pas.) a
inf()rmarse de aquellos re~'es del modo con que tenlan
I'cpartidas las provincias de su gobierno, y para tenlli-
nar aquella junta con alguna cnsa plausible. y ganarse ú
los Mexicanos, hizo á Quauhtemóc seiior de aquella par-
te de la cindad, que Ilamahan Tenochtitlán, y de Tla-
te loleo á AIlIlclitoc; pero éste no quiso recibir aquel la-
VOl'. sino ohligu(lo de mandamiento de su Rey Quauh-
tC1JlOC.


fí. Acabarla esta junta, dió órden Cortés de que l.os
vecinos de Méxic0 sali('ran de la ciudad, lo que se eJe-
Cl!t{) en Jos trm; dias siguientes,' con gran lástima de los
Espaüoles, testigos de este espectáculo, al ver las caras
macilentas de los hombres, mugeres y niños, que pare-
cian esqueletos, por la gran constancia con que habian
sufrido el hambre, y el hedor pest.ífero de los cuerpos
muert0s que yacían insepultos (1); cuyo número fué tan
cxccsin¡, que' Torqnemada fiado en buenas memoria,.; ase-
gura, que á manos de los Espaiíole, y confederados, pe-
recieron mas de cien mil Mexicanos, fuera de los mu-
chos que mató el hambre; por lo cual enterrados aque-
llos cadáveres, se encendieron por toda la ciudad lumi-
narias, que purificando el aire la hicieran habitable. Cur-
tés, entretanto, no omitia diligencia por descubrir los te-
soros de los Mexicanos; pero éstos siempre constantes en
la máxima de no revelarlos, frustraban sus pesquizas. No
obstante, habiendo llegado á sus lIotieias por la voz eo-
IIIII!! de los adivinos, que del Oriente vendrían naciones
ql/e los sojuzgarían, habian los Mexicanos zam.puzado (2)
en la laguna de México las piedras preciosas, y alhajas
de oro y plata, hizo Cortés venir los husos mas diestros
que se hallaron; pCI'O sus diligencias fueron vanas, porque
ruó tan poco lo que se sacú, que ni menos se compen-
saron los gastos. Visto e"to por Cortés, pasó á destruir
los sepulcros de los cacÍ4ues, que se veían en varias par-
tes, sabedor de que los Mexicanos enterraban á sus muer-
t()~ ('011 lo mas preejn~o qlle poseían, y una piedra pre-
cIOsa en la boca. De estus es verdad que se sacaron al-


(1) Ton/urmada, p. 1. l. 4. cap. 103.
(2) Es decir, lIIetido de ~()lpe en el fl.!!;Ua. Es l'O":c (;(IS-


/,11f!/Ill flllllr¡lle l/O de /($0 conwlI.
TO.'1. l. 2




ti Año de 1521.
¡¡ajas de valor, y algun oro; pero no por eso se embo-
taron ni en Cortés ni en los demúsEspaíioles los deseos
de adquirir los tesoros de aquella naeion; antes bien se
aguzaron de tal manera, que se amotinaron los soldados
pidiendo su parte que decian haber ocultado Cortés de
inteligencia con el tesorero del ejército. Agregrtbase á es-
to, que el mismo tesorero Alderetc amenazaba á Cortés
con el Emperador, por haber escondido las riquezas que
secretamente habia recibido de los :Mexicanos. Ni le Ya-
lió á Cortés el protestar que era falso cuanto se decía,
ni menos que no quería hacerse aborrecible de aquella
naeion, ni atraerse la Íra del cielo haeiendo nuevas extor-
ciones. Esto no satisfizo á los soldados, que hicieron que
Cortés perdiera la paciencia, y casi desesperado (como él
decía), eon aeuerdo de varios, se determinó á eometer uno
de los hechos mas bárbaros en la historia: al valeroso
Quauhtemóe, Rey de los .Mexicanos, y á un caballero, ó
su eonfidente ó secretario, mandó dar el tormento de fhe-
go lento, aplieado á las plantas de los pies ungidas: in-
humanidad que se usaba en aquellos tiempos (1). Este tor-
mento lo toleraron aquellos dos héroes eon tal sileneÍo y
eonstaneia de ánimo, que los Espaíioles que asistian que-
daron atónitos. El eaballero despues de tiempo volvió la
cara á Quauhtemóe; pero éste, pareciéndole que aquella
demostracion era efecto de delicadeza, le dijo: hombre muc-
lle, y de poco corazon, ¿estoy yo acaso en algun deleite?
(2) Poco despues espiró aquel, y Cortés easi aYergonza-
do de su inhumanidad, mandó con despeeho á aquellos mi-
nistros que dejaran de atormentar ú Quauhtemóc, y de
alli en adelante echaba siempre la culpa de esto á Alderete.


6. (3) Se admirará quien viera á Cortés acompañado
de Quauhtemóc, despues de convalecido de los tormentos;
ora marchar á caballo; ora á pie (4), Y ereeria que el
motivo de esto era dar alguna satisfaccion al Rey de Mé-
xico de la injuria que le aeababa de hacer; pero Torque-
mada, muy versado en las historias Mexicanas, juzga que


[1] Torquemada, p. 1. lib. 4. cap. 103.
[2] Gomára, Crónica de N. E. cap. 145.
[3] Torquemada, p. 1. lib. 4. cap. 104.
[4] Andaba poco á pie, pues quedó estropeado parf/
.~lempre.




Afín de 1521. í
';bta, dell10"traclllllcs nacian en el conquistador del propIo
interés; porque los Mexicanos, venerando á su Rey como
ú padre comun, le tributaban sus respetos siempre que pa-
~aba delante de ellos, y de e~te honor que le hacían se
creía Cortés participar (1). Entretanto repartió éste los
despojos (le los Mexicanos ú los indios confederados, que
eran hastaccinfc mil (:¿), á quielles tocaron muchos ves-
tidos de algodoll y medidas de sal. l)ara el Rey se apar-
tó el quinto, con muchos esclavos de ambos séxos (3), que
fueron marcados con el hierro real. costumbre que aun
Jura en las islas de Améri'~a con los negros bozales: tamo
bien se le destinaron las joyas mas exquisitas y piedras
preciosas; entre e:.;fas habia una e~m(mdda de la grande-
za de la palma de la mano, las perla;;; del mas bello orien-
te, las pinturas de pluma en que aquellas naciones eran
singulares, los tebridos mas finos de algodon y pelo de
conejo, las vestiduras de los sacerdotes; y en una palabra,
lo mas precioso y raro que la naturaleza y el arte pro-
ducían: ü esto se agregaron dos mil cuatrocientos marcos
de oro en tejos. l)ero todas estas preciosidades tuvieron
la desgracia de ser embarcadas en un navio que fué apre-
sado del corsario francés Florin, ó como sospecha nues-
tro Fabrega del famoso Veraz ano, que por haber nacido
en Florencia llamaban Florin, ó Florentin. Pasó Hernán
Cortés el resto de año en recibir las embajadas de los
príncipes comarcanos, que fácilmente se le sujetaban, y
en ordenar sus conquistas.


Ai'io de 1.522 .. 7. (4) Desembarazado de estos negocios,
pasó ú habitar ti Coyohuacán, ciudad vecina (ya enton-
Cf:S corría el año 1522); y para el gobierno civíl de Mé-
xico, juntos los conquistadores, nombraron alcaldes y regi-
dores de los mas beneméritos de entre ellos. Los nombres
de estos se ignoran por haber perecido en el incendio del
año 1 (j!)2 el primer libro capitular de aquella ciudad, con
mucho,; del siguiente siglo. Entre sus soldados repartió Cor-
té, at.¡ucllas tierras, señalalllloles porcion de indios que las la-


[lJ
[2]
[3J


lo los
r4)


7'orq1icnwda 1). 1. lib. 4. cap. 103.
Gomára, historia corregio velleliús 1564. pág. 216.
Errm muchísimos mas, pasaba este número en so-


Tla:r:caltecas.
H'!rrcra. r!i':!'(lrl. 3. lib. 3. cap. l.




H Año de 15:¿~.
~I!·aran. Estas cOlH:esioIlf~s. que Ilamaball 1'fjJllrtilllieJltos. se
mventaron en las islas, así por prelllio de hs eonqllista-
d()rr~, como. tambien para darles á los pueblos protecto-
res que los defendieran de las vejacl/lI1es de los soldados,
y tuvieran cuidado de que se les enseñára la Iny d(~ Je-
,'lucristo; pero despues, pUl' vicio de los h()mbre~, dcgnJl!!-
ró en tiranía. La distribllcion que Cortés había lwcho rle
aquellas tierras, le acarreó graves pesadumbres, principal-
mente de aquellos que viendose pospuestos ú otro .. , llle-
nos dignos, ó al menos iguales, tmieron á mal el olvido
de sus servicios: de aquí tambien nacieron discordias, que
p\l~ieron el reino de México {¡ riesgo de perderse. Orde-
narlo de este modo el gobierno de la eapital, y de las
provincias vecinas, Cort¿'s diü parte al Emperador Car-
los V. de todo lo acaecido antes y ¡lespues de ia COll-
quista, pidiéndole por premio de sus trabajo~, y del de sm¡
soldados, que aquellos reinos, que tema por los llla>: feli-
ces v ricos del mundo. conserV(¡1'3n el Hombre de ¡fue/'o
España, con que ya la nombraban (1), sin penJlitil' que
en algun tiempo se enagenaran de la cnrona de C:a~ti1l3;
que aprobára el nombramiento que habian heeho de ofi-
ciales de policía sus soldados, y los repal'timiento~ qlle le,;
habia dado: que enviara á aquellas partes persona de con-
fianza que lo cerciorára de cuanto escribia; rol' último.
que remitiese obispos y sacerdotes que convirtiesen ;t la
fé aquellos innumerables pueblos; tambien labraJores ('.on
¡!3nados, plantas y semillas, no permitiendo que pasaran
á aquellas tierras letrados, médicos ni tnrnadim". En el
pliego del general, incluyó el Ayuntamiento (k l\f {-xi!'(}
carta al Emperador, engrandeciendo las accione . .; del eOI1-
quistador. Para llevar estos pliegos y el quinto del botin,
se nombraron por procuradores á Alfonso D{Wi!fI, y á An-
tonio Quiiíones: con ellos se embarcaron tambien Juan de
Ri¡;era, y Diego de 0l'dftz.


8. Mientras que estos procuradores navegaban en de-
manda de España, Cortés con sus soldados, movido de
religion como otras veces había hecho, deelal'lí la guer-
ra á los ídolos de los Mexicanos (:!): y con este pretes-
to aquellos hombres ignorantes, destruyeron á sangre y fllC-


[1] Solís, hist. dt; la N. E. lib. 1. cap. !l.
r~J Torquemada, p. 1. lib. 3. cap. (j,




AllO d/~ 1 ;):2~. !J
~" LOdo I/J 'lile Juzgaban h'nia alguna n;1al:Íoll a las su-
p(~r,.tici()l1Ps de aquellas naciones. Entonces lus c(¡dices
;\jexieatl"~, apreciables así Pt;!' las matcrias de que tra-
taban. comÍ! talllbien por la lindeza, y colores C'.H ljue
e,;taban pintmlos. fllCl'On púlmlo del fuego, y si alguno" in-
diviuuos de aquella,; naciones, amantps de sus ritos, hi~tn­
rías y ciencias no hubieran oeuItado a~gun()~, {l ric;,'g" de
perrlt·" qllizú la vida, careceriamos de est,)s m.;numu¡-
W~; pérdida que los literalos lIuran, por el detrimento
que aquellos cuuqllistadores con zelo de piedad causaron
ú las artes y cieueias, particularmente á la historia natu-
ral, y astl"lllOmía en que se seiialaron los .Mexicanos. Se
admiran al prescnte dos de est0s que por fortuna esca-
paron á las pesquizas de los Espaf¡oles, que pintados en
pieles de ciervos bien adobadas y unidas con toda exúc-
titud, están plegadas en forma de piezas de paño, y se
~onSf!rvan en Roma pn las bibliotecas Vaticana, y Bor-
gim/({. En explicar c"tc último ha trabajado estos aiios
Ilucstro criollo jJ. .JUSt' Fflbrr'ga, d mas inteligente que
la Europa tenía en este género de ciencia, y cuya tem-
prana muerte aun lloramos. Doy este testimonio ú la pos-
teridad de un amigo á quien soy deudor de muchas no-
ticias qHe me han servido en esta obra. Pero volvamos
:í la }¡i,toria.


!J. La extension de las conquistas de Cortés, le ha-
cian crecer sus ocnpaciones, y no pudiendo adelantar aque-
llas como deseaha por falta de pólvora, notablemente se
:lIl.l!llstiaba. COllocía muy bicll (jlle ~ill ella, asi corno no
Iwbiera podido sujetar ú l()~ Mexicanos, tampoco podría
conservarlos en la obediencia: por esto practicó tndas las
diligencias que le sugería su necesidad para hallar azu-
fre; pero todas fueron vanas, purque los sugetos qne en-
vio por las provincias vecinas con esta comision, ó eran
poco inteligentes. ú los Mexicanos que conoeian muy bien
:l(juel mineral, malieiosamente se lo ocultaron (l). Dudo-
':0 Cortés del partido que tomaría, oportunamente le vi-
no á la memoria qlJe cuatro aiios antes Ordáz habia su-
bido á la cima del volean de Popoeatepetl, que queda
al Oricnle: doee leguas de México. y habia percibido el
hedor del aZllfre, y de esto eoligió que de sus cntraiias


fl] ffernTo dpcad. 3. lib. S. cap. 2.




10 Año (h~ 152:!.
Se; !)!xlna ~acar.Para este fin llamó u SI d()s Illtn'~pido~
:,uldado~ que llo/lluraban JJontaño 1/ Jle.\"a, Ú CUYO cui-
dado puso aquel negocio, y para hacer mas púlJlica cs-
ta empresa, é instilar en los .:vIcxicC1l10s un alto concep-
to tiel arrojo de los E,paiíoles, hizo que les acompaña-
ran cuatro mil inoios. A la madrugada comenzaron ú
subir aquel monte, y al anochecer aun no habian llega-
do ti su cumbre, porque estando este volean l1luy desco-
llado y euuierto de nieve por las otras partes, solarneu-
te por el Sur fué accesible. Por allí, pasadas \' i,tosas ar-
boledas á gatas, afianzando con clavos las manos, poco Ú
poco, caminaban al término no sin gran peligro. pues fjlH'
un soldado por un resbalon cayó OCIIO cstado~, y ,'t no
haberse atajado entre los carltIubanos duros COlllO acero.
se hubiera despeñado. A otros menos animosos hubieran
aterrado los continuos precipicios que hacian desvanecer
las cabezas, y el ruido que causaban lus nieves derreti-·
das; pero estos intrépidos soldados Illarcharon ha 'ta que
les comenzó ú faltar la luz (1). Para reposar algull tanto


[1] En estos últimos tiempos se Ita celebrado en los pe-
riódicos, con e.l':¡lTesiones de muclw elogio, el reconocimien-
to que algunos cffrangeros han hecho de este volean de
Popocatepetl; pero es menestr]" hacer justicia, y confesar
que tama'ña gloria e:Jtaba reservada á lo:> castellanos pues-
tos en el duro conflicto de practicar esta operacían, por-
que en ella le:> iba la vida, careciendo de pólvora I:on que
defenderse cn un paú n:eicn conquistado, poblrulo de cnc-
migas, y que asechaban el momento de ulla justo. rf'lzt{rw-
za. En esta sawn puede decirse que lucharon IÍ brazo
partido con la ruda naturaleza, y COIl la muerte. La ¡mu-
girwC'ion se aturde al contrmplm'los pendientes I1r Uf/as
cuerdas, reconociendo la bora del Crater sobre un abis-
mo, eS]J1Jestos tÍ morir con las exhalaciones fétidas del a:::ll-
fre, Ó con una crupC'ion repentina que podría hacerse:
pues que en aquel10s tiempos, aunque pfTiórlicamcnte, al'-
d'ia el volean como dice Cortés á Carlos r. en sus car-
tas. lo que motivó qlw mandase reconocer dicho colean ú
])ip2,'o de Ordáz. lVo menos admira el valor de (((PW-
!los hombres que 1"(faron su úda por acomeler {(m ~rrm­
de CJI/¡J1-esa, Ein tener tl"~tig()s de Sil gloria. Tambi('fI (1
P. 8!óríq'un. si"iIIlo un 7)()brc fi'a;/" /ranci.<c(wn. l"I.'co//r¡·




Afto de 1522. 11
de la {'atiga del dia, y librarse del frío que les picaba.
fí ,l'lnarOI1 cuevas en que se guarecieron; pero el hc(hr
del azufre que mas y lilas se intesaba, y el humo que
por los porus de la tierra saha, los obligo á pasar la
noche insomnes. Luego \lue rayó el ah-a, siguieron su ca-
mino: llegados á la boca del volean, nació una disputa en-
tre 111ontaiío y lllesa, sobre quien habia de ser el pri-
mero en bajar: la suerte dió la preferencia á Montaño,
fjue atado á una guindaleta, y ceñido de un costal, con
las herramientas necesarias desgllindóse catorce estados,
y sacó el costal cuasi lleno de fino azufre: esto, repeti-
do por siete veces, le diú poco mas de ocho arrobas.
Otro Español que, segun jlforillo, se llamaba Larios, en
seis veces que bajú, extrajo un quintal. Alegres los Es-
pafio le s, por camino menos fragoso, volvieron á Coyohua-
can. Entretanto los Mexicanos con estupor habian dado
cuenta ú Cortés del feliz suceso de este viaje: este, re-
conocido {¡ tan relevante servicio, los salió á recibir, y
prometió premiar.


10. Proveido ya Cortés de pólvora, y asegurado el
reillo de México. trató de tomar conocimiento de los rei-
¡JOS de la tierra adentro. A este fin enyió por embaja-
dores ú Sanduval y ú Olid, con varios Mexicanos al Rey
de Michoacán, convidándolo con su amistad, y haciéndo-
le saber que las armas españolas habían conquistado á
México, émulo antiguo de su reino. Aquel Rey, inconti-


ció este colcan, COIlIO lo asegu1'a con su general candor
en el tomo 3. de su historia, é !tizo lo mismo con la Sier-
ra nevada y volean de Toluca, de cuyo manantial que
es/á en la cima, Já pe1fecta idea. Paguemos pues, á {uér
de hombres honrados, un justo tributo de admiracion al va-
lor castellano, como lo hicieron los úldios, cuyo hecho les
causó ulta impresion profunda. El P. Cavo en compro-
bacion de este sucesu, cita á ]"¡orillo en el libro nueve
de Sil geografía, cap. 2., á Solís, Hisl. de irlé:áco, lib. 3.
ca]!. 4., tÍ Gomára, Grón. de esta N. España, cap. 147, y
yo cito por todos al Antonio Herrera, el historiador mas
sincero y crítico que conocemos, y de cuyas relaciones no
puede despreciarse ni un tilde, m una coma, pues como
él dice, escribió como hombre que debe responder á Dios
de lo que escribe-B.




1 ~ Afío de 1 fj2~.
nenti dderminú Ir á hacer una visita al conquistado!'. }
p()n(,l'~e bajo de su proteccion (l); pero sus cOIlS/:'jeros te·
mCl"'SI;S de su vida, le disuadieron aqltel viaje, y le acon-
sejaron enviar ú aquel cumplido á m hermano Vehicltif.·
zc, que juntamente se infimmtría de lo que los embaja-
dores habian referido. En efi)cto, asi lo hizo, y esta em-
bajada del hermano del Re~- de l\1ichoudm. de quien los
Españoles avisaban que era 1'11 mortal enemigo entre otras
de otros príncipes, [ué muy pomposa como correspondia
á la dignidad del segundo Rey de u<luel nuevo mundo.
El cortejo era de mil p('r~onas, y los presentes eran pre-
ciosos: consistian es10s en joyas, vasos de oro y plata,
finísimos tejidos de pluma y algodon (~). Luego que COI'.
tés supo que á él se eneamillaba Vchichil;;r, enviú á su
recibimiento. Llegado ú su presencia, le hablú en estos
términos: "Gran tiempo hace que yo deseaba abocarme
con el Rey de Michoacán, y ya que e,to ni) 1](; como-
guido, ú lo menos t.engo la sati,[aceioll de ver Ú ~ll J¡er-
luauo; pues Ú UllO y otro estimo, por el valor que sielll-
pre han mostrado en las guerras que han tenido.») Ve-
hichilze confuso de este razonamiento, le respondió om
sencillez: "Recibe estos agasajos que mi hermano te envia:
ú lo que dices de nuestro valor en las guerras con los
.Mexicanos, todo desaparece en tu presen~ia. Algunos ne-
gocios que como sabes muy bien, siempre embarazan á
los Reyes, han sido la cama de que mi hermano no ha··
ya venido en persona (¡ saludarte; pero no dudes qlle ¡ue-
go que yo vuelva se pondrá en camino>, y IlalIal"iís eH
él corno tambien en mí, un amigo prollto Ú servirte. y
~eguramente los Tlaxcalteeas no serán en eso superilll'cs
á los de Michoacán. Tus embajadore~ nos hall eontado
cosas admirables de las armas que lIsais, del IlIH'VO é
inaudito modo que teneis en los comhates, y finalmente,
de las grandes canoas con que habeis vencido á· vuestros
enemigos: para observar estas maravillas IH~ venido ú ver-
te.)) Cortés que nada deseaba tanto cuanto instilar (8)
en los ánimos de aquellas naciones un alto concepto de


[1] {;oJ7/úra, Crún. de N. R. cap. 151.
[2] Herrera, déc. ;~. ti". 3. ('ap. 8.
[:!] O pelwr poco ,í l)f)CO mmo ~otas de. 1icOl' en una


,·,¡fom(/.




Allo de 1522. 18
loi'! Espaliolcs: prometió satisfacerlo despues que hubiera
reposado. Efectivamente, al dia siguiente escuadronada la
tropa, se hicieron varios fingidos ataques; acabados estos,
Cortés en una canoa ricamente entapizada, llevó á Ve-
hichilze, y á los nobles de Michoacán á México. Este es
uno de los palacios de Moctheuzoma (les decía), allí es-
tá el gran templo de Huitzilopuctli: estas ruinas son del
grande edificio de Quauhtemóc (1), aquellos de la gran
plaza del mercado. Conmovido Vehichilzi de este espec-
táculo, se le saltaron las lágrimas, ó fuese de gusto de
ver destruida una ciudad que aspiraha á ciar la ley á
todo aquel continente, ó mas bien por el conocimiento
de la vicisitud de las cosas humanas, y temor de que al
reino de su hermano no sucediera otro tanto (2). Gomá-
ra hablando de este caso, dice: que Vehichilze no hizo
aquellos regalos á Cortés, sino su hermano á los emba-
,jadores; pero es verisimil que uno y otro los harían por
ser costumbre entre aquellas lIaci()nf~s, no tratar negocio
alguno, sin que precedieran las d<idivas.


11. El mismo autor refiere, que solamente cuatro dias
se detuvo Vehichilzi en Coyohuacán, y que con toda di-
ligencia volvió á Tzinzonsa, donde estaba entonces la cór-
te de aquel reino, á contar á su hermano las buenas dis-
posiciones con que dejaba á Cortés para conservarlo en
el dominio de sus padres, y la verdad que tenian las re-
laciones de los embajadores, pues él mismo era testigo
de todo. Enterado de esto el Rey Tanguasan, por sobre
nombre Bimbic1ut, dió órden de que se dispusiera lo ne-
cesario para comparecer delante de Cortés con aquella
pompa que corl'espodía á un poderoso Rey. Lo acompa-
ñó en aquel viaje la nobleza de su reino ricamente ves-
tida, y con inmenso trén partió de su capital. Todos los
dias que duró aquel camino se le despachaba correo á
Cortés avisandole del parage en que hacía noche (3). Es-
te, con lo mas lucido de su tropa, salió á recibirlo, lle-
vando consigo la música militar, porque sabía que Tan-


[l) Et campos ubi Troya fuit •••. ¡QUé reseií.a tan
dolorosa • ••• ! !


[2] Gomam ('/'ón. d,., N. E. cap. 147.
(3] Hen'cra, dr'md. 3. lib. 3. cap. 8. No se hacia mas


en la f'tiqueta de un sobermlO de Europa.-EE.
TO~1. J, 3




14 Año de 1522.
guasan marchaba con la de su casa. Al encontrarse, so'
naron los instrumentos, y alternativamente lus músicos Es-
pañoles y Tarascos dieron muestras de su habilidad. Tan-
guasan, como si hablára de solo á solo con Cortés, se le
humilló en aquella primera vista tanto, que pareció po-
co digno de la magestad de un Rey, y por uno de sus
intérpretes habló de esta manera: "Muy valiente y es-
forzado caballero, capitan de soldados valerosos enviado
por el mayor Rey: suplícote perdones mi tardanza en no
haber venido á verte cuando te lo prometí, porque mu-
chas veces (como te habrá tambien s1Jcedido) los que go-
biernan piensan una cosa y hacen otra. Yo vengo á ser-
virte, y á declararme por vasallo del Rey de Castilla co-
mo tú, y así puedes mandarme cuanto sea del servicio
de tan gran señor; y porque de lo que ofrezco han de
ser testimonio las obras, recibirás ciertos presentes de jo-
yas, oro y plata, con otras cosas preciosas que hay en
mi reino, para que entiendas que quien te ofrece su per-
sona está pronto á servirte con su hacienda.») Cortés res-
pondió que no se maravillaba de que no hubiese podido
Ir antes á verlo, que quedaba enteramente satisfecho, y
que de aque l asunto no tratára mas, que le besaba la"
manos, y que el Rey su sellar le haría grandes mef(~e­
des (1): que entretanto con la comunicacion de los Es,


[I] La gran merced que este buen Rey y cándido hom~
bre recibió, como despues verémas, fué, que habiendo veni.
do poco tiempo despues Nuñ,u de Guzman, y emprendido
la conquista innecesaria de ;tIic/wacán, porque ya estaba
sometido á España, al pasar por sus estados le robó cuan-
to oro tenía, y crecida porcion de plata, hasta dejarlo sin
una onza de este metal; pidióle mas y mas, y no tenien-
do que darle le calumnió suponiendo que conspiraba con-
tra los Españoles, y le hizo dar tormentos de dfferentes
especies y quemó vivo. Poco antes de morir este mal-
hadado Rey, llamó á uno de sus confidentes y le suplicó
que quemase su cuerpo, !I recogiendo sus cenizas en un
saco las llevase por todo .~u reino, y las enseñase á sus
vasallos diciéndoles.... Hé aquí la recompensa que dán
los Españoles á los que les sir¡:en bien, y que deben es-
perar todos los que como yo se sometieren á su voluntad.
Tal fué el testamento que otorgó el últlmo rey de fl'licllOa~




Año de 1522. 15
paiíoles se desengañaría de los errores en que estaba. En
estas conversaciones llegaron á Coyohuacán, donde el Rey
fué hospedado y festejarlo con toda magnificencia: se pro-
curó desengañarlo de lo que los Mexicanos habian di-
vulgado contra los Españoles, y antes de partir le ruzo
Cortés muchos regalos, que parecieron á Tanguasan y á
sus coTI.esanos de gran valor. En cambio de estas de-
mosü'aciones prometió fal/arecer á los Españoles que irían
ú su reino, como lo cumplió. Los Mexicanos por el an-
tiguo rencor de ambas naciones, aborrecían á este Rey
de los Tarascos, y cuando lo vieron pasearse por Mé-
xico en trage ordinario, y á sus cortesanos ricamente ves-
tidos, le llamaron por apodo Catzonzi, que significa abar-
ca vieja (ó zapato viejo), y con este sobrenombre fué
despues conocido de Españoles y Mexicanos.


12. En el entretanto que esto sllcedÍa, Cortés ideaba
grandes cosas, y así enviado Olid á la conquista de Ibué.
ras, y Orozco á la de Oaxaca, y conociendo que Méxi-
co con setenta y cinco dias (1) de sitio habia quedado
deteriorada, y que las ruinas de los edificios impedian ha.
bitarla, determinó que se reedificase. En la ejecucion pro-
bó grandes dificultades, y no fué la menor que los pa-
rientes de Quauhtemóc se amotinaron y procuraron ma-
tarlo; pero aquel que á todo acudía, se aseguró de los
principales conjurados, y con esto se dió principio á la
obra. El primer cuidado de Cortés fué señalar sitio con-
veniente para los templos. El mayor se edificó enmedio
de la ciuoad, y tienen por basas sus columnas ídolos de
piedra de los Mexicanos: cerca de él se hicieron las ca-
sas de cabildo, la fortaleza, plazas para los mercados, y
demás edificios públicos. A los conquistadores repartió so-
lares: dividió la ciudad entre Mexicanos y Españoles: dos
mil doscientos vecinos poblaron el cuartel de estos, que
quedó separado del de los naturales. Para acelerar Cor-
tés la obra, habiendo muerto el Rey de Tetzcoco que ha-
bia sustituido al que tenia preso, á pedimento de aquel
reino nombró en su lugar al noble cacíqne D. Carlos Ix-


ciín. Justo es el cielo, y tarde ó temprano venga injurias
dr, r.sta especie. Opresores! apr"n'le'¡ esta lecrian. y recor-
dadla cuando trat"is de oprimir a vup;tros iguales.


[1] Ilerrera. décad. 3. lih. 4. cap. 8.
"




1 ti Alío de 15:t2.
tlilxóchitl, con la condicion de que enviára á México cualí-
tos carpinteros, albañiles, y canteros pudiera, por ser los
de su reino los mas diestros en aquel género de obras.
A todos los Mexicanos que se quisieron agregar á la ciu-
dad, concedió solares y privilegios, y para apaciguar á
los naturales que aun estaban inquietos por la prision de
los parientes de Quauhtemóc, á su general Xihuacúhatl dió
la libertad, y una habitacion decorosa. A D. Pedro Moc-
theuzoma, hijo del Rey, hizo superintendente de las fú-
bricas, V le dió el señorío de un barrio. A otros cacÍ-
ques distribuyó islas y ealles, para que dividiéndolas en-
tre los suyos los gobernáran conforme á sus leyes, lo que
filé tan plausible á aquella nacion (1) que cargó, que en
pocos años se edificaron hasta diez mil casas. Labró Cor-
tés para sí un suntuoso palacio en uno de los de Moc-
theuzoma, en que puso siete mil vigas de ccdro, entre
las cuales habia ulla que tenía ciento veinte pies de lar-
go, y doce y medio de grtu:so, lo que dió materia á mu-
chas murmuraciones y procesos. Para la seguridad de los
bergantines hizo edificar atarazanas, y temeroso de algun
revéz de la fortuna, mudó algun tanto la antigua tfJrma
de la ciudad, cegando varias acéquias, y uniéndola por
una sola parte á la tierra.


13. Mientras que Cortés entendía en la restallracion
de México, una repentina nueva lo alejó de la ciudad (2).
Tahasco y Pánuco, como todos saben, fueron las prime-
ras provincias del reino de México adonde aportaron los.
Españoles: Diego de Velazqucz, adelantado de Cuba, co-
metió esta expedicion a Juan de Grijalva, y como los
rescates en aquellas partes dieron tanto oro á los Espa-
ñoles, voló por las islas la fama de estas riquezas. Esta
fué la causa porque Francisco de Garay obtuvo del Em-
perador el gobierno de Pánuco; pero siendo dicha pro-
vincia dependiente del reino de México que Cortés aca·
yaba de conquistar, por urbanidad y antiguo conocimien-
to le dió parte de su provision. Este, que en aquellos
tiempos no permitia que gobernasen las tierras de su de-
pendencia sino los Españoles que él comisionaba, deter-
minó prevenir á Garay, entrando por aquella provincia y


[1] Gomára, Cránica de N. E. cap. 162.
[2) He.rrera, déc. 3. lib. 3. cap. 18.




Afio de 152~. 17
,uietandola. Para esto, encomendada l\1éxlco á sus ofieia-les de confianza, con ochenta caballos, trescientos infan-
tes y cuarenta mil Mexicanos, hizo la jornada de Pánu-
co. Aquellos naturalr~ le disputaron el país; pero afuer-
za de armas los slIjctú. Hecho esto, y apostados por to-
da la provincia bm~1l número de 50ldados, así para con-
tener á los naturales, como para impedir á Garay la en-
trada, se volvió á México.


14. Ya el dominio de los Españoles en el reino de
México estaba tall asegurado, que nada habia que temer
de aquellas naciones: unas veces el rigor, otras el buen
trato, iba disponiendo á los pueblos para reportar el nue-
vo gobierno. Solamente afligia á Cortés para la estabili-
dad de su conquista la falta de mugeres españolas; pues
de aquella colonia se podia decir que era de soldados y
no de familias. Así que para la firmeza de aquel impe-
rio, y para quitarles ú los Mexicanos la esperanza de re-
cobrar sus derechos, determiIJó á toda costa llevar mu-
gcres de las islas, y de Espai'ia. Sin esto parece que Cor-
tés hubiera afianzado mas su conquista, ganandose á los
Mexicanos, si desde el principio los Españoles se hubie-
ran casado con las indias; pero Cortés y los otros con-
quistadores no pensaban tan justamente, y por eso son
zaheridos de haber sido la causa de la destruccion de unos
reinos los mas poblados. En efecto, si desde la conquis-
ta los matrimonios entre ambas naciones hubieran sido
promíscuos, con gran gusto de los Mexicanos en el dis-
curso de algunos al1os, de ambas se hubiera formado una
sola nacion, y tantas ciudades florecientes que en tiempo
de aquellos reyes estaban sembradas por aquellas vastas
regiones, se conservarian intáctas, y lo que es mas, los
Españoles no serían malquistos de los naturales, cosa aun
en nuestros dias la mas lamentable, y que tiene unas con-
secuencias funestísimas (1). Pero siendo otras las ideas de
Cortés, mandó que los Espaiioles casados lleváran á Mé-
xico sus mugeres suministrándoles los gastos, y para los
demás proveyú como pudo (2). Leonél de Cervantes, dé


[11 Este Mio terminó en una ley de expulsion de Es.
pañales, dada en ¡llano de 1829, á los 308 años de con-
quistado llIéxico.


[2] Gomára, Orón. dA N. E. cap. 163.




18 Año dc 1522.
:sangre ilustre, llevó de las islas de la América siete hijas,
que Cortés casó con sus oficiales. De España hizo ir don-
cellas honradas, que unió en matrimonio á sugetos bene-
méritos.


15. Ordenada de este modo la nueva colonia de M é-
xico, prohibidos á los naturales los sacrificios de hombres,
y destruidos los ídolos que habian escapado á las ante-
riores pesquisas, pasó Cortés á procurar á aquellos rei-
nos no solo lo que podia redundar en ornamento y co-
modidad de los vecinos, sino tambien para los tiempos Ye-
nideras, lo que habia de ser un manantial de riquezas (1).
De las islas de América transportó el ganado mayor y
menor, las cañas dulces que el inmortal Colón habia lle-
vado de las Canárias, con otras plantas que nacen en
aquellos clímas calientes. De España las vides, morales,
peros (2), Y manzanos. Prometió grandes premios á los
maestros de varias artes, que alelltados con ellos y con
la fama de las riquezas de aquella tierra, los mas ayen-
tajados de las islas, y muchos de Europa con otros me-
nestrales volaron á México. Entretanto, á precio muy su-
bido habia comprado Cortés en las islas cantidad de hier-
ro, y abastecido de cobre que el país daba. hizo fundi-
cion de cañones, sesenta de hierro, y treinta y cinco de
cobre sirvieron de prueba de la pericia de los maestros.
Abrió en ese tiempo el camino real hasta Veracruz. En-
vió Españoles de confianza á observar los confines de los
reinos de México y de Michoacán, que reconocicron la
costa del mar del Súr mas allá de lo que se tenía no-
ticia, y dió Cortés de todo esto cuenta al Emperador,
asegurandole que por aquel IlIar la navegacion sería fá-
cil hasta las islas de la Especería. Noticia tanto mas plau-
sible para Carlos V., cuanto que desde el descubrimien-
to de la América se trabaJaba en hallar este mar.


16. Mientras que Cortés trabajaba gloriosamente, llc-
gó á Veracruz Cristobal de Tápia (3), enviado de Diego


[1] Gomára en el mismo capítulo.
[2] Los peros los traJo el Ven. Gregorio Lopez plan-


tados en Xalisco. Los plátanos de la b?a de Sto. Domingo
los Sres. Ramircz de Fllenleal, y D. Va~co dp, Quiróga.


[3] Gomára, Crón. de N. E. cap. 51. Herrera. dÍ'r.
3. lib. :l. cap. 16.




Año de 1;")22. 1 ti
Velazquez, adelantado de Cuba, con despacho del Em-
perador para entrar en su lugar en el gobierno de Mé-
xico. Luego que este desembarcó, presentó sus despachos
á aquel regimiento; pero éste que era del partido de Cor-
tés, y que se hallaba prevenido para aquel lance, le pi-
diú suspendiese la ejecucion con pretexto de que halliin-
dose ausentes varios regidores en diversas comisione~ se
esperaban presto, y entretanto dieron aviso á México de
lo que pasaba. Descontento Tápia de haber darlo en va-
go, escribió á Cortés una atenta carta avisándole de su
comisíon; pero le añadía que tenía orden de no consig-
nar sus despachos sino á él en persona, y que no se po-
nía luego en camino para subir á México, por dejar des-
cansar los caballos que habia traído. Al instante Cortés
le respondió, que se holgaba de su venida (eran antiguos
amigos). que le despachaba al P. Fr. Pedro Melgarejo,
religioso Mercedario, persona de su confianza, con quien
podia concertar lo que fuera mas conveniente al servicio
del Rey, en la suposicion de que estaba resuelto á no
abandonar aquella tierra, y el gobierno dc ella. Al P. Mel.
garejo encomendó Cortés que se esmerára en obsequiar
á Tápia, procurando que nada le faItára para su regalo,
pues habia resuelto tenerlo entretenido por temor de que
los soldados, amigos siempre de novedades, no se le amo-
tináran, y esta fué la causa porque lo tuvo lejos de Mé.
xico. Este incidente no sobrecogió á aquel conquistador,
que ya se lo temía, y habia bien digerido lo que debia
hacer. Todos los que están intruidos en la historia de las
Indias Orientales, saben que Diego de Velazquez desde
Cuba despachó á Cortés á la costa del reino de Méxi-
co, haciendo casi todos los gastos de aquella expedicion,
y por eso en nombre suyo se debia tomar la poses ion
de cualquiera conquista que se lograse; pero Cortés falo
tó á la fidelidad que debía á su bienhechor, porque lue.
go que surgió en Veracruz, y conoció que aquella tier-
ra era muy rica, concibió el designio de fabricarse una
brillante fortuna: para esto echó á pique los buques que
á él Y á su ejército habian transportado á aquella cos-
ta, y de este modo cortó toda comunicacion con Velaz.
quez, que al fin sabedor de lo que pasaba acudió al Em-
perador, y consiguió que en el gobierno de México se
substituyera Tápia á Cortés.




~o Año de 15~~.
17. Para desembarazarse éste en adelante de Velaz·


quez, convocó el Ayuntamiento ele n'f éxico, que aun re-
sidía en Coyohuacán, y le elió parte oe la cflmision de
Tápia, añadiendo que estaba oeterminado ti abocarse cnn
él. Aquellos capitulares, que desde luego serían de acuer-
do con el conquistador, le representaron que el dominio
de los Españoles en aquel nuevo mundo, no tenia tanta
firmeza, que no pudieran algunos embates ponerlo á pe-
ligro: que e~tablecimientos (1) mas sólidos por la ausen·
cia de sus gefes se habían destruido: que al regimiento
parecía mas del servicio del Rey, (liputar á Diego de Soto,
Diego de Valdenebro, y á Gonzalo de Sandoval, que se
hallaba en Goazacoalco:i, para que en su nombre signifi.
caran á Tápia que la presencia de Cortés era necesa-
ria en México, y que por esta razon apelaban al Em-
perador de sus provisiones. Y para no enemistarse Cortés
con un amigo que le podia ser útil, le hizo proponer que
haría un gran caudal, si con los suyos fílCra Ú poblar la
nueva colonia de Meddlin, que en honor de su pátria
poco antes habia fundado, Tápia aceptó este partido con
ciertas· condiciones; pero despues de tiempo, como enten-
diese que por su venida los Mexicanos se le sublevaban á
Cortés, y que los soldados comenzaban á amotinarse, qui-
zo hacer valer su nombramiento de Gobernador. Todo
lo previno Cortés, haciendo embarcar á Tápia para la
España, castigando á los Mexicanos, y disimulando las
pláticas de sus soldados. Viendosc los enemigos de é~te
burlados por su desembarazo, trataron de matarlo; Alde·
rete, tesorero del ejército, corno confesó despues, quizo
darle de puñaladas mientras que oía mi~a: otros trataron
de minar su alcoba, y seguramente á no haberlo sabido
un clérigo que le avisó se guardase, lo hubieran ejecuta-
do (2), Enmedio de estos peligros, Cortés no solo aten-
día al buen gobierno del reino, sino que tambien trataba
de dilatar el imperio de los Españoles: con esta comisiotl
envió ú. Pedro de Alval'ado á Quahutemalan con ciento
veinte caballos y trescientos infantes. Este año es notable
en la historia de la ciudad de México, por la hambre y


(1)
[~J


!l, de


Gomára, Orón. de N. E. cap.
Emmo. Lorenzana, historia dr


Cortés al Empémdor.


151.
N. E. f3/1. lo. ('arta




\.úo de 15~<:l. ~ 1
l'(:~lL: qlle pleo entre los naturales, origllladas ambas dl
la guerra del aíio pasado en que no sembraroll su maíz;
agregiise á esto que eran sobrecargados de trabajo con
las fill)ficas de la ciudad. La nacion Mexicana, eomo tam-
bien las demú~ de lo qlH~ comprende á la N. España, no
es tan l'()bll~ta que pueda resistir á las inclemeneias, sin
resentirse en la salud: este era el motivo porque en tiem-
pu (}e ,~!lS reyes no trab'l;jaban :úno en ciertas horas del
dia. precaucioll nccesaria, euya omj¡;jon en tiempo de los
E~Jlaü()lcs les fué pCljudieíal.


_\l1u de lfl:l::' ¡H. (1) Hasta este alto podemos decir
que la autoridad de Cortés habia dimanado de la volun-
tad de ~us soldados, y del regimiento de México; por-
que aunque en el anterior le fueron las provisiones del
Almirante Colón de gobernador de aquel reino, no las
qniw admitir resuelto á mantenerse independiente; pero
dl'~de este afio lo ycrémos autorizado del Emperador pa-
ra aquel. .v otros cargo~. Luego fJllI' llegaron á la córte
los procuradores de ":\I(~xico, los amigos y agelltes del ade-
lantado de Cuba, presentaron un memorial á CarIo,; Y.,
en que le suplicaban mandara depositar el oro y plata
-que habian conducido de aquel reino, por pertenecer á
Velazquez, que habia hecho los gastos de la armada que
encomendó ú Cortés, de la cual éste se habia valido pa-
ra conquistar aquel reino, y con suma ingratitud se ha-
bia substraido de la jurisdicion de aquel que "lo habia ca-
mi~ionado. Este memoria), aunque filé p]"()veido conformE;
al pcdimellto de la parte, /lG obstante l\Iartin Cortés pa-
dre del mnquistador, y aquellos procuradores, consiguie-
ron del Emperador muchas cosas de las que pedian. Es-
!r¡s despaehos fueron librados, y en ellos le deeia Carlos
V. á Corté~, que habia dado gracias á Dios del descu-
hrimiento del reino de México, y de que sus naturales
fueran dotados de ingenios agudos, superiores á los demás
Americanos, y '-llw por lo mismo ,.;c debian n~ducir al
(:ristianislllo por lo,.; medios mas suaves que la religioll
!e~ sugiriera; ~ielldo mlamente agradable á Dins la con-
versiOll de los infieles yue se solicita de este modo, y
no la que se bace pOl';/liulo. Que se clesengaiiaran, quP
lamás se ganarían la wJluntacl de los pucblos ('onql1i~-·


TO~L 1. 1


~¡/f
\~¡ .. ;,




22 Aüo de 1523.
tados, si no los dejaban como pedia la justicia en la pUó
cÍfica posesion de todos sus bienes, pagandcles (xácta-
mente, lo que de ellos recibian, y manteniéndoles la:>
palabras que se les daban: que con estas virtudes les se-
ría á los naturales menos duro el dejar la idolatría, y sa-
crificios humanos, puntos en que debian insistir. Añadia
á esto, que habia oido con pena que muchos Españoles
hacian entradas por aquellas tierras, sin que los Mexica-
nos hubieran dado causa, por lo que deseando prevenir
los inconvenientes que dc estos latronicios nacían, man-
daba, que aunque aquellas naciones tomasen las armas
contra los Españoles, no por eso se les hiciera guerra,
sino era despues de tres intimaciones de rcndir las ar-
mas. En estos despachos hizo el Emperador á Cortés go-
bernador del reino de México, y capitan gencral (1).


19. En los mismos anulaba los repartimentos que Cor-
tés habia dado á sus oficiales, y veteranos, dando desde
aquel dia por libres de toda servidumbre á los Mexica-
nos y demás naciones de aquel continente, conforme al
parecer de sus teólogos y consejeros, que tenian por cicr-
to que la despoblacion de las islas de la América na-
cía de esta raíz; v á la verdad, si hemos de creer á
Fr. Bartolomé de ¡as Casas, que vivió en ellas, ya en
su tiempo faltaba la mayor parte de los Isleños; pero pa-
ra recompensar á los conquistadores de la pérdida que
hacian en desposeerlos de los repartimientos, les conee·
dia Carlos V. ciertas posesiones en aquellos campos y
solares, yen las ciudades que podrían vender despues de
cinco años que los habitáran. y las multas por diez aüos.
con la condicion de que su producto lo emplearan en com-
poner caminos y hacer puentes. Mandaba tambien que ell
la suposicion de que los Mexicanos eran pechados de sus
reyes, Cortés con asistencia de los oficiales reales que
enviaría cuanto antes, les impusiera un moderado tribu-
to, y de acuerdo con los mismos pusiera nombres á las
nuevas colonias, que se fundarían. A mas de esto, que
interin se nombraban los regidores de los ayuntamientos,
Cortés eligiera los que debian ocupar aquellas plazas
entre los sugetos de las que le presentarían los ve-


el] ¡Cuánto ltonol' hacen á Carlos V. estas d'isposi-
ciones!




Aíio de 1 ñ23. ~3
cmos de las ciudades, asignánd01es a estos posesiones por
pcr){jada~, mi"zclawlo los terrenos buenos con los malns .
.:\ la~ demás ciudades concedió para formar sus ayunta-
mientos seis regid')res. ú México como capital del nue-
vo mundo doce. SeíiallÍ Dl)r escribanos á Pedro del Cas-
till.-). y á Hernan Perez.· Mandó que los pleitos en que
se liti~ara la suma hasta de mil pesos, se sentenciaran
aute Cortés ú ms tenientes, y en sumas mayores que se
recurriera ú la Audiencia de la Española. Dió tambien
órden de que se pagaran los diezmo8 conforme á la con-
cesion hecha á sus almelos, y á sus sucesores por Ale-
jandro VI., para dotar aquellas iglesias, proveer al ex-
plendor del culto divino, y mantenimiento de sus minis-
tros.


20. A pedimento de los procuradores, dió Carlos V.
por armas á México un campo azul de color de agua,
señal de la laguna en que está edificada: en el medio,
lUl castillo dorado con tres puentes de piedra, la una apo-
yada en él, las otras dos sin tocarlo, y en ambas un
leon empinado. que ase con sus garras el castillo, para
significar la victoria de los Espaiwles: por orla, en cam-
po dorado, las verdes pencas del tunal con sus abrojos,
planta característica de aquella tierra. Por ocho años exi-
mió al reino de México de las alcabalas: por diez, del
quinto del oro y plata en esta conformidad, que los dos
primeros años se pagara el diezmo, y succesivamente ca-
da bienio se aurneniára hasta observar la lev universal.
En aquellos despachos el Emperachr pide á Cortés cuen-
ta~ del oro y plata, que despues de la Conquista de la
capital repartió entre sus soldados: le manda promulgar
una ley contra el lujo de vestir: los brocados y borda-
dos son en ella prohibidos; solo permite vestidos de seda
á los poscedrwe'l de bienes raizes. Prohibe que vayan á
aquellas tierras M'lro~, J udios, y sus descendientes, lo mis-
nn que los ah Igados y procurad'lres &c., y caso que
fueren, no ab,lgiwn ni soliciten los pleitos. Esta condes-
cendencia del EmperadJr á Cortés, parecerá extraña al
que ignorare qn," en aquelhs tiempos los abogados te-
nian revueltas las islas. Encargó entonces él mismo ú
Cortés que averiguara si en aquel continente, como se
decia habia un I~streeho que cOIHlmicaba el mar Atlán-
tico con el Océano Iudico: tambien si se podría culti-




:!4 Ailo de !ida.
var la verdadera grana que de~ian se criaba en aque--
!las tierras. El nombre de Nueva E~paíla que Cort{~s ha-
bia hallado puesto á aquellos reinos, y que pedía al
Emperador que lo autorizase con su mandamiento, has-
ta despues de cinco aJio~ 110 se verificó. Francisco de
:\Iontejo, y Diego de Ord¡'lz, que habian hecho im.taneiR.
de que no se enagena~e de la corolla de Castilla el rei·
no de ~féxico, eon~iguieron qne se librase ~mto dc e,t"
tm Pamplona el 22 de Octubrc de 1ij22, y se obligó el
Rey Carlos 1., por sí y su~ sucesores ú no enagenarlo.
rOl' último, se mandó <¡lIC {iteran de E~p,!lia lRbrallore"
COII ~us semillas, y mellc.,trales COI1 SU~ apero~, y de las i,,·
tas que se lleyaran ganados: hi'l.o el Emperador meree
des á todos lo~ recomendados de Cort(~~; ;! quiell púE.,
que le ellviara cnanto oro y plata pudiera junt¡1x, por ba
liarse exháusto el erario con las guenas pasadas, que ft
su tiempo todo se pagaría.


21. Estos de~pachos lleg-aroll a ~It"xi('" eH est.e año.
y luego que se publicaron ~e di\idieroll 10::- Espaiivles ell
partidos: los hombres íntegros ensalzaban la deterrnina-
cion del Emperador de dar por libres ú los ~fexicall()~
como dictada de la equidad; al contrario los cünquista-.
dores que desfrutaban los repartimientos, prorrumpían cn
expresiones poco decorosas á la magestad, tachando de
injusticia manifiesta aquella sáhia resolucion, por privar de
aq1lel beneficio á hombres que eon su espada se lo ha·
hian ganado, y que con aquella provideneia el llIl'rito que-
daba sin galardon; y 1'01110 casi ~jcr¡]pre sucede por vi··
cio de la naturaleza humana, (Ine /Ilediumk los intereses
de los particulares, estos prevalecen al bien cornun, á filer·
za de representaciones obligaron los mismos á Cortés á
sobresee¡' en aquel punto, t': informar al Rey de los in-
convenientes que abultaban. Entretanto que esto pasaba
y recibía Cortés los plácemes de sus empleos, supo que
el Lic. Zuaso (1) su antiguo amigo en Cuha, habiéndo-
se embarcado para ir ú saludarlo, habia na1Jfragado so·
bre una isla desicrta. Incontinente escrihió {L Veracruz pa·
ra que de allí saliera una embarcacion ú tomarlo y con·
ducirlo al puerto, de donde lo hizo ir á México, y I(~ fué
de grande alivio; ora para ajustar las diferencias que de"
r 1] Gomúra, Crón. de N. E. cap. 153.




;\úo de 15~:::. ~;)
¡,ll,~,; lIar:Jel"Oll cOIl Garay; nra, para acolh"-'Jarlu en el go-
bierno, sirviéndole de a~esor, eOIlJU tambien en re~ponder
Ú las con~ultas de los partiCldart;.:;; plles Ú lo que entieu-
do un hauia en México otros abogados (1). Apenas Zua-
'o babia l!p~ado ú México, cuando Cortés recibió un
correo con la noticia de que Garay COll una fucrte a1'-
tpada habia ~urgidu (,Jj el río de las Palma", y que ya
los ochocicntos ('in cuenta hombres de armas é infantes
que conducia. habian desembarcado. Al punto le ocurrió
('Jdo el peligro que c"¡Tía su autm'idad, y mas que era
ele recdar, que viniendo de Cuba COl! tu do aquel apara-
to de guerra, no se 11Ilhiera lI1ancüillUnado con el ade-
lantado Velazquez, para echarlo del rpino de l\léxico. Mo-
"ido de estos pensamiento~, sin embargo que se hallaba
t;nfcnlio, levantó gente para salirle al encuentro. Alistá-
hase Cortés para esta expedicion, cuando un correo pos-
leriu)' le ¿Hjuietó el ánimo con la nueva de que los sol-
dados de Garay, all'ai¡j .. ,- d,~ los consejos de las guarni-
ciolJes que había apostadas por aquellas r:08tas, se habian
dpsvandado, y su gefe, perdidas las esperanzas de salir
con su intellto, no tenia otro recurso que encomendarse
por medio de Zuaso á su generosidad. Sabido esto, y
mediando los buenos oficios de aquel letrado, Cortés lo
hizo pasar á México, y lo rccibie, con los brazos abier-
tos (2). Despues que hubo descansado de las fatigas del
,iaje, él y Cortés acordaron que con su gente iría á po-
blar alluclJa provincia, y casaría Sil hijo mayor con la
:úja de Cort{;s; pero esto no tuvo efer:to, por haberle co-
gido la muerte en flor; pues habíendo asistido con Cor-
tés á los maItilles de Noche buena, al volver á casa le
acometió UII fuerte dolor de costado de que falleció. Es-
re año es insi~lle por la rebelioll de los Mexicanos, quie-
Iles deseosos de recobrar su libertad, como mandaba el
Emperador, parecia que todos se conjuraban contra los
Espafioles; pero Cortés enviando de al/uí para allí pelo-
tones, é intimidando á los conjurados con el castigo de
IIIlOS, y prision de otros, los obligo á doblar la cervíz (:~).
GellleIli cuenta en su viaje, quc cn este afio se inundó


[1] Herrera, Décad. 3. lib. 5. rapo 5.
[:2] Gomá¡'a, Cnjnica l!f, N. E. cap. 154.
[3] Gemelli, p. 6. lib. ]. cap. 9,




26 ,\iio de 15:¿4.
México, y que para reparo de aq1lella ciudad se hizo 1&
calzada de S. L{lzaro. En este mismo afIO Cortés des-
pachó á Cristobal de Olid (1) á sujetar la prr>vincia de
Ibuéras, \' Ú Orosco la de Guavaccic. ú Oa,l;(/m llamada
ahora: eIl'vió tambien llRl,íos á buscar desde P{UlIICO á la
Florida el estrecho de mar que decian se comunicaba
con el del Sur, al mismo tiempo que desde Zacatula á
Panamá hacian las mismas pesquisas otros hergantines (2).
En este afio, ú acaso en el siguiente, Cortés 111m abrir
el camino de México {t Tampico, y para comodidad de
los navios hizo el muelle.


AflO de 1524. 22. Desde este año se hallan escritos
en el archivo de la ciudad de México los nomhres y ape-
llidos de los oficiales de policía. El primer libro capitu-
lar, como antes dijimos, y muchos otros del siglo siguien-
te, perecieron en el incendio de Hi92; pero es verisÍ-
mil que por la mayor parte los q1le gobernaron en es-
te año la ciudad, sirvieroIl Ó los mi~mos. ú otros empleos
en los dos anteriores. Y nosotros, en el dIscurso de csta
4istoria referirémos anualmente los nombres de los que
obtuvieron estos puestos conforme se hallaron en los li-
bros capitulares (3). En el afio pucs de 1524, consta que
fueron alcaldes ordinarios F'rancisco de las Casas V el
Bachiller Ortega: regidores, Bernardino Vazquez de' Tú-
pia, Gonzalo de Ocampo, Rodrigo de Paz, Juan de Ino-
josa, y Alonso de XaramilIo, y Diego de Soto: el escri-
bano de Cabildo, Francisco Orduña, v el I1la\'ordomo Fer-
nando Lopez. Hallo tamoien que CJistobal Fiores, .r Alon-
so de Mendoza, tenia n plaza de regidOl'es: de alcaldes,
Gonzalo de Ocampo, y DOlIJingo Rangel: de escribano de
Cabildo, l~edro del Castillo, y de procurador mayor, Die-
go Sanchez Farfan (4). En este afio, á peticion de Cor-
tés, llegaron á México Fr. Martin de Valencia, francis-
cano, comisionado del Papa para entender en el go-
bierno eclesiástico de aquella conquista, y doce padre~
del mismo órden (5), á los cuales para iglesia y cOllvell-


[1] Harem, Décarl. 3. lib . .'l. cap. 7.
[2J Lorenzana, hist. de N. E. pág. 340, nota l.
[3] Lib. de capitulares de la ciudad.
[4J Torquemada pág. 1. lib. 3. cap. 2G.
[5] La llegada de estos varones á ,1'I(;,t'ico, fué en l~!




Año de 1524. :n
to (}¡ó ei mismo Cortés el palacio de l\Ioctheuzoma que
le servía de pajarera. Apenas comellzaban estos padres
á ejercitar su ministerio, cuando se suscitó entre ellos y
los demús eclesiásticos que ignoraban la lengua de los
naturales, y los ritos de sus casamientos. la cuestion de
cual muger deberían conservar despues del bautismo; y
siendo la cuestion de suma importancia, se tuvo una jun-
ta eclesiástica, á que asistió Cortés con cinco juristas,
once sacerdotes, y doce padres franciscanos. En ella na-
da se resolvió (1). En ese mismo año, con la llegada de
:\Ionso de Estrada, tesorero, Rodrigo de Albornóz, con-
tador, Gonzalo de Salazar, factor, y Peralmindes Chiri-
nos, veedor, se instituyó en México el tribunal de cuen-
tas. No es de maravillar que sucediera á estos ministros
lo que comunmente acaecía á los Europeos que pasaban
por la primera vez á las Indias, que se creían hallar
allí montes de oro; y como si Cortés, ó fuera la causa
de est.a ilusion, ó les impidiera la posesion de tales teso-
ros, no tuvieron otro desquite que escribir en cifra al
Emperador contra ::iU conducta. Le decian que aquel rei-
no prometía grandes utilidades á la corona: que México
contaba ya ochenta mil vecinos: que las riquezas de Coro
tés eran inmensas: que era voz comun que tenía enter-
rados los tesoros de Moctheuzoma; escribian con vehe-
mencia contra su autoridad, que declinando en tiranía ha·
cia sospechar de Sil fidelidad, y argüian de su modo de
proceder los inconvenientes á que estaba expuesto aquel
reciente descubrimicnto. N o contentos con esto, al comen.


de Junio de 1524, y en el siguiente 13, dia de S. An-
lonio de Padua, se cantó la primera misa solemne. Has.
pedáronse en el palacio de Netzahualcóyotl. Nombraron pa.
trono de Tetzcoco á San Antonio, cuya fiesta solemnisima
y concurrida de muchos pueblos todavía se celebra en
Calpulalpan. Comenzu1'On á predicar y bautizar, y de allí
se propagó el Erangelio. Véase la memoria doce de Ix-
tlilxóchitl pitg. 73.


(1] Pe1'O despuf's de años, Paulo 111. determinó que
conservaran la primera, y t'n caso que no supieran decla-
ra¡' cual era la primera, tornárau la que quisieran. [TOI·.
quemada torno 3. lib. 16. cap. 23., y Herrera Dec. 3. lib,
5. cap. 14.




Aúo de 1 ;j:¿4.
mI' :~ tOlltUI'lt: CUtntas no Quisierol! uboll,lrle ,.,csenta llt¡)
ducados de la real haeiclI<ta, que 3.sei.;uraba haber gas<
tacle¡ el1 las guerras de lo:,; l\lexicano,.:, sill mao; razul!
que decir que aquella cantidad la habia gastad, .• en su
propia utilidad. En una palabra, todo el crnpcii() de e~~·
tos oficiales rca1c::> era de dilatar su jUl'isdicion, y 1'el'-
tringir la de Cortés; pero é~te fJue era Líen sa!5áz IOb
comprehendió luego, y así ael)modándo~c al ¡iCIlIPO, tOe
mú :~us medidas para lo futuro.


23. Entretanto que c~10 pasaba. Cortt:s habicndn en·
viado al capitan Masarjegos ú redul'ir ú Chiapa, recibic'
un d{'~pacho del Empcradnl" en (lUC le ordenaha enviar··
le anuallllente cincuenta ha!c:ollcs, y dp"pachar luego ,:
Cuba al Lic. Zuaso, por no haber sati"fecho ú los cal'·
gos que allí se le hicieron en su resi(lencia. E:i verosí-
mil que Cortés, que no ejecutó este mandamiento, infor-
maría á Carlos Y. de fJUC un sugc[() [,111 lctrad0 y ca-
hal, Cfllnn illzgaba ser a(llIe] ab02·¡Hln. le era 11('í"e~m·j(·
para asesor~ Én esto, y el! hacc~: poblar la~ cosías del
mar del Súr, trabajaba Cortés (l), cuando los oficialcs
reales temerosos de que su-; primeros informes C'onira él
no fueran eficaces para minorar su autoridad, se resol-
vieron ú despachar á la cúrte {¡ 8amaniog;o, persona de
confianza, eon despachos secretos. El primero era de GQn~
zalo Salazar, y contenía, que Cortés en aquel afio ha-o
bia enviado á Espafla ú niego de Ocampo con veint(,
mil pesos (2). tille ~e le +-bcrían quitar por ser roba-
dos: que el dicho sugclo era ~li í¡¡timo. y por Jo l'ÚSWn
de él se habia valido para matar á Gara:-: (PW Li ú óL
ni á Francisco oc Montl'jo ,e diese crédito, plH;~ el ti1.
con qne habían ido {l la córtc cm para ~oh{)rnar á In,
con~ejero~, en lo que destinaban ga,tar ('iento treinta mi;
peROS que Cortés habia enviado ú sn padre, CIJTl otro~
ochenta mil que tenía de antemano: éste dinero, si ~('
confiscaba, decia el facto)', que sería Ul! acto de jll~tjcla.
A lilas de esto, que constaba que Cortés hahia hurlad(.
trescientos cuatro !Ilillollt's de pesos. sin u,ntar el teso-
ro de .MoctheuzOllla, fJue teuia suterrado en trcscienta.'-
cuatro partes. Que él lllisllIo S(~ habia adjudicadu trein·


liarenl, Dh'. 3, lib, ti. C'Ij'. ~,
ElIticll.r!(1/tS('. }Jo/' 1)('SOS los )'(:u{"s rh !.' 1-<




Año de 1524. 2t1
ta y siete ó cuarenta provincias de aquel vastísimo reI·
no, y entre ellas algunas tan extendidas como la Anda-
lucía. Que aquella era la causa porque habia juntado tan-
to oro, cuanto no habia poseído príncipe alguno. Por úl-
timo, aseguraha que las fuerzas navales que alistaba en
el mar del Súr, no eran para descubrir las islas de la
Especería, sino para huirse á Fl"ancia en cualquier re-
vÚz. El otr,') informe era de todos cuatro, en que aeu-
saban á Cortés de estos puntos: l? que no contento con
la artillería que tenía á su disposicion, hacia fundir mas
cañones. Sugerían al Emperador que mandám depo~itar­
los en la fortaleza de la eiudad. 2? Que no tenia res-
peto á los mandamientos del Emperador, pues siempre
que se trataba del aumento de la hacienda real se les
oponía. 3? Que en los repartimientos habia obrado con
injusticia. 4? Que se enviase juez pesquisidor que ave-
riguara la muerte de Fra!1cisco de Garay, que afirma-
ball muchos fué obra de Cortés. A estos desórdenes pro.
metian los oficiales reales remediar si se les enviahan
firmas en blanco del Emperador, para grangearse en Mé.
xico amigos, y se obligaría á Cortés á no determinar co-
sa de consecuencia sin su parecer. Concluían con reco-
mendarse para algunos repartimientos, y con acriminar á
Cortés sobre el caso de Cristobal de Olido


21. A este bravo capitanque se habia hecho famo-
so en la guerra de los Mexicanos, vencidos éstos lo des-
pachó Cortés, como dijimos, á conquistar la provincia que
llamaban Iblléras, distante de México mas de cuatrocien.
tas treinta leguas al Sudest: para este efecto le confió
una formidable escuadra de seis velas (1) con cuatro--
cientos infantes y treinta caballos, encomendándole al par-
tir qne (\ cierta altura destacara una de las embarcacio-
nes al mando de Diego Hurtado de Mendoza su parien-
te, qlle costeando arribára al Darien en cumplimiento de
la órden del Emperador que descoso de quitarse de con-
testaciones con los Portugueses, por todos sus dominios
de allnel nuevo mundo, haeia buscar el estrecho que se
decía del un mar al otro. Olid cumpliendo este encar-
go llegó á aquella provincia, y como los naturales de
ella eran gente pacífica, Gon facilidad los redujo al do-


[IJ Gomúra. Crúnica de N. E. cap. 163.
l'O~f. 1.




ao Afio de 1524.
mImo Español; pero este hombre tan favorecido de Co!"--
tés le pagó ni mas ni menos como Cortés habia paga-
do á Velazquez. Se substrajo de !!IU jurisdiccion, y cor-
tó con él toda comunicacion. :Mas Cortés que tenía nJa!':
poder y brio que Velazquez, determinó vengarse de aquel
ingrato, y publicó la jornada de Iblléras, tanto mas que
en aquellos di as una embarcacion de Cuba le habia traí-
do la noticia del fallecimiento de Velazquez, y de la ins-
talacion en aquel gobierno de su paisano Manuel de Ro-
xas, casado con una parienta suya, de donde coligió que
los amigos del muerto pasarían á Ibuéras á unirse con
OIid para su ruina. Entretanto que se disponía al via-


1'e, _envió con los poderes mas ámplios que pudo á aque-la provincia á Francisco de las Casas, para que viera
el modo de asegurar la persona de Olid (1). Publicada
por México esta expedicion, la ciudad se alborotó teme-
rosa de que sacadas de ella las pocas fuerzas que tenía,
quedaba expuesta á una subJevacion (2). Así que el Ayuno
tamiento conjuró á Cortés á desistir de aquella empre-
sa, que en las circunstancias de andar alborotados los
naturales por la reciente prision de sus cacíques, era mas
que nunca arriesgada. Cortés respondía á esto que era
preciso hacer un escarmiento en aquellos principios, pa-
ra freno de tantos Españoles que tenia empleados en co-
misiones por todas aquellas provincias: que las faltas de
fidelidad de unos cuando no se castigan, hacen á todos
infieles: que dejaría en su ausencia tales providencias que
los Mexicanos no pensarian en inquietarlos. En una pa-
labra, arrebatado Cortés del espíritu de venganza, no oía
razon alguna. ¡'fanto es verdad que á una vehemente
pasion todo se sacrifica! Los oficiales reales que vieron
á Cortés encapricharse en su resolucion, lo requirieron
en nombre del Emperador para que desistiera de aquel
viaje, y efectívamente comenzaban á formarle proceso;
pero él por evadir esta dificultad, les aseguró que por
otros negocios iba solamente á Goazacoalcos, setenta le-
guas distante.


25. (3) Desembarazado Cortés del requerimiento de


[I] Herrera, Déc. 3. lib. 3. cap. 10.
[2] Gomára, Crón. de N. E. cap. 163.
[3] Herrera, Décad. 3. lib. 6. cap. 10.




Ano de 1524. 31
108 oficiales reales, y evacuadas otras dependencias, es-
cribió al Emperador besándole las manos por la merced
que le habia hecho de nombrarlo Gobernador y Capitan
general del reino de México, y sabedor de que los pri-
meros presentes que habia enviado con Alonso Dávila y
Antonio de Quiñones habian sido apresados de un cor-
sario, que con bandera francesa cruzaba por las Caná-
rias, previno otros, que aunque inferiores, eran de mu-
cho valor y de exquisito trabajo, entre ellos finísimos tegi-
dos de algodon, pelo y plumas, muchas joyas, perlas, y
mas de sesenta mil castellanos de oro. con una culebri-
na de plata, acaso la primera que se habia vaciado de
aquel metal en el mundo (1), cuya materia valía veinte
y cinco mil y quiniento~ pesos de oro, y la hechura tres
mil. Tenía de relieve una Fénix con este terceto:


(2) Aquesta naciú sin par,
Yo en serviros sin segundo,
Vos, sin igual en el mundo.


que dió materia de convcrsacion y de envidia á la cór-
te. Estos regalos se encomendaron á Diego de 8<)to que
llevó consigo un hijo menor del rey Moctheuzoma, que
Carlos V. acogió con benignidad, y lo envió á educar al
convento de los dominicanos de Talavera. Pidió enton-
ces Cortés al Emperador que á.las ciudades de Tetzco-
co y Tlaxcala concediera franquicias y privilegios, por ha-
berlo ayudado sus vecinos mas que ningunos otros, en
el sitio de México (3). Hecha esta diligencia, procedió
á disponer Sil viaje; y ante todas cosas, constándole de
la mala voluntad que le tenian los oficiales reales, acaso por
hacérselo;; amigos, les dió repartimientos, con la condicion
de derribar los ídolos, y procurar la instruccion de los Indios
que les; habia señalado; las demás cosas dispuso de esta ma-'
nera: llevarse consigo á los reyes Quauhtemóc de Mé.
xico, Cohuacanóc de Tetzcoco, Tetlepanquetzatl Tlacopan,
Oquizí de Atzcapotzalco, Vehichilzi, hermano de Catzonzin,
rey de Mich'Jacán: á mas de estos á Xihuacóatl, general de
Quauhtemóc, y Tlacatlec. hombres de espíritu y capaces


(11 Carta dll Cortés, escrita al Emperador
Octubre de 1524. Lorenzana, historia de N. E.


[2] GOn/arr!, Crón. dll N.. E. rap. 168.
[3J He/Tern, Dl'carl. 3. hb. 6. cap. 10.


el 17 de




6~ Ario de 15~4.
de dirigir cualqUIer accion contra los Espaitüles. Conje-
turo que tambien hicieron aquel viaje otros cacíqucs muy
principales. A Francisco de Solís nombró Cortés por ca-
pitan de la artillería y alcaide de las atarazanas: á Ro-
drigo de paz su primo, hombre bullicioso, encomendó!:ill
casa y hacienda, dándole los cargos de regidor y algua-
cil mayor: nombró por gobernador del reino, en su au-
sencia, al tesorero Alonso de Estrada, y al Lie. Alonso
de Zuaso. Cortés quería llevarse al contador Albornóz,
por ser el mas moderado de los oficiales reales; pero ha-
biendo caído enfermo, por instancias del factor Salazar, lo
asoció á los gobernadores. Este consejo de Salazar filé
con el malvado fin de poner á los gobernadores en la
oeasion de reñir, pues sabía muy bien la enemiga que
tenía el tesorero con el contador. Cortés que conoció es-
ta trama, por dejar contentos á todos, no reparó en las
consecuencias de este nombramiento. Finalmente, para
que el factor y veedol' no quedáran sujetos á sus colé-
gas, se los llevó á Goazacoalcos.


26. (1) Adonde apenas habian llegado, como que pre-
sintieran lo que sucedía en México, ambos pidieron á
Cortés licencia de volverse. Este', acaso arrepentido de
llevar por testigos de sus acciones hombres que proce-
dían de mala fé, les otorgó su demanda, y añadiendo á
un favor otro favor, tambien los, asoció al gobierno del
reino. Salazar entonces le representó los inconvenientes
que nacerian de cinco gobcrnadorcs con igual autoridad;
pero Cortés no por eso mudó, (Je parecer; ó sea como
juzga el Cronista Herrera, por el conocimiento que tenía
de los cuatro oficiales reales, que con sus desavenencias
habian de descubrirse, y hacer con el Emperador su apo-
logía; ó mas bien porque poseído del espíritu de ven-
ganza contra Olid, en nada reparaba. Esto pasaba en Goa-
zacoalcos, al tiempo que un correo, despachado á toda
fúria del ayuntamiento de México, llegó á aquel lugar con
la noticia de que luego que Cortés se alejó de la ciu-
dad habian reñido múlamente el tesorero Estrada, y el
contador Albornóz; y por lID asunto de tan poca monta, co-
mo era poner un nuevo alguacil, echaron mano á las es-
padas, perdiendo así el respeto debido á las casas de


[1] HerJ'm'a, Décad. 3. lib. 6. cap. 1 L




Afio de 1524. as
cabildo: que requeridos de que si no se conformaban con
los dictámenes serían depuestos del empleo de goberna-
dores, no por eso habian cesado los escándalos: que si
Cortés no refrenaba la presuncioJl del uno, y la arrogan-
cia del otro, la ruina del imperio era inevitable. Incon-
tinenti Cortés habiendo escrito á aquellos gobernadores,
que si no olvidaban la enemiga que los hacía proceder
tan escandalosamente los privaría del oficio, mandó
que al punto se pusieran en camino para la capital el
factor y vcedor, dándoles por escrito toda su autoridad pa-
ra procesar aquellos hombres, caso que aun durára el
rompimiento. Entretanto, sobresaltado Cortés con la nue-
va de haber sido preso por Olid Francisco de las Ca-
sas, apresuró su viaje, y así habiendo juntado todos los
soldados Españoles que pudo, y Mexicanos que habia con-
vocado, con una comitiva inmensa, partió para Ibuéras,
á tiempo que por Quauhtemalan venía á grandes jornadas
Francisco de las Casas á darle aviso de que forzada la
pnsJOn en que Jos tenía OJíd, lo habia fUuerto con ale·
vosía.




Año de 1524.


SUMARIO DEL LIBRO SEGUNDO.


1 P Salazar y Chirinos contra el mandamiento de Cor-
tés, intentan procesar á Estrada y á Albornóz, y quedar
;,;olos de gobernadores de México. 2 P Ejecutan sus de-
signios, y México se alborota. 3 P Salazar y Chirinos di-
vulgan la muerte de Cortés y de sus compafíeros, y se
apoderan de sus bienes. 4? Le hac('n honras á Cortés,
y condenan á la horca á Rodrigo de Paz. 5 P Prome-
ten á éste la vida si descubre los tesoros de Cortés: go-
biernan despóticamente: sacan los retraIdos de S. Fran-
cisco, y el custodio Valencia fulmina entredicho. G P Des-
pojan de sus bienes á los amigos de Cortés y á. los na-
turales: convocan las ciudades para que autoricen su go-
bierno, y envian procuradores al Emperador. 7 P Dán fa-
cultad de casarse á las mugcrns de Jos que habian acom-
pañado á Cortés en su viaje á Ibuéras. 8? Se cuenta
el desgraciado fin de Quauhtemóc, y de otros reyes. 9?
Se refieren diversas órdenes del Emperador, que reeibe
bien á los procuradores de Cortés; pero por los ma-
los informes de los oficiales reales, sus pretencinnes
encallan. 10. Chirinos sale de México para ir á Oaxaca:
sabe Cortés las turbulencias de México: se embarca por
tres veces, y vuelve al puerto: despacha á México á Do-
rantes con pliegos, en que depone á Salazar y Chirino~,
y substituye á Casas. 11. Llega tí México Dorantes. 12.
Los amigos de Cortés prenden á Salazar. 1 a. y lo encier-
ran en una jaula. Vuela Chirinos en su ayuda, y hacen
con él 10 mismo. 14. Los amigos y criados de éstos pro-
curan librarlos, y son castigados. 15. Carlos V. piensa en
privar á Cortés del gobiemo de México; pero por rue-
gus de sus amigos, se contenta con enviar juez pesqui-
sidor. 16. Contiene las instrucciones que se dieron á I10Il-
ce de Leon. 17. A ruegos de un pariente suyo, Cortés
determina volver á México. 18. Se emharca en Trllxillo,
arriba á la Havana, y llega á Medellín. 19. De Vera-
cruz, Ponce de Lean parte para Ixtapalapan, en donde
enferma. 20. Recibe de Cortés el gobierno, y muere; subs-
tituido en su lugar Aguilar, po('() despues fallece. El gc-
hierno se divide entre COli.és. Sandoval, y Estrada. 21




"~ño de 1524. 35
Por mandamiento de Carlos V., solo Estrada queda de
gobernador, desticrra de México á Cortés. 22. Los pa-
rientes de Paz piden justicia contra Salazar y Chirinos:
se refieren varios mandamientos del Emperador. 23. En-
via Cortés varios baxeles en socorro de la escuadra del
comendador Loaiza. Manda Carlos V. suspender la cau-
sa de Salazar y Chirinos. 24. Alvarado defiende á Cor-
tés ante el Emperador: se refieren varios decretos del
mismo para el buen gobierno de México. 25. Nuño de
Guzman escribe al Emperador contra Estrada, y Cortés:
éste se determina á pasar á España. 26. Trén de su em-
barco. 27. Se refieren los mandamientos dados en la nue-
va audiencia. 28. Llega Cortés á Palos, muere Sandoval,
concurre con Pizarro, y Carlos V. lo recibe con agra-
do. 29. Lcyes publicadas para el gobierno de la N. E.
La nueva audiencia en México se declara enemiga de
Cortés. 30. Vende en almoneda sus bienes, y envia pro.
curadores al Emperador. 31. Parecer del obispo de Mé.
xico, y de los padres de S. Francisco, sobre los proce-
dimientos de la audiencia. 32. En vista de estos parece-
res y otros informes, el Emperador premia á Cortés, y
publíca varias leyes. 33. Se refieren otras leyes y las acu-
>laciones de Guzman, y dc la audiencia. 34. Nombra la
Emperatriz virey dc México, y nucvos oidores. 35. El
obispo Zumárraga excomulga á los oidores, con su pre-
sidente: éste vá á la jornada de los Chichimecas. 36. Lle.
ga Cortés ;] V Cl'acruz, y la audiencia le envia á intimar
mandamiento de la Emperatriz de que no eutre en Mé-
XICO.




3ti Aúo de }''J'l4.


~~~~~~~~--~------------~---~~--~,-~ *$$®@$*~~®~~~$$~~$$*~~@'*~@*~~$@W~
~~~~--~--,-,-~---------~-~----------~


LIBRO SEGUNDO.


1. (1) Habiendo Cortés partido de Goazacoalcop
para las Ibuéras, y restituidose á México Salazar y Chi-
rinos, bien que halláran agitadas las desavenencias entre
Estrada y Albornóz contra la prohibicion de Cortés, no
solo trataron de procesarlos, sino que tuvieron la avilan-
téz de romper públicamente su mandamiento, que teme-
roso de sus violentos génios les habia dado por escrito.
En estos contrastes pasaron algunos días, hasta que se
comprometieron estar á lo que el Lic. Zuaso decidiese:
éste declaró, que la voluntad de Cortés era que todos
cinco unánimes gobernáran el reino; resolucion que dis-
gustó tanto al factor y veedor, que de ella apelaron al
Emperador, y determinaron vengarse ú su tiempo del que
la habia dado. Corrieron casi tres meses sin que el mal
ánimo de estos prorrumpiera en algun escándalo. 1'ero
Salazar, que era el que ma" ojeriza tenía ú sus dos com-
pañeros, no pensaba entretanto sino en perderlos: par:l
esto creyó oportuno granjear~e la amistad de Rodrigo de
Paz, hombre el mas podero~o acaso que habia en Mé-
xico, pariente de Cortés y tenedor de sus bienes. Este
designio lo ejecutó valiendose de este diabólico artificio:
propone á los tres gobernadores que se prenda á Paz:
ignoro el pretesto que alegó para procedimiento tan ir-
regular; lo que consta es, que Estrada creyendo que la
proposicion de Salazar nacía de particular enemistad, hi-
zo cuanto pudo por impedir aquella violencia; pero al fin
sabedor de que los otros dos gobernadores habían expe-
dirlo el mandamiento de captura, contra su voluntad lo
subscribió, y se procedió ¡í la prision de Paz. Cargad0


[Il Herrrrrl, Déc. 3. lih. n. r.ap. 11.




Año de 15'J4. ::l7
~stc de lllerms fue encerrado en la casa de Salazar que
seguro de su intento pasa á verlo, y m Jstránd·)le el de-
creto de prision de los gobernad lrilfl Estrada, Alb,wUól,
y Zua~o, no de otra manera que si se compa,ieciera de
su desgracia le dice: "Hó aquí la recompensa que has te-
nido de la amistad y favores con que has colmado á es-
tos gobernad()res: si fueran tus amigos como protestaban,
y como en la realidad lo SOIll')S Paralmindes y yo, no se
hubieran conjurado en perderte. Si deseas salvar tu vi-
da, y vengar esta injuria, un{uwmos todos, que mañana
luego te darémos la libertad, y juntos, á tus tres enemi-
gos privarémos del gobiern')." Oído este razonamiento, y
considerando Rodrigo de Paz que aquellos en quienes mas
confiaba se habian vuelto contra él, incautamente juró á
Salazar y á Peralmindez Chirinos eterna amistad. De he-
cho, estos dos al siguiente dia intercedieron con los tres
gobernadores para que el preso saliera libre, como se
ejecutó. Y para llJas disimular su traicion Salazar, pro-
puso á sus compañeros que al otro día fueran á S. Fran-
cisco á comulgar, eon lo cual entendería el pueblo que
cuanto se había hecho en la prision de Paz, era con
acuerdo de todos.


2. El convenio de Salazar y Chirinos no fué tan se-
{:reto, que entretanto no lo barrnntáran los tres gober-
nadores; por eso al siguiente dia habiendo concurrido les
dieron en cara con su traicion en estos términos: "Con
capa de amistad nos ha beis engañado: á nuestras expen-
sas habci,,; cOlllprado la de Paz: gran premio á fé de ca-
ballero obtendreis de esta maldad." Luego quc Salazar
y Chírinos oyeron esta reprehension tan ágria, enmudecie-
ron alglln tanto; pero Salazar haciendo del ingénuo tra-
jo á Dios y á los hombres por testigos de su sinceridad,
y protcxt6 que él no se cuidaba de la amistad de Paz,
"ino de la dc ~us compañeros, y para prueba de lo que
decía les añadió, que si querían dividirían la historia. Po-
cos dias despue,; de sucedido esto, Salazar, ChirinoR, y
R)dl'igo de Paz, con algunos regidores ql10 se habían ga-
nado, en las casas de cabildo tuvieron una junta, y en
ella acordaron que se hieiera notorio á la ciudad que los
tres gobernadores eran privad,)s de su empleo. Efectiva-
mente este decreto se pregonú; per" de él se ,)casionó
1111 tUlllultO y todos se armaron; quien para defendcr el


TO",l. l. 6"'-




j~ Ano rle 1 fí24.
uno; quiml el otr/) partido. El tumulto 110 pasó adelan~
te, y Estrada, Alburw',z y Suazo siguieron despachando.
Visto por Salazar y sus amigos que aquella tentativa se
habia frustrado, se resolvieron de una vez á prender á
Estrada y á Albornúz; pero de ahí se suscitó otro tu-
multo (1), que procuró sosegar el alcalde Francisco Dá-
vila, que prohibiú que nadie acudiese con armas. El fac-
tor, veedor, y Paz, que se mezclaban en la n-friega, dic.
r(,n tras el alcalde, le quitaron la vara, y maltratado le
pl\~ieron en la carcel, y por no querer pasarse, lo con·
d~!laron á muerte sübre la marcha; pero el se dió ma-
ña de ponerse en salvo. El tumulto entretanto seguía, y
seguramente iría á parar en una guerra civíl, si los pa-
dres franciscanos que en aquel tiempo gozaban en Mé.
xico de gran autoridad, no hubieran mediado, y aunque
por algun tiempo ninguna de las partes quería aflojar,
al fin se hubo de ceder á la mayor fiterza, y el
Lic. Zuaso prendió á Estrada y á Albnrnóz, quedando
asentado que desde aquel dia no se metieran en el go·
bierno. La prision de éstos fué de poca duracion á lo
que entiendo, pues hallo que al dia siguiente Albornóz
concurrió en S. Francisco á misa con Pedro de Paz.
hermano de Rodrigo, quien allí mismo lo zahirió públi-
camente del atentado que habia cometido en mandar pren-
der á su hermano; sobre esto se trabaron de palal,lras,
y de ellas pasaron á sacar las espadas. Corrió la gente
á separarlos, y algunos salier()!] de la refriega heridos.
Estrada al fin los sosegó, y Hodrigo de Paz puso á su
hermano en la carcel, bien que aquella noche lo man-
daron soltar. A la siguiente, Rodrigo de Paz fué al cuar-
to del Lic. Zuaso (ambos vivian en el palacio de Cor-
tés), y habiéndole quitado la vara de gobernador (2), lo
envió preso á Medellin, y poco despues lo hizo erubar-
car para Cuba. Este procedimiento de Paz con Zuaso al-
teró en tal manera á los vecinos de México, que qui-
sieron salirse de la ciudad, y lo hubieran puesto por olJra
á no haberles mostrado el decreto del Emperador, que
como dijimos, mandaba á Cortés que lo enviara á Cu-
ba á dar su residencia. Zuaso, á la verdad, era el ma~


(1) 1825.
[2J Herrera, Décad. 3. lib. (j. cap. 12.




Año de 1525. 39
bIen quisto de los cinco gobernadores, no solo por sus
personales prendas, sino tambien porque en aquellos pri-
meros años no habia otro que fuese tan versado como
él en los derechos; pero por su desgracia tuvo la debi-
lidad de firmar el decreto de la prision de Paz.


:3. Esto hahia pasado en aquel año, y parte en el si-
guiente de 1525 (1), en que hallo que fueron alcaldes
ordinarios el comendador Leonél Cervantes, Francisco
llítvila, y Cristnhal de Salamanca: procurador mayor Pe.
dro Sanchez Fa...rún: mayordomo, Fernando Lopez, y si
el nomhre y apellido no me engañan, fué tambien escri·
bano de cabildo: ai6'uacil mayor Rodrigo de Paz, en cu-
yo lugar desplIes entró Alonso Villaroel: alcalde mayor~
Diego de OrJáz: regidor por nombramiento del Rey,
Alonso Perez Vare lo' por decreto de los gobernadores
Gutierrez Soto-Mayor, iliego Baldecebro, Gonzalo Me-
xía, y Antonio Carbajal. Poco tiempo despues de la
prision de Zuaso, Estrada y Albornóz salieron de Méxi-
~o á acompafíar cierta cantidad de oro f¡Ue se le des-
pachaba al Emperador: y aunque esto se habia hecho
con parecer, á lo que creo, de los gobernadores, no obs-
tante Chirinos que supo que en aquellos di as llegaba á
México Gil Gonzalez, y Francisco de las Casas, aquel
de quien dijimos se vali6 Cortés para matar á Olid, cre-
yó que Estrada y Alborn6z con el pretexto de condu-
cir el oro se iban á juntar con estos famosos capitanes,
para tomar de él y de su compañero venganza: asi que,
preciandose de guapo, á toda ftiria partió con cincuenta
cabal/os y bllen número de escopeteros y ballesteros en
pos de ellos: á ocho leguas de México los alcanzó, y
como Estrada y Albornóz vieron que Chirinos venía á
ellos, se pusieron en son de quien se defiende. Los pa-
dres franciscanos, que acaso acompañaban al uno ó á los
otros, se interpusieron, y Chirinos se contentó con que
volvieran presos á la ciudad. A la noche siguiente Sala-
zar y Chirinos, siempre temerosos de sus compañeros que
conservaban alguna autoridad, con gente armada cerca-
ron la casa de Estrada, y le abocaron la artillería para
derroearla, lo que impidieron Francisco de las Casas, y
Gii Gonzalez. Solo las puertas se echaron abajo, y pren·


[1) Llbro capitular de la Ciudad.
*




Jtí Año de l[j~fJ.
dieron cuatro o cinco que mandaron azotar al día si~·
guiente, bien que fueron hidalgos, por la razoJl que daban
de querer matar á los g"bernad.wes. Entretanto Estrada
quedó bien asegurado, y Albornóz cargado de cadenas fué
llevado al arsenal. Todas estas violencias hacian en Mé.
xico Salazar y Chirinos por la sombra de Rodrigo de
Paz, quc siendo tan poderoso tenía la mayor autoridad;
pero estos ingratos que creyeron no series ya neeesaril'
tal hombre, se conjuraron contra su vida. Para obtener
su intento Salazar, se vali ó de la religion; perversidad
intolerable que sirve de especioso pretexto á ánimos vÍ-
les! Sabedor este que el custodio Fr. Martin de Valen-
cia habia pensado prender á Rodrigo de Paz por mal
cristiano, pasó á verlo y le propuso que le haría aque-
1Ia prision sin ruido. Escandalizado aquel religioso de es-
te ofrecimiento. lo despidió diciéndole, que l>az se ha-
bia confesado y estaba absuelto. Frustrada esta tentativa,.
á preveneion con su compañero Chirinos, divulgaron que
habian recibido cartas en que les avisaban quc á Cor-
tés con su comitiva habian muerto los Indios: despues se
dirigieron al tesorero Estrada, de q1li8n estaban segurofi,
que á trueque de su libertad, haría lo que quisieran, y
le mandaron que requiriera á Rodrigo de l)a7. del oro
que habia despachado á quintal' Ú España y á pagar se-
senta mil pesos de oro que Cortés debia á las cajas rea-
les; pcro como de este requerimento temieron que po-
día nacer algun motin, juntaron gente: lo mismo hizo Ro-
drigo de Paz, resuelto á no obedecer. En este estado se
hallaban las cosas cuando Estrada, sin duda obligado de
sus enemigos, con buenas razoncs apaciguó á Paz, y le
persuadió, que aquellas pretensiones se dejarían con tal
que permitiese hacer el inventario uel muerto Cortés, que
era diligencia que se practicaba con los que manejaban
los intereses del público. Rodrigo de I~az que ya estaba
desengañado de la mala fé de los gobernadores, .Y aun-
que tarde arrepentido de su union con ellos, vino en que
se inventariáran los bienes de Cortés, con la condicion
de que su persona quedára segura. A Salazar y Chiri-
nos, á quienes poco costaba dar seguridades, (bien que
no las cumplieran), hicieron de esto pleito omenage en
manos de Al varado y Tápia, y pasaron á apoderarse de
la hacienda de Corté~. En el registro que hicieron de su




Alto de 1 ü25. .j 1
palacIO cometieron muchas villanías con la~ llobi~s .Me-
xicanas que Cortés halna encargado fueran servlc,as con
todo deco)'", lo que rué muy sensible it aquellos cacÍ-
queso Entretanto Rodrigo de Paz no fiando se de la pa-
labra dada, trató de poner en salvo su vida é irse á Oa-
xaca, y de allí con sus amigos pasar á lbuéras; pero su
de,:gracia quiso que difiriera su viaje. En ese tiempo los
gobernadores prontamente dieron órden que se quitáran
las velas de los navíos que estaban surtos en Medellín
para que ninguno se embarcára para Espalta á dar cuen-
ta de lo que en Méxieo sucedía.


4. (1) Perturbado de esta manera el gobierno, los
amigos de Cortés deseaban darle aviso de lo que pasa-
ba; pero no atreviéndose á fiar en la incertidumbre de
lUla carta noticia tan peligrosa, ni menos resolviéndose
á salir de la ciudad en un tiempo en que de todo se
sospeehaba, arbitraron valerse del eapitan Francisco de
Medina, que estaba fuera, para que se encargára de ir
luego á lbuéras. Este efeetívamente emprendió aquel via-
je; pero por desgracia halló á los indios de Xicalanco
revueltos contra los Españoles, á euyas manos murió. In.
tentó lo mismo Diego de Ordáz; pero acobardado con la
muerte de Medina se volvió á la ciudad, y, ó fuera por
no parecer cobarde, ó acaso porque creyó la muerte de
COltés, hizo que aquella voz tomára tal cuerpo, que las
mugeres de los que acompañaron á Cortés hicieron ex-
céquias á sus maridos. Los gobernadores señalaron dia
en que se eelebraroll solemnes funerales por el ánima de
(;ortés, en ellos el predicador franciscano que hizo la
oracion fúnebre, por captar la benevolencia de Salazar y
(;hirinos, disminuyó las hazañas del conquistador. I.os mis-
mos oficios no solo se hicieron en todas las ciudades del
reino, sino que aun sus familiares cumplieron con este de-
ber, no porque ellos lo creyesen muerto, sino por temor
de los gobernadores. Todas las personas impareiales es-
taban altamente persuadidas que así como Salazar y Chi.
rinos por los medios mas indignos se habian apropiado
el gobierno, lo habían de conservar á fuena de super-
cherías y castigos. Efectívamente, castigaban al que de-
cía que Cortés vivia, y en este género no perdonaron al


[1] Herrera, Décad. 3. lib. 6. cap. 12.




4~ Afio de 1525.
séxo. como lo experimentó Juana Mansilla, muger de Pe.
dro Valiente, que fué públicamente azotada. Atemoriza-
d~'8 de esta manera los vecinos, dj,;pusicron ú su arbi-
trio del reino. Almonedearon por poco los hienes de Cor-
tés, de Gonzalo Sandoval, y de los otros capitanes que
con él fueron á la jornada de Ibuéras: extrajeron de S.
Francisco el oro que dejó Cortés depositado; y finalmen-
te para complemento de ~us designios contra la fé jura-
da, no solamente prendieron á Rodrigo de Paz, sino que
le dieron tormento~ para sacarle el secreto del lugar en
que Cortés tenía enterrados sus tesoros; pero como la
violencia del fuego lento, aplicado en las plantas ungidas
de los pies, le comió hasta los tobillos, por no dejarlo
estropeado, ó por mejor decir por que no quedúra aqud
monumento de su perfidia y crueldad, con pretexto de
que alborotaba el pueblo, lo condenaron á la horca.


5. Entregado ya Rodrigo de Paz al verdugo, Salazar
como si se compadeciera de su desgracia, le volvi{¡ á
prometer la vida si descubría el lugar en que estaban so-
terrados los tesoros de Cortés; pero él le respondió que
le habia entregado cuanto tenía de aquel: que de su ini-
cua sentencia apelaba otra vez al Emperador, y volvién-
dose á los circunstantes les habló en estos términos: "Se-
ñores, decid á Cortés que me perdone el haber dicho en-
tre los tormentos que se habia llevado toda su hacienda,
lo que no es verdad." La inicua sentencia luego fué eje-
cutada con sentimiento de toda la ciudad. Desplles los
gobernadores para no omitir diligencia en las p('~quj~as
de estos tesoros, taladraron los cimientos del palacio de
Cortés, y Sala zar que quería conciliarse amistad de Al-
br:rnóz, puso preso á Pedro de Paz su enemigo; pero és-
te escapó de la carcel al retraimiento de S. Francisco.
Muerto Rodrigo de Paz se creyeron Salazar y Chirinos
que ninguno de los vecinos de México era capáz de dis-
putarles el puesto que habian usurpado; no obstante pa-
ra todo lance se ganaron amigos: éstos eran sus mas se-
mejantes, porque los hombres de bien detestaban su per-
fidia. De aquella suerte de gente les pareció hacpr calI-
dal, creyendo que sacarían por ellos la cara caso que la
[rJrtuna se mudára, sin acordarse de lo mismo que elhs
habian hecho con Paz. En credo, á estos dieron I,)s re-
partimientos que Corté~ habia distribuido cntr(' su,; sol-




Afio de 1525. 43
dados. En e3to entendian, cuando advirtiendo que se ha-
llaba fuera de México Francisco de las Casas, Gil Gon-
zalez, y Diego Hurtado de Mendoza, capitanes de nom-
bre, temieroll que siendo éstos amigos de Cortés junta-
rían gente, y vendrían sobre ellos; así, que para preve-
nirlos - lus hicieron prender, y con el pretesto de la muer-
te de Olid los con<Íeuaron ú pena capital. No les hu-
bi(,ra valido la apelaóon al Emperador, de que entonces
no se hacia casu, si los vecinos de M éxico unidos no hu-
bieran mediado. Pero Salazar y Chirinos se libraron de
éstos envúlI1dulns presos á Veracruz, y de allí haciendo-
los embarcar para Castilla en compafiia de Juan de la
Peña su criado, á quien dió Salazar doce mil pesos en
oro, con muchas joyas y ricos presentes para sus ami-
gus, bien que todo se perdió cerca de la isla de Tayal
(1). Al tiempo que estos navegaban, los gobernadores an-
siosos de asegurar á los que se les habian escapado y
refugiado en S. Francisco, cercaron aquel convento y
sacados de él Ins pURiel'on Cl! la cárccl. Esta insolencia
no la sufrió Fr. Martin de Valencia, que era el juez ecle-
siástico en Méxicu, é inmediatamente requirió por tres
veces á los gobernadores amenazándolos con las censu-
ras eclesiásticas, si no reponian en el mismo lugar á los
retraidus; pero Salazar y Chirinos sordus á estos re que-
rimentos no cesaron. Visto esto por el custodio, fuImi-
,nó entredicho en la ciudad, con sus fraylcs y vasos sa-
grados, salió en procesion de México, y sc fué á Tlax-
cala. Esta demostracion desconcertó los proyectos de los
gobernadores que se veían sin fuerzas bastantes para ha-
cer frente á un pueblo, que tocado del poco respeto que
mostraban ú las penas eclesiásticas, iba á hacer en ellos
un ejemplar; y asi poseíd.is de este telllor hicieron vol-
ver á los religiosos, y repusieron los retraidos en el (;On-
vento. Fr. Martín de Valencia luego que volvió de TIax.
cala los absolvió públicamente, bien que cn este acto de
rcligion se portaron con irreverencia, vomitando muchos
dicterios contra los frailes con grande escandalo de los
bucnos cristianos.


G. Salazar y Chirinos con estas violencias no habian
cr)Uscguido otra cosa que exásperar los ánimos de los ve~


[I] Herrer. Déc. 3. lib. 6. cap. 12.




44 AÍlo de 15~b.
CJl10S de la ciudad, L:uyo temor y disgu~to les salJa a lit
cara. No se les ocultú e~to, y por lo mismo procurar'm
prcyenir las consecuencias que de ahí, . y dc la venida de
Cortés podian nacer. Para estt) hicieron que se juntárulI
los ayuntamientos de las ciudades, y villas del reino, y
que nombraran procur:ld()re~, que tÍJeran á .México á una
junta general que reunieron; pero como toda ella estuvo
á su devocion, anuló lns nombramientos que Salazar y
Chirinos tenian de gobernadores por Cortés, y se los li-
bró en su nombre. Se quitaron lo;; goberlladores y de-
más jU~lieias que él mismo habia depdo, y se substituye-
ron otros. En otra junta general se anularon los podere:,:
que tenian Francisco de Montejo, y Diego de Oearnpo,
para tratar los negocios de aquel reino en la cúrte, y se
destinaron ií. succederles Bernardino Vazquez de Tápia
(1), y Antonio de Villaroel, grandes enemigos de Cortés,
señalándoles grandes salarios y ayudas de costa. Villa-
róel autes de partir se presentó ante Jos gnbernadore~
citando al difunto Rodrigo de 1)a7:, á que le pagase cier-
ta cantidad de dinero, que decia haberle ganado al jue-
go, y sin mas pruebas embargaron Jos bienes de Paz, y
le hicieron pago de doce mil pesos. Conseguido esto, se
embarcaron para Castilla con órden de contar á su mo-
do lo que en México pasaba, y Salazar y Chirinos ase-
gurados en la gobernacion, manifestaron toda la perver-
sidad de su ánimo, declarando sangrienta guerra á todos
los amIgos protejidos de (")rtés, á quienes despojaron de
sus repartimientos y bienes: hubieran querido asegurarlos
á todOS;pel'O no tuvieron esta satisfaecion, porque mu-
chos se les escaparon de entre las manos, otros con tiem.
po se retiraron á sitios fragosos, y finalmente, algunos se
ocultaron de tal manera, qlli!' no se supo de ellos hasta
que Salazar y Chirinos fueron presos. Ni contentos con lo
ejecutado vejaron á los Mexicanos, despachando por aque-
llas provincias hombres sin misericordia que los depoja-
ron de las joyas, oro y plata, y de cuanto poseían de
precioso, lo que los alborotó de tal manera. que los UIlOS
se huian á los montes, y otros mas ammo::<os empuña-
ban las armas. En un solo pueblo mataron lns Mexica-
nos quince Españoles, y propagada por aquellas provin-


(l] HelTera. Déc. 3. lih. {l. ca}!. 12.




Afio de 15~5. 4~
<éia~ la nueva del saco que daban los ministros de los
g lbernadores, buel:ta parte de las costas del Norte se su-
blevó, y el mal hubiera sido general si la esperanza de
que volviera Cortés no hubiera contenido á los demás.
Bntretanto la noticia de los alborotos llegó á los goberna-
res, que temerosos de que no se trasfhndiesen á la ca-
pital, hicieron ,'enir á ella cuantos Espaíioles andaban
empleados por todo el reino en la saca de los metales:
C,ll1 esto se descuidaron los quintos, y este ramo de la
real hacienda se deterioró, y COIl todo que andaba una
'"iuhleva('ion general, no dcjaron estos sus antiguas mañas:
quitaron á Albornóz lo que habia juntado de los quintos,
y esta cantidad con las alhajas, oro y plata que habian
robado á los Mexicanos, las pusieron en manos de. dos
criados suyos, que enviaron á la córte para entregar ¡j
sus protectores y amigos. Decian públicamente, que no
con venia enviar al Emperador del reino. de México, gran
calltidad de oro y plata, bastánJole anualmente veinte mil
pesos, que era lo que rentaba el reino de Nápoles.


7. (1) Gobernándose (le esta manera el reino de N. Es-
paña, de cuando en cuando Salazar y Chirinos divulga-
ban por la ciudad varias cartas supuestas, en que les da-
ban cuenta menudamente del modo como Cortés habia
sido preso por los Mexicanos, y sacrificado á sus dio-
~es con toda la comitiva que llevaba á Ibuéras,' y para
que todos entendieran que lo que las cartas aseguraban
era la pura verdad, autorizaron á las mugeres de los que
fueron á aquella jornada, para que pudieran volverse á ca-
sar, providclleia que dictaron los gobeI1ladores por com-
placer ú dos lllallceba~ que tenían, cuyos maridos des-
pues de haber logrado ricos repartimientos de los COll-
quistadores, continuamente los tenian empleados en co-
misiones. Amas de esto, para dar pesadumbre á los
amigos de Cortés, unas veces decian que tenian órden
del Emperador de prenderlo; otras que si llegaba por
allí lo ahorcarían: ellos no sabian lo que decian, ni guar-
daban eonsecuencia en vejar á los vecinos y á los Me-
xicanos. Llegó á tanto su insolencia, que á Francisco Bo-
nal justicia de Veracruz, mandaron que obligára á vol-
ver á Castilla {t cualesquiera Juez pesquisador que de


[1] HeiT/:rG. Décad. 3. lib. ti. cap. 12,
·ro'l{. L 7




46 Afio de 1525.
allá arribara. Por este tiempo, en un viejo torrejon se h¡¡.·
lió gran cantidad de oro que ~l tesorero Albornóz pidió
para el Emperador, conforme á las leyes publicadas so-
bre los tesoros de los Mexicanos; pero Salazar se negó
á consignarla por la razon de que aquel edifieio lindaba
con su casa.


B. Al tiempo que esta;; cosas sucedían en Mexico~
Cortés sin haber caído de ánimo, por las innumerables
dificultades que tenia que vencer en su empresa, seguía
en su viaje á Ibuéras; pero así como á la historia de la
capital del nueVo mundo, no pertenece el contar estos
trabajos, así á muchos no parecerá cosa agena de ella
el refe.rir el infortunado fin de su último Rey (1). Cor-
rian mas de dos meses que Cortés iba en pós de O lid.
cuando hizo alto en un lugar que nombran Izancanac,
y en el silencio de aquella misma noche, mandó ahor-
car á Quauhtemóc, Rey de México, Cohuanatcox de Tetz-
coco, Tetepanquetzal de Tlacopan, con otros cacíque~
de los mas nobles de entre los Mexicanos (2). Para un
procedimiento tan indigno y atróz, que denigraba tanto
el nombre Espaflol, alegaba Cortés, que de iJ'Iexicatzin-
catl habia sabido, que Quauhtemóc con los demás ajus-
ticiados se habia conjurado contra él, y acaso contra to-
dos los Españoles, que se habían esparcido por aquel vas-
to reino; y á la verdad nada era mas fácil á los Me-
xicacos, que poner en obra este proyecto y acabar con
sus enemigos; no solo con los que habían quedado en
México, que no pa5aban de doscientos, sino tmnbien con
todos los que hacian aquella jornada, que por muchos
que fueran, siempre eran POCO!; respecto de tres mil :Me-
xicanos que habia en aquel real. Añadía Cortés, que el
órden de esta trama se le habia presentado en una man-
ta de algodon, en la cual todos los autores de aquella
conspiracion se hallaban pintados con sus símbolos que
los caracterizaban conforme al modo que tenian los Me-
xicanos de comuniear sus ideas á los ausentes: que sa-


[1] Véase la relacion duodécima de Ixtlilxóchitl agre-
gada al tomo 3. del P. Sahf1gun, que publiqué, desde la
l!ág. 90 tÍ 94, donde se refiere este !tecllO de atrocidad
maudita, y cuya lcctum horroriza.


[2] Gomá),(l, Orón. de N. E. cap. J 78.




Año de 1.t)2,cJ.i'¡
hedor de esto, y asegurado de la verdad por la confe-
si,m de los reos, con el parecer d,~ sus capitanes los ahor-
<:ó (1). Pero Torquemada, autor imparcial, y uno de 10s
mas versados en las historias de los Mexicanos, dice que
este suceso se lee de otra manera en una historia Tetz-
cocana manuscrita en lengua Mexicana, de cuya since-
ridad tenia repetidas pruebas en muchos hechos que ha-
bia verificado. La dicha historia se expresa de esta ma-
nera. "Llegados los Españoles á cierto lugar (Izancanac)
muy entrada la noche, los señores Mexicanos discurrían
de sucesos, y uno de ellos, Cohuanacox, Rey de Tetzco-
co, les dijo: ,.Veis aquí, seJ1ores, que de reyes hemos ve-
nido á ser esclavos, y son ya tantos dias que el Espa-
ñol Cortés nos trae caminando: si nosotros no fuéramos
los que somos, y no miráramos á la fé que debemós, y
á no inquietarnos, bien pudiéramos hacerle una burla que
le acordára lo pasado, y el haber quemado los pies á
mi primo Quauhtemóc." Este al punto le interrumpió
aquella conversacion, diciéndole: "Dejad, selior, esa plática.
no se entienda que de veras tratamos de esto'>' Esta con-
versacion la refino á Cortés un hombre plebeyo, y creí-
da, consultó el caso con los suyos, y en aquella noche
los hizo ahorcar de un árbol que llaman Pocho ti, 6 Cey-
bo, Esto sucedió en las carnestolendas de este año de
1525 (2). El mismo Torquemada juzga que la verdade-
ra causa de la muerte de estos reyes y cacíques, fué
que le eran á Cortés carga muy pesada, que mientras
vivian era preciso lo trajesen sobresaltado. ¡Este f\.té el
fin de) valiente Quauhtemóc! Hecho tan bárbaro á la ver-
dad (3) que aun Gomára, familiar de aquel Conquista-
dor, cuyas acciones engrandece, vitupera esta, y con ra-
ZOl1; pues la grandeza de ánimo de aquel último Rey
de los Mexicanos, su constancia en las adversidades, y
otras virtudes que si caractel'izan de hombres grandes á
los particulares, en los reyes los ensalzan al grado de
héroes, pedían para honra de los EspaJ101es y grangear
la benevolencia de los Mexicanos, que Cortés hubiera


[l]
[2]
[31


Torqllernada, p. 1. lib. 4. cap. 104.
Torqllemarla, p. 1. lib. 4. cap. 104.
Gomál'a, cap. 178.




4b Año de 1525.
colmado de ben~fieios á su Rey, y no que con esta 111-
digna accion obscureció la fama de ~us próezas.


9. (1) Por este tiempo Juan de Rivera, y Fr. Pedro
de Melgarejo, que en la cúrte solicitaban los negocios de
Cortés, presentaron á Carlos V. un memorial en que pro-
metian servirlo con dosciellto~ mil pesos en oro dentro
de año y medio por via de empréstito, con la condi-
cion, de que si la dicha suma no la habia eu México en
las cajas reales, Cortés la supliría echando mano de su
hacienda, y de la de sus amigos. Este ofrecimiento opor-
tunísimo en las eircunstancias de cscaséz en el erario, lo
aceptó el Emperador con tanto gusto, que de contado
hizo merced á Cortés de los títulos de Don, y de ade-
lantado, prometiéndole premiar condignamente sus seryi--
cios, y tener presentes á sus reC'.Dmendados para los em-
pleos de alcaides de las fortalezas &c. En órden á lo
,que le habia pedido de permutar las penas de los deli-
tos que fueran en dallo de tercero en multas pecunia-
rias, y entrar en composi<;ion con los que sin saberlo dc--
bian alguna cantidad al fisco, le dice, que lo informe pa-
ra proveer conforme á sus súplicas. A mas de esto man-
dó librarle una real cédula, en que haciendo un suma-
rio de sus hazañas, le daba por armas fuera de las que
por su casa tenía, un escudo, en cuyo medio á mano
derecha en la parte superior estaba el águila negra de
dos cabezas, que son las armas del Sacro Romano im-
perio, y en la otra mitad á la parte inferior, un leon do-
rado en campo colorado, en memoria de las victorias que
"11 valor é industria le procuraroÍl. En la otra mitad del cscu·
do, á mano izquierda en la parte superior, tres coronas de oro,
por los tres reyes de México que venció: en la inferior
las de la ciudad de México fundada sobre aguas, en
memoria de haberla sujetado, y por orla del escudo en
emBpo amarillo, siete capitanes y seiiores que venció,· y
estaban aprisionados con una cadena que cerraba un can-
dado, que quedaba debajo del escudo, y sobre él U11 yel-
mo con ~u timbre. Estas mercedes á Cortés parecieron
ú algunos de poca con"ideraciun, atendiendo al gran rei.
no, que habia conquistado á la corona de Castilla (2).


[1] Herrera, Dpc. 3, lib. 'l. cap. 4.
(2] Esta relacian está incumpltta, pues le falta el le-




Añn de 15:Uí. 4~J
En aquella ocasion el Emperador hizn ;í .Tuan de Rive-
ra eontinuo de su casa, y á Fr. Pedl'O de Melgarejo su
predicador, con los hOllores de consejero de Indias. En
este mismo año mandó el Emperador á Cortés que res-
tituyera :'t los hijos el" Garay los bienes de su padre, y
á todas las Indias: que los caeíques se pudieran casar
con Españolas, y é~tas con aquellos: qne los beneficios'
eclesiásticos se dieran á los nacidos en aquellas partes:
que se observasen las pragmáticas sobre juegos: que los
i)ficiales reales no comerciaran, y que ni l)stos, ni los go-
bernadores ~e sirvieran en los viajes de indios, "i no les
pagaban su jornal. Finalmente, como acudian tantos Es-
paiío]es á las Indias por la fama de las riquezas, y aban-
donaban en España sus familias, se dió órden de que los
casados fueran obligados á volverse, y no repasar á In-
dias sin sus mugcrcs.


JO. (I) Cuando se daban estas providencias para el
buen gobierno de las Indias, Salazar y Chirinos en Mé-
xico inmutables en el modo de gobernar que habian adop-
tado, se hacian mas temibles, y solamente por causar pe-
"adnmbre ti los vecinos de Medellin, Colonia que Cortés
habia fundado y Jado el nombre de su pátria, manda-
ron que aquella villa fuese mudada á otra parte, man-
damiento que no se ejecutó por entero por las dificulta-
des que sobrevinieron. Meditaban los mismos otras mu-
chas cosas, que no solo hubieran debilitado el gran par-
tido que Cortés allí conservaba, sino que quizá 10 hu-
bieran acabado; pero j CUÚl.l üdlidas ~on l:¡s cuentas de
Jos hombres! el exceso tocaba á lo ';U1lJO, y así al mis-
mo tiempo Dios iba Jisponiendo las cosas de manera que
en parte se castigaran aquellos tiranos, y renaciera el ór-
den en la porcion mas noble del nuevo mundo. Fué el
caso, que llegaron á los gobernadores en aquellos dias,
diversos correos despachados á toda iuria con la noticia


ma que decía. Juditium Domilli aprehendit eos, fortitudo
eius, corrovorabit braquium melllll: Entiéndase, "El Señor
me escogió corno instrumento de su justicia, así como un
juez nombra á un hambre para verdugo ejecutor de las
penas que sel1alan las leyes contra los criminales." Desgra-
ciar/o el hombrc que recibc e.~te nombramiento • ••• / /I-EJ¡.7


[I J He/'rera, Déc. 3. lib. 7. cap. 8. .~.




50 Año de 1525.
de que los pueblos de Huayaccic ú Oaxaca. se ha!o;ll11
sublevad') contra los Españole~. y dado la muerte á ("¡;)
Ó diez de ellos, y á unos ocho ó diez mil Mexicanos q le
estos tenian empleados en la saca de metales; nueva que
les fué tan sensíble, que inmediatamente Chirinos cln
doscientos infantes y cien caballos, sali'" á aquella elí 1 '0-
dicion en pós de los rebelaflos, que cargados de oro. de
un peñol en otro se defendieron bravamente, hasta que
se hicieron fuertes en uno que no pudieron tomar los
Españoles en cuarenta dias de sitio, de donde una n0-
che sin ser sentidos alzaron su real, burhmdo de este mo-
do la pericia militar del gefe Español. La jornada de Chi-
rinos, así como fué de sumo gusto para Salazar que tiem-
po había aspiraba al gobierno, sin dependencia de otr0,
tambien aceleró la ruina de ambos. Chirinos, á la verdad
como se puede colegir de lo rlicho hasta aquí, ni era tan
insolente como Salazar, ni menos tan crud, y por lo mis-
mo luego que se publicó en la ciudad y fuera que solo
Salazar quedaba de gobernador, se alborotaron Jos veci-
nos, temerosos de lo que les podia suceder, y tambien
porque se persuadieron que el viaje de Chirinos era un
pretesto, y que la verdadera causa no era la sublevacion
de los Oaxaqueños, sino el ganar los puertos casi inaccesi·
bIes por donde Cortés debia volver á México; así que
echando el pecho al agua le despacharon por diversas
partes correos, avisándole todo lo sucedido, y previnién-
dole de la trampa que sus enemigos le ponian. Fué en va·
no esta diligencia, por el cuidado que tuvieron los gober-
nadores de cerrar los caminos; ni Cortós hubiera sabido
parte de lo que pasaba en México, si á la audiencia de
la Española no hubiera llegado la nueva de su muerte
y de sus compañeros, como lo habian publicado los go-
bernadores. Este cuerpo que en las Indias representaba
la persona del Emperador, se creyó obligado á la averi-
uuacion de un hecho que tanto interesaba á la monar-
quía: para esto hizo aprestar una embarcacion que al
mando de un sugeto de confianza, se hiciera á la vela
para el reino de México. A pocos días de salido aquel
buque del puerto (1), surgió en Cuba en donde á la sa-
zon se hallaba el Lic. Zuaso; éste dió noticia al capitan,


(11 Hl'rrcra. Déc. 3 lib 8. Cflp. 4.




Año de 1525. tJ 1
que Cortés se hallaba en Honduras, y que todo lo que se
decía de su muerte, habia sido un embuste de los usur-
padores de aquella gobernacion. El capitan dirigió allá
su camino, llevando pliegos de Zuaso en que daba cuen-
ta á Cortés de que Salazar y Chirinos, fiados en la pro-
teceion del comendador Cobos, se habian apropiado el go-
bierno, y de todo lo que habia pasado hasta su embar-
co. Esta fué la primera noticia que Cortés tuvo de los
~ucesos de México, noticia que lo consternó tanto, cuan-
to no es fácil explicar (1). Dudoso del partido que debia
abrazar, como Español religioso, levanta el corazon á Dios
pidiéndole que lo ilumine. manda que se hagan procesio-
nes, y oída la misa del Espíritu Santo, dá órden á Gon-
zalo de Sandoval que marche con la tropa por el cami-
no de Quauhtemalan á México: deja en Trujillo á Saa-
vedra, y en la misma vela que le trajo la fatal noticia
se embarca para Veracruz. Estando ya sobre una ancla,
muda el viento, y vuelve ú tierra á apaciguar ciertas di-
ferencias de aquellos vecinos. Hízose despues á la vela,
y navegaba con buen viento, cuando á dos leguas se que-
bró la antena mayor, y le fué preciso volver al puerto.
Se detuvieron tres dias en empalmada, y por tercera vez
Cortés se embarcó, y habiendo corrido en un dia y dos
noches con viento á popa á cincuenta leguas de Trujillo,
sobrevino un furioso .Norte, temible en aquellos mares,
y rompió el mastil del trinquete por los tamboretes: con
esta desgracia, y un mar grueso, apenas pudo la embar-
eacion entrar al surgidero. Vuelto Cortés á la ciudad hi·
lO celebrar misas y otras públibas oraciones, y parecién-
dole que la voluntad de Dios era que en aquellas cir-
cunstancias no fuera á México, en la misma embarcacion
despachó á Martin Dorant.es su lacayo con pliegos, en
que rebocados los nombramIentos de gobernadores en Sa-
lazar y Chirinos, sustituia en su lugar á Francisco de
las Casas. Le entregó al mismo otras muchas cartas pa-
ra sus amigos, y para autorizar al mensagero se embar-
caron con é) muchos caballeros y cacíques, personas de
cuenta.


11. Entre tanto Salazar cada dia se hacia mas inso-
portable á los vecinos de México, y teniendo solo la au-


[lJ Gomára, Crón. <k N. E. cap. 17.




5~ Ano de 1;'25.
tori'!ad, y castigando sin misericordia ú Jo~ pareíalc-; dt:
Cortés, los retraldos de S. Fraw:isc,:¡ cansauns de un in-
solente que abusaba de su paciencia, determinamn pri-
varlo del gobierno, y castigarlo como merecia (1). En
aquella casa se hallaban á la sazon no solo los parien-
tes de Cortés, sino tambiell l:'LlS amigos. y todos aque-
llos que descontentos de los goberuadores buscaban pa-
iroeinio, y esta era la razon porque Salazar y Chirinos
temian que de aquel lugar habia de originárseles su rui-
na. El! efecto, así rué: estos divulgaron por la eÍudad una
carta supuesta de Pedro de Alvarado escrita desde: Quauh-
temalan, que avisaba que debía pasar por aquella ciudad
en aquellos dias, de vuelta para :México. Esta mentira
alteró mucho á Salazar, y así habiendo dispuesto quc
la artillería se abocara al palacio de Cortés, pcnsaba en
el modo de sacar del retraimiento á los Españoles allí
refugiados; pero presto se desengañó, que emprender es-
to cra acelerar su ruina, pues supo que Alldrés de Tá-
pi a, uno de los primeros capitanes de Cortés era la ca-
beza de doscientos Espaüoles, que conjurados contra él
cstabán prontos para todo lance. Así que creyó proveer
ú su seguridad con doscientos guardias que alistó, y con
mudar, (bien que tarde) de conducta. En tanto los retrai-
dos compraban armas y caballos, y trataban de si sería
mejor matar á Salazar al ir á misa, ó haciendo gente de-
clararle la guerra. En esta indecision corrieron algunos
dias: el último de ellos SaJazar, acaso por hacer del va-
liente, hizo preparar un suntno~o convite en una quinta,
una legua distante de la ciudad en doude holgar con su~
amigos, con la gente mas principal, y con sus doscientos
~uardias; cuando hé aquí, que llega á México Dorantes,
que avisado de lo que pasaba se vá en derechura á S.
Francisco á entregar los pliegos de su amo. De ellos
entendieron los retraidos, que Cortés señalaba por su te-
niente á Francisco de las Casas; pero como e~tc tiempo
antes habia sido enviado á España, acordaron raer del
despacho el nombre de éste, y escribir el del que subs-
tituirían. A visaron á George Alvarado, que vino luego:
de los alcaldes y regidores solo uno acudió, Se enarbo-
lal'Oll las lanzas y picas que se habian hecho vpnir. yen.


[1 ] Herrera. Déc. 3. lib. S. cap. 5.




Año de 1525. 53
trc tanto Salazal' dobló su guardia, y se refugió á su casa á
tomar sus medidas. En estas disposiciones se pasó el res-
to de aquel dia: entrada la noche brillando la luna, salie-
ron de S. Francisco á caballo treinta hombres que cOfl'ie-
1'.)(1 por la ciudad dando voces, que los que quisieran acu-
dir al servicio del Rey, fueran á San Francisco, y verían
las carta:, y bs mcnsageros que las habian traido de par-
te de Cort!;;;.EI contento que IWlstraron lós vecinos de
México con esta nueva filé general, como lo daba á en-
tender la mucha gente que se juntó. Alborotada la ciudad
cnn esto, Andrés de Tápia hizo venir de dos leguas de
México al tesorero Estrada, llamó tambien al contador Al-
b;wnóz; pero éste que era taimado, respondió holgándose
de tal nueva, que estaba pronto á unirse con los demás
en caso de que preso lo hicieran comparecer, como se
hizo: Andrés de Tápia entonces hechó un breve razona-
miento sobre los medios inicuos, de que Salazar se habia
valido para usurpar el gohiernn y la tirania con que lo
habia servido, exhortó á los que se hallaban presentes á
nombrar uno, ú dos tenientes que gobernáran el reino, Ín-
terin volvia Cortés: todos convinieron en la demanda; pe-
ro antes quisieron que se nombráran los capitanes que de-
bian dirigir la prision de Salazar: este nombramiento ca-
yó sobre Alvaro Saavedra, Ceron George Alvarado, y
Andrés de Tápia: pidieron que Re eligieran por goberna-
dores interinos á Estrada y á Albornóz, que aunque eran
enemigo;; declarado,;, se habian procurado reconciliar, Es-
ta cJeccion fué entónces muy aplaudida. Al dia siguiente.
á lo que me parece, escuadronados todos salieron de S.
Francisco en busca de Salazar.


12. (1) Este bien informado de los pasos de sus ene-
mi~os, los esperaba con mil castellanos bien armados, y
buen número de artilleros que habian apostado en las
bocas calles de su casa d0ce piezas de artillería. George
Alvarado, y los de su partido eran sobre quinientos, que
presidiaron las e;;qllinas de una calle intermedia. Dispues-
tas de este modo de \lna y otra parte las fuerzas, Andrés
de Tápia dijo á sus compañeros: que no era justo man-
char sus espadas en la sangre de tantos buenos Españoles,
que engañados de Salazar estaban aparejados á defender-


[l] Herrera, D~c. 3. lib. 8. cap. 5.
TO,'!. J. R




54 Año de 1525.
lo: que él quería antes hablarle bajo de su fé, y de la de
otros seI10res que lo acompaI1aban; y así se fué á ca-
ballo á él, Y desde la calle en VOl alta le dijo: "Sr. factor,
y vosotros que estais con él, sed testigos que yo deseo
toda paz, y aunque me habeis destruido, estoy sin pasien:
'\'os factor habeis dicho, y á mí me lo digiste, que tenia-
des órden del consejo del Rey para matar ó prender al
gobernador D. Hernando Cortés: si es a~Í, carta é ins-
truccion tendreis del Rey, ó de su consejo, mostradla y
os seguiremos todos. Y si no ¿por qué trais cngaI1ada tan-
ta gente? Y vosotros, seI1ores, pues habeis servido al Rey,
dad agora ocasion á vuestros amigos, que roguemos al go-
bernador que interceda con el Rey, que o~ haga merce-
des, y no deis lugar para hacer con él cuando venga, que
os haga cuartos.» El factor respondió, que no tenia tal car-
ta, y que le pareció que era bien hacer lo que hacia, y
que así moriría ó saldría con ello. Tápia ú esta respues-
ta dando de espuelas al caballo gritó. "Caballeros prended-
Jo, no querais sed traidores.» Sa/azar enfadado de esto
tendió la mano con un mechero, y le dice: "Calla, si no
quieres que pegue fuego.» En este tiempo D. Luis de Guz-
man capitan de la artillería dió voces de que se retirase
á casa, en donde se harían fuertes, pues los enemigos los
cogian por las espaldas: efectivamente, así se hízo, y mu-
cha gente quedó de fuern que luego se unió al partido de
Cortés. Viendo los gefes de éste que ya eran superiores
al gobernador, hicieron venir el ayuntamiento, que recibió
por gobernadores á Estrada y ú Albornóz, con la con di-
cion de que hicieran á Alvaro de Saavedra, teniente de
gobernador de Veracruz, á George Alvarado, teniente de
las atarazanas, y á Andrés de Tápia, capitan general y
alguacil mayor. Hecho escuadran de toda aquella gente
llevando en medio á los gobernadores, Tápia que iba por
delante hacía publicar los empleos provistos: en esto le
avisaron que se guardase porque Jo arcabuceaban, lo que
oído arremitió á un escuadron de piqueros que estaban á.
la puerta de Sa/azar y los hizo huir, pero de una pedra-
da cayó del caballo: entre tanto echadas abajo las puer-
tas, por cuatro ó cinco partes entraron en la casa, el pri-
mero que dió con Sa/azar y lo prendió fué George AI-
varado, carril¡., en su ayuda Tápia por librarlo de la ple-
be que lo qu.;ria matar: el mismo oficio hizo Saavcdra y




Año de 1525. ¡ji">
otros sus ~migos y familiares, haciéndoles e~paldas para
que se pusIeran en salvo.


13. Luego que Salazar fué preso, los capitanes que
habían dirigido aquella accion, le mandaron echar al cue-
lb una pesada cadena, y en trage tan humilde lo pasea-
ron pOI' las calles y plazas de México. Salian á porfia de
sus casas á ver un espectáculo tan extmIlo, grandes y chi-
cos, nobles y plebeyos, no creyendo tal mudanza de for-
tuna si no se cercioraban con sm; ojos. l,os que compa-
raban la alta (¡¡rtuna á que Salazar habia llegado al estado
miserable en que se hallaba, sacaban por documento, que
hay un Dios que aunque tarde castiga la crueldad en los
que gobiernan. Apartado Salazar de la vista del pueblo,
no hallaban los gobernadores ni capitanes lugar bastante
fuerte en donde encerrarlo. Todos se negaban á recibirlo
en su casa y responder de su perSOIla, y aun la cárcel
pública les pareció poco segura para reo de tal cuantía.
Arbitraron algunos que se hiciera una jaula de gruesas vi-
gas, que presidiada de soldados sirviera de cárcel á aque-
lla fiera: convinieron tO(10s en esto, y allí quedó deposita-
do hasta la formacion del proceso. Los nuevos goberna-
dores pasaron luego á habitar el palacio de Cortés, y á
pocos días los amigos de éste se arrepintieron en parte
de la eleccion que habían hecho, porque echaron de ver
cual era su m,)do de pensar en órden al preso. Estrada
constante en la enemiga con Salazar, hubiera deseado que
i1U proceso se sustanciara y se diera la sentencia: Albrlf-
n()z al contrario, valiéndose siempre de medios términos
queria ver el éxito de la venida de Chirinos, de quien no
quería enagenarse, por ser protegido con Salazar del Co-
mendador Cobos, y temer que tomára tales providencias
que trastornára lo ejecutad,). De hecho, sus amigos q'le
no eran pocos en México le habian avisado lo que pasa-
ba, y fiados en óstos y en las fuerzas que tenía, á gran-
des jornadas venía á desempei'iar á su compañero; pero
habiendo oído que Andrós de Tápia venía en pós suya se
refugiú en Tlaxcala en la casa en que alvergaban los pa-
dres franciscanos: allí fué preso, y llevad:) á México lo
encerraron en otra jaula al lado de Salazar. Can estas
providencia~ la ciudad recobró su antigua calm'l.


14. Los amigos y domésticos de éstos, estudiaban en·
"'




56 Año de 1525.
tre tanto el modo de librarlos (1). Otro~ arbitrios no le~
parecian tan seguros como el de cohechar las guardias, ::
en el dia en que los sacaran de la prision matar ú Es-
trada y á Albornóz. })ara esto ero necesario descerrajar
las jaulas, operacion qm) 110 se podía ejecutar sin estn:clI-
do: lo mas hacedero era valerse de llaves falsas ó Qan·
zúas, y para esto sin .. aber que era allegado de Corté~; se
valieron de un cierto Gllzman, menestral de Ycrga~ de ba-
llesta, que fingiendo que se interesaba en aquel Ilegoc;c;
les prometió no solo todas las obras de su arte, ~ino tam·
bien su personal asistencia. Ernhaucado:-l con estas prome-
sas los amigos de Salazar y Chirinos, frecuentemente Y('·
nian á darle cuenta del adelantamiento del negociado, quien
con maña les sacó el secreto de todos los conjurados, de
que luego dió parte á los gobernadores, que puestas es-
pías y cerciorados del caso, á Escobar cabeza de los de-
más, ahorcaron, cortaron á unos los picí", ú otros las ma-
nos, y á los mellOS culpables castigaron con azotes. Despuc"-
de esta ejecucion toda la ciudad deseaba que se sentenciase
la causa de Salazar, y Chirinos, principalmente por la muer-
te de Rodrigo de Paz, y seguramente Estrada hubiera da-
do paso á esto, si Albornóz hechura del comendador Co-
hos, como lo eran tambien Salazar v Chirinos, no lo hu-
biera impedido, valiéndose de todos Íos medios, que le su·
gería su doblez. La mayor ocupacion de estos gobernado-
res en aquel tiempo fué de aprovecharse de su empleo,
así para su utilidad, como tambien la de sus deudos y ami-
gos, con gran sentimiento de las perso1Jas beneméritas.


15. Cuando estas cosas sucedian en México, las dela-
dones de antemano de los oficiales reales contra Cortés,
'lue ya habian impedido el despacho de las mercedes que
el Emperador le habia hecho, cada dia labraban mas en
su ánimo. Deseaba moderar la grande autoridad y poder
de aquel conquistador, que se habia hecho sospechoso, y el!
cfecto se habló en la córte de removerlo del gobierno, y
de enviar en su lugar al almirante Colon, con la condi-
cion de que trasportára á su costa á México mil caste-
llanos (2). Este pensamiento acaso se hubiera ejecutado.
si el Duque de Bejar, y el prior de S. Juan, D. Juan de


[1 ] Herrera, Décad. 3. lib. 8. cap. 6.
(2J Herrera, Déc. 3. lib. 8. cap. 14.




Afío de 1525. ,,'i
Zllfnga, no hubieran intercedido por Cortés: tiempo habia
que estos scliores trataban de casarlo, pues era viudo con
su sobrina Dolia Juana, hija del conde de Aguilar. Y aun-
que el Emperador no se negó ú la intercesiQn de estos ! ;;~r-
50nages, no obstante quiso que su autoridad se conservara
intácta. Así que sin inllovar en las preeminencias que (":¡r-
tés desli'utaba, nombró para residenciarlo al Lic. Luis POi}-
le d(~ 1,COll. Recopiló los mandamientos que se le dier0n:
1 =:: Que IUf'go que el bajel en que iba surgiera en Ve-
racruz, despachára un expreso á Cortés y á los oficiales
rea¡e~ con los pliegos que se le daban, avisándoles de su
arribo, y sin esperar respuesta ni aloorotar la tierra, no
tuera que Cortés como se decia habia hecho con otr:,s,
le estorbára el viage, se pusiera en camino para México,
en donde abriera la residencia de Cortés, encargándose
del gobierno. 2 q Que consultára los negocios que se le
encomendaban con los oficiales reales, y tuviera gran dig-
cC1'IIimiento en los sugetos de quienes se valiera. 3 q Que
procurara el adelantamiento de la fé entre los naturales,
~in descuidar en el aumento de la real hacienda. 4 q Que
en ningun camino ó lugar se aposentál'a sin el beneplá-
cito de sus dueños. 5 q Que diese ayuda á Nuño de Cuz-
man para entrar en posesion de la gobernacíon de Pánu-
ca, á Pedro Salazar de la pedrada de la alcaidía de la
fortaleza de México, y á ¡,ope de 8amanicgo, de la te-
nencia de las atarazan as. 6 C; Que averiguara por qué los
oficiales reales tenían en aquellas partes tantas grangerÍas
gozando de competentes salarios, y cuál era la causa de
~us desavenencias, pues siempre escriIJian al Emperador
los unos contra los otros. 7 C; Que tomára conocimiento
de las minas de aquel reino, y del modo qnc tenían en
su beneficio. 8 q Que consultúra con Cortés, que era el
mas versado en las cosas de México, y con otras perso-
nas cordatas, qué modo de gobierno sería el mas conve-
ni8J1te, si el dejar libres á los naturales imponiéndoles un
ligero tributo como lo pagaban á sus reyes, ó dándolos en
encomiendas como había hecho Cortés; ó finalmente, en-
feudando aquellos lugares como se acostumbraba en Es-
paña, en lo cual se le mandaba al Lic. Ponze de Leon
que nada innovase, sino que participara al consejo la re-
sulta. Por último, se le ordenó que oídas las partes, ad-
ministrase la justicia, remediase el desórden que nacía de "


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5b Aúo de 1525.
los juegos, cuidase del buen tratamiento de los naturall;~
y de los primeros pobladores castellanos; que se informa·
se de la fertilidad de aquellas regiones, y de las muertes
de Francisco Garay, y de Cristobal de Olid. Al mismo
juez de residencia se le consignaron entonces los cuños
con el Plus Ultra, para in~tituir en México Casa de Mó-
neda, si acaso la juzgaba necesaria, y se le destinó por
alguacil mayor de la residencia al comendador Diego Fer-
nandez de Proaño.


16. (1) Estos fueron lo mandamielltos públicos: en las
secretas instrucciones que llevó se le encargaba inf;wlIla-
se de otros puntos con tanto mayor cuidado CU'lmt.o que
eran relativos al estado, y se reducian á que Cortés ni
á Dios ni al Rey temía; sino que todo lo disponia á su
antojo, fiado en los Mexicanos que tenía á su devocion,
y en sus amigos y parientes, gente arrestada que en to-
do lance lo desempeñarían: que esta era la causa de las
frecuentes fundicioues que hacía de cañones, y de aco-
pio de municiones de boca y guerra. Que en la costa
del mar del Sur había formado arcenal, y disponía na-
víos para embarcar á la sordina sus bienes, y en cual-
quier revés de fortuna huirse. Que estos eran tantos,
cuantos ningun vasallo poseía; ya, de los tesoros escon-
didos de Moctheuzoma; ya, de cuatro millones de pesos
recaudado~ de las rentas reales; ya, otros doscientos que
le redituaban trescientas leguas de país que se había ad.
judicado entre Michoacán y Quauhtemalan: que en las
dichas provincias se contahan un milJon y medio de va-
sallos, sacando de una sola al dia cincuenta mil castella-
nos, fuera de sesenta mil que tomó de Tetzcoco, y ochen-
ta mil de otra provincia. A esto se agregaba, que en las
fundiciones ocultas de oro y plata, habia defraudado al
erario del quinto: á mas de esto, que de las fundiciones
que hacian los particulares exigía una quinta parte á tí-
tulo de gobernador y capitan general. Todas estás requi.
zas, que hacian sumas inmensas, se juzgahan en Cortés
tanto mas peligrosas, cuanto que se observaban en su por-
te ciertas señales nada equívocas de aspirar á la sobe-
ranía de aquella gran colonia, como hacerse servir con
tnd'lS las ceremonias que se acostumbran con los reyes,


(3J lIerrera, nécad. 3. lib. 8. cap. 15.




Aiio de 1525. .~v
menos las cortinas: de tener de propósito los navíos que
debian conducir caudales, y finalmente, eludir cuando con
un pretexto, cuando con otro, las reales órdenes. Por lo
cual se le encargaba al mismo que indagára si estas co-
sas eran verdaderas, y si como decía Cortés, cuarenta
y cinco mil pesos de oro del Rey se los habian robado
los Mexicanos. De estas informaciones habia de conocer
POllze de I,eon el estado de su comision: que si verifi-
caba aquellas acusaciones, entregára á Cortés una carta
que á prevencion llevaba, en la cual Carlos V. le decía
que viniera á Espaíia á informarlo del estado de aquel
reino; y si se negaba á esto, que con la fuerza que ten-
dría en su mando lo obligára; pero si pasados tres me-
ses, que tanto debía durar la residencia, hallaba que Cor-
tés era buen vasallo, y que lo arriba dicho nacía de la
calumnia y malevolencia de sus enemigos, le entregára
el despacho que se le daba para continuar en el gobier-
no, dándole los títulos de don, y de adelantado de illé-
xico, conforme á las cédulas que llevaban sus procura-
dores Juan de Rivera su secretario, y Fr. Pedro 1\1el-
garcjo.


17. Para autorizar el Emperador á aquel juez de re-
sidencia en comision tan peligrosa, le dió ámplias provi-
siones para la audiencia de la Española, y para todos los
gobernadores de lnciias, con el fin de que á su requeri-
miento le acudiesen con el favor y gente armada que
pidiera. 1tem, setenta y tres cartas con firmas en blanco
para los capitanes y personas de cuenta de México, de
las cuales solo habia de usar, caso que Cortés se obsti-
nára en no pasar á Europa. En la carta que Carlos V.
escribió á Cortés para que no tuviera á mal que se le
enviase juez de residencia, le decía haber tenido muchas
delaciones de su persona, que bien que se persuadiera
que nacian de la malevolencia de sus enemigos, por sao
tisfacer á su conciencia v acomodarse á los usos del rei-
no, le enviaba al Lic. Fonze de Leon por juez de sus
acciones, para que averiguada la verdad, fuera prcmiado
como mereda; que el dicho letrado era sugeto de inte-
gridad y saber, y por lo mismo tendría á bien que lo
recibiese y tratase conforme á las provisiones que lleva-
ba, y que solo durarían tre~ meses, debiendQ enviar al
~onsejo lo que actuase. Añadía el Emperador, que le ha·




tW Aüo de 1526.
bia disgustado sobre manera, que en la reparticion que
habia hecho de aquellas provincias se huhiese adjudicarlo
las mas grandes, las mas ricas y férti!e", cuando á sí le
habia señalado las menores y mas pobres; que aUllque
era razon que el autor de aque \la cOllquista se utilizase,
pero que lo excesivo se debia moderar, y por eso ell
aquella materia le encomendaba que se conf(n'mase con
el parecer de Ponze de J,eon. Concluía el Emperador su
carta diciéndole á Cortés, que tuviera á bien el haberse va-
lido del oro y plata que rnmitía á su casa: qne ú este
paso ~e habia visto obligado por las necesidades del esta-
do; pero que se habian dado las consignaciones bastantes.
Con esto acabó aquel afio, y en el siguiente (1) hallú (2)
que fueron alcaldes ordinarios Diego Baldecebro, y Juan
de la Torre: regidores, Francisco Maldonado, Leonél Cer-
van tes , Hernando Lopez de Asila, Pablo MexÍa, Pedro
Sanchez Farfan, Luis de la Torre, Francisco Verdugo t
Rodrigo Alvarez Chico, Francisco Avila, Garda Holgúin,
Andrés Barrios, Rodrigo Rangél, Jorge Alvarado, Alonso
Paz, Alonso Dávalos, Francisco Villegas, y por el Rey
el Dr. Ojeda, Luis de Barrio, y Diego Fernandez Proaño:
mayordomos, Juan Tirado, Fernando Villanueva, y Cris-
tobal Salamanca: alcaldes ordinarios, Leonél Cervantes y
Juan de Xaramillo: alcaldes mayores, Juan de Ortega, y
Juan de Inojosa: alguaciles mayores, Andrés de Tápia, y
por el Rey, Bernar~ino Vazquez de Tápia: visit~dor, Alo~.
so de Prado: y temente de gobcl'Ilador, Gerómmo Medl-
na. Al principio del signicllte al10 llegaron ú Trujillo ell
Honduras, donde á la sazon se hallaba Cortés, diversos
correos con las noticias de lo acaecido en :México. Pero
él, inmoble en su determinacioll de no meterse en cami,
no hasta no saber las resultas de los despachos que lle-
vó Dorantes, los esperaba con ánsia, mucho lIlas que se
hallaba molestado de tercianas. Cuando estos pensalllien.
tos lo consumian, hé aquí que llega de México su pa-
riente Fr. Diego Altamirano, hombre de valor, quien des-
pues de contarle los sucesos de México, le añadió, que
sus enemigos Salazar y Chirinos habian despachado á la
c'wte á su criado Pella con grandes riquezas para su pro-


[1] 1526.
[2] f,ib. capitular de ]"Iéxico.




Aiio de 1526. ¡j 1
[edor el enmendador Cobos. con el fin de mantenerse
en el gobierno, y que él venía resuelto á hacerlo volver;


. porque de lo contrario perdena sus empleos. Este modo
tranco de su pariellte, redujo á Cortés ú volver luego á
1\1 éxico; no tanto por las turbulencias pasadas cuanto por
no autorizar con su silencio las acusaciones de sus ene-
migos, pues desde Goazacoalcos no habia escrito al Em-
p(,l~ad()r. Así que, incontinenti dió órden de que por aquel
largo camillo He previnieran vituallas para sí, y su comi-
tiva; pero como esta resoluóon no pareció bien á Fr.
Diego, acord{tndose de lof; peligros 'lue Cortés habia pa.
sado en aquella jornada, se dieron las disposiciones pa-
ra hacer el viage por mar. Desde entonceR, á persuacion
del mismo fraile, le llamaron Señoría, y permitió se le
pusiese é'f!trado y dosél, que se le sirviesen los manjares
cnbiertos, haeiéndole salva como á gran señor; porque le
-decía que el no haberse tratado como gobernador y ca-
pitan general, sino como un soldado gregário, era la cau-
sa del pDCO acatamiento que le hacían.


18. (1) Efectívamente, el 25 de Abril se embarcó en
Truxillo con veinte castellanos, y buen número de caeí·
ques que deseaban ver á México. Navegaba Cortés con
próspero viento, cuando una hon'asca lo obligó á reco-
brarse en la Habana, á donde á la sazon llegaron algu-
nas velas de Veracruz, y de los pasageros supo, que con
estár Salazar y Chirinos enjaulados, había renacido la cal.
ma en México. E4a llueva la recibió con tanto gusto,
que determinó holgar por diez dias con los muchos ami.
gos que allí halló (2). Salido de aquel surgidero con tiem-
po bonancible, en ocho dias llegó á Chalchicoeca (3), de
donde porque venteaba el terral en el esquife, se fué á
la playa de Medellin, y hechas cinco leguas á pie, llegó
á aquella colonia, que en honor de su pátria habia fun-
dado, al tiempo que sus vecinos sesteaban, por lo cual,
sin ser conocido, en derechura se fué á la iglesia á dar
gracias á Dios de lo,,; beneficios que había recibido en
aquel viage. Luego que corrió la voz de la venida de
Cortes, aquellos colonos medio dormidos salian á porfia


[1] Herrera, Décad. 3. lib. 9. cap. 7.
[:2] Gomara, CrófI. de N. E. cap. 186.
[3] O sea S. Juan de múa.
TOM. 1. ·9




o;¿ Año de 1526.
de sus casas á ver á su fundador y padre. T"d"s ~e le
acercaban. y ninguno se saciaba de verlo: los rcrridores
que luego acudieron, dudaban si aquel que veían'" era el
famoso Cortés que dos afios antes habia pasado por alli,
• Tan demudado volvía de las calenturas que por larO'o
tiempo lo habian aquejado! No poco le aprovechó pa7a
9U convalescencia la cordial acogida de los Castellanos de
aquella villa en los doce dias que allí se detuvo. De aquí
salió con ánimo de llegar presto á M6xic(); pero fueron
tantos los obsequios que recibia por aquel camino, que
le era preciso á cada paso detenerse, para oír la,; di-
putaciones de los Mexicanos, no solo de las ciudades v
pueblos vecinos, sino aun de los que distaban sesenta le-
guas, que le daban la bienvenida, y le ofrecian costosos
presentes de oro, plata, tejidos de pelo, pluma y alg0-
don, con cuanto t-enían de precioso y raro. Le compo-
nían y aderezaban con flores los caminos por donde pa-
saba, y con bailes divertian á su comitiva, no de otra ma.
nera, que si pasára por allí su querido Rey Moctheuzoma.
Seguramente que Cortés en su vida, no tuvo dias mas
alegres que estos, y corno no se esperaba un rc~ibimien­
to tan afectuoso, saltábansele las lágrimas de contento. AI-
bornóz desde Tetzcoco. con muchos c.a15teJlanos salió á re-
cibirlo una jornada~ Estrada con el regimiento, y casi to-
dos los vecinos de México, lo acompañaron á dar gracias
á Dios á la iglesia de los franciscanos.


19. Pocos días despues de haber llegado Cortés á
México, mandó prender á Gonzalo de Ocampo, amigo
del veedor, que habia tenido parte en el gobierno de
aquellos tiempos de iniquidad. Deshizo tambien lo que Sao
lazar y Chirinos habian dispuesto de los repartimientos:
trataba de volver las cosas al estado en que las dejó,
cuando recibió una carta venida de España en que le
avisaban, que se disponía al embarco un juez pesquisa-
dor, que iba á México (1). En efecto, el dia de S. Juan
asistiendo á una conida de toros, llegaron á la ciudad
despachados del Lic. Ponze de Leon, Lope de Sama-
niego, y Gomez de Ortega, que le entregaron los plie-
gos del Emperador, y una carta de aquel Lic. en que
le daba parte de su comisiono Incontinenti COltés le res ..


[1] Herrera, Doc. 3. lib. 9. cap. 7.




Ailo de li)~li. tjij
pondió felicita.ndolo de su viage, y preglllltulldole ¡,cuál dI'.
los dos caminos escogía para ir á México si el pobla-
no que era el mas lal'gn, {) el otro escabroso y mas cor-
to? Entre tanto pam que nada faltára á la comrldidad y
regalo de tal hombre, por ambos caminos despachó SU5
criados; pero COlUn los enemigoi de Cortés representa-
ron á aquel juez que no tenía otro m')tivo de saber el
camino que debía tornar, sino para sorprenderlo con gen-
te armada, y en el intermedio ejecutar á Salazar y Chi-
riW)S sin ser visto de los criar/os de Cortés, en cinco
di as se puso en Ixtacpalapan, ciurlad que está á las ori-
llas de la laguna de México (1), en donde fué servido
de un expléndido banquete, del cual le sobrevinieron vó-
mitos y cámaras, indisposicion que los malignos atribuye-
ron á tósigo que Cortés le habia hecho dar en un pla-
to de natillas; mas la causa de esta novedad fué que
aquel Lic. hambriento y tostado del sol comió demasia-
Jo, y encharcóse de bebidas heladas. Otro,> muchos que
asistieron á aquel banquete y comieron de todo, como el
comendador Proaiio, no 8xperim8ntaron novedad en la
salud. Despues de mesa en nombre de Cortés, se le hi.
zo á Ponzo de Leon un costoso presente que no quiso
admitir.


20. Este á la madrugada del 2 de Julio entró á
l\léxico, á quien Cortés acompañado de Pedro de Alva-
rado, Gonzalo de Sandoval, Alonso de Estrada, Rodrigo de
Albornóz, y del regimiento, recibió á la entrada de la
ciudad, y condujo á oír misa á S. Francisco, de donde
10 acompañaron á su posada. Aquella tarde pasó Cortés
ú visitarlo, y resolvieron de acuerdo que al siguiente dia
se leerían los despachos del Emperador, y se comenza-
ría la residencia. En efecto, á la mañana siguiente leídos
los despachos del Emperador, y obedecidos por Cortés y
el regimiento, tom!} el escribano testimonio de aquel au-
to: inmediatamente los alcaldes ordinarios presentaron sus
varas, y IJonze de Leon se las restituyó. Hizo Cortés el
mi~mo deber, y aquel juez le dijo: esta vara del señor
{{obernador la guardo para mi. Despues de estas forma-
lidades, se echó el bando de residencia, para que los que
se hallaban agraviados de Cortés se querellasen, lo que


[lJ Gomára, C¡'ón. de N. E. cap. 187,
"


t l '.-"
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(14 Aüo de 1526.
alborotó notablemente á México; pues los unos f"spera-
ban ganar mucho eon el proce~o de Cortés, otros temían,
y buena parte metía zizaíia; pero poco les duró á to-
dos este afán, porque el Lic. Ponze tle LeuIl aquella mis-
ma mañana, de S. Francisco en donde se habia tellido
aquella junta volvió á su casa calofriado, y sin qne le
aprovecharan los medicamentos á pocos dias murió. de-
jando substituido en presencia del regirniellfo al Lic .. Mar-
cos de AguiJar que habia llevado de la Espaiio!a, ha~ta
tanto flue el Emperador determinase otra cosa: al mis-
mo tiempo entregó la vara de alguacil mayor de la r¡,-
sidencia el comendador Diego Hernandez Proai!\). ""Iucr-
to Ponze de Leon, hubo sus diferencias sobre si podia o
nó poner á otro en su lugar. Despues de muchos dias
se decidió que habia proceclido conforme á derecho, y
así Marcos Aguilar fué reconoeido por gobernador y juez
de resideneia. En aquel tÍt'mpo el contador Albornól. se
volvió á España, publicando con los enemigos de Cortés,
que }lonze de Lean habia muerto de venenO. Ni valie-
ron para desimpresionar los ánimos de éstos las dep()si~
ciones juradas de los médicos que uniformes testificaban
haber muerto de fiebre maligna, como muchos otros que
pasaron aquel año á México. Aguilar (1) entre tanto eo-
mo enfermo crónico no pudo resistir al peso de un g()-
bierno tan dilatado, y ú una residencia tan enredada, y
así á los dos meses de posesion nombrando en su lu-
gar al tesorero Estrada, murió. })O1' la m:1erte de Agui-
lar se movió la euestioll de si uu substituto cn un em-
pIco podia substituir tÍ otro, duda tlue por largo tiempo
con perjuicio del reino no se resolvió; y aunque Estrada
quiso hacer valer sus dereehos, la apelacion interpuesta
al Emperador se los debilitaba. Entre tanto el ayunta-
miento suplid, varias veces á Cortés que reasumiese el
gobierno; mas ú esta propuesta siempre se negó; así por
hacer constar su limpieza y fidelidad, como tambien por
tapar la boca á sus enemigos. Acaso esta indecision hu-
biera tenido cOllseeuellcias grav ísima~, si no se hubiera
dado el corte, de que Estralla con Sandoval gobernúran
el, reino en lo civíl, y que Cortés entendiera en lo mi-
litar y negocios de los indios. Cortés no condescendió á


[1J Hern,ra, Dérad. 3. lib. R. cap. 9.




Ado de 1527. 65
h 1}1Ie jm:go, en ese medio término, sino por evitar la
anarquía. Estrada lue!!o que se viú gobernador, mandó
pmH'r cn libertad ú Salazar y Chirinos, á quien Cortés
hahia puesto en S. Fraltcisco por escrúpulo de haberlo
preso (m la casa de hs padres fi'anciscanos de Tlaxcala,
q:le saliera del retraimien(r¡.
15~7. ~l. En el siguiente año fueron alcaldes ordina-


rios Cristohal Fll)res, y D. Juan de la Torre: alguaciles
mayores, Gaspar Pacheco. niego Masariegos y Juan Gon-
zalcz B'canegra: maylrdlJ!l1o, AhnsiJ Dávila: procurador
rna\'OI", Bernardiuo de Santa Clara: rc3gi(lore~. Gonzalo Ro-
dríguez, Alonso Villanueva, Juan de L Hivera, Pedro Car-
ra,lza, y G'lIlzalo Rodrigo Cano (1). Por estos tiempos
aportú á las costas de una de las Islas de Mazatlán en
el mar del, Sur, una vela que hacia parte de la escua-
dra con que el eomendador I,oaiza por el estrecho de
l\lagallane8 iba en demanda de las islas de la Espece-
ría. De esta oC:lsillll S(~ valj(J Cortés para despachar tres
navíos qne tenia li .. ,tos en aquel mar, con 6rden á los
capitanes que dieran socorr') á aquella escuadra, y si no
Lt encolltraban como sucedi6. que siguieran aquel rum-
In Efectivamente, así se hizo, y con felicidad llegaron
á las Molucas; per,) la ocupacion de los Portugueses fué
la causa del poco fruto de aquella expedicion. Entre tan-
to que esto sucedia, Albornóz habia empeorado las co-
~as de la Nueva España, y por sus informes dictadml
p,)r el renco]" contra COl'té,; á quien acusaba de haber da-
do veneno á POJlze de LCOJl, el Emperador mandó que
Sd!O Estrada hasta nueva orden gobernára el reino. Pu-
blicado en .México cste despacho, Estrada que tenia mu-
chos reselltimientos contra Cortés, y cuya autoridad y
pe,der le parecia oscurecerlo, quiso ya que no podia echar-
lo de su cOJlquista, á lo menos desfiJgar su cólera: pa-
ra esto se ganú amigos, y una ocasion que se le pre-
scniú, le pareciú oportuna. Fué el caso, que Diego de
Figllcrna trab(íse (,()IJ Cristohal Cortejo, criado de Cortés:
este hiriú ú su enemigo, lo que sabido por Estrada libró
mandamiento de prisi()!l, y en el corto espacio de una
hora sin peticion de la parte, y sin querer oír los des-
cargtls del reo, hecha á la mano una especie de pro-


rll Hem~r. Déc. 3. lib. 9. cap. 9.




tlti Año de 1527.
ceso. le mando cl)rtar la mano izquierda sin que le va-
liera á aquel infeliz, ni la apelacion que interpU'w, l1i
menos las representaciones que el eseribano que habia
de intimarIe la sentencia hizo á aquel juez, de que aquel
proceso y sentencia eran ilegales; antes bien á éste con
un puñal en la mano lo maltratú de palabras, y despues
le quitó el empleo, y sus bienes. N o satisfecho Estrada
con esta violencia, dió órden que Cortejo volviera á la
cárcel, y pasados dias lo desterró del reino, y, ó como
si Cortés tuviera alguna parte en el heeho de Cortejo,
ó mas bien temeroso Estrada de que éste saeara la ca-
ra por su criado, hizo nutificarle destierro de la ciudad;
pero á temeridad tan descomunal sirvió de reparo la pru-
dencia de Cortés, que obedeciendo aquel mandamiento
impidió una sublevacion general de Españoles y Mexi-
canos; pues casi todos estaban á su devocion. Disponía
ya Cortés salir de la ciudad, cuando llegó á México Fr.
Julian Gareé,,;, primer obispo de aquel continente, quien
informado en Tetzcoco de lo sucedido con Cortejo, y que
el fuego de la discordia entre Estrada y Cortés iba á abra-
sar el reino, en solas cuatro horas en una canoa se pu-
so en México, é inmediatamente trató de reeonciliarlos.
Me persuado á que la mediacion de este obispo fué po-
derosa, así por la santidad de su vida, como tambien por
dar ejemplo ú aquella cristiandad reciente, del respeto
que se debe á los obispos. Apenas se habian aquietado
estos disturbios, cuando Cortés recibió una de las mayo-
res pesadumbres que le amargaron la vida. Siempre ha-
bia cc;tado persuadido que las iniquidades é injusticias de
Salazar y Chirinos eran tan notorias, y de tal naturale-
za, que luego que llegaran á oídos del Emperador man-
daría hacer con ellos un ejemplar, y este fué el motivo
á ma~ de no ser tachado de que hacia las veces de juez
y parte, porque se contuvo para no sentenciarlos á muer-
te; pero en e~tos dias le avisaron sus procuradores des-
de la córte, que por la proteccion del comendador Co-
bos, privado del Emperador, se daba órden que salieran de
la prisioll sin que se hablara ni de la (lisipacian de sus
bienes, ni de la muerte de Rodrigo de Paz.


22. Esta proteccion no impidiú que la madre y her-
manos de éste, que vcían iha á quedar impune un
'ltentado tan horrible, se presentaran al cnusejn de Iu-




Ado de 1527. ú}
dJaH, pidiendo justicia contra Salazar y Chirinos; mas es·
tas diligencias fueron vanas, porque diferida aquella cau-
sa á otro tiempo, aquel tribunal mandó solamente que los
bienes de ambos se depositáran. Al mismo tiempo se
pr,wcyó que se restituyeran los repartimientos que el fac-
tor y veedor habían quitado á los que acompañaroll á
Cortés á Ibuéras, y á DúYila Sil procurador que habia
sido llevado prisionero á la Rochela (1). Con estos des-
pachos IUCI'OI1 á .México otl'08 de mayor importancia. Va-
rios sugetos de integridad habian escrito de aquel reino,
que los Españoles segllian haciendo entradas por las pro-
.. incias de aquellos pacíficos naturales, con el fin de ha-
cer esclavos, alegando el uso de aquellas naciones en tiem-
po de sus reyes. Estos informes hicieron tal impresion en
el ánimo del Emperador, que publicó ley con pena de
muerte contra los qne en adelante delinquieran en aque~
!la materia, y dió órden de dar libertad á todos los cau-
tims. La misma pena extendió á los que herraran á los
indios, costumure bárbara que desde la conquista se ha-
bia introducido: aquella pena la permitió solamente en
presencia de los oficiales reales contra los revoltosos que
no eran de aquellas provincias. Al mismo tiempo se ex-
pidieron otros mandamientos concernientes al bien de aquel
reino, es á saber: que los encomenderos residieran en sus
encomiendas só pena de perderlas: que los Españoles no
forzaran á los naturales al trabajo de las minas; sola-
mente podían valerse de ellos pagándoles buen jornal en
la cernidura de los metales, y Jo mismo se debia entender
de los que acompafiaban á los viajantes. A demás de
esto, que todos los años se embarcaran para Castilla ni-
ños nobles Mexicanos. para que fueran educados confor-
me á 'su nacimiento en los colegios y monasterios de la
península, y de contado que se enviaban veinte. El Em-
perador estaba bien informado que cuanto era nocivo á
los Americanos varones el temperamento de la Europa,
tanto era sano á los niños que se vigorizaban con el frio
de las zonas templudas. Por esta razon cuando Carlos
V. libre) este mandamiento, al mismo tiempo mandó que
todos los varones Americanos que con cllalqu;er pretex-
to habían venido á España, se les obligára á repatriar.


[1) Herrera, Déc. 4. lib. l. cap. 7 y 8.




ti~ A ño de 1 ;''4'/.
l:ntre los dl:~6f(j.;nes del reino de México cuando Co1'-
tés fué ú llmóra" IIIlO hab;a ~ido, que los oficiales roa--
les qun todo lo hacian grallgerías, de~pachaball ú Casti-
ila á los Mexicanos ú ser vendidos por esclavo;.;, y suce-
día de esto, que ó aquellos infelices presto mor(an por
110 poder tolerar la inclemencia de las estaciones, ó ape-
sadumbrados de yer,:c tan lejos de su amada pátl'ia
poco á poco se con~umían. Para la ent.era obsen-ancia
de ('"te decreto, se dió Úl'dell á I,)s oficiales realf's de Se-
villa, de hac01' volver ú cmmtcs ]\lexiean()~ llc2;arail. y
bllscar á todos los que 8e habían esparcido pOi' aqllel1o~
reino~, y repartidos eH las embarcaciones que hacían la
carrera de las India~ fueran ú sus tierras. El Emperador'
declaró en aquella ocas ion lo que otras veces, y lo que
sus abuelos cksde el descubrimiento de la América ha-
bian protestado, que los indios eran tan lihres, como 108
castellanos. De los negTos de Afi'ica qUé' ya ent011ces sr
llevaban al reino de l\Iéxico para d [¡encficin de las mi·
nas, hallo que se mandú cntnncf's, que los casados pu-
dieran redimirse pagando á sus dueños veinte marcos de
oro, y á proporcion las mugert's y niños. A estos man-
damientos se añadieron otros: 1 q Que el oro de Púnu-
ca no se vendiera labrado, sino en tejos, por los quila-
tes que tenía, y se puso pena de muerte al que )0 ven-
diera por mas ó por menos de la tasa. 2 q Que en Mé-
xico no hubiera c:rifices (1) pO]'(lue cargaban sus obras con
las soldaduras, y hacjan fundiciones de oro en perjuicio de!
rrariíl, no debiendo haber allí otra filOdieion que la real,
y esa conforme á los estatutos de Castilla. 3 q QllP Ú
Mexicanos y Españoles sin dependencia de los oficiales
reales fuera libre el trabajar las minas. 4 q Que cada
año los oficiales reales presenten el tantéo del gasto, y
entrada del erario, y que remitan los bienes de los di-
funtos para entregárselos á sus herederos: renovó la ley
de no impedir los recursos al Rey, ni menos el dcs(~lIbrj­
miento de nuevas tierras. Finalmente, en aquella ocasion
el Emperador confirmó con decreto la posesion de varios
bienes que gozaban los padres rnercedarios en atencion


[1] Por esta bárbom pl'ovirll'llcia se acabaron aquello.~
súbios platr/'Os, que fw,.f¡rrJ! de 1/11. golpr un pc'! con unr;
('seama de 01'0, y otra de plata,




Afio de ] 527. Gil
tÍ lo que habían trabaiado en la instruccion de los Mexi-
canos de~de ~1l conquista. Este mism') año Carlos V. pa-
s:) I1iJta~ al Papa á fin de que c',)l1cediera varios privi-
legios al hospital de la Santísi:na Víri!;en de la Concep-
cían, que Cortés habia flmdado en México.


22. Entre tant.o que de este m'Jd·') se ordenaba el
~pbíerno de aquel reino, no ce~aba Alb,)rn.Jz de poner
en mal ú Cortés, y de abonar á Salazar y Chirinos, c'm
10 cual e0nsiguiú que á una nueva instancia que hicie-
f0n en el consejo de Indias la ma1re y hermanos de Rf)·
dl'i.go de Paz sobre la muerte de éste, se respondiera
que se estuviese á lo mandado del depósito de los bie-
nes de los acusarlos, y que la final sentencia la daría la
audiencia que se iba á. instituir en México. En efect,>, el
Emperador se habia ya determinado á dar este paso, no
tanto por el decoro de aquellos amplísimos reinos que
contaban tantas ciudades nobles, sino principalmente por
la necesidad de reprimir á Cortés, á quien sus enemi-
g()~ desacreditaban cada dia mas y mas. Sus tesoros se
ponderaban mas allá de lo verisimil: de su autoridad se
decía ser mayor que la de los reyes: la muerte de ve-
neno que publicaban de Ponze de Leon, era indicio de
lo qnc haría con los demás que fueran á residenciarlo.
Ní quedaba otro arbitrio que encomendar aquel g'obier-
nI) á un cuerpo de magistrados, que representando la per-
s')na del Rey, pudiera valerse de los medios que se po.
nian en su mano para tomarle cuenta de su conducta.
Así que, al punto se sefialaron por oidores los licenciados
Marti.l Urtiz de Matienzo, Alonso de Parada, Diego Del·
gadillo, y Francisco Maldonado. Su jurisdiccion se debía
extender desde la Florida hasta Honduras que era cuan-
to comprendía lo que ya entonces llamaban Nueva Es-
pafia. Para la autoridad de e~te Tribunal se dió parte
á todos los gobernadores de aquellas provincias que obe·
decieran á la nueva audiencia: el Emperador le escri·
bió á Cortés sobre lo mismo, á quien pidió por fav;)r
que destinara en su palacio piezas decentes para que tu·
\'iera sus juntas, por no haber en México edificio mas
suntuoso que el suyo (1). Y aunque no se habia seña-
lado el presidente, se mandó á los oidores que se di!!-


(J J Herrera. D~c. ,l. lib. 2. cap. L
l'O~[. l. 10




70 Año de 1521.
pusieran para partir en las embarcaciones que se manda-
ban alistar, y para su mayor decoro se les dieron la~
capitanías de ellas.


24. En este intermedio llegaron del reino de México
á España algunos baJele~, y como los enemigos de Cor-
tt's no se dei1cuidaban en desacreditarlo, escribieron al
Emperador, que en seguida salía un navío con Fr. Die-
go Altamirano, y Pedro de Salazar, procuradores de aquel
conquistador, que traían muchas joyas de oro y pbta
para su padre Martin Cortés, y para que no llegara á
sus oídos que enviaba tantas riquezas, habia reó'Uclto que
aquella embarcacion evitando las costas de Andalucía,
aportára á Portugal. Con esta delacion Carlos V. escri·
bió á Lisboa á su embajador, que pasara notas al Rey
dándole parte de aquel navío con el fin de oculta.F los
tesoros que conducía, y defraudar al erario de sus dere-
chos: que le pedía tuviese á bien inventariar cuanto allí
hubiera, y que se tomúra conocillliento de los pasageros,
á quienes se notificára que dentro de quince días se pre-
sentáran en la córte; ofreciendo hacer lo mismo en los
reinos de España cuando lo pidiese el Rey de Portugal.
Este modo de proceder de Cortés causó en la OJrte tal
encono, que se renovaron cuantos malos informes habian
venido contra él desde la conquista de México, y así
suspendido por entonces el nombramiento del Presidente
de la audiencia. y el embarco de ésta, se dió órden de
que no se imprimieran ni dit'ulg{tran las relaciones de
los hechos de Cortés; tambien que no salieran de los
puertos embarcaciones para las Indias, para que no IJe-
garan á su noticia los mandamientos que se daban con-
tra él. Exásperadas las cosas de esta manera, se trataba
ya de enviar á México, persona de cuenta que hiciera
cortarle la cabeza, y para esto se habia ya hablado de
D. Pedro de la Cueva, hermano del conde de Siruela,
hombre de rara severidad, y acaso se hubieran expedido
los despachos para esta estruendosa justicia, si el Empe-
rador en aquellos dias no hubiera entendido de su em-
bajador, que el dicho navío efectiyamente habia aportado
á Lisboa con Fr. Diego Altamirano, y Pedro de Salazar;
pero que lealmente habian mostrado á los visitadores del
puerto cuanto traían, y que le incluía el inventario que
~e habia hecho: que los pasageros se habian ya encami·




Año de 1527. 71
,ludo para Castilla. Algun tanto se apaciguaron las sos-
pechas contra Cortés con cstc modo de proceder de sus
pr0curadores; no obstante no se alzó la prohibicion de
que partieran navíos á las Indias por quedar á buen
recado la carga dt:1 navío, y los papeles de los pasage-
ros. Entre tanto que la córte estaba aun suspensa sobre
la suelie de Cortés, su fortuna quiso que improvisamen-
te llegase á Sevilla Pedro de Alvarado del Salto, famoso
capitall, y compañero de Cortés, á quien los soldados
castellanos dieron este nombre por el estupendo brinco
que apoyado en su lanza dió en la laguna de México
para fiafarRe de los Mexicanos. Luego que el Emperador
supo que Alvarado estaba en Sevilla, le ordenó se le pre-
sentase, y si era posible hiciera el camino á largas jor-
nadas. lnterin éste venía llegaron Fr. Diego Altamirano,
y Pedro de Salazar, y todos tres con los testimonios que
traían del Dr. Ojeda, y Lic. Pedro Lopez, que como mé-
dicos a~istieron á Francisco de Garay, y al Lic. Ponze
de 1.eon, quedó probado que éste murió de fiebre ma-
ligna, y aquel de dolor de costado. Con otros testim')-
nios (y aun decian que este era el sentimiento de toda
Máico), dem')straron que C'wtés se habia portado con
Ponze de Leon, Aguilar y Estrada con mas rendimien-
to que el que pedilill sus empleos y servicios. Con estos
informes, si no quedaron del todo desvanecidas las sos-
pechas contra Cortés, al menos se conoció que su ne-
gocio se podría componer por las vias regulares, y pa-
só el Emperador á pl"Oveer que los ayuntamientos del
reino de Mexico tuvieran sus linderos, y que observaran
lo mandado sobre la anual eleccion de alcaldes ordina-
rios y demás ministros de policía. Dió varias plazas de
regidores así de México como de otras ciudades, conce-
diéndoles escudos de armas, y esenciones de derechos
para poder viajar por aquellas tierras, mandando que se
les suministrárall toda suerte de semillas. Se nombró por
primer ohispo de México á Fr. Juan de Zumárraga, re-
lj~ioso franclsco de ejemplar vida, á quien el Empera-
dor dió el título de protector ele los Mexicanos, para con-
tener con su autoridad á los Castellanos, que les hacian
muchas vejacinne." Se mandó que C0n él partieran mu-
chos religiosos del mismo órden y de S:lnto D )mingo,
.~! quienes se dieron abundantes limosnas para provision


,.




72 Año de 1527.
de ornamentos y -utensilios sagrados, costeándoles el pa.
sage y transporte hasta sus destinoR. En este tiempo Car-
los V. dió parte á la ciudad de México del nacimiento
del príncipe D. Felipe.


25. (1) Mientras que de esto se trataua en la Euro-
pa, en México Alonso de Estrada con su acostumbrada
arrogancia apesadumbraba á Cortés, di~poniendo á su ar-
bitrio de los repartimientos que éste habia restituido á
los conquistadores. Al mismo tiempo sucedió que NuilO
de Guzman que ya estaba en püse~iün de la goherna-
cion de Pánuco, llevando pesadamente que su jurisdicc:ior:
se hubiera restringido por los nuevos límites que Cortés
habia puesto, despachó á México á Sancho de Samanie-
go para presenciar sus provisiones, y reclamar contra aque-
1I0s I1mites que eedian en perjuicio de su empico. 8a-
maniego volvió sin haber obtenido lo que pedía, y es-
ta repulsa hizo montar en cólera á Nuño de Guzman,
que prorumpiendo en amenazas á Cortés con el Rmpe-
rador, principalmente por hacerlo autor de aquella deter-
minacion, resolvió por sí, ponerse en posesioIl de los pue.
blos, que se disputaban. En efecto, de mano armada lo
consiguió; pero Estrada se vengó al instante, y con buen
golpe de soldados salió en pós suya, y lo obligó á con-
tenerse en los términos de su provincia, dejando aque-·
Hos lugares bien pertrechados. De aquí nació la enemi-
ga que Nuño tuvo con Cortés y Estrada, y como se
vió sin fuerzas bastantes para vengarse de estos, despa··
chó á toda furia á la cÓl'te al mismo Salllaniego repro-
duciendo contra Cortés las antiguas acusaciones de l()~
oficiales reales; y para hacer verisimil lo que su cólera
le dictaba, escribió que Estrada estaba mancomunado con
Ccrtés, y que por eso se lo habia hecho compadre: que
le habia dado licencia de ir á Castilla con dos navíos que te-
nía aprestados, quedando de acuerdo que al tiempo de su
embarco los Españoles se alzarían con aquel reino (2).
Por último, hacía la apología de Salazar y Chirinos. En
esto acabó aquel rulo (3). En el síguiente fueron alcal-


[1] Herrera, Déc. 4. lib 3. cap. 7.
[2] 1528.
(3] Lib. Capitular.




Afio de 1521;. 7~
des ordinarios Luis de la Torre, y Gil GOllzalez Bena-
vides: alferez real, .luan de XaramilIo: escribano de Ca-
bildo, Francisco Higueras, y Alonso Lucero: regidores por
el Rey, Francisco de Santa Cruz, Gonzalo Mcxia, Gon-
;.:alo Ruiz, l"rancisco Flores, Cristobal del Barrio, y Pe-
dro Sámano: tuvieron por el mismo solamente voto de
capitulares, l.opez Samaniego, y Diego Hernandez Proa-
üo. Fueron tambien regidores por nombramiento del go-
bernador, Francisco Verdugo, Diego Masariegos, Cristobal
Flores, Juan de la Torre, Gerónimo Ruiz de la Mota,
Francisco Orduña, Cristobal Oilate, y Gerónimo Medina.
El Emperador entre tanto estaba indeciso sobre el par-
tido que debía tomar con Cortés. Por una parte juzga-
ba necesaria la nueva audiencia, y por eso mandó que
los oidores estuvieran prontos á partir; por otra los in-
tormes que venían contra aquel conquistador eran de tal
naturaleza, que se recelaba comprometer su autoridad en
cualquier corte que tomára. Asi que, ponderadas estas
razones IJO hallaba otro partido á que atenerse que ha-
cer salir á Cortés del reino de México; mas en esto se
pulsaban grandes inconvenientes, porque aunque tiempo
antes habia pedido licencia de pasar á besarle la mano,
si cuando llegaba la respuesta habia mudado de parecer
se le ponía en la necesidad de enarbolar el estandarte
de la rebelion, y era ¡mitil. Un medio término que sugirió
el obispo de Osma, presidente del consejo de Indias, da
escribirle una carta muy afable, ofreciéndole su favor, y
aconsejándole que viniera á Espaíia á verse con el Em-
perador, quien por falta de informes habia suspendido el
despacho de los negocios de México; aquietó algun tan-
to á Carlos V. Esta carta llegó tan oportunamente á ma-
nos de Corté~, cuanto que al mismo tiempo se habia re-
;;uelto á salir de aquel reino; ya, porque no podía sufrir
la arrogancia de Estrada; ya, porque con su presencia creía
ganarse el favor de la córte, y desvanecidas las calum-
nias de sus enemigos, recobrar el gobierno de su con-
quista; ya finalmente, porque siendo de edad avanzada
deseaba casarse y tener sucesion. Poseído de estos pen-
samientos recibe la carta del presidente, é inmediatamen-
te abandonada la empresa de la guerra de los Chichime-
cas á que se disponía, y los demás proyectos que tenía
entre manos, de allj adelante no pensó sino en el viage




i '* Aiío de 1528.
de Europa (1). Para la pronta expedicíon de éste, de~­
pachó por delante á 1)"dro Esquivel á aprestar d()s na-
víos que tenía en Veracruz. Pero una desgracia sucedi-
da á é:;;te, le retardú á Cortés el viagc. Fué el ca~o, qlle
Esquiyel se desapareció. Hechas las mayores diligencia!i
despues de un mes fué hallado enterrad!), y medio ves-
tido en una isleta de la laguna de l\léxico, comida una
mano que tenía de fuera acaso de la~ aves que llaman
los Mexicanos tzopilotl, con una cuchillada en la cabeza;
pero no se hubo noticia de dos grandes tejos de oro quc
~e le habian encargado y encomendado, ni de UI! negrü
que le servía, ni tampoco de Jos Mexicanos que lo acom-
pañaban. Así que, encomendadas estas pesqllisas á los li.
cenciados Juan de Altamirano su pariente, y Diego de
Ocampo con Santa Cruz, á quienes hizo gobernadores de
su estado y mayordomos, é inventariados sus mUorlles que
valian doscientos mil pesos de oro, marchó Cortés á cm·
barcarse á Veracruz.


26. (2) Llegado á aquel puerto, y publicado que el1
sus navíos daría pasage, y matalotaje ti'anco á cuantos
quisieran acompañarlo, embarcó un mil y qUll1Jentns mar-
cos de plata labrada, doscientos mil pesos en oro, otros
diez mil bajos de ley, cópia de perlas y joyas: en esto
género haré solamente mellcion de cinco grandes esme·
raldas que Cortés obtuvo de aquellos cacíques (3), para
que no se pierda la mQmoria de un hecho incontestable
que prueba el buen gusto y riquczas de los Mexicanos.
l,a primera estaba labrada ú semejanza de rosa, la otra
de corneta, la tercera forllluua un pececillo, en el cual
los lapidarios Mexicanos habian engastado ojos de oro,
que lo hacian tan primoroso que el artifkio excedia con
mucho á la materia, y acaso en la Europa no habia pre-
sea igual: la cuarta esmeralda tenía la figura de una cam·
paneta guarnecida de oro, á quien servía de lengua una
bellísima perla, con este mote qne los Españoles le ha-
bian puesto, bendito sea el que te crió: la ultima era una
laza con el pié de oro, de dOllde salian cuatro cadeni-


[1]
N. E.


[2J
[aJ


Herrera, Déc. 4. lib. 3. cap. 8. Gom(¡ra, Crón. df'
Clip. Ull.
Herrera, Décad. 4. lib. 3. cap. H.
(;o1/!fzra, Crón. de N. E. cap. 1 \la.




Año de 15~S. -75
tas del mismo metal que remataban en el ccntro en un
buton f/mnaJo de una perla del mas bello oriente: en el
pedestal tenía estas palabras de la escritura: illt(:r natos
Inulir?rum non surrr?:rit major (1). Por solo esta pieza que
era la may')r, ciertos mercaderes Genoveces que comer.
ciaban en Turquía, ofrecieron á Cortés en la Rabida cua-
renta mil ducados. En las donas que éste dió á su es-
pt)~a DoiJa Juana de Zúñiga entraron estas esmeraldas,
y acaso en la Europa muger particular no tenía iguales;
pero todas cinco perdió él mismo en la triste jornada de
Argel, por llevarlas en un ceílidor, de donde cayeron al
mar al saltar al esquife. En los mismr¡s navíos hizo Cor-
tés meter los mas particulares animales de aquellos rei-
nos como tígres, leopardos, ayotochtlis, que llaman los
Españoles armadillos por haberlos la naturaleza vestido
de ciertas conchas, que parecen corazas: tlacoatzis cu-
vas hembras tienen en el vientre una membrana á ma-
nera de bolsa en que ocultan á sus cachorrillos, y á su
cola atribuían los Mexicanos grandes virtudes (2). A mas
de esto trajo Alcatraces, Papagayos, unos mas grandes y
mas parleros, otros menores, y todos tan variados de co-
lores que ,acaso la EuroI?a ,no habia visto se!nejante~: se
debe añadir el gran surtimiento que embarco de tejidos
finísimos de algodon, pelo y plumas, abanicos, escudos,
tablachinas, vestiduras sacerdotales, espejos de piedra, y
en una palabra, cuanto de precioso y raro habia en aquel
continente. Con Cortés montaron abordo sus amigos y
capitanes célebres, Gonzalo de Sandoval, Andrés de Tú.
pia, con otros conquistadores: ítem, un hiJO del Rey Moc-
theuzoma, otro del famoso Tlaxcalteca l\faxiscatzin lla-
mado D. Juan (3) con muchos cacíques Mexicanos, Tlax-
caltecas, y Tarascas; y para que nada faltára al fausto
con que Cortés quería dejarse ver en la córte de Carlos
V. se llevó ocho bailarines Mexicanos ú bolteadores de palo:
doce jugadores de pelota que llaman ule: diversos natura-
les de ambos sexos, tan blancos como los albinos, siendo
el color natural de los Indios Mexicanos bazo; por ú!timo,


(IJ Gomám, Crónica (ir? N. R. cap. 1 H3.
[2] Como la de rzcdcrar los partos en las mu!!,eres.


pues como d-ice r?! P. Sahágull, tir?llr? la virtud de empeller.
[3] Torquemada, p. l. lib. 4. cap. 80.




¡ti Aüo de 1;328.
acomod{mdose Cortes al gusto de su siglo, hizo lugar et1
sus embarcaciones ú varios contrahechos y enanos, que
por su estatura y deformidad eran singularísimos.


27. Entre tanto que Cortés navegaba para España, lle-
gó á la córte Sancho de Samaniego, que la halló muy
dispuesta á abrazar las delaciones de Nuño de Guzmall
contra Cortés. Efectivamente, los protectores de aquel
viendo el aprecio con que se leían sus informes. insinua.
ron en el ánimo de los consejeros del Emperador, que
solo GUZlllan era capaz de reprimir á Cortés, y obligar-
lo ú dar la re~idencja. Este partido se ::u!nptó porque no
se ofrecia otro, y así prontamente se Iihraron los despa-
chos, condecorando á Nurlo con la presidencia interina del
Audiencia de México; pero sin voto en ella; correctivo que
se juzgó necesario para templar su v)gocidad, dejándole
á su arbitrio substituir en su vez al que quisiera para la
gobernacion de Pánuco, y al Audiencia el cuidado de se-
i1alar los lindes de aquella provincia. Scí'ialado el presi-
dente, y obligados los oidores ú partir luego al puerto,
se le encargaron las órdenes que debia observar. 1 q
Que los oidores trajeran varas de justicia. 2 q Que lue-
go que llegáran á l\Iéxíco hicieran arancel de los dere-
chos del sello, y registro de las provisiones que librarían,
que aunque debian ser mas altos que los que se acos-
tumbraban pagar en las chancillerías de España, por la
carestía de mantenimientos, estuviese fijado en la sala,
con la pena del cuatro tanto al que cobrase mas. 3 q
Que la Audiencia viera ~i c'mvcnía que hubiese ó nú abo-
gados en aquellas partes, porque los UIIOS los pedJan, ale-
gando que por falta de ellos muchos dejaban perder sus
bienes; otros al contrario proponían, que de su introou-
cion nacería fomentar los pleitos y divisiones en las fa-
milias, y caso que se juzguen necesarios se les obligue
á firmar sus alegatos, y á jurar que no acudirán á la
parte si la ra7.011 no le asiste. 4 q Que residencien á Cor-
tés: en este punto se les deeía el modo con que debian
hacerlo, lo mismo á los oficiales reale~, debiendo Cortés
asistir á sus ClIentas, y acabadas estas obligarlos á volver
á Europa substituyendo interinamente á otros á quienes
por ningun título dieran repartimientos. A Cortés que lo
exhortáran (t presentarse á la corte, y si lo rehusaba lo
compelieran; pero que nada innovaran sobre 10:< reparti-




Ano de 152b. 77
mIentos que él habia dad(J; solamente en el caso que
muriera algun encomendero, se les dejaba á su arbitrio
dar la vacante á algun Castellano benemérito y casad'),
que residiera en el lugar de su encomienda, y cuidar de
la instruccion en la fé de los Mexicanos, tratándolos co-
mo libres que eran, y con la condicion de acudir con
algun servicio á la corona. 5 q Que hicieran un encabe-
zamiento general de los naturales de aquellos reinos. y
que un ejemplar de aquel libro estuviera en el oficio del
contador. G q Que impidieran la cria de mulas, y promo-
vieran la de caballos, cuidando de que los Mexicanos no
aprendieran á manejarlos (1). '1 q Que la pragmática de
vestir y la prohibicion de jugar á los dados se observa-
ra. Se permitía en este artículo hasta apostar diez pe-
sos á los naipes en veinte y cuatro horas. 8 q Que se
pusiera en aquellas partes el almojarifazgo de un siete y
medio por ciento sobre mercaderías y mantenimientos. 9 q
Que se informar3f!. de l~ extension de aquellas regio~es:
que se lmscara SitIO mCJor para la fortaleza de MéXICO,
en donde se recogeria toda la artillería que estaba espar-
cida por la ciudad. 10. Que tratasen de hacer casa de
moneda: que tuvieran cuidado de los bienes de los di-
funtos para entregarlos á sus dueños: que no dejáran em.
barcar los pretendientes de los oficios sin testimoniales
de la Audiencia. A ésta se cometió el arreglo de las ape-
laciones, el declarar á los ayuntamientos, que el algua-
cil mayor debia tener voto en Cabildo. Se señaló enton-
ces por alferez real, á Rodrigo de Castañeda (2). Por
último, se avisó á los oidores que en aquella ocasion se
escribía á los obispos de México y Tlaxcala y al guar-
dian de S. Francisco, y prior de Santo Domingo. para que
informaran del modo mas expedito que se les ofrecía de
repartir aquellas tierras, conservando la libertad de aque-
llas naciones. Con esta instruccion firmada el 5 de Abril,
se entregó á los oidores una carta del Emperador para
Cortés, en la cual temeroso de que no hubiera surtido
cfecto la del obispo de Osma le decia, que con la na-
ticia de que habia pedido licencia habia tenido mucho gus.


[1] ¡Cuánto importa esta advertencia! A la caballe-
ría se debe en parte la indepmdencia.


[2] Herrera, Décad. 4. lib. 3. cap. 10.
TOM. l. 11




78 Año de 1528.
to; porque entendía que sin él no se podian tomar las provi-
dencias oportunas para el repartimiento de aquellas tierras.,
ni menos expedir los negocios pendientes; pues él solo cono-
cia perfectamente el estado de su conquista,por lo cual se
habia mandado suspenderlo todo hasta su venida, cuya ace-


'Jeracion deseaba: que solamente habia nombrado cuatrooi-
dores que continuaran su residencia que quedó imperfecta


, por la muerte de Aguilal., y hacia volver ú su oficio á Albor-
nóz. Terminaba Carlos V. su carta avisándole á Cortés, quc
luego que recibió la suya dióórden de que salieran del rei.
no de México Salazar, Chirinos y Estrada.


28. (1) Aun no se habian dado á la veja los oidores
cuando en el mes de Mayo de improviso las embarca-
ciones que conducían á Cortés y á su comitiva, entraron
por el rio Tinto y su barra de Saltes al célebre puer-
to de Palos, de donde treinta y seis rulos antes habia
salido Colón en demanda de la India. La fama del ar-
ribo del conquistador de México trajo á su desembarco
á los vecinos de aquella noble villa, que estaban mara-
villados del cortejo que traía. A pocos dias de llegado
Cortés" el gusto de haber tomado puerto, se le acibaró
con la temprana muerte de su CDmpañero y grande ami-
go el valeroso Gonzalo de Sandoval, por lo que le fué
preciso detenerse allí mas de lo que pensaba. En aque-
llos dias llegó al mismo puerto Francisco Pizarro, y fué
cosa digna de "notarse la concurrencia de estos dos fa-
mosos conquistadores del nuevo mundo, el uno del sep-
tentrion, y el otro del medio dia, de una misma pútria.
y antiguos amigos en la española, con la diferencia, que
Cortés ya se acercaba al fin de su brillante carrera, cuan-
do Pizarro la comenzaba. Despedido d€ éste salió Cor-
tés de Palos, y de país en país se fué propagando la
voz del camino que llevaba, y no hay duda que saldrían
aquellos vecinos á conocerlo y felicitarlo: con estos aplau-
sos llegó Cortés á la córte que halló tan mudada cual
no se la esperaba. Enfermó entre tanto gravemente, y
aun estuvo desahuciado de los médicos. En esta~ circuns-
tancias (2) como dice Gomára lo visitó Carlos V. Y
no hay duda que este honor contribuyó para que recobra-


[Il Herrera, Déc. 4. lib. 4. cap. 1.
[2] Gomára, Orón. de N. E. cap. 192.




Año de 1528. 79
rl!. la salud. Luego que convaleció presentó sus memo~
riales, que por la mayor parte fueron atendidos. Se I~
confirmó la capitanía general del reino de México, la go-
ber1lacion se le negó porque no creyese que se le de-
bia, alegando el Emperador para e~ta repulsa el ejem-
plo de sus abuelos los reyes católicos, que ni á Colón
que descubrió la América, ni al gran capitan Gonzalo
Fernandcz de Córdova que sujetó á N ápoles, otorgaron
semejantes gracias. Le concedió sí, el 6 de Julio el mar-
quesado del Valle de Huayaxic ú Oaxaca, como se lo
habia pe elido, y la duodécima parte de lo que en ade-
lante conquistase por juro de heredad. Le ofrecia Carlos
V. dar todo el reino de Michoacán; pero el marqués
prefirió estas veinte y tres ciudades y lugares que todos
eran muy poblados y ricos con sus aldeas, vecinos, ju-
risdiccion civil y criminal. pechos &c. Quauhnahuac, Hua-
yaxic, Tecoantepec, Coyoacan, ll:latalzinco, Atlacupaya (1),
ToTuca, Hua:xtepec, Utlatepec, Etlan, Xalapan, Teuquila-
ba, Coyúaan, Calimaya, Antepfx, Tepuztlan, Cuitlapan,
A..capiztlan, Qlletlaxca, Tuztla, Tepeacan, Atloixtlan, é Ix-
calpan. Pidió tambien Cortés que se le aceptara la re-
cusacion que habia hecho extender para que el oidor Pa-
rada no entendiera en su residencia, ni en causa alguna de
sus parientes, á mas de esto, que la audiencia conociera
del porte bárbaro de Nuño de Guzman contra el con-.
quistador Juan Gonzalez de Castilla, á quien por habér-
sele opuesto á dilatar su jurisdiccion fuera de los lindes
de su provincia, no solo lo habia prendido, sino que le
habia mandado dar tormentos y clavar la lengua: item,
sobre lo de Pedro del Castillo escribano. pidió Cortés que
se reintegrara, puesto que Salazar y Chirinos lo priva-
ron de su oficio por no haberse mancomunado con ellos,
y que aunque él lo habia vuelto á su empleo, despues
Estrada por el caso de Cortejo como digimos, lo volvió
á remover, todas estas súplicas las concedió el Empera-
dor, aiíadiendo que Estrada por lo de Cortejo fuera mul-
tado en cierto número de marcos de oro, por lo::! daños
causados á la parte: y que depositára cinco mil ducados,
tres mil para Cortejo que en tanto apreciaba su mano,


[1] Hoy dicho Tacubaya villa inmediata á jlféxico, y
lugar de n:creacion.




80 Año de 1528.
y los dos mil acaso para las costas: á mas de esto, que
Estrada diera fianzas de presentarse al Consejo, y que
se le notificara saliese desterrado del reino de México á
donde no podía volver Cortejo. Por último, pidi6 en aque-
Ha ocasion el marqués, que se le conservara á aquella
parte del nuevo mundo el nombre que ya tenía de Nue-
va ¡España. El Emperador en atencion á sus méritos, man-
dó librar despacho que en adelante se IIamáran con aquel
nombre torJas las regiones que se contenían entre la ex-
tremidad de Honduras, y cabo de la Florida.


29. (1) Despues que el Emperador hubo otorgado al
marqués del Valle de Oaxaca estas súplicas, pasó con
él á tratar del modo de impedir los incomenientes que
contínuamente nacían en el reino de México, en donde
t:ada uno de los Españoles quería tener poder absoluto
sobre aquellos naturales, no de otra manera que si fue-
ran bestias. Ni habian valido las repetidas leyes que desde
el descubrimiento de aquel nuevo mundo se habian prego-
nado; porque dependiendo éstas de la vigilancia de los
gobernadores, el interés los hacia prevaricar. La libertad
de los Mexicanos, y el eximirlos de los excesivos traba.
jos con que eran ~sobrecargados, eran los dos puntos que-
acongojaban al Emperador por lo tocante á aqtlef reiflo~
sobre esto oyó repetidas veces al marqnés, y habiendo
hallado que su modo de pensar era conforme á lo que
escribian los obispos de México y Tlaxcala con los su-
periores de los franciscanos y dominicanos. dió de ello
parte á su Consejo, y con su acuerdo mandó promulgar
estas leyes. 1 ~ Que los Españoles no ocuparan á 10&
Mexicanos en llevar á cuestas cargas de un lugar á otro,
aunque fueran mantenimientos, y se les pagara su j<Jrnal,
estando ya la tierra abundantemente provista de bestias
de carga; permitía solamente lIevar en las espaldas el tri-
buto anualmente á la casa del encomendero, si no dis-
taba veinte leguas; pero esta distancia quedaba al arbi-
trio de los obispos el acortarla. 2 ~ Que los Españoles
no emplearan á los naturales en mudar la corriente de
los rios ó arroyos, ni en edificar casas, salvo la del en-
comendero. 3. ~ Que nada se exigiera de ellos fuera de]
tributo, con la pena á los que contravinieren del cuatro


[1] Herrera. Décad. 4. lib. 4. cap. 3.




Año de 1528. tH
tanto. 4 ~ Que en el tiempo de sus sementeras no se
les ocupara. ;, ~ Que no se herraran ni se sacaran de
sus tierras. A mas de esto se renovó la pena de muer-
te contra los que entraban por sus pueblos haciendo cau-
tivos, y se mandó que cuantos de estos se hallaran sin
que constase de la legitimidad del cautiverio, se puiscran
en libertad. Item, que Jos Españoles no tuvieran en sus
casas mugeres Mexicanas aunque ellas protestáran que es-
taban libremente, sino que las dejáran ir á sus pueblns
ó á sus haciendas: se multaba al que faltara en un escu-
do de oro; pero siendo tan dificil la ejecucion de est ... s
mandamientos en distancias tan grandes, encargó el Em-
perador á los obispos de México y Tlaxcala que velaran
en su cumplimiento, y en caso de muerte nombraba en
su lugar para este fin -á los superiores de S. FrancÍico
y Santo Domingo. Mientras que estas leyes se ordena-
ban en el Consejo de Indias, el 6 de DiCiembre llegaron
á Vcracruz los cuatro oidores, y sin esperar á Nuño de Guz-
JIlan como se les habia mandado, sino que contentándose
con despacharle una persona de cuenta á darle el aviso de su
arribada, se encaminaron á México, en donde dentro de tre-
ce días fallecieron los licenciados Maldonado y Parada, y así
Delgad1Uo y Matíenzo comenzaron á entender en la residen-
cia de] marqués, y sus enemigos que les adivinaban sus pen-
samientos, multiplicaban sus delaciones, mucho mas cuando
supieron que por medio de tercera persona producían poder
para que se le apremiase á satisfacer los gastos, y daños
causados á Pánfilo de N arvaez antes de la conquista de
México. Visto esto por los procuradores del marqués, re-
cusaron á los dos oidores, y apelaron al Emperador: lo mis-
mo hizo Estrada con Nuño de Guzman.


1529. 30. (1) Hasta este año los empleos de policía
se habian dado en la mayor parte por nombramiento de
k>s gobernadores y justicias mayores; pero desde este año
que se contaba del nacimiento de Cristo 1529, el ayuno
tamiento los eligió quedando solos de regidores los nomo
brados por el Rey. Fueron pues alcaldes ordinarios, Fran-
cisco Verdugo, y Andrés de Barrios: procurador general,
Juan de Burgos; mayordomo, Cristobal Ruiz: tuvo voto


(1) Lib. Capitular.




b~ _'\ño de 1529.
de regidor por el Rey, Gerónimo Lopez (1). El preSI-
dente y oidores que no habian atendido á la recusacion
de los procuradores del marqués, siguieron en la residen-
cia, y de la brevedad con que expidieron negocio tan in-
trincado, y de las providencias que tomaron, se conoció
luego que la pasion los habia cegado. {Tno de los pun-
tos de residencia era haber el marqués gastado los cau-
dales del erario en las comodidades de su persona: por
este atentado que no proharon ni podían probar, no se
eontentaron con seq"cstrar sus alhajas y muebles, sino que
las almonedaron. Extremábanse en csto cualldo eon las
primcras cartas de España supieron la buena acogida que
el Emperador habia hecho á Cortés, y que en atencion
á sus servicios le habia concedido los honores que digi-
mm:. Esta nueva desconcertó enteramente sus ideas, pues
estaban persuadidos á que las acusaciones de los oficia-
les reales y del mismo Nuño de Guzman hubieran preo.
cupado de tal manera los ánimos de la córtc, que ú la
llegada del marqués si no se procedía contra él, á 10 me·
nos hallaria tal desamor aun en sus valedores, que si le
habian quedado ganas de volver á México se le pasarían.
Yá la verdad no discurrían con inverisimilitml, segun lo
que supieron antes de embarcarse; pero ahora que lo
consideraban honrado y en vísperas de vérselo delante,
se creyeron perdidos, si no hacian un valiente esfuerzo
que lo detuviera en Espaüa. Para esto convocaron los
ayuntamientos de la Nueva :Espaüa, que eligieran procu-
radores que fueran ú México [t asistir ú una junta ge-
neral que debia tratar de asuntos del hien público, y ser-
vicio del Rey. Con este título colorearon el punto prin-
cipal que se debía ventilar, de impedir que el marqués
volviera á México. Efectivamente, concurrieron los dipu-
tados, y habiéndose valido el presidente y oidores de to-
das las supercherías imaginables para atraerlos ú su par-
tido, eon todo, nada consiguieron sin la fuerza. A Geor·
ge Alvarado y á Pablo 1\Iexía quitaron sus repartimien-
tos pretestando incorporarlos en la corona; pero al fin'
los dieron á Alonso de Estrada, y ú Rodrigo de Albor-
núz. Prendieron á Pedro Alvarado, Diego de Ocampo,
y al capitan Maldonado: baste el saber -que {¡ noveuta
- /'


(1] Herrera, Déc. 4. lib. 6. cap. 8.




Aiío de 1529. 83
Y seIs conquistadores que les hicieron frente en esta ma-
teria, ó maltrataron, ó desterraron. Esta asamblea en que
se disputaba si era ó no conveniente al reino, que el mar-
quéll volviera, hubiera acabado en una guerra civil si los
ánimos no hubieran estado bien dispuestos para el ser-
vicio del Rey. Finalmente, un dia Nuño de Guzman, de
mano armada, entra en la sala donde se tenían las se-
siones, y echados de ella con gran vilipendio á cuantos
seguian el bando del marqués, hizo elegir por procurado-
res á la córte á Bernardino Vazquez de Tápia, y á An-
tonio de Carabajal sus enemigos declarados, á quienes
<lió la Audiencia gran cantidad de dinero. Llevaron és-
tos la residencia del marqués, y el sumario de lo que
escribían al Emperador era el que sigue. Que habian ven-
dido los. bienes de Cortés para satisfacer al erario que
lo alcam.aba: que éste habia caído en felonía, y que hu-
biera ejecutado sus inicuos proyectos á no haberlo des-
cubierto el gobernador Estrada, lo que le dió moti~o pa-
ra ausentarse á España: que en atencion á esta desleal-
tad, la Audiencia y todos los regimientos de aquel reino
pedian al Emperador que en ningun tiempo le permitie-
ra volver á México. A mas de esto habiendo la Audiencia
ganádose á varios conquistadores, y esperando ganarse á los
demás, pedía al Emperador que los pueblos de aquellas tier-
ras se enfeudaran dándolos á los Castellanos beneméritos:
que estas gracias los estimularían á tratar á aquellos natura-
les con mas humanidad, y á procurar su conversion á la fé;
por 10 contrario, si seguian los repartimientos, que jamás los
pueblos de aquel nuevo mundo, abrazarían la religion, ni me-
nos se amoldarían á los usos Españoles. Demandaba tam-
bien que los regimientos consultáran á la Audiencia sobre sus
alcaldes y que esta los eligiese, hiciese tambien escribanos,
repartiese solares, huertos, caballerías &c., á mas de esto ha.-
cer casa de moneda, gastar el dinero de las cajas reales en
caso de rebelion: pedian que se enviara fiscal y relatorj
que no se pudiera apelar de sus sentencias al consejo~
que los tuviera el Emperador presentes el! la reparticion
que se haría de los Mexicanos, y les diera un peñol en
la laguna para su diversion (1). Nuño de Guzman de-


[1] El de los baños era entonces lugar de recreo, y
lo habia sido de Jloctheuwma. . ;~:




tl4 Año de 1529.
seoso de que se le ampliára su autoridad. pedía voto en
la sala: avisaba que iba á hacer la guerra á los Chichi.
mecas, que hacían correrías hasta veinte v cuatro leguas
de México: que se llevaba consigo á Chirinos que era
sugeto honrado y cuerdo, y se habia ya descargado de
las ligeras culpas que le acumulaban. Hacía tambien de
apologista de Salazar. Por último, el presidente y oido~
res se quejaban amargamente de los obispos, y de los
religiosos franciscanos: decian de los primeros, que fiados
en que el Emperador los habia hecho protectores de los
Indios cIltrometÍanse en negocios seculares: de Jos otros
pronosticaban que la deferencia que tenían al marqués
habia do ser causa de la ruina de aquel reino. Al tiem-
po que est0s procuradores se despacharon, se prohibió
en México escribir á la córte lo que en la junta habia
pasado (1).


31 (2) Con toda esta prohibicion los obispos de Mé-
xico y Tlaxcala, que no ignoraban lo que contra ellos
se escribía, y los encargos de los procuradores, informa.
r0n al Emperador, que el presidente y oidores tenían tal
aborrecimiento al marqués, que su nombre y hechos los
enfadaban: que á Maldonado que les pidió le acudiesen
para que no se perdieran los navíos, que por órden de
Cortés hacía aprestar en el mar del Sur, no solo no lo
hicieron, sino que lo condenaron á pagar dos mil duca-
dos y muchas joyas: que pedían se les diesen naturales
para hacer grangerías; y que ya de poder absoluto se los
tomaban, obligándolos á trabajar en molinos, huertas &c.,
y así no causaba admiracion que en menos de tres mios
hubieran perecido mas de cuatrocientos mil, y al paso que
iban, presto acabarían con la casta de los Mexicanos: que
ellos á ley de protectores de éstos, les habian suplicado
que les prohibiesen la bárbara costumbre de vender á SU1'
hijos, que no los herraran, conforme al mandamiento li-
brado año!: atrás: que proveyesen á sus pueblos de bue.
nos visitadores, que quitáran de estos empleos á sus cria·
dos, que no cumplían con su deber, pero en todo esto
cantaban á los sordos: proponerles que cumplieran con
las cédulas á favor de los indios, era en vano: su res-


[I] Hé aquí la tiranía en su deformidad.
(2) Herrera, Déc. 4. lib. R. cap. P.




Año de 1529. 85
puesta ordinaria era que no c()JlvenÍa: que Nuño de Guz-
man, mientrag habia sido gobernador de Pánuco, habia
sacado de allí mas de cuatro mil esclavos que habia ven-
dido en las islas. El obispo de México añadía á esto, que
el presidente y oidores encarcelaban á los eclesiásticos de
edificacion, y protegían á los díscolos; que no lo habia
movido á escribir la negativa de los diezmos de la Au-
diencia, sino la gloria de Dios, y el huen servicio de la
corona. Los padres franciscanos que tenían á su cuida-
do las doctrinas de la mayor parte de los Mexicanos, y
que eran tachados de parciales del marqués, explicában-
se en estos términos (1): "Lo que el presidente con sus
oidores, por sugestion de los encomenderos de la Nueva
España proponen de enfeudar estos pueblos para el me-
jor tratamiento, conversíon á la fé, y obediencia al Rey
de aquellos vecinos, no es para otra cosa, que para con-
tinuar con el pretexto de la religion y buen trato, en el
modo tiránico con que hasta este día han gobernado á
los Mexicanos que se les encomendaron. ¿Cuándo jamás
estos hombres despiadados han tenido algun pensamiento
de la conversion de estas naciones? ¿Cuándo de tratar-
los humanamente? Nosotros somos testigos del modo de
proceder en los últimos cinco años de estos encomende-
ros, y en ellos hemos visto que las vejaciones que les
hacian parecian tener por fin su dp,;.¡truccion, y de aquí
inferimos cuánto mas crueles habrán sido los otros tres
años que habian pasado despues de la conquista. Ha si-
do Ulla providencia particular de Dios que con todos los
medios que han puesto para destruir á los Mexicanos,
aun no lo hayan conseguido. El arbitrio de hacer á las
naciones del nuevo mundo esclavas para su reduccion á
la fé, y ú la obediencia del Rey, es sin duda inicuo, por-
que Dios prohibe á los hombres toda abominacion, bien
que de ella hubiesen de resultar los mayores bienes. L,)s
sacrificios jamás son gratos, si la,> manos que los ofrecen
son impuras. jWenor mal es que ri'ingun habitador del nue-
l'O mundo se convierta á nuestra Santa religion; y que el
señorío del Rey se pierda para siempre, que el obtigar á


[1] ErRo tro::o de la representacion de los frailes fran-
ci.~canos de JJé,xico al Emperador Carlos V. á favor de
los indios, y que lcs hace mucho hOlt01·.


'rOM •. I. 12




86 Año de 1529.
aqurllos pueblos á lo uno y á lo otro con la esclavitud.')
¿Pero cuántos eran los que movidos de la codicia dc las
riqllPzas racioci aban de este modo'! Si las gentes de la
América se ven tratadas de los Españoles como hombres
sus semejantes, y no como bestias, conservúndoles todos
los derechos que dicta la humanidad, ¿soportarán con pa-
ciencia el yugo tlrúnico de su nuevo Rey, y de buena
voluntad se agregarán á la iglesia?


32. (1) Al tiempo que esto sucedía, DiegD de Ocam-
po desde Tecoantepec hizo el viage al eallilo en el Pe-
rú, y fué el primero que emprendió aguel camillo (2).
En este estado se hallaba la Nueva Espalía cuando con
los primeros navíos que aportaron á la Andalucía reci-
bió el Emperador cartas en que le avisaban lo sucedido
en México, y otras de algunos que habian dado su vo-
to contra la vuelta de Cortés, obligados de las amenazas
de aquel presidente y oidores. De ahí entendió que cuan-
to se habia decretado en aquella asamblea habia sido el
efecto de la envidia contra el marqués, y desde enton-
ces se resolvió á despedir aquellos ministros prevarica-
dores (3). Ya en este tiempo habia hecho otras merce-
des al marqués, cuales fueron dos peñoles que no baja-
ban de media legua cada uno: el mas particular estaba
situado en la laguna de México. y tenía caza de venados,
conejos, y otras recreaciones que hasta hoy llaman del
marqués~ tierras y solares en México, la duodécima par-
te de las islas que descubriera en el mar del Sur, como
el aiio antes le habia concedido de la tierra firme, al1a-
diéndole el alguacilazgo mayor, y la gobernacion. N C) con-
tento con esto el Emperador, hizo que se escrib~era á la
Audiencia de México, que tuviera buena corresponden-
cia con el marqués como sugeto de su estimacion. Este
que vió á su Soberano tan propenso á favorecerlo, no se
olvidó de sus amigos: para el obispo Zumárraga alcanzó,
que se le pagasen los diezmos desde el 1527 en adelan-
te, hasta que se deslindase su obispado: para los padres
franciscanos, gruesas limosnas para la fábrica de com-en·


[1]
la 1 ~


[2]
[3]


Emmo. Lorenzana, ltist. de N. E. fol. 53;;, ?1(}O
¡len'era, Déc .. 4. lib. 6. cap. 8.
Herrera, Déc. ,1. lib. 6. cap. 4.




Afio de 152lJ. 8~í
lO", Y un cülegio de niflos noules Mexicanos: para lo~
conquistad::Jrcs, ú mas de heredades y s')larc~ en .'\{,~xi'~'),
cargar armas pfllhibidas, que no se les quitáran sus repar-
timiento,;;, y los quitados se restituyeran. Lo rnislU,) se man-
d:, de los que habia dado el marqués en dote á varias
señoras de la primera wlb!eza Mexicana, que con aplau-
:'lO de los naturales habia casado con Ca~tellanos, y de
otros rcpartimicnt'Js que habia conservado para los gas-
tos de la edllcacion de cuatro hijas del Rey Moctheuzo-
ma que tenía en el colegio de nirias de Tetzcoco. Ob:-
tuvo tambiel1 que los Tlaxcaltecas que le habian sido tan
fielcs en la conquista, fueran para siempre exéntos de tri-
butos, pechos &c., la misma gracia por dos años se hi-
zo á los Zempoaltecas. Se adjudicaron las joyas halla-
das en los sepulcros de los cacíques de Pánuco á la fá-
br ca del convento de los franciscanos. A peticion del
mismo, y por informes de los franciscanos, se publicaron
otras leyes para la mejor administracion del reino de Mé-
xico; e~ á saber, que los encomenderos no alquiláran los
indios de sus repartimientos, s6 pena de perderlos con la
mitad de sus bienes: que los que sabian la lengua de los
naturales no se metieran en sus pueblos, porque iban á
sacarles mugeres, joyas y tejidos de algodon: que los Me-
xicanos no sembraran cierta raíz que infundida en su pul-
que los embriagaba. Si en algun tiempo estuvo en vig)r
esta ley, en el nuestro no lo estaba. Al electo obispo de
México y dem{lS protectores de los indios, se encomen-
dó la observancia d<: estas leyes; y habiendo por aque-
llos tiempos llegado ú la córte la noticia de que el pre-
sidente y oidores desellaban los despachos que iban di-
ri,g;idos al marqués y á los demás, este atentado se pro-
hibió con pena de muerte. Finalmente, el marqués pidió
al Emperador, que interpusiera su autoridad para que los
superiores de los órdenes religiosos enviaran á México
Clípia de sacerdotes, que redujeran á la fé á aquella gen-
tilidad; á lilas de esVJ, que se fundaran en aquella ciudad
un cr)t1vento de [IJoJJjas franci5canas, y un colegio de ni-
üas hijas de ea(~íques, como los que ya habia en Tetz-
coco y Huexotzinco, bajo la direccion de beatas francis-
canas, y agustinialla~. Todo le rué otorgado, y á la mar-
quesa su esposa se encomendó el llevarlas consigo. Orde-
nadas de cste l1Iodo las cosas de México, el Empera-




88 Ano <le L)30.
dor mandó regalar vestidos á la comitiva nel marfjuf's.
encargándole que a tonos los volviera á sus pátrias, ~ le
despidió con muestras de benevolencia (1). Este, besadas
al Emperador las manos, se encaminó á Sevilla á pre-
pararse para el viage. En esta ciunad se hallaba, cuan-
do allí aportaron los procuradores enviados de México,
y siendo uno de ellos Bernardino Vazquez de Tapia que
le debia cantidad de dinero, solicitó su prision, procedi.
miento que tuvo muy á mal la córte, y así se di,) úrdrn
de que el preso pasara luego á entregar sus pliegos. N o
dudo que este incidf'nte suministraría á los enemigos del
marqués, materia para malquistado.


1530. 33. (2) En el año siguiente, el regimiento, el 1.
de Enero eligió alcaldes ordinarios á Francisco Avila, y
Gerónimo Ruiz de la Mota: procurador general, al regi-
dor Gerónimo Ruiz: segundo procurador á Pedro Solís:
mayordomo, á Luis Sanchez: alferez real, al regidor Juan
de Xaramillo: el Rey dió una plaza de regidor á Anto-
nio Serrano y Cardona, y nombró por escribano de Ca-
bildo á Miguel Lopez de Lcgaspi. La residencia del mar-
qués, y las demandas de la junta de México, no poco ocu-
paron en este año á los consejeros de Indias, y tenien.
do estos presentes los informes de los obispos y de los
religiosos franciscanos, refirieron al Emperador lo que en
aquella materia juzgaron digno de su atencion. La resolu.
cion de éste en negocio tan importante, fué mandar ins-
talar una junta de eons('jeros calificados, que unánimcs de-
cidieron (3) no haber duda en el señorío de los reyes
de Castilla sobre el reino de México, y que asi ¡.:e debia
ordenar que los indios de la Nueva España que no hi-
cieran resistencia á los Españoles gozaran de su libertad,
pagando un corto tributo, y que hasta pasados algunos
años, ni se dieran en encomienda'l, ni menos se enfeuda-
sen sus pueblos. Este parecer, que se dió en Barcelona
en donde estaba la córte, fué aprobado de Carlos V., y
se hubiera puesto en observancia si los encomenderos de


[1] Herrera, Déc. 4. lib. 6. cap. 9.
[2] Lib. Capitular.
[3] Decision del Consejo sobre el dommio del Re!!


sobre el re'ino de JHéxico, que puede ponerse junte á la
~ula dp, donacion de la,q Amérit'a .• ,




Año de 153Q. ~~
aquellas partes no se hubieran valido de tale" empeñis y
malle.io~, que aquella justa decision que iba á poner en
libertad á innumerables indios, no se hubiera sufocado. Re-
presentaron estos que por pocos encomenderos que tra-
taban inhumanamente á SIlS indios, se hacia una ley ge-
neral, que reducía á la miseria á los que habian pasado
su vida en el servicio de la corona: que se castigara á
los que no cumplian con su deber; pero que al mismo
tiempo se dejase á los otros en pacífica posesion de las
mercedes que el Rey les habia hecho. A mas de esto,
alegaban que el 'lubstraer á los Mexicanos de la depen-
dencia de los Españoles, era querer conservarlos en su
barbárie y desvío de la fé: que los frailes franciscanos
que informaban contra ellos, no entendian de gr¡bierno, ni
menos de la policía que se debia promover entre aque-
llas naciones, que harto tenían ellos que reformar. En-
tretanto que estos puntos se ventilaban, llovian de la
N lleva Espaila Jos recursos contra N uña de Guzman, y
se puede decÍl· que casi no aportaba vela á la Europa
de aqnellas partes que no trajese nuevas delaciones con-
tra él (1). De Pánuco, en donde habia sido gobernador,
escribían, que habia -vendido en las islas diez y siete em-
barcaciones llenas de aquellos naturales para que volvie-
ran cargadas de ganados, como si los brutos fueran mas
estimables que los racionales; y esta era la razon por-
que aquella provincia, que tenía de extension veinte y
cinco leguas, y que la habia hallado pobladísima, estaba
desierta; mas que antes de salir de ella hizo llamamien-
to general y pidió á los vecinos joyas, oro, tejidos de
algodon, y comestibles, y bien acaudalado habia ido á ser-
vir su presidencia, de donde frecuentemente despachaba
gran número de esclavos Mexicanos á Pánuco, para que
allí los herraran; pues como hemos dicho, conservaba aque-
lla gobernacion, y por todo esto pasaban los oidores. Es-
tos infcJrmes estaban autorizados con once testigos que
habia él mismo hecho encarcelar, y estaba resuelto á no
solt~rIos si no se retractaban. Los mismos testigos de-
ponían, que habia ahorcado á seis nobles Panucanos p(.r
no haberle hecho barrer el camino por donde pasaba.
A otro hizo guindar por haber ¡¡acado de una puerta un


[1] Herrera, Déc. 4. lib. 7. cap. 1.




UO Allo de 15~O.
davo: que llegado ,i l\Iéxico seguía con la misma bllr-
baridad haciendo analear, dar COZ8S, v maltratar á los ¡1I.
dios, y tanto que' un noble ]\fexicano al ver su porte
tan Jesapiadado con lf)s de su nacion, al salir de la eár·
cel se ahorcó con su lIlanta, {¡ tílma como llaman en
~léxico. Caso tan ho¡"rendo que no tenia ejemplar en
aquella culta nacioll. Omitirnos otros muchos desafueros
de este presidente, ó porque ya los hemos apuntado, ó
porque siendo tan odiosos y fimestos, no es razon det8-
Ilcrse en contarlos. Pero (;~te qnc tenia sus valadores en
la córte, y que de tOth era illf;Jl"lnac!o, creyendo que su
desgracia le ycndría, no d8 los informes de los particu-
lares, sino de lo qne escribian los obispos y frailes, en
esta ocasion desfogó su cólera contra ellos, escribiendo
al Emperador que se oponían á la Audiencia: que hacian
juntas clandestinas en qne tratahan del modo de quitar-
los, proc8dimientos nacidos de la parcialirlad que conser-
vaban por Cortés: que se con ocia bien que las providen-
cias que se enviaban á México eran el cfecto de sus in-
formes: que de darles oídos dimanarían con el tiempo
tantos males que se vería el Emperador obligado á qui-
tar á los eclesiásticos la autoridad que les habia dado so-
bre los indios, v los reduciría á entender solamente en
el bien espiritual.


24. (1) Estos informes contra Nuño de Guzman y los
dos oidores, acabaron de resolver al Emperador á sacar
de aquel reino tan perversos ministros; pero estando en
vísperas de partir á Flúndes, y sin el tiempo necesario
para pensar en negocio de tanto. lIlomento (2), cOllcedi·
dos á México los privilegios de Burgos el 30 de Junio
encargó á la Emperatríz que pro\'eyese (3). Esta seño-
ra que dirigía sus acciones á la mayor gloria de nio~, y
al buen nombre de los Castellanos, con acuerdo de lr¡s
consejeros determinó dar á aquel mundo nucvo otra for-
ma de gobierno, y cortar de raíz el origen de la preva-
ricacion de los ministros. Para este fin mandó que en
la N neva Espaiia se in~tituyera un vireinato, y se pu·


[1] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. R.
[~J Gil Gonzalcz Dávila, tOlll. 1. pÚf.(. 7.
[~J La Emperatrí: en allsewía de Cárlos 1'". pro.1frv


'rt clwiar IIn l'irey á l~Ié:rirn.




Afio de 1530. !eH
:;lcra en él un sugeto á quien no movieran ni la avan-
cia ni la ambiciono A mas de que la extcnsiol1 y rique-
zas de aquellas eonquistas pedian que se condecoraran.
Luego se pusieron los ojos en el conde de Oropesa pa-
ra ocupar aquel puesto, y en el mariscal de Frnmesta;
pero habiéndose escusado ambos con diyersos pretestos,
se le habló á D. Manuel Benavides; mas este caballe-
ro demandaba tanto salario y autoridad que nada se con-
cluyó. Se propuso por último aquel caJ'go á D. Antonio
de Jleudoz(/, hermano del marqul~s de Mondejar, que
hahielldolo aceptado pidió se le cOllcediera tiempo para
disponer sus negocios. I,a Emperatriz que deseaba el pron-
to remedio de los males que en la Nueva España ere-
cian, temió que la detencion de D. Antonio sería en per-
juicio de aquella colonia, y asi interín este se alistaba se-
üaló por presidente de la nueva Audiencia á D. Sebas-
tia n Ramú'ez de Faenleal, obispo de la Española, á quien
inmediatamente se escribiú que dispusiese los negocios de
aquella mitra, y estuviese pronto para embarcarse luego
que allí aportaran los nuevos oidores. Entretanto, el obis-
po de Badajóz, presidente de la Chancillería de Valla-
dolid, comisionó la Emperatríz para la eleccion de estos,
cncargándole que escogiera personas de probidad y cien-
cia, los que presentó, y fueron nombrados, eran los licen-
ciados Vasco de Quiroga, con gran gusto de Cortés, Alon-
so Maldonado, Francisco Cainos, fiscal que era del Con-
sejo supremo, y Juan de Salmeron (1), á quienes para
que no tuvieran grangerías, se asignó de renta seiscientos
mil maravedis, y cincuenta mil para ayuda de costas. Incon-
tincnti se le ayis6 al marqués del Valle de Oaxaca que
para evitar encuentros con N uña de Guzman y los dos
oidores, suspendiera su viage hasta que la nueva audien-
cia se embarcara. A esta, al partir, se le mandú que su
ruta la tomara por la Española para ir en compañía del
presidente: que luego que surgiera en algun puerto de la
N ueva España, despachara un propio á Nuño de Guzman y
oidores, dándoles parte de su arribo: que poco antes de en-
trar en la ciudad de México, el sello real que llevaban
guardado en IIna caja cubierta de terciopelo, la pusieran
en una mula, y el presidente á la derecha, y el oidor


[2] Nómbrase la segunda A.udiencia de illéxico.




H2 .\iio (h~ 153U.
mas autiguq ti la izquierna, y los demás por bU orden, :,(;
dirigieran ti las casas del marqués, en dOl1flc todo lo ha-
llarían dispue~to para su aposentamicnto. Que llegados allí
obrasen segun los mandamientos que se les daban: el pri-
mero era, que llamaran ú la Audiencia á N uiio de Guz-
man, Delgadillo y i\fatienm. y públicamente los reprehen-
dieran de la sentencia que dieron de que Rodrigo de l)az
no era descendiente de cristianos viejos: que á los mis-
mos tomaron residencia. conforme á la instruccion que se
les daba, enc:argándllles ~l1l11a vigilancia en averiguar los
delito., que les acumnJaball: que hallándolos ciertos, usa-
ran de la fuerza, y presos l<)s enviaran ti España con sus
procesos. El segundo era, que á los mismos quitaran los
repartimientos que se habian apropiado, y pusieran en li-
bertad á aquellos indios, imponióndoles un corto tributo.
Añadíase á este artículo, qne jamús los oidores tuvieran
repartimientos, concediéndoles la Emperatríz para su ser·
vicio diez indios. En otro se les Illandaba obligar á Nu-
ño de Guzman al pago del dinero que habia tomado de
cajas reales, para la jornada de los Chichimecas, y si sus
bienes no cubrian aquella cantidad, se apremiase á los
oficiales reales á pagar el residuo, por haber consignado
aquel dinero sin real órden. Que compelieran al mismo Nu-
ño á pagar la haciellda de Juan Gonzalez Trujillo, que
habian confiscado, y á qüien habia mandado ahorcar (1).
Que á Pedro de Alvarado volvieran la provincia de Chiapa,
y á Diego de Ordáz sus repartimiento;;:. Que anulasen la
sentencia dada contra Altalllirano, á quien se concedía
volver á México, lo mismo de Arellano, con tal que hi-
ciese constar la violencia é imposibilidad de presentar los
testimonios. Que siguieran la residencia del marqués en
el estado que la hallaran, y que se le contasen pronta-
mente los veinte y tres mil vasallos en los plwblos de
su pertenencia conforme á la merced del Emperador, en-
cargándoles que tuvieran con él buena correspondencia,
por depender de ella la tranquilidad de aquel reino: que
él mismo les daría parte de la;; expediciones que haría
en la tierra firme; pero que en las marítimas lo deja-
ran obrar libremente, teniendo solo cuidado de que no
llevara gente forzada: que ni á él, ni á los demás con'·


(1) TOl'quemada, p. 1. lib. 5. cap. 9.




Año de 1580. 93
quistadores se molestara sobre el juego, pero para con
los demás velaran sobre la pragmática que los prohibia,
y tambien sobre la de los vestidos: que las multas no
se las apropiaran: que tuvieran cuidado de las beatas que
llevaba la marquesa: que educaran bien á las niñas, y les
enseñaran á hilar lana, lino, y cáñamo. A mas de esto se
daba la incumbencia á los oidores Francisco Cainos, y
Juan de Salmcron de tomar cuentas á los oficiales rea-
les, haciendo de asesor el Lic. Villalobos, fiscal de la
chancillería de Valladolid. Para el decoro de aquella Au-
diencia se ordenó tambien, que los porteros trajeran ma-
sas. Y para cerrar para siempre todo portillo á la ava-
ricia y cmeldad de los Españoles, mandó la Emperatríz
á los oidores, qne luego que llegaran hicieran publicar la
ley que prohibía hacer esclavos, y de poner en libertad
á cuantos hasta aquel tiempo se habian hecho. Por úl-
timo, se les encomendó que con la mayor pompa enten-
dieran en la jura de la reina Doña Juana, de su hijo D.
Carlos, y de su nieto D. Felipe. Con estos mandamien-
tos aquellos oidores partieron al embarcadero; pero dete-
nidos de sus negocios no se dieron á la vela hasta el
25 de Agosto.


35. Mientras que la Emperatríz entendía en lo que
la nueva Audiencia debia ejecutar, en la Nueva España
Nuño de Guzman, y los oidores J\Iatienzo y DelgadilIo
administraban aquellos reinos tiránicamente. Se les adver-
tía principalmente un ódio mortal contra los ecIesiústi-
cos (1), que cra la causa porque cada dia se encarniza-
ban mas contra éstos. Acaso supieron que el obispo Zu·
márraga por medio de un page suyo en el pecho de un
crucifijo de madera habia ocultado sus informes, y acaso
los de los padres franciscanos que envió al Emperador,
y que llegados á manos de la Emperatríz la habian obli.
gado á saltárscle las lágrimas y apresurar las nuevas pro-
videncias que se tomaban. El presidente pues, y los dos
oidores contínuamente amenazaban á aquel obispo, cuan-
do con extrailamiento, cuando con negarle su autoridad
por no haber recibido sus bulas: estas vejaciones se au-
mentaron tanto que poco faltó para que no sucediera un


[1] retancurt, Teatro Jr[exicano. tOll!. 1. tratado de la
elllrlad de lrlé.dco, cap. 2.


'fO}!' r. 13




\:14 Aúo de 1530.
tumulto con este incidente (1). Angulo, crIado del mar-
qués del Valle, y otro qne no se nombra, huyendo del
presidente y oidores, que querían ejecutar al primero por
haber dicho que mataría á Delgadillo y á Matiem::o, se
retrajeron á sagrado. N liño y los oidores sintieron mucho
que se les hubiesen escapado, y así por medio de sus
alguaciles los hicieron sacar de aquel asilo. El obispo Zu-
márraga inmediatamente los requirió á que volvieran á
los presos á la Iglesia, y de lo contrario los amenazú con
las censuras; pero aquellos con el pretexto de recusar al
obispo por enemigo suyo, no hicieron caso de sus amo-
nestaciones, y así los excomulgó. Esta pena eclesiástica
los irritó mas y mas; Delgadillo en pública plaza no so-
lo maltrató al alguacil mayor del obispo, sino que ha-
ciéndole pedazos la vara de su oficio, le puso grillos.
Visto esto por los religiosos de la ciudad, procesional-
mente fueron á la cárcel á librar á estos presos. Dudo que
admire mas, si la obstinacion del presidente y oidores, ó
la imprudencia de estos hailes en exponerse á un insul-
to. Delgadillo que los vió que se encaminaban hácia la
cárcel, les salió al encuentro, y tirándoles algunos botes
de lanza, los hizo escurrir. Ni pararon en esto sus vio-
lencias, ejecutaron á Angulo, y á su compañero que aca-
so no era de la familia del marqués, y lo sentenciaron
á azotes. Mas, echaron bando só pena de muerte al que
no diese favor al Rey para la prision de los eclesiásti-
cos, que meditaban. Me parece verisimil que este bando
quedó en amagos. A lo menos los autores no dicen que
se haya llevado al cabo. Lo que consta es que por ocho
meses se mantuvieron excomulgados, y que aun brindán-
doles el obispo con la absolueion no la quisieron, por no
sometérsele. Consta tambien que en este tiempo sin res-
peto al mandamiento del Rey, que acababa de llegar ba-
jO la pena de muerte, de no desellar los despachos de
la córte, seguian abriéndolos, só color de saber si habian
enviado infOl"mes fallos. Impedian á mas de esto la for-
macion de autos y el sacar traslados de los escribanos.
De este modo iban precipitándose en mayores desafueros
los oidores y su presidente, cuando éste con gran gusto


[1] Herrera, Déc. 7. lib. 5. pág-. ~.




Ailo de 1530. tl5
(ie aqllelh; salió de México (1) con Chiriu0s a la jor-
nada de los Chichimecas, llevando consigo ocho mil in-
dios confederados, cuatrocientos caballos y doscientos in-
fantes, gente casi toda forzada, porque conociendo el ge-
nio cruel del gefe, todos huían de él. Y á la verdad
Nuño de Guzman era hombre de tal carácter, que no
habia parte en donde hubiese gobernado, en que no de-
jara el rastro de su fiereza: apenas llegó á las vecinda-
des de Michoacán á su Rey Tarasco Catzonzi, aliado
..Je los Españoles, hecho un proceso á la mano de tener
alborotada la tierra, de maquinar contra los Españoles, de
vestirse de los cueros de los que hacia sacrificar, aun
siendo cristiano, le dió tormentos para que confesara cuan-
to oro tenia, y por último, lo condenó á ser quemado
vivo.


36. Seguía en su expedicion Nuño de Guzman, cuan-
do aportó para Veracruz el marqués del Valle, nueva
que alegró á toda la Nueva España, que cansada de las
crueldades del presidente y oidores, con la venida de Cor-
tés entró en esperanza de librarse de ellos. Este gusto
fué completo luego que corrió la voz de que en segui-
da . venía la nueva Audiencia á gobernar el reino. Los
amIgos del marqués acudieron al punto á aquella ciudad
á darle la bienvenida: otros muchos Españoles y Mexica-
nos fueron á quejarse de los malos tratamientos que en
su ausencia habian recibido de los oidores. El marqués
habiendo consolado á todos, y prometídoles su proteccion,
pasó á tomar posesion del pueblo de la Rinconada. Es-
te hecho fué desaprobado de los oidores, que incontinen-
tI despacharon á Pablo Mexía, alcalde de Veracruz á anu-
lar aquel acto. A mas de esto trataron de hacer pren-
der al marqués y volverlo á España, por alborotador del
reino; y á la verdad, si la suerte del nuevo mund:) hu-
biera estallo en sus manos, el marqués no pasaba ade-
Ia~lte. Este, sabedor de los manejos de aquellos sus ene-
IDIgos, con las formalidades correspondientes se hizo pre-
gonar por capitan general de la Nueva Espai'ía; y con
gran séquito de Españoles y Mexicanos se fué á Tlax-
~ala. Allí lo alcanzó el comendador Proaño alguacil ma-
yor de la Audiencia, que estaba prevenido de la Empc-
----[1] Herrera, Déc. 4. lib. 8. cap. 2.


!'-




!I6 Ai10 de 1530.
ratriz secretamente para hacer saber al marqllc!i, ~i allí
llegaba antes que la nueva Audiencia, que no cr,trasc ICIl
.México; pero este mandamiento lo habian divulgado los
oidores que seguian desellando los despachos, como se lo
descubrió (1) al marqués aquel comendador. }~n vi~ta de
esta órden, marchó el marqués á Tetzcoco, ciudad veci-
na á 1\1 éxico, desde donde dió parte á los oidores de la
merced que el Emperador le habia hecho de la capita-
nía general de aquel reino. Entretanto la gente mas prm-
cipal de México iba y venía de Tetzcoco para cortejar
al marqués, lo que era motivo de que aquellos oidores
concibieran tal ódio contra éste, que sin poderse conte-
ner hacian gente y aprestaban la artillería, y acaso cs-
ta pasion hubiera parado en una guerra civil, si el san-
to obispo Zumárraga no hubiera promediado (2). Desde
allí escribió el marqués al Emperador escusándose de no
haber esperado en Sevilla á la nueva Audiencia confor.
me al mandamiento de la Emperatríz; porque la necesi-
dad lo habia compelido á darse antes á la vela: que Ile.
gado á la Nueva Espana habia hallado que sus bienes se
habian vendido en almoneda, y que por lo mismo lo pa.
saba con estrechéz, que le suplicaba á S. M. que diera
órden de que el veedor Peralmindes Chirinos volviera á
México á responder á los cargos que se le hacian (3).
En estos tiempos, por solicitud de Fr. Pedro de Gante,
lego franciscano, flamenco ilustre por su humildad y amor
de los Mexicanos, se instituyeron en México el colegio
de Niñas, nobles, mestizas y cacíques (4), y el hospital
de S. Juan de Letrán que tuvo anexo un colegio de ni~
ños.


--¡I] Torquemada pág. 1. 21 Herrera, Déc. 4. lib. 9. cap. 4 .
. 3] Alegre, Hist. de la provincia de ¡"'léxico manus-


cnta.
[4] E.~te colegio es My el com:ento de la Concep-
~iQn de México.




Aiío de 1530. !)',


SUMAHIO DEL LIBRO TERCERO.


1 q Llegan á :t\Iéxico s;n su presidente los nuevos oi-
dores. Entre éstos, y el marqués del Valte nacen disen-
ciC)nes de que se valen los .Mexicanos para sublevarse,
PC1'O 'son castigados. 2 q Con la llegada del presidente
se comienzan ú ejecutar los mandamientos de la Empera-
trizo a q En l\Iéxico y en las demás ciudades se jura á
la reina Doüa Juana, á D. Carlos su hijo, á su nieto D.
Felipe. La Audiencia pide al Emperador que envie sa-
cerdotes á aquel reino. 4 q Se impone á los Mexicanos
1m 'ilgero \fmu\o. ';) <::>. V\l\)1\\I;','il.\ ':0,1;', \:',':O,11\\:','f'il. \:',1\ \\\:','f11\\)':O,I;','il.'f
á México, y convoca una junta general. 6 q En ella se
confirma la libertad de los Mexicanos. 7 q El marqués
del Valle solicita de la Audiencia la causa de Matienzo
y Delgadillo. Fuenleal pide á éste el privilegio del patro-
nazgo que el Papa le habia concedido. Envia el marqués
tres navíos por el mar del Sur en demanda de nuevas
tierras. 8 q Los encomenderos apelan al Emperador de
Jo proveido en la junta general, y para esto envian sus
procuradores. 9 q El presidente y oidores infol'fIlan al Em-
perador por su parte de los artificios de los encomende-
ros. 10. El marqués del Valle sale á descubrir nuevas
tierras por el mar del Sur. Fuenleal provee que los Me-
xicanos aprendan la latinidad, y promueve la cria de la
cochinilla. 11. Fuclllcal hace dimision de la presidencia,
v se envía de Virev á D. Antonio de Mendoza. 12. Ins-
trucciones que se dan á éste para el buen gobierno. 13.
Sentimiento de los Mexicanos con la ausencia de Fucn-
leal. Se alborota México con el descubrimiento de Qui-
vira. Se envia á Torres á prender á Nuño de Guzman.
14. Manda el Emperador á publicar varias leyes á fa-
vor de los Mexicanos. 15. Vasco de Quiroga es nombra-
do primer obispo de Michoacán. Se pone imprenta en
~Hxico, y se bate moneda. 16. Vuelve el marqués del
Valle de Californias. 17. Mandamientos del .Emperador.
Nuño de Guzman va preso á México. 18. Contiene otros
mandamientos del Emperador. 19. Se publican varias le-
yp.s para bien de la Nueva España. La pragmática de
!os vestidos se abroga. 20. Nacen desavenencias entre




98 Año de 15au.
Mendoza y el marqués del Valle sobre la conquista tic
Quivira. 21. Parte Mendoza á esta jornada. El marqués
del Valle envia tres navíos á descubrir á aquella costa<
22. Se vuelve á la jornada de Quiyira con fuerzas de
mar y tierra. 23. El marqués del Valle casi despachado
vá á España. Caza á la Mexicana para festejar á Men-
doza. 24. Los Mexicanos botan á la laguna la moneda
de cobre. El obispo Artiaga muere envenenado. 25. Al-
varado vá á la guerra de Guadalaxara, y muere desgra-
ciadamente. Se destruye Quauhtemalan. 26. Sigue la guer-
ra de Guadalaxara: convoca Mendoza las ciudades: des-
pacha dos expediciones navales, una á descubrir el tér-
mino de la América, otra al Asia, á las islas de la Es-
pecería, y sale de México con tropas. 27. Reduce Men-
doza á los pueblos rebeldes, y vuelve á México sin pri-
sioneros ni despojos. 28. En una junta que se tuvo en
la córte se determinan varias cosas pertenecientes al go-
bierno de la Nueva España. 29. Se contienen varias le-
yes á favor de los indios. 30. Para la publicacion de es-
tas leyes envía el Emperador á la Nueva España al vi-
sitador, licenciado Tello. 31. Se alteran los encomende-
ros con la llegada de Tello, y consiguen enviar al Em-
perador procuradores. que suplíquen de las leyes acorda-
das. 32. Cor.siguen aquellos procuradores el sobreseimien-
to de las leyes que eran perjudiciales á los intereses de
los encomenderos, y que se les repartan las tierras rea-
lengas. 33. Mueren de peste ochocientos mil indios de la
Nueva España. Se descubre en México una conjuracion
de los negros, y los autores son castigados. 34. Se con-
crregan en :México los obispos de la Nueva Espaúa, y li· bran varias providencias favorables á los indios.




.\110 de 1531. 09


Q~~~~~~-~~~~~~-~--~--~~---~-~--~--~-~~--~ ~~ ••••• ,.~ •• ~* •• -•••••••••• ~ ••• ~.
a~-~-~~~~~~~--~'--~----~~~~~


LIBRO TERCERO.


H¡31. 1. (1) Elle: del año eonf()rme a la cos-
tumbre, el noble ayuntamiento de México hizo alcaldes
ordinarios á García Holguín, y á Pedro de los Rios: pro-
curadores mayores á Cristobal dd Barrio, y al regidor
Francisco Ordufia: menores, á Cristobal Ruiz, y á Anton
Leon: alferez real, al alguacil mayor Diego Hernandez
Proaño. El Rey dió dos plazas vacantes de regidores á
Hemando Claviso, y á Juan de Mancilla (2). Al comen-
zar el presente año de 1531, arribaron á México sin el
presidente Fuenleal, los cuatro oidores Quiroga, Maldona-
do, eainos y Salmeron. La causa de esto fué que lle-
gados á altura de la EspaflOla, y esforzádose los pilotos
para tomar algun puerto de aquella isla, jamás lo pudie-
ron lograr por el terral que invariablemente soplaba; por
lo cual temerosos de las vecindades del invierno endere-
zaron la próa á Veracruz. Se albergaron en las casas
del marqués del Val/e, y su primer cuidado fué poner
mano en la ejecucion de los mandamientos de la Empe-
ratríz; y siendo uno de los primeros el contarle al mar-
qués del Valle en los pueblos que el Emperador le ha-
bia hecho merced los veinte y tres mil feudatarios, pron-
tamente despacharon á aquellos feudos buen golpe de con-
tadores y ministros. Pero en la ejecucion nacieron tantas
dificultades, ya de los mismos vecinos, ya segun conje-
turo de los agentes del marqu('s, que la Audiencia por
evitar acaso una guerra civil dió el corte de que el mar-
qués tuviera como en depósito todas aquellas ciudades y
pueblos, y si hallaba que había en ellos llIas de los vein-


[1] TJib. Capitulor.
[2] Herrera, Di:cad. 4. lib. n. eap. 4.




100 Aiío de 15Jl.
te y tres Illd va~allos. restituyera lealmente u la corUIJU
los tributos de los demás. Estas desavenencias entre aque-
llos agentes y Audiencia, no fueron tan ocultas que los
Mexicanos las ignoraran, y hallándo~e éstos en aquella
sazon de~pechados, no solo por las vejaciones del pasa-
do gobierno, sino tambien por las de los encomenderos,
qne no aflojaban en su porte inhumano, se creyeron que
había llegado el tiempo de sacudir el yugo de los Espa-
ñoles (1); y como si esta voz hubiera pasado de unos
en otros dieron sobre los que sin armas andaban por
aquellas pro,-incias, y en poco tiempo mataron al pie de
doscientos. Hacían secretas juntas, y concertaban el mo-
do de que todo el loeino se rebelase, cuando esta noti-
cia llegó á los oídos del obispo Zumárraga que luego la
participó á la Audiencia. Esta, amedrentada del pensa-
miento de que aquellas naciones cargaran sobre los Es-
paila les, se creyó perdida si no acudía al marqut;s del
Valle para que las contuviera. Efectivamcnte, sc Jo des-
pacharon diputados ú Tetzcoco, cllcargúndolc el gobier-
no de los indios, y el ejercicio de su empleo de capitan
general. Movido de esta diputacion entró en México con
un lucido acompaJiamiento. Pasado algun tiempo ú la me-
dia noche se oyó en varios cuarteles de la ciU!lad gritar
al arma, de que despavoridos los vecinos cada uno solo
pensó en defenderse su casa. A la del general acudieron
doscientos soldados de acaballo, con los cuales el mar-
qués corrió por toda la ciudad, sin hallar rastro de aquel
alhoroto. En esta ocasion, ni la infantería ni 10s oidores
acudieron á los que patrullaban por la ciudad. Se persua-
dieron tocIos que algunos malignos hicieron aquella pesa-
da burla ú los ciudadanos; pero la supieron hacer con tal
secreto que nada se pudo averiguar. Entretanto el mar-
qués del Valle hechas las pesquisas de los indios revolto-
SOR, y de los que habian muerto á los Españoles inhuma-
namente, á unos hizo quemar vivos, á otros aperrear (::.l)


(1] Torquemada p. 1. lib. 5. cap. D.
[2] Aperrear, es decir, entregar ú lo,~ indios il los


perros feroces, cllando un Espaiíol tenia la punta de la
cadula de ql1e estaba atada la fiera; asi los pintan CIl
los mapas antiguos quc hay eu la librería de (rr Unin'"
s ir/a el, ,11 hf ¡,'isla.




Año de 153l. Wl
y ca,;tígii á tantos que los dejó escarmentados. sosegada la
tierra v los caminos scguros (1).


2. (2) Mientras que cste escarmiento se ejecutaba, lle.
gii á México el presidente de aquella Audiencia D. Se·
bastian Ramirez de Fuenleal, obispo de la Española, y
desde lucgo se mostró tan aficionado al l\Iarq'lés, que hi·
zo que se le diera satisfaccion de los disgugt'Js pasados.
y e~tando con él de acuerdo, proveía al gobierno de la
N. E. en bcncficio siempre de aquellos naturales. A los
obispos y cclesiásticos. que tan gloriosamente trabajaban
en la conversion de aqucllos infieles, ayudó cuanto pudo.
Hecho esto, puso mano á la residencia de Delgadillo, Ma·
tienzo, y Nuño de Guzman; y, constando del porte bárbaro
con que éste habia administrado, no tanto .aquella presi-
dencia cuanto la provincia de PáIWCO, en donde habia ro·
bado á aquellos pueblciscuanto de precioso tenían, se sus-
citó la duda, si sería conveniente substituir otro sugeto que
contínuára la guerra con los Chichimecas; pero no ofrecién-
dosele otro que poncl' en su lugar, y juzgándose necesaria
aquella guerra por la insolencia de aqueIla nacion, el
acuerdo resolvió que siguiera Nuño, hasta que el tiempo
proporcionara otra cosa; pero que de contado, así á él
como á Delgadillo, Matienzo, y á todos sus parientes y
amigos, se les quitáran los repartimientos que se habian
apropiado, incorporándolos en la corona, y declarando á
los naturales, que quedaban libres. Del mismo modo pro-
cedi6 'la Audiencia con todos los que dejaban los cnco-
menderos quc mOl"ian sin sucesion. Esta franqueza con
que se ponían en libertad á estos Mexicanos, desagradó
mucho á los Españoles que estaban ú la mira de estas
vacantes. Agregóse á esto, que el nuevo gobierno hacía
que se observúra la pragmática de los vestidos, con lo
cual dcspachúronse sobre ciento cincuenta de éstos (3),
que se tueron con Nufío de Guzman á buscar fortuna,
y vivir á su modo. Con éstos, y otros Españoles que
acudieron á sus reales por estos tiempos, se fundó Gua-
dalaxara, cabeza hoy del reino de la N. Galicia, y que


[1] Ubí solitudinem faciunt, pacem appellant, (di,jo
Tácito).


[2] Herrera, Décad. 4. lib. 9. cap. 14.
[3J Herrera, Descripci(m cap. 26.
TO);. L 14




1(\2 Año de 1531.
se le puso e~te n0IThl'f) pcr llamarse así la pátr;a de l"ll-
ño; y porque otn)s Españoles no se descarriáran CH. d
f;jemplo de éstos, aquella Audiencia envió muchas faml-
lias á la provincia de Xalisco, y costa del mar de! ~"'"
á fundar poLlaciones, Con este golpe de Españoles ,;\:e
salió de la capital, se consiguió mas quietud, y que ~ll,;¡­
ratáran los géneros de Europa, que estaban pr)r las nl1-
bes.


3. (1) Tomadas estas providencias por aqllel gobier-
no, pasó el presidente y Audiencia á las dispo",iciones ra-
ra la ceremonia de la jura. Seilalado el día, concurrie-
ron á las casas del presidente, la audiencia, ayuntamien-
to, tribunales, y todos los caballeros que había en Mé-
xico. Desde allí se ordenó el paseo, que rué á la cate-
dral, en donde su obispo D. Fr. Juan de Zumárraga,
cantada la misa, tomó la cruz del altar, y acompañado
de aquella comitiva subió al tablado que se habia levan-
tado en medio de la plaza mayor, en donde colocada la
cruz, y dado el misal al presidente, éste juró, cl prime-
ro, tocando con una mano el misal, V con la otra la cruz,
"que guardaría á la Reina Dolia Juána, á su hijo D. Cár-
los, y á su nieto D. Felipe la lealtad y fidelidad que co-
mo súbdito y vasallo natural, y de, sus reinos, le debía,
y obedecería y cumpliria sus mandamientos, y haria to-
do aquello que bueno y leal vasallo, celador de su ser-
vicio, debia hacer, y recibiria á sus ministros, criados y
paniaguRdos en aquella tierra." Despues hicieron el mis-
mo juramento la audiencia, regimiento, &c. Con las mis-
mas ceremonias se hizo esta fimcion en las demás ciu-
dades y villas, así de Españoles como de Indios. Cum-
plido este acto de reconocimiento de la Soberana, y de
su hijo y nieto. entendió aquel acuerdo en hacer infor-
maciones sobre las acusaciones que Nuño de Guzman.
Delgadillo y Matienzo habian escrito al Emperador con-
tra el obispo Zumárraga, y hallaron que aquel prclado
era ejemplar, y por lo mismo que aquellas delacioncs na-
cian del ódio de aquellos ministros que le tenían, por-
que les iba á la mano en sus crueldades. Y para soldar
las llagas que éstas habian abierto, procuró la Audiencia,
que á los Mexicanos con los medios mas suaves se les


[1 J lIen'cra, Décaa. 4. lib. 9. cap. 4,




l\ño de 1531. 103
ensenaran las virtudes cristianas, y se promoviera la con-
version de los que eran infieles; porque generalmente los
pueblos de la N. E., como sucede por todo el mundo,
si se tratan con humanidad, no solo dan oídos ála fé,
sino que cada dia se les hace menos duro el yugo ex-
trangero. Pero estos buenos deseos de la Audiencia eran
por entonces infructuosos, por la suma escasez de sacerdotes,
pues en el aüo que corría, apenas en toda la N. E. en
donde se contaban á millares las poblaciones, habia so-
bre ciento, y así luego se escribió al Emperador mani-
festándole aquella necesidad, y previniéndolo, que el mo-
do mas seguro de que los sacerdotes que fueran á aquel
reino cogieran todo el [¡'uto que prometía la capacidad
y génio dócil de aquellas naciones, sería el mandar que
todos les tuviesen veneracion, y que serían severamente
castigados los que maltratáran de palabras, (. de obras,
así á los sacerdotes como á los neófitos. Despues de es-
to, aquel acuerdo, conociendo que las desavenencias en-
tre el sacerdocio y el imperio nacian comunmente de la
proteccion que se daba á los retraídos, mandó que en
las iglesias de los frailes no los admitieran.


4. En el mismo año la Audiencia formó aranceles, pa-
ra que á todos constára de lo~ derechos que se habian
de pagar á. los escribanos y relatores: reformó los exce-
sos en los juegos, castigó á los blasfemos, y reprimió la
licencia que en los gobiernos pasados se habian introdu-
cido. Ponía la misma sumo cuidado en que el trato de
los EspaJ1i)les con los naturales fuera cristiano, y que to-
dos gozáran los fí'utos de un suave gobierno. Para con-
seguir esto se publicáron dos leyes, la una, que toda ve-
jacion hecha por los Espafloles á los Indios de aquel
reino, se castigaría irremisiblemente como un pecado pú-
blico: la otra, que se ejecutaría la pena de muerte con-
forme el mandamiento del Emperador, contra los Espa-
ñoles que hicieran á algnll natura! esclavo, ó lo herrá-
rano Puesto este reparo á la avaricia y cru21dad, y ga-
nadas con esto las v,Jluntades de los Indios (1), se les
hizo saber el corto tributo que se les imlnnÍa anualmen-
te, de pagar dos reales columnarios, (', la cuarta parte de
ulla onza de plata en las mercaderías del país. Con lo


[IJ Torqucmada.




104 Año de 1531.
mismo debian acudir los que estaban en los repartímieIl-
tos á sus encomenderos. De esta ley se cxccntaban loi'
Mexicanos que vivian en la ciudad y sus arrabales. por
el servicio personal que daban á las obras públicas; y
para impedir el ócio á que son proponsos, acaso por la
constitucion de aquella parte del nuevo mundo, el presi-
dente se valió de varios arbitrios para tenerlos ocupados
(1). Hasta entónces en las poblaciones que se forman en
las minas que en N. E. llaman Reales, todo se hacía
segun el capricho de los dueños de aquellas Yetas; de es-
to nacían grandes inconvenientes, principaJmente la suma
licencia: para corregir estos abusos se hicieron ordenau-
zas. No contento Fuenleal con esto, deslindó los obispa-
dos de México y Tlaxcala, las ciudades, villas, y puebl. s
de la N. E. A los conquistadores que por la vicisitud
de los tiempos lo pasaban con estrechéz. socorrió abun-
dantemente. Por último, se mostró padre comun de los
Mexicanos en la epidemia que este afio se padeció de
sarampion (2), enfermedad no conocida hasta entónces en
aquel reino, que por el sarpullido que salía al cutis, lla-
maron zahuatepiton. Para cura y regalo de los enfermos
levantó hospitales, y cesada la epidemia hizo edificar otro,
á semejanza del del marqués del Valle, para los natu-
rales (3). En este tiempo, habiendo llegado á México el
conquistador de Quauhtemalan Pedro de Alvarado, se re-
produjeron contra él las acusaciones que antes se habian
hecho á la Audiencia, de no haber pagado el quinto del
botín de su conquista, y de haberse portado con aque-
llos naturales con inhumanidad. Se le citó á descargarse
de estos dos puntos; pero atribuyendo (4) esto Alvarado
á los malos oficios de Gonzalo de Salazar, como asegura
el P. Reemesal en su historia de Chiapa y Quauhtema-
Jan, lo desafió á fuér de caballero segun los retos de Cas-
tilla, lo que entendido por la Audiencia le concedió vo)ver
á su gobierno. Me parece mas verisímil que la diferencia
haya sido entre un oidor y aquel conquistador, pues que
c()[¡sta que tres años atrás mandó el Emperador que sa-


(1] Herrera, Déc. 4. lib. 9. cap. 14.
[2] Gomm'a, Crón. de N. E. cap. 197.
[3] Herrera, Décad. 4. lib. 10. cap. 15.
[41 Remesal hist. de Chiapas. lib. 2. cap. 6.




Afio de 1531. 105
liera de México "el factor (1). Vuelto Alvarado á Quauh-
tcmalan, hizo aprestar la escuadra que habia hecho para
el descubrimiento de las islas de la Especería, y publicó
ir á la jornada del Perú, que ejecutó contraviniendo al
manda~iento de la Audiencia de México. Acaso al tiem-
po en que se hacía la fundacion de Guadalaxara entre los
Chichimecas, ciento veinte leguas al Norueste (2) de Mé-
xico, en la serranía que llaman de los Zacatecas, Juan
de Tolosa descubrió minas inagotables de plata, lo que
atrajo á aquella parte muchos Españoles que en los tiem-
pos venideros descllbrie ron otras venas, y poblaron aque-
llas ticrras (3). Al mismo tiempo, por la diligencia del ca-
cique mestizo otomite Fernando Tápia, se conquistó de
Jos Chichimecas Qucrétaro (4), poblacion grande y céle-
bre por su amenidad (5).


[1] Lib. 3. cap. G.


f2] Villa Seíior, Ji. 2. lib. .'j. cap. 5. 3] Villa Señor, p. 1. lib. 1. cap. 17. [41 Conquista de Qucrétaro. Véase la colcecian del P.
Fr. 1fanud de let Veget. Es asunto digno de la historia:
sc halla en S. Francisco !J archivo general de Jlléxico.


[5] En 12 de Diciembre de este año de 1531, se verffi-
có la Aparicion de nuestra Señora de Guadalupc en Te.
peyac de México. Las causas porque este suceso no se hi.
;;0 tan púlJlico como debia, las !te manifestado cn la Diser-
tacion que publiqué en el aniversario de su Aparicion cuan,
do se celebró en 1831, y en el iriforme que e:ttendí al Vene-
rable Cabildo Eclesiástico de México, cuando me comisio-
nó con el P. Ortigoza, provincial de S. Francisco, para
que reconociese la mesa de uso del Sr. Zumárl'aga. sobre
la cual extendió su capa ó tilma Juan Diego, !J apartán-
dola entonces de usos profanos, mandó pintar en ella la
imágen de Guadalupe, que se venera en el crueero de al
Iglesia de S. l+ancisco, como lo acredita la antigua lus.
cl'ipcion que tiene al reverso del cuadro. Jllí informe COl'.
re impreso en la oficiua de Valdés mio de 1835.


Suplico tÍ mis lectores, vuelvan la vista sobre la re-
!(tcion que hace el P. Cavo de las ocurrwcias desagra-
dables del año de 1524 y éste: mediten un momento sobre el
gran desórden en que se hallaba entonces 2Jféxico por parte
,le los gobernantes, y rejlexionen que éstos no fueron en di.




100 Aúo de 15:.i2.
1532. 5. En el siguiente afio, los oficiales de po)¡Clll.


fllCron los alcaldes ordinarios Juan de la Torre, y Juan
de Burgos: el procurador, Alonso de Avila: el Dr. Ojcda
tenia el mismo empleo en la corte, y el mayordomo Alon-
so de la Serna. Con d paternal gobierno del presidente
y oidores, México mudaba ele aspecto; y no cOlltillldose


minucion, sino en aumento, llegando á tal ]Junto, 'lue co-
1110 dice el Sr. Beristain, él los tres meses no cabales de
la Aparicioll, el Sr. obispo Zulltúrraga necesitó embm'cai'se
para Espaiía para sincerarsc alttc Carlos V. de las ca-
lumnias con que lo llabían abrumado los gobernantes de
_illéxico. Yo pregunto: ¿Era esta sazon oportuna para ¡us-
truó' un proceso informativo de la Aparicion de nuestra
Señora dc Guadalupe, y darle un carácter de publicidad
tÍ la pI-esencia de un gobierno de todo punto desmoraliza-
do, de un gobierno que se burlaba de la religion, de un
gobierno que se rió de las censuras eclesiústicas que en-
tonces eran altamente temidas, aunque se les intimara"
por tres reces por el Vicario apostólico Fr. Martin de
Valencia, y viéndolas desatendidas fulminó entrcdicho, y
se salió en proceston él Tlaxcala, abandonando á 2Jléúco
con todos sus frailes, y cuando regresó y se presentaron
1Í recibir la absolllC'ioa se portaron en este acto con irre-
verencia, vomitando muchos dicterios contra los frades, con
gral/de escándalo de los buenos cristianos ••• .'? Es claro
que no, y no lo es menos que por causa de estas turbu-
lencias que crecieron de día en dia, no pudo el 8r. ZU/IIur-
rrr~a, ni debió en conciencia !tacer público un !techo que solo
le ¡/abría traido el Mio!J la rechifla de los gobernantes. El
que escandalosamente quebranta los mandamientos del
decálogo, roba, asesina, y sin temor traspasa los precep-
tos principales de la religion no está para oír ni c¡'eer
milagros; la prudencia dicta que en talcs circunstancias
se eche punto á negocios de esta naturaleza, y que solo
pertenecen á la piedad, y no al dógma para no poner en
ridículo la religion. Hé aquí, la solucion lotal él ese ar-
gumento negativo, con que se ha pretendido alucinar á los
i/lcautos para que no crean piadosamente la Aparicion Gua-
dalupalla, que por muchos 1/1,odos está pnfectamente com-
probada. Remítome á las pruebas que de esto presenté en mI
rilado informe.




Año de 153;2. 107
,lfiO sdos oncc años desde su conquista, parecía ya una
ciudad de Europa que por largo tiempo habia gozado de
la tranquilidad. Los naturales insensiblemente se despoja-
ban de sus costumbres, y mloptaban las de sus conqui<-
tadores. En este estado se hallaba la ciudad, cuanc)o Fuell-
leal, que se cxtremaba en decorarla, hizo de piedra las
fuentes de los arrabales, que hasta entonces eran de vi-
gas. En la parte de la ciudad que llaman Te noctitlall ,
trazó y dió la última mano, ceg.ando un lago, é hizo una
hermosa plaza en donde se tUVieran los m~rcados de los
naturaks que llaman tianr¡uiztli. Aumentó las aguas de la
ciudad conduciendo por Tlatelolco una nueva vena, en
que expendió menos de lo tasado por los alarífes, y de
que proveyú á los edificios públicos y plazas con hermo-
sas fuentes. Promovió la cría de ganados, las fábricas ele
paño~ y demús tejidos de lana de que ya abundaba la tierra,
y la cultura del lino y cúfiamo. Enviú veinte y dos leguas al
Oriente de l\féxico IIna colonia que llamaron Puebla de
los A.ngeles, y que en el siglo siguiente compitió en gen-
te con la capital. Abrió caminos, y puso ventas. En estos
trabajo;; ocupó á los Mexicanos, de que se adquirió la
gloria de que lo miráran como á padre comun (1). Pero
Ilada de esto ensalza tanto el gobierno de aquel presiden-
te, cuanto lo que trabajó en la disposicion de las aguas,
montes, y pastos que los Españoles dueños de los gana-
dos se querían apropiar, y en la propiedad de los Indios:
puntos ambos de la mayor importancia, y así recomenda-
dos de la piedad del Emperador y de la Emperatríz. To-
cante al primero, decidió que fueran comunes: en órden


Tambien es muy notable como lo acredita el texto de
la llisto/'ia, que espero lean con atencion los escritos que im-
pugnan el milagro de la Aparicion Guadalupana, que en
la parroquia antigua del Santuario se halló haciendo una
escuvacion, un fracmento de tabla de un colateral viejo C011
todos los caractéres de una mncia antigüedad, que CliCF:
Aquí fué sepultado Juan Diego. Este fragmento precioso
se conserva entre vidriems en la Sala Capitular de la Co-
legiata, con certificacion al reverso del Canónigo D. Juan
Alarcon, que fué el que lo descubrió, á quien conocí y rt:<~"
peté por sus distinguidas virtudes,


[l] Honra, Déc. 5. lib. 2. cap. 8.




108 Año de 1532.
al segundo, sostuvo con integridad la ley publicada de quú
los Indios de la N. E. eran tan libres como los Españo-
les: que por ningun motivo se hicieran esclavos, y que
desde luego se ahorraban los que lo habian sido. Esta en-
tereza de aquel presidente, produjo los efectos que de-
seaba, poniéndose en libertad los esclavos. No satisfecho
Fuenleal con esto, advirtió que aun habia mucho que re-
formar en el servicio de los Mexicanos, y para esto ins-
taló una junta que autorizando sus mandamientos reme-
diára los abusos.


6. En ella se estableció que los tributos los llevaran
á cuestas los Mexicanos hasta las cabeceras, si no dis-
taban treinta leguas, y si no eran semillas; pero con la
condicion de ser bien provistos de viático. Solo en este
caso se permitieron por entonces los Indios de carga. Es-
te decreto era necesario, porque costando muy poco la
conduccion de las cargas que se hacia con ellos, los Es-
pafíoles encomenderos, hacian grangería de la vida de
éstos. Y si los Mexicanos y demás naciones de aquel
nuevo mundo, que careeian de cabalgaduras todo lo acar-
reaban en hombros, no era razon, que estando ya aque-
lla tierra proveida de bestias de carga y de bueyes de
carretería, siguiera aquella costumbre tan dañosa á la sa~
lud de los Indios. Este mandamiento lo quisieron eludir
Jos encomenderos; pero }'uenleal hizo sufocar todos los
medios de que se valieron. En la misma asamblea se de-
terminó que Jos encomenderos juraran que tratarían cris-
tianamente- á sus Indios, y observarían las ordena'lzas que
hahlan de ellos. Se confirmó tambien la lihertad de los
naturales en toda su extension. Se aprobó que los Me-
xicanos trabajáran en las fabricas recibiendo su jornal j
pero se prohibió el compelerlos. Revalidaronse entonces
las resoluciones de quitar á los clérigos sus repartimien-
tos proveyéndolos de congrua, y de herrar á sus Indios.
Ya desde· la conquista estos eclesiásticos que debían em-
pIcarse en la conversion de aquellos naturales, se habían
hecho encomenderos, y mas eran comerciantes que clé-
rigos. A mas de esto se mand6 que los Indios hicieran
el oficio de alguaciles, y que en sus ciudades y pue-
blos anualmente eligieran entre los suyos alcaldes y de-
más oficiales de policía, que administraran la justicia co-
mo se usaba entre los Españoles, para que se fueran




Aüo de 1532 109
amoldando á sus usos. Esta providencia al paso que fué
muy plausible á los Indios, sirvió grandemente al buen
régimen de sus poblaciones, y dura aún en toda la Nue-
va Espaila. Y porque se conserve la memoria de los que
votaron en esta junta los pongo aquí: D. Fr. Juan Zumár-
raga, obispo de México: guardian y prior de los francis-
canos v dominicaIJos, cada uno con dos frailes: el mar~
qués del Valle: los cuatro oidores: los regidores: comen-
dador PróaJio: alguacil mayor, Tápia, y los vecinos Ordu-
iia, y Santa Clara.


7. Por la solicitud del marqués de! Valle se adelanta-
ba entretanto la residencia de sus dos mortales enemigos
Delgadillo, y Matienzo (1), y así de ciento veinte y cinco
procesos que se les habian formado, en éste se liquidaron
los veinte y cinco, y por ellos fueron condenados en cua-
renta mil pesos. Esta satisfaccion que la justicia de los
oidores y de Fuenleal dieron al marqués, no rué sola; pues
aquel todo 10 que concernía al gobierno de la Nueva Es-
paña, lo comunicaba con éste. y no dudo que estos ofi·
cios eran recíprocos; y bien que en todo convinieran, dis-
cordaron siempre en los medios de asegurar á la coro-
na la posesion de aquella vastísima colonia. Proponía Filen.
leal que sería conveniente en ciertos lugares levantar for-
talezas para el caso de algun revéz de la fortuna; pero
el marqués que conocía el génio de los Mexicanos, man-
tenía, que á mas de ser inútiles. serían gravosas al es-'
tado. En estas conversaciones se entretenían estos dos
amigos, cuando Fuenleal recibió un despacho del Em-
perador en que se le ordenaba hacerse dar del mar-
qués todos los papeles concernientes al privilegio que ha-
bia obtenido del Papa de patron de las iglesias de las
"Veinte y tres ciudades, y lugares de que se le habia he-
cho merced, por ceder en perjuicio del real patronazgo.
No dudo que obedecería luego como lo hizo con e! re-
quirimiento de la Audiencia para que desempeñara la pa-
labra que habia dado al Emperador, de armar navíos que
eorrieran el mar del Sur en demanda de nuevas tierras
(2). Efectivamente, en este ruio despachó cuatro, dos de
_\capulco, y dos desde Tecoantepec; pero el éxito no curo


[1] Herrera, Décad. 5. lib. 1. cap. 6.
(2] Gomúra, Crún. dr N. E. cap. 196.
rOMo L 15


':')
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J'




110 Año de 153:$.
respondió á las esperanzas, pues uno se perdió, en otru
se sublevó la tripulacion contra cl capitan, y le dió la
muerte, y habiendo despues aportado á las costas de la
N. Galicia, Nuño de Guzman lo apresó: los otros· dos
despues de haber corrido inútilmente largo tiempo, vol-
vieron al puerto.


15a3. 8. (1) El 1 q de Enero, el regimiento eligió por
alcaldes ordinarios á su capitular Antonio Carbajal, y á
Ruiz Gonzalez: por mayordomo á Diego Valdés: por pro-
curador mayor, al regidor Gonzalo Ruiz: menor, á An-·
tonio Lean. Bernardino Vazquez Tápia regidor, ocupó por
turno el alferazgo real (2). En el siguiente año Jos en-
comenderos y demás Españoles que hacian grangería del
sudor de los Mexicanos, y que habian llevado· pesadum-
bre no solo por lo que en la junta del año anterior se
habia determinado, sino tambien los otros mandamientos.
de la Audiencia, concernientes á la libertad y bucn tra-
to de los Indios, se juntaron diversas veces para hallar
modo de impedir su ejecucion: el mas oportuno les pa-
reció poner en forma una apelacion al Emperador, y enviarla
con un regidor en nombre de todas las ciudades de N.
E. A dar este paso se movieron por los mismos Mexi.
canos, que seguros de la proteccion de la Audiencia acu-
dian á ella contra sus encomenderos siempre que reci-
bian alguna vejacion de éstos. El elegido· para este fin,
fué Antonio Serrano y Cadena, que debia avisar al Em-
perador de la inminente ruina del reino, y de los agra-
vios de los encomcnderos, que se reducian á estos pun-
tos. Primero. Que de quitar los Indios á los cncomen-
deros, que morian sin sucesion varoníl, y ponerlos en cor-
regimientos, se seguia á mas del perjuicio de los herederos
del difunto, que los corregidores echaran fuera de su juris-
diccion los ganados, pues que no teniendo donde pastar,
sus dueños se veían forzados á venderlos por vilísimo precio.
y esta era la razon, decian, porque tantos dejaban aque-
lla tierra y se volvian á Espaiia. Lo mismo se entendía
de los clérigos, cuyos diezmos menguaban cada dia mas.
El segundo era, que el tributo impuesto por la Audien-
cia á los Mexicanos, y con que acudían á sus encomcn~


[1] L1·b. Capitular.
[2] Herrera, Dec. 5. lib. 5. cap. 9.




Afio de 1533. 1 t 1
Jeras, no siendo bastante al mantenimiento y decoro de
sus familias, se les faltaba á la merced anteriormente he-
cha por el Emperador de exígir de sus Indios otro tan-
to de cuanto pagaban, y servian á sus reyes: por estas
razones pedian se revocasen aquellos mandamientos, y se
les repartiese aquella tierra, como se les habia dado á
entender cuando se hizo de ella la distribucion. A mas de
esto, los encomenderos encargaron á su procurador que
hiciera patente al Emperador, los dai'ios que traía á la
capital la colonia de la Puebla de los Angeles, á donde
no habia ido gente de calidad, y con todo, la Audiencia
le daba TlaxcaItecas en perjuicio de sus privilegios: lo
mismo decian de la otra colonia de Santa Fé. Pedían,
por último, al Emperador, que contuviera á los frailes
franciscanos que daban alas á sus Indios, y por eso no
podian servirse de ellos. Se agregaba á esto que se en-
tretenían en sus causas civiles y criminales, tenia n en sus
com'entos cárceles, cepos, &c. para castigarlos, que los
tresquilaban, cosa entre ellos de mucha ignominia, y que
jamás cesaban de edificar conventos: que se les ordena-
ra no entender en otra cosa que en sus ministerios.


9. (1) El presidente y oidores que sabian las preten.
siones de los encomenderos, informaron al Emperador por
su parte, que la Nueva España estaba quieta, y que lo
estaría mas, si los Españoles con sus extorciones no die-
ran ocasion á los Indios de alborotarse. Que dos géne-
ros de hombres en aquel nuevo mundo publicaban inmi-
nente su ruina; el primero eran aquellos á quienes la
Audiencia, ó impedía, ó habia castigado porque hacian
esclavos á los Indios, ó tambien porque los vejaban. El
otro era de ciertos solteros que abandonando sus fami-
lias, vagaban por aquellas tierras sin otro destino, que vi-
vir á expensas de los naturales, y que unos y otros decian
que para la seguridad de la tierra se repartiesen sus po-
sesiones, creyendo todos ellos que algo les tocaría; pero
que la Audiencia juzgaba no convenir esta reparticion, sí
no era despues de que las leyes y mandamientos públi-
cos se establecieran: que los corregimientos habían sido
utilísimos, no solo á la buena administracion de l¡Is pro-
vincias, sino tambien para impedir las vejaciones de los


(1] Herrera, Décad. 5. lib. 5. r:ap. 10.
"




112 Afio de 153:3 .
.cncom(mderos. Inf(¡rmaban tambien, que los confJlIí~t3do-.
res eran gente inquieta; pero que no obstante ú los que
habian caido de su antiguo explcndor los proveían: que
la poblacion de l\Iéxic0 no se disminuía, sino que se au-
mentaba, pues en aquel año se habian desposado doce ú
quince doncellas venidas de la Española: que la colonia
de la Puebla de los Angeles habia sido necesaria, no so-
lo porque acortaba el camino de Veracruz, sino tambien
porque servía de hospedage á los que iban á Europa: que
no habia sido de gravámen á los Indios, como lo pro-
baba que los Cholultecas acudían allí ú scrvir libremell-
te en las fábricas: que los conquistadores deberían aver-
gonzarse de vituperar la otra colonia de Santa Fé, pue-
blo distante de México dos leguas, que servia dc orna-
mento á la cristiandad del nuevo mundo; pues ú la ma-
nera de los primeros cristianos, sus bienes eran comunes,
y se dedicaban á la Ínstruccion en los misterios de la
fé de sus paisanos: que aquella fundacion se debia á la
solicitud del oidor Vasco de Quiróga, que con grandes
gastos habia allí reunido dos mil familias de Mexicanos,
les habia comprado tierra, y dado reglas para su gobier-
no. En este particular, añadía la Audiencia, que suplicaba.
al Emperador para fomento de aquella poblacion, que
mandara anualmente darle mil y quinientas hanegas de
maíz que costaban mil y quinientos reales. A~ fin la Au.
diencia decia, que los padres fmnciscanos eran bien quis-
tos de los Mexicanos; ya, porque eran sus uoctrineros;
ya tambien, porque defendían sus fueros, é iban á la ma·
no á los encomenderos en las vejaciones de sus pa 1'1'0-
quianos: que era necesario en aquellos principios que di-
chos padres los castigaran, pues que así conservaban su au-
toridad. Al tiempo que estos informes se extendían, llegó
mandamiento del Consejo de Indias para que se recogie-
ran los muchos niños vagabundos: que se buscaran sus
padres, y se les entregaran: que los que se hallaran huér-
timos si tenian la edad bastante se aplicaran á algun ofi·
cio; los muy niños que se entregaran á los encomende.
ros para que los mantuvieran hasta que fueran capaces
de entrar de aprendizage.


1531. 10. (1) En el año de 1534, siendo alcaldes or-


[1] Lib. Capitular.




Año de 1534. 11:1
(Iinarios Lconél Cervantes, y Francisco Orduña: procura-.
dor mayor y mayordomo, Diego Valdés: regidores por
numbramiento del Rey. Gonzalo Ruiz, D. Francisco Man-
rique, y D. Luis de Castilla; el marqués del Valle que
en vano habia procurado de Nuño de Guzman la restitu-
cion de su navío, que al mandamiento posterior de la Au-
diencia de que lo entregara no habia obedecido, volvió
este año ú pedir en juicio que se compeliera á Nuüo al
obedecimiento: la respuesta que obtuvo no 10 satisfizo, y
como aquel general casi habia cortado toda comunica-
cion con la capital, determinó quitarse de escritos, y ha-
cerse por sí justicia. Así que, publicando que iba á una
expedicion por el mar del Súr, despachados por delante
los soldados y gente que le quiso seguir, saliú de Méxi-
ca con un lucido acompaüamiento á embarcarse en Chia-
metla (1) y con tres navíos que tenia aprestados hizo
jornada. Por fortuna en el primer puerto de la costa de
Xalisco, que visitó, halló que su navío estaba anclado, y
vindicándolo siguió su camino. Entretanto Fuenleal que
nada omitía de cuanto podia conducir á la enseüanza de
los Mexicanos, encomendó ú los padres franciscanos que
con los niüos que habian aprendido á leer y escribir el
castellano, abrieran en su colegio de Santiago (2) Tla-
lelo1co escuela de lengua latina. Alentó tambien en este
año á los naturales á la cria de la cochinilla, insecto tan
precioso, que si el color que dá no excede á la púrpura
de los antiguos, ciertamente lo iguaJa. En el mismo aJio
el día de Corpus hubo en la ciudad un grande alboroto,
y por poco un punto de competencia acaba en un tumul-
to. La disputa fué sobre quien habia de llevar en la pro-
cesion las varas del palio. Por entonces la controversia cesó
con protestas de una y otra parte. Sabedor de esto el Em-
perador, mandó que el presidente y oidores diputaran á
las personas que juzgaran para aquel oficio, con presencia
siempre de los prelados, títulos de Castilla, oidores (3) ofi-
ciales y regidores. En este tiempo se instituyó en Méxi-
co el tribunal de Cruzada.


[1] Emmu. Lorenzana, viage de Cortés ú las Cali-
fomias.


[2] Torquemada, p. 1. lib. 5. c. 10.
[3J Yetancourt. p. 1. trato de la Ciudad.


".\
\\




114 Año de 1535.
1535. 11. (1) El dia de la Circuncision del Señor, COIl·


iarme al estatuto, el ayuntamiento junto en cabildo, nom-
bró por alcaldes ordinarios á Gutierrez de Badajóz, y ii
Alonso de Aguilar: por procurador mayor, á Pedro de los
Rios: tuvo voto de regidor, Lope de Samaniego, y el Rey
dió las plazas vacantes de capitulares á Juan Velazquez
Salazar, á Antonio Carbajal, y á Bartolomé Zárate. En-
tramos en la historia de un año insigne por haberse mu-
dado la forma de gobierno de la Nueva España. El pre-
sidente Fuenlcal de edad avanzada, y que habia trabaja-
do en el gobierno de l\féxico con aquel tesan que ha-
rá su gloria inmortal, descoso de algun descanso desde
el 3.110 anterior habia pedido á Carlos V. su retiro. Este
se lo concedió (2) nombrándolo al obispado de Cuenca.
v á la presidencia de la chancillería de Granada. Al tiem-
po que se le descargó de aquel oficio, fué despachado á
México D. Antonio de Jlendoza, hermano, como digimos,
del marqués de Mondejar, camarero del Emperador. y
comendador de SocueIlanos, de Virey de la Nueva Es-
paña conforme al nombramiento hecho cinco años atrás
por la Emperatríz. que en este afio que corre llegó á Mé-
xico, y fué recibido con aquella pompa que correspondía
á tal sugeto condecorado con aquel cargo. El Empera-
dor al partir le dió carta para Fuenleal, en que le agra-
decía su esmero y vigilancia en aquel gobierno, y le en-
cargaba que ayudara con sus consejos á Mendoza que
llevaba órden de oírlos, mientras no se embarcase. Se le
dieron tambien al mismo Virey calias para todos los go-
bernadores de aquel nuevo mundo, en las que se repp-
tian las razones de hacer de aquella gobernacion un vi-
reinato que era ennoblecerla, y darle una forma de go-
bierno estable. Para la consecucion de tan alto fin, le en-
cargó el Emperador á Mendoza, que ante todas cosas ve-
lase en el culto y honra de Dios; que mantuviera las in-
munidades eclesiásticas: que á los obispos y sacerdotes los
reverenciára como á ministros de Jesucristo, para que


[11 Libro Capitular. Múdase la forma de gobier1w de
N. R.


[2J Herrera, Déc. 3. lib. 9. cap. 1. Sepárase de la
presidencia el Sr. Fllcnleal, y entra de primer Vire!! De
4.?ltonio de ilJendow.




Aüo de 1535. 115
:os Mexicanos entendieran la veneracion que les era de.
bida, y que en aquel punto no perdonara culpa alguna.
Le encomendaba tambien, que velara en que los Espa-
ñoles vivieran cristianamente, que castigara con severi·
dad los pecados públicos, ni permitiera clérigos escanda-
losos, ó frailes que hubieran dejado el hábito, sino que
los enviara á España: que todo lo conseguiría si prece-
día con el buen ejemplo de su persona y familia, que
era lo que incitaba á todos á cumplir con sus obliga-
ClOnes.


12. Ni se limitaron á estos puntos las órdenes del
Emperador: le dió otras á Mendoza, para que conforme
a ellas gobernara la Nueva España. l? Que la Audien-
cia conociera de los agravios quc los juoces eclesiásticos
hicieran, á los cuales debiéndose conservar sus fueros, no
se expidieran reales provisiones, sino con la cláusula de
ruego y encargo. 2? Que en los conventos de re ligio.
/lOS no se retrajeran los delincuentes, y que se precedie-
ra contra los indicados de rebelíon, aunque hubieran ves-
tido el hábito de algun órden religioso. 3? Que ninguna
bula. ni breve del Papa tuviera curso en su vireinato, sin
el pase del consejo (1). 4? Que no permitiera edificar mo-
nasterios é iglesias sin su licencia, teniendo cuidado de
que el patronazgo de ellas, que era regalía de los reyes
de España, no se confiriera á otro. 5? Que con la Au-
diencia procurara la reforma de los monasterios. A mas
de esto, el Emperador le dió faeulta~ al Virey de re-
partir algunas tierras entre los conqUIstadores beneméri-
tos; pero prohibió que éstas se vendieran á manos muer-
tas. Item, que averiguara las mejoras que los encomen-
deros habian hecho cn sus repartimientos, y que toman-
do consejo de los prelados regulares y personas de cuen-
ta, informara si convenía ó no dar aquellos pueblos en
feudo, pagando cierto rendimiento á la corona, y en el
entretanto que se decidía aquel punto, que no pasaran ú
Castilla los encomenderos sin su licencia: que los vire-
yes no remuevan de sus puestos á los provistos por el


[lJ ¡QUé antigua es esta práctica discutida en estos
dias, como un problema en las sesiones del Congreso de
.lléxico, tratándose de las atribuciones del Gobierno y Se-
'lado!




11 t$ AÍlo de 153~.
Rey: que los Españoles carguen armas, pero 110 los uc-
gros: que no se les ensefíe á labrarlas á los Indios (1):
que se busquen en sus templos los tesoros que tenían
entenados, y se apliquen al fisco: que se empleen los na-
turales en oficios mecánicos: que se imponga la alcabala:
que se haga casa de moneda, y que solo se bata plata
y cobre: que informára Mendoza si eran necesarios mas
obispos, monasterios, corregimientos &c., y del sitio mas
oportuno para la fortaleza de México; pues estaba resuel-
to á ponerla en estado de que pudiera defenderse cercán-
dola con lIluros: dió tambien el Emperador á .Mene/oza la
incumbencia de que llegado á México, si hallaba que aun
110 se le habian contado al marqués los veinte y tres
mil vecinos, que le habia hecho merced en los pueblos
de su pertenencia, lo ejecutara, quitándole los demás In-
dios que tenia encomendados. Declaró el Emperador en
sus despachos, que Mendoza iba de Virey por el tiempo
de su voluntad; pero que para lo venidero limitaba aquel
cargo á seis años, con la obligacion de firmar todas las
provisiones para que se enterara en el gobierno; pero sin
tener voto en la Audiencia. Esta mandó que se gober-
nase por los reglamentos de las chancillerias de Valla-
dolid y Granada, y en los casos dudosos ó que no es-
tuviesen prevenidos en aquellos, ni en las leyes de Ma-
drid de 1502, se guardasen las leyes de España de To-
ro. Terminaban las instrucciones de Mendoza con el en-
cargo del secreto, y con darle facultad de que conforme
juzgara, proveyera en las ocurrencias, atendiendo al bien
de los Indios, sin embargo de las órdenes anteriores. En
este año el Emperador, para los gastos dc la guena dc
Tuñez, tomó todo el oro y plata que vino de las Indias,
que importó ochocientos mil ducados, que satisfizo en tan-
tos juros; y dió parte á :México de la felicidad de sus
armas en aquella expedicion.


1536. 13. (2) Los oficiales de policía del siguiente año,
fueron los alcaldes ordinarios Alonso Contreras, v Fran-
cisco Villegas: el mayordomo Diego Valdés: el procura-
dor mayor, Gonzalo Ruiz: el escribano mayor interino
Francisco Huerta, y el alguacil mayor tambien ínterin'?-


[1 J Herrera, Déc. 5. lib. !l. cap. 2,
[2] Lió. Capitular.




Aiíü de F;3G. ll'i
Hui J~()PCZ Villa1, ... b'1s: en el o3curso dd alÍn el Rey diu
en propiedad esta plaza, á J uaa de Sámallo. Los :\fexi-
canos en el presente arh lloraron la retirada á Europa
del presidente D. Beba,tian Ramirez de FucnleaJ, que lvs
dejó traspa~ados de dolor, acordúndose de lo que había
trabajado en su bien; pero estas lágrimas se enjugaron po-
co á poco con el largo y patermil gobierno de l\fcndo-
za (1). Apenas éste h:l.bia comenzado á instruirse en el
!; :bi,'mlO de la Nueva Espaiía, cuando por Culiácan en
l~ "{lleva Galicia arribaron ú México Cabeza de Vaca.
C'l,tiJlo. DO"anf¡'s, y el negro Estevanico, que despues
d.] ')(;h:) ar', ¡s q¡1e alllluvieron perdidos atravesando mu-
chas ply.\vinclUs de naciones bárbaras, no sin particular
pnviden,~ia ele Dios, salieron á tierra de cristianos. Es-
tos cuatro eran residuo de la expedicinl1 que Pánfilo de
N arváez mandaba para conquistar la Florida. Los com-
paíieros de éstos, unos habian perecido anegados, otros
á manos de aquellos naturales, y la mayor parte de mi-
seria . .Mendoza acogió á éstos con hospitalidad, y habien-
do oído de sus bocas las maravillas que contaban de un
fi,)rentísimo reino que cae hácia aquellas partes, y lla-
maban Quivim, determinó luego sujetarlo á la corona:
para esto á los dos primeros despachó á la córte, á in-
formar al Emperador de cuanto habian visto y oído. En-
tretanto Carlos V. movido de otros procesos que habian
llegado contra Nuño de Guzman, y de que la Aúdien-
eia á quien habia cometido aquella causa no la habia fi-
nalizado por sus ocupaciones, resolvió enviar á la N lle-
va Espaiía un letrado íntegro que ejecutase prontamen-
te los órdenes que se le dieran: para esto escogió (2)
al licenciado de la Torre, y conformándose con el auto
acordado de aquella Audiencia de prision y confiscacion
de biene~, le encargó el cumplimiento de esta sentencia,
y que el proceso lo hiciera sumariamente exáminando tes-
tigos, y oyendo descargos: que esperaba de su diligencia
que aquella residencia la enviaría al consejo con la pre-
cision y claridad que se deseaba. Lo mismo debia ha-
cer en las cuentas que se le mandaba tomar á cs-


[1] Herrera, Déc. 6. lib. 1. cap. i,
[2] Id. Déc. 6. lib. 1. cap. 9.
1'O~[' l. 16




lIS Año de 1536.
crihanos y jueces que habian administrado la real hac¡eIJ.
da, condenándolos sin admitir apelacion á pagar lo mal
gastado. Le dió tambien la comision de indagar si los
eclesiásticos en aquel nuevo mundo cumplían con sus obli-
gaciones. y de enviar á España á los encandalosos. A mas
de esto, que se informara si los encomenderos trataban
bien á sus Indios; si el diezmo de sus rentas lo gasta-
ban en edificios, como se habia mandado: si las leyes á
favor de los naturales se observaban; y en fin, que vie-
ra los caminos, puentes &c., y que avisara al consejo de
lo que necesitaba reparo.


14. Mientras que el licenciado de la Torre navegaba
al reino de México, Mendoza recibió un despacho del
Emperador, en el cual mostrándole la satisfaccion que
tenia en saber que por su diligencia aquel vireinato flo-
recía cada dia mas, y que los Mexicanos excedían en in-
genio á las demás naciones del nuevo mundo, para dar-
les á éstos un público testimonio de su benevolencia, y
contener en su deber á Jos Españoles que tanto se au-
mentaban en aquellas partes; le mandó instalase una jun-
ta general de las personas de cuenta de aquella ciudad,
y les leyera el sumario que incluía, y que habia formado el
consejo de Indias para bien de aquellos pueblos: que es-
ta lo hiciera estender, y añadido todo lo que aquella jun-
ta determinara, en un dia festivo, convocados los cacÍ-
ques y naturales, se los leyera en la plaza pública un re-
ligioso práctico de su idioma, y que la misma formali-
dad se observara en todos los lugares de aquel reino.
Este sumario constaba de dos partes, la primera, á mas
de las obligaciones generales del cristiano, conl.enia un
resumen de las leyes que hasta entónces se habian pu-
blicado en favor de los Indios, y las penas contra los
infractores de las mismas. En la otra parte se exponian
las obligaciones de los Españoles para con los Indios,
con mandamiento de quejarse siempre que estos faltaran,
en lo cual recibirian merced los jueces, y procederían
irremisiblemente al castigo. A mas de esto se le encar-
gaba al mismo Mendoza, que despachase á las provin-
cias hombres imparciales, que averiguaran como se cum.
plian éstas y otras leyes. Al pie de la letra hizo Men-
doza que se ejecutase en todo el reino este decreto del
Emperador, y consiguió desde el principio de su gobier.




Año de }.')36. 1] 9
no, aterrorizar á los encomenderos, é impedir las veja-
ciones de los naturales.


15. E~tablecidas estas leyes, y refrenada la licencia
de lo~ encomenderos, llegó á México el nombramiento
del Emperador de primer obispo de Michoacán (1) en
la persona del oidor Vasco de Quiroga, y la substitucion
del puesto que dejaba, al licenciado Lízon de Tejada. La
causa de este nombramiento en un lego, fué la siguien-
te. Desde el año anterior Mendoza habia enviado á es-
te oidor á aquel reino á informarse si las leyes á favor
de los Indios se observaban entre los Tarascos, y tam-
bien á poner en vigor otras que habrian de llegar: en es-
ta comision aquel oidor se portó con tal zelo de la re-
ligion cristiana, y del bien de aquellos naturales, que Men-
daza escribió al Emperador que para aquel obispado que
era necesario instituir, ninguno era mas á propósito que
el dicho Vasco. Ni este p0rte tan ajustado fué nuevo en
él, pues que llegado á la Nueva España, fué el mas ze-
loso propagador de la religion cristiana, como queda di-
cho, y uno de los mayores defensores de la libertad de
Jos Indios. Y á la verdad, el suceso correspondió á Jos
informes de Mendoza. Por la solicitud de D. Vasco en
el reino de Michoacán se propagó la religion cristiana,
y llevó adelante entre las naciones Tarasca, y demás
de que se componía su obispado, la policía de los anti-
guos reyes de aquel vastísimo continente, que obligaban
ÍL sus pueblos á ocuparse cada uno en una sola arte, de
lo que result ó que haciéndose excelentes en ella, y de-
pendiendo los unos de los otros, se mantenían cómoda-
mente; y esta gloria es tan peculiar de D. Vasco, que
por ella sola, á mas de sus otras virtudes, su memoria
se perpetuará. Pero volvámos á la historia. El Virey
Mendoza llevó consigo á México imprenta, y en este
año á mas de los rudimentos de la doctrina (2) cristia-
na y la cartilla, se imprimió el libro de la Escala de
San Juan Clinu/cQ, en la imprenta de Juan Pablos. El
mismo, luego que llegó á aquella ciudad, hizo abrir los
fundamentos para la casa de moneda, y consiguió en el
año que corre, que se comenzara á batir la plata y co-


[1] Harem, Dec. 6. lib. l. cap. 6.
[2] Gil Gonzale::, Teat. de la Ind. Occid. tomo 1./01. 23.
~ - .




120 Año de 156(;.
bre, debiéndose todo el oro enviar en teJos á Espaiía,
Del cobre (1) consta que se acuñaron doseiento!'l mil pe-
sos de á ocho; pero como los .Mexicanos desestimaban
tanto este metal, al principio no querían vender sus mer-
caderías por la moneda labrada de éste, y fué preciso
que el Virey los compeliera.


lG. Al tiempo que l\fendoza se ocupaba en esto (2),
la Seüora Doña Juana de Zúñiga, muger del marqués
del Valle, acudió á él representándole su desolacion por
las voces que corrían de haber muerto su marido, por
lo cual le suplicaba, que despachase alguna embarcac:ion
á averiguar si era cierto lo que se decía, y si acaso vi\-ia
lo hiciera volver de aquella penosa. expedicion en que
habia gastado dos años. Conmovido de esto el Vire y, hi-
zo que dos embarcaciones que estaban listas en aquella
costa dieran las velas en demanda del marqués, que efec-
tivamente hallaron el seno de Californias. Este, recibidas
aquellas cartas que ofrecian la ocasion de aballdonar con
decoro uua empresa inútil, con ciuco emGarcaciolles, de-
jando otras al cargo de Ullóa (3) cllderezó la próa á
Acapulco. Es dificil contar los trabajos que CI1 esta ex-
pedicion soportó el conquistador de Mexico: oa,tarú el
apuntar que sufrió con sus compañeros de guerra la ham-
bre casi hasta morir, y efectívamente, algunos murieron
de necesidad, y muchos mas despues que llegaron de la
costa de Nueva España por los víveres á que se en-
tregaron con voracidad, sin reflejar que en semejantes
casos, mas daño hace á la vida el alimento que se to-
ma sin las debidas precauciones, que aUIl el hambre. A
mas de esto, habiéndose le muerto á Cortés en aquella
jornada su piloto, y no hallándose en la embarcacion su-
geto capáz de gobernarla, él se puso al timan, y dies-
tramente la condujo al puerto. .


1537. 17 (4) En este año fueron nombrado!' alcaldes
ordinarios Gerónimo Ruiz de la Mota, y Reman Percz
Bocanegra: mayordomo, Alonso A vila: procurador mayor,
Antonio Carbajal, y procurador á la córtc, el regidor


[1] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 13.
[2] Clarijero, Hist. de Cal{f. lib. 2. p. L
[3] Id. Hist. de CaliJ. lib. 2. p. 1.
[4] Lib. Capitular.




Mio ele 1537. l21
Ual'toiomc Zarate (1). Al principio del año llegado el
marqués del YaUe á Acapuleo, recibió carta de! Vire)'
Mend(Jza en que lo felicitaba de su venida, y le incluía
otra de su amigo Francisco Pizarro, en que le pedía le
enviase socorros para salir del aprieto en que se hallaba en
el sitio de Lima. De contado le despachó e! marqués dos
embarcaciones bien pertrechadas de. municiones de guer-
ra y boca, con buen golpe de soldados; y bien que á Sil
arribada al Perú, hallaron que Pizarro se habia desem-
peüado de aquel lance, le sirvieron mucho para el pro-
seguimiento de sus empresas. Entretanto que esto Sllce-
día, la moneda de plata acuñada en el afIO anterior, en
lugar de facilitar el comercio á los Mexicanos, no servía
sino de embrollados con perjuicio de sus intereses; por-
que labrándose en aquella casa de moneda piezas de á
ocho reales, de ú cuatro, que en Nueva España llaman
lastones de á tres, de á dos, de uno, y de medio, suce·
día que aquellos naturales no acostumbrados al manejo
de la moneda, los reales. d.e á cuatro, los daban por los
de á tres, y éstos los reclbmn por de á cuatro (2). Avi-
sado de esto l\Iendoza habia dado parte al Emperador,
el que en respuesta mandó que se recogieran los reales
de á tres, y corriera la demás moneda. Al mismo tiempo ex-
pidió estos mandamientos: que se recogieran los jóvenes
Indios vagabundos, y se les obligara á aprender algun ofi-
cio: que los naturales cuando fuesen á la Audiencia á pe-
dir justicia ó fuesen llamados para alguIl exámen, lIeya-
ran consigo un amigo Español práctico de su idioma, pa-
ra que les constase si los intérpretes que tenia la Audien-
cia que llamaban nahuatl, referían lo que oían con fide-
lidad: que se edificara un colegio para niños Mexicanos
en que se educaran cristianamente, y aprendieran la lati-
nidad: esto provisionalmente se habia antes ejecutado, pe-
ro ahora con este mandamIento, el Virey con asistencia
de la ciudad y tribunales en Santiago Tlatelolco, conven-
to de franciscanos, puso la primera piedra para un co-
legio, que se nombró de Santa Cruz, en donde se juntaron


[1] Gomara, Crón. de N. E. cap. W7.
[2] Herrera, Décad. 6. lib. 3. cap. 20. Socorre Car-


ti>s á Pizarra con tropa y municiones panl p[ sitio d,
I.ima.




1'22 Año de 15::17.
hasta cien niños, señalándoles por maestro de lerro'lJa la,·
tina, al religioso franciscano Arnaldo Baso, franZés. A
mas de esto se le mandó á Mendoza que abriera llue-
vos caminos, y que compusiera los abiertos: que en to-
das las ciudades y villas de la Nueva España se elJO'ie.
ran anualmente dos alcaldes ordinarios; pero que éstosO no
se volvieran á elegir sino pasados dos años de haber de-
jado aquel empleo: que de sus sentencias se p')dría ape-
lar á la Audiencia, salvo en los casos, que segun las le-
yes, la apelaci0l.l debía pasar al ayuntamiento; pero qJle
:'t estas plazas Jamás se nombraran los oficiales reales.
Estos, desde que pusieron los pies en México lo querian
mandar todo, y aunque se les había acortado su juris-
diccÍon, conservaban aún tanta autoridad, que cuando se
trataba de hacer grangerías, disponían de la hacienda real
á su arbitrio; por esto aun puesta la casa de moneda no
querían pagar su sueldo á los oidores en contar.te; pero
los que habian acudido al Emperador, obtuvieron este
año un decreto á su favor. Por ultImo, habiendo llega-
do el lujo al extremo en aquel reino, se prohibió de nue·
vo el uso de ropa de oro, plata, bordados y pasamanos,
Al mismo tiempo que el Emperador entendía en librar
los despachos, Mendoza enterado de su gobierno, daba
las providencias oportunas para su aumento. U na de las
cosas que desde luego le llamaron la atencion en aquel
continente, fué el ordenar los diversos ramos rle comer-
cio, de donde depende la felicidarJ de los estados: para
esto considerando, que las dehesas, montes, aguas y cuan-
to pertenecía al pasto de los ganados eran comunes, con-
forme al mandamiento de Fuenleal, y que éstos en diez
y seis años que habian pasado desde la conquista se ha-
hian aumentado tanto, que no cabian en las inmediacio-
nes de las ciudades y villas, de que nacían interminables plei-
tos entre los vaqueros y pastores, principalmente de los en-
comenderos, con que molestaban la atencion de la Au-·
rliencia, y que se multiplicaban cada día mas los ladro-
nes cuatreros, mandó que se instituyeran por todas las
ciudades y villas de la Nueva España tribunales de mes-
ta (1), que presididos de dos alcaldes anuales juzgaran


[IJ Lib. Capitular.-La prision de Nuño de Guzman
se refiere de muy diperso modo en la coleccion de doru-




Año de 1537. 123
de esta~ causas, é impidieran los abigeatos. Trataba eu
esto Mendoza cuando llegó á México el licenciado Die-
go Perez de la Torre, que luego partió en pós de Nu-
ha de Guzman que volvia de Guadalaxara (1), despues de
haber fundado muchas poblaciones al Poniente: allá fué
preso, y enviado á México. Dada rarte al Emp~rador de
este suceso, despues de un año dIspuso que dIese fian-
zas de presentarse al Consejo en cierto término, lo que
ejecutado se volvió á España, en donde habiendo logra-
do gran proteccion, no pagó las penas que merecian sus
culpas (2). En el mismo año, el marqués del Valle en-
vió á UlIóa con tres embarcaciones á seguir el recono-
cimiento de Californias. Este viage duró un año, sin otro
fruto que haberse demostrado que las provincias que lla-
maron Californias, de un puerto á quien Cortés dió el
nombre, eran penínsulas; bien que en el siglo siguiente los
geógrafos las contaron entre las islas.


mentas del P. F'r. JIanuel de la Vega, que e:risten en S"
Fl'ancisco.


[1] Herrera, Déc. 6. lib. 1. cap. 9.
[2J Clavijero, Hist. de Californias, lib. 2. párrafo 1.
NOTA. Sin duda está equívoco el autor. Nuño de Guz-


man estaba en .itléxico, y se presentó La Torre al Virey Men-
daza á la sazon que en su aposento hablaba con Nuño de Guz-
mano En e,~te acto La Torre le asió por el puño de la
espada á Nuño, y le intimó prision de órden del Empe-
,'ador Carlos v., y lo mandó luego preso á las Ataraza-
nas de ilUxico, donde estaba la fortaleza, cerca de S. An-
onio Abad, 'J fUé entregado á la custodia del alcaide Lo-
pez de Samaniego. Condújose el comisiona,lo con esta pre.
cipitacíon. porque había rumores de que Nuño tenía pron-
to un navío para huir á Génova, donde estaba de embaja-
dor su hermaao Juan Xuarez de Figueroa. Llegado Nu-
ño ú España, no se te permitió entrar en la córle, sino que
guardase prision en Torrejon de VeJasco, que distaba de
la capital ocho leguas, desde donde instó para que se vie-
se su causa, pues padecía grande.~ penurias. Cuando re-
gresó Cortés á España en 1540, que supo este desampa-
ro en que estaba su mortal enemígo. se compadeció de él.
le dió dinero, y activó el despacho de su proceso. iba {¿
:larse sentencia en él cuando muri6 Nuño de Gu'Zman en




1:..!4 Aüo de 1 5:3 '-j.
1538. 18 (1) El 1'? del año, el Cabildo pus\) por al.


caldes de me sta, á Gerónimo Ruiz de la Mota, v Ber-
nan Perez Bocanegra; por ordir.arios, á Luis de ia Tor-
re, y á Francisco Terrazas: por procurad::>r mavor, á Ber-
nardino Yazquez Tápia: por mayordomo, á Alons,¡ Aví-
la: entraron de regidores Juan de Zosa, en lugar de
Velazquez Salazar, Francisco Vazquez Coronado de San-
ta Cruz, Pedro Villega¡; de Manriquc, y Francisco Ter-
razas de Mancilla. El Rey dió la plaza de alguacil ma-
yor, á Juan de Sámano: en el mismo año tuvieron vo-
to de regidores, los oficiales reales Rodrig0 Albornóz, y
Gonzalo Salazar (2). Los mandamientos del Emperado~'
que recibió en este año l\Iendoza, fueron los siguientes:
que se aboliera entre los Mexicanos el uso de los Indio~
de carga, ni se creyera á los Españoles aunque afirmaran
que lo hacian líbremente: que á los negros hiciera saber


1544, sin ser cnstigado en este TlIlmdo que llenó dr esc(m-
dolos; pero lo habrá sido en el otro donde.... Nihil inul.
tum remanebit. Es mucho de notar la hidakui'l de Cor-
tés para con este malvado, pero.... Primero tu paisallo
que tu Dios. Véase el tomo 2 de Chinzalpain, pág. 186 en
el capitulo que trata de la suerte que cupo {l los conquis~
tadores de la América, y cuyo rubro es. • •• Dio~ hace jusLÍ.
tieia á todos, que es un título de comedia. Todo IlOmb¡'e de
buen sentido preguntará, y justamente, ¿por qué se mues-
tra Cortés tan generoso con el hombre que lw sido su mas·
implacable enemigo, que le ha seguido tal1tos daños, que
lo ha infamado á pl'esencia de Carlos v., y que ha sido
su mayor y mas tenaz perseguidor en el juicio de residen-
cia, al mismo tiempo que se muestra tan cruel é inexóra-
ble con Quauhtimóc, Rey de México, á quien /tace ahorcar
con otros Régulos cn una noc!te sin motivo n-i proceso, des-
pues de haberlo atormentado en Coyoll1lacan con tormcnto
de aceite, robándole sus tesoros, y citando de él no lwbia
recibido el menor motivo de queja .•• ? Porque primero tu
paisano que tu Dios. ¿QUé inconsecuencias en un ltombn;
que pasa por un. Héroe •••• .'! Desengañémonos,. c~nqUl,'­
tador '! pícaro Importa tanto como fiera destltUlda dp
.compasion, é inconsecuente.


[1] Lib. Capitular.
[21 Herrera. Déc. Ü. lib. fi. cap. 9,




Afio de 1538. 125
que no pul' casarse COIl personas libres se ahorraban: que
Jos encomenderos entre sí pudieran permutar sus repartimien-
tos: que los oficiales reales tuvieran voto de regidores y
les precedieran; este decreto se libró pi)r honor de Gon-
zalo de Salazar, aquel que mmrpó el gobierno de Méxi·
co cuando Cortés hizo la jornada de Ibuéras, y que go-
bernó cruelmente; pero los validos del Emperador, que
desdG que fué á México se declararon sus protectores,
consiguieron ahora, no solo que se le alzara el destierro
de aquel reino, sino tambien que fuera repuesto en su
empleo de oficial real, y que precediera á los Capitula-
res. Al mismo tiempo el Emperador en atencion á lo!'.
informes y recomendacion de Mendoza, le envió la pro-
vision de gobernador de la Nueva Galicia, á su maestre
sala Francisco Vazquez Coronado (1). El oro y plata del
¡"eino de México que habia arribad.o en aquel año, lo to-
mó el Emperador satisfaciendo á sus dueños en tanto~
juros, y dió órden para lo sucesivo á los oficiales reales
de Sevilla, que de los caudalc;:; que aportaran de India~,
se manifestáran sus dueños: con este mandamiento pro-
veyó que ni se los robasen, ni los metieran. En el mis-
mo afio Mendoza sabedor de que algunos pueblos de lo~
.l\Jexicanos andaban alterados, comisionó al oidor Mal-
donado para su pacificacion, que fácilmente la con-
siguió.


1539. 19. (2) Fueron en este afio nlcaldc~ de me sta.
Luis de la Torre, V Francisco Terrazas: ordinarios, Juan
Xaramillo y Luis l\farín: mayordomo, Alollso Avilés: pro·
curador mayor, Alonso de Zo~a, y tuvo voto de regidor
el compañero de Salazar Peralmindes Chirinos, que vol-
vió á su cargo de oficial real. Con todo que l\1endoza
V la Audiencia velaban en hacer obsen-ar las leves
publicadas á favor de los Indios, les era imposible con-
tener ú. los Espailoles, que á título de conquistadores, abu-
saban de la moderacion dc los naturales. Esta sin duda
habia sido la causa de cuantas sublevaciones habian su-


.cedido. Este abuso de los Españoles, condujo á México
á Fr. Bmtolomé de las Casas, dominicano de ejemplar


[1] Heue)"(f, Décad. tJ. lib. 'i. cap. 6.
[2J L1b. Capitular.
TO.lI. 1. 17




126 Año de 1539.
,-ida, el mas instruido en la historia de las Indias, é ilus-
tre por haberse declarado el protector de los oprimidos
Americanos. En esta ocas ion consiguió de Mendoza que
á las naciones de la Nueva España donde los :Españo~
les no habian entrado, no se enviaran soldados, sino mi-
sioneros celosos que con sus virtudes redujeran á los na-
turales, proyecto siempre refutado de los conquistadores
y letrados; pero Mendoza que conocía muy bien que aquel
modo de reducir á los infieles era solamente conforme á
las máximas del Evangelio, no solo entonces, sino des-
pues lo adoptó, y Fr. Bartolomé de las Casas con buen
número de religiosos de su órden, partió para Chiapa,
en donde trabajando gloriosamente, Pedro de Alvarado,
conquistador de Quauhtemalan, en cuya pertenencia que-
daba aquella provincia, hizo una irrupcion, uc lo que aque-
llos Indios que estaban fiados en la palabra de sus mi-
sioneros, se dieron por ofendidos, y abandonada la reli-
gion que habian abrazado, corrieron á defenderse de sus
enemigos. Este modo de proceder de Pedro de Alvara-
do, chocó tanto al Padre Casas, que inmediatamente par-
tió al embarcadero; y llegado á Valladolid donde estaba
la córte, abogó la causa de los Mexicanos contra sus opre-
sores, y aunque los males no se remediaron con sus ale-
gatos; pero en virtud de ellos proveyó el Emperador,
que los encomenderos de la Nueva España se casaran;
que á los criollos jóvenes de que abundaba ya aquella
tierra y que se criaban muellemente, se les enseñaran
las ciencias para que se emplearan en la conversíon
de los Indios. y para este fin se instituyera Universidad
en México. Al mismo tiempo se ordenó que en los tér-
minos del vireinato se guardaran á los hidalgos sus fue-
ros, y se suspendiera la pragmática de los vestidos. Es-
te punto por largo tiempo ventilado en el consejo, por
mas que los ministros mas íntegros se esforzaban en ha-
cer valer la razon de que al Soberano tocaba llevar ade-
lante que sus súbditos no malgastaran las riquezas, con
bdo, en fuerza de los manejos de los comerciantes, y de
las representaciones de IOi> ministros de las aduanas, el
lujo, como sucede por lo comun, fué preferido á la mo~
deracion.


20. En este tiemyo en que el reino de México, por
el ahinco con que Mendoza se aplicaba al gobierno, y




Año de 1539. 12'¡
por la buena ínuole de los Mexicanos, gozaba de pr~­
funda paz, una intestina discordia entre él y el marques
del Valle, acibaró á aquellos vecinos el gusto que tenian.
Esta es la condicion humana, que cuando parece que
se vá á tocar el punto de la felicidad, nacen las desa-
zones. Desde que llegó Mendoza á México, los hombres
mas advertidos entendieron, que su autoridad casi sin lío
mites, si no acortaba la que habia gozado el marqués,
ci0rtamente se la inutilizaba, y que en ofreciéndose al-
guna ocasion, que no podia tardar, debian venir á un
rompimiento. Efectivamente, así sucedió, y la causa fué
el imaginario reino ue Quivira, del cual se decía que te-
nia siete grandes ciudades: que á su capital llamaban Cibo-
la: que abundaba de perlas y oro: que sus gentes ves-
tían ricamente pomposos y holgados trages al uso orien-
tal; en una palabra, el dicho de Alvar Nuñez Cabeza de
Vaca, y de Fr. Marcos de Niza, religioso franciscano que
habia entrado en aquellas partes, segun afirmaba, en aquel
continente no se hallaba reino mas rico que éste (1). El
marqués del Valle que era capitan general, y tenia á
su cuidado los descubrimientos del mar del Sur, deter-
minó ir á conquistar este reino que aseguraban caer al
Norueste; pero Mendoza que quería participar de aque-
lla qloria, la tenía reservada para una criatura suya, y
así hizo saber al marqués del Valle que se abstuviera de
poner mano en aquel negocio, y á Francisco Vazquez
Coronado, gobernador de la N. Galicia, comisionó para
que con Fr. .Marcos de Niza, y mucho acompañamien-
to, y si era menester con un destacamento, marchase á
aquellas partes, é hiciese saber á aquellos pueblos que
se convirtieran á la fé de Jesucristo, que si esto hacian,
los Españoles les conservarían su libertad y haberes, y
los defenderían de sus enemigos.


21. Dispuesta de esta manera la entrada á Quivira,
para dar calor á expedicion tan relevante, y para mos-
trar l\Iendoza el aprecio que hacia del comandante (2),
lo acompafíó hasta Compostela, doscientas cuarenta le-
guas lejos de México; Vazquez Coronado por Culhuacan


Ilprrera, Décad. 6. lib. 7. cap. 7.
Villai!.'ra, Poema del nuevo lr[éxico. Canto 3.




12tl Aiío de I5a!).
sigmu su camino; pero llegado á cierta altura uuservó la
que llaman Cibola, que no era otra cosa que ciertos edi·
ficios de los antiguos Mexicanos. Elltretanto aquc ]jos lll-
dios tuvieron un encuentro con el negro Estevánico, y lo
mataron: este incidente deshizo la expedicíon, y Vazquez
Coronado se volvió á su gobierno, mientras que Doran-
tes vuelto á México ensalzaba la fC11.ilidad y riquezas de
aquel reino. De esta tentatiya entendió Mendoza, que el
reino de Quivil'<l, no se habia de conquistar sino á fuer-
za de antias, y desde entonces dió la~ providcm;ias opor-
tunas para alistar gente, y juntar pertrechos de guerra y
boca, con que haccr aquella jomada en el año siguiente,
y para gefe hizo llamar de Quauhtemalan á Pedro de
Alvarado, práctico de las guerras oe los Indios. De es-
te principio nacieron las desavenencias entre Mendoza y
el marqués del Valle, habiendo sido antes amigos. De
aquÍ las rnútllas acusaciones eon que cada lIno procur6
derribar al otro que hicieron tanta mella en el ánimo del
marqués, que se puede decir le abreviaron la vida. Pa-
ra su mayor pesar el Lic. Villalobo~, comisionado para
contarle los yeillte y tres mil vasallos, habia comenzado á
entender en aquel negocio; pero siendo esto muy dificil,
hubo muchos disgustos de una y otra parte. El marqués
del Valle que veía que por todas partes lo cercaban des-
dichas y trabajos, ó por desahogo, ó á caso por dar que
sentir á Mendoza, hizo el último esfuerzo para la con-
quista de Quivira, sin contravenir al mandamiento que és-
te le habia hecho notificar: así que, tres navíos (j1le f¡;nia
aprestados en un puerto del mar del Sur, los hizo partir
bajo el mando de Ullóa (1), hombre de confianza y gran
marinero, con instruccion de que corriera aquella costa en
donde se decia situado Q1tivira, y hallado tomara pose-
sion por la corona en nombre suyo.


}540. 22. (2) En el siguiente año el ayuntamiento
nombró alcaldes de mesta á Luis Marín, y á Juan X ara-
millo: ordinarios, á Juan de Burgos, y á" Gerónimo Me-
dina: procurador mayor, á Roc/¡:¡go Albornóz: mayordo-
mos, á Cristobal Ruiz, y á :Francisco Olmos: y cape-


[1] Herrera, Déc. 6. lib. 2. ('ap. R.
(2] Lib. Capitular.




Afio (le 1540. 12!J
¡Jan de la cárcel, al sacerdote Diego Nuílez (1). Alista-
dos los soldados para la conquista de Quívim, y llega-
d" el liempo ú propósito para la marcha, viendo Men-
doza que Pedro de Alvarac:lo aun no yenía de Quanhte-
malan, por no perder aquella ocasion, determinó que Fran-
eisco Vazquez l:ol'onado mandara otra vez aquella ex-o
pedician; y para que el tiro se acertara, despachó ú Fran-
cisco de AJarcan su familiar, con dos navíos, á obseryar
in costa hasta los treinta y seis gracias, con instruccion
de haccr frecuentes desembarcos, y de unirse con el ejér-
cito eH aqllella altnra. Efectivamf!nte, Vazquez Coronado
('ntr6 por aquellas provineias sin hallar otro rastro de Qui-
vira, que miserables rancherías de Indios que estaban des-
parramados aquí y allí. En esto el comandante que ha-
bia precipitado un caballo, casi fuera de sí lo llevaron á
su gobierno, y mas de mil soldados que componían la
expedicion se desbandaron. Esta desgracia fué muy sen-
sible á Jos padres fi'anciscanos que alentaban á los sol-
dados á seguir; pero éstos que no veían rastro de rique-
zas por aquellos despoblados, no quisieron pasar adelan-
te. Entretanto estos padres llevados de su celo, inconsi-
deradamente se metieron por aquellas tierras, y murie-
ron á manos de los naturales. El mismo éxito tuvo la
expedicion de mar, pues Alarcon habiendo corrido toda
aquella costa, y hecho frecuentes desembarcos no halló
rastro de riquezas. ni de los naturales pudo saber si ha-
bia tal Quivira; y así diú la vuelta al puerto. De este
modo desapareció por entonces aquel decantado reino.


23. (2) La otra expedicion que mandó UIlóa tuvo tam-
bien un fin desgraciado, pues de sus tres buques sola-
mente uno volvió al puerto: de los demás, por mucho tiem-
po se ignoró su paradero; habiendo gastado el marqués
en esta y demás expediciones marítimas mm; de doscien-
tos mil pesos, sin sacar de ellas otro fruto que pesares,
Viéndose, pues, con todos sus proyectos malogrados, y
que cl que estuvo acostumbrado hasta la ycnida de Men-
.loza á dar la ley, ahora la recibia; casi despechado sa-
lió de la Nueva España con sus dos hijos Martín y Luís
á representar sus derechos. Llegado á la eórte halló qUf'


[1] Herrera, Dix. fí. lib. g. cap. 15.
f<¿] Gmnára, Crón. de N, E. (·ap. J 44_




1:30 AfIO de 1540.
el Emperador habia partido á Gand. Entretanto proeurv
ganarse al Cardenal de Loaiza, y al comendador Cobos,
validos de grande autoridad, de quienes nCl recabó otro
expediente, que buenas esperanzas. En cste tiempo el san-
to obispo Zumárraga edificó un hospital que entiendo se-
ría para los naturales: para su conservacioll y lustre,ofre-
;.:ió á Carlos V. el patronato que acept{) gustoso, y man-
d.ó fomentarlo con gruesas limosnas (1). Es notable cs-
te año por una ruidosa caza hecha á la ::\[exicana en ob-
sequio del Virey Melldoza. Habia éste oído decir, que los
}[exicallos en tiempo de sus reyes, se divertían en este
ejercicio al que salian con grande aparato, y c1pscoso de
hallarse en algunos de estos divertimientos, significó á los
Mexicanos sus deseos: éstos que lú estaban obligados por
el cuidado que de ellos tenia, escogieron entre Xilotepec
y S. Juan del Rio una hermosa llanura para darle gusto.
Allí en sitio oportuno formaron una quinta, que al pare-
cer era magnífica. Esta llanura treinta y cinco leguas al
l}oniente de México, está situada de tal manera, que los
que á ella van de esta ciudad, subida una cuesta fácil,
descubren un llano tan grande, como si fuera un ancho
mar, en donde la vista se pierde en los montes que ú uno
y á otro lado quedan bien distantes: allí se apostaron mas
de quince mil Mexicanos, que ojeando aquellos brutos y
fieras se iban formando en círculo, y las arreaban hasta
la quinta, en donde esperaba Mendoza con sus amigos y
comitiva, quien despues de haber saciado la vista con tal
espectáculo, hizo señal para que comenzara la matanza
en punto de medio dia, y se prolongó hasta puesto el sol.
Se halló que solamente los venados montaron á seiscien-
tos, fuera de innumerables fieras y brutos de que abunda
la Nueva España. Quedó l\lendoza tan pagado de este
divertimiento, que ofreció de allí á dos años asistir ú otra
partida. Y para perpetuar la memoria de esta caza, se
llamó desde entonces aquel llano del Cazadero, nombre
que aun conserva. Mas rara fué la caza que hicieron va-
rios Tetzcocanos en aquel año de \Ina leona que halla-
ron en una pequeña isla de la laguna de México, que
vista de uno de aquellos naturales, llamó en su ayuda
tres canoas, y con sus pértigas dieron sobre ella. y la


[Il TorquemaJa, p. 1. lib. 5. cap. 12.




A¡jo de 1541. 131
metieron en triunfo en la ciudad, maravillándose todos de
(¡ne hubiera nadado hasta allí (1). Los bramidos subter-
ráneo~ del volean de Popocatepetl se oyeron en este año
hasta cuatro leguas, y precedieron á las cenizas que des-
pues vomitó que quemaron sembrados, y árboles con gran-
de espanto de la ciudad de México.


1541. 24. (2) El regimiento de México, el primero
del año, votó de alcaldes de mesta á Juan de Burgos,
y á Gerónimo Medina: de ordinarios, á Cristobal de Sa-
lamanca, y ú Andrés Barrios: de procurador mayor, á Gon-
zalo SaJazar: de mayordomo, á Francisco Olmos. Des-
pues por muerte de uno de los alcaldes, entró en su lu-
gar Bernar<iino Vazquez de Tápia, y tuvo voto de regi-
dor Bernardino Albornúz (3). La moneda de cobre en
este año, ó acaso en el antecedente, dejó de correr en Mé-
xico y en toda la Nueva España; empeñado Mendoza y
los demús jueces en descubrir la causa de tan extraño
suceso, hallaron que los l\fexicanos que habian llevado pe-
sadamente el edicto del Virey que los obligaba á usar la
moneda de calderilla, poco á poco á trueque de sus co-
mestibles y demás mercaderías, sin atencion al menosca-
ho de sus intereses la habian recogido y botado á la la-
guna. Este raro desinterés de aquella nacion, hizo que
}lendoza pensara en otro arbitrio para proveer aquel rei-
no de moneda de poco valor: para esto mandó que en
la casa de moneda se labraran piezas de plata del va-
lor de medio real que llamaban cuartillas; pero ni esta
providencia fué del gusto de los Mexicanos, por la razon
de que siendo tan pequeñas con facilidad se les perdian;
y como habian recogido la de cobre, recogieron esta, y
unos la fundian y formaban barras, otros menos industrio-
sos, ó que no tenian paciencia para aquella operacion la
echaban en la laguna. Con esto, Mendoza y sus suceso-
res, quedaron advertidos que en punto de monedas no
debian proceder contra la roluntad de los l~Iexica1ws.
Pero en 1794, en que escribimos en Roma esta historia,
hemos visto dichas cuartillas ó mitad de medios reales,
acuñados en México con un lean y un castillo. Confie,


j~furillo, Geograf. lib. 9. cap. 2.
Lib. Cflpitular.
Torr¡uemada, (J. 1. lib. 5. cap. 13,




132 ~\Ú() de lM1.
dO ingénuamellte qne refiero este hecho en el prc~elllt; u al,
terior año, pues Torquemada lo cuenta sin data (1). Lo
mismo digo de otro suceso que rcfiem el maestro Gil
Gonzalez de AviJa, de que los padres agustinos se obli·
garon en México á no tener rentas. Consta si, que en
este año una desgracia causú gran compasion á todo Mé-
xico. El comendador del órden de Santiago D. Juan dc
Artiaga, primer obispo de Chiapa (2) que-habia en aque-
llos di as aportado á Veracruz, y enfermado de calentu-
ras, temeroso de aquel mal temperamento se hizo llevar
á MéXICO: allí la noche del 8 de Septiembre. atormenta-
do de la sed, se lm-antó de la cama II beber un bucaro
de agua fresca que estaba al sereno; pero por su desgra-
cia en lugar del que deseaba, se echó a pechos otro que
estaba allí preparado con rejalgar que le ocasionó una
muerte congojosa. Su cuerpo fué enterrado en la Cate-
elrál con la pompa que correspondía á i"U dignidad (a)
Este es aquel Artiaga compailero de S. Ignacio de I.(j·-.
yola, de quien se apartó de~pucs.


25. En ese tiempo Pedro de Alvarado, adelantado de
Quauhtemalan, comisionado del Emperador para aprestar
en el mar del Sur una escuadra que saliera en demanda
de las islas de la E,:pecería, juntas hasta doce embarca-
ciones de diversos portes, las envió ii esperarlo a1 puerto
de la IJurificacion; entretanto que por tierra caminaba tI
México á verse con Mendoza, que como digimos, lo habia
llamado de Quauhtcmalan para que mandara la expedicion
de Quivira, los vecinos de Guadalaxara que sabian que en
aquellos dias viajaba, le despacharon ú toda furia UII cor-
reo pidiéndole los socorriera contra aquellos pueblos que
estaban de guerra, y ellos se hallaban sin pertrechos, y por
lo mismo expuestos á todos los males. En Maravatío COI1-
,;urrió con Mendoza, y con toda la tropa que pudo en el
camino juntar, voló al castigo de aquellos rebeldcs quc se


[1) Gil Gom.aZez de Avila, Teal. Rcl~s. de las Indias
Occidentales, lomo 1. fol. 2·1. i Plegue á Dws que no se ol-
vide hoy esta múxima, pues quc se trata de destruir la pestc
de moneda de cobl'(; de que estamos plagados!


[:¿] GOl/zalez Avda, Teat. Eclecia,\·t. de las Iglesias de
las Indias Occident. tOIll. 1. fol. 1 US.


Ca 1 .1Iaseo, l'id{1 de S. Ignacio de Loyola. lib. 2_ rapo l.




Ailo de 1541. 133.
habían hr,cho iuertes en los desfiladeros de Mochiltic; pero
en una de las acometidas, habiéndose Alvarado apeado del
caballo que no podia manejar, despeñado éste con las pie-
dras que rodaban los Indios en aquel precipicio, éstas lo
machacaron (1): este contratiempo fué causa de que aquella
a~cion se perdiera. Entretantü, los soldados cargaron con
Alvara~o para Guadalaxara (2), pero en Ezatlán espiró (3).
Insolentes aquellos pueblos con la venganza que habían
conseguido en MDchiltic (4), redoblaron su coraje é hicie-
ron progresos; pero los socorros que envió el Virey al
mando del capitan l\funciLay, restablecieron las cosas y se
recobró la superioridad que se habia perdido (5). Poco
tiempo despues que en Quauhtemalan se supo la muer-
te de este adelantado, murió tambien trágicamente su muo
ger la Señora Doña Beatriz de la Cueva: suceso que acas()
no parecerá extraño de la historia de México. Habiendo llo-
vido por tres dias contínuos en aquella ciudad, fun·
dada á la falda de un monte, cuya cima se oculta
en las nubes, el 11 de Septiembre á las dos de la ma-
ñana se sintió un fuerte terremoto, que con poco inter-
valo con la misma violencia repitió otras tres veces, y
obligó á aquellos vecinos á salir de sus casas desnudos.
Corrian de aquí para allí, sin atinar por la obscuridad
de la noche á ponerse en descampado, cuando un ruido
subterráneo, que venía de la parte del monte, los ech<i
por tierra creyendo que ésta se abría y se los tragaba
vivos: inmediatamente el copete de aquel monte se der-
rumbó á la parte opuesta de la ciudad vomitando sobre
ésta un caudaloso rio mezclado de enormes piedras, que


[1] Este hecho lo refiere exúctamente en el 2. tomo de
Chimalpain, ó sea la Conquista de México que publiqué
en esta ciudad en 1826, remito al lector dicha historia.


(2] Emmo. Lorenzana, Viage de Cortés á Califor-
nias al fin de la Hist. de Nueva España.


[3] Herrera, Déc. 7. lib. 2. cap. 11.
l41 Remesal hist. de Ohiapa, y Quaulttemalan, lib. 4.


cap. 6. [5] Véase este hecho referido por mí exáctamente en el
tomo 2. de Chimalpain Guerra del Mixton pago 12-Mu·
rió en Guadalaxara en casa de Juan del Camino. Bus ltUP-
sos .~e trasladaron él Sto. Domingo de .il'[éxico.


TO:lof. l. 18




134 Año de 1542
arrastrando cuanto habia en aquella falda illUlJ(ló la CÍli-
dad, quedando arrasada de la partc qne la baJ~a el rio
que salió de madre. Seiscientos fueron los muertos y he-
ridos. Entre ellos sofocada de las ruinas de su casa se
halló Doña Beatriz con otras doce principales seüoras, qne
ó estaban allí en depósito, ó acaso le hacian compaflía
en el duelo (1), quienes en lugar de salir al descampa-
do, se refugiaron al oratorio. Es digno de notarse que
aquel desmochado monte quedó en forma de teatro, con una
plazuela cubierta de arena muy sutil que tiene de circui-
to quinientos pies (2).


1542. 26. (3) Entraron de oficiales de policía en es-
te año, los alcaldes de mesta, Juan de Burgos, y Juan de
Medina: los ordinarios, Gonzalo I,opez, y Gerónimo Ruiz
de la Mota: el procurador mayor, Juan Alonso de Zosa:
el teniente del escribano mavor de Cabildo, Bernando
Herrera: el alferez real, Juan" de Zámano, y el regidor,
Hernando de Salazar. Seguian entretanto lal; hostilidades
de los pueblos rebeldes de GuadaJaxara, y corria la
voz de que los Tarazcos confederados con los Tlax-
caltecas, se querían unir á aquellos naturales, y ha-
cer causa comun para acabar con los Españoles; de
ahí Mendoza vino en conocimiento, que aquella rebe,
lion no era de tan poca monta como se creía al prin ..
cipio, así que, para hacer aquella guerra con todo "i-
gor hizo llamamiento de Tlaxcaltccas, Cholultecas, Tctz·
cocanos, y de las ciudades de Huexotzingo y Tepeacn,
y les mandó armarse (4) para salir á campaíJa en aquel
otoño, concediendo á los eacíques, qne para hacer aque·,
Ha expedicion con menos molestia compraran caballos;
providencia que ganó el ánimo de aquellas naciones,
pues veían dispensada en sus nobles la ley general, y que
ocasionó en los Españoles grandes murmuraciones, teme-
rosos de que aquellos cacíques volvieran sus armas y ca-
ballos contra ellos. Mientras que estas fuerzas se alista--
ban, de las velas que estaban en d mar del Súr, y pero


[1] Rrmesal lib. 4. cap. 7.
[2] En este monte se encuentra el famosa árbol d~


las manitas, ó .~ea Maepalxochitl.
[3J Lib. Capitular.
[4} Hf'1TCra, Déc. 7. lib. 5. cap. '?




Aüo de LH:2. 13;)
tCí1CcÍan, como congeturo al adelantado (1) Alvarado, man-
dó Mendoza que dos divisiones salieran á nuevos descu-
brimientos: la una era de dos navíos al mando (2) de
Juan Rodriguez Cabrillo Portugués, marinero á quien le
dió l\Iendoza la comision de navegar por la costa occi-
dental de Californias, hasta hallar el remate de la Amé·
rica Septentrional. Cabrillo se dió á la vela en el puer-
to de Navidad, y despues de haber reconocido varios puer-
tos de aquella península en cuarenta grados, vió montes
cubiertos de nieve, y mas allá descubrió un gran cabo,
que en llOnor del Virey llamó ]~[endozino. En Ene-
ro siguiente halló el cabo de la fortuna, y por último, en
1farzo á cuarenta y cuatro grados sintiendo gran frio,
y hallándose falto de bastimentos, se volvió al puerto (3).
\'Iandaba la otra division que constaba de dos navíos,
una galera y dos pataches el licenciado Rui Lopez de
VilIaJobos que salió del puerto de Juan Gallegos el dia
ue todos Santos, con órden de caminará poniente en de-
manda de las islas de la Especería. Su viage fué muy
trabajoso: al pasar por un archipiélago, supo que allí ha-
bia perecido la embarcacion que Cortés envió á la Asia,
y que los marineros habian muerto á su capitan Gri.ial-
Ya. Por fin. estas embarcaciones tocadas las Islas de Lu-
zón, que llamarofi Filipinas, en honor del príncipe de As-
turias, llegaron á Tidorj pero habiendo tenido mala aco-
gida de los Portugueses, su eapitan murió (4) de pesar
en Amboino, y cuatro aüos despues los buques que ha-
bian quedado volvieron á Europa por el cabo de buena
Esperanza. En ese otoño, tiempo el mas á propósito en
la Nueva España para las expediciones militares, porque
cesan las lluvias, Mendoza salió de México con trescien-
tos caballos, ciento cincuenta in Cantes, y gran número de
}Iexica.nos. En J\Iichoacán hizo alto para esperar las tro-
pas que faltaban. En esto acabó el año.


fI J Descübrese el cabo Jllelldorino.
[2] Clav{jero, Hisl. de Californias, lib. 2. pág. 2.
[3] Herrera, Décarl. 7. lib. 5. cap. 5.
[4] Emmó. Lorenzana, Via~e de Cortés á Calit'ornias en


ia hist. de Nueva España.-Expedicion de XaZisco hecha
por el Virey D. Antonio 2JJendoza.




136 Año de 1513.
1543. 27. (1) Las alcaldías de mesta, se dieron en


este año á Gerónimo Ruiz de la Mota, y á Gonzalo J ,0-
pez: las ordinarias, á Antonio de la Cadena, y á Her-
nan Perez Bocanegra: la procuraduría mayor, á Fernan-
do Salazar: la de corte á Gonzalo Salazar: y la mayor-
domía, á Francisco Olmos. Junta la gente de guerra al
principio del año en el reino de Michoacán, marchó Men-
doza en pós de los Indios rebelados, con ánimo solo de
castigarlos, no de destruirlos; y acordándose de la cm'ni-
cería que los Tlaxcaltecas habian hecho de los Mexica-
nos en el sitio de la Capital de su imperio, publicó en
el campo que se observara la disciplina militar, y se per-
donaran las vidas de aquellos naturales mal aconsejados.
Con esta humanidad comenzó los ataques en aquellos pi-
cachos por naturaleza fortísimos, de donde poco á poco
los fué desencastillando, sin hacer mas prisioneros que los
que eran necesarios para cargar el bagaje (2) que lla-
man tamenes, y esto por la escasez de cabalgaduras. Al
mismo tiempo que se combatía, hacía l\Iendoza que se
les notificase á los enemigos, que si se rendían no se les
castigaría, y gozarían de todos los privilegios de los Me-
xicanos: esta suavidad en el obrar produjo el efecto que
se deseaba: rindieron las armas, y se recomendaron á la
piedad de Mendoza que los dejó escarmentados, y dió la
vuelta á México despues de año y medio, con la satis-
faccion que goza un ánimo generoso que doma á una
nacÍon guerrera sin sacar de ella ni cautivos, ni despo-
jos (3).


28. Al tiempo que Mendoza entendía en reducir á los
pueblos sublevados, el Emperador reunió una junta de pre-
lados, caballeros y togados para que se reformaran los
abusos que así en la judicatura, como tambien en los par-
ticulares, se habian introducido en las Indias, y que
á los principios se habian tolerado, porque aquellas co-
lonias no habian adquirido toda su consistencia y robus-
téz, y que no era razon siguieran cuando el dominio Es-


[1] Lib. Capitular.
[2] Herrera, Décad. 7. lib. 5. cap. 2.
[3] En el Muséo de la Universidad de ~féxico se ha-


l?a un Diario viejo manuscr1:to de esta Expedicion, que con-
",ulté al formar el suplemento del tomo 2. de Chimapain.




Año de 1543. 137
paliol estaba tan bien afiauzado. Lo resuelto en ésta, con
que se conformó el Emperador tocante á la Nueva España,
fUl: lo siguiente. Que los oidores no recibieran regalos de
los litigantes, ni se metieran en los negocios de los par-
ticulares, ni menos recomendaran á alguno: que sus cria-
dos no fueran procuradores en los pleitos: que en la de-
eision de éstos, si la cantidad que se litigaba excedía el
valor de quinientos pesos, por lo menos convinieran tres
votos, que bastarian dos si era menor. En las causas
criminales, que se ejecutaran las sentencias de la Audien.
cia despues de vista y revista: en las civiles se concede
la apcJacion al consejo, si el pleito pasa de los diez mil
pesos: que las cartas y provisiones de la Audiencia se li-
bren con la firma y sello real: que se libre la Audien-
cia á env;,ar jueces de residencia á los gobernadores, y que
lo actuado se envie al consejo. De los pretendientes se
ordenó, que cuando fueran á la córte, llevaran testimonio
de la Audiencia de su idoneidad para los puestos que so-
licitaban: que en las plazas vacantes de regidores se pre-
firieran los conquistadores: que ninguno emprenda descu-
brimientos de nuevas tienas, sino los señalados por el
Emperador, y que éstos no lleven ma~ Indios que tres
ó cuatro como intérpretes, y que den parte á la Audien-
cia de las tierras que hubieren hallado.


29. (1) Estas leyes se juzgaron de poco momento en
comparacion de otras, que por solicitud de Fr. Bartolomé
de las Casas, la misma junta creyó conveniente se pu-
bJicáran. Carlos l., Rey de España, como se colige de los
mandamientos que habia librado desde la conquista del
reino de México, eficazmente deseaba que éstos se hu-
bieran ejecutado. y estaba persuadido á que bajo el go-
bierno de Mcndoza se observarían; ¿pero cuánto no debió
de quedar sorprendido su ánimo, al oír de la boca de
este padre dominicano, que habia declarádose por los In-
dios, que en punto de impedir las vejaciones de los Me-
xicanos, poco habia conseguido el Virey, pues aun domi-
naba el interés particular que siempre es dé perjuicio al
bien comun, y que las cosas seguirían en el mismo esta-
do, si la fuerza no obligaba á los Españoles á ceder? En


(1] Francisco Herllandez Giron, Hist. del Perú parto
1. lib. 1. cap. l.




1 :31j Aúu de 1543.
virtud de esta representacion se hicieron estas otras lc--
yes que Yoy á referir. 1 ~ Que se evitaran los pleitos
,-~ntre los naturales de Nueya España, y que cuandu fue-
1':111 indispensables, sumariamente se expidieran, arreglún-
dose los jueces á los usos de aquellas naciones. 2 ~ -Que
las causas de los mismos que estaban sujetos á la coro-
na, se remitieran al consejo. 3 ~ Que por ninguna causa
ni aun de guerra se hicieran esclavos, y que de cOlltado
se ahorraran todos los que había, si sus dueños no pro-
baban la legitimidad de la esclavitud. 4 ~ Que se tuvie-
ra cuidado de que lu:s Españoles tratarall bicn á los na-
turales, pues eran tan libres como cllos, y que en csto vela-
ra el fiscal. )'; F Que los Indios no llevcn á cuestas las
cargas, y solo en caso de necesidad, que puedan condu-
cir algun ligero peso. G ~ Que para quitar de una vez
el origen de los malos tratamientos de los Indios, se qui-
taran desde luego los repartimientos á las obras pias.
oficiales reales, jueces &0., y que ni el Vire)' en addan-
le pudiera darlos. Por los Jemús, que á la muerte de los
fmcomenderos se incorporaran todos á la corona, illlPO-
niéndoles el ,tributo scuaJado, de cuyo producto se ayu-
daria á sus familias en caso de estrechez.


30. (1) Para establecer estas leyes en el reino de Mé-
xico, despachó el Emperador al Lic. Fmncüco Tello San-
Javal, inquisidor de Toledo, al cual en su instruccion se
le ordenaba que 'conyocara á los obispos de aquellas par-
:cs para que determinaran lo que conviniera al bien es-
piritual de aquellos pueulos, y que á la mÍsma junta pro-
8entara el breve que llevaba dci Papa para ampliar, lo
restringir, conforme juzgara los lindes de aquellos obi:;-
pados: que en la Nueva España ejerciera el ofieio de Úl-
,¡uisidar, pues llevaba facultad de ello: que visitase al Vi.
rey, Audiencia y ambos tribunales, é inquiriese si se ob-
:-lerVaball los mandamientos ante~ librados, principalmen-
le el de no impedir los recursos al Emperador, ni dete-
ner sus despachos y los del conseju que iban á los par-
liculares, de lo cual habia quejas: que proveyera para lo
venidero que este atentado no se cometiera: que se in-
¡ormara si en todos aquellos pueblos se enseñaba la doc-
I rina cristiana, y se k~ administraban lo.. Sacramentos.


r Ij IJr1",'(J'({. J),Y. 7. Til!. G. r:tIp. í,




Año tIe 1544. 139
porque Dios no habia puesto las Indias en hlanos de lo,;
reyes de Castilla, sino para que de:;lruicZa la idolatría cui·
daran del bien. e~lJiritllal de aquellas gentes; por lo cual
donde juzgara necesarias iglesias y no monasterios, los
hiciese edificar: que velara tambien sobre el seminario de
niños Mexicanos que poco antes se habia fundado, lo mis-
mo que sobre el colegio de niñas, cuidando se mantuvieran
con decoro. Ni le ocurrió á Carlos V. que tanta autori-
dad como depositaba en aquel ministro, podia ser causa
de que nacieran algunas desavenencias entre él y el Vi-
rey; porque el Emperador que conocía muy bien á Men-
doza, sabía que todo lo ordenaría al bien de aquellas gen-
tes, y que sabría templar la autoridad del inquisidor en
los casos quc se ofrecieran. Esto sucedió en este año.


1544. 31. (1) En el siglllcnte fueron alcaldes de mes-
ta, IIernan Perez Bocanegra, y Antonio de Cadena: pro-
curador mayor. Antonio Carbajal: teniente de alguacil ma-
yor, Baltasar Gallegos: alferez real, Bernardino Albornóz,
y regidor por el Rer, Alomo de Villanueva (2). Vuelto
~Iendoza á México de la guerra de Guadalaxara, aquel
supo haber aportado á Pánuco una embarcacion con los
rcsiduos de la flota que mandaba Soto, é iba á la expe-
dicion de la Florida, quc fué tan infeliz como la pasada:
lucgo proveyó que aquellos sugetos pasaran á México, és-
tos no parecian hombres, sino fieras, pues su vestido eran
los pellejos de leones (3), osos y tÍgres. Entretanto que
esto sucedía y navegaba Tello á la Nueva España, su co-
mision no tlUbia sido tan secreta que no llegaran antes que
él cartas á los encomenderos, avisándoles de Jo que iba
á ejecutar, noticia que los apesadumbró tanto, que luego
que supieron que habia desembarcado en Veracruz, deter·
minaron salir á recibirlo vestidos de luto, lo que hubieran
ejecutado si Mendoza no se los hubiera impedido (4). Lle-


[11 Libro Capitular.-Antes de rcrrrcsar á .il-léxico el
Sr. Jlendoza, fundó á Valladolid en ],liclwacán, dándole
e:;tc nombre en memoria de Valladolid de Espaua, su pú-
tria. Véase el tomo 2., Hist. de Cltimalpain.


[2] . Herrera, Déc. 7. lib. 5. cap. 2.
[3] Gil Gonzalcz Dávila, Teat. Ecles. de las Ind. Oc-


ddt'nt. torno l. fol. 30.
r41 Hcrnan Giron, Hist. del Perú,p. 1. lib.!. cap ~




140 Afio de 1544.
gado pues el visitador Tello el S de Marzo, y a1n¡1r/'J "11
el convento de los padres dominicanos, comenzaron los
encomenderos á estudiar el modo de impedir la puulica-
cion de los. mandamientos del Emperador, en lo que ,!!a.,.
taron dos dras: al cabo de ellos, á una voz se resolvIe-
ron á poner en forma una súplica, alegando los gravc5
perjuicios que de aquellas leyes se les originarían. Bn efec·
to, á la madrugada del tercero dia, acompañados del es-
cribano, se encaminaron á Santo Domingo; y aunque á
Tello lo enfadó la desvergüenza de aquellos hombres, los
salió á recibir cortezmente, y preguntándoles la causa de
aquel concurso en hora tan inoportuna, le respondieron, que
iban á presentarle una súplica que habian extendido para
S. M., é impedir con ella la publicacion de las leyes que
se le habian encomendado. Sobrecogido el visitador con tal
respuesta, los despidió con estas palabras: "No habiendo aún
presentado los despachos que traigo, ¿cómo podeis vosotros
:Jaber cuál es mi comision? ¿y así de qué súplicais? Idós,
y no os acontezca proceder eDil modo tan irregular con
los ministros del Rey. Si teneis a(r;o que tratar conmi,f!o,
diputad dos de vo.wtros (1).)) Con este expediente se deseñl-
barazó Tello por entonces de los encomenderos, que des-
pues de siesta volvieron solos dos, con el procurador ma-
yor de la ciudad Antonio Carbajal, y el escribano de
Cabildo Miguel Lopez de Legaspi. Despues de que Te-
llo por largo tiempo les dió Audiencia, volvió á desapro-
barles el atentado de aquella madrugada, y les protestó
que no habia ido á México para destruirlos, sino para fa-
vorecerlos como lo verían en lo sucesivo. Con estas pro-
mesas quedaron los encomenderos algun tanto s::>segados;
pero despues de quince dias, de improviso, presente el Vi-
rey y tribunales, se pregonaron por la ciudad las leyes
controvertidas, lo que alteró tanto á los encomenderos
que poco faltó para que Carbajal no rompiera por en
medio de la gente, y protestara contra aquellos manda-
mientos. Movido Tello de estas alteraciones consoló á los
encomenderos, asegurándoles que todo lo que cediera en
su perjuicio no se ejecutaría (2), y para el dia siguiente


[1] Hé aquí el lenguaje de la energía de un hom&rr'
poseído de su dignidad.


[2] Geron. cap. 4.




Año de 1545. 141
lo, cit() a concurrir á Catedral, donde habiendo él
cU01tado una solemne misa, el obispo Zumárraga hizo á
los encOlllenderos un discur30 análogo á las circunstan-
cias, dejándolos esperanzados de lo que el visitador les
!mb:a prometido. Efectívamente, pocos días despues de
sucedido esto, Mendoza y Tello reflexionando en los in-
convenientes que podian entonces nacer de la ejecucion
de aquellas leyes, principalmente de verae reducidas á
la miseria las familias de los actuales posesores de los
repartimiento:> á su muerte, prefiriendo la condescenden-
cia al rigor, mandaron á la ciudad que se jnntara pI Ca-
bildo para nombrar procuradores que pasaran á España,
y suplicaran al Emperador de las leyes que les eran gra-
V')sas (1). Para esto destinó aquel regimiento á los capi-
tulares Alonso Villanueva, Gerónimo Lopez, y Peralmin-
dez Chirinos (2), y suplicó tambien á los provinciales de
S. Francisco, Santo Domingo, y S. Agustin, que acom-
p3ñaran Ú sus dipnjado~ en aquel viage, é interpusieran
su autoridad para el buen despacho de aquel negocio. Con
estos se diemll á la vela muchos Españoles de México
que tenian valimiento en I ~ córte.


IM5. 32. (3). Las alcaldías de mesta, en este año
se dieron á Luis de la Torre, y á Alonso Bazan: las or-
uinarias, al Lic. Tello, que se escusó, y en su lugar fué
nombrado Alonso Castillo, y á Juan de Burgos: la pro.
curaduría mayor, á Francisco Vazquez Coronado: la ma-
yordomía, á Alonso Velazquez: para una plaza vacante de
regidor, nombró el Rey á Andrés Barrios. Entretanto
Tello que despues de haberse desembarazado de los ne-
gocios de los encomenderos,habia abierto la visita de
los tribunales, en este afio mudó la Audiencia y los 06·
¡~iales reales (4). Quienes de éstos fueron los depuestos, y
cuales los cargos que se les hicieron, lo ignoro; pues Tor-
quemada que habla de este suceso, calla uno y otro (,5).
Al tiempo que esto sucedía en México, los procuradores
de los encomenderos se habian dado tanta maña en el


[1] [.ib. Capitular.
(2] Tor~fllemada, p. 1. lib. 5. cap. 13.
[3] Lib. Capitular.
[4] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 13.
[f¡) IIemafl(h~z Girón, p. 1. lib. 1. cap. 4.




142 Afio de 1545.
negocio que estaba á su cuidado, que COllslgUlerol1 céclu~
la de Carlos V., para que l\Iendoza y Tello sobreseye-
sen en los puntos que les eran perjudiciales. Llegada es-
ta noticia á la Nueva Espaüa, Tello incontinenti despo-
jó de sus rcpartimicntos á los oficiales reales y á otros
jueces. En esto entendía aquel visitador, cuando en
una segunda cédula enviada de los mismos procuradores,
le fué á .l\Iendoza el órden de que entre los conquistado-
res repartiera las tierras realengas de la Nueva Espaiía.
1\Ie parece verisimil que los tres diputados de la ciudad
de México, y los tres provinciales que pasaron á solicitar
estos negocios, habiendo ganado el favor de los validos
del Emperador, éstos abultaron los inconvenientes que na-
cerían de la ejecucion de aquellas leyes, y los temores de
tumultos que los poderosos conquistadores podian levantar
en la Nueva España, le sacaron no solo la suspension de
sus mandamntieos, sino tambien la reparticion de las tier-
ras realengas. Los encomenderos, que rebosaban de gusto
por estas buenas nuevas, las celebraron con juegos de ca-
ñas y corridas de toros. Para complemento de su dicha,
sucedió que en aquellos dias murió sin sucesion uno de
los encomenderos, y Mendoza con Tello aplicó los repar-
timientos que habia dejado á su muger. De este modo con
gran sentimiento de los Indios de Nueva España, se des-
vanecieron las esperanzas que tenian de verse libres de la
servidumbre.


1546. 33. (1) El dia de la Circuncision, el ayunta-
miento nombró alcaldes de mesta, á Juan de Burgos, y á
Alonso del Castillo: ordinarios, á Luis Marin y á .Francis-
co Santa Cruz: procurador mayor, á }>edro de Villegas:
una plaza de regidor la concedió el Emperador á Pedro
Mendinilla. Me inclino á creer que la revocacion de las
leyes favorables á los naturales, si no ocasionó en eHus
una peste que les sobrevino, ciertamente el abatimiento
en que quedaron al ver celebrar con públicos espectácu-
le,s su esclavitud hizo que se contagiaran. El fin del año
antecedente y éste, son notables en la historia por esta
peste que cundió con tanta mortandad y celeridad entre
solos los naturales, que en seis meses que tuvo de du-


[1] Gil Gonzalez DáV/:Za, Teat. Ecles. de las iglesias
,1" las Ind. Occid. tomo l. fol. 30.




Afto de 154fl. 143
rauoll segull Grijalva. autor respetable, de las seis par-
tes de los Indios murieron las cinco, bien (1) que otros
autores dicen que sobre ochocientos mil fallecieron. El
mismo Grijalva cucnta que en el aire, agua y tierra en
diversas partes de aquellos reinos se vieron muchos ra-
ros fenúmenos que annnciaban gran desolacion en aque-
lla tierra. Acaso los ánimos atemorizados con la peste
creyeron fácilmente los prodigios que se divulgaban. El
Yircy Mcmloza que viú á los Mexicanos en poco tiem-
po contagiados, destinó varios edificios para que les sir-
vieran de hospitales en donde se les acudía con todo re-
galo. Di6 tambien sus úrdenes á los gobernadores, cor-
regidores &c. para que por toda la Nueva España por
donde cundía el mal, se hicieran los mismos oficios de
caridad. l>rovidencias que le adquirieron el renombre de
padre de los Mexicanos. Extremáronse tambien, en el ali-
vio de los apestados, los Españoles ricos de México; pe.
ro sf)bre todo;,:, el obispo Zumárraga, y no dudo que por
sus oraciones cesó aquel azote, despues de seis meses.
En el mismo a¡lO, segun congeturo, á tiempo que la pes-
te había cesado, se descubrió una rebelion que los mu-
chos negros esclavos de México tramaban unidos con los
Indios Tenochas, y Tlatelolcos. Un negro de los conju-
rarlos temeroso de las muertes de los Españoles que se
debian en un dia ejecutar, 6 acaso movido de la espe-
ranza de algun gran premio, diú aviso del' malvado pro-
yecto. El juez ú quien se hizo esta delacíon, la par-
ticipó ú Mendoza que pl'Ocediú en aquella materia con
toda la cautela imaginable, y habiendo averiguado que
cuanto el delator habia referido era cierto, por sentencia
de la Audiencia, los autores de aquella conjuracion fueron
ejecutados. Mientras que l\fendoza y la Audiencia enten-
dian en hacer estas pesquisas, el visitador Tello seguía
en el cumplimiento de su comision; y siendo uno de los
puntos principales de ella el convocar á los obispos de
la N ticva Espafía para que arreglaran lo que convenía al
bien espiritual de los Indios, desde fines del año anterior
les habia participado estos deseos de Carlos V. EfectÍ-
vamente, en este año se juntaron todos en México, me-


[1] T(mJuem~t:la, p. 1. lib. 5. cap. 22, Ú Avila Padi-~
lla, Ili",t. de .Mé,cico, líb. l~ cap 23.




144 Año de l;)4().
nos el obIspo de Chiapa que ya lo era D. Fr. Bartolo-
mé de las Casas, que estaba (1) detenido algunas jorna-
das de la capital por insinuacion de 1\fendoza, que temía
de los encomenderos grandes alborotos al ver aquel obis-
po, pues les constaba que había sido el principal autor
para despojar á sus herederos de los repartimientos. Des-
pu~s de algun tiempo que 1\fendoza dispuso los ánimos
de aquellos Españoles, le alzó la prohibician de entrar en
la ciudad, y con uno de sus familiares lo envió ú cum-
plimentar por su bienvenida; pero aquel íntegro prelado
respondió á su recado, que no le causara cstraüeza que
él no pasara en persona á agradecerle su favor, porque
10 tenía por excomulgado con toda la Audiencia, á cau-
sa de haber dado sentencia del corte de la mano contra
un clérigo de Oaxaca.


34. Juntos entretanto los obispos y los superiores de
S. Francisco, Santo Domingo, S. Agustín y otros ecle-
siásticos de probada virtud y ciencia, determinaron ante
todas cosas tratar de poner reparos en la intolerable li-
cencia de los EspaJ101es de hacer esclavos á los Indios;
porque este bárbaro modo de proceder con gente pací-
fica, era uno de los mayores impedimentos para su 1'C-
duccion. No puede menos de causar admiracion al que
leyere esta historia, que despues de los repetidos decre-
tos de los reyes de Esparra sobre esta materia, despues
de lo que trabajaron el presidente Fuenleal, y el actual
Virey Mendoza en abolir esta iuhumana costumbre de
los Españoles, aun en este tiempo continuara. Pero esta
es la condicion del vicio de la codicia, que si á los prin-
cipios no se sufoca, arraigado es muy dificil de extirpar.
Pero vamos á la historia: luego que Mendoza supo esta
determinacion de los obispos, les suplicó que de aquel pun.
to no trataran. Prohibicion muy sensible á aquellos pa-
dres que se veían congregados inútilmente. No obstante
encomendaron á Dios el negocio, seguros de que toca-
ría en el corazon de Mendoza, y les alzaría aquella pro-
hibicion, como en efecto sucedió. Con esta ocasion se ce·
lebraba no sé qué funcion en Catedral. á que asistió el
Virey, y el predicador fué el obispo de Chiapa, quien


[1] Remesal, Hist. de Chiapa 1j Quuuhtemalall, lib.
7. cap. 16.




Año de 1546. l45
entre otras cosas trajo á cuento el capítulo 30 de Isaías
en que Dios hablando al pueblo de Israél, le dice: que
habia provocado su Íra por no querer oír su ley: de aquí
sacó aquel obispo lo peligroso que era atar las lenguas
á los prelados sobre la ley de Dios. De lo que proveyó
despues el Virey, se conoció la eficacia que dió Dios á
aquel sermon, pues permitió que los eclesiástieos que no eran
obispos, trataran el punto de si era ó nó lícita la esclavitud
de los Indios. No quiso que á dicha conferencia asistieran
los obispos, porque siendo protectores de ellos los encomen-
deros, decian que seguramente resolverían á su favor. En
el convento de dominicanos se juntaron estos eclesiásticos,
y unánimes resolvieron, que por ningun título era lícita la
esclavitud de los Indios, y que los que hasta entoncee ha-
bian sido esclavos se ahorraran. Esta decision con aplau-
so de los naturales de Nueva España, se publicó por to-
da ella, y aun por las islas, para que constara que cuan-
to en aquella materia habian ejecutado los Españoles; era
contrario al derecho divino y humano. A mas de esto, los
obispos en las diversas sesiones que tuvieron, fuera de
otras resoluciones que no pertenecen á esta historia, de-
cretaron. que los encomenderos negligentes en tene~ mi-
nistros eclesiásticos en sus repartimientos que enseñaran
la doctrina cristiana, y administraran los Sacramentos á
aquellos neófitos, fueran privados de sus encomiendas y com-
pelidos á restituir todo lo que de ellos habian percibido,
cuyo producto se aplicaria á la enseñanza de aquellos- y
de otros Indios. Acabada esta jUllta, y con ella la comi.
SiOIl del visitador Tello, éste se volvia á España á dar
~ueIlta al Emperador.




146 Aiío de 1540.


SUMARIO DEL LIBRO CUARTO.


1 ~ Se pone Audiencia en Composteh: se reduce Ve,
rapaz, y Mendoza envia soldados al Perú. 2 q Cansa-
do Cortés de no salir con la suya en la corte, se vuelo
ve á México y muere en el camino. 3 q Su elogio. 4?
Muere Zumárraga. El Emperador concede á la ciudad
de México que haga leyes que se observen en su distri-
to: le otorga el título de muy noble, insigne y leal. Se
sublevan los Indios de Tequipan y se sujetan. 5? Se
castigan .ciertos Españoles que tramaban una conjuraCi0Il.
Promueve l\Icndoza la agricultura y las artc~. Los enco-
menderos permutan sus repartimientos vecinos á México.
6'? Nombra el Emperador á l\fendoza Yirey del Perú,
y en su lugar vá á México D. Luis Velasco. 7 q Ins-
truccion de Ve lasco. 8 '? Se rebelan los Zapoteeas, .r son
castigados. Vena falso visitador es condenado á galeras.
9 9 Llega Velaseo á México. Mendoza parte á Panamá.
Su elogio. 10. Velaseo manda otra vez promulgar, y c.je-
cuta la ley de la libertad de los Indios esclavos. 11. Co.
misiona el Emperador al Lic. Ramirez para que eje-
cute varios mandamientos en favor de los Indios. 12. Se
pone en México Universidad. En el canal de Baháma
se pierde una flota que venía de la Nueva Espaiía. Se
inunda México, y Velasco hace una albarrada. 13. Se
edifica él hospital Real. Los Chichimecas acometen ú los
Españoles. Se fundan las colonias de S. Felipe y S . .Mi-
guel grande. 14. Ordena V clasco la judicatura de los In-
dios. 15. Por renuncia de Carlos V. entra Felipe n. de
Rey. Se hace en .México la jura. Los Indios son exén-
tos de pagar diezmos. 16. Se hacen los preparativos pa-
ra la conquista de la Florida. 17. Se cuenta el infeliz
fin de esta jornada. 18. Por los informes de la Audien-
cia se le corta á Velasco su jurisdiccion. Se despachan
procuradores al Rey para la revocacion de este decreto.
19. Peticiones de estos procuradores. 20. El Lic. Val-
derrama Vil de visitador ú l\fé~xico: se refieren los órde-
lIes que se le dieron. 21. Valderrama impone doble tri-
buto á Jos Indios. Ve lasco entiende en el apresto de na-
<'es y soldados para la cxpedicion de Filipinas. 22. Mue·




Afio de 1546. 147
.e Velaseo. Su elogio. 23. Entra la Audiencia á gober-
nar la Nueva España. Se ejecuta la expedicion de Fili-
pinas. Valderrama vuelve á España. 24. Contiene las fies-
tas que se hicieron en México en el nacimiento de dos
mellizos hijos del marqués del VaUe, de cuyas resultas
varios nobles son acusados de traiciono 25. Orden de la
traicion: el marqués del Valle es preso. 26. Manda la
Audiencia prender á muchos nobles, y á los dos herma-
nos Dávilas condena á ser degollados. 27. Juicio que se
formaba en México á este procedimiento de la Audien-
cia. Llega nuevo Virey, absuelve á los presos, y al mar-
qués del Valle envía á España. Se abre un hospital de
convalescientes. 28 Los oidores informan contra el Virey,
y es depuesto. Van jueces pesquisadores á la Nueva Es-
paña. 29. Le refieren las crueldades de uno de éstos, y
el informe al Rey contra ellos. 30. Los priva el Rey del
oficio: el principal muere de pesadumbre: llega nuevo Vi.
rey á México. 31. Contiene una pendencia de los Indios;
Se funda el hospital de S. Hipólito. 32. Se hace la guer-
ra á los Huachichiles, y se fundan nuevos presidios.




14S Año de 1547.


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!O}~~~"""-"""-'-'--------"""'--",,,,,,,,,,,""'--""""""'''''''~1o, ...... --_'--"'-tQ'1


LIBRO CUARTO.


1541. 1. (1) EN el año del nacimiento de Jesucris.
to de 1547, fué alcalde de mesta Francisco Santa Cruz:
ordinarios, Gerónimo Ruíz de la Mota, y Antonio Cade-
na: procurador mayor, Gonzalo Ruiz: mayordomo Juan
Manzanares: alguacil mayor, Juan Sámano: su teniente,
García de la Vega: entró de regidor nombrado por el
Rey, . Alonso· ·Mérida, y tuvo voto de capitulal', Geroni-
mol~opez. Vuelto Tello á Espal13 como digimos, siguió
Mendoza: en su gobierno con aquella aplicacion y huma-
nidad que le grangeaba el amor de los E~pañoles 6 In-
dios; así que, habiendo observado que las poblaciones de
los Españoles crecían cada dia mas hácia el Poniente, y
que por lo mismo la Audiencia que residía en México
no era ya capáz de expedir los pleitos que ocurrían, hil-
bia propue~to al Emperador, que se erigiera una nueva
Audlen~ia en Compostela, ciudad mas de doscientas clla·
renta leguas distill~te de la CaIJital. Efectivamente, cm la
córte se aprobó el proyecto de! Virey, y en este af,!)
llegaron á México dos letrados, que con el nombre (:.!)
de alcaldes mayores. pasaron ü administrar la ju~tieia de
aquellas partes, señalándoles su jl1risdiccion (3). En el mis-
mo año se acabó de reducir la provincia de Verapaz.
que estaba al cuidado de lo~ pvdres dominieanos, á quie-
nes Mendoza por consejo del obispo de Chiapa la ha-
bia encomendado, dándole~ palabra de que allí no se ha-
rían entrada,; de Españoles. Con lo cual se prob,j evi·
dentemente lo que e! mismo obispo y todos los eclcsiás-


[11 Lib. Capitular.
[2] Herrera, Descn}Jcion cap. 20.
(3J Herrera, Déc. 4. lib. L cap. ] a.




Año de 1547. 149
ticos de ciencIa y virtud sostenían, de que la reduccion
de los Indios no habia de ser á fuerza de armas, sino
de buenos ejemplos de sus misioneros; proposicion á que los
abogados y conquistadores siempre se opusieron. El nom-
bre que aun tiene dicha provincia, le vino de haber abra-
zado la religion cristiana líbremen!e (1). Mientras que es-
to sucedía en Verapaz, recibió Mendoza una carta del
Perú del licenciado Gazca, en la que le pedía, que pron-
tamente lo ayudase con gente, para defenderse del re-
belde Pizarro que venía sobre él. Incontinenti mandó el
Virey alistar hasta seiscientos soldados, y señaló por ge-
neral á su hijo D. Francisco, y por maestre de campo,
á Cristobal de Oñate. La gente mas lucida de la N ue·
va España, que veía iba por gefe de aquella expedicion
el hijo del Virey, se alistó tambien entre los voluntarios;
pero cuando marchaban á embarcarse, llegó aviso de que
ya no eran necesarios los socorros, por estár ya aquel
reino quieto despues de la justicia de Pizarro, Carbajal,
y demás amotinados. N o me parece fuera de propósito
contar lo que sucedió al tiempo que esta gente se ades-
traba en el manejo de las armas y los caballos. Hacién-
dose el ejercicio, el general y el factor Gonzalo de Sala.
zar carearon sus caballos, y enristradas las· lanzas se aco-
metieron con tanto ímpetu, que rotas éstas, y encontrán-
dose los dos caballos de frente y pecho, cayeron muer-
tos, y los ginetes atolondrados.


2. El aburrimiento que habia óbligadQ al marqués del
ValIe á dejar el nuevo mundo, lo precisaba á volver á
México en este año. En aquel tiempo no pudo tolerar
que Mendoza !je opusiera á sus designios; ni menos aho-
ra que sus pretensiones cstuvieran encalladas despues de
dos años, y de tan buenas esperanzas con que lo habian
entretenido Jos cortesanos y consejeros. Así que, despe-
·chado y enfermo de diarréa contraída ,de _ indigestion, sa-
lió de la córte á embarcarse; pero en Castilleja de la
Cuesta el dos de Diciembre (2) á los sesenta y tres
años de edad finó. Su cuerpo fué depositado en el pan-
teon de los duques de Medina Sidonia. Este rué el fin
del grande Rernan Cortés, no desemejante al que tuvie·


TrHf,


Torquemada, p. l. lib. 5. cap. 11.
Gomára, Crón. de N. E. cap" 244.
1. 20




150 Año de 1547.
ron casi todos los conquistadores del nuevo mundo. En
su testamento mandó á su mayorazgo D. Martin, que
cuatro mil ducados que rentaban sus casas de ~féxico,
se aplicasen de este modo: un mil para el hospital que
había fundado en México que se llamó de la Conccp-
cíon, y ahora de Jesus Nazareno: los tres mil restantes
para la fundacion de un colegio de niños en la misma
ciudad, que segun conjeturo debian ser naturales, y un
monasterio de Indías en Coyóacan, á donde debian tras-
ladarse sus huesos: estos se trasladaron primeramcnte á
Tctzcoco, y de allí pasaron á la Iglesra de S. Francisco
de México, en donde yacen al lado del Evangelio (1).
Su mayora1.go D. Martin le hizo este epitafio.


Padre, cuya suerte impropiamente
Aqueste bajo mundo poseía,
Valor que nuestra edad enriquccí'a.
Descansa agora en paz etcmumcnte.


3. Fué Rernan Cortés de estatura militar color ce-
niciento: cabelIo largo: de ánimo grande: de mayores
fuerzas: de temperamento robustísimo, y por lo mismo
comedor; bien que toleraba la hambre mas que sus ca-
maradas: en las necesidade-s vencía aun á los soldados
gregarios en el desaliño de su persona. Los vicios de
su juventud los enmendó con grandes virtudes; como era
porfiado tuvo muchos pleitos. Fué dotado de ingenio ver·
satil, y no ignQraba las artes, así públicas como priva-
das: supo la táctica militar y naval, el pilotage, la polí-
tica y la agricultura. En los lances repentinos luego se
le ofrecian sesgos, que lo desempeñaban de los embara-
zos. Era tan pronto en idear, como en ejecutar. Fué pr&-
digo en ciertas cosas, escaso en otras. Su vestido mas
era pulido, que rico. Sobre todo, ostentaba el tener gran
familia y plata labrada para su servicio. Fué misericor-
dioso, y ninguna cosa encargó mas á sus hijos, que la


[1] Yacian cuando el P. Cavo escribía esta historia:
hoy están en Italia, y ya desapareció su sepulcro de la
Iglesia de Jesus Nazareno. Nótese, que Corté.~ c:rhumó mu-
chos cadáveres de caciques lJ'lcxicarws, por sacar de sus se-
pulcros tesoros.... Tampoco sus cenizas reposaron en paz.."
¡ó jUiClOs de Dios! .




Afio de 1548. 151
limosna. Es indicio de su religiosidad, lo que en México
€~ pública voz y fama: es á saber, que despues de la.
eonquista ordenó bajo la pena de azotes, que los domin-
gos y fiestas asistieran todos á la explicacion de la doc-
trina cristiana: el marqués para documento de los Me-
xicanos, faltó una vez, y á la fiesta siguiente despues de
haber oido con humildad la reprehcnsion de aquel cura,
con estupor de los Indios, fué azotado públicamente.


IM8. 4. (1) El regimiento de México nombró en es-
te ario por alcaldes de me sta, á Antonio Cadena, y á
Gerónimo Ruíz de la Mota: por orElinarios á Alonso Ba-
zan, y á Juan Carbajal: por procurador mayor, á Rui
Gonzalez, y por mayordomo á Diego Tristan (2). A la
muerte del marqués del VaIle, siguió la de su grande
amigo el arzobispo de México D. Fr. Juan de Zumár-
raga: gran pesadumbre para los Mexicanos que lo llora-
ron por muchos días, pues perdían un protector que tan-
tas veces los había defendído del furor de los conquis-
tadores. Para dar l\fendoza una prueba del respeto que
profesaba á tan insigne prelado, con la ciudad y tribu-
nales on hábito de duelo asistió en Catedral ti. sus fune-
rales (:~). En el mismo año concedió el Emperador á la
ciudad de México. que junta en cabildo hiciera las orde-
nanzas que juzgara oportunas, y que éstas aprobadas por
el Virey, se observaran en su distrito. A pedimento del
procurador de la misma ciudad, Alonso de Villanueva, en
atencion al amor y obediencia con que aquellos vecinos
habían acudido al llamamiento del licenciado Gazca, le
dió el título de muy noble, insigne y leal, de lo cual se
libró luego despacho para que en sus armas y escritu-
ras usara en adelante estos títulos. Al tiempo que esto
pasaba en la córte, los naturales de Tiquipan en el obis-
pado de Oaxaca fiados en la aspereza de sus montañas,
sacudieron el yugo de los Españoles, lo que sabido por
Mendoza dió órden al capitan D. Tristan de Arellano.
que con un destacamento partiera á aquellas partes, y
prontamente sujetara á aquellos Indios, no castigando si-


[1] Lib. Capitular.
[2] Gil Gonzalcz Dávila, Teat. Ecles. de las Igles. d"


Ind. fol. 28.
[al Hem;ra, Déc. 8. lib. 5. cap. 6.


'*'




152 Año de l;"j4U.
110 solamente á los que hubieran sido los uutores. Are-
llano con toda dihgencia ejecutó su comision, prendiendo
solamente al «acíque D. Sebastian, con lo cual la pro-
vincia quedó quieta.


1549. 5. (1) Alonso Bazan y Juan Carbajal, fueron
en este año alcaldes de mesta: Jos ordinarios Francisco
Terrasas (2), y Gonzalo Gomez Vetanzos: el procurador
mayor D. Luis Castilla, y en el decurso del año por muer-
te de Terrasas, entró de alcalde ordinario Bernal'dinQ
Vazquez Tápia (3). Con la misma facilidad con que Sé
cortó en el año antef1 la rebelion de los de Tiquipan,
se sufocó en México una conjuracion contra los magis-
trados, que era tanto mas peligrosa, cuanto que sus au-
tores eran los mismos Españoles; pero la suerte quiso
que Sebastian Lazo de la Vega y Ga1.par Tapia, la des-
cubrieran á tiempo. Ignoro si estos tenían ó no parte en
ella, ó si acaso por una de aquellas casualidades frecuen-
tes cuando un secreto se confia á muchos, tuvieron no-
ticia de lo que se tramaba. 1.0 que consta es, que éstos
delataron como autores de aquel atentado, á Juan Ro-
man oficial de calcetero, á Juan Venegaf1, y á un cier-
to italiano, cuyo apellido no dicen los autores. Substan-
ciada á estos su causa con la propia confesion, fueron
ajusticiados. Los cómplices de éstos, luego que supieron
esta prision, escaparon á Oaxaca y Tehuantepec, con áni-
mo de embarcarse é ir al Perú, cuyo reino aun estaba
alborotado; pero Mendoza que supo el camino que ha-
bian tomado, envió prontamente á aquellos corregidores.
mandamiento pam que los aseguraran como se efectuú.
Con el castigo de éstos quedó aquel reino en paz, y
Mendo~a no pensó sino en proporcionar á aquellos co-
lonos los medios mas aptos para su felicidad (4). Habia
observado que las lanas eran burdas, por motivo de no
haber llevado á los principios las mejores razas de ove-
jas, y así para afinar las lanas de aquellas hizo llevar és-
tas, y que se abrieran obrajes en donde fabricaran pa-


[1] Lib. Oapitular.
[2] Este es el lltlmado OonquIstado¡' anónimo, mayor-


domo de Oortés, y testig9 presencial de la conquista.
[a] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 11.
[4] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 11.




Año de 1549. 150
líos y sayales; providencia que probó muy bien entre los
Jlexicanos, que prefirieron el vestido de lana al de al-
gOdOll; mucho mas siendo de suyo friolentos. Promovió
al mismo tiempo las labores de pan, y el aumento del
ganado mayor, con lo cual consiguió multiplicar las ha-
ciendas, insinuándoles siempre á todos que la verdadera
felicidad de un reino no consiste sino en la agricultu-
ra, artes, y comercio. Para aumento de esto, y al mismo
tiempo prémio de los sugetos pobres beneméritos, les re-
partió las tierras realengas. Agregóse á esto (1) que no
lejos de México se descubrieron ricas vetas, que no eran
ignoradas de los antiguos reyes Mexicanos, como en Tas-
co, Zultepec, Temascaltepec y otros pueblos, con lo cual
creció en opulencia aquella capital. Al mismo tiempo de-
seoso Mendoza de incorporar en la corona los reparti-
mientos, y alejar de allí á los encomenderos que eran
malos vecinos, les propuso que fácilmente condescendería
en que permutasen sus encomiendas inmediatas á la ciu-
dad, con otras de aquelias sierras en donde habia minas,
y que allí lealmente les haría contar otro tanto número
de Indios, cuanto dejaban en sus repartimientos. Esta pro-
posicion fué bien recibida de aquellos hombres que se lle-
vaban de la utilidad presente, y se dieron gran priesa en
celebrar las permutas, de lo que avisado el Emperador le
dió los agradecimientos al Virey, exhortándolo á llevar al
cabo aquel negocio. Con el tiempo se minoraron de tal ma-
nera aquellas poblaciones, ó por el trabajo de las minas, ó por
otra raza n que los herederos de los conquistadores repre-
sentaron al Rey su engaño; pero jamás lograron la recupe-
racion de lo que sus padres tan fácilmente habian cedido.


1550. 6. (2) En el siguiente año entraron de oficia-
les de policía los alcaldes de mesta Gonzalo Gomez Ve.
tanzos, y Juan Carbajal: los ordinarios, Andrés Tápia, y
Angel Villafañe: de procurador mayor, Antomo Carbajal,
de obrero mayor, Pedro Villegas: de mayordomo, Francis-
co Olmos, y de alférez real, García de la Veg-a. Al paso que
en la Nueva España por la atencion y CUIdado de Men-
doza, florecian cada dia mas las letras y artes, y que
el comercio adquiría mayor actividad, gozando ya sus co-


[1] El mismo cap. 12.
[2] Lib. Capitular.




15,1 Afio de 1 r,iiO.
lonas las comodidades que su industria les habia propor-
cionado, el reino del I)erú (1) de donde se habían saca-
do tantos tesoros fJue habían aturdido á la Europa, es-
taba reducido á tal estado de decadencia, que causaba
compasion. Las continuas conjuraciones contra los ma-
gistrados eran las consecuencias de las guerras civiles que
habian perturbado todo el ónlen, y á la sazon aquel rei-
no tan rico, era aun despedazado del furor de los par-
tidos. El castigo de los rebeldes Pizarra y CarbajaJ, no
habia servido sino de echar ceniza sobre el fuego, que
con la ausencia del Lic. Gazca se habia avivado y pro-
pagado por todas partes. Estos pensamientos afligieron
por largo tiempo á Carlos V., y con razon temía que
tales desórdenes arruinarían aquella colonia. Así que, es-
taba dudoso del sugeto de quien debia echar mano para
aquella gobernacion. Al fin le pareció que solo Mendo-
la que se habia grangeado en el vireinato de l\Iéxico el
amor de los Españoles é Indios, era capaz de sosegar
aquellos alborotos, y reducir á los Espafloles á vivir con-
forme á las leyes de la madre pátria. Para mover á Men-
doza á echarse á cuestas negocio tan árduo, le escribió
el Emperador una obligante carta en que le hacía pre-
sente el deplorable estado de aquel reino, y por lo mis-
mo ponía á su eleccion ir á servir aquel vireinato; no
dudando que si su salud se lo permitia, abrazaría aquel
la penosa empresa por solo el honor de la corona. En
su lugar nombró por Virey de la Nueva España á D.
Luis de Velasco, de la casa de los condestables de Cas-
tilla (2), hombre cabal y pio. A éste en su nombramien-
to le decía que lo enviaba á gobernar el reino de Mé-
xico, si Mendoza aceptaba el vireinato que se le daba j
mas si éste lo escusaba, que estuviera dispuesto á ir á ad-
ministrar el Perú.


7. Carlos V. encargó pocas cosas á Velasco: juzgó
inútiles largas instrucciones á un ministro tan acreditado
que le habia dado repetidas pruebas de integridad y ce-
lo del bien público (3). Estas fueron la propagacion de la
religion cristiana en toda la cxtension de su gobernacion:


[I] Herrera, Déc. 8. lib. G. cap. 3.
[2J Herrera, Décad. 8. lib. 7. cap. 14.
f3] Herrera, !N:c. 8. lib. 7. cap. 14,




Año de 1550. 155
la humanidad y benevolencia con los naturales, y que no
omitiera diligencia para impedir que los Españoles pode-
rosos los vejaran, como lo habian hccho hasta entoncefl.
Al arbitrio de V clasco le dejó el alivio de aquellos pue-
blos, encargándole que á los que hallara tan pobres que
les fuera gravoso el pagamento del tributo, ó se los mi-
norara, ó lo quitara del todo, pues su voluntad era que
aquellas naciones vivieran contentas bajo su nuevo Rey.
Por esta razon se le mandó que los jueces que se envia-
ban por las provincias para la diminucion de los tributos,
J10 fueran á cargo de los Indios, sino asalariados de las
vacantes de los corregimientos. A la voluntad del mismo
Velasco se dejó la guerra de los Chichimecas. Se le or-
denó tambien abrir en México Universidad para la ins-
truccion de los hijos de Españoles y Mexicanos, de donde
salieran celosos mIsioneros que se emplearan en la con-
version de los infieles: que á las islas Filipinas que nue-
ve años antes babia descubierto el Lic. Villalobos, en-
viara una colonia: acerca de la distribucion de las tier-
ras realengas, que ejecutara lo que mejor le pareciera.
De los oficiales reales es digno de notarse lo que el
Emperador encargó á Velasco, es á saber, que no los
ocupara sino en su mini¡¡terio, y que los tuviera á freno,
porque con pretesto de cuidar de la real hacienda ha-
bian causado en aquel reino grandes turbulencias. A mas
de esto, se le dió la comision de que cuidara que los
eclesiásticos cumplieran con su obligacion sin meterse en
10 que tocaba á los jueces seculares: que la Audien-
cia diera auxilio á los padres agustinos para la ejecucion
del breve que tenian de proceder contra sus religiosos,
que habiendo dejado el hábito vestian de clérigos.


8. (1) Mientras que Ve lasco navegaba en demanda
de la Nueva España, la provincia de los Zapotecas, no
lejos de Oaxaca, sacudió el yugo de los Españoles: la
rebe/ion fué general, y la causa de ella es digna de no-
tarse. Aquella nacion en su antigüedad tuvo un gefe lla-
mado Quetzalcoahuatl: éste dice su historia quc se habia
desaparecido, y que en los siglos venideros habia de pa-


[1] En las notas del dominicano Rios, al Códice ¡"tIe-
xicano, que se conserva en la librería vaticana, fol. 9.
Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 13.




156 Año de 1550.
recer y libertar á su nacion de sus enemigo~: acaso al-
guna vejacion del corregidor dió motivo á aquellos vie-
jos á exhórtar á la juventud i't tomar las armas, dicien-
do que ya habia llegado su caudillo que los ~acaría de
la esclavitud de los Españoles. Mendoza prontamente en-
vió soldados qne los dejaron escarmentados. En este tiem-
po un mes antes que aportara á Veracruz Velasco, des-
embarcó allí el Lic. Vena, vendiéndose por visitador de
aquel reino. Incontinenti se despachó á Mendoza un men-
sagero con esta nueva, que le causó cstrafíoza por no
haher tenido aviso de la c6rto, y á la Audiencia temor.
Vena entretanto muy obsequiado de los que tenían re-
lacion á la visita v hecho un buen bolsillo, subiú á Mé-
xico. La Audienci~ al punto envió á pedirle sus pro-
visiones para darles cumplimiento, pero con desembara-
zo respondiú Vena, que el Virey V clasco que estaba
para llegar las traía. Esta respuesta franca cngañó á
los oidores, y así le dieron asiento en los estrados. y le>
comunicaron' los negocios que le tocaban. Entretm;to éso
te impo~tor que sabia muy bien que poco podia durar
su embaimiento, se daba priesa en acumular oro y pla-
ta. En esto entendia cuaudo llegó el aviso de que Ve-
lasco habia desembarcado. Vena entonces acaso con pre-
testo de ir á recibir al Vire y, salió de México; pero des-
cubierto el engafío poco despues con el testimonio de Ve-
lasco, la Audiencia comision6 al gobernador de Cholula
Gonzalo Vetanzos, para que preso lo llevara á México.
Así se hizo: fué despojado de los regalos que habia re-
cibido, y en una bestia de albarda paseado por la ciu~
dad, publicando el pregonero su delito de embaidor, y la
pena á que era condenado, de cuatrocientos azotes y diez
años de galeras. Este falso visitador llevó consigo como
si fuera su muger, una bella Sevillana casada, que me
persuado no dejaría de recibir buenos regalos.


9. Entretanto que esto pasaba, llegó Velasco á Cho-
lula, en donde Mendoza le significó su resolllcioll de ir
á servir el vireinato del Perú: siguieron por varios dia~
tratando de los negocios de Nueva Espaiia, y Velasco
pasó á México, en donde fué recibido con extraordina-
ria pompa, prometiéndose todos que llenaría el vacío que
dejaba Mendoza. Este emprendió su viaje por tierra has-
ta Panamá. con sentimiento universal de aquel reino, puc;;:




Año de 1550. t 5"1
sus virtudes lo hicieron acredor á la confianza que en
él habian tenido los vecinos de aquel nuevo mundo. Pe-
ro los que dieron mayores muestras de dolor, fueron los
Mexicanos que perdían un padre. Al mismo Mendoza le
fué muy dura la salida de la Nueva España; ya, por la
Índole sU3'i'e de sus naturales; ya, por lo agradecido que
á ellos estaba (1), pues á mas de haberlos siempre ha-
llado prontos en la ejecucion de sus mandamientos en su
largo vireinado, les debía la salud que disfrutaba, habién-
dolo curado los Indios de un tullimiento, con baños de
yerbas. La opulencia y buen órden que desde su tiempo
adquirió México, y el aumento que tuvo la Nueva Es-
paña, en gran parte, se le debe á Mendoza que por va·
rios vientos enviú colonias, que á la manera de los anti.
guos romanos, fundaron ciudades ilustres, haciendo en sus
cimientos soterrar lápidas de marmol en que estaban en.
tallados los años de la fundacion, y los nombres del Rey
Carlos l. y el suyo. Entre las demás la primera es Va-
lladolid que obtuvo este nombre por la semejanza de sus
campos (2), y del rio que le estú cerca al de Pisuerga en
la Castilla (3). No me ha parecido ageno de la historia
referir la respuesta, que M:endoza dió al juez que lo re.
sidenciaba. Le hacia éste cargo de no haber ejecutado el
mandamiento del Rey de alzar fortalezas en el comedio
de la Nueva España: su descargo fué, que aquel reino
no necesitaba para su defensa, sino casas de rerigiosos
edifieatüJos, que ellos solos mantendrían en los naturales
la obeáiencia á los reyes de Castilla. Con este modo de
pensar que mantuvo siempre M:endoza, no es de mara-
villar que su gobierno fuera paternal, y su ausencia do-
lorosa.


1551. 10. (4) Las alcaldías de mesta en este año, to-
caron ú Angel Villafaña, y á Andrés Tápia: las ordinarias
al Br. Alonso Perez, y Alonso de Aguilar: la procuraduría


[1 J Entrada de D. Luis Velaseo, segulldo Virey de
;11 é:L'ico.


(2] Alegre, Historia manuscrita de la Provincia de M{j.
xico, de la Compañía de Jesus.


[:.11 Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 9.-Elogios del Se-
¡¡al' lllcndoza.


[,1] Lib. Capitular.
TmI. {, 21




158 Año de lfí51.
mayor ú Francisco Vazquez Coronado, y el alferazgo
real á Alons{, Villanueva (1). Al principio de este año,
desembarazado Velasco de sus cumplidos, hizo llamar á los
oidores, á quienes habló en estos términos. "No ignorais,
Señores, que esta real Audiencia se ha establecido á se-
mejanza de las chancillerías, que son uno de los mayo-
res ornamentos de nuestra España; y así como éstas por
su rectitud en las decisiones han llegado al alto grado
que gozan, así deseo que vosotros no· os contenteis con
imitarlas, sino que traba.iei~ en excederlas, para hacer flo-
recer en este reino la justicia (2), y de mi parte os pro-
meto cooperar á vuestros mandamientos, COH tDdo el po-
der que el Rey ha depositado en mis manos.» Despues
convocó á los· maestros de los colegios, á quienes encar-
gó la enseñanza de los niños en virtud y letras, prome-
tiéndoles promoverlos conforme á su mérito. Dadas es-
tas disposiciones, y arreglada su familia tan cristianamen-
te, que todos entendieran que el blanco de SI/S acciones
era el servicio de Dios y del Rey, para comenzar su
gobierno con la bendicion de Dios, mandó otra vez pro.
mulgar la ley de que se ahorraran todos los esclavos ln-
dios que tenian los Españoles, ley que siete años antes
por las importunas (3) súplicas de los conquistadores, el
Emperador se habia visto precisado á mandar que se so-
breseyese. Este inesperado golpe sobrecogió de tal ma-
nera á los ricos Españoles, que trataban ya de impedir
la ejecucion. A la verdad, se les hacía muy duro perder
las grangerías que el sudor de aqucllos infelices les pro-
curaban; pero Velasco que siempre en hacer justicia á
los oprimidos se mostró inexórable, á los ruegos de los
conquistadores, no dió oído ni á razones de interés del
erario; escollo en que tropiezan contra el dictámen de
su conciencia muchos gobernadores. A cuantas veces le
representaron inminente la ruina de las minas si aquella
ley se cumplia, respondió, que mas importaba la libertad
de los Indios, que las minas de todo el mundo, y que las


[I] Herrera, Déc. 8. lib. 7. cap. 14.
[2] Aunque hubo no pocos oidores pe~'versos, al fin se


fijó el concepto ventajoso de la Audiencia de Jl.'Iéxico, .8lU
autos acordados forman su elogio.-B.


[3] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 14.




Año de 1552. 159
rcntag que de ellas percibía la corona, no eran de tal na-
turaleza que por ellas se hubieran de at1"Opellar las leyel
divinas y humanas. En virtud de estas razones en este
año, en todo el vireinato los gobernadores y corregido-
res dieron cumplimiento á esta ley, ahorrando ciento cin-
cuenta mil esclavos, sin contar una multitud de niños v
mugeres que seguian la condieion de sus madres (1). Al
mismo tiempo renovó Velasco el mandamiento tantas ve-
ces publicado, de que los Indios aunque se les pagara
su jornal no llevaran acuestas cargas: conocía muy bien
aquel Virey, que aquellos miserables por un pequeño in-
terés arruinaban su salud. Estas providencias al paso que
recrearon á los naturales, les fueron sensibilísimas á los
poderosos conquistadores (2). El 21 de Setiembre libró
el Emperador cédula para la ereccion de la Universidad.


1552. 11. (3) Junto el noble ayuntamiento el prime-
ro del año, eligió alcaldes de mesta, al Br. Alonso Pe-
rezo y á Alonso de AguiJar: ordinarios, á Gerónimo Ru~
de la Mota, y á Gabriel AguiJera: procuradores mayo-
res, á Pedro de Villegas, y á Rui Gonzalez: alférez real
aJ regidor decano Bernardino Vazquez Tápia: obrero ma·
yor, al segundo procurador mayor (4). Establecidas en
el año anterior las leyes de la libertad de los Indios, pa-
ra complemento de su felicidad, en el siguiente ordenó
el Emperador que Velasco destinara uno de los oidores
que visitara todos los pueblos que estaban cinco leguas
al derredor de México, y averiguara si aun quedaban es-
da vos, y si los corregidores y encomenderos cumplían
los mandamientos del buen trato que debían dar á los
Indios. Para las provincias lejanas nombró el Emperador
al licenciado Diego Ramircz, á quien encomendó tam-
bien que notificara á los encomenderos, que sus reparti-
mientos solo se les concedían durante sus vidas y las de
sus hijos: que muertos éstos, se incorporarían en la co-


[1] Este sí merece el pomposo nombre de libertador,
que hoy se ha atribuido á quienes nos han e,sclavizado.


(2) Eguiara, Biblioteca mexicana en la palabra aca-
demia.


[3] Lib. Capitular.
['1] Herrera, Décad. 8. lib. 8. cap. 3,
~.




160 Año de 155~.
rona, y en caso que el encomendero muriera dejando so-
lamente una hija, ésta si queria gozar del repartimiento
de su padre dentro del tiempo prescrito por las leyes. se
casara. Esta ley que con el decurso del tiempo iba ú cor-
tar la raiz de los malos tratamientos de los Indios, no so
ejecutó por los manejos de Jos encomenderos. Al mismo
licenciado se comisionó para quitar el servicio personal
que los Indios daban á los oidores. corregidores &e., á
quienes se prohibió no pusieran por sus tenientes á sus
deudos, ni á los nacidos en sus corregimientos. ltel11: que
los oficiales reales, ni por sí, ni por -medio de sus cria-
dos, compraran en las almonedas los efectos que se pu-
blicaban, bajo la pena de doscientos pesos de oro, y la
pérdida de lo comprado: que cuidara que los Indios no
estuvieran ociosos, y así que aprendieran algun oficio ú
trabajaran en las fábricas. Y habiendo llegado al Empe-
rador repetidas quejas de que los padres franciscanos, do-
minicanos. y agustinos con perjuicio de sus institutos se
ingerían en juzgar de las causas matrimoniales, se encar-
gó á los provisores de la Nueva España, que los contu-
vieran, y que no impidieran á los Indios sus mercados ó
tianguiztli, en los diasestablecidos. 1101' último, para eyj~
tal' en el nuevo mundo los desmanes de los eclesiásticos
en asunto de mugeres, mandó el Emperador á los oficia-
les reales de Sevilla, que no permitieran que los eclesiás-
ticos que pasaban á las Indias, llevaran consigo mugcres
aunque fueran sus hermanas.


1553. 12. (1) El primero del año, día solemne por
la eleccion de oficiales de policía, el regimiento de Mé-
xico nombró alcaldes de mesta á Gerónimo Ruiz de la
Mota, y á Gabriel Aguilera: ordinarios, á Pedro Zamo-
rano y á Juan Carbajal: procurador mayor, á Alonso de
Villanueva; pero habiendo enfermado éste, entró en su
lugar Rui Gonzalez: alférez real, Gonzalo ~uiz, que fué
tambien alcalde ordinario interino, ó por muerte ó por
enfermedad de alguno de los que tenian aquel cargo (2).
El 25 de Enero dia dedicado á la convcrsion del Após-
tol S. Pablo, por solicitud de Velasco se hizo en Méxi-
co la abertura de Jos estudios en la nueva Universidad.


fI J Lib. Capitular.
[2] Eguiara, Biblioteca .Mexicana, palabra academia




Año de 1553. tUI
Esta [uncion se ejecutó con toda la pompa que pedia la
primera Universidad en la mas noble colonia del mundo.
Celebrada una solemne misa en el colegio de S. Pablo (1)
de padres agustinos, allí se formó el paseo. Iban por de-
lante los catedráticos que se habían escogido: los seguían
cuantas personas literatas habia en aquella capital: cer-
raban el acompañamiento los tribunales, Ciudad y Audien-
cia. Con este órden llegaron ú la Universidad, en cuya
aula segun congetllro, dicha por uno de aquellos maes-
tros una oraeion latina, se instalaron los catedráticos. El
padre Fr. Alonso de la YeracJ'uz, agustino, fué el maestro
de Sagrada Escritura: de Teología, el maestro Fr. Pe-
dro Peña, dominicano, y Juan Negrete, célebre matemá-
tico: de Cánones, el Dr. Marrones, y Arévalo Sedeño: de
Instituta, el Dr. Frias, doctísirno en la lengua griega, que
tambien dió lecciones de Filosofia con Juan García: de
Retórica, el célebre Juan Cervantes Salazar, cuyas obras
atestiguan su bUfm gusto (2); y de Gramática, D. BIas Bus-
tamante. Tengo bastantes congeturas para persuadirme, que
así como en las universidades célebres de la Europa, hay
t:átedras de lenguas extrangeras, así en México se insti-
tuyeron desde Jos principios .cútedras de lengua Mexica.
na y Otomí, que son las mas extendidas en lo que com-
prende aquel reino. A este suceso feliz (3) sobrevinie-
ron dos aciagos: la rica flota de la Nueva España, que
va habia embocado en el canal de Bahamá, combatida
de las tempestades, fracasó en uno de aquellos bajos que
allí llaman cayos; pérdida grande no solo por los cuan.
tiosos caudales y frutos que conducía, sino principalmen-
te, por haber perecido casi cuantos pasageros y marine.
ros estaban repartidos por aquel gran convoy: los que
no murieron anegados, y tuvieron la fortuna de asir al-
guna tabla, que los llevó á la costa, perecieron á ma-
nos de los Floridanos. Entre los demás sacaba las lá-
grimas Voüa Catarina, hermosa viuda del rico encomen.
dero Ponze de Leon. Esta dama pasaba á Espaüa á des-
cargarse del delito que un negro, testigo singular le acha-


[1] Gil Gonzalez Dávila, tomo 1. fol. 32.
[2] Véase el magnífico elogio que hace el Beristain en


su respectivo artículo, tomo 1. pág. 328.
[3] T01"!luemada, p. 1. lib. 5. cap. 14.




16:¿ Año de 115153.
caba de haber dado favor ú Bernardino Bocanegra eH
el homicidio de su marido. A esta calamidad se aarerró


h h"" C' '" la otra: aquel año a ¡endo sIdo muy escaso de aguas,
de repente llovió un dia tanto y con tal tesan, que pa-
recia que el cielo se venía abajo. Por fortuna cesó antes
de las veinte y cuatro horas; pero México y cuantas ciu-
dades y lugares estaban á I~s orillas de aquellas lagunas
con todo aquel valle, se cubneron de tal mancra de agua,
que por tres ó cuatro dias solo en canoas se podia ca-
minar. Esta inundacion no hizo fuerza á los Mexicanos:
sabian muy bien por su historia, que México era expues-
ta á estos contratiempos; pero á Jos Españoles que no
habian experimentado semejante calamidad, causó gran
temor. El Virey Velasco prontamente hizo reparar los
daños que las aguas habian cau!!lado, y para lo futuro,
con acuerdo de aquel ayuntamiento y parecer de los in-
teligentes en aquella materia, determinó cercar la ciudad
c-on una fuerte albarrada. Para la prontitud de esta obra
convocó á los caciques de aquellas ciudades y pueblos
vecinos, á quienes mandó que acudieran á aquella obra
con toda su gente: ésta se comenzó con grande ahinco,
y para evitar la confusion que debia nacer entre tanto
pueblo, se dividió en cuadrillas, señalándolc.s á cada una
el terreno en que debía trabajar bajo la direccion de hábi-·
les maestros. El primero que comenzó la obra con el
hazadon á la mano. fué el Virey, que en los dias siguien.
tes corría de cuadrilla en cuadrilla, sirviendo de sobres-
tante (1): aquí alentaba á los que trabajaban con gustOj
allí, estimulaba á los perezosos: con esta diligencia con-
siguió que en pocos dias se terminara. Al buen éxito de
la obra, ayudó mucho el haber echado por otra parte
un riachuelo, que con sus avenidas hacía gran perjuicio
á la ciudad (2). En este año para extirpar, si era po-
sible los salteadores, se instituyó en México el tribuna}
rle la santa hermandad, al cual ó por mandamiento del
Emperador, ó por decreto del Virey, debian presidir los
dos alcaldes de mesta.


[lJ Otro tanto hizo en 1819 el Conde del Venadito.
!Jefe apreciable y di/!:no de nuestra memoria y gratitlld.


f2] Libro Capitular.




Afio de 1554. 1 (l3
1554. 13. (1) En este afio, el regimíentó hizo alraI-


des de me sta, y de la santa hermandad, á Juan Carba·
jal, y á Pedro Serrano: ordinarios. á Juan Cano, y á An·
tonio Cadena: procurador mayor, á Gonzalo Ruiz: alfé-
rez real, á Rui Gonzalez: fué juez de residencia, el Dr.
Montealegre, y regidor por S. M., Juan Velazquez Sao
lazar. Nombrados los oficios de policía (2), Velaseo que
no pensaba sino en el bien de los que el Emperador ha·
bia encomendado á su cuidado, advirtiendo que muchos
Afexic3no8 mm'jan en sus casas por no gcr los hospita-
les suficientes para abarcar á todos sus enfermos lo par-
ticipó al mismo, de lo que éste conmovido le respondió,
que fundara en el lugar que le pareciera uno para solo
los naturales, y de contado le ordenó tomara dos mil pe-
sos de oro de las penas de cámara, y cuatrocientos anual.
mente; añadiéndole, que si en las arcas donde se deposi-
taba aquel ramo de renta real, no habia dinero bastante,
echara mano de Jos caudales que hubiera en las cajas
reales, ínterin proveía á la dotacion de aquella obra pía
(3). Al mismo tiempo, para evitar el gran lujo que se
iba introducicndo en México, le mandó prohibiera á los
orífices ejercitar su oficio. En cumplír estos mandamien-
tos, entendía Velasco, cuando de las ciudades fronterizas
recibió mensageros con quienes le participaban los daños
que los Chichimecas hacian. Esta nacíon muy propagada
por el Poniente y Norueste de Nueva España, bien que
repetidas veces vencida, jamás se habia podido reducir á
vida civil (4). En aquella sazon tenia por gefe á un In-
dio que llamaban ~laxo~'To, que tenia mas ciencia militar
que la que se pouia imaginar en un inculto Chichimeca.
En una junta que tuvieron los suyos les hizo saber, que
ellos no eran capaces de medir sus armas con los Espa-
ñoles en camparla abierta, pues la ventaja sería por los
que se servian de las armas de fuego, y que esta era la
razon de los reveses que habian tenido: que si querian ha-
cer la guerra con fruto, se recogieran á las alturas y pica-
chos vecinos á los puertos, sin mas embarazo que algun


(1]
[2]
(3J
[4J


Lib. Capitular.
Herrera, Déc. 8. lib. 9. cap. 6.
Gil Gomalez Dávila, tomo l. fol. 23.
Herrera, Déc. 8. lib. lO, cap. 22.


,-


-i, 'JY "




lfH Mio de 15M.
talego de maíz tostado desde donde podrian hacer ~11
tradas por las poblaciones Españolas, y esperar una bue-
na ocasion de acometer á sus enemigos. Esta proposicion
había sido oida con aplauso universal, y efectívamentc,
poco tiempo antes pasando para Zaeateeas, por la hacien-
da que llaman Ojuelos, mas de treinta carretas y muchas
cabalgaduras cargadas de ricas mercaderías, y escoltadas
de un destacamento, los Chichimecas que estaban embos-
cados allí cerca, en un abrir y cerrar de ojos desbara-
taron el convoy, del cual no escaparon sino una sola caro
reta, y algunos pocos que debieron HI vióa á la veloci-
dad de sus caballos. Esta desgracia le fué muy scnsilJle
á Velaseo, quien para tener allí cerca un cuerpo de guar-
dia que hiciera frente á los enemigos, mandó que se fun-
daran las colonias de S. .Felipe y S. Miguel, que hoy
llaman el grande (1). Para la estabilidad de éstas, suce-
dió, que corriendo los Españoles aquella cordillera que
llaman Sierra madre, hallaron ricos mineros de oro y pla.
ta, que atrajeron gran golpe de Espaüoles, con los cua-
les se fundaron otras poblaciones, y los Chichimecas se
metieron tierra dentro.


1555. 14. (1) En el año que contaban del nacimiento
de Jesucristo 1555, la muy noble, insigne y leal ciudad de
México, nombró por alcaldes ordinarios, á Gcrónimo Ruiz
de la Mota, y á Gabriel Aguilera: de la hermandad, á An-
tonio Cadena, y á Juan Cano: por procurador mayor, V
alférez real, á Gonzalo Ruiz; pero habiendo éste entá:"
mado, suplió el oficio de alférez real, Rm Gonzalez: fue
teniente del alguacil mayor, George Zerón, y eapellan el
padre Juan Quito (2), Entretanto que se ordenaban las
colonias de que hablamos en el año anterior, Francisco
lbarra lejos de éstas descubrió ricas venas de oro y pla-
ta, y como luego que por la Nueva España corría la voz
de nuevas minas, volaban á ellas los Europeos; fué tanta
la gente que cargó, que se hizo nueva poblacion que IJa-
maron la Villa de N'ombre de Dios: en premio de esta
EIOlicitud, Ibarra fué nombrado gobernador de la provin-


[1 J O sea, S. llJi/oiucl de Allende, en honra d(J se-
gundo Caudillo de la Independencia ll:fcxicana, nacid.o allí


l21 Lihro· Capitular.
(3) Ilerrera, Décad. S. lib. 10. cap. 25




Año de 1555. 165
cta, y supo tratar á los Indios con tanta humanidad, que
se aficionaron al beneficio de las minas con aumento de
los intereses reales: esto sucedía en el centro de la Nue-
va España. En México Velasco deseoso de aliviar á los
Mexicanos, habia informado al Emperador, que aquellos
desdichados, no teniendo en sus pleitos quien representara
sus derechos, estaban expuestos no solo á la vejacion de
los letrados, sino tambien á que descuidaran de tales ne-
gocios los jueces, mayormente tratándose de otros intere-
ses: que aquel daño se podia evitar, si el fiscal de la co-
rona se encargase de estas causas; pero que si alguna era
contra el fisco, que el Virey destinara sugeto que hiciera
de Sil procurador. Todo lo otorgó el Emperador, encargán-
dole que informara si convenía ó no, que los encomen-
deros hicieran en sus repartimientos el oficio de corregi-
dores: ltem, si eran descuidados en la enseñanza de la
doctrina cristiana de sus Indios: que á los que hallara
culpados en esto, castigara con la pena impuesta por la
junta de obispos en el año de 1546; á mas de esto, que
remediara el abuso que le escribían de los eacíques, que
exigían de sus nacionales mas tributo que el impuesto:
que Jos oidores que visitaban las provincias, averiguaran
si los tributos eran excesivos (1). En el mismo año lle-
gó á México el breve de Paulo IV., en que aprobando
la fundacion de la Universidad, conforme á los estatutos
de la de Salamanca, le concedia varios privilegios. Este bre-
ve con los estatutos de aquel cuerpo, solemnemente se
pregonó por las plazas de la ciudad.


1556. 15. (2) Siendo alcaldes ordinarios, Alonso Con-
trcras, y D. Diego Guevara: de la hermandad Gerónimo
Ruiz de la Mota, y Gabriel Aguilera: procurador mayor,
y obrero mayor, Bernardino Albornóz: alférez real, Rui
Gonzalcz, teniendo voto de regidores por el Rey, D. Fer-
nando de Portugal, y Ortuño Ibarra: y capellan Sebas-
tian Bustamantc; dió estado el Virey á dos hijas que le
habian venido de España: su mayorazgo que era D. Luis.
tom> por muger á Doña María de Ircio (3), hija de Mar-


[1) Gil Gonzalez Dávila, Teat. Eelesiast. de las Igle.
sias de las Indias Decid. tomo 1. fol. 33.


[2] Lib. Capitular.
[3 J Torquemada. p. 1. lib. 5. cap. 14.
TQ,'f. l. 22




1 (;6 AIlo de 1 55t).
tin de lrcio, v de Doña María de Mendoza, hermana d~
D. Antonio que habia gobernado antes la Nueva Espaüa:
su otra hija que llamaban Doña Ana de Castilla, casó
con Diego Jbarra, rico Vizcaino, y caballero de Santiago,
Mientras que se celebraban estas bodas, se esparció por
la ciudad (1), que Carlos J. Rey de España, en una ge-
neral junta de los estados de Flandes. con la mayor so-
lemnidad habia el 25 de Octubre del año anterior, renun-
ciado en su hijo D. Felipe, Príncip~ de Asturias. la coro-
na de España, con todas sus dependencias, y que se ha-
bia retirado al monasterio de S. Just en la Extremadura.


1557. (2) EJ cabildo en el siguiente año, dió las al-
caldías de la hermandad, á Diego Guevara, y á Alonso
Contreras: las ordinarias, á Alonso Aguijar, y Antonio de
la Cadena: la procuraduría mayor, á Bemardino Albor-
nóz: el alferezasgo real, á D. Luis Castilla: el empleo
de obrero mayor, á D. Hernando Portugal: tuvo voto de
regidor por decreto del Rey, D. García Albon¡óz oficial
real, y Melchor de Legaspi tuvo del mismo la plaza de
escribano de cabildo. La voz que en el año pasado habia
corrido de la renuncia del Rcy Carlos l., se verificó con
dos cédulas que recibió el ayuntamiento el 5 de Abril,
la una (3) del mismo Carlos, fecha en 16 de Enero
en que daba parte á aquella noble ciudad de su abdi-
cae ion de la corona, y por lo mismo le mandaba pro-
clamaran por su Rey y señor á su hijo Felipe n.: la otra
de éste firmada el 17 del mismo mes, en que mandaba
lo mismo. Para el cumplimiento de estos órdenes se jun.
tó cabildo el mismo dia, y se determinó que el escriba-
no mayor Melchor de Legaspi, se despachara con una
carta al Virey que estaba fuera de la ciudad, suplicán-
dole tuviese á bien hallarse presente á la solemne jura
del Sei'íor D. Felipe n., que se habia determinado cele-
brar en la próxima pascua de Espiritu Santo. Efectiva-
mente, el Virey Velasco volvió á México, y el 4 de Ju.
nio aquel regimiento resolvió que la proclamacion se hi.
ciera Domingo dos dias despues, como se ejecutó, llevan-


[l] Famian Estrada, Hist. de Flandes lib. 1. fol. 5
edicion romana de 1600.


[2] Ltb. Capitular.
[3] Lib. Capitular,




Año de 1557. 167
do á. caballo con noble acompañamiento, el real pendan
de las casas de cabildo á la Catedral, en donde canta-
da la misa por su Arzobispo D. Fr. Alonso Montúfar, y
bendito el estandarte, en la misma forma que habian ve-
nido, el alférez real D. Luis de Castilla, lo condujo al
tablado magníficamente erigido en medio de la plaza ma·
yor: allí la ciudad (1) requirió al Virey que levantara
el pendan por el Señor D. Felipe 11., como lo hizo pre-
sente la real Audiencia, y sirviendo de testigos los pro-
vin~iales de S. Francisco y de Santo Domingo, en cu-
yo acto negaron á hacer el homenage por su nacion los
gobernadores Indios de Santiago, Tetzcoco, Tacuba, Co-
yoacán y otros. La misma funcion se hizo por toda la
Nueva España. Felipe n. entretanto habia escrito á Ve-
lasco, reeomendándole la justicia y el buen tratamiento
de los naturales; pero este Virey que para desempeñar
su oficio, no tenía necesidad de que lo aguijaran, admi-
nistraba á la sazon la justicia con tanta rectitud, y cui-:-
daba tanto de los Indios, que lo amaban y respetaban
como á padre. Para conseguir esto, puso freno á los Es-
pañoles que siempre tenía ocupados en fundar nuevas
colonias, con lo que consiguió que las artes y comercio
florecieran (2). En este año Felipe n. eximió á los In-
dios de la ley general que en un concilio celebrado dos
años antes se habia publicado, de que todos pagaran el
diezmo.


1558. 16. (3) En el siguiente año conforme al esta-
tuto, el cabildo hizo alcaldes de la hermandad, á Alonso
Aguilar, y á Antonio Cadena: ordinarios, á Bernardino
del Castillo, y á Manuel Villegas: procurador mayor, á
Bernardino Albornóz: alférez real, á Antonio Carbajal, y
el Rey nombró por regidor, á Francisco l\[érida. Mien-
tras que Velasco entendía en hacer que florecieran en
los pueblos de su dependencia la justicia y la ""abundan-
cia, el Rey Felipe que habia llevado pesadamente los
reveses que los Españoles habian tenido cuantas ocasiones
habian emprendido conquistar la florida, quiso que al prin-
cipio de su reínado se hiciera otra tentativa. Le parecía


[1]
[2)
(3]


Lib. Capitular.
Torquemada, p. 3. lib. 17. cap. 200,
Lib. Capitular.




168 Año de 1558.
cosa de menos .... aler, que unas naciones que no podían
ser muy numerosas no se pudieran sojuzgar, cuando ca~
aü todos los pueblos americanos que se conocían y entre
ellos reinos bien ordenados, como México y el Perú, ha-
bian bajado la cervíz á las armas españolas. Para salir
con este intento, mandó á V clasco que aprestara navíos,
y alistara soldados, destinando para mandarlos (lficiale~
experimentados, de quienes se pudiera prometer la con-
quista, y que la direccion espiritual de aquella fuerza, y
la eonversion (1) de aquclJos infieles, la pusiera al cui-
dado de los padres dominicanos. En cumplimiento de es~
tos mandamientos, el Virey hizo levas, é intimó á los
Mexicanos que acudieran con cierto número de fleche-
ros. Los Españoles entretanto, en quienes no se habia
apaciguado el espíritu de conquista, creyendo hallar en la
Florida, ó por dichas provincias abrirse paso á otros rei-
nos tan opulentos como México y el Perú, se alistaban
tan de buena gana, que' fué preciso que Velasco no so-
lo descartara á los inútiles, sino tambien que hiciera sus-
pender las levas (2). Dos mil hombres de tropas esco-
gidas divididas en seis escuadrones, y otras tanta~ com-
pañías de infantería al mando del general D. Tristan de
Acuña, le parecieron suficientes para obtener la empre-
sa. Nombrado el general y oficiales, el resto del año se
pasó en adestrar las tropas. Con éstas mandó tambicn
Velasco que fueran como intérpretes ocho Españoles que
habian recorrido aquellas provincias, y habían hallado en
la provincia de Coza gentes muy afables qlle Jos habían
favorecido. A éstos cuando se encaminaban (3) á la Nue-
va España, se les habian juntado algunas muge res flori-
dan as, que el Virey quiso que repartieran para contar
entre los suyos lo bien que habian sido tratadas de los
Españoles.


1559. 17. (4) Fueron alcaldes de la hermandad en
~ste año, Bernardino del Castillo, y Manuel VílIegas: or-
dinarios, D. Rodrigo Maldonado, y Juan Guerrero: pro-


[1]
canos


[2]
[3]
[4]


Dúvíla Padilla, Hút. de la Provincia de domini~
de Méxiro, lib. 1. cap. 58.


Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 14.
Dúvila Padilla, lib. 1. cap. 58.
Lib. Capitular.




Arlo de 1559. ] GU
curador mayor, Bernardino Albornóz: capellan, Rodrigo
Lopez Albornóz: tuvieron plazas de regidores por el Rey,
D. Pedro Lorenzana de Castilleja, Bernardino Bocanegra, y
Jorge de Mérida. Aprestadas las tropas (1), que iban á
la .jornada de la Florida, para dar Ve lasco calor á la ex-
pedicion, marchó con el ejército á Veracruz en donde ha·
lló acopiados los víveres, y listas las embarcaciones. Des-
pues de pocos días que habian descansado los soldados se
efectuó el embarco en trece velas que componían aquella
flota. Al partir les hizo el Virey un razonamiento, trayén~
doles á la memoria que aquella jornada no tenía otro fin
que la dilatacion del nombre cristiano, á que jamás llega-
rían si no se ganaban aquellos naturales con el buen tra-
to, y el ejercicio de las virtudes cristianas. Todo el ve-
cindario de Veracruz acudió á la playa, y les gritaba alen-
tándolos á ir de buen ánimo, que esperaban presto vol-
verlos á ver victoriosos. Luego que la flota se perdió de
vista, volvió se Ve/asco á México muy incierto del éxito
de aquella expedicíon. Habia oído hablar mucho del va-
lor de los floridanos, y del modo con que otras veces ha-
bian hecho la guerra á los Españoles, y así temia algun
revés. No es necesario á esta historia el referir todo lo acae-
cido en este tiempo en la Florida, pues apenas mi cortedad
alcanza á lo que es propio de la ciudad de México. Bas-
tará decir, que la flota arribó con felicidad á aquellas
partes: que las naves en los surgideros estuvieron ex-
puestas á los malos tiempos, y que los floridanos estre-
charon tanto á los Españoles. que se vieron obligados á
pedir socorros á Velasco, quien luego despachó al ca-
pitan Biedma con algunas compañías, y en seguida á An-
gel ViIlafañe; pero viendo éstos que era imposible man-
tenerse en aquellos puestos contra naciones que se ha-
bían conjurado contra los Españoles, transportaron á la
Habana, y de allí á Veraeruz los residuos de aquella
tropa. En aquel tiempo, sabedor Velasco de que los Fran-
ceses pensaban en fundar colonias en la Florida, ordenó
al gefe de escuadra. l\1elendez de Valdés, que corriera
por aquella costa, y les disputara el desembarco.


1560. 18. (2) En 1560, fueron alcaldes de la her-


[1] Dávila Padilla, lib. 1. cap. 58.
(2) Lib. Capitular.




1 'iD Año de 1560.
mandad, Juan Guerrero, y D. Rodrigo Maldonaoo: ordí~
naríos, Alonso Valiente, y Hernando de Avila: procura-
dor mayor, D. Hernando Portugal: obrero mayor, Juan
Velazquez Salazar, y tuvo voto de regidor por el Rev,
el oficial real, Francisco Montealegre (1). En el tiempo
en que Velasco atendía en los aprestos de las fuerzas
que iban á la jornada de la Florida, a!gunos sugetos de
México mal contentos de su gobierno, que por lo mismo
pienso serían los encomenderos unidos con los oidores, in·
formaron al Rey, que á mas de ser peligroso, era im-
posible, que los vireyes de Nueva España solos pudieran
dar expediente á los innumerables negocios que de todo
el vireinato se les ofrecian: que se daría curso á éstos
mas fácilmente. si consultara á 10s oidores, y nada resol·
viera sin su parecer. I>ara el buen despacho de esta pre.
tcncion se ganaron á los consejeros, quienes la propusie-
ron al Rey, no de otra manera, que como si movidos
del deseo de aliviar á Velasco de lo mas pesado de su
gobierno, miraran por su. salud. Felipe II. que ignoraba
este manejo, y sabia que aquel Virey no era dominado
del espíritu de mandarlo todo, le escribió significándole
su pesar,por la salud que le decian tenia tan quebran-
tada, y que para aliviarlo en el despacho, habia determi-
nado con el parecer de su consejo, que los negocios del
vire in ato los consultara con la Audiencia, y oido su vo-
to resolviera lo que juzgara mas conveniente. Luego que
esta cédula se divulgó por México, no solo no se aceleró.
el despacho, sino que se experimentó que encallaban cada
dia mas los negocios de los Españoles, y se olvidaban de
los de los naturales. Para el remedio de este perjuicio, Ve-
lasco y la ciudad con todas las personas de cuenta, determi-
naron enviar al Rey procuradores que le hicieran paten-
te los daños que nacían del mandamiento que acababa'
de librar (2). Así que el regimiento escogió dos capitu-
lares, que fueron Gerúnimo Ruiz de la Mota, y Juan
Cano: por escusa de éste se substituyó á Antonio Tur-
cios, y por su falta á Bcrnardino Albornóz (3). A estos


[1] Torquenwda, p. 1. lib. 5. cap. lG.
['2] Lib. Capitular.
[3] Torquemada, p. 1. lib. S. cap. 16.




Año de 15G1. 171
~e Juntaron tres religiosos de autoridad, de los órdenes de
S. Francisco, Santo Domingo, y S. Agustin.


1561. 19. (1) Entraron de alcaldes de la hermandad
en el siguiente año, Rernando de A vila, y Alonso Va-
liente: ordinarios, Pedro Meneses, y Diego Arias Sote lo:
de procurador mayor, Bernardino Albornóz: de obrero ma-
yor, D. Fernando Portugal: de escribano mayor interino,
Diego Tristam de alférez real, Juan Sámano: de pro-
curador de córte, D. García Albornóz: una plaza de re-
gidor dió. el Rey á Diego Arias 80teJo, y voto en ca-
bildo á Ortuño lbarrn (3). Elegidos en el año antes los
procuradores que debian partir á la córte, en éste se les
dieron las instrucciones de lo que debian hacer. El punto
principal era representar al Rey, que habiendo sido aquel
gobierno fácil y expedito en tiempo de Mendoza, y en
los años que se contaban del Vil'ey actual, se habia in-
trincado de tal manera con la dependencia de la Audien-
cia, que si no se volvia al actual Virey la autoridad ili-
mitada que antes tenia, perdcría él y sus sucesores la es-
timacion y aprecio que les era necesario en aquel pues-
to para contener á los Españoles y naturales en su de-
ber: que el Virey Velasco hasta entonces se habia acon-
sejado con los oidores en los negocios de mayor momen-
to: que el consultarlos en todo, no serviría de otra cosa
que de ocuparlos lo mas del año distrayéndolos de su
principal oficio de oír y sentenciar las causas de los liti-
gantes. A mas de ésto, se encomendó tambien á los di.
chos procuradores que solicitaran que la Audiencia no cono-
ciera de los pleitos de los Indios, porque tratándose de frus-
lerias mientras que los oidores observaban las formalidades
del derecho con grave perjuicio de las partes se prolon-
gaban sus causas: que sería mas expedito que dichos nego-
cios los sentenciasen sus alcaldes, y si las partes reclama-
ban, sumariamente decidiera el corregidor: que las causas de
los Indios de alguna entidad eran sobre los lindes de sus
pueblos, pastos &c., y de estas que aseguraran al Rey, que
muchas ocho y diez años habia que estaban pendientes: que
el único remedio que en México se hallaba para impedir las


[11 Lib. Capitular.
[:2] Tarquemada, p. 1. lib. &. cap. 16.




172 Año de 1562.
veJacIOnes que de esta dilacion nacían, era el destmar dos
ó tres sugetos de integridad, que o solos ó juntos vieran por
si mismos en los lugares controvertidos, quien de la!'! dos
partes tenia razon, y con este informe decidiera el Virev,
sin dar lugar á la apelacion. Para este empleo se les encai·.
gaba á los procuradores propusieran al Rey los abogados
Zorita y Sedeño, con el oficial real, Francisco l\1onteale<Tre.


1562. 20. Los oficios de policía el primero del ~ñO,
los tuvieron Diego Arias 80telo y Pedro Meneses, al-
caldes de la hermandad: George Zeron, y Juan Enri-
quez, ordinarios: Juan 8ámano, procurador mayor: Alon-
so Bazan, de córte: D. Hernando Portugal, obrero mayor,
D. l)edro Lorenzo de Castilla, alferez real: nombrÓ el
Rey por regidores, á Francisco Mérida, y á Gerónimo
Lopcz. Habiendo arribado tÍ la cÓ11e los procuradores de
México, y hecho los mayores esfuerzos por obtener la rc-
vocacion de la dependencia del Virey á la Audiencia, fue-
ron inútiles sus diligencias (1), porque los contrarios de
antemano habian preocupado el ánimo del Rey. No obs-
tante, para remediar aquellos otros abusos de que habian
hecho informes á Felipe 11., envió de visitador á la Nue-
va España al Lic. Valderrama. El fijar el cronista An-
tonio Herrera el despacho de éste doce años antes, me
hace persuadir que hay algun error en la imprenta, pues
consta del libro Capitular de México, que al siguiente año
llegó á aquella ciudad (2). En las instrucciones que se le
dieron le mandaba el Rey que hiciera saber á los oidores,
que visitaban las provincias dependientes de aquella Au-
diencia, que quitaran los hatos y estancias, que eran de
perjuicio á los naturales, y que se informaran si tenian
la asistencia espiritual necesaria: que cuidara de que los
cacíques no exigieran de los Indios mas tributo, que el
impuesto. A mas de esto, que por ningun pretesto el mis-
mo visitador enviara á alguno de . sus parientes con eo-
mision alguna á las provincias, debiendo por sí visitarlas.
ltem: que velara en que los oidores no entendieran en
descubrimientos, ni en grangerías, como se les habia man~
dado; y bien que hubiesen suplicado de aquel mandamiento


[1] Torquemada, p. 1. líb. 5. cap lG.
[2] Herrera, Déc. 8. lib. 6. cap. 17.




Año de 1562. 178
Y llevado repulsa, se sabía que seguian en sus tratos, fia-
dos en las ganancias que sacaban que les daban para
pagar la multa impuesta: que para evitar en adelante se-
mejante desórden, les notificara privacion del oficio y per-
dimiento de sus grangerías á mas de mil ducados, y á
los que tuvieran trato de compañía con ellos confiscacion
de sus bienes: la misma pena se extendió á. los oficiales
de la casa de moneda. Llevó tambien comision Valder-
rama de avisar á los corregidores que conocieran de los
delitos de Jos Espaíloles, y de los agravios que recibie-
ran Jos naturales de sus encomenderos. Item: que no cor-
riera en Nueva España en el comercio el oro en polvo,
ni los tejos que no estuvieran quintados, bajo la pena de
perderlos. Y habiendo sabido el Rey que en cierto plei-
to una de las partes alegaba por testigos á dos oidores
que se habían negado á deponer lo que sabían, para que
en adelante la justicia por falta de probanzas no queda-
ra ofuscada, se mand6 á la Audiencia que proveyese. A
Velasco y á sus sucesores se encomendó el conocimien-
to de los delitos de los oidoreS', á que dió ocasion, que
cn el arlo anterior un regidor de México (cuyo nombre
ignoro), pasando delante de un oidor no le habia hecho
el acatamiento. descaperuzándose, de lo qUIil aquel hombre
indignado, lo puso preso, y cargó de grillos; pero el Ca-
pitular, conforme á una ordenanza antigua, se habia que~
rellado ante un alcalde ordinario, y de este suceso ha-
bían nacido grandes disensiones entre el ayuntamiento y
Audiencia. Con el mismo Valdcrmma proveyó tambien
el Rey, que en caso de muerte de los vireyes, ó de im-
pedimento para atender á su empleo. si no se hl:j.llaba
otro nombrado, que gobernara la Audiencia. Por medio del
visitador respondió Felipe JI. al pedimento que le habian
hecho los curas de Nueva España, que se hallaban en
parroquias donde se hablaban diversas lenguas, como en
la Nueva Galicia, que ellos no sabian; y así suplicaban
que se estableciese entre aquellos Indios que aprendieran
el idioma mexicano que sabian. El mandamiento del Rey
fué, que en todos los pueblos se pusieran maestros de cs-
cuela que enseñaran el romance. Al mismo tiempo, d~·­
seando Felipe 11. que el dominio Español se extendi')a
.a tambien por la Asia, despacho cédllla al Virey pi" a
que enviara una r:olonia. á la extremidad del Orienty-rt


'1'0)1. I. 23


.'




:. "¡4 Afio de 1563-
las islas de Luzon, que años atrás habia descubIerto Vi.
llalobos, y en honor suyo habia llamado Filipinas. En es-
te año repatrió el marqués del Valle, hijo del gran Her-
nan Cortés (1).


1563. 21. (2) Los cargos de ciudad, se repartieron
al principio del año de esta manera. Las alcaldías de la
hennanclad tocaron á George Zeron, y á Juan Enriquez:
las ordinarias, á Gonzalo de las Casas, y á Gaspar Jua-
res: la procuraduría mayor, á Bernardino Albornóz: el
puesto de obrero mayor, á D. Diego Guevara: la mayor-
domía, á Francisco Trejo: el alferazgo real, á Bernardi-
no Pacheco Bocanegra: entró de regidor por el Rey. Her-
nanoo Villanueva. En este año, abierta la visita de Val-
derrama (3), publicó bando en que mandaba que los na-
turales de Nueva España en lugar de dos, pagaran cua-
tro reales de tributo, de cuya ley no quedaron exéntos los
Mexicanos que habitaban en el recinto de la ciudad. Agra-
vados éstos, le representaron, que desde el tiempo de sus
reyes gozaban de privilegio y exéncion, que habian confir.
mado los gobernadores y vireyes, por la razon de que la
mayor parte de aquellos vecinos, no poseyendo bienes raí.
ces, tenian obligacion de acudir á las obras publicas, y que
aumentadas éstas bajo el dominio de los Españoles, y subs-
traídos de concurrir á aquel trabajo los pueblos vecinos,
todo aquel peso cargaba sobre ellos, y nQ tenian tiempo
para otras grangerías. Esta moderada representacion de
aquellos vecinos, no tuvo por respuesta sino la cobranza
del tributo. Viendo éstos sus instancias desatendidas, pro-
curaron por medio del Virey que los amaba, que aquel
visitador se apiadara de ellos. iPero qué podia hacer V c-
lasco cuando su autoridad se hallaba dependiente de la.
Audiencia, y de aquel visitador? Y así como pudo los pro-
curó consolar. Tal inflexibidad en Valderrama le atrajo el
odioso renombre de molestador de los Indios. Entretanto
que Valderrama entendía en la visita, Velasc.o aprestaba
navíos y soldados que fueran á Filipinas, y señalado pOl'


[1] Esta voz es inventada, é importa tanto como vol-
ver á la pátria: el autor la usa con frecuencia.


[2] Libro Capitular.
[3] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 16




Año de 1564. 175
general jWiguel Lopez de Legaspi, para el año siguiente
se publicó aquella .jornada.


1564. 22. (1) El primero del año se ocupó el regi-
miento en la cleccion de sugetos que habian de servir los
puestos, y escogió por alcaldes ordinarios, á Juan Cervan-
tes, y á Gonzalo Salazar: de mesta, á Juan Xaramillo, y
á Juan Moscoso: por procurador mayor, á Bernardino AI-
bornóz: por mayordomo, á Francisco Olmos: por obrero
mayor, á Bernardino Bocanegra: entró de alguacil mayor
por mandamiento del visitador, D. Martin Cortés, herma-
no de padre del marqués del Valle: por eapellan, Rodri.
go Lopez Albornóz: desplles de tiempo, por muerte de
un alcalde entró Gerónimo de Medina, y por impedimen-
to del obrero mayor, Francisco Mérida: el alferez real fué
Diego Arias Sotelo, y á una plaza vacante de regidor pro-
movió el Rey á Antonio Carbajal. Aprestadas ya las fuer-
zas y familias que debian pasar á la fundacion de la co·
lonia de Filipinas, se suspendió su despacho por el em-
peoramiento de la salud del Virey. Tiempo habia que pa-
decia de la orina, y creciéndole el mal en aquel estío, el
81 de Julio con universal sentimiento falleció. Divulgada
I'0r México su muerte, todos se vistieron de luto (2) co-
mo lo afirma Gil Gonzalez Dávila, y lo lloraron los Me-
xicanos y Españoles, no de otra manera que si perdieran
un padre comun. Es gloria peculiar de D. Luis de Velas-
co, que entre todos los gobernantes del nuevo mundo (3),
á él solo hasta entonces se le hubiera dado el apreciable
renombre de padre de la pátria. Su entierro fué el mas pom-
poso que acaso la América habia visto. Acompañó el ca-
dáver á Santo Domingo (donde fué sepultado) todo el ve-
cindario, fué allí conducido en hombros de cuatro obispos,
de seis que á la sazon se hallaban en México en un con-
cilio provincial. Marcharon tambien las compañías que iban
á Filipinas. Es testimonio de la virtud é integridad de es-
te Virey, la carta que el Cabildo de la Santa Iglesia de
México escribió á Pelipe 11. sobre su muerte, monumen-
to que nos ha parecido digno de esta historia. "Ha dado,
dice, en general á toda esta Nueva Espaiia muy grande


[1]
[2]
[3]


Libro Capitular.
Gil Gonzalez Dávila, tomo l. fol. 34.
Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 16.


".




f76 Aúo de 1564.
pena su muerte, porque con la larga expencllcía que le-
nía, gobernaba con tanta rcctitud y prudencia sin hacer
agravio á ninguno, que todos lo teniamos en lugar oc padre.
Murió el postrer dia de Julio muy pobre, y con muchas
deudas, porque siempre se entendió de tener por fin prin-
cipal hacer justicia con toda limpieza, sin pretender ad-
quirir cosa alguna, mas de servir á Dios y á V. M., sus·
tentando el reino en suma paz y quietud (1).))


Los padres franciscanos de aquella provincia, hablan.
do sobre esta desgracia al mismo Felipe JI., como si adi.
vinaran lo que poco despues sucedió, se explicauan en
estos términos: "Del modo con que irá en adelante el
gqbierno de esta Nueva España, conocerá V. M. la fal-
ta que hace el Vire'y Velaseo: al hijo que queda en Mé.
xico lo recomendamos, para que por los servicios de su
padre sea atendido.»


23. Por la muerte de Velasco entró la Audiencia á
gobernar el reino conforme al mandamiento de Felipe n.
á ésta que se componía de los oidores, doctores lJedro
Villalobos, y Gerónimo de Orosco, presidia su decano el
Lic. Zeinos (2). Luego que éstos con el visitador se des-
embarazaron de los negocios rezagados por la enferme-
dad de Velasco, apresuraron la expedicion de Filipinas.
que se verificó el 21 de NoviembI:e en que dieron las
velas en el puerto de la Navidad las cinco embarcacio-
lles que componian aquel convOy. Varían los autores en
el número de soldados; quién pone (3) seiscientos; quién
setecientos y cuatrocientos. Lo mismo sucede con la tri.
pulacion. Lo que á la historia hace es que Legaspi llegó
con felicidad al término de su viage, porque su industria
y trabajo fundó á Manila que en los años venideras lle-
gó al alto grado de ser uno de los mas célebres empo-
rios del Oriente. con mas utilidad de la Nueva Espaiía,
que del erario.


1565. (4) Fueron en este año alcaldes ordinarios, el
Dr. Bustamante y Julian Salazar: de mesta, Francisco 01.
mos, y' Julian Gamboa: procurador mayor, Diego Aria!'


P] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 11.
[2] El mismo, cap. 18.
[3] Hist. de Filipinas manuscrita,
[4J Lib. Capitular.




~~ño de 1565. 117
Saldo: obrero mayor y alférez real, Francisco Mérida:
mayordomo, Juan Peiias: escribano mayor interino, Pedro
de Salazar: alguacil mayol' Juan Súmario: procurador de
córte, Bernardino Albornóz (1). La Nueva Espáña por
estos tiempos comenzó á resentirse de la falta que ha-
cía Velasco. Las no"cdades, ódios y desavenencias que
se observaban' en los oidores respecto de 108 particulares,
y principalmente de los liaoles que habian estado ocul·
tas. por el miedo de aquel Virc~', comenzaron á descu.
brirsc. Entretanto Valderrama, ti quien las lágrimas de
los Mexicanos no habiall ablandado, habiendo cumplido
con su comision, depuesto y enviado á Espafla dos oi-
dores ,de aquella Audiencia (2) v.:illanueva y Puga, se vol-
vió áJa cór{e á informar 'al'Rey del estado en que de-
jaba la N uevaEspafia. Si su partida fué celebrada de
los Indios, mucho mas lo fué de, tres oidares que deseaban
sc alejase aquel ministro que los tenia sujetos, é impe-
día que gobernaran á su antojo. '


1566. ~,4. (a) En el año de 1566, siendo alcaldes or-
dinarios, Antonio Cadena y Manuel Villegas: de mesta,
Juan EnrifJucz, y el Br. Alonso Martinez: procurador ma·
yor Gerónimo l.opez: obrero mayor Francisco Mérida:
mayordomo. Diego Tristan: alférez real, Alonso Dávila
Alvarado: nnevos regidores, George de Mérida, y el ca·
ballero de Santiago D. Luis de Velasco, hijo del difun.
to Virey, la ciudad de México se vió anegada en un
mar de lágrimas, por la violencia de los tres oidores que
gobernaban la Nueva España, por la cual este año, cu-
ya historia comenzamos, es uno de los mas notables. El
marqués del Valle como antes digimos, se habia restitui·
do á su pátria México, y como educado entre los libres
flamencos, se trataba CGmo gran SeI10r (4), pasando la
vida en convites y festejos. Uno de los caballeros que
mas frecuentaba su conversacion, era Alonso Gonzalez Dá.
vila, el cual con su hermano Gil, con su poco recato en
el hablar, dió ocas ion á aquellos oidores á que se cn-


-----


[1] Torquemada, p. 1. lib. iJ. cap. 18.
[2] El mismo, cap. 20.
[31 Lib. Capitular. [4 Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 18.




178 Año de 1566.
sangrentaran sus manos cn ambos, y desfogaran su pa-
sion, con la mayor parte de la nobleza española que ha-
bia en México. Fué el caso, que la marquesa del Valle
dió á luz "dos mellizos, que bautizó el 30 de Junio el
Dean de aquella Catedral, D. Juan Chico dc Molina.
Fueron los padrinos, D. Luis de Castilla, y su muger
Doña Juana de Sosa: llevaron á los párvulos por un co.
bertizo magníficamente adobado, que unía las casas del
marqués á aquel templo, D. Carlos de Zúñiga y D. Pe-
dro de Luna, en donde al pasar los recien bautizados,
se hizo un torneo en que doce caballeros combatían con
gran destreza. Las fiestas que se hicieron de seguida,
duraron seis ú ocho dias, y verdaderamente mas eran fies-
tas reales, que de un particular; pues el dia se paRaba
en convites, juegos de cañas y otros espectáculos, y las
noches en saraos, cenas y encamisadas. Entre las demás
diversiones que se idearon en aquella ocasion, me ha pa-
recido no omitir la siguiente. En medio de la plaza en
donde estaban situadas las" casas del marqués, se le"van-
taba un bosque, en donde corrían venados, liebres, y otros
animales monteses, cuya caza levantaban los Mexicanos
flecheros que estaban apostados en ciertas distancias: en
las puertas del marqués estaban colocados con simetría
un buey asado. y muchas aves domésticas, y de monte,
con dos pipas de vino. Acabada la partida de caza, y
hecha la señal al pueblo para que entrara al saco de
aquellos comestibles, pasaron los marqueses á un sarao
que Alonso Gonzalez Dávila les tenia en su casa preve.
nido. Este terminó con una contradanza, que represen-
taba el recibimiento que hizo el Rey Moctheuzoma á Her-
nan Cortés, haciendo las veces ue éste, el marqués su
hijo, y las del Rey de México el mismo Dávila. En aque-
na danza hablada, tuvieron lugar aquellas ceremonias que
habían pasado en aquel tiempo, como el sartal de cuen-
tas de vidrio que echó Cortés al cuello de aquel Rey,
y la preciosa cadena de oro que éste le dió. Acabada
la contradanza, Dávila tomando dos coronas de laurel
en la mano, las puso sobre los marqueses diciéndoles:
jO qué bien les están las coronas ti. Vras. señorías! De allí
pasaron al comedor, en donde se sirvió una cena opípa-
ra en que hubo muchos brindis: aquÍ segun el informe de
las espías que la Audiencia habia puesto. se trató de /P




Año de 1566. 17&
v-antar al marques del Valle por Rey de MéxICO. Acaba·
da la cena, siguió una lucida encamisada. Los siguientes
días se pasaron en nuevos festejos. En uno de éstos, se-
gun el informe de las espías, el Dean de la Iglesia Ca-
tedral, D. Juan Chico de Molina, puso sobre la cabeza
de) marqués, una gran taza de oro en que solia beber,
diciéndole, que le asentaba muy bien. Sería cosa larga el
referir todo lo que los malignos que conocían el humor
de los oidores, les iban á contar acriminando sobre todos
al dicho Dean, que decian era el que mas calor daba al
levantamiento meditado. Estas delaciones ciertamente ex á-
geradas, obligaron al acuerdo á formar procesos, y á apos-
tar gente para evitar tumultos.


25. Pasados algunos dias, las espías informaron á la
Audiencia, que habian ya descubierto el modo y el dia
en que debian alzar por el Rey al marqués del Valle. El
día debia ser el 12 de Agosto, vigilia de S. Hipólito, pro.
tector de México, en que se celebra la conquista de aquel
reino con extraordinario concurso, en que el alférez real
entre los tribunales y caballeros, lleva en un paseo á ca-
ballo el estandarte que sirvió en aquella guerra, á la her-
mita de S. Hipó]ito que estaba en un barrio, y vuelve
por la calle de Tacuba, en cuya extremidad está la tor-
re del relox, en la esquina de las casas del marqués. Allí
se debia disponer un navío cargado de gente armada que
saliera al tiempo que el paseo empezaba, y quitado el
estandarte al alférez real, y entregado al marqués del Va-
lle que debia aparecerse á caballo, se habian de matar
los oidores y todos cuantos no convinieran en saludar al
marqués por Rey de México. En atencion á esta denun.
cia, el acuerdo resolvió asegurar á los traidores, lo que
se ejecutó de esta manera: al marqués del Valle se ]e des·
pachó un mensagero con recado de tener á bien ir á la
saJa, por haberse recibido despachos del Rey que debian
abrirse á su vista. El marqués que nada sospechaba, lue-
go compareció, tomó asiento en un taburete raso que se
le habia preparado, y entretanto se apostaron los solda-
dos por aquellos salon"s. A este tiempo uno de los oido-
res acercándoselc le dijo: marqués sed preso por el Rey.
Replicó éste: ¿por qué tengo de ser preso? Por traidor á
S. irl. le respondió el oidor. A tal oprobrio, empuñando
el marqués su daga, le dijo: mentís, que yo no soy trai-




180 Aúo dc 156H .
.101' á mi Rey, ni los ha habido en mi linage. Apacigua-
da un poco su cólera, se le pidieron las armas que ó por
mostrar su lealtad, ó por no poderse defender cntreg()
luego, y fué llevado preso á las easas reales.


26. Al mismo tiempo despachó la Audiencia al algua-
cil mayor de la ciudad Juan Sámano á Tetzcoco á pren-
derá aquel justicia mayor D. Luis, hermano oc padre
del marqués, éste. con el otro herma,lO tambien de pa.
dre D. Martin, Alonso, y Gil Gonzalez Dávila que aca-
baban de llegar de fuera, fueron llevados ú la cárcel de
córte, y D. Juan Chico de Molina á la torre del Arzo-
bispado. Al siguiente dia se notificó á los caballeros aquí
nombrados, y á otros muchos que tuvieran sus casas por
cárceles, bajo la pena ordinaria al que no obedeciera. Es-
tos fueron D. Luis de Castilla, compadre del marqués
D. Pedro Lorenzo de Castilla, su hijo, Rernan Gutierrez
Altamirano, D. Lope de Sosa, Alonso Estrada y sus her-
manos, Diego Rodríguez Orosco, Antonio de Carbajal el
mozo, Juan de Valdiviczo, D, Juan de Guzman, Bernar-
dino Pacheco de Bocanegra, Nuño de ehayes, Luis Pon-
ze de Leon, D. Fernando de Córdova, D. Francisco Pa-
checo, y todos sus hermanos, Juan de Villafaña, y final-
mente, Juan de la Torre. A todos estos que eran de la
primera nobleza, se les pidieron las llaves de sus cofres
y papeleras que se registraron con cxáetitud, y segun
lo que oyó Torquernada (1) en una papelera de Alonso
Dávila, se hallaron muchos bilIdes de varias damas, que
ministraron materia á los oidores para el proceso, ¡CO-
mo si fuera verisimil que asunto tan delicado no tuvie-
ra otras pruebas que los billetes de mugeres mozas! De
éstos pues, formado el proceso contra Alonso Dávila, y
á vueltas contra Gil su hermano, se les dió traslado pa-
ra que se descargasen; pero no satisfaeiendo al acuerdo
los descargos de éstos, los condenaron á degucllo, bien
que apelaran al Rey de la inicua sentencia, y q1le toda
la ciudad intercediera por su vida. El :1 de Agosto á las
siete de la noche, los sacaron de las cárceles en sen-
das mulas, en derechura al cadahalso que estaba prepara-
do en la plaza mayor, cerca de las casas de cabildo.
Iban vestidos con el trage que tenían cuando fueron pre·


[31 Torquemarla. p. J. lió. 5. cap. 18.




ArlO de 1566. 181
,I)S; Alonso, de negro, con una turca de damasco pardo,
gorra de terciopelo con pluma negra, y cadena de oro
al cuello: Gil, vestido de color pardo. Lloraba México la
desgracia de jóvenes tan amables, y detestaba la preci-
pitacion de los oidores, en dar aquella injusta sentencia;
mucho mas que constaba que Gil no tenia parte alguna
en las inconsideraciones de su hermano Alonso. A los
oidores que no ignoraban el sentimiento de los vecinos,
y que México aquella noche estuvo para perderse, les
temblaba la barba, y por lo mismo doblaron las guar-
dias, é hicieron, que dentro y fuera de la ciudad, se apos-
taran patrullas que impidieran la reuníon del pueblo. Con
todas 'estas diligencias, aun despues de tiempo, no se te-
nían por seguros. Los troncados cuerpos fueron llevados
á sepultar á S. Agustin por D. Francisco y D. Luis de
Velasco, que dicen fué uno de los que descubrieron la
traiciono Las cabezas amanecieron en palos sobre la azo-
tea de las casas de cabildo, lo que sabido por aquel re-
gimiento, pasó recado á la Audiencia, de que ó las qui-
tara de allí, ó que con violencia las haría quitar, y echar
por tierra, que la ciudad no era traidora. Esta resolucion
obligó á los oidores á mandar clavarlas en la picota. El
mismo Torquemada que cuenta á la larga este suceso
dice, que al visitador Valderrama, y despues á la Au-
diencia, mucho tiempo antes se le dió parte de esta me-
ditada conspiracion, nombrando por autores varios de 101'
presos; pero que por falta de pruebas se de~preció en-
tonces aquel aviso.


27. Del juicio que se hizo en México de esia justi-
cia, es indicio, á mas de lo que diremos despues, la car-
ta que el 8 del mismo mes escribió al Rey la provin-
cia de padres franciscanos de México. En ésta, bien que
aquellos padres por su modestia digan que el acuerdo
no procedibra en aquel caso sin motivo; con todo, refle-
jando en la quietud de aquel reino, y en el amor que
todos profesaban á su persona, sospechaban que cuanto
se habia acumulado á los ajusticiados y presos, no esta-
ba fundado, sino en palabras de mozos livianos poco re-
catados (1). Entretanto entendían los oidores en la cau-
:ia de los demás presos, y acaso hubieran ensangrenta-


[1 ] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 20.
T()~!. 1. 24




182 Año de 1566.
dD mas sus manos, si para la felicidad de aquella eIU-
dad no hubiera llegado de Virey el marqués de Falces
D. Gaston de Peralta, que entró en México el 19 de Oc-
tubre (1). Este, luego que se desembarazó de los primeros
cumplidos, se abocó el negocio de los presos, y habicn-
. do leido los autos, y tomado informe de personas impar-
ciales y cordatas, exáminado testigo;:;, y hechas cuantas
diligencias pre~cribe el derecho, sacó en limpio, que los
tres oidores (2) se habian dejado dominar de rasion con·
tra los ajusticiados y presos; así que, puestos en libertad,
segun congeturo, los demás, al marqués del Valle, á D.
Luis su hermano, á D. Juan Chico de Molina, Vean, v
á otro padre franciscano, cuyo nombre ignoro, que era;1
las cabezas en esta causa, concedió pasar á Espafia en
calidad de presos, para descargarse de la calumnia que
les achacaban. Efectívamente, en el navío que llevó al
marqués de Falces, se dieron á la vela. Llegados á la cór-
te tuvieron mucho que sufrir, porque no sinceraron su con-
ducta hasta pasados algunos aüos por los incidentes que na-
cieron en la Nueva España, de que hablaremos en el si-
guiente año. Entretanto, luego que Alonso Dávila fué pre-
so, el regimiento proveyó su plaza de alférez real en
Gerónimo Lopez, y destinó por procuradores á la córte,
á los capitulares Juan Velazquez Salazar, y Francisco
Mérida, el primero para tratar los negocios de los en-
comenderos, y el segundo, á lo que congeturo, para pro-
bar ante el Rey, que la muy noble ciudad no habia te-
nido parte en aquel suceso (3). A éste precedió el 21
de Febrero un eclipse casi total, pues fué de 11 dígi-
tos, segun Ontiveros, y 46 minutos: comenzó á las tres
y media de la tarde, y terminó á las cinco y cincuenta
y ocho minutos (4). En este año por el mes de Abril,
en las casas que estaban en la puerta de S. Bernardo,
y daban vuelta al colegio de Portacoeli, que habia dado
Miguel Dueñas y su muger Isabél Ojeda al siervo de


[1] Lib. Capitular de Mé:áco.
[2] Torquemada, en el mismo capítulo.
[31 Diego Muitoz Camargo, en su Hist. manuscrita


por Pichardo.
[4] Vetancourt, Teat. Amer. tomo 1. tratad. de Mex.


cap. 7.




Aiio de 15()(;. 183
Dios Bernul'dino Alvarez, se abrió un hospital de conva-
lescientcs viejos, inválidos, y locos (1). En el mismo año
el Papa Pio V. informado del gran poder y riquezas de
los regulares del nuevo mundo, y que abandonando su
ministerio, se venían á la Europa á pretender puestos,
les prohibió, bajo la pella de excomunion, que trajeran
joyas, oro y plata, concediéndoles solamente el viático ne-
cesario. Este mandamiento no solo fué aprobado de Fe-
lipe JI., sino que en carta de 23 de Noviembre exhor-
ta á su Santidad á llevarlo adelante.


15ü7. 28. (2) El primero del afío el cabildo puso por
alcaldes ordinarios, á Augel VilIafaña, y ú Leon Cervan-
tes: de me sta, á Antonio Cadena, y á Manuel VilIegas:
por procurador mayor, á Juan Sámano: por obrero ma-
yor, á Francisco Mérida: por alférez real, á Antonio Car-
bajal: una plaza de regidor vacante la dió el Rey á D.
J'rancisco V elasco:cI ,Virey concedió voto de capitular
á Alonso ViJlanueva. Al año pasado, tan infausto para
México, siguió el de 67, que, aun fué peor, por los en-
redos de los tres oidores. Estos y sus parciales, habien-
Jo entendido que les iba la vida si llegaban á manos
del Rey los informes que D. Gaston de Peralta habia
hecho sobre la fingida conjuracion del marqués del Va-
He, hicieron todo cuanto cabe por preocupar su ánimo
contra él. Para esto apoyados del testimonio de muchos
malvados, escribieron tachándolo no solo de negligente
en aquella materia de estado, sino tambien de ser del
bando del marqués; y como los hombres ú quienes cie-
gan las pasiones, de un precipicio dan en otro mayor,
ariadían en sus cartas, que parecía que" D. Gaston de
Peralta quería alzarse con aquel reino. Para prueba de
este cargo, hicieron un informe, en que los testigos de-
ponían, qne aquel Virey tenía ¡Í. su disposieion cOQtra la
corona, treinta mil combatientes; desaforada mentira, que
quizá naciú de que siendo el marqués de Falces hom--
bre de buen gusto, luego que llegú á México, puso ma-
no en adornar el palacio de los Vireyes, y en una de
aquellas salas hizo pintar no sé qué batalla. Este era el
ejército de aquel Virey. Estos informes _ llegaron a la


[1] Gil Gonzalez Dávila, tomo 1. fol. 33.
[2] Lib. Capitular.




lH4 Afio de 1567.
córte con tuda celeridad, y á primera vista se le hicie-
ron increibles á Felipe n., persuadido á que los oidores
por ódio del marqués de Falces, acriminaban sus proce-
dimientos, que con los pliegos del mismo se aclararía aquel
enredo;, pero éstos jamás llegaron, y el silencio del mar··
qués se tuvo por eonfesion de los delitos que le impu-
taban. Y como en asuntos tan graves toda dilacion es
orígen de irreparables males, el -Rey llamó á los letra-
dos Jaraba, Muñoz, y Carrillo, y les encomendó ir á la
Nueva Espafla de jueces pesquisadores, dándoles carta
para el marquéi'l de Falees, en que le mandaba les en-
tregase aquel gobierno, y viniese á la córte á dar euen-
ta de su proceder. Comisionó tambien el Rey á esto~
jueces, para averiguar y castigar á los culpados en la
conjuracion del marqués del Valle. Para la prontitud en
la ejecucion, es verisimil que se haría alistar alguna cm-
barcacion, ó que se detendría alguna otra que estaba pron-
ta á hacer la carrera de Indias. La navegacion de es-
tos jueces fué tan feliz, como la podian desear, bien que
en ella murió Jaraba. Luego que Muñoz y Carrillo apor-
taron á Veracruz con toda la presteza (jue el Rey 1m'
habia encargado, pasaron á :México, en donde presenta-
dos sus despachos, fueron recibidos por jueces pesquisa-
dores, y el licenciado Muñoz tomó posesion del gobier-
no de la Nueva España. Entretanto el marqués de Fal-
ees con toda la satisfaccion de su conciencia. estaba atur-
dido de lo que pasaba, no hallando en su ~oIldueta cau-
i;a para verse privado de su cargo; y a"í para rastrear
el orígen de aquel insulto, practicó todas las diligencias
que estuvieron en su mano, lo que efeetívamente alcan-
zó, haciendo constar á toda la ciudad, que sus despa-
chos que debían ir en la embarcacion en que fueron á
Espafla el marqués del ValIe y demás presos, por ma-
lignidad, y acaso por convenio con los oidores de Or-
tuiio Ibarra, factor del Rey, á qujen de antemano se ha-
bian entregado, fueron suprimidos, enviando solamente los
de los oidores. Habiendo pues, el marqués de Falces con
este informe hecho su apología, se retiró al Castillo de
S. Juan de UIúa.


29. Entretanto Muñoz, con toda la autoridad de go-
bernador del reino de México, siguió el juicio que los
eidores en el año anterior habian abierto sobre la ea n-




Año de 1567. 185
juracíon del marqués del Valle, y por princIpio tle S1\
comision mandó encarcelar ú muchos sugetos de la pri-
mera nobleza;·y acaso temeroso de 'que le faltaran ca-
labozos con que encerrar tantos traidores, como se ima-
ginaba habia en México, puso mano á la fábrica de al-
gunos tan horribles por su oscuridad, estrechura, y he-
diondéz, que aun en el siguiente siglo eran famosos y
conservaban el nombre de su autor. Entre los primeros
que prendió fueron D. Pedro y D. Baltasar Quesada, her-
manos de las prirnem,; familias de México, á éstos con
Baltasar Sotclo sentenciú tÍ que les cortaran las cabe-
zas. Ahorcú á Gonzalo Nuñez, y á Juan de Victoria, cl'ia-
dos de Alonso Dávila, cuya muerte fué universalmente
llorada, por ser pública voz y fama que eran inocentes.
Hizo dar tormentos á Diego Arias 80telo, á D. Fernan-
do, á D. Francisco y á Bernardino Bocanegra, herma-
nos: de la boca de éstos no sacó aquel juez pesquisador
:~osa que favoreciera sus designios; pero no por eso fue-
ron esentos de ser de~terrados á Orán, pagando lanzas.
A Oñate, á Pedro Gonzalez, hijo del célebre conquista-
dor Andrés de Tápia con otros muchos, condenó á des-
¡ierro de la Nueva España. A D. Martin Cortés, herma-
no de padre del marqués, que habia quedado en Méxi-
co 'con sus poderes, sentenció tambien á la pena de los
tormentos, y siendo este caballero de Santiago, confor-
me al privilegio de aquel órden, la pena se ejecutó pre-
sentes dos caballeros, es á saber. D. Francisco Velasco.
y D. Antonio Morales, obispo de Puebla, ¡cosa indig~
na de la mansedumbre de un ohispo! Estas crueldades
con personas de tanta autoridad asustaron no solo á los
vecinos de México, sino tambien á todos los Españoles de
aquel reino, pues ninguno se tenia por seguro de tan se-
vero juez, y temian lodos que aquel nuevo mundo tan
floreciente hasta entonces, que debia su prosperidad á la
humanidad de los vireyes y gobemadores, viéndose en-
tonces dependiente del capricho de un juez pesquisidor
inhumano que se habia hecho aborrecible, desesperados
aquellos vecinos le perdieran el respeto, y naciera una
sublevacion que hiciera bambolear la autoridad de los re-
yes de Castilla en la Nueva España, pues nada abrevia
tanto la duracíon de los reinos, cuanto la crueldad de los
'lue gobiernan. llor esto, aquel vecindario representó al




HH5 Año de 1567.
Hey, que SI seguía el Lic. Muiíoz en su cOIllIsion, aljlH>
lIa tierra estaba á pique de perderse. No dudo que á cs-
te informe se juntarían los de ciudad y otros tribunales,
pues hicieron tanta mella en el ánimo de Felipe U., que
arrepentido de haber comisionado hombre tan cruel, li-
bró cédula en que privaba á aquellos jueces pesquisadores
del gobierno de la Nueva Espaüa, y del encargo de ave-
riguar y castigar la rebelion que se decia, mandando que
en el estado en que se hallaran las cosas las dejaran y
s.alieran dentro de tres horas, dcspues de la notificaeioll
ue esta órden de la ciudad, bajo la pena de perdimien-
to de bienes, v de la vida á arbitrio de la Audicncia.
Acaso en aquellos dias los licenciados Villanueva v Vas-
co de Puga, se volvian ú México rehabilitados á servir sus
plazas de oidores, de que como antes digimos, habian si-
do depuestos por el visitador Valderrama: á éstos pues,
recomendándoles toda diiigcncia, se les entregaron aque-
llos despachos. Esto sucedió en este aüo (1).


1568. 30. (2) En el siguiente aüo en que fueron al·
caldes ordillarios, Juan Guerrero y Rernan Gutierrez Al.
tamirano: de me sta, Antonio Cadena, y Leonel Cervan-
tes: procurador mayor, Juan de, Sámano: obrero mayor,
Francisco Mérida: alférez real, D. George Mérida: pro-·
curadores de córte, Juan Velazquez Salazar, y Angel Villa-
fafia: capelIan, Antonio Berrera, y con voto en el regi-
miento el oficial real Gordian Casarano. Llegaron á la
ciudad con mas celerioad que la ordinaria, los licencia-
dos Yillanueva y Vasco de Puga, é illlneoiatamente pre-
sentándose á la 'Audiencia dieron cuenta de los despa-
chos que llevaban contra l\Iuñoz y Carrillo. Esta noticia
alegró mucho á aquellos oidores, porque aunque ellos ha-
bian sido causa de todos los males que habian sobreve-
nido á la ciudad en aquellos dos aüos, temblaban de oir'
mentar á j}Iuiwz, temiendo. que no se volvicra contra ellos.
Se trató lllegó tIel modo de notificarle aquella real órden,
y causa extrañeza que entre los oidores ninguno C}llisie-


[1] El tormento iJúuslo dado al lt~jo de Cortés, r.eeuer-
da el que su padre dió inicuamente á Qllall/¡tlmolzm ••••
Justicia eminente de Dios, que castiga en los hijos los pr'ca-
dos de sus padres! Véase ('sto COI~ (doS morales y rcjlexívos.


r:2 J Lib. Capitular·




Afio de 1568. 18i
ru encargarse de aquel ministerio: ¡tanto temIall su pre-
sencia! Por último, se resolvió que los mismos, por cuyo
mcdio la N lleva Espaiía recobraba su libertad, intimaran
ú aquel juez Sll desgracia, para lo cual se citaron para
la madrugada del dia siguiente. Efectívamente, al ama-
necer del miércoles Santo 14 de Abril. junto el acuer-
do, el oidor VIIlanueva recibió la cédula contra Muñoz
(1) Y en compaíiía de Vasco de Puga, y del secretario
Lopez de Aburto sc encaminó al convento de Santo Do-
mingo, á donde aquel gobel'l1ador se habia retirado á pa-
sar la Semana Santa. Largo tiempo esperaron á su puer-
ta para darle lugar á que se alzara de la cama; pero co-
mo tardaba tanto volvieron á llamar: el page abrió luego,
y les dijo que habia pasado mala noche, que esperaran.
Acaso su corazon presago de lo que le amenazaba no le
habia dejado reposar. Mohino Muíioz de su cuita, y de ha-
ber de dar Audiencia á aquellos oidores en hora tan ino-
portuna, los recibió sin aquellas muestras de urbanidad acos-
tumbradas. Pasadas las primeras salutaciones, el Lic. Vi-
llallueva sacando del pecho la cédula, se la dió al secre-
tario, diciéndole: Leed esa cédula de S. lJl., y notificadla
aquí al Sr. Lic. J1luñoz: demudóse éste, y la oyó. Des-
pues de un rato, como si hubiera sido herido de .un rayo,
respondió que obedecia. En aquella mañana aquel hombre
que no se dejaba ver por la ciudad, sino con la guardia
de veinte V cuatro alabarderos, salió de ella sin mas com-
pañía que' el Dr. Carrillo. La Audiencia acaso sobreco-
gida con tal novedad habia descllidado de prevenirle car-
ruage hasta Veracruz, y así si algunos vecinos compasi-
\'OS no lo hubieran ministrado, hubiera salido de MéxIco
á pie. Llegados á Veracruz hallaron pronta una flota en
que se dieron á la vela: en la misma hizo el viage el
marqués de Falces, que habia esperado en el castillo de
S. Juan de Ultía el éxito de la visita. Llegado éste á
la córte, tuvo Audiencia del Rey á quien informó de lo
acaecido, dejandolo satisfecho de su proceder. El Lic.
Muñoz se presentó despues, y en vez de los premios que
habia creido alcanzar de sus pesquisas, oyó de la boca
de Felipe 11. estas solas palabras (2): Os envié á Indias


Torquemada, p. l. lib. 5. cap. 20.
Vetancuort, Teat. Am. tomo l. trato de 1l'léx. cap. 2,




) 88 Afta de 1508.
Ü fiobernar, y no ti destruir: quiso dar :>us ()scusa~, peru
/lO se le oyeron (1). V olviósc ú casa, y aquella noche senta·
do en una silla, puesta la mano en la megilla. murió. ¡Es-
te fin tuvo aquel cruel hombre! y el que á tantas fa-
milias hizo para siempre inftdices en México, aborrecido
de todos perdió la vida. En lugar de ]\[uiioz entró la
Audiencia á gohernar; pero enseüada con la desgracia de
aquel visitador, se portó con moderacion, hasta qua por
Octubre llegó á Veracruz el nuevo Vire)' D. Martín En·
riquez, hermano del marqués de Caüete, que avisarlo de
tenerlos Ingleses al comalldo de Juan Acle, ocupada
(2) desde 15 de Setiembre la isla de Sacrificios que es-
tá enfrente del castillo de S. Juan de Ulúa, hizo juntar
las guarniciones de la ciudad, fortaleza, y de la flota en
que fué, que cOllstaba do trece navíos: con estas fuerzas
dirigidas á lo que creo por el general de aquella flota Fran-
cisco Lujan, acometieron á los enemigos que obligaron
ú evacuar la isla. Concluida esta expedicion, subió D. Mar-
tin á México en donde entró (3) el [, de Noviembre.


1569. 31. (4) Los oficios de policía el primero del
año se dieron á estos sugetos: las alcaldías de mesta á
Hernando Gutierrez Altamirano, y á Juan Guerrero: las
ordinarias, á Diego Ordáz, y al Br. Nuñez: en lugar de
uno de los alcaldes que se escusó, puso el regimiento al
Dr. Bustamante: la procuraduría mayor la tuvo Geróni·
mo Lopez: el puesto de obrero mayor, Francisco Méri-
da: el alferazgo real, George Mérida: la procuraduría de
córte, Melchor Legaspi: la tenencia de escribano de ca-
bildo, Tomás Justiniano. Luego que D. Martin Enriquez
tomó conocimiento del reino de México, procuró tratar á
aquellos vecinos que aun estaban exásperados con las
crueldades de Muñoz, con prudencia y afabilidad, y con-
geturo que mandó desencarcelar á los presos. Entendía
en esto, cuando un ligero incidente que lo omitiriamos con
gusto, si de él no se hubier-a originado una pendencia,
vino á turbar la paz que gozaba la ciudad (.5): fué el
---.-


[1] Torquernada, p. 1. lib. 5. cap. 21.
[21 Vetancuort, en el mismo cap.
[31 Libro Capitular.
[,1] El mismo.
[5 J 1'orquemada, p. 1. 1i11. !jo cap. ~ L




Ano de 1570. 189
ca;;o, qllé lo,; padres franciscanos de la parroquia de S.
JOSI~, ihan anualmente en procesion el dia de la funcian
rle la Santísima Vírgen María á la Iglesia de Santa Ma-
ría la Redonda, que quedaba en su distrito. En este año
gucedíú que al llegar la procesion á la calle de la ace-
quia, muchos clérigos en tropa salieron al encuentro, y
preguntando á los frailes á donde iban. y respondiendo
éstos que á Santa María la Redonda, imperiosamente las
mandaron volverse á su convento. Y bien que aquellos
religiosos alegaran sus derechos, los clérigos porfiaban en
que volvieran atrás. Oyendo estas altercaciones el Dr.
Sandí, persona de autoridad, corrió á mediar; pero nada
consiguió de hombres que tenian la sangre caliente, y así
á empujones obligaron al preste á recular. Los Mexica-
nos que acompañaban la procesion metiéronse tambien
enmedío; pero visto que su mediacion era desatendida I
convertida su paciencia en furor, á pedradas obligaron á
lo,; clérigos á retirarse. Entretanto muchos Españoles ha-
bían volado á apaciguar aquella riña, pero todos salie-
ron de la refriega descalabrados. Se observó en aquel
contraste que las Indias y sus hijos ministraban las ar-
mas á los suyos, y causó extrañeza despues del suceso,
que en un lugar en donde no hay mas pied¡'as que las
del empedrado se hallaran tantas. Sabedor el Virey de
aquel hecho, mandó encarcelar á los cuatro alcaldes Me-
xicanos de aquellos barrios que iban en la procesion con
otros muchos; pero esto conmovió tanto á aquellos na-
turales, que á porfia se iban á presentar ú las cárceles.
De este modo de proceder de estos Indios sacó el Vi-
rey que el seguir adelante en la averiguacion de aquella
riña, podia traer malas consecuencias; así que puestos en
libertad los presos, se le echó tierra á aquel negocio (1).
En este mismo año, pareciéndole á Bernardino Alvarez
estrecho su hospital de convalescientes viejos, y crónicos
y locos, obtuvo del Arzobispo y del Virey la hermita y
sitio anéxo de S. Hipúlito, en donde de su caudal y de
limosnas que recogió hizo fabricar un cómodo hospital
á donde pasó su,; enfermo~.


1570. 32. (2) Lo,; alcaldes ordinarios en el siguient(


[1] Vp,tancurt, tomo 1. trato de itl¡'xico, cap. 5
(2) Lib. Capitldal'.
'!'011. J.




190 Año de 1570.
año, fueron Leonel Cervantes, V el Lic. Leuesma: los de
mesta, el Dr. Bustamante, y Díego Ordáz: el alfércz real,
D. Luis Velasco: tuvo voto de regidor D. Felipe Arella-
no, oficial real. Desde (1) el año pasado, por los ínfi,r-
mes de los gobernadores de lo interno de la Nueva Es-
paña. supo D. Martín Enriquez que los Chichimecas es-
taban muy insolentes haciendo· gran daño á los viajan-
tes que iban á Zacatecas, por lo cual habia dado órden
que de distancia en distancia se erigieran presidios, prin-
cipalmente en los pucstos que llaman Ojuelos, y Portczuc-
los, sitios á propósito para las emboscadas de aquellos
bárbaros, y que aunque en el gobierno de D. Luis de
Velasco se habian mandado fortificar, parece que en aque-
lla obra no se habia puesto mano. En esto entendía cuan-
do fué avisado de los Indios Huachichiles, que eran un
ramo de los Chichimecas que hacian excursiones hasta
Guanajuato, robando y matando cuanto encontraban. Pa-
ra castigar su atrevimiento y dejar libres los caminos,
mandó al alcalde mayor de aquel partido Juan Torres
de Lagunas, que llamara las milicias, y que saliera á aque-
lla jornada. Y para (2) tener en ella mas parte, marchó
con buen número de soldados á juntarse con aquel al-
caIde mayor. Ignoramos hasta donde llegó el Virey, y lo
que hizo: consta solamente que aquella y otras naciones
vecinas, enemigas tambien de los Españoles, fueron des-
encastilladas de los puestos fuertes que ocupaban con gran
mortandad, y se retiraron á las provincias interiores. Tu-
vo el Virey cuidado en esta expedicion de que los niíioil
y niñas Huachichiles que cayeron en manos de los Espa-
ñoles, se llevaran á México, y se repartieran por las casas
ricas para que los educaran cristianamente. Y para qui-
tar á sus padres la esperanza de recobrar sus antiguas
rancherias que quedaban en despoblados, fundó allí la co~
lonia de S. Felipe, la que ennobleció concediéndole el tí.
tulo de Villa. Con estas providencias se aseguraron 10"-
caminos, y se poblaron aquellas fertilísimas provincias,


(11 Torgpemada, p. 1. lib. 5. cap. 22.
[2 Vetancurt, tQm. 1. tratad. de la ciudad. cap. ~:




Afio de 15íÜ. Inl


~UMARIO DEL LIBRO QUINTO.


¡ q Los Espaiiolcs celebran con fiestas el cincuen-
leno año despues de la conquista. 2 q Los Floridanos siguen
persiguiendo á los Españoles. Los Jesuitas llegan á Méxi-
co. 3 q Se impone en Nueva España la alcabala. Se fun-
dan los colegios de S. Pedro y S. Pablo, y el de Santos.
4 q El Virey hace notificar á los regulares varias órde-
nes del consejo de Indias. 5 q Se envian colonias por di-
versas partes, y la Nueva España entra en temor. 6 q Se
refiere una peste. 7 q Sigue la misma materia. 8 q N ú-
mero de los muertos. D q A la peste siguió la hambre.
Los padres franciscanos salen de México. 10. Modera En-
riquez el trabajo de los Indios. 11. Se inunda México. Se
piensa en hacer desagüe. Enriquez pasa de Virey al Pe-
rú, .Y en su Jugar vá ú México el conde de la Coruña.
12. El conde de la Coruña pide al Rey visita para Mé-
xico. Se establece el consulado. 13. Muere el conde de la.
CoruJ1a, y gobierna la Audiencia. li. Nombra el Rey pOI'
visitador de los tribunales al Arzobispo Moya. Se abre la
visita. 15. Entra Moya de Virey. Continúa en la visita:
depone á oidores, y ahorca á algunos oficiales reales. 16.
Se tiene en México un concilio provincial. Sale de Nue-
va España una rica flota, y vá de Virey á México el mar-
qués de ViJlamanrique. 17. Lo determinado por el Arz()-
bispo Moya, es aprobado por el Rey, que lo promovió á
la presidencia del consejo de Indias. Su elogio. 18. Fran,
cisco Drak saquéa la costa del Sur, y apresa al gaIeoll
de Filipinas. 19. Por puntos de jurisdiccion el marqués de
ViIlamanrique arma gente contra la Audiencia de Guada-
laxara. Escriben de México al Rey que habia guerras ci-
viles. 20. Manda el Rey quitar el vireinato al marqués, y
en su lugar vá á México D. Luis de Ve lasco. 21. Con-
tiene la entrada de éste. 22. Se abre visita eontra el mar-
qués de Villamanrique, que no es tratado conforme á su
calidad. 2J. Hace Velasco la paz con los Chichimecas. 24.
Se envian á sus tierras Tlaxcaltecas. 25. Velasco hace
.iuntar los Otomites de la Sierra, y amedrentado de un las-
timoso suceso, no sigue adelante. 26. Arregla Velasco la
judicatura de los Indios. Fija los salarios de los jueces. Envía


;¡.




19;': Año de 1570.
visitador a Filipinas, y se ordena el consulado eligicnclv
prior y cónsules. 27. Se les dobla á los Indios de la Nue-
va España el tributo. .Manda Velasco que paguen cada
afio siete reales y una gallina. 28. Se trata de la expe-
dicion del Nuevo México. Ve/asco vá de virey al PerlÍ,
y en su lugar entra el conde de Monterey. 29. Se envia
una colonia á Californias, que vuelve al puerto. Salen de
México los soldados. Llegan á su destino sin hallar OpO-
sicion. 31. Contiene las razones que tuvo el conde de Mon-
terey en las congregaciones. 32. Se jura en Nueva Espa-
ña á Felipe lIJ. Se transfiere á sitio menos cnfermizo Ve-
racruz. Se establecen las congregaciones. aa. Contiellc 1('
que ejecutaron los comisarios en estos establecimientos,




Mio de 1571. 193


~~~~~~~~~~~~~~~~~-~~~-~~,~~~~~~~~
.~$~~*i/it$~~~$,*-$$%~""-$*.~®®~@@®~$@~~.
~~~~~~~~~---~-~~~~~~~,~~,~~~~~


LIBRO QUINTO.


1~)7I. 1. (1) EL primero de Enero, conforme á
la costumbre recibida en la Nueva España, el ayunta-
miento nombró por alcaldes de mesta á Leonel Cervan-
tes, y al Dr. Bustamante: por ordinarios, á Luis Juares
de I)eralta, y al Lic. Fernando Caballero: por procura-
dor mayor, á Francisco Mérida: por obrero mayor, á Ge-
fónÍmo Lopez: por mayordomo, á Cristobal Aguilar: por
procuradores de cúrte, á Juan Velazquez Salaz al', y á
Juan Torre!' Garníca: por alférez real, al nuevo regidor
por S. M., Mclchor Legaspi: tuvo voto de regidor por
el Rey, el oficial real Martin Berrueca: el Virey puso
rle escribano interino de cabildo á Tomás Justiniano (2).
I,os Espai10les en este ai10 celebraron el cincuenteno año
de la conquista de la capital del nuevo mundo México:
y los Indios, como si se gloriaran de su esclavitud, tu-
vieron gran parte en estos festejos. Confieso ingénuamen-
te que una mera congetura me guía para contar este
hecho !le historia en el presente ai1o, fundado en que
Torquemada, como testigo ocular, refiere que al tiempo
,lel virey Enriquez se hicieron grandes fiestas en memo-
ria !le la conquista, y por 10 mismo me ha parecido \te-
risimil que á la mitad del ui10 secular se efectuaran. A
mas de toros, juegos de cai1as, y otras diversiones á la
Española, Jos MexicanoR con sus danzas habladas, repre-
sentaron lo que pasó antes y despues del sitio de Mé-
xico, y renovaron varios juegos que muchos años atrás
los Espaíioles les habian prohibido, y en que deliciábanse
en tiempo de sus reyes. El principal de éstos, era el que


rl] Lib. Capitulm'.
U·!l 1'orquemada. p. 2. Tíh. 10. cap. 28.




194 Auo de 1571.
llaman volantines, que en ésta y otras ocasiOlw~ jugabaJ!
en la plaza que hasta hoy llaman del volador. En oÍ me.
dio se fijaba una viga altísima cilíndrica. en cuyo rema-
te encajaba un gran mortero que tenia debajo un bati-
dor bien afianzado que giraba. A este subian con gran
destreza ocho ó diez Mexicanos: los cuatro de ellos ves-
tidos ó de grifos, ó de águilas, ó tambien de otras aves:
aIternatÍvamente bailaban dentro del mortero, divirtiendo
al pueblo con sus monerías: desplles atados á las cuer-
das que pendían del batidor, y que daban trece vueltas
al derredor del cilindro, número entre ellos mlsterioso,
(pues de trecenas se servian para sus cálculos), uno des-
pues de otro se descolgaba, y en ademán de volar des-
haciendo con destreza las trece vueltas de la cuerda, Slll
impedir al compañero que lo seguía, mientras mas se acerca-
ba al suelo, mayor circunferencia cogía recibiendo entre-
tanto los aplausos de los asistentes. Este espectáculo con
razon habia sido prohibido de los Españoles, pues siem-
pre sucedian desgracias, como acaeció en esta oca~ion.
aunque los Mexicanos fuesen muy diestros en aquel ejerci-
cio, como que desde lliüos se acostumbraban á él, Y 110
son expuestos á que se lEs vaya la cabeza; con todo, en
tiempo de tales festEjos, como cargaban demasiado de pul-
que, y subian ó bajaban del palo con tamboriles y sona-
jas para hacer pompa de su destreza, ó caían antes de
asegurarse al batidor, ó al asir la cuerda se precipitaban.
En el mismo afio se instituyó en México el tribunal
de la Inquisicion. Felipe H. deseoso de preservar el nue-
vo mundo de las nuevas doctrinas que en aquel sirrIa ha.
bían sido tan perjudiciales á tantas provilleias de la Eu-
ropa, envió á .!\léxico á D. Pedro 1lfoya de Contreras, y
á D. Cristobal Cervantes: este mUrIó en la navegacion, y
D. Pedro con el Dean de México D. Ildcfhnso Bonilla,
habiendo nombrado los ofieiales que debian componer aquel
tribunal (1), á principios de N oyiembre, con la a~istencia


[1] Vetancurt, tomo l. trato de .LlIb'. cap. 5.
NOTA. El gobierno español, al establece/o la bU¡llisicion.


le dió á este tribunal un caracter régio, y tanto, que Fe-
lipe 1I. presidiendo dicho tribuilal, condr:nó á muerte tÍ
su propio hUo el infante D. Curtos: desde entonces fué el
?>raw dl.:recho J(, su despotismo .u tiranía, y por lo mismrr




Año de 1572. 195
tic íos tribunales, en la Iglesia de Santo Domingo, fueron
recibidos por inquisidores.


lfi72. 2. (1) Tuvieron en el siguiente año las alcaldías
de mesta, lleman Caballero y Luis Peralta: las ordimt-
rías, á D. Agustin de Agurto, y Antonio de la Mota: fué
obrero mayor, el procurador mayor Gerónimo Lopez: el
alférez real, Martin Berruecji:, procurador de córte, Juan
V clazquez Salazar: en lugar de uno de los alcaldes que
dcspues murió, entró D. Luis Castilla. Con todo que ha-
bian pasado varios años dcspucs dc la última expedicion
de la Florida, aqucllos naturales estaban de guerra con-
tra los Españoles; por esta razon los vireyes habian te-
nido cuidado de recoger los resíduos de aquellas jorna-
das infelices. Esta constancia de aquellas naciones en man-
tenerse independientes, que probaba un genio superior á
las demás del nuevo mundo, movió á muchos varones
apostólicos fiados solamente en la proteccion del Señor,
á penetrar en aquellas tierras; pero siempre sus esperan-
zas fueron fallidas, bien que entraran solos y sin el apa-
rato de guerra, no siendo aquellos Indios capaces de dis-
cernir cntre los extrangeros quienes iban por sojuzgarlos,
quienes por convertirlos. El nombre Español era para
ellos muy aborrecible, mucho mas despues que supieron
lo que habia pasado en las islas y tierra firme, y 10 que
ellos habian probado en las guerras que habian sosteni-
do contra ellos, por lo cual cuantos Españoles llegaban
á sus tierras, eran sin misericordia muertos. Entre mu-
chos de otras religiones, ésta suerte tocó á ocho padres
de la compafiía Je Jesus, que llevó allí un Floridano lla-
mado Luis, desde la Havana, zeloso al parecer de la
conversion de los suyos. Entretanto se quedaron en di-


consignó en varias leyes de Indias el modo y forma so-
lemne con que debian recibirse en estas los mquisidores ve-
rtidos de España. Estas leyes se observaron estrechamente
hasta la venida del último Inquisidor en el gobierno de
Fernando ViI., y habría restablecídolo, tÍ no haber celebra-
do un convenio secreto con los p~'imeros reyes de la Euro-
pa, á lo que se debe el que no haya r'eaparecido ese móns-
(¡:uo, cuando lo repuso en su autoridad en 1822 el prín-
cipe de Angulema tÍ la cabeza del ejército francés.


[I J Lib. Capitulm·.




196 Aúu de 157:¿.
cha isla los padres Sedclw, Roger, y Vil!areal, con t:I
novicio Salcedo y Carrera, quienes cuidadosos de la suer-
te de sus hermanos por haber pasado gran tiempo sin
saber su paradero, dudaban si los seguirían. En estas du-
das aportó allí el general Menendez que mandaba una
escuadra que iba á sujetar á la Florida, y sabidor del
cuidado de aquellos padres, se los llevó cOllsig0 al fuer-
te de S. Agustin que estaba por los EspaI1oles. AqUÍ se
detuvieron estos padres, sabida la muerte de sus eompa-
ñeros, hasta quo S. Francisco de Rorja, general de los
jesuitas, seI1aló al padre Dr. Sanchez por superio)' de los
que iban á México á fundar una provincia: este cOl1li~
sionó á aquellos padres á que pasaran á México á pre-
venir hospedage á quince hermanos suyos. Efectívamen-
te, quedando allí los padres Villareal, Roger y Carrera,
partieron para México SedeI10 y Salcedo. Su alvergue
fué el hospital que Cortés habia {undado con la advoea·
cion de la Coneepcion, y hoy llaman do Jesus Nazare-
no. Allí los vecinos les dieron singulares muestras de aquel
amor que los caracterizaba. Prevenido allí el hospedage
á sus hermanos, tuvieron el gusto de saber que habian
aportado con felicidad á Veracruz á expensas del Rey,
en donde el inquisidor D. Pedro Moya de Contreras, te-
nia puestos de antemano quienes los sirvieran y condu-
jeran á México (1), á donde llegaron de noche por evi.
tar el recibimiento que los vecinos tenia n dispuesto. El
vircy Enriquez que siempre los favoreció, dejo it su clec-
cion el sitio para fundar colegio; pero el padre Pedro
Sanchez prefirió á otros las casas que les cedió Alonso
VilIaseca (2), á donde pasó á habitar con su comunidad
el 24 de Diciembre. Los padres franciscanos y domini-
canos en aquellos principios colmaron á los jesuitas de
favores (:~); pero sobre todos los padres agustinos extre·


[1] Sachino, Hist. general de la compañia de .Tesus,
p. 3. lib. S.-En este año de 1571. llegó tÍ it1i':rico el tn:-
bunal de la InquisiC'ion. con el Sr. Moya y Contreras, pri.
mer inquisldor, y despues Arzobispo de JIéxico. Torque-
mada, lib. 5. pago 648. cap. 24. .


[2] Alegre Hist. manuscrita de la pl'oninria de l~Iéxico.
[3] Sachino, Hist. general de la compañia de Jesus.


p. 3. lib. A.




Año de 157!i. 191
maronse tanto en sus obsequios, que aquellos prímeros pa·
ún;s úejaron á la posteridad escrito que no tenian pala.
bras con que significar su agradecimiento. Cuanto hayan
trabajado los dichos padres en aquel reino en promover
d amor de las buenas costumbres y de las ciencias, lo
saben todos cuantos vieron la Nueva España, y cuantos
han leido aquellas historias. Confieso ingenuamente que
en esta digresion me he apartado de las reglas de la
historia; por esto pido perdon de una ralta que parece
escusable en un escritor que tuvo la suerte de ser con-
tado en esta {¡lmilia religiosa en aquella provincia. De
la historia civíl nada hallo digno de escribir en este año.


1573. 3. (1) En el siguiente fueron alcaldes de mes-
ta, Antonio de la Mota, y Pedro Muñoz: ordinarios,
Rernan Gutierrez, y Hernando de Rivadeneira: procura-
dor mayor, García Albornóz: obrero mayor, Gerónimo
Lopez: alguacíl mayor por el Virey, Suero de eangas:
alférez real, Bernardino Albornóz: procurador de córte,
Juan Velazquez Salazar. Por no sé qué incidente puso
despues Enriquez por alguacíl mayor á Antonio Delga-
dil)o (2). Cerca de este tiempo, ó acaso en este mismo
aüo, D. Martin Enriquez por comision particular que te-
nia del Rey, estableció en la Nueva España la alcaba-
la, carga de que hasta entonces habia estado exénta. Los
mercaderes se le opusieron al principio, alegando, que
aquella imposicion era peljudicial al comercio que cada
dia iba en mas aumento; porque todos desde la Europa
corrian á aquel reino á trasportar sus géneros fiados en
aquella exéllcion. El Virey que se mantuvo inflexible,
respondió que ya aquel comercio habia echado tales rai-
ces. que nada habia que temer, y que no era razon que
las exénciones que se habian concedido á aquel reino
por tiempo limitado, pasado éste, y corridos muchos años
cuando ya :México habia adquirido todo el explendor que
la hacia la primera plaza de comercio del nuevo mundo
con perjuicio de la real hacienda, hubiera de estár des-
cargada de un peso que tenian otras colonias. Esta res-
puesta obligó á todos á callar, y desde entonces se pa-


(l] Libro Capitular.
[2] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 22.
To)l. l. 26




HI$ Año de 1574.
gó ia alcabala (1). El 3 de Junio de este año en S. I,o-
renzo el real, Felipe n. libró despacho para que los cu-
ras y demás ministros de la Nueva España, informados
de las costumbres, ritos y antigüedad de aquellos pue-
blos, escribieran al consejo lo que hallaran digno de sao
berse (2). El 6 de Setiembre, en la esquina de la calle
del indio triste, cerca del colegio de los jesuitas, con trein-
ta niños dotados de otros tantos patronos, se abrió el se-
minario de S. Pedro y S. Pablo que hoy llaman S. I1-
defonso. Varias personas ricas cooperaron á esta obra
pía, y pusieron para lo temporal un administradnl'; por-
que aquellos padres, á cuyo cuidado estaba por la falta
de sugeto, rehusaron este encargo (3). Contemporanéa-
mente á ésto, el canónigo tesorero D. Francisco Santos,
trataba de fundar un colegio de pasantes á semejanza de
los colegios mayores de España: esto por entonces no se
ejecutó, y antes bien aquel canónigo ofreció sus casas y
bICnes al provincial de los jesuitas Pedro Sanchcz, para
un colegio de la compañía; pero este padre no solo no
admitió aquella oferta, sino que exhortó al tesorero á
ejecutar su primer pensamiento de hacer un colegio de
pasantes nobles. Este consejo lo recibió bien D. Fran-
cisco Santos, y encomendó al dicho padre que hiciera
las constituciones, las que aprobadas por el Virey el l?
de Noviembre con una oracion latina y con diez colc-
giales y dos fámulos, se abrió el colegía que en honor
de su fundador, llamaron de Santa l\f aría de todos San-
tos. Entre otras constituciones, la principal C~, que las
becas se dieran por oposicion.


1574. 4. (4) Los oficiales de policía del siguiente año.
fueron los siguientes: Rernando de Rivadeneira, y Rer-
nan Gutierrez alcaldes de mesta: ordinarios, Juan Velaz-
quez y Nuño Chaves: procurador mayor, Gerónimo Lo-
pez; obrero mayor, el alférez real Dr. García Albornóz:


[1] Remesal, Hist. de Chiapa, y Quaulttemalan, lib ..
6. cap. 7.


[2] Alegre Hist. manuscrita de la Provincia de N. E
de la Compañía.


[3] El mismo autor.
[4] Libro Capitular.




Afio de 1514. 199
capellanes del Santuario de los Remedios, y de ciudad,
el padre Fclix Peiiafiel, y el padre Pedro Perez: Alon-
so Val dé s compró una plaza de regidor: tuvo voto en
el cabildo por mandamiento del Virey, Gerónimo Mer-
cado oficial real, y tomó posesion del puesto de primer
corregidor, el Lic. Lorenzo Sanchez Obregón (1). En el
mismo afio el virey Enriquez hizo notificar á los regu-
lares de México, estas órdenes del Rey que le habian
llegado. 1 f'> Que ningun religioso enviado por sus gene.
rales ti la Nueva España, pasara á aquellas partes sin
presentar al consejo de Indias sus comisiones, á las que
sn daría ú no. el pase conforme se juzgara conveniente
2 P Que los dichos religiosos ya autorizados por el con-
sejo, luego que llegaran á sus destinos, se presentaran á
los vireyes y Audiencia, y les hicieran saber las órdenes
que llevaban. 3 P Que cada año presentaran ante los
mismos, lista de los religiosos que habia en sus conven-
tos, y de los que tenian ocupados en las doctrinas para
enviarlas al conscjo, y pasarlas á los obispos respectivos,
á fin de que supieran á quienes habian de dirigir sus
mandamientos. Por último, que no removieran á los re-
ligiosos de las doctrinas sin substituir otros en Sil lugar.
y sin dar de ello parte á las audiencias. La respuesta
que dieron los religiosos que tenían curatos, firmada el
12 de Diciembre en compendio, decía: (2) "Desde que en·
trámos en la Nueva Esprula, hemos participado á los mi-
ni~tros de S. M. los nuevos superiores que hemos ele-
gido, y los conventos que sucesivamente hemos ido ocu-
pando: en la misma práctica seguirémos, y nos confor-
marómos al mandamiento de los prelados que nos envia-
ren los generales, no siendo esto contrario á nuestro ins-
tituto; pero tocante á dar cuenta á tribuna'es seculares
de la disciplina doméstica, y de los frailes que adminis-
tran las doctrinas, quedando dependientes de los mismi)s,
8"tamos resueltos á no hacerlo por contrario a nucstras
privilegios, pues solo la caridad nos ha movido á acep-
tar las doctrinas; y aSÍ, si S. M. juzga proveer de otros
ministros á aquellas parroquias, recibirémos en ello mer-


[1] Torqllcmarla, p. 1. lib. 5. rapo 23.
[2] Basalcnque, Hist. de JUíchoacan, lib. 1. cap. 16.


':ontrol:crsía 4 ¡:l




200 Año de 1575.
ced, y desembarazados de tantos cuidados, atcnderl:Jllos
al cumplimiento de nuestras reglas.))


1575. 5. (1) Junto el cabildo el dia de la Circunci-
sion, eligió alcaldes de mesta, á Hernando Rivadel1cira.
y á N uña Chaves: ordinarios, á .T uan Valcliviczo, V ú
~ernando Dávila: procurador mayor, á Antonio Cafba-
Jal: obrero mayor y alférez real, á Gerónimo Lopez: ca·
pellan de Jos Remedios al padre García Fuentes. Tuvo
voto de regidor el depositario general Andrés Vazquez
AIdana, y e] alguacilazgo mayor lo dió el Rey á D.
Carlos Sámano. Luego que el Virey leyó la respuesta
de los provinciales de México, la pasó al Rey, á la sao
zon que se hallaba allí (2) D. Fr. Domingo Salazar, pro.
veido primer obispo de Manila, quien desde luego to-
mando el empeño de representar las causas que movían á
aquellos provinciales, á no conformarse con los mandamien-
tos de] consejo de Indias, presentó un memorial, cuya
respuesta fué, que se daba órden al Virey de no !tablar
por entonces de aquel asunto. Esta providencia se dió, no
tanto por las razones que alegó el dicho obispo, cuanto
por la eseaséz que habia en Nueva España de sacerdo-
tes seculares que ocuparan las doctrinas de los religio-
sos. Entretanto que esto pasaba, Enriquez administraha
el reino con prudencia, y procuraba su aumento, envian-
do por diversas partes colonias que poblaran los mucho5
desiertos que habian dejado los Chichimecas. Los .Mexi-
canos en aquel tiempo comenzaban ya á tolerar el yugo
de los Españoles, y parecia que se olvidaban de sus an-
tiguos reyes. De esta quietud que se gozaba en toda la
Nueva España, y de la índole apacible de aqt:ellos natu-
rales, esperaban todos tantos aumentos, que aquella parte
del nuevo mundo seria dentro de pocos años la admira·
cion de la Europa. Enmedio de estas esperanzas se ob-
servaron ciertos fenómenos, que atemorizaron á Jos habi-
tantes de aquellas partes, y que en aquel siglo creían ser
indicios de grandes males. A un cometa que habia prece~
dido (3) siguieron las parelias ó tres soles, como llamaba


[1] Libro Oap itu lar.
[2] Torquemada, p. l. cap. 23.
[3] Torquemada, p. 6. cap. 23,




Año de 1576. :lOl
d vulgo (1), que se vieron desde las oeho de la mañana,
hasta la una de la tarde. De ahí comenzaron los anun-
cios fatales, y el resto del año se pasó en continuos so-
bresaltos.


1576. 6. (2) Siendo alcaldes de mesta Rernando Dá-
vila, y Juan Valdiviezo: ordinarios, Alonso Cervantes, y
Antonio Delgadillo: procurador mayor, Antonio Carbajal:
teniente de alguacil mayor, Alonso Sedeño: capellan de
ciudad, el padre Juan Cervantes, por enfermedad del pro-
pietario, padre Antonio Herrera: nuevo regidor por el Rey,
D. Luis Felipe de Castilla: con voto en el regimiento,
Rui Diaz, y Martin Irigorren, oficiales reales; por uno de
los casos raros que suceden en el órden de las cosas, los
anuncios de grandes males se verificaron en la Nueva Es-
paña: por esto la historia de los dos siguientes años, es
la mas funesta que hallo (3). Una horrible peste pieó en-
tre los naturales, que para curarla no bastaron los mu-
chos médicos que habia, y aunque estos se hubieran mul-
tiplicado, no hubieran sido de provecho, siéndoles incógni-
ta la causa y sus ramedios; y así toda ciencia y aun las
plegarias que se hicieron dentro y fuera de las ciudades,
no impidieron el curso de tal veneno. Este nació entre
los mismos Mexicanos, ni vino de otras partes como re-
gularmente acaece. No sabemos en qué lugar haya co-
menzado, pues los autores lo callan. Lo que consta es,
que por mus de seiscientas leguas desde Yucatán hasta
los Chichimecas, corrió con tal mortandad de los natu-
rales, que en la historia de México no tiene ejemplar,
por lo cual me ha parecido digno de la historia contar
cuanto pasó en aquella pública calamidad, de donde los
sábios podrán indagar el orígen de tan repentina muta-
cion en los cuerpos de una nacion como la Mexicana,
tan parca, y que no se alimenta sino de comidas simples.
Entrada la primavera, sin haber precedido causa alguna,
comenzaron 108 Mexicanos ú sentir fuertes dolores de


[1] 19ualfenómeno fué materia de la conversacíon de Ci-
cerón en su tratado de República que se registra en el ma-
nuscrito hallado en el Vaticano últimamente pat' el Sr. Máy.


[2) Lzb. Capitular.
[3] Duvila Padilla, Hist. de los Dominicanos de ~Ié·


rico, lib. 2. cap. 46.




202 Año de 1576.
cabeza, á estos sobrevenía calentura, que les causaba lO!
ardor interior, que con las cubiertas mas ligeras no po-
dian cobijarse. Nada los recreaba mas que el salir de
sus pobres casas, y echarse ó en sus patios, ó en las
calles, lo que hacian los que carecian de asistencia: á es-
to se agregaba una perpetua inquietud, y sobreviniéndo-
les flujo de sangre á las narices, á los siete {¡ nueve dias
morian. Si alguno por dicha escapaba de este fatal término,
quedaba con tal debilidad, que á cada hora temia la muerte,
Ninguna casa de los Mexicanos fué exénfa de esta cala-
midad, por haberse pegado la peste de unos á otros, y
esta fué la causa del grande extrago que hizo. Aquellos
que ó no tenian deudos que los asistiesen, ó cuyas fami-
lias todas estaban contagiadas, no teniendo quien les mi·
nistrara aquel corto alimento de atole, como llaman en
l\Iexico, ó de poleadas de maíz, morian de hambre, y file-
ron tantos los que murieron por esta causa, que acaso á
los principios mayor extrago hizo la necesidad, que la
peste. Esta no perdonó á séxo ú edad, y causaba horror
entrar en las casas de los apestados y hallar ú los mo-
ribundos niños entre los cuerpos de sus difuntos padres.
Los Mexicanos, cuasi atónitos con aquel improviso extra-
go, como si su raza hubiera entonces de acabarse, caían
cn una profunda melancolía qlle les era fatal. Mexicanos
hubo que se contagiaron de miedo. A la verdad, este azo-
te de la Divina Justicia tenia tan maligno carácter. que
no se puede explicar, y por lo mismo pareció cosa ex-
traña, mucho mas teniendo la singularidad de que con-
tagiándose casi todos los llaturale." los Españoles é hijos
de ellos gozaban de salud.


7. El Arzobispo que era á la sazon D. Pedro Moya
de Contreras, y el Virey D. Martin Enriquez. cada uno
por su parte pensó en levantar h')spitales en que se cu-
raran los apestados; pero imposibilitado este arbitrio por
ser la peste general, llamaron segun congeturo, á los
médicos mas insignes, y los exhortaron á que averiguada
la causa aplicaran los remedios convenientcs; pero e~tos
dcspnes de muchas juntas y repetidas disecciones de ca-
dáveres hechas en el hospital Real por el Dr. Juan de lti
Fuente, nada determinaron, pues en los anatomizados no
observaban sino hinchazon en el higado, y así jamás ati·
na.l'C1ll con los remedios; 10 qU0 {l lfJS unos sacaha de




Año de 1576. 203
la fauces de la muerte, aplicado á otros les abreviaba la
vida: las sangrias y demús auxilios del arte nada apr,l-
yecharon. Viendo esto el Arzobispo; llamó á los superio-
res de las religiones, y les encomendó el cuidado de los
apestados. Encargados éstos, conforme al número de su-
getos que tenian, los padres franciscanos, dominicanos,
agustinos y jesuitas, se distribuyeron por aquellos barrios
de los Indios, de esta manera: los unos llevaban los ali-
mentos y medicinas: otros oían sus confesiones, les ad-
milJistraban el viútico, extrema-uncÍon, y los exhortaban
i morir cristianamente: en seguida venian otros que sa-
caban de las casas los cuerpos muertos, y llevaban á en-
terrar á las iglesias vecinas: esto se hacia á los principios;
pero despues cuando la mayor parte de naturales estaba
contagiada, en los cementerios que por lo comun están
delante de las iglesias, se abrian profundas fosas en don-
de les daban sepultura eclesiástica. Tuvieron gran parte
en el piadoso trabajo de asistir á los apestados no solo
los clérigos, sino tambien los seculares; pero sobre todos,
las matronas, mugeres, ó hijas de Españoles que se mos-
traron en esta ocasion madres de los desvalidos Indios:
corrian estas acompañadas de sus criadas por aquellos bar-
r íos, de casa en caSIl, limpiando las horruras de los enfer-
mos; conociendo, como era verdad, que la incuria y des-
aseo eran causa de tanto mal, los proveían de ropa lim-
pia, y les suministraban los alimentos mas delicados que
su caridad les sugería, y como para el cuidado de los
enfermos están dotadas de particular gracia, á muchos li-
braron de la muerte. Esta asistencia poco mas ó menos
tuvieron los Indios en las poblaciones donde habia muchos
Españoles; pero en aquellas en que solos ellos habitaban,
todo el cuidado de los apestados eargó sobre los curas (1)
religiosos, que salian de sus conventos ó casas al amane-
cer, gastando el dia en administrar los Sacramentos, en-
terrar á los muertos, y llevar la comida y remedio á los
enfermos: ni volvian á sus casas sino al A ve María. Es-
te continuado trabajo fué la causa de que muchos murie-
ran. Cuantos hayan sido éstos, se ignora. Se sabe solamente
que de los padres franciscanos murieron muchos, ocho de
los padres dominicanos, y uno que fué el rector de los


P 1 TOl"ljuemada, p. 1. lib. 5. cap. 22.




:l04 Ano de 157'¡.
padres jesuitas. Y de verdad me es muy sensible, que eb-
cribiendo la historia de México no pueda dar razon indio
vidual de tantas víctimas, de la caridad que nos dejaron
tan buenos ejemplos. Es de notar que estos celosos minis-
tros no fallecieron de peste, pues como antes digirnos, ningun
Español se contagió, sino de otra enfermedad parecida ú
esta, originada del excesivo trabajo, y hálito pestilente de
los enfermos. Mientras que la peste se cebaba en los Mexi-
canos, estos fueron tachados de haber procurado pegarla
á los Espafíoles; ya, echando en las acequias que corrian
por sus calles los cuerpos muertos; ya, amasando el pan
con la sangre de éstos, porque se enfurecian, dice el P.
Dávila y Padilla (1), al considerar que su nacion se ex-
terminaba cuando los Espafíoles gozaban de robusta salud.
Acaso algunos cuerpos muertos que se hallaron en las
acequias dieron oca8ion Ó. esta voz; porque parece que la
razon dicta no creer tan gran delito sin pruebas convin-
centes. Entretanto llegó el otoño, y cesaron las aguas: co-
menzó á sentirse el fho, y todos se prometian que cesaría
la peste, como sucede frecuentemente; pero estas espe-
ranzas fueron fallidas, pues aun en el corazoll del invier-
no se mantuvo con la misma actividad que en los calores
del estío. .


1577. S. (2) El ayuntamiento, al principio de] año, dió
las alcaldías de mesta á Antonio DelgadilIo, y á Alonso
Cervantes: las ordinarias, á Gerónimo Bustamante, y á.
Francisco Rodriguez Alagariño: la procurad1lría mayor, á.
Bernardino Albornóz: el alferazgo real, á D. Pedro Loren-
zo de Castilla: al alguacilazgo mayor, promoviú el Vire)'
á Diego Alonso Arias: el Rey dió dos plazas de regido-
res á Alonso Gomez de Cervantes, y á Baltazar Mexía
Salmerón: despues de tiempo, por muerte de uno de lOE
alcaldes, se substituyó á Diego Ordaz. Entretanto la peste
que ya habia cundido por toda la Nueva España no se
remitía en la capital, antes bien se puede decIr que con
las aguas que se adelantaron al principio de Abril, causó
mayor mortandad. Estas cosas nunca vistas en la Nueva
España continuaron con tal tezon, que hasta entrado No-


[1] Dávila y Padilla, Hist. de los Dominicanos de ¡l1é
:rico, lib. 2. cap. 46.


(2] Lib. Capitular.




Aiio de 1578. 205
viembre no cesaron; pero de este mal resultó un gran
bien, pues las aguas purificaron el aire, y casi repentina-
mente cesú por todo el reino de México la peste. El Vi·
rey Enriquez, que en todo aquel tiempo habia dado á los
gobernadores y corregidores sus órdene.s para el alivio de
los apestados, y que era menudamente mformado de cuan·
to pasaba, hizo que cn el archivo de la ciudad se guar·
dara el testimonio de los muertos de aquel reino (1), que
pasaban de dos millones. Ni es de extrañar que con tal
mortandad, los Espaílolci:l que habían ido á Europa y volvie-
ron ú aquel reíno al fin de este año, quedaran maravi·
lIados de ver aquellas ciudades que dejaron tan pobladas¡
aquellas campiüas tan floridas, desiertas, y muchos pare-
ce no croi:111 aun á sus mismos ojos.


1578. D. (2) Los puestos vacantes en la ciudad, los
tuvieron en el siguiente año estos sugetos: las alcaldía~
de me sta, Diego Ordáz, y Gerónimo Bllstamante: las 01'-
-clinarias, Leonc! Cervantes, y Alonso Perez: la procura.


(1] Dca'ila!l Padillo, Mst. de los Dominicanos, lib. 2.
eap. 29.


NOTA. Esta relacion está exácta con la que de esta pes-
te hace el P. Saltágun en el tomo 3. de su historia que
publiqué, pá{!.'. 328. Despues de la conquista de _7Iléxico
dice, que ha habido en esta Nueva España tres epidemias
universales; la primera en 1520: la segunda fué en 1555,
en que dice murió la maym' parte de la gente que !tabia,
pues él enterró mas de diez mil cadáveres en la parte de
Tlateloleo, la cual le atacó á él despues, y se vió muy al
cabo, es decir, á punto de moró., y ésta. Prescindiendo de
las epidemias de viruelas que han sido varias y la mas
cruel la de 1779, la de la fiebre amar'illa ocurrida en
1813, y la del dlólera 11torbus en 18!l3, han consumido la
mayor parte de la jlob!acinn; pudiéndose aj!"l'egar la del sa-
rampion de 1824, Es cosa muy df<sconsolante que un país, por
otra parte tau sano, sufra en ciertos tiempos epidemias de·
soladoras que no permiten a11mente Sil poblacian. La histo-
ria del cluílera morbus, los caractéres de esta fatal dolencia,
y métodos adoptados para curarla. la he presentado en F1 se-
gundo nlÍmero de las Efemérides histórico--político literarias,
por si en algul1 tiempo reapareciese esta fatal dolencza~.·'


[2J Lib. Capitular. /',
TU)!. l. 21


.,




:¿OG Aüo de 15'78.
duría mayor, Rui Diaz de Mendoza: el altcrazgo real;
Francisco Mérida: el alguacilazgo mayor, D. Carlos Sá-
mano: el oficio de obrero mayor, Antonio Cervantes: fué
capellan de ciudad el P. Bartolomé Franco. La carestía
siguió á los dos años de peste, efecto necesario de la
falta de labradores, y de haberse perdido los pocos mai·
zes que los Españoles habian sembrado en los llanos. De
los recuestos en donde las demasiadas lluvias no habian
sido perjudiciales, se acarrearon á la ciudad los maizes
para el abasto. En este ailo eximió el Virey á los na-
turales del tributo, providencia que hasta nuestros dias
continuaba, siempre que entre los Indios picaba alguna
epidemia (1). Por este tiempo Francisco de Rivera, co-
misario de los padres de S. Francisco, en cierta ocasion
fué á tratar con el Virey no sé qué negocio, y despues
de haber esperado en la antesala largo tiempo, bien que
por dos veces hubiera el paje avisado, no tuvo Audien-
cia. Mohino aquel religioso de esto que tuvo por desaire,
se volvió á su convento, y debiendo predicar pocos di as
despues en Catedral delante de D. Martin Enriquez, des-
fogó su cólera en el sermon con estas expresiones. • •• En
palacio á todos se iguala, ni se hace diferencia entre cele-
siástlCOS y seculares. El Virey dió luego la queja al acuer-
do de que aquel religioso lo habia zaherido, é inmedia-
tamente se libró real provision mandándolo ir á Espaiía.
Entretanto hubo algunos escritos de una y otra parte, y
aquel religioso se resolvió á obedecer cometiendo un aten·
tado. Fue el caso, que mandó juntar sus frailes, y en pro.
cesion con la cruz por delante cantando el Salmo ú¡ exí-
tu Israel de aegipto, salió de México para Veracruz. A
este espectáculo se conmovió toda la ciudad; pero prin-
cipalmente los Mexicanos, que tenian muy presente lo que
aquellos padres habían trabajado en la peste por ayu-
darlos, de lo que llegó á temerse que se alborotaran. Dis-
gustado el Virey de los procedimientos de aquel ternera·
rio, quizá hubiera hecho en él un ejemplar, si no se hu.
bieran interpuesto personas de autoridad, por lo cual ce-
diendo al tiempo, por medio de otros se le escribió á
Cholula. en donde se habia detenido, que volviera con
sus frailes á México. Llegado alli, pareció que el Virey


[1] Torquemada, p. 1. lib, 5. cap. 2,t.




Año de 1579. 207
~c ha!.)!a reconciliado con Rivera; pero no ¡ué así, sino
que en primera ocasion escribió al Rey lo que pasaba,
quien luego dió órden que saliera de Nueva España.


1579. 10. (1) Fueron alcaldes de mesta en el año de
1579, Leonel Cervantes, y Alonso Perez: ordinarios, Fer-
nando de Rivadeneira, y D. Luis Ponze de Leon: pro-
curador mayor, Alonso Gomez de Cervantes: alférez real,
D. Luis Velasco, y capellan de los Remedios, el P. Fe-
lipe Osario. Despues de tres años de calamidad, vino el
presente que fué de abundancia, con lo que respiraron
los pueblos de la Nueva España. Entretanto el virey En-
riquez, considerando lo que aquellas naciones se habian
disminuido con la peste, y lo que seguirían disminuyén-
dose con los trabajos excesivos á que los obligaban los
Españoles, pensú dar tales providencias, que si no las de-
jaba enteramente libres, á lo menos les minoraran el tra-
bajo de tal modo,que podl"jan atender á sus haciendas
sin detrimento de su salud. Hemos visto en esta historia
que los reyes católicos en sus mandamientos siempre
inculcaban á los vire ves y gobernadores de las Indias
que les mantuvieran & los naturales su libertad, como se
l1aeia con los Españoles, y que por lo mismo no los com-
pelieran á trabajo alguno, mucho menos al de las minas.
Pero como los regidores y encomenderos tenian gran-
gerías en aquel trabajo, habian seguido obligándolos. De
ahí nacia que los Indios que por su naturaleza son mas
débiles que los Espaiíoles y los negros, despues de al-
gun tiempo que trabajaban en las minas, por los eflu-
vios venenosos de estas, ó morian prontamente, ó llega-
ban á tal con~uncion, que lo poco que les quedaba de
vida, la pasaban infelizmente (2). El Virey creyó proveer
á esto con la ley que publicó de que todos los meses se
sacaran de cada pueblo de Indios cierto número de tra·
bajadores, que se repartieran por las minas vecinas, sir-
vieran en las casas, y trabajaran con buen salario en las
obras públicas, con la condicion de que acabado el mes
se substituyeran otros, y ninguno fuera compelido al tra-
bajo, sino pasado un año. Esta ley que aun en nuestros


[1] Lib. Capitular.
[2] Vetancourt, tOll!. 1. tmt. de la ciudad de 11'1éxico,


';ap. 2.




208 Año de 1580.
dias duraba en el obispado de Michoa(~án, y Ilamabull
Tanda, tuvo el efecto que D. Martin Enríquez deseaba
en las provincias ,"ecinas á las audiencias; pero en las
lejanas; en donde todo era al arbitrio de los corregido-
res, y no llegaban á los superiores las quejas de los agra,
vios que recibian los Indios, les fué perjudicial. De aquí
ha nacido que los pueLlos de la Nueva España que es-
tán inmediatos á lugares de minas, y distan mucho de
las capitales, tienen pocas fitmilias.


15AO. 14. (1) Tuvieron los cargos de ciudad el 1 ~
del año, Fel'llanoo de Rivadencira, y D. Luis Ponze oc
Leon: alcaldes de mesta, Antonio de la Mota, V Reman-
do Bazan, ordinarios: de procurador mayor, BaÍtazar Me-
xÍa Salmerón: <le obrero mayor, Francisco Mérida: de al-
férez real, Alonso Valdés, y entró de alguacil mayor por
nombramiento del Rey, D. Diego Velaseo (2). Este aflO
es notable eu la historia por la abundancia de lluvias que
hubo en Mexico, y que hicieron salir de madre aquella lagu-
na con tanto daño de la ciudad, que por rnuch02l dias es-
tuvo inundada. El Virey para impedir en adelante este
perjuicio, mandó convocar el ayuntamiento é inteligentes
en aquella facultad. En esta junta se resolvió que se hi-
ciera un desagüe á las lagunas que rodeaban á México, y
se señaló por lugar á propósito los bajos de Huehuetoca;
pero habiendo cesado las lluvias. y la agua vuelto á su ni-
vel, no se volvió á parlar de este proyectn. Entretanto que
esto pasaba, D. Martin Enriquez entendía en reparar el
menoscabo que la Nueva Espaí'ia habia padecido con la
peste: el Rey Felipe n. satisfecho de su prudencia y mo-
deracion, lo promovió al vireinato del Perú enviando en
su lugar á D. Lorenzo Juarez de Mendoza, conde de la
Coruíia, sugeto muy recomendable, así por su nobleza co-
mo por sus aventajadas partes (3), pero de avanzada edad,
que hizo su entrada en México el 4 de Octubre con mas
pompa qu~ la que hasta entonces se habia visto. Desde
Jos principios de su gobierno dió muestras de Irt afabilidad
que lo caracterizaba, pues ú ninguno de los que tenian
negocios que tratar con él, se negó.


[1] Lib. Capitular.
[2] Gemelli, giro del mundo, p. 6. lib. 1. cap. 3,
[3] Lib. Capitular




AÍlo de 15~1. 209
J5tH. 1:2. (1) A los sesenta años de conquistado Mé-


xico, fueron alcaldes de mesta, Gerónimo de la 1\1ota, y
Fernando Bazan: ordinarios, Gabriel Chaves y Gonzalo
Gallego: procurador mayor, D. Diego Velasco: obrero ma-
yor Alonso Gomez de Cervantes: corregidor interino por
prision del propietario, D. Juan Saavedra: alférez real,
Andtés Yazr¡uez Aldana: regidor por el Rey, Guillen Bron-
(lat: capellanes D. Berna.rdillo Albornóz, y el padre 1\1a-
teos Villegas (2). Luego 'lile el conde de la Coruña se
instruyó en los negocios del víreinato, como era minis-
tro íntegro, conoció los muchos abusos que se habian in-
tmducido entre los oidores, oficiales reales, corregidores.
y otros jueces de la Nueva España, y no teniendo la au-
toridad necesaria para impedirlos, por no poder remover
de sus puestos á aquellos ministros, ni menos substituir
á otros, escribió al Rey pidiéndole visita de los tribuna-
les, asegurándole, que si no diputaba un juez de integri-
dad que reformara los abusos, la justicia seria venal. y
las rentas realcs se las apropiarían los que las maneja-
ban (3). En el mismo año, á pedimento de la ciudad que
veía cada dia aumentarse mas el comercio de aquel rei-
no, con la concurrencia de m!Srcaderes de la Asia, Améri-
ca y Europa, de modo que los puertos de Vera cruz y
Acapulco se habian hecho emporios célebres, concedió
el Rey que se instituyera en México Consulado, que tl.\-
viera la direccion de las férias que se debian hacer. y de
los demús negocios de comercio. A esta cédula dió eje-
cucion con gran so!elIlIJidad el Vi rey.


1582. 13. (4) El primero del año, junto el regimien-
to, eligió por alcaldes de mesta, á Gabriel Chaves y á
Gonzalo Gallego: ordinarios, á D. Mateo Monleon y á
Diego de Guzman: por obrero mayor, á Gerónimo Lo-
pez: por procurador de córte, á D. Diego de Velaseo:
por procurador mayor, á Guillen Brondat: por alguacíl
mayor interino, á Diego Mexía de la Cerda: por alférez
real, á D. Luis Felipe de Castilla. Entró de regidor por
el Rey, D. Francisco Guerrero Dávila, y tuvo voto en


[1]
[2J [a1
f4.l


El mismo lib.
Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 25.
Vetancourt, tomo 1. trato de jlfex. cap. 5.
Lib. Capitular.




~10 Afio de 1583.
el cabildo Martin Olivares, correo mayor. La plaza dt..:
corregidor la dió el Rey al Lic. Pablo Torres (1). La
vida del conde de la Coruña, por cuya conservacion ofre-
cian á Dios sus votos los vecinoS' de México, duró po-
co, pues el 19 de Junio dejando un gran deseo de sí,
falleció. Su entierro se hizo con gran pompa en S. Fra.n.
cisco, en donde quedó depositado, hasta que sus herede.
ros lo trasladaron al sepulcro de sus mayores. La Au.
diencia, presidida de su decáno el oidor Villanueva, en·
tró á gobernar.


1583. 14. (2) Síguese el año de 1583, en que fue-
ron alcaldes de me sta, Diego Guzman y D. Mateo Mon·
lean: ordinarios, Fernando Rivadeneira, y Gerónimo Mer·
cado Soto Mayor: procurador mayor, Diego Mexía de la
Cerda: obrero mayor Guillen Brondat: teniente del escri-
bano mayor de cabildo, Diego de Santa María: alférez
real, Baltasar García Salmerón. Gobernaba la Audiencia, y los oidores se hallaban descuidados, cuando Felipe n.
movido del informe del conde de la Corufia, determino
nombrar para visitador de los tribunales del reino de Mé.
xico, á su arzobispo D. Pedro 1\1oya de Contreras, su-
geto en quien concurrían las partes que se deseaban pa.
ra el desempeño de empleo tan árduo. Sus despachos le
llegaron al dicho arzobispo en este aiío, los que presen.
tados como es costumbre, y admitidos por el acuerdo, temo
blaron aquellos ministros; pues conocian muy bien la in·
tegridad (3) y modo de proceder de aquel visitador, á
quien no se ocultaban sus desavenencias, que eran la cau-
sa de que el uno al otro se mordieran. Luego que el ar-
zobispo abrió la visita, y comenzaron las delaci'Jnes con-
tra los oidores y demás ministros, con la gran prudencia
de que era dotado, poco á poco fué remediando los abu.
sos que halló: entretanto escribió al Rey á favor de los
que cumplian con su oficio, despues de exhortarlos á que
continuaran para que los promoviera; á otros que eran in-
dignos del cargo que tenian, no los castigó por entonces.
esperando la determinacion del Rey.


[1] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 2G.
[".z] Lib. Capitular.
[3] Torquemada, p. l. lib. 5. cap. 2;-,.




Aiío de 15tl4. ~ 11
1 ;)8·1. 15. (1) Fueron alcaldes de mesta en este año,


Fernando de Rivadeneira, y Gerónimo Mercad,,: ordina-
rios. Baltasar Cadena, y Bernardino Yazquez Tápia: pro-
curador mayor, Baltasar García Salmerón: alférez real,
Guillen Brondat: teniente del corregidor el Lic. Manjar-
l'és: escribano mayor de cabildo por el Rey, Martin Alon-
so de Flandes. El mismo dió una plaza de regidor á Gas-
par de Rivadeneira, y voto en cabildo á Juan Luis Rive-
ra, tesorero de la casa de moneda: por ausencia del pro-
curador mayor. despues entró en su lugar Diego Mexía
de la Cerda, y fueron capellanes del Santuario de los Re-
medios, el padre Nicolás Morales, y el Br. Juan de Aben-
dafio (2). Entretanto que se guia la visita del arzobispo, y
esperaba los despachos del Rey para castigar á los cul-
pados, llegó á México su nombramiento de Virey, con lo
cual se vieron reunidos en un mismo sugeto los tres mayo-
res empleos de la Nueva E:>pruia. Tomó posesion de es-
te cargo el 25 de Sf'tiembre (3). Con el vireinato se le
dió mayor autoridad, pues sus facultades se estend ieron
hasta poder remover á los ministros que no cumplian con
su obligacion, y substituir otros. Con esto se vieron gran-
des novedades en la Nueva España: suspendió y pri vó á
varios oidores de la garnacha: á algunos oficiales re ales
a horcó, y arregló todos los tribunales de tal manera, que
no quedaron en ellos sino ministros de quienes él ó al gu-
nos otros sugetos de integridad, tenian pruebas que no
prevaricarían. Mucho le sirvió al arzobispo el ser Virey,
porque de otra manera hubiera tenido quien le atara las
mallOS. En los negocios de la visita gastó D. Pedro Mo-
ya este año, y los dos siguientes. EntretaIJto que atendía
á csta comision, no se olvidaba de su principal ministerio
de arzobispo, ni tampoco del oficio de vire y, por lo cual
hallándose con un mandamiento del Rey (4), en que or-
denaba que los Indios de Nueva España, que no estaban
encabezados, por tener sus rancherías ó en aquellas sier-
ras, ó en a!gunos despoblados, que se juntaran en los lu-
gares mas vecinos, ó se formaran de ellos nuevas pobla-


Lib. Capitular.
Vetaftcourt, tomo l. trato de 2tléx. cap. 2.
Torquemada, p. l. lih. 5. cap. 25.
Torquemada, p. l. lib. 5. cap. 43.




':!12 Año de 1;)8;).
ciones, trató de har:erlo; pero para proceder eOll la lIJa~
dllréz debida. consuitó á los religiosos ministros de los par-
tidos vecinos; se opusierun ú atIUel proyecto con la razoll
evidente de ser pCljudicial á los naturales la mutacion de
pais, como se habia visto repetirlas veces. Esta razon obli-
grl á D. Pedro Moya á cesar en aquel negocio, y escri-
bir á Felipe n. las razones que habia para no llevarlo al
cabo.


] 585. 16. (1) Llegado el tiempo de dar los empleos
de ciudad, se distribun:rull de e.~ta manera: Baltasar Ca-
dena y Bernardino Vazqllcz de Tápia, tuvieron las alcal·
días de mesta: las ordinarias, Martin Suazo y Rodrigo A vi-
la: la procuraduría mayor, D. Diego Velasco: el. alferaz-
go real, Francisco Guerrero Dúvila: tuvieron voto de re-
gidores por mandamiento del Rey, los nuevos oficiales
reales Gordian Casarano, Antonio de :Mota, y l)edro Ar-
menta (2). Por estos tiempos á solicitud del padre Jllan
de la Plaza, se fundó en México un Seminario de In':"
dios, en donde se les enseñaban los rudimentos de la fé,
á leer y escribir, y tambien el canto llano. Este Semi.
nario, á cargo de los padres de la c<nnpaftía de Jcsus.
se abrió eri S. Gregorio, de donde los niños españoles
que allí estudiaban, pasaron al Seminario de S. Bernar-
do. Al mismo tiempo el arzobispo Moya, que continuaba
en la visita de tribunales, no descuidó de su ministerio,
y habiendo desde el alio antes convocado un concilio pro-
yincial, éste se tuvo en el prt;sente. y es uno do los mas
célebres concilios de la América. En él, entre otras (:r)_
sas que no pertenecen á nuegtra historia, aquellos padres
decretaron que ningllna causa podia (3) justificar á los
Españoles que hacían esclavos á los Indios, y que los
que hubieran hecho se ahorraran. Por diligencia tambien
del mismo arzobispo (4) en este año, se embarcaron en
Veracruz tres millones y trescientos mil ducados ell pla-
ta acuñada, y un mil cien marcos de 01'0 en tejos con
otros muchos productos de la N ue,,-a EspaI1a, que eral)


[11
[2]


paiíia
[3]
[4]


Lib. Capitular.
Alegre hist. de la pi'ovwcia de jllrxico, de la Com-


de .Jeslls, 1Ilrlnusci'ifa.
Gil Gonzalez Dúvila, Trat. Ecles. tomo 1. fol. :.n
Jliscelanea de la Bibliot.eca angélica de RíJllw.




Aúo de 1586. 213
rfc vaiur excesIvo, y qne llegaron con felicidad á Euro-
pa. Entretanto el gobierno del arzobispo era severo pa-
ra Jos malos, y de padre para los hombres de bie.n. Es-
tos ofrccian sus oraciones á Dios para que continuára en
el vir8inato, cuando le llegó el sucesor D. Alvaro Enri-
que Zúñiga, marqués de Villa Manrique, que entró en
México el 18 de Octubre; y aunque el arzobispo Mo-
ya dejó entonces la gobernacion, con todo, por manda-
miento del Rey se le prorrogó el empleo de visitador,
hasta tanto que terminára los negocios que estaban pen-
dientes.


1585. 17. (1) En el siguiente afio, el noble ayunta-
miento puso por alcaldes de me sta, á Martin SalO, y á
Rodrigo A vila: por ordinarios, á Francisco Mérida, y á
D. Juan Maldonado Montijo: por procurador mayor, á
D. Luis Felipe de Castilla; pero sobreviniéndole á éste
no sé qué impedimento, se le substituyó á Alonso Gomez
de Cervantes, alférez real: por mayordomo, á Francisco
Hidalgo, y por contador á Cristobal Aguilar (2). El mar-
qués de Villa Manrique, al principio de este año, hizo
por segunda vez notificar á los padres franciscanos, do-
minicanos y agustinos. que administraban las doctrinas de
la Nueva España, los órdenes del Rey que D. l\fartin
Enriquez les habia hecho saber. Los provinciales de aque-
llos órdenes respondieron con las razones mismas que ha-
bian en aquel tiempo hecho valer; pero insistiendo aquel
virey en que se cumplieran, apelaron al Rey, á quien
enviaron procuradores (3). Entretanto el arzobispo Moya
habiendo mudado los ministros que componian los tribu-
nales de aquel reino, terminada Sil visita, se fué á Es-
paña como le habia mandado el Rey, de quien fué re-
cibido con muestras singulares de benevolencia, y no so-
lo fué aprobado cuanto en México habia hecho, sino que
en prémio de su integridad, se le dió la presidencia del
consejo de Indias, no haciendo Felipe JI. caso de los informes
que vinieron de Nueva España contra lo ejecutado en la vi-
sita, y contra la persona del visitador; porque de ellos
se SaC31)a la perversidad de los corazones de los minis-


[1] LI.b. Capitular.
[21 Torquemada. p. 1. lib. 5. cap. 26.
f:l] Vetaneaurt, tomo 1. trato de llléx. cap. 2.
TO:\f. l. ~,.,




~14 Año de 1587. ,
tras prevaricadores, y de sus defensores (1). Me parece
no poder hacer mejor la apología y elogio de este ar-
zúbispo vircy, que refiriendo la gran pobreza en que mu-
rió despues de doce años de arzobispo, mas de uno de
virey, y seis de presidente, que ni dejó con que pagar
sus deudas, ni tampoco para su funeral, de lo que avi·
sado el Rey, mandó que se satisfacieran ambas cosas
del erario (2). En este año el caballero Tomás CfFwen-
dish, inglés, en la puerta meridional de Californias, apre-
só un navío que de Manila iba á Acapuleo, y conducía
mercancias de la China.


1587. 18. (3) En este año ocuparon las alcalJías de
mesta, Francisco Mérida, y D. Juan Maldonado: las oro
dinarias, Rui Diaz de Mendoza y D. Juan Guzman: la
procuraduría mayor, Alonso Gomez de Cervantes: el al.
ferazgo real, Gaspar de Rivadeneira: la capellanía de los
Remedios se dió á Francisco Terrazas; pero habiéndose
escusado, se substituyó Baltasar Moreno (4). Por el testimo-
nio del Padre Acosta se sabe que en este ruio despachó
el marqués de Villa Manrique la flota de Veracruz que
trajo á Europa 1156 marcos de oro en tejos, fuera de
la plata acuñada, y preciosos géneros de la Nueva Es-
paña. En (5) esto entendia aquel virey, cuando tuvo la
pesadumbre de que Francisco Drak, célebre corsario in-
glés, que poco antes habia tomado la plaza de S. Agus-
tin de la Florida en el mar del Norte, habia pasado al
pacífico, y quc en la costa de Nueva España, hechos va-
rios desembarcos, habia robado frutos y ganados, con lo
cual los vecinos de aquellas partes estaban atemorizados.
Inmediatamente aquel vircy libró despacho á Guadalaxa·
ra, para que en todos los partidos de su jurisdiceion que
caían al mar del Súr, se llamaran las milicias, y prove.
yó que las embarcaciones que estaban ancladas en Aca·
puleo, se alistaran para salir á combatir contra el inglés.
Entretanto mandó hacer levas, y nombrado por gefe de
aquella expedicion al Dr. Palacios, hizo marchar la tro-


[1] Gil Gonzalez Dávila, vida de Maya.
[2] Gazetero americano, tomo 1. fol. 5.
[3] Lib. Capitular.
r 4] Acosta, historia natural. lib. 4. cap. 4.
(5J GazeterQ amer'Ú:ano, tomo l. fol. 4.




Año de 1588. 215
pa al puerto. Llegados allí, entendieron que despues de
haber saqueado Drak algunos lugares, habia dejado aquel
mar. Con esta noticia se suspendió el embarco de los
soldados, hasta saber el rumbo que seguían los ingleses.
Mientras que estas cosas se ejecutaban, los enemigos se
apostaron en la punta de CaliCornías por donde debia
pasar la nao de Filipinas, que todos los años iba á N ue-
va España, y siendo aquella la estacion en que arriba-
ba, tuvieron la felicidad de que á pocos días en aquella
altura la observaron, y la rindieron con facilidad, porque
los Españoles que ignoraban el infeliz suceso del Ga-
leon del año anterior, fiados en que en aquel viaje no
habian de encontrar corsarios, pues nunca habian estos
corrido aquel mar, venían desprevenidos. Este Galeon se
nombraba Santa Anna, y venia ricamente cargado no so-
lo de oro, sino tambien de las mercancías mas precio-
sas del Japon y China, y por lo miilmo fué pérdida gran-
de para el comercio de México y de Filipinas. Conten-
to Drak con su presa, la condujo á un surgidero inme-
diato al cabo de S. Lucas, en donde desembarcados Jos
pasageros y marineros, y trasportados á sus embarcacio-
nes la carga de Santa Anna, dejando algunos víveres á
aquellos infelices, quemó el GaJeon, y se hizo á la ve-
la. Quedaron los Españoles cual se puede considerar,
en un páramo desproveido de lo necesario, y rodeado de
naciones salvages, y seguramente hubieran muerto de ne-
cesidad, si Dios no hubiera dispuesto, que el fuego del
Galeon consumidos los árboles y algunas obras exterio-
res, el casco quedara intacto. Con esta noticia, todos se
aplicaron al trabajo, y en pocos dias, lo mejor que pu-
dieron, lo dejaron en estado de hacer aquella travesía.
Llegados á la costa de N lleva España, contaron su des-
gracia, de lo que informado el Virey, mandó al Dr. Pa-
lacios salir del puerto á alcanzar á los ingleses; pero ya
era tarde, pues habiendo éste corrido largo tiempo aquel
mar, no volvió á saber de los enemigos que habían di-
rigido el rumbo al mar de las Indias Orientales.


15í-lS. 19. (1) Desempeñaron }.)s oficios de policía en
el siguiente año, los alcaldes de mesta D. Juan Guzman,
y Rui Diaz de Mendoza: lus ordinarios, Francisco SoJ¡s.


f1] Lib. Capitula/'.




:.l16 Año de 1589.
y Cristobal Tápia: el procurador mayor, que despues fu(
enviado á la córte á tratar los negocios del ayuntamien-
to, Alonso Gomez de Cervantes: el alferez real, Juan Luis
Rivera, y el obrero mayor Alonso Valdés: entraron de
regidores Gaspar Perez Monteros, y D. Francisco de las
Casas. A la desgracia de la pérdida del Galeon Santa
Anna, le sobrevino al marqués de Villa .Manrique un in-
cidente que lo perdió (1). Este Virey hasta entonces se
habia portado en su gobierno con tanta humanidad y ap!i-
cacion á los negocios, que se habia grangeado el afec-
to, no solo de los Espaíioles, sino tambien de los Indios;
y de verdad si hubiera continuado con el mismo tenor
de vida, á mas de que hubiera logrado un gobierno pa-
cífico, la Nueva España hubiera ido en aumento; pero
habiéndose metido en cuestiones de dilatar su jurisdic-
cion, orígen siempre de desavenencias, sus enemigos lo
derribaron del alto puesto que ocupaha. La causa de Sil
desgracia fué, que la Audiencia de GuadaJaxara estendía,
su jurisdiccion á ciertos pueblos que el marqués de Yi-'
na Manrique, sin duda aconsejado de algunos, sostenia
pertenecer al vireinato. Hubo en esta controversía gran-·
des debates, y manifiestos de una y de otra parte, en
que cada partido alegando sus razones, se mantenia ter-
co en su dictámen. Al fin el marqués, cansado de ale-
gatos, mandó gente armada á tomar posesion de aque-
llos pueblos: éstos recurrieron á la Audiencia de Guada-
laxara, que viendo que su jurisdiccion la usurpaba el Vi-
rey, armó gente para vindicar sus derechos. Congeturo
que las fuerzas de una y otra parte estahan á la vista,
cuando una poderosa mediacion, que ignoramos cual ha-
ya sido, suspendió el acometimiento y reconcilió á la Au-
diencia con el Virey. De ahí nació toda la ruina del
marqués, porque sus enemigos dando cuerpo por la Nue-
va España á aquel corto aparato de guerra, escribieron
al Rey, que se habia encendido una guerra civíl entre
la Audiencia de Guadalaxara, y el marqués por culpa
de éste, la cual si no se cortaba con tiempo, cundiría
por todo aquel reino.


1589. 20. (2) Fueron alcaldes de mesto· en el pre-
[1] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 26,
[2] Lib. Capitular.




Ario de 1589. 217
~eute ario, Francisco Solís, y Cristobal Tápia: ordinarios.
Juan Alonso Altamirano, y Gonzalo Gomez de Cervantes:
alferez real, y procurador ruayor, Alonso Dominguez: obre-
ro mayor, D. Diego V clasco: contador, Alonso Fernan-
dez (1). Los informes que hicieron los enemigos del mar·
qués de Villa l\Ianrique en el año pasado, de tal ma-
nera habian conmovido el ánimo de Felipe 11., que sin:
esperar otras noticias resolvió quitarlo de la gobernacion
de México; y dudando de quien echaría mano en aque-
llas circunstancias que le parecian e~pin()sas, acaso por
cnnsejo de alguno que le acordó que D. Luis de Velas.
ea que acababa de llegar á la córte de la embajada de
Florencia, y que se habia venido de México por disgus-
tos que tuvo cen aquel Virey que al principio lo favore-
ció, sería el mas á propósito, determinó valerse de él, y
Ulviarlo de Virf'y. y de verdad, si en México hubiera
sucedido )0 que al Rey escribieron, ninguno mas que D.
I,uis de Velasco era al caso para sosegar aquel reino.
La memoria de su padre, y los beneficios que ia Nueva
Espaiia le debía eran tan recientes, que no podían ha-
berlos olvidado. Se agregaba á esto queDo Luis se ha·
bia criado en México, en cuyo ayuntamiento ocupó los
primeros puestos, y que siendo dotado de las partes que
hacen á los hombres acreedores á los cargos relevantes,
desempeñaría el vireinato. A éste, pues, le mandó el Rey
que sin dilacion partiera á la Nueva España, previnién-
dole que no desembarcara en Veracruz, en donde acaso
el marqués de Villa Manrique tendría su partido bien
asentado. Al despedirse le entregó un pliego para el obis-
po de Tlaxcala, comisionándolo visitador del marqués de
Villa Manrique. Con estas advertencias D. Luis de Ve-
lasco se dió á la vela, aportó á Tamiahua en la provin-
cia de Tampico, mas de setenta leguas distante de Vera-
cruz; pero sabedor de que la Nueva España estaba quie.
ta, y que ni por la imaginacion de aquellos vecinos pa-
saba cosa de guerra, la embarcacÍon fué á Veracruz. Desde
allí D. Luis de Velasco con Cristobal Osorio despachó
al obispo de Tlaxcala· los pliegos que llevaba. Esto su-
cedió en el fin del año.


[11 Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 26.




218 Año de 1590.
1590. 21. (1) Junto el regimiento el 1 q del año, elí-


gió por alcaldes de mesta á Gonzalo Gomez de Cen"an-
tes, y á Juan Alonso Altamirano: por ordinarios, á Leo-
nel Cervantes, y Rafael Trejo: por alférez real, á Gas-
par Perez Monterey: por procurador mayor, á D. Luis
Felipe de Castilla: y por obrero mayor, á Andrés Vaz-
quez de Aldana. En el decurso del año, fué eapellan de
los Remedios Agustin Lopez Osorio: procurador mayor
por ausencia del propietario, Gaspar Perez: obrero mayor,
Gerónimo Lopez de Zisa: corregidor, Lic. Vasco Lopez
de Vivero, y alguacíl mayor interino, Alonso Valdés (2).
El 17 de Enero llegó á México el visitador, obispo de
Tlaxcala, y esto mismo dia salió de allí acompañado de
la Audiencia, ciudad y tribunales, hasta la hermita de
Santa Anna, como era costumbre, el marqués de Villa
Manrique, encaminándose á Tetzcoco. Entretanto D. Luis
de Velasco que hacia su viage por Orizava, luego que
llegó á Acolman recibi6 la visita del marqués. y desplJes
de dos horas (3) de cumplimientos, éste se volvió á Tetz-
coco, y aquel fué á parar aquella noche al Santuario cé-
lebre de Guaclalupe, para dar tiempo á las prevenciones
de su entrada. Aquella misma noche recibió una diputa-
cion del ayuntamiento, en que á mas de cumplimentarlo
de su empleo, de que redundaba gran gloria á su cuer-
po, pues era .mie~bro de él, le r~presentaban I~ injusti-
cia de la AudienCia en el ceremomal que les habla hecho
notificar en la entrada del siguiente di a, es á saber, que
los secretarios y relatores de la Audiencia precederían á
la ciudad: mandamiento contrario á la cédula real que el
ayuntamiento tenia. D. Luis de Velaseo, despues de agra-
decer á aquellos diputados la demostracion que el regi-
miento le hacia, les pidió por favor que la ciudad se
acomodara al ceremonial por no acibarar la fiesta. No
dudo que vueltos á México aquellos diputados, y dado
cuenta al Cabildo de su comision, éste deseando por una
parte complacer al Virey, y por otra que aquella volun-
taria sesion no perjudicara ó sus derechos, extendería en
fúrma una protesta. Dadas, pues, estas disposiciones, al si-


P 1 Lib. Capitular.
(2J Torguemada, p. l. lib. 5. cap. 26.
[3] El misme. cap. 27, en la mIsma pagina y libro.




Afio de 1590. ~19
guiente dia 25 de Enero sobre tarde se hizo la entrada
fública, que por su magnificencia y concurso de gente fué
la mas solemne que México habia visto. Precedía un pi-
quete de soldados que hacian lugar al paseo: seguía la
musica militar: venian despues los caballeros y gente de
lustre que por toda la carrera fueron porfiando con los al.
guaciles de córte y ciudad, que querían preferir: despues
la ciudad, detrás los secretarios y relatores: inmediata á
estos la Audiencia, y por último, el Virey en un caballo
ricamente enjaesado, teniéndole las riendas á man dere-
ella el corregidor Lic. Pablo Torres, y el alcalde ordi-
nario Leonel Cervantes: á man izquierda el otro alcal-
de ordinario Rafael Trejo, y el regidor D. Diego V clas-
ca. Cerraba el paseo la infantería y caballería. Con este
trén llegó el paseo á Catedral, en donde con las cere-
monias acostumbradas fué Velaseo recibido del Cabildo
eclesiástico, y desde allí pasó al palacio de los vireyes.


22. (1) Mientras que D. Luis de Velasco se desem-
barazaba de los cumplidos de su empleo, el obispo de
Tlaxcala D. Pedro Romano abrió la visita del marqués
de Villa Manrique, y ésta por los muchos cargos que
sus enemigos le hicieron, se fué de tal manera enredan-
do, que llegó el visitador al extremo de dar sentencia de
embargo de sus bienes, lo que se ejecutó aun en la ro-
pa blanca de la marquesa. Aburrido el marqués con aque-
lla visita que duró seis años, dejando en México procu-
radores que satisfacieran á los cargos del obispo, se vol-
vió á Espafia con la marquesa, y cenizas de su hija Do-
l1a Francisca, que habian estado depositadas en S. Fran-
cisco. Llegado á la córte, obtuvo del consejo de Indias,
á mas de la revocacion de algunos mandamientos del vi-
sitador, que se alzara el embargo puesto á la mayor par-
te de sus bienes: esperaba la reintegracion cuando la
muerte lo previno. Este modo de proceder de D. Pedro
Romano, contra un caballero tan amable como el mar-
<\ués de Villa l\fanrique, fué desaprobado de las personas
imparciales, por haber dado á conocer que no habia olvi-
dado los resentimientos que contra él tenia por disgus-
tos que habian pasado entre ambos (2). En el interin D.


[1] Torquemada, p. l. lib. 5. cap. 26.
[2J Torquemada, p. 2. lib. 10. cap. 27.




220 Año de 1591.
Luis de Velasco, en cumplimiento de los ordenes de)
Rey, habiendo despachado á la córte sus cuatro hijos va-
rones, dió una prueba del amor que tenia al reino de
México, librando mandamiento para que se abrieran los
obrajes que desde el tiempo de J\fendozfl se habían pues-
to, y que parece que el interés de los comerciantes ha-
bia negociado cerrar. Este decreto, que se firmó el 1 q
de Junio, y que se ejecutó luego, fué utilísimo, así para
el despacho de las lanas, como tambien para promover
la industria.


15D J. 2a. (1) Hallo que en el signiellte aiío fueren
alcaldes de me sta, Leonel c.ervantes, y Rafael Treja: oro
dinarios, por escusa de Francisco Solís, y de D. Juan
Altamirano yerno del Virey, Antonio Ordár. Villagomez,
y Alonso Villagomez: el alferez real, Francisco de la>:
Casas; tambien se escusó de servir aquel empleo en que
puso el ayuntamiento ú Gordiun Casarano: el procurador
mayor rué Gaspar Pcrer. l\Ionterey. Proveido México de
fábricas' de paños y sayales por diligencia de Velaseo, se
le ofreció á éste para la felicidad de la Nueva Espaiia
la ocasion de aumentar sus poblaciones, y asegurar las
vidas y haciendas de los vecinos de la tierra adentro. La
nacion de los Chichimecas, de quien tantas veces hemos
hablado, era á la sazon muy numerosa y guerrera: ex-
tendiase por las provincias interiores centenares de leguas.
y se habia mantenido con las armas en la mano contra
los Españoles desde la conquista: ni parecia que hubie-
ran de rendirlas jamás. Para contenerla, en diversos tiem.
pos se habian puesto presidios en sus ti'outeras, y aun
en las tierras que se les habian quitado; pero esto no evitaba
que espiaran las ocasiones de acometer á los Españoles,
aunque llevaran buena escolta, que viajaban á Zacatecas.
Esta era la razon porque aqncllos lugares de minas y
poblaciones Españolas que quedaban al Norte y Norues-
te de la misma ciudad, vivian cn continuo sobrei'alto. Su-
cedió, pues, que al fin del gobierno dc D. :Martin En-
riquez, por mediacion de un capltan mestizo llamado Cal.
dera, hijo de una Chichimeca que entre los suyos era de
arande autoridad, negoció que se tratara de paz con los
Españoles. Acaso el ver que cada dia perdian mas terrf-


(1] Torqucmada, p. 1. lib .. 5. cap. 35.




AlÍo de 15tH. ~~ 1
1;1), Ó el sa.ber que las demás naciones de la Nueva Es-
paña vivjan con mas comodidad que ellos, les hizo pen-
sar en su quietud. Esta noticia la celebró mucho aquel
Virey, y prometió otorgar á los Chichimeeas lo que le
pidieran; pero siendo necesario para la estabilidad del tra-
tado convocar aquella r:acion, oír el parecer de sus vie·
jos y gefes, y fijar las condiciones de paz, pasó gran tiem.
po antes que fueran á México los embajadores Chichime-
cas, que no llegaron sino en este año con los artículos
precisos de que se su.jetarían ú los Españoles, si anual-
mellte se les suministraba las carnes para el abasto de su
nacian y ropa. Velasco que los habia acogido con aquella
afabilidad que debia, firmó al punto el tratado, y aun en
el siglo siguiente se observaba. Ajustada de este modo la
paz, consiguió Velasco que aquella nacion recibiera en sus
ranchería s, en donde se debian formar pueblos, algunas
familias Tlaxcaltecas, que les enseñaran la vida civíl y
cristiana, y las artes.


24. Entre las dem~s naciones de la Nueva España, el
Virey prefirió á los Tlaxcaltecas para que desbastaran ú
aquella temible nacion, no solo por ser su provincia una
de las mas pobladas de aquel nuevo mundo, por haber si·
do exénta de guerras, sino principalmente porque habiendo si·
do libre desde 141 principio, constante aliada de los Españo-
les, estaba á su devocion, y por lo mismo en ella se te-
nia una prenda de la fidelidad de los Chichimecas. Cua-
trocientas fueron las familias que se escogieron, que pro-
veidas de lo necesario y bajo la direccion de los padres
franciscanos, se repartieron en cuatro colonias, teniendo por
centro {t Zacatecas: la primera, en S. Luis Potosí, á quien
dieron este nombre por estar situada en la falda de un
cerro, rico de minas de oro, y semejante al que tiene el
mismo nombre en el Perú, treinta leguas al Norte: la se-
gunda, en S. Miguel .Mesquitic, tres leguas distante, sitio
fuerte por naturaleza: ignoro á qué viento queda: las otras
dGs, una al lloniente que lIamaroll S. Andrés, setenta le-
guas distante, y la otra al Suclucste, diez y seis leguas en
C·)lotlún. De este moclo acabú aquella guerra, y quedó la
Nueva España ell paz. Es digno de notarse que estas dos
naciones Chichimcca y Tlaxcalt0ca, b1011 que habiten en
los mismos lugares, no se casan entre sí. ni habitan las
mismas casas, conservando cada una sus usos en la fábrica de


'J'OJI. I. 29




22:t Año de 1591.
sus casas, alimentos &c., como nos lo han referido te~tl·
gos oculares.


25. (1) Al tiempo que Velasco entendía en los nego-
cios de los Chichimecas, quiso reducir á Jos pueblos ve-
cinos los Indios que estaban esparcidos por las serranías,
confotme al mandamiento que repetidas veces habian li-
brado los reyes católicos. Para no proceder ciegamente
en aquella materia, quiso oír los pareceres de los curas
y personas cordatas de México, como en otro tiempo lo
habia hecho el yirey, arzobi~po Moya. El dictamen de
éstos fue contrario á lo que deseaba; pues todos le ase-
guraron que aquella providencia seria la ruina de todas
aquellas familias. Para confirmar su opinion, alegaban que
en Huexotzingo y Tepexie, antiguamente se habian pues-
to muchas familias traidas de la Sierra; pero que de ellas
casi ninguno habia quedado (2). Esta aseveracion pareció
al Virey una de aquellas exágeraciones con que se pro-
cura amedrentar á los que gobiernan cuando piensan cs-
tablecer alguna cosa contraria al juicio de los demás; y
asi quiso que se hiciera una tentativa, de que se arre-
pintió. Despachó comisarios por las sierras vecinas á Mé-
xico, con órden de que a los Indios los obligaran á unir-
se á las poblaciones de aquellos llanos. Uno de éstos,
que era Otomí, viéndose obligado á dejar su choza, sus
mugeres y cuanto amaba en aquel pátrio suelo, deses-
perado de esta violencia, dió un documento á los que
gobiernan de no forzar las voluntades de los que fue-
ron antiguos dueños de aquellas tierras. á mudar de ha-
bitacíon. Entra éste en su choza, mata á puñaladas á su
muger, hijos y animales que criaba; quema sus alhajuelas,
y quejalll10se de la violencia de los Españoles, que no le
dejaban otro recurso que la muerte, se ahorcó de un ár-
bol. Luego que llegó á noticia del Virey este suceso, sus-
pendió su órden, y escribió al Rey que de su mandamien-
to se originaría la destruccion de los Indios de la Nueva
España. En el mismo año se padeció en esta tierra una
epidemia, que principalmente se cebó en los pueblos de
la Mixteca, en donde muchos quedaron asolados.


[I] Dávila Padilla, Hist. de los Dominicanos de J'Ié.
rico, lib. 1. cap. 33.


[2J Torguemada, p. 1. lib. 5. cap. 43.




Año de 1502. 22·3
1592. 2G. (1) Consta de los libros capitulares, que en es~
~e ailo entraron de alcaldes de mesta, Francisco So!ís, y
el regidor Antonio Valdés: de ordinarios, D. Juan Saaver
tira, y Martin Lazo: de alférez real, Antonio de la Mo-
ta: de obrero mayor, y de alguacil mayor por el Rey,
Baltasar Mexía Salmeron: de regidor, Gaspar Valdés. Es-
carmentado Velasco con el horroroso ejemplo que referi-
mos, aplicóse á reformar los abusos que en la judicatura
de los Indios se habian introducido, fuente de donde na-
cian las vejaciones que sufrian aquellos naturales en sus
pleitos (2). Comenzó renovando la ley de su padre de
que los pleitos que no pasaban de diez pesos, se sen-
tenciaran en el tribunal de los vireyes. De aquí pasó á
fijar los salarios de los jueces, escribanos y demás agen-
tes de causas de Indios, conforme á la cédula real del
Hí de Octubre del año pasado, cuyo importe debia salir •
del medio real que pagaba cada uno de los tributarios
anualmente, dejándolos de este modo libres de aquella car-
ga; bien que el natural que queria que su causa se expidie-
se prontamente, necesitaba con algunos donecillos acordar
á los jueces su obligacion (3). En el mismo año, por comí
sion que Velasco tenia del Rey, nombró por visitador de
la Audiencia de Filipinas, que se debia suprimir, al Lic. Her-
ver del Corral: el término que se le puso que debia du-
rar la visita, era de ciento veinte dias, y setenta para las
públicas demandas. Con este letrado pasó á aquellas islas
de gobernador Gomez Perez de Mariñas (4), á quien
despachó Velasco á. Xuchimilco un escribano que le no-
tificara la real cédula, de que su gobernar.ion de alh
adelante quedaba sujeta á la Nueva Espafta, y las justi-
cias dependientes de la Audiencia de Méxic"


1503. (5) El dia de la Circuncision del Señor, confor-
me á la costumbre, el ayuntamiento eligió por alcaldes de
mesta, á Martin Sam, y á D. Juan Saavedra: por ordi-
narios, á Gonzalo Hernandez Figueroa, y á Andrés Es·
trada: pl)r alferez real, á Gerónimo Lopcz: por obrero


[1] Libro Capitular.
[2] Torquemada, p. 1. cap. 35.
[:l] Colin, Hist. de Filipinas, lib. 1. cap. 23.
[4] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 35.
[5J Libro Capitular.




22 ! Afio de 1593.
mayor, á Alonso Valdés: por mayordomos, á Diego dc
Santa Maria, y a Me1chor Pastranes interino: por conta-
dor, á Jusepe Brondad: entró de regidor Baltasar Herre-
ra Guillen, y fué capeIlan de ciudad, el Br. Ballestero~
(1). Desde el fin del año anterior se habia puesto mano
á arreglar ·el tribunal del consulado: en este, por cédlllas
del Rey, se le dió todo su explendor, señalando prior, dos
cónsules, juez de alzadas y apelaciones, que es un oidor
por turno y demás oficiales (2). En el mismo año, ó aca-
so en el antecedente, D. Lui,; de Velaseo hizo un públi.
co paseo, que por una semejanza de laberinto que forman
los álamos, llaman alameda, en cuyo centro puso una her-
mosa fuente. (3)


1594. 27. (4) Tuvieron los oficios dc poEcía cn este
año, los alcaldes de mesta Andrés Estrada, y Gonzalo
Hernandcz Figueroa: los ordinarios, Gonzalo Gomez, y
Gaspar Solís: el de alférez real, D. Francisco de las Casas;
el de mayordomo, Francisco Hidalgo: el de procurador ma-
yor, Guillen Brondat: el de obrero mayor, Gaspar Valdés:
entró de regidor por nombramiento del Rey, D. Francisco
Trejo Carbajal: tuvieron voto en el ayuntamiento los oficia-
les reales, Carlos Ibarguen, Gordian Casarano, Pedro de
los Rios, y Juan de Aranda: fué capellan de los Reme-
dios, Jusepe Lopez. Hallo en el mismo libro capitular,
que en estc año fué alfércz real Baltasar Mexía Salme-
rón, acaso po r impedimento del propietario. Gozaba á la
sazon la Nueva Espaíia de quietud, y por diligencia de
Velasco, las artes y el comereÍo florecian, cuando Felipe
JI. que se hallaba en la necesidad de mantener guerras
en diversas partes, viéndose con el erario exháusto, recuro
rió al arbitrio de doblar el tributo (5) en el nuevo mUIl-
do. Para esto comisionó al Virey, de quien esperaba que
su autoridad allanaria las dificultades que podían nacer,
y para que aquella carga no se hiciera tan pesada, le
mandó que publicara, que los cuatro reales demás con


[I] Vetancourt, tomo 1. tratad. de llféúco, cap. 5.
[2] Torquetnada, p. 1. lib. 3. cap. 26.
[3] Parece que desde entonces data la hermosa Ala-


meda de 'ft'Iéxico, agrandada despues por el conde de Galv{:z.
[4] Lib. Capitular.
[5J Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 27.




Año de 1595. 225
que contribuirían al año, los recibiria por empréstito. Efec.
tívamente, Velasco con los modos mas suaves que le dic·
tó la caridad, consiguió que los Indios, bien que de ma·
la gana, pagaran un peso al año. Y creyendo aliviarlos.
al paso que proveer á la capital de gallinas que se es·
cascaban, publicó un bando en que mandaba, que los na·
turales tributarios pagaran anualmente siete reales en mo·
neda ó maiz como se acostumbraba, y una gallina (1).
Este mandamiento redundó en perjuicio de los Indios, así
por su descuido, como por la malicia de los Españoles,
y llago de 61 mencion, bien que sea materia de poca im-
portancia, por las vejaciones que de él nacieron. Los Me·
xicanos, por naturaleza descuidados, pasaron aquel año sin
atender á la cria de gallinas, y cuando llegó el tiempo
de la recaudacion de tributo, se vieron obligados á como
prarlas de los Españoles por dos ó tres reales. De es-
tas aves se hacia repartimiento entre los empleados en
los cargos públicos, y verisimilmente entre las comunida-
des religiosas, cargandóselas á real. Sucedió, pues, que un
sugeto de la Audiencia á quien tocaban ochocientas ga-
llinas, tomadas doscientas para su gasto, las demás las
Jejaba en poder del corregidor de aquel partido, para
que se las vendiese á dos ó tres reales. Algunos zelo-
sos ministros, y entre ellos Torquemada padre de la his-
toria antigua y moderna de los Mexicanos, con otro fran-
ciscano Zárate, se quejaron al Virey de aquel abuso, y
le suplicaron que á lo menos fueran exéntos de aquel grao
vámen los Indios que vivian en la ciudad; pero nada
consiguieron, por lo que la súplica fué remitida á la Au.
diencia, cuyos oidores gozaban de aquel beneficio.


1595. 28. (2) Entraron en los puestos de ciudad el
1 P del año, los alcaldes de mesta, Gonzalo Gomez, y
Gaspar Solís: los ordinarios, Rafael Trejo, y Luis Carri-
llo Guzman: el mayordomo Gonzalo Mendez, y por es-
susa del alférez real nombrado D. Francisco de las Ca.
sas, D. Pedro Lorenzo de Castilla (3). El último año de
su vireinato, quiso hacerlo memorable D. Luis Velasco,
con la fundacion de una colonia en el decantado reino


[1] Torqucmada, p. 1. lib. 5. cap. 27.
(2] Lib. Capitular.
[3] Torquem'lda, p. 1. lib. 5. cap. 35.




226 Alío de 159G.
de Quivira, al que por la fama de sus grandcs rÚluc-
zas, los Españoles llamaron Nuevo México, v dista dc
la capital mas de setecientas leguas al N orucste. Por ITC-
fe de estaexpedicion, nombró á Juan de Olíatc, á quien
á mas de concederle las exénciones Aue se habian otor-
gado á Francisco U rdiñola, que debia antes habcr man-
dado ,aque~la expedicion, ,le h~zo contar en las cajas rca-
Jes dIez mIl pesos, los seIs mIl en empréstito, y los cua-
tro restantes, para ayuda de costa. En esto se trabajaba
en México, cuando con la arribada á V cracruz de la flo-
ta en que venia el nuevo virey D. Caspar de Zúíliga y
Acebedo, conde de l\lonterey, Velasco mandó suspender
aquel viaje. Entretanto habiendo sido promovido al virei-
nato del Perú, salió de México á embarcarse en Aca-
puleo, acompañado, como era costumbre, de la Audiencia,
ciudad, tribunales, y de los muchos amigos y parientcs
que tenia. En el camino se le saltaban las lágrimas de
sentimiento de dejar á México que la tenia por pátriaj
y habiéndose avocado con su sucesor, siguió su camino.
El conde de Monterey en esto fué recibido con grande,;
fiestas en Guadalupe, y el 5 de Noviembre hizo su en-
trada en México (1). Desde luego este virey rué tachado
(2) de tardo en el expediente de los negocios, pero sin
razon; porque lo que llamaban morosidad, no era sino efec-
to de prudencia, pues un recien llegado, sin conocimiento
de los sugetos que trata, no puede saber de quienes ha
de desconfiar, ni á quienes ha de oír. No obstante su tar-
danza, luego que fué informado del agravio de los Indios
por la gallina que daban por tributo, revocó a'lucl man·
damiento.


1596. 29. (3) En el siguiente año, los empleados en
]os oficios de policía, fueron los alcaldes de me sta, Ra-
fael Trejo, y Luis Carrillo Guzman: los ordinarios, D.
Juan Maldonado l\Iontejo, adelantado de Yucatan, y D.
Juan Saldívar: el alférez real, Alonso Gomer. de Cervan-
tes: el contador Gonzalo Romero: el mayordomo Fernan-
do Alvares: los obreros mayores, Gaspar Perez Monte~


[1] Lib. Capitular.
[2] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. :lB,
[3] Lib. Capitular.




Año de 15!lti. 2Qí'
rey, y Pedro Nuñez Prado, que tuvo por el Rey una
plaza de regidor (1). En este año el conde oc Monte-
rey al marinero Sebastian Vizcaino, dió todo el auxilio
qúe le pidió para la conquista de Californias, comision
que el Rey le habia dado en atencion de la pérdida del
Galeon Santa Anna, y por la fama que aquella penín-
sula tenia de ser sus costas abundantes de perlas. En
México se juntó la gente y familias que hicieron aque-
lla jornada, de donde pasaron á Acapulco á embarcarse
en tres navíog. Llegado Vizcaino á Californias, y visita-
dos varios puertos, ninguno le ofreció las comodidades ne-
cesarias para la fundacion de una colonia: pc,r último, en
el puerto que llamaron de la Paz, por la mansedumbre
de los naturales, desembarcaron las tropas y familias con
esperanza de establecerse allí; pero sus cuentas salieron
fallida~, porque consumidos los víveres que sacaron del
puerto, y reconocida aquella provincia, la hallaron inha-
bitable por su esterilidad, con esto les fué preciso vol-
ver al puerto (2). Entretanto que esto pasaba, el conde
de l\[onterey se informaba de las utilidades que traería
á la corona la poblacion del nuevo México; y habiendQ
hallado que no solo serviria para el aumento de las rea~
les rentas, sino que tambien contendría á aquellas na-
ciones bárbaras, examinó el tratado de su predecesor con
Francisco Oñate, y corregidas y añadidas otras condicio-
nes, mandó que se pusiera mano, y para grangearse la
benevolencia del conductor, nombró á su sobrino Vicen-
te Saldívar, para que reclutara gente de á pie y de á
caballo. Este, acompañado de sus deudos, y otros caba-
lleros, pasó á palacio á dar al Virey los agradecímien~
tos de la merced que le hacia: prendado el Virey de es-
te mozo, á lo que alcanzo, por insinuacion de su tio, lo
declaró capitan general de la jornada del nuevo México.
De allí con el mismo acompañamiento se fué á la pla-
za mayor, en donde á voz de pregonero se hizo saber
que los que quisieran sentar plaza de soldados, se pre-
sentaran á Vicente Saldívar, que les notificaría las mer-
cedes que el Rey concedia á los que fueran con él á.
aquella expedicíon. Este pregon fué tan bien recibido, que


[1] Clavijero, Hist. de Californias, lib. 2, párrafo 3,
(2] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 36.




228 Año de 15H'I.
se alistaron aun muchos hombres ca~ado~ que se hSUIJ.
jeaban hallar en el nuevo México las riquezas que en el
antiguo. Con estas reclutas, de que se formaron compa-
ñías que mandaban oficiales experimentados, marchó Sal.
dívar al nuevo México.


1597. 30. (1) Las plazas de alcaldes de mesta en es-
te año, las sirvieron D. Juan Maldonado l\fontejo, ade-
Jantado de Yucatan, y Juan Saldívar: de ordinarios, Alon-
so Perez Bocanegra, y Rodrigo Zárate: la de alférez real,
Guillen Bl'Ondat: la de procurador mayor, por escusa del
que se nombró, D. Francisco Trejo Carbajal: la de obre-
ro mayor, por muerte de Gaspar Perez, }<'rancisco Es-
cudero: la de earellan de los Remedios, }<'elipe de la
Fuente: la de cerregidor por nllmbramiento del Rey, D.
Francisco Muñoz Montorte: entró de regidor 11'rancisco
Rodriguez Guevara. El conde de Monterey en el siguien-
te año, se persuadia, que la primera noticia que recibi-
ria de la jornada del nuevo México, seria la de la ocupa-
cion de aquel reino; mas un mensajero despachado en
furia del general Saldívar, le hizo saber que apenas (2)
habia sentado el real en las minas del Caxco, doscientas
leguas lejos de México, que se habían amotinado los so/-
dados, y que estaban resueltos á no pasar. adelante, si
no les cumplian ciertas promesas que les habian hecho,
y á mas de eso, si no iban nuevos refuerzos, que jun-
tos con los soldados que iban á aquella expedicion, hi-
cieran probable la conquista que iban á emprender. In-
continenti el Virey, despachó á grandes jornadas á D.
Lopc de Ulloa con poderes para castigar ú l()s amotina-
dos, y reducir á los soldados á seguir su marcha. Lle-
gado allí D. Lope, á satisfaccÍon de todos, compuso las
desavenencias que habia, y consiguió que marcharan al
nuevo México, que ocuparon sin resistencia de los natu-
rales. El general dió parte al Virey de la felicidad de
la expedicion, y le pidió para la estabilidad de la colo-
nia que le enviara mas soldados: éstos se enviaron pron-
tamente, y se dió el permiso á los descontentos de vol-
ver á México. En esto muchos se volvieron desacreditan-


[1] Lib. Capitular.
[2] l'orquemada, p. 1. lib. 5. cap. afi.




Alio de 1 i)!)S.
do aqud fertilisimo reino, no por otra razon, SIllO porque
no hallaron los tes,wos que se imaginaban.


15D8. 31. (1) En el aoo que comienza, tuvieron .las
alcaldías de mesta, Alonso Perez Bocanegra, y Rodngo
Zárate: las ordinarias, Lp,onel Cervantes, por cuya au-
~'"llcia entró de alcalde el regidO!' decáno, y Juan Saave-
dra: el alferazgo real, Gaspar Rivadeneira, por ausencia
tambien de Francisco Guerrero: la procuraduría mayor,
G¡;rónimo Lopez: la contaduría de ciudad, Gonzalo Ro-
mero: por r()l1ul1cia de Francisco Nieto, sirvió la mayor-
domía Cristobal Lipatlzos. Si mis congeturas no son fa-
jJjelas, en este alio el conde de Monterey, precisado at
los repetidos mandamientos de Felipe JI. y de los con·
sejos de otros, determinó obligar á los Mexicanos y Oto-
mites que habitaban en las sierras y despoblados, ti jun-
tarse en congregaciones ó pueblos. Se admirará quien
leyer() la historia de estos tiempos, al ver que yolvia ú
trata¡' de una materia que ya estaha agotada por las di·
ligencias de los vireycs Moya y Y o]a~co, y que el con·
de de Monteroy se echara á pechos un proyecto que iba
h arruinar el vireinato. Pero esta es la condicilll1 de lo..:
qlW gobiernan grandes reinos, que muchas veces repre-
~elltan como útiles las cosas que ceden en menoscabo.
Pensando las callsas que p¡¡dieroll rnoVt,r!o á voh er á tomar
(!·;te partido, parece que fueron ya las quejas de los re-
dlldadorcs de tributos que se eseusaban de exigirlos (le
todos los naturales, por 110 esl (¡ r encahezados en partid(j
alguno, ú el deseo de alglll10s E~pafioles ricos que ha-
bian echado el üjo á las ticrra-; de bs Indios que esta,
ban en la~ sierras y valles esparcidas, ó para dehesas de
'nIS ganados, ó para ütro., fines; ó ya finalmente, porque
algunos para quienes en nada cOlltaban con los que fue-
ron dueilos ele aquel nuevo mundo, decian que el reduo
c.irlo'! á poblaciones, era el único medio para que abandona,
rall sus usos. y se allloldal'tlu Ú la vida civíl. Movido, pues,
de estfl~ razOlWS, >:in perdonar gasto (2), despachr:í el con-
de cien comisarios para <}l1C yisitaran los lugares en que
habitaban aquellos Indios, y los para.ies mas op()l'tun()~
pata funclar pueblos en que ~e recogieran. A cada unc'


[11 Lib. Caplllllar.
é.)] rdallCullrt. tomo 1. trato de )J.·IeJ:. cap. 2.
""mI. 1. :{O




230 Afio de 1599.
de estos se les dieron dos escribanos, cuya renta era de
quinientos pesos, y la de los comisarios de mi!. En las
instrucciones que llevaron, se les encargaba no dar pa-
20 sin el cura, ó doctrinero de aquel partido, con quien
debian visitar todos aquellos ranchos, ya fuera en las
!!Iierrasj ya. en los llanos, y cuyo parecer sobre el lugar
mas ú propósito para pueblo debian copiar. En esto se
gastó la mayor parte del año. Vueltos ú México los co-
misarios, hicieron su informacíon bajo juramento presen-
tando los pareceres de los curas; pero á algunos de éstos
les pusieron excepcion, y es el caso, que los Españoles
ricos los habian cohechado para que dejaran intactos los
sitios que convenian á sus grangerías. Con este modo de
proceder tan inicuo, se prefirieron para pueblos algunos lu.
gares peores, y otros mejores, por la comodidad de las
aguas, bosques &c. se abandonaron. El conde de Monte-
rey que era un ministro integérrimo, previó esta super-
chería, y publicó bando en que mandaba. que á los na-
turales que se juntaban en pueblos, se les conservaran las
tierras que dejaban para sus sementeras &c, y por mas
empeños que tuvo para que se yendieran, jamás cedió.


1599. 32. (1) El ayuntamiento, el primero del mIo. es-
cogió por alcaldes de mesta, á Leonel Cervantes, y á D.
Juan Saavedra: por ordinarios. á Lucas de Lara, y á Fer-
nando SaJazar: por alférez real, á D. Francisco de las Ca·
sas: por obrero mayor, á Pedro Nuñez: por mayordomo,
á BaItasar Lezama: habiéndose ausentado de la ciudad
uno de los alcaldes, entró en su Jugar Gerónimo Lopez.
Al principio del siguiente año, el conde de Monterey y
el regimiento, recibieron cédulas de Felipe IIl. en que
les daba parte de la muerte de su padre Felipe, sucedi.
da el 13 de Setiembre del año anterior, y les mandaba,
conforme á la costumbre, publicar los lutos, y jurarlo por
Rey. En obedecimiento de estos órdenes, inmediatamen-
te se pregonaron los lutos, y se seüaló el dia para la
solemne jura que se hizo, no solo en México, sino tam-
bien en todas las ciudades de la Nueva España, eon aqueo
lIa pompa y magestad que se hacen semejantes funcio-
nes en el nuevo mundo, á la que siguieron las corridas


[1] Lib. Capitular.




Afio de 1600. 231
dc tor09 y otros espectáculos (1). Entretanto que es-
tas fiestas se preparaban, el conde de Monterey daba
ejecucion al mandamiento de Felipe n., de trasladar
la ciudad de Veracruz del sitio sombrio en que estaba.
distante algunas leguas del mar, al lugar que hoy ocu-
pa en aquella playa, enfrente del Castillo de S. Juan de
Uhía. Esta mutarían, que tuvo sus dificultades, se ha-
bia hecho necesaria, no solo porque aquel suelo, como que
era menos húmedo era menos dañoso á la salud, sino
tambien porque los navíos quc se anclaban al lado del
castillo, quedaban distantes de los almacenes en donde
CBtaban depositados los pertrechos de guerra y mercan-
cías (2). En este mismo año, por mandamiento del Vi-
rey, en la entrada del nuevo reino de Leon, se fundó
una poblacion que en honor suyo llamaron Monterey, que
el día de hoyes la cabezera (3). Al tiempo que aquel
Virey entendía en esto, no descuidaba en que se juntaran los
Indios dispersos en pueblos, y temeroso de que hubiera
colusion entre los comi,;;aríos y Españoles ricos para la
cjecucion, nombró otros cien comisarios con doscientos es-
cribanos, á quienes dió instrucciones para que ejecutaran
aquel mandamiento, previniéndoles no faltaran á la cari-
dad con los Inuios, á quienes debian notificar que que-
daban dueños de las tierras que dejaban. Pero esta pro-
videncia, que parecía evitaba los inconvenientes que po-
dian nacer por avaricia de los comisarios, tuvo fatales
consecuencias. Era el caso, que de los primeros comisa-
rios muchos se mantuvieron constantes en su deber, y las
promesas de los ricos Españoles no los hicieron preva-
ricar; lo contrario sucedió con los nuevos comisarios, de
quienes consiguieron cuanto deseaban; así que. mudado to-
do el órden que se les habia dado para la formacion de
las cOllgregaciones, las ejecutaron conforme al capricho
de los ricos, en que gastaron todo este año y el siguiente.


[1] Alegre, ltist. manuscrita de la provmcia de la Com-
pañia de Jesus de lJ'Iéxico.


[2] Villaseñor, p. 2. lib. 5. cap. 40.-Y tambien por-
que habia menguado mucho el agua de la ria del rio de
la Antit;ua, y calaban poco Zas buques de descarga.


[3J Torql('3rnarla, p. 1. lib. 5. cap. 48 .
..




:J.H Aüo de 160U.
1600. 33. (1) :En el ailo de 1600 de la era cristia-


lIa, siendo alcalJes de me sta, Lucas Lara, v IIernando
Salazar: ordinarios, BernarJino Vazquez Tápia, y D. Juan
Cervantes: alferez real. G aspar Yaldés: obrero mayor, Gui-
llen Brondat: contador, CriHtobal Rojas: teniente del es-
cribano mayor de cabildo, Simon Guerra: regidor por S.
M., D. Luis ~Fe1ipe de Castilla, y con voto en el ayun-
tamiento por decreto del Rey, los oliciales reales Gor-
dian Casarano y Juan Je Ibarra, se acabaron de juntar
en pueblos lus l\Iexieanos r Otolllites que estaban espar-
cidos en las serranías y despoblados. Esta operacion. que
en el año pasado podia haberse terminado por el inle-"
rés de los comisarios, se prolongó; y causa compasion In
que los autores de aquellos tiempos refieren del modo
cruel con que se portaron. Parece que para mayor per-
juicio (1) de aquellos Indios escogieron el estío, tiempo
el mas incómodo en la Nueva Espaila, por las copimas
lluvias que casi diariamente se experimentan. Esta inenn-
sideracion de los comisarios, se las advirtieron los natu-
rales con la mayor sumision, rogándoles difirieran el tiem-
po mas á propósito tan duro órden, pero nada valieron
sus ruegos; antes bien, parece que los irritaban, pues que
con la mayor violencia y con el modo mas inhumano,
Jos arreaban, no de otra manera que i>i fueran bestias.
La primer diligencia de los que entelldian en este infe-
liz ministerio, era quemar las chozas de los Indios, quie-
nes al ver que ardían sus pobres casas en que ellos y
sus padres habian nacido, y que habian de dejar sus ma-
gueyes y arbolillos, que eran toda su diversioll, quedaban
como atónitos: vueltos en sí, considerando que adonde los
llevaban, ni ellos ni sus pobres familias tenian un rincon
en donde guarecerse de las lluvias, y que si no se edi-
ficaban una mala choza habian de perecer, se desespera-
han, y ó se huían á lejanas tierras, ó donde los Espa-
ñoles no hubieran penetrado, ó perdida la esperauza de
recobrar el suelo pátrio, se daban la muerte. Ni se con-
tentaron estos comisarios con juntar en pueblos el los In-
dios dispersos; sino que tambien alborotaron las ciudades
y pueblos bien ordenados, contra las instrucciones que se


[1] Libro Capitular.
[2] TonJuemada, p. 1. lib. 5. cap. 43.




Año de 1600. 233
les habian dado. Entraban pues á éstos, y de mano ar-
mada nivelaban las calles, haciendo arrasar los edificios
que impedían la vista; cosa que detestaron los Indios, y
que fué causa (lel aborrecimiento de aquellos hombres, y
á vueltas de los Españoles todos. Así que se puede con-
cluir que esta providencia fué la ruina de los Mexicanos
y Otomitcs. Hemos visto algunos de estos pueblos, que
aun se conocen con el nombre de congregaciones, y po-
demos asegurar, que son muy pocos los naturales que
hay en ellas. Esta falta de Indios, que luego se echó de
ver, movió ú los vecinos de Nueva España á escribir á
Fc:lipe 1I1., que si no revocaba el mandamiento del con-
de de Monterey de juntar en pueblos á los Indios, y les
daba á éstos licencia de repartir, perecerían todos, y ve-
rían á los Españoles con horror. (1)


[ll Esta oerdad PS }10
'


0ria aun en rd dia, f?n qur: se
COp",,,ft con el nomór.- di' cfmgre¡:rlcwnes ¡rarruGto, Sitúo,
1/ ias Arandas que estwt pUl/laJas de labradores.




234 Año de 1600.


SUMARIO DEL LIBRO SEXTO.


1 ~ El obispo de Guadalaxara apacigua á los Indios
de Topía que se habian sublevado contra los Españoles.
2 ~ Quitados los repartimientos de Indios para e! traba.
jo semanario, nacen tales inconvenientes, que se vuelve
al primer uso. Se envía á CaJifornias una colonia que
vuelve al puerto. 3 ~ El conde de Monterey pasa de Vi-
rey al Perú, y le succede el marqués de l\fonte~ Claros.
Elogio de aquel. 4 q México se inunda. Se trata de ha.
cer el desagüe, á que se opone el fiscal de la Audien-
cia. Se repara la albarrada. 5 q Se restauran las calza-
das que están cerca de México, se limpian las acequias
de la ciudad, y el Rey concede á los Indios que había
juntado en pueblos el conde de Monterey, volver ú sus
pátrias. 6 q Se hace un dique para impedir que las aguas
de la laguna dulce entren en ::\Léxico. Se empedran las
calles. Llega Quirús á Acapulco. 7 e: El visitador Lande·
ros depone á un oidor, y ú. un alcalde del crímen. Se
trabaja en los arcos para la conducion de la agua. .En
lugar de! marqués de Montes Claros, entra de Virey D.
Luis de Velasco. 8 q Grande inundacion en México. Se
emprende la obra del desagüe. D q Para el gasto de es-
ta obra se cobra el uno por ciento de las posesion'Js, y
se impone sobre cada pipa de vino una gabela de cin--
cuenta pesos. Se hace una parte de la obra. 10. La cal-
zada de S. Cristobal se repone, y esto libra á .México de
una inundaeion. Se esparce la voz de levantamiento de
negros: el visitador Landeros vuelve procesado á Espa-
ña. Se funda el hospital de los hermanos del V. Juan
de Dios. 11. Se arreglan los repartimientos de los Indios.
12. Un eclipse total de sol atemoriza al pueblo. Pasa Ye-
lasco á la presidencia del consejo de Indias, y en su lu-
gar entra el arzobispo. 13 . .Muere el arzobispo. Gobier-
na la Audieneia. H. Se hace una justicia ruidosa con los
negros. Entra de Yirey el marqués de Guada1cazar. Se
funda el hospital de Espíritu Santo, y se pone tribunal
de azogue y tributos. 15. Para el desagüe. El Rey en-
vía á México á Boot. 16. Desaprueba Boot el desagüe.
Se trata de seguirlo. 17. Se sigue Itn efecto. Hambre en




Año de 1600. :¿35
la Nueva España. Toma el Rey posesion del colegio de
S. l>edro y S. Pablo, que hace llamar de S. I1defonso.
18. Incendio en Veracruz. Cran temblor en la América.
19. Se acaba la arquería que conduce el agua. Costo de
la obra. 20. En lugar del marqués de Cuadalcazar, que
pasa de Virey al Perú, entra el marqués de Calvez. Se
jura en México á Felipe IV. 21. El marqués de Calvez
persigue á los ladrones. Se funda el colegio de S. Ramon.
22. Manda el marqués de Calvez romper una albarrada,
y México se inunda. 23. Hay diferencias sobre materias
de jurisdiccion entre el marqués de Calvez y arzobispo:
excomulga éste á Jos que violaron la inmunidad. 24. Ve-
ja el marqués de Calvez al arzobispo, quien pone entre-
dicho en la ciudad. Sale preso de México para el castillo
de S. Juan de Ulúa. 25. Cran tumulto en México. Man-
da el Virey y Audiencia que vup.lva el arzobispo. 26. Man-
da el Virey hacer fuego sobre la plebe. Esta se alborota
y depone al Virey, obligando á la Audiencia á que en-
tre á gobernar. Entra en México el arzobispo. Va de Vi-
rey á México el marqués de Cerralvo. El príncipe de
Nassau entra en Acapulco. 27. El visitador Carrillo se
porta con humanidad. El arzobispo es llamad,) á España.
Spilberg, Holandes, entra en Acapulco. 28. Se restauran
las albar radas. Se inunda México. 29. Apresan los Ho-
landeses una rica flota. 30. Extragos que causa una ¡nun.
dacion. 31. reparos que se hacen. S<! junta dinero para
proseguir el desagüe.




AI10 de ltWl.


'r'~ ----"'-""-"' ............. "'---~--- ...... ~--~-----,~ ...... -""----- .......... -" y ~,._.~.·.~ ...... -.~.%~., .. ~~~&*·i (Ql,"'-'"It.""' ___ ...... "'-.~ ..... ______ "'" .,,""' ..... -. ...... """ ...... "' .... ,, __ ._"""'-.............. '-110""", ". .......... ;'0:


LIBRO SEXTO.


11101. 1. (1) A los ochenta afios de cOllqlli~/a(Jt.
México, "'1 re¡/ruiento diú las alcaldías de mesta ú Ber
nardino V'tzquez Tápia, y á D. Juan Cervantes Casaus;
las ordinarias, á Agustin Guerrero, y á D. Carlos de S:i.
mano: el oficio de escribano mayor, á Martin Alunso de
Flandes: la procuraduría mayor, ~ Alonso Gomcz ele Ccr-
vantes: la plaza de obrero mayor, á Guillen Bronelat: la
contaduría, á Juan Arias de Rivera: la mavnrdomia, á Her·
nando Lorca: la procuradllría de corte, {¡ Alonso Valdés:
la capellanía de ciudad, á D. Antonio Carba.íal: la del
Santuario de los Remedios, á Felipe de la Fuente: cutra-
l'on de regidores, Gaspar Valdés, y Francisco Escudero:
el factor D. Francisco Yalverde tuvo voto en el ayun-
tamiento: fué teniente del escribano mavor Simon Guer-
ra, y entró de portero por muerte de Bonilla, Juan Lo-
ronda Vallejo (2). El prescnte año es memorable por el
alzamiento de los IndioB de Topia.Esta nacioIl que está
situada en una sierra muy áspera, mas de dosciclItas le-
guas al Norueste de México, se hahia con faciiidad po-
éos años antes reducido ú la fé; pero por su mal se ha-
bian allí descubierto ricas venas de plata, ú cuya fama
Juego acudieron los Españoles, que ,"ejaron de tal manera
ú aquella gente pacífica, obligúndola al beneficio de las mi·
nas, cosa para ella detestable, que irnprovisanwntc dió 50·
bre ellos con gran matanza. Consta esto del inf(lflne que
envió al Virey el obispo de Guadalaxara D. 11defonso de
la Mota, quien lIlovido de past.oral zelo, luego que lo SlI-
po voló á un pueblo "ccino, y habiendo conseguido que


[1] Lih. CapitIlTa)".
121 1'0 rqufinar/a , p. L lil!. 5. cap. 4~




Aüo de ltiO:l. :J37
depusIeran las armas, intercedió por ellos con el goberna-
dor de Durango. Ni salió de aquella provincia hasta que
los dejó arrepentidos, (1) y encomendados á los padres
de la compañía oc Jesus, que fundaron allí varias misio-
nes. En este año se impuso en l\féxico la sisa.


l G02. 2. (2) En el siguiente año, el regimiento enco-
mendó las alcaldías de mesta á D. Carlos Sámano, y á
Agustín Guerrero: las ordinarias, á Baltasar Salazar, y á
D. Andrés Ferrer Tápia, quien escusándose sin razon fué
preso, y por lo que entiendo sirvió despues el empleo:
el alferazgo real, á D. Francisco Trejo: la procuraduría
mayor. á Alonso Gomez de Cervantes; pero reconocien-
do el cabildo que esta eleccion era nula, puso en su lu-
gar á Francisco Escudero: el oficio de obrero mayor de
propios, á Guillen Brondat; pero habiendo éste muerto en
aquel año, se substituyó á D. Francisco Trejo Carbajal:
el de obrero mayor de sisa, á D. Francisco Torres San-
taren: el dc cont-ador, á Antonio Ruiz Beltrán: la capella-
nía del cabildo la tuvo D. })edro CarbajaJ, por ausencia
del propietario: entró de regidor en lugar de Brondat,
Luis l\faldonado dcl Corral, y tuvo voto en el cabildo
el oficial real Diego Ochandiano (3). Congeturo que en
este año, en atencion á las representaciones que se ha-
bian hecho al Rey, de que los Indios de la Nueva Es-
paña eran vejados con los repartimientos que habia es-
tahlecido D. Martin Enriquez, se proveyó dejar á su ar-
bitrio el alquilarse; ora para el trabajo de las casas; ora
para el de los obrajes, campaña y minas. En vista de
este órdcn, el conde de Monterey deseoso de ocupar á
los Indios, mandó que los domingos se juntaran en las
plazas, y que de allí los sacaran los Españoles semana-
riamente con buen jornal para los trabajos, y para que
este mandamiento se ejecutara con utlidad de los natu-
rales, personalmente asistía en las plazas de S. Juan y
Santiago; pero el interés que vicia los mejores reglamen-
tos, vició tambien éste por el juez que se señaló que en-
tendía en estos alquileres, que siendo un oculto reparti-


[1]
co, de


[21
[3]
TOM.


Ale!.(re, Hist. manuscn'ta de la Provincia de ]J{{J:i·
la compoñ ía de Jesus.
Ub. Capitulm-.
TUl'quemada, p_ 1. lib. 5. cap. 59.
1. 31




238 Año de 1602.
dor, no salían de la plaza los Indios si no eran bien pa.
gados con utilidad del mismo juez. Sucedia á mas de es-
to, que algunos Españoles sacaban mas jornaleros que los
~ue necesitaban, con el fin de alquilarlos á mayor pre-
cio del c!:itablecicto, de lo cual se quejaron los Indios al
conde, y le pidieron por merced que los volvieran al· an-
tiguo uso, que les era menos gravoso. Con esta súplica,
el Virey considerados los inconvcnientes quc nacían de
una y de otra providencia, y que la una ú la otra eran
IIecesarias en Mexico, ordenó que siguieran los reparti-
mientos de los naturales (1). Mientras que el conde de
~fonterey entendía en esto, puso por obra el mandamien-
to del Rey de que se descubriera la costa Occi.dental de
Californias. Habia dado ocasion á este despacho, ya el
asegurar la navegacion del Galeon de Filipinas, ya el ave-
riguar la relacion que ciertos extrangeros habían presen-
tado á Felipe II., y que su hijo habia encontrado entre
sus papeles de hallarse un estrecho que llaman de Anían
en la extremidad oriental de la América, que comunica-
ba con el mar del Norte. Para gefe de esta expedicion
nombró el conde á Sebastian Vizcaíno, (Iue seis años atrás
habia visitado aquella costa, y por almirante al capitan
To.ribio Gomez de Corban, á quien comisionó con el al-
ferez Sebastian Melendez, y el pI!oto Antonio Flores, pa-
ra que fueran á Honduras, y de allí trajeran á Acapul-
co los navíos que se habian aprestado. Entretanto, envia-
do á Acapulco Juan de Acevedo para que acopiara ví-
veres, se dió órden de que á Vizcaino se le diera la gen-
te que pidiese. Dispuesto ya todo, el Vire)' convocó á los
oficiales, y los exhortó, no solo á hacer su deber, sino
tambien á la paz entre sí, prometiéndoles que sus servi-
cios serían atendidos. Efectivamente, el 7 de Marzo par-
tieron de México, y el 5 de Mayo se dieron á la vela
en tres navíos y una barca (2). Los vientos fueron bol'.
rascosos; pero al fin arribaron á un puerto en aquella cos-
ta que llamaron de Monterey. en honor del conde: de
este subieron al cabo de S. Sebastian, ó Blanco, por la
mueha nieve de que está cubierto, dos grados mas al Nor-
te del cabo Mendozino. De aquí 110 pudieron pasar ade-


(l] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 46.
[2] Clavijero, Hist. de Califomias, lib. 2. párraf. 3,




Aüo de 1603. :.!39
bntc por causa del escorbuto que habia cundido en la
mayor parte de la tripulaeion. En este estado se halla-
ban nuestros navegantes, cuando se resolvió despachar á
la costa de Nueva España á la almiranta con muchos en-
fermos para que trajera víveres, y las otras dos embar-
caciones que fueran á despachar al puerto de la Paz. Na-
vegaban (1) en demanda de éste, cuando aumentándose
el contagio y faltando brazos para las maniobaras, el ge-
neral Vizcaíno resolvió volverse á la Nueva España (2).
Al pasar por las dos islas de Mazatlán, acaso por con-
suelo de los enfermos, los hizo desembarcar con tan buen
efecto, que la mayor parte que habia comido cierto fru-
to silvestre que se dá en racimos, y que los Mexicanos
llaman Xocuiyetztli, y en las islas de Barlovento piñue-
las, sanaron del escorbuto. De allí, en el siguiente año, pa-
saron á Acapulco, y de aquí á México, en donde el con-
de de Monterey los recibió con singulares demostracio-
nes, prometiéndoles tener presentes sus servicios (3).


1603. 3. (4) En el siguiente año fué alcalde de mes-
ta Baltazar Salazar: ordinarios, D. Juan Sámano, y D.
Juan Cervantes Carbajal: alferez real, Pedro Nuñez Pra-
do: obrero mayor de propios, Baltasar de Herrera: de si-
sa, Martin Alonso de Flandes: procurador mayor, Gaspar
Valdés: contador. Pedro N uñez de la Cerda: regidores
por el Rey, D. Francisco Briviezca Roldan: por renun-
cia de Castilla y D. Gerónimo Lopez de P€ralta en el
decurso del año, por muerte del obrero mayor de sisa,
sirvió su plaza Franeisco Torres Santal'en, y por renun-
cia del procurador mayor, el alferez real. Entró de cor-
regidor por el Rey el Lic. Sebastian Trujillo: de escri-
bano mayor de cabildo, Fernando Alonso de Carrillo, y
tuvo voto en el regimiento el oficial real, Diego Perez
Briviezca. Entretanto que el conde de Monterey en aquel
año gobernaba (5) el vireinato con aquel desinterés y jus-
ticia que lo caracterizaban, supo por el mes de Setielll-


P] Torqllcmada, p. 1. lió. 5. cap. 55.
[2] Clavijero, Ilist. de Galif. lib. 2 párrafo 3.
[a) Esta frutdla se llama en 11Ié:úco Timbiriche, cu-


!JO jm'ave se dú á los escorbúticos.
[4] Lib. Capitular.
[5] TOl'qucmada, p. 1. lib. 5. cap. 60. , •..... -' '¡~'


"




210 Año de 1604.
bre que el Rey lo habia promovido á la gobernacion del
reino del Perú, y que su sucesor D. Juan de Mendoza
y Luna, marqués de jHontes Claros, habia aportado á Ve-
racruz. Inmediatamente con la pompa acostumbrada par-
tió de México á Otumba, en donde previno á los mar-
queses un hospedage tan magnífico, que en los ocho dias
que con ellos se detuvo, gastó casi la renta de un año
de Virey. Despedidos el uno del otro, el conde siguió su
camino á Acapulco. Al salir de México sucedió que lo
acompañaron tropas ue l\lexieanos que henchian los ai-·
res de alaridos en sei'íal de sentimiento; dcmostracion que
hasta entonces no se habia hecho con otro Vi rey. y ú la
verdad el conde de Monterey fué uno de aquellos minis-
triJS adornados de todas las virtudes, que á las veces po-
ne Dios en puestos eminentes para la felicidad de los pue-
blos, y si no hubiera sido engai'íado en la fundación de con-
gregaciones ó pueblos, ciertamente se tendría por uno de
los mejores vireyes de la Nueva España. Luego que el
marqués de Montes Claros hizo su entrada en México (1)
el 27 de Octubre, publicó la residenr:ia del conde de Mon-
terey, como éste habia publicado la de D. Luis de Ve-
lasco, en la cual salió condenado en doscientos mil pc-
sos que se habian gastado inútilmente en las congrega-
ciones, por haber los ministros que las ejecutaron esten-
dido su comision mas de lo necesario. Esta sentencia fué
despues revocada por apelacion del conde.


1604. 4. (2) Junto el cabildo el l? de Enero, nom-
bró por alcaldes de mesta, á D. Juan Súmano, y á D.
Juan Cervantes Carbajal: por ordinarios, á D. Juan Guc-
vara, y á D. Hemando VilIegas: por alferez real, á Fran-
cisco Escudero: por su ausencia, á D. Francisco Trejo
Carbajal: por procurador mayor, á D. Gerónimo Lopez
de Peralta: por mayordomo, á Remando Lora: por obre-
ro mayor de sisa, á Luis Maldonado: de propios, á D.
Francisco Torres Santaren: fué corregidor interino por
muerte de TrujilIo, el Dr. D. Alonso Liebanu, y su te-
niente Juan Cano: en lugar de Gaspar Valdés entró de
regidor Francisco Solís Barraza, y el correo mayor Alon.


[1] Lib. Capitular.
[2] El mismo.




ATio de 1605. 241
,;() Diaz de la Barrera, tuvo voto en el regimiento (1).
Acabado el edificio ele la nueva alhólldiga al principio
del alio, el sitio de la Antigua se les dió á cuatro her-
manos del V. Juan de Dios, quienes el dia de S. Ma-
tías tomaron posesion y pusieron cuna (2). Este año es
notable en la historia, por haber llovido descomunalmen-
te en el mes de Agosto, de que resultó no solo que los
llanos se inundaran, sino tambien la ciudad: el mayor da-
ño fué en los lugares bajos en donde se habian labrado
muchas casas de gente pobre que la fuerza del ao-ua der-
ribó, quedando encharcados dichos puestos por ~m afio;
bien que las aguas de las lagunas volvieran á su nivél
dentro de pocos dias. Este contratiempo obligó al mar-
q ués de l\iontcs Claros (3), á pensar sériamente en el
desagüe que se debia hacer en Hueltuetoca, negocio que
el Rey le habia encomendado. En efecto, se hubiera pues-
to mano á esta obra, que desde el gobierno de D. Mar-
tín Enriquez se juzgó necesaria, si el fiscal del Rey no
se hubiera opuesto con una escritura que presentó, en
que probaba, que para conseguir desagüar las lagunas que
causaban las inundaciones de México, apenas bastarían
quince mil Indios que trabajaran diariamente por un si-
glo, pues el canal debia correr por nueve ó diez leguas,
y que la profundidad oc él debia ser desde diez y seis,
hasta cien varas. Impedido por entonces el desagüe, el
marqués emprendió reparar la albarrada que cincuenta y.
un años atrás habia hecho D. Luis de Velasco: para es-
te trabajo, no bastando los Mexicanos que habia en la
ciudad, se hicieron venir de la comarca, y al fin del año
quedó la obra acabada.


1605. 5. (4) En el año en que contaban 1605 del
nacimiento de Jesucristo, siendo alcaldes de me sta, D.
Fernando VI llegas, y D. Juan Guevara: ordinarios, D. An--
tonio de la Mota, y el mariscal D. Gabriel Rivera: al-
ferez real, D. Francisco Rodriguez Guevara: procurador
mayor, D. Francisco Solís Barraza: obrero mayor, Luis
Maldonado del Corral: alguacíl mayor por muerte de Bal-


\1] Vetaucourt, tom 1. trato de Jlléx. cap. 7.
[:2] Torr¡uemada, p. 1. lib. 5. cap. 60.
[3J Gemelli, p. 6. lib. l. cap. O.
[4] Lib. Capitular.




;N:¿ AlÍo de }tlO!S.
tasar Mexia Salmerón, Diego Muñoz de Obando: corre·
gidor por ausencia de Liebana, D. Fernando de Oñate:
entraron de regidores Alonso Santoyo en lugar de Val-
verde, y por nombramiento del Rey, el oficial real Fran-
cisco Ibarra. Pasado algun tiempo. se beneficiaron el al-
guacilazgo mayor, y una plaza de regidor, se le remátó
á Alvaro del Castillo, ignoro en cuanto, pero consta que
el alguacilazgo mayor lo sacó el alferez real Francisco
Rodriguez Guevara, bien (1) que Torquemada lo llama
BaItasar, desembolsando ciento veiute y cinco mil pesos (2).
Restaurada como dijimos, en el año anterior la albarra-
da que rodeaba á México, el marqués de Montes Claros
para impedir las inundaciones, reparó las calzadas de Gua-
dalupe y de S. Cristobal; pero como debian ser obras de
romanos por la solidez y extension que se les queria
dar, se hicieron venir los jornaleros hasta de veinte le-
guas. Estos diques de tanto gasto emprendió el marqués,
no solo por contener las aguas de las otras lagunas, é
impedir que desembocaran en la de :l\féxico, sino tam-
bien por la comodidad de los viajantes que pudieran mar-
char sobre ellos, bien fueran á caballo ó en coche. A la
calzada de Guadalupc asistió como superintendente el cé-
lebre Torquemada, y á la otra Fr. Gerónimo Zárate. Con
la solicitud de estos dos religiosos franciscanos, que eran
insignes en virtud, y pericia de la lengua mexicana, y
que premiando á los diligentes excitaban á los perezosos,
la de Guadalupe se acabó despues de cinco meses de
diario trabajo de mil y quinientos á dos mil Mexicanos.
La de S. Cristobal que se extendía mas, y era mas an-
cha, duró mas tiempo. Luego se puso mano á las de S.
Antonio, y á la de Chapultepec: á esta última acudió con
su gente el citado Torquemada, y á su parecer habien-
do sido la de menos extension, filé la mas pulida, é iba
á terminar al bosque de aquel lugar. Cuanto hayan tra-
bajado en estas obras públicas éste y otros religiosos que
hacian de sobrestantes, no hay para que contarlo. A su
diligencia se debió que se evitara el inconveniente que
en los principios nació, es á saber, que los trabajadores


(IJ Tor'luemada, p. 1. 1 ib, 5. cap. 60.
[2] El mismo, en el mismo capítulo; empleo que costa
~a trznto, muellO rendiría al año.




Aüo de 1600. 243
no recibian la comilla, y así desde sus pu?blos les tenian
las provisiones sus mugares; de lo que aVIsado el ayun-
tamiento, proveyó que por cuadrillas acudieran los sába-
dos al alhóndiga, en donde se les daria rae ion de maiz,
pimiento y varias lugumbres. A toda esta gente empleó
despues el marqués y ayuntamiento, en limpiar las ace-
quias de la ciudad: lo que terminado, y medidas por va-
ras todas las obras de cada pueblo, el jornal se les des-
contó en el recaudamiento de tributos (1). En estos tiem-
pos, segun congeturo, el Rey concedió á los naturales que
había juntado en congregaciones el conde de Monterey,
que pudieran repatriar; muchos se valieron de aquella
graeia, y volvieron á sus tierras; pero habiendo muerto
los mas, é ídose á lejanas tierras, sus posesiones poco á.
poco pasaron á los Espafloles.


16(W. 6. (2) Fueron en el siguiente año alcaldes de
mesta, D. Antonio de la Mota, y el mariscal Gabriel Ri-
vera: ordinarios, D. Fernando Portugal, y Francisco Vi-
Herías: alferez real, D. Gerónimo Lopez de Peralta: pro-
curador mayor, D. Francisco Trejo Carbajal: obrero ma-
yor de propios y sisa, el correo mayor Alonso Diaz de
JaBarrera: corregidor por el Rey, D. Garcia Lopez del
Pinal, y su teniente D. Juan del Cano (3). En estos tiem-
pos el marqués de Montes Claros, para dejar ii México
por todas partes segura, mandó hacer un dique que COll-
tuviera las aguas que de la laguna dulce se descargaban
en la ciudad, por el acequia de Mexicalzingo; pero como
podia suceder que en los años de seca fuera necesario
hacerlas entrar en México, se le dejaron dos compuertas.
Este reparo, al paso que impidió las inundaciones por
aquella parte, fué de gran perjuicio para la ciudad de
Xochimilco, y demás poblaciones que habia de otra, por-
que dando contra aquel muro, las aguas se revolvian, é


(1 ] Velancow't, tom, 1. trato de ll'Ié.r:ico, cap. 2.
[2] Llb. Capitular.
[31 Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 60.-EI mm'qués de


.l:Iontes Claros mandó constrm'r la famosa arquería de san~
ta Pé, cuya mayor parte se hizo en un año, y hoy para
reparar el arco de la esquina de la ltlanscala, han psta.
do mas de un arlo, y no sin:e porque se filtra, y ha costa-
do 5550 pesos.




:244 AfIo de 1 üOti.
inundaban los campos en donde tenian sus sementeras;
y con el decurso del tiempo entraron por aquellos pue-
blos derribando muchas casas, y esta fué la razon~porquc
en aquellas poblaciones, que eran de las principal']s que
rodeaban á México, se disminuy6 el vecindario. Acabada
esta obra, el marqués trató con la ciudad de concluir por
arcos la agua que se bebia, que aun entraba por la ata-
géa, obra muy sólida de los antiguos Mexican')s. El ayun-
tamiento, no tanto por dar gusto al marqués, cuanto por-
que aquella obra hermoseaba la ciudad. la emprendió, y
buena parte de ella en este afio se hizo. Al mismo tiem-
po entendian los regidores en el empedrado de las calles;
pero habiendo observado que en las mas bajas, despues de
un año de la última inundacion se conservaba la agua,
dieron el córte de alzarlas con grave pmjuicio de los due-
ños, que tuvieron que terraplenar las piezas bajas. En cs-
to se trabajaba, cuando el marqués en cumplimiento del
orden del Rey, de que se jurara en México al príncipe
de Asturias, hizo tales preparativos, que la funcion fué
tan pomposa, que excedió ú cuantas juras se habian he-
cho en el nuevo mundo (1). En cstc año aportó á Aca-
puleo ál marinero Pedro Fernandez Quir..iz, que el 3110
pasado habia salido del Callao con dos navíos y un Za-
bra, en demanda de las tierras Australes. Este, habiendo
navegado por mares desconocidos, fué el descubridnr de
muchas islas, que formando una como cordillera, van á
rematar al continente de la Nueva Holanda. Quiróz hu-
biera seguido sus descubrimiento~, si al salir de bahía de
S. Felipe y Santiago en la isla de Espíritu Santo, no
se hubiera separado de su conserva, y no hubiera teni-
do que pelear con la hambre y la sed, que fué la cau-
sa porque ganó el viento y pllS0 la próa á la Nueva Es-
paña. Con el ensayo (2) que en México se hizo de unas
piedras que parecian de plomo traidas de aquella Lahía,
y que se halló ser de plata vírgen, y lo que contaba un
natural que Quiroz se trajo de allí, se divulgaron tales co-
sas de la fertilidad y riquezas de aquellas islas, que Sp
harían increibles,


[1] T01'qucma(/ll, p. L lib. 5. cap. f:;9.
[2) (Jazetiprr: fl.m('/'icano, t01/l. ~. pág. 151.




Año de 1607. 24;)
líiOi. 'l. (1) El regimiento en este afío eligió á D.


Fernando de Portugal de 1a Mota, y á Francisco Ville-
rías, para alcaldes de mesta: para ordinarios, á D. Alon-
so Aguilar, y á Juan de Bazan: para alférez real, á D.
Gcrónimo Lopcz de Peralta: para obrero mayor de pro-
pios y ~isa, al correo Alonso Diaz de la Barrera: para
contador de propios, ú Santos Diaz Villegas: para mayor-
domo de la misma renta, á Diego de Cabrera: para pro-
(~urador mayor, á D. Francisco Solís: tuvo voz y voto de
regidor, Crístoual Zuleta, tesorero de casa de' moneda:
\I)to en d ayuntamiento por órden del Virey, el oficial
real Antonio Sallto)'o. Despues de algull tiempo murió
el alferez real, y su entierro fué singular, por estár ves-
tido de soldado con espada dorada y morrion con plu-
mas: en su lugar entró D. Francisco Torres Santaren:
el Rey di6 plazas de regidores á D. Juan Carbajal, y á
Juan Torres Loranca: la capellanía de los Remedios, se
dió al Lic. García de la Vega (2): En el año pasado,
habia ido á México de visitador de tribunales el Lic. Die-
go Landeros, que abri,í su visita con las formalidadefi
acostumbradas. y habicndo hallado al oidor Marcos Guer-
rero y al Dr. Azoca, alcaldes de crimen, culpados en
la administracion de sus puestos, los envió á España. En
esto entendía aquel licenciado, cuando el marqués de Mon-
tes Claros seguia promoviendo la obra de los arcos que
eonducian el agua á la ciudad; y en verdad que hubie-
ra tenido la gloria de acabarlos, si no hubiera sido nom-
brado por virey dcl Perú, con mandamiento del Rey de
8cg-uir gobernando la Nueva España, hasta que se diera
á la vela en Acapuleo, para cuyo fin debia llevar con-
sigo un oidor, merced singular que hasta entonces no se
habia concedido á virey alguno. Pero como este enten-
dió que habia sus dificultades en el nombramiento de su su-
cesor, dilató su viage á tiempo mas oportuno. Cuando ya
se disponia ú salir de México, supo que su sucesor era
D. Luis V clasco, que once años atrás habia gobernado
el reino de México. Con este se abocó en Xochimilco,
de donrle tomó el camino de Acapulco. No bien habi:¡


[1] Lib. Capitular.
[2) Tu/'qucmada, [J. 1. iib. 5. cap. G:3,
T()3l. l.




'.!Jtí AiJo de lüO~/.
el marqués llegado á Quaulmahuac (1), cuando recibiv
un expreso de sus amigos en que le avisaban, que cuu-
rel ta "aballeros que se creian de él agraviado8, por no
haberiús atendido en la promocion de los empleos, se ha-
bian presentado á la Audiencia pidiendo justicia contra
él, y que ésta les habia respondido que aeudieran al Rey
con aquella demanda. Esta noticia de tal manera con-
movió al marqués, que á no reportar la cólera, hubiera
volado á castigarlos; pero no se descuidó en dar de ello
parte al consejo, que proveyó que Ve lasco los prendie-
ra, y por regla general se libró real cédula á los vi reyes
que en la distribucion de cargos no se atendiera si eran
ó no los pretendientes hijos ó nietos de los conquistado-
res, como estaba mandado, sino á su idoniedad.


8. (2) D. Luis de Velasco hombre anciano, deseoso
de pasar su vejez en reposo en el seno de su familia,
siendo virey del Peru, repetidas veces pidió al Rey lo
descargase del peso del gobierno: cuando lo logró, se ha-
bia retirado á su encomienda de Atzcapotzalco en el rei-
no de México, en donde cuando menos pensaba en go-
biernos, recibió el despacho del Rey, que lo nombraba
virey de la Nueva España. Inmediatamente se retiró por
ocho dias al convento de los franciscanos de Tlaltelolco,
desde donde hizo su entrada en México (3) el 2 de Ju-
lio. Apenas se habia desembarazado de los cumplidos de
su cargo, cuando creciendo excesivamente la laguna de
México por las grandes lluvias, sin que bastaran todos
los reparos del marqués de Montes Claros, se inundó
México. Este impensado infortunio, al paso que afligió á
D. Luis Velasco, le hizo pensar, á que se dejaran to-
dos los arbitrios que hasta entonces habia ideado el ar-
te, y tratar solamente del desagüe, obra que otras dos
veces se habia propuesto á los vireyes, como medio úni-
co para librar á la ciudad de aquellas calamidades (4).
El fin de esta grande obra, era dar corriente ú las aguas
que derraman las lagunas de Tzumpango y Citlaltepec,
de que se forma el rio de Acalhuacán que desembocan-


fI J O sea Cuernavaca.
[2J Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 70.
[3] Id. id.
[4] Gemelli, gíro del mundo, p. 6. lib. 2. cap. 9.




Afio de 1608. 247
Jo en la laguna de l\Iéxico, cuando vá muy crecido por
la::; lluvias, la hace rebosar. Para esto, el Virey acompa-
ñado de la ciudad y del visitador Landeros, pasó á ob.
servar el sitio de Huehuetoca que se habia juzgado el
mas á propósito para el principio del canal. Visto éste"
y rcconocida la necesidad de la obra, aun pasó gran tiem-
po en consultas; ni Velasco se atrevió á poner mano si
no se lo pedia en forma la ciudad y el fiscal de la Au-
diencia: ambos lo demandaron, y el 28 de Diciembre tiem-
po cn la Nueva España el mas oportuno para esta suero
te de obras por haber cesado las lluvias, el Virey con
el ayuntamiento y tribunales, despues de una solemne mi-
sa cantada en Huehuetoca con el azada en la mano, dió
principio á la obra (1). En el mismo año, los oficios de
casa de moneda se beneficiaron: el empleo de tesorero
se puso en ciento cincuenta mil pesos: los otros tres de
fundidor, ensayador y marcador, cn ciento sesenta mil.


1608. 9. (2) En cl cabildo que se juntó el primero
del año, 105 regidores votaron para alcaldes de mesta, á
Juan Ba'!.an, y á D. Alonso Aguilar: para ordinarios, á
D. Francisco Salís Orduiía, y á Ilemando Salazar: para
alferez real, á Luis Maldonado del Corral: para procura·
dar mayor, á Pedro Nuñez Prado: para obrero mayor de
propios y sisa, al alferez real: entraron de regidores por
nombramiento del Rey, D. Alonso Rivera y Avendaño,
D. Leonel Cervantes, y Luis Pacheco Mexía: en el mis-
mo afio murió el alcalde ordinario de segundo voto, y
entró en su lugar Alonso Valdés, regidor decáno. Entre-
tanto que estos jueces de polieía atendian al buen go-
bierno de la ciudad, se trabajaba con ahinco en el des-
agüe: esta obra que iba á competir con las mas céle-
bres de los romanos, desde los principios estuvo al car-
go del célebre matemático padre Juan Sanchez (3) de la
Compañia de Jesus que trazó la planta, y cuyo original
se conservó en el archivo de la provincia de México, has-
ta que á fines del siglo pasado D. Carlos de Sigüenza y
Góngora, lo sacó de allí y dió á luz, quedando en el


[1]
[2]
[3]


ta, de


Mllrillo, geogmf. lib. 9. cap. 2.
hb. Capitular.
Alc~rc, hzst. de la Compañía de Jesus, manUSCrl-
Mé:rico.




:¿48 AilO de 1608.
archivo hasta la expatriacion de Jos jesuita~, COllH¡ lo afie·
ma el P. Alegre en su historia manuscrita, el papel ori-
ginal. A este le ayudaba el maestro de obras Enrique
.Martinez, extrangero (1). Pero como sucede frecuente-
mente que los que convienen en los fines, discrepan en
los medios, en el decurso de aquella obra hubo entre los
dos sus desavenencias, motivo porque el P. Juan San-
chez pidió descargarse de aquel peso (2). Para los gas-
tos de aquella obra por mandamiento del Virey, se ta-
zaron las posesiones y mercancías que habia en la ciu-
dad, tanto de seculares, cuanto de eclesiusticos, que im-
portaban veinte m-illones doscientos sesenta y siete mil
quinientos cincuenta y cinco pesos, de las cuales se co-
bró uno por ciento, que hicieron la suma de trescientos
cuatro mil trece reales de á ocho, dos reales y medio.
(3) Ya comenzada la obra, D. Luis de Velaseo por COI1-·
sejo de los mejores maestros, ordenó que desde el puen-
te de Huehuetoca, Ó rio salado para arriba, hasta la la·
guna de Citlaltepec, la agua corriera por un cauce que
tuviera de largo mil novecientas varas; desde el mismo
puente para abajo por un ~ocaboll con lurnlJreras de dis-
tancia en distancia; pero que se tuviera cuidado de que
ambos canales tuvieran cinco varas de anchura, y cua-
tro de profundidad. Trabajaron en esta grande obra des-
de 28 de Diciembre hasta el 7 de Mavo cllatrocientog
set"nta y un mil ciento cincuenta y cllat~o jornaleros: se
emplearon en prevenirles la comida un mil seiscientos se-
senta y cuatro. El gasto subió á setenta y tres mil seis-
cientos once pesos gruesos; pero tuvo D. Luis de V G-
lasco con el arzobispo la satisfaccioll de ver correr la
agua hasta el principio del conducto subterráneo á las
faldas de Nochistongo (4). El ayuntamiento entretanto pre-
viendo que el dinero que se habia Juntado para aquella
obra no bastaría, se lo participó al virey que impuse, a
cada pipa de vino que entrara á la ciudad, cincuenta rea·
!-es de á ocho (5).


[1) TorquCmtlda, p. 1. lib. 5. cap. 70.
[2] GemeZli, p. 6 lib. 2 cap. 9.
[3] El mismo autor.
[4J Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 70.
[5J O sean cincuenta pesos.




Afio de 1609. 249
1009. 10. (1) Tuvieron en este año los cargos de po-


:icía en México, los alcaldes de mesta D. Francisco 130-
lis Onluña, y el regidor decáno Alonso Valdés: los ur-
dinarios, D. Antonio de la Mota, y D. Juan Tello de
Gllzman: el alférez real, D. Francisco Briviezca, que fué
tambien procurador mayor por impedimento de D. Fran-
cisco Solis Rarraza: tuvo voto en el regimiento Alonso
Sanchez, :Montc Molin depositario general: una capellanía
ú de ciudad, ó de los Remedios, por renuncia del que
la poseía, se dió al Br. Juan de Sazo (2). Por la esca-
,éz de !1u\'ias del ailo anterior, las aguas de las acequias
de México habian bajado tanto, que fué preciso alzar una
de las compuertas del dique de Mexicalzingo para que
las aguas de la laguna dulce entraran por la ciudad; pe-
ro esta di;igencia casi fué inútil, porque ya las aguas ha-
bían cargado de aquella parte de Xochimilco, y no entra-
ban ú México. Dc esta sequedad se valió Enrique Mar-
tillez para adelalltar el socabón. En el estío del presen-
te año. sucedió todo lo contrario, porque las lluvias fue-
rOll tan continuas, que :Méxil'O estuvo en un tris do inun-
darse, y seguramente asi hubiera sucedido, si la fuerza de
tus aguas do la laguna de S. Cristobal no hubieran roto
la calzada, y tomando la direccion contraria á la ciudad,
no hubieran desembocado en aquellos llanos. Libres los
vecinos de México de este peligro, se esparció una voz
de que los negros trataban de rebelarse (3). Este rumor
desde Juego tuvo orígen de que en aquel año muchos de
estos esclavos, ó aburridos del Illal trato de sus inhuma-
nos duefíos, ó deseosos de vivir (¡ su modo, se habian
huido de las ciudades vecinas á Veracruz, y en aquellos
montes inaccesibles se habian enriscado. Para hacer rilas
ruidosa la trama que se decia, publicaban que para el
dia de Reyes (1) habian determinado alzar por rey á uno
de aquellos e~davos, y que este nombraría á sus oficia-
les, daria títulos &c. El virey Velasco no despreció la


[1] Lib. Capitular.
[2J T01'quemada, p. l. lib. 5. cap. 70.
[3J Alegre, Hist. manuscrita de la provincia de la Com-


pañia de Jesus de Jlféxico.
[4) Torquemada, p. 1. lib. 5. r-ap. 70.
NOTA. Alzamiento de los negros de S. Lorenzo junte'




250 Aflo de 1 ti09.
notICia, é hizo todas las averiguaciones, que cabian; pero
habiendo hallado que el temor, y acaso el interés de los
dueños esparcian aquellas voces, por acallar al pueblo
mandó azotar á varios negros que estaban presos por
otros delitos. En esto entendia el Yin,:y, cuando llegó á
Mexico cédula de Felipe 111, mandando que el visita-
dor Landeros entregara luego los papeles de la yisita á
D. Juan Villcla, presidente de la Audiencia de G·uadala-
xara, y que fuera á España con mandamiento de no sa-
lir del puerto á que arribara sin expreso permiso suyo.
Este órden hubiera causado extl'afieza ú los vecinos de
México, si no hubieran sabido que sus enemigos lo habiul1
acusado ante el Rev de haber recibido cohechos. Calum-
nia atróz, siendo p6blica voz y fama que fué un ministro
íntegro, que no habiendo recibido de ninguno un marave-
dí, volvió de Indias, como afirma Torquemada, mas adeu-
dado de lo que fué. Al mismo tiempo Felipc JI. dió á D.


á Villa de Córdoya. Primera aceio!l de guerra clespues
de la conquista. Gobernando el virey D. Luis de Velasco
el año de 1609, los negros de S. Lorenzo, pueblo inmedia-
to á Villa de Córdova, y que apenas cxiste hoy con el nom-
bre de S. Lorenzo de los Negros, se hicieron fuertes en
unos lugares por naturalc;:.ainaccesibles, aunque muy abun-
dantes de provision para pasar la vida, Apoyados en aqueo
llos puntos, ¡wcian correrías y salteos sobre los caminantes
de Veracruz á México: su caudillo se llamaba Yanga, era
un negro [dice cl P. Alegre, de quien tomamos esta ¡'cla-
cion] de cuerpo gentíl Eran de lYacion.· treinta años an-
tes habia proyectado esta revolucion, y con su autoridad y
bellos modos había engrosado su partido. Ya viejo, reservan·
do para sí la autoridad cidl y política, habia fiado el man-
do de las armas á otro negro de Angola, llamado Fran-
cisco de la Matosa, nombre del amo á quien servía. El
Virty en estas circunstancias formó una expedicíon de gen-
te armada, cuyo mando confió ul cflpitrlll D. Pedro Gon-
zalez de Herrera, vecino de la Pud)/a de los Angeles, la
cual salió de dicha ciudad el día 2t.i de Enero de 1609:
con cien soldados, otros tantos aventureros, y ciento cincuenta
Indio.~ flecheros, a que despues se agregaron otro.' doscien-
tos entre E.<pañoles, ¡Hulatos y JHcsti;;os, venidos de las es-
tancias vecinas pOl" d{ferenlcs l"!r¡nllOs, y caminando por




Alío de 1610. ;¿51
LUIs de Velasco el título do marqués de Salinas, merced
que toda México aplaudió (1). Bran ya algunos años que
el médico Pedro Lopez había [¡m dado el hl)spital de S.
Lázaro, y deseoso de emplear su caudal en beneficio de
los pobres, en este año en compañía de su hijo José, Sa-
cerdote, edificó y dotó salas para los enfermos, dejando al
Rev el patronato, en el sitio en que estaban los herma-
nos del venerable Juan de Dios. Ocho sugetos de estos
que vinieron á servir el hospital, trajeron cédula del Rey
fecha en 16 de Agosto del año antes, para que se les en-
tregara el hospital real, lo quo no tuvo efeeto por las opo-
siciones de los que lo administraban.


1610. 11. (2) Hallo que en este año fueron alcaldes de
mesta, D. Antonio de la Mota, y D. Juan Tello de Guz-
man: ordinarios, D. Luis Villegas, y el capitan Juan Ga-
llegos: alférez real D. Francisco Salís: procurador mayor,
D. Francisco Torres Santarcn: obrol'o mayor de propios1


rumbos e,-ctraviados, fué toda la fuerza con que se pmeuró
desalojar á los negros de los 'il/accesibles y fort:ficados pues-
tos que ocupaban. Antes de comenzw' el ataque, se presCll-
tú á D. Pedro Gonzalez un Español que habian hecho pri-
sionero los negros con una carta del caudillo de éstos: su-
pónese que pretendeda en ella justificar su conducta por
lo que despues dú·Í'. El 21 de "Febrero, el comandante Es-
pañol se situó en la mál'gen de un I'io, á campo raza fren-
te de la posicion enemiga para observarla; al siguiente se
dió el asalto (tIudinulo lionzalez una emboscada que des-
cub¡'ió un perrillo. Los negros se difendieron lanzando enor-
mes peñascos, de los que salvó por prodigio; pero su escu-
dero que le acompañaba fué !ter ido malamente. Por fin,
penetró la tropa npañola porque no supieron defender con
constancia sus atrincheramientos los negros: no obstante es-
to, la guerra no se tinahzó con este triunfo, súw que con.
tinuó por varios dias, pues como dueños de aquellas loca-
lidades oponían resistencia, y se empeñaban algunas esca-
ramuzas. Muertos algunos principales caudillos del Yanga
en quienes éste tenia mas confianza, y brindado con el in-
dulto por el capitan Español, ora por medio de cédulas en
que lo ofrtóa, ora por banderas blancas que hacia fijar, se


[IJ Velancourt. p. 1. trato de la ciudad de Métrico, cap. 7,
[:!J Libro Capitular.




~52 .\úo de HilO.
Alvaro del Ca~tÍllo: mtel'ino de sisa, Luis Maldollado Je
Corral, que despues de tiempo tUYO ell propiedad el ofi-
cio de obrero mayor de propios, y Alvaro del Castíllo, {¡
quien se le encomendó la administracioll del abasto de
carnes, obtuvo el cargo de obrero mayor de sisa (1). En
estos tiempos el marqués de Salinas, conforme al man-
damiento del Rey, arregló los repartimientos de los In-
dios qne habían establecido D. :Martin Enriquez, y el COll-
de de Monterey, tasando el jornal que dcbian haber, las
horas que habian de trabajar, y los lIlillisícrios en que
los podian los Espafioles oCllpar para cOJ13crvarIcs su li-
bertad y salud. Por regla general quedó establecido, que
se emplearan en labranza; pero no en los trabajos re-
cios de las minas, como barreteros, cargadores de me-
tales, y Achichinques, cuyü~ trabajos debian e~tar á car-
go de los robustos Españoles, ó de los negros. En esta
cédula mandaba el Rey que en c~t()S lugares donde con-


resolvieron á escribir al Virey una carta, proponiéndole que
el Yanga y los suyos cnt1'l:garian ú los esclavos fugitivos
que se !tallaron en su campo, (jIU: para impedir en lo suc-
cesivo que aquella serranía sirviese de rejitgio á los esc!a-
I(os foragidos, se concediese á todos los libre8 otro puerto aco-
modado, no dista del que habían grwado los Espafwles,
(lrmde pudieran alojarse con sus hijos y mugcres, obligando-
se á no--permitir entre ellos al{:lm negro esclavo, !J á buscar-
los y ¡-ecoger/os por aquellos montes para entregar/o,1 á su due-
'ño por una corta paga. Proli'slllban finalmenle que su inlen-
cifm no había sido faltar tÍ Dio~ ni a/ Rey, de quien eran fie-
les vasallos. Que para conservarse en una y otra dependen-
eia, su Excelencia se dignase seiíalarles un cura á quien
reconociesen en lo espiritual, y alguno que hiciese d oficio
de justicia para el gobierno político de aqi(ella poblacion.
Accedió el Virey prudentemente tÍ estas propul'.stas, concc-
diéndoles el sitio en que está lwy el pueblo de S. Lorell-
zo, á pocas leguas de la rilla de Córrlova, la cual se fun-
dó despues por los años de ] tj 18, Y la administracíon cs-
piritual al curato llamado S. Juan de la !)unta. Los ne-
gms habian escogido un local ,propio pal'~ !?;:tificarse, y
allí habían reunido gran po/'CWIt de SIlS fwmlws, y como
fIquel terreno es fet'acísímo, le,l' aYlldaba mucho para ,m SIl"-


fl] Torquemada. p. ;J, líh_ 17. cap. 20.




Afio de 1610. 253
curnan 101l Indios que se repartian mensualmente se pu-
sieran alhondigas y carnicerías, donde compraran sus alr-
mentos, no fuera que los Españoles ricos se los car-
garan á mayor precio del tasado. De los obrages que es-
taban al derredor de México, juzgó el marqués de Sa-
linas despedir á todos los Mexicanos que allí trabajaban:
ni los empeños pudieron de él conseguir que se obligara
á los naturales á aquel trabajo. Esta integridad que mos-
tró en la ejecucion de este órden, fué la causa de que
Jos ricos Espaiioles que hacian grangería de las vidas de
los Mexicanos hablaran mal del marqués; pero este que
no atendía sino al cumplimiento de su obligacion, des-
preciaba sus murmuraciones (1). En las provincias inte-
sistencia, pues en las mesas de los cerms sembraban maíz,
frijol, calabazas, papas, camotes, plátanos, tabaco, y otros
artículos de la precisa m(lnutencion. Locales semejantes á
este, hay muchos en la sierra de la costa de Veracruz, co-
mo en Coyosqllihui, donde los insurgentes dPl año de 1810
se mantuvieron por muy largo tiempo, resistiendo las fuer-
.zas ¡'ealistas con decision y gloria. Aquellos puntos son in-
tomables con una direccien regular.


En la revolucion de 1811, suscitada por el cura de
Maltrata Alarcon, tomaron una parte muy acttt'a los neo
!{ros esclavos de los trapiches de Segura y otros, y se se-
pararon del servic'io de sus amos: éstos los reclamaron al
virey conde del Venadito en los últimos años de su gobier-
no; y aunque dictú 'fIlucltas órdenes para que se devolvie-
sen el sus dueños, como era fácil cosa ejecutado, pues los
mas se hallaban cn Veracruz de cargadores del muelle; el
Sr. gobemador de aquella plaza, general D. José Garda
J)úIJila, procuró eludirlas de modo que jamás tuvieron su
efecto, únicamente les impuso el precepto de pasar lista en
ciatos dias, y doblú su vigilancia sobre su conducta. Es-
te gefe era virtuoso y amigo de la humanidad hasta el
punto de curarles con sus propias manos las llagas gan-
grenosas á los negros. Yo me hallaba, allí preso, y atesto
de sus sublimes virtudes. Hoy no hay un esclavo en este
U:UtU1'OSO país de libertad. Afectamos menos filantropía que
los in.glesl!s, y practicamos mas el evangelio en esta parte.


[1] Y/lvencio, IIist. general de la Compañia de Jesu8,
p. 5. lib. 23. párrafo 6. fol. 720.


TO}!. 1. 33




254 Año de 1611.
riores del reino de México se padeció en este año tan-
ta escaséz de mantenimientos, que muchos naturales mu-
rieron de hambre.


1611. 12. (1) En el cabildo que se tuvo el primero
del año, se nombraron por alcaldes de mesta á D. Luis
ViIlegas, y al capitan Juan Gallegos: por ordinarios, á D.
Fernando Rivadeneira. y á D. Fernando Bocanegra: por
alférez real, á D. Pedro Diaz Barrera: por obrero mayor
de propios, á Luis l\Ialdonado del Corral: por procurador
mayor, á D. Francisco Bribiezca, y por procurador de córtc,
á D. Francisco Salís Barraza (2). El virey YeIasco en-
tretanto que no pensaba sino en el engrandecimiento de
la Nueva España en este último año de su gobierno, en-
vió al Japon una solemne embajada. El 18 de Enero con-
cedió Felipe III. al ayuntamiento por propios el rédito
de las tiendas, de tablas y puestos que están al delTedor
de la plaza, del que él mismo habia hecho baratillo. En
este mismo año el 10 de Junio (3) se observó en Méxi-
co un eclipse total de sol con detencion, que habiendo'
comenzado al medio dia, y obscurecídose enteramente
aquel planeta á las tre s de la tarde, á las seis terminó
Este fenómeno, que como todos saben es natural, y que
habian anunciado los astrónomos, hizo tal impresion en
los ánimos de los Españoles é Indios del nuevo mundo,
que á porfia corrian á las iglesias á implorar la miseri-
cordia de Dios; ni de ellas salieron hasta que anocheció.
Al tiempo que esto sucedia, el marqués de Salinas se en-
caminaba á Veracruz á embarcarse para ir á servir la
presidencia del consejo de Indias. á que el Rey lo habia
promovido en atencion á sus méritos, concedi~ndole con·
tinuar en el despacho de los negocios de Nueva Espa-
ña hasta darse á la vela. Por esta razon llevó consigo un
alcalde de eórte, y un escribano de gobierno. Luego que
se verificó la partencia de los navíos, el teniente de goberna-
dor de aquella ciudad Alonso l>rado, despachó con un ex-
preso el testimonio que habia tomado de tal hecho, y la
Audiencia y la ciudad con gran pompa acompañaron al ar-
zobispo D. Fr. García Guerra, que el 17 del mismo mes


[1] Libro Capitular.
[2] Vetancollrt, tomo 1. tratad. de jl'Iéxíco, cap. 5,
L 31 Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 74.




Año de 1612. ~5b
toml'¡ poscslOn del vircinato (1). En aquel Agosto un fuerte
temblor derribó algunos edificios de México, y fuera de la
ciudad hizo mayores estragos (2). Al fin del año el arzo-
bispo y la ciudad recibieron órden del Rey con data del
9 de Mayo, en que les mandaba le dieran cuenta de es-
tos tres pllutoS. 1 q Cuánto iba gastado en el desagüe:
2 q si habia esperanza de que con tal obra quedara la
ciudad exénta de inundaciones: 3 q á cuánto subiría el
gasto hasta acabarlo.


W12. 13. (3) Consta de uno de los libros capitulares,
que en este afio fueron alcaldes de mesta, D. Fernando
Rivadeneira, y D. Fernando Bocanegra: ordinarios, D. Pedro
Medinilta, y D. Andrés Tápia y Sosa: alférez real, D.
Alvaro del Castillo: obrero mayor de propios, Luis Mal-
donado del Corral: procurador mayor, Francisco Escude-
ro: escribano mayor por el Rey, D. Fernando Alonso Car-
rillo: mayordomo interino, Remando Rosas: regidor por
el Rev, D. Melchor de Vera, tesorero de casa de mone-
da. c';yo padre habia comprado aquel empleo (4) en dos-
cientos sesenta mil pesos gruesos (5). En este año el
arzobispo virey satisfizo á las preguntas que de parte del
Rey se le habian hecho en el año anterior, diciendo que
Ildefonso Arias, célebre matemático, y otros inteligentes
en la Hidrogogía, eran de parecer que el desagüe ni pre-
servaría á México de inundaciones, ni tampoco se podría
conservar, por la razon de que el conducto subterráneo
por donde corría la agua del rio Acalhuacan, debiendo te-
ner de profundidad cuarenta varas, y setenta mil de lon-
gitud hasta México, ambas cosas habian sido omitidas. El
informe del ayuntamiento concordaba con el del Virey;
solamente añadía que la causa del yerro cometido era
no haber seguido el primer plan que trazó el P. Juan
Sanchez: que el gasto de aquella obra subia ya á cua-
trocientos trece mil trescientos veinte y cuatro reales de
á ocho, por haber trabajado en ella un millon, ciento vein-
te mil seiscientos cincuenta peones. El maestro mayor Mar-


[1] Lib. Capitular.
[2] Gcmelli, p. 6. lib. 1. cap. 9.
[3] Lib. Capitular.
[4] Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 60.
[5] Gemelli, giro del mundo, p. 6. lib. 2. cap. l),


*




.J5Ü A ño de 1612.
nnez, que supo de estos informes, escribió á la córte dalJ.
do sus descargos (1). En esto entendía el arzobispo euau-
do no sé por que casualidad al tomar el coche cayó. v
siendo estas desgracias peligrosas en personas de' edad
avanzada, le sobrevino un tumor en una costilla, de que
no se libró aun abriéndoselo, antes bien aquella opcra-
cion le abrevió la vida, y el 22 de Febrero, con senti-
miento universal de toda la Nueva Espaim finó. El ma-
yor elogio (2) de este arzobispo, es que nadie se qucjó
de su gobiel11o. Sus funerales fucron mas pomposos que
cuantos .México habia visto, por uuirsc en él los empleos
de arzobispo y virey. Muerto el arzobispo, el oidor decú-
no (3) Otalora, pasó á habitar el palacio de los yireyes, y
la Audiencia entró á gobernar.


14. (4) Apenas esta habia tomado posesion del gobier-
no, cuando se volvió á hablar de que los negros querian
levantarse con el reino. Esta voz causó gran cuidado al
acuerdo que para la defensa de la capital tomó las pro-
videncias oportunas; pero habiéndose extendido aquel ru-
mor por las ciudades vecinas, se atemorizaron de tal ma-
nera los ciudadanos, que á imitacion de México se omi-
tieron las procesiones de la semana Santa, pues era voz
pública que el jueves Santo habia de ser aquella rebelion
(5). Esta misma noche sucedió una cosa harto ridícu1a.
Entraba en México una punta de cerdos á deshora: el
primero que oyó el gruñido de aquellos animales, figurán~
dosele que percibia la algazara de los negros bosales que
venian sobre la ciudad. gritó al armLl, voz que se pro-
pagó de unos en otros con gran celeridad, y como se ha-
llaban los ánimos de los vecinos preocupados del miedo,
no hubo uno que saliera á cerciorarse de lo que pasaba,
hasta que al amanecer se advirtió el error. Despues de
pascua florida, en un mismo dia y hora, fuerqn ejecuta-
dos veinte y nueve negros y cuatro negras, con tal con-
curso de gente, que no cabiendo en la plaza mayor, ocu-


[I] Emmo. Lorenzana, concilios i1fcricanos, pág. 216,
2] Gil Gomale'1. Dávila, trato Ecles. de la Iglesia de


Indias, pág. 44.
[31 Torquemada, p. 1. lib. 5. cap. 74.
[4] Id. id.
[5} Vetancourt, tomo 1. trato de iJ'lérico, cap. 2.




Mío de lG12. 257
paba las vecinas calles. Las cabezas de los ajusticiados,
fijas en escarpias, quedaron por mucho tiempo expuestas
ell la misma horca, hasta que avisada la Audiencia de
la hediondez que despedian, mandó se les diera sepultu-
ra eclesiástica. Al leer este hecho, acaso le saltará á al.
guno la refleja de que casi en un siglo que llevaba Mé.
xico de conquistado, dos ejecuciones ruidosas que allí se
habian hecho, eran en tiempo que faltando los vireyes go-
bernaba la Audiencia (1). En el mes de Agosto del mis-
mo año se experimento, corno en el pasado, un fuerte
temblol' (¡ue asustó á la N lleva España. Entretanto la Au-
·iiencia siguió en el gobierno hasta que llegó á Veracruz
D. Diego Fernandez de Córdova, marqués de Guadalea-
zar, que hizo su entrada en México (2) el 28 de Octu-
bre (3), quien en aquel año recibió real despacho en que
"c le mandaba tomar poses ion del colegio de S. Pedro
y S. Pablo, en que se educaba la juventud Mexicana, y
de encomendar al cuidado de los padres de la Compañía
de Jesus la administracion de !as rentas de aquella casa;
pero habiendo sobrevenido no sé que dificultades, se de-
jó para otro tiempo aquel negocio (4). Al tiempo que es-
10 sucedía en México, el embajador que Velasco dos años
atrás habia enviado al Japon á entablar un comercio re·
cíproco entre ambas naciones, desempeñaba su comisiono
Para complemento de esta, pasó á Yendo, ciudad opu-
lenta, á besar la mano á Xoguno, hijo del usurpador del
trono Daifusama, de quien consiguió sondear los puertos
de aquellos reinos, para que los navíos Mexicanos supie-
ran en las ocasiones donde hallarían buen anclage. Pero
entretanto, siendo los Japones suspicaces, Daifusama rece-
loso de la buena fé del embajador, preguntó á un Inglés
capitan de nave Holandesa, de quien aprendía la geogra.
tia, si aquel era el estilo de las naciones de Europa. Es-
te le respondió que no; pero que se guardara bien de los
Españoles, que eran gente deseosa de dominar el mundo:


[I] Villaseñor, p. 1. lib. 1. cap. 42.
[2] Lzb. Capitular.
]3] Alegre, Hist. manusct'ita de la provincia de 1'-lé.


xzco.
[4] Yuvenóo, Hist. de la Compañía de Jesus. p. 5. lib.


20. párrafo 12. fol. 634.




258 Ano de 1 ti 13.
para lo cua' enviaban como precursores á los jesuitas, quíenef>
con pretesto de predicar la religion cristiana, sublevaban
los pueblos contra sus soberanos: que de aquel modo se
habian hecho dueños de inmensas posesiones en Asia y
América: que conociendo esto los Holandeses, Ingleses y
Alemanes, los primeros habian sacudido el yugo de su
dominacion, y los otros les haeian la guerra. Esta respues-
ta del Inglés fué causa de que aquella embajada fuera
infructuosa, y de una nueva persecucion de la Iglesia. Des-
de este año los hermanos de la caridad tÍ Hipólitos, co-
mo llaman en la Nueva Espaiía, tomaron posesion del lws-
pital del Espíritu Santo y de sus rentas. Esta obra pla
la habian dejado á los padres franciscanos Alonso Ro-
driguez y su muger Anna Saldivar; pero no pudiendo
dichos padres admitirla por contraria á su instituto, se
les dió á los Hipólitos (1) Hallo que este año se ins-
tituyó en México el tribunal de tributos, y repartimien-
to de azogues con los ministros nombrados por el Rey;
porque hasta aquí estos dos ramos de rentas reales los
administraban los que el Virey destinaba (2). Al fin del
año abrió visita de tribunales el Dr. D. Antonio Morga.


1613. 15. (3) En primero de Enero, conforme á la.
costumbre, se eligieron por alcaldes de mesta, á D. Pe-
dro Medinilla. y á D. Andrés Tápia: por ordinarios, á
D. Antonio Carbajal, y á D. Rodrigo Castro: por alfe-
rez real, á D. Juan Carbajal: por obrero mayor de pro.
pios, á Luis Pacheco Mexía: por procurador mayor, á
D. Francisco Trejo; pero por su desistimiento se puso en
su lugar á Alonso Sanchez Montemolin. Entró de corre-
gidor D. Alonso Tello de Guzman, y de regidores D.
Fernando de la Barrera, y por decreto del Virey, D.
Juan Cervantes Casaus, factor: por nombramiento del Rey,
tuvo voto en el cabildo el tesorero de cruzada, D. Fran-
cisco de la Torre: fué capellan de ciudad el Lic. Juan
Leon del Castillo (4). Los informes del Virey y ayun-
tamiento de México, consternaron el ánimo de Felipe IlI.:
al leerlos determinó que habiendo salido inútil la obra del


f1] Vetancourt, tomo 1. trato de llIb~" cap. 7.
[2] Lib. Capitular.
[3] Id. id.
(4] Gmnelli. Geograf. ¿,l mundo, p. 6. lib. 2. cap. 9~




AfIO de 1614. 259
desagüe de aquellas lagunas por impericia del maestro
mayor, quedaba aquella ciudad expuesta á las inundacio-
nes que con el tiempo podian arruinarla. Para evitar és-
to, mandó que aquellos papeles se pasaran al consejo de
Indias, y que se consultaran los mas diestros en )a hi-
drogogía. De esta consulta nació el despachar á Méxieo
al célebre francés Adriano Boot, con facultades ilimita-
das, para que observadas las obras del desaguadero de
las lagunas, diera los cortes mas oportunos para la se-
guridad de la ciudad (1). Al tiempo que esto se trataba
en España, los capitanes José Triviño y Bernavé Casas,
otl'ccieron al marqués de Guadalcazar sus personas y ha-
beres para emprender la conquista de las provincias in-
teriores del nuevo reino de Leon, facilitándose de aquel
modo el cchar á los ingleses de la Florida, en donde se
habian establecido. El marqués no aceptó esta oferta, bien
que de su gusto, sin dar aviso al Rey y esperar sus ór-
denes (2). En este mismo año, con permision del Virey,
se fundó Lerma al Oeste Sudeste de México, que ob-
tuvo los privilegios de ciudad.


1614. 16. (3) En este aüo tuvieron las alcaldías de
mesta, D. Rodrigo de Castro, y D. Antonio Carbajal:
las ordinarias, D. Juan Alonso de Sosa, y D. Lorenzo
de los Rios: el alferazgo real, D. Juan Torres Loranca:
la contaduría, Francisco Nuñez Basurto (4). A principios
de este año, llegó á México Adrian Boot, quien en com-
pañía de un oidor, visitadas las lagunas de aquel valle,
pasó á observar el desagüe, y dcspucs do profundas me-
ditaciones y repetidos cálculos, fué de parecer que aque-
lla obra, si no era del todo inútil, ciertamente no era bas-
tante para desaguar las lagunas de Tzumpango y Ci-
tlaltepec, que cuando crecian iban á desembocar en la
laguna de México: que solamente servia para impedir que
el rio de Aealhuacan no entrara en aquellas lagunas y
aumentara sus aguas. Este dictamen de aquel hombre
tan sábio, fué la eausa, á mi parecer, de que parara el
desagüe. Boot entretanto formó el plan de todo aquel


[I] Cárdenas, Anales de la Florida, Déc. 11.
[2] Villaseñor, tomo 1. lib. 1. cap. 46.
[3] Lib. Capitular.
(4] Gemelli, giro del mundo, p. 6. lib. 2. cap. 9,




260 Año de HH5.
valle, y no dudo que propondria muchoH arbitrios que
cjacutados, si no impedian del todo las inundaciones de
la ciudad. ciertamente harian que fuera menos frecuentes.


1615. En el siguiente año, el regimiento hizo alcaldes
de me sta, á D. Juan Alonso de Sosa, v á D. Alonso
de los Rios: ordinarios, á D. Antonio d~ la Mota, v á
D. Francisco Lopez de Peralta: alferez real, á D. Alon.
so Rivera de Avendaño: :obrero mayor de propios, á D.
Francisco Briviezca: contador, por renuncia del propieta-
rio, á Hernando Sayavedra: capellan de los Hemedios por
la misma razon, á Diego Carranza: fué teniente del corre-
gidor D. Brisian Diez Cruzate: entraron de regidores, D.
Fernando Angulo Reinoso, D. Pedro Diaz de la Barrera,
correo mayor, y Gonzalo de Córdova. Nada hallo que
ejecutara en México en el presente año Adrian Boot: es
verisimil que reconocida la inutilidad del desagüe, se vol-
vió á España á informar al Rey. Lo que consta es, que
no sé quien le propuso al marqués de Guadalcazar ha-
cer varios reparos al rededor de la ciudad para impedir
las inundaciones, demandando para esta obra ciento ochen-
ta y seis mil reales de á ocho, y que aquel vírey esta-
ba muy inclinado á abrazar el partido. Pero á esto se
opuso la ciudad, trayéndole á la memoria la inutilidad de
aquellas obras, como la esperiencia lo habia demostrado,
con lo que el Virey desistió de aquel pensamiento, y se
volvió á meditar en dar algun arbitrio para desaguar las
lagunas de CitlaItepec y Tznmpango, en que consistia to-
da la dificultad; así que, constando por el testimonio de
Boot, que el desagüe impedía que el rio Aclalhuacan, y
otros torrentes, entraran en las dichas lagunas, se pensó
en volver á la obra del desagüe que se acercaba á ¡''U


. fin. En estas congeturas se gastó la mayor parte del año.
Al fin el marqués convino con el ayuntamiento, y lla-
mando otra vez al maestro l\fartinez, y preguntado del
gasto que se haria hasta cOllcluir la oura, respondió que
ciento diez mil pesos gruesos bastarian. De todo dió cuen-
ta á la córté el marqués, resuelto á 110 emprender nada sin
órden del Rey. Así se perdió el tiempo mas á propósi.
to (1) para aquella obra, porque el año rué cscacísimo


[1] Eguiara, Bibh·ot. MpJ:icana fol. 75.




Mío de lG16. 21)1
(le lluvias (1). De unaexpedicion que Francisco Iturri hi··
zo en este año á Californias, consta que volvió cargado
de perlas: una de estas. era de tan bello oriente y tan
grande, que pagó de quinto al Rey novecicntos pesos (2).
En estos tiempos, sin saberse precisamente el año, el rey
de Voxú IJates l\fasamunes, desde el Japon envió á Mé-
xico y á España un embajador, que tratara de estable-
cer un comercio recíproco entre ambas naciones, lo que
no tuvo efecto, porque ya entonces el Emperador de aqueo
llas partes perseguia á los cristianos, á quicn en ésto imitó
tambicn despues el mismo Idates. .


lGlG. 17. (3) Los oficio~. de policía en este año, se
repartieron á estos sugetos: las alcaldías de me sta; á D.
Francisco Lopez de Peralta, y á D. Antonio de la Mo.
ta: las ordinarias, á D. Alonso de Oñate,y á l). Felipe
Sámano: el alferazgo real, á D. Leonel Cervantes: el cal'·
go de obrero mayor de propios, á Francisco Escudero:
entró de regidor por nombramiento del Rey, Luis Tobar
Godines, y la capellanía de ciudad se le dió á Alonso
Sámano dc QuiI1oncs. Llegada á México la aprobaciolJ
del Rey en despacho del 3 de Abril, se le dió órden al
maestro l\1attinez (4) á st;guir el desague, con la ~on­
dicion de que lo acabara con solo el. gasto de ciento diez
mil pesos, cuya suma se sacó de la imposición sQbre los
toneles de vino que entraban en la ciudad. La escaséz
de lluvias del año pasado, fué causa de que se perdie-
ran las cosechas de maiz, y siendo esta semilla el ali.
mento de 103 pueblos de la Nueva España (5), se pade.
ció hambre, y la fanega se vendia á siete y ocho pe-
sos (6). Este año es singular en la historia de la Nueva
España. por el alzamiento de los Tepehuanes y de otrru;
naciones vecinas. Un hechizero que se despachaba por hi·
jo del sol, y Dios del cielo y de la tierra, fué el autor


[1] Emmó. L<Jrenzana, ¡tist. de N. E. fol. 327.
[2] Curdara hist. de la Compañía de Jesus, p. 6. lib,


3. fol. 171.
[31 Lib. Capitular.
[4] Gemelli, giro del mundo, p. 6. lib. 2. cap. 9.
[5] Eguiara, Bibliot. Mexicana, fol. 75.
[6] Cordara, hist. de la Compañía de Jesus, p. 6. lib,


l. pág. 73.
TO:lf. 1. 34




:¿62 Año de 1617.
de esta revolucion, que fué concertada de los Indios con
tal secreto, que no se les traslució á los Espatiolcs. Y
aunque habian convenido en acabar con sus enemigos el
21 de Noviembre, adelantaron al 16 la sublcvacion, por
haber lIogado á sestear al pueblo de Santa Catarina una
carreta cargada que pasaba á no sé qué presidio. El pri-
mer furor de aquellos naturales, se desahogó en dos~len­
tos Españoles y Mestizos de todo séxo y edad. Otros
cien que se refugiaron á la iglesia, á quienes prometie-
ron la vida si se rendian, y fueron tambien inhumanamen-
te despedazados. Entre los muertos se contaban los pa-
dres Fr. Pedro Gutierrez franciscano, Fr. SebastÍan Mon-
tano dominicano, y los cinco misioneros jesuitas, Fernan-
do Tobar de Culiacán, de la ilustre casa de los duques
de Lerma, Diego Orosio, noble espaiiol, natural de }'la-
cencia, Bernardo Cisneros, Juan del VaUe, y el noble
Oaxaqueño Luis Alabés. Tuvieron la misma suerte los pa-
dres Juan de la Fuente, y Gerónimo l\foranta que habian
concurrido á aquel pueblo á cierta fiesta. Otro jesuita lla-
mado. Fernando Santaren que pasaba ú Durango, fué víc-
tima del ódio que aquelJoslndios tenian á los Sacerdotes.
El marqués de Guadalcazar luego que fué informado ele
este atentado, dió órden al gobernador de Durango D.
Gaspar Albear, que levantara gente y fuera á castigar á
los sublevados. Efectivamente, el gobernador pasó con
tropa á aquella provinóa, que no sujetó hasta despues
de tiempo, ahorcando á los Indios revoltoso:!! que pudo
haber á las manos. Despucs de tres meses, por interpo-
sicion de los padres jesuitas, parte de aquellas provincias
se reconcilió con los Españoles, y se dió sepultura eele-
siástica á aquellos cuerpos que aun estaban insepultos.


1617. (1) Tuvieron en el año que comenzamos los
puestos de alcaldes de mesta, Antonio Oñate, y D. Felipe
Sámano: de ordinarios, D. Francisco Alonso de Sosa, y
D. Rodrigo Velazquez: de alférez real, Luis Pacheco Me~
xía: de procurador mayor, D. Fernando Angulo Reinoso:
de obrero mayor de propios, Luis Tobar Godines, y de
mayordomo, Juan Ramos Cartagena. En este año no so-
lo se trabajaba con ahinco en el desagüe, sino tambicn
en acabar los arcos que conducian la agua á la ciudad;


[1) Lib. Capitular.




Año úe 1618. 263
Y redundando esta obra en ornamento y comodidad, el
regimiento multiplicó los trabajadores (1). En este mis-
mo auo, allanadas las dilicultades que habían nacido so-
bre entrar el Rey en el patronato del colegio de S. Pe.
dro y S. Pablo, el marqués de Guadalcazar tomó la po~
sesion llamándose desde entonces conforme al mandamien-
to de Felipe lB. de S. Ildefonso, encargando á los pa-
dres jesuitas su admínistracion, y para su aumflnto s~
le agregaron las rentas del antiguo colegio de. S. Ber-
nardo; haciendo saber el marqués á aquellos colegiales;
que en adelante gozarían de las preeminencias de los de
S. Martín de I~ima, atendiéndolos no solo en las oposi-
ciones á las cátedras de las U uiversidade:a" !IiüQ tambien
en la distribucion de empleos.' . '.


1618. 18. (2) Desempeñaron los empleos de ciudad,
ios alcaldes de mesta, D. Francisco Alonso de Sosa, y
D. Rodrigo Velazquez: los ordinarios, D. Bernardino Vaz-
quez Tápia, y D. Luis QUt~sada: el alférez real, Alonso
Sanchez Montpmulín: depositario general, el procurador ma-
yor Francisco Escudero: á las plazas vacantes de regi-
dores, lJombró el Rey á D. Andrés de Balmazeda, y á
Cristobal Molina: entró de regidor el alférez real: y
-concedió voto, en el regimiento á Martin Camargo, á n
Alonso Faxardo factores, y á Simon Enriquez, depositario:
D. Gerúnimo Montcalcgre tomó posesion del corregimien-
to (3). En el mismo aiío se fundó la villa que el Virey
nombrú de su apellido Córdova, célebre por sus tabacos (4).
Un illcendio que comenzó en el cuartel de los soldados
de Veracruz, consumió gran parte de aquella reciente ciu-
dad: entre otl'os edificios que perecieron, uno fué el tem-
plo y colegio de los padres de la Compañía de Jesus.


1619. (5) El dia de la Circuncision, conforme al esta.
tuto, se hizo la votacion de estos oficial~s: alcaldes de mes-
ta, D. Bernardino Vazquez Tápia, y D.: Luis Qut;:sada: ore


[1] Alegre, hist. manuscrita de la pro.1)I)lCia de la Com-
pañía de Jesus de México.


[2] Lib. Capitular.
[3] Villaseñor, tomo ]. lib. 2. cap. 4.
[4] C('Jrdara, hí~t. general de la Compañía de Jesus,


p. 6. lib. 3. fol. 175.
(5) Lib. Capitular.




264 Año de 1620.
dinarios, D. Juan Cervantes Carbajal, y D. Luis María
Carbajal Mendoza: alférez real, D. Marcos de Vera: pro-
curador mayor, Cristobal Molina: obrero mayor de pro-
pios, Gonzalo de ,Córdová: mayordomo, Marcos Texada.
Pasad~'alguntiéiripo, advirtiendo el regimiento que la dec-
cion del procurador mayor era nula, se nombró en lugar
de Cristobal Molina, á D.Andrés Balmazeda: por muer-
te del ~lcalde ordinario, de segundo voto entró D. Fran-
cisco Trejo CarbaJal: de teniente del escribano mayor,
Sebastiao García de Tnpia, y de regidores por el Rey,
Gonzalo de Córdova, y D. Juan Suarez de Figucroa (1).
~ste",año es singlllarísímo por ,un, gra~ terrlblor que, du-
ro por un cuarto' de hora en la Nueva. España, a las
once y ll)edia del día, 13 de Febrero, y ocurrió por qui-
nientas leguas de Súr á Norte, y por mas de setenta del
Este al Oeste; demolió edificios, abrió sienas, descubrió
espantosas eabernas, y' profundos lagos.


1620. 19. (2) Tuviel~n los puestos de ciudad en es-
te año, Jos alCaldes de mesía D. Juan Cervantes Carba-
jal, y D. Franc,isco Trejo Carbajal: los ordinarios, D. An-
tonio de la Mota, y I>.. Francisco Lopez de Peralta: el
de alférez real,D.J<'ernando de la Barrera: el de procurador
mayor, D .. ;Andrésde B'almazeda: el de obre'ro mayor de
propios, 'Sirnqn, Enriqúei: de sisa, Francisco Escudero: el
de contador, Di~go de Ole¡:¡: fué regidor por el Rey, Juan
de Castañelffa (3): En estos trompos se acabaron los ar-
cos que conducen la agua < úMéxlcO, obra que cedió en
gloria de aquelaytmtarniento, y' del marqués (le Guadal-
cazar,'y que cónsíahi:{o de novecientos arcos de á ocho
varas cada uno; de 'aIto seis, de grueso vara y tres cuar-
tas, c:ostaron mas de ciento y cincuenta !pil pesos: de es-
tos, ciento. veinte y cinco roíl tomó la ciudad á réditos,
y pagaba al fin. dt)l Siglo pasado los intereses á los nie-
tos de Baltasar Rodriguez Rios. La agua que estos ar-
cos condt:lCen nace en Santa Fé, dos leguas de México,
y vierieá Chapoltepec por atargea, en cuyo bosque co-
mienzan los arcos y entra por la calle de Tacuba pro-


[I] Gil Gonzalez ' Dávila, teal. Ecles·¡asl. de las iglesias.
de Indias, tomo 1. fol. 59.


[2] Lib. Capitular.
[3) Vetancourt, tomo 1. trato de .Mex. cap. 1.




Año de 1621. 265
veyendo á media ciudad, la otra queda bien abastecida
con la agua que nace en el mismo pueblo de Chapol-
tepec, que entrando por atargea en el Salto, se reparte
(l). Por estos tiempos se descubrieron al Norueste de
l\Iéxico ricos mineros de plata, uno de los principales aun
conserva en honor del Virey que mandaba entonces el
nombre de Guadalcazar.


1621. 20. (2) D. Antonio de la Mota, y D. Francis-
co Peralta, fueron este año alcaldes de mesta: o:'dinarios,
Alonso Contreras, y Gonzalo Carbajal: alférez real, D. Fer-
nando Angulo Reinoso: procurador mayor, Cristobal Mo-
lina: por muerte del corregidor entró de teniente el alcaI-
de ordinario de segundo voto. y despues de tiempo, por
muerte tambien del alcalde <":ontreras, se substituyó á Fran-
cisco Escudero (3). Al comenzar el presente año, el mar-
qués de Guadalcazar despues ,de una gobernacion justa y
pacífica de ocho años, fué nombrado por Virey del Pe-
rú. Salió de México acompañado de la Audiencia, ciudad
y tribunales el 14 de :Marzo, y en derechura se enca-
minó al embarcadero de Acapulco, quedando la adminis-
traeion del reino á cargo de la real Audiencia. Esta y la
ciudad recibieron en aquel año una real cédula de Felipe
IV. en que 'participándoles la muerte de su padre sucedi-
da el :n, de Marzo, les manda proveer que los lutos se
publicaran en la Nueva España, y que se hicieran los
oficios que se acostumbraban con los reyes difuntos. A
mas de esto, que con las solemnidades correspondientes
lo juraran por su Rey y Señor. Efectívamente, la Au-
diencia libró real provision á la ciudad para que publi-
cara los lutos. Ni hallo que en el tiempo de su gobier-
no hubiera sucedido cosa digna de la historia. Entretan-
to llegó á México y fué recibido con toda pompa (4) el
21 de Setiembre D. Diego Carrillo Mendoza y Pimell-
tel, marques de Gelvez, quien como Virey de la Nueva
España luego entendió en que se hicieran los preparati-
vos para la jura, cuya funcion se hizo con aquella so-
lemnidad y aparato que los Mexicanos acostumbraban. El


[1] Villaseñor.
[2] Lib. Capitular.
[3] Id. id.
[4] Lib. Capitular.




Año de 1623. 267
Por esta integridad el pueblo lo llamó Juez severo, tí-
tulo que redundaba en su gloria.


1623. 22. (1) La eleccion de oficiales de polícia se
hizo en este año así: alcaldías de mesta, se dieron á O.
Felipe Sámanc, y á D. Gerónimo Cervantes Carbajal: las
ordinarias, á Antonio de la Mota. y á D. Francisco Lo-
pez de Peralta: el alferazgo real, á D. Andrés Bal-
mazeda: la procuraduria mayor, á Simon Rodriguez. y
el oficio de obrero mayor de propios, al escribano ma-
yor D. Fernando Carrillo. Hallo que en este rulo es-
taba interrumpida la obra del desagüe, la causa de es ....
to, á lo que entiendo, no era el que los años pasados las
aguas hubieran sido tan moderadas, que hubieran borra-
do de la memoria los peligros á que Méxieo estaba ex-
puesta con las inundaciones; sino la voluntad del Virey
que habia mandado suspender aquella obra; y bien que
se le hubiera representado por el ayuntamiento la nece-
sidad de continuarla como único medio para .la seguridad
de los vecinos, jamás vino en ello; antes bien persuadi-
do á que todo lo que decia eran exágeraciones, el 13 de
Junio, tiempo en que las lluvias están en su fuerza en
la Nueva España, mandó romper el dique que impedia al do
de Acalhuaean ó de Quauhtitlan, como llaman otros, jun-
tar sus aguas con las de las lagunas. En la primera cre-
ciente de la de México, se halló que las aguas habian
subido una vara menos dos dedos, creciente que no tra-
jo perjuicio á la ciudad. Pasó con felicidad todo el tiem-
po de las aguas; pero cuando menos se pensaba en el
mes de Diciembre, tiempo en que rara vez llueve en aquella.
parte de la América, creció tanto la laguna de México.
que no bastando á contenerla las albarradas se inundó
la ciudad. Esta arriesgada prueba del marqué!! de Gelvez
en que puso á México á peligro de perderse, acaso pa-
recerá inverisimil al lector; pero del modo que la he con-
tado, la refiere Gemelli (2), quien seguramente hubo de su-
geto de cuenta de la misma ciudad la historia del des-
agüe (3). llor estos tiempos D. Alonso Enriquez de To-


[1] Lib. Capitular.
(2] Gemelli, p. 6. lib. l. cap. 9.
[3] illu rillo, geografia, lib. 9. cap. 2.




24S Año de 1 tl24.
ledo, obispo de Cuba, fundó el colegio de S. Hamon pa-
ra estudiantes de aquel obispado.


1624. 23. (1) A los ciento cuatro años de conquis-
tada México, siendo alcaldes de mesta D. Antonio de la
:Mota, y D. Francisco de Peralta: ordinarios, D. Juan S&-
mano el viejo, y P~c\ro Mec\inilla, ausente, cuyas veces
suplicó D. Francisco Trejo: obrero mayor de sisa, Alva-
ro del Castillo: de ciudad, el escribano de propios Fernan-
do Carrillo: alférez real, Cristobal Molina, sucedió en Mé.
xico el gran tumulto memorable por las consecuencias quc
tuvo. El principio de él, fueron las difercncias en mate-
ria de jurisdiccion entre el arzobispo D. Juan Serna, y
el virey marqués de Gclvez, que se puede decir comen-
zaron desde que este caballero entró á gobernar la Nue-
va España, y que á ambos derribaron de los puestos que
ocupaban. El suceso lo saco de cinco relaciones (2) que
se' dieron á, luz. tres á favor del marqués, y las otras dos
contra él, <lue desvanecen con energía los alegatos de
las tres primeras, haciendo ver, que el Virey era hombre
arrebatado, que no daba cumplimiento á las reales órde-
nes, y que sin guardar las formalidades del derecho ha-
cia lo que quería, resguardado con el parecer de D. Luis
de Herrera su asesor, 'del fiscal de Pánama D. Juan de
Alvarado Bracamonte, y del escribano Cristobal de Oso-
rio, á que se deben agregar el vicario de la Merc€d que
continuaba en su empleo aun habiendolo el Rey manda-
do quitar, un padre Burguillos dieguino, y algunos supe-
riores de los órdenes religiosos, porque hahian consegui-
do la suspension de la cédula en que se mandaba qui-
tarles las doctrinas. Y dejando varios hechos de menos
consideracion, vengo al último que fué el principio de la
sublevacion. Desde el año pasado, el marqués de Gelvez
habia ampliado la carcelería de las casas de cabildo al
recinto de la ciudad, á D. Melchor })erez de Varaéz; pe.
ro habiendo este puesto ccepciones al proceso, que se
seguia ante el Virey para sanear aquellos defectos, nom-


[1] Lib. Capitular.
[2] Tengase presente la relacion de este suceso que s(


lee en los números uno á tres de la Revista :Uexicana,
tomo 1., impresa en .Llléxico, 01 la imprenta de Cumplido,
año de 1836.




AIio de 1624. 269
. bró el marqués por juez de la causa á un oidor que iba
procediendo cOIlf(mne á derecho; pero no siendo este del
gusto del Virey, pasó la causa al fiscal de Panamá, cu-
yo modo de proceder obligó á Varaéz á recusarIo, lo
que sabido por el marqués, mandó se acompañara con
el corregidor D. Francisco Enriquez de Avila. V ¡u-aez.
entretanto que sabia lo que sus jueces maquinaban, ha-
biendo entendido que trataban de volverlo á la prision,
se escapó al retraimiento de Santo Domingo con tanto
disgusto de aquellos, que inmediatamente embargados sus
papeles, registrados sus escritorios, bolsas y comida, pro-
hibídole toda comunicacion con pretesto de que trata-
ba de escaparse á España, le pusieron seis guardias á la
puerta de la celda, y le tapiaron las ventanas. En esta
obscura prision, Varaéz halló modo de otorgar ante un
notario poder á un clérigo, para que en su nombre se pre-
sentara al arzobispo con un memorial. En virtud de es-
to hubo varios escritos de una y otra parte, alegando los
jueces no gozar de la inmunidad por haber quebrantado
la prision; lo contrario sostenia el eclesiástico, quien vien-
do que las guardias no se quitaban, prévios los requeri-
mientos jurídicos, á instancias de la parte los excomulgó.
Estos ocurrieron á la Audiencia por via de fuerza, é im-
petrada la real provision ordinaria, fueron absueltos por
veinte dias, que dcspues se ampliaron á otros quince. Pen-
diente este recurso que jamás se decidió, por manda-
miento del Virey, los jueces excomulgados apelaron al
juez delegado del Papa en Puebla, quien sin leer los au-
tos por órden del marqués, aquel provisor libró manda·
miento al arzobispo para que Jos absolviera,á ]0 que és-
te se negó alegando que aquel delegado 110 tenia juris.
diccion por estar pendiente el recurso de fuerza. En aten.
cion á esto, el Virey despachó otro nuevo correo al de-
legado para que agravara las penas al arzobispo, COm(}
luego lo hizo librando compulsoria, inhibitoria, citatoria y
absolucion á l(,ls excomulgados, comisionando para .ello, á
los padres domínicos, lo que ejecutaron acompañados de
un alcalde ordinario que el marqués nombró. Para cor-
tar estos escándalos, el arzobispo con parecer de su ca-
bildo diputó al Virey el dean, dignidades y otros canó-
nigos, suplicándole quitara las guardias á V araéz; p~ro
éste los despidió descortésmente. Viendo el arzobispo (rus·


Tmr. l. !Ji>




270 Año de 1624.
tradas sus esperanzas, pidió al escribano Osorio el primer
auto de la audiencia para instar á que se decidiera el
artículo de la· fuerza; pero habiendo este rehusado darlo,
y lo mismo su primer oficial, los excomulgó.


24. Pocos dias habian pasado despues de este suce-
so cuando el Virey pidió al arzobispo le enviara un cier-
to clérigo, lo que hizo al dia siguiente acompañándolo
con su secretario; pero despedido éste con palabras in-
juriosas detuvo todo el dia aquel en su antecámara, en
donde habiendo juntado á su asesor, al fiscal de Pana-
má, y P. Burguillos, haciendo de escribano el de la sa-
la del crímen Sancho de Baraona, le hizo muchas pre-
guntas á que el clérigo satisfizo; pero cuando el Virey
le dijo firmára sus respuestas, el clérigo con entereza le
respondió, que lo que habia dicho habia sido extrajudi-
cialmente por respeto de S. E., Y que no podía firmar
ni jurar sin licencia de su prelado. Oída esta respuesta,
sin mas ni mas lo mandó llevar al castillo de S. Juan
de Ulúa en Veracruz, lo que aquella misma noche se
ejecutó. Al dia siguiente el arzobispo pidió su clérigo, y
á un notario, haciendo presente al Virey que habia in-
currido en las censuras de la bula de la Cena. La res-
puesta de esto, y á otros dos billetes, fueron tres reales
provisiones, sin intervencion de la audiencia como man-
dan las leyes j y en la tercera se le apercibia eDn las
temporalidades y extrañamiento del reino. Al tiempo que
el arzobispo Sli veía tan vejado, y que inútilmente im-
ploraba la proteccion real por medio de los oidores. el
Virey tenía una junta de éstos para saber si podia ser
excomulgado; pero habiendo éstos respondido que 110 ha~
bian estudiado el caso, maltratados de palabras hizo lla-
mar á varias personas literatas, y sus confidentes, á quie-
nes propuso el mismo caso. Los primeros, por respeto
suyo, respondieron casi lo mismo que los oidores; los otros,
con mil razones frívolas dijeron que el arzobispo no po-


. dia excomulgarlo, y antes bien le debia pedir perdon de
la afrenta que le habia hecho. Que los víreyes en sus go-
biernos 'eran en lo temporal y espiritual vicarios de los
reyes.· Con este parecer, que le lisongeaba el gusto, de
allí adelante no pensó sino en dar que hacer al arzobis-
po, y así por otro asunto injusto le quiso hacer notifi-


. car por medio del escribano Tobar un auto en Catedral,




Año de 1624. .2'il
e~tando el Santísimo descubierto, al comenzar el predIca-
dor en el solemne dia de la Purísima Concepcion de la
Santísima Virgen, porfiando el escribano, y el arzobispo
que jamás permitió se profanára el templo, con tant') es-
cándalo del pueblo, cuanto se puede imaginar en con-
curso semejante, hasta que al salir para las casas arzobis-
pales oyó el auto. Así se iban encendiendo los ánim()s, y
el Virey se acercaba á su ruina. Al fin del aíio, el fiscal
de Panamá, el corregidor, y Osorio, acudieron al juez de-
legado de Puebla para que agravara las penas al arzobis-
po, y 10 obligára ú absolverlos. Aquel, para la pronta eje-
cucion y dar gusto al Virey, que envi,j carruage y previ-
no hospedage al juez que se comisionaría, despachó á un
pobre clérigo sacristan de monjas, por no haber querido
ningull sugeto de carácter encargarse de semejante comi-
sion. Este, luego que llegó, comenzó á roso y belloso á
ejecutar cuanto el Virey dictaba, y llegó á tanto, que el
arzobispo para contenerlo fulminó entredicho que se estu-
vo tocando en las iglesias desde el 3 hasta el 15, en que
sucedió el tumulto. Mas viendo el arzobispo que el cléri-
go no se contenía, y antes bien aquella mañana 11 de Enero
iba á su casa á embargarle sus bienes y muebles, á las ocho
de la mañana, en una silla de manos, se hizo llevar á la sala
de la audiencia á implorar la real proteccíon, y presentar
una súplica que se habia rehusado recibir de su curia. Los
oidores luego dieron parte al Virey, que los mandó lla-
mar á la sala de acuerdo dejando solo al arzobispo. Des-
pues de tiempo vino el escribano Osario con un auto, en
que se le conminaba con la pena de cuatro mil duca-
dos, temporalidades y destierro, si no se volvía á las ca·
sas arzobispales, desde donde podría pedir en justicia lo
que conviniera: á esto respondió el arzobispo, no poder
obedecer, ya por no hallarse presente á los insultos del
clérigo; ya, por no haberse querido oír los recursos que
habia hecho. Con esta respuesta volvió Osorio, quien in-
timó nuevo auto sobre lo mismo á que Serna se negó.
Plr tercera vez volvió el mismo acompañado del Lic.
Terrones, alcalde del crímen, del alguacil mayor Martín
de Zavala, diputados para llevarlo á San Juan de Ulua,
conforme el auto que notificó el escribano. Acabada es-
ta f")rmalidad, Terrones mandó al alguacil mayor pren-
diera al arzobispo, éste pasó el mandamiento á su te~
~




272 Año de 1624.
niente Peréa, quien protestando que .iamás cometería se-
mejante desacato, el mismo alguacil tomándolo por UII
brazo le hizo bajar las escaleras y montar en un coche
de camino, sin permitirle ni aun desayunarse.


25. Llevado de esta indigna manera al destierro el
arzobispo, escoltado de diez arcabuceros, al mando de D.
Diego Armenteros, los oidores que por miedo del Virey
habian firmado el auto de desticrro, volvieron sobre sí,
é ínterin deshacian lo hecho, el oidor Ibarra escribió al
Lic. Tcrrones, diciéndole que caminara muy despacio,
porque la audiencia trataba de anular aquel auto, como
efectívamente lo hizo aquel mismo dia viernes 12, en que
los oidores Paez de Vallecillo, Abendaño, é Ibarra, pro-
veyeron un auto en que decian: que vista la tropelía usa-o
da con el arzobispo, y que la junta en que se decretó
su destierro habia sido extraordinaria, y no haber asisti-
do todos los oidores, ni tampoco el fiscal del Rey, como
está prevenido en las cédulas reales, á mas de no haber
sido conformes los votos; se hiciera saber á los que con-
ducian al arzobispo lo volvieran á su casa. Y para que
]legara á notIcia de todos, hicieron tres ó cuatro traslados,
entregando uno al escribano Aguilar para que lo enviara al
arzobispo, y los otros á varios relatores y secretarios. Sa-
bido esto por Osario, voló á darle cuenta al Virey, quien
montando en cólera hizo prender á los oidores, con ór-
den de que nadie los viera, y á los relatores y demás
que habian intervenido, los hizo llevar á los calabozos, y
para evitar la cesacion á divinis, que temía no intentá.
ra el arzobispo, envió al escribano Tobar á Catedral á
notificar al provisor, canónigos y curas, que no lo obe-
decieran bajo las penas de las temporalidades y extra-
ñamiento del reino. Mandamiento que leyó el escribano
en las gradas del altar mayor, y á que los primeros res-
pondieron que obedecerían; pero los curas por el con-
trario, dijeron no tener facultad para impedir ó suspen-
der las determinaciones de su prelado. Mientras que es-
to pasaba en México, el arzobispo seguia su camino con
grave incomodidad en su salud, de lo que avisado el Vi-
rey dió órden á Armenteros de que cuanto antes lo sa-
cára de su arzobispado, bien que envuelto en un colchon,
Ó en una estera. Esta órden no tuvo efecto, porque aque-
lla misma noche 14 de Enero, en Teotihuacán, el arzo-




Afta de 1';24. :¿,a
blS{>O proveyó dos autos, en el primero declaraba exco.
mulgado al Virey, en el segundo, intimaba la cesacion á
divinis: ambos aquella misma noche se enviaron á Mé-
xico, y al amanecer del 15, el provisor Portillo fijó al
Vírey en la tablilla, y mandó se cerráran las iglesias y
que cesára el toque de las campanas, á que todos obe·
decieron, menos los padres mercenarios que tuvieron abier-
ta su iglesia toda la mañana, y celebraron los oficios di-
vinos. Esa misma noche, los pueblos por donde habia
pasado el arzobispo y tod3 la comarca, habian determi-
nado librarlo de los ministros, lo que seguramente hubie-
ran ejecutado si él mismo no lo hubiera impedido. Pero
lo que estos solo intentaron, lo ejecutó Dios por medio
de unos muchachos que llevaban á la plaza sus canastos
de verdura, quienos al ver el coche del escribano Osa-
rio, lo gritaron llerege, excomulgado. Osario enfadado de
aquella insolencia, mandó á sus esclavos los castigaran;
pero aquellos muchachos, á pedradas, obligaron al coche-
ro á meterse en palacio, de lo que luego Osario infor-
mó al Virey, que al punto ordenó saliera la guardia con
(jI sargento mayor y un alcalde. Al principio algo hicie-
rOll estos; mas habiendo acudido grandes tropas de mu-
chachos, de indios, y demás plebe, con un diluvio de pie.
dras, de que habia abundancia por estarse fabricando la
Catedral, maltratados los soldados se volvieron á su cuar-
tel. Visto esto el Virey, quiso salir con espada y bro-
quel, y á no contenerlo el almirante CevaIlos, lo hubie-
ra ejecutado. Ya que de este modo no pudo desfogar su
cólera, tomó una providencia disparatada, subiendo con
sus criados á la azotea y mandando que el clarinero to-
cara á rebato; lo que alborotó la ciudad, cuya mayor
parte ignoraba el suceso de la plaza. Los muchachos, en-
tretanto que la plebe despedia piedras sobre las azoteas
de palacio, no estuvieron ociosos, formando cuadrillas des-
tinadas, unas á dar fuego á palacio, y otras á librar
á los presos y á castigar á los aduladores del Virey gri-
tando: viva la fé de Jesucristo, la Iglesia, y el Rey nues-
tro señor, y muera el mal gobierno de este Luterano.
Como á las nueve de la mañana el fuego se manifestó
en las puertas de palacio, y la plebe que á cada instano
te se enfurecía mas, gritaba que acabaría con cuantos
habían acudido á palacio, que eran los tribunales y flor




2'74 Mío de 1624.
oe la nobleza Mexicana, si no se volvia al arzobispo, y
se ponían en libertad los presos. El oidor Cisne ros que
no habia asistido á la junta, y á la sazon se hallaba en
la sala de la audiencia, corrió á verse con el V ¡rey, y
suplicarle de rodillas que enviara por el arzobispo, lo que
se hizo diputando al inquisidor mas antiguo, que saliú de
palacio mostrando el decreto del Virey. Con todo esto 1
y con el perdon general que se habia publicado, la ple-
be que no se fiaba del Virey, quíso que todo fuera en
nqmbre de la audiencia, sin cesar de atizar el fuego y
dar libertad á las mugcrcs quc estaban encarceladas. l,a
audiencia luego se juntó, é ínterin estendian el auto man-
dó que el marqués del Valle que por sus ruegos habia
conseguido se apagase el fuego, con el marqués de Vi-
llamayor se adelantasen á dar la nueva al arzobispo mien-
tras que sc estendía el auto en que se mandaba á los
que lo conducian volverlo, como se efectuó poco despues.


26. El caso parecía terminado, y efectivamente así
hubiera sido si el Viroy con su natural arrogancia no hu-
biera echado á perder lo que la audiencia habia compues-
to. Fué el caso, que despejada la plaza envió secreta-
mente, mas de media legua fuera de México, á traer al-
gunos quintales de polvora, y de la armería de palacio y
de fuera porcion de arcabuces, con los cuales armó á sus
criados y demás gente que habia en palacio, y desde la
azotéa hicieron fuego sobre la pobre gente que habia acu-
dido á comprar sus alimentos. De estos desgraciados mu-
rieron mas de ciento, lo que enfureció dc tal manera á
la plebe, que no con piedras sino con arcabuces, corres-
pondían al fuego que se les hacia, dando voces pidiendo
al Vil·ey. Un oidor, que pudo entre las espadas pasar á
palacio, le suplicó mandára cesar el fucgo; pero ni este
oficio, ni el ver que la careel y el palacio ardían, movie-
ron al Marqués á reportar su cólera; ántes bien oyendo
las voces del pueblo, y que de no haberlo á las manos
daban voces que se le privara del gobierno y entrára en
él la audiencia, mandó soltar y armar á los presos de la
carcel, prometiendoles perdon si lo ayudaban. Mas con
esto no consiguió otra cosa que aumentar el número de
los sublevados armados, quienes daban arbitrios para su-
bir á un portal vecino y desde allí hacer fuego. La au-
diencia entretanto que habia estado bregando con la ple-




Año de 1624. 275
be, desde las dos hasta las cuatro de la tarde. habiendo
eutelldido que cinco mil Indios de la parcialidad de San-
tiago Tlatelolco habian determinado con la plebe dar aque-
lla noche un asalto si. no se deponía al Virey, determinó
formar una junta de la ciudad, caballeros y personas doc-
tas, que resolvieron tomára en sí el. gobierno, como se
pregonó luego, lo que tuvo por algun tiempo distraida á
la plebe, dando con esto lugar á que el marqués se· pu-
siera en salvo; pero no lo hizo hasta que al anochecer
aconsejado de dos criados que lo acompaüaron, quitándo-
se los anteojos y envuelto en una mala capa con un lien-
zo blanco al sombrerÜ) dando voces como los demás, vi-
va la fé, y muera el mal ~obiérno de este Luterano, es-
capó al convento de S. Francisco,en donde diez ó doce
dias estuvo encerrado en una pieza obscura detrás del re-
fectorio, que servia de cárcel. Al tiempo que el Virey sa-
lió, este estaba lleno de amotinados que lo buscaban pa-
ra hacerlq pedazos; pero no hallándolo desfogaron su có-
lera rapando SI;lS: ,muebles y alhajas; no obstante se salvó
su recámara, porque se dijo que allí habia hacienda real.
Aun mayor respeto usó la plebe con las cajas reales, pues
ardiendo una. puerta inmediata los mismos presos apaga-
ron el fuego. Los qemás caballeros que habian acompa-
ñado ,al· marqués se salvaron con trabajo. y al-
gunos bien heridos. En este intermedio los correos iban
á dar pa,rte,alarzobispo de lo que sucedja; pero él in-
mqblc en, su.didárilendenada hacer hasta que lo man-
dara el alcalde del crÍmen Terrones,:. á poco rato, és-
te recibió· el despacho del Virey,y despues el auto de la
audi(fncia, y djó órden de volver á México. Lavuclta no fué
tan pronta como se deseaba; ya, por el concurso de va-
rios pueblos, q,ue ignorando lo que pasaba venian á po-
ner en libertad al arzobi$po; ya, por otmsque venían á
felicitarlo, y finalrnentepor la multitud que salió de Me-
xico ·á encontrarlo, con lo, cual la marchafué lenta, y' no
llegaron á Guadalupe hasta las 'onc,e de la noche, en don-
de los Indios esperaban al arzobispo con teas para con-
ducirlo á México, cuyas calles, ventanas y azoteas halló
iluminadas: fué recibido con repique universal en las ca-
sas de cabildo, de la real audiencia, y de allí llevado á
las casas arzobispales. El pueblo, todo el restante de la
noche, acudió pidiendo la bendicion, y fué preciso que sa·




216 AÜD de 1 ü:!5.
¡iera: al balcon á, consolado. A la mañana siguIente 16 de
Enero, alzado el entredicho y cesacíon ádivínis, el arzo-
bispo acampanado de su cabildo asistíú en Catedral <i IIn
solemne Te Dcwn laudamlls: así acabó este tumulto. Po-
cm; dias despues, la ciudad «erutó al Rey á su alférez
real (1) Cristobal de l\folina, para que lo informára de
aquel suceso, sustituyendo en su lugar á D. Juan Suarez
de' Rivera. Conjeturo que en el mismo cahildo se nom-
bró por contador interino á Juan Torres Montencgro, y
por obrero mayor de propios al escrihano D. Fernando
Carrillo. ,A la llegada de Ctistobal de Molina á la e(¡r-
te, ya'habiaprécedido la noticia del' suceso de México ¡
que no poco consternó á Felipe IV., temeroso de que
aquella sublevacion fuera principio de la ruina de aquel
reino. Para impedirla hizo partir con celeridad por Vi:..
rey á D. Rodrigo Pacheco Osario, marqués de Cerral-
va, y en su compafíía á D. Martín Carrillo, inquisidor
de Valladolid, con;podcres para hacer las averiguaciones
y castigar á los motores del tmnnlto. Estos lIegaron con
felicidad, y el 3 de Noviembre ('11tr6 (~ll México (2) el
marqués, quien con, su porte' humano se' glllnge,ó c'1 afec-
to de los Mexicanos (3).' El príncrpe de Nas~au con una
fuerte escuadra Holandesa entró 'en Acapulco estB aM.
Me persuado' iÍ, que aquella débil ,guarnícion, abandona-
da la plaza y' retirarlos los ganados, alarmarÍ'a 'á los ve-
cinos do aquella costa. Es creible que cuando en Mé-
xico se alistaba gente para marchar' contra' 16s enemi-
gos, llegó la ,nueva, de que se hahiap dado á la veJa.Pa-
ra la defensa de aquella plaza mandó el' Virey que se
añadieran al castillo cuatro b;ú;ti'&~les, 'y ~le se muráro
el lugar. ' . ' .


1625. 27. A un año turbulento signió (;tr,) quieto, en
que fueron al'caldes de mesta D . .lllan SámanO' y D. Pe-
dro MedínilIa: ordinarios, D. García l,egaspi Alborn6i,
adelantado de Filipinas, ausente, cuyas veces suplió D.
Francisco Treja, y D. ,Francisco Tápia Ferrcr: alférez
real, D. Diego }\fOlm)y: por 'renuncia de Francisco Es-


[11 Lib. Capitular.
[2J El misriw lib:
[3] Lait, descripcion de las Indias Occidentales, lib.


5. cap. 8.




AfIO de 1 G2G. 277
cudero nombrado procurador mayor, entró Alvaro del Cas-
tillo: obrero mayor de sisa, D. Juan Figueróa: de pro-
pios, por dejacion de Carrillo, D. Alonso Rivera (1). Al
principio del año el inquisidor Carrillo abrió su visita, y
se comenzaron á formar los procesos sobre el tumulto
pasado; pero habiendo entendido que la mayor parte de
los autores de él habian escapado, no llev6 el negocio
con todo el rigor de justicia, y así quitados de los em-
pleos algunos sugetos, y ajusticiados pocos, que se ave-
riguó habian robado los muebles del marqués de Gelvez,
se volvió á España. Este porte tan humano de aquel
~'ísitador fué muy aplaudido. Entretanto que esto pasaba,
el marqués de Gelvez llegó á España, y aunque con su va-
limiento eonsiguió se aprobáran algunas providencias de
las que áió en aquel lance, con todo, Felipe IV. sintió
mucho que hubiera dado ocasion para la sublevacion, asi
por las consecuencias que podian seguirse, como por ha-
berse debilitado la autoridad de los vireyes. El arzobis-
po Serna filé en aquel año llamado á la córte, y por
la proteccion que disfrutaba ,,] marqués, tuvo mucho que
~ufhr. hasta que por [m rué nombrado al obispado de
Zamora (2). Cuando apenas se comenzaban á trazar los
bastiones de Acapul;o, a~ortó allí con ~us navíos el ge-
fe escuadra Holandes Spllberg. El motivo de su arriba-
da no fué hacer mal á los Españoles, bien que su na-
eion estaba en guerra eon ellos, sino la necesidad en que
se hallaba, y así dió palabra de honor á aquel goberna.
dor, (y la cumplió exáctamente) de seguir su viage á las
Indias Orientales luego que hiciera aguada, y se prove.
yera de víveres (3). En una hambre general que este
año se padeció en Sinalóa, y provincias vecinas, murie-
ron ocho mil y quinientos Indios.


1626. 28. (4) El 1. de Enero el ayuntamiento eligió
por alcaldes de mesta á D. García Legaspi Albornóz, y
á D. Francisco Tápia Ferrer: por ordinarios, á D. Juan


[1] Gage, p. 1. cap. 25.
[2] Lait, descripcion de las Indias Occidentales, lib.


5. cap. 8.
[3] Cordara, Híst. gen. de la Comp. de Jesus, p. 6.


lib. 10. fol. 622.
[4] Lib. Capitular.
TOM. ,. 36




278 Año de 1627.
Mexía, ausente, cuyas veces suplió D. Francisco Solís
Rarrasa, y D. Alonso Villanueva Cervantes: por escusa
del alférez real Cristobal Molina, entró en su lugar D.
Francisco Rodriguez Guevara: por procurador mayor
D. Pedro de la Barrera, correo: por obrero mayor de
propios á D. Alonso Rivera, y por capellan de ciudad á
D. Andrés de Arlanzón (1). En este año el marqués de
Cerralvo, temeroso de las inundaciones, hizo restaurar las
albarradas que rodeaban á México, á que añadió otros
reparos, que no dudQ serían conformes á los diseiíos que
dejó Adrian Root; pero no se trató de continuar el des-
agüe.


1627. (2) La policía de la ciudad la administraron en
1627 los alcaldes de mesta D. Juan Mexía, y D. Alonso
Villanueva: los ordinarios, D. Gerónimo Cervantes, y D.
Francisco Figueróa: el alférez real, Simon Rodriguez, de-
positario general, por escusa de D. FrancIsco Trejo: el de
obrero mayor de propios, D. Diego de Monroy: de sisa,
D. Marcos de Yera: el Rey pu~o por, alguacil mayor á
D. Marcos Rodríguez, y por regidor á D. Gonzalo de Cór-
dova (3). El río de Qllauhtítlún, como llama Gemelli, y
nosotros con la autoridad de Torquemada dc Acalhuacán,
en una creciente que sucedió el aiío que corre, abrió un
portillo en el dique que le servía de reparo, y entrando
en la laguna de Tzumpango, y de ésta en la de S. Cris.
tobal y de México, entró la agua en la ciudad y creció
hasta dos palmos. A vista de este contl'atiempo, el ayuno
tamiento suplicó al Marqués de Cerralvo que mandára
proseguir la obra del desagüe. })ero como la utilidad de
éste en aquellos tiempos aun era controvertida, y el gas.
to hecho y por hacer enorme, la mayor parte del año y
del siguiente se pasó en consultas. N o hay duda que la
irresolucion del marqués en aquel negocio provenía de las
especiosas teorías de los inteligentes que consultaba á me-
nudo; pero éstas. cuando se examinaban diligentemente, ó
eran dudosas, ó mas costosas que el desagüe. Entretanto,
desvanecido aq,~el peligro por el retiro de las aguas, d
negocio quedó indeciso.


[1] Gemelli, p. 6. l. 1. cap. 9.
[2] Lib. Capitular.
[3] Gemelli, p. 6. 1, 1. cap. 9,




Año de 1628. 2'79
}ti28. ~O. (1) Junto el cabildo el día de la Circun-


cision, conforme al estatuto, se pusieron por alcaldes de
mesta á D. Gerónimo Cervantes, y á D. Francisco Fi-
gueróa: por ordinarios á D. Miguel' Cuevas Dávalos, y á
D. Lermes AstudilIo, ausente, cuyas veces primeramente
supliÓ el regidor decáno D. Francisco Escudero, y des-
pues D. Francisco Trejo, alférez real: por procurador ma-
yor á D. Andrés de Balmaceda: por obrero mayor de
propios á D. ¡"emando de la Barrera: fué teniente del
corregidor enfermo D. Onufrio Colindres: tuvo voto de re-


. gidor -el depositario gcncral Pedro Alzáte: nombró el Rey
ú las plazas vacantes de regidores á D. Diego Caoezon,
D. Juan Francisco Vértiz, D. Juan Cavallero Medina,
Francisco Morán de la Cerda, D. Diego Lopez de Zára-
te, y Alonso Galván (2). Este arlO fué desgraciado para
México por la pérdida de su rica flota que volvía de Ve-
racruz, suceso" que pasó de esta manera. El famoso Ho-
landés Pedro Hein, almirante de la compañía de las In-
dias, engolosinado con la presa que en el año pasado ha-
bia hecho de un convoy de naves Portuguesas que venían
del Brasil para Lisbóa, con una fuerte escuadra se apos-
tó en las costas de Portugal, y las saqueó; de aquí en
este año pasó á las costas de la Florida á esperar la flo-
ta que venía de la N. E., á la sazon que ésta habia
embocado en el canal de Baháma. Los Españoles, que
estaban desprevenidos y no se creían en parage tan pe-
ligroso encontrar á los enemigos, lo mejor que pudieron
se aparejaron para aquel lance, que por largo tiempo fué
dudoso; pero el estar sus navíos sobrecargados, no les
permitía jugar la artillería con aquella prontitud que era
precisa para alcanzar la victoria, y así despues de mal.
tratados los buques y perdida gran parte, abatieron ban-
deras. Esta nueva, que con celeridad llegó á la isla de
euoa, de allí pasó á .México, y apesadumbró mucho á
aquel comercio.


1629. 30. (3) A aíios desgraciados siguió otro acia-
go, en que fueron alcaldes de mesta D. Miguel Cuevas


[1] Lib. Capitular.
[2J Juan Alvaret de Colmenar,


el di Portugal, tomo 1. p. 298.
[3J Lib. Capitular.


anales de d' EspoguE




2At, Ano de 1 G2b.
Dúvalos, y D. Lermes Astudillo: ordinarios, H. Juan Al.
tamirano Saavedra, que poco despucs se ausentú, y su.
plió sus veces el alférez real D. Francisco Escudero, y
D. Fernando Oñate: procurador mayor, D. Pedro Diez
oe la Barrera, correo mayor: obrero mayor de propios,
D. Alonso Rivera: de sisa, D. Juan Cavallero: despues
de tiempo, por muerte oe D. Francisco Escudero, entró
de alcalde y alférez real, D. Fernando de la Barrera:
por ausencia del alcalde ordinario de segundo voto, D.
Fernando Angulo: y por muerte clel corregidor Dávila.
D. Tristún de Luna y Arellano. Al principiar á referir
lo acaecido en este año, se me representan tantas ciu-
dades arrasadas en la América por fuerza de las aguas:
y acaso entre ellas, en nuestra edad, se contaría Méxi-
co, si Dios que la guardaba para centro de la religioll
de la N. E. no la hubi':Cra defendido en esta ocasiono La
obra del desagüe, como hemos dicho, estaba interrumpi-
da, y en las albarradas que rodeaban á México acaso
habia su descuido. El ayuntamiento que no perdía de
vista ambas obras, como único medio para impedir las
inundaciones, hacia repetidas instancias al marqués de Cer-
ralvo para que decretára el proseguimiento de la una, y
el reparo de las otras (1). Este, ó convencido de la ne-
cesidad, ó por librarse de la importunacion de aquellos
magistrados. condescendió con sus súplicas. Ya se pre-
paraban los materiales para meter mano ú, la obra lue·
go que eesú'ran las lluvias, cuando el dia de S. 1\1ateo
el rio de Acalhuacán, roto el díque que lo cOlltenía. sr
descargó sobre las lagunas de Tzumpango y S. Cristo-
bal, v éstas sobre las de México con tal fúria, que sien-
do iñútiles los reparos entraron á la ciudad alzándose ú
la altura de dos varas. Entretanto las ]Júvias no cesaban.
y México se tuvo por destruida. Sería cosa larga con-
tar los extragos que causó esta inundaciol1, bastando apun-
tar (2) lo que aquel arzobispo D. Francisco 1\1anso de
Zúñiga escribe á Felipe IV. el 16 de Octubre de aquel
año, es ú, saber, que treinta mil naturales habian pere-
cido aquellos dias, ya ahogados, ya debajo de las ruinas.


[1] Gemelli, Giro del mundo, p. 6. lib. 1. cap. 9.
[2J Gil Gon~alc~ Dávila, Teat. Erles. de las Indias,


tomo l. fol. 455.




Afio de 162A. 2B 1
Y acaso gran parte de necesidarl: que de veinte mil fa-
milias de Espaiíoles que allí estaban avecindadas. apenas
quedaban cuatrocientas. Muchos de éstos, temerosos de
mayores males, escaparon á otras partes, y esta fué la
causa del aumento de la Puebla de los Angeles.


31. En este intermedio ningun vecino podía salir de
su ca~a sino cn canóa: los tribunales cesaron: el servi-
cio divino se interrumpió: para consuelo de aquel afligi-
do pueblo (1), proveyó el arzobispo que se celebráran
la~ misas en las azoteas y ualeones. El Virey y tribu-
l1ale,~ vieudose con el agua á la garganta, comenzaron
ú hablar de que se pasára la ciudad á sitio mas alto
fuera de la laguna, en donde pudieran vivir con seguri-
dad. Este corte era conforme á los deseos que el Rey
habia significado; pero como las mudanzas de ciudades
populosas es asunto de mucha meditacion, y por lo mis-
mo requiere gran tiempo, se difirió á otra ocasiono Por
entonces se acudió á lo mas urgente, que sería desde lue-
go romper algunos díques para dar curso á las aguas.
Luego que éstas bajaron y cesaron las Ilúvias, quc fué
(2) el 1. de Noviembre, se tuvo en presencia del Virey
una junta general, en que se determinó que la Audien-
cia y ciudad, acompañada de los mejores arquitectos, fue-
ran á Huehuctoca á observar cuánto tiempo sería nece-
sario para terminar la obra del desagüe. En otra junta
tambien general, el 6 de Diciembre, se resolvió que se
aprontáran los doscientoR mil pesos en que habia tasado
la obra el maestro mayor Martinez. El resto del año se
pasó en acopiar dicha' suma (3). En este mismo año se
libró cédula real para que el gobierno de los vireyes de
N. E. que hasta entonces habia sido de seis años,-Jg fUt;T3
de trc~. '


FIN DEL TOM. 1.


[1] Alegre, Hist. manuscrita de la provd. de Mé.'r:íco.
[2] GemclZi, giro del mundo, p. 6. M. cap. 9.
[3) Suarez, Días de la calle, citado por Murillo en


m gco~rafia, lib. n. cap. 2.